El español en América: Aspectos teóricos, particularidades, contactos 9783865278937

Los estudios integrantes de este volumen proponen nuevos métodos o sitúan problemas ya conocidos dentro de novedosos mar

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Spanish; Castilian Pages 250 Year 2005

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Table of contents :
ÍNDICE
PRÓLOGO
I. Cuestiones teóricas y metodológicas
LA REALIDAD SUBJETIVA EN EL ESTUDIO DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
SOBRE LOS ORÍGENES Y LA EVOLUCIÓN DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
LA DESCRIPCIÓN DEL SIGNIFICADO DEL VOCABULARIO NO-ESTÁNDAR
ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS DEL CONTACTO DE LENGUAS: EL SISTEMA PRONOMINAL DEL ESPAÑOL EN ÁREAS DE CONTACTO CON LENGUAS AMERINDIAS
II. Particularidades: Estudios de caso
REFLEXIONES SOBRE EL LLAMADO ANDALUCISMO DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA
HACIA UNA NORMA COLECTIVA PARA EL ESPAÑOL DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA
LENGUA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN ÉTNICOS: EL CASO DEL ESPAÑOL DE EE.UU.
EL VOCABULARIO INFORMÁTICO EN ARGENTINA: LOS LECTORES ESCRIBEN A LA NACIÓN
LAS FÓRMULAS DE TRATAMIENTO EN UN CORPUS CHILENO
ARCAÍSMOS EN EL ESPAÑOL DEL PARAGUAY
III. Aspectos del contacto del español con el guaraní
EL CASTELLANO EN EL CONTEXTO DE LA EMANCIPACIÓN DEL GUARANÍ: UN ESTUDIO REGIONAL EN ITAPÚA (PARAGUAY)
EL LÉXICO DEL CASTELLANO DE LA «ZONA GUARANÍTICA» (PARAGUAY Y NORDESTE ARGENTINO) FRENTE AL LÉXICO PORTEÑO
ASPECTOS SINTÁCTICOS EN EL HABLA POPULAR ROMÁNICA DE LA ZONA GUARANÍTICA
LOS AUTORES Y EDITORES
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El español en América: Aspectos teóricos, particularidades, contactos
 9783865278937

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Volker Noll; Klaus Zimmermann; Ingrid Neumann-Holzschuh (eds.) El español en América: Aspectos teóricos, particularidades, contactos

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Lengua y Sociedad en el Mundo Hispánico Language and Society in the Hispanic World Editado por / Edited by: Julio Calvo Pérez (Universitat de València) Luis Fernando Lara (El Colegio de México) Matthias Perl (Universität Mainz) Armin Schwegler (University of California, Irvine) Klaus Zimmermann (Universität Bremen)

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Volker Noll Klaus Zimmermann Ingrid Neumann-Holzschuh (eds.)

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Bibliographic information published by Die Deutsche Bibliothek Die Deutsche Bibliothek lists this publication in the Deutsche Nationalbibliografie; detailed bibliographic data are available on the Internet at http://dnb.ddb.de

La publicación de este volumen ha sido posible gracias a la generosa subvención prestada por el Ministerio de Cultura de España, Madrid.

© Iberoamericana, 2005 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.ibero-americana.net © Vervuert, 2005 Wielandstr. 40 – D-60318 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN 84-8489-146-1 (Iberoamericana) ISBN 3-86527-150-2 (Vervuert) Depósito legal Ilustración de la cubierta: J. M. Rugendas: Der Marktplatz von Acultzingo. The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706

Impreso en España

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ÍNDICE

Prólogo I. Cuestiones teóricas y metodológicas Rocío Caravedo: La realidad subjetiva en el estudio del español de América .....................

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José Luis Rivarola: Sobre los orígenes y la evolución del español de América ......................

33

Luis Fernando Lara: La descripción del significado del vocabulario no-estándar .....................

49

Azucena Palacios Alcaine: Aspectos teóricos y metodológicos del contacto de lenguas: el sistema pronominal del español en áreas de contacto con lenguas amerindias ....................................................................................

63

II. Particularidades: Estudios de caso Volker Noll: Reflexiones sobre el llamado andalucismo del español de América ........

95

Giorgio Perissinotto: Hacia una norma colectiva para el español de los Estados Unidos de Norteamérica ............................................................................

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Gabriele Knauer: Lengua y medios de comunicación étnicos: el caso del español de EE.UU. .................................................................................................

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Eva-Maria Güida: El vocabulario informático en Argentina: Los lectores escriben a La Nación ...............................................................................................

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Bettina Kluge: Las fórmulas de tratamiento en un corpus chileno ...................................

169

Ruth Mariela Mello-Wolter: Arcaísmos en el español del Paraguay ......................................................

189

III. Aspectos del contacto del español con el guaraní Lenka Zajícová: El castellano en el contexto de la emancipación del guaraní: Un estudio regional en Itapúa (Paraguay) .................................................

203

Wolf Dietrich: El léxico del castellano de la «zona guaranítica» (Paraguay y Nordeste argentino) frente al léxico porteño .............................................

219

Haralambos Symeonidis: Aspectos sintácticos en el habla popular románico de la zona guaranítica .................................................................................................

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Los autores y editores ........................................................................... 249

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PRÓLOGO

El libro que presentamos reúne las ponencias de la mesa «El español de América: nuevos enfoques», celebrada en Ratisbona en el marco del Congreso de Hispanistas Alemanes del 6 al 9 de marzo de 2003. El propósito fue ofrecer a los hispanistas alemanes que trabajan en este área la oportunidad de exponer sus resultados de investigación. El estudio de los «asuntos» hispanoamericanos en la lingüística románica alemana ha sido casi inexistente hasta los años ochenta del siglo XX. Sin embargo, a partir de esta fecha y poco a poco ha sido aumentando el interés por el área. De hecho, hoy en día constatamos una participación viva y abundante en varios dominios de la lingüística latinoamericana por parte de lingüistas de universidades de habla alemana. La sección «El español en América» es testimonio de ello aunque no todos los especialistas alemanes estuvieron representados en ella, porque había mesas con otros temas dónde también se involucraron estudios hispanoamericanos, como aquellas sobre cortesía y sobre el verbo. Desde hace años los Congresos de Hispanistas Alemanes tienen —entre otras— la meta de fomentar el intercambio con colegas especialistas del mundo hispanohablante. Gracias al apoyo de la Fundación Alemana de Investigación (DFG) tuvimos la oportunidad de invitar a Luis Fernando Lara (México) y Giorgio Perissinotto (Santa Barbara, EE.UU.). Logramos, además, tener con nosotros a otros colegas queridos como los peruanos Rocío Caravedo y José Luis Rivarola así como, de España, a Azucena Palacios. El Congreso de Ratisbona tuvo también como objetivo involucrar a los hispanistas de los vecinos países del este. El DAAD otorgó una ayuda especial para la invitación de estos especialistas. Estamos satisfechos de haber tenido entre nosotros también a una joven colega de Chequia: Lenka Zajícová. Esta mesa, con las restantes personas radicadas en Alemania, tomó de hecho, un carácter internacional. Al convocar la sección y darle el subtítulo «Nuevos enfoques», intentamos atraer la presentación de trabajos que en alguna forma tocasen métodos, enfoques, temas o áreas hasta el momento no tan estudiados. El lector tiene el resultado en sus manos. Las mayores preocupaciones de los investigadores siguen siendo, como parece, el descubrimiento de las particularidades del español (o

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castellano) en América, una visión diferencialista y dialectológica que no niega la perspectiva subyacente de un español ideal u original (el de España) que es el punto de partida de la comparación. Sin embargo, se entreven otros enfoques adicionales (los sociolingüísticos, la comparación interamericana y el papel de los medios de masas) que indican una ampliación paulatina de enfoques. *** Testimonio del cambio de la visión tradicional son las contribuciones que hemos reunido en la parte «Aspectos teóricos y metodológicos». La lingüística hispanoamericana empieza a integrar no sólo las nuevas tendencias que entraron en el ámbito de la lingüística a nivel mundial en los últimos treinta años, sino también a teorizar su objeto de estudio por su propia cuenta y según los aspectos específicos. La lingüística hispanoamericana deja de ser una lingüística que se contenta con aplicar teorías y métodos a los hechos regionales. Con ello está obligada a teorizar su objeto y a repensar sus métodos. Prevalecen en esta parte las inquietudes y las contribuciones de los colegas latinoamericanos y españoles invitados. América vivió y vive un contacto lingüístico diferenciado desde hace 500 años. La lingüística hispánica siempre ha tomado en consideración este hecho, favoreciendo la cuestión de las influencias amerindias en el español, también desde un enfoque diferencial con referencia al español peninsular. Surgieron en los últimos años nuevos enfoques que estudian condiciones político-sociales y áreas de influencia así como el contacto como hecho socio- y psicolingüístico y la creación de nuevas lenguas (criollas) y variedades étnicas estables (español andino). Con ello se hizo cada vez más obsoleta una visión normativa, otorgando a los productos del contacto (hibridez y sincretismo) una dignidad propia. El interés hacia el contacto se manifiesta en el apartado correspondiente, así como en una contribución teórico-metodológica del problema (Azucena Palacios). En su artículo «La realidad subjetiva en el estudio del español de América», Rocío Caravedo se plantea la cuestión psico-social de cuáles son los factores fundamentales que contribuyen a la orientación perceptiva y evaluativa de los hispanohablantes a uno y otro lado del Atlántico en materia lingüística. Con ello demuestra la necesidad de integración de las actitudes de hablantes sobre rasgos lingüísticos así como su diferenciación regional y social en el ámbito de la lingüística hispánica. Según Caravedo, una aproximación a esta «dimensión subjetiva» resulta vital para entender las diferencias de uso e interpretación de muchos fenómenos lingüísticos que reaparecen en uno y otro espacio. Esta

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visión constructivista demuestra que una exclusiva observación de tipo fenoménico puede llevar a imaginar erróneamente una unidad de actitudes en torno al español, o un mismo ideal de lengua, cuando en verdad existen varios sistemas valorativos, a veces divergentes, detrás de fenómenos sólo aparentemente semejantes, en cada uno de los espacios sociales en que se desarrolla la lengua. En su artículo «Sobre los orígenes y la evolución del español de América», José Luis Rivarola parte del concepto de «base lingüística», introducido por Rodolfo Lenz y utilizado, con alcances diversos, por otros estudiosos posteriores, para ofrecer una caracterización somera del español llevado a América, considerándolo como un «conjunto variacional» completo. Se analizan, además, los principales aspectos lingüísticos que se manifiestan en el proceso de «reestructuracion» patrimonial de la lengua en el Nuevo Continente y se alude a la formación en él de nuevas variedades de español. Como factores que contribuyeron a las particularidades nacionales y regionales de las variedades del castellano pone de relieve los distintos ritmos en el proceso formativo, la larga convivencia de variantes, el arcaísmo por inercia, la acomodación léxica, el contacto con las lenguas amerindias y factores normalizadores. De ahí y con una creciente conciencia nacional en aspectos lingüísticos, se reclama la aceptación de cada variedad nacional como igualmente válida que otra. Así se ha desarrollado un nuevo pluricentrismo de la lengua española. Este a su vez plantea hoy en día la cuestión de la normatividad de forma pluralista y no eurocéntrica. El director del Diccionario del Español de México, Luis Fernando Lara, discute en su tratado «La descripción del significado del vocabulario no-estándar» una serie de problemas teóricos y metodológicos del léxico popular. Para tal efecto introduce una distinción entre lengua literaria y lengua estándar, la primera en el mundo hispánico notablemente unida, diferente y normativamente sobrepuesta a las diferentes lenguas estándares, la peninsular, mexicana, rioplatense, etc. Además, hay tantas lenguas no-estándares hispánicas como tradiciones culturales se encuentran entre los pueblos hispánicos. Lara discute el problema de enfoques divergentes de la lexicología y de la lexicografía para descripciones del significado del vocabulario, destacando el fracaso de la lexicología y las ventajas relativas de la lexicografía. Afirmando que no hay metalenguaje para tal efecto, sino se usa el lenguaje cotidiano, plantea el problema del lenguaje para la descripción del no-estándar, las variedades rurales, sociolectales de clase baja, argot, juveniles, etc. Apoyándose en el criterio de Uriel Weinreich, que la única forma de decidir la adecuación de una descripción de significado es el juicio comparativo de los hablantes, constata, que no es la lexicología, sino la lexicografía, comprometida históricamente con la inteligibilidad del léxico y con el valor de la documentación, la disciplina lingüística más apta para tal efecto, pero sin ser de ninguna manera perfecta.

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Tomando como ejemplo el caso de la variación de uso de los pronombres le, lo y la, Azucena Palacios aborda en su artículo «Aspectos teóricos y metodológicos del contacto de lenguas: el sistema pronominal del español en áreas de contacto con lenguas amerindias» algunos aspectos fundamentales para las controvertidas explicaciones de las particularidades de variedades del español en América en zonas de contacto, es decir de explicarlas como evoluciones a partir de tendencias intrahispánicas o causadas por el contacto. Por medio de una comparación de este uso en cuatro regiones caracterizadas por el contacto con lenguas amerindias totalmente diferentes (maya: Guatemala, guaraní: El Paraguay, quechua: Perú y Ecuador) logra demostrar cómo el mecanismo de la convergencia lingüística permite explicar cómo se han producido los cambios lingüísticos y cómo éstos han seguido una dirección convergente. Se trata de un único proceso de cambio general inducido por contacto, las diferencias se explican por representar etapas diferentes del mismo proceso. Entre otros resultados cabe mencionar que, al contrario de otros autores que enfocan determinantes estructurales, la autora demuestra el papel esencial que desempeñan los factores sociales en el cambio inducido por el contacto. Llegar a este resultado presupone trabajar con datos novedosos, obtenidos por el trabajo de campo teniendo en cuenta variables sociales como el carácter monolingüe o bilingüe del informante, su nivel de instrucción y la procedencia de un ambiente monolingüe o bilingüe. Palacios ha apuntado aportaciones teóricas para entender los procesos de cambio como generales y no particulares, demostrado con el estudio de los distintos sistemas pronominales que se han descrito para las zonas de contacto lingüístico hispanoamericanas. También ha delimitado y perfilado el mecanismo de convergencia lingüística, dentro de lo que Sarah Thomason llama mecanismo de negociación, concepto central en su marco teórico, pero vagamente definido. Por último ha demostrado aportaciones metodológicas para realizar trabajos de campo importantes cuyo objeto es el estudio de fenómenos lingüísticos que tienen que ver con el contacto de lenguas. ***

El segundo grupo de contribuciones lo constituyen los estudios sobre casos particulares. Ahí se reúnen problemas de índole muy diversa, desde la reconsideración de un problema ya clásico, el andalucismo, hasta problemas sociolingüísticos y normativos del español en EE.UU., el léxico técnico de préstamos y neologismos, y un estudio pragmalingüístico de algunos pronombres de tratamiento, los arcaísmos. El artículo «Reflexiones sobre el llamado andalucismo del español de América» de Volker Noll reconsidera la antigua hipótesis de la base andaluza del español

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en el continente americano. La cuestión sigue siendo actual, dado que el concepto de la koiné, que está en el centro de la discusión hoy en día, ha desplazado apenas la pregunta de si la misma se formó posiblemente a partir de una importante aportación de índole meridional. Sin embargo, las posiciones antiguamente opuestas de Wagner y de Henríquez Ureña se completan en la perspectiva actual, lo que conduce a una revaloración del trabajo del investigador dominicano acusado con frequencia de mero antiandalucismo. En su artículo, Volker Noll analiza los llamados andalucismos a nivel panamericano e investiga las características en regiones primeramente aisladas como Argentina (véase el mapa). Los resultados obtenidos indican que nada justifica presumir una influencia andaluza marcada en el proceso formativo del español de América fuera de la región caribeña. Sobre la base de datos estadísticos y sociolingüísticos, Giorgio Perissinotto subraya que los hablantes del español en los Estados Unidos se encuentran en una encrucijada. Si por un lado el español está cada día más presente en la vida americana y si hay una creciente concienciación de su presencia en todos los aspectos de la vida, es, sin embargo, en el ámbito de la lengua y cultura donde los caminos deben ser todavía definidos. A pesar de que los Estados Unidos tienen una larga historia de multilingüismo y hasta de tolerancia lingüística, la historia reciente se ha caracterizado por una actitud intolerante hacia otras lenguas y culturas, sobre todo hacia el castellano (English only) en la educación escolar. Por la diversidad de origen de sus hablantes (especialmente chicanos, cubanos y puertorriqueños), el español norteamericano no tiene un modelo monolítico, sino que es una lengua en plena gestación que carece de una norma lingüística colectiva. Al dar al español en EE.UU. un estatus oficial, surgirá el problema de la creación de una norma que cobije a las diversas variantes del español norteamericano. Otro aspecto del español en los EE.UU. se estudia en el trabajo de Gabriele Knauer, la especial actitud de los medios de comunicación estadounidenses frente a las diversas variedades del español norteamericano. Después de la descripción de la situación del español en los Estados Unidos entre variación y neutralización tanto en la comunicación diaria como en la mediática, la autora pasa a un discurso de política lingüística en el que subraya la responsabilidad que tienen los medios de comunicación hispanos para el futuro del español en los EE.UU. Partiendo de la hipótesis de que sobre todo la televisión hispana juega un papel decisivo para el mantenimiento del español en los EE.UU. y de fomentar una cierta nivelación interdialectal, supone que ello podría contribuir de una forma decisiva a una nueva identidad panhispana en los EE.UU. Para alcanzar a una audiencia hispana tan diversificada, la autora propone a los responsables de los medios de comunicación combinar estas tendencias neutrali-

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zantes en el uso de la lengua con imágenes y símbolos tanto hispanoamericanos como estadounidenses que den a la comunidad hispana la sensación de ser parte integrante de la sociedad estadounidense. La contribución de Eva-Maria Güida «El vocabulario informático en Argentina. Los lectores escriben a La Nación» se inscribe en la tradición de estudios contrastivos y diferenciales con una perspectiva peninsular, aplicado a un sector del léxico de creación reciente y con influencia del inglés: busca responder a la pregunta de si el vocabulario informático argentino se distingue del de España. Material base para este estudio es el correo electrónico entre los lectores y la redacción del suplemento ‘Informática’ del diario argentino La Nación. Los resultados demuestran que la extensión mundial de la tecnología no conduce necesariamente a una terminología única en los países hispanohablantes sino, al contrario, que a partir del mismo tronco común de la lengua, los hablantes en cada país crean localmente sus términos según sus necesidades. Se puede ver en este estudio un ejemplo más y reciente de factores establecidos por Rivarola. Bettina Kluge parte de las diferentes formas del voseo en Chile. Su enfoque no es morfosintáctico, sino que dirige su atención sobre el uso en el lenguaje hablado, diferenciado regional- y socialmente así como tres usos funcionales: tratamiento directo, discurso directo reproducido, formas generalizadoras. Puede demostrar en su corpus una tendencia en las regiones del sur de Chile a preferir el ustedeo y el tuteo en el tratamiento directo, mientras que el uso del voseo (verbal) queda relegado para el discurso directo reproducido. Para referirse a experiencias generalizables, se prefiere uno/una indefinido. Para Santiago, se postula una tendencia entre los jóvenes a utilizar el tuteo y el voseo verbal ‘culto’, apartándose del uso de usted en muchas ocasiones de sus compañeros en el sur de Chile. El voseo es la estrategia preferida por santiaguinos para expresar experiencias generalizadoras. Otro resultado es el uso de la alternancia entre voseo y tuteo para fines estilísticos, por lo menos en el discurso directo reportado y para las experiencias generalizadoras. *** Ruth Mariela Mello-Wolter retoma también un asunto bien estudiado en lingüística hispanoamericana: «Arcaísmos en el español del Paraguay», ya objeto de un análisis de Germán de Granda. Con su reconsideración la autora quiere actualizar y ampliar los datos obtenidos por Granda acerca de los arcaísmos léxicos en el español del Paraguay en 1987. Las informaciones expuestas están basadas en una encuesta dirigida, a partir de un cuestionario base, dentro del Proyecto ALGR. El estudio realizado es de carácter diastrático-diageneracional. ***

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El hecho de que prevalezcan en la parte sobre contactos, los estudios del área guaraní no es mera casualidad. Aunque haya una actividad considerable en investigaciones del contacto lingüístico sobre varias regiones1 (México, Guatemala, region andina, Caribe, Chile) por parte de investigadores de universidades de los países de habla alemana, cabe explicar la concentración de investigaciones sobre el área guaraní como producto del proyecto del Atlas Lingüístico Guaraní-Románico bajo la dirección de Wolf Dietrich y Harald Thun. De este grupo de estudiosos contamos con tres contribuciones, la de Wolf Dietrich, Ruth Mello-Wolter y Haralambos Symeonidis. Además, tanto el estudio sociolingüístico de la colega chequa, Lenka Zajícová, como Azucena Palacios, en su tratado teórico, se refieren, entre otros, a datos del área guaraní. Lenka Zajícová ofrece un estudio sociolingüístico considerando la revalorización y el mantenimiento del guaraní y su convivencia con el castellano en una región del Paraguay después de la reforma educativa bilingüe evaluando los logros eventuales de ella. En su contribución «El castellano en el contexto de la emancipación del guaraní: Un estudio regional en Itapúa (Paraguay)» ha ejecutado una encuesta, considerando cuatro variables: edad, nivel sociocultural, sexo y residencia. Su encuesta se basa en 48 preguntas sobre el uso lingüístico en diferentes contextos. Puede destacar un mayor porcentaje del uso de los dos idiomas en el trato de padres a hijos en la generación joven, y esta influencia fue manifestada explícitamente por algunos de los informantes que, de otra forma, hablarían a sus hijos solo en castellano. Además, la educación bilingüe era considerada por la mayoría absoluta de los entrevistados como un hecho positivo. También encontró un creciente bilingüismo en las generaciones más jóvenes. Sin embargo, el castellano sigue teniendo todos los rasgos de la lengua de prestigio y el guaraní no. La autora también sospecha que con la creciente urbanización se aumentará la preferencia por el castellano que llevará a una decisión de no transmitir el guaraní a los hijos. La reforma educativa con la educación bilingüe, pues, no ha conseguido todavía los objetivos propuestos de inversión del desprecio del guaraní. En el contexto de los materiales recogidos para la elaboración del Atlas Lingüístico Guaraní-Románico (78 informantes paraguayos, 82 del Nordeste argentino y 15 porteños), Wolf Dietrich estudia las actitudes hacia lexemas que se refieren a la corporalidad humana, es decir un campo del subestandard y de vocabulario disfemístico. En «El léxico del castellano de la ‘zona guaranítica’

1

México: Klaus Zimmermann, Martina Schrader-Kniffki, Christel y Thomas Stolz; Guatemala: Renate Büscher-Grotehusmann, Uta Lausberg; Perú: Eva Gugenberger; Bolivia: Stefan Pfänder; Chile: Ralph Ludwig; Caribe: Matthias Perl, Eva Martha Eckkrammer.

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(Paraguay y Nordeste argentino) frente al léxico porteño» compara los comportamientos lingüísticos de los hablantes bilingües de la región que corresponde al Paraguay colonial con los de Buenos Aires. Los ejemplos escogidos referentes a la corporalidad humana muestran diferentes grados del rechazo de la creatividad y diferenciación léxica porteña. Sobre todo los hablantes jóvenes de la ‘zona guaranítica’ se limitan a un castellano básico, es decir que no admiten ni términos muy diferenciados para un concepto único ni juegos de palabras. Pero hasta su guaraní es algo sobrio. En su caso, se trata, pues, no sólo de un bilingüismo bastante desequilibrado, sino también de una situación lingüística caracterizada por un cierto empobrecimiento léxico. También la investigación «Aspectos sintácticos en el habla popular románica de la zona guaranítica» de Haralambos Symeonidis se basa en los datos del proyecto ALGR (Atlas Lingüístico Guaraní-Románico) donde se están documentando sistemáticamente las consecuencias del contacto y las interinfluencias entre las lenguas participantes, el castellano, el portugués y el guaraní. La situación particular de una posible influencia simultanea del guaraní en dos lenguas románicas ofrece un campo de comparación muy atractivo. Así, tomando como ejemplo el comportamiento de los clíticos en posición de objeto directo, Symeonidis da buenas razonas para suponer que la elisión de estos clíticos en el habla popular tanto del castellano como del portugués de la zona guaranítica parece reflejar la influencia del sistema referencial del guaraní, lo que, según el autor, no se ha considerado suficientemente hasta ahora. ***

Como actas de una mesa de un congreso, el conjunto de las contribuciones no pueden dar testimonio ni del total de las actividades de los estudiosos en Alemania ni del espectro total de los temas relevantes en el área. Sin embargo, estamos convencidos de que el volumen que estamos entregando al público será una contribución valiosa e influyente para los estudios del español en América. Algunas de las contribuciones, cada una desde una perspectiva particular, proponen nuevos métodos o situan problemas conocidos dentro de nuevos marcos metodológicos, otros ofrecen visiones y la construcción de conceptos innovadores sobre temas muchas veces estudiados y algunas completan el saber sobre un asunto particular. Con ello contribuyen al avance de la investigación en el área. Bremen, Münster, Regensburg, enero de 2004 Klaus Zimmermann, Volker Noll, Ingrid Neumann-Holzschuh

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LA REALIDAD SUBJETIVA EN EL ESTUDIO DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA ROCÍO CARAVEDO Pisa

1. La subjetividad En esta reflexión partiré del concepto de subjetividad propuesto por John Searle, característico de los hechos sociales y específicamente de los institucionales (como son las lenguas); es decir, aquellos que son producto de procesos de simbolización, más que intrínsecamente físicos o materiales (Searle 1995: 27 ss.). Subjetivo, en el pensamiento de Searle, quiere decir relativo al observador (observer’s relative). Ahora bien, tanto la subjetividad cuanto la objetividad se pueden enfrentar —según este autor— en un sentido epistémico (epistemic sense) y en un sentido ontológico (ontologic sense). El primero de ellos se refiere a predicados de juicios, mientras que el segundo a entidades o tipos de entidades y a sus modos de existencia (Searle 1995: 8). Así, valiéndome de los propios ejemplos de Searle, un enunciado como Rembrandt es mejor pintor que Rubens es subjetivo en un sentido epistémico, mientras que Rembrandt vivió en Amsterdam durante 1632 es objetivo en este mismo sentido. Paralelamente, el sentido ontológico, aplicado a la distinción entre objetividad y subjetividad implica, que ciertos tipos de entidades como el dolor son ontológicamente subjetivas, mientras que otros, como las montañas, son ontológicamente objetivas. Más aún, Searle establece la posibilidad de ciertos entrecruzamientos: se puede aludir a juicios epistémicos subjetivos sobre entidades ontológicamente objetivas y, a la inversa, a juicios epistémicos objetivos sobre entidades ontológicamente subjetivas.1 Tales interrelaciones permiten concebir que los hechos onto-

1

Para el desarrollo y la ejemplificación de cada una de estas posibilidades, cf. Searle (1995: 8-9), y para una discusión crítica de las interrelaciones conceptuales entre estos términos, cf. Caravedo (2002: 96-101).

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lógicamente subjetivos, como las lenguas, puedan ser abordables de modo objetivo en un sentido epistémico. Precisemos un poco más cómo se aplicaría el carácter subjetivo ontológico a las lenguas. De acuerdo con el concepto de subjetividad de Searle, el observador no puede ser sino el hablante. ¿Cuáles son los alcances de esta afirmación? Como es obvio, ella no implica que cada sujeto pueda modificar de modo antojadizo la forma de su lengua. La idea de dependencia o relatividad respecto del sujeto se refiere más bien al consenso, vale decir, en la aceptación colectiva, lo cual a la vez supone cierta coincidencia de comportamiento: que se ponga en juego un carácter deóntico, de obligatoriedad no coactiva.2 De acuerdo con esta interpretación, la subjetividad no implicará —como podría desprenderse de una interpretación trivial del término— arbitrariedad, desorden ni individualismo. Supone, más bien, la aceptación consensual de un ordenamiento preestablecido, esto es, una dirección normativa. Hasta aquí la propuesta de Searle, que, al presentar una filosofía sobre la realidad social en general, no entra —por lo menos en el texto al que aquí me refiero— en el terreno específico de las lenguas particulares. De la idea de un consenso normativo podría inferirse que la normatividad implica el carácter homogéneo, más que heterogéneo, de las lenguas. Sin embargo, no existe una única dirección normativa para todos los hablantes de una lengua, ni aun en el caso de aquellas que han alcanzado un alto grado de estandarización, como el francés (piénsese, por ejemplo, en la variedad de Québec, para citar un solo caso). Esto lleva a afirmar la relatividad de las normas, pues éstas pueden dejar de regir o cambiar de orientación en relación con circunstancias de muy diverso orden. En otras palabras, en cualquier otra colectividad puede surgir una dirección normativa diferente, hasta cierto punto contraria a la presuntamente general3. Y —a mi juicio— este hecho no supone —como puede imaginarse— una contradicción respecto del aspecto colectivo o deóntico señalado por Searle; antes bien, su confirmación, dado que por más que se acepte el carácter heterogéneo de las normas, éstas siempre involucran a grupos de hablantes, y no a individuos aislados. Además, las propias diferencias de dirección normativa en el dominio de una misma lengua pueden considerarse también una confirmación de su carácter subjetivo intrínseco. El reconocimiento de la condición relativa de la normatividad en las lenguas constituye un punto de partida capital para la comprensión de la diversidad y del cambio lingüísticos como hechos naturales. 2

3

Aunque desde otra perspectiva, Lara (2002: 318) insiste también en la reinterpretación de las normas como conceptos axiológicos, como el ‘deber ser’ de la lengua, más que en un sentido descriptivo objetivista como el planteado por Coseriu. Cf. la propuesta de contranormatividad, que desarrollo en Caravedo (2002: 111-114).

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2. El plano evaluativo Dejando ya de lado las argumentaciones de Searle, ¿qué aspectos se pueden incluir en el estudio de la subjetividad en las lenguas? Aparte los principios constitutivos de cada una de ellas ligados a los procesos de simbolización (concernientes a la intencionalidad),4 cuestión en la que el mencionado estudioso se ha detenido con amplitud, pero en la que no vamos a entrar aquí, consideraré en esta exposición solo lo concerniente al plano estrictamente evaluativo como manifestación natural de la condición subjetiva de las lenguas, aun cuando —como es sabido— no todos los rasgos característicos de una lengua son materia de evaluación explícita por parte de sus hablantes. Enfrentaré, sin embargo, la dimensión evaluativa de un modo más amplio deslindando en ella un aspecto directo y otro indirecto. El último supone que a pesar de que es por todos conocido que la conciencia evaluativa no se ejercita en relación con todas las características de una lengua o de un modo de hablar, los hablantes que comparten un mismo espacio social coinciden de modo general en la producción de determinados usos, que normalmente no someten a discusión. Así, por ejemplo, formas como el seseo en Hispanoamérica no constituyen, por lo general, en la actualidad, objeto de evaluación ni positiva ni negativa: simplemente se dan en esa modalidad, aunque no exista la autoconciencia por parte de los hablantes. Es el propio uso generalizado el que indica ya una aceptación tácita o, por lo menos, su no discriminación negativa. La evaluación negativa solo puede provenir de sujetos con una modalidad diferente, en este caso, sin duda la castellana no seseante. Debo, no obstante, precisar que la evaluación indirecta no debe confundirse con el uso en general, sino que puede estar implícita solo en relación con ciertos usos caracterizadores o distintivos de una comunidad o de un grupo en el dominio de una lengua. Por otro lado, la evaluación directa supone la percepción de un rasgo determinado o de una modalidad global y su consiguiente valoración explícita por parte de los hablantes. Aquí es preciso establecer la diferencia entre la autoevaluación, vale decir, el reconocimiento y calificación de un rasgo de la propia modalidad (p.ej. los hablantes del castellano central evalúan como forma ideal la distinción /s/ y /θ/), y la evaluación de las modalidades diferentes de la propia. Ambos tipos pueden influir en la dirección de la variación de una lengua.

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Para la definición y desarrollo del concepto de intencionalidad, como parte de una teoría sobre el mecanismo mental subyacente a las realidades sociales, v. Searle (1983, 1992, 1997).

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En el aspecto evaluativo de la lengua se incluye asimismo tanto el sentido técnico cuanto el ingenuo, esto es, aspectos de la metalengua formal y también la informal propia del saber común, las cuales mantienen estrecha relación en modos difíciles de calibrar. Esta consideración es fundamental, en el sentido de que la propia constitución de objetos de estudio diferenciados desde el punto de vista geográfico (sea con alcance continental, como el español de América; sea regional, como el español del Caribe, el español andaluz; sea nacional, como el español de México, de Puerto Rico, de Colombia), y naturalmente los contenidos de conceptos como norma culta, norma ejemplar, lengua estándar, implican de suyo un entrecruzamiento de aspectos provenientes de la evaluación directa e indirecta, tanto formal cuanto informal. Baste recordar la variación en los juicios sobre el seseo o el voseo, en un tiempo desestimados en las visiones académicas de autores incluso como Menéndez Pidal, para citar un caso notable.5 No hay que pasar por alto que quienes construyen el discurso disciplinario de una lengua son, por lo general, los hablantes de ella, los cuales provienen de espacios sociales determinados, son representativos de modalidades específicas y poseen además sus propios modelos o ideales de referencia. Por lo demás, el aspecto subjetivo se expresa en el ámbito disciplinario, de modo patente en la orientación de las preferencias descriptivas, en la selección de los problemas y de los fenómenos centrales de la investigación, en el énfasis de lo relevante en materia de observación científica.

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La percepción lingüística

Ahora bien, el mecanismo básico que se pone en juego en la evaluación tanto directa cuanto indirecta es la percepción lingüística. Existe una relación unilateral entre percepción y evaluación: mientras no toda percepción conlleva una evaluación, toda evaluación presupone la percepción. Quiero decir que el conocimiento de una lengua, y las valoraciones que forman parte de él, implican necesariamente una percepción selectiva y orientada de modo arbitrario hacia unos hechos lingüísticos y no hacia otros. ¿Qué justificación objetiva puede existir, por ejemplo, para que la palatal lateral /ʎ/ esté subvalorada y estigmatizada en ciertas regiones hispanoamericanas, mientras que en el español peninsular forme (o haya formado parte) parte del modelo prestigioso o ideal?

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En efecto, Menéndez Pidal desaconsejaba el uso del voseo argentino (apud Coseriu 1990: 47).

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Antes que nada hay que deslindar entre los tipos de percepción que pone en juego el hablante a partir del proceso de adquisición y aprendizaje lingüísticos, y que luego se van debilitando con la estabilización de tales procesos en la adultez. Me refiero a la diferencia entre la percepción analítica y la sintética, deslinde que he desarrollado en otro lugar.6 Respecto de la primera, un individuo es capaz de percibir rasgos aislados, como los descritos y analizados en la observación científica, y concomitantemente puede (o no) interpretarlos socialmente o calificarlos en cualquier dirección, esto es, evaluarlos de modo directo. Puede suceder también que el plano evaluativo no se explicite directamente en relación con cierto tipo de hechos percibidos, como sucede con lo que he llamado evaluación indirecta, de modo que la aceptación de un rasgo por parte del hablante se expresa no a través de la expresión clara y definida de juicios de valor, sean positivos o negativos, sino más bien mediante la presencia generalizada del rasgo en cuestión e incluso de su difusión, o de lo contrario, de su ausencia o desaparición. Sucede así, por ejemplo, con fenómenos como el dequeísmo (la presencia de la preposición de ante verbos que desde el punto de vista de la norma académica no la requieren). Por ejemplo, en algunas pruebas de percepción realizadas con grupos sociales de clase media originarios de Lima, los hablantes no solo parecían no percibir las formas, sino que no expresaban juicios evaluativos directos ni en relación con la forma canónica ni con la dequeísta. Sin embargo, la intensidad de formas dequeístas en sus propios discursos, incluso en estilos muy formales, hace suponer la puesta en juego de algún mecanismo indirecto de evaluación positiva de este fenómeno o, por lo menos, no negativa, cuya motivación debe ser todavía materia de estudio. En el caso del fenómeno complementario denominado queísmo los hablantes que lo practican tampoco lo perciben; no obstante la adición de la preposición, que correspondería al uso canónico, en formas como estoy seguro de que, el hecho de que es curiosamente percibida como incorrecta. Ahora bien, la percepción analítica puede estar motivada por la presencia de formas con alto grado de frecuencia en una comunidad, frecuencia que favorece la reproducción en la rutinariedad de la actuación lingüística. En este caso, me refiero a una orientación generalizadora de la percepción. Al lado de esta, la percepción analítica puede tener, asimismo, una orientación singularizadora, esto es, dirigirse hacia fenómenos representativos de una lengua, aun cuando éstos se presenten con baja frecuencia. Esto sucede con formas como la asibilación de la vibrante múltiple, o la alternancia vocálica i/e, o/u, en el castellano andino, que aun cuando de modo objetivo en el recuento estadístico resultan 6

Para la propuesta y el desarrollo de estos conceptos para el estudio de la variación lingüística, cf. Caravedo (1999).

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con bajas frecuencias de aparición, los hablantes del castellano no andino las perciben de modo notorio y las evalúan negativamente hasta el punto de la estigmatización. Por otro lado, la percepción sintética —sea científica, sea ingenua— supone el reconocimiento de modalidades o variedades en sentido global, sin que se puedan aislar rasgos discretos. Se trata de la percepción de conjuntos integrados como una totalidad donde concurren muchos rasgos simultáneamente (puede tratarse incluso de una estructura melódica), que el observador no puede discriminar de modo consciente. Este tipo de percepción está presente en la propuesta de la existencia de variedades unitarias, como el español peninsular, el español de América, u otras variedades de tipo regional.7 De modo análogo, una buena parte de la percepción científica es también analítica, en cuanto persigue la descripción detallista y minuciosa de los rasgos considerados típicos de las modalidades dialectales del español. Hay que precisar, sin embargo, la conexión interna que puede darse entre la percepción analítica y la sintética, de modo que muchas veces basta el reconocimiento de un rasgo característico de una modalidad convertido en estereotípico, para que se reconozca una variedad en un sentido totalizador. Fenómenos como el voseo y el rehilamiento de la palatal no lateral en la zona rioplatense pueden ser suficientes para la caracterización de una variedad, aunque ésta no existiera sino en razón de la percepción de esos dos rasgos típicos. De acuerdo con esta perspectiva, que he podido sólo esbozar aquí, la cuestión medular que debe ponerse en el centro de la investigación es la siguiente: ¿Cuáles son los factores fundamentales que contribuyen a la dirección perceptiva de los hablantes en materia lingüística? ¿Por qué unos rasgos se perciben, mientras que otros no, de modo diferenciado en ciertos grupos sociales o en ciertos espacios geográficos, sobre todo cuando se trata de una misma lengua y, en cierta medida, del mismo sistema cognoscitivo sobre ella? Para responder a esta pregunta, hay que partir del conocimiento empírico y razonado de cada una de las organizaciones (desorganizaciones) socioculturales en que se desarrolla la lengua. Resulta obvio, por ejemplo, que no se puede esperar un sistema cognoscitivo uniforme y único por parte de individuos en sociedades móviles o en proceso de conformación (como las post-coloniales) sujetas a cam7

Para la defensa de variedades como constructos globales y abstractos para estudiar de modo científico las diferencias del español, aunque tales variedades no existan como hechos reales u objetivos, cf. Gleßgen (1996-1997: 597-627). Lo que Gleßgen presenta como una necesidad de tipo epistemológico se presenta, a mi modo de ver, compatible con la percepción sintética, que forma parte del razonamiento científico.

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bios demográficos de envergadura, en las cuales se confrontan modalidades dialectales diversas o incluso sistemas lingüísticos distintos. Es verdad que la percepción tiene su fuente primaria en el proceso adquisitivo dentro del ámbito familiar, pero hay que tener en cuenta que se desarrolla ante diferentes tipos de información que el hablante recoge directa o indirectamente del ambiente social más amplio en el que le ha tocado insertarse. Esto sucede a través de la inmersión en distintas esferas además de la familiar: vecinal (la del barrio y los compañeros de juego), escolar, laboral, amical, cultural más amplia (regional, nacional e internacional, si se da el caso), y en general la esfera comunicativa de los individuos. De acuerdo con tales complejas redes de interacción, la percepción lingüística se orienta hacia distintos puntos de la lengua, que pueden diferir en mayor o menor medida según los diferentes espacios sociales, y aún más según los variados grupos que no se relacionan de modo simétrico dentro de tales espacios. Si retomamos el ejemplo de la bifurcación perceptiva de la palatal lateral en España y en América, solo teniendo en cuenta el contexto de la migración interna y la consiguiente minusvaloración del castellano andino en el Perú (cosa que probablemente no ocurre con el castellano andino de Ecuador o de Bolivia), se explica que esta forma fonológica prestigiosa en el modelo estándar peninsular sea objeto de una percepción negativa hasta el punto de la estigmatización por parte de los hablantes del castellano de tipo costeño, que es considerado prestigioso en el mismo estado nacional.

4. La diferencia estilística como medio de percepción ¿Pero qué puede motivar la diversidad en el modo de percibir y de evaluar las características dentro de un mismo sistema lingüístico? Para intentar enfrentar esta cuestión hay que remontarse a la adquisición lingüística que no es, en esencia, otra cosa que un proceso de orientación perceptiva hacia los fenómenos relevantes que permiten hablar una lengua. En principio, el niño aprende una lengua a través de una manifestación concreta de ella: la de sus padres y la de su espacio social, a partir de las situaciones comunicativas a las que se expone (pero puede no coincidir con la de sus padres, sobre todo cuando se trata de sociedades de migración, donde se da el contacto de lenguas, o cuando se trata de sociedades con gran asimetría interna). Al dar prioridad a este aspecto pragmático del aprendizaje, en la perspectiva laboviana de la variación, se ha enfatizado el hecho de que el niño capta desde muy temprano las distinciones estilísticas de su lengua mucho antes que las diferencias de clase social. Como se sabe, la variación estilística, según esta corriente, se expresa en la oposición informal/formal, la cual se define como el grado de conciencia y auto-

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control del individuo respecto de su discurso (y añado yo aquí, de los recursos de su lengua).8 En la propia definición de esta dicotomía está en juego —a mi entender, aunque no se lo haya precisado— el modo de percibir o de llevar a la conciencia la percepción lingüística. Este punto no ha sido bien explorado en la investigación sobre la diversidad del español. Resulta obvio que cuando se presta atención al propio discurso y cuando se reflexiona sobre su construcción, la elección de determinadas formas supone una agudización de la percepción lingüística y, en consecuencia, un acercamiento a los ideales normativos del sujeto. Esta distinción me parece compatible con la de distancia/inmediatez comunicativa, desarrollada por Koch y Oesterreicher (1985), aun cuando esta última polaridad remite de modo particular a las diferencias graduales entre modos de concepción escritural y oral de los discursos. Hay que precisar que en contraste con la mencionada propuesta, la oposición laboviana es, más bien, de naturaleza sociopsicolingüística, en la medida en que, al relacionarse con el grado de atención, involucra necesariamente los mecanismos de percepción del discurso, graduables en las diferentes etapas de conocimiento de una lengua. Salvando las diferencias, no obstante, resulta natural imaginar que un discurso situado en el polo de la distancia comunicativa (o cercano a él) comporte una activación de los mecanismos perceptivos y, por lo tanto, sea equiparable a un grado alto de formalidad, mientras que un discurso en el extremo de la inmediatez podría aparejarse, al mismo tiempo, con el grado mínimo de formalidad (i.e. con la informalidad). Sin embargo, hay que cuidarse de las equivalencias apresuradas, pues no siempre los tipos de discurso asignados al polo de la distancia, que responden a ciertas tradiciones en las que el hablante se inscribe, exigen una mayor atención por parte de éste que aquellos marcados por la inmediatez (por ejemplo, una comunicación escrita puede considerarse informal si es rutinaria y no demanda una mayor atención por parte del constructor del mensaje). Y, en el extremo opuesto, asimismo, muchos discursos espontáneos muy cercanos al polo de la inmediatez podrían requerir una mayor conciencia y control por parte del hablante, si éste no está integrado en el medio social o cultural al que se circunscriben tales tipos de discursos (por ejemplo, una comunicación privada, incluso dialógica, donde se dé también una libertad temática puede ser formal desde el punto de vista de la atención, si los participantes se sitúan en distintos sectores sociales, y si cada uno maneja una pragmática diferente). Ambas polaridades apuntan, pues, a órdenes reflexivos diferentes, aunque sea posible establecer algunas conexiones entre ellos.

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Me refiero al gran proyecto sobre el cambio lingüístico, del que se han publicado ya los dos primeros volúmenes (Labov 1994, 2001). Un comentario crítico al segundo volumen puede verse en Caravedo (2003).

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Un foco de atención central por parte del hablante, en cuanto a la intensidad y a la dirección de la percepción lingüística es justamente para Labov la oposición formal/informal, la primera que —según este estudioso— permitiría al niño ordenar la variabilidad de su lengua, en vez de las diferencias de clases sociales, o de prestigio. Pero resulta que tal dicotomía se expresa de una manera diferente en la infancia, y se desarrolla, siguiendo las hipótesis labovianas, cuando el niño se confronta con los ambientes disciplinarios de la escuela, en los cuales se produce el contacto directo con los patrones académicos y se comunican las formas ideales o consideradas estándares de una lengua. Al mismo tiempo, el niño se expone también a las formas no estándares que se dan en los ambientes lúdicos en los que participa, y aprende a asociar unas formas con los contextos impositivos y controlados, mientras que otras, resultan compatibles solo con los relajados. De aquí que tales diferencias contextuales se transformarán en las de formalidad durante la adultez, en la medida en que el autocontrol define el polo formal, mientras que la espontaneidad y el descuido caracterizan el informal. Al investigar el comportamiento lingüístico de un adulto durante todo el día, Labov ha registrado las variaciones y reajustes contextuales que tienen lugar conforme cambian los contextos de interacción, familiar, laboral, amical, y ha llegado a descubrir al lado de la producción de rasgos estándares en la situación formal de los ambientes laborales, la aparición de rasgos correspondientes a clases populares cuando el individuo interactúa en los contextos relajados de los amigos o la familia íntima. La gradación de formalidad permite un viaje a través del espectro de la escala social. Sin embargo, no resultaría legítimo inferir de los resultados de la investigación laboviana que todo rasgo que lleve una marca diastrática inferior ocurra en los estilos informales de los grupos situados en los rangos superiores de la escala social: siempre se pueden encontrar rasgos circunscritos a los estratos sociales inferiores que no son aceptados ni en las situaciones más coloquiales y de mayor proximidad entre los hablantes de estratos superiores (me refiero, por ejemplo, a formas estigmatizadas como: fuistes, hayga, nadies). Y, por el lado contrario, existen también aquellos rasgos que actualizan los grupos populares en situaciones formales que no coinciden exactamente con los actualizados por los grupos superiores (la oclusivización de las fricativas intervocálicas b-d-g, o el uso de ciertos vocablos pseudocultos). Las diferentes elecciones revelan una divergencia en los contenidos de los modelos lingüísticos y, como es obvio, una distinta orientación perceptiva según los diferentes grupos sociales dentro de un espacio determinado. Solo así se puede explicar la variabilidad de usos y patrones en el dominio de una misma lengua. Respecto de la propuesta de Labov vale la pena tener como punto de referencia la relación formal/informal, pero adaptándola a la estructura de cada sociedad,

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como puede ser, en el caso que nos ocupa, la sociedad hispánica y, de modo particular, las hispanoamericanas.9 Antes que nada hay que reconocer la inexistencia de un único patrón normativo, lo cual se muestra de modo patente en la diferente orientación perceptiva y evaluativa en los lugares de habla española, que no corresponden a la diferencia continental, ni aún a las diferencias nacionales (porque puede ser que en la misma nación convivan distintos modelos de referencia, y por eso tendríamos que ir con cuidado con la propuesta del pluricentrismo referido exclusivamente a las naciones). De hecho los rasgos considerados estándares que tienen valor en el español peninsular no son transmitidos ni siquiera de modo uniforme a través de la escolaridad, institución cuyas características distan mucho de ser simétricas o uniformes en todas las regiones hispanoamericanas. Por otro lado, en muchas zonas, a la pobreza educativa se une el desarrollo deficiente de la práctica de la escritura, el medio fundamental para la formación de la capacidad de conformar discursos de la distancia. Todo esto hace poco viable que la lengua estándar, si se entiende por ésta un conjunto de características comunes que se cristalizan sobre todo a través de la escritura pueda cumplir su función unificadora o referencial de los usos, y pueda orientar de modo uniforme la percepción. Por ello, es de suponer que las situaciones formales o de mayor autocontrol no se orienten a partir de las pautas de escritura (de ahí que tampoco parezca probable que el medio concepcional de escrituralidad rija los discursos de la distancia) y deban remitirse, más bien, a ciertos tipos de interacciones orales de carácter asimétrico que revelan a su vez desigualdades en un orden social más general.

5. La percepción fenoménica Para ilustrar los aspectos fundamentales que he buscado subrayar, detengámonos brevemente en el carácter subjetivo subyacente a algunos fenómenos típicos en la diferenciación del español de América a partir de la percepción analítica científica. De las pocas características comunes a todo el español hispanoamericano, utilizadas para establecer la principal distinción con el español peninsular, el llamado seseo (indistinción entre /s/ y /θ/), considerado característico también del español andaluz, ocupa sin duda alguna el primer lugar. Sin embargo, hay que considerar que en Andalucía no se presenta de modo exclusivo la indistinción, como sí ocurre en América; antes bien, se presenta una gran variabilidad en lo que se refiere al tratamiento de las sibilantes. Puede darse —según las zonas, los

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A estas últimas diferencias apunta Gleßgen en relación con las normas ejemplares de México (Gleßgen 1996-1997: 9).

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grupos y las situaciones— la realización del patrón distintivo, además de realizaciones entrecruzadas de ambos patrones, incluso en un mismo hablante, junto con realizaciones no canónicas que invierten las posibilidades permisibles en el patrón distintivo.10 La causa de esta diferencia se entiende mejor desde una perspectiva subjetivista, si se acude a la dimensión perceptiva y se tiene en cuenta que en cada una de las modalidades rigen distintos patrones referenciales. En América —hasta donde se me alcanza— el seseo en la actualidad no constituye materia de percepción por parte de los propios hispanoamericanos, de modo que no resulta término de contraste con el patrón distintivo.11 No sucede así en Andalucía donde tal patrón está omnipresente en el mismo país, a través de distintos tipos de información (educativa, cultural, política, televisiva). Desde este punto de vista, no debe interpretarse el seseo como un fenómeno único en el mundo hispánico, aunque así lo sea desde el punto de vista material-estructural, sino de dos fenómenos cualitativamente distintos con sus propias peculiaridades reinterpretables en un trasfondo sociohistórico divergente. Con otro fenómeno fónico, aunque no general, la asibilación de las vibrantes, sucede algo similar. Puede ser un fenómeno común a distintos lugares desde una perspectiva objetivista (Perú, Chile, México, Argentina) apoyada en determinaciones geográficas. Pero se trata de fenómenos, no solo con una distribución interna no equivalente, sino con un estatuto distinto en cada territorio, a juzgar por la información proporcionada por la percepción científica de sus distintos rangos valorativos según su distribución interna. Así, por ejemplo, en algunos puntos del Estado de México se trata de un fenómeno muy difundido entre grupos de clase media, que no parece generar actitudes valorativas negativas ni discriminatorias, como sí ocurre en el Perú donde, a partir de la migración interna hacia la costa, la asibilación ha adquirido un valor negativo en cuanto representativa de una modalidad subvalorada como el español andino.12 En contraste, la asibilación que se da en Chile en los grupos tr, dr y en final implosivo no suscita valoración negativa, mientras que en Costa Rica, en esas mismas posiciones el fenómeno está estigmatizado. Curiosamente también en Chile la asibilación en los contextos de la vibrante múltiple es considerada propia del habla no culta, mientras que no parece tener el mismo valor en Costa Rica.13 Una curiosa inversión de valores ha sido registrada en el español de 10

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Existe ya una amplia bibiografía al respecto. Cito sólo una presentación actualizada y general de la cuestión en Narbona, Cano y Morillo (1999: 128ss.). Una propuesta original y explicativa de la cuestión, puede verse en Villena (2001). De una situación diferente en el siglo XIX da cuenta Guitarte (1991). Cf. información de México, en Perissinotto (1975: 74) y en Moreno de Alba (1994: 126-134) y del Perú, en Caravedo (1996: 159-160). Cf. información de Chile, Wagner (1996: 227-228) y de Costa Rica, Quesada (1996: 105).

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Corrientes (Argentina), donde al parecer es la variante asibilada y no la canónica la que es objeto de evaluación positiva. Y este último caso es interesante en la medida que supone la diversidad perceptiva dentro del mismo país, pues esta misma valoración no sería compartida por los bonaerenses.14 Un único fenómeno desde el punto de vista material y objetivo, la asibilación, esconde fenómenos subjetivamente diversos hacia los cuales se orienta la percepción de modo divergente de acuerdo con cada espacio social, porque tal percepción responde a sistemas valorativos propios de sociedades organizadas en forma independiente sin relación entre ellas.15 Para salir del terreno de lo fónico, el sistema pronominal en sí mismo ligado a una pragmática diferencial, desigualmente estudiado entre los distintos espacios sociales, es —como se sabe— fuente de variación en el español de ambos lados del Atlántico. Con el seseo es también considerado fenómeno general en América y semejante al existente en Andalucía. Y también, curiosamente, como en el caso del seseo, en Andalucía coexisten no solo el sistema simplificado, sino asimismo su entrecruzamiento con el sistema castellano, con mezclas de la forma pronominal ustedes con la forma verbal correspondiente a vosotros por un lado, y de la forma pronominal vosotros con la verbal de ustedes, por otro (vosotros comen, ustedes coméis, ¿ustedes vais al cine o quieren quedarse en casa?, ¿os traéis a la niña o se la vais a llevar?, ¿ustedes se creéis que yo no me entero?).16 Tales combinaciones y entrecruzamientos, que involucran el sistema complementario adscrito a cada una de las formas, solo son posibles porque la percepción de los hablantes se desdobla, de una parte, hacia el sistema neutralizador de las diferencias y, de otra, hacia el patrón conservador de Castilla. En América no se registra ese mismo tipo de mezclas, en la medida en que, al no tener vigencia tal patrón, la dirección perceptiva va por otro camino, y no busca el acuerdo o la compatibilidad, pero tampoco el desacuerdo con la norma peninsular castellana. En cambio, sí resulta significativo el hecho de que en algunas zonas hispanoamericanas se haya extendido una inversión del valor designativo de vosotros, como forma plural en contextos muy formales en tratamiento de distancia. No se puede afirmar ni siquiera que se trata en sentido estricto de un plural de usted, porque se usa en contextos de gran solemnidad en que el interlocutor es indiferenciado y masivo, además de distante (proclamas, discursos solemnes). ¿Qué es lo que puede haber motivado esta inversión

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Cf. Donni de Mirande (1996: 215). También Zimmermann (1999), asumiendo una postura constructivista, argumenta que los rasgos lingüísticos-dialectales objetivos no se relacionan directamente con el fenómeno de la identidad regional, sino que esta es un acto sui generis. Ejemplos tomados de Cano y González (2000: 96).

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y esta particularización de los valores? Aunque no intento dar una respuesta categórica, no parece extraño que haya entrado en juego la oposición formal/ informal en términos de contextos impositivos frente a contextos espontáneos de la escolaridad, acercándonos de esta manera a las conjeturas labovianas. De hecho en Hispanoamérica —y me valgo aquí de mi propia percepción de hablante originaria— se recibe la primera información de la existencia de vosotros y de sus formas conexas a través de la escuela, en los textos de gramática y de literatura, esto es, a través de los contextos de distancia. Tal información entra a formar parte del imaginario colectivo como una forma extraída de contextos artificiales, y no de los naturales y espontáneos de la proximidad. A esto hay que añadir el que se suela oír la mencionada forma en los sermones eclesiásticos por parte del clero español, lo que añade una nueva información estilística asignable asimismo al polo de la formalidad. Todas estas circunstancias crean las condiciones favorables a la percepción singularizadora del pronombre y a su recategorización con un contenido opuesto al canónico castellano. Cualesquiera que hayan sido las circunstancias que hayan contribuido finalmente al desplazamiento del significado de la forma estándar del ámbito del polo de la inmediatez al de la distancia, tales inversiones no sorprenden cuando se revisa la historia de la inversión de funciones de los pronombres tú y vos en toda la historia del español hasta su pervivencia actual con distintas valoraciones en algunas zonas americanas. En efecto, en cuanto al voseo, existe también una diferenciación evaluativa, que dista de ser uniforme y unitaria. Así, mientras que el voseo rioplatense constituye un fenómeno general valorado positivamente, o por lo menos con una evaluación indirecta que se expresa en el uso generalizado en todos los sectores sociales, sabemos que otros tipos de voseo como el chileno o el costarricense, aun pudiendo considerarse desde el punto de vista objetivo estructural como un fenómeno con características semejantes, tienen distinto estatuto desde el punto de vista subjetivo o evaluativo. Similares consideraciones podrían aplicarse a los casos en que la forma singular deferencial (usted) es usada con el valor opuesto para el tratamiento de intimidad, o máxima proximidad en lugares como Colombia, Chile y ciertas zonas del Perú. De hecho, una aproximación a la dimensión subjetiva de la lengua resulta crucial para entender las diferencias de uso e interpretación de muchos fenómenos lingüísticos que reaparecen en uno y otro espacio como si se tratara del mismo fenómeno, y que vistos desde una perspectiva objetivista carecen de significación, y solo puede decirse de ellos que ocurren en un lugar y no en otro. Una exclusiva observación de tipo fenoménico puede llevar a imaginar erróneamente una unidad de creencias en torno al español, o un mismo ideal de lengua, cuando en verdad existen diversos sistemas valorativos, a veces divergentes,

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detrás de fenómenos solo aparentemente semejantes, en cada uno de los espacios sociales en que se desarrolla la lengua, y que no se bifurcan de modo uniforme y tajante a uno y otro lado del Atlántico.

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SOBRE LOS ORÍGENES Y LA EVOLUCIÓN DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA1 JOSÉ LUIS RIVAROLA Padua

El primer problema que voy a plantear en relación con el contenido de la presente exposición es el que podemos denominar de la base de la modalidad americana del español. Pero como el término base, introducido a fines del s. XIX por el filólogo alemán emigrado a Chile, Rodolfo Lenz, ha sido usado, tanto por su introductor cuanto por estudiosos posteriores, con alcances e interpretaciones diversas2, conviene fijarlo conceptualmente, lo cual permite, además, un primer acercamiento a los diferentes aspectos que el problema implica. Utilizaré para tal efecto las siguientes palabras de G. L. Guitarte3: El español de América es una lengua transplantada al otro lado del Océano y no puede explicarse como una simple extensión geográfica de dialectos, según el modelo que la Reconquista creó en España. A América la lengua fue traída inicialmente por puñados de hablantes que se mantenían en contacto con la península por

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Retomo en este texto, leído en la apertura de la sección de «Español de América» en las jornadas de Ratisbona, temas ya tratados por mí en diversos estudios citados en la bibliografía, a los que remito al lector que desee profundizar en alguno de aquellos. Pero aquí doy cuenta de las publicaciones más recientes que han estado a mi alcance y me han parecido de especial interés en el presente contexto. Cf. Guitarte (1998). En este trabajo el autor se ocupa del concepto en cuestión en la obra de Rodolfo Lenz, de Rufino J. Cuervo y de Amado Alonso. El término usado por Lenz, en su primera publicación referida al español de América, es Grundlage, que en la traducción española pasa a bases y base. Lenz, como señala Guitarte, interpreta la situación de los orígenes americanos en analogía con los orígenes neolatinos y su punto de partida en el latín vulgar. Cuervo habla también de base, pero no como única opción ni con un sentido técnico como Lenz; también utiliza la expresión fondo originario. Alonso retoma el término base de Lenz y lo reinterpreta en el sentido que comento en la nota 4. Llamo la atención sobre el hecho de que la cita de Guitarte (1998: 423) aparece en el contexto de la interpretación del concepto de «base» en Lenz e intenta explicar las razones del éxito que alcanzó dicho concepto, aun cuando no se siguiera luego la interpretación que de él hizo el filólogo germano-chileno.

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José Luis Rivarola ciertas líneas de comunicación, no ya por convivencia. Así, la diversidad de las circunstancias históricas y el consiguiente proceso de aculturación hicieron que el español del Nuevo Mundo no prolongara tal cual el que había quedado en la península, sino que lo hiciera por medio de una base propia formada en América.

Hagamos una breve exégesis de esta formulación. El hecho de considerar que la base del español de América es la lengua transplantada (y no una variedad o dialecto particular) permite marginar de la discusión el viejo asunto del «andalucismo», entendido como la polémica entre quienes veían el español de América como una especie de continuación del andaluz y quienes se oponían a esta opinión, optando por una minimización o desconocimiento del aporte andaluz4. Partir, como hace Guitarte, de la noción de «lengua» (que interpretamos como conjunto variacional) supone considerar que el español fue llevado a América in toto5, como la realidad variada y heterogénea que era, y que por lo tanto no se puede excluir, en principio, ninguna variedad: ni geográfica, ni social, ni estilística, una de las cuales es una variedad con una cierta dosis, mayor o menor, de estandarización o normalización, a la cual llamaremos variedad general o variedad general culta6; más adelante volveré sobre este punto, pero desde ya conviene subrayar que esta hipótesis está apoyada por lo que sabemos de las características de la migración española, la cual si bien en los primeros tiempos estuvo marcada por la presencia mayoritaria de individuos 4

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El propio Guitarte, en otro trabajo ya famoso (Guitarte 1958, 1983), trazó la historia del «pseudoproblema» del andalucismo. Sobre el estado de la investigación (hasta fines de los años 80) respecto del aporte andaluz a la formación del español de América cf. Lapesa (1991). En años posteriores han aparecido diversos estudios que ponen de relieve la importancia de la contribución andaluza a través del análisis de documentos primitivos. Cf., entre otros, Frago (1994) y Franco (1995). En Alonso (1953) se encuentra la opinión de que el español se trasplantó a América como español «completo», es decir, como una «totalidad». Pero en el trasfondo de la argumentación de Alonso hay un propósito polémico contra presuntas limitaciones del concepto de «base» al andaluz. Para Alonso, en cambio, la lengua que se trasplantó a América fue el español general, el cual se modificó por las nuevas circunstancias de la vida americana, para luego acercarse de nuevo al español general en época posterior a la independencia. Para una interpretación detallada del pensamiento de Alonso cf. Guitarte (1958). A este propósito me permito citar el siguiente pasaje de un escrito anterior: «[…] la identidad de una lengua se asienta en la existencia, dentro de la totalidad de sus especificaciones, de una variedad normalizada de modo más o menos profundo y abarcador, la cual funciona como punto de referencia para el resto de las modalidades integrantes, con las cuales se intersecta en mayor o menor medida y con las cuales establece asimismo una relación dialéctica que produce permanentemente nuevas configuraciones de la totalidad misma. Esta variedad de límites más bien fluidos que se conoce, según preferencias denominativas o el peso que se dé a tal o cual criterio, como lengua general, lengua común, lengua estándar, lengua ejemplar (u otros términos equivalentes) es, a su vez, la base de la modalidad escrita normalizada, que parcialmente la refleja y también la influye» (Rivarola 2001: 87ss.).

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pertenecientes a clases bajas e incultas (como era el caso incluso de algunos de los primeros caudillos expedicionarios), muy pronto acusó la significativa presencia, sobre todo en determinadas regiones, de funcionarios reales de gobierno y de administración de justicia, clérigos y autoridades religiosas, a quienes se puede atribuir el cultivo de tal variedad, cuando menos, respecto de los primeros, en los documentos oficiales que salían de sus plumas. Naturalmente, cuando hablamos de «estandarización» o «normalización» respecto del español de inicios del s. XVI, tenemos que entender este concepto con un alcance bastante más diverso del que pudiera tener si se aplicara a momentos posteriores y, más aun, respecto de la realidad actual. La variedad general culta de dicha época tenía, sobre todo en algunos planos, una homogeneidad mucho menor que la de hoy7. Ahora bien, la «base lingüística» del español de América, aunque no deba ser definida en términos restrictivos (es decir, limitándola a una o pocas variedades), también es cierto que en América se fue desarrollando una nueva configuración de la totalidad representada por la lengua de origen, debida, entre otras razones, a que en el nuevo espacio de convivencia (que se fue ampliando progresivamente) la presencia y la proporción de hablantes representantes de los distintos componentes de dicha totalidad no era la misma, como tampoco era la misma la dinámica de la interacción lingüística. Los factores de cambio están, pues, implicados en la nueva realidad histórica de la lengua transplantada. Esta configuración de un nuevo y diferente equilibrio entre variedades puede ser descrita, como una reestructuración patrimonial8. Se trata de un proceso de carácter lingüísticamente endógeno, es decir, que afecta a elementos patrimoniales, aunque, por cierto, los factores desencadenantes son producto de las nuevas circunstancias sociohistóricas. En esta reestructuración algunos elementos de la lengua pasan a ocupar una nueva posición, respecto de la que tenían en el momento previo al transplante. Este proceso puede tener carácter generalizador y ser constitutivo, por consiguiente, en la formación de una nueva variedad general de amplia difusión. La selección de un elemento y su generalización se produjo, en efecto, a nivel de la fonética, de la morfosintaxis y del léxico. En el primero, el seseo panamericano actual es el resultado de un proceso de generalización de un rasgo que en el español preamericano tenía un carácter restringido, diatópicamente marcado, pues era propio de algunas variedades meridionales. Lo mismo vale para el uso panamericano de ustedes que neutraliza la oposición deferencial vs. no deferencial, o en el caso de los deíc7 8

Insiste, con razón, sobre este punto Frago (1995). Véase ahora también Frago (1999). Para el marco teórico general en el cual se inserta este concepto y los que desarrollaré a continuación cf. Rivarola (1997).

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ticos, para la generalización del sistema etimológico basado en la oposición lo/le para objeto directo vs. objeto indirecto9. Por cierto que estamos hablando aquí de un largo proceso, en el que conviven durante siglos distintas variantes, hasta que finalmente se decanta la consolidación de una de ellas y la desaparición de las otras. Pero, por otra parte, el hecho de que todos estos rasgos sean reconocidos como distintivos del español americano en el nivel de la variedad general culta, apunta, sin duda, a la importancia del componente demográfico meridional en la época de orígenes, por más que esta importancia no sea suficiente para explicar la generalización. Los procesos de generalización (y especialmente en el léxico) son procesos más complejos, que no pueden entenderse de modo determinístico en función de un solo factor, aun si la individualización de otros factores concomitantes no es siempre fácil. Tal enfoque del asunto no permitiría dar cuenta del hecho de que otros fenómenos propios de las hablas meridionales no han pasado a tener carácter general y han permanecido solo dentro de áreas restringidas, convirtiéndose más bien en factores de la diferenciación interna del español americano. Como ya se ha sugerido, la reestructuración patrimonial tiene distintos ritmos, según los fenómenos considerados, y supone lapsos más o menos amplios de convivencia, con equilibrios diversos, de las posibilidades equivalentes transplantadas. Así, por ejemplo, en el caso del seseo, se puede no solo suponer sino documentar un extenso período de tal coexistencia de las variantes en juego, como veremos más adelante.

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De los tres rasgos mencionados solo el primero es incuestionablemente general. El segundo y el tercero lo son algo menos, ya que vosotros (vuestro, os) tiene alguna vigencia en contextos restringidos de tipo formal, en los que, curiosamente, ocupa de algún modo el lugar de ustedes en el sistema diferenciador. El uso de vuestro lo señala Wagner (1996-1997) en Chile, considerándolo fenómeno reciente. Pero parece más bien que se trata de la supervivencia de un uso antiguo difundido por toda América. Rosenblat (1961) lo encuentra, coexistiendo con ustedes, en el habla de los próceres de la independencia, como uso «solemne y enfático por carecer de asidero en la lengua hablada» y lo entrevé como difundido en todo el continente. En cuanto al tercer fenómeno citado, existen focos de «leísmo» en diversas partes, pero el asunto todavía no está estudiado de modo suficiente, ni desde el punto de vista diacrónico, ni desde el sincrónico. Sin embargo, puede verse el avance de Arbulu Barturen (1995), quien se basa en una pequeña selección del corpus documental publicado por Fontanella de Weinberg (1993); el porcentaje de leísmo de persona comprobado por Arbulu alcanza algo menos del 20%. Sobre la diacronía consúltese García Godoy (2002); esta estudiosa se refiere principalmente al andaluz, en el cual detecta usos diciochescos de le que probablemente son resultado de la presión normativa académica, pero alude también a la presencia de leísmo en documentos americanos antiguos. Sobre la sincronía, con respecto a México (cf. Cantero 1979). [Luego de escrita esta nota me entero de la aparición de Flores (2002), que no he tenido oportunidad de consultar].

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Ahora bien, los fenómenos de selección y generalización se pueden reconocer tanto en el ámbito de lo marcado diatópicamente en su origen (como en los casos anteriores) cuanto en lo marcado diastráticamente. Por ello, si —pasando ahora al terreno del léxico— el proceso de generalización abarca el amplio tema de las voces que en su origen tenían en la península una vigencia regional (andalucismos, occidentalismos, etc.) y que han pasado a convertirse en palabras del español general americano, por caminos a veces difíciles de identificar y explicar, en el ámbito de lo diastráticamente marcado podemos considerar, como ilustración, lo que Alonso llamó «marinerismos de tierra»10, que han adquirido vigencia general —aunque también los hay con difusión restringida—, a veces con una modificación semántica concomitante11. Aquí se impone llamar la atención, sin embargo, sobre el hecho de que muchas veces hay coincidencia en cuanto a la marca de pertenencia: por ejemplo, un «marinerismo» puede ser a la vez un «andalucismo», o sea que una variante puede tener a la vez una especificación diastrática y diatópica. Desde la perspectiva, ahora, de la variación interna, antigua y moderna, del español de América, entrevemos que el proceso de reestructuración patrimonial se da también cuando unidades de carácter particular no llegan a difundirse por todo el espacio continental sino solo por algunas áreas, contribuyendo así a conformar el perfil lingüístico de las mismas. Pero hay que decir asimismo que la reestructuración patrimonial puede comprender igualmente fenómenos de particularización, si una variante de carácter general en su origen peninsular pasa a tener una vigencia restringida en América, mientras en el nivel de la variedad general se mantiene otra variante o, eventualmente, se generaliza un uso antes limitado12. Asimismo como de reestructuración patrimonial puede ser considerado el proceso que afecta al conjunto de elementos, sobre todo léxicos, que suelen conocerse como arcaísmos del español americano13. El concepto y el término de

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Me refiero a casos del tipo botar ‘tirar’, empatar ‘empalmar’, flete ‘carga’. Para ejemplos particulares remito a los manuales, por ejemplo, a Buesa Oliver y Enguita Utrilla (1992). Considérese el siguiente ejemplo de particularización diatópica dentro del campo semántico de la «reprensión»: frente al general reprender existen las unidades léxicas resondrar < deshonrar < DESHONORARE, en el esp. del Perú, y retar en el esp. del Río de la Plata, unidades que adicionalmente constituyen arcaísmos del esp. de América. Cf. Lerner (1974), que sigue siendo el punto de partida obligado sobre el tema. Sin embargo, también son significativos los arcaísmos en el plano morfosintáctico, según han señalado diversos estudiosos, entre los cuales últimamente Granda (2002). Varios de estos arcaísmos, como bien señala de Granda, han sido favorecidos por fenómenos paralelos de las lenguas andinas.

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arcaísmo tienen un carácter operativo, que no justifica las críticas formuladas desde una perspectiva absolutizadora. Como es obvio, con un uso igualmente operativo y relativo del concepto de arcaísmo podrían ser caracterizados fenómenos de retención y continuidad del español europeo, respecto de sustituciones o cambios paralelos ocurridos en el americano. Pero, como es natural, el interés historiográfico sigue la dirección inversa, aquella que parte de la totalidad lingüística primaria, con el fin de explicar los fenómenos ligados a la historia del transplante idiomático. Ahora bien, los arcaísmos pueden tener carácter general o regional. En el primer caso pueden estar asociados a un fenómeno de generalización de una variante regional o social del español preamericano, luego desaparecida en la modalidad europea. Si se trata, en cambio, de retenciones de formas desaparecidas —luego de su difusión americana— en el español general peninsular, estamos ante una reestructuración patrimonial per negationem, en el sentido de que ella se da, digamos, por inercia, con respecto a una sustitución ocurrida en la lengua de origen. Ahora bien, el concepto de reestructuración patrimonial es un concepto bastante abarcador y corre el riesgo de perder su capacidad descriptiva si se lo quiere convertir en una especie de llave maestra. En este sentido, convendría reservarlo para aquellos casos en los que el cambio supone una modificación en la posición relativa que ocupa un elemento en una de las coordenadas de la variación lingüística, e interpretar como algo diverso lo que intrínsecamente, en un sentido amplio y general, también implica un proceso de reestructuración. Me refiero al proceso de lo que suele llamarse acomodación léxica, un tipo especial de evolución de la microestructura semántica. La acomodación supone la utilización del acervo tradicional en función de las circunstancias del nuevo medio: entran aquí los fenómenos de cambio por extensión y reducción semánticas, asimismo los de sustitución referencial por la diferente naturaleza del objeto al cual se aplica el vocablo (caso especialmente frecuente cuando se trata de referentes de la fauna y flora americanas); finalmente los cambios que se suscitan por metáfora o metonimia14. Resulta claro que como la acomodación afecta al acervo tradicional no hay relación excluyente entre reestructuración patrimonial stricto sensu y acomodación, ya que una generalización puede estar acompañada por un cambio de semantismo.

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Remito al material reunido por Kany (1963). Para propuestas de clasificación más modernas, puede verse Jorques Jiménez (1995), si bien los fundamentos fácticos de las interpretaciones ofrecidas son discutibles. Lüdtke (1999, esp. 1962ss.) se ha referido a las dificultades que implicaba la categorización léxica del inmenso saber nuevo que los españoles acopiaron en América. Se entiende fácilmente las vacilaciones e inseguridades que salen a luz cuando se trata de aplicar, por similitud, categorías conocidas a realidades desconocidas.

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Habiendo considerado hasta aquí, si bien de modo somero, el asunto de la base lingüística y de los procesos de remodelación que afectan a los elementos propios del español transplantado a América, me referiré brevemente a uno de los factores más importantes de la progresiva aculturación mencionada en la cita inicial de Guitarte: se trata del contacto del español con las lenguas indígenas americanas. Este contacto presenta un primer aspecto relativo a la adopción por parte de la variedad general americana en formación o de sus variedades regionales de elementos básicamente léxicos, los cuales también pueden haber tomado carta de ciudadanía en el español general y en otras lenguas europeas. Tal adopción resulta, naturalmente, de un fenómeno de contacto, pero no implica necesariamente un amplio proceso de bilinguización de la población indígena y alienígena. Se puede tratar, en cambio, de un contacto cultural, a través del cual pasan, por razones de relevancia de las realidades designadas, elementos léxicos aislados de una lengua a otra. Repárese en que, por ejemplo, esta situación tiene que suponerse para la primera capa de préstamos indígenas al español, la cual fue, por lo demás, la más fuerte y expansiva: me refiero a los préstamos del arahuaco insular, que ya comienzan a aparecer en la Carta a Santángel y en el Diario colombino del descubrimiento, y que se difunden luego rápidamente. Hay que decir que este tipo de contacto ha resultado caracterizador para el español general americano y para algunos estándares nacionales o regionales (más por razones cualitativas que cuantitativas). En otra vertiente se coloca el contacto lingüístico que comportó la hispanización lingüística de importantes contingentes de población indígena americana, los cuales conservaron durante un lapso muy amplio, que puede llegar hasta la actualidad en algunos casos, sus lenguas maternas. Este proceso de bilingüismo de largo alcance, en las zonas en las que ocurrió, ha sido determinante en la formación de variedades regionales claramente marcadas por fenómenos de transferencia, que superan el ámbito del préstamo léxico. En los casos de conservación contemporánea de la lengua indígena, esta continúa ejerciendo su función histórica de adstrato, caso en el cual los cambios aparecidos en el español regional tienen causas que suelen estar a ojos vistas y que pueden ser extrapoladas a otras zonas en las que la misma lengua indígena ha desaparecido, pasando a la condición de sustrato de un español regional análogo o idéntico al anteriormente señalado. Esta situación de contacto, en tanto situación de bilingüismo productor de tales variedades, se ha dado, por la confluencia de factores que no puedo analizar aquí, en zonas de México y Centroamérica, de los países andinos y en el Paraguay15. Tal

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Remito a este propósito a la valiosa presentación de Granda (1999). Véase también Zimmermann (1995). Para los contactos afroamericanos remito al reciente libro de Díaz (2002).

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vez esté demás decir que allí donde este segundo tipo de contacto se produce, también los préstamos léxicos de las lenguas indígenas tienen mayor peso del que tienen en el español general de América, o en las variedades regionales que no han pasado por un proceso como el que acabamos de tratar. No se puede dejar de mencionar en este contexto, así sea al pasar, la eventual influencia africana en el español de determinadas áreas, pero sobre todo en el área del Caribe, donde el componente demográfico correspondiente fue masivo. A diferencia del caso anterior, no se trata tanto de un contacto directo del español con lenguas africanas, sino de las huellas que puede haber dejado el español «bozal» u otras variedades de tipo pidgin o criollo16. Volviendo a la cuestión inicial sobre la nueva configuración de la base lingüística y sobre el proceso de difusión del español en la América del s. XVI, en los ultimos años se han formulado algunas hipótesis que apuntan a la formación de una primitiva coiné relativamente estable (aunque con distinta cronología según las regiones), en la cual —a través de procesos de simplificación y nivelación— habrían confluido rasgos de las diferentes variedades transplantadas, si bien con un predominio neto de rasgos meridionales. Esta coiné se habría luego fragmentado en función de factores estandarizadores de distintos momentos, los cuales actuaron de manera más o menos intensa, según la conformación cultural de las regiones y su centralidad o marginalidad política y administrativa. Por mi parte, pienso —aparte el problema de si está o no motivado el concepto de coiné para esta presunta variedad primitiva luego fragmentada— que no se justifica el hiato que en estas interesantes hipótesis se abre entre una primera difusión general del español sin su variedad general culta y la presencia tardía (aun si diversificada cronológicamente) de esta última variedad. Si es verdad que en los primeros tiempos de la colonización deben de haber tenido mayor peso que en otras posteriores (aunque esto tenga que relativizarse, en función de los tipos de colonización más tardíos) los factores de tipo regional o social menos culto, esto no supone la ausencia de patrones lingüísticos superpuestos, provenientes de hablantes que orientaban su práctica y su ideal idiomático hacia la variedad general. Ahora bien, los factores reguladores o normalizadores de esta variedad general deben de haber tenido más peso en determinadas regiones, a saber, en aquellas que fueron centros de poder oficial, por ejemplo, sedes de virreinatos, audiencias y otras instancias administrativas, y menos en otras, en las cuales tales centros, o no existían, o existían con menor relieve en épocas tempranas. Y esto puede explicar, por ejemplo, que ciertas variedades regionales americanas a las que se puede atribuir hoy un carácter estándar hayan aceptado una mayor presencia de rasgos que eran regionales, populares o vulgares en su origen. 16

Cf. Lipski (2002).

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En este sentido, la formación y la evolución inicial del español americano deben ser asociadas a las diversas formas de copresencia e interacción, en diversos momentos y en distintos lugares, de la fuerza estandarizadora emanada de la variedad general y de ciertas fuerzas de resistencia que hacen que determinadas modalidades lingüísticas en formación se sustraigan en mayor o menor medida a la capacidad impositiva del estándar. Esto quiere decir que desde la época de orígenes y a lo largo de la evolución se dio una situación de variación en numerosos puntos del sistema y que esta situación se fue orientando de modo distinto y según pautas cronólogicas que por lo común no es posible precisar17. Un par de casos servirán para ilustrar este distinto tipo de decantación. El primero es el de la pareja de pronombres tú/vos, cuya compleja historia no puedo desarrollar aquí, de modo que solo señalaré, y de modo muy sucinto, algunos aspectos interesantes para el propósito presente18. Trasplantadas desde los orígenes, este par de formas (con las correspondencias verbales que les eran propias) se difundieron a lo largo y ancho de todos los territorios que progresivamente fueron hispanizados. Sin embargo, mientras en ciertas regiones se siguió la línea de la evolución metropolitana en favor de tú, en otras se mantuvo la convivencia de ambas formas (con diversas preferencias o entrecruzamientos en cuanto a las formas verbales), si bien poco a poco se fue acotando el ámbito de uso de una y otra; pero en otras regiones más, vos reemplazó del todo a tú y se convirtió en la única forma de pronombre sujeto para la segunda persona del singular. Este último caso es el más significativo, ya que ilustra un proceso por el cual una forma diastráticamente marcada en un momento de su evolución metropolitana se despoja de esa marca y pasa a formar parte, como forma única, de una variedad regional estándar del español americano (como es el caso del español del Río de la Plata). Este es un ejemplo, como se ve, en el que las fuerzas estandarizadoras fueron solo parcialmente capaces de unificar el uso al modo peninsular, pues no pudieron actuar del mismo modo en los lugares donde subsiste sea la alternativa, sea de modo exclusivo la forma desechada en la metrópoli19. Tampoco fueron capaces de imponer el modelo peninsular central de «leísmo» de persona ni el uso de vosotros como forma plural no deferencial. En este contexto podemos retomar brevemente el caso del único dialectalismo fonético que logró consolidarse en la lengua general de América luego de un largo proceso de convivencia con la variante distinguidora de sibilantes. En

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Para una exposición más amplia de este punto cf. Rivarola (1996). Cf. a este propósito Menéndez Pidal (1962). Para la abundante bibliografía sobre el voseo cf. Alvar (1996).

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cuanto a la cronología de la difusión casi total del seseo, sabemos que en las guerras de la independencia americana se usaba la pronunciación de las sibilantes para reconocer a los soldados patriotas (como se llamaba en América a los que formaban parte de los ejércitos independentistas) y a los soldados realistas, lo cual quiere decir que ya en el s. XVIII, por lo menos, el seseo era un rasgo que se percibía como de americanismo lingüístico20. Ahora bien, las razones de esta victoria lingüística son muy difíciles de establecer: es claro que se debe partir de la importancia del componente meridional, sobre todo en los orígenes, pero también en oleadas de migración posteriores a ciertas regiones, importancia que hoy está fuera de duda, si bien, como ya se ha señalado anteriormente, el solo hecho demográfico no explica el triunfo de esta opción en la lengua general de América. ¿Por qué la fuerza de los factores de estandarización no fueron suficientes en ninguna parte para imponer la solución distinguidora? Quizá haya tenido que ver el hecho de que a lo largo del s. XVI tampoco el sistema peninsular central en esta área del sistema fonético-fonológico estaba del todo consolidado, y de que, por lo tanto, ante una realidad bastante heterogénea, la realización seseante, como una de las opciones posibles, era sentida como del todo legítima, y quizá también, a partir de un momento imposible de precisar (anterior, no obstante, a los comienzos del s. XIX) como rasgo de identidad lingüística21. Como resulta de los ejemplos y de las consideraciones anteriores, los fenómenos de difusión, de retracción, de sustitución y otros semejantes están estrechamente relacionados con factores relativos a la historia social tanto general como regional, aun si no siempre es posible «explicar» en estos términos los fenómenos de cambio. Dentro de la historia social, hay que considerar también la historia de las formaciones ideológicas, el problema de la naturaleza y manifestaciones de la conciencia lingüística de los hablantes, el problema del prestigio lingüístico. Ahora bien durante la época colonial americana la lengua modélica estuvo vinculada al prestigio de la Corte, de la cual resonaban los ecos en los centros principales de poder colonial establecidos en América22. Esto no impi-

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Cf. Guitarte (1973). A este nivel especulativo, pueden verse otras consideraciones adicionales en Rivarola (1990: especialm. 53ss.). Sin embargo, queda por establecer cuáles fueron las verdaderas características de esta lengua cortesana, asociada a partir de 1561 a lo que suele llamarse la «norma madrileña». El asunto está lleno de incógnitas, como bien señalan Bustos Gisbert y Santiago (2002). A este propósito puede aludirse a la oposición entre «lengua cortesana» y «lengua aldeana» que se manifiesta desde época alfonsí y a lo largo de todo el Medioevo (cf. González Ollé 1999a y 1999b). Para la estratificación del español en la primera mitad del quinientos, tal como la evaluaba Juan de Valdés, cf. Rivarola (1998).

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dió, naturalmente, que durante estos mismos siglos se fueran formando otras variedades más o menos divergentes con cierto grado de consistencia objetiva, aun si su reconocimiento por la conciencia lingüistica contemporánea fuera algo borroso. En efecto, ya las primeras manifestaciones de dicha conciencia en los ss. XVI y XVII apuntan, si bien de modo parcial y precario, tanto a la existencia de variedades que se consideraban «corrompidas» por el contacto lingüístico23, como a la de una variedad de lengua culta, la cual tenía, sin embargo, ciertas peculiaridades que la hacían menos prestigiosa respecto de la metropolitana. Este último punto parece haber sido desde estos lejanos tiempos un asunto conflictivo. De hecho, ya avanzado el s. XVI hay un empeño de ciertos españoles nacidos en América, es decir, de criollos (a los que se podían sumar españoles «antiguos», es decir, muy tempranamente emigrados y por tanto muy identificados con la realidad americana) por elogiar el español hablado en Indias: como tales elogios no pueden referirse, como es obvio, a las variedades «corrompidas» —que más bien eran objeto de juicios negativos y de parodias24—, hay que entenderlos como una suerte de defensa de la validez de la variedad culta americana respecto de opiniones en sentido contrario, que pueden estar representadas emblemáticamente por la de B. de Aldrete, para quien la modalidad americana era, en tanto periférica, poco prestigiosa25. Con esto nos enfrentamos con una matriz sociocultural de larga proyección en otros ámbitos. En efecto, desde muy temprano en América se fue delineando una relación de tensión entre españoles americanos y peninsulares, la cual tuvo diversas manifestaciones. Los primeros constituían un sector social de creciente importancia que reivindicaba derechos y prioridades, y que, por esta razón, fue materia de discusión y de polémica en esferas de gobierno. Pero los criollos estaban afectados por una identidad conflictiva, derivada, por una parte, de la importancia que daban a su oriundez americana, a fin de sustentar la preferencia que creían se les debía en un serie de contextos, y, por otra, de la necesidad que tenían de subrayar su españolidad, a fin de combatir diversos tipos de prejuicio de que eran objeto26. La manifestación idiomática de esta identidad con23

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Es el caso del siguiente testimonio del P. Jerónimo de Mendieta (1973 [1604]:119-120): «el común hablar [de la lengua indígena mexicana] se va de cada día más corrompiendo. Porque los españoles comúnmente la hablamos como los negros y otros extranjeros bozales hablan la nuestra. Y de nuestro modo de hablar toman los mismos indios, y olvidan el que hablaron sus padres y abuelos y antepasados. Y lo mismo pasa por acá de nuestra lengua española, que la tenemos medio corrupta con vocablos que a los nuestros se les pegaron en las islas cuando se conquistaron, y otros que acá se han tomado de la lengua mexicana». Cf. a este propósito Rivarola (1990:173-202). Sobre las opiniones de Aldrete y de otros personajes de la época puede verse Guitarte (1995). Véase también Martinell (1994). He tratado más ampliamente de este asunto en Rivarola (1995).

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flictiva fue que los españoles americanos, ya con una modalidad parcialmente diferenciada de la peninsular, oscilaran entre la afirmación de su peculiaridad y su sometimiento a patrones metropolitanos considerados más prestigiosos. Esto explica, por ejemplo, que el seseo, no obstante la fuerza que demostró tener, se mantuviera durante mucho tiempo, aun después de las guerras de la independencia, en situación de variación —si bien de manera cada vez más restringida— con la norma distinguidora27. Es probable también que cuando se iniciaron las guerras de la independencia americana a comienzos del s. XIX, muchos de los componentes diferenciales en el ámbito lingüístico se hubiesen consolidado, tanto en el nivel de la variedad culta general, cuanto en lo que se refiere a las variedades regionales o sociales28. La ruptura política con la Madre Patria no podía causar de inmediato, como es evidente, ningún tipo de diferenciación en el ámbito idiomático, al menos una diferenciación mayor de la que pueda interpretarse en tal sentido ya a fines del siglo anterior. No obstante, también es verdad que alguna repercusión tuvo la nueva realidad política en el sentido de aminorar, por lo menos en lo inmediato, el prestigio del modelo peninsular y en hacer menos compacta la orientación común de la lengua general. Esto es patente, por ejemplo, respecto de la adopción de préstamos de otros idiomas29, adopción divergente que refleja los reajustes de las relaciones que las nuevas naciones entablaban con naciones extranjeras, lo cual terminó por producir, no sólo diferencias entre Europa y América, sino también entre regiones americanas. También es válido reconocer la existencia de un nuevo pluricentrismo en lo que respecta a ciertas manifestaciones de la conciencia lingüística, la cual, cancelada la dependencia de España, se orientó en algunas de las nuevas repúblicas recién nacidas hacia el fomento de un nacionalismo lingüístico que debía expresar la nueva realidad política30. Sin embargo, creo que la norma peninsular, fuera de los aspectos que ya estaban bastante consolidados, y a los que no se podía renunciar, siguió teniendo validez mayoritariamente, de modo que los estándares regionales o nacionales hispanoamericanos se fueron desarrollando sin una consistente normalización explícita autónoma. Cuando en los últimos decenios del s. XIX se crearon las Academias americanas de la lengua (justamente con excepción del Río de la Plata, que escogió otro camino) como correspondientes de la españo27 28

29 30

Cf. Guitarte (1973). La historia de la formación de eventuales estándares nacionales o regionales está aún por investigar, de modo que no podemos pasar de suposiciones sustentadas en determinados indicios. Cf. Glessgen (1996-1997). Cf. Corbella (1996-1997). Me refiero sobre todo al Río de la Plata, donde se documentan las actitudes más cuestionadoras respecto de la norma peninsular del español. Cf. al respecto Rosenblat (1961).

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la, la preocupación fundamental se concentró en propiciar la incorporación de elementos léxicos americanos (llamados provincialismos) en el diccionario, lo cual suponía, por fuerza, el reconocimiento de que la instancia normativa más importante, si no única, seguía siendo la misma. También en esto se muestra la matriz colonial mencionada: por un lado la afirmación de lo propio como parte del patrimonio común, por otro, la necesidad de legitimar esta afirmación en ultramar. En el s. XX, durante el cual tanto España como los países hispanoamericanos —especialmente estos últimos en lo que respecta a las migraciones externas e internas de grandes proporciones— han pasado por circunstancias sociales, políticas y culturales de enorme impacto, las cuales han influido, a veces de modo determinante en la evolución del idioma, durante el cual el sustento demográfico del mundo hispanohablante se ha desbalanceado de modo tan ostensible; durante el cual la lengua española, desde Rubén Darío en adelante, ha recibido el extraordinario aporte de la literatura hispanoamericana, y durante el cual también la investigación lingüística ha contribuido con importantes ingredientes de conocimiento y de precisión conceptual e histórica, la cuestión de la normatividad de la lengua española se plantea, necesariamente, de modo diferente, y sobre todo menos unilateral que en el pasado. Pero éste es otro asunto, que rebasa los límites de la presente exposición.

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LA DESCRIPCIÓN DEL SIGNIFICADO DEL VOCABULARIO NO-ESTÁNDAR LUIS FERNANDO LARA México, D.F.

Debemos al Círculo Lingüístico de Praga la definición más reflexionada y adecuada que se haya podido hacer de la lengua literaria. Obra de varios de los integrantes del Círculo, como Bohuslav Havránek, Josef Vachek o Karel Horálek (Vachek 1967), la definición no obedece a una especulación apriorística acerca de lo que pueden ser sus características, y menos a una posición ideológica en cuanto a la lengua, sino al resultado de sus investigaciones acerca de la historia de las lenguas eslavas y la manera en que se construyeron sus lenguas literarias. Cuando uno estudia la formación de otras lenguas literarias, como la del español, es cuando comprueba lo adecuado de la definición praguense, que es capaz de ayudar a dar cuenta también de lo que sucede más allá de su propio ámbito lingüístico. La lengua literaria, según observaba el Círculo de Praga, es siempre resultado de una construcción social que se produce en la historia de las comunidades lingüísticas, para servir a la transmisión del conocimiento y la civilización. Ese papel de la lengua se cumple ampliando e intelectualizando su vocabulario, incrementando el desarrollo de su flexibilidad sintáctica, fijando sus características escriturarias —pues es un resultado, sobre todo, de la escritura- y normando con diversa precisión su uso.1 Alcanzado cierto nivel de enriquecimiento del vocabulario, de los patrones de construcción sintáctica y de normación lingüística, la lengua literaria se convierte en un poderoso instrumento de educación e irradiación lingüística para todas las sociedades que la comparten, que llega a definir todo su sentido de corrección idiomática. Paul Garvin (1964: 521-528) optó por llamar a la lengua literaria lengua estándar, un calificativo quizá más acorde con el deseo de neutralidad valorativa de la lingüística moderna, pero que a la larga parece haber tenido por consecuencia cierta falta de aprecio del fenó-

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Cf. «Thèses présentées au Premier Congrès des philologues slaves», en Vachek (1967: 3358).

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meno de la construcción histórica de las modernas lenguas de cultura y, quizá más grave aún, una falta de desarrollo de ideas y procedimientos para que otros pueblos del mundo, que por diferentes motivos no tienen lenguas estándar o las perdieron (por ejemplo, varios pueblos amerindios) puedan llegar a construirlas. Pero no es mi intención tratar aquí el tema general de la lengua estándar, sino situar en un contexto histórico y conceptual necesario precisamente lo que aquí llamo lengua no-estándar. Una definición de carácter negativo, con no ser un buen método de definición, me permite establecer ciertas características generales del vocabulario que deseo tratar, mediante las cuales será posible lograr una comprensión rápida de mi tema. Más tarde se verá que buena parte de ese vocabulario es de lo que tradicionalmente se llama lengua popular. Es lengua no-estándar la que no dispone de un rico vocabulario intelectualizado y, en esa medida, no es capaz de prestarse (sino limitadamente) a la transmisión del conocimiento y la civilización; la que dispone de un número limitado de patrones sintácticos; la que no se norma explícitamente, sino sólo mediante oscuras y complejas normas implícitas en las sociedades que la hablan;2 y la que, lejos de convertirse en modelo de corrección, se llega a censurar socialmente como incorrecta o, en la tradición lexicográfica hispánica, como «solecista», «viciosa» y «bárbara».3 La lengua estándar es una construcción histórica y no un producto artificial, instantáneo y caprichoso, que, en el caso del español, se ha venido conformando, al menos, desde el siglo III d.C.,4 sobre la base popular romance, mediante la acción en parte intuitiva, en parte imitativa de los modelos latinos y de las lenguas de cultura cercanas y relativamente contemporáneas, pero siempre como resultado de una elaboración intelectual de los eruditos, los escritores y aun los gobernantes de Castilla, que terminó por imponerse de manera hegemónica y normativa sobre la mayor parte de los territorios peninsulares y de los americanos. En cambio, se puede sostener que los estados lingüísticos que le han servido de base a la lengua no-estándar, han sido, primero, la conservación y lenta evolución de los dialectos romances populares de la Península Ibérica, sobre los que poco a poco se impuso el dialecto castellano, y de cuya síntesis se gestaron diversas tradiciones verbales de carácter mayoritariamente oral, históricamente muy apreciadas por la comunidad hispánica desde el siglo XV y por la filología internacional desde principios del XIX (específicamente, desde Friedrich Diez5

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Sobre la distinción entre normas explícitas e implícitas, véase Lara 1999. Véase mi «El diccionario entre la tradición y la realidad» en Lara (1990: 133-156). Cf. la seductora tesis de Ángel López García (2001). Una cautivadora tesis de Hans Ulrich Gumbrecht (2002).

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y, más tarde, en España, desde Ramón Menéndez Pidal); después, los dialectos hispánicos peninsulares y americanos, vivos hasta ahora, con las diferencias naturales de la evolución histórica. Ese conjunto de tradiciones verbales, mayoritariamente orales, que nace de la vida diaria de los pueblos hispánicos, constituye la lengua no-estándar hispánica. Aunque, propiamente hablando, en la actualidad no hay una sola lengua estándar española y una sola lengua no-estándar. Precisamente las mismas necesidades de intelectualización y la misma clase de acción normativa que dan lugar a la lengua estándar han producido, en la comunidad hispánica, varias lenguas estándares, relativamente diferentes entre sí, irradiadas desde los varios polos culturales del mundo hispánico. Por eso hay que reintroducir de manera diferente una distinción entre lengua literaria y lengua estándar, pues sigue habiendo una lengua literaria hispánica notablemente unida, normativamente sobrepuesta a las lenguas estándares peninsular, mexicana, rioplatense, etc., que ha venido a añadir complejidad a la teoría de la lengua estándar y a la matriz de dialectos del español. Con mayor razón se puede afirmar, por último, que hay tantas lenguas no-estándares hispánicas como tradiciones culturales se encuentran entre los pueblos hispánicos.6 La lengua estándar se da a conocer sobre todo mediante textos escritos, cuyos autores buscan alcanzar la expresión verbal más precisa y más adecuada a sus necesidades de significación, y se normaliza a su vez mediante otros textos, que hacen explícitas sus características: desde el Renacimiento, las gramáticas y, poco más tarde, los diccionarios. Unos y otros se vuelven agentes normativos de la lengua estándar, junto con las cancillerías de los Estados, las casas editoras, la escuela, los lingüistas, las academias de la lengua, los medios de comunicación, etc. La lengua no-estándar, por naturaleza alejada de esos medios, solamente evoluciona en las prácticas orales de las comunidades lingüísticas, y se conserva en sus tradiciones: romances, todas las formas de la lírica y el relato popular, y la mayor parte de los géneros de la conversación. Suele haber procesos nutritivos de esos dos niveles de una lengua histórica: elementos de la lengua no-estándar pasan a los textos de la estándar gracias a la valoración significativa que hacen de ellos los escritores, especialmente, o se difunden mediante complejos procesos sociales; elementos de la lengua estándar se acomodan a alguna variedad no-estándar por acción de los medios normativos y de difusión de que disponen.

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Acerca de lo que nos permite decir que todas ellas forman la lengua española, véase Lara (2002).

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Un efecto determinante de la existencia de una lengua estándar es su carácter simbólico identitario, que tiende a dificultar el reconocimiento y el aprecio de las variedades no-estándar. Es decir, la idea de la lengua estándar se convierte tanto en toda la idea de la lengua para los miembros de su comunidad lingüística, como en el principio de identidad con que se busca reconocer sus variedades y sus múltiples realizaciones. Y, en esa misma medida, se convierte en un principio valorativo que se impone a todas las variedades. De allí proviene la valoración negativa de muchas formas no-estándares. En muchos diccionarios del siglo XIX y primera mitad del XX, por ejemplo, los vocablos que correspondían a variedades no-estándares o se omitían, o se listaban como «solecismos» y «barbarismos»; en los más abiertos, hasta la fecha se marcan ya sea indicando su procedencia regional, ya sea señalando su validez restringida a ciertos ambientes sociales —lo cual tiende a interpretarse como «incorrección»—, ya sea definiéndolos de cierta manera, a la cual me referiré más adelante. Del edificio descriptivo de la lingüística, correspondería a la lexicología ocuparse, de manera sistemática, coherente y exhaustiva, de la descripción del vocabulario no-estándar. Dada la historia del desarrollo de nuestras disciplinas, la lexicología ha estado, sin embargo, más interesada por el plano del significante de los vocablos y por la búsqueda de alguna clase de sistema del vocabulario de una lengua, que por la descripción del significado. Ha sido más bien la semántica, concebida estrechamente en relación con el léxico, la que nos ha provisto de algunos criterios y sistemas de descripción del significado pero se ha interesado principalmente por el vocabulario estándar y ha tratado de reducir la descripción a un conjunto de haces de rasgos significativos, o semas, que permitan integrarlo a la descripción lingüística, ya sea a la manera del estructuralismo de Coseriu, Pottier o Greimas, ya sea a la que preconizan los formalistas estadounidenses, como Katz y Weinreich especialmente.7 Si no, suele contentarse con una breve glosa del significado de cada palabra, de la cual también hablaré más adelante. Uriel Weinreich decía que «la descripción semántica de una lengua consiste en una formulación, en términos adecuados, de los significados que tienen las formas de la lengua, en la medida en que esos significados son interpersonales».8 Afirmaba también que no había todavía, en su época, ningún procedimiento de descubrimiento bien establecido para lograr una descripción semántica correcta, pero pensaba que lo mejor sería una prueba de adecuación de la descripción, que permitiera decidir entre descripciones alternativas (§ 1.3, p. 26), muy en el

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Para Weinreich los semas son más bien «condiciones» del uso adecuado de cierto «término» (pues elude hablar aquí de «palabras»). Cf. Weinreich (1962). La traducción es mía, § 1.2, p. 25.

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estilo de las primeras ideas de la Gramática generativa. Todavía hoy podríamos considerar válida la definición de Weinreich de lo que debe ser una descripción; también sigue siendo cierto que no hay todavía un procedimiento de descubrimiento bien establecido para lograr una descripción semántica correcta. En cuanto a las pruebas de adecuación, que tanta expectativa causaron en los comienzos de la obra de Chomsky, hay que distinguir entre pruebas inmanentes a la teoría y pruebas externas de adecuación (Chomsky 1957: Cap. 6). Que yo sepa, Chomsky y su corriente han sido incapaces de desarrollar esa clase de pruebas inmanentes y sólo disponemos de una prueba de adecuación externa: la inteligibilidad de la descripción según el juicio de los hablantes. Si la lexicología no nos ha provisto de buenas descripciones del significado del vocabulario, es la lexicografía9 la que nos ofrece variados acervos de descripciones de significado con la ventaja, que hay que subrayar, de que son, precisamente, inteligibles de alguna manera para los hablantes y basados en documentos relativamente «interpersonales», como lo pedía Weinreich. Procederé, en consecuencia, contrastando diferentes tipos de descripción del significado no-estándar usuales en lexicografía. En un artículo lexicográfico la descripción del significado de vocablos noestándar suele constar de: a) marcas de uso del vocablo; b) un «lenguaje de la descripción»10; c) un tipo o un conjunto de tipos de definición; y d) un conjunto de ejemplos de uso, que ofrecen su contexto verbal, social y cultural. Las marcas de uso, que suelen seguir a la entrada y los indicadores gramaticales en el artículo, refieren de dos maneras a los usos no-estándares: ya sea delimitando la región geográfica en que se usa y se entiende el vocablo — es decir, son indicadoras de la extensión espacial de la voz —, en la suposición, no necesariamente cierta, de que un uso regionalizado es no-estándar11; ya sea calificando un registro o nivel de lengua diferente del considerado estándar. Así por ejemplo, cuando el DRAE marca un vocablo como americanismo, pretende que la voz se utiliza en todos los territorios hispánicos de América;12 cuando nues9 10 11

12

Un panorama general de la lexicografía hispánica dedicada a la lengua no-estándar lo ofrece Carriscondo (2001). Utilizo el término «lenguaje» en su significado semiótico, no en el lingüístico. Véase mi discusión acerca de los «lenguajes de descripción» en Lara (2001). Sólo cuando se considera, de acuerdo con la tradición lexicográfica todavía mayoritaria, que la lengua estándar es exclusivamente peninsular y no también americana, pues lo cierto es que cada lengua estándar nacional, que no es idéntica a las demás, tiene sus correspondientes variedades no-estándares. El tema del americanismo y la discusión acerca de sus características, extensión y valor en el vocabulario hispánico es uno de los que más estudios ha merecido. Al respecto, de la gran

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tro DEUM intercala la marca de altiplano central, afirma que la voz se ha documentado en el centro de México, aproximadamente en el Distrito Federal y en los estados de México, Hidalgo, Puebla, Morelos y Querétaro.13 En cambio, las que señalan usos considerados no-estándares de la palabra, como los que se marcan con los adjetivos popular, vulgar, coloquial, informal, etc. responden ante todo a valoraciones normativas de los lexicógrafos pues, generalmente, no se basan en documentos sociolingüísticos que los atestigüen.14 La buena descripción del significado no-estándar enfrenta aquí su primera dificultad, originada al menos en dos problemas que requieren más trabajo y mejores soluciones: por un lado, el de la conceptualización del papel sistemático de los dialectos en ellos mismos y en relación con las variedades nacionales, y el de la relación entre niveles, registros lingüísticos o tradiciones verbales en cada comunidad hispánica;15 por el otro, el de la documentación amplia y suficiente del vocabulario en corpus textuales y orales. Para ilustrar someramente el problema de la documentación, tomemos por ejemplo la voz cháchara en el Diccionario de uso del español (DUE2), que marca como «informal»: «conversación animada pero insustancial».16 Si uno analiza la documentación disponible en el Corpus diacrónico del español (CORDE), puede comprobar que los 63 casos registrados entre 1840 y 1975 son de uso en textos literarios; lo mismo si analiza los 110 ejemplos del Corpus de referencia del español actual (CREA), ambos de la Real Academia Española,17 como el siguiente, tomado de Octavio Paz: «En sus negaciones palpitó siempre el gran Sí de la poesía, el amor y la libertad. La lección de Breton fue moral.

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bibliografía de que podemos disponer, véase Bohórquez (1984), los varios estudios de Reinhold Werner y, próximamente, las investigaciones de Luz Fernández, del equipo del Diccionario del español de México, «El tratamiento lexicográfico de los americanismos», y de Sofía Kamenetskaia, de la UNAM, «Americanismo: ¿diferenciación lexicográfica o dialectal?», participantes en mi Seminario permanente de lexicología, lexicografía y terminología, en El Colegio de México. Esta zonificación dialectal de México es un resultado provisional del Atlas lingüístico de México, dirigido por Juan M. Lope Blanch (El Colegio de México), que requiere todavía mayor estudio. En el caso de que los haya, pues este ámbito sigue presentando grandes lagunas y defectos en lexicología y en lexicografía. En Lara (2004) discuto la idea de que haya correlaciones directas entre grupo social y uso de la lengua, como se suele pensar en sociolingüística, y propongo que la selección de una u otra manera de hablar en un momento determinado y ante diferentes interlocutores depende, sobre todo, de las tradiciones verbales vigentes en cada comunidad lingüística. Este diccionario considera poco usual su segunda acepción «baratijas, cosas de poco valor». En español de México es ésta la acepción más usual, según nuestro Corpus del español mexicano contemporáneo. Se puede consultar en la dirección www.rae.es.

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Cuando la gritería y la cháchara que hoy nos ensordecen se hayan disipado...». A juzgar por los datos, la voz cháchara corresponde a la lengua literaria estándar y no hay motivo para considerarla «informal» en ninguno de los sentidos de este adjetivo. Uno esperaría que los autores del DUE2 contaran con documentos suficientes que demostraran la clasificación de la voz como «informal» o que, de no contar con ellos, hubieran consultado los dos corpus referidos de la Academia Española. A falta de ello, es posible que el lexicógrafo que así la marca, esté confundiendo el carácter «informal» o «insustancial» de lo significado (la conversación) con un registro de lengua no-estándar. En cambio, si consideramos ahora, por ejemplo, el vocablo cutre, que podríamos suponer verosímilmente como coloquial del español peninsular, vemos que no tiene marca alguna ni en el DUE2 ni en el DRAE 2001, como si formara parte de la lengua estándar, en tanto que el DEA de Manuel Seco lo marca, en efecto, como coloquial y, además, despectivo. El DRAE y el DUE2 coinciden en definirlo, en primera acepción, como «tacaño, miserable»; en segunda, como «pobre, descuidado, sucio o de mala calidad». El DRAE, cosa rara, ofrece ejemplos característicos: «un bar, una calle, una ropa cutre». En el DEA su primera acepción es «pobre o mezquino, o de mala apariencia. [Y se añade la observación:] Más o menos vacío de significado, se usa como insulto». A diferencia de los dos primeros, este diccionario tiene la gran ventaja de que agrega tres ejemplos reales, tomados de su propia documentación. Pero el DEA, como nuestro DEUM, siguen siendo diccionarios raros, por su apego a datos fidedignos; por el contrario, son miles los casos semejantes a los ejemplificados del DRAE y el DUE, que no tienen buen sustento documental y dañan su valor descriptivo. En general, hacen falta muchos estudios de las tradiciones textuales y orales hispánicas en relación con las sutiles diferencias de estilo que hay entre nuestras sociedades, para que las marcas correspondientes a la lengua no-estándar tengan un valor estrictamente descriptivo y no embozadamente normativo. Paso ahora al «lenguaje de descripción». Aunque hay una creencia generalizada —que es, más bien, la manifestación de un deseo— entre lexicólogos y lexicógrafos de que el lenguaje de descripción lexicográfica es un «metalenguaje»,18 la verdad es que la descripción del significado se hace con una lengua ordinaria; la misma que se describe, en lexicografía monolingüe, u otra, en lexicología descriptiva19 como, por ejemplo, en buena parte de los diccionarios del 18 19

Véase Lara (2001). Acerca de las distinciones que conviene hacer entre diferentes clases de lexicografías, véase mi artículo «Las disciplinas del diccionario», de próxima publicación por la Asociación Española de Estudios Lexicográficos y el Instituto Universitario de Lingüística Aplicada, de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona.

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Instituto Lingüístico de Verano dedicados a lenguas amerindias, en que el significado se describe en inglés. El «lenguaje de descripción» del significado en nuestra tradición lexicográfica es la lengua estándar, gracias a sus características de riqueza, intelectualización del vocabulario, flexibilidad sintáctica, generalidad social y poder de irradiación normativa. No conozco ningún diccionario dedicado a variedades no-estándares del español en que la descripción se haga en la misma variedad que se estudia, y menos un diccionario de la lengua estándar cuyos vocablos se describan por medio de la variedad no-estándar. Así por ejemplo, no hay un diccionario argótico del español mexicano que defina robar como «apañar a un maje jando baril» o persona como «bato».20 Pero de esta característica del lenguaje de descripción se deriva una creencia tradicional que hay que discutir: la de que la descripción del significado en lengua estándar es sinónima de la voz no-estándar (lo que haría de la lexicografía de las variedades no-estándares una especie de lexicografía bilingüe). Si vuelve uno al ejemplo citado antes del vocablo cháchara, se puede reconocer que «conversación animada pero insustancial» es una perífrasis de carácter sinonímico, que describe el primer significado del vocablo en cuestión, pero no es equivalente suyo, es decir, no vale lo mismo, en términos significativos, para los textos en que aparece. Octavio Paz podría haber escrito su segunda oración de la siguiente manera: «Cuando la gritería y la conversación animada pero insustancial que hoy nos ensordecen se hayan disipado [...]», pero no lo hizo así porque el valor expresivo de la palabra cháchara es lo que buscaba en su texto, no una perífrasis que lo conservara en un supuesto lenguaje literario estándar. El vocabulario no-estándar, en cuanto tradición verbal de la cultura hispánica popular, gana su valor precisamente de su capacidad significativa y por eso no tiene una versión equivalente en el vocabulario estándar. Si la tuviera, perdería su valor expresivo y terminaría por desaparecer, cediéndole el lugar al estándar. Para ampliar esta idea tomemos ahora el ejemplo del adjetivo rascuache: el DRAE 2001 lo registra como coloquial en El Salvador, Honduras y México. Describe su significado como «dicho de una persona o de una cosa: de mala calidad o de poco valor». El Diccionario breve de mexicanismos (DBM), sin marca alguna, escribe: «de poca clase, pobre, feo, de mala clase». Ninguno de estos dos diccionarios ofrece ejemplos de la manera en que se usa, por lo que un lector que no conozca los dialectos mexicanos y centroamericanos del español pensará que es posible decir: *«a mí no me gusta la ropa rascuache», *«su vivienda es muy rascuache», *»esa mujer es muy rascuache», *»un bar rascuache». Un análisis más detenido del uso mexicano de rascuache indica que, 20

Y, si se intentara hacerlo, resultaría que la incapacidad del argot o caló, en el caso mexicano, para describir toda la lengua estándar se haría inmediatamente manifiesta.

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en efecto, lo rascuache se puede predicar de una persona o de una cosa, pero, tratándose de personas sobre todo, no significa una característica inherente a ellas, como puede ser la fealdad, sino un estado circunstancial o incluso temporal de alguien o de algo. Así, una mujer no puede ser rascuache, sino vestirse o arreglarse de manera rascuache en un momento dado o por costumbre; algo se considera rascuache por su carácter poco refinado, poco o nada ajustado al buen gusto, como lo son las ejecuciones de las bandas de música de los pueblos mexicanos, que suelen ser incapaces de matizar su sonido, flexibilizar su ritmo e incluso lograr una afinación conjunta (un caso estereotípico de uso del adjetivo en español mexicano); la ropa puede ser de mala calidad o pobre sin ser rascuache; se juzga así cuando se la combina mal, cuando quien la lleva no atina a escogerla con gusto o con discreción, incluso si se trata de ropa cara o de buena calidad. Esta descripción, cuando se ajusta a las características de la definición lexicográfica, alcanzará también el carácter de perífrasis sinonímica del vocablo, pero no es su equivalente en lengua estándar. Todo lo contrario: si uno revisa el acervo de voces de la lengua estándar no encontrará un vocablo que le sea equivalente.21 Por las descripciones que ofrecen el DRAE 2001 y el DBM, un lector de ambos diccionarios podría concluir que rascuache y cutre son sinónimos; para precisar la discusión de esta idea, agregaré a la comparación la voz chafa: Chafa, marcado por el DRAE 2001 como coloquial y mexicano en su primera acepción, lo define como «de mala calidad» y agrega una acepción de El Salvador, como sustantivo masculino, «militar (hombre que profesa la milicia) y otra de Nicaragua, también como sustantivo, pero femenino: «broma (burla)». El DBM ofrece, sin marca alguna, «malo, de mala calidad, falso». Como no disponemos de diccionarios de El Salvador y Nicaragua que nos amplíen la información, me limitaré a tomar en cuenta sólo el significado mexicano. Con cutre, rascuache y chafa tenemos tres adjetivos no-estándares, de significados cercanos, que, a juzgar por las definiciones citadas, podrían considerarse sinónimos. Lo primero que resalta, como ya hemos visto, es el desacuerdo en las marcas que caracterizan el uso no-estándar de las tres voces: mientras el DRAE 2001 y el DUE2 hacen creer que cutre forma parte de la lengua estándar, y el DBM supone lo mismo en cuanto a chafa y rascuache, el DEA marca como coloquial y despectivo a cutre. Nuestro DEM marcará rascuache y chafa como coloquiales. Lo segundo que hay que considerar son las características de

21

Aquí vale la pena aclarar que el principio de capacidad de sustitución, que forma parte del método lexicográfico, es solamente una herramienta útil para comprobar la calidad de la definición, no un instrumento de «traducción» entre la lengua estándar y la no-estándar.

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la descripción del significado: las tres están hechas en lengua estándar, a base de una característica sustantiva: calidad, clase, apariencia, calificada mediante los adjetivos mala y poca, o mediante aparentes sinónimos: pobre, mezquino, tacaño, feo. Se podría concluir de ellas la sinonimia entre, por ejemplo, una mujer cutre, una mujer chafa y una mujer rascuache, un bar cutre, un bar chafa o un bar rascuache, una banda rascuache de música, una banda cutre de música, una banda chafa de música. La realidad es que cada uno de estos adjetivos tiene un significado insustituible en la expresión no-estándar. Si el DRAE 2001 afirma que se puede decir un bar, una calle, una ropa cutre, en español mexicano se puede decir un bar rascuache o chafa, pero resultaría extraño o difícil de interpretar si se dijera *una calle rascuache o chafa; una ropa puede ser chafa, pero no rascuache. Un bar rascuache se entenderá como un bar decorado con mal gusto y con objetos de buena o mala calidad, pero pretendidamente elegantes; un bar chafa será, en cambio, un bar de mala calidad; una ropa chafa, lo mismo. En cambio, un reloj Rolex chafa es un reloj falso; es decir, un reloj que no es legítimamente Rolex. De estos pocos ejemplos se desprende que la perífrasis sinonímica de la descripción del significado no es una «traducción» de la lengua no-estándar a la estándar, por la cual el vocablo no-estándar (o, en general, cualquier vocablo) queda sustituido por una expresión estándar. En una interpretación benévola de la clase de perífrasis sinonímicas o de agrupaciones sinonímicas de voces como las que se han ejemplificado, se podrá decir que los diccionarios que utilizan de esa manera la lengua estándar como lenguaje de descripción ofrecen medios de interpretación que ayudan a la comprensión de las voces en un texto, pero que no las describen, como haría falta en lexicología y en una buena lexicografía. peninsular y mexicana. La descripción debe ayudar a interpretar el uso del vocablo en su contexto, para que el lector comprenda adecuadamente su efecto significativo. Las definiciones citadas, tan poco capaces de deslindar las diferencias de significado entre vocablos cercanos, suponen también, vistas en profundidad, que el significado de una palabra tiene exclusivamente un valor designativo22 y no expresivo; por lo que basta con una palabra o una pequeña serie de palabras de la misma categoría gramatical que la definida, para que se complete la descripción del significado. Suponen también que la única designación «correcta» de un objeto de referencia es la del vocabulario estándar, y que el vocablo noestándar tiende a la imprecisión, al barbarismo o al solecismo. De ahí las costumbres de la lexicografía del regionalismo y de la lengua no-estándar. 22

He tratado este aspecto con mayor detenimiento en «Dos sentidos del diccionario», ponencia plenaria al XIV Congreso de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina, Universidad de Costa Rica, San José, febrero de 2002.

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En efecto: si la definición de cháchara es «conversación animada e insustancial», la de cutre es «pobre, mezquino, de mala apariencia», la de rascuache, «de poca clase, pobre, feo, de mala clase» y la de chafa, «malo, de mala calidad, falso», puede el lector suponer que cada uno de los adjetivos enumerados en las definiciones designan lo mismo: lo pobre, lo feo, lo mezquino, la mala apariencia, etc. Por el contrario, como ya se ha visto, el significado de esos vocablos es insustituible. Su valor significativo supera a la simple designación; por eso se utilizan. Si yo afirmo que «La historia del soldado», de Igor Stravinsky, con su economía de medios sonoros; con su recreación de una música sencilla y popular, es una obra «sublimemente rascuache», pues me recuerda la emoción de las bandas de música de los pueblos mexicanos, no intento designarla como «de poca clase, pobre, fea, de mala clase», sino que la comparo significativamente con una música popular, de medios sonoros pobres y poco o mal articulados, que aprecio y gozo. El adjetivo rascuache está lleno de significado; no es un simple equivalente extraño de los adjetivos utilizados en su definición. De allí se sigue que los tipos de definición que se utilicen para describir el vocabulario no-estándar no pueden reducirse a un racimo de posible glosas, sino que requieren otra clase de tratamiento. En efecto: la descripción lexicológica y la lexicografía en general necesita apartarse definitivamente de la simple glosa; el diccionario no puede ser un mero glosario, orientado a ayudar a sus lectores a formarse una pálida idea de lo designado por el vocablo, si lo que se busca es una descripción completa del valor significativo de cada voz. La descripción necesita recuperar el significado con todos sus matices, de los que no se puede separar la historia y la cultura, para que el vocablo aparezca en su unicidad insustituible. En términos generales, tal descripción puede hacerse elaborando un texto definitorio completo, en el que el vocabulario utilizado en él forme parte de las oraciones que construyen el texto y aproveche la plenitud semántica de la sintaxis de la lengua estándar. El texto definitorio tiene por objetivo una reconstrucción lo más exacta posible de todos los elementos de significación que dan al vocablo su valor único. Por eso la descripción a base de series cuasi-sinonímicas o, aun peor, a base de una sola palabra de la lengua estándar es una mala manera de lograr la descripción del significado. Pero la definición a base de textos completos, de valor perifrástico y sinonímico, no es por sí sola suficiente para lograr la descripción del vocabulario noestándar requerida. La descripción se completa con indicaciones precisas y abiertas de las colocaciones del vocablo en su contexto sintáctico común y con ejemplos del uso real de la palabra.

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Un vocablo coloquial mexicano como rascuache podría definirse de la siguiente manera: «Que tiene poca clase, es de mal gusto o combina sin la elegancia esperada los elementos de que está compuesto, tratándose de la apariencia o de la armonía de alguna cosa, o del aspecto de una persona». Podrían seguirla algunas colocaciones como un bar rascuache, una banda rascuache de música, un hotel rascuache. Después vendrían los ejemplos: «Lo que hay que contar para que la crónica se novele o al revés volteado. El güiri-güiri de costumbre, el rascuache rastacuerismo de los que nos gobiernan.»23 O «Primero la llevé a los almacenes más rascuachitos, por allá por Tacuba. Ninguno le gustó.»24 La lexicología, interesada por descubrir, ante todo, la estructura supuesta del léxico, está todavía muy lejos de poder dar cuenta del significado de cada vocablo de una lengua, de una manera documentada e inteligible para los hablantes, que son las dos condiciones mínimas para considerar que las descripciones son adecuadas. La lexicografía, por el contrario, comprometida históricamente con la inteligibilidad del léxico y con el valor de la documentación, es la disciplina lingüística más apta, hasta ahora, para proveer con esa clase de descripciones a la lingüística, pero es necesario someter a una crítica más profunda sus concepciones semánticas y sus procedimientos lexicográficos.

Referencias bibliográfícas Diccionarios citados: DBM (2002): Diccionario breve de mexicanismos. México D.F.: Academia Mexicana/Fondo de Cultura Económica. DEA (1999): Diccionario del español actual. Madrid: Aguilar. DEM (en prep.): Diccionario del español de México. DEUM (1996): Diccionario del español usual en México. México D.F.: El Colegio de México. DRAE (2001): Diccionario de la lengua española. Madrid: Real Academia de la Lengua/Espasa. DUE2 (1998): Diccionario de uso del español. Madrid: Gredos [2ª edición].

23 24

De un texto de la escritoria María Luisa Mendoza, «La China», incluido en el Corpus del español mexicano contemporáneo, del DEM. De una entrevista de Oscar Lewis en Antropología de la pobreza, incluida en el CEMC.

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Obras: BOHÓRQUEZ, Jesús Gutemberg (1984): Concepto de americanismo en la historia del español. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo. CARRISCONDO, Francisco Manuel (2001): La lexicografía en las variedades no-estándar. Jaén: Universidad de Jaén. CHOMSKY, Noam, (1957): Syntactic Structures. La Haya: Mouton. GARVIN, Paul (1964): «The standard language problem: Concepts and methods», en: D. H. Hymes, Dell H. (ed.): Language in Culture and Society. Nueva York: Harper & Row, 521-528. GUMBRECHT, Hans Ulrich (2002): Vom Leben und Sterben der großen Romanisten. Munich: Hanser. LARA, Luis Fernando (1990): Dimensiones de la lexicografía: A propósito del Diccionario del español de México, México D.F.: El Colegio de México. — (1999): «Normas lingüísticas: pluralidad y jerarquía», en: Español Actual 71, 13-20. — (2001): Ensayos del teoría semántica. Lengua natural y lenguajes científicos, México D.F.: El Colegio de México. — (2002): «Lengua histórica y normatividad», en: Homenaje a Luis Jaime Cisneros, t. I, Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 305-322. — (2004): «No ‘normas’, sino tradiciones», en: id.: Lengua histórica y normatividad. México D.F.: El Colegio de México, 71-93. LÓPEZ GARCÍA, Ángel (2001): Cómo surgió el español: Introducción a la sintaxis histórica del español antiguo. Madrid: Gredos. VACHEK, Josef (1967): A Prague School Reader in Linguistics. Bloomington: Indiana University Press. WEINREICH, Uriel (1962): «Lexicographic definition in descriptive semantics», en: Householder, Fred W./Saporta, Sol (eds.), Problems in Lexicography. Bloomington: Indiana University Press, 25-44.

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ASPECTOS TEÓRICOS Y METODOLÓGICOS DEL CONTACTO DE LENGUAS: EL SISTEMA PRONOMINAL DEL ESPAÑOL EN ÁREAS DE CONTACTO CON LENGUAS AMERINDIAS* AZUCENA PALACIOS ALCAINE Madrid

1. Introducción Las situaciones de contacto lingüístico más productivas en las que tiene lugar la influencia de una lengua sobre otra son aquellas que han gozado históricamente de una situación de bilingüismo estable, si bien el grado de bilingüismo oscilará dependiendo de factores socioculturales, políticos, económicos, etc. Los procesos de influencia lingüística pueden afectar no sólo al léxico sino también a los distintos niveles de la gramática de una lengua; así pueden verse implicados aspectos tales como el sistema pronominal, la marcación de casos, el uso de preposiciones, diferentes tipos de concordancia gramatical, la presencia o ausencia de artículos, la marcación de género, el orden de palabras, etc. En este sentido, Sara G. Thomason afirmaba que cualquier rasgo de cualquier lengua se puede traspasar a otra lengua.1 En esta investigación voy a tratar de acotar y perfilar algunos aspectos teóricos y metodológicos de la influencia de una lengua sobre otra; influencia que provocará una serie de cambios a los que consideraré, siguiendo, entre otros a Thomason (2001), como una clase especial de cambio lingüístico. El hecho diferencial de este tipo de cambio con respecto a otros es que éste tiene como motor causal la influencia directa o indirecta de una lengua sobre otra con la que está en situación de contacto. Para que esto se produzca tienen que darse * 1

Quiero agradecer a Klaus Zimmermann, a Marleen Haboud, a Angelita Martínez, a Ana Serradilla y a Ana Isabel García Tesoro los valiosos comentarios que hicieron a este trabajo. Conferencia pronunciada en el I Simposio Internacional sobre o Bilingüismo, Vigo 21-25 de octubre, 1997. Así consta también en su trabajo publicado en 2001.

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ciertas condiciones específicas en relación con los tipos y grados que caracterizan las situaciones de contacto lingüístico. En efecto, la sola contigüidad geográfica de las lenguas no es suficiente para proponer influencias de las lenguas indígenas sobre el español. El grado de conocimiento de la segunda lengua por parte de los hablantes y los factores socioculturales que rodean la comunidad desempeñarán un papel fundamental en la influencia lingüística que una lengua puede ejercer sobre otra (Thomason 2001). No obstante, y a pesar de que las investigaciones sobre el contacto de lenguas en el área hispanoamericana han avanzado cualitativa y cuantitativamente en los últimos años,2 las reformulaciones, parciales o totales, de los conceptos teóricos, y a veces sólo de la terminología, suponen divergencias conceptuales que confunden y diversifican el panorama teórico y metodológico de los estudios sobre contacto de lenguas. Es posible que las divergencias teóricas surjan porque las investigaciones parten de concepciones distintas para entender qué y cómo son las lenguas o, quizá, porque el debate se ha centrado excesivamente en qué tipos de elementos se pueden prestar de una lengua a otra y no sobre los propios procesos de préstamo, sobre las propias situaciones de contacto.3 Otros factores que han contribuido a que los estudios lingüísticos sobre contacto de lenguas no gocen aún de un marco teórico homogéneo son, por un lado, la escasez de trabajos de campo con informantes de esas zonas realizados con seriedad y rigurosidad, y, sobre todo, la falta de acotación del campo de estudio, esto es, no se ha considerado seriamente que las variedades de español de las zonas de contacto de lenguas son habladas por bilingües (de distinto tipo) y también por monolingües de español.4 En otras palabras, que la influencia de las lenguas amerindias aparece, aunque en menor grado cuantitativa y cualitativamente, en variedades de español donde las lenguas amerindias han dejado ya de hablarse (situaciones de sustrato lingüístico)5 de manera general o entre hablantes monolingües de áreas bilingües, que conviven con hablantes bilingües. 2 3 4

5

Véanse, entre otros, Autores Varios (1996), Escobar (2001), Granda (2001), Martínez (2000), Palacios (2001) o Zimmermann (1995). Para una revisión de estos términos en la bibliografía sociolingüística en lengua española, véase Granda (1994). Como ejemplo, véanse las clasificaciones que han surgido para las variedades de español en contacto con el quechua y el aimara: español andino, español de bilingües, interlengua, media lengua, etc.; tipología realizada en función del bilingüismo o monolingüismo de los sujetos, aplicadas, entre otros, en los trabajos de Muysken (1996), Escobar (1978) o Escobar (1988). Es cierto que algunos estudiosos han analizado las variedades de español donde la influencia de las lenguas amerindias tiene lugar sustratísticamente; sin embargo, no se han realizado, en general, análisis de hablantes bilingües y monolingües de español coexistiendo en las mismas zonas. Este tipo de metodología hubiera permitido poner de manifiesto la influencia real de las lenguas amerindias en el español de un área concreta.

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Es mi intención mostrar en este trabajo cómo es preciso tener en cuenta, además de los factores sociales y lingüísticos señalados por Thomason (2001) para delimitar el marco teórico de la lingüística del contacto (diferenciación de tipo de contacto, establecimiento de mecanismos de interferencia y consecuencias o efectos lingüísticos de esas interferencias), los siguientes aspectos teóricos y metodológicos: — considerar que los procesos de cambio inducido por contacto son generales y no particulares o aislados; — matizar el mecanismo de contacto que Thomason llama «negociación»; — establecer una tipología de bilingüismo de los hablantes que incluya una gradación desde los hablantes monolingües de lenguas amerindias a los monolingües de español, pasando por distintos grados de bilingües; tipología en la que el entorno bilingüe o monolingüe y el nivel de instrucción sean factores relevantes. Con el fin de alcanzar estos objetivos, examinaré los sistemas pronominales que se documentan en las variedades de español de las áreas andinas peruanas y ecuatorianas, paraguaya y de áreas bilingües tzutujil-español de Guatemala. Ilustraré, en definitiva, con ejemplos del español en contacto con el quechua, guaraní y lenguas mayas, la necesidad de incluir y perfilar los aspectos teóricos (y consecuentemente también metodológicos) que enumero en líneas anteriores en una teoría general del contacto de lenguas, tomando como modelo el marco teórico descrito en Thomason (2001). No hay que olvidar que en los procesos de contacto lingüístico la influencia de las lenguas en contacto es mutua, como apuntan entre otros Zimmermann (1995) o Palacios (2001); por tanto, sería deseable averiguar cuáles son los mecanismos y efectos que actúan en la dirección contraria, esto es, la influencia del español en las lenguas amerindias. Sólo cuando conozcamos estos procesos en su doble vertiente podremos establecer un marco teórico adecuado para tratar las situaciones de contacto. Por el momento, me he limitado a perfilar algunos aspectos teóricos del contacto de lenguas en una única dirección: la influencia de las lenguas amerindias en el español.

2. Los sistemas pronominales en las áreas de contacto hispanoamericanas Los estudios que se han publicado hasta el momento sobre el contacto lingüístico en áreas hispanoamericanas, y en concreto sobre los sistemas pronominales de las variedades de español en contacto con lenguas amerindias, ofrecen perspectivas

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locales en las que, si bien se proponían explicaciones basadas en los fenómenos de contacto, se concebían como actuaciones concretas en áreas concretas, esto es, como procesos particulares.6 El motivo de esto es, a mi juicio, que en las distintas áreas de contacto estudiadas se constatan distintos sistemas pronominales que funcionan de manera distinta, esto es, que muestran resultados lingüísticos distintos en los que la selección pronominal se hace a partir de parámetros distintos. El resultado es un mosaico pronominal diferente incluso en las mismas áreas de contacto. Un ejemplo llamativo al respecto lo ofrece la situación descrita para las áreas andinas de Ecuador y Perú, ambas bajo la misma influencia de la lengua quechua. Estas áreas muestran sistemas pronominales básicamente leístas en Ecuador, esto es, sistemas simplificados tendentes hacia una única forma pronominal le(s) sin especificación de género tanto para el objeto directo como para el objeto indirecto, y loístas en Perú. Entiendo en este contexto el «leísmo» como el uso de la forma pronominal le para objeto directo y «loísmo» como el uso de la forma lo para objeto directo, ambas formas sin distinción de género. Este sistema simplificado loísta tiende a establecer una forma pronominal para el objeto indirecto, le(s), y otra para el objeto directo, lo(s), ambas sin distinción de género. Algunos ejemplos de esta distribución de formas pronominales de objeto directo son los que aparecen en (1) para Perú, donde la forma pronominal de objeto directo es lo sin que ésta sea sensible al género o número de los referentes, y (2) para Ecuador, donde le es la forma pronominal de objeto directo elegida por los hablantes, insensible, en estos ejemplos, al género del referente : (1) a. El hombre campesino por ejemplo a la guitarra lo tiene como conciencia (Godenzzi 1986) b. A los de Huayranphue ... yo he ido a vacunarlo (Godenzzi 1986) (2) a. Le vi a la Rosa (Toscano 1953) b. El maíz, que le ponen a remojar (Palacios 2002) En definitiva, los dos sistemas pronominales parecen mostrar resultados lingüísticos completamente distintos para la pronominalización del objeto directo, lo que condiciona el hecho de que las explicaciones que se han dado para ambos sistemas no se pongan en relación, debido precisamente al resultado lingüístico divergente de ambos casos. Así, no se podía explicar, en absoluto, por qué estas áreas andinas, ambas bajo la influencia de una misma lengua indígena, tienen sistemas pronominales tan diferentes. 6

Véanse, entre otros, los trabajos de Calvo (1996-97), Caravedo (1996-97), Godenzzi (1986), Granda (2001) o Klee (1990).

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Básicamente, la bibliografía especializada describe los sistemas pronominales del español andino de la manera que expongo a continuación. Para Ecuador se proponen descripciones en las que predomina mayoritariamente un sistema pronominal simplificado en la sierra, que tiende hacia la invariabilidad pronominal, dado que se favorece la forma de dativo le tanto para el objeto indirecto como para el objeto directo, sin distinción de género, esto es, tanto para el masculino como para el femenino.7 Así, afirma Toscano (1953: 205) que el leísmo ecuatoriano es muy frecuente y está generalizado, que «la Sierra, con excepción de Loja, es leísta [...]. En la Sierra ecuatoriana se usan le y les como acusativos masculinos de persona y de cosa de una manera general [...]. En la Sierra se usa también el acusativo le-les referido al femenino, en vez de la-las». Por el contrario, piensa el autor que el empleo de lo que él llama lo neutro, y que consiste en el uso de lo como forma pronominal invariable para el objeto directo, es un fenómeno raro que apenas se registra y, en muchas ocasiones, aparece lexicalizado. Según esto, el pronombre le(s) sería la forma generalizada del sistema pronominal átono de tercera persona en la variedad serrana de Ecuador, por lo que ejemplos como los de (3) serían formas no marcadas: (3) a. Le vi (al niño) b. Le vi (a la niña) c. Le vi (al libro) d. Le vi (a la casa) Como puede apreciarse, la forma pronominal le no tiene restricciones semánticas, ya que su referente puede ser [+/- humano], [+/- animado]. García y Otheguy (1983) describen, para Quito, dos sistemas pronominales distintos atendiendo a la frecuencia relativa de uso de las formas pronominales empleadas. Según esto, habría un sistema pronominal «completo», que conoce tres formas pronominales (lo, la, le) y un sistema pronominal «parcial», que únicamente emplea dos formas (le, lo). La distribución de este paradigma simplificado sería la siguiente: para objeto indirecto se utilizaría exclusivamente la forma le; para el objeto directo, se utilizaría la forma lo para referentes masculinos y le para referentes femeninos o de «género desconocido». Éste sería el

7

Hay que decir que esta generalización, explícita en el estudio de Toscano Mateus, tiene alguna excepción, por ejemplo, el trabajo de García y Otheguy (1983), García (1990) o Palacios (2002), si bien, en general, se ha considerado que los sistemas pronominales andinos de Ecuador y Perú no tenían nada que ver entre sí.

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sistema que predominaría en Quito.8 Esto supone la existencia de distintos paradigmas pronominales incluso en la zona en que Toscano Mateus encontraba leísmo generalizado. En cuanto a la variedad de español andino peruana, ésta muestra un sistema pronominal que se ha descrito como tendente hacia la distinción casual, esto es, le para el objeto indirecto y lo para el objeto directo, ambas formas pronominales sin distinción de género. Esta tendencia hacia la simplificación del paradigma pronominal se documenta entre bilingües. Esta variación del sistema pronominal se ha puesto en relación con el carácter bilingüe o monolingüe de los sujetos (Escobar, Klee, Pozzi-Escot, Lozano, Calvo, Caravedo, entre otros) o con la clase social (Godenzzi). Algunos de los ejemplos que muestran la tendencia descrita arriba hacia la simplificación pronominal son los que aparecen en (4), todos ellos tomados de informantes bilingües:

(4) a. Hicimos construir una escuela en un lugar que ya no lo va a mover ni la naturaleza (Klee 1990) b. La secundaria lo realicé en el Colegio Belén (Klee 1990) c. Fui a ver la carretera. Ya lo habían arreglado (Pozzi-Escot 1975) d. Me lo comí todo el racimo (Pozzi-Escot 1975) e. En Lima en vez de utilizar la elle, lo utilizan la ye (Pozzi-Escot 1975) f. Lo dominan la lengua... lo dominan el castellano (Godenzzi 1990) g. Las medicinas lo compraron (Godenzzi 1990) h. Lo veía las armas (Godenzzi 1990) Ahora bien, junto a la simplificación del sistema pronominal conviven otros paradigmas en los que se aprecia la diferenciación de género en la forma pronominal de objeto directo, esto es, uso del sistema pronominal etimológico o distinguidor, cuyo patrón es el siguiente: le(s) para el objeto indirecto, lo(s) para objeto directo cuyo referente es masculino, la(s) para objeto directo cuyo referente es femenino.9 Lo más curioso del panorama de los estudios sobre sistemas pronominales en áreas de contacto hispanoamericanas es que se ha descrito un sistema leísta

8 9

Para un estudio detallado de los valores de las formas pronominales en cada sistema, véanse García y Otheguy (1983) y García (1990). Caravedo (1999) documenta también casos poco significativos de leísmo personal.

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similar al de Ecuador en una zona bilingüe que tiene el guaraní, una lengua amerindia no perteneciente a la misma familia lingüística del quechua, como lengua de contacto con el español: en Paraguay. En efecto, como el leísmo ecuatoriano, el leísmo paraguayo ha sido descrito como el rasgo más característico de esta zona,10 un rasgo que supone una caracterización del castellano paraguayo. Así, el sistema pronominal paraguayo, como el ecuatoriano, es un sistema simplificado que tiende a la invariabilidad pronominal hacia un único pronombre le tanto para el objeto indirecto como para el directo, aún cuando el referente muestre rasgos semánticos bien diferentes, como el género, el número o la animacidad. En un trabajo publicado en el año 2000 afirmo, a partir de un trabajo de campo con informantes paraguayos bilingües de español y guaraní, que la pronominalización de objetos directos se realiza, por lo general, mediante la forma le, sin que rasgos semánticos como el género o el número sean relevantes para la pronominalización de los referentes masculinos (singular y plural) y femeninos singular. Los referentes con los rasgos [-masculino], [-singular], por el contrario, tienen más restricciones para pronominalizar el objeto mediante la forma les, y lo hacen mayoritariamente mediante la forma las. Esta tendencia hacia la invariabilidad de le se muestra favorecida por individuos bilingües coordinados o simétricos con distinto grado de instrucción media y universitaria. Igualmente son los individuos procedentes de las zonas urbanas los que muestran un leísmo generalizado11. Algunos ejemplos de leísmo obtenidos de informantes bilingües coordinados de nivel de instrucción media, tomados de Palacios (2000) son:

(5) a. Isabel, tómale [la niña] b. Muchísimas veces estuvieron a punto de cambiarle de sitio y cada vez que intentaban cambiarle a la Virgen de sitio pues sucedía algo c. Solo una organización y muchos jóvenes apoyándole esa marcha campesina12 d. Siempre le estamos haciendo [la sopa paraguaya] e. Siempre vas y le saludas a tu padrino f. La policía le desalojó el lugar g. Ahora por ejemplo no le ve a los indios con pieles de animales

10 11

12

Véanse, entre otros, los trabajos de Granda, en especial el de 1982 y Palacios (2000). Como veremos en la sección 4, este sistema leísta, aunque mayoritario en el país, no es el único existente, ya que en estratos sociales bajos de zonas no urbanas los informantes bilingües muestran sistemas loístas. Entiendo que marcha campesina tiene el rasgo [+humano].

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h. En los Estados Unidos por ejemplo los norteamericanos le tienen como animales [a los indios] En los ejemplos anteriores aparece únicamente la forma pronominal le como pronombre de objeto directo, cuyo referentes es [-masculino] [+singular], como en (5 a, b, c, d); [+masculino] [+singular], el caso de (5 e, f) y [+masculino] [singular], como muestra (5 g, h).13 Tanto en Ecuador como en Paraguay este leísmo está muy generalizado, hasta el punto de que se considera norma prestigiosa entre las clases con instrucción universitaria. No hay que olvidar, no obstante, que este sistema prestigioso coexiste, en ambos casos, con otros sistemas pronominales, como el etimológico o distinguidor, igualmente prestigioso aunque minoritario. Para finalizar esta revisión de los sistemas pronominales de las variedades americanas de español en contacto con lenguas amerindias, describiré el sistema del español de Guatemala en contacto con lenguas mayas a partir de los trabajos de García Tesoro (2002) y (en prensa a y b). Afirma esta autora que en las zonas bilingües predomina un sistema pronominal simplificado similar al observado para los Andes peruanos, cuya característica principal es un sistema bicasual, en el que las formas pronominales no están especificadas para el género. El resultado es que el objeto indirecto se pronominaliza mediante la forma le y el objeto directo mediante lo. Este sistema simplificado está absolutamente generalizado entre individuos bilingües instrumentales cuya lengua materna es el tzutujil (en el 96,1% de las emisiones pronominales de objeto directo de su corpus aparece la forma simplificada lo); entre los bilingües simétricos o coordinados, la simplificación de las formas pronominales de objeto directo hacia lo llega hasta el 70,5%. Por el contrario, entre los monolingües de español inmersos en ambientes bilingües, la simplificación de las formas pronominales de objeto directo hacia lo alcanza sólo el 35,3%. Finalmente, el grupo de monolingües de español inmersos en ambientes monolingües tiene sólo un 8,6% de simplificación pronominal. Tomemos como muestra de esta simplificación pronominal algunos ejemplos de informantes bilingües instrumentales de tzutujil-español que esta investigadora incluye en su estudio:

13

En Paraguay está generalizada la elisión de objetos directos [-animados], por lo que éstos documentan una frecuencia de uso muy baja. Para un estudio exhaustivo de la elisión de objeto en español paraguayo, véase Palacios (1998).

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(6) a. Miraba a una persona ya grande, lo agarraba de la mano y lo besaba para saludar b. Me fueron a dejar a la escuela, pero yo no lo quería soltar a mi mamá c. Vienen catorce junto ahí mismo, y sortea su ropa y lo pone, pone d. Yo le traigo la foto mañana, ahí lo tengo En efecto, encontramos simplificación pronominal de objeto directo sin que existan restricciones semánticas, ya que los referentes son [+ humanos], como en (6 a, b) o [-animados] como en (6 c, d). En cuanto a la pronominalización del objeto indirecto, en (6 d) se aprecia el contraste entre le, como pronominalización del objeto indirecto, y lo, como pronominalización del objeto directo la foto. Según muestra la autora, tampoco existen restricciones sintácticas que restrinjan esta simplificación. Por el contrario, afirma que son ciertos factores externos que caracterizan al informante los que favorecen esta simplificación; factores como el bilingüismo o monolingüismo del informante, el tipo de bilingüismo y el ambiente bilingüe o monolingüe en el que vive.

3. La hipótesis Hasta ahora hemos revisado diferentes estudios publicados sobre áreas concretas que describen la influencia de las lenguas amerindias en los sistemas pronominales de las variedades de español habladas en esas áreas de contacto lingüístico. Se trata de estudios de lo que podríamos llamar «microcontacto», esto es, estudios locales que, en su mayoría, no guardan relación con fenómenos similares hallados en otras zonas de contacto, más allá de mencionarlos como referentes para postular la hipótesis del contacto de lenguas como explicación última de la variación lingüística encontrada. Sin embargo, estos procesos de cambio no se han explicado como parte de un único proceso general de cambio lingüístico inducido por contacto en español. Mi hipótesis es que los fenómenos de contacto suponen procesos generales de cambio, que tienen lugar de la misma manera y actúan en la misma dirección porque son procesos de cambio generales en los que actúan mecanismos similares, que dan lugar a efectos o consecuencias lingüísticas similares también. Se trata, por tanto, de procesos generales, no particulares, comunes a todas las áreas de contacto. Considerar esto así supone elaborar un análisis basado en una perspectiva teórica general que deja de estar subordinada a un contexto o área determinada. Es evidente que, para que este proceso general se dé en contacto con lenguas distintas, éstas tienen que estar bajo condiciones sociales y lingüísticas similares.

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Intentaré mostrar que esto es lo que ocurre cuando analizamos los distintos sistemas pronominales con algún grado de simplificación que se han descrito para el español de las áreas de contacto con lenguas amerindias en Hispanoamérica. Antes de abordar este análisis es preciso resaltar que estos sistemas simplificados no muestran un grado de simplificación del 100%, como ocurre con todos los sistemas pronominales de las distintas variedades del español, ya sean o no de áreas de contacto. Los sistemas que analizamos muestran una tendencia mayoritaria hacia la simplificación pronominal y mantienen un resto de variación, donde no hay simplificación pronominal, más o menos pequeño, cuyo análisis no es pertinente para los fines de este trabajo.14

4. El análisis Trazado el panorama de los estudios sobre los sistemas pronominales en las áreas de contacto hispanoamericanas, formularé mi hipótesis de manera específica: mostraré que el proceso de contacto es el mismo en todas las áreas estudiadas, por lo que se puede afirmar que estamos ante un proceso de cambio general que actúa de igual manera en las áreas en estudio y se manifiesta en tendencias similares, y esto es posible porque: a) en todas las áreas mencionadas se produce una situación de contacto lingüístico intensa; b) todas las lenguas que entran a formar parte de la situación de contacto tienen características estructurales similares que permiten que este proceso general tenga lugar: carecen de un sistema pronominal átono similar al del castellano, no gramaticalizan de manera obligatoria el género ni el número y no disponen de una distinción casual que se corresponda con el dativo y el acusativo castellanos; c) el castellano tiene variaciones internas que hacen que su sistema pronominal sea inestable (véanse las distintas variaciones pronominales descritas para la península15). En definitiva, todas las lenguas implicadas que influyen en el castellano, a pesar de sus diferencias tipológicas y su pertenencia a troncos lingüísticos diferentes, tienen características estructurales similares y, sin duda, cognitivas, al menos, en los rasgos implicados; esto es, que los rasgos implicados en el sistema pronominal, en la selección pronominal, son concebidos de manera similar en estas lenguas. Siguiendo mi hipótesis, sostengo que los rasgos implicados en este proceso de cambio general en los sistemas pronominales son: el caso, el género y el número. Este proceso general de cambio implica la neutralización de, al menos, uno de los rasgos mencionados, lo que produce un resultado lingüístico de simplifica14 15

Para un análisis detallado de la variación que muestran los sistemas pronominales andinos, véase Palacios (en prensa b). Véase, entre otros, los trabajos de Klein-Andreu (2000) y Fernández-Ordóñez (1999).

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ción del paradigma pronominal. Esto hace que estos sistemas pronominales de las áreas de contacto se diferencien de lo que ocurre en otras áreas en las que el contacto con lenguas amerindias no está presente (o lo está en menor intensidad), como las áreas costeñas de Lima o Guayaquil;16 áreas que muestran sistemas pronominales no simplificados, esto es, sistemas pronominales etimológicos o distinguidores en los que la forma pronominal le(s) es utilizada para referir al objeto indirecto (7a, b) y las formas lo(s), la(s) para el objeto directo (7 c, d). Estas formas pronominales distinguen, por tanto, el caso (dativo para el objeto indirecto y acusativo para el directo), el número (en ambos objetos) y el género (para las formas de objeto directo), de ahí su nombre de sistemas distinguidores. Veamos un ejemplo de este paradigma distinguidor: (7) a. María le(s) dio un regalo al niño, a los niños b. María le(s) dio un regalo a la niña, a las niñas c. María lo(s) vio (al niño, a los niños) d. María la(s) vio (a la niña, a las niñas) Volviendo a los sistemas simplificados de las regiones de contacto lingüístico en Hispanoamérica, afirmamos que los sistemas andino peruano y de la variedad de español en contacto con lenguas mayas en Guatemala son los más conservadores, ya que su simplificación pronominal procede de un proceso de cambio en el que aparece una tendencia hacia la neutralización de los rasgos de género y de número. En efecto, se neutralizan estos rasgos pero se mantiene la distinción de caso (recuérdense los ejemplos vistos en (4) y (6)). Esto quiere decir que su sistema pronominal se está reestructurando hacia un sistema bicasual, donde las formas pronominales son marcas de concordancia objetiva (de objeto directo e indirecto), cuya función es exclusivamente la marcación del objeto y de su función sintáctica, pero no la distinción del género (y en menor medida del número) del referente, como ilustra la tabla 1: Tabla 1. Sistema pronominal simplificado bicasual de marcación de objeto Objeto Indirecto Objeto Directo

16

Le

-----------

----------

Lo

Al menos por el momento, dada la intensa migración de las áreas de sierra a las de costa que se está produciendo en ambos países.

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Así, le será una marca de concordancia objetiva de objeto indirecto y lo lo será de objeto directo. Hay que decir, no obstante, que estamos ante una tendencia de reestructuración del paradigma pronominal; tendencia que se manifiesta mayoritaria en el caso de los hablantes bilingües, según lo describen los investigadores, pero que aún no se ha completado,17 y que coexiste con otros paradigmas pronominales, como el distinguidor, documentado su uso como una tendencia mayoritaria entre la población monolingüe. Los sistemas ecuatoriano y paraguayo son los más innovadores o radicales ya que muestran una fuerte tendencia hacia la simplificación pronominal mediante la neutralización de los rasgos tanto de caso como de género (y en menor medida el de número), por lo que su sistema pronominal se está reestructurando hacia la simplificación pronominal en un único pronombre le, que ha dejado de ser funcional puesto que no marca ya el caso o el género (y en menor medida el número), como muestra la tabla 2: Tabla 2. Sistema pronominal simplificado monocasual de marcación de objeto Objeto Indirecto

Le

Objeto Directo

Le

Es preciso observar que la simplificación de todos los paradigmas aquí analizados pasa también, en mayor o menor medida, por la elisión del clítico de objeto directo cuando el referente es [-animado]. En el caso del sistema paraguayo este proceso de elisión está generalizado, lo cual confirma que es éste el sistema más evolucionado.18 Mi propuesta, en definitiva, es que los rasgos semánticos que afectan a la selección pronominal (género, número y caso) están jerarquizados y que la neutralización de uno o varios no es aleatoria o anecdótica, sino que forma parte de un 17

18

En el caso de Guatemala, García Tesoro (en prensa a) ha constatado que esta tendencia hacia el sistema bicasual aparece tanto en monolingües como en bilingües, si bien con una frecuencia de uso divergente: en torno al 9% de los monolingües y al 90% en el caso de los bilingües instrumentales. En el caso de Perú, no se ha realizado un estudio con tipos de informantes distintos (monolingües y bilingües coordinados e instrumentales) y recuento de frecuencias de uso de las formas pronominales. Véase, en este sentido, el trabajo sobre la elisión de objeto en español paraguayo de Palacios (1998). García (en prensa b) constata elisión de objeto en el español de bilingües en Guatemala. Queda pendiente realizar un estudio sistemático y exhaustivo de la elisión de objeto en el sistema ecuatoriano, trabajo que estamos llevando a cabo en este momento, y en el sistema peruano andino.

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proceso general de cambio. Así, el primer rasgo que se neutraliza es el de género (y también puede afectar al número, aunque esta neutralización es siempre más inestable). El proceso general no se detiene en ese punto, sino que continúa en una nueva etapa de cambio que neutraliza el rasgo de caso. En definitiva, creo que la neutralización de estos rasgos gramaticales, que tienen como efecto lingüístico la simplificación del paradigma pronominal,19 se corresponde con las estructuras cognitivas que los hablantes importan de la lengua en contacto con el español (la lengua amerindia). Los cambios en el sistema pronominal —la reestructuración del sistema pronominal— inducidos por contacto permiten reajustes estructurales a los que subyacen estructuras cognitivas ajenas al español, con lo cual las formas pronominales reajustan igualmente su valor funcional: marca de caso objetivo para diferenciar dativo y acusativo, en los sistemas que sólo han completado la primera etapa del cambio versus marca de concordancia objetiva, en aquellos sistemas pronominales que han culminado la segunda etapa del cambio lingüístico. Esta jerarquización de los rasgos semánticos estudiados viene avalada por los estudios realizados sobre la dinámica de adquisición de estos rasgos en hablantes cuya lengua materna es el español —niños españoles en Aguado (2000)— así como en estudios sobre adquisición del español como segunda lengua. Según muestra Aguado, los niños españoles adquieren el paradigma pronominal de clíticos de tercera persona en etapas sucesivas, en «un desarrollo continuado de las funciones sintácticas de los clíticos» (Aguado 2000: 151) ya que adquieren en primer lugar la distinción de caso, (que implica la distinción de género) y posteriormente la de número. A su vez, Hernández Pina (1990: 277), señala que los niños menores de tres años adquieren antes los clíticos no marcados, esto es, lo y le exclusivamente, pero no así los femeninos ni plurales. En definitiva, propone una adquisición sucesiva para el sistema de clíticos, donde el caso sería el rasgo que primero se aprende; posteriormente el niño adquiriría los rasgos de género y número. Pueyo (1992: 269) también llega a la misma conclusión tras estudiar el comportamiento de los clíticos en niños bilingües en Los Ángeles. Así afirma que «los niños encuentran dificultades en codificar adecuadamente un referente mediante un clítico cuando el referente ha de ser marcado gramaticalmente en cuanto a género o número». A la misma conclusión llega Klee (1989: 407) en su estudio sobre bilingües con distinto grado de bilingüismo, que han aprendido el español como lengua segunda y tienen el

19

Es preciso insistir en que los procesos de simplificación son, en general, procesos de cambio lingüístico, esto es, tendencias que muestran los hablantes y no cambios definitivamente completados.

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quechua como lengua materna. Piensa esta autora que existe un orden de adquisición de los pronombres y que éste es el siguiente: lo que primero se adquiere es la distinción de caso, posteriormente la de número y de género. Igualmente, Calvo (1996-97), en su estudio del sistema pronominal del español andino peruano, propone una ley de mínimos donde jerarquiza la neutralización de los rasgos de caso, número y género en función del grado de bilingüismo del hablante. El trabajo de Lafford y Collentine (1987) muestra que los estudiantes que aprenden el español como lengua segunda, adquieren los rasgos de caso, número y género en etapas sucesivas y por ese orden. Se trataría, en su opinión, de una dinámica de adquisición universal. Por otra parte, parece un hecho constatado que en la organización interna de los paradigmas se establezcan jerarquías en las que el concepto de marcación de las categorías desempeña un papel fundamental (Bybee 1985). Se han propuesto así jerarquías de rasgos morfológicos en las que los rasgos prominentes serán menos marcados. Así, se propone que el plural es más marcado que el singular o el femenino que el masculino. En cuanto a la relación entre el acusativo y el dativo, determinar cuál es la categoría marcada resulta bastante complejo. Por un lado, siguiendo a Elvira (1998: 55 y ss.), dadas las características que permiten identificar categorías marcadas y no marcadas, aplicadas al dativo, podría pensarse que es el dativo la categoría no marcada. Éstas son las siguientes: a) es distribucionalmente menos restringido que el acusativo (éste exige mayor adyacencia al verbo), por lo que tiene mayor libertad de aparición o combinación (puede coaparecer con su referente con menores restricciones que el acusativo; b) su forma es más simple (no muestra diferenciación de género, sólo de número). Sin embargo, como afirma Fernández-Ordóñez (2001), el acusativo tiene mayor riqueza morfológica que el dativo, característica típica de las categorías no marcadas. Volviendo a la adquisición de las categorías en estudio, se establece que en el proceso de adquisición de las lenguas, las categorías no marcadas se adquieren antes que las marcadas, lo cual conduce, igualmente, a pensar que, si el niño adquiere primero la distinción casual en el paradigma pronominal, será ésta una categoría menos marcada que la de género o de número. En cuanto a la marcación interna de cada uno de los rasgos estudiados (género, número y caso), parece evidente que las categorías no marcadas de género, el masculino, y de número, el singular, son las que sirven como motor de extensión de los cambios, ya que inducidas por el contacto de lenguas, extienden su uso invadiendo las categorías marcadas correspondientes, el femenino y el plural, respectivamente, cuando se produce la neutralización de los rasgos en cuestión. Esto es, son las categorías marcadas las que primero desaparecen cuando se producen los cambios lingüísticos en el paradigma pronominal, cuando la simplificación

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de éste tiene lugar. En cuanto al caso, nos encontramos ante una situación teórica compleja, ya que hay argumentos a favor y en contra para considerar el dativo como una categoría marcada frente al acusativo. Lo que sí es evidente es que el dativo viene históricamente invadiendo ámbitos de uso del acusativo. Company (2001: 17) asegura que el dativo está invadiendo progresivamente el terreno del acusativo en castellano, en un proceso de cambio lingüístico que tiene lugar desde el español antiguo. Afirma en este sentido que el uso de las formas pronominales de dativo por las de acusativo puede entenderse como una clase de promoción del dativo, ya que éste ocuparía una posición más alta que el acusativo en una jerarquía implicacional.20 En este sentido, los cambios producidos por contacto en los sistemas más innovadores, Ecuador y Paraguay, que favorecen la extensión y generalización de la forma de dativo como resultado de la reestructuración del paradigma pronominal, estarían dentro de los patrones generales de cambio del sistema pronominal del español, inducido este cambio por un factor externo: el contacto con las lenguas amerindias.21 En definitiva, podemos afirmar: a) que la adquisición de estos rasgos tiene lugar en varias etapas sucesivas; b) que los rasgos que se adquieren en último lugar son los que se neutralizan primero, como ya había afirmado Kuryłowicz (1949). Así, los cambios analizados en estos sistemas pronominales de variedades de español en contacto con lenguas amerindias se producirían siguiendo pautas de adquisición universales, de cambio lingüístico general, lo que excluiría la independencia y particularización de los procesos implicados en cada zona de contacto, esto es, que sean simples transferencias aisladas entre lenguas, procesos sin interconexión alguna que obedecen a los mismos mecanismos. En efecto, los sistemas pronominales de las distintas zonas de contacto pueden haber culminado el proceso de cambio lingüístico, esto corresponderá a las variedades más innovadoras o radicales, o no haberlo culminado, por lo que se habrán quedado en la primera etapa. Así se explicaría el caso de Ecuador y Paraguay, que habrían culminado el proceso de cambio lingüístico, esto es, habrían reestructurado el sistema pronominal hasta la simplificación pronominal monocasual, por lo que ambas zonas muestrarían un leísmo generalizado.

20

21

Basa su argumentación en la tipología lingüística, y afirma que «there exists in many languages a migratory case behavior whereby prototypically high animacy cases, such as Dat, may extend their functions to serve the role of low animacy cases, such as Acc, but the inverse situation does not hold or is very rare» (Company 2001: 36). Los fenómenos del español peninsular conocidos como laísmo y loísmo inducen a pensar en extensiones del acusativo hacia el dativo, sin embargo, como reconoce Company (2001: 16), estos cambios son menos generales y no parece que se den casos de laísmo y loísmo sin leísmo en las distintas variedades de español.

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En cuanto a los casos de Perú y Guatemala, sólo habrían cubierto el primer estadio del cambio, de la simplificación pronominal, por lo que sus sistemas pronominales más evolucionados (aquellos que han experimentado la reestructuración mayoritariamente) neutralizarían el rasgo de género (y en menor medida el de número), pero no el de caso. Esto se manifestará en la aparición de un sistema bicasual de marcación de objeto como el que aparece descrito en la bibliografía especializada revisada. En definitiva, el proceso de cambio que desencadena la reestructuración del sistema pronominal es general y sucesivo, en dos etapas de aplicación que culminan en la invariación pronominal de los sistemas simplificados monocasuales, como ocurre en Ecuador o Paraguay. El gráfico siguiente muestra esta progresión en la reestructuración de los sistemas pronominales, es decir, en el cambio lingüístico inducido por contacto que han experimentado estos sistemas: Gráfico 1. Etapas del cambio lingüístico pronominal inducido por contacto ETAPA 1:

ETAPA 2:

Neutralización del rasgo de género (y número)

Neutralización del rasgo de caso

Sistemas pronominales bicasuales de Perú y Guatemala



Sistemas pronominales monocasuales de Ecuador y Paraguay

Queda aún por preguntarse por qué Paraguay y Ecuador han culminado el proceso y, sobre todo, cómo podemos saber que esta culminación no se ha hecho en una única etapa y que, por tanto, no sea un proceso general el que opere en todas las zonas y sí sean procesos locales distintos. Intentaré demostrar que esto no es así y que se trata de un proceso general de cambio. Creo que un argumento a favor de mi hipótesis es que encontramos en las áreas que he denominado más innovadoras, esto es, Paraguay y Ecuador, sistemas pronominales que sólo hayan culminado la primera etapa del proceso del cambio, sistemas que coexisten con los que sí han completado las dos etapas en la misma área. La coexistencia de estos patrones pronominales en todas las zonas, al menos en aquellas en las que están los sistemas más avanzados, es, en mi opinión, un argumento de peso para considerar que en estos sistemas ha tenido lugar un único proceso general de cambio lingüístico inducido por contacto. Es evidente que este proceso de cambio está condicionado por factores extralingüísticos.

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En efecto, a partir de trabajos de campo con informantes bilingües coordinados y monolingües de los Andes ecuatorianos y con bilingües coordinados paraguayos de la periferia de Asunción (Palacios 2000), pude comprobar que en estos países descritos como mayoritariamente leístas existían otros sistemas pronominales que seguían los patrones de cambio ya vistos para los sistemas peruanos o guatemaltecos. Los ejemplos que muestro a continuación han sido tomados de Palacios (2002) y Palacios (en prensa a) a partir de un trabajo de campo con hablantes bilingües coordinados de la sierra ecuatoriana, de Otavalo, y de monolingües de entornos bilingües que han perdido el quechua en dos generaciones en la zona de Quito (Palacios en prensa a). La tendencia mayoritaria de estos informantes es la neutralización del rasgo de género, pero no de caso, de sus paradigmas pronominales; esto es, la simplificación pronominal encontrada ya en los sistemas peruanos o guatemaltecos, como muestran los ejemplos de (8), tomados de ambos grupos: (8) a. Tenemos una casita de bloque, bueno los que tienen capacidad lo construimos con varilla b. Le ponemos gasolina [al muñeco] y junto a las doce en punto lo quemamos c. De la vaca lo hacen el caldo d. La chicha también lo hacemos En efecto, en estos trabajos se pone de manifiesto cómo la reestructuración que afecta a las formas pronominales aún no se ha completado, pues en la muestra recogida coexisten distintos sistemas pronominales que dejan ver una evolución desde los sistemas más conservadores, que mantienen la forma la para el referente femenino de objeto directo, hasta los menos conservadores, que han simplificado a un único pronombre lo las formas pronominales de objeto directo. Coexiste en la zona con este patrón pronominal menos innovador, el más avanzado que simplifica también el rasgo de caso, por lo que la única forma pronominal que aparece es le, tanto para objeto directo como indirecto. Se muestra también cómo esta reestructuración pronominal ha venido condicionada por las características de la lengua con la que está en una situación de contacto intenso desde hace siglos, el quechua.22 Los resultados del análisis muestran la coexistencia de distintos sistemas pronominales en el español de Quito y de Otavalo en una gradación en la que se contempla: a) el etimológico o distinguidor, que es el menos evolucionado; b) 22

Para un estudio en detalle del sistema pronominal de la sierra ecuatoriana, véase Palacios (2002) y (en prensa a).

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el sistema loísta, caracterizado por una tendencia mayoritaria de usos de la forma pronominal lo de objeto directo tanto para referentes masculinos como femeninos; c) el sistema leísta, el más evolucionado, caracterizado por la tendencia mayoritaria hacia un único pronombre le tanto para referentes masculinos como femeninos. En las tablas siguientes se documenta la frecuencia de uso de los usos pronominales de objeto directo de la muestra de Quito,23 lo que permite observar las tendencias mayoritarias de cada sistema mencionado: Tabla 3. Sistema etimológico (lo/la) de la muestra de Quito Le(s)

Lo(s)

La(s)

Referencia masc.

20,7% (35/169)

79,3%(4/169)

----------

Referencia fem.

20,9% (14/67)

13,4% (9/67)

65,7% (44/67)

Tabla 4. Sistema loísta (lo) de la zona de Quito Le

Lo

La

Referencia masc.

30,2% (19/63)

69,8% (44/63)

----------

Referencia fem.

16,3% (7/43)

76,7% (33/43)

7% (3/43)

Tabla 5. Sistema leísta (le) de la zona de Quito Le(s)

Lo(s)

La (s)

Referencia masc.

86,4% (76/88)

13,6%(12/88)

----------

Referencia fem.

78,2% (61/78)

1,3% (1/78)

20,5% (16/78)

Por lo que se refiere a la muestra de Otavalo,24 el análisis de Palacios (2002) permite concluir que se dan los mismos sistemas pronominales que aparecen en la muestra de Quito, esto es, el sistema etimológico, el sistema loísta y el sistema leísta, con unos porcentajes de frecuencia de uso de los pronombres de objeto directo también significativos, como se puede ver en las tablas 6, 7 y 8:

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La muestra se elaboró con informantes monolingües de español con instrucción media-baja, procedentes de ambientes bilingües y con instrucción media-alta de ambientes monolingües de español (para ver en detalle la metodología empleada en la elaboración de la muestra y la justificación y objetivos de la misma, véase Palacios (en prensa a)). La muestra se elaboró con informantes monolingües de español y bilingües de español-quechua (véase Palacios (2002) y (en prensa a)). La comparación de muestras de informantes

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Tabla 6. Sistema etimológico (lo/la). Muestra de Otavalo Le(s)

Lo(s)

La(s)

Referencia masc.

17,5% (11/63)

82,5% (52/63)

----------

Referencia fem.

23,4% (11/47)

2,1% (1/47)

74,5% (35/47)

Tabla 7. Sistema loísta (lo). Muestra de Otavalo Le(s)

Lo(s)

La(s)

Referencia masc.

23,5% (18/78)

76,9% (60/78)

----------

Referencia fem.

20% (11/55)

70,9% (39/55)

9,1% (5/55)

Tabla 8. Sistema leísta (le). Muestra de Otavalo Le(s)

Lo(s)

La(s)

Referencia masc.

69,1% (47/68)

29,4%(20/68)

1,5% (1/68)

Referencia fem.

75% (33/44)

13,6% (6/44)

11,4% (5/44)

Como se aprecia en las tablas anteriores, los sistemas simplificados, estos es, loístas y leístas, muestran una tendencia que consiste en la neutralización del rasgo de género del referente del objeto directo, de tal manera que el género no condiciona la selección pronominal mayoritaria a excepción, claro está, del sistema etimológico. Esto se materializa en una generalización paulatina hacia un sistema pronominal intermedio, loísta, que sólo neutraliza el rasgo de género o a un sistema innovador, el más evolucionado, que neutraliza tanto el rasgo de género como el de caso. En definitiva, los distintos sistemas pronominales que coexisten en las muestras de Quito y de Otavalo permiten entender la reestructuración de los sistemas pronominales que se están produciendo como un continuo en el que coexisten sistemas conservadores (etimológico, predominante en las áreas hispanoamericanas que no tienen contacto lingüístico intenso con lenguas amerindias) y sistemas más evolucionados que han neutralizado el rasgo de género y el de caso

monolingües y bilingües permite constatar la extensión del cambio lingüístico detectado en el sistema pronominal, que, trascendiendo una posible influencia del quechua en el español por adquisición de segunda lengua, se ha constituido en un rasgo significativo del castellano andino ecuatoriano en este caso. La causa última es, en mi opinión, la influencia indirecta del quechua en el castellano mediante el mecanismo de convergencia lingüística (Palacios (2002) y (en prensa a)).

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(leístas) con otros de evolución intermedia, esto es, que sólo han neutralizado el rasgo de género (loístas). En definitiva, lo que interesa destacar es que en las muestras estudiadas de Ecuador se documentan sistemas pronominales que han culminado el proceso de cambio general que estamos estudiando (leístas) junto a otros sistemas que se han quedado en la primera etapa del cambio general que estamos describiendo (loístas).25 En cuanto a Paraguay, podemos afirmar que se da una situación semejante a la encontrada en Ecuador, esto es, que junto al sistema pronominal simplificado más avanzado o innovador, que neutraliza los rasgos de género (y número), y caso, coexiste otro sistema pronominal menos avanzado o innovador, que neutraliza el rasgo de género (y número), pero no el de caso (en la muestra se documentan algunos casos poco significativos de leísmo de persona)26. En efecto, aún cuando el leísmo paraguayo está realmente extendido y predomina, sobre todo en los sociolectos medio y alto paraguayos y, fundamentalmente en la zona urbana, es preciso destacar la importancia y la novedad del fenómeno que aquí se documenta, y que permite establecer un patrón consistente menos innovador para ciertos sectores de la población paraguaya; patrón similar al ya visto para la zona peruana, ecuatoriana y guatemalteca. Algunos ejemplos de este sistema pronominal documentado entre hablantes bilingües de áreas periféricas o rurales y de instrucción media-baja son los siguientes: (9) a. El que puede se ha comprado una vaca en su época y lo va criando b. Cualquier persona que llevan a emplear lo emplean allí c. Lo vas a ver varias, varias mujeres d. La familia a lo mejor prepara un cerdito o un cerdo para matarlo en Navidad e. Ellos se ponen todas las plumas, todos sus collares, sus flechas y demás cosas, lo sacan fotos f. Allí hay muchísimos animales en el monte, muchísimos, entonces ellos van a cazar porque sabe que en un día o en dos lo matan 25

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Es preciso insistir en que en estas zonas de influencia lingüística indígena coexisten distintos sistemas pronominales, que se caracterizan por mantener algún grado de variación lingüística que se aparta de la tendencia mayoritaria. Hay que decir, sin embargo, que esta misma variación lingüística, por pequeña que sea, aparece en los distintos sistemas pronominales que se documentan en el español peninsular (Fernández Ordóñez (1999) y KleinAndreu (2000)) o en los sistemas etimológicos de zonas sin influencia indígena en Hispanoamérica desde el siglo XVI, donde se registran casos de leísmo inmersos en un patrón pronominal etimológico como muestra Company (1998 y 2002). Para un estudio del sistema pronominal del español paraguayo, véase Palacios (2000).

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g. La hierba por ejemplo lo hace mi padre en mi casa. h. Esa chipa de la que te hablé, pues lo hacen de todo. i. Vivían en chabolitas que lo hacían ello mismo. j. Las músicas alegrilla para bailarlo así. k. Un trabajo de diez personas, se van a hacerlo. En definitiva, los ejemplos anteriores permiten asegurar que en esta modalidad de español paraguayo predomina una tendencia hacia la neutralización de los rasgos de género y número de las formas pronominales en los objetos directos; tendencia que activa la aparición de una única forma pronominal lo, sin que esté condicionada por los rasgos de género o número del referente. Es muy interesante, por tanto, la coincidencia de resultados entre las distintas modalidades de español analizadas en este trabajo. Todo ello refuerza, en mi opinión, la hipótesis de un único proceso de cambio general inducido por contacto que afecta a los sistemas pronominales de las zonas de contacto estudiadas. El proceso general de cambio descrito en todas las modalidades de español en contacto con lenguas amerindias se puede ver de manera gráfica en el esquema siguiente: Gráfico 2. Etapas del cambio lingüístico pronominal inducido por contacto ETAPA 1:

ETAPA 2:

Neutralización del rasgo de género (y número)

Neutralización del rasgo de caso

Sistemas pronominales bicasuales de Perú, Guatemala, Ecuador y Paraguay



Sistemas pronominales monocasuales de Ecuador y Paraguay

5. Mecanismos del cambio lingüístico inducido por contacto: la convergencia lingüística La reestructuración de un fenómeno lingüístico como resultado del contacto con otra lengua debe realizarse mediante una explícitación exhaustiva de cuáles han sido los mecanismos que han permitido que este cambio lingüístico se haya producido. De esta manera, el tipo de contacto de lenguas debe perfilarse de acuerdo con las propuestas que sobre este tema se han realizado. En este caso, mostraré que el mecanismo de contacto que ha tenido lugar en los proce-

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sos de cambio inducido por contacto es el mismo en todas las áreas. Se trata de la convergencia lingüística, entendida ésta como fue definida primero por Gumperz y Wilson (1971) y matizada posteriormente por Granda (1994) y Palacios (1998 y 2001). Este mecanismo altamente productivo en las situaciones de contacto en Hispanoamérica permite explicar procesos que pueden afectar a los distintos niveles de la gramática de una lengua y en los que pueden verse implicados aspectos lingüísticos tales como el sistema pronominal, la marcación de caso, el uso de preposiciones, el uso de artículos, la marcación del género o el orden de palabras, entre otros. Los fenómenos de convergencia lingüística se caracterizan como un conjunto de procesos paralelos que desembocarán en el desarrollo de estructuras gramaticales comunes en las lenguas en contacto. Así, la existencia de estructuras o rasgos estructurales similares en dos lenguas A y B que coexisten en una zona determinada, posibilita la influencia de una sobre otra. Estos casos de convergencia desencadenan efectos lingüísticos como la variación de la frecuencia de un fenómeno lingüístico ya existente en la lengua influida, en este caso el español, la amplificación o simplificación de paradigmas, el aumento o la disminución de restricciones que actúan sobre un fenómeno, o la selección de un mecanismo frente a otras posibilidades que ofrece la lengua. Este mecanismo apenas está aventurado en el marco teórico que ofrece Thomason (2001). La autora sólo menciona este mecanismo como específico de uno más amplio que denomina «negociación», mecanismo vagamente definido, y no en los mismos términos que aquí se exponen, si bien la autora le concede un papel protagonista en los cambios inducidos por contacto debido a su productividad. En el caso que nos ocupa, el mecanismo de la convergencia lingüística parte del supuesto de que existen estructuras o rasgos estructurales comunes a ambas lenguas (español y lenguas amerindias); estos rasgos estructurales son: a) en cuanto al español, su sistema pronominal átono es bastante inestable y en determinadas variedades peninsulares (que no están en situación de contacto) ha experimentado variaciones o reestructuraciones en las que se ven implicados los rasgos de caso y género (los fenómenos conocidos como leísmo, laísmo o loísmo); b) por lo que respecta a las lenguas amerindias implicadas en los procesos de contacto lingüístico que estamos analizando (lenguas mayas, quechua27 y 27

Se podría extender igualmente al español hablado en las zonas bilingües español-aimara, por ejemplo, el español de Puno.

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guaraní) se caracterizan todas porque no gramaticalizan el género y/o el número de manera obligatoria; aquellas que tienen caso morfológico, como el quechua, no tienen una correspondencia con el dativo o el acusativo castellano; carecen de un sistema pronominal átono similar al del castellano. Esta situación permite que sean los rasgos de caso, género y número, inestables en ambas lenguas, los que experimenten una aproximación estructural, de tal manera que en el proceso de cambio inducido por contacto, las lenguas amerindias influyan en el español haciendo que sea la lengua influida, el español, la que aproxime su estructura a la de las lenguas amerindias. Este proceso de aproximación o convergencia tendrá como consecuencia la neutralización del género, del número y, finalmente, del caso en las formas pronominales; esto es, el efecto que experimentarán las variedades de español en contacto con las lenguas amerindias será el de la simplificación de su paradigma pronominal. Así, en estas variedades de español, se neutralizarán los rasgos de género, número e incluso de caso de las formas pronominales (dependiendo de las etapas del cambio en las que se encuentre cada variedad), adquiriendo así estas variedades de español características similares a las de las lenguas amerindias en los fenómenos estudiados. Hay que resaltar que la tendencia de cambio se ha producido de manera paralela o convergente con la dinámica del cambio del castellano, en el caso de la neutralización del caso, dado que la simplificación del paradigma supone una invasión del dativo en el ámbito de uso del acusativo, lo que ya había señalado Company (2001) como característico del español. Esto reafirma la hipótesis de que el mecanismo de cambio que actúa es la convergencia lingüística y no otro. Este mecanismo de la convergencia lingüística se ha mostrado muy productivo como explicación de numerosos fenómenos de contacto lingüístico y, en el caso que nos ocupa, permite explicar de manera satisfactoria los procesos de cambio generales que aquí tratamos. En definitiva, las variedades de español en contacto con las lenguas amerindias han experimentado cambios estructurales que obedecen a la influencia de estructuras cognitivas subyacentes en estas lenguas. Las categorizaciones semánticas en ambas lenguas han interactuado de tal manera que se han llegado a eliminar distinciones funcionales en la lengua objeto (el español), no esenciales para la lengua fuente (las lenguas amerindias). Así, la influencia de una concepción cognitiva en una lengua A sobre una lengua B desencadena consecuencias estructurales en la lengua B. Estas consecuencias estructurales han dado como resultado una reorganización o reinterpretación de los contrastes que subyacen al sistema pronominal, esto es, una recategorización cuyos efectos, la simplificación del paradigma pronominal, son fruto del proceso general de cambio lingüístico inducido por contacto que ha tenido lugar en estas áreas.

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6. Factores externos que influyen en los cambios inducidos por contacto Para finalizar, quisiera aludir, aunque sea brevemente, a la importancia que supone en una teoría de contacto lingüístico contemplar cómo los factores externos son esenciales para entender los procesos de cambio lingüístico inducidos por contacto. Así, mostraré que, además de los factores sociales y lingüísticos señalados por Thomason (2001) para delimitar el marco teórico de la lingüística del contacto (diferenciación de tipo de contacto, establecimiento de mecanismos de influencia y consecuencias o efectos lingüísticos de éstas), deben tenerse en cuenta igualmente dos factores externos relevantes, que permitirán comprender mejor los procesos generales de cambio lingüístico inducido por contacto: a) nivel de instrucción (muy ligado, en general, a la clase social); b) la situación de monolingüismo o bilingüismo de los hablantes. Esta investigación sólo se ha podido llevar a cabo por la importancia que ha supuesto contar con datos novedosos para las zonas de bilingüismo de Ecuador y Paraguay, datos que dibujan un panorama más complejo del propuesto por la bibliografía especializada para esas zonas y que permiten establecer relaciones más estrechas entre los procesos de cambio lingüístico inducido por contacto entre los sistemas pronominales de las áreas en estudio. Ahora bien, esos trabajos de campo se hicieron teniendo en cuenta variables sociales como el carácter monolingüe o bilingüe del informante, su nivel de instrucción y la procedencia de un ambiente monolingüe o bilingüe, aunque desgraciadamente no se pudo contar con hablantes que tuvieran distinto grado de bilingüismo, ya que todos los bilingües encuestados eran bilingües simétricos.28 Por el contrario, el trabajo de campo llevado a cabo por García Tesoro29 en Guatemala, se hizo teniendo en cuenta el grado de bilingüismo del informante, además del entorno bilingüe o monolingüe en el que los informantes desarrollaban sus redes sociales, lo que ha repercutido favorablemente en una explicación de los cambios lingüísticos inducidos por contacto que estudia la autora. En definitiva, sólo si se realizan trabajos de campo donde se tengan en cuenta estos factores sociales, se podrá llegar a entender mejor los procesos de cambio lingüístico inducidos por contacto. En mi opinión, el factor aprendizaje defi-

28

29

El objeto de esta investigación es constatar cómo en las áreas tradicionales de contacto lingüístico coexisten distintos sistemas pronominales y cómo pueden explicarse mediante procesos de cambio lingüístico inducido por contacto. Para un estudio detallado de las diferencias registradas en los sistemas pronominales de bilingües y monolingües y su nivel de instrucción véanse Palacios (2002) y (en prensa a). García Tesoro (2002), (2003) y (en prensa a y b).

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ciente o completo propuesto por Thomason (2001) como elemento esencial para delimitar el tipo de influencia (préstamo o interferencia) es claramente insuficiente para explicar estos complejos procesos de cambio inducido por contacto. Creo que la escala de bilingüismo que presento a continuación permite entenderlos mejor. He de decir que, por el momento, me contento con incluirla aquí como un elemento fundamentalmente metodológico para la teoría de contacto lingüístico, ya que sólo la realización de análisis posteriores que incluyan esta escala de bilingüismo en su metodología para elaborar los trabajos de campo permitirá establecer su pertinencia teórica también. En definitiva, debe establecerse una tipología donde se incluya el grado de bilingüismo de los hablantes, su forma de aprendizaje de la lengua en estudio, su nivel de instrucción y el ámbito bilingüe o monolingüe en el que establecen éstos sus redes sociales, ya que estos factores condicionan, sin duda, su variedad de español. En cuanto al grado de bilingüismo, éste, en mi opinión, debe comprender los siguientes estadios: desde un grado incipiente de bilingüismo, donde el aprendizaje del español es básicamente instrumental, al monolingüe español. En los primeros estadios habrá mayor inestabilidad lingüística y mayor divergencia de usos. Por el contrario, en los últimos estadios habrá menor inestabilidad y menor divergencia de usos con respecto a la norma estándar del español. La escala es la que presento a continuación: Escala de bilingüismo (simplificada) - estabilidad, + divergencia Monolingüe lenguas amerindias







Bilingüe incipiente (funcional)







Bilingüe consecutivo (adquisición de la segunda lengua no completa) ⇓

⇓ ⇓

Bilingüe simultáneo o simétrico







Monolingüe español

⇓ + estabilidad, - divergencia

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La definición de cada estadio debe hacerse en función del aprendizaje formal o informal del español por parte del individuo y de la etapa vital en la que lo aprendió. El factor del aprendizaje formal o informal del español está estrechamente vinculado al nivel de instrucción de cada informante. Así, caracterizaré al bilingüe incipiente o funcional según los parámetros siguientes: habrá aprendido español cuando ya era un adulto y de manera informal; su competencia de la gramática española no es completa sino que está reducida a ciertos dominios relacionados con el trabajo o el intercambio comercial; las redes sociales en las que se ve inmerso se extenderán mayoritariamente entre ambientes monolingües de lenguas amerindias, tan sólo tendrá contactos esporádicos o marginales con hablantes monolingües de español. En cuanto al bilingüe consecutivo, se caracterizará por un mayor dominio del español, si bien éste lo habrá aprendido con posterioridad a la adquisición de su lengua materna, la lengua amerindia, y lo habrá hecho de manera informal. Su nivel de instrucción será bajo y sus redes sociales, aunque mayoritariamente se establecerán entre población de lengua materna amerindia, también podrán darse entre individuos cuya lengua dominante sea el español. Por lo que respecta a los bilingües simultáneos o simétricos, se caracterizarán por tener competencia completa de ambas lenguas, ambas aprendidas desde la infancia. En cuanto al aprendizaje del español, cuando éste se efectúe de manera formal indicará que el nivel de instrucción es medio o alto. El bilingüe simétrico se caracterizará por tener redes sociales mayoritarias en entornos monolingües de español. Según esta caracterización de los grupos establecidos, la competencia lingüística de español, el nivel de instrucción y las redes sociales en entornos bilingües o monolingües en que se desarrolla el individuo son factores esenciales que influirán en su variedad hablada de español. Esta escala, en definitiva, permite documentar la complejidad lingüística de las áreas en situación de contacto intenso (histórico y actual) como Perú, Ecuador, Paraguay o Guatemala, según hemos visto y elaborar muestras de habla más acordes con la realidad sociolingüística de cada zona. Esta escala es útil, en mi opinión, para entender mejor la extensión de las tendencias registradas en los procesos de cambio inducido por contacto. Sirve, de igual manera, para documentar el alcance y la dirección de cualquier cambio lingüístico inducido por contacto. En la actualidad trabajo en comprobar cómo esta escala de bilingüismo funciona en relación con rasgos característicos del español andino como las discordancias de género y número y el orden de palabras. Los rasgos más marcados, más alejados de la norma estándar del español ecuatoriano estarían presentes en los grupos de bilingües incipientes y consecutivos de manera más rotunda en

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términos de frecuencia de uso que en los grupos de bilingües simultáneos y monolingües de español, que, de tenerlos, sería en un porcentaje mucho menor. Esto es, los rasgos más alejados de la norma estándar del español ecuatoriano, más estigmatizados, estarían presentes en los grupos de bilingües incipientes y consecutivos, pero no en los otros. Y esto no sería una cuestión individual sino social. En definitiva, incluir una tipología de bilingüismo no es en sí mismo algo novedoso, ya que, como se ha mencionado, algunos especialistas ya han recogido, de manera teórica, la necesidad de estudiar distintos tipos de informantes bilingües, si bien en el desarrollo de sus investigaciones se echa en falta adecuar esta tipología a los trabajos de campo. Lo novedoso de mi propuesta radica en el intento de adaptar esta metodología concreta a las cuestiones teóricas que favorezcan la creación de un marco teórico útil para permitir el estudio sistemático de las diferentes situaciones de contacto lingüístico.

6. Conclusiones Para terminar, quisiera recoger brevemente las aportaciones más significativas de este trabajo. En primer lugar, creo haber apuntado algunas aportaciones teóricas relevantes para entender los procesos de cambio como generales y no particulares, y lo he demostrado con el estudio de los distintos sistemas pronominales que se han descrito para las zonas de contacto lingüístico hispanoamericanas. En segundo lugar, he delimitado y perfilado el mecanismo de convergencia lingüística, dentro de lo que llama Thomason (2001) mecanismo de negociación, concepto central en su marco teórico, pero vagamente definido. He mostrado, así, cómo el mecanismo de la convergencia lingüística permite explicar cómo se han producido los cambios lingüísticos en los sistemas pronominales de las áreas hispanoamericanas del contacto y cómo éstos han seguido una dirección convergente con las características estructurales de ambas lenguas. Por último, he hecho algunas aportaciones metodológicas para realizar trabajos de campo, ya que sin ellos no será posible la comprensión de los fenómenos lingüísticos que tienen que ver con el contacto de lenguas. La carencia de estudios lingüísticos sobre áreas de contacto en Hispanoamérica basados en trabajos de campo exhaustivos y sistemáticos es un factor primordial en el desconocimiento que hay sobre la mayoría de estas áreas. Estas aportaciones metodológicas, y también teóricas, tienen que ver con una concepción del cambio inducido por contacto en la cual los factores sociales desempeñan un papel esencial.

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II. Particularidades: Estudios de caso

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REFLEXIONES SOBRE EL LLAMADO ANDALUCISMO DEL ESPAÑOL DE AMÉRICA VOLKER NOLL Münster

1. Introducción y terminología Las semejanzas entre las variedades costeras del español de América y de Andalucía se notaron ya mucho antes de que comenzara la discusión científica acerca del andalucismo1. El primer testimonio a este respecto fue el del obispo Lucas Fernández de Piedrahita quien, en 1666, hizo referencia a la pronunciación de los habitantes de Cartagena de Indias. En su Historia general de las conquistas del Nuevo Reino de Granada, publicada en 1688, dice: [...] los nativos de la tierra, mal disciplinados en la pureza del idioma español, lo pronuncian generalmente con aquellos resabios que siempre participan de la gente de las costas de Andalucía, […] (libro III, cap. III; según Rosenblat 1984: 171).

Asimismo, Antonio de Alcedo nos advierte que su Vocabulario de las voces provinciales de América contiene palabras de España «y especialmente de Andalucía» (1789: 259). Sin embargo, el Vocabulario no es un repertorio de andalucismos. Por eso, el testimonio de Alcedo parece más bien reflejar una generalización que tiene su origen en el propio fonetismo andaluz, dado que ni la morfosintaxis ni el léxico del español de América han demostrado ser especialmente andaluces. Aun cuando el loísmo y el uso no deferencial de ustedes en Hispanoamérica parezcan armonizar con el andaluz, hay que tener en cuenta que el paralelismo actual de tales características no permite establecer ninguna conexión sin que la evolución de los fenómenos coincida con ellas2. En

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Para informarse de la historia del debate más en detalle, véanse Rosenblat (1984), Fernández-Sevilla (1987), Guitarte (1991a), Del Valle (1998). En cuanto al loísmo, que prevalece en casi toda Hispanoamérica, cabe señalar que refleja el uso etimológico (carencia de innovación). – La sustitución de vosotros por ustedes, acom-

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cuanto al léxico, las repetidas afirmaciones sobre la influencia del andaluz nunca han sido comprobadas por estudios especializados3. Por lo tanto, las particularidades evocadas acerca del andalucismo conciernen básicamente a la pronunciación. Las características históricamente relacionadas con el andaluz son el seseo, la /s/ predorsal, el yeísmo, la debilitación de la /s/ implosiva, la neutralización de /r/ y /l/ implosivas, la aspiración de /x/ [h] y la pérdida de /d/ en posición intervocálica. A esto se podría añadir la abertura vocálica en final de palabra que es la consecuencia de la pérdida de la /s/ final4. Ante la extensión del seseo y del yeísmo, sobre todo, parecía obvio establecer una relación causal entre la génesis del español de América y la proveniencia de los hablantes. En consecuencia se planteó la pregunta de una colonización principalmente oriunda de Andalucía. Asimismo Rodolfo Lenz (1893), que esbozó la primera teoría acerca de la formación del español de América, era perfectamente consciente de la cuestión. Si descartó la posibilidad de una influencia andaluza predominante en Chile en favor de su teoría indigenista, es porque, al principio, los datos que tenía a su alcance subrayaban más bien una inmigración mayoritaria del norte de España. Pero sobre todo, no se explicaba la repartición variada del yeísmo en Hispanoamérica, es decir la [j] encontrada en Chile frente a la conservación de /¥/ en el Perú. Se debe a Max Leopold Wagner (1920) haber aclarado, en este contexto, que existe una relación más estrecha entre el andalucismo de las islas y tierras costeras frente a las variedades en las regiones interiores5. De esta manera, Wagner resolvió el problema que se le había presentado a Lenz, dado que el yeísmo de Chile refleja el desarrollo lingüístico de las tierras bajas, mientras que la /¥/

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pañado del verbo en la tercera persona (uso de la Andalucía oriental, mientras que la parte occidental distingue Uds. vais y Uds. van), es el resultado de una convivencia de formas que duró hasta el siglo XIX (en Argentina). Al iniciarse la colonización de Hispanoamérica, el uso de vosotros todavía no se había consolidado en la Península. Véase Moreno de Alba: «[…] no hay razón para pensar que los andalucismos del español americano resulten más fáciles de determinar que los meridionalismos actuales del castellano» (1991: 101). A este respecto, Galmés de Fuentes habla de «la casi identidad entre el castellano y el subdialecto andaluz» (1967: 323), lo que explica los problemas de diferenciación. Concluye Moreno de Alba en su estudio:»[…] no parece darse una importante semejanza entre el vocabulario andaluz y el americano […]» (1991: 115). Como la abertura está sujeta a influencias metafónicas, de modo que no puede ser considerada estrictamente sistemática, no se trata de un «desdoblamiento fonológico». En España, es una peculiaridad de la Andalucía oriental. En este contexto, cabe señalar que la distinción de tierras marítimas y tierras interiores que utiliza Menéndez Pidal en «Sevilla frente a Madrid» (1962: 142) se remonta a Wagner.

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conservada en el Perú depende del estado de la lengua en las tierras altas6. Wagner estaba convencido de que, durante los dos primeros siglos, los colonos provenían principalmente del sur de España. En su opinión, las regiones costeras, es decir las Antillas, las costas atlánticas de México y de Colombia, el litoral de Venezuela y de Argentina, y, con reservas, Chile, estaban sujetas a la influencia lingüística del sur de España por haber sido pobladas más pronta e intensivamente. En cambio, en las regiones interiores de México, de América Central, de Colombia, de Venezuela así como en Ecuador, Perú y Bolivia, el español tardó en consolidarse, lo que, según Wagner, se debió también al número reducido de colonos blancos. Además, Wagner detalló que el andalucismo propiamente dicho no implicaba sólo las variedades andaluzas, sino también las extremeñas. Por eso habla de un grupo andaluz-extremeño (1920: 292). En una carta que dirigió a la entonces recién fundada revista americana Hispania en 1918, Ramón Menéndez Pidal había expresado la misma opinión: El grueso de las primeras emigraciones salió del Sur del reino de Castilla, es decir de Andalucía, de Extremadura y de Canarias, por lo cual la lengua popular hispanoamericana es una prolongación de los dialectos españoles meridionales (Menéndez Pidal 1918: 5).

Las investigaciones estadísticas de Peter Boyd-Bowman confirmaron el hecho demográfico, destacando el predominio de Sevilla así como el de las provincias de Huelva y Badajoz en el siglo XVI (1976)7. Ante este resultado, comprobamos en primer lugar que el debatido andalucismo del español de América y la referencia habitual al andaluz conllevan, desde hace mucho tiempo, una generalización o imprecisión terminológica que se impuso a lo largo de la discusión por mera tradición o comodidad. Sin embar-

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La distinción tradicional de tierras bajas y tierras altas fue utilizada por Pedro Henríquez Ureña (1921: 358). Éste explicó también el principio del consonantismo estable y del vocalismo inestable en las las tierras altas frente a la situación contraria en las tierras bajas. No entraremos a discutir la importancia del contingente canario que, según los resultados de Boyd-Bowman, parece marginal, aunque es probable que muchos colonos de Canarias no fueran registrados en Sevilla. Sin embargo, debido a la conquista y, en consecuencia, a la colonización tardía de las islas principales del archipiélago a finales del siglo XV, dudamos que, poco después, el español canario pudiera afirmarse tan pronto en la formación del español de América como factor lingüístico independiente e identificable. Por eso es más oportuno ver en el canario una extensión de las zonas meridionales. Como comentó Diego Catalán: «El nacimiento de una koiné lingüística en el Nuevo Mundo tiene su perfecto paralelo en la formación de un español canario» (1958: 240).

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go, esto no debería ser suficiente para mantener un término inadecuado: la referencia al andalucismo de América deja de lado Extremadura, patria de más de uno de los conquistadores y colonos, mientras que incluye forzosamente la Andalucía oriental, apenas implicada por la fecha tardía de su reconquista. Es precisamente con vistas a dicha orientación regional por lo que Diego Catalán prefiere caracterizar los rasgos «andaluces» de sevillanismos (1958: 70). En el fondo, la cuestión no es ni de andalucismo ni de sevillanismo. Se trata más concretamente del supuesto meridionalismo occidental del español de América.

2. Los rasgos meridionales, entre el andalucismo y el antiandalucismo Con respecto a las particularidades meridionales, cabe distinguir los rasgos más comunes del español de América de aquellos que son típicos de las tierras bajas propiamente dichas. Como rasgos comunes se identifican fácilmente el seseo y la /s/ predorsal que se condicionan en su mayoría8. Las características relacionadas con el sur de España, sobre todo, son la aspiración y la pérdida de /s/ implosiva, la neutralización de /r/ y /l/ implosivas, la aspiración de /x/ [h] y la pérdida de la /d/ intervocálica9. En cuanto al yeísmo, la clasificación parece menos evidente. ¿Es posible que se trate de un meridionalismo, aunque actualmente esté asimismo extendido en el norte de Cantabria y en Castilla? En Hispanoamérica, las cosas tampoco parecen más claras. Aunque Hispanoamérica es en su mayoría yeísta, existen grandes áreas donde se conserva /¥/. Es cierto que en Bolivia el mantenimiento de /¥/ corresponde a la clasificación de las tierras altas; Paraguay y las provincias del nordeste argentino, sin embargo, forman parte de las tierras bajas. Esta contradicción muestra que, para la descripción del consonantismo, la distinción de tierras marítimas y tierras interiores es más propicia que la terminología tradicional de tierras bajas y tierras altas. Pedro Henríquez Ureña, que es el representante más decidido del antiandalucismo, advirtió justamente la distribución heterogénea de /j/ y /¥/ en Hispanoamérica para negar la posibilidad de una influencia meridional decisiva (1930: 279). En el fondo, el investigador dominicano rechazaba sobre todo

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La /s/ apicoalveolar se limita principalmente a Antioquia (Colombia) así como al altiplano de Bolivia y del Perú. Nótese que la aspiración de h- que, hoy en día, se oye en Extremadura así como en el oeste y el sur de Andalucía correspondía a la norma toledana en el siglo XVI.

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la generalización que implicaba la teoría andalucista. Henríquez Ureña opinaba que la formación de los rasgos americanos parecidos a los del sur de España era paralela e independiente, alegando que la diferenciación se debía a «las diferencias del clima, diferencias de población, contactos con diversas lenguas indígenas, diversos grados de cultura, mayor o menor aislamiento» (1921: 358359). No tiene mayor importancia que uno de sus motivos fuera tal vez el hecho de ser hispanoamericano, a parte de estar influenciado por la generación del Centenario de la independencia (cf. Guitarte 1991a: 39ss.). En todo caso, su punto de vista no puede ser reducido al mero antiandalucismo, debido a que incluye un aspecto moderno que la crítica de Guitarte no tuvo en cuenta. Con el rechazo de las generalizaciones lingüísticas, Henríquez Ureña ya había superado modelos explicativos monocausales, según los cuales la formación de las lenguas románicas, por ejemplo, dependía decisivamente o bien del substrato (Carlo Merlo), o del superestrato (Walther von Wartburg). De igual modo, a partir de los años sesenta, los criollistas solían reducir la formación del español del Caribe a la presencia del elemento africano, negando más o menos su índole meridional (cf. Noll 2001a). Los criterios enumerados por Henríquez Ureña, en cambio, ya hacen pensar en el modelo de la convergencia de los factores, el que hoy en día se llama también causación múltiple (cf. Granda 1991: 43). Por lo demás, Henríquez Ureña no sólo alegaba los factores que, según él, influyeron en la formación del español de América, sino que también se apoyaba en sus investigaciones demográficas (1931), las cuales parecían indicar nuevamente un predominio del norte de España en la colonización. Por su lado, Amado Alonso (1953), que compartía el punto de vista de Henríquez Ureña, destacó que los testimonios americanos del seseo y del yeísmo eran anteriores a los hallados en España. A continuación, fueron principalmente Diego Catalán (1956-57, 1958), Ramón Menéndez Pidal (1962), Rafael Lapesa (1964) y Antonio Frago Gracia (1994) los que aclararon la cronología de los hallazgos en favor de la Península, mientras que Peter Boyd-Bowman documentó en sus estadísticas el predominio de la inmigración del suroeste de España en el siglo XVI (1956, 1976). El conjunto de estos factores parecía determinar por fin la victoria de la fracción andalucista. Es cierto que la mayoría de los trabajos lingüísticos actuales consideran que el principio de la teoría andalucista es correcto. La rígida polémica de pro y contra ha finalizado, ya que todos admiten la variedad de los factores que influyeron en la formación del español de América. En vez de considerar como su base el andaluz, se detalla que ésta es más bien una koiné que se constituyó a partir de las variedades peninsulares implicadas. Dicha koiné es el resultado de la nivelación

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de las variedades transplantadas en los procesos de koinización y reestructuración. Entre los factores formativos se destacan asimismo los que había enumerado Henríquez Ureña (véase arriba), lo que muestra que ahora, por el cambio de perspectiva, las posiciones de Wagner y de Henríquez Ureña se completan mucho más que se contradicen. Además, se toma en consideración el prestigio de las variedades implicadas, el contacto con la metrópoli, la accesibilidad de las regiones, la afluencia continua de colonos de todas las regiones de España y la estandarización regional que se comprueba a partir de fines del siglo XVIII.

3. La modificación de la cuestión del andalucismo Con estos hechos de fondo, parece que ya se ha sobrepasado el debate del andalucismo. Si volvemos a discutir la cuestión en este artículo, es porque, en realidad, el papel que jugó el meridionalismo en la formación del español de América no queda mucho más claro hoy que en el pasado. Sólo ha aumentado el número de factores considerados en cuanto a la formación de la koiné —o de las koinés. Sin embargo, y ésta es la modificación del compromiso andalucista, se plantea la pregunta de si la koiné se formó posiblemente a partir de una importante aportación de índole meridional. ¿Cuál es entonces la posición de las variedades meridionales en estos procesos? ¿Fue panamericano el impacto del primer núcleo lingüístico meridional a causa de la extensión del seseo? ¿Se limitó a las tierras costeras por la presencia de ciertos rasgos meridionales característicos— o apenas fue operacional en el área donde se formó el primer núcleo de colonos, es decir en el Caribe y las costas circundantes? A la controversia entre Wagner y Henríquez Ureña, que ya no existe, siguió un debate de competencia cronológica sobre los testimonios de los rasgos que, en el fondo, careció de resultados verdaderos. La cuestión de la cronología que ocupó a los investigadores durante muchos años apenas condiciona una influencia meridional que habría tomado rumbo a Hispanoamérica. Sin embargo, la anterioridad de los rasgos documentados en España no constituye ninguna prueba de que estos rasgos jugaran el papel que se les atribuye en el proceso formativo, si se tiene en cuenta únicamente la cronología. De igual modo, podemos incluso asumir que las investigaciones de BoydBowman representan efectivamente el 20% del contingente de los colonos hasta 1600 y que los hallazgos son transferibles a la totalidad de los colonos10. ¿Pero 10

Véanse las observaciones de Friede (1952: 469) en cuanto a los años que faltan en la documentación (1518-1525, 1531-1532, 1542-1547) y la crítica de Danesi (1977: 184-188) relativa a las estadísticas de Boyd-Bowman.

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cómo podemos estar seguros de que un contingente regional como el del grupo andaluz-extremeño es forzosamente proporcional a la influencia lingüística que ejerce este grupo en el proceso formativo de una nueva variedad (cf. Izzo 1984: 116)? Hay investigadores, como Danesi (1977), que consideran el problema del andalucismo imposible de resolver. No obstante, podemos intentar aproximarnos más a la realidad histórico-lingüística, investigando las condiciones de formación respecto a dichos rasgos meridionales.

4. Los rasgos meridionales en la historia y la geolingüística 4.1 El parentesco del andaluz y del castellano La distancia (fonética) que notamos hoy entre el tipo meridional/hispanoamericano y el castellano sensu stricto, que sirve de modelo peninsular en las comparaciones, resulta engañosa por el tiempo que ha pasado. Pues el andaluz y el castellano no sólo son dialectos vecinos, sino que emanaron el uno del otro. Además, este proceso se originó apenas dos siglos y medio antes de la expansión ultramarina. Sin embargo, sabemos poco del castellano popular o rural que se hablaba entre los siglos XIII y XV. Esto es precisamente a lo que se refiere, en un artículo muy interesante, José Pascual, alegando que «algunos rasgos revolucionarios del andaluz actual podrían estar contenidos en la manera de hablar de Castilla la Nueva, en el momento mismo de la repoblación del sur peninsular» (2000: 86). Con respecto a la pérdida de la /s/ implosiva en zonas situadas al norte de Andalucía, Antonio Frago Gracia piensa que «el castellano transplantado a la Bética con las repoblaciones de los siglos XIII-XIV llevaba ya iniciado este cambio fonético» (cf. 1993: 477). Se podría añadir que el castellano, por su parte, estaba siendo ciertamente influenciado por las poblaciones mozárabes reintegradas. La extensión regional de la desfonologización de /¥/ y de la neutralización de las líquidas que observamos hoy en Castilla-La Mancha, por ejemplo, indican la proximidad de estas variedades. Hace ya un siglo, Rufino José Cuervo notó que «No solo en Andalucía sino en mucha parte de Castilla la Nueva se convierte la ll en y» (1901: 44). Si consideramos el parentesco y la evolución que unen el castellano y las hablas meridionales que de él se formaron poco antes de la época de la colonización, queda más claro que hay rasgos intrínsecos en el desarrollo general de una lengua a través de los tiempos. Éstos surgen temprano en una variedad y tardan en aparecer en otra.

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4.2 La formación del seseo Veamos este último punto respecto al seseo histórico: las oposiciones medievales se habían transformado en una oposición entre las sibilantes predorsales (< [ts], [dz]) y las apicoalveolares ya existentes. Por la semejanza articulatoria de las sibilantes, esta oposición era estructuralmente inestable. Por lo tanto, estaba destinada a desaparecer o, por el contrario, a acentuarse. Las variedades meridionales optaron pronto por la disolución de la oposición, mientras que el castellano permaneció en su estado transitorio hasta comienzos del siglo XVII. Ambos estados de lengua están ampliamente documentados en Hispanoamérica (cf. Cock Hincapié 1969, Parodi 1995). Es la nivelación de las variedades meridionales ya estabilizadas en cuanto a las sibilantes frente al fonetismo castellano todavía inacabado, dando lugar a lo que llamamos, hoy en día, el seseo. Este proceso puede haber sido apoyado por las poblaciones meridionales en Hispanoamérica, pero no es ningún requisito indispensable, pues el estado transitorio del fonetismo castellano ya incluía las dos opciones. Este punto es muy importante para entender la extensión que tiene el seseo en Hispanoamérica, pues no se puede sostener que la variedad de la época antillana fue llevada en exclusividad a todas las demás regiones, ni que en los altiplanos de México o de Bolivia, la población meridional era mayoritaria para imponer el seseo. El seseo hispanoamericano se explicaría perfectamente incluso sin recurrir al seseo meridional a causa del estado todavía transitorio de la lengua y sus dos vertientes en el siglo XVI. Su extensión panamericana a las tierras altas y a las regiones interiores de Sudamérica implica necesariamente un mecanismo independiente de mera transferencia o imposición del modelo meridional. El potencial que lleva una lengua transplantada no se puede medir sólo en función de la evolución de las variedades de su territorio de origen. 4.3 Los rasgos meridionales frente a la situación geolingüística en Argentina Pasemos al yeísmo que tampoco se integra fácilmente en el marco de la teoría andalucista. El yeísmo no es panamericano, ni se limita a las tierras bajas y, con vistas a la evolución en el norte de España, ni siquiera es necesariamente meridional. Recordemos que entre los testimonios más tempranos del yeísmo se cuentan los de la región de Toledo que datan de fines del siglo XIV (Lapesa 1986: 383). Para aclarar la situación en Hispanoamérica, podemos recurrir a las informaciones geolingüísticas. En este marco, es de mayor interés la situación que se presenta en Argentina. Sabemos que este país quedó aislado en cuanto a los

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contactos marítimos con España hasta la liberación del comercio en el siglo XVIII y la fundación del Virreinato de la Plata. Argentina dependía de las comunicaciones terrestres a través de Bolivia y del Perú (cf. Gutiérrez-Álvarez 1993). Al norte de Argentina se extienden el Paraguay y la Bolivia lleísta, y este área se prolonga a través de las regiones andinas hasta Colombia y Venezuela. A mediados del siglo XIX, Cuervo todavía documentaba la presencia del lleísmo en «Bogotá y una buena parte de lo interior» de Colombia (1955: 714). Es decir que, desde entonces, ha empezado un retroceso del fenómeno, igual que en España. No cabe la menor duda de que este retroceso es una evolución independiente de cualquier influencia andaluza. Al mismo tiempo, se plantea la pregunta de cómo el yeísmo podría haber sido llevado a Argentina por poblaciones de origen peninsular meridional, ante el hecho de que las primeras ciudades fundadas se encuentran en el noroeste del país, con áreas lleístas contiguas y aisladas de los contactos marítimos. Con respecto a la expansión del yeísmo, la situación geolingüística en Argentina revela todavía más. En el norte de Argentina se encuentran tres islotes lleístas (véase el mapa): El primero está en el noroeste entre partes de La Rioja, Catamarca y San Juan, el segundo se sitúa en la zona fronteriza con Bolivia y el tercero se encuentra en el nordeste, en las regiones fronterizas con Paraguay que son Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones. Enfrente a este semicírculo formado por los tres islotes norteños se halla otro islote en posición media: es la región de Santiago del Estero donde la /¥/ se realiza [Z] (vs. /j/ [j]). En cuanto a la interpretación de los hechos, se podría seguir la visión de los que dicen que la /¥/ mantenida en Corrientes depende del guaraní, que por cierto no la conoce, y que en Santiago del Estero se debe al quechua. Preferimos tener en cuenta la regla de las áreas residuales, juntando y delimitándolas. Como resultado obtenemos una línea transversal que sube de San Juan por Santiago del Estero a Corrientes. Es probable que esta línea delimite la extensión original del lleísmo en Argentina. Esto concuerda con los documentos históricos de Tucumán que casi no presentan testimonios del yeísmo hasta el siglo XVIII (cf. Rojas 1985: 81). Hoy en día, los islotes lleístas están separados por una zona yeísta que se extiende más allá en dirección suroeste hasta la frontera chilena cerca de Chos Malal. Por su parte, la zona yeísta está delimitada al este por una isoglosa diagonal que sube de la región de Chos Malal al islote de Santiago del Estero. Al otro lado de esta isoglosa, se encuentra la zona litoral-pampeana žeísta/šeísta que se extiende de Santa Fe a Patagonia, abarcando también el territorio uruguayo. Siguiendo la expansión del yeísmo en Argentina, observamos que corresponde a las vías de comunicación dentro del país que llegan del noroeste por Jujuy, Salta,

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Tucumán y Córdoba, del oeste por Mendoza y San Juan (ciudad) para continuar en dirección a Santa Fe y Buenos Aires. En el siglo XX, es precisamente por este camino por el que se expandió, en sentido contrario, el žeísmo/šeísmo proveniente de Buenos Aires a las ciudades del noroeste. Si partimos de una tendencia subyacente al yeísmo, que se ha realizado en Colombia y en el norte de España, parece que el aumento de la comunicación, sobre todo en el entorno urbano, puede acelerar la evolución del fenómeno. Cuando se abrieron los puertos argentinos en el siglo XVIII, la lengua tuvo posiblemente otro impulso, llevando el yeísmo al žeísmo, que es igualmente un fenómeno urbano. El yeísmo de Argentina cabe tan poco en el marco de la teoría andalucista como el seseo. Si los rasgos más comunes al español de América se desarrollaron sin influencia decisiva meridional en Argentina, no es de extrañar que la región carezca de las características relacionadas ante todo con el sur de España. De hecho, el español en Argentina ni debilita la /x/ (≠[h]), ni la neutralización de /r/ y /l/ es relevante. Tampoco la /d/ intervocálica se pierde fácilmente como en el sur de España. Sólo la /s/ implosiva está debilitada en Argentina. Pero a diferencia de las hablas meridionales y canarias, se nota que la /s/ implosiva normalmente se aspira ([h]) sin que se imponga la tendencia a perder la consonante. Tiene que tratarse de una evolución independiente, dado que ésta destaca por su carácter intermedio específico. Según el mapa de Vidal de Battini (1966), la pérdida de la /s/ en Argentina ocurre en las regiones interiores y lleístas del noreste en la frontera con Paraguay. El área de la /s/ aspirada documentada por Vidal de Battini corresponde más o menos a la zona yeísta del noroeste ya descrita11. Por consiguiente, parece que la tendencia a la aspiración de la /s/ se expandió, así como el yeísmo, a partir del noroeste argentino. La difusión de la aspiración de la /s/ en Argentina (así como en el Paraguay) no puede depender básicamente de cualquier forma de meridionalismo. En cuanto a la /d/ intervocálica, la tendencia a su pérdida sólo se documenta en las capas más populares, lo que sucede también en Castilla. Es cierto que hay fenómenos que están, por un lado, generalizados y son de índole meridional en algunas regiones, por otro lado, aparecen también en el habla popular de otras. De esta forma, puede darse una convergencia de los factores que refuercen el proceso formativo, como fue el caso en el Caribe. Sin embargo, no hay garantía de que tal proceso sea necesariamente lineal.

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Según el mapa de Vidal de Battini (1966), Buenos Aires y toda la zona litoral-pampeana hasta Patagonia todavía exponían una /s/ «Bien pronunciada en general», lo que no se puede seguir afirmando hoy en día.

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4.4 La neutralización de /r/ y /l/ en el Caribe El caso ejemplar de un proceso discontinuo es el de la neutralización de /r/ y /l/ que representa un rasgo típico del español del Caribe. Por eso, casi todos los trabajos asignan el origen del trueque sea al andalucismo, sea al habla de los esclavos negros. Es bien sabido que se trata de un rasgo manifiesto en el habla popular del sur de España, pero también en las de Castilla-La Mancha y de León, además de ser de índole románica. En el español del Caribe, el resultado de la neutralización es, en general, la lateral [l] (el cuerpo [kwelpo], el mar [mal]). Si investigamos la situación en el sur de España, notamos que, en posición preconsonántica, este resultado se obtiene igualmente, pero no es para nada mayoritario. Se observa más a menudo la conversión de [l] en [r]. En posición final, tenemos otra divergencia porque, en las hablas meridionales, la consonante final normalmente se pierde. De igual modo, las fuentes de la poesía popular cubana en habla bozal de los siglos XVIII y XIX atestiguan la pérdida de la consonante en posición implosiva (cf. Noll 2001: 74). Esto pone seriamente en duda la filiación africana del trueque en el español del Caribe que suele resultar en [l]. Aun si descartamos el elemento africano, no podemos afirmar que el trueque de /r/ y /l/ en el español del Caribe represente un meridionalismo. Coincide apenas en el hecho de la neutralización, pues el resultado en el Caribe tiene matices diferentes de los que predominan en el sur de España. Apenas en el norte de Extremadura encontramos una gran área donde la /r/ final se convierte en [l]. Pero no sabemos si ya estaba presente de esa forma en el siglo XVI o si jugó algún papel en la formación de este rasgo en el español del Caribe. Claro está que no podemos partir simplemente ni del estado actual de las variedades meridionales, ni del estado de las hispanoamericanas contemporáneas. Por todo eso, en el mejor de los casos, el trueque de /r/ y /l/ en el español del Caribe representa un meridionalismo discontinuo. 4.5 Grados variados de influencia meridional Después de determinar los supuestos factores formativos de un rasgo, el problema que se plantea es la gradación de estos factores. Cuando hablamos de la insolubilidad del problema del «andalucismo», nos referimos más bien a la imposibilidad de evaluar la importancia de cada uno de los factores implicados en la evolución de un rasgo determinado. Es cierto que la causación múltiple ofrece un modelo más adaptado a la realidad lingüística que las explicaciones monocausales, pero, al mismo tiempo, está limitado por la imposibilidad de ato-

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mizar los procesos formativos. En todo caso, abre el camino de una discusión ponderada sobre la gradación posible de los factores implicados. En cuanto al meridionalismo del español de América, podemos esbozar un cuadro de grados variados de influencia meridional que entraron posiblemente en el proceso de koinización. Basándonos en los rasgos discutidos arriba, comparamos el español del Caribe con el de Argentina. En esto, distinguimos tres matizaciones: (1) el meridionalismo original: rasgo meridional llevado a Hispanoamérica sin matices evidentes (el seseo en el Caribe); (2) el meridionalismo discontinuo: tendencia meridional vacilante con matices diferentes en el territorio de destino (la neutralización de /r/, /l/ en el Caribe); (3) la evolución esencialmente paralela o independiente en base a los rasgos que integran la evolución histórica de la lengua española (el yeísmo en Argentina). Rasgo meridional

→ Caribe

→ Argentina

Tendencia románica

seseo

original

paralelo



/s/ predorsal

original

paralelo



yeísmo

original

paralelo



/s/ impl. →[h]/[–]

original

paralelo

sí (Romania occid.)

/x/ →[h]

discontinuo



sí (port. del Brasil, r-)

/r/, /l/ implos. →[l]

discontinuo

atípico



/d/ intervoc. →[–]

discontinuo

atípico

sí (francés antiguo)

Son categorías abiertas que podrían establecerse también en otras regiones de Hispanoamérica. En el español del Caribe, la /s/ predorsal, el seseo, el yeísmo y la aspiración (o pérdida) de la /s/ implosiva son posiblemente de origen meridional directo porque están atestiguados desde el principio de la expansión y aparecen en un área donde el predominio de la colonización meridional es innegable. Sin embargo, la neutralización de /r/, /l/ se realizó indirectamente a partir de la vacilación de las variedades meridionales que resultó con matices diferentes. Asimismo, la aspiración de /x/ tiene que ser un meridionalismo discontinuo, dado que, en la primera mitad del siglo XVI, todavía se trata de un proceso que incluye las realizaciones [Z] / [S]. En Puerto Rico, las confusiones ortográficas que atestiguan la aspiración [h] aparecen a fines del siglo XVI (ovehas por ovejas, hornal por jornal, Xiguey por Higüey; Álvarez Nazario 1982: 82). La pérdida de la /d/ intervocálica en el Caribe es posiblemente un meridionalismo original reforzado, sin embargo, por representar también un rasgo de las hablas populares en otras regiones de España.

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En cambio, la situación geolingüística de Argentina, que dependía de vías de comunicación a través de los territorios interiores hasta el siglo XVIII, indica que el seseo, el yeísmo y la aspiración de la /s/ implosiva ([h]) debieron formarse incluso sin predominio o influencia meridional decisiva.

5. Conclusión A nadie se le escapa la impresión del carácter meridional que deja el fonetismo hispanoamericano. Sin embargo, la formación de sus rasgos típicos es menos meridional de lo que pensaban los defensores principales de la teoría andalucista. Parece que el meridionalismo occidental del español de América apenas se desplegó plenamente en el Caribe y las costas circundantes. En las demás regiones, es un factor que entró en el proceso de nivelación sin que se pueda averiguar el grado de su importancia. En esto, hay que tener en cuenta que los rasgos compartidos de apariencia meridional en las tierras interiores apenas son el seseo (con la /s/ predorsal) y, donde es el caso, el yeísmo. Está claro que el yeísmo representa un proceso independiente en estas regiones. En cuanto al seseo, hemos visto que, frente a la historia de la colonización andina, se explica difícilmente en base a un apoyo meridional mayoritario. La situación geolingüística de Argentina añade dos aspectos importantes. Primero, quiebra la dicotomía tradicional de las tierras altas o interiores frente a las tierras bajas porque el país no cabe en este marco. Segundo, aclara perfectamente que nacen rasgos de apariencia meridional en dichas tierras bajas —como la aspiración de la /s/ implosiva en Argentina— sin depender o proceder del meridionalismo. De igual modo, se explica la aspiración de la /s/ implosiva y de la /x/ en la parte amazónica del Perú que son fenómenos posteriores al siglo XVI. Un caso ejemplar de evoluciones regionales independientes es también la velarización de la /n/ final ([N]), que es muy típica del sur de España y del Caribe. Sin embargo, no suele figurar entre los rasgos meridionales del español de América, porque en Hispanoamérica, su aparición no cabe en la sistemática. En contra del principio del consonantismo estable, aparece en las tierras altas por un lado (Ecuador, Perú, Bolivia), por otro lado, falta en las tierras bajas de Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay. Concluimos subrayando el hecho de que el llamado andalucismo del español de América, que es más específicamente un meridionalismo occidental de índole fonética, constituye, fuera del alcance caribeño, una entidad virtual que es más de apariencia que de consecuencia histórica.

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HACIA UNA NORMA COLECTIVA PARA EL ESPAÑOL DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMÉRICA GIORGIO PERISSINOTTO Santa Bárbara

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿Callaremos ahora para llorar después? Rubén Darío (Los cisnes)

1. El problema La amplísima bibliografía sobre el español de/en América sólo recientemente se ha enriquecido con entradas referentes al español hablado en los Estados Unidos de Norteamérica. Las contribuciones anteriores se habían limitado a mencionar los anglicismos empleados con frecuencia en registros y dominios lingüísticos donde el inglés es la lengua dominante —la televisión y el cine, el comercio internacional, ciertos campos tecnológicos, etc.— y los ruralismos, arcaísmos, regionalismos y «barbarismos» que era de rigor mencionar en los estudios dialectológicos. Y a pesar de que la presencia del español en lo que hoy es la región sur y suroeste del país se remonta a las primeras décadas del siglo XVI, el hispanismo ha relegado su estudio al apartado de curiosidades lingüísticas. Habrá que suponer que el estado de abandono se debía a varios motivos, pero sin duda principalmente a dos. El primero y quizás menos importante, es que se consideraba la presencia de un número siempre creciente de hispanohablantes en los EE.UU. como una situación cambiante y transitoria, resultado de una también cambiante política migratoria del país hacia la inmigración. Y si bien hacía siglos que existían núcleos permanentes de hispanos en esos vastos territorios (California, Texas, Nuevo México, Arizona, Florida, la Costa Atlántica), los números nos resultaban impactantes porque la población inmigrante no documentada no figuraba en los censos de población y por lo tanto tampoco era el blanco de la atención de los grupos de interés político. El segundo motivo

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reside en la creencia, justificable sólo en parte de que la filiación dialectal de estos grupos era la misma que la del lugar de origen, de manera que los mexico-americanos —al igual que todos los demás grupos de hispanohablantes residentes en los EE.UU.— pertenecían a la zona dialectal correspondiente a México. Y eso no resultaría metodológicamente objetable si en efecto la población fuera transitoria y continuamente renovada por el vaivén migratorio, pero en las últimas decadas las cifras no sólo han aumentado hasta superar los 32 millones, sino que se han establecido núcleos urbanos que de hecho son comunidades hispanohablantes permanentes y socialmente complejas. De manera que no es ni conveniente ni justificable tratar el español en los Estados Unidos de Norteamérica como una extensión de las zonas dialectales que lo alimentan, sino considerarlo por lo menos metodológicamente, como un área dialectal distinta inter pares. Tanto el estudioso de la lengua como el observador casual del español de los Estados Unidos de Norteamérica se maravillan, y hasta escandalizan, ante la anarquía lingüística que parece imperar en la lengua diaria que empleada en un territorio que con creces supera al de España, México y, realmente, al de cada uno de los países hispanohablantes. Pero esta anarquía es sólo aparente, ya que es un laboratorio sociolingüístico de posibilidades ilimitadas. En el centro de toda discusión al respecto está la aparente falta de una norma lingüística colectiva que opere a nivel consciente. Pero al mismo tiempo estamos presenciando y documentando el proceso mediante el cual una comunidad lingüística (o comunidades lingüísticas) va adquiriendo y formalizando una norma. Y éste es el tema de este estudio. El hispanohablante en el Estados Unidos ha estado viviendo en una situación diglósica en la cual el español, lengua B en la clasificación establecida, ha carecido de acceso a los registros superiores ocupados por el inglés, que es la lengua A. Faltan los modelos accesibles a cualquier hispanohablante de un país monolingüe y falta, claro está, una clase media numerosa con aspiraciones sociales que incluyan un modelo de lengua. Sería conveniente y hasta divertido, empezar esta intervención con la temática que siempre apasiona —y al final aburre— del acoso del inglés y de la actitud defensiva que tiene que adoptar el español para defenderse. Pero la única concesión que voy a hacer es señalar un pasaje del Quijote en spanglish. In un placete de la Mancha of which nombre no quiero remembrearme, vivía, not so long ago, uno de esos gentlemen who always tienen una lanza in the rack, una buckler antigua, a skinny caballo y un grayhound para el chase. A cazuela with más beef than mutón, carne choppeada para la dinner, un omelet pa’los Sábados, lentil pa’los

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Viernes, y algún pigeon como delicacy especial pa’los Domingos, consumían tres cuarers de su income. El resto lo employaban en una coat de broadcloth y en soketes de velvetín pa’ los holidays, with sus slippers pa’ combinar, while los otros días de la semana él cut a figura de los más finos cloths. (Miguel de Cervantes, Don Quixote de La Mancha, First Parte, Chapter Uno, Transladado al Spanglish por Ilán Stavans)1

Una vez vencidas la risa, la ira o, y si no se tratara del Quijote, la indiferencia, la cosa se vuelve seria, porque este herético texto simboliza las tensiones lingüísticas que existen entre los más de 30 millones de hispanoparlantes de ese país. Nótese que el texto, para ser leído, requiere que el lector sea bilingüe. Nótese además que el paso de un idioma a otro y la lexicalización de algunos vocablos no es del todo arbitraria, sino que sigue unos patrones bastante regulares.2 Pero volveremos sobre esto un poco más adelante.

2. Unidad y diversidad del español de los Estados Unidos de Norteamérica ¿Español y/o castellano? Español es el término más empleado en los Estados Unidos para referirse a la lengua que en la península se llama castellano, es decir, la lengua del Estado español. Por supuesto que en varios países de Hispanoamérica también se emplea castellano para referirse a la lengua nacional. Para referirse a la misma lengua en inglés, Spanish es el término más común, aunque se empieza a emplear también Castilian Spanish, en contraste con Mexican Spanish, Argentine Spanish, o Chicano Spanish, entre otros. Español es el término más común entre la población de origen mexicano. Es tema favorito de filólogos discutir la supuesta unidad del español. Es igualmente trillado el tema de la diversificación de la lengua. Un idioma que se emplea en una zona tan amplia y discontinua, con una historia colonial en común, pero con sustratos diferentes y con ya casi doscientos años de independencia política, no puede exhibir muchas características de homogeneidad. Y no es ni prudente ni posible hablar del español en los Estados Unidos de Norteamérica sin tomar en

1

2

Este texto ha gozado de amplia distribución en varios medios, desde los periódicos al internet. La versión que se reproduce fue tomada de: http://www.cuadernoscervantes.com/art_40_quixote.html. El traductor/autor es Ilán Stavans, Profesor Catedrático de spanglish en el Amherst College, Massachussetts, EE.UU. Por tratarse de un texto literario cuya traducción, según el traductor mismo, es por lo menos en parte resultado de una creación literaria, no sería válido extraer reglas de cambio de código (code switching).

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cuenta, aunque sea a vuelo de pájaro, la historia de la expansión territorial y lingüística del español en aquella parte del mundo. Frente a la larga tradición filológica de los países hipanohablantes y la conciencia histórica de sus hablantes, la presencia del español en la política lingüística de los Estados Unidos de Norteamérica es muy reciente. El inglés, qué duda cabe, es la lengua de los siglos XIX y XX. Si su presencia en el español antes de esos siglos es poco menos que nula, especialmente en los estados del oeste del país y en particular en California, donde la primera presencia española data de 1769, con la proyección de los Estados Unidos en el gran teatro del mundo, la lengua inglesa se asienta en gran parte del globo y tiñe —o colorea— todo idioma que se le acerque. Si en el mundo hay cuatrocientos millones de personas que hablan español, en los Estados Unidos hay por lo menos treinta millones de hispanoparlantes y Los Ángeles es, después de la Ciudad de México, la metrópoli de lengua española más grande del mundo, mayor que Madrid o Buenos Aires.3 En algunas regiones los hispanohablantes son ya la mayoría al asomarnos a este milenio. El Censo 2000 informa que 32.8 millones de hispanos residen en el país, lo que equivale a un 12% de la población total. La población de origen mexicano constituye el 66% de los hispanos. El siguiente diagrama ilustra la distribución de los hispanos:

3

Debido al gran número de inmigrantes indocumentados —algunos con residencia de muchos años— es difícil, si no imposible, determinar con exactitud las cifras para los hispanoparlantes.

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La tabla que sigue ilustra la escolaridad de la población hispana4:

(Population 25 years and over)

Source: Current Population Survey, March 2000, PGP-4

Y si en el siglo XIX poblar el suroeste americano fue sumamente difícil, ahora es justamente la explosión demográfica la que preocupa tanto a los hispanos como a los anglos. Es obvio que tantos millones de hispanoparlantes han captado la atención de la industria, de las dependencias políticas nacionales, estatales y locales. A nivel nacional o federal se sabe ya que el número de los hispanos empadronados constituye una fuerza política notable y es objeto de campañas políticas para asegurarse los votos; a nivel local —y especialmente en el ámbito educativo— se están librando batallas campales, con la lengua como protagonista.

4

Pueden alcanzar y superar los 30 millones de individuos. El Censo del año 2000 se puede consultar en: http://www.census.gov. La interpretación de los datos del Censo 2000 descansa en gran parte en la comprensión de la terminología empleada en las encuestas (Hispanic, Latino, Spanish, Spaniard, etc.) y la metodología. El Censo mismo señala que los datos del 2000 no son directamente comparables con los de 1990. El último censo del 2000 contiene un sinnúmero de datos, tablas, diagramas y proyecciones acerca de la población hispana, pero los datos sobre las lenguas de los grupos minoritarios en general, y de los hispanohablantes en particular, son, desde mi punto de vista, poco fidedignos, en gran parte por el cuestionario que se empleó en las entrevistas y la reticencia tradicional del emigrante, documentado o indocumentado, a proporcionar datos para las encuestas.

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Es también obvio que la lengua juega un papel importante en la escolarización del hispano en los Estados Unidos y especialmente en las regiones con más concentración de hispanohablantes. El español es, a la vez, lengua nativa y lengua extranjera para la población. De ahí que las técnicas didácticas tengan que ajustarse al alumnado. Empecemos por lo más simple: ¿Cuál debe ser el modelo dialectal —es decir la variante— que se debe emplear en los libros de texto, en las lecturas tanto profesionales como de ocio, en los periódicos, en el habla de los miles y miles de maestros y profesores que enseñan y emplean el español sin ser hablantes nativos? Hace treinta años el modelo lingüístico que monopolizaba el sistema educativo era el castellano peninsular como se entendía entonces: caza, zozobra, cielo, etc., debían de pronunciarse a la manera española/castellana con clara interdental fricativa sorda. En el paradigma verbal era de rigor la forma vosotros (cantáis, coméis, etc.), así como el subjuntivo en -se (hablase, comiese). Existía cierta tolerancia con el Yo lo vi/Yo le vi; y se proscribía entonces, como ahora, el ¡Qué bueno que viniste!, que causa risa, sorpresa y ceños fruncidos en España. El léxico americano era el gran ausente y había que decir acera, manzana, melocotón y no banqueta, cuadra, durazno. El que se atrevía a decir grosería, de «grocery store» por tienda de productos alimenticios o ultramarinos recibía la misma marca en rojo que el que decía abarrotes, palabra de uso común en México, pero solo recientemente tolerada por el habla culta y que hasta figura en el diccionario de la Real Academia. Si se decía carpeta por alfombra o moqueta era casi pecado capital, sin pensar que decir carpeta del inglés carpet es el mismo fenómeno que decir moqueta en la España castellanohablante, que viene del francés moquette. La muy citada frase Vacunar la carpeta, traducción del inglés «To vacuum the carpet» se ha citado muchas veces y es posible que exista, aunque creo que pertenece más al repertorio de los chistes lingüísticos que al uso diario. Las secciones culturales de los libros versaban con frecuencia sobre toreros y castañuelas con el trasfondo arquitectónico del acueducto de Segovia, de la Giralda, de la catedral de Burgos, o de la plaza de la Maestranza de Sevilla. La experiencia de los hispanoparlantes de los Estados Unidos no se mencionaba; su producción literaria en lengua española se ignoraba totalmente. Pero existía, en estado latente, en gestación. Las cosas han cambiado y van cambiando. El modelo o patrón dialectal de los libros de texto ya no es el mismo; el modelo más común, si así se lo puede llamar, es el panhispánico de timbre hispanoamericano. El vosotros se enseña todavía pero como forma alterna de reconocimiento pasivo pero no de uso activo. El plural de tú es ustedes y el subjuntivo es hablara. Se tolera decir torta por bocadillo, zafacón por cubo para la basura, basurero, y los hablantes aprenden a distinguir las sutiles diferencias entre ahora, ahorita, ahorititita. El tango, las salsa, el son o el danzón han sustituído o acampañan el flamenco, con o sin castañuelas.

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Pero el éxito —todo tipo de éxito— se relaciona con el inglés, no con el español. Ello explica que tantas familias hispanas sean de corte conservador y voten en contra de leyes que promueven el bilingüismo y la educación bilingüe. Es la mentalidad del emigrante que no quiere que sus hijos pasen por las tristes experiencias por las que ha pasado él. Uno de los deseos más imperiosos de un emigrante es justamente pasar desapercibido en una sociedad como la norteamericana, que cuestiona y se siente incómoda con la «otredad». Este contacto forzado entre el español y el inglés ha generado una situación lingüística única y digna de estudio. Algunos hablan del empobrecimiento lingüístico de los hispanohablantes en los Estados Unidos, otros, de manera más aséptica, hablan de un «reajuste estructural». Y no faltan los que adoptan una postura más abierta e invitan al inglés a compartir su espacio lingüístico con el español. Spanglish, cambio de código, bilingüismo en transición, etc., son algunas de las rúbricas aplicadas a la(s) lengua(s) que se habla(n) en esas latitudes. Pero el inglés está en todas partes; se mete en todos los resquicios de la lengua, de manera insidiosa e irreversible. Frente al español, el inglés es una lengua con posibilidades de ajustes que una lengua románica no puede igualar. Es impensable, por ejemplo, que las lenguas románicas puedan deshacerse del sistema pronominal que favorece el masculino como lo ha hecho el inglés: she/he es de uso obligatorio en el inglés de hoy y la pluralización en they es un recurso favorito para evitar el masculino, aun a costa de la concordancia (Ej.: A failing student may take their exam in a special session es construcción posible para evitar escoger entre his o her y así precisar el género gramatical y biológico de student). El español tendría que acuñar un elle o elles para empezar a igualarse al inglés, pero, claro, ¿qué hacer con la concordancia adjetival y los artículos definidos e indefinidos? Y hasta lo admiraría —el inglés— si no fuera que por el camino se llevara otras lenguas al desgaste y a la muerte. A pesar de los muchos americanos que se autodefinen ítaloamericanos, francoamericanos, polacoamericanos, etc., y los hay que dicen, en inglés «I am German! But I do not speak German», las lenguas de los emigrantes han poco menos que desaparecido en gran parte de los Estados Unidos. Bien es verdad que el francés —y sus variantes— se mantiene, a duras penas, en varias regiones del país y es alimentado por la presencia del Canadá francófono; el italiano, una vez cumplido el ciclo migratorio del siglo pasado, cuenta con cada vez menos hablantes; el alemán, el ruso, el polaco, y las demás lenguas europeas que integraban un país multilingüe y polifónico, son las últimas muestras de un riquísimo patrimonio lingüístico y cultural. El español y algunas lenguas chinas, junto con unas pocas lenguas amerindias, constituyen el último baluarte para un futuro con diversidad lingüística.

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Parte de la diatriba contra el español en los Estados Unidos se centra en el gran número de anglicismos empleados y la impresión que los hablantes se mueven de una lengua a otra sin aparente motivación o por inseguridad e ignorancia lingüísticas. El número de vocablos en sí no importa mucho, pero sí es importante el grado de asimilación del anglicismo al español. Grosería (grocery store), carpeta (carpet), fornitura (furniture), cora o cuora (quarter, una moneda de 25 centavos de dólar) y daime (dime, moneda de diez centavos) horrorizan a muchos hablantes, pero admitamos que no es económico decir «una moneda de 25 centavos, o de diez, o de cinco» cada vez que, hablando español, tengamos que referirnos a esas monedas. Lingüísticamente hablando, decir cora o, mejor, cuarto por cuarto de dólar, es lo mismo que decir rublo, libra esterlina, penique, marco, con la diferencia de que el español general no ha desarrollado un vocabulario especial para las fracciones de una unidad monetaria. Pero el hablante culto, curiosamente, no dice ni cora ni daime, sino quarter y dime, con pronunciación inglesa, sabiendo distinguir, sin embargo, los diferentes registros de las dos lenguas. No se me escapa que estas denominaciones están cediendo ante el casi paneuropeo euro, que a su vez genera problemas de concordancia en las lenguas que no pluralizan en —s, como en el italiano, donde el plural euro podría estar en contienda con la nivelación en -o, -i, euri. Pero es en el terreno de la gramática donde se notan las mayores alteraciones en el sistema. En la morfología se ha repetido hasta el cansancio la nivelación en femenino de los sustantivos de origen griego terminados en —a: la panorama, la problema, la clima, la programa se vuelven femeninos según el modelo de tantos otros sustantivos femeninos en —a. En el sistema verbal se dan las nivelaciones registradas en casi todas las variantes del español: fuistes, comistes, que en muchos hablantes se vuelven juites, comites. El imperfecto de indicativo caía, creía, traía se vuelve cáiba, créiba, tráiba, que los lingüístas reconocerán como formas arcáicas, al igual que con la pérdida de la -r en los infinitivos con pronombre personal; escribile, dales por escribirle, darles. De igual manera se normalizan formas como delen, siéntesen, váyasen por denle, siéntense, váyanse. El sistema verbal se simplifica y no se presta mucha atención a la consecutio temporum ni al parelelismo verbal. El paradigma se reduce notablemente y se pierden los matices semánticos de los tiempos compuestos. Pero esto sucede también en todos los países hispanohablantes y pertenece más al terreno de la sociolingüística que a la lingüística descriptiva. Y como se espera que se mencionen formas del tipo: Dame el dinero pa’tras por Devuélveme el dinero y Quiero que me tichés español por Quiero que me enseñes español (por el inglés teach), así lo hago y lo confirmo. Pero esto no deja de ser un fenómeno de préstamo léxico que no se puede atribuir sólo a la ignorancia, sino a la falta de una norma operante.

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De mucho más interés para los lingüistas es el fenómeno de plasmar los sistemas gramáticales del inglés y del español en lo que se llama cambio de código o code switching. Es importante señalar aquí que las investigaciones más recientes apuntan hacia un tercer sistema lingüístico que regula el cambio de código. Lo que quiere decir esto es que el cambio de código se rige también por unas reglas lingüísticas paralelas a las vigentes en las dos lenguas. El paso de una lengua a otra no es arbitrario y la matriz suele ser la de la lengua del verbo conjugado. Consideremos los ejemplos siguientes: No me gusta el toast quemado *He is comiendo *¿How llegaste a Los Angeles?

*No me gusta el quemado toast *¿When fue la última vez que comiste arroz?

Si se dice: No me gusta el toast quemado, se está siguiendo el orden de palabras del español, ya que en inglés quemado iría delante del sustantivo, burned toast. De igual manera hay una prohibición muy estricta que hace imposible una expresión como: He is comiendo por Él está comiendo. Las oraciones interrogativas con matriz española no pueden emplear los interrogativos ingleses. No es posible intercalar los interrogativos wh- y decir, por ejemplo, *Which vestido te vas a poner, *¿How llegaste a Los Angeles?, o *¿When fue la última vez que comiste arroz? Y lo que sucede es que, digámoslo nuevamente, el español de los Estados Unidos se encuentra en busca de una norma clara y accesible. Estamos en una situación diglósica donde los registros más altos de la lengua están reservados para el inglés, desde la escolarización a los tribunales. El hispanohablante se aferra entonces a la lengua de la casa, del barrio, de la calle; un lenguaje relajado e íntimo, sin vigilancia interna ni externa, sin modelos. Una lengua a la deriva que se nutre de sí misma y que poco a poco pierde los registros y dominios que requieren especialización léxica y matización gramatical. La norma la da el inglés y cuando la lengua coloquial no da para más, uno acude al inglés. Pero no es por pereza, ni por lealtad —o falta de ella— sino porque los millones de hispanoparlantes no se han dado cuenta todavía de su poder político y cultural. Excelentes consumidores y productores de cultura popular, apenas se han atrevido a competir con el inglés. No se ha actuado de acuerdo a lo que todos sabemos: toda lengua puede expresar lo que le es necesario. Pero lo que quiero traer a este foro son datos e ideas que sustentan la tesis de una norma en formación: norma que podríamos llamar panestadounidense. Si uno en lugar de sólo escuchar, auscultara la lengua que se emplea en los Estados Unidos, se daría cuenta que ésta se encuentra en un estado fluctuante, con claros

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regionalismos en un nivel de lengua y con igualmente claros intentos de homologación en otros. Podríamos tomar como botón de muestra tres registros: una estación radiofónica local, el periódico La Opinión de Los Ángeles, California, y algunas páginas web destinadas al consumo de hispanohablantes en los Estados Unidos. Hasta el observador más superficial notaría que las emisoras radiofónicas son en su mayoría regionales y apelan al regionalismo de los oyentes (no me refiero aquí a lo que en los países latinos se suele llamar Radio Nacional, que en los Estados Unidos, hasta donde yo sé, sólo existe en inglés con el nombre de National Public Radio). Tratándose de lengua hablada, los locutores tienden a exhibir un fuerte acento regional y emplear con abandono localismos y coloquialismos. De la radio: «Échenos un telefonazo para ver si califican» ‘Give us a ring to see if you qualify’ «Garantía de defensa a defensa» calco del inglés warranty bumper to bumper «(a)seguranza, aplicación, jonrón (‘homerun’), jardinero (‘outfielder’)»

A manera de ejemplo podríamos citar: «Échenos un telefonazo para ver si califican», que claramente identifica a un hispanohablante de corte coloquial mexicano («Échenos un telefonazo») con influencia del inglés qualify. Menos transparente podría ser «Garantía de defensa a defensa» para referirse a un coche; se trata de un calco del inglés warranty bumper to bumper, es cobertura total del coche, de un extremo a otro. Pero «defensa», lexema normal —y muy descriptivo en este caso— en México, resulta incomprensible en otras regiones del país. Y lo mismo sucede al otro lado del continente, en la costa este, donde dominan los dialectos caribeños con «jonrón», «jardinero» en el lenguaje del béisbol americano. Y supongo que la norma naciente tendrá que encontrar panhispanismos que llenen esos huecos creados por conceptos tan específicos a un deporte nacional o nacionalizado o para frases como «to give a ride», que es «dar aventón» en México, «dar pon» en Puerto Rico y circunlocución en castellano, que tiende a decir «¿Me llevas?» De manera que la radio, por naturaleza, seguirá siendo localista, coloquial, y terreno fértil para la gestación e introducción de calcos, préstamos y anglicismos a ultranza, como «(a)seguranza, aplicación, etc.» Hay otra vertiente de la radio en la cual habremos de seguir el proceso de formación de una norma. Es la llamada la radio-web. Se puede desde hace poco tiempo escuchar programas radiofónicos a través de la computadora/ordenador. Aunque ello en sí no es sorprendente, sí lo es la interconexión entre la radio oral y la página web. Hay numerosísimas emisoras con su propia página web, en la que además de detallar la programación, contiene noticias locales, nacionales e internacionales, sin faltar, por supuesto todo tipo de mensaje publicitario o de interés general. Y en esas páginas vemos un afán de usar una lengua más homologada y menos regional.

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De las muchas fuentes disponibles seleccionamos Batanga Internet Radio (http://www.batanga.com/sp/default.asp):

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¿Dónde está la estandardización? La lista de tipos de música de la columna a la izquierda es en sí un indicador, ya que va desde la salsa caribeña al tango argentino, pasando por el mariachi y hasta el flamenco. Para todos los gustos. Pero al mismo tiempo vemos que el inglés está allí también, y no muy latente, tanto en la estructura publicitaria como en las traducciones, calcos y préstamos. Sin embargo, esta «página» es emblemática y sintomática del panhispanismo que persiguen las compañías comerciales — y también gubernamentales — americanas en un intento de llegar a todos los hispanos residentes en los EE.UU. El periodismo, por otro lado, es lengua escrita con metas no tan inmediatas como las de la radio, con continua vigilancia editorial y con manuales de uso. Son numerosos los periódicos en español en los Estados Unidos. La Opinión, de Los Ángeles, California, es un diario de amplia circulación, con 75 años de vida y que goza de amplia difusión. La Opinión tiene la siguiente misión (www.laopinion.com): La Opinión tiene una misión distinta a la de otros diarios: proveer a sus lectores con noticias e información que no sólo informa e ilumina, sino también fortalece y enriquece sus vidas. Este reto se consigue de muchas formas. Ayudamos a la comunidad a enfrentarse a sus responsabilidades como nuevos ciudadanos a través de nuestra iniciativa de Periodismo Cívico. Suministramos a los empresarios las herramientas necesarias para ayudarles a que sus negocios crezcan, y contribuimos al desarrollo económico de la comunidad a través de nuestra sección de Negocios. Nuestros premiados redactores cumplen esta misión con integridad y por medio de innovadoras ofertas periodísticas. A través de los años, un amplio sector poblacional nos ha bendecido con su continuo crecimiento y aceptación. Creemos que uno de los secretos de nuestro éxito está en saber lo máximo posible acerca de nuestra comunidad, sus intereses, necesidades y aspiraciones. Esto lo conseguimos comprometiéndonos en diversas actividades de investigación y por medio de un significativo diálogo con nuestros lectores. Dentro de nuestro Canal de Investigación de Mercado, usted sabrá cómo nos culturizamos, conocerá los descubrimientos de nuestra propia investigación y algunos de los más informales pero vitales modos de obtener sugerencias de nuestros lectores, como es el caso de nuestras Cenas con los Editores.

Si bien el texto no contiene desviaciones gramaticales y se empeña en presentarse limpio de regionalismos, una lectura atenta revela que se ajusta a las prácticas de la redacción periodística americana más que a las hispanas. He puesto en letra cursiva las expresiones que a mi parecer revelan una redacción formulaica cuyo telar de fondo es el inglés. La lengua que emplea descansa o cuenta decididamente con ciertos conocimientos de los lectores, y también con un nivel de lengua culto o semiculto y con cierto grado de bilingüismo. Véase que

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en el texto siguiente el lector de esta noticia tiene que estar no sólo informado, sino manejar el léxico bilingüe: El gobernador Gray Davis promulgó ayer dos leyes que afectan a la comunidad latina, la llamada «ley bracero», que alarga el período de presentación de demandas y otra que impondrá sanciones a los empleadores de inmigrantes indocumentados que son despedidos sin causa justa. (La Opinión Digital, 30 de septiembre de 2002)

La comunidad latina en los EE.UU. no se refiere, ni siquiera grosso modo a los países y culturas que surgen de los territorios latinohablantes, sino solamente a los hispanos. La ley bracero se refiere a ciertos permisos de residencia temporal que se extendían a trabajadores principalmente mexicano para que pudieran residir y trabajar legalmente en los Estados Unidos, pero sin derecho a la residencia permanente y eventual ciudadanía. Empleadores, aunque es lexema cómodo y transparente, es calco del inglés employer. Obviamente casi toda persona tiene documentos, pero la expresión inmigrantes indocumentados (que se prefiere a trabajador ilegal) se refiere, claro está, a la falta de doumentos que permitan la residencia y el derecho al trabajo remunerado. Y un encabezado que dice así: ACTUALIDAD POLÍTICA: El sheriff y las licencias

que requiere saber lo que es un «sheriff» y lo que se quiere decir con licencias (licence en inglés), que en este caso quiere decir «permiso, carné» para conducir, manejar automóviles. De nuevo, el inglés es el punto de partida o referencia. En la misma página, pero Sección «Estado», que se refiera a las noticias estatales para distinguirlas de las nacionales y mundiales: Asambleístas y senadores de la Legislatura de California se comprometieron la semana pasada a intensificar su lucha para ampliar los derechos de los ciudadanos, luchar contra los delitos de odio, rectificar problemas en los reglamentos pertinentes a los abogados e intensificar su actividad en favor de los necesitados, durante la reunión anual de legisladores con la Asociación Mexicoamericana de Abogados (MABA, Mexican American Bar Association).

Este texto también descansa en la comprensión de lo que quiere decir «delito de odio» (hate crime), que se refiere a delitos cuya motivación reside en sentimientos de rechazo y odio que se convierten en agresiones físicas y psicológi-

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cas hacia ciertos grupos sociales, frecuentemente homosexuales, grupos étnicos, sectas o religiones. Y también se requiere de un entendimiento de «asambleístas y senadores» de la legislatura, que en los distintos países se pueden llamar concejales, diputados, etc. De nuevo vemos como el inglés está en el telón de fondo o «background». Pero en la Sección El País, las noticias son casi todas de agencias hispanohablantes (o hispanoescribientes) nacionales o internacionales y es mucho más difícil encontrar muestras de lengua que revelen la presencia del inglés tanto en el redactor como en el lector. Veamos una muestra en la página editorial de La Opinión, que en los Estados Unidos no va firmada: Un reto para la democracia En la actual coyuntura, es obvio que la amenaza terrorista y la recesión son las dos manifestaciones más problemáticas a que hacen frente los estadounidenses. Pero ambos problemas son sumas y conjuntos de factores, que deben a su vez ser identificados, aislados y tratados. El debate político parece dominado por el tema de la guerra contra Irak. La Administración Bush viene presionando interna y externamente por autorizaciones que le den luz verde para el uso de la fuerza en orden a remover a Sadam Husein del poder. En su empeño cuenta con el apoyo decidido del primer ministro británico Tony Blair. Pero también notablemente con la recia oposición del recién reelegido jefe del gobierno alemán.

Quizás la única frase traicionera sea la de «remover a Sadam Husein», que en El País de Madrid (19 de agosto de 2002) tiene la siguiente forma: «… el plan de la Casa Blanca es acabar con Sadam Husein y poner en su lugar a alguien en quien puedan confiar que no producirá ese tipo de armas». Y posiblemente «recia oposición» les suene muy regional a algunos hispanohablantes. En la sección de anuncios comerciales, que La Opinión llama, a la inglesa «Clasificados» (Classified Ads), es donde más se nota el léxico y usos locales. En la categoría de BIENES RAÍCES — Casas Movibles, se lee: LOS ANGELES: HERMOSAS CASAS MOVIBLES En todas las áreas, incluyendo reposeídas. Fácil financiamiento disponible. 2 recs., 2 baños, $650 incluyendo todo costo. Hablamos español. National Movible Homes.5

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National Movibles Homes es, claro está, National Mobile Homes, es decir, casas prefabricadas sobre ruedas. Reposeídas es traducción del inglés «repossessed» , es decir que la institución que concedió el préstamo toma en su «posesión» el artículo por incumplimiento de pago.

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Pero hay que apuntar que la redacción de los anuncios publicitarios es del anunciante y que en raros casos intervendría la redacción del periódico. Aún así, es obvio que el español que allí se exhibe refleja e identifica la filiación regional del usuario o, igualmente notable, revela el destinatario de la campaña de ventas. El siguiente anuncio no necesita comentario: NEGOCIOS Y FINANZAS — Oportunidades de Negocio CARRITOS VENTA AMBULANTE Vendemos carritos: ‘Hot dog’, tacos, tamales, elotes, frutas, raspados, churros, máquinas al pastor. Aprobado por salubridad. 12549 Washington Blvd. Whittier.

3. La red Internet Recientemente la red Internet, tanto por su naturaleza internacional como por el consciente esfuerzo para incluir a los hispanohablantes, ha experimentado un enorme aumento en páginas, vínculos, etc. Desarrollados por hispanohablantes o destinados al numeroso mundo hispánico, la disponibilidad es realmente asombrosamente amplia. En los Estados Unidos de Norteamérica es casi de rigor, sino obligatorio, que compañías comerciales y dependencias gubernamentales tengan unas páginas complementarias para los que no hablan inglés, o, de mas interés para nuestros fines, prefieren el empleo del español. Cuando entramos en foros nacionales, vemos que empieza a desdibujarse el regionalismo. Tal es el caso de lo que se lee en la página web de Yahoo (Yahoo en español): http://sweepstakes.yahoo.com/herenciahispana/: Por más de 30 años, los Estados Unidos han celebrado anualmente las ricas tradiciones históricas y culturales de la comunidad hispana de nuestra nación. El Mes Nacional de la Herencia Hispana nos da la oportunidad de expresarle a la comunidad hispana que apreciamos profundamente las muchas contribuciones que han hecho a nuestra sociedad, y de rendirle tributo nuevamente a la diversidad única de nuestro país. George W. Bush, Presidente de los EE.UU.

Claramente Bush tiene buenos traductores a su alcance. Y con motivo de esta celebración se estableció un foro electrónico al cual acudieron muchos hispanohablantes. Y aquí es donde vemos surgir nuevamente el crisol norteamericano:6

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Reproduzco estos textos sin alteración.

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Hola: qué tal? mi nombre es Ernesto, soy originario de la antigua Tenochtitlan, o sea la ciudad de México, y estoy de acuerdo con muchos de ustedes, en varios aspectos este pais es lo contrario al de nosotros en cuanto a cultura, costumbres, academia etc; pero no por eso nos vamos a dar por vencidos, siempre les emos (sic) demostrado quienes somos los hispanos, que nada nos detiene ni nos dejamos vencer tan facil, somos de sangre caliente y guerreros por naturaleza y una cultura que los anglos envidian, por eso hay que luchar, trabajar y estar al corriente con la tecnologia que tal vez nunca allamos (sic) visto o imaginarnos ver algun dia en nuestro pais, hechemosle todas las ganas del mundo para ser lo que queremos, un cordial saludo para toda America Latina.

Y otra intervención: Como hispanos devemos (sic) promocionar nuestra cultura y todo lo que en ella hay, como nuestros platos, idioma, peleas de gallos etc... (sic) Soy Puertorriqueño recidente (sic) en Dallas TX, si te gustan las peleas de gallos y quieres compartir anecdotas o inquietudes escribe a mi e-mail gracias... Ser hispanos es más allá de una simple cultura, de un idioma. Es la sangre que corre por nuestras venas, nuestra herencia de la mezcla de las razas, nativos (indios), españoles y africanos. Los cuales han sembrado en la raza latina ese amor por nuestras raíces, por el ritmo da la música, nuestras comidas y nuestra sensibilidad hacía el dolor humano. Aquí en Puerto Rico, mi querida Borinquen nos distingue el Ay bendito, la salsa y la hospitalidad.

En los foros y vínculos con perfil internacional, constatamos que el español se vuelve más panhispánico aún. Véase por ejemplo las páginas de BBC.MUNDO.COM para el 10 de mayo de 2001 http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/news/). La población hispana en Estados Unidos no sólo es la más joven de todas las que componen esa nación. También se está asentando en estados en los que su presencia no era común. Los últimos datos revelados por la Oficina de Censo también indican que, por primera vez, el grupo de mayor tasa de crecimiento entre los latinos no tiene sus raíces en México, Puerto Rico o Cuba, sino en otros países. A pesar de eso, los latinos de origen mexicano siguen siendo mayoría, con 20,6 millones. El segundo grupo lo constituyen los puertorriqueños, con 3,4 millones. Según la información, el 35% de los hispanos tienen 18 años o menos, en comparación con el 25% del total de la población estadounidense. En una comparación similar, la edad promedio de los latinos es de 25,9% contra un 35,3% en la población general. La Oficina del Censo de EE.UU. considera como intercambiables los términos «latinos» e «hispanos» para personas cuyos orígenes están en países hispano parlantes.

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Otras minorías En total, 35,3 millones de latinos viven en Estados Unidos. La población negra no hispánica, continúa siendo el mayor grupo minoritario en ese país, con 35,4 millones. Esta última figura sube a 36.4 millones cuando se permite a los censados incluirse en otra raza, además de la negra. Sin embargo es evidente que las distancias se acortan. Según datos anteriores, en la década de los 90 la población latina de todas las razas creció en un 57,9%, comparada con un crecimiento del 16% de la población negra. Otro dato que sobresale es que, aunque el 75% de los hispanos reside en el oeste y el sur del país (California, Florida, Nuevo México), su presencia crece en estados donde no es común, como Georgia, Carolina del Norte, Nebraska y Arkansas.

4. La televisión Es en la televisión donde en todos los países se nivela la lengua en una norma nacional, o donde se nacionaliza una norma regional, como, creo, se puede decir de España. En los Estados Unidos, España, Francia, Inglaterra, Alemania, y en muchos países más, la lengua televisiva tiende a ser homogénea e identificable con una norma nacional, sin lograrlo siempre, por supuesto. La cadena noticiosa CNN (http://cnnenespanol.com/) publica el siguiente artículo, el 1 de octubre de 2002. El español que emplea está adquiriendo más relevancia y en él vemos un lenguaje pulcro, cuidadoso, que pocas veces revela el origen geográfico de los redactores. ATLANTA (CNN) El intento de definir con un término común a los estadounidenses de origen hispano puede resultar confuso. Esta minoría creciente es muy diversa e incluye gente de ascendencia mexicana, española, cubana, puertorriqueña, costarricense, entre muchas otras. «No existe una definición perfecta para nuestra gente», señaló Cecilia Muñoz, vicepresidenta de políticas del Consejo Nacional de la Raza, una organización sin fines de lucro que aboga por los derechos civiles de los hispanos. De hecho, ni siquiera los hispanos pueden decir a ciencia cierta cuál es el término que mejor define al grupo, indicó Muñoz. «En California, la gente prefiere el término latino, pero en el sudoeste del país prefieren ‘hispano’ y algunos en la comunidad mexicano estadounidense se definen como ‘chicanos’», añadió. El censo realizado en el año 2000, que reveló que la población latina creció casi un 60 por ciento desde 1990, tampoco dio con un término único. Al completar la planilla del censo, los hispanos podían escoger entre las opciones de «Mexicano», «Puertorriqueño» u «otro español/hispano/latino».

No es así en otros apartados televisivos. En el de las telenovelas, que gozan de un mercado receptor en los Estados Unidos, la filiación dialectal es todavía

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obvia. Los tres países exportadores de estos famosos «culebrones» son México, Venezuela y Argentina, de manera que aunque los escenarios pretendan representar cualquier país hispanoparlante, el habla de los actores los delata. En varios casos hasta hay actores que imitan el acento del país que supuestamente representan, lográndolo sólo en parte.

5. Conclusiones Los millones de hablantes de español en los Estados Unidos se encuentran en una encrucijada. Si por un lado hay una creciente concienciación de su presencia en todos los aspectos de la vida americana —desde el aspecto laboral a su recientemente encontrado poder en las urnas—, es en el foro de la lengua y cultura donde los caminos a seguir son múltiples. A pesar de que los Estados Unidos tienen una larga historia de multilingüismo y hasta de tolerancia lingüística, la historia reciente ha ido contra la corriente histórica y se ha caracterizado por una actitud intolerante hacia otras lenguas y culturas. Si bien es cierto que se han perdido batallas en los tribunales estatales, la guerra de la lengua no ha finalizado. El español está cada día más presente en la vida americana y está en primera plana en varias regiones del país. Y es un español en gestación, un español que se nutre de la diversidad que caracteriza esta lengua para los que así la ven: no como un modelo monolítico, prescriptivo e intolerante, sino como una serie de tributarios que engrosan las filas no sólo cuantitativamente sino cualitativamente. Esperemos que a la larga, este español panestadounidense se coloque al lado y a la misma estatura de las demás lenguas nacionales. Cuna de una nueva modalidad y crisol de muchas.

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LENGUA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN ÉTNICOS: EL CASO DEL ESPAÑOL DE EE.UU. GABRIELE KNAUER Berlín

Las investigaciones sociolingüísticas sobre el español en EE.UU. nos muestran la gran complejidad del mundo lingüístico de los hispanos como la minoría étnica más grande que vive en este país multiétnico. Dicha complejidad lingüística se ve acompañada por distintas tendencias en el lenguaje diario de los hispanos, tendencias que se pueden denominar «procesos de variación y neutralización» y que es de suponer que se reflejan de alguna manera en el lenguaje de los medios de comunicación hispanos en EE.UU. Asimismo, se tratará de determinar con más detalle la importancia que tienen los medios de comunicación étnicos y su lenguaje en el hecho de que la minoría hispana se haya convertido en una parte cada vez más integrada en la mayoría sociocultural de Estados Unidos.

1. El español de EE.UU. entre heterogeneidad y homogeneidad: tendencias generales Sin duda alguna, en el interior de la comunidad hispana se advierten grandes diferencias sociales, políticas, culturales y lingüísticas, siendo el último aspecto el que se va a desarrollar a continuación. Las numerosas variedades lingüísticas del español usadas en Estados Unidos, sumadas a la falta de estandarización de muchas de ellas, hacen del sistema lingüístico del español un complejo endeble. Según Silva-Corvalán (2000) se podría afirmar que, hasta la primera mitad del siglo XX, eran dos las variedades principales del español en Estados Unidos: un dialecto puertorriqueño hablado en la costa este y otro dialecto con rasgos compartidos con la variedad del norte de México, hablado esencialmente en los estados del suroeste, aunque hoy en día extendido a todo el territorio de la nación. A partir de la segunda mitad del siglo XX se agregan muchas otras: la cubana, hablada principalmente en Florida, la colombiana, etc. Todas estas variedades

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del español tienen en común una acusada influencia del inglés, que se manifiesta en mayor o menor grado según la extensión del tiempo de residencia en Estados Unidos (espanglish, code-switching). A largo plazo, se está desarrollando otro tipo de lengua híbrida a causa de la influencia continua del inglés en el español que tiene como resultado la simplificación de su sistema gramatical (véase Otheguy 2001, Silva-Corvalán 1994). Además, se puede hablar de diversidad lingüística tanto por hablante como por uso; el español abarca desde formas de estándar culto a estándar coloquial y variedades no estándar, además de caló y el español drásticamente reducido de los hispanos nacidos en Estados Unidos. Finalmente, entre los inmigrantes de primera generación, por ejemplo, es muy posible que la influencia de dialectos lleve a la formación de una koiné o variedad lingüística que emerge cuando varios dialectos en contacto pierden sus rasgos diferenciales y se hacen más similares. Silva-Corvalán (2000) y Otheguy (en Vega 2003a: 25) suponen que se está formando una koiné en Los Ángeles y Nueva York. Se discute ya con más detalle el potencial desarrollo de una variedad neoyorquina del español, es decir, la posibilidad de que se vaya creando, en el habla de los hispanos neoyorquinos, una relativa homogeneidad que dé lugar a la creación de una variedad propia. Zentella (1990) comprobó que el contacto entre miembros de grupos hispanos diferentes (puertorriqueños, dominicanos, colombianos y cubanos) produce adaptaciones del habla y la adopción de palabras procedentes de otro dialecto. Esto supone, en principio, una expansión del léxico de cada hablante y no una reducción general del mismo, pues en la mayoría de los casos la adopción de un nuevo término no implica el abandono del original. El hecho de que un colombiano comience a decir guagua por contacto con hablantes caribeños no implica que abandone u olvide la palabra bus. Existe por lo tanto una adaptación lingüística, pero está todavía por determinar si este fenómeno producirá la emergencia de un nuevo dialecto. En el estudio más reciente de Otheguy/Zentella (2003) sobre el uso de los pronombres personales de sujeto entre cubanos, dominicanos, puertorriqueños, colombianos, ecuatorianos y mexicanos en Nueva York, se pueden reconocer las interrelaciones complejas entre procesos de variación y neutralización lingüísticas o, hablando con los términos de los dos investigadores, de convergencia dialectal y acomodación lingüística: el uso creciente de los pronombres se debe a la influencia del inglés, pero también depende del país de origen del hablante, de los años de estancia en Nueva York y de su sexo, con el resultado de que […] after 15 years in New York, the men have simply caught up to the women. We may thus be facing a combination of contact and catch-up elements, where the English contact situation in New York has accelerated, among the men, a change that may have been already under way in Latin America among women (Otheguy/ Zentella 2003: 20).

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Ahora bien, es interesante comparar esta situación lingüística del lenguaje diario de los hispanos en Estados Unidos con la situación del español en los medios de comunicación. Evidentemente, son los medios quienes llevan el español a la mayor cantidad y diversidad de personas, generando, en primer lugar, la conciencia de que la lengua es lo suficientemente meritoria de un espacio de poder.1 En segundo lugar, nos debemos preguntar de qué manera responden los medios a la visible heterogeneidad lingüística y cultural de su audiencia mayoritariamente hispana. Se supone que una de las preocupaciones a este respecto se refiere a la decisión acerca de cuál es la variedad del español que debe tomarse como modelo. La nivelación interdialectal, en el sentido del uso de un español más general, es favorecida fundamentalmente por la prensa, la televisión y la radio, contribuyendo así a darle cohesión a la comunidad hispana en Estados Unidos e incluso a la comunidad hispanoamericana internacional.2 Vamos a ver, con más detalle, el papel que juegan los medios de comunicación étnicos en esta situación primordialmente heterogénea, con tendencia a neutralizaciones lingüísticas partiendo de sus funciones especiales en una sociedad multicultural.

2. Los medios étnicos hispanos: aspectos funcionales Podríamos empezar diciendo que los medios tienen la capacidad de crear realidades sociales concretas que se convierten en partes integrantes de la vida social de su audiencia y que al mismo tiempo cambian sus comportamientos sociales. Este mundo social es creado mediante cuatro funciones fundamentales o globales: dar información, entretener, desarrollar opiniones/manipular y crear identidad.3 Los medios en los que se escribe y se habla español en EE.UU. suelen llamarse étnicos en sentido cultural porque su función primordial es la construcción 1 2

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Univisión (véase 3.1.) alcanza al 92% de la población hispana total de EE.UU. Véase los trabajos de Ávila (2003) sobre la televisión internacional en español. El autor considera que la lengua española común, «la internacional, siempre se ha nutrido con los usos nacionales y estos, a su vez han asimilado y difundido la riqueza expresiva de los regionalismos. Los medios no tienen por qué usar un lenguaje limitado o empobrecido. El español de todos, el que he llamado internacional, debe concebirse como la unión —la suma— de las variantes nacionales, y no como una modalidad neutra, si se concibe como la que corresponde al uso común, a la intersección de las variantes, que siempre resultará empobrecedora» (Ávila 2003: 105). Véase Helfrich (1998: 4).

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de identidad(es) étnica(s). Los criterios culturales más importantes, a diferencia de los medios angloparlantes, son la lengua (el español) y los temas latinoamericanos continuamente presentes. En términos generales de la ciencia de la comunicación, la relación entre medios de comunicación étnicos y la creación de identidad colectiva puede ser considerada con criterios funcionales y/o causales, es decir, los medios a) desarrollan, definen o conservan los auto-conceptos de grupos (étnicos, etc.) y b) influyen (modifican) la definición de estos grupos subrayando, como en el caso de la minoría hispana en EE.UU., la importancia que tienen en el contexto de la asimilación étnica. Al mismo tiempo, las investigaciones recientes sobre la recepción de la televisión hispana4 demuestran que los hispanos tienen ciertos auto-conceptos con respecto a su situación específica: la mayoría de los latinos son pobres y tienen poca educación; la cultura hispana como tal es rica y diversificada; la comunidad hispana es a la vez homogénea y heterogénea; son muy conservadores con respecto a la familia, la sexualidad, etc.; existe racismo en EE.UU., es decir, son personas de segunda categoría; necesitan el contacto con sus culturas de origen a la vez que están dispuestos a asimilarse a la sociedad norteamericana. Pero las respectivas encuestas no ofrecen resultados en lo que se refiere a auto-conceptos de carácter político y económico5: tener conciencia de su importancia demográfica, su constitución como grupo político y social fuerte así como de su peso lingüístico frente al inglés. Pero es sabido que desde los años sesenta el movimiento chicano y el descubrimiento del «Hispanic Market» han provocado un crecimiento cuantitativo y cualitativo enorme de los medios hispanos en EE.UU., sobre todo de los medios electrónicos (radio, televisión, internet).6 Desde los años noventa, los hispanos participan cada vez más en el diseño y la producción de estos medios con el objetivo de construir identidad(es) étnica(s) y la voluntad de no perderse en el famoso melting pot de EE.UU., tanto a nivel nacional como regional. Subervi-Vélez (1994: 218) opina que los medios de comunicación étnicos cumplen funciones duales o multifacéticas. Es decir, que dichos medios promueven identidades culturales que reflejan la asimilación ideológica en torno a la política y la economía (capitalista), pero a la vez promueven identidades culturales que reflejan el pluralismo cultural real o estandarizado.

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Véase Gibens (2003). Aunque la mayoría de las investigaciones sobre recepción de los medios se dedica al tema del hispano como «consumidor» y apenas como personas de distintas culturas e identidades, que es una tendencia de investigación más reciente. Véase las cifras en http://www.austin360.com/statesman/editions/sunday/news_4.html.

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Sus funciones detalladas son, según el mismo autor, las siguientes: 1. Reafirmar la identidad latina a. Mantener el idioma español i. Identidad panhispana ii. Identidades nacionales y regionales a. Hacer publicidad con fines de lucro b. Mantener vínculos con sus países de origen i. Noticias de América Latina ii. Celebración de actividades culturales latinoamericanas a. Establecer vínculos entre los hispanos que viven en EE.UU. i. Mejorar las condiciones de los latinos en sus respectivas comunidades ii. Identificación como parte de una etnicidad propia, pero latina, en EE.UU. 2. Agentes de pérdida de la identidad latina a. Ayudar al inmigrante latino a adaptarse a EE.UU. b. Homogeneizar las culturas latinas incluyendo los acentos y modismos del idioma c. Promover la participación cívica y política de los latinos en sus respectivas comunidades7 Como hemos podido ver, para analizar con más detalle los medios orales lo fundamental es la interrelación entre lengua e identidad.

3. Los medios étnicos orales como portadores específicos de estos conceptos Sin duda alguna, estos medios tienen, por diferentes razones, un impacto mucho más fuerte que cualquier medio escrito. The shaping of a Latino identity is an ongoing process. For decades the written word played a crucial role in it, but never as important as that of folklore, music, graphics, and the theater. A large portion of the Mexican population in the Southwest was illiterate for decades, and so it found its expression in murals, engravings like those of Posada, and teatro navideño, as well as corridos. But in the age of information tech-

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Resumen de Subervi-Vélez (1994: 214-218).

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nology, it is fair to say that the media —TV and radio— are leading the way. There are more Spanish-language radio stations in the state of California than in all of Central America together. And like it or not, TV screens play a mayor role in family dynamics inside Hispanic households, as they do in those of millions of other Americans. Those media outlets are also playing a significant role in the move of Latinos from the outskirts of the nation’s culture to the mainstream. In them a collective conscience is being shaped, one that is pan-Latino on scope. Don Francisco and Cristina, in their neutral hispanidad, have much more to say about the future of Latinos in the United States than any intellectual treatise, including this one (Stavans 2001: 203-204).

Resumiendo: dichos medios de comunicación tienen un alcance enorme, es decir, regional, nacional y hasta internacional; su audiencia es igualmente enorme porque el carácter específico de estos medios permite que puedan acudir personas de todo nivel social; la transmisión específica del mensaje trae consigo una mayor complejidad lingüística que en los medios de comunicación escritos, siendo los rasgos más importantes la oralidad y la inmediatez del mensaje; las formas de construir símbolos de identidad(es) están mucho más diversificadas que en los medios escritos. Para muchos hispanos, los medios de comunicación en español constituyen la única fuente para practicar su lengua y para ayudar a sus hijos a aprenderla. Les mantiene, además, en contacto con sus tradiciones culturales, acercándolos a la música, a los sucesos, a los acontecimientos, a las celebraciones, etc., de su país, al mismo tiempo que les informa sobre las noticias de la nación en la que viven. A los nacidos en Estados Unidos, la radio y la televisión en español les provee identificación cultural y sentido de pertenencia a un grupo étnico distinto (Morales 2001).

Tanto los hispanos recién llegados como los nacidos en EE.UU. tienen toda la razón al recurrir mayoritariamente a estos medios porque el lenguaje que usan es mainstream, es decir, una forma de expresar opinión que es reconocida por las autoridades oficiales (a diferencia, p. ej., de los graffiti). Su carácter consiste en que son portadores del habla y construcciones que la combinan con contenidos específicos8, fotos, imágenes y música. Se considera que la creación de identidad es parte integrante de su recepción por parte de la audiencia. En primer lugar, son las imágenes estereotipadas y su efecto de reconocimiento las que contribuyen a la construcción de identidad. Eso significaría que los hispanos en EE.UU. prefieren productos mediáticos en los cuales se hable su lengua y donde ellos mismos figuren como etnia y, suponemos también, como grupo político y social.

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Son temas sociales y no tanto políticos los que siguen dominando en el periodismo hispano.

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Desde el punto de vista de la audiencia, es lingüísticamente importante el hecho de que los hispanos formen tres grupos lingüísticos en un sentido que va más allá de su origen nacional y su ubicación regional en EE.UU., es decir, son monolingües en inglés, bilingües de muy diversos grados o monolingües en español. El primer grupo es el completamente asimilado que recurre normalmente a los medios angloparlantes, mientras que el segundo representa el fenómeno del pluralismo anglo-hispano (o sea aculturación, transculturación, bilingüismo-biculturalismo) y el tercero está formado por los inmigrantes hispanos recién llegados o no asimilados que usan exclusivamente los medios hispanos. Se trata, pues, de estrategias identificadoras de la audiencia hispana según la lengua que se use en los medios de EE.UU. poniendo en relación contenido e idioma. Quizá en ningún otro medio como en la televisión se manifieste mejor la tendencia de que los hispanohablantes residentes en Estados Unidos recurren a las noticias, al deporte y las telenovelas, que son los programas más populares. Pero la cuestión de la interrelación lengua-identidad puede ser abordada también desde el punto de vista de las modalidades del español aceptadas por los productores en los medios de comunicación hispanos orales. Ya sabemos que, generalmente, se puede comprobar un uso lingüístico nivelado a diferencia del lenguaje usado en el sector informal.9 Suponemos que así se está creando, al menos a nivel nacional y en algunos géneros mediáticos, algo que se puede denominar identidad panhispana en EE.UU., tomando en consideración la ya mencionada heterogeneidad lingüística de la comunidad hispana. Es interesante, en este contexto, el debate relacionado con el llamado español neutro que se pretende utilizar en los medios de comunicación de masas, sobre todo en la televisión. Petrella (1998) considera que la idea del español neutro es básicamente comercial, es decir, el producto debe ser exportable a la mayor cantidad de sectores del mercado y por eso se busca una lengua que prescinda de las peculiaridades nacionales. Se entenderá por idioma castellano neutro al hablar puro, fonética, sintáctica y semánticamente conocido y aceptado por todo el público hispanohablante, libre de modismos y expresiones idiomáticas de sectores (Petrella 1998: 979).

Es muy común la opinión entre especialistas teóricos y prácticos del área de comunicaciones de que en el caso del español neutro se trata de una especie de estándar que no se puede definir aún con más detalle.10 9 10

Es decir, no se trata del español simplificado descrito por Otheguy (2001) y Silva-Corvalán (1994) que también podría representar algo así como una identidad panhispana en EE.UU. Según hemos podido averiguar en la conferencia sobre Periodismo en Español (Facultad de Comunicación de la Universidad de Miami, 8 de Febrero de 2003), prácticamente no existen instituciones en los medios hispanos de EE.UU. que cumplan con este objetivo. Apenas

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El uso ocasional del spanglish así como de todas las formas del code-switching reflejan un proceso que podemos denominar transculturación, como forma activa de búsqueda de una nueva identidad por parte de los hispanos que viven en EE.UU.: la identidad hispana norteamericana. En cambio, se observan tendencias de uso regional de distintas modalidades del español que reproducen identidad nacional según el país de origen de las personas, como en el caso de los cubanos en Miami o los mexicanos de California y Texas.11 En el mismo orden de cosas, se puede considerar que el alcance y la penetración de los medios han creado la posibilidad de que los hispanohablantes puedan escuchar diferentes dialectos en su propia casa (sobre todo en la radio), y los confronten con el suyo. Esto tal vez conduzca a superar la actitud glosocéntrica de imaginar que el mejor español es el propio, el del país o la región donde uno vive (véase Ávila 2003: 103). Finalmente, los medios hispanos orales construyen identidad de grupo políticosocial en EE.UU. Por un lado, la lengua permite identificar a la comunidad hispana como un todo y, por otro, ofrece la posibilidad de participación política y económica en virtud de que ayuda a conformar un grupo fuerte frente a otras minorías. Consideramos que la lengua española representa una instancia decisiva para este tipo de lugar de los hispanos en la sociedad estadounidense.12 Las posiciones conservadoras que buscan mantener al inglés como idioma oficial de la nación (p. ej. The English Only Movement en California), impidiendo que otra lengua ocupe un lugar en la vida pública, han sido reemplazadas por posiciones más moderadas que intentan hacer de un contexto bilingüe-bicultural una oportunidad para promover el conocimiento y la participación en ambas culturas. Se puede afirmar, en este sentido, que la lengua española tiene alcance en la arena política y económica y no precisamente a causa de una legisla-

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se está comenzando a reflexionar seriamente sobre aspectos cualitativos de estos mismos medios tanto desde el punto de vista de sus contenidos como de sus usos lingüísticos. Uno de los proyectos pioneros al respecto es la elaboración actual de un Manual de Estilo patrocinado por la Asociación Nacional de Periodistas Hispanos con la colaboración de Alberto Gómez Font de la Agencia Efe. Este manual va a dar un espacio más amplio a la cuestión muy discutida del spanglish. Radio y Televisión Martí representan este uso regional del español (http://www.martinoticias.com). Aunque parece que la conciencia de grupo político y social relevante en el escenario político estadounidense no se expresa siempre a través de la lengua española, sino más bien a través de la existencia de una cultura común, de raíz hispánica, y la existencia en los Estados Unidos de grandes grupos sociales y políticos que son producto de la incorporación de población de diferentes orígenes al conjunto estadounidense (véase Garrido 2001). Es decir, el hispano puede identificarse como estadounidense de un grupo y no como un extraño al país.

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ción en materia lingüística.13 Es decir, tiene alcance debido a que la comunidad que la usa tiene el poder de decidir en los procesos políticos y económicos del país, aunque todavía lo haga de manera restringida y más a nivel regional que nacional. The sense of unity among us and the war against Anglos reached its highest levels in 1988, when Univisión conducted a report of the presidential campaign that was motivated by the desire to understand the true impact of Latino votes at the national level. The programming covered both the Democratic and the Republican conventions and concluded with the election. The political agenda was evident: how powerful are Latinos when acting together, supporting only one candidate? Reporters forced Michael Dukakis to use his college Spanish to attract sympathizers (he did so quite well) and George Bush to promote his Mexican daughter-in-law as actual proof of his love for this ethnic community. […] If they were totally united, argued the Spanish-language networks, Latinos could decide who the next president of the United States would be (Stavans 2001: 202-203).

Así pues, el problema fundamental de la(s) identidad(es) hispana(s) en EE.UU. con respecto a los medios de comunicación hispanos orales consiste en que debemos preguntarnos en qué medida éstos contribuyen a mantener identidades nacionales (enfoque funcional) y/o construyen nueva(s) identidad(es) norteamericanas (enfoque causal) entre su audiencia. Con referencia al segundo enfoque, es lingüísticamente interesante el caso del lenguaje de la radio de Los Ángeles ya que en sus programas se usa un español vernáculo con elementos del inglés y del español, aunque estigmatizado por hablantes hispanos monolingües. Parodi (1999: 34) considera que forma una subvariante nivelada del español vernáculo hablado en esta ciudad, cuyas características principales consisten en la presencia de pronombres de sujeto, de objetos y de posesivos duplicados. Lo dicho nos lleva a preguntarnos si es primordialmente la lengua española la que provoca cierta sensación de identidad entre los hispanos o, en medida creciente, el spanglish y todo tipo de code-switching. Los lingüístas Ricardo Otheguy (Nueva York) y Ana Celia Zentella (San Diego) describen el español de EE.UU. como «una especie en peligro de extinción cuya desaparición tal vez podría ser más lenta [...], si hay un empuje fuerte para que las nuevas genera-

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La educación es un caso diferente, como nos enseñan las restricciones recientes en materias de educación bilingüe. Al contrario, es en el área del marketing donde se nota una creciente cantidad de reflexiones, incluso lingüísticas, sobre el aspecto étnico (véase, p. ej., Tharp 2001: 123-163).

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ciones sigan hablando el idioma, de la manera que sea» (en Vega 2003a: 25). Parece que la radio más que la televisión apoya este proceso puesto que suele apelarse al spanglish en publicidades o en campañas políticas con la finalidad de acercarse a la audiencia a través de la lengua. De este modo, el hecho de que las producciones del español no estandarizado tengan mayor alcance a partir de los medios de comunicación orales contribuye a reproducir la variedad local y el registro coloquial que caracteriza al español de quienes no han pasado por la educación formal.14 Hasta ahora hemos partido solamente del hecho de que los medios estadounidenses son mayoritariamente monolingües en inglés o español. Apenas se están manifestando los inicios de un periodismo bilingüe.15 Se observa un interés muy fuerte de los hispanos por los medios angloparlantes que tiene su base en el alto porcentaje de personas bilingües entre ellos. Tanto desde el punto de vista del contenido como de la lengua son los medios bilingües los que contribuyen más a la nueva identidad de los hispanos en EE.UU. Los conceptos mediáticos adecuados pretenden que nunca abandonen completamente la cultura de origen de sus padres y abuelos. En este sentido, los medios se dedican tanto a temas latinoamericanos como estadounidenses, vinculándolos con diferentes idiomas. Además, son también las estrategias del Target Marketing las que promocionan el uso del inglés para asegurarse los ingresos que se consiguen a través de la publicidad dirigida no sólo a una audiencia hispana, sino también angloparlante. Así, el bilingüismo se convierte en un concepto mediático muy importante.16 A continuación, se describirá el papel específico de la televisión hispana en este contexto.17

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En cambio, los medios escritos, es decir, la prensa lucha consecuentemente contra cualquier manifestación de anglicismos. Según Jacqueline Donado-Mourelatos, managing editor de El Diario (Nueva York), el problema más serio de los reporteros hispanos es la constante traducción del inglés al español a través de la cual se imponen las interferencias del inglés. En el Libro de estilo propio que utilizan en la redacción figuran muchos ejemplos de su trabajo periodístico diario (entrevista, 19/2/03 en Nueva York). La política lingüística de El Diario consiste en usar un español muy general y lo más castizo posible, cumpliendo así con una función muy específica de los medios étnicos, esto es, la educación lingüística con el objetivo de mantener la lengua española en EE.UU. Véase el análisis de Radio Bilingüe hecho por Korell (2001). Los medios angloparlantes que contratan a periodistas hispanos exigen que sean bilingües. Las siguientes afirmaciones se basan en el análisis de un corpus de grabaciones no transcritas de los noticieros nacionales de Univisión (23-27/10/00) así como los noticieros regionales de Univisión de Houston, Los Ángeles, Miami y Nueva York (28-30/1/98) y serán completadas por los comentarios de especialistas tanto teóricos como prácticos en periodismo

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3.1. El caso de la televisión en español: Univisión La sola existencia de Univisión y Telemundo18 ya pone de manifiesto la gran influencia de la cultura hispana en Estados Unidos. Stavans (2001: 199) opina que la televisión hispana adquiere cada vez más fuerza cultural, pero aún hacen falta estudios sobre su impacto y sus mensajes concretos no sólo en EE.UU. sino también en la zona del Caribe y de América del Sur. ¿Cuáles son nuestras observaciones concretas al respecto? — Los programas de la televisión en español no son bilingües como en el caso de la radio (p. ej. Radio Bilingüe). El cambio de lengua se da únicamente por la existencia de medios en inglés y en español. De las investigaciones hechas sobre las costumbres de los hispanos en el consumo de estos dos medios resulta que éstas tienen que ver con las necesidades lingüísticas y culturales específicas de cada individuo. Ya hemos mencionado que los hispanos bilingües acuden a medios en español para conseguir todo tipo de información concreta sobre sus países de origen y acuden, en cambio, a medios angloparlantes para ver programas educativos y vivir un periodismo de más acusada controversia. Las tendencias generales en el consumo de televisión por parte de los hispanos demuestran que la generación joven prefiere programas en inglés: un 11,1% de los informantes ve solamente programas en español, un 13% sólo programas en inglés y un 50% consume ambos medios (véase DeSipio/Banet-Weiser/Escalante-Dalton/SuberviVélez 2000: 66). — Los productores de la televisión hispana tienen conciencia de la heterogeneidad de su audiencia, problema muy grande a la hora de hacer programas concretos. A nivel nacional, Univisión trata de homogeneizar esta audiencia social y regionalmente, tanto desde el punto de vista lingüístico como de los contenidos. No existen programas específicos para jóvenes o intelectuales

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hispano que hemos podido consultar por entrevista directa y email (Dr. Guillermo Gibens, Alejandra Chaparro, Jacqueline Donado-Mourelatos, Evelyn Hernández). Es decir, el enfoque metodológico aún no consiste en constatar frecuencias en el uso de determinadas formas lingüísticas (véase también notas 20 y 22). Los productores de Telemundo son mayoritariamente cubanos. A pesar de ello enfocan hacia la comunidad hispana en toda su heterogeneidad. Sus símbolos más comunes son el folklore y los estereotipos. «These programs find their success in the idea of life as a masquerade, an ongoing fiesta, a colourful carnival complete with clowns and childish contests, and in macho jokes and sexual innuendos that make use of polygamous husbands and handsome Latin lovers to deliver their message» (Stavans 2001: 200). Lingüísticamente interesante es el hecho de que Telemundo tenga locutores de Chile y Puerto Rico en sus noticias.

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hispanos porque se da por supuesto que son bilingües y pueden recurrir a los programas de los medios en inglés para llenar este vacío. El mayor grado de homogeneización se puede constatar no sólo en los Noticieros Nacionales19, sino en medida creciente también en los programas de entretenimiento. Hasta en el famoso Sábado gigante se puede constatar esta homogeneización en el uso de un lenguaje popular cada vez más neutro para hablar de temas generales, lo cual transmite la sensación de que la cultura hispana es uniforme.20 A nivel regional, esta homogeneización se manifiesta siempre en favor del grupo latino más fuerte, como se puede ver claramente en partes de los noticieros regionales analizados. — Evidentemente, el español es el elemento básico en la construcción de identidad. Univisión no mezcla las dos lenguas, pero impone cierta mexicanización aumentando constantemente la cantidad de símbolos mexicanos.21 Muchos programas son producidos por Televisa en México, lo que garantiza la entrada constante de la variedad e idiosincrasia mexicanas. De este modo, se puede decir que el grado de identificación cultural es mayor en el caso de los mexicanos. Según una encuesta hecha por Gibens (entrevista, 9/2/03 en Miami), la audiencia de Univisión exige la presencia más visible de los diferentes grupos hispanos que viven en EE.UU. A pesar de ello, se percibe cierta satisfacción con respecto a los noticieros, dado que éstos se refieren en medida creciente a los distintos países hispanoamericanos, aspecto que crea identificación cultural fuerte entre los hispanos norteamericanos a nivel nacional, ya que este tipo de información no se encuentra en los medios angloparlantes. Finalmente, el tipo de entretenimiento (telenovela, shows, deporte) es lo que sigue siendo muy latino. — Univisión intenta contribuir a la definición de los hispanos, llegando hasta incluso a influir en ella en el sentido de modificarla con el objetivo de la integración de los hispanos en la sociedad estadounidense. Pero lo hace sólo en determinadas circunstancias, es decir, en la propaganda política son las

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Gibens (entrevista, 9/2/2003 en Miami) menciona el ejemplo del famoso moderador Jorge Ramos de origen mexicano, quien durante los últimos veinte años ha venido neutralizando cada vez más su lenguaje. Además del corpus descrito en la nota 17 analizamos una muestra de este show grabada el 21 de febrero de 2003 que verifica lo anteriormente dicho. «Puerto Ricans and Cubans are today well informed about the meaning of the ‘Cinco de Mayo’ celebration, for instance. Further, many Mexican Spanish words, such as ‘la migra’ (immigration and Naturalization Services), ‘la troca’ (truck), or ‘el coyote’ (name given to someone who smuggles illegal aliens into the United States), are well understood and have a clear meaning for Puerto Rican and Cuban viewers of Univisión programs» (Gibens 2003: 177s).

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elecciones presidenciales a nivel nacional, o asuntos políticos de diferente índole a nivel regional; en la publicidad se considera a los hispanos como consumidores par excellence. Se puede preguntar si es «sensibilidad» o más bien «oportunismo» lo que lleva a los productores de estos medios a tales posturas. Mientras la publicidad es una constante fija en todos los programas de televisión22, la propaganda política aparece ocasionalmente. Por un lado, Univisión da la impresión de que los hispanos se integran en la sociedad norteamericana usando para ello conceptos muy norteamericanos que son precisamente la publicidad y las elecciones. A través de los medios los hispanos saben lo que se espera de ellos en el país (véase Stavans 2001: 199).23 Por otro lado, la mayor parte del resto de los programas son de entretenimiento que contribuyen a que los hispanos no pierdan sus identidades originarias. — Univisión usa un español puro y estandarizado a nivel nacional. El (e)spanglish y el code-switching aparecen en programas de entretenimiento hechos en EE.UU. La mayoría de los periodistas son inmigrantes que tratan de neutralizar su modalidad de origen según lo exija el género que estén moderando.24 Pero, según la opinión de Morales, este español neutro o normativo podría ser corrompido por a) el continuo surgimiento y cierto reconocimiento oficial de modalidades de habla que mezclan español e inglés (code-switching); b) el proceso de retroalimentación o «familismo» que se está imponiendo en ciertos grupos, que les hace preferir las modalidades de habla locales de sus lugares de origen, aunque éstas incluyan dialectalismos poco prestigiosos;

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Véase el corpus analizado (notas 17 y 20) donde la presentación de las noticias es interrumpida por largas secuencias publicitarias. Véase también el título bien acertado de Dávila (2001). Según Alejandra Chaparro (entrevista, 10/2/03 en Miami), los periodistas hispanos que se formaron en sus países de origen trabajan con más conciencia lingüística que los que se formaron en EE.UU. «El español de los medios de comunicación de Estados Unidos se ha definido siempre como una modalidad neutra de cuidada articulación, gramática precisa y pocas palabras regionales o coloquiales. [...] Generalmente los locutores tienen experiencia de trabajo en países donde se habla español como lengua materna, lo cual les permite mantenerse alejados de las variedades dialectales y modismos extremos. Es un hecho comprobado que las grandes cadenas radiofónicas y televisivas prefieren contratar a locutores de países iberoamericanos» (Morales 2001).

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c) el número insuficiente de libros publicados en español en Estados Unidos (y, frente a ésto, la popularidad de los programas musicales y shows populares que exageran los usos lingüísticos dialectales o mezclados); d) por último, el poco uso que hacen de él en la práctica los departamentos de español de las universidades en sus investigaciones y tesis (Morales 2001). Las características lingüísticas de los distintos grupos hispanos siempre han sido consideradas el criterio más importante de diferenciación, pero con tendencia decreciente desde los años ochenta (véase Held 1997: 344). Parece que este proceso es apoyado por los medios de comunicación orales mediante un uso lingüístico mayoritariamente homogéneo, pero a la vez heterogéneo, imponiendo un estándar regional, a saber: en Florida es el estándar caribeño y en California y Texas es la variedad urbana culta mexicana.

4. Conclusiones Hemos desarrollado algunas ideas sobre la situación del español en Estados Unidos entre variación y neutralización tanto en la comunicación diaria como en la comunicación mediática oral, subrayando la enorme responsabilidad que tienen los medios hispanos orales para el futuro del español en este país. A pesar de ello no se puede hablar aún de política lingüística de los medios de comunicación hispanos en la actualidad.

4.1. Mantenimiento lingüístico versus transculturación lingüística Se puede afirmar que la televisión hispana contribuye de manera decisiva al mantenimiento del español en EE.UU. porque el uso lingüístico general es de alto nivel cualitativo y la fuerza homogeneizadora del lenguaje crea identificación panhispana, incluso entre las personas bilingües. Hacen falta estudios empíricos que describan detalladamente este lenguaje con el objetivo de que pueda ser codificado.

4.2. La cuestión de la norma Sabemos que no tiene sentido hablar de (un único) español en EE.UU. debido a que, por un lado, existe una enorme diversidad de dialectos y, por otro, si bien existen periódicos y otros medios en español, en la vida cotidiana es posible

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comunicarse igualmente en inglés, español y (e)spanglish. Estos hechos, sumados a que las legislaciones imponen el inglés como única lengua de enseñanza, así como la obligatoriedad del uso de esta lengua en la actuación pública, condenan al español a una falta de estandarización y normalización y, creemos, a una falta de valoración positiva por parte de la comunidad estadounidense en general e incluso de los propios hablantes. Quizá sean los medios de comunicación los que consigan cambiar esta situación mediante una política lingüística homogeneizadora.25 Según nuestra opinión, son los locutores y su lenguaje quienes juegan un papel decisivo en este tipo de reflexiones sociolingüísticas. Estos provienen, en general, de distintos países de América Latina (p. ej., Jorge Ramos de México, María Elena Salinas de México, Don Francisco de Chile, etc.), donde incluso se formaron en periodismo. En cambio, los locutores puertorriqueños se forman en las Escuelas de Comunicación estadounidenses y tienen un modo de hablar muy adaptado al de sus compatriotas que viven en EE.UU. Así se puede decir que la influencia de la lengua inglesa en el español televisivo es el resultado de la formación periodística que en EE.UU. sólo es posible en inglés.26 En la radio y en la prensa se muestra una tendencia hacia el desarrollo de medios bilingües; el criterio es «traer lo más importante en ambas lenguas», como lo demuestra la colaboración de la Washington Post con Univisión y el periódico hispano regional Tiempo latino.27 En cambio, en la televisión este proceso no va ganando terreno a causa del predominio de la imagen.

4.3. Un posible concepto del lenguaje de los medios de comunicación étnicos hispanos en EE.UU. La pregunta es si existe, más allá del aspecto bilingüe, un concepto del español como lengua de los medios de comunicación étnicos hispanos en EE.UU. Según las respuestas de algunos especialistas consultados por Korell (2001: 65ss), no se puede hablar aún de conceptos generales sino más bien personales. Por un lado, muestran cierta confianza en los medios bilingües como los medios del futuro y del mainstream en dos diferentes sentidos: aceptando las formas del

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Hay posiciones diferentes en lo que se refiere a la existencia o no de una norma general del español en el mundo y las necesidades de describirla (véase Bierbach 2000). Algunas universidades ofrecen programas en español, entre ellas la Universidad de Austin y, recientemente, la Universidad de Miami. Según Marcela Sánchez en la conferencia sobre Periodismo en Español (ponencia en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Miami, 8/2/03).

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(e)spanglish como variedad usada en dichos medios y considerando que la combinación de programas en ambas lenguas según aspectos temáticos sería la solución más adecuada al respecto. Por otro lado, exigen un «español correcto» como criterio orientador en el uso de la lengua.

4.4. Comparación con Hispanoamérica Comparando los resultados del análisis presente con la situación del español en Hispanoamérica,28 se puede constatar grandes coincidencias, pero también diferencias. En principio, los medios hispanos estadounidenses tienen sus propios conceptos de neutralización lingüística: mexicanización y/o casos de mediación lingüística en los distintos programas televisivos. Las variedades hispanoamericanas y las idiosincrasias nacionales vinculadas con ellas están conviviendo en un espacio mucho más reducido en Estados Unidos y entran en contacto directo a largo plazo. Esta situación exige otros enfoques de los medios de comunicación para alcanzar a su audiencia hispana tan diversificada, es decir, las tendencias neutralizantes en el uso de la lengua se combinan con imágenes y símbolos tanto hispanoamericanos como estadounidenses que, a diferencia de la americanización general de los medios hispanoamericanos, dan a la comunidad hispana la sensación de ser parte integrante de la sociedad estadounidense. Pero se sigue la misma «cultura popular» en el diseño de los programas de entretenimiento cuyo elemento más importante es la telenovela. Es, pues, la creación de varias identidades lo que distingue los medios hispanos estadounidenses de sus homólogos hispanoamericanos.

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Hofmann (2002) resume los tópicos de la descripción del español en los medios de comunicación hispanoamericanos: la unidad versus la diversificación lingüísticas.

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1. Observaciones preliminares Se han realizado muchas investigaciones sobre las diferencias lexicales entre el español peninsular y el americano. Tanto la existencia de diccionarios y vocabularios específicos nacionales y regionales, así como la Academia Española de la Lengua esforzada en incorporar los hispanoamericanismos1 revelan la diversidad y al mismo tiempo la riqueza lexical del español. Las diferencias en el léxico señaladas en dichas obras son esencialmente de origen histórico y forman parte del patrimonio lingüístico-cultural de cada uno de los países hispanohablantes. Así, la acera española se llama vereda en la Argentina,2 la judía verde se llama chaucha3 y la falda de mujer es la pollera.4 Sin embargo, sorprende que Emilio Lorenzo agregue de manera explicativa en su Prólogo al Diccionario comentado de Terminología informática de Aguado de Cea5 sobre el término informática: ‘computación para los hispanohablantes ultramarinos.6 Su aclaración sorprende por dos razones: primero, porque la informática (y con ella, su lenguaje) es un producto del siglo XX, relativamente joven, y segundo, porque el lenguaje de la informática se caracteriza, como todas las lenguas técnicas por su unidad terminológica. Un vistazo al DRAE confirma que las denominaciones computación e 1

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«Nos situamos en el camino correcto para conseguir un diccionario verdaderamente panhispánico, reflejo no solo del español peninsular sino del de todo el mundo hispanohablante» (DRAE, Preámbulo: X). ‘Parte lateral de una calle o carretera destinada al paso de los peatones’ (GDLE 16a, s.v. acera); ‘Lugar de una calle reservado para la circulación de peatones’ (GDLE 1806a, s.v. vereda). ‘Judía verde’ (GDLE 291b, s.v. chaucha). ‘Falda de mujer’ (GDLE 1373b, s.v. pollera). Aguado de Cea (1996). Aguado de Cea (1996: IX).

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informática no representan un caso aislado. Para designar a una PC se registran tanto computador personal, computadora personal (I 608b/609a) así como ordenador personal (II 1628b/1629a). Estos ejemplos nos conducen a preguntar si el problema de la unidad y variedad de la lengua española juega algún papel primordial también en el caso de una lengua técnica moderna en desarrollo, o sea de un registro caracterizado por su unidad terminológica. Con este estudio se busca responder a la pregunta acerca de si los dichos «hispanohablantes ultramarinos» tienen su propio vocabulario de informática. La presente investigación se limita a una sola variedad americana del castellano: el español argentino. La Argentina siguió en los años noventa durante el gobierno de Carlos Menem (1989-1999) una política de apertura económica y política como pocos otros países. De la mano de esa apertura hacia el exterior se produjo una modernización tecnológica, la cual incluyó, naturalmente, también un creciente uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación (TIC), es decir de computación e Internet.7 Con la difusión masiva de las TIC se dió una necesidad de apoyo para familiarizarse con los nuevos medios. La Nación, uno de los diarios de mayor reputación en el país, ha contribuido a satisfacer esta necesidad con la creación de una sección permanente desde 1996 («Mi PC», por Eduardo Dahl y Ariel Torres). La apertura de una columna para lectores dedicada exclusivamente a preguntas de informática buscaba brindar asistencia a los lectores en la superación de problemas de hardware y software. Desde entonces, la redacción de esta columna se ha ganado una excelente reputación, como evidencian las citas8 que siguen: «Creo que todos los que leemos el suplemento coincidimos en que éste ya es una especie de oráculo de todos los usuarios de PC» (8-1-01) «Sin ser muy original, quiero empezar por felicitarlos por el Correo» (23-4-01) «les quiero agradecer por ser la guía estrella de los usuarios» (16-4-01) «leo con suma atención el suplemento, ya que aborda temas de utilidad para los cibernautas, brindando explicaciones muy claras e indicando caminos prácticos y sencillos para resolver las dificultades diarias» (2-4-01) «soy [...] ávido devorador del suplemento, especialmente de la sección Correo, por las guías y consejos que allí se despliegan. Sin dudas, el enfoque pedagógico es su característica más sobresaliente» (12-2-01) 7

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La cantidad exacta de usuarios activos (privados y comerciales) solo puede ser aproximada: entre enero de 2000 y enero de 2001 el número de dominios se ha triplicado (de 50.000 a 150.000), el número de registros se duplica constantemente de año a año. El número de usuarios muestra un desarrollo similar: de 2.000 en 1995 a un millón en 2001 (cf. Herzog 2002: 30). Cf. www.lanacion.com.ar/EdicionesAnteriores.

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Las cartas de los lectores resaltan especialmente el lenguaje claro y fácilmente comprensible en el que la redacción trata sus consultas: «corto, preciso y con lenguaje claro y muy didáctico» (23-4-01). Ofrecen una base de material9 apropiada por dos razones: 1. Las interferencias inglesas en el léxico español de la informática se explican generalmente por el hecho de que las revistas especializadas que aparecen en español son por lo general traducciones del inglés. Aquí no se trata de traducciones sino de cartas (e-mails) escritas por los usuarios hispanohablantes mismos. 2. La mayor parte de los lectores del suplemento son, aunque en grado variable, legos en computación y usuarios privados. La perspectiva de los textos y de su lenguaje es, por lo tanto, la del usuario mismo. El estilo de los escritos es, con pocas excepciones, informal. Se escribe presentando un problema (conflicto) difícil de superar de tal manera, que la redacción pueda encontrar una solución adecuada.10 Nuestro análisis tiene dos objetivos: primero, busca dar un panorama de las denominaciones encontradas en el Correo de Lectores en algunas áreas seleccionadas. La selección depende directamente de los temas tratados en el Correo. Serán analizadas aquí: la denominación del concepto informática, las denominaciones de las unidades pertenecientes al hardware y a Internet así como las denominaciones pertenecientes al correo electrónico o e-mail. En un segundo paso, partiendo del español argentino, se extiende la mirada sobre el Atlántico, estableciendo una comparación con el léxico del español peninsular. Para ello se utilizan tres referencias: 1. La vigésimosegunda edición del Diccionario de la lengua española de la Real Academia (DRAE), en la cual el número de americanismos en los artículos se ha duplicado con respecto a la anterior; 2. El CiberLéxico Comparativo, una «compilación de terminología inglesa relacionada con la informática y la tecnología y sus equivalentes en castellano» (telefonica.es);11 3. El Diccionario comentado de Terminología informática de Guadalupe Aguado de Cea, del año 1996. También recurrimos a veces al Gran Diccionario de la Lengua Española (GDLE). 9

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El material del presente estudio comprende el correo entre los lectores y la redacción del suplemento «Informática» de La Nación (1.1.01-7.5.01) disponible en www.lanacion.com.ar/ EdicionesAnteriores. Esta informalidad se manifiesta en las fórmulas de saludo: «¡Hola gente del suplemento!» (26-2-01); «Hola; me dirijo a ustedes» (26-3-03); «Muchachos de informática» (26-3-01). Ejemplo de la descripción del problema: «Tengo un archivo guardado en Internet, dentro del Maletín de mi cuenta de Yahoo, y necesito hacerle una modificación. ¿Me pueden decir cómo la realizo desde mi disco rígido, para enviarla luego nuevamente a Yahoo?» (5-3-01); cf. www.lanacion.com.ar/EdicionesAnteriores. Cf. www.telefonica.es/index/ciberlexico.html. Su objetivo es «catalogar la riqueza y variedad del lenguaje castellano, documentando sus cambios y su relación (o falta de relación) con las palabras en el idioma original». Hecho a base de otros vocabularios así como de la prensa española,

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2. Estudio del léxico12 2.1 Informática y computación Ambas palabras, informática y computación, se encuentran documentadas en el Correo. A la redacción se la llama amigos (29-1-01) o señores (12-2-01) de Informática. El curso ofrecido por la redacción se denomina por su parte «Curso Interactivo de Computación» (30-4-01), «Curso práctico de Computación» (23-4-01), lo que no impide a algunos lectores referirse a él como «curso de informática» (30-4-01). Ambas denominaciones se encuentran nuevamente en el texto principal. Lorenzo13 ha observado, que el anglicismo computación se utiliza en la América hispanohablante como sinónimo del galicismo informática (< fr. informatique, acrónimo de: information automatique, ingl. information science).14 También el DRAE procede así: computación (I, 608b) ‘1. cómputo. 2. Am. informática’.15 Los usuarios argentinos utilizan ambas denominaciones indistintamente, como si se tratara de sinónimos. Por eso, computación no se puede caracterizar como un americanismo excluyente en detrimento de informática. La diferenciación semántica que se puede detectar entre el nombre de la redacción y del curso práctico, donde computación queda reservada a la aplicación de la tecnología (ingl. computing), no ha logrado primar entre los lectores.

2.2 El hardware Por hardware se entienden ‘componentes o dispositivos físicos del ordenador’ (Aguado de Cea 1996: 60). En nuestro material el término inglés hardware es la única denominación documentada para este concepto, a pesar de que existen equivalentes en español. Soporte físico, propagado por el DRAE y eliminado en

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invita a los usuarios a colaborar con la redacción: «Esperamos que personas hispanohablantes de todo el mundo participen en la creación de un registro dinámico [...]. De esta forma deseamos que la lista empiece a reflejar la realidad lingüística de las culturas informáticas de los hispanohablantes». La lista de las fuentes utilizadas se encuentra en la página inicial. Por razones de lugar nos limitamos aquí a algunos ejemplos seleccionados, que se pueden encontrar en el apéndice. Para la documentación entera remitimos a www.lanacion.com.ar/ EdicionesAnteriores. Lorenzo (1996: 161). Computación equivale no sólo al ingl. computation, sino también al ingl. computing. (cf. Aguado de Cea 1996: 195). Informática ‘Conjunto de conocimientos científicos y técnicas que hacen posible el tratamiento automático de la información por medio de ordenadores’ (II, 1274b).

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la edición veintiuna, no se registra en nuestros materiales. Soporte físico (software por tanto: soporte lógico) aparentemente no pudo mantenerse, al igual que otros reemplazantes: equipo físico, componentes físicos, dotación física, recursos físicos, material, máquinas (Aguado de Cea 1996: 61) o equipo (m) físico, chapa (f) (telefonica.es). En la edición actual del DRAE se encuentra exclusivamente el lema hardware (voz ingl.) m. Inform. ‘conjunto de los componentes que integran la parte material de una computadora’ (II, 1189b). La denominación argentina no diverge aquí de la española, el anglicismo hardware es el nombre aceptado y utilizado en ambos países.

2.3 El ordenador Son ocho las denominaciones para el ordenador en nuestro material: la PC, la máquina, la computadora, la compu, el equipo, la notebook, la Palmtop, la Palm. Además, se encuentra documentada la denominación según la marca, p. ej.: la Compaq. La denominación más corriente (24 casos) es la PC, plural las PC. El acrónimo proviene del inglés PC (< Personal Computer ‘ordenador personal’). La sigla inglesa permanece sin variación, aunque el orden de palabras no corresponde al español (donde el elemento determinante es el segundo elemento). La formación del plural se registra una sola vez (dos PC en red), sin la -s del plural.16 Telefonica.es registra el acrónimo pero, a diferencia del uso argentino, solo con género masculino,17 mientras que el DRAE no la documenta.18 El elevado número de denominaciones del computador como máquina (19 casos) corresponde al estilo informal de las cartas. Como en el caso de computadora corresponde al hiperónimo máquina el género femenino. El uso de máquina con el significado ‘ordenador’ no se encuentra registrado ni en telefonica.es ni en el DRAE. La denominación computadora (así como su forma abreviada, la compu), considerada generalmente hispanoamericana, es la tercera más frecuente en nuestro material. Al igual que el ingl. computer reconocen computador y computadora sus raíces en el latín COMPUTARI ‘calcular’. Mientras ordenador, relacionada a su vez con el francés ordinateur,19 predomina en el español euro-

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«Mi PC» es además el título del suplemento. Además enumera: ordenador (m), computadora (f), calculador (m) así como computador (m) personal, computadora (f) personal, ordenador (personal), ordenata (m). Lorenzo (1996: 161) menciona la sigla P.C., pero faltan indicaciones acerca del género. Palabra ideada por Jacques Perret a pedido de IBM, interesada, de acuerdo a una cierta versión, en encontrar una palabra que designara una máquina capaz de procesar datos electrónicamente.

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peo, computadora se ha establecido como el término común en el español americano.20 La forma femenina pertenece junto al masculino computador y ordenador a las denominaciones aceptadas por las autoridades lingüísticas (DRAE I, 608a; II, 1628b). También usual (7 registros) es la combinación de «la + marca»: una compaq, la Thinkpad Transnote, las Commodore, una Compaq Presario, las Presario, las Wang. Estos ejemplos evidencian el dominio del género femenino en el español argentino. En español peninsular se aplica el género masculino: el Compaq, los Commodore, etc. Para el ordenador portátil se documenta exclusivamente el anglicismo notebook, en femenino la notebook, en plural las notebook, el plural, como en el caso de las PC, sin la -s final. No se usa, en cambio, la denominación española ordenador portátil. El DRAE no documenta el anglicismo, como tampoco da cuenta de un «ordenador portátil». Aguado de Cea propone en su Glosario21 junto a ordenador portátil también el español ordenador (tamaño) agenda en lugar del poco querido anglicismo. Telefonica.es registra el anglicismo «laptop (m)» al igual que su equivalente esp. ordenador portátil. En el español argentino prevalece otro anglicismo, notebook f. También queda sin equivalente español el ingl. Palmtop ‘ordenador portátil cuyo tamaño cerrado es similar al de la palma de la mano’, documentado en nuestro material como la Palm, las Palm, la palmtop, las palmtop(s). Característisco en el español argentino es aquí también el recurso al género femenino, como así también la tendencia a abreviar. La similtud entre el ingl. palm y el esp. palma facilita su integración al español. El uso del español equipo para designar al ordenador corresponde al inglés equipment. El DRAE (I, 944b) define: Inform. ‘Conjunto de aparatos y dispositivos que constituyen el material de un ordenador’.

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M. Perret propuso ordinateur, por analogía a la expresión ‘Dieu, Grand ordinateur du Monde’ (cf. Aguado de Cea 1996: 190). «A pesar de haber sido aceptadas por nuestras autoridades lingüísticas tanto la forma masculina como la femenina, computador/ra, y de presentar un paradigma derivativo más completo, el uso favorece a la voz ‘ordenador’, pues es, con mucho, la más utilizada en revistas y prensa diaria, tanto en artículos especializados como en las páginas de publicidad, al menos en nuestro país. Algo similar ocurre en los diccionarios de informática, en donde aparecen las tres acepciones, pero ‘ordenador’ es la voz preferida al hablar de estas máquinas y sus diferentes procesos. Sin embargo, el paradigma que se ha aceptado en los países sudamericanos es, con buena lógica, computar, computación, computador, etc.» (Aguado de Cea 1996: 190). Cf. Aguado de Cea (1996: 391).

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El chistoso el gentil aparato de un lector en dificultades cierra nuestra lista de denominaciones. Al igual que en el caso de máquina se trata del hiperónimo ‘conjunto organizado de piezas que cumple una función determinada’ (DRAE I, 175b).

2.4 El ratón Imprescendible para el trabajo con el ordenador es el ratón. Mientras que el español peninsular ha optado por la denominación ratón, se encuentra exclusivamente el anglicismo mouse en nuestro corpus. Telefonica.es registra esp. ratón así como el anglicismo mouse (m), el DRAE solo conoce ratón (II, 1902a). El español argentino opta claramente en favor del anglicismo. La acción que se realiza con él es hacer clic en o hacer clic sobre (también: hacer doble clic en o sobre). Las preposiciones en y sobre se utilizan en la paráfrasis sin diferenciar. El esp. clic m. (que corresponde al ingl. click) es una palabra onomatopoética que se usa ‘para reproducir ciertos sonidos, como el que se produce al apretar el gatillo de un arma, pulsar un interruptor, etc.’ (DRAE I, 569b). También se aplica a la ‘Pulsación que se hace en alguno de los botones del ratón de un ordenador’ (íbid). Mientras que el DRAE no registra ningún verbo derivado de clic, telefonica.es documenta «cliquear» como equivalente español del ingl. to click. El GDLE, por su parte, explica así el verbo clicar: ‘pulsar el mando o ratón de un ordenador para pedir información o mandar una orden’ (322a). Además de estos derivados, telefonica.es presenta una abundancia impresionante de verbos y síntagmas verbales: «cliquear, hacer un clic, hacer clic, darle clic, pinchar, chasquear, pulsar y soltar, picar con el ratón». Esta no se refleja en nuestro corpus, el argentino se limita al síntagma hacer clic.

2.5 El disco duro Para el inglés disc o hard disc ‘disco constituido por un soporte rígido y estático, revestido de material magnetizable’ (GDLE 549b, s.v. disco) se encuentran dos lexías: disco rígido y disco duro. Ambas se documentan también en el DRAE: m. Inform. ‘El de gran capacidad, donde se almacenan programas y datos’ (I, 832a, s.v. disco); disco rígido m. Inform. «disco duro» (I, 832a, s.v. disco) y en telefonica.es. Abreviaciones del tipo el disco y el rígido son igualmente usuales en nuestro material.

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2.6 El disquete Bajo disquete entendemos un ‘disco magnético portátil que se introduce en un ordenador para ser leído o para grabar información en él’ (DRAE I, 553a). En nuestro corpus se documenta exclusivamente el término diskette. Salta a la vista la grafía con -k- así como la doble -tt-, inusual en el español peninsular. El género es masculino: el diskette, los diskettes. El español peninsular (según el DRAE)22 conoce solo disquete, un préstamo naturalizado, como indica Aguado, dado que las grafías k y tt, ajenas al español, han sido reemplazadas por qu y t. El español argentino mantiene la escritura anglosajona y deriva del anglicismo la denominación la diskettera (ingl. drive, disc drive), documentando de esa manera su integración al español. Con diskettera, esp. peninsular disquetera (según el DRAE y el GDLE solo con -qu-) ‘parte del ordenador donde se introducen los disquetes para su grabación o lectura’ (555b) se designa el dispositivo interior que sirve para que los diskettes giren y se pueda leer y escribir en ellos. El español argentino opta claramente por el anglicismo diskette.

2.7 CD / CD ROM Para denominar el ‘disco compacto con dispositivo de memoria que utiliza técnicas de almacenamiento óptico o por láser’ encontramos documentados el CD, el CD ROM así como el disco, forma abreviada de disco CD. Igual que respecto al término PC, el español argentino utiliza el acrónimo inglés CD-Disk (Compact Disk), esp. disco compacto. ROM, al igual que CD un acrónimo inglés (Read Only Memory, esp. ‘memoria que sólo permite la lectura’), denomina al disco pregrabado.

2.8 Lector / grabador de CD La denominación de la unidad lectora o grabadora en el español argentino se diferencia del español peninsular en lo que se refiere al género: así, se dice la lectora, la grabadora en la Argentina, mientras que en España se opta por el género masculino (DRAE II, 1359a; I, 1148b). La diferencia entre las dos variedades del español se documenta, otra vez, en el género: el español argentino opta por el femenino (< unidad lectora, unidad grabadora).

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El GDLE lematiza ambas grafías (553a; 555b).

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2.9 La pantalla Para denominar el dispositivo encargado de mostrar la información mientras trabajamos con el ordenador se utilizan pantalla así como el préstamo inglés monitor. La frecuencia del español pantalla es mucho mayor que la de monitor, solamente registrado en dos oportunidades. La pantalla electrónica (DRAE II, 1667a) se diferencia además semánticamente del monitor, en cuanto se refiere más bien a la superficie en la que aparece la información tratada, mientras que por monitor se designa al aparato mismo: El protector protege la pantalla, un *protecor del monitor no se encuentra documentado.

2.10 El teclado y la impresora Las denominaciones teclado e impresora para designar a los dispositivos respectivos son las únicas documentadas en nuestro corpus. El hiperónimo máquina de tinta («la impresora») se documenta solamente una vez. Igual que en el español peninsular, los usuarios argentinos han optado en contra de los anglicismos keyboard y printer en favor de las palabras españolas.

3. Internet Cuatro denominaciones para el Internet se documentan en nuestro material: Internet, la Web, la Red y www. Mientras Internet (acceso a Internet, conexión a Internet, bajar de Internet, etc.) se documenta en todos los casos sin artículo determinado, aparecen Web y Red (siempre con mayúsculas) mayoritariamente (una excepción es: vía Web) con el artículo femenino la (entrar a la Web; conectarme a la Red). Tampoco www lleva artículo («puede bajarse desde www»). La frecuencia de las lexías sigue una pauta clara: con catorce menciones va en cabeza la denominación Internet, seguida por (la) Web con nueve menciones. La Red aparece documentada seis veces; adicionalmente, esta palabra se aplica a ordenadores conectados entre sí fuera del Internet (computadoras en red). WWW es hápax. Tres menciones son préstamos del inglés: Internet ‘red informática que permite compartir servicios y comunicación directa entre todo tipo de ordenadores’ (GDLE 936b), Web de world wide web ‘íd.’ y su abreviación www. Con Red se refleja en español la imagen del inglés Net, la cual se extiende y sostiene como la red de una araña. Con el género femenino se sigue el modelo «la red».

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El español argentino opta en este caso indudablemente por los anglicismos Internet y Web. El DRAE no registra Internet, pero documenta web f. ‘red informática’ (II, 2323a) y red f. ‘conjunto de ordenadores o de equipos informáticos conectados entre sí que pueden intercambiar información’. Como red informática se puede aplicar también a computadores en red sin acceso a Internet, faltando la relación directa con www, a los ususarios este término red les resulta poco claro (computadores en red). El uso de Internet y www sin artículo es un indicador de que el usuario los caracteriza como nombres propios. Probablemente se puede hablar aquí de un topónimo virtual, del Internet como localización virtual, como lugar de encuentro de usuarios y ofertantes. En esta concepción encajan también los verbos visitar, ingresar e ir a, que describen la visita de una página (página, página web). El lugar preciso, la dirección donde se encuentran las informaciones, se denomina sitio (13 casos), site (1, los sites) o espacio (1) (los sitios de la web, los sites de comercio electrónico, el sitio de Microsoft). Aquí domina la denominación española sitio, calco del inglés site ‘espacio ocupado en Internet’. El DRAE no menciona site, como tampoco el significado técnico de sitio en la informática (II, 2074b); falta también en la definición de espacio (I 971a). El uso del esp. sitio subraya una vez más la interpretación del Internet como localización. Sitio, calco del ingl. site, predomina claramente sobre espacio.

3.1 online / offline Las denominaciones para el concepto (ingl.) to go online varían entre: entrar a, conectarse a así como comunicarse, para (ingl.) to be online entre estar en línea y estar conectado. La comunicación con el Internet en sí mismo se denomina conexión. Mientras el verbo entrar destaca nuevamente al Internet como lugar a visitar, proviene conectar(se) del vocabulario técnico: ‘enlazar entre sí aparatos o sistemas, de forma que entre ellos pueda fluir algo material o inmaterial, como agua, energía, señales, etc.’ (DRAE I, 619a), destaca en consecuencia el aspecto técnico de la ligazón. Conexión ‘enlace, atadura, trabazón, concatenación de una cosa a otra’ (DRAE I, 619a) todavía no está registrada con el significado de acceso de internet. Comunicarse ‘hacer a otro partícipe de lo que uno tiene; conversar, tratar con alg. de palabra; transmitir señales mediante un código común al emisor y al receptor’ (DRAE I, 609b) apunta a la función de la conexión en la red, el intercambio de informaciones. Estar en línea es un anglicismo, calco del to be online ‘estar conectado’. El DRAE no conoce ninguna de las acepciones o usos aquí documentados.

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El verbo desconectarse es el único registrado en nuestros materiales para designar la acción de interrumpir la conexión con el Internet, el trabajo offline se describe con la paráfrasis trabajar sin conexión. El anglicismo offline se documenta una sola vez. Desconectar pertenece a una pluralidad de formaciones nuevas en español logradas en el marco de la informática mediante prefijos.23 Telefónica.es añade también fuera de línea, calco del inglés offline.

3.2 download También del español provienen las denominaciones del proceso descrito en inglés por to download, ‘transferir información desde un ordenador remoto hasta nuestro ordenador personal’: bajar y descargar. Descargar es menos frecuente (14 asientos) que bajar (18), ambos verbos se usan sin embargo como sinónimos (bajar de la Web, descargar documentos, bajar los mensajes, bajar una actualización, descargar un programa, etc.). El sustantivo correspondiente es descarga (gestor de descarga, tiempo de descarga) —bajar no establece ningún paradigma—, o el anglicismo el download (recuperar los downloads, continuar un download). Descarga está documentado en nuestro material en el sentido de ‘acción y efecto de descargar algo’; download puede indicar junto a la acción también el objeto ‘lo bajado, lo descargado’. Como contrario de bajar ‘to download’ encontramos subir en el sentido de ‘hacer una página / un documento accesible en Internet’ (para subir una página a mi sitio). El DRAE no documenta ninguno de estos usos: descargar (I, 768a) ‘quitar o aliviar la carga’, etc., descarga (I, 767b) ‘acción y efecto de descargar’; bajar (I, 272b) ‘poner algo en un lugar inferior a aquel en que estaba’. Telefonica.es ofrece: bajar, descargar, hacer un download, bajar archivos, capturar, copiar; sust.: carga. Según Nacho Cabanes es también bajar la palabra española que es cada vez más frecuente y que indica una transferencia de información desde un ordenador remoto hasta nuestro ordenador personal. La palabra subir indica el envío de información de nuestro ordenador a un huésped o anfitrión en la red.

3.3 El correo electrónico El uso primordial del Internet es una de sus aplicaciones básicas, el correo electrónico o e-mail. El mismo constituye primeramente un medio de intercambio de informaciones personales entre dos personas. Mediante ciertas funciones

23

Cf. Aguado de Cea (1996).

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(listas de mail) se puede incorporar a un círculo mayor de destinatarios. El email y los problemas relativos al mismo es, por lo tanto, uno de los temas principales en el correo de lectores. E-mail es ya en inglés, al igual que correo en español, polisémico. En primer lugar denomina el sistema mismo, en segundo lugar la noticia, la cual se transmite por el sistema.24 Como denominaciones del servicio e-mail se documentan: e-mail (4), mail (1) así como correo (1). La denominación completa es correo electrónico. El anglicismo en sus formas abreviada y completa predomina sobre el equivalente esp. correo. Correo electrónico ‘sistema de comunicación personal por ordenador a través de redes informáticas’ (DRAE I, 665a) está registrado lexicográficamente, aunque no cuenta con aceptación entre los usuarios argentinos. Para denominar el ‘mensaje enviado a través de una red de ordenadores’ en sí se documentan: un correo electrónico (1), el correo (3), el mail (8), pl. mails (2), mensaje(s) (23), e-mail (1), pl. esos e-mail (1), los e-mails (1). Mientras que para denominar el sistema predomina el anglicismo, el envío se designa por la palabra esp. mensaje: ‘recado que envía alguien a otra persona’ (DRAE II, 1488a25). E-mail y, abreviado, mail (catorce veces) son masculinos y se distinguen por su formación plural divergente (con/sin -s). Un correo electrónico es inusual gramaticalmente hablando, pues el esp. correo no designa un único envío (p.ej. carta, mensaje). El DRAE no registra el anglicismo. Correo electrónico está reservado, según el DRAE, para designar un sistema de correo electrónico. Para el escrito mismo la Academia no da ninguna de las acepciones aquí mencionadas (mensaje pertenece al vocabulario del Outlook Express español). Telefonica.es menciona para el sistema: correo electrónico, correo-e, e-mail, email y para el mensaje: mensaje de ce, el mail, emilio).

3.4 El attachment Los attachments o adjuntos constituyen una fuente frecuente de problemas de todo tipo. Debido a las quejas a que dan lugar constituyen un tema central para los lectores. La variación mostrada anteriormente en las denominaciones del mensaje e-mail dificulta más aun la designación de los attachments. Por primera vez los lectores recurren a descripciones o paráfrasis: documento adjunto a 24

25

‘Servicio público que tiene por objeto el transporte de la correspondencia oficial y privada’; ‘conjunto de cartas o pliegos de cualquier clasa que se despachan o reciben’ (DRAE I, 665a, s.v. correo). El significado técnico-informático no se encuentra en el DRAE.

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un correo electrónico, archivos que llegan por mail, mensajes con datos adjuntos, mails con archivos (eso es, adjuntos). El adjunto agregado en el último ejemplo a título explicativo: (mensaje, documento, archivo) adjunto ha conducido a la substantivación los adjuntos. En competencia con adjunto encontramos el participio adjetivado adosado en: mensaje con archivo adosado. El anglicismo attachment no aparece. La frecuencia apoya a adjunto: adosado se utiliza una sola vez en nuestro material. En su significado ‘que va o está unido a otra cosa’ (DRAE I, 46b) corresponde adjunto al inglés attached. Adosado: ‘que está construido unido a otros, con los que comparte una o más paredes laterales’ proveniente de adosar ‘poner una cosa, por su espalda o por los lados, contigua a otra o apoyada en ella’ (DRAE I, 49b) resalta en cambio la dependencia técnica del attachment respecto al mensaje (mail) principal. Tampoco telefonica.es puede ofrecer ayuda: to attach ‘adjuntar, unir’ es la única entrada que se pueda consultar.

4. Conclusiones Hemos estudiado denominaciones pertenecientes a cuatro campos léxicos: la denominación del concepto informática, el hardware, el Internet así como el email. De las cuatro, las denominaciones para el concepto así como el hardware son, debido a la evolución del desarrollo técnico, las más antiguas. Las denominaciones en el caso de Internet e e-mail son más recientes. ¿Cuáles son los resultados que nos permite deducir este pequeño estudio? 4.1. Las diferencias léxicas en el vocabulario de la informática entre el español peninsular y el español argentino sobrepasan los ejemplos bien conocidos de la denominación del ordenador y de la informática misma. En consecuencia, no puede hablarse de unidad terminológica entre el vocabulario de la informática en el español peninsular y el argentino. 4.2. La propensión o no a adoptar los anglicismos correspondientes (p. ej. mouse/ratón, diskette/disquete) determina importantes diferencias entre ambos. 4.3. La comparación entre el español argentino y el español peninsular permite comprobar que el género femenino, único género atestiguado en la denominación del aparato central, la computadora, se extiende no sólo al acrónimo PC (esp. europeo: el PC) sino también al caso de los periféricos: la lectora, la grabadora CD/DVD. 4.4. En el caso de denominaciones inglesas, que por su origen anglosajón carecen de la transparencia formal y semántica que para el hispanohablante ofrecen las palabras de origen griego-latino, también el argentino tiende al reemplazo

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por palabras españolas: to download: bajar, descargar; to upload: subir; attachment: adjunto, adosado. La extensión mundial de la tecnología no conduce necesariamente a una terminología única en los países hispanohablantes. La mayoría de los usos documentados aquí no se encuentra registrado ni en el DRAE ni en el Diccionario del Español de Argentina (2000). Hace falta una actualización y ampliación del concepto de argentinismo, haciéndolo más permeable al creciente lenguaje técnico de la informática.

5. Apéndice - Selección de ejemplos 5.1 informática - computación los lectores aficionados a la informática (8-1-01); al ser ya un veterano de la informática (8-1-01); este mágico mundo de la informática (26-2-01); para enseñar computación (8-1-01); tengo como hobby la computación (9-4-01);

5.2 hardware desconfiguré la máquina (30-4-01); mi computadora (23-4-01); una PC que se reinicia sin motivo aparente (8-1-01); una de esas Wang (15-1-01); la compu se colgó (22-1-01); una palmtop, dispositivo que imagino adecuado a mis necesidades (8-1-01); el equipo se conecta con el proveedor (15-1-01); tengo una notebook Sony (30-4-01); En las Palm, la pantalla tiene menos resolución (8-1-01); inserté un CD y la computadora arrancó el programa con la pantalla de inicio (23-4-01);

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mi monitor (29-1-01); los (sc. drivers) del monitor puede bajarlos desde (29-1-01); todo el teclado se paraliza (23-4-01); tengo un problema con el teclado (8-1-01); utilice el botón derecho del mouse (5-2-01); haga clic con el boton derecho del mouse (16-4-01); basta con hacer clic con el botón derecho del mouse sobre este símbolo (30-401); espacio en el dísco rígido (30-4-01); se habrá roto el rígido? (29-1-01); para que busque y reconozca nuevamente el disco duro (29-1-01); Instalé en mi PC los siete diskettes del programma (22-1-01); en que la computadora no está viendo ni la diskettera ni el disco rígido (26-201); Lectora de CD (23-4-01); inserté un CD

(23-4-01);

copias del disco duro al CD-ROM (19-2-01); una regrabadora de CD/DVD videograbadora (22-1-01); mi impresora de tinta a color HP (5-4-01); En la mayoría de las máquinas de tinta de HP (5-2-01);

5.3 Internet conectado a Internet (22-1-01); los datos que investigo en Internet (12-2-01); el correo por Internet (2-4-01); decidí bajar de la Web el programa Ram Idle (30-4-01); He subido esos mails a mi página Web personal (8-1-01); tiempo de conexión a la Red (12-2-01);

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Gozilla indica los tiempos de descarga (15-1-01); el programa puede descargarse de Internet (26-2-01); puede bajarse desde www (22-1-01); Puede continuar un download (15-1-01); Cuando lo ejecuto o intento subir una página a mi sitio aparece el mensaje (262-01); y tengo que volver a comunicarme (19-2-01); cuando me conecto para recibir los mensajes (19-2-01); la enciclopedia en línea (30-4-01); el soporte en línea de Sony (30-4-01); para trabajar con las páginas sin conexión (23-4-01);

5.4 e-mail mis cuentas de correo (23-4-01); Al abrir [...] un documento adjunto a un correo electrónico (16-4-01); el correo por Internet

(2-4-01);

les envío este e-mail (9-4-01); En Outlook Express, al enviar un mensaje [...] pero el mail (23-4-01); mensajes con datos adjuntos (19-3-01); los adjuntos (19-3-01); archivo adjunto (9-4-01); archivos que llegan por mail (12-3-01); recibí varios mails con adjuntos (30-4-01); mensaje con archivo adosado (9-4-01).

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Referencias bibliográficas AGUADO DE CEA, Guadalupe (1996): Diccionario comentado de terminología informática. Unificación racional de términos; Anglicismos y galicismos; Pautas de traducción; Semántica informática; Glosario Inglés-Español. Madrid: Editorial Paraninfo. BENITO, Ángel (1991): Diccionario de Ciencias y Técnicas de la Comunicación. Madrid: Ediciones Paulinas. CABANES, Nacho: Diccionario básico de Informática. Versión 4.0, 483 definiciones http://usuarios.lycos.es/Resve/diccioninform.htm. Cíber-léxico comparativo Inglés-castellano http://www.telefonica.es/index/ciberlexico.html [última actualización: 7-5-01]. «Correo de Lectores» a la redacción del suplemento Mi PC del diario La Nación, 1.1.017.5.01 http://www.lanacion.com.ar/EdicionesAnteriores. DRAE: Real Academia Española (2001), Diccionario de la lengua española. 2 vols. Madrid: Espasa Calpe. GDLE: Gran Diccionario de la Lengua Española (1996). Prólogo de Francisco Rico, de la Real Academia Española. Barcelona: Larousse Planeta. GÜIDA, Eva-Maria (1993): Studien zum argentinischen Spanisch. Deverbale Substantivbildungen auf -ada/-ida, -miento und -dura. Francfort del Meno: Lang. HAENSCH, Günther/WERNER, Reinhold (2000): Diccionario del Español de Argentina. Español de Argentina-Español de España. Madrid: Gredos. HERZOG, Roman (2002): Internet und Politik in Lateinamerika: Argentinien. Francfort del Meno: Vervuert. LORENZO, Emilio (1996): Anglicismos hispánicos. Madrid: Gredos. NOLL, Volker (2001): Das amerikanische Spanisch: Ein regionaler und historischer Überblick. Tubinga: Niemeyer. SCHMITT, Christian (1992): «Spanisch: Fachsprachen. Tecnolectos», en: Holtus, Günter/Metzeltin, Michael/Schmitt, Christian (eds.): Lexikon der Romanistischen Linguistik. Tomo VI,1, Tubinga: Niemeyer, 295-327. — (1995): «Das Spanische in einer technisierten Welt. Zu Formen und Funktionen der Metaphorik in der Fachsprache der elektronischen Datenverarbeitung», en: Estudis de Lingüística i Filologia oferts a Antoni M. Badia i Margarit, II, Barcelona: Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 311-324.

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El voseo chileno y su alternancia con el tuteo

Desde la época de Andrés Bello, el voseo en Chile se ha considerado como rural y vulgar. A pesar de los empeños de este erudito y de sus discípulos por erradicarlo a favor del tuteo, el voseo ha perdurado hasta nuestros días, y según los datos de Torrejón (1986, 1991) está en auge nuevamente — por lo menos su forma verbal, mientras que el pronombre vos sigue estando desprestigiado. Torrejón se refiere con la denominación de «voseo culto» a la combinación del pronombre tú con formas verbales voseantes (tipo tú tomai, tú querís, tú venís, es decir, la desinencia verbal sin vos), muy popular en el habla coloquial de los jóvenes de clase alta y media alta urbana. De éste se diferencia el «voseo auténtico» (tipo vos tomai, vos querís, vos venís), utilizado por las masas populares y rurales, con muy baja escolaridad. Según este investigador, el voseo culto es «ya un uso totalmente generalizado entre los jóvenes cultos chilenos» (Torrejón 1986: 682), sobre todo en Santiago, desde donde ha irradiado hacia el resto del país y entra en conflicto con el uso del tuteo, más habitual en Chile y la variante menos marcada socialmente. Nuevamente según Torrejón, el sistema de tratamiento entero parece encontrarse en estado de transición: «Está pasando paulatinamente de un sistema muy complejo que evidencia una estructuración social altamente elaborada y rígida, a uno más simple y quizás más igualitario» (1991: 1075). Las variables más decisivas son la edad y los roles sociales particulares de los interactuantes. Las afirmaciones de Torrejón se basan en «observaciones impresionistas del habla chilena» (1991: 1076) de los años 1970 y 80 en la Universidad de Concepción (1986: 680). Es decir, no se refieren a datos auténticos de la conducta lingüística, comprobables al estar grabados y reunidos en un corpus. Esto no sorprende: la falta de base empírica objetiva constituye un defecto de muchos

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estudios. Mientras que Rona (1967), Morales (1972), Wermke (2001) y Hummel (2002) se basan en encuestas guiadas por cuestionarios escritos, Eguiluz (1952) y Torrejón (1986, 1991) recurren mayoritariamente a su introspección como hablantes nativos del español chileno y a la observación participante. Tanto Eguiluz como Oroz (1966), en su obra estándar La lengua castellana en Chile, citan obras literarias, aparentemente sin cuestionar posibles diferencias entre el uso literario y el uso coloquial de los hablantes. Hummel (2002) muestra que efectivamente hay una gran concordancia entre el uso en obras literarias y las percepciones de los hablantes; sin embargo, la inclusión de datos de obras literarias siempre hace necesario un análisis contrastivo basado en otra metodología para comprobar que las fórmulas de tratamiento efectivamente son usuales. Monjour (2002: 461) critica el uso de cuestionarios por inducir a los entrevistados a reacciones esquematizadas, sin prestar la debida atención a la riquísima competencia comunicativa del informante. Sugiere un análisis conversacional de una gran variedad de situaciones, aún cuando este análisis se limitara a casos particulares no muy representativos. A continuación quisiera sistematizar el uso de las fórmulas de tratamiento en un corpus del habla coloquial.

2. El corpus Recogí el material del corpus entre 1995 y 1999, en la capital chilena, Santiago de Chile, y en el sur de Chile, en la comuna de Paillaco, a unos 50 km de Valdivia, en la X Región. El objetivo inicial de recogida de materiales no era el de estudiar las fórmulas de tratamiento sino las estrategias de acomodación lingüística y social de migrantes a la vida santiaguina, y sus estrategias de constitución identitaria en las entrevistas (cf. Kluge 2005). El corpus original consiste, básicamente, en las transcripciones de entrevistas con 32 mujeres migrantes del sur de Chile que trabajan como asesoras de hogar (también llamadas empleadas de casa particular o nanas) en Santiago de Chile, la mayoría de ellas ocupadas en este empleo durante la época de las entrevistas. En 1995 hice 20 entrevistas sociolingüísticas en un instituto sindical con migrantes provenientes de la VII a X región chilena (el sur de Chile), mientras que en las investigaciones de 1998/99 me centré en mujeres migrantes provenientes de la comuna de Paillaco. Algunas de estas últimas habían regresado a su comuna natal, y fueron entrevistadas retrospectivamente sobre sus experiencias en la capital. Una sola entrevistada, aquí llamada Mirta1, no trabajaba como asesora del

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Los nombres de mis informantes claves fueron anonimizados, los nombres de los médicos y de los dos amigos en la radio local son verdaderos.

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Las fórmulas de tratamiento en un corpus chileno

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hogar en el momento de la entrevista, pero ya conocía Santiago, y de hecho, unos meses después de mi estudio de campo, comenzó a trabajar «de nana». Las entrevistas duraban entre 30 y 180 minutos, la mayoría de ellas con una duración de aproximadamente 60 minutos, siendo más largas las del corpus paillaquino. Mientras que las entrevistas en mi primera exploración eran de tipo más bien cerrado, con asesoras que apenas me conocían, en la segunda estadía traté de conocer más personalmente a mis informantes antes de la entrevista grabada, para obtener más datos etnográficos y entablar una mayor confianza. Estas últimas entrevistas pasaron a convertirse, en muchos casos, en animadas charlas. Para los fines del presente artículo, me baso en los datos de algunas transcripciones seleccionadas. Se trata de cinco informantes del estudio de campo de 1998/99 en Paillaco: voy a llamarlas Mirta, Mónica, Roxana, Laura y Sra. Alejandra. Mientras que utilicé el tuteo para dirigirme a las mujeres jóvenes, a la Sra. Alejandra, mujer casada veinte años mayor que yo, la traté de usted. Además, incluí en el análisis dos informantes del estudio de 1995, procedentes de comunas vecinas de Paillaco: se trata de Raquel (Futrono) y Sra. Adela (Río Bueno). Traté a ambas de usted, con cierta fluctuación al comienzo de la entrevista con Raquel. También incluí las transcripciones hechas de las entrevistas con el médico Daniel, la nutricionista Teresa y la enfermera Carla, empleados por el Departamento de Salud de Paillaco. Carla procede de la cercana Valdivia. Daniel y su esposa Teresa, oriundos de Temuco y Punta Arenas, habían trabajado anteriormente en Santiago, pero habían vuelto al sur de Chile unos meses antes de la entrevista. Una última grabación incluida procede de la radio local, en cuyo programa de jóvenes, el locutor Álvaro entrevista a Marcelo, un amigoconocido de él que había migrado a Santiago dos años antes y ahora cuenta su experiencia en la capital — y es durante la entrevista misma cuando se evidencia que Marcelo nació en Santiago y solamente llegó a vivir a Paillaco a los doce o trece años de edad. Aparentemente se acomodó tanto a la manera de hablar sureña que ni siquiera sus amigos y conocidos se dieron cuenta de su estatus de doble migrante. Todos mis informantes, salvo Mirta, Carla y Álvaro, tenían experiencia de migrante en el momento de realizarse la entrevista. Este hecho complica el análisis porque mis datos, junto con la observación participante en Santiago y Paillaco, hacen suponer que existen grandes diferencias en el uso de las fórmulas de tratamiento en Santiago y en el sur de Chile (mejor dicho: la comuna de Paillaco y sus alrededores, sin poder llegar a conclusiones generalizadas), y que las migrantes se acomodan parcialmente al uso santiaguino. Sin grupos de control de no-migrantes en la capital y en el sur, no se pueden estudiar estas supuestas diferencias de manera sistemática. Los siguientes datos sólo pueden servir

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como punto de partida para un estudio más detallado en el futuro. Sin embargo, ya conducen a algunas conclusiones muy interesantes. Además, una ventaja nada desdeñable de este análisis es que se trabaja con grabaciones en las cuales los informantes no prestaron atención al uso de las fórmulas de tratamiento y del voseo.

3. Análisis 3.1. Problemas de identificación: ¿voseo o tuteo? En total, el corpus cuenta con 253 formas del voseo verbal, 436 del tuteo y 75 ocurrencias de ustedeo (cf. tabla 1). Para averiguar si se trata de tuteo o voseo, me decidí por las formas verbales, ya que los pronombres personales átonos son iguales en el paradigma voseante y tuteante (p. ej., dehpués te va a salir mejOr, cf. transcripto 2, Raquel, línea 523 — las convenciones de transcripción se dan al final de este artículo). Más difícil de solucionar es el caso siguiente: en Chile, es muy frecuente la aspiración y la elisión de /s/ final de palabra. Por eso, es muy difícil distinguir entre la forma verbal del pretérito indefinido del paradigma voseante y la forma verbal del paradigma tuteante, por ejemplo: llegaste/llegastes, comiste/comistes. Como mencionaré más adelante, hallé muy pocas formas voseantes fuera del presente de indicativo y del futuro perifrástico (vai a venir). Me inclino a creer que en el caso del pretérito indefinido también se trata de formas del paradigma tuteante2.

2

La única comprobación para la forma voseante en indefinido, la encontré en un email escrito por un amigo nacido en Santiago que vive en la provincia de Valdivia desde hace unos veinte años: «No me contestaste si fuistes tú quien prestaste el curso de alemán. Si así fue. ¿a quién se lo prestastes? ¿a [XYZ]?. Si tú no fuistes ya lo tengo que dar por perdido así que lo sentiré mucho» (Email RC, 29.9.1999). Sin embargo, también podría tratarse del conocido fenómeno de la hipercorrección de la segunda persona del singular. En total, encontré diez formas de indefinido voseante en sus correos, pero era la única persona que utilizaba estas formas.

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3.2. Análisis contextual Hasta ahora, se han estudiado únicamente los casos en los cuales una persona A utiliza una fórmula de tratamiento para dirigirse a otra persona B (tratamiento directo). En el siguiente análisis quiero darle mayor peso a los otros contextos en que también aparecen fórmulas de tratamiento, sean los pronombres mismos (tú, usted), sean las pautas verbales relacionadas porque creo que es ahí donde se notan grandes diferencias entre el uso en Santiago y en Paillaco. Durante el análisis detallado de las cintas de Laura y de su singular acomodación lingüística al patrón lingüístico de Santiago me dí cuenta de que la impresión de que ella había «santiaguinizado» mucho su manera de hablar, se debía, en gran parte, al empleo de fórmulas de tratamiento en contextos fuera del tratamiento directo. Para describir acertadamente los cambios en su patrón lingüístico después de la migración, hay que incluir éstos. Entonces, la pregunta central es ésta: ¿En qué contextos y para qué fines se utilizan formas de voseo, tuteo y ustedeo? En el corpus, el uso de las fórmulas de tratamiento se puede dividir en tres contextos: • el tratamiento directo de las personas involucradas en las entrevistas; Ejemplo: no te hai aburrido, o sí (de la entrevista de Laura, 10/99: 3290) • el discurso directo reproducido, en forma de cita, en narraciones incluidas en las entrevistas; Ejemplo: me decían >cita: cómo te sientes rA:quel ehtáh biEn< (Transcripto 2, Raquel W7/95: 519/520) • la referencia a una experiencia de vida que se puede generalizar a la experiencia de más personas. Ejemplo: mientra uno ehtá sirvie:ndo [...] pero:, nUnca que tú te digah (Transcripto 6, Sra. Adela, W18/95: 533-535) Estos tres tipos se reparten de la manera siguiente:

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Tabla 1 : Fórmulas de tratamiento según el contexto lingüístico Nombre

Tratamiento directo

voseo

tuteo

ustedeo

Mirta

-

11

-

Mónica

-

4

Alejandra

-

Roxana

Tratamiento en discurso directo / «cita» voseo

Forma generalizadora

tuteo

ustedeo

voseo

-

10

6

-

-

2

12

3

-

3

-

2

1

-

-

-

3

13

Laura

8

20

-

42

Raquel

-

2

1

Adela

-

6

Daniel

-

Carla

tuteo

uno/una

-

5

13

5

-

-

45

2

-

-

18

75

49

165

96

23

9

35

5

1

6

8

1

-

-

-

3

47

24

1

-

-

19

2

-

-

-

-

-

-

-

-

-

1

8

1

Teresa

1

2

-

-

1

2

-

19

Álvaro

1

15

-

-

1

-

-

-

1

Marcelo

1

6

-

3

6

-

13

6

-

11

67

5

59

174

183

195

130

Suma

70

Se puede apreciar desde el principio, ya por los puros números, el peso analítico de las formas realizadas por mi informante Laura, cuya entrevista duró más de tres horas. Al haberla excluido del siguiente análisis, las formas verbales se reducirían a 38 formas de voseo, 245 de tuteo y 26 de ustedeo. No solamente a causa de la larga duración, su entrevista muestra un patrón peculiar en comparación con los otros informantes. Veamos más adelante de qué se trata. Desde el principio, llama la atención que el corpus no consta de ninguna forma del voseo pronominal; únicamente existen formas del voseo verbal. Es decir, el voseo que Torrejón (1986, 1991) y Carricaburo (1997: 34, basándose en Torrejón) llaman «auténtico» ya no aparece en el corpus, solamente formas del «voseo culto» en combinación con el pronombre personal tú. De mi observación participante en Paillaco y en Santiago, me acuerdo de dos o tres situaciones en las cuales fue usado el pronombre vos, pero siempre en contextos humorísticos y marcados explícitamente como forma lúdica (por la entonación y/o gestos).

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Mis informantes son de diferentes estratos sociales, y no todos con prolongada educación formal; aunque también en Paillaco ha aumentado signifitivamente la escolaridad, tal como lo demuestran una vez más los datos del último censo, tomados en abril 20023. Así, el estereotipo de que todos los habitantes de las áreas rurales son incultos tiene cada vez menos base empírica. Sin embargo, el uso del vos sigue estando marcado como rural (cf. los hallazgos de Wermke (2001) en Los Andes y Hummel (2002) en Santiago) y la actitud de los capitalinos frente a esta forma sigue siendo muy negativa. Enfrentados con tal actitud, se entiende bien por qué mis informantes no usan el pronombre vos y el voseo «auténtico»4. Por razones de brevedad, de aquí en adelante voy a referirme a las formas de voseo verbal del tipo citado (es decir, la alocución mixta de tú tomai, tú querís, tú decís) con el nombre de voseo, ya que la diferenciación entre voseo «culto» y «auténtico» no se da en mi corpus. No es posible llegar a conclusiones de tipo dialectológico a partir de estos hallazgos, o responder a la pregunta si con la desaparición del uso del pronombre vos presenciamos un cambio en las normas chilenas (o del sur de Chile) del tratamiento.

3.3 Tratamiento directo El tratamiento directo muestra un patrón «normal» según la conocida dicotomía poder / distancia — solidaridad / cercanía de Brown/Gilman (1960). Por eso quiero dedicar solamente unas pocas palabras a su uso en el corpus. Se da sobre todo entre la alemana B5 y sus informantes, y en el caso de la entrevista grabada de la radio local, entre los amigos Álvaro y Marcelo. Tal como mencioné anteriormente, B trata a la mayoría de las informantes de tú, de acuerdo con las reglas de la cultura alemana de tutearse con personas de aproximadamente la misma edad6. Son solamente las informantes considerablemente mayores, las 3

4

5 6

Según los datos publicados el 20 de marzo de 2003 en la página web del Instituto Nacional de Estadística (cf. www.censo2002.cl), el promedio nacional de la escolaridad ha aumentado de 6,3 años en 1982 a 7,5 años en 1992, llegando a 8,5 años en 2002. En la población jóven la escolaridad es aún mayor: de 1992 a 2002 subió de 10,4 a 11,4 años. Todavía no se han publicado los datos pertinentes a la comuna de Paillaco. Por lo menos en la conversación conmigo y /o en mi presencia — claramente esto es un problema metodológico muy grave para todos los resultados aquí expuestos, ya que no se sabe si los mismos entrevistados emplearían formas de voseo auténtico en la conversación con familiares u otras personas. Conforme con el uso del análisis conversacional, voy a referirme a mí misma como B al analizar mi propio patrón lingüístico en las grabaciones. De hecho, que yo tratara a la mayoría de mis informantes de tú, se debe a mi ignorancia inicial del sistema de tratamiento del sur de Chile, mientras que nunca había tenido problemas

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Sras. Alejandra y Adela, a las que trata de usted. El trato entre B y las informantes es en la mayoría de los casos de forma simétrica: las informantes usan en su mayoría tú y las formas verbales del tuteo para dirigirse a B. Aparte de Laura (cf. el párrafo 3.6.), sólo Teresa trata a B con una forma verbal voseante, y eso solamente una vez. En el caso de Laura, el uso de tuteo o voseo posiblemente depende del tiempo y modo del verbo en cuestión: los imperativos y formas del pasado únicamente se realizan con tuteo verbal. Ella utiliza formas tuteantes como los imperativos olvídate, imagínate, el pretérito perfecto compuesto te has dado cuenta y el pluscuamperfecto habías dicho. Las formas de indefinido la viste, te sacaste un siete, aprendiste podrían ser voseantes, pero por las razones arriba referidas creo que se trata de formas tuteantes. Mientras tanto, Laura usa el voseo para los tratamientos de B en el presente: tú ubicai, llegai, te quitai, etc. Hay un solo ejemplo con pretérito perfecto compuesto en la pregunta a B: no te hai aburrido aquí, o sí (10/99: 3290). Estos hallazgos confirman la opinión de Carricaburo (1997: 33) de que el voseo es un paradigma defectivo en Chile, refiriéndose al hecho de que su uso no se da en todos los tiempos y modos. Sin embargo, Torrejón da los siguientes ejemplos: ¡vierai lo buena que estuvo la película, oh!, ¡si supierai lo bien que lo pasamos, oh! (1986: 681). Ya que en su caso se trata de estudiantes universitarios de Concepción, posiblemente el uso de estos tiempos y del subjuntivo de voseo es más común en la variante que él llama «voseo culto». Otra razón podría ser la diferencia regional y cambios debidos al tiempo transcurrido desde 1986; nótese que el propio Torrejón alude a «los rápidos cambios que están sufriendo las estructuras sociales» (1991: 1068/69). Sin embargo, por la escasez de formas voseantes en el corpus en el tratamiento directo, no se puede llegar a más conclusiones.

similares en Santiago, donde trataba de tú a casi todos mis conocidos, y también a desconocidos de la misma edad que no jugaban un «rol oficial». En Paillaco el tratamiento de usted es todavía mucho más usual que en Santiago. Incluso en muchas familias, se usa usted para dirigirse a padres, abuelos y hermanos mayores. Entre los jóvenes del pueblo de Paillaco (no tanto de las áreas rurales de la comuna), el uso del tuteo ha aumentado mucho, tal como se ve en la entrevista entre Marcelo y Álvaro. Como mencioné anteriormente, no pude observar el uso del voseo «auténtico». En cuanto al voseo verbal «culto», voy a analizar su uso más detalladamente en este artículo y argumentar que es un uso más bien nuevo en la región paillaquina.

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3.4 El tratamiento en el discurso directo reproducido El corpus consta de 59 formas de voseo, 174 de tuteo y 70 de ustedeo en un contexto discursivo en el cual el hablante se cita de manera directa a sí mismo o a otra persona, tal como lo había ejemplificado en el párrafo 3.2. Voy a denominar este uso «discurso directo reproducido». Casi siempre forma parte de pequeñas narraciones en las cuales se refiere a enunciados de una persona clave para el desarrollo de la narración. Una vez más, es necesario resaltar el peso cuantitativo de Laura, que utiliza este recurso estilístico — la narración — muy a menudo, mientras que no se cuenta con él en el caso de la Sra. Adela, Daniel y Carla, y pocas veces en el de la Sra. Alejandra, Álvaro y Teresa. Tal vez no se encontró por tratarse de entrevistas más bien cortas que no favorecen el estilo narrativo. Nótese que ya no se trata del tratamiento directo de una persona, sino que el uso de las fórmulas de tratamiento forma parte de los recursos estilísticos dentro de la narración y tiene que ser analizado en conjunto. Tal como en el tratamiento directo, existe una variación entre tuteo-voseo y usted en la «cita» del discurso directo. Hay que tener en cuenta que en el caso de las narraciones, además de dar cierta información, por ejemplo sobre su vida, el narrador quiere convencer a sus interlocutores de una particular visión de sí mismo a través del cuento y llegar a una identidad personal deseada. Eso hace necesario que las figuras que aparecen dentro del cuento (Schiffrin 1996, 1997 introduce la noción de story world) sean creibles para el «público» —por ende, es necesario hacer sus actuaciones coherentes con la realidad social del mundo real. Esto es válido tanto para los acontecimientos en sí como para lo que supuestamente han dicho estos personajes (según el narrador). Esto significa que los enunciados de éstas solamente pueden ser reproducidos de manera «fiel», dentro de las posibilidades estílisticas dadas7.

3.4.1 Usted Ya que se trata mayoritariamente de entrevistas con asesoras de hogar o mujeres que han trabajado en este oficio, la mayoría de los usos de usted reportados se da en narraciones en las cuales aparecen la asesora del hogar y sus patrones.

7

Ésta es la lógica tras los estudios que se basan en obras literarias, ya citadas en el primer párrafo. Sin embargo, autores como Eguiluz y Oroz nunca explican la relación entre uso literario / narrativo y uso común, simplemente suponen que no hay diferencias entre ellos — lo que puede ser cierto, o no.

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La investigación sociológica subraya la asimetría de la relación entre patrones y empleadas de casa particular, que se manifiesta también en las fórmulas de tratamiento usadas: La asesora tiene que utilizar usted con sus patrones y es tratada por ellos de tú. Con respecto al uso de usted por parte de la asesora, efectivamente es así en todos los casos investigados. Sin embargo, muchas de mis informantes cuentan de un trato simétrico en las fórmulas de tratamiento: sobre todo las asesoras mayores, casadas y con varios años en un hogar (es decir, cuando se ha desarrollado una relación de confianza) cuentan que ellas también son tratadas de usted. El trato asimétrico sí existe en los honoríficos: aparentemente, la empleada es tratada con su nombre, a veces en su forma afectiva (Rosita, Mary, Patti)8, mientras que los patrones, e incluso los hijos de la familia, son siempre tratados de don, señora, señorita. La regla de tratar a los patrones de usted es muy férrea. Una sola vez, en la entrevista de Laura, aparece una forma verbal de la segunda persona singular, corregida inmediatamente: aquí Laura cuenta un conflicto con su patrona, en el cual se dirige a su patrón (su jefe, 2508): Transcripto 1: Laura 10/99: 2504-2513 «no la so POR to» 2504 L: y se enojó porque no le había sacáo el polvo y tóo .. y yo le dije >cita: se me 2505 olvidó< , >cita: ((imita la voz de la patrona, enojada)) eh que no se le pUEde 2506 olvidar< + empezó a (XX) .. ((muy rápido)) digamo ahí nadien (m)e podía 2507 creer que yo le digo y ya empezáamo (de) dihcutir y todo+ ... igual y me dice: .. 2508 empecé a contehtarle po .. y se metió mi jefe .. me dijo >cita: ya córtenla 2509 mejor, laura cómo se le ocurre:, contehtarle a=s-< ahora le decía a su señora a2510 (NOMBRE APELLIDO) .. y yo le dije, >cita: don (NOMBRE) 2511 =s:sabeh=q-, sabe< le dije yo o=sea-, pero (furia yo=n=n:) .. >cita: sabe que a 2512 su señora, ((lentamente, pronunciadamente)) NO la so por to+ < 2513 B: .. ((más bajo)) @@@@@+

Nótese que Laura ridiculiza a su patrona imitando su voz, pero al mismo tiempo la forma de tratamiento entre patrones y asesora sigue siendo el usted, indicando la distancia social y la relación de trabajo. Incluso en el estado de ira descontrolada que ilustra muy vivamente, Laura llama a su empleador con el honorífico de don. Además, me parece muy improbable que haya tuteado a su

8

El uso del nombre en su forma afectiva puede deberse tanto a la amistad y el cariño como al desprecio que una persona sienta por otra. Siempre hay que considerar el contexto específico en el cual aparecen estas formas apreciativas.

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jefe en realidad, sino que el sabeh=q-, sabe (2511) se deba a un lapso en la narración del episodio. Mientras que sería posible para los patrones cambiar las fórmulas de tratamiento en el momento de irritación (cf. Hummel 2002 para el uso del usted de enojo y del usted de cariño en Chile), esto no es posible para la asesora sin graves consecuencias: sería despedida de inmediato.

3.4.2 Variación estilística de tuteo y de voseo La alternancia entre tuteo y voseo en el discurso directo reproducido es más interesante que el trato citado de ustedeo. Tal como en el punto 3.2., nuevamente se nota el paradigma defectivo del voseo: las formas verbales de imperativo, de tiempos del pasado (incluido el pretérito perfecto compuesto), el condicional y el futuro analítico se dan mayoritariamente con una forma verbal tuteante. Las formas verbales voseantes aparecen casi únicamente en el presente y el futuro perifrástico. Más interesante que estas observaciones acerca del paradigma defectivo del voseo, ya ampliamente documentado en Carricaburo (1997: 32-36), es la variación estilística entre tuteo y voseo: el voseo tiene una función apelativa al ser empleado en el discurso directo reproducido. Siempre que se trate de formas de voseo culto, tiene una connotación positiva, porque conlleva las nociones de cercanía y amistad. En el transcripto 2, con el uso de ehtai empezando (523) Raquel alude al buen trato recibido por parte de su patrona, e indica que la relación entre asesora y patrona llega más allá de la relación de trabajo. Transcripto 2: Raquel W7/95: 516-525 516

R [...] .. y dehpué (a ella) me fui ya poco acostumbrando a ello .. elloh me

517

ayudaron mUcho

518

B: hm

519

R: porque ellos siempre .. llega:ban me decían >cita: cómo te sientes rA:quel

520

ehtáh biEn< &

521

B:

&hm& &que=eh, >cita: si algo te sale mal no te preocupes que

522

R:

523

dehpués te va a salir mejOr ehtai empezando< &

524

B:

525

R: o=sea=ello me ayudaron bahtante, y de ahí=y mi compañera también

&((bajo)) hmhm+

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Raquel había trabajado para la familia de sus patrones ya en la casa de verano de éstos, y después de algunos años la llevaron a su casa santiaguina. En la entrevista, Raquel califica a su patrona como su modelo: la persona que le enseñó a vestirse a la moda, a corregir sus modales y también su manera de hablar. Puede demostrar su cariño citándola con el empleo del voseo, que aquí conlleva nociones de cercanía que típicamente no se dan en la relación entre asesora y patrones. En el transcripto 2, no queda muy claro si realmente fue la patrona la que cambió el uso del tuteo al voseo, o si eso es un recurso estilístico por parte de la narradora Raquel para caracterizar a su patrona. La capacidad de constituir identidades propias o de otras personas mediante la cita con voseo o tuteo es demostrada por la misma informante más tarde en la misma entrevista. Esta vez, cuenta cómo ha cambiado su propia manera de hablar después de la migración a Santiago — que ahora le parece (máh) normal (1353) — y cómo trata de propagarla en su familia ( = ello, 1353) en el campo: Transcripto 3: Raquel W7/95: 1348-65 1348 B: @@@@ .. ya, [así] que uhted no hablaba como una persona tímida 1349 R:

[ah-]

1350 R: no=yo=gritaba 1351 B: @@ 1352 R: hablaba muy fUErte era muy fuerte la: .. el tono era muy aLto entonce gritaba, en 1353 cambio ahora ya ... hm, puedo hablar (máh) normal entonce .. y a ello le, encuentran 1354 que=eh bUEno 1355 B: hmhm, ya& 1356 R:

&entonce me dicen que ehtá bien .. leh guhta como, hablo .. y en

1357 cambio yo voy y digo, >cita: no no tienes que decir eso .. no puedes tratar así .. 1358 hABla y no le grites a mÍ< ...(1) ((tono de voz más alta, «voz ronca»)) >cita: a:h ho+, 1359 que dejai de molehtar< me dice(n) .. si yO leh hablo así, ((bajo, tono de voz más bajo, 1360 rie un poco)) >cita: pero así no puedes=hablar< le digo yo+ 1361 B: ((bajo)) @@+ 1362 R: y=me=dice, ((rie un poco)) >cita: ya: veníh corregirme< me dice + 1363 B: @@@@, ya 1364 R: entonce(s) .. todo dicen, elloh me dicen .. >cita: teníh razón< 1365 B: ((más bajo)) hm+

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Aquí, Raquel alterna sistemáticamente el uso de formas tuteantes para citarse a sí misma (tienes, puedes, habla, grites, 1357/58; puedes, 1360) y el uso de formas voseantes para los miembros de su familia en Futrono (dejai, 1359; veníh, 1362; teníh, 1364). Con este recurso estilístico puede simbolizar la distancia que la separa de su familia, y al mismo tiempo demostrar el grado de acomodación y de superación personal logrado en Santiago (cf. el capítulo 9 de Kluge 2005). Tal como ya vimos, el uso del voseo que Torrejón llamaba «auténtico» sigue marcado como rural y sufre un fuerte rechazo por parte de los habitantes de Santiago, mientras que el uso del tuteo todavía tiene connotaciones de educación formal y es asociado con la morada en la ciudad. Así, Raquel se auto-atribuye una identidad «citadina» y demuestra claramente el grado de superación personal logrado en Santiago. Anteriormente había mencionado que muchas de las entrevistadas cuentan que son tratadas de usted por parte de sus patrones. Laura regularmente cita a su patrona con el uso de usted, Mónica a la suya con el uso de formas verbales tuteantes. Sin embargo, en los transcriptos 4 y 5, aparecen formas verbales voseantes, y por contraste con la práctica «normal», se hace necesaria una explicación. En los transcriptos, Laura y Mónica explican cómo es posible aumentar su sueldo: anuncian que quieren cambiarse a otra casa. Tal como dice Laura: el miedo de que tú te vayas .. ahí te suben [ = el sueldo; BK], 3810. Efectivamente, Laura lo explica de una manera hipotética, mientras que Mónica cuenta cómo había utilizado esta amenaza para aumentar su sueldo de manera significativa en una situación auténtica. Para nuestros fines, es muy interesante el uso de las fórmulas de tratamiento: Transcripto 4: Laura 10/99: 3799-3810 3799 L: claro .. nO=po .. porque ya: ... lo que más se hace eh como: .. >cita: sabe qué/, 3800 me voy\ < 3801 B: hmhm 3802 L: >cita: pero por qué te vaicita: no que ehtoy aburrida< >cita: pero por qué te 3803 vai< .. >cita: no=eh=que:, äh: .. ((rápido)) porque=encontré otro+ trabA:jo y tó< , 3804 >cita: bueno que yo te pago: .. dieh mil peso máh veinte mil peso máh y=te quedai< 3805 B: hm 3806 L: o te por=lo=meno >cita: por qué< >cita: no eh que allá me pagan:, dieh mil peso 3807 más< =supongamo que tú ganai ciento cincuenta pagan ciento sesenta .. sí porque: 3808 .. >cita: ahí son dieh mil peso máhcita: pero aquí yo te subo a ciento setenta< 3809 B: ((bajo)) hm+ & 3810 L:

&digamo .. ay, el miedo de que tú te vayas .. ahí te suben

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Transcripto 5: Mónica 4/99: 533-536 533

M: a traba-, a otro trabajo ...(1) (XXXX) >cita: por qué te vah ahÍ: que ehtamo

534

má=acohtumbrado conTI:go< =me=dijo ella … pero bueno, >cita: voy a hablar con

535

mi con mi ehposo< decía, así que habló con él=y: .. >cita: ya, te pagamos ciento

536

cincuenta y te quedai< @@

Sea una situación «real» o no, en ambos casos se trata de la descripción de un diálogo muy conflictivo que pone en peligro la rutina diaria del hogar, amenazada por el anuncio de la asesora de querer cambiarse a otra casa. Se puede apreciar que en ambas narraciones las patronas cambian del ustedeo o tuteo, que normalmente usan, al voseo. En el caso hipotético de Laura, la patrona tiene que insistir para que la asesora le cuente que ha encontrado otro trabajo con un mejor sueldo. Este es el momento en el cual la empleadora, para no perder a su asesora, tiene que ofrecerle un aumento de sueldo. Nótese que tanto en la narración de Laura como en la de Mónica esta oferta es realizada mediante la misma frase: te pago / te pagamos XXX pesos más y te quedai (Laura: 3804, Mónica: 535/536). Es justo por esta coincidencia que creo que este cambio al voseo por parte de la patrona es «verdadero» y no solamente parte de la story world. De todas maneras, no se puede decir definitivamente, ya que no existen grabaciones de la interacción «real» entre patrona y asesora. Tal como expliqué anteriormente, la diferencia entre interacción real y story world no puede ser demasiado grande, pero es posible que una patrona que cambie al voseo en momentos de ira también emplee una forma verbal voseante en el momento de persuadir a su empleada para que se quede en la casa.

3.5 Tuteo, voseo y uno indefinido Otro uso de formas de tuteo y voseo ya se podía observar en el transcripto 4: supongamo que tú ganai ciento cincuenta, Laura 10/99: 3807. No se trata de formas de tratamiento en el sentido clásico de la palabra, porque no se dirigen a una persona específica. El hablante quiere o incluirse de manera implícita, para manifestar su solidaridad en una experiencia compartida, o apelar, mediante el uso empático de tú o uno, «al interlocutor a que participe de manera más activa en el contenido de lo comunicado» (Jensen 2002: 130). Jensen (2002) muestra además que ambas formas no siempre son intercambiables. A diferencia de la base empírica de este investigador, en mi corpus el uso del tú genérico o indefinido aparece en combinación con formas verbales tuteantes y voseantes. Así,

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existen tres estrategias generalizadoras que son muy abundantes: tuteo, voseo y uno indefinido. Transcripto 6 es un buen ejemplo para ver el uso del tuteo, voseo y uno indefinido empleados en conjunto. Aquí, la Sra. Adela comienza con dos formas del uno indefinido (una se acohtumbra, 531; uno ehtá sirvie:ndo, 534), para cambiar al uso del tuteo generalizador. Su teníh o tirarte de encima de tu cA:ma (536) es una de las tres únicas veces en las que utiliza una forma verbal voseante. Transcripto 6: Sra. Adela, W18/95: 531-537 531

A: a=no:, o=sea que una se acohtumbra- por lo mEno yo me he acohtumbrado

532

B: así que nunca:, mira la televisión [(así XX)]

533

A:

534

sirvie:ndo haciendo suh quehacere ehtá viendo lah noti:cia, o ehcuchando la música

535

pero:, nUNca que tú te digah, >cita: me voy a sentAR=a escuchar ehta música< y te

[Sí, sí=veo]=la=l, lah noti:cia, mientra uno ehtá

536

pongah a (ser) escuchar la música nO, teníh o tirarte de encima de tu cA:ma que sé yo

537

no y:, siempre ehtáh trabajando y escuchando a loh=otro

En cuanto a la generalización de una experiencia, Marcelo y Laura prefieren el voseo, Mónica, la Sra. Adela, Carla, Teresa, y en menor grado Raquel usan el tuteo. Mirta, la Sra. Alejandra y Roxana optan por un uno indefinido interesante: ellas emplean únicamente esta estrategia para expresar una generalización. Este uso exclusivo de uno/una me lleva a creer que posiblemente se dan diferencias regionales en el uso de este recurso estilístico: creo que la forma uno/una es más común en el sur chileno, mientras que la forma preferida por los santiaguinos es el voseo (culto), y en menor grado el tuteo. Así, nos encontraríamos ante un cuadro en el cual las posibles diferencias regionales se ven matizadas por la influencia de las estrategias de acomodación de las migrantes cuyas entrevistas sirven de base para este artículo. Veamos si los datos corroboran esta hipótesis. En la entrevista radial entre Álvaro (paillaquino sin experiencia migrante) y Marcelo (el doble migrante santiaguino), Álvaro retoma la formulación se daba todo (50) de Marcelo para expresar una experiencia compartida por toda su generación, utilizando el uno indefinido: uno daba todo (51). Marcelo acepta la invitación de compartir recuerdos de los días de liceo, y cambia al uso del voseo generalizador (tú luchai, te esforzai, te dai, te colocai, etc.).

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Transcripto 7: Entrevista radial Marcelo y Álvaro 58/99: 47-54 47

M: no sí me acuerdo (de eso) es uno de loh recuerdo que siempre lo llevo cuando: ..

48

‘tábamo en la semana liceana [XX]

49

A:

50

M: se daba todo

51

A: en eso año uno daba todo por, por sacar su curso adelante=äh

52

M: tú lucha:i con una gana te esforzai de una manera que:, no sÉ: .. te dai: .. te

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colocai la camiseta o tu buzo querí demotrar que tú: (podí) superar a otro curso:,

54

lucha(ba)i .. era=era algo rico una experiencia rica ehtar ahí en el liceo en paillago

[(se daba)] harto=äh

Con el uso del voseo generalizador, Marcelo muestra su identificación con Paillaco, el pueblo adoptado en su juventud: sin embargo, emplea una estrategia muy «santiaguina» para esta declaración de amor; incluso, la forma lucha(ba)i (54) podría ser la única vez en todo el corpus que se usa una forma verbal voseante en imperfecto (la transcripción sigue siendo insegura, a pesar de varios intentos de corrección; otra interpretación podría ser lucha:i). De mis informantes claves, tres utilizan solamente uno/una. Son Mirta, la única no-migrante, la Sra. Alejandra, que retornó a vivir a Paillaco durante veinte años, y Roxana, la hermana de Laura. Ella es la única persona con marcada preferencia por uno que vive en Santiago. En el momento de la entrevista ya no trabaja como asesora, es ama de casa y tiene una hija de 5 años. Por eso cuida mucho su habla, lo que aparentemente incluye un desprecio por el voseo: lo usa solamente tres veces en discurso directo reproducido; se trata de una narración en la cual trata de convencer a otra hermana de quedarse trabajando en Santiago. El rol de educadora también puede explicar la estrategia escogida por Mónica: de regreso en el sur, con una hija de 6 años, vacila entre el uso del tuteo y uno/una, y muestra un desprecio por usar formas verbales voseantes (aparte del uso en las «citas», ver transcripto 5). Su hija está presente en gran parte de la entrevista. Las otras migrantes vacilan entre tuteo y uno/una. El uso de formas tuteantes para una expresión generalizadora es adoptado por varias migrantes, entre ellas Mónica y la Sra. Adela. También Carla y Teresa — de otro estrato social — prefieren el uso del tuteo. Esto porque quieren acercarse al estatus de la variante santiaguina empleada en este contexto, el voseo (culto), pero sin correr el riesgo de ser identificadas como hablantes del voseo «auténtico»: recuérdese que el voseo «culto», asociado con Santiago, y el voseo «auténtico» solamente difieren en el uso del pronombre tú vs. vos. Ya que los santiaguinos todavía asocian el voseo auténtico con las zonas rurales, los migrantes optan por una nueva

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forma: el uso de formas tuteantes queda en medio de uno/una sureño y las formas voseantes santiaguinas. Laura es la única migrante que adoptó el uso del voseo (tal como el santiaguino Marcelo) como estrategia preferida para referirse a experiencias generalizadoras. En su habla, tanto como en la de la Sra. Adela (y en menor grado, Raquel) se percibe una mezcla de tuteo, voseo y uno. Esto se puede explicar por el alto grado de acomodación a la vida santiaguina que estas migrantes han logrado. Se ven como muy sureñas, pero han hecho sus vidas en la capital y no quieren volver al sur. Este hecho también se muestra en su acomodación lingüística, y va a ser tratado más ampliamente en el próximo párrafo.

3.6 Estrategias en la migración: Laura Ahora bien, ¿cómo puede explicarse el peculiar patrón lingüístico de Laura al que hemos aludido ya varias veces? Aparentemente tiene que ver con su estatus de migrante. En la lingüística migracional, son bien conocidas las típicas estrategias de acomodación lingüística que puede escoger un individuo. Andersson/Thelander (1994: 80) identifican cuatro estrategias, según el grado de integración social en el lugar de acogida y de contacto sostenido con el lugar de origen: son la conservación, la integración lingüística, la acomodación según esferas sociales y/o el contexto («compartmentalization» en el texto original) y la sustitución9. De hecho, todas estas estrategias existen en el corpus completo y pueden ser comprobadas al comparar los datos lingüísticos con las biografías de los migrantes. Quisiera tratar de explicar así, de manera abreviada, parte del patrón lingüístico de Laura. En el momento de la entrevista, Laura lleva doce años trabajando de asesora de hogar en la capital. Trabaja para sostener a un hijo de 16 años que vive con sus abuelos y sus tíos en una casa cerca de Paillaco. Su hijo es lo más importante para ella en la vida, y logra estilizarse a lo largo de la entrevista (sostenida en la casa de su madre en las vacaciones de verano, con varios miembros de la 9

La conservación del habla tal como era antes de la migración y la sustitución total por la variante hablada en el lugar de acogida son estrategias pocas veces utilizadas, sirven más bien como puntos de referencia en un continuo de estrategias de acomodación. Las otras dos estrategias son más comunes: en la integración lingüística, la migrante se acomoda parcialmente a la variante del lugar de acogida, pero sin poder o querer perder todos los rasgos del habla del lugar de origen: mezcla ambas variantes. En la cuarta estrategia de acomodación segun esferas sociales o contexto, la migrante sabe distinguir ambas variantes y las emplea según el contexto, es decir según las personas con las que conversa e incluso el tema de la conversación.

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familia presentes) como una madre ejemplar, que se sacrifica por el bienestar de su hijo. Se compra muy pocas cosas para sí misma, gastando casi la totalidad de su sueldo en las remesas para el sur. Dado que muchos artículos de consumo son más baratos en Santiago que en Paillaco o en Valdivia, Laura aprovecha las pocas horas de su día libre para ir de compras para su hijo. Esta «vida sacrificada», sin embargo, tiene consecuencias ventajosas para su competencia comunicativa: mientras que muchas mujeres migrantes aprovechan el día libre para visitar a amigos y parientes y como consecuencia se auto-encierran en las casas de éstos, Laura entra en un contacto más profundo con santiaguinos a través de las compras. Trata de mejorar las ofertas y negocia para un mejor precio. Se atreve a visitar lugares y a conversar con desconocidos, algo evitado por la mayoría de las asesoras de hogar. En este sentido es excepcional entre las informantes de mi estudio de campo. Creo que esta es la clave de gran parte de su patrón lingüístico, incluido el uso del voseo verbal: aún conservando un fuerte contacto con su familia de origen en Paillaco, está bien integrada — dadas sus pocas posibilidades de salida — en el mundo santiaguino, y es esto lo que se percibe en su manera de hablar. Es la única migrante cuya estrategia de acomodación preferida parece ser la sustitución (por lo menos como meta), aunque en algunas variables lingüísticas conserva rasgos del habla paillaquino.

4. Conclusión En este artículo he querido analizar el uso de formas verbales de voseo y tuteo en un corpus de habla auténtica del sur de Chile, llegando más allá del tratamiento directo como tal. Por un lado, quería demostrar que hay más contextos en los cuales aparecen fórmulas de tratamiento además del tratamiento directo, y por el otro lado, investigar los patrones de uso en un corpus de migrantes internos, ya que el uso de las fórmulas de tratamiento parece diferente en el lugar de origen (Paillaco) y el lugar de acogida (Santiago). Tal como ya lo ha subrayado Carricaburo (1997), entre otros, el voseo es un paradigma defectivo en Chile. Pude demostrar que el uso de formas verbales voseantes se limita básicamente al presente y futuro perifrástico. Algo nuevo, sin embargo, es la total falta del uso del pronombre vos asociado con el voseo «auténtico». Los tres usos identificados —tratamiento directo, discurso directo reproducido, formas generalizadoras— deben ser vistos en conjunto, como lo demuestra el análisis de uno indefinido en vez del voseo generalizador. En el corpus se pueden apreciar algunas diferencias de uso que podrían ser diferencias regionales, es decir «santiaguinas» y «paillaquinas». Sin grupos de control no se puede lle-

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gar a afirmarlo con certeza, pero al combinar los datos lingüísticos de los migrantes con sus biografías y actitudes hacia la capital y su lugar de origen, es posible postular — con la debida cautela — algunas hipótesis que podrían ser puestas a prueba de fuego en un futuro estudio de campo. Según los datos del corpus y de la observación participante, existe una tendencia en Paillaco (y posiblemente en más regiones del sur de Chile) a preferir el ustedeo y el tuteo en el tratamiento directo, mientras que el uso del voseo (verbal) queda relegado al discurso directo reproducido. Para referirse a experiencias generalizables, se prefiere uno/una indefinido. Para Santiago, se postula una tendencia entre los jóvenes a utilizar el tuteo y el voseo verbal «culto», apartándose del uso de usted en muchas ocasiones en las cuales sus compañeros en el sur de Chile sí lo emplean. El voseo es la estrategia preferida por santiaguinos para expresar experiencias generalizadoras, cuyo uso en este contexto es adoptado por algunas migrantes, pero la mayoría de ellas opta por el empleo de formas tuteantes. Un último punto que debe ser resaltado es el uso de la alternancia entre voseo y tuteo para fines estilísticos, por lo menos en el discurso directo reproducido y para las experiencias generalizadoras. En el análisis de tales narraciones, hay que incluir sistemáticamente la función que emplea el uso del ustedeo, del voseo o del tuteo (y la variación en el uso entre ellos) para expresar ciertas identidades como la «citadina» o «rural».

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Convenciones de transcripción: [palabra] = & , .. ...

solapamiento, enunciados simultáneos ligación sin cambio de turno ligación con cambio de turno pausa corta, mediana, y larga (hasta un 1 segundo), sino se nota la duración de la pausa medida en segundos …(N) (palabra) transcripción insegura paLAbra énfasis pala:bra alargamiento de la vocal (o de la consonante) @@ risas ((bajo)) comentario acerca de la calidad de la voz, llegando hasta + >cita: < marca la cita del discurso directo, llegando hasta