Estudios lingüísticos del español hablado en América 3 : parte 1 : el sintagma nominal [3] 8498950279, 9788498950274


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Índice
El sintagma nominal (parte I)
El nombre común en el español de América. Hernán Urrutia Cárdenas, José L. Ramírez Luengo
1. El nombre común
1.1. El nombre común. Introducción
1.2 El genero en el nombre común
1.3. El número en el nombre común
1.4. Número y genero en las zonas bilingues americanas
1.5. Conclusiones
El nombre propio en el español de América
I. Introducción
1. Características de la muestra y el estudio sobre el nombre propio en el español de AMérica
2. El nombre propio o la denominación de lo único
2.1. Características generales
2.2. Conocer por el NP
2.3. Sentido y rederencia del NP
2.4. Los NNPP en la construcción textual
2.5. El NP como identificador discursivo literario
3. Tipología de los NNPP
3.1. Topónimos
3.2. Antropónimos y teónimos
3.3. NNPP de períodos temporales
3.4. NNPP de instituciones
3.5. NNPP de productos de laactividad humana
3.6. NNPP de uso apelativo familiar
3.7. NNPP de títulos y tratamientos de respeto
3.8. Nombres científicos en general
3.9. NNPP de designación ocasional
3.10. Acrónimos
3.11. Siglas
4. La mayúscula inicial, particularidad del NP
5. El género y el número en los NNPP
6. Relación del NP con otras disciplinas
7. Trasvase de nombres comunes a propios
Análisis de los NNPP del Corpus (parte II)
A) NNPP prototípicos
1. Topónimos
1.1. Características
1.2. Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
1.3. El genero y el número en los topónimos
1.4. La toponimia autóctona americana
1.5. Topónimos originarios de otras lenguas
2. Antropónimos y teónimos
2.1. Características
2.2. Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
2.3. El genero y el número en los antropónimos y teónimos
2.4. Subclases de antroponimos
B) NNPP a partir de contextos interpretativos varios
3. NNPP de períodos temporales
3.1. Características
3.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
3.3. El genero y el número en los NNPP de períodos temporales
4. NNPP de instituciones
4.1. Características
4.2. Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
4.3. El genero y el número en los NNPP institucionales (y otros productos de la actividad humana)
5. NNPP de los productos de la actividad humana
5.1. Características
5.2. Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
6. NNPP de títulos y dignidades
6.1. Características
6.2. Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
6.3. El genero y el número en los NNPP de títulos
7. Nombres de uso apelativo familiar o de parentesco
7.1. Características
7.2. Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
7.3. El genero y el número en los NNPP de uso apelativo familiar o de parentesco
8. NNPP de los símbolos matemáticos y científicos en general
8.1. Características
8.2. Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
8.3. El genero y el número en los NNPP de símbolos matemáticos y científicos en general
9. NNPP de designación ocasional
9.1. Características
9.2. Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas
9.3. El genero y el número en los NNPP de designación ocasional
C) Fenómenos de reducción y ampliación formales en los NNPP
10. Acrónimos
10.1. El genero y el número en la acronimia
11. Siglas y sigloides
11.1. El genero y el número en las siglas y sigloides
12. Elipsis
13. Modificación lexicogenésica en los NNPP
D) Un problema de integración morfosintáctica en los NNPP
14. El artículo antepuesto al nombre propio
Conclusiones (parte III)
1. Resultados generales
2. Influencia de las variables sociolingüísticas
2.1. Variables de sexo y generación
2.2. Variable de lugar
2.3. Variable de nivel socio-cultural
3. Principales estructuras sintagmáticas en los NNPP
4. Características morfológicas y ortográficas de los NNPP
4.1. Género y número
4.2. La mayúscula
5. El uso del artículo antepuesto al NP
6. La función designativa del NP
7. La vitalidad en los NNPP
Referencias bibliográficas
Anexos
Anexo I
Anexo II
Anexo III
Glosario de siglas, sigloides y acrónimos
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Estudios lingüísticos del español hablado en América 3 : parte 1 : el sintagma nominal [3]
 8498950279, 9788498950274

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EL SINTAGMA NOMINAL (Parte I)

Desde hace tiempo venía echándose en falta en los estudios del español hablado en América un trabajo de conjunto que describiera y explicara las numerosas variedades lingüísticas del inmenso mundo hispanohablante, analizándolas con criterios actuales, desde un enfoque metodológico homogéneo y sobre un macro-corpus común abundante, extraído directamente de la realidad oral de aquellas tierras.

9 788498 950274

ISBN 978-84-9895-027-4

Y, precisamente, cubrir esa laguna científica es el objetivo de estos Estudios lingüísticos del español hablado en Hispanoamérica, fruto del trabajo de un numeroso equipo de especialistas. Nos propusimos realizar el trabajo con enfoque descriptivo y explicativo, suficientemente homogéneo, que mostrara las más destacadas variedades geográficas y sociales y que fijara, en lo posible, las estructuras de la comunicación oral en las diversas zonas hispanoamericanas. Tal vez con estos Estudios se puedan lograr unos adecuados mapas de isoglosas del español hablado en Hispanoamérica —junto con los demás estudios de geografía lingüística— sobre el soporte oral comunicativo, atendiendo a las realizaciones morfológicas, sintácticas, léxico-semánticas y discursivas de aquel deslumbrante mosaico lingüístico.

CÉSAR HERNÁNDEZ (ed.)

CUB VOL III.1 - ESTUDIOS LINGUISTICOS:Maquetación 1

Estudios lingüísticos del español hablado en América VOLU MEN II I.1

El sintagma nominal (PARTE I)

CÉSAR HERNÁNDEZ

(ed.)

Visor Libros

00 Preliminares (3.1):00 Preliminares 10/07/09 11:31 Página 3

ESTUDIOS LINGÜÍSTICOS DEL ESPAÑOL HABLADO EN AMÉRICA (VOLUMEN III.1)

00 Preliminares (3.1):00 Preliminares 10/07/09 11:31 Página 4

ESTUDIOS LINGÜÍSTICOS DEL ESPAÑOL HABLADO EN AMÉRICA I II III.1 III.2

LA EL EL EL

ORACIÓN Y SUS REALIZACIONES SINTAGMA VERBAL SINTAGMA NOMINAL (PARTE I) SINTAGMA NOMINAL (PARTE II)

00 Preliminares (3.1):00 Preliminares 10/07/09 11:31 Página 5

CÉSAR HERNÁNDEZ ALONSO (ed.)

ESTUDIOS LINGÜÍSTICOS DEL ESPAÑOL HABLADO EN AMÉRICA VOLUMEN III.1

EL SINTAGMA NOMINAL (PARTE I)

Visor Libros

00 Preliminares (3.1):00 Preliminares 10/07/09 11:31 Página 6

Visor Lingüística/11

© César Hernández © Los autores © Visor Libros, S. L. Isaac Peral, 18 - 28015 Madrid ISBN obra completa: 978-84-9895-024-3 ISBN volumen III.1: 978-84-9895-027-4 Depósito Legal: MImpreso en España

00 Preliminares (3.1):00 Preliminares 10/07/09 11:31 Página 7

ÍNDICE

EL SINTAGMA NOMINAL (Parte I) EL NOMBRE COMÚN EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA 1 1.1 1.2 1.3 1.4 1.5

El nombre común ............................................................................. El nombre común. Introducción ....................................................... El género en el nombre común ........................................................ El número en el nombre común ....................................................... Número y género en las zonas bilingües americanas ........................ Conclusiones ......................................................................................

15 15 18 38 53 54

EL NOMBRE PROPIO EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA I INTRODUCCIÓN 1 Características de la muestra y el estudio sobre el nombre propio en el español de América ................................................................. 2 2.1 2.2 2.3 2.4 2.5

61

El nombre propio o la denominación de lo único ......................... Características generales ........................................................................... Conocer por el NP ............................................................................. Sentido y referencia del NP.................................................................. Los NNPP en la construcción textual ................................................ El NP como identificador discursivo literario ....................................

67 67 73 74 81 83

3 Tipología de los NNPP ................................................................... 3.1 Topónimos ........................................................................................ 3.2 Antropónimos y teónimos ..................................................................

89 91 92

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8

ÍNDICE DE CONTENIDOS

3.3 3.4 3.5 3.6 3.7 3.8 3.9 3.10 3.11

NNPP de períodos temporales ........................................................... NNPP de instituciones....................................................................... NNPP de productos de la actividad humana .................................... NNPP de uso apelativo familiar ........................................................ NNPP de títulos y tratamientos de respeto ....................................... Nombres científicos en general .......................................................... NNPP de designación ocasional......................................................... Acrónimos........................................................................................... Siglas ...................................................................................................

93 93 94 94 94 94 94 95 95

4 La mayúscula inicial, particularidad del NP ...................................

97

5 El género y el número en los NNPP ............................................... 105 6 Relación del NP con otras disciplinas .............................................. 111 7 Trasvase de nombres comunes a propios ......................................... 115 II ANÁLISIS A) NNPP

DE LOS

NNPP

DEL CORPUS

PROTOTÍPICOS

1 Topónimos.......................................................................................... 127 1.1 Características ..................................................................................... 127 1.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 130 1.3 El género y el número en los topónimos .......................................... 131 1.4 La toponimia autóctona americana .................................................... 133 1.5 Topónimoriginarios de otras lenguas ................................................. 140 2 Antropónimos y teónimos ................................................................ 2.1 Características ..................................................................................... 2.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 2.3 El género y el número en los antropónimos y teónimos .................. 2.4 Subclases de antropónimos ................................................................. B) NNPP

143 143 146 147 150

A PARTIR DE CONTEXTOS INTERPRETATIVOS VARIOS

3 NNPP de períodos temporales ........................................................ 3.1 Características ..................................................................................... 3.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 3.3 El género y el número de los NNPP de períodos temporales .......... 4 NNPP de instituciones .................................................................... 4.1 Características ..................................................................................... 4.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 4.3 El género y el número en los NNPP institucionales (y otros productos de la acividad humana)........................................

165 165 166 167 169 169 170 172

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9

ÍNDICE DE CONTENIDOS

5 NNPP de los productos de la actividad humana ........................... 175 5.1 Características ..................................................................................... 175 5.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 178 6 NNPP de títulos y dignidades ........................................................ 6.1 Características ..................................................................................... 6.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 6.3 El género y el número en los NNPP de títulos ................................

181 181 182 184

7 Nombres de uso apelativo familiar o de parentesco ....................... 7.1 Características ..................................................................................... 7.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 7.3 El género y el número en los NNPP de uso apelativo familiar o de parentesco...................................................................................

187 187

8 NNPP de los símbolos matemáticos y científicos en general ........ 8.1 Características ..................................................................................... 8.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 8.3 El género y el número en los NNPP de símbolos matemáticos y científicos en general .......................................................................

191 191

9 NNPP de designación ocasional ...................................................... 9.1 Características ..................................................................................... 9.2 Datos estadísticos. Porcentajes de ocurrencias y de estructuras sintagmáticas............................................................. 9.3 El género y el número en los NNPP de designación ocasional ........

195 195

C) FENÓMENOS

DE REDUCCIÓN Y AMPLIACIÓN FORMALES EN LOS

188 189

192 193

197 198

NNPP

10 Acrónimos .......................................................................................... 203 10.1 El género y el número en la acronimia ............................................. 206 11 Siglas y sigloides ............................................................................... 207 11.1 El género y el número en las siglas y sigloides.................................. 212 12 Elipsis ................................................................................................. 215 13 Modificación lexicogenésica en los NNPP ....................................... 217 D) UN

PROBLEMA DE INTEGRACIÓN MORFOSINTÁCTICA EN LOS

NNPP

14 El artículo antepuesto al nombre propio ............................................ 227 III CONCLUSIONES 1 Resultados generales........................................................................... 235 2 Influencia de las variables sociolingüísticas ...................................... 241 2.1 Variables de sexo y generación............................................................. 241

00 Preliminares (3.1):00 Preliminares 10/07/09 11:31 Página 10

10

ÍNDICE DE CONTENIDOS

2.2 Variable de lugar................................................................................. 242 2.3 Variable de nivel socio-cultural............................................................ 242 3 Principales estructuras sintagmáticas en los NNPP ......................... 243 4 Características morfológicas y ortográficas de los NNPP ................ 244 4.1 Género y número ............................................................................... 244 4.2 La mayúscula ...................................................................................... 245 5 El uso del artículo antepuesto al NP................................................ 245 6 La función designativa del NP.......................................................... 247 7 La vitalidad lexicogenésica en los NNPP ......................................... 248 ANEXOS Anexo I. Tablas con los datos sociolingüísticos de la muestra .................... 257 Anexo II. Tablas con los datos numéricos de las tipologías de NNPP y sus correlaciones sociolingüísticas .................................................... 265 Anexo III. Gráficos con los resultados estadísticos (N y %)....................... 277 Glosario de siglas, sigloides y acrónimos.................................................... 305

01 El nombre común :01 El nombre común 10/07/09 11:10 Página 11

EL SINTAGMA NOMINAL (PARTE I)

01 El nombre común :01 El nombre común 10/07/09 11:10 Página 13

EL NOMBRE COMÚN EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA Hernán Urrutia Cárdenas Universidad del País Vasco José L. Ramírez Luengo Universidad de Jaén

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1 EL NOMBRE COMÚN

1.1. EL NOMBRE COMÚN. INTRODUCCIÓN La definición de qué se entiende por nombre común no resulta, pese a la complejidad del concepto, excesivamente conflictiva, dado que la práctica totalidad de los autores que se han encargado del tema coinciden en señalar unas características muy semejantes que establecen las pautas de todo intento de fórmula definitoria: así, Bosque (1999: 5) caracteriza el nombre común como «la categoría gramatical que expresa la pertenencia de las cosas a alguna clase», esto es, denota un conjunto o una clase de individuos y, por consiguiente —y a diferencia del nombre propio—, no implica intrínsicamente determinadas funciones sintácticas oracionales, lo que conlleva la necesidad de un actualizador para que tenga pleno sentido ostensivo en la oración (Bosque, 1999: 6). En consonancia con lo anterior, y también desde un punto de vista predominantemente semántico, Bello aportaba ya en su Gramática una definición muy cercana a la inmediatamente expuesta, al indicar que el nombre común o apelativo «conviene a todos los

01 El nombre común :01 El nombre común 10/07/09 11:10 Página 16

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HERNÁN URRUTIA CÁRDENAS Y JOSÉ L. RAMÍREZ LUENGO

individuos de una clase, especie o familia, significando su naturaleza o las cualidades de que gozan» (Bello, 1847: 205), mientras que el propio, por su parte, «es el que se pone a una persona o cosa individual para distinguirlos de su especie y familia». Desde otro punto de vista, sin embargo, existen otras definiciones que, sin dejar de lado lo semántico, sino más bien encuadrándolo en un contexto general más amplio, prefieren utilizar en primer lugar criterios marcadamente morfosintácticos para establecer qué se entiende por nombre —o más en concreto, por nombre común—, y de este modo Hernández Alonso (1992: 394) lo caracteriza como «signo lingüístico, núcleo de un sintagma nominal, con morfemas de género y número que denota unidades semánticas referentes a entes, procesos, acontecimientos... independientes y autónomos, subsistentes por sí», mientras que Alarcos Llorach (1994: 60) señala que se entenderá como sustantivo «toda palabra capaz de cumplir en los enunciados llamados oraciones la función de sujeto explícito (por ejemplo, Sale humo, Pasan coches) o la de objeto directo (por ejemplo, Hay humo, Había coches) sin necesidad de ningún otro elemento», además de explicitar la estructura interna de tal categoría gramatical como la «combinación de un signo léxico, expresado por la raíz, y unos signos morfológicos, accidentes o morfemas, que suelen ser expresados en la desinencia» (Alarcos Llorach, 1994: 60)1. Este primer —y necesariamente rápido— acercamiento al concepto de nombre común parece dejar bien a las claras la idea expresada al inicio de estas páginas, esto es, la relativa homogeneidad en cuanto a qué se entiende por nombre común que la bibliografía especializada ofrece, en la que las diferencias se re-

1

Conviene indicar que, mientras la definición aportada por Hernández Alonso queda acotada al nombre común, la de Alarcos Llorach es, en principio, aplicable tanto al común como al nombre propio, por lo que este mismo estudioso establece con posterioridad —y con argumentos muy semejantes a los señalados anteriormente por Bello (1847: 205)— las diferencias entre ambas subvariedades de nombres, según se desprende de las líneas presentadas a continuación: «Frente a los sustantivos comunes o apelativos, que clasifican objetos de la realidad física o mental como pertenecientes a una determinada clase, los nombres propios identifican con su etiqueta a un objeto dado, que resulta inconfundible para los interlocutores» (Alarcos Llorach, 1994: 60).

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EL NOMBRE COMÚN

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fieren más bien a la prioridad que se concede a los diversos criterios morfológicos, sintácticos o semánticos implicados en la definición que a los criterios en sentido estricto, por lo que no parece preciso tener que decantarse por una de ellas en concreto, por más que en este caso se prefiera conceder relevancia fundamental a lo morfosintáctico frente a las características semánticas; se trabajará de manera implícita, por consiguiente, con una definición más cercana a las aportadas por Hernández Alonso (1992: 394) o Alarcos Llorach (1994: 60) que se han presentado ya anteriormente, si bien en ellas se tendrán también en cuenta —muy especialmente para la subdivisión de algunas de las categorías dentro del nombre común— las apreciaciones de tipo semántico-sintáctico señaladas por Bosque (1999: 5) o, muy anteriormente, Bello (1847: 205). Así pues, con lo expuesto anteriormente como marco general, se va a llevar a cabo el análisis del nombre común en el español de América, para lo cual se va a atender no tanto a las subdivisiones que, dentro de este grupo, se pueden establecer —contable y no contable; individual y colectivos; abstractos y concretos; etc.—2, sino más bien a los diversos aspectos que tienen que ver con los morfemas de género y de número, morfemas que, tal y como indica en su definición Hernández Alonso (1992: 394), resultan propios de esta categoría morfológica y que pueden presentar ciertas peculiaridades de interés en el español americano para con lo que se considera la norma peninsular. Con todo, conviene adelantar ya la idea de que, en el nivel sociocultural alto, las diferencias en el nombre común desde un punto de vista diatópico —tanto entre el español europeo y el propio de América, como entre las diferentes variedades americanas— resultan notablemente escasas, de tal modo que se pueden considerar mera-

2 La causa por la que no se va a atender a tales subdivisiones no es tanto por desinterés, sino por la absoluta coincidencia que, en cuanto a su uso, se registra entre los materiales analizados y la norma culta peninsular, por lo que resulta innecesario incidir sobre su empleo; tal vez lo único importante, por lo tanto, sea señalar una vez más la coincidencia en el empleo de estos elementos en todo lo que constituye la norma culta del mundo hispanohablante. Con todo, para lo que tiene que ver con las clases de sustantivos —contables-no contables; individuales-colectivos; abstractos-concretos—, véase Bosque (1999), así como la amplísima bibliografía citada en este trabajo.

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mente puntuales y de repercusión únicamente en aspectos muy concretos del sistema; se confirma, así pues, la idea expresada ya en numerosas ocasiones de la homogeneidad —en esta ocasión, gramatical— de la norma culta en todo el ámbito hispanohablante, que tiene, en el caso del nombre común, un ejemplo paradigmático. El presente análisis y la ejemplificación sobre el español americano tiene como corpus principal de referencia el Macrocorpus de la norma lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico (J. A. Samper y otros, 1998). 1.2. EL GENERO EN EL NOMBRE COMÚN Si, tal y como se ha indicado anteriormente al hablar de la definición del nombre común, se ha apuntado la posibilidad de contar con criterios de tipo semántico como discriminadores o caracterizadores de la categoría en sí, en el caso del morfema de género —uno de los morfemas propios de éste— tales criterios se presentan como claramente insatisfactorios por insuficientes, lo que conlleva que sea más adecuado explicar lo que se entiende por género gramatical —que se debe distinguir de manera muy precisa, como recuerda Hernández Alonso (1992: 395), del género natural— mediante otros de tipo morfosintáctico, mucho más inequívocos en este caso: es una vez más Hernández Alonso (1992: 396) quien señala que «el género como categoría gramatical es independiente de cualquier asociación semántica que pueda establecerse entre el género de una palabra y las propiedades de persona de objetos denotados», por lo que, desde un punto de vista estrictamente morfosintáctico, define el morfema del que se está tratando en estas líneas como un «morfema característico del sintagma nominal que establece relación intrasintagmática y pocas veces intersintagmática» (Hernández Alonso, 1992: 395). Esta primera definición —como se indicó, de tipo marcadamente morfosintáctico— es muy semejante a la que aporta Alarcos Llorach (1994: 63), para quien el género puede ser interpretado como «un accidente o morfema que caracteriza al sustantivo, dotándole de una de las dos posibilidades combinatorias que llamamos masculino y femenino, las cuales mediante la concordancia, permiten la manifestación explícita de ciertas relaciones entre las unidades (o palabras) del enunciado»; en ambos casos, por lo tanto, se incide de manera especial en la función del género como marca de relación entre

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EL NOMBRE COMÚN

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las diferentes partes de la oración, mientras que el contenido de tipo semántico del morfema se considera de forma subsidiaria, esto es, como un contenido de ningún modo determinante y —tal y como se indicará posteriormente— de difícil sistematización. A este respecto, conviene indicar que la sistematización resulta más complicada en algunos tipos de nombres comunes, y así Ambadiang establece diferencias en cuanto a lo que denomina la consistencia de la información semántica según se trate de nombres animados o inanimados, como se señala a continuación: «tanto los nombres animados como los inanimados pueden tener «género semántico», si bien la correlación entre el rasgo de género y la información semántica dista de tener la misma consistencia en ambos casos. Sencilla y sistemática en los nombres de persona por ejemplo, resulta bastante compleja, por poco sistemática, en los nombres inanimados o de cosa» (Ambadiang, 1999: 4848); del mismo modo, también la RAE había señalado con anterioridad la dificultad de sistematizar la adscripción de los nombres de cosa a los diferentes géneros, tal y como se puede descubrir en las siguientes líneas: «cuando el sustantivo es de cosa, las mismas formas pronominales diferenciadas femeninas y masculinas se refieren a él o se construyen con él atributivamente, pero la correlación del género con los contenidos semánticos es casi siempre problemática y de ningún modo constante y regular» (RAE, 1973: 174). Por otro lado, y en relación con los distintos géneros, todos los autores (Bello, 1847: 223; RAE, 1973: 172; Hernández Alonso, 1992: 397; Alarcos Llorach, 1994: 60) coinciden en señalar el proceso de cambio que este morfema ha sufrido en la evolución que da como resultado el nacimiento, desde la lengua latina, del español, lo que ha conllevado la reducción de tres a dos géneros diferentes, debido a la desaparición —en el nombre común, por más que perviva en otras categorías— de lo que se ha denominado género neutro, al pasar los nombres que en latín presentaban éste, bien al género masculino o bien al femenino (Hernández Alonso, 1992: 398)3. 3

Este mismo autor precisa que el neutro —en las categorías gramaticales donde se mantiene— presenta «un carácter abstracto, conceptualizador o desconcretizador» (Hernández Alonso, 1992: 392), por lo que, basándose en la propuesta de Mariner Bigorra (1971), considera que en la categoría de género de produce «una transgramaticalización sufrida desde el latín a las lenguas romances, con la creación de una categoría desindividualizadora, representada solamente por unas cuantas formas pronominales derivadas de los neutros latinos» (Hernández Alonso, 1992: 399).

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HERNÁN URRUTIA CÁRDENAS Y JOSÉ L. RAMÍREZ LUENGO

Dentro, por lo tanto, de los dos géneros existentes en español, el nombre común se puede, a su vez, clasificar de acuerdo con otros criterios, como es la aparición-no aparición de la diferencia genérica aun en nombres que semánticamente deberían contar con ella: así, si bien la regla de comportamiento entre el género de los nombres animados apuntada por Ambadiang —tomada, a su vez, de Bergen (1978: 869)— de que «un nombre que se refiere exclusivamente a un varón o macho es masculino, mientras que es femenino si designa a una mujer o hembra» (Ambadiang, 1999: 4848) resulta cierta, también hay que tener en cuenta la existencia de algunos sustantivos comunes que escapan a la generalización apuntada, y que se engloban en lo que la gramática tradicional denomina nombres de género común, ambiguo y epiceno 4. 1.2.1. Nombres comunes en relación con el género Por lo que se refiere a los nombres comunes en cuanto al género, se denominan así, de acuerdo con Alarcos Llorach (1994: 60-61), los sustantivos en los que «la discriminación entre los géneros sólo se produce gracias a las variaciones propias del artículo», definición muy semejante a la que, a este respecto, ofrece la RAE (1973: 175): «hay una larga serie de nombres en -a y una menos extensa de nombres en -o que designan indistintamente por sí mismos varón y mujer, y en estos casos la determinación del sexo la realizan los pronombres y artículos masculinos o femeninos que se unen atributivamente a dichos nombres o que hacen referencia a ellos». Evidentemente, tales sustantivos resultan comunes, tanto al español de España como a las diferentes variedades que conforman lo que se ha dado en denominar español de América, según se puede descubrir en los siguientes ejemplos: – [...] se les dan temas extranjeros: un reportaje de alguna artista o de algún personaje en el momento [...] (Bogotá, mujer, 1.ª generación).

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A este respecto, Hernández Alonso (1992: 400) señala que «la distribución tradicional de nombres comunes en cuanto al género, ambiguos y epicenos, no tiene otro sentido que el de ser los representantes de la no distinción de género». Así, según indica este autor, hay en español una serie de sustantivos en los que la oposición de género no se marca formalmente y aparece, por lo tanto, actualizada.

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– Entonces... es una evasión del artista, pero trabaja con materiales... reales [...] (Bogotá, mujer, 2.ª generación). – Quiere decir que el artista, por más abstracto que sea, no se puede liberar de la realidad física [...] (San Juan de Puerto Rico, hombre, 1.ª generación). – [...] responde en forma adecuada, pues es un buen «cliente» [...] (México, hombre, 2.ª generación). – El abogado resulta que es el cliente por el que uno aboga (La Paz, mujer, 3.ª generación). – [...] pero no es lo mismo tocada por un pianista que por otro (Buenos Aires, hombre, 3.ª generación).

Dentro de esta categoría, existe un grupo de nombres que se refieren a profesiones y que, en principio, no presentan diferencia genérica morfemáticamente marcada: así, casos como el/la presidente, el/la estudiante, el/la médico se pueden interpretar como nombres comunes, al coincidir sus características con las de las definiciones que en los párrafos anteriores se han presentado sobre la categoría que se está estudiando. Ahora bien, en la sincronía actual tal conjunto de nombres presenta en ciertas ocasiones —y dependiendo de criterios de tipo diatópico o diastrático— una forma de femenino por medio de la adición de un morfema de este género al término común: así, el/la presidente aparece desdoblado en dos formas, el presidente/la presidenta, donde la marca de género se explicita de forma clara, extrayendo tales sustantivos, por tanto, de la subdivisión a la que se está atendiendo en estas líneas; con todo, y tal y como expresa de forma certera Ambadiang (1999: 4865), «las soluciones formales que puede recibir la diferenciación genérica [...] no se extiende[n] de manera uniforme a todos los nombres de persona de estructura similar, cuyos referentes requieren la diferenciación sexual, sino que tienden a variar de un nombre a otro y, por tanto, pueden recibir juicios encontrados entre formas admitidas del tipo de jueza y otras, como agenta, cantanta o fiscala», que incluso actualmente resultan «chocantes», en palabras de Gómez Torrego (1993: 15-16). Así, los datos que ofrece el corpus aquí estudiado muestran la doble tendencia a que se ha hecho mención anteriormente, es decir, junto a casos en los que los sustantivos se mantienen como invariables, aparecen también otros ejemplos donde se ha producido el desdoblamiento del que se ha hablado con anterioridad, con la consiguiente creación de un femenino analógico terminado en -a.

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En cuanto a la primera de las tendencias —esto es, al mantenimiento del sustantivo como común y, por lo tanto, con una única terminación compartida para el masculino y el femenino—, los materiales analizados ofrecen ejemplos como jefe, en San Juan de Puerto Rico o Bogotá; dependiente en San José de Costa Rica; sirviente en Santiago de Chile; presidente en Lima o médico en esta misma ciudad, en todas las ocasiones con un referente que pertenece al sexo femenino, según se pone de manifiesto en la presentación de los ejemplos: – [...] pues yo no podía salir del hospital, como dietista jefe que yo era (San Juan de Puerto Rico, mujer, 2.ª generación). – X. X. de X. que es la jefe de redacción que trabaja también permanentemente (Bogotá, mujer, 2.ª generación). – Aunque cuando estaba soltera fue dependiente de una tienda que tenía un familiar de ella (San José de Costa Rica, hombre, 3.ª generación). – [...] y dice las razones por las cuales no ha sido ella sirviente (Santiago de Chile, hombre, 1.ª generación). – La esposa del Sah, fue nombrada presidente honoraria, abrió la sesión, y presidente formal la hicimos a la hermana gemela del Sah (Lima, mujer, 3.ª generación). – Fui con mi hija, que es médico (Lima, mujer, 3.ª generación).

Por otro lado, junto a los casos señalados con anterioridad, en estas mismas ciudades se registran ejemplos que ponen de manifiesto la otra tendencia que, con respecto a estos sustantivos, se da también en español, esto es, la regularización morfemática que da como resultado la existencia de pares del tipo presidente/presidenta para la discriminación del género del referente; así, aparecen casos de presidenta en Lima —nótese que antes se ha señalado la aparición de presidente en esta misma ciudad con referente femenino— y en San Juan de Puerto Rico, junto a otros como arquitecta en La Paz y San José de Costa Rica, ecónoma y estudianta en Santiago de Chile, o parienta en San Juan de Puerto Rico. A este respecto, resulta especialmente destacable un caso como estudianta, que parece ejemplificar la tendencia señalada por Ambadiang (1999: 4867) de que «muchos sustantivos invariables en la Península se prestan al desdoblamiento genérico en Hispanoamérica». Ahora bien, dado que ambas tendencias anteriormente descritas se dan no sólo en los diferentes dialectos del español americano, sino que incluso —y lo que resulta más importante— conviven en una misma variedad geográfica, parece posible determinar,

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en coincidencia una vez más con Ambadiang (1999: 4868), que la tendencia a establecer unas formas inequívocas por medio del desdoblamiento morfemático no sólo tiene que ver con factores diatópicos, sino también con otros de tipo diastrático. Sin embargo, la distribución de tipo sociolingüístico no presenta tendencias claras, si bien es muy probable que una mayor cantidad de datos sirviera para establecer de forma más adecuada las preferencias según los factores de tipo social: así —y pese a lo que en un primer momento se pudiera pensar— las dos tendencias arriba indicadas aparecen tanto en hombres como en mujeres y, del mismo modo, ambas se recogen también en las diferentes divisiones por edad que se han establecido en el presente estudio; es probable, por lo tanto, que haya que pensar en otro tipo de factores, de tipo más personal, que conllevan la elección de una de las dos tendencias que se han indicado, así como en el factor léxico, que impone que en algunos términos el desdoblamiento resulte posible y en otros, sin embargo, se evite, decíamos, por «resultar chocante» (Gómez Borrego, 1993: 15-16): tal vez no sea, por tanto, casualidad la aparición, más allá de determinaciones geográficas o sociolingüísticas, de la forma arquitecta siempre en femenino —esto es, como forma muy integrada—, frente a la vacilación presidente/presidenta, o a la aparición siempre en masculino de jefe —a pesar de su referente femenino—, dado el carácter vulgar o peyorativo que jefa puede presentar. Por lo tanto, a este respecto el español americano ofrece una situación muy semejante a la que se da en las variedades peninsulares de la lengua, con cierta vacilación en cuanto al femenino de los sustantivos —en principio— comunes que se refieren a nombres de profesión con referente de este género; así, si bien es cierto que parece detectarse cierta preferencia en Hispanoamérica por la creación de un femenino inequívoco para tales sustantivos —de ahí el carácter «arcaizante» que, en ocasiones, se ha achacado al español peninsular (Bonilla Ruano, 1956; Rodríguez Herrera, 1956)—, lo cierto es que la tendencia contraria también existe, según se desprende del análisis de la norma culta, lo que obliga a pensar que se trata no tanto de un proceso divergente entre el español de Europa y el de América, sino de una inestabilidad de la sincronía presente que atañe a la lengua en su conjunto, sin resultar en ningún caso propia de las variedades lingüísticas del Nuevo Mundo.

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1.2.2. Nombres ambiguos De acuerdo con Alarcos Llorach, se entienden como nombres ambiguos aquellos que «sin modificar su significado, admiten la combinación de los dos géneros» (Alarcos Llorach, 1994: 62), definición que, si bien coincide con la que aporta Ambadiang (1999: 4857), este autor completa al señalar que, de acuerdo con su comportamiento, se pueden establecer varias subdivisiones posteriores: así, el mismo Ambadiang (1999: 4857) señala la necesidad de distinguir los nombres que se usan en ambos géneros con un significado único —como acné, herpes, interrogante, linde o reúma—, los que admiten ambos géneros en el singular pero sólo uno en el plural (arte, mar, calor) y aquellos que designan referentes distintos según se asocien a uno u otro género, como canal, capital, margen u orden. Ahora bien, desde un punto de vista estricto —que, por otro lado, es el que se ha seguido de manera general—, se entienden por ambiguos únicamente los sustantivos que se pueden englobar en la primera de las subdivisiones anteriormente descritas, esto es, aquellos que se emplean en ambos géneros sin diferencia de significado, por más que tal empleo indistinto de ambos géneros no sea absoluto, dado que, según señala una vez más Ambadiang (1999: 4857), «la norma privilegia siempre uno de los dos géneros», y en muchos casos la preferencia por uno u otro de los géneros en estos casos se encuentra estrechamente vinculada a dialectos y sociolectos, con una valoración sociolingüística muy diferente según la diatopía y diastratía que se esté atendiendo. En este caso, y según se desprende del análisis de la norma culta de los diferentes países que se están estudiando, se debe indicar la coincidencia de género de los nombres ambiguos no sólo en las diferentes variedades americanas, sino también entre éstas y lo que constituye la norma culta peninsular; así, y a manera de ejemplo, en todas las ciudades que constituyen el corpus de estudio aparecen los sustantivos arte, calor, color y mar, según se desprende de los siguientes ejemplos: – ...los colores son semejantes a la realidad... (Santiago de Chile, mujer, 1.ª generación). – [...] alguien que baja al infierno y se baña en el infierno, en vez de bañarse en el mar (San Juan de Puerto Rico, hombre, 2.ª generación).

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– [...] él sintió que en determinado momento había un apoyo humano a él, que había un calor humano [...] (Bogotá, hombre, 3.ª generación). – [...] lógicamente tengo que dedicar el tiempo libre a la casa, y no puedo dedicarme al arte en la forma en que debo hacerlo [...] (Bogotá, mujer, 3.ª generación). – [...] en Rusia evidentemente no se ha desarrollado bien una sicología, como tampoco se ha desarrollado bien un arte [...] (Buenos Aires, hombre, 3.ª generación). – [...] en una esquina, había un gran letrero que decía: «Con este calor, sírvase una Coca-Cola» [...] (Caracas, hombre, 3.ª generación). – Otra forma sería llevarlo al mar, en las mismas condiciones, llevarlo a que reme [...] (Caracas, hombre, 1.ª generación). – No porque uno se canse de un nombre y quiera un nombre diferente, ni se canse de un color y quiera otro color sino porque a cada momento coyuntural en la historia de los países hay que darle una respuesta coyuntural diferente (Asunción, hombre, 2.ª generación).

Tal estado de cosas sirve, por un lado, para confirmar la coincidencia de los datos americanos con la norma peninsular —donde tales sustantivos también son masculinos, al menos en lo que se puede considerar el estándar culto peninsular—, y, por otro, señala la inexistencia de diferencias de tipo sociolingüístico —siempre dentro de la norma culta, evidentemente— en lo que se refiere a este tipo de sustantivos. Así pues, una vez más se pone de manifiesto la coincidencia que en el nombre común se da entre las variedades europeas y americanas del español, en este caso en la norma culta, lo que de nuevo refuerza la idea que se expuso al inicio de este trabajo y que se va reafirmando a lo largo de estas páginas, esto es, la homogeneidad de la norma culta en lo que se refiere al nombre común en todo lo que constituye el ámbito hispanohablante. 1.2.3. Nombres epicenos Al igual que ocurría en los conceptos definidos hasta el momento, también en el caso de los nombres epicenos se da cierta unanimidad en las definiciones que aportan los diferentes gramáticos que se están consultando en estas páginas: así, la RAE indica que se entiende por epicenos «los apelativos que no determinan el sexo ni por sí mismos ni con el auxilio de formas pronominales» (RAE, 1973: 176), definición muy semejante a la que propo-

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ne Bello, que señala que «hay sustantivos que denotando seres vivos, se juntan siempre con una misma terminación del adjetivo que puede ser masculina, aunque el sustantivo se aplique accidentalmente a hembra, y femenina, aunque con el sustantivo se designe varón o macho» (Bello, 1847: 181); también Fernández Ramírez define esta categoría como el nombre común que «es indiferente en la designación del sexo y se usa un género gramatical determinado» (Fernández Ramírez, 1986: 99), que también denomina cuasi-común. Es de señalar, además, que tanto estos autores (Bello, 1847: 181; RAE, 1973: 176; Fernández Ramírez, 1986: 99) como otros (Ambadiang, 1999: 4849) coinciden en indicar que esta categoría de nombres resulta especialmente habitual en los nombres de animales, donde un género gramatical —sea el masculino o el femenino— engloba a los seres pertenecientes a los dos géneros naturales, según se descubre en ejemplos como liebre, buitre, rana, leopardo o calandria, si bien también se registran ejemplos que hacen referencia a seres humanos, como por ejemplo persona (Fernández Ramírez, 1986: 99). Evidentemente, tales términos epicenos se registran en el corpus que se está utilizando como base para este estudio, todos ellos con el género que les corresponde y, por lo tanto, sin diferencias para con lo que constituye la norma estándar del nivel culto del español europeo, según se descubre en los siguientes ejemplos que se presentan a continuación: – [...] unos arrecifes donde habían unos nidos inmensos de unas aves... quizás unas águilas [...] (San José de Costa Rica, hombre, 2.ª generación). – [...] unos arrecifes donde habían unos nidos inmensos de unas aves [...] (San José de Costa Rica, hombre, 2.ª generación). – En las aves hay el silencio. Las aves ni trinan. En la vegetación, las plantas anuales han desaparecido [...] (México, hombre 3.ª generación). – [...] cuando se recibe alguna profecía de que si es para nosotros o es, dijéramos, pues para los burritos o las hormigas (México, hombre, 2.ª generación). – Y cómo tratar a un obrero, que es una persona muy especial también [...] (Caracas, hombre, 1.ª generación). – Porque el bohemio aquí en La Paz es mal visto, es considerado una persona hippie, inconstante y todo lo que quieras (La Paz, mujer, 1.ª generación). – [...] no anoto únicamente, por ejemplo, «una mariposa», «un murciélago», sino... «me parece una mariposa»... o «me parece un murciélago»... (Buenos Aires, hombre, 3.ª generación).

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– Es decir que... en un solo animal se están moviendo cuarenta y dos o sesenta millones de pesos... (Buenos Aires, hombre, 2.ª generación). – El día que tuvo que candidatar a una persona le pidió certificado de afiliación (Asunción, hombre, 2.ª generación).

Así, se puede concluir que la nota dominante respecto a este tipo de nombres es, una vez más, la homogeneidad de la norma culta de todo el ámbito hispánico, y tan sólo se puede señalar, en todo el corpus que se ha analizado, la existencia de un caso en el que un nombre epiceno no aparece con el género que le corresponde, ejemplo registrado en Caracas, en una mujer de la segunda generación: – [...] y por eso no se le exige que... sino el hombre es casi un... un vago... casi lo que puede ser el... el... el abejo... yo no sé cómo se llama eso [risas] en la colmena, nada más [...] (Caracas, mujer, 2.ª generación).

Con todo, conviene precisar el contexto en el que tal caso aparece, dado que parece haber algunos elementos que determinan el uso de ese anómalo abejo: en concreto, el informante está hablando con ironía sobre los hombres como característicamente perezosos, para lo cual, de manera jocosa, los compara con los zánganos de una colmena; se trata, por lo tanto, de un contexto donde prima la cercanía y la expresividad —en este caso, la ironía—, y en el que se quiere dejar bien a las claras el sexo de la abeja que encarna la pereza —el masculino, a semejanza de lo que ocurre en los seres humanos—, por lo que el cambio de género en el término epiceno resulta, por un lado, adecuado al momento y situación en que se emite y, por otro, máximamente eficaz para incidir en el sexo masculino, que se perdería de otra manera al utilizar el epiceno en género femenino. Así pues, si se considera lo específico de los casos que traen como resultado la transformación genérica de un epiceno —como es el detallado anteriormente—, no resulta difícil mantener, según se indicó más arriba, y en línea con lo dicho ya en otras ocasiones, que también en este punto la norma culta de las diversas variedades del español hablado en Hispanoamérica se muestra perfectamente cohesionada, circunstancia que parece ser básica para caracterizar la situación del nombre común en la lengua española actual.

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1.2.4. La asignación de género al nombre común. Casuística Si bien en el nombre animado la asignación de género tiene relación —según se ha puesto de manifiesto en las líneas precedentes— con el sexo, esto resulta imposible en el caso del nombre inanimado que, evidentemente, carece de él; es, por lo tanto, notablemente más complicado sistematizar la aplicación de este morfema a sustantivos inanimados, por más que, como señala Ambadiang (1999: 4859), «todos los nombres tienen género inherente, y la especificación de esta categoría en cada nombre, lejos de ser impredecible o arbitraria, tiene algún tipo de motivación de tipo semántico o formal». Así pues, en estos nombres la adscripción a los diferentes géneros, habida cuenta de que no se da por medio del sexo, se produce por otros métodos que resultan de la «interacción de diversos factores semánticos —tales como la pertenencia a una clase léxica y formales» (Ambadiang, 1999: 4860), estos últimos semejantes a los que se registran en los nombres animados: en palabras una vez más de Ambadiang (1999: 4859), «se extiende a los nombres inanimados no sólo la tendencia al emparejamiento y la oposición de género que conlleva, sino también las marcas canónicamente asociadas con el contraste formal característico de los nombres que tienen moción de género». A partir de lo anterior, y como resumen de lo dicho hasta el momento, hay que señalar que son factores de dos tipos —semánticos y formales— los que determinan el género de los sustantivos inanimados, la conjunción de los cuales da lugar a muy detalladas casuísticas clasificatorias. A este respecto, es de señalar que prácticamente todos los estudios establecen —haciendo mayor hincapié en los factores semánticos o en los formales— una de estas descripciones (Bello, 1847: 223-227; RAE, 1973: 174-179; Fernández Ramírez, 1986: 97-118); en este caso, se va a presentar someramente la que, basándose en Rosenblat (1962), ofrece de manera minuciosa Hernández Alonso (1992: 404-15)5:

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Evidentemente, dado que en este caso se presenta lo que constituye la generalidad, no se incide en la descripción de cada uno de los subapartados que Hernández Alonso señala; simplemente se recoge aquí, por tanto, la clasificación presentada por el autor y que coincide de manera casi total con lo que el

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1.2.4.1. Femeninos en -o: Por influencia culta, de poco uso, la mayoría de género vacilante: la virago. 1.2.4.2. Masculinos en -a: – helenismos en -ma: con vacilaciones de género en el habla popular y culta: el tema, el anatema, el cisma; – helenismos en -ta: el planeta, el cometa; – cultismos en -as, -ax: el galimatías, el tórax; – nombres de origen exótico: oriental, referidos a la religión o la literatura: el nirvana, el mantra, el karma; – términos de las ciencias naturales: algunos, con vacilación: el puma. 1.2.4.3. Denominaciones diversas: adoptan el género de su especie o clase: – – – – – –

nombres nombres nombres nombres nombres nombres

de de de de de de

letras: femeninos: la e; colores: masculinos: el rojo; idiomas: masculinos: el inglés; montes: masculinos: el Gorbea; sierras: femeninos: la sierra de Aralar; ríos: masculinos: el Ebro.

1.2.4.4. Vacilaciones y tendencias: – elementos sustantivados: masculinos: el ayer, el pro y el contra; – infinitivos: masculinos: el comer; – postverbales en -e, -o: masculinos (con posibilidad de vacilación): el galope, el coste (pero el/la tizne);

corpus ofrece. Por otro lado, para las excepciones en las que el español de Hispanoamérica se aparta de la norma estándar peninsular, véase lo señalado en infra 1.2.5.

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– compuestos de verbo y sustantivo: masculinos: el sacapuntas, el tiralíneas; – sustantivos en -aje: masculinos: el peaje, el paisaje; – sustantivos en -ata,- ete, -ote: masculinos: el sorbete, al bocata, el pegote; – sustantivos en -ad, -ción, -sión, -xión, -ión, -zón, -ud, -ez: femeninos: la bondad, la acción, la reflexión, la quietud, la desnudez; – sustantivos en -ie átono: femeninos: la serie; – sustantivos en -men átono: masculinos: el certamen, el examen; – sustantivos con sufijo -ón: masculinos: simplón, pisotón; – sustantivos en -én: masculinos: el vaivén, el almacén; – sustantivos en -ín: masculinos: el festín, el jazmín, el orín; – sustantivos en -umbre: femeninos: la costumbre, la podredumbre; – sustantivos en -imbre y -embre: femenino: la urdimbre, la curtiembre; – sustantivos en -ambre: masculino, pero con vacilaciones: el estambre, el pelambre; – sustantivos abstractos en -or: en la norma estándar masculinos, si bien el femenino es muy habitual: el color, el calor, el rubor; – sustantivos en -al, -ar: generalmente masculinos, aunque se conservan también casos femeninos: el azúcar, el panal, el carnaval, el palmar, el pinar; – sustantivos en -el: masculinos: el papel, el doncel; – sustantivos en -és: masculinos: el revés, excepto res, mies; – sustantivos en -án: masculinos: el diván, el tulipán; – sustantivos en -ún: masculinos: el betún, el atún; – sustantivos en -az: masculinos: el haz, el antifaz, excepto faz, paz; – sustantivos en -iz: masculinos y femeninos: la actriz, la bisectriz, el tamiz, el barniz; – sustantivos en -oz: masculinos: el arroz, el albornoz; – sustantivos en -uz: masculinos: el arcabuz, el trasluz; – sustantivos en -ol: masculinos: el alcohol, el perol, el colesterol; – sustantivos en -er: masculinos: el alfiler, el taller; – sustantivos en -il: masculinos: el albañil, el alguacil; – sustantivos en -ul: masculinos: el abedul, el baúl; – sustantivos en -ur: masculinos: el albur, el azur; – sustantivos en -ed: femeninos: la sed, la pared, la merced, la red.

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Así pues, lo expuesto en las líneas anteriores deja bien a las claras cómo la adscripción de los sustantivos inanimados a un género no se realiza el azar, sino que tiene que ver en muchas ocasiones con los factores formales ya indicados anteriormente, si bien a este respecto — y aun a riesgo de resultar reiterativos— se ha de decir, una vez más, que el español de Europa coincide en líneas generales con las diversas variedades geográficas de Hispanoamérica. 1.2.5. Divergencias en la adscripción de género: España frente a América A pesar de que ya en varias ocasiones se ha indicado que la coincidencia de resultado entre América y España en lo que atañe a la adscripción genérica del nombre común es prácticamente total —muy especialmente en lo que respecta a la norma culta—, lo cierto es que se registra en el corpus de las diferentes ciudades hispanoamericanas algunas divergencias con lo que constituye la norma peninsular, que, si bien resultan muy escasas, no por ello dejan de tener interés, al constituir, precisamente, un punto en el que el español de ambas orillas difiere: así, tales usos diferentes no sólo interesan per se, sino que, además, ponen de relieve, una vez más, la escasa variación dialectal que, en este punto de la gramática, ofrece el español, al tratarse de elementos aislados y que en ningún caso afectan de manera demasiado importante a la estructura del idioma. En concreto, los términos de género disonante para con la norma peninsular se pueden agrupar en cuatro conjuntos diferentes, según la motivación o la función que conlleva el cambio genérico: 1) términos adaptados genéricamente al referente; 2) préstamos adaptados con un género distinto al del español peninsular; 3) términos en los cuales la diferenciación genérica implica diferencia de significado; y, por último, 4) sustantivos no animados cuyo género difiere del que ofrece la norma peninsular. 1.2.5.1. Términos adaptados genéricamente al referente Se trata, en este caso, de un proceso mediante el cual se produce un cambio de desinencia para adaptar ésta a la que corres-

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ponde a su referente, sea masculino o femenino, en una tendencia que resulta, según Ambadiang (1999: 4868) —quien, a su vez, cita a Cotton y Sharp (1988: 227-281)—, muy extendida en los dialectos hispanoamericanos a la hora de llevar a cabo la regularización morfológica6. A este respecto, cabe señalar que de lo que se trata no es tanto de un cambio de género con respecto a lo que constituye la norma del español peninsular, como de un cambio de desinencia —en los casos registrados en el corpus, cambio de -a en -o en los sustantivos masculinos; o de -e en -a en los de género femenino— que sirve, por un lado, para que tales sustantivos presenten la desinencia propia del género natural del referente —en el caso de tenerlo—, y, por otro, para que no se produzcan supuestas disonancias entre los determinantes de un género y la desinencia que, en principio, resulta más propia del otro. Tal estado de cosas resulta especialmente claro en ejemplos como los siguientes: – [...] una de las causas puede ser el miedo a la ternura, el miedo a ser sensible... nada más que los poetas y los maricos son sensibles... (Caracas, mujer, 2.ª generación). – [...] la cría de este novillo holando argentino fue hasta hace poco... yo creo que va a variar, pero hasta hace poco era una especie de subproducto de la existencia de tambos (Buenos Aires, hombre, 2.ª generación). – De Canadá se trae la Hostein Frishen que aquí hace el holando, holando argentino le llaman (Buenos Aires, hombre, 2.ª generación).

Evidentemente, tal fenómeno resulta mucho más frecuente en los sustantivos animados, habida cuenta de que el proceso de cambio desinencial se produce para que ésta concuerde con el género natural del referente, si bien el corpus que se está estudiando ofrece también casos de sustantivos no animados, según se descubre en los siguientes ejemplos registrados en Bogotá: 6 Con todo, Ambadiang (1999: 4868) señala que no es ésta la única manera en la que los dialectos del español de América proceden a la hora de llevar a cabo la regularización morfológica a la que se ha hecho mención: así, junto al proceso ya señalado, este autor señala otros, como la reasignación de género (la clima, la idioma, la programa) o el desdoblamiento genérico del tipo el carreristo, el pesimisto, el prostituto (Ambadiang, 1999: 4868).

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– [...] los últimos, últimos no he podido ir, porque estuve enferma y no me convenía serenarme, porque tenía bastante gripa [...] (Bogotá, mujer, 3.ª generación). – [...] muy interesante también; no he recibido todavía el programa pequeño. ¿Tienes gripa? ¿No? (Bogotá, mujer, 2.ª generación).

Por último, en una ocasión se produce también este cambio desinencial no tanto en el sustantivo, sino en un adjetivo que acompaña al nombre, si bien el ejemplo registrado presenta ciertas peculiaridades que conviene explicar: en concreto, se trata de un nombre propio (Santa Claus), en el que la desinencia del adjetivo sufre una variación genérica para hacer que concuerde con el género del referente masculino, razón a la que tal vez se deba sumar el hecho de que el término Claus no ofrezca de manera inequívoca su género, por lo que el cambio desinencial en santo (por santa) no sólo resulta más adecuado para aclarar el sexo del referente, masculino, sino que además sirve para explicitar de manera inequívoca el mismo; en todo caso, resulta este caso un ejemplo claro de la manera de actuar de la tendencia que se está explicando en estas líneas, aplicable —según se acaba de señalar— tanto a los sustantivos como a los adjetivos que acompañan a éstos, formando un nombre propio de referente unívoco en este caso: – [...] todos los años colecta de cuarenta a cuarenta y cinco mil pesos... anuales. Le decimos nuestro Santo Claus (México, mujer, 2.ª generación).

Aunque la adaptación formal es escasa en el nivel culto, en el registro popular oral puede tener una mayor presencia, como ocurre en el español peninsular. Así, por ejemplo, se pueden encontrar creaciones femeninas en -a: estudianta, parienta, tigra, tora, etc.; y creaciones masculinas en -o: cabro, ovejo, etc. (Vaquero, 1996: 14). Así pues, si bien es cierto que este proceso de adaptación desinencial —más que genérico— se registra, de acuerdo con Cotton y Sharp (1988: 227-281) en el español americano, conviene con todo precisar que resulta notablemente escaso —de acuerdo con el corpus que se está analizando— en la norma culta y popular de los países americanos, lo que sin duda resulta un dato de importancia a la hora de llevar a cabo la descripción del español de América, que demuestra — como se ha repetido insistentemente a lo largo de estas páginas— un comportamiento admirablemente homogéneo en la norma general de todo el mundo hispanohablante.

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1.2.5.2. Cambio genérico en préstamos léxicos A la hora de adscribir los diferentes préstamos lingüísticos a un género determinado, Ambadiang (1999: 4878-9) indica que esta adscripción se lleva a cabo por medio de factores de tipo semántico o fonológico, según se trata de nombres animados o inanimados: lejos de tener carácter arbitrario, los nombres animados atenderán en primer lugar a criterios semánticos, al adoptar el género gramatical del sexo de los referentes, mientras que «el género de los préstamos referidos a cosas depende generalmente de su adaptación a la fonología española, y específicamente de sus segmentos finales» (Ambadiang, 1999: 4879). Sea de una forma o de la otra, del análisis del corpus que se está llevando a cabo se extrae la conclusión de que los procesos de asignación de género a tales sustantivos se producen de manera semejante tanto en el español europeo como en el español americano, al descubrirse un género común en todas las variedades, tal y como se pone de manifiesto en los ejemplos que se presentan a continuación: – [...] a ellos no les importa, por eso comen cualquier cosa. Y... comen mucho sándwich [...] (Caracas, mujer, 1.ª generación). – ¿Cómo se llama esa boîte famosa que ahora, bueno, no me sale? (Buenos Aires, hombre, 1.ª generación). – [...] dudo de que haya tantos ensayos de qué es un parisién como hay de qué es un porteño [...] (Buenos Aires, hombre, 1.ª generación). – Yo he conocido al señor León Salles que era como un amauta [...] (La Paz, mujer, 3.ª generación). – [...] yo soy muy friolenta, así que yo tenía un coat conmigo, un abrigo (San Juan de Puerto Rico, mujer, 1.ª generación). – [...] me salí hacia atrás y al prim... en la primera persona que había ahí que me subiera el zipper [...] (México, mujer, 1.ª generación). – Después el... básquet, también es un deporte muy bonito, pero necesita uno bastante dedicación (Lima, hombre, 1.ª generación).

Así pues, esta coincidencia en las distintas normas cultas del mundo hispánico resulta casi total, al registrarse en el corpus estudiado únicamente un caso en el que el español de España difiere del hablado en tierras americanas; tal ejemplo es el que se presenta a continuación: – [...] cuando al viajar con mi hermana Charo y su cuñada, decidimos salir en una de esas turs típicas de las islas [...] (Lima, mujer, 2.ª generación).

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Por lo tanto, también el estudio de los préstamos léxicos permite incidir en la idea constante que se va extrayendo de todo este análisis, esto es, la escasa variación dialectal que, con respecto al género, se descubre en la norma culta del español. 1.2.5.3. Creación de diferencias léxicas por diferencia genérica Por otro lado, en el corpus se registra también una serie de sustantivos que presentan un género gramatical diferente al que tienen en la norma culta del español europeo, si bien tal diferencia genérica lleva aparejada un cambio de significado, lo que establece, de este modo, pares léxicos opuestos únicamente por el género, pero con un significado muy diferente en cada una de las formas: se trata, por lo tanto, de un fenómeno absolutamente habitual en la lengua española, que se descubre en ejemplos del estilo de puerta/puerto; casa/caso, y que, en realidad, no constituye sino la existencia de dos unidades léxicas independientes cuya única diferencia en el significante es, precisamente, la que deriva de la oposición genérica. Así, se pueden interpretar como nombres inanimados —aunque no siempre— que «no comparten referencia, aun cuando conforman pares del tipo libra ~ libro o suelo ~ suela, formalmente similares a los pares de sustantivos animados que comparten referencia» (Ambadiang, 1999: 4884). Así pues, si, tal y como se ha indicado, la tendencia resulta muy habitual en el español, lo que de peculiar ofrece el corpus que se está analizando en este caso es la presencia de algunos términos que resultan desconocidos en la norma estándar peninsular y que forman los pares de sustantivos que se han mencionado con anterioridad. En concreto, se trata únicamente de cuatro sustantivos, que se presentan en los ejemplos siguientes: – [...] se puede hablar muy poco de las leches, pero fíjate que... el... el... quien da el tetero, no es la madre... es el padre... (Caracas, mujer, 2.ª generación). – [...] y se invierten por lo menos medio millón de bolívares diciendo que el papá da el tetero [...] (Caracas, mujer, 2.ª generación). – Llené una boletilla ahí que decía, ¿verdad?, que lo que yo quería estudiar era Medicina (San José de Costa Rica, mujer, 2.ª generación). – [...] no son capaces... las... las televisoras ni... ni las radios ni nada de eso, así sea... por mero gesto personal de decir: «Caramba, vamos a suspender

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durante una hora, hora y media de música... en duelo de estos señores y demás» (Caracas, hombre, 2.ª generación).

Ahora bien, como se ha indicado más arriba, tal situación no es privativa de los nombres inanimados, sino que el corpus ofrece algunos ejemplos de este proceso al que se está haciendo mención en el que el referente de los sustantivos del par léxico es animado, o bien en el que uno de los miembros es animado y el otro no, según se puede descubrir en los ejemplos que se ofrecen a continuación: – [...] fueron personas que yo conocí en las placitas adonde a mí me llegaba... me llevaba a jugar mi cargadora... y ahí conocía yo... muchachos de todas las clases sociales (Caracas, hombre, 2.ª generación). – Yo no sé quién en este país planta café, yo no conozco ni uno sólo cafetero y ni un solo cafetal no he conocido en la República del Paraguay (Asunción, hombre, 2.ª generación).

En otros estudios se presentan algunos casos más de bifurcación semántica por medio de la oposición de género en determinadas palabras invariables (Quesada Pacheco, 2000: 79): – chinche (Costa Rica, Chile): masculino «clavito de cabeza circular»; femenino «insecto», – radio (Costa Rica): masculino «instrumento receptor de ondas»; femenino «radiodifusión», – costumbre (Colombia, costa atlántica): masculino «hábito, uso»; femenino «menstruación», – pelambre (Chile): masculino «chismorreo»; femenino «conjunto de pelos». La oposición genérica (marcada por un índice morfológico o por el artículo), al servicio de la distinción semántica de pares de sustantivos de igual forma, con o sin referencia semántica compartida, es una posibilidad estructural del español. La gran mayoría de los casos coinciden tanto en el español americano como en el europeo (saco/saca, manzano/manzana, el frente/la frente, el margen/la margen, caso/casa, libro/libra, el pez/la pez, etc.). Los ejemplos peculiares detectados en el corpus americano son un desarrollo natural de las posibilidades del sistema de la lengua española.

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1.2.5.4. Sustantivos no animados cuyo género difiere del que ofrece la norma peninsular Por último, en el corpus que se está analizando se registra también una serie de sustantivos que, a diferencia de los anteriores, presenta un cambio de género con relación a la norma estándar peninsular sin que eso tenga ningún efecto en la semántica, es decir, se trata de términos con el mismo significado en las variedades americanas y europeas, pero con género diferente en cada una de ellas. Así, si en el punto anterior la oposición genérica conllevaba una diferencia de significado, en este caso tal oposición —que existe únicamente desde la comparación diatópica, habida cuenta que no se registran los dos géneros en la misma variedad— se puede entender como un simple hecho de norma: al tratarse de referentes no animados, en principio cualquiera de ambos géneros es posible para estos sustantivos, por lo que la selección del masculino o del femenino en este caso no deja de ser un aspecto que tiene que ver simplemente con las diferentes preferencias normativas. Con todo, y tal y como se señaló anteriormente al hacer referencia a otros fenómenos, las divergencias resultan muy escasas en el corpus que se está analizando en estas páginas, hasta el punto de que son únicamente cuatro los sustantivos en los que la diferencia genérica con el español europeo se produce, en concreto dos casos en Santiago de Chile, uno en Caracas y uno en San Juan de Puerto Rico; los ejemplos señalados son los que se presentan a continuación: – [...] para mí era cómodo, ¿no?, no tener que correr con mi ropa, no tener ningún problema de teléfono, tener los llamados todos ordenados en la tarde [...] (Santiago de Chile, hombre, 2.ª generación). – [...] y ahí fui informado de que los expedientes o los denuncios de la ley de alcoholes se extraviaban [...] (Santiago de Chile, hombre, 3.ª generación). – Y este caballero comprobó todo lo que yo decía, eso es... de que se habían presentado alrededor de trescientos denuncios y se encontraron solamente cincuenta (Santiago de Chile, hombre, 3.ª generación). – [...] que sirva de propaganda, que se pueda poner en la plaza Venezuela, una cosa así, que tenga bombillos de todos colores, ¿no? [...] (Caracas, hombre, 1.ª generación). – Yo no pude estar allí, yo oí la gritería, pero yo estaba en mi oficina en una reunión y los oí gritando [...] (San Juan de Puerto Rico, hombre, 1.ª generación).

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Se trata, por lo tanto —y una vez más—, de una tendencia que resulta muy minoritaria en el corpus que se está estudiando y, por extensión, en la norma culta de las diferentes variedades americanas, lo que establece de nuevo cómo tanto las tendencias inmediatamente descritas como las propias preferencias normativas resultan comunes en Hispanoamérica y en el español de Europa, lo que lleva aparejada una muy escasa importancia del género en el establecimiento de zonas dialectales en la lengua española. 1.3. EL NÚMERO EN EL NOMBRE COMÚN Como se indicó anteriormente al inicio de estas páginas, el número constituye, junto al género —del que se ha hablado ya anteriormente—, uno de los dos morfemas que acompaña y caracteriza al nombre común. Una vez más, y tal y como ocurre en la definición de lo que se entiende por nombre común, los diferentes autores que se están atendiendo en este trabajo coinciden en presentar una definición muy semejante de lo que se interpreta como el morfema de número: así, todos los gramáticos (Bello, 1847: 209; RAE, 1973: 180; Fernández Ramírez, 1986: 121; Hernández Alonso, 1992: 420; Alarcos Llorach, 1994: 63) señalan que son dos las posibilidades que tal morfema ofrece, el singular y el plural, oposición que Alarcos Llorach (1994: 63) explica indicando que «el singular se refiere a la unidad de los objetos de una clase, y el plural denota varios objetos de una misma clase». Del mismo modo, también Bello (1847: 209) presenta una definición semejante, al indicar que el singular se refiere a la unidad absoluta, la unidad distributiva y, también, de manera colectiva, a la especie, mientras que el plural, en sus propias palabras (Bello, 1847: 209), «denota multitud, distributiva o colectivamente». Frente a lo anterior, sin embargo, Hernández Alonso presenta una matización de cierta importancia en lo que tiene que ver con la interpretación del número: este morfema, de acuerdo con Hernández Alonso (1992: 419), no presenta tal y como dice Alarcos Llorach la oposición entre unidad de los objetos-varios objetos, sino más bien una distinción diferente, entre la pluralidad y la no pluralidad, lo que resulta ser un acercamiento más pre-

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ciso que el anterior a la manera de funcionar de tal morfema en la lengua7. En otro orden de cosas, y según se señaló con anterioridad, los diferentes gramáticos coinciden en su totalidad en señalar la existencia de dos números gramaticales, que, de acuerdo con la RAE (!973: 180), «constituye en sus grandes líneas un sistema coherente que afecta por igual a todos los sustantivos apelativos», lo que, a su vez, coincide con la idea expuesta por Ambadiang (1999: 4884) de que, en comparación con el género, «la flexión de número constituye un sistema más uniforme y coherente, en el sentido de que afecta por igual a todas las formas incluidas en estos subsistemas»8. Tales posibilidades morfemáticas a que se ha hecho mención son, de acuerdo con lo dicho anteriormente, el singular y el plural, y así, el segundo se forma a partir del primero —que, según la RAE (1973: 180), carece de morfema— por medio de la adición de una de las tres variantes alomórficas de número de acuerdo con determinadas reglas que tienen que ver con lo señalado por Hernández Alonso (1992: 420); las oposiciones que se establecen en español entre plural y singular son las siguientes: -s/-Ø; -es/-Ø; -Ø/-Ø En cuanto a las reglas que determinan la adición de uno de los alomorfos al que ya se ha hecho mención, tienen que ver, en prin-

7 Con todo, la situación no resulta tan sencilla como se acaba de esbozar, sino que la oposición singular-plural puede, en numerosas ocasiones, conllevar otros contenidos semánticos, según señala Ambadiang (1999: 4885): «más allá de la oposición de la unidad y la multiplicidad, el plural puede no sólo suponer cambios en el significado del nombre con que se usa, sino también expresar la enumeración, la cuantificación, la expresividad, la clase e incluso la gramaticalización». Véase este trabajo para lo que tiene que ver con los aspectos semánticos que conlleva la flexión de número, así como la bibliografía en él citada. 8 A este respecto, el mismo autor indica que «frente a la gran complejidad tanto formal como semántica de la flexión de género, la que reviste la flexión de número tiene que ver esencialmente con los aspectos semánticos de la pluralización, dada la reducida cantidad de los nombres en que el contraste de número no supone cambios formales, sea porque son invariables en los dos números (atlas, crisis, lunes), o porque se trata de sustantivos plurales idénticos a las formas de plural de algunos nombres singulares (esposas, grillos) o no (exequias, víveres).

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cipio —y según se acaba de mencionar— con la estructura fonológica de la unidad léxica, si bien existen algunas excepciones que rompen lo que constituye el esquema básico que se puede establecer. 1.3.1. La asignación de número al nombre común. Casuística En relación con lo anterior, por tanto, se puede decir que hay determinadas reglas que establecen el alomorfo del morfema de plural que corresponde a cada término de la lengua, reglas que, de acuerdo con Ambadiang (1999: 4892), se basan en la generalización del estilo siguiente: – el plural de los nombres acabados en vocal no acentuada se forma añadiendo -s a su forma de singular (libros, coches, tribus). – el plural de los nombres acabados en cualquier consonante que no sea /s/ se forma añadiendo -es al singular (paredes, pieles, reyes, relojes). Dicha conjunción conlleva a veces un cambio acentual (régimen/regímenes, espécimen/especímenes). Ahora bien, lo cierto es que tales generalizaciones —sin dejar de ser válidas— deben ser matizadas en algunas ocasiones, dado que existen determinados sustantivos cuyo plural se forma mediante reglas más específicas que delimitan la validez de las tendencias presentadas anteriormente; así —y a semejanza de lo que ocurría en el caso del género—, los diferentes gramáticos analizados (Bello, 1847: 209-17; Fernández Ramírez, 1986: 121-6; Hernández Alonso, 1992: 420-4; Alarcos Llorach, 1994: 63-64) desgranan una casuística que resulta en general muy semejante, y que, en este caso tomando como base la de la RAE (1973: 180-185), se presenta a continuación: 1.3.1.1. Sustantivos terminados en consonante Las reglas que determinan el plural de un sustantivo común terminado en consonante son las que se presentan a continuación: a) Cuando el singular de un nombre polisílabo termina en la consonante -s y su acentuación no es aguda, para la for-

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mación del plural se recurre a la variante cero; la indistinción formal entre el singular y el plural se despeja en la secuencia sintagmática con los actualizadores: el/los atlas; el/los papanatas; el/los jueves. Los tecnicismos en -sis, procedentes del nominativo singular de abstractos verbales griegos del género femenino, como adiposis, silicosis, presentan, del mismo modo, el sincretismo singular-plural al que se ha hecho mención ya anteriormente, así como también los acabados en -itis: artritis, otitis, sinusitis. b) Los monosílabos y polisílabos terminados en -s con acento prosódico en la última sílaba tienen la variante del morfema en -es: mies, mieses; lis, lises; revés, reveses; igualmente, los sustantivos que terminan en una de las consonantes -d, -z, -l, -r y -n no agrupadas con otra consonante presentan esta misma variante: red-es, sol-es, ángel-es, lápic-es. c) Por otro lado, presentan plural en -s determinados sustantivos que terminan en consonante: se trata en estos casos de extranjerismos de variado origen (robot-s, cómic-s) o cultismos griegos o latinos: déficit-s, desiderátum-s, etc. Para los neutros latinos se ha usado el plural latino en -a (corpora). No es recomendable el procedimiento. Otra solución detectada es la indistinción o sincretismo que se resuelve con los determinantes: el/los memorándum. d) Los plurales con -s tras de una o dos consonantes provienen mayoritariamente de los extranjerismos o préstamos (récord-s). Esta complejidad se resuelve con la hispanización de muchos de ellos. Sus nuevas terminaciones permiten un plural inserto en la morfología regular del español: carné-s, cliché-s, chalé-s, chelin-es, estándar-es, mítin-es 9. 1.3.1.2. Sustantivos terminados en vocal Por su parte, los plurales de los sustantivos que terminan en vocal se construyen en conformidad con las siguientes reglas: 9

Con todo, para lo que tiene que ver con el plural de los extranjerismos, véase lo que se indica y ejemplifica en infra 1.3.2.

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a) Los apelativos de acentuación llana o esdrújula cuyo singular termina en vocal simple hacen el plural en -s: carta-s, arte-s, cámara-s, pasto-s, etc. b) Tanto los monosílabos como los polisílabos agudos que terminan en singular en los diptongos -ay, -ey, -oy o en el triptongo -uey hacen el plural en -es o -s (en este caso y pasa a i): rey-es, ley-es, buey-es, estay-es o estáis-s, guirigái-s, jerséi-s. El resto de los diptongos y triptongos finales (-au, -ui, -iau, -uau) restringen el plural al alomorfo -s: vau-s, benjuí-s, miau-s, guau-s. c) La mayoría de los polisílabos agudos terminados en una sola vocal, especialmente -á, -í, -ú hacen el plural con la desinencia -es: faralá-es, albalá-es (si bien se exceptúan términos como papás, sofás, bajás); alfonsí-es, frenesí-es, maniquí-es (en este caso se exceptúan también formas como bisturís, chacolís, esquís, pirulís, popurrís, gachís); bambú-es, tabú-es, zulú-es (con excepciones como ambigús, canesús, champús, menús, tisús). Hacen el plural en -s los polisílabos terminados en -é, -ó: cafés, canapés, chapós, dominós, por lo que se consideran vulgarismos los plurales dobles del estilo de cacahueses, cafeses, jabalises, parneses, etc. d) Los monosílabos terminados en vocal vacilan en cuanto a la adopción de la desinencia -s o -es: yoes/yos; mientras que los nombres de vocales presentan en todos los casos -es: aes, íes, oes, úes. Con otras letras, sin embargo, la desinencia utilizada es -s: bes, ces, kas. El mismo alomorfo se usa en el plural de las notas musicales: dos, las, mis, res, etc. Y en otros monosílabos también ha prevalecido la -s como marca de plural: fe-s, pie-s, té-s. Así pues, éstas son las tendencias que la RAE presenta como propias de la norma culta, tendencias que, a su vez, se registran mayoritariamente en el corpus que se está analizando en estas páginas de manera semejante, sin que se puedan indicar ni divergencias entre las diferentes variantes lingüísticas que constituyen el español americano ni entre éstas y las variantes europeas de la lengua, de lo que se puede concluir que, al igual que en el caso del género, también en el número el comportamiento en todo el mundo hispánico es prácticamente igual, al menos en lo que se refiere a la norma culta de estas diferentes variedades analizadas.

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Aunque de poca relevancia estadística en el panorama general, en el uso popular, según otros corpus, se detecta en Arizona, las Antillas, Centroamérica, Colombia, Perú y Venezuela, una tendencia a pluralizar en -ses las palabras agudas terminadas en vocal: cafeses, ajises, papases, mamases, pieses, etc. (Lope Blanch, 1990: 64; Vaquero, 1996: 15). El fenómeno anterior aparece esporádicamente en otras zonas americanas y peninsulares en registros orales populares. Un caso especial son los plurales en -se de los nombres terminados en -a átona que se han recogido en la República Dominicana: cásase por casas, mucháchase por muchachas, gallínase por gallinas. El fenómeno es una solución a la pérdida de la -s final de los plurales. En estos hablantes predomina la supresión de la s posnuclear frente a la aspiración. La inserción de la -e final hace que la s- (ahora prenuclear) se mantenga. Así, la oposición singular-plural resulta nítida: la casa (singular)/la cásase (plural) (Jiménez Sabater, 1974, citado por López Morales, 1992: 144). 1.3.2. El morfema de número en los extranjerismos: tendencias del español americano Según se ha indicado con anterioridad, son varias las posibilidades que en el español se registran a la hora de formar los plurales de los extranjerismos, lo que da como resultado una situación mucho más compleja que la que se deriva de la adscripción de género a estos mismos sustantivos: así, y en palabras de Ambadiang (1999: 4896), «la relativa sencillez que caracteriza la asignación del género a los préstamos y el consenso que existe en torno a dicho proceso contrastan con la complejidad de su pluralización y la falta de consenso y de criterio (uniforme) que recalcan diversos estudiosos en torno a ella». Por lo tanto, si bien la formación del plural resulta sencilla en los términos de origen extranjero terminados en vocal —a los que únicamente se añade la variante morfemática -s, como a los sustantivos propios del español—, aquellos que terminan en consonante ofrecen una situación más complicada, al existir en numerosas ocasiones dos plurales diferentes para el mismo sustantivo o para sustantivos del mismo origen y con una estructura fonológica semejante, lo que pone de manifiesto, como señala Ambadiang (1999: 4897), que la adaptación fonológica es insuficiente para dar cuenta de las razones que determinan el uso de uno u otro de los morfemas plurales. Y que «la

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distribución de las diversas marcas de plural refleja el estatuto de las formas a que se adjuntan: -es es típico de préstamos totalmente castellanizados, es decir de formas que, además de adaptarse a la fonología española, han perdido el estatuto de extranjerismos, mientras que la adjunción de -s (igual que, en su caso, la ausencia de moción) es característica de los extranjerismos, es decir de formas que no están totalmente integradas en el léxico español (castellanizadas sólo en su pronunciación, o bien en su pronunciación y grafía pero sin perder su estatuto de extranjerismos)» (Ambadiang, 1999: 4897). Así pues, a partir de lo anterior —y en lo que toca a los extranjerismos terminados en consonante—, se puede decir que la marcación de plural responde a su grado de integración en la lengua, de modo que los elementos totalmente castellanizados tomarán, lógicamente, el alomorfo -es, mientras que aquellos que presentan aún un estatus de extranjerismo se pluralizarán por medio de los alomorfos -s o -Ø, dependiendo de la estructura fonológica del elemento en cuestión. Se establece, de este modo, una correlación entre las formas de plural y el grado de adaptación de tal término al español que se puede describir de la siguiente manera: – castellanización completa > plural en -es, – castellanización parcial > plural en -s/-Ø. Ahora bien, la situación resulta aún más complicada debido a que la castellanización constituye un continuum sin unidades discretas —del tipo castellanizado-no castellanizado—, por lo que, de acuerdo con factores de tipo diatópico y diastrático —entre otros—, un mismo préstamo puede presentarse como castellanizado o no castellanizado y, por lo tanto, recibir diferentes alomorfos de plural; tal situación es la que se descubre en el corpus analizado, por ejemplo, en el sustantivo de origen inglés club, cuyo plural difiere de acuerdo con criterios diatópicos, al ofrecer las formas clubes, clubs y clúes, tal y como demuestran los ejemplos que se presentan a continuación: – [...] entonces ya empecé a hacer mi tesis sobre clubs deportivos [...] (México, hombre, 1.ª generación). – En... bueno, voy a diferentes clubs, ¿no?, últimamente estoy en Hockey (Lima, hombre, 2.ª generación). – [...] se recuperaba de la venta de eso se invertía en la... en las instalaciones, ¿no?, en clubs de niños, una serie de cosas de allí (Lima, mujer, 2.ª generación).

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– Después fue evolucionando, fueron organizando unos clubes de madres [...] (Lima, mujer, 2.ª generación). – [...] él no puede así ir al mar porque no tiene playas donde bañarse, porque todas las playas son de clubes privados donde tiene que pagar [...] (Caracas, hombre, 1.ª generación). – Es de lo más divertido analizar por ejemplo la historia del club centenario, la historia del Yoguey Club, es decir, la historia de clúes que son tradicionales (Asunción, hombre, 2.ª generación).

Así pues, mientras el término aparece como no castellanizado en México y Lima y, por lo tanto, ofrece un plural con -s (clubs), en esta última ciudad y en Caracas el mismo sustantivo se encuentra integrado en la lengua, y de ahí que ofrezca la forma clubes, con el plural propio de cualquier sustantivo común del español; por otro lado, también en Asunción el término aparece integrado en la lengua, si bien en este caso se debe pensar en un singular con pérdida de la consonante final, *clu, como forma a la cual se añade el alomorfo de plural que corresponde a cualquier sustantivo no extranjero. Se trata, por lo tanto, de un sustantivo que presenta diferencias en cuanto a su integración en el español no tanto de tipo diastrático, diatópico —México frente a Asunción, por ejemplo— como de preferencia puramente individual, lo que queda perfectamente representado en los casos registrados en Lima, donde la coincidencia diatópica se suma a la diastrática, al tratarse de la aparición de dos plurales distintos —clubes y clubs— en ambos casos en informantes mujeres pertenecientes a la segunda generación. Por lo tanto, la situación que se ha descrito para el sustantivo club, con la presencia de varios plurales dependiendo de su grado de integración en el español, aparece en el corpus que se está analizando con relativa frecuencia, de modo que son varias las posibilidades para formar el plural en los extranjerismos terminados en consonante, sin que se puedan descubrir tendencias de tipo diatópico o sociolingüístico que marquen la preferencia por una de ellas, lo que concuerda con la idea de Ambadiang (1999: 4899) de que «la complejidad de los factores que intervienen en la pluralización de los préstamos determina que esta última tienda a proceder palabra por palabra, puesto que dos préstamos formalmente idénticos, sean o no de una misma lengua, no requieren necesariamente la misma variante desinencial en el plural»; así, las posibilidades que la norma culta de las diferentes variedades americanas ofrece es la siguiente:

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– la invariabilidad en el plural, esto es, el alomorfo -Ø, – la adición de -s a la consonante final, – la adición de -es al extranjerismo. 1.3.2.1. Invariabilidad en el plural (alomorfo -Ø) Se trata, en este caso, de sustantivos de plural invariable, y cuya forma, por lo tanto, es semejante en el plural y el singular, de modo que son los determinantes o los adyacentes los que se utilizan a la hora de especificar el carácter singular o plural de la referencia. Resultan, por otro lado, notablemente escasos en el corpus que se está analizando, si bien su aparición en diferentes ciudades impide adscribir tal tendencia a un ámbito diatópico concreto, según se descubre en los ejemplos que se presentan a continuación: – [...] llevarlo al contacto con todos los medios ambientes, los hábitat naturales, llevarlo a la alta montaña, llevarlo a las cavernas, llevarlo al llano, llevarlo a la selva [...] (Caracas, hombre, 1.ª generación). – [...] los hombres de mi generación de treinta y cinco años todavía guardan algo del... el formalismo de los gentleman, ¿no? (Buenos Aires, hombre, 1.ª generación). – En realidad... tenemos plantas que funden el... aluminio, hacen los perfiles por destrucción, los vitrovén (Lima, hombre, 1.ª generación).

Parece más adecuado, por tanto, indicar que se trata de una tendencia existente en la norma culta de diversas áreas americanas —al igual, por otro lado, que en el español europeo—, sin que sirva, una vez más, de criterio válido a la hora de establecer zonas dialectales. 1.3.2.2. Adición de -s a la consonante final Resulta el procedimiento con mucho más habitual a la hora de crear el plural de los diferentes extranjerismos, de acuerdo con los datos que se pueden extraer del corpus cuyo análisis se está llevando a cabo en estas páginas; tal pluralización por adición del alomorfo -s no sólo resulta independiente del origen del préstamo —ingleses o franceses en los ejemplos recogidos en el corpus, por ejemplo shocks o restaurans—, sino también del segmento final del término en cuestión, que en el material analizado puede ser /k/, /r/, /n/ o /t/, o incluso el grupo consonántico [nt], que, a su vez,

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puede aparecer pleno o, por el contrario, con supresión de la /t/, según se pone de manifiesto en los siguientes ejemplos: – [...] se puede producir por... traumatismos graves o por transfusiones incompatibles o por shocks prolongados; son... (Buenos Aires, hombre, 2.ª generación). – Porque tenemos, en primer lugar, una colecta de Navidad, por medio de blocs [...] (México, mujer, 2.ª generación). – [...] dos quarters, que son como dos semestres... (San Juan, mujer, 1.ª generación). – [...] con mi hermana Charo y su cuñada, decidimos salir en una de esas turs típicas de las islas [...] (Lima, mujer, 2.ª generación). – [...] manejan... esté... el aspecto del llamado arte dentro de la publicidad... esté... escritores... puestas en escena, directores, asistentes, iluminadores, cameramans, sonidistas [...] (Buenos Aires, hombre, 2.ª generación). – Ahora, fíjate, damos al hospital sillas de ruedas, croupets, incubadoras... (México, mujer, 2.ª generación). – [...] dábamos este tipo de programa, se mantenía al tanto de lo que llaman los cover events [...] (San Juan, mujer, 2.ª generación). – Usted le podía preguntar a cualquier persona una dirección, los que servían en los restaurans... (San Juan, mujer, 1.ª generación).

1.3.2.3. Adición de -es a la consonante final En este caso, según se indicó anteriormente, se trata de extranjerismos perfectamente adaptados al español que, siguiendo las normas de la lengua, presentan el alomorfo que corresponde a los sustantivos terminados en consonante, es decir, -es. Resultan, con todo, más escasos que los del grupo anterior, y su integración se ha producido mediante la adaptación de la forma a la fonología del español: tal es el caso de cabarés o restoranes, en los que se ha producido la pérdida de la consonante final; o tiquetes, casetes y boinges, en los que la adaptación se ha llevado a cabo de una forma más ajustada al original, esto es, con un segmento final /t/ —o, en el último caso mencionado, [ng]— que no resulta habitual en el español. – [...] la mayoría de la gente prefiere... digamos, un sight-seen de la ciudad que abarque los principales puntos, y se acabó; y en la noche, cabarés y night-clubs y bares y demás (México, mujer, 1.ª generación). – Aquí en Venezuela desgraciadamente estamos acostumbrados a sentarnos en butacas, en recibos, en restoranes, en café [...] (Caracas, mujer, 1.ª generación).

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– Sí, tengo cintas en la casa, casetes, pero... desgraciadamente este mes no he podido darle con la fuerza que... que siempre pensaba, ¿no? (Lima, hombre, 1.ª generación). – Me acuerdo que de vez en cuando le presté a... algunos tiquetes para ir a almorzar al comedor estudiantil (San José de Costa Rica, hombre, 2.ª generación). – [...] y luego Pascual manda todos los refrescos, los... esos boinges que son de frutas... jugos de frutas [...] (México, mujer, 2.ª generación).

Dentro de los casos apuntados inmediatamente, resulta interesante la aparición del término restoranes, adaptado al español con pérdida de la -t final y, como elemento totalmente hispanizado, con plural en -es, que contrasta con la documentación anterior —véase en el punto 1.2.3.2— del término restaurans, esto es, con estatus de extranjerismo y, por lo tanto, con plural formado por la adición del alomorfo -s, lo que una vez más —y al igual que el caso de club, ya explicado con anterioridad— pone de manifiesto cómo la castellanización de estos elementos no sólo no resulta igual en todas las variedades del español, sino que, además, depende de factores múltiples que superan una mera caracterización diatópica del fenómeno. Así pues, el análisis del corpus documental que se ha llevado a cabo en estas líneas ponen de manifiesto dos conclusiones con respecto a la pluralización de los extranjerismos: por un lado —y en la línea de lo señalado por Ambadiang (1999: 4896-9)—, son tres las tendencias existentes a la hora de establecer el plural de un término de origen extranjero, representadas por la adición de los alomorfos -Ø, -s o -es; por otro —y resulta de mayor importancia—, la norma culta de las diferentes variedades del español americano utiliza las tres de acuerdo con diversos factores que van más allá de lo diatópico o lo diastrático —entendido como diferencia de género o de edad—, sin que aparezca una correlación clara entre estas tendencias y alguno de estos factores indicados. Tales tendencias se registran, por lo tanto, con independencia de las coordenadas de tipo geográfico o social, y tienen que ver en mayor medida con la unidad léxica en sí y su integración en la lengua que con cualquier otro factor, lo que conlleva que también en este caso el sustantivo común demuestre un comportamiento prácticamente igual en España y América, con diferencias mínimas que en ningún caso afectan al sistema.

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1.3.3. Algunos cambios de número de interés: el número en construcciones fijas Junto a los casos señalados ya anteriormente —y que constituyen la mayoría de los elementos de interés en lo que se refiere a la formación del plural—, desde un punto de vista no tan estrictamente morfológico, el corpus analizado ofrece una serie de construcciones lexicalizadas o fijas que presentan un número que no resulta habitual en la norma culta peninsular, donde, si bien se registra la misma construcción, ésta se utiliza con otro diferente al que aparece en los textos analizados, bien sea el singular o el plural, según se puede descubrir en los siguientes ejemplos de Caracas y San José de Costa Rica: – [...] a ciudad que todavía era un recuerdo de Roma... caía en poderes de un... toda una nueva raza y demás... (Caracas, hombre, 2.ª generación). – Sí recuerdo unas especies de concursos de demagogia que transmitían por radio [...] (Caracas, hombre, 2.ª generación). – [...] y pueda responder de tal forma que uno toma la rienda de esa situación a través de una posición muy digna (San José de Costa Rica, hombre, 2.ª generación). – [...] cuando uno llega a una farmacia, uno dice: «Bueno, aquí voy a meter las patas porque no sé nada de esto» (San José de Costa Rica, mujer, 2.ª generación).

Así pues, estos casos resultan semejantes, en cierto modo, a aquellos apuntados anteriormente —véase el punto 2.5.4— en los que el género difiere en la norma europea y americana, sin que se produzca un cambio de significado por tal hecho: al igual que en aquéllos, también en estas estructuras se produce una divergencia entre lo que constituye la norma europea y la americana, pero dado que la construcción aparece lexicalizada —y, por lo tanto, no señala un referente preciso que se deba especificar como singular o plural—, la preferencia por uno u otro número gramatical no es más que una selección vacía, en el sentido de que en ningún caso tiene trascendencia para el significado de la expresión en sí; se trata, por tanto, de una diferencia de norma entre las variedades americanas y las de España, sin que esto afecte de ninguna manera al sistema lingüístico común10. 10

Tal vez el único caso de los señalados anteriormente para el que se puede aportar otra explicación sea el de unas especies de concursos, donde es posible que

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1.3.4. Las neutralización de la categoría de número: ‘pluralia tantum’ y ‘singularia tantum’ Según se indicó anteriormente, los alomorfos que el español utiliza para marcar el número plural son tres, dependiendo del segmento final del sustantivo en cuestión: así, junto a -s y -es —utilizadas cuando el término finaliza en vocal y consonante respectivamente—, es posible también el alomorfo -Ø en unos determinados casos que se han apuntado anteriormente, lo que da como resultado la neutralización formal de la expresión de número, si bien la diferenciación entre el singular y el plural se mantiene por medio de otros elementos, como los determinantes o los adyacentes. Ahora bien, tal como señala Hernández Alonso (1992: 423), en algunas ocasiones la neutralización que se ha indicado no se ciñe únicamente al nivel formal de la expresión, sino que lo que se neutraliza es la misma categoría de número: no se trata, por tanto, de «casos de indiferencia entre singular y plural, manifestados unas veces con el significante propio del primero, y otras con el del segundo» (Alarcos Llorach, 1994: 64), sino más bien de ejemplos en los que la categoría de número queda en suspenso porque no están afectados por éste. Así, si en los casos expuestos anteriormente la diferencia entre singular y plural se marcaba por medio de algún elemento que no era el morfema —debido al empleo del alomorfo -Ø—, en este caso tal diferencia no se produce porque uno de los dos números, el singular o el plural, simplemente no se utiliza: se trata de términos existentes únicamente en plural o en singular, y conocidos por pluralia tantum y singularia tantum respectivamente. 1.3.4.1. ‘Pluralia tantum’ Se trata en este caso —y de acuerdo con lo indicado anteriormente por Hernández Alonso (1992: 423)— de aquellos sustantivos en los que la categoría de número queda en suspenso y ofreel plural del elemento concursos haya determinado la presencia plural de unas especies; nótese, además, que se trata del único ejemplo que no constituye una construcción o estructura fija, en oposición de los otros casos presentados más arriba, a lo que se debe sumar también la aparición de una especie de en otras ocasiones en la misma ciudad.

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cen como significante una forma en plural, constituyendo, por lo tanto, plurales desde el punto de vista morfológico, pero no desde el semántico (Bosque, 1999: 30), según se descubre en ejemplos como celos, alicates, escaleras o pantalones; de hecho, tal desajuste entre lo morfológico y lo semántico es lo que lleva a que coloquialmente algunos de estos sustantivos desarrollen una «forma singular paralela» (Hernández Alonso, 1992: 423) que tiende a unificar el sistema, tendencia que se descubre en dobletes como pantalón/pantalones; bigote/bigotes, etc.11 Una vez más, conviene señalar que, de acuerdo con el análisis que se ha llevado a cabo, los usos de estos sustantivos coinciden en las variedades europeas y americanas del español, sin que sea posible apuntar ningún caso en el que se produzca una diferencia clara de alguna de éstas con respecto al resto de los dialectos estudiados, al menos en lo que a la norma culta se refiere. Así pues —y teniendo en cuenta el comportamiento homogéneo que, en lo que toca a estos sustantivos, resulta característico en las variedades españolas y americanas de la lengua—, tal vez el único caso destacable en todo el material analizado sea el del término matemática(s), en el que se produce cierta vacilación entre su uso como pluralia tantum —y, por lo tanto, con número y morfología plural— y la aparición de una forma analógica en singular, en consonancia con los pares arriba indicados: a este respecto, Bello (1988: 216) señala que «del adjetivo matemático, matemática, nace el sustantivo plural matemáticas, que significa colectivamente los varios ramos de esta ciencia; pero no es del todo inusitado el singular en el mismo sentido», lo que acompaña, a su vez, con una cita de Jovellanos, de lo cual se deduce no sólo que esta alternancia entre matemática y matemáticas está vigente en la lengua desde

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Los pluralia tantum se pueden clasificar, por otro lado, de acuerdo con criterios de tipo semántico, creando diferentes clases léxicas: así, Bosque (1999: 31) divide estos sustantivos en a) alimentos o enseres diversos (vituallas, enseres, comestibles); b) cantidades de dinero (honorarios, dietas); c) comportamientos y manifestaciones sociales o afectivas (modales, manías, cariños); d) acciones preparatorias o previas (prolegómenos, preliminares); e) lugares próximos o alejados de otro que se toma como referencia (andurriales, afueras, alrededores); f) sinónimos de matrimonio (nupcias, bodas); g) partes internas de la anatomía (sesos, entrañas); h) fragmentos de un objeto u objetos poseídos (trizas, añicos, bienes, posesiones); lo que tiene que ver, por otro lado, con la estilística de tales términos (véase Morreale, 1973).

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al menos el siglo XVIII, sino también que no es propia únicamente del español americano, sino también del europeo. En consonancia con lo anterior, cabe decir que un estudio detallado de esta alternancia entre ambas variantes parece demostrar que su uso no responde a criterios de tipo diatópico o diastrático: si bien el plural resulta en todos los casos más abundante —y se registra en ciudades donde el singular no aparece, como La Paz, Lima o México—, el empleo del término con ambos números se registra en otras como Caracas, Buenos Aires, Santiago de Chile, San Juan de Puerto Rico o San José de Costa Rica; del mismo modo, también se descubre el uso de las dos formas tanto en hombres como en mujeres, así como en las distintas divisiones cronológicas que se han establecido en el corpus, sin que en ningún caso —tal vez por lo escaso de los datos— se descubran diferencias claras según los criterios señalados. – [...] cuáles son las cosas más importantes, cuál es la parte de la formación del profesional, aparte de esa matemática, que hacen que esa matemática sea algo realmente efectivo, ¿no? (Caracas, hombre, 1.ª generación). – Y entonces... y una de las madres de unos niños de aquí es profesora de Matemáticas y está en el Pedagógico muy preocupada por eso [...] (Caracas, mujer, 2.ª generación). – Ahora a él lo reemplazaron, cuando pidió licencia por el cargo, ninguna profesora de la escuela lo podía reemplazar, porque no sabían la matemática moderna (Buenos Aires, mujer, 2.ª generación). – Sí, además que... yo me encontré en primer año... con que era... casi todo matemáticas... porque cartografía es matemáticas y... y astronomía es matemáticas... (Buenos Aires, mujer, 2.ª generación). – Yo creo que es parte de gusto. El hombre le gusta más la matemática. Porque la matemática, lógicamente, adquiere él más reto, entonces ahí hay más oportunidad de que él se... él se... se luzca (San José de Costa Rica, mujer, 3.ª generación). – Sin embargo, habían algunas asignaturas en donde... incluso, por ejemplo, las matemáticas que nosotros aprendimos en el liceo —que, le digo, fueron veintiséis años después—, las matemáticas que ya se enseñaban en la universidad [...] (San José de Costa Rica, hombre, 3.ª generación).

1.3.4.2. ‘Singularia tantum’ En este caso, y de forma paralela a la de los pluralia tantum, se produce también en algunos sustantivos la suspensión de la categoría de número, si bien el exponente del sincretismo no es esta

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vez el plural, sino el singular (Hernández Alonso, 1992: 423), según se descubre en ejemplos como caos, cenit, tez, salud 12. Al igual que en los pluralia tantum, también en esta ocasión se debe indicar que la coincidencia de usos es, respecto a esta clase de sustantivos, la principal característica del corpus de las variedades americanas que se ha analizado, hasta el punto de presentar únicamente un caso discordante: así, únicamente es destacable la aparición de medios ambientes en Caracas, frente a lo que constituye la norma peninsular que trata tal término como singularia tantum y, por lo tanto, no acepta su pluralización. – El individuo, creo yo, debería prepararse... en un medio ambiente, o prepararse de manera de que pueda tocar todos los medios ambientes, de que el Estado o... la empresa privada, permita que el individuo que está en El Silencio... pueda conocer otras partes de su territorio, pueda salir de paseo al campo, pueda conocer el mar [...] (Caracas, hombre, 1.ª generación).

Con todo, el mismo contexto permite explicar la aparición de este uso aparentemente anómalo, dado que el informante —que utiliza la pluralización discordante en dos ocasiones— no da en este caso a la expresión medio ambiente el significado de «conjunto de circunstancias físicas que rodean a los seres vivos», sino más bien un valor más cercano al de «clima» o «paisaje», lo que parece permitir la pluralización del singularia tantum que se está analizando. 1.4. NÚMERO Y GENERO EN LAS ZONAS BILINGUES AMERICANAS Como ocurre en otras zonas, el español en América en contacto con otras lenguas refleja algunas peculiaridades en los hablantes bilingües con poco dominio del español, que, en estos casos, lo usan como L2. Las discordancias gramaticales, como las de gé12 A este respecto, resultan de interés las subdivisiones que Ambadiang (1999: 4890) establece, al distinguir los singularia tantum propiamente dichos (grima, sed, salud) de los nombres de entes únicos como cenit, caos o sur, todos ellos integrados —junto a otros como nombres de virtudes, ideologías o épocas— en lo que denomina «sustantivos característicamente singulares», caracterizados no tanto por la falta de plural, sino porque en estos casos «el plural equivale al singular o indica clase».

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nero y número, entre el nombre común y sus adyacentes sólo reflejan en estos hablantes la falta de dominio del español. La bibliografía presenta ejemplos de discordancia de género y número en zonas de influencia quechua, aimara, guaraní, que realizan hablantes con escasa competencia en el español: – Perú: la chacra te dan lleno de árboles; bueno, mi niñez fue rústico (Caravedo, 1992: 732). – Bolivia: Bien oscuro siempre era esa tela (Mendoza, 1992: 486). – Paraguay: camisa blanco; tres pantalón; ríos profundo (De Granda, 1992: 688). 1.5. CONCLUSIONES El análisis que se ha llevado a cabo en las páginas anteriores pone de manifiesto ante todo un dato que puede servir para caracterizar el uso del nombre común, y que es la fundamental coincidencia en cuanto a su uso en todas las variedades que componen el mundo hispanohablante: así, por lo que toca a la norma culta se debe indicar no sólo lo escaso de los aspectos divergentes para con la norma peninsular en lo que se refiere al género y al número, sino también —y lo que resulta más importante— que tales divergencias no son sino realizaciones de las diferentes posibilidades que se dan en todo el mundo hispánico; no se trata, por tanto, de tendencias distintas en España e Hispanoamérica, sino de un estado de cosas común a todo el mundo hispanohablante, con ciertas inestabilidades —como, por ejemplo, la formación del plural de los extranjerismos— compartidas que en ningún caso afectan a la cohesión fundamental de la lengua. Así pues, por las razones aducidas inmediatamente, se puede concluir que el nombre común no presenta, en cuanto a su uso, variaciones de peso en las diversas variedades del español más allá de aspectos muy puntuales y que en nada afectan al sistema, por lo que constituye un ejemplo paradigmático de la fundamental homogeneidad que, en el nivel morfosintáctico, ofrece la lengua española. Las diferencias se pueden encontrar en el léxico, que presenta —aunque predomina el vocabulario común panhispánico en el uso culto—creaciones lexicogenésicas peculiares, cambios semánticos específicos y la influencia de otras lenguas en las diversas zonas americanas, como también ocurre en las variedades del español europeo.

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Referencias bibliográficas

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EL NOMBRE PROPIO EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA Hernán Urrutia Cárdenas y Fernando Sánchez Gómez Universidad del País Vasco

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I INTRODUCCIÓN

Si (como el griego afirma en el Cratilo) el nombre es arquetipo de la cosa, en las letras de rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo. El Golem, J. L. Borges Don Toribio Rodríguez Vallejo Gómez de Ampuero y Jordán. No se vio jamás nombre tan campanudo, porque acabada en dan y empezaba en don, como son de badajo. Historia de la vida del Buscón, Francisco de Quevedo

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1 CARACTERÍSTICAS DE LA MUESTRA Y EL ESTUDIO SOBRE EL NOMBRE PROPIO EN EL ESPAÑOL DE AMÉRICA Este trabajo presenta los datos y conclusiones referidos al Macrocorpus1 del español de América que, en esta ocasión, ha servido para realizar un estudio onomástico descriptivo sobre la tipología de Nombres Propios (a partir de ahora NNPP) empleados por hispanohablantes de un territorio geográfico determinado, comprendido por las nueve grandes capitales americanas siguientes: Buenos Aires, Bogotá, Caracas, Santiago de Chile, San José de Costa Rica, Lima, La Paz, México D.F. y San Juan de Puerto Rico. El número de páginas de discurso analizadas asciende a 702. A cada capital seleccionada le corresponden 78 páginas, que a su vez se reparten de la manera siguiente: 39 páginas para los hombres y

1 Macrocorpus de la norma lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico (1998), edición preparada por J. A. Samper, C. E. Hernández y M. Troya Déniz, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Se ofrece en ella la transliteración de 84 horas de grabación que recogen las intervenciones de 168 hablantes representativos del nivel culto de doce ciudades hispánicas. De éstas, nueve son capitales americanas.

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39 para las mujeres. O lo que es igual, 13 páginas promedio de entrevista por cada una de las tres generaciones y género de los informantes. Para alcanzar esta cifra, en algunos casos bastó con un único informante, pero en otros, se precisaron dos, según se detalla en el Anexo I: Tablas con los datos sociolingüísticos de la muestra (cfr. pág. 205) La totalidad de los informantes que han proporcionado el material que compone los corpus son hombres y mujeres que, independientemente de su grupo generacional, pertenecen al nivel sociocultural alto. Las variables que se han tenido en cuenta para realizar este estudio fueron las siguientes: 1. Sexo: hombres y mujeres. 2. Generación: 1.a Generación (hasta 35 años); 2.a Generación (de 36 a 55 años) y 3.a Generación (de 56 años en adelante). 3. Nivel sociocultural: alto. 4. Adscripción geográfica del informante: hay 9 grandes capitales americanas que conforman otros tantos subcorpus. El estudio es de carácter gramatical descriptivo, en el sentido de que se interesa por el estudio del nombre propio (a partir de ahora NP) en su aspecto sincrónico, sin considerar los problemas diacrónicos. Va a estudiarse el NP como elemento aislado en la cadena hablada y también en combinación sintagmática con otros elementos lingüísticos funcionando como una unidad. La siguiente investigación tiene por objetivo describir y cuantificar qué forma concreta presentan los NNPP que aparecen en el Macrocorpus de la norma lingüística culta de las principales ciudades del mundo hispánico, con un enfoque que mezcla métodos de análisis cuantitativos y cualitativos. Ello ha permitido extraer conclusiones de corte sociolingüístico, gramatical y semántico, confrontando los resultados obtenidos con las diferentes variables tenidas en cuenta. Aunque el propósito del estudio era ofrecer una panorámica general de la frecuencia de uso y régimen de construcción sintagmática de los NNPP en el Español de América, en todos los casos se ha cuantificado también el peso estadístico de los mismos dentro de cada sexo, cada generación, cada tipo de construcción sintagmática y cada zona geográfica estudiada.

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El trabajo incluye también información gráfica (cfr. Anexos I, II y III) con los números totales, porcentajes y un análisis comparativo por medio de una estadística básica de las ocurrencias de los fenómenos lingüísticos analizados dentro de cada subcorpus y también en el total. Se facilita el glosario de siglas, sigloides y acrónimos (cfr. Anexo IV) encontrados en nuestro corpus de estudio. El recuento de la muestra de análisis ha dado como resultado un total de 3.713 NNPP, que ordenados de mayor a menor frecuencia de aparición, se desglosan en las tipologías siguientes: 1. Topónimos: 1.122 casos que suponen el 30,21% del total. 2. NNPP de productos de la actividad humana: 657 → 17,69%. 3. Antropónimos y teónimos: 651 → 17,53%. NNPP de instituciones: 651 → 17,53%. 4. NNPP de títulos, cargos y dignidades: 308 → 8,29%. 5. NNPP de períodos temporales: 135 → 3,63%. 6. NNPP de designación ocasional: 78 → 2,1%. 7. NNPP de uso apelativo familiar: 46 → 1,23%. 8. Siglas y sigloides: 26 → 0,70%. 9. NNPP de símbolos matemáticos y científicos en general: 24 → 0,64%. 10. Acrónimos: 15 → 0,40%. Estas son las tipologías que se han tenido encuenta en este trabajo monográfico sobre el NP en el discurso del español de América. El NP es considerado como la manifestación lingüística de una relación que se establece entre los hablantes y una serie de objetos, materiales e inmateriales, que son tenidos por únicos, en un contexto determinado. En el caso del español de América, dos han sido, fundamentalmente, los acontecimientos principales que se detectaron como capaces de ejercer una influencia determinante en el proceso de denominación. Su repercusión compromete a toda la tipología de los NNPP: 1. La influencia española que divide en dos la historia del continente (períodos precolombino y poscolombino). 2. El dinamismo de la cultura y la civilización en la nominalización del saber enciclopédico y en la expansión lexicogénesica del español en América.

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Va a tratarse de los nueve tipos semánticos principales2 de NNPP y sus ejemplos, de los que ya adelantamos que su estudio es mucho más amplio que el señalado habitualmente por las gramáticas tradicionales. Si las nueve categorías distinguidas se organizan en relación con las funciones del lenguaje que predominan en el propósito elocutivo de identificar o individualizar, la jerarquización que resulta es la siguiente: A. NNPP como delimitadores espaciales: – Topónimos. B. NNPP como delimitadores de persona: – Antropónimos y Teónimos. – Apelativos familiares individualizadores. – Títulos, cargos y distinciones. C. NNPP como delimitadores temporales: – Períodos temporales históricos, artísticos, etc. D. NNPP como delimitadores de entes en el contexto sociocultural referidos a: – – – –

Instituciones. Productos u objetos de la actividad humana. Símbolos matemáticos y elementos científicos en general. Entes o seres de designación ocasional.

Las categorías anteriores, en diverso grado, también se pueden expresar mediante elementos de abreviación como la acronimia y la siglación. Aunque todas las categorías de NNPP cumplen la definición de individualizar e identificar al referente, no todas han sido consideradas tradicionalmente como NNPP. Así, por ejemplo, ha pasado,

2

A estos nueve tipos principales de NNPP hemos agregado dos categorías que se dan en un segundo nivel de arbitrariedad y formalización significativa: los NNPP estructurados mediante siglas y sigloides, por un lado; y por acronimia, por otro.

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con los NNPP de símbolos matemáticos y científicos y con los NNPP de designación individualizadora de parentesco. El trabajo estudia el NP que se emite tanto como elemento aislado en la cadena lingüística como también las secuencias complejas que configuran distintos tipos de NNPP. Se presentarán ordenadas de mayor a menor frecuencia de uso en cada epígrafe dedicado a las distintas tipologías de NNPP. Para afrontar dicho estudio sintagmático en los NNPP, emplearemos el término lingüístico sintagma en un sentido amplio3, que abarca a un núcleo y a sus posibles adyacentes. El DRAE (1992: 1337) define el sintagma de la manera siguiente: «Grupo de elementos lingüísticos que, en una oración, funciona como una unidad (...)»

Hay un sintagma porque hay un núcleo con o sin adyacentes que coincide con el NP que identificamos de manera inconfundible. Interesa a la sintaxis el estudio del NP desde el punto de vista de la construcción de las asociaciones internas de las palabras. Ángel López (1985: 38-40) expone en el punto c) de su propuesta de caracterización del NP frente al NC lo siguiente: «En el terreno sintáctico una de las propiedades más significativas del nombre propio, que está en relación directa con su rechazo de la indeterminación, es su incapacidad para recibir la incidencia de sustantivos apositivos especificativos o de cláusulas relativas restrictivas: Felipe II, rey de España / Felipe II, que fue rey de España, pero * Felipe II rey de España / *Felipe II que fue rey de España; nótese que estos comportamientos sintácticos son mucho más seguros de cara a una eficiente caracterización del nombre propio que la resistencia a la indeterminación, pues si ser un Goya vale por un nombre común “ser tan buen pintor como Goya”—, tomar un vino frente a beber vino implica igualmente la conversión del sustantivo continuo vino en discontinuo, pero siempre es posible beber vino que sea de marca al lado

3 Eladio Santana Martel en su Tesis Doctoral La toponimia de Gran Canaria. Estudio morfosintáctico y estadístico. (1998), Las Palmas de Gran Canaria, Univ. de Las Palmas de Gran Canaria, dirigida por Maximiano Trapero, aplica eficazmente este concepto en el estudio de los topónimos de Gran Canaria:

«Convenimos en que el término sintagma será la unidad con que designaremos el elemento constitutivo del topónimo, puesto que afecta tanto a los fenómenos morfológicos como a los sintácticos» (pág. 42).

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de beber vino, que sea de marca. En cambio, curiosamente, esta misma estructura apositiva restrictiva es la que define las asociaciones internas (esto es, sintagmáticamente centrípetas) del tipo “nombre de pila + apellido”: Juan Gómez, es decir “el Juan de la familia Gómez”, como el molinero alcalde, esto es “el molinero del grupo de los alcaldes”».

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2 EL NOMBRE PROPIO O LA DENOMINACIÓN DE LO ÚNICO A vosotros, los vivos y los muertos, muertos, pero vivientes en mi abrazo, uno por uno nominados. Carmen Jubilar, Gerardo Diego

2.1. CARACTERÍSTICAS GENERALES El Nombre Propio —onoma kúrion, nomen proprium— ha sido objeto de estudio desde hace más de dos milenios. En las últimas décadas, no sólo por parte de filósofos, lógicos y lingüistas1, sino también por especialistas de otras disciplinas. En todo este tiempo, no se ha logrado la unanimidad acerca de dónde ubicar categorialmente a los NNPP. Ni cuál sea tampoco la explicación de su condición semántica, aunque su alcance sociológico parece incontestable. Maximiano Trapero (1996: 337) advierte acerca de la complicación que plantea su estudio con estas palabras:

1

Platón, Frege, Bertrand Russell, etc.

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«(el nombre propio) ha quedado fuera de la lingüística, y muy especialmente de la semántica. En muy pocos tratados de semántica pueden encontrarse referencias al nombre propio, como si no existiera o como si no fuera un tema propio de la lexicología. Y poca mayor atención le han prestado las gramáticas, fuera de la mera clasificación, para distinguirlo del nombre común».

La Real Academia Española (1962: 12) considera al NP como una de las dos divisiones que opera en el sustantivo y lo define por oposición con el nombre apelativo o común: «[…] El substantivo se divide en genérico y propio. (…) Nombre propio es el que se le da a persona o cosa determinada, para distinguirla de las demás de su especie o clase; v. gr.: Antonio, un hombre que se llama así; Rocinante, el caballo de Don Quijote; Toledo, famosa ciudad de España. Un mismo nombre propio se puede aplicar a varias personas o a cosas diferentes; pero indica siempre una determinada, a diferencia del apelativo, que denota que entre todas las que se designan con él existe identidad o semejanza, por lo cual se les atribuye una misma denominación.»

La Real Academia de la Lengua no incluye a los NNPP dentro del ámbito gramatical, aunque sí los considera una característica propia de los nombres sustantivos frente a los adjetivos (RAE, 1973: 172): «Existe, sin embargo, una importante diferencia entre nombres sustantivos y nombres adjetivos: solamente a los nombres sustantivos conviene la distinción entre nombres apelativos y propios.»

En la misma página (RAE, op. cit.) traslada a una nota a pie de página la siguiente aclaración sobre la anterior diferenciación entre unos y otros nombres: «n 5. Es difícil fundamentar esta distinción con criterios gramaticales, probablemente porque nada tiene que ver con la Gramática (...).»

Por otra parte, en su Diccionario de Uso del Español, María Moliner (1987: 517 y 519), aun aceptando que el nombre «constituye junto con el verbo, el par de palabras básicas del lenguaje»,

considera al NP separado del resto de la oración. Y con la impuesta condición de ser gramaticalmente incompleto. Al final de esta cita del María Moliner está la clave:

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«Nombre Propio. El que se aplica a una cosa determinada para distinguirla de las demás de su especie. Se escribe siempre con letra mayúscula. En realidad, son nombres propios todas las expresiones que constituyen denominaciones y títulos particulares de las cosas, pero sólo se llaman así cuando constan de una sola palabra o de varias que no forman frase completa» (1987: 519).

Y hay gramáticas en las que esta diferencia entre nombres comunes y propios se advierte en el distinto régimen de construcción que tiene cada uno de ellos. Así, Arturo Campión (1854: 407), en su Gramática de los cuatro dialectos de la lengua euskara matiza que: «Un nombre propio merece más respeto que un nombre genérico; el bascuence no permite poner en casos directos, es decir, en el positivo, en el ablativo y en el directivo, el nombre de un hombre; aunque se trate del mayor criminal se le debe la fórmula del respeto. He aquí por qué se dirá DEBRUA ZEBILAN JUDASEN BAITHAN (el diablo se agitaba en Judas).»

El intento de distinción entre NNPP y NNCC, apelando a las oposiciones que existen entre ellos, en materia de representación del mundo, viene de lejos. Gómez Hermosilla (1826: 20, 21 y 30), en el siglo XIX, plantea la cuestión en estos términos: «Si descomponemos nuestro pensamiento, hallaremos en último resultado ciertas representaciones interiores de las cosas, á que damos el nombre de ideas. Las ideas, filosóficamente hablando son los términos del juicio o del conocimiento [...]. En cuanto al número de objetos á que se refieren, se dividen las ideas en individuales y generales. Madrid, Platón, Dios, son ideas individuales o singulares, porque cada una de ellas representa un individuo singular y determinado; álamo, árbol, vegetal, cuerpo, sér, son ideas generales porque se refieren á una clase entera, ó más bien se refieren a lo que tienen de común todos los individuos comprendidos en ella [...]. El nombre propio expresa las ideas individuales; el común las generales; el abstracto las abstractas. También representa ideas de substancia el pronombre, que significa la personalidad en el coloquio.»

Otro investigador atento a las oposiciones entre NNPP y NNCC es Ángel López (1985: 40), quien concluye después de su estudio para su caracterización que, atendiendo a su forma, el nombre propio: «(...) presenta características formales diferentes a las del nombre común, y consiguientemente que la clase de sustantivos debe comprender en español la mencionada subclase de los nombres propios a título de categoría o sub-

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categoría gramatical, y no simplemente como una posibilidad de uso de ciertas palabras. En el fondo la incomprensión tradicional de la gramática hacia esta categoría estriba en el hecho de que habiéndola definido implícitamente de manera lógica o pragmática, intentaba acomodar después las propiedades deducidas de esta definición a ciertos comportamientos formales.»

Quien también, junto a otros, se ha asomado a la oquedad del NP, ha sido José R. Morala (1986: 49-51), quien los considera como: «Términos vacíos de significado, que no pueden definirse por sus rasgos semánticos y que sirven solamente para identificar una realidad concreta.»

Pero si admitimos que el NP es un signo lingüístico, entonces está obligado a significar. El significado es inseparable del significante, así nos enseñó el ginebrino Saussure (2002: 102) que es la naturaleza de estos signos «unidos en nuestro cerebro por el lazo de la asociación». En el mismo sentido, nos recuerda Eladio Santana Martel (1998: 18) que: «Bien sabemos que las diferencias entre el objeto nombrado y el signo lingüístico responden a las que se establecen entre las dos realidades, la del mundo y la de la lengua, y que en ningún caso la naturaleza de una y otra pueden llegar a confundirse. Sin embargo, muchas veces la confusión se produce.»

La confusión a la que alude E. Santana está producida, según explica Eugenio Coseriu (1981: 19), porque: «en la lexicología se adoptan muy a menudo como criterio las ‘cosas designadas’, lo que constituye una confusión entre el contenido lingüístico, el significatum, y la realidad extralingüística, los designata: herencia de la antigua no-distinción entre palabra y cosa.»

Pero el profesor Gottlob Frege, que como bien apunta J. Mosterín (1984: 13) en el prólogo a Estudios de Semántica, «ha acabado con muchas confusiones tradicionales relativas a los conceptos mediante una serie de sutiles distinciones», nos aclara en “Sobre sentido y referencia” (Frege, 1984: 51) que: «(...) a un signo (nombre, unión de palabras, signo escrito), además de lo designado que podría llamarse la referencia del signo, va unido lo que yo

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quisiera denominar el sentido del signo, en el cual se halla contenido el modo de darse (...) La referencia de ‘lucero vespertino’ y de ‘lucero matutino’ sería la misma, pero el sentido no sería el mismo. Del presente contexto se desprende que con “signo” y “nombre” he entendido cualquier designación que represente un nombre propio, cuya referencia sea, pues, un objeto determinado (tomada esta palabra en su extensión más amplia), pero no un concepto ni una relación (...).»

En cuanto a lo esencial de los NNPP, nombrar lo que es único, sí hay un acuerdo general entre autores clásicos y contemporáneos. Así, el NP, o «nombre de uno solo» frente al «nombre de varios» (Donato)2, es el nombre que se le pone a una persona o cosa individual para distinguirla de las demás de su especie o clase (Bello)3. El nombre propio es un «designador rígido», es decir, designa al mismo objeto en todos los mundos posibles. En su Gramática de la lengua castellana (2004: 55, 62) Andrés Bello, para el que «La clasificación de las palabras es propiamente una clasificación de oficios gramaticales», define el nombre propio como el «que se pone a una persona o cosa individual para distinguirlas de las demás de su especie o familia, como Italia, Roma, Orinoco, Pedro, María (...). Todo nombre propio es sustantivo (...).»

Y el sustantivo (op. cit., p. 53): «es la palabra dominante: todas las otras concurren a explicarlo y determinarlo».

En una línea idéntica, la de la unicidad designativa, insiste Emilio Alarcos (2000: 83-84) cuando se refiere también a esta cualidad del ser absolutamente únicos, característica del NP: «De entre los sustantivos, se suele segregar una especie conocida como nombres propios. En la realidad, designan objetos únicos: únicos en absoluto, como el Sol o la Luna, o únicos en la situación de habla, es decir, en el universo de preocupaciones y saberes comunes al hablante y al oyente, como Juan, Fernández, etc. (...) los nombres propios identifican con su etiqueta

2 3

Fdez. Leborans, M. J., Op. cit . p. 79. Fdez. Leborans, M. J., Op. cit . p. 79.

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a un objeto dado, que resulta inconfundible para los interlocutores (...). El sustantivo sin artículo vale como un clasificador del objeto denotado (...), pero el sustantivo con artículo ya no sólo clasifica el sustantivo denotado, sino que lo identifica dentro de la clase en cuestión como único, igual que el nombre propio.»

Y M. J. Fernández Leborans (1999: 79), concluye en cuanto a su condición lingüística «(...) que el NP ha sido reconocido también en las dos últimas décadas, como clase gramatical con propiedades morfológicas, semánticas y sintácticas relativamente distintivas, pero no exclusivas.»

2.1.1. Nominar, nombrar, llamar Fernando Lázaro Carreter (1997: 35), glosando los versos de Gerardo Diego que inauguraban este primer epígrafe, afirmaba que: «Ahí, en ese verso final, nomina con su memoria, pone nombre y apellidos a cada uno de aquellos amigos de Santander. Y eso es nominar, solamente: dar nombre a una persona o cosa. El vocablo rueda por el idioma desde la Edad Media, pero con poca presencia, desplazado por denominar y nombrar (y llamar), que conjuran su posible ambigüedad.»

El Diccionario panhispánico de dudas (2005: 457) también se ocupa de esclarecer el acto de ponerle nombres a las cosas, a los animales, a las personas, ya obedezca a una intención bautismal o de designación sociológica, por ejemplo, para ocupar un cargo, recibir un título, una distinción honorífica, etc.: – nombrar.1. ‘Decir el nombre [de alguien o algo]’, ‘dar nombre [a alguien o algo]’ y ‘designar [a alguien] para un cargo, cometido, condecoración, etc.’. – nominar.1. Del latín nominare (‘dar nombre’ y proponer o designar para una función o cargo’), proceden en español dos verbos: nombrar (→ nombrar), forma mayoritaria en todas las épocas del español, y el cultismo nominar, de uso más esporádico (...) En el español actual se ha revitalizado, por influjo del inglés, el uso de nominar, y hoy tiene también el sentido de ‘proponer o designar como candidato para algo’ (...).

Y en opininón de Diana González (2004: 106): «El proceso de nominación es una vía esencial hacia la integración social. Los “sin nombre” permanecen fuera de la sociedad; quienes poseen un nombre pueden ser integrados.»

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El caso es que el NP parece no estar de acuerdo gramaticalmente ni consigo mismo. Hecho que se hace especialmente evidente en situaciones complejas para los NNPP, como puede ser a la hora de formar el plural. Llegados a este punto de peculiaridad gramatical, cabría preguntarse ¿si acaso no será propio el nombre que no puede ser otra cosa? De cualquier manera, la definición de NP como la designación de un ente o ser individual hace que las categorías tradicionales de NNPP de persona y de lugar, se amplíen en el análisis de un corpus extenso como es el objeto del presente estudio. 2.2. CONOCER POR EL NP Por el étimo el nombre está emparentado directamente con el conocimiento. A este respecto, obsérvese el ilustrador ejemplo extraído del Macrocorpus que se muestra a continuación: (1)

[...] La otra chica quiere estudiar Medicina, Paulina, la que acaban de ver [...] (ME-9. Mujer 2.a G. Ama de casa. Estudios: Segunda Enseñanza).

“La que acaban de ver”, identificaba nuestra informante. María Moliner habría precisado: “La que acaban de conocer”, porque el NP es un instrumento lingüístico concebido para conocer. Así, en su Diccionario de uso del español (1987: 516), Moliner nos recordaba, lo primero, que el nombre deriva de «gnós [nós] cere», del griego. Y significa conocer. Tan interesante matización etimológica puede enlazarse con la recomendación de adentrarnos en un verdadero plano cognitivo (Fernández Leborans, 1999: 96), para tomar conciencia plena del alcance de la palabra NP «(...) la naturaleza del NP no se puede determinar ni en el discurso ni en el léxico —el NP no puede ser adecuadamente caracterizado por la referencia, ni por el significado—, sino que se revela en un plano más profundo, el cognitivo. La función cognitiva del NP consiste en nombrar, afirmar y mantener una individualidad. Los NNPP son depositados en la memoria estable —a largo plazo— asociados a un conocimiento específico (...).»

Recurramos de nuevo a los ejemplos aportados por los informantes, que corroboran las anteriores teorías a cerca del conoci-

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miento. El NP implica siempre un conocimiento o aprehensión de la realidad para el hablante que comunica su mensaje a otro hablante: (2) (3) (4) (5) (6)

[...] Publicamos el Boletín, que usted conoce bien [...] (LI-11. H 3.a G. Profesor universitario de Literatura, escritor y periodista). [...] para conocer eso que se llama la historia de Puerto Rico [...] (PR-11. H 3.a G. Catedrático en la Facultad de Humanidades). [...] El caso se conoce como el caso de los Morgan [...] (PR-12. H 3.a G. Abogado). [...] mucha gente decía: “¿Y quién es Silvia Rexach?” [...] (PR-8. M 2.a G. Prof. Univ. y abogada). [...] ¿No sabe usted quién es María Magdalena? [...] (LI-13. M 3.a G. Etnomusicóloga).

Para Jean Molino (citado por Fernández, L., 1999: 82, 97), en general, los gramáticos se muestran reacios a darnos una definición lingüística del NP, limitándose a analizar las propiedades morfológicas, sintácticas y semánticas de los NNPP ‘prototípicos’, es decir, los nombres de persona y de lugar. 2.3. SENTIDO Y REFERENCIA DEL NP El DRAE (1992: 1864) define en su acepción novena la palabra Sentido como: “Significado, o cada una de las distintas acepciones de las palabras”. Y por Referencia (1992: 1750) entiende la “Narración o relación de una cosa. ||2. Relación, dependencia o semejanza de una cosa respecto de otra”. El NP tiene un sentido que se refiere al conjunto de propiedades esenciales que definen el objeto designado con ese NP. Estas propiedades determinarán al referente4 sin lugar a error en todos los mundos posibles. Javier Vilanova (1998:242), quien se ha ocupado del estudio del sentido y la referencia del NP en Frege, nos dice que para los lenguajes perfectos «el sentido de un nombre propio viene dado por el modo de presentación del objeto designado, modo de presentación que, en el caso ideal de un len-

4

Referente (DRAE, 1992: 1.750): Ling. Aquello a lo que se refiere el signo.

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guaje perfecto, servirían por sí solas para determinar el objeto referencial (...). En términos como ‘César’, cada individuo posee un modo de presentación del objeto al que se refiere según el conocimiento que sobre César se posea. Desde este punto de vista, ‘Julio César’ sólo sería una descripción definida encubierta. Esto es lo que Keith Donellan denomina ‘principio de las descripciones definidas’, según el cual el usuario de un nombre propio debe estar en posesión de una serie de descripciones definidas para identificar el referente. Un principio que presupone, por lo tanto: – que todo usuario dispone de un conjunto de descripciones identificadoras del referente, – que el referente es aquel objeto que satisface un número suficiente de tales descripciones».

Para entenderlo mejor, mostramos la representación gráfica que nos ofrece J. Vilanova (1998: 230, 231), con sus correspondientes explicaciones a continuación: Cuadro 2.1. Paradigma Fregeano (paradigma de referencia indirecta) SENTIDO expresa

es un concepto de denota

LENGUAJE

INDIVIDUO

«Según la doctrina que se refleja en este triángulo, la relación del lenguaje al sentido viene determinada por convenciones y reglas del lenguaje; y la relación entre el sentido y el objeto mencionada no es más que la relación empírica de ser el objeto determinado por el sentido (utilizando una terminología que no es fregeana, podemos decir que el sentido ‘inhiere’ en el objeto). A partir de ahí, la relación de designación del lenguaje con la cosa es definida por la composición de las relaciones anteriores. La noción de sentido se define como aquel elemento del significado que media entre el signo y aquello que designa (Russel dirá ‘aquello que denota’) el signo (= referencia). El sentido es, por lo tanto, ‘modo de determinación’ de la referencia; pero es también ‘modo de presentación del objeto’: son las propiedades objetivas de la referencia las que hacen su entrada en el lenguaje a través del sentido. Además, es el sentido (y no la referencia) el elemento del sig-

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nificado de la palabra que se combina con los significados de otras palabras en expresiones complejas. El sentido es, pues el componente del significado de la palabra que entra a formar parte del pensamiento o proposición expresada por la oración (sentido como componente proposicional).»

A la ilustración anterior, el propio Vilanova (1998: 232) le opone, con la intención de «representar la explicación de nombres propios y pronombres por la que aboga el paradigma de la referencia directa mediante un triángulo ‘alternativo’ al triángulo de Frege».

El cuadro siguiente: Cuadro 2.2. Paradigma de la referencia directa COMPONENTE PROPOSICIONAL Producto de las otras dos relaciones SIGNO

identidad

INDIVIDUO

«El paradigma de la referencia directa entiende la relación de referencia del lenguaje al individuo como una relación primaria determinada por las convenciones y reglas del lenguaje, y la relación entre el lenguaje, en tanto que colección de términos singulares, y los componentes proposicionales como el producto de la relación anterior y la mera relación de identidad del individuo consigo mismo.»

Una función crucial que diferencia la función significativa del NP de los deícticos, aunque ambos se refieran a realidades individuales, es que el procedimiento nominal representa y connota. Así, por ejemplo, de gran fertilidad literaria es la oposición individualizadora entre el pronombre personal (deíctico) y el NP. Al sustituir el simple «yo» mostrativo por el NP se deja de señalar al que habla aquí y ahora para señalar más bien la historia y representación de la persona con todas sus características. En el conocido drama de Zorrilla, por ejemplo, Don Juan Tenorio increpa así a los fantasmas de sus víctimas:

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[...] Yo soy vuestro matador como al mundo es bien notorio. Si en vuestro alcázar mortuorio me aprestáis venganza fiera, daos prisa, que aquí os espera otra vez don Juan Tenorio [...].

De haber sido modesto el personaje de Zorrilla, la referencia deíctica hubiera terminado en ‘aquí os espero otra vez’, pero al afirmar: ‘os espera don Juan Tenorio’, agrega así mayor riqueza semántica y simbólica. Se capta sin duda, el orgullo desmedido, el llamado ‘satanismo romántico’. Y tal percepción la produce el desdoblamiento del «yo»5 que habla en el yo histórico de la misma persona que se manifiesta en el NP ‘don Juan Tenorio’, elevado por el emisor a tercera persona. La diferencia del deíctico «yo» frente al NP es clara, semántica y funcionalmente, aunque ambas formas se refieran al emisor. El NP enfático y simbólico es un desplazamiento de la primera a tercera persona con productividad significativa y afectiva que supera la mera deixis situacional del pronombre personal. Y, como contraprueba, el enriquecimiento simbólico y significativo del deíctico personal sólo se logra cuando previamente el NP al que sustituye está individualizado, en toda su representación denotativa y connotativa. En el ejemplo que incluimos a continuación, el pronombre ‘Él’ tiene una representación simbólica no por él, sino por el sustantivo, el NP, al que sustituye, en este caso, a Dios: (7)

[...] Él puede prever, exactamente, y es más, lo sabe, y de hecho Él siempre nos pondrá... Él nunca manda nada sin que nosotros... no vayamos... es decir, no recibamos la ayuda necesaria, ni (Él se refiere a Dios) [...] (ME-7. H 2.a G. Ingeniero civil).

5

En este uso del pronombre personal en Don Juan Tenorio, es muy oportuno recordar aquí la distinción que hace el filósofo del lenguaje Frege entre los dos sentidos del ‘yo’. Como caso específico que ha merecido una atención especial por parte de Javier Vilanova (1998): «Frege distingue dos sentidos del ‘yo’. Refiriéndose a uno mismo en tanto que conciencia, con unas vivencias particulares e inconfesables, tiene un sentido incomunicable, pertenece a la intimidad del sujeto (sentido privado). En tanto que yo lingüístico, tal y como aparece en frases que todos entienden, tiene el sentido de ‘aquel que te está hablando en este momento’ (sentido público)».

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(8)

[...] “Pues el Señor la quiere; la quiere para ‘Él’. Pero no como monja, sino para que hiciera su primera comunión” [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato).

Y la diferencia entre el NP y la descripción que define también a un ente individual, se da en el procedimiento gramatical y discursivo. Así, la frecuencia y disponibilidad, debido a la reducción sintagmática del NP, no es comparable entre éste y la descripción definida que siempre es extensa e implica una paráfrasis formal. Veamos en un poema de Neruda (Fantasma) cómo el «tú» deíctico, implícito en la forma verbal «surges» necesita ser definido e individualizado mediante procedimientos nominales y verbales acumulativos, con desplazamiento de segunda a tercera persona, que, al final del poema perfilan las características e historia de la «pálida estudiante»6 que como una imagen o fantasma plasma al interlocutor de la evocación del yo lírico. A la vez, éste se describe semántica e históricamente con iguales procedimientos. Sin duda, configuran un retrato doble, físico y moral del emisor lírico y del interlocutor evocado. Este procedimiento acumulativo que se despliega no puede compararse con la síntesis, integración y disponibilidad sintagmática de un NP. En el texto de Neruda que reproducimos a continuación, los elementos descriptivos del «tú» aparecen en negrita y los del «yo» en cursiva: [...] Cómo surges de antaño, llegando encandilada, pálida estudiante, a cuya voz aún piden consuelo los meses dilatados y fijos. Sus ojos luchaban como remeros en el infinito muerto con esperanza de sueño y materia de seres saliendo del mar (…)

6 Aunque Pablo Neruda tituló su poema Fantasma, éste también podría haberlo hecho con la secuencia «La pálida estudiante». Para los lectores nerudianos, el artículo identificador, más la citada construcción nominal, hubieran pasado a constituir un NP que identifica en lo consabido a un personaje poético singular por su historia y rasgos peculiares.

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En la altura de los días inmóviles el insensible joven diurno en tu rayo de luz se dormía afirmado como en una espada. Mientras tanto crece a la sombra del largo transcurso en olvido la flor de la soledad, húmeda, extensa, como la tierra en un largo invierno [...].

En suma, todo nombre propio implica en su significación o sentido impletivo un haz de rasgos descriptivos identificadores compartidos por los interlocutores que superan la mera referencia deíctica del referente.Los interlocutores relacionan y asocian con ese nombre ese conjunto de rasgos sémicos; esto conlleva que tales rasgos o propiedades sean los suficientes o necesarios para la aprehensión del NP. La fijeza o asociación de estos rasgos sémicos al significante, simple o complejo, sobrepasa la mera mostración de los deícticos, incorporando no sólo simples caracteres denotativos, sino también la posibilidad de añadir valores connotativos, afectivos, expresivos, etc. No cabe duda de que los NNPP permiten ver en su uso un amplio abanico significativo, en el que los valores descriptivos, identificadores y valorativos asociados a sus significantes, pueden tener diversos grados y jerarquías, según la situación comunicativa y la relación entre los interlocutores. En todo caso, el valor de signo de los NNPP se comprueba en la disponibilidad y frecuencia de su uso. Al analizar su complejidad sintagmática, vemos que sus rasgos sémicos pueden acuñarse en un vocablo o en un sintagma complejo, pero todos ellos, en cuanto NNPP, implican semánticamente una descripción identificadora de un ente individual, que se destaca frente a los de su categoría. La presencia de NNPP proferidos mediante un término aislado en la cadena hablada ha sido muy superior en este estudio a los que se han presentado con una estructura que aglutinase más términos, pero como aclara Gottlob Frege (1984: 51): «La designación de un único objeto puede estar compuesta de varias palabras u otro tipo de signos. Para abreviar, llamaremos nombre propio a cada una de tales designaciones».

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Para fijar la individualidad del NP en secuencias sintagmáticas, se recurre al artículo definido, el posesivo, el adjetivo y el sintagma preposicional como elementos adyacentes especificadores. A veces, tienen un mero carácter explicativo o expresivo, y en otros casos, el carácter de identificación e individualización es evidente. Los procesos anteriores se observan en los NNPP prototípicos, pero su frecuencia es mayor y necesaria en algunos casos de los NNPP de las otras categorías que se construyen a partir de NNCC que, por los procedimientos de adyacencia y determinación, adquieren la función identificadora e individualizadora, propia de los NNPP en el discurso. La inteligibilidad del sentido comunicativo y la referencia específica del NP se da por sus rasgos semánticos pertinentes y consabidos que el hablante despliega en un contexto compartido con el oyente. Y que le permite a éste aprehender el sentido impletivo básico del mensaje para identificar al referente. La coherencia funcional del NP como realidad léxica implica que debe trascender en su uso7, a una situación dada o a un contexto determinado. Si no es así, su disponibilidad léxica no lo hace transponible de un contexto a otro y su existencia dura lo que el contexto que lo ha motivado. Lo anterior nos permite concluir que el criterio de frecuencia y disponibilidad lexical es el fundamento para establecer el estatus de un NP en la lengua. Este criterio estadístico, para medir su estabilidad funcional como concepto individual, da la posibilidad de clasificar los diferentes tipos de NNPP, según su coeficiente de frecuencia y disponibilidad en los diversos contextos y ámbitos de la lengua. Así, por ejemplo, en los antropónimos se aprecia que Miguel de Cervantes tiene un coeficiente muchísimo mayor de uso y de identificación que Bernardo O’Higgins. El primero lo identifican fácilmente los hablantes de todo el ámbito hispánico, mientras que el segundo

7

Entorno a esta cuestión del uso de los NNPP por parte de los hablantes, son oportunas las palabras de O. Jespersen (La filosofía de la gramática, Anagrama, Barcelona, 1975, págs. 3 y 4) que recoge Ángel López (1985: 41): «Lo que en mi concepción es de importancia esencial es la forma en que los hablantes emplean los nombres efectivamente y la forma en que los oyentes los entienden. Así, cada vez que un nombre propio se emplea en el habla, su valor tanto para el hablante como para el oyente es el de denotar un individuo solamente y el que se aplica a esa persona concreta únicamente».

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sólo tiene significación y referencia clara para los chilenos y otros países americanos que tuvieron que ver con la vida de este importante prócer chileno de la independencia. 2.4. LOS NNPP EN LA CONSTRUCCIÓN TEXTUAL Los NNPP como expresión referencial coadyuvan en la construcción discursiva en la identificación de las entidades sobre las que nos disponemos a hablar. Son un soporte para la predicación y el discurso. Sin duda, la secuencia de frases nominales definidas y los deícticos (anáforas y catáforas) sirven también para identificar realidades o entidades en la secuencia y construcción textual, pero los NNPP son expresiones léxicas autónomas, simples o complejas, que, por su frecuencia y disponibilidad de uso, tienen un significado dado y una referencia conocida por el emisor. Y éste supone al realizar un acto de habla que tal disponibilidad léxica y funcional será aprehendida por su interlocutor. Pero es obvio que la captación del sentido impletivo del NP por el destinatario depende del grado de uso y extensión de aquél. Así, a mayor frecuencia, más fácil será su aprehensión por los destinatarios. Según los diferentes tipos de NNPP y resultados estadísticos, se puede lograr una escala de mayor a menor accesibilidad al sentido y referencia de ellos. Los factores que favorecen la univocidad en el uso de los NNPP son los siguientes: a) El conocimiento de mundo o consabido cultural común a los hablantes, que permite con sólo la enunciación de ciertos NNPP captar su designación o sentido (Madrid, Carlo Magno, etc.). b) El contexto lingüístico discursivo que permite precisar el sentido impletivo de un NP cuando éste, por homonimia, puede tener más de un referente. Así, por ejemplo, el nombre de una capital como Santiago puede referirse tanto a Santiago de Chile como a Santiago de Compostela,o Santiago del Estero, etc. El sintagma preposicional adyacente, como determinador específico en el contexto, podría ser obligatorio en determinados casos.

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c) El contexto situacional y la identificación precisa de las coordenadas de persona, espacio y tiempo en la acción comunicativa, determinan el estatus de algunos NNPP. Así, los nombres apelativos de relación de parentesco (papá, mamá, etc.) adquieren tal calidad cuando su significado y referencia denotan en el discurso a uno y el mismo individuo con las marcas específicas de relación patrilineal y apellido(s), referidas al yo (el que habla), tú (el que escucha) o al él (el que está ausente, o el referido), según las diferencias y conexiones que permiten el contexto situacional compartido y el consabido sobre los actores o personas implicados o aludidos. Por ejemplo, la expresión mi papá, si el emisor se apellida Valdés, nos informa que su progenitor (marca de parentesco) comparte el mismo apellido que tiene el yo que nos habla. Y si decimos: “el próximo presidente de la Comunidad de Vecinos será el Flaco, el del quinto”, nuestro interlocutor captará cabalmente la identidad del referido, por orientarse perfectamente en el eje espacial del edificio y compartir el consabido del sobrenombre usado (el Flaco). Los NNPP compartidos por la cultura y el saber enciclopédico común, manifiestan una significación y una referencia más estable en el mundo real (París, Roma), mientras que otros, por poder aplicarse a muchos individuos o entidades, presentan un proceso designativo más complejo (Mario). En estos últimos, el contexto lingüístico y el situacional son fundamentales para aprehender los caracteres distintivos de un individuo o entidad. Entre el NP y el común se pueden distinguir varios grados. Al ser la característica principal del NP su función identificadora, su pluralización le hace progresar a la calidad de nombre común con minúscula, como los quijotes a los que se refiere el informante siguiente: (9)

[...] No, no; en unos quijotes. Ya el... las ideas están con cartabón, como formatos, y el que se salga de ahí fracasa, se soba [...] (BO-6. H 2.a G. Ingeniero).

Cabe una etapa intermedia con el determinante en plural y el NP en singular y con mayúscula inicial: los Goya.

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2.5. EL NP COMO IDENTIFICADOR DISCURSIVO LITERARIO Al hilo de los dos poemas que comentábamos anteriormente, poemas narrativos en los que ocurren cosas, cabría reflexionar sobre este valor del NP como elemento discursivo. Una cuestión que ha interesado a muchos estudiosos, como Tomás Albaladejo. Este autor une sugerentemente en su obra Semántica de la narración: la ficción realista (1992:63), la identificación por el nombre con la teoría causal de los NNPP: «Para el establecimiento del ámbito ficcional son de gran importancia las identificaciones nominales. Aristóteles no se refiere propiamente a personas, sino a ‘nombres que han existido’, los cuales implican la instauración de los seres que denotan. Esta presencia literaria de los nombres está conectada con la teoría causal de los nombres propios, que exige que la referencia de un nombre a un objeto cuente con la identificación de objeto en su unicidad y con independencia de sus propiedades (Pavel 1979; 1988: 45); Pavel explica que la diferencia entre los nombres ficcionales y los nombres reales es histórica y no estructural, pues el uso de los primeros se basa en una designación rígida (Pavel, 1988: 51). A este planteamiento hay que oponer la importancia que el uso de nombres propios motivados tiene en algunos autores; como es sabido, numerosos nombres propios empleados por Galdós en sus novelas están asociados a propiedades de los personajes, aunque este uso no es general en la literatura ficcional. Las personas ficcionales son, de un modo un otro, identificadas en los mundos ficcionales en gran parte de los casos con sus nombres propios (Wolterstorff, 1979; Crittenden, 1982; Dolezel, 1983), lo cual no excluye una compleja configuración extensional e intensional del personaje de la obra narrativa (Ferrara, 1974: 249-253; Lotman, 1978: 292-298; Bobes Naves, 1985: 77-146; Castilla del Pino, ed., 1989; Mora, 1989, en la que incluso su propia voz aporta manifestación de propiedades (Bajtin, 1978; Baquero Goyanes, 1972; García Berrio, 1973: 249 y ss.; Reyes, 1984)».

Y es que los argumentos a la persona son junto con los relativos a los hechos los dos argumentos usables en la invención literaria. En su obra La Retórica en el Siglo de Oro8, Luisa López Grigera afirma que los argumentos relativos a la persona los sacaba la Retórica renacentista de las once circunstancias de persona de Cicerón: Nombre, naturaleza, crianza, fortuna, hábito, afecciones, es-

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Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca 1994, p. 21.

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tudios, consejos, hechos, casos, oraciones. De estas once circunstancias de persona, transcribiremos únicamente las dos primeras, por ser las más apropiadas a nuestro trabajo: «1. El nombre es el que se le pone a cada persona, como Pedro, Juan, etc. 2. En la naturaleza se considera el sexo, la nación, la patria, el parentesco, la edad, la dignidad. Sexo, si es varón o mujer. Nación si es griego o bárbaro. Patria, si es ateniense o lacedemonio. Parentesco, qué ascendientes tiene, qué deudos tiene. Edad, si es niño o mancebo, de edad provecta o viejo. En la dignidad se consideran los bienes o males que dio la naturaleza al cuerpo o al ánimo, de este modo: si está enfermo o sano, es de alta o baja estatura, si es hermoso o feo, veloz o pesado, si es sutil o boto, si tiene memoria o no la tiene, si es cortesano o amigo de sus amigos, honesto, pacífico o lo contrario. Y todo lo que se considera dado por la naturaleza al ánimo o al cuerpo, se debe considerar en la naturaleza, porque lo que se gana con la industria, pertenece al hábito (...)».

Sin salirnos del ámbito retórico, al que se le ha sumado la influencia ejercida por el catolicismo, otro autor que también se ha interesado por el valor narrativo del NP en la literatura ha sido Ángel Iglesias. Concretamente, dentro del refranero9 popular10, donde cada NP que aparece en el imaginario tiene su correlato o aplicación real en los integrantes del pueblo: «A menos de reconocerse en ellos una referencia textual anterior, los nombres de refranero presentan un estatuto similar al de los inventarios de almanaque, lo que se concreta en su valor progenérico (...) indirectamente esos nombres remontan a un santoral, general o localmente reconocido, con un soporte narrativo concreto: el de la hagiografía. A partir de ahí tampoco se puede considerar anodino que esos nombres se ofrezcan al hablante como marcas de identificación asignables a seres humanos integrantes de un grupo y capaces al mismo tiempo de llenar funciones previstas en el enunciado (...) la referencia extratextual de esos nombres viene a coincidir con el grupo mismo, que se proyecta en ellos.»

9 El Refrán, llamado también adagio y proverbio, es una composición breve que encierra una sentencia de origen popular y anónimo. Refrán es, junto con los de Máxima y Epifonema, uno de los nombres que puede adoptar la figura literaria conocida como Sentencia: figura lógica perteneciente al nivel semántico, la sentencia es la breve formulación de un pensamiento, por lo común de tipo moral. 10 Iglesias Ovejero, Ángel (1986), «Figuración proverbial e inversión en los nombres propios del refranero antiguo: figurillas populares», en: Criticón, n.° 35, pp. 5-98.

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Otro valor que se le atribuye al NP en la Literatura como otro tipo de identificador discursivo es el NP del autor de la obra dentro del propio discurso narrativo. La identificación del nombre propio del autor lo distingue así del resto de autores, en virtud del tipo de discurso que practique: poético, novelístico, científico, etc. Michel Foucault11 (1984) ha reflexionado sobre el papel del NP del autor como otro medio de comunicación de la obra que firma, dentro de la cultura de la que forma parte: «Se llegará finalmente a la idea de que el nombre de autor no va, como el nombre propio, del interior de un discurso al individuo real y exterior que lo produjo, sino que corre, en cierto modo, en el límite de los textos, los recorta, sigue sus aristas, manifiesta su modo de ser o, al menos, lo caracteriza. Manifiesta el acontecimiento de un cierto conjunto del discurso, y se refiere al estatuto de este discurso, en el interior de una sociedad y en el interior de una cultura. El nombre autor no se sitúa en el estado civil de los hombres, ni se sitúa tampoco en la ficción de la obra, se sitúa en la ruptura que instaura un cierto grupo del discurso y su modo de ser singular. Podría decirse, por consiguiente, que en una civilización como la nuestra hay un cierto número de discursos dotados de la función ‘autor’ mientras que otros están desprovistos de ella (...) La función autor es, entonces, característica del modo de existencia, circulación y de funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una sociedad».

Las anteriores teorías se cumplen en la conversación de nuestros informantes. Así, una doctora bogotana en Literatura nos relata cómo realizó su tesis fatigando los distintos movimientos culturales, guiándose través de ellos por los antropónimos de sus 11 Citado por C. Santibáñez (2004), quien se ocupa de esta interesante cuestión del NP del autor en el actual orden económico de la división social del trabajo, su estudio combina los aspectos legales con los económicos, la distribución y circulación del conocimiento, el ordenamiento y la distinción de los autores por los géneros en los que incurren, etc.:

«El nombre autor como entidad, categoría o función general, es una propiedad legal que apoya y es apoyada por los discursos relativos a la libertad, los derechos, las obligaciones (...) el nombre autor en un discurso no es un individuo que exista aparte de su práctica discursiva, es una función propia del discurso. Esta función está consagrada por la circulación social aceptada, por la necesidad de rúbrica, por la necesidad legal, por la necesidad de distinción, para ordenar, para separar, para dividir, para gobernar. En esta tendencia a la división —social— el nombre propio tiene su sentido y el nombre del autor el suyo, ambos valen lo mismo en sus respectivos circuitos; a partir de este modelamiento de la fracción no es lo mismo un autor filosófico que un autor poeta, ambos se mueven según sus reglas de discurso».

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máximos exponentes, autores reconocidos por la tradición como los arquetipos de la corriente: (10) [...] El modernismo poético, exactamente nos corresponde entre mil ochocientos noventa y mil novecientos diez; y las teorías... marxistas basadas en la Estética de Lukács son las que sirvieron para mí para hacer ese estudio, las que utilicé en el estudio del modernismo (...) yo quiero saber si realmente el poeta modernista —tipo Guillermo Valencia o tipo Silva— (...) está evadiendo la realidad. Entonces comienzo a estudiar el modernismo, desde sus bases, desde Baudelaire (...) Luego por Rubén Darío, que fue el verdadero padre de la modernidad, y los antecedentes de la escuela hispanoamericana del modernismo (...) que son Martí y son González Prada, el peruano (...) La tesis ha gustado, la quieren publicar en Colcultura, la quieren publicar en el Populibro de... de Enrique Gómez Hurtado [...] (BO-8. M 2.a G. Licenciada en Filosofía y Letras). (11) [...] Y un pequeño teatro que se llamaba el Teatro Municipal donde se presentaba... teatro español de Muñoz Seca, de Arniches [...] (BO12. H 3.a G. Abogado). (12) [...] con La Celestina empieza el Renacimiento... [...] (SCH-3. M 1.a G. Profesora universitaria de Literatura).

O en este otro ejemplo, más apropiado a la capacidad del NP como identificador discursivo dentro de una narración12, puede observarse cómo los informantes avanzan en su relato de los acontecimientos por medio de NNPP en los ejemplos siguientes: (13) [...] Allá estuve un año, y entonces en eso cayó Alberto Lleras, subió Mariano Ospina, y nosotros regresamos a Pamplona [...] (BO-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Radiología). (14) [...] Allá, desde la época de la Edad Feudal, pasando por la Edad Media, hasta la época de la Conquista, el mundo había progresado poco relativamente, y fue cuando... el advenimiento del siglo veinte, cuando

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Las investigaciones lingüísticas tienen en cuenta el valor como conector nominal de los NNPP. Un ejemplo ad hoc es el estudio realizado, para la lengua escrita, por Inés María García e Itziar Idiazabal (2004: 575, 576), quienes han obtenido muy interesantes conclusiones sobre esta cuestión de la cohesión discursiva, así como el índice de destreza narrativa según el uso de los nombres propios en los relatos: «(...) los nombres propios, que aunque no los podemos considerar anafóricos, juegan un importante papel en la creación de la cohesión nominal de las narraciones. En efecto, su presencia es muy importante en el corpus analizado [...]. El incremento de nombres propios, no obstante, puede indicar mayor destreza en la cohesión escrita de las narraciones».

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se aceleró la evolución en todo el mundo (...) después de la Independencia, todo fue caos, y guerras, y destrucción, y cuartelazos, y desorden. Y así llegamos a la Reforma [...] (ME-12. H 3.a G. Estudios: Comercio, Historia y Filosofía).

Podemos concluir con Roland Barthes (2005: 177), que: «El Nombre propio es también un signo y no solamente un índice que designaría sin significar como lo quiere la concepción corriente, de Peirce a Russell. Como signo, el Nombre Propio se presta a una exploración, a un desciframiento: es a la vez un ‘medio ambiente’ (en el sentido biológico del término), en el cual es necesario sumergirse, bañándose indefinidamente en todos los ensueños que comporta, y un objeto precioso, embalsamado, que es necesario abrir como una flor».

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3 TIPOLOGÍA DE LOS NNPP Con un manto blanco forrado de rojo sangre, arrastrando los pies como hacen todos los jinetes, apareció a primera hora de la mañana del día catorce del mes primaveral Nisán, en la columnata cubierta del palacio de Herodes el Grande, el quinto procurador de Judea, Poncio Pilatos. El Maestro y Margarita, Mijail A. Bulgakov

El NP posee una tipología tan amplia como heterogénea, lo que sin duda dificulta su determinación categorial. Las dos subclases más estudiadas por la Gramática son los topónimos o nombres propios de lugares y los antropónimos, o nombres propios de personas. Se conocen como «nombres propios prototípicos». En la Semántica de J. Lyons (1980: 171), se ofrece una afirmación, válida para dos lenguas, inglés y español: «Desde un punto de vista gramatical, cabe reconocer tres grandes tipos de expresiones con referencia definida singular en inglés [y en castellano]: (a) frases nominales definidas1, (b) nombres propios y (c) pronombres personales».

1

En Lyons (op. cit): «Russel (1905) clasificó las frases nominales definidas como descripciones definidas. El término ‘descripción definida’ deriva del

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Manuel Ariza (1993: 38) recoge algunas clasificaciones aportadas por otros autores: «Gardiner distinguió entre nombres propios puros, es decir, aquéllos que identifican a una sola persona: Charli Brown, los Reyes Católicos, Carlo Magno, y los impuros, que son los que se aplican a muchos: Carlos, y lo que él denomina comunes, que son los que se dan a los grupos: los Pérez (la familia Pérez). Por su parte, Bally hablaba de ‘nombres propios de habla’, que serían los que funcionan ocasionalmente como tal; por ejemplo, el Chico; nombres propios de lengua, que serían los que se refieren a un solo objeto y siempre el mismo; por ejemplo, Aníbal, Napoleón —equivale al nombre propio puro de Gardiner—, y nombres propios intermedios, que serían los que lo son cuando están unidos a una situación determinada; por ejemplo, Pedro, María».

Y M. J. Fernández (1999: p. 81, nota 4), recoge en su capítulo correspondiente de la Gramática Descriptiva de la Real Academia Española, las clasificaciones de NNPP realizadas por los autores siguientes: «Nota 4. (...) La mayor parte de los gramáticos reducen el número de subclases de NNPP (Weinrich 1989), y, en general, se consideran NNPP propiamente dichos los antropónimos y los topónimos; particularmente se rechazan como nombres propios los tipos (d) [nombres de uso apelativo familiar o informal (Papá, mami) y ‘títulos’ (Maestro, Excelencia, etc.)] y (e) [nombres de símbolos matemáticos y científicos en general: alfa, 3,1416 (...)], incluso (a) [nombres de períodos temporales] (Wilmet 1991). Pero algunos gramáticos establecen hasta dieciséis clases de NNPP (Togeby 1982); además de los mencionados se consideran NNPP los nombres de períodos históricos (el Renacimiento, el Siglo de Oro...); los nombres de los puntos cardinales (Norte, Mediodía); los nombres astronómicos (Orión, Mercurio, etc.). Puede verse un resumen sobre diversas clasificaciones de NNPP en Wilmet (1995). Este autor reduce los tipos de NNPP a dos

supuesto de que podemos identificar un referente, no sólo nombrándolo, sino también proporcionando al oyente o lector una descripción de aquél suficientemente detallada, en el contexto en concreto de enunciación, como para que lo distinga entre todos los individuos del universo de un discurso. Por ejemplo, ‘el hombre alto de allí’, en un contexto dado de enunciación, podría utilizarse como descripción definida para identificar con precisión a un referente. Hay que advertir que usamos el término ‘descripción definida’ en un sentido algo más amplio a como lo introdujo Russell y que lo asociamos, en principio, al contexto de enunciación (...) en la actualidad, el término ‘descripción definida’ se suele emplear ya sin conexión expresa con la teoría de Russell».

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tipos: NNPP ‘esenciales’ (desprovistos de signification, que adquieren un sens —en contacto con un referente: Néstor, Mercurio, Cuba—) y NNPP ‘accidentales’ (originariamente NNCC, que ocultan su signification permanente, en favor de la adquisición de un sens cuando designan un referente: Lafuente, Los Países Bajos, el Discóbolo). En general, los gramáticos renuncian a establecer una definición lingüística extensional de los NNPP, y se limitan a analizar las propiedades morfológicas, sintácticas y semánticas de los NNPP ‘prototípicos’, es decir, los nombres de persona y lugar; Gary-Prieur (1995) explica que la razón fundamental radica en un conocimiento insuficiente o nulo del comportamiento de las demás subclases de NNPP —NNPP no prototípicos».

También destaca la perspectiva de Jonasson (1994), quien opone los NNPP puros (antropónimos y topónimos) a los NNPP de base descriptiva o mixta que por metábasis son habilitados desde NNCC por medio de determinantes y modificadores adyacentes (cfr. Fernández, L., 1999: 82). En el presente trabajo nos ocuparemos del estudio de los NNPP en las nueve tipologías designativas ya anticipadas por concretizarse en ellas, en el material analizado, la función identificadora e individualizadora, y que mostramos con la ejemplificación correspondiente al Macrocorpus a continuación: 3.1. TOPÓNIMOS 3.1.1. Hispánicos (15) [...] España [...] (LP-2. H 1.a G. Abogado). (16) [...] en Corral fui a ver el fuerte de Corral, que es una reliquia histórica donde se libró la última batalla de la Independencia [...] (SCH5. H 2.a G. Médico). (17) [...] «Te espero mañana en Mascarones a las cinco de la tarde» [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato).

3.1.2. Precolombinos (18) [...] por el lado de Huarochirí [...] (LI-13. M 3.a G. Etnomusicóloga). (19) [...] la frontera entre la Piedra del Cocuy [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado). (20) [...] me fui en moto a Oxapampa [...] (LI-1. H 1.a G. Administrador de empresas).

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3.1.3. Originarios de otras lenguas (21) [...] en Clermont-Ferrand [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (22) [...] había ido a Jungfrau [...] (CA-13. M 2.a G. Ama de casa). (23) [...] nos fuimos a vivir a Hyde Park [...] (PR-14. M 3.a G. Maestra).

3.2. ANTROPÓNIMOS Y TEÓNIMOS 3.2.1. Hispánicos 3.2.1.1. Nombres de pila (24) [...] Blanca, Manuela, Susana [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (25) [...] Flor hizo tesis [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía). (26) [...] María [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía).

3.2.1.2. Sobrenombres (27) [...] había un tipo que intervino en el asalto, el Canario, le decían el Canario por mal nombre, por apodo [...] (PR-12. H 3.a G. Abogado). (28) [...] Augusto Tamayo, el Lunarejo [...] (LI-11. H 3.a G. Prof. Univ. de Literatura, escritor y periodista). (29) [...] El Chango Castañeda, le llamábamos, y le llamaban todos, por feo [...] (ME-11. H 3.a G. Médico).

3.2.1.3. Apellidos (30) [...] Bach [...] (BA-1. H 1.a G. Contador público). (31) [...] Chopin [...] (BA-1. H 1.a G. Contador público). (32) [...] Piazzola [...] (BA-1. H 1.a G. Contador público).

3.2.1.4. Hipocorísticos (33) [...] Charo [...] (LI-8. M 2.a G. Educadora especialista en Teleducación). (34) [...] Panchito [...] (ME-3. M 1.a G. Trabaja en una agencia de viajes. Estudios: High School y Artes Plásticas). (35) [...] la herencia de tu tía Lola [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato. Su marido era médico dentista).

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3.2.1.5. Teónimos (36) [...] el Espíritu Santo [...] (CR-9. M 2.a G. Profesora). (37) [...] Yo no... yo no estoy obligado a nadie. Gracias a Dios. Bueno, estoy obligado solo a Dios. Solo a mi Dios [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía). (38) [...] Naciones budistas, pueblos budistas, orientales, le llaman Brahama [...] (ME-12. H 3.a G. Estudios: Comercio, Historia y Filosofía).

3.2.2. Antropónimos y Teónimos originarios de otras lenguas 3.2.2.1. Precolombinos (39) [...] la organicé con un muchacho Mamani, Roque Mamami, que... incluso fue a Estados Unidos a dar algunas clases de aimara [...] (LP-5. H 2.a G. Gerente de empresa).

3.2.2.2. Hebreos (40) [...] Abraham Díaz era el nuevo rector[...] (PR-1. H 1.a G. Doctor en Ciencias Sociales).

3.3. NNPP DE PERÍODOS TEMPORALES (41) [...] Son ruinas mayas, pero del Primer Imperio, es decir, de los albores de la civilización maya [...] (ME-3. M 1.a G. Trabaja en una agencia de viajes. Estudios: High School y Artes Plásticas). (42) [...] Después de la guerra de los Mil Días [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado). (43) [...] yo no soy indigenista, ¿no?, ni creo que debamos nosotros volver a los Imperios incaicos [...] (LP-11. H 3.a G. Escritor).

3.4. NNPP DE INSTITUCIONES (44) [...] la Sociedad Internacional de Audiología [...] (ME-11. H 3.a G. Médico). (45) [...] Departamento de Matemáticas [...] (BA-4. M 1.a G. Estudia Computación científica). (46) [...] Yo hice la primaria en la Escuela Buenaventura Corrales [...] (CR1. H 1.a G. Licenciado en Economía).

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3.5. NNPP DE PRODUCTOS DE LA ACTIVIDAD HUMANA (47) [...] Economía [...] (SCH-13. M 3.a G. Nutricionista). (48) [...] Volkswagen [...] (BA-3. M 1.a G. Profesora de Filosofía). (49) [...] Fisiopatología [...] (BA-5. H 2.a G. Profesora de Filosofía).

3.6. NNPP DE USO APELATIVO FAMILIAR (50) [...] mi papá [...] (ME-1. H 1.a G. Contador público).

3.7. NNPP DE TÍTULOS Y TRATAMIENTOS DE RESPETO (51) [...] ministro de la Defensa [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado). (52) [...] ministro de Relaciones Exteriores de Colombia [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado). (53) [...] Doña Ana, mi profesora de Español [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía).

3.8. NOMBRES CIENTÍFICOS EN GENERAL (54) [...] ácido estiárico [...] (ME-2. H 1.a G. Ingeniero Químico). (55) [...] la onda alfa [...] (ME-2. H 1.a G. Ingeniero Químico). (56) [...] el pH [...] (CA-1. H 1.a G. Odontólogo).

3.9. NNPP DE DESIGNACIÓN OCASIONAL (57) [...] el descubrimiento de Fleming [...] (BA-5. H 2.a G. Médico). (58) [...] los de IBM hacen programas comerciales [...] (BA-4. M 1.a G. Estudia computación científica) (59) [...] era la gente poderosa de Venezuela, era el grupo M [...] (CA-2. H 1.a G. Ingeniero eléctrico).

Por su carácter reductivo de economía formal y de lengua especial, se considera también la presencia de los NNPP en los fenómenos de acronimia y siglación:

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TIPOLOGÍA DE LOS NNPP

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3.10. ACRÓNIMOS (60) [...] el programa Corvi de habitaciones populares (Corporación de la Vivienda) [...] (SCH-11. H 3.a G. Constructor civil). (61) [...] los planteamientos de marginalidad del Desal (Desarrollo Alternativo) [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). (62) [...] Panagra (Pan American Grace Airways) [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social).

3.11. SIGLAS (63) [...] Las estadísticas de INE (Instituto Nacional de Empleo) [...] (LP-12. H 3.a G. Economista). (64) [...] la obra tiene cinco coordinaciones en las cuales está integrada, una de ella se llama OPAM, que es Organización de Protección al Menor [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social). (65) [...] la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia) [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía).

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4 LA MAYÚSCULA INICIAL, PARTICULARIDAD DEL NP Novela-lotería: se vende en combinación con la Lotería Nacional. El número premiado indica el orden en que deben ser leídos los capítulos. Abbaddón el exterminador, Ernesto Sábato

Habitualmente se escribe con letras minúsculas y sólo con mayúsculas en posición inicial de palabra, al comienzo de un escrito, después de un punto o cuando se escriba un nombre propio. Aunque Trapero T. (1996: 338) nos haya advertido de la dificultad en la determinación de las marcas formales que diferencian al NP del NC, se ha optado tradicionalmente por considerar su inicial escrita en mayúscula como uno de los principales procedimientos para distinguir, aunque sea tipográficamente, el NP. En este sentido, para su correcta escritura, nos atendremos constantemente a lo que dicta la norma culta del español, lengua supranacional, recogida en el Diccionario panhispánico de dudas, acerca del uso correcto de las mayúscula. Esta característica diferenciadora formal de los NNPP respecto a los NNCC, la mayúscula inicial, sólo nos servirá, lógicamente,

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para la lengua escrita, pero no para la oral. Y en la oralidad coinciden todos los estudiosos de nuestra disciplina en situar la auténtica naturaleza de la lengua. Al hilo de su aplicación práctica como es el uso de estos nombres en la lengua, encontramos la propuesta de F. Marsá (1990: 46-47), quien muy eficazmente nos plantea que más que preguntarnos por la existencia de los NNPP, distingamos entre «un uso común y un uso propio de los sustantivos en la lengua». Pero si seguimos obstinándonos en la caracterización gramatical del NP como clase, puede incluirse algún rasgo identificador más, como la tendencia a la flexión fija, la monorreferencialidad y la imposibilidad de traducción en la mayoría de las ocasiones. Estudiado el NP desde el punto de vista ortográfico, Manuel Ariza (1993: 33) observa lo siguiente: «Todos sabemos qué es un nombre, e incluso lo que es un nombre común y un nombre propio: así, flor es un nombre común salvo que se trate de un nombre propio, en cuyo caso lo debemos escribir con mayúscula, y Narciso es un nombre propio, salvo que se trate de un nombre común, en cuyo caso lo debemos escribir con minúscula».

Escribir una palabra con la letra inicial en mayúscula es el recurso más generalizado para indicar que esa palabra pertenece a la categoría de los NNPP. Pero el uso correcto de la mayúscula parece que no procede enteramente de la Ortografía, sino también de la Filosofía. La inicial en mayúscula, además de la información tipográfica nos dice más cosas, no es sólo una cuestión meramente ortográfica, sino que aporta más ideas. Por lo que suprimirla es una forma de censurar cierto modo de aprehender la realidad, como ocurría en el mito de la caverna. Así, un autor que ha sabido ver esta idealidad, esta esencia de las cosas, a la que aludimos ha sido Miguel Ángel de la Fuente González: «El uso de la mayúscula no es un recurso enfático similar a cualquier otro; en el fondo de ella, late y está como cimiento la filosofía platónica, una manera idealista de concebir la realidad (o la idealidad), en oposición a la realista. Suprimir las mayúsculas platónicas no es un simple acto ortográfico, es suprimir una manera de concebir la realidad».

La RAE (1999: 31-39), dice al respecto que todo nombre propio debe escribirse con letra inicial mayúscula. En nuestro trabajo

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LA MAYÚSCULA INICIAL, PARTICULARIDAD DEL NP

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veremos NNPP escritos en mayúscula correspondientes a la tipología enumerada más arriba. Que repasamos nuevamente con el objeto de comprobar el cumplimiento de la doctrina académica para las categorías siguientes: – El topónimo es un NP de lugar y como tal, se escribe con la letra inicial en mayúscula1: (66) […] donde uno se siente mejor es en España, porque es casi como estar aquí. Madrid se parece mucho a Caracas […] (CA-4. M 1.a G. Oficinista. Estudiante de Letras). (67) […] trabajaba en el puerto de San Antonio [...] (SCH-13. M 3.a G. Nutricionista). (68) […] tengo una casita en Viña del Mar […] (SCH-12. H 3.a G. Abogado).

1 Muy consultado por los políticos en cuestiones de ortografía toponímica, Valentín García Yebra (1998:48), veía detrás de algunas faltas ortográficas cometidas en el uso de las mayúsculas, la intromisión de mandatarios extralimitándose en sus funciones:

«(...) yo escribiría siempre el artículo con minúscula, a no ser en los muy pocos casos en que forma parte del nombre, que entonces suele llevar el artículo adherido, por ejemplo en ‘Eldorado’ o en ‘Elcano’ (...) Pero modernamente, los políticos tratan de imponer su opinión o su voluntad también en los usos lingüísticos, y escriben con inicial mayúscula a los artículos antepuestos a nombres de poblaciones, creyendo aumentar así la importancia de éstas y quizá esperando conseguir más votos. ¿Por qué no escriben con mayúscula el artículo ‘la’ ante el nombre del planeta que habitamos? El diccionario de la Academia incluye las expresiones ‘haz de la Tierra’ y ‘redondez de la Tierra’, y de la Luna dice que ‘es satélite de la Tierra’. En ningún caso escribe ‘de La Tierra’. ¿Por qué se ha de escribir, entonces ‘de El Bierzo’ o ‘de La Rioja’».

Por si quedase alguna vacilación al respecto, veamos cómo se resuelve según la doctrina del Diccionario Panhispánico de dudas (2005: 424), que nos dice acerca del correcto uso de las mayúsculas en el topónimo, en el punto 4.11 de la entrada correspondiente a las mismas que: «Los nombres de galaxias, constelaciones, estrellas, planetas, y satélites: la Vía Láctea, la Osa Mayor, la Estrella Polar, Venus, Ganímedes. Las palabras Sol y Luna sólo suelen escribirse con mayúscula inicial en textos científicos de temática astronómica, en los que designan los respectivos astros: ‘Entre la esfera de fuego y la de las estrellas fijas están situadas las esferas de los distintos planetas, empezando por la esfera de la Luna y, a continuación, las esferas de Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno’ (Torroja, Sistemas [Esp. 1981]); pero, excepto en este tipo de textos, se escriben normalmente con minúscula: El sol lucía esplendoroso esa mañana; Entra mucho sol por la ventana; Negros nubarrones ocultaron la luna por completo; Me pongo muy nervioso cuando hay luna llena. La palabra tierra se escribe con mayúscula cuando designa el planeta: ‘Dios le hizo ver las estrellas jamás vistas desde la Tierra’ (Fuentes Naranjo [Méx. 1993]); pero con minúscula en el resto de sus acepciones: El avión tomó tierra; Esta tierra es muy fértil; He vuelto a la tierra de mis mayores».

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– Los antropónimos experimentan el mismo proceso descrito, como puede apreciarse en el ejemplo n.° 69. Y los antropónimos «de autores de obras pictóricas o literarias», especifica la Academia, cuando tienen un valor metonímico también han de escribirse con mayúscula. No pierden su categoría de NNPP aun funcionando como NNCC, como puede apreciarse en los ejemplos n.° 70 y 71: (69) [...] Máximo, Ernesto, Aldo [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (70) [..] Este tema es tan grande que por eso te desalienta, pero tú vas a escribir un gran Bolívar (libro biográfico sobre Simón Bolivar) [...] (LP-11. H 3.a G. Escritor). (71) [...] Del tipo de un Juan Perú, de esa gente [...] (LP-8. M 2.a G. Anticuaria. Estudios: licenciatura en Historia).

– También los NNPP de períodos temporales: (72) [...] porque no podemos decir que la Edad Media es La Celestina; todo lo contrario: con La Celestina empieza el Renacimiento... [...] (SCH-3. M 1.a G. Profesora universitaria de Literatura). (73) [...] me gustaba mucho la música... los románticos (...) y tantos autores de la Época Romántica (CA-8. M 2.a G. Maestra). (74) […] El día siguiente de Carnaval […] (ME-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Segunda Enseñanza).

– Los que nombran una institución: (75) [...] el Ministerio de Educación [...] (BO-1. H 1.a G. Estudios Filosofía y Letras). (76) [...] La Comunidad Económica Europea [...] (BO-3. M 1.a G. Abogada). (77) [...] Yo hice la primaria en la Escuela Buenaventura Corrales [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía).

– Los NNPP de productos de la actividad humana se escriben con mayúscula, como en los ejemplos que siguen. Pero puede ocurrir también que algunos de estos nombres cuando pasan a ser comunes, al perderse la motivación singular originaria, como en el ejemplo n.° 83, se escriban con minúscula: (78) [...] el Tratado Lozano-Salomón [...] (BO-5. H 2.a G. Abogados). (79) [...] Braun es la marca (una grabadora) [...] (BA-1. H 1.a G. Contador público).

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(80) [...] bebe mucho más Coca-Cola que leche [...] (SCH-6. H 2.a G. Sociólogo). (81) [...] (...) «Te tienes que vender porque yo necesito la plata». Pero el Cristo no se vendía (El informante se refiere a una imagen pintada de Cristo) [...] (LP-8. M 2.a G. Anticuaria. Estudios: licenciatura en Historia). (82) [...] tomamos aquí un barco italiano, el Virgilio [...] (SCH-14. M 3.a G. Asistente social y profesora de Francés) (83) [...] iba con el rosario en la mano rezando el avemaría [...] (BA13. M 3.a G. Asistente social).

– Los NNPP de uso apelativo familiar. Se escriben habitualmente con la inicial en minúscula: (84) [...] Mi mamá [...] (SCH-10. M 2.a G. Prof. univ. de Literatura). (85) [...] esta Lolita que fue mi madrina [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato). (86) [...] Dice mi tía Elena: «Mira, yo te regalo los retratos» [...] (ME14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato).

– Los NNPP de títulos, tratamientos, cargos y jerarquías. Aunque normalmente aparecen con minúscula, como destaca el DPD (2005:426), pueden aparecer en determinados casos escritos con mayúscula para destacar el tratamiento o profesión del designado. Así, en el corpus y en los usos de los medios de comunicación y administrativos, se encuentran las dos posibilidades: (87) [...] es esposa del Subdirector del Liceo de Hombres Número Cinco [...] (SCH-14. M 3.a G. Asistente social y profesora de Francés). (88) [...] el Papa Pablo Sexto [...] (BO-11. H 3.a G. Sacerdote). (89) [...] «Oye, llegó un profesor nuevo de latín, profesor Oroz; vieras, serio, como catedrático» [...] (SCH-14. M 3.a G. Asistente social y profesora de Francés).

– NNPP de símbolos matemáticos y científicos. Aparecen, en general, con minúscula: (90) [...] propinelglicol [...] (ME-2. H 1.a G. Ingeniero Químico).

– NNPP de designación ocasional. Predominan los usos con minúscula pero cuando la frecuencia de uso y la identificación de la referencia es inequívoca se prefiere la mayúscula:

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(91) [...] era la gente poderosa de Venezuela, era el Grupo M [...] (CA-1. H 1.a G. Odontólogo). (92) [...] París a que... ciudad a la cual le dicen la Ciudad Luz [...] (CA-3. M 1.a G. Bibliotecóloga y filósofa).

– Acrónimos. Se escriben enteramente con mayúscula, pero cuando «tienen más de cuatro letras, sólo se escribe en mayúscula la inicial: Unicef, Unesco», por ejemplo, Mercosur. Además, los que han pasado a ser sustantivos comunes se escriben con minúscula: radar, pulsar, etc. (Cfr. DPD, 2005:422). (93) [...] Bienso (Bienestar Social) [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social). (94) [...] Fertica (Fertilizantes de Centroamérica) [...] (CR-12. H 3.a G. Bachiller en Biología. Ex diputado y educador).

– Siglas. Se escriben enteramente con mayúscula, con independencia del número de letras de que se componga, aunque, en el caso de dígrafos (fonemas representados con dos letras), sólo se escribe con mayúscula la primera, por ej.: BIFUCh (Boletín del Instituto de Filología de la Universidad de Chile): (95) [...] el CIC [...] (BA-5. H 2.a G. Médico).

En los fenómenos de elipsis, de los que nos ocuparemos más adelante, el sustantivo que resulta de dicha reducción formal del sintagma, también se escribe con la primera letra en mayúscula: (96) [...] después pasó a trabajar a los Teléfonos (la Empresa de Teléfonos de Bogotá) [...] (BO-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Radiología).

En torno a esta cuestión de la letra inicial del NP escrita con mayúscula, en estos casos donde se produce una elipsis, la RAE también se refiere a otras expresiones designadoras formadas por adjetivos con el artículo determinado (con elipsis en el núcleo nominal) y que se escriben con mayúscula inicial, aunque nos dice que «no es obligatoria» (op. cit.), sino que se hace «en virtud de una convención». Aspecto éste que también refleja el Macrocorpus en los ejemplos siguientes: (97) [...] la Sinfónica (El núcleo elidido es orquesta) [...] (BO-14. M 3.a G. Licenciada en Bellas Artes). (98) [...] el Clínico (ídem que el anterior hospital ) [...] (CA-8. M 2.a G. Maestra).

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(99) [...] estuve trabajando diez años con la Bananera (la ‘Compañía’ Bananera) [...] (CR-11. H 3.a G. Licenciado en Economía).

Este adjetivo al que nos acabamos de referir, puede venir complementado por un sintagma preposicional, y que por supuesto también debe aparecer con sus iniciales escritas en letra capital: (100) [...] el Superior de Comercio (NP de un Instituto) [...] (SCH-11. H 3.a G. Constructor civil).

La mayúscula no sólo sirve para distinguir tipográficamente a los NNPP de los comunes, sino que su tamaño tipográfico sirve para matizar y jerarquizar la importancia que el usuario le otorga a su referente. Así, para concluir este punto dedicado al empleo de las mayúsculas como particularidad tipográfica de los NNPP, nos parecen especialmente oportunas las atinadas observaciones de Raúl Díaz Rosales, publicadas en su artículo «Usos y abusos lexicográficos: el campo semántico de la religión en el Diccionario de Autoridades» (2005: 398, 399), y que reproducimos tal y como aparecen en la citada revista para poder apreciar mejor la distinción tipográfica operada a través de la letra capital, de la forma que se muestra a continuación: «Ciñéndonos ya al diccionario, la observación de la macroestructura proporciona la primera huella de manipulación ideológica, ya que los lemas Jesús, Dios, María y Espíritu Santo se escriben en un tamaño de letra sensiblemente superior al empleado en el resto de los lemas».

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5 EL GÉNERO Y EL NÚMERO EN LOS NNPP La Vespa del cartero es amarilla como una inmediatez, y esto es la calma que ganan al destino nuestros años, la agilidad de lo que escapa y vive. El río de agua, Álvaro García Yo que me he pasado la vida admirando a los genios, a los Picasso, a los Einstein, a toda la santa lista (...). El perseguidor, Julio Cortázar

Los NNPP se ven afectados por los accidentes gramaticales de género y número, como les ocurre a los comunes. En principio, nada diferencia a unos de otros. Los mencionados accidentes constituyen una información útil para establecer las relaciones gramaticalmente correctas de concordancia de sustantivos o pronombres con adjetivos y artículos. El género. Leonardo Gómez Torrego (1992: 7) explica que: «El género gramatical es una información dada por sustantivos, adjetivos, artículos y algunos pronombres mediante las siguientes marcas: -o, -e, -ø (cero) para el masculino; -a para el femenino. Gracias a esta información

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podemos hacer concordar adecuadamente sustantivos o pronombres con adjetivos y artículos».

Y Théophile Ambadiang1 destaca que a pesar de que los NNPP «pueden tener referentes tanto animados como inanimados, se caracterizan porque su género tiende a tener una determinación semántica (...) En términos generales, son semánticamente masculinos los nombres que designan varones o animales machos (hijo, Juan, padre, caballo) y femeninos los que se refieren a mujeres o animales hembras (hija, Juana, madre, yegua). El sexo del referente determina el género del nombre que lo designa incluso cuando se trata de nombres propios o de títulos ({don/doña} Trinidad, {el/la} Sánchez, su Alteza {el infante/la infanta}, su Majestad {el rey/la reina}, su Santidad {el papa}, etc.)».

Pero en la práctica, la lengua natural no obedece siempre a los criterios gramaticales, y no tiene por qué coincidir el género del artículo con el del sustantivo. Veamos si no el caso del NNPP de un título nobiliario (conde) que ha inspirado el topónimo siguiente: (101) [...] yo vivo aquí en Las Condes [...] (SCH-1. H 1.a G).

En el punto b) de su propuesta para la caracterización de NNPP frente a NNCC, Ángel López (1985: 38-40) expone que: «Desde el punto de vista morfológico los nombres propios presentan internamente alternancias formales de género —Luis/Luisa— y de número —el Aneto/los Pirineos—, que sin embargo, no siempre se traducen en concordancias correlativas dentro del sintagma —todo/toda Sevilla se volcó para recibirle— o de la oración —las Canarias es/son un archipiélago—. Habría que destacar también que la indiferencia a la categoría de la persona, como en cualquier otro nombre común, se ve alterada por la concordancia en 2.ª persona de los nombres propios que experimentan usos vocativos —así, ¡Juan, ven!, al lado de Juan viene».

Resalta también este autor, citando a Coseriu, que los NNPP pueden aplicarse a una pluralidad de objetos, pero ‹‹hay que subrayar que esa ‘pluralidad’ es tal desde el punto de vista de los objetos, y no desde el punto de vista de la designación: en cuanto 1

Ambadiang, Théophile (1999), «La flexión nominal. Género y número», en Gramática de la Lengua Española, tomo 3, Madrid, Espasa Calpe, p. 4876.

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nombrada por un nombre propio la pluralidad se vuelve un ‘individuo’ (…)» (Coseriu, 1973: 280). Si observamos lo que son en el fondo los NNPP —sustantivos que no se diferencian gramaticalmente de los comunes—, parece lo más apropiado seguir las recomendaciones de Andrés Bello (2004: 76-77) para determinar el género de los sustantivos en general en función del significado de cada uno: “debe atenderse ya al significado, ya a la terminación. Por razón del significado son masculinos: 1.° Los sustantivos que designan varón o macho o seres que nos representamos como de este sexo, v. gr. Dios, ángel, duende, patriarca, tetrarca, monarca, león, centauro, Calígula, Rocinante, Babieca (...). 2.° Los nombres propios de ríos, como el Magdalena, el Sena, y de los montes y cordilleras, v.gr. el Etna, los Alpes, el Himalaya: se exceptúan la Alpujarra, y los que han sido originalmente apelativos femeninos, como Sierra Morena, la Silla (en Venezuela) [...]. Por razón del significado son femeninos: 1.° Los sustantivos que significan mujer o hembra, o seres que nos representamos como de este sexo, v. gr. Diosa, ninfa, hada, leona, Safo, Juno, Dulcinea, Zapaquilda. 2.° Los nombres propios de ciudades, villas, aldeas; bien que sign a veces el género de la terminación. Por ejemplo, Sevilla es necesariamente femenino, porque concurren el significado y la terminación. Toledo, al contrario, es ambiguo, siguiendo unas veces el género de la terminación, como en «Pasado Toledo, a la ribera del mismo río (Tajo), está asentada Talavera» (Mariana) (...)».

El número. Puede oponerse por contraste con el género, ya que si veíamos que los nombres sólo podían ser de un género, esto es, o masculino o femenino, en la cuestión del número todos los nombres pueden admitir cualquiera de los dos números, singular o plural. El plural ofrece una formación más lógica a la mente del hablante que la que se desprende del género (el nombre, propio o común, puede ser masculino y ofrecer la aparente contradicción de acabar en -a, una vocal asociada, en principio, al género femenino). Así, T. Ambadiang (1999: 4884) afirma que: «En comparación, la flexión de número constituye un sistema más uniforme y coherente, en el sentido de que afecta por igual a todas las formas incluidas en estos subsistemas. Asimismo, la oposición de número tiene una

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manifestación característica: en los casos regulares las formas de singular no presentan una marca específica para el número, mientras que el plural se expresa por medio de -es o -s. Dicha oposición corresponde generalmente a un contraste del tipo «uno»/«más de uno» (cf. Lyons 1971: 294, y Alcina y Blecua 1975) puesto que el morfema de plural aporta en general el contenido de ‘pluralidad’».

Pero el número gramatical, como establecíamos en el apartado anterior para el género, es, según Gómez Torrego (1992: 25): «Una información gramatical que aportan los sustantivos, adjetivos, artículos, pronombres y verbos. En los sustantivos y pronombres se informa de si el referente es uno (singular) o más de uno (plural). El número en los adjetivos y artículos sirve para marcar la concordancia (...) los sustantivos presentan la estructura de oposición singular/plural (...) Se marca el número en los sustantivos y adjetivos con las variantes -s o -es para el plural, y con -ø (cero) para el singular. La marca -es aparece cuando la palabra termina en consonante que no sea s (...) Si la palabra termina en -s, y no es aguda, el plural no se marca. No se distinguen, pues, el singular y el plural, salvo por la concordancia con artículos y adjetivos».

El propio Gómez Torrego (1992: 32) también se ocupa del plural específico de los NNPP: «Los nombres propios se pluralizan con regularidad, aunque pueden permanecer invariables cuando designan grupo o familia: los Osorio(s); los Herrero(s); los García(s), los Escipiones, los Ovejero(s). Pero quedan siempre invariables los acabados en -z o -s: los Gómez; los Sánchez; los Sainz; los Cervantes; los Meneses...».

El NP a pesar de su individualidad, o precisamente por ella, admite formas en plural para agrupar a los que son únicos y, al mismo tiempo, múltiples en su unicidad de conjunto de iguales. Nuevamente Ambadiang (1999: 4890-91): «los nombres propios de cosa manifiestan el número de su genérico y varían con él, según ponen de manifiesto dobletes del tipo de el Pirineo/los Pirineos, por ejemplo. Por consiguiente, nombres propios plurales como los Alpes, los Andes y las Baleares, las Canarias designan generalmente un conjunto de objetos (montes e islas en este caso) (...) En el caso de los nombres propios de persona, la formación del plural sólo es posible cuando conlleva su recategorización como comunes (los goyas, los óscars) o cuando el nombre se refiere a la familia de un individuo (los Madrazos), a individuos que comparten un apellido, un apodo (los Osorios, los Albertos) o un rasgo

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con una persona (las Tatchers, los Cervantes de este siglo), o bien a ciertas obras de arte (un goya, un velázquez). Este parece ser también el caso de los nombres de marcas (las yamaha, los seat)».

Sin duda, la referencia a lo único en singular es la marca de los NNPP, con las excepciones señaladas. La consolidación de la expresión en un plural inequívoco del singular de un NP indica que tenemos una metábasis, esto es, el paso del NP a NC, como, por ejemplo, en el caso de los usos metonímicos: tiene dos goyas en su palacio.

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6 RELACIÓN DEL NP CON OTRAS DISCIPLINAS (...) las cabezas dotadas de altas facultades, las únicas que pueden atreverse a buscar la solución de los grandes problemas, que son los más difíciles, por referirse a lo general y universal, harán bien, ciertamente, en ensanchar su horizonte todo lo posible; pero siempre por igual en todos los sentidos y sin extraviarse en ninguna de estas regiones particulares y sólo conocidas de unos pocos, es decir, sin penetrar demasiado en las especialidades de cualquier ciencia particular (...) su mérito podrá ser apreciado por todos los que conozcan los datos, o sea por una gran parte del género humano. En esto se funda la gran diferrencia entre la fama alcanzada por poetas y filósofos y la que es accesible a los físicos, químicos, anatómicos, mineralogistas, zoólogos, filólogos, historiadores, etcétera. Aforismos sobre la sabiduría de la vida, Arthur Schopenahuer

La ciencia que se ocupa de la catalogación y estudio de los NNPP es la Onomástica, una disciplina auxiliar que se ha asentado con el desarrollo de la Lingüística diacrónica y la Gramática comparada. La Onomástica se encarga fundamentalmente del estudio de los NNPP prototípicos: topónimos y antropónimos.

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La Onomástica también tiene en cuenta la etimología1, el significado cuando lo hubiere y difusión de los NNPP, lo que suscita el interés de numerosas disciplinas de estudio, como pueden ser la Historiografía, la Dialectología, la Geografía Lingüística, la Lexicología, etc. Para demostrar la interdisciplinariedad de los NNPP, es muy esclarecedor observar el caso concreto de los topónimos, donde los grandes estudiosos han encontrado las mayores evidencias. En este sentido, pueden esgrimirse argumentos de autoridad, como los de Rafael Lapesa (1992: 70), para quien: «La toponimia interesa al lingüista como la paleontología al biólogo; o, mejor dicho, como la arqueología o la documentación de otras épocas interesan al historiador».

O los de Maximiano Trapero (1995: 24), que especifica: «en la toponimia han quedado preservados, como fósiles, infinidad de elementos lingüísticos característicos de épocas pasadas, no sólo de tipo léxico, sino también de tipo fonológico y ciertos procedimientos gramaticales en la formación de derivados y compuestos léxicos».

Esta enorme posibilidad interdisciplinar de los NNPP se ha mostrado extraordinaria al trasladarse a otros ámbitos del conocimiento2. En este sentido, un autor que se ha fijado en la tremenda funcionalidad del NP ha sido José R. Morala (1986: 49-51), quien enumera de entre todas estas posibles disciplinas de estudio que se ocupan de los NNPP «sólo las que guardan una relación más estrecha con la onomástica». «El nombre propio (...) y muy especialmente los topónimos, son objeto de atención desde diversas ciencias o parcelas del saber. A ellos recurren en la búsqueda de datos que apoyen sus hipótesis investigadores de diversas disciplinas como la Historia, la Arqueología, la Dialectología, la Geografía, la

1 Dos son las ramas, en opinión de Ullmann (1965: 3), que se ocupan del estudio de la palabra: la etimología y la semántica. 2 Según Diana González F., el NP, dado su amplio uso en todos los ámbitos de la vida, «es objeto de estudio no solamente de la lingüística, la sociología, la psicología, la antropología, sino también de la etnología, la teología y la jurisprudencia (en «Algunas consideraciones en torno al nombre propio», en Lengua y Sociedad, vol. 7, n.° 2, octubre 2004, pp. 103-108).

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RELACIÓN DEL NP CON OTRAS DISCIPLINAS

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Antropología o la Lingüística (...) El interés del topónimo para cada una de las disciplinas citadas está en relación, por tanto, con la capacidad que tenga de transmitir una información de la que, en ocasiones, es el único testimonio accesible hoy día (...) el topónimo se entiende como un significante y un significado, siendo este último el que realmente tiene valor para las ciencias extralingüísticas».

Podemos concluir que los topónimos pueden ser un arquetipo de la capacidad interdisciplinaria que requiere el estudio para el conocimiento del NP. Como bien matiza dicho carácter Eladio Santana M. (1998: 31): «La pertenencia de la toponimia a las disciplinas lingüísticas es un hecho que no debería ofrecer dudas, aunque tradicionalmente ha sido compartida con otras ciencias que de alguna manera se han aproximado a ella: la geografía, la historia, la botánica, etc., pero ocurre que en la mayoría de los casos ese acercamiento se ha realizado no desde el objeto lingüístico en sí, sino desde, o hacia, su referente. Durante mucho tiempo ha estado ligada desde el punto de vista lingüístico a los estudios etimológicos, fundamentalmente (...)».

Entre otros NNPP que no son ‘prototípicos’, pero que sin embargo comprometen también otras disciplinas de estudio, incluso movimientos sociales de carácter sindical o ecologista, destacan los NNPP de productos de la actividad humana, que estudia la onomástica comercial. El profesor Herrero Ingelmo (2004) desvela las distintas disciplinas extralingüísticas que se ocupan de esta tipología del NP: «El fenómeno de la marca ha sido estudiado, sobre todo, desde el ámbito de la economía (marketing, branding, naming) del derecho (regulación legal de su funcionamiento en el mercado) y de la psicología social. Incluso la marca es referencia fundamental en algunos movimientos reivindicativos, como el de la defensa de los derechos de los trabajadores (página web de la organización francesa Transnationale: http://www.transnationale.org) o de los valores ecológicos (lista roja-lista verde de Greenpeace sobre los alimentos transgénicos: http://www.greenpeace.es/genetica/listas/home2.asp)».

Parece que están todos los autores de acuerdo en el recurso a las disciplinas extralingüisticas para abordar la cuestión del NP. Tratándose de un elemento de la cadena discursiva que se considera vacío de significado, para indagar en su verdadera dimensión significativa hay que recurrir a otras disciplinas científicas más allá de

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la Lingüística. Pero los NNPP conforman una categoría que no es del todo lingüística, ya que esta clase de palabras aparece, en la mayoría de las ocasiones, desprovista de contenido léxico codificado en el sistema de una lengua. En cualquier caso, hay que recurrir a disciplinas extralingüísticas para poder extraer todo el potencial de conocimiento que pueden contener los NNPP. Lo anterior parece obligatorio, debido a la oscuridad que se cierne, en la mayoría de los casos, sobre la construcción del NP.

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7 TRASVASE DE NOMBRES COMUNES A PROPIOS ¡Te aborrezco, Océano!, tus saltos y desórdenes los encuentros en mi espíritu Obsesión, Charles Baudelaire

César Hernández Alonso ha observado que hay una barrera que separa a los nombres comunes de los propios y que no es infranqueable, como así lo demuestra la existencia de «abundantes trasvases entre nombres topónimos y antropónimos1». Para el citado autor (1996: 542, 543): «el nombre propio ‘es más individualizador, denominativo, y denotativo que el común (...) Los nombres propios significan objetos únicos en general o individuales en la comunicación concreta’».

Andrés Bello (2004: 63), mediante el ejemplo de los apellidos latinos y castellanos, y apelando a la frecuencia de su uso como impulsor del trasvase de NNCC a NNPP, estimaba a este respecto lo siguiente:

1

Los cambios entre uno y otro son, diacrónica y sincrónicamente, frecuentísimos (ejemplo: Herrero (apellido), Rueda (topónimo), etc.). Ibíd.

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«A veces los nombres apelativos pasan a propios por la frecuente aplicación que se hace de ellos a determinados individuos. Virgilio, Cicerón, César, han sido originalmente nombres apelativos, apellidos que se daban a todas las personas de ciertas familias. Lo mismo ha sucedido con los apellidos castellano Calderón, Meléndez, y muchísimos otros, aun de aquellos que significando solar son precedidos de la preposición de, como Quevedo, Alarcón».

Pero no solamente los apellidos, ni siquiera sólo los sustantivos: en principio, cualquier palabra puede convertirse en nombre propio, como asevera J. Molino (1982): «Realmente, no parece que exista en cada lengua una pauta de formación regular o básica en lo que respecta a la estructura morfológica de los NNPP, de modo que, en principio, cualquier palabra o secuencia de palabras podría ser un nombre propio».

Según Maximiano Trapero (1996: 339, 344) esta posibilidad de trasvase de NNCC a propios tiene una explicación previa que obedece a los criterios designativos y semánticos siguientes: «El nombre propio ‘designa’ objetos significados previamente por un nombre común. Es decir, el nombre propio tiene una manera de nombrar que es secundaria a la manera de significar del nombre común. Una palabra como montaña ‘significa’ una clase de objetos caracterizados por el rasgo semántico ‘elevación del terreno’ que podrá determinarse en oposición a otras clases de objetos llamados monte, roque, lomo o barranco, por ejemplo. Sin embargo, un nombre como Teide sólo designa un objeto individual —único— que previamente ha sido clasificado por montaña. Por tanto, el nombre propio no hace sino identificar —individualizar— a aquellas clases de objetos previamente clasificados por el nombre común. De ahí, que el nombre propio, como se ha dicho, carezca de ‘significatum’, es decir, de los semas, que definen las propiedades de los nombres comunes, y que no tenga más rasgos semánticos que los meramente referenciales de ‘nombres de persona’ (en los antropónimos) o de ‘nombres de lugar’ (en los topónimos) (...) el nombre común posee la facultad de poder tener como referente a infinitas entidades individuales, por el grado máximo de conceptualización del signo lingüístico: la palabra piedra puede referirse a todas las piedras del mundo, con independencia de su tamaño, forma, composición o lugar en que se encuentren; por el contrario, el nombre propio establece una relación biunívoca entre un signo lingüístico y un referente único, Topkapi, por ejemplo: el nombre propio es monorreferencial (...) todo nombre propio fue antes un nombre común».

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Un ejemplo de estos trasvases es el que se ha producido con el galicismo Jardín escrito con mayúscula2 en los versos de Jorge Luis Borges, con los que se inaugura este trabajo. Con el sustantivo que designa un «terreno donde se cultivan plantas con fines ornamentales»3, en el contexto del poema no es un jardín cualquiera, sino el del Edén, por lo tanto aparece escrito en letra capital (Adán y las estrellas lo supieron / en el Jardín... [El Golem]). En otra de las acepciones de esta palabra, encontramos el uso con que lo emplea uno de nuestros informantes: (102) [...] recuerdo los saqueos de algunas casas en El Paraíso [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado). (103) [...] estuve en Valparaíso [...] (SCH-10. M 2.a G. Profesora universitaria de Literatura).

El caso de los sustantivos que pueden convertirse en NNPP confirma las hipótesis de trabajo de José R. Morala (1986: 52-55): «(...) desde un punto de vista diacrónico (...) no sólo algunos nombres comunes se han convertido en NNPP sino que, como hipótesis de trabajo, hay que pensar que todo nombre propio procede de un nombre común (...) Si entendemos que este proceso de fijación desde un nombre común hacia un nombre propio es general en la toponimia, hay que concluir que la clave del estudio toponímico está precisamente en recomponer en sentido inverso dicho proceso (...)».

En estos casos, encontramos el pensamiento esclarecedor de Gottlob Frege (1984: 51) quien nos recuerda que: «El sentido de un nombre propio lo comprende todo aquel que conoce el lenguaje o el conjunto de designaciones al que pertenece (...)». 2

El Diccionario Panhispánico de dudas a cerca del uso de las mayúscula (2005: 442-447) matiza, para el caso al que nos referimos, que: «También se escriben con inicial mayúscula algunos de estos nombres genéricos cuando, por antonomasia, designan un lugar único y, por lo tanto, funcionan a modo de nombre propio. Estas antonomasias están lógicamente limitadas en su uso a la comunidad de hablantes que comparten una misma geografía, para los que la identificación de la referencia es inequívoca, como ocurre, por ejemplo, entre los chilenos, con la Cordillera (por la cordillera de los Andes) o, entre los españoles, con la Península (por el territorio peninsular español) o el Estrecho (por el estrecho de Gibraltar). El hecho de escribir Península Ibérica con mayúsculas se debe a que con esta expresión nos referimos a una entidad de carácter históricopolítico, y no a un mero acciente geográfico. Las designaciones que, por antonomasia, tienen algunos topónimos y que se usan como alternativa estilística a su nombre oficial: el Nuevo Mundo (por América), la Ciudad Eterna (por Roma)». 3

DRAE (1992), p. 1200.

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Y es que pocas cuestiones gramaticales, explica Ángel López García (1985: 37) de este universal del lenguaje: «han suscitado tan reiteradamente el interés de los lógicos como la del nombre propio en sus relaciones con el apelativo [...]».

El autor amplía en la nota uno a pie de página: «El nombre propio constituiría, en efecto, algo más que un universal metodológico de nuestra disciplina —un universal de la lingüística—, pues no se conoce ningún idioma en el que esté ausente la nominación de los individuos: se trataría de un verdadero universal del lenguaje en el sentido de E. Coseriu, “Los universales del lenguaje (y los otros)”, Gramática, semántica, universales, Gredos, Madrid 1978, págs. 148-206, seguramentede un universal empírico (§ 2.2.3.1)».

Este paso que se produce de nombres comunes a propios4 puede venir determinado por un mecanismo de motivación afectiva, con sentido pleno para una comunidad concreta de hablantes que se encuentren también próximos. Se trata de un proceso que resulta muy importante para la vida de las lenguas. El mecanismo generador de vocablos le otorga un considerable valor lexicogenésico a los NNPP en el uso pragmalingüístico. Apréciese cómo el informante diferencia perfectamente Inglaterra del continente europeo en el ejemplo siguiente: (104) [...] Conseguimos un tique que se llama Urail Pass, que se compra en América, que le permite a uno, por tres semanas, viajar en tren de primera por toda Europa. Siempre que sea en el continente, o sea, no Inglaterra [...] (PR-3. M 1.a G. Profesora universitaria de Arte).

4 También se puede producir este paso en el sentido inverso, o sea, el paso de NNPP a comunes. Así, podemos observar cómo estos organismos vivos que son las palabras experimentan un proceso de evolución, como bien indica Manuel Seco (J. J. Millás, 2000: 165), sobre los NNPP entendidos como palabras que están sin lexicalizar:

«Una palabra se lexicaliza cuando pasa de ser un nombre propio a un nombre común (...) Hay miles de palabras en la lengua escrita sin lexicalizar (...) los lexicógrafos las ponemos en cuarentena hasta que se documenta su uso (...) Analgésico era en los años setenta una palabra técnica, mientras que en los noventa se ha desplazado a la cultura popular (...) pasa de ser un nombre propio a un nombre común, como túrmix, por citar un caso muy conocido».

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O este otro: (105) […] quisiera conocer a España mucho mejor y espero hacerlo en el futuro, pero... mucha menos influencia, digamos, de los medios... verdaderamente hispanohablante y la Península […] (PR-11. Hombre, 3.a G. Catedrático en la Facultad de Humanidades).

O en estos otros extraídos también del macrocorpus puede observarse también este trasvase de nombres comunes a propios: (106) [...] los que vivimos en la Punta tenemos un especial concepto de lo que es la Punta (LI-1. H 1.a G. Administrador de empresas). (107) [...] fuimos a Palomar [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (108) [...] el individuo que está en El Silencio [...] (CA-1. H 1.a G. Odontólogo). (109) [...] en Frontón [...] (LI-1. H 1.a G. Administrador de empresas). (110) [...] en La Garita una muchacha fue atropellada [...] (CR-3. M 1.a G. Licenciada en Administración Pública). (111) [...] tenía un fundo en la Perla [...] (LI-3. M 1.a G. Sicóloga industrial). (112) [...] hay que llevar más revistas a la Costa [...] (BO-4. M 1.a G. Diagramadora de una revista femenina). (113) [...] Hacia la Cordillera [...] (SCH-10. M 2.a G. Profesora universitaria de Literatura).

En estos ejemplos de trasvase de NNCC a NNPP se aprecian las conexiones observadas por Tort Donada (2000: 2): «Entre los nombres comunes y los nombres propios geográficos se dan unas relaciones recíprocas y de una gran trascendencia; sobre todo, si consideramos que los primeros constituyen por lo general la base sobre la cual se forman los segundos».

Pero no sólo se produce este paso de NNCC a NNPP con los nombres de lugar. También los NNPP pertenecientes a la clase de los antropónimos pueden experimentar el mismo proceso que acabamos de ver con los topónimos, esto es, nombres comunes que se convierten en propios. Así, tenemos: – Antropónimos derivados de un oficio o actividad humana: (114) [...] Rafael Ángel Calderón Guardia [...] (CR-11. H 3.a G. Licenciado en Economía). (115) [...] Eladio Pastor Otamendi [...] (BA-14. M 3.a G. Administradora de su estancia).

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– De un animal: (116) (117) (118) (119)

[...] Salvador de León [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista). [...] el doctor Murillo Toro [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado). [...] Simón Becerra [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado). [...] este señor Cordero [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía).

– De un nombre común: (120) [...] López de Mesa [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado). (121) [...] Luis Concha [...] (BO-11. H 3.a G. Sacerdote). (122) [...] Perla, mi hermana (…) Mitil Capdevielle de Sarmiento [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social).

– De un adjetivo: (123) [...] Fabio Lozano Torrijos (…) el señor Caro [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado). (124) [...] Muñoz Seca [...] (BO-12. H 3.a G. Abogado). (125) [...] Carlos Delgado [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado). (126) [...] Bello (…) Rojas [...] (BA-9. M 2.a G. Prof de Letras en enseñanza secundaria). (127) [...] Santa Clara [...] (BO-14. M 3.a G. Licenciada en Bellas Artes).

– De un adverbio: (128) [...] El señor Allende [...] (SCH-11. H 3.a G. Constructor civil).

– De un gentilicio, espacio geográfico, etc.: [...] don Rómulo Gallegos [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista). [...] Altamirano [...] (ME-13. M 3.a G. Obstetra). [...] Maya [...] (BO-8. M 2.a G. Licenciada en Filosofía y Letras). [...] Miriam Montañés [...] (PR-9. M 2.a G. Profesora universitaria de Español). (133) [...] Inés Montaña [...] (BO-8. M 2.a G. Licenciada en Filosofía y Letras).

(129) (130) (131) (132)

– De un título: (134) [...] Ernesto Cardenal [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista). (135) [...] Eduardo Santos [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado). (136) [...] la señora Pilar Reyes [...] (PR-9. M 2.a G. Prof. Univ. de Español).

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Estos ejemplos, que hemos ordenado según su pertenencia a los distintos campos asociativos o semánticos, nos demuestran cómo los NNCC pueden funcionar como NNPP. Este trasvase nominal entre el NC y el NP, con mayor ventaja «en este sentido que en el inverso», según Maximiano Trapero (1996: 339), prueba cómo entre ellos «ni hay tantas diferencias ni éstas se corresponden con marcas lingüísticas fijas y sistemáticas».

En el ámbito de las oposiciones de lengua, encontramos una interesante propuesta para la caracterización de los NNPP frente a los NNCC. Es la que hace Ángel López (1985: 38): «Aunque la del nombre propio es una noción posiblemente interlingüística general, no deja, pues, de presentar peculiaridades intralingüísticas específicas que aconsejan un tratamiento individualizado. Dicho tratamiento, ocioso es decirlo, debería aspirar a caracterizar el nombre propio por oposición al nombre común, dado que las traslaciones del primero abocan siempre al segundo (...)».

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II ANÁLISIS DE LOS NNPP DEL CORPUS

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A) NNPP PROTOTÍPICOS A los antropónimos y topónimos se les ha denominado prototípicos (del gr. el primer modelo, el que da la pauta), por ser los que en la tradición gramatical se les ha considerado como arquetipos de la categoría. Y por ser los que funcionalmente son reconocibles, sin discusión, como propios por los estudiosos y usuarios. Los gramáticos consideran como NNPP prototípicos a los topónimos y los antropónimos.

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1 TOPÓNIMOS Escritores más jóvenes desaparecieron también y se nos hace raro que algunos sean una calle, como Agustín de Foxá. Donde sus nombres esperan, César González-Ruano

1.1. CARACTERÍSTICAS Los topónimos son los NNPP de islas, penínsulas, continentes, países, ciudades, pueblos, calles, edificios, etc. No sólo de espacios urbanos, sino también de espacios agrarios, como nombres de montes, de valles, de ríos, de accidentes geográficos y del relieve submarino. El topónimo1, definido por el DRAE (1992:1995) como «nombre de lugar», se trata de una parte importantísima del mensaje que nos trasmite el significante que nombra el suelo, el lugar. 1 Con los topónimos no sólo designamos los nombres de lugares, espacios urbanos o naturales, accidentes geográficos, sino también los llamados «no lugares», que se presentan como una propuesta de ruptura con la cohesión que parece existir en torno al topónimo como clase que aparece formalmente cohesionada. Uno de estos «no lugares» o espacios no aprehendidos o definidos, de los que trata M. Augé en su obra Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Gedisa, Barcelona 2002, son los aeropuertos.

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El topónimo es una palabra de elevada carga histórica muy útil a la hora de desentrañar aspectos ocultos de nuestras raíces. Hagamos hincapié en la importancia del topónimo, estudiado por la toponimia con intención de establecer su esclarecimiento y significado lingüístico, para lo que se tendrán en cuenta distintas perspectivas diacrónica, etimológica, dialectológica y sociolingüística, particularmente.

E. Santana Martel (1998: 11), afirma muy oportunamente sobre los topónimos que: «La toponimia de un territorio se constituye a partir de los elementos léxicos que el sistema lingüístico pone a disposición de los hablantes de ese territorio para su utilización. Cualquier nombre de lugar (como cualquier otro nombre de la lengua) se constituye con los elementos y las reglas que el sistema dispone; pero muy poco sabemos acerca de qué reglas operan en la formación toponomástica, y, menos, cuáles son las relaciones que se establecen entre un topónimo cualquiera y los demás elementos del sistema del que forma parte. Desconocemos en el mundo de la filología hispánica la existencia de investigaciones que nos indiquen cuáles son esas reglas o cuáles los procedimientos mediante los que se constituye la toponimia de un territorio».

Para crear un topónimo se necesita una motivación. Sólo así se alumbra un término toponímico. Algo que lo identifique y resulte una designación más reconocible para una comunidad de hablantes, aplicada sólo a ese lugar, por lo que una motivación mayor que la inspiración de carácter eufónico o familiar es determinante en la elección de los antropónimos. Recordemos las palabras de Morala (1986: 53) en relación con el proceso de formación de nombres geográficos:

Veamos en el primero de estos ejemplos, como el informante no dice que ha estado en el país, sino en su aeropuerto: • [...] he estado de paso en Ecuador, en el aeropuerto. He estado de paso en el aeropuerto de Colombia, Panamá [...] (LI-1. H 1.a G. Administrador de empresas). • [...] el intelectual no puede encerrarse en una torre de marfil y ser sólo escritor [...] (LP-11. H 3.a G. Escritor). • [...] los viajes y las cosas de Troya [...] (LI-11. H 3.a G. Prof. Univ. de Literatura, escritor y periodista). • [...] soñé que había muerto y que llegaba al infierno [...] (CR-3. M 1.a G. Licenciada en Administración Pública). • [...] San Pedro tiene unas llaves para abrirles la puerta del cielo (LI-13. M 3.a G. Etnomusicóloga).

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TOPÓNIMOS

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«(...) los nombres de lugar, excepto en casos muy concretos, no se han impuesto por voluntad de una persona y mediante una especie de ‘bautizo’ sino que proceden de la fijación progresiva de un nombre común que alude a una característica lo suficientemente llamativa como para que sirva de identificación a un espacio geográfico (...) en lugar de partir de un nombre común habría que hacerlo desde un concepto menos restrictivo (...) con la casi única excepción de algunos topónimos de colonización, lo que sí une a los nombres de lugar es la característica de que originariamente constituyan, más que un nombre común, una expresión funcionalmente equivalente a un sustantivo pero, en todo caso, perfectamente comprensible para el hablante y por tanto no vacía de significado. Quedan de esta forma incluidos no sólo aquéllos que proceden de un nombre común propiamente dicho...».

Veamos algunos ejemplos más de topónimos compuestos por un NP aislado: (137) [...] Yo he estado en Argentina, he estado en Perú, he estado en Bolivia y he estado en Brasil (SCH-5. H 2.a G. Médico). (138) [...] Charcas [...] (BA-5. H 2.a G. Médico). (139) [...] no puede ir a Coro porque se pierde [...] (CA-1. H 1.a G. Odontólogo). (140) [...] Misiones [...] (BA-14. M 3.a G. Administradora de su estancia). (141) [...] es un pueblecito actualmente casi desapareciendo: Mejillones [...] (SCH-10. M 2.a G. Prof. Univ. de Literatura). (142) [...] en Lima [...] (LI-3. M 1.a G. Sicóloga industrial).

Y también en unión sintagmática: (143) [...] Escribí mi primer verso en Asunción del Paraguay [...] (LP-11. H 3.a G. Escritor). (144) [...] Campo de Mayo, Campo de Castelasa [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (145) [...] en el Recinto de Río Piedras [...] (PR-1. H 1.a G. Doctor en Ciencias Sociales). (146) [...] la América del Sur [...] (PR-5. H 2.a G. Catedrático en la Facultad de Comercio). (147) [...] Ahí está el Alcázar de Toledo [...] (SCH-9. M 2.a G. Prof. de español en enseñanza secundaria). (148) [...] íbamos a la Flor de México [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato. Su marido era médico dentista). (149) [...] está frente a la Placita de Armas [...] (ME-13. M 3.a G. Obstetra). (150) [...] siempre buscaba los cerros de San José del Ávila [...] (CA-8. M 2.a G. Maestra).

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Un término toponímico, como una calle, por ejemplo, puede ser la motivación que alumbre el nombre de una institución. Así, en este sentido de habilitación funcional, traemos el ejemplo de una informante que explica que los colegios llevan el nombre de la misma calle donde se encuentran: (151) [...] Los colegios, San Cosme, por ejemplo han llevado, digamos, el nombre de la calle del lugar donde están [...] (ME-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Segunda Enseñanza. Su marido era contador público).

1.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS Los topónimos contabilizados alcanzaron los 1.122 casos, lo que supone un porcentaje del 30,21% sobre el total de los 3.713 ejemplos de NNPP que conforman la muestra escogida para nuestro estudio. El uso de los topónimos por parte de los hombres se cifra en 627 casos, lo que equivale al 55,88% del total de su tipología. Por su parte, las mujeres los emplearon 495 veces, alcanzando el 44,11% también en su tipología. Por generaciones, la que mayor número de aportaciones realiza es la 3.a de los hombres: 251 (40%). Por su parte, las mujeres de la 1.a G han sido quienes mayor número de topónimos emitieron: 185 (37%). En cuanto a las estructuras sintagmáticas que presentan los topónimos, las formas predominantes en el Macrocorpus, que presentamos ordenadas de mayor a menor frecuencia de uso, fueron las siguientes: 1. SUSTANTIVO: 636 aportaciones (56’68% sobre el total de la tipología): [...] Europa [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista).

2. ART+SUST: 144 casos (12’83% sobre el total de la tipología): [...] el Vaticano [...] (BO-14. M 3.a G. Licenciada en Bellas Artes).

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3. ART+SUST+ S. PREP: 98 aportaciones (8’73% sobre el total de la tipología): [...] el castillo de Puerto Cabello [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista).

4. SUST+ADJ: 78 ocasiones (6’95% sobre el total de la tipología): [...] Costa Rica [...] (BO-14. M 3.a G. Licenciada en Bellas Artes).

5. ADJ + SUST: 57 casos (5’08% sobre el total de la tipología): [...] Santa Clara [...] (BO-14. M 3.a G. Licenciada en Bellas Artes).

6. SUST + SUST: 38 ejemplos en el Macrocorpus (3,38% sobre el total de la tipología): [...] Puerto Príncipe [...] (CA-14. M 3.a G. Ama de casa).

7. ART + SUST + ADJ: 37 ejemplos (3’29% sobre el total de la tipología): [...] la Selva Lacandona [...] (ME-3. M 1.a G. Estudios: High School y Artes Plásticas).

8. SUST + SINTG. PREP.: 29 casos (2’58% sobre el total de la tipología): [...] Puente de Hierro [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista).

9. TÍTULO + SUST + SINTG. PREP.: 4 ejemplos (0’35% sobre el total de la tipología): [...] San José del Ávila [...] (CA-8. M 2.a G. Maestra).

10. ADJ. NUMERAL+ SUST.: 1 ejemplo (0’08% sobre el total de la tipología): [...] Dos Marías [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo).

1.3. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LOS TOPÓNIMOS El género de los NNPP de referentes inanimados, como son los topónimos, se determina

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«normalmente por el género del nombre apelativo que especifican. Así, los NNPP de ciudades, comarcas, aldeas, villas, etc., son ordinariamente femeninos, si bien influye, en muchos casos, la terminación: así, “Sevilla es necesariamente femenino, porque concurren el significado y la terminación” (Bello 1847: 165); otros nombres suscitan cierta ambigüedad, como Toledo, que unas veces atrae concordancia por la terminación y otras por su significado de ‘ciudad’ ({todo/toda} Toledo), pero sin duda está bastante generalizada la tendencia a asignar género femenino a este subtitpo de NNPP, como puede comprobarse por la desinencia de los determinantes (...) Los NNPP de accidentes geográficos tales como ríos, montes, lagos, mares, volcanes... son, salvo algunas excepciones (como los nombres de islas o archipiélagos: las Baleares, las Canarias...) masculinos, en relación con el género del nombre apelativo: el Ebro; los Pirineos; el Mediterráneo... (Alcina y Blecua 1975: 528)» (en Fernández L., 1999: 84).

En materia de género territorial, continuando con Ambadiang2, hay que recordar que «Los nombres que denotan territorios presentan un comportamiento bastante variado. Los que acaban en -a son generalmente femeninos (...), mientras que los demás son masculinos (...)». Las ínsulas «son del género femenino3».

De todos modos, no existe plena coincidencia en este sentido porque en lo que se refiere a los nombres de ciudades, villas o aldeas, el criterio puede variar de un autor a otro y la casuística también4. (152) [...] vivo aquí en Las Condes [...] (SCH-1. H 1.a G. Estudiante de Medicina). (153) [...] nos llevaba hasta el Catedral (una montaña) [...] (BA-3. M 1.a G. Prof. de Filosofía). (154) [...] En La Sabana, sí [...] (CR-4. M 1.a G. Graduada en Dibujo Arquitectónico. Estudiante de licenciatura en Artes con especialidad en Pintura).

El número en los topónimos. Los topónimos o NNPP de espacios físicos, accidentes geográficos, ríos, lagos, montes, países, ciudades, mares, volcanes, etc, también poseen formas en plural. Pero

2 3 4

Ibid. p. 4877. Ibid. p. 4877. Véase: Alcina y Blecua, Fernández Ramírez, Rosenblat, Bello, RAE.

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este plural, en el caso de agrupar a un conjunto significativo, por ejemplo, de accidentes geográficos como cordilleras y archipiélagos, adquiere la forma de pluralia tantum: los Andes, las Canarias. También algunas ciudades y países: Las Palmas de Gran Canaria, Buenos Aires. Para Andrés Bello (2004: 68), algunos NNPP carecen no ya de plural, sino de singular. Otros, en cambio, pueden enunciarse igualmente en ambos números: «Carecen de singular varios nombres propios de cordilleras, como los Alpes, los Andes; y de archipiélagos, como las Baleares, las Cíclades, las Azores, las Antillas. Se halla con todo en poetas castellanos el Alpe. Dícese el Pirineo y los Pirineos, la Alpujarra y las Alpujarras, el Algarbe y los Algarbes, Asturias es y las Asturias son, sin hacer diferencia en el significado. Sería prolijo enumerar todos los caprichos del uso en los plurales de los nombres geográficos».

Entre los ejemplos aportados por nuestros informantes, merecen destacarse en este sentido los siguientes: (155) [...] Dos Marías, los Pirineos [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (156) [...] Había muchas personas de las Antillas (...) de las Guayanas [...] (PR-2. H 1.a G. Profesor universitario de Arte y pintor). (157) [...] Las Cataratas del Niágara [...] (LI-1. H 1.a G. Administrador de empresas). (158) [...] las Islas del Caribe [...] (LP-11. H 3.a G. Escritor). (159) [...] me iba a las Termas de Panimávida [...] (SCH-13. M 3.a G. Nutricionista). (160) [...] los Alpes [...] (PR-3. M 1.a G. Prof. Univ. de Arte). (161) [...] he vivido en la urbanización Los Sauces [...] (LI-4. M 1.a G. Profesora de Literatura).

1.4. LA TOPONIMIA AUTÓCTONA AMERICANA Una lengua no está muerta si puedo emocionarme en ella. ¿Cómo perfeccionar obras artísticas ajenas? José Félix Exégesis

Como consecuencia de la conquista del continente americano, unido al posterior período colonial que sobrevino, a la toponimia

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autóctona americana se le suma la abundante incorporación de nombres hispánicos de lugares, villas, ciudades, etc. Se trata también de un hecho que refleja la influencia de los acontecimientos5 a la hora de establecer nuevas denominaciones territoriales. En la denominación toponímica, al igual que habíamos visto anteriormente que ocurría con la antroponómica, ha existido un determinismo que vino condicionado por la memoria de los conquistadores, los reyes, el catolicismo, etc. Pero en algunos topónimos de origen precolombino o hispánico no tenemos datos suficientes para una explicación cabal. Según E. Santana (1998: 37), son muchos los elementos que desconocemos acerca de algunos topónimos, independientemente del corpus y la lengua. «Cuanto más alejados están en el tiempo (los topónimos), más difícil podría ser encontrar una explicación razonable, puesto que el paso de los años, en muchos casos, ha ido deformando o transformando el topónimo, por razones variadas: etimologías populares, transcripciones equivocadas, fonética sintáctica, realizaciones arbitrarias, etc. (...) De lo que no cabe duda es de que cada nombre dado a un lugar obedece a alguna razón que, en gran parte, no sabemos, que no entendemos porque nos faltan datos, información etimológica o histórica; desconocemos la botánica, la zoología, la vulcanología, la litología, la geología, la mitología, etc., que seguramente han generado la mayor parte de los topónimos».

A pesar de la influencia española, aún perviven las voces indígenas no hispánicas y se va regulando su normalización. Los topónimos de origen precolombino están presentes en el recuerdo de nuestros informantes, quienes mezclan en sus conversaciones cotidianas la milenaria toponimia autóctona americana con el lenguaje más actual: (162) [...] metamos en conciencia a la gente, y a la que no quiera, casi en contra de mis conceptos ampliamente liberales, echarla para Araracuara porque no sirve, porque va contra las libertades de los demás [...] (BO-6. H 2.a G. Ingeniero). (163) [...] la línea Apaporis-Tabatinga era la línea que esos dos países le reconocían (frontera) [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado).

5

Estos acontecimientos ecónómicos, militares, culturales, religiosos explican los NNPP surgidos a partir de contextos interpretativos varios.

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(164) [...] He estado... en las diferentes partes del país, por ejemplo, Querecotillo (...) después Pijuayal [...] (LI-2. H 1.a G. Ingeniero industrial). (165) [...] estuvimos en Guanacaste [...] (CR-11. H 3.a G. Licenciado en Economía). (166) [...] Teotihuacán, ya sea la parte de Oaxaca, Mitla, Montealbán, o ya sea la parte maya del sureste: Chichén Itzá, Uxmal (...) en Yucatán hay preciosidades (...) Labná; Kabá y... bueno, Palenque está más bien en Tabasco [...] (ME-3. M 1.a G. Trabaja en una agencia de viajes. Estudios: High School y Artes Plásticas). (167) [...] no conozco más que Ica, después nada más pues Chincha Pisco (...) Huánuco, Tingo María... [...] (LI-3. M 1.a G. Sicóloga industrial). (168) [...] He viajado a... Arequipa (...) Después a Ica, Huancayo, Tarma; por el norte, Trujillo y Chiclayo [...] (LI-4. M 1.a G. Profesora de Literatura). (169) [...] En Puquio, en Ayacucho, en Yauyos [...] (LI-13. M 3.a G. Etnomusicóloga). (170) […] el Fuerte de Samaipata. Es, como su nombre lo indica, es un tipo de fortaleza en la cúspide de un cerro […] (LP-5. H 2.a G. Gerente de empresa).

La pervivencia de nombres de la cultura indígena, mezclada con la incorporación de nuevas voces de lenguas europeas, revelan el aluvión de procedencias en que se desenvuelven los hablantes de América y la fuerza con que se aferran a la memoria del ser humano las raíces de la tierra. En este sentido, José R. Morala, que ve más potencialidad en el topónimo que en cualquier otro nombre propio, nos dirá que (1986: 49): «(...) los nombres de lugar se aferran durante siglos a la parcela de terreno que identifican y son, en este sentido, verdaderos testigos del pasado. En la toponimia han quedado reflejados desde el aspecto externo del terreno hasta la idiosincracia particular de los pueblos y culturas que dieron nombre a un lugar (...) en el conjunto de los topónimos de una zona están presentes por tanto datos importantes, únicos en no pocas ocasiones, relativos al pasado histórico de ese espacio geográfico».

Los topónimos de la cultura precolombina, por su antigüedad, entran en las explicaciones ofrecidas por el anterior autor (1986: 49): «los topónimos más importantes, por la información que pueden aportar (...) justo aquellos que suelen ser también los menos transparentes para el investigador y, por ende, los que pueden plantear una mayor dificultad en

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su interpretación. Desde este punto de vista, podemos considerar un corpus toponímico dado como una enorme fuente de información (...) una inagotable base de datos (...)».

El Macrocorpus ofrece también ejemplos del uso de topónimos de varias procedencias dentro de la misma oración: (171) [...] desde San Martín hasta Cumming y desde Alameda hasta Mapocho [...] (SCH-11. H 3.a G. Constructor civil). (172) [...] tomé la avenida Wilson y acabé en la Recoleta [...] (LI-5. H 2.a G. Profesor universitario de Historia). (173) [...] está cerca de la Kentucky de San Pedro [...] (CR-11. H 3.a G. Licenciado en Economía). (174) [...] Puerto Montt... [...] (SCH-5. H 2.a G. Médico).

Y, por lo general, los términos precolombinos pueden traducirse en la predicación correspondiente en español: (175) [...] Yo te tengo que llevar a Teotihuacán. Hace poco han descubierto un nuevo palacio que se llama... ¿cómo?... Papaloquetzal: el templo de las mariposas [...] (ME-3. M 1.a G. Trabaja en una agencia de viajes. Estudios: High School y Artes Plásticas).

La incorporación del término precolombino en la conversación mantenida por el informante en español, corrobora las indicaciones del académico Valentín García Yebra sobre unas recomendaciones de Luis Vives, recogidas por Juan Crespo (1996:188), en torno a la traducción de los nombres propios: «Pasarlos íntegros de una lengua a otra y acomodarlos un poco al genio de la lengua respectiva (...)».

Incluso aquellos que tienen una forma española se explican en cuanto su motivación original con mucha claridad por los informantes, captando el sentido metafórico del topónimo: (176) [...] El río Toro Amarillo es un río de gran caudal... es una masa de agua café clara, amarillenta; por eso tiene ese nombre y los rápidos, la fuerza de la corriente es tal que seguro por eso le pusieron Toro. Por un lado, la fuerza de la corriente y, por otro, el color amarillo que es el que le da el nombre a este río [...] (CR-5. H 2.a G. Prof. Univ. de Ingeniería Eléctrica).

El topónimo descriptivo que veíamos en el ejemplo anterior, constituye una verdadera identificación y singularización de un ac-

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cidente geográfico a través de sus características más apreciables, confirma que los topónimos son signos lingüísticos motivados, que aportan información relevante. Esta información a la que hacemos referencia, versa principalmente, como podemos observar en el ejemplo n.° 176, sobre los aspectos que atañen a la configuración geomorfológica del terreno que es descrito por el topónimo. No cabe duda de que llamar a un río Toro Amarillo indica claramente que los nombres geográficos no tienen siempre una designación arbitraria, sino que en muchos casos, como éste, se constituyen por palabras evocadoras que son portadoras de imágenes. Estos topónimos ayudan a entender el lugar que se habita por el conocimiento de las peculiaridades geográficas del espacio que se nombra. Para otros ejemplos que no estén tan claros como el n.° 176, conviene tener en cuenta la importante precisión que hace José R. Morala (1992: 1, 3), cuando nos recuerda que «todo topónimo fue en sus orígenes un nombre común y, por consiguiente, aunque sincrónicamente hoy sólo sea una secuencia de sonidos cuya única función es la de identificar una parte del espacio geográfico, desde una perspectiva diacrónica tiene también un significado que, en sus orígenes, estaría perfectamente claro para los hablantes que comenzaron a usarlo [...] sólo la evolución histórica de la lengua o el cambio de las características del terreno así denominado, pueden hacer que esa relación entre significante y significado se rompa, dando paso a una situación en la que el topónimo se convierte en una mera etiqueta identificadora pero carente de cualquier significado propio».

Para E. Santana (1998: 32, 33) la cita anterior apela al sentido común y confirma que el NP no está sujeto al capricho: «el topónimo responde a una motivación, no se impone de forma arbitraria, aun en las situaciones más exentas de elementos caracterizadores, como pueden ser aquellos calcos que tanto se repiten en los nombres de pueblos y ciudades donde sus fundadores marcaron su presencia con topónimos que en su momento justificaban su denominación, tan arbitraria como cualquier otro elemento de la lengua (...) En definitiva, debemos aceptar que, aunque en este momento un topónimo cualquiera carezca de significado para nosotros, en su gestación sí lo ha tenido, ha sido producto de una motivación que la le ha dado vida. Considerar esta aseveración es fundamental puesto que nos llevará no solamente al análisis externo o formal del topónimo, es decir, a su significante, sino también a su contenido, a su significado. Este camino nos conducirá al paso que media entre el valor apelativo hasta llegar a convertirse en un elemento cuya única función es la de identificar y no la de significar».

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En la toponimia precolombina se aprecia esto anterior. Así, de un espacio se menciona en su descripción cómo es el ambiente que lo rodea (Papaloapan: lugar donde hay mariposas), la fauna predominante (Coyoacan: lugar donde hay coyotes), etc. En este sentido descriptivo del territorio, se enclavan las palabras de Joan Tort Donada (2000: 13) cuando sugiere que «tiene una significación particular el grupo de nombres relacionados con el aspecto físico del territorio; es decir, los topónimos que, etimológicamente, aluden de un modo u otro a la fisonomía más visible del lugar en cuestión». (177) [...] Vivíamos en el callejón del Coyote, número dos y medio [...] (ME-13. M 3.a G. Obstetra).

Y el semantista Lyons (1980: 10) concluye que «(...) hay ocasiones en que resulta apropiado traducir nombres propios y otras en que no».

Junto con el nombre que se elija, la secuencia predicativa de la alegoría, por ejemplo, ayuda a la exhaustiva descripción del entorno geográfico, lo que testimonia la invención literaria6. Además de estos aspectos, relativos a la descripción física del terreno que condensa la grafía del topónimo, se encuentra la influencia de los hechos históricos, que determinan qué nombres han de llevar los espacios: Avenida de la Paz, Calle Pablo Neruda, etc. 6

Es posible afrontar la enumeración de las características de un terreno sin haberlo tan siquiera visto, sólo recurriendo al canon retórico. Veamoslo mejor en las palabras de Luisa López Grigera (1994:27), quien establece dicha comparación entre la Égloga tercera de Garcilaso, composición poética donde se describe un paisaje según el canon retórico del que se ha transcrito un fragmento: «(...) si la obra ha sido producida desde un canon retórico, resulta coherente que Sarmiento describiera la Pampa sin haberla visto antes: no hacía falta haber visto las cosas ni los sitios para describirlos, puesto que el arte no copiaba a la naturaleza, sino que la imitaba (...) algunos modelos de descripciones de paisajes, que proceden de un ‘Cathalogo de las cosas que màs comunmente describen los que predican’ (...): ‘Un río. Se descrive del nascimiento, de la corriente, de la anchura de la tabla; del color del agua, de la delgadeza, de la frescura de las alamedas que tiene a las orillas, de las ciudades por do pasa, de las puentes; de los campos y bosques y sembrados que riega y de las guertas; de las arenas de oro; de la variedad de peces; de aves que andan en sus arboledas y música que hacen; de su hondura, de las aceñas, batanes, molinos; y de la ciudad donde está más cercano (...) Se pueden comparar un grupo de textos descriptivos de nuestro siglos XVI con estas fórmulas».

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Legado histórico y cultural de los antepasados para conocimiento inmarcesible de las futuras generaciones. Todas estas características señaladas, también obligan a replantearse la validez de los dogmas que han caído sobre los NNPP acerca de que no significan. Que sólo designan, que sólo son capaces de identificar a los objetos que nombran. Una de estas condenas que han caído sobre el NP procede desde el corazón del positivismo. Es la que hace J. S. Mill y recoge el gran especialista en NNPP, Maximiano Trapero (1996: 338), para denunciar cómo injustamente se le niega la capacidad connotativa a los NNPP: «los nombres propios no son connotativos, sino simplemente denotativos, que no implican ningún atributo, que no sirven para señalar aquello de lo que se habla, pero sin decir nada sobre ello».

Por otra parte, Consuelo García Gallarín (1990: 220) nos recuerda que José Portolés ha destacado el vitalismo que esta corriente filosófica le atribuía a la lengua: «Los seguidores del positivismo decimonónico entendieron que el sistema denominativo de seres únicos es como un organismo viviente (José Portolés, 1986), que puede desarrollarse, reducirse o transformarse en virtud de la capacidad de sus unidades designativas para identificar; estas unidades pueden ser nombres propios o sintagmas denominativos constituidos por identificadores, nombres propios y, si es preciso, por otros adyacentes».

Por el alto nivel de información que contienen, es recomendable observar el comportamiento lexicogenésico de los NNPP a través de una de las dos subclases que hemos considerado en este trabajo, siguiendo la clasificación de Noëlle Gary-Prieur, como ‘prototípicas’, esto es topónimos y antropónimos. El estudio sistemático de los primeros, esto es, los topónimos, ayuda a comprender la influencia y pervivencia de las lenguas vernáculas en el español de América en general. También a comprender la visión del mundo del indígena7. 7 «(...) en el Centro-Sur de Chile, la influencia del mapuche en la toponimia es manifiesta. Esta zona —La Araucanía— constituyó durante siglos la frontera entre el mundo hispánico y el mapuche o araucano en el Chile colonial. Alonso de Ercilla y Zúñiga inmortalizó tal situación en el famoso poema épico “La Araucana”». Urrutia Cárdenas, Hernán (2006), “La creación léxica: variación y normalización en un corpus periodístico chileno”», en Fernando Vilches Vivancos (coord.), Creación neológica y nuevas tecnologías, Madrid, Dykinson.

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1.5. TOPÓNIMOS ORIGINARIOS DE OTRAS LENGUAS Los informantes refieren en su conversación los lugares que han visitado o incluso de donde proceden sus ancestros. Pero también, debido a los grandes movimientos migratorios, otros nombres extranjeros forman parte de la toponimia local. Muchos topónimos de origen extranjero, por su frecuencia y dominio de uso, forman parte del acervo cultural y vital de los hablantes. Presentamos algunos ejemplos ordenados por su procedencia: Del inglés8: (178) [...] pasé varios meses largos en Harvard [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado). (179) [...] Atlantic City [...] (BA-5. H 2.a G. Médico). (180) [...]Birmingham [...] (CA-4. M 1.a G. Oficinista. Estudiante de Letras). (181) [...] está en el Trafalgar Square [...] (SCH-9. M 2.a G. Prof. de español en enseñanza secundaria). (182) [...] New York [...] (BA-8. M 2.a G. Ejecutiva en una agencia de publicidad).

Del francés: (183) [...] ¿Mont-d’Or? (...) ¿Clermont-Ferrand ya es Auvernia [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (184) [...] recorrimos Lourdes, Ars, Palais de Monial, Lyon [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato). (185) [...] a Nueva Orleans, a Tulane [...] (ME-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Segunda Enseñanza. Su marido era contador público). (186) [...] No pudo porque tenía nieve el Mont Blanc, subió otro que era Mount Rose [...] (PR-3. M 1.a G. Profesora universitaria de Arte).

8

Observese que para el Uso de mayúsculas en palabras o frases enteras (Diccionario panhispánico, 2005: 442-447), hay que considerar lo siguiente: «Los nombres de vías y espacios urbanos. Al igual que en el caso de los nombres geográficos, sólo el nombre propio debe ir escrito con mayúscula, y no los nombres comunes genéricos que acompañan a éste, como calle, plaza, avenida, paseo, etc., que deben escribirse con minúscula: calle (de) Alcalá, calle Mayor, plaza de España, avenida de la Ilustración, paseo de Recoletos. Sin embargo, se escribirán en mayúscula los nombres genéricos de vías o espacios urbanos procendentes del inglés: Oxford Street, Quinta Avenida, Central Park, como es usual en esa lengua».

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Del portugués: (187) [...] He estado en São Paulo [...] (LP-5. H 2.a G. Gerente de empresa). (188) [...] Río Grande do Sul, es en el Brasil [...] (LI-11. H 3.a G. Prof. Univ. de Literatura, escritor y periodista). (189) [...] Belo Horizonte que es una ciudad moderna (…) Santarem [...] (LI-6. H 2.a G. Abogado).

Del alemán: (190) [...] es el Baden-Baden en Alemania [...] (LP-8. M 2.a G. Anticuaria. Estudios: licenciatura en Historia). (191) [...] Fráncfort [...] (LI-6. H 2.a G. Abogado). (192) [...] Frankfurt [...] (SCH-9. M 2.a G. Profesora de español en enseñanza secundaria).

Del italiano: (193) [...] ir al Duomo [...] (PR-3. M 1.a G. Prof. Univ. de Arte).

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2 ANTROPÓNIMOS Y TEÓNIMOS Y, hecho de consonantes y vocales, habrá un terrible Nombre que la esencia cifre de Dios y que la Omnipotencia guarde en letras y sílabas cabales. El Golem, J. L. Borges Paco «el bala» tenía fijo el puesto entre los perdedores del colegio y quiso demostrarnos sus cojones; golpeó con un martillo el proyectil que, mientras lo dejaba manco y tuerto, hizo el favor de darle un nombre propio. La niñez ilustrada, J. L. González Vera

2.1. CARACTERÍSTICAS El antropónimo, o «nombre propio de persona» (DRAE 1992: 157) es una de las subdivisiones de NNPP que mayor interés ha reclamado por parte de los gramáticos, por lo que se trata de una de las más estudiadas. El antropónimo constituye un fenómeno complejo de la teoría de los NNPP, debido al poder descriptivo y referencial que se les atribuye. Fernández Leborans (1999: 81) recoge esta categoría del

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antropónimo en su consideración de subclase heterogénea en sí misma, ya que se constituye por otras subclases como son: «Los ‘nombres de pila’, los ‘sobrenombres’, ‘apodos’, ‘apellidos’, ‘patronímicos’, ‘hipocorísticos’, y ‘pseudónimos’, ‘zoónimos’1. Los NNPP en general, y los antropónimos en particular, están dotados de contenido descriptivo o intensional muy rico. (194) [...] (...) grandes héroes, como —de aquella raza— como Cuauhtémoc, seguramente el prototipo del héroe mundial [...] (ME-12. H 3.a G. Estudios: Comercio, Historia y Filosofía).

Desde el punto de vista semántico, en la lengua natural no parece ocurrir lo mismo que habíamos visto (cfr. epígrafe 2.5.) para el caso de la Literatura: el personaje inventado puede poseer las características (físicas, morales, circunstanciales) anunciadas en el nombre con que lo bautiza su creador. En opinión de Maximiano Trapero (1996: 347): «La arbitrariedad semántica se pone de manifiesto en su estado más puro en los antropónimos. Fuera de los mínimos ejemplos típicos (y tópicos) que siempre se citan de motivación semántica en los nombres de algunas personas (Carlos ‘viril’, César ‘caudillo’, Ramón ‘consejo’, Homero ‘ciego’, Cicerón ‘verruga’, etc.), cuya caracterización semántica sólo es posible detectar al pasar y traducirse de una lengua a otra, y que, en todo caso, sólo puede ser de aplicación a la primera persona que lo lleva, no a las posteriores, un antropónimo es totalmente arbitrario y caprichoso».

En materia de traducción de NNPP, Emilio Lorenzo (1998: 3) recuerda las posibilidad de traducción que tiene el nombre del Platero de Juan Ramón: «Prueba de la peculiaridad (de la lengua) española es el abandono de todo intento de traducción cuando en la versión inglesa de “Platero y yo” el tra1

Aunque los nombres propios de animales no constituyen una categoría de los antropónimos, incluimos algunos ejemplos que hemos detectado en el macrocorpus: • [...] el año pasado se trajo un caballo, Inmortality, de Inglaterra que costó cuarenta y dos mil libras esterlinas (...) El famoso Yatasto, toda una serie de caballos y también de yeguas, terminan en Estados Unidos como padre [...] (BA-7. Hombre, 2.a G. Contador público nacional). • [...] el Heresford, el Shorthorn, el Aberdeen Angus y el... Shorthorn, Heresford, Aberdeen Angus, bueno, esas son las tres razas inglesas (...) De Canadá se trae la Hostein Frishen que aquí hace el Holando, holando argentino le llaman [...] (BA-7. Hombre, 2.a G. Contador público nacional).

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ductor opta por dejar en español las variantes del nombre usadas por Juan Ramón: ‘Platero’, ‘Platerón’, ‘Platerillo’, ‘Platerete’, ‘Platerucho’. El alemán aprovecha sus dos sufijos disponibles (‘chen’ y ‘lein’, otros como ‘li’ son dialectales) y ofrece ‘Platerochen’, ‘Platerolein’; el francés juega con la adjetivación antepuesta y la reduplicación: ‘Mon gros Platero’, ‘Mon petit Platero’, ‘Mon tout petit Platero’. Sólo el italiano ofrece las cinco equivalencias aceptables del español: ‘Platero’, ‘Platerone’, ‘Platerino’, ‘Plateretto’, ‘Plateruccio’».

Los NNPP de los dioses, o teónimos, son considerados por algunos autores (Leborans, 1999: 95) como NNPP «vacuos, no denotativos, esto es, los nombres sin referente real». Veamos algunos de estos teónimos encontrados en el macrocorpus del español de América: (195) [...] La religión le llama Dios, el Creador. Los no deístas, los que no creen en un dios, le llaman la naturaleza. Otras religiones, los musulmanes, le llaman Alá. La religión cristiana le llama Dios, el Creador; los musulmanes, Alá (...) La antigua filosofía esotérica le llama el Absoluto, el Gran Todo, el Infinito (...) Pero, llámesele... —el nombre es lo que menos importa— llámesele Dios, la Naturaleza, Alá, el Absoluto, el Gran Todo, el Infinito, desde luego como lo proclama la antigua filosofía oriental [...] (ME-12. H 3.a G. Estudios: Comercio, Historia y Filosofía).

Muchos de los teónimos han devenido, por metábasis, en topónimos: (196) [...] un viaje para que yo vaya a Apolo [...] (LP-8. M 2.a G. Anticuaria. Estudios: licenciatura en Historia). (197) [...] Trinidad [...] (LI-6. H 2.a G. Abogado). (198) [...] en Salvador, todo el mundo anda, fuera de la ciudad, con un machete al cinto [...] (LI-6. H 2.a G. Abogado).

Dentro de esta tipología de NNPP correspondiente a los antropónimos y teónimos, también pueden incluirse algunas aportaciones de los informantes con términos precolombinos: (199) [...] Tengo ahora en mi casa, viviendo conmigo, un indio de la finca que apellida Katari Balli. Es un hombre completamente puro, ¿no?, campesino, indígena, indígena. Muy orgulloso de sus cosas. Él lee Tupac Katari, lee todos los libros... lee y escribe perfectamente bien, ha ido al colegio, pero nunca se ha separado de nosotros, ¿no?, y su lengua es el aimara y con dificultad habla español [...] (LP-8. M 2.a G. Anticuaria. Estudios: licenciatura en Historia).

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La subclase de NNPP denominada Antropónimos y Teónimos se descompone a su vez en las subclases siguientes: nombres de pila, sobrenombres, apellidos e hipocorísticos. 2.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS En nuestra muestra de estudio hay 651 casos registrados de antropónimos y teónimos, que equivalen al 17,53% del total de los 3.713 NNPP que conforman nuestra muestra de estudio. Los hombres se destacan en el uso de los antropónimos con 379 aportaciones, que se corresponden con un porcentaje de uso del 58,21% con respecto al total de esta tipología. Por su parte, las mujeres emplearon estos NNPP en 272 ocasiones, lo que indica un uso del 41,78 %, referido también al corpus de antropónimos y teónimos. Por generaciones, los que más usan esta categoría de NNPP son los hombres de la 3.a con 218 casos (57%). Les siguen las mujeres de la 2.a G. con 105 ejemplos aportados (39%). Anexo III, gráficas 1, 2, 3, 4 y 5. En cuanto a las estructuras sintagmáticas de antropónimos y teónimos, las que predominan en el Macrocorpus, ordenadas de mayor a menor frecuencia de aparición, son las siguientes: 1. SUSTANTIVO: 363 casos (55,76% sobre el total de la tipología): [...] Adán [...] (CA-5. H 2.a G. Abogado).

2. SUST. + SUST.: 197 casos (30,26% sobre el total de la tipología): [...] Juan Vicente [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista).

3. SUST. + SUST. + SUST.: 38 casos (5,83% sobre el total de la tipología): [...] Jacinto Fombona Pachano [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista).

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4. SUST. + SINTG. PREP.: 33 ejemplos (5,06% sobre el total de la tipología): [...] María de la Luz [...] (SCH-5. H 2.a G. Médico).

5. ART. + SUST.: 17 ejemplos (2,61% sobre el total de la tipología): [...] la Soledad es una buena alumna [...] (SCH-5. H 2.a G. Médico).

6. SUST. + ART. + ADJ. / SUSTANTIV.: 3 casos (0,46% sobre el total de la tipología): [...] Federico el Grande [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo).

2.3. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LOS ANTROPÓNIMOS Y TEÓNIMOS En referencia a los morfemas de género gramatical en los NNPP de persona, muchos correspondientes a personas del género femenino, se forman a partir de su correlato masculino: Pepe/ Pepa; Manuel/ Manuela; Paco/Paca. Otros se presentan morfológicamente invariables en ambos géneros, como por ejemplo: Doña Rosario/ Don Rosario (cfr. Alcina y Blecua, 1975: 527). En el caso de los antropónimos es indudable que el género depende del sexo de sus referentes, lo que se manifiesta morfológicamente en la mayoría de las ocasiones en la estructura del antropónimo, o cuando hay homomorfia, en la diferencia morfológica de sus adyacentes, por ejemplo Felipe/Felipa, don Rosario/doña Rosario, el López/la López, etc. (cfr. Ambadiang, 1999: 4876, 4877). 2.3.1. El número en el antropónimo Cuando un antropónimo sufre un accidente de número, su significación sufre cambios. Andrés Bello (2004: 67) establece una analogía a este respecto entre antropónimos y topónimos y otros NNPP de variada tipología:

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«(...) los nombres propios de regiones, reinos, provincias, toman plural, cuando de significar el todo pasan a significar sus partes: así decimos las Américas, las Españas, las Andalucías. Y lo mismo sucede con los nombres propios de personas cuando, alterada su significación, se hacen verdaderamente apelativos, como los Homeros, los Virgilios, las Mesalinas, por las princesas disolutas, las Venus, por las estatuas de Venus, dos o tres Murillos por dos o tres cuadros de Murillo; los Césares por los empereadores; las Beatrices por las mujeres que tienen el nombre de Beatriz. Apenas hay cosa que no pueda imaginarse multiplicada, y por consiguiente, apenas hay sustantivo que no admita en ciertos casos plural, cuando no sea más que para expresar nuestras imaginaciones».

Para T. Ambadiang (1999: 4895) los nombres propios se prestan, con efectos diversos, al proceso de pluralización. En lo que se refiere a la moción de plural, puede adjuntarse al propio nombre sobre todo cuando este tiene un uso genérico (los Borbones, los Cervantes, los Quinteros) o aparecer sólo en el artículo, generalmente, cuando el nombre designa a una familia (los García, los Quintero). En la cuestión del número, y específicamente para las diferentes clases de antropónimos, hay que recordar que el morfema de plural se realiza para los NNPP mediante los alomorfos -s o -es cuando se trata de nombres de pila (las Marías, las Soles). Pero en el caso de los patronímicos o apellidos, se da la tendencia en el uso a dejar invariable el sustantivo y marcar el plural sólo en el artículo (los López, los Muñoz, los Carmona). En el caso de los terminados en -ez no admiten nunca el plural morfológico, pero los que acaban en otras terminaciones podrían tenerlos (los Carmonas, los Garcías, los Abellanes). En referencia al comportamiento de los nombres de pila con respecto a los apellidos, T. Ambadiang (1999: 4895), matiza que «Con las salvedades relativas a la diferenciación sexual y a su pluralización en general, los nombres de pila presentan un comportamiento similar al de los apellidos, igual que los motes (cf. los Antonios, los Albertos, los Guardejas)».

En su observación, también considera las diferencias procedentes de la fonología propia de estos nombres, así: «Otras diferencias parecen depender de la configuración fonológica de los nombres. Así, por ejemplo, no varían los nombres que terminan en -s o -n tras vocal acentuada (los Sanchís, los Gallardón, pero *los Borbón), ni los acabados en -z o -s —con acentuación prefinal en el caso de los polisílabos—

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(cf. los Gómez, los Sainz, los Sanz, etc.), en contraste con los de acentuación final que, según la RAE (1973: 189, nota 23), pueden tomar -es en el plural (cf. los Ortiz (/ces), los Orgaz (/ces), etc.)» (en T. Ambadiang, 1999: 4895).

Con los NNPP procedentes de otras lenguas sucede una cosa parecida, esto es, que su forma en plural aceptará mejor la adición de los sufijos gramaticales con que se forma el plural, según el grado de incorporación del término extranjero a la lengua que lo acepta. Así, su pluralización dependerá del grado de adaptación, popularidad, asimilación que tengan en la lengua que lo acepta, para lo que es fundamental que las terminaciones de NP extranjeros sean asimilables a las españolas. Estas apreciaciones válidas para los antropónimos extranjeros «se extienden también a aquellos casos en que los apellidos se recategorizan en nombres comunes (cf. los dos murillos, tres velázquez, varios goyas y dos óscars 2». Los nombres españoles son distintos a los de otros idiomas y ramas lingüísticas. Esta distinción, que afectará lógicamente también a los accidentes del nombre, alcanza a varios niveles de la lengua, como explica Ángel López (1985: 38): «Realmente el nombre propio español difiere del de los idiomas de su entorno tipológico —y no digamos del de otras ramas lingüísticas— en distintos aspectos que afectan, además, a niveles muy variados: unas veces, se tratará de comportamientos morfofonológicos específicos (o no), según se evidencia al comparar español los Pérez (no los Péreces, como los peces) con inglés the Browns (nota 3: Según ha observado E. Coseriu, “El plural de los nombres propios”, en Teoría del lenguaje y lingüística general, Gredos, Madrid, 1967, pág. 272); otras, de posibilidades distribucionales diferentes que enfrentan la construcción española Carlos II (=Carlos segundo) a la alemana Karl II (Karl der zweite) (...)».

Para formar el plural, los NNPP aceptan los alomorfos -s o -es cuando son nombres de pila, pero cuando se trata de apellidos o patronímicos, se tiende a dejar el nombre invariable y el plural se efectúa únicamente con el número del artículo: (200) [...] los Vivaldi son parientes de los Picasso [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (201) [...] estuvieron los Coderon, el matrimonio Coderon [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo).

2

T. Ambadiang, op. cit.

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(202) [...] creo que son dos o tres los Goytisolo [...] (LP-11. H 3.a G. Escritor). (203) [...] otro par de hermanos, unos muchachos Millán [...] (ME-1. H 1.a G. Contador público).

2.4. SUBCLASES DE ANTROPONIMOS ¿No tengo pues Un abuelo mandinga, congo, dahomeyano? ¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decídmelo! ¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable? ¿Cómo decís Andrés en congo? ¿Cómo habéis dicho siempre Francisco en dahomeyano? En mandinga, ¿cómo se dice Amable? El apellido, elegía familiar, Nicolás Guillén

El antropónimo, o nombre de persona, se compone a su vez de cuatro subclases, que son los nombres de pila, los apellidos, los sobrenombres y los hipocorísticos. Cuatro eran también las clases de NNPP para las personas que distinguía el latín clásico, y que nos recuerda Maximiano Trapero (1996: 350): «el praenomem (Publio), que era el verdadero nombre ‘propio’ de cada persona, el equivalente a nuestro ‘nombre de pila’; el nomen (Cornelio), que venía a equivaler a nuestro actual apellido; el cognomen (Escipión), equivalente a lo que hoy entendemos por ‘mote’ familiar; y el agnomen (El Africano), o mote individual. Cada uno de ellos poseía un grado distinto de motivación, lo que indica que el origen del nombre propio de personas ni es totalmente arbitrario ni es tampoco totalmente motivado, sino que está vinculado al hecho de parentesco. Nuestro sistema designativo para las personas es mucho más simple que el latino, pero de él deriva básicamente».

2.4.1. Nombres de pila Es el que se impone a todos los bautizados sobre la pila bautismal. Así lo explica María Moliner3 (1987: 517 y 519): 3

María Moliner, op. cit. p. 512.

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«Como es el que se impone al bautizar, suele llamarse ‘nombre de pila’. En España es frecuente poner el de los padres o alguna persona de la familia, o el del padrino o madrina del bautizo; también el de los santos del día del nacimiento, o de la festividad celebrada en él (...) Muchas veces, se imponen varios nombres, cada uno por un motivo, aunque en la vida corriente se emplee sólo uno (...) El nombre de pila es el que se aplica a una persona para distinguirla dentro de su propia familia, al cual se adjuntan los apellidos para formar el nombre completo».

La decisión de decantarse por un nombre u otro a la hora de bautizar a la persona, se trata, en opinión de Maximiano Trapero (1996: 347), de una elección que resulta: «de un manojo de posibilidades elegidas al azar: la eufonía del significante, el santoral, la saga familiar, la moda... (...)».

Desde una perspectiva esencialmente pragmática, se ha atribuido a los antropónimos una función no semántica, sino precisamente causal, perteneciente a la mecánica de la comunicación de los pensamientos, no a las estructuras lingüísticas que articulan el contenido de los pensamientos (Castañeda, 1985): «Un nombre propio, en la concepción de Kripke, se establece mediante un primer acto de denominación —la llamada ‘ceremonia del bautismo inicial’— por el que el NP se asigna a un individuo, nombrado por ‘ostensión’; la referencia del nombre puede fijarse mediante una descripción. Cualquier utilización posterior de tal NP remite de un modo u otro a esta primera función denominadora (...) aunque a la teoría causal se le ha reconocido, entre otros, el mérito de presentar una explicación social de la relación de referencia, han sido discutidos los mecanismos relativos al ‘bautismo inicial’ —por falta de aplicación general— y a la cadena causal —por el posible cambio de referencia—, y, en cualquier caso, la teoría no explica satisfactoriamente la condición semántica de los NNPP».

Si atendemos a su régimen de construcción sintagmática, el nombre propio de persona o antropónimo puede tratarse de un nombre simple: (204) [...] el día dos es santo de mi hermana Pilar, el seis de mi hermana Ana, el diez de mi hermano Miguel (...) y el diecisiete de mi hermano Jorge [...] (LI-1. H 1.a G. Administrador de empresas). (205) [...] Lorenzo, Blanca, Manuela, Susana, Máximo, Ernesto [...] (BA1. H 1.a G. Contador público). (206) [...] Mariano, Pedro, Carlota y Eduardo [...] (BO-6. H 2.a G. Ingeniero).

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(207) [...] Antonio, Mercedes, Laura, Juliá, José [...] (PR-14. M 3.a G. Maestra). (208) [...] Ah, pero está Raquel [...] (ME-3. M 1.a G. Trabaja en una agencia de viajes. Estudios: High School y Artes Plásticas). (209) [...] Colla era el seudónimo que yo había puesto [...] (LP-13. M 3.a G. Escritora. Estudios: licenciatura en Filosofía y Letras).

O compuesto: (210) [...] Luis Antonio [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión; profesor universitario. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). (211) [...] hablé con Luis Fernando [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía). (212) [...] José Santiago, Antonio José, Lorenzo María [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado). (213) [...] Miguel Ángel [...] (SCH-9. M 2.a G. Profesora de español en enseñanza secundaria). (214) [...] María Elena [...] (SCH-10. M 2.a G. Profesora universitaria de Literatura). (215) [...] Rubén Darío, María Ángela [...] (BO-8. M 2.a G. Licenciada en Filosofía y Letras).

El acto de nombrar parece que no está del todo abandonado a la arbitrariedad, porque quien nombra no solamente identifica al nombrado, sino también a sí mismo. Quiere comunicarnos su particular visión y designación del mundo; la influencia que tiene sobre él el período temporal que le ha tocado vivir. En este sentido, los antropónimos aportan información de las circunstancias políticas, religiosas, sociales que acontecen en el espacio temporal de las personas, así como el credo y la ideología política de sus padres, etc. Puede concluirse que el antropónimo esta determinado por el período temporal en que tiene lugar el acto de nombrar. Así, en España aumentó el número de niñas bautizadas como Leonor después de que los Príncipes de Asturias decidieran bautizar con ese nombre a su primera hija. También pueden influir los personajes protagonistas de obras de creación, como el astuto Ulises; de la tradición bíblica, Abraham; pero fundamentalmente de la política revolucionaria: Ernesto (por el Che); contraculturales: Bertoldo (por Bertold Brecht); sintéticos de la tradición marxista y la cristiana: Lenin de la Caridad. También hay curiosas estructuras sintagmáticas, como el antropónimo «Santoral al dorso», «Anivdelarev», etc.

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El primero refleja la influencia que tuvo el santoral católico y la cristianización del Nuevo Mundo; el segundo, su rechazo. La doctrina católica impone los nombres del martiriologio a los indígenas del Nuevo Mundo mediante los almanaques que tenían escritos todo el santoral, o toda la letanía, en afortunada expresión de Francisco de Quevedo4. En el reverso, el almanaque sólo tenía la fecha y un rótulo con la indicación: «Santoral al dorso». El caso de ‘Anivdelarev’, es muy similar al primero. El incidente onomástico lo recoge Amando de Miguel5 en su columna periodística: «(...) leí en el periódico que había un individuo llamado Anivdelarev. El niño nació el 20 de noviembre y su padre pensó que lo que ponía debajo de ese día en el calendario era el nombre del santo del día. En realidad era ‘Aniv. de la Rev.’, por Aniversario de la Revolución».

Las siglas también han podido motivar algún bautismo, como es el caso del nombre Pursia, procedente del PURS, siglas del Partido Unido de la Revolución Socialista. Muchos de estos nombres que obedecen a fenómenos sociológicos son recogidos por el catedrático de Sociología Amando de Miguel, en su columna periodística de la publicación electrónica Libertad digital 6, donde este estudioso del nombre propio en su dimensión sociológica se hace eco de algunos de estos nombres: «Viviendo en México conocí personalmente a Dostoievski, Freud y Lenin. Lo curioso es que los tres eran hermanos, de apellido Posadas, hijos de un cronista de boxeo. En el mismo país también conocí a Martí (por José Martí, el héroe cubano) y a sus hermanas Lenia (el femenino de Lenin) (...)».

En cualquier caso, apunta M. Trapero (1995: 27-29): «(...) es una ingenuidad creer que el nombre de cada cual es así porque el hombre (o mujer) que lo lleva posee las cualidades que se atribuyen al nombre».

4

Francisco de Quevedo (1982), Vida del Buscón, Madrid, Alianza. Amando de Miguel, Nombres raros y curiosos (06-06-06), en: http://www. libertaddigital.com/./opiniones/opi_desa_32274.html. 6 Amando de Miguel, op. cit. 5

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2.4.2. Apellidos El DRAE los define en su primera acepción como «Nombre de familia con que se distinguen las personas; p. ej., Fernández, Guzmán». El apellido cumple la función de complemento del nombre de pila, para identificar sin lugar a confusiones al individuo, ya que por medio de apellidos se le ubica dentro de una familia. El Patronímico es, según María Moliner (1987: 519): «El derivado del nombre del padre que usaban los hijos como nombre de familia añadido a su propio nombre de pila. En España tienen este origen los apellidos acabados en ‘-ez’: Pérez, hijo de Pero o Pedro; González, hijo de Gonzalo...».

Con respecto a la implantación histórica que han tenido los apellidos, recordemos nuevamente las palabras de Maximiano Trapero (1996: 351), quien los considera complementarios del nombre, vincula su origen con el desarrollo del ordenamiento jurídico y los relaciona con los apodos o sobrenombres: «(...) los apellidos, tal cual hoy los concebimos, tienen un origen relativamente reciente, no fueron adoptados hasta el siglo XI d.C., pero en la práctica no se generalizaron hasta finales de la Edad Media. Y aún así, puede decirse que en las comunidades rurales el apellido es un fenómeno recientísimo, del siglo XIX, motivado por la implantación del Código Civil. De hecho, muchísimos apellidos fueron antes apodos, y cuando el Código Civil, establecido en España en 1870, impone los dos apellidos, decrece el uso del apodo. Los apellidos empiezan a imponerse en la aristocracia, y poco a poco van afectando a las capas socialmente más bajas, hasta que el registro civil iguala a todos en el ‘derecho’ a tener apellidos. Pero el caso es que la costumbre ha hecho pervivir los apodos en las zonas rurales y en las comunidades pequeñas en que los apellidos no se usan sino para los ‘asuntos oficiales’».

Algunos ejemplos aportados por los informantes son: (216) [...] pero yo creo que Freud dice... [...] (CA-1. H 1.a G. Odontólogo). (217) [...] lo mismo Bolívar que San Martín [...] (LP-11. H 3.a G. Escritor). (218) [...] Berceo (…) Arrabal [...] (SCH-3. M 1.a G. Profesora universitaria de Literatura). (219) [...] Osuna, Palafox y Contreras [...] (ME-3. M 1.a G. Trabaja en una agencia de viajes. Estudios: High School y Artes Plásticas).

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(220) [...] Ravel [...] (CA-8. M 2.a G. Maestra). (221) [...] fue Pedro Block quien nos nombró miembros honorarios [...] (ME-11. H 3.a G. Médico.

2.4.2.1. Nombre de pila más apellido En muchas ocasiones, los hablantes prefieren dar la designación completa del sujeto que nombran. Esto se hace por medio del doble identificador del nombre de pila junto con su apellido: (222) [...] el famoso Claude Mauriac, el hijo de Françoise Mauriac [...] (LP-11. H 3.a G. Escritor). (223) [...] Luis Antonio Escobar [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión; profesor universitario. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). (224) [...] Talí se llamaba, Talí Bonelle [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (225) [...] Catalano, Nicola Catalano [...] (BO-3. M 1.a G. Abogada). (226) [...] María Teresa Lynch de Ayerza [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social).

Sobre las característica del nombre propio que se impone a los recién nacidos, también se ocupó María Moliner (1987: 512) explica que es el «Nombre propio completo de una persona, con el que figura inscrito en el Registro Civil y que le corresponde como ciudadano (...) Se puede llamar ‘nombre completo’. En España, se compone de un nombre (o varios) que particulariza a esa persona dentro de la misma familia, y dos apellidos: el paterno en primer lugar y, a continuación, el materno».

2.4.3. Sobrenombres Los sobrenombres o apodos conforman otra subcategoría dentro del antropónimo. Se trata también de NNPP de persona pero que no son los de pila, sino que proceden de una motivación que puede tener variada naturaleza: familiar, afectiva, biológica, pueden referirse a la descripción física, generalmente un defecto, o pueden hacer hincapié en algún aspecto de la descripción moral (etopeya) del sujeto; a la ocupación profesional del apodado o de algún miembro de su familia, vivo o ya fallecido, e incluso también pueden

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tener una motivación sociológica, o aludir a una situación marginal, etc. Estas formas de nombrar propias de los pueblos pertenecen a la onomástica popular7. En cualquier caso, nombrar bajo sobrenombres consiste en una antigua forma de distinguir a los individuos, que todavía tiene gran pervivencia en los pueblos y ámbitos rurales. Una de las características de los apodos o sobrenombres, que los asemejan a los apellidos, es que comparten muchas veces con éstos su carácter hereditario. La motivación que origina que haya que inventarse apodos para nombrar se encuentra en la necesidad de cubrir unas carencias designativas que no podía cumplir el nombre de pila. En opinión de M. Trapero (1996: 349, 350), lo anterior se concreta en las razones históricas y etimológicas siguientes: «Históricamente, los apodos nacen por la necesidad de identificación de las personas, cuando el simple nombre ‘de pila’ no bastaba o no era lo suficientemente identificador y aún los apellidos no se usaban. “La caducidad del hombre —escribe a este respecto Francisco Marsá— comportó durante siglos la caducidad de su nombre” (1990: 56). En la civilización cristiana occidental, cuando el número de individuos aumenta y el número de santos de quien tomar el nombre es muy inferior al de bautizados,

7 Por onomástica popular, según nos recuerda Ángel Iglesias Ovejero (1986), se entiende

«la manera de nombrar y ser nombrada una colectividad humana (...) Esa actividad nombrante la ejerce el grupo, no solamente sobre los individuos que lo integran, sino también para dar realidad fantasmagórica a los sueños y carencias colectivos».

Este estudio (op. cit.) que hace Iglesias Ovejero sobre los NNPP en las figurillas del refranero antiguo, demuestra cómo el NP se multiplica y se refleja, recorriendo una espiral telúrica de combinaciones precisas, hasta concretarse en un significante que se impone a un individuo, con tal fortuna de significado, que al ser asumido por la colectividad indica la competencia lingüística de los hablantes que nominan de tal manera, dando además la imagen que tiene el hombre captado en su medio rural y doméstico: «En este espejo de imágenes establecidas, pero multiplicables, combinables, alternantes y reversibles, se percibe la silueta del hombre medio inserto en una sociedad rural, reconocible por los rasgos que lo definen moral y físicamente, con su atuendo, atributos domésticos y actividad profesional (...) esas figurillas singularizadas mediante nombres propios, no solamente son reflejo de la colectividad humana, sino también un programa de vida, muchas veces invertido: un blasón popular particularizado, por el estilo de los sobrenombres de los grupos rurales (para esta cuestión puede consultarse también: Iglesias Ovejero, A. (1983), “Nominación marginante en el picarismo literario y el folclore”)».

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la denominación de éstos empieza a ser peligrosamente ambigua dentro de cada ámbito local: en cada pueblo —sigue diciendo Marsá— hay varios hombres llamados Juan o Pedro o Andrés y para distinguirlos se recurre al mote, al oficio o al nombre del padre. Este último recurso se convirtió en sistema y en el principal procedimiento del ‘sobrenombre’, originando en español el linaje de los Fulánez: Pérez, hijo de Pedro; González, hijo de Gonzalo; Martínez, hijo de Martín; etc. Esa fórmula léxica para el patronímico ‘hijo de’ no es exclusiva del español, se corresponde como se sabe, con el inglés -son, el escocés Mac/Mc-, el irlandés O’-, el galés Ap-, el polaco -ski, el griego -poulos, el ruso -ovich, el danés -sen, el sueco -sson, el turco -oglu, etc. No es que se crearan en ese momento los ‘apellidos’, pues éstos serán de creación —de reconocimiento oficial— mucho más tardía, pero sí se crean los ‘sobrenombres’, es decir, los nombres duplicados que actúan sobre los nombres primeros. Y un sobrenombre es, semánticamente, respecto a un nombre propio, lo que el adjetivo al sustantivo, o sea, un adyacente explicativo. Cumplen la misma función de adyacente explicativo los que son propiamente apellidos, como los que son apodos, o los motes. Y no se olvide que éstos son (o tienen una procedencia inmediata, fácilmente identificable como) nombres comunes: Juan Canario, o Juan el Canario, o Juan ‘Rompetechos’ (por ser muy bajo de estatura), por ejemplo. No se olvide que el nombre apellido pone en evidencia su significado etimológico de ‘nombre apelativo’».

Para el propio Trapero (1996: 351), el apodo tiene mayor capacidad de identificación que el apellido, no es tan opaco como éste y delata algún rasgo identificatorio. A pesar de ello, su empleo ha disminuido y sólo tienen una frecuencia de uso considerable en los ámbitos rurales y también dentro de algunos colectivos humanos como los artistas: «(...) los apodos siguen identificando a las personas mejor que los apellidos —en vez de los apellidos, sería mejor decir— dentro de algunos grupos sociales, como ocurre, por ejemplo, entre los gitanos, los toreros, los cantantes, los artistas, etc. (el mundo del cante flamenco, por ejemplo, sería imposible de identificar sin los apodos). Los apodos empiezan por caracterizar a una persona y se elevan a una familia; se heredan como los apellidos. En ese proceso, el apodo va perdiendo su motivación semántica hasta convertirse en un mero nombre propio. En un primer momento, el apodo se aplica a una persona para singularizar una característica sobresaliente de su físico o un rasgo de su personalidad, aquél que lo pueda identificar; de ahí que la eficacia semántica del apodo exige conocer a la persona a quien se aplica. Nacen así siendo nombres motivados, semánticamente ‘transparentes’ (frente al nombre personal o al apellido que son totalmente opacos)».

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Algunos de estos ejemplos de sobrenombres que hemos detectado en nuestra muestra de estudio, son los que se muestran a continuación: (227) [...] le pusieron el sobrenombre de Jurungamuertos [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado). (228) [...] El Flaco Sanabria, Edgar Sanabria, me dio clases de Romano... [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado). (229) [...] El Libertador [...] (BO-6. H 2.a G. Ingeniero). (230) [...] La Cordobesita [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social). (231) [...] La Celestina [...] (SCH-3. M 1.a G. Profesora universitaria de Literatura). (232) [...] La Llorona es una leyenda (...) ¿Quieres que te la diga? (...) Todos me dicen el Negro, Llorona [...] (ME-3. M 1.a G. Trabaja en una agencia de viajes. Estudios: High School y Artes Plásticas). (233) [...] José María Zeledón —el conocido Billo Zeledón— (...) Clodomiro Picado —el gran sabio costarricense Clorito Picado— [...] (CR-13. M 3.a G. Profesora universitaria pensionada. Ex ministra de Educación). (234) [...] la pieza donde duerme Pelusa [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo).

En los sobrenombres es donde mejor se aprecia el carácter atributivo del nombre antropónimo. Recordemos a Burge citado por Elbourne (2005: 170): «De acuerdo con Burge, los nombres propios son predicados en sí mismos: un hombre llamado Alfredo, por ejemplo, es literalmente un Alfredo».

De forma análoga, cabría aplicar el mismo mecanismo semántico en los sobrenombres aportados por los informantes en este sentido. En cualquier caso, es indudable que el sobrenombre comporta una gran responsabilidad Podemos concluir este punto con las palabras que dejó escritas Julio Cortázar (1978: 32) a este respecto: «Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo toda su vida».

2.4.4. Hipocorísticos Se trata de una de las subclases de NNPP que presentan una forma abreviada, acortada del nombre que designan de manera afectiva o eufemística. El hipocorístico se trata de un cultismo que sig-

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ANTROPÓNIMOS Y TEÓNIMOS

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nifica acariciador. El DRAE (1992: 1112) define este término gramatical para los nombres que «en forma diminutiva, abreviada o infantil se usan como designaciones cariñosas, familiares o eufemísticas».

Sin duda, los hipocorísticos son una variante de los antropónimos que por su forma abreviada o diminutiva, aportan un carácter afectivo y familiar en la comunicación. La subclase de antropónimos denominada hipocorísticos se corresponde con un uso afectuoso de los nombres de persona, en los que aparte de resaltar al individuo entre los demás de su clase, implica ya el conocimiento cercano y directo entre el emisor y el aludido, ya el establecimiento de un lazo afectivo entre ellos. El hipocorístico también puede admitir el apellido: (235) [...] Tito Salas [...] (CA-14. M 3.a G. Ama de casa).

Lo que otorga mayor cercanía al designado, ya que combina la seriedad y distanciamiento que puede implicar el empleo del apellido que se neutraliza con la familiaridad que conlleva el designar mediante hipocorísticos. También puede el hipocorístico (Marcelino>Lino) admitir el tratamiento de respeto por medio de un título o más de uno: (236) [...] don Lino de Pombo fue ministro de Relaciones Exteriores de Colombia [...] (BO-5. H 2.a G. Abogado).

En el Macrocorpus la variedad de hipocorísticos es amplia, como es característico del español americano. Veamos algunos ejemplos: (237) [...] Cristi fue el que una vez me sacó a volar [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (238) [...] Chaly, que es arquitecto [...] (LP-6. H 2.a G. Economista). (239) [...] Tony es el más estudioso [...] (PR-14. M 3.a G. Maestra). (240) […] Mira, Pepe, que yo no puedo, que no hay dinero […] (ME-9. Mujer de 49 años. Ama de casa. Estudios: Segunda Enseñanza).

2.4.4.1. Tipos de hipocorísticos Para ver cómo se ordenan hay que tener en cuenta dónde tiene lugar el acortamiento silábico: inicial, intermedio, final o,

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incluso, acortamiento inicial y final a la vez. Veamos antes qué se entiende en la doctrina por acortamiento. En una caracterización general, Manuel Casado Velarde, dentro de la Gramática Descriptiva de la Lengua Española (1999: 5077) dice que los acortamientos son «el resultado de un proceso mediante el cual una unidad léxica, simple o compleja, ve reducido su significante reteniendo el mismo significado y categoría gramatical (clase de palabra); es decir, se obtiene una nueva palabra por acortamiento de otra».

El hipocorístico, al ser una subclase del NP llamado antropónimo, también admite interpretación extralingüística para indagar en su significado más que léxico, social. Prestigioso o peyorativo, en todo caso «una voluntad de estilo por parte del que los usa, ya sea hacia lo denotado, ya hacia el oyente». Continuando con Casado Velarde (1999: 5077): «Los acortamientos suelen originarse y utilizarse en ámbitos sociales e institucionales bien delimitados (familia, centro educativo, oficio o profesión, sectores juveniles...) (...) Sin embargo, algunas formas acortadas han perdido su inicial carácter familiar o jergal, y han pasado a la lengua estándar, “desplazando por completo o parcialmente a las formas plenas” (Lapesa, 1981: 474). Cuando la forma acortada ha suplantado por completo o en gran parte, al menos en la lengua hablada, a la base, desaparece la mencionada especialización de connotaciones. E incluso pueden invertirse los términos, llegando a adquirir la unidad léxica originaria un carácter enfático, afectado, mientras que la acortada lo posee neutro (...)».

Manifestaciones de este fenómeno expresivo se dan en todo el mundo hispánico. Veamos algunos ejemplos americanos que nos servirán para ilustrar los distintos tipos de acortamientos8: A. Acortamiento inicial. Se conoce como aféresis y consiste en una eliminación del segmento inicial de la palabra. El DRAE (1992: 51) define este término de la Gramática como:

8

Estos hipocorísticos nos fueron confirmados por la Dra. Elena Rojas Mayer, a quien agradecemos su colaboración.

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«Supresión de algún sonido al principio de un vocablo. La aféresis era figura de dicción según la preceptiva tradicional»: • Argentina = Álvaro → Varo; Domingo → Mingo; Santiago → Tiago; Vicente → Cente. • Venezuela = Alejandrina → Ina; Angelina → Ina; Delfina → Fina; Felipe → Ipe.

B. Acortamiento intermedio. Se llama síncopa, término que el DRAE (1992: 1883) define gramaticalmente, en su primera acepción, como la figura de dicción que consiste en la supresión de uno o más sonidos dentro de un vocablo: • Venezuela = Adela → Ala. • Chile = Carmen Luz → Calu. (Carmen Luz es un vocablo compuesto. Algunos autores consideran que el fenómeno es más bien un proceso de acronimia, esto es, la integración en un vocablo de las partes de dos palabras simples que han perdido algunas sílabas o sonidos).

C. Acortamiento final. Se conoce como apócope y consiste en la supresión de la parte final del significante: • Argentina = Agustín → Agus; Alejandro → Ale; Andrea → Andre; Adriana → Adri. • Venezuela = Alejandrina → Aleja; Alberto → Alber; Alicia → Ali; Bartolomé → Bartolo. • México = Fernando → Fer. • Puerto Rico = Guillermo → Guille.

D. Acortamiento inicial e intermedio: • Venezuela = Albertina → Betina.

En suma, podemos concluir con la importancia que antropónimos y teónimos han tenido y tienen no sólo dentro de la categoría de los NNPP sino también en el ámbito de la Retórica en su aspecto simbólico y en el criterio de autoridad. En este sentido, esta tipología de NNPP indica no sólo ya quién habla, sino desde qué posición habla. Lo veíamos al principio de este estudio cuando glosábamos los versos del Tenorio de Zorrilla (cfr. epígrafe 2.3.). En estos términos, el argumento de autoridad medieval

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consideraba a la Biblia como la palabra de Dios, aunque escrita por los hombres entusiasmados por la inspiración divina. El otro gran argumento de autoridad medieval fue la doctrina aristotélica. De hecho era tan importante el nombre de su autor que incluso cuando se le mencionaba con el sobrenombre de ‘el Filósofo’, todo el mundo entendía que se hablaba de Aristóteles.

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B) NNPP A PARTIR DE CONTEXTOS INTERPRETATIVOS VARIOS Junto a los NNPP considerados como prototípicos, existen otras categorías que se comportan como NNPP «genuinos»1 porque son identificadores y delimitadores. Se trata de los NNPP surgidos a partir de contextos interpretativos varios. Dichos NNPP se generan por la necesidad de individualizar una variedad de entes y acontecimientos en el decurso histórico y sociocultural de la humanidad. Este proceso lingüístico de delimitación y subdivisión de categorías implica la creación de una serie de NNPP. La frecuencia y disponibilidad de uso, unidas al sentido y referencia de su creación primigenia, son fundamentales para que alcancen su afianzamiento como NNPP2, aunque el sentido básico pueda perderse con el tiempo y algunas expresiones restrinjan su significado o tomen otro contiguo o distinto al que tuvieron en su origen.

1 Cfr. Gramática Descriptiva de la Lengua Española (Fernández Leborans, 1999: 81). 2 Jean Molino (1968): «Le nom propre dans la langue»; Langages 64, pp. 5-20.

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3 NNPP DE PERÍODOS TEMPORALES Borremos de la frente las arrugas de la vejez. Saca el vino exprimido el año en que nací, aquel en que Torcuato ocupó el consulado. Epodo XIII, Horacio

3.1. CARACTERÍSTICAS La realidad cotidiana o histórica de la humanidad, para su mejor manejo, estudio y comprensión, se delimita en diversos espacios temporales de índole social, económica, política, cultura, etc., tales como: el periodo histórico de un dirigente político, los tratados y acuerdos, los descubrimientos, las distintas épocas, los periodos históricos, artísticos y culturales; los tiempos de guerras, etc., que se identifican mediante diversos NNPP de periodos temporales como aparecen en el Macrocorpus. Estas categorías aparecen en estructuras nominales simples o complejas: (241) [...] la historia del Liceo de Costa Rica [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía).

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(242) [...] la esperamos para Navidad [...] (LI-3. M 1.a G. Sicóloga industrial). (243) [...] el alcalde garantiza que antes de terminar el período de Pastrana estará inaugurada la primera piedra del tren subterráneo [...] (BO-2. H 1.a G. Periodista).

Temáticamente, estos NNPP de períodos temporales derivan de la tradición cristiana y de la cultura clásica. El resto de ellos se reparte entre los distintos períodos históricos, biográficos, económicos, políticos, culturales y artísticos. 3.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS La categoría de NNPP de períodos temporales ofrece 135 ejemplos, que son el 3,63% sobre el total de los 3.713 NNPP de nuestro corpus de muestra. Se trata de un porcentaje muy inferior de uso si los comparamos con los anteriores NNPP prototípicos. De las aportaciones mencionadas, 81 son emitidas por hombres (60% en su tipología) y 54 por mujeres (40% en su tipología). Por generaciones, son los hombres de la 3.a quienes más casos aportan: 36 (44%); seguidos por las mujeres de la 2.a, con 20 ejemplos (38%). Sintagmáticamente, las construcciones más frecuentes ordenadas de mayor a menor frecuencia de aparición son las que se muestran a continuación: 1. ART. + SUST. + S. PREP.: 64 casos (47,4% sobre el total de la tipología): [...] la Generación del 98 [...] (CA-11. H 3.a G. Periodista).

2. ART. + SUST. + ADJ.: 38 casos (28,14% sobre el total de la tipología): [...] la Guerra federal [...] (CA-5. H 2.a G. Abogado).

3. ART. + SUST.: 12 ejemplos (8,88% sobre el total de la tipología): [...] la Guerra (La primera Guerra Mundial) [...] (BO-6. H 2.a G. Abogado).

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NNPP DE PERÍODOS TEMPORALES

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4. SUST. + ADJ.: 10 aportaciones (0,74% sobre el total de la tipología): [...] Semana Santa [...] (CA-12. H 3.a G. Profesor de música).

5. ART. + ADJ. + SUST.: 6 casos (4,44% sobre el total de la tipología): [...] la Segunda Guerra [...] (SCH-3. M 1.a G. Prof. Univ. de Literatura).

6. ART. + ADJ. + SUST. + S. PREP.: 4 casos (2,96% sobre el total de su tipología): [...] la Gran Revolución del año diecisiete [...] (BO-6. H 2.a G. Abogado).

7. ADJ. POSESIVO + SUST.: 1 caso (0,74% sobre el total de la tipología): [...] Quiere que le pinte un poco lo que fue (el tiempo de) mi juventud [...] (BO-14. M. 3.a G. Ama de casa).

3.3. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LOS NNPP DE PERÍODOS TEMPORALES El género de esta tipología viene determinado por el género que tenga el núcleo o estructura con que se genere este nombre propio. Así, el período de Pastrana, la revolución de octubre, el Renacimiento, la Navidad, etc. Por su carácter delimitador en el tiempo, estos NNPP reclaman el singular. Aunque, a veces, puedan agruparse bajo una denominación en plural diversos hitos históricos que comparten un mismo significado político o social, por ejemplo: los alzamientos liberales, las guerras púnicas. (244) [...] (...) en los tiempos del Imperio Romano [...] (SCH-1. H 1.a G).

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4 NNPP DE INSTITUCIONES Antes de obligarnos a contraer matrimonio, los ministros de Hacienda tendrían que garantizar para nuestra prole una vida que fuese, aunque en poco, superior a la nuestra. Sobre el impuesto de soltería y los solteros, Julio Camba

4.1. CARACTERÍSTICAS En esta categoría el NP individualiza y designa a las personas jurídicas, o sea a las instituciones, desde las más modestas a las socialmente más relevantes. Pero veamos qué nos dice el diccionario sobre lo que podemos entender por institución. En sus acepciones 2.a, 3.a y 4.a el DRAE (1992: 1175), nos habla de una «Cosa establecida o fundada. Organismo que desempeña una función de interés público (...) Cada una de las organizaciones fundamentales de un Estado, nación o sociedad». Y más que en las citadas acepciones, y porque se fundamenta sobre la idea principal en la que venimos insistiendo en este trabajo —la idea de nombrar lo que es único— encontramos que lo primero que dice el DRAE de la palabra Institución es «Establecimiento o fundación de una cosa». Este apartado incluye los nombres de colegios, institutos, universidades. También se ha tenido en cuenta los nombres de orga-

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nismos gubernamentales en general, de instituciones eclesiásticas, medios de comunicación consolidados, etc. (245) [...] Estos exámenes son aprobados por el Ministerio de Educación [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión; profesor universitario. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). (246) [...] me habían aceptado en la Escuela de Ingeniería, me avisaron de la Escuela de Educación Física que sí me habían admitido [...] (ME-1. H 1.a G. Contador público). (247) [...] Nos estrellamos allá en la embajada de... Bueno, no me acuerdo del país... México, en Escazú [...] (CR-3. M 1.a G. Licenciada en Administración Pública). (248) [...] yo estoy en el Centro de Cómputos de Teléfonos del Estado [...] (BA-4. M 1.a G. Estudia Computación Científica). (249) [...] Capacitación Popular es una entidad creada para encarnar [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión; profesor universitario. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). (250) [...] El Liceo ya no produce los estudiantes que producía antes [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía). (251) [...] Sí. Pero... a la isla es... de las Fuerzas Armadas [...] (LI-1. H 1.a G. Administrador de empresas). (252) [...] ingresé a la Contraloría General de la República en mil novecientos setenta y ocho [...] (CR-3. M 1.a G. Licenciada en Administración Pública). (253) [...] me presenté a solicitar una beca en el Instituto Alcides de Gásperi (...) este instituto está patrocinado por la Comunidad Económica Europea [...] (BO-3. M 1.a G. Abogada). (254) [...] de ahí pasé a la Unidad Escolar Mercedes Cabello, estudié desde cuarto de primaria hasta quinto año de media. Terminé en el sesenta y ocho, en el sesenta y nueve ingresé a la Universidad [...] (LI-3. M 1.a G. Sicóloga industrial).

4.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS La tipología correspondiente a los NNPP institucionales cuenta 651 aportaciones, indicativas de un porcentaje de uso del 17,53% sobre el total de los 3.713 NNPP de nuestro corpus de muestra. Los hombres emplearon estos NNPP en 360 ocasiones (55,29% de su tipología). Por su parte, las mujeres ofrecieron 291 ejemplos (el 44,7% de su tipología).

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Por género y sexo, los hombres pertenecientes a la 3.a G fueron quienes más los utilizaron: 150 (42%) casos; mientras que por parte de las mujeres fueron las de la 3.a G., con 130 ejemplos (44%). En materia de estructuras sintagmáticas, la presente categoría ha sido bastante rica. Ordenadas de mayor a menor frecuencia de uso, mostramos las más significativas fueron las siguientes: 1. ART. + SUST. + SINTG. PREP.: 245 (37,63% sobre el total de la tipología): [...] el Laboratorio de Física [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado).

2. ART. + SUST.: 101 (15,51% sobre el total de la tipología): [...] el Gobierno [...] (CA-5. H 2.a G. Abogado).

3. ART. + SUST. + ADJ.: 83 (12,74% sobre el total de la tipología): [...] la Universidad Central [...] (CA-5. H 2.a G. Abogado).

4. ART. + SUST. + ADJ. + SINTG. PREP.: 71 (10,9% sobre el total de la tipología): [...] la Empresa Nacional de Petróleo [...] (SCH-2. H 1.a G. Químico).

5. SUST.: 50 (7,68% sobre el total de la tipología): [...] Harvard [...] (BA-8. M 2.a G. Ejecutiva en una agencia de publicidad).

6. SUST. + SUST.: 32 (4,91% sobre el total de la tipología): [...] Porfirio Brenes (escuela) [...] (CR-6. H 2.a G. Profesor Universitario).

7. SUST. + SINTAG. PREP. + SINTG. PREP.: 26 (3,99% sobre el total de la tipología): [...] Centro de Antropología del Hospital Arriarán [...] (SCH-6. H 2.a G. Sociólogo).

8. ADJ. DISTINTIVO (TÍTULO) + SUST.: 17 (2,61% sobre el total de la tipología): [...] San Lorenzo (club) [...] (BA-1. H 1.a G. Contador público).

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9. ADJ. + SUST.: 14 (2,15% sobre el total de la tipología): [...] Bellas Artes [...] (CR-4. M 1.a G. Graduada en Dibujo Arquitectónico).

10. SUST. + SINTG. PREP.: 11 (1,68% sobre el total de la tipología): [...] Fiesta de San José [...] (CA-8. M 2.a G. Maestra).

11. SUST. + CIFRA: 1 (0,15% sobre el total de la tipología): [...] Borinquen 12 (grupo artístico) [...] (PR-8. M 2.a G. Profesora univ. y abogada).

4.3. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LOS NNPP INSTITUCIONALES (Y OTROS PRODUCTOS DE LA ACTIVIDAD HUMANA1) El género gramatical que presentan los NNPP de instituciones ofrece similitudes con los NNPP de los productos de la actividad humana, motivo por que se ha resuelto tratarlos conjuntamente en este apartado. Si en materia de género y persona, el NP para seres animados «depende de manera exclusiva del sexo de sus referentes», para el caso de los inanimados propios, Ambadiang recurre a lo dicho sobre los nombres inanimados comunes2:

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Vamos a considerarlos juntos por las características comunes que poseen ambos, ya que tanto instituciones como marcas comerciales son al fin y al cabo productos todos de la actividad humana. 2 La regla de comportamiento entre el género de los nombres animados apuntada por Ambadiang —tomada, a su vez, de Bergen (1978: 869)— de que «un nombre que se refiere exclusivamente a un varón o macho es masculino, mientras que es femenino si designa a una mujer o hembra» (Ambadiang, 1999: 4848) resulta cierta, también hay que tener en cuenta la existencia de algunos sustantivos comunes que escapan a la generalización apuntada, y que por su anomalía y dificultad se engloban en lo que la gramática tradicional denomina nombres de género común, ambiguo y epiceno. Véase también: «El morfema de género en el español de América», Urrutia, H., y Ramírez, J. L. (2004-2005: 263-284).

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«En lo que se refiere a los nombres propios inanimados, la asignación de género se produce de la misma manera que con los inanimados comunes, puesto que, en términos generales, el rasgo de género de cada nombre depende del género del hiperónimo que corresponde a su clase». (255) [...] un cuatro ele [...] (BA-3. M 1.a G. Profesora de Filosofía).

No siempre está tan claro el género, veamos en el ejemplo siguiente, cómo la informante titubea (por no tener claro el hiperónimo) con los artículos a la hora de asignarle el género al auto: (256) [...] tenía por lo menos en esa época una... un Volkswagen [...] (BA-3. M 1.a G. Prof. de Filosofía).

Se considera dentro de estos productos de la actividad humana, por ejemplo las marcas comerciales. A este respecto, T. Ambadiang (1999: 4895) especifica que a la hora de formar el plural: «los nombres relativos a marcas comerciales no parecen variar en su moción, aun cuando el artículo que los acompaña varía (cf. los nissan, los subaru, los seat, los citroën, las honda, etc)».

La Gramática Descriptiva del Español, en su capítulo 74, pp. 4.777 y 4.778, considera que no existe ninguna correlación entre el género de los nombres propios de sociedades, organizaciones y establecimientos, y su terminación, al depender su rasgo de género sólo del hiperónimo que corresponde a su clase. (257) [...] cuando daban Carmen en el (teatro) Colón [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo).

En cuanto al número de los NNPP institucionales y los de productos de la actividad humana: (258) [...] Entonces sacó, vio los dos paquetes de Delicados que llevaba, y dice: «¿Usted fuma Delicados?» [...] (ME-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Segunda Enseñanza).

Como anticipábamos (p. 109), los NNPP admiten el plural para integrar a los que son únicos y, a la vez, «múltiples en su unicidad de conjunto de iguales». En palabras de E. Coseriu (1967: 281) «en cuanto nombrada por un nombre propio la pluralidad se vuelve un ‘individuo’».

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5 NNPP DE LOS PRODUCTOS DE LA ACTIVIDAD HUMANA Si usted conoce ya la catedral de Burgos y el Museo del Prado o la mezquita de Córdoba, por citar una serie de obras monumentales, no deje de visitar cuanto antes el Diccionario del español actual. Ha costado treinta años hacerlo, casi lo mismo que una catedral. Cuerpo y prótesis, J. J. Millás

5.1. CARACTERÍSTICAS En el siglo XXI las relaciones de superproducción industrial y la globalización requieren estudiar el fenómeno de la onomástica comercial. Se trata, como bien indica el epígrafe, de nombres propios de cosas hechas por el hombre. El antiguo homo faber. (259) [...] Nosotros pudimos ser testigos de las épocas donde la tracción era casi de la carreta, hasta nuestros días, en que tenemos el jet como máxima expresión de traslación [...] (ME-12. H 3.a G. Estudios: Comercio, Historia y Filosofía).

Hoy, gracias a la producción en cadena, han alcanzado no sólo a la totalidad de los mercados del planeta, sino también a todas las

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lenguas, porque los NNPP de estos productos de la actividad humana, mejor dicho, fabril, forman parte de nuestro mundo y vocabulario. Penetran a través de la publicidad, que nos mantiene en una exposición constante a estos términos que los académicos incorporan cada vez más al Diccionario. Vamos a referirnos muy principalmente a las marcas, que constituyen un verdadero fenómeno que ha dado origen incluso a diccionarios especializados como el Diccionario Etimológico de marcas, de José Luis Herrero Ingelmo, quien ha contado hasta 76 palabras, pertenecientes a ‘marcas registradas’, que se han incorporado al DRAE. Aunque, eso sí, ya convertidas en «apelativos genéricos» (Herrero Ingelmo, 2004: 1). Algunos de estos casos, pueden plantearnos una duda de ubicación epigráfica al ser tangenciales con nuestro apartado dedicado a los NNPP de términos científicos en general; no obstante, reproducimos aquí algunas de estas marcas incluidas por la Academia en su diccionario por su alta frecuencia de uso: «materiales (nailon, plastilina), sustancias (rímel), productos químicos (aspirina, dedeté), aparatos (termo), alimentos (polo, potito)».

Pero la marca, a pesar de tratarse de un legítimo producto de la actividad humana, para algunos autores, como este citado H. Ingelmo (2004: 3), no es un nombre propio: «¿Qué tipo de palabra es la marca? El estatuto gramatical de este tipo de nombres es complejo. No son nombres propios (como los nombres de empresa por ejemplo, aunque habitualmente se escriben con mayúscula) y tampoco son nombres apelativos (aunque algunos, como ya hemos recordado, pasan a esa clase de genéricos). Si el nombre propio denota a un ser en un determinado contexto, individualizándolo, y el nombre apelativo connota, es decir, contiene un conjunto de notas o cualidades que clasifican a los seres concretos en una determinada clase, los nombres de marca son una especie de metonímicos dentro de la clase: realmente designan un grupo o un tipo de producto del servicio con unas notas o cualidades ‘añadidas a la del apelativo’, que diferencian los referentes en la realidad (...) En tanto en cuanto aumenta su capacidad para señalar el producto en general y, por tanto, su frecuencia de uso, aumenta también su aparición en los textos escritos con minúscula (lo que supone que está en vía de convertirse en un apelativo: lo que la Retórica llamaba antonomasia)».

Como individualizadores, si marcan un tipo en concreto de producto, lo consideraremos como NP. Por ejemplo, el pañuelo Kleenex, que es el NP registrado de una marca de pañuelos de

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papel, cuyo uso está tan extendido que, bajo esta denominación, los hablantes pueden designar, según la circunstancias, todo tipo de pañuelos de papel, dándole un valor genérico al término. El mismo caso se da con el NP Ovni, con el que se designan todos los objetos volantes no identificados. Muchos de estos NNPP están en proceso de transición a comunes o apelativos. Gran número de estos NNPP vacilan en su uso. La frecuencia y disponibilidad los transforma al final del proceso en apelativos genéricos. En la recogida de ejemplos de este apartado, además de las marcas comerciales, se tuvieron también en consideración también las obras de creación cultural y técnica. Así, por ejemplo: títulos de libros, poemas, manifestaciones literarias y artísticas en general (pictóricas, arquitectónicas, musicales). Otras producciones del ser humano contabilizadas en este apartado fueron los nombres de programas de radio, los nombres de vías y carreteras, los productos tecnológicos: marcas de coches y de aviones, de barcos etc. En general, todos ellos conforman la variada oferta de objetos y productos para el público en general. A continuación mostramos los ejemplos siguientes: (260) [...] me convidó a volar (...) me sacó en uno de esos Farmar biplano [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo). (261) [...] la forma de leer la Biblia, de leer las lecturas, se acaba de cambiar... [...] (CR-1. H 1.a G. Licenciado en Economía). (262) [...] Tiene un libro (...) el más importante (...) sobre derecho comunitario, se llama Derecho Comunitario [...] (BO-3. M 1.a G. Abogada). (263) [...] Cuando yo me leí el Quijote [...] (PR-4. M 1.a G. Prof. Univ. de Arte). (264) [...] en aquella época, lo que estaba muy de moda era el parkasé [...] (ME-13. M 3.a G. Obstetra).

Los NNPP de productos de la actividad humana se escriben en mayúscula, como indica el Diccionario Panhispánico de dudas (2005: 442-447): «Los nombres de los libros sagrados y sus designaciones antonomásticas: la Biblia, el Corán, el Avesta, el Talmud, la(s) Sagrada(s) Escritura(s). También los libros de la Biblia: Génesis, Levítico, Libro de los Reyes, Hechos de los Apóstoles. Los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de publicaciones periódicas o de colecciones: La Vanguardia, Nueva Revista de Filología Hispánica, Biblioteca de Autores Españoles. La primera palabra del título de cualquier obra de creación (libros, película, cuadros, esculturas, pie-

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zas musicales, programas de radio o televisión, etc.); el resto de las palabras que lo componen, salvo que se trate de nombres propios, deben escribirse con minúscula: Últimas tardes con Teresa, La vida es sueño, La lección de Anatomía, el galo moribundo, Las cuatro estaciones, Las mañanas de la radio, Informe semanal. En el caso de los títulos abreviados con que se conocen comúnmente determinados textos literarios, el artículo que los acompaña debe escribirse con minúscula: el Quijote, el Lazarillo, la Celestina. Los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de documentos oficiales, como leyes o decretos, cuando se cita el nombre oficial completo: Real Decreto 125/1983 (pero el citado real decreto), Ley para la Ordenación General del Sistema Educativo (pero la ley de educación, la ley sálica, etc.). También se escriben con mayúscula los nombres de los documentos históricos: Edicto de Nantres, Declaración Universal de los Derechos Humanos».

En esta tipología también es fácil encontrar incorporaciones procedentes de lenguas precolombinas y también de otras: (265) [...] Mamá hacía sus hayacas santandereanas y esa era la cena de nosotros: era chocolate, las hayacas... queso y algún postre especial [...] (BO-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Radiología). (266) [...] He empezado a interesarme naturalmente... en la historia del arte, en pintura, en las escuelas que vinieron de Europa hacia América, en todo este proceso famoso del Art Nouveau, del Decoart [...] (LP-8. M 2.a G. Anticuaria. Estudios: licenciatura en Historia). (267) [...] un método que se llama el Phillips 66 [...] (BA-9. M 2.a G. Profesora de Letras en enseñanza secundaria). (268) [...] me convidó a volar (...) me sacó en uno de esos Farmar biplano [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo).

En muchos casos tienen traducción. Así, en el euskera, encontramos ejemplos de NNPP de marcas comerciales que pueden traducirse de la manera siguiente: • Otsein (marca de lavadoras): que significa criado. • Bilore (marca de jabones): que quiere decir dos flores.

5.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS La tipología de NNPP de productos de la actividad humana aporta 657 ejemplos a nuestro estudio, con un porcentaje del 17,69% sobre los 3.713 NNPP que conforman la muestra.

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Los hombres nombraron estos productos de la actividad humana en 353 ocasiones (53,72% de su tipología), mientras que las mujeres lo hicieron 304 veces (46,27% de su tipología). Por generaciones, quienes más utilizan esta tipología de NNPP son los hombres de la 2.a generación, con 164 casos registrados (47%). Por su parte, las mujeres de la 2.a generación, con 128 aportaciones contabilizadas (42%), fueron los que más veces emitieron en sus conversaciones estos NNPP de productos de la actividad humana. Sintagmáticamente, los NNPP de los productos de la actividad humana se ordenan de mayor a menor frecuencia de aparición de la manera siguiente: 1. SUST.: 221 ejemplos (33,63% sobre el total de la tipología): [...] Lingüística [...] (BA-5. H 2.a G. Médico).

2. SUST. + SINTG. PREP.: 96 ejemplos (14,61% sobre el total de la tipología): [...] Licenciatura en Administración [...] (BA-1. H 1.a G. Contador público).

3. ART. + SUST. + S. PREP.: 72 aportaciones (10,95% sobre el total de la tipología): [...] El mundo de la música ha tenido bastante acogida (programa radiofónico) [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión; profesor universitario. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras).

4. ART. + SUST.: 72 (10,95% sobre el total de la tipología): [...] tiene cinco líneas de ferrocarril: el Urquiza, (...) el Roca, el Belgrano, el Mitre [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social).

5. SUST. + ADJ.: 66 casos (10,04% sobre el total de la tipología): [...] Lógica moderna [...] (BA-9. M 2.a G. Profesora de Letras en enseñanza secundaria).

6. ART. + SUST. + ADJ.: 43 ejemplos (6,54% sobre el total de la tipología): [...] el Jazz moderno [...] (BA-1. H 1.a G. Contador público).

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7. SUST. + CÓP. + SUST.: 21 contribuciones (3,19% sobre el total de la tipología): [...] Física y Química [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado).

8. SUST. + SUST.: 19 casos (2,89% sobre el total de la tipología): [...] con unos camiones que llamaban ‘ingenieros tren’ [...] (CA-6. H 2.a G. Abogado).

9. SUST. + ADJ. + S. PREP.: 14 casos (2,13% sobre el total de la tipología): [...] Programa académico de Ingeniería industrial [...] (LI-2. H 1.a G. Ingeniero industrial).

10. ART. + SUST. + CIFRA: 12 (1,82% sobre el total de la tipología): [...] el Philips 66 (método de estudio) [...] (BA-9. M 2.a G. Prof. de Letras en enseñanza secundaria).

11. ART. + SUST. + ADJ. + S. PREP.: 11 (1,67% sobre el total de la tipología): [...] el Curso internacional de fonología y foniatría [...] (ME-11. H 3.a G. Médico).

12. ART. + SUST. + SUST: 10 (1,52% sobre el total de la tipología): [...] la Coca-Cola [...] (SCH-6. H 2.a G. Sicólogo).

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6 NNPP DE TÍTULOS Y DIGNIDADES «¡El Toqui, el Toqui!», clama la conmovida casta. Caupolicán, Rubén Darío

6.1. CARACTERÍSTICAS En este apartado se incluyen los NNPP de títulos y dignidades en general, cargos institucionales, grados académicos, eclesiásticos, etc. (269) [...] Hay varias categorías en los Monseñoratos o títulos de Monseñor; el mío era Prelado doméstico de Su Santidad [...] (BO-11. Hombre de 60 años. Sacerdote). (270) [...] «Dios mío, que el primer hijo que nos mandes, sea sacerdote jesuita» [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato).

Lógicamente, como el número de seres humanos distinguidos con un cargo y un tratamiento diferenciador es menor que el resto, los ejemplos encontrados, también han sido menores que en otras categorías de NNPP de designación más frecuente. La vacilación en el uso de esta categoría de NNPP, se refleja en la inseguridad que hay en la presencia o no de la mayúscula inicial.

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Sobre el uso de las mayúsculas y minúsculas en los NNPP de títulos, dignidades y distinciones, veamos algunos ejemplos del Macrocorpus al respecto: (271) [...] la Prosecretaria [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social). (272) [...] Jefe del Laboratorio de Riñón [...] (BA-2. H 2.a Generación, médico). (273) [...] Nuestro Señor [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social). (274) [...] Santiago era el jefe del Hospital Infantil [...] (ME-8. M 2.a G. Psicoanalista). (275) [...] el coronel Lozano (…) en su calidad de Presidente de la Sociedad Bolivariana [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión; prof. univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). (276) [...] Tengo al señor L. B. de Vicedirector [...] (BA-9. M 1.a G. Profesora de Letras en Enseñanza Secundaria).

Al igual que hemos visto que ocurre con las otras tipologías de NNPP estudiadas, en la correspondiente a los títulos, cargos específicos y dignidades también pueden encontrarse ejemplos de incorporaciones de otras lenguas: (277) […] «Yo quiero seguir francés, Madame, yo quiero estudiar francés» […] (SCH-14. M 2.a G. Asistente social y profesora de francés). (278) [...] una reliquia histórica donde se libró la batalla última de la Independencia, en que actuó Lord Cochrane... [...] (SCH-5. H 2.a G. Médico).

6.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS La de los NNPP de títulos y dignidades, con un número contabilizado de 308 ejemplos, alcanza un porcentaje del 8,29% sobre el total de la muestra de 3.713 NNPP. De estos NNPP, 173 han sido enunciados por hombres (56,16% de su tipología) y 135 por mujeres (43,83% de su tipología). Por generaciones, la más enunciadora de títulos de dignidades es la 2.a de los hombres, con 79 casos (45%). Con respecto a las mujeres, son las pertenecientes a la 2.a generación quienes más veces emplearon los NNPP de títulos y dignidades: 62 (46%).

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Sintagmáticamente, la categoría de los NNPP de títulos ofrece una gran riqueza. A continuación mostramos, ordenadas de mayor a menor frecuencia de aparición, las estructuras siguientes: 1. SUST.: 85 (27,59% sobre el total de la tipología): [...] Vicedirector [...] (BA-9. M 2.a G. Ejecutiva de una agencia de publicidad).

2. ART. + SUST.: 77 (25% sobre el total de la tipología): [...] la Prosecretaria [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente Social).

3. SUST. + S. PREP.: 73 (23,7% sobre el total de la tipología): [...] Jefe del Laboratorio de riñón [...] (BA-5. H 2.a G. Médico).

4. ART. + SUST. + S. PREP.: 35 (11,36% sobre el total de la tipología): [...] El presidente de la República [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero Agrónomo).

5. SUST. + ADJ.: 16 (5,19% sobre el total de la tipología): [...] Vicario General [...] (BO-11. H 3.a G. Sacerdote).

6. ADJ. POSESIVO + SUST.: 8 (2,59% sobre el total de la tipología): [...] Nuestro Señor [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente Social).

7. SUST. + ADJ. + S. PREP.: 6 (1,94% sobre el total de la tipología): [...] Vicario General del Arzobispado [...] (BO-11. H 3.a G. Sacerdote).

8. ART. + SUST. + SUST.: 2 (0,64% sobre el total de la tipología): [...] el señor Arzobispo de Bogotá [...] (BO-11. H 3.a G. Sacerdote).

9. ART. + ADJ. + SUST. + SUST.: 2 (0,64% sobre el total de la tipología): [...] el eminentísimo señor Cardenal Luis Concha [...] (BO-11. H 3.a G. Sacerdote).

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10. ART. + ADJ. + SUST.: 1 (0,32% sobre el total de la tipología): [...] El primer Ministro de Petain [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero Agrónomo).

11. ART. + SUST. + ADJ. + S. PREP.: 1 (0,32% sobre el total de la tipología): [...] el Contralor general de la República [...] (SCH-13. H 3.a G. Nutricionista).

12. ADJ. + SUST.: 1 (0,32% sobre el total de la tipología): [...] Reverenda madre del Colegio [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: bachillerato).

13. SUST. + SUST.: 1 (0,32% sobre el total de la tipología): [...] Santa Teresita [...] (ME-14. M 3.a G. Ama de casa. Estudios: Bachillerato).

También se ha encontrado alguna construcción con el adjetivo posesivo antepuesto, pero ha sido con carácter ocasional: (279) [...] Es una señora chilena que parece que ha tenido también una experiencia en el campo de la restauración, y es actualmente mi auxiliar [...] (BO-14. M 3.a G. Licenciada en Bellas Artes).

6.3. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LOS NNPP DE TÍTULOS El género de esta tipología es el de la persona que porta el título, cargo o tratamiento (Sr. doctor / Sra. doctora; Sr. fiscal / Sra. fiscala). Aunque la RAE recomienda hacer la oposición genérica, los condicionamientos de tipo histórico y social mantienen en algunos usos la preferencia por el masculino. Por otra parte, algunas expresiones de tratamiento y dignidad conservan invariable el género sin considerar el sexo de la persona a la que se aplican, p. ej. Su Ilustrísima, su Señoría, su Majestad, etc. Al servir los NNPP de esta tipología para identificar una dignidad, profesión, cargo o tratamiento de respeto, en cuanto a que realzan al individuo portador de la distinción, son, en principio,

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incompatibles con el plural. Pero al existir personas que comparten el mismo grado de distinción militar, eclesiástica, social, académica, etc., es posible usar el plural como un colectivo identificador (p. ej.: la guerra de los Supremos) que, aunque plural en la forma, se trata de un delimitador de una clase frente a otras. Algunos ejemplos, como el de esta informante, muestran cómo el título o cargo se enuncia en el sustantivo y el género se indica por medio del artículo correspondiente: (280) [...] cinco hombres había en la oficina entre sustanciadores y abogados, hoy día, no hay sino un hombre. Desde la jefe para abajo los abogados son mujeres; hay un solo abogado [...] (BO-10. M 2.a G. Abogada).

Pero lo habitual es la coincidencia entre el género del determinante y el sustantivo: (281) [...] la Prosecretaria [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social).

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7 NOMBRES DE USO APELATIVO FAMILIAR O DE PARENTESCO El primo Gerardo duplicaba los sustantivos tomándolos por casi-sinónimos y con la pretensión de reforzar con el segundo los significados del primero. Años de penitencia, Carlos Barral

7.1. CARACTERÍSTICAS Esta categoría la integran los nombres de parentesco, con un carácter apelativo familiar formal o informal. En el Macrocorpus no aparecen usos con un carácter de vocativo, pero sí como identificadores de parentesco en expresiones con connotación afectiva, en que el referente por la relación de parentesco que señala con el emisor, queda identificado e individualizado patronímicamente por el receptor en la situación comunicativa. Como dice Karl Bühler (1985: 253), dentro del círculo compartido, la restricción de la extensión a un individuo del significante es clara en expresiones como mi padre, mi ciudad, ya que «señalan regular e inequívocamente individuos definidos por la situación». Así, en los ejemplos del Macrocorpus, encontramos: [...] mi papá y mi mamá [...] (ME-1. H 1.a G. Contador público). (282) [...] íbamos mi mamacita y yo [...] (ME-13. M 3.a G. Obstetra).

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Ésta es una tipología de NNPP que se ha prestado históricamente al intercambio lingüístico, con unas características que apreció el precursor Ferdinand de Saussure (2002: 299, 300): «(...) los términos comunes que indican el parentesco son abundantes y se han transmitido con gran nitidez; tales términos permiten afirmar que, entre los indoeuropeos, la familia era una institución tan compleja como regular (...)».

Una visión que relaciona los NNPP de carácter apelativo familiar con los apelativos de lugar y los títulos es también la del semantista Lyons (1980: 171): «Muchos apelativos de lugar y de familia proceden de descripciones definidas o títulos, del mismo modo que los nombres propios pueden convertirse con regularidad en lexemas descriptivos y ser empleados como tales en expresiones predicativas o de referencia».

La de los NNPP de uso apelativo familiar es una tipología que se presta a aceptar el adjetivo posesivo. Consuelo García Gallarín (1990: 222) matiza que se trata de un posesivo que adquiere carácter identificador: «(...) el posesivo de parentesco es identificador y expresivo a la vez, porque distingue a un familiar o allegado de sus homónimos (...)»: (283) [...] mi prima [...] (ME-13. M 3ª G. Obstetra)

Todos los que han señalado el carácter identificador de los NNPP con carácter apelativo familiar, parten de su valor connotativo y afectivo, ya que no son equivalentes a los antropónimos prototípicos en el aspecto valorativo. Así, al referirse un emisor a su progenitor como Pedro, padre o papá marca distintos grados de acercamiento y valoración, aunque en el aspecto designativo o denotativo, la relación individual de parentesco sea unívoca. 7.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS El de los NNPP con carácter apelativo familiar configura un inventario prácticamente cerrado y mucho más reducido que otras categorías analizadas en este trabajo. Con 46 casos contabilizados,

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el porcentaje de su presencia es de apenas un 1,23% del total de los 3.713 NNPP que conforman el corpus seleccionado para nuestro estudio. Las mujeres con 33 aportaciones (71,73% en su tipología) son quienes más emplean estos NNPP. Por su parte, los hombres los utilizaron en 13 ocasiones (28,26% en su tipología) Por generaciones, son las mujeres de la 3.a, con 15 aportaciones (46%), quienes más los emplean. Por su parte, destacan los hombres de la 1.a G con 6 emisiones (46%). Sintagmáticamente, esta categoría ofrece pocas variaciones: 1. El predominio lo tiene el SUSTANTIVO aislado, con 22 ejemplos (47% del total de la tipología): [...] papá y mamá [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo).

2. Le sigue en importancia de aparición la construcción sintagmática ADJ. POSESIVO + SUST., con 15 ejemplos (33% del total de la tipología). El posesivo refuerza el carácter afectivo, la relación personal y la identificación patronímica. [...] mi mamá [...] (ME-1. H 1.a G. Contador público). [...] mi abuela [...] (LP-8. M 2.a G. Anticuaria. Estudios: Licenciatura en Historia). [...] Yo la admiro a mi hermana [...] (LP-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Enseñanza secundaria).

3. La tercera forma de agrupación sintagmática encontrada fue la de ART. + SUST., con 9 aportaciones (20% del total de la tipología): [...] la mamá [...] (BA-3. M 1.a G. Prof. de Filosofía).

7.3. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LOS NNPP DE USO APELATIVO FAMILIAR O DE PARENTESCO El género de estos NNPP, en los casos de que no exista la posibilidad de formar el masculino con -o y el femenino con -a, vendrá determinado por heterónimos, esto es, por una palabra distinta para cada uno de ellos, así: padre / madre, papá / mamá.

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En caso de presentarse con artículo antepuesto, el género de éste será el adecuado al nombre que actualiza: el papá / la mamá. El número de los NNPP con carácter apelativo familiar forma el plural con el morfema -s: papás. También admite su aparición con actualizador, que también deberá concordar con el número del nombre propio: los papás. El género masculino plural marca la neutralización de la oposición de género masculino/femenino en los NNPP de parentesco: mis papás.

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8 NNPP DE LOS SÍMBOLOS MATEMÁTICOS Y CIENTÍFICOS EN GENERAL Triptizol, Valium, Librium, un mejorador del humor y dos sedantes, nortriptilina y derivados de las benzodiazepinas: el mundo puede ser reconstruido científicamente (...). F., Justo Navarro

8.1. CARACTERÍSTICAS Esta clase de NNPP abarca los nombres de símbolos matemáticos y términos científicos en general. La categoría no es unánimemente aceptada como NP, pero su carácter identificador es innegable y la vacilación para escribirlos con mayúscula inicial refleja la inseguridad en su aprehensión. Semánticamente, son expresiones que se refieren a una entidad particular y singular en su campo léxico-semántico. Su proceso de incorporación a los diccionarios generales depende de la frecuencia y disponibilidad de su uso en los medios de comunicación. Su mayor o menor presencia en periódicos, revistas y televisiones, así como también en internet, determina que estos términos se popularicen y lo-

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gren traspasar definitivamente el universo de la ciencia del que proceden1. En este trabajo se han contabilizado nombres médicos, químicos, farmacológicos, etc. Muchos ya se han incorporado a la lengua general, pero otros no. (284) [...] ¿Una recetita (...) De ácido estiárico...? (ME-2. H 1.a G. Ingeniero químico). (285) [...] hormona naturética [...] (BA-5. H 2.a G. Médico). (286) [...] Ah, Celestima ese efe [...] (LI-3. M 1.a G. Sicóloga industrial).

8.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS La tipología de NNPP de términos matemáticos y científicos en general suman 24 ejemplos (0,64% del total del de los 3.713 NNPP que conforman nuestro corpus de muestra). De éstos, 14 (58,33% de su tipología) han sido aportados por hombres y 10 (41,66%) por mujeres. Aunque la muestra es escasa en este apartado categorial, si atendemos a la variable generación, los hombres de la 2.a con 7 ejemplos (50%) tienen mayor presencia. En cuanto a las mujeres, son las pertenecientes a la 3.a G, con 6 aportaciones (60%), quienes siguen a éstos en el orden de frecuencia de uso. Sintagmáticamente, éstas son las estructuras principales, ordenadas de mayor a menor frecuencia de uso, como se refleja en la enumeración siguiente:

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Acerca del avatar por el que pasan los lexicógrafos en estos casos, recordemos uno narrado por J. J. Millás (2000: 163) en el reportaje «La aventura de fabricar un diccionario», con motivo de la publicación del Diccionario del español actual de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos: «A veces, sucesos enciclopédicos como la muerte de Franco les obligaban a someter a vigilancia vocablos cultos o técnicos que de repente saltaban a la calle, al mercado, al autobús. Como sucedió con flebitis, por ejemplo, o con líquido ascítico, que tras su paso por aquellos telediarios agónicos regresaron al universo científico del que procedían. Los lexicógrafos vigilan las palabras como los detectives a los sospechosos, registrando sus movimientos, sus cambios de carácter, su significado (...)».

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NNPP DE SÍMBOLOS MATEMÁTICOS Y CIENTÍFICOS EN GENERAL

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1. SUST. + ADJ.: 7 (29,16% sobre el total de la tipología): [...] líquido amniótico [...] (CA-1. H 1.a G. Odontólogo).

2. ART. + SUST.: 6 (25% sobre el total de la tipología): [...] la renina [...] (BA-5. H 2.a G. Médico).

3. SUST.: 4 (16,66% sobre el total de la tipología): [...] propilneglicol [...] (ME-2. H 1.a G. Ingeniero químico).

4. ART. + ADJ. + SUST.: 3 (12,50% sobre el total de la tipología): [...] el Tercer Factor [...] (BA-5. H 2.a G. Médico).

5. SIGLAS + CIFRAS: 2 (8,33% sobre el total de la tipología): [...] pH 7,2 [...] (CA-1. H 1.a G. Odontólogo).

6. SIGLAS: 2 (8,33% sobre el total de la tipología): [...] pH [...] (CA-1. H 1.a G. Odontólogo).

8.3. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LOS NNPP DE SÍMBOLOS MATEMÁTICOS Y CIENTÍFICOS EN GENERAL La distinción genérica en esta tipología de NNPP viene condicionada por el género que tenga su núcleo nominal, p. ej., el líquido amniótico, el ácido estiárico, la hormona naturética, etc. Por su carácter plenamente identificador no se prestan para la variación ni la expresión designadora en plural. Cuando aparecen escritos mediante una fórmula alfanumérica, en lugar de su marcación morfológica, lo que variará siempre será la cifra que lo acompaña, p. ej.: pH 7, pH 7’2, etc.

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9 NNPP DE DESIGNACIÓN OCASIONAL No te aventures por las callejuelas de Gándura, chaval; los ‘Espera Un Poco’ pueden salirte al paso en cualquier intersección. Intersecciones, Eduardo Haro Ibars Tu nombre. Ahora para mí te llamas ‘Un beso en tu nombre’ Lo que no se da, José Mercé

9.1. CARACTERÍSTICAS Los NNPP de designación ocasional constituyen una categoría especialmente atractiva por su fecunda capacidad de sugerencia lexicológica, ya que los hechos y las circunstancias históricas y sociales obligan a la producción de nuevos NNPP de variada extensión sintagmática pero que, por su frecuencia y disponibilidad en el uso contextual, se comportan como una ficha léxica o etiqueta, que identifica e individualiza a su referente con eficacia. Recordemos, con Jesús Mosterín (1984: 11), según su Introducción a Estudios sobre Semántica de Gottlob Frege, que:

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«Un nombre —Name— o expresión nominal es una expresión lingüística que designa algún objeto determinado. Un mismo objeto puede ser designado por diversos nombres [...] El objeto al que una expresión se refiere (o designa) es su referencia; la peculiar manera de referirse a él es su sentido. Así, las expresiones ‘la capital de la República Federal de Alemania’ y ‘la villa natal de Beethoven’ tienen la misma referencia —Bonn—, pero distinto sentido».

Para la recogida de ejemplos que emplean los informantes en esta categoría de NNPP, se ha tenido en cuenta todos aquellos nombres y sintagmas nominales que, a pesar de tener la función en el discurso de nombres comunes, en ciertos contextos particulares pasan a funcionar como NNPP, cumpliendo con las características designativas e identificadoras ya aludidas, según el análisis de otros lingüistas y pensadores1. (287) [...] yo diría que ya se ha salido del área del subdesarrollo Argentina [...] (SCH-5. H 2.a G. Médico). (288) [...] los de IBM [...] (BA-4. M 1.a G. Estudia Computación Científica). (289) [...] las revistas del Grupo de Armas [...] (BO-4. M 1.a G. Diagramadora de una revista femenina). (290) [...] el grupo de Florencia [...] (PR-3. M 1.a G. Prof. Univ. de Arte). (291) [...] los países de la Cortina de Hierro que tanto nos deslumbran no toleran esas cosas [...] (BO-13. M 3.a G. Ama de casa; labores de servicio social). (292) [...] los problemas inherentes a esta gran cantidad de personas se puede... ya se han visto manifestados en lo que llaman la Reforma [...] (SCH-2. H 1.a G).

La preferencia de NNPP de designación ocasional2 puede estar influida por las condiciones geopolíticas que afectan a las lenguas naturales3: 1

Cfr. 2.1. NNPP de designación ocasional, no exentos de polémica y que interesa mucho en este trabajo, como pueden ser las denominaciones Hispanoamérica / América Latina y colonial / virreinal, de las que se ocupa el estudioso Guillermo de Torre (1968: 3), quien ha aborda esta cuestión sobre los referidos términos, ofreciéndonos, además del suyo propio, otros puntos de vista muy razonados, como el de Américo Castro: 2

«(...) la denominación exacta que debe aplicarse a los países —y, por ende a su historia y su cultura— de la América donde se habla español. Hispanoamérica y no América Latina, es

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(293) [...] Le tocó a Estados Unidos, no más, el tener el problema negro, pero Cuba también lo tiene, el problema del negro; tú sabes que en Cuba también hay segregación... [...] (SCH-1. H 1.a G).

9.2. DATOS ESTADÍSTICOS. PORCENTAJES DE OCURRENCIAS Y DE ESTRUCTURAS SINTAGMÁTICAS La situación comunicativa concreta, crea las condiciones para la concreción de nuevas designaciones y vocablos. En ellos entenderemos comprendidos los NNPP de designación ocasional, como

lo que corresponde (...) Hispanoamérica y no América Latina. Esta última es una expresión lanzada desde Francia, y parcialmente desde Italia, con una antigüedad no superior al siglo y medio, y aceptada con complacencia por quienes de modo subconsciente quisieron anular o minimizar las huellas españolas [...] Razones muy parecidas ha alegado Américo Castro en fecha más reciente: “La denominación Latinoamérica o América Latina es inexacta; quieren fundarla en que el español y el portugués son lenguas derivadas del latín. Pero en una importante zona del Canadá se habla francés —idioma también latino— y, sin embargo, nadie piensa en el Canadá francés al decir América Latina. Este nombre es tan inoportuno como lo sería el de América Germánica aplicado a los Estados Unidos, fundándose en que el inglés es una lengua germánica” [...] convendría hacer otra (aclaración) complementaria: el reemplazo de la expresión “colonial” por la de “virreinal”. “Colonial” es un término político de procedencia inglesa y norteamericana, forjado a fines del siglo XVIII, es decir, en las mismas fechas en que se gestaba la legítima emancipación política de Hispanoamérica. En España, en las leyes de Indias, nunca se habló de colonias, refiriéndose a los países del Nuevo Mundo descubiertos y poblados por España. Los términos usuales fueron los de “reinos”, o “virreinatos”, o “provincias de ultramar”, equivalentes a los demás reinos peninsulares”. Luego, para finalizar, y por rigurosa fidelidad histórica, tanto como por evitar la prevención antihispánica que la denominación de “colonias” suscita, este nombre debería desaparecer definitivamente. “Cuestión de palabras”, se dirá. Desde luego; pero fundamentalmente, como todas las que ocultan detrás de la fachada, una tupida maraña de conflictos». 3 Un investigador muy preocupado por la influencia de los movimientos sociales en la nominación es Amando de Miguel, catedrático de Sociología. En su columna electrónica en www.libertaddigital.com del 24-07-06 recoge las distintos NNPP de designación ocasional que se emplean en la vida pública española para evitar decir el topónimo España:

«(...) los esfuerzos que se hacen en Cataluña para no pronunciar la voz maldita “España”. Por ejemplo, al decir la hora del huso español no se emplea la expresión “hora española” sino “hora de aquí”. En lugar de “España” se dice “el Estado” o también “la Península”. Cuando Fernando Alonso ganó el campeonato de Fórmula I en los medios catalanes se dijo que era “el primer piloto asturiano en ganarlo”. A toda costa había que evitar la mención del “primer piloto español”. En TV3 un comentarista, para referirse a España, suele decir “toda la Península Ibérica excepto Portugal”. Añado que tendría que precisar “excepto Portugal, Gibraltar y Andorra, más Ceuta y Melilla y los archipiélagos cercanos”. La verdad es que sólo un español puede hacer tantos esfuerzos para no mencionar el nombre de España».

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palabras o secuencias sintagmáticas forjadas por la necesidad de designar e individualizar las cosas que pasan e interesan a los interlocutores, pero que no tienen una etiqueta de designación generalizada. A pesar de este potencial de creación, sólo se han detectado 78 ejemplos. Una cifra que revela un porcentaje de uso del 2,1% respecto del total de los 3.713 NNPP analizados en nuestro estudio. Por géneros, 56 NNPP de designación ocasional (71,79% de esta categoría) han sido empleados por hombres y 22 (28,2%) por mujeres. 1. ART. + SUST. + S. PREP.: 38 (48,71% sobre el total de la tipología): [...] el latín de Santo Tomás [...] (ME-5. H 2.a G. Profesor de filosofía).

2. ART. + SUST. + ADJ.: 16 (21% sobre el total de la tipología): [...] Lo llamamos el malecón Pardo [...] (LI-1. H 1.a G. Administrador de empresas).

3. SUST. + ADJ.: 12 (15,38% sobre el total de la tipología): [...] todo esta cuestión de Pacto Andino [...] (BO-3. M 1.a G. Abogada).

4. SUST. + SUST.: 8 (10,25% sobre el total de la tipología): [...] el llamado cine centro, que era un programa de película [...] (PR-8. M 2.a G. Profesora universitaria y abogada).

5. SUST. + SINTAGM. PREP.: 4 (5,12% sobre el total de la tipología): [...] Estados de la Unión Americana [...] (ME-1. H 1.a G. Contador público).

9.3. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LOS NNPP DE DESIGNACIÓN OCASIONAL El género y el número de estos NNPP lo condiciona el núcleo, explícito o implícito, que posea la palabra o el sintagma de la construcción. No hemos encontrado en nuestro corpus de 3.713 NNPP ningún NP de designación ocasional formado por un sustantivo

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aislado en la cadena discursiva, lo más en aposición («el llamado cine centro»). Lo anterior se explica por la falta de frecuencia o disponibilidad de NNPP como vocablos simples que surgen en el contexto conversacional ocasional. En cuanto al número, hay que decir que, al ser un rasgo predominante el carácter de identificación referencial individual en esta tipología de NNPP, este mismo valor hace que abunden en el número singular, aunque hay ejemplos de identificación y de singularización colectiva, que se expresan en plural: «Estados de la Unión Americana».

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C) FENÓMENOS DE REDUCCIÓN Y AMPLIACIÓN FORMALES EN LOS NNPP Al listado anterior de categorías de NNPP, le añadiremos dos categorías que configuran un conjunto de signos de segundo nivel que, por sus características de lengua especial, reducción y economía extrema, se apartan del uso natural del idioma. Se trata de la reducción de NNPP que en su expresión inicial son lexías compuestas o complejas que se reducen para mayor comodidad en la interacción comunicativa especializada, principalmente. Nos referimos a la acronimia y la siglación. No consideramos en este apartado los fenómenos de reducción de vocablos simples: [...] el auto de papi [...] (BA-1. H 1.a G. Contador público). [...] Mi mami dijo: «Es muy lejos» [...] (LP-9. M 2.a G. Ama de casa. Estudios: Enseñanza secundaria). [...] sobre todo en nuestra prepa... creo que en todas, pero en nuestra prepa hay una febril actividad (Preparatoria) [...] (ME-6. H 2.a G. S Siquiatra).

ya que su presencia en el Macrocorpus es meramente testimonial, con la excepción de los hipocorísticos (Constantino → Tino), tratados en el apartado correspondiente de los antropónimos.

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10 ACRÓNIMOS Informe confidencial CVN/475 a/w del Secretario de la Oclusiom al Secretrio de la Verpertuir. Historia de cronopios y famas, Julio Cortázar

Con el cultismo acrónimo (del gr. akros, extremo, y ónoma, nombre) designamos una palabra formada a partir de dos o más voces cuyos extremos se unen originando una nueva lexía. La acronimia es un importante procedimiento lexicogenésico, aunque el Macrocorpus no nos haya aportado muchos ejemplos de ellos, tan sólo 15 acrónimos (esto es, el 0,40% dentro del total de los 3.713 NNPP analizados en nuestro corpus) o palabras-telescopio, en denominación de Manuel Seco1. La Academia da una definición genérica de acronimia [acrónimo es, según el DRAE (1992: 34), la palabra formada por las iniciales, y a veces, por más letras, de otras palabras], nosotros mantendremos por claridad metodológica la oposición entre acronimia

1

Cfr. «El léxico de hoy», en Lapesa, Rafael (coord.) (1997), Comunicación y lenguaje, Madrid, Karpos, p. 190.

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y sigla. Consecuentemente, por acronimia, se entenderá (Casado Velarde, 1999: 5085): El procedimiento morfológico consistente en la formación de una palabra a partir de dos o —muy raramente— tres unidades léxicas, estando representada, al menos, una de ellas, por un fragmento (una o más sílabas) de su significante (...).

En cualquier caso, la acronimia es un fenómeno no desconocido en la historia de la lengua, pero que se ha intensificado como procedimiento lexicogenésico desde mediados del siglo XX en las lenguas occidentales, principalmente en los medios de comunicación social2. En estos ejemplos se aprecia un tipo de reducción que compromete a grupos de palabras que funcionan como una unidad designativa, cuyos elementos son separables e intercambiables, sin que con ello se afecte al significado básico en el uso independiente. Las posibilidades estructurales detectadas en el Macrocorpus muestran que es posible la integración acronímica de una lexía compleja, compuesta no sólo de dos elementos, sino de tres o más. En estos casos, el proceso implica, a veces, la elipsis de alguno de los integrantes, p. ej: Instituto Colombiano de Cultura → Colcultura. Así, el resultado de la acronimia muestra la integración formal de los elementos más relevantes. Las estructuras más significativas de los casos extraídos del Macrocorpus son las siguientes: 1. Pérdida de los fragmentos finales de los elementos constitutivos del acrónimo, con o sin elipsis de alguno de los elementos de la lexía compleja de base: [...] Bienso (Bienestar Social) [...] (BA-13. M 3.a G. Asistente social). [...] Desal (Desarrollo Alternativo) [...] (BO-1. H 1.a G. Prog. de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). [...] Corvi (Corporación de la Vivienda) [...] (SCH-11. H 3.a G. Constructor civil). [...] el Insra (Instituto de Radio y Televisión) [...] (BA-11. H 3.a G. Ingeniero agrónomo).

2

Urrutia y Álvarez (2001: 140).

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2. Pérdida del fragmento final del primer elemento + conservación total del segundo elemento léxico en la secuencia del acrónimo: [...] el Telecentro (Centro de Enseñanza por Televisión) [...] (BO-1. H 1.a G. Prog. de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). [...] Colcultura (Instituto Colombiano de Cultura) [...] (BO-8. M 2.a G. Licenciada en Filosofía y Letras). [...] Colciencias (Instituto Colombiano para el Desarrollo de las Ciencias y la Tecnología) [...] (BO-1. H 1.a G. Prog. de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras).

3. Pérdida del final de los dos primeros elementos + pérdida inicial del elemento final del acrónimo: [...] Inravision (Instituto de Radio y Televisión) [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras).

Secuencias sintagmáticas en los acrónimos Atendiendo a los componentes resultantes en cada acrónimo, con o sin elipsis, las secuencias predominantes son las siguientes: a. SUST. + ADJETIVO: [...] Desal [...] (BO-1. H 1.a G. Prog. de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). [...] Incol [...] (BO-1. H 1.a G. Prog. de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras).

b. SUST. + SUST.: [...] el Telecentro [...] (BO-1. H 1.a G. Prog. de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras). [...] Corvi [...] (SCH-11. H 3.a G. Constructor civil). [...] Teleducación [...] (LI-8. M 2.a G. Educadora especialista en teleducación).

c. SUST. + SUST. + SUST.: [...] Inravisión [...] (BO-1. H 1.a G. Programador de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras).

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d. ADJ. + SUST.: [...] Colcultura [...] (BO-14. M 3.a G. Licenciada en Bellas Artes). [...] Populibro [...] (BO-8. M 2.a G. Licenciada en Filosofía y Letras).

e. SUST. + ADJ. + SUST.: [...] Recope (Refinadora Costarricense de Petróleo) [...] (BO-1. H 1.a G. Prog. de cine y televisión. Prof. Univ. Estudios: Sociología y Filosofía y Letras).

Los acrónimos analizados, en su estructura silábica, no se apartan de las características del español. Y tienen como referente a entidades, corporaciones y organismos oficiales. El motivo por el que no tengan mayor presencia en el Macrocorpus se debe a que éste es la transliteración del discurso oral, y este mecanismo de acortamiento donde más se utiliza es en los medios escritos de comunicación social. 10.1. EL GENERO Y EL NÚMERO EN LA ACRONIMIA Como les ocurre a algunas clases de NNPP (términos científicos, títulos, designación ocasional, etc.) el género y el número de los NNPP formados por el procedimiento de la acronimia, vienen condicionados por el núcleo, explícito o implícito, del sintagma complejo subyacente: • • • •

(La) Recope: la Refinería Costarricense de Petróleo. (La) Corvi: Corporación de la Vivienda. (El) Incol: Instituto Colombiano. (El) Telecentro: Centro de Enseñanza por Televisión.

Como puede apreciarse en los dos primeros ejemplos, que tienen un núcleo en femenino, el género del acrónimo será también éste. Lo mismo ocurre con los ejemplos siguientes en masculino. Cuando los acrónimos, por metábasis, se incorporan al léxico común, como sustantivos apelativos, forman el plural según las reglas gramaticales generales de su formación en español: Las casas corvis (corvis = ‘de la CORVI’), Los soldados onusianos (onusianos = ‘de la ONU’), etc.

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11 SIGLAS Y SIGLOIDES Sólo Graham —un compañero humanista algo filibustero— lamenta en la BBC la extinción de toda fuente literaria. Neohumanismo, M. Vázquez Montalbán

Se llama sigla al vocablo formado por los fonemas y letras iniciales de las palabras integrantes de una lexía compuesta o compleja. Es un recurso creciente que se utiliza para referirse de forma abreviada a entidades, organismos, instituciones, empresas, objetos culturales, científicos, etc., etc. Las siglas son NNPP de creación moderna en los que se produce una importante caracterización fonológica muy apropiada a la hora de distinguir estos nombres frente a los comunes1. A veces, la sigla para facilitar su pronunciación y estructuración silábica, no sólo selecciona los fonemas y letras iniciales de uno de 1

Para Ángel López (1985: 38):

«Desde el punto de vista fonológico el nombre propio español se caracteriza por presentar combinaciones de fonemas francamente desviantes respecto a la norma de la lengua y por tanto, respecto a la clase de los nombres comunes. Esto sucede de manera especialmente frecuente y ostensible en algunos nombres propios de creación moderna, a saber en las siglas —CSIC exteriorizado / ksík / BUP hecho / búp / etc. (...)».

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los vocablos integrantes de la lexía compuesta o compleja, sino que también pueden aparecer dos de ellos. Resulta así el llamado sigloide. Por ejemplo: CEPARC (Centro Experimental Popular de Arte y Cultura), RENFE (Red Nacional de Ferrocarriles de España). En la formación de los sigloides intervenien en ocasiones, según Gómez de Enterría (1992: 269): «Los monemas funcionales (artículos, preposiciones y conjunciones), por ejemplo, CEPYME (Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa), Conycon (Construcciones y Contratas), Audenasa (Autopistas de Navarra S. A.).»

Las siglas constituyen un fenómeno léxico de principal importancia en el uso del español contemporáneo, hasta el punto de poder hablar de una verdadera invasión en la lengua actual, principalmente en el registro escrito2. El origen de la sigla es primero gráfico y luego verbal, y por lo general se encuentran restringidas a los ámbitos especializados del lenguaje, desde donde saltan al uso de la calle. Por este motivo, en el Macrocorpus, transliteración de encuestas orales, la presencia de siglas y sigloides es reducida: 26 casos que corresponden a un uso del 0,70% del total de los 3.713 NNPP analizados en nuestro estudio. La proliferación de las siglas a la que aludimos, refleja la importancia que tienen en la vida diaria de las personas la presencia de dos tipologías muy pujantes de NNPP, que ya hemos estudiado en este trabajo: los NNPP institucionales y los NNPP de productos de la actividad humana. Dichas tipologías han experimentado un gran crecimiento con la buena marcha de la economía, que tiene como consecuencia la creación de una cantidad abrumadora de NNPP de personas jurídicas (empresas, instituciones, 2

En su obra El lenguaje de los políticos, con datos extraídos de la publicación Russians Abreviations —A selective list, editada por The library of Congress, Washington, el experimentado corresponsal de prensa F. Mellizo (1968: 31), advierte que «Respecto a las siglas, es conveniente añadir algo más. Su aumento en todos los países y bajo todas las ideologías ha sido muy notable en los últimos lustros, pero tal vez merezca la pena subrayar el hecho de que en la URSS se han creado nada menos que 3.000 desde el año de la Revolución, 1917. Fórmulas como SOVDEP, AGITPROP, KONSOMOL, o, en el mundo occidental, OTAN, OCDE, EURATOM, etc., no son simples abreviaturas, o matrimonios de palabras truncadas, sino pautas político-culturales de la vida social».

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fundaciones, etc.) y los objetos y productos de todo tipo que éstas ofertan. Algunos autores, como la citada Gómez de Enterría (1992: 267), consideran que las siglas han proliferado por la necesidad de nombrar de una forma más corta unas denominaciones jurídicas, comerciales, etc., que son en muchas ocasiones unos nombres muy extensos: «(...) el fenómeno de la proliferación de las siglas se muestra como un reflejo de la realidad económica del momento actual. La razón de su abundancia y empleo masivo hay que atribuirla a la incidencia tan considerable que alcanzan en la vida diaria los diferentes organismos, instituciones o simples denominaciones de productos que surgen día a día, y a los problemas de denominación que éstos plantean».

Las siglas, como signos de segundo nivel de arbitrariedad, obligan a las instituciones y a los medios de comunicación a un mayor esfuerzo de análisis metalingüístico para simplificar la formulización de los mensajes: «El progreso de las ciencias, la creación de organismos internacionales, el desarrollo de los medios de difusión, han estimulado en esta época la proliferación de siglas (incorporación de un grupo de palabras dentro de una lexía artificial)3».

Casado Velarde (1999: 5081) analiza el fenómeno siglar distinguiéndolo claramente de otros fenómenos de acortamiento: «(...) la pieza lingüística resultante de la unión de varios grafemas iniciales de sendas palabras, constitutivas de una unidad léxica (generalmente un sintagma nominal): UNED < Universidad Nacional de Educación a Distancia, ESO < Educación Secundaria Obligatoria, OVNI < objeto volante no identificado. No consideramos, por tanto, como siglas el resultado, por lo común sin trascendencia al plano oral, de reducir el cuerpo gráfico de una o varias palabras conservando uno o más de sus grafemas (el inicial y/o algún o algunos otros). Ejemplos: D.