El interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo. Presente y futuro
 9789587010084

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A L F R E D T* MAHAN Marina de ios Estadas Unidas eie América

UNIVERSIDAD

NACIONAL DE COLOMBIA

Sede San A n d ré s

no de los períodos m ás agresivos en la h isto ria de la h u m an id ad es el com pren dido entre 1 8 7 5 y 1 9 1 4 , el cu al h a sido d en om in ad o m uy acertadam ente com o la era de los imperios. El oficial de la m arina n orteam erican a A lfre d T. M ah an , a finales del siglo x ix , in terp retó co n gran clarid ad que los tiem pos h ab ían cam b iado para las relacion es in ternas y extern as de los Estados U nidos, p reviendo una gran oportunidad para que la U n ió n saliera de su aislam ien to y p articip a ra en la ex p a n sió n im p erialista que se estab a d and o en el m undo, lid erad a por E uropa. Los dos presupuestos fundam entales de M ah an fueron: prim ero, h a ­ bía que p oner fin al aislacionism o y; segundo, que el futuro d epen día de la fortaleza que ad qu iriera los E stados U n id o s p ara lograr n u evo s m ercados, lo cu al podría lograrse solam ente por m edio del poder m arítim o. Estos dos presupuestos realm en te p od ían fundirse en uno solo: Los Estados Unidos debían participar activamente en el reparto colonial del m undo. Por ello, d e b e ­ rían “ rein vin d icarse” los “ d erech os” am erican os sobre las “ áreas de interés estra té g ico ” , en d onde estab an con fu n d id o s m ercados y d efen sa. Es im p ortan te puntualizar que, b ajo tal co n cep to , el d erech o surge de la v o lu n tad p olítica para acced er a la posesión y esa v o lu n tad adquiere su afirm ación en la fuerza que pueda sostenerla; por lo tanto: la fuerza crea el d erech o. E l eje del p en sam ien to geop o lítico m ah an ian o es su c o n c e p ­ ción del poderío m arítim o com o la fuerza im pulsadora de los Estados U n i­ dos. Para él ese poderío surgía de un proceso donde se in tegrab an todas las fuerzas económ icas, sociales, políticas y m ilitares co n el o b jetivo com ú n de c o n v ertir el m ar en el escen ario del n u e v o “ d estin o m an ifiesto ” , L a c o n s ­ tru cción de una m arina m ercante debería unirse a una poderosa m arina de guerra para protegerla y, al m ism o tiem po, desestim ular a la com p eten cia y con segu ir n u evo s m ercados y puntos estratégico s. Las ideas geopolíticas de M ah an expresaron fielm ente un m om ento h istórico en el desarrollo del cap italism o en los E stado s U n id o s y E u ro p a; por eso, recibieron una enorm e acogida en el ala más con servadora del C o n ­ greso coord in ad a por H enry C a b o t Lodge y de los gobiernos presididos por W illiam M e K in le y y T h e o d o re R o o se v e lt en tre 18 9 7 y 19 0 9 .

ISBN

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U N IVERSID AD

NACIONAL DE LOAndrés M BIA SedeCO San

9 789587 010084 >

ficial naval e historiador americano, naci­ do en West Point, Nueva York, y educado en la Academia Naval de Estados Unidos. Ofi­ cial naval de la Unión durante la Guerra C i­ vil Norteamericana (18 6 1-18 6 5 ); fue ofi­ cial de la marina por casi 40 años. En 1886, Mahan fue invitado como docen­ te de la Escuela de Guerra Naval en Nevvport, Rhode Island. Sirvió también como presidente de la escuela de 1886 a 1889 y nuevamente de 1892 a 1893. Sus conferencias fueron publicadas bajo el título La influencia del poder naval en la historia, 1600-1783 (1890). El libro se reconoce in­ ternacionalmente como una exposición comprensiva de estrategia naval. Mahan se­ ñaló el importante papel del poder naval en el mundo, y esta idea tuvo una profunda in­ fluencia en las políticas de muchas naciones, incluyendo los Estados Unidos y Alemania. También este libro estuvo en el origen de la política de “ seguridad nacional” que aún adelanta Estados Unidos en el siglo xxi. En 1892 publicó otro trabajo mayor, La in­ fluencia del poder naval en la Revolución Francesa y el Imperio, 17 9 3 -18 12 . Entre sus "obras también se incluyen La vida de Nelson y El interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo, presente y futuro” (am­ bos 1897). Se retiró como vicealmirante en 1896 pero retornó temporalmente a la armada duran­ te la guerra entre Norteamérica y España (1898) sirviendo en el Consejo de Guerra Naval.

In d e

st it u t o

E studios

C aribeñ o s

1Instituto de Estudios Caribeños

(i e c )

es

una unidad académico-investigativa de la Universidad Nacional de Colombia, Sede San Andrés, que se encuentra ubicada en el Caribe Colombiano en la isla de San Andrés. Reconociendo la necesidad urgente de proyectarse a la comunidad del Caribe insu­ lar y continental, el instituto tiene como proyecto fundamental pensar el papel y las potencialidades de la región Caribe colom­ biana que, de ser una región periférica, ha comenzado a constituirse en una región fun­ damental en la construcción de un proyecto de nación desde la región. Con el objetivo de estudiar y analizar los problemas de la región Caribe insular y con­ tinental colombiana, se adelantan progra­ mas de acción institucional en Desarrollo Sostenible, Identidad Caribe, Geografía y Geopolítica del Caribe y Economía y Desa­ rrollo Regional. En cumplimiento de sus propósitos el

iec

ha venido desarrollando

proyectos académicos, de investigación y gestión institucional y comunitaria. A c ­ tualmente ofrece una Maestría en Biología Marina y una Maestría en Estudios del Cari­ be, con el fin de formar investigadores de alto nivel.

E l interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo Presente, y futuro CAPITÁN

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NACIONAL DE CO LO M BIA

Sede SanAndrés

The Interest of America in Sea Power, Present and Future

By Captain A. T. Mahan, D. C. L., LL. D. United States Navy Edición original por:

Houghton, Mifflin ScCompany, 1890. La traducción fue realizada de la séptima edición hecha por Sampson Low, Marston & Company, London, 1 898. Traducción Profesora Amparo Amézquita

Departamento de Lenguas Extranjeras Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional de Colombia Corrección de estilo

Amparo Amézquita Edición

Santiago Moreno Camilo Domínguez Diseño gráfico

César Puertas Impresión

Universidad Nacional de Colombia Editorial

u n ibiblo s

Compuesto en Goudy Oíd Style 13/15 Impreso en Colombia Printed in Colombia isbn

958-701-008-6

Contenido Presentación

9 Prólogo

13 Prefacio

27 CAPÍTULO

I

Visión de los Estados Unidos hacia el exterior 29 CAPÍTULO

II

Hawai y nuestro poderío marítimo en el futuro 43 CAPÍTULO

II I

El istmo y el poder marítimo 61 CAPÍTULO

IV

Posibilidades de una nueva unión anglo-americana

CAPÍTULO

V

El futuro en relación con el poderío naval estadounidense 105 CAPÍTULO

VI

Estado de preparación para la guerra naval 125 CAPÍTULO

VII

Perspectiva del siglo xx 149 CAPÍTULO

VIII

Características estratégicas del Golfo de México y del M ar Caribe 179

Presentación

P a r a el lector desprevenido puede resultar muy extraño que los in­ vestigadores pertenecientes al Instituto de Estudios Caribeños, (ie c ), y al Centro de Estudios Sociales, (c e s ), de la Universidad N a ­ cional de Colom bia, se dediquen al análisis y a la publicación en español, de un viejo libro escrito por un almirante norteamericano del siglo x ix y cuya tem ática versa sobre la im portancia que debía tener para los Estados Unidos de A m érica el poderío marítimo. Sin embargo, esa extrañeza desaparece cuando se penetra en la lectura de los ocho capítulos del libro que tiene en sus manos y que fueron artículos publicados inicialmente en las revistas y perió­ dicos más prestigiosos durante esos años en N orteam érica, como Atlantic Monthly, Forum, North Am erican Review, H arper’s N ew M ontly M agazine, N ew York Journal y N ew York World. C on estos ar­ tículos el almirante M ahan lanzó una cruzada para convertir a los Estados Unidos en una gran potencia militar con el fin de partici­ par en las luchas imperialistas promovidas por Europa O ccidental con el fin de repartirse colonialm ente al mundo.

Presentación

La cruzada de M ahan tuvo un eco enorme en su país, especialmente en las altas esferas de la política, la industria y la banca que reco­ gieron los dividendos del frenesí expansionista desatado con la po­ lítica del “gran garrote” (big stick) y la “diplomacia del dólar” , pro­ m ovidos por el gran discípulo y amigo de M ahan, el dos veces presidente Theodore Roosevelt. En el período que transcurre entre 1898 (Guerra HispanoA m erican a) y 1 9 1 8 (term inación del C an al de Panamá) todo el Caribe se convirtió en un Mare Nostrum norteam ericano, en don­ de impusieron sus reglas apoyados en el poderío marítimo. Por eso, M ahan ha sido denom inado por algunos geógrafos como el “ pro­ feta del im perialism o” ; sin embargo, él fue simplemente un buen intérprete de su tiempo y alguien muy vinculado a las altas esfe­ ras del poder. D ijo por escrito aquello que se opinaba en los círcu­ los privilegiados. La “Era M ahan” dejó heridas que aún sangran en el Caribe. Son quistes purulentos que deben abrirse para que puedan ser cura-f dos, en lugar de cubrirlos para esconder la vergüenza. Este libro debe ser uno de los bisturíes que nos ayuden en esa labor tan dolorosa. C on este libro, el Instituto de Estudios Caribeños reinicia su labor editorial con el fin de dar a conocer las obras fundamentales que pueden servirle al investigador y al público en general para co ­ nocer la realidad del Caribe. Y es particularmente importante este conocimiento, especialmente para la M aestría de Estudios del C a ­ ribe que adelanta el Instituto de Estudios Caribeños en San Andrés, pues no debemos olvidar que la región Caribe no solo es la más bella, sino tal vez la más sufrida del planeta.

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P r ó lo go

El pensamiento geopolítico de Alfred Mahan y la expansión imperial norteamericana

U n o de los períodos más agresivos en la historia de la humanidad es el lapso comprendido entre 18 7 5 y 19 14 , el cual ha sido denomi­ nado muy acertadamente como la era de los imperios1. A l final del si­ glo x ix , Inglaterra era la dueña del mundo. Después de un siglo glo­ rioso cosechando los frutos de la primera revolución industrial, había sabido utilizar los enormes recursos de capital acumulados por la unión monopolista de la industria y la banca2, lo cual la impulsó inexorablemente hacia una nueva expansión colonial en busca de mercados y de oportunidades para colocar sus excedentes de capi­ tal. C on una visión estratégica global se apoderó de los territorios más ricos del planeta y los unió por medio de rutas oceánicas y h a­ cia el interior por medio de ferrocarriles. A dem ás, se apropió de todas las islas y puntos que pudiesen servir como puertos carbone­ ros o de protección para las líneas comerciales y su marina de guerra.

I.

Eric Hobsbawm, La era de los imperios (18 7 5 -19 14 ) . Barcelona, Labor, 1990.

2.

Rudolf Hilferding, El capital financiero. México, El Caballito, 1973.

Prólogo

Sin embargo, la revolución industrial transform ó igualm ente la mayor parte de Europa lo mismo que a Estados Unidos y a Japón. En la segunda m itad del siglo x ix , la llegada de estos países al gran cambio tecnológico se caracterizó por ser más acelerada y radical en sus transformaciones, debido a que no tuvieron el peso muerto de fábricas obsoletas como sí lo tuvo Inglaterra. Por eso, los grandes be­ neficiarios de la segunda revolución industrial — que se produjo al­ rededor de la química, la electricidad y el motor de explosión inter­ na— fueron A lem ania, Japón y, especialmente, Estados Unidos. Norteamérica no sólo recibió el conocimiento proveniente de Europa sino también capital y mano de obra calificada a través de la impresionante corriente migratoria que le llegaba del Viejo C o n ­ tinente. Los artesanos que se vieron obligados a migrar al ser des­ plazados por las fábricas inglesas fueron especialmente valiosos para impulsar el gran salto delante de Estados Unidos. Ellos tuvieron una nueva oportunidad de aplicar sus conocim ientos dentro de una econom ía m ucho más libre y se convirtieron en empresarios de avanzada, caracterizándose por su gran energía y agresividad, den­ tro de una filosofía del selfm ade man. La economía norteam ericana creció a un ritmo jamás visto hasta esa época desde que, en 1862, el Norte industrial y moderno, al ganar la Guerra de Secesión, se impuso sobre el Sur, de gran riqueza y poder, pero basado en el capital mercantil y relaciones esclavistas. El motor que impulsaba esa enorme máquina de hacer dinero fue la cons­ trucción de los ferrocarriles transcontinentales, entre la costa del Atlántico y la del Pacífico, costeados por el capital financiero, espe­ cialmente por la Casa Morgan. La nueva federación pasó de tener 56.000 Km de vías férreas en 1865 a 3 2 1.0 0 0 Km en 1900, tendien­ do rieles a un promedio de 7 .5 7 1 Km por año3. A su vez, los ferroca­ rriles sirvieron de catalizadores para impulsar la industria del hierro y el acero y la agricultura en las inmensas planicies del centro y oeste del país que habían sido abiertas a la colonización luego de su expropia­ ción armada contra México en la década de los cuarenta del siglo xix. 3.

Samuel E. Morison, y Henry S. Commager, Historia de los Estados Unidos de Nor­

teamérica. México, Fondo de Cultura Económica, 19 5 1.

E l interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo

El poblamiento de esa “ frontera” tuvo su apogeo entre 18 7 0 y 1890, en medio de un clím ax de heroicidad y tenacidad mezclados con la m ayor brutalidad y sadismo contra la población autóctona de las llanuras y montañas. Para 18 9 0 se consumó el cierre de la frontera y la m igración que seguía llegando tuvo que concentrarse en las ciudades como obreros para alimentar la nueva fase del capitalismo industrial que había llegado a su madurez en Estados Unidos4. D urante la segunda m itad del siglo x ix , la industria n o rte­ americana creció al mismo ritmo que la expansión de la frontera. El m ercado interno, fuertem ente protegido por num erosas barreras aduaneras y legales, impulsó la industria hasta convertirla en la pri­ mera del mundo a principios del siglo xx. Entre i860 y 1900, la in­ dustria del país creció ocho veces, pasando de US$1.895 millones a US$11.500 m illones. Ese crecim iento tuvo que ver fundam ental­ mente con el desarfollo de la agricultura mecanizada, cuya demanda de m aquinaria hizo crecer ese ramo a un ritmo que duplicó al de todas las otras ramas industriales5. C on el objetivo de preservar su mercado interno y, al mismo tiempo, de mantenerse al margen de los continuos conflictos euro­ peos, la U nión A m ericana m antuvo hasta esa época una posición que ha sido denominada como aislacionista. Desde los comienzos de la U nión, sus gobiernos tuvieron una política muy pragm ática en cuanto su participación en alianzas internacionales o bloques de países, lo mismo que en sus formas de participación en el mercado internacional. La bandera siempre ha sido la propia conveniencia política o económica, aislándose cuando hay debilidad o incon ve­ niencia y participando internacionalmente cuando le es convenien­ te. Desde el gobierno de George Washington, esta política les sirvió para fortalecerse en el mercado interno, buscando la autosuficien­ cia por medio de aranceles aduaneros altísimos y evitando inm is­ cuirse en las alianzas europeas que buscaban el equilibrio de poder en el Viejo Mundo. De acuerdo con el pensamiento de Washington, “ las naciones no tienen amigos, sólo intereses” . 4.

Vivian Trías, Historia del imperialismo norteamericano. Vol. i, Buenos Aires, A. Peña

Lillo Editores, 1977. 5. Ibid., Vol. 1, p. 114 .

[15]

Prólogo

Sin embargo, a finales del siglo xix, el oficial de la marina A lfred T. M ahan, interpretó con gran claridad que los tiempos habían cam ­ biado para las relaciones internas y externas de Estados Unidos, previendo una gran oportunidad para que la U nión saliera de su aislamiento y participara en la expansión imperialista que se esta­ ba dando en el mundo, liderada por Europa. Los dos presupuestos fundamentales de M ahan fueron: prime­ ro, había que poner fin al aislacionismo, y segundo, el futuro depen­ día de la fortaleza que adquiriera Estados Unidos para lograr nuevos mercados, lo cual sólo podría lograrse por medio del poder marítimo. Estos dos presupuestos realmente podían fundirse en uno solo: Esta­ dos Unidos debía participar activamente en el reparto colonial del mundo. Para M ahan, era necesario volver los ojos al exterior en bus­ ca del bienestar del país. Aunque reconocía que, pese al aislacionis­ mo y al proteccionism o económico, Estados Unidos había logrado altas tasas de exportaciones, los mercados activos y los factibles de ser alcanzados se verían afectados por la expansión acelerada de las potencias coloniales europeas y de Japón. Por ello, deberían reivin­ dicarse los “derechos” norteamericanos sobre las “ áreas de interés estratégico” , en donde estaban confundidos mercados y defensa. Es importante puntualizar que, bajo tal concepto, el derecho surge de la voluntad política para acceder a la posesión, y esa voluntad ad­ quiere su afirmación en la fuerza que pueda sostenerla; por tanto, la fuerza crea el derecho. Desde 18 7 5 se estaba produciendo un conflicto creciente entre las potencias europeas por el dominio de territorios para la expansión colonial, los cuales eran vistos como áreas de crecimiento nacional. Ese proceso, que Hobsbawm denomina imperialismo n a­ cionalista, se desarrolló como la continuación del surgimiento o consolidación de los nuevos estados nacionales que se crearon en el último trimestre del siglo x ix en el continente con el fin de organizar los mercados internos para fortalecer el capitalism o industrial en cada país. Los procesos más espectaculares fueros la creación de A lem ania, en 1 8 7 1 , y la creación de Italia, entre 1 8 6 1 y 18 7 0 . A partir de pequeños principados y ciudades-Estado se “ edificaron” políticam ente territorios estatales unificados que rápidam ente se [16]

E l interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo

convirtieron en potencias industriales y, como paso siguiente, en países imperialista; ello para crear sentido de pertenencia por m e­ dio de la guerra y, en especial, para delimitar nuevos territorios ex­ clusivos de mercado. La expansión imperial es excluyente de otros imperialismos y otras culturas. Su xenofobia toma la forma de un imperialismo ro ­ m ántico, que supuestam ente tiene sus orígenes en un pueblo de héroes guerreros, de los cuales sus contemporáneos heredaron sus valores y cualidades, tal como los guerreros nibelungos germánicos, los samurai japoneses o los cow-boy norteamericanos. Por tanto, la expansión y la guerra son simples manifestaciones de una naturaleza heroica. El romanticismo de derecha, exaltando al héroe, sirve de soporte al imperialismo para cubrir el genocidio de la guerra colo­ nial con las apariencias de ser el despliegue innato de las energías conquistadoras de un pueblo guerrero. Los héroes no agreden, sim­ plemente ejercen su naturaleza. La obra de M ahan abunda en referencias para exaltar la “ energía viril” del pueblo norteam ericano, demostrada en la C o n ­ quista del Oeste y en la Guerra de Secesión. El máximo exponente de esa “energía viril” sería el soldado: “El conflicto es una con­ dición de toda vida material o espiritual; y es a la experiencia del soldado a donde recurre la vida espiritual en busca de sus más v i­ vidas metáforas y de sus más doradas aspiraciones” . Sin embargo, para M ahan la militarización de las naciones no es la glorificación de la guerra; por el contrario, la preparación para la guerra es la única garantía de la paz. Todo el armamento que se estaba produciendo en las potencias europeas a fines del siglo x ix tendería a generar un equilibrio de poderes que impediría las agre­ siones mutuas y garantizaría la paz. Si bien — como quedó demos­ trado entre I 9 i 4 y i 9 i 8 y entre 19 3 9 y 19 4 5 con las dos guerras m undiales— esa concepción de M ahan estaba equivocada, esa máxima sigue vigente en la visión estratégica de todas las potencias y subpotencias. El eje del pensamiento geopolítico mahaniano es su concep­ ción del poderío marítimo como la fuerza impulsadora de Estados Unidos. Para él, ese poderío surge de un proceso donde se integran

Prólogo

todas las fuerzas económicas, sociales, políticas y militares con el objetivo común de convertir el mar en el escenario del nuevo “des­ tino m anifiesto” . La construcción de una marina mercante debería unirse a una poderosa marina de guerra para protegerla y, al mismo tiempo, desestimular a la com petencia y conseguir nuevos m erca­ dos y puntos estratégicos. Por eso, la preparación para la guerra naval tendría dos aspectos: la parte defensiva, basada en instalacio­ nes costeras, arsenales y lanchas, y una parte ofensiva, consistente en barcos de guerra con gran capacidad de ataque y movimiento. “Si ésta [la armada] es superior a la que puede ser enviada contra ella y si la costa está defendida de m anera que la armada quede libre para atacar donde lo desee, podemos mantener nuestros derechos” . N o obstante, el desarrollo de la marina requiere que la pobla­ ción y el país en general desarrollen una vocación marítima y se li­ beren de las ataduras legales que impiden una expansión “natural, necesaria e incontenible” . El ve su momento como el gran cambio, debiéndose romper las ataduras de los dogmas políticos que im pe­ dían a la nación “ expandir su poderío y necesaria iniciativa en los mares” . Los métodos de expansión deberían ser civilizados, mas ese concepto es muy amplio para M ahan, como lo indican sus alaban­ zas al papel de los bucaneros y piratas en el avance de Inglaterra. Para él, la piratería “ heóha por gentes de visión” es algo sano. Las ideas geopolíticas de M ahan expresaron fielm ente un momento histórico en el desarrollo del capitalismo en Estados U n i­ dos y Europa; por eso, recibieron una enorme acogida en el ala más conservadora del Congreso coordinada por Henry Cabot Lodge y de los gobiernos presididos por W illiam M cKinley y Theodore Roosevelt entre 18 9 7 y 19 0 9 . Revistas y periódicos como el Atlantic Monthly, Forum, North Am erican Revie-w, H arper’s N ew M onthly Magazine, N ew York Journal y N ew York World se encargaron de di­ vulgar sus artículos por todo el país, prom oviendo las ideas del expansionismo y el poder marítimo. Estos artículos fueron antece­ didos por el libro The Influence o f Sea Power Upon History, que fue publicado en 18 9 0 , convirtiéndose en el origen de su fam a como ideólogo del imperialismo norteamericano en un período durante el cual las ideologías nacionalistas germ ánicas alcanzaban un gran [18]

E l interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo

prestigio en los medios políticos e intelectuales del mundo desarro­ llado de la época. Si bien el libro publicado en 18 9 0 despliega más profunda­ m ente las ideas de M ahan con relación al poderío marítimo y su papel fundam ental en la historia, es en la com pilación de sus ar­ tículos más polémicos — que vieron la luz entre 18 9 0 y 18 9 7 y que conform an el libro The Interest of América in Sea Power— en don­ de podemos encontrar el derrotero que quiso m arcar este ideólogo al expansionismo norteamericano. Primero, la conversión del Pací­ fico oriental, el Golfo de M éxico y el M ar Caribe en aguas exclusi­ vas norteam ericanas; segundo, la toma de las islas estratégicas en esas aguas, y tercero, la construcción de un canal en el Istmo de Centroam érica bajo el dominio exclusivo de Estados Unidos. C on M ahan surge el concepto de Hemisferio Occidental, con el cual se amplía la D octrina M onroe a todas las A m éricas y las is­ las del Pacífico oriental y el A tlántico occidental. En otras palabras, A m érica entera y las aguas adyacentes pasan a estar bajo la tutela norteamericana, lo cual desarrolla una franca hostilidad contra las pretensiones expansionis tas de otras potencias, especialmente con­ tra A lem ania en el Caribe y contra A lem ania y Japón en el Pacífi­ co. En relación con Inglaterra hay cierta actitud condescendiente, excepto con respecto a cualquier intento de construir un canal in ­ glés en Centroam érica o a la adquisición de colonias formales en territorio continental. C on relación a las islas, M ahan impulsa una doctrina basada en que no debe existir ningún puerto carbonero en el Pacífico a menos de 2.500 millas de las costas norteamericanas al norte de la costa m exicana y al sur de la Colum bia Británica, que pueda ser utilizado por cualquier potencia rival. En lo que respecta al Caribe, sin embargo, acepta las colonias de las potencias europeas, a las cuales considera avances de la civilización, pero expresa una gran hostilidad hacia los territorios hispanoamericanos e independientes. Según su concepción, “entre las islas y el territorio continen­ tal existen muchas posiciones de gran importancia controladas en el momento por estados débiles e inestables. ¿Están los Estados U n i­ dos deseosos de verlos vendidos a una potencia rival? Qué derecho

Prólogo

invocará el país contra tal transferencia? Sólo puede alegar uno, el de una política razonable respaldado por su poderío” . Concretam en­ te, se está refiriendo al intento de varias potencias para comprarle a la república de H aití posiciones estratégicas en el Paso del V ien­ to y a la República Dom inicana la Bahía de Sam aná; igualmente, a las ofertas de Alem ania para comprar a H olanda la isla de Curasao. M ahan reconoce la poca im portancia del Caribe como ruta del comercio a finales del x ix ; sin embargo, con una gran visión es­ tratégica, declara que la seguridad del Hemisferio O ccidental d e­ pende del control del Caribe antes de la apertura del canal centro­ am ericano. Por tanto, deja implícitos tres objetivos: fortalecer la capacidad naval norteamericana, tomarse las islas y puntos estraté­ gicos, y apoderarse del Istmo y construir el canal. Indudablemente, para M ahan la isla clave para el dominio del Caribe era Cuba. N o sólo por su tamaño sino, principalmente, por ser el com plem ento para el objetivo norteam ericano de dominar totalmente el paso de la Florida, el canal de Yucatán y el Paso del Viento. En m enor medida se m encionan H aití y la isla de St. Thom as, con lo cual se dom inarían los pasajes de La M ona y de A negada. R esulta muy interesante observar que no se m enciona mucho a Puerto Rico pese a tener una posición estratégica para dominar los pasos de La M ona y de A negada. La expansión sobre el Caribe se inicia en 1895 con varias ofer­ tas de comprarle a España, las islas de Cuba y Puerto Rico. A nte las negativas hispánicas, Estados Unidos se involucra en los procesos independentistas de las islas apoyando a los patriotas cubanos y borinqueños, hasta que, finalmente, logra un motivo para declararle la guerra a España cuando el buque M aine, anclado frente a La Habana, es hundido con cargas explosivas el 15 de febrero de 1898. En rápidas operaciones de pocas semanas, apoyadas por separatis­ tas locales, logra derrotar a las tropas españolas de Cuba y Puerto Rico, lo mismo que en las Filipinas y Guam en el Pacífico. Los úl­ timos restos del imperio español en el Caribe y el Pacífico fueron apropiados por Estados Unidos. Sin embargo, tanto las presio­ nes, internas como externas obligaron al posterior desalojo de Cuba, no sin antes imponerle las difíciles condiciones de la Enmienda Platt [20]

E l interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo

que facultaba a Estados Unidos a intervenir en la isla cuando considerare que se estaban vulnerando sus intereses. Puerto Rico, en el Caribe, y Guam, en el Pacífico, siguen teniendo el estatus de colonias hasta el día de hoy. Las Filipinas siguieron luchando con­ tra Estados Unidos por su independencia, guiadas por el líder nacio­ nal Emilio Aguinaldo, pero finalmente se convirtieron en protecto­ rado hasta finales de la segunda guerra mundial, cuando alcanzaron su independencia. Para T heodore Roosevelt, el líder A guinaldo pasó de héroe nacional, en 1898, a bandido, en 1900, cuando éste no quiso aceptar los “ beneficios de la paz civilizada” , palabras de claro origen m ahaniano6 . En el caso de las islas H aw ai o Sandwich, el m étodo usado para su anexión fue el mismo utilizado a m ediados del siglo con Texas: promover una “ revolución” , en este caso por medio de misio­ neros y agentes infiltrados que luego solicitarían el ingreso de las islas en la U nión. El artículo de M ahan, que constituye el capítulo segundo de este libro, es, en realidad, un compendio de razones que buscaban prom over dicha anexión antes que otro país lo hiciese. Vale la pena observar que, aparentemente, M ahan estaba preocu­ pado por el expansionism o de la “ barbarie” china sobre las islas, cuando sus verdaderos rivales eran A lem an ia e Inglaterra que le estaban disputando a Estados Unidos la isla de Sam oa y las rutas oceánicas del Pacífico occidental. El artículo, escrito en 18 9 3 , es muy tajante en cuanto a los derechos norteam ericanos sobre el control de H aw ai. Para él, la anexión de la isla “no sería un mero esfuerzo aislado, sino un primer fruto y símbolo de que la nación, en su evolución, ha llegado a ne6. Según Roosevelt, “lo mismo sucederá en las Filipinas (la barbarie). Si los hombres que han aconsejado la degradación nacional, la deshonra nacional y nos incitan a aban­ donar a los filipinos y entregar a la oligarquía Aguinaldina el dominio de esas islas pudiesen hacer su voluntad, devolveríamos aquellos territorios a la rapiña y a la efusión de sangre hasta que alguna potencia más viril interviniese para ejecutar la misión que nosotros nos hemos mostrado espantados de cumplir. Pero felizmente, este país conservará las islas, constituirá un gobierno estable y ordenado de manera que haya un hermoso rincón más en la superficie del mundo arrancado a la fuerza de las tinieblas” . “La expansión y la paz” , El Independiente, 2 1 de diciembre de 1899. Selección Antologica El imperialismo: defensa y crítica. Siglomundo, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1968.

Prólogo

cesitar condiciones su vida sobrepasando los límites que hasta ahora han sido suficientes para sus actividades” . Ese fruto simbólico fue tomado en 189 8 , medio año antes de la cosecha lograda en la g u e ­ rra contra España. Para 1900, M ahan tenía razones más que suficientes para sen­ tirse satisfecho, puesto que sus anhelos y sugerencias de fortaleza y expansión se habrían cumplido de manera sistemática. Ea flota nor­ teamericana, que en 1890 era la sexta del mundo, con 12 2 mil ton e­ ladas, se había convertido en la cuarta del planeta y ya en 1907 se con­ vertiría en la segunda, después de Inglaterra, con 6 11.0 0 0 toneladas. Todas las islas que él habría rotulado como “ vitales” para los intere­ ses norteamericanos en el Caribe y el Pacífico habían sido apropiadas y se encontraban bajo la férrea administración del imperio. Sin embar­ go, faltaba com pletar la jugada más importante en el ajedrez geopolítico impulsado por el mahanismo: construir un canal interoceánico, en Nicaragua o Panamá, hecho por Estados Unidos y al servicio del país del Norte. Prácticamente no hay un solo escrito de M ahan en el cual se deje de mencionar lo indispensable del canal para el desarrollo y defensa de la Unión. El argumento central para su in­ sistencia estriba en la debilidad que sufre la flota norteamericana por estar dividida entre el Pacífico y el Atlántico a una gran distancia real entre sí, debido a que para unirse debían dar la vuelta por el Cabo de Hornos. En cambio, el canal a través del Istmo le permitiría a la flo­ ta uñir sus fuerzas rápidamente en caso de peligro y actuar con todo su poderío. Para el caso de Panamá, Estados Unidos e Inglaterra ac­ tuaron con desconocimiento de la soberanía colombiana. El 19 de abril de 18 50 , en un momento en que Norteamérica todavía estaba muy débil, aceptaron firmar el tratado Clayton-Bulwer con los britá­ nicos para calmar la puja entre las dos potencias por el control de un canal interoceánico en Centroam érica7 . El fortalecimiento de la U nión en la segunda mitad del siglo x ix y su dominio exclusivo del M ar Caribe, le permitió llegar a una “entente” con los británicos, el 7. “Los gobiernos de Estados Unidos y de la Gran Bretaña declaran por el presente que ni el uno ni el otro obtendrá ni sostendrá para sí ningún predominio sobre dicho Canal.. Λ Manuel Medina Castro, Estados Unidos y América Latina. Siglo xix. La Habana, Ed. Casa de las Américas, 1968.

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El interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo

5 de febrero de 1900, por medio de un tratado en que estos últimos le dejaban mano libre a Estados Unidos para construir su propio ca­ nal sin interferencia británica. El llamado Tratado Hay-Pauncefote (firmado por John H ay y Sir Julián Pauncefote) deroga el Tratado Clayton-Bulwer, reconociéndole a Estados Unidos la supremacía ab­ soluta sobre el canal8. Dada la gran debilidad de la República de C o ­ lombia y su falta de soberanía sobre el Istmo de Panamá, ese tratado fue, en la práctica, la verdadera mutilación de su territorio, tres años antes de la toma efectiva. Por todo lo anterior, no resulta extraño que la toma de Pana­ má, en 19 0 3 , fuese realizada por el gran admirador y seguidor de M ahan, el presidente Theodore Roosevelt. Volvió a repetirse la es­ trategia texana de promover una “ revolución” secesionista, en este caso mutilando el territorio colombiano, apoyándose con barcos de guerra norteamericanos y exigiendo al nuevo Estado independien­ te, a cambio de ese “ apoyo” , la faja del istmo necesaria para cons­ truir el canal. En 1 9 14 , el año de la muerte de M ahan, se terminó de construir el canal de Panamá y con ello se consolidaría definiti­ vamente Estados Unidos como potencia marítima mundial. C on el ascenso de T heodore Roosevelt a la presidencia de Estados Unidos, en 1900, las intervenciones militares en el Caribe se intensificaron, buscando la total hegemonía en la región. En su famoso escrito sobre “ La expansión y la paz” , publicado en E l Inde­ pendiente el 2 1 de diciembre de 1899, Teddy Roosevelt expresó cla­ ramente su concepción sobre los que M ahan llamaba pueblos “ bár­ baros “e “incapaces” : “A la larga, el hombre civilizado encuentra que no puede conservar la paz más que subyugado a su vecino bárbaro, pues el bárbaro no cederá más que a la fuerza, salvo casos excepcio­ nales que pueden quedar olvidados, toda expansión de civilización trabaja para la paz. En otros términos, toda expansión de una potencia civilizada significa una victoria para la ley, el orden y la justicia”9. 8. “Los Estados Unidos, sin embargo, quedan en libertad de mantener la política militar que creyeren necesaria para proteger el canal contra cualquier desorden.. y “Di­ cho Gobierno tendrá y gozará de todos los derechos incidentales de la construcción, así como el derecho exclusivo para regular y gobernar el canal” . Trías, op. cit., p.166. 9. El imperialismo: defensa y crítica, Siglomundo, Buenos Aires. Centro Editor de América Latina, 1968, p.25.

Prólogo

De acuerdo con esa concepción, Roosevelt impulsó la llam ada “d i' plomacia del dólar” basada en la política del gran garrote: “ H abla quedamente y lleva un gran garrote (big stick), y así llegarás lejos” . Tal política fue continuada por los gobiernos de W illiam Taft y Woodrow W ilson con intervenciones militares en República Dom i­ nicana, Haití, N icaragua, Cuba y M éxico, además de abusos contra casi todos los países americanos, respaldándose en la amenaza de las cañoneras como el argumento más contundente. La que podíamos llamar era m ahaniana, caracterizada por el expansionismo abierto y la intervención directa, pierde su agresivi­ dad durante la G ran Depresión de los años treinta Estados Unidos se retrae algunos- años en su aislam iento inten tan do reh acer su maltrecha econom ía10 y dándole un corto respiro a sus vapuleados vecinos de las A m éricas. Com o un gesto de buena voluntad, el go­ bierno de Franklin Delano Roosevelt impulsó la Política del N u e ­ vo Trato (N ew Deal), en 19 3 2 , buscando la solidaridad continental frente a la expansión alemana y los peligros de una segunda guerra mundial que ya se avecinaba. C

10.

Trías, op.cit., pp. 17 4 -18 3 .

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am ilo

D o m ín g u e z

Prefacio

(C u a lq u ie r interés que pueda tener una colección de escritos in ­ dependientes, publicados a intervalos considerables en un perío­ do de varios años, y escritos sin especial referencia entre uno y otro, o al menos con alguna intención de publicarlos pronto, d e ­ pende tanto de la fecha en que fueron com puestos, y de las con ­ diciones de ese m om ento, como de la unidad esencial de trata­ m iento. S i por casualidad se encontrase en ellos tal unidad, no será porque haya existido un propósito preconcebido, sino por el hecho de que ellos com prenden el pensam iento de un individuo, consecuente en la línea de sus principales conceptos, pero con ti­ nuam ente ajustado el mismo a las condiciones cam biantes que ocasiona el progreso de los acontecim ientos. El autor, por tanto, no ha aspirado a que estos escritos per­ duraran hasta el presente; a reconciliar contradicciones aparentes, si es que las hay; a suprimir repeticiones, o a integrar en un todo consistente las diferentes partes que fueron independientes en su origen. Los cambios que se han realizado, involucran sólo la fra­ seología, con m odificaciones ocasionales de alguna expresión que parecía errada por defecto o por exceso. Las fechas que acom pa­ ñan el encabezam iento de cada artículo indican cuando fueron escritos, no cuándo fueron publicados. El autor expresa sus agradecim ientos a los propietarios de Atlantic Monthly, Forum, North Am erican Reviere y H arper’s N ew M onthly Magazine, quienes am ablem ente han perm itido la n u e ­ va publicación de los artículos que originalm ente contribuyeron a sus páginas. Noviembre de 18 9 7 C a p it á n A . T. M a h a n

Capítulo

i

Visión de Estados Unidos hacia el exterior A g o s t o , 1890

T o d o parece indicar que próximamente habrá un cambio en la fi­ losofía y política de los estadounidenses en lo concerniente a sus re­ laciones con el mundo más allá de sus fronteras. Durante los últi­ mos veinticinco años, la idea predominante, que se ha impuesto con éxito en los escrutinios y que ha determinado el curso del gobierno, ha sido la de preservar el mercado interno para la industria n acio­ nal. Tanto al em pleador como al trabajador se les ha enseñado a mirar desde este punto de vista las medidas económicas que se pro­ ponen, a considerar con hostilidad cualquier medida que favorezca la intromisión de productores extranjeros en sus propios dominios, y preferiblemente a exigir medidas de exclusión cada vez más rigu­ rosas antes de ceder en cualquier punto de la cadena que los une con el consumidor. Com o en todos los casos en que la mente o la vista apuntan exclusivam ente en una dirección, ha sobrevenido la consecuencia inevitable de que se pase por alto el peligro de pérdida o la perspectiva de estar en ventaja; y aunque los abundantes recur­ sos del país han mantenido altas las cifras de exportación, este ha­ lagador resultado se ha debido más a la bondad de la naturaleza que

C apítulo i

a la demanda que otras n acion es h acen de los productos favorecídos por nuestro régimen adu an ero. D urante casi toda u na gen eració n , se ha protegido de esta m anera a las industrias estadounidenses, hasta el punto de que la práctica ha adquirido la fuerza de una costumbre bajo la égida del conservatismo. En sus relaciones m utuas, estas industrias semejan las actividades de un acorazado m oderno, con arm adura pesada pero con motores y artillería de calidad inferior: fuertes para la d e­ fensa pero débiles en el ataque. E n el interior, el mercqdo nacional está asegurado, pero en el exterior, allende los m ares, están los mercados del mundo que sólo pu eden ser penetrados y controlados por una com petencia vigorosa, a la cual no se llega m ediante la práctica de confiar en la protección que brindan los estatutos. En el fondo, sin embargo, el carácter del pueblo estadouni­ dense es, en esencia ajeno a una actitud tan indolente. Indepen­ dientemente de todos los prejuicios a favor o en contra de la pro­ tección, se puede predecir sin tem or a equivocarse que cuando se comprendan las oportunidades de obtener ganancias en el exterior, las empresas estadounidenses fo rjarán un cam ino adecuado para aprovecharlas. Desde una perspectiva global, es muy grato y además significativo que un defensor prom inente e influyente de la protec­ ción, un líder del grupo dedicado a apoyarla, un entusiasta intérpre­ te de los signos de los tiempos y de los vaivenes de la opinión, se haya identificado con una línea política que se ocupa nada menos que de las modificaciones del arancel que puedan expandir el c o ­ mercio de Estados Unidos a todos los lugares del globo. Hombres de todas las facciones pueden unirse orientados por las palabras del señor Blaine, citadas en un discurso reciente: “N o es un destino ambicioso para un país tan grande como el nuestro fabricar sólo lo que podemos consumir o producir sólo lo que podemos com er” . A la luz de este pronunciam iento de un hombre público tan perspicaz y competente, aun el carácter extrem o del arancel reciente parece sólo un signo del cambio venidero, y trae a la mente aquel famoso Sistem a Continental, del cual es análogo el nuestro, al que N ap o ­ león adicionó legión por legión y empresa por empresa hasta que la estructura del imperio cedió bajo su peso. [3°!

E l interés de Estados Unidos de América en el poderío marítimo

La característica interesante y significativa de esta actitud cambian­ te es el volver la mirada hacia el exterior y no sólo hacia el interior, en busca del bienestar del país. Reafirm ar la importancia de m erca­ dos distantes y su relación con nuestra inmensa capacidad de pro­ ducción, implica lógicamente el reconocimiento del enlace que une los productos y los mercados, esto es, el transporte comercial. Los tres puntos constituyen la cadena de poderío marítimo al que G ran Bretaña debe su riqueza y su grandeza. Más aún, ¿sería demasiado decir que ya que dos de tales eslabones, el embarque y el mercado, están fuera de nuestras fronteras, su reconocim iento conlleva una perspectiva de las relaciones de Estados Unidos con el mundo radi­ calmente distinta de la simple idea de autosuficiencia? N o llegare­ mos muy lejos en esta línea de pensamiento antes de que descubra­ mos la posición única de N orteam érica frente a los viejos mundos de Oriente y O ccidente; consistente en el hecho e que las costas de este continente están bañadas por los océanos que tocan al uno y al otro, pero que le son comunes sólo a ella. Coincidente con estos síntomas de cambio en nuestra propia política, existe una inquietud en el mundo entero que resulta signi­ ficativa si no ominosa. N o es de nuestro interés extendernos sobre la situación interna de Europa, donde si surgen alteraciones sólo nos afectarán parcial e indirectam ente. Pero allí las grandes potencias marítimas no sólo se m antienen en guardia contra sus rivales con­ tinentales; también acarician aspiraciones por la extensión com er­ cial, por las colonias, y por la influencia en regiones distantes. Lo anterior les puede causar, y ya les ha causado — incluso bajo la p o ­ lítica que han acordado con nosotros en el presente— pugnas con nuestro país. El incidente de las islas Samoa, aparentemente trivial, fue no obstante muy indicativo de las ambiciones europeas. Fue entonces cuando Estados Unidos despertó de su letargo en lo con­ cerniente a intereses estrechamente relacionados con su futuro. En el momento hay problemas internos inminentes en las Islas San d­ wich, en las que debería ser nuestra firme intención no perm itir ninguna influencia extranjera que iguale a la nuestra. En el mundo entero el empuje com ercial y colonial de los alemanes está crean­ do choques con otras naciones: de ello dan testimonio el episodio

Capítulo i

con España en las Islas Carolinas; lá ruptura de N u eva G uinea con Inglaterra; la aún más reciente negociación entre estas dos poten/

cías, relacionada con su participación en A frica, y que Francia ve con profunda desconfianza y resentimiento; el episodio de Samoa; el conflicto entre el control alemán y los intereses estadounidenses en las islas del Pacífico occidental; y el supuesto avance de la in­ fluencia alemana en Centro y Suram érica. Cabe anotar que m ien­ tras estas variadas contiendas se apoyan en el espíritu militar agre­ sivo característico del imperio alemán, es de creer