Elementos básicos de filología y lingüística latinas
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Elementos básicos de filología y lingüística latinas lo s Elementos básicos de filología \ lingüistica latinas constituyen una introducción breve, clara y muy util para los alumnos de las diferentes especialidades filológicas que tengan que enfrentarse en un momento u otro al estudio del latín Obra especialmente aconsejada para los estudiantes de filología Clásica, consta básicamente de dos partes f n la primera se hace un repaso del concepto de filología, de las im plicaciones inherentes a la condición de filólogo y de las actividades características de la filología, especialmente de la crítica textual, y de lo que constituye su resultado natural, la edición critica f n la segunda parte se analizan y debaten de forma critica las aportaciones del estructuralism o y la gram ática generativa al estudio de la sintaxis latina. Y, finalmente, se completa el conjunto con tres estudios sobre puntos controvertidos de lingüistica latina: el alfabeto y la pronunciación del latín, la cuestión de las laringales y el siem pre candente tem a de las variaciones de la lengua latina

l’ere I. Quetglas. miembro de la prestigiosa escuela de Filología I atina de Barcelona, es catedrático de filología Latina de la U niversidad de Barcelona desde IW > Sus lineas de investigación se concretan actualm ente en tres apartados: lingüística latina (es codirector de los Encuentro', Je Sintaxis Latina), latín medieval (form a parte del equipo de redacción del Glossarium Mediae / a/initatis ( ataloniae) y la obra y la figura de Julio César (acaba de publicar una traducción del ( 'orpus ( 'esariano).

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ELEMENTOS BÁSICOS DE FILOLOGÍA Y LINGÜÍSTICA LATINAS Pere J. Q uetglas

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UNIVERSITÄT DE BARCELONA. Dades catalografiques

Quetglas, Pcrc ,|. Elementos básicos de filología y lingüística latinas. - (Universität ; 21) Noles. Bibliografía. índex ISBN 84-475-3032-9 I. Títol II. Collecció: Universität (Universität de Barcelona) ; 2 1 I.L Iatí II. Lingüística III. Filología llatina

© PUBLICACIONS I EDICIONS DE LA UNIVERSITÄT DE BARCELONA. 2006 Adolí Florensa, s/n; 08028 Barcelona; Tel. 934 035 442; Fax 934 035 446; [email protected]; www.publicacions.ub.es

Fotografía de la cubiena: Museu d ’Histöria de Tarragona. Miguel Ángel Navarro Impresión: Gráficas Rey, S.L. ISBN: 84-475-3032-9 Depósito legal: B -10136-2006 Impreso en España / Printed in Spain

Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra. Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada mediante ningún tipo de medio o sistema, sin autorización previa por escrito del editor.

Prólogo

Diversas son las pretensiones que subyacen a la concepción de esta obra, lo que a la postre ha acabado plasm ándose en su estructura. Pretensiones no exactam ente coetáneas, sino que algunas se han ido m aterializando durante la gestación. La prim era pretensión, sin duda derivada de las prácticas de clase, se orienta a sum inistrar a los alum nos de los prim eros cursos de latín unos conocim ientos instrum entales em inentem ente prácticos, tanto a los que pien­ sen dedicarse fundam entalm ente al estudio de la filología latina, como a aque­ llos que crean que el latín sólo les im porta de una manera secundaria y acci­ dental. Deudores de esta voluntad instrum ental son los apartados dedicados a los fu n d a m entos de la crítica textual, pronunciación de latín, cuestión de las variaciones diatópicas, diastráticas y diafásicas de la lengua, y el capítulo de­ dicado a los in stru m e n ta philologica, en los cuales más que la de sum inistrar inform ación, nos m ovió la voluntad de guiar en el m anejo de estos útiles (caso de los apartados dedicados a la interpretación de las ediciones críticas, colec­ ciones y léxicos). D entro de esta m ism a voluntad auxiliar hay que entender el m ínim o vocabulario de crítica textual y el índice de abreviaturas usuales en las ediciones críticas, dos elem entos que no se encuentran corrientem ente en los m anuales al uso. Por otro lado, la gestación del libro coincidió tem poralm ente con un ex­ traño y contradictorio fenóm eno que al tiem po que veía increm entar el núm e­ ro de alum nos dedicados a la filología latina, asistía tam bién a la progresiva retirada del fre n te hum anístico en la enseñanza secundaria. Fruto de la desa­ zón interna que esto nos produjo es el prim er capítulo; en él se transparentan nuestros pensam ientos sobre la realidad pasiva del filólogo y sobre las concep­ ciones y la m etodología de la ciencia filológica. F inalm ente, nos pareció que sería de provecho trazar un análisis actuali­ zado de la situación del latín respecto a las m odernas tendencias lingüísticas, tendiendo de nuevo la mano entre la filología y una lingüística que, en ocasio­ nes, hace dem asiados castillos en el aire. A intentar cubrir este objetivo se orienta prim ordialm ente el tercer capítulo.

VI

PRÓLOG O

La conjunción de todos estos com ponentes ha producido un resultado esencialm ente diferente de las usuales guías, por más que puedan darse pun­ tos com unes. El lector interesado encontrará en la sección bibliográfica y en el m ism o cuerpo de la obra abundantes referencias acerca de estos útiles ins­ tru m en to s de consulta. Y concluirem os con el no por obligado m enos sincero capítulo de agra decim ientos. En prim er lugar a la Escuela de Filología de Barcelona, entidad etérea, pero sin duda existente, de la cual este libro no alcanza a ser sino un pálido reflejo. Más cuantificable es nuestra deuda para con Rosa M.a O rtuño por su sostenido em peño en reducir el original a una apariencia m ás legible, para con el Dr. D. Virgilio Be jarano por sus atinadas sugerencias, y para con el Dr. D. Joan Bastardas por sus repetidas lecturas del m anuscrito, de las que han salido no pocas correcciones, matizaciones y cam bios de enfoque. A todos ellos les reitero m i agradecimiento. P. Q.

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Agotada ya hace unos años la primera edición de esta obra y con la perspectiva que da la distancia, podemos constatar con satisfacción que este librito ha hecho su camino y ha prestado útiles servicios a h comunidad universitaria. Por ello, y a la espera de que vea la luz una segunda edición puesta al día, nos acogemos gustosamente a la oportunidad que nos brinda Publicacions i Edicions de la Universität de Barcelona de publicar una reedición en la que simplemente se han corregido errores ortográficos y se han introducido pequeñas adiciones, siempre con el deseo y la confianza de que todavía siga siendo útil.

Barcelona 2006 P. Q.

1.

Introducción

1.1.

S E R FILÓLOGO. CO N CEPTO DE FILO LO G ÍA LATINA

En el año 1546 el hum anista francés Etienne Dolet fue condenado a la ho­ guera p o r p u blicar una versión del H iparco y del Axioco de Platón (el últim o, apócrifo), en el que se atribuía a este filósofo falta de fe en la inm ortalidad del alm a.1 A proxim adam ente en la m ism a época, el h um anista español Francisco Sánchez de las Brozas se veía enfrentado a dos procesos inquisitoriales.2 Y cu­ riosam ente, com o en el caso de Dolet, m uchas de las acusaciones que se le im putaban tenían naturaleza filológica. Veamos un p a r de ejem plos: H abía osado sostener el Brócense que los Magos, los Reyes Magos, eran tal vez grandes señores, pero no necesariam ente reyes, según se desprende del texto evangélico: Magi ab O riente uenerunt? Y que las 11.000 vírgenes no eran tantas, sino once, pues el texto de refe­ rencia contenía la expresión undecim seguida de una M t grafía ésta que se habría in terp retad o com o signo del num eral m ille, cuando realm ente se tra ­ taría de la abrev iatu ra de m artyres, lo que ju n to al uirgenes subsiguiente

1. Véase J. E. S a n d y s , A History of classical Scholarship. I, II, III. Cambridge 192P, con m últiples reim presiones posteriores. Vol. II, pp. 178-180. 2. Véase A. T o v a r y M. de la P in t a L l ó r e n t e , Procesos inquisitoriales contra Fran­ cisco Sánchez de las Brozas. Madrid 1941. 3. San Mateo 2,1.

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d aría 11 vírgenes m ártires.4 No viene al caso seguir aquí los avatares inquisi­ toriales del B rócense, de los que, dicho sea de paso, salió b astan te bien libra­ do, ni tam poco h ac er cuestión del hecho de que tuviera o no razón en sus especulaciones filológicas. Si hem os sacado a colación estos dos ejem plos ha sido p orque constituyen dos m uestras muy representativas, por una p arte del peligro que acecha ál filólogo, y por o tra de lo que debe ser la actitu d cientí­ fica de este m ism o filólogo. C iertam ente que los tiem pos han cam biado y, afo rtu n ad am ente, no hem os de preocuparnos ya por acusaciones que hoy nos parecen pueriles, como las que fueron dirigidas co n tra el Brócense. En­ tonces, ¿cuál es el peligro que nos am enaza hoy en día? A no dudarlo, el de la incom prensión. R ealm ente es difícil en la actualidad no ya ser filólogo, sino incluso h acer profesión de fe de filólogo, sin toparse con la sonrisa com pren­ siva del desatino o con la m ueca delatora del asom bro. Y a todo eso, la res­ p uesta del filólogo, del filólogo clásico especialm ente, es la de r e f u g ia r s e en la to rre de m arfil de su superioridad, sin atrevernos m uchas veces a lib rar una batalla, que, sin duda, debem os de cre er perdida de antem ano, y de esta form a vemos retro ce d er lenta e inexorablem ente nuestras posiciones.5 No m enos in teresante, creem os, es el o tro aspecto que se puede en tresa­ car de los ejem plos anteriores. Si en las circunstancias actuales tuviéram os que b u scar el denom inador o factor com ún que caracterizara a todas las ciencias del esp íritu , se podría responder con poco m argen de e rro r que es su voluntad im plícita y explícita de alcanzar la denom inación de disciplinas científicas. S iem pre hem os m irado con recelo la entidad científica de discipli­ nas, cuyos m anuales dedican una breve —que luego resulta ser larguísim a— introducción a d em o strar que la m ateria de que tra ta n es una disciplina cien­ tífica. Aplicando el aforism o tradicional de excusatio non p e titax accusatio m anifesta, se puede pensar, justificadam ente, que cuando hay que dedicar tan­ to espacio y esfuerzo a p ro b ar estos extrem os, en una especie de p ráctica de

4. En realidad el Brócense no se refiere a ningún texto en concreto y, adem ás, reco­ noce que ni siquiera ha visto el texto, atribuyendo el hallazgo a un m aestro suyo: «lo que a mí me parece es que son diez, y con sancta Ursula onçe, porque en el calendario antiguo estaba este latín: "undecim M. uirgines"·, y aunque este declarante le pareció esto, no lo ha visto en el calendario mas de que oyó in voce al m aestro Baseo, y entiende que está en sus cscriptos once m ártires virgines...» Mas la realidad parece darles la razón al Brócense y a su m aestro. Los calendarios y documentos anteriores al siglo x, e incluso en este mismo siglo, hablan de X lm uirginum, citando a dos de ellas, luego a cinco y, finalmente, a once, entre las cuales está la más representativa, santa Úrsula. La Passio Ursutae, de fines del siglo x, es el prim er texto en que, una vez hecha la mala lectura, se cita a santa Ürsula como conductora de 11.000 vírgenes, sus com pañeras de m artirio. Sobre el origen de la m véase W. L e v i s o n , Das Wer­ den der Ursula-Legende. Köln 1928. 5. La necesidad de justificación de la enseñanza del latín en los tiempos modernos y el urgente rechazo de las conciencias culpables en los docentes ha propiciado la aparición en Alemania de una notable polémica que abarca la década de los setenta y que se ha plasmado en una am plia bibliografía. Véase al respecto R. N ic k e l , VInsegnam ento delle tingue clasiche. Nuove possibili t à per una sua motivazione didattica. [Traducción italiana de C . S a n t i n i del original alemán, D arm stadt 1973]. Roma 1976.

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autoconvencim iento, es señal inequívoca de que la cosa no puede estar clara. Y ciertam ente no hay m anuales de m atem áticas, ni de física, ni de quím ica que dediquen sus p rim eras páginas a la probación de su cientificism o. E sta pretensión de cientificism o, la basan las ciencias del espíritu en la utilización de un m étodo científico, extraído evidentem ente del m étodo de las ciencias n atu rales y que no es o tro que el m étodo hipotético deductivo con sus tres etapas: 1.a observación y recopilación de hechos significativos, 2.a presentación de hipótesis que expliquen aquellos hechos, 3.a d ed ucir de esta hipótesis consecuencias que puedan ser puestas a p rueba po r la observación, o, lo que es lo mismo, experim entación de las hipótesis antes form uladas.6

Y la filología latina, ¿qué lugar ocupa dentro de este engranaje? P or d pro n to tenem os ya un dato significativo en el hecho de que se pone al nivel de ciencias com o las m atem áticas o la quím ica al no acudir a dem ostraciones de cientificism o, siendo com o es un a ciencia del espíritu. E sto es un factor indicativo, pero no prueba nada en absoluto. Lo que sí es probativo es el hecho de que la filología latina o clásica haya utilizado desde siem pre m éto­ dos científicos y, en consecuencia, desde m ucho tiem po an tes de que esta Torm ulación se realizara en lo que se refiere a estas ciencias hum anísticas; de form a que en su caso no se puede decir de ninguna de las m aneras que la form ulación m etodológica se haya hecho ad hoc. Acudamos a la com proba­ ción. ¿Qué otra cosa son, sino la aplicación estricta del m étodo hipotético deductivo, los postulados de la crítica textual con sus fases de Recensio, E m endatio y E d itio ? Y para no acu d ir sólo a un ejem plo sectario, observe­ mos qué sucede con la actividad base de la filología: ¿la lab o r de traducción e in terp retación de un texto no es esencialm ente científica? Recopilación de datos, form ulación de hipótesis y constatación en el m arco contextual o real de las hipótesis propuestas. Pero, es que adem ás, la aplicación estricta de estos principios debe ir acom pañada de una voluntad previa y firm e de sus­ traerse a las ideologías y los apriorism os. Y la p ostura del Brócense es reflejo de esta actitu d científica de la filología que a lo largo de su historia ha tenido que su straerse repetidas veces a los tabúes· ideológicos o apriorísticos, que, cuando la han alcanzado, han constituido una trab a notable p ara su desarro ­ llo; citem os a título de m eros ejem plos, la teoría del hebraísm o prim itivo, el culto al textus receptus, el m arrism o o la concepción de la literatu ra como propaganda, etc. Y ahí está el m érito del Brócense, reflejo del m érito de la

6. Véase C. H . H e m pe l , Filosofía de la ciencia natural. [Traducción española de A. D ea­ ñ o , del original inglés, New Jersey 1966]. Madrid 19795. Sobre el valor intelectual de la práctica de traducción de las lenguas clásicas puede verse G . K e r s i i e n s t e i n e r . Esencia y valor de la enseñanza científico-natural. [Traducción española de L. S á n c h e z del original alem án, München 1914]. Barcelona 1930, pp. 35-62.

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filología, al anteponer verdad filológica a verdad ideológica, en una actitud puram ente científica. Una vez que nos hemos referido al m étodo general de la filología, hemos de acu d ir al concepto de filología, o quizá sea preferible h ablar de concep­ tos de filología, pues a fe que no hay unanim idad a este respecto. Recordem os, en este repaso de las diferentes concepciones que ha tenido la filología,7 su nacim iento en los tiem pos m odernos como m acrociencia de la antigüedad o A ltertum sw issenschaft, a p a rtir de la concepción de Wolf,8 in­ cansablem ente citado p o r el acto, hoy muy burocrático, pero que entonces, en 1777, no lo sería tanto, de m atricularse como estudiante de filología, concep­ ción recogida posteriorm ente en la enciclopedia de Bockh,9 o bien la etapa propiciada por el nacim iento de la gram ática com parada en que gram áti­ ca/lingüística y filología/literatura cam paban cada una por sus respetos, con indiferencia y, tal vez, anim adversión m utuas; 10 etapa que una vez supe­ rada, p o r los intentos reconciliadores de C urtius y Corssen,11 desembocó en lo que podría ser la etapa actual de sedim entación, representada por concep­ ciones como la de J . I r m s c h e r ,12 que define la filología com o la «invest igación del desarrollo cultural de un pueblo sobre la base de su lengua y de su lite­ ratura», etapa en que la filología sin prescin d ir de la utilización ancilar de o tras disciplinas se ha visto diferenciada de ellas y ha llegado al punto sor­ prendente, sin duda, en que sus objetivos actuales se corresponden exacta­ m ente con los principios sobre cuya base se constituyó com o ciencia en el siglo n i a.d.C .:13

7. Una revisión cuidadosa y sum aria de las diferentes concepciones de la filologíá puede encontrarse en el libro de G. J ä g e r , Einführung in die klassische Philologie. Mün­ chen 1975. 8. Cf. J. E. S a n d y s , op. cit. vol. III, p. 52, y R. P f e i f f e r , Historia de la filología clá­ sica. I, II [versión española de J. V ic u ñ a y M.* R. L a f u e n t e del original inglés, Oxford 1976]. Madrid 1981, vol. II, pp. 287-288. 9. A. BÖ c k h , Enzyklopädie und Methodenlehre der philologischen Wissenschaften. Leipzig 18862. 10. En realidad la controversia se ha reabierto con la aparición de nuevas corrientes lingüísticas, estructuralism o y gramática generativa, las cuales al propugnar una lingüística teórica procuran apartarse lo más posible del texto concreto sin el cual, paradoja máxima, no son nada. E, inmediatamente, aparece el intento de síntesis representado por la gra­ mática del texto. 11. Cf. A. M e il l e t . introduction à Vétude comparative des langues indoeuropéennes. Paris 1937«, pp. 467. 12. J. I r m s c h e r , Praktische Einführung in das Studium der Altertumswissenschaft. Berlin 1954. . . . . 13. Véase G. J äger , op. cit. p. 11. Los fenómenos que propician la aparición de la filo­ logía parecen tener una raíz común en todas las culturas, aunque luego su desarrollo pueda ser diferente. La raíz común es en todos los casos la existencia de un texto sa­ grado que se quiere preservar. En un determ inado momento, este texto —es el caso de Grecia— se considera corrupto y el consiguiente intento de restaurarlo propicia la apa­ rición de la filología. En otros casos —por ejemplo, en la filología hindú— el texto se ha respetado totalmente; y este respeto llega a tal punto que con el paso de los años el texto se vuelve ininteligible. Es, por tanto, el afán por explicitar e interpretar este texto que da lugar a la aparición de la filología.

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1) 2) 3)

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In ten tar conseguir el texto original. Com prensión y objetiva aclaración del texto, así com o la aclaración de su contexto histórico. Com prensión y /o explicación de la lengua del texto.

De estos tres objetivos, el p rim ero y el tercero corresponden a lo que se ha llam ado filología form al, y el segundo a la filología real, según la term inología de G er c k e ,14 recogida y actualizada p o r el profesor V. B e ja r a n o .15 Pero, sucede que, adem ás, estos objetivos tienen la ventaja de unificar la filología latina alred ed o r de su elem ento fundam ental: el texto, en una práctica que me a tre ­ vería a llam ar de filología posibilista. En efecto, a p a rtir de la disgregación de las Facultades de Filosofía y Letras, en Facultades de Filología, de Geogra­ fía e H istoria y de Filosofía y Ciencias de la Educación, las posibilidades de una m acroform ación filológica, m ás acorde con las antiguas facultades, se han visto muy m erm adas, y han quedado plenam ente centrad as en el estudio de la lengua y de la literatu ra, unidas p o r el punto de p a r tida com ún que es el texto. Así pues, vamos a ad e n tra m o s en lo que sería el concepto de cada una de estas dos ram as de la filología la tin a, la lengua v la literatu ra. Em pecem os por la que es prim era en el tiem po: la lengua. F ija r el concepto de lengua latina es em presa fácil y, al m ism o tiem po, una fuente de com plicaciones. Fácil, po r ejem plo, si tom am os la definición de cualq u ier diccionario: «Latín, lengua indoeuropea hablada, en la antigüe­ dad en Roma y en los territo rio s de su Im perio, y en la alta Edad Media, en los países de la Rom ania, hasta el m om ento de producirse el trán sito a las respectivas lenguas nacionales».16 Pero, hacer esto, no es sino una form a de obviar los problem as que se esconden debajo de la sim plicidad definitoria. En p rim er lugar nos encontram os con el problem a de los lím ites cronológi­ cos. Sin p resta m o s al juego cabalístico de la posible continuidad del latín en sus dialectos rom ánicos o del indoeuropeo en su dialecto latino, es tarea su­ m am ente com plicada establecer tales lím ites. Por la p arte de los orígenes, que el latín es una lengua indoeuropea, parece adm itirse generalm ente. Las dificultades surgen en el m om ento de establecer cuándo y en qué form a: ¿fue a través de un itálico com ún, y de un italo-celta anterio r? Y en cualquier caso, ¿cuál es el sentido de las relaciones existentes en tre latín y osco-umbro, por una p arte, y entre latín y etrusco, por otra? Y si nos querem os referir a la desaparición del latín, sabem os docum entalm ente por las actas del Conci­ lio de T ours de 813, que en este m om ento en la Galia ya no se habla latín; m as, es evidente que ello ya debía de suceder m ucho antes de que se p rodu­ jera esta tom a de conciencia, y, por o tra parte, es ciertam en te lícito p resu m ir

14. A. G e r c k e - E. N o r d e n , Einleitung in die Altertumswissenschaft. I. II. III. Leip­ zig 1927s. 15. V. B e j a r a n o , «La filología latina: objetivos y métodos*. Durius 3/1 1975, pp. 53-144. 16. Gran enciclopèdia catalana. Vol. 9. Barcelona 1976, s.u. llatí.

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que la aparición de las lenguas rom ánicas no debió se r sim ultánea en toda la R om ania.17 Pero es que todavía hay más; pues la fijación de estos límites nos m arca el térm ino ante quem de la desaparición en u n a zona determ inada, no del latín sino de un tipo de latín, el latín hablado vulgar de la Galia, si se nos p erm ite una expresión que no perm anece al m argen de objeciones. Y al lado de este latín que desaparece tenem os un latín arcaico, uno literario, uno clásico, uno postclásico, uno tardío, otro coloquial, o tro medieval, otro hum anista, e incluso un neolatín. Y ante esta situación surge la pregunta de si es lícito poner lím ites cronológicos al ám bito latino. Es cosa sabida que las diferencias en tre el latín de un Mommsen y el de cualq u ier hum anista no son grandes. Mas, aun suponiendo que el lím ite del interés para un filó­ logo tenga que detenerse con el latín de los hum anistas, cosa que es mucho suponer, está claro que el neolatín no m erece se r olvidado, si no como objeto de estudio, sí com o producción, reflejo de la com petencia lingüística adqui­ rida p o r el filólogo. Pasando al plano de la literatu ra latina, topam os, en principio, con pro­ blem as de la m ism a índole de los que encontrábam os en el cam po de la len­ gua. Nos encontram os, p o r de pronto, con unos lím ites que en ocasiones van a venir fijados por ideas previas. En la Facultad de Filología de la Universi­ dad de Barcelona, en la que profeso, existe una asig n atu ra de prim er curso titulada, «Introducción a las literatu ra s hispánicas», en cuyo enunciado, al m argen de lo aleatorio de la titulación, se pone de m anifiesto una concepción geográfica de la lite ra tu ra : son literatu ra s hispánicas, las producidas en His­ pania; o quizás, con m ayor exactitud, si consideram os que R obert Graves puede h aber escrito excelente literatu ra inglesa en H ispania, literatu ras pro­ ducidas en cualquiera de las lenguas habladas en H ispania. En el caso de la literatu ra latina, no suele ser éste el enfoque dom inante, pues h ab lar de lite­ ra tu ra latina, o tal vez m ejor, en este supuesto, rom ana, sería com o h ablar de la literatu ra producida en cualquiera de las lenguas habladas en el Im perio Rom ano, es decir, griego, bereber, egipcio, latín, etc. Lo m ás general es que uno se refiera a lite ra tu ra latina com o la literatu ra escrita en latín, con un lím ite final que podría ser el R enacim iento. De todas form as de vez en cuando se hacen excepciones. Así, cuando se habla de la analística rom ana, se hace referencia a los prim eros an alistas que escribieron en griego conform e a una tradición; en cam bio, al h ab lar de la h isto ria se prescinde de au to re s tan im­ p o rtan tes com o un Polibio. E n el aspecto cualitativo, la decisión viene, en cierta form a, im puesta p o r una serie de condicionantes: la única m anera de su p e ra r el riesgo que conlleva el diferente concepto de creación literaria que tenían los rom anos del que se tiene en la actualidad, consiste precisam ente en conside ra r literario todo texto o docum ento que nos haya llegado, pues de esta form a evita­ m os al m ism o tiem po el peligro de ir cercenándole elem entos a una litera­ tu ra de tipo «residual» com o es la latina. Y creem os, sin ningún género de du-

17. Monumenta Germaniae Historica. Legum sectio. III, 2, p. 288.

R E L A C IO N E S DE LA FILO LO G ÍA

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das, que ésta es la única po stu ra operativa que nos puede p erm itir acercarnos con cierta objetividad, sin ideas previas, a una literatu ra que parece ser que (Cic. De Rep. 1,20,33) se concebía como un arte útil al estado, y que tenía com o finalidad principal educar a las generaciones m ás jóvenes y celeb rar el m os m aiorum . Concepción que perduró, pese a los intentos de creación de una nueva poética, cifrada en la delectatio sola, que intentaron los poetae noui, y de la que p erd u ró casi exclusivam ente su aspecto form al, dando lugar a la polémica de la que se hace eco Cicerón en el Pro Archia y tam bién H ora­ cio en los com entadísim os pasajes de su Ars Poetica: (333-334)

A ut prodesse uolunt, aut delectare poetae aut sim ul et iucunda et idonea dicere uitae.

(343-344)

O m ne tulit p u nctum qui m iscuit utile dulci lectorem delectando pariterque m onendo.

o tam bién

1.2.

R E L A C IO N E S DE LA FILOLOGÍA CON OTRAS CIEN CIA S

El núm ero de ciencias que tengan relación con la filología dependerá d irecta­ m ente del concepto que tengam os de esta disciplina. Si partim os de la defi­ nición de filología m ás am plia existente: «conocim iento de todo cuanto es necesario p ara alcanzar la co rrecta interpretación de un texto», serán m uchí­ sim as las disciplinas que tienen una relación más o m enos extensa con la filo­ logía. Y adem ás, conform e va pasando el tiem po y va progresando la ciencia, o lo que es lo m ism o, parcelándose el cam po del saber con nuevas especiali­ dades, o al m enos con nuevos nom bres, son más num erosas todavía. Así, para poner un ejem plo, el alcance que pudiera tener la relación existente en tre filología y paleografía se ha visto m erm ada en p arte por la aparición de la ciencia codicológica, a p a rtir de los postulados de D ain.18 Las disciplinas relacionadas con la filología las podem os dividir en dos grupos, según se relacionen con la llam ada filología form al o con la real. 1.2.1.

Disciplinas relacionadas con la filología formal

Incluim os aquí aquellas ciencias que tienen como finalidad su m in istrar un texto con el que tra b a ja r, así com o su com prensión a un nivel prim ario.

18. A.

D a in ,

Les m anuscrits. Paris 19641.

8

IN T R O D U C C IÓ N

1.2.1.1.

P a l e o g r a f ía

Dado que la transm isión de los textos latinos se ha realizado a través de ma­ n uscritos redactados p o r m anos diferentes y en épocas diferentes, es evidente que para te n er acceso a ellos se precisa un conocim iento de las característi­ cas de los diferentes tipos de escritura, sin cuyo requisito en m uchas ocasio­ nes los testim onios llegados hasta nosotros serían prácticam ente mudos. Por tanto, podem os d ecir que la paleografía es una ciencia necesaria para el de­ sarrollo de la filología.

1.2.1.2.

E p ig r a f ía

Puesto que no todos los textos se han tran sm itid o a través de m anuscritos se impone asim ism o el conocim iento de las ciencias que nos perm itan des­ velar estos otros textos; entre ellas está, ocupando un lugar destacado, la epigrafía, o ciencia que se ocupa del descifram iento e interpretación de las inscripciones sobre m aterial duro. Así pues, tiene tam bién con respecto a la filología un papel de soporte necesario. Salvo excepciones que sí existen, los textos sum inistrados po r la epigrafía suelen ser breves y su im portancia docum ental alcanza un nivel sim ilar p ara la investigación histórica y p ara la investigación lingüística.

I.2.I.3.

C o d ic o l o g ía

E sta ciencia, que no conviene confundir con la paleografía, tiene p o r objeto, en palab ras del inventor del térm ino, el estudio de los m anuscritos en sí m is­ mos y no el de su escritu ra (de ésta se ocuparía la paleografía). De acuerdo con esta concepción es com petencia de la codicología el establecim iento de la h isto ria de las colecciones de m anuscritos, de la historia de los m anuscri­ tos, la datación de los m anuscritos, su catalogación, la elaboración de rep er­ torios de copistas, etc. A p a rtir de estas funciones se com prenderá fácilm ente la íntim a conexión que m antiene con la filología. Conocer las vicisitudes de un m anuscrito, su presencia en determ inadas bibliotecas o escritorios, iden­ tificar al a u to r de la copia y /o la época de su realización son elem entos todos ellos indispensables p ara poder explicar m ejo r la tradición textual de una obra y p ara p o d er tra z a r un stem m a codicum m ás aju stad o a la realidad.

1.2.1.4.

P a p ir o l o g ía

Desde el m om ento en que las excavaciones arqueológicas de H erculano (17521754) em pezaron a revelar la existencia de rollos de papiro, los nuevos des­ cubrim ientos no h an cesado, antes bien se han increm entado, en especial en

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los últim os años. De esta form a se ha gestado la nueva disciplina papirológica, cuya m isión es recoger, describir e in te rp re ta r los diferentes papiros. Las características del soporte diferencian claram ente esta ciencia de la epi­ grafía, paleografía y codicología. La aportación que los papiros —es decir, la papirología— pueden hacer a la filología es notable y, adem ás, fácil de sintetizar: po r una parte, le sum i­ n istran textos desconocidos o que se creían perdidos, y, por otra, al a p o rta r textos m ucho m ás antiguos y sin contam inaciones derivadas de una prolon­ gada transm isión, son una ayuda vital p ara re stitu ir los textos conservados por otros m edios a un estado m ás próxim o al original. 1.2.1.5.

L in g ü ís t ic a

Λ1 h ab lar aquí de lingüística nos referim os esencialm ente a los conocim ientos gram aticales cuya posesión perm ite alcanzar una intelección p rim aria del texto. Lo obvio de su necesidad nos exime de cualquier otro com entario, pues es im posible en ten d er un texto si no se entiende la lengua en que está es­ crito. E n ten d er la lengua, por o tra parte, significa nada m ás y nada menos que ten er un conocim iento de todas sus m odalidades, tanto cronológicas (la­ tín arcaico, postclásico, tardío, etc.) com o de nivel (latín literario, vulgar, etc.). Por o tro lado, dadas las orientaciones que ha tom ado la lingüística teó­ rica en los últim os años, ha resurgido el eterno problem a: /fo rm a p a rte la lingüística de la filología o es algo totalm ente ajeno? No creem os que la cuestión pueda resolverse de un plum azo, p o r lo cual no estará de m ás hacer unas breves consideraciones. La elaboración de m odelos que expliquen la com petencia del hablante-oyente ideal, considerada stricto sensu, carece total­ m ente de sentido si se aplica a lenguas com o el latín, cuya apoyatura básica la constituyen textos escritos. Ello no o bstante, creem os perfectam ente lícita la creación de m odelos que expliquen la com petencia de un hablante imagi­ nario que ha sido capaz de producir el corpus que poseem os. Y si a ello aña­ dim os que estos m odelos nos proporcionan, y seguram ente lo contin u arán haciendo en el futuro, argum entos nuevos que perm iten llegar a la reform u­ lación de los valores de los diversos sistem as de la lengua (casual, aspectual, modal, deíctico, etc.), cosa que en últim o extrem o redunda en una m ejo r com­ prensión del texto, nos encontrarem os con la consecuencia lógica de que la filología, abarque o no la lingüística, no puede d e ja r de p re sta r atención a las nuevas corrientes que en el seno de ésta se producen.

1.2.2. Disciplinas relacionadas con la filología real E ntendem os por tales aquellos conocim ientos que nos van a p erm itir contextualizar y relativizar, o, lo que es lo m ism o, com prehender p o r com pleto y de la form a m ás perfecta posible el texto asum ido ya a un nivel prim ario. Cree­

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IN T R O D U C C IÓ N

mos necesario in sistir en esta distinción en tre dos niveles de com prensión. Supongam os que nos encontram os con un texto com o puede ser: Caes. B.G. V,XLVI,1. Caesar acceptis litteris hora circiter undecim a diei statim n un tium in Bellouacos ad M. Crassum quaestorem m ittit, cuius hiberna aberant ab eo milia passum XXV. Veamos lo que podría ser una com prensión de p rim er nivel reflejada en la traducción de José Goya y M uniain (M adrid, E spasa Calpe, 1969 8): «Recibida esta carta a las once del día, despacha luego aviso al cuestor Marco Craso, qóe tenía sus cuarteles en los bellovacos, a distancia de veinticuatro millas». Prescindiendo de las traducciones erróneas que podrían deberse a que la fuente de la traducción no fuera una edición crítica fiable, caso de la tra ­ ducción de XXV por 24, vamos a fijarnos en dos casos notables. En prim er lugar la traducción undecim a [hora] diei — «a las once del día» Sin duda, undecim a tiene que ver con once y por tanto undecim a hora equi­ vale a undécim a hora, o sea, «a las once»; pero, una traducción com o la p re­ sente sólo refleja una com prensión prim aria pues ignora o p rescinde del sis­ tem a horario que tenían los rom anos. Es cosa sabida que los rom anos para el cóm puto horario dividían el día y la noche en doce horas cada uno, pero contados a p a rtir de la salida y la puesta del sol. E llo se refleja en una desigual duración de las horas del día y de las horas de la noche (duración, por lo dem ás, variable), de acuerdo con las estaciones. Teniendo esto en 'cuenta, resulta que la undecim a hora corresponde aproxim adam ente a las cinco de la tarde, lo que da una diferencia notable con respecto a la prim era interpretación! Pasem os a o tro caso: milia passuum X X V = «25 millas» En principio la equivalencia m ille passuum = «milla» no es objetable y co­ rresponde a la práctica usual de los rom anos, mas, ¿es una traducción sufi­ ciente?, o dicho de o tra m anera, ¿puede saber el lector con esta traducción la distancia en m etros a que se encontraba el cam pam ento? N aturalm ente es un fácil ejercicio, pensando que se tra ta de la milla rom ana, hacer la co rres­ pondiente operación: 25 m illas rom anas = 1479 m (1 m illa) x 25= 36.975 m.

R E L A C IO N E S DE LA FIL O L O G ÍA

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Pero, si el le cto r no está advertido del hecho o prescinde de diferencias de detalle puede a trib u ir a la milla rom ana el valor de o tras m illas con resul­ tados tan diferentes, que, si consideram os el caso de la milla terrestre fran ­ cesa (= 1949 m), resu ltará que situarem os el cam pam ento doce km más lejos de lo que está en realidad; distancia que, a pie o a caballo, no deja de ser una d istancia considerable. Poniendo ahora en relación los dos casos, una insuficiente captación del texto nos puede llevar a hab lar de una acción que se produzca seis ho ras después de lo que pensam os y a doce km de distancia del lugar en que realm ente se produce. Al m argen de estos dos ejem plos, no puede entenderse suficientem ente el texto, o la traducción, si se ignora quién era César, quiénes los bellovacos, quién M. Craso y qué era un cuestor. Sólo la cabal com prensión de estos y de otro s extrem os nos llevará a lo que hemos llam ado com prehensión total del texto. De este ejem plo, banal si se quiere, podem os deducir que son infinidad las disciplinas que tienen relación con la filología. En el caso presente h ab ría­ mos tenido que re c u rrir a la geografía, a la historia, y a algo que se puede denom inar civilización o cultura rom ana, y que no ha de ser considerado como un cajón de sastre en el que m eter todos aquellos conocim ientos que no tienen una etiq u eta suficientem ente clara. Y a p a rtir de ahí, según el texto de que se trate, necesitarem os conocim ientos de derecho, religión, mitología, historia literaria, filosofía, retórica, arquitectura, arte, cocina, folklore, vida cotidiana, en fin, de todo; y es precisam ente una tal am plitud, que hace difí­ cilm ente asequible la filología, en ese caso la latina, lo que nos mueve a sen­ tir adm iración extrem a ante filólogos como Mommsen o W ilamowitz que en su afán de perfección llegaron a alcanzar un dom inio notable en todos los cam pos de la disciplina.

2.

La filología latina

2.1.

LA TRA D ICIÓ N T E X TU A L

Se aplica el nom bre de tradición textual a los diferentes m odos a través de los que han llegado h asta nosotros los textos antiguos. B ásicam ente son dos los procedim ientos de tradición textual, los conocidos con los nom bres de tradición textual directa y de tradición textual indirecta. La tradición textual directa, sin duda la m ás im p o rtan te cu an titativ a­ m ente, no consiste sino en las sucesivas copias y ediciones, m anuscritas o im presas, de que ha sido o bjeto una obra hasta llegar al establecim iento cien­ tífico del texto m ediante las ediciones críticas. H asta cierto punto puede decirse que se confunden tradición textual directa e historia del texto. El conocim iento de la h isto ria y a va tares de un texto es en m uchas ocasiones elem ento im portan tísim o para llevar a cabo una buena edición crítica del m ism o, pues, p ara p o n er un ejem plo, el conocim iento de las diferentes tran sli­ teraciones que h a sufrido el texto perm ite explicar m uchos de los erro re s contenidos en él. Cf. 2.2.3.1. La tradición textual indirecta, m ucho m enos im portan te, consiste en las citas de pasajes de u n a u to r por p arte de otro, con fines ilustrativos. Aun teniendo unas m iras m ucho m ás lim itadas, tiene en ocasiones una influencia decisiva p ara el establecim iento del texto. Un ejem plo muy característico lo encontram os en las citas de gram áticos, cuando el objeto del com entario es precisam ente la p a la b ra som etida a discusión. Un caso tópico lo encontram os en el texto de las Bucólicas de Virgilio, 4,62. Los m anuscritos ofrecen la lectura: eut non risere parentes,

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LA F IL O L O G ÍA

LA TIN A

m ientras en la cita reproducida por Q uintiliano Inst. Orat. (9,3,8), tenem os: qui non risere parentes. Considerado desde la perspectiva de la crítica textual, el qui de Q uintiliano ofrece la lectio difficilior, al suponer una alteración de la concordancia. Cual­ quier copista, h ab ría corregido el qui, que le resultaba ininteligible, en cui.] En o tras ocasiones sucede que el único testim onio que tenem os de una palabra está precisam ente en alguna de estas citas que com ponen la tradición indirecta. Es el caso del verbo inito, cuyo único testim onio seguro reside en la cita que de la Antiopa de Pacuvio da D iom edes:2 item ineo inis et inito dicim us, ut Pacuuius in Antiopa ‘loca horrida initas'. Mas no debe olvidarse que la tradición textual indirecta, al tiem po que es indirecta respecto a un autor, es tam bién d irecta con respecto al a u to r que recoge la cita, de form a que incluso las p arte s del testim onio pueden verse afectadas p o r los errores de transm isión. Y en todos los casos debe tenerse presente la cautela que viene im puesta po r la costum bre que tenían

1. La cuestión es un poco más complicada de lo que puede deducirse de lo expuesto anteriorm ente. Los m anuscritos ofrecen: cui non risere parentes, que no es una lectura admisible a causa del testim onio ya citado de Quintiliano, que presenta el texto como un ejemplo de silepsis —falta de concordancia, en este caso de número, entre el qui y el hunc del verso siguiente—: 62. incipe, parue puer: qui non risere parentes, 63. nec deus hunc mensa, dea nec dignata cubili est. Evidentemente» si en lugar de qui, tuviéram os cui. el ejem plo no serviría como docu­ mentación de un fenómeno de silepsis. En consecuencia hay que conjeturar que el qui es genuino. Supuesto esto, surge otro problem a: el verbo rideo con el significado de «sonreír a alguien» se construye norm alm ente con dativo, lo que no casaría bien con el parentes, testim oniado tanto por los códices de Quintiliano, como por los de Virgilio. Ello ha determ inado que algunos editores como Bonnell, Schrader, etc., propusieran una corrección de parentes en parenti, lo que daría al verso la configuración: qui non risere parenti, que debería hacerse extensiva al texto de Quintiliano. Corrección que puede resultar inne­ cesaria si se adm ite con J. P e r r e t (Virgile. Les Bucoliques. Coll. Erasme. Paris 1961) que ridere aliquem puede usarse con el valor de «sonreír a alguien», y no necesariamente con el de «burlarse de alguien», como se quiere norm alm ente, pues, para J. Perret el valor peyorativo de la construcción con acusativo deriva del contexto. Por otro lado, existe quien como E. de S a in t D e n i s (edición de Las Bucólicas, en la Collection des Universités de France, Paris 1963) deñende la lectura de los m anuscritos, considerando imaginaria la silepsis de Quintiliano, ya que derivaría de la confusión de éste entre el quoi > cui y el quoi > qui, al pensar que se trataba del segundo caso y no del prim ero. 2. H. K e i l , Grammatici Latini. I. Lipsiae 1857, 345,2.

LA T R A D IC IÓ N T E X T U A L

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los antiguos de c itar de m em oria, cosa que naturalm ente repercutía en la transm isión de citas incorrectas. Relacionado con la tradición textual indirecta, y de asunción m ucho más com prom etida p o r los problem as intrínsecos que presenta, está lo que po­ d ríam os llam ar tradición indirecta a través de rem iniscencias verbales. Es cosa sabida que en la antigüedad, dada la diferente concepción y valoración de la originalidad, era usual re c u rrir a pasajes, versos, o partes de pasajes o versos de diferentes autores utilizándolos en la elaboración de o tras obras en una técnica casi centonaría. A la vista de ello, el uso que un au to r pueda h acer de un p asaje determ inado puede d ar m ucha luz sobre algún punto com prom etido de este pasaje. Es ilustrativo al respecto el verso I, V, 42 del Corpus Tibullianum : et pudet et narrat scire nefanda meam. E ste texto ha suscitado dudas a diversos editores, pese a venir avalado p o r la lectura de dos mss., A y V. Para sanarlo proponen conjetu ras com o et, pu d et, enarrat, et-pudet-id narrat, etc. Sin em bargo, M. Ponchont, ed ito r del corpus en la Collection des U niversités de France ,3 defiende la lectura que hem os reproducido, apoyándose en los repetidos ejem plos que ofrece Ovidio: Met. 14, 279. et pudet et referam , Pont. 4,15,29. et pudet et m etu o r, Rem . Am. 407. et pudet et dicam. De todas form as, es éste un procedim iento m uy com plicado que pasa p or el cotejo a través de léxicos de infinidad de pasajes, y sobre todo, p o r la aceptación de la influencia de un au to r en otro, y, en todo caso, tiene que e s ta r su jeto a toda clase de precauciones. E ste recurso, propio de la crítica textual, puede verse increm entado en im portancia, sobre todo en lo que afecta a algunos autores, en la m ism a m edida en que los medios técni­ cos p erm itan la elaboración perfeccionada de léxicos y concordancias.

2.1.1.

Los vehículos de la transmisión

R esulta v erdaderam ente difícil p ara el hom bre del siglo xx hacerse una idea aju stad a de la dificultad aneja a la transm isión de textos an terio r a la im­ plantación de la im prenta en el m undo occidental. En efecto, acostum brados com o estam os a leer en la prensa que de cualquier best-seller se han editado m illones de ejem plares, que se pueden ad q u irir acudiendo sim plem ente a la librería de la esquina, previo pago de determ inada cantidad, tenem os necesi­ dad de un soberano esfuerzo im aginativo para pensar en ediciones u nitarias que no pueden ad quirirse y ni siquiera fotocopiarse, porque no se encuentran. C ronológicam ente podem os dividir en dos fases la etapa de transm isión

3. M.

Ponchont,

Tibulle et les auteurs du corpus Tibullianum. Paris 1968*.

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LA F IL O L O G ÍA

LATINA

an terio r a la im prenta. En la prim era, hasta el siglo vi, las copias de libros están a cargo de libreros especializados con scriptorium propio en el que se realizan copias po r encargo; tam bién se efectúan en los scriptoria p articu ­ lares para atender las dem andas de su dueño. En am bos casos el trabajo, corre a cargo de esclavos seleccionados. En la segunda época, p o sterio r a la caída del Im perio de Occidente, los scriptoria se vieron transferidos a los mo­ nasterios, que cuidaron celosam ente de continuar el proceso de transm isión. Desde el punto de vista m aterial no puede decirse que haya ninguna diferen­ cia en tre estas dos etapas; la única distinción reside en el trasp aso de la misión de un grupo social predom inante a o tro grupo social que será el que d etente la prim acía en la nueva época. De las repercusiones cualitativas que ello va a tener en la transm isión nos ocuparem os en el capítulo siguiente. Veamos el proceso que seguía un libro a p a rtir del m om ento en que salía de manos del autor. Lo m ás seguro es suponer que el a u to r hubiera hecho, ya antes de finalizar por com pleto su trabajo, lecturas públicas entre grupos de amigos. A algunos de éstos les habría agradado la lectura y en consecuencia le habrían pedido al a u to r el autógrafo para realizar una copia en su scriptorium . De esta form a el libro adqu iriría una cierta difusión en los círculos eruditos de la ciudad, lo que podía provocar un interés creciente por la obra, que se traduciría en repetidas peticiones a un librero, quien ante la dem anda se esforzaría en a d q u irir un ejem plar a fin de poder satisfacer los encargos. E ste librero, una vez conseguida la copia, podía u sa r de ella a su antojo sin necesidad de pedir perm iso ni darle ninguna explicación al autor; en realidad, éste, desde el m ism o m om ento en que facilitaba el autó­ grafo a un amigo, puede decirse que d ejab a de ser dueño de la o bra de form a autom ática, en lo que al aspecto intelectual se refiere. El derecho a la pro­ piedad intelectual estaba muy alejado de las m entes rom anas. No es ocioso pensar que tras la sucesión creciente de copias algún que o tro e rro r (más bien m uchos) se introduciría en el texto y que el núm ero de erro res iría aum entando en form a progresiva. Si a esto añadim os las ediciones hechas bajo la dirección del propio autor, quien podía, naturalm ente, m an ten er o al­ te ra r el texto, habrem os trazado un panoram a suficientem ente ilustrativo de las com plejas vicisitudes que enm ascaran el llam ado «original». Con el fin de la cultura antigua que se producirá a raíz de la caída defi­ nitiva de Roma, la transm isión pasará a depender de los m onasterios al p ro ­ ducirse un proceso de ruralización, consecuencia de la inseguridad general y de la incapacidad de las ciudades p ara defender con garantía a sus m orado­ res. Dos factores van a intervenir decisivam ente en este trasvase cultural: la labor de los personajes-puente y el decidido apoyo que al trab ajo de tran s­ misión van a conceder los redactores de las reglas m onásticas. E n tre los llam ados personajes-puente destaca la figura de M. Aurelio Casiodoro (485-580); nacido de noble fam ilia, tras seguir el cursus honorum político en la corte ostrogoda de Ravena bajo Teodorico, A m m asunta y Witiges, sufrió destierro en C onstantinopla; el desengaño político que ello le su­ puso unido al inicio de la expansión m editerránea del em perador de O riente, Justiniano, y a la voluntad del Papa Agapito de fundar una escuela superior

LA T R A D IC IÓ N T E X T U A L

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de estudios sagrados, le llevó a una especie de conversión que se concretó en la fundación en 555, en sus posesiones de Calabria, del m onasterio de Viua* rium; en él, ap a rte de las m isiones propiam ente religiosas, se p restab a una especial atención al trab ajo intelectual y a la copia de m anuscritos. A la lab o r de este m onasterio debem os la conservación de una p arte im p o rtan te de los textos clásicos que conocem os.4 A proxim adam ente contem poráneo de Casiodoro fue san Benito. El padre del m onacato occidental, com o se le conoce, influirá decisivam ente a través de su regla en la conservación de la cu ltu ra clásica. Pues, si bien es cierto que en ningún m om ento se encuentra en la Regula indicación expresa alguna de que los m onjes tengan que dedicarse a la copia de m anuscritos, la nece­ sidad de aplicarse a esta tarea deriva indirectam ente de o tras norm as. Es concretam ente en el capítulo X LV III donde se com binan estas disposiciones; por una p arte, la necesidad de a lte rn a r el trab ajo espiritual con el m anual:5 O tiositas inim ica est anim ae, et ideo certis tem poribus occupari debent fratres in labore m anuum . Por o tro lado, la obligación de dedicarse a la lectura: aut forte qui uoluerit legere sibi, sic legat ut alium non in q u ietet... In quibus diebus Q uadragesimae accipiant om nes singulos codices de bibliotheca, quos p er ordinem de integro legant. De esta form a, la necesidad de disponer de códices, según se desprende de esta últim a disposición, unida a la obligación del trab a jo m anual desem boca inelu­ diblem ente en el trab a jo de copia de m anuscritos. É ste es un hecho de crucial im portancia dada la difusión que tuvo pos­ terio rm en te esta regla. A m onjes seguidores de la m ism a, ya sean benedic­ tinos, cluniacenses, cistercienses, etc., se debe la fundación o refundación conform e al esp íritu de la m ism a de los m ás fam osos m onasterios m edieva­ les: Luxeuil, Bobbio, Cluny, Cuixà, Ripoll, Citeaux, M onte Casino, Reichenau, M urbach, etc.6

2.1.2.

El objeto de la transmisión

A la p reg u nta de cuáles han sido las obras que la tradición nos ha legado se puede co n testar de dos m aneras; atendiendo a la interp retació n su p erfi­

4. Véase P. C o u r c e l l e , Les lettres grecques en Occident de Macrobe à Cassiodore. Paris I948J. O tam bién A. D. M o m i g l i a n o , Secondo contributo alla storia degli studi classici. Roma 1960, pp. 219-229. 5. G. P e n c o , S. Benedicti Regula. Firenze 1970, I.“ reim pr. 6. Véase D. K n o w l e s , EL monacato cristiano [Traducción española de J. M. V e l l o s o del original inglés, s.a.]. Madrid 1969.

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L A 'F IL O L O G ÍA

LA TIN A

cial la respuesta es descriptiva y se resuelve acudiendo a cu alq u ier literatu ra o rep erto rio; la segunda posibilidad se refiere al aspecto com prensivo o cua­ litativo de la obra transm itida. E ste últim o enfoque, que es el que nos inte­ resa, no resulta en absoluto banal cuando lo reform ulam os a base de pregun­ tas m ás puntuales: ¿qué tienen en com ún todas las obras transm itidas?, ¿por qué éstas y no otras?, ¿nos ha llegado siem pre lo m ejor?, ¿b astará lo conser­ vado p ara que nos podam os hacer una idea aproxim ada de aquella cultu­ ra?, etc. Ciertam ente no es fácil co n testar algunas de estas preg u n tas y es total­ m ente im posible co n testar otras. Ni tan siquiera está en n u estras m anos ha­ llar el p unto com ún que subyazga a todo el caudal de obra tran sm itid a, pues de atrev ernos a fija r uno, con ello sustraeríam os la posibilidad de que esta característica mágica la pudieran poseer o tras obras que desconocem os por com pleto. R ecurriendo al frío análisis de las cifras y considerando com o aproxim a­ dam ente ciertas las de A. F. W ert,7 resu lta que de los 772 au to res latinos de los que tenem os constancia sólo nos han llegado obras en teras (no la totali­ dad de la obra) de 144 (20 %); de 353 se han conservado fragm entos; del res­ to, 276, sólo nos ha quedado el nom bre. El sentido com ún y la ponderación m ás objetiva nos induce a p ensar que ni se ha conservado todo lo bueno ni se ha perdido todo lo malo, com o sería de esp erar en una criba que res­ pondiera exclusivam ente a la selección natural, a la lucha de las especies o a la supervivencia del m ás fuerte. Por todo ello no estará de m ás analizar los factores que han determ inado que la selección fuera ésta y no otra.

2.1.2.1.

C au sas e s té tic o -p e rs o n a le s

Un p rim er factor que puede propiciar la pérdida de una o bra es la voluntad expresa de d estruirla p o r parte de su autor. Aun cuando asu sta p en sar la cantidad de obras que habrán sido yuguladas por sus propios au to res p or no satisfacer sus pretensiones estéticas, mucho m ás asusta pensar que en tre ellas p o d ría haber estado la Eneida de Virgilio. Y nunca agradecerem os bas­ ta n te el rasgo de infidelidad am ical que tuvo Vario p ara con Virgilio al in­ cu m p lir la orden que había recibido del poeta de qu em ar su obra.8

7. A. F. W ert, «The lost parts of latin literature». Transactions and Proceedings of the American philological Association 33, 1902, p. XXI. 8. El episodio, recogido por la Vita Suetonii, cp. 37, aparece m agníficamente sinteti­ zado en dos dísticos de Sulpicio Cartaginés (Poetae Latini Minores, 4,184): Iusserat haec rapidis aboleri carmina flammis, Vergilius Phrygium quae cecinere ducem. Tucca uetat Variusque sim ul; tu, maxime Caesar, non sinis et Latiae consulis historiae.

LA . T R A D IC IÓ N T E X T U A L

2 .1 .2 .2 .

19

C ausas n a tu r a le s

E ntendem os po r causas naturales aquellos condicionam ientos internos de la obra en relación al género y a la época en que está escrita. a.

La calidad de la obra

La propia calidad m ala o m ediocre de la obra en com paración con o tras del mismo género. E n tra ría aquí la inm ensa cantidad de poesía satírica o epigra­ m ática que ha sucum bido ante las obras más destacadas de Horacio, Juve­ nal, Persio y Marcial. b.

El género literario

Que la o bra, aún siendo de notable calidad, esté sin tradición y con poco arraigo. E sta falta de en su incapacidad p o r m antener vivo.el interés olvido de las obras que a él se han acogido. El muy ilustrativo a este respecto. c.

inserta en un género literario prestigio del género redunda del público y en el inm ediato caso de la palliata rom ana es

La época de la obra

O bra digna y género prestigioso no son a veces condiciones suficientes p ara la perduración de una obra, si el au to r desarrolla su lab o r en una época dom inada p o r condicionam ientos de moda adversos. ¿C uántas veces no he mos oído h ablar en literatu ra de autores que se adelantaron a su época y de otros que ya nacieron fuera de ella? Las tragedias de Séneca, por c itar un caso inverso, de calidad nada destacable y claram ente anacrónicas, se han conservado debido a que o tro s factores se han superpuesto a las causas nega­ tivas que las h abrían condenado al olvido. El carácter pseudo-cristiano del personaje que fluía de sus diálogos m orales y de sus cartas no fue en abso­ luto un fac to r desdeñable.

2 .1 .2 .3 .

C ausa s

id e o l ó g ic a s

La rebelión del escrito r contra la época en que le ha tocado vivir o bien un cam bio de m entalidad p o ste rio r que lo aleje del se n tir de los nuevos tiem pos pueden p ro p iciar p o r un igual la destrucción o condena al olvido de su obra. Las causas que desencadenan persecuciones ideológicas son principalm ente de dos clases: a.

De carácter político

El desacuerdo exteriorizado por el escritor en contra de los regím enes gober­ nantes suele acarrearle, y todavía hoy en día, la consecuencia del anihilam ien-

20

LA F IL O L O G ÍA

LA TIN A

to de su obra y, en ocasiones, tam bién de su persona. En esta situación se encuentra el histo riad o r Crem ucio Cordo, a quien su espíritu republicano y su anim adversion a Tiberio le valieron la caída en desgracia y la prohibición y quem a de sus obras. Es curioso, sin em bargo, observar que la prohibi­ ción m ism a increm entó el afán de leer su obra, en tanto que la u lterio r per­ misión propició p ronto su olvido.9 A la m ism a causa, pero con una proyección mayor, cabe atrib u ir la práctica desaparición de la ingente o bra de Catón, en quien se verá du ran te mucho tiem po la encarnación del esp íritu republicano opuesto al régimen principesco im perante. b.

De carácter religioso

La irrupción del cristianism o y, más concretam ente, el paso a m anos cris­ tianas de la responsabilidad de la copia de m anuscritos determ inó de form a tajan te un repudio y un serio obstáculo para todas aquellas obras que pu­ dieran contener algo contrario a la nueva fe, o, en m enor grado, p ara las que, sin contenerlo en absoluto, tuvieran autores paganos. E stas o bras de­ jaro n de copiarse o se copiaron poco y a escondidas, lo que sin duda las co­ locó en una situación de m anifiesta inferioridad en cuanto a su conserva­ ción con respecto a las dem ás, y no digam os con respecto a las o bras confe­ sionalm ente cristianas. Ante esta perspectiva casi cabe decir que se debe a la casualidad que podam os leer hoy en día un n u trido núm ero de poem as de Catulo. El enlace en tre Catulo y nosotros pasa p o r un único códice redescu­ bierto en Verona en el siglo xiv, sin el cual no existiría la tradición p o sterio r y nosotros nos habríam os visto privados de uno de los m ejores líricos la­ tinos.10

9. Con todo, no se puede pasar por alto el hecho de que cuando Marcia, la hija de Cremucio Cordo, publicó de nuevo, previo consentim iento de Caligula, la obra de su padre, lo hizo expurgando los pasajes que habían procipiado su m uerte. V. L. G il, Censura en el mundo antiguo. Madrid 1961, pp. 232-234. 10. El libro de Catulo aparece citado por un notable núm ero de autores paganos y cristianos, mas su pista parece perderse con S. Isidoro de Sevilla. En el siglo X, alrede­ dor del 965, el obispo de Verona, Raterio, inform a en una homilía que está leyendo por primera vez Catulo. Se pierde de nuevo su pista, hasta que en el siglo xiv tienen conoci­ miento de él, seguram ente a través del mismo texto que conoció Raterio, dos Veroneses, el anónimo autor de las Flores moralium auctoritatum (1329) y Giovanni di Matociis, autor de la Breuis annotatio de duobus Pliniis. De form a inmediata empezaron a hacerse co­ pias de este manuscrito, algunas de las cuales se conservaron afortunadam ente, pues en el siglo XV se pierde definitivamente la pista del Veronensis. Véase R. S a b b a d in i , Storia e critica di testi latini. Catania 1914, pp. 355 y ss.

LA T R A D IC IÓ N

2 . 1 .2 .4 .

C a u sa s

TEXTUAL

21

m a te r ia le s

Las podem os clasificar en los siguientes tipos: íi.

Carencia ele materiales

Dado que las copias se hacían en papiro y pergam ino, cuya producción era ciertam ente lim itada, la posibilidad de increm entar el núm ero de copias has­ ta la universalización del papel y de la im prenta fue nula; incluso se puede decir que en determ inadas épocas de recesión las copias tuvieron necesaria­ m ente que dism inuir. En estas condiciones se explica la necesidad de b o rra r pergam inos y reescribirlos. E sta práctica, de todas form as, ha tenido indirec­ tam ente algún efecto beneficioso al m an ten er escondido bajo al aspecto de un texto cristiano obras que de otra m anera hubiesen resultado sospechosas. Un ejem plo típico es el del palim psesto am brosiano de Plauto escondido bajo una copia de los Libri regum, o el De R epública de Cicerón al que se sobre­ puso la Enarratio in psalm uni CX I X de san Agustín.11 b.

Am pliación del núm ero de obras a transm itir

El núm ero de obras clásicas se increm entó pronto con obras surgidas de las necesidades del cristianism o: copias de la Biblia, obras dogm áticas, polém i­ cas, artísticas, etc. Este aum ento considerado dentro de una e stru c tu ra socioeconóm ica, idéntica en posibilidades o, en m uchas ocasiones, inferior, provocó una selección restrictiva, que al depender de la jerarq u ía monacaleclesiástica tom ó una desviación claram ente partidista. c.

Parquedad de las ediciones

La ínfim a cuantía de las ediciones, a la que ya hem os hecho referencia, pue­ de co n sid erarse tam bién un factor m aterial, ya que existe una proporcionali­ dad evidente e n tre la posibilidad de subsistencia y el núm ero de ejem plares. d.

D eterioro físico

Aunque el pergam ino tiene una consistencia m ayor que el papel, la hum edad y los insectos no dejan de afectarlo. E stos elem entos acom pañados de un pe­ ríodo de descuido u olvido pueden ac ab ar con notables bibliotecas.

11. La recuperación de esta obra, tan apasionada como infructuosamente buscada po hum anistas como Petrarca o Bacon, se debe a la labor incansable y, también, a la for­ tuna del cardenal Angelo Mai (1782-1854). En su calidad de bibliotecario de la Biblioteca Ambrosiana de Milán y luego de la Vaticana de Roma fue el prim er investigador en usar reactivos para la localización y lectura de palim psestos, lo que le permitió alcanzar el muy notable éxito de recuperar este texto de Cicerón, nada más llegar a Roma en 1819.

22

LA FIL O L O G ÍA

2.1.2.5.

L A T IN A

C a u s a s a c c id e n t a l e s

Incendios, provocados o no, devastaciones y pillajes constituyen la relación de elem entos im previstos que tienen trágicas consecuencias para el m anteni­ m iento de una tradición. El incendio de la biblioteca de A lejandría (48 a.d.C.) es el ejem plo más proverbial de las repercusiones de estos fatales accidentes. Las m otivaciones de las destrucciones voluntarias hay que buscarlas en la histo ria del hom bre y en su propia esencia, capaz de crear las cosas más be­ llas y tam bién de destru irlas. 2.1.2.6.

El

azar

Cabría añ adir un últim o factor, incorpóreo e inm aterial: la casualidad. Ya hem os aludido a él en.2.L2.3.b. a propósito de la conservación de la obra de Catulo. Ahora bien, desde la perspectiva que p erm iten nuestro s conocim ientos no se explica por ninguna o tra causa la pérdida de los textos de Calvo y Galo (excepción hecha de los recientes y discutidos hallazgos p ap iro ló g ico s)12 y la pervivencia del texto de Catulo; y lo m ism o sucede con la o b ra de Tito Livio, de quien la parte conservada no tiene ningún tipo de connotaciones especia­ les con respecto a la perdida; y de igual modo acaece con el H ortensius de Cicerón y con o tras ob ras y autores.13

2.1.3.

Los materiales de la transmisión

2 .1 .3 .1 .

E l s o p o r t e d e la e s c r it u r a

Dado el nivel alcanzado hoy en día por las industrias edito ras y la cantidad ingente de bibliografía que invade el m ercado —y que no siem pre alcanza los niveles m ínim os de calidad exigibles— asusta un poco pensar en cuáles fueron los comienzos de este desarrollo. Por de pronto, hay que co n sid erar un fac­ to r esencial, un elem ento básico tan usual y prosaico hoy en día, que a fuer de com ún, nos parece que haya tenido que existir siem pre: el papel. Y no ha sido ciertam ente así; el prim er soporte de la escritu ra en esta civilización occidental nuestra no ha sido el papel, m aterial que va a ap arecer muy tard ía­ m ente entre nosotros, com o tendrem os ocasión de observar en su mom ento.

12. Véase R. D. A n d e r s o n , P . J. P a r s o n s y R. G. M. N is b e t , «Elegiacs by Gallus from Qaçr Ibrîm». JRS LXIX 1979, pp. 125-155. Puede verse también, M. F e r n a n d e z G a l ia n o , «Un hallazgo sensacional en Nubia: versos de Cornelio Galo». Revista de Bachillerato. Cua­ derno monográfico n.® 6, 1980, pp. 3-10. 13. La consulta de la obra de A. B a r d o n , La littérature latine inconnue. I, II. Paris 1952-1956, puede ilustrar abundantem ente al respecto.

LA TR A D IC IÓ N

TEXTUAL

23

¿Cuál es, entonces, este prim er soporte? Evidentem ente, el p rim er soporte tiene que ser un elem ento natural, y en este sentido no hay duda de que Ja piedra ocupa la prim acía. Mas, para no e n tra r en discusiones bizantinas, ju n to a la piedra hay que situ ar todo tipo de m ateriales duros, es decir, los metales e incluso los ladrillos y las pizarras. Sin em bargo, hemos de convenir en el hecho de que con m ucha frecuencia no se ha sentido la necesidad de difundir ni de p erp etu ar, o sea copiar, los textos grabados sobre soporte duro; y esto por razones de índole diversa: po r una parte, la propia persis­ tencia del soporte y de la grabación la hacían resistente al paso del tiem po y le daban la apariencia de im perecedera; por o tra parte, la naturaleza de los textos grabados sobre soporte duro era poco propicia a favorecer la nece­ sidad de su difusión, pues son, por lo general, textos breves al margen de la tradición literaria —el m onum en tu m Ancyranum sería una de las excepcio­ nes—, y con referencia a acontecim ientos locales y puntuales. Todo esto nos sirve p ara ju stific a r que dejem os un poco de lado su tratam iento. Se ocupa de ellos la epigrafía. D ejando po r tan to aparte los soportes duros y las tablillas de cera, de escasa incidencia, vam os a referirnos a los dos m ateriales que en un princi­ pio sirvieron de soporte a la transm isión de los textos literarios: el papiro y el pergam ino, y en este orden precisam ente, y luego al papel. a. E l papiro El nom bre de papiro (lat. papyrus, del gr. πάπυρος*), se aplica por m etonim ia a las lám inas u h ojas para la escritura que se obtenían de la planta denom i­ nada con ese m ism o nom bre de papiro (Cyperus Papyrus). La in d ustria del papiro, si es que puede hablarse de industria en una época tan p reté rita, la inventara quien la inventara, tiene una historia ligada muy estrecham ente con Egipto, en donde la planta crecía en abundancia a lo largo del cauce del Nilo y en especial en la zona del delta. La docum enta­ ción esencial sobre la elaboración del papiro se encuentra en Plinio el Viejo, N aturalis H istoria X III, caps. X XI-XXVIII, a quien prácticam ente se retro ­ trae toda n u estra inform ación. La p lan ta del papiro tiene form a de caña acabada p o r una especie de som brilla floreada. En la caña, sim ilar a la de un junco, hay que distinguir la corteza y el tuétano o pulpa. El procedim iento de elaboración exigía ex­ trae r en p rim er lu g ar el tuétano de la corteza, para lo cual se co rtab a longi­ tudinalm ente la caña con un instrum ento co rtan te o puntiagudo. Una vez hecho esto, se co rta b a el tuétano en delgadas bandas o tiras longitudinales que se p ro cu rab a que fuesen lo m ás anchas posible. El paso siguiente consis­ tía en ad o sar verticalm ente estas tiras unas a o tras sobre una tabla hum ede­ cida con agua del Nilo, cuyo limo debía a c tu a r como cola. Los intentos pos­ terio res de restitución del procedim iento han venido a dem o strar que no es indispensable que el agua sea del Nilo; p o r o tra parte, es cosa dem ostrada que no se usaba ningún tipo de cola ni pegam ento. Inm ediatam ente encim a de esta p rim era capa se situaba otra, pero ahora con las tiras dispuestas

24

LA FIL O L O G ÍA

LA TIN A

horizontalm ente. E sta colocación no es en absoluto a rb itra ria , pues si se con­ sidera el desarrollo horizontal de la escritura, está claro que ésta ha de ser más fácil si se desarrolla paralelam ente a las fibras y no p erpendicularm ente a ellas, con lo que ya nos adelantam os a señalar que el recto de la hoja era norm alm ente la única p arte utilizada para la escritura. Seguidam ente, p ara lograr la uniform idad deseada, se cortaban las tiras que sobresalían de la tabla. Las hojas de papiro así constituidas se prensaban y luego se secaban al sol. A renglón seguido se form aban tiras de papiro a base de u n ir h ori­ zontalm ente una veintena de hojas con una cola hecha con harina y agua hirviendo, con el aditam ento de unas gotas de vinagre. Tras el encolado se aplanaba la superficie con un mazo y se volvía a prensar. Una últim a ope­ ración consistía en pulir las asperezas o rugosidades con un instru m en to adecuado hecho de m arfil o con una concha. Las tiras de papiro así for­ m adas constituían el rotulus o rollo, que se «enrollaba» alred ed o r de una pieza de m adera de form a cilindrica, conocida con el nom bre de umbilicus', el conjunto resu ltan te era el volum en. Existían diversas clases de papiros, cuya calidad venía definida por dife­ rentes factores: la delgadez de las tira s que se obtenían del tuétano, la p arte del tuétano que se tom aba, ya fuera la central o las laterales, y la anchura de la hoja. Plinio cita las siguientes variedades por orden decreciente de cali­ dad: charta hieratica o augustea de 24,03 cm de anchu ra, charta liuiana, charta am phitheatritica de 16,63, charta saitica de 12,95 a 14,78, y en últim o lugar en tre las calidades aptas p ara la escritura de la charta taeneotica. De la liuiana y la taeneotica no da indicaciones de anchura.13bis b.

El pergamino

El papiro se m antuvo d u ran te m uchos años como el soporte base de la es­ critu ra, y el com ienzo de su decadencia fue en cierta m anera consecuencia del hecho de haber alcanzado su industria una im portancia tan ex trao rd in aria que se la quiso u sa r como arm a política convirtiéndola en monopolio. En efecto, quiere la leyenda que, com o fru to de un enfrentam iento en tre A lejan­ dría y Pérgamo, sedes de dos escuelas enfrentadas en la antigüedad, Ptolom eo Epifanes (205-182 a. d. C.) rey de E gipto decretara un em bargo en las ex porta­ ciones de papiro, lo que propició la invención del pergam ino en la co rte de Eum enes II, rey de Pérgam o (197-159 a. d. C.). E sta anécdota la conocem os a través de Plinio, quien cita com o fuente suya a V arrón.14

13 bis. Véase N. Lewis, Papyrus in classical Antiquity. Oxford 1974. 14. C. P l i n i v s S e c u n d u s , Naturalis historia X III, 21: Mox aemulatione circa bibliothecas regum Ptolomaei et Eumenis, supprim ente chartas Ptolomaeo, idem Varro membranas Pergami tradit repertas.

LA T R A D IC IÓ N TE X T U A L

25

Sin em bargo, la realidad apu n ta a una invención a n terio r del pergam ino, que ya en el siglo v a. d. C. era utilizado po r los griegos de Asia M enor.15 En cualquier caso, lo que sí es indudable es la deuda que el nom bre de perga­ mino tiene con la ciudad de Pérgamo, quizás a causa de que esta ciudad fue­ ra el m ás im p o rtan te centro exportador de pergam inos a Occidente. En esencia, el pergam ino es la piel de un anim al (cordero, cabra, tern e­ ro) som etida a un tratam ie n to adecuado para hacerla ap ta p ara la escritu ra. E ste tratam iento, con variaciones de detalle, podem os resum irlo de la siguien­ te m anera: tras desp ellejar el anim al, se rem ojan las pieles, se lavan, se escurren y se secan. Luego se em badurna con cal el lado liso y, previo en­ carado, se dejan rep o sa r d u ran te unos 15 días. A continuación se las lava de nuevo y se les quita la lana y, seguidam ente, se colocan en un baño de cal. Después de sacarlas se extienden y fijan en unos cuadrad o s de m adera para proceder al descarnado de la piel. Los pasos finales son el espolvoreado con greda, el pulido con piedra pómez y el alisam iento con lana.16 Al igual que sucedía con el papiro, existen diferentes tipos de pergam ino según la calidad de la elaboración; en tre ellos destaca un tipo especial lla­ m ado vitela que se hacía con pieles de anim ales non-natos. La difusión y el éxito en el uso del pergam ino se asocia de m anera p ri­ m ordial, aunque no total, con la aparición del codex, es decir, del form ato de libro actual fren te al form ato de volum en, m ucho m ás incómodo; en efec­ to, el codex era m ás m anejable y perm itía la num eración y, consiguientem en­ te, facilitaba la localización de los pasajes buscados y la elaboración de índi­ ces, am én de que el m aterial era de una m ayor duración que el papiro. De hecho, se han encontrado códices tam bién de papiro, mas, como decíam os, códice y pergam ino fueron d u ran te m ucho tiem po elem entos inseparables. El paso definitivo del papiro al pergam ino se produce en tre los siglos n al IV d.C., y, a p a rtir de entonces, va a seguir siendo el m aterial de escritorio por excelencia hasta los siglos xn-xiv, en que se va a ver sustituido p o r el papel. A señalar el hecho curioso de que en un principio el codex será el so­ p o rte preferido p a ra las obras bíblicas, en tanto que los paganos seguirán por un tiem po aferrad o s al volumen. c.

E l papel

El papel es un p roducto de origen chino, cuya invención atrib u id a a un oficial del em p erador llam ado Tsaï-Louen, se fija en el año 105 d.C.17 Su llegada a O ccidente se realiza a través de los árabes. La histo ria no deja de ser inte­ resante: los árabes, vencedores en una batalla co n tra los chinos en los alre­ dedores de S am arcanda (T urkestán oriental), ca p tu raro n en tre los prisione­ ros a algunos artesan o s papeleros de los que aprendieron la técnica de su

15. 16. 17.

VéaseP . P f e i f f e r , op. cit., vol. I , p. 51. VéaseJ. S t i e n n o n , Paléographie du Moyen Age. Paris 1973, pp. 152-156. V é a s e A. B l u m , Les origines du papier, de Vimprimerie et de la gravure. P a r is

1935.

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LA F IL O L O G ÍA

LA TIN A

elaboíación. É sta consiste esencialm ente en desfib rar la m adera, para luego ablan d arla y co m p actar a base de agua las fibras, reduciendo la m asa com ­ pacta resu ltan te a lám inas de las que se elim ina ulteriorm ente el agua. El papel sigue a los árabes en sus conquistas, introduciéndose en E uropa a tr a ­ vés de E spaña, donde ya se fabricaba en el siglo x i i , en las papeleras de Játiva. El papel acabará im poniendo su suprem acía tanto por la m ayor ab u n ­ dancia de su m ateria prim a, como, posteriorm ente, por las posibilidades de reutilización; en todo caso, su perfecto acoplam iento a la im prenta resolvería decisivam ente a favor suyo. Con ello ya enlazam os con los tiem pos m odernos.

2.1.3.2. Los a.

MATERIALES DE IM PR ESIÓ N

El graphium

Es un punzón de metal, m arfil o hueso que se usaba para im presionar las tablillas de cera. La p arte opuesta a la p u n ta acababa en form a de espátula o paleta, que servía para borrar, en form a pareja a los lapiceros que llevan incorporado en un extrem o la goma de b o rrar. b.

La plum a

La im presión sobre papiro o pergam ino se realizaba con una plum a que en sus orígenes era fundam entalm ente de caña (calam us). Los rom anos siguie­ ron utilizando este m aterial pero tam bién forjaron plum as de bronce. En el siglo V tenem os el prim er testim onio 18 de utilización de una plum a de ave, aunque cabe suponer que el com ienzo de su utilización no sea exactam ente coetáneo con el testim onio. Las plum as usadas norm alm ente eran las de los ánades. En la constitución de la plum a era elem ento esencial el corte de la m ism a en su extrem idad, tanto para facilitar el deslizam iento sobre el so­ porte, com o para p erm itir la captación de una m ayor cantidad de tinta. La im plantación definitiva de la plum a m etálica no tiene lugar hasta el si­ glo X V II. El tipo de plum a tenía cierta relación con la escritu ra; por ejem plo, la

18. Anonymus Valesianus. En M onumenta Germaniae Historica. Auctores antiquissimi Vol. IX. Berolini 1961’, p. 326: 14.79. Igitur rex Theodericus inlitteratus erat et sic obruto sensu, ut in de­ cem annos regni sui quattuor litteras subscriptionis edicti sui discere nulla­ tenus potuisset, de qua re laminam auream iussit interrasilem fieri quattuor litteras 'legi' habentem; unde si subscribere uoluisset, posita lamina super chartam per eam pennam ducebat, ut subscriptio eius tantum uideretur.

LA T R A D IC IÓ N

TEXTUAL

27

uncial se trazaba con plum as de ave, en tanto que la cursiva antigua lo era con plum a vegetal. P o r o tra parte, el desgaste de las plum as, las de ave espe­ cialm ente, y su diferente calidad repercutían directam ente en la escritu ra llegando a c re ar un inconveniente notable para las identificaciones paleográficas. c.

La tinta

El atram entum , atram entum librarium o atram entum scriptorium es la tinta negra, de una textura muy sim ilar a la tinta china. Por el testim onio de Pli­ nio el Viejo,19 quien tra ta de ella de modo accidental al h ab lar de los colores de las p in tu ras y de su elaboración, sabem os que se hacía a base de m ezclar negro de humo, producido en hornos especiales, aunque en el caso de tinta p ara escrib ir se adu lterab a con sim ple hollín, y goma, en una proporción aproxim ada de un 75 % de negro de hum o y un 25 % de goma. La tinta así obtenida se b o rrab a fácilm ente; p o r ello, si se le quería d ar una m ayor con­ sistencia, la disolución en lugar de hacerla con agua se tenía que hacer con vinagre. P osteriorm ente, a p a rtir del siglo m d. C. em piezan a usarse tintas de base m ineral, cuya utilización altern ará durante toda la E dad Media con las de origen vegetal. É stas se elaboraban m acerando la corteza de espino y so­ m etiendo el jugo resu ltan te a sucesivas cocciones hasta fo rm a r una pasta a la que se añadía vino; tras nuevas cocciones la p asta producida se secaba al sol. Cuando se tenía que escrib ir se tom aba la cantidad necesaria de pasta seca y se disolvía en vino.2C En lo que se refiere a las tin ta s de base m ineral, uno de los procedim ien­ tos de elaboración consistía en picar agallas de encina o roble, m ezclar el polvillo resultante con agua, y añ a d ir finalm ente sulfato de cobre o de hierro. Existía, tam bién, por supuesto, la tinta roja, usada en las iniciales y títulos (llam ados estos últim os rubrica, precisam ente por el color); esta tinta llam ada m inium se fabricaba a base de cinabrio, cuyo principal centro de producción era E spaña.2’

19. Naturalis historia XXXV.25. Atram entum fit enim e fuligine pluribus modis, re­ sina uel pice exustis, propter quod etiam officinas aedificauere fum um eum non emittentes, laudatissim um eodem modo fit e taedis, adulteratur fornacium balinearumque fuligine quo ad uolumina scribenda utuntur...om ne atramentum sole perficitur, librarium cumme, tectorium glutino admixto, quod aceto liquefactum est, aegre eluitur. 20. Cf. C. R. D o d w e l l , Theophilus. De diuersis artibus. London 1961 cp. XXXVIII, pp. 34-35. 21. C. P l i n i v s S e c u n d u s , Naturalis historia, XX XIII.118. Iuba minium nasci et in Car­ mania tradit, Timagenes et in Aethiopia, sed neutro ex loco inuehitur ad nos nec fere aliunde quam ex Hispania. X X X III,122. minium in uolum inum quoque scriptura usurpatur.

28

LA F IL O L O G ÍA L A T IN A

2.2. 2.2.1.

LA LABOR FILOLÓGICA: LA CRÍTICA TEXTUAL

Concepto

La crítica textual es la disciplina filológica que tiene por objeto re stitu ir los textos transm itidos al estado m ás cercano posible al autógrafo.

2.2.2.

Historia

El desarrollo de la ciencia de la crítica textual va ligado en sus prim eros m o­ m entos a esporádicas aportaciones de diferentes figuras señeras. D ejando de lado otros, m enos im portantes a n uestro entender, podríam os establecer los siguientes hitos cronológicos: En 1697 J. Le Clerc da una prim era form ulación de la norm a de la lectio difficiliorP En 1721 R ichard Bentley proyecta una edición del Nuevo T estam ento b a­ sada exclusivam ente en los m anuscritos antiguos y en la Vulgata L atina.23 Podemos decir que con él se inicia la lucha decisiva contra el textu s receptus. En 1725 J. A. Bengel da una nueva form ulación de la norm a de la lectio d ifficilio r24 P osteriorm ente, en 1734, propugna la idea de que p ara llegar a una edición perfecta del Nuevo T estam ento es preciso realizar una clasifica­ ción de los códices según su relación genealógica (tabula genealógica)?5 En 1730 J. J. W ettstein en su edición del Nuevo T estam ento prosigue la lucha contra el te xtu s receptus, al m ism o tiem po que insiste en la norm a de la lectio difficilior> pero de m anera dispersa y casuística: «La lectio m enos usual debe anteponerse a las dem ás. E n tre dos lectiones es preferible la más breve».26

22. En la p. 389 del segundo tomo de su Ars Critica (Amsterdam 1697) se encuentra este principio, sencillamente formulado: si una ex iis [uariis lectionibus] obscurior sit, ceterae clariores, tu m uero credibile est obscuriorem esse ueram, alias glossemata. Véase al respecto S. T i m p a n a r o , La genesi del método del Lachmann. Firenze 1963, pp. 18-19. Acerca de la importancia de J. Le Clerc en Ia historia de la crítica textual es ilustrativo el libro de E. J. K e n n e y , The classical text. Berkeley-Los Angeles-London 1974, pp. 40-44. 23. Aunque el provecto no llegó a prosperar, es im portante tenerlo en cuenta, siquiera sólo sea para situar Xa figura de Bentley en su punto exacto, contrarrestando de esta m anera la fama que le dio la célebre edición de Horacio (Cambridge, 1711), en que con­ vierte la conjetura en el principal apoyo de la crítica textual. Véase S. T im p a n a r o , op. cit. pp. 16-17. 24. Véase S. T im p a n a r o , op. cit. p. 21. 25. Véase G . P a s q u a u , Storia della tradizione e critica dei testo. Firenze, 1952, p. 9; y G . R. G r e g o r y , Textkritik des neun Testamentes. II. Lipsiae 1901, pp. 90 y ss. 26. J. J. W e t t s t e in . Prolegomena ad Noui Testamenti Graeci editionem accuratissimam. Amsterdam 1730, p. 184.

A ir\\ß LA L A B O R

FILO LÓ G IC A

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En 197£ J. J. G riesbach form ula de m anera general la norm a de la lectio difficilior, base de toda la crítica textual: D ifficilior et obscurior lectio anteponenda est ei, in qua omnia tam plana sunt et extricata, ut librarius quisque facile intelligere ea potuerit.11

En 1831 C. G. Z um pt trazó en su edición de las V errinas de Cicerón lo que parece haber sido el p rim e r stem m a codicum , al tiem po que le dio nom bre.28 Y llegamos finalm ente a la figura de K. Lachm ann de quien, si bien n puede decirse, dados los antecedentes citados, que sea el fu ndador de la crí­ tica textual, sí puede afirm arse que se debe a su au to ría el prim er m étodo escrito de crítica textual, el m étodo stem m ático, cuya form ulación precisa y coherente m arca el acceso de la disciplina a la categoría de ciencia. Funda­ m entalm ente en el prólogo de su edición del Nuevo T estam ento,29 aunque la difusión y reconocim iento definitivos los vaya a alcanzar p o r la aplicación que hizo de ellos en la fijación del texto de Lucrecio,30 expone Lachm ann los principios sistem atizados que regirán en lo sucesivo esta disciplina.31

2.2.3.

E tapas

El objetivo prim ario de la filología es conseguir una edición depurada de los textos transm itidos. El filólogo que se encuentra ante la tesitu ra de e d ita r un texto tiene que cu m plim entar puntual y exactam ente una serie de etapas que son com o los peldaños de la escalera que le van a llevar al fin propuesto. E stas etapas son p rácticam ente idénticas sean cuales fueren las teorías de crítica textual usadas. Vamos, pues, a concretarlas para p asar a continuación a exponer dos de las teorías de crítica textual m ás destacadas. La prim era etapa es la llam ada recensio, en la que se in serta el trab a jo p rep arato rio conocido con el nom bre de collatio, o sea, la búsqueda de todos los m ateriales, m anuscritos, papiros, palim psestos, etc., en los que se haya tran sm itid o el texto que se q uiere e d itar ya sea total o parcialm ente. A con­ tinuación interviene la recensio propiam ente dicha, cuya ejecución tiene un

27. J. J. G r i e s b a c h , Prolegomena a su segunda edición del Nuevo Testam ento. Halle 17%, p. LXI. 28. C. G. Z u m p t , Ciceronis Verrinarum libri VII. Berlin 1831. 29. Nouum Testam entum graece et latine. Berlin 1842. 30. T. Lucretius Carus. De rerum natura. Berlin 1850. 31. Aparte de la bibliografía citada en notas precedentes, puede verse un compendio bibliográfico actualizado sobre la historia de la crítica textual en L. D. R e y n o l d s y N. G. W i l s o n , Scribes & Scholars. A Guide to the Transmission of Greek and Latin Literature. Oxford 19781, 2* reim pr. pp. 247-250.

30

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grado de dificultad variable que es proporcional al núm ero de testim onios conservados; a m ayor núm ero m ayor dificultad. La finalidad de Ia recensio reside en com p arar los m anuscritos y dem ás testim onios supervivientes, a fin de estab lecer su valoración y d ictam in ar el grado de dependencia existente en tre ellos, lo que puede conducir a la elaboración del stem m a codicum. El trazado del stem m a codicum no es un fin en sí m ism o sino un elem ento auxi­ liar que perm ite visualizar fácilm ente las relaciones en tre códices. Respecto al stem m a , es preciso señalar la existencia de una especie de círculo cerrado, que hay que cu id ar que no se convierta en vicioso; la razón de este peligro se entiende claram ente: el cotejo de mss. perm ite fija r el stem m a, el cual, a su vez, nos da indicaciones sobre el grado de superioridad jerárq u ica o lo que es lo m ism o, de antigüedad de los m anuscritos, característica, en ocasio­ nes, valorada en exceso para el establecim iento de lecturas. De esta m anera, el filólogo llega al m om ento decisivo de fijar un testi­ monio, proceso que se inicia con la exam inatio, cuya misión es dictam inar la au tenticidad o falsedad del testim onio tran sm itid o en sus diferentes ver­ siones. Para ello el e d ito r se apoya en el conocim iento de la lengua, del estilo e ideales del au to r, lo que, en buena m edida, presupone una interpretación nada superficial del texto. En caso de que se presenten varias lecturas acep­ tables, la norm a generalm ente establecida es la opción po r la llam ada lectio difficilior, es decir, la lectura m ás extraña frente a las más usuales, pues éstas pueden deberse m ás fácilm ente a la corrección de algún copista; sin em bargo, al m ism o tiem po, se tiene que ten er cuidado de no p rim a r la aparición de solecism os, sin olvidar en ningún caso que la crítica textual es ante todo sentido com ún. E n esta fase, la im portancia de la tradición indirecta, caso de haberla, es determ inante, pues el h ab e r seguido cauces diferentes de la d irecta la hace m enos sospechosa. De resultas de la exam inatio y para cada caso de variante, al ed ito r se le pueden p rese n tar varios casos: 1.° T estim onio único de lectura aceptable. 2.° T estim onio único de lectura inaceptable. 3.° T estim onio m últiple con una sola lectura aceptable. 4.° T estim onio m últiple con varias lecturas aceptables. 5.° Testim onio m últiple sin ninguna lectura aceptable. En los casos 1.° y 3.° la propia exam inatio finaliza el proceso; en los casos 2.° y 5.° la exam inatio da paso a la em endatio cuyo papel consiste en san ar las lecturas co rruptas, o bien, si ello no es posible, ya sea por su notable grado de corrupción o porque la inaceptabilidad derive de la presencia de una laguna, interv en d ría un tipo especial de em endatio, la diuinatio, a cuyo cargo está el establecim iento de co n jetu ras aju sta d as al contexto. En el 4.° caso, el filólogo e d ito r ten d rá que o p ta r p o r una u o tra de las lecturas fundándose en ele­ m entos externos al texto y en las norm as generales de crítica textual. En estas situaciones, se debe te n er muy presente la tipología del erro r, ya que su conocim iento puede ser de inm ensa utilidad en el diagnóstico del erro r com e­

LA L A BO R FILO LÓ GIC A

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tido, sum inistrando al propio tiem po la pauta adecuada para proceder a su sanado. Una síntesis general y sum aria de esta tipología podría quedar esta­ blecida de la siguiente m anera: 2.2.3.1. a.

E rrores

no

v o l u n t a r io s

Atribuibles a las características del modelo

1) C onfusiones propiciadas por la sem ejanza en tre determ inadas letras grupos de letras. Hay que ten er en cuenta, al respecto, que en la reproducción m anual es prácticam ente im posible m an ten er de una form a exacta la separación entre letras y los trazos de las m ism as, de modo que es frecuente que cualquier variación del trazo norm al, alargado, acortado o alterado de cualquier otra form a, propicie el erro r. Por o tra parte, la posibilidad de confusión, aun dependiendo en un por­ centaje im portante de la m ano del copista, está en relación directa con el tipo de alfabeto usado en la copia, al punto de que las confusiones y erro ­ res no se corresponden de un alfabeto a otro. Es éste un factor im portante, pues a p a rtir de los casos de falsa lectura se puede llegar a establecer el tipo de letra usada en el modelo. A p a rtir de M abillon 32 se ha generalizado la clasificación de la escritu ra latina en cinco épocas: 1. escritu ra rom ana; 2. escritu ras nacionales; 3. mi­ núscula Carolina; 4. m inúscula gótica; 5. escrituras hum anísticas. En cada épo­ ca se distinguen tipos diferentes, que en el caso de los cuatro últim os grupos dependen de la localización geográfica del m onasterio al que pertenecía el copista. Asimismo, en la escritu ra rom ana se distinguen norm alm ente cinco tipos de escritura: capital cuadrada o elegante, capital rústica, cursiva, u n ­ cial y sem iuncial.

32. La figura de J. M a b il l o n va estrecham ente ligada a la polémica que en el siglo xvn enfrentó a los jesuítas (representados por Papebroch) y a los benedictinos (representados por Mabillon) acerca de la autenticidad de diferentes privilegios y diplomas de donación. Es cosa sabida que durante la Edad Media muchos monasterios tuvieron que recurrir a la redacción de falsos, bien fuera para reponer documentos originales, bien fuera para docum entar privilegios y donaciones que pudieran ser puestos en duda. La extraordina­ ria abundancia de estos falsos determinó que en el siglo xvn el papa Alejandro VII encargara al jesuíta D. Papebroch un trabajo de esclarecimiento de estos documentos. Sus resultados, de orientación hipercrítica, dieron forma al Propyleum antiquarium circa ueri ac falsi discrimen in uetustis mem branis, que constituye el prefacio del tom o ΙΓ del mes de abril de las Acta Sanctorum de 1675. En la página 29, Papebroch sostiene que son falsos los privilegios pontificios y los diplomas concedidos por los reyes merovingios a la abadía benedictina de Saint-Denis. La natural irritación de los benedictinos los llevó a elaborar una réplica, de cuya preparación se encargó J. Mabillon de la congregación de Saint-Maur; esta réplica tomó cuerpo en 1681 con la publicación del De re diplomática, con el que nace como disciplina científica la paleografía, cuya incidencia en el desarrollo de la critica textual será decisiva. Sobre el alcance y desarrollo de la polémica puede verse el interesante y ya citado libro de J. S t i e n n o n , Paléographie du Moyen Age. Paris 1973, pp. 23 y ss.

Μ

FILOLOGÍA LATINA

ABCDEFG H l l M N O F Q R ST V X y

"Y,r^GEAPRAn CRf NCA-tl [ I V [ L l S Q SVPlH EX AI\l>Vl tALCR-M [ S t l M Y S l I C A ^ A N N I VS I NCCHI A lfabeto y e je m p lo de esc ritu ra ca pital cuadrada.

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iubeaxif· qaaiTKíufNecpercai A lfabeto y e je m p lo de esc ritu ra sem iuncial.

LA LA BO R FILO LÓ G IC A

33

A p a rtir de las escrituras de este grupo se produce la evolución que de­ sem bocará en las o tras épocas de escritura; un rápido bosquejo cronológico de esta evolución podría quedar de la siguiente m anera: la cursiva rom ana tiene dos m odalidades, la cursiva antigua y la cursiva m oderna (a p a rtir del 300 d.C.); la cursiva antigua conduce a la uncial (escritu ra predilecta de los cristianos, usada desde el siglo iv hasta el ix), y la cursiva m oderna, llam ada tam bién cursiva m inúscula, a la sem iuncial. El desarrollo de la sem iuncial y de las cursivas rom anas desem boca en las escritu ras precarolinas o naciona­ les (irlandesa, celta, anglosajona, hispánica, beneventina, etc.). En las dos últim as décadas del siglo ix, d u ran te el reinado de Carlos el Gordo, se p ro­ duce en la Galia una reform a program ada cuya finalidad era la unificación de todas las escritu ras; el resultado es la Carolina m inúscula. Luego, en el siglo X I I , se sistem atiza la evolución n atu ra l de la m inúscula Carolina en lo que se ha llam ado m inúscula gótica. Y, finalm ente, en el siglo xv, una refo r­ ma de la Carolina m inúscula (ojo, de la Carolina m inúscula) dará paso a las diferentes escritu ras hum anísticas que van a co n stitu ir el enlace con la tan ansiada im prenta. Veamos algunos ejem plos típicos y muy característicos de estas confu­ siones de letras: En escritu ra capital: confusión e n tre E y F, I y T, L y T, etc. Así, tenem os: Pl. Cas. 357. farnus en el ms. B2, en lugar de eamus. Verg. G. 11,340. utrum en el ms. P, en lugar de uirum . PI. Pseud. 373. m ites en el ms. P, en lugar de miles. En escritu ra uncial la confusión afecta, en tre otros casos, de form a especial a C y G. Pl. Aul. 564. maget en el m anuscrito J en lugar de macet atestig u a­ do por Nonius. E n Carolina m inúscula es muy ca racterística la confusión en tre F y S, e n tre A y CI, en tre U y II, etc. Los ejem plos son realm ente incontables: Pl. Cas. 404. sit en el m anuscrito B2, en lugar de fit. PL Am. 10Ö0. cis pellam en el ms. D, en lugar de aspellam. Pl. Am. 510. fu stis en el ms. E, en lugar de si istis. 2) La no division de las palabras en determ inados m anuscritos (en p a tic u la r los de escritu ra capital y m inúscula Carolina) propicia cortes erró n eo s p o r p a rte del copista a lo que coadyuva tam bién la confusión en tre letras. En ocasiones, el e rro r propicia un in ten to de recom posición, ya que el

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LA FIL O L O G ÍA

L A TIN A

copista tiene un hum ano afán de que el texto sea, aunque erróneam ente, com ­ prensible. Así se explica: Verg. B u c. 6,10. am or releget en el m anuscrito R en vez de am ore leget. El falso corte ha favorecido la gem inación de la r, para d ar un cierto sentido al texto. 3) Mala lectura de una abreviación. Es ésta una causa frecuente de e rro r que resulta tam bién útil para la fijación de las épocas de redacción de los m anuscritos m odelo o incluso de los arquetipos, dado que no todas las es­ critu ras tienen las m ism as abreviaciones.33 Una de las form as usuales que tienen los m anuscritos para indicar la p re­ sencia de abreviaciones es el uso de la tilde (trazo horizontal situado encim a de las letras); el valor de esta tilde no es unívoco, sino que varía en depen­ dencia del contexto: así, caso de ir situado sobre la vocal e, tenem os dos valores posibles, según la e aparezca aislada o constituya la letra final de una palabra: - i — -em. Es decir que la tilde equivale a -m. ë = est. Es decir que la tilde vale po r -st. Esta am bivalencia, unida a casos de cortes falsos de palabras, puede p ro p i­ ciar erro res en la valoración de la tilde. Es el caso de: PI. Pseud. 1066. quid est, que en el m anuscrito D aparece abreviado en quidé, lo que favorece la in terpretación quidem , que da el ms. C. 4) D efectos del m odelo. Los defectos físicos del modelo, ya sean aguje­ ros, desgarram ientos de hojas, etc., repercuten en las copias posteriores dan ­ do lugar a om isiones sustanciales en el texto; esto no suele suceder en las copias inm ediatas, ya que es corriente que el copista señale la ausencia de letras o p alabras dejando un intervalo en blanco aju stad o a la m agnitud del texto desaparecido; sin em bargo, en las sucesivas copias de esta p rim era co­ pia, los nuevos copistas, al ignorar las causas a las que se debe el espacio en blanco o bien p o r considerarlo insanable, deciden p rescin d ir de su deli­ m itación con lo que toda la tradición posterio r va a ignorar necesariam ente su existencia. b.

Defectos atribuibles al copista

E stos erro res se pueden explicar psicológicam ente po r lapsus en la atención sostenida del copista, que lo m ism o pueden afectar a la lectura que a la escri­ 33. Véase W. M. L in d s a y , Introduction à la critique des textes latins basée sur le texte de Plaute. Paris 1898.

LA LA BO R FILO LÓ G IC A

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tura; es decir, puede darse el caso de una buena lectura del modelo y m ala reproducción m ecánica, así como el de una mala lectura y buena reproduc­ ción de la m ala lectura, lo que da, en últim a instancia, una reproducción errónea. E stos erro re s los podem os clasificar a su vez en: 1) E rrores de pronunciación en el dictado interior. Es cosa sabida que el am anuense al copiar realiza una especie de dictado interior que puede p ropiciar la aparición de errores en el caso de grafías cuya pronunciación haya variado en el tiem po.34 Es el caso del signo u (ν ’) que a p a rtir del siglo i em pezó a pron u n ciarse [ß] en lugar de [w ]; de esta form a el copista podía leer uiuit com o [’ßißit], lo que podía determ in ar que en el m om ento de la reproducción la m em oria fónica se im pusiera a la visual dando paso a una lectura bibit. Un in teresantísim o e rro r de este tipo es el que encontram os en el texto de Q uintiliano VI,393, en una cita de D om itius Afer. Siguiendo una co n jetu ra de H aupt las ediciones críticas dan la siguiente lectura: pane et agua uiuo. Pero es el caso que todos los m anuscritos presentan la form a bibo. Uno, el A m brosianus E 153, del siglo xi, nos da sin más esta lectura gram aticalm ente insostenible: pane et aqua bibo. Pero otros, y esto es lo más curioso, tom ando como base esta form a errónea in ten tan reorganizar la sintaxis de la frase ofreciéndonos: panem et aquam bibo. Quizás el caso m ás usual de erro res de este tipo sea el que afecta a las confusiones e n tre ae y e, al punto de ser corrientes incluso las ultracorrecciones. Así, Verg. G. 1,146. aegestas en el ms. A, en lugar de egestas. 2) O m isiones. La inm ensa m ayoría de errores p o r om isión en la copia se dan en v irtu d del llam ado salto de igual a igual; es decir, que si en el texto se dan dos series gráficas idénticas, el copista puede pasar insensiblem ente de la p rim era a la segunda, om itiendo naturalm ente el texto inserto en tre las dos series iguales así como una de éstas. Dichas series de grafías idénticas

34. A. Dain, op. cit. pp. 40-55.

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LA TINA

pueden venir constituidas po r letras, sílabas, palabras e incluso versos o líneas. Veamos algunos ejem plos: Verg. Aen. 11,684. flam m as en el ms. P, en lugar de flam m a comas que es el texto correcto. Cic. de Or. 1,4. non satis en el ms. M, en lugar de non sane satis. PL Mil. 850-851. PA. hoc illi crebro capite sistebant cadi. LV. non hercle tam istoc ualide cassabant cadi. Debido, sin duda, a la sem ejanza de los finales, el verso 851 apa­ rece om itido en el ms. A. 3) Transposiciones. Los cam bios en el orden de los elem entos pueden afe cta r a letras, sílabas, palabras, versos o líneas. Un notable ejem plo de este fenóm eno lo tenem os en Pl. Ep. 288. nam telo non eque opus factost. E sta lectura la ofre­ cen todos los m anuscritos. Una acertada co n jetu ra de Ussing in­ terp retó telo non como una inversión de te nolo, lo que perm itió llegar a una lectura m ucho más cabal: nam te nolo ñeque opus factost. En m uchas ocasiones las transposiciones no son propiam ente involunta­ rias sino lo que podríam os llam ar sem ivoluntarias. E ste fenóm eno se produce cuando el copista detecta un e rro r de om isión que acab a de su frir e in ten ta subsanarlo copiando fuera de sitio la palabra olvidada; esta transposición se señala en el texto con dos ápices colocados sobre cada una de las palabras afectadas por el fenómeno, a fin de que el lector pueda proceder a la lectura en el orden correcto. Verg. Aen. X,94. nunc sera querellis. El ms. A presenta querellis sera con los correspondientes ápices indicativos de inversión. P artiendo de esta últim a copia es m uy fácil la generalización de un texto con el orden alterado bien sea p o r olvido del nuevo copista, al no re stitu ir el orden ni señalar los ápices, bien sea por su desconocim iento del significado de estas m arcas. 4) Adiciones. Las adiciones involuntarias, a las que suele dárseles el nom ­ b re de ditografía, consisten en la repetición insensible de letras o sílabas en el in te rio r de una palabra, o de palabras en el cuerpo de un p árrafo o verso. La explicación de este fenómeno hay que cifrarla en una m era falta de aten­ ción que es norm al que se produzca en la reproducción de textos debido a la diferente velocidad de la m ente y de la mano. Así po r ejem plo:

LA L A BO R FILO LÓ G IC A

37

Verg. Aen. 1,705. papares en el ms. M, en vez de la form a co rrecta pares. Verg. B. 8,85. Daphnin qualis qualis cum en el ms. M, en lugar de Daphnin qualis cum.

5) Errores debidos a la influencia del contexto. Podem os distinguir en tr contexto gráfico p o r un lado, y contexto cultural y m ental p o r el otro. 1.°) Por el contexto gráfico. El caso más sim ple, denom inado falsa rim a, es aquél en que una palabra se ve atraíd a a una falsa concordancia, régim en o coordinación con otra, dada su contigüidad física o su unidad significativa: Verg. Aen. 11,56. Troiaque nunc sta ret, P riam ique arx alta maneres. A esta lectu ra el ms. M7 ofrece una v arian te m aneret, atraíd o sin duda p o r la form ulación en tercera persona del prim er hem is­ tiquio. 2.°)P or el contexto ideológico. La diferencia cu ltu ral en tre el copista y el au to r del texto, p articu larm en te en el caso de m anuscrito s sin separación verbal, propicia la aparición de cortes erróneos inducidos por la identifica­ ción p o r p arte del copista de térm inos correspondientes a conceptos c u ltu ­ rales ajenos al autor. En este cam po la influencia del cristianism o es n o ta­ bilísim a. Verg. Aen. V,602. Troianum dicitur agm en aparece en el ms. M con la últim a p alab ra reproducida como am en. Lo m ism o sucede en Petronio, Sat. 43. Sathana tibi irata sit curabo, texto del ms. H, en lugar del Athana que la co n jetu ra de H einsius ha restituido.

2.2.3.2.

A l t e r a c io n e s

v o l u n t a r ia s

del

texto

E ste tipo de erro res se debe a la inclusion de glosas o anotaciones m argina­ les en el cuerpo del texto, a alteraciones o supresiones de pasajes obscenos o bien a las correcciones voluntarias del texto p o r no enten d erse o entenderse equivocadam ente. Pl. T ruc. 278. cum que ea noctem in stra m e n tis pernoctare perpetim [[totam ]. EI palim psesto am brosiano da p erpetim y totam . En cam bio la fam ilia palatin a da el texto correcto sin la glosa totam . Una vez resueltos todos los inconvenientes del texto, el filólogo p asará a la fijación definitiva del m ism o, recurriendo a alguna de las teorías de crítica textual.

38

LA FILOLOGÍA LATINA

2.2.4.

Teorías de crítica textual

2.2.4.1.

T e o r ía

s t e m m á t ic a

o

g e n e a l ó g ic a

La teo ría stem m ática tal como la vem os conform ada actualm ente en su ver­ sión canónica es el resultado de la confluencia de los trab ajo s de tres au to ­ res: Lachm ann, de quien ya hem os hablado, P. Maas,35 que perfeccionó, siste­ m atizó y difundió la teoría inicial de Lachm ann, y G. Pasquali,36 a quien se debe la form ulación de unas norm as de buen sentido que han lim ado los excesos a que la form ulación cuasi m atem ática de P. Maas podría h ab er conducido. La innovación m ás im p o rtan te de la teoría stem m ática reside en h ab er co nstru id o todo un sistem a sobre la base del error; es decir, que las relacio­ nes e n tre m anuscritos no se establecen en base a las coincidencias en las buenas lecciones, sino a las coincidencias en los errores. Los erro res o varian­ tes que aparecen en los m anuscritos pueden ser de dos clases: significativos y no significativos. Para que un e rro r sea significativo tiene que se r de n atu ­ raleza tal que dos am anuenses p o r separado no puedan com eterlo a la P or su p u esto que al m étodo sólo le im p o rta rá n los erro res significativos; éstos, p o r su p arte, pueden ser tam bién de dos tipos: los conjuntivos, los que establecen la existencia de u n a relación entre dos m anuscritos en frente de terceros, y los separativos, los que establecen la no existencia de relación en tre dos m anuscritos, al contener un m anuscrito errores de los que está exento el o tro y que no pueden ser debidos a la inadvertencia del copista. E sta últim a no es una división su stantiva sino funcional, dado que un e rro r en sí m ism o no es ni una cosa ni la o tra; dependerá po r tan to de la circuns­ tancia la valoración en uno u otro sentido. Así, por ejem plo, la presencia de una laguna idéntica en dos o tres m anu scrito s podem os decir que constituye un e rro r conjuntivo que relaciona a los tres; en cam bio, la presencia de la m ism a laguna en estos m anuscritos co n stitu irá un erro r separativo si la po­ nem os, en relación con otros m anuscritos que no la posean o que posean o tra s diferentes. Supongam os que para un texto de determ inado au to r tenem os una tr a ­ dición com puesta p o r tres m anuscritos: A, B, C. La presencia en los tres m an u scrito s de una serie de errores conjuntivos nos llevará a a firm a r la exis­ tencia de una relación estrecha en tre los tres. Ahora bien, esta relación pue­ de te n er orientaciones diferentes,37 tal como se puede ver en los esquem as que siguen.

35. P . M aas, T extkritik. Leipzig-Berlin 1927. 36. G. P a s q u a l i , Storia della tradizione e critica del testo. Firenze 1952. 37. Damos un esquema básico en el que com binando la posición de las letras se pue den introducir las oportunas variantes.

LA LA B O R

2.

FILO LÓ G IC A

39

3.

Las m ayúsculas, com o es norm a usual, representan los m anuscritos conserva­ dos y, las letras griegas, los m anuscritos interm edios perdidos, cuya recons­ trucción se pretende. Veamos, a continuación, cuáles son las razones que explican la diferente orientación en cada uno de los esquem as. En los tres prim eros casos, los tres m anuscritos p resentan errores conjuntivos, pero p resentan tam bién errores separativos. En el p rim e r caso, B presenta errores separativos respecto a A, y C presenta los m ism os errores separativos que B con respecto a A, pero contiene adem ás erro res separativos propios con respecto a B. En el caso 2., B y C p resentan erro res separativos no coincidentes respecto a A. En el caso 3., se dan erro res separativos de B respecto a A, y erro res separativos de A respecto a C y de C respecto a A, lo que excluye una relación de de­ pendencia directa en tre ellos. En el caso 4., ap a rte de erro res conjuntivos se dan erro res separativos en los seis sentidos posibles. El caso 5., se produce cuando se presentan erro res conjuntivos de B y C, y al m ism o tiem po e rro ­ res separativos conjuntos de B y C con respecto a A y de A con respecto a B y C, así com o erro res separativos de doble sentido en tre B y C. En la eventualidad de que los errores conjuntivos afectaran a A y C frente a B y viceversa, el stem m a representado en 5. cam biaría a la form a rep resen ta­ da en 6.

40

LA FIL O L O G ÍA

LA TINA

6.

Sin em bargo, la base sen a sustancialm ente la misma. Para el establecim iento de la dependencia en tre m anuscritos se pueden utilizar adem ás de los errores otros factores internos como son las diferen­ cias en los títulos e ilustraciones, y tam bién factores externos al texto en sí, como la calidad del m aterial o las características de la escritura. En los ejem plos 1., 2. y 3. se da la circunstancia de que la tradición nos ha legado m anuscritos que dependen directam ente de un ejem p lar an terio r conservado; consecuentem ente, las copias posteriores en lo único que varia­ rán será en la inclusión de erro res que las distancien del modelo y en defini­ tiva tam bién del original; en estos casos se aplica la norm a de la elim inatio codicum descriptorum . E sta norm a no equivale a decir que los mss. más recientes sean siem pre los peores (recentiores non deteriores dice una de las norm as de crítica textual de Pasquali), sino que hay que proceder a la elim i­ natio de un ms. reciente sólo en aquellos casos en que poseem os el modelo. Volviendo a los casos planteados, y dejando ap a rte el 1. y el 2., en los dem ás la pretensión de la labor crítica es la reconstrucción del texto de los ejem plares perdidos α, β> γ, en su caso. Ello se logra en base a las coinci­ dencias que adquieren un m ayor valor en cuanto aparecen en una de las dos ram as diferentes. En el ejem plo 5., será la coincidencia de B y C, o de B o C, con A la que nos sum in istrará el texto de β, y posteriorm ente, las coincidencias de A con β nos perm itirán rem o n tam o s a a. En la cu arta posibilidad el texto de γ vendrá determ inado por las coincidencias de dos de los m anus­ critos existentes fre n te al tercero. En am bas eventualidades la variante ais­ lada, la tercera, se desprecia (elim inatio lectionum singularium ). Im aginem os ahora que la tradición es m ás am plia y que está constituida p or dos ram as, u na del tipo 4. y o tra del tipo 5. E n tal circunstancia resul­ taría que en base al texto de α y de γ , previam ente establecido, al rep re­ se n tar unos ejem plares perdidos, según hem os visto antes, sería perfecta­ m ente posible rem ontarnos a un modelo anterior, que llam arem os ω·

LA L A BO R

FILO LÓ G IC A

41

E ste ejem p lar ω sería el modelo m ás antiguo que se podría rec o n stru ir a p ar­ tir de la tradición existente, o, dicho de o tra form a, el ejem p lar m ás cercano al original; a este ejem plar se le da el nom bre de arq uetip o ; los otro s ejem ­ plares reconstruidos y ubicados e n tre el arquetipo y los ejem plares conser­ vados recibirán el nom bre de subarquetipos. H asta aquí hem os ofrecido una exposición sum aria de la teoría stem m ática en su versión más pura. Sin em bargo, esta teoría, tal com o ha puesto de m anifiesto Pasquali, no logra su stra erse a ciertas dificultades. La principal de ellas es que parte de la idea de una transm isión de los textos exclusiva* m ente vertical sin considerar la posibilidad de que se den casos de contam i­ nación o lo que es lo m ism o de transm isión horizontal o transversal. Con estas denom inaciones nos referim os a aquellas situaciones en que el am a­ nuense, al copiar un texto, incluye variantes procedentes de o tro s modelos que tiene al lado. Cuando se presentan estos condicionantes, tal como esque­ m atizam os seguidam ente:

42

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LA TIN A

los resultados de la aplicación estricta del m étodo stem m ático serán, como mínimo, cuestionables. Cuando aparecen casos de codices m ixti, ejem plares en cuya fabricación se han com parado diversos m odelos, nos encontram os con la llam ada tradición abierta. 2.2.4.2.

L a t e o r ía

e c d ó t ic a

de

Dom

Q u e n t i n 38

La teoría ecdótica, pese a las reticencias con que ha sido acogida p o r p arte de algunos investigadores,39 no deja de ser una innovación en el cam po de la crítica textual, a p esar de que no llega a alterar ninguno de sus fundam entos. La teoría de Dom Q uentin se refiere exclusivam ente a la recensio, ya que su pretensión se centra en el establecim iento de la tradición de la form a más mecánica posible. Para entender perfectam ente el alcance de esta teoría se impone una acla­ ración de principio: D. Q uentin distingue drásticam ente «m anuscrito» y «for­ m a del texto». P artiendo de esta división, poco im p o rta rá la h istoria y la cro­ nología de un m anuscrito frente a la historia y a la cronología de un texto en él conservado. En consecuencia, se podrá llegar, y de hecho se llega, al trazado de stem m as en que un ms. m ás reciente se considere la fuente de o tro de datación anterior. En sum a, lo que im porta es la cronología lógica y no la real. S entado este principio, D. Quentin procede a realizar com para­ ciones en tre grupos de tres mss., intentando ver si alguno de ellos ocupa la posición de interm ediario en tre los otros dos. E sta circunstancia se d ará siem pre que aparezca el «cero característico». La noción de cero caracterís­ tico descansa sobre una idea muy sim ple: si un ms. es interm ediario en tre o tro s dos tendrá sem ejanzas con cada uno de ellos, pero éstos nunca conver­ gerán en contra de aquél. T anto si la posición interm edia viene rep resen ta­ da p o r A B

como por C

B A C

lo norm al es que en ningún caso haya coincidencias de B y C frente a A.

38. D. Q u e n t i n , «Mémoire sur rétablissem ent du texte de la Vulgate». Collectanea Bíblica Latina VI, 1922; y Essais de Critique textuelle. Paris 1926. 39. Véase A. D a i n , op. cit. pp. 177-178.

LA L A BO R FILO LÓ G IC A

43

Al establecer la com paración entre los tres mss. del grupo se pueden obtener los siguientes resultados: A y

B coinciden frente a C en n ocasiones (AB/C

= w¡).

A y

C coinciden frente a B en n ocasiones

(AC/B

= «j).

B y

C coinciden frente a A en 0 ocasiones

(BC/A

= 0).

La tercera de estas posibilidades es la que recoge la aparición del llam ad cero característico. Como resulta que este cero aparace en la oposición entre BC y A, será A el ms. interm ediario entre B y C, por la razón lógica antes m encionada. E ntonces tendrem os una cadena de la form a B ------------ A ----------- C pero sin ninguna orientación de sentido, ya que el modelo prim ero puede ser lo m ismo B que C; por ello la cadena an terio r se puede rep resen tar perfec­ tam ente como C ------------A ------------- B El sentido de la orientación dependerá de ulteriores observaciones. En el supuesto de que en la com paración no aparezca ningún cero: AB/C = «, AC/B = wj BC/A = nk tal ausencia significará que ningún ms. es interm ediario entre los dem ás y, por tanto, que los tres necesitan de un cuarto como interm ediario, cuya identidad revelarán las dem ás com paraciones:

44

LA FIL O L O G ÍA

LA TIN A

Si en lugar de un cero, aparecen dos o tres, tendrem os el indicio de que dos o los tres mss. respectivam ente son idénticos. Pero siendo com o es su­ m am ente extraño que com parando mss. diferentes resulte que son iguales, todo nos lleva a considerar éste como uno de los puntos débiles de la teoría ecdótica; observación corroborada por la com paración puntual de estos mss. supuestam ente idénticos que dem uestra su no identidad. E sta anom alía se debe a que en las com paraciones en grupos de tres no se pueden to m ar en consideración los casos en que los tres mss. tienen lecturas diferentes ni tam ­ poco las no coincidencias debidas a la existencia de lagunas. Volviendo al desarrollo central de lá ecdótica, una vez com parados tres a tres todos los mss., y detectados los interm ediarios correspondientes, se reú ­ nen y coordinan todos los esquem as hasta trazar la figura rep resen tativ a de las relaciones entre todos los mss.40

2.2.5.

Vocabulario básico de crítica textual

A bierta (recensio): Es aquella recensio en que las lecturas del arq u etip o no se pueden fija r m ecánicam ente m ediante la constatación de la coinciden­ cia de lecciones en ciertos apógrafos, sino que se determ ina solam ente p or el iudicium , escogiendo sobre la base de criterios, especialm ente internos, en tre varias lecturas cuya dependencia m utua no haya sido posible fijar en base al criterio genealógico externo. Antígrafo: M anuscrito utilizado com o modelo p ara la copia. Apógrafo: Copia del autógrafo realizada en vida del a u to r y bajo su dirección. También se le da esta denom inación al m anuscrito resu ltan te de un proceso de copia, en contraposición al copiado (antígrafo). Arquetipo: Térm ino acuñado por E rasm o de R otterdam y resucitado p o r Lachmann en su sentido actual. El arquetipo es el m anuscrito h ip o téti­ cam ente considerado com o fuente com ún de toda la tradición m anus­ crita llegada hasta nosotros. Caso de h aber varias tradiciones hab rá tam bién varios arquetipos. La época de los arquetipos se sitúa, p ara los autores clásicos de obras muy divulgadas, en tre los años 100 y 450 d. C.

40. Una variante del método quentiniano aparece expuesta en el libro de A. ’D e a r in g , A manual of textual Analysis. Berkeley 1959. El método ecdótico tiene la ventaja sobre otros de adaptarse con cierta facilidad a los procesos de automatización de la crítica textual. Puede verse al respecto: J. F r o g e r , La critique des textes et son automatisation. Paris 1968; G. P. Z a r r i ,· «L’automazione délie procedure di critica testuale, problem i e prospettive». Lingua e stile 6, 1971, pp. 397-414; G. P. Z a r r i , «Une étude quentinienne sur tradition m anuscrite de la Copa». Revue 1, 1974, 1-16; G. P. Z a r r i , «Une méthode de dérivation quentinienne pour la constitution semi-automatique de généalogies de m anuscrits; prem ier bilan». En La pratique des ordinateurs dans la critique des textes. Colloques du CNRS n.° 579, Paris 1979, pp. 121-141.

LA LA BO R FILO LÓ G IC A

45

Autógrafo: V. original. Breuior lectio potior: N orm a de crítica textual que, dadas dos lecturas d c ‘ diferente m agnitud, opta por la m ás breve al considerar la o tra sospe­ chosa de interpolación. Cerrada (recensio): Es la recensio que perm ite fijar de m anera auto m ática las lecturas del arquetipo m ediante la constatación de las coincidencias de los m anuscritos y sin intervención del iudicium . Codex mixtus: Es aquel códice en cuya elaboración el escriba se ha servido de varios m odelos; es decir, es un ejem p lar contam inado respecto a la transm isión vertical. Codex optimus: T am bién conocida com o la norm a del m ejor m anuscrito. Es una norm a de crítica textual precientífica, todavía no caída totalm ente en desuso, consistente en valorar un m anuscrito por encim a de los de­ más, tom ándolo com o base de lecturas, en particular, y de ediciones, en general. E ste sistem a es de frecuente uso en tre los rom anistas. En favor del m ism o se esgrim e al argum ento de que así se reproduce un texto tal com o alguna vez fue leído y ejerció una influencia, y no un tex­ to pro ducto de una depuración que en trañ a el riesgo de ser una entelequia. Codicología: Ciencia hum anística cuyo objeto es el estudio de los códices en sí m ism os; se excluye expresam ente de su cam po de atención la escri­ tu ra, cuyo estudio com pete a la paleografía. Collatio: Técnica de crítica textual integrada en la etapa de la recensio, con­ sistente en la com paración de m anuscritos y en el registro de las va­ riantes. Coniunctiui (errores)'. Son errores significativos que a priori no pueden d a r­ se de form a independiente en dos o m ás m anuscritos. Por tanto, su existencia en una serie de m anuscritos im plica la existencia de un pa­ rentesco en tre los mismos. Conjetura: Es la p ropuesta de alteración nuscritos que hace un ed ito r en base dicho texto, sirviéndose, únicam ente, conoce tam bién com o em endatio ope

del texto transm itido p o r los m a­ a la incoherencia o corrupción de de su buen sentido filológico. Se ingenii, diuinatio o im ientio.

Contaminación: V. horizontal ( transm isión). Difficilior: V. lectio. Difficilior lectio potior: Dado el supuesto de que el editor se encuentre con dos lecturas igualm ente aceptables po r su sentido y por co n co rd ar p er­ fectam ente con el uso lingüístico de su autor, esta norm a establece que debe o p ta r p o r la que conlleve una m ayor dificultad in terpretativa. Su

46

LA FI L O L O G Í A

L A TI NA

fundam ento se cifra en c o n tra rre s ta r su stitu ir las form as no com prensibles asequibles.

la tendencia de los copistas a a prim era vista por o tras más

Diuinatio: V. conjetura. Ecdótica (m étodo ecdótico): M étodo de crítica textual ideado p o r el m onje benedictino Dom Quentin. V. p. 42. Editio: Edición. Texto propuesto por el ed ito r com o el más cercano al ginal.

o ri­

Editio princeps: Es la prim era edición im presa de la(s) o b ra(s) de un autor. Como sea que la aparición de la im prenta en Occidente se produce en 1455 —im presión de la Biblia N azarina por J. G utenberg— todas las editiones principes serán posteriores a esta fecha. V. textus receptus. Editio uulgata: V. textu s receptus. E ditor: Filólogo encargado del establecim iento de un texto {editio). E lim inatio codicum descriptorum : N orm a de crítica textual, afecta a la etap a de la recensio, p o r la que se dictam ina que no se deben tener en cuenta los m anuscritos derivados directam ente de otros m anuscritos todavía existentes, ya que todas las variaciones del m anuscrito más reciente se encuentran ya en su modelo o bien, en caso contrario, se deben a erro res producidos en esta últim a copia. E sta norm a puede inducir a confusión, caso de ser mal in terp retad a; en efecto, no indica que todos los m anuscritos recientes tengan que ob­ viarse, sino sólo aquellos que tienen un antecedente claro y real. V. recentiores non deteriores. Eliminatio lectionum singularium: Cuando de un m ism o modelo (subarquetipo) dependen directam ente tres o m ás m anuscritos, si se da el caso de que dos (o m ás) de ellos coincidan en una lectura, frente al o tro (u otros) que presen tan una lectura divergente (y, caso de ser varios, no coincidentes en tre sí), esta lectura del m anuscrito debe ser despreciada, para la confección de la genealogía. Pero se puede d ar el caso de que sea precisam ente la buena, bien por proceder de una transm isión hori­ zontal, bien porque el escribiente ha enm endado el texto con acierto. Em endatio: E tapa del proceso de crítica textual inm ediatam ente p osterior a Ia recensio. Su finalidad es la fijación del original prim itivo a base de san ar las lecturas corrom pidas, su p rim ir las interpolaciones y rellenar las lagunas. Error: V. (errores) coniunctiui, separatiui, significatiui. E xam inatio: Es el análisis del m anuscrito p o r p arte del editor. Dicho análisis lleva aparejada la decisión sobre su autenticidad, tanto en lo que se re­

LA LABO R FILOLÓGICA

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fiere al conjunto, como en lo que se refiere a todas y cada una de sus lecturas. La sanción de no originalidad da paso a la em endatio. A p a rtir de la creación de la codicología la exam inatio ha pasado a fo rm ar parte de esta nueva ciencia, al menos en lo que hace referencia al m anuscrito en sí. Facilior: V. lectio. Familia: Concepto poco preciso. Se aplica al conjunto de m anuscritos depen­ dientes de un m ism o modelo. Glosa: Anotación interlineal o m arginal al texto de un m anuscrito con la fina­ lidad de am pliar, explicar o ac la ra r frases o palabras del texto. En oca­ siones, al copiarse los m anuscritos que las contienen, estas glosas se incorporan al cuerpo del nuevo texto dando lugar a las llam adas inter­ polaciones. H orizontal (transm isión): Responde tam bién al nom bre de contam inatio. E ste tipo de transm isión se produce cuando el escriba al copiar un códice introduce elem entos sacados de m anuscritos distintos del modelo. El nom bre de horizontal debe entenderse en oposición a vertical y tom a todo su sentido si se imagina un stem m a como

ω α

ß

donde la utilización de A, en el sentido antes indicado, por el copista de C, se visualiza horizontalm ente, en tanto que la transm isión de β a B sería visualm ente vertical. De idéntica form a, si el copista de B tom a elem entos de α nos encontram os con la transm isión transversal. Incunables: Dícese de todas las ediciones im presas desde la invención de la im p ren ta hasta el año 1500 inclusive. Interpolación. (M anuscrito) interpolado: La interpolación consiste en la adi­ ción al texto de un m anuscrito de elem entos originariam ente ajenos a él. La interpolación puede ser voluntaria, cuando el copista incorpora al texto elem entos nuevos con algún afán ilustrativo, o bien con intención de d isto rsio n ar el texto. Las interpolaciones involuntarias se producen cuando el copista incorpora al texto las glosas m arginales.

48

LA FIC O LO GÍ A LATINA

Inuentio: V. conjetura. Iudicium : Criterio del editor, debidam ente fundado en razones internas (usus scribendi, difficilior lectio potior), que lo lleva a escoger entre varias lec­ tu ras posibles. Lectio: Lección o lectura. Cada una de las variantes que ofrecen los m anus­ critos a juicio de los editores. Lectio facilior, difficilior: Térm inos usados en crítica textual para distinguir las lecturas de más fácil inserción en el contexto de aquellas o tras cuya inserción ocasiona mayores dificultades de interpretación. Método ecdótico: V. ecdótica. M étodo stem m ático: Es el m étodo clásico de crítica textual. Tam bién llam ado m étodo Lachm anniano (a p a rtir del nom bre de su form ulador) ha sido objeto de reform ulaciones y m ejoras por parte de P. Maas y G. Pasquali. V . p. 38.

Original: Se conoce con este nom bre el ejem plar m anuscrito salido de la m ano del autor. Paleografía: Ciencia hum anística que tiene por objeto el estudio de las es­ critu ras antiguas. P rearquetipo: Térm ino relativo, como su nom bre indica, usado para referirse a los m anuscritos anteriores al arquetipo, al texto de los cuales ha sido posible rem ontarse a p a rtir de testim onios indirectos o del hallazgo de papiros. Prototipo: Térm ino de uso muy restringido cuya im plantación se debe a Dain. Designa los m anuscritos, norm alm ente existentes, salidos directa o indi* rectam ente de ejem plares transliterados, y que constituyen el modelo de cada uno de los ram ales de nu estra tradición, tanto si han tenido des­ cendencia como si no la han tenido. Constituyen la base de los estudios y de las ediciones, ya que los ejem plares anteriores a ellos son escasos. Pueden datarse entre 8 0 0 y 1 2 5 0 . Recensio: Es la prim era fase del proceso de crítica textual. Su finalidad es, en p rim er lugar, la recolección y lectura del m aterial textual transm itido, y. a través de ello, la confrontación de m anuscritos (collatio), fijación de sus relaciones de parentesco, con el consiguiente trazado del stem m a codicum y la elim inatio codicum descriptorum . V. abierta, cerrada. Tam bién se utiliza el térm ino para referirse al trab a jo de revisión de una obra realizado por un antiguo gram ático o erudito. Recentiores non deteriores: N orm a de crítica textual que tiene com o finaliIidad salir al paso de una tendencia, usual hasta el siglo xx en crítica textual, consistente en infravalorar los m anuscritos m ás m odernos y

LA LA BO R FILOLÓ GIC A

49

sobrevalorar los antiguos. El lím ite exacto de esta norm a viene dado por la aplicación de o tra: la elim inatio codicum descriptorum . S eparatiui (errores)-. Son erro re s significativos, cuya presencia en unos m a­ nuscritos y ausencia en otro s determ ina, o bien la existencia de algún m anuscrito interm edio en tre ellos, o bien la pertenencia a ram as d istin ­ tas de la tradición. Signifícatiu! (errores): Son aquellos que a priori no pueden darse de form a independiente en dos o m ás m anuscritos. Y, consecuentem ente, deben tom arse en consideración para establecer las relaciones de parentesco en tre m anuscritos. Pueden ser coniunctiui y separatiui. V. estos térm inos. Stem m a codicum : Una de las m isiones de la crítica textual es el estableci­ m iento de las relaciones que tienen en tre sí los m anuscritos conservados, con la vista p uesta en la reconstrucción del texto del m anuscrito perdi­ do que está, supuestam ente, en la base de todos ellos. E stas relaciones se rep resentan gráficam ente en la forma de un árbol genealógico inver­ tido al que se le da el nom bre de stem m a codicum . S ubarquetipo: La caracterización del arquetipo, com o el m anuscrito del que depende la prim era ram ificación, lleva im plícita en sí la posibilidad de que esta ram ificación se m ultiplique, lo que hace necesaria la presencia de un térm ino adecuado para denom inar a los m anuscritos que, depen­ dientes m ediata o inm ediatam ente del arquetipo, han dado lugar a la form ación de fam ilias; este térm ino es el de subarq u etip o o hiparquetipo. Así, dado el stem m a

a sería el arquetipo, y ß y γ los subarquetipos. Subscriptio: N ota añadida p o r el am anuense o copista al final de su trab ajo . E sta nota puede c o n sta r de los siguientes elem entos: nom bre del am a­ nuense, del revisor, del dueño del m anuscrito, fecha de finalización del trab ajo , lugar de actividad y circunstancias de la revisión.

50

LA F I L O L O G Í A

LA TINA

En ocasiones, estas notas se copian de m anuscrito en m anuscrito, de form a que pueden no corresponder al m anuscrito en que se encuentran. Tabula genealógica: Denominación que J. A. Bengel dio a lo que luego se ha llam ado sistem áticam ente stem m a codicum . Textus receptus: La invención de la im prenta en 1455, ap arte de aseg u rar el fu tu ro de los textos, significó tam bién la entronización del p rim er tex­ to editado. Este texto, que no era o tra cosa que la transcripción en ca­ racteres de im prenta de un m anuscrito hum anístico cualquiera, adquirió, en virtud del poder mágico de la letra im presa, una naturaleza casi sa­ grada. Este texto se fue transm itiendo de m anera sucesiva con variacio­ nes m ínim as, y su propia fuerza de inercia lo fue preservando de alte­ raciones. A este texto se le conoce con el nom bre de textus receptus o tam bién editio uulgata. T radición: C onjunto de m ateriales que se pueden utilizar en la restitu ció n de una obra a su form a original. V. p. 13 y ss. T ransliterado (m anuscrito): M anuscrito copiado en un tipo de letra diferente de la del modelo. T ransm isión: V. horizontal, vertical. T ransversal (transm isión): V. horizontal. V ertical (transm isión): Es aquella transm isión realizada a través de la copia directa de un m anuscrito. Sea el stem m a

ω

A

B

C

La transm isión de A, B y C, con respecto a a, β y γ respectivam ente, es una transm isión vertical. Cf. horizontal. V etus (ed itio): Dícese de las versiones prejeronim ianas de la Biblia. Vsus scribendi: N orm a de crítica textual, inserta d entro del grupo de las llam adas internas, consistente en defender una u o tra lectura en base a las peculiaridades o características del escritor.

EL RESULTADO

51

V ulgata (editio): V. textus receptus. Asimismo se llam a específicam ente Vulgata la edición de la Biblia reali­ zada o revisada p o r S. Jerónim o.

2.3.

2.3.1.

EL RESULTADO: LA EDICIÓN CRÍTICA

Definición

Al h ab lar del resultado de toda la labor de fijación textual, que debe ser la edición crítica, conviene p rec isar de antem ano un concepto nuevo e im por­ tante, pues, de lo contrario, se pueden propiciar confusiones lam entables; nos estam os refiriendo al concepto de editor. D entro del contexto de la crítica textual, h ab lar de ed ito r equivale a hablar del erudito que ha preparado o dispuesto la edición o lo que es lo mismo dej responsable del contenido. Sentada esta prem isa, podem os definir la edición crítica como aquella que, en opinión de su editor, ofrezca el texto más cercano posible al original, con indicación de las variantes sustancialm ente im portantes.

2.3.2.

C aracterísticas

Desde o tra perspectiva, es tam bién posible decir que la definición de lo que es una edición crítica pasa a través de la descripción de las características que debe reu n ir una edición para hacerse acreedora a este nom bre. Son tres los elem entos que deben esta r presentes en toda edición crítica: la introduc­ ción o Praefatio, el texto, el ap a rato crítico. 2.3.2.1. La

in t r o d u c c ió n

Es una p arte im portantísim a en toda edición crítica, puesto que en ella se dan las p au tas y claves que facilitarán una correcta interpretación del texto. Antaño, era norm a que se red a cta ra n en latín, sin em bargo, últim am ente, se perm ite que su redacción se haga en una lengua m oderna, al tiem po que va ganando tam bién en extensión. La introducción consta básicam ente de dos partes: un a prim era, de ca­ rác ter m ás general, en la que se detallan una biografía del au to r y un estudio de su obra; am bos aspectos suelen estar orientados a facilitar la in terp reta­ ción del texto y, por tanto, se atiende a las circunstancias que influyeron y propiciaron la gestación de la obra, acom pañadas de un estudio de las fuen-

52

LA FIL O LO GÍ A

LATINA

tes y un estudio de las secuelas literarias de la obra (en ocasiones, este as­ pecto se reduce al influjo en la zona cultural a la que pertenece el editor). U ltim am ente se va imponiendo la tendencia a acabar esta parte, o bien la introducción en general, con una relación de las ediciones anteriores de cierta im portancia, acom pañada de una reseña bibliográfica que abarque los prin­ cipales estudios acerca del autor y, particularm ente, acerca del texto de la obra, así como también, en ocasiones, de una lista de las m ejores trad u c­ ciones, especialm ente a la lengua en que está redactada la introducción. E sta prim era parte, aun siendo muy im portante, es la menos necesaria, p o r lo menos en el aspecto form al, para la com prensión de la obra, lo que explica que m uchísim as de las ediciones m enos m odernas carezcan de ella. Desde el punto de vista literario, estas introducciones frecuentem ente consti­ tuyen auténticas piezas m aestras de interpretación; podría decirse que la sum a de estas prim eras partes de la introducción, en la línea de las que ofre­ ce, por.ejem plo, la Collection des U niversités de France (Bude), podría cons­ titu ir la base de un excelente m anual universitario de literatu ra. La segunda parte de la introducción es, sin duda, la m ás in teresan te des­ de el punto de vista filológico; contiene, ante todo, lo que se ha dado en llam ar la historia del texto; es decir, una relación de los m anuscritos que contienen el texto objeto de la edición, con indicación de los avatares por los que ha pasado cada uno de ellos: datación, características físicas del m a­ nuscrito, tipo de letra, estado de conservación, correcciones sufridas, propie­ tarios que ha tenido, traslados que haya experim entado, etc., y, por supuesto, su código de identificación, que, caso de h ab er sufrido el m anuscrito un cam ­ bio de ubicación en época reciente, puede ser doble, al indicarse el código de identificación anterior y el actual. Hay que incluir tam bién las noticias que se tengan de m anuscritos perdidos, de las recensiones o ediciones anti­ guas y de los lugares donde eran leídos en la Edad Media. Es im portantísim o el estudio de las relaciones de los m anuscritos en tre sí; relación en la que el ed ito r pone siem pre especial cuidado, p o r las repercusiones que tiene en la fijación del texto. E sta relación entre m anuscritos suele representarse, cuando ha lugar a ello, en form a de stem m a codicum o diagram a arb ó reo de la relación dependencial entre los códices. Veamos un ejem plo b astan te com ­ plejo, el stem m a de T. Livio según R. M. Ogilvie en la edición de Oxford de 1974, que reproducim os en la página siguiente. Vamos a tra ta r de explicarlo: toda la tradición de Livio depende de ma­ n era muy principal de la revisión y corrección realizada alrededor del año 400 de n u estra era por el círculo de Símaco. El resultado de esta recensio es N (consensus codicum Sym m achianornm ) , de quien depende toda la tradición posterior. Independientes de esta revisión tenem os dos testim onios: $ (Papy­ rus O xyrhynchus XI, 1379, siglo iv), que contiene fragm entos del libro I, y V (Codex Veronensis, del siglo v) con fragm entos de los libros III y IV. De la recensio sim aquiana derivarían dos fam ilias la μ y la Δ, dividida ésta a su vez en dos, la π y la λ. La prim era, la μ , integrada por M (Codex M ediceus, del siglo x) y Vorm (Codex V orm atensis, siglo ix), códice perdido, que cono­ cem os p o r los extractos que hizo de él Beato Renano en la segunda edición

EL RE SUL TA DO

53

Frobeiana publicada en Basilea en 1535. De un códice indeterm inado de esta fam ilia tom ó P etrarca —en opinion de Ogilvie— las correcciones que in tro ­ d ujo en su revisión del Codex A gnensis ((A2), siglo x iil). Por su p arte, la cla­ se π de la fam ilia Δ la constituyen los códices U (Codex U psaliensis, siglo x), P (Codex Parisiensis, siglo x), E (Codex Einsiedlensis, siglo x), que contienen algunas lecturas sacadas de la clase λ, y O (Codex O xoniensis, siglo xi), que deriva de un ejem plar cercano a E, que tam bién contenía lecturas proceden­ tes de λ· A su vez, la clase λ de Δ la integran K (fragm entos hallados en la B iblioteca Real de Copenhague, siglo ix), H (Codex Haríeianus, siglo x), y W (bifolium hallado en el archivo de la ciudad de Hesse, siglo xi). H asta aquí lo que dice el stem m a \ sin em bargo, la tradición de Livio es m ucho m ás am plia y no se detiene ahí, pero el editor prescinde de los códi­ ces no señalados p o r pensar que en ellos no hay ninguna variante que no esté ya en los citados más arrib a.

54

LA FI L O L O G Í A

LATI NA

La elaboración del stem m a ha llegado a co n stitu ir una especie de reto para todo editor, hasta el punto de que en ocasiones ha pasado a convertirse casi en un fin en sí mismo, cuando la realidad im pone en la m ayoría de los casos una prudencia extrem a en este aspecto; y es preciso no olvidar en n in­ gún m om ento que el stem m a no es o tra cosa que un procedim iento gráfico que perm ite una m ás fácil visualización de la realidad. E sta segunda p arte de la introducción se cierra con el ap artad o de siglas {sigla), en el que se recoge una relación escueta de los m anuscritos utilizados en la fijación del texto, con indicación de su cronología; caso de que el m a­ n u scrito no contenga toda la obra, se pueden indicar tam bién los párrafos o versos que contiene el m anuscrito en cuestión; y, por supuesto, la letra (ini­ cial de su nom bre, po r lo general) por la que va a ser citado en lo sucesivo. En la m edida de lo posible se utilizan caracteres latinos en m ayúsculas, pero, en caso de necesidad, se recurre tam bién a las m inúsculas. Por ejem plo:

L = Codex Lugdunensis n.607. saec.VI-VII, lib.I-V. I = Codex Lugdunensis n.606. saec.IX, Iib.I (in.) et Vl-XIV Asimismo en este ap artad o se puede re c u rrir a englobar los m anuscritos per tenecientes a una m ism a familia, según el estudio efectuado por el editor, bajo una sigla, que norm alm ente es una letra del alfabeto griego. Ello sin perjuicio de que pueda aducirse, siem pre que sea necesario, el testim onio p articu la r de un m anuscrito integrante de la familia. Por tanto, estas siglas referidas a una fam ilia de mss. sólo podrán u sarse en aquellos casos en que exista coincidencia en tre todos los m anuscritos que la integran. Cf. la expli­ cación del stem m a p. 40 y ss. A continuación de los m anuscritos se citan tam bién, con sus co rresp o n ­ dientes abreviaturas, las prim eras ediciones, caso de que sean im p o rtan tes p ara la fijación del texto. Por ejem plo: Aid = E ditio Aldina, V enetiae 1518. Deben relacionarse tam bién las siglas de las ediciones m odernas conside­ rad as como clásicas, ya sea po r la relevancia de sus autores, o porque conten­ gan una ap ortación filológica sustancialm ente im portante p ara la fijación del texto. Por ejem plo: Bii — B üchleriana editio, 1862. F inalm ente se incluyen las convenciones a utilizar en el ap a rato crítico, siem pre que no form en p arte del caudal usual de abreviatu ras.

2.3.2.2.

El

texto

C onstituye la p ropuesta en firm e del editor de lo que, a su juicio, es el texto m ás cercano al original, de acuerdo con los m edios de que dispone. E ste

EL RES UL TA DO

55

texto se p resenta num erad o por versos (cada cinco) si se trata de una obra en verso, y en capítulos y parágrafos, si la o b ra es en prosa. Para los ca­ pítulos suele utilizarse num eración rom ana, y árabe para los parágrafos; aunque en este aspecto la norm ativa es más bien elástica, pues no son ex­ trañas las ediciones que utilizan num eración árabe tanto en capítulos como en parágrafos. Asimismo, en las obras en prosa las líneas (partiendo del inicio de página, de capítulo o de párrafo) se enum eran de cinco en cinco. C entrándonos en el verso hay que considerar algunos aspectos im por­ tantes. Es norm a general que la num eración usada se corresponda con la de alguna edición a n terio r im portante, por referencia a la cual se puedan esta­ blecer las variaciones en el orden de los versos. Por otra parte, hay que p restar m ucha atención al hecho de que se pueden dar notables diferencias en lanum eración de una edición a otra; cosa que se puede deber y se debe, p articu larm ente en el caso de las comedias de Plauto o Terencio, al hecho de que hay autores que num eran prescindiendo del prólogo, en tanto que otros lo tienen en cuenta. Considerem os otro caso: un editor cree aconseja­ ble in tro d u cir una serie de cam bios de orden respecto a la edición cuya nu­ m eración se tom a por referencia. Su form a de proceder será la siguiente: colocará los versos en el orden que él crea que deben estar, pero a su iz­ quierda situ ará el núm ero que tenían en la edición referenciada y no el núm ero que lógicam ente les correspondería por su nueva situación. Por ejem plo, en la edición del Curculio de Plauto a cargo de Lindsay, publicada en la colección de Oxford, leemos: 30 sem per curato ne sis intestabilis. 32 PH. quid istuc est uerbi? PA. caute ut incedas uia: 31 quod am as am ato testibus praesentibus. En otro s casos puede que se trate de reintroducir en el cuerpo de la obra versos considerados norm alm ente como espurios o bien de desdoblar un ver­ so en dos; en tales casos se asigna al verso reintroducido o recreado el núm e­ ro correspondiente al verso que lo va a preceder seguido de un exponente alfabético. P or ejem plo, citem os los versos correspondientes a Bacchid.es tam ­ bién de Plauto, en la m ism a edición del propio Lindsay: 630 PI. heiia, bonum habe anim um . MN. unde habeam ? 630a m ortuo ‘ pluri ' pretist quam ego sum . PI. m ilitis parasitu ' modo. 63Ia uenerat aurum petere hinc. Caso de que no sea uno solo el verso reintroducido, sino varios, entonces se recu rre a sucesivos exponentes alfabéticos, b, c, etc. Tam bién se da el caso contrario, que el editor piense que es necesario u nir dos versos en uno solo; en tal caso, se unen los dos versos y a su izquier­ da se señala la doble num eración, con independencia de que se corresponda

56

LA FI LO LO GIA

LATINA

con Ia num eración de cada cinco. Por ejem plo, en la m ism a edición ya citada de Bacchides encontram os: 724-725 CH. euax, niini ' bellus atque ut esse m axum e optabam [locus. De esta m anera la filología clásica, por lo menos respecto a las obras de im portancia, dispone de un procedim iento universal de citación. Así Verg. Aen. 4, 208 hace referencia al mismo verso sea cual sea la edición. En el interior de lo que constituye el texto en sí mismo, tanto si es prosa como si es verso, aparecen una serie de signos críticos, pocos, pero muy im portantes, que hay que tener muy en cuenta. Son básicam ente los siguientes: < >

Paréntesis angulares. En su interior se colocan aquellos elem entos añadidos al texto por el editor, tanto si responden a co n jetu ra suya, o a la asunción de una co n jetu ra p ropuesta por otro editor. Vea­ mos un ejemplo en la edición del Satiricon de Petronio a cargo de M. C. Díaz y Díaz, edit. Alma Mater. 40. Necdum sciebam us < q u o > m itterem u s suspiciones nostras... donde se recoge una adición de Mentelius.

[ ]

Paréntesis cuadrados. Se insertan en tre ellos aquellas partes de texto que se supone que son interpolaciones posteriores al au to r, pero que el editor no se atreve a extraer del texto por las causas que fueren. De ejem plo nos servirá el siguiente pasaje de Livio en la edición de Oxford a cargo de R. S. Conway y C. F. W alters: 1,5. Iam tum in Palatio [m onte] Lupercal hoc fuisse ludicrum ferunt. Conviene advertir que en las ediciones de textos rom ánicos o de lenguas m odernas estas dos clases de paréntesis son usadas con valor invertido: < > para interpolaciones y [ ] para adiciones.41 Hay ediciones en que los signos anteriores no se usan si no es en unidades iguales o superiores a la palabra. En tan to que, en las adiciones o cam bio de grafem as, se recu rre a cam bios tipográ­ ficos. Tal es el caso de la colección Budé. Por ejem plo, el verso VI, 514 de la edición de Silio Itálico de P. Miniconi y G. Devallet: Tum uero infelix, m entem furiata dolore. Donde tenemos las form as uero y m en tem en lugar de uere y m en te que dan los m anuscritos.

41.

Cf. A.

B le c u a ,

Manual de crítica textual. Madrid

1983, p p . 144-145.

EL R E SU L TA DO

***

57

A steriscos en núm ero indeterm inado. O bien,

. . .

Tres puntos suspensivos, en m edio del texto, son señal de la exis­ tencia de una laguna.

< . . .>

Los asteriscos o los tres p untos suspensivos van insertos en tre p aréntesis angulares; se quiere señalar que la laguna no viene tran sm itid a por el com ún de la tradición m anuscrita, de m an era que, o es una propuesta del editor, o bien éste asum e la p ro p u esta de o tro ed ito r anterior.

tt

Cruces. Señalan aquellos pasajes corrom pidos y que el editor se ve incapaz de san ar de una m anera satisfactoria. El pasaje corro m p i­ do se coloca entre las dos crucecitas. P or ejem plo, la m ism a edi­ ción de Plauto, de Lindsay: A m ph. 884. ea quae sunt facía ■)* infectare est at f clamitat. Con estos signos, una o más b a rra s verticales, se pueden recoger las correspondencias de página o de folio con alguna edición an te­ rio r notable o con algún m anuscrito especialm ente significativo.

2.3.2.3.

El

aparato

c rít ic o

Constituye el elem ento im prescindible de toda edición crítica al ser el punto de confluencia de la labor de crítica textual realizada p or el filólogo. Se sitúa en la p arte in ferio r de cada página, separado convenientem ente del tex­ to. Existen ediciones en que el ap arato crítico se coloca en form a de apén­ dice al com ienzo o al final de la obra. Un ap arato crítico com pleto consta de tres partes, de las cuales es co­ rrien te que las dos prim eras se om itan; son éstas: la indicación del códice utilizado com o base, relación de fuentes y testim onios, y el aparato p ro p ia­ m ente dicho. a.

Indicación del códice utilizado com o base

En este a p a rtad o se señala el m anuscrito tom ado como base p ara un capí­ tulo, una escena, una serie indeterm inada de versos, etc. Sin em bargo, estas indicaciones sólo se hacen en el caso de que las fuentes m anuscritas varíen sensiblem ente a lo largo de la obra, debido norm alm ente al hecho de que los m anuscritos m ás fiables no contienen la totalidad de la obra. b.

Relación de fu en tes y testim onios

E sta segunda p arte del aparato crítico, de carácter optativo, contiene un a re­ lación de los pasajes de otros autores que han servido de modelo o de ins-

58

LA F I L O L O G Í A

LA TI NA

piración p ara una p arte del texto (fontes), y la indicación de los pasajes de la obra de otros autores inspirados en el texto de referencia, así como las citas que se han hecho de éste (testim onia). c.

E l aparato crítico en sentido estricto

En este ap artado el ed ito r señala aquellas variantes con respecto al texto propuesto por él, que no sean m eram ente ortográficas. El ap arato crítico tiene una doble finalidad: la prim era es in fo rm ar al lector de las discrepancias que p resentan los m anuscritos en tre sí y de la diversidad de las lecturas adm itidas por los eruditos, a fin de p ro p o rcio n ar­ le todos los elem entos de juicio de m anera que pueda discrepar del juicio del editor. Pero no es ésta la finalidad más im portante: el aparato crítico es el fundam ento de la genealogía de los m anuscritos y de la bondad asignada a un determ inado m anuscrito, o a unos determ inados m anuscritos, pues la lectura escogida no es sim plem ente aquella que «parece» m ejor, sino que la preferencia ha de venir defendida m ás bien po r un detenido examen crítico, basado p rincipalm ente en la diferente auto rid ad de los m anuscritos y en sus coincidencias y discrepancias. E sencialm ente hay dos clases de ap arato crítico; según sea la configu­ ración de esta tercera parte, el ap a rato crítico podrá ser positivo o negativo. A parato crítico positivo es aquél que, caso de existir p ara un d eterm i­ nado pasaje lecturas diferentes, em pieza indicando la palabra asum ida en el texto, seguida de la relación de m anuscritos en que se halla esta lectura, p ara seguir, a continuación, con las lecturas de otro s m anuscritos, las con­ je tu ra s de h u m anistas y filólogos, y las observaciones que crea o p ortuno el editor. Un ejem plo de colección con ap arato crítico positivo es el de los tex­ tos de la Budé. En cam bio, en un aparato crítico negativo sólo se indican las lectu ras discordantes de la adoptada, sin h acer referencia a las fuentes de ésta. Los O xford Classical T exts constituyen un genuino ejem plo de colección con ap a­ rato crítico negativo.. El aparato negativo tiene la ventaja de ser más escue­ to, pero a costa de una claridad m enor, en tanto que el positivo alcanza m ás claridad a costa de ser m ás prolijo. Téngase en cuenta, de todas form as, que un ap a rato crítico de apariencia negativa puede ser en realidad positivo. Así, cuando hay (o se tienen en cuen­ ta) unos pocos m anuscritos, la falta de m ención de la lectura del m anus­ crito principal o de dos o tres de ellos puede indicar, si así lo advierte el ed ito r en el prólogo, que en ellos se lee el texto aceptado. Y viceversa, en m uchos ap aratos de apariencia positiva no se da en realidad toda la infor­ m ación necesaria p ara em itir un juicio de valor. Reproducim os a continuación una m uestra de edición con ap arato crí­ tico negativo y o tra con aparato crítico positivo. Corresponde la prim era a la reciente edición de C. C odoñer de las Q uaestiones Naturales de Séneca, en la Colección hispánica de autores griegos y latinos (M adrid 1979), y la

EL RESULTADO

53, 1

NATVRALIVM QVAESTIONVM

LIB. II

59

54, I

53

Illud est mirum quod uinum fulmine gelatum, cum ad priorem habitum redit, potum aut exanim at aut dementes facit. Quare id accidat quaerenti mihi illud occurrit. Inest uis fulmini pestifera; ex hoc aliquem remanere spiritum in eo umore quem coegit congelauitque simile ueri est; nec enim alligari potuisset, nisi aliquod illi esset additum uinculum. 2 Praeterea olei quoque et omnis unguenti taeter post fulmen odor est; ex quo apparet inesse quandam subtilissimo igni et contra naturam suam acto pestilentem potentiam, qua non icta tantum cadunt sed et afflata. Praeterea quocumque decidit fulm en, ibi odorem esse sulphuris certum est, qui, quia natura grauis est, saepius haustus alienat. 3 Sed ad haec uacui reuertemur. Fortasse enim libebit osten­ dere quam omnia ista a philosophia parente artium fluxerint. Illa primum et quaesiuit causas rerum et obseruauit effectus et, quod in fulminis inspectione longe melius est, initiis rerum exitus contulit.

54

Nunc ad opinionem Posidonii reuertor. E terra terrenis-

53

1-2 potum: potu ND1 · 5 congelauitque: coagulauitque N gelauitque ZLp · enim om. N · 6 nisi aliquod: uel aliquid Q J 1 · 2.1 olei: olet HZP LNJ> solet Q J 1 · et: ex L · taeter: tecum Q J · 3 naturam suam 2L : suam N naturam cett. pestilentem: pestilentiam PLN pestis lentam H 4 et om. H ZPLN Q J Castigl. · afflata: sufflafa Q J 1 5 natura om. H 6 saepius: diutius Z · 3.1 haec: hoc H N Q Jß * enim om. N · libebit om. Q, * 2 artium: sunt L om. Paß * fluxerint Müller: fluxerunt codd. · 4 ful­ minis: fulminum Z * longe om. B · initiis: uitiis H Q J 1 in uitiis L · 54 1.1 reuertor: reuertar Z

[101] E jem plo de edición con aparato crítico negativo: una página de Cuestiones N atu­ rales de Séneca, a cargo de C. Codoñer (M adrid, 1979).

60

LA FILOLOGÍA LATINA

L IB E R P R I M V S

dedecus, ac Siculo demergere foedera ponto. D at m entem luno ac laudum spe corda fatigat. Iam que au t nocturno p en etrat Capitolia uisu, a u t rapidis fertur per sum m as passibus Alpis. Saepe etiam famuli tu rb ato ad limina somno expauere trucem per uasta silentia uocem ac largo sudore uirum inuenere futuras miscentem pugnas et inania bella gerentem. H anc rabiem in finis Italum Saturniaque arua addiderat quondam puero patrius furor. Ortus Sarrana prisci Barcae de gente, uetustos a Belo num erabat auos. N am que orba m arito cum fugeret Dido fam ulam Tyron, impia diri Belides iuuenis u ita u erat arm a tyranni e t se participem casus sociarat in omnis. Nobilis hoc ortu e t dextra spectatus H am ilcar, u t fari primamque datum distinguere lingua H annibali uocem, sollers nutrire furores, Romanum seuit puerili in pectore bellum. Vrbe fuit media sacrum genetricis Elissae Manibus e t patria Tyriis formidine cultum, quod taxi circum e t piceae squalentibus um bris abdiderant caelique arcebant lumine, tem plum . Hoc sese, u t perhibent, curis m ortalibus olim exuerat regina loco. S tan t m arm ore m aesto effigies, Belusque parens omnisque nepotum

7

65

70

75

80

85

64 aut L F V : u t Ο fl 60 limina 0 : lumina L F V (cf. I l t 81 Sc 103) ¡I 71 quondam CH : tandem L O V om. F || patrius S CH : patris heu coni. Hilberg || ortus CH : oseus L O ostus V 1 ortus V* mg. estus F 1 astus F * || 77 spectatus L F V : spectans 0.

E jem plo de edición con aparato crítico positivo: una página de Púnica de Silic Itálico, a cargo de P. M iniconi y G. Devallet (Paris, 1979).

EL RESUL TA DO

61

segunda a la coetánea edición de P. Miniconi y G. Devallet de los Punica de Silio Itálico en la Collection des U niversités de France (Paris 1979). En ninguno de los dos aparato s encontram os indicación del códice u ti­ lizado como base p ara el establecim iento del texto, así com o tam poco la relación de fuentes y testim onios. Pasem os, pues, a com en tar separadam en­ te el ap arato crítico propiam ente dicho. En el aparato negativo de C odoñer encontram os que en 1.2., frente al texto fijado, potum , existe o tra lectura potu conservada por el ms. N y p or la prim era m ano del ms. D. En 1.5. se nos inform a de que ju n to a la lectura propuesta, congelauitque, el ms. N da coagulauitque, m ientras los mss. Z, 1, β, dan gelauitque. En esta m ism a línea, el ms. N om ite el vocablo enitn. En 1.6. encontram os la m ención de la lectura divergente uel aliquid, que proporciona el ms. Q y la p rim era m ano de J, fre n te a la lectura adoptada por el ed ito r nisi aliquod. En 2.1. se indica que el ed ito r ha escogido la form a olei en vez de olet, que apo rtan H, Z, P, L, N y la segunda mano de J, y de solet, que aparece en Q y en la prim era m ano de J. En esta m ism a línea el ms. L da ex en lugar del et incorporado y los mss. Q, J dan tecum en lugar de taeter. En 2.3. el texto adoptado por el editor, naturam suam , se apoya en los mss. Z, L, en tan to que el ms. N da suam y todos los dem ás naturam. En este m ism o lugar se prefiere pestilentem a pestilentiam , lectura recogida p or P, L, N, y a p estis lentam , que recoge H. En 2.4. Ia form a et asum ida en el texto se en cuentra om itida en los mss. H, L, P, L, N, Q, J, om isión apoyada por la co n jetu ra de Castiglione. Tam bién aquí, se ha preferido la lectura afflata en vez de sufflata, que aparece en Q y en la p rim era m ano de J. En 2.5. el vocablo natura, m antenido en el texto, se om ite en el ms. H. En 2.6. el ms. Z da d iutius en lugar de la form a incorporada saepius. En 3.1. en co n tra­ mos com o form a divergente de haec, el hoc de H, N, Q, J, 0, así como refe­ rencias de la om isión de enim por p arte de N y de libebit por p arte de Q. En 3.2. encontram os que, frente a artium , lectura recogida, el ms. L da sunt, y los mss. P, α, β, om iten artium . Y en esta m ism a línea el editor se m uestra p artid ario de la co n jetu ra de M üller fluxerint, en detrim en to de las lecturas de los códices que dan todos fluxerunt, etc. Pues bien, exceptuando este ú l­ timo caso y el de naturam suam en 2.3., en los que tenem os constancia de lo que dicen todos los mss. y de cuál es el apoyo del texto seleccionado por el editor, en ninguna o tra ocasión hallam os referencia alguna de la apoyatura de este texto. O bservem os ahora contrastivam ente el ap a rato crítico positivo propues­ to por Miniconi y Devallet, y verem os que con él se puede saber en cada caso cuáles son los m ss. en los que se basa el texto de los editores y todas las lecturas alternativas a este texto. En el verso 64 el edito r acepta la lectura aut conservada p o r los mss. L, F, V frente a la del ms. O que da ut. En 66, en cam bio, opta p o r lim ina, lectura conservada en O, frente a L, F, V que ofrecen lum ina. ‘E n 71 la lectura asum ida, quondam , es la ap o rtad a p o r la colación de un ms. perdido, el Codex Coloniensis, realizada por H einsius (CH), en perjuicio de la lectura tandem presentada por L, O, V, y de la om isión de este vocablo en F. En este m ism o verso indica el ed ito r que, en lugar de

62

LA FI LO LO G Í A

LATINA

la co n jetu ra de H ilberg, patris h eu , ha preferido la lectura patrius ap o rtad a por los cu atro mss. (S = LFOV) y po r la ya citada colación de H einsius del Codex Coloniensis. Y siguiendo en el verso 71, vemos que el texto asum ido, ortus, se apoya en la colación de H einsius y en la anotación de la segunda m ano de V en el m argen, m ientras en los mss. L, O se lee oscus, en la p ri­ m era m ano de V ostus, en la prim era de F estus, y en la segunda de F astus. Y, finalm ente, en el verso 77 los mss. L, F, V ofrecen el texto aceptado spec­ tatus frente a O que ofrece spectans. Como elem ento contrastivo dam os a continuación una m uestra de o tro modelo de ap arato crítico que ocupa una posición interm edia en tre los dos an terio res, ya que proporciona en cada caso inform ación acerca de los mss. en los que se basa el texto propuesto, pero no necesariam ente la totalidad de las lecturas divergentes de los dem ás mss. En este caso el texto corres­ ponde a la edición del Satiricon de P etronio realizada para la Colección his­ pánica de autores griegos y latinos po r M. C. Díaz y Díaz (M adrid 1968-69). En la prim era p arte del ap arato, vemos que se nos ofrece la cita de la frase de Cicerón que se m enciona en la línea 13 del texto. E n la segunda p arte se nos indica que los m anuscritos usados com o base para el capítulo 3 son L (= consensus librorum s. X V I exscriptorum qui e Cuiaciano praecipue pendent, según leemos en el ap artad o de siglas) y X ( = consensus codicum O δ), excepto p ara la p arte del texto que va de nisi a relinquentur y de fic ti a fecerint (ya en la página siguiente) en que la base ha sido φ ( = lectiones Florilegiorum). Luego, en la p a rte propiam ente crítica, nos encontram os con los siguien­ tes datos, distribuidos por líneas: línea 1). El editor apoya la lectura eloquen­ tiae regula, de los m anuscritos, frente a la con jetu ra propuesta p o r H aase y Bücheler. Línea 3). El texto propuesto por el editor, carm en quidem , lo contienen los m anuscritos B, 1, p, s, t; m ientras que el m anuscrito P ofrece quidem carm en, y los m anuscritos R, S y m ofrecen carm en quod. Nótese que cuando en el ap arato crítico se señalan una serie de m anuscritos vienen citados unos d etrá s de otros sin ninguna com a que los separe y sin ningún tipo de copulación. Línea 6). El ed ito r propone la lectura tam sobre la base de los m anuscritos L, X, en frente del m anuscrito A que da tum . Línea 7). La lectura est la contienen los m anuscritos X, í, p, t, m ien tras que los dem ás la om iten. En esta m ism a línea hay un m anuscrito, I, que figura den tro del consensus de L, que da una inversión de lectura, diutius me, en lugar de m e diutius. Líneas 7-8). Dos m anuscritos englobados en X, dan la lectura portico, en lugar de porticu. Línea 9). S, que represen ta a un grupo de m an u scrito s englobados po r X ,da quia en lugar de quod. Línea 11). nim irum es la lectura que dan los códices; lectura asim ism o defendida por B uriss, etc. Como quiera que la serie de abrev iatu ras que pueden figurar en un ap a­ rato crítico no siem pre se encuentra reseñada en las ediciones, dam os a con­ tinuación una lista de las m ás corrientes, haciendo la observación de que existen posibilidades de doble lectura para una m ism a ab rev iatu ra y de do­ ble ab re v iatu ra para una m ism a lectura.

63

EL RESULTADO

2,

7

SATIR IC O N

3,

3

8 c o rru p ta eloquentiae regula stetit et obm utuit. Q uis postea, ad sum m am , T hucydidis, quis H yperidis ad fam am processit? Ac ne carm en quid em sani coloris enituit, sed om nia quasi eodem cibo pasta non p o tu e ru n t usque ad senectutem canes9 cere. P ictu ra quoque non alium exitum fecit, postquam Aegyptio ru m au d a c ia tam m agnae artis com pendiariam inuenit». N on est passus A gam em non me diutius declam are in p o r­ ticu q u a m ipse in schola sudauerat, sed: «Adulescens», in q u it, « q u oniam serm onem habes non publici saporis et, quod raris­ sim um est, am as bonam m entem , non fraudabo te arte secreta. 2 N im irum , in his exercitationibus doctores peccant qui necesse h ab e n t cum insanientibus furere. N am nisi d ix erin t q u ae a d u ­ lescentuli probent, u t a it Cicero, “soli in scholis re lin q u e n tu r” . 3 S icu t ficti adulatores, cum cenas diu itu m ca p ta n t, nihil prius m e d ita n tu r qu am id quod p u ta n t gratissim um audito rib u s fore — nec enim aliter im p e tra b u n t quod p etu n t nisi q u asd am in-

5

3

10

is

13 soli — relin q u en tu r C tc. p ro Caelio 41

3

L X + [nisi — re lin q u e n tu r] [ficti — fecerint] φ

1 eloquentiae regula codd. recte : regula eloquentia Haase Bù · 3 carmen quidem Blpst : quidem carmen P carmen quod RSm * 6 tam] tum A 3 7 est Xlpt : om. cett. · me diutius] diutius me l · 7-8 porticu] poruco BR · 9 quod] quia 5 * 11 nimirum codd. def. Burriss : nil mirum si Leo nihil ni­ mirum Bü · 12 nisi BRiflpt : ni P qui cett. * 13 relinquentur] relinquuntur / * 14 cenas £φδ : cena B cenam RP * 16 nec enim] non enim / nam nec φ

[10] E jem plo de edición con aparato crítico «interm edio»: una página de Satiricon de Petronio, a cargo de M. C. Díaz y Díaz (M adrid, 1968-69).

64

LA F IL O LO GÍ A

a.c. a. corr. a.r. a. rqs. Aac A1, B1, C1... acc. acc. ad 1. ad loc. add. adscr. al. a it.

ap ­ ea.

cancell. cett. cf. ci. cl. cod. codd. codd. cet. codd. rell. coll. comm. comp. coni. cont. corr. dam n. def. def. del. des. dett. dist.

LATINA

ante correctionem, ante correctionem, ante rasuram, ante rasuram. m anuscrito A ante correctionem . m anuscrito A post correctionem . Üsase para señalar la prim era mano de un m anuscrito, caso de que contenga o tras m ás recientes. Las sucesivas m anos se m arcan con el cam bio de exponente, A2, B2; A3, B3, etc. accedente, accedit. accentus. ad locum. ad locum. addidi, addidit, addunt. Caso de que el valor sea el represen­ tado por las dos últim as posibilidades,se debe añ ad ir el nom ­ bre del filólogo o filólogos responsables de la adición. adscripsit, adscriptum . alii, alios locos, alibi, aliter, alias. alterum . Se usa para referirse al segundo de los vocablos repetidos en una línea o verso. apud. circa. cancellauit. codices ceteri. confer. coniecerunt. collât o, collât a. codex. codices. codices ceteri. codices reliqui. collato, collata. com m entarius. com pendium . coniecerunt. contulit, contulerunt. correxit, correxerunt, correctum . dam nauit. defendit, defenderunt. deficit. Üsase para señalar el inicio de un corte im portante en el m anuscrito. deleuit, deleuerunt. desinit. Sirve para señalar el final de un m anuscrito. codices deteriores. distinxit, distinxerunt. Üsase para señalar la opción de un editor por una puntuación diferente.

EL RE SU L T A D O

dubit. e. corr. e. g. ed. ed. pr. edd. ego em. eras. excl. exp. fort. g1· h.I. hab. i.e. i.m. i.r. i.t. in ras. in scrib. in u. inc. ind. ins. interp. it. iter. I.e. l.I. lac. lect. leg. legend. lit. litt. m. m.r. m1. i med. mg. ms. mss. mut.

65

dubitanter. ex correctione. exem pli gratia. editio, editor, edidit, etc. editio princeps. editores, editiones. ei editor. em endauit, em endauerunt. erasit. exclusit. expunxit, expunxerunt. Üsase para indicar la supresión de un signo de puntuación por parte de un editor. fortasse. glosa. hoc loco. habet, habent. id est. in margine in rasura. in textu. in rasura. in scribendo. in uersu. incipit. Üsase para marcar el comienzo de un manuscrito. indicaui, indicauit. (Cf. add.). inseruit. interpunxit. Üsase para señalar la opción de un editor por una puntuación diferente. iterauit. iterauit. loco citato. loco laudato. lacuna. lectio, lectionem . legit. legendum . litura. litterae. m anus. m anus recentior. m anus prim a (Cf. A1). medio. in margine. codex m anuscriptus. codices m anuscripti. m u ta u it.

66

LA FI LO LO G Í A

n.l. n.l. num. om. op. cit. p.c. p.r. p. ras. Π pap. pr. praef. prob. prop. r. ras. ree. recc. recent. rell. rest. s. s. s.I. S.S. S.U. s.u. saec. sc. schol. sel. ser. scribend. sec. sec. m. seel. sim. sp. spat. sq. sqq. ss. stat. subscr. sup.

LA TI NA

non legitur, nequit legi. non liquet. num erus. om isit, om iserunt. in opere citato. post correctionem . post rasuram. post rasuram. papyrus. papyrus. prius, prim um . Se usa para referirse al prim ero de los voca blos repetidos en una línea o verso. praefatio. probante, probantibus. proposuit. rasura. rasura. recens, recen tior. codices recentiores. recens, recentior. codices reliqui. restituit. siue. supra. supra lineam. supra scripsit. supra uersum . sub uoce, sub uerbo. saeculum , saeculi, saeculo. scilicet. scholium # scholia. seclusit. scrip sit. scribendum . secundum . secunda m anus. seclusit. similia, sim iliter. spatium . spatium . sequentem . sequentes. superscripsit, superscriptum , superscripto. statuit. subscripsit, subscriptio. superscripsit, superscriptio, superscripto.

INST R U M E N T A

suppl. susp. tem pt. tert. transp. tränst. u. u. u.c. u.l. ud. uett. u id .

ut uid. uu. uulg.

PHILOLOGICA

67

suppleuit. suspicatus est, suspicatur, tem ptauit. tertiu m . Se usa para referirse al tercero de los vocablos repetidos en una línea o verso. transposu it. transtulit. uersus, uersum . uide. uerbi causa, uaria lectio, uide. u eteres editores, ueteres editiones, uidetur. ut uidetur. Sirve para señalar una lectura poco segura. u ersus. uulgata.

2.4.

INSTRUM ENTA PHILOLOGICA

Incluim os a continuación una sum aria relación com entada de aquellos ins­ tru m en to s bibliográficos de los que debe tener noticia todo aquel que quiera aproxim arse al m undo de la filología latina. Dicha relación no es ni pretende ser exhaustiva, sino m eram ente orientativa. F ruto de este enfoque es, por ejem plo, la falta de referencia a todo tipo de manuales. Este hueco se puede llenar, con ventaja, acudiendo a cualquiera de las introducciones al uso y, de m anera muy especial, al apéndice bibliográfico com entado que acom paña el artículo, ya citado, de V. B e j a r a n o , «La filología latina: objetivos y m étodos».42

2.4.1. 2.4.1.1.

Repertorios bibliográficos D e carácter

c r o n o ló g ic o

El im presionante desarrollo que ha tenido la letra im presa en los últim os años ha potenciado la necesidad de disponer de unos elem entos de consulta

42. Durius 3/1, 1975, pp. 53-144. El apéndice comprende las pp. 77-144.

68

LA FIL O LO GÍ A

LATI NA

bibliográfica que perm itan al estudioso o rie n ta r con rapidez sus pasos en una investigación, sea del tipo que sea. En este sentido, podem os decir que la filología latina, en particular, y la filología clásica, en general, están inm e­ jorablem ente dotadas gracias a una publicación m agnífica que m erece un tratam iento p rio ritario y aparte: L ’Année Philologique. Es éste un repertorio bibliográfico anual en el que se recogen todas las publicaciones que sobre filología clásica se hayan producido d u ran te el año, tanto libros com o revis­ tas o actas de congresos. Además está regido p o r una concepción muy am ­ plia de la filología latina, pues abarca todo lo referen te a latín medieval y hum anístico. Sin em bargo, a p a rtir del tom o XLV (1974) se han introducido algunas restricciones que afectan sobre todo a las obras de exégesis del An tiguo y Nuevo T estam ento, para cuyo conocim iento se rem ite al Elenchus bibliographicus Biblicus de P. N o r b e r . Sí siguen figurando, en cam bio, las ediciones de textos, grandes instrum entos de trab ajo y los estudios relativos a la lengua de au tores bíblicos. Asimismo, cuando ha lugar a ello, las citas de los libros se repiten en las publicaciones de los años sucesivos con el fin de d a r cuenta de las diver­ sas recensiones de que hayan podido ser objeto. T am bién a p a rtir del tomo XLV se ha introducido la lim itación de no h acer referencia a las re­ censiones posteriores en más de cinco años a la fecha de aparición del libro. El cuerpo de la obra consta esquem áticam ente de tres partes. Una pri­ m era, en la que se recogen los títulos de revistas vaciadas, tanto si siguen vivas como si han dejado de publicarse, acom pañados de las siglas corres­ pondientes, que son, al fin y al cabo, las que acaban por im ponerse entre los filólogos; de ahí lo im portante que es el te n er conocim iento, sino de ellas, sí del lugar al que uno puede acudir p ara solucionar los problem as de identificación. La segunda p arte consiste en una ordenación alfabética de autores an ti­ guos en form a de epígrafes, debajo de los cuales se incluyen las publicacio­ nes referentes a cada autor, lo mismo ediciones que traducciones o estudios. Y, finalm ente, una tercera p arte en que las publicaciones aparecen cla­ sificadas por disciplinas filológicas: historia literaria, lingüística, historia de los textos, antigüedades, historia, derecho, filosofía, ciencias y técnicas, etcétera. Desde el tom o XLVII (1976) cada en tra d a bibliográfica va num erada, facilitando así su p ronta localización a p a rtir de las referencias de los índi­ ces o de las rem isiones de en trad a a entrada. L ’Année Philologique abarca la bibliografía aparecida desde el año 1924, con un prim er volumen que engloba los años 1924-1926 y adquiriendo vo­ luntad anual a p a rtir de 1927. Su fundador y p rim er d irecto r fue J. Marouzeau; tras su m uerte, acaecida en 1944, asum ió y sigue detentando la direc­ ción Mlle. J. E rnst. La aparición de L ’Année vino precedida por una publicación del propio J. M a r o u z e a u , Dix années de bibliographie classique 1914-1924. I, II. Paris 1927-1928, en la que se fijaron definitivam ente las p au tas de lo que acabaría siendo L ’Année. E stas directrices se fueron forjando en un ím probo e ingra-

INSTRUM ENTA

PH ILOLOG ICA

69

to tra b a jo de publicación de reseñas y artículos en la Revue de philologie, d'histoire et de littérature anciennes, que abarca desde el año 1876. Prim ero, h asta 1910, a cargo de A. K rebs y a p a rtir de esta fecha a cargo del propio M arouzeau. En la actualidad la distancia cronológica en tre la referenciación y la publicación es de dos años. Es de esp erar que este lapso de tiem po pueda verse dism inuido gracias al concurso de las nuevas técnicas inform áticas. E ste desfase, p o r lo dem ás necesario, se tiene que c u b rir aleatoriam ente re­ cu rrien d o a las recensiones y listas de libros recibidos que publican las re­ vistas, ya que su periodicidad, inferior a la anual, les perm ite un a m ayor actualización. Un intento, no plenam ente logrado, de su p erar este desfase lo constituye el B olletino di stu d i latini. Periodico quadrim estraie d ’inform azione bibliográfica que desde 1971 se publica en Nápoles bajo la dirección de F. Cupaiolo. La etapa a n te rio r a la publicación de L ’Année queda cubierta, si bien no de form a perfecta, por la Revue des com ptes rendus de la Revue de p h i­ lologie, que acabam os de citar, p ara los años inm m ediatam ente an terio res a 1914; y para toda la etapa previa m ediante una serie de publicaciones individuales que, pese a ello, conservan una cierta conexión; son las si­ guientes: J. A. F a b r i c i u s , B ibliotheca Latina siue notitia auctorum ueterum Latinorum . 2 . a edición revisada por J. A. E r n e s t i . I, II, III. Lipsiae 1 7 7 3 - 1 7 7 4 . A bar­ ca h asta alre d ed o r del año 1 7 0 0 . J . A. F a b r i c i u s , B ibliotheca Latina m ediae et infim ae aetatis. H am burgi 1734 (E xiste una edición con suplem ento de Chr. S c h o e t t g e n , Firenze 18581859). F. L. A. S c h w e i g e r , H andbuch der klassischen Bibliographie. I, II. Leipzig. 1830-1834 (R eim presión de K. N achdruck, A m sterdam 1962). Abarca h asta los alrededores del año 1820. W. E n g e l m a n n y E. P r e u s s , B ibliotheca scriptorum classicorum et Graeco­ rum et Latinorum . II. Scriptores L atini. Leipzig 18828 (Existe una reim ­ presión en H ildesheim 1959). A barca desde 1700 a 1878 y está o rdenada sólo p or autores. R. K l u s s m a n n , B ibliotheca scriptorum classicorum et Graecorum et Latinon o ru m . II. Scriptores Latini. Dos tom os. Leipzig 1912-1913 (R eim presión en H ildesheim 1961). A barca el período de 1878 a 1896 y ( al igual que la o b ra de Engelm ann-Preuss, está solam ente ordenada por autores. S. L a m b r i n o , Bibliographie de Vantiquité classique 1896-1914. I. A uteurs et textes. Paris 1951. T am bién de ca rácter cronológico, pero lim itadas al ám bito nacional te­ nem os en E spaña dos publicaciones bibliográficas interesantes de la Socie­ dad E spañola de E studios Clásicos: Bibliografía de los E studios Clásicos en España (1939-1955). M adrid 1956, y Bibliografía de los E studios Clásicos en España (1956-1965). M adrid 1968.

70

LA F IL O LO GÍ A

LATINA

E sta publicación parecía, por el tiem po tran sc u rrid o desde su últim a ap ari­ ción, que no iba a tener continuidad; sin em bargo, una reciente circu lar de la S.E.E.C. inform a de que se han iniciado los trab ajo s de recogida de m ate­ riales para proseguir con ella. 2.4.1.2.

D

e carácter

t em átic o

Incluimos aquí aquellos repertorios que, aun teniendo, com o es natu ral, unas lim itaciones cronológicas, tienen una orientación prim ordialm ente tem ática. a. J.

R eferentes a la literatura Bibliographie de la littérature latine. Paris 1943. A H and list of B ooks relating to the classics and Classical A nti­ quity. Oxford 1931, 19533.

H erescu,

J. A. N a i r n ,

A ufstieg und Niedergang der röm ischen W elt. En curso de publicación des­ de 1972. Constituye en realidad una enciclopedia tem ática del m undo rom a­ no a cargo de destacados especialistas, bajo la form a de artículos indepen­ dientes. E n tre los volúm enes publicados acerca de tem as literarios hay que citar el 31.1. Berlin-New York, 1980, dedicado a Virgilio, que incluye 355 pá­ ginas dedicadas a la bibliografía virgiliana de los últim os 100 años. O tros volúmenes, com o el 31.3. dedicado a Horacio, el 31.4. a Ovidio y el 31.5. a la poesía elegiaca, m antienen el m ism o plan de ofrecer am plias referencias bi­ bliográficas. b.

R eferentes a la lingüística

Hay que m encionar en prim er lugar la Bibliographie linguistique de Vannée. Esta publicación, ed itad a bajo el patrocinio de la UNESCO, se propone reco­ ger toda la bibliografía sobre lingüística que se publique en el m undo, sin ceñirse a ninguna lengua determ inada. Tiene la ventaja de estar ordenada siguiendo una clasificación tem ática para cada lengua; así, distingue a p a rta ­ dos de fonética, m orfología, sintaxis, historia de la lengua, onom ástica, etc. La publicación es anual a p a rtir de 1948, si bien existe un prim er tomo que com prende los nueve años anteriores: Bibliographie linguistique des années 1939-1947, I, II. U trecht-B ruxelles 1949-1950. En lo que se refiere al latín, hay que observar que la publicación presenta notables lagunas, pues ni siquiera en el cam po lingüístico tiene el alcance de L ’Année. Tam bién representa un problem a el notable desfase en tre año referenciado y año de publicación que llega a so b repasar los tres años. En segundo lugar hay que c itar el clásico rep e rto rio de J . C o u s i n , Biblio­ graphie de la langue latine 1880-1948, Paris 1951. La etapa a n te rio r a 1880 la cubre la obra de E. H ü b n e r , G rundriss zu. Vorlesungen über lateinischen G ram m atik. B erlin 18812.

INSTRUMENTA

PHILOLOG ICA

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Es tam bién interesante la recopilación de G. B o l o g n e s i - B . Z u c c h e l l i , «Profilo storico-critico degli studi linguistici greci et latini», en Introduzione alia Filología classica. III. pp. 495-595. Milano 1951.

2.4.2.

E nciclopedias

La estrella de las enciclopedias es, sin lugar a dudas, la Realencycíopädie der classischen A ltertum sw issenschaft (en abreviado RE). Fundada en 1837 por A. P a u l y , quien, asim ism o, detentó su dirección hasta el año 1839 en que pasó a m anos de G. W i s s o w a ; de ahí que se la conozca usualm ente con el nom bre de sus dos editores como la Pauly-Wissowa. Com prende 83 volúmenes dispuestos en orden alfabético, en los que se recogen todos nuestros saberes sobre la antigüedad referentes a instituciones, personajes, lugares, etc. Sus artículos, a cargo de em inentes especialistas, llegan a constituir auténticas obras m aestras sobre el tem a, h asta el punto de que, en ocasiones, se han llegado a p ublicar separadam ente como libros; tal es el caso del artícu lo de B üchner sobre Virgilio. Una edición reducida en cinco volúmenes, que no constituye un m ero resum en, sino una nueva elaboración es Der kleine Pauly, recopilado por K. Z i e g l e r y W. S o n t h e i m e r (S tu ttg art, Artemis, 1964-1975). En el año 1979 apareció una edición económ ica de esta obra en la editorial D eutscher Tas­ chenbuch de M ünchen. Más recientem ente todavía, se ha hecho de Der kleine Pauly una edición de bolsillo sistem atizada por m aterias. Más lim itado que el Pauly-Wissowa es el Dictionnaire des antiquités grec­ ques et rom aines. 5 vols, en 10 tomos, Paris 1877-1919; ob ra coordinada por G. D a r e m b e r g , E. S a g l i o y E. P o t t e r . Tam bién ordenado en form a alfabética com o el Pauly-W issowa, prescinde de todo lo referente a literatu ra, geografía y prosopografía. A unque algo envejecida, es una obra que se puede consultar con provecho debido especialm ente a la claridad de exposición y a la expre­ sión resaltada de fuentes y bibliografía. Las cuestiones de técnica y artesanía se tratan de una m anera no superada en m uchísim as ocasiones. Mucho m ás reducidos, un solo volumen cada uno, y, por ello, muy m ane­ jables y p rácticos son el L exikon des alten W elt, de autores varios, ZürichS tu ttg a rt 1965, y el O xford Classical D ictionnary de N. B. L. H a m m o n d y H. H. S c u l l a r d , Oxford 1949, 19702 (con reim presiones corregidas en 1972 y 1973). E n tre las enciclopedias no alfabéticas hay que c itar de nuevo el A ufstieg und Niedergang der röm ischen W e lt; publicado por la editorial W alter de G ruytcr (Berlin-New York a p a rtir de 1972) cuenta ya en la actualidad con 30 volúmenes. D ada su im portancia creem os que es oportuno ofrecer un su­ m ario de su e stru c tu ra :

72

LA FI LO LO GÍ A l a t i n a

1.a parte: De los comienzos de Rom a a la desaparición de la República. Tomo I: H istoria política. Tomo II: Derecho, religión, lengua y literatu ra h asta fines del siglo il a. d. C. Tomo III: Lengua y lite ra tu ra del siglo I a. d. C. Tomo IV: Filosofía, ciencias, arte, etc. 2.a parte: Principado. Tomos I-IX: H istoria política. Tomos X III, XV: Derecho. Tomos XVI, XVII, XIX, X X III: Religión. Tomo XXIX: Lengua. Tomo XXXI: L iteratura. 1y 2: Virgilio. 3: Horacio. 4: Ovidio. 5: Poetas elegiacos. Aunque escapan un poco a la idea que setiene norm alm ente de enciclo­ pedia, pues más que al concepto de enciclopedia responden alconcepto de colección, forzoso es citar aquí las enciclopedias tem áticas de ca rácter nacio­ nal. En principio, hay que m encionar la que ha m arcado el cam ino y, por lo dem ás, la más lograda, el H andbuch der A ltertum sw issenschaft de I. von M ü l l e r . En ella figuran la celebérrim a sintaxis de J. B. H ofm ann y A. Szantyr, las no menos célebres fonética y m orfología de M. Leum ann, la im prescin­ dible historia de la literatu ra rom ana de M . Schanz y C. Hosius, y la m onu­ m ental historia de la literatu ra latina medieval de M. M anitius.

2.4.3.

Colecciones de textos

Nos referirem os a las más im p o rtan tes y a las más asequibles. Asimismo, dis­ tinguirem os en tre colecciones científicas y colecciones escolares, entendiendo por científicas las que disponen de ap arato crítico.

2 4.3.1.

a.

C o leccion es

cie nt ífic as

Sim ples o unilingües

i) Bibliotheca Teubneriana. E ditada por la casa T eubner en Leipzig. La ediciones constan de introducción en latín, texto latino y ap a rato crítico a pie de página, si bien en algunas ediciones antiguas el ap a rato crítico figura en form a de notas al principio de la edición. Las ediciones de algunos au to ­ res contienen índices de personajes, lugares y tem as. Es, sin duda, la colec­ ción m ás im portante tanto en calidad como, y especialm ente, en extensión. Tiene el inconveniente, que em pieza a ser subsanado en las últim as ediciones,

INSTRUMENTA

PHILOLOG ICA

73

de una tipografía poco agradable a la vista. Tiene la correspondiente serie griega. 2) Oxford Classical Texts. La publican las O xford University Press. Cons­ ta, lo mismo que las ediciones de la Teubner, de introducción en latín, texto latino con ap arato crítico a pie de página y, en algunos casos, índices nom i­ nales al final. De extensión m ucho m enor que la T eubner, contiene por el m om ento las obras esenciales de la literatu ra latina. Su excelente tipografía la hace muy agradable a los ojos del lector. Tiene tam bién la correspondiente serie griega. 3) Corpus scriptorum Latinorum Parauianum. Lo ed ita en Turin la edi­ torial Paravia. Todos los volúm enes com prenden introducción en latín, texto latino y ap arato crítico a pie de página. El núm ero de obras publicadas no es dem asiado extenso, alternando autores paganos y cristianos. 4) Corpus scriptorum ecclesiasticorum L atinorum . Lo edita la Academia austríaca de Ciencias a p a rtir de 1866 en Viena. Del nom bre latino de esta ciudad deriva la denom inación de Corpus V indobonense con que en ocasio­ nes se lo cita. Su finalidad principal es suplir, superando, la Patrología de Migne. Se han publicado hasta el m om ento un centenar de volúmenes. Las edi­ ciones constan de introducción en latín y texto con ap a rato crítico negativo; suelen acom pañarse de un índice de autores citados m ás otro de expresiones y tem as destacables. 5) Corpus christianorum . Lo publica la editorial pontificia Brepol de T urnholt (Bélgica). Como su nom bre indica, se propone la edición de todos los autores cristianos a p a rtir de T ertuliano. La colección se presenta dividi­ da en dos series: la series latina y la continuatio m edieualis. E n tre las dos han superado ya am pliam ente el centenar y medio de títulos y sigue a buen ritm o la aparición de otros nuevos. Cada volum en dispone de una in tro d u c­ ción en latín o francés y texto con ap arato crítico que incluye una relación de fuentes; adem ás, los volúm enes suelen ir acom pañados de índices de au to res y de pasajes de las S agradas E scrituras. Ü ltim am ente se ofrecen tam bién en algunos casos concordancias e índices de frecuencia en m icroficha. 6) Aunque no posee ap arato crítico, dada su m onum entalidad y p o r co n stitu ir para m uchos autores cristianos la única edición disponible, es d e­ b er citar aquí la ob ra del padre J.-P. M i g n e , Patrologiae cursus co m p letu s, series latina, siue B ibliotheca, uniuersalis, integra, uniform is, com m oda, oeco­ nom ica o m nium s.s. P atrum , doctorum scriptorum que ecclesiasticorum qui ab aeuo apostolico ad usque Innocenti I I I tem pora floru eru n t ... accurant e J.-P. M i g n e . Paris 1844-1864. 221 vols. b.

Bilingües

D enom inam os así a aquellas colecciones que ju n to al texto latino p resen tan con fro n tad a página a página una traducción. Por lo dem ás, tienen las m is­

74

LA FI L O L O G Í A LATINA

m as características que las unilingües, con el añadido de que en ocasiones disponen de notas con com entarios históricos, mitológicos, etc. 1) Collection des Universités de France. Publicada en París por Les Belles L ettres bajo el patrocinio de l'Association Guillaume Budé, y más conocida p o r la denom inación de colección Budé. Las publicaciones de esta colección contienen una am plia introducción redactada en francés, texto latino con ap a rato crítico positivo a pie de página y traducción francesa confrontada, con notas explicativas. En caso necesario se acom pañan índices nom inales. Es, sin duda, la m ejor en tre las colecciones bilingües. 2) The Loeb Classical Library. Colección de am plio espectro de autores, publicada al unísono en Londres y Nueva York, ofrece brevísim as introduc­ ciones en inglés, texto latino con traducción inglesa enfren te y, en los casos propicios, índices nom inales. R especto al texto latino, hay que n o ta r el afán de sencillez y sim plicidad que dom ina la colección, lo que se traduce en textos dem asiado expurgados de dificultades y en un aparato crítico reducido a la m ínim a expresión, hasta el p u n to de ser en m uchas ocasiones casi inexis­ tente. En co n trap atrid a aporta abundancia de notas m itológicas y de realia. 3) La colección de la F undado B ernât Met ge. E ditada en Barcelona, constituye el intento más serio y extenso realizado en E spaña de lograr una colección de ediciones de autores clásicos. Siguiendo de cerca la Collection des U niversités de France, la colección B ernat Metge ha experim entado una trayectoria muy positiva que se plasm a en una m ejora sustancial de los tex­ tos que van apareciendo de un tiem po a esta parte. Contiene introducciones bascante am plias en catalán, texto latino con aparato crítico de valor desi­ gual, con tendencia a pasar de negativo a positivo, traducción catalana enfren­ tada, notas a la traducción y, en los casos oportunos, índices nom inales. 4) La colección hispánica de A utores griegos y latinos. Publicada en B ar­ celona por la editorial Alma M ater y conocida tam bién por este nom bre, cons­ tituye un loable propósito, desgraciadam ente cercenado, de una am plia colec­ ción de autores clásicos en castellano. Las ediciones de esta colección constan de introducción en castellano, texto latino con aparato crítico y traducción castellana, así como notas de in terp retació n e índices.

2.4.3.2.

C o l e c c io n e s e sc o la r e s

Nos lim itarem os a las españolas. a.

Clásicos E m erita

Colección publicada por el CSIC y tam bién, desgraciadam ente, truncada. Los volúm enes constan de introducción en castellano, texto latino con abundan-

INSTRU M ENTA

P H ILOLO GIC A

75

cia de notas críticas, gram aticales y de interpretación, más una serie de ín­ dices de nom bres, conceptos y expresiones gram aticales y procedim ientos estilísticos. b.

Colecciones de editorial B osch

La editorial Bosch de Barcelona publica cuatro tipos de colecciones escolares: 1) La Crestom atía latina. C onsiste esta serie en la m era publicación del texto latino sin anotaciones de ninguna clase. Su sim plicidad y economía las hace muy asequibles para el tra b a jo en clase, en p articu lar en el nivel de bachillerato. 2) Textos latinos, con introducción, notas predom inantem ente g ram ati­ cales y vocabulario. Los textos se corresponden con los de la crestom atía. 3)

T extos latinos con construcción directa y versión literal.

4) La colección Erasm o, de reciente aparición; sus ediciones constan de introducción en castellano, texto latino y traducción castellana enfrentada, adem ás de notas explicativas. Podríam os decir que es una colección que está a medio cam ino entre las ediciones críticas y las ediciones escolares. c.

Editorial Gredos

La editorial Gredos ofrece a nivel escolar tres colecciones:

1 ) La colección de textos clásicos anotados que contienen el texto latino con abundancia de notas, p reponderantem ente de tipo gram atical. 2) La colección Gredos bilingüe, que al lado del texto latino presenta una traducción línea a línea y o tra libre. 3) La Biblioteca Clásica Gredos, que escapa un poco al epígrafe de co­ lección de textos, pues se tr a ta de una colección de traducciones; sin em b ar­ go, es preciso tenerla en cu en ta p o r la am plitud de m iras que se propone y por las excelentes introducciones que la acom pañan.

2.4.4.

Publicaciones periódicas

Constituyen un instrum ento de tra b a jo cuyo conocim iento es im presoinüible p ara que el investigador pueda e s ta r al día en cualquier tem a de su interés. E sta función de actualización la llevan a cabo las revistas de dos m aneras; por un lado, m ediante la sección de recensiones y libros recibidos, ponen en conocim iento del lector las novedades de últim a hora, siendo, por tanto, un com plem ento necesario e im prescindible de los repertorios bibliográficos;

76

LA F I L O L O G Í A LATINA

por o tra p arte, tenemos los artículos de contenido, que, ap arte de cum plir con la misión de anunciar los trab a jo s en curso y de ser la avanzadilla de futuros libros, se van convirtiendo cada vez más en el medio de transm isión científico m ás im portante, más im portante incluso que el libro. N aturalm ente, esta doble función se plasm a en la estru c tu ra de las re­ vistas científicas de nuestra disciplina, que, norm alm ente, com binan artículos científicos con recensiones. Quizás el modelo de esta form a de a c tu a r lo cons­ tituya el B ulletin de la Société de Linguistique de París, que aparece anual­ m ente en dos fascículos claram ente diferenciados, uno para artículos de con­ tenido y o tro para recensiones. Existen, sin em bargo, revistas que se dedican exclusivam ente a la publicación de recensiones o reseñas; tal es el caso de The Classical R eview o de Gnomon. No obstante, como decíamos, lo co rrien te es a lte rn a r dentro de cada revista las dos cosas. Respecto a las recensiones hay que observar que pueden ser de varios tipos. Siguiendo a D. R om ano43 podem os distinguir recensión (extensa) de reseña (breve); y, a su vez, tanto las recensiones como las reseñas pueden ten er un ca rácter objetivo o crítico, según se lim iten m eram ente a d ar la no­ ticia del contenido o añadan a esta noticia una valoración crítica. Vamos a d ar a continuación dos relaciones, una de las revistas de filo­ logía clásica que se publican en E spaña, en tre las que incluirem os alguna que o tra revista que sin tener com o objetivo preferente la filología clásica suela publicar con cierta frecuencia artículos que entren de lleno en nuestro campo de atención, y o tra de las revistas ex tran jeras m ás im portantes sobre el tema. Al lado del nom bre de cada revista señalarem os las siglas por las que se la suele citar y el lugar de edición:

2.4 .4 .1 .

R e v ist a s

españolas

AEA. — Archivo Español de Arqueología. M adrid. Institu to Rodrigo Caro. AFFB. — Anuario de Filología. Facultad de Filología. Barcelona. Universidad de Barcelona. AHDE. — A nuario de H istoria del Derecho Español. M adrid. In stitu to Nacio­ nal de E studios Jurídicos. AMal. — Analecta M alacitana. Revista de la Sección de Filología de la Facul­ tad de Filosofía y Letras. U niversidad de Málaga. Am purias. — Ampurias. Revista de arqueología, prehistoria y etnología. B ar­ celona. Museo Arqueológico. AST. — Analecta Sacra Tarraconensia. Barcelona. Biblioteca Balmes. Augustinus. — Augustinus. M adrid. Revista publicada por los p adres agusti­ nos recoletos.

43.

D.

R om ano,

E le m e n to s y técnica d e l tr a b a j o científico.

B a rc e lo n a

1983a, p. 131.

INSTRUMENTA

PH ILOLOG ICA

77

BIEH . — Boletín del In stitu to de Estudios Helénicos. Barcelona. Facultad de Filosofía y Letras. BSEAA. — Boletín del Sem inario de Estudios de Arte y Arqueología. Valladolid. In stitu to Diego Velázquez. Caesar august a. — C aesaraugusta. Publicaciones del Sem inario de Arqueología y N um ism ática Aragonesa. Zaragoza. In stitu to F erdinando el Católico. CFC. — Cuadernos de Filología Clásica. M adrid. Facultad de Filosofía y Le­ tras. Universidad Com plutense. Convivium . — Convivium. Filosofía. Psicología. H um anidades. Barcelona. Fa­ cultad de Filosofía y L etras. Durius. — Durius. Boletín castellano de E studios clásicos. Valladolid. D epar­ tam ento de Filología Latina. EB. — E studios Bíblicos. M adrid. In stitu to Francisco Suárez. EClás. — E studios Clásicos, ó rgano de la Sociedad española de E studios clá­ sicos. M adrid. In stitu to S. José de Calasanz de Pedagogía. EE. — E studios Eclesiásticos. Revista trim estral de investigación e inform a ción teológicas. M adrid. Ed. Fax. E m erita . — E m erita. Boletín de Lingüística y Filología clásica. M adrid. Ins­ titu to Antonio de N ebrija. Faventia. — Faventia. Publicació del D epartam ent de Filología clássica de la U niversität A utónom a de Barcelona. Gladius. — Gladius. É tu d e s.su r les arm es anciennes, l'arm am ent, l'art m ilitai­ re et la vie culturelle en O rient e t en Occident. Jaran d illa (Cáceres). Ins­ titu to de estudios sobre arm as antiguas. Habis. — H abis. Arqueología. Filología Clásica. Sevilla. Universidad. HAnt. — H ispania A ntiqua. M adrid. In stitu to de Arqueología Rodrigo Caro. H elm antica. — H elm antica. Revista de H um anidades clásicas. Salam anca. Pon­ tificia Universidad E clesiástica. Hispania. — H ispania. R evista española de H istoria. M adrid. Consejo S uperior de Investigaciones Científicas. MCom. — M iscelánea Com illas. Revista de estudios históricos. M adrid. U niver­ sidad Pontificia de Comillas. Minos. — Minos. Revista de Filología egea. Salam anca. U niversidad. N um ism a. — N um ism a. R evista de la Sociedad ibero-am ericana de E studios num ism áticos. M adrid. Fábrica N acional de M oneda y Tim bre. Perficit. — Perficit. Publicación m ensual de E studios clásicos. Salam anca. Co­ legio S. E stanislao. Pyrenae. — Pyrenae. Crónica arqueológica. Barcelona. In stitu to de A rqueolo­ gía y P rehistoria. RET. — Revista E spañola de Teología. M adrid. Consejo S uperior de Investiga­ ciones Científicas. RSE L. — Revista Española de Lingüística. M adrid. Órgano de la Sociedad E s­ pañola de Lingüística. Sodalitas. — Sodalitas. Sección granadina de la Sociedad española de E stu ­ dios clásicos. G ranada. D epartam ento de Filología Latina. Facultad de Letras.

78

LA f i l o l o g í a

la tin a

SPhs. — Studia philologica Salm anticcnsia. Universidad de Salam anca. Facul­ tad de Filosofía y Letras. StudO v. — Studium Ovetense. Revista del Centro S uperior de E studios ecle­ siásticos La Asunción. Oviedo. Sem inario M etropolitano. StudM on. — Studia Monastica. Abadía de M ontserrat. StudPap. — Studia Papyrologica. R evista española de Papirología. Barcelona. Z ephyrus. — Zephyrus. Crónica del Sem inario de Arqueología y de la Sección arqueológica del Centro de E studios Salm antinos. Salam anca. Facultad de Filosofía y Letras.

2.4.4.2.

R e v ist a s

extranjeras

AC. — L'A ntiquitée Classique. Louvain. Acme. — Acme. Annali della Facoltà di Filosofía e L ettere delI'U niversita statale di Milano. Milano, U niversitá degli Studi. ACR. — American Classical Review. City University of New York. A evum . — Aevum. Rassegna di Scienze storiche, linguistiche e filologiche. Mi­ lano, Soc. Ed. Vita & Pensiero. AJPh. — American Journal of Philology. B altim ore. Johns H opkins Press. ALMA. — Archivum L atinitatis Medii Aevi (Bulletin Du Cange). Bruxelles, Union Académique Internationale. APh. — L'Année Philologique. Paris, Les Belles Lettres. A & R. — Atene e Roma. Rassegna trim estrale dell'Associazionc Italian a di Cul­ tu ra classica. Firenze, Le M onnier. Arctos. — Arctos. Acta philologica Fennica. Helsinki, Klas-Filo!. Yhdistys. B AG B. — Bulletin de l'Association G. Budé. Paris, Les Belles L ettres. BSL. — Bulletin de la Société de Linguistique de Paris. Paris, Klincksieck. C & M. — Classica et Medievalia. Revue danoise d'H istoire et de Philologie publié par la Société danoise p our les É tudes anciennes et médiévales. K öbenhavn, Gyldendal. CPh. — Classical Philology. Chicago, University of Chicago Press. CQ. — Classical Q uarterly. Oxford University Press. CR. — Classical Review. Oxford University Press. Eos. — Eos. C om m entarii Societatis Philologae Polonorum . W roclaw, Ossolineum . Epigraphica. — E pigraphica. Rivista Italiana di E pigrafía. Faenza, Lega. Eranos. — E ranos. Acta Philologica Suecana. Uppsala, E ranos' Förlag. EtClass. — É tudes classiques. Publications universitaires des L ettres et Scien­ ces hum aines d'Aix-en-Provence. Gap, Im pr. Louis-Jean. E uphrosyne. — Euphrosyne. Revista de Filología clássica. Lisboa, C entro de E studios clássicos. Glotta. — Glotta. Z eitschrift für griechische und lateinische Sprache. G öttin­ gen. Vandenhoeck & R uprecht. G nomon. — Gnomon. K ritische Z eitschrift für die gesam te klassische Alter­ tum sw issenschaft. M ünchen, Beck.

INSTRUMENTA

P H ILO LOGICA

79

G & R. — Greece & Rome. Oxford, Clarendon Press. G ym nasium . — G ym nasium . Z eitschrift für K ultur der Antike und hum anistis­ che Bildung. H eidelberg, W inter. Hermes. — H erm es. Z eitschrift fü r klassische Philologie. W iesbaden, Steiner. H um anitas. — H um anitas. Revista do Institu to de E studos clássicos. Coimbra, Facultade de Letras. IF. — Indogerm anische Forschungen. Berlin, de G ruyter. JbAC. — Jahrbuch fü r Antike & C hristentum . M ünster, Aschendorff. Klio. — Klio. Beiträge zur alten Geschichte. Berlin, Akademie-Verlag. Kratylos. — K ratylos. K ritisches Berichts-und Rezensionorgan für indogerm a­ nische und allgem eine Sprachw issenschaft. W iesbaden, Reichert. Language. — Language. Journal of Linguistic Society of America. Baltim ore, Waverly Press. Latinitas. — L atinitas. Com entarii linguae Latinae excolendae. Città del V ati­ cano. Libr. Ed. V aticana. Latomus. — Latom us. Revue d'études latines. Bruxelles. LEC. — Les É tudes Classiques. N am ur, Facultés N.-D-de-la Paix. Lingua. — Lingua. Revue internationale de linguistique générale. Am sterdam , Nord-Holl. Uitg. M aats. L & S . — Lingua e Stile. Milano, Soc. ed. Il Mulino. Lustrum . — L ustrum . Internationale F orschungsberichte aus dem Bereich des klassischen A ltertum s. Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht. MAev. — Medium Aevum. Oxford. Blackwell. Maia. — Maia. Revista di le tte ra tu re classiche. Bologna, Cappelli. MH. — M useum H elveticum . Revue Suisse pour l'É tude de l’Antiquité classi­ que. Bâle, Schw abe. Μ & H. — M ediaevalia et H um anística. Studies in medieval and Renaissance society. Denton, N orth Texas S tate University. M nem osyne. — M nemosyne. Bibliotheca classica Batava. Leiden, Brill. Pallas. — Pallas, fasc. 3 des Annales de l'U niversité de Toulouse-Le Mirail. Toulouse. PAPhs. — Proceedings of the American Philosophical Society. Philadelphia, In ­ dependance Square' Philologus. — Philologus. Z eitschrift für klassische Philologie. Berlin, Akademie-Verlag. PhQ. — Philological Q uarterly. Iow a University Press. QIFL. — Q uaderni dell’Istitu to di Filología latina dell'U niversità di Padova. Bologna, P atron. QUCC. — Q uaderni U rbinati di C ultura classica. Roma, Ed. dell’Ateneo. RAL. — Rendiconti della Classe di Scienze m orali, storiche e filologiche dell'Accadem ia dei Lincei. Roma. REA. — Revue des É tudes Anciennes. Paris, Les Belles Lettres. REL. — Revue des É tudes Latines. Paris, Les Belles Lettres. RELO. — Revue de l’O rganisation International pour l’étude des langues an­ ciennes pour ord in ateu r. Liège. RFIC. — Rivista di Filología e di Istruzione Classica. Torino, Loescher.

80

LA FIL O LO GÍ A LATINA

RhM. — Rheinisches Museum. F rankfurt, S auerländer. RPh. — Revue de Philologie. Paris, Klincksieck. SO. — Symbolae Osloenses, auspiciis Societatis Graeco-Latinae. Oslo, Universi­ té ts fori age t. TAPhA. — Transactions and Proceedings of the American Philological Asso­ ciation. Cleveland, Ohio, Press of Case W estern Reserve University. Word. — Word. Journal of the Linguistic Circle of New York. New York. W S .— W iener Studien. Zeitschrift fü r klassische Philologie und P atristik. Wien, Böhlau.

2.4.5. 2.4.5.1.

Léxicos y diccionarios

D ic c io n a r io s

manuales

Le im porta al latinista disponer de diccionarios fiables y que, al m ismo tiem ­ po, sean prácticos y m anejables. Son m últiples y variadas las características que delim itan la bondad de un diccionario. D esgraciadam ente, en E spaña continúa haciendo falta un diccionario m anual de corte científico. E ste hu e­ co no ha podido ser rellenado por el diccionario de A. B l An q u e z , Diccionario Latino-Español, Barcelona 1946, ya que a la incom odidad de una división en dos volúmenes a p a rtir de la reelaboración de 1960, se le añade, y esto es más im portante, una ejem plificación no referenciada. A reseñar como posi­ tivo, pese a estar falto tam bién de referenciación, y del mismo au to r el Dic­ cionario Español-Latino, Barcelona 1966 (con reim presiones posteriores), pues aun con sus lim itaciones ha llenado un hueco real en el cam po de la filología latina en España. En defecto de una obra de las características apuntad as (y a la espera del diccionario del C S IC ), al estudioso español no le queda o tro rem edio sino acudir a obras extranjeras. Son dos, en especial, los diccionarios m ás ase­ quibles y ágiles, el de C. T. L e w is & C. S h o r t , A Latin Dictionary, O xford 1879 (con m últiples reim presiones posteriores), que constituye una excelente condensación del léxico de Forcellini, y el de F. G a f f io t , D ictionnaire illustré latin-français, Paris 1934 (con infinidad de reim presiones posteriores). A éstos se les ha añadido muy recientem ente el O xford Latin Dictionary, o b ra de equi­ po publicada en ocho fascículos desde 1968. E ste diccionario, basado en un nuevo vaciado de los autores hasta el siglo il d. C. (no hay que olvidar esta lim itación), tendrá el inconveniente de ser por form ato y extensión, pero es­ pecialm ente por form ato, menos m anejable que los anteriores. En el ám bito de la cultura catalana seguim os faltos incluso del m ás ele­ m ental diccionario. A la espera de que el proyecto iniciado p o r la F undado de VEnciclopédia Catalana llegue a buen fin, el único instru m en to de trab a jo de que se dispone es el Lèxic bàsic llatí-catalá/catalá-llatí, B arcelona 1984, de E. B o r r e l l y T. F e r r e r , de nivel puram ente escolar.

INSTRUMENTA

2.4.52 .

D ic c io n a r io s

PHILOLOGICA

81

etim o l ó g ic o s

Hay que c itar aquí dos obras que se com plem entan una a o tra: la de A. Er* y A. M e i l l e t , Dictionnaire étym ologique de la langue latine. Paris 1932 (con ab u n d antes reediciones y reim presiones), y la de A. W a l d e y J. B. H o f ­ m a n n , Lateinisches etym ologisches W örterbuch. I, II, III. Heidelberg I9654. Es tam bién in teresan te por in se rta r el cam po de la etimología latina en el contexto de la indoeuropea en general el libro de J. P o k o r n y , Indogerm a­ nisches etym ologisches W örterbuch. Bern-M ünchen 1959. nout

2.4.5.3.

L é x ic o s

m o num entales

Son una m u estra m agnífica del papel pionero desem peñado por la lexicogra­ fía latina. Como abanderado y guía, hasta el punto de ser la base de todos los léxicos latinos posteriores, tenem os la obra de E. F o r c e l l i n i , T otius lati­ nitatis Lexicon, consilio et cura J. Facciolati, opera et studio Aegidii Forcel­ lini, alum ni sem inarii Patavini lucubratum . 4 vols. Padova 1771 (las ediciones posteriores son de 18Û52, de 1827-313 a cargo de G. F urlanetto, y 1864-87 a cargo de F . C orradini. E n tre 1858 y 1875 V. De-Vit publica en 6 volúm enes una edición aum entada y corregida de la 3.a edición corregida por F u rlan etto , que ha acabado p o r erigirse en el texto canónico. Sin em bargo, la obra reina de la lexicografía latina es el inconm ensurable Thesaurus linguae latinae editus auctoritate et consilio Academ iarum q uinque G erm anicarum Berolinensis, Gottingensis, Lipsiensis, Monacensis, Vindobonensis. Lipsiae, desde 1900. H a alcanzado h asta el m om ento el fascículo I I I /2 del volum en X, que acaba con la en trad a praecipuus; sin em bargo hay que ten er p resen te la falta del volum en IX -1 correspondiente a la letra N. E sta situación supone un retraso considerable ya que el plan inicial preveía su conclusión en diez años. La idea del Thesaurus es recoger todas las p alab ras latinas usadas desde los comienzos de la lengua h asta el siglo vi d. C. Isid o ro de Sevilla, m uerto en 636, es el últim o de los autores que se tom a en consi­ deración, si exceptuam os algunas colecciones de scholia, que son po sterio res. Para d ar una idea aproxim ada de la riqueza de inform ación que contienen sus artícu los reproducim os el texto correspondiente a la en trad a del verbo flam m o. El artículo se presenta dividido en tres partes: la prim era de ellas com ­ prende las líneas 1-8 de la prim era colum na; en ella encontram os indicacio­ nes de d iferente signo: etim ológicas (derivado de flam m a), m orfológicas (la declinación a que pertenece el verbo, form as poco usuales del paradigm a com o flam m asti, flam m astis, flam m arant, etc.), lo que los gram áticos u o tro s a u to ­ res atestiguan sobre el significado de la palab ra (inflam m a tu m tiene u n a sig­ nificación m ás intensa que accensum , en los glosarios se establece su equiva­ lencia con el griego φλέγω), indicaciones del p rim er au to r que lo ha usado (Cicerón), del p rim e ro que lo usa intransitivam ente (Lucrecio), y de algunos au to res im p o rtan tes que no lo han usado (H oracio, Ovidio, Livio), y acaba

82

LA F I L O L O G Í A

LA TI NA

INSTRUMENTA

PHILOLOGICA

83

este ap artad o con la indicación de algunas form as rom ánicas derivadas (fia m m are, fla m m er). La segunda parte, la más extensa, com prende las restantes líneas de la prim era colum na y las 50 p rim eras de la segunda. E sta parte com bina la construcción con los diferentes significados que puede asum ir la palabra. En prim er lugar clasifica los usos de flam m o en transitivos e intransitivos. Den­ tro de los transitivos, separa aquellos en que el verbo tiene un valor propio (es decir, se predica de cosas que se pueden incendiar físicamente) de aquellos en que lo tiene figurado. E ntre los prim eros distingue lo^ usos que resp o n ­ den al valor de accendere, percandefacere y calefacere. En los casos en que el valor es figurado, equivalente a inflam are o incitare, especifica el carácter [ ± hum ano] del objeto directo (aliquem , aliquid), y todavía, en aquellos ca­ sos en que el objeto directo es [ ± hum ano] señala la causa (ira, am or), etc. Por lo que se refiere a los intransitivos, da para todos ellos el sentido de ardere o flagrare, sin d ejar de señalar que los prim eros usos son del participio presente con valor adjetival. D istingue luego los usos propios de los figura­ dos y, dentro de cada uno de estos dos apartados, clasifica los ejem plos se­ gún el tipo de entidad afectada. Una últim a sección de esta segunda p arte se refiere al significado y usos del participio flam m atus como adjetivo. La tercera y últim a p arte com prende las cinco líneas finales. Allí encon­ tram os señalados los sinónim os, para cada uno de sus diferentes significados, antónim os y verbos de significado parecido, pero no exactam ente coincidente. Para acabar, se especifican las form as derivadas. Una referencia especial debe hacerse al asterisco (M) que aparece delante de al­ gunos lemas, caso precisamente de flam m o; significa que el artículo no contiene to ­ dos los testimonios de la palabra en cuestión. El hueco que dejaba el Thesaurus, al im ponerse u ro s voluntarios lím ites en el siglo vi, lo intentó solucionar la Unión Académica Internacional fom en­ tando la form ación de equipos de trab ajo y la publicación de glosarios me­ dievales de tipo nacional o regional, concebidos bajo directrices com unes, los cuales serían la base del N ouum Glossarium Mediae Latinitatis, al fren te de cuya redacción estaba F. B latt . De esta form a em pezaron a su rg ir toda una serie de glosarios regionales com o el Latinitatis Italicae medii aeuii lexicon im p erfectu m de F. A rn aldi -M. T u r r i a n i , Glossarium Mediae Latinitatis CataIoniae de M. B assols y J . B astardas o el Glossarium Mediae L atinitatis Sueciae, etc. Sin em bargo, en una m uestra genial de desconexión, el N ouum Glos­ sarium em pezó a editarse por la le tra L, de form a que tiene un desarrollo to talm en te diferenciado de las obras de apoyo. En tan to se consigue la necesaria unificación general, no queda m ás re­ m edio que acu d ir al clásico tra b a jo de Ch. Du F r e s n e , Sieur Du Cange, Glossa­ rium ad scriptores mediae et infim ae latinitatis. I, II, III. Paris 1678 (la edi­ ción m ás usual es la de 1883-1887 en cinco volúmenes de la que se han hecho diversas reproducciones anastáticas). Voz flammo del Thesaurus linguae latinae, edición inconclusa iniciada en Lipsiae, en 1900.

84

LA FILO LO GÍA

2.4.5.4.

L éx ico s

LATINA

de a utores

Bajo la denom inación de léxico pueden figurar aquí hasta tres sistem as de trabajo diferentes: los índices, las concordancias y los léxicos propiam ente dichos. Los índices son m eras ordenaciones alfabéticas de las form as usadas por un autor, con indicación de los lugares de aparición. Un índice se puede presen tar lematizado o sin lem atizar; po r lem atización se entiende la inclu­ sión bajo una misma entrada de todas las form as adscritas a ella. Así, en un índice sin lem atizar, las form as sum , est, erunt y fu i aparecerán muy sepa­ radas atendiendo a su situación alfabética, m ientras que, si el índice está lematizado, aparecerán insertas bajo la rúbrica sum . El paso de un índice lematizado a un léxico es casi insensible. El léxico no es m ás que un ín­ dice lematizado en el que las diferentes form as agrupadas bajo un m ism o epígrafe en lugar de estar ordenadas alfabéticam ente, están distrib u id as p or acepciones sem ánticas y por construcción sintáctica. Un ejem plo de léxico es el Thesaurus. Finalm ente, tenem os las concordancias que son índices en que ju n to a la localización se reproduce el contexto en que aparece cada palabra. Pueden, asimismo, estar o no lem atizadas. Las ventajas de la lem atización se ven últim am ente condicionadas por la posibilidad de elaboración de con­ cordancias de form a autom ática a través de ordenadores. E ste sistem a in­ form ático da como resultado la elaboración de concordancias en que la pala­ bra referenciada aparece centrada en la página, precedida y seguida por un núm ero constante de bits, cuya fijación no depende en absoluto de la existen­ cia de un contexto suficiente, de form a que se puede hab lar en este caso de concordancias no contextualizadas (si entendem os por contextualizado la pre­ sencia de un contexto m eram ente suficiente). Sin em bargo, tam bién los orde­ nadores, m ediante un tratam iento sem iautom ático del texto, perm iten la ela­ boración de concordancias contextualizadas. Citarem os a continuación las obras de referencia a las que se puede acu­ dir con provecho para conocer la situación en cuanto a léxicos publicados. Para léxicos anteriores a 1913: P. R o w ald , R epertorium lateinischer W örterverszeichnisse und Speziallexika. Lipsiae 1913. Para años posteriores: P. F a i DER, Répertoire des index et lexiques d'auteurs latins. Paris 1926; y el muy re­ ciente H. Q uellet , Bibliographia indicum , lexicorum et concordantiarum auc­ torum Latinorum . Hildesheim-New York 1980. Tam bién se puede citar el tra ­ bajo de J. M ateo C o r r e d o r , Ensayo de un repertorio com plem entario de ín­ dices y léxicos de autores latinos. Barcelona 1972. Memoria de licenciatura.

3.

La lingüistica latina

3.1.

EL ESTRUCTURALISMO

En el m arco global de la orientación actual de la ciencia lingüística sería ló­ gico p en sar que la lingüística latina tendría que verse abocada a un progre­ sivo olvido; y ello, por dos razones: p o r la división m etodológica im puesta p o r el estru ctu ralism o entre sincronía y diacronía, y por el hecho de que la gram ática generativa se construyera sobre el concepto de com petencia. La división de la lingüística en sincrónica y diacrónica era un ataque d irecto co n tra la gram ática latina, concebida hasta ese m om ento como una discipli­ na esencialm ente histórica; cosa que se nota en las gram áticas, incluso en las escolares, donde no puede decirse que hallem os descripciones de un estado de lengua considerado sincrónicam ente, pues lo m ás usual es en co n trar dos o tres descripciones sincrónicas referidas a etapas de la lengua, co n trastad as en tre sí. Y en lo que se refiere a la gram ática generativa, no hay que olvidar que la noción de com petencia va ligada a la existencia de un hablante-oyente ideal, ab solutam ente inexistente, si al latín nos referim os. No vamos a afirm a r que el papel det latín continúe siendo el de lenguaguía de los estudios lingüísticos, com o había venido siéndolo h asta los co­ m ienzos del siglo XX. Sin em bargo, no podem os d ejar de afirm ar que el latín no ha quedado al m argen de las nuevas corrientes y, si bien es verdad que no constituye la avanzadilla de la investigación, no es m enos cierto que se ha convertido en testigo de cargo y banco de pruebas poco menos que insusti­ tuible en la constatación de la bondad de m ultitud de teorías. Y nos p erm i­ tim os in sistir en este papel, nada desdeñable por cierto, ya que no tiene ni puede ten er un lugar destacado en las bibliografías, debiéndose escu d riñ ar su presencia en el in te rio r de m u ltitu d de estudios, cuyos títulos distan m ucho de reflejar tales contenidos.

86

LA LI N G Ü ÍS TI C A

LATI NA

Entrem os, ahora ya, en las aportaciones estru ctu ralistas aju sta d as espe­ cíficam ente al estudio de la lengua latina. Em pezarem os por lo que han sido los reflejos en la lingüística latina de la que fue cronológicam ente la prim era de las escuelas estru ctu rales de aplicación definida, la escuela de Praga, d edi­ cada a los estudios de fonología fundam entalm ente.

3.1.1.

La fonología

El estudio de la fonología latina en trañ a el problem a adicional y previo con el que no se encuentran los estudios fonológicos acerca de lenguas habladas actualm ente: el fijar con precisión y exactitud las correspondencias gráficofonéticas. E sta cuestión es de vital im portancia para la determ inación de los fonem as de una lengua no hablada. En consecuencia, ei recurso a las inscrip­ ciones. a los papiros, a las teorías prosódicas de los gram áticos coetáneos, a los intentos de reform as ortográficas, etc., van a ser siem pre el p unto de p ar­ tida forzado e ineludible. Ciñéndonos estrictam ente a lo que son estudios fonológicos, encontram os, en prim er lugar, fonologías generales del latín, entre las cuales sigue siendo todavía la más com pleta la de J. H oreck y , Fonología latinëiny; 1 obra des­ graciadam ente poco conocida por esta r escrita en eslovaco, y sin que el resu­ men en francés que contiene, pp. 109-120, haya servido para p aliar el incon­ veniente de la lengua dándole una m ayor difusión. Sin em bargo, no constituye ésta la pauta corriente de lo que son las fonologías del latín; lo m ?s co rrien ­ te es que las visiones de conjunto se concreten en apéndices añadidos al final de obras de m ayor alcance como es el caso del de W. B r a n d el tein , K urze Phonologie der Lateinischen, publicado como apéndice a la o b ra de F. A lth e i m , Geschichte des lateinischen Sprache,2 y el de S. M a r in e r , Fonem âtica latina, en apéndice al libro de M. B a sso ls , Fonética latina ,3 o bien, en artícu ­ los individuales y sum arios como el de Z. M u lja c ic , «Per u n ’analisi b in aristica dei fonemi latini», en Omaggiu lui A. R osetti.A En España, a p a rte la ya cita­ da fonem âtica de M ariner, tenem os tam bién una sencilla aproxim ación al tema, inspirada en la anterior, y que tiene la ventaja de una exposición clara y sencilla, y el aditam ento de e s ta r plenam ente inserta en el cuerpo de la obra; nos estam os refiriendo a la obra del m alogrado J. M o lin a Y év en es , E s­ tudios latinos. I. Iniciación a la fonética, fonología y m orfología.5 No hace falta decir que el enfoque adoptado po r estos autores es el de oposiciones bina­ rias, siguiendo las directrices fijadas por R. Jakobson.6

1. Bratislava 1949. 2. Frankfurt am Main 1951, pp. 481-498. 3. Madrid 1962, pp. 247-271. 4. Bucuresti 1965, pp. 509-605. 5. Barcelona 1969* 6. R . J a k o b s o n , C. F a n t y M. H a l l e , Preliminaries to Speech Analysis. Cambridge (Mass.) 1952.

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El cotejo de estos estudios nos puede llevar a un punto de acuerdo p ara la fijación del sistem a fonológico latino, sobre la base de diez rasgos opositivos: 1. vocálico/no-vocálico, 2. consonántico/no-consonántico, 3. grave/agudo, 4. denso/difuso, 5. n asal/o ra l, 6. labiovelar/velar, 7. co n tin u o /in terru p to , 8. so­ n o ro /so rd o , 9. interm itente/no-interm itente, 10. lateral/no-lateral. Clasificados de acuerdo con estos rasgos, veamos, en la página siguiente, la serie de los fo­ nem as latinos.7 A esta relación es preciso hacerle algunas observaciones. En prim er lugar, se nota la ausencia de vocales largas (a, e, i, o, u). Ello es debido a que desde el punto de vista fonológico resulta más operativo tra ta r estos sonidos com o si estuvieran constituidos por una gem inación de sonidos sim ples, o sea dos breves, que re c u rrir a un tratam iento a base de introducir un nuevo rasgo. La m ism a explicación vale para las gem inadas clásicas (m m , tin, II, rr, ss, etc.), que encuentran tam bién una explicación m ás aju stad a a la realidad en la sucesión de dos fonem as sim ples, postura que al mismo tiem po preserva de pro p iciar un aum ento baladí en el núm ero de fonem as.8 Al tiem po que en el caso an terio r el punto de acuerdo es bastante gene­ ralizado, hay o tras cuestiones en que el consenso está muy lejos de poderse alcanzar. Es el caso de los fonem as labiovelares y de los diptongos. La dis­ cusión se centra en d eterm in ar si los sonidos labiovelares [k w] y [gwj (qu- y gu- en la ortografía) y los diptongos representan, aunque sea m ediante áos grafem as, un fonem a único (m onofonem atism o), o bien son el resultado de la unión de dos fonem as autónom os (difonem atism o). La inclusión en el es­ quem a an terio r de los prim eros, así como la exclusión de los segundos, ya revela n u estra opinión —que no es, ni mucho m enos, unánim em ente com­ p artid a—, p artid aria del m onofonem atism o, en el caso de las labiovelares, y del difonem atism o, en el caso de los diptongos. En lo que se refiere a las labiovelares, la controversia no es nueva, sino que tiene un am plio arraigo en la historia de la gram ática latina.9 Es curioso o bservar, y aquí ejem plificarem os prácticam ente las observaciones que hici­ mos al com enzar esta visión de la fonología estructural latina, la im portancia que tiene en este tem a la grafía, o m ejor las grafías, para inclinar el fiel de la balanza en uno u o tro sentido, hasta llegar al extrem o de que unas m ism as notaciones gráficas sean usadas, en sentidos distintos claro está, por los de­ fensores de las posiciones enfrentadas. Así, la utilización de la grafía qu-, en lugar del recurso a un nuevo sím bolo, es usada com o argum ento en favor del estatu to difonem ático del conjunto, y, frente a ello, se dice que el 7. Un análisis diferente se encuentra en X. M i g n o t , «Phonologie pragoise et phonolo­ gie générative dans la description du latin». BSL 70, 1975, pp. 203-231. 8. En este sentido S. M a r i n e r , op. cit. y J. H o r e c k y , «K. otazke geminat v latin£ine». Recueil linguistique de Bratislava 1, 1948, pp. 117-135 (con resumen en francés en las pp. 135-137). Sin embargo. M o l i n a , op. cit. introduce el rasgo [± geminado], pero aplicán­ dolo solamente a los fonemas consonánticos. 9. Cf. R. A. Z i r i n , The phonological basis of latin prosody. The Hague-Paris 1970, pp. 29-30, y sobre todo A. M. D e v i n e y L. D. S t e p h e n s , Two studies in latin phonology. Saratoga 1977, pp. 31 y ss.

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m antenim iento de q-, con trastad o con la desaparición de k- (sustituido por c-), es p ru eb a de que el grupo tenía un claro estatu to m onofonem ático. Pese a las críticas suscitadas en co n tra,10 a nosotros nos siguen pareciendo fundam entalm ente válidos los argum entos de B randestein en favor del monofonem atism o, que sintetizam os a continuación: 1.° 2.°

Q u- no puede ap arecer nunca dividido en dos sílabas. Qu- no sirve para m arcar posición, pues no alarga la vocal anterio r. 3.° Qu- en los grupos consonánticos siem pre es tratad o com o si fuera un fonem a único, pues, en caso contrario, h ab ría que co n sid erar squ- com o un grupo de tres consonantes, cuando el sistem a consonántico latino no adm ite grupos de tres con­ sonantes en posición inicial de sílaba, si la tercera consonante no es una líquida: spl, spr, etc.11 4.° En los casos en que la oposición / k w/ / / k / se neutraliza, el archifonem a resu ltan te siem pre viene represen tad o por /k / . A éstos podría añadirse el argum ento presentado p o r M ariner,12 quien, p ar­ tiendo de la idea de que [ j], [w ], [i] y [y] son m eras v arian tes com binatorias de los fonem as / i / y / u / , concluye que el diferente significado de aquam (ac. de aqua) y acuam (1.a pres. de subj. de acuó) no puede d epender de que haya un sonido [u ] consonántico en el p rim er caso y vocálico en el segundo. O sea, añadim os nosotros, que la oposición estriba en que en un caso tene~ mos cu atro fonem as ( /a / q u /a /m /) y en el o tro cinco ( /a / c /u /a /m / ) . Digamos, p ara acabar este ap artad o , que se han m ostrad o p artid ario s del difonem atism o en lo .que se refiere a las labiovelares Janssen,13 Hill,14 Leum an n ,15 Zirin; 16 en tanto que se inclinan por la consideración de fonem a único H orecky,17 B randestein,18 MuIjaciC,19 Alarcos,20 T ouratier,21 etc. Un estado

10. En R. A. Z i r i n , op. cit. puede verse una amplia discusión de estos argumentos. 11. El argum ento más débil, sin duda, ya que por el hecho de que las estructuras spl-, spr-, etc. sean las más usuales, no puede deducirse que squ- no es parte integrante del sistema. 12. S. M a r i n e r , op. cit. pp. 256-257. 13. H. H. J a n s s e n , «Qu et gu en latin». Hommages à Max Niederm ann, Bruxelles 1956, pp. 184-190. 14. A. A. H i l l , «Juncture and syllabe division». Language 30, 1954, pp. 439-447. 15. M . L e u m a n n , «Lateinische Laut- und Formenlehre 1940-1955». Glotta 36, 1957, p. 131, n. 1. 16. Op. cit. en η. 9. 17. Fonología latinciny. Bratislava 1949. 18. Op. cit. 19. Op. cit. 20. E. A l a r c o s , «Esbozo de una fonología diacrónica del español». Estudios dedica­ dos a Menéndez Pidal. II. Madrid 1951, pp. 9-39. Sin embargo, el propio Alarcos se m uestra dubitativo ante el problem a en su Fonología española, Madrid 1968*, pp. 228-229. 21. Chr. T o u r a t i e r , «Statut phonologique de «qu» et de «gu» en latin». BSL 66/1, 1971, pp. 229-266.

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de la cuestión muy com pleto, ya que abarca perspectivas muy diferentes, desde las posturas de los gram áticos latinos a las del estru ctu ralism o y con un extenso análisis argum entai, se encuentra en el libro de A. M. D ev in e y L. D. S t e p h e n s , Tw o studies in latin phonologyP En cuanto a los diptongos, M a rin e r23 ha atacado, rebatiéndolos suficien­ tem ente, los argum entos de J. S a f a r e w ic z 24 en favor del m onofonem atism o de ae y oe, al tiem po que ha im puesto la opinión de un estatu to difonem ático extensible a todos los diptongos; para pro b arla ha atilizado, con v en taja so­ b re o tro s criterios, uno exclusivam ente fonem ático: el de la conm utación. En efecto, substituyendo de form a altern ativ a por cero cada uno de los consti­ tuyentes de los diptongos, ae, au y oe, es factible en latín la aparición de vocablos d istintos (caedo:: cëdo, càdo; la u tu s:: lütus, la tu s; fo ed ere:: fodere; p o en is:: penis). Más problem ática es la aplicación de este criterio al diptongo eu dada la escasez de palabras auténticam ente latinas que lo contienen. Parece asim ism o resuelta la disputa acerca de la entidad de los sonidos sem icoüsonánticos [j] y [w ], inventariados p e r M a rin e r25 como variantes com binatorias asilábicas, ya que presentan una clara distribución com ple­ m en taria con respecto a los correspondientes fonem as vocálicos / i / y / u / ( [j ] y [w ] aparecen siem pre delante de vocales tautosilábicas, en tan to que [i] y [u ] no aparecc.n nunca delante de vocales tautosilábicas), al tiem po que no se da el caso de que dos com plem entarios puedan aparecer unidos en las m ism as condiciones en que aparecería uno de ellos. Ni es posible ^ C w u f C ) ^ , ni lo es 5*£uwV(C)^é. Un lema tam bién muy discutido ha sido el del acento latido. Dado que ias posiciones parecen unánim em ente cerradas en favor de la no existencia de valor fonem ático en el acento latino, la investigación se ha orientado hacia la determ inación de los dem ás valores que pudiera tener dicho acento, como son el valor culm inativo (m arca la presencia de un grupo fónico) y valor delim itativo (señala la presencia próxim a del final de palabra). Asimismo, son dignos de m ención los intentos de llegar a una reform u­ lación reducida y más aju sta d a a la teoría estru ctu ral de las norm as de acen­ tuación en latín. D entro de esta perspectiva J. P. K h e r l a k ia n , en su artículo «La m ore, l'equivalence ~ = O υ et l'accent latin»,26 ha puesto de m anifiesto la insuficiencia de la form ulación de N. T r u b etz k o y , en sus Principes de Pho­ nologie27 E sta form ulación decía sucintam ente que «el acento se coloca siem­ p re sobre la penúltim a m ora antes de la últim a sílaba»; sin em bargo, con esta regla no se explica suficientem ente po r qué, si tenem os am aàtus y

22. Cf. n. 9. 23. «Valor fonemático de los diptongos del latín clásico». Helmantica 25, 1957, pp. 17-30. 24. «La valeur phonologique des diphtongues latines». Eos 44, 1950, pp. 123-130. 25. «Caracterización funcional de los fonemas del latín clásico». Emerita 26, 1958, pp. 227-233. 26. Langages 50, junio de 1978, pp. 38-44. 27. Paris 1949. La edición original alemana es de Praga 1939.

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¿y

seruiilis (m arcando con doble grafía las vocales largas para señalar la gem ina­ ción vocálica), hem os de tener nuübilus y no núubllus. En consecuencia, pa­ rece que se tenga que seguir prefiriendo la form ulación de R. J akobson tal como aparece recogida en «Ueber die Berchaffenheit der prosodischen Gegen­ sätze» 28 y que se co ncreta en que «el acento cae sobre la sílaba que contiene la segunda m ora a co n tar desde la sílaba final, pero no sobre la m ora m is­ ma». De todas form as, debe prestarse atención al hecho de que dicha form u­ lación no es lo sim ple que aparenta, ya que tras la sim plicidad se esconden dos reglas; por una, se deshace la unidad de la sílaba ai co n tar en m oras, y por la otra, se tiene que rec o n stru ir su unidad p ara colocar el acento, con lo que estam os ante una especie de círculo vicioso.29 Aunque podría ocupar con derecho propio un lugar aparte, dadas las íntim as conexiones con la fonología, hemos preferido incluir dentro del a p a r­ tado de fonología la aportación del estructuralism o a la m étrica. Los logros en esta faceta, no p o r poco aparatosos dejan de ser im portantes. La oposición estru ctu ral lengua/habla se transpone a p a rtir de J a k o b so n 30 al cam po de la m étrica en los térm inos de estructura/realización, lo que constituye un ataque frontal co n tra el fisicismo dom inante en m étrica hasta el mom ento. Lo que se quiere exp resar con la citada oposición es sim plem ente que existe una convencionalidad total en los esquem as m étricos que se traduce en una realización diferente según las lenguas. Conforme a ello, a la igualdad estru c­ tural — - ^ u no le corresponde una realidad entendid a en térm inos de duración física, sino en térm inos de convencionalidad cultural. Como logro m enos teórico debe adjudicarse tam bién al estructuralism o el establecim iento del ca rácter rítm ico de la cesura, cuya finalidad se concreta en señalar el lím ite final de una palabra, en co ntra de o tras posturas tra d i­ cionales que querían ver en la cesura la m anifestación de una pausa. Con el enfoque estru ctu ral han quedado satisfactoriam ente explicados los puntos oscuros para la visión tradicional representados por la existencia de cesuras en ecthlipsis, tras preverbios y delante de enclíticas.31 La estru c tu ra de la sílaba latina ha atraído tam bién la atención de los investigadores, este interés ha tom ado especial auge a p a rtir del m om ento en que se han usado p ara su definición elem entos m étricos, prosódicos y fonológicos, con lo que los resultados alcanzados han tenido repercusiones en los tres cam pos. Así, p o r ejem plo, R. A. Z irin en T he phonological basis of latin prosody,32 arran can d o de la insuficiencia de los intentos tradicionales

28. Mélanges de linguistique offerts à J. van Ginneken. Paris 1937, pp. 25-33. 29. En la misma linea habría que situar la teoría sustentada por W. S. A l l e n en Accent and Rhythm . Prosodie Features of latin and greek: a S tudy in theory and Recons­ truction. Cambridge 1973, pp. 151-191. 30. R. J a k o b s o n , «Ueber den Versbau der serbokroatischen Volksepen». Archives Néer­ landaises de la phonétique experimentale, 8-9, 1933, pp. 135 y ss. 31. Un tratam iento más extenso y documentado de la cuestión S. M a r i n e r , «Hacia una métrica estructural». RSEL 1/2,1971, pp. 299-333; y en E.R o d ö n , «La m étrica latina ante la lingüística actual». RSEL 4/2.1974, pp. 488-503. 32. The Hague-Paris 1970.

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de explicar la cantidad en térm inos de duración silábica, pasa revista a la equivalencia m étrico-prosódica w = —, llegando a la conclusión de que en el caso del latín esta equivalencia ha surgido de la norm a de acentuación que prohíbe re tro tra e r el acento más allá de la tercera sílaba, contando desde el final. Esta característica provocó la convicción de que el grupo silábico relevante para la colocación del acento estaba constituido por una sílaba larga o por dos sílabas breves. Frente a esto Zirin observa que en latín no hay dis­ tinción fonológica e n tre una sílaba cerrada (larga po r posición) y una sílaba conteniendo un núcleo com plejo, vocal larga o diptongo (larga por n atu rale­ za), puesto que los dos tipos son funcionalm ente equivalentes en cuanto a la colocación del acento, y, en consecuencia, piensa que se podría llegar a una identidad formal de los dos tipos de sílaba a base de considerar que toda vocal larga o diptongo está constituido por una vocal y una semivocal (a = aa, au = αμ, ê = ee, etc.), cosa que equivale a decir que toda sílaba que contenga una vocal larga o diptongo es una sílaba cerrada. A p a rtir de ahí, la consecuencia es clara, la base fonológica de la prosodia y de la m étrica la­ tinas reside en la oposición en tre sílabas ab iertas y cerradas. La fonología diacrónica estru ctu ral, en lo que se refiere al latín, empezó a interesar muy tardíam ente a los estudiosos, y lo hizo al am paro de estudios históricos que tom an com o objetivo las lenguas rom ánicas. E sta faceta de la fonología tiene com o características principales el rechazo de los factores externos (substrato, superestrato , etc.) y el recurso a las causas internas (equi­ librio del sistem a, econom ía lingüística, etc.) com o elem entos explicativos del cambio. Un tema muy debatido ha sido el de la pérdida en latín del valor d istin­ tivo de la cantidad y de su consecuencia inm ediata: el paso de un sistem a de oposiciones cuantitativas integrado por diez vocales, cinco largas y cinco breves, a un sistem a de oposiciones de tim bre constituido por siete vocales [a, i, u, e, ε, o, o]. La explicación más clásica es la atrib u id a a A. H a u d rico u rt y A. J uilland ,53 aunque tiene antecedentes notables.14 Según estos autores en el siglo i de nu estra era se produce la m onoptongación de ae, que da com o resultado una [ε]; esta [g], larga y abierta, se in tro d u jo com o elem ento desestabilizador en el sistem a vocálico, provocando alteraciones en el m ism o y dando lugar a un desplazam iento de las correlaciones,35 lo que en últim o ex­ trem o habría desem bocado en la pérdida de las oposiciones de cantidad, al prim ar la sim ilitud de ap e rtu ra sobre la sim ilitud cuantitativa.

33. Essai pour une histoire structural du phonétism e française. Paris 1949 (The HagueParis 19701). 34. Parece ser que la primera formulación de esta teoría se debe a L. NovÂx, «De la phonologie historique romane: la quantité et l'accent». Charisteria Gulielmo Matthesio... oblata. Praha 1932, pp. 45-47. Cf. al respecto A. R o n c a g l i a , «L'effondrement de la quantité phonologique latine». Actes del. X V I Congrès internacional de Lingüística i Filología romàniques. I. Palma de Mallorca 1982, pp. 109-122. 35. Debe tenerse en cuenta que la è era cerrada y la e era abierta.

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O tra explicación, tam bién estru ctu ral, se debe a H. W e i n r i c h ,36 quien pensando que el paso de [ae] a [ε] es de poco peso para pro p iciar tan g ran ­ des resultados, propone p a rtir de las posibilidades de silabación del latín. Hace n o tar que en el caso del latín no se puede prescindir delhecho de que, ju n to a la existencia de vocales largas y breves, se da tam bién la de conso­ nantes largas y breves. Estos cuatro elem entos se pueden com binar en tre sí, lo que da un total de cuatro posibilidades diferentes:

1. vocal larga -f- consonante larga (stella). 2. vocal larga -f consonante breve (sölus). 3. vocal breve 4- consonante 4. vocal breve + consonante

larga (gütta). breve (rota).

Es decir, que la can tid ad de las vocales y de las consonantes era libre. En este sistem a se p ro d u jo un deterioro progresivo, consistente en la supresión del prim er tipo po r reducción de éste a los tipos segundo y tercero. El esque­ ma resu ltan te era necesariam ente inestable, ya que ante consonante breve era posible tanto vocal larga com o vocal breve, m ientras que ante consonante larga sólo era posible vocal breve. El resultado de esta ecuación im posible fue la supresión del elem ento pertu rb ad o r, el cu arto tipo: vocal breve an te consonante breve, por reducción al segundo tipo. En esta situación, la can ti­ dad, ya fuera de las vocales ya fuera de las consonantes, vendría fijada au to ­ m áticam ente po r el o tro elem ento, consonántico o vocálico. Y com o sea que en esta época ya tard ía del latín el elem ento predom inante era el consonán­ tico, la asignación de cantidad a las vocales sería p uram en te m ecánica 37 y, por tanto, d ejaría de se r fonológicam ente distintiva; de ahí la necesidad de acudir al establecim iento de oposiciones de tim bre. N aturalm ente estas explicaciones resultan totalm ente inútiles si se acepta la reciente, pero ya antigua, tesis de E. P u lg r a m ,38 de que ya en época p re­ clásica, es decir en el siglo h i a. d. C., el latín hablado po r el pueblo no se servía de oposiciones de cantidad, sino que distinguía las vocales p o r el tim bre. La teoría de W einrich ha sido contestada por K . T o c e b y 39 con un arg u ­ m ento que puede extenderse tam bién a la tesis de H au d ric o u rtJu illa n d . Dice Togeby que la referencia a una tendencia general no puede servir de explica­ ción a un fenóm eno particular. De este m odo, supuesta la tendencia de las lenguas a rechazar sistem as vocálicos asim étricos, esto no explica cóm o en

36. Phonologischen Studien zur romanischen Sprachgeschichte. Münster Westf. 1958. 37. ^Así paripé indicarlo al menos la existencia de las llam adas geminadas gram ati­ cales (lïttera, m it to,^ cüppa)^ cuya_ estructura parece derivar de form as con vocal larga y consonante breve (litera, mito, cüpa). Cf. M. B a s s o l s , Fonética latina. Madrid 1962, § 261. 38. Latin-Romance Phonology: Prosodies and Metrics. München 1975. Acerca de la antigüedad de la teoría véase A. R o n c a g l i a , op. cit. en η. 34. 39. «Les explications phonologiques historiques sont-elles possibles?» Romance Philo­ logy 13. 1959-60, pp. 401 413.

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LATINA

un d eterm inado m om ento el latín desarrolló un sistem a asim étrico para abandonarlo posteriorm ente, ni tam poco por qué ha aparecido en concreto este nuevo sistem a, sea cual fuere, en lugar de o tro cualquiera de los m uchos posibles. En esto ha abundado T. J a n s o n 40 al señalar que siem pre que se p arte de la situación de inestabilidad de un sistem a, esta inestabilidad se apo­ ya en motivos fonéticos y /o fisiológicos, de m anera que, en últim o extrem o, los elem entos inductores del cam bio serán fisiológicos o fonéticos. El propio T. J a n s o n 41 ha propuesto una explicación alternativa de carác­ ter socio-lingüístico, cifrada en un cambio de la estrategia perceptiva. T ras d ejar sentado, m ediante ejem plos prácticos tom ados de lenguas actuales, que la duración vocálica tiene una influencia directa en la percepción del tim bre de la vocal (la [T], por ejemplo, se confunde más fácilm ente con la [ë], que la [i]), ap u nta la posibilidad explicativa de que dos generaciones sucesivas de hablantes de una m ism a lengua puedan percibir de m anera diferente sonidos idénticos. El proceso podría realizarse así: el sistem a fonológico de las voca­ les latinas, con oposiciones de cantidad, quedaría representado com o sigue: i

u Se.

Z .

e

o ä

E ste sistem a sería percibido sin diferencias por hablantes y oyentes. Sin em ­ bargo, la situación real de las vorales en el espacio acústico es diferente:

Es decir, que las vocales breves se presentan m ás centralizadas. E stas diferen­ cias vienen com pensadas por el ajuste perceptivo del oyente; pero, en un mo-

40. Mechanism of Language Change in Latin. Stockholm 1979, p. 31. 41. Op. cit., especialmente pp. 42-45.

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m ento dado, las nuevas generaciones de hablantes-oyentes podrían no h aber aprendido a com pensar estas desviaciones, de m anera que su concepción del sistem a vocálico se acercaría más a la realidad fonética; ello llevaría a iden­ tificar en el habla unas diferencias cualitativas, que los m iem bros de la gene­ ración an terio r no percibían, consistentes en identificar progresivam ente la cualidad o tim bre de [i] y [ë] por una parte, y [ó] y [ü] por otra. E n tre las cuestiones puntuales de tipo diacrónico a las que ha dedicado su atención el estructuralism o citarem os tres: la apofonía (variaciones en el vocalismo de las palabras) y la síncopa en sílaba interior abierta, el ro ta­ cismo, y la evolución de la sílaba. La apofonía, y tam bién la síncopa,42 dejan de in te rp re tarse com o un resultado m isterioso de la acción del acento de intensidad inicial para alcanzar una explicación basada en la economía lin­ güística, al consistir, en palabras de J. A. E n r í q u e z ,43 en «la anulación de un elem ento vocálico diferenciador por su escaso o nulo papel diacrítico», ya que el perfil sonoro de la palabra es suficiente para su identificación, su­ puesto que la apofonía sólo se da en palabras de más de dos sílabas y nunca en la sílaba inicial ni en la final. N eutralización, en suma, que tendría dos posibilidades de realización: cero y una vocal indistinta a que se resolvería en [i], [ü ] o [ë], dependiendo la solución en uno u otro sentido de factoresfonológicos, morfológicos, sociales, estilísticos y sem ánticos. Para ur.o de los resultados concretos, [i], tenem os la explicación causísticam ente fonética d< T. Janson,44 que se puede resum ir en la regla: V

V

— larga

-f alta

CV.

— p o sterior Donde Σ = sílaba, C = consonante, V — vocal. E sta regla podría desglosarse en dos:

[é] - » [i] / Σ , _______ CV [á] —►[i] / Σ, ____ __ CV Con lo cual se nota una lim itación del alcance de esta reducción vocálica a las vocales no posteriores. La novedad que ap o rta Janson reside en la ju stifi­

42. S. Rix, «Die lateinische Synkope». Kratylos 11, 1966, pp. 156-165. 43. «Apunte sobre el problema de la apofonía vocálica en latín». Actas del III Con greso español de Estudios Clásicos. III. Madrid 1968, pp. 59-67. 44. Op. cit. pp. 46-59.

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cación de que el resultado de la reducción sea [i] y no [ë] ni [ä]. Ello se debe a que aquella vocal m antiene el m ayor grado de diferenciación con res­ pecto a las vocales posteriores [u ] y [ó ], con lo cual resulta que se establece una neutralización de tipo parcial que m antiene diferencias con las o tras posi­ bilidades de neutralización. En lo que se refiere al rotacism o, J. A. C orrea 45 inspirándose en un cé­ lebre libro de A. M a r tin et ,46 ha sostenido que la rotatización de [-s-] in ter­ vocálica se produce por la presión estru c tu ral que suponía el proceso de reducción de la geminada [-ss-] a [-s-]. La consolidación de este proceso hu­ biera creado confusionismo en el sistem a, al propiciar gran cantidad de homonim ias: * amäses (imperf. de subj.) / am a(s)ses (plusc. de subj.), * amase (inf. pres. act.) / * ama(s)se (inf. de perf. act.), etc. Ante esta agresión externa, el sistem a reacciona con cam bios internos que convierten en posición in te r­ vocálica al alófono [s] de / s / en [z], p ara acabar transfonologizándolo en / r / , por ser el sonido [z] raro o difícil de pronunciar. En contra de esta explica­ ción ha argum entado M.a L. P o r z io G e r n i a 47 que la reducción de las gem ina­ das [-ss-] se produce muchos siglos después del paso de [-z-] a [-Γ-] y m ás todavía del paso de [-s-] a [-z-], ya que el rotacism o hay que situarlo en los siglos v-iv a. d. C., m ientras Cicerón y Virgilio, según testim onio de Q uintilia­ no,48 escribían todavía caussa y diuissio. Por tanto, propone altern ativ am en te una explicación basada en idénticos fundam entos de presión estru ctu ral. El fonema / s / tendría en latín dos alom orfos, [s] (en inicial ab so lu ta y ante consonante sorda), [z] (en posición intervocálica y ante consonante sonora). Por presión del sistem a, que en el caso de las fricativas no conoce la alter­ nancia so rda/sonora ( /f / y / h / no tienen ningún alófono sonoro) se h ab ría tendido a la anulación de [z], bien p o r síncopa (ante consonante sonora), bien por rotatización (en posición intervocálica). C ontra esta explicación vale el mismo argum ento de Togeby con respecto a W einrich 49; y se podría añ ad ir todavía que la existencia de alófonos no es siem pre circunstancia suficiente p ara provocar la reducción de su núm ero.

3.1.2. Morfología En la morfología latina el estru ctu ralism o encontró un terren o b astan te p ro­ picio p ara su cultivo, en parte com o fru to de toda una tradición histórica acos­ tu m brada a hablar de raíces, radicales, vocales tem áticas, desinencias perso­ nales, etc., y a con statar las diferencias en tre lenguas. Por todo ello, no es de

45. «S sonora en latín, ¿variante o fonema? Estudio diacrónico». Actas del III Con­ greso español de Estudios Clásicos. III. Madrid 1968, pp. 59-67. 46. Économie des changements phonétiques. Berne 1964a, pp. 326-332. 47. «Lo statuto fonologico del fonema / s / in latino». RAL 28, 1974, pp. 1-12. 48. Institutio oratoria I, 7, 20. 49. V. p 93.

EL E S T R U C T U R A L I S M O

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e x tra ñ ar que la m orfología estru c tu ral haya conseguido p ro n to el éxito, nada desdeñable, de p e n e tra r en la enseñanza de los prim ero s niveles, dado que facilita a los alum nos una aprehensión de la m orfología com o un todo u n ita ­ rio y p erfectam ente engarzado. La m orfología nom inal ha sido tratad a por R. A. H all 50 en «Classical Latin Noun Inflection», donde se intentan explicar todas las form as del paradigm a nom inal con idéntica estru c tu ra: raíz 4- vocal tem ática 4- rasgos foném icos predesinenciales 4- de­ sinencia. La vocal tem ática y la desinencia pueden ser 0 . Y lo m ism o sucede con los rasgos fonémicos predesinenciales, cuya m agnitud se fija exclusivam ente p or los lím ites de la vocal tem ática y la desinencia. De esta form a, el ablativo p lu­ ral de todas las declinaciones constaría de una desinencia -s; a ésta, en el caso de la 1.a y 2.a declinaciones, se antepondrían, com o elem entos predesinen­ ciales, la sustitución de la vocal tem ática, a/o, p o r i y la caracterización de ésta com o larga: dom in + o+ : 4-5 —> dom in + i-\- : 4-5 —> dom inis. En cam bio, en el caso de las dem ás declinaciones, se an tep o n d ría a la desi­ nencia el elem ento predesinencial -bu-: turr + i+ b u + s —►turribus. En los tem as consonánticos, que p ara Hall tienen una vocal tem ática 0 , ésta se vería sustituida p o r -i-. consul + 0 + bu + s —» co n su l+ i+ bu + s —» consulibus. En co n junto, el trab a jo de Hall da la im presión de ser muy ingenioso, pero tam bién artificioso en extrem o. Que vaya en co n tra de las aportaciones de la g ram ática histórica no es un reparo grave que se pueda oponer a un estru ctu ra lista , aunque sea la verdad. Más grave es, no o bstan te, la incoherencia d en tro del sistem a y la com plicación innecesaria del m ism o, m otivada m u­ chas veces por su decisión apriorística de reducir todas las desinencias a un único fonem a. C iertam ente, no le vem os ninguna ventaja a la explicación del dativo-ablativo plural en los térm inos antes apuntados, sobre o tra que se lim ite a decir que en unos casos la desinencia es -is y en otro s -(i)bus. Y sí le vem os el inconveniente de recargar el procedim iento a base de la división m encionada entre desinencia y elem entos predesinenciales. E stos y otros p ro­

50. CPh 41, 1946, pp. 84-90.

98

LA LIN G Ü ÍS TI C A

LATINA

blem as tra ta de superar F. W. H o u s e h o l d e r 51 en un artículo que pasó de ser un análisis crítico de la propuesta de Hall a convertirse en una explica­ ción alternativa. Para H ouseholder no existen elem entos predesinenciales y las desinencias, varias para cada caso, se com binan con los tem as a tra ­ vés de un m ecanism o que tom a en consideración los elem entos finales del tem a e iniciales de la desinencia. Caso de que los fonem as que en tren en con­ tacto no sean fonéticam ente estables, se aplican unas reglas fonológicas que resuelven la situación. Tomando el ejem plo aducido a propósito de Hall, el dativo-ablativo plural aparece conform ado por:

f tema acabado en

consonante, i, u, e

'

*

■bus >

+ a, o

•is

Lo que produciría: auribus, rebus, pero tam bién * consul bus, * m ensais, * domiftoi?. En r 1 caso de * consulbus, una regla fonológica establecerá la inser­ ción de /n a vocal -i- entre un tem a acabado en consonante y una desinencia encabezada por una consonante sonora. En consecuencia: * consulbus —> consulibus. ?oi bu parie, en la prim era declinación se produce la contracción de las vo­ cales en contacto, y en la segunda la elisión de la vocal tem ática -o- ante -Γ-: * mensa-is —> m ensis, * domino-is —» dom inis. A la m orfología del verbo ha dedicado un estudio Chr. T o u r a t i e r , 52 quien, utilizando el procedim iento de la conm utación, identifica los m onem as (lexem as y m orfem as) de las form as verbales personales, así com o sus variantes (alolexem as y alomorfos). Quizás lo m ás destacable de su exposición sea el p ropugnar que no existen m orfem as (no confundir con la existencia de m orfem as representados por m orfos vacíos) de presente, de indicativo, de in fe ctu m , ni de activa, y la caracterización del im perfecto con un m orfem a (-bá-} no segm entable, que se opone como unidad al m orfem a {-b-} de futuro y al m orfem a {-a-} de subjuntivo. H ablar de morfología sincrónica del adverbio puede parecer, en princi­ pio, algo exagerado, pues es de sobras conocida la incapacidad flexiva de esta

51. «A descriptive analysis of latin declension». Word 3, 1947. pp. 48-58. 52. «Essai de morphologie synchronique du verbe latin». REL 49, 1971, pp. 331-357.

EL. E S T R U C T U R A L I S M O

99

« parte de la oración», si exceptuam os la posibilidad que tiene de ad m itir m or­ fem as de com parativo y de superlativo. Sin em bargo, el estructuralism o ha superado am pliam ente sus lim itaciones. No tanto de la constitución formai del adverbio com o de sus relaciones form ales o derivativas con o tras partes de la oración, especialm ente adjetivos, se han ocupado bastantes autores, lo que ha producido un plantel de teorías que puede reducirse sustancialm ente a tres: la de P. H. M a t t h e w s ,53 que sostiene que adjetivo y adverbio son for­ m as de un m ism o Iexema, con dos posibilidades de flexión, una adnom inal y o tra adverbal. La de J. K u r y l o w i c z 54 que propugna po r la consideración de los adverbios como adjetivos m arcados con m orfem as vacíos. Y, finalm en­ te, la de K. B e r g s l a n d ,55 quien, en el m arco de una tradición que parece re­ m ontarse a Crisipo, piensa que los adverbios no se distinguen fundam ental­ m ente de las form as flexivas, pues los m orfem as adverbiales son lo mismo que m orfem as casuales, relatores que ponen en contacto el sem antem a al que se ad ju n tan con o tro sem antem a verbal. A una voluntad globalizadora, de inspiración m arcadam ente bloomfieldiana, responde la obra de R . J . O ' B r i e n , A descriptive gram m ar o f ecclesias­ tical latin based on m odern structural analysis.56 Las lim itaciones que pueden deducirse del título ^on m ás ilusorias que reales, ya que la morfología no ec una faceta especialm ente sujeta a variaciones; sí, en cambio., es notablem ente d iferente el aspecto fonético, ai basarse sobre la pronunciación eclesiástica del latín. No o bstante su am bicioso enfoque, el libro, en m uchísim as ocasio­ nes, no va m ucho más allá de o frecer una segm entación puntillosa y ajustada de los constituyentes nom inales, pronom inales y verbales, intentando sumi­ n istra r la fórm ula perfecta úe descripción del nom bre, verbo, etc De tedas form as, el intento podría tener una validez m ayor, de no ser p er la ausencia de distinción metodológica eníre derivación y flexión que ha dado como resu ltad o un conjunto com plicado y difícilm ente asim ilable. Obra tam bién de co n junto, pero de concepción muy escolar orientada a la enseñanza de los rudim entos gram aticales es la de W. A. S w e e t , L atin, a Structural Approach,57 cuyo m ayor interés reside, sin duda, en el título.

3.1.3.

Sintaxis

A la vista de la enorm e cantidad de trabajos aparecidos sobre sintaxis, puede p arecer una p aradoja afirm ar que el estructuralism o ha sido una corriente

53. «Latin». Lingua 17, 1967, pp. 153-181, esp. pp. 168 y 175. 54. «Dérivation lexicale et dérivation syntaxique (Contribution à la théorie des parties du discours)». B SL 37, 1936, pp. 79-92; y Esquisses linguistiques. Wroclav 1960, pp. 164-171. 55. «Les form ations dites adverbials en -/im, -atim, et -im du latin républicain». Sym ­ bolae Osloenses 20, 1940, pp. 52-85. 56. Chicago 1965. 57. Ann Arbor 1957.

100

LA LI N G Ü ÍS TI C A

LATINA

poco propensa a tra ta r problem as sintácticos. Mas, si se exam ina a fondo la producción se ve que la paradoja no es tal. El afán taxonómico del estructuralism o lo ha llevado a tra ta r casi en exclusiva (tal vez sería más ju sto decir que le ha im pedido tra ta r lo que no fueran) aquellas cuestiones de sintaxis verbal que, por sus especiales características de cohesión interna en el siste­ ma, aceptaban con facilidad que se les aplicara la metodología del cam po sem ántico, convertido en ocasiones en cam po funcional. E ste sim ple cam bio metodológico aseguraba a priori una m ejora, ya fuera por modificación, ya fuera por sim plificación, de los modelos anteriores. Y en esta práctica, la operatividad de la oposición [ + m arcado] / [— m arcado] ha sido notable. Por todo ello, casos, modos, tiempos, pronom bres, preposiciones, etc., en- tanto que entidades agrupables y confrontables en tre sí, se prestab an de m aravilla al análisis estructural. En cambio, salvo en contadas ocasiones, las cuestiones de sintaxis fraseológica, mucho más esquivas a ad m itir encuadres rígidos, han perm anecido intactas. Por lo general, no se ha llegado en ellas más allá de un funcionalism o elemental. No debe extrañar, por tanto, que no abunden las sintaxis estructurales de conjunto. En el caso del latín, las obras que llevan este título global, o bien no pasan de un nivel muy elem ental, o, en el m ejor de los casos, y no es poco m érito, constituyen una recopilación de tem as pun­ tuales; el segundo volumen de la Introducción a la sintaxis estructural del latín de L. R u b i o ,58 es una m uestra clara de esta m anera de proceder. En con­ secuencia, al no existir obras de conjunto, tendrem os que em pezar abordando directam ente el análisis de las cuestiones puntuales que han atraíd o la aten ­ ción de los estructuralistas. El controvertido, y nunca bien resuelto, problem a de los casos ocupa el prim er lugar por la cantidad de investigaciones que ha suscitado; y todas ellas con un com ún denom inador, que constituye al tiem po su principal defecto: in ten tar atrib u ir un valor fundam ental y único a cada caso, olvidándose de la sabia norm a m etodológica que reproducim os en la escueta form ulación de J. L y o n s : 59 «Cualquier teoría general sobre los casos debe reconocer dos hechos: (I) que el mismo caso puede realizar más de una función sintáctica; y (II) que una determ inada función sintáctica puede realizarse a través de una cierta variedad de medios en la m ism a lengua; y, en particular, que en tre los casos y las locuciones preposicionales del latín hay una relación más p ro ­ funda de lo que sugiere el análisis tradicional de la flexión». Ya muy pronto, el estructuralism o se interesó por esta cuestión, de lo que es buena m uestra el trabajo de L. H j e l m s l e v , «La catégorie des cas».60 Es ésta una obra básica, todavía hoy, para acercarse a una historia de las teorías casuales y a la polémica de localistas vs. no localistas; dicha obra

58. Introducción a la sintaxis estructural del latin. II. La oración. Barcelona-CaracasMéxico 1976. 59. Introducción en la lingüística teórica [Traducción española de R. C e r d á del ori­ ginal inglés, New York 1968]. Barcelona 19731, § 7.4.2. 60. Acta Jutlandica 7/1, 1935, pp. I-XII y 1-84. Se encuentra recogido junto con otros trabajos en traducción española d e F. P i n e r o en La categoría de los casos. Madrid 1978.

EL e s t r u c t u r a l i s m o

101

no ha sido superada por la reciente publicación de A. Agud, H istoria y Teoría de los casos,61 pese a sus m ayores pretensiones. Asimismo útil p ara la visión h istórica del tem a que estam os tratan d o es la introducción que contiene la obra de J. S. Lasso de la Vega, Sintaxis Griega. I.62 De aplicación específica, pero no al latín, sino al ruso, es el trab a jo de R. J akobson, «Beitrag zur allgem einen K asuslehre: G esem tbedeutungen der russischen Kasus»,63 de donde parece que deriva la idea del nom inativo caso agente (luego utilizada por Di ver y Rubio en tre otros). A esta concepción se ha opuesto W. de G root en una serie de artículos en los que, basándose en una distinción en tre sem ántica y sintaxis, postula la diferenciación en tre casos sem ánticos y casos sintácticos, o m ejor dicho, entre valores sem ánticos y valores sintácticos de los casos, al h ab e r casos que pueden asu m ir los dos valores; propugna no que el nom inativo sea el caso del su jeto anim ado, sino que es el caso de la pura referencia, p ostura conocida con el nom bre de teo­ ría del nom inativo caso cero y que parece tener influencias de la gram ática estoica.64 Muy interesante es la clasificación estru c tu ral que hace De G root del genitivo latino en «Classification of the Uses of a Case illu strated on the Geni­ tive in Latin»,65 donde reduce la lista de trein ta tipos registrados de genitivo a una serie de ocho tipos regulares de genitivo m ás seis que llam a irregulares o fuera de sistem a. Sobre esta clasificación de De G root se basó E. Benveniste p ara d esarro llar su artículo «Pour l'analyse des fonctions casuelles; le gé­ nitif latin»,66 en el que en un estudio pretransform acional reduce todos los tipos supervivientes a una función única: la de tran sp o n er en dependencia nom inal la relación que tiene con el verbo transitivo el com plem ento de objeto directo, o bien la que tiene el sujeto con el verbo intransitivo, dejando a p arte, la existencia de ciertos tipos residuales com o es el caso del genitivo exclam ativo. O tro trab ajo de voluntad reductora, dirigido esta vez a los geni­ tivos adnom inales solam ente, es el de H. F u g ie r , «Génitif adnom inal et tran s­ form ations en la tin » ;67 en él, recurriendo al principio funcional, se clasifican los genitivos de acuerdo con su capacidad de asum ir transform aciones y conm u­ taciones. De en tre los num erosos trab a jo s dedicados por J. K u r y l o w ic z al estudio de la flexión nom inal indoeuropea im porta fijarse, ni que sea som eram ente, en su artículo «Le problèm e du classem ent des cas»,68 donde se ofrece un a

61. Madrid 1980. 62. Madrid 1968. Muy ambicioso, pero de lim itados alcances, el libro de G. S e r b a t ., Cas et fonctions. Paris 1981. 63. TCLP 6, 1930, pp. 240-280. Existe traducción española recogida en la recopilación Ensayos de lingüística general. Barcelona 1975, pp. 235-302. 64. «Les oppositions dans les systèmes de la syntaxe et des cas». Mélanges de lin­ guistique offerts à Ch. Bally. Genève 1939, pp. 107-127; «Classification of cases and uses of cases». For Roman Jakobson. The Hague 1956, pp. 187-194. 65. Lingua 6, 1956, pp. 8-65. 66. Lingua 11. 1962, pp. 10-18. 67. R EL 51, 1973, pp. 326-345. 68. Bulletin de la Société Polonaise de Linguistique 9, 1949, pp. 20-43. Se encuentra reproducido junto con otros trabajos suyos en Esquisses linguistiques. Wroclav 1960, pp. 131-150.

102

LA L I N G Ü ÍS T I C A

LA TIN A

visión muy aju stad a desde el punto de vista e stru c tu ral de la relación entre casos y preposiciones, al determ in ar que la relación existente en tre una p re­ posición y una form a casual, como por ejem plo en extra urbem , no puede explicarse diciendo que extra determ ina a urbem , o que urbem determ ina a extra, sino que es el conjunto integrado por extra y -em el que d eterm ina a urb-. E ste postulado tiene clara orientación generativa, y de hecho, será usado posteriorm ente en esta dirección. Es igualm ente notable la distinción que en estos artículos establece J. Kurylowicz entre funciones sintácticas y funcio­ nes sem ánticas de los casos, y en tre casos gram aticales y casos concretos. Casos gram aticales son aquellos que tienen com o p rim arias las funciones sin­ tácticas y concretos los que tienen como funciones prim arias las sem ánticas. Nominativo, acusativo y genitivo serían los casos gram aticales, en tanto que serían concretos el ablativo y el locativo (no se olvide que habla con orien­ tación indoeuropeística), en tanto que el dativo tendría una atribución in­ cierta. ils tam bién digna de m ención la teoría su sten ta d a poi W. D i v e r , in] No [Γ] como en la pronunciación eclesiástica. [1 1 ]

[m m ] [nn] [ns] A pesar de que fonéticam ente este grupo se red u jo muy pronto a [s], posteriorm ente una reacción p u rista reintrodujo la n en la escritu ra. En la pronunciación reco n stitu id a es deseable la articulación de los dos elem entos, [ph] Se trata de una oclusiva bilabial sorda aspirada, yno de una fricativa labiodental sorda [f], que es como se tiende a pronunciarla en España. Es éste un tipo de pronunciación muy extendido y que sería conveniente su p rim ir incluso en beneficio de [p ], que es la form a de pronunciación ad o p tad a en los países germ ánicos. Constituye la representación del sonido que en griego se transcribe m ediante addic, adduce > adduc. 2.°) Síncopa. Es el caso de los antiguos nom inativos en -atis, -itis: Arpi­ n atis, S a m n itis, etc., convertidos en Arpinas [arp i'n as], sam nis [sam 'n is] con

156

C U E S T IO N E S L IN G Ü ÍS T IC A S

m antenim iento del acento sobre la m ism a sílaba que lo poseía originariam en­ te. Lo mismo sucede en el caso de los pretéritos com o audiuit > audit [ a u ’d it], canta u it> cantat [k an ’ta t].11 3.°) Mención aparte m erecen los casos de relativo -f cuín, que llevan el acento sobre la preposición en posición anastrófica: quocum [kw o'kum ], buscum [k w ibus'kum ]. 2)

A la ley de la penúltim a.

1.°) La acentuación de los grupos fónicos en los que p articipa alguna partícula enclítica constituye uno de los prototipos de estas excepciones. En estos casos la sílaba acentuada es la penúltim a del grupo fónico con indepen­ dencia de que sea larga o breve: uirum que [w i'rui^kw e] (la u es larga por posición), aliaue [ali‘áwe]. E sta situación se m antiene m ientras hay conciencia en los h ablantes de la existencia del grupo fónico, o lo que es lo mismo, del valor gram atical in­ dependiente de la enclítica, lo que «explica esta tendencia a una acentuación diferente. Sin em bargo, cuando el grupo fónico adquiere como co n ju n to la posibilidad de ser p ortador de una nueva significación, o bien cuando deja de considerarse en la conciencia d:- los hablantes como tal grupo, o bien es to­ m ado por una unidad gram atical de tipo m orfém ico, entonces, la acentuación pp.sa a regirse autom áticam ente po r la ley de la penúltim a. Así tenem os los casos de utinam , denique, undique acentuados todos en la an tepenúltim a ante la cantidad breve de la i. T am bién se puede aducir oportunam ente aquí el ejem plo de itaque que adm ite des posibilidades de pronunciación en depen­ dencia de su significado: ['iták w e] «así pues», en contraste con [i'ták w e] «y así». 2.°) Los verbos de com posición preverbial siguen norm alm ente la ley de la penúltim a, incluso en el caso de que el acento tenga que recaer sobre el prefijo. Así tenem os form as com o recitat, perficit, conficit, collocat, que se acentúan todas ellas en la antepenúltim a, es decir sobre el preverbio. Exis­ ten, sin em bargo, unos com puestos de fació como arefacio, calefacio, tepefa­ cio, etc., en los que al origen m uy discutido del prim er elem ento se une una deficiente unión de los com ponentes, lo que determ ina que el acento no se retro traig a m ás allá de la vocal radical de facio: calefacit [k ale 'fák it].

11. De todas form as no se puede silenciar la posible existencia de dos pronunciado» nes alternantes: [k an 'tat] / ['kantat], Véase A. G arcía C a l v o , «Pequeña introducción a la prosodia latina». Eclás tí, 1953-54, p. 118.

LA C U E ST IÓ N DE LAS LA R IN G A L E S

4.2.

157

LA C U E ST IÓ N D E LAS LARINGALES

4.2.1. Aportaciones principales 12 El p recu rsor de la teoría laringal fue F. de Saussure, quien en su obra M é­ m oire sur le systèm e p rim itif des voyelles dans les langues indo-européennes,1J puso los cim ientos del futuro desarrollo de la teoría. Para Saussure las raíces indoeuropeas poseen en su form ación una vocal fundam ental que es è ; dicha vocal puede p rese n tarse alternada con Ö y tam bién p erderse (grado cero). De esta m anera quedarían explicados los radicales con vocal breve, pero no los que tuvieran vocal larga. Para explicar estos últim os, S aussure propugna que el núcleo silábico puede estar constituido por la vocal antes citada más una sonante subsiguiente, que, caso de desaparecer la vocal, se convertiría en silábica, asum iendo por tanto el papel de vocal. Las sonantes que podrían p articip ar en la constitución del núcleo silábico serían y, w, n, m, l, r m ás los llam ados coeficientes sonánticos A y O (lo que luego se llam arían laringales). Ambos coeficientes tienen para S aussure —y esto es im p o rtan te— carácter vocálico y, según lo dicho anterio rm en te podrían aparecer solos, por pérdida de la vocal, como vocales breves: * bhA > φα o bien, com binados con la vocal precedente a la que alargarían: e + A > ê, ä , e + 0 > 5 o + Λ> o

, o -f O > o

Dichos coeficientes^ estarían tam bién en el origen de las llam adas sonantes largas: i, u, n, m , /, r sobre la base de que iA > i, uA > u, nA > n , etc. Y, por o tra parte, se elidirían, caso de ir situados ante vocal. Y si S aussure es el precursor, el verdadero fundador de la teoría de las laringales fue H. Möller. Sus aportaciones y m odificaciones del núcleo em ­ brionario de Saussure, si bien son fáciles de esquem atizar, tienen una im por­ tancia radical por el sesgo totalm ente diferente que dieron a la doctrina. Los tres puntos fundam entales en los que se distancia de Saussure son:

12. O. S z e m e r é n y , «La théorie des laryngals de Saussure à Kurylowicz et à Benveniste». BSL 68/1, 1973, pp. 1-25, sum inistra un cuidado análisis y una acertada crítica de los avatares que envuelven el afianzam iento de la teoría. 13. Leipzig 1878 (reim preso en 1922).

158

C U E S T IO N E S L IN G Ü ÍS T IC A S

a)

Los coeficientes tienen carácter consonántico y no vocálico, com o quería S aussure.14

b)

A dm itida, por hipótesis, la existencia de una vocal fundam ental, como sea que existen tres vocales largas, a, é, o, el núm ero de coeficientes se eleva a tres.15

c)

Las laringales afectan a la vocal fundam ental e, no sólo cuando la siguen, sino tam bién cuando la preceden.

Se debe, asim ism o, a H. M öller la denom inación de laringales 16 que fue la que m ayor éxito iba a tener en el futuro. El paso siguiente en el asentam iento de la teoría se debe a A. Cuny,17 quien llevó a cabo un desarrollo sistem ático de la m ism a insertándola defini­ tivam ente en el m arco de la teoría de la raíz. Podemos decir que Cuny ha sabido recoger esencialm ente lo bueno de sus predecesores; así, por una p ar­ te, ha asum ido las tres innovaciones de Möller, pero, por otra, ha m antenido tam bién algunas de las prim eras ideas de Saussure, com o la de que la laringal puede vocalizarse tras la caída de la vocal a la que acom paña. E stos princi­ pios los insertó en una particular concepción de la ra'z, cuyas características son que toda raíz indoeaiopea, m onosilábica y con voca· fundam enta! íiene una es tru c tu ra del tipo siguiente:

donde R = sonante, C = obstruyente, y las llaves señalan la obligatoriedad de escoger uno de los elem entos insertos en ellas. De esta estru c tu ra se deduce que todo inicial vocálico es secundario y revela la existencia de una antigua laringal inicial. Las raíces constituidas pueden ser alargadas por un m orfem a difonem ático, uno de cuyos fonem as tiene que ser obligatoriam ente vocálico; el co n junto resultante, a través de la pérdida alternativa de vocales, da lugar a dos variantes: así, p o r ejem plo, a una raíz * set- se le podría añ ad ir el grupo difonem ático eA, y el conjunto, a través de las elipsis altern ad as de vocales, daría: * set-A con pérdida de la vocal del m orfem a afijado, y * st-eA > stä con pérdida de la vocal fundam ental de la raíz.

14. Recensión al libro de F. K l u g e , Beiträge zur Geschichte der germanischen Conju­ gation. 1879. En Englische Studien 3, 1879, pp. 148-164. 15. Recensión al libro de F. B e c h t e l , Hautprobleme der indogermanischen Lautlehre. 1892. En Zeitschrift für deutsche Philologie 25, 1893, pp. 366-394. 16. Vergleichendes idg.-semitisches Wörterbuch. Göttingen 1911. 17. «Indo-européen et sémitique». Revue de phonétique 2, 1912, pp. 101-132.

LA C U E ST IÓ N

DE, LAS LA R IN G A L ES

159

E jem plificando en un caso en que el latín presenta un inicial vocálico, caso de augeo, nos en contraríam os con: * Aeu-g > la t. augeo, y * Aw-eg > g r . 'a f εξωΙ. Kurylowicz represen ta, antes que nada, la confirm ación de la teoría. En efecto, si no por o tras cosas, Kurylowicz tendría que figurar en la h istoria de la lingüística por h ab er sido quien descubrió que el fonema h del h etita era la continuación de la laringal indoeuropea H2, a la que Saussure había llam ado coeficiente sonántico.18 Pero, adem ás, son de destacar algunas de sus aportaciones al cam po concreto de la teoría. Así, cabe citar el establecim iento definitivo, hasta hoy, de los diversos tratam ientos de las laringales,19 a saber: a) Precedidas de vocal tautosilábica: cam bian el tim bre y la cantidad de ésta. eH x > e, eH 2 > a, eH } > o . b) vocal.

Seguidas de vocal tautosilábica; solam ente cam bian el tim bre de Ir. H :e > ë-, H 2e > ¿í-, H¡e > ph, tíJ2 > th, kH 2 > kh .

Asimismo, se debe a una aportación de Kurylowicz la negación de la exis­ tencia de diptongos de p rim er elem ento largo, ei, eu, etc., en posición interior, puesto que si una vocal larga ante i o m se resuelve necesariam ente en e -f H y H intervocálica desaparece, resulta que sólo son posibles secuencias como ëi, eu, pero no éi ni éu. Tras todos estos antecedentes le cupo a E. B en v en iste20 el honor de ser el sistem atizador de la form a clásica de la teoría laringal, de la que, como dice Szem erény,21 ha hecho una síntesis cautivadora. Los puntos de la misma, m ás directam ente relacionados con el latín son los siguientes:

18. «a indo-européen et h hittite». S y m b o la e G ra m m a tic a e in h o n o re m Ioan n is R o zw a d o w s k i. I. Cracovia 1927, pp. 95-104. 19. En lo sucesivo utilizarem os para la notación de las laringales los signos H,( H:, H, (correspondientes a E, A, O de Möller), implantados por la escuela danesa y que son los que gozan de m ayor difusión en la actualidad. 20. O rigin es d e la fo r m a tio n d e s n o m s en in d o -eu ro p éen . Paris 1935. La teoría se en­ cuentra expuesta concretam ente en el capítulo IX: «Esquisse d ’une théorie de la racine», pp. 147-173. 21. Op. c it. p. 22.

160

C U E S T IO N E S

L IN G Ü ÍS T IC A S

a) La raíz indoeuropea, m onosilábica y trilítera, está constituida por la vocal fundam ental ë entre dos consonantes diferentes.22 b) La raíz puede estar alargada m ediante un sufijo difonem ático con el que produce dos tem as alternantes: Tema I: Raíz en grado pleno y tónica -f sufijo en grado cero: CeC—C. Tema II: Raíz en grado cero y sufijo en grado pleno y tónico: CC—eC.

c) El indoeuropeo, aparte de la vocal fundam ental e, tenía tres laringales (//,, Hlt H 3), cuyo tratam iento en contacto con la vocal fundam ental es el mis­ mo que señalam os al hablar de Kurylowicz. d) Lo mismo que las sonantes indoeuropeas, las laringales pueden asum ir tam bién función silábica. e) No existen diptongos de p rim er elem ento largo, más que en posición final de palabra y como resultado de contracciones.

4.2.2.

Principales aplicaciones al latín de la teoría laringal

El caso del latín, en lo que a la aplicación de la teoría laringal se refiere, es sum am ente peculiar, pues m uchas de las posibles m uestras se nos presentan oscurecidas en época histórica por dos factores: la síncopa y las alteraciones de tim bre vocálico en las sílabas iniciales. Teniendo muy presentes estas difi­ cultades, intentarem os concretar aquellos fenóm enos de fonética y m orfolo­ gía latinas que han alcanzado una explicación a través de hipótesis laringalistas. a) Los perfectos latinos en -u-. Su explicación den tro de la teoría larin gal se debe a A. M artinet.23 En efecto, M artinet propugna que la H 2l cuya na­ turaleza es labiovelar, tiene dos tratam ien to s diferentes, que vienen condicio­ nados por el sonido subsiguiente. Así, eHl > δ / _____ [ + consonante] e //3 > äw > áw / ______ [ + vocal].24 Las causas de esta diferencia de tratam ien to residen precisam ente en la naturaleza labiovelar de la laringal, que dejaría ante la vocal que le sigue un

22. Esta formulación es original de Benvcniste. Cf. la dada por Cuny, a la que he­ mos hecho referencia en p. 158. 23. «Non-apophonic o-vocalism in Indo-Eurcpean». Word 9, 1953, pp. 253-267. V. tam ­ bién Économie des changements phonétiques. Berne 1964*, pp. 212*213. 24. De hecho M artinet no usa esta simboîogia, sino que representa Hj como A”.

LA C U E S T IÓ N DE LAS LA R IN G A L E S

161

residuo -w-, correspondiente al elem ento labiovelar no desaparecido. De esta form a tienen una fácil explicación los perfectos latinos como fláui < * bhleHyai, aräui < * H2er°Hyait

straui < * str°H y ai (g)ndui < * gn°Hy ai .

E ste últim o ejem plo presentaría una o analógica de gnôtus y los tres ú l­ tim os en lugar de la vocal fundam ental é, p resen tarían una vocal de apoyo °, cuyo tratam ie n to en contacto con las laringales es idéntico al de e. Luego, el residuo labiovelar -w- se hab ría extendido por analogía a los tem as acabados en -éf < eH x, con lo que se explicarían perfectos com o plëui < * p leH r ai. Y, finalm ente, el elem ento -w-, que como hem os visto era un elem ento in­ tegrante del tem a, se tom a como sufijo desinencial del perfecto y se añade de form a sistem ática a los verbos en -are e -iré. b) P erfectos con vocal larga.25 En dependencia de la tesis de que en el p rim itivo indoeuropeo no habrían existido p alabras em pezadas p o r vocal y de su consecuencia inm ediata, que las palabras em pezadas por voc^l en latín lo son de form a secundaria a través de la caída de la laringal (consonante, recordém oslo) inicial, casos de es < * H xes, o de edo < *Htcd, en cu en tran ex­ plicación los perfectos latinos de radical alargado en contraposición al p re ­ sente de radical breve, como ¿ m i e d i , ódi, a base de hacerlo p rovenir de form as reduplicadas: * H ve-H{m-ai > em i,

* H xe-Hxd-ai > edi,

* Hie-H^d-ai > odi.

Sería a p a rtir de estas form as reduplicadas que el alargam iento vocálico, entendido com o m arca de perfecto, se habría extendido a radicales con inicial consonántico com o es el caso de lëg-, sed-, uéh-, scäb-, föd-, etcétera. c) Los p resentes con infijo nasal tipo sterne. C. W a tk in s26 ha dado una explicación p uram ente fonológica de este tipo de presentes a base de supo­ nerlos originados p o r el sufijo en grado cero -nH- > nä, que se habría gene­ ralizado extendiéndose a todo el paradigm a. Así tendríam os: * s te r n iH) - o > sterno, * sternH - si > * sterna-si27 > stern is, 28 25. Véase E.

B e n v e n is t e ,

«Sur quelques développements du parfait indo-européen».

A rch ivu m lin g u is ticu m 1, 1949, pp. 16-19.

26. «Evidence in Italie». En C . W i n t e r (ed.), E v id e n c e fo r la ryn g ea ls. The Hague 1965, pp. 181-189. 27. Téngase presente que, aparte de los tratam ientos indicados antes, toda laringal se convierte en a al ir entre consonantes. 28. Según la ley fonética que convierte en i toda a en silaba interior abierta. Véase M. B a s s o l s , op . c it. p. 94. La i final de las desinencias prim arias indo-europeas desaparece en latín. Véase P. M o n t e i l , É lé m e n ts d e p h o n é tiq u e e t d e m o rp h o lo g ie du latin . Paris 1979, p. 103.

162

C U E S T IO N E S

L IN G Ü ÍS T IC A S

* stern H - ti > * sterna-ti > sternit, * stern H - m os > * sterna-m os > sternim us, * stern H - /65 > * sterna-tes > sternitis, it

ste rn (H ) - onti > * s ter n-on ti > s te r n u n t.

JDel m ism o m odo se explicarían cerno, lino, pono, sino, sperno, tollo, los acabados en -ce//o y -tem no y, quizá tam bién, pello. d) N om inativos tipo senex. Su explicación se debe tam bién a M artinet.29 Para él, la laringal H 2 ha tenido un tratam iento especial en contacto con -5 que la convierte en oclusiva velar sorda -k-. De esta form a de un tem a * sen-eH2 pueden derivar, en función del contexto, senatus < * sen-eH2-tus (tratam ien to novnal de la laringal ante consonante), o bien senex < * senek-s < * sen-eH2-s (tratam ien to ¿i ' la laringal ante -s). Idéntico origen cabría suponerles al nu­ m eroso grupo de. adjetivos en -ax (audax, dicax, fugax, etc.); sin em bargo, en cs;o¿ caso:; hav que p ensar en un influjo analógico que haya alterado el tim ­ bre de la v -r .- C r V . pues de * fug-eH2-s '.c esperaría * fugex y no fu g a x; la expli­ ca d o i del cam bio de tim bre podría estar en el influ-o analógico de fuga < * :ug-ei:_. e) alternancias ό / ä en las form aciones de un mismo tema. Las variaci-*r.f:.3 del t j o o e tö /o etä u u s Lambién encuentran fácil e x p ia c ió n si se con­ sidera ιά posibilidad de un tratam iento com oin^torio diferente para H y

eHy > a" > aw / ______[4- vocal], octauus < * oktefíyo s.

4.3.

LAS MODALIDADES D EL LATÍN. APROXIM ACIÓN SO C IO L IN G Ü ÍST IC A

El hablar de m odalidades del latín abre de form a inm ediata la posibilidad de aplicar al tem a una m etodología estrictam ente sociolingüística. Parece, ni más ni menos, com o si el tem a hubiera servido de molde p ara la fijación de

29. «La couple senex-senaíus et le "suffixe·· k». BSL 51, 1955, pp. 42-56.

M O D A L ID A D ES DEL LA TÍN

163

los conceptos sociolingüísticos. Es cosa archisabida que la sociolingüística se ocupa del estudio de las im plicaciones m utuas entre lenguaje y sociedad. E ste estudio puede hacerse conform e a un triple enfoque, diatópico, d iastrático y diafásico; dicho dé o tra m anera, atendiendo a perspectivas geográficas, de estra to social o bien cronológicas. E sta triple distinción viene com o anillo al dedo para tra ta r las clases de latín. Desde un enfoque diatópico, se ha hablado de dialectos latinos (preñestino, falisco), de latines regionales (el latín hispánico, de la Galia, el africano). Desde una perspectiva diafásica se ha hablado de latín arcaico, clásico, postclásico, tardío, m edieval, hum anístico, neolatín, etc. Y, finalm ente, desde la perspectiva d iastrática nos encontram os con los conceptos de latín fam iliar, coloquial, urbano, rústico, castrense, etc. Intentarem os aclarar cada uno de los conceptos, en la m edida en que la com plejidad del tem a lo perm ita.

4.3.1.

V ariaciones diafásicas o diacrónicas

Son las que, en principio, presentan una m enor problem ática, al m enos en cuanto se refiere a la posibilidad de alcanzar una acepeación generalizada. En chanto a *.a problem ática inserta en toda clasificación cronológica de ias len­ guas, p o r insalvable, se hace preciso obviarla. Sentados estos precedentes po­ d ríam os d e ja r establecida una clasificación tal com o sigue:

4.3.1.1.

L a t ín

j*¿¿c a i c o (desde los orígenes hasta el siglo n ? d.C .)

E ste latín arcaico lo podríam os dividir a su vez en dos épocas: a.

Latín preliterario

Es decir, el latín conservado en los testim onios anteriores a la fijación de la literatu ra latina. Como p rim er testim onio se habla de la Fíbula de Preneste (quizás de alred ed o r de 600 a. d. C .)30 y su lím ite final habría que situarlo alred ed o r de la tom a de T arento por Roma (272 a. d. C.) con la definitiva pe­ netració n de las ideas culturales y literarias de Grecia.

30. V. P i s a n i en las páginas X y XI de la tercera edición de sus Testi latini arcaici e votgari, Torino 1975, se hace eco de los problemas de autenticidad que envuelven la fíbu­ la prenestina, separando tajantem ente la cuestión de la autenticidad de la joya de la de la inscripción; sobre ésta se acum ulan cada vez m ás las dudas al punto que el propio V. Pisani llega a disculparse por haber incluido en su Grammatica Latina la forma fhefhaked.

164

b.

C U E S T IO N E S L IN G Ü ÍS T IC A S

Latín de los prim eros textos literarios

T am bién llam ado preclásico (siglos in - n a. d. C.; bien entendido que en esta época no deja de haber, com o los seguirá habiendo siem pre, testim onios extraliterarios). Autores representativos de este período serían Livio Andro­ nico, Nevio, Ennio, Plauto, Terencio, Catón, etc. 4.3.1.2.

L a t ín c l á s ic o

(siglo i a. d. C.)

Es la época del gran apogeo de la literatu ra latina, plasm ado en el logro de una lengua literaria depurada y perfectam ente adecuada a las pretensiones artísticas. V arrón, Lucrecio, Catulo, César, Salustio, Virgilio, Horacio, Tibulo, Propercio, Ovidio, Livio son figuras de renom bre suficiente cada una de ellas p ara ilu stra r esta época, aunque con frecuencia su brillo aparezca em pañado por la fam a clasicista de Cicerón. 4.3.1.3.

L a t ín p o s t c l á s i c o

(siglos

i -i i

d. C.)

Siguiendo la pauta im puesta por E. L o fs te d t31 se le puede fija r un límite final en la figura de Tácito (m u erto en 116 d. C.), últim o represen tan te de la gran tradición rom ana. La diferencia entre Tácito y Apuleyo m arcaría el paso del latín postclásico al tardío. Son autores representativos de este período, ap arte de Tácito, Séneca, M arcial, Petronio, los dos Plinios, Persio, Lucano, Quintiliano, Juvenal, Suetonio, etc. 4.3.1.4.

L a t ín t a r d ío

(siglo

ii

- ± 600)

Abarca desde el final de la gran tradición rom ana (116 d. C., m uerte de Tá­ cito) h asta el m om ento en que el latín deja de ser una lengua hablada, cir­ cunstancia que no se m anifiesta coincidentem ente en todas las regiones, sino que tiene unos lím ites de aparición oscilantes de dos siglos (600-800), en el caso de la Galia, y más am plios en el caso de o tras regiones. Es característica específica de este período la aparición de la literatu ra cristian a a p a rtir de la figura señera de Tertuliano. Como autores representativos del período se pueden citar: Apuleyo, Gelio, Floro, Amiano M arcelino, Símaco, etc., entre los paganos; y Minucio Félix, Ausonio, Lactancio, Ambrosio, Prudencio, Claudiano, Agustín, Jerónim o, H ilario, etc., en tre los cristianos. Algunos autores introducen den tro del latín tardío un sub ap artad o de bajo latín, que abarcaría los dos últim os siglos del latín tardío. Sin em bargo, el concepto de bajo latín se usa con m ás frecuencia p ara referirse al latín espe­

31.

L aie L atin. O slo 1959, p . 1.

M O D A L ID A D E S DEL LATÍN

165

cialm ente incorrecto en que se escriben los docum entos privados, crónicas, anales y leyes d u ran te toda la alta edad media.

4.3.1.5.

L atín m e d iev a l ( d e s d e ± siglo x iv )

6 0 0 h a s t a la a p a r i c i ó n d e l l a t í n h u m a n í s t i c o ,

R especto a las anterio res clases, el latín medieval tiene una característica fun­ dam ental: es un latín escrito cuando lo que se habla ya no es latín. Tiene unos m om entos de gran esplendor que se pueden situ ar en el renacim iento visi­ gótico (siglos vi-vii), en el renacim iento carolingio (siglos vm -ix) y sobre todo en el renacim iento del siglo xn.

4 . 3 .1 . 6 .

L at í n h u m a n í s t i c o

Es el latín escrito y hablado por los hum anistas y cuya característica m ás n otoria es la solución de continuidad con respecto al latín medieval (del que se prescinde com o si fuera un sueño), y el volver la vista atrá s para in te n ta r la im itación de los autores de época clásica.

4 . 3 .1 . 7 .

N eolatín

Clara consecuencia del latín hum anístico, cuyo relanzam iento se está inten­ tando en estos m om entos por m edio de diferentes asociaciones como lengua viva de conversación y com unicación entre pueblos.32

4.3.2.

Las hipotéticas variaciones diatópicas del latín

Cuestión muy debatida es la que se refiere a la existencia de variaciones na­ cionales o regionales del latín, al punto que llega a co n stitu ir el tem a m aldito de la filología latina en España. En últim o extrem o la cuestión se concreta en la pregunta de si las len­ guas rom ánicas han derivado de un latín vulgar u n itario o de un latín vulgar ya diversificado. La polémica, muy antigua, tiene su punto de arran q u e en la tesis de K. S ittI,33 quien se m u estra p artidario de la existencia de un latín

32. Baluarte de este movimiento es la revista Latinitas. A ello hay que añadir la pe* riódica celebración de Feriae Latinae, que si bien tienen una orientación prim ordialm ente confesional —se celebran bajo el patrocinio del instituto vaticano opus fundatum latinitas— pretenden últim am ente superar estas limitaciones. 33. Die lokalen Verschiedenheiten der lateinischen Sprache m it besonderer B erück­ sichtigung des afrikanischen Lateins. Erlangen 1882.

166

C U E S T IO N E S

L IN G Ü ÍS T IC A S

galo, un latín africano, un latín hispánico, etc. Los fundam entos de esta teo­ ría residen en las p articularidades sintácticas de algunos autores tardíos como Apuleyo, F rontón o T ertuliano, las cuales, en opinión de Sittl, encuentran explicación en el origen africano de los autores m encionados; esto, traducido al cam po de la controversia, sería la prueba concluyente de que existen varia­ ciones dialectales, en este caso africanas, dentro del latín vulgar. Aunque el propio S ittl llegó a hacer una especie de retractació n pública,34 su tesis fue d uram ente criticada po r W. Kroll,15 y en últim o extrem o propició la aparición de la tesis co n tra ria, debida a H. F. M uller,36 que sostiene que el latín vulgar se m antuvo com o lengua hablada prácticam en te u n ita ria en la Rom ania occidental hasta finales del siglo v m , m om ento en que dejó de existir. A p a rtir de ahí se va a p ro d u cir la bipolarización: H. Meier, J. Briich, A. Tovar, R. Politzer, B. E. Vidos, F. G. Mohl, M. B artoli, C. B attisti, J. Jud, E. R ichter, G. S traka, en tre otros, son los rep resen tan tes de la tesis variacionista; H. S chuchardt, A. Burger, A. Meillet, W. Meyer-Lübke, H. Pirenne, F. Lot, H. Schm ek, C. M. G randgent, etc., lo son de la u n itarista.37 La tesis variacionista ha tenido un p articu lar reflejo en n u estro país mer­ ced al apoyo encontrado en M enéndez P id a l38 por las ideas de M o h l39 sobre las influencias de los dialectos itálicos en la conform ación de los diferentes latines regionales en H»spsn:-a. El ilustre rom anista español concede una gran im portancia al su strato oseo en la explicación d d desarrollo experim entado por el latín de Hispania** De todas form as, sin necesidad de inclinarse de antem ano p o r una u o tra teoría. b :y fenóm enos cuya evidencia escapa a toda duda. Así, p e r lo que se refiere al léxico, es incuestionable que las lenguas y dialectos hispánicos, ex­ cepción hecha del catalán, discu rren por ur>a latinidad d istin ta de !a de la Galia. D ictam inar cu¿l sea el grado de diferenciación necesario p ara que se pueda hab lar de distintos latines o latinidades es ya un problem a mayor. Una prueba de ello reside en la disputa tradicional sobre el ca rácter ibero-rom á­ nico o galo-románico del catalán.41

34. «Jahresbericht über Vulgär- und Spätlatein 1884-1890». Jahresbericht über die Forts­ chritte der klassischen A lterthum swissenschaft LXVII, 1892, pp. 226-286. 35. «Das afrikanische Latein». Rheinisches Museum für Philologie LII, 1897, pp. 569-590. 36. «A Chronology of vulgär Latin». Zeitschrift für romanische Philologie. Beiheft 78, Halle 1929. 37. Véase A. T o v a r , :n a ,

145,

alta, vocal, A jth e i* ;,

146 95

86

Altertum swissenschaft, A m b r o s i o , San, 164 A m ia n o

M a r c e lin o ,

4

164

A -.*M ;'r UKTA, 16

anafóricos,

pronombres,

138

anaiiSiica ¿ornana, 6 analysis, matching, 135 A n d e r s o n ( J . M.), 140 A n d e h s o n (R. D.), 22 antecedente, 113, 137, 138 antígrafo, 44 aorístico, valor, 106 aparato critico, 51, 54 , 5763; positivo, 5 8 , 61; nega­ tivo, 5 8 , 61 apertura. 9 2 A p io

C l a u d i o , 151

apócope, 155 apofonía, 95 apógrafo, 4 4 aposición, 104 A p u l e y o , 164, 166 arcaico, latín, 6 , 9 , 163 archifonema, 89 argumento, 130. 140 A r n a ij h , 83 arquetipo. 3 4 , 4 1 . 44. 4 5. 49 aserción, 130, 131 aseverativa, modalidad, 109

180

ÍN D IC E A N A L ÍT IC O

a s i g n a c i ó n d e c a s o , r e g la , 125, 126 a s p e c t o , 105, 106 a s p e c t u a l , d i v i s i ó n , 106; c l a ­ s e s , 115 atramentum, 27 A u s o n i o , 164 a u t ó g r a f o , 16, 45 Aux, 133 a u x i l i a r , 143 a z a r , e l , 22

B a c h , 140 B a c o n , 21 b a jo , la tín ,

164, 165 B a l d i n g e r , 166 B a r d o n , 22 b a r r a , f r a s e , 124 B a r t o i . i , 166 b a s e , c o m p o n e n t e d e , 166; re g la s d e , 134 B a s s o l s , 8 3 , 86, 9 3 , 161 B a s t a r d a s , 8 3 , 168, 174 B a t t i s t i , 166 B e a t o R e n a n o , 52 B e c h t e l , 158 B e j a r a n o , 5, 67 B e n g e l , 2 8 , 50 B e n i t o , S a n , 115 R e n t l e y , 28 B e n v e n i s t e , 101, 105, 157, 159, 161 b ereb er, 6 B e r g s l a n d , 99. 106, 107 B in k e r t , 140 B l An q u e z , 80 B latt , 83 B l ec u a , 56 b l o o m f i e l d i a n r t , in s p ir a ­ c i ó n , 99 B l u m , 25 RÖTK Vr 4 B o lk e s t e in ,

129,

114,

121-123,

134

B o l o g n e s i , 71 B o n n e l l , 14 B o r r e l l , 80 B r a n d e s te in .

8 6, 89

B r e s n a n , 137 B r e v a C ijv r a m o n te ,

127 b r e v e , v o c a l , 92-94; c o n s o ­ n a n t e , 93; s í l a b a , 9 2 brcuior lectio potior, 45 B r ó c e n s e , 1-3, 127 B r ü c h , 166 B ü c h f i . e r , 62 B ü c h n e r , 71

B ü h l e r , 108 B u r g e r , 166 B u r i s s , 62

c - c o m a n d o , 124-126 calamus, 26 C a l b o l i , 103, 109, 124, 125, 141 C a l i g u l a , 20 C a l v o , 22 c a m b i o , 92; e s t r u c t u r a l , 117, 118, 127, 136 « c a m b io d e c o m p l e m e n t a ­ d o s , r e g la d e , 118 c a m p o f u n c i o n a l , 100; s e ­ m á n t i c o , 100, 115 c a n t i d a d . 92; v o c á l i c a , 93; c o n s o n á n t i c a , 93 c a p i t a l c u a d r a d a , 31-33 c a p i t a l r ú s t i c a . 31 C a r l o s e l G o r d o , 33 C a s i o d o r o , 16, 17 c a s o ( s ) , 100-104, 109, 121, 122, 136-141; a c t i v o , 102, 103; a c u s a t i v o , 125; a d j e t i v a l ( e s ) , 103, a d v e r b i a l ( e s ) , 103; a g e n t e , n o m i ­ n a t i v o , 101; c c r o , n o m i n a ­ t i v o , 101; c o n c r e t o s , 102; d e l s u j e t o a n i m a d o , 101; f u n c i o n a l e s . 139; g e n e r a ­ d o s p o r tr a n sfo r m a c io ­ n e s , 139; g r a m á t i c a d e l o s . 103. 104. 139. 140; g r a m a tic a le s , 102; la ti­ n o s , 102; n o n o m i n a l e s , 102, 103; n o m i n a l e s , 102, 103; n o m i n a t i v o , 125; p a ­ s i v o , 102, 103; s e m á n t i ­ c o s , 101 ; s i n t á c t i c o s , 101; s o m e t i d o s a r e c c i ó n , 139 C a s t i g l i o n e , 61 c a s t r e n s e , l a t í n , 163, 169171 c a s u a l ( e s ) , f o r m a , 102; m o r ­ f e m a s , 99; o p o s i c i o n e s , 102; p r o b le m á t ic a , 103; s i n t a x i s , 104; t e o r í a s , 100 c a t a l á n , 166 c a t e g o r í a g r a m a t i c a l . 105. 110; m a y o r , 125, 126; t e m ­ p o r a l , 106 C a t ó n , 2 0 , 164 C a t u l o , 2 0 , 2 2 . 164 C a u s , 130, 131

c a u sa , p r o p o s ic ió n c a u s a l e s , f r a s e s , 130

d e , 130

c a u s a s , a c c id e n ta le s , 22; e s t é t ic o - p e r s o n a le s , 18; i d e o l ó g i c a s . 19, 20; m a t e ­ r ia l e s . 21; n a t u r a l e s . 19 c e n t r a l i z a d a s , v o c a l e s , 94 C e r d a , 100 c e r o c a r a c t e r í s t i c o , 40-42 c e r r a d a , recensio, 43; s í l a ­ b a , 92; v o c a l, 92 C é s a r , 11, 164 c e s u r a , 91 C h o m s k y , 124, 125, 134, 137,

138,

139

ch o m sk y a n a , 144 C ic e r ó n ,

96,

f o r m u la c ió n ,

6 , 21. 2 2 . 29, 6 2, 149, 164, 167

c i e n t í f i c a , a c t i t u d , 2-4; d i s ­ c i p l i n a , 2; t r a d u c c i ó n . 3 c ie n t ific is m o , 3 c ie n t ífic o , m é t o d o , 3 c i r c u n s t a n t e s , 103 c l a s e s a s p e c t u a l e s , 115 c l á s i c o , l a t í n , 6, 163, 164 C l a u d i a n o , 164

codex, 25 codex mixtus, 45 codex optimus, 45 codices mixti, 42 c o d i c o l o g i a , 7 , 8, 4 5 , 47 C o d o ñ e r , 58. 6 1 , 111

c o e f i c i e n t e s s o n á n t i c o s , 157, 158 C o l e , 142 c o l e c c i o n e s d e t e x t o s , 7275; b i l i n g ü e s , 73-74; e s c o ­ la r e s , 74-75; u n i l i n g ü e s , 72-73. collatio, 2 9 , 4 3 , 46 c o l o q u i a l , l a t í n , 6 , 163 c o m p a r a c i ó n , 105, 141 c o m p a r a t i v a s , f r a s e s , 141 c o m p a r a tiv o , g r a d o , 104, 105; m o r f e m a d e , 99 c o m p e t e n c i a l i n g ü í s t i c a , 6, 85, 115, 116 c o m p le m e n ta c ió n , t r a n s f o r ­ m a c i o n e s d e , 127 c o m p l e m e n t a d o s 116, 126 c o m p l e m e n t o . 119, 129; d e o b j e t o d i r e c t o , 101, 121; d e o b j e t o i n d ir e c t o . 111, 112; f r a s e d e , 123 c o m p l e t i v a s ; c o n ut, 116; d e i n f i n i t i v o , 116; f r a s e s u o r a c i o n e s , 1 1 3 ,1 2 7 , 1 2 9 ,1 3 1

ÍN D IC E AN A L ÍT IC O

completividad, 126 componencial, semántica, 133 componente; de base, 116; fonológico, 116; interpre­ tativo, 116; morfológico, 142; semántico, 116; sin­ táctico, 116, 141; trans­ formacional, 141 comprensión prim aria, 10 comprehensión del texto, 9 cóm puto horario, 10 comunicación, 114 concepto; de filología, 4, 5, 7; de lengua latina, 5; de literatura latina, 5, 6 concesión, proposición de, 130; subjuntivo de, 110 concesivas, oraciones o fra­ ses. 113, 130, 131 C o n c il i o on T o u r s , 5

concordancia, 15,112; trans­ formaciones de, 141 concretos, casos, 102 condición, proposición de, 130 condicionales, frases o pro­ posiciones, 111, 130 confusión de letras, 33 coniunctiui, errores, 45 conjetura, 30, 45, 46 conjunciones, 113, 127; ad­ versativas. 114; coordi­ nantes, 114; copulativas, 114; disyuntivas, 114 conjuntiva, forma, 140 conjuntivo, error, 38, 39 conmutación, 90, 98, 101, 110 consecutivas, oraciones, 113, 131 consonante(s) breve, 93; larga, 93; líquidas, 89; so­ nora, 96. 98; sorda. 96 consonánticos, grupos. 89; sonido, 89 constataciones, 131 constituyentes nominales, 99; pronominales, 99;; ver­ bales, 99; inmediatos (análisis de). 138 construccional de la sinta­ xis, concepción, 138 construcciones, 113, 114; de infinitivo, 114; de m í , 114; endocéntricas, 138; exocéntricas, 138; gerundi­

vas, 132; perifrásticas, 134; predicativas, 133 constructo, 124; presupositivo, 129 contam inación, 41, 45 contexto, 30; gráfico, 37; ideológico, 37 C o n t i n o , 127 contracción de vocales en contacto, 98 CON'TRHRAS, 140 convcncionalidad cultural, 91 C o n w a y , 56 coordenada, relación, 109 coordinación, 112, 114 coordinadas, estructuras, 137 coordinantes, conjuncio­ nes, 114 copia(s), 16; de m anuscri­ tos, 17; de m arcas (trans­ formación de), 136 copulativas, conjunciones, 114 corpus Tibuîïiamtm, 15 CORRADINI, 81 Corufa, 96. 104 correferenciales, nombres, 135 correferentes, 136 correlaciones, 92 CORSSFN, 4 corte diacrónico, 144; fal­ so, 34; silábico. 144 C o s h r i u , 114, 115 C o st a s R o d r íg u e z , 115 COURCFLLF, 17 C o u s i n , 70 C r a s o , 11, 149 C r f m u c i o C o r d o , 20 C r i s i p o , 99 cristiano, latín, 168, 169 cristianos, latín de los, 168, 169, 171 criterios clasificatorios de las aposiciones, 104 crítica textual, 14, 15, 28, 29; concepto. 28; etapas, 29-37; historia, 28-29; teo­ rías, 38-44; vocabulario básico de, 44-51 cronogénesis, 105 cronogenético, tiempo, 105; eje, 105 cronología lógica, 42; real, 42

181

cronológico(s), problemas, 115; proceso, 116 cronotesis. 105 cualidad vocálica. 95 cuantitativas, oposiciones, 92-94 C u l ic o v c r , 137 culminativo, valor, 90 C u n n i n g h a m , 112 C u n y , 158, 160 C l t a io l o , 69 cursiva, 31, 33 C u r t iu s , 4 D a i n . 7, 35, D arfm dfrg,

42, 48 71 dativo, 102, 103 dativo-ablativo, 97. 98 Dn-viT, 81 D faño, 3 D h a r in g , 44 decir, verbos de, 121 dedarativa(s), frases, 129; función, 108; semántica, 114; sintaxis, 103; valor, 114; verbos, 129, 130 declinaciones, 97, 98 defectos del modelos, 34 definición (V. concepto) deíctica, función, 111 deíctico, valor, 111 deleción, reglas de, 136; de sujeto, (reglas de), 126; del SN, 137; de uf, 127 dclimñativo, valor, 90 demostrativos. 111, 137 deónticos, valores, 134 dependencia. 138, 140 dependencial; gramática, 103; perspectiva, 104; teo­ ría, 103 dependientes, sistemas, 111 derivación, 99 descripción(es), 145; estruc­ tural, 117, 118. 127, 136; subyacentes, 129 deseo, proposición de, 130; subjuntivo de, 109 desiderativo, 107; valor, 127 desinencias, 97, 98; perso­ nales, 96 determinación. 111 D i-vallc t , 56, 61 D i-v i n f , 88, 90, 144 diacrítico, papel. 95 diacronía. 85 diacrónicas, cuestiones, 144; variaciones, 163

182

ÍN D IC E A N A L ÍT IC O

diacrónico, corte, 144; cam­ bio, 127 diafásicas, variaciones, 163165 dialectales, variaciones, 166 dialectos latinos, 163 diastráticas, variaciones, 163, 167 diatópicas, variaciones, 165166 D í a z y D í a z , 56, 62, 166 diccionarios, 80-81 dicendi, uerba, 129 dicotom ía saussuriana, 105 dictado interior, 35 difficilior, 45 difficilior lectio potior, 45, 48 difonemático, estatuto, 88, 90 difonematismo, 88, 89 D i o m e d e s . 14 diptongos, 88. 90. 92; de p-imer elemento largo, 159 directa, percepción, 123; tradición textual, 13, 14 directo, estilo, 129 discontinuo, p a )ríü, 110 ciisjunto, i i i , ¡12 distinctiones, \ \ i distintivas, marcas, 114 distribución complementa­ ria, 90 disyunción, 130 disyuntivas, conjunciones, 114 diuinatio, 30, 46 diuissio, 96 D i v e r . 101, 102 D o d w e l l , 27 D o le t, 1 D o m Q u e n t i n , 42, D o m i t i v s A f e r , 35 D r e s s i e r , 104 Du C a n g e , 83 D u a r t e , 145-146

46

duración física, 91; silábi­ ca, 92; vocálica, 94 E b e l in g , 103 ecdótica, teoría, 42-44, 46 eclesiástico, latín, 168-169 economía lingüística, 92-95 ecthlipsis, 91 edición(es), 15; primitivas, 15, 16

edición crítica, 10, 13, 5163; concepto, 51; carac­ terísticas, 51 editio, 3, 46 editio princeps, 46 editio uulgata, 46, 50 editor, 30, 45, 46, 51-55, 58, 61 egipcio, 6 E h r e n k r a n z , 135-137 eje cronogenético, 105; de coordenadas, 108 ejército, latín del, 169-171 elemento(s) consonántico, 93; fonológicos, 91; mé­ tricos, 91; prosódicos, 91; vocálico, 93 «elevación de sujeto a ob­ jeto», regla de, 120 elimlnatio codicum des criptorum, 40, 46, 48, 49 eliminatio lectionum singu­ larium, 40, clips*.-., i 41; teoría de la, 127 elisió.i de vocal tematica, 98 emendado, 3, 30, 46, 47 emendatio ope ingenii, 45 enálage, 104 enciclopedias, 71-72 e n ch ica s, 91 enJocéntricas, construccio­ nes, 138 enfática, función, 111 E n g e l m a n n , 69 E n n i o , 164 E n r / q u e z , 95 entonación, 108; de la fra­ se, 109 epigrafía, 8, 23 equilibrio del sistema, 92 equivalencia, 114; métricoprosódica, 92 E r a s m o de R o t t e r d a m , 44 E r n o u t , 81 E r n s t , 68

error, 16, 31-38,46; de trans­ misión, 14 escritura; evolución, 33; so­ porte, 22; tipos, 8, 31 eslavismo, 103 espacio acústico, 94 estándar, gramática gene­ rativa, 116 estatuto difonemático, 88, 90; monofonemático, 89

estilo directo, 129; indirec­ to, 106, 129, 141 estructura(s), 115, 136, 138, 139; m orfemática, (reglas de), 144; profunda, 117, 127, 133; propositiva aser­ tiva dependiente, 130; / realización (oposición), 91; subyacente, 135, 137; superficial, 139 estructural, corriente, 103, 105; cambio, 117, 118, 127, 136; descripción, 117, 118, 127. 136; explicación, 93; oposición, 104; traduc­ ción, 106 estructuralism o, 4, 85 90. 91. 95, 99, 100, 103, 105, 115 etimología, 145 etrusco, 5 E u m e n e s II, 24 .solución, 145 examinatio, 30, 46 exclamativas, construccio­ nes, 111; frases, i05 exclamativo, genitivo, 101 exhortativo, subjuntivo, 110 exocéntricar, construccio­ nes, 1.7-8 expandido, objeto, 123 expa \sir'*·!, 123, 138; d e un SN, 138; noniinrl. 138 extraposición, 138 F ( A .c .I .) , 122 F a b r i c i u s , 69

factores estilísticos, 95; ex­ ternos, 92; fonológicos, 95; morfológicos, 95; so­ ciales, 95; semánticos, 95 F a id e r , 84 falisco, 163 familia, 47 familiar, latín, 163 F a n t , 86 F ernandez G am ano, F f .r r h r , 80

22

ficción, 107 ficticio, 107 fiktiv, 130 F i l l m o r e , 103, 139 filología. 1, 3-9, 11, 13, 115, 116; aparición, 4; concep­ to, 4. 5; formal, 7; hin­ dú, 4; objetivos, 5, 29; posibilista, 5; real, 7, 9

ÍN D IC E A N AL ÍT ICO

filológica, labor, 28 filológico, método. 4 finales, oraciones, 113, 131 finitas, frases, 124 finitos, verbos. 112, 122, 123 fisicismo, 91 fisiológicos, elementos, 94; motivos. 94 flexión, 99. 100; adnom inal, 99; adverbal, 99; nominal indoeuropea, 101 flexivas. formas, 99; len­ guas, 142 F l o r o , 164 focalizadora, voluntad, 140 F o l e y , 145, 146 fonemas, 86. 88-90, 96-98; labiovelares. 88. 89; latinos. 143; vocálicos, 90 fonemático. criterio, 90; va­ lor, 90 fonético(s), aspecto, 99; contenido, 139; elem en­ tos, 94; motivos, 94 fónica, estructura, 143 fonología, 86, 91, 92; diacrónica estructural, 92; estructural latina, 92; ge­ nerativa, 144; histórica, 143; latina, 88 fonológica, base, 92; for­ ma, 143; reglas, 98, 142, 143, 144 fonológico(s), com ponen­ tes, 116; elementos, 91; sistema (latino), 88; ras­ gos, 104 fonotáctico, estudio, 144 fontes, 58 F o r c e l l in i , 81 fórica, función, 111 form a(s), 112, 145; atemporal, 107; característica, 108; del texto, 40; fono­ lógica, 127; verbal, 109, 111; verbales personales, 98 formal, identidad, 113; m ar­ ca, 129; rasgo, 129 formal ización, 143-145 formulaciones, 138 frase(s), 106, 111, 112, 117, 118-122. 125, 126, 128, 129, 130, 132, 133, 135-139; ba­ rra, 124; causales, 130; comparativas, 141; com­ pletivas, 129; concesivas, 130. 131; condicionales,

130; de complemento, 123; de objeto, 123; de­ clarativas, 129; entona­ ción de la. 109; exclama­ tivas, 105; finitas, 124; imperativas, 105; incrus­ tada, 136; independientes, 129; inserta, 135-136; lati­ na, 116; matriz. 118, 120, 137; modalidad de la. 108, 109; no finitas, 124; op­ tativas, 128; subordina­ das, 129; yusivas, 129 fricativas, 96 F r o g e r , 44 F r o n t ó n , 166 fuentes, relación de, 57-58 F u g ie r , 101, 104 función(es), 101, 108, 111, 135; actuativa, 107; decla­ rativa. 108; deíctica, 111; del acento, 153-154; del lenguaje, 108; enfática, 111; fórica, 111; impresiva, 107; lógica, I0G; mo­ dales, 108; morfemática, 111; predicativa, IOS; pro­ nominales, 111; semánti­ cas, 102; sintácticas, 100, 102

funcional(cs), campo, 100; características, 107; ca­ sos, 139; identidad, 113; valores, 109 funcionalismo, 100 futuro, morfema de, 98; tiempos de, 106, 107, 110 F u r l a n e t t o , 81 G aeng,

166 80

G a f f io t , G a lia ,

la tín

G alo,

22

G arcía

de

C alvo,

la ,

163, 166

107-109, 156 115, 123

G arcía H e r n á n d e z ,

164 geminadas, 144; clásicas, 88; gramaticales, 93; re­ ducción de, 96 genealógica, teoría, 38-42 generación, 120, 143 generativa, 122; fonología, 144; gramática, 85, 103, 120, 124, 138, 142, 144; orientación, 102; semán­ tica, 129, 140 gcnerativismo, 144

G e l io ,

183

generativista, corriente, 116; postura, 114 generati vo-transformacional, gramática. 115-116; sintaxis, 116 génesis, 145 género, 136*137 genitivo, 101, 102, 103, 139; adnominal, 101; adverbal, 102; exclamativo, 101; irre­ gular, 101; regular, 101 geminación de sonidos simples, 88; vocálica, 91 G krckf, 5 C e r n í a , 115 gerundio, 132 gerundivo, 132; construc­ ciones de, 132 GlANNF.SC HINT, 141 G i l , 20 G io v a n n i M ato i is 20 glosa, 37, 47 gobierno, 139 G o del , 1C3 G oya y wiU n i a i n , 10 gradofs) del adjetive, 1G4105 graduación, 108 grafemas, 88 gramática, 116, 138; compa­ rada, 4; de los c^sc-, aU3104, 139-140; dei te,;to, 4; dependcncial, 103; f^s-oica, 101; generativa, 4, 35, 103, 120, 124, 138, 142 144; genera ti vo-t ran sformacional, 115-Hó; histó­ rica, 97; latina, 121, 141; racionalista, 127; tradicio­ nal, 139; transformacional, 134, 138 gramaticales, casos, 102; categorías, 105, 110 G r a n d g e n t , 166 graphium, 26 G r a v es, 6 G reg ory ,

28

griego, 6 29 de G r o o t , 101, 173 grupo(s) consonánticos, 89, 144; silábico, 92 G u il l a u m e , 105 G u i l UI n , 104 G u i r a u d , 115 G u t e n b e r g , 46

G r ie s b a c h ,

184

ÍN D IC E A N A L ÍT IC O

H aase , 62

hablante, 85,94,95, 105,115, 140, 142, 144 H a ll , 97-98 H a lle , 86 H a m m o n d , 71 H a p p , 103 H a r m s , 140 H a u d r ic o u r t , H a u p t , 35

92-93

hebraísm o primitivo, teo­ ría del, 3 H a e l m a n n , 129 H e i n s i u s , 37, 6J-62 H e l a n d e r , 141 H e m p e r l, 3 H e n s e y , 145-146 H e r a e u s , 169 H h r e s c u , 70 hetita, 159 H i l a r i o , San, 164 H II.b e r g , 62 H i l l , 89 hiparquetipo, 49 hipotético-dcductivo, méto­ do, 3 H i r s c h l a n d , 335-137 hispánico, latín, 163, 166 historia del texto, 13, 52 histórica, disciplina, 85; lin­ güística, 138 historicismo, 144 historicista, explicación, 113 históricos, estudios, 92 H j e l m s l e v , 100 K ockett , 142 H o f m a n n , 72, 81, 122 homonimia, 96 H o r a c io , 6, 19, 28, 70, Ï49, 164 H o r e c k y , 86, 88, 89 horizontal, transmisión, 41, 45-47 Hosius, 72 H o u s e h o l d e r , 98 H ü b n e r , 70 hum anista, latín, 6 humanístico, latín, 163,165 Hus, 115 identidad formal, 113; fun­ cional, 113; significativa, 113 Iglesia, latín de la, 168-169 imperativas, frases, 105 imperativo(s), modos, 107-

109; uerba dicendi, 129; valor, 129 imperfecto, 128; morfema de, 98 impersonal, uso. 106 impresión, m ateriales de la, 26 impresiva, función, 107; modalidad, 109; sem ánti­ ca, 114; sintaxis, 103 impresivo, valor, 103, 108, 109, 114 in esse, tiempo, 105 i'm fieri, tiempo, 105 in posse, tiempo, 105 inacabado, 111 incapacidad flexiva, 98 incrustada, frase, 136 incunables, 47 indefinidos propios latinos, 111; usos, 113 independientes, frases, 107110, 127, 129; subjuntivos, 127 I nl ’í c , 130-131 indicativo, 113, 117, 128, 133, 142-143; modo, 105, 107, 108, 110, 111; morfemas de, 98 indirecta, percepción, 123; tradición textual, 13-15 indirecto, estilo, 129, 141 indoeuropeística, orienta­ ción, 102 indoeuropeo, 5 infectum , 105, 106,110; mor­ fema de, 98 infercncialcs, valores, 134 infijo nasal, 144; presentes ron, 161 infinitivo, 105, 121-123, 126; completivas de, 116; cons­ trucciones de, 114; de pa­ sado, 106; de presente, 106; históricos, 127; m ar­ ca de, 120; oraciones de, 10?, 120-126, 132, 139 In fl, 139 inflection, 139 inglés, 116, 120 inscripciones, 86 inserción, proceso de, 127; de una vocal, 98 inserta, frase, 135-136 instrum entos bibliográfi­ cos, 67-71 internas, causas, 92 interpolación, 47

interpolado, m anuscrito, 47 interpretativos, componen­ tes, 116 interrogaciones clasificado­ ras, 112; posibles. 112; reales, 112 interrogativa(s), 141; m o­ dalidad, 109; proposicio­ nes, 111; subordinación, 112

«intransitivi/ante», m orfe­ ma, 110 intransitivo, verbo, 101 «introducción de comple­ m en tad o s, regla de, 116, 117 introducción de la edición crítica, 51 ir.uentio, 45, 58 I r m s c iie r , 4 irreal, acción, 109; modo, 107; predicación, 108; va­ lor, 109 irregular, genitivo, 101 I s i d o r o de S e v il l a , San, 20, 81 itálico común, 5 italo-celta, 5 it em-and-ar rangement, 104, 142-143 iudicium, 44, 45, 48 J acer,

4

J a k o d o v it s ,

120 91, 101, 103

J a k o b s o n , 86, J a n s e n , 89

94, 95 san, 51, 164

Janso n ,

J e r ó n im o , J ud,

168

J u il l a n d ,

92, 93 16 19, 164

J u s t in ia n o , J uvenal,

128 14 K e l l y , 128, 141 K f m p f , 169 K e n n e y , 28 K ac ,

K niL ,

K e r s c iie n s t e in e r , K h e r l a k ia n , K in g ,

144

K ip a r s k y ,

120, 121 144

K lausenburger, K lug e ,

3

90

158

K lussm a nn ,

69

ÍN D IC E A N A L ÍT IC O K n o w l e s , 17 K r e b s , 69 K r o l l , 166 K u r y l o w i c z , 99, 157, 159

101,

102,

l a b i o v e l a r e s , f o n e m a s , 8889 L a c h m a n n , 2 9 , 3 8 , 44; l e y d e , 144 l a c h m a n n i a n o , m é t o d o , 48 L a c t a n c io , 164 L afuente, 4 L a k o f f (G.), 116 L a k o f f (R. T.), 116, 120,

126, 127-130, 132, 133, 138 L am BRI n o , 69 l a r g a , c o n s o n a n t e , 93; s í l a ­ b a , 92; v o c a l . 8 8 , 91-93, 95, 97 l a r i n g a l e s , 157-162 L a s s o d e l a V e g a , 101 la tín (v . a r c a ic o , p r e lit e r a r io , c l á s i c o , p o s t c l á s i c o , e tcétera ) l a t í n v u l g a r , 9, 171-173 L e C l e r c , 28 lectio, 2 8 , 4 5 , 48 lectio difficilior, 14, 28-30, 48

lectio facilior, 48 L e h m a n n , 129-131 l e n g u a ( s ) , 91, 121; r o m á n i ­ c a s , 92 L eC jm ann, 72, 89 L e v i , 135 L e v is o n , 2 L e w i s ( C . T.), 80 L e w i s (N.). 24 l e x e m a s , 98, 99, 142 l é x i c a s , u n i d a d e s , 130 l é x i c o s , 15, 80-84, 116, 139; e le m e n to s ,

142

l e x i c o l o g í a , 114 le x ic o ló g ic o , e n f o q u e ,

115

le y d e la b a r i t o n e s i s , 155; d e L a c h m a n n , 144; d e la p e n ú l t i m a , 155, 156 L ic. h t f o o t , 129 L i n a c e r , 127 L i n d s a y , 34, 55, 57 l i n g ü í s t i c a , 4 , 9 , 103; t ó r i c a , 144; l a t i n a , 8 5 , 120; l a t i n a ( e s c u e l a 141; y f i l o l o g í a , 9 líq u id a s , c o n s o n a n t e s ,

h is ­ 103, d e), 89

l i t e r a r i o , l a t í n , 6, 9 , 173 l i t e r a t u r a , 4; h i s p á n i c a , 6; i n g l e s a , 6; l a t i n a , 6; r e ­ s id u a l, 6 l i t ú r g i c o , l a t í n , 168-169 L iv i o A n d r o n i c o , 164 L ledó , 166 l o c a l i s t a s , t e o r í a s , 100 l o c a t i v o , 102, 111 lo c u c io n e s p r e p o s ic io n a le s ,

100 l ó g ic a , e s t r u c t u r a , 141; f u n ­ c i ó n , 107, 108; m o d a l i d a d , 109 L ö fstedt , 164 l ó g i c o s , v a l o r e s , 109 L o t , 166 L u c a n o , 164 L u c r e c io , 2 9 , 164 L ijjá n , 145, 146 L y o n s , 100 M aas , 3 8 , 48 M a b il l o n , 31 M aca u , 166 M a i , 21 M a n i t i u s , 72 M a r a l d i , 124, 125, 126 m a r c a , 107; d e a c u s a t i v o , 120; d e i n f i n i t i v o , 120; d e s u b j u n t i v o , 120; f o r m a l , 109 m a r c a d o , 100, 104, 106, 107, 134 M a r c ia , 2 0 M a r c ia l , 19, 164 M a r ía s , 108 M a r i n e r , 8 6 , 8 8 , 89, 90, 9 1, 106, 10 7 , 108, 111 m a r r is m o , 3 M a r t í n , 115 M a r t i n e t , 9 6 , 160, 162 M a r o u z e a u , 69 matching analysis, 135 M a t e o C o r r e d o r , 84 m a t e r i a l e s d e la i m p r e s i ó n , 26 m a t e r i a l e s d e la t r a n s m i ­ s i ó n , 22 m a t r i z , f r a s e , 118, 120, 137; v e r b o , 125, 127, 129; — d e r a s g o s d i s t i n t i v o s , 143 M a t t h e w s , 99, 142 M a u r e l , 135, 137 m a y o r , c a t e g o r í a , 125, 126 m e d i e v a l , l a t í n , 6, 163, 165 M e i e r , 166 M e il l e t , 4 , 8 1 , 106, 166

185

M e n é n d e z P id al , 166 M e n t e l i u s , 56 m é t o d o f i l o l ó g i c o , 4; s t e m m á t i c o , 2 9 , 48 m e t o d o l o g í a , 100, 141, 144 m é t r i c a , 9 1 , 92; e q u i v a l e n ­ c i a , 92 m é t r i c o s , e l e m e n t o s , 91 M e y e r - L ü b k e , 166 M i c h e l e n a , 149 M ig n e , 73 M i g n o t , 8 8 , 143 M i n i c o n i , 56, 61 minium, 27 M i n u c i o F é l i x , 164 m i n ú s c u l a C a r o lin a , 3 1 , 33 m i n ú s c u l a g ó t i c a , 31, 33 m o d a le s , o p o s i c i o n e s , 107; s u b j u n t iv o s , 127; u sos, 113; v e r b o s , 133' 134 m o d a lid a d ( e s ), a s e v e r a t iv a , 109; d e la f r a s e , 108-109; d e l l a t í n , 162-173; i m p r e s iv a , 109; i n t e r r o g a t i v a , 109; l ó g i c a , 109 m o d e lo s d e c o m p e t e n c ia , 9 m o d o ( s ) , 100, 105, 107, 108, 132, 142, 143; i m p e r a t i v o , 107-108; in d ic a t iv o , 105, 107; i r r e a l , 107; n o m i n a ­ l e s , 105; o p t a t i v o , 108; p o ­ t e n c i a l , 107; s i g n i f i c a d o , 109; s i g n i f i c a n t e , 109; s u b ­ j u n t i v o , 105, 107-110 M o h l , 166 M o h r m a n n , 168 M o l i n a Y é v e n e s , 8 6 , 88 M o l l e r , 157, 158, 159 M o m i c l i a n o , 17 M o m m s e n , 6 , 11 m o n e m a s , 98 m o n o fo n e m á t ic o , e s t a t u t o , 89 m o n o f o n e m a t i s m o , 88 -9 0 m o n o p t o n g a c i ó n , 92 M o n t e il , 161 m o r a , 9 0 , 91 m o r f e m a ( s ) « a c a b a d o » , 110; a d v e r b i a l e s , 99; a u x i l i a ­ r e s , 142; c a s u a l e s , 9 9 ; d e a c t i v a , 98; d e c o m p a r a t i ­ v o , 99; d e f u t u r o , 98; d e i m p e r f e c t o , 98; d e i n d i c a ­ t iv o , 98; d e infectum , 98; d e p e r s o n a , 105, 111; d e p r e s e n t e , 98; d e p o s i b i l i ­ d a d , 109, 110; d e s u b j u n ­ t iv o , 98; d e s u b o r d i n a ­

186

ÍN D IC E A N A L ÍT IC O

ción, 110; de superlativo, 99; de voluntad, 109, 110; «inactivo», 110; «intransitivizante», 110; no actual, 110; no segmentable, 98; proyectado, 110; signifi­ cativo, 104; vacíos, 99 m orfem áticas, funciones, 111; posibilidades, 110 morfo(s), 98, 104, 109, 110, 140, 142; discontinuo, 110; homónimos, 109; port­ manteau, 110 morfofonológico, carácter, 145; modelo, 104 morfología, 96-99; del ver­ bo, 98; estructural, 97; la­ tina, 96; nominal, 97; sin­ crónica, 98; sincrónica del adverbio, 91 morfológicas, reglas, 142; relación, 113 morfológico, caso, 140; componente, 142 inorfosintá^ticas, caracte­ rística s, 142; categorías, Î43 Mosci S a s s i , 169 M u l j a c ic , 86, 89 V.ULLEP, 166 iViÜLLER, 61, 72 M u rru , 104, Wj N a i r n , 70 nasai, i n f o , i44 N eo , 130, 131 negación, 11 130; movi­ miento de la, 127 negativas, proposiciones,

111

neolatín, 6, 163, 165 N e s c h k e , 132, 133 neutralidad, 129 neutralización, 95, 96 neutros, sem ánticamente (verbos), 114; uerba di­ cendi, 129 N e v i o , 164 N ic k e l , 2 N is b e t , 22 no actual, morfema, 110 no agente, 102 no finitas, frases, 124 no finito, verbo, 122 no marcado, término, 104, 105, 106, 111 no nominal, caso, 102, 103 no paciente, 102

no persona. 105 no posterior, vocal, 95 no segmentable, morfema, 98 nombre, 99, 102,117-121,125, 126, 133, 135-140; activo, 103; correferencial, 135; de la sintaxis declarati­ va, 103; de la sintaxis impresivo-expresiva, 103; pa­ sivo, 103 nominal(es), casos, 102, 103; constituyentes, 99; depen­ dencia, 138, 140; expan­ sión, 138; flexión, 101; formas, 107; modos, 105; sintagma, 104, 117-141; sintaxis, 104 nominalización, transfor­ maciones de, 141 nominativo, 102, 103, 122, 139, 140, 143; sintagma no­ minal, 125; caso, 125; ca­ so agente, 101; caso cero, 101; caso d¿I sujeto ani­ mado, 101; tipo senex, 162 N o r b e r , 68 N orden, 5

norm as de acentuación, 90, 92, 153-156 N o u g a r e t , 153 ΝονΑκ, 92 nuclear, adjunto, 112; ele­ mento, 130 núcleo complejo, 92 nudo, 130; auxiliar, 127; no­ minal, 138; terminal, 136 número, 136, 137 N u t r io F l o r o , 167 N y m a n , 145, 146 objetivo, 139; sintagma no­ minal, 125 objeto, 111, 120, 122; de la transm isión, 17, 18; di­ recto, 101, 121, 138; ex­ pandido, 123; frase de, 123; indirecto, 111, 112; simple, 122 oblicuo, 139 obligación, 132 O 'B r i e n , 99 O g i l v ie , 52, 53 omisiones, 35 operaciones de relativo, 135

oposiciones casuales, 102; cuantitativas, 92-94; de persona, 105; de timbre, 94. 95; estructurales, 100, 102; modales, 107, 110 opositivos, rasgos, 87 optativas, frases, 128 optativo, 110 optativos, subjuntivos, 110 oración(es), 117, 137, 138; apositivas, 137, 138; com­ pletivas, 113, 127, 131; concesivas, 113; consecu­ tivas, 113, 131; de infini­ tivo, 102, 120-124, 126, 132, 139; de relativo, 112, 134, 136-138; de ut, 113; expli­ cativas, 137, 138; finales, 113, 131; independientes, 107-110, 127, 129; no res­ trictivas, 137; pronom ina­ les relativas, 113; restric­ tivas, 137; simple latina, 112; subordinadas, 109, 110, 129, 140 oracional, sintaxis, 112 orden, proposición de, 130 ordenar, verbos de, 121 original, 16, 45, 48 originalidad. 15 O r l a n d i n i , 141 oseo, sustrato, 166 osco-umbro, 5 O t e r o , 134, 145. 146 O v i d i o . 15, 70, 164 oyente. 85, 94, 95. 115 P a c u v io , 14 paleografía, 8, 45, 48 palimpsesto, 29 P a p e b r o c h . 31 papel, 21-23 , 25-26 papiro, 8, 9, 23-25, 29, 86 papirología, 8, 9 paradigma, 107, 142; nomi­ nal, 97; verbal, 110 paratáctico, origen, 113 P a r s o n s , 22 partes de la oración, 99 participio, 105; predicativo, 123 partícula, 117 pasado, infinitivo de, 106; tiempo de, 106, 110 pasiva, 143; voz, 102, 110 pasivo(s), casos, 102. 103; nombres, 103; valor, 103

ÍN D IC E AN A L ÍT IC O

P a sq u a l i, P a u l y , 71

28, 38, 40, 41, 48

pausa, 91 P e n c o , 17 pensamiento, verbos de, 121 P e pic e l l o , Peranteau,

121, 122 135 percepción directa, 123; in­ directa, 123; verbos de, 121. 123 peregrinus, sermo, 167 perfecto, 142, 145; con vo­ cal larga, 161; en —u—, 160; tiempos de. 106, 107 perfectum , 106 perform ativo, proceso, 112; verbo. 128. 130 pergamino. 21, 23-25 periférico, adjunto, 112 perifrásticas, construccio­ nes, 134 PnRRET, 14 PfcRRQT, 103 P e r s i o , 19, 16