Espacio y tiempo de fiesta en Nueva España (1665-1760) 9783954872404

Análisis de la fiesta en Nueva España, en los años finales del Barroco, como una forma de teatralización del espacio urb

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Spanish; Castilian Pages 312 Year 2013

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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
AGRADECIMIENTOS
I. LA FIESTA EN NUEVA ESPAÑA. TIEMPO DE APARIENCIAS
II. PUESTA EN ESCENA BAJO UNA REALIDAD EMBELLECIDA. EFÍMERO MESTIZO EN EL CAMPO Y LA CIUDAD
III. DESENLACE FESTIVO. RELACIÓN DEL BOATO E ILUSIÓN DE UN ESPECTADOR OMNISCIENTE
IV. OCASIONES SÚBITAS Y DE CÓMO FESTEJAR LO EXTRAORDINARIO
V. RUTINAS EN EL CALENDARIO Y ESPACIOS ESTABLES PARA LA CELEBRACIÓN
VI. HUMORADAS Y MÁSCARAS FACETAS. TIEMPO DE BURLAS Y VERAS UNIVERSITARIAS
VII. PASATIEMPOS DE INTRAMUROS. EL TEATRO EN LOS CONVENTOS FEMENINOS
GLOSARIO FESTIVO
BIBLIOGRAFÍA
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Espacio y tiempo de fiesta en Nueva España (1665-1760)
 9783954872404

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Universidad de Navarra Editorial Iberoamericana

Dirección: Ignacio Arellano y Celsa Carmen García Subdirector: Juan M. Escudero Coordinadora: Pilar Latasa.

Comité asesor: Trinidad Barrera, Universidad de Sevilla Miguel Donoso, Universidad de los Andes, Santiago de Chile Andrés Eichmann, Universidad de Navarra y Academia Boliviana de la Lengua Paul Firbas, Stony Brook University Pedro Lasarte, Boston University Raúl Marrero Fente, University of Minnesota Alfredo Matus, Academia Chilena de la Lengua Rosa Perelmuter, University of North Carolina at Chapel Hill Sara Poot-Herrera, University of Santa Barbara, California José Antonio Rodríguez Garrido, Pontificia Universidad Católica del Perú

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ESPACIO Y TIEMPO DE FIESTA EN NUEVA ESPAÑA (1665-1760)

JUDITH FARRÉ VIDAL

Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • Bonilla Artigas Editores • 2013

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Derechos reservados © Iberoamericana, 2013 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2013 Elisabethenstr. 3-9 – D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net © Bonilla Artigas Editores, S.A. de C.V., 2013 Cerro Tres Marías # 354 Col. Campestre Churubusco C.P. 04200 México, D. F. [email protected] www.libreriabonilla.com.mx ISBN 978-84-8489-728-6 (Iberoamericana) ISBN 978-3-86527-779-4 (Vervuert) ISBN 978-607-7588-??-?? (Bonilla Artigas) Depósito Legal: M-7661-2013 Diseño de la serie: Ignacio Arellano y Juan Manuel Escudero Diseño de cubierta: Marcela López Parada Imagen de cubierta: gentileza del Museo de América, Madrid Impreso en España Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.

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A ma mare, per la seva fortalesa i el seu somriure.

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ÍNDICE

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La fiesta en Nueva España.Tiempo de apariencias . . . . . . . . . . . . . . .

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II. Puesta en escena bajo una realidad embellecida. Efímero mestizo en el campo y la ciudad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

27

III. Desenlace festivo. Relación del boato e ilusión de un espectador omnisciente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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INTRODUCCIÓN

AGRADECIMIENTOS

I.

* * * IV. Ocasiones súbitas y de cómo festejar lo extraordinario . . . . . . . . . . . .

71

Descripción de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de Ntra. Sra. de los Remedios a esta ciudad de México el año de mil seiscientos y sesenta y ocho, atribuida a Alonso Ramírez de Vargas, Cádiz, Jerónimo Peralta, 1725 . .

93

Anexo: Alfonso de Ena, Descripción de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de N. Señora de los Remedios, México, Juan Ruiz, 1668 . . . . . . .

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V. Rutinas en el calendario y espacios estables para la celebración . . . . .

127

Juan Antonio Ramírez Santibáñez, Pierica narración de la plausible pompa con que entró en esta imperial y nobilísima ciudad de México el Exmo. señor conde de Paredes, marqués de la Laguna, virrey gobernador y capitán general de esta Nueva España […]. En México, Francisco Rodríguez Lupercio, 1680 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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VI. Humoradas y máscaras facetas.Tiempo de burlas y veras universitarias . .

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Joseph de Villerías, Descripción de la máscara y paseo con que la real universidad, nobleza y pueblo de esta imperial corte de México celebró la posesión de la cátedra de vísperas de teología que obtuvo el Rmo. P. M. Fr. Joseph de las Heras […]. En México, por los herederos de la viuda de Francisco Rodríguez Lupercio […], 1721 [fragmento] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

188

VII.Pasatiempos de intramuros. El teatro en los conventos femeninos . . . .

207

Sainete y fin de fiesta al recibimiento de los excelentísimos marqueses de las Amarillas, virreyes de este reino, en el Colegio de San Miguel de Belem, atribuido a Cayetano Cabrera y Quintero (1756) . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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GLOSARIO FESTIVO

BIBLIOGRAFÍA

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INTRODUCCIÓN

Este libro se plantea estudiar cómo era la fiesta en Nueva España en los años finales del Barroco, entendida como una forma de teatralización del espacio urbano, extraordinaria y efímera por definición. Conviven en ella, bajo porosos márgenes, las necesidades lúdicas más elementales de la sociedad y el propósito de autorrepresentación simbólica del poder; así también conviven las circunstancias celebrativas de orden civil y del ámbito religioso junto a las rutinas festivas del calendario ordinario y las repentinas eventualidades conmemorativas. El marco temporal abarca el reinado de Carlos II, porque se trata de uno de los periodos menos transitados críticamente y porque, en el caso específico novohispano, es el tiempo de sor Juana Inés de la Cruz y de otras figuras estelares como Carlos de Sigüenza y Góngora. Son, además, años cruciales en la configuración y desarrollo de una cultura literaria marcada ya plenamente por el auge de la conciencia criolla. Precisamente por esa razón, el molde temporal del reinado del último de los Austrias resultaba insuficiente, y de ahí que el estudio se proponga avanzar hasta mediados del siglo XVIII. El relevo de dinastías en la monarquía hispana no significó un cambio en el ceremonial celebrativo de Nueva España y, por ello, el estudio se fija como límite 1760, el año en el que Agustín de Ahumada y Villalón, marqués de las Amarillas y último de los virreyes nombrados por Felipe V, dejaba su cargo. A partir de esa fecha, empezarían a ejercerlo los mandatarios nombrados por Carlos III y las reformas borbónicas sí supondrían un cambio fundamental en la dinámica social —y festiva— del virreinato. En dicho periodo, el fasto responde a la espectacularidad propia del Barroco, en la que todo se impregna de una teatralidad desbordada y en la que el horizonte de expectativas se sitúa en la órbita de la suspensión, ya sea para «detener o parar por algún tiempo o hacer pausa», ya sea «para arrebatar el ánimo y detenerlo con la admiración de lo extraño o lo inopinado de

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algún objeto o suceso» —según las acepciones que dicta el Diccionario de Autoridades—.Y, bajo esas especiales y extraordinarias coordenadas, la fiesta se convierte en un marco hábil para el cultivo de las apariencias, donde el espacio cotidiano se transforma en una realidad embellecida, en la que adquiere plena vigencia la lectura simbólica de lo cotidiano. Desde esta convención de lo festivo, las siguientes páginas buscan orientarse hacia las relaciones entre teatro y poder en Nueva España. De ahí que una de las preguntas fundamentales en cada uno de los capítulos haya sido plantearse quiénes eran los principales artífices del fasto: bien como mecenas, bien como actores participantes o como público espectador. Al hilo de esa cuestión, surgía otro de los argumentos sobre los que ha ido discurriendo este estudio, los distintos espacios de representación. La llegada de Cortés al Nuevo Mundo llevaba consigo un esquema ceremonial y celebrativo heredado del modelo renacentista italiano, aunque, desde fechas muy tempranas, se vio influido por los especiales condicionantes que imponían el espacio americano y sus naturales. Abordar el tema bajo la fórmula de efímero mestizo —acuñada por Víctor Mínguez— significa tener en cuenta que el proceso de culturalización de América fue bidireccional y que las sociedades indígenas desempeñaron en él un papel propio. En esta intersección festiva prevaleció el modelo europeo, aunque lo prehispánico primero y, más adelante, lo criollo enriquecieron el universo simbólico y ceremonial de la celebración. Sólo así podía cumplirse la función persuasiva de la fiesta, en la que las élites letradas —la fortaleza docta que estudia Magdalena Chocano— desempeñaron un papel protagonista como portavoces de una sociedad emergente, que buscaba trazar su propio modelo iconográfico y la creación de la comunidad imaginada de la nueva nacionalidad. Espacio y tiempo de fiesta en Nueva España (1665-1760) discurre simultáneamente entre el medio urbano y el simbólico, una confluencia que justifica la distribución de los capítulos bajo dos apartados generales. Así, el primero trata sobre las claves simbólicas que, como ejes metafóricos en el espacio y el tiempo ordinarios, rigen los tiempos de la fiesta: el primer capítulo aborda los parámetros generales del fasto y su prevención como un tiempo extraordinario; el segundo se centra en su lapso de ejecución y en cómo las apariencias convierten el marco cotidiano en una realidad embellecida. Finalmente, este bloque inicial se cierra con el desenlace del fasto y en cómo se traduce la ilusión de culminar lo efímero por medio de su relación impresa.

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Desde las líneas generales apuntadas en la primera parte del libro, el segundo bloque contiene cuatro capítulos que analizan, por un lado, sendos tiempos festivos: las ocasiones súbitas y las rutinas del calendario y, por otro, dos espacios festivos propios de las élites letradas: el abierto de las máscaras facetas de la universidad y el cerrado de los pasatiempos conventuales. En todos los casos, cada uno de estos cuatro capítulos acaba con la edición crítica de un texto alusivo. Los criterios de edición de dichos textos, en ocasiones fragmentos, modernizan la ortografía de lo que no presenta distinto valor fonológico, tanto en lo que respecta a las grafías como a la acentuación y a la puntuación. Entre corchetes se marcan las palabras reconstruidas por conjetura. Para cada obra, se incorpora una nota inicial, donde se menciona el origen del texto en el que se ha basado la transcripción. El primer capítulo, La fiesta en Nueva España.Tiempo de apariencias, presenta, a modo de introducción, las claves genéricas sobre las que puede trazarse el panorama festivo novohispano. Desde las convenciones generales, considero los rasgos propios del efímero mestizo y cómo quizá sea su carácter aglutinante el rasgo que mejor defina los códigos y las prácticas festivas en Nueva España. Desde la peculiar dinámica que impusiera el proceso de evangelización, y partiendo del hecho de que los indios seguían siendo a mediados del siglo XVII una de las partes más importantes de su público, la fiesta lo amalgama todo. Es así como se consolida la permeabilidad de fondo entre lo sagrado y lo profano, como la mitología clásica se combina con la prehispánica o con la historia, y como, desde un nivel más superficial, se integran, por ejemplo, los tocotines y otras prácticas festivas prehispánicas en el ceremonial. Es este un paso más hacia el reconocimiento del espacio propio, el sentido de pertenencia a un lugar sobre el que se irá cimentando el imaginario colectivo de la diferencia. Puesta en escena bajo una realidad embellecida. Efímero mestizo en el campo y la ciudad aborda las diferencias en el ornato del espacio festivo, según sea un ámbito urbano o rural. Respecto a la ciudad de México, la idea clave no es otra que considerar la omnipresencia y la movilidad de los virreyes y de las autoridades eclesiásticas, que convirtieron toda la ciudad en una especie de escenario itinerante, desbordante. Además, otro aspecto que hay que tener en cuenta es que la ciudad seguía urbanizándose y que las nuevas construcciones se sucedían con gran rapidez. Las edificaciones de nuevos templos y sus consiguientes (y fastuosas) dedicaciones fueron un ejemplo de la estrecha relación que la fiesta mantenía con el urbanismo. En el ámbito rural, el aspecto más sobresaliente proviene del mayor arraigo de las tradiciones pre-

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hispánicas. Las relaciones de festejos rurales son más bien escasas, por lo que el capítulo considera el análisis de un festejo en Antequera para conmemorar el nacimiento de Carlos II, celebrado en 1662, para así extraer las pautas principales de la fiesta en un medio no urbano. El tercer capítulo, Desenlace festivo. Relación del boato e ilusión de un espectador omnisciente, se plantea cómo la relación del fasto recrea la noción de un espectador omnisciente. Este apartado, que cierra el primer bloque, es, a la vez, su colofón, pues considera la impresión del festejo en una relación que trasciende el espacio y el tiempo del ritual festivo. El testimonio escrito representa, por un lado, la oportunidad de que permanezca la experiencia del fasto y de esa realidad embellecida, y, por otro, permite revelar todas las claves de su entramado, desde la explicación simbólica de las arquitecturas efímeras y de sus entresijos técnicos, hasta la identidad de sus mecenas. La noción de espectador omnisciente, como artificio literario que describe la recreación y actualización del fasto en el presente de la escritura, posibilita examinar a la vez todos los tiempos festivos: la vívida descripción del fasto de la celebración se solapa con las razones simbólicas que explican la alegoría y con el elogio a sus mecenas, que subyace en todo el diseño. El impreso, apelando a un ideal espectador omnisciente, evoca una renovada puesta en escena, en la que cabe leer la magnificencia de su ejecución y las razones técnicas y simbólicas que se proyectan en el encomio de sus patrocinadores. Ocasiones súbitas y de cómo festejar lo extraordinario trata sobre las fiestas repentinas, sin distinguir entre ceremonias de orden religioso o civil. Se inicia con un repaso de las principales circunstancias extraordinarias que podían conmemorarse. Sobresalen, por un lado, beatificaciones, canonizaciones y dedicaciones de templos religiosos, y, por otro, nacimientos, bodas y entronizaciones reales. En todos los casos se constata un mayor derroche económico, que se traduce en una declarada búsqueda de efectismo, que pretende hacer más memorable lo extraordinario de la celebración. El texto editado está formado por unas quintillas a la venida y vuelta de la Virgen de los Remedios (1668), que tradicionalmente se habían atribuido a Alonso Ramírez de Vargas y cuya autoría, a partir de un ejemplar único e incompleto depositado en la biblioteca John Carter Brown, me inclino a poner, como mínimo, en duda. Este ejemplar, que firma fray Alfonso de Ena, se reproduce como anexo al capítulo. El siguiente capítulo, como precisa su título, se ocupa de las Rutinas en el calendario o espacios estables para la celebración. En la misma línea que el anterior, constata cómo no es posible distinguir entre las fiestas ordinarias de

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carácter civil (san Hipólito) y las de carácter religioso (Corpus). Si bien es el Corpus la festividad que orientó, desde la misma llegada de Cortés, el desarrollo de los protocolos para el resto de festividades, el capítulo versa sobre una de las celebraciones cardinales en el calendario novohispano: el ceremonial de bienvenida a un nuevo virrey o a un arzobispo, que se convierte en un ejemplo paradigmático para trazar las claves de la fiesta novohispana, pues, como rutina festiva que se renueva con la llegada al poder de cada nuevo mandatario, integra todos los elementos espectaculares del barroco efímero novohispano (procesiones, arcos de triunfo, teatro, música, toros, fuegos artificiales y demás prácticas festivas) y aglutina a todos los sectores sociales de la Colonia. El texto editado es un fragmento de la Pierica narración, la relación en verso que Antonio Ramírez Santibáñez escribiera a raíz de la entrada del conde de Paredes en la ciudad de México en 1680. Humoradas y máscaras facetas.Tiempo de burlas y veras universitarias se ocupa de los festejos patrocinados desde la universidad, ya que una parte importante de las celebraciones extraordinarias que se sucedieron en la capital novohispana fueron las propias del ámbito universitario: procesos de provisión de cátedras, ceremonias de nuevos doctores, rectores y consiliarios... La universidad era una corporación formada por estudiantes, maestros y graduados y, en muchos casos, tales estudios se entendían como un medio de reconocimiento y de promoción social, del que salían muchos de los funcionarios de la administración civil y eclesiástica de todo el virreinato. Este aspecto, unido a que sus normas de acceso eran muy restringidas y elitistas, ayuda a entender el exhibicionismo que envolvía las celebraciones en torno a dicha élite letrada y sus ascensos en la institución, los cuales se escenificaban, además, en los recorridos urbanos propios de las otras grandes conmemoraciones. Resulta curioso ver cómo en esas celebraciones se combinaba siempre la parte seria y la faceta. Sin duda, la parte faceta, que dio lugar a curiosas y estrafalarias humoradas, es la de mayor interés, pese a las numerosas prohibiciones que intentaron coaccionarla hasta bien entrado el siglo XVIII. El fragmento que se edita es la máscara faceta que se celebró en la posesión de la cátedra de vísperas de teología obtenida por Fr. Joseph de las Heras (1721). En contrapartida a la exhibición y ocupación espectacular del espacio público del capítulo sexto, Pasatiempos de intramuros. El teatro en los conventos femeninos se ocupa de los festejos que tuvieron lugar en las clausuras femeninas. Además, por contraste con las formas festivas de la universidad, este

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capítulo se justifica porque el convento novohispano, por su cercanía a la corte, ofrece unos rasgos peculiares, distintos de los de la clausura femenina en la península. Como han puesto de manifiesto los estudios acerca de los rasgos históricos de la vida monacal femenina, la especial mezcla entre lo espiritual y lo material hace difícil encontrar un patrón definitorio de su funcionamiento. La peculiar sociabilidad que regía el ambiente conventual femenino convirtió a estos lugares de recogimiento en verdaderos epicentros de la sociedad colonial. La visita de los virreyes y de su comitiva a la clausura era una práctica habitual que, como una curiosa manifestación de devoción cortesana, propiciaba constantes festines, en los que las monjas agasajaban a sus huéspedes con representaciones teatrales. Esta feliz circunstancia ha propiciado que, entre los pocos textos dramáticos conservados de la época, figuren diversas piezas escritas con ocasión de estas visitas. El capítulo analiza las características de estas representaciones encomiásticas, de carácter alegórico y ambientación mitológica, a partir de una de las escasas obras conservadas del siglo XVII: el Festín plausible, que Joseph de la Barrera escribió para el agasajo de los condes de Paredes en el convento de las Clarisas en 1681. El texto que se edita y que concluye el capítulo es el sainete atribuido a Cayetano Cabrera Quintero, a raíz de haber recibido el Colegio de San Miguel de Belén, en 1756, a los marqueses de las Amarillas. La pieza muestra el otro registro que, junto al alegórico, imperaba en este tipo de visitas cortesanas a los conventos, y que recoge en clave dramática la vida cotidiana en la clausura. Como coda, un Glosario festivo pretende registrar todos aquellos términos relacionados con la ejecución de la fiesta. Se trata del léxico que con más frecuencia aparecen en las descripciones impresas de la época. El repertorio abarca, fundamentalmente, lugares de la geografía urbana representativos del trazado festivo de la capital novohispana; materiales y personajes necesarios para su ejecución; géneros literarios y parateatrales; elementos de la arquitectura efímera; vestuario y disfraces; bailes e instrumentos musicales, así como ocasiones y prácticas festivas. El criterio general para incluir una determinada cita con la que ilustrar una entrada específica del glosario ha sido su capacidad para aportar información precisa sobre su ejecución, por lo que en muchos casos el contenido puede completarse gracias a varias entradas diferentes del glosario. En esos casos, se indica mediante Ver., que señala la cita explícita numerada entre paréntesis de la entrada del glosario, a la que también puede acudirse para ampliar su descripción.Algunas entra-

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das contienen subapartados, que se refieren a variantes o a aspectos que desarrollan la entrada principal; se indican en negrita, sin versales y con un aumento de sangría. En algunos casos, cuando son términos muy específicos o mexicanismos, he optado por incorporar en nota al pie una definición de la palabra, que preceda a los fragmentos que la ilustran. La idea de este compendio, que, pese a la intención de que sea exhaustivo, con toda seguridad habrá podido dejar pasar algún término susceptible de ser anotado, surge de un vaciado inicial del Diario de sucesos notables (1665-1703), de Antonio de Robles, en el que, bajo la forma de un calendario festivo, se volcaba una circunstancia conmemorativa y su descripción correspondiente. A raíz de la recopilación en orden cronológico, y tras constatar la repetición de varios términos en la descripción de las circunstancias festivas, surgió la idea de ordenar la información a partir de dichas coincidencias léxicas, que podían sintetizarse en las distintas entradas de este glosario festivo. En la conversión del calendario a glosario festivo, se incorporaron también referencias procedentes de los impresos que describen las entradas de virreyes y/o arzobispos en la ciudad de México y/o en Puebla durante esos mismos años, y otros cuatro testimonios impresos de festejos religiosos extraordinarios —algunos de los más significativos del periodo—. En estos casos, no se han añadido las descripciones de las metáforas y emblemas del diseño iconográfico de cada entrada pública, únicamente las explicaciones trazadas en torno a su ejecución, tal y como se hizo con la información extraída del Diario de Robles. Lleida, 19 de agosto de 2012

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AGRADECIMIENTOS

La elaboración de este libro ha transcurrido en diferentes ciudades (Monterrey, México, Austin y Madrid), y no hubiera sido posible sin el apoyo de diversas instituciones. Entre ellas, en primer lugar, CONACYT, que en la Convocatoria de Investigación Básica 2004 financió el proyecto «La imagen del poder en la corte virreinal (1665-1700)» y en la Convocatoria de Investigación Básica 2007 concedió fondos a la propuesta «Fiesta, teatro y poder en Nueva España (1665-1760)».También agradezco al Center for Mexican American Studies (CMAS) de la Universidad de Texas en Austin, por haberme otorgado en 2006 una beca para realizar una estancia breve de investigación en la Nettie Lee Benson Latin American Collection; a la Cátedra de investigación Memoria, literatura y discurso del Tecnológico de Monterrey, por su apoyo constante durante mi etapa como docente en la universidad; al Programa Ramón y Cajal del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España, que me ha permitido, desde 2009, incorporarme al Instituto de Lengua, Literatura y Antropología (ILLA), del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Madrid y, finalmente, al Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO) de la Universidad de Navarra. Durante todos estos años, han sido muchos los colegas y amigos que, aquí y allá, me han apoyado en esta investigación. Particularmente debo agradecérselo a Ignacio Arellano y a Juan Manuel Escudero, que han favorecido su publicación en esta Biblioteca Indiana.Vaya asimismo mi reconocimiento al círculo de confianza en Monterrey, por su valiosa y generosa amistad. Gracias también a los amigos de la ciudad de México, que tanto me han enseñado sobre Nueva España, y a los que siempre han estado cerca, por todo (ellos lo saben).Y, por último, a mi hermana Carmen, por su apoyo incondicional y cariñoso.

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I. LA FIESTA EN NUEVA ESPAÑA. TIEMPO DE APARIENCIAS

La fiesta, como manifestación colectiva, introduce una cesura en la vida cotidiana. Dentro de este corte lúdico que se impone en la celebración de una circunstancia asociada al poder civil o religioso, pueden distinguirse dos motivos básicos en su agenda festiva: las conmemoraciones religiosas del calendario litúrgico ordinario o las fiestas públicas del calendario civil, y las extraordinarias, las «grandes alegrías» o «días grandes»1 que, además de las circunstancias relativas a la monarquía, contemplan entradas de prelados en sus diócesis, beatificaciones y canonizaciones, victorias militares y grandes conmemoraciones, entre otros asuntos. Por lo que respecta a los «días grandes» en Nueva España2, deben contemplarse, además, otras fiestas de corte propiamente novohispano, como san Hipólito y el paseo del pendón, la celebración de la Virgen de los Remedios —y, con posterioridad, la de la Virgen de Guadalupe—, bodas y bautizos de la familia virreinal y, sobre todo, la entrada en el cargo de un nuevo virrey. En todos los casos son fiestas emanadas del poder, civil o religioso, dirigidas hacia la consolidación del orden social, en las que coinciden en el espacio urbano, de manera extraordinaria y según una estricta ritualidad, todas las jerarquías que lo conforman. De ello se desprende uno de sus primeros rasgos definitorios, la jerarquización corporativa que, además, coexistía junto a otras formas de diferenciación social de tipo étnico y clasista. Esta participación gremial marcaba una estricta etiqueta que regulaba la participación colectiva, ya que los individuos «participaban en cuanto pertenecientes a una institución cerrada y reconocida

1 2

Bonet Correa, 1986, p. 43. Para una visión panorámica, ver Gonzalbo, 1993, pp. 27 y ss.

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como tal por las autoridades, legitimada por tanto frente al resto de la sociedad»3. La fiesta es expresión de las necesidades lúdicas del ser humano pero, en el marco de una sociedad políticamente organizada, se relaciona estrechamente con una visión que, como ya pusiera de relieve Maravall4, cifra en parte su conservación en la imagen que es capaz de generar de sí mismo. Aunque es necesario revisar las tesis maravallianas, ya que la fiesta es también, y mucho más en territorios americanos, ambivalente, pues, como se verá en los capítulos que siguen, las élites criollas acudirán, a medida que avance el siglo XVII, a los simulacros festivos para reivindicar su propio espacio simbólico y generar sus propias apariencias.Y, aunque la fiesta era un eficaz mecanismo de control de masas, no era sólo eso y ocasionalmente también podía ser una forma de canalizar el descontento popular5. Esta capacidad ostentatoria del poder por exhibirse en escenas —tal como lo formulara Balandier en El poder en escenas— convierte a la ciudad en un gran teatro en el que la «teatralidad cobra un sentido prístino de escenario, de lo que se ofrece a la contemplación»6. De ahí que podamos hablar de una ritualidad compartida en la que entran en juego tanto los mecanismos de ostentación de un ideal de gobierno por parte de quienes lo representan, como la adhesión afectiva y efectiva por parte de quienes conforman las distintas jerarquías de dicho orden político. En este proceso entran en liza las ansias por suspender a un público ávido de novedades y afanoso por buscar lo extraordinario o, mejor dicho, por encontrar las coordenadas espacio-temporales propias de la fiesta: El gusto por lo asombroso, por lo maravilloso, por el artificio, encuentra en la fiesta un lugar privilegiado de expresión, que se manifiesta en espectáculos que buscan «suspender» al público, utilizando un término de la época, dejarlo absorto con lo nunca visto [...] Los decorados urbanos de la fiesta, por su carácter efímero, invitan a desatar la imaginación, y contribuyen a crear la ilusión de una

3 Ello, además, significa que «según estos parámetros la festividad podía convertirse en un instrumento de afirmación del orden corporativo idealizado, pero también daba satisfacción a los afanes de prestigio que cada corporación abrigaba. Estas aspiraciones podían a su vez crear contradicciones entre las distintas corporaciones» (Chocano, 2000a, pp. 153-154). 4 Maravall, 1986, pp. 71-95. 5 Para Nueva España, ver, por ejemplo, Gonzalbo, 1993, p. 22. 6 Bravo, 1990, p. 174.

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I. La fiesta en Nueva España.Tiempo de apariencias

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realidad mejorada, de una ciudad transformada ante los ojos de los ciudadanos, de un espacio que, durante unos días, pretende dejar de ser lugar de fatigas cotidianas para convertirse en el espacio de la diversión y del espectáculo7.

Esta curiosidad popular, siempre atenta a cualquier anécdota cotidiana que pudiera traspasar los límites de lo ordinario, se hizo patente en muchos de los comentarios que Robles consignó en su Diario de sucesos notables. Sintomáticas de estas expectativas públicas son anotaciones como que «a los principios de este año vino un extranjero que sacaba de la boca lechugas, rábanos, vino, agua de azahar y otras cosas»8 o sucesos morbosos como que «vino nueva de Guatemala de haber nacido una criatura, tres leguas de la ciudad, con dos cabezas con forma de mujer, nació a 9 de agosto de 77; bautizáronla y vivió dos días»9. Este tipo de sucesos notables convivían con el relato del concurso y la expectación generalizada ante un auto de fe, una máscara de la universidad o la entrada de un nuevo virrey. Es, pues, la búsqueda de la novedad en su máxima expresión. La ciudad se transforma así, ocasionalmente, en una «realidad mejorada» que adquiere pleno sentido a partir de este «tiempo de excepción con valor ritual y colectivo en el que durante el tiempo de la celebración se suspende el ritmo de la vida cotidiana»10. Cruz de Amenábar se refiere a este ámbito espacio-temporal como una «metamorfosis estética y simbólica del mundo»11. El fasto se inscribe así en unas especiales coordenadas de espacio y tiempo, en tanto que sucede en una realidad embellecida durante un tiempo concreto y efímero por definición. La eficacia, en este sentido, se logra por medio no sólo de una rígida reglamentación, sino también de los mecanismos de ostentación que la rodean y que buscan «suspender» al público. Además, debe considerarse que, precisamente, la eficacia del aparato festivo reside en que el gasto no es sólo improductivo, entendido en términos de producción y pragmática económica; ni es tampoco puro despilfarro, en el sentido de que conlleve la

7

Ferrer, 2003, p. 27. Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 4. 9 Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 181. 10 Bravo, 2005, p. 435. 11 «La fiesta es la creación de un ámbito espacio-temporal extraordinario que trasciende lo cotidiano y permite así la regeneración de la habitualidad del trabajo y la renovación de los deberes y obligaciones de todos los días» (Cruz de Amenábar, 1995, p. 13). 8

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liberación de todos los excedentes acumulados sin ningún reintegro. Al contrario, el gasto festivo es un acto de consumo puro o consumación, que implica «llevar a cabo el gasto en todas sus consecuencias y en toda su plenitud, el cual a la vez conduce a la gratuidad y a la generosidad; a la entrega, y al don»12. Se trata de un consumo ostentoso, término que bajo el concepto de «conspicuous consumption» acuñara el sociólogo Thorstein Veblen, y que, para la fiesta barroca hispana, presupone como ideal la identidad sustancial entre ostentación y realidad, tal y como Gracián constata en su Oráculo manual: «[…] llena mucho el ostentar, suple mucho y da un segundo ser a todo, y más cuando la realidad se afianza; el cielo, que da la perfección, previene la ostentación: que cualquiera a solas fuera violenta»13. Dentro de esta tradición, es necesario plantearse cómo el espacio novohispano impone sus especiales circunstancias. Las primeras diferencias se aprecian en la incorporación de asuntos conmemorativos propios dentro del calendario celebrativo. Así, además de las circunstancias relativas a la monarquía o junto al calendario litúrgico ordinario y sus disposiciones extraordinarias, surge la necesidad de conmemorar las circunstancias propias de la comunidad. Fundamentalmente, las entradas de virreyes y arzobispos, las consagraciones de templos, las celebraciones de santos locales y las canonizaciones de santos americanos quizá sean las más aglutinantes. Otra serie de diferencias, más sustanciales, se refieren a los códigos y estrategias celebrativas. Son, en definitiva, las marcas propias que confluyen en la fórmula de efímero mestizo y que surgen al constatar la permeabilidad de la compleja y mixta realidad americana en la concepción y puesta en escena del fasto14. Un ejemplo de esta amalgama se observa en el hecho de que una gran parte de sus habitantes eran indígenas, por lo que su impronta en las celebraciones resulta palpable.Testimonio de ello es, por ejemplo, el recibimiento del marqués de Villena en la ciudad de México (1640), el primer grande de España en ejercer el cargo de virrey:

12

Cruz de Amenábar, 1995, p. 33. Ver Neumeister, 1991, pp. 171-172. 14 En la misma línea apuntan las conclusiones de Solange Alberro al afirmar incluso que «siguiendo la estructura aglutinante y de fines universalistas del esquema de la fiesta barroca española, el siglo XVII novohispano lo abarcó todo, reconciliando en un complejo festivo profundamente unificador lo antiguo con lo presente, lo mítico y lo bíblico con lo histórico, lo doméstico con lo exótico, lo sagrado con lo profano y hasta populachero» (1998, p. 41). 13

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Día de san Agustín, a las tres de la tarde, prevenida la familia con traje de gala y de camino, las calles, azoteas y ventanas con tanto concurso, que ni se podía estar en las casas sin temor que se hundiesen, con muchos tablados con festines e invenciones de indios, que explicaban su contento con disfraces alegres, ya que con su algarabía no lo podían dar a entender, y tantas eran las bandadas de mujeres como de los hombres, dando todos confusamente gritos y palmadas de contento, alegría semejante a la que tienen los cautivos, cuando les llega el rescate15.

Esta amalgama es constante y ya, en lo que atañe a la segunda mitad del siglo XVII, la antología de Poetas novohispanos (1521-1721) de Méndez Plancarte es, necesariamente, el punto de partida ineludible sobre el que cimentar cualquier aproximación a la literatura novohispana del período. La obra del erudito colonialista marcó la pauta para la recuperación de la literatura virreinal, sobre todo de la segunda mitad del siglo XVII, cuya abundancia determinó que la producción de 1650 a 1700 fuera publicara desdoblada en dos tomos.Transcurrido el tiempo y al amparo de los tres volúmenes de Méndez Plancarte, otros estudios, deudores confesos del bibliógrafo mexicano, marcaron la pauta para una revitalizada recuperación cualitativa de la producción poética del período16. Entre ellos, Dalmacio Rodríguez fue quien, al estudiar la práctica social de la literatura novohispana y esbozar parámetros generales para la clasificación del corpus, constataba cómo la mayor parte del material poético conservado pertenecía al ámbito de las fiestas públicas17. El ingente volumen de composiciones conservadas es, desde luego, una prueba irrefutable para enmarcar el esencial papel que desempeñaron las fiestas públicas en Nueva España. Así fue desde la llegada de Cortés. Lo ilustra bien Pilar Gonzalbo cuando reproduce un elocuente fragmento de la Monarquía indiana, en el que Torquemada cuenta cómo Hernán Cortés,

15

Gutiérrez de Medina, 1947, p. 83. Uno de los más recientes es la renovada antología de Tenorio (2010). 17 «El tipo de publicaciones que hemos enumerado —en su mayoría pertenecientes al género de la relación— son la constancia y culminación, por lo general, de ciertas manifestaciones culturales emanadas tanto del poder civil como del eclesiástico: las fiestas públicas. El material poético de estas obras cumple con una doble función: por un lado representa el hecho literario per se —la poesía misma— y por otro, al remitir directamente al contexto que lo produjo, arroja luz sobre las actividades establecidas y habituales que el poeta realizaba dentro de la sociedad, así como de los vehículos de expresión de los que se valía» (Rodríguez Hernández, 1998, p. 21). 16

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en su viaje de Tabasco a Veracruz, decidió hacer una «solemne procesión por honra de la fiesta [del domingo de Ramos]»: Para la cual convidó a los indios principales y como son tan amigos de novedades, acudieron de buena gana, ricamente aderezados, con gran muchedumbre de pueblo, mujeres y niños. Hízose la procesión, llevando todos ramos en las manos, con la mayor pompa y devoción que se pudo; y esta solemnidad miraron y consideraron los indios con gran atención, y algunos dijeron que el dios de los cristianos era el todopoderoso, pues gentes de tanto esfuerzo, con tanta autoridad y reverencia le veneraban18.

Son muchos los estudios que ponen de manifiesto el especial papel que este tipo de celebraciones públicas jugaron en el proceso de configuración del virreinato desde sus primeros momentos. Era trascendental instruir y persuadir a los nuevos súbditos de la Corona, tanto a las élites como a las clases populares, para mantener la cohesión del imperio.Y, en este sentido, la maquinaria propagandística más eficaz era la fiesta pública, cuyo universo simbólico y ceremonial podía integrar todas las artes: La fiesta renacentista —y posteriormente su prolongación bajo el ciclo barroco— se adueñó periódicamente de los edificios, calles y plazas, transformando los espacios urbanos con su deslumbrante puesta en escena19.

Está claro que el modelo para el fasto público era el renacentista, pero, siguiendo a Solange Alberro, lo sugerente a la hora de reflexionar en torno a la fiesta barroca, instituida ya la conciencia administrativa de Nueva España, es, precisamente, su carácter decisivamente mixto: En efecto, cualquier manifestación «barroca» resulta tener a la vez una dimensión privada y pública, un carácter religioso y laico, mezclando de manera indisociable lo festivo con lo sagrado y lo popular con lo cortesano, mientras sus participantes, actores y/o espectadores pertenecen por su parte a todos los sectores étnicos y sociales que componen una sociedad colonial profundamente heterogénea20.

18

Gonzalbo, 1993, p. 26. Mínguez-Rodríguez, 2006, p. 115. 20 Alberro, 1998, p. 33. 19

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Y, en este sentido,Víctor Mínguez abordaba la cuestión bajo la elocuente fórmula de «efímero mestizo»21 y se planteaba cómo «las fiestas oficiales, configuradas siguiendo el modelo importado de la Península, fueron permeables a la compleja realidad racial americana»22. Otro aspecto a tener en cuenta es cómo lo que se ha denominado como «edad de oro de la llamada fiesta barroca» —es decir, el siglo XVII y gran parte del XVIII—, y que viene atestiguado por la gran cantidad de impresos conservados, confirma el «dinamismo del imaginario colectivo de una joven sociedad mestiza»23. Un claro ejemplo de la función que ejerció el fasto público como elemento de cohesión de la conciencia colectiva es el testimonio de Joaquín Velázquez de León que, en su Ilustración de las pinturas del arco de triunfo erigido a la entrada del virrey Joaquín de Monserrat en la ciudad de México (1761), «juzgó necesario expresar la idea» sobre su concepción de «esta especie de aparatos festivos y exponerla al juicio de los que leyeren»: Ya se ve que ahora está mudado el sistema político del mundo.Ya no puede haber triunfos, ni practicarse aquellas máximas que entonces los hacían oportunos. Hoy todas estas cosas sólo sirven para satisfacer la alegría de los pueblos en las fiestas y regocijos públicos con que se celebra la proclamación y nacimiento de los reyes, las insignes victorias o paces, y las entradas de los príncipes y gobernadores en las ciudades. Es pues preciso que se reduzcan a una mera apariencia y, por la misma razón, que brillen en ella las gracias y agudezas de ingenio que ministran las artes poética, lapidaria y simbólica en el estudio de las bellas letras, como tan propias a excitar la pública alegría, juntando con la variedad de los objetos pintados, que son agradables a la vista, aquella dulce lisonja con que halagan al entendimiento, que sabe penetrar los conceptos24.

Velázquez de León diferencia entre los triunfos clásicos y los aparatos de su época. La función de estos segundos se resume, según su óptica, en «alabar en medio del regocijo público las verdaderas virtudes de nuestros héroes y hacerlos con ellas recomendables a los pueblos»25. Bajo estas coordenadas simbólicas y a partir de la convención que supone asumir el tiempo de la fiesta como un marco atemporal, esporádico y 21 22 23 24 25

Mínguez, 2003. Mínguez, 2003, p. 3. Alberro, 1998, p. 40. Velázquez de León, 1978, pp. 43-44. Velázquez de León, 1978, pp. 44-45.

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extraordinario, es que el espacio adquiere una decisiva preponderancia en el «efímero mestizo» novohispano. Porque, aunque el modelo celebrativo es importado, irá reformulándose paulatinamente para transponerse a la realidad americana y que sus apariencias o aparatos resulten eficaces y creíbles —tal y como reclamaba Velázquez de León—. Considerar la dimensión simbólica del espacio supone asumir todos los matices de estas auténticas coreografías políticas —en palabras de Gruzinski—. Porque, en primer lugar, incluye el espacio real de su ejecución que, a su vez, contiene un marcado nivel de sugerencias de fondo: La plaza mayor sirve, así, de vínculo entre la ciudad criolla —con la ciudad mestiza e india como telón de fondo— y el palacio del virrey, español y europeo. Entre estos dos polos, la plaza mantiene una frágil simbiosis, pero indispensable para el equilibrio de la Nueva España26.

Considerar la simbología del espacio festivo conduce, finalmente, a una de las cuestiones de fondo más decisivas en la configuración del sentir criollo y en el diseño de su propia conciencia colectiva: el sentido de lugar o «reconocimiento del territorio que se habita y de sus cualidades como patria, lugar de pertenencia y espacio desde el cual fundar una existencia comunitaria capaz de satisfacer sus expectativas»27.

26 27

Gruzinski, 2004, p. 169. Moraña, 2002, pp. 64-65.

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II. PUESTA EN ESCENA BAJO UNA REALIDAD EMBELLECIDA. EFÍMERO MESTIZO EN EL CAMPO Y LA CIUDAD

La ciudad de México o la «Roma del Nuevo Mundo en siglo de oro», como la poetizó el bachiller Arias de Villalobos en su Mercurio, al erigirse en el centro político del virreinato se constituía también en escenario de poder y tablado urbano de monumentales instalaciones efímeras. Sus «hermosas y anchas calles», junto con sus «muchas ventanas rasgadas, balcones y rejas de hierro» —tal y como ya se apuntaba en la Monarquía indiana de fray Juan de Torquemada—1, albergaron todo el fasto público que correspondía a la metrópoli del primer virreinato americano. Además, hay que tener en cuenta que el ambiente cortesano de la imperial ciudad de México traspasó los límites de un único recinto, ya que «dada la movilidad de los virreyes, los límites del medio palaciego también se sobreextienden a otros espacios interiores o exteriores donde los virreyes constituyen […] los principales espectadores o destinatarios de alguna representación dramática»2. Es, pues, la visibilidad móvil de las autoridades civiles y religiosas un aspecto determinante a la hora de abordar la fiesta novohispana, ya que es un rasgo distintivo respecto al ceremonial peninsular, en el que la etiqueta borgoñona imponía una escrupulosa reglamentación en torno a la visibilidad y acceso a la figura del monarca. Así pues, una de las premisas básicas es la recreación de una realidad embellecida y, en este esfuerzo por fabricar un ambiente de efímera magni1

Tomo la cita de Maza, 1989, p. 15. Hernández Araico, 2009, p. 152.También Iván Escamilla, al estudiar la corte novohispana durante el Barroco, se hace eco de las implicaciones de esta omnipresencia de las autoridades, ya que «su aparición frecuente en los principales espacios públicos hizo de la ciudad entera el teatro de la vida áulica, marcando así una diferencia importante respecto de la corte madrileña» (Escamilla, 2005, pp. 386-387). 2

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ficencia, colaboraban los mejores poetas, escritores y artesanos novohispanos. En este diseño de embellecimiento urbano también participaban los particulares que, bajo medidas coercitivas, debían comprometerse a limpiar y adornar los tramos y fachadas por las que se sucederían los desfiles y procesiones. Según sabemos, ya en 1545, el cabildo exigía «que tengan entapizadas las dichas sus pertenencias, cada uno con lo que pudiere... so pena de cinco pesos»3. La brillantez del jolgorio dependía, en gran medida, de la inversión económica realizada y prueba de ello es la consigna para la entrada del marqués de Villena como nuevo virrey (1640), considerada como una de las más fastuosas y que marcaría la pauta de modelos posteriores, en la que se llegaron a gastar cuarenta mil pesos: Porque es justo festejar a su Excelencia, los dichos comisarios dispongan representaciones de comedias y que las vestiduras se hagan al propósito de las comedias costeándolas por cuenta de los propios desta ciudad, así teatros como invenciones, composiciones, premios y satisfacciones, librando todo lo necesario cómo y de la manera que le pareciere sin límites y asimismo mitotes, fuegos, danzas, saraos, músicas y todo lo demás que en cualquier manera les pareciere4.

Además del gasto, otro factor a tener en cuenta es hasta qué punto la traza cuadriculada de la ciudad favorece el desarrollo de la pompa barroca. Como ya señalara Gruzinski, esta singularidad americana permite que se confundan realidad y geometría, aprovechando así una especie de escenografía extendida que transforma la capital novohispana en un «teatro espectacular de múltiples perspectivas»5. Si bien es cierto que la omnipresencia de los virreyes y autoridades eclesiásticas determina que sea en el ámbito urbano capitalino donde el fasto público adquiere su mayor proyección espectacular y simbólica, el itinerario festivo en Nueva España no puede omitir los festejos que tenían lugar no sólo en otros núcleos urbanos más reducidos, sino también en los espacios rurales. De ahí surge otro de los rasgos distintivos de la fiesta americana, pues la ambivalencia entre espacio urbano y medio rural permite observar un proceso de hibridación que, aunque de manera desigual, se desarrolla

3 4 5

Gonzalbo, 1993, p. 20.Ver también la página 30. Chocano, 2000, p. 146. Gruzinski, 2004, p. 141.

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en una doble dirección.Víctor Mínguez lo explica a través de la fórmula de efímero mestizo, con la que considera que La fiesta hispanoamericana durante la época colonial se sustenta en la intersección asimétrica de dos universos festivos: el europeo renacentista y el indígena prehispánico. Evidentemente, no podía darse una fusión entre iguales, pues, como ya he dicho, los vencedores concibieron la fiesta como un proceso de asimilación cultural. Pero es interesante destacar que ambos contaban con sólidas tradiciones festivas. Si los españoles eran deudores de la tradición celebraticia medieval y su versión moderna, a través primero del humanismo y posteriormente de la Contrarreforma, las diferentes civilizaciones amerindias poseían asimismo un rico legado festivo, como han puesto de relieve numerosos estudios arqueológicos y antropológicos6.

Este mestizaje celebrativo, como es lógico, se observa de distinta manera según se trate de un espacio urbano o rural. En los núcleos metropolitanos, como veremos en los siguientes capítulos, debe distinguirse entre la presencia de los indios en calidad de actores de la celebración y en calidad de espectadores. Eran, desde luego, una parte importante del público que asistía a estos boatos urbanos, pero más significativa resulta la visión que de ellos tenían los promotores del festejo.Así, como rasgo general puede decirse que se les representa desde una perspectiva idealizada, cuyo ejemplo más paradigmático es, sin duda, el Teatro de las virtudes políticas de Sigüenza y Góngora, el arco aindiado y el programa iconográfico que en 1680 le encargó el cabildo de la ciudad para el recibimiento del marqués de La Laguna y en el que tomaba como materia de la alegoría política los tlatoanis mexicas7. De acuerdo con O’Gorman, los emblemas de Sigüenza se entienden como «un proceso dialéctico que se resuelve en la progresiva americanización del ser hispánico originalmente transplantado al Nuevo Mundo»8. La cuestión es compleja y oscilante —en palabras de Octavio Paz9—, tal y como se desprende de la extensa bibliografía sobre la recuperación del pasado prehispánico como germen del criollo10. 6

Mínguez, 2003, p. 52. Sobre las argumentaciones de Sigüenza y Góngora para justificar la elección del pasado prehispánico como materia para su alegoría, ver el análisis de Méndez Bañuelos (2000, pp. 55-63).También Lorente, 1994, y More, 2000. 8 O’Gorman, 1970, p. 22. 9 Paz, 1983, p. 53. 10 Ver también Parodi, 2006, y Gruzinski, 2004, pp. 184-188. 7

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En lo que atañe al ámbito de la fiesta, se constata que, efectivamente, existe una mistificación de la presencia indígena, que se comprueba bien en el caso de los alumnos de los colegios jesuíticos, criollos o mestizos casi en su totalidad, que se disfrazaban de indios para desfilar en los bailes de indios o mitotes11. El pasado prehispánico tiene, desde la óptica criolla, un especial valor cultural y afectivo que desempeña, siguiendo a Dolores Bravo, un valor ejemplar «a manera de herencia histórica medieval»12. En este sentido, son frecuentes los disfraces de mexicanos y los mitotes y tocotines13 que, gradualmente, fueron integrándose no sólo en las mascaradas y desfiles callejeros sino también en los festejos cortesanos. Buen ejemplo de ello son los villancicos, algunas loas y la poesía en náhuatl de sor Juana Inés de la Cruz14. La idealización del vestuario como ejemplo evocador de un pasado histórico lleno de esplendor se observa en descripciones puntuales, como la de los integrantes de una de las cuadrillas que participaron en la máscara seria que se organizó en la capital novohispana por la canonización de san Francisco de Borja en 1672, compuesta por «siete bellos Adonis disfrazados con el siempre garboso traje mexicano» y de la que el relator comenta que «sólo quien sabe las joyas que sobran en este emporio de la América y nota lo que se sabe disponer y aun desperdiciar [...] en el lucimiento [...], podrá hacer algún concepto de los brocados, telas que en esta fiesta se rozaron»15.

11

Gonzalbo, 2009, p. 69. Bravo, 1992, p. 21. 13 «[...] los netoliztli [son] cantares y bailes mexicanos, que adoptan el nombre de tocotines. Los tocotines mantienen en el teatro sus componentes estructurales indígenas, pero se adaptan a la métrica española y tratan temas relativos a los indígenas desde una perspectiva criolla. El tocotín novohispano, continuador del mitote, es en efecto una forma híbrida española e indígena usada en la celebración masiva de eventos importantes en la colonia novohispana, la cual se trasplantó al teatro humanista y cortesano durante el siglo XVII» (Parodi, 2009, p. 251). 14 La cuestión ha sido tratada por Claudia Parodi en varias ocasiones y lo resume bien al decir que «En las casas, las nanas o ‘chichihuas’ se encontraban en convivencia contigua con los niños criollos, a los cuales les daban alimentos aborígenes, les explicaban sus costumbres indígenas y les enseñaban el náhuatl. De esta manera, apuntan Zavala (1977) y Alberro (1992: 211) que los sectores subalternos hicieron de los vástagos de los amos cómplices e intermediarios de dos mundos distintos: el criollo y el indígena. Ello explica que a fines del siglo XVII Sor Juana Inés de la Cruz haya podido escribir poesía en náhuatl» (2006, p. 484). 15 Festivo aparato (1672), fol. 10r. 12

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Fuera de la ciudad sucede lo contrario, ya que la presencia de las tradiciones prehispánicas estaba mucho más arraigada y esa presencia mistificada era, en realidad, una presencia cotidiana. Las descripciones y relaciones conservadas en torno a estos festejos rurales alejados de la capital novohispana son francamente escasas. Entre las que nos han llegado figura el festejo que en 1662 encargó el virrey, el marqués de Leiva, a la ciudad de Antequera, la actual Oaxaca, para conmemorar el nacimiento del futuro Carlos II16. Una rareza añadida es que, además, las relaciones que se ocupan de las fiestas por el natalicio de 1661 son más bien exiguas, ya que abundan más los festejos que se producen una vez que Carlos II es proclamado rey, así como las posteriores celebraciones por sus aniversarios17 —quizá las razones haya que buscarlas en la incertidumbre que se había generado tras la prematura muerte del infante Baltasar Carlos—. Para el estudio del efímero mestizo propio de los núcleos urbanos alejados de la capital, el caso de Oaxaca resulta paradigmático ya que la comunidad indígena de la ciudad de Antequera y sus pueblos satélites ocupaban una posición única en el sistema social del valle. La población indígena que vivía en la ciudad y alrededor de ella estaba compuesta mayoritariamente por nahuas y se distinguía claramente de los mixtecos y zapotecos del valle de Oaxaca. A pesar de las sucesivas migraciones, los nahuas de la ciudad dominaban todo el sector indígena urbano, por su condición original de aliados de los conquistadores y su superior destreza como artesanos. Las diferencias étnicas, lingüísticas y culturales se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XVIII, y el náhuatl se convirtió así en la lengua franca de los indígenas de Antequera18.Así, el desarrollo de la comunidad indígena en la Oaxaca colonial puede verse no sólo como un resultado vertical de la dominación impuesta por los españoles, sino también como un producto del esfuerzo de las sociedades primige-

16

Para otros detalles sobre el impreso, y, fundamentalmente, sobre el autor, Pedro de Arjona, y las redes de clientelismo en torno a los circuitos de publicación, ver también el siguiente capítulo, «Desenlace festivo. Relación del boato e ilusión de un espectador omnisciente». En adelante citaré indicando entre paréntesis la página del Augural mitológico que la ciudad de Antequera dedicó al serenísmo príncipe de las Españas, don Carlos Joseph Nuestro Señor, en los felicísimos días de la augusta celebración de sus natales, cuyas ortografía y puntuación modernizo. 17 Ver Rodríguez Hernández, 1998, pp. 173, 176 y 178-179, y Solano, 1994, pp. 167-168, entre otros. 18 Chance, 1990, p. 163.

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A pesar de que las estadísticas demográficas son escasas para el siglo XVII, William B.Taylor determina que, gracias a la orografía del valle de Oaxaca, la región podía albergar una densa población colonial dependiente de la tierra y que en la época vivían en el valle indios, españoles (peninsulares y criollos) y pequeños grupos de negros, mestizos y mulatos. Se calcula que en 1630 la población indígena del valle era de 40.000 o 50.000 habitantes, mientras que en Antequera se concentraba la población española20. En este marco geográfico, la noticia del natalicio real, junto con la orden de celebrar esa dicha con «públicos regocijos», llegó al ayuntamiento de la ciudad de Antequera el 8 de agosto de 1662 y, para no «embarazar el alborozo del festejo», se decidió diferir la cuestión y tratarla «con más madurez en otro acuerdo»21. El 11 del mismo mes volvió a reunirse el ayuntamiento, compuesto por el capitán D. Luis de Torres Saavedra, alcalde mayor y teniente capitán general de Antequera y su jurisdicción, y corregidor del Partido de los Peñoles por S. M.; D. Jacinto Pardo de Lago, alférez mayor; D. Diego Pérez de Luján; el capitán D. Nicolás Ferra de Savala; el Lic. D. Pedro de Arjona, abogado de la Real Audiencia; el capitán Pedro de Guendulain, tesorero de la S. Cruzada; el alguacil mayor del Santo Oficio, D. José Delga-

19

Bailón, 1999, p. 39. Taylor, 1979, p. 74. El mismo autor, más adelante, resume el funcionamiento económico de las haciendas: «El mercado para los productos de las haciendas era regional y muy concentrado en la ciudad de Antequera. […] ya para principios del siglo XVII, el comercio se había regionalizado. La importancia de Antequera como mercado para la producción de las haciendas era en parte una función de su gran población no agrícola y también del hecho de que los otros importantes centros del Valle, tales como Ocotlán, Etla y Tlacolula, se abastecían de los pueblos indígenas. Aun el mercado de Antequera dependía considerablemente de las fuentes indígenas para el maíz, fruta, vegetales, leña y toda clase de artesanías» (Taylor, 1979, p. p. 91). 21 Augural mitológico, fol. 1r. 20

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do Artiaga; el capitán D. Juan de Guendulain22, regidores23. El autor encargado del festejo fue Pedro de Arjona, quien parece ser fue también el autor de las fiestas que la misma ciudad consagró al nacimiento del príncipe Felipe Próspero en 1659. El programa festivo que acordó el municipio comprendía llevar a cabo una acción de gracias el domingo 20 de agosto; corridas de toros los días 21, 22 y 23; una máscara, «que tuviese más de gracejo que de seriedad»24, prevista para el día 24, y más corridas de toros desde el 29 hasta el 31, además de que las noches de esos días «se repitiese en las calles, ventanas y balcones, los faroles, luminarias y hogueras»25 Si bien es cierto que el planteamiento general diseñado por el cabildo cumplía con las premisas básicas de este tipo de celebraciones a partir de un encargo oficial, cabe señalar también que atendía, sobre todo, a un horizonte de expectativas volcado en satisfacer tanto la vertiente lúdica de todos los sectores urbanos implicados, como en evitar un desembolso económico26. Tras la solemnidad de la acción de gracias en la que las élites urbanas lucieron con boato sus galas27, habiéndoseles eximido de costosas cargas monetarias, el resto del programa se ciñó a corridas toros28, donde los indios 22

Los Guendulain son una de las familias más influyentes de la comarca y, junto con los Ramírez de Aguilar y los Bohorques, concentraban las mayores haciendas (Taylor, 1979, p. 85). 23 Augural mitológico, fol. 1v. 24 Augural mitológico, fol. 2v. 25 Augural mitológico, fol. 2r. 26 Las referencias al ahorro son constantes. Por ejemplo, los trajes de la máscara se dejan al libre albedrío de los participantes «para quitarles las ocasiones de costa» (Augural mitológico, fol. 2v). 27 Se acordó que el domingo 20 de agosto se hiciese una acción de gracias en la santa iglesia de Antequera, «con el mayor concurso, lucimiento y pompa que se pudiese prevenir para ello». Los comisarios nombrados fueron: el alférez mayor, D. Jacinto Pardo de Lago y el regidor D. Diego Pérez de Luxán, para que «congraciándose con el señor obispo D. Alonso de Cuevas Dávalos, le brindasen al concurso, dejando obrar a su grandeza, piedad, ternura y devoción en estos actos, y al cabildo eclesiástico, para que en el concurso de todos sobresaliese y autorizase su asistencia, y que las noches de esos días se repitiese en las calles, ventanas y balcones, los faroles, luminarias y hogueras» (Augural mitológico, fol. 2r). 28 «Si bien en las ciudades más importantes predominó hasta el siglo XVIII el carácter caballeresco de la fiesta taurina, en las corridas que organizan las ciudades más pequeñas y los pueblos, el aspecto plebeyo se impuso con la intervención de aficionados locales y de matadores profesionales, los matatoros, que alquilaban sus servicios a los organizadores» (Cruz de Amenábar, 1995, p. 106).

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adquirieron gran protagonismo, y, como acto central, una máscara jocosa cuyo diseño alegórico se desplegó a partir de una metáfora naturalista que identificaba al futuro Carlos II con el dios Pan. La disposición del cabildo se publicó con pregones el sábado 19 de agosto de 1662, aprovechando la asistencia —«el concurso de la comarca»29— que acarreaban las ferias de la ciudad, con que «engendrada [la noticia] en los concurrentes, les embargó a la asistencia, con que se añadió crecida numerosidad al festejo»30.Todo ello lleva a pensar que las fiestas, un encargo directo del virrey a la ciudad, se organizaban, sobre todo, pensando en la asistencia del «concurso de la comarca», es decir, de los indios que cada sábado acudían al mercado de Antequera31, que, en realidad, eran quienes lo abastecían: Por otro lado, no puede decirse que las grandes propiedades españolas poseyeran toda la tierra productiva del valle, controlaran los mercados regionales o fueran exclusivamente de la élite social. Las comunidades indígenas controlaban las mejores tierras y abastecían los mercados de Antequera, así como los mercados semanales de los tres brazos del valle con una amplia variedad de productos agrícolas y artesanías32.

Los preliminares de la descripción insisten en la obediencia con la que las autoridades civiles y eclesiásticas responden al encargo de celebrar esa dicha con públicos regocijos, aunque con «brevedad de ahorro», sin que por ello desmerezca el afecto que subyace en sus disposiciones: confiriéndose modo de celebrarla al tanto de los caudales, que pueden medirse, si no al de los deseos que exceden por desmedidos, ni al de las obligaciones, que empeñan por crecidas de que han dado bastantes muestras en otras ocasiones, aun quedando con empeño sus cortedades, se tuvo por acertado sirviese la brevedad de ahorro y excusase el luego los empeños, ayudando el estímulo de

29

Augural mitológico, fol. 2v. Augural mitológico, fol. 2v. 31 A propósito de la economía mercantil indígena y su dinámica de funcionamiento en Antequera, Jaime Bailón comenta cómo a mediados del siglo XVII, el oficial de aduana de Oaxaca testificaba que «los indios de Villa Alta […] llevaban tanto como 1543 mantas de algodón a los tianguis que tenían lugar los sábados, para que se vendiesen en la plaza mayor» (Bailón, 1999, p. 46). 32 Taylor, 1979, p. 100. 30

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hacer pública demostración la obediencia que se adelantó tan fina como rendida a prorrumpir en sus alardes, que es más estimable dejar correr los primeros fervores al regocijo que retardar con pretexto de disposición el alborozo, y allí consiste la cortedad excusa y aquí merece justísima acusación lo indebido33.

La resolución del ayuntamiento también insiste en aligerar las obligaciones y costes de la máscara: «dejando a su albedrío [a los oficiales de arte] los trajes, para quitarles las ocasiones de costa, ciñiéndolos [sic] a que tuviese más de gracejo que de seriedad el paseo» y, para ello, contaron además con la dirección de Francisco Hidalgo, maestro de cirugía, «que en otras ocasiones sin perdonar costa en la gala, ni remitir cuidado a la diligencia, ha sacado de semejantes ahogos los aprietos, con la sazón que sabe dar a sus lucimientos»34. La impresión general que se desprende de toda la relación impresa es que ésta fue una de las disposiciones que marcaron claramente el desarrollo de los festejos, no sólo porque justifica la marcada austeridad sobre la que se proyectan, sino porque define con precisión el papel que juegan los dos colectivos urbanos que participan. Por un lado, la nobleza y las autoridades civiles y eclesiásticas, que pueden ostentar su posición como élites privilegiadas luciendo sus propias galas sin ajustarse a un programa iconográfico determinado, y, del otro, los indios de Antequera y pueblos de la comarca, que participarán en la celebración según sus propias tradiciones folklóricas y sin someterse a la imposición de un protocolo festivo rígido. El festejo se plantea como una muestra de afecto y adhesión a la circunstancia regia, plenamente aculturalizado, por lo que no se concibe para generar un efecto espectacular y de suspensión entre sus espectadores, sino que más bien busca ofrecer un testimonio de lealtad popular en el que tiene cabida, de manera muy activa, la especial etnicidad y pluralismo cultural propio de la ciudad de Antequera y sus alrededores. Así se observa en la disposición de la ciudad para llevar a cabo la acción de gracias prevista como preámbulo de los festejos, en la que destaca la diferencia inicial que se establece entre los dos sectores ciudadanos que participan. Los primeros en aparecer fueron la nobleza y autoridades de Antequera. Por ello, los parámetros de descripción se ajustan al imaginario propiamente urbano y priman los principios de orden en su desfile y disposición, así como la riqueza y suntuosidad de sus galas: 33 34

Augural mitológico, fol. 2r. Augural mitológico, fol. 2v.

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Judith Farré Vidal Por vestir nueva gala en parabién de la dicha, no fue sólo el que la logró, mas antes pudiera recogerla emulado de la justicia, cabildo, capitulares y nobleza, que apostaron en ella o le desmintieron sus visos, volviéndoles las luces con que les embestía alegres, en las telas y adornos con que les desafiaban costosos, sin que el más modesto, o por la edad o estado, perdonase entre la cordura y gravedad del traje lo más precioso entre la honestidad del vestido. Unos y otros fueron la ciudad en su forma, con gravedad decorosa y acompañamiento lucido a la santa iglesia catedral […] nada le faltó al acto de lucido y grande35.

Por la tarde, llegó el turno de los participantes de la «jurisdicción y comarca», cuya «usanza» se distinguía claramente del resto por su apariencia, vestidos, baile y, en definitiva, claro desorden.Además, como se lee en la cita que sigue, los indios mezclaban las galas españolas con «el traje de su naturaleza»: La tarde de ese día, como las de algunos siguientes, de disposición de dicho alcalde mayor, los pueblos de la jurisdicción y comarca entraron en la ciudad y plaza, cuáles danzando a su usanza y cuáles batallando a su costumbre, mezclando algunos la gala española con el traje de su naturaleza, siendo en los adornos jenízaros36 como en el parecer indianos. Los rostros de su color eran las máscaras que desmentían su gentileza y, siendo ésta en ellos impropia, les era muy propio deslucirlo con el remedo; entretejíanse los unos con danzas, cuando los otros se atropellaban con escaramuzas; con fingidos retiros, imitados acontecimientos, hacían una semejanza de un militar estruendo, que alentado de pífanos y clarines, animaban las vocerías de su algazara37;

Aunque las apariciones de ambos grupos fueron correlativas, sucediéndose la primera por la mañana y la segunda por la tarde, las mezclas de los indios en sus trajes ya anuncian la pauta que siguió el cierre festivo del día —así como el resto de jornadas programadas—, puesto que los dos colectivos urbanos coincidieron en una corrida de toros, en la que acabó por imponerse un caos absoluto que cerró el día con gran alborozo:

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Augural mitológico, fol. 3r. Del turco yeni-yerik (‘tropa nueva’), los jenízaros son una de las castas mexicanas. El nombre significa ‘mezcla de dos especies’ y son los descendientes de las siguientes combinaciones de castas: cambujo y china, torna-atrás e india y barcino y zambaiga (ver García Sáiz, 1989, p. 27). 37 Augural mitológico, fol. 3v. 36

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de éstos [los pueblos de la jurisdicción y comarca] los caballeros remataron la fiesta, con disparejas muy iguales, parando alguno donde empezó la carrera, continuándola otro donde le llevaba el bruto, guiado más de la turbación que del freno; desamparando todos la plaza y circo a la voz que vulgarmente se desató, primero que la fiera del coso, con tan confuso tropel, que casi hallaron la plaza estrecha, como sus esquinas sin salida, quedando tan sin artificio despejada, que pareció no haber tenido semejante concurso en sus anchuras. Fue gran parte del alborozo y fiesta el desaseo que les ocasionó la turbación y amenaza, pues al aguijar los caballos, más con el temor que con el acicate volaban, o con las alas que les prestaban las capas ondeadas al aire, desprendidas de sus fiadores, o con las plumas que, sirviéndoles al partir de garzotas, al salir y parar ocasionaron polvareda con su arrastramiento en las calles, sin darse manos a coger la capa, espada, sombrero y riendas, arneses todos que añadían a la turbación, embarazo38.

Las dos últimas citas forman parte de un mismo fragmento que describe la llegada de los indios rurales a la ciudad. Si en la primera descripción se resaltaba su llegada en tropel, caótica —por sus trajes y adornos— y desbordante —por sus danzas y escaramuzas—, el son de clarines y pífanos anuncia, en la segunda, su desfile hasta el improvisado coso taurino, en el que sus caballeros —se sobreentiende que de ese cortejo rural—, participaron en una accidentada corrida de toros que acabó con todos por los suelos. El efecto que se persigue queda claramente esbozado al afirmar que «fue gran parte del alborozo y fiesta el desaseo que les ocasionó la turbación y amenaza». El martes 22 de agosto siguió los mismos parámetros de celebración. Este tipo de corridas de toros solían ser precedidas de despejes suntuosos y desfiles de carros alegóricos, tal y como se ha estudiado para el caso del Altiplano Andino39. De ahí que el primer eje de interés fueran las autoridades, cuya entrada se describía con los parabienes habituales y según la etiqueta acostumbrada:

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Augural mitológico, fols. 3v-4r. «Comúnmente estos espectáculos eran costeados por nobles, personas importantes o, en determinadas ocasiones, por instituciones oficiales. Precedían a estas corridas de toros, suntuosos despejes, desfiles de carros alegóricos, suelta de palomas adornadas y juegos florales. Todo hacía recordar los tiempos de carnaval […] En estos primeros tiempos, se obligaba a los indígenas por una pequeña cantidad de dinero a que iniciaran el espectáculo desjarreteando o alanceando el toro» (Castillo, 2003, p. 217). 39

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Judith Farré Vidal Fue plausible la tarde por la entrada de justicia y regimiento, que en carrozas descubiertas la hicieron, cuyos tachones, visos y colores, los acreditaron carros de triunfo o claustros de planetas; cualquiera lo pareció en el lucimiento, y de competidos en la gala, hicieron pasar a confusión la admiración de su gentileza, y, llegando a las casas del cabildo, en lo alto de ellas lo hicieron con gravedad digna a tanto consistorio40.

Cumplido el protocolo de acomodo de las autoridades en la plaza, se inició el alboroto de los toros —es decir, de la ferocidad de Jarama— una vez la plaza había quedado despejada: Tiempo en que despejada la plaza se vio ocupada de la ferocidad de Jarama, que más impelido de su coraje y furia, que brindado de la salida, se precipitó rayo o se abalanzó saeta, disparada de su ligereza y arrojamiento, a quien, en saliendo, la turba con los silbos y vocería, aunque procuraba desembarazarse con embestidas (que lograba sólo en sus ceguedades con el polvo), lo turbaron, como a los demás, que les expusieron a su escarnio, y siendo todos ellos cuales jamás se vieron en la anchurosa plaza de ligeros y denodados, ellos solos corrieron la desgracia, corridos de la gracia de ligerísimos lidiadores y jinetes; de los primeros algunos se vieron atropellados con las manos; otros arrojados con el susto del bramido; otros, arrebatados con la media esfera de las llaves, se vieron volar hacia la entera de las regiones, y entre todos no hubo más peligro que el de la caída y amago, siendo muchos los que experimentaron estos alborotos41.

La descripción, en este caso, es precisa y detalla cómo, desde la salida de los toros, se desencadenó una turbación generalizada que pretendía esquivarlos aunque al mismo tiempo los provocaban, mofándose, en su recorrido hasta la plaza. Una vez allí, los acometieron lidiadores a pie —ligerísimos— y jinetes a caballo. A pesar de que algunos los paraban con las manos y otros salieron arrojados por sus bramidos, no hubo accidentes serios más allá de las caídas. Ángel López Cantos describe este tipo de corridas como una suerte de «dejarretadera», en la que los «peones», que iban a caballo, fustigaban con un paño o «capote» al toro para intentar aquietar su furia. Calmado el ardor inicial de los toros, los caballeros se lanzaban a correr con evoluciones y piruetas a su alrededor, al tiempo que los aguijoneaban con las puyas. En este lance, el objetivo era herir las corvas de la res, cortándole los tendo40 41

Augural mitológico, fols. 4v-5r. Augural mitológico, fol. 5r.

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nes de las patas traseras —una operación que se llevaba a cabo con un arma llamada «media luna», que en el texto oaxaqueño aparece como «media esfera»—. Este tipo de faena la realizaba siempre «gente ordinaria y de pocas obligaciones»42. Así pues, queda claro cómo los toros desempeñaron una función integradora entre las distintas comunidades urbanas. Si bien en principio las corridas de toros se asociaban a una visión señorial del mundo, aquí constituyen, en una especie de mundo al revés, un espectáculo chocarrero en el que las caídas permiten la sorna generalizada.Además, cabe decir que la afición taurina despertó un grato interés entre los indios, que muy pronto tuvieron asignadas determinadas funciones como conducir los toros del campo a las plazas, cercarlas con carros y empalizarlas o limpiar y allanar los suelos para evitar accidentes43. El segundo mecanismo de adhesión popular a la circunstancia conmemorativa se concierta a través de la celebración de la máscara que se programó para el 23 de agosto. El mayordomo encargado de ella, que, según el impreso, «sabe en medio de cortedades lucir con mucho desempeño sus acciones»44, estaba, además, advertido de que El acuerdo de la ciudad fue celebrar el regocijo y fiesta excusando en lo posible los gastos, no por coartar la generosidad conocida en la obediencia, sino por excusar el empeño en la cortedad de toda la república y sus vecinos, que menos que ciñiéndolos con precepto, no dejarán de lucirse a toda costa, como lo han hecho en otras ocasiones, adelantándose, sin deber nada a los más crecidos caudales, y para este fin se ordenó que la máscara fuese más jocosa que seria, para que se excusase la gala y, habiendo de ejecutarse todo, que es el festejo a poca costa, y con fundamento el regocijo, para que no fuese solo variedad de figuras, sino que las que hubiese explicasen con ellas y con el traje el intento45.

Parece que, efectivamente, los festejos por el nacimiento del futuro Carlos II fueron escasos o, como mínimo, que los gastos con los que se celebró la dicha del natalicio real fueron más bien exiguos. La contención presupuestaria, creo, tiene mucho que ver con la incertidumbre por la salud de

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López Cantos, 1992, pp. 159-160. López Cantos, 1992, p. 164. Augural mitológico, fol. 5v. Augural mitológico, fol. 5v.

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un heredero que había tardado en llegar y, además, se producía tras la temprana muerte del príncipe Baltasar Carlos. Así pues, el consistorio de Antequera, como muchos otros cabildos novohispanos, optó por una celebración que, lucida y con generosa obediencia, excusara en lo posible los gastos. En ese marco celebrativo, que busca una nutrida muestra de afecto popular, creo que también debe enmarcarse el protagonismo de los indios, a cuyo horizonte de expectativas se dirige primordialmente el diseño de los festejos. En efecto, a la importancia de su participación en las corridas de toros debe sumarse ahora su consideración en el planteamiento de la máscara más jocosa que seria.Ya que debía respaldarse su diseño para que no fuese tan sólo variedad de figuras, pues el regocijo debía tener fundamento, sin exceder los caudales, la metáfora principal remitía al dios Pan: Empezó con ello a necesitar el ingenio de asunto que socorriese a lo barato, entretenido, enigmático y misterioso, y para ello fue necesario echar por esos trigos de Dios, buscando en los trigos a Pan, y por estos campos de Jesucristo para que corriesen46.

Los historiadores del arte han señalado como rasgos característicos más destacados de las aportaciones de la población indígena a la iconografía virreinal «los motivos decorativos tomados del medio ambiente autóctono —flora y fauna—, frecuentes en fachadas y portadas de edificios, aunque también en retablos, orfebrería y pinturas»47.Todos estos elementos decorativos tomados de la naturaleza que rodeaba a sus artífices respondían, además de a la inspiración naturalista, también a un impulso religioso, ya que en muchas ocasiones se tomaban como una ofrenda a Dios. En el caso de Antequera, esa doble motivación resulta evidente por la iconografía religiosa del trigo. Asimismo, como también pusiera de manifiesto Francisco de la Maza, en muchos grutescos son frecuentes viejos barbados que recuerdan al dios Pan, rodeados de personajes cuya apariencia está a medio camino entre los sátiros mitológicos y los danzantes indígenas48. La pertinencia de la elección de Pan y sus sátiros encaja, pues, no sólo en el imaginario de los indios de Antequera sino que también se corresponde con su fisonomía —en este 46 47 48

Augural mitológico, fol. 5v. Mínguez, 2003, p. 54. Maza, 1968, pp. 54-55.

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punto cabe recordar la descripción de su aparición el sábado 19 de agosto49—. Unos años más tarde, en 1680, Sigüenza y Góngora, en sus Glorias de Querétaro, también daba cuenta de la analogía que podía trazarse entre indios y sátiros: una desordenada confusión de montaraces chichimecos, que sin otra ropa que la que permitió la decencia y sin más adorno que los colores terrizos con que se embijan los cuerpos, aseadas las desgreñadas cabezas con descompuestas soeces plumas, y casi remedo de sátiros fingidos50.

La panorámica general de los participantes en la máscara casa, pues, con los trazos propios de los sátiros, faunos y silvanos, representados por los indios de Antequera y su comarca, quienes desempeñaban de este modo su papel como dioses de la gentilidad y de los prados, que en su representación y adorno, como son enigma, desechan galas, laureando torpes diademas sus sienes y vistiendo toscas pieles, crecidos vellones, frondosas hierbas, esmeraldas, retamas, verdes felpas en mentidos damascos y chamelotes, sus disposiciones y gentileza51.

En este encaje naturalista, la metáfora fundamental los convierte en adoradores de Pan, que representa la figura del nuevo príncipe Carlos puesto que [Pan] por símbolo de lo natural se veneraba y en quien en unido engaste se representaba el orden de todas las especies de los volubles sátiros, hasta la sólida gravedad de la tierra, y príncipe y señor natural al que se elogia y a quien aspira con unión y amor nuestra naturaleza rendida, hubo en el dios Pan con que dar abasto en el asunto de la primera escuadra52;

Asentado el concepto fundamental de la máscara, Pan y sus sátiros componen el asunto de la primera cuadrilla. La descripción de este primer y fundamental segmento del desfile, el orden de su lucimiento, destaca por la ambientación de bosque en el carro, conducido por bueyes, así como por 49 50 51 52

Augural mitológico, fol. 3v. Ángeles Jiménez, 2005, pp. 405-406 (la cursiva es mía). Augural mitológico, fol. 6r. Augural mitológico, fol. 6r.

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la correspondencia entre Pan, que se evoca como dios del orbe, y sus sátiros, que comparten rasgos humanos y fieros: Serían hasta ciento en número los que seguían al que llevaba el cartel y que, vestido como todos los demás, que pareados acompañaban al carro, en que tardos bueyes o perezosos brutos, arrastraban con majestad la deidad, mas era el peso de lo que cargaban graves el que les impedía el movimiento perezosos (por representarse en el dios toda la máquina que se contiene en el orbe) que no la falta de ligereza a que eran instados, con el aguijón del carretero. Era un bosque florido o pabellón enramado el que servía de baldaquín y toldo para la figura, vestida ésta con las señas de la descripción, como todos los de la escuadra: con pieles, selvas de puntas de oropel las cabezas, encendidas las máscaras, a fuerza de los colores imitaron lo que pudieron la pintura, que al ídolo dio la veneración que lo adoraba. Semejaron la naturaleza humana con el revés de las pieles, y el de la fiera con el haz de los vellones; era la música de este carro fístulas o chirimías53.

El segundo carro evoca la figura de Pico, rey de los latinos y maestro de los agoreros, pues «en la Majestad que celebramos, nada puede desearse que no sea feliz agüero y pronóstico de la dicha»54. La cuadrilla que lo acompaña se compone de faunos que, como «habitadores de selvas y como perdurables en su vivir»55, Despojaron los prados y empobrecieron los jardines; en unos hacía vistoso chamelote lo lustroso de las hojas; en otros tupida felpa lo entretejido de las hierbas; en otros labrados damascos la lacería de los ramos, de que tejieron sus adornos, enramando hasta los caballos y guarniciones, de suerte que cada uno de ellos o era bosque florido o móvil planta matizada de colores. En las garzotas y rostros semejantes a los primeros; lo encendido de los rostros y gualdo de los penachos, hacía lucir en competencia lo verde de las libreas.Asistido de esta guarda iba el rey Pico, en plaustro que le guarneció la esmeralda y trono que le tachonaron las flores, vestidura talar, cetro y corona, que acreditaba lo regio de su origen y descendencia56.

53 54 55 56

Augural mitológico, fol. 6v. Augural mitológico, fol. 7r. Augural mitológico, fol. 7r. Augural mitológico, fol. 7v.

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La tercera escuadra estaba dedicada a Silvano, «dios de las selvas, presidente de pastores y padre de Cipariso»57, y también estaba compuesta por unas cien personas que con cayados, zurrones y «librando en el pellico la gala, asistían al dios con pompa majestuosa»58. En este tercer segmento de desfile, los adjetivos son escasos y la descripción es mínima, factores que, unidos al hecho de que se trata de pastores, podrían indicar que esta cuadrilla estaba formada, bien por españoles, bien por criollos. El carro de Silvano estaba compuesto por su figura y adornado con cipreses que rememoraban el árbol en que se transformó Cipariso en las Metamorfosis de Ovidio. La cuarta y última escuadra estaba compuesta por grullas y pigmeos59. De ella se destaca que, «por ignorarse el traje, tuvo más licencia la variedad en sus figuras»60, aunque los atuendos no difieren mucho de los de las dos primeras: [a] la estrechura de un hoyo con la lobreguez de una caverna, amenazados de las grullas, […] seguíale una caterva de nanos, crecida sólo en el número, y aquí, por ignorarse el traje, tuvo más licencia la variedad en sus figuras; uno, si no el mayor en el tamaño, y que lo parecía en el respecto, iba en un carro, mostrando en el lienzo y pintura que remataba en la cópula, la tiranía que padecen los pigmeos de las grullas. No les faltaban pieles, porque tuviese algo de la historia o fábula la semejanza, pues es tradición que caballeros en carneros envisten a las huestes de grullas en sus batallas61.

Uno de los aspectos que más llama la atención de este último carro es su explicación simbólica, pues el elogio del príncipe recién nacido se codifica a partir de una alusión velada a la guerra con Portugal y, en concreto, a la cuestión del control de la India portuguesa, que sobre todo afectaba a las rutas comerciales con Filipinas y a las fugas de plata americana hacia China62.Todo apunta a que la presencia de los enanos, personajes típicos de la mojiganga parateatral, se relaciona con la alusión tópica en las pullas carnavalescas hacia los portugueses como personajes grotescos. Así se explica en la relación final en verso: 57 58 59 60 61 62

Augural mitológico, fol. 8r. Augural mitológico, fol. 8r. Augural mitológico, fol. 8v. Augural mitológico, fol. 8v. Augural mitológico, fol. 8v. Valladares, 2001, pp. 65-91.

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Judith Farré Vidal Enanos son o pigmeos, del Ganges habitadores, y aunque es el clima oriental, no han pasado de embriones, si no es ya que la opresión los tiene en sus cascarones, hasta que Carlos invicto con la cuchilla los corte63.

Tras la descripción de los carros, la relación ofrece una impresión panorámica de todo el desfile, destacando la presencia de los profesionales «de las artes y oficios»64, un detalle que vendría a poner de manifiesto la habilidad y destreza como artesanos que manifestaban los nahuas de la ciudad de Antequera y que se convirtió en uno de los aspectos que determinarían su preeminencia sobre zapotecos y mixtecas: Serían cuatrocientos todos los referidos, que la poca costa les facilitó la salida, intentando todos los demás hacer alarde no solo del gusto, sino de la profesión de las artes y oficios; guarnecieron las pieles con señas que los hiciesen conocidos: brinquiños de loza y barro eran broches en las galas de los loceros; las tijeras y las agujas, el índice de los sastres; diversidad de colores demostraban los pintores; hollín y cisco ennegrecía los herreros; cantidad de zapatos adornaban los zapateros65.

Ese sector del desfile culmina con un último grupo que muestra orgulloso la rareza de sus disfraces, combinaciones extrañas, cuya profusión de «trastes», por su carácter inverosímil, resulta ridícula: y otros, que buscaban en las invenciones la novedad, abotonaban con limones, terciando otros de sartas de huevos, cadenas y tahalíes66, siendo la variedad de trastes tecomates67 y otras inmundicias entretenido divertimento a la risa68.

63

Augural mitológico, fol. 11r. Augural mitológico, fol. 9r. 65 Augural mitológico, fol. 9r. 66 Tahalí: «Tira de cuero, ante, lienzo u otra materia, que cruza desde el hombro derecho por el lado izquierdo hasta la cintura, donde se juntan los dos cabos y se pone la espada» (DRAE). 67 Tecomate: «Méx.Vasija de barro, a manera de taza honda» (DRAE). 68 Augural mitológico, fol. 9r. 64

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El siguiente grupo que se menciona es el que hace referencia a los que se fingen caminantes y dueñas: siguiendo muchos a las ordenadas escuadras, en desordenados tropeles, fingiéndose postas, corredores y caminantes; otros dueñas y viudas, que, con los póstumos en los brazos, lloraban sus orfandades y desconsuelos, dándoles a los hijos semejanzas y acomodándoles paternidades o pidiendo socorros, o buscando medicinas en supuestos achaques, barata la encontraban en tropas de médicos, que cargados con todos los adherentes69 de enfermerías y boticas, dispensaban con facilidad en todas partes a muy poca costa y con ridiculidad sus auxilios70.

De este segmento del desfile destaca, en primer lugar, el travestismo que presenta a hombres vestidos de dueñas y viudas. Era ésta una práctica habitual en este tipo de celebraciones callejeras que, en esta ocasión, se une a uno de los disfraces paradigmáticos del carnaval. La figura de la vieja que lleva en su seno la muerte es también una representación del renacimiento del cuerpo y de la vida. Su carácter carnavalesco reside en su estampa risible que al mismo tiempo espanta por su fealdad, uno de los valores en el que insiste la relación. Esta vieja beata es, en el fondo, un personaje epicúreo que baila, come, bebe y se divierte71. Otros personajes importantes son los médicos que, según el folklore, se caricaturizan como ignorantes e incompetentes profesionalmente y solían asociarse con una mula y cierta indumentaria ridícula72. La composición del desfile adquiere gradualmente un tono más grotesco que culmina con una tendencia a la animalización del último grupo: cargados otros de animales, los hacían chillar a golpes en los concursos; víanse caballeras73 y encontradas las figuras a las crines de los caballos y a los codones74 las caras; duplicadas las máscaras, hacían parecer a los hombres muy al uso; 69

Adherentes: «Requisito o instrumento necesario para algo. U. m. en pl.» (DRAE). Augural mitológico, fol. 9r-9v. 71 Buezo, 1993, pp. 215-216. 72 Buezo, 1993, p. 199. 73 Caballera: Seguramente se refiere a la perspectiva caballera o «modo convencional de representar los objetos en un plano y como si se vieran desde lo alto, conservando en la proporción debida sus formas y las distancias que los separan» (DRAE). 74 Codón: «Bolsa de cuero que, atada a la grupa, sirve para cubrir la cola del caballo cuando hay barro» (DRAE). 70

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Judith Farré Vidal el horror y fealdad de todas, parece que robó lo admirable de las fieras y lo arrugado y calloso de las más antiguas senectudes75.

El relator concluye con los valores de fealdad y asimetría propios de la mojiganga callejera y anticipa lo que será el desenlace de la fiesta, ya que las frecuentes caídas preludian el final en el que todos los carros acabarán por romperse incapaces de sujetar el peso que arrastran. Así pues, con estos antecedentes, no resulta extraño el comentario final: Más fácil le hubiera sido a muchos correr a pie sus postas que apostar a correr en los caballos, que les hicieron postillas con sus trotes y que los arriesgaron por flacos con las caídas […] No se ha visto junta jamás tanta variedad de espectáculos, ni pudiera celebrarse con más gusto lo serio, ni pudo haber para lo entretenido concurso más jocoso; unas figurerías embarazaban a las otras, y todas levantaban un rumor de carcajadas y risas, que ocasionaban una confusión repetida a los regocijos76.

Tras la composición de las escuadras del desfile, la descripción se centra en su puesta en marcha, la cual, previsiblemente, resulta caótica: Con este tropel y con aquel orden empezó a caminar desde la plazuela de Santa Caterina Mártir y, habiendo cogido una de las entradas a la plaza cada carro en su puesto, la rodearon todas las cuadrillas de suerte que, al entrar de los últimos, aguardaron para su salida los primeros, llenándose todo el cuadro e intermedio de toda la variedad de entremeses, que el concurso de la plebe no podía distinguirlos sin que se arriesgase entre los tropeles de los caballos; estando a este tiempo la plaza en su contorno en los tablados, azoteas, balcones y ventanas tan llena de concurso que no pudiera haberse formado mayor la fiesta más plausible77.

El desorden continúa con el quiebre de carros, cuyos personajes deben salir corriendo al verse apedreados por la gente. El primero en romperse es el de los loceros: Pasearon todo el lugar las escuadras, aunque no los carros. El último no salió de la plaza, diciendo aun en esto el enigma lo poco que lo dejó correr la tira75 76 77

Augural mitológico, fol. 9v. Augural mitológico, fol. 9v. Augural mitológico, fols. 9v-10r.

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nía; el de los loceros, por quebradizo, dio señas de su fragilidad en la esquina del convento de la Concepción, por lo disparejo de la subida […] viéronse desde aquí los dioses a caballo y en mulas, dándose prisa a alcanzar el resto de la cuadrilla —si esta prevención hubieran tenido los que huyeron de los gigantes, no necesitaran de metamorfosis y de sus figuras—. Derramada toda su deidad y descompuesto el aliño, dieron ocasión a que también derramado el vulgo de muchachos en las calles, ya desordenadas las tropas, siguiendo a los particulares, los hicieron desaparecer, echándoles de ellas a piedra menudeada más que menuda; salvo o condenado al granizo el que en la torpeza de un asno, que tiraba coces contra el aguijón, se paraba para que vengasen en el caballero las piedras, los estímulos con que hostigaba a la fuga cuando el rebelde hacía con lo reacio escudo de sus espaldas al tiro, obligando a alguno a que, echándose a pie, o volviese las mismas piedras o hiciese dardos para arrojarlos de todos los trastes que poco antes habían sido motivo de su jocosidad y facecia78.

Con el final de máscara, resulta claro el carácter ridículo, ya que su valor festivo culmina en una violenta descomposición. Especialmente interesante resulta el fragmento en el que se especifica sobre los personajes de la mojiganga que, «derramada toda su deidad y descompuesto el aliño», es decir, habiendo desaparecido las máscaras festivas, contagia al vulgo de muchachos, que también se «derrama», siguiendo a los «particulares», que sin sus máscaras ya no son personajes festivos relevantes, haciéndoles desaparecer a golpes de pedradas. Se confirman los rasgos carnavalescos de este tipo de fiestas, porque según Caro Baroja son elementos consustanciales de estas79. El hecho de que sean muchachos y jóvenes quienes lideren este atropellado y abrupto fin de fiesta, nos remite también a otra de las tipologías carnavalescas, la de los niños de la Rollona y gigantillos que «no son sólo representación grotesca del crecimiento corporal, sino también símbolo de la inocencia de la Naturaleza»80. Además de las corridas de toros y la máscara jocosa, el tercer aspecto reseñable de la planificación festiva tiene que ver con la bebida. Las últimas 78

Augural mitológico, fols. 11v-12r. Como comenta Madroñal al respecto, son fundamentales en estas celebraciones: «El disfraz, la violencia inusitada y gratuita a que se someten las cosas, animales o personas; el mayor grado de libertad con que las personas emprenden acciones que en tiempo normal no emprenderían y, como características específicas en la época […] también el arrojar agua maloliente, frutas, huevos de olor, poner mazas a los perros y otros animales, tiznarse el rostro, exceso en comida y bebida, manteamientos, etc.» (Madroñal, 2003, I, p. 1047). 80 Buezo, 1993, p. 217. 79

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líneas de la relación impresa son explícitas acerca del papel que desempeñaron las bebidas alcohólicas a lo largo del festejo: si faltó el regalo, sobró la bebida, entreteniendo con algunas pausas la serenidad del tiempo, dando fin a la celebración con el entretenimiento del día, y a la pequeñez con que hizo alarde de su gusto toda la república, como la multitud de su plebe, pero no los deseos de ocuparlo todo en servicio de su Majestad y del príncipe nuestro señor, que Dios guarde81.

Sin lugar a dudas, las bebidas alcohólicas, desde principios de la colonia, se convirtieron en un importante producto comercial, tanto para los mercaderes españoles como para los campesinos indios. Aunque no hay documentos anteriores al siglo XVIII para atestiguar la comercialización del pulque y del mezcal en el valle de Oaxaca, sí puede afirmarse con seguridad que Con anterioridad a la prohibición de producir pulque en 1692, parece haber existido algún comercio de esta bebida en los mercados regionales que se abrían un día de cada semana y a lo largo de los principales caminos rurales de Oaxaca, y cierta producción de los pueblos cercanos para su venta en Antequera82.

Otro curioso y tardío ejemplo al respecto es el testimonio del capellán bachiller Miguel de Molina, que, en una carta a la Inquisición fechada en Pátzcuaro el 18 de octubre de 1699, ofrece una detallada relación de lo que sucede «en todos los más pueblos de indios» de la región de Michoacán: En toda la sierra de Michoacán sus pueblos y doctrinas, en las muchas fiestas que en cada un año hacen, el día de la fiesta en la tarde, borrachos, van a la iglesia y sacristía de sus pueblos a vestirse para su comedia y se ponen las albas, hábitos y capas, y vestiduras, así de Nuestra Señora y su corona, como túnica de Jesucristo y tiara de san Pedro, con tan gran desvergüenza y ultraje, dando mil gritos en sagrado como gente sin juicio ni temor de Dios; y vestidos con aquellas vestiduras, van a la plaza pública de sus pueblos y allí representan su comedia y es de advertir que, aunque llueva, prosiguen y echan a perder todo el ornato de la iglesia. Los ministros y justicias de su majestad los toleran por los

81 82

Augural mitológico, fol. 13r. Taylor, 1987, p. 62.

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intereses que tienen de sus fiestas, y yo, más de miedo de algún motín, no les hablé cosa sino que me encerraba por no ver semejante exceso. (...)83

El capellán se queja de que los indios, borrachos, se visten con hábitos religiosos para representar su comedia, un exceso que las autoridades civiles permiten para salvaguardar sus intereses y «por miedo de algún motín». De este fragmento, del que también llama la atención el hecho de que se produzca a pocos meses del cambio de siglo, se desprende otra de las constantes celebrativas propias del mundo rural e indígena: la embriaguez, una práctica que adquiere una doble lectura; bien como un indicio de conciliación entre las prácticas religiosas prehispánicas y las católicas —en cuyo caso se toma como un signo de devoción y parte del culto—, bien como una burla encubierta a la nueva religión84. Lo visto hasta el momento confirma uno de los argumentos que tradicionalmente se han esgrimido para explicar por qué el carnaval fue una fiesta que no arraigó en el medio urbano colonial, aunque muchas de sus formas festivas sí enraizaron con fuerza en el medio rural. La fiesta en la sociedad urbana colonial se estableció como una privilegiada ocasión para llevar a cabo una ostentosa puesta en escena del orden y de las jerarquías imperantes, y festejos rurales como este de Antequera muestran una distinta formulación festiva porque, en definitiva, se encajaban en medios y espacios también muy diferentes a la cosmopolita ciudad de México.

83

AGN, Inquisición,Vol. 710 Ms. Exp. 2, fols. 8-11bis, tomado de Ramos Smith,

2004. 84

Taylor, 1987, pp. 66-67.

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III. DESENLACE FESTIVO. RELACIÓN DEL BOATO E ILUSIÓN DE UN ESPECTADOR OMNISCIENTE

El despliegue espectacular del fasto público, efímero por naturaleza, concluye en el relato de su relación. La ocupación excepcional del medio urbano y la recreación de unas especiales coordenadas de espacio y tiempo que alteran el ritmo cotidiano de la ciudad, transformándola, adquieren plena trascendencia cuando se describen en el impreso de la relación. El testimonio escrito representa, por un lado, la oportunidad de que permanezca la experiencia del fasto y de esa realidad embellecida, y, por otro, permite revelar todas las claves de su entramado, desde la explicación simbólica del significado de las arquitecturas efímeras y de sus entresijos técnicos, hasta la identidad de sus mecenas. Por ello, este tipo de impresos están íntimamente ligados al «contexto ritual» en el que se proyectan, y se codifican según un «registro narrativo» sobre el que se asienta el modelo del género literario de las relaciones1. En este doble eje de referencias, la relación de lo efímero actualiza la experiencia del fasto en el presente de la escritura y, por este deseo de reconstrucción en pro de la permanencia del espectáculo festivo, según convención genérica, son recurrentes las referencias a los sentidos: la vista, el oído, el tacto y el olfato y, aunque menos, el gusto. Las apelaciones a los sentidos permiten recrear la ilusión de aprehender nuevamente esa realidad efímera, y, en esa renovada puesta en escena a partir del impreso, pueden 1

Este es el punto de partida sobre el que José Jaime García Bernal presenta su análisis sobre la escritura de lo efímero, la cursiva es mía: «Hay que considerar, por tanto, el libro impreso como el discurso que desarrolla la integridad de la retórica del homenaje, que sería incomprensible sin atender al contexto ritual, pero tampoco al registro narrativo superior que le sirve de modelo literario y está presente en la conciencia autorial como relato paradigmático de la solemnidad» (2006, p. 578).

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interpelarse todas las explicaciones que dan cuenta de su razón de ser. Este contrato de lectura conlleva que la vívida descripción del fasto de la celebración, apelando a los sentidos, se solape con las razones que lo explican y con el elogio a sus mecenas. El artificio literario que ampara esta recreación festiva convierte al lector en una suerte de fingido espectador omnisciente. Las estrategias narrativas de la relación —ya sea en prosa o en verso— buscan no sólo describir el fasto en sí de la celebración, sino también plasmar la suspensión generada en quienes fueron testigos directos de su ostentosa ejecución. Combinar estos dos horizontes en la descripción revierte, por un lado, en el elogio al mecenas que sustenta el espectáculo y, por otro, en el de los destinatarios que inspiran la circunstancia que se celebra. Además, plasmar en el escrito la suspensión generada en los espectadores significa incorporar un argumento de autoridad que corrobora la excelencia de lo efímero. Con ello, se supera la subjetividad implícita en el único punto de vista del relator. El relato de esa suspensión se combina con la apostilla de las razones que lo sustentan y el lector, al poseer simultáneamente todas las claves, se convierte en renovado espectador.Asumir esta convención permite que los receptores del escrito, tanto si fueron testigos presenciales de la fiesta como si no, sean partícipes (fingidos), con su lectura, de la emoción de lo efímero. Es un tipo de emoción intelectualizada, pues su saber omnisciente les permite apreciar el despliegue del fasto por medio de la descripción de lo efímero y de los efectos que generó, y de las razones simbólicas y técnicas sobre las que se edificó. Como renovados espectadores y gracias a su competencia lectora, fruto también del conocimiento de otras tantas relaciones impresas, pueden recrear un saber omnisciente de la realidad festiva, pues el impreso no sólo contiene la relación de la magnificencia y de las vías sensibles para aprehenderla, sino que también reproduce las claves simbólicas y técnicas sobre las que se pone en escena. A partir de estas pautas retóricas que encuadran el fingimiento del relato paradigmático de la solemnidad, cabe ahora preguntarse por las específicas circunstancias que rigen esta escritura de lo efímero en Nueva España y que, en lo fundamental, atañen a plantearse quién escribía estas relaciones, así como quién las encargaba y, desde luego, a quién se dirigían2.

2

Ya Sagrario López Poza (1996) llamó la atención sobre la necesidad de plantearse estas cuestiones en el ámbito hispánico. Aunque lo primero que debe considerarse es

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Un repaso a las portadas de este tipo de relaciones muestra cómo entre sus pomposos títulos —que acaparan «los máximos alardes de fastuosidad verbal»3— se precisa la extracción del encargado de relatar la solemnidad. La tipografía de estas portadas revela, además, cómo, por encima de todo, se resaltan la circunstancia que se celebra y su mecenas. En la mayoría de los casos, y salvo ilustres excepciones como sor Juana Inés de la Cruz, Carlos de Sigüenza y Góngora o Alonso Ramírez de Vargas, la responsabilidad solía recaer en bachilleres y licenciados, figuras menores y olvidadas, representantes de la élite letrada que conformaba el aparato de la burocracia, laica o eclesiástica, del virreinato novohispano. Tras la portada, las dedicatorias, pareceres y sentires corroboran que la autoría de este tipo de impresos solía ser fruto del encargo4. Reflejaban una estable y fluida red de clientelismos entre la que circulaban las relaciones y que nos induce a pensar que quienes consumían esta literatura eran los mismos que la producían y la encargaban. Un ejemplo concreto para ilustrar quiénes participaban en este circuito es el oaxaqueño Pedro de Arjona. Aparece como abogado de la Real Audiencia en 1637 y alcalde mayor de las cuatro villas del Marquesado del Valle, así como autor del Genealógico Atlante con que la ciudad de Antequera celebró el feliz nacimiento del príncipe Felipe Próspero (México, 1659)5, aunque ningún catálogo ni repertorio bibliográfico constata esta última noticia. En cambio, sí existe testimonio de dos relaciones escritas por él: el Augural mitológico, que la ciudad de Antequera dedicó al nacimiento del futuro Carlos II (México, viuda de Bernardo Calderón, 1663) y la Rosa mística, con que la misma ciudad celebró la beatificación de santa Rosa de Lima (México, viuda de Bernardo Calderón, 1670). Las celebraciones transcritas por Pedro de Arjona tuvieron lugar en Antequera, una provincia con una significativa impronta dominica y donde, en los siglos XVII y XVIII, se afianzaron

que publicar en Nueva España era muy costoso y que en la mayoría de los casos los impresos eran encargos. En este sentido, Josefina Muriel (2000) analiza bien, por ejemplo, los entresijos del encargo del Paraíso occidental a Sigüenza y Góngora. 3 Simón Díaz, 1980, p. 58. 4 Son elocuentes las palabras de sor Juana en la Respuesta a sor Filotea de la Cruz: «Demás que yo no he escrito cosa alguna por mi voluntad, sino por ruegos y preceptos ajenos; de tal manera que no me acuerdo haber escrito por mi gusto sino un papelillo que llaman El sueño» (Obras completas de sor Juana Inés de la Cruz, p. 471). 5 Gay, 1998, p. 381.

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la industria y el comercio orientados fundamentalmente hacia España6. Estos dos factores son, en lo civil y en lo religioso, dos motivos de interés a la hora de explicar la existencia de este doble encargo a un mismo relator, Pedro de Arjona, patrocinado por las dos élites de poder en Antequera. En el caso de la primera portada, destaca que en su disposición tipográfica adquiera la misma notoriedad la dedicatoria a la grandeza del virrey que la circunstancia del natalicio real que se celebra. El impreso se acompaña de la aprobación del maestro y doctor Matías de Santillán, catedrático de Prima de filosofía en propiedad de la Real Universidad de México, examinador sinodal del arzobispado y abogado de la Real Audiencia (14 de 6 «En las ciudades de Antequera,Tlaxiaco y Villa Alta se empezó a perfilar una clase de criollos y mestizos que atendían el comercio, se preocupaban por sus iglesias y eran los intermediarios de lo que se producía en las comunidades indígenas. Para esta labor jugaron un papel importante los alcaldes mayores y sus tenientes. En Oaxaca, los alcaldes mayores fueron comerciantes y mercaderes, movilizaron la economía, pero también esquilmaron a los pueblos indios. Fueron ellos, junto con los frailes, el contacto con el exterior de mixes, mixtecos, zapotecas, chatinos, chinantecos y mazatecos» (Dalton, 2004, p. 102).

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diciembre de 1662); la aprobación del doctor Juan de la Peña Butrón, catedrático de Sagrada Escritura en sustitución de la Real Universidad de México (9 de diciembre de 1662) y una dedicatoria de Bartolomé Ruiz, alcalde ordinario y de la Santa Hermandad de la ciudad de Antequera y comisario de la celebración (3 de agosto de 1662). No hay ningún preliminar del licenciado Pedro de Arjona, encargado de escribir el Augural mitológico. La dedicatoria al virrey, a cargo del alcalde ordinario de Antequera y comisario del festejo, es muy breve y además aporta las claves del encargo (el subrayado es mío): Con más acierto se fiara de otra disposición celebrar la dicha en el nacimiento del príncipe ntro. señor, que Dios guarde, principalmente siendo V. Ex. quien insinuó la obligación del rendimiento y a cuya sombra puede llegar a los pies de Su Majestad tan pequeña muestra de la obediencia y vasallaje. Esta grandeza alienta los temores y el precepto de la ciudad escusa el atrevimiento para ofrecerle a V. Ex., por cuya mano merecerá los agrados de Su Majestad, que Dios guarde, y a V. Ex. en la felicidad que este reino ha menester. Antequera y agosto 30 de 1662 años. B.L.M.D.V.Ex. Bartolomé Ruiz

La trascendencia de la dedicatoria en la tipografía de la portada concuerda con la insinuación del virrey a Bartolomé Ruiz, alcalde ordinario de Antequera, para que llevara a cabo la celebración y así mostrar públicamente la obediencia a S.M., en el intento de que la noticia de este obsequio pudiera llegar hasta la misma corte madrileña. Es este un claro testimonio de cómo operaba el circuito en el que los practicantes de la alta cultura, la élite dirigente y cultural, producía, entendía y disponía este tipo de festejos. Magdalena Chocano, siguiendo las pautas de la ciudad letrada de Ángel Rama, lo explica bien en su análisis del circuito intelectual novohispano: la élite intelectual estaba formada por auténticos detentadores del poder estatal y no por disimulados detractores: la pléyade de religiosos, administradores, educadores, profesionales y múltiples servidores intelectuales del coloniaje componían «el anillo protector del poder y el ejecutor de sus órdenes»7.

Años más tarde, tal y como se aprecia en la segunda portada reproducida, Pedro de Arjona dedicaba la relación de las conmemoraciones anteque7

Chocano, 2000, p. 26.

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ranas de la beatificación de santa Rosa de Lima a Manuel Báez, prior provincial de San Hipólito Mártir de Oaxaca, de la orden de predicadores, ya emérito prior del convento y vicario general de la provincia. En esta ocasión el encargo procedía de la orden de los dominicos, patrocinadora del festejo.Arjona firmaba la dedicatoria a fray Manuel Báez: [a quien un achaque de salud no le permitió asistir pero] aunque le faltó la autoridad de V.P. al fausto, allí no se gozó, pero en este papel va con cortedad su cifra, si merece la censura y licción de V.P., será todo grande y digno del registro del Rmo. P.M. general desta religión sagrada, a quien constará la piedad, devoción y obediencia desta santa provincia, gobernada de V.P. con rectitud y mansedumbre.

A continuación aparece el sentir de Diego de la Cadena, agustino y definidor actual de su provincia «del Santo Nombre de Jesús de México» (16 de enero de 1670); la aprobación del Dr. Matías de Santillán, confesor y predicador en el arzobispado de la provincia y catedrático en propiedad de Prima de Filosofía en la Real Universidad y prefecto de la Unión de San Felipe Neri (24 de enero de 1670) y la licencia de impresión del Dr.Antonio de Cárdenas y Salazar (30 de enero de 1660). El impreso se acompaña del visto bueno emitido por el Consejo de Indias:

De los preliminares, el siguiente fragmento del sentir de Fr. Diego de la Cadena resume las virtudes que se loan del impreso a partir de la vista de la portada:

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Pues no sé si pudo deleitar más la vista lo representado en el hecho que sazona el oído lo relatado en su epígrafe, donde goza espejo la virtud más remontada en las divinas proezas de tan angélica vida. Consigue norma la erudición en el aseado lacónico estilo de tan preciso orador y acredita su esmero la retórica en la armónica, dulce variedad de frases, metáforas, alegorías y metros que simbolizó para el adorno su autor, ostentando en suma breve la verdad de su elocuencia mucha.

El adorno, la erudición y la variedad son capacidades apreciadas en el orador —entendido como «persona que por su naturaleza y estudio tiene las cualidades que lo hacen apto para lograr los fines de la oratoria» (DRAE)— y, por ello, son las virtudes que se destacan en el autor-orador, confirmándose así la función persuasoria del texto encargado del relato de las fiestas por la beatificación de santa Rosa de Lima. El fragmento permite enlazar ahora con otro comentario de Magdalena Chocano que enmarca el papel que jugó la Iglesia en la profesionalización del oficio de las letras y que explica bien el hecho de que una parte muy importante de la literatura conservada de estos siglos sea, precisamente, la que describe este tipo de actividades conmemorativas y festivas: En el contexto colonial, el escritor debía justificarse desde el punto de vista de la utilidad pública y la edificación moral. Para el autor radicado en Hispanoamérica, la publicación de su obra era a veces bastante dificultosa, y aun imposible por las condiciones generales de la imprenta. Las instituciones que sustentaron con mayor continuidad las ocupaciones letradas fueron las de la Iglesia. Las órdenes patrocinaron la impresión de crónicas sobre su historia y otras publicaciones relacionadas. El patronazgo de los virreyes, aunque importante, era en cambio menos continuo8.

La relación de fiestas forma parte de esas «otras publicaciones relacionadas» que menciona Chocano. La precedencia, es decir, el orden y la posición que correspondía a cada corporación religiosa en la ejecución de cualquier procesión pública, era un indicativo simbólico de su importancia en la sociedad. Esta ordenación en la ejecución de la procesión se estableció en función del orden de llegada de cada orden religiosa a Nueva España: franciscanos (1523); dominicos (1525); agustinos (1533); jesuitas (1572); merce-

8

Chocano, 2000a, pp. 236-237.

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darios (1574); dieguinos (1581); carmelitas (1585); benedictinos (1602).Así, la precedencia es el equivalente, en la ejecución de la fiesta, a la impresión de este tipo de relaciones en lo que atañe a la escritura del efímero. De ahí su importancia, pues si era significativo exhibir la preponderancia de cada orden religiosa en el momento de la ceremonia pública, lo era igualmente en el momento de guardar su memoria impresa. A la hora de plantearse los destinatarios de estos impresos más allá de las élites que los encargaban9 y los redactaban, hay que partir del hecho de que el número de personas que en América atesoraron una biblioteca particular propiamente dicha era exiguo y, entre esta escasez, predominaba el grupo del clero y los funcionarios10. Por otra parte, las bibliotecas institucionales estaban básicamente localizadas en los conventos y, secundariamente, en las catedrales11. Es este un factor decisivo para fijar quiénes eran los receptores de estas relaciones: los propios mecenas que las encargaban junto con todo el grupo de letrados que habían accedido a la formación, con miras a conseguir una posición en el mismo aparato aparato burocrático, civil o religioso. Un claro ejemplo de ello fue Carlos de Sigüenza y Góngora, uno de los más ilustres representantes de este sector de criollos intelectuales. Fue el menor de los ocho hijos de Carlos de Sigüenza, tutor del príncipe Baltasar Carlos, que se embarcó hacia América como parte del séquito del marqués de Villena (1640).Ya en México se integró a la burocracia virreinal y en 1644 obtuvo el cargo de «Oficial segundo en la Secretaría de Gobierno», que ejerció durante el resto de su vida. En 1660, Sigüenza fue recibido como retórico en el colegio jesuita de Tepotzotlán para iniciar sus estudios religiosos, que continuaría años más tarde en Puebla. En 1667 fue expulsado de la orden por «sus desórdenes y salidas nocturnas». De regreso a la ciudad de México, ingresó en la universidad. En 1672 asumió el cargo de catedrático de astrología y matemáticas.Además de su producción y de su activa presencia en las academias y certámenes literarios de la ciudad, era bien

9 Como afirma Gruzinski, siguiendo a Trabulse, «las publicaciones son onerosas, el público restringido y muy pocos mecenas pueblan la Nueva España. Sigüenza y Góngora se queja de ello amargamente y lamenta que deba abandonar muchos de sus proyectos,“condenados a morir con él”» (Gruzinski, 2004, p. 174). 10 Véase, por ejemplo, el extraño caso de Melchor Pérez de Soto en Leonard, 2004, pp. 131-149. 11 Chocano, 2000a, p. 229.

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conocida su biblioteca, en la que, además, atesoraba una parte importante de producción prehispánica12. En 1680, Sigüenza publicó Las glorias de Querétaro, una relación que narra en ocho capítulos todos los avatares de la dedicación de un templo a la Virgen de Guadalupe en la ciudad del Bajío. La empresa estaba patrocinada por el rico comerciante Juan de Caballero y Osio y el impreso estaba dedicado a fray Payo Enríquez de Rivera. La dedicatoria es elocuente e ilustra bien la retórica de estos preliminares: Excelentísimo señor: Nunca volará más alta mi débil pluma que cuando, abatiéndose a las plantas de V. Excelencia, obtuviere la aceptación de su juiciosa crisis, porque la cercanía a lo excelso las hace grandes; como no esperaré en la benignidad del agrado de V. Exa. el que obtengan hoy mis estudios glorioso encumbre, cuando han merecido el ponerse en su presencia heroica, para que, embestidos de las luces eruditas con que ilustra los literarios desvelos que se le consagren humildes, consigan los míos el que, depuesta la timidez, se eleven hasta el solio glorioso de su atención13.

Del mismo modo que los títulos y preliminares de estas relaciones seguían siempre una misma estructura y redacción laudatorias, los mecanismos retóricos para plasmar la ejecución de la fiesta seguían también una tópica bien fosilizada. Los recursos son múltiples, pero, en este caso, quiero centrarme en las alusiones a los sentidos del Festivo aparato, un impreso que da cuenta de los fastos novohispanos en torno a la canonización de san Francisco de Borja14. La noticia llegó a México en septiembre de 1671, aunque no fue hasta el 25 de enero de 1672 cuando se pregonaron las fiestas con la solemnidad acostumbrada en semejantes ocasiones15. El volumen es anónimo y, tras la dedicatoria, las aprobaciones y la licencia, contiene, además de una detallada descripción de las máscaras y procesiones, tanto las poesías del certamen en el que participaron destacados ingenios de la época, como los sermones del octavario festivo: 12 «Poseía una gran colección de libros, códices, crónicas, documentos, mapas, instrumentos científicos; mas no para adorno de estantes o sólo para su deleite personal, sino para estudiarlos y darlos a los demás en las obras que escribió como resultado de sus lecturas y elocubraciones» (Muriel, 2000, p. 67). 13 Tomado de Bravo, 2000, p. 27. 14 Un primer acercamiento al tema, sobre el que se basa el siguiente análisis, en Farré Vidal (2012a). 15 Robles, 1972, I, p. 111.

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El impreso es conocido y se ha trabajado parcialmente16, sobre todo, por el hecho de que el último de los sermones fue pronunciado por el padre Antonio Núñez de Miranda, el célebre confesor de sor Juana Inés de la Cruz, y, además, en el certamen poético, que fue convocado por Miguel Sánchez de Ocampo, hijo de un influyente oidor de la Real Audiencia de México, participaron nombres tan conocidos en la época como el capitán Alonso Ramírez de Vargas o José López Avilés.Tal y como consigna Robles en su Diario de sucesos notables, el 27 de enero de 1672 se publicó el asunto para el certamen poético17, que versaba sobre la comparación del nuevo santo con las figuras mitológicas de Alcides y Hércules. Por su parte, el relator del Festivo aparato menciona que para «no embarazar las tardes del octavario eclesiástico, comenzase la máscara grave ocho días antes»18. Así también lo recoge Robles en su Diario, al dar cuenta de «una máscara lucida»

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En lo que atañe a las máscaras, destacan los estudios de Bravo, 1997 y 2009. Robles, 1972, I, p. 111. Festivo aparato, fol. 3r.

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que «salió de San Pedro y San Pablo» el 7 de febrero19. Aunque Robles menciona de pasada la máscara faceta que tuvo lugar el 11 de febrero, aporta más detalles sobre la máscara seria del 7 de febrero, así como de la procesión con la que se iniciaba el octavario: se celebró en la catedral la canonización de san Francisco de Borja, habiendo venido la tarde antes en procesión desde la casa Profesa, y habido la noche antes muy buenos y lucidos fuegos […] hubo en las calles cinco altares de grande ostentación; a las cuatro de la tarde salió la procesión de la catedral [….] iban delante con sus insignias y estandartes todas las cofradías, y luego las religiones llevando a sus fundadores curiosa y ricamente adornados; luego la cruz parroquial y clerecía, con quienes iban interpolados los padres de la Compañía, y a lo último san Francisco de Borja, cuyo adorno se apreció en más de quinientos mil pesos, y luego el cabildo eclesiástico con el señor arzobispo; seguíanse la ciudad, tribunales, audiencia y virrey […] fue en el altar mayor donde se prosiguió el octavario, celebrándolo las religiones con misa y sermón; los estudiantes sacaron otra máscara a diez, faceta, en que salieron más de cuatrocientos enmascarados y muy lucidos carros20.

Robles y el anónimo relator del Festivo aparato coinciden en su apreciación del coste del adorno de la figura de san Francisco de Borja, aunque lo interesante es observar cómo se integra el dato en el marco de la relación: […] con que al llevar al santo por las calles, todos se hacían ojos para mirarlo porque con suave violencia los arrebataba tanto raudal de riquezas, brillos y hermosuras, que, ocasionando fatigas más que comunes a los hombros que cargaban al santo, dieron materia a muchos y a muchas para decir con donaire que quisieran cargar con él para librar a otros con su devoción de tanto trabajo, y no tenían mal gusto, porque si se lograran tan piadosos deseos, se llevarían en sola una pieza quinientos mil pesos en que se apreció21 .

A partir de esa capacidad exhibitoria del poder, las alusiones a la ostentación y a la pompa de todo el aparato representacional tienen mucho que ver con los conceptos de gasto y de derroche sacrificial, de ahí que la rela-

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Robles, 1972, I, p. 112. Robles, 1972, I, p. 112 (la cursiva es mía). Festivo aparato, fol. 22v (las cursivas son mías).

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ción impresa, además de las descripciones que recrean el lujo del festejo, incorpore muchas veces la referencia cuantitativa del dispendio económico que subyace en él. El Festivo aparato da cuenta de los quinientos mil pesos que había invertido la virreina en vestir la imagen del santo. Se trata de un desembolso que, como correlato objetivo del valor ejemplar de dicho despliegue, resulta efectivo ya que «todos se hacían ojos para mirarlo porque con suave violencia los arrebataba tanto raudal de riquezas, brillos y hermosuras». El comentario del anónimo relator, tal y como exigen las convenciones de la escritura del poder, no se limita tan sólo a describir de manera hiperbólica el fasto, sino que, en el proceso de hacer perdurable lo efímero, lleva a cabo una recreación del acontecimiento que, en sí misma, se erige en una nueva creación. El impreso de la fiesta, a partir de una base referencial acontecida, debe trasladar a lo escrito el acontecimiento en una especie de simulacro de crónica que no sólo seduzca y admire al lector, sino que también muestre (y de este modo demuestre) la trascendencia de lo real sobre la que se construye la suspensión de lo efímero. El relator selecciona y amplifica la información y, dirigiéndose a un espectador omnisciente, interpreta el sentido que subyace en la celebración, ya que ambos pasan entonces a compartir las claves que operan en la realidad embellecida de la fiesta a la vez que, simultáneamente, pueden ver los afectos / efectos que exhiben / presencian los testigos del efímero espectáculo. Bajo ese prisma, el relator debe recomponer el fingido espectáculo de lo efímero con un armazón demostrativo que contenga visos de verdad.Y de ahí se desprenden tanto la alusión al capital económico sobre el que se construye la imagen del santo en el impreso, reflejo también de la riqueza de los virreyes, como la recurrencia de las alusiones a la vista de los espectadores. El siguiente ejemplo del Festivo aparato, en esta ocasión referido a la figura de Moctezuma, el personaje que cierra la primera cuadrilla con que se abre la máscara seria del 7 de febrero, muestra la misma estrategia exhibicionista que busca convencer al lector incorporando, como argumento de autoridad, la alusión a los efectos del espectáculo efímero en los testigos presenciales: Último a todos en el puesto, y primero en la majestad, coronaba este tan lucido como vistoso acompañamiento un caballerito que supo muy bien cumplir con la representación del soberbio monarca y aclamado emperador Moctezuma, conciliándose con las atenciones los respectos de todos, porque todos, sin

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hacer fuerza en la tela bien extraordinaria del ropaje, en la riqueza del cetro, que con airoso ademán de señor empuñaba, y en la pedería de la corona imperial en quien hacía pie un tunal y águila de plata (con ser así que sola esta pieza se tasaba en cinco mil pesos, llevando otras muchas de gran valor repartidas por el vestido), sólo les llevaba los ojos aquella gentil disposición y grandeza de garbo, con que cristianaba en nuestros tiempos la primitiva grandeza y señorío de los gentílicos22.

De esta manera, el texto consigue desplazar la atención al ámbito de la ejecución de la fiesta y, al recalcar la suspensión de los espectadores, incide en la dimensión colectiva y social de la fiesta. De ahí que otro aspecto importante que debe cubrir la realidad testimonial del impreso sea la transcripción del movimiento de la escena, la gentil disposición y grandeza de garbo que anunciaba el anterior fragmento, ya que esa compostura ritual denota la excelencia de los protagonistas en el cortejo festivo. Buena muestra de ello es también la cuarta cuadrilla que representaba la época de estudiante en teología de san Francisco de Borja y constaba de cuarenta estudiantes, que iban en mulas y caballos de gualdrapa, servidos de lacayos con la autoridad que el estado pedía […] y causando los doctorcitos mil gustos, así con la gravedad y mesura de sus pasos, como con el singular adorno de argentería, perlas y joyas con que llevaban revestidos los bonetes, gorras y musetas. Bien se ve cuántas preciosidades campearían en ellas, pues yendo competidos los cuarenta, a uno sólo le daban de valor casi cincuenta mil pesos23 .

Las alusiones al coste de los atuendos que realzan la gravedad y mesura de los participantes en el desfile festivo así como frases hechas del tipo hacerse los ojos, llevarse los ojos o bien se ve operan como marcadores objetivos que legitiman al narrador para ofrecer una narración escrita, ya que la fiesta es, fundamentamente, un espectáculo dióptrico, «es decir, ofrecido a los ojos, concebido siempre en relación de perspectiva con los espectadores»24. Esa perspectiva es la que convierte a los lectores del Festivo aparato, junto con su relator, en la posición que apuntábamos antes de espectador omnisciente. Ejemplo de ello es el fragmento en el que, tras la descripción de un bosque

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Festivo aparato, fols. 11v-12r. Festivo aparato, fol. 13v. Rodríguez de la Flor, 2002, p. 170.

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en el segundo carro alegórico de la máscara seria, el relator aborda la traza de un árbol que: se burló de muchos que lo juzgaron por natural y recién cortado, siendo así que no fiándose de sus mesmos ojos, se acercaban al disimulo, hasta que los sacaba de dudas la experiencia de sus manos25.

De este modo, el carácter excepcional de la circunstancia conmemorativa, asociado a la eminencia de sus patrocinadores, se aúna a la suspensión que la realidad embellecida del festejo provoca en el público, que engolosinado acude en tropel: Quejosas pudieran quedar las anchurosas calles de México por la nota de estrechas que les imponía el atropado gentío, que citado con los ecos de las prevenciones, había concurrido de muchas leguas, y engolosinado de ver un conjunto tan nunca visto, corría confusamente todos los tres días del paseo de unas cuadras a otras para satisfacer la tercera y cuarta vez el apetito que con las primeras quedaba más irritado, pesaroso siempre de no gozar muy despacio, no sólo cada una de las cinco cuadrillas, sino lo mucho que había que mirar y admirar en cada uno de los trecientos que salieron de ellas26.

La naturaleza ecfrásica que impone la fiesta obliga a integrar no sólo las referencias visuales, sino también el resto de sentidos que forman parte de la percepción del espectador. En todos los casos, como en la siguiente cita que evoca el sentido auditivo, se recalca el efecto de admiración y suspensión que genera el espectáculo: A la última cuadrilla le dio buen principio el ya referido hermoso carro de los nueve coros de los ángeles, todos con variedad de instrumentos en las manos y con tal melodía de voces (formada por un escogido terno de músicos que iban ocultos) que no parecía capilla de la tierra lo que tanto suspendía con sus asonancias y deleitaba tanto con sus bellezas27.

La expectación que genera la fiesta, junto con los recursos anteriormente esbozados, forma parte de ese pretendido aire de «efectividad testimo25 26 27

Festivo aparato, fol. 4r. Festivo aparato, fol. 14v. Festivo aparato, fol. 16r.

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nial» que consigue al integrar todos los sentidos desde la perspectiva del espectador.Tal y como precisa Rodríguez de la Flor, opera un «desplazamiento del énfasis hacia el espacio de su efectuación, que es pública, masiva, la cual casi no depende de agentes personalizados, sino que se vive como un proceso total, colectivo, o, al menos, eso trata de asentar su fantasmagoría, el texto. Ello implementa la realidad de un efectivo sometimiento de la verdad objetiva a las necesidades particulares del texto»28. Ejemplo de dicha «efectividad testimonial» es, en el caso del Festivo aparato —y como en otros tantos—, además de ser una relación anónima, la explícita declaración de objetivos que se anuncia en la dedicatoria: Querer que comprehenda en breve la pluma lo que apenas cupo en tantos ojos es intentar un imposible; y así se irán por partes relatando las que compusieron éste como preludio de las fiestas para que mejor se haga concepto del todo de su grandeza29.

Así pues, es también un rasgo específico de la escritura de la relación de fiestas el que se vayan asentando las pautas que codifican el género desde una declarada pretensión de veracidad y, además, con un claro propósito instructivo, tal y como se desprende de la distribución del volumen en apartados destinados a que el lector pueda hacerse mejor concepto del todo de su grandeza. El anónimo relator del Festivo aparato también expresará más adelante otro de los tópicos alrededor de la escritura del poder más repetidos y que tiene que ver con el conflicto y la dificultad que conlleva integrar, por un lado, el aire de fingida objetividad en la descripción y, por otro, el hecho que supone plasmar en el escrito un acontecimiento ya pasado que, además, integra tantos aspectos heterogéneos. Bajo esa imposición, el anónimo relator de los festejos novohispanos de canonización de san Francisco de Borja justificará el haber insertado en el volumen la descripción de la estatua del nuevo santo y de su padrino, san Ignacio de Loyola: pero por que no lo eche de menos el curioso (aunque sea por demás para el entendido) se satisface en parte a su deseo con esta sumaria narración y mal formado como extemporáneo bosquejo30. 28 29 30

Rodríguez de la Flor, 2002, p. 168. Festivo aparato, fol. 3r-3v. Festivo aparato, fol. 22r.

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Resulta ahora necesario retomar otro de los aspectos que debe recrear la relación festiva, pues, una vez que la fiesta se ha reseñado desde la perspectiva de los espectadores y, en concreto, por medio de la suspensión que ha suscitado en ellos, lo que procede es el elogio al fingido disimulo, ya que, bajo la estela del pretendido efecto objetivista que persigue la escritura del efímero, debe dar cuenta de cómo se lograron dichos efectos: Toda [esta obra] se aderezó con la uniforme variedad de unos florones de papel plateado […] en cuyo medio iban engastados unos vasos de vidrio cristalino que con la diversidad de los fondos, dados de varios colores muy finos, fingían las más preciosas piedras, que a todos visos, y más a los del sol, deslumbraban con su brillante transparencia (quizá por que no desmintiesen su engaño) a cuantos ojos se les atrevían. […] Salió finalmente tan proporcionado este carro en sus medidas, tan aseado en su aliño y tan apacible en su vista, que parece quiso s[an] Francisco de Borja en esta sombra, con que bosquejaba la tierra la gloria de que goza en el cielo, trasladarnos desde el cielo, parte de su gloria a la tierra31.

Es un mecanismo similar al de evocar el coste económico, ya que la explicación de los medios técnicos y la descripción de los materiales empleados son buena muestra del ingenio destinado a acicalar, de manera extraordinaria, el espacio urbano cotidiano. En el mismo sentido apunta el efecto de orden y armonía propio del ritual festivo que concierta todo el despliegue festivo: Trescientos eran (sin el gran número de lacayos, de que se hizo reputación y empeño) los que compusieron las cinco cuadrillas de esta máscara. Ofreciendo en ellas una como quinta esencia de galas, de preciosidades y de todo buen gusto, representando juntamente en cada una (por darles a un tiempo proporcionado pasto a los sentidos y a los discursos) alguno de los cargos, dignidades y estados, que honró viviendo el gloriosísimo padre san Francisco de Borja32.

El hecho de que el Festivo aparato contenga la relación de todos los actos festivos en torno a la canonización de un santo de la Compañía permite mostrar un festejo que plasma íntegramente todas las necesidades de celebración jesuita, donde conviven de manera expedita tanto el alecciona31 32

Festivo aparato, fol. 7r. Festivo aparato, fol. 9v.

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miento doctrinal como la diversión del público que admiraba esas celebraciones, lo cual lo convierte en un sugerente campo de análisis sobre el efímero barroco. Así, tras sucederse la máscara y la procesión seria donde se conmemoraban los principales pasajes biográficos de «san Borja» por medio de motes, imágenes y poemas, que seguían además a espectaculares carros alegóricos en los que las virtudes del nuevo santo y sus hitos biográficos esenciales quedaban bien plasmados, acontecen los pasatiempos festivos cuya única función era la de provocar la risa del espectador. En este segmento de desahogo festivo, se invierten los valores de lujo y orden anteriores, que ceden su lugar a la tumultuaria, aunque festiva, confusión: Jueves once de febrero sucedieron las burlas a las veras y tomaron tan de veras las burlas los cursantes del colegio de San Pedro y San Pablo de la Compañía de Jesús, que pasaron de cuatrocientos los enmascarados, pero la misma multitud de inventivas burlescas sobre ingeniosas causó una tumultuaria, aunque festiva, confusión, que malogró mucha parte de ellas, hurtándolas con su tropel aun a los ojos más despabilados de los entendidos y curiosos33.

A pesar de la manifiesta confusión, el relator exhibe la misma estrategia narrativa de recrear el suceso festivo desde la perspectiva de los espectadores y de ahí la alusión a los ojos más despabilados. La anterior gentil disposición y grandeza de garbo se transforma ahora en un alocado trote con el que el relator se disculpa hábilmente por no ofrecer la descripción íntegra de todos sus componentes: Especificar todos sus temas es, sobre dificultoso, imposible porque los más pasaban tan al trote y con tan poco juicio que no daban lugar a que se percibiese la ventolera que les trastornaba los cascos34.

De este modo, la combinación de las dos caras de la fiesta, la seria y la faceta, tiene su razón de ser en la misma concepción del festejo, donde se alternan sin fisuras, y responden, a pesar de su carácter antitético, a un mismo programa festivo: También se le dio su platillo a la vulgaridad de la plebe con dos danzas de buen genio, la una de ocho reyes y emperadores coronados, en quienes como de la 33 34

Festivo aparato, fol. 17r. Festivo aparato, fol. 18v.

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Además de la pedagogía fastuosa, otro elemento consustancial es el de la risa, el del entretenimiento y el desahogo que, desde la órbita de lo cómico-bajo, también forman parte del programa festivo. En este caso, el platillo a la vulgaridad de la plebe completa el circuito sensorial apelando al sentido del gusto. De ahí que la relación se cierre con una máscara faceta formada por cuatro cuadrillas. La primera, de locas, compuesta por una «turbamulta de atabaleras que según las señas tenían algo y aun algos de locas, que se habían soltado del célebre hospital, donde se curan con jarabes de rebenques los males de cabeza»36, a la que seguía otra en la que destacaron el bodegonero, que cargaba una olla de mondongo; el astrólogo, embelesado; el viudo, cabizbajo y embozado; el donoso, con un dornillo de fiambre de puerco; el toreador, con una garrocha de punta bien afilada y el purgado, con los instrumentos de su oficina 37. La tercera cuadrilla estaba compuesta por unos niños de escuela que, «si no es por las travesuras que iban haciendo, no se les conocía el ser hijos de este siglo, porque era mucha la nieve de sus canas, como la profundidad de los surcos que mostraban en sus arrugadas mascarillas»38. Finalmente, la máscara se cerraba con una cuarta cuadrilla que «se componía de una como selva de varia lección de donosuras»39. A modo de conclusión, cabe decir que, efectivamente, la escritura de la fiesta supone la necesaria culminación del efímero. La relación impresa implica la recreación de una nueva realidad, bajo una pretendida efectividad testimonial, que persigue descubrir la verdad —el verdaero México— que subyace en el despliegue de ostentación, doctrina y diversión.Tal y como apunta el Festivo aparato tras la descripción de los fuegos artificiales:

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Festivo aparato, fol. 23r. Festivo aparato, fol. 17r. Festivo aparato, fols. 18v-19r. Festivo aparato, fol. 19v. Festivo aparato, fol. 20v.

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No ardiendo menos esta ciudad en los afectos que en los alquitranes fogosos y encendidas luminarias, nunca con más individuales, ciertas señales de ser éste el verdadero México que cuando se disfrazaba galante (aunque con mejores cualidades) en una mentida Troya40.

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Festivo aparato, fols. 23v-24r.

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IV. OCASIONES SÚBITAS Y DE CÓMO FESTEJAR LO EXTRAORDINARIO

En la práctica resulta difícil distinguir entre celebraciones ordinarias y extraordinarias, ya que en todos los casos el despliegue del boato festivo se rige por un derroche de ostentación fuera de lo ordinario. Si bien es cierto que existen matices que las distinguen, ya sea por la duración, la variación de sus componentes o por el presupuesto invertido, los aspectos fundamentales que diferencian las unas de las otras creo que deben buscarse en las razones que sustentan la novedad.Y, en ese sentido, las claves se apuntan tanto en la singularidad de la circunstancia celebrada como en los argumentos y justificaciones para llevarla a cabo, así como también en las invenciones con las que se quiere distinguir lo extraordinario de la ocasión.Todo apunta a que una de las características de este tipo de celebraciones extraordinarias es que cada una fuera mejor y diferente a las anteriores y mantener así a la población expectante y ávida de sorpresas. Fray Juan de Torquemada distinguía entre fiestas solemnes dentro del calendario litúrgico instaurado por la Iglesia y otro tipo de conmemoraciones, las «súbitas y repentinas», que se guardaban ocasionalmente «por algunas particulares razones o causas» dictadas por los reyes1. El hecho es que resulta complicado deslindar qué festejos son sólo religiosos y cuáles pertenecen al ámbito exclusivamente civil2. En el fondo, la diferencia radica en quién organiza la celebración3. 1

Gonzalbo Aizpuru, 1993, p. 23. Como apunta Teresa Gisbert para el caso peruano, la celebración del Corpus, la canonización de un santo, la consagración de una nueva iglesia y la fiesta de un santo patrono, tienen la misma estructura formal que el recibimiento a un virrey o un arzobispo, una jura real o la celebración de una circunstancia asociada a la monarquía.Así, «las variantes se dan en las ceremonias, pero no en el festejo mismo, por lo que se pueden estudiar sin distinción los eventos religiosos y profanos [antes citados]» (Gisbert, 1983, p. 151). 3 Rubial García, 2008, p. 420. 2

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Claro ejemplo de esta convivencia festiva entre lo sagrado y lo profano en Nueva España fueron las dedicaciones de templos. Desde mediados del siglo XVI, la traza de la imperial ciudad de México sufrió profundas transformaciones estructurales y, a grandes rasgos, puede decirse que durante el siglo XVII las reformas fueron ya de aire más ornamental. Fue el momento en que la ciudad se pobló de iglesias4; cada orden religiosa gestionaba, con sus iglesias, conventos y capillas, un determinado enclave de la ciudad5. De ahí surgió una lógica competencia en el lucir de las distintas órdenes religiosas, pero, además, cada vez que una nueva iglesia estaba lista para abrirse al culto de los fieles, se celebraba como una de las grandes festividades de la jerarquía eclesiástica, en la que participaba con especial fervor toda la comunidad.Tal y como estudió Marco Díaz Ruiz, en este tipo de consagraciones «se desarrollaban solemnísimas funciones religiosas en las cuales invariablemente estaban presentes los más altos dignatarios eclesiásticos y civiles. En las descripciones en prosa o versificadas se advierte el sentido festivo que los triduos, octavarios, novenarios y otras celebraciones cobraban en la vida de la comunidad»6.Así fue, por ejemplo, el 13 de enero de 1675, la dedicación de la iglesia de san Cosme, según la entrada de Robles: «se dedicó, habiéndose acabado, la iglesia de san Cosme, de frailes descalzos, extramuros de esta ciudad, en que está una santa imagen milagrosa de nuestra Señora del Valle; asistió el señor arzobispo virrey, hubo nueve sermones y grande concurso de gente en todo el novenario»7. Buena muestra de cómo se concebían los fastos en torno a estas dedicaciones es el siguiente fragmento del primer asunto del certamen poético 4 Mínguez y Rodríguez, 2006, p. 109.Tal y como han demostrado los historiadores, la iglesia principal o catedral solía estar situada en la plaza principal o en una plaza cercana, mientras que en otras plazas secundarias se asentaban las órdenes religiosas: «cada barrio contaba con una parroquia que aglutinaba a sus habitantes y les dotaba de carácter» (Mínguez y Rodríguez, 2006, p. 109). 5 «Difícilmente habría podido salir de su casa un vecino de la capital o de cualquier otra ciudad del virreinato, sin entrar en contacto con el santoral cristiano. Los numerosos templos y conventos daban su nombre a una gran parte de las calles, la mayoría entre las más céntricas, en las que no sólo la fachada sino las rejas, la portería o la estampa de las distintas advocaciones religiosas servían para identificar calles y plazas» (Gonzalbo Aizpuru, 2009b, p. 324). 6 Díaz Ruiz, 1983, pp. 110-111.Véase también Bravo, 2002, p. 89. 7 Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 157. Además, el Diario de Robles recoge otros testimonios: la iglesia de Balvanera, el 7 de diciembre de 1671; la iglesia de las Capuchinas, el 10 de junio de 1673; el templo de Jesús Nazareno, el 8 de diciembre de 1688...

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IV. Ocasiones súbitas y de cómo festejar lo extraordinario

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organizado en la dedicación del templo de san Agustín en la ciudad de México (1692): Es el templo el alma que fabricó la idea del más soberano artífice, tan armónico en lo oculto de su traza, que sólo puede delinearla el incomprensible autor de sus líneas. Será alma de Agustino, mi gran padre, el templo, que (en la insigne y nunca celebrada con el aplauso que merece su nobleza) la ciudad mexicana debajo del patrocinio de tan gran patriarca y con el título de templo de Agustino gozaba. Y si este patriarca soberano, celebrado de las más doctas y católicas plumas de la Iglesia por fénix singular que la ilustra, y el templo que patrocina, con la advocación de su nombre y aliento de su sombra, el alma de agustino fénix, era en la América el templo que gozaba esta ciudad, tan celebrado en todo el orbe que no llegaba a ella forastero de lo más distante de la Europa, del Asia, ni de la Italia, que por la noticia de lo grande, lucido y bien compuesto deste panteón insigne, dejase de solicitar a sus primeros pasos su vista, habiendo muchos que en la admiración le igualaban a los más superiores del orbe8.

Las consagraciones de iglesias fueron importantes desde un punto de vista arquitectónico y urbanístico, pero también desde otra perspectiva más amplia, como signos visibles de la grandeza de la ciudad. En efecto, la proliferación de templos y conventos era motivo de asombro para los viajeros que la visitaban y una razón de orgullo para los cronistas criollos que la habitaban. En esta línea, aunque el ejemplo se refiere a la Puebla de los Ángeles, apunta el testimonio recogido por María José Rodilla a propósito del misionero Pedro Cubero Sebastián, que, en su obra Peregrinación del mundo (1680), introducía una biografía de Juan de Palafox para elogiar a la ciudad poblana y trazaba un compendio de los edificios fundados por el obispo: «la catedral, “fábrica insigne de aquel santo varón”, el colegio de San Juan Bautista y su ”hermosa librería”, el colegio de doncellas, dedicado a la Concepción, el santuario del arcángel San Miguel, y así sigue en la tónica de un discurso eminentemente enfocado a la religión, nombrando conventos, monasterios, santuarios y ermitas, y divulgando [suscintamente] la obra religiosa de Palafox»9. 8

Certamen poético, palestra, fol. 1r. Rodilla, 2009, p. 180. Así también lo sugiere Dolores Bravo al poner en contacto el Teatro mexicano de Vetancurt y el Menologio franciscano de Florencia con el Paraíso occidental de Sigüenza y Góngora: «escritores [que] pretenden alabar y recordar a los miem9

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Este incremento de iglesias puede leerse como signo del orgullo corporativo sobre el que va construyéndose la urbs americana y plasma el fervor por una ciudad relevante, por sus instituciones y por las biografías que las pueblan. De ahí los grandes festejos, en los que participan todas las jerarquías sociales, a cada nueva consagración de un espacio sagrado. Un claro ejemplo de cómo se interpreta la solemnidad de este tipo de festejos es la descripción de Sariñana de la catedral de México en 1668: No se contentó, pues, el fervor de nuestros españoles, en quienes resplandecía vivamente el celo de su monarca, con destruir los templos de la gentilidad, sino con edificar en diversos lugares muchos y muy suntuosos a la majestad soberana de Cristo Nuestro Señor, constituyéndole así en la debida profesión de adorado. Siendo esta populosa ciudad de México, como corte imperial del Nuevo Mundo, centro de donde se habían de tirar a toda la circunferencia de tan dilatado imperio las líneas de la policía española y la religión cristiana10.

Además de la catedralicia, otras dedicaciones reseñables del periodo de las que han pervivido testimonios impresos son la anónima Empresa métrica o Certamen de la Inmaculada en la nueva dedicación de Jesús Nazareno (México, viuda de Calderón, 1665); Diego de Ribera, Poética descripción, compendio breve, de la pompa plausible y festiva solemnidad que hizo el religioso convento de N. Señora de Balvanera, de esta ciudad de México: en la sumptuosa dedicación de su magnífico, singular y peregrino templo (México, Bernardo Calderón, 1671); Diego de Ribera, Relación de la plausible pompa y cordial regocijo con que se celebró la dedicación del templo del ínclito mártir S. Felipe de Jesús, titular de las religiosas capuchinas, en la muy noble y leal ciudad de México (México, Calderón, 1673); Felipe Santoyo García, Panegírica dedicación del templo para la mejor heroína de las montañas, santa Isabel: mística Cibeles de la Iglesia que el glorioso

bros más ilustres de su orden, escribiendo una breve biografía, insertada en el día en que murió el personaje. Es una especie de original santoral criollo de santos no canonizados.Tanto Vetancurt como Florencia buscan resaltar el destino de santidad de estas tierras que se cumple en la elección de la Virgen de Guadalupe, para instaurar el auténtico y duradero Paraíso Occidental» (Bravo, 1995, p. 102). 10 Sariñana, La catedral de México en 1668, pp. 10-11. Otro ejemplo paradigmático, porque además coincidió con el jueves de Corpus, es la dedicación de un templo a la Virgen de Guadalupe en Querétaro, de la que Sigüenza y Góngora escribió la relación, las Glorias de Querétaro.

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apóstol patrón de las Españas, Santiago, consagra en músico concento que pulsó la lira de su musa (México, Francisco Rodriguez Lupercio, 1681) y la dedicación del templo de san Bernardo (1691), de la que se conservan varias colecciones de sermones. Otras ocasiones extraordinarias en las que el asunto religioso está fuertemente ligado al estamento civil son las beatificaciones y canonizaciones. La particularidad de este tipo de festejos hagiográficos es que combinan varios aspectos sugerentes que pueden extrapolarse como variables de cara al análisis del efímero mestizo11, por lo que el capítulo tercero, sobre la puesta en escena bajo una realidad embellecida, así como muchas de las entradas del glosario festivo, se nutren de ejemplos procedentes de impresos sobre festejos hagiográficos. La prolijidad descriptiva de este tipo de festejos se explica por los mismos objetivos que persiguen. Uno de sus primeros propósitos era presentar los principales pasajes biográficos del nuevo santo, siempre con un fin aleccionador y mediante un variado despliegue de mecanismos espectaculares destinados a suspender al auditorio.Además de asombrar, otro de sus cometidos era cumplir con la función estrictamente lúdica: la puesta en escena de mecanismos cómicos y pasajes festivos dirigidos únicamente al desahogo y esparcimiento del público asistente. Es por ello que son habituales las relaciones que, a través del impreso, se hacen eco de todos los detalles y objetivos de la celebración. En el mismo sentido apunta la Relación sumaria de todas las conmemoraciones en torno a la canonización de san Juan de Dios, uno de los fastos con los que se cerraba el 1700, que recogía Robles en su Diario12. Otro de los aspectos que cabe contemplar a la hora de precisar el marco de este tipo de celebraciones religiosas extraordinarias tiene que ver con el papel fundacional que la evangelización jugó en América. La bibliografía es cuantiosa, pero, como preámbulo, la siguiente cita de Antonio Rubial y María Teresa Suárez Molina sintetiza bien la cuestión:

11 Ignacio Arellano, al abordar las fiestas hagiográficas en su vertiente jesuita y estudiar la enseñanza y diversión como sus elementos propios, concluye que «en su modalidad jesuítica se aparecen, en suma, como un género privilegiado de exploración de las vertientes apologéticas y doctrinales del docere, y a la vez como un muestrario excepcionalmente variado y completo de los elementos del fasto destinados a causar la admiración, y de los componentes cómicos dirigidos a provocar la risa del espectador» (Arellano, 2009, p. 50). 12 Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), III, pp. 115-128.

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Judith Farré Vidal La predicación cristiana realizada por los religiosos y la conversión de los indios como consecuencia de ella no sólo transformaron el territorio en una extensión de la cultura occidental sino que además afianzaron la presencia española en América y sentaron las bases de una Iglesia novohispana. La evangelización se convirtió así no sólo en un hecho histórico, se volvió una construcción que servía para exaltar a los actores participantes y por medio de ellos a las comunidades a las que pertenecían13.

Sobre este hecho histórico se desarrollaron cuatro concepciones que se sucedieron y se influenciaron mutuamente, a veces desarrollándose de manera simultánea: la creación de la edad dorada (1570-1630), el impulso del mito criollo (1630-1740), la exaltación de la república indígena (16801750) y las reacciones contra la secularización borbónica (1750-1800)14. Un ejemplo paradigmático del enaltecimiento de lo religioso desde la óptica criolla es el de la beatificación de Rosa de Lima, que se proclamó en 166815. Según algunos cronistas, la Sagrada Congregación de Ritos en Roma había beatificado a la santa para que sus virtudes sirvieran de ejemplar o modelo de santidad en el Nuevo Mundo. Así se desprende de las palabras de Juan Meléndez en sus Tesoros verdaderos de las Indias (1671): Siendo [santa Rosa] de una misma naturaleza [que los nuestros], de un pueblo, de una misma patria, ver ya entre nosotros beatificada la paisana ¿a quién no enternece? ¿Y a quién no avergüenza el no procurar imitarla? Cuando sabemos [...] que Dios es la Rosa, y toda la Rosa es de Dios, y de su madre santísima también, que fue el primer sobrenombre que vino del cielo16.

Aunque en México no se celebró hasta el siguiente año de 1669 y la proclamación casi se solapó con su propia canonización, acontecidas ambas el mismo año de 1671, Clemente X, un año antes, declaró a la santa limeña «patrona universal y principal de toda la América y dominios de España»17. Durante el proceso de beatificación y canonización, el culto novohispano a la santa adquirió connotaciones americanistas, pues cabe recordar que la 13 14 15 16 17

Rubial García y Suárez Molina, 1999, p. 143. Rubial García y Suárez Molina, 1999, p. 143. Desde esta perspectiva, véase Farré Vidal (2012b). Tomado de Mujica Pinilla, 2005, p. 31. Mujica Pinilla, 2005, p. 35.

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Santa Sede no declaró a la Virgen de Guadalupe «patrona universal» de los mexicanos hasta mediados del siglo XVIII. Dicha orientación americanista se observa, por ejemplo, en la aprobación de Francisco de Burgo, calificador del Santo Oficio y vicario dominico de la casa de Tozoplan, al libro de Pedro del Castillo La estrella de Occidente (1670): todos los «hijos de la América» saben que Rosa es «una flor para adorno de nuestra tierra, no para vasallaje de su imperio, sino para ilustre blasón de nuestro país; no para posesión de su corona, sino para compañera y domiciliaria de nuestro destierro, y valle de lágrimas»18. Otro claro ejemplo lo podemos leer en la narración de Pedro de Arjona, relator de los festejos celebrados por la beatificación de la primera santa americana en Antequera (1670), quien se refiere a santa Rosa como «esta nuestra paisana» que tiene «nuestra naturaleza criolla»19. Del mismo modo, el libro de cabildos de la catedral metropolitana de la ciudad de México disponía, el 19 de agosto de 1672, que las fiestas a la santa limeña se celebraran como «natural» de «estas provincias»20. Fueron varios los festejos celebrados en Nueva España a raíz de dicha proclamación21, aunque, de entre todos, destaca el que se llevó a cabo en el convento de Santo Domingo de la ciudad de México por la espectacularidad del «magnífico panteón o teatro» ideado por el madrileño Antonio Sar-

18

Mujica Pinilla, 2005, p. 57. Pedro de Arjona, Rosa mística del vergel florido...,A1v. 20 Mujica Pinilla, 2005, pp. 57-58. 21 Los impresos del siglo XVII que se conservan en la actualidad son: Pedro de Arjona, Rosa mística del vergel florido de la religiosísima familia de predicadores. Declarada nuevamente traspuesta en su beatitud dichosa, a la gloria del paraíso[...] Celebrada por la provincia de san Hipólito mártir de Oaxaca, unida con la [...] ciudad de Antequera [...] Referida al [...] fr. Manuel Bez, prior provincial de dicha provincia [...], México, viuda de Bernardo Calderón, 1670; Antonio de Morales Pastrana, Solemne, plausible, festiva pompa, magnífica, ostentosa celebridad, a la beatificación de la gloriosa Rosa de Sta. María. Dedícala, al illmo. [...] maestro [...] Luis de Cifuentes Sotomayor, obispo de Mérida [...], México, Francisco Rodríguez Lupercio, 1671; Manuel de Escalante Colombres y Mendoza, Beatificación de la virgen gloriosa, Rosa de santa María. Celebrada en el convento de Santa Catarina de Sena de esta imperial ciudad mexicana [...], México, Francisco Rodríguez, 1672; Sebastián de Santander, Sermón panegírico [...] en la solemne fiesta con que celebra el convento de nuestro padre Santo Domingo de la ciudad de los Ángeles a la sagrada virgen Santa Rosa de Santa María, Puebla, Diego de Fernández de León, 1692; José Sarmiento Sotomayor, Patrocinio aplaudido y coronado celebridad, de santa Rosa de Santa María en la santa Iglesia metropolitana de la ciudad de México, corte de esta Nueva España, México, J. J. Guillena Carrascoso, 1698. 19

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miento Figueroa22 para las comedias que el capitán Alonso Ramírez de Vargas escribió para la ocasión. Antonio Morales Pastrana, el relator de la Solemne, plausible, festiva pompa, exponía, en su dedicatoria a fray Luis de Cifuentes Sotomayor, obispo de Mérida, las razones por las que debía patrocinar «este amoroso» y «obsequioso agasajo»23. La primera de ellas era «por ser [Rosa] hija del esclarecido patriarca santo Domingo: esta fragantísima Rosa que se celebra por criolla y por hermana». Resulta notoria, de entrada, la filiación de la santa con la orden dominica, de ahí el patrocinio festivo del convento de Santo Domingo y la licencia de publicación que se solicita al obispo, perteneciente a dicha orden: «por haberse hecho esta celebridad en el real convento de México, de donde VS. Illma. fue hijo, y hoy, a boca llena, le aclama padre, pues le reconoce beneficiado de su liberalidad»24. Aunque el primer hábito que usó Isabel Flores de Oliva fue el sayo franciscano, posteriormente tomó, a título privado, el hábito de terciaria dominica, el cual le fue impuesto por el dominico limeño Alonso Velásquez el 10 de agosto de 1601 en la capilla de Nuestra Señora del Rosario25; de ahí que en numerosas pinturas virreinales el retrato de la santa combine el hábito dominico blanquinegro y el griñón franciscano. Con todo, en la relación de la Solemne, plausible, festiva pompa, la imagen de la santa aparece sólo con su hábito de terciaria dominica, revestido de toda la riqueza que imponía la ocasión: Era el vestido de Rosa de tela blanca, bordado con su fragantísimo nombre, las nacaradas hojas esmaltadas de diamantes y las ramas de esmeraldas; la capa de tela negra y oro con bordaduras del sagrado apellido con que se exalta. La corona, que en vida fue de cambrones rígidos, en su beatificación era guirnalda de rubíes y diadema de zafiros26.

Lo siguiente que debe considerarse es cómo en el festejo novohispano de 1671 santa Rosa de Lima se celebra «por criolla y por hermana», tal y 22

Un estudio reciente de los modelos escenográficos en este festejo, enmarcado en el contexto de la puesta en escena de fiestas religiosas novohispanas en la segunda mitad del siglo XVII, es el de de Hernández Reyes, 2007, pp. 147-171, especialmente a partir de la página 160. 23 Solemne, plausible, festiva pompa..., fol. A2v. El impreso carece de foliación, pero se numera indicando entre paréntesis a partir de los pliegos. 24 Solemne, plausible, festiva pompa..., fol.A3r. 25 Mujica Pinilla, 2005, pp. 97 y 98. 26 Solemne, plausible, festiva pompa..., fol. D2r.

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como fue ocurriendo en las celebraciones del mismo asunto que se sucedieron por tierras americanas en esos años tan cercanos a la muerte de Isabel Flores de Oliva. En el impreso de Morales Pastrana, el «Sentir» de Ignacio de Hoyos Santillana, canónigo de la santa iglesia metropolitana de México y examinador sinodal y calificador del Santo Oficio, se expresaba en idénticos términos cuando destacaba el origen indiano de la santa y aseveraba que México «celebró por ocho días la beatificación de la más fragrante Rosa que han producido los vergeles floridos de las Indias»27. Debe recordarse que el reconocimiento apostólico al culto novohispano a Guadalupe es posterior al de Rosa, ya que no es hasta 1737, después de una devastadora epidemia del matlalzáhuatl28, que la Virgen de Guadalupe es proclamada patrona de la ciudad de México y hasta 1747 no es jurada titular de Nueva España29. La orientación indiana sobre la que giraron estos festejos novohispanos por la beatificación de la primera santa americana explica que una de las metáforas fundamentales que sustentaron el diseño iconográfico la presentara como la «aurora de Indias», evocando así la elección providencialista del Nuevo Mundo como lugar en el que pueden florecer las virtudes cristianas. Un buen ejemplo es uno de los primeros lienzos que surgen alrededor de la santa, el encomendado a Lázaro Baldi (1623-1703) con motivo de las ceremonias de beatificación en Roma para ser colocado en el altar de la gloria de san Pedro, que con clara alusión al patronazgo de Rosa en las Indias, dispone la figura de ella en el centro del cuadro —de rodillas sobre una nube, con el Niño en los brazos y coronados por dos ángeles— y abajo, a ambos lados, personajes que representan las distintas razas del nuevo continente. Se le conoce con el nombre de santa Rosa y la América30.

27

Solemne, plausible, festiva pompa..., fol. B2v. La idea se repetirá en distintos momentos de la cronología festiva, por ejemplo: «Llegó, pues, el domingo en que esta ilustrísima metrópoli cortejó a Rosa en su casa, desempeñándose generosa» (Solemne, plausible, festiva pompa..., fol. C3v). 28 matlalzáhuatl: «Enfermedad eruptiva que se supone haya sido tifo exantemático o sarna, cuya epidemia causó grandes estragos en la población de la Nueva España en el siglo XVI» (Diccionario del español de México). 29 Brading, 2002, pp. 195-223. 30 Bernales Ballesteros, 1982, p. 297

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La imagen auroral también fue uno de los símbolos presentes en la bula de canonización de Clemente X (1671): Una Rosa de muy suave olor a Dios, a los ángeles y a los hombres [...], y la primera que del Nuevo Mundo se ha de poner en el catálogo de los santos [...]; y de tal manera le inflamó con el fuego de su caridad, que no sólo recreó con el olor, sino que brilló con luz esplendente en aquella parte de la casa de Dios que estaba en las tinieblas; para que resplandeciese como el lucero de la mañana entre las tinieblas, como la luna en su plenitud en nuestros días y como el sol refulgente en perpetuas eternidades31.

La descripción de Morales Pastrana abarca la relación minuciosa de los nueve días que duró la festiva pompa, tan característica de este tipo de impresos, y según las pautas habituales del género. Así, operan los mecanismos genéricos habituales propios de este tipo de relaciones, por los que la descripción sigue el orden cronológico de ejecución de la fiesta; se priorizan los aspectos visuales en un intento de plasmar por escrito la pintura del festejo y, con el fin de reflejar el lujo y la ostentación, se recurre tanto a tópicos como a metáforas e hipérboles ya fosilizadas, así como a marcadores económicos para cuantificar el coste del despliegue de medios. Ángel López Cantos formuló el esquema general de todo el protocolo celebrativo, desde que llegaba la noticia a las Indias de la subida a los altares de un nuevo santo, hasta que se ejecutaba su aclamación. De su análisis, quiero resaltar un fragmento que pone de manifiesto la curiosidad y la implicación que generaba una fiesta súbita entre todos los ciudadanos: Una singular efervescencia se apoderaba de la población.Todos querían colaborar en los festejos que se avecinaban. Las órdenes religiosas afincadas en el lugar iban, como en peregrinación, al convento anfitrión de la orden que había pertenecido. Al margen de las felicitaciones de rigor, ofrecíanse a colaborar, presentando proyectos y haciéndose cargo de responsabilidades. Las idas y venidas de frailes de un cenobio a otro ayudaban a predisponer los ánimos de los vecinos a las conmemoraciones que se aproximaban, desatando la imaginación y las expectativas de unos días de regocijos32.

31 Según el biógrafo dominico de la santa limeña, Federico Hansen (Vida admirable de santa Rosa de Lima, patrona del Nuevo Mundo, 1929, p. 551).Tomado de Mujica Pinilla, 2005, p. 276. 32 López Cantos, 1992, pp. 108-109.

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La anterior cita sirve también como preámbulo para tratar ahora sobre las principales fiestas civiles de carácter extraordinario para conmemorar un hecho puntual relacionado con la monarquía33; fundamentalmente natalicios, matrimonios, exequias, proclamas de nuevos monarcas y acontecimientos políticos singulares, como victorias militares.Toda la celebración y la posterior narración impresa tenían como objetivo primordial constatar, por un lado, la lealtad del reino a la casa reinante —sin hacer distinciones entre Austrias y Borbones— y, por otro, la liberalidad de quienes la patrocinaban. Como estudió bien Víctor Mínguez, se trataba de hacer visible la presencia lejana de la Corona: Esta dicotomía, virreyes próximos y poderosos, monarcas lejanos pero omnipresentes, va a marcar las relaciones de poder y de dependencia del gobierno español con las colonias americanas. Su implantación en las ciudades mexicanas se apoyará en una eficaz propaganda que realizará un espectacular despliegue de imágenes simbólicas en el espacio urbano. El instrumento para tal fin será la fiesta pública y sus mejores armas la grandiosidad, la espectacularidad y la vistosidad34.

Esa búsqueda de efectismo es la que explica, por ejemplo, la pirámide de la gula que Gil Ramírez describía a propósito del nacimiento del infante D. Felipe Pedro (1713). Según Nicolás Rangel, la pirámide, que era una donación del virrey duque de Linares, costó cuatro mil sesenta y tres pesos, y estaba compuesta por chorizos, pavo, gallinas, carneros, terneruelas, melones, plátanos, chirimoyas, piñas, sandías, chayotes, camotes, salchichas, morcones, lomo, tocino, pato, pan, queso… El fin último de esa construcción gastronómica fue dar paso a la muchedumbre para que la devorara, mientras el virrey observaba el digestivo festín desde el balcón de palacio: Hizo la seña a la invención precisa de éste —que a ser de talle algo más breve igualara el sepulcro de Artemisa— el que acrecienta el número a las nueve; 33

Dalmacio Rodríguez Hernández editó la Sencilla narración (1677), en la que el capitán Alonso Ramírez de Vargas relataba los fastos novohispanos para conmemorar la subida al trono de Carlos II (1998, pp. 191-267). Por su parte, Octavio Castro López (1998, pp. 25104) estudió la loa de Sor Juana a los años de la reina María Luisa de Borbón. 34 Mínguez, 1995, p. 23.

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Judith Farré Vidal y encrespando las narices a la risa, turca embistió de codiciosa plebe: muchos van, pocos no se precipitan; suben unos, caen otros, todos gritan. No así de inmundo enjambre plaga espesa admiró en su palacio el rey de Egipto, como el virrey de México en la gruesa fábrica del espléndido distrito: excedióse esta vez la misma priesa, (cuál mosca, cuál moscón, cuál ya mosquito) y en un instante imperceptible al juicio ni la ruina quedó del edificio35.

Fray Diego de Orcolaga publicó una relación en la que daba cuenta de todas las celebraciones que se sucedieron durante las tres semanas que duraron los fastos por el nacimiento del infante real. El ejemplar que manejo está bastante deteriorado, pero pueden leerse con alguna dificultad los siguientes versos que tratan sobre cómo la muchedumbre se abalanzó para devorar la efímera muestra culinaria: En medio de la plaza bien parado piramidal [...] aqueste día [...], erguido y levantado en carne para el vulgo convertía. Todo la providencia adelantado le dio al deseo cuanto pensar podía: virutillas, aves, frutas y animales. La disciplina fue de sus ramales. Si en la Arca a pares animales fueron, tantos aquí a galeras condenaron. Ningunos poco gratos le salieron; todos por prisioneros no escaparon. El avance después a todos dieron

35

Méndez Plancarte, 1995, vol. 2, pp. 265-266. Gruzinski compara la indeleble huella de esta pirámide con otro de los grandes hitos festivos con los que se festejó una circunstancia extraordinaria: el advenimiento de Felipe V se celebró en 1701 con el despliegue en el zócalo de telas de China, tafetanes de Bengala y bordados de Japón (Gruzinski, 2004, p. 166).

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y el monte de improviso despoblaron, que a vivir Heliogábalo, es muy cierto que con él su mucha hambre hubiera muerto36.

No es comparable una pirámide de comida que es devorada por la plebe a un túmulo real, pero, en el fondo, hay que reconocer que responden a un mismo principio de ostentación y exhibición. Las exequias reales37 fueron en Nueva España, y en América en general, ocasiones para lucir una rendida solemnidad, cuyo ritual tenía cierto aire de luctuosidad dramática. Hay que recordar de nuevo que los reyes hispanos nunca fueron presencias visibles en América, por lo que los virreyes eran los encargados de recibir personalmente el pésame y, tras la solemne ceremonia —el luto oficial solía durar unos nueve días—, pasaba a escenificarse la jura del nuevo monarca. Así se refleja también en los Diarios de Robles. El domingo 16 de mayo 1666, llegaron cajones con nuevas desde España que informaban de la muerte de Felipe IV, que había acontecido el año anterior: el 17 de septiembre de 166538. Diez días más tarde, se pregonaron los edictos: A las once del día, se pregonó la muerte del rey, y que trajesen lutos en la forma que otras veces, pena de cincuenta pesos a la gente de parte, y a la demás a veinte pesos; diose el primer pregón en frente del balcón de palacio, y acabado hizo señal el corregidor con un liencezuelo y comenzaron las doscientas campanadas a las doce hasta las tres, y luego siete clamores, y prosiguió doble general39.

36

Orcolaga, Las tres gracias, fols. 28-29. Para todo su guión protocolario, ver López Cantos, 1992, pp. 124-134, y para un análisis iconográfico de la metáfora lunar en los túmulos de Austrias y Borbones, Mínguez, 1995, pp. 65-85. María Águeda Méndez se ha dedicado al estudio de túmulos de personajes ilustres de la sociedad novohispana; ver, por ejemplo, su análisis de las exequias públicas a una ilustre dama poblana en 1691 (2007). 38 «De edad de sesenta años, cinco meses y nueve días, y de reinado cuarenta y cuatro años, cinco meses y diez y siete días, habiendo padecido algunos años perlesía que le impedía el uso del brazo derecho, se le recreció mal de orina y destemplanza del hígado; abriendo el cuerpo para embalsamarlo, le hallaron el riñón derecho la mitad seco, y junto a él una piedra como una castaña, llena de carnosidades en forma de púas; en su testamento ordenó que la reina sea tutora y curadora del rey D. Carlos, su hijo, hasta que entre en catorce años» (Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 18). 39 Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 21. El subrayado es mío. 37

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El 4 de junio, «la Real Audiencia con los demás tribunales dieron el pésame de la muerte del rey al marqués de Mancera, virrey de este reino, y a la tarde del mismo día el cabildo eclesiástico y la inquisición, y las religiones, que fueron el superior y los cuatro definidores de cada religión»40.Tras las ceremonias por el luto, veinte días después, empezaron los fastos por la jura del futuro Carlos II: «se abrió y estrenó el cimborrio de la catedral; y a la tarde, a las cuatro, debajo del balcón de palacio, donde está dispuesto el tablado, se hizo la jura del rey Carlos II, y este día se quitaron los lutos y se vistieron de gala, y [se] alzó el pendón»41, aunque el entierro de Felipe IV no se escenificó hasta el 23 de julio: «estaba puesto en las calles por donde pasó un palenque de media vara de alto […] En la catedral estaba puesto un túmulo de tres cuerpos con mil luces, y en el remate un cirio que pesaba catorce arrobas»42. Las expresiones de luto y de júbilo se sucedían en la forma que otras veces pero, a pesar de la repetición en sus rituales, seguían impresionando por su magnificencia43. Con el cambio de dinastía de Austrias a Borbones no se apreciaron cambios en el ceremonial, aunque sí se dieron algunas muestras de curioso interés en dos comunidades indígenas alejadas del centro político de la ciudad de México, en Coatepec y en Tlaxcala. En ambos casos, la retórica áulica del duelo sirvió para elevar directamente al poder central de la metrópoli una petición explícita: la exención de impuestos en el primer caso y el recordatorio para la dinastía entrante de los privilegios otorgados a los tlaxcaltecas desde la época de Cortés. En abril de 1701, la comunidad indígena de Coatepec erigió un túmulo, hecho sobre el que se conserva un impreso que describe toda la celebración de las honras fúnebres y el dibujo de la pira. Dicho impreso se envió directamente a la corte madrileña con el fin de aprovechar la circunstancia para «reimpulsar una súplica de exención de tributos». La descripción de la 40

Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 22. Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 22. 42 Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 23. El sábado 24 de julio de 1666 se celebraron las honras, el 25 de agosto el tribunal del Santo Oficio hizo las honras del rey en el convento de Santo Domingo «con toda grandeza» y el 6 de noviembre se quitaron los lutos. 43 «Por encima de los motivos iconográficos aislados, de los poemas y epitafios, de esculturas y pinturas de denso contenido, el arco de triunfo o el catafalco se erigía como una obra total, que impresionaba más por su grandeza y espectacularidad que por el aluvión de mensajes pictórico-literarios» (Mínguez, 1995, p. 28). 41

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pira ya fue hecha por Mínguez, a partir de los estudios de Francisco de la Maza: Situado en el interior de lo que parece ser una capilla, constaba de dos cuerpos desproporcionados. El inferior, enmarcado por una curiosa águila imperial escindida en dos mitades, ofrece un planteamiento muy escenográfico. Cobija un altar con un busto de un Ecce Homo enmarcado por leones rampantes y el águila bicéfala de los Austrias. Frente al altar se sitúan dos filas de personajes sentados en dos bancos corridos, que parecen participar de las honras que celebra un sacerdote situado frente al túmulo. El segundo cuerpo, limitado por columnas, contiene la urna funeraria custodiada por dos maceros, y a la izquierda y derecha leones coronados. Otras dos columnas, situadas en los ejes de las pilastras del primer cuerpo, otorgan mayor vistosidad al conjunto44.

Resulta significativa la importante presencia de elementos prehispánicos45, sobre todo en el diseño de la pira, y el hecho de que el impreso que relata las exequias se enviara directamente a la corte peninsular. La misma función persuasoria es la que subyace en las exequias celebradas en Tlaxcala el 1 de mayo de 1701. El impreso, que, como el anterior de Coatepec, también relataba los festejos por la subida al trono de Felipe V, se publicó bajo un título que apunta las especiales características que lo distinguen del anterior: «Reales preceptos, ejecutados en acreditadas observaciones de afectos, con que la muy noble, insigne y leal ciudad de Tlaxcala manifestó desempeños, así en los sentimientos por la falta de nuestro rey y señor, don Carlos Segundo, de gloriosa memoria, como en el crecido jubilo a la jura de la católica majestad de nuestro rey y señor don Felipe quinto, que Dios guarde. Celebrada el primero día de mayo de este año de 1701.Al cuidadoso desvelo del capitán y sargento mayor, d. Martín de Herrera y Sotomayor, gobernador y teniente capitán general de dicha ciudad y pro-

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Mínguez, 1990, pp. 27-28. «El sello de lo nativo está presente en toda la arquitectura: en la tosquedad de las figuras, en la desproporción de las partes y en la reelaboración de los elementos arquitectónicos. La exaltación de la muerte resulta más evidente: como si se tratase de un osario, las calaveras y las tibias cruzadas campean por doquier hasta el exceso […] culminando en el gigantesco esqueleto que, sobre un pedestal, corona la estructura. Su iconografía es interesante.Apoyado sobre dos mundos, porta en su mano izquierda el escudo del legendario rey de Coatepec, aliado de Cortés, Xocoiol Tocomingua» (Mínguez, 1990, p. 28). 45

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vincia, por su majestad, el Capitán Antonio Carlos de Castañeda, originario de ella D.C.O. Impreso en la Puebla, en la imprenta de los herederos del capitán Juan de Villa-Real, en el portal de las flores». En esta ocasión, la muerte de Carlos II es el pretexto para expresar la «lealtad» hacia la Corona de la «noble» e «insigne» ciudad y el ceremonial bajo el que se expresará dicho intercambio simbólico es el de la jura: Para que esta ciudad con tanto amparo tenga seguro y cierto el real reparo, y aunque es verdad que el ánimo movido de la lealtad la muerte ha conmovido del católico Atlante venerado, por el amor que a todos se ha entrañado, no dejó en esta pena y sentimiento la sucesión de nuestro rey amado, a quien Su Majestad ha declarado como a quien por derecho le venía la corona de aquesta monarquía, a FILIPO de Anjou, duque aclamado y hoy él de quinto rey se ha declarado […] Admitido de todos lo mandado, el Argos más atento desvelado en toda su provincia esclarecida, de Tlaxcala, que siempre preferida en acciones leales ha obedecido humildes las reales, publicando al concurso lo que la reina manda en su discurso46.

Así pues, queda claro cómo, más que distinguir entre fiestas extraordinarias de orden civil o religioso, cabe apuntar que los aspectos que distinguen las fiestas súbitas o repentinas tienen que ver con el gasto y la expresa voluntad por distinguirse de las ordinarias. Como muestra, y para finalizar este capítulo, el texto que lo acompaña son unas quintillas, atribuidas a Alonso Ramírez de Vargas, a la venida y vuelta de la Virgen de los Reme-

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En González Acosta, 2000, pp. 144-145, quien hizo una edición facsimilar del impreso.

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dios desde su santuario hasta la ciudad de México, en 1668. A lo largo del capítulo, una idea recurrente ha sido la dificultad por deslindar, en este tipo de fiestas extraordinarias, lo sagrado y lo profano.Y, en este sentido, la imagen de la Virgen de los Remedios encarna bien esta dualidad, puesto que, según la tradición, la imagen fue llevada a América por un capitán que acompañaba a Cortés, un tal Juan Rodríguez de Villafuerte, y esta misma imagen fue la primera que el conquistador depositó en el templo mayor de Tenochtitlan. En 1574 fue nombrada como la primera patrona de la capital novohispana, cuando el cabildo capitalino ejerció el patronazgo de su santuario y se fundó una cofradía para la propagación de su culto. Junto al patronato civil de la ermita, otra de sus particularidades era la necesaria intervención del virrey a la hora de promover las procesiones, una constante desde el siglo XVI que, lejos de disminuir, fue consolidándose hasta el siglo XVIII47. Además, el hecho de que la ermita de la Virgen de los Remedios estuviera ubicada en el lugar en el que, supuestamente, Hernán Cortés y su ejército buscaron refugio durante la huida de la Noche triste del 30 de junio de 1530, fue otro de los factores que asociaron, desde el principio, la veneración de la imagen con la conquista y los orígenes sociopolíticos del reino48. Solange Alberro, acerca de su génesis y de su temprana dualidad, comenta que Al tratarse de un acontecimiento de carácter religioso —la invocación de la madre de Dios bajo una advocación particular— y cívico —puesto que se trata de salvar nada menos que al vecindario del valle de México, amenazado por la falta de lluvias y sus acostumbradas consecuencias—, la participación de las autoridades civiles y religiosas estaba asegurada, lo mismo que la de los cuerpos y estamentos que componían la sociedad colonial. Por lo tanto, intervinieron directa y públicamente en las diversas manifestaciones el virrey en persona, el arzobispo, los Cabildos eclesiástico y de la ciudad, las órdenes religiosas masculinas, los gremios y las cofradías de indios, españoles y negros, las parcialidades indígenas y sin duda un buen número de devotos movidos por el solo afán de venerar e implorar a la Virgen49. 47

Así es, ya que, desde principios del XVI, fueron tres fiestas las que concentraron la atención de la ciudad: la del Corpus Christi; la de San Hipólito y, más tardíamente, la de la Virgen de los Remedios (Sigaut, 2000, p. 28.). 48 Granados, 2012, p. 146.Ver también Alberro, 1997, pp. 322-324. 49 Alberro, 2001, pp. 72-73.

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Por su parte, Antonio Rubial evoca, además de su asociación con Tenochtitlan, otras apropiaciones que de forma temprana quedaron afiliadas al culto. Según la historia, los prodigios de una pequeña imagen de bulto traída por los conquistadores, que quedó olvidada durante su huida de la batalla y que tiempo después fue encontrada debajo de un maguey en el cerro Totoltepec por un indio otomí, Juan ce Cuatli, podía relacionarse con otros ámbitos religiosos: «con los franciscanos de Tacuba, pues ahí trabajaba de obrero Juan; con los agustinos, por una cinta de san Agustín entregada por la Virgen para curar a su devoto después de una caída que pudo ser mortal; con la Virgen de Guadalupe, que dio las órdenes y medidas para la construcción de la ermita de los Remedios; al clero secular, que fue encargado de administrar el culto en nombre del Ayuntamiento de la ciudad de México, patrono del santuario»50. El culto a la Virgen de los Remedios quedó asociado a una procesión de ida y vuelta desde su santuario en la ermita hasta la ciudad de México, para sofocar las sequías y, en general, las calamidades que podían azotar la capital. A pesar de que es éste uno de los cultos fundacionales de la religiosidad novohispana, fue perdiendo protagonismo a medida que avanzaba la devoción guadalupana51. Son varias las entradas sobre la procesión de los Remedios que Robles incorpora a su Diario52; del conjunto se desprende la

50

Rubial, 2002, p. 334.Ver también Miranda, 2001, y Rubial, 1998, p. 55. La descripción de madame Calderón en 1845 de su impresión al contemplar la imagen de la Virgen de los Remedios es sintomática del deterioro que la guerra civil ya había causado en la devoción, así como de la decadencia de su culto. A mediados del siglo XIX la imagen es bien distinta y se concibe, en palabras de Miranda, como una gachupina patrona de los españoles y rival de Guadalupe. Así la vio la viajera escocesa durante su corta estancia en México: «La imagen es una muñeca de madera de cerca de un pie de altura, que sostiene en sus brazos a un Niño Jesús; las caras de ambos esculpidas, evidentemente, con tosca navaja; dos agujeros para los ojos y otro para la boca. Esta muñeca está vestida de raso azul, con perlas, una corona sobre la cabeza y abundante copia de cabellos sujetos por la misma corona. Ningún ídolo podría ser más feo» (tomado de Miranda Godínez, 2001, p. 170). 52 11 de mayo de 1667; 13 de junio de 1668; 3 de julio de 1668; 2 de abril de 1675; 9 de junio de 1678; 16 de junio de 1678; 2 de junio de 1685; 10 de junio de 1685; 11 de junio de 1685; 21 de junio de 1685; 28 y 29 de junio de 1685; 24 de febrero de 1691; 31 de agosto de 1691; 4, 6 y 15 de septiembre de 1691; 17 de octubre de 1691; 24 de mayo de 1692; 15 de junio de 1692; 28 de septiembre de 1692; 31 de octubre de 1694; 5, 7, 8 y 15 de marzo de 1695; 15 de mayo de 1696; 9 de noviembre de 1698; 13 de agosto de 1699; 1 de septiembre de 1700. 51

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solemnidad de su procesión, como en la descripción del lunes 30 de mayo de 1678: Se trajo la santa imagen de nuestra señora de los Remedios a la una de la noche de su casa en carroza; vino con la santa imagen el promotor fiscal y el vicario lic. José Márquez de los Ríos, con muchas hachas y luces, y el corregidor a caballo y los indios cantando las letanías. Llegó a las cuatro de la mañana a la Veracruz. S. E., pidió la llave y se la llevó y este día dijo misa en la Veracruz S. E., a las seis de la mañana. Entró la santa imagen en la catedral a las seis de dicha tarde y se le hace novenario por la peste que hay de viruelas53.

El lunes 15 de septiembre de 1692 Robles comentaba la mucha pompa de la salida —«se dijo la misa de gracias, y encendió el virrey a nuestra señora de los Remedios; con mucha pompa»—, un aspecto que se confirmaba años más tarde, el 12 de junio de 1694, cuando su ejecución se asimilaba a la del Corpus: salió la procesión por las mismas calles y arcos que fue la del Corpus, a nuestra señora de los Remedios, por la falta de agua; asistió virrey, arzobispo, audiencia y religiones hasta las exentas, ciudad y tribunales: fue por la tarde con muchas luces; hizo estación en la Profesa; llegó a la catedral antes de la oración54.

El protocolo de la procesión de ida y vuelta de la imagen quedó fijado en la Historia del principio, origen, progresos y venidas a México y milagros de la santa imagen de nuestra señora de los Remedios extramuros de México, de Luis de Cisneros (1616). La demanda del virrey al cabildo era el requisito inicial para reclamar la venida de la imagen, que sería entonces trasladada a la catedral para el novenario. Según la descripción de Cisneros, la imagen, arropada por un manto de oro, se trasladaba bajo palio de plata. Se establecían turnos entre las principales autoridades indígenas cercanas a la ermita y eclesiásticos para portar las andas del tabernáculo. Desde 1653 hasta 1673, dicho privilegio recayó en los frailes descalzos del convento de Santo Domingo, aunque a partir de 1674 la práctica común fue trasladar la imagen en un carruaje —normalmente el de los virreyes—. El recorrido, antes

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Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, pp. 239-240. Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), II, p. 306.

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de llegar a la ciudad, solía tener tres paradas: el convento de San Diego, el hospital de San Hipólito y la parroquia de Veracruz. Esta última detención era la más importante de la ruta. Se trataba de la primera confraternidad que fundó Cortés en 1526 para los conquistadores, pero era, además, al situarse en los márgenes de la ciudad, la estación que marcaba un nuevo protocolo en la procesión. Desde ese punto, empezaba el recorrido a pie que seguía a la imagen y, además, era el lugar en el que las autoridades civiles y religiosas esperaban para recibir al cortejo.También era la parada en la que la música de trompetas y chirimías se unía al sonido de los repiques de las iglesias y los conventos capitalinos55. A partir de ese momento, la ruta hasta la catedral pasaba por la fuente de la Mariscala, donde terminaba el acueducto de Santa Fe en la calle Tacuba, el convento de Santa Clara y la calle de San Francisco —por el tramo de los Plateros—. Las quintillas que se editan a continuación describen la venida y vuelta de la imagen en 1668 y, tradicionalmente, han sido atribuidas a Ramírez de Vargas. Creo necesario revisar su autoría o, como mínimo, ponerla en duda. Según Andrade, citando a Beristáin, así como también según Palau y Dulcet, se consignan dos ediciones del impreso: la primera, en México, del mismo año de 1668 y la segunda, en las prensas de Jerónimo Peralta en Cádiz, de 1725. La edición más corriente, ya que ninguno de los bibliógrafos citados consiguió ver la edición de 1668, es la gaditana de 1725. De hecho, es la que se encuentra en el fondo reservado de la Biblioteca Nacional de México y es la que he podido consultar en la Benson Latin American Collection de la Universidad de Austin, en Texas. Según parece, el único que consiguió tener acceso a la edición mexicana fue Eguiara y Eguren56. Esta edición de las quintillas se cierra con unas décimas de Isidro de Sariñana al Desengaño de la vida humana. En la portada se menciona que D. Joseph de la Barreda saca a la luz esta impresión, pero no hay preliminares ni dedicatorias. La duda surge al cotejar el impreso en cuestión con un ejemplar depositado en la John Carter Brown Library de la Universidad de Boston del que, según todos los indicios, parece no haber más testimonios. El impreso es una descripción de la misma venida y vuelta de 1668, dirigida a don Diego Negrón, y con la aprobación de Fr. Marcelino de Solís y Haro, rector de la

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Granados, 2012, p. 152. Rodríguez Hernández, 1998, pp. 175-176.

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Real Universidad de México, en la que consta como autor fray Alfonso de Ena (México, Juan Ruiz, 1668). El ejemplar está incompleto, pero destaca el grabado de la portada. Las diferencias entre los dos testimonios son mínimas57. Del autor al que en 1668 se atribuyen las quintillas,Alfonso de Ena, hay escasas noticias58 y, según se desprende de los principales catálogos, no hay consignadas más obras suyas. Resulta llamativo que la edición de 1668 contenga la aprobación de Marcelino de Solís y Haro, quien sin duda conocería la obra de Alonso Ramírez de Vargas, y con ella acepte la autoría del desconocido fraile jesuita que firma las quintillas.Todo parece indicar que la atribución a Alonso Ramírez de Vargas, fruto de la posterior edición de 1725, no sea más que un reclamo editorial, no sólo aprovechando el renombre adquirido por la producción de Ramírez de Vargas, sino también motivado por haber escrito anteriormente otras relaciones festivas en verso. A ello hay que sumar otro detalle. Como decía, la única edición que puede localizarse es la de Cádiz (Jerónimo de Peralta, 1725). De las prensas de Jerónimo Peralta salieron también varias impresiones sueltas de las décimas de Isidro de Sariñana que cierran la descripción de 1668, por lo que, ya que el ejemplar que firma Alfonso de Ena está incompleto, no sabemos si las décimas también formaban parte de él.Todo parece indicar que la edición que nos ha llegado y que atribuye las quintillas a Alonso Ramírez de Vargas, sin más preliminares, y que se cierra con la insólita inclusión de las décimas de Sariñana, responde a una maniobra editorial para conseguir un mayor reclamo. Según me señala Germán Vega García-Luengos, a quien siempre 57 Reproduzco al final el listado de variantes, indicando las enmiendas y las erratas corregidas. 58 Mario Colín le atribuye la autoría de dos impresos: la Descripción de la solemnidad con que fue traída a México y restituida a su santuario la portentosa imagen de nuestra señora de los Remedios el año 1668, impresa en México por Juan Ruiz dicho año, de la que comenta que fue listada por Beristáin, según la Bibliografía histórico-canónica de la Iglesia Mexicana, del Pbro. Br. Fortino Hipólito Vera (documento 13) y la Descripción de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de nuestra señora de los Remedios, segunda impresión, que, según su descripción, consta de 10 pp. s.n. de texto, más la dedicatoria (documento 17) (Colín, 1963-1964, vol. 2, pp. 7-8). Curiosamente, en el mismo repertorio, el documento 16 recoge la Descripción de la alegre venida a México y regreso a su santuario de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de los Remedios, en sus dos ediciones: México (1668) y Cádiz (1725), que atribuye a Ramírez de Vargas y de cuya segunda edición comenta: «la costeó el noble asturiano don José de la Barreda, del comercio de Jalapa, caballero tan devoto de aquella Santa Imagen como erudito y afecto a nuestro Ramírez» (Colín, 1963-1964, vol. 2, p. 8).

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es necesario agradecerle su amable disposición y generosidad, una práctica común en este tipo de atribuciones era adjudicar la autoría a nombres más reconocidos que podían atraer la atención y desempeñaban un hábil reclamo para la demanda de la obra. Así, imprimiéndose en Cádiz y transcurridos cincuenta y siete años de la primera impresión, Jerónimo de Peralta recogía en un mismo volumen las quintillas que adjudicaba a Alonso Ramírez de Vargas y las décimas de Isidro de Sariñana. La cuestión no va más allá59, puesto que la relación sigue las pautas habituales del género. En este caso, se distinguen claramente tres partes: la exposición de los motivos por los que se trae la imagen, la procesión y la proclamación del milagro. Como artificio retórico, cabe destacar las posibilidades de la metáfora náutica que vertebra toda la relación.

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Reproduzco como anexo las 8 hojas conservadas de la edición de 1668, en la que las quintillas aparecen sin numeración.

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TEXTO: Descripción de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de Ntra. Sra. de los Remedios a esta ciudad de México el año de mil seiscientos y sesenta y ocho, atribuida a Alonso Ramírez de Vargas, Cádiz, por Jerónimo Peralta, 172560 1.- Y con ánimo profundo, hablando de meteoris61 cuando en la verdad me fundo, canto de Remedio Amoris y canto de coelo & mundo, 2.- que si a entonar me levanto en quintillas no confusas un canto muy suave y santo, no temeré que las musas me den con un duro canto62. 3.- A ti, Urania63 dulce, apelo que me inspires gloria tanta, y pues por nuestro consuelo MARÍA se mueve, canta el movimiento del cielo. 4.- Mas para tan excelentes

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Manejo el ejemplar depositado en la Benson Collection de la Biblioteca de Austin,Texas, con la signatura GZ 282.7 P752: Descripción de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de Ntra. Señora de los Remedios a esta ciudad de México el año de mil seiscientos sesenta y ocho, por causa de la gran sequedad y epidemia de viruelas, &c. Su autor, Don Alonso Ramírez de Vargas, patricio de México. Sácala a luz en esta nueva impresión D. Joseph de Barreda. Impreso en Cádiz por Jerónimo de Peralta, Impresor Mayor, en la calle Ancha de la Xara. [1725]. Las quintillas van numeradas correlativamente. Hasta la quintilla 56, he podido cotejar el texto con el ejemplar firmado por Alfonso de Ena: Descripción de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de N. Señora de los Remedios, México, Juan Ruiz, 1668, depositado en la John Carter Brown Library de la Brown University (BA668. E56d). 61 meteoris: el latinismo meteoris en lugar de meteoro («Mixto imperfecto que se engendra en el aire; como son las lluvias, nieves, granizo, exhalaciones y otras cosas que aparecen en él», Aut.) se explica por la rima con amoris. Alude a la mediación amorosa, la lluvia, que se espera de la advocación a la Virgen de los Remedios. 62 me den con un duro canto: juego dilógico entre los dos significados de canto, como ‘piedra’ y como ‘canción’. 63 Urania: en la mitología griega, musa de la astronomía y la astrología.

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glorias tu espíritu niego. Baja con luces ardientes aquel que en lenguas de fuego bajó en justos y en creyentes. 5.- Era el verano, mas no, la verdad fija se esté, pues si el verano invernó, faltaré a la historia yo, diciendo lo que no fue. 6.- Era el invierno...Tampoco, que hubo calores impíos. A mil dudas me provoco: tiempo era de escalofríos, con que andaba el tiempo loco, 7.- puesto que con desvarío ya la primavera sella con el estío, sin brío, parentesco porque es ella prima-vera y él es-tío64. 8.- En fin, por el frenesí de la confusión severa, en su mudanza advertí, sin duda alguna, que era un tiempo de Sum es fui65. 9.- El marzo se vino a hacer de la sequedad ensayos; enjuto a todo correr saliose el abril y el mayo se entró seco y sin llover. 10.- El junio, fuego exhalando, se abrasaba sin consuelo, viendo al sol ir enfermando, que hasta el corazón del cielo

64 parentesco porque es ella / prima-vera y él es-tío: juego de palabras basado en los significados de parentesco de las palabras prima-tío, que se reconocen en primavera-estío. 65 Sum es fui: enunciado en latín del verbo sum,‘ser’.

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el Cáncer66 iba llegando. 11.- Pegósele en el olor de malas constelaciones este signo de rigor, andando las estaciones con visitas de doctor. 12.- En su color admiró lo populoso y lo yermo, y espantado dije yo: ¿Quién ha visto al sol enfermo? ¿Quién con achaque le vio? 13.- Cuyo influjo pestilente ocasionó desatado en todo el reino doliente muchos males de pensado, muchas muertes de repente. 14.- De viruelas salpicados, a rigores importunos morían los más pintados, y si escapaban algunos estos eran señalados. 15.- A muchos hacían fieros las reúmas muy inquietas, hinchándose tan severos que, aunque fuesen caballeros, parecían pobres trompetas67. 16.- Unos, que malos se vían, con sangrarse era acabada la enfermedad que sentían, y otros, muriendo, decían:

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el Cáncer: se refiere al signo astrológico de Cáncer, que anuncia el mes de

julio. 67 aunque fuesen caballeros, / parecían pobres trompetas: las enfermedades provocadas por la sequía no distinguen entre las clases sociales, de ahí que muchos caballeros parecieran pobres trompetas: «Expresión con que se desprecia a alguno y se le nota de hombre bajo y de poca utilidad» (Aut.).

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¡Adiós, con la colorada68! 17.- A algunos que, desahogados (porque nada los desvela), andaban con desenfados, venía la erisipela69 y les daba un mate ahogados70. 18.- Otros llegaban a estar con hinchazón tan crecida, que llegándose a apretar queriendo bien la comida, no la podían tragar. 19.- Los cirujanos lucían; los boticarios ganaban; los pulperos71 no vendían; los enfermos ayunaban y los médicos comían. 20.- No había dimes ni diretes por los embargos fatales del labio metido en bretes y solamente los males andaban a los cachetes. 21.- No iluminaba, encendía del sol el rayo violento y, en su fogosa porfía, con tan mal alumbramiento, muy malos puertos72 había. 68

la colorada: quizá se refiera al sarampión, que, junto con la viruela y el matlazahuatl (tifus exantemático), eran las epidemias más comunes en la época (Hernández Rodríguez, 1982, p. 219). 69 erisipela: «Inflamación microbiana de la dermis, caracterizada por el color rojo y comúnmente acompañada de fiebre» (DRAE). 70 dar mate ahogado: «Metafóricamente se entiende de cualquiera cosa que ya no se puede remediar, o por no haberse hecho con la prevención y precaución necesaria, o por haberse hecho atropelladamente y sin tomar el acuerdo necesario» (Aut.). 71 pulpero: «que tiene o atiende una pulpería». La pulpería es una tienda de artículos diversos para el abasto, como son vino, aguardiente o licores y géneros pertenecientes a droguería, buhonería... Participa del carácter de la cantina o piquera, de la tienda de abarrotes o abacería y aún de la tlapalería (Dic.Amer.). 72 puertos: en el sentido metafórico de ‘refugios’.

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22.- No se han visto tan enteros ardores; eran cometas de pronósticos severos. Ni en Escitia73, ni en los poetas, ha habido partos más fieros. 23.- Morían las desdichadas mujeres que no podían parir y, de escarmentadas, hasta las nubes temían los achaques de preñadas. 24.- Temí, viéndonos sin riesgo y andando de mala boya74, que dijeran sin sosiego a México: «Aquí fue Troya75, porque andaba todo griego». 25.- Viendo al abril con desmayo y que su pompa agotaba del sol el nocivo rayo, cada mujer suspiraba, sí, por el agua de mayo76. 26.- Mostrábase el agua avara y (en lo que notando estuve) la vista andaba tan clara, que no se hallaba una nube por un ojo de la cara. 27.- Y si alguna encapotar pretendía la luz de Apolo, tan escasa quería estar, que, lloviendo, venía a dar 73

Escitia: región del este de Europa, en la actual Rusia, que se evocaba como paradigma de territorio inhóspito y hostil. 74 estar en la buena boya: Estar boyante, de buenas, no tener el santo de espaldas (Dic. Amer.). Por tanto, andar de mala boya, significa tener una mala racha. 75 Aquí fue Troya: se refiere al incendio que destruyó Troya, por lo que la locución andaba todo griego podría aludir a la confusión y desorden previos al incendio griego y que el autor compara con la sequía que azotaba la ciudad de México. 76 suspiraba [...] por el agua de mayo: frase hecha que significa ‘mostrar deseo por algo’, en este caso, la lluvia.

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una sed de agua tan solo. 28.- Otros, con grandes cuidados, viendo tanta claridad la recelaban cuitados, que hay muchos en la ciudad amigos de ver nublados77. 29.- Y llegándose a apestar el lugar a los fogosos rayos de ese luminar, todos decían llorosos: ¡Fuego, salvo sea el lugar! 30.- Pues con tales inclemencias, ya de vientos, ya de calmas, andaban con penitencias limpias algunas conciencias, como Dios quiere las almas. 31.- «Arriba caudal», decía la fuente más lisonjera y la plata que tenía parecía perulera78, que por acá no corría. 32.- Las cítaras destemplaban los arroyuelos sedientos, como sin cuerdas estaban, y las aves no cantaban por la falta de instrumentos. 33.- Del mar los escollos brutos procedían a prisión contra los ríos enjutos, que entre sus cristales son contadores de tributos.

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nublado: se entiende como el deseo de que lleguen nubes y también, en sentido figurado, «Suceso que produce riesgo inminente de adversidad o daño» (DRAE). 78 la plata [...] parecía perulera: plata se usa con sentido figurado como metáfora de agua y, en sentido recto, como metal. La sequía generó pobreza, de ahí que no corra la plata novohispana, sino la perulera («adjetivo que se aplica a la moneda fabricada en el Perú», Aut.).

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34.- Otras fuentes discurrían tan lentas que se secaban, y por sus ojos pedían, en el agua que lloraban, el agua que no tenían. 35.- Del tiempo diversos daños las plantas examinaban, a cuyos miedos extraños los blancos chopos se helaban, se erizaban los castaños79. 36.- El moral80 (sin que se acuerde de quién luto le vestía) mustio sus colores pierde, y el peral ya no salía de perilla y pendón verde, 37.- en cuyo mal meditando (porque nacer es delito) liciones se iban tomando de un moral y de un perito81, esto es moralmente hablando. 38.- La ruda82 en el campo estaba seca, estéril, torpe, ruda; una mata no se hallaba, y solo la espina andaba más sobrada que la ruda.

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los blancos chopos [...] los castaños: las inclemencias por la falta de agua explican que los chopos y los castaños reciban cualidades antropomórficas y sientan también miedo. La personificación se da a través de dos verbos que evocan reacciones extremas de alerta: erizarse y helarse. 80 moral: «Árbol conocido, grande y robusto; sus hojas son en forma de corazón, tiernas y picoteadas alrededor. Son el alimento de los gusanos que crían la seda. Es el árbol que brota el último» (Aut.). 81 de un moral y de un perito: en esta quintilla termina el juego de derivaciones y dilogía que había hecho a propósito de los árboles frutales (moral y peral) y sus frutos (perilla), y las profesiones de filósofo y perito. 82 ruda: «planta conocida de que hay dos especies, doméstica y salvaje. Una y otra tienen vehemente olor y se conservan verdes la mayor parte del año.Tiene los tallos largos, las hojas menudas, la flor amarilla» (Aut.).

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39.- De legumbres carecía la hortaliza, con destinos de mustia melancolía, con que ensaladas había como ahora llueven pepinos83. 40.- En este duro pesar tan precisas las congojas se llegaron a juntar, que no se pudo tomar el rábano por las hojas84. 41.- A los incendios que hacían fiero en las plantas quebranto, cuando violentos herían sin ser de Horeb el espanto, vi que las zarzas se ardían85. 42.- En vegetal sangre tinto, lastimero se quejaba del ardiente laberinto con un «¡ay!» que articulaba en sus hojas el jacinto. 43.- Al mirto86, que Venus cría, las abejuelas picaban y él (que de ello se corría) del capullo no salía, aunque lo aguijoneaban. 44.- Narciso, que deliraba en la fuente sin sosiego, se veía y deseaba, y por no morir de fuego,

83 como ahora llover pepinos es una locución que indica negación absoluta, indicativa de imposibilidad. 84 tomar alguien el rábano por las hojas: «Equivocarse de medio a medio en la interpretación o ejecución de algo» (DRAE). 85 sin ser de Horeb [...] se ardían: en la Torá, el monte Sinaí es también llamado monte Horeb. Las zarzas ardientes de la quintilla hace referencia a la «zarza ardiente» de Moisés, que, según la tradición, estaba en el monte Sinaí. 86 mirto: era la planta que, según la literatura clásica, estaba consagrada a Venus.

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en poca agua se ahogaba. 45.- En fin, toda flor yacía a la luz de este farol, sola Clicie87 le seguía, que, salamandra88 del sol, de sus ardores vivía. 46.- Y Dafne, pues quita-sol ser de los prados merece, a pesar de su arrebol, que donde Dafne florece89, no llega a rallar el sol. 47.- Todo al revés parecía; lo tratable era escabroso, y uno y otro competía: el agua por más tardía, el monte por más fragoso. 48.- Era el horror y el fracaso de géneros semejantes, que andaban en lo erizo90 los animales bramantes, porque estaba el campo raso. 49.- De tan fieros instintos yacían a las molestias dando a la parca tributos, los caballos como brutos y las musas como bestias. 50.- Todo rival expiraba allí, como un corderito, al fuego que lo apuraba y el gorrión se quedaba (cierto) como un pajarito. 87 Clicie: era una ninfa enamorada de Apolo, el dios del Sol, que, al ser abandonada por él, se convirtió en una flor. Con todo, continuaba enamorada del Sol y por eso seguía su curso a lo largo del día: es el heliotropo o girasol. 88 salamandra: según la tradición, es el único animal que puede vivir en el fuego. 89 Dafne: según la mitología, Zeus convirtió a Dafne en laurel cuando la ninfa le pidió ayuda para escapar de la persecución de Apolo. 90 erizo: en sentido coloquial equivale a ‘enojado e irritado’ (Dic.Amer.)

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51.- Como unos perros airados morían de dos en dos, del duro tiempo vejados, los canes, y los venados como unos ciervos de Dios. 52.- Todos se lloran sedientos, faltando la provisión, pero por sus alimentos tan solo el camaleón91 está que bebe los vientos. 53.- Viendo del sol la potencia, el alto abeto huía del halcón la diligencia y el cardenal no tenía por segura su eminencia. 54.- Los gavilanes audaces (que intrépidos arremeten a los robos perspicaces, hurtando pollos cometen niñerías de rapaces) 55.- no hallaban qué robar; ni el león, también rapante, al cordero por criar porque no vino a quedar ni piante, ni mamante. 56.- De la garza, que a porfía Ícaro el viento cortaba, el sol, que a rayos la hería, los impulsos atajaba y su nieve derretía. 57.- Bien a su ardor corresponde decir de ella sin recelo que cosa hay segura donde hipócrita el Mongibelo92 91

camaleón: es el único animal que puede mantenerse del aire. Mongibelo: nombre poético del Etna, de ahí que se aluda a la nieve por la montaña y al fuego por el cono volcánico. 92

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nieve ostenta, fuego esconde. 58.- Muda, Filomena93 ardía en su quejoso gorjeo porque lengua no tenía, de más estaba Tereo si el tiempo la enmudecía. 59.- El cuervo en el intervalo de la infecunda porfía andaba diciendo: «¡Malo, no hay fruta, por vida mía! ¿Y qué comerá Gonzalo?94 60.- Atizome el sol las galas de las alas que conservo; tuéstame ahora con balas, pues no puede ser el cuervo ya más negro que las alas». 61.- Del agua con la escasez, en tal sequedad ajeno, el pescado en su niñez entre la lama y el cieno se pegaba como un pez. 62.- El pescador, con recelos de seca tan importuna, les decía a sus anzuelos: «Pescareis en la laguna, cuando la rana críe pelos95».

93 Filomena: se refiere a Filomela, la hermana de Procne, a quien su cuñado Tereo cortó la lengua para que no se supiera que la había violado. Filomela consiguió informar a su hermana de lo sucedido tejiendo y, como venganza, mataron al hijo que había tenido con Tereo y se lo sirvieron como comida. Los dioses, apiadándose, transformaron a Filomela en golondrina, a Procne en ruiseñor y a Tereo en abubilla. La quintilla alude así al silencio de las golondrinas. 94 Gonzalo: alude a Gonzalo Pizarro, conquistador español y gobernador del Perú (1544-1548), y las hambrunas que tuvo que pasar en sus expediciones al país de la Canela (ver Sánchez Sorondo, 2008, pp. 96-97). 95 cuando la rana tenga pelos: «Frase que se usa para dar a entender un largo plazo, en que se ejecutará alguna cosa, o se duda de la posibilidad de que suceda» (Aut.).

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63.- En todo el lago vacío, el pato (porque no llueve) en vez del agua, sin brío nadando en copos de nieve se quedaba patifrío96. 64.- Las canoas, con porfías, en el lodo se estancaban de remisas y tardías. ¡Qué mucho, si provocaban las acequias a sequías! 65.- México, ya un Mongibelo al revés97, bien se derrama, pues por vicio o por recelo cada cuerpo era una llama con el corazón de hielo. 66.- Viendo tanta mortandad, viendo aquesta pena, aqueste monstruo de calamidad y que toda la ciudad estaba dada a la peste, 67.- entre males tan extraños buscó el cabildo los medios, diciendo con desengaños para evitar estos daños, acudir a los REMEDIOS98. 68.- Nuestro virrey y marqués99, que, sin darle parte al labio (musa, bien claro lo ves), en lo preciso, en lo sabio, el marqués Virgilio100 es;

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Lo mismo que ‘patitieso’. Mongibelo al revés: es decir, más volcán (por la sequía) que monte helado. 98 Remedios se refiere al santuario de la Virgen de los Remedios, donde el cabildo decide acudir en peregrinación para remediar la letal sequía. 99 Nuestro virrey y marqués: se refiere al marqués de Mancera. 100 Elogio al marqués de Mancera, que, por su precisión y sabiduría, se asocia al poeta Virgilio. 97

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69.- el que tan igual condena, como absuelve sin desmayo, y con una paz serena herir sabe como el rayo, aunque no suena ni truena, 70.- hizo que se previniesen con sus órdenes precisos los que en cabildo eligiesen y, a fuer de cristianos, fuesen allá por fideicomisos. 71.- La salida publicaron de nuestra REMEDIADORA, con que se regocijaron las aves y pregonaron la venida de la AURORA. 72.- Cada una, alado Arión101, apenas hizo la salva a la madre de Memnón102, a la esposa de Titón103 -entendámonos, al ALBA-, 73.- cuando a sus rubios transmontes, Tacuba104, que la desea, mira por sus horizontes qué alegre baja a la aldea la majestad de los montes; 74.- la que por labios de rosa dice con dulce primor en sus cantares graciosa: 101

Arión: en la mitología griega, Arión era un fabuloso caballo alado de pezuñas negras que poseía el don de la palabra y la inmortalidad. 102 madre de Memnón: alude a Eos, que en la mitología griega era, además, la diosa titánide de la aurora, que salía de su hogar al borde del océano que rodeaba el mundo para anunciar a su hermano Helios, el Sol. 103 Titón: se refiere a Titono, uno de los amantes de Eos, con quien tuvo dos hijos, Ematión y Memnón.Tuvo el don de la inmortalidad, aunque fue envejeciendo y arrugándose progresivamente. 104 Tacuba: hace referencia a la calle Tacuba, una de los últimos tramos a pie en el recorrido de la imagen de los Remedios hasta la catedral.

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«Siendo esclava del Señor, morena soy, pero hermosa»105; 75.- la que aun al mismo candor excede, pues lo mejora, aunque, como salteador, por ver que en el campo mora, el sol le robó el color106. 76.- El vestido era extremado que el Hijo y Madre traía, encarnado e imitado, que en todas fiestas MARÍA luce con el encarnado. 77.- En pena tan importuna, luego que la vi, predije nuestra dichosa fortuna y en mi pronóstico dije: «Agua trae aquesta luna», 78.- porque al punto que salió de su puro oriente rojo, el concurso se espantó de que el sol amaneció con una nube en el ojo. 79.- Y, luego que lo cegó, con aguas preñada anduvo, en fin, hasta que parió, con que el parto que ella tuvo sobre nosotros llovió. 80.- Como es nube y sol MARÍA, oscureció el arrebol del sol, que su luz temía, durando la lid un día porque fue de sol a sol. 81.- Llegó a Tacuba al albor, 105 morena soy, pero hermosa: motivo bíblico muy difundido en la lírica de los Siglos de Oro que remite al Cantar de los cantares: «Morena soy, pero hermosa,/ hijas de Jerusalén;/ morena soy, pero hermosa» (ver Frenk, 1987, p. 64). 106 el sol le robó el color: alude al color oscuro de la talla.

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donde el seráfico sistro107 cinco abrió puertas de amor pidiéndole entrase por las cinco llagas de Cristo. 82.- Aceptó el humilde voto con soberana alegría del magnífico devoto, que es muy antiguo en MARÍA amar mucho a un mani-roto. 83.- De los que la iban bajando asistida, honrada y vista allí estuvo y salió cuando, como un niño minimista108, el sol iba declinando. 84.- Todos los que amor convida con la nave que Dios cela, como gente prevenida con cada luz encendida se hicieron luego a la vela. 85.- Con aquesta compañía ondas surcando de luz, en piélagos de armonía, la nave SANTA MARÍA109 aportó en la Vera-Cruz, 86.- donde llena de alegría la gran nave le esperó de San Pedro110, que venía 107 sistro: «Antiguo instrumento musical de metal en forma de aro o de herradura y atravesado por varillas, que se hacía sonar agitándolo con la mano» (DRAE). 108 minimista: «El estudiante que está en la clase de mínimos en el estudio de gramática» (Aut.). La referencia se completa con la dilogía de declinando, que evoca los dos significados de conjugar y decrecer. 109 nave SANTA MARÍA: el carruaje con el que se traslada la imagen de la Virgen de los Remedios se simboliza en una nave, que recibe el nombre de Santa María. Además de evocar el nombre de la Virgen, la metáfora evoca la más grande de las tres embarcaciones empleadas por Colón en su primer viaje al Nuevo Mundo en 1492.Así, el desembarco en el puerto de Veracruz evoca también la llegada a la parroquia de Veracruz. 110 San Pedro: se refiere a san Pedro Nolasco, fundador de la orden de los mercedarios.

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porque con su artillería a hacerle salva salió. 87.- Los combeses111 llenan los del capitular conclave; no es mucho en distancias dos, cuando es de Pedro la nave, verle con veces de Dios. 88.- De San Diego112 con fineza fue la descalza su asiento, que este bajel de pureza trae por lastre la pobreza y humildad por fundamento. 89.- De uno y otro albor gigante cada estandarte servía, de jarcia su pompa errante, y entre los brazos traía por su piloto un infante. 90.- Con divinos arreboles y hermosísimos descuellos, encendidos en crisoles, eran velas sus cabellos y sus dos ojos faroles. 91.- No iba a trenza reducida su reluciente melena, que por el agua movida, siendo su espalda la entena, volaba a vela tendida. 92.- El señor deán ardía a la luz de sus reflejos, cuando alegre recibía a la nave que de lejos el pan y el agua traía. 93.- El pedernal fijo y cierto

111 combés: «El espacio que hay en la cubierta superior desde el palo mayor hasta el castillo de proa. Llámase también plaza de armas» (Aut.). 112 San Diego: se refiere a su parada en el convento de san Diego.

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donde se ancoró se muestre; sílex fue de su concierto, el comisario fue puerto y el maestre-escuela, maestro. 94.- El arcediano quería ser ancho mar, rica copa, donde viniese MARÍA y en él su esmero traía, como en cámara de popa. 95.- Fue entrando al fuerte bizarra, que ya la esperaba fiel y, echando su dulce amarra, en el doctor don Miguel también fue su puerto Ybarra113. 96.- Con lágrimas de alegría (tierna ofrenda a su decoro) un mar Cano114 parecía y el tesorero traía en tal buque su tesoro. 97.- Bien la historia corrobora, lector, lo que en ella ves, pues cuando en las Indias mora, cual nao conquistadora, así la aporta Cortés115. 98.- Cedro portátil surcaba, dando de bonanza colmos, al golfo que la gozaba y, como el cedro esperaba,

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Ybarra: según los Estatutos y Constituciones de la Universidad de México, en el claustro de la universidad reunido el 26 de septiembre de 1668, constaba como canónigo Miguel de Ybarra. Es probable que en el siguiente fragmento, hasta la quintilla 100, haya otras alusiones a otras tantas personalidades de la época, pero no me ha sido posible identificar más nombres. 114 Cano: quizá se trate de Juan Cano Sandoval, mencionado en los Estatutos y Constituciones de la Universidad de México. 115 así la aporta Cortés: se refiere a los orígenes de la imagen, que, según la leyenda, fue trasladada por un capitán que acompañaba a Cortés, Juan Rodríguez de Villafuerte.

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lució la playa con olmos. 99.- En el cielo, que florece con lirios, con azucenas el que sabio lo ennoblece cárdenas flores le ofrece para adornar sus entenas. 100.- Los demás (en conclusión) señores que la asistieron con afecto y devoción, tenaces áncoras fueron del sagrado galeón. 101.- Por bien llegada, el divino acento, que maravilla, a su culto peregrino reverente le previno Francisco López Capilla116, 102.- que, siguiendo sus primores, la bien venida le dieron con armoniosos rumores y a usanza de mar le hicieron mil zalemas117 los cantores. 103.- Al parabién de alegrías, con actos de amor ardiente, las comunidades pías y todas las cofradías fueron hermanablemente 104.- con la plebe y con la corte; desde allí por rumbo claro alzó velas de buen porte y de la matriz el faro le fue sirviendo de norte. 105.- Las órdenes (en verdad de su obediencia oportuna) 116 Francisco López Capilla: «Para 1643 dejó Puebla para ser organista de la catedral de México con 300 pesos por cantor y 200 por organista, y en 1648 ocupó el cargo de maestro de capilla; murió en 1675» (Estrada Jasso, 2007, p. 124). 117 zalema: «Reverencia o cortesía humilde en muestra de sumisión» (DRAE).

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seguían su majestad y por su orden cada una118, esto es, con seriedad. 106.- San Hipólito119 seguía su rumbo, haciendo memoria de aquel celebrado día en que esta nave MARÍA se llamó Nao Victoria120. 107.- De San Juan de Dios121 ocupa la familia dos a dos granada122, que ardores chupa, que familia que es de Dios es muy granada chalupa123. 108.- JESÚS en los brazos vi de este bajel, en que sus bonanzas logrando está: ¡qué mucho, yendo con la Compañía de JESÚS! 109.- Al rescate de la dura mazmorra, fiero eslabón del tiempo, que más apura, con tal nave muy segura venía la redención. 110.- Los hijos de aquellos dos 118 y por su orden cada una: alude a la precedencia, es decir, a la rigurosa colocación que seguían las distintas órdenes religiosas en las procesiones públicas. Las siguientes quintillas repasan la intervención de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, jesuitas, franciscanos y agustinos. 119 San Hipólito: se refiere a su parada en el hospital de San Hipólito. 120 nao Victoria: alude a la única de las cinco naves que comandó Magallanes en su vuelta al mundo que regresó a Sevilla, tras completar el recorrido. 121 San Juan de Dios: se refiere a la Orden religiosa fundada por san Juan de Dios en Granada en 1537 para dedicarse al cuidado de los enfermos 122 granada se usa con sentido figurado para aludir al origen de la orden de los hospitalarios de San Juan de Dios y, en sentido recto, como principal e ilustre. Los monjes estaban distribuidos en dos hileras de la nave. 123 chalupa, además de favorecer la rima, desarrolla la alegoría de términos náuticos (nave, nao, bajel, vela, remo...) con los que se describe la procesión cuyo fin es conseguir las lluvias que acaben con la sequía.

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profetas124 con mudo acierto iban rogando por nos, que hablar a solas con Dios este es de cierto de-sierto. 111.- A vela y remo surcar pretendió su justo celo tanto golfo de pesar, que en la nave del Carmelo saben hacerse a la mar. 112.- El águila augusta el pelo rizó por el mar insano con uno y otro polluelo, llevando en su mayor vuelo siempre la sonda en la mano. 113.- Con la pobreza que nota la admiración, sin estruendo humilde, como devota de FRANCISCO125 iba siguiendo la religión su derrota. 114.- A dos luces, siempre fijos del mar, una y otra bella, con serenos regocijos iban del GUZMÁN los hijos126 campeando con su estrella. 115.- Del tiempo contra el agravio van en tal urca127 a pedir, que tener cada uno sabio estrella en el persuadir es tener un astro-labio.

124 los hijos de aquellos dos profetas son los jesuitas, orden fundada por san Ignacio de Loyola y san Francisco Javier. Es la siguiente congregación en aparecer en la comitiva de la Virgen de los Remedios. 125 La quintilla alude a la orden fundada por san Francisco de Asís. 126 los hijos del Guzmán: se refiere a la Orden de Predicadores, fundada por santo Domingo de Guzmán. 127 urca: «Embarcación grande, muy ancha por el centro, y que sirve para el transporte de granos y otros géneros» (DRAE).

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116.- En nuestra reina MARÍA y en el que con gloria tanta noble cabildo venía, con todo el clero se vía capitana y almiranta. 117.- La ciudad serenidad logró a los humildes votos que tributó a su deidad, porque estos censos devotos son propios de la ciudad. 118.- Llenos de fe celestial y de ardientes municiones, uno y otro tribunal eran fuertes galeones viniendo con la real. 119.- Atentas a sus honores iban en sus seguimientos las togas128, que estos señores, cuando se ven más atentos, se miran más oidores. 120.- El que justo se asevera en la equidad que comparte y cuando en piedad se esmera es Mármol por una parte, y por la otra Mancera129. 121.- Fue él timón, en cierto modo, de esta nave, en gobernar tanta acción, bien lo acomodo, que si es él todo, a tomar fui la parte por el todo. 122.- Dios pilotó en la ocasión, movió el timón y él, suave, con tanta resolución,

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togas: aluden a los oidores del cabildo. Mármol [...] Mancera: la quintilla alude a dos de los apellidos del virrey, que era II marqués de Mancera,V señor de las Cinco Villas y IV señor del Mármol. 129

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condujo esta pura nave que hacía por él timón. 123.- Después con su compañía (porque acercaron las velas) de la pólvora que ardía hizo el capitán candelas para alumbrar a MARÍA. 124.- Los artilleros, mosquetes asestaban denodados; las plumas eran trinquetes130; las mechas y los soldados, flámulas131 y gallardetes132. 125.- Cuando de la plebe algunos extremos decir espero de fervores oportunos, popular aplauso quiero; perdónenme los tribunos133. 126.- El concurso de aquel día fue tanto, que granizaban sin número a la porfía; de más las nubes andaban cuando la gente llovía. 127.- De este modo el fuerte grave llegó con el seguimiento del pueblo, que con el ave salomando134 aquesta nave, la llevaba el barlovento. 128.- Allí estuvo con fervores venerada en la oración 130

trinquete: «verga mayor que se cruza sobre el palo de proa» (DRAE). flámula: «una especie de grímpola o gallardete muy corto que se usa generalmente como cataviento» (DRAE). 132 gallardete: «Tira o faja volante que va disminuyendo hasta rematar en punta, y se pone en lo alto de los mástiles de la embarcación, o en otra parte, como insignia, o para adorno, aviso o señal.» (DRAE). 133 popular [...] tribunos: versos 15-16 de la Fábula de Píramo y Tisbe de Góngora. 134 salomar: «Cantar juntos los marineros para tirar o empujar a un tiempo las maniobras» (Aut.). 131

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de ignorantes y doctores, pues hace la devoción, de rústicos, oradores. 129.- Los que en el púlpito a orar subieron por varios modos, cada sujeto sin par, predicando como todos, fue plural y singular 130.- eslabonando ajustado en términos su sermón con tan preciso cuidado que todo constó de unión de sujeto y predicado. 131.- La estoica, la rubia aurora que en Heráclito aprendió y con Demócrito mora, veinte y dos veces guardó la risa para la llora, 132.- mientras que se vino a ella en el fuerte y placentera al Pastor quiso aguardar, y, viendo de Pedro el mar, echó el ancla en su ribera. 133.- La reina, que vive en los vasallos por consolarlos, dijo: «¿Están sin Vice Dios?135». Eso no, viviendo Carlos, y queriéndonos los dos. 134.- Y por su real decreto le eligió, acaso no ha sido, cuando la buscó discreto,

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Las quintillas 133 y 134 parecen aludir a que en esos meses de 1668 no había un arzobispo en la diócesis de México. Marcos Ramírez de Prado y Ovando ejerció el cargo desde el 15 de diciembre de 1666 hasta que falleció, el 14 de mayo de 1667. El nombramiento de su sucesor, fray Payo Enríquez de Ribera, se produjo el 17 de septiembre de 1668, ya que desde 1657 este había sido arzobispo de Guatemala (Miranda Godínez, 2001, p. 51).

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ser de una reina escogido, como de otra reina electo, 135.- en cuyo obsequio sagrado, tal celo y amor se ha visto, que está de su aprisco amado con MARÍA muy hallado y muy reverendo en Cristo. 136.- Tres orientes repetir quiso el sol, viendo al león a sus ardores rugir; aquesto quiere decir tres de julio en conclusión; 137.- cuando esta nave que lleva tras sí nuestras atenciones, yéndose (a dolor conmueva) recta a nuestros corazones, disputó pieza de leva. 138.- La procesión con exceso del lustre que deseaban (o sea culto o progreso) dispusieron los que estaban diputados para eso. 139.- No de la misma manera fue de su vuelta el destino, que si esta nave sincera engolfada en ondas vino volvió junto a la ribera, 140.- cuya dichosa venida dio con gracia milagrosa en mudanza conocida grama al campo, alma a la rosa, pasto al alma, al cuerpo vida. 141.- El desdeñoso embeleco cesa ya del floreciente garzón de soberbia hueco y oyendo el eco en la fuente, ya se va Narciso al eco. 142.- Y al primer albor, que empieza

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a despuntar de luz propia, con florida sutileza, saca Amaltea la copia de su original pureza. 143.- Procne, a pesar del tirano, con sus hijos se avecina animando el monte y llano, que sola una golondrina dicen que no hace verano. 144.- Con la sombra dilatada de cada nube que crece ve su ventura nublada Clicie ya y ya no parece Filomena deslenguada. 145.- Todo parece un vergel y, saludando al albor ya con música fiel, qué bien canta el ruiseñor en aquel verde laurel136. 146.- Los almácigos137 que, al fiero ardor, el agua desean, si antes el tiempo grosero los marchitó, ya campean y van echando romero. 147.- Ya las preñadas de hogaño muy alegres estarán, pues saben que en mal tamaño las aguas les sacarán bien el vientre de mal año. 148.- Para contar, a mi ver, las dichas que el Cielo fragua en repetido llover con tal nave, he menester 136 qué bien [...] laurel: fragmento de una composición musical de José Marín (16191699), ver Josa y Lambea, 2008, pp. 86-87. 137 almácigo: «El conjunto de las semillas de legumbres plantadas en la almáciga y que ya han nacido y están algo crecidas y en sazón para trasplantar» (Aut.).

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irme a la lengua del agua. 149.- Son tantas en conclusión que he presumido (y no es chanza), mirando su inundación, no le digamos a Orión138: «Envaine, señor Carranza»,139 150.- pues sin reparar en vados, aquel día con arrojos todos volvieron mojados, pero, entre todos, los cojos fueron los más mal parados, 151.- pues al ir ya declinando lluvia de las nubes impía, REMEDIOS iban buscando, con que los fue acomodando a todos de ropa limpia140. 152.- Cerrado el cielo y desierto de nubes sañudamente, antes se mostró por cierto y hoy vemos el cielo abierto, luego es milagro patente. 153.- Todo está ya sin desmayo, ya viven Céfiro y Flora, ya Vertumno141 ve su ensayo y ya el julio por ahora tiene más flores que mayo. 154.- De serenidad tan fresca 138 Orión: «se cuenta sobre su nacimiento la curiosa historia de que, habiendo concedido hospitalidad Hirieo a Zeus, Posidón y Hermes, estos le prometieron cumplir su deseo, que era tener un hijo. Los dioses engendraron el niño, Orión o Urión, al orinar en la piel de un buey que Hirieo les había sacrificado» (Diccionario de mitología, p. 479) 139 Envaine, señor Carranza: la frase «envaine usted, señor Carranza» solía decírsele a todo el que manejaba bien la espada. Se debe a fray Miguel Alfonso Carranza, noble sevillano y gobernador en Honduras, famoso como literato y por sus habilidades en la esgrima. 140 acomodado de ropa limpia: «Dícese irónicamente del que ha incurrido en alguna enfermedad o trabajo por su capricho o mala conducta» (Aut.). 141 Vertumno: «Antiquísima divinidad latina [...] de origen etrusco [...] [que] aludiría a las transformaciones que experimenta la naturaleza con la sucesión de las estaciones, si

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gloria a MARÍA se intime y que todo no perezca. Este reino se lo estime y México lo agradezca.

FIN

bien su carácter de dios de los árboles frutales, [...] hace pensar en un dios de la fertilidad que garantiza la aparición de la nueva cosecha y el renacer de la naturaleza» (Diccionario de la mitología clásica, p. 621)

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LISTADO

Judith Farré Vidal DE VARIANTES142

Ena : Vargas 2c 3a 6d 9a 14a 15b 15e 16a 17b 21d 22d 27b 27c 27d 27e 31e 34d 37b 37c 37c 40c 40d 41c 44c 53b 55a

suave : muy suave Urania dulce : Oh, dulce Urania tiempo era : tiempo fue vino : se vino salpicados : salpicadas remas : reumas parecían : se vieron vían : veían los desvela : les desvela tan mal : tal mal en los poetas : entre poetas pretendía : pretendió quería estar : llegó a estar venía a dar : vino a dar solo : tan solo que por : pues por en el agua : con el agua nacer : el nacer liciones : lecciones se iban : fueron llegaron : llegaban podía : pudo violentos : violentas se deseaba : deseaba alto : excelso hallaban : encontraban

142 La cifra en arábigo indica el número de la quintilla y con la letra se identifica la posición del verso. A continuación, el primer término corresponde a las quintillas de Alfonso de Ena (Ena) y el segundo a las atribuidas a Vargas (Vargas). En cursiva se han señalado los casos de lecturas enmendadas, cuando lo ha exigido el cómputo silábico.

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ANEXO: Alfonso de Ena, Descripción de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de N. Señora de los Remedios, México, Juan Ruiz, 1668

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V. RUTINAS EN EL CALENDARIO Y ESPACIOS ESTABLES PARA LA CELEBRACIÓN

Dentro de las rutinas propias del calendario festivo novohispano, sobresalen dos celebraciones: el Corpus y san Hipólito. Ambas encarnan dos hitos conmemorativos fundamentales, pues representan, respectivamente, la conquista espiritual y el triunfo militar en la Colonia. La festividad del Corpus Christi, desde que fuera confirmada por Clemente V, se convirtió en una de las más tradicionales en todo el mundo católico ya «que no está dedicada a una devoción o a una conmemoración local, sino que forma parte nuclear del sistema icónico católico»1. Su procesión era una de más afamadas y en ella participaban todos los gremios y cofradías según un riguroso orden de intervención en el que todos se esmeraban por lucir en medio de la solemnidad. En 1533 el cabildo de la ciudad de México dispuso el orden que debía seguirse en la procesión en la que se mezclaban indios y españoles de todos los oficios: la orden que en lo susodicho se haya de tener sea que después de los oficios e juegos de los indios vayan primeros en la dicha procesión los hortelanos y después dellos los gigantes, y tras los gigantes los zapateros, y tras los zapateros los herreros y caldereros, y tras estos los carpinteros... barberos, plateros, sastres y armeros2.

La evolución de la fiesta del Corpus en México durante el siglo XVI pasó de una sencilla procesión centrada en exhibir la hostia consagrada a una fastuosa celebración en la que participaban los conquistadores instalados en 1

Sigaut, 2000, p. 28. Tomo la referencia de Gonzalbo, 1993, p. 35.Ver también Mínguez y Rodríguez, 2006, p. 118. 2

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la ciudad, altos funcionarios españoles, criollos e indios3. Los distintos relatos de los cronistas de la ciudad atestiguan cómo ese contraste entre los diferentes sectores urbanos determinó, además de la integración de elementos indígenas en la celebración religiosa, una marcada dimensión política —en la que era decisivo mostrar el poder y la dignidad de la iglesia— que, ya en el siglo XVI, trajo consigo el aumento del esplendor de la fiesta con la incorporación de otras prácticas como la arquitectura efímera de arcos y altares, la gala institucional de certámenes poéticos, agasajos a las autoridades de la ciudad, danzas, corridas de toros y la inclusión de piezas teatrales como loas, entremeses, autos y comedias4. Desde fechas muy tempranas, también quedó estipulada la limpieza de las calles por donde debía pasar la procesión5, así como su adorno con tapices, flores y colgaduras, «cada uno con lo que pudiere... so pena de 5 pesos»6. Sobre la decoración efímera, según consta en las actas capitulares del primero de junio de 1545, los espacios urbanos debían embellecerse con telas bordadas, pinturas religiosas, tapices con imágenes pastoriles, flores multicolores, plantas, animales, candelabros, humo, fuego7... También se imponían multas a quienes, ante las altas sumas que debían costear, renunciaban a participar en los desfiles y procesiones que exigían su presencia. Las sanciones eran de treinta pesos de oro de minas a las cofradías y, si faltaba alguno de sus miembros, estos debían abonar la cantidad de diez pesos8.

3

Hernán Ramírez, 2009, p. 129. Sobre la enorme popularidad de esta celebración en todo el mundo americano, Cruz de Amenábar, siguiendo a Gabriel Guarda, recuerda cómo «pasó a ser la más expresiva dentro del calendario de la época, gracias a la coincidencia de su carácter de fiesta popular, en virtud de su misma institución por Urbano VI (1261), con los elementos del barroco indiano de los siglos XVI al XVIII. En este sentido, el Corpus sería según el historiador uno de los más exitosos intentos de la Iglesia de cultivar a favor de la evangelización la sensibilidad del indígena, estimulando su percepción de las formas externas del culto y la liturgia admitiendo que participaran en la fiesta con elementos propios de sus ritos antiguos» (1995, p. 207). Sobre la primera fiesta del Corpus celebrada en Tlaxcala en 1538, ver Chocano, 2000a, pp. 152-153. 4 Hernán Ramírez, 2009, p. 132. 5 Una detallada descripción en octosílabos de las calles por donde transcurría la procesión con la participación del «mexicano bullicio», la encontramos en la relación en verso que Pedro de Marmolejo publicó en 1635: Loa sacramental en metáfora a las calles de México. 6 Gonzalbo, 1993, p. 35. 7 Tomo la referencia de Hernán Ramírez, 2009, p. 117. 8 Gonzalbo, 1993, p. 30.Véase también Recchia, 1993, p. 45.

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La previsión y la codificación que regulaban la fiesta del Corpus eran muy estrictas porque, en el fondo, y como ocurría también en la metrópoli, constataban un fiel reflejo del espacio simbólico que cada corporación desempeñaba en la sociedad. Esas son las razones que explican que entre la documentación conservada sobre el Corpus abunden, por un lado, las noticias de las actas de cabildo que se refieren a su reglamentación y, por otro, en los diarios de la época se ofrezcan escasas noticias sobre su descripción, ya que la fórmula habitual con la que tratan el Corpus es la de «como es uso y costumbre». En este último caso, tan sólo se ofrecen algunos detalles cuando se altera el protocolo por alguna razón concreta y/o se generan altercados por esas variaciones en la observancia de la precedencia o jerarquía en la disposición de la procesión. En este sentido, es bien conocida la entrada del diario de Robles en la que describe cómo los agustinos, cirio y cruz en mano, se liaron a golpes con los dieguinos en la procesión del Corpus de 16999. Aunque escasos, otros documentos dan cuenta de la importancia de las comedias y de las danzas de los naturales dentro de las celebraciones del Corpus, como el acta de cabildo del 29 de abril de 1600, reproducida por Giovanna Recchia: El señor Francisco Escudero dijo que el señor visorey le dijo, en conformidad, que se hiciese muy solemne fiesta y que las comedias sean muy buenas y con mucho ornato, y que las danzas fuesen muy de ver porque las peleas y gigantes son muy ordinarios, y que no parece tan bien que se hagan danzas de espadas y otras, y que así es justo se haga muy gran solemnidad; y para ello dio sus cartas para los intérpretes y algunos beneficiados para que envíen, como suelen, danzas de muchachos y vihuelas y otros instrumentos para la fiesta y octava con que se les pague10.

Por su parte, Schilling reproduce algunas noticias sobre la magnificencia de la festividad y, en concreto, sobre el vestuario en las comedias de Corpus. Según actas de cabildo de 1602, «todos los ropajes [sean] de seda de Castilla nuevos, que sean en conformidad del personaje que se representare y la seda se entiende terciopelo, damascos, rasos y tafetanes»11. 9

Rubial, 2009, p. 24.Ver también Sigaut, 2000, pp. 38-41. Recchia, 1993, p. 117. 11 Schilling, 1958, p. 60.También Sara Poot recopila una serie de noticias relativas a la celebración del Corpus procedentes de las actas de cabildo de la ciudad de México (Poot Herrera, 2002, pp. 197-200). 10

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Otra fuente con la que reconstruir algunos detalles de la solemnidad del Corpus es el relato del viaje que Gemelli Careri hiciera por Nueva España en 1697: El jueves 6, por la procesión del Corpus Domini, se vieron paramentadas todas las calles y las ventanas de la ciudad, ricamente adornadas con relieves, tapices y paños fúnebres, que junto al verde de las plantas y a la hermosura de las flores, formaban una graciosa vista. En la calle de los plateros estaba muy bien pintada la conquista de México, precisamente como eran entonces las cosas en la ciudad, y con los trajes que en aquel tiempo usaban los indios. Comenzó la procesión con cerca de cien estatuas adornadas de flores, y seguían las cofradías y los religiosos de todas las órdenes, excepto los padres de la Compañía y los carmelitas. Venían después los canónigos que llevaban al Santísimo sobre un ataúd. Cerraban la pompa el arzobispo, el virrey y los ministros (que iban sin capa), el ayuntamiento y la nobleza. Por toda la procesión, de cuando en cuando, se veía bailar a monstruos y máscaras con diferentes trajes, como se acostumbra en España12.

Uno de los aspectos que el viajero italiano destaca en la cita anterior es la intervención del gremio de los plateros. Cabe decir que los plateros ostentaban una privilegiada posición ya que, además de ocupar un lugar preferente en la comitiva —junto al palio en el que se exhibía la custodia—, ellos eran los encargados de portar en la misma procesión la imagen de san Hipólito, el santo patrono de la ciudad13. Otras conmemoraciones litúrgicas de raíces populares bien arraigadas, como la Navidad y la Semana Santa, convivieron con otras celebraciones que se fueron incorporando con el paso de los años, como la Inmaculada Concepción, la Virgen de los Remedios y otros santos patronos de barrios, pueblos y comunidades. Una mención especial merecen las celebraciones de la Inmaculada Concepción, en las que la Universidad instituyó certámenes y mascaradas, y la Semana Santa. De nuevo, el relato de Gemelli ofrece una descripción detallada de las procesiones de Semana Santa: Cuatro horas antes de mediodía se oyeron tres trompetas con sonido triste, y luego se vio a muchos cofrades con luces en las manos, entre los cuales iban

12 Gemelli Careri, Viaje a la Nueva España, p. 114. Sobre la procesión de la siguiente semana, de la octava del Corpus, comenta que transcurrió por una calle cubierta y en ella también participaron ocho gigantes machos y hembras y otros enmascarados (p. 115). 13 Gonzalbo, 1993, p. 35.

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varios disciplinantes. Seguía una compañía de armados, algunos de los cuales iban a caballo, llevando la sentencia, el título, las vestiduras y otros símbolos de la Pasión; después algunos que representaban al bueno y al mal ladrón, a Nuestro Señor, a su Madre Santísima, a san Juan y a santa Verónica. Luego dos que fingían ser sacerdotes hebreos sobre mulas; y otras representaciones semejantes muy bien dispuestas.Vuelta la procesión a San Francisco, se predicó en medio del atrio para la multitud del pueblo allí reunido para ver las tres caídas de Nuestro Señor, los autos de la Verónica, de la Madre Santísima y de san Juan, que allí se debían representar para ver el amor de Dios14.

El siguiente comentario de José Manuel de Castro Santa Ana, que escribió unos diarios de sucesos notables (1752-1758), resume bien cómo, a mediados del siglo XVIII y por la influencia de algunos sectores ilustrados, se produjeron algunos cambios en las manifestaciones de religiosidad popular. Esas novedades permiten reconstruir, a grandes rasgos, cómo eran los signos más patentes del fervor religioso en épocas precedentes: Ya no salió en las procesiones de Semana Santa ningún armado, ni disciplinante, ni la carretilla de la muerte, ni ninguno de aquellos otros monigatos que ponen en ridículo las ceremonias augustas de nuestra religión15.

En el ámbito de las fiestas civiles, el paseo del Pendón conmemoraba el aniversario de la conquista de Tenochtitlan y coincidía con la festividad de san Hipólito (13 de agosto). Los actos más solemnes se iniciaban en la víspera, cuando los regidores del ayuntamiento desfilaban enarbolando por turnos el Pendón con las armas de la Corona y las de la ciudad, y en el que predominaban los colores verde y rojo. Los mismos colores eran los que se utilizaban para las insignias y ropajes de los participantes, que se combinaban con el blanco de sus gorgueras y que, casualmente, coinciden con los actuales símbolos nacionales. La fiesta se llevó a cabo por primera vez en 1529 y, desde entonces, se decretó que se celebrara cada año con corridas de toros, juegos de cañas y cabalgata de todos los que tuvieran caballos, para trasladar el Pendón desde la casa del Cabildo hasta la iglesia de San Hipóli-

14 Gemelli Careri, Viaje a la Nueva España, p. 73, a propósito de la procesión del Calvario. 15 Castro Santa Ana, Diario de sucesos notables, tomo VI, p. 405, tomado de Pareja Ortiz, 1991, p. 631.

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to, en las afueras de la ciudad. Recorría la plaza y pasaba por la calle de Tacuba, donde residían los personajes más notables de la ciudad16. El primer testimonio, en una completa relación impresa, lo publicó en latín fray Diego Valadés en su Retórica cristiana (1579): En memoria de este acontecimiento y feliz victoria, celebran los habitantes de la ciudad esta fiesta de aniversario y organizan solemnes rogativas, en las que llevan el mismo pendón con que fue capturada la ciudad y salen del palacio, hasta llegar a un magnífico templo que se encuentra fuera de las murallas de la ciudad mexicana y cerca de los huertos de los suburbios. Ese templo fue construido en honra del citado santo y allí también se está levantando ahora un hospital.Y en ese día se verifican tantos espectáculos y juegos, que no puede decirse nada más en corridas de toros y en lazar [reses y potrancas], a lo cual se añaden los adornos de todos los nobles mexicanos. Esos adornos son los más preciosos del mundo; tanto en el vestuario de los hombres y mujeres, como en los paños y tapices con que se cubren los caminos y casas17.

Además de describir el recorrido y orden de la procesión con el Pendón en la vigilia y en el mismo día de san Hipólito,Valadés recalca el acompañamiento musical («flautas, trompetas, cítaras y todo género de instrumentos músicos»18) y las colaciones que cerraban el recorrido («todos los restantes acompañan al mismo regidor a su propia casa, en donde sirven espléndidamente, a los que quieran, manjares muy delicadamente aderezados de los que principalmente abunda esa tierra»19). Cien años más tarde, así lo describía Gemelli en su relato de viaje: La solemnidad del Pendón, que es la mayor que se hace en México, en memoria de la conquista de la ciudad, y se continúa el día de san Hipólito. Reunidos todos los regidores, alcaldes ordinarios, el corregidor y otros caballeros invitados por el ayuntamiento, tomaron el Pendón o estandarte con el cual Cortés conquistó a México, y fueron al palacio del virrey, en donde encontraron a todos los ministros. Allí comenzó el acompañamiento de esta manera: precedían cuatro atabaleros sobre dos asnos (animal muy preciado en América), luego seguían tres trompetas, doce alguaciles a caballo y los dos maceros del

16 17 18 19

Recchia, 1993, p. 15. Valadés, Retórica cristiana, pp. 467-469. Valadés, Retórica cristiana, p. 469. Valadés, Retórica cristiana, p. 469.

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ayuntamiento; después los caballeros, regidores, alcaldes y el corregidor; y, por último, los tribunales de cuentas, del crimen y de la real sala, entre los cuales iba el Pendón, llevado por un regidor. En total eran cerca de cien, malamente montados20.

Pilar Gonzalbo resume el alcance de ambas festividades al afirmar que «el paseo del Pendón se convertía en alarde ostentoso de una victoria, simbólicamente reproducida por aquellos que aparecían como herederos de los vencedores», mientras que la procesión del Corpus, en la que participaban campesinos y artesanos, indios y españoles «era ejemplo de la ideal armonía entre los grupos sociales, de la veneración de los emblemas religiosos y de la permanencia de un orden refrendado por las leyes divinas y humanas»21. En todo caso, resulta claro que estas dos festividades que, respectivamente, son los exponentes más destacados del ceremonial civil y religioso, comparten mucho en sus prácticas festivas. Hernán Ramírez estudió el trasvase de influencias durante el periodo de 1510 a 1563 y vinculó esta mutua relación al desarrollo urbanístico de la ciudad: «El hecho de que el Corpus se asocie con todo el espectro de fiestas religiosas y civiles se confirma, por ejemplo, en que es respecto a esta misma fiesta como se organizan actividades civiles y religiosas de distinto orden o en el hecho de que se la aprovecha para perfeccionar actividades desarrolladas durante otras fiestas»22. Otro testimonio de la impronta del Corpus en el diseño de sucesivas celebraciones es la disposición para los festejos que en 1630 conmemoraban los éxitos de los galeones de plata sobre los buques de piratas holandeses. El cabildo dispuso que la procesión, en la que participaban el clero, las órdenes religiosas y cofradías, se hiciera «de la manera que sale el día de Corpus el Santísimo Sacramento con el ornato posible llevando en andas al Santísimo Sacra-

20

Gemelli Careri, Viaje a la Nueva España, pp. 123-124. Gonzalbo, 1993, p. 40. 22 Hernán Ramírez, 2009, p. 122. El estado físico de la ciudad en los primeros años del siglo XVI, su primera etapa de construcción, también determinó que apenas se utilizaran carros en la procesión del Corpus y se optara por la construcción de tablados, ya que hasta la segunda mitad del siglo eran constantes las zanjas abiertas, el esparcimiento de materiales para la construcción y de escombros de edificios prehispánicos derruidos, falta de pavimentación, canales de desagüe abiertos... Así, el interior de la Plaza Mayor, el primer espacio urbanístico definido y construido de la nueva ciudad, sería el que albergara las primeras manifestaciones y ceremonias de Corpus (Recchia, 1993, pp. 14-15). 21

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mento» y «que se pongan arcos y cobertizos si fuere posible en todo el tránsito de la procesión y se adorne de juncias»23. Y, como muestra de las demostraciones festivas enraizadas en el Corpus, una de las celebraciones cardinales en el calendario novohispano era el ceremonial de bienvenida a un nuevo virrey o a un arzobispo. Resulta este, en efecto, un ejemplo paradigmático para trazar las claves de la fiesta novohispana, pues, como rutina festiva que se renueva con la llegada al poder de cada nuevo mandatario, integra todos los elementos espectaculares del barroco efímero novohispano (procesiones, arcos de triunfo, teatro, música, toros, fuegos artificiales y demás prácticas festivas) y aglutina a todos los sectores sociales de la Colonia. La figura del virrey era un importante elemento de cohesión, puesto que era el representante directo de la corona en un espacio tan lejano como América24. La ausencia de los monarcas era sólo física, ya que «su imagen está presente continuamente en la vida pública americana, y aún más la imagen colectiva de la dinastía que gobierna en la metrópoli»25. De ahí que junto con los grandes acontecimientos asociados a la dinastía reinante, se celebre también con gran boato cualquier aspecto relativo a los virreyes, quienes eran considerados alter ego del monarca —en palabras de Santiago Sebastián— o reyes distantes —fórmula que acuñara Víctor Mínguez—. Así es en el sentido más teatral del término, pues el virrey «representaba» todos los valores de autoridad que se debían al lejano rey de la metrópoli. Uno de los momentos álgidos que envuelven el entramado simbólico en torno a la figura del virrey es el de su entrada oficial en el cargo. En palabras de Octavio Castro, 23

Recchia, 1993, p. 33. Desde una perspectiva amplia, la bibliografía en torno a la organización política y la dinámica social del virreinato novohispano es abundante. Para trazar un estado de la cuestión, deben considerarse inicialmente los estudios de Valle-Arizpe (1933) y González Obregón (1988). Desde un punto de vista documental y un enfoque metodológico distinto, el exhaustivo trabajo en cuatro volúmenes de Rubio Mañé (1983) aporta pautas de análisis fundamentales para establecer un panorama integral de todo el periodo novohispano. Desde una perspectiva más cercana, resultan imprescindibles los enfoques aportados por Rubial (1998, 2009), Mínguez (1995 y 2003) y Gonzalbo (1993). Los trabajos de Méndez Plancarte (1942-1945), Pascual Buxó (1959 y 2002), Sebastián (1990), Bravo (1999, 2002, 2005, 2009), Rodríguez Hernández (1998) y Méndez (2009) sirvieron para recuperar críticamente la literatura circunstancial y emblemática del periodo. 25 Mínguez, 1995, p. 17. 24

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Entre los actos de la vida pública de la Colonia, tal vez ninguno alcanzara el esplendor y la importancia que tenía la llegada del virrey. Sería difícil exagerar el papel que se le encomendaba. Se trata del representante del rey, del Soberano al que debía absoluta lealtad. Era imperativo, entonces, conducir los asuntos públicos con resultados inobjetables y satisfactorios.Además de su origen noble, tenían que darse en el virrey virtudes de excepción que aseguraran la honradez en el manejo de los fondos públicos, la preservación celosa de los derechos de los naturales de América, el apoyo de la propagación de la fe, el afianzamiento de las instituciones, la seguridad del territorio y el ejercicio discreto del poder. Entre tales instituciones, sobresale la del virrey, representante del rey, en los espacios ajenos de la metrópoli. De ahí la trascendencia de su papel, de su obra y de su periodo oficial. De ahí también la enorme importancia del relevo26.

El programa iconográfico de las entradas de un nuevo virrey en las principales ciudades y núcleos urbanos más poblados, al contrario que su modelo, los triunfi clásicos, reproducía el elogio a los virreyes antes de ejercer su tarea de gobierno en el virreinato, por lo que no se planteaban como una forma de exaltación de acciones ya realizadas, sino que más bien proyectaban el ideal de gobierno que se esperaba del nuevo mandatario. De este modo, lo habitual consistía en diseñar, a partir de una metáfora fundamental que identificaba al nuevo gobernante con un personaje de la Antigüedad clásica, una alegoría sobre la que se reconocían una serie de virtudes, planteadas así como esperanza de buen gobierno. La mayoría de las veces, la inspiración mitológica se buscaba en semidioses y varones heroicos de la mitología clásica, dejando la comparación con dioses importantes para el elogio a la monarquía. Las dos únicas excepciones se dieron con el recibimiento al conde de Baños, cuya figura se equiparó a la de Júpiter en el arco diseñado por la iglesia metropolitana, y con el marqués de Villena, cuyo panegírico se asimiló al de Mercurio27. Según Morales Folguera, la entrada del marqués de Villena, que destacó por el lujo, el derroche económico y la duración, sirvió como modelo de las posteriores que se llevaron a cabo en la época virreinal28. Fue el primer gran26

Castro López, 2002, pp. 12-13. Morales Folguera, 1991, p. 111. 28 Otra entrada que sirvió como modelo para las posteriores celebraciones de toma de posesión en el cargo fue la del arzobispo fray García Guerra (1608) que, aunque más modesta, «marcó pautas en el señalamiento de comportamientos y en la apropiación de los lugares claves en el espacio urbano de México» (Morales Folguera, 1991, pp. 10027

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de de España en ostentar el cargo, aunque otro de los aspectos singulares que merece destacarse en torno a su llegada es la existencia de un diario de viaje —redactado por Gutiérrez de Medina—, el único documento conservado de estas características que cubre la ruta de un virrey novohispano desde la salida de su lugar de origen en la península hasta la ciudad de México29. El desembarco del nuevo virrey y todo su séquito era uno de los principales hitos celebrativos del calendario festivo novohispano y, en este sentido, los estudios de Víctor Mínguez resumen bien las implicaciones de la carga simbólica del acontecimiento: El itinerario de los virreyes desde su llegada al continente por el puerto de San Juan de Ulúa hasta la entrada en la ciudad de México, seguía básicamente el periplo conquistador de Hernán Cortés. Existían, por supuesto, condicionantes geográficos que explican la coincidencia de las rutas, pero no hay que descartar en absoluto el argumento simbólico. De alguna forma, el viaje de los virreyes se transformaba en un rito que recordaba la conquista del país a sus habitantes y la lealtad debida a la corona española. Recibir a un virrey significaba recibir a un monarca que lo enviaba30.

Así pues, de entrada cabe decir que el recorrido geográfico que seguía cada virrey hasta la llegada a la capital novohispana, vigente con escasos cambios hasta más allá de la segunda mitad del siglo XVIII, rememoraba la ruta de Cortés y adquiría así una profunda significación como ritualización de la conquista. Si bien el imperio español era un conglomerado de reinos con distintos rasgos de autonomía y variadas condiciones jurídicas respecto a la metrópoli, y la figura del rey unificaba todos los territorios bajo un orden político y administrativo común, el virrey era su representante directo, por lo que, desde la perspectiva novohispana, este tipo de ceremonial era

102). Hernández Reyes también señala cómo los actos festivos en torno a la llegada del marqués de Villena transcurrieron durante cinco meses (Hernández Reyes, 2009, pp. 339-340). 29 Similar, aunque sólo relata el itinerario del virrey tras haber desembarcado en Veracruz, es el diario manuscrito que redactó Diego García Panes en calidad de «curioso observador» y acompañante del séquito del virrey marqués de las Amarillas (1755). Este segundo testimonio resulta revelador en tanto que certifica la vigencia de todo el ceremonial en torno a la llegada de un nuevo virrey hasta la entrada del marqués de Croix (1766-1771). 30 Mínguez, 1995, p. 32.

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también la ocasión en la que reivindicar los privilegios adquiridos. La pompa en torno a su recibimiento era también un recordatorio para el nuevo mandatario, que debía comprometerse a respetar el acuerdo establecido entre la Corona y los conquistadores y sus descendientes: Ese pacto entre el rey y sus súbditos tomaba cuerpo en un rito que se iniciaba con el desembarco del nuevo virrey en Veracruz y que terminaba cuando éste se instalaba en el palacio de gobierno de la capital.Todos los lugares por los que pasaba la comitiva virreinal, los recibimientos que en ellos se le hacían […] tenían un profundo significado para los novohispanos, pues con ellos se expresaba que su reino estaba en una posición de igualdad con respecto a la metrópoli31.

Desde Veracruz hasta la ciudad de México, se producían diversas paradas y entradas en diferentes ciudades o poblados; dentro de la ruta, las entradas más importantes tenían lugar en Veracruz,Tlaxcala, Puebla, Cholula, Huejotzingo, Otumba y, finalmente, la ciudad de México. Como apunta Rubio Mañé, se trataba de una especie de «marcha triunfal desde Veracruz hasta la ciudad de México» que congregaba a muchos de los habitantes de Nueva España para presenciar de cerca la solemne bienvenida al nuevo mandatario y rendirle homenaje. De entre todos destacaban los indios, que acudían «bailando en su estilo típico en las ceremonias y con sus propios atuendos de gala y plumas multicolores»32. Su presencia como público receptor y a la vez como activo participante en la fiesta novohispana está plenamente documentada y, ya desde fechas tempranas —a partir de 1530—, aparecen en las actas de cabildo referencias a «lo acostumbrado» para sistematizar su participación en una práctica festiva precedente33.Así, por ejemplo,Torquemada, en su Monarquía idiana, relata cómo, cuando Cortés se disponía a abandonar Tabasco, coincidiendo con el domingo de Ramos, los indios participaron en la procesión «ricamente aderezados […] llevando todos ramos en las manos, con la mayor pompa y devoción que se pudo»34. Asimismo, en la Carta del padre Pedro Morales, también se explica cómo en los festejos jesuitas por la llegada de una importante remesa de reliquias que el papa Gregorio XIII envió a México (1578), una orden del virrey convocó

31 32 33 34

Curiel y Rubial, 2002, pp. 45-46. Rubio Mañé, 1983, vol. I, p. 119. Gonzalbo, 1993, p. 24. Tomado de Gonzalbo, 1993, p. 26.

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a los indios que vivieran hasta a seis leguas de la ciudad a que fueran a la fiesta con sus trompetas, chirimías, clarines y demás instrumentos musicales, y éstos se ofrecieron a hacer «a su costa arcos y fiestas de más arte y traza que acostumbran»35. Así, en este ceremonial de bienvenida se observan dos rituales conmemorativos fundamentales: los arcos de triunfo y distintos festejos dispuestos por los cabildos y autoridades eclesiásticas (toros, fuegos artificiales, representaciones teatrales, máscaras, desfiles, arcos de triunfo…) y las ceremonias de bienvenida que organizaban los indios a lo largo de todo el camino. Los fastos de bienvenida que se habían dispuesto para el recibimiento del marqués de Villena (1640), acordes a su máxima dignidad nobiliaria, superaron la pompa habitual en este tipo de celebraciones. Las actas de cabildo de la ciudad de México atestiguan cómo se previno la ordenanza que mandaba limpiar las calles por donde iba a pasar el funcionario real y que «la plazuela se limpie y se acabe de empedrar», así como que se adecentaran los aposentos del Corral del Coliseo donde se iban a representar las comedias, para que las representaciones «se dispongan lo más decentemente que se pueda». Del mismo modo, también se mandaba que hubiera «luminarias generales la noche de entrada de Su Excelencia y […] fuegos y faroles», así como que las fiestas de toros se guardaran para cuando el marqués hubiera descansado. Otra curiosa consigna recogida por el cabildo era que «se dé todos los días de fiesta colaciones ricas a Su Excelencia, tribunales y obispos […] todo lo cual se ha de ejecutar precisamente sin admitir disculpas»36. Buena muestra de los festejos de indios al recibimiento del marqués de Villena son los que el diario de Gutiérrez de Medina describe en la llegada del nuevo virrey a Tlaxcala: Y atendiendo Su Excelencia a no ser cargoso en nada, no quiso que hubiese toros, que estaban prevenidos, si bien los indios nobles no dejaron de mostrar, a su usanza, la alegría que sentían, con un castillo de chichimecos que desnudos salían a pelear con fieras, haciendo tocotines y mitotes, que son sus saraos antiguos, con muchas galas a su usanza y muchas plumas preciosas, de que forman alas, diademas y águilas, que llevan sobre la cabeza.Y de esta suerte, cantando en su idioma, estaban todo el día sin cansarse en su sarao, danzando37.

35 36 37

Morales, 2000, pp. xxii-xxv. Tomado de Bravo, 2005, p. 456. Gutiérrez de Medina, Viaje de tierra y mar, pp. 58-59.

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La ciudad de Tlaxcala era uno de los gobiernos especiales de Nueva España, junto a Veracruz y Acapulco. Mientras que los dos últimos enclaves eran distinguidos por su situación geográfica, la primera lo era por los especiales fueros y privilegios que ostentaba desde el siglo XVI, en reconocimiento simbólico y administrativo a la decisiva ayuda brindada a Cortés en su triunfo sobre Moctezuma. A lo largo del siglo XVII, cuando ya sólo quedaban reductos de comunidades indígenas nómadas en el norte del país, temidas por su fiereza, se consolidó una nueva visión del bárbaro norteño y el nombre de chichimeca, aludiendo a la bravura tlaxcalteca, continuó como su principal sinónimo. La convención del emplumado semidesnudo se convirtió en el bárbaro fingido, vestigio del temido y verdadero, aunque ya desaparecido, chichimeco. Son varios los testimonios que atestiguan la necesidad de representar a chichimecas fingidos en el ámbito de la fiesta, tal y como confirma el siguiente fragmento de las Glorias de Querétaro de Sigüenza y Góngora (1680): «una desordenada confusión de montaraces chichimecos, que sin otra ropa que la que permitió la decencia, y sin más adorno que los colores terrizos con que se embijan los cuerpos, aseadas las desgreñadas cabezas con descompuestas soeces plumas, y casi remedo de sátiros fingidos o de los soñados vestigios, horrorizaban a todos con algazaras y estruendos, mientras jugando de los arcos y las macanas, daban motivo de espanto con el bárbaro espécimen de sus irregulares y temerosas peleas»38. En lo que atañe a los programas iconográficos ideados por los cabildos y autoridades eclesiásticas, el diario del viaje del marqués de Villena es de nuevo un claro ejemplo del papel que jugaba la emblemática en este tipo de construcciones efímeras. Gutiérrez de Medina selecciona en su diario dos emblemas del arco de triunfo capitalino para su bienvenida: el águila y el pelícano.Ambos tienen en común el carácter protector que desempeñan frente a sus polluelos, lo que permite suponer que la selección llevada a cabo por el relator del Viaje no fue fortuita y, en este sentido, se cumpliría la ecuación que previamente se intuía por la que las virtudes exhibidas por el marqués de Villena con los miembros de su flota serían también extrapolables a los súbditos novohispanos, simbolizados en los polluelos de ambos emblemas. Así, la conclusión final en la écfrasis del águila revela los valores de protección que, como emblema de poder, se esperaban desde Nueva España del nuevo virrey:

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Ángeles Jiménez, 2005, pp. 405-406.

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que por esto, quizá, no sin particular providencia, México tiene ya águila por armas, para que, como ella [el águila], sus gobernadores lleven sus súbditos polluelos, no como las demás aves arañando, sino sobre sus hombros para defenderlos39.

Los mismos valores de amparo y defensa se desprenden del emblema del pelícano, que, además, confirman la ilusión que despierta la elección del nuevo virrey, grande de España y, además, primo tercero de Felipe IV: un pelícano con sus polluelos, sobre un tunal de las armas de México, dándoles su sangre como alimento, sobre la cabeza y corona la letra Philipo IIII, el Grande y debajo: Pro legue et pro Grege. La española: México advierte el querer de tu Rey en los Villenas, si la sangre de sus venas te da, ¿qué más pudo hacer?40

Si el diario de Gutiérrez de Medina constituye un campo fértil para el análisis de la entrada del marqués de Villena, que, desde 1640, sería la que marcara la pauta del ceremonial panegírico en la entrada de un nuevo virrey, ahora es el diario manuscrito de Diego García Panes (1730-1811), el que permite acotar las vicisitudes protocolarias que imponía la presencia de una virreina en toda la etiqueta festiva. Cabe decir, de entrada, que el tratamiento panegírico a las virreinas novohispanas fija, a grandes rasgos, los mismos parabienes que se estipulan para el virrey, aunque la vida cotidiana en el espacio de la corte novohispana se encargará de fijar su especial perfil como consorte del gobernante y, por tanto, también sus atributos simbólicos quedarán del mismo modo bien delimitados. Si bien desde la época de Carlos V la corte española se regía por el ceremonial de los grandes duques de Borgoña, basado en el ocultamiento de la persona del monarca para salvaguardar la dignidad y el respeto de sus súbditos, en la corte virreinal el protocolo dictaba justamente lo contrario, puesto que Para encarnar la autoridad de un rey invisible y lejano como el de España era necesario, paradójicamente, un virrey muy visible, con la suficiente jerarquía y 39 40

Gutiérrez de Medina, Viaje de tierra y mar, p. 78. Gutiérrez de Medina, Viaje de tierra y mar, p. 83.

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dignidad para autorizar sus actos de gobierno e imponer la obediencia a la orgullosa oligarquía criolla. Para ello, además de designar al cargo a miembros de la alta nobleza castellana, se concedió a los virreyes el uso de distintos símbolos de la potestad real, como el ser recibidos bajo palio procesional en su entrada triunfal a la capital, el derecho a usar un tiro de seis caballos en el carruaje y el goce de una escolta personal armada y uniformada, la famosa guardia de alabarderos41.

Esta visibilidad con la que se contempla la figura del virrey en los ceremoniales públicos de ostentación de la autoridad no aplica de la misma manera para su consorte. El diario de García Panes permite acotar las vicisitudes protocolarias que impone la presencia de una virreina en toda la etiqueta festiva. En el autógrafo de dicho Diario aparecen constantes precisiones a partir de las fórmulas «Y si va virreina» o «En caso de que el nuevo virrey lleve esposa» o «Cuando ha ido virreina», etc. Esas distinciones pueden resumirse bajo dos rubros. El primero afecta a las cuestiones eminentemente prácticas de desplazamiento que supone el viaje desde Veracruz hasta la ciudad de México y que implican la distribución de todo el cortejo en literas. Por ejemplo, ya desde la ciudad portuaria se impone una premisa básica para todo el tránsito en carretera: disponen despachar por delante no sólo el grueso del equipaje, si[no] también lo más de la familia, quedándose únicamente los precisos sujetos que deben seguir a su excelencia, como son el secretario que traiga de su confianza (que todos lo traen aunque haya del virreinato), el caballerizo, mayordomo, un ayuda de cámara, un cocinero, un repostero y algún otro sirviente de esta clase. Esto es viniendo solo el virrey, pero si hay virreina son necesarios en su inmediación lo menos dos pajes de cuatro o seis que debe tener un virrey de México, las criadas, dos lacayos y algunos otros sirvientes que necesite la virreina. Pero siempre es muy conveniente que el grueso de la familia se despache por delante, encontrando ésta en todos los tránsitos el obsequio y asistencia correspondiente. [...] A Veracruz baja el caballerizo o persona allegada del obispo de Puebla de los Ángeles a cumplimentar al nuevo virrey, llevando una hermosa litera para su excelencia [...] Si va virreina es lo corriente que ocupe en el recorrido la litera del obispo de la Puebla, y para el virrey se hace traer otra del pueblo de Jalapa, como las que se necesite para las criadas y allegados de distinción del virrey [...]

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Escamilla González, 2005, pp. 378-379.

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Advirtiéndose que la marcha en litera la hace solo el virrey en la suya, y lo mismo la virreina, para ir con más comodidad y desahogo42.

El siguiente apartado de distinciones afecta a la etiqueta y al protagonismo simbólico del virrey como nuevo gobernante y representante directo de la monarquía hispana. Puede verse en los fragmentos de narración que se ocupan de la llegada a las ciudades en las que el virrey hace entrada pública a caballo, como ocurre al desembarcar en Veracruz,Tlaxcala, Puebla, Otumba, Chapultepec y México. En este caso, el protocolo impone que la virreina se adelante para conceder todo el protagonismo al virrey y espere, junto al resto de las nobles locales, la entrada pública de su esposo. Sirva de ejemplo la entrada en Tlaxcala, la segunda que aparece descrita en el Diario de García Panes, tras haber tratado el desembarco en Veracruz: mísero y muy corto, pero memorable porque en él fue donde el invicto capitán Hernán Cortés firmó las paces con la valerosa nación tlaxcalteca. Por eso ha sido la ciudad de Tlaxcala la primera en donde los virreyes hicieron sus entradas públicas a caballo, y como este ceremonial se ha hecho siempre con la mayor pompa y lucimiento, era preciso que a las once del día llegase el virrey a la inmediación de Tlaxcala, donde dejaba los coches para montar a caballo. Cuando ha ido virreina, ésta sigue sin detenerse a apearse en el palacio o casas capitulares de la ciudad, para ver desde sus balcones la lucida entrada pública del virrey43.

42

García Panes, Diario particular..., pp. 78-80. El fragmento trata sobre el paso por Alahuazán, el lugar exacto donde se cree que Cortés firmó la paz con los tlaxcaltecas (García Panes, Diario particular..., p. 96). El Diario resume a continuación la entrada pública en la ciudad y el recibimiento con arco triunfal y loa: «Con este orden y aclamaciones del pueblo llegaba el virrey hasta la esquina de la plaza principal y del palacio, donde estaba erguida una hermosa perspectiva de arco triunfal, pintadas en jeroglíficos las acciones ilustres del nuevo virrey, figurando las puertas cerradas mientras que desde un tablado hace el elogio en verso un sujeto instruido en ello, que concluida la arenga abren las puertas, entrando por ellas el virrey con comitiva y aclamaciones, que sigue así hasta el atrio de la iglesia mayor, donde después de hacer oración al modo que se dijo en Veracruz [es decir: «Entrando en la iglesia, besa la cruz que le presenta el Preste y toma el agua bendita de su mano, siguiendo al presbiterio al lado del Evangelio, donde le tienen puesto sitial e insignias de Vicepatrono, y hace oración mientras el coro canta el Te Deum o salve con más o menos ostentación, según las iglesias.Y esto es en todas», García Panes, Diario particular..., pp. 74-75], pasa a descansar a su morada del palacio o casas capitulares, donde permanece tres días después, esmerándose en obsequios los indios con muchos castillos de fuego y fiestas de toros. En uno 43

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Esta última apreciación nos sitúa ya en el espacio de visibilidad de la virreina y resulta útil para extraer algunas conclusiones sobre el espacio público que se asigna a la esposa del virrey en la vida novohispana. De su presencia notable da cuenta la preocupación de la etiqueta por asignarle un lugar preponderante que, aunque secundario, no eclipse la preeminencia de su esposo como mandatario político. Como consorte, su protagonismo simbólico en el exclusivo momento de las entradas a caballo del virrey en cada ciudad se relega al segundo plano del balcón, pues los privilegios que ostenta el virrey en la toma de posesión proceden directamente de su función como representante de la Corona. Una vez instalados en la corte novohispana, el papel desempeñado por la virreina seguirá las mismas directrices, puesto que tampoco existe una reflexión teórica acerca de las funciones ideales de una virreina. A pesar de ello, puede establecerse que existe una constante preocupación protocolaria por enmarcar la presencia social de la virreina en una especie de segundo espacio, más discreto y menos visible que su esposo. En este sentido, la arquitectura de los edificios oficiales adquiere el valor de referencia para esta metáfora del ocultamiento femenino, destacando «el balcón de la virreina» del Real Palacio de México, una «celosía de madera dorada y ensamblada detrás de cuyos cristales la esposa del gobernante y sus damas podían contemplar la plaza Mayor sin ser vistas»44 y la tribuna cerrada que en la catedral, detrás del estrado y al lado de la banca para los criados mayores del virrey, se colocaba para que la virreina pudiera seguir los servicios religiosos oculta de las miradas del pueblo45. A la vista de todo ello, podría decirse que social y, por lo tanto, simbólicamente, la virreina ejerce su posición pública desde una especie de ocultamiento visible. Trazadas las pautas del protocolo en torno al recibimiento de un nuevo virrey, el texto que cierra este capítulo es la relación que Antonio Ramírez Santibáñez escribió a raíz de la entrada del conde de Paredes en la ciudad de México en 1680. El impreso plantea varios aspectos de interés. Lo primero que llama la atención es el título: Pierica narración de la plausible pompa con que entró en esta imperial y nobilísima ciudad de México el Exmo. señor conde

de estos tres días suben a visitar el portentoso santuario de María Santísima de Ocotlán, que con justo motivo veneran allí sus moradores por Patrona, y aunque la iglesia está sobre un cerro, se sube en coche hasta ella» (García Panes, Diario particular..., pp. 98-99). 44 Escamilla González, 2005, p. 387. 45 Escamilla González, 2005, p. 390.

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de Paredes, marqués de la Laguna, virrey gobernador y capitán general de esta Nueva España, y presidente de su real audiencia y cancillería, que en ella reside. El día 30 de noviembre de este año de 1680 [...]. Es toda una declaración de intenciones por parte de Ramírez Santibáñez que encabece su título con una alusión a la Pieria, escenario cercano al monte Olimpo en el que, según la mitología, habitaban Orfeo y las musas46. Esa toponimia inicial enmarca el continuo diálogo que, como eje estructurador, el relator establece con su musa a propósito de sus capacidades para glosar la magnitud del festejo. Otro aspecto que se desprende del título, al glosar la fecha exacta de entrada en la portada, es el detalle minucioso con el que el bachiller describe los fastos y que coinciden con todas las circunstancias que Robles recoge en su diario47. La cultura letrada y el preciso conocimiento de todos los aspectos que rodearon la entrada del nuevo virrey exhibidos por Ramírez Santibáñez, ya en la portada de su relación, son sintomáticos de su pertenencia a la élite criolla que a finales del siglo XVII ostentaba unos rasgos de identidad bien definidos. No es casual que los encargados del diseño de los arcos de bienvenida del ayuntamiento y la catedral fueran, respectivamente, Carlos de Sigüenza y Góngora y sor Juana Inés de la Cruz, dos de los máximos exponentes de esta nueva generación criolla. La bibliografía de Medina apunta sobre Ramírez Santibáñez que, natural de la ciudad de México, fue bachiller en teología, cánones y opositor a las cátedras de la universidad, y tenido «por uno de los buenos oradores eclesiásticos de su tiempo; y el virrey conde de Moctezuma hacía tanto aprecio de sus virtudes y letras, que le concedió licencia de imprimir sus opúsculos, sin previo examen y censura de otro»48. En este sentido, las refe46

Bravo, 1999, p. 51. Así lo confirma Robles: «Flota de España.- Jueves 19, entró correo al amanecer, a las dos, con nueva flota de doce naos, con virrey el marqués de la Laguna con virreina; obispo de Cuenca el señor arzobispo y virrey de México: repicose a las cuatro de la mañana; amarrose esta flota el domingo 15 de éste; vino gentilhombre, caballero del orden de Santiago» (Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 286). Rubio Mañé comenta al respecto que antes de hacer su entrada solemne en la capital resolvió pasar a México, ver el palacio de los virreyes y más tarde trasladarse y tomar posesión. Después de visitar al arzobispo el domingo 3 de noviembre, inspeccionó el palacio y dio instrucciones para su traslado. Cuatro días después se mudó definitivamente a ese palacio y, reunida la Audiencia en real acuerdo ese día, jueves 7, hizo el juramento y tomó posesión. La entrada solemne se hizo el sábado 30 del mismo mes (1983, I, p. 155).Todos estos detalles se plasman también en la Pierica narración. 48 Medina, 1989, vol. 2, p. 523. 47

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rencias mitológicas que a lo largo del poema se convierten en argumento laudatorio son, además, una clara exhibición de su formación como bachiller. Su condición letrada queda también patente en la intertextualidad que surge al reproducir en cursiva los versos iniciales del romance satírico de Quevedo al conde de Sástago: «Al que de la guardia ha sido / si no ángel, capitán»49. Otra alusión libresca, al evocar el título de la comedia calderoniana El príncipe constante, favorece el elogio a fray Payo Enríquez de Rivera, que desde 1673 hasta 1680 ejerció de arzobispo y virrey de Nueva España: 140.- Con el cabildo elegante a recibirlo salió aquel que con penacho amante seis años representó el Príncipe más constante. 141.- Aquel héroe peregrino, aquel príncipe que ufano unió católico y tino el ser señor a lo humano y pastor a lo divino.

Una de las principales novedades de la Pierica narración, respecto a la prosa habitual en las relaciones sobre las entradas de virreyes, es que está escrita en octosílabos, como un romance narrativo escrito en quintillas, con rima indistintamente alterna y pareada en cada quinteto, lo que otorga un ritmo ágil a toda la descripción, junto con las repeticiones y continuos juegos sémicos. En el texto se intercalan tres sonetos: dos de elogio a los virreyes y el último, tras el FINIS, del bachiller Martín de Olivas —maestro de latín de sor Juana50—. Según Dolores Bravo, la elección del verso apunta en una clara dirección, ya que puede interpretarse que sigue modesta y limitadamente, tanto en forma métrica como en magnitud y vuelo literario, el ejemplo de la Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena, quien en su gran poema en endecasílabos, no sólo ofrece uno de los más suntuosos, sofisticados y variados registros léxicos del cultismo en el Siglo de Oro,

49 50

Quevedo, Obra poética, vol. II, p. 239. Bravo, 1999, pp. 57-59.

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sino que da una crónica fiel de las instituciones, artes, oficios y riqueza de su magnificada ciudad de México51.

En efecto, la narración de Ramírez se caracteriza por glosar todos los pormenores en los fastos de bienvenida de la entrada del nuevo virrey. De entre los fidedignos detalles de la entrada de 1680, deben destacarse las elogiosas y complacidas descripciones del palacio de Chapultepec (27-54); las referencias a la representación de comedias (60); las corridas de toros (6170)52, así como del toreo a pie que solían ejecutar los indios (71-73)53; la música del desfile (74); el achaque que sufrió el conde de Paredes antes de realizar su entrada en la ciudad54 (76-84); la muerte de Alonso Ramírez Val-

51

Bravo, 1999, p. 54. Sobre la incorporación de dicha costumbre a los festejos de bienvenida al virrey, Nicolás Rangel comenta lo siguiente: «Los toros que se lidiaban en las fiestas durante los dos primeros siglos coloniales, eran proporcionados por los que tenían rematadas las carnicerías de esta capital. Desde 1535, fue costumbre festejar a los virreyes que llegaban con tres días de corridas; debiendo el obligado de las carnicerías prevenir 100 toros buenos y encerrarlos en toriles diferentes, debiendo ser, precisamente, de las ganaderías de Peredo y de los Salcedos; costumbre añeja fue también que en las fiestas de septiembre hubiera dos toros embolados y que se diera un premio al que diera la mejor lanzada. Para estas fiestas se ponía un volador en medio de la Plaza Mayor y trompetas y atabales saludaban la entrada de las cuadrillas. El juego de cañas comenzó a verificarse en el año de 1537, en cuyo año dispuso el Ayuntamiento que se dieran, a los que jugaran, toldillos de géneros de la tierra para libreas, sobrepasando en suntuosidad año por año, hasta llegar a ser verdaderamente regias estas diversiones, por lo rico de los ropajes que usaron los caballeros que en ellas tomaron parte» (1924, p. 8). 53 Según Claramunt, la destreza y afición de los indios americanos a los toros es notable a lo largo de las descripciones de historiadores durante todo el siglo XVI: «vaquear, lazar, manganear, pealar y colear eran actividades muy comunes en el ámbito rural y debieron ser curioso espectáculo cuando se traían dichas suertes a la ciudad» (Claramunt, 1989, vol. I, p. 102). Claramunt también reproduce algunos casos significativos de las aspiraciones de indios y mulatos por convertirse en toreros: «uno de ellos causó admiración a los inquisidores, porque era capaz de aguardar a cuero limpio a los toros y en una especie de quiebro ponerles en los pitones dos naranjas. Se sabe que a un mestizo de apellido Rodríguez, el demonio le preguntó lo que más le gustaría aprender. Rodríguez, que había sellado el pacto diabólico con su sangre, respondió: el oficio de torero.Allí mismo, según el proceso, apareció un toro y un experto maestro en tauromaquia que dio lecciones al mestizo, una de las cuales era la de evitar los toros negros, porque solían llevar al demonio en los cuernos» (1989, vol. I, p. 101). 54 «Viernes 8, amaneció el virrey malo de la orina y lo sangraron, con que se dilató la entrada» (Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 290). 52

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dés, corregidor de México55 (85-88); las decoraciones efímeras (91-98); la entrada a caballo del virrey y la procesión capitalina (99-119); el panegírico a la virreina y a las damas (120-123); los arcos de triunfo de Sigüenza y Góngora (132-138) y de sor Juana Inés de la Cruz (139-146); la intervención de una cómica para el recitado de las loas (140); el Te Deum (147) o los fuegos artificiales (149).

55 «Y al corregidor D.Alonso Ramírez de Valdés, que lo es de México, le dio tabardillo [el Viernes 8]. Martes 12, sacramentaron al dicho corregidor D. Alonso Ramírez Valdés, caballero de la orden de Alcántara. [...] Jueves, 14 murió el dicho corregidor, a las dos de la mañana» (Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 290).

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TEXTO: Pierica narración de la plausible pompa con que entró en esta imperial y nobilísima ciudad de México el Exmo. señor conde de Paredes, marqués de la Laguna, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España, y presidente de su Real Audiencia y Cancillería, que en ella reside. El día 30 de noviembre de este año de 1680, que consagra obsequioso al señor don Luis Carrillo de Medina y Guzmán, hijo segundo de los señores condes de la Rivera, capitán de la Armada Real, gobernador que fue de los bajeles que condujeron el socorro a los estados de Flandes el año de 1666 y capitán de la guarda de su Excelencia, habiéndolo sido de los dos señores Excelentísimos, sus antecesores, el bachiller Juan Antonio Ramírez Santibáñez. Con licencia de nuestros Superiores. En México, por Francisco Rodríguez Lupercio. Año de 168056. 1.- Musa, en México esta ves57 has de cantar, a fe mía, aunque te avergüences, pues el que ya no cantes les hace a todos armonía. 2.- Avergonzada te admiro, pero aquesta cortedad deja, que tu suavidad, puesta que está hecha al Retiro58, cantará con majestad. 3.- Inspiración gozarás de las musas, con donaire soplarante59 cantarás 56 Manejo el ejemplar depositado en la Benson Collection de la Biblioteca de Austin,Texas, con la signatura GZ 972.02 P197 V. 3. L. Las quintillas van numeradas correlativamente. Hay ediciones modernas y parciales del texto de Farré (2006, 73-88) y Tenorio (2010, 709-723). He mantenido los rasgos de seseo cuando se daban en las palabras finales de verso. 57 ves: mantengo el seseo por ser final de verso. 58 Retiro: se refiere al palacio del Buen Retiro, construido a las afueras de Madrid por orden de Felipe IV como segunda residencia y lugar de recreo 59 soplarante: se emplea esta fórmula por exigencias del cómputo silábico, en lugar de soplante, participio presente de soplar en el sentido de «inspirar o sugerir algunas noticias o especies; y así se dice que sopla la Musa» (Aut.).

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y en un soplo escribirás cosas de muy lindo aire. 4.- Pierde, pues, en conclusión el miedo, cantando fiel la festiva discrepción, que no errarás el papel si aciertas la relación. 5.- De septiembre a diecinueve entró el correo galante de la flota, y entró breve, porque aún no había el dios brillante60 dejado el lecho de nieve, 6.- conque la volante Fama, que a la ciudad alborota y al nuevo virrey aclama con las nuevas de la flota, a Apolo cogió en la cama. 7.- Mas después con alegría en la Matriz61 dulce salva se oyó cuando amanecía, diciendo unos «es al día», pero otros «no, sino al alba». 8.- Mas luego, por lo aclamado, el anhelo y diligencia supo, cesando el cuidado, que al puerto había ya llegado la flota con Excelencia. 9.- De todos bien recibida fue la nueva, y era justo, pues la Rivera62 movida de la Laguna63 su gusto 60 dios brillante: como se confirma en los siguientes versos, el dios brillante se refiere a Apolo, cuyo lecho de nieve es la Aurora. 61 Matriz: alude a la catedral, ya que, «en su sentido riguroso vale lo mismo que madre, y así se dice iglesia matriz, la principal entre otras» (Aut.). El repique de campanas de la catedral fue el primer anuncio de la llegada del nuevo virrey a la ciudad. 62 Rivera: se refiere a fray Payo Enríquez de Ribera, virrey saliente. 63 Laguna: alude al nuevo virrey, el marqués de la Laguna.

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dijo a campana tañida. 10.- A dar gracias partió ufano como arzobispo y virrey64, que aunque es con todos humano, en cosas de nuestro rey se muestra muy soberano, 11.- cuya pérdida sintiera México, siempre leal, si en su mexicana esfera Laguna de tal raudal no anegara su Rivera. 12.- Mas con todo fue instrumento tanto gusto de pesar, pues con equívoco acento era el contento llorar y el llorar era contento. 13.- Los balcones adornados de cera a la noche ardieron en palacio y, estremados todos, lucidos se vieron con aseos de encerados. 14.- Por sagrado y por asilo, vieron todos que escogieron las hachas con buen estilo de quienes hacer supieron los brillos, cera y pabilo65. 15.- Por las calles barallaban66 las luminarias lucidas y, cuando más se quemaban, parecían más queridas

64 Fray Payo Enríquez de Rivera, que, además de arzobispo, ostentaba el cargo de virrey interino (1673-1680). 65 hacer de uno cera y pabilo: «Frase que explica la docilidad de alguna persona para dejarse reducir a que haga lo que se pretende o desea» (Aut.). Es decir, que los encargados de las luminarias y los fuegos hicieron su elección lucida. 66 barallar: en sentido figurado, barallar («tener cuestiones y pendencias», Aut.) alude al movimiento y competencia de las luces, tal y como se explica en la siguiente estrofa.

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porque entonces se abrasaban. 16.- Con emulación lucían, llegándose a competir, y así fogosas reñían, porque todas por lucir unas con otras se ardían. 17.- Su Excelencia se negó al palacio con decencia, que al palacio en que vivió su Excelencia le dejó, no el palacio a su Excelencia. 18.- Un martes, día infelice, la salida prevenida tuvo, la cual asistida de la nobleza felice tuvo muy linda salida. 19.- Como un adonis galán, afable, urbano y cortés salió el timbre de Guzmán, el que de la guarda es, si no ángel, capitán67. 20.- Ya, musa, el genio te ve prevenir doctos pinceles para pintarle y no sé, musa, si podrás, aunque al diestro Apeles apeles. 21.- Mas, pues no te es embarazo el pintarle, aunque lo excusas con Museo68, desembarazo,

67 Guzmán [...] capitán: es el capitán de la guardia del virrey, Luis Carrillo de Medina y Guzmán, por medio de la alusión intertextual al romance satírico al conde de Sástago, de Quevedo: «Al que de la guardia ha sido, / si no ángel, capitán» (Quevedo, Obra poética, vol. II, p. 239). 68 Museo: es el mítico cantor hijo de Selene (la Luna) y educado por las musas, a quien hace referencia su nombre. Su padre era Eumolpo o bien Orfeo, a quien también se le hace su maestro. Al parecer, curaba con su canto (Diccionario de la mitología clásica, pp. 443-444)

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di que iba sobre Pegaso el Apolo de las musas. 22.- La Audiencia con bizarría de licurgos69 y trajanos, dispuesta con gallardía, sobre bridones ufanos por el guion se seguía. 23.- Su Excelencia, con prudente acuerdo, a todo dio lustre, pues iba gallardamente, si, como arzobispo, ilustre, como virrey, excelente. 24.- Con amor se despedía en Santa Ana, sus blasones multiplicando a porfía, en donde a su compañía le echó dos mil bendiciones, 25.- en cuya bizarra acción coligió México fiel, con amante aclamación, que había salido del gobierno con bendición. 26.- A este tiempo la ciudad toda prevenciones era con notable agilidad; mas, ¿qué mucho, si es la esfera donde luce la lealtad? 27.- En Chapultepec le ofrece a su Excelencia una quinta, que ser pintada merece de mi musa, pues parece que ya con acierto pinta. 28.- A espaldas de un levantado monte yace, ¡oh risco hermoso!, pues que le advierte el cuidado,

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licurgos:‘legisladores’, por alusión a Licurgo, famoso legislador espartano.

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por la arboleda, montuoso, y, por lo fuerte, arriscado, 29.- cuya dureza desdeña puntas de aguzadas barras, porque entre una y otra breña, guarnecido de pizarras, rústicamente se empeña70. 30.- De sus montuosos costados se ven salir diferentes caños; unos arqueados, otros firmes y excelentes, como bien amurallados; 31.- por ellos con demasía, según su cariño fragua, toda su riqueza fía, pues a la ciudad envía líquida plata como agua. 32.- Aquí, pues, yace un palacio, cuya arquitectura es envidia del arte, pues es, viendo su hermoso espacio, un mexicano Aranjués71. 33.- Dos patios le dan entrada; los cuartos le hacen vistoso, la arquitectura estremada se ve, con que, por lo hermoso, es la bella retirada. 34.- El cuarto de los señores virreyes a un singular jardín cae, cuyos olores son, si bien se ve, de azar, que son azahares sus flores, 35.- porque el azar ha querido en este hermoso jardín

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se empeña: es decir,‘se hace peña’. Aranjués: mantengo el seseo por ser final de verso.

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tirar gajes de entendido o de vivo, pues que sin ser hábil es trascendido. 36.- Bellísimos escuadrones de rosas rojos imprimen colores y en ocasiones las verdes hojas que imprimen les numeran los botones72. 37.- Una caudalosa fuente de derretido cristal le llena famosamente, cuyo nevado caudal tiene muy lindo corriente. 38.- Una huerta muy experta en el florecer se ve; con mil flores se concierta, en donde la vista se huelga como en una huerta. 39.- La hortaliza da placer, la cual a callar te arrojas, musa, y es bien, a mi ver, porque eso será coger el rábano por las hojas73. 40.- Clicie74 con fina porfía a Febo seguir se ve y así está su bizarría descolorida; sí, a fe, porque anda al sol todo el día. 41.- Un bosque de caza hermoso a espaldas de este retiro

72 botón: «Flor cerrada y cubierta de las hojas que unidas la defienden, hasta que se abre y extiende» (DRAE). 73 tomar el rábano por las hojas: «Frase metafórica que vale invertir el orden, método o colocación de las cosas, haciendo las primeras, últimas, o al contrario» (Aut.). 74 Clicie: era una ninfa enamorada de Apolo. Al abandonarla este, se convirtió en una flor, pero, enamorada del Sol o Febo, seguía su curso a lo largo del día: es el girasol.

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se admira y, aunque es umbroso, el conejuelo medroso en él no se pone a tiro. 42.- Con destrezas superiores cantan suaves avecillas en su maleza primores, en la cual están las flores a las dos mil maravillas. 43.- Aquí, pues, con desigual afecto, el corregidor con su regimiento leal, como presto en el amor, anduvo muy liberal. 44.- Toda la casa adornada tuvo con riqueza intensa, de telas bien matizada; tanto, que al verla colgada, la Fama estuvo suspensa. 45.- De brocados de riquezas todas las salas se hallaron llenas con iguales proezas, que a las pobres las colgaron porque eran muy lindas piezas. 46.- En fin, las salas lucían vistosamente colgadas, en las cuales, como veían las telas amilanadas, los colores se encendían. 47.- El oratorio alabar quiero entre conceptos dos, por estar tan singular, que fue para celebrar y para alabar a Dios. 48.- De los espejos, las caras luces con dorados arcos fueron nombradas por raras, pues fueron sus lunas claras y sus cercos fueron marcos.

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49.- Cada cuadra adorno gosa75 de unos escritorios bellos, luciendo en todo graciosa la hermosura, pues con ellos estuvo —cierto— preciosa. 50.- Las alfombras que lucieron por los salones sin par, como graves se extendieron; por los estrados salieron condenadas a arrastrar, 51.- con que, sin causar desvelos, salieron por los estrados los doseles arrimados, las alfombras por los suelos y los cojines borlados. 52.- Una cama sin desdoro llena estaba de bordados, quienes con grave decoro estaban tan aliñados, que eran unos pinos de oro. 53.- Otra no tenía par en el adorno y esmero; de espejos se vía adornar, que, por ser todos de acero, eran espejos de armar. 54.- El mirador disponer se vio con raro primor de países, dando placer a todos, que un mirador es una cosa de ver. 55.- Aquí, pues, sus Excelencias a treinta de octubre entraron, donde sus reales presencias los ciudadanos ganaron haciendo sus diligencias.

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gosa: mantengo el seseo por ser final de verso.

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56.- Con amoroso cuidado la ciudad, según sospecho, le tuvo aquí regalado tanto, que juzgo ha quedado de su lealtad satisfecho. 57.- De ningún modo podré los manjares describillos por ser tantos, y porque siendo tantos, de ellos se han hecho muchos platillos76, 58.- con que solo no resisto el decir que con cuidado fue su Excelencia aclamado, siendo de todos bien visto, como también bien mirado. 59.- Con afecto bien decente, los tribunales amados fueron con gala prudente por su orden presentados, haciendo su amor patente. 60.- Las religiones amadas fueron cada día a más; todas fueron presentadas pero solamente las comedias re-presentadas. 61.- Corriéronse toros que a muchos amedrentaban, con ira atemorizaban y, estando picados de verse corridos, bramaban. 62.- El que a pie pretendía osado aguardar el golpe, al ver su furia estaba cuitado, 76 de ellos / se han hecho muchos platillos: el diario de Gutiérrez de Medina ofrece varios testimonios de los opíparos recibimientos que van dispensando a los nuevos virreyes en su peregrinaje desde Veracruz hasta México (Viaje del virrey marqués de Villena, pp. 55, 57, 64, 65, 72…).

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mas el toro le hacía ser, de encogido, desgarrado. 63.- Pero el que sin embarazos valiente osaba esperarle, pasaba dos mil fracasos, pues veía que sin matarle le hacía el toro mil pedazos. 64.- Uno salió que al llamarle se picó con un vaquero, al cual era bien dejarle porque se picaba, pero no hacían sino torearle. 65.- Otro, sin que a nadie inquiete, cobarde al principio fue, luego al peligro se mete furioso, que tanto le hacen al buey, que arremete. 66.- Unos, el vulgo alteraban con denuedo y furia cruel, de los vaqueros temblaban, con que sin amor por el rejón se desatinaban. 67.- Otros con rigor violento de los rejones huían y mostrando brioso aliento, por entre el vulgo corrían con notable rompimiento. 68.- De los silbos los zumbidos a éstos les daban cuidados y acudiendo a los chillidos, siendo los más acosados, andaban más divertidos. 69.- Uno se vio tan furioso que, comenzando a bramar, miraba a todo lugar, mostrándose tan rabioso que le podían torear. 70.- Mas ningún vaquero osaba

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aventurar su rejón, que cualquiera le temblaba aterrado, porque con cualquiera se revolcaba. 71.- En dos voladores dando gusto a su Excelencia, justo había unos indios. Mas, ¡cuándo aquestos no le dan gusto a sus virreyes volando! 72.- En el aire, con desgaire, diestra aquesta pobre grey daba gusto con donaire, que en servicio de su rey parece anda por el aire. 73.- Destrezas hubo esforzadas. A quien es de mano doy, por no entender de estocadas, y porque también no estoy para contar montantadas77. 74.- Sonoramente alternados suaves músicos se oían de noche, bien ajustados al arte, más se rendían a su Excelencia entonados. 75.- Dispúsose del lucido aparato el lucimiento, porque su Excelencia ha sido, según el recibimiento, de todos bien recibido; 76.- pero luego que el contento se presentó a manos llenas, llegó un achaque violento que impidió el recibimiento y tan luego, que fue a-penas. 77.- Su Excelencia -¡qué desdicha!-

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montantada: «Jactancia vana, afectando superioridad u otras cosas» (Aut.).

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de un achaque repentino se vio combatir, que vino juntamente con la dicha lo infelice de un destino, 78.- cuya dolencia cruel le combatió rigurosa; tanto, que intentó furiosa no solo helar el clavel, sino marchitar la rosa78. 79.- Demudose el girasol de ver que el sol enfermase; quejose, pues, su arrebol, y no es mucho se quejase de los achaques del sol, 80.- que como su bizarría al seguirle se aumentó, eterna melancolía y durable mal de no seguirle, se le seguía. 81.- Toda la ciudad sintió el achaque; como leal, mortal pena padeció porque el dolor le dio tal golpe, que la lastimó. 82.- La quinta quiso dejar su Excelencia y, a mi ver, fue discreción singular, que se oscurece el placer a los ojos del pesar. 83.- La medicina prepara el remedio, pues retira el achaque, en nada avara, que su daño no le admira, 78 clavel [...] rosa: con metáforas florales, la relación alude al virrey (clavel) y a la virreina (rosa). En la estrofa 79, el achaque sufrido por el virrey y la preocupación de la virreina por el estado de salud de su esposo se simbolizan en la relación de dependencia entre el sol (virrey) y el girasol (virreina).

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aunque atenta le repara. 84.- Huyose la enfermedad; con diligente aptitud destruyose su crueldad y la señora salud se quedó con sanidad. 85.- Mas, ¡oh parca, que cortaste la hebra con mortal letargo en donde lugar hallaste!, pues adusta, sin embargo, el arpón ejecutaste: 86.- del noble corregidor, la vital hebra rompiste. ¡Qué desdicha! ¡Qué rigor! Pero, ¿qué vida resiste la fuerza de tu furor? 87.- Elogio de su hidalguía, según pienso, fue el morir, pues toda la ciudad vía llorosa que, por cumplir con su oficio, se moría. 88.- ¡Oh, Cloto79, qué prevenida tienes la funesta suerte, pues cuando la humana vida la trama quebrada advierte, ya se la tienes urdida! 89.- Mas, ¿qué digo? Deja ya, musa, la melancolía; treguas a la pena da, pues la presente alegría muy para fiestas está. 90.- El día que se eligió fue el de aquel santo bendito que, porque a Dios no negó, le dieron un sambenito80 79 80

Cloto: es la parca más joven, encargada de hilar las hebras de la vida. le dieron un sambenito: juego dilógico entre san Benito y sambenito.

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y aspar vivo se dejó. 91.- Las ventanas adornadas a las dos mil maravillas se vieron y de admiradas se pusieron amarillas unas y otras coloradas. 92.- Estas las otras corrían; como a estas, todas las otras en cautiverio ponían, mas las azules lucían lindas entre estas y esotras. 93.- Cualquiera dama adornada lucía con belleza honesta, admirando recatada porque estaba más compuesta la que era más bien tocada. 94.- Las azoteas se poblaron de naciones81 importunas, donde tantas se miraron, que se estorbaban porque unas con otras se embarazaron. 95.- Con mil damas agraciadas las calles vi, en conclusión, y estaban muy apretadas porque en tales días son ellas las más ocupadas. 96.- Las libreas con gallardía en riqueza compitieron con la misma bizarría, pues por entero lucieron los cabos aqueste día. 97.- Las galas decir no trata mi musa, pues con decoro se vio que andaba barata; si la plata como un oro,

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nación: «La colección de los habitadores en alguna provincia, país o reino» (Aut.).

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el oro como una plata. 98.- Con amorosa altivés82 el lucimiento hermanaban los feroces brutos, pues los listones que arrastraban eran todos de un jaés83. 99.- A las cuatro entrar se ve su Excelencia; pero miento, crédito no se me dé, hasta que relate el cuento cómo vino y cómo fue. 100.- Saliose, pues, su Excelencia a orillas de la ciudad, de donde con diligencia y con regia majestad le trujo la Real Audiencia. 101.- Entró, pues, en conclusión. Aquí,Talía, procura ir con más cuenta y razón, pues de un zoilo84 la censura es peor que descomunión. 102.- Los clarineros sin pena ocupaban los confines, y el amor los enajena, pues los sonoros clarines tocaban a boca llena. 103.- Leales los advertí, y el que lo sean, no lo estrañen, ni que yo lo diga, ni que los alabe, que a mí ni me tocan, ni me tañen. 104.- Los atabales iguales iban, y con modo diestro 82

altivés: mantengo el seseo por ser final de verso. jaés: mantengo el seseo por ser final de verso. 84 zoilo: por alusión a Zoilo, «crítico presumido y maligno censurador o murmurador de las obras ajenas» (DRAE). 83

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todos sus dueños, los cuales iban a los atabales dando a diestro y a siniestro. 105.- Los alguaciles lozanos de aquestos nada se alejan, y así les seguían ufanos con sus varas, que no dejan la justicia de las manos. 106.- Seguíase el consulado muy compuesto, y era bien fuese tan compuesto quien al mercader más quebrado sabe componer también. 107.- La Real Universidad, llena de sabiduría, con sus insignias lucía, siendo tanta variedad de lucimientos maestría. 108.- La nobleza con esmeros galanamente advertí sobre caballos ligeros como bizarros, y así iban todos caballeros. 109.- En el lucir compitieron los regidores bien varios; mas los alcaldes lucieron con novedad, aunque fueron como alcaldes ordinarios. 110.- Con donairoso fervor, siendo aun de su gala amago, iba mostrando primor el conde de Santiago, ilustre corregidor. 111.- Los tribunales lucidos con galante lucimiento, sobre bridones erguidos, de su afecto conducidos iban con su seguimiento.

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112.- De la guarda el capitán con garboso brío camina, uniendo en todo, galán, los alientos de Guzmán con la gala de Medina. 113.- Cual Ganimedes85 galante, un joven el guion traía que, de Júpiter tonante, la antigua sangre decía y la devoción flamante. 114.- Iban alcaldes y oidores sobre feroces caballos, señores de mil primores, pues cuando son más señores, entonces son más vasallos. 115.- De lacayos se siguió mucha tropa, que lucidos la vista los advirtió, porque en sus ricos vestidos el oro un verde se dio86. 116.- Su Excelencia se seguía, al cual cortés percebí. Con aquesta bizarría, pause un instante Talía y sópleme Erato87 aquí: Sobre un monte animado, en quien ufanos se colocaron euros88 sopladores tanto, que hizo, al helarle sus rigores, de las piedras, vesubios inhumanos, y en quien del fuego incendios poco sanos trasladaron del Etna los rigores 85

Ganimedes: según la mitología, era el joven copero de los dioses. darse un verde: «Frase que vale holgarse o divertirse por algún tiempo, con alusión a las caballerías que le toman en la primavera» (Aut.). 87 Erato: es la musa de la poesía, de ahí su invocación previa al soneto encomiástico al virrey. 88 euros: el Euro es uno de los cuatro vientos cardinales (Aut.). 86

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Judith Farré Vidal tanto, que al fatigarle sus ardores, abanico hacer supo de las manos. Su Excelencia se vio tan donairoso, que, si el gentil abuso le mirara, admirando del talle lo garboso, entiendo que deidad le averiguara y aun juzgo que, por Febo luminoso, en el cuarto cenit le colocara.

117.- De esta manera lucía su Excelencia, sin hacer cuidado la bizarría, con que se echaba de ver que al rey en el cuerpo traía. 118.- Mostrábase cortesano y con tal cariño fue su cortesía, que ufano inclinaba el cuerpo, aunque le iba el sombrero a la mano, 119.- con cuyas suaves acciones daba a México alegría, ganando tales blasones por cortés, y así venía conquistando corazones. 120.- A sus espaldas se advierte, haciendo a Febo mercedes, bella Venus, Palas fuerte, pues venía de aquesta suerte toda la luz de Paredes: [...]89 oh, de luces ardido firmamento, cuyo esplendor o activo lucimiento, en el cenit octavo reverbera. En una de la fértil primavera

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En el ejemplar que manejo, el primer verso del soneto ha quedado cortado por la encuadernación del volumen.

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floresta, en que Vertumno90 labró asiento, se vio Flora mejor, cuyo ardimiento por estrella y por rosa se venera. Viose rosa y estrella majestuosa a Febo licionando, por lo bella, y a Clori doctrinando, por lo hermosa. Pero tanta hermosura honesta sella, que es poco ser estrella para rosa, como es menos ser rosa para estrella.

121.- Así se miraba y tal, que era un florido vergel, pues se miraba inmortal en sus labios el clavel, tan fino como un coral. 122.- De su rostro los ensayos formaban graciosos pensiles, quedándose, al ver sus rayos, desmayados los abriles, descoloridos los mayos. 123.- Seguíanle con finezas mil hermosuras, sí a fe, cuyas bellas gentilezas no he de decirlas porque no quiero decir bellezas. 124.- Las bizarras gallardías de la familia... Mas ya se pierden las armonías porque mi musa no está para más galanterías. 125.- Y así solo en tal plaser91

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Vertumno: «Antiquísima divinidad latina [...] de origen etrusco [...] [que] aludiría a las transformaciones que experimenta la naturaleza con la sucesión de las estaciones, si bien su carácter de dios de los árboles frutales, [...] hace pensar en un dios de la fertilidad que garantiza la aparición de la nueva cosecha y el renacer de la naturaleza» (Diccionario de la mitología clásica, p. 621) 91 plaser: mantengo el seseo por ser final de verso.

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digo que ventaja se hizo, cada cual viéndose ser emulación de Narciso, si, porque se pudo ver, 126.- sus noblezas y sus hechos con afán poco oportuno nos dejaron satisfechos, pues lo noble de cada uno se divisaba en los pechos. 127.- Cuatro ejércitos galantes en retaguarda se vían, que con tiros fulminantes salva cada instante hacían al príncipe de los infantes. 128.- El sargento mayor guía era, en quien se desmenuza la nobleza y bizarría, por tener tanta hidalguía en su pecho que se cruza. 129.- Cuatro capitanes fueron los que, con cariño y arte, las escuadras conducieron de Marte y las compusieron con amor ex proprio Marte92. 130.- Con acciones celebradas las banderas se tendían hermosas y arreboladas, con que sus dueños lucían a banderas desplegadas. 131.- Con pomposa majestad su Excelencia se llegó a donde, con voluntad, el regimiento entregó las llaves de la ciudad.

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ex proprio Marte: «Modo adverbial latino usado en castellano en el mismo sentido metafórico: que es de propio ingenio, sin ayuda o advertencia de otro» (Aut.).

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132.- Un arco bien levantado la ciudad, sin interés, aquí le tuvo formado, que, alabándole cortés, no dejó de estar aindiado93. 133.- Su perspectiva fue tal, que de todos fue alabado porque estuvo tan igual, que el pincel proporcionado se ajustó a lo natural. 134.- De la idea, los desvelos decían su autor y bien, que sabe echar sin recelos muy bien por la tierra quien tan bien echa por los cielos94. 135.- De elocuencia fue un abismo, pues su ciencia descogiendo y asombrándose a sí mismo, de la humanidad huyendo, fue a dar en el gentilismo. 136.- En octavas explicada la montea95, con fe sencilla, se oyó y se quedó admirada la Fama al ver que era cada octava una maravilla. 137.- Desde aquí, leales ardores en la ciudad averiguo, yendo a pie con los señores ciudadanos regidores, el alcalde más antiguo. 138.- De diestro el bruto traían

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Un arco [...] aindiado: se refiere al arco diseñado por Sigüenza y Góngora a instancias del Ayuntamiento, el Teatro de virtudes políticas. 94 quien / tan bien echa por los cielos: los versos aluden a la afición por la astronomía de Sigüenza y Góngora. 95 montea: «Se llama también la descripción o planta de alguna obra, dibujado el cuerpo de la fábrica con sus alturas» (Aut.).

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que a su Excelencia llevaba, cuya arrogancia oprimían y, como lo detenían, de acongojado sudaba. 139.- Acercose su Excelencia a la metrópoli en que, con cristiana diligencia, la precisión de su fe fue de su fe la evidencia. 140.- Con el cabildo elegante a recibirlo salió aquel que, con penacho amante, seis años representó el Príncipe más constante; 141.- aquel héroe peregrino, aquel príncipe que, ufano, unió católico y tino96; el ser señor a lo humano y pastor a lo divino. 142.- Otro arco proporcionado97 en las puertas se vio y tal, que fue con pompa aclamado porque lució muy leal, mirándose levantado. 143.- La montea fue singular que el sabio numen dictó, pues en el triunfo sin par de Neptuno, dios del mar, un mar de triunfos copió; 144.- mas como suave a copiar a nuestro virrey llegó, a Neptuno oscureció que, como es deidad del mar, 96 tino: «Metafóricamente vale juicio, prudencia, y discurso cuerdo para el gobierno y acertada dirección de alguna materia» (Aut.). 97 Otro arco proporcionado: alude al Neptuno alegórico, el arco que la catedral encargó a sor Juana para el recibimiento.

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sal y agua se volvió. 145.- Su autor bien será que cuadre, pues la madre Juana fue, cuya armonía no descuadre porque se vio que el mar de Neptuno salió de madre. 146.- Una cómica explicó la montea con elocuencia, a quien el víctor se dio; mas con todo su Excelencia fue quien la loa se llevó. 147.- Te Deum laudamus cantó diestra la capilla y grave, mientras su Excelencia oró y, como se halló tan suave, lindamente se entonó. 148.- Al Real Palacio condujo la majestad su Excelencia, en que su entrada redujo, siendo su cortés presencia benigno apacible influjo. 149.- Llegó la noche y lucieron sin cortedad ni esquivez mil hachas, que se advirtieron muy enamoradas, pues por lucir se derritieron. 150.- Y no fue mucho, pues bello Adonis en su Excelencia goza galante destello, cuya noble descendencia trae su origen de un cabello. 151.- Regio Jove, Marte altivo, sabio Mercurio, lustroso Apolo, a quien con activo afán corona amoroso, metamorfosis esquivo; 152.- Jano que entereza indicia, pues dando con majestad

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de su prudencia noticia, hace rostro a la piedad y se encara a la justicia; 153.- Argos fiel, que se desvela haciendo su nombre eterno, pues tanto el gobernársela, que la luz de su gobierno siempre se ha de ver en vela. 154.- Mas ¿dónde, musa, el acento arrojas con imprudencia? Postra el numen, porque siento que postrarse a su Excelencia sin cansarse es rendimiento.

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VI. HUMORADAS Y MÁSCARAS FACETAS. TIEMPO DE BURLAS Y VERAS UNIVERSITARIAS

El balance entre días lectivos y feriados en el calendario universitario novohispano resulta un tanto desproporcionado. En el mejor de los casos, y sin tener en cuenta fiestas y actos solemnes extraordinarios, podían darse 190 días lectivos frente a los 175 que con seguridad eran feriados. Las cuentas salen si pensamos que las escuelas cerraban el 8 de septiembre y las vacaciones eran de siete semanas. En diciembre no se leía ni quince días, porque al santoral ordinario (san Ambrosio, santa Lucía, la Expectación de María y santo Tomás Apóstol) había que sumarle el ciclo feriado desde Navidad hasta Epifanía. En marzo y abril, también se cerraba durante Semana Santa y Pascua. En suma, había unas seis fiestas mensuales, sin contar domingos y circunstancias extraordinarias. Además, en el caso de que una semana no hubiera santo que celebrar, el jueves se fijaba como día de asueto1. A esta rutina festiva hay que añadirle las circunstancias extraordinarias. Entre estas conmemoraciones repentinas, un primer apartado estaría compuesto por las de orden civil, tales como llegadas de nuevos virreyes y la conmemoración de asuntos relacionados con la monarquía o la familia virreinal —natalicios, aniversarios, matrimonios, muertes, entronizaciones...—. Los motivos de carácter religioso —beatificaciones, canonizaciones, llegadas de nuevos arzobispos, consagraciones de templos religiosos...— conformarían otro bloque y, por último, habría que considerar una 1

González González, 2005, p. 294. Este cálculo global toma en cuenta la convivencia de las celebraciones ordinarias fijadas desde la península y las propias del ámbito novohispano, como el pendón de san Hipólito, que, desde el ámbito civil, cada 13 de agosto representaba la victoria de Cortés frente a los mexicas; también los santos locales como la Virgen de los Remedios y demás santos patronos de los diferentes barrios, pueblos, gremios y comunidades virreinales.

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tercera sección en la que contabilizar las fiestas extraordinarias propias del ámbito universitario: procesos de provisión de cátedras, ceremonias de nuevos doctores, rectores y consiliarios.... Frente a un calendario festivo tan abigarrado, cabe preguntarse ahora dónde tenían lugar tantas celebraciones y quiénes, exactamente, formaban parte de ellas; es decir, quiénes las patrocinaban y a quién iban dirigidas. Pero es imposible intentar responder a esas cuestiones por separado. Lo primero que conviene destacar es que el edificio, la sede material de la corporación universitaria, se situaba físicamente en uno de los espacios privilegiados de la ciudad: alrededor de la Plaza Mayor, muy cerca del palacio de gobierno y de la catedral. La fachada principal, además, daba a la plaza del Volador. Por un lado, la concentración de tantas sedes de gobierno en un mismo espacio no era algo habitual en el modelo de las ciudades europeas, donde se procuraba que cada área de administración tuviera asignada una zona urbana específica. Las claves para interpretar este peculiar diseño urbano las resume bien Antonio Rubial: respondió, por un lado, a la necesidad de poner en un mismo sitio los símbolos de la dominación; pero, por otro, a la existencia de un espacio previo indígena, que tenía hacia el norte de su plaza central los lugares sagrados, sustituidos por la Catedral, y hacia el sur los palacios de los emperadores, utilizados como sedes del nuevo gobierno colonial. [...] nacida sobre los escombros de la mayor metrópoli indígena de América y construida bajo los esquemas urbanos más modernos de su tiempo, México Tenochtitlan era un producto mestizo, una ciudad que estaba a medio camino entre la utopía humanista y la brutal realidad de urbe conquistada2.

Y, por otro lado, también hay que tener presente la cercanía con la plaza del Volador, el lugar donde se celebraba un mercado y donde solía alzarse la plaza de toros desmontable. Su proximidad con el palacio virreinal permitía que las autoridades utilizaran sus balcones y ventanas como palcos para seguir una de las diversiones más apreciadas de la época, las corridas de toros. El Diario de Robles recoge muchas noticias sobre pasatiempos festivos organizados por la universidad, como el del 8 de febrero de 1675, donde el 2

Rubial, 1998, p. 16.Véase también Mínguez-Rodríguez, 2006, p. 321.

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comentario del canónigo ayuda a hacerse una idea de cómo se aprovechaba la vecindad entre los edificios de los distintos órganos de gobierno: se hizo un torneo con más de cien hombres vestidos en diferentes animales que salían de ellos, como tortuga, águila y sierpe; fue lo mejor de este género que se ha visto en México: bajó S. E. a los tablados a verla con la Real Audiencia y paseó la plaza sin crucero en carrozas. Hubo muchas colaciones y el asiento de cada persona a peso, y hubo toros, con que se cerró la fiesta de la Universidad, que fue muy celebrada3.

Así pues, las «escuelas», tal y como se conocía en la época el edificio que albergaba los cursos —cada facultad tenía un aula—, y los claustros estaban ubicados en el centro neurálgico de la ciudad. Dicha cercanía los mantenía próximos a los lugares de gobierno en los que muchos pasarían a desempeñarse tras sus estudios, pero también lindantes con una de las zonas de ocio más concurridas. Los colegios estaban un poco más alejados, al noreste de la ciudad4. La universidad era una corporación o cuerpo colegiado formado por estudiantes, maestros y graduados y, en muchos casos, los estudios universitarios se entendían como un medio de reconocimiento y de promoción social, de donde salían muchos de los funcionarios de la administración civil y eclesiástica de todo el virreinato5. De ahí surge el carácter restringido de sus normas de acceso6. En principio, se establecía como único requisito de admisión ser descendientes puros de españoles dedicados a oficios honestos, aunque en realidad la posición social y económica de la familia se 3

Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 161. González González, 2005, pp. 267-268. 5 Magdalena Chocano analiza, en un capítulo dedicado a la burocracia y al desempeño público en Nueva España, las repercusiones de este circuito de clientelismo alrededor de la universidad. Sus conclusiones resultan esclarecedoras, ya que hay que partir de la base de que «en el virreinato mexicano campeaba una enconada competencia por ocupar los cargos eclesiásticos y civiles del estado colonial, y la riqueza que se asociaba a ellos generó frecuentes pugnas entre los hombres de la clase dominante. Fueran criollos o peninsulares, los educados y pudientes coincidían en que estos cargos eran los más seguros y prestigiosos en términos de posición social, y por ello, como parte de las clientelas de virreyes y prelados, se los disputaban con empeño» (2000, p. 206).Ver también Martínez López-Cano, 2006, pp. 56-58. 6 Ver, entre otros, Chocano, 2000a, pp. 211-212; Kagan, 1981, pp. 133-134 y Sánchez, 1951, pp. 11-13. 4

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convertía en el factor determinante.También era un hecho la exclusión de mujeres y de indios. La decepción de sor Juana Inés de la Cruz no fue un episodio aislado y, aunque en el siglo XVIII se dieron contadas excepciones en el caso de los naturales —como el bachiller Felipe Ramírez, que alegó ser cacique para ser admitido en la universidad—, los circuitos de acceso a esta élite letrada estaban de facto en manos de españoles y criollos. En el fondo, la cuestión era controlar la competencia por la gestión de las parroquias y demás cargos de la administración civil7. Es fácil intuir que la relación entre la universidad y el entramado burocrático al que nutría y sobre el que se sustentaba no fue siempre idílica, ya que entraban en liza muchos intereses. Los órganos de poder estaban inicialmente dominados por el virrey y la audiencia, ya que el rector procedía, en muchas ocasiones, de dichas instancias. Uno de los puntos más interesantes para calibrar los poderes vigentes en dicha organización quizá esté, precisamente, en las disposiciones para los grados y las oposiciones a cátedra, donde, además, no se podían seguir las mismas normas que en Salamanca, ya que el número de cátedras era menor8. Con todas estas restricciones de acceso, la universidad se convirtió en una institución vedada para muchos y de ahí la importancia, en el marco de las celebraciones públicas, de exhibir el orgullo corporativo por parte de los que formaban parte de ella. Si bien la ostentación corporativista no es uno de los factores más decisivos, sí puede afirmarse que la universidad vivía pendiente de su imagen pública.Así ocurría también en muchas de las universidades españolas: La ceremonia, el rito, la pompa, el teatro de lo universitario es, antes que aparato de exhibiciones del poder del saber, dispositivo de integración y de vertebración del propio cuerpo y de la propia identidad. Podríamos aquí decir, parafraseando en esta ocasión a Chaunu, que lo ceremonial funda, hace, construye, Universidad.Y que esta expresa el complejo mundo que la constituye a través,

7 González González, 2005, pp. 262. Mariano Peset, en su análisis sobre la historia institucional de la Universidad de México desde los estatutos de Farfán (1580) hasta las definitivas constituciones de Palafox (1649), se hace eco del cambio que, a medida que avance el siglo XVII, provoca el progresivo aumento en las graduaciones de clérigos y teólogos, que irían desplazando las órbitas de poder en las aulas. Para toda esta cuestión, ver Peset, 1996a, pp. 49-73. 8 Para la disposición de las cátedras en la Universidad de México, ver Rodríguez Cruz, 1992, pp. 322-323.

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precisamente, de actos rituales, donde de una manera simbólica se teatraliza el papel que aspira a cumplir la sociedad moderna9.

Y del mismo modo se reproducía en Nueva España. En este sentido, Magdalena Chocano recuerda varios episodios que dan cuenta de las continuas reclamaciones que la universidad elevaba a la Corona, para ocupar un lugar preferente en los actos reales y de regocijo. Por ejemplo, en 1647 la Universidad de México optó por celebrar aparte las honras fúnebres del príncipe Baltasar Carlos en la capilla de la universidad, y, de este modo, no verse pospuestos por relatores y abogados de la Audiencia. Más tarde, en 1666, con motivo de las honras fúnebres de Felipe IV, el bachiller Bernardo de la Plaza y Jaén, cronista de la universidad, anotaba complacido que la universidad había logrado recobrar el sitial que consideraba legítimo en la capilla real de Palacio, por delante de relatores, abogados de la Real Audiencia, secretarios de cámara, receptores, procuradores, contadores y ordenadores del Tribunal de Cuentas10. La exhibición pública y festiva que reclama la universidad es una pretensión que se reconoce y puede rastrearse en modelos heredados desde la península.Y, en este sentido, el alma máter de referencia es Salamanca11. Además de su participación en este tipo de ceremonias extraordinarias, en las que tan importante resultaba figurar en un espacio visible, la corporación universitaria también patrocinaba sus propios eventos festivos. Los denominados ejercicios de «conclusiones» y la sustentación de las tesis para 9

Rodríguez de la Flor, 1991, p. 233. Chocano, 2000, pp. 230-231. 11 Sobre el efímero universitario, y en especial el de Salamanca, son fundamentales los trabajos de Fernando Rodríguez de la Flor, que siempre sugieren una lectura constructiva: «En sus fiestas de concesión de grados, en las elecciones rectorales, en los “triunfos” que celebran las instituciones asociadas por la provisión de una cátedra, se pone a punto, se ensaya, el mecanismo complejo de la reproducción metafórica que habita la fiesta simbólica. Pero es que también en el interior mismo de unas prácticas centrípetas, cerradamente endogámicas, como son las funerarias de maestros universitarios, o los pequeños (y grandes) montajes colegiales que dan curso a los ejercicios de retórica, a la actio en la puesta en escena de las declaraciones públicas, se innova no menos en estos mecanismos; mecanismos de orden social, que luego conocerán su eclosión decidida en los “días grandes”, en los momentos señalados en que toda esa ritualidad, todo ese capital simbólico, se ponga al servicio de un referente “fuerte” y se expanda por la declamación de la urbe (aspirando también a que al menos su noticia sea conocida también en el orbe)» (Rodríguez de la Flor y Galindo Blasco, 1997, p. 20). 10

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los distintos grados suponían «la presentación pública de los ejercicios académicos» y se entendían, por tanto, como un mecanismo que «fortalecía el espíritu de cuerpo e involucraba al público en la preservación de las premisas culturales comunicadas por la autoridad»12. Dentro de los actos literarios académicos, los ejercicios de «conclusiones» eran los que tenían obligación de organizar y presidir anualmente los catedráticos propietarios entre sus alumnos o bachilleres pasantes. Su objeto era la materia leída durante el curso y, con el fin de motivar a los alumnos al mayor lucimiento de sus actos públicos y a los doctores a asistir, se les daban propinas13. Estos tenían también una vertiente extraordinaria, en la venida de virreyes, arzobispos y visitadores generales. En esas ocasiones, los sustentaban una serie de estudiantes elegidos por el rector.Todas las facultades tenían derecho a presentar sus propios actos públicos, bajo la presidencia, por turno, de los catedráticos de prima y vísperas14. Para este tipo de ceremonias, existía la costumbre de divulgar con anterioridad las conclusiones que habrían de defenderse públicamente y, en el caso concreto de las conclusiones extraordinarias y de las de los actos para los grados académicos, la publicación se hacía mediante hojas impresas sueltas por un solo lado. Recibían el nombre de actos impresos, actillos o casillas y, además, servían también como invitaciones15. El público asistente a ese tipo de actos debía ser, forzosamente, leído. Se intuye por el contenido de las conclusiones y se confirma, de hecho, por la existencia de estos actos impresos que funcionaban como invitaciones a ceremonias que, por su nutrida concurrencia, entre la que podían figurar virreyes y arzobispos, serían además de selecta asistencia. Otro tipo de estrategias conmemorativas entran en liza en los actos en torno a la obtención de un grado, porque, además de todo el ceremonial que se llevaba a cabo en el interior del recinto universitario, una parte capital de su protocolo eran los recorridos urbanos (desde el convento de San

12

Chocano, 2000, p. 229. Yhmoff, 1979, p. 8. 14 Yhmoff, 1979, p. 18. 15 Su estructura genérica constaba de: el mecenas (en el centro de la hoja; si era un santo, se le representaba mediante un grabado y si se trataba de algún personaje nobiliario, con su escudo de armas); el elogio (composiciones en latín); la dedicatoria; las tesis y otros datos (como el nombre del actuante, el presidente del acto, fecha, datos de impresión...).Ver Yhmoff, 1979, pp. 18-24. 13

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Francisco, la parroquia de Santa Catarina, la ermita de Santa Ana, el trayecto del palacio a la catedral...)16. Estas celebraciones adquirían especial envergadura porque traspasaban los límites de la institución llevando a cabo una ocupación espectacular del espacio público y, lo más importante, agolpando a un público no letrado. De igual manera, cabe apuntar que los paseos y máscaras no fueron exclusivos de las ceremonias de grados, sino que estas formas parateatrales eran estrategias conmemorativas recurrentes en el estamento universitario —los diarios de Guijo y Robles dan buena cuenta de ello17—. Aunque presentaban distintas modalidades según las circunstancias, es decir, ya fueran paseos y/o máscaras serias y/o facetas, su función era siempre entendida como una forma de «extraversión» del ámbito universitario hacia el exterior social18. Los concursos de oposición a cátedra se iniciaban con la inscripción por parte de los aspirantes, una vez habían demostrado su limpieza de sangre, la validez de sus estudios y los valores de su vida cristiana.Tras su admisión en el concurso, se asignaban los aspectos que el opositor debía tratar en la lectio pública y, concluidas las lecciones, se fijaba un día para la votación. Después de la resolución de la vacante, el futuro catedrático, acompañado de sus parientes y amigos, se presentaba en el salón general de actos de la universidad y, por medio de una oración latina, solicitaba al rector la adjudicación del curso. La toma de posesión se producía al día siguiente de la votación o después del paseo ridículo y/o vítor, una ceremonia que el vencedor debía, por estatuto, llevar a cabo a los ocho días de la votación. Dicho paseo transcurría por una ruta que, generalmente, tenía como punto de partida y de

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Mendoza, 1951, p. 6. Al final de su libro, incluye un mapa en el que pueden seguirse todos los posibles trayectos. 17 Reproduzco otra noticia del 27 enero de 1675, festividad de Nuestra Señora de la Concepción, que muestra bien cómo Robles resumía este tipo de fastos: «celebró la Real Universidad de esta corte fiesta a la Purísima Concepción de Nuestra Señora: aderezáronse los claustros, y pusieron altares las facultades con muchísimas preseas; asistió el señor arzobispo virrey; duró la fiesta tres días; y después los estudiantes representaron una comedia, y sacaron máscara ridícula, y a la postre hicieron un torneo a lo faceto de los buenos que ha habido en esta ciudad» (Robles, Diario de sucesos notables (1665-1703), I, p. 158). 18 Como apunta Rodríguez de la Flor, «lo parateatral invade todo lo que es mecanismo de extraversión de lo universitario hacia el exterior social, hacia el cuerpo sobre el que se desea una proyección social de signo propagandístico» (Rodríguez de la Flor y Galindo Blasco, 1997, p. 20).

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llegada la universidad19, a la vez que podía darse en su vertiente exclusivamente seria (vítor) o incluir una parte faceta en la que, junto al desfile ceremonial y pomposo, incluyese una parte de paseo ridículo. Según consta en la Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, Quedó establecido el orden de los asientos y acompañamiento a la casa del doctorando y de allí al palacio virreinal, todos juntos, donde estaría el maestrescuela, debiendo de ir el virrey en medio, el padrino a la izquierda y el graduando a la derecha; luego los oidores por su antigüedad, en seguida el maestrescuela y el rector, y tras éstos, los maestros, yendo las dos mazas delante del virrey20.

A pesar de que las constituciones de Palafox prohibieran tajantemente este tipo de «humoradas en trajes estrafalarios»21 para la provisión de cátedras, cabe decir, como demuestran varias multas a catedráticos durante todo el siglo XVII, que los paseos burlescos siguieron produciéndose, aunque fuera integrándose al mismo desfile serio. Así pues, aunque la prohibición del obispo de Puebla establecía, en 1649, que «ninguno que llevare cátedra en esta Universidad salga en paseo ridículo de Vítor, por las indecencias que pasan en semejante acto, y los inconvenientes, inquietudes y pendencias que en esto se han experimentado» so pena de pagar como multa el primer tercio del salario de la cátedra22, estos paseos siguieron celebrándose de manera ininterrumpida. La documentación que se ha conservado recoge sanciones económicas a catedráticos como José de la Llana23 o Diego Osorio y Peralta24. Parece ser que no desaparecieron del todo hasta 173125, aunque es difícil poder precisarlo con exactitud ya que, por ejemplo, en el colegio mayor

19

Osorio, 1990, pp. 135-137. Plaza y Jaén, Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, vol. I, lib. I, cap. 13, p. 46. 21 El comentario textual es de Mendoza, 1951, p. 56. 22 Constituciones,T. III, Const. 222, p. 114, tomado de Mendoza, 1951, p. 56. 23 Plaza y Jaén, Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, vol. II, lib.V, cap. 17, núm. 224, p. 105. 24 Plaza y Jaén, Crónica de la Real y Pontificia Universidad de México, vol. II, lib.V, cap. 18, núm. 240, p. 109. 25 Osorio, 1990, pp. 138-139.Ver también Peset, 1996b, p. 443: «En 1731 el corregidor se empeñó en que se descubriesen los estudiantes, y no queriendo, hubo riña y tumulto [...] Desde entonces excusaba el virrey estos paseos, hasta la llegada del mar20

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de Santa María de Todos los Santos, hay noticias de que el vejamen de grado se había sustituido, a mediados del siglo XVIII, por un paseo ridículo que tenía todos los aires de una novatada. En este sentido, Mendoza da cuenta, por referencias de Romero de Terreros, del ceremonial en torno a tres bachilleres que el 12 de noviembre de 1754 fueron vestidos ridículamente con gabanes de petate, con varios colgajos de legumbres y en las cabezas unos tompeates26 con plumas, montados en asnos aparejados, [que] fueron entregados a los criados quienes con considerable número de muchachos y plebe que los silbaba, pasearon las cuatro calles que circundaban dicho Colegio Mayor, al que restituidos vistiéndoles de sus hábitos clericales, se les ministró una opulenta comida, a la que concurrieron todos los colegiales y muchas personas de distinción27.

La pervivencia de estos paseos burlescos durante el XVIII novohispano no resulta extraña si se repara en que la tradición de este tipo de mascaradas jocosas en el ámbito universitario está plenamente documentada desde mediados del siglo XVI, cuando se institucionalizaron los ceremoniales universitarios y tuvieron cabida este tipo de recorridos urbanos que, si bien por un lado reproducían los esquemas de las procesiones del Corpus, por otro incorporaban una puesta en escena de carácter burlesco, cercana al carnaval y a las encamisadas estudiantiles28. En esta línea, las fuentes antiguas ya atestiguaban también que el acto de doctorarse podía provocar la soberbia del graduado, por lo que para contrarrestarla se solía dar un vejamen29. Las ceremonias por la obtención de una cátedra, a pesar de sucesivos intentos de legislación y avisos de amonestación, insisten en conjugar las dos vertientes, la seria y la faceta, en una secuencia consecutiva. La filiación de estos espectáculos novohispanos respecto a la tradición universitaria

qués de Cruilles en 1763. Consultado el Consejo de Indias, se suprimió esta constitución y aquella antigua fiesta. Otras semejantes, en los grados de licenciado y doctor, serían asimismo suprimidas, así como los toros, organizados ante la universidad». 26 Tompeate (Del náhuatl tompiatli, ‘canasta hecha de palmas’): «Canasta cilíndrica tejida de hoja de palma o de tule, que se usa entre otros para guardar granos y tortillas» (Gómez de Silva, Diccionario breve de mexicanismos, pp. 228-229). 27 Mendoza, 1951, p. 53, a partir de Romero de Terreros. 28 Egido, 1983, p. 22. 29 Madroñal, 2005, p. 31, y 2006, p. 146.

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europea está plenamente constatada30, y en este punto retomo una de las preguntas iniciales con las que se abría el capítulo, porque uno de los aspectos clave reside en examinar cómo la realidad social novohispana —y americana en general— era muy distinta a la europea.Y por ello, adquiere especial relevancia plantearse la recepción de este tipo de celebraciones universitarias en ciudades con una población mayoritariamente indígena. Para analizar la percepción de este tipo de paseos en Nueva España, creo que el texto que edito a continuación es un buen ejemplo. Se trata de la máscara y paseo celebrada por la cátedra de vísperas de teología que ganó en 1721 fray Joseph de las Heras, miembro de los mercedarios e integrante de una familia bien situada en la sociedad de su tiempo. El padrino era José Diego de Medina y Picazo, por entonces secretario de cámara y tesorero de la Real Casa de la Moneda, y personaje al que se dedica la publicación. Joseph de Villerías, latinista que hasta el momento «había publicado pequeños epigramas en preliminares de libros ajenos o en publicaciones colectivas que reseñaban certámenes literarios»31, fue el encargado de su redacción. La descripción de esta máscara y paseo de 1721 encaja bien en las órbitas que definen estos festejos universitarios.Todo el diseño y ejecución de la fiesta recaía siempre en la universidad: el objetivo era celebrar al nuevo doctor, aunque la mascarada se celebrara fuera del recinto universitario, y los actos de investidura tenían, como ya hemos visto, una doble vertiente, la seria y la faceta. En este caso de 1721, no podemos hablar de un vejamen propiamente dicho, sino de una máscara burlesca cuyo objetivo era el mismo: atenuar las ínfulas del nuevo doctor y provocar la risa general. En este recorrido festivo, considerar la presencia de los naturales como espectadores intensifica el efecto degradatorio del paseo burlesco. La relación de Villerías da buena cuenta en sus inicios de la mezcla que supone la máscara, pues es el desfile burlesco que precede a la salida de las autoridades: Cantaré, pues, grandezas, bizarrías, aderezos, jaeces, cascabeles, galas, gualdrapas, condes, señorías,

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Además de Egido, 1983, ver también García Bernal, 1996 y 2009. Osorio, 1990, p. 139. En este artículo Osorio trató la parte latina del vítor (1990) y, anteriormente, también se ocupó de este autor novohispano, el único del que se conservan versos griegos (1989, pp. 33-35 y 93-95). 31

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rector, doctores, mazas y bedeles, y también mojigangas, fruslerías y retazos y trapas y arambeles. Todo, en fin, lo ridículo y lo bello, que esto llaman acá, dello con dello. (vv. 25-32)

Otro de los aspectos esenciales insiste también en la gran asistencia de público, que concurre, desde los barrios y arrabales, hasta el riñón de la ciudad: se vieron solo a la función, que toco, despoblados los barrios y arrabales. El vulgo incierto en sus mudanzas loco, dividido en corrillos desiguales, entre confusa variedad vestía traje de sedición a la alegría. Unos ganan esquinas; otros dudan cuáles serán las vías verdaderas; para el riñón de la ciudad se mudan los que vivían en las asentaderas. Aquí tropiezan unos; otros sudan; a otros se les abrasan las molleras. Muchos se van acomodando aprisa y todos dan a quien los mira risa. (vv. 43-56)

El hecho de poner de relieve que quienes acudían para presenciar el desfile venían desde la periferia urbana es una forma de recalcar que el público mayoritario eran indios. Esta circunstancia actúa como caja de resonancia del efecto burlesco y degradatorio que antecede a la investidura formal del nuevo doctor. El mestizaje es mínimo y las formas de hibridación en las prácticas festivas es ínfimo respecto a otras celebraciones asociadas al poder civil y religioso. El protocolo universitario no dejaba cabida a incorporar manifestaciones festivas que sí vemos, en cambio, con los tocotines, plumas o disfraces, que también pasan a formar parte de las recepciones de virreyes o durante el Corpus, por ejemplo. En esta peculiar actuación performativa, el público se complacía en observar la mezcla de «lo ridículo y lo bello». Su contribución en estos acontecimientos festivos patrocinados por esta élite letrada o fortaleza docta pasaba por asistir a esta especie de procesión burlesca. Puede decirse que, en

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cierto modo, la confusión que se recrea pretende confundir los límites entre espectadores y ejecutores de la máscara: No de otra suerte en tropas y en atajos cruzan con gestos en tropel burlescos carátulas, figuras, espantajos, máscaras, carantoñas y grutescos; cuál lleva por garnacha mil andrajos, cuál viste un par de mangas por greguescos, cuál los zapatos por los codos y antes otros calzados por los pies, los guantes. (vv. 105-112)

A partir del verso 113, el paseo faceto escenifica un desfile de figuras que representaban oficios, etnias, tipos populares y mitológicos que ostentan una torpeza ridícula, agravada por la acumulación repetitiva del desfile. Los mecanismos de inversión ridícula recurrían a presentar, literalmente, un mundo al revés: cuál casa un guardapiés y un coselete, cuál marlota y turbante con ropilla, cuál, en lugar de estribos, los pies mete en dos vasos pendientes de la silla; uno ajusta al caballo un gran bonete y a sí mismo un pretal por la golilla mostrando grave, con gentil modestia, traza de docto y presunción de bestia. (vv. 121-128)

En otras ocasiones realzaban determinados rasgos o defectos físicos: Fingiendo un vizcaíno ciudadano con disformes orejas iba uno; otro haciendo el papel del asturiano, con mucha barba y sin cogote alguno; hurtando y dando brincos un gitano y no pocos con magro vientre ayuno, cosiéndoles la boca a unos talegos (vv. 129-135)

Otros motivos de comicidad consistían en ridiculizar un rasgo de carácter:

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Gran cantidad venía de pedantes, alrededor en fuentes aparando los dichos y sentencias elegantes, que ellos iban con tos siempre arrancando; súpose allí que a muchos ignorantes que andaban muy atentos escuchando, estos menguados en vender se emplean lo que los hombres grandes gargajean. (vv. 169-176)

Y, entre los efectos más aplaudidos, las animalizaciones y los travestismos. Así, tras las cuadrillas de papagayos, urracas, camaleones, serpientes y gallinas, iba cerrando el desfile un grupo de viudas dolorido, al que acompañaban varios individuos afeminados, entre los que destaca, como paradigma de extrema fealdad, la Negra: Otro de Negra allí con pelo prieto y, aunque con muchas pasas mal guisado, y el rostro más obscuro que un soneto de Góngora —Dios le haya perdonado—, nevados dientes muestra en orden recto de la jeta en el círculo atezado, tal en la noche vemos claro y vago blanquear el camino de Santiago. (vv. 209-216)

Muchos de los tipos folklóricos que entraban en escena eran importados de la tradición hispana (gallegos, asturianos, vizcaínos, gitanos...), mientras que otros eran personajes de la mitología clásica (por ejemplo, Aquiles aparecía como «el amante infeliz de Deidamía, / que aprisionó en chapines los zancajos», vv. 205-206), por lo que el travestismo, las animalizaciones, la ostentación de la torpeza y la deformidad, pueden verse como recursos que forman parte de un sustrato ulterior que entronca con lo carnavalesco, y que explica bien cómo este tipo de desfiles burlescos movían a risa en un ámbito tan diferente como el de la capital novohispana. La risa popular, y más de los naturales, favorece sin duda al efecto degradatorio que debía sufrir todo nuevo doctor antes de ser envestido como tal. Estas estrategias para conseguir la risa que evocan una comicidad elemental, basada en la deformidad, conviven en la descripción de Villerías con otra serie de chistes que aprovechan el conocimiento de la literatura y, por tanto, evocan un horizonte de expectativas letrado.Así ocurre, por ejemplo,

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en el primer verso, que parodia la Eneida de Virgilio (véase la primera nota de edición del texto), o en el fragmento que contiene un eco paródico de las Soledades de Góngora (véanse las notas a los versos 33-36). En el mismo sentido apuntan sátiras concretas a personajes de la época, que son más extensas en la versión en latín y que en la traducción al romance quedan muy difuminadas (véase la nota a los versos 177-190). Este tipo de ceremonias debía nutrirse también de chistes personales que caían, en cierto modo, en la sátira personal de los miembros del reducido circuito del que pasaba a formar parte el nuevo doctor. Esta diferencia de matices en los recursos para mover a risa nos permite distinguir entre la dimensión burlesca propia de la ejecución de la máscara y el efecto paródico que, ya dirigido a un público letrado, adquiere la descripción escrita. Creo que, más que en ningún otro escenario festivo, hay que considerar por un lado la vertiente espectacular de ejecución de la fiesta y, por el otro, su circulación impresa. La primera, abierta a la ciudad y a un público de naturales; la segunda, restringida a la universidad y a un público lector (de ahí la convivencia de la versión en latín y en romance). De la relación del paseo y vítor de 1721 se conservan, además, una versión impresa (México, por los herederos de la viuda de Francisco Lupercio, 1721) y otra posterior, manuscrita, con fecha del 14 de octubre de 1723. Según Ignacio Osorio, que ha estudiado la versión latina, Villerías emprendió la revisión de 1723 con el fin de corregir errores, aclarar puntos obscuros o justificar, mediante citas de clásicos, el uso de palabras; avala la corrección del impreso aduciendo que en 1721 debió publicarlo sin revisión propter amicorum impatientiam. Las diferencias entre ambos textos son, sin embargo, mínimas: fundamentalmente, dos nuevos prólogos y abundantes notas al pie32.

Es interesante ver cómo, transcurridos dos años,Villerías revisa la primera relación, a la que no aporta cambios sustanciales sino que se centra en los elementos paratextuales. Dichos añadidos evocan el circuito de mecenazgo que regía este tipo de opúsculos. En su versión impresa, después de la dedicatoria y de la transcripción de algunos carteles, la descripción del vítor y el paseo se presenta en 300 hexá32 Osorio, 1990, p. 141. El testimonio que manejo es el impreso, del que en adelante citaré indicando entre paréntesis el número de verso y habiendo modernizado la ortografía y la puntuación.

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metros en latín con un soneto castellano de cierre (fols. 1r-6v), seguida de su traducción al castellano en octavas (fols. 8r-16v), precedida de un papel del autor. Según Osorio, la versión en castellano no es una traducción literal del original latino, ya que, aunque no se aparta de su sentido original, en el verso castellano Villerías «maneja más libremente su vena satírica; introduce o cala más hondo en la irónica alusión a ciertos símbolos o personajes; aunque, contradictoriamente, quizá por ser un texto de mayor difusión, suaviza las burlas a los personajes vivos»33. Las referencias a personajes coetáneos, en la versión latina, se conforman según los modelos de la etopeya burlesca.Todo ello, paratextos y diferencias de tono entre la versión latina y la castellana, nos conduce a pensar que el impreso se dirigía exclusivamente a esta élite letrada, a esta fortaleza docta, que poseía todas las claves para su hermenéutica. Por un lado, conocía la mitología, la literatura clásica y los elementos folklóricos, sobre los que se basaba el diseño de la máscara, y, por otro lado, conocía a los personajes del gremio que formaban parte de ese desfile y sobre los que se trazaba la etopeya burlesca. La descripción, en su versión castellana y en su forma impresa, se ocupa de relatar el desfile por la cátedra de vísperas de teología que obtuvo Joseph de las Heras. Está escrita en octavas y la estructura distingue entre una primera parte de invocación (vv. 1-44); el segmento de descripción del paseo burlesco, que acaba con el desfile de las artes liberales (vv. 45-316), y el de cierre, que corresponde al vítor, con la presencia de las autoridades universitarias, el mismo Joseph de las Heras y su padrino (vv. 317-481).

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Osorio, 1990, pp. 141-142.

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TEXTO: Descripción de la máscara y paseo con que la real universidad, nobleza y pueblo de esta imperial corte de México celebró la posesión de la cátedra de vísperas de teología que obtuvo el Rmo. P. M. Fr. Joseph de las Heras, del orden de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos, maestro del número de su provincia, doctor teólogo y maestro en artes por la real universidad de esta corte, catedrático que fue en sustitución de vísperas de sagrada teología, propietario después de la prima de filosofía y hoy propietario de la de vísperas de sagrada teología, rector que fue del Colegio de S. Pedro Pascual de Betlem, comendador del convento grande de México y provincial actual de esta provincia de Nueva España de dicha real orden. Escriviala don Joseph de Villerías, quien la dedica al señor don Joseph Diego de Medina y Picazo, secretario de cámara y tesorero de la Real Casa de Moneda, a cuyas instancias y expensas sale a la luz pública. Con licencia de los superiores. En México, por los herederos de la viuda de Francisco Rodríguez Lupercio. En puente de Palacio. Año de 172134. Yo, aquel que hecho un Virgilio con sotana, aun no siendo poeta me hice bates, y en latín escribí la otra semana por que no me entendieran los orates; yo, que pinté el paseo y pompa ufana y que canté trecientos disparates —siendo cada palabra un solecismo—, agora vuelvo aquí a cantar lo mismo. ¿No han dado en que les canten en romance? Pues yo les cantaré hasta darlos tedio, y, si cantare mal en este lance,

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34 Manejo el ejemplar depositado en la Benson Collection de la Biblioteca de Austin,Texas, con la signatura GZ 868.72 P75. v. 1 Yo, aquel que hecho un Virgilio con sotana: el verso inicial parodia el Ille ego qui quondam gracili modulatos avena de la Eneida de Virgilio (Osorio, 1991, p. 143). Llama la atención que en la versión latina del texto, los versos iniciales remedan los de las Metamorfosis de Ovidio. v. 2 bates: su uso en lugar de abate se explica por cuestiones de rima. v. 6 trescientos disparates: Villerías da cuenta así de las dos vertientes constitutivas de este tipo de festejos. La propiamente universitaria de tono serio y en latín (el paseo y pompa ufana), y la popular (trecientos disparates), en romance, de la que forma parte esta máscara para orates o personas sin juicio.

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aun bien, que el porfiar es el remedio. Cantaré hasta ponerlos en tal trance, que los abra mi voz de medio a medio; cantaré hasta dejarlos enfadados, más que cuando les canta a los quebrados. Tu ayuda imploro, musa y bien echada enfermera Talía, de poquito que he quedado con obra tan pesada —de comer sinalefas, casi ahíto—; o una venda a lo menos, si te agrada, que te aseguro que el poema escrito me tiene, con sus sílabas oscuras, la vena hecha una criba de cesuras. Cantaré, pues, grandezas, bizarrías, aderezos, jaeces, cascabeles, galas, gualdrapas, condes, señorías, rector, doctores, mazas y bedeles, y también mojigangas, fruslerías y retazos y trapas y arambeles. Todo, en fin, lo ridículo y lo bello,

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vv. 6-16 Las repeticiones de las distintas formas de cantar, desde el verso 6 hasta el 16, alternan diferentes significados, desde «Contar, referir, relatar sucesos o historias. Es voz regularmente usada de los poetas en este sentido, tomado de los griegos y los latinos» (Aut.) (v. 9, 10, 13), hasta la acepción de ‘motejar y satirizar’ (v. 6, 8, 15) y el refrán Cantar mal y porfiar, «contra los impertinentes y presumidos de sus cosas, que quieren las entiendan todos, como si fueran gustosas y agradables» (Aut.) (v. 11). vv. 17-24 Villerías se dirige a Talía (vv. 17-24), la musa de la comedia y de la poesía bucólica, como enfermera, pues de tantas sinalefas y oscuridades en sus versos el poeta ha quedado muy desmejorado y su vena poética necesita, al menos, de una venda, ya que tantas cesuras o cortes le han dejado maltratado. v. 26 aderezo: «Se llama también el conjunto o aparato de algunas cosas o piezas que concurren a algún uso o algún ornato» (Aut.) v. 26 jaez: «Adorno de cintas en forma de cairel, hecho con primor, para los caballos de jineta, en alguna singular función de gala o fiesta» (Aut.). v. 27 gualdrapa: «La cobertura de seda o lana que cubre y adorna las ancas de la caballería hasta cerca de los pies y sirve para defender al que va a caballo de las salpicaduras del lodo y del sudor y pelo de la bestia» (Aut.). v. 29 fruslería: «Dicho o hecho de poco valor y entidad» (Aut.). v. 30 trapa: «Ruido de los pies o vocerío grande con alboroto y estruendo. Comúnmente se repite la voz, para mayor expresión» (Aut.).

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que esto llaman acá dello con dello. Érase el mes de junio, verbi gracia, con su alameda y su san Juan ufano, cuando al revés el gámbaro se espacia, y a todos amanece más temprano. El día, si queréis saber su gracia, fue un señor D. Domingo de Lozano, muy bizarrazo y de muy linda cara, y la tarde señora doña Clara, cuando a las dos y media —antes un poco, mas miento, que las dos eran cabales— se vieron solo a la función que toco despoblados los barrios y arrabales. El vulgo incierto en sus mudanzas loco, dividido en corrillos desiguales, entre confusa variedad vestía traje de sedición a la alegría. Unos ganan esquinas; otros dudan cuáles serán las vías verdaderas; para el riñón de la ciudad se mudan

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v. 30 arambel: «Colgadura que se hace de paños pintados para adornar las paredes» (Aut.). v. 32 dello con dello: «Andar mezclando lo bueno con lo malo, lo agradable con lo desagradable» (DRAE). v. 33 Érase el mes de junio, verbi gracia: la octava que inaugura la descripción de la máscara, después de las cuatro estrofas previas de invocación, empieza con un eco paródico del inicio de la Soledad primera de Góngora, sustituyendo la referencia a las estrellas de la constelación del mentido robador de Europa en el amanecer de la primavera, por la metáfora que identifica la luna decreciente con un camarón, aunque esparciéndose al revés, y para evocar la estación de verano en la que amanece más temprano. v. 35 gámbaro: «Es una especie de camarones, que en Italia los llaman gambaros, y de allí cámaros y camarones» (Tesoro). v. 35 espaciarse: «Divertirse, recrearse, salirse a pasear al campo y a partes anchas y espaciosas» (Aut.). v. 44 despoblados los barrios y arrabales: la alusión a los barrios y arrabales implica que entre el vulgo que está próximo a asistir figuran muchos indios, que eran quienes habitaban esa periferia urbana. v. 51 riñón de la ciudad: «Por semejanza se aplica también a lo interior o centro de un terreno, sitio o lugar» (Aut.).

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los que vivían en las asentaderas. Aquí tropiezan unos; otros sudan; a otros se les abrasan las molleras. Muchos se van acomodando aprisa y todos dan, a quien los mira, risa. Las mujeres se afanan y se apuran, solicitando asientos descombrados; otras en los zaguanes se aseguran a pesar de melindres afectados. Cansadas las de a pie de andar, murmuran a las que van en coches alquilados, y ellas por que las hablen y las vean, saludan y se asoman y cecean. Ya todas las ventanas y balcones habían los vecinos, entre tanto, de sedas, tafetanes y listones colgado sin ser día de su santo, cuando empezó a llamar las atenciones, metido casi el alborozo a espanto, el rumor de timbales y clarines, llenando al horizonte los confines. Aquí fue donde el júbilo a la gente palpitar hizo el corazón ahora, que cual si los cogiera de repente, así los turba la expresión sonora. Este alarga el pescuezo de impaciente; inquieto aquel, de puesto se mejora; y los chicos de cuerpo al mismo instante reniegan de los altos de delante. El tren de la ciudad era ruidoso, el que causaba tan alegre estruendo;

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v. 58 descombrados: lo mismo que escombrados («Desembarazados, despejados y sin embarazo», Aut.) v. 79 chicos:‘pequeños’ (DRAE). v. 81 tren: «Se llama también la ostentación o pompa en lo perteneciente a la persona o casa» (Aut.).

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ya fatigando el bronce escandaloso, ya las tirantes odres repitiendo, cada cual en el hábito rancioso, de alta gorra, con sayo reverendo, imitando en adornos y matices imágenes antiguas de tapices pasaron; mas al punto se desata un diluvio de escuadra turbulenta, que, siendo tantos los que desbarata, más el mismo desorden los aumenta. La admiración absorta se arrebata, cánsase ya la vista más atenta; refriegan todos ojos y pestañas y la atención le[s] sirve de legañas. Cual suele al transmontar de una ladera, tras un recio aguacero del estío, precipitarse en avenida fiera con turbias olas caudaloso un río, atónito el pastor en la ribera observa con asombro yerto y frío pasar nadando entre raudales broncos reses, peñascos, árboles y troncos. No de otra suerte en tropas y en atajos cruzan con gestos en tropel burlescos carátulas, figuras, espantajos,

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v. 83 bronce: «Metafóricamente se toma muy de ordinario por la trompeta, especialmente en lo poético y también se usa para significar la fama» (Aut.). v. 84 tirantes odres: la expresión se refiere a la muchedumbre que se aproxima y que inicia el desfile burlesco. Las tirantes designan en germanía las calzas con las que se cosifica a la desordenada turba que, borracha (odres: se «toma festivamente por el borracho», Aut.), se acopla a la máscara. v. 107 carátula: «Cara fingida hecha de cartón u de otra materia hueca para ponérsela uno sobre la natural y disfrazarse en las fiestas públicas, en que se permiten semejantes disfraces, la cual regularmente suele ser ridícula y fea» (Aut.). v. 107 figura: «Por extensión, se toma por hombre ridículo, feo y de mala traza » (Aut.). v. 107 espantajo: «Por alusión se llama el que hace visajes ridículos para asombrar y espantar» (Aut.).

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máscaras, carantoñas y grutescos; cuál lleva por garnacha mil andrajos, cuál viste un par de mangas por greguescos, cuál los zapatos por los codos y antes otros calzados por los pies los guantes. Uno ciñe un estoque a las espaldas, y por daga una pluma de abogado; viste otro por loriga hasta las faldas las de un ético, enfermo traspurgado; otro, en lugar de perlas y esmeraldas, lleva un yelmo de cuernos adornado y otros con enristradas melecinas, a[j]ustan los fundillos y pretinas; cuál casa un guardapiés y un coselete, cuál marlota y turbante con ropilla, cuál, en lugar de estribos, los pies mete en dos vasos pendientes de la silla; uno ajusta al caballo un gran bonete y a sí mismo un pretal por la golilla

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v. 108 carantoña: «Carátula fea y horrible» (Aut.). v. 108 grutescos: «[...] Este género de pintura se hace con unos compartimentos, listones y follajes, figuras de medio sierpes medio hombres, sirenas, esfinges, minotauros, al modo de la pintura del famoso pintor Jerónimo Bosco» (Tesoro). v. 109 garnacha: «Vestidura talar con mangas y una vuelta que desde los hombros cae a las espaldas. Usan de ella solo los consejeros y los jueces de las Reales audiencias y cancillerías» (Aut.). v. 116 hético: «El que padece la hética o lo que pertenece a ella, como calentura, hética, pulso hético, etc. » (Aut.). v. 120 fundillos: «Trasero, asentaderas» (Diccionario breve de mexicanismos). v. 120 pretina: «Se llama asimismo la parte de los calzones, briales, basquiñas y otras ropas, que se ciñe y ajusta a la cintura» (Aut.). v. 121 coselete: «Armadura del cuerpo que se compone de gola, peto, espaldar, escarcelas, brazaletes y celada. Dístinguese de las armas fuertes en ser mucho más ligeras» (Aut.). v. 122 marlota: «Cierta especie de vestidura morisca, a modo de sayo vaquero, con que se ciñe y aprieta el cuerpo. Es traje que se conserva para algunos festejos» (Aut.). v. 126 pretal: «La correa que está asida a la parte delantera de la silla y ciñe y rodea el pecho del caballo» (Aut.). v. 126 golilla: «Cierto adorno hecho de cartón, aforrado en tafetán u otra tela, que circunda y rodea el cuello, al cual está unido en la parte superior otro pedazo que cae

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mostrando grave, con gentil modestia, traza de docto y presunción de bestia. Fingiendo un vizcaíno ciudadano con disformes orejas iba uno; otro haciendo el papel del asturiano, con mucha barba y sin cogote alguno; hurtando y dando brincos un gitano y no pocos con magro vientre ayuno, cosiéndoles la boca a unos talegos para representar a los gallegos. Muchos allí, con travesura odiosa, a un rocín inocente por decoro la frente le coronan generosa con las puntas ya inútiles de un toro; corre la gente toda temerosa, confuso él no conoce tal tesoro y con el nuevo adorno embarazado dice entre sí: «Sin duda me he casado». Uno salió después —invención brava— de médico vestido, de tal suerte que, por más que ocultarse procuraba, luego se conoció que era la Muerte; pendía al hombro la fatal aljaba, a cuyo tiro no hay escudo fuerte y en ella, en vez de viras o saetas, cantidad de aforismos y recetas. Muchos de gatos toman pareceres, y hubo quien juicio temerario hizo de que eran todos ellos mercaderes

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debajo de la barba, y tiene esquinas a los dos lados, sobre el cual se pone una valona de gasa engomada o almidonada. Es moda introducida de cien años a esta parte, con poca diferencia, para el uso de los hombres, y hoy sólo la conservan los ministros togados, abogados y alguaciles y alguna gente particular» (Aut.). v. 135 talego: «Saco de lienzo basto y ordinario de figura angosta y larga que sirve para guardar alguna cosa o llevarla de una parte a otra» (Aut.). La expresión quiere dar a entender que los gallegos eran avaros. v. 151 vira: «Especie de saeta delgada y de punta muy delgada» (DRAE). v. 153 gato: «Ladrón ratero que hurta con astucia y engaño» (Aut.).

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y que nada llevaban de postizo; otro juró haber visto unos poderes y que iba allí cual que escribano hechizo, cuyos signos corrían por civiles, mas lo cierto es que fueron alguaciles. Los filósofos todos en persona con luengas barbas van y caras feas; predicando Epicuro vita bona y el buen Platón pensando en sus ideas; con un gesto Aristóteles de mona, más obscuro que veinte chimeneas; y otro, que no me acuerdo de su nombre, cual si fuera mujer buscando un hombre. Gran cantidad venía de pedantes, alrededor en fuentes aparando los dichos y sentencias elegantes, que ellos iban con tos siempre arrancando; súpose allí que a muchos ignorantes que andaban muy atentos escuchando, estos menguados en vender se emplean lo que los hombres grandes gargajean. Seguíanlos fingiendo modo y tratos los médicos más doctos y al seguillos

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vv. 157-160 escribano hechizo... alguaciles. Este pasaje de sátira hacia los alguaciles creo que podría relacionarse con la crítica de Quevedo hacia éstos y demás funcionarios en El alguacil endemoniado o alguacilado. v. 170 aparar: «Recibir, tomar, coger alguna cosa acudiendo con ambas manos a recibirla en la capa, sayo, falda, etc. la cual se tira de lejos o se echa de lo alto» (Aut.). vv. 177-190 Se hace alusión a tres médicos conocidos y maestros de la universidad: Marcos José Delgado, obeso y chato, fue amigo del propio Villarías y autor del Cursus medicus que se seguía en las escuelas; Diego Villate, a quien pintaron una delicada boca en alusión a la ancha que tenía, y Juan José Brizuela, apodado «el Caraqueño», por ser oriundo de dicha ciudad. En la versión castellana se atenúan las referencias satíricas respecto al texto latino, por lo que merece la pena comparar la versión del mismo fragmento en la versión en latín. La traducción es de Orozco: «Aquí también jóvenes disfrazados presentaron una imitación tan real de los médicos que forma el nutricio México, célebres por su ingenio agudo o figuras raras, con movimientos, vestidos y toda clase de gestos, que las mismas enfermedades quedarían admiradas: el gordo Salgado carga una obesa mole que, como Atlas por el peso del orbe, sucumbe a su propio peso. Ningún

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eran tan parecidos los retratos, que se iban a espantar los tabardillos; como después venían inmediatos, no se halló quien pudiera distinguillos: una vez en persona muy honrados y otra antes en estatua relajados. Sin máscara uno va tinto en almagre sin que en ser conocido así peligre; otro, en una bocaza atroz de bagre, remata una manchada piel de tigre y un poeta con cara de vinagre porque no hallaba un consonante en —igre y entre toda la bulla un monsiur bugre, con vientre acedo y la razón con mugre.

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poder pudo reproducir con algún color o con ningún arte pudo, Marcos, roer la sutil forma de tu mente o de tu ingenio, por el que eres muy conocido en todo el mundo: por ello mostró otras cosas que, satisfechas, el cuerpo manifiesta. Ignora, puesto que eres sabio y lo reclama tu prudencia, y ella con mucho fue más grande, si algo fue fuerte, y a vosotros, los demás, os pido que perdonéis al narrador si algún tema peligroso en alguna parte se convierte en palabra grave.Villate, pintado con una boca pequeña, tan breve como un tenue soplo, semejante al viento, avanzando con la cabeza gacha y ligado estrechamente por los talones al caballo, no menos que Filetas de Cos que temía respirar los insanos euros y los furentes austros; y se precave de que no suceda que en un leve torbellino los rápidos vientos toquen el cuerpo y lo arrastren por los aires.Aparece después con hosca faz el Caraqueño, pálido, ostentando, con el vestido todo, modales cortesanos, se inclina y saluda con las manos o con la cabeza, manifiesta fastidio y aleja a otros.Y también están presentes otros a los que sería pesado enumerar, quienes son estimados por el arte macaonia de Apolo» (Osorio, 1990, p. 147). v. 180 tabardillo: «Enfermedad peligrosa que consiste en una fiebre maligna que arroja al exterior unas manchas pequeñas como picaduras de pulga y a veces granillos de diferentes colores como morados, cetrinos &c. » (Aut.). v. 185 tinto: «lo mismo que teñido» (DRAE). v. 185 almagre: «Especie de tierra colorada muy semejante al bol arménico que sirve para teñir o untar diferentes cosas» (Aut.). v. 187 bagre: «Pez teleósteo, de 4 a 8 cm de longitud, abundante en la mayor parte de los ríos de América, sin escamas, pardo por los lados y blanquecino por el vientre, de cabeza muy grande, hocico obtuso, y con barbillas» (DRAE). v. 191 bugre: «Voz puramente francesa, en cuyo idioma significa lo mismo que puto en castellano, y de oír esta palabra la gente, común, vulgar y licenciosa a los mismos franceses, sin saber su significado, los llaman bugres» (Aut.).

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En traje de viudas dolorido otros repiten gritos y querellas, lágrimas y dolor todo fingido, como diz que también lo fingen ellas. Algunos, imitando en el vestido y los rostros bellísimas doncellas, con arcabuces o trabucos chicos, y otros de hombres con moños y abanicos: como el garzón, que por la diosa impía pasó trabajos doce, altos y bajos, que a fe, que si estudiara él hoy en día pasara y no contara mil trabajos; o el amante infeliz de Deidamía, que aprisionó en chapines los zancajos. Así iban acá algunos picarotes hilándose en las ruecas los bigotes. Otro de negra allí, con pelo prieto, y aunque con muchas pasas mal guisado, y el rostro más obscuro que un soneto de Góngora —Dios le haya perdonado—, nevados dientes muestra en orden recto

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v. 192 acedo: «Lo que tiene punta de agrio o es poco grato al gusto» (Aut.). vv. 201-202 como el garzón [...] y bajos: se refiere a Hércules y su etapa de servidumbre en el reino de Ónfale, una vez completados los Doce Trabajos. Al hacer referencia a que estos fueron altos y bajos, se hace eco no solo de las hazañas más valerosas, sino a la estampa de Hércules, despojado de sus atuendos militares, vestido de mujer e hilando en la rueca, frente a Ónfale (Diccionario de mitología, pp. 309-311) . vv. 205-206 el amante infeliz [...] zancajos: hace alusión a Aquiles, «el de los pies ligeros», que según la mitología griega era invulnerable en todo su cuerpo menos en el talón. De ahí surge la siguiente referencia por la que el zancajo, hueso del pie que forma el talón, queda estrujado por los chapines. La afeminación del pasaje hace referencia a un episodio concreto de la leyenda de Aquiles, cuando se disfrazó de mujer para no ir a la guerra de Troya (Diccionario de mitología, p. 71). v. 210 passa: La descripción del disfraz de mujer y negra, con pelo prieto, aumenta su tono vejatorio al combinar los dos significados de la palabra: «Llaman por semejanza los cabellos cortos, crespos y retortijados de los negros, por parecerlo en lo arrugado y aplastado» (Aut.) y «Significa también una especie de afeite que usaban las mujeres, llamado así porque se hacía con pasas» (Aut.).

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de la jeta en el círculo atezado, tal en la noche vemos claro y vago blanquear el camino de Santiago. Otros de papagayos y de urracas, que, según los visajes y las señas, aprendieron con gestos y alharacas a garlar en poder de algunas dueñas. Los hipócritas van con sus matracas; los valientes en pompas halagüeñas, de pavos con su moco y alas finas, y algunos baladrones, de gallinas. En forma van de seis camaleones seis muy esperanzados pretendientes, aunque algunos juzgaron ser soplones, que ambos viven del aire entre las gentes. Tres poetas con caras de ratones, y dos iban en traje de serpientes, que, al verles la ponzoña y alas negras, unos yernos dijeron que eran suegras. Una hermosa galera otros conducen, coronada de jarcias y de entenas, y al remar diligentes introducen, entre víctores, náuticas faenas; por desusados rumbos le producen nuevas derrotas a Neptuno ajenas. ¡Oh, artificio de amor, tú solo puedes facilitar milagros de Arquimedes! De duendes van con cuerdas invenciones

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v. 214 jeta: «Los labios gruesos y abultados» (Aut.). v. 214 atezado: «Lo que tiene el color negro» (Aut.). v. 220 garlar: «Hablar mucho y sin intermisión» (Aut.). v. 224 baladrón: «El fanfarrón y hablador que, siendo cobarde, blasona de valiente y gasta muchas palabras, sin tener manos ni obras en los lances y ocasiones» (Aut.). v. 234 jarcia: «Los aparejos y cabos del navío» (Aut.). v. 234 antena: «Verga o pértiga de madera pendiente de una garrucha o mutón que cruza en ángulos rectos al mástil de la ve y en quien prende la vela.Ya comúnmente se dice entena, pero es más común a su origen llamarse antena» (Aut.).

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muchos señores de los muy primeros, que con moneda falsa de carbones diz que pagan servicios verdaderos. De sabandijas salen los bufones y de curas después los taberneros, que bautizan, y algunos corredores también iban al fin de salteadores; cédulas repartían a manojos, con sus motes satíricos a ratos; otros, pies de sonetos a los cojos y a los sordos, orejas de zapatos; uno a los ciegos presentaba antojos, y claveles que oliesen a los chatos, y otros, por mayor sátira, malignos daban mucha alabanza a los indignos. Cual suele capital calenturiento, más en el mismo sueño desvelado, de ilusiones juntar un largo cuento en monstruosas ideas devanado, donde los pies no gozan de su asiento ni la cabeza de su propio estado, tal se ensartan con trápala y presteza, sin concierto, razón, pies ni cabeza. No hay travesura que el placer no emprenda, ni invención que el deseo no concierte, ni hay memoria que tanto comprehenda, ni lengua alguna que a explicarlo acierte, cuando empezó a pisar la misma senda mayor ostentación, terror más fuerte y en borrascas de asombros halagüeño, a inundar lo admirable a lo risueño. Las artes liberales van delante derramando primores y riquezas; los trajes llenos de esplendor galante

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v. 247 corredor: «En germanía significa el ladrón que concierta algún hurto» (Aut.). v. 263 trápala: «Ruido de voces o movimiento descompuesto de los pies» (Aut.).

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y de joyas cubiertas las cabezas: la Gramática tierna en el semblante, juntando una sintaxis de bellezas y la Oratoria entre vistosas flores adornada no más de sus colores; la Lógica con cláusulas precisas un silogismo muestra en su presencia, de que son sus dos ojos las premisas y el rendirse al mirarlos consecuencia; la Aritmética en galas y divisas mostrando numerosa competencia y la Geometría por su modo guardando regla y proporción en todo; la Música después con gallardía casi a todas las otras se adelanta, que como la hermosura es armonía, la vista oye y la razón se encanta. Mas ¿qué diré, sagrada Astronomía, de ti, que en tanta luz, en gloria tanta, de tu rostro bellísimo compones una esfera feliz de perfecciones? En el antiguo traje, a par de airoso, de romanos con fácil arrogancia, un escuadrón se sigue generoso afrentando la bárbara jactancia. Tal triunfante volvía y poderoso César, vencidas una y otra Francia, con grita popular; o el gran Pompeyo, con largo víctor y favor plebeyo. Un garzón luego en años juveniles brillando viene tan floridos rayos, que en el verdor de doce o trece abriles avergüenza a las damas muchos mayos; por él olvida Venus sus pensiles, y, al pensar de Narciso sus ensayos,

vv. 305-307 Un garzón [...] abriles: la figura puede representar a Cupido.

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transformada, no ya en peñasco hueco, sí en bendiciones mil, le sigue Eco. Petate llaman a esto y así quita a la tela una estera —eso es petate— el fuero, y de la máscara exquisita es, por costumbre antigua, este el remate. ¿Mas qué perla, qué piedra o margarita la palma indigna a su confín no abate? Solo dar pudo tanto lucimiento México, de estos astros firmamento. Ya la nobleza con blasón severo la función autoriza en larga tropa, cual igualando el costo y el esmero hace en llamas de oro arder la ropa; cuál con joyas preciosas al sombrero, todo el oriente abrevia en una copa; cuál libreas ostenta, en fin, mejores que en otras partes galas de señores. No digo que son hijos los caballos del viento, porque el Céfiro se holgara de poder competillos, no engendrallos, que aun Saturno destotro se alegrara; no digo que pudiera aventajallos al suyo el Macedón, ni que tomara haberlos hecho el dios del mar tampoco; ni digo nada porque todo es poco. En negras mulas, con alarde serio, ordena —y menos gloria no recela— Minerva los magnates de su imperio; en las ínfulas doctas de la escuela —a las letras honor, y vituperio

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v. 313 Petate: ‘tejido de palma o de carrizos’. No acabo de entender bien el pasaje, aunque una posible interpretación podría ser que el remate de la máscara faceta, pues ya a partir del verso 321 empezará la descripción del vítor, fuera un tapiz de escenas mitológicas (con Cupido,Venus, Narciso y Eco), elaborado no con tela, sino con petates. Dicha posibilidad ya se apuntaba en los versos 83-88. v. 334 el Macedón:‘el macedonio’. Se refiere a Alejandro Magno.

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a la ignorancia— el número desvela, que no contará más quizá borlados la Sorbona teológica en sus grados. Va la Filosofía, taller claro de la prudencia y norma del consejo; de la virtud las Leyes firme amparo y de la fe los Cánones espejo. La Medicina del vivir reparo y de la omnipotencia fiel bosquejo, y entre todas la reina Teología, que al mundo ilustra y al Olimpo espía. A pie muchos aquí con nueva traza una guardia de corps fingen burlesca, que el concurso vulgar desembaraza con alboroto, barahúnda y gresca. A voces van gritando: ¡plaza, plaza!, y con superchería soldadesca si[n] distinción de buenos y de malos la gente apartan y amenazan palos; a estos mismos igual en todo era la lucida y faceta compañía, que por detrás seguía caballería, como equipaje a tanta gallardía —cual suele a la persona placentera del gran virrey algún festivo día—, sin saberse a qué dar más alabanza, si a tanta autoridad o a tanta chanza. Con agradable majestad poniendo fin, el rector amplísimo a la pompa llegó y en sus progresos añadiendo sujeto al bronce, que su aliento rompa; al bronce, digo, que con son horrendo materia presta a la sonora trompa de la Fama. Mas, ¿cuál habrá que baste y que tan alto asunto no contraste? A su siniestra alegre va el padrino, Medina en sangre, que en la ilustre selva de esta corte no hay árbol peregrino

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que en sus ramas sus vástagos no envuelva; su castizo bridón bizarro vino por que a los otros la cuestión resuelva, pues le dio el voto más escrupuloso, el precio del más grave y más brioso. A la mano derecha... Mas ahora en vano esfuerzas, musa, el plectro, en vano a explicar en tus números, canora, lo que aun no cabe en tu discurso arcano. Así observó pasar luna y aurora, trasnochado en los campos, el villano, hasta que el sol con pródiga alegría en los ojos le dio con todo el día. El día de Josef que de hito en hito el concurso registra circunstante, mientras él al placer casi infinito inunda grave en esplendor flamante. No con mayor aclamación Egipto al antiguo Joseph saludó amante que México al moderno, en voz festiva juntos el «¡Dios te guarde!», «¡con él viva!». Vive, pues, vive, que impaciente Clío en las burlas y mal hallada en tanto juego y desconcertado desvarío, a ti convierte y a su débil canto declina de la parca el señorío y de tu vida Cloto con espanto, en vez de estambre, en rueca de piropos hile la misma eternidad a copos. Viva felice y el afán prolijo, en honradas tareas floreciente, asegunde del pueblo el regocijo, cuando en premio más digno el gozo aumente,

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v. 381 bridón: «Caballo ensillado y enfrenado a la brida» (DRAE). v. 406 Cloto: es la parca más joven, encargada de hilar las hebras de la vida. v. 411 asegundar: «Repetir algún acto con inmediación al primero o con corto intermedio» (Aut.)

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pues padre te ve ya quien te crió hijo. Tu religión sagrada al mundo ostente, entre sus altas inmortales glorias, a los futuros siglos, tus memorias, que si al otro Joseph aclamó padre con voto general bárbaro el Nilo, porque de la escasez de la gran madre con sus cilleros fue próvido asilo, a ti, Joseph, ¿cuál nombre habrá que cuadre si en mies de letras, con igual estilo, dan a las carestías venideras sobrados frutos tus copiosas eras? La fugitiva hija de Peneo, depuesta la hurañía y los desdenes, ya ronda tu persona con deseo de esmaltar sus pimpollos en tus sienes; en tres laureles convertirla veo por tu frente sus músculos perennes, que si allá de uno aun no fue digno Apolo, tres juntos no son dignos de ti solo. Las gracias todas en desnudo terno en tus acciones Júpiter coloca y olvidan ellas el festín alterno, por residir contentas en tu boca; por ti, Palas el ático gobierno a tu mente política revoca y, en copia hiblea, la feliz Suada a tus labios sus néctares traslada. Ya tu patria presume, por ti solo, cuando no le sobrara tanto lustre,

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v. 420 cillero: «El que tiene a su cargo guardar los granos y frutos de los diezmos en la cilla, y dar cuenta de ellos y entregarlos a los interesados» (Aut.). v. 425 la fugitiva hija de Peneo es Dafne, que, al huir del acoso de Apolo, quedó convertida en un árbol de laurel. v. 439 hiblea: perteneciente o relativo a Hibla, monte y ciudad de la Sicilia antigua, famosos por su miel. v. 439 Suada o Suadela es la ‘Persuasión’, divinidad alegórica romana que se corresponde con la Peito griega (Julien, 2008, p. 393).

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a la preciosa arena del Pactolo envidia dar, en su raudal palustre. De mala gana ya amanece Apolo, hasta mirarte en pompa más ilustre, y negará sus rayos a tu estrella si te negare sus influjos ella. Ya la Iglesia en vestido recamado, de variedad cercada, el gusto muestra y asiste en nupcial júbilo a tu lado, a la tuya alargando ya su diestra, y tú, cual suele el novio deseado, corrida del deseo la palestra, buscar alegre el tálamo dichoso, galán ostentas parecer de esposo. Ya oigo al balido de la grey contenta, que en el redil de tu prudente celo los esquilmos pacíficos aumenta al soberano mayoral del Cielo; ya activo al medio día la apacienta y a la noche la guarda tu desvelo de la acechanza del león sangriento, que rodea buscando su alimento. ¡Oh, llegue ya ese tiempo prevenido en que la suerte alguna vez, alguna, esmalte lo feliz en lo entendido y lo dichoso con lo digno; una, en que dándote el premio merecido, satisfacción dé al mundo la Fortuna de que tuvo enmendada, al fin, talento para elegir algún merecimiento!, que yo, en tanto, la lira destemplada que tan mal ha sabido obedecerte dejaré de estos álamos colgada,

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v. 443 Pactolo: pequeño río de la antigua Lidia donde, según la leyenda, se bañó el rey Midas. v. 449 recamado: «Bordado de realce» (DRAE). v. 459 esquilmo: «El fruto que se saca de las viñas, olivas, ovejas y otras cosas» (Aut.).

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por si algún tiempo a darte gusto acierte, mientras la Fama en ecos dilatada, la lengua eterna en tu favor divierte y en los distantes términos que alcanza con mejor voz prosigue tu alabanza.

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Durante el siglo XVII, el claustro femenino seguía manteniéndose como paradigma de retiro y espiritualidad. El padre Antonio Núñez, confesor de sor Juana, exponía en su Cartilla de la doctrina religiosa que tomar los hábitos era morir al mundo y la opción de profesar en el convento significaba iniciar una nueva vida con la que imitar a Cristo, para «vivir crucificada y no bajar de la cruz hasta morir»1. Con todo, el modelo de observancia propuesto por el jesuita resultaría difícil de adoptar porque, desde las mismas circunstancias de fundación de los conventos novohispanos hasta la propia convivencia cotidiana en la clausura religiosa, favorecían el contacto extramuros. De hecho, uno de los motivos de fricción más habituales entre las autoridades eclesiásticas y las monjas en Nueva España fue la observancia de las reglas en cuanto al número de criadas y seglares alojadas en el convento y la recepción de visitas en los locutorios2. A lo largo del seiscientos, la fundación de conventos femeninos alcanzó una gran vitalidad en Nueva España; fueron quince nuevas corporaciones religiosas, que se sumaron a las diecinueve ya existentes a principios de siglo, localizadas en las principales ciudades: México, Puebla,Valladolid (Morelia), Guadalajara, Antequera (Oaxaca) y Mérida3. Dicho auge fundacional respondía al clima espiritual de la época, a la necesidad de salvaguardar a las mujeres desvalidas o casaderas y darles una educación, pero se 1

Tomo la referencia de Lavrin, 1995, p. 59. Asunción Lavrin lleva a cabo un estudio detallado del tema (1995) y Rosalva Loreto hace lo propio centrándose en la Puebla de los Ángeles del siglo XVIII (2000, especialmente pp. 85-164).Ver también García Valdés, 2008, pp. 117-188, y Gonzalbo, 2009b, p. 47. 3 Salazar, 2005, p. 221. 2

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explica también por la situación de bonanza económica que se generalizó en la segunda mitad del siglo XVII, gracias al alza en la producción minera y agrícola. Ese escenario económico propició que se consolidara una nueva élite adinerada, compuesta por mercaderes, mineros y hacendados, que buscó el prestigio social que le faltaba —ya que no eran descendientes directos de los conquistadores— en la Iglesia, a la que procuraba el capital necesario para fundaciones, obras pías, reparaciones de claustros e iglesias, fiestas de santos y dotes de profesión. Puede decirse que los claustros femeninos dependieron de forma casi exclusiva de la filantropía individual o familiar de esta élite que, o bien patrocinaba la fundación de conventos o bien dotaba económicamente a determinadas jóvenes para que entraran en la vida religiosa4. Esta caridad institucionalizada trajo aparejada una considerable dosis de prestigio social a quien podía practicarla. Un ejemplo de cómo se encumbraba la devoción religiosa de estos patronos puede leerse en sermones y dedicatorias impresas en la época, donde estos nuevos mecenas eran elogiados por medio de analogías inspiradas en motivos y personajes bíblicos. Tal es el caso del capitán Esteban Molina Mosquera, que en 1678 se había comprometido a financiar la construcción del templo de Santa María la Antigua, que pertenecía al convento de monjas carmelitas de San José. Su hija, Manuela Molina Mosquera y de la Barrera, profesó en dicho convento como Teresa de Jesús y llegó a ser su priora. En contrapartida a la generosidad del mecenas, su esposa fue enterrada con gran pompa en dicho convento en 1681 y, del mismo modo, también el patrón y constructor fue enterrado allí con grandes honores en 1693. La fortuna familiar era tal que aun permitió a su hija fundar otro convento, el de Santa Teresa la Nueva. El padre Francisco de Florencia, en el sermón que hizo en la dedicación del templo, comparaba a Molina Mosquera, asentista de profesión, con Zaqueo, considerado también «asentista», y con Abraham, por el sacrificio de profesión de su hija, y destacaba la extraña ecuación entre riqueza y justicia que distinguía al mecenas: Y está acaso el misterio en que halle Dios un hombre justo que sea rico. No por cierto; que muchos ricos hay, que son justos; y muchos justos hay, que son ricos y no es menester salir de México por las pruebas ni del Evangelio ni de la 4

Lavrin, 1995, pp. 36-37.

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Iglesia por la confirmación ... en el Evangelio tenemos hoy un rico que ha dado de limosna a los pobres la mitad de su hacienda ... y en la fiesta otro que ha dado a los religiosos pobres de este convento de limosna la casa que labró para sí y le ha costado más de veinte mil pesos; y a Dios y a México este templo, en que ha gastado, lo que, a no ser en México, donde los ánimos son tan grandes, se hiciera increíble, más de docientos mil pesos5.

El ejemplo anterior ilustra bien lo que era una práctica generalizada a la hora de establecer las contrapartidas que compensaban las donaciones económicas del mecenazgo y el patronazgo conventual. Por un lado, las pompas fúnebres y las alabanzas retóricas que recibía la familia y con las que adquiría un reconocimiento social, parejo a sus posibilidades económicas; por otro, la selección de las aspirantes a profesar que, en muchos casos, solían estar emparentadas con los patronos. En la elección de novicias tenía mucho peso el extracto social, por lo que puede decirse que los conventos femeninos se convirtieron pronto en un fiel reflejo de las jerarquías sociales6. Estas especiales circunstancias de fundación son determinantes a la hora de calibrar el contacto exterior, fundamentalmente con las élites de poder y económicas, de los conventos femeninos y también explican bien su rutina cotidiana, sobre todo en lo que atañe a los pasatiempos de intramuros. Como han puesto de manifiesto los estudios acerca de los rasgos históricos de la vida conventual femenina, la especial mezcla entre lo espiritual y lo material hace difícil encontrar un patrón definitorio para la convivencia entre «obediencia, humildad, caridad, fe, castidad y otras virtudes [que] se codean con indisciplina, orgullo, sequedad espiritual y tentaciones»7. El retiro a la oración era uno de los principales ejes de la rutina conventual, pero las monjas no eran precisamente «mujeres muertas al siglo», tal y como ponen de manifiesto «ciertos brotes de relajación» a finales del siglo XVII y principios del XVIII. En concreto, fray Juan Gutiérrez, provincial de los franciscanos en 1671, denunciaba algunos sucesos puntuales como la falta de asistencia de las monjas al coro en los horarios fijados y ciertos excesos en los usos de las rejas. Se decía específicamente que en las rejas «se daba de

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En Chocano, 2000, pp. 221-222. Los estudios de Josefina Muriel (1955 y 1982) y Asunción Lavrin (1995) se han ocupado de la cuestión a fondo. 7 Lavrin, 1995, p. 91. 6

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comer a muy diversas personas, había músicas extrañas y se recibían visitas, dizque por estar ocupados los locutorios»8. Las conductas no se reformaron, ya que en 1683 fray Francisco de Ávila «se quejaba de que las disposiciones de los prelados no habían sido acatadas, la música en las rejas continuaba “con publicidad y nota”, turbando el recogimiento conventual, y las llaves que debían estar siempre en manos de la abadesa se hallaban en poder de las porteras»9. Del mismo modo que la actividad de las monjas era un reclamo para el exterior, ellas no permanecían ajenas a lo que sucedía tras los muros en los días de fiesta.Así se demuestra en el hecho de que en 1645, como recoge Maya Ramos, se les diera licencia a las monjas clarisas para que pudieran ver una máscara desde la azotea de su convento: Madre Abadesa de Nuestro Convento de Santa Clara. Por la presente concedo licencia a las religiosas para que puedan subir a la azotea a ver la máscara a quienes ruego sea con la compostura y atención de sus obligaciones. Guarde [Dios] muchos años como deseo. México 20 de febrero de 1645. * [de otra mano] [Señora] yo deseo el gusto de las religiosas pero encargo el buen ejemplo de todo. Fray Andrés de Arteaga [rúbrica]10

Esta peculiar sociabilidad que regía el ambiente conventual femenino convierte a estos lugares de recogimiento en verdaderos epicentros de la sociedad colonial, pues Desde las virreinas hasta las humildes parientas o conocidas de alguna de las monjas o de las mozas que convivían con ellas, visitaban los conventos, que hubieran sido el espacio representativo del máximo encierro, pero de hecho se convirtieron en centro difusor de una forma de vida más ordenada y refinada11.

Del mismo modo, un comentario de Juan de Palafox sobre las riñas ocasionadas en los conventos de Santa Clara y Santa Isabel a causa de los espec8 9 10 11

Tomo la referencia de Muriel, 1955, p. 181. Muriel, 1955, p. 181. Ramos Smith, 1998, doc. 45, p. 364. Gonzalbo, 2009b, p. 48.

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táculos teatrales ilustra bien cómo, a pesar de la clausura, este tipo de distracciones dramáticas, a cargo de compañías profesionales, eran frecuentes en el interior de los conventos: [Todo ocurrió porque] después de haberse hecho cuatro comedias en tres conventos de monjas [...] y en las iglesias de ellas, y esto en muy pocos días, y sucedido en la de Santa Clara un martes a la puerta de la iglesia, por una pendencia que tuvieron en ella dos hombres, y luego otras cuchilladas en la de Santa Isabel, estando representando, la quinta en la iglesia de los indios de San Francisco, por los mismos comediantes y mujeres que representaban en el teatro de la ciudad, con gran concurso de religiosos y seglares hombres y mujeres12.

De hecho, ya en 1574, existe constancia de que, tras el éxito de la representación de una obra de González de Eslava en un tablado junto al altar mayor de la catedral, varias órdenes de frailes y monjas solicitaron al arzobispo que la obra se representara dentro de sus respectivos conventos13. Posteriormente, también puede documentarse cómo el auditorio que albergaba el Colegio Máximo, jesuita, destinado expresamente a certámenes literarios y a espectáculos dramáticos, había sido concebido sobre el esquema espacial de un patio de comedias, según consta en una descripción de 164614. Otro testimonio revelador a la hora de caracterizar la vida cotidiana en los conventos, la civilidad y su relación con el medio urbano, es el del viajero inglés Thomas Gage, que, a raíz de su visita a la ciudad de México en 1625, comentaba cómo una de las prioridades era enseñar a las niñas a cocinar, pero, sobre todo, a cantar y a representar obras de teatro, para atraer a los fieles a las iglesias: Los caballeros y las gentes del estado llano envían sus hijas a los conventos de monjas, para que las críen, y les enseñen a hacer toda suerte de confituras y obras de aguja, con la música que está en alto grado de perfección allí y me atrevo a asegurar que el pueblo concurre a las iglesias más bien por tener el gusto de oír la música que por asistir al servicio de Dios. Además enseñan a esas niñas a representar comedias, y para atraer más gente a sus iglesias, las visten de ricas ropas y les hacen recitar diálogos y pasos, principalmente en las fiestas de san Juan y de navidad. No dejan de conseguir su 12 13 14

Lo tomo de Rodríguez Hernández, 1998, p. 37. Schilling, 1958, p. 14. Recchia, 1993, p. 53.

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objeto, porque cada iglesia tiene sus aficionados que disputan y andan a zarpa la greña sobre cuál es el mejor convento, dónde representan mejor, hay mejor música o visten con más gala a las niñas15.

El comentario de Gage acerca de las representaciones teatrales en las iglesias de los conventos femeninos da pie para considerar ahora cómo era la actividad dramática que, como pasatiempo de intramuros, tenía lugar dentro de la clausura religiosa. Lo primero que cabe apuntar es que este tipo de representaciones solían ser a puerta cerrada, es decir, que no eran de pública entrada, como las que podían llevarse a cabo en sus iglesias, aunque era frecuente que los virreyes y otros personajes de la colonia asistieran como espectadores a representaciones llevadas a cabo en su honor o para conmemorar alguna fiesta religiosa. Las circunstancias del patronazgo en su creación, junto al hecho de la movilidad de los virreyes —esa corte portátil que convierte en escenario de representaciones toda la imperial ciudad de México—, son aspectos determinantes a la hora de fijar el tono panegírico de esta modalidad dramática. Como señala Escamilla González, Fuera de la catedral, otra curiosa manifestación de devoción cortesana, de extraños tintes mundanos, era la visita de los virreyes y su comitiva a los conventos de monjas: muchos obtenían una licencia eclesiástica que les permitía traspasar la clausura del monasterio para ser agasajados con música, bailes y regalos por las religiosas16.

Es, pues, un teatro de circunstancias y de alabanzas, determinado por el público asistente y muy distinto del tono docente del teatro de colegio17. Si bien los virreyes realizaban visitas al interior de los conventos femeninos, era la virreina quien adquiría el máximo protagonismo en las visitas a la clausura de monjas. Como consorte, una de las pocas actividades que oficialmente la virreina podía llevar a cabo de manera individualizada eran estas visitas «como participantes de lo que pertenece a sus maridos por la representación que hacen de la persona de Su Majestad»18. Lo que se sabe 15

Gage, Nueva relación..., pp. 183-184. Escamilla González, 2005, p. 391. 17 Parodi, 2002, pp. 233-252. 18 La cita forma parte de la carta que escribió el marqués de Cerralvo al rey, defendiendo el derecho de libre entrada de las virreinas en la clausura (Escamilla González, 2005, p. 391). 16

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de las virreinas es, en general, poco, aunque relacionadas con sus visitas a las clausuras sobresalen algunas noticias recogidas en la documentación de la época. Romero de Terreros reproduce algunas de las anécdotas más sobresalientes de este tipo de prácticas, como el escándalo que protagonizó doña Margarita Blanca, marquesa de Villa Manrique y esposa de Álvaro Manrique de Zúñiga (1585-1590), quien se destacó por noticias poco edificantes. Por la relación de la visita que hizo fray Alonso Ponce, comisario general de la Orden Seráfica a los Provinciales de la Nueva España se sabe que la virreina era de carácter dominante y de conducta ligera. En 1586 los virreyes se hospedaron ocho días en el convento franciscano de San Bernardino trasladándose con todo su ajuar. Los indios al saber que los virreyes visitaban el pueblo realizaron fiestas en su honor en las que, por cierto, murieron tres de ellos por un tiro perdido. A las fiestas asistían los religiosos y el provincial de la orden, fray Pedro de San Sebastián. Se dijo que la disciplina del convento se relajó enormemente. El escándalo se extendió cuando se rompió la clausura conventual con la presencia no sólo de la virreina sino de las damas y las criadas que la acompañaban y que se paseaban por las celdas de los frailes. El colmo, según la crónica, fue que un fraile lego nadó en un estanque en presencia de la virreina y que ésta le tiraba naranjas19.

También sabemos que la misma marquesa de Villa Manrique pidió al provincial fray Pedro de San Sebastián «que le permitiese entrar a ese convento [de Santa Clara] con mayor frecuencia de la que el Papa le había concedido. Cosa que le fue negada»20. En el caso de la marquesa de Cerralbo —virreina consorte entre 1624 y 1635—, existe constancia de que «asistía cotidianamente a la madre Inés de la Cruz, fundadora del convento de San José de carmelitas descalzas y quien ayudó a la monja en el momento de su muerte. Esto fue mal visto por el arzobispo Pérez de la Serna quien, celoso de su autoridad, prohibió la asistencia constante de la virreina a los monasterios femeninos»21. Estas asiduas visitas de las virreinas a los conventos femeninos no sólo formaban parte de la rutina cotidiana, sino que también las convirtieron en protagonistas absolutas de las representaciones teatrales que se llevaban a

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Romero de Terreros, 1944, p. 18. Muriel, 1955, p. 182. Ramos, 1996, pp. 39-40.

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cabo en el interior de la clausura. Así, el carácter festivo y celebrativo que acompaña estas cortesías se traduce en el registro alegórico que envuelve las representaciones teatrales con las que se festejaban las visitas y que, por otra parte, era el habitual en el discurso panegírico en torno a nobles y virreyes. Buena muestra de este tono encomiástico que funda sus valores dramáticos en la alegoría es el Festín plausible que Joseph de la Barrera escribió para la visita de los condes de Paredes al convento de las clarisas en 1681 y que, en su versión impresa, dedica a la virreina22. Tras los preliminares, la primera acotación y los versos iniciales que canta la Música, papel representado por la madre Juana Teresa de San Antonio, encuadran los ejes simbólicos que convierten la huerta del convento, lugar donde se llevó a cabo la representación, en un locus amoenus al que acudieron las monjas caracterizadas como ninfas: Gallarda ostentación del aplauso, noble asunto de la generosidad y heroico desempeño del amor, fue el festivo aplauso con que el religiosísimo convento de Santa Clara de esta ciudad se esmeró en celebrar la felice entrada de su Excelencia. De este festejo la lucida pompa pedía ser asunto de más realzada pluma, conténtese el abatido vuelo de la mía con no emprender errante lo que no acertará a escribir elocuente, y concédasele sólo de gracia el referir lo más gracioso, que fue una danza primorosa a todas luces y con mil primores lucida. Esta compusieron doce niñas del mismo convento, mejor dijera animados abriles, que con la pompa de sus floridos adornos pudieron ser emulación de Flora o peregrina copia de Amaltea. En ellas a un tiempo se vieron bien hermanadas la destreza en el esmero de su baile, con la pompa en la curiosidad de su aliño; para aquel sirvió la aplicación, para éste se aplicaron vistosos atavíos de lucidas galas y ricas joyas y galantes plumas, de que todas salieron adornadas, pudiendo con ellas cada una ser gallardo pavón de la que celebraba Juno. Puestas ya en el lugar, donde había de ser el baile cantó la Música esta letra: [MÚSICA]

22

Gallardas zagalejas de aquestos verdes prados, afrenta del abril, emulación del mayo, salid, salid gozosas a ver en vuestros campos una beldad que asiste,

Las referencias al Festín proceden de mi edición (Farré Vidal, 2009).

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un sol que hoy ha rayado. Veréis que en sus primores Cupido está admirando de Flora la hermosura, de Venus el retrato. Veréis que los arroyos de verla van helados, y en dulces escarceos espejos le hacen claros. Sacad, serranas bellas, en tan festivo aplauso, el traje a lo cortés, el baile a lo villano. Cortad de los jardines mil olorosos nardos, claveles y azucenas, tomillos y mastranzos. Haced guirnaldas de ellos porque el matiz gallardo tocado se ha de flores. Oh, flor de los tocados, tocad las castañetas y en baile concertado, al son de gaitas dulces, resuene todo el campo (vv. 1-32)23

Esta réplica inicial de la Música recrea la ilusión de un espacio natural que adquiere una dimensión mitológica, donde las protagonistas del baile de apertura son «doce niñas del mismo convento» que, por asimilación al espacio natural que las rodea, reciben los elogios de «animados abriles», «emulación de Flora o peregrina copia de Amaltea». De ellas se loa la «aplicación» y «destreza en el esmero de su baile». La primera acotación del festejo nos aporta también la noticia sobre sus «vistosos atavíos de lucidas galas y ricas joyas y galantes plumas, de que todas salieron adornadas». De su vestuario se aplaude la vistosidad y riqueza, y se señalan dos elementos que debían formar parte de él: joyas y plumas —la invocación de la Música también nos permite pensar que podrían portar tocados y guirnaldas de flores—.

23

Farré Vidal, 2009, pp. 80-82.

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Todos los indicios apuntan a que el «traje [es] a lo cortés» (v. 19), pero los instrumentos que debían acompañar su baile confirman que éste es «a lo villano» (v. 20), pues la Música insta a las doce «serranas bellas» a las que acompaña, a tocar las castañetas (v. 29) y las «gaitas dulces»24 (v. 31). Ubicado el espacio de la huerta como correlato objetivo de la belleza de la condesa de Paredes, las coordenadas temporales vienen marcadas por la inmediatez de la invocación de la Música, cuya llamada por medio del imperativo («Salid», v. 5; «Veréis», v. 9 y 13; «Sacad», v. 17; «Cortad», v. 21; «Haced», v. 25; «Tocad», v. 29) reclama la asistencia de las monjas para que sean testigos de la visita La visita de la condesa de Paredes a la huerta del convento es el término real de la metáfora que propicia una sucesión de términos figurados: la huerta es el jardín ameno al que acuden las monjas que representan ser ninfas, con el objetivo de celebrar a la nueva virreina, a quien se alude por medio de las metáforas que elogian su belleza («una beldad», v. 7; «un sol que hoy ha rayado», v. 8; una hermosura a la que los arroyos le sirven de espejo, vv. 13-16) y a través de las hipérboles mitológicas que la alaban como la más hermosa de las ninfas, Flora, y como retrato de Venus (vv. 9-12). Tras este primer parlamento de la Música, se sucedieron los primeros pasos de baile para la salida a escena de dos coros de baile que acompañaron a Tetis y Flora, las dos protagonistas de la loa que se escenificó a continuación. La loa, previa colocación a ambos lados de los coros en la huerta, se habría escenificado en un teatro portátil, tal y como parece deducirse de una de las acotaciones: «Ya aguardaba la loa en un hermosísimo ostentativo teatro, en que parece echó el resto la curiosidad y logró su desempeño el adorno; quedó pues todo el auditorio en un recatado, grave silencio»25. La salida a escena de la Fama, el personaje que resuelve el debate de méritos entablado entre Tetis y Flora por lograr el patrocinio de la celebración —es decir, el elogio a la virreina en la visita al convento—, también parece apuntar esta posibilidad de un escenario portátil que aprovecha la vegetación natural del huerto:

24

Las castañetas y gaitas son instrumentos presentes en los bailes de tipo popular: «It seems fair to assume that shepherds and rural laborers did play the rustic instruments named in Lope’s stage directions (tamboril, flauta, gaita, pandero, etc.), and we know from extant documentation that trumpets and drums were played to announce the entrada and salida of the nobility and of the royal family» (Stein, 1986, p. 15). 25 Farré Vidal, 2009, pp. 87-88.

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Al son de aquestos dulces, músicos acentos, fue saliendo por en medio de las dos [Tetis y Flora] la Fama, que por haber llegado en la pompa de su gala, de la curiosidad a los extremos, para salir buscó un medio saliendo a ser dulce rémora de cuantos ojos, linces de su gala o clisies26 de su lucimiento, se desvelaban en ver lo lucido del laurel. ¡Qué victoriosa ceñía la flam[b]ante27 del escudo! ¡Qué valiente embrazaba! Y lo heroico del que para repetir las glorias de la excelentísima princesa a quien aclamaba, sacó triunfante clarín, con que llevándose la palma en la bizarría, consiguió el llevarse la aclamación de todas, que [...] de más lucida en su gala, la Fama es la que consigue el triunfo de más vistosa en su adorno. La Fama es la que merece este lauro de celebrar a su Excelencia, sea pues la Fama noble desempeño de todas en rendirle único aplauso28.

Esta loa conventual sigue el mismo esquema de la «Loa en las huertas donde fue a divertirse la excelentísima señora condesa de Paredes», que escribió sor Juana Inés de la Cruz entre 1681 y 168329. Si en la de Barrera los personajes que pugnan por obtener la primacía por alabar a la virreina son dos, Tetis y Flora, que llegan a un acuerdo por medio de la intervención de la Fama, en la de sor Juana los personajes son cuatro: Céfiro,Vertumno, Flora y Pomona, con la presencia mediadora de una ninfa. El asunto dramático en la loa sorjuanina gira en torno al enfrentamiento de dos galanes por decidir quién de las dos musas y amadas es la más bella. El duelo, gracias a la mediación final de la ninfa, termina ganándolo la virreina. Más allá de la curiosidad que despierta la coincidencia de fechas entre las dos loas, así como que se consagren a la misma destinataria, me interesa destacar la convergencia del mismo modelo dramático en el espacio cortesano y en el conventual. Es éste un signo manifiesto que confirma la especial idiosincrasia de la clausura novohispana, así como su estrecha relación con el circuito cortesano y nobiliario. El registro alegórico dominante en este tipo de festines en las visitas de virreyes y virreinas a los conventos puede también combinarse con otro 26

Clisies, en el sentido de girasoles. Se sustantiva a partir de Clicie/Clitie, la joven transformada en girasol al ser rechazada por su amante, el Sol, entonces enamorado de Leucótoe. A pesar de su metamorfosis, la flor iba girando como si siguiera la trayectoria de su antiguo amante y, en ese sentido, en la acotación el sintagma complementa al anterior, «ojos linces de su gala», y se refiere a que todos los ojos, como girasoles, seguían su lucimiento. 27 flambante: «Término del blasón que se dice de los palos ondeados y punteados en forma de llamas» (Aut.). 28 Farré Vidal, 2009, pp. 95-96. 29 Ver Poot Herrera, 2007, pp. 248-254.

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tipo de puesta en escena de entremeses y otras piezas de teatro breve, en la que destaca y predomina una vena jocosa. Luciani habla de un tono «metaconventual», «es decir, los comentarios sobre la vida monástica con fines jocosos, instructivos, o contestatarios»30, que ciertamente es palpable en varias de las piezas de teatro breve conventual del siglo XVIII que se han conservado31. Un ejemplo paradigmático de este tipo de representaciones son las piezas que se han atribuido a Cayetano Javier de Cabrera y Quintero y, en concreto, el texto que se edita como apéndice del capítulo: el «Sainete de fin de fiesta al recibimiento de los excelentísimos marqueses de las Amarillas, virreyes de este reino, en el colegio de San Miguel de Belem»32. En el esquema métrico predomina el romance, con algunos fragmentos cantados en los que se combina el hexasílabo con rimas consonantes y asonantes. El esquema métrico general es: 1-66 Romance (í-a) 67-74 6a 6b 6a 6- 6a 6b 6a 6- (rima consonante) 75-108 Romance (í-a) 109-116 Romancillo 117-259 Romance (í-a) 260-267 Estribillo: 8- 8a 8- 8a 6- 6a 6- 6a 268-299 Romance (í-a) 300-307 Estribillo: 8- 8a 8- 8a 6- 6a 6- 6a La pieza ejemplifica bien los rasgos jocosos propios de este tipo de teatro, en el que es habitual evocar aspectos propios de la clausura desde una perspectiva cómica.Así, en el sainete se enfrentan la Escoletera, la Seriedad, la Alegría y la Vieja para decidir cómo se recibirá a los marqueses de las Amarillas en su visita al colegio. El debate festivo permite mostrar en esce30

Luciani, 2011, p. 20. Además de la relación de todo el festejo que se hizo a los marqueses de las Amarillas en su recibimiento como virreyes en el convento de Jerónimas en 1756 (manuscrito editado por Luciani, 2011), no son muchos los textos dramáticos escritos para ser representados en conventos femeninos que se hayan recuperado. Entre los repertorios, destaca la colección de entremeses, loas y coloquios procedentes del convento de Santa Teresa en Potosí, editada por Arellano y Eichman (2005) y la colección de entremeses provenientes de conventos poblanos, transcrita por Sten y Gutiérrez Estupiñán (2007). 32 Sobre la cuestión de la atribución, ver la edición de Claudia Parodi (Cabrera y Quintero, Obra dramática, pp. XLVII y ss.). 31

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na diferentes danzas, las habilidades de las niñas en el canto y el baile, así como en otras parcelas del recogimiento, como la escuela y la cocina. Otro aspecto destacable es el lugar de representación: el colegio de Belem de la ciudad de México. José Manuel Castro Santa Ana, en su Diario de sucesos notables, anota lo siguiente acerca de esta visita de los virreyes: La tarde del citado día 30 [de octubre] pasaron SS. EE., familia y comitiva al Colegio y Recogimiento de niñas doncellas de San Miguel de Belén, en donde fueron obsequiados por su vicario Dr. D. Francisco Jiménez Cano, canónigo penitenciario de esta santa iglesia; ministróseles un abundante y exquisito refresco; el festejo duró hasta las diez de la noche33.

Era éste uno de los colegios menos elitistas de la ciudad, donde no eran requisitos de entrada la legitimidad y limpieza de sangre, la edad o el estado civil (podían ingresar mujeres viudas o abandonadas con sus hijas)34. Resulta interesante ofrecer el testimonio de este sainete que el colegio de Belem concertó al recibimiento de los marqueses de las Amarillas en 1756, para compararlo con el resto de representaciones teatrales que se hicieron en los conventos de la ciudad, pues aunque se trata de un centro de recogimiento femenino, el tono es el mismo que reflejan las otras piezas conventuales dirigidas a celebrar la misma circunstancia. Luciani, editor de la relación del festejo de las Jerónimas al recibimiento de los marqueses, se hace eco de las coincidencias entre las piezas al afirmar que «éste es un dato valioso para confirmar que el carácter mundano, alegre e incluso irreverente del festejo de San Jerónimo no fue una anomalía»35. Puede afirmarse que no es ninguna anomalía, sino que, efectivamente, la convivencia entre monjas y seglares en los conventos propiciaba una secularización de la vida cotidiana y que, además, por las especiales circunstancias de fundación de los conventos, existía otra forma de trato con el exterior que acercaba a las monjas al ambiente cortesano. En esta encrucijada, tienen cabida tanto el estilizado discurso alegórico, característico de los festines cortesanos en las huertas de los conventos, como la vena jocosa de entremeses y sainetes, cuya puesta en

33

Castro Santa Ana, Diario de sucesos notables, tomo VI, p. 51. El comentario del relator no se diferencia del resto de las entradas que dan testimonio de todas las visitas a conventos que llevaron a cabo los marqueses de las Amarillas a su llegada a Nueva España. 34 Gonzalbo, 2009b, p. 141. 35 Luciani, 2011, nota 33.

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escena sabrían caracterizar bien las seglares de conventos, colegios y recogimientos.Tal y como resume Pilar Gonzalbo, Los colegios y recogimientos intentaron emular la piedad conventual y proporcionar a jóvenes huérfanas una formación similar a la que recibían las futuras religiosas. Fueron muchos los conventos novohispanos en los que se recibieron seculares, ya fuera como sirvientas o como niñas educandas, pese a lo dispuesto por sus reglas; y también hubo colegios, regidos por seglares, en los que el reglamento y las rutinas cotidianas manifestaban la adhesión al modelo monástico36.

También puede afirmarse que la diferencia formal y canónica entre colegios (o recogimientos) y conventos no implicaba una diferencia real en la vida cotidiana y en la práctica docente37. En el caso concreto del colegio de Belem, sabemos de cierto que en algunas épocas del siglo XVIII hubo maestro de música que enseñaría a cantar y a tañer instrumentos musicales a algunas jóvenes, lo cual era una habilidad apreciada para las que aspiraban a profesar como religiosas y no tenían dote, así como para las que pretendían iniciar su vida en sociedad. Finalmente, cabe apuntar al escaso número de piezas de estas características que se han conservado.Ya fuera por su misma naturaleza circunstancial, que no planteaba la necesidad de su circulación impresa o manuscrita, o ya fuera porque, en cierto modo, eran fruto de una celebración efímera y, además, podían considerarse poco edificantes para la clausura.

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Gonzalbo, 2009b, p. 142. Gonzalbo, 1995, p. 429.

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TEXTO: Sainete y fin de fiesta al recibimiento de los excelentísimos marqueses de las Amarillas, virreyes de este reino, en el colegio de San Miguel de Belem, atribuido a Cayetano Cabrera y Quintero (1756)38 Personas La Alegría La Escoletera La Seriedad Una vieja Varias niñas de miga Varias [niñas] de danzas Sale la Alegría, como en la loa. ALEGRÍA Espérense, mis señores. ¿Que pensaban que me iba? Pues no, mis reyes, porque aún tiene qué hacer la Alegría. Bueno es lo hecho: bueno Marte, Venus, Palas y las ninfas, para que el entendimiento se cebe de fantasías. Mas para que el corazón salte, baile, cante y ría, quisiera yo canto y baile de las que saltan y brincan; pero el cuento es que mi doña

5

10

38 Sigo el Ms. 31 (fols. 113r-117v) de la Biblioteca Nacional de México. Una edición moderna de la pieza fue llevada a cabo por Claudia Parodi dentro del volumen Obra dramática de Cabrera y Quintero. Reparto inicial: miga: «Escuela de niñas» (DRAE). Acot. inicial como en la loa: en el mismo manuscrito, las páginas anteriores (105r112v) reproducen la «Acción cómico-alegórica que en aplauso y recibimiento a los Excmos. señores D.Agustín y Dña. María Luisa de Ahumada y Villalón, marqueses de las Amarillas, virreyes desta Nueva España, que se representa en el colegio de S. Miguel de Bethlem desta Ciudad de México. Año de 1756», donde aparece la Alegría y la acotación precisa: «graciosa, pero galanamente vestida de varios colores con guirnaldas de flores diversas» (fol. 105r). vv. 5-6 bueno Marte [...] y las ninfas: son los personajes que anteriormente han intervenido en la Acción alegórica que desempeña la función introductoria de loa:Venus o la hermosura; Marte o la milicia; Palas o la discreción; la Política; el Entendimiento; la Alegría y Músicas (Ms. 31, fol. 105r).

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Seriedad, muy exprimida, está aquí y me dice: Sale la Seriedad muy bien vestida, muy compuesta y seria. SERIEDAD ALEGRÍA

SERIEDAD

ALEGRÍA

¿Qué haces tan diligente,Alegría? Nada, sino canto y bailo, y hacerlo una sola es risa, por lo que, si mi señora, su merced, su señoría, doña Seriedad, de aquí se va, se aparta o se arrima, buscaré quién me acompañe, y quizá hallaré una niña que bien o mal, sin chiqueo, me cante una arietita. Antes mal que bien, podrás encontrar lo que imaginas, pues aunque famoso sea Bethlehem porque sus niñas con los mejores maestros en música se ejercitan, la Diestra ya pasó a monja y las que ahora se principian, con rudimentos de sol-fa, más que deleitan, fastidian. En eso estoy, pero es fuerza obsequiar en su visita a sus Excelencias, cuya

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v. 14 exprimido: «Figuradamente se toma por seco, extenuado y flaco» (Aut.). v. 25 chiqueo: «Mimo, halago» (Aut.). vv. 29-32 aunque famoso [...] se ejercitan: la fama del colegio de Belem, en el que se enseñaba a futuras esposas y a monjas, llegó al punto de que sus niñas eran admitidas en los conventos con «velo de gracia», es decir, de manera gratuita, sólo por sus voces y conocimientos de música (Muriel, 1974, p. 101). v. 33 la Diestra: como signo de la familiaridad vigente dentro de los conventos, era frecuente que las monjas se apodaran con motes como este.

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SERIEDAD ALEGRÍA ESCOLETERA SERIEDAD

prudencia y cortesanía sabe disculpar defectos y los obsequios estima. Pues si es así, a la escoleta. Vamos a ella. Grita. ¡Mama mía! Dentro. ¿Quién llama? Deje estudiar y no nos vengan con gritas. A eso se viene, a que estudien y que nos canten sus hijas.

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Sale [la] Escoletera. [ESCOLETERA] Pues si a eso vienen, escuchen, y ni platiquen ni rían. Arco, con los instrumentos; nombre de la ley antigua: Jerusalén, Jucepín, el Mesías o Masías; vara para una aria a solo, sonando la sinfonía. Ahora bien, a la vergüenza salga y cante Fulanita.

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Sale la niña. v. 43 escoleta: es el lugar donde se reúnen las novicias para aprender y practicar música y canto. vv. 47-48 A eso se viene [...] sus hijas: En el siglo XVIII la tendencia fue la transformación del recogimiento en colegio. Se había iniciado con el arzobispo Lanciego y Eguílaz (1713-1728), cuando las niñas en la escuela alcanzaron el número de 180, pero se culminó con el patronato de Alonso Núñez de Haro y Peralta, cuando cambió oficialmente el nombre del recogimiento de San Miguel de Belem, por el de Colegio de Belem (Muriel, 1974, p. 102). v. 48acot Escoletera: neologismo a partir de escoleta, que alude a la maestra de niñas en esta. vv. 49-56 La réplica de la Escoletera parece recrear las áreas docentes propias del colegio: el manejo de los instrumentos de arco, la lección de la historia sagrada y el canto. v. 53 Jucepín: la referencia es difícil, pero, por el contexto, podría aludir a José de Arpino, conocido como Josepín o Josefino, pintor que colaboró en la decoración de las galerías del Vaticano con pasajes de la historia romana (Diccionario histórico, p. 63).

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ALEGRÍA

NIÑA

[V]a, niña, con [el] valor, como allá, cuando te miras sola o el campo paseas, haz de las tuyas y mías. Obedézcote y mi voz en esta aria solo sirva de dar a sus Excelencias las gracias, por la visita.

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Canta.

ESCOLETERA NIÑA SERIEDAD

ALEGRÍA SERIEDAD ESCOLETERA ALEGRÍA

ESCOLETERA ALEGRÍA

Venga en hora buena y venga en buena hora quien de gozos llena inculto vergel, numen cuya vena de esplendores dora y hace vega amena, yermos de Bethlem. ¡Con primor! ¿Cómo he podido? Como yo me lo quería, con juicio y sin ademanes, como quien al coro aspira. Sí, pero mira que afuera no sé quién te llama o grita. Voy a ver, paso entre paso, que no puedo andar aprisa. Fuese. Deja que se vaya, que me cansa y mortifica la Seriedad. Pues, ¿qué intentas? Que, libre de ella, otra niña que sea como yo pienso —menos seria, más festiva— me saques para que alterne, y no todo sea tiña

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ESCOLETERA

ALEGRÍA ESCOLETERA

que, del bello del gracejo, nos deje la cholla lisa. ¡Oh, si yo sacar afuera pudiera una morenita de mi escoleta en campaña, ya habría una gitanilla! ¡Rasgada cómo la vieras! ¡Chula cómo la verías! ¿Pues hay más que traerla aquí? Dices bien. ¡Ah, Jediondilla!

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Sale la niña 2ª como de servir, graciosamente vestida. NIÑA [2ª] ESCOLETERA NIÑA 2ª

NIÑA 1ª NIÑA 2ª

¿Qué manda? Que yo de fiesta no estoy, sino de cocina. Poco y breve: que me cante de aquellas sus truhanerías. ¡A ello, y no moler más, que aún falta lo que molía! Toquen los enmarañados. ¡Y cante la mal prendida! Cantando. De amor al incendio, el fuego de amor

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v. 92 nos deje la cholla lisa: cholla es un nombre vulgar para referirse a la cabeza, como mollera. Entiendo, por el contexto, que la expresión «dejar a alguien con la cabeza lisa» podría significar dejarle boquiabierto y sin palabras. v. 94 una morenita: se refiere a una india, ya que en el colegio de Belem se recogían mujeres pobres y no había filtros de sangre para la acogida, que pueda desempeñarse bien en el baile, como una gitanilla chula y rasgada. v. 100 Jediondilla: neologismo a partir del diminutivo de jedionda. Es un apodo con el que la Escoletera se refiere a una niña maloliente porque está en la cocina. vv. 105-106 moler [...] molía: la repetición de moler combina dos significados. Así, la Niña primero se queja de que la molesten porque todavía le falta acabar lo que estaba triturando. v. 107 los enmarañados: el adjetivo suele aplicarse a los cabellos, por lo que quizá se esté refiriendo a ciertos músicos despeinados o desaliñados. v. 108 prendida:‘acicalada’.

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NIÑA 1ª

NIÑA 2ª

ESCOLETERA

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que abrasa, que enciende todo el corazón, es leña con que si ahumada se vio, marqués y marquesa también nos ahumó. ¡Cómo de cocina ha estado! ¡Humo, fuego, leña y chispas! Por cierto, la sucia... Eso es, cuando menos, envidia. ¿Pero qué? ¿Sólo gaznates se sirven en la visita? ¿No habrá un platillo de pies, cuando no algo de tablilla? Ya te entiendo, pero sabe que aunque gaznates se sirvan, en el canto solamente, es porque las pobres chicas eso aprenden y eso estudian. Y no es razón ni justicia que platillo de sus pies hagan para que otros rían. Ya sé que en eso no estudian, pero la Alegría, amiga, es diablo que por los pies

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v. 114 Ahumada: se establece una dilogía entre el apellido de los nuevos virreyes y el humo que desprende la leña del fuego de amor. vv. 121-124 Tras su canto, las réplicas de la segunda Niña, que venía de la cocina, sugieren un doble sentido, pues combinan el léxico de cocina para evocar sus habilidades en el canto y el baile. Así, reclama que sólo haya canto, al preguntar si solo se servirán gaznates («Dulce hecho de piña o de coco», DRAE) y reclamar un platillo de pies (‘baile’) o, al menos, algo de tablilla («Género de masa mezclada con algún dulce y extendida como las tabletas, que venden en los paseos», Aut.), es decir, una mezcla de baile y canto, además de merienda. vv. 125-129 La Escoletera parece aludir a que en la escoleta no se enseñaba a bailar, de ahí que quiera impedir que sus alumnas hagan el ridículo.

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NIÑA 2ª

ESCOLETERA

se descubre y se registra. Yo algo hiciera si mi mama, aquella señora antigua, aquí estuviera. Pues ¿hay más que traerla, aunque gima?

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Sale la Vieja. [VIEJA]

NIÑA 1ª VIEJA

ESCOLETERA VIEJA

No es menester, porque yo a festejar mente-digna a sus Excelencias, pronta estoy con mi muletilla. ¿Y qué has de hacer con un pie? ¿Qué otra cosa, rapacilla, que lo que no hacéis vosotras, con toda vuestra doctrina? Tocar y bailar. ¿Y cómo, cuando ya estás que te ahílas? Tocando de esta manera

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Da con la muleta en el suelo.

vv. 137-139 En el recogimiento se admitían mujeres casadas o viudas, las hijas de éstas, «doncellas inocentes», «solteras con experiencias» y prostitutas.Vivían todas juntas para que sobre las pecadoras no recayera la infame divisa. Para que esta convivencia no influyera negativamente en las doncellas y niñas jóvenes, éstas se aposentaban al cuidado de mujeres virtuosas de edad madura, a las que llamaban «nana» o «señora mayor», de modo que cada grupo viniese a ser la familia de las niñas y cada señora mayor la madre (Muriel, 1974, p. 97). Más adelante, también una de las niñas del colegio, Chiquitita, se referirá en el sainete a la monja que se hacía cargo de una de las niñas con el título de «nana» (v. 229). v. 142 mente-digna: el cambio de orden es por necesidades de rima. vv. 143-144 pronta… muletilla: la Vieja, a pesar de caminar con muleta, no duda en darse prisa e insistir en su muletilla de ofrecer un festejo digno a los virreyes. v. 150 ahilarse: «Padecer desvanecimiento o desmayo, causado de la falta de alimento» (Aut.). La Vieja, además de por su edad y la muleta, debía ser extremadamente delgada.

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y haciendo que a la tañida de esta vara de virtud, Toca. salgan de las escondidas cavernas... Salen de dos en dos los enanos. NIÑA 1ª VIEJA

ALEGRÍA

VIEJA

¡Ay, qué figuras! Yo no quiero hechicerías. Pero querrás que estos chicos, que yo ahora años tenía, con solos pies y cabeza su fiambre o ensaladilla hagan de una danza o baile que yo, en mis tiempos, sabía. Vaya en hora buena, mientras doña Seriedad, la linda, se anda por afuera en sus caravanas cortesías. Vayan mis caras de cielo con garbo y con bizarría.

155

160

165

Aquí la danza de los enanos, y al estar ya para acabarse dice la Vieja. ¿Qué os parece, muchachas? Mas ya se nos echa encima la Seriedad.

170

vv. 157-162 Estos enanos y cabezudos se asocian a los del Corpus, que acompañaban a la tarasca en sus bailes grotescos con gigantes, enanos y cabezudos. La ensalada, como mezcla y en su acepción de combinación de canciones en distintos metros, y el fiambre, que en sentido familiar y jocoso alude a lo que se toma fiado, hacen referencia a la danza de pies y cabeza que ejecutarán los enanos y que han aprendido de la Vieja. Sobre la frecuencia de las danzas de enanos en el coliseo de México hacia 1736, ver la nota al verso 199 a propósito de La airosa. v. 166 caravana: «reverencias» (DRAE). v. 167 caras de cielo: son, por su fealdad y desproporción, los enanos cabezudos.

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Sale la Seriedad. SERIEDAD

VIEJA

¿Qué es aquesto? ¿Hay ridiculez más fina? ¿Quién pensó traer aquí sapos? ¿Quién más en la cieneguilla de Bethlem no tiene? Pero deje que se acabe y riña.

175

Prosiguen bailando hasta acabar y luego dice la Seriedad. [SERIEDAD] VIEJA

Ya esto sufrirse no puede. ¡Afuera, figurerías! Eso también sé yo hacer. ¡Fuera, feas! ¡Vengan, lindas, y vean que hay lindas nueces bajo fieras cascarillas!

180

Vuelan prontamente las cabezas de los enanos y quedan las niñas galanas, etcétera. ESCOLETERA No creo lo que estoy viendo. (A la Alegría) ¿Que esto acá dentro había? SERIEDAD Tú, loca, ¿en estas tramoyas me traes mis pobres niñas? ALEGRÍA Sí, y para que urbanas cumplan con la obligación debida a su príncipe, que amante las socorre y patrocina. NIÑA 1ª y 2ª ¿Y qué es lo que ahora intentas? ALEGRÍA y ESCOLETERA ¿Qué trazas?

185

190

v. 173 sapo: «Llaman también a la persona que es tarda en sus operaciones y se embaraza fácilmente en cualquier cosa» (Aut.). Se refiere a la torpeza de los enanos que acaban de ejecutar la danza. Son niñas disfrazadas y, como sapos, la referencia enlaza en el siguiente verso con la cieneguilla.También podría hacer alusión al colegio de Belem de los mercedarios, en el sur de la ciudad y construido a las orillas de una ciénega. v. 178 figurería: «Mueca o ademán ridículo o afectado» (DRAE).

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VIEJA

SERIEDAD VIEJA

ALEGRÍA

Ay, que lo diga la señora Seriedad, toda reparos y riñas. Por mí, hagan lo que gustaren. Pues sea algo de su frisa y una contradanza seria, que divierte si no admira. Pues vaya y sea la airosa la que suene, si no diga.

195

200

Danzan la airosa y acabada dice la Vieja.41 [VIEJA] ESCOLETERA

SERIEDAD ESCOLETERA

SERIEDAD

Aquí paz y después gloria. Oiga lo que se querría la venerable y que yo, que soy la que se fatiga en la escoleta, celando instrumentos, maestros, niñas, me quedase corta y sin obsequiar a la condigna persona de su Excelencia y su otra excelencia misma. Pues, ¿qué más quieres hacer? ¿Qué? Ponerles a la vista mi escoleta y sus muchachas, que es una gloria el oírlas. Eso, más que a la escoleta,

205

210

215

v. 196 frisa: es un cierto tipo de tela, por lo que la expresión, necesaria para la rima, podía sugerir que la danza que han llevar a cabo las niñas debe ser acorde al estilo de la Seriedad. v. 199 la airosa: a propósito de la danza de la airosa, Maya Ramos comenta sobre la compañía del coliseo de México hacia 1736 que «los bailarines tomaban parte en los entreactos y en las danzas requeridas dentro de la comedia, ejecutando danzas cortesanas, entre las que se mencionan alemandas y contradanzas como La airosa, danzas nacionales y bailes alegóricos o narrativos de carácter serio, cómico o grotesco, como los de estatuas, ninfas, sátiros, enanos» (Ramos y Cardona, 2002, vol. I, p. 353). 41 Al margen de la acotación, se reproduce, con la misma letra la siguiente nota: ‘el Castrillón de Dunquerque el que prosiga’.

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VIEJA

ALEGRÍA ESCOLETERA VIEJA

es llevarnos a la miga. Pues sí, a la miga ha de ser, que para eso mi pericia las enseña y las maestrea a que lean y a que escriban. A cantar fuera mejor. Eso a mí sola me obliga, mas ya en la escoleta estamos. Entren, que aquí es la mía.

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Éntranse todas y vuelve a salir sola la Vieja. [VIEJA]

Deo gracias, ni una rapaza ha venido todavía, pero ya allí, de la mano, trae su hermanita a Anica.

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Trae una chiquitita de la mano a la Liaño. CHIQUITITA

VIEJA CHIQUITITA VIEJA CHIQUITITA

Señora, dice mi nana que aquí viene mi hermanita, que no rece, cosa o lea hasta que esté más crecida. Dice bien, que aún está tierna, cuando se hace chiquita. Quizá se divertirá con las otras. Anda, mira si vienen. Aquí están todas.

230

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Salen varias niñas y sean las que han de cantar. NIÑAS VIEJA

NIÑA 1ª

Sea por siempre bendita. Vamos, chuscas, a buena hora venís con hipocresías. (A una.) Repásale la lección. Aquí traigo mi cartilla.

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NIÑA 2ª [VIEJA]

NIÑA 4ª NIÑA 3ª VIEJA

Yo traigo mi catón nuevo. (A otra) Ea, aquí conmigo diga: A, B, C, D. Corazón dice ese vocablo, niña. Corazón. A, B, C, D. ¿A o C? Las letras diga.

245

Sale la Escoletera [ESCOLETERA] ¿Que me anda con pataratas y trayéndome a la miga las niñas de la escoleta? VIEJA Es a que aprendan, amiga, las letras que han de cantar. ESCOLETERA Pues mire si las sabían. Y oiga lo que a celebrar la honorífica visita de su Excelencia decoran las que deletrear querían. VIEJA Como ellas den mi lección, mas que canten o que giman.

250

255

260

Cantan a ocho las más que pudieren la siguiente aria MÚSICA

A, B, C, D, el corazón a O-B-Sequio de qui-en es-tima Que-ELE-ci-ón DE Su Ex-Ce-lencia es la Ele-ci-ón más Con-digna. Luego A, B, C, D, corazón que anima para Ve-ne-rar

265

v. 243 catón: «Libro compuesto de frases y períodos cortos y graduados para ejercitar en la lectura a los principiantes» (DRAE). v. 244loc Vieja: se corrige la errata del manuscrito, donde la réplica se atribuye a la Niña 3.

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VIEJA ESCOLETERA ALEGRÍA SERIEDAD VIEJA ESCOLETERA VIEJA

ALEGRÍA

VIEJA

prendas que registra. Bien cartillas y papeles has unido, maestra mía. Para mí la música es lo mismo que la cartilla. Contenta la Seriedad quedará con la Alegría. Con razón, pues lo jocoso nada lo serio le quita. Yo temo aún que se disguste. ¿Y por qué? Porque a las chicas haciéndole están los pies irresistibles cosquillas, y ya que aún cantar no pueden, me persuado que querrían bailar lo que ellas se saben, a la moda de las indias. Pues por que a sus Excelencias también el obsequio rindan, salgan y bailen lo que sus pocos años permitan. Salgan, pues, las cuatro que aún no hacen pinino y ya brincan.

233

270

275

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285

290

Salen a bailar lo que supieren bien cuatro chiquillas, y en acabando dice la Seriedad.

vv. 261-268 A, B, C, D [...] registra. La disposición del texto sigue la original del manuscrito y responde al deletreo cantado con que se da fin al sainete y que responde a la interpretación literal de «cantar las letras». v. 284 a la moda de las indias: el carácter menos elitista del Colegio de Belem se pone de manifiesto con esta alusión, bien porque fueran parte de las niñas del Colegio, bien porque les eran cercanas. En todo caso, la referencia a estos bailes y modas de indias son un signo inequívoco del poder de atracción que ejercían en los ambientes cortesanos. v. 290 pinino: «Hacer pinino, como pinito, del niño [...]. Para que les enseñasen a tenerse en pie y hacer pininos y hablar» (Cejador, p. 537).

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[SERIEDAD]

ALEGRÍA

ESCOLETERA

Basta, que no ha de abusarse de la dignación benigna y atención de su Excelencia. Baste, y su Excelencia misma reciba nuestros festejos como juguetes de niñas. Y niñas que deletreando, aunque en la sol-fa la-dinas, repiten en la canción de su escoleta y su miga.

295

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TODAS Y MÚSICA

A, B, C, D, el corazón a O-B-Sequio de qui-en es-tima Que-ELE-ci-ón DE Su Ex-Ce-lencia es la Ele-ci-ón más Con-digna. Luego A, B, C, D corazón que anima para Ve-ne-rar prendas que registra.

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Con esta repetición se da fin.

vv. 297-298 Y niñas que deletreando/ aunque en la sol-fa-ladinas: Los versos encierran un doble sentido, ya que, aunque las niñas estén deletreando porque apenas aprenden a leer, en el canto son, en cambio, ladinas, es decir, expertas.

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GLOSARIO FESTIVO

Este glosario festivo pretende registrar todos aquellos términos relacionados con la ejecución de la fiesta. Se trata de los vocablos que con más frecuencia aparecen en las descripciones impresas de la época. El repertorio abarca, fundamentalmente, lugares de la geografía urbana representativos del trazado festivo de la capital novohispana; materiales y personajes necesarios para su ejecución; géneros literarios y parateatrales; elementos de la arquitectura efímera; vestuario y disfraces; bailes e instrumentos musicales, así como ocasiones y prácticas festivas. El criterio general para incluir una determinada cita con la que ilustrar una entrada específica del glosario ha sido su capacidad para aportar información precisa sobre su ejecución, por lo que en muchos casos el contenido puede completarse gracias a varias entradas diferentes del glosario. En esas ocasiones, se indica mediante Ver que señala la cita explícita numerada entre paréntesis de la entrada del glosario, a la que también puede acudirse para ampliar su descripción. Algunas entradas contienen subapartados, que se refieren a variantes o a aspectos que desarrollan la entrada principal; se indican en negrita, sin versales y con un aumento de sangría. Así mismo, también se incorporan las definiciones de las entradas en los casos en que resulta necesario para aclarar su significado. La idea de este compendio, que se ha esforzado en ser exhaustivo pero que con toda seguridad habrá podido dejar pasar algún término susceptible de ser anotado, surge de un vaciado inicial del Diario de sucesos notables (1665-1703) de Antonio de Robles (3 vols.), en el que, bajo la forma de un calendario festivo, se volcaba una circunstancia conmemorativa y su descripción correspondiente. A partir de esa recopilación en orden cronológico y tras constatar la repetición de varios términos en la descripción de las circunstancias festivas, surgió la idea de ordenar la información a partir de dichas coincidencias léxicas, que podían sintetizarse en las distintas entradas de este glosario

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festivo. En la conversión del calendario a glosario festivo, se incorporaron también referencias procedentes de los impresos que describen las entradas de virreyes y/o arzobispos en la ciudad de México y/o en Puebla durante esos mismos años. En estos casos, no se han añadido las descripciones de las metáforas y emblemas del diseño iconográfico de cada entrada pública, sino las explicaciones trazadas en torno a su ejecución, tal y como se hizo con la información extraída del Diario de Robles. Por último, para completar el glosario y para que éste también contemplara otras circunstancias celebrativas, además de las civiles y la gaceta de Antonio de Robles, se han seleccionado otros cuatro testimonios impresos de festejos religiosos: la relación de los festejos en Antequera por la beatificación de santa Rosa de Lima (1670); la relación de Antonio de Morales Pastrana de los fastos novohispanos por la beatificación de santa Rosa de Lima en la ciudad de México (1671); la descripción del festivo aparato por la canonización de san Francisco de Borja en la ciudad de México (1672) y la máscara de las Glorias de Querétaro (1680), de Carlos de Sigüenza y Góngora —este último a partir de la transcripción de Irving A. Leonard—. En todos los casos, he modernizado la ortografía sin relevancia fonética, la acentuación, el uso de mayúsculas y la puntuación de los textos. Las citas extraídas del Diario de Robles se acompañan de la fecha exacta entre corchetes seguida, entre paréntesis, del número de volumen en números romanos y de la página en arábigos. Las referencias procedentes de los impresos se anotan, entre paréntesis, mediante una abreviatura del impreso, seguida del año de impresión y el folio o página, separados por comas. Las abreviaturas para los impresos son las siguientes:

ENTRADAS Y PUEBLA Elogio

DE VIRREYES Y ARZOBISPOS EN LA CIUDAD DE

MÉXICO

Elogio panegírico, festivo aplauso, Iris político y diseño triunfal de Eneas verdadero, con que la muy noble y leal ciudad de México recibió al Exmo. Señor D. Antonio Sebastián de Toledo y Salazar, marqués de Mancera, Señor de las cinco Villas y de la del Mármol, caballero de la órden de Alcántara, administrador perpetuo de Puerto-llano, del Consejo de guerra, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de su Real Chancillería &c. a quien lo consagra don Alonso Ramírez de

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Vargas. Con licencia. En México, por la viuda de Bernardo Calderón.Año de 1664. Pan místico Pan místico, numen simbólico, simulacro político que en la fábrica del arco triunfal, que erigió el amor y la obligación en las aras de su debido rendimiento, la ilustrísima, imperial, metropolitana Iglesia de México al felicísimo recibimiento y plausible ingreso del ilustrísmo y revermo. Señor M. D. Fr. Payo Enríquez de Ribera, del orden de San Agustín del Consejo de su Majestad, &c., su genialísimo pastor, prelado y esposo, que compusieron y ahora describen los bachilleres Alonso de la Peña Peralta, contador de dicha Santa Iglesia, y Pedro Fernández Ossorio, capellán de coro en ella. Con licencia. En México, por la viuda de Bernardo Calderón.Año de 1670. Pierica narración Pierica narración de la plausible pompa con que entró en esta imperial y noblísima ciudad de Mexico, el Exmo. señor conde de Paredes, marqués de la Laguna, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de su Real Audiencia y Chancilleria, que en ella reside. El día 30 de noviembre de este año de 1680, que consagra obsequioso al señor don Luis Carrillo de Medina y Guzmán, hijo segundo de los señores condes de la Ribera, capitán de la Armada Real, gobernador que fue de los bajeles que condujeron el socorro a los estados de Flandes el año de 1666 y capitán de la guarda de su Excelencia, habiéndolo sido de los dos señores Excelentísimos sus antecesores, el bachiller Juan Antonio Ramírez Santibáñez. Con licencia de nuestros Superiores. En México, por Francisco Rodríguez Lupercio.Año de 1680. Géminis alegórico Géminis alegórico de la casa del cielo de Medina, triunfal pompa y festivo diseño de Castor y Pólux, astros benévolos de superior esfera, brillantes estrellas de la monarquía española, que la muy noble y leal ciudad de la Puebla de los Ángeles consagró en poemas y delineó en símbolos a la feliz entrada del Exmo. Señor don Tomás Antonio Lorenzo, Manuel de la Cerda, Manrique de Lara, Enríquez, afán de Ribera, Puerto-Carrero y Cárdenas, marqués de la Laguna, conde de Paredes, caballero del órden de Alcántara, comendador en ella de la Moraleja, capitán general del mar Océano, costas y ejércitos del Andalucía, del Consejo y cámara de Indias, virrey y capitán general de la Nueva España y pre-

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Palma

Sol en león

Silva

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sidente de su Real Chancillería, dignísimo hermano del Exmo. Señor duque de Medina Coeli,Alcalá y Segorbe, primer ministro de N. Católico Rey. Con Licencia. En México, por Francisco Rodríguez Lupercio.Año de 1681. Palma inmarcesible siempre y frondosa, símbolo de un católico héroe, jeroglífico expreso del Exmo. Señor D. Melchor Fernández Porto-Carrero, Laso de la Vega, conde de la Monclova, caballero del hábito de Alcántara, comendador de la Zarza, del Consejo supremo de guerra y su junta de Indias y comisario general de la infantería y caballería de España, en que la muy leal y muy noble cesárea ciudad de la Puebla de los Ángeles expresa las virtudes, nobleza y heroicos hechos de tanto Príncipe, en el arco triunfal que le erige, por señal de su gozo, cuando le recibe por dignísimo virrey de este nuevo orbe, por su invictísimo capitán general, acordado y maduro presidente de su Real Audiencia, en alegoría de su español Teseo. Con Licencia de los Superiores. En México, por doña María de Benavides, viuda de Juan de Ribera.Año de 1686. Sol en león, ascendencia esclarecida, exaltación gozosa, discurrida en las empresas y símbolos políticos del arco triunfal, que erigió la ciudad de la Puebla de los Ángeles, para el día dieciséis de octubre de ochenta y ocho, destinado a la solemne y feliz entrada del excelentísimo señor don Gaspar de la Cerda, Sandoval, Silva y Mendoza, conde de Galve, gentilhombre de la cámara de su Majestad, señor de las Villas de Sacedón y Tórtola, caballero del órden de Alcántara y comendador de Zalamea y Ceclavín, alcaide perpetuo de los Reales Alcázares, puertas y puentes de la imperial Toledo y del castillo y torres de la ciudad de León, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de la Real Audiencia &c., a quien una y otra vez lo dedica y consagra. Con Licencia, en la Puebla de los Ángeles, en la Imprenta Nueva Plantiniana de Diego Fernández de León, 1688, por el P. Manuel de Valtierra de la Compañía de Jesús. Silva explicativa del arco con que celebró la entrada del excelentísimo señor D. Gaspar de Sandoval, Cerda, Silva y Mendoza, conde de Galve, gentilhombre de la Cámara de su Majestad con ejercicio, comendador de las encomiendas de Zalamea y Ceclavín

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Zodiaco

Arco

Ara

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en la orden y caballería de Alcántara, alcaide perpetuo de los Reales Alcázares, puertas y puentes de la ciudad de Toledo y del castillo y torres de la de Lóon, y cuyas son las villas de Tórtola y Sacedón, del Consejo de su Magestad, su virrey, lugar-teniente, gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia y Chancillería de la Nueva España, recibiéndolo por su príncipe, la muy noble y leal ciudad de México alegorizada en Paris, por el Br. Francisco de Acevedo. Año de 1688. En México, por la viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, 1689. Zodiaco ilustre de blasones heroicos, girado del sol político, imagen de príncipes que ocultó en su Hércules Tebano la sabiduría mitológica, descifrado en poéticas ideas y expresado en colores de pintura que en el festivo aparato del triunfal arco en el más fausto día dispuso al Exmo. señor don Joseph Sarmiento Valladares, caballero del orden de Santiago, conde de Moctezuma y de Tula, vizconde de Ilucan, señor de la Villa de Monterrosano y de la Pesa, del consejo de su Magestad, virrey, gobernador y capitán general de esta Nueva España y presidente de la Real Audiencia y Chancillería, que en ella reside la santa Iglesia metropolitana de México. Compuesto y ahora descrito por D. Alonso Ramírez de Vargas. Con licencia. En México, en la Imprenta de Juan Joseph Guillena Carrascoso.Año de 1696. Arco Triunfal, diseño político, consagrado en poemas y delineado en símbolos a la feliz entrada del Excmo. señor D. Joseph Sarmiento de Valladares, caballero del orden de Santiago, oidor de la Real Chancillería de Granada y consejero del Real consejo de órdenes, virrey, gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de México, dedicado a la Excma. señora doña María Andrea de Guzmán y Zúñiga, dignísima consorte de su Excelencia. Con Licencia. En la Puebla, herederos del capitán Juan de Villa-Real, en el Portal de las Flores.Año de 1697. Ara de Apolo, asilo augurado de la Nueva España en el ingreso del Exc. señor D. Joseph Sarmiento de Valladares, caballero del orden de Santiago, oidor de la Real Chancillería de Granada y consejero del Real consejo de órdenes por su virrey, gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de México. Idea de la portada que erigió a su recebimiento la santa iglesia catedral de la Puebla de los Ángeles. Con Licencia. En la Pue-

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bla, por los herederos del capitán Juan de Villa-Real, en el Portal de las Flores.Año de 1697.

RELACIONES

IMPRESAS SOBRE FESTEJOS RELIGIOSOS

Rosa mística

Solemne

Festivo aparato

Rosa mística del vergel florido de la religiosísima familia de predicadores, cultivada a la sombra de los lirios de su gloriosísimo patriarca santo Domingo de Guzmán, consagrada a la serenísima reina de los ángeles, primera rosa mística de la iglesia soberana,Venus, purísima, azucena de virginidad y madre del divino amor, declarada nuevamente traspuesta en su beatitud dichosa, a la gloria del paraíso, entre las candidísimas flores de la gracia, celebrada por la provincia de san Hipólito mártir de Oaxaca, unida con la nobilísima ciudad de Antequera, apostadas en lo lucido del fausto y competidas en lo piadoso del afecto. Referida al M.R.P.M. fr. Manuel Báez, prior provincial de dicha provincia, ya emérito en su vicaría general. Por el licenciado Pedro de Arjona, abogado de la Real Audiencia de esta Nueva España y de dicha provincia, regidor de dicha ciudad, colegial y rector que fue del Colegio Viejo de N. Señora de todos los santos, de la ciudad de México, que lo escribía. Con licencia. En México, por la viuda de Bernardo Calderón, año de 1670. Solemne, plausible, festiva pompa, magnífica, ostentosa celebridad, a la beatificación de la gloriosa Rosa de Sta. María. Dedícala al Illmo. y Rmo. Sor. Maestro, y Dor. D. Fr. Luis de Cifuentes Sotomayor, obispo de Mérida del consejo de su Majestad, Antonio de Morales Pastrana. Con Licencia. Impreso en México, por Francisco Rodríguez Lupercio, mercader de libros en la puente de Palacio.Año de 1671. Festivo aparato con que la provincia mexicana de la Compañía de Jesús celebró en esta imperial corte de la América septentrional, los inmarcescibles lauros y glorias inmortales de S. Francisco de Borja, grande en la pompa del mundo, mayor en la humildad de religioso y máximo en la gloria de canonizado. IV entre los duques de Gandía, III entre los generales de su religión, primero en las virtudes y sin segundo en todo. Dedicado al exmo. señor D. Antonio Sebastián de Toledo, Molina y Salazar, marqués de

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Querétaro

Mancera, señor de las cinco Villas y de la del Mármol, teniente general del orden de Alcántara, comendador de Puertollano en el Calatrava, tres veces capitán general de mar y tierra, en el reino del Perú y otras tantas embajador en Venecia, Francia y Alemania, gobernador del ducado de Milán y de los ejércitos católicos en toda la Lombardía y Piamonte, expurgador del holandés en defensa del reino de Chile, virrey, gobernador y capitán general desta Nueva España y presidente de la Real Chancillería. Con Licencia. Impreso en México, en la Imprenta de Juan Ruyz. 1672. Leonard, I. A., «A Mexican ”Máscara” of the Seventeenth Century», Revista de estudios hispánicos, 2.1, 1929, pp. 156167. ******

ALAMEDA

(1) «Se celebró la fiesta de nuestro padre san Pedro, con asistencia de S. E. y Real Audiencia; predicó el maestro Muñis. A la tarde fue S. E. a pasear a la alameda con crucero» [29 de junio de 1675] (Robles, I, p. 175). (2) «Por la tarde fueron los virreyes a la alameda en coche y las compañías de a caballo e infantería, y subió en la alameda a caballo S. E. y hubo escaramuzas» [24 de junio de 1692] (Robles, II, p. 262). Ver también DISFRAZ (3). «Producto sólido, cristalino, blanco, urente y de olor penetrante característico, que se obtiene del alcanforero tratando las ramas con una corriente de vapor de agua y se utiliza principalmente en la fabricación del celuloide y de la pólvora sin humo y, en medicina, como estimulante cardíaco» (DRAE). (1) «La noche hacía reseñas con vistosas candeladas, tiros de bombas y cohetes, armados y otra diversidad de fuegos, desplegando luces de alcanfor y abortando lucidos rayos, artificiosas nubes» (Solemne, 1671, fol. E2r). (2) «Después de castillos, árboles, armados, cohetes, ruedas y otras diversas, se vieron en la región de una cuerda, trayéndolas a remolque, combatiéndose con tiros de alcanfor, dos hermosas galeras de fuego, que pudieron, sin ser meteóricas, lucir peregrinas impresiones en mejor esfera» (Solemne, 1671, fols. F1v-F2r).

ALCANFOR:

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ALTAR

(1) «El Santo Oficio celebró la beatificación de san Pedro Arbués, en el convento de Santo Domingo, con muchos fuegos en la plazuela, en que había puestos muchos tablados para ver los toros que se habían de lidiar. El altar estuvo muy rico y con mucha cera» [17 de septiembre 1667] (Robles, I, p. 44). (2) «Pasada la plaza de la Veracruz [había] otro altar enfrente de la torre de la iglesia de San Juan de Dios, la cual estaba por dentro toda colgada y adornada, cubierto todo el cielo de ella muy curiosamente. El altar mayor de forma de medio círculo con ocho gradas de color verde, con muchos ángeles pintados en ellas, y en la última superior estaba el santo [san Juan de Dios] en medio, de rodillas, con un crucifijo en las manos, representando su dichoso tránsito; a sus lados estaban los seis santos patriarcas de las religiones […] todos ricamente adornados de riquísimas joyas. Su alma bienaventurada estaba acompañada de ángeles y más arriba del santo estaba una nube, y en ella muchos ángeles, y encima una silla que tenía por la parte de atrás un ángel en pie para el santo y en lo supremo la Santísima Trinidad. En el cielo de la capilla mayor estaba en el aire un ángel con una corona muy hermosa» [24 de octubre de 1700] (Robles, III, pp.117-118). Ver también CAPA BLANCA (1); CERA (3); COLGADURAS (1); CORPUS (4); DANZA (3); ESTANDARTE (1); GALLARDETE (1); INMACULADA CONCEPCIÓN (1); JASPE (2); JOYAS (2); LIENZO (1); PEDREROS (1); PILARES (1); SALVAS (1); TÚMULO (1). ÁNGELES

(1) «Salió por la mañana la procesión del Tránsito y sacaron en ella veintidós ángeles vestidos de tela, que costaron 6.000 pesos» [14 abril 1683] (Robles, II, p. 39). Ver también ALTAR (2). ARCOS

(1) «[El] día de la Purificación de Nuestra Señora, por la tarde, hizo su entrada pública el nuevo virrey, conde de Moctezuma, y al entrar por el arco de Santo Domingo lo derribó el caballo en que venía y se le cayó la cabellera» [2 de febrero de 1697] (Robles, III, p. 58). (2) «Habiendo acabado de salir la procesión, la siguió la ciudad, tribunales, audiencia y virrey, y detrás la compañía de la guarda de palacio; hubo muchos fuegos que se quemaron. Salió la procesión [por la canonización de

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san Juan de Dios] de la catedral a las cuatro de la tarde por la puerta que cae a las casas del marqués del Valle, desde donde estaban las calles llenas de gente, así en lo bajo como en las azoteas, puertas y balcones; y fue hasta el arco arriba mencionado, donde un niño galanamente vestido recitó admirablemente una excelente loa al santo, y de allí pasaron a la iglesia del santo patriarca, en cuya puerta estaba ya el señor arzobispo en pie; llegó la procesión a las seis de la tarde» [24 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 122). Ver también ATABALES (2); BOFETÓN (1) (2) (3); CERTAMEN (4); CHIRIMÍAS (1); ENTRADA PÚBLICA (1) (2); INDIOS CHICHIMECOS (1); JEROGLÍFICOS (1); LOA (1); PAÑOS (1); TARJA (1). Arco aindiado (1) «Un arco bien levantado / la Ciudad sin interés / aquí le tuvo formado, / que alabándole cortés / no dejó de estar aindiado» (Pierica narración, 1680, fol. B2r). Arco, fábrica del (1) «Erigiose la pompa triunfal con treinta varas a la eminencia y dieciséis a la anchura. La primera fachada en tres órdenes de arquitectura: jónica, corintia y compósita. Eran de la jónica los ornatos [de] columna estriada, cornisa en sus frisos, tarjas y trofeos orlados con flores y metopas, aliños primorosos del arte. A la corintia hermoseaban columnas revestidas de hojas y pimpollos, y los capiteles de hojas y medias cañas, y con plinto por fundamento; la cornisa que le seguía era igual en orden con guarniciones, motilas relevadas unidas con lazos y tarjas. Coronaba un sotabanco la cornisa con piedras adiamantadas y normas. La tercera fue [de] orden compósita, adornada galanamente de columna estriada a los dos tercios y el otro revestido de pimpollos, y su capitel compuesto de las dos órdenes jónica y corintia, por donde los antiguos la llamaron compósita. Su basa [era] jónica; el sotabanco que le coronaba era de su correspondencia de entretejida lacería y pimpollos tan diestramente imitados, que engañarán con el primor del arte al más astuto jilguero y a la más sabia abeja» (Elogio, 1664, fol. 2r-2v). (2) «Erigiose su fábrica en veintiocho varas de altura, dieciséis de latitud, cuya montea feneciendo en punta diagonal, se distribuyó en tres cuerpos con su calle de en medio y dos entrecalles» (Pan místico, 1670, fol. 55r). (3) «Ambicioso de las nubes descollaba el augusto coloso treinta y seis varas en alto y catorce en ancho, obra toda corintia, elevada de tres cuerpos a toda simetría laboreados. Fundárase cada cuerpo en seis columnas jaspea-

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das lisas, en cuyo follaje de cimacio y molduras se veía al vivo remedo el bronce donde se pudieran esculpir sus primores» (Géminis alegórico, 1681, fol. 86v). (4) «Erigiose el triunfal arco junto al convento de las señoras religiosas de la Santísima Trinidad [de Puebla], en la calle que estaba su iglesia vieja, [de] catorce varas en ancho, que fue el espacio que le permitieron las paredes de las dos aceras, y veintiséis en alto, sobreexcediendo las elevadas fábricas de entrambos lados. Era su estructura tres cuerpos» (Palma, 1686, fol. 1r). (5) «Dispúsose la fábrica de suerte que tuviese el arco catorce varas de ancho, que es el tamaño uniforme de la latitud que tienen todas las calles de la ciudad [de Puebla]. La altura a proporción fueron veintiséis, y guardando las medidas geométricas se levantaba por tres cuerpos. El primero de obra corintia en las columnas; el segundo a lo dórico y el tercero de orden compósito. Las basas y pedestales [de] mármol puro; las columnas [de] mármol también blanco, pero entreverado de jaspe y unas listas verdes, que causaban a la vista singular recreo. Lo tocante a capiteles, collarines, cimacios y molduras [de] bronce bruñido, que no parecía sino oro. Los tres órdenes de tableros en las tres calles se destinaron a los principales jeroglíficos; los demás de sotabanco, enjutos y macizos a diversos emblemas del asunto. Remataban la máquina en forma piramidal dando lugar al óvalo de en medio para las armas de Su Majestad y al otro para las armas de la Ciudad» (Sol en león, 1688, fol. 2r-2v). (6) «Altivamente encumbrada se erigió la fábrica del arco, ocupando treinta varas en alto su arquitectura […] Su anchura era de dieciséis en correspondencia. Formaba el alcázar triunfal su hermosura de tres órdenes, el primero de jónica se adornaba de columnas estriadas […] Cornisas en frisos, tarjas y trofeos orlados con flores y metopas de quien aprendió labores la moldura y adornos el aliño. El segundo de corintia florecían sus columnas en pimpollos que daban hojas […] El tercero fue de compósita, con tanta viveza en su disposición, que hasta en ser compuesta le venía nacido lo natural, columnas estriadas a los dos tercios» (Silva, 1689, fol. C4r-C4v). (7) «En la puerta del templo que mira al ocaso se levantó en treinta varas a la eminencia y dieciséis a la anchura, rematando en punta diagonal, la magnífica y lucida fábrica con que esta metropolitana Iglesia daba festivas muestras de sus bien logrados deseos en el triunfal aparato del arco, admiración primorosa de la arquitectura, que, dividido en tres cuerpos, era embarazo hermoso del aire y padrón gallardo a tan plausible asunto, campo suficiente a tres calles que en ellos se formaron. El primero cuerpo se compuso

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de obra corintia, fundamentada sobre diez pedestales, que resaltaban al primor del arte con sus intercolumnios; las columnas eran airoso remedo del jaspe y el zoclo, cornisa, corona y collarín, emulación bella del bronce, continuada en su plinto, basa y capitel. El arquitrabe, triglifos y collarín seguían la misma imitación del bronce. El segundo cuerpo se ordenó de obra compósita, con diez columnas jaspeadas y revestidas con el tercio de laurel y variedad de hojas de bronce, con sus basas sobre el sotabanco de jaspe, collarín, molduras, capiteles, triglifos, friso, cornisa y volada de jaspe. El tercero cuerpo fue de orden dórico, en que se veían seis bichas pérsicas, cuerpo de bronce y piernas de jaspe, coronado el capitel compósito y corinto; pastón y arquitrabe de bronce y friso de jaspe. Dos frontis en línea diagonal, descollando en medio el escudo de Su Ex., a los lados las entrecalles con dos arbotantes de bronce y jaspe.Arquitectura, friso y cornisas de lo mismo, con sus frontispicios y cerca a los remates. La calle de en medio volaba a paflón en el primero cuerpo, hundiendo los dos con dos resaltos y cerca. En el tercero igual por coronación de los dos, hermoseando vistosamente la arquitectura, seis figuras grutescas, que distribuidas en todas, las dos sustentaban en bandas de colores el tarjón de su inscripción, y las otras cuatro asentaban sobre el paflón y banco de los cuerpos, en cuya montea se dio lugar a ocho tableros, dos intercolumnios y cuatro basas, en cuyos huecos se pintaron las doce empresas, que alegorizadas resplandecen en Su Ex. expresadas en lo mitológico e histórico y los jeroglíficos que pudieron caber en el espacio de la fábrica» (Zodiaco, 1696, fols. 12r-12v). (8) «Componíase la vistosa máquina del arco en proporcionados tamaños de veintiún varas de altura, a que correspondían en debida geometría de latitud trece, compuesta de tres cuerpos. Los tres órdenes de sus calles principales ocuparon la mitología principal de la fábula. Los sotabancos, entrecalles, cornisas y macizos se emplearon en emblemas y jeroglíficos dimanados de la misma historia. Sobre la imposta del arco de la portada subía un sotabanco que ocupó capaz la dedicatoria, en que sus sucintos términos y significativas voces, notadas en color rojo, […] referían los títulos y timbres de S. Exa.» (Ara, 1697, fol. 179r-180v). (9) «Erigiose la vistosa fábrica de la portada en una de las principales calles de la ciudad [de Puebla], que es la que llaman de los Mercaderes. Descollaba su máquina treinta y seis varas en alto y catorce en ancho, obra corintia y compósita con dieciséis columnas salomónicas fingidas de bronce, adornadas de hermosas parras; repartiose en cinco cuerpos formadas las basas, sotabancos, zoclos, cornisas y capiteles con ajustada simetría en las

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proporciones de su relieve. La coronación era en forma piramidal, ocupando el centro de en medio las armas del rey N. Señor» (Arco, 1697, fol. 3v). ARMADOS

(1) [En la beatificación de san Fernando] «a la noche hubo diez fuegos muy buenos, y nueve armados desde la puerta del palacio hasta la calle de San Francisco, y en las demás calles y plaza hubo muchas luminarias. Hubo octava de misas cantadas y sermones» [15 de julio de 1673] (Robles, I, p. 131). (2) [En la canonización de san Juan de Dios, en las celebraciones de los agustinos] «a la noche hubo fuegos de hombres armados y castillos» [26 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 124). Ver también ALCANFOR (1) (2); TACUBA, CALLE DE (1). ATABALES: «Instrumento bélico que se compone de una caja de metal en la figura de una media esfera, cubierta por encima de pergamino, que se toca con dos palos pequeños, que rematan en bolas» (Aut.). (1) «Lunes veinticinco de enero se pregonaron las fiestas en toda esta ciudad con la solemnidad acostumbrada en semejantes ocasiones: salieron en orden de las casas arzobispales a caballo con gualdrapas, como a las diez de la mañana, todos los ministros de su Señoría Ilustrísima, yendo delante los atabales y trompetas de la ciudad y parando todo el acompañamiento en las esquinas de las principales cuadras, donde se dio el pregón, señalando el día 14 de febrero, en que había de dar buen principio a la solemnidad del octavario esta Ilustrísima Iglesia Metropolitana, para continuarse los siete días siguientes en el capacísimo templo de la casa profesa de la Compañía de Jesús, y juntamente haciendo notoria la indulgencia plenaria [de Clemente X]» (Festivo aparato, 1672, fol. 1v). (2) «Víspera de Pascua de Espíritu Santo, se pregonó se bata moneda de oro, y que saliesen todos los ministros de la Casa de la Moneda a caballo; hubo muchos arcos y atabales» [23 de mayo de 1676] (Robles, I, pp. 197-198). AUTO DE FE

(1) «Se celebró auto particular de la fe en el convento de Santo Domingo, en que salieron penitenciados once reos, y entre ellos un Fernando de Tolosa […] por haberse fingido ministro del santo tribunal. […] Diéronle doscientos azotes en esta ciudad y otros doscientos en el pueblo de Ixmiquilpam, y desterrado a las Islas Filipinas. Asimismo salió en dicho auto D.

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Diego de Peñaloza, gobernador del Nuevo México, por suelto de lengua contra sacerdotes y señores inquisidores, y algunos disparates que tocaban en blasfemias. Salió en cuerpo (que lo tenía muy bueno) vestido de terciopelo negro, el pelo (que era muy propio y crecido) muy peinado, las medias arrugadas, puños que se usaban de puntas de Flandes muy grandes, que parece se compuso al propósito, sin capa ni sombrero, con vela verde en la mano; causó mucha lástima» [3 de febrero de 1668] (Robles, I, pp. 51-52). Ver también CELOSÍA (1). AVES

Ver JURA

REAL

(2).

BALCÓN

(1) «Hubo carrera de ocho caballeros delante del balcón de palacio, a los años de S. E., que fueron a 26 de este [mes]» [27 de junio de 1679] (Robles, I, p. 263). (2) «Salió la procesión [de Corpus] por diferentes cuadras y calles que los años pasados, yendo por palacio por estar enferma la virreina, que la vio en el balcón de su palacio, acompañada de muchas damas. Asistió el virrey, arzobispo, ciudad, audiencia, religiones, tribunales y cofradías y clero. Salió de la catedral a las once y volvió a la una» [5 de junio de 1692] (Robles, II, p. 249). Ver también CABALLOS, CARRERAS DE (2); DISFRAZ (2); JURA REAL (1); LINTERNA (1); LOA (1); LUTO (1). Balcón adornado de cera (1) «Los balcones adornados / de cera, a la noche ardieron / en palacio y estremados / todos lucidos se vieron / con aseos de encerados» (Pierica narración, 1680, fol.A1v). BANDERAS

(1) «Arbolaron las banderas para China por los años del virrey, con grandeza» [11 de enero de 1691] (Robles, II, p. 217). (2) «Volvió a sacar el pendón el dicho Aguirre y las tres garnachas, y una compañía de a caballo; y las demás compañías rebolaron las banderas al pendón real» [13 de agosto de 1692] (Robles, II, p. 265). (3) «A las nueve de la mañana, entró correo de la Veracruz con nueva de aviso, que salió a 17 de enero de España, empavesado de negro, y con gallar-

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detes y banderas del mismo color, disparando cada media hora una pieza, en demostración de la muerte del rey nuestro señor Carlos II, que descanse en paz, que sucedió a 1° de noviembre del año pasado a las tres de la tarde» [6 de marzo de 1701] (Robles, III, p. 142). Ver también GARNACHA (1); LUTO (2); TABLA, FIESTA DE (1). BARRILES

(1) «A la noche repitieron los fuegos al casamiento de la reina, en la calle de la Acequia, dos navíos grandes y dos pequeños que se acometían, y tres fuegos grandes y muchos barriles con estopa, y pusieron tablados con lanternas para ver los fuegos» [30 de marzo de 1691] (Robles, II, p. 224). Ver también GALERAS (1); TACUBA, CALLE DE (1). «Cadenita de oro de las que vienen de la China y traen al cuello las mujeres por adorno» (Aut.). (1) [El jueves de Corpus] «se celebró con mucha pompa y convidó el corregidor cincuenta caballeros que llevasen las varas del palio; S. E. se puso un pastoral de diamantes con un bejuquillo de oro. Salió la procesión a las nueve y llegó a las once y media» [13 de junio de 1675] (Robles, I, p. 173).

BEJUQUILLO:

«En los teatros es una tramoya que se forma siempre en un lado de la fachada para ir al medio, la cual se funda sobre un gorrón o quicio como de puerta y tiene el mismo movimiento que una puerta, y, si hay dos bofetones, se mueven como dos medias puertas. En ellos van las figuras unas veces sentadas, otras en pie, conforme lo pide la representación. Su movimiento siempre es rápido, por lo cual parece se llamó bofetón» (Aut.). (1) «Al llegar Su Excelencia a la portada [del arco] adonde la ciudad había de entregar las llaves, se presentó sobre un bofetón un niño, que venciendo con su gracia y cortedad de sus años, con la voz sonora y agraciada, llenó de suavidades el aire y de admiración a todo el numeroso concurso, que arrebatado de la dulzura del que representaba, prestó grata la atención a esta breve cifra del arco triunfal» (Géminis alegórico, 1681, fols. 104v-105r). (2) «Recitaron la explicación del arco en la loa tres hermosos niños, más agraciados que las gracias mismas, de que es Puebla la atención y aplauso que se granjearon, así de Su Excelencia, como de todo el innumerable concurso. En dos bofetones a los lados del arco, uno que hacía a Apolo, como denotaba su traje; el otro que representaba la ciudad de la Puebla, con corona imperial y sus armas en el escudo y, del medio del arco, bajó el otro, que

BOFETÓN:

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retrataba una musa en sus insignias.Y al son de un templado clarín, empezaron [a cantar]» (Palma, 1686, fols. 13v-14r). (3) «En dos bofetones representaron la descripción de todo el arco dos niños galanamente vestidos: el uno con traje de la Puebla y el otro de Mercurio, de tan lindas voces en todo, que no menos causaron admiración y merecieron generales aplausos con lo galano y expresivo de sus voces» (Sol en león, 1688, fol. 16v). CABALLOS, CARRERAS DE

(1) «Hubo carreras de caballos en San Sebastián; asistió el virrey a verlas en un palenque, Serecedo y sus compañeros. Hubo algunas desgracias de heridos» [20 de enero de 1677] (Robles, I, p. 210). (2) «Fueron los años de la reina. Fueron los tribunales a la catedral y a la tarde hubo carrera delante del balcón de palacio de los caballeros hasta veinte; el secretario de S. E. corrió en un caballo del reino de Chile» [21 abril 1683] (Robles, II, p. 39). Ver también BALCÓN (1); ESTAFERMO (2); PALENQUE (2). «Instrumento militar. Lo mismo que tambor » (Aut.). Ver CARRO (3); GALLARDETE (1).

CAJAS:

Cajas destempladas (1) «A las diez y media de la mañana, se pregonaron los lutos por nuestro rey Carlos II (que sea en gloria) mandando se traigan por seis meses; diose el primer pregón en la puerta principal de palacio, y luego comenzaron las doscientas campanadas en la catedral. De allí pasaron a dar el segundo pregón a la arzobispal; iban por delante seis indios vestidos de luto con cajas destempladas, muchos alguaciles, algunos regidores y mucha gente; luego pasaron a dar otro a las casas de cabildo. Duraron las doscientas campanadas hasta la tres y media de la tarde, luego se siguió el doble, y en todas las iglesias y duró hasta las ocho de la noche» [16 de marzo de 1701] (Robles, III, p. 145). Ver también LUTO (2). CAÑAS

Correr cañas: «Pelear a caballo diferentes cuadrillas sin otras armas que cañas para ostentar su destreza, lo cual se hacía en los festejos públicos» (Aut.).

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(1) «Este día se empezaron las fiestas del rey en Tacuba, de cañas y toros, en tres días, y fue S. E. con la Real Audiencia» [25 de enero de 1677] (Robles, I, p. 211). (2) «Se repitieron los toros y juego de cañas de los de Amozoc, con castillo y tienda de campo; fueron en la plazuela del Volador» [30 de mayo de 1691] (Robles, II, p. 225). Ver también TRINIDAD, PLAZUELA DE LA (1). CAPA

Ver

AUTO DE FE

(1); COCHE (2); ESTAFERMO (2); LUTO, ROPA

DE

(1)

Capa de bayeta negra (1) «El conde de Santiago, D. Fernando Altamirano de Velasco, celebró en el convento de San Francisco de esta ciudad el entierro de los huesos de su abuelo y padre […] Fue función de toda ostentación y grandeza […] Salió el entierro de la tercera orden, donde estaban los huesos, en dos ataúdes aforrados de lama y claveteados. Los cargaron los caballeros de hábito. Asistió el virrey, Real Audiencia y toda la nobleza con capas de bayeta negra. Pusieron a los lados del túmulo los dos guiones, el real y el del Santo Oficio» [1672] (Robles, I, pp. 118-119). Ver también VESTIDO DE SANTO (1) (2). Capa blanca (1) «Salió el preste, que fue el señor maestrescuela, y ministros, que fueron el Dr. D. Juan de Narváez y Dr. D. Ignacio de Castorena, de la sacristía al altar mayor, donde el sacristán le dio la cruz que llevó en las manos el diácono a su mano siniestra; iban delante los dos maestros de ceremonias por la crujía, llegando cerca del coro fueron saliendo de él todos los señores capitulares con sus capas de tela blanca, incorporándose en procesión, que fue por la nave del lado de la epístola hasta las gradas del cementerio, adonde llegó el subdiácono con la cruz y ciriales» [13 de noviembre de 1701] (Robles, III, p. 171). Ver también PILARES (1). Capa de coro (1) «Ahorcaron a Lagartija el mulato, por una muerte que hizo el día de san Diego pasado, de 16 años, y a un mestizo de Oaxaca, ganzuero, que lo hallaron con una capa de coro de iglesia en el mesón del Chino. Declaró en

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la capilla quince robos; se llamaba Gabriel de la Cruz. Hay relación impresa» [19 de febrero de 1680] (Robles, I, pp. 276-277). Capa magna (1) «No se publicaron indulgencias por no estar S. E. con capa magna, ni comenzar la misa como arzobispo; solamente salió su capellán al principio de la misa a decirle la confesión y el introito, en el ínterin el capellán que llevó el crucero lo tuvo dentro del pie» [13 de noviembre de 1701] (Robles, III, p. 173). Capa de plata (1) «Día de santo Domingo, dio el virrey al santo un vestido bordado de oro y la capa de plata y asistió a la fiesta» [4 de agosto de 1695] (Robles, III, p. 22) CARNESTOLENDAS

(1) [El lunes de Carnestolendas] «marchó el sobrino de D. Juan de Ortega, en la plazuela del Volador, con doscientos hombres, los más capitanes» [21 de febrero de 1678] (Robles, I, p. 235). (2) «En este dicho aviso [del 23 de agosto] vino asimismo nueva de que en Roma se han prohibido totalmente las máscaras, comedias y demás divertimentos de Carnestolendas; que los turcos depusieron a su gran señor Mahomet y exaltaron a Solimán» [31 de agosto de 1688] (Robles, II, p. 162). (3) «Se publicó edicto del Santo Oficio, prohibiendo que en los días de Carnestolendas salgan en farsa con hábitos eclesiásticos» [14 de febrero de 1700] (Robles, III, p. 92). Ver también CAZA (1). CARRO

Carros de autos: «Se llamaban los que se hacían antes, muy altos y adornados de lienzo y cartones, dentro de los cuales iban los representantes, y tirados por bueyes llegaban a los tablados que estaban hechos en palacio, en la villa y otras partes, y formaban un teatro en que se representaban los autos sacramentales» (Aut.). (1) «Ya nos llama el segundo carro, en que se hicieron de las suyas el arte y el ingenio. Plantose sobre un plan de seis varas de longitud y cuatro de latitud, un ameno jardín, ejecutado con artificiosas plantas y flores, y siendo

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de muy buen gusto, así el aseado repartimiento de sus calles, como la vistosa cerca de los arriates, que lo hermoseaban y defendían.Tocoles este oficio a unas celosías de media vara de alto, de las cuales no hay más que decir que iban de oro y azul, si bien divididas por la delantera, y los dos ángulos colaterales, con unas gradas de a dos escalones, de azulejos fingidos con primor, por donde se subía a gozar de las amenidades de esta movediza primavera» (Festivo aparato, 1672, fol. 4r). (2) «Salió máscara ridícula con dos carros y como cincuenta personas, variadamente vestidas. Fue este día S. E. a la iglesia a dar gracias con la Real Audiencia por la salud de los reyes» [6 de febrero de 1675] (Robles, I, p. 159). (3) «Salió por la noche el víctor del Dr. Diego Osorio, de la cátedra de vísperas de medicina, en un carro adornado con setenta hombres con hachas, clarines, caja, música y chirimías» [2 de octubre de 1678] (Robles, I, p. 250). (4) «El tendido que sustentaban las ruedas [del carro] midió seis varas de longitud, que fue dupla del ancho, y subsesquialtera de la altura monteándose en este desahogado distrito sobre fingidas ondas de velillo de plata, blanco y azul un barquetón, cuyos costados fueron desvelo del ensamblaje, que con roleos, caulícalos y tarjetas lo ennobleció a todo resto y lo hermoseó con pulidísimo aire; salían de un mascarón, que terminaba la proa, diversas bandas de tafetán encarnado, que embebidas en los tirantes parecía que ellas lo eran para que se condujese la máquina. Elevábanse por la popa dos elegantísimos arbotantes de que se formó un trono en cuyo medio, debajo de una volada concha, que por la parte anterior sustentaban dos bichas pérsicas, iba colocada la imagen de nuestra señora de Guadalupe, desde cuyo solio corrían a lo ínfimo algunas gradas, que se encubertaron con tapetillos de seda, como también se hermoseó el todo con diversos gallardetes de tafetán de colores, que juntos con innumerables ramilleteros de matizadas flores parecían errante primavera» (Glorias, 1680, p. 166). (5) «Salió otra máscara de los niños de San Juan de Letrán, vestidos a lo romano, llevando un carro que tendría media vara en curiosos nichos todos los patriarcas, y en medio a san Juan de Dios, a quien representaba la loa uno de ellos con garbo singular» [7 de noviembre de 1700] (Robles, III, p. 129). Ver también DISFRAZ (3) (4); GREMIOS (1); LOA (2); MÁSCARA (5); NUBE (2); TACUBA, CALLE DE (1); TOCOTÍN (1). CARROZA

(1) «Se trajo la santa imagen de nuestra señora de los Remedios, a la una de la noche de su casa en carroza.Vino con la santa imagen el promotor fis-

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cal y el vicario Lic. José Márquez de los Ríos, con muchas hachas y luces, y el corregidor a caballo y los indios cantando las letanías. Llegó a las cuatro de la mañana a la Veracruz: S. E. pidió la llave y se le llevó; y este día dijo misa en la Veracruz S. E., a las seis de la mañana. Entró la santa imagen en la catedral a las seis de dicha tarde» [30 de mayo de 1678] (Robles, I, pp. 239-240). (2) «Tomó posesión de la cátedra el Dr. Juan de Bolívar, con diez carrozas» [6 de junio de 1680] (Robles, I, p. 284). (3) «Determinó S. E. se quede la Señora de los Remedios hasta después de Corpus, y le dio de limosna 1.000 pesos y 500 para la carroza del Santísimo Sacramento» [11 de junio de 1685] (Robles, II, p. 90). (4) «Se casó Juan Antonio de Vera en casa del marqués de la Laguna, con la hija del oidor Rojas, a la oración, con sesenta carrozas. Asistió la audiencia de México y la audiencia que va a Filipinas; asistieron los dos virreyes y virreinas, nuevos y viejos, que fueron padrinos» [8 de febrero de 1688] (Robles, II, p. 154). Ver también DISFRAZ (1); GUADALUPE (1); JAULA (1); LIBREAS (1); LUTO (2); REMEDIOS, VIRGEN DE LOS (3). CAZA

(1) [Martes de Carnestolendas] «fue S. E. y Real Audiencia a Tacubaya con halcones a cazar» [5 de marzo de 1680] (Robles, I, p. 277). Ver también CHAPULTEPEC (2). CELOSÍA

(1) «Hubo auto en Santo Domingo. Hubo catorce penitenciados: un sacerdote relajado, religioso del orden de San Francisco, Fr. Francisco Manuel de Cuadros, que lo quemaron vivo por heresiarca —habiéndolo degradado el obispo de Zebú, estuvo quince años preso—; un muchacho judío con sambenito; dos por haber confesado sin ser sacerote, el uno dijo misa; seis casados dos veces; dos testigos falsos; una hechicera y una mestiza casada dos veces. Asistió el virrey y audiencia debajo de celosía. Se acabó a las tres y media de la tarde» [20 de marzo de 1678] (Robles, I, p. 236). CERA

(1) «Se celebraron las honras [de D. Alonso de Cuevas Dávalos] […] Estaba puesto un suntuoso túmulo con mucha cantidad de cera, y hubo la misma asistencia y concurso que ayer» [26 de octubre de 1665] (Robles, I, p. 12).

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(2) «Celebró la tercera orden de San Francisco fiesta a santa Rosa de Biturbo, con gran solemnidad, muchedumbre de cera y colgaduras» [4 de septiembre de 1672] (Robles, I, p. 117). (3) «Fue la fiesta con sermón, que predicó el padre Juan de Ávila y la misa el guardián de Santiago; asistió el virrey, ciudad y religiones. Hubo más de veinte hachas de cera en el altar mayor e iglesia; acabaron a las doce; duró hasta la tarde encendido, y en la portería hubo comedia del cardenal D. Francisco Jiménez» [9 de agosto de 1677] (Robles, I, p. 220). Ver también ALTAR (1); BALCÓN ADORNADO DE CERA (1). CERTAMEN

(1) «Fue el certamen en la universidad. Asistió S. E. y la Real Audiencia y ciudad y oidores: hubo buenos premios» [20 de febrero de 1675] (Robles, I, p. 163). (2) «Sobre tarde se publicó el certamen de la real universidad con paseo. Sacolo el Br. Berdiguel a la festividad de nuestra señora de la Concepción» [18 de enero de 1682] (Robles, II, p. 10). (3) «Fue el certamen en San Agustín. Asistió el virrey, gran concurso» [18 de enero 1693] (Robles, II, p. 284). (4) [En la canonización de san Juan de Dios] «predicó el padre Fr. Baltasar de Alcocer, comendador, catedrático de vísperas de filosofía, el cual había convidado religiosos de otras religiones, y llevó la comida para todos. Desde la una cerraron la iglesia, por que no se llenase de gente, respecto de que se había de publicar el certamen. Salió a las cuatro san Pedro Nolasco, acompañándole san Juan de Dios, santo Domingo y san Rafael hasta el arco, y llegando a Santa Clara, le salieron a recibir con la santa y lo entraron en la iglesia, y lo celebraron con música y pasaron. Habiendo venido a más de las tres de la tarde el virrey, virreina, su familia, oidores, privadamente, y gran concurso, se publicó el certamen en la iglesia en una cátedra colgada de carmesí, por el secretario de esta función Br. Juan Antonio Ramírez de Santibáñez. Para el efecto se puso un tribunal de una vara de alto, y en una mesa cubierta de carmesí se pusieron los premios. Pusiéronse cuatro sillas para los jueces y fiscal del certamen en que lucieron los ingenios, y habiéndose procedido al juicio de los poemas que se pidieron, repartieron los premios a los sujetos que los merecieron, y se acabó cerca de la oración» [28 de octubre de 1700] (Robles, III, pp. 124-125).

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Certamen, cartel de (1) «Desde por la mañana dieron aviso los clarines y otros muchos instrumentos, de que había amanecido decentemente colocado en uno de los balcones de sus casas (sitas en la calle de S. Francisco) el cartel de la justa literaria, que sería como de vara y tres cuartas de largo (con el IESVS de azul y oro recortado en madera, que le coronaba) y una de ancho» (Festivo aparato, 1672, fol. 2r). CHAPULTEPEC (1) «Salió S. E. a pasear a Chapultepec» [30 de junio de 1675] (Robles, I, p. 175). (2) «Fue S. E. a Chapultepec, que lo cercaron, a ver cazar a los caballeros» [30 de enero de 1680] (Robles, I, p. 275). (3) «Entró a comer el virrey nuevo en Guadalupe y a la tarde pasó a Chapultepec donde lo aguardó el señor arzobispo» [30 de octubre de 1680] (Robles, I, p. 289). (4) «Fue sola la audiencia a la catedral a los años del rey, y de allí fueron a Chapultepec a dar al señor virrey la bienvenida y años de S. M. Esta tarde fue a Chapultepec la Inquisición a ver al virrey» [6 de noviembre de 1686] (Robles, II, p. 129). (5) «Hubo toros en Chapultepec» [11 de noviembre de 1686] (Robles, II, p. 129). (6) «Mandó el virrey aderezar las casas de Chapultepec y de Otumba» [22 de julio de 1695] (Robles, III, p. 21). (7) «Fueron los virreyes a los toros a Chapultepec» [15 de noviembre de 1695] (Robles, III, p. 32). Ver también LOA (1). CHIRIMÍAS: «Instrumento músico de madera encañonado a modo de trompeta, derecho, sin vuelta alguna, largo de tres cuartas, con diez agujeros para el uso de los dedos, con los cuales se forma la armonía del sonido, según sale el aire. En el extremo por donde se le introduce el aire con la boca, tiene una lengüeta de caña llamada pipa, para formar el sonido, y en la parte opuesta una boca muy ancha, como de trompeta por donde se despide el aire» (Aut.). (1) [En la canonización de san Juan de Dios] «salió en procesión con repique desde su convento [de San Francisco] con su seráfico patriarca, llegando a las nueve; le salieron a recibir santo Domingo y san Juan de Dios

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con sus familias, chirimías, clarines y danzas, hasta el arco [...] y habiendo entonado la gloria [de la misa] comenzaron a volar por el aire diversas cédulas de poesías» [25 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 123). Ver también CARRO (3). CIRIOS

(1) «El virrey, conde de Galve, hizo honras en San Francisco a su hermano el duque del Infantado, y se puso una tumba de cincuenta hachas y cirios, y su hábito y Toisón de Oro en la tumba; asistieron caballeros y seculares solamente» [10 de marzo de 1694] (Robles, II, p. 302). Ver también PALENQUE (1); PILARES (1). CLARINES

(1) «Seguíanse cuatro clarines, en cuatro bien arrendados caballos engualdrapados de encarnada frisa, ribeteada con guarniciones de plata, cuyas dulces cadencias y trinados redobles fueron plausible prólogo del tercero y más principal trozo de la lucida máscara» (Glorias, 1680, p. 164). (2) «Fueron los virreyes, conde de Galve y su esposa, a San Agustín de las Cuevas a ver al conde de la Monclova; y fue con clarines y seis coches» [19 de abril de 1689] (Robles, II, p. 180). Ver también BOFETÓN (2); CARRO (3); CERTAMEN, CARTEL DE (1); CHIRIMÍAS (1); GALLARDETE (1); GALLOS, JUEGO DE (1); LUTO (2). COCHE

(1) «Fue la fiesta en la parroquia de Santa Catarina Mártir; se estrenó un coche que dio S. E. al Santísimo, que costó 1.400 pesos» [20 de julio de 1687] (Robles, II, p. 145). (2) «Por la tarde, entró el padre Fr. Juan de Cabrera, general de San Hipólito.Vino la ciudad con él desde Guadalupe, vía recta, a ver al señor arzobispo virrey, de donde pasó a ver al conde de Moctezuma, y al pasar le repicaron en el hospital del Espíritu Santo, de su religión, y quemaron árboles de fuego; y estaba colgada la calle, y después pasó a San Hipólito, donde una cuadra antes se apeó del coche y lo recibieron sus religiosos en procesión, con cruz, capa y luces; y hubo fuegos: fue a las oraciones este recibimiento» [2 de diciembre de 1701] (Robles, III, p. 175). Ver también ALAMEDA (2); CLARINES (2); COLACIONES (2); MACEROS (1); TABLA, FIESTA DE (1).

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COHETE: «Artificio de fuego que se hace de un cañuto de papel, reforzado con muchas vueltas, o de caña fortificada con hilo empegado alrededor, el cual se llena de pólvora. No tiene más que un respidadero por donde se le pone fuego y con el impulso de la pólvora se levanta por el aire con celeridad y violencia, y al abrirse da un estallido o trueno» (Aut.). (1) «Esta noche viendo los fuegos en la azotea de San Jerónimo, Juana, la hija mayor de Borja, le cayó un cohete en el pecho y del susto murió» [6 de octubre de 1685] (Robles, II, p. 103). (2) «A las tres de la tarde entró otro correo con cartas y la sentencia de la cátedra de prima de teología del maestro Fr. Diego Velázquez de la Cadena, de San Agustín, y se repicó a esta hora en los conventos de su orden, hasta cerca de las ocho de la noche; y hubo luminarias y cohetes» [21 de septiembre de 1687] (Robles, II, p. 148). Ver también ALCANFOR (1) (2); TE DEUM (2). COLACIONES

(1) «Salió el víctor del Dr. José Díaz, por la cátedra de prima de medicina que sacó; hubo muchas colaciones y repique y fuegos en las boticas» [31 de abril de 1687] (Robles, II, p. 138). (2) «Por la tarde, se casó D. José de Medina Picazo, hijo del tesorero de la Casa de la Moneda, con doña Josefa Calderón [...] hija del capitán D. Antonio Calderón, mercader de plata, difunto; con dote de [...] pesos. Hubo gran concurso y colaciones, y sacó a público un coche singularísimo, y dicen ha de haber comedias» [17 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 114). Ver también DISFRAZ (1). «Tapicerías, paños, telas, damascos, tafetanes y otros tejidos con que se adornan y cubren las paredes de las casas interiores y exteriores, las camas y otras cosas» (Aut.). (1) «Se abrió esta santa iglesia catedral, gobernando este reino como su virrey el marqués de Mancera, como muy solemne fiesta habiendo por las calles desde la Cruz de los Talabarteros a la boca del portal de los Mercaderes, y de allí a palacio y calle del Reloj; muchas colgaduras y muy lucidos altares, que pusieron las congregaciones de San Pedro y San Francisco Javier y sagradas religiones […]; predicó el Dr. D. Isidro de Sariñana, cura de la parroquia de la Santa Veracruz, y a la tarde se hizo la procesión […] Asistió a todo el virrey, audiencia, tribunales, religiones y gran concurso de gente

COLGADURAS:

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[...] hay relación impresa por el dicho Sariñana» [22 de diciembre de 1667] (Robles, I, pp. 47-48). Ver también CERA (2). COLISEO

(1) «Se subió la compañía de los comediantes al coliseo» [4 de febrero de 1675] (Robles, I, p. 159). (2) «Se representó por el coliseo la comedia No puede ser, y en ínterin hirieron a uno inmediato al convento de San Juan de Dios y lo trajeron al hospital y lo confesaron, y el delincuente se retrajo también herido en la Veracruz» [12 de noviembre de 1700] (Robles, III, p. 130). COMEDIAS

(1) «Se celebró en esta ciudad la beatificación de santa Rosa de Santa María, natural de la ciudad de Lima, metrópoli de los reinos del Perú. El primer día celebró la catedral con toda solemnidad; cantó la misa el señor arzobispo de pontifical; a la tarde salió de dicha santa iglesia la santa en procesión y acompañada de todos los santos patriarcas muy bien aderezados y adornados de joyas de muchísimo valor, llevando a cada uno de religión. Asistieron a la procesión la Real Audiencia, ambos cabildos y los tribunales […] Los fuegos fueron extremados; hízolos un lego de Santo Domingo que estuvo en Roma. Hubo dos comedias» [12 de marzo de 1671] (Robles, I, p. 95). (2) «Comenzaron las comedias por la canonización de san Juan de Dios, que fue la de esta tarde la del Príncipe prodigioso, por los vecinos de Tacuba» [11 de noviembre de 1700] (Robles, III, p. 130). Ver también COLACIONES (2). Comedias, cartel de (1) «Esta noche, como a las siete, mataron a un hombre en la esquina del portal de los Mercaderes, donde se pone el cartel de las comedias» [30 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 126). Comedias en convento (1) «A la tarde fueron los virreyes a la Santísima Trinidad a una comedia que les tuvo el abad» [31 de enero de 1695] (Robles, III, p. 10).

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Comedias en palacio (1) «Se celebraron los años del rey, y hubo comedia en palacio; duró hasta las doce de la noche: asistió la audiencia, etc.» [6 de noviembre de 1675] (Robles, I, p. 185). (2) «Fueron los años del rey, hace diez y ocho; fue S. E. y tribunales a la catedral a dar gracias y se representó en palacio una comedia» [6 de noviembre de 1679] (Robles, I, p. 269). (3) «Este día fueron los años del hijo del virrey. Hubo comedia en palacio, y dio S. E. cuatro oficios y la compañía de palacio a un criado suyo» [6 de julio de 1684] (Robles, II, p. 71). (4) «Fueron los años del rey. Hubo comedia en palacio, con todos los tribunales; fue el título No puede ser. Hubo libreas nuevas y cadenas de oro» [6 de noviembre de 1678] (Robles, I, p. 253). Comedias en portería de catedral Ver CERA (3). Comedias en la sala de los sastres (1) «Llevaron presos a la cárcel arzobispal a D. José de Herrera y D. Francisco Antonio de Rosas, presbítero, porque se hallaron en la sala de los Sastres a una comedia el día 12, después de las ocho, en que hubo una comedia y pendencia, y sobre meter paz les arguyeron que habían sido cómplices» [14 de agosto de 1700] (Robles, III, p. 105). Comedias en la universidad Ver INMACULADA CONCEPCIÓN (1). Comedias, reglamentación de (1) «Se leyó patente del visitador en San Agustín para que no vayan los religiosos a comedias ni a toros» [21 de noviembre de 1675] (Robles, I, p. 186). Ver también CARNESTOLENDAS (2). CORPUS

(1) «Salió la procesión a las nueve y entró en la catedral a las doce. Hubo ciento diez sacerdotes revestidos» [17 de junio de 1677] (Robles, I, p. 216). (2) «Día de Corpus, fue S. E. a las ocho y media, y salió la procesión a las nueve y media y entró antes de las doce. Fue nuestra señora de los Reme-

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dios abajo en las andas del Santísimo» [9 de junio de 1678] (Robles, I, p. 241). (3) «Octava de Corpus, salió la procesión como es costumbre y debajo de las andas del Santísimo sacaron a nuestra señora de los Remedios» [16 de junio de 1678] (Robles, I, p. 241). (4) «Se festejó con más pompa que otras veces, con diez altares en las calles. Salió a las diez y volvió a las doce» [17 de junio de 1683] (Robles, II, p. 48). (5) «Octava de Corpus, a las cinco de la tarde sacramentó el deán al conde de Santiago. Asistió la ciudad y toda la caballería con cincuenta hachas y las religiones de Santo Domingo, San Agustín y la Merced» [8 de junio de 1684] (Robles, II, p. 68). (6) «Día octavo de Corpus salió la procesión a las nueve y media y entró antes de las once. No salió fuera por el Empedradillo, conforme costumbre antigua, sino alrededor de la iglesia por de fuera, por dictamen del deán, que consultó al señor arzobispo y al señor virrey, por la mucha agua que llovió el día antes» [20 de junio de 1686] (Robles, II, p. 121). (7) «Salió la procesión a las nueve y media y entró a las doce. Asistió el arzobispo y virrey, la virreina en casa de Córdoba y los virreyes en frente, ambos con sitial» [29 de mayo de 1687] (Robles, II, p. 140). (8) «Salió la procesión del día octavo de Corpus por dentro de la iglesia por el agua» [24 de junio de 1688] (Robles, II, p. 159). Ver también BALCÓN (2); BEJUQUILLO (1); CARROZA (3); FUEGOS (1). CUADRILLAS: «La

compañía distinguida con colores y divisas, que componen el todo de los que ejecutan fiestas públicas, como cañas, toros, etc. » (Aut.). (1) «Trescientos eran (sin el gran número de lacayos, de que se hizo reputación y empeño) los que compusieron las cinco cuadrillas de esta máscara. Ofreciendo en ellas una como quinta esencia de galas, de preciosidades y de todo buen gusto, representando juntamente en cada una (por darles a un tiempo proporcionado pasto a los sentidos y a los discursos) alguno de los cargos, dignidades y estados, que honró viviendo el gloriosísimo padre san Francisco de Borja» (Festivo aparato, 1672, fol. 9v). Ver GIGANTONES (1); LACAYOS (2); MÁSCARA (3); ORO (1). DANZA

(1) «También se le dio su platillo a la vulgaridad de la plebe con dos danzas de buen genio. La una de ocho reyes y emperadores coronados, en

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quienes como de la tierra eran forzosas las mudanzas, que parecieron del cielo, y la otra de nueve disformes monos que, con siete tamborilillos repartidos en cada uno de ellos por todo el cuerpo y tocados con mucho compás, causaban notable divertimento con sus graciosas jocosidades» (Festivo aparato, 1672, 23r). (2) «Dieron los días a S. E. los oidores aparte, y el cabildo y religiones, y los monacillos con loa, danza y música» [26 de junio de 1675] (Robles, I, p. 174). (3) «Se dedicó en San Gregorio la nueva capilla de nuestra señora de Loreto. Hubo procesión por la plazuela, hubo fuegos, altares y danzas» [5 de enero de 1680] (Robles, I, p. 273). Ver también CHIRIMÍAS (1); GIGANTONES (1); MATACHINES (1); TOCOTÍN (1). DIAMANTES

(1) «La virreina del Perú le envía a la virreina, mujer de Monclova, un relicario de oro y diamantes con hueso de santa Rosa y cajita de oro que pesa dos libras» [22 de septiembre de 1688] (Robles, II, p. 164). Ver también BEJUQUILLO (1); VESTIDO DE SANTO (1) (2) (4). DÍAS, DAR LOS

(1) «Fueron los años de la virreina en palacio. Fueron las damas y caballeros a dar los días a palacio» [24 de octubre de 1685] (Robles, II, p. 104). Ver también DANZA (2). DISFRAZ

(1) «Se hizo un torneo con más de cien hombres vestidos en diferentes animales que salían de ellos, como tortuga, águila y sierpe; fue lo mejor de este género que se ha visto en México. Bajó S. E. a los tablados a verla con la Real Audiencia y paseó la plaza sin crucero en carrozas. Hubo muchas colaciones y el asiento de cada persona a peso; y hubo toros, con que se cerró la fiesta de la universidad que fue muy celebrada» [8 de febrero de 1675] (Robles, I, p. 161). (2) «Salió de la casa del duende D. Fernando Valenzuela una máscara seria en nombre de la real universidad por el casamiento del rey; y salieron de ella muchas personas a caballo, unas en forma de diversos animales, como son águilas, leones, y otras en el traje de las naciones, como son: turcos, indios y españoles, y otras personas al revés, con los pies para arriba y la

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cabeza para abajo, con sus hachos en las manos, y corrieron delante del balcón de palacio todos; y se acabó después de las once de la noche» [9 de mayo de 1691] (Robles, II, pp. 224-225). (3) [En la canonización de san Juan de Dios] «Esta tarde los vecinos de la Alameda y hospital, salieron de máscara curiosamente vestidos, con varios trajes, remedando varios animales y fábulas de la antigüedad. La idea del carro fue el monte Parnaso, vestido de carmesí; el Pegaso con alas; en nueve nichos las musas con cetros en las manos [y] arriba en un trono el dios Apolo como presidente, que llegando al hospital representó en una loa las virtudes del santo: pasó a otras partes, y por ser tarde no pasó adelante» [31 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 128). (4) «Salió otra máscara con representación del mundo al revés, los hombres vestidos de mujeres y las mujeres de hombres; ellos con abanicos y ellas con pistolas; ellos con ruecas y ellas con espadas: el carro vestido gallardamente con un retrato de san Juan de Dios, y un garzón ricamente adornado que recitaba una elegante loa» [6 de noviembre de 1700] (Robles, III, p. 129). DULCES

Ver SAN

DIEGO, PLAZA DE

(1).

«En castellano por emblema se entiende un cierto género de jeroglífico, símbolo o empresa, en que se representa alguna figura o cuerpo de cualquier género o especie que sea, al pie de la cual se escriben unos versos en que se declara el concepto o intento que se encierra en ella, y casi siempre es de cosas morales y graves» (Aut.). Ver ARCO, FÁBRICA DEL (5).

EMBLEMAS:

ENTRADA PÚBLICA

(1) «Recibió esta ciudad solemnemente al señor arzobispo haciendo su entrada pública. Pusiéronle dos arcos, uno por la ciudad en la esquina de la Profesa; otro la catedral en la puerta que mira al marqués del Valle. Salió el acompañamiento del convento de San Diego» [8 de diciembre de 1670] (Robles, I, 89). (2) «En la tarde entró públicamente S. E. y salió de pontifical el señor arzobispo y el clero a recibirlo, y se cayó un indio del arco de la ciudad y se medio murió» [30 de noviembre de 1680] (Robles, I, p. 291). (3) «Entró el virrey a las cuatro de la tarde de vuelta de la Veracruz; estu-

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vo en el viaje cincuenta y cinco días» [11 de septiembre de 1683] (Robles, II, p. 54). (4) «A las diez del día entró en esta ciudad de México el señor obispo de Michoacán, D. Juan de Ortega Montañés, que viene por virrey, y llegó a la catedral, donde le recibió el cabildo, audiencia y tribunales y universidad; y de la catedral pasó al palacio viejo a tomar el gobierno y hacer el juramento, a las once del día. Después fue a la casa del conde de Galve, con los tribunales, y de allí pasó a las casas de Antonio Flores, donde posa» [27 de febrero de 1696] (Robles, III, p. 39). Ver también ARCOS (1); LOA (1); PAÑOS (1). ESCARAMUZA :

«Cierto género de pelea entre los jinetes o soldados de a caballo, que van picando de rodeo, unas veces acometiendo y otras huyendo, con grande ligereza» (Aut.). (1) «[…] calaron unos las cuerdas y otros las picas, prevenidos a la escaramuza o encuentro; aquella se principió y este se hizo calándose una manga al desprenderse la otra, salvo el cuerpo en el asalto de la caballería denodada, a quien seguía la infantería viva, cargándose unos a otros, sin llevarse a cuestas; duró gran rato el entretenimiento con estruendo de los mosquetes, arcabuces y carabinas, imitando una milicia verdadera, con la industria bien ejecutada, y aunque con tanta disciplina acabaron con poca sangre y mucha luz las procesiones, solo quedaron picados los del cuerpo del batallón con sus picas; echose [de] menos la munición en la contienda y en la refriega las balas» (Rosa mística, 1670, fol. 29r).

ESMERALDAS

Ver VESTIDO

DE SANTO

(2) (4).

«La figura de un hombre armado, que tiene embrazado un escudo en la mano izquierda y en la derecha una correa con unas bolas pendientes, o unos saquitos llenos de arena, la cual está espetada en un mástil, de manera que se anda y vuelve a la redonda. Ponese en medio de una carrera y viniendo a encontrarla los que juegan o corren, con la lanza puesta en el ristre, le dan en el escudo y le hacen volver, y al mismo tiempo sacude al que pasa un golpe, si no es muy diestro, con lo que tiene en la mano derecha, y con esto hace reír a los que están mirando ese juego y festejo» (Aut.). (1) «Martes en la tarde, [que] se corriese con lanzas un estafermo, llamado de la vulgaridad don Pero Palo, en la plaza pública de esta ciudad por los mis-

ESTAFERMO:

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mos [«mercaderes y hombres de negocio, lucidos al tanto de sus facultades sin apremio, [que] saliesen de gala con hachas encendidas en las manos y pajes que les llevasen otras, haciendo a caballo ostentación de su regocijo»] y por la demás juventud que se dispusiese a las carreras» (Rosa mística, 1670, fol. 3v). (2) «llegaron a la plaza, hecho ya su medio palenque del estafermo, sus azoteas, ventanas, balcones y planes, teatro de damas, caballeros, mirones y toda suerte de plebe y tumulto, que se aumentó con la entrada y alborozo con la vista; ocupó la ciudad sus balcones, y hecha señal y puesta en orden la turba de aventureros, con sus lanzas en las manos, aunque sin cuja el ristre, para correr el premio, lográndolo, cuando más, en un vejigazo, que era el que repartía el mantenedor; escudado esperaba, inmoble y armado sino de punta en blanco, hecho de los encuentros el blanco; pasaron sus carreras más vistosos que acertados; a unos sus mismos adornos sirvieron de embarazo, estorbándoles a otros la capa; cuál, por escusar de la vejiga el golpe, erraba el del escudo; y cuál, desmandándosele el caballo por lo brioso o mal disciplinado, lo ejecutaba en el lado de la vejiga, y cuál con más acierto, aunque más temeroso, tocando el pavés, a muchas penas, con la presteza que veía sobre sí el desquite, por escusarlo, arriesgaba la caída, ahorrando el desaire; y muchos hiriendo de lleno, con más denuedo, por prestos, ligeros y diestros, escaparon el amenaza; la industria de éstos, por aplaudidos del pueblo, como más instruidos, y porfía de los otros, como menos acertados, de la turba más zaheridos, hubieron de dejarle el escudo hecho astillas; haciéndose algunos rajas, quitaban las veces a los que se seguían, o por enmendar sus yerros o medrar muchos aplausos; otros se hacían de pencas para dar sus lanzas a los que no las tenían, andando con una como tres con un zapato. Paró todo en lucidas carreras y parejas, con tanto empeño, que hubo alguno que desperdiciando, por descompuesto, los listones midiendo, a más que a varas, el suelo, dio ocasión a los muchachos para que, despedazándolo, quitasen al dueño la esperanza de volverlo a vender a varas en su tienda, por haber hecho plaza de su mercadería» (Rosa mística, 1670, fols. 12v-13r). ESTANDARTE

(1) «Se trajo en procesión al hospital con muchos fuegos, loas y estandartes, la santísima imagen del Rosario para su altar, que dio una mujer a dicho hospital de Jesús Nazareno. Fue a San José de Gracia» [8 de octubre de 1678] (Robles, I, p. 250). (2) «Después de las diez del día se echó bando para que se pongan en cuerpo los del comercio y marchen en la jura del rey [Felipe V], y que se

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pongan luminarias y se cuelguen las calles por donde ha de ir el paseo del estandarte real; pena de diez pesos» [2 de abril de 1701] (Robles, III, p. 146). Ver también FUEGOS (2); GALLARDETE (1); JURA REAL (2); LACAYOS (1); LUTO (2); PROCESIÓN (1); SAN HIPÓLITO, PENDÓN DE (2). FAROLES : «Se toma también por luminaria formada de aros de hierro» (Aut.). Ver MÁSCARA (2). FESTEJO

Festejo de comedias (1) «Anduvo [la máscara] por la ciudad, y por comenzar a mediodía el doble de la conmemoración general de los difuntos, cesaron por ahora los festejos de comedias y toros que ha de haber [en la canonización de san Juan de Dios]» [1 de noviembre de 1700] (Robles, III, p. 128). Festejo en palacio (1) «Fueron los años del rey; hubo festejo en palacio de noche; asistió la audiencia y dos obispos, Sariñana y Ortega» [6 de noviembre de 1684] (Robles, II, p. 76). FLORES

(1) [La imagen de santa Rosa de Lima] «entró en la iglesia de su amorosa madre, santa Caterina, donde esparció olorosísimas flores el coro virginal de sus religiosas hermanas, lloviendo rosas en cortejo de este fragrantísimo lilio, que no es nuevo en la celebración de los triunfos verter flores a los victoriosos» (Solemne, 1671, fol. D2v). FUEGOS

(1) «Octava de corpus, salió la procesión como es costumbre, en ella la madre de Dios de los Remedios. Este día hubo vísperas de nuestro padre San Pedro y maitines, con edictos para la asistencia del clero. Hubo fuegos en la torre y estrenó vestiduras pontificiales nuestro gran padre y señor San Pedro» [28-29 de junio de 1685] (Robles, II, pp. 91-92). (2) «A la tarde, a las cuatro de ella, salió la procesión de la catedral, y en ella todas las cofradías y estandartes, y todas las religiones con sus cruces, prestes y los patriarcas de ellas aderezados ricamente de joyas (excepto la

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religión del Carmen que no salió, y por esto le quitaron el día del sermón); llevó el Santísimo Sacramento el señor arzobispo; asistió el virrey, audiencia, ciudad y tribunales y la virreina vio esta procesión en las casas del marqués del Valle. Llegó a San Agustín media hora antes de la oración, y hubo muchos fuegos; y a la noche uno en la esquina de San Agustín, que costó 400 pesos: se acabó a las ocho de la noche; los vio el virrey y audiencia en casa de Francisco Carrasco» [13 de diciembre de 1692] (Robles, II, p. 278). Ver también ALCANFOR (1); ALTAR (1); ARCOS (2); ARMADOS (1) (2); BARRILES (1); COCHE (2); COHETE (1); COLACIONES (1); COMEDIAS (1); DANZA (3); ESTANDARTE (1); GALERAS (1); INMACULADA CONCEPCIÓN (2); JOYAS (1); JURA REAL (2); LIENZO (1); LINTERNA (1); MÁSCARA (1); PROCESIÓN (2); REMEDIOS, VIRGEN DE LOS (3); REPIQUE (1); SARAO (1);TACUBA, CALLE DE (1); VESTIDO DE SANTO (3). Fuegos, castillo de (1) «Fue la fiesta del patrono de San José en la catedral, por bula de S. S., de abril de 1679, y cédula de S. M. de 3 de julio de 1679. Asistió S. E., tribunales y religiones; hubo procesión por el Santísimo, con dos fuegos de dos castillos. Hubo misa y sermón y estuvo la compañía de palacio en el cementerio; después fueron las vísperas con la seña; acabaron a la una: predicó Sariñana» [6 de abril de 1680] (Robles, I, p. 281). (2) «Se celebró en el convento de Jesús María fiesta de acción de gracias por la declaración de colegio mayor de Santos; […] No hubo sermón […] hubo un castillo y dos ruedas» [23 de octubre de 1700] (Robles, III, 115). Ver también ALCANFOR (2); ARMADOS (2); CAÑAS (2); PAÑOS (1); TACUBA, CALLE DE (1); TOROS (5). Fuegos, invenciones de (1) «Día de San Buenaventura, fue el bautismo del hijo del virrey a las once y media […] Esta noche se quemaron delante de palacio doce invenciones de fuego grandes; hubo mucho concurso. Cenaron esta noche en palacio los tribunales de audiencia» [14 de julio de 1683] (Robles, II, p. 50). (2) «Día célebre, fue la procesión del Santísimo Sacramento para abrir la iglesia nueva de Jesús Nazareno. Después de vísperas de la catedral fue el señor arzobispo y cabildo a la iglesia vieja de Jesús Nazareno, de donde salió con las religiones y la capilla de la catedral la procesión dicha, delante Jesús Nazareno y la madre de Dios. Hubo tres fuegos y fue el oidor juez del Estado y el gobernador de él entre el cabildo; los dos virreyes y virreinas

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asistieron en casa del conde de Santiago, y a la noche a los fuegos, que hubo cinco invenciones» [7 de diciembre de 1688] (Robles, II, pp. 168-169). Ver también PEDREROS (1); TACUBA, CALLE DE (1). GALERAS

(1) «Fue la fiesta y misa cantada en la catedral en acción de gracias por el casamiento de la reina. Cantó la misa el deán Dr. D. Diego Ortiz de Malpartida; asistió el señor arzobispo Seijas y el virrey conde de Galve y tribunales y después hubo procesión, descubierto el Señor; y hubo muchos fuegos y dos galeras en la Acequia a la noche. A la noche fueron los fuegos en la plazuela del Volador, muy buenos. El domingo 29, en la noche, se repitieron en la catedral las luminarias y fuegos, con repique […] [El lunes 30] a la noche repitieron los fuegos al casamiento de la reina, en la calle de la Acequia, dos navíos grandes y dos pequeños que se acometían, y tres fuegos grandes y muchos barriles con estopa y pusieron tablados con lanternas para ver los fuegos» [28-30 de abril de 1691] (Robles, II, pp. 223-224). Ver también ALCANFOR (2). GALLARDETE: «Cierto

género de banderilla partida, que semeja a la cola de la golondrina, y se pone en lo alto de los mástiles del navío o embarcación, o en otra parte, para adorno o para demostración de algún regocijo» (Aut.). (1) «Se publicó por patrón de esta ciudad san Bernardo, contra el chahuistle1, y salió a las cuatro de la tarde la procesión de la catedral por la puerta que cae a la calle del Reloj, muy lucida y solemne, estando las calles rica y curiosamente colgadas y con muchos gallardetes de primaveras. Fue a reconocer a palacio; pasó por la plaza, portales de Mercaderes hasta el convento de monjas de dicho santo, que iba ricamente aderezado, y según se acostumbra traer a nuestra señora de los Remedios; hubo muy lucidos altares, y marchó detrás la compañía de los plateros; acudieron todas las cofradías con sus estandartes, religiones y también las de la Compañía de Jesús y Carmen, el clero, el cabildo sede vacante, ciudad, caballeros con mantos capitulares que cargaban al santo, los tribunales, audiencia y virrey, infantería de los plateros, clarines, trompas, cajas, pífanos; fue tarde de mucho rego-

1 chahuiztle: «Hongo que ataca principalmente a las plantas gramíneas, como el trigo, el maíz, etc, que se presenta en forma de polvillo negro o rojizo en las hojas y los tallos, haciendo que se marchiten y se mueran; roya» (Diccionario del español de México).

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cijo. Se eligió por patrón de la salud de nuestros reyes y por el chahuistle que cae al trigo» [13 de agosto de 1699] (Robles, III, pp. 77-78). Ver también BANDERAS (3); CARRO (4). GALLOS, JUEGO DE

(1) «Se pregonó, a instancia del señor arzobispo, se quite el juego de los gallos y ofreció dar lo que daba el asistente por ello, con clarín» [5 de mayo de 1687] (Robles, II, p. 139). GARNACHA:

«Vestidura talar con mangas y una vuelta, que desde los hombros cae a las espaldas. Usan de ella solo los consejeros y los jueces de las Reales Audiencias» (Aut.). (1) «Volvió a sacar el pendón el dicho [Juan de] Aguirre [regidor] y las tres garnachas [como el día anterior], y una compañía de a caballo, y las demás compañías rebolaron las banderas al pendón real» [12 de agosto de 1692] (Robles, II, p. 265). (2) «Este día en el acuerdo, habiendo mandado salir de él al oidor Anguita, proveyó auto el señor arzobispo virrey en conformidad de la cédula real que vino en el dicho aviso, para que se le notificase, como se hizo, privándolo, y que no use garnacha, ni asistiese a la audiencia, ni se intitulase oidor, y que el haberlo sido no le pudiese ser mérito para pretensión alguna, y que para devengar 10.000 pesos que le costó la garnacha, percibiese cada año la mitad del salario que tenían los oidores cuando se fundó esta audiencia» [10 de noviembre de 1701] (Robles, III, p. 170). Ver también BANDERAS (2).

GIGANTONES: «Se llaman unas figuras de gigantes fabricados las manos y las cabezas de cartón, y lo demás del cuerpo de una armadura de madera, sobre la cual se les pone los vestidos. Sirven principalmente para la celebridad del Corpus» (Aut.). (1) «Iban por delante matachines de danzas […] y se acabó la función en cuanto a la iglesia, habiendo sido la procesión una de las más ilustres que ha visto esta corte en semejante festejo, y la octava una de las más solemnes que ha costeado México, en que hubo dos cuadrillas de danzas, una al uso romano y otra al mexicano, asistiendo a la procesión y a recibir y volver las religiones con sus santos, y asimismo el baile de los gigantones» [31 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 127). Ver también MATACHINES (1); TARASCA (1).

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GRANADA: «En ocasiones, estos arcos triunfales podían incorporar también ciertos mecanismos de maquinaria aérea, de tradición medieval, mecanismos que habitualmente reciben en las relaciones el nombre de nubes, granadas o globos. Esta maquinaria aérea servía para el descenso de personajes, representando habitualmente ángeles, virtudes u otros personajes vinculados a la historia de la ciudad (encarnados por niños cantores, músicos o, en algún caso, por representantes de las autoridades), que realizaban el acto de entrega de las llaves de la ciudad al monarca, tras el cual el monarca seguía traspasando otros arcos de triunfo estratégicamente situados en el trazado del recorrido»2. Ver TACUBA, CALLE DE (1). GREMIOS

(1) [Por la entrada de S. M. al gobierno] «Salió la máscara con más de doscientos hombres y trescientos lacayos; excedió a la otra con mucho y se lució. Salieron cinco carros, el último de los plateros de plata, que se llevó la gala; salieron de la plazuela del Rastro a la plazuela del Volador» [8 de diciembre de 1676] (Robles, I, p. 205) (2) «Se echó bando para que todas las compañías y gremios de a pie y de a caballo estén prontos para que se guarde la ciudad, por haberse sabido que había dispuesto alboroto para mañana al tiempo de la procesión» [25 de mayo de 1701] (Robles, III, p. 154). GUADALUPE (1) «Comió el cabildo en Guadalupe con su Illma. y a las cuatro de la tarde entró en esta ciudad de México en las carrozas del virrey y con su familia. Entró en la catedral; hubo grande concurso y repique general en los conventos, y luego pasó a ver a S. E. y S. E. le visitó» [30 de diciembre de 1681] (Robles, I, p. 307). Ver también CHAPULTEPEC (3); COCHE (2). GUALDRAPA: «La

cobertura de seda o lana que cubre y adorna las ancas de la caballería hasta cerca de los pies y sirve para defender al que va a caballo de las salpicaduras del lodo y del sudor y pelo de la bestia» (Aut.). (1) «El domingo destinado, primero de marzo [de 1671], juntos en el real convento de Santo Domingo, muchos caballeros convidados galana-

2

Ferrer Valls, 2003, 30.

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mente lucidos, y costosamente adornados con varias hermosas libreas los lacayos. Empezó el paseo a las cuatro de la tarde, saliendo en medio de cada dos, un religioso dominico en mula de gualdrapa» (Solemne, 1671, fol. C2r). (2) «Sacó el pendón real el tesorero de las bulas D. Francisco Berzoza, caballero del orden de Calatrava. Acompañolo el señor arzobispo virrey, que iba en mula de gualdrapa, y lo mas lucido de la caballería» [13 de agosto de 1674] (Robles, I, pp. 151-152). Ver también ATABALES (1); CLARINES (1). HACHAS: «La

vela grande de cera, compuesta de cuatro velas grandes largas juntas y cubiertas de cera gruesa y cuadrada y con cuatro pabilos. Diferenciase de la antorcha en que esta tiene las velas retorcidas» (Aut.). (1) «Siguiose la cruz de la catedral con manga riquísima, y con ella de subdiácono el Dr. D. Juan Ignacio de Castorena: junto a la cruz iban los pajes del virrey y del arzobispo con hachas; luego la capilla de músicos, el clero con sobrepellices [...], el cabildo eclesiástico, que dio lugar entre su grandeza al padre comisario y padres priores de San Juan de Dios, a quien cargaron prebendados hasta el cementerio, y desde allí el clero» [24 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 121). Ver también CARRO (3); CARROZA (1); CERA (3); CIRIOS (1); CORPUS (5); ESTAFERMO (1); LINTERNAS T (1); MÁSCARA (2) (3); TEATRO DE COMEDIAS PORTÁTIL, ILUMINACIÓN (1). HACHONES: «Cierto

género de hacha que se hace de esparto y carrizos, cubierta con pez, la cual sirve para alumbrarse por las calles y caminos, las noches tenebrosas y oscuras, y también sirve para luminarias en las festividades» (Aut.). Ver MÁSCARA (2).

HUERTA

(1) «Fue S. E. a San Agustín de las Cuevas a las seis de la mañana, con el Dr. Puerto y D. Pedro de Cabañas, a la huerta del tesorero de la casa de moneda» [4 de septiembre de 1675] (Robles, I, p. 181). (2) «Fueron los virreyes a la huerta del tesorero de la Casa de la Moneda D. Francisco de Medina, en San Agustín de las Cuevas, y le dieron el oficio de Tlxacala» [6 de febrero de 1685] (Robles, II, p. 82). INDIOS

Ver ARCO AINDIADO (1); CAJAS DESTEMPLADAS (1); CARROZA (1); DISFRAZ (2); ENTRADA PÚBLICA (2); TOROS (4); VESTIDO DE INDIO (1).

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Indios chichimecos (1) «Una desordenada confusión de montaraces chichimecos, que sin otra ropa de la que permitió la decencia y sin más adorno que los colores terrizos con que se embijan los cuerpos, afeadas las desgreñadas cabezas con descompuestas soeces plumas y casi remedo de sátiros fingidos o de los soñados vestiglos, horrorizaban a todos con algazaras y estruendos, mientras jugando de los arcos y las macanas, daban tanto espanto con el bárbaro espécimen de sus irregulares y temerosas peleas» (Glorias, 1680, p. 163). Indios, hospital de (1) «Fue la fiesta del hospital de los indios. Sacaron a una india por hechicera con vela verde en la iglesia. Este día predicó Fr. Agustín de Bentacurt» [15 de octubre de 1679] (Robles, I, p. 268). INMACULADA CONCEPCIÓN (1) «Celebró la real universidad de esta corte fiesta a la Purísima Concepción de Nuestra Señora, aderezaronse los claustros, y pusieron altares las facultades con muchísimas preseas.Asistió el señor arzobispo virrey; duró la fiesta tres días y después los estudiantes representaron una comedia y sacaron máscara ridícula, y a la postre hicieron un torneo a lo faceto de los buenos que ha habido en esta ciudad» [27 de enero de 1675] (Robles, I, p. 158). (2) «Víspera de la Limpia Concepción de Nuestra Señora, hubo a la noche veinte fuegos en la calle de Tacuba y quince antes a todas horas, y colgadas todas las calles y linternas en los balcones, y muchas procesiones de rosarios» [7 de diciembre de 1694] (Robles, II, p. 313). Ver también CERTAMEN (2); PEDREROS (1). JASPE

(1) «El conde de Santiago, D. Fernando Altamirano de Velasco, celebró en el convento de San Francisco de esta ciudad el entierro de los huesos de los condes su abuelo y padre […] Fue función de toda ostentación y grandeza. Púsose en la capilla mayor un túmulo de madera de color de jaspe lucidísimo; tenía mil velas de a libra» [diciembre de 1672] (Robles, I, p. 118). (2) «Día de la Asunción de nuestra señora se dedicó el sagrario del altar mayor de la catedral, que se acabó con columnas de jaspe hermoso y grande» [15 de agosto de 1673] (Robles, I, p. 132).

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Ver también ARCO, FÁBRICA

DEL

(3) (5) (7).

Palco cerrado con celosías y cubierto por velos, al que asistían la virreina y sus hijas y damas de compañía para seguir las ceremonias en la catedral3. (1) «Predicó en la catedral el señor obispo electo de Oaxaca, Dr. D. Isidro de Sariñana. Empezaron a las nueve y acabaron a las doce, y le dio el palio a su Illma. el deán Dr. D. Diego Malpartida. Cantó la misa el arcediano Butrón; fueron de mitras D. Ignacio de Santillana y D. García de Legaspi. Salió su Illma. con la caballería de su casa en carrozas y los asistentes de mitra por la plaza, y entró en la catedral con repique. Asistió el virrey, audiencia y la ciudad vino con el señor arzobispo. El sermón que predicó el dicho señor Sariñana fue de tres cuartos de hora, y en él se despidió de la ciudad. Asistió la virreina y oidoras en la jaula» [29 de junio de 1683] (Robles, II, p. 49).

JAULA:

JEROGLÍFICOS

(1) «Antes de llegar a la parroquia de la Santa Veracruz está puesto el arco de la ciudad con el santo [san Juan de Dios] pintado en lo superior sobre una palma, y por lo restante algunos jeroglíficos» [24 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 116). (2) «Los jeroglíficos de las cuatro basas inferiores de tal suerte se destinaron al festivo entretenimiento del vulgo —que no alcanza a ver lo que está muy alto—, que sirvieron también al plausivo elogio de nuestro príncipe, para cuyas alabanzas faltó lienzo, sobraron materiales en el asunto y prodigios en el objeto» (Sol en león, 1688, fol. 15r). Ver también ARCO, FÁBRICA DEL (5) (7) (8). JOYAS

(1) «Fue la procesión de la beatificación de los trece santos mártires de San Francisco, desde la catedral a San Francisco; fueron todos los trece y la madre de Dios y san Francisco vestidos de joyas ricamente aderezados; llevarían hasta un millón. Asistió el señor arzobispo virrey, audiencia, tribunales y ciudad y todas las religiones, que llevaba cada una un santo […] hubo como quince fuegos, acabose a las seis de la tarde» [8 de agosto de 1677] (Robles, I, p. 218). 3

Rubial García, 2012, p. 130.

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(2) «Se celebró la fiesta de san Agustín en su convento y pusieron ocho altares; los siete con los patriarcas, todos adornados ricamente de joyas, en el altar mayor san Agustín y san Jerónimo, como los otros patriarcas, y una pila donde se puso el Santísimo Sacramento, todo de joyas, en forma de sol, y la luna lo tapaba; asistió S. E.» [28 de agosto de 1680] (Robles, I, p. 286). Ver también ALTAR (2); COMEDIAS (1); FUEGOS (2); VESTIDO DE MEXICANO (1); VESTIDO DE SANTO (3). JURA REAL

(1) [de Carlos II] «Se abrió y estrenó el cimborrio de la catedral; y a la tarde, a las cuatro, debajo del balcón de palacio, donde está dispuesto el tablado, se hizo la jura del rey Carlos II, y este día se quitaron los lutos y se vistieron de gala, y alzó el pendón el correo mayor» [24 de junio de 1666] (Robles, I, p. 22). (2) [de Felipe V] «A las diez del día, se repicó con esquilas en todas las iglesias y después de las tres de la tarde se hizo la jura del rey Felipe V, en el tablado que se puso rica y curiosamente adornado, enfrente de palacio. Sacó el estandarte D. Miguel de Cuevas, a quien le cupo; salió de las casas de cabildo a donde se puso otro tablado y hecha la jura en el de palacio, donde asistió la Real Audiencia, virrey y todos los tribunales, los gobernadores de Santiago y San Juan con todos sus ministros, y al tiempo de la aclamación soltaron al aire multitud de palomas, pájaros, conejos y otras aves, y disparada la mosquetería y repicándose, yendo la marcha a la arzobispal, llovió un aguacero que la descompuso, y a este tiempo se quemaron los fuegos de la torre de la catedral y otros, y sosegado el aguacero se prosiguió la función, y se repitió la aclamación del rey en el tablado de la arzobispal, y prosiguió el paseo hasta que volvió a las casas del cabildo. A la noche hubo muchas luminarias y en las bóvedas de la catedral, en San Agustín y en otras muchas partes» [4 de abril de 1701] (Robles, III, pp. 146-147). LÁBARO:

«Estandarte militar, que llevaban delante los emperadores cuando salían a la campaña. Era de extraña riqueza, por ser tejido con oro y adornado de piedras preciosas y en el medio estaba puesto el nombre del emperador y alguna empresa suya y se le daba especial culto por todo el ejército, pero desde el tiempo de Constantino el magno, se mudó el epígrafe, poniendo en medio dél una cruz con el alfa y el omega de los griegos a los lados y por timbre, en lo alto del hasta, el nombre de Cristo cifrado en las dos lestras griegas Roo y Chi» (Aut.).

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(1) [Honras fúnebres de la condesa de Orizaba] «Por la mañana fueron cantando sus misas las religiones en sus capillas y luego sus responsos en el túmulo, que era óvalo y tenía quinientas luces, cinco cuerpos, sin la mesa ni urna de arriba, sobre que estaban las armas reales, corona, cetro, espada y un lábaro que decían sirvió en el entierro de Felipe IV. A las nueve, habiendo venido el virrey, audiencia, tribunales, religiones, ciudad y gran concurso, se comenzó la misa, que cantó el arzobispo […] acabose a las once y media, de todo lo cual se imprime relación a que me remito; fueron los comisarios los oidores D. Juan de Escalante y D. José de Luna» [27 de abril de 1701] (Robles, III, p. 150). LACAYOS

(1) «Llevaba el corregidor un estandarte triunfal de tela blanca y oro y en un escudo estampada en bordadura, la beata Rosa [de Lima]. Desempeñose generoso, como siempre, en el crecido número de lacayos, que vistió con libreas costosas» (Solemne, 1671, fol. C2r). (2) «La librea de sus criados era tan uniforme como costosa, tirando los dos últimos con dos bandas de bellos encajes y puntas de plata otro caballo de respeto, ricamente enjaezado, y ostentativamente cubierto con un claro y undoso telliz, con que al dar fin a esta primera cuadrilla, decían muchos, y con razón, que sola ella bastaba para complemento de cualquiera acción pública y realce de la más ostentosa» (Festivo aparato, 1672, fol. 12r). Ver CUADRILLAS (1); GREMIOS (1); GUALDRAPA (1); LUTO (2); MÁSCARA (3); TOROS (1). LÁMPARA: «Se llama comúnmente un vidrio redondo y hondo, más ancho de arriba que de abajo, en el cual se echa el aceite y pone una torcida, que está sujeta a una redecilla de alambre con cuatro corchitos cuadrados, que sirve de mechero. En las iglesias tienen colgadas las lámparas con ricos adornos de bacias y capiteles, de plata u otra materia, con cuatro cadenas de lo mismo, y todo este conjunto se llama lámpara» (Aut.). (1) «Azotaron a un mulato y le cortaron las orejas debajo de la horca, por ladrón o cómplice en el robo de una lámpara« [1 de julio de 1682] (Robles, II, p. 21) (2) «Hará ocho días se fue la virreina y su familia a novenas a Nuestra Señora de los Remedios, y llevó una lámpara y ornamento entero que costó 3.000 pesos» [31 de agosto de 1691] (Robles, II, p. 230)

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LIBREAS: «El

vestuario uniforme que los reyes, Grandes,Títulos y caballeros dan a sus guardias, pages y a los criados de escalera abajo, el cual debe ser de los colores de las armas de quien le da. Suelese hacer bordada o guarnecida con franjas de varios labores» (Aut.). (1) «Dicho día salió el pendón y lo sacó el regidor D. Francisco Ortiz de Gatica.Acompañole S. E. el señor arzobispo virrey, que echó libreas nuevas, y salió mucho acompañamiento. Al venir en la calle San Francisco empezó el agua; dejaron el pendón en las casas de cabildo y se volvieron en carroza a su casa» [12 de agosto de 1675] (Robles, I, p. 178). (2) «Día de santa Catalina, fue la máscara de los caballeros. Salieron como doscientos cincuenta hombres; las libreas fueron tan buenas que no hay ejemplar desde que se descubrió México que se había mejorado. Pasó por la calle de San Bernardo a las ocho y fue a la Inquisición a las nueve» [25 de noviembre de 1676] (Robles, I, p. 205). Ver también COMEDIA EN PALACIO (4); GUALDRAPA (1); LACAYOS (1) (2).

LIENZO

(1) «Fueron en San Agustín las vísperas de la fiesta de la canonización de san Juan Sahagum y se pusieron en los claustros cinco altares y uno alto de lienzo donde estaba pintada la vida del santo. Cantó las vísperas el provincial; hubo muchos fuegos» [18 de febrero 1696] (Robles, III, p. 38). Ver también JEROGLÍFICOS (2); TEATRO DE DE COMEDIAS PORTÁTIL, TABLADO (1). LINTERNA

(1) «Hubo cuatro fuegos en frente del balcón de S. E., hachas en todas las ventanas. Asistió en el balcón la Real Audiencia y oidores; en todo México hubo luminarias y dos fuegos en la casa del corregidor; hubo en la torre de la catedral lanterna» [5 de abril de 1680] (Robles, I, p. 280). Ver también BARRILES (1); GALERAS (1); INMACULADA CONCEPCIÓN (2); MÁSCARA (2). LOA

(1) «Vino de Chapultepec a comer a Santo Domingo el virrey duque de Veraguas, y a la tarde en la plazuela de Santa Catarina mártir subió a caballo e hizo su entrada pública. Estaban las calles bien colgadas y adornadas; le echaron dos loas en los dos arcos. Recibiólo vestido de pontifical el arzobispo; el marqués de Mancera vio la entrada desde un balcón de las casas

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del marqués del Valle, donde también estaba el hijo del duque. Marcharon tres compañías y fue un gran día» [8 de diciembre de 1673] (Robles, I, p. 138). (2) «En la noche salió carro del colegio de la Santísima Trinidad, por la elección hecha de abad de San Pedro y echaron una loa en palacio al virrey, conde de Galve, y otra al conde de la Monclova» [23 de enero de 1689] (Robles, II, p. 174). Ver también ARCOS (2); BOFETÓN (2); CARRO (5); DANZA (2); DISFRAZ (3) (4); ESTANDARTE (1); TACUBA, CALLE DE (1). LUCES

Ver LUMINARIAS. LUMINARIAS

(1) «Se pregonaron luminarias y se repicó generalmente por la entrada del rey en el gobierno» [9 de octubre de 1676] (Robles, I, 204). Ver también ARMADOS (1); COHETE (2); ESTANDARTE (2); GALERAS (1); JURA REAL (2); LINTERNA (1); MÁSCARA (2); TACUBA, CALLE DE (1). LUTO

(1) «Se pregonó la muerte del rey [Felipe IV] y que trajesen lutos en la forma que otras veces, pena de cincuenta pesos a la gente de parte y a las demás veinte pesos. Diose el primer pregón en frente del balcón de palacio y, acabado, hizo señal el corregidor con un liencezuelo y comenzaron las doscientas campanadas a las doce hasta las tres, y luego siete clamores y prosiguió doble general» [26 de mayo de 1666] (Robles, I, p. 21). (2) [entierro del duque de la Veragua] «Se enterró S. E. en la catedral y se depositó su cuerpo en la capilla del Santo Cristo, donde quedó su guion, y fue con grande suntuosidad de los tribunales y S. E., compañía de infantería de palacio por delante, cofradías con sus estandartes, todos los colegiales y las compañías del batallón detrás de todo, y tras ellas los lacayos y gente de la caballería con sus lutos y tres carrozas de seis mulas cubiertas de luto […] Iba el cuerpo armado de punta en blanco con su bastón de capitán general y tusón de oro al cuello; delante iba un paje con el guion con que había entrado y otro paje con el estoque desnudo, los clarines y cajas destempladas, dos caballos despalmados detrás. Púsose una gran tumba donde pusieron el cuerpo y después lo bajó la audiencia; al ponerlo en la sepultura revoleó el alférez la bandera y luego la puso sobre la sepultura, y todos los

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soldados dispararon. Acabose a las ocho de la noche» [16 de diciembre de 1673] (Robles, I, p. 139). Ver también CAJAS DESTEMPLADAS (1); JURA REAL (1). Luto, ropa de (1) «Este día, a las once, se publicó la muerte de la reina [Mariana de Austria] y se pregonaron los lutos, y se comenzaron las campanadas y duraron hasta las cuatro de la tarde, que se empezó el doble en todas las iglesias, y se prosigue hasta las honras. Los lutos de los hombres han de ser capas largas y faldas hasta los pies; los de las mujeres monjiles de bayeta y mantos de anascote, y de esta forma se han de traer hasta el día de las honras; y después lo que cómodamente pudieran traer conforme a la pragmática publicada el año pasado por agosto» [30 de octubre de 1696] (Robles, III, p. 52). MACEROS: «El

que lleva la maza delante de los reyes o gobernadores, ciudades, villas y otras comunidades» (Aut.). (1) «Fueron a dar el parabién del virreinato al señor arzobispo por la ciudad de la Puebla, a las once del día, el Dr. D. Diego de la Veguellina, alcalde ordinario de aquella ciudad, con dos regidores de ella. Salieron de las casas de cabildo de esta ciudad acompañados del corregidor y maceros, en coche de cuatro mulas con tirantes largos y después de esta función pasaron a visitar al conde de Moctezuma» [23 de noviembre de 1701] (Robles, III, p. 174).

MÁRMOL

Ver ARCO, FÁBRICA

DEL

(5).

«Andar sobre la maroma es una galantería que algunos hacen volteando sobre ella. A estos llamaron funámbulos y todas las sutilezas y primores que ahora hacen sobre la maroma, se usaban en tiempo de los romanos y muy atrás entre los griegos» (Tesoro). (1) «Se jugaron toros y hubo maroma en la plaza [del Volador]» [11 de diciembre de 1679] (Robles, I, p. 271).

MAROMA:

MÁSCARA

(1) «Cuando llegó el dicho cajón a la ciudad de la Puebla, se hizo en ella una máscara indecentísima en que sacaron en estatuas al conde virrey y a la condesa su mujer, en forma de que se hacía justicia de ambos, con pregón

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de muchas y grandísimas injurias, haciendo paseo por las calles, siendo actualmente virrey, y consiguiente ofendiéndose a S. M. cuya imagen representaba, con tan atroz delito siendo tan público» [Mayo 1666] (Robles, I, p. 29). (2) «Hubo en todo México fuegos y luminarias, hachas y linternas por las ventanas, y a cinco del dicho salió una máscara de ochenta y cuatro caballeros con ciento ochenta pajes vestidos a todo costo, y en la plaza de los toros se pusieron más de tres mil faroles, luminarias y hachones» [5 de agosto de 1669] (Robles, I, p. 72). (3) «Celebró esta ciudad con sus caballeros los años del rey nuestro señor D. Carlos II, con una lucidísima máscara de tres cuadrillas de diferentes galas cada una, y dos lacayos cada caballero, con hachas» [6 de noviembre de 1670] (Robles, I, p. 87). (4) «Salió de San Pedro y San Pablo una máscara lucida, por las fiestas que se han de celebrar de san Francisco de Borja» [7 de febrero de 1672] (Robles, I, p. 112). (5) «Se repitió la máscara desde el hospital de Nuestra Señora hasta Santa Clara. Se esmeraron este día más, y salió el rey a caballo con guion y sesenta soldados de las tres guardias. Tuvieron de costo los cinco carros 3.750 pesos» [9 de diciembre de 1676] (Robles, I, pp. 205-206). Ver también CARNESTOLENDAS (2); CARRO (2) (5); CLARINES (1); CUADRILLAS (1); DISFRAZ (2) (3) (4); FESTEJO DE COMEDIAS (1); GREMIOS (1); INMACULADA CONCEPCIÓN (1); LIBREAS (2);TACUBA, CALLE DE (1); TOCOTÍN (1); TRINIDAD, PLAZUELA DE LA (1). MATACHINES :

«Hombre disfrazado ridículamente con carátulas y vestido ajustado al cuerpo desde la cabeza a los pies, hecho de varios colores y alternadas las piezas de que se compone, como un cuarto amarillo y otro colorado. Formase estas figuras una danza entre cuatro, seis u ocho que llaman los matachines y al son de un tañido alegre hacen diferentes muecas y se dan golpes con espadas de palo y vejigas de vaca llenas de aire» (Aut.). (1) «Fueron por delante los gigantones y matachines, bailando danzas a lo romano y otras a lo mexicano» [24 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 119). Ver también GIGANTONES (1).

MOLINETES

Ver TACUBA, CALLE

DE

(1).

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Glosario festivo MOROS Y CRISTIANOS

(1) «Empezaron los toros y moros y cristianos en la plazuela de Jesús Nazareno, a la celebración de la Santa Cruz» [5 de octubre de 1688] (Robles, II, p. 165). Ver también TRINIDAD, PLAZUELA DE LA (2). MOSQUETERÍA

Ver JURA

REAL

(2).

MULATOS

(1) «Por la tarde, entró una mulata a caballo, sentada como hombre, a la plaza a torear, y antes de entrar recogió algún dinero que le dieron y no hizo cosa de provecho; hubo un toro encohetado» [17 de noviembre de 1700] (Robles, III, p. 132). Ver también CAPA DE CORO (1); LÁMPARA (1); PALACIO, CORREDOR DE (1). MÚSICA

Ver CARRO (3); CERTAMEN (4); DANZA (2); TACUBA, CALLE

DE

(1).

NAVÍOS

Ver

BARRILES

(1); GALERAS (1); TACUBA, CALLE

DE

(1).

NUBE

(1) [Rodeaba la figura] «Una vistosa nube escarmenada en campos de transparente nieve, taraceada de hermosos celajes que con especiosa variedad llamaban los ojos a la admiración» (Pan místico, 1670, fol. 57r). (2) «Asistida de este ostentativo y como celestial resguardo, se iba señoreando desde el plano sobre la repisa de una bien labrada urna, una silla de curioso ensamblaje sobre plateada en que (como se dirá después) iba triunfando san Francisco Borja, como que volaba sobre las nubes, con todo el carro, en las alas de los vientos, a cuya significación ayudaba el no descubrirse las cuatro ruedas que sustentaban todo el peso, sino otras cuatro que revestidas con el mesmo adorno que todo el carro, distaban del suelo casi tres cuartas. Obra de gran juicio y al de los más calificados maestros en la materia de la consumada perfección. Toda se aderezó con la uniforme variedad de unos florones de papel plateado, casi de atercia, en cuyo medio iban engastados unos vasos de vidrio cristalino que con la diversidad de los

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fondos, dados de varios colores muy finos, fingían las más preciosas piedras, que a todos visos y más a los del sol, deslumbraban con su brillante transparencia (quizá por que no desmintiesen su engaño) a cuantos ojos se les atrevían» (Festivo aparato, 1672, fols. 6v-7r). Ver también ALCANFOR (1); ALTAR (2); TEATRO DE COMEDIAS PORTÁTIL, TABLADO (1). ORO

(1) [los caballeros de la segunda cuadrilla] «Afectaron no sobresalir tanto en los colores, como en las cadenas de filigrana de oro y plata de que pendían las veneras y en otras curiosidades de plumas y de golpes que formaban lazadas y riscos de todo precio, porque en ello les dispensaba su edad» (Festivo aparato, 1672, fol. 12r). Ver también ARCO, FÁBRICA DEL (5); ATABALES (2); BEJUQUILLO (1); CAPA DE PLATA (1); CARRO (1); CERTAMEN, CARTEL DE (1); COMEDIAS EN PALACIO (4); DIAMANTES (1); LACAYOS (1); LUTO (2); TARJA (1); VESTIDO DE MEXICANO (1); VESTIDO DE SANTO (2) (4). PAJES

Ver ESTAFERMO (1); HACHAS (1); LUTO (2); MÁSCARA (2). PALENQUE: «La

valla o estacada que se hace para cerrar algún terreno en que ha de haber lid, torneo u otra fiesta pública. Díjose así por hacerse de palos hincados en tierra» (Aut.). (1) «Se hizo el entierro del rey Felipe IV. Estaba puesto en las calles por donde pasó un palenque de media vara de alto […] En la catedral estaba puesto un túmulo de tres cuerpos con mil luces, y en el remate un cirio que pesaba catorce arrobas» [23 de junio de 1666] (Robles, I, p. 23). (2) «Fueron los años del virrey. Hubo sobre tarde carreras de los condes y alcaldes, caballeros y criados del virrey, uno de los cuales se quebró una pierna; hubo mucho concurso y palenque y tablados en la plazuela» [11 de enero de 1695] (Robles, III, p. 10). Ver también CABALLOS, CARRERAS DE (1); ESTAFERMO (2). «Se llama también aquella especie de dosel colocado sobre seis u ocho varas largas que sirve en las procesiones para que el sacerdote que lleva en sus manos el Santísimo Sacramento, o algunas imágenes, vaya cubierto de las injurias del tiempo y de otros accidentes. Para el mismo

PALIO:

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efecto usan también de él los reyes, el Papa y otros prelados, en las funciones de sus entradas en las ciudades» (Aut.). (1) «Asistió el virrey en la Profesa, y es el primer acto solemne a que va; no admitió el palio» [4 de marzo de 1696] (Robles, III, pp. 39-40). Ver también BEJUQUILLO (1); JAULA (1); PILARES (1); SALVAS (1); TE DEUM (2). PALACIO, CORREDOR DE

(1) «Fueron los años del virrey y cayó del corredor de palacio un mulatillo del alcalde ordinario Caraballido y murió luego» [4 de junio de 1688] (Robles, II, p. 158). PAÑOS: «Se

llama asimismo el tapiz u otra colgadura» (Aut.). (1) «Día de nuestro padre san Francisco, hizo su entrada pública el señor arzobispo por el arco. Asistieron los virreyes en casa del contador de tributos D. Fernando Deza; se colgaron los balcones de paños de corte Flandes. Asistió el virrey y audiencia en la catedral. Se acabó después de las oraciones; hubo un castillo; fueron las religiones con el clero» [4 de octubre de 1683] (Robles, II, p. 56).

PEDREROS

(1) «Víspera de la Limpia Concepción de Nuestra Señora, se pusieron en la calle de Tacuba altares y se colgaron las calles y ventanas, y pusieron muchas invenciones de fuego y se dispararon los pedreros» [7 de diciembre de 1692] (Robles, II, p. 277). PERLAS

Ver VESTIDO

DE MEXICANO

(1); VESTIDO

DE SANTO

(4)

«Instrumento militar bien conocido, que sirve en la infantería acompañado con la caja. Es una pequeña flauta, de muy sonora y aguda voz, que se toca atravesada» (Aut.). Ver GALLARDETE (1).

PÍFANOS :

PILA

Ver JOYAS (2); SALVAS (1).

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PILARES

(1) «Día del Patrocinio de Nuestra Señora, fue recibido la primera vez de virrey el señor arzobispo, en la catedral. Hizo en la forma siguiente: estaban colgados los pilares; en el altar mayor seis candelas y en el presbiterio cuatro cirios; en el cementerio se puso un sitial con una tarima y sobre ella una alfombra; encima un bufete con sobremesa de terciopelo carmesí, un cojín encima y otro al pie. Junto a la puerta próxima al Sagrario se puso por la parte de afuera el palio pequeño de la cofradía del Santísimo Sacramento, de tela blanca con varas de plata.A las nueve del día se comenzó el repique en señal de que salía S. E. de su palacio; salió el preste, que fue el señor maestrescuela y ministros, que fueron el Dr. D. Juan de Narváez y Dr. D. Ignacio de Castorena, de la sacristía al altar mayor, donde el sacristán le dio la cruz que llevó en las manos el diácono a su mano siniestra; iban delante los dos maestros de ceremonias por la crujía, llegando cerca del coro fueron saliendo de él todos los señores capitulares con sus capas de tela blanca, incorporándose en procesión, que fue por la nave del lado de la Epístola hasta las gradas del cementerio, adonde llegó el subdiácono con la cruz y ciriales; todos los demás llegaron al sitial y el preste y diácono» [13 de noviembre de 1701] (Robles, III, pp. 170-173). PLATA

Ver

(1); CARRO (4); CLARINES (1); COLACIONES (2); GREMIOS (1); LACAYOS (2); ORO (1); PILARES (1); SAN HIPÓLITO, PENDÓN DE (1); TEATRO DE COMEDIAS PORTÁTIL , ILUMINACIÓN (1); VESTIDO DE MEXICANO (1); VESTIDO DE SANTO (4). CAPA DE PLATA

PROCESIÓN

(1) «Salió la procesión de la Sangre de Cristo con dieciocho profetas nuevos con las insignias de la Pasión. Llevaba[n] el estandarte quinientos hombres y los demás pasos iban bien lucidos» [2 de abril de 1676] (Robles, I, p. 207). (2) «Se abrió la capilla del Rosario y se trajo la señora del Rosario a las cinco de la mañana a la catedral, de donde volvió en procesión a la tarde; y fue el señor arzobispo en ella vestido de pontificial, y asistió el virrey y ciudad. Hubo muchos fuegos; fue por las Escalerillas a la calle del Reloj por la Encarnación» [28 de enero de 1690] (Robles, II, p. 196). Ver también ÁNGELES (1); ARCOS (2); BALCÓN (2); BEJUQUILLO (1); CAPA BLANCA (1); CHIRIMÍAS (1); COCHE (2); COLGADURAS (1); COMEDIAS

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(1); CORPUS (1) (2) (3) (6) (7) (8); DANZA (3); ESTANDARTE (1); FUEGOS (1) (2); FUEGOS, CASTILLO DE (1); FUEGOS, INVENCIONES DE (2); GALERAS (1); GALLARDETE (1); GIGANTONES (1); GREMIOS (2); JOYAS (1); PILARES (1); SANTÍSIMO SACRAMENTO (1) (2); SITIAL (1); TACUBA, CALLE DE (1); TARASCA (1); TE DEUM (2); VESTIDO DE SANTO (3). Procesión, reglamentación para (1) «El dicho comisario de San Francisco [Fernando de la Rúa] hizo sacar una solemne procesión y en ella sacó al Santísimo Sacramento, habiéndose publicado pocos días antes un edicto general ordinario para que en todo este arzobispado se hiciesen procesiones públicas, por haberse reconocido de lo contrario muchos desórdenes y excesos» [6 de abril de 1670] (Robles, I, p. 79). REMEDIOS,VIRGEN DE LOS (1) «Vino a México nuestra señora de los Remedios por haber enfermedad y falta de agua; y este mismo día comenzó a llover desde las dos hasta las raciones y fue después continuando» [13 de junio de 1668] (Robles, I, 57). (2) «Volvieron a su casa a nuestra señora de los Remedios; asistieron el Sr. D. Fr. Payo y el virrey marqués de Mancera, audiencia y demás tribunales» [3 de julio de 1668] (Robles, I, 57). (3) «A las cuatro de la tarde, llevaron a la virgen de los Remedios a su ermita, que ha estado en México desde 24 de mayo de 1692 hasta el día de hoy. Desde la Veracruz fue en la carroza de S. E. y la virreina la esperó en su ermita: fue su Illma., audiencia, religiones y mucho concurso; hubo fuegos» [7 de marzo de 1695] (Robles, III, pp. 13-14). Ver también CARROZA (1) (3); CORPUS (2) (3); FUEGOS (1); GALLARDETE (1); LÁMPARA (2). REPIQUE

(1) «Se colocó el Santísimo en San Felipe Neri, sobre tarde, por el señor arzobispo; asistió todo el cabildo con sobrepellices y ministros de la iglesia con capilla; hubo salve y hasta noventa congregantes de la unión; fuegos y repique a las doce y a la noche en la catedral y demás iglesias» [12 de julio de 1687] (Robles, II, p. 144). Ver también CHIRIMÍAS (1); COCHE (2); COHETE (2); COLACIONES (1); GALERAS (1); GUADALUPE (1); JAULA (1); JURA REAL (2); LUMINARIAS (1); PILARES (1); TABLA, FIESTA DE (1); TE DEUM (1) (2); VÍTOR (1).

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RUBÍES

Ver VESTIDO

DE SANTO

(1) (2) (4).

SALVAS

(1) «Día de san Buenaventura, fue el bautismo del hijo del virrey a las once y media. Lleváronle en silla de manos la aya; bautizolo el señor arzobispo en la pila de San Felipe de Jesús: pusiéronle José María Francisco omnium sanctorum. Asistió la Real Audiencia en la catedral en la nave del altar del Perdón y todas las religiones; marcharon todas las compañías e hicieron salvas generales. Túvole de padrino Fr. Juan de la Concepción, donado de San Francisco que S. E. trajo de España; acabose la función a la una. En la marcha anduvo el conde de Santiago de maestre de campo a caballo. Ese día ondearon en la bartolina a D. Antonio de Benavides; dio 1.000 pesos de manípulo; no los quiso recibir el cura y volviolos; estimó el virrey la atención y los volvió, y se hizo con ellos un palio para el Santísimo» [14 de julio de 1683] (Robles, II, p. 50). SAN DIEGO, PLAZA DE (1) «Fue el primer día de toros por las fiestas de san Juan de Dios, en la plaza de San Diego, que estaba muy hermosa y adornada con tres andanas de tablados en torno, sin el suelo. Se jugaron a las once dos toros, a la tarde diez; asistió el virrey y audiencia en sus tablados, en otro el arzobispo y cabildo eclesiástico, en otro la ciudad, en otro inmediato al del virrey la religión de San Juan de Dios, que dio los dulces al virrey; el arzobispo dio cuatro fuentes de ellos a los toreadores» [15 de noviembre de 1700] (Robles, III, pp. 130-131). HIPÓLITO, PENDÓN DE (1) «Sacó el pendón D. José Arias Maldonado, regidor y abogado, con vestido de plata» [12 de agosto de 1682] (Robles, II, p. 23). (2) «Sacó el pendón el regidor D. Gonzalo de Cervantes Casaús. No acompañó el virrey por estar enfermo; en su lugar asistió D. Miguel Calderón, oidor más antiguo, y fue el estandarte al lado izquierdo» [13 de agosto de 1697] (Robles, III, p. 61). Ver también BANDERAS (2); GARNACHA (1); GUALDRAPA (2); JURA REAL (1); LIBREAS (1). SAN

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SANTÍSIMO SACRAMENTO (1) «Por la tarde salió de la catedral procesión del Santísimo Sacramento, que llevó el señor arzobispo, y fue en ella san Felipe de Jesús, titular de dicha iglesia, muy adornado; fue por la plaza y plazuela del Volador a salir a la calle de San Bernardo, estando las calles ricamente colgadas, y llovió tanto a la ida, que se entró el señor arzobispo y el virrey en la sala de provincia, donde aguardaron más de tres cuartos de hora hasta que cesó el agua» [10 de junio de 1673] (Robles, I, p. 129). (2) «Se hizo procesión en acción de gracias por el temblor y por las enfermedades al Santísimo Sacramento, desde la catedral hasta San José de Gracia; asistieron todas las religiones y tribunales con S. E. Llevó el Santísimo Sacramento el señor arzobispo» [21 de febrero de 1682] (Robles, II, p. 16). Ver también CARROZA (3); FUEGOS (2); FUEGOS, INVENCIONES DE (2); JOYAS (2); PILARES (1); PROCESIÓN, REGLAMENTACIÓN PARA (1). SANTO DOMINGO, PLAZUELA DE Ver ALTAR (1); ARCOS (1); AUTO (1); LOA (1); VILLANCICOS (1).

DE FE

(1); CELOSÍA (1); GUALDRAPA

SARAO

(1) «Fueron los fuegos de la cruzada; fueron los virreyes a casa del comisario; hubo sarao» [28 de noviembre de 1683] (Robles, II, p. 57). (2) «Fueron los años del virrey. Hubo sarao» [11 de enero de 1690] (Robles, II, p. 195). SITIAL: «El asiento o silla con un pequeño banco delante, cubierto de un tapete con una almohada o cojín encima y otra a los pies de la silla, de que usan los reyes, príncipes y prelados en la asistencia de las funciones públicas» (Aut.). (1) «Salió la procesión a las nueve y media y entró a las doce; asistió el arzobispo y virrey, la virreina en casa de Córdoba y los virreyes en frente, ambos con sitial» [29 de mayo de 1687] (Robles, II, p. 140). Ver también CORPUS (7); PILARES (1); VEJAMEN (1). SOBREPELLIZ

(1) «Esta tarde bendijo el previsor en la iglesia la cruz para la iglesia nueva de San Bernardo; hubo mucha fiesta: asistieron veinticinco clérigos de sobrepelliz» [23 de junio de 1685] (Robles, II, p. 91). Ver también HACHAS (1); REPIQUE (1).

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TABLA, FIESTA DE

(1) «El día de San Pedro de 1664, estando el conde de Baños en la iglesia catedral con la audiencia por ser fiesta de tabla, el dicho obispo [de Puebla, D. Diego Osorio de Escobar y Llamas] vino desde San Ángel, donde estaba retirado, a esta ciudad a tomar posesión del virreinato, acompañado de innumerable concurso y repique general, entrando en coche de seis mulas con los cocheros descubiertos, ceremonia sólo permitida a los señores virreyes actuales, y en la compañía de infantería que estaba en la calle de San Francisco, por donde entró el señor obispo, le abatieron la bandera real a quien dio consentimiento debiéndolo estorbar, y pasando por la Plaza Mayor para las casas arzobispales, con el mismo alboroto repicaron en la catedral estando actualmente en la fiesta. Haciéndole cargo del concurso de la gente que puedo correr su persona pasando por entre la multitud con la real audiencia para ir a palacio» [1664] (Robles, I, p. 28). TABLADO :

«Se llama también el pavimento del teatro público en que se representa, que se llama así porque regularmente se forma de tablas» (Aut.). (1) «Día de San Andrés, entró el virrey nuevo, conde de la Monclova, en público, por la tarde antes de la oración en la catedral, y se cayó el tablado de la iglesia estando teniendo el señor arzobispo la cruz; no hubo desgracias» [30 de noviembre de 1686] (Robles, II, p. 130). (2) «Hubo toros en el parque de palacio con tablados y toreó el conde de Santiago y otros caballeros, y un toro hirió a un criado del conde de Santiago. Jueves 15, repitieron los toros» [14 y 15 de junio de 1690] (Robles, II, p. 202). Ver también ALTAR (1); BARRILES (1); DISFRAZ (1); GALERAS (1); JURA REAL (1) (2); PALENQUE (2); TEATRO DE COMEDIAS PORTÁTIL, PATIO (1); SAN DIEGO, PLAZA DE (1); TEATRO DE COMEDIAS PORTÁTIL, TABLADO (1); VEJAMEN (1). TACUBA, CALLE DE (1) «Salió la procesión para la catedral por la calle de Tacuba, en cuya distancia se quemaron algunos fuegos, y se dijo una loa [...] a las cuatro de la tarde llegó la procesión […] comenzaron las vísperas del santo patriarca con grandísima solemnidad; música e instrumentos, luminarias por toda la ciudad, máscaras, carro, hombres armados y varias invenciones: concurrió innumerable multitud de gente; acabose a las cinco y media. A la noche hubo muchos y buenos fuegos, cuatro castillos, dos navíos, una pila, moli-

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netes, barriles, armados, granada, máscara, carro, loa al virrey, arzobispo y virreina» [23 de octubre de 1700] (Robles, III, pp. 116-117). Ver también CAÑAS (1); COMEDIAS (2); INMACULADA CONCEPCIÓN (2); PEDREROS (1). TAPICERÍA:

«El agregado o juego de tapices que componen una historia o montería, uniformes en la estofa y suele ser de seis a ocho paños» (Aut.). (1) «Adornáronse las calles de tapicerías costosas y exquisitas» (Solemne, 1671, fol. C4v). Ver también VEJAMEN (1). TARASCA:

«Figura de sierpe que sacan delante de la procesión del Corpus, que representa místicamente el vencimiento glorioso de nuestro sñor Jesucristo por su sagrada muerte y pasión del mosntruoso Leviatán» (Aut.). (1) «Anoche hubo muchas rondas de a pie y de a caballo guardando la ciudad por la noticia referida: salió la procesión por las calles acostumbradas; asistió el arzobispo, virrey, audiencia y demás tribunales, y las cofradías, y en las bocacalles con prevención. Salió ayer tarde y hoy tarasca nueva de siete cabezas y anduvo dentro de la catedral (dicen no haberse hecho otra vez) al tiempo de las vísperas. Los gigantones salieron con muy buenas galas nuevas» [26 de mayo de 1701] (Robles, III, p. 155). TARJA

(1) «En el tablero de en medio de los tres, que formaban la sotabanca [del arco], en una capacísima tarja de bronce, adornada de dos figurones de relieve de cuyas bocas salían dos fruteros, que unas bandas rojas los hacían a un mascarón sobre que estribaba, dejando descubierto otro de que pendía, se escribió mejor que de molde el compendio de las virtudes, títulos y blasones de Su Excelencia en la dedicatoria, con que la cesárea ciudad le consagraba el arco, con tanta diversidad de colores como de letras, empezando con unas de oro que matizaban unas verdes palmas» (Palma, 1686, fol. 2r). Ver también ARCO, FÁBRICA DEL (1) (6). TE DEUM

(1) «Fue S. E. con la real audiencia, tribunales y ciudad a dar gracias a la iglesia por haberse acabado el desagüe: hubo misa y Te Deum Laudamus y repique, y fue la Compañía de Jesús a asistir» [8 de julio de 1675] (Robles, I, p. 176).

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(2) «Después de las siete de la noche, recibieron en la iglesia de la Merced al vicario general, que se llama Fr. Luis Alonso de Robles; lleváronlo en procesión desde la esquina de D. Juan Coto con palio y en la iglesia cojín y silla; hubo repique y cohetes; cantose el Te Deum laudamus» [10 de abril de 1701] (Robles, III, p. 149). TEATRO DE COMEDIAS PORTÁTIL

Teatro de comedias portátil, iluminación (1) «Las luces que tocaron a las perspectivas encubiertas fueron trescientos vidrios de aceite, cien casolejas, cien velas y doce hachas de cuatro pabilos. Las del frontispicio de a fuera a cinco arañas de plata con ciento veinte bujías y cuatro hachas en blandones grandes de plata» (Solemne, 1671, fol. F4r). Teatro de comedias portátil, patio (1) «El cuerpo fuera del teatro de la representación se formó de un octavo medio corolario, con dos cuerpos de tablados, dejando de hueco al patio de la mosquetería cincuenta y siete pies de latitud y sesenta de longitud, en que cabían dos mil personas y en los aposentos bastísimo número. Adornándose con todo lucimiento para que Sus Excelencias viesen las comedias, la Real Audiencia y los demás tribunales. Desde las cinco de la tarde se encendieron las luces» (Solemne, 1671, fol. F4r). Teatro de de comedias portátil, tablado (1) Lució «ostentosamente majestuoso el magnífico panteón o teatro en que se representaron [el 25 de abril de 1671] las comedias de la vida de santa Rosa [de Lima]. Restó los esmeros el arte en su estructura y lo primoroso en los adornos el ingenio. Levantose en el patio del convento, que constó de ciento cincuenta pies geométricos en cuadro [y] un anfiteatro en figura [de] pentágono equilátero dividido en dos cuerpos. El primero, que sirvió para la recitación de las comedias, paralelogramo, que tuvo de latitud sesenta y tres pies, y de longitud sesenta. El segundo se compuso de tres. El primero se levantó sobre un telar encadenado en cuadro en vigas de dos pies y medio, quedando el primero plan cubierto de cuartones de siete varas escopleadas hermosamente, con tal disposición, que la cabecera tuvo tres pies y medio, y de principio a fin un pie de disminución, hasta la punta del tablado, por que no impidiese la vista en el fondo. En este primero plan se levantó el segundo cuerpo, que constó de dieciocho pies, y sobre él otro

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con otros dieciocho pies, que hacen ambos treinta y nueve pies, cercándose de cuartones muy ajustados y cubriéndose con tanto primor, que no tuvo resquicio por donde se comunicase la luz del sol. En el cóncavo de este panteón se formó un telar de vigas de dieciocho pies de alto y encima se formaron otros telares con sus palometas, para los tornos y motones por donde corrían los contrapesos, teniendo en el frontispicio dos resaltos a los lados, de seis pies de latitud y quince de longitud cada uno, dejando un claro de treinta pies en medio, para la vista de los lienzos de perspectiva, que se movían en esta máquina hermosa, teniendo cinco por lados y cada uno cuatro lados uniformes en latitud y longitud con tan proporcionada distancia en el hueco, que entraban dos personas sin embarazarse la una a la otra. Ocuparon doscientas cuarenta varas de lienzo los diez cuadrángulos y éstos se movían en círculo sobre guijo en el plan y palometa en la cabeza con mucha suavidad (aunque fuese violenta la mutación por cuarenta y dos personas), cuando lo pedía el paso de la comedia. Con estos lienzos se formó un hexadrón con remate de otro, cuatro lienzos partidos, que hacían punto a la línea visual, de doce pies de longitud y dieciocho de latitud, que tuvieron noventa y seis varas de lienzo, teniendo de principio a fin esta figura treinta y seis pies de latitud. Formose en él un cielo plano en bastidores, partido en el medio con distancia de seis pies de hueco, para que descendiese una nube y en ella un arco iris con diámetro de doce pies y de la parte cóncava a la convexa, dos» (Solemne, 1671, fols. F2v-F3v). «[...] los netoliztli [son] cantares y bailes mexicanos, que adoptan el nombre de tocotines. Los tocotines mantienen en el teatro sus componentes estructurales indígenas, pero se adaptan a la métrica española y tratan temas relativos a los indígenas desde una perspectiva criolla. El tocotín novohispano, continuador del mitote, es en efecto una forma híbrida española e indígena usada en la celebración masiva de eventos importantes en la colonia novohispana, la cual se trasplantó al teatro humanista y cortesano durante el siglo XVII»4. (1) «En torno del triunfal carro iba una danza del celebre tocotín mexicano, y si para remedar en ella la majestad con que los reyes antiguos la practicaban se visten ordinariamente con todo esmero, ¿qué sería ahora en TOCOTÍN:

4

Parodi, 2009, p. 251.

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ocasión tan plausible? Era ésta la cuarta porción que terminaba la máscara, añadiéndosele por grandeza algunos venerables ancianos, que al son del Tlalpanhuehuetl5 y Teponaztli6, a que acompañaron el Omichicahuaztli 7, Ayacaztli8, Cuauhtlapitzalli 9, y otros semejantes instrumentos propios de su nación» (Glorias, 1680, pp. 166-167). TORNEO A LO FACETO

Ver INMACULADA CONCEPCIÓN (1). TOROS

(1) «Se jugaron toros a los años del rey nuestro señor; salió el conde de Santiago con doce lacayos con cabos encarnados: no hubo desgracia» [11 de noviembre de 1675] (Robles, I, p. 186). (2) «Se empezaron a jugar toros por la entrada del rey en el gobierno (duraron seis días)» [16 de noviembre de 1676] (Robles, I, p. 205). (3) «Hubo toros en la plaza [del Volador], y uno en zancos toreó» [13 y 14 de diciembre de 1679] (Robles, I, p. 271). (4) «Fue el virrey y virreina a los toros; hubo dos muertes, un indio de una estocada y otro que mató un toro» [25 de enero de 1689] (Robles, II, p. 175). (5) «Lunes 28, hubo toros y torearon el conde de Santiago D. Juan de Velasco y D. Francisco Goñe de Peralta y torearon muy bien y los victorearon hasta los virreyes; hubo catorce toros. […] El jueves 31 hubo toros y combate de castillos de los de Amozoc» [28 y 31 de mayo de 1691] (Robles, II, p. 225). (6) «Hubo toros a las once; mató un toro a un negro» [24 de noviembre de 1700] (Robles, III, p. 132). Ver también ALTAR (1); CAÑAS (1) (2); CHAPULTEPEC (5) (7); FESTEJO DE COMEDIAS (1); DISFRAZ (1); MAROMA (1); MÁSCARA (2); MOROS Y CRIS-

5 Tlalpanhuehuetl: «Tambor vertical de madera con parche de piel que se suena con las manos; los llevaban al pecho los señores de la guerra» (Leonard, 1929, p. 166). 6 Teponaztli: «Tambor horizontal con lengüetas de madera, hueco, que se suena con bolillos terminados en esferas de hule crudo» (Leonard, 1929, p. 167). 7 Omichicahuaztli : «Instrumento musical consistente en un hueco largo con estrías y un pivote para raspar sobre ellas» (Leonard, 1929, p. 167). 8 Ayacaztli: «Nombre de la sonaja» (Leonard, 1929, p. 167). 9 Cuauhtlapitzalli: «Pífano de madera» (Leonard, 1929, p. 167).

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(1); SAN DIEGO, PLAZA DE (1); TABLADO (2);TRINIDAD, PLAZUELA (1) (2); COMEDIAS, REGLAMENTACIÓN DE (1).

TIANOS DE LA

Toro encohetado (1) «Empezaron los toros en la plazuela del Marqués, y los hubo miércoles y jueves, y este día hubo toro encohetado» [22 de noviembre de 1678] (Robles, I, p. 253). Ver también MULATOS (1). TRINIDAD, PLAZUELA DE LA (1) «Estos días ha habido toros y cañas en la plazuela de la Trinidad y máscara a la fiesta de la Santa Cruz» [20 de junio de 1684] (Robles, II, p. 69). (2) «Fueron los toros en la plazuela de la Santísima Trinidad; hubo moros y cristianos» [24 de enero de 1689] (Robles, II, p. 175). Ver también COMEDIAS EN CONVENTO (1); LOA (2). TROMPAS

Ver GALLARDETE (1). TÚMULO

(1) «Celebró el señor arzobispo las honras de la marquesa de Mancera; púsose un túmulo de ocho cuerpos; hubo novenario con las religiones; pagó el señor arzobispo todas las misas de los altares del perdón este día a peso» [28 de abril de 1674] (Robles, I, pp. 153-154). Ver también CAPA DE BAYETA NEGRA (1); CERA (1); JASPE (1); LÁBARO (1); PALENQUE (1). VEJAMEN: «En

los certámenes y funciones literarias, el discurso festivo y satírico en que se hace cargo a los poetas u otros sujetos de la función de algunos defectos o personales o cometidos en los versos» (Aut.). (1) «Fue el grado en la catedral y se puso tablado en la puerta que cae a la calle del Reloj, colgado con tapicería del virrey, que asistió debajo de sitial con todo el claustro de doctores y caballería; dio el vejamen el doctor y maestro D. Miguel González. Se acabó a las doce; hubo pleito con la caballería sobre los asientos, que se dieron de sillas sólo a los títulos» [29 de octubre de 1694] (Robles, II, p. 309).

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VELAS

Ver

AUTO DE FE

(1); INDIOS, HOSPITAL (1); JASPE (1).

DE

(1); TEATRO

DE COMEDIAS

PORTÁTIL, ILUMINACIÓN VENTANAS

Ver LINTERNA (1); MÁSCARA (2); PEDREROS (1); VOLADOR, PLAZUELA DEL (1). VESTIDO

Vestido a la española (1) [Eran] «Ciento ocho mancebos, a seis por fila, no habiendo entre todos quien no adornase su persona con exquisitas galas a la española, siendo matizado entretenimiento del aire las bandas volantes que de los hombros pendían, y las garzotas y plumas con que los sombreros se adornaron y ennoblecieron» (Glorias, 1680, pp. 163-164). Vestido de indio (1) «Adornábanse la cabezas de todos con el Xiuhtzolli10, que era divisa propria del señorío, siendo cada una de ellas noble depósito de cuantas riquísimas piedras desde el oriente a que debieron sus brillos pasaron a estas provincias del ocaso a manifestar sus quilates, no faltándoles la estimable trenzadera del Quetzaltlalpilloni11, ni los vistosos plumeros en que se primorizaba su gala, como son el Malacaquetzalli12, Tlauquecholtontec13 y Aztatzontli14, todos uniformes en la preciosidad de las plumas y singulares todos en lo exquisito de su disposición admirable. Lucieron en pies y manos el Icxitecuecuextli15, Icxipepetlachtli y Matzopetztli16, y sobresalieron las extraordina-

10 Xiuhtzolli: corona —copilli— de turquesas que llevaban los señores (Leonard, 1929, p. 165). 11 Quetzaltlalpilloni: cinta terminada en borlas y en pluma de quetzal para atar el cabello en la coronilla (Leonard, 1929, p. 165). 12 Malacaquetzalli: ornato de plumas de quetzal en forma de malacate (Leonard, 1929, p. 165). 13 Tlauquecholtontec: adorno pequeño de pluma roja del pájaro Tlauhquechol (Leonard, 1929, p. 165). 14 Aztatzontli: adorno de plumas de garza para la cabeza (Leonard, 1929, p. 165). 15 Icxitecuecuextli: especie de banda ancha para el pie en el juego de pelota (Leonard, 1929, p. 165). 16 Matzopetztli: brazalete (Leonard, 1929, p. 165).

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rias costosísimas mantas, que sólo servían a la majestad en el trono, que llamaban Xiuhtlalpiltilmatli17 y Netlaquechilloni18» (Glorias, 1680, p. 165). Vestido de mexicano (1) «Los adonis, disfrazados con el siempre garboso traje mexicano, de calzón ancho abierto, manta larga pendiente a los hombros y copile19 en la cabeza. Sólo quien sabe las joyas que sobran en este emporio de la América y nota lo que sabe disponer, y aun desperdiciar el amor de las madres en el lucimiento de sus hijos, y más empeñadas y como de apuesta (como en esta ocasión cada una lo estaba) en que se llevase la primacía el suyo, podrá hacer algún concepto de los brocados, telas, lamas, velillos, [rengues], penachos y martinetes, que en esta fiesta se rozaron, y de los riscos, lazadas, sortijas, apretadores de piedras preciosas, con que iban revestidos los copiles, las mantas y aun los botines, que los más calzaban, bordándolos de seda de varios colores y de canutillo, y de lantejuela de oro y plata, rodando por ellos parte de las perlas, a quienes no se le dio lugar en lo superior del vestido» (Festivo aparato, 1672, fol. 10r). Vestido de santo (1) [san Domingo Guzmán] «Venía el patriarca Guzmán compitiendo con el sol en brillos, trasladando al vestido todo un firmamento con singularidad compuesto y con admirable disposición adornado. Era el hábito de raso blanco, en cuyo espacio formó el arte vistosas, hermosas flores de rubíes con dilatadas hojas de mayates. La capilla y capa negra del mismo género y en proporcionados trechos bordados ramilletes de diamantes» (Solemne, 1671, fol. D2r). (2) «Era el vestido de Rosa [de Lima] de tela blanca, bordado con su fragrantísimo nombre, las nacaradas hojas esmaltadas de diamantes y las ramas de esmeraldas; la capa de tela negra y oro con bordaduras del sagrado apellido con que se exalta. La corona, que en vida la fue de cambrones rígidos, en su beatificación era guirnalda de rubíes y diadema de zafiros» (Solemne, 1671, fol. D2r). (3) «Fue la procesión de la beatificación de los trece santos mártires de san Francisco, desde la catedral a San Francisco. Fueron todos los trece y la 17 Xiuhtlalpiltilmatli: tilma o manta con dibujos azules en forma del jeroglífico tlalli —tierra— (Leonard, 1929, p. 165). 18 Netlaquechilloni: adorno para el cuello, especie de gola (Leonard, 1929, p. 165). 19 Copile: Como media tiara.

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madre de Dios y san Francisco vestidos de joyas ricamente aderezados; llevarían hasta un millón. Asistió el señor arzobispo virrey, audiencia, tribunales y ciudad y todas las religiones, que llevaba cada una un santo […] Hubo como quince fuegos, acabose a las seis de la tarde» [8 de agosto de 1677] (Robles, I, p. 220). (4) «Iba el santo [san Juan de Dios] con hábito de gorbarón del color de su instituto, que costeó la señora virreina doña María Andrea de Guzmán, bordado a todo costo de hojuelas de plata y oro, entorchados con labores de flores y granadas; la de la mano era toda de esmeraldas guarnecida de oro; los granos que descubría eran rubíes también guarnecidos de oro; la diadema de perlas y diamantes» [24 de octubre de 1700] (Robles, III, p. 121) VILLANCICOS

(1) «Predicó en la catedral Fr.Antonio Leal, provincial de Santo Domingo; asistió el virrey y audiencia; hubo villancicos impresos, sin ejemplar desde que se instituyeron los maitines, que ha más de cuarenta años» [29 de junio de 1678] (Robles, I, p. 242). VÍTOR: «La función pública en que a alguno se le aclama o aplaude alguna hazaña o acción gloriosa» (Aut.). (1) «Sacó el padre Escalante el víctor grave y ridículo; repicaron en la catedral y demás conventos» [26 de octubre de 1681] (Robles, I, p. 304). Ver también CARRO (3); COLACIONES (1).

VOLADOR, PLAZUELA DEL (1) «Marchó la compañía de Meléndez con doscientos hombres; asistió S. E. en las ventanas de la plazuela del Volador» [4 de febrero de 1680] (Robles, I, p. 275). Ver también CAÑAS (2); CARNESTOLENDAS (1); GALERAS (1); GREMIOS (1); MAROMA (1); SANTÍSIMO SACRAMENTO (1); TOROS (3). VOLATÍN: «La persona que con habilidad y arte voltea en una maroma al aire» (Aut.). (1) «Vino un arlequín (sic) volatín diestrísimo, llamado Francisco Morales, que dijeron ser de las islas Canarias» [finales de 1665] (Robles, I, p. 13).

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FUENTES

PRIMARIAS

Ara de Apollo,Asylo augurado de la Nueva España En el Ingresso del Exc. Señor D. Joseph Sarmiento de Valladares. Cavallero del Orden de Santiago, Oydor de la real Chancilleria de Granada, y Consejero de el real Consejo de Ordenes por su Virrey, Governador, Capitan General, y Presidente de la real Audiencia de Mexico. Idea De la portada que erigió a su recebimiento La Santa Iglesia Catedral de la Puebla de los Angeles. Con Licencia: En la Puebla, por los Herederos del Capitan Iuan de Villa-Real, en el Portal de las Flores.Año de 1697. Arco Triunphal, disceno[sic] politico. Consagrado en poemas, y delineado en symbolos a la feliz entrada del Excmo. Señor D. Joseph Sarmiento de Valladares. Cavallero de el Orden de Santiago, Oydor de la Real Chancilleria de Granada. y Consejero del real Consejo de Ordenes,Virrey Governador, Capitan General, y Presidente de la Real Audiencia de Mexico. Dedicado a la Excma. Señora Doña Maria Andrea de Guzman y Zuñiga, Dignissima Consorte de su Excelencia. Con Licencia: En la Puebla, Herederos del Capitan Juan de Villa-Real en el Portal de las Flores.Año de 1697. ARJONA, P. de, Augural mithologico que la ciudad de Antequera dedico al Serenissimo Principe de las Españas Don Carlos Joseph Nuestro Señor, en los felicisimos dias de la augusta celebracion de sus natales. Escrivialo y disponialo el licenciado Pedro de Arjona, colegial y rector que fue del Colegio Viejo de N. Señora de todos los Santos de la ciudad de México, abogado de la Real Audiencia de esta Nueva España y regidor de dicha ciudad. El Capitan Bartholome Ruiz, Alcalde Ordinario y de la Santa hermandad de dicha Ciudad, Comissario de ella para esta celebracion y pompa lo dirige a la Grandeza Del Excelentissimo Señor Don Juan de Leyba y de la Zerda, de la Lama, Gamboa y Mendoza, Marques de Leyba y de Ladrada, Conde de Baños,Virrey Capitan General de esta Nueva-España y Presidente de la Audiencia y Chancilleria Real de ella. Con licencia. En Mexico, por la Viuda de Bernardo Calderon, 1663. ARJONA, P. de, Rosa mistica del vergel florido de la religiosissima familia de predicadores cultibada a la sombra de los lirios de su gloriossisimo Patriarca Santo Domingo de Guzman. Consagrada A la Serenissima Reyna de los Angeles, Primera Rosa Mistica de la

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Iglesia, soberana Venus, Purissima Açucena de Virginidad y Madre del divino Amor Declarada nuevamente traspuesta en su beatitud dichosa, a la gloria del parayso, entre las candidissimas flores de la Gracia. Celebrada por la prouincia de san Hipolito martyr de Oaxaca, vnida con la Nobilissima Ciudad de Antequera y competidas en lo piadoso del afecto. Referida al M.R.P.M. Fr. Manvel Bez, prior provincial de dicha provincia, ya emerito en su Vicaria General por El Licenciado Don Pedro de Arjona, Abogado de la real Audiencia de la Nueva-España y de dicha Provincia, Regidor de dicha Ciudad, Colegial y Rector que fue del Colegio Viejo de Ntra. Señora de Todos los Santos de la Ciudad de México, que lo escriuia. Con Licencia. En Mexico. Por la Viuda de Bernardo Calderon.Año de 1670 CABRERA Y QUINTERO, C. [atribuido], Sainete y fin de fiesta al recibimiento de los Excelentísimos Marqueses de las Amarillas,Virreyes de este Reino, en el Colegio de San Miguel de Belem [manuscrito]. Certamen poetico, palestra de ingenios en la campaña de el discurso a la solemne dedicacion del Templo de México de el Glorioso Padre, Patriarca y doctor de la Iglesia San Agustin, que se fabricó desde sus primeros cimientos, hasta la cupula o fanal consagrado a la Invicta y Real Magestad de el Invencible y Catholico Rey Carlos Segundo y sin segundo en lo piadoso de su zelo, como a su patron. Con licencia en Mexico. Por los herederos de la Viuda de Bernardo Calderon.Año de 1692. ENA, A. de, Descripcion de la venida y buelta de la milagrosa imagen de N. Señora de los Remedios. Escriviala Alfonso de Ena. Dirigida y consagrada a Don Diego Negron. Con licencia. Impresso en Mexico, por Juan Ruyz, 1668 Festivo Aparato, con que la Provincia Mexicana de la Compañia de Jesus celebro en esta Imperial Corte de la America Septentrional, los immarcescibles lauros, y glorias inmortales de S. Francisco De Borja, Grande En La Pompa De El Mundo, Mayor en la humildad de Religioso, y Maximo en la gloria de Canonizado: IV entre los Duques de Gandia, III. entre los Generales de su Religion: Primero en las virtudes, y sin segundo en todo. Dedicado, Al Exmo. Señor D. Antonio Sebastian de Toledo, Molina, y Salazar, Marques de ManzerA, Se-ñor de las cinco Villas, y de la del Marmol:Teniente General de el Orden de Alcantara: Comendador de Puerto-Llano en el Calatra-ba: tres vezes Capitan General de Mar, y Tierra, en el Reyno del Pe-rú: y otras tantas Embaxador en Venecia, Francia y Alemania: Go-vernador del Ducado de Milán, y de los exercitos Catholicos en toda la Lombardia, y Piamonte: Expurgador del Olandés en defensa del Reyno de Chile:Virrey, Governador, y Capitan General desta Nueva España, y Presidente de la Real Chancilleria. Con Licencia: Impresso en Mexico, en la Imprenta de Juan Ruyz. 1672. Geminis Alegorico de la casa del cielo de Medina:Triumphal pompa, y festivo diseño de Castor, y Pollux,Astros benevolos de superior esfera, brillantes estrellas de la Monarchia Española, Que la muy noble, y leal ciudad de la Puebla de los Angeles consagró en Poemas, y delineó en symbolos a la feliz entrada del Exmo Señor Don Thomas Antonio Lorenço, Manuel de la Cerda, Manrique de Lara, Enriques, Afan de Ribera, PuertoCarrero, y Cardenas, Marques de la Laguna, Conde de Paredes, Cavallero del Orden de

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Alcantara, Comendador en ella de la Moraleja, Capitan General del Mar Occeano, Costas, y Exercitos del Andalucia del Consejo, y Camara De Indias.Virrey, y Capitan General de la Nueva-España, y Presidente de su Real Chancilleria. Dignissimo Hermano del Exmo. Señor Duque de Medina Coeli, Alcala y Segorbe, Primer Ministro de N. Catholico Rey. Con Licencia, en Mexico, Por Francisco Rodriguez Lupercio, Año de 1681. MARMOLEJO, P. de, Loa sacramental en metafora a las calles de Mexico. representada en las fiestas que celebro, en honra del Santissimo Sacramento. Por Pedro de Marmolejo. Representola Diego de Cornejo. Año de 1635. Con licencia, en México, por Francisco Salbago, en la calle de San Francisco. MORALES PASTRANA,A. de, Solemne, plavsible, festiva pompa. Magnifica, ostentosa celebridad, a la beatificacion de la gloriosa Rosa de Sta Maria. Dedicala, al Illmo. y Rmo. Sor. Maestro y Dor. D. Fr. Luys de Cifuentes Sotomayor, Obispo de Merida al Consejor de Su Magestad. Antonio de Morales Pastrana. Con licencia. Impreso en Mexico por Francisco Rodriguez Lupercio, Mercader de Libros en la Puente de Palacio. Año de 1671. ORCOLAGA, fray D. de, Las tres gracias manifiestas en el crisol de la lealtad de Mexico, donde con universales celebró su aplauso por espacio de tres semanas el fausto y dichoso natalicio del serenísimo Sr. Infante de las Españas el Sr. Don Phelipe Pedro Gabriel que prospere la Divina Majestad para Columna de la fe y aumento de su Monarquía. Refierelo sumariamente por sus tres estancias el Lic. D. Diego Ambrosio de Orcolaga, abogado de la real Audiencia de la misma Corte, quien debidamente le dedica y ofrece al Señor D. Domingo Zabalburu del Consejo de Su Majestad, caballero del Orden de Santiago, Governador y Capitan general que fue de las Islas Philipinas y presidente de la Real Audiencia que en ellas reside. Con licencia en Mexico por los herederos de Juan Joseph Guillena Carrascosa, 1713. Palma Immarcessible siempre, y frondosa, Symbolo de un Catholico Heroe, Hierogliphico Expresso de el Exmo. Señor D. Melchor Fernandez Porto-carrero, Lazo, de la Vega; Conde de la Monclova, Cavallero del Habito de Alcantara, Commendador de la Zarza, del Consejo Supremo de Guerra, y su junta de Indias, y Comissario General de la Infanteria, y Cavalleria de España. En que la muy leal, y muy noble Cesarea Ciudad de la Puebla de los Angeles expressa las virtudes, nobleza y heroycos hechos de tanto Principe, en el Arco Triumphal, que le erige por señal de su gozo, quando le recibe por dignissimo Virrey de este nuevo Orbe, por su invictissimo Capitan General, acordado, y maduro Presidente de su Real Audiencia; en alegoria de su Español Theseo. Con Licencia de los Superiores. En Mexico, por Doña Maria de Benavides,Viuda de Juan de Ribera. Año de 1686. PEÑA PERALTA,A. de la, y P. FERNÁNDEZ OSORIO, Pan Mystico, numen symbolico, symulachro politico, que en la fabrica del Arco Triumphal, que erigió el amor, y la obligacion en las Aras de su devido rendimiento, la Ilustrissima Imperial Metropolitana Iglesia de Mexico al Felicissimo Recivimiento, y plausible ingresso del Ilustrismo. y Revermo. Señor M. D. Fr. Payo Enriques de Ribera, del Orden de San Agustin del Consejo de su

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Magestad, &c. Su genialissimo Pastor, Prelado y Esposo. Que compusieron, y ahora descriven los Bachilleres Alonso de la Peña Peralta, Contador de dicha Santa Iglesia, y Pedro Fernandez Ossorio, Capellan de Coro en ella. Con licencia. En Mexico. Por la Viuda de Bernardo Calderon.Año de 1670. RAMÍREZ DE VARGAS,A., Elogio Panegirico, festivo aplavso, Iris politico, y diseño triunfal de Eneas verdadero. con que la muy noble y Leal Ciudad de Mexico, recibió al Exmo. Señor D. Antonio Sebastian de Toledo, y Salazar: Marques de Manzera, Señor de las cinco Villas, y de la del Marmol: Cavallero de la Orden de Alcantara:Administrador perpetuo de Puerto-llano: del Consejo de Guerra:Virrey, Governador, y Capitan General de esta Nueva-España, y Presidente de su Real Chancilleria, &c. A quien lo consagra Don Alonso Ramirez de Vargas. Con licencia. En Mexico, por la Viuda de Bernardo Calderon,Año de 1664. RAMÍREZ DE VARGAS, A., Zodiaco illustre de Blasones heroycos, gyrado del Sol Politico, imagen de principes que occultó en su Hercules Thebano la Sabiduria Mythologica. Deziphrado en poeticas ideas, y expresado en colores de Pintura que en el Festivo Aparato de el Triumphal Arco en el mas fausto dia dispuso al Exmo. Señor Don Joseph Sarmiento Valladares Cavallero del Orden de Santiago, Conde de Moctesuma, y de Tula, Visconde de Ilucan Señor de la Villa de Monterrosano, y de la Pesa, del Consejo de su Magestad,Virrey Governador, y Capitan General de esta Nueva-España, y Presidente de la real Audiencia, y Chancilleria, que en ella reside la Santa Iglesia Metropolitana de Mexico. Compuesto y ahora descripto por D. Alonso Ramirez de Vargas. Con licencia en Mexico en la Imprenta de Juan Joseph Guillena Carrascoso. Año de 1696. RAMÍREZ DE VARGAS, A. [atribuida], Descripción de la venida y vuelta de la milagrosa imagen de Ntra. Señora de los Remedios a esta ciudad de México el año de mil seiscientos sesenta y ocho, por causa de la gran sequedad y epidemia de viruelas, &c. Su autor, Don Alonso Ramírez de Vargas, patricio de México. Sácala a luz en esta nueva impresión D. Joseph de Barreda. Impreso en Cádiz por Jerónimo de Peralta, Impresor Mayor, en la calle Ancha de la Xara [1725]. RAMÍREZ SANTIBÁÑEZ, J.A., Pierica narración de la plausible pompa con que entró en esta Imperial y Nobilísima Ciudad de México el Exmo. Señor Conde de Paredes, Marqués de la Laguna,Virrey Gobernador y Capitán General de esta Nueva España, y Presidente de su real Audiencia y Cancillería, que en ella reside. El día 30 de noviembre de este año de 1680. Que consagra obsequioso al Señor Don Luis Carrillo de Medina y Guzmán, hijo segundo de los Señores Condes de la Rivera, Capitán de la Armada Real, Gobernador que fue de los bajeles que condujeron el socorro a los estados de Flandes el año de 1666 y Capitán de la Guarda de Su Excelencia, habiéndolo sido de los dos Señores Excelentísimos sus antecesores. El Bachiller Iuan Antonio Ramirez Santibañes. Con licencia de nuestros Superiores: En Mexico, por Francisco Rodríguez Lupercio.Año de 1680. Sol en Leon, ascendencia esclarecida, exaltacion gozosa. Discurrida en las empressas, y Symbolos Politicos de el Arco Triumphal, que erigió la Ciudad de la Puebla de los Ange-

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les, para el dia diez, y seis de Octubre de ochenta, y ocho destinado a la Solemne, y feliz entrada de el Excelentissimo Señor Don Gaspar de la Cerda, Sandobal, Sylva, y Mendoza, Conde de Galve, Gentil-hombre de la Camara de su Magestad, Señor de las Villas de Sacedon, y Tortola, Caballero del Orden de Alcantara, y Comendador de Zalamea, y Ceclavin,Alcayde perpetuo de los Reales Alcazares Puertas, y Puentes de la Imperial Toledo, y del Castillo, y Torres de la Ciudad de Leon,Virrey, Governador, y Capitan General de esta Nueva-España, y Presidente de la Real Audiencia &c.A quien una, y otra vez lo dedica, y Consagra. Con Licencia, en la Puebla de los Angeles, en la Imprenta Nueva Plantiniana de Diego Fernandez de Leon, 1688. Por el P. Manuel de Valtierra de la Compañía de Jesus. Sylva Explicativa del Arco, con que celebró la entrada de el Excelentissimo Señor D. Gaspar de Sandoval, Cerda, Sylva, y Mendoza, Conde de Galve, Gentil-hombre de la Camara de su Majestad con ejercicio, Comendador de las encomiendas de Salamea, y Ceclavin en la orden, y Caballería de Alcantara,Alcalde perpetuo de los Reales Alcazares, Puertas, y Puentes de la Ciudad de Toledo, y del Castillo, y Torres de la de Leon, y cuyas son las Uillas de Tortola, y Sazedon, del Consejo de su Majestad, su Uirrey, Lugar-teniente, Governador, Capitan General, y Presidente de la Real Audiencia, y Chancillería de la Nueva-España. Recibiendolo por su Principe, la muy noble, y leal Ciudad de Mexico. Alegorizada en Paris por el Br. Francisco de Azevedo. Año de 1688. En Mexico, Por la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio. 1689 VILLERÍAS, J. de, Descripcion de la mascara y passeo con que la Real Universidad, Nobleza y Pueblo de esta Imperial Corte de Mexico celebró la possesión de la Cathedra de Visperas de Theologia que obtuvo el Rmo. P. M. Fr. Joseph de las Heras, del Orden de Nuestra Señora de la Merced, Redencion de Cautivos, Maestro del Numero de su Provincia, Doctor Theologo y Maestro en Artes por la Real Universidad de esta Corte, Cathedratico que fue en substitucion de Visperas de Sagrada Theologia, Propietario despues de la Prima de Philosophia y hoy Propietario de la de Visperas de Sagrada Theologia, rector que fue del Colegio de S. Pedro Pasqual de Bethlem, Comendador del Convento grande de Mexico y Provincial actual de esta Provincia de Nueva-España de dicho Real Orden. Escriviala Don Joseph de Villerias, quien la dedica al Señor Don Joseph Diego de Medina y Picazo, Secretario de Camara y Thessorero de la Real Casa de Moneda, a cuyas instancias y expensas sale a la luz publica. Con licencia de los Superiores. En Mexico: por los Herederos de la Viuda de Francisco Rodriguez Lupercio. En Puente de Palacio.Año de 1721.

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