El Puerto De Roma En El Siglo II De Nuestra Era

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EL PUERTO DE ROMA EN EL SIGLO II DE NUESTRA ERA OSTIA

Un lugar, unos hombres, una historia Colección dirigida por Martine y Daniel Sassier

EL PUERTO DE ROMA EN EL SIGLO II DE NUESTRA ERA OSTIA Textos e ilustraciones

ÉTIENN E M ORIN

i E d ic io n e s M e n s a je r o

EL PUERTO DE ROMA EN EL SIGLO II DE NUESTRA ERA OSTIA

Colección Un lugar, unos hombres, una historia Un paraje de cazadores prehistóricos: Rouffignac, lx>uis-René Nougier y Véronique Ageorges Una ciudad fortificada en la Edad de Hierro: Biskupin, Grégoire Soberski La ciudad griega bajo Pericles: Atenas, Georges Grammat Una aldea en la Edad Media: Luttrell, Sheila Sancha Una fortaleza en tiempo de las cruzadas. El Krac de los caballeros, Philippe y Pierre Brochará Una colonia vikinga en Groenlandia: Brattahlid, Jean Ollivier y Eclouardo Coelho Una capital m usulmana bajo Solimán el Magnífico: Estambul, Étienne Morin Una ciudad en Mesopotamia en tiempos de Nabucodonosor: Babilonia. Étienne Morin Una pueblo de artesanos egipcios en tiempos de Ramsés IV: Deir El-Medineh, Viviane Koenig y Michel Jay El Im perio Inca y su capital antes de la conquista española: Cuzco, Miguel Rojas-Mix y Mónica Bunster Una gran ciudad del Japón antiguo: Edo, Michel y Geneviève Huriet y Kazuo Hozumi La ciudad de los Dogos en el siglo XV: Venecia, Christine y Giuseppe de Torre y Maria-Barhara Baitiston Una aldea de agricultores en el Asia Menor hace 8.000 años: Çatal Hüyiik, Pierre Crépon y Sophie Dressier Un pueblo trashum ante: Los Gitanos, Seve Calleja y José María Muñoz Un puerto en el origen de los grandes descubrimientos: Barcelona, Philippe y Pierre Brochará El puerto de Roma en el siglo II de nuestra era: Ostia, Étienne Morin Los santuarios de los constructores de megalitos en Bretaña, Anie y Michel Politzer

T ítulo del original francés: O STIE . LE PO RT DE ROME AU IIe SIÈCLE DE NO TRE ÈRE T raducción al castellano: Scvc Calleja

© Albin Michcl Jeunesse. Paris © Ediciones M ensajero. S.A. Sancho d e A zpcilia, 2 · 48014 BILBAO I.S.B.N.: 84*271-1929*1 D epósito Legal: BI-2248-95 Im preso en G rafm an. S.A. · G aliana (Vizcaya)

SIN OSTIA, ROM A SE M U ER E

A menudo, una privilegiada situación geo­ gráfica ha sido el origen de las grandes ca­ pitales como París, Londres, Nueva York, Estambul o Alejandría, implantadas en el corazón de regiones fértiles, a la orilla del mar o próximas a las grandes vías naturales de comunicación. Sin embargo una excep­ ción confirmará la regla, una de las mayores ciudades del mundo, una de las más pres­ tigiosas: Roma.

barcos de cabotaje, la de los pesqueros» la de los cargueros... Y eso sin olvidar las cofradí­ as de los especialistas, tales como los estiba­ dores encargados del transporte del mármol, los buzos, los calafateadores...

Situada a las orillas de un pequeño río de curso irregular que desemboca en el mar tras haber atravesado una insalubre laguna, Ro­ ma se implanta sobre unas colinasÜridas en sus tres cuartas partes. Desprovista de rique­ zas naturales, destinada a no ser más que un mercado en la ruta de la sal que conduce al país de los sabinos y al Palatino, Roma iba a convertirse, sin embargo, en la “ciudad eter­ na”. Gracias a la obstinación de los Latinos, gracias al trabajo de los herederos de aque­ llos Etruscos... ¡Gracias, sin duda, a Ostia!

¿Y entonces, por qué no haber construido Roma en el emplazamiento de Ostia? Cice­ rón. en su tratado sobre la República, nos da una respuesta: “Rómulo no se estableció jun­ to al mar. Cayó en la cuenta de que las regio­ nes costeras no son en absoluto convenientes para las ciudades fundadas con la esperanza de constituirse en un imperio destinado a per­ durar... Se volverían vulnerables a un enemi­ go cuya flota pudiera cruzar ef m ar ÿ cTesembarcar antes incluso de que diera tiempo de sospecharse. Estarían expuestas a la conta­ minación de las costumbres extranjeras... Las ensoñaciones y fantasías distraerían de su trabajo a los habitantes de esas ciudades, los botines y las importaciones los incitarían peligrosamente al lujo”.

Durante siglos, Ostia iba a ser el puerto pro­ veedor de Roma, velando por la seguridad y el bienestar de la Urbs (la Ciudad). No posee ni palacios, ni sustuosos jardines... Ostia no es un lugar de placer y reposo, sino una ciudad de trabajo y de com ercio. Dispone de un acueducto y de su célebre via Ostiensis, verdadera ruta sagrada del abaste­ cimiento de Roma. Ha impulsado el acondi­ cionamiento del Tiber, que está bordeado de muelles. Ha multiplicado sus diques. Allí se reparan los buques, se explota la sal, se fabrican los envases... En fin, que Ostia alberga a más de un centenar de corporacio­ nes marítimas y terrestres, como la de los marineros, la de los grandes navios, la de los 6

A todos ellos les impone su ley la organiza­ ción romana. Nada se deja al azar, todo se ve­ rifica, se pesa o se mide antes de ser enviado hacia la Urbs. En este aspecto, los romanos son insuperables.

Cicerón nos describe así la desconfianza de un pueblo del interior respecto a los del litoral. Roma permanecerá, por lo tanto, afincada en sus colinas latinas, mientras que Ostia se transformará en su indispensable puerta al Mediterráneo.

En tiempos de los emperadores Trajano y Adriano, Ostia prospera...

Trajano (53-117)

Adriano (7$·138)

El puerto y los habitantes de Ostia, tal y como vais a descubrirlos en este libro, os van a trasladar a la gran época de los emperadores Trajano y Adriano, entre el los años 98 y 138 después de Cristo. El reinado de estos dos hombres, originarios de Itálica, en la Bética (que era una de las provincias romanas de la Península Ibérica), se corresponde con una edad dora­ da para el imperio. Y también para Ostia... Trajano nació en el año 53. Hijo de un senador, siguió el ejemplo de su padre y, a los 17 años, ya realiza el viginvirato, etapa preparatoria del cargo de senador, antes de ser tribuno militar. A lo largo de los diez años que permeneció en el ejército, realizó campañas en Siria y en Germania. De vuelta a Roma, al comienzo del reinado de Domiciano, ejerció como quaestor (que era una especie de ministro de Finanzas) y como tribuno de la plebe (miembro de la asam blea que discute las leyes). Nombrado como legado, es decir, delegado del empera­ dor, en la VII Legión, participa en Germania para comba­ tir en las distintas revueltas. En el año 91 es recompensado con el título de cónsul, y adoptado por el emperador Nerva, al que Trajano suce­ derá en el año 98. Para reforzar las fronteras a lo largo del Danubio, parti­ rá a la guerra contra Dacia, de la que regresará con un botín de 50000 esclavos y un inmenso tesoro que ser­ viría par financiar las grandes obras de Roma, las fiestas populares y el aprovisionamiento de la Ciudad. Con­ tinúa sus conquistas anexionando Arabia, Armenia, Asiría y Mesopotamia. Trajano morirá repentinamente en Cilicia en el año 117, dejando el trono a Adriano, a quien adopta en su lecho de muerte. Este se mostrará com o un diplom ático y reconocido pacificador. Abandonará algunas de las conquistas de Trajano (Armenia, Mesopotamia) demasiado difíciles de con­ servar, pero se ocupará de reforzar sistemáticamente las defensas de las provincias. Como un gran reformista y como un buen administrador, recorrería su imperio durante doce años, contribuyendo a establecer un espíri­ tu de tolerancia y favoreciendo el embellecimiento de las ciudades. A él se deben, entre otros, una parte de los monumentos de Nimes. Y, si bien el final de su reinado queda ensombrecido por una larga y complicada guerra contra los judíos de Palestina, dejaría, no obstante, a su muerte, en el año 138, un imperio en plena expansión. Este es el contexto histórico en el que se desarrollará la vida de los habitantes de Ostia. 7

Ostia a vista de pájaro “Ostia fue fortificada”. En el año 250 a.CM un docu­ mento, los Annales, de Enniris, menciona por primera vez a este pequeño pueblecito de pescadores. Tres si­ glos más tarde, el historiador latino Florus escribía: “En el preciso lugar en el que el m ar y el río confluyen, Ancus M arcius instaló una colonia, previendo ya que Ostia habría de ser el almacén marítimo del comercio y las riquezas de todo el mundo” . La ciudad iría creciendo al ritmo de su tráfico marítimo. A finales del siglo I d.C., ocupa la ribera izquier8

La via que enlaza Ostia con Roma está atestada de vehículos. La Plaustra de 4 ruedas para las mercancías, el assedum de dos ruedas, la raeda en la que puede descansar el viajero... También el Tiber conoce un buen trasiego: pesados barcos de carga (navis oneraria), tirados por bueyes que remontan el río; hippagos trans· portando caballos; vegería, cuya proa termina en espolón; actuarías probando a uti­ lizar su vela; y otras muchas clases de navios más.

Roma Plano actual de Ostia

decumanus

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Via Ostiensis

Ostia

da del Tiber. Su plano se ajusta a las reglas del urba­ nismo romano. Dos arterias principales, una orientada de norte a sur -la Cardo M axim us- y la otra, de este a oeste -la D ecum anus- se cortan perpendicularmente. Se cruzan en mitad de la ciudad, donde se halla el fo­ ro. Una acoge en uno de sus extremos el capitolio y, al otro, el templo de Roma y de Augusto, donde se rinde culto a los emperadores. Las calles, generalmente rec­ tas, dibujan un cuadriculado regular. El puerto, bor­ deado de almacenes, se extiende a lo largo del Tiber. A ambos lados, la ciudad está rodeada de marismas, en tanto que los campos cubren la orilla derecha del río. Uno de los mapas nos muestra al nordeste de Ostia otro puerto y dos dársenas: son en realidad dos puer­ tos artificiales, el de Claudio y el de Trajano. El pri­ mero está situado en una laguna, el segundo ha sido excavado en la misma tierra. Se construyeron cuando los aprovisionamientos portuarios de Ostia no basta­ ban para asegurar el abastecimiento de Roma, por en­ tonces en plena expansión demográfica, y suscitaron la admiración de todos. Pero la decadencia de la U rbs así como su propio deterioro por la arena los dejaron inservibles definitivamente tres siglos más tarde. Actualmente, Ostia ya no se encuentra en la desembo­ cadura del Tiber. El curso del río se ha ido modifican­ do progresivamente y los depósitos de aluvión han hecho retroceder sus riberas cerca de 4 kilómetros. Por consiguiente, sus soberbios vestigios aún se conser­ van, y nos permiten imaginar a Ostia en sus tiempos de esplendor.

Este gran barco, de 30 m. de eslora y 6,50 m. de manga, capaz de trans­ portar un cargamento de 90 toneladas, es una corbita. Hay veces en que la vela mayor, la cuadrada, es complementada con una gavia triangular. Aquí, un navio de carga atraca junto a su borda mientras otro se acerca.

Los navios de comercio Veintisiete embarcaciones de comercio aparecen repre­ sentadas en ios mosaicos de la plaza del mercado, fren­ te a las oficinas de importación y exportación. Nos dan una buena idea de la variedad de la flota mercante ro­ mana y de los navios que más frecuentemente se cons­ truían en aquella época. Se caracterizan bien sea por una proa (delantera) re­ donda y abultada, y una popa (trasera) mucho más real­ zada, o bien por una proa y una popa simétricas. A ve­ ces, en los buques de guerra, la roda lleva un espolón puntiagudo. Estos perfiles distintos obedecen a necesidades técni­ cas o a usos bien concretos. Así, por ejemplo, las po­ pas muy realzadas, que se prolongan más allá del cas­ co, permiten acceder a puestos de mando situados lo más atrás posible. En esta época, un navio se conducía con ayuda de dos timones laterales, como una especie de enormes remos. La vela llamada “antigua”, o “romana”, es generalmen­ te más ancha que alta. Para reducir la superficie de la tela, los romanos usan un sistema cuyo principo se ase­ meja al de los stores o cortinas venecianos. La unión de los cabos dibuja sobre la vela un cuadriculado que los artistas de la época siempre reproducían. Algunas veces, un segundo mástil, provisto de una pe­ queña vela, se inclina hacia adelante. Este permite fa­ cilitar las maniobras y puede usarse como mástil de carga en el desembarque de mercancías pesadas. Como exige la tradición, los navios son profusamente decorados. Una cola de cisne, vuelta siempre hacia atrás, corona el codaste de la quilla en la mayoría de los navi­ os. La proa es a menudo adornada con la cabeza o el busto de una divinidad protectora, o con un ojo que hace entonces parecer al barco un monstruo marino. Lo pintoresco del puerto de Ostia estriba en su flota de barcos mercantes (navis oneraria). Para descargar o aligerar en la mar los enormes buques que no podrían cruzar el puerto con sus remos desplegados y para re­ montar las mercancías hacia Roma, Ostia está dotada de una flota de barcazas de entre 10 y 15 metros de lar­ go y 3 de ancho. Gobernadas a remo o sirgadas (tiradas a la sirga) a lo largo del Tiber, surcan el puerto y el río.

Una horeia, barquichueia

Un cydarum con su pequeño mástil

Una actuaría, otro tipo de barco. A cada uno de sus lados, unas estacas de madera que hacen de flotadores

Un ponto, pequeña embarcación de cabotaje. que va de un puerto a otro

Navis oneraría, embarcación de carga. Algunas se han conservado bien y pueden verse en el museo marítimo cercano a Ostia

Pequeña corbita, navio comercial. 13

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Horrea Epagathiana (véase su plano en la Darte inferior de la oàainaï Horrea (almacenes) del pequeño comerciante

L os e stib a d o res

En su conjunto, esclavos denominados saccarii (porteadores de sal) 1 - 2 Dacios ( Rumanos, Húngaros, Yugoslavos) 3 Dacio y egipcio descansando 4 - 5 Galos 6 Galos ciñóndose los ríñones para soportar mejor la carga 7 Esclavos romano y sudanés jugando a los dados sobre el mosaico de un patio

Una ciudad animada y muy meticulosa Un caballero romano, un patricio nombrado por Ro­ ma, un hombre de edad y experiencia dotado de gran autoridad, asume en Ostia las funciones de capitán del puerto. El lo administra, organiza el atraque y la salida de los barcos, asegura su aprovisionamiento y sus repa­ raciones, se encarga de comprobar los cargamentos en el momento de su descarga, supervisa el mantenimien­ to de las grandes estibas. ¡Menuda labor tan pesada! Y es que el marino de la Antigüedad no gozaba de buena reputación. Condenado a una vida austera e incómoda durante las travesías, mal alimentado, se veía obligado a afrontar tanto las tempestades como I4

Plano del horrea Epagathiana 0

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ΠΤΠΤ1 P iaría Dasa

fGrandes horrea

Plano de un gran almacén 0 50 m

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los piratas. Desde el momento en que pisaba tierra, tra­ ta de olvidarse bebiendo desmesuradamente y peleán­ dose... De escasa cualificación frecuentemente, en se­ guida queda desenrolado; entonces vagabundea por los muelles en busca de un empleo, viviendo de la caridad pública, como el desdichado náufrago que lo hubiera perdido todo. Para realizar correctamente su tarea, el capitán del puerto se rodea de diferentes empleados, de contables, de medidores, de verificadores ¡Cuidado! Los patro­ nes de las cofradías que trabajan aquí tiemblan en cuanto ven golpear su puño cotra la mesa. 600 solda­ dos se ocupan de mantener el orden, así como una se­ rie de vigías (bomberos) que están igualmente a su ser­ vicio. Bien es verdad que la impresionante cantidad de mercaderes que transitan por Ostia justifica tan riguro­ sas medidas de seguridad: 800000 toneladas, de las que 400000 son de trigo, desembarcan en 8 meses. Ca­ da año, de marzo a noviembre, se registran unos 12000 movimientos de barcos. La cofradía de estibadores A la exclamación de esfuerzo de los esclavos tirando de sus remos para dirigir el barco al muelle, le suceden los gritos de los que los amarran a las piedras salientes perforadas con un agujero. Resuenan los juramentos del capitán: acaba de prohibir a unos estibadores el acceso al barco. Vestidos la mayoría de las veces de un simple taparra­ bos, los estibadores (embaeritarii) descargan sacos, 15

Roma devora... El trigo de Egipto y de Africa en cantidades masivas. El aceite de España. La madera, los tejidos de lana, la came de venado de la Galia. Los salazones de la Bética (Andalucía). Los dátiles de los oasis. Los mármoles de Toscana (región de Florencia) y de la Greda númida (Argelia). Los pórfidos (granitos) de Arabia. El plomo, la plata, el cobre de la península Ibérica (España y Portugal) El marfil de los Syrtes (golfo de Sidra-Libia). El oro de Dalmacia (Yugoslavia) y de Dacia (Rumania) El estaño de las islas Casitérídes (al sudoeste de Inglaterra) El ámbar gris de las ballenas del Báltico. Los papiros del valle del Ntlo. Los cristales de Fenicia (cos­ tas del Líbano) y de Siria. Las telas de Oriente y los tejidos de Tiro teñidos de púrpura. La seda de China. El incienso de Arabia Las especias, los corales y las piedras preciosas de las Indias. Las cañas de Egipto para las flechas y la arena para el ruedo del anfiteatro...

Así como... Los animales salvajes para los juegos (según un mosaico hallado en la ciudad de casale, en Sicilia) Copias de antiguas escultu­ ras griegas (aquí, una amazona herida, obra del escultor Fidias) Y hasta nodrizas griegas, muy apreciedas entre los romanos, gracias a que enseñan su lengua a los niños.

cajones o ánforas y los transportan hacia los depósitos. Transportan los fardos más pesados sobre troncos de madera redondos. Se les paga a destajo. Reclutados de entre los esclavos traídos del Sudán, la Galia, Egipto o Dacia, no saben expresarse más que por gestos y no respetan más que la fuerza. Si el barco puede rem ontar el Tiber, entonces entra en acción otra cofradía, la de los rem olcadores a la sirga. Tirada por esclavos o yuntas de bueyes, la nave aun tardará tres días en llegar hasta Roma. Bajo el reinado de Trajano y Adriano, los alm acenes se multiplicaron en Ostia por una razón muy simple: por­ que los emperadores siempre tem en que se revuelva la población de la ciudad y la saqueen. Asi es que más vale poner a buen recaudo en Ostía el trigo de la Urbs.

¡El trigo de Roma, toda una historia! Hacia el año 125 a.C., Caius Sem pronius Gracchus promulgó una ley que asegurara a los m ás desfavoreci­ dos una provisión de trigo a bajo precio. De aquel mo­ do entró a funcionar poco a poco una especie de caja de previsión. Por lo pronto, los em peradores garan­ tizaban hasta la distribución gratuita de trigo. Por con­ siguiente hacía falta disponer de recursos y alm ace­ namiento suficientes. En lo sucesivo, el trigo llegaba en grandes cantidades desde Egipto y Africa, que eran los “graneros” de Ro­ ma. Esta es la situación que explica el nombre de al­ macén que se le atribuye a Ostia: cuatro conjuntos de tres grandes depósitos públicos y otros cinco o seis pri­ vados, a los que hay que añadir los de los puertos de Claudio y de Trajano. Norm alm ente se com ponen de recintos o lonjas dispuestas alrededor de un patio cen­ tral porticado, pavimentado de ladrillos y del que par­ ten largas vías destinadas a los carros. Estos alm acenes se ponían bajo la protección de los dioses. Por eso, los almacenes de Epagathiana han elegido a Agathetyché (la Buena Fortuna) y Venus. Dioses y diosas velan por la traquilidad de Roma y por la suerte de Ostia, cuyas reservas escaparon a todo ata­ que durante la época del Imperio. ¡Cómo habían acer­ tado los emperadores!

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TfK-j··;· Una oficina marítima especializada en la Snavegación de cabotaje a lo largo de 'las costas italianas. 18

Lejos de los ruidos del puerto y de sus ajetreos, apar­ tada del Tiber, adosada al teatro, he aquí la hermosa plaza rectangular de las Corporaciones, rodeada de un pórtico. En estas 54 “agencias”, despachos marítimos y de a r ­ m adores, se tramitan todas las transacciones comercia­ les del puerto de Ostia. Cada cual comercia con un país, con una región o con un puerto en particular. Frente a cada agencia en el suelo, un mosaico informa al cliente de las regiones a las que sirven. Cada agencia tiene su responsable, ayudado de su secre­ tario. En ella se dispone de los registros y las órdenes se tramitan por escrito y se firman. Posee asimismo sus propios buques, sus capitanes, sus tripulaciones, agluti­ nando el papel de armador con el de agente de importa­ ción-exportación. La agencia gestiona los trámites adua­ neros y asegura el transporte hasta su destino. Así es como nos hemos enterado de que el capitán “Lapidus cargará trigo en Africa, que él será el respon­ sable de la cantidad establecida así com o del estado de la carga dede el punto de partida y que le está pro­ hibido hacer escalas bajo pena de prisión. Adem ás de­ berá vigilar el desembarco del trigo, asistir a su veri­ ficación y no estará libre de sus responabilidades hasta no tener en sus manos el recibo de su cargamento correctamente verificado y firmado” . El capitán Lapidus se gana bien la vida, goza de cier­ tos privilegios y no paga impuestos. Como contrapar­ tida, le está prohibido cam biar de oficio. Responsable absoluto de su cargamento, será procesado en el m o­ mento en que falte la m ínima mercancía. Cuando llega noviembre, la vida del puerto se tranqui­ liza. Mare clausum, “la m ar está cerrada”, decreta el capitán del puerto. Hasta marzo, los barcos permane­ cerán amarrados en los muelles, a excepción de algu­ nos pequeños de cab o taje si el tiempo lo permite.

En el corazón del comercio marítimo

Vísta del íoro de las Corporaciones cons­ truido bajo el imperio de Claudio. En el cen­ tro de la plaza se halla el templo de Ceres -diosa latina de las cosechas y de la agricu­ ltura- y en el plano trasero, el teatro. Las ofi­ cinas están instaladas bajo el pórtico donde se agrupan las de los armadores y las de importación y exportación, así como las de los importadores de aceite, madera o vino, tas de los patronos de barcos o las de los fabricantes de efectos navales y las cofra­ días directamente relacionadas con (a vida del puerto.

En el suelo, frente a las oficinas, los mosaicos de­ sempeñan el papel de ró­ tulos indicativos, como en ésta en la que el faro re­ presentado en su parte superior indica un comer­ cio con Alejandría.

Un agente marítimo para Cartago... W W A V IC V I-K A R -lH A C v -O e W O N

...Tráfico con la Galia, vía Narbona

NAVI NARBONENSES *

Este armador posee dos barcos N A V IC V lA W M I& V 0W S E S H IC

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Allí, se comercia con Africa (parte superior) y con Sabratha, una población roma­ na de Trípolitania

OK El majestuoso Capitolio cubierto de mármol, flanqueado de dos largos pórticos, se ha ree­ dificado bajo el mandato de Adriano en el lugar que ocupaba un pequefto templo. Está consagrado a Júpiter, a Juno y a Minerva.

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La toga pretexta, con orta roja, está reservada a los personajes ¡lustres.

Joven, orgulloso de llevarla.

Durante un discurso, no puede resistirse a determinados ademanes.

Administrar a 30000 ciudadanos Ostia acoge a 30000 ciudadanos, una muchedumbre de esclavos y también de extranjeros, que, sin poseer la ciudadanía, pueden convertirse en “colonos” . El gobierno de las ciudades está confiado a los m agis­ trados, con el fin de evitar la tiranía del poder indivi­ dual: “Todo elegido o todo responsable m unicipal tie­ ne un derecho de veto aplicable a las actuaciones de sus iguales o de sus inferiores”. Dos virs. dos alcaldes en cierto modo, están al mando de Ostia. Responsables de la organización municipal, am bos presiden los con­ sejos y asambleas. Pueden desem peñar tareas religio­ sas e incluso jurídicas a veces. Disponen de una adm i­ nistración y cuentan con la ayuda de un “consejo mu­ nicipal”, el ordo. Lo componen cien m iembros, ele­ gidos por cinco años (los senadorés, que son antiguos miembros de la administración, representantes de las asam bleas populares y personas recom endadas el emperador o por los patrones). ¡No se hace miembro del ordo cualquiera, no! Para eso hay que reunir ciertos requisitos: haber nacido libre, de buena reputación, y gozar de todos estos derechos: pose­ er el derecho de ciudadanía (aunque ciertos colonos son también aceptados), habitar en la ciudad o en sus alrede­ dores, disponer de cierta renta, tener 30 años, no ejercer una profesión de las consideradas infames -com o pudie­ ra ser la de gladiador, lanista (aquel que dirige, arrienda o vende a los gladiadores antes de los combates), actor, empleados de pompas fúnebres... Y así como le está prohibido dedicarse al tráfico marítimo (tal es el caso del senador), el miembro del ordo sí puede, en cambio, tomar parte en asuntos financieros y comerciales. El consejo municipal se reúne en la curia. Es éste un pequeño edificio construido en un ángulo del foro y del Decumanus. A la o rd en del día... ...la vida de Ostia. Presidido por uno o por los dos vir.s\ el ordo decide cómo em plear los ingresos de los tem­ plos, en qué fechas fijar los juegos y espectáculos, pro­ gramas tal o cual obra en la ciudad, qué magistrados designar como adjunto a los virs. Cuatro de esos adjuntos elegidos para el consejo muni­ cipal -lo s ediles curules- son especialm ente responsa­ bles del abastecimiento de la ciudad y de la organiza-

Cuando llega la vejez, protege de las comentes de aire.

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V o t e por V n r u s F ir m u s CANDIDATO A LA ALCALDIA del

Las elecciones son frecuentes...

P a r t id o d e T u s c u s y d e V a c u l a G e n te v a lie n te e l e g id a O v id iu s V e ie n to y e l o s lo a g r a d e c e r á

zación de los juegos públicos. Los censores» elegidos por los patricios, es decir, por la capa m ás alta de la so­ ciedad, evalúan los bienes de cada ciudadano, velan por las costum bres y los derechos ciudadanos... Los trib u n o s del pueblo y sus ayudantes, los ediles de la plebe, garantizan los vínculos entre la administra­ ción, el consejo m unicipal y la población. Esta última se reparte, según las circunscripciones de la ciudad, en auries o tribus. Sus representantes electos disponen del iníercesio, un derecho de veto sobre las decisiones tomadas, del cual abusaban muy a menudo. Existen, por fin, en Ostia miem bros de la o rd en ecues­ tre, que se reclutan en el seno de las élites locales, rura­ les o industriales. Uno de ellos, M. Sius, según nos cuenta Plinio el Viejo, “fue el prim er romano al que se le ocurrió engordar ocas por su hígado’*. 22

Los candidatos cuentan con “pa­ trocinadores" influyentes... y no dudan en difundirlo públicamente. Y esto es lo que da lugar a cam­ pañas electorales tan movidas.

d V ,o C5>

Servicio de aguas y alcantarillado. Reparación de una tubería. Boca de alcantarilla

Un signo de distinción Todos estos m agistrados se reconocían por su toga pre­ texta, con orla roja, y por la silla curul que les permite sentarse en las asambleas, donde sufilp- permanecerse de pie._ Poseen adem ás otros privilegios: lugares de preferencia en los espectáculos, conducción de antor­ chas por las noches, y hasta lictorcs, si se trata de ma­ gistrados supremos. Ser senador, m agistrado, edil, v/>, es a la vez una dis­ tinción social y un títuio nobiliario. Y poseerlos re­ quiere mostrarse digno merecedor. Por eso es por lo que Lucilio Gam ala, edil del culto a Vulcano, decurión honorario y segundo vir quinquenal... “asume a su cargo, en Ostia, el corte de los juegos, hace pavim en­ tar la calle próxim a al foro de un arco al otro, ofrece una com ida pública a 217 de sus conciudadanos así como a otros ciudadanos de Ostia, restaura el templo de Vulcano y m anda construir el de Venus...”. ¡Gracias a este tipo de m ecenas, la población de Ostia no conoce mas que impuestos indirectos! ¡Y encima son suaves: el 5% en concepto de privilegios sobre la manumisión de esclavos, el 1,25% sobre su venta y el 1% sobre la venta en subastas! La groma (escuadra de agrimensor)

Sierra grande

Sierra pequeña

Útiles y herramientas de medición

Plomada (para comprobar la nivelación)

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Los bomberos de Ostia A cada lado de la puerta del cuartel de los vigilantes se hallan dos pequeñas tabernas. Nos podem os im aginar allí a los hom bres reponiendo sus fuerzas antes de acu­ dir a sofocar un incendio o tranquilizando sus ánimos, con la garganta aún reseca por el calor del fuego... En el año 6 a.C., A ugusto instituye un cuerpo de 7000 esclavos libertos repartidos en 7 cohortes con la misión de com batir los incendios de Rom a y velar por su segu­ ridad. Inm ediatam ente, O stiá recibe en guarnición una sem i-cohorte (500 hom bres) de vigilantes. Los alm ace­ nes y e l puerto necesitan estar protegidos.

La b o m b a d e in c e n d io s a sp ir a n te y re p e le n te d e lo s v ig ila n te s d e O stia

A Depósito de agua B Cilindro C Salida de agua de los cilindros DTubo E Virola fijada al tubo F Palancas de maniobra de los émbolos G Barra de fijación H Sujeción

Aunque los vigilantes son agentes de policía o centinelas, llevan un pequeño peto con campanillas.

En el año 132, bajo el reinado de A driano, un soberbio cuartel -d e l que aún se conservan im portantes ves­ tig io s- acogía a estos vigilantes. Se levanta en el em ­ plazam iento de edificios, ya derruidos, de la época de Claudio. Las instalaciones anejas en las que alm ace­ naba el m aterial y donde se alojaban los hom bres bor­ dean el patio rectangular. A las oficinas se accede por la entrada del fondo, frente al porche. D espués de la época de Adriano, esta zona se transform ó en lugar de culto a los em peradores, un lugar que los m ilitares ve­ neran muy especialm ente.

Un material “moderno” Los 500 vigilantes de Ostia disponen de bom bas contra incendios provistas de m angueras hechas de tripa de anim ales. Pero si poseem os una idea bastante aproxim a­ da de este material que ya nos resulta muy m oderno, en cam bio no conocem os tan bien los trajes de protección de los bomberos. Ya fuera agente de policía, vigilante, centinela... C ual­ quier vigía asum e por igual unas funciones, a veces en condiciones adversas. ¡De día, las aglom eraciones blo­ quean las calles estrechas de Ostia! De noche, hay que tener m ucho cuidado con los lugares peligrosos del puerto y los alm acenes. “Fortuna santa, a quienes te honrarán en su cuartel, protégelos” .

Los bomberos de Ostia se reparten en dite* •tentes grupos de especialistas: los siphom aríi llevan y maniobran las bombas contra ■xendios; los aquarii vigilan las conduccio­ nes de agua: los centonarii son los encarga­ dos de los "centones" o prendas de lana im­ pregnadas en agua y vinagre que sin/en pa­ ra extingir el inicio de un foco, los em itularii disponen las colchas y colchonetas en ei suelo para que la gente pueda saltar por las ventanas: por fin, los sibaciarii son los en­ cargados de iluminar el lugar si es de noche. Al fondo, se apresura un médico. Cuando se restauró el cuartel de Ostia, se rehabilitó en él un santuario destina­ do al culto de los emperadores.

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Un carretero entrega un odre-cisterna de vino al mayorista. Aquí el vino permanecerá almacenado en tinas subterráneas.

Artesanía y comercio en general A lo lejos, en el horizonte, se elevan humaredas de los pequeños m ontículos alineados a lo largo de los edifi­ cios. Se trata de una ladrillería-tejería de las que abas­ tecen a O stia de materiales de construcción. Aquí la industria de la tierra cocida es muy próspera, pues la ciudad necesita ladrillos, tejas, tuberías para desagüe, canales, etc. La fabricación de jarras y de án fo ra s re­ presenta otro gran mercado para la industria de la tie­ rra cocida m ientras el puerto consuma tantas. En las inmediaciones de la ciudad, el transeúnte es atraído por el chirriar de las sierras: unos artesanos, en sus talleres, tallan el mármol. Al noreste y al noroeste de la ciudad, el cielo se refleja en los grandes estanques de las salinas. Esta actividad, la más antigua de la región, es importantísima. Ostia provee a Roma, distribuye su sal a la población del A penino y a sus rebaños por la via Salaria, y la ex­ porta por el mar. En Ostia abundan incluso la industria del textil y la de la molinería. La primera aglutina diversas actividades 26

Transporte y trabajo del mármol. Roma lo importa hasta Ostia; los grises provienen de Quíos. los biancoamarillentos de Lesbos, los blancos inmaculados de Paros, los de vetas verdes de Egipto y los rojos de Porta Santa.

Pulimento de mármoles decorativos

Una muela de moler trigo

Una tina para almacenar el vino

artesanales. Los fullonica, las tintorerías, poseen varias instalaciones cuyo centro está ocupado por grandes albercas y los lados, por pilones de arcilla cocida en los que se realizan las tintadas. Fabricantes de tapices tos­ cos o muy delicados, curtidores-desengrasadores y sul­ fatadores trabajan en fam ilia, ayudados a veces de algunos esclavos. Los m olinos-panaderías, éstos si que ocupan un lugar bien importante en la vida de la ciudad y em plean una considerable mano de obra. Han sido transm itidos de padres a hijos y sus propietarios no pueden ni hipote­ carlos ni venderlos. En Roma, el patrón de la cofradía que termina su mandato de cinco años autom áticam en­ te es designado senador. Los dos molinos-panaderías de Ostia aseguran el pan a los habitantes de la ciudad, a las gentes del puerto y llegan a repartirlo incluso en Roma. ¡Cuántas muelas tienen que girar para satisfacer tal demanda! Los tapices son primeramente pisoteados... peinados... antes de someterse al mordido. Esta operación facilita la fijación de los colorantes.

Horno de tinturero

N*

n j La fullonica, tintorería-lavandería. Todavía hoy se puede visitar una, particulamente bien conservada, en Ostia y ver la calle donde, como excepción especial, los tejidos teñidos estaban puestos a secar.

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Calles y tabernas Citando al poeta Plauto, un viejo, em pujado por la mu­ chedum bre, refunfuña: “ ¡Por Hércules, me van a ma­ tar! Mi corazón ya ha liado el petate y no espera más que el m om ento de abandonar mi pecho y partir al exi­ lio” . Los habitantes de Tracia se codean con los egip­ cios, los sicilianos cubiertos de azafrán, los árabes, los germ anos y los negros etíopes que, procedentes del puerto, deam bulan en grupo. M ontado en una muía guiada por un númida, un rom ano se da un garbeo por entre la m ultitud m ás holgadamente que cualquier otro en su litera llevada por seis o siete sirios. A lrededor de las calles, bajo los arcos del puerto, los esclavos se venden en la subasta. Este comercio, que es ilegal, reporta sustancioasas ganancias. ¡Cuánto más cóm odo resulta olvidar las nuevas ordenanzas per­ m itiendo que los esclavos ejerzan sus cultos, prohi­ biendo su com ercio para los juegos y su ejecución sin un juicio legal! Los cotilleos y las discusiones van a buen ritmo en las popinae. Desde el célebre Proclo, decorado con fres-

Esta joven esclava ha sido adquirida por 3 o 4 dracmas por un traficante que sigue al ejército. Sostienen en sus manos una tablilla en la que figuran su nombre, su edad, su carácter, una garantía de seis meses respecto a su lalud y un certificado acreditando que no es ni ladrona, ni depresiva ni huidiza.

Tomando una consumición en el mostrador de mármol de! Thermopolium

Platos calientes de los que se sirven en una taberna. Los reci­ pientes están incrustados en el fogón para que se enfríen con menor rapidez.

La lubina, pescada en el Tiber en los desagües de las alcantarillas, es un pescado muy utilizado habitualmente.

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¿as tres bóvedas de cañón del Thermopolium, -na célebre taberna de Ostia, en via della o s a d i Diana, ia calle más frecuentada.

,S inmortal Apicius! A este célebre gastróno­ mo de la época de Augusto se le ocurrió fransportar el

aceite proveniente de los países del mar del Norte en salmuera. Es también el autor de muchos libros de cocina.

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I

eos, a la más pequeña tabernucha de barrio, uno puede siempre acercarse al m ostrador o a a la terraza para co­ mer y beber, como exige la tradición, un vino del país mezclado con agua caliente, endulzado con miel o sazonado con especias. A veces, hay hasta músicos... y muy frecuentemente, clientes que relatan historias antes de dormir. Los fanfarrones obsequian a su au­ ditorio con la última resolución del em perador o las aventuras acaecidas a la legión que patrulla el Rhin. No son más que patrañas. ¡Pero qué importa, si se ríe de lo lindo! Se entablan apuestas deportivas, se juega a juegos de azar prohibidos. Pero cómo resistirse a una partidita de dados o de tabas, de cara y cruz, de ajedrez o de damas, a una apuesta sobre un número par o impar escondido en la mano? A veces las cosas se complican. Estallan las riñas, tanto peor para el dueño de la popina, porque si él no esresponsable de las actos de sus clientes, no puede presen­ tar una denuncia cuando su local es destrozado. 29

El pequeño comercio

Un pan

Muy cerca de! (orum se encuentra el mercado de Ostia. En la taberna de los pescadores, pueden verse un mos­ trador y un estanque donde se agitan los peces bien vivos. Siempre hay mostrador y estanque.

El puesto de un vendedor de aves.

En Ostia, son los hombres quienes hacen las compras. Según cual sea su condición social, van solos o acom­ pañados de uno o de varios de sus esclavos. Los com er­ ciantes del barrio quedan a dos pasos. Al romano le gustan los productos frescos. El minorista es a la vez productor: el gallo procede del gallinero del vendedor, las legumbres provienen de la huerta que ro­ dea su casa, e incluso el pescado ha sido pescado por su propio hijo. Las tiendas, las tabernae, se hallan generalmente en la planta baja de las insulae, los grandes inmuebles. Los

tenderos las cierran al anochecer con postigos de ma­ dera. Encima, en una especie de entreplanta muy baja, duermen sus siervos. Y existen también los vendedores ambulantes, como es el caso de los vinarii, quienes, de pueblo en pueblo, van vendiendo sus vinos. Todo es bueno para atraer al cliente: monos amaestra­ dos, loros, mirlos cantarines... Los pagos se realizan con monedas de bronce (el as y el sertercio), de plata (el denario) o de oro (cl aureus). Un aureus vale 25 denarios; el denario, 4 sestercios; el sestercio, 18 ases.

Para comprobar el peso de las mercancías, se utiliza la llamada balanza... romana.

En el siglo I d.C., los romanos se apasionan por los bronces artísticos. Ser coleccionista permite reafirmar su posición social.

La cosmética, las joyas, los perfumes... son los placeres de los elegantes de Ostia, enriquecidos por el comercio marítimo pero privados de las distracciones de Roma.

Todas estas enormes vasijas sobre la cabeza del pequeño escla­ vo, el cuello tieso, quien con su carrera aviva el fuego y ahúma las calles" (Tito-Livio)

Comercio de lujo

Las pelucas son rubias, teñidas a base del n p t o de Magencia (sebo de buey y ceniza de fcaya) o negras (si las cabelleras han sido taponadas de las Indias). Es tal la demanda que se tasan en la aduana.

Ya en tiem pos de la Repúlica, los rom anos se m ostra­ ban muy impresionados por las obras de arte griegas. Los más potentados adornan con ellas su m ansión, ha­ cen venir artistas...“Escucho a dem asiada genie, dice Catón, reservar sus alabanzas y su adm iración a las fastuosidades de Corinto y de A tenas y burlarse de los adornos de arcilla que reciben los dioses de los rom a­ nos” . En Ostia, los ricos negociantes están muy bien situados a la hora de importar sus obras de arte. Pero el tráfico disminuye y se multiplicarán las copias. Los talleres de artesanos del bronce hacen su agosto. Para poder responder a los deseos de su clientela, estos artesanos fabrican series y las venden en sus tiendas, nace así un comercio de lujo. Al mismo liempo, los habitantes de Ostia m ás pudien­ tes cuidan su aderezo. Las mujeres originarias del lito­ ral mediterráneo e instaladas en la ciudad han traído con ellas su sentido de la belleza y de la seducción. Las romanas, menos refinadas, imitan su ejemplo.

¡Estar bella!

Las sombrillas tienen un inconveniente: no son plegables.

Las romanas llevan ropa interior cuando prac•can deporte. (Aquí, su exhibición es ima­ ginaria). Los abanicos, muy utilizados en Ostia para es­ pantar a los mosquitos, están hechos de plu­ mas de pavo real.

En esta perfumería, ellas no pueden resistir a los exqui­ sitos aceites perfumados cuyos nom bres hacen soñar: el cinamonio de Egipto, el amomio indio, el nardo de Fenicia, el iris de Corinto, el silfio de Cirene, la rosa de Macedonia. ¿Cómo no dejarse tentar por este purpurissum (inten­ samente rojo) o este antimonio pulverizado que da a la mirada tan irresistible claridad? Y otros productos más: el blanco de cerusa para la tez, las crem as azula­ das para las sienes...Y he aquí incluso el últimomodelo de tocador de maquillaje, la famosa alabastroteca ¡Espléndido! Las elegantes se detienen en una tienda de moda para descubrir los últimos tejidos de algodón indio, las nue­ vas gamas de colores, siempre tan vivos, y sobre todo las sedas tan bellas, tan agradables de llevar..., pero tan caras. Una mirada atenta a la lencería que poder lucir en la piscina o en la palestra, un último vistazo a las túnicas de estar en casa o de ceremonia... antes de mar­ charse con unos cuantos pañuelos.

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Las ínsulas Sin medios de transporte rápidos, un ciudad no puede expandirse demasiado so pena de ver a sus habitantes divididos entre el tiempo perdido en los traslados y el que pasan en su trabajo. Desde el siglo III a.C., y para responder a las necesidades de expansión de una po­ blación en constante crecimiento, Roma ha tratado de edificar hacia lo alto. Edificios v an g u ard istas Dos, tres, cuatro pisos y a veces incluso hasta cinco. Así son los “edificios”, las insulae, que los arquitectos no dudan en construir. ¡Bajo el reinado de Trajano, la legislación prohibía sobrepasar los 18 metros! El poeta satírico Juvenal se burla de “esta ciudad que no se sostiene más que sobre viguetas delgadas y lar­ gas como flautas...”. El gramático Aulu-Gelle se com­ padecía de estas casas de pisos múltiples y rígidos. El historiador Tito Livio cuenta la historia del buey que, habiéndose escapado de un mercado, se mete en una insula vecina y sube las escaleras hasta el tercer piso antes de precipitarse al vacío en medio de los gritos aterrados de los moradores. Aelius Aristide, un rector griego, recuerda no obstante que si todas las casas de Roma estuvieran construidas de una sola planta, la ciu­ dad se extendería hasta Adria, sobre el mar superior. U na a rq u ite c tu ra revolucionaria... A fines del Imperio, Roma cuenta con 46000 insulae frente a 1800 casas unifamiliares (domus). También en Ostia los pisos se extienden por todos los barrios, 34

Insulae de Ostia

Ofrendas depositadas al pie de un dios tutelar en el patio de una insula.

sin excepción. Las insulae son construidas por par­ ticulares adinerados que construyen inm uebles de al­ quiler. A veces, el propietario habita en la planta ba­ ja, otras, cuando no la ocupa, la ha convertido en tiendas. Hecha de ladrillos o de adobes aplicados a un arm azón de madera, esta construcción posee - s i es un lugar ha­ bitab le- una planta baja provista de ventanas, o de puertas - s i se trata de una tienda. Estas últim as se cul­ m inan con aberturas alargadas. Y es en ellas donde el personal de la tienda, generalm ente el m ás m enestero­ so, com e, duerme y trabaja. En ambos casos, el aspecto externo de estas construc­ ciones es revolucionario. En tanto que la casa tradicio­ nal romana se cierra sobre sí m isma, con todas sus ha­ bitaciones dando a un patio interior, la insula, por con­ tra, abre sus puertas y ventanas al exterior. Los pisos están bordeados de balcones. En la m ayoría de los casos, las ventanas están guarnecidas de lonas o de pieles curtidas por el viento. Abiertas, las contraven­ tanas dejan pasar el frío; cerradas, dejan la estancia en una total oscuridad. El zaguán de entrada da a un patio en el que se hallan el altar y la estatua de las divi­ nidades tutelares. 35

..pero sin confort Desde la calle, se accede por escaleras y corredores a los apartamentos: un conjunto formado por varios hue­ cos, cuatro, por ejemplo, para una familia de clase me­ dia, sin agua, ni aseo, ni calefacción. Cuanto más pisos se suben, más frágiles son las estructuras. El inquilino tiende a mejorar su bienestar. Y con él, el riesgo de un incendio se vuelve permanente. Puesto que una candela, un hornillo o un brasero, activados por una corriente de aire, pueden causar un incendio de inmediato. “De repente, el 3er· piso está incendiándose y tú ni te enteras. El ajetreo se organiza desde la plan­ ta baja, pero el último que se abrasará no es otro que el pobre al que sólo el tejado, donde las lánguidas pa­ lomas acuden a poner sus huevos, le protege de la llu­ via...”. Cada cual ha huido con sus pocos enseres. ¡Y al día si­ guiente! Al día siguiente, mientras el desdichado pro­ pietario encuentra un montón de cenizas, se le ofrecen tres sestercios por su terreno para construir en él, rápi­ do, muy rápido, una nueva insula bien rentable... ¡hasta que arda un buen día!

E! edificio de Diana, una de las insulae de Ostia. Consta de tiendas orientadas a la calle, ¡y hasta de un corredor abovedado! Los arqueólogos no coinciden respecto a su fecha de edificación: entre el siglo I y la segunda mitad del II. Asimismo, algunos ven un hotel, otros un edificio de viviendas: aunque también ha podido ser modificado con el paso del tiempo. Si se acepta la segunda hipótesis, la planta baja constaría de 8 tiendas y 5 apartamentos, y el primer piso, de 2 apartamentos.

Planta baja 1 2 3 4 5

Corredor Alojamiento del guarda Tiendas W.C. Patio interior 6 Sin asignación 7 8 9 Apartamentos de 3 huecos 10 11 Apartamentos de 2 huecos 12 13 Apartamentos de 2 huecos

1 *r· piso

1 Escalera a los pisos 2 Corredor 3 a 10 Apartamentos de 8 huecos 11 Apartamento de 2 huecos

¡yaya, la construcción deja bastante que desear!

es la vida comunitaria... Se trasladan las ánforas en las que los inquilinos han vaciado sus orinales, M fta c e la mudanza, se sale con ios niños, se va de compras...

Peristilo

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1. Plano de la casa de Apuleius Peristilo

Plano típico de la casa romana: el atrium se halla en medio del pri­ mer bloque y el peristilo, rodeado de su columnata, en el segundo.

2. Piano de una casa con tric lin iu m

1. Utilización de un terreno en escuadra al­ rededor de un peristilo. A partir de los siglos Il y III a.C., este último se convierte en el pa­ tio de la casa. El vestíbulo, la sala de reunió· nes. la biblioteca, el comedor, las habitacio­ nes y la cocina lo rodean. 2. Utilización de un terreno semi-rectangular en la via della Fornica

Preciosas mansiones La casa tradicional, la domus* se organiza alrededor de un pequeño patio cuadrado, el atrium . Aquí el tejado está perforado por una abertura central rectangular. Su cuatro vertientes permiten que el agua de la lluvia dis­ curra directamente hasta un estanque, o impluvium, que las recoge antes de canalizarlas hacia una cisterna. Esta arquitectura responde a una iriple necesidad: iluminar la casa, orearla y abastecerla de agua. Por falta de mate­ riales transparentes, las ventanas no existen. A partir del siglo III a.C., los romanos toman del mun­ do griego el peristilo: este patio interior, como el atrium, está rodeado de una colum nata que asegura la transición entre los apartamentos y el jardín interior. Esta disposición Ies encanta.

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El paseo del p ro p ie ta rio ¡ “Salve, cave canem !". Un pequeño m osaico, coloca­ do a un lado de la puerta de bronce o de m adera de la entrada, previene al visitante: “Hola, cuidado con el perro!” . D espués de hacer sonar la cam panilla, hay que esperar al portero. Una vara en la mano, señal de que está dispuesto a expulsar al indeseable. Tras haber des­ corrido los cerrojos, hace girar las traviesas de madera e introduce al visitante en el tablerium. El recién lle­ gado se inclina ante el santuario de los dioses tutelares, protectores de la casa, al pie de los que han sido de­ positados los contratos de hospitalidad. Precedido del dueño de la casa, el visitante descubre el peristilo, se detiene ante una nueva estatua, en la pared del fondo descubre de una ojeada un fresco que re­ presenta un inm enso jardín. En una de las estancias, precisamente, dos pintores y sus ayudantes están trabajando: m ezclan pigmentos de colores en el alm irez de cal y, antes de que ésta se ha­ ya endurecido, la aplican sobre una capa de revesti­ m iento aún fresca. Tienen que trabajar con rapidez, so­ bre pequeñas superficies, y siem pre de arriba a abajo. Los m osaicos adornan los suelos. Los m uebles no son muy abundantes en la casa: cam as, m esas de madera, de bronce o de m árm ol, trípodes y veladores. La clari­ dad queda asegurada con antorchas, candelas de sebo o de cera, lám paras de aceite. El dueño de la casa continúa guiando a su visitante que, bajo la colum nata del peristilo, se detiene para es­ cucharle describir con apasionam iento las plantas y flores de su jardín. Entre los romanos, el am or al cam ­ po es m ás fuerte que todo.

Antes de pintar al fresco, la pared se luce con un recubrimiento fresco. .·.·:·:»

El artista traza suavemente los contornos del dibujo antes de aplicar los colores. Escabeles, sillas o bancos son general­ mente usados por las mujeres, los niños y los enfermos. El sillón se reserva al cabe­ za de familia. Cómodamente sentado, puede recibir a sus clientes.

Sillón

Silla

El mobiliario de una habitación, según un bajo-relieve. Las camas son catres y están provistas de mantas, sábanas y colchas. La ropa se guarda en armarios o cofres. 39

la

Un día en compañía de P. Lucilius Cicero Una comida fría: pan. leche, queso, frutas.

Saludo a los niños primero, luego a los clientes. Se dice "¡Ave!" o "jSalve!"

De camino a los negocios, las visitas, las reuniones, el teatro o los juegos.

A las doce: un almuerzo ligero.

Una siesta hasta las 2.

Gimnasia y deporte m en las termas. ¥

MW m W ψ

La comida más importante se toma a partir de las cuatro hasta ya caída la noche.

P., es la inicial del apellido, Lucilius, el nombre, y Ci­ cero (“el que tiene un garbanzo”), el apodo, com po­ nen, sin error posible, el nombre de este ciudadano de Ostia. Como cada día, en cuanto que el sol despunta, P. Lucilius Cicero salta de su cama. Su mujer, Tulia, aún duerme. Mientras se toma un pequeño y frugal desayuno, sus siervos, designados con el nombre de sus países de origen (Afer, Syrus, etc.), arreglan su habitación (Tu­ lia permanece en la suya), doblan sus túnicas, sacuden sus abrigos, enrollan las bandas de tela que le sirven de calcetines. Su toga ya está lista. P. Lucilius Cicero se acomoda ahora en su sillón y re­ cibe a sus clientes. La importancia de un romano se mide por el número de personas que vienen a verlo: abogados sin causa que defender, profesores sin alum­ nos, artistas sin encargos, libertos de toda clase, arte­ sanos, inválidos, granjeros de los alrededores. A cada uno de ellos les reparte algo de dinero. Los clientes se inclinan y lo llaman dominas (señor).

Contraer matrimonio Puede estar seguida de un commissario, una especie de de gustación de vinos ofrecida a ios invita dos, o de un paseo.

Pero P. Lucilius apresura los saludos. Le aguarda una cita importante. Su hija de 13 años va a casarse y hay , „ . . . . ~ , , Que preparar el contrato de matrimonio. Como hombre respetable ha de seguir las tradiciones romanas. Los

esponsales se realizan según las reglas. Los dos padres han intercambiado la fórmula: Spondesne? Spondeo (“¿Te comprometes? ¿Me comprometo?”), antes de que se le entregue a la novia un anillo que luego lo llevará en su dedo anular. El contrato matrimonial consagrará la unión indisoluble de los esposos. Mientras P. Lucilius Cicero se dedica a sus ocupacio­ nes, los más pequeños de la casa, acompañados de su esclavo has salido “a clase” . Tulia, tras un breve aseo, se entrega por completo a una de sus siervas. Están muy de moda los peinados altos, con las trenzas montadas en forma de diadema, más que los rizos.

ia praecintura debe formar una portacaj el sinus ha de ser redondo,

los laciniae debei rozar ligeramente el suelo. Ei arte de colocarse la toga

Una perfecta anfitriona El almuerzo de mediodía es rápido. Pues queda poco tiempo antes de la cenay la comida que comienza a par­ tir de las cuatro de la tarde. P. Lucilius Cicero se dirige a las termas para hacer deporte, natación y masaje. De ordinario, su mujer no sale: hila, teje, se encarga de los niños o recibe a alguna amiga. Sin embargo hoy, tie­ ne invitados a cenar. Tulia debe supervisar los prepara­ tivos de la recepción antes de vestirse. Sus esclavas le colocan una túnica inmaculada cuyo bajo luce un galón dorado -sig n o de su condición social- y le ciñen la cin­ tura. Luego la cubren de joyas, diadema de piedras pre­ ciosas, pendientes, collar, colgante, sortijas, abrazadras y anillos en los tobillos, antes de cubrirla con un largo chal, el supparum, que le cubre los hombros y cae hasta el suelo. He aquí a Tulia preparada para participar en la cena, uno de los momentos del día más importantes.

Oe 7 a 12 años Se acude al litterator. Se aprende a leer, a escribir, a contar.

El imbo debe ahuecarse.

De 12 a 16 años Se acude al gramaticus. Se aprende a leer en público, a declamar, a conocer a los poetas.

¡Las alegrías de! oficio de sirvienta! “La pobre Psecas, con los pelos revueltos, los hombros desnudos y el pecho descubierto está a punto de peinar a su señora... El vergajo sancio­ na por el anillo que falta..."

De 16 a 20 años Se acude al rhetor. Se aprende elo­ cuencia, a escri­ bir bien y a pro­ nunciar discur­ sos.

De 20 a 23 años Se va a Grecia, la madre patria del arte de la oratoria, como han hecho Cicerón, César, Horacio...

Una cocina a base de especias...

Clavo Comino Cebolla Canela Ajo Salvia Tomillo Pimentón Nuez moscada Perejil

¿Qué es esto? ¿Un ave? No, un trozo de cerdo.

c.

¿Un guisado de pescado? No, tetinas de cerdo.

¿Lentejas? No, lenguas de ruiseñor

El exquisito garum es un condimento que se obtiene haciendo macerar visceras y trozos de pescado en salmuera con hierbas aromélicas.

Servicio de plata 42

La cena Tulia echa una última ojeada al comedor, el triclinium. Tres literas ligeramente inclinadas, cubiertas de con­ fortables almohadas de bonitas fundas, de colchas sua­ ves y cojines, se han colocado alrededor del aparador cuadrado. _La distribución de las plazas se rige por una rigurosa etiqueta. La litera de honor, sin nadie enfrente, queda situada al fondo. Luego está la litera derecha, y luego la de la izquierda, reservada al dueño de la yf / casa, a su mujer y a sus allegados. Los invitados se colocan ligeramente ladeados, acodados sobre el brazo derecho. Al recién llegado se le descalza y se le lavan los pies. Se le ofrece una camisola de muselina, la syn thesis, para que no se manche, pero él prefiere, como las mujeres, remangarse el brazo izquierdo.

Es una buena casa y sus invitados la aprecian. Esta no­ che, como suele ser normal, dispondrán de siete platos, consistentes en entremeses, entrantes, asados, y postres. El vino se colará antes de ser servido y se aligerará con agua. El orden y la receptividad reinan en casa de P. Lu­ cius Cicero; pero éste no es siempre el caso. Se habla, por ejemplo, de ese dueño que engullía los me­ jores bocados, sin dejar a sus convidados más que “un basto vino, mendrugos negruzcos, coles en aceite y una manzana roída como la roen los monos amaestrados...” Tulia ha tenido que insistir para que su marido acepte ter­ minar la velada con un commisarioy en el transcurso del cual los participantes eligen un presidente. Su papel es el de establecer el numero determinado de copas que beba cada uno. A P. Lucilius Cicero no le gusta esta costumbre que embriaga a hombres y mujeres. Así es que la ha abre­ viado y sus invitados se han ido a eso de las 10.

¡Ante todo, invitados célebres ! ¡Ah, si yo tuviera a Tito-Livio a mi mesa a su regreso de Bitinia. qué carta de agradecimiento me escribi­ ría! O al viejo Tácito, que. completa­ mente sordo, repite infatigablemente su Diálogo de los oradores; o a Juve­ nal, cuyas sátiras animarían mi ve­ lada. o incluso a Marcial, al que hay que pagar; las inscripciones sobre nuestras tumbas compensarían el di­ nero que tuviera que pagarle... Fíjate, no tengo a nadie...

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Entramos en las termas. Un veterano, sentado en un banco del caldarium„ se restriega la espalda contra las placas de mármol de la pared a falta de poderle ofrecérsele un esclavo que se lo haría mediante un estrígilo. No se sorprende lo más mínimo cuando el empe­ rador Adriano, desnudo como él, viene a sentarse a su lado. Ambos son clientes del mismo establecimiento, que frecuentan sobre todo por sus instalaciones depor­ tivas, las mejores de la ciudad. Este encuentro muestra la importancia que la élite ro­ mana concede a su condición física; un elemento esen­ cial que le permite asum ir convenientemente a lo largo de toda su carrera los diferentes cargos militares, civi­ les y administrativos. En Ostia, son doce las termas que se reparten la clien­ tela de la ciudad, a las que habría que añadir el estable­ cimiento termal de agua marina de M. Crassus Frugi. Tras pagar su entrada, el cliente se desnuda en el ves­ tuario, entra en el sudatorium , en el que predomina una tem peratura de estufa, pasa al caldarium, donde puede hacerse rascar la piel y bañarse. El tepidarium le faci­ lita el paso al frigidarium , en el que se halla una pisci­ na o una bañera de agua fría. El calentamiento de las termas

Los placeres Ja s termas

5 estanque del frigidarium en las termas del faro

En casa del tonsor, el barbero, la aflu­ encia es considerables desde que se ha pasado de moda el llevar barba. Y las tonstrinae se han convertido en lugares en los que uno se informa o hace amigos. Las tarifas son exorbi* tantes. Cubierto con un peinador de batista o de muselina, el cliente espera. Las ti­ jeras de hierro formadas por dos lámi­ nas sin eje no permiten igualar los ca­ bellos. Y además a veces se prefiere el rizado. En el barbero, también se pue­ de teñir el pelo, perfumarse, maqui­ llarse y ponerse sobre el rostro splenia lim ata, perillas.

Mosaico de las termas de Neptuno

¡El cliente sufre cuando el depilador le arranca el velio de las axilas!

Antes de bañarse, las romanas se colo­ can gorros de vejiga de cerdo. 45

Sobre la pista, jovencitas y niñas ganan habitualmente a los hombres con el aro Los ancianos no dudan en jugar con adolescentes

O

Las jovencitas levantan pesas

En la palestra, el recinto deportivo, el cliente practica diferentes juegos de balón, practica la carrera pedrestre, realiza culturismo, halterofilia o se entrena en la lu­ cha. Entre ejercicio y ejercicio, podrá refrescarse. Indispensables en la vida romana, las termas no han es­ capado a las críticas. Cuando eran mixtas, estallaron ciertos escándalos. Más tarde, se fijaron unos días y unas horas determinadas de uso de los baños para los hombres y para las mujeres. ¡Y además hay un barullo! “Imaginad toda clase de voces que se os hacen odiosas a los oídos: gemidos... un silbido... una respiración aguda... el claqueteo de la palma del masajista sobre un torso... las salpicaduras del agua...”. ¡Séneca, el autor de este texto, no debía de ser nada deportivo!

Una religión en declive ¡La antigua religión romana, privada de calor y de aliento espiritual, no marcha bien! Las plegarias resul­ tan tan secas como un texto legal. Se siguen sus fiestas y rituales, pero sin duda alguna es por los bailes, la música y las borracheras que las acompañan. El escepticismo se ha adueñado de las gentes sencillas, que ven con desilusión a sus conciudadanos abandonar a sus antiguos dioses romanos; en lo que se refiere a la alta burguesía, apenas se preocupa lo más mínimo. Los griegos creían predecir el futuro en el vuelo de tos pájaros, los relámpagos y los truenos. Los romanos observan estos fenómenos a los que ellos llaman premoniciones ("que precede al suceso"), pe* ro quieren precisarlos. Por ejemplo, el vuelo de los pájaros debe es­ tudiarse en una parte bien determinada del cielo. Un terreno rectan­ gular, llamado "templo”, se divide en cuatro partes, según ejes orien­ tados norte-sur. este-oeste. Esta partición del espacio está en el ori­ gen de los planos de las ciudades romanas, que se oroanizan en tor­ no a dos ejes perpendiculares orientados como los de los templos: el Decumanus (vía este-oeste) y el Cardo (vía norte-sur).

El sacerdote, al que preceden los lictores, avanza seguido de los ofrendadores y sus mujeres, de músicos, mensajeros, niños.

HE AQUI LOS PRINCIPALES DIOSES Y DIOSAS QUE VENERAN LOS LOS HABITANTES DE OSTIA Nombre griego

Nombre latino

Afrodita Ares Artemisa Asclepio Cronos Deméter Hefaistos Hera Heracles (semidiós) Apolo Poseidón Zeus

Venus Marte Diana Esculapio Saturno Ceres Vulcano Juno Hércules Febo o Apolo Neptuno Júpiter

la Belleza la Guerra la Caza la Medicina el Cielo y la Tierra (as Cosechas los Metales el Matrimonio ia Fuerza el So) el Mar el Rayo

Los dioses protectores de los marinos

Los dioses frigios

Cástor y Polus Neptuno (dios del mar) Serapis (dios egipcio embalsamador)

Attis (dios de !a vegetación) Cibeles (diosa de la tierra). — Los romanos le han otorgado nacionalidad latina

Bajo la mirada de los dioses No faltan los tem plos en Ostia. El más importante es el del capitolio. D esde la superficie sobre la que se levan­ ta dom ina la ciudad, situada así bajo la m irada protec­ tora de los dioses. Vulcano posee aquí un lugar prepon­ derante y, con m otivo de su festividad, los em peradores o sus representantes acuden a venerarlo. Castor y Polus, protectores de los m arinos de Ostia, tienen el suyo. En el recinto sagrado de los tem plos republicanos se halla igualm ente el santuario de Hércules. Y gracias a Lucius Gam m a, un generoso patricio. M arte, Venus, Fortuna Cres y Spes poseen su templo. Se ha visto honrar a Bona D ea en algunos sitios, donde únicamente las m ujeres la celebran. Y tantos otros: los tem plos de Belona, de M agna Mater, de los herreros... Ostia acoge igualm ente otros cultos extranjeros: frigios (con Cibeles), egipcios (con Isis y Serapis), y algunos otros... Piadosos y supersticiosos, los m arinos tienden a honrar a aquellos dioses cuyos m ares frecuentan: los peligros a que se exponen son muy grandes com o para afrontar adem ás la venganza divina. C ada dios o diosa es feste­ jado en un determ inado m om ento del año, lo que pue­ de dar lugar a un cierto núm ero de días festivos: 7 para Cibeles y A polo, ¡pero 15 para Júpiter!

Dioses egipcios de gran renombre Isis Horus Osiris Algunos dioses y diosas de origen latino Belona (protege a los soldados) Bona Dea (vela por las familias) Spes (la esperanza) Fortuna (!a fortuna) Ceres (las cosechas y la agricultura) Un dios persa Mithra (espíritu de la luz divina/ dios de la verdad)

Mutcano (Hefaistos): for* Ja las armas de los dio· îs y las joyas de las

Hércules (Heracles): su prodi­ giosa fortaleza le permite aquí asfixiar al león de Ñemeo

Saturno (Cronos): de joven, de­ vora a sus hijos; de viejo hace florecer la abundancia en el La­ cio (la región de Roma)

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Esculapio (Asclepio): cui­ da y sana a los enfermos

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Cfeetes: personifica la tierra. Se la asocia al pastor Atis en una ■montura amorosa que acabó mal

Diana (Artemisa): herma­ na de Apolo, esta gran cazadora está siempre vigilada de cerca por su hermano

Neptuno (Poseidón): es el dios del mar y de la navegación

Apolo (Febo): es el dios solar

Cástor y Polus: estos gemelos griegos lo* marón parte de la expedición de los Argo­ nautas en busca del Vellocino de oro

Js js : diosa egipcia; su hijo es Horus, el tte la cabeza de halcón, y su marido Osirís, dios de la vegetación

Venus (Afrodita): esta diosa de la belleza está enamorada de Marte (Ares), dios de la guerra

Serapis: dios egipcio

Bona Dea: diosa latina de ia fe­ cundidad y protectora de las fa­ milias

El culto al emperador es perpetuado por las vestales

Beiona: diosa latina de la guerra

Mithra: dios persa de la verdad y de la buena fe

Un mithreum Para acceder a un mithreum subterráneo, hay que bajar escaleras y cruzar varias puertas. La bóveda de la sala simboliza la del cielo. La escefificación tiene como objeto impre­ sionar a los espíritus: el altar hueco está ilu*

minado en su interior, la luz cae por un tra­ galuz sobre el busto del dios. El oficiante, dentro del pozo, se deja inundar por la san­ gre del animal sacrificado. Será ia visión ob­ sesiva que ayudará a los participantes a al­ canzar el éxtasis divino.

El culto al em p erad o r

Asper­ sorio

Cuchillo Copa con su funda para los sacrificios

Vaso

El pequeño templo de Bona Dea c.

También el culto rendido a los emperadores se ha debilitado. Ha acabado la época en la que los corazones de los habitan­ tes de Ostia vibraban de emoción por Augusto, ha pasado el tiempo en que este semidiós trascendía de la condición humana. El culto imperial se ha derrumbado en cuanto el pueblo ha descubierto que una simple conspiración palacie­ ga es más que suficiente para destronar a un semidiós. Hace falta esperar a Trajano, lleno de buenos sentimien­ tos, para que únicamente los emperadores muertos se beneficien de los honores del Apoteosis. Esta ceremonia de divinización se convierte entonces en una especie de recompensa suprema del Estado para con sus grandes ser­ vidores. Plinio el Joven es el encargado de redactar un breve texto con el que desplazar las antiguas oraciones públicas. El propio Trajano se complace en afirmar que su victoria sobre los Germanos ha precedido su ascensión al trono y que los dioses no han intervenido para nada. Sin embargo. Ostia posee su templo de Roma y de Augusto. Edificado en el año 25 d.C., está situado en el centro de la ciudad, en el foro, de cara al capitolio. Por otra parte, los mili­ tares, los más fervientes defensores de este culto, le han reservado en el cuartel de los vigilantes un lugar de devoción.

Una vestal, virgen a! servicio de Vesta, la diosa de los hogares con la cual ha con­ cenado un contrato de 30 años, enciende el fuego mediante una lupa. Ésta cere­ monia desataba los alaridos del público que veía en ello un milagro. Al lado, a la derecha, observáis la repre­ sentación del sacrificio de un carnero y, debajo, el de una serpiente.

Nuevos ritos En cuanto las grandes religiones oficiales se desplo­ man, surgen las sectas. Estas provienen de personas que creen encontrar una respuesta a sus interrogantes en el éxtasis. “El alma despegada de la sujeción al cuer­ po y liberada del dolor se pierde en el embeleso”. Este estado de “evasión” se consigue gracias a las melopeas y los cánticos lánguidos, una música obsesiva, o por la ingestión de bebidas fermentadas. Los lugares íntimos, sombreados, apartados, son igualmente válidos para que los adeptos entren en trance. Importados por los marinos, los dioses orientales, co­ mo Atis y sobre todo Mithra, una de los grandes divi­ nidades persas, conocen un verdadero éxito en Ostia. Dieciocho mithreae* o capillas subterráneas, se repar­ ten por toda la ciudad. En ellas se nos representa una completa muestra de la sociedad: militares, funciona­ rios, magistrados, comerciantes, artesanos. Estas sectas irritan a más de un romano. Así, Juvenal no oculta su cólera, tachando de charlatanes y estafado­ res a esos Caldeos, Commagenios, Frigios o Isiacos “vestidos de lino y con la cabeza afeitada que recorren las calles... y venden la indulgencia de sus dioses a los ingenuos pescadores sin inhibirse en prometerles amor y riqueza”. Quedan ya lejos aquellos tiempos, suspiran los viejos habitantes de Ostia, en que nuestras vestales en Roma mantenían el fuego en el templo de Vesta, la protecto­ ra de nuestros hogares.

Estos mimos, llevando la máscara de la muerte, preceden al cortejo fúnebre

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Un lugar único

El teatro se halla orgullosamente situado en el corazón mismo de la ciudad, desde donde domina todos los edi­ ficios. Para el pueblo de Ostia, privado de odeón, de anfiteatro y de circo, el teatro representa el lugar de es­ pectáculos por excelencia. Construido por Agripa a principios del Imperio, luego ensanchado más tarde, acoge a cerca de 4000 personas. A pesar de todo, sus dimensiones resultan modestas si se las comparan con las de los prestigiosos teatros de Lyon (10500 plazas) y de Arles (16000 plazas).

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Plano de un teatro Diferentes máscaras

Las sesiones de teatro comienzan en abril y terminan en noviembre. Las representaciones, que se desarro­ llan por la mañana, y atraen a un numeroso público en tanto que Roma no ha abierto las puertas de su fabu­ loso circo de 255000 localidades. Entonces absorbe toda la población de la región. El hombre culto advierte igualmente que cuanto más aumenta la existencia de teatros, más disminuye la pro­ ducción teatral. Las últimas tragedias datan de finales de la República y la última comedia, de la época de Claudio (año 30 d.C.). Las obras del griego Eurípides (480-406 a.C.) o de los romanos Plauto (254-184 a.C.) y Terencio (hacia 185159 a.C.), aunque bien representadas, ya no atraen a las multitudes. Én las comedias, las máscaras de los actores permiten identificar el sexo del personaje; su vestuario anuncia su acción; sus colores, la condición social: el blanco para un villano, el amarillo para una cortesana, el púr­ pura para una persona rica... El a rte del m imo Un actor

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En realidad, el arte del mimo se sustituye por la come­ dia. En algunas escenas, el actor descubre las costum­ bres y ridiculeces de sus contemporáneos. Los temas se extraen de la vida cotidiana, transformando en be­ llas las situaciones vulgares. Cuantos más años pasan, más se reduce el texto. Grandes mimos, tales como Decimus Laberius, del siglo I a.C., todavía son auto-

En Ostia no existen ni odeón, ni anfiteatro, ni circo

Odeón (sala de concierte»)

Circo (pista para carreras de caballos y de carros) Anfiteatro (ruedos destinados sobre todo a los combates de gladiadores)

res de plena actualidad; para satisfacer los deseos del público, sus sucesores no han hecho más que improvi­ sar a partir de tem as dados.

El fin del drama romano La tragedia, representada alternando con la comedia, evoluciona progresivamente hacia el ballet. Concedien­ do una parte proporcional a los diálogos y a los cantos, hace subir poco a poco a los coros a escena. Estos co­ munican a la muchedumbre un sentimiento colectivo, lo ponen en trance. El drama romano ya ha vivido; pero, gracias a sus tonos patéticos, los cantores encuen­ tran un amplio público.

“Sí, soy el viejo Plauto, el autor de Anfitrión. Tres siglos después de mi muerte, aún se represen­ taba mi obra en Ostia, bajo el mandato de Trajano... Dieciséis siglos más tarde, Molière me ha copiado, y cuatro siglos después, Giraudoux se la adueñaba... No está mal... ¿no?”.

Combates sangrientos Por supuesto que el teatro de Ostia también presta su escenario a los espantosos combates de gladiadores que Trajano ofreció dos veces a la ciudad. En el año 109, Roma rebosa de esclavos dacios: 9824 gladiadores, elegidos de entre ellos, se enfrentan allí a los gritos de júbilo de la población. Cuatro años más tarde, antes de partir a la guerra contra los Partos, el emperador hace un regalo a Ostia de 2404 gladiadores que se matan unos a otros durante 3 días.

Un ingenioso sistema de contrapesos permitía levantar este telón de 27 metros de largo en Ly­ on. El teatro de Ostia estaba desprovisto de él por la proximidad de agua en el subsuelo, que no permitía excavar una fosa de 5 metros de profundidad.

Los puertos artificiales de Tïajano y de Adriano

^¿7 “

Vista de Portus, puertos de Claudio y Trajano

El faro, a la entrada del puerto de Claudio. Edificado sobre el casco del gigantesco barco de Caligula que trae de Egipto el obelisco (327 toneladas) que domina en la actualidad la Plaza de San Pedro. El barco, de 104 m. de largo y 20 a 30 m. de ancho, tenía seis puentes. Desplazaba 7400 tone­ ladas y tenía un lastre compuesto por 130.000 cajas de lentejas. Su tripula­ ción estaba dotada por 700 a 800 hombres

En cuanto el tráfico del puerto fluvial de Ostia ya no era suficiente para garantizar el aprovisionamiento de Roma, se recurrió al viejo puerto griego de Dikaiarkheia (actual­ mente Pozzoles), en el golfo de Nápolcs, a pesar de los 200 kilómetros que lo separan de la Urbs. Y como tal permanece hasta el reinado del emperador Claudio. El historiador griego Dion Cassius (hacia el año 155-235 d.C.) relata cómo, habiendo sobrevenido una hambruna, el emperador encuentra el medio de asegurar un gran aprovisionamiento definitivo. Al no ofrecer Ostia un abrigo seguro, decide construir un puerto artificial. No obstante, es tal el coste, que los arquitectos se lo desaconsejan. Claudio hace caso omiso y el emplazamiento del nuevo puerto se decide al norte de la desembocadura del Tiber. Los trabajos, iniciados el años 42, no terminarán hasta el 54, bajo el reinado de Nerón. La dársena, cuya superficie ocupa 900000 m-, es ca­ paz de acoger en sus muelles cerca de 250 navios. Ce­ ñida entre dos malecones, enlaza con el mai* a través de un canal. Al borde del espigón, despunta un faro so-

bre el casco del Barco de Caligula, vaciado en forma de artesón como cimiento. Este faro, tan alto como el de Alejandría, es el primero de este tipo en el mundo roma­ no. Nerón hizo acuñar una moneda conmemorativa. Ju­ venal, por su parte, comenta: “Los puertos excavados por la propia naturaleza no son tan admirables”. Este puerto es el esperado. Permite abastecer a Roma, fa­ vorece el retroceso del Tiber y protege a la Urbs de inun­ daciones periódicas. Desgraciadamente, sus estructuras no son suficientes como para resistir lo embates del mar y la balsa se cubre de arena con los aluviones del Tiber. Trajano decide rehabilitarlo después de sustituirlo. Se practican enormes excavaciones para asegurar un abrigo a los barcos. La nueva balsa, un exágono de 330000 m2 y 4 m. de profundidad, se enlaza con el mar por el puer­ to de Claudio. A su alrededor se desarrolla un centro de actividades, que se convertirá en Porto (actualmente Fiumicino), tan grande como Ostia. Durante cinco siglos, este conjunto arquitectónico constituirá uno de los mayores puertos romanos. Ya ha desaparecido, pero entre sus pinos piñoneros Os­ tia permanece siempre allí y nos permite imaginar lo que fue la época de Trajano y de Adriano.

A la izquierda, ta dársena de Claudio. En el centro, el puerto de Trajano y a la derecha el canal Fossa Traiana que une el puerto al Tiber Los muelles son de pouzzolane, una roca volcánica

Una moneda romana con la inscripción del Portus

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LEXICO

A luvión: Las corrientes de agua transportan lodo, arena, grava, etc., que luego depositan especial· mente en su desembocadura. Son los aluviones. Anfora: de forma alargada y habitualmente con dos asas, las ánforas permiten almacenas y transportar diversas mercancías como el vino y el accite. Los romanos supieron también apre­ ciar en su justo valor el tonel francés de madera, mucho menos frágil. Apeninos: Este macizo montañoso corta Italia a lo largo, como una espina dorsal. Culminan a 2914 metros de altura, en el Gran Sasso. A rm ador: Comprar, e incluso alquilar, un barco, dolarlo de todo cuanto necesita para navegar, en fin, sacarle provecho, es la tarca del armador. A ug u r: sacerdote que estudia el vuelo de los pá­ jaros. el apetito de los pollos sagrados, etc., con objeto de interpretar los deseos de los dio­ ses. Antes de una batalla, por ejemplo, el gene­ ral debe escuchar el “ veredicto" del augur para entablar el combate. A partir del final de la República, son mucho los romanos que se bur­ lan de los augures, pues ya no creen en sus pre­ dicciones o augurios.

Caballero: ciudadano romano que forma parte de! orden ecuestre. En la jerarquía social, los caballeros vienen después de los patricios. Ciudadano: en la Antigüedad griega o romana, toda persona que goza del derecho de ciudada­ nía es un ciudadano. Hilo presupone ciertos derechos especialmente políticos, pero tam­ bién ciertos deberes, como el de cum plir el servicio militar. En el año 212. el emperador Caracalla otorgó la ciudadanía romana a todos los hombres li­ bres del imperio. Codaste: Pieza situada en la delantera del navio bajo la línea de flotación. Copia: los romanos, afortunadamente, han copia­ do numerosas obras griegas. Sin ellos, los o ri­ ginales estarían perdidos, no conoceríamos tan bien a los artistas de la antigua Grecia. Pero los romanos no se conformaron sólo con repro­ ducir... Sus esculturas, por ejemplo, nos han dejado magníficos retratos, llenos de vida y enormemente realistas. C orporación o Cofradía: las gentes que real i* zan su o ficio dentro de una misma profesión forman parte de una misma corporación o co­ fradía.

Cabotaje: es la forma de navegación de los barcos entre los puertos de un mismo país sin perder de vista la costa. Estos navios comerciales que van de puerto en puerto sin alejarse de la costa se diferencian de los de largo recorrido, que reali­ zan largas travesías...

Dracma: en la antigua Grecia, el dracnia es a la vez una moneda y una unidad de peso.

En la Antigüedad, los marinos evitaban todo lo posible la navegación en alta mar. perdiendo de vista la costa. A l anochecer, atracan a menudo en un lugar abrigado.

Fresco: la técnica del fresco, que consiste en f i­ ja r los colores sobre un revestimiento fresco que recubre la pared, requiere del artista una gran técnica. Presos de ese revestimiento, los

E d il: magistrado que tiene a su cargo la adminis­ tración municipal.

p ig m e n to s s e fijan a la pared durante m u ch o tiem p o. E se e s el m o tiv o p or el q u e h e m o s en con trad o fr e sc o s a n tig u o s e n p erfecto esta d o d e c o n se r ­ v a ció n . I J c to r : e ste o fic ia l lle v a un m an ojo d e varas d el q u e so b re sa le a v e c e s un hacha. L os lictores p reced en a las gran d es p erso n a lid a d es, fo r­ m an d o una e s p e c ie d e gu ard ia p erson al. S im ­ b o liza n el p o d erío d e R om a. M e c e n a s : esta palabra p ro ced e d el n om bre d e C a iu s C iln iu s M a c cc n u s (h a cia el a ñ o 6 9 - 8 a. C .). un a m ig o d e A u g u sto q u e fu e gran p rotec­ tor d e lo s artistas. D e sd e e n to n c e s, a lo d o s a q u e llo s q u e ayu dan a lo s crea d o res, lo s m an ­ tien en e c o n ó m ic a m e n te , c o ste a n c o n su propio d in ero la s co n str u c c io n e s p ú b lica s, e tc ., s e les llam a “ m ec en a s” . M o s a ic o : c o n p eq u e ñ o s fragm en tos co lo re a d o s (la s te se la s, q u e so n p eq u eñ a s fragm en tos c ú ­ b ic o s) d e p ied ra, d e pasta d e vid rio , d e már­ m o l. e tc ., q u e s e yu xta p o n en sob re u na su p er­ f ic ie d e c e m e n to , e l artesano c o m p o n e d ecora ­ c io n e s m u y só lid a s para s u e lo s y paredes. C uan to m is fin a s so n la s te se la s, m ás h erm o­ s o e s el m o sa ic o . A l igual q u e lo s fr e sc o s (v er esta palabra), lo s a n tig u o s m o s a ic o s han co n se rv a d o una d e s ­ lum brante frescura. O r d e n e c u e s tr e : v er cab allero.

n o s. p ron u n ciar d isc u r s o s. P ersu ad ir a un au­ d ito r io e s to d o un arte, m u y u tiliz a d o e n la A n tig ü ed a d . E l retor o re tó ric o e n s e ñ a e l arte d e la retórica. S e n a d o r : m iem b ro d e una a sa m b lea p o lítica , el sen a d o , cu y a fu n ció n e im portan cia varían co n e l p a so d el tiem p o . En R o m a , p or e je m p lo , lo s sen ad ores ya n o tenían p o d eres rea les b ajo el Im perio. E s tr íg iio : raedera o in stru m en to d e m eta l, e s p e ­ c ie d e lám in a cu rvad a q u e sir v e para rascar la p iel para lim p iarla, para q u ita rle el sudor. L o s atletas d esp u é s d el e s fu e r z o y lo s c lie n te s de las term as tras haber su d a d o m u c h o u tiliza n e! estr íg iio . T r ib u n o : en su o rig en , e n R o m a , el trib un o e s un m ag istra d o q u e ad m in istra una tribu. U r b s: la ciu d ad , en latín , s e d en o m in a urbs (p e n ­ sad e n palabras c o m o “ u rb a n ism o ” , “ urba­ n o ” ). R om a e s m u y a m en u d o d esig n a d a co n esta so la palabra, q u e c o m ie n z a sir v ie n d o pa­ ra u na ca p ita l. D e l m ism o m o d o , cu a n d o se m en cio n a la C iu d a d , c o n m a y ú sc u la , s e trata siem p re d e R o m a . V e te r a n o : en R o m a , lo s so ld a d o s s e en rolan en la m ilic ia para un tem porada m u y larga, a m e ­ n ud o para m á s d e 2 0 a ñ o s. D e sp u é s d e e s c se r v ic io m ilitar, s e v u e lv e n “ v etera n o s” y tie ­ nen d ere ch o a d eterm in a d a s v en tajas.

P a tr ic io : P er ten ecien tes a la c la s e aristocrática, lo s p atricio s s e hallan en la c im a d e la jerar­ q u ía so c ia l rom ana. R e to r o retórico: L o s re sp o n sa b le s d e la v id a p ú ­ b lica n ece sita n d irig irse a su s c o n c iu d a d a ­

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ALGUNOS DATOS DE LA HISTORIA DE ROMA

7 5 3 a .C . S eg ú n la ley en d a , R ó m u lo funda la R o ­ m a quadrata so b re la co lin a d el P alatino. R om a ha nacido. La p o b la c ió n , cad a v e z m ás num erosa, s e in s­ tala en la s c o lin a s v ec in a s. La d el C a p ito lio , la m ás e le v a d a , s e c o n v ie n e e n el lugar d e cu lto m ás im portante d ed ica d o a Júpiter.

El h istoriador rom an o T ito L iv io (5 9 a .C .- 17 d .C .) c o m ie n z a su H isto ria d e R o m a , q u e q u e ­ dará inacabada.

6 5 0 a .C . D o m in a c ió n etrusca. L o s re y e s h acen de R om a una ciu d ad .

4 2 d .C . C la u d io agranda el puerto d e O stia, em b ar­ cad ero d el trigo d estin a d o a R om a. E n orm es d i­ q u es y un sistem a d e e s p ig o n e s perm iten la apertura d e in m ensas b alsas. S e co n stru y e un fa­ ro g ig a n tesco , inspirado en el d e A lejandría, en E gip to, para gu iar a lo s n avios.

5 0 9 a .C . R e s p u b lica , la R ep ú b lica. U n a v e z e x ­ p u lsa d o s lo s rey es etr u sc o s, R om a se con vierte e n una repú b lica; el p oder p asa a m a n o s d e las gran d es fa m ilia s patricias.

6 4 d .C . Tras el in ce n d io d e R o m a , N erón em p ren ­ d e la co n stru cció n d e la “C a sa dorada” (D o m u s aurea). N u m er o so s cr istia n o s, a cu sa d o s d e ser lo s re sp o n sa b les d el in ce n d io , so n p erseg u id o s.

3 9 0 a .C . L o s G a lo s ocu p an R om a.

6 8 d .C . E l em p erad or N eró n p o n e fin a su e x is ­ ten cia.

2 6 4 -1 4 6 a .C . L as 1res G uerras P ú n icas term inan con el triu nfo d e R o m a so b re C artago. C onvertid a e n p o ten cia m arítim a e im perial. R om a e x tie n d e su s co n q u ista s p or lo d o el mar M editerráneo. 186 a .C . S e representan las c o m e d ia s d e P lau to (h acia 2 5 4 - 1 8 4 ). E ste p oeta c ó m ic o e s e s p e ­ cia lm en te el au tor d e un A np hytrion. 6 8 a l 4 3 a .C . C o rresp on d en cia d e C icerón (1 0 6 4 3 a .C .). orador, p o lític o y f iló s o fo rom ano. L as C artas d e C iceró n so n una v iv a pintura de la vid a p o lític a y privada al día. 5 2 a .C . V ercin gétorix s e rinde ante C ésar en A lesia . 4 4 a .C . J u lio C ésar m uere a sesin ad o. 2 7 a .C . O c ta v io recib e d el sen ad o e l títu lo d e “A u g u sto ” . E S ta fec h a m arca el c o m ie n z o del “p rin cip ad o” d e A u g u sto . E l régim en republi­ ca n o c e d e su lugar al rég im en im perial.

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7 9 (a g o s to ) La eru p ció n d el V esu b io ca u sa n u m e­ rosas v íc tim a s (en tre e lla s , P lin io el V iejo ). P o m p ey a , E strabia y H ercu la n o q uedan e n te ­ rradas b ajo su s c e n iza s. 8 0 E l em p erador T itu s inaugura el anfiteatro F la­ v iu s, cu y a co n stru cció n ha requerido 10 añ os. El C o lise o p u ed e a co g e r a 5 0 0 0 0 esp ecta d o res. 9 9 Trajano, p ro cla m a d o em p era d o r e n C o lo n ia en el añ o 9 8 , h ace su entrada en R om a. 1 0 0 En la tom a d e p o sesió n d e Trajano, el cón su l P iin io e l Joven ( 6 1 - hacia 114) pronuncia el Pa­ n eg írico d e Trajano, retrato d el p rín cip e ideal. E l m ism o arto, el em p era d o r instala una le g ió n en A frica. Juvenal (h a cia 6 0 - h a cia 130), p oeta sa tírico , c o m ie n z a a escrib ir su s Sátiras. 102 C o m ien za n lo s trabajos d e a m p lia ció n d el puerto d e O stia.

112 S c inaugura en R om a el forum d e Trajano, obra del arquitecto A p o llo d o ro d e D am as. U n añ o m ás tarde, s e erigirá e n m ed io la colum na d e Trajano, d e 4 0 m etros d e altura, adornada d e re lie v es e n espiral q u e con m em oran las guerras contra lo s D a cio s. 115 T á c ito c o m ie n z a a escrib ir su s A n n a les 1 1 7 En su le c h o d e m uerte, Trajano d esig n a a A d rian o c o m o su su ceso r. E ste h ace su entra­ da e n R om a el 9 d e ju lio d el añ o 1 18. 12 5 A d rian o em p ren d e la co n stru cció n d e una m an sión e n su s p o s e s io n e s d e Tibur (T ív o li). R ep ro d u ccio n es d e a q u e llo s m on u m en tos que e l ha ad m irad o le recuerdan su s viajes. 12 7 En Bretaña (G ran B retaña), s e term ina el “m uro” d e A driano, q u e s e ex tien d e d esd e S o l­ w a y hasta T yne. 3 2 4 C on sta n tin o , d u eñ o d el im p erio y cristian o, e lig e B iz a n c io c o m o cap ital. 3 9 5 A la m uerte d el em p erad or T c o d o sio . su s h i­ j o s d iv id en el im p erio e n d o s grandes d o m i­ n io s, O rien te y O c cid en te. 4 7 6 R ó m u lo A u g ú stu lo . ú ltim o em p erad or d e O c ­ cid e n te, e s d ep u e sto por un j e f e bárbaro.

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En la ép oca de Trajano y Adriano, en el sig lo II de nuestra era, la R om a im perial es una inm ensa ciudad de m ás de un m illón de habitantes. Para abastecer a su población, dispone de un puerto: O stia. A quí no hay ni palacios ni jardines su ntu osos, sin o una típica ciudad romana dedicada al trabajo. Es, por una lado, la villa marinera de los barcos y de todos cuantos aseguran la vida del puerto, desde los armadores hasta los m arineros. E s tam bién un universo de artesanos, de pequeños co m ercios, de tabernas, de potentados ciudadanos y de cuantos se instalan a vivir en las insulae, e so s e d ificio s de alquiler que parecen anunciar nuestros rascacielos. S igu ien d o paso a paso la jornada de un ciudadano, entrando en las tiendas y en las termas, em barcando a bordo de innum erables barcos, yendo al teatro... nos sentirem os l í i r * % transform ados un p oco en rom anos.

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