Edición y anotación de textos coloniales hispanoamericanos 9783865279163

Los estudios de este libro se centran en textos básicos del período colonial, entre otros: las obras de Guamán Poma, Lóp

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Spanish; Castilian Pages 440 Year 2019

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ÍNDICE
PRESENTACIÓN
CRITERIOS DE COMPROBACIÓN: UN MISTERIOSO MANUSCRITO DE NÁPOLES Y LAS CRÓNICAS DE LA CONQUISTA DEL PERÚ
PROBLEMAS EN LA EDICIÓN Y ANOTACIÓN DE LAS CRÓNICAS DE INDIAS
LA HISTORIA GENERAL DE LAS INDIAS DE FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA: IDENTIFICACIÓN DE LAS FUENTES Y ELABORACIÓN TEXTUAL
COMENTARIOS A LA INVECTIVA APOLOGÉTICA (1652) DE DOMÍNGUEZ CAMARGO
EL MITOLOGISMO CRIOLLO DE DOMÍNGUEZ CAMARGO: COMENTARIOS AL LIBRO I DEL POEMA HEROICO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA
APUNTES Y CRITERIOS PARA UNA EDICIÓN ANOTADA DE UN POEMA ÉPICO COLONIAL: ARMAS ANTÁRTICAS DE JUAN DE MIRAMONTES ZUÁZOLA
ANOTACIÓN DE UN TEXTO SATÍRICO: LA ENDIABLADA, DE JUAN MOGROVEJO DE LA CERDA
MANOS TEATRALES: UN RECURSO PARA LA IDENTIFICACIÓN DE COPISTAS TEATRALES IBEROAMERICANOS
LOS PROBLEMAS DE EDICIÓN, DATACIÓN, AUTORÍA Y FILIACIÓN DE EL ROBO DE PROSERPINA Y SUEÑO DE ENDIMIÓN, AUTO SACRAMENTAL COLONIAL EN QUECHUA
HACIA UN ESTUDIO DEL CANCIONERO POÉTICO «MS. CODEX 193» DE LA UNIVERSIDAD DE PENSILVANIA
CRITERIOS TRASATLÁNTICOS PARA UNA NUEVA EDICIÓN CRÍTICA DE LOS COMENTARIOS REALES
APUNTES PARA UNA EDICIÓN CRÍTICA DE LA HISTORIA GENERAL DE LAS INDIAS DE F. LÓPEZ DE GÓMARA. PROBLEMAS TEXTUALES Y BIBLIOGRÁFICOS
ALFRED MOREL-FATIO Y LA CRÍTICA FRANCESA SOBRE RUIZ DE ALARCÓN. HACIA UNA EDICIÓN DE LA VERDAD SOSPECHOSA
LA INVECTIVA APOLOGÉTICA DE HERNANDO DOMÍNGUEZ CAMARGO. NOTAS PARA SU EDICIÓN
HERMENÉUTICA Y EDICIÓN CRÍTICA DE LA HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS DEL P. ACOSTA
UNA PIEZA RECUPERADA DEL TEATRO COLONIAL PERUANO: HISTORIA DEL TEXTO DE EL MEJOR ESCUDO DE PERSEO DEL MARQUÉS DE CASTELL DOS RIUS
PROBLEMAS DE EDICIÓN DE LA HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA DE BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO
EDICIÓN CRÍTICA DEL TEATRO CÓMICO BREVE DE LORENZO DE LAS LLAMOSAS: EL ASTRÓLOGO (SAINETE) Y EL BUREO (BAILE)
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Edición y anotación de textos coloniales hispanoamericanos
 9783865279163

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EDICIÓN Y ANOTACIÓN DE TEXTOS COLONIALES HISPANOAMERICANOS (Biblioteca Áurea Hispánica, 6) I. Arellano, J . A . R o d r í g u e z Garrido (eds.)

Pontificia Universidad Católica del Perú Facultad de Letras y Ciencias Humanas Departamento de Humanidades Instituto Riva - Agüero

Universidad de Navarra Grupo de Investigación Siglo de Oro (GRISO)

BIBLIOTECA ÁUREA HISPÁNICA Universidad de Navarra Editorial Iberoamericana

Dirección de Ignacio Arellano, con la colaboración de Christoph Strosetzki y Marc Vitse

Biblioteca Áurea Hispánica, 6

EDICIÓN Y ANOTACIÓN DE TEXTOS COLONIALES HISPANOAMERICANOS

I. A R E L L A N O , J . A . R O D R Í G U E Z G A R R I D O

(EDS.)

Universidad de Navarra • Iberoamericana • Vervuert • 1999

Die Deutsche Bibliothek - CIP - Einheitsaufnahme Edición y anotación de textos coloniales hispanoamericanos / Universidad de Navarra ... I. Arellano ; J. A. Rodríguez Garrido (ed.). - Madrid : Iberoamericana ; Frankfurt am Main : Vervuert, 1999 (Biblioteca Áurea Hispánica ; Vol. 6) ISBN: 84-95107-41-4 (Iberoamericana) ISBN: 3-89354-396-1 (Vervuert) Dep. Legal: M-22.932-99 © Iberoamericana, Madrid 1999 © Vervuert, Frankfurt am Main, 1999 Reservados todos los derechos Diseño de Portada: Cruz Larrañeta Impreso en España Publidisa

ÍNDICE

Presentación

11

Adorno, Rolena, Criterios de comprobación: un misterioso manuscrito de Ñapóles y las crónicas de la conquista del Perú

15

Arellano Ayuso, Ignacio, Problemas en la edición y anotación de las c r ó n i cas de Indias

45

B é n a t - T a c h o t , Louise, La Historia General de las Indias de Francisco L ó pez de Gomara: Identificación de las fuentes y elaboración textual

75

Bravo Vega, Julián, Comentarios a la Invectiva apologética (1652) de Domínguez Camargo

97

D o m í n g u e z Matito, Francisco, E l mitologismo criollo de D o m í n g u e z Camargo: comentarios al libro I del Poema heroico de San Ignacio de hoyóla

113

Firbas, Paul, Apuntes y criterios para una edición anotada de un poema épico colonial: Armas antarticas de Juan de Miramontes Zuázola

129

García Valdés, Celsa Carmen, Anotación de un texto satírico: ha endiablada, de Juan Mogrovejo de la Cerda

145

8

EDICIÓN

Y

ANOTACIÓN.

Greer, Margaret R i c h , Manos teatrales: un recurso para la identificación de copistas teatrales iberoamericanos

189

Itier, César, Los problemas de edición, datación, autoría y filiación de El robo de proserpina y sueño de Endimión, auto sacramental colonial en Quechua

213

Lasarte, Pedro, Hacia un estudio del cancionero poético «Ms. codex 193» de la Universidad de Pensilvania

233

Mazzotti, José Antonio, Criterios trasatlánticos para una nueva edición crítica de los Comentarios reales

245

Mustapha, Monique, Apuntes para una edición crítica de la Historia general de las Indias de F. L ó p e z de Gomara. P r o blemas textuales y bibliográficos

261

Peña, Margarita, Alfred Morel-Fatio y la crítica francesa sobre R u i z de Alarcón. Hacia una edición de La verdad sospechosa

271

Pinillos, María Carmen, La Invectiva apologética de Hernando D o m í n g u e z Camargo. Notas para su edición

285

Pino, Fermín del, H e r m e n é u t i c a y edición crítica de la Historia natural y moral de las Indias del P. Acosta R o d r í g u e z Garrido, José A . , U n a pieza recuperada del teatro colonial peruano: historia del texto de El mejor escudo de Perseo del Marqués de Castell dos Rius

305

-351

ÍNDICE

Rose, Sonia V . , Problemas de edición de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo Zugasti, M i g u e l , Edición crítica del teatro c ó m i c o breve de L o renzo de las Llamosas: El astrólogo (saínete) y El bureo (baile)

9

377

399

PRESENTACIÓN

E n los últimos años la tarea de edición de los textos del Siglo de O r o está recibiendo un impulso extraordinario, que ayudará al mejor entendimiento de un corpus literario de importancia difícilmente ponderable. Y a en los Seminarios Internacionales anteriores se planteaba una serie de problemas y necesidades que la propia tarea del G R I S O (Grupo de Investigación Siglo de Oro) viene intentando paliar en sus trabajos de edición, como el abordado en la serie de autos sacramentales completos de Calderón . 1

2

U n o de los objetivos que parecían convenientes radicaba en la articulación de equipos y de relaciones de colaboración entre centros interesados por estos temas. E n este panorama resultaba asimismo de interés variar los ámbitos de estudio, manteniendo siempre el norte inicial de la edición y la anotación, y a la vez ampliando el enfoque de abierta colaboración que caracterizaba desde el comienzo a estos seminarios (los primeros se organizaron en colaboración de la Universidad de Navarra y la Université de Toulouse-Le Mirail). E l encuentro con profesores de la Pontificia Universidad Católica del Perú —institución coorganizadora junto con la Universidad de Navarra de este III Seminario— dio pie a la elección del tema de los textos coloniales para esta oportunidad. Hacía propicia esta elección el estado actual de los estudios de las letras coloniales, los cuales han experimentado en las últimas décadas una profunda renovación. Durante este período, en efecto, no sólo se han enriquecido las aproximaciones críticas a los textos escritos en H i s p a n o a m é r i c a entre los siglos X V I y X V I I I gracias a la aplicación de diversos m é t o d o s de análisis procedentes de diferentes disciplinas, 1

2

Pamplona, Universidad de Navarra, 1986 y 1990 respectivamente. Publicados en c o e d i c i ó n de la Universidad de Navarra y Edition Reichen-

berger, proyecto dirigido por Ignacio Arellano, que e m p e z ó su andadura en 1991 y que alcanza a la fecha veinticinco v o l ú m e n e s .

12

I. A R E L L A N O - J . A. R O D R Í G U E Z

sino que incluso la composición misma de dicho corpus se ha incrementado de modo significativo. P o r un lado, voces que habían quedado marginadas en la construcción del canon tradicional ocupan actualmente un lugar privilegiado de atención. D e otro lado, el interés renovado por el desarrollo durante el período del Barroco de géneros como la poesía y el teatro ha despertado la p r e o c u p a c i ó n por la descripción bibliográfica y la búsqueda de textos de estas manifestaciones en la A m é r i c a colonial. Finalmente, sobre todo en el campo de las crónicas —materia de un creciente interés para especialistas de diversa formación—, el deseo de contar c o n fuentes autorizadas ha vuelto básico el cotejo de manuscritos y la revisión de las viejas ediciones. E n cualquier caso, el trabajo de edición de los textos de este período se ha convertido en una tarea imprescindible. Sin entrar a discutir la calidad de los criterios empleados, es significativa, en este sentido, la aparición en distintos países de colecciones dedicadas a la publicación de textos coloniales, en particular a las crónicas de Indias. U n a muestra notable de c ó m o la renovación de los estudios coloniales ha impactado en el mercado del libro académico se observa en el hecho de que las grandes colecciones actuales de ediciones anotadas de textos hispánicos incluyan las obras de Sahagún, Cabeza de Vaca, Las Casas o el Inca Garcilaso, por citar sólo algunos nombres. Este panorama resulta sin duda sumamente alentador para el futuro de los estudios coloniales. N o obstante, tras este estimulante período, marcado por el deseo de contar con los textos que son objeto de estudio, se i m p o n í a la reflexión sobre los criterios practicados a lo largo de estos años y los que podrían regir el futuro de este ejercicio editorial. Las actas que hoy tiene en sus manos el lector son el resultado de la r e u n i ó n convocada con el propósito de servir de contexto propicio para plantear esa discusión. E l encuentro se celebró en la ciudad de L i m a entre los días 26 y 29 de agosto de 1998, en el A u d i torio de Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Dos intenciones animaron la convocatoria de este Seminario. E n primer lugar, proponer un diálogo, que se anunciaba como provechoso y necesario, entre dos áreas de estudio que comparten mucho más que la mera cronología: el Siglo de O r o español y el p e r í o d o colonial hispanoamericano. Por un lado, los estudios coloniales no pueden prescindir del desarrollo sobre los problemas ecdóticos del período á u r e o , pues los modos de transmisión de géneros como la poesía pueden no diferir significativamente de los practicados en la

PRESENTACIÓN

13

España de la misma época. P o r otro lado, en cambio, el entrecruzamiento en algunos casos con los códigos de origen indígena, tanto lingüísticos como icónicos, crea una peculiaridad que obliga a ir más allá de las pautas habituales para la edición de textos del Siglo de O r o . E n segundo lugar, la i n t e n c i ó n era la de reunir a un conjunto de académicos familiarizados c o n los problemas editoriales de textos de la C o l o n i a , cuya formación podía ser, sin embargo, muy diversa. Aunque por su temática el Seminario asumía una preocupación tradicionalmente filológica, esta otra manera de invitación al diálogo surgía de la comprobación de que la edición de los textos coloniales se ha convertido en objeto de interés para especialistas de diferentes disciplinas. E n tal medida, el hecho de que entre los participantes se contaran profesores procedentes de los campos de la Lingüística, la H i s toria, la Antropología o la Literatura demuestra no sólo el interés amplio que la edición de los textos coloniales despierta, sino también la necesidad de ensayar perspectivas diversas para lograr el éxito de esta tarea. E l conjunto de ponencias aquí publicadas refleja las preocupaciones planteadas y discutidas en el congreso: la presentación ortográfica de los textos coloniales, el estado actual de las ediciones de crónicas de Indias, los problemas de falsificación de fuentes, la incorporación al corpus de la literatura colonial de textos hasta ahora i n é ditos o deficientemente editados, las propuestas de anotación de obras específicas o incluso los criterios de anotación adecuados para los textos coloniales, la incorporación de medios informáticos a los trabajos de descripción y edición de manuscritos... C o n esta publicación esperamos suscitar, más allá del ámbito del Seminario, una discusión fructífera y poner de relieve la necesidad de seguir trabajando con la mayor meticulosidad en este conjunto de textos cruciales para la época de mayor contacto entre los ámbitos culturales de España e Hispanoamérica. Los responsables más directos del Seminario agradecemos vivamente a nuestras instituciones el apoyo prestado en todo momento. E l encuentro en Lima fue posible gracias, en particular, a la colaboración de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, el Departamento de Humanidades y el Instituto R i v a - A g ü e r o , de la Pontificia U n i versidad Católica del Perú, así como al valioso auspicio de la empresa Backus, el Banco de Crédito del Perú, P r o m Perú y el H o t e l San Antonio Abad.

14

I. A R E L L A N O - J . A. R O D R Í G U E Z

E n las tareas de organización y c o o r d i n a c i ó n del Seminario colaboraron con eficacia ejemplar Carmela Zanelli, Luis Vargas Durand, Ursula R a m í r e z Zaborosch y J o s é Cárdenas Bunsen, de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Las de revisión técnica de este v o l u men correspondieron, con no menor eficacia, a Enrique Duarte, de la Universidad de Navarra. A todos, y a los colegas y amigos participantes en el Seminario, nuestras más cordiales gracias. Ignacio Arellano Ayuso José A . R o d r í g u e z Garrido

CRITERIOS DE COMPROBACIÓN: U N MISTERIOSO M A N U S C R I T O D E NÁPOLES Y LAS C R Ó N I C A S D E L A CONQUISTA DEL PERÚ

Rolena Adorno Yak University

I. I N T R O D U C C I Ó N *

Tres años atrás, se publicó en una revista italiana la transcripción de u n manuscrito de nueve folios y tres medios folios, supuestamente escrito en la década de los treinta del siglo X V I I por dos jesuitas italianos, misioneros en el Perú: Juan Antonio Cumis y Juan Anello O l i v a . Llevaba c o m o apéndice u n presunto quipu de u n tipo nunca visto antes, de factura muy pobre, poco parecido al refinado arte textil andino. Los tres medios folios del manuscrito contienen u n «quipu pintado», una serie de líneas rectas y cuadrados pendientes pintados sobre papel que, según los descubridores del manuscrito, es creación del jesuíta mestizo Blas Valera, porque dicen que lleva su firma . Los mencionados estudiosos no ofrecen ninguna confirmación sobre la autenticidad de la firma porque no se conoce hasta h o y n i una sola obra manuscrita del Padre Valera. 1

* Quisiera agradecer las comunicaciones y artículos

recibidos

de Laura

Laurencich Minelli, Sabine Hyland, Xavier A l b ó , S. J . , Félix Alvarez Brun, Julio Ortega, Franklin Pease G . Y . , J o s é Antonio Mazzotti, Pedro Guibovich Pérez, J o s é Antonio R o d r í g u e z Garrido, James Torrens, S. J . , Carola I b á ñ e z - M u r p h y y Augusta Holland. Agradezco a Roberto G o n z á l e z Echevarría su lectura meticulosa de este trabajo y a Moira Fradinger, Anabel L ó p e z García, María Fernanda Macchi y Carolina Sanín su interés y c o l a b o r a c i ó n a lo largo del proceso de la elaboración de este estudio. 1

Laurencich Minelli et al, 1995, pp. 367 [fig. 2], 371.

16

ROLENA ADORNO

La novedad del manuscrito estriba en contener un sistema de c o m p o s i c i ó n y lectura de los quipus, más allá del sistema n u m é r i c o y cuantitativo conocido, de carácter poético-literario, que servía para recoger los secretos de la religión y de las castas y que fue conocido por los soberanos, las vírgenes del sol, los sacerdotes y los filósofos incaicos . E l breve documento no sólo revela la supuesta existencia de este sistema, sino que facilita, entre los textos presuntamente escritos por C u m i s y O l i v a , la clave para la lectura de tales textos textiles . Se afirma que tanto Blas Valera como el supuesto Juan A n e l l o O l i v a del manuscrito sabían leerlos . 2

3

4

E l manuscrito, propiedad de la Sra. Clara M i c c i n e l l i , de Nápoles, se conserva en el archivo de su familia (el archivo Miccinelli-Cera) en dicha ciudad y ha sido estudiado directamente sólo por ella y sus c o laboradores, la profesora Laura Laurencich M i n e l l i , de la Universidad de Bologna, y su colega Carlos Animato . L o han estudiado t a m b i é n , pero en fotocopia, los lectores encargados por la Sociedad de A m e r i canistas en París de dar una evaluación del mismo con vistas a su p o sible publicación en la revista de esa prestigiosa Sociedad. Después de haber concluido su tarea, uno de estos lectores, el estudioso peruano Juan Carlos Estenssoro, d e t e r m i n ó que el manuscrito no era auténtico y la Sociedad suspendió el proyecto de publicación. M á s tarde, E s tenssoro hizo publicar su informe «ante el eco que han recibido las declaraciones de la Sra. Laurencich en la prensa» . Gracias a la gentileza que ha tenido c o n m i g o la profesora Laurencich al enviarme la versión impresa en Italia de la transcripción del manuscrito, publicado en 1996 por ella y los señores M i c c i n e l l i y A n i m a t o , tanto como los otros artículos sobre el asunto publicados por ella y la Sra. M i c c i n e l l i durante los últimos tres años, he podido estudiar detenidamente el documento, las cuestiones suscitadas por éste y los estudios a él dedicados . 5

6

7

2

3

4

5

6

7

Ibid., pp. 383; 406-407 [c. 8ra]. Ibid., pp. 382-87; 407-10 [c. 8va-c. 9va]. Ibid., pp. 383, 389, 407 [f. 7v, c. 8ra]. Ibid., p. 363. Estenssoro, 1996, p. 48c y 1997, p. 567. La transcripción del documento salió en la revista romana Studi e Materiali di

Storia delle Religioni. Aunque efectivamente

en

1996

lleva la fecha de i m p r e s i ó n de 1995,

después

de

hacer

su

evaluación

la

se

publicó

Sociedad

de

CRITERIOS DE C O M P R O B A C I Ó N

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Lamento tener que decir que discrepo de mis colegas italianos sobre la autenticidad del breve manuscrito. M e siento obligada a hacer públicas mis observaciones porque, gracias en parte a las intervenciones de algunos de los organismos científicos para los estudios americanistas más prestigiosos de m i país, y en parte al «chismorreo que bulle» en Internet, el documento goza de continuado interés por parte de americanistas a nivel internacional. Incluso por el carácter que ha tenido su evaluación se ha ido generando cierta aceptación tácita del documento y su contenido. P o r esta razón es importante tomar en cuenta el estado actual de la cuestión. Nuestra principal tarea como filólogos e investigadores es asegurar que las bases textuales sobre las cuales trabajamos sean dignas de c o n fianza. Si nuevos materiales adquieren aceptación en el canon sin haber sido estudiados y evaluados detenidamente por una gama de expertos, preferiblemente de diferentes disciplinas, nuestra razón de ser — l a interpretación humanística e histórica del pasado— puede ser puesta en entredicho. Por ser el canon humanístico producto de los consensos alcanzados por las comunidades intelectuales, nos toca a nosotros estudiar minuciosamente los nuevos hallazgos — c o m o el manuscrito Historia et Kudimenta LJnguae Piruanorum— antes de aceptar y reproducir en nuestras propias investigaciones sus conclusiones. B i e n podemos intuir el p o r q u é del interés internacional y generalizado que ha merecido el manuscrito M i c c i n e l l i , ya que éste presenta novedades acerca de sistemas antiguos y desconocidos de escritura; el tema de la escritura en culturas antiguas es apasionante y encuentra su público consumidor tanto en los foros de la comunicación masiva como en los académicos y eruditos. U n buen indicio de lo anterior es el título de u n artículo, «Talking Knots o f the Inca», que salió en la revista Archaeology . O t r a noticia á v i d a m e n t e recibida ha sido la revelación, en el m a nuscrito, de que el autor de la Nueva coránica y buen gobierno no fue Felipe Guarnan P o m a de Ayala sino el mismo padre mestizo Blas Valera, cuyo amanuense, el hermano jesuíta Gonzalo R u i z , habría escrito y dibujado la versión final del manuscrito que descansa hoy en 8

Americanistas de París. La profesora Laurencich cita ambas fechas en uno de sus artículos posteriores. Ver Laurencich Minelli, 1997b, p. 243. 8

Domenici,

1996.

18

ROLENA ADORNO

la Biblioteca R e a l de Copenhague . Valera, s e g ú n el manuscrito napolitano, resulta ser «guía espiritual y defensor del pueblo peruano», prueba de lo cual sería la posición crítica adoptada en la Nueva coránica sobre la conquista, y la propuesta de un nuevo estado universal . L a nueva sobre Guarnan P o m a ha producido una reacción sensacional, algo así como si se hubiera anunciado que Fray Bartolomé de Las C a sas no fue, en realidad, un fraile misionero que abogó en favor de los indios, sino que había d e s e m p e ñ a d o ese papel para ocultar su verdadera misión de agente al servicio de las coronas enemigas de España. 9

10

Es significativo que no hayan recibido comentario alguno las aseveraciones del manuscrito con respecto a la relación de Blas Valera c o n el Inca Garcilaso de la Vega; otro indicio de que no se ha leído el manuscrito sino sólo los recortes de prensa. Según el manuscrito M i c c i n e l l i , Blas Valera c o n o c i ó al Inca Garcilaso y le e n c o m e n d ó su historia de los Incas, pero éste distorsionó el contenido, desfigurando cuanto el Padre Valera había escrito . Importa recalcar aquí que Blas Valera no aparece como autor en el documento napolitano: con la e x c e p c i ó n de una supuesta cita de unas breves palabras suyas , todos los testimonios sobre él son de los autores nombrados por los exégetas del manuscrito: los jesuítas C u m i s y Oliva. E l documento en cuestión pone muchos obstáculos a su propia legitimidad como creación del siglo X V I I . Y esto en dos niveles: el del documento mismo, como artefacto o como portador de nuevos c o n tenidos, y el de los propios contenidos. E n sus nueve folios y tres medios folios, el documento efectivamente pretende nada menos que negar la veracidad de los contenidos de los escritos que forman la base cronística del conocimiento de la antigüedad peruana y la fundación de las letras y la cultura virreinales. D e ser fidedigno lo contenido en el documento Miccinelli, lo que se produciría — y esto de manera aún más radical que cualquier nuevo aporte histórico específico— es la desautorización de las fuentes canónicas del pasado incaico y colonial, y no sólo las españolas y criollas, sino t a m b i é n las mestizas y a u t ó c t o nas conocidas hasta el momento. L o que quiero señalar es que el manuscrito M i c c i n e l l i es un documento sin contexto y que, como tal, no sólo faltan criterios para abo11

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Laurencich Minelli et al., 1995, p. 399 [f. 4v].

9

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1 1

Ibid., pp. 399, 382, 406 [f. 4v, c. 8ra] Ibid., p. 398 [f. 5r].

Ibid.,

u

p. 399 [f. 4v].

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CRITERIOS D E C O M P R O B A C I Ó N

gar por su autenticidad sino que el peso de la d o c u m e n t a c i ó n va en su contra. II. E L MANUSCRITO

Desafortunadamente, después de publicar la transcripción del m a nuscrito Miccinelli en 1996, sus estudiosos no han profundizado en el análisis del documento mismo c o m o objeto, n i l o han sometido a ninguna investigación científica independiente. H a y que tener muy en cuenta que el examen que sí hicieron c o n anterioridad a esa publicación fue tan sólo un primer paso. Dicen los autores que su escrutinio había consistido en, primero, el análisis minucioso e instrumental del documento con una lámpara de W o o d y u n microscopio binocular; segundo, el examen de las filigranas y su comparación c o n filigranas conocidas, típicas de la época; tercero, el estudio de las técnicas de elaboración del quipu textil; cuarto, la verificación comparada de las grafías de los pretendidos autores del documento y las de los personajes históricos, éstas consultadas en el Archivo de la C o m p a ñ í a de Jesús en R o m a (ARSI) y, para Oliva, también en la British Library . 13

Aparte de mencionar explícitamente a Oliva, no indicaron de quiénes m á s se compararon firmas y letras: ¿Juan Antonio Cumis? ¿Blas Valera? Brilla por su ausencia cualquier referencia a la letra y firma de Blas Valera, elementos cruciales para autenticar las afirmaciones del documento. Los exégetas del manuscrito afirman, sin e m bargo, que los resultados positivos arrojados sobre las grafías que examinaron fueron luego confirmados por la prueba grafoscópica que sobre el documento realizaron el perito caligráfico del tribunal de G é nova, d o n G i u l i o Eliani, y el director del archivo jesuítico de R o m a , el Padre E d m o n d Lamalle . Esto es laudable, pero no suficiente. E n publicaciones posteriores de Laurencich M i n e l l i o de Laurencich M i nelli y Miccinelli , sus comentarios acerca de la autenticidad del m a nuscrito han consistido sólo en reiterar que la habían establecido en el artículo de 1996. D e lo que carecemos, evidentemente, es del examen 14

15

1 3

1 4

1 5

pp. 363, 377-78; y Laurencich Minelli, 1997b, p. 240. ifcid., pp. 363, 363 n. 1; y Laurencich Minelli, 1997b, p. 240. Laurencich Minelli, 1997a, p. 59; Laurencich

Laurencich Minelli y Miccinelli, 1998, p. 35.

Minelli,

1997b, p. 240;

20

ROLENA ADORNO

y la confirmación independientes. E l único intento de hacerlo hasta la fecha resultó, como mencionamos, en una conclusión negativa . Resumamos las observaciones más tajantes del informe que E s tenssoro hizo para la Sociedad de Americanistas de París. E n cuanto a las letras, nota que la letra en la sección del manuscrito atribuida a C u m i s «elige para su escritura una letra libresca y presentada a dos columnas», u n hecho excepcional en un texto tan corto . L a sección atribuida a O l i v a se ha escrito en cifra, en un código de n ú m e r o s . Observa Estenssoro que la atribución de un manuscrito a determinado autor en base a menos de una docena de palabras escritas en su letra no es suficiente para llevar a cabo su identificación. Otra parte del manuscrito, que contiene un breve texto firmado por Fr. Pedro Illanes y fechado en 1737, presenta en su puntuación una serie de anacronismos «totalmente inusitados» en el siglo X V I I I . E l vocabulario del texto en latín de C u m i s exhibe palabras de una actualidad desconcertante: por ejemplo, el empleo en el texto atribuido a O l i v a de la expresión «los blancos» para referirse a los españoles , cuando en los siglos X V I y X V I I se habría dicho «viracochas» o «chapetones», pero jamás «los blancos». Y en el texto en latín atribuido a C u m i s , se emplea la palabra «genocidium» para referirse a la destrucción de un pueblo; pero el t é r m i n o «genocidio» se registra por primera vez en los diccionarios sólo a partir de 1944, para el h o l o causto de la Segunda Guerra M u n d i a l . Permítaseme agregar u n ejemplo no mencionado por Estenssoro: el uso de la palabra «clítoris». E l t é r m i n o se empleaba en N u e v o Latín para la descripción científica y fue documentado por primera vez hacia 1615 . Su uso en 1637 sería sorprendentemente temprano y su empleo por u n jesuíta misionero en el P e r ú , inusitado, por no decir insólito. Más insólito a ú n es el hecho de que el t é r m i n o se presente como referencia hecha por el quipocamayoc Chauarurac. Este le habría revelado al supuesto padre Oliva, quien «inclinó la cabeza por vergüenza», la costumbre de los Incas de la ablación del clítoris de las 16

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2 0

Estenssoro, 1996, p. 48c y 1997, p. 567; Bustamente García, 1997, p. 564. Estenssoro, 1996, p. 49d y 1997, p. 569. Estenssoro, 1996, p. 50d y 1997, p. 571. Laurencich Minelli et al, 1995, p. 390 [f. 7v]. Estenssoro, 1996, p. 51a y 1997, p. 571; Laurencich Minelli et al, 1995, p.

387 [c. 9va]. 2 1

Webster's Ninth, 1991, pp. 249b y 796b.

CRITERIOS DE C O M P R O B A C I Ó N

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niñas, a la vez que le revelaba otra práctica antes desconocida entre ellos (y esto, evidentemente, sólo a los hombres): la deformación craneaP . E n cuanto a la tipología del documento, Estenssoro aclara que no se trata n i de un documento í n t i m o n i tampoco está dirigido a nadie: «Si el documento fuese verdadero sería una especie de botella tirada al mar» , dada la ausencia de un destinatario explícito o implícito. E n lo que respecta a la historia del manuscrito, y al contrario de las pocas referencias que suelen tener los documentos de la época en inventarios y otros registros, el manuscrito M i c c i n e l l i tiene «una acta de venta (o de cesión para ser exacto) donde se describe c o n tal detalle que debe ser [...] la descripción más detallada de un manuscrito que exista en un registro notarial de toda la historia occidental por lo menos hasta el siglo XVIII» . 2

23

24

E l castellano de «Cumis» y «Oliva» exhibe errores gramaticales que no se esperarían de ellos, n i se encuentran tampoco en la obra publicada del padre O l i v a histórico de 1631. Aunque la profesora Laurenc i c h excusa los errores de los textos atribuidos a los dos padres por no ser hablantes nativos del español, las aprobaciones de la obra del padre O l i v a histórico del a ñ o 1631 informan de lo contrario. E l padre Alonso Messía, en su aprobación fechada en el Colegio de San Pablo de la C o m p a ñ í a de Jesús de L i m a el primero de marzo de 1631, declara: «En el estilo y e r u d i c i ó n reconoce la historia al autor, tanto con mayor estima de su trabajo, cuanto le escribe no en su propia lengua sino en la que lo es tan dificultosa como la española, que a p r e n d i ó y habla con singular propiedad» . E n otra a p r o b a c i ó n de la obra, fechada en el mismo colegio diez días más tarde (el 10 de marzo de 1631), el jesuíta Francisco de Villalba afirma: «admiróme la facilidad con que supo usurparnos los primeros de la lengua castellana quien nació y se crió fuera de España» . Los textos en quechua del manuscrito M i c c i n e l l i no están en esa lengua. Dice Estenssoro: «si bien las palabras que se emplean son quechuas n i n g ú n quechuahablante sería capaz de entender esos textos 25

26

27

Laurencich Minelli et al, 1995, pp. 389-90 [f. 7v]. Estenssoro, 1996, p. 52d y 1997, p. 575. Estenssoro, 1996, p. 53c y 1997, p. 576. Laurencich Minelli, 1997b, p. 241. Oliva, Historia del reino,]. F. Pazos et al, eds., 1895, p. III. Ibid., p. IX.

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ROLENA ADORNO

puesto que la sintaxis es castellana» . L a profesora Laurencich responde que la extraña sintaxis se explica porque el informante indio Mayachac Azuya, «para hacer más accesible el quechua ecuatoriano a su interlocutor se esforzaba c o n s t r u y é n d o l o a la española, casi como hacíamos nosotros al final de la segunda guerra mundial, que hablábamos c o n los verbos italianos en infinitivo si queríamos hacernos entender por los soldados americanos» . Semejante tipo de argumento está lejos de aclarar la cuestión. A estas alturas se erige la necesidad siempre urgente de examinar el manuscrito original y atenerse a lo que resulte del análisis q u í m i c o de sus tintas en un laboratorio forense independiente. La antigüedad del papel parece no ser discutible, dado el hecho de haberse comparado sus filigranas con otras conocidas en la é p o c a . N o obstante, y esto es clave, la antigüedad del papel no asegura la antigüedad del documento porque, como nos recuerda Estenssoro , es posible —hasta el día de h o y — adquirir antiguas hojas en blanco. 28

29

30

31

E n este contexto resulta particularmente perturbadora la declaración hecha por los señores Laurencich, Miccinelli y Animato: «De todas maneras, el manuscrito necesita restauración urgente» . E l paso anterior a la restauración — y m u c h í s i m o más urgente— es la confirm a c i ó n independiente de la autenticidad del documento. Su restauración prematura imposibilitaría definitivamente la pesquisa y comprobación necesarias. 32

III. E L T E X T O C O D I F I C A D O

Pasemos al contenido del manuscrito. H a y un hecho central que es clave, pero hasta el momento no ha recibido la explicación que merece por parte de los estudiosos del manuscrito: la mayor parte del manuscrito, es decir, los dos textos que los exégetas del manuscrito atribuyen a O l i v a (seis de los nueve folios), están escritos en cifra. T a m b i é n lo están los tres medios folios, que se presentan, según L a u rencich y sus colaboradores, en el mismo código cifrado y con la

Estenssoro, 1996, p. 51d y 1997, p. 573. Laurencich Minelli, 1997b, p. 241. Laurencich Minelli et ai, 1995, pp. 366 y 378 y 1997b, p. 240. Estenssoro, 1996, p. 49c y 1997, p. 567. Laurencich Minelli et ai, 1995, p. 366.

CRITERIOS D E C O M P R O B A C I Ó N

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misma grafía . E n la transcripción del documento que se publicó en R o m a , la transcriptora (la señora Clara Miccinelli) no reprodujo el c ó d i g o sino sólo su versión descifrada, presentada como una transliteración . Estos criptogramas son de gran interés no sólo por su gran extensión sino t a m b i é n porque contienen las aseveraciones m á s sensacionales del documento . E l c ó d i g o es de n ú m e r o s , no de letras , y sus estudiosos lo describen como de «tipo alfabético»; es decir, que los n ú m e r o s representan letras. N o se especifica si los equivalentes de los n ú m e r o s son letras por separado o sílabas. N i tampoco explican sus exégetas c ó m o lograron descubrir la clave del código. N o s aseguran que «no es aquél empleado corrientemente por los jesuítas de la época y del cual existe el desciframiento», sino que «resulta ser especial, esto es, corresponde a aquél empleado por los Padres Páez y Cabredo para mantener el secreto de algunos pasajes de cinco cartas que escribieron al Generalísimo Padre Acquaviva desde P e r ú , donde se encontraban en misión». Indican que estas cartas, firmadas por el Padre Esteban Páez y el Padre R o d r i g o de Cabredo y fechadas en L i m a en 1601 y 1602, se conservan en el A r c h i v o R o m a n o de la C o m p a ñ í a de Jesús y que «en ellas el destinatario había transcrito el código cifrado directamente sobre el original, lo que nos ha permitido describir lo escrito por " J A O " y luego identificar al hombre que se esconde detrás de esta sigla y de la sigla de " J A C " : J A O es el Padre Joan A n e l l o O l i v a y J A C es su hermano confraterno Joan A n t o n i o Cumis». Agregan que 33

34

35

3 3

3 4

36

Ibtd., p. 365. Ibid., p. 363 n. 1; ver la transcripción en las pp. 387-93, 396-401 de dicho

artículo. 3 5

Primero, el supuesto envenenamiento de los guardias de Atahualpa por

Francisco Pizarro con un vino moscatel arsenifícado

(con una p e q u e ñ a dosis

reservada por Pizarro para el mismo Atahualpa); segundo, la e x t e n s i ó n de la vida del padre mestizo Blas Valera más allá del a ñ o documentado de 1597 hasta 1619; tercero, una nueva teoría acerca del origen de los Incas (de las tierras de Tartaria); cuarto,

el

anuncio

de

la existencia de

los

«quipus

literarios»

(«reales»

o

«trascendentales») junto con la t r a d u c c i ó n del contenido del tan novedoso «quipu real o literario»; y, quinto, la noticia de la «conjura» por parte de los tres jesuitas Juan Anello O l i v a , Blas Valera y Gonzalo Guarnan Poma de Ayala. D e

Ruiz

con

el indio lucano

Felipe

esta conjura resultó la «verdadera obra» de Blas

Valera, la Nueva coránica y buen gobierno, firmada, sin embargo, por Felipe Guarnan Poma. 3 6

Estenssoro, 1996, p. 50a y 1997, p. 570.

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ROLENA ADORNO

este código no se encuentra a disposición en el «repertorio objeto de consultas» . Resulta curioso que los nombres de Páez y Cabredo aparezcan en un pasaje del mismo documento M i c c i n e l l i . E l autor del cifrado, supuestamente el padre O l i v a , explica que él está en ese momento e m pleando el código que fue «usado en el tiempo pasado por los Padres Páez y Cabredo» . ¿ C ó m o habrá podido determinar la señora M i c c i nelli d ó n d e encontrar la clave del código si, evidentemente, no podía haberlo leído en el texto cifrado antes de descifrarlo? L a omisión por parte de los señores Laurencich, Miccinelli y Animato de los pasos por los que llegaron al descubrimiento de la clave del código i n c o m o d a r á aun al lector mejor predispuesto a confiar en el documento y su c o n tenido. 37

38

Es sumamente llamativo t a m b i é n que el supuesto autor O l i v a no sólo anunciara el origen y la clave del código usado sino que además se identificase a sí mismo y a Juan A n t o n i o Cumis con sus nombres y lugares de origen . Por otra parte, y todavía menos comprensible en cuanto al texto secreto y cifrado, es la narración que el supuesto padre O l i v a da de la presunta vida clandestina del padre Valera —«su sumergida vida pasada y p r e s e n t e » — desde 1597 hasta 1619. E l conflicto del Valera 39

3 7

Laurencich Minelli et al,

1995, p. 375 y n.

6.

E l mencionado

Padre

Rodrigo de Cabredo fue Provincial del P e r ú en ese momento y, en octubre del dicho a ñ o de 1601, se le i n s t r u y ó poner en práctica una cifra, distribuida por la Compañía

de Jesús a los

Provinciales

de

la Orden, para utilizarla

en

sus

comunicaciones con el General residente en R o m a (Lohmann Villena, 1954, p. 321). Algunas de las cinco cartas mencionadas por la profesora Laurencich y sus colaboradores anticipan aquella fecha (Laurencich Minelli et al., 1995, p. 375, n. 6) de modo que resulta poco probable que el c ó d i g o estudiado y publicado por Lohmann Villena sea aquel utilizado en el manuscrito Miccinelli. 3 8

3 9

Laurencich Minelli et al, 1995, p. 396 [f. 5v]. A q u í nos referimos al primer texto firmado con la sigla «JAO»

como

«JAO I», al segundo, «JAO II». «JAO II» se refiere a Cumis como «originario de la familia Cumis de Catanzaro» (Laurencich Minelli et al,

1995, p. 396 [f.

5v]);

«JAO I» t a m b i é n da una referencia al lugar de origen del hermano Cumis (a «hijo de la tierra que arrebató al p í o C a s s i o d o r o » ) (Laurencich Minelli et al,

1995, p.

387 [c. 9vb]). «JAO I» se refiere al «P. J . Anello O l i v a » en su primer párrafo y poco d e s p u é s a «mi Maestro M u t i o » (Laurencich Minelli et al, 1995, p. 387 [c. 9vb]). « J A O II» menciona su propio lugar de nacimiento («el duro P. Claudio Aquaviva, nacido bajo la sombra del Vesubio, Minelli et al, 1995, p. 397 [f. 5v].

tal como y o » ) . Ver Laurencich

CRITERIOS D E C O M P R O B A C I Ó N

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histórico con el General Acquaviva está documentado. P o r lo tanto parece insensato que el narrador del documento napolitano haya querido poner en riesgo la reputación histórica de Valera con el relato tan minuciosamente detallado de su pretendida muerte falsificada y de su fuga secreta de Andalucía de nuevo al P e r ú . Es inverosímil que el narrador, en quien «el ejemplar Padre Valera» hubiera «reposado su confianza», haya revelado sus secretos de forma tan concreta. Si el autor de los años 1630 podía conocer y volver a usar el c ó d i g o e m pleado por sus hermanos de religión de tres décadas antes, se supone que otros c o n t e m p o r á n e o s suyos podían haberlo hecho t a m b i é n . S i Valera y sus colaboradores «Cumis» y «Oliva» se opusieron tan vehementemente a la política de la O r d e n , como indica el manuscrito, entonces el empleo de un código inventado para uso del enemigo G e neral de la Orden (y asequible a sus sucesores) no tiene sentido. 40

Además, ¿por q u é anunciar — y de nuevo con tanto detalle— la supuesta conjura para la creación de la obra clandestina del Padre V a lera, haciendo referencias tan específicas a textos de Nueva coránica y buen gobierno que podían identificarse en u n abrir y cerrar de ojos ? Supuestamente depositado en los años 1630 en el «Colegio de los Je¬ suitas de Lima» donde vivía O l i v a — e l colegio se identifica sólo de esta manera genérica y no por su nombre tanto en el manuscrito como en el análisis de la profesora Laurencich— cualquier jesuita residente, enemigo de las hipotéticas tendencias subversivas de «Oliva», habría podido descubrir y desmentir el manuscrito de la Nueva coránica. Por esta razón, después de analizar q u í m i c a m e n t e las tintas del documento, haría falta realizar u n escrutinio de los criptogramas del documento por expertos en criptografía. Y habría que hacerlo t o mando en cuenta no sólo los textos M i c c i n e l l i atribuidos a los años 1637 y 1638, sino también las cartas de los padres Páez y Cabredo al General Acquaviva de los años 1601 y 1602, que están archivadas en el Archivo de la C o m p a ñ í a de Jesús en R o m a . E l primer paso hacia la aceptación del radicalmente novedoso contenido del manuscrito Miccinelli dependerá de la verificación de la autenticidad del documento cifrado, la corroboración de su anterior descodificación y la 41

4 2

^Laurencich Minelli et ai, 1995, pp. 396, 398, 400 [f. 5v, f. 5r, f. 4r]. 4 1

4 2

4v].

Ibid., pp. 399-400 [f. 4v, f. 4r]. Laurencich Minelli, 1998, p. 59; Laurencich Minelli et ai, 1995, p. 399 [f.

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ROLENA A D O R N O

c o m p r o b a c i ó n de la identidad de su autor, quien se presenta además como donador del artefacto textil que acompaña al manuscrito. I V . L A S POSIBLES C O N S E C U E N C I A S D E L M A N U S C R I T O M I C C I N E L L I

C o m o han mencionado los estudiosos del manuscrito, Blas Valera es su figura central . Central pero ausente. Porras Barrenechea lo llamó u n «cronista fantasma»: «un cronista sin obra al que no se c o noce sino por apariciones pasajeras y controvertibles [...] que, a pesar de todo, existe y tiene una influencia visible e incierta» . Es verdad que Blas Valera gozó de cierto realce entre los miembros de la generación de los cronistas post-toledanos. Clasificados por R a ú l Porras Barrenechea sin simpatía pero con agudeza, los post-toledanos representan una «nueva generación en la que aparecen los primeros mestizos cultos y a base de un mejor y más directo conocimiento del quechua»; que practica «una nueva y discutible utilización de los quipus», que aboga por lo que llama (exagerando u n poco) «la cristianización postuma del Incario», y que tiende hacia un «cierto género de erudición peregrina y exotista» y hacia la «poetización creciente del Imperio desvanecido» . 43

44

45

Los exégetas del manuscrito quieren que la centralidad de Valera en el manuscrito M i c c i n e l l i se base en la extensión de su vida unos veinte años más allá de la fecha de su muerte, documentada en M á laga en abril de 1597 . Esto les permite aseverar que encabezó un movimiento espiritualista y utópico en aras de la creación de un Perú neopagano y universalista. Sin entrar en semejantes especulaciones, las consecuencias más inmediatas, pero también significativas a largo plazo, tendrían que ver con la relación entre las obras de Blas Valera y los escritos de Juan Anello O l i v a y, sobre todo, los Comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega. N o es la primera vez que la relación entre Blas Valera y el Inca Garcilaso ha sido objeto de especulaciones. Recordemos las hipótesis de M a n u e l González de la Rosa a principios de este siglo y su refutación por José de la R i v a - A g ü e r o . González de la Rosa postulaba que los Comentarios reales no eran, ni más n i menos, que un plagio total de 46

4 3

4 4

4 5

Laurencich Minelli, 1997a, p. 61 y 1998, p. 45. Porras Barrenechea, 1986, p. 462. Ibid., pp. 39-40.

^ F e r n á n d e z García, S. J . , 1990, p. 230.

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CRITERIOS D E C O M P R O B A C I Ó N

la obra valeriana, y que ésta había llegado a manos de Garcilaso no en forma fragmentada, sino completa. R i v a - A g ü e r o , al no encontrar ninguna base para apoyar esa hipótesis, señalaba las condiciones i n verosímiles y los criterios absurdos que se tendrían que aducir para lograr tal resultado . L a hipótesis anti-garcilasista se d e r r u m b ó por no tener n i n g ú n fundamento documental y por todas las claras indicaciones en su contra. T o d o esto ocurrió entre los años 1907 y 1908, con una última intervención de R i v a - A g ü e r o en 1912 . 47

48

H o y , notablemente, la presente controversia se hace eco de a q u é lla. Según los exégetas del manuscrito Miccinelli, fue el pretendido Juan Anello O l i v a quien desmintió al Inca Garcilaso en 1638 al recordar el testimonio que Blas Valera le habría dado en 1611. Siendo éste el caso, ¿ c ó m o se pueden explicar las alabanzas y las citas de la obra del Inca Garcilaso que encontramos en la obra del O l i v a histórico de 1631? Estas incongruencias convierten el testimonio cifrado y a n ó n i m o de «JAO» en «una cadena de inverosimilitudes y de supuestos

4 7

V e r las intervenciones de G o n z á l e z de la Rosa y R i v a - A g ü e r o en Riva-

A g ü e r o , 1968, pp.11-22 y 23-62. 4 8

Ver Porras Barrenechea, 1986, pp. 464-65. G o n z á l e z de la Rosa a p o y ó su

tesis sobre el supuesto plagio por Garcilaso de la obra de Blas Valera s e g ú n tres argumentos: 1) «Garcilaso no pudo conocer la historia antigua de su patria con todas las particularidades y detalles que muestra en su libro porque cuando d e j ó el Perú no tenía sino veinte a ñ o s y c o m e n z ó a escribir acerca de él a los cuarenta de ausencia»; 2) «los trozos de Valera que traen los Comentarios son muy extensos para pertenecer a una obra trunca y algunas veces Garcilaso se refiere a opiniones de Valera no contenidas en los pasajes que de él transcribe, lo cual supone que c o n o c í a y poseía el texto í n t e g r o en que éstas se hallaban»; 3) «el Padre Valera no p e r d i ó parte de su obra en el saqueo de C á d i z el a ñ o de 1596, porque en las capitulaciones que precedieron a la r e n d i c i ó n de la ciudad se pactó que los jesuítas saldrían salvos al d í a siguiente con sus vestidos y papeles', y Blas Valera

murió

tranquilamente dos a ñ o s después en Málaga». Ver R i v a - A g ü e r o , 1968, pp. 42-43. R i v a - A g ü e r o r e s p o n d i ó que no había razón de rechazar dos proposiciones básicas: «Primera.

E n los

Comentarios hay mucho que no proviene del Padre Valera.

Segunda. A la Historia en latín del Padre Valera le faltaba el a ñ o de 1600, por d e s t r u c c i ó n o e x t r a v í o , largos y considerables trozos». Agrega que «si Garcilaso m i n t i ó en lo que dijo del manuscrito de Valera, los Jesuitas lo habrían desmentido [...]

Entre los amigos o los discípulos del Padre fallecido, no habría faltado alguno

que se opusiera a la impostura de Garcilaso, y reinvindicara el m é r i t o que un extraño, c l é r i g o de menores, se e m p e ñ a b a en obscurecer y deslustrar». Ver R i v a A g ü e r o , 1968, p. 55.

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ROLENA ADORNO

calumniosos», como dijera R i v a - A g ü e r o en referencia a las aseveraciones de González de la Rosa sobre Garcilaso y Blas Valera. 49

H o y , igual que en el caso anterior, tenemos que tomar la medida de las nuevas aseveraciones cotejándolas con las pruebas documentales de las obras conocidas de Juan Anello O l i v a , Felipe Guarnan P o m a y el Inca Garcilaso . P o r un lado tenemos los miles de páginas escritas por estos tres autores históricos, y por otro u n par de folios que ofrecen aseveraciones insólitas sobre la actividad historiográfica y vital de Blas Valera, de cuyas obras originales no tenemos n i una sola página. ¿ C ó m o se comparan los escritos conocidos de O l i v a , Guarnan P o m a y Garcilaso c o n las aseveraciones hechas acerca de ellos en el manuscrito M i c c i n e l l i ? ¿Hay alguna r a z ó n para tomarlas en serio? ¿Cuáles serían las consecuencias del manuscrito, siendo sus contenidos verdaderos? Estas serían m u y simples: de aceptar el M i c c i n e l l i t e n d r í a m o s que abandonar gran parte de las obras fundacionales de la historia y literatura peruanas y coloniales. Pero procedamos paso por paso. 50

H e aquí un resumen del argumento que estoy elaborando. Primero: el contenido de las obras conocidas y las aseveraciones del manuscrito son diametralmente contradictorios. Segundo: siendo éste el caso, tenemos que optar por las crónicas o por el manuscrito M i c c i n e l l i . Tercero: ¿en base a q u é hacemos la elección? Podemos calibrar las pruebas, que son las siguientes: con respecto a las obras conocidas en el caso de Blas Valera, el Inca Garcilaso y Juan Anello O l i v a , tenemos la sucesión textual de los tres autores en línea recta: de la historia inédita de los Incas de Blas Valera a los Comentarios reales del Inca Garcilaso a la primera parte de su historia de los jesuitas en el P e r ú del padre Juan Anello O l i v a . Cada uno considera al autor que le precede como fuente fidedigna y de gran m é r i t o . Tenemos, además, los largos fragmentos de la historia de los Incas de Blas Valera transcritos y citados por el Inca Garcilaso de la Vega, y largos pasajes de las obras de los dos citados por O l i v a . 51

4 9

5 0

R i v a - A g ü e r o , 1968, p. 61. Estenssoro, 1996, p. 53c; 1997, p. 577, indica que se habría valido de esta

línea de a r g u m e n t a c i ó n si tuviera la oportunidad; nota que en

el manuscrito

Miccinelli «se dicen muchas cosas que son completamente falsas y que no podrían haber dicho sus supuestos autores». 5 1

N o incluimos en esta pesquisa los fragmentos de un vocabulario h i s t ó r i c o

de los Incas («vocabulario de mano») que Oliva cita y dice había pertenecido a Blas Valera porque Oliva no consideraba a Valera el autor de ese diccionario manual; se

CRITERIOS D E C O M P R O B A C I Ó N

29

E n cuanto a Felipe Guarnan P o m a , tenemos la concordancia de varias piezas de l o que podríamos llamar su «corpus», que consiste en la Nueva coránica y buen gobierno, sus peticiones en largos procesos defendiendo sus derechos y los de sus familiares a ciertas tierras cerca de Huamanga en la década de 1590, y las docenas de dibujos y pinturas que hizo para las historias de los Incas del mercedario Fray M a r t í n de Murúa. E n efecto, las confirmaciones de la actuación histórica y la creación artística y cronística de Felipe Guarnan P o m a de Ayala han sido más numerosas y convincentes que nunca en las últimas dos décadas: p r i mero, la publicación en 1977 del proceso criminal llevado a cabo contra Guarnan P o m a en el a ñ o 1600; segundo, la publicación en 1991 del expediente Prado Tello — e l legajo conocido y publicado fragmentariamente desde los años cincuenta— en su versión c o m pleta ; y tercero, la localización por el doctor Juan Ossio de u n tercer manuscrito extenso del padre mercedario Fray M a r t í n de M u r ú a , cuyos otros dos manuscritos se habían estudiado y publicado décadas atrás. Aumentando el caudal de las obras del padre mercedario, la recién anunciada obra contiene 112 acuarelas y confirma una vez más la íntima colaboración artística del autor de la Nueva coránica (es decir, Guarnan Poma) c o n M u r ú a o el taller de M u r ú a . E l señor E m i l i o Mendizábal Losack inauguró en los años sesenta, y el historiador español Manuel Ballesteros Gaibrois c o n t i n u ó en los años setenta, la línea de investigación sobre las relaciones artísticas entre M u r ú a y Guarnan Poma, que siguen profundizándose, gracias a la siempre más abundante documentación, hasta el día de h o y c o n los estudios de Thomas C u m m i n s y Teresa Gisbert , entre otros. E l peso comprobatorio de estos documentos impresos y el i m pacto mutuamente sustentador que producen no dejan lugar a dudas: 52

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55

5 6

57

58

refiere a éste l l a m á n d o l o s ó l o «el autor incierto». Ver Oliva, 1895, p. 111 [lib. 1, cap. 3, secs. 4-5]; R i v a - A g ü e r o , 1968, p. 17. Zorrilla, 1977.

5 2

5 3

M a ñ a r i c ú a [ M í n i m u s , pseud.], 1955. E n su v e r s i ó n completa Prado Tello,

y Prado Prado, 1991. 5 4

5 5

5 6

5 7

5 8

0 ' B r i e n , 1996. Mendizábal Losack, 1961 y 1963. Ballesteros Gaibrois, 1978-1979, pp. 39-47, vol. 1, 1981, pp. 15-66. Cummins, 1992, 1993 y 1999 (en prensa). Gisbert, 1992.

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ROLENA ADORNO

la Nueva coránica y buen gobierno es obra de quien la firma, el indio l u cano Guarnan P o m a . Esto se debe no sólo a la evidencia pictórica irrefutable de su arte —presente en la crónica, el expediente y t a m bién en las producciones artísticas que aparecen en los manuscritos de M a r t í n de M u r ú a — sino también la de la prosa guamanpomiana cuya ortografía, sintaxis, modo y contenido de expresión se reproducen no sólo en su extensísima crónica y en su carta del 14 de febrero de 1615 encontrada por Guillermo Lohmann Villena en el Archivo de Indias, sino también en el iluminador expediente de los años 1590 . Afirmar que Guarnan Poma «tenía que servir en calidad de hombre protector del autor verdadero» de la Nueva coránica, es decir, Blas Valera y su amanuense Gonzalo R u i z , es una de las aseveraciones más i n c o n c e bibles del manuscrito napolitano. 59

6 0

Mientras que el conjunto de Garcilaso, O l i v a y Blas Valera crea una genealogía historiográfica ascendente lineal, el caso de Guarnan Poma en su Nueva coránica se ubica dentro de una conjugación sincrónica de documentos y dibujos externos a ella. Por lo tanto, existen en ambos casos lo que podríamos llamar «redes» literarias y documentales en las cuales se insertan las obras en cuestión, y cuyos elementos se verifican y apoyan mutuamente. Sería difícil, por no decir imposible, aislar y sacar cualquiera de estos elementos individuales, descartando los demás, para luego moldear el conjunto e interpretarlo según las afirmaciones del manuscrito Miccinelli. E n cuanto al propio manuscrito M i c c i n e l l i , hallamos en él una serie de aseveraciones insólitas que no se encuentran en ninguna otra fuente conocida de los siglos X V I y X V I I que no esté depositada en el archivo Miccinelli-Cera. N o quiero decir que no haya coincidencias de opinión, o ecos de los autores históricos en el Miccinelli, porque los hay. P o r ejemplo, tanto «JAC» y «JAO» del manuscrito M i c c i n e l l i como el autor O l i v a histórico expresan gran admiración por Blas Valera y un profundo respeto por el saber incaico y los conocimientos de los quipocamayocs. Pero estas coincidencias no constituyen razón suficiente para aceptar las aseveraciones del manuscrito napolitano; esto constituiría una especie de círculo vicioso, porque nos llevaría a descartar las obras canónicas de cuyos detalles se aprovecha el breve manuscrito para adquirir verosimilitud o credibilidad. Adorno, 1993, pp. 54 y 85. Laurencich Minelli et al, 1995, p. 399 [f. 4v].

31

CRITERIOS DE C O M P R O B A C I Ó N

V . LAS CONTRADICCIONES

Blas Valera La óptica del Blas Valera del manuscrito M i c c i n e l l i entra en c o n tradicción más o menos completa con la del Blas Valera que conocemos — y bastante b i e n — a través de las citas que Garcilaso hace de él en los Comentarios reales. E l Valera leído y citado por Garcilaso es el historiador de los doce Incas, la conquista española y la primera época de la evangelización en el P e r ú . Garcilaso presenta a Valera diciendo: «El P . Blas Valera, seg ú n que en muchas partes de sus papeles rotos parece, llevaba la misma i n t e n c i ó n que nosotros en muchas cosas de las que escribía, que era dividir los tiempos, las edades y las provincias, para que se entendieran mejor las costumbres que cada nación tenía» . Garcilaso nos da el meollo de lo que escribió Valera sobre la historia de los Incas, desde la fundación del imperio incaico por M a n c o Capac hasta el fin y la muerte de Atahualpa e incluyendo comentarios sobre el estado de la evangelización del P e r ú en su tiempo. Parece ser posible adivinar la estructura de la obra del Padre Valera estudiando la primera parte de los Comentarios reales. L a explicación que Valera da del nombre del P e r ú le sirve a Garcilaso para comenzar su obra, y el cálculo de aquél sobre el tiempo que reinaron los Incas, «de quinientos y cerca de seiscientos años», lo cita Garcilaso al principio de la primera parte y en la conclusión de la segunda . Las materias que Valera trata y Garcilaso cita son de gran variedad; incluyen particularidades de la flora y la fauna del Perú, cuestiones etimológicas y los significados de la onomástica y toponimia quechuas, descripciones de la riqueza de los tesoros del Perú y cálculos sobre el monto del rescate de Atahualpa. Sin embargo, las materias acerca de las cuales Garcilaso traduce extensamente del «galano latín» de Valera a su «tosco romance» son las siguientes: 1) los dioses y las prácticas religiosas de los indios al norte del P e r ú («México, Chiapa, Guatemala, Vera-Paz, las provincias del Gran Florida y todas las islas») tanto como los del propio 61

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6 1

Garcilaso, Comentarios reales, ed. C . S á e n z de Santa María, 1963, pp.

163¬

65; Garcilaso, 1963, p. 21a [Primera parte, lib. 1, cap. 9]. 6 2

Garcilaso, Comentarios reales, ed.

C . Sáenz de Santa María, 1963,

41a

[Primera parte, lib. 2, cap. 1]; Garcilaso, 1965, p. 171b [Segunda parte, lib. 8, cap. 19].

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P e r ú ; 2) los cantos de los Incas ; 3) las leyes de los Incas, en particular, las de Inca R o c a y las de Pachacutec Inca ; 4) la lengua general del Perú ; 5) los «dichos sentenciosos» de los Incas Viracocha y Tupac Inca Y u p a n q u i y 6) la vida y la muerte de Atahualpa Inca . 63

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Blas Valera expresa gran fe en la misión de los jesuítas en el Perú y en ciertos m é t o d o s para llevar a cabo sus propósitos; es decir, en base al conocimiento de la lengua general, y con un aprecio firme del valor del orden j u r í d i c o laico y moral de los antiguos peruanos . Su convencimiento absoluto en la irrecuperabilidad de la religión andina es patente pero la considera, sin embargo, precursora de los evangelios en cuanto al ejercicio de los Incas de la ley natural. T a m b i é n considera el quechua una lengua altamente capaz de expresar conceptos espirituales y filosóficos de gran abstracción y refinamiento, apta para la empresa de la evangelización . Valera defiende c o n elocuencia la dignidad humana y la capacidad de los indios, negando, como l o hará después el Inca Garcilaso, la existencia del sacrificio humano entre ellos . E l Blas Valera visto indirectamente a través del manuscrito M i c c i nelli es otro: se le presenta como guía espiritual y defensor del pueblo peruano, perseguido por sus mismos hermanos de religión por haberse alineado contra las torturas practicadas por los españoles a los quechuas para explotar el oro y t a m b i é n contra los sacerdotes cristianos . Era experto en la lectura de los novedosos quipus «reales o trascendentales», creía en la semejanza de la religión incaica y la católica 70

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6 1

6 8

Ibid., pp. 50a-52a [Primera parte, lib. 2, cap. 6]. Ibid., pp. 79b-80b [Primera parte, lib. 2, cap. 27]. Ibid., pp. 161b-171a [Primera parte, lib. 5, caps. 11-16]. Ibid., pp. 240b-243b [Primera parte, lib. 6, caps. 35-36]. Ibid., pp. 248a-251b [Primera parte, lib. 7, caps. 3-4]. Ibid., pp. 191a-b, 304b-305a [Primera parte, lib, 5, cap. 29; Primera parte,

lib. 8, cap. 8]. 6 9

Ibid., pp. 364a-b, 41b-42a, 43a, 44a [Primera parte, lib. 9, cap. 23; Primera

parte, lib. 1, caps. 18, 20]. Ibid., pp. 240a-43b [Primera parte, lib. 6, caps. 35-36]; pp. 191a-b, 304b-

10

305a [Primera parte, lib. 5, cap. 29; lib. 8, cap. 8]. 7 1

7 2

7 3

Ibid., pp. 50b-51 [Primera parte, lib. 2, cap. 6]. Ibid., p. 251a [Primera parte, lib. 7, cap. 4]. Ibid., p. 251a [Primera parte, lib. 7, cap. 4]; p. 57b [Primera parte, lib. 2,

cap. 10]. 7 4

Laurencich Minelli et al, 1995, pp. 382 y 406 [c.8ra].

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cristiana, sabía la «historia verdadera» e ignominiosa de la conquista española y la c o n d e n ó , c o n o c i ó personalmente al Inca Garcilaso, a quien confió su obra sólo para verla después distorsionada y desfigurada por éste, escribió e ilustró la Nueva coránica y buen gobierno, cuya versión manuscrita final encargó al cuidado del hermano jesuíta G o n zalo R u i z . 7 5

N o s encontramos ante ambiciosas aseveraciones de tercera mano y de dudosa ascendencia enfrentadas a las encuestas y pesquisas extensas y logradas, que se preservan en los Comentarios reales y que fueron consideradas por Garcilaso tan completas que en muchos casos citó textualmente todo un capítulo de Valera sobre el tema dado. Se trata de versiones totalmente opuestas de la historia peruana y su significado. Aceptar la versión Miccinelli resultaría necesariamente en el rechazo del mejor documentado Valera que poseemos. Sería rechazar al Blas Valera que aboga por la evangelización del Perú valiéndose del conocimiento de la lengua general y por cuya realización históricamente se había esforzado , para sustituirlo por u n Valera que rechaza la evangelización y que busca, por el contrario, el establecimiento de un neopaganismo o u n universalismo en el cual el cristianismo sería sólo u n elemento más, afirmando que la religión profesada por el pueblo peruano era muy similar a la católica . Sería rechazar al Blas V a lera que se maravillaba ante el saber y el manejo antiguos de los q u i pocamayoc incaicos , para imaginar otro que poseía, por el contrario, las claves de u n sistema de c o m u n i c a c i ó n del quipu en ninguna otra parte tratada por los estudiosos y cronistas de la é p o c a . Aunque el lector desee inclinarse hacia la versión de Valera más actualizada, más radical, incluso subversiva, la consecuencia de optar —contra el 76

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1 5

Ibid., pp. 388, 398, 399, 382-83, 406-407 [c. 9vb, f. 4v, f. 5r, c. 8v, c. 8ra].

V i v i ó clandestinamente en el Perú desde 1598 hasta poco antes de su muerte en Alcalá de Henares en 1619. Ibid., pp. 388 [c. 8v], 398 [f. 4v]. 7 6

Garcilaso, Comentarios reales, ed. C . S á e n z de Santa María, 1963, p.

241a

[Primera parte, lib. 6, cap. 35]. ^Institutum Historicum Soc. Iesu [Monumenta H i s t ó r i c a Soc. Iesu], 1954, vol. 1, p. 446. 7 8

7 9

8 0

Laurencich Minelli et al, 1995, pp. 382, 406 [c. 8ra]. Garcilaso, 1960, p. 139b [Segunda parte, lib. 2, cap. 30]. Para las aseveraciones de «Oliva» al respecto, ver Laurencich Minelli et al,

1995, p. 388 [c. 9vb, c. 8v]; para «Cumis», ver Laurencich Minelli et al, 1995, pp. 383 y 407 [c. 8ra].

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peso de la d o c u m e n t a c i ó n disponible— por la versión Miccinelli sería perjudicar no sólo el Blas Valera histórico sino la misma credibilidad de la vasta obra del Inca Garcilaso de la Vega. El Inca Garcilaso de la Vega Pero, ¿no sería posible que Garcilaso hubiese traicionado a Valera, como afirma «JAO» , haciéndonos recordar las teorías de González de la Rosa de principios de siglo? ¿ C o n q u é motivo lo habría hecho? N o tiene n i n g ú n sentido utilizar, incluso distorsionándola, una fuente a cuyas ideas uno se opone diametral y categóricamente. Es inverosím i l que un Garcilaso, que pone su nombre y su crédito como i n t é r prete de la historia peruana detrás de todas las fuentes que cita, mide y comenta, procediera de m o d o diferente con el «insigne varón religioso», el «diligentísimo escudriñador de los hechos de aquellos tiempos» a quien tanto admiraba. 81

82

E n cuanto al Inca Garcilaso, el propósito del autor del manuscrito M i c c i n e l l i es claro: desprestigiarlo a él y su obra como traidores de la persona y de la obra de Blas Valera. Cuenta «JAO» que el padre P e trus Maldonado e n g a ñ ó a Blas Valera, haciéndole consignar su obra histórica completa al Inca Garcilaso de la Vega, a quien e n c o n t r ó en persona. Garcilaso se habría declarado penetrado por el vigor de la obra histórica del Perú, sintiéndose co-heredero de ésta; no obstante, distorsionó el contenido de la obra valeriana, censurándolo y atribuyendo a Valera sólo cuanto a él le c o n v e n í a . H e aquí otra de las afirmaciones más increíbles del documento napolitano. Si en 1611 el padre Oliva hubiera sabido de esa traición, como se asegura en el manuscrito M i c c i n e l l i , ¿por q u é , en 1631, el mismo O l i v a habría considerado al Inca Garcilaso «el mejor de los historiadores del Perú», en gran parte por haber contado con «las reliquias de los papeles del padre Blas Valera». 83

Felipe Guarnan Poma de Ayala E l autor del manuscrito napolitano tiene también el propósito de desprestigar al escritor indio lucano Felipe Guarnan Poma. Guarnan 8 1

8 2

Ibid., p. 398 [f. 5r]. Garcilaso, Comentarios reales, ed. C . Sáenz de Santa María, 1963,

45b [Primera parte, lib. 1, cap. 6, Primera parte, lib. 2, cap. 3]. 8 3

Laurencich Minelli et ai,

1995,

p. 398 [f. 5v].

pp.

13b,

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Poma figura en conjunto con el Inca Garcilaso en la trama o el argumento del segundo texto «JAO». E l Valera clandestino, al verse traicionado por la versión del Inca Garcilaso de la historia de los Incas y la conquista española , d e t e r m i n ó escribir otra obra (la Nueva coránica y buen gobierno), pero necesitaba encontrar a quien le sirviera en calidad de hombre protector del verdadero autor oculto. «JAO» identifica al candidato perfecto, atribuyéndole curiosamente los mismos vicios de los cuales la Nueva coránica acusa a los españoles de la primera c o lonia: soberbia, vanagloria y auto-atribución de títulos nobiliarios . D e s p u é s de haber quitado al Inca Garcilaso su dignidad y honradez como autor, el que escribió el M i c c i n e l l i le niega a Guarnan Poma el hecho mismo de serlo. 84

85

Pero el que escribió el segundo «JAO» del manuscrito napolitano no conocía muy bien la Nueva coránica y buen gobierno, a pesar de p o der citar detalles de la obra que conocemos. U n conocedor de las ideas del padre Juan Anello Oliva histórico sabría que quien escribió la historia de los jesuítas en el P e r ú habría puesto reparos muy graves a la atribución de la obra guamanpomiana a su hermano de religión Blas Valera. Las dudas del O l i v a histórico serían las siguientes: ¿sería Blas Valera capaz de condenar la nueva casta de los mestizos no sólo una vez (supuestamente para disfrazar su propia identidad) sino a lo largo de las m i l doscientas páginas de la crónica? ¿Sería incluso capaz de condenar a los sacerdotes mestizos como los que llevarían al pueblo andino a la ruina, corrompiéndolo por la conducta de su «mala casta»? ¿ N o sería contradictorio para Blas Valera, el supuesto «guía espiritual» subversivo del pueblo peruano, tomar a lo largo de la obra una posición hiperortodoxa? Hay más: ¿no sería contraproducente para Valera, a la luz de su propio proyecto secreto de proteger y c o n tinuar la espiritualidad a u t ó c t o n a a través de los maravillosos quipus literario-religiosos, dedicarle al rey español centenares de páginas recomendándole de m i l maneras c ó m o mejor integrar el cristianismo en la vida diaria de los andinos? Por otra parte, la Nueva coránica y buen gobierno es un catálogo detallado de las prácticas y creencias antiguas que se deben extirpar. ¿Por q u é poner en manos de las autoridades españolas una guía para ayudar a destruir los mismos ritos que el Padre Valera clandestinaIbid., p. 399 [f. 4v]. Ibid., p. 399 [f. 4v].

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mente habría querido preservar? E n efecto, al verdadero padre O l i v a se le habría ocurrido que el Blas Valera, autor de la Nueva coránica y buen gobierno, había sido víctima de una auto-traición m u c h o más p r o funda y abarcadora que la traición literaria supuestamente perpetrada contra éste por el Inca Garcilaso retratado y condenado en el manuscrito Miccinelli. Juan Anello Oliva Aunque considerado un cronista menor del canon de la generación de los post-toledanos, el padre O l i v a tiene u n nombre reconocido, y ese grado modesto de reconocimiento histórico es clave para fundamentar el interés y autenticidad del manuscrito Miccinelli. C o m o hemos dicho, casi todas las novedades que trae el documento aparecen en los textos cifrados que los estudiosos del m i s m o atribuyen a O l i v a («JAO» sólo comparte con «JAC» las noticias sobre los insólitos «quipus reales») y el j e s u í t a napolitano es el supuesto donador del quipu textil que se encuentra envuelto en el folio 13 del documento M i c c i n e l l i . P o r estas razones es importante recordar lo incierto de la atribución de los textos de «JAO» al padre Oliva. 86

Repasemos los resultados de nuestro cotejo de la historia de los varones insignes en la C o m p a ñ í a de Jesús en la provincia del Perú del O l i v a histórico con el manuscrito napolitano. Consultamos el primer libro — e l ú n i c o publicado modernamente— de su obra repartida en cuatro libros . 87

Ibid., p. 393 [f. 5v].

86

8 7

E n su e d i c i ó n de 1895 lleva el título Historia del reino y provincias del Perú de

sus Incas Reyes. Descubrimiento y Conquista por los españoles.

Laurencich y sus

colaboradores (Laurencich Minelli et al., 1995, pp. 363, 377) citan la v e r s i ó n manuscrita de esta obra, consultada por la profesora Laurencich en la Biblioteca Británica, bajo el título Vida de Varones ilustres de la Compañía

de Jesús en el Perú

repartida en cuatro libros, 1631 (Add. Mss. 25327). M e n d i b u r ú , 1885, vol. 6, p. 147, menciona el t í t u l o de la obra inédita como la Historia del reino del Perú y de las fundaciones que ha hecho en él la Compañía

de Jesús y se refiere t a m b i é n a otra obra de

Oliva, su Catálogo y vidas de los varones ilustres de la Compañía

de Jesús de la Provincia

del Perú. Publicada en Sevilla en 1632 por el librero Francisco de Lyra, se la conoce también por el título Catálogo de algunos varones ilustres en santidad de la Compañía de Jesús de la provincia del Perú (John Cárter Brown Library, European Americana, 1982, vol. 2, p. 1632b). Acabo de enterarme de una nueva e d i c i ó n de la primera parte de la obra de Oliva, basada no en el manuscrito l i m e ñ o , ya perdido, utilizado para la e d i c i ó n de 1895, sino en el manuscrito de la Biblioteca Británica: Oliva, 1998.

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C o m o historiador, el padre O l i v a es más u n estudioso que u n e n tusiasta. Busca la coherencia interna en la obra de cualquier historiador que cite, evalúa las fuentes de información y toma la medida de la validez de cada dato ofrecido en relación con los d e m á s . Es sumamente consciente del tiempo que le separa de los hechos narrados y del interés que informa la perspectiva de cada partido; opina que «la misma experiencia, que de todas las razones es siempre la m á s fuerte» . P o r eso le preocupa mucho la selección y el uso de sus fuentes, optando por las que se basaban en acceso indirecto, pero preferentemente directo a los propios acontecimientos históricos. M á s que en los testimonios directos de los participantes y testigos de vista, sin embargo, confía en las interpretaciones de los eruditos especialistas de las dos tradiciones — l a española y la incaica— que hayan podido evaluar los testimonios y datos pertinentes. Su preferencia, sin e m bargo, es por los autores que reunían la tradición historiográfica europea con la andina. 88

Por ello alaba al Inca Garcilaso de la Vega, a quien denomina «el mejor [...] de todos los historiadores para las cosas tocantes a P e r ú porque fue grande escudriñador dellas» . Vuelve a insistir que «quien mejor y más se ha señalado en escribir la historia de los Reyes Incas del Perú, su crecimiento y fin es a m i ver el Inca Garcilaso en la p r i mera parte de sus Comentarios reales» porque tuvo «dos grandes socorros»: «la c o m u n i c a c i ó n y relación que le hicieron los Indios Incas deudos y parientes suyos» y las reliquias de los papeles del Padre Blas Valera, quien fue «no solo diligente pero verídico escudriñador destas antiguallas» . Aparte de los relatos de los quipocamayocs que O l i v a apreciaba tanto a través de las obras del Inca Garcilaso (y por la obra de éste, los recogidos por Blas Valera), O l i v a trabajaba con las relaciones escritas de Catari, «el quipocamayo y cacique viejo antiguo del valle de C o chabamba, hijo de los quipocamayos conmistas de los Reyes Incas» . 89

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91

8 8

Oliva, Historia del reino, J . F . Pazos et ai, eds., 1895, p. 13 [lib. 1, cap. 1,

sec. 2]. Ibid., p. 6 [lib. l , c a p . l,sec. 1].

S9

Ibid., p. 17 [lib. l , c a p . 2].

90

9 1

Ibid., pp. 19, 23 [lib. 1, cap. 2; lib. 1, cap. 2, sec. 1]. R e c i b i ó estos «papeles

originales» del « d o c t o r B a r t o l o m é Cervantes, racionero de la Santa Iglesia de los Charcas». Los papeles que le facilitó Cervantes eran las relaciones de Catari, no otros distintos, como habría querido Esteve Barba, 1964, p. 499; y «Estudio

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E l carácter del testimonio del quipocamayoc se debe a las campañas de la extirpación de idolatrías y la cristianización del pueblo a n dino. O l i v a aclara: «el quipocamayo Catari en las relaciones que dio —siendo christiano— de sus Yncas y Reyes, también la h i z o y d i o muy puntual de sus idolatrías y supersticiones y refirió muchas de las que tenían los indios en el tiempo de su gentilidad» . C o m o muchos otros —se pueden mencionar a Guarnan Poma y a Juan de Santacruz Pachacuti Y a m q u i como ejemplos pertinentes—, Catari había informado sobre la historia antigua y las prácticas tradicionales religiosas gracias a su participación como ayudante e informante nativo en la empresa eclesiástica extirpadora. 92

H e c h o este p r e á m b u l o , podemos pasar a las comparaciones de O l i v a y «JAO». E n primer lugar, si Juan Anello Oliva fuera el autor de los dos textos firmados por la sigla «JAO» en el manuscrito napolitano, él sería uno de los historiadores más conflictivos de su época, abogando por la evangelización de los peruanos y condenando su «falsa religión» antigua , c o m o siempre la llamaba, en su historia p u blicada y, en el manuscrito M i c c i n e l l i , negando esa posición por c o m pleto al destacar los «fundamentos comunes» de la religión incaica y la cristiana . L o encontramos celebrando en su obra impresa el progreso de la fe y la labor de los jesuítas españoles, criollos y mestizos en el P e r ú a partir de 1568 hasta el a ñ o de 1 6 2 8 y, en el texto cifrado del manuscrito, criticando a la Iglesia y «la no siempre limpia (clara) fe católica» . E n su obra de 1631 l o vemos ensalzando la gloria de la misión militar-cristiana de Francisco Pizarro y proclamándolo el caudillo ejemplar de sus soldados y, en las notas cifradas del manuscrito 93

94

95

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97

prekminar», en 1968, p. LII, cuya lectura errada de Oliva le condujo a aseverar que Oliva « t u v o por c o n f i d e n t e » al propio quipocamayoc Catari. Laurencich

y sus

colaboradores (Laurencich Minelli et ai, 1995, p. 380) repiten el error, llamándolo a Catari «informante confidencial» de Oliva. 9 2

O l i v a , Historia del reino,]. F. Pazos et al, eds., 1895, p. 129 [lib. 1, cap. 4,

sec. 1]. 9 3

9 4

Ibid., pp. 128-29 [lib. 1, cap. 4, sec. 1]. Laurencich

Minelli

et al.,

1995, pp. 387-88

[f.

9vb]; ver también

Laurencich Minelli, y Miccinelli, 1998, pp. 39 y 54. 9 5

9 6

9 7

Oliva, Historia del reino, ed. C . M . Gálvez, 1998 [lib. 1, caps. 7-9]. Laurencich Minelli et ai, 1995, pp. 388, 400 [c. 9vb, f. 4r]. O l i v a , Historia del reino,]. F. Pazos et ai, eds., 1895, pp. 74-75, 93-94, 119¬

20 [lib. 1, cap. 3, secs. 1, 3, 5].

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que corresponde supuestamente a los años 1637 y 1638, acusando a Pizarro de haber envenenado a los guardias de Atahualpa . Los dos jesuitas — e l Blas Valera de los Comentarios reales, hasta el momento el único en el cual podemos confiar, y el Juan Anello O l i v a de la Vida de varones ilustres— hablan c o n una misma v o z . Sus ideas principales acerca de la civilización incaica y la nueva sociedad hispanocristiana se filtran por el Inca Garcilaso, apareciendo aquí y allá por toda su obra maestra. Gracias al cotejo de los textos de Valera y Garcilaso podemos vislumbrar la presencia de una misma ó p t i c a en sus actitudes y tomas de posición: la marcha desigual pero firme de la evangelización en el P e r ú emprendida por los jesuitas, el aprecio del antiguo orden social y moral peruano, el rechazo tajante de los cultos antiguos pero persistentes, y la p r e o c u p a c i ó n por los peligros espirituales que las prácticas tradicionales presentan para los neófitos. D e entre los tres textos —los de Blas Valera, Garcilaso y O l i v a — se puede sacar una a p r o x i m a c i ó n a la historia y a la realidad espirituales de los peruanos que es abarcadora y coherente, no caprichosa n i desconcertante. Es una a p r o x i m a c i ó n que empalma c o n la de otros cronistas de su g e n e r a c i ó n y que es decididamente u n fenómeno postTercer C o n c i l i o Límense, en tanto que el interés por evangelizar en lenguas indígenas recibió su mayor impulso con la p r o d u c c i ó n de los catecismos en quechua y aymara a partir de 1583-84. 98

VI. CONCLUSIÓN

Por ahora la historia legítima del antiguo Perú reside no en los testimonios a n ó n i m o s del breve manuscrito M i c c i n e l l i , sino en las extensas obras de autores que no operaron clandestina sino abiertamente y —vale decirlo— de buena fe. N o hay razón para poner este acervo en duda, y se aplica este criterio igualmente al Blas Valera y al Inca Garcilaso de la Vega de los Comentarios reales, al padre Juan A n e llo O l i v a de la Vida de varones ilustres y al i n t r é p i d o cronista lucano Felipe Guarnan Poma de Ayala en su Nueva coránica y buen gobierno. C o m o creo haber demostrado, el manuscrito M i c c i n e l l i no parece aportar nueva información ni ampliar el horizonte de los conocimientos sobre los mundos incaico y colonial como sus exégetas pretenden . Por el contrario, de ser auténtico el documento y fidedigno 99

Laurencich Minelli et al, 1995, p. 391 [f. 7r]. Ver Laurencich Minelli, 1997a, p. 66.

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su contenido t e n d r í a m o s que reducir d r a m á t i c a m e n t e el n ú m e r o y calidad de las fuentes de la historia incaica y peruana c o n las cuales contamos, y esto, no sólo en cuanto a los cuatro autores discutidos sino en cuanto a toda la p r o d u c c i ó n cronística de la conquista española del Perú a partir de los primeros relatos de los años 1530. Por eso es imperativo el sometimiento del manuscrito de N á p o l e s a u n examen forense y científico, llevado a cabo por un equipo internacional de expertos y en un laboratorio independiente de primera categoría.

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BIBLIOGRAFÍA

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P R O B L E M A S E N LA E D I C I Ó N Y A N O T A C I Ó N D E LAS C R Ó N I C A S D E INDIAS

Ignacio Arellano Ayuso Universidad de Navarra

1. L a enorme floración de textos surgidos en torno al gran episodio del descubrimiento del N u e v o M u n d o no ha tenido hasta ahora una fortuna condigna a sus dimensiones e importancia histórica, literaria y cultural. E n lo que se refiere al cimiento primordial de su edición el panorama es muy variopinto, nada sistemático, y en general muy necesitado de investigación. Reconociendo que hay algunas ediciones y trabajos m u y meritorios, y que los límites de una revisión como la presente obligan a ciertas simplificaciones y seguramente injusticias por las que desde ahora pido disculpas, el conjunto global deja, en todo caso, muchas oportunidades para los estudiosos, sin que la ocasión del Centenario de 1992 haya supuesto apenas ninguna modificación apreciable en el avance científico de este campo. E n dos trabajos interesantes y que apuntan algunas de las cuestiones de las que trataré, los profesores Delgado y del Pino señalan que la edición de las crónicas ha sido generalmente terreno de historiadores, atentos a las dimensiones documentales de las crónicas como fuentes de datos primarios, y muy poco preocupados por el texto en sí, lo que tiene «graves repercusiones. E n efecto, muy pocas de estas ediciones pueden ser consideradas ediciones críticas, y lo que es peor, muchas de ellas no son ni siquiera fiables. E l texto que en ellas se ofrece es de procedencia más que dudosa, pues raramente se cotejan primeras ediciones y manuscritos originales. N o se incluye, pues, n i n g ú n tipo 1

1

Delgado, 1990, pp. 169-75, y del Pino, 1997.

46

IGNACIO A R E L L A N O A Y U S O

de variantes. Además el texto se ha modernizado a capricho del e d i tor» . D e esta poca p r e o c u p a c i ó n por la crítica textual se hace eco Ferm í n del Pino, que se percata, aunque su campo profesional sea la antropología, de la importancia fundamental de este trabajo básico de la d e p u r a c i ó n y fijación de los textos. C o m o intentaré mostrar enseguida, las mismas interpretaciones históricas o reflexiones a n t r o p o l ó gicas no pueden fundamentarse satisfactoriamente sin un trabajo filológico riguroso que permita disponer de textos limpios y con un aparato de notas conveniente. 2

D e l estado de la cuestión da idea el hecho de que en el trabajo aludido de Fermín del Pino, cuando se quieren mencionar ediciones críticas actuales y disponibles de crónicas indianas, sólo se citen propiamente dos que obedecen a los imperativos científicos de definición de criterios, seguimiento de normas ecdóticas, etc.: la de las Cartas de relación de H e r n á n Cortés, hecha por Angel Delgado, y la de los Naufragios de Cabeza de Vaca, hecha por Puppo-Walker . Dos textos famosos, nucleares, i m p o r t a n t í s i m o s y que p o d r í a n haberse editado críticamente hace mucho tiempo. 3

Q u i z á convenga detenerse u n momento en estas dos ediciones, que resultan, efectivamente, significativas. Mientras Delgado opta por la m o d e r n i z a c i ó n , explicando sus razones (luego volveré sobre esto), Puppo-Walker conserva las grafías de su texto base, la edición de Valladolid de 1555. A m b o s ofrecen aparato de variantes y notas explicativas. L a edición de Delgado es m u y elogiable; la de P u p p o Walker falla bastante en las notas explicativas, lo que muestra un entendimiento del texto algo confuso en ocasiones. P o n d r é algunos ejemplos de este problema que afecta a la edición del profesor de Vanderbilt . E n la descripción del huracán que sorprende a Cabeza de Vaca en Puerto de la Trinidad dice el cronista que «la tierra q u e d ó tal que era gran lástima verla; caydos los árboles, quemados los montes, todos sin hojas n i yerua», pasaje que el editor interpreta como h i p é r b o l e seña4

2

3

Delgado, 1990, p. 169. Ver Cortés, Cartas de relación, ed. A . Delgado, 1993 y Cabeza de Vaca, Nau-

fragios, ed. Puppo-Walker, 1992. E n lo que sigue citaré de modo abreviado; para los datos completos de las ediciones que manejo remito a la bibliografía final. 4

Ver las pp. 184, nota 42; 221, nota 280; 222, nota 284; 244, nota 450;

nota 587; 270, nota 612; 275, nota 656,

etc.

266,

PROBLEMAS E N LA E D I C I Ó N Y A N O T A C I Ó N .

47

lando que «debe leerse la expresión [quemados los montes] con sentido figurado que alude h i p e r b ó l i c a m e n t e a la destrucción causada por el huracán», interpretación errónea que surge de entender montes como 'elevación orogénica' y no como lo que significa en el texto 'floresta, bosque, vegetación' , que m u y bien puede quedar «quemada» 'seca' por el viento . E n otra ocasión se queja el narrador de la fortuna en que se ven y el editor observa una paradoja, ya que aluden «al infortunio extremo que padecían», sin que haya, claro está, paradoja alguna, ya que fortuna en el Siglo de O r o puede significar precisamente ' i n fortunio' como en el título del famoso Lazarillo, que cuenta sus fortunas y adversidades. N o hay que señalar, pues, semejantes flores retóricas en el texto cronístico, c o m o tampoco hay errata alguna en el pasaje «temiendo que en el camino alguno no muriesse», donde no c o m prende el uso expletivo del adverbio no, usual en la lengua de la época con verbos de temor . Resulta e x t r a ñ o que P u p p o - W a l k e r explique también la palabra «recordar» en el pasaje «si alguna vez podíamos dormir r e c o r d á u a n n o s a palos para que tornássemos a encender los fuegos» como «nos castigaban a palos. Recordar, excitar, mover a otro», siendo bastante conocido el sentido de 'despertar, que se ve en las famosas coplas de Manrique: « R e c u e r d e el alma dormida», y que es exactamente l o que dice Cabeza de Vaca, que si se d o r m í a n los despertaban con poca delicadeza, a palos. 5

6

7

Actitudes, habilidades, costumbres de relevancia para el a n t r o p ó logo, se ocultan con una anotación deficiente. L a ponderación de la presteza de los indios deaguenes y guevenes que se hace al principio 5

Ver por ejemplo los usos de Cieza de L e ó n , La crónica del Perú, ed. M . B a -

llesteros, 1984, pp. 78, 83 de la e d i c i ó n citada en la bibliografía o los comentarios que hago más abajo sobre el sentido de monte. 6

Quemar es t a m b i é n «desecar mucho y hacer perder el verdor y lozanía, como

sucede en las legumbres en tiempo de muchos hielos» {Diccionario de Autoridades); este es el sentido del texto y no el que señala Puppo-Walker de «analógicamente vale malbaratar, destruir», tomando otra a c e p c i ó n no pertinente aquí del mismo diccionario. 7

Así anota: «no carece aquí de su habitual a c e p c i ó n negativa. Debe ser errata

de copista o de i m p r e s i ó n » . Pero ver G i l i Gaya, 1961, § 219: «Las gramáticas hablan de este no redundante que desde antiguo suele a c o m p a ñ a r a las oraciones comparativas y a verbos de temor, preferencia, etc.; p. ej.: Temía (que) no lo denunciasen los vecinos [...] Este uso existía ya en latín y fue ampliado en romance. E n los textos medievales y clásicos aparece con frecuencia mucho mayor que en la lengua moderna».

48

IGNACIO A R E L L A N O A Y U S O

del capítulo 25: «Esta es la más presta gente para v n arma de quantas yo he visto en el m u n d o » se borra con la nota del editor que explica «un arma: léase: para utilizar armas». N o ; arma tiene ahí el sentido 'alarma, llamada a las armas cuando atacan de repente los enemigos' y lo que quiere decir es que están siempre prevenidos y preparados para la guerra, como evidencia el contexto «si se temen de sus enemigos, toda la noche están despiertos c o n sus arcos a par de sí». Es esta una característica muy importante en la cosmovisión de los cronistas y conquistadores: baste ver las crónicas de la conquista de M é j i c o para la constante ponderación del cuidado con que H e r n á n Cortés dispone las velas y centinelas y lleva siempre apercibido su ejército, o las alabanzas del Inca Garcilaso en La Florida del Inca, a la habilidad de H e r nando de Soto, del que cuenta que siempre fue el primero en las alarmas que se daban, y alguna vez el segundo, pero nunca el tercero en salir a la batalla, porque siempre dormía apercibido y velaba c o n gran cuidado. Otros casos de malas interpretaciones afectan a la práctica de lanzar el cocimiento bebido por unos indígenas si las mujeres se mueven mientras los hombres beben, lo cual no significa, como afirma el editor, que tiren el bebedizo, sino exactamente que vomitan l o que han bebido, lo cual, dice Cabeza de Vaca, «ellos hazen muy ligeramente y sin pena alguna», es decir, sin bascas n i trasudores c o m o los de Sancho c o n el bálsamo de Fierabrás. Son acciones distintas que seguramente los antropólogos p o d r á n interpretar de distinta manera. Y , en fin, los buenos gestos de otros indios no aluden a sus elegantes modales, como apunta P u p p o - W a l k e r , sino a sus rostros (gesto 'rostro') de color blanco «más blancos que otros ningunos de quantos hasta allí auíamos visto». Si esta frecuencia de problemas interpretativos mal resueltos sucede en una de las ediciones críticas más meticulosas y valiosas, sin d u da, del panorama actual, ¿qué se puede decir de otra serie de ediciones hechas con menos cuidado científico, y que son a fin de cuentas las más asequibles y en muchos casos el ú n i c o medio de leer estos textos que puede ofrecerse a un lector interesado? T o m a r é como muestra básicamente la colección de Historia 16 publicada en ocasión del Centenario de 1992, dirigida por Ballesteros Gaibrois, efectuando algunas calas en distintos títulos de la colección. Buena parte de m i exposición consistirá, como hasta ahora, en una serie de ejemplos o lugares glosados: perdónese la m o n o t o n í a estructural en aras de la concreción; quizá pueda verse luego, a través de

49

PROBLEMAS E N LA E D I C I Ó N Y A N O T A C I Ó N .

estos ejemplos, u n aspecto general cuyas implicaciones no sean del todo inútiles. 2. L o primero que destaca es la ausencia casi total de editores filólogos. C o m o se ha señalado antes, las ediciones están a cargo de historiadores, americanistas, antropólogos indianistas, o incluso militares de Marina. E l interés y la competencia filológicos de los editores es, con las excepciones pertinentes, reducido. M u y rara vez se explicitan criterios editoriales n i se señala cuál es el texto base o la fuente documental que proporciona el texto, que casi siempre procede de una edición anterior. M u y pocos volúmenes llevan notas explicativas suficientes o redactadas con meticulosidad. Es cierto que una colección divulgativa impone sus límites, pero tiene poco sentido incluir textos como los del P . Acosta, Fray Bernardino de Sahagún o Sarmiento de Gamboa (cuya crónica es realmente un cuaderno de bitácora) en una colección si se concibe como estrictamente divulgativa. L a mayoría de los textos optan por la m o d e r n i z a c i ó n (algunos no: la edición de Juan Carlos Temprano de Bernardino de Sahagún mantiene grafías de su texto base, el ms. 218-220 de la C o l e c c i ó n Palatina de la Biblioteca Medicea Laurenciana de Florencia). Algunos incluyen glosarios (ed. de Temprano de Sahagún) o notas más abundantes de lo habitual (ed. de Murra, Adorno y Urioste de G u a m á n Poma), pero en general se limitan a ofrecer un texto acrítico con notas sucintas. Examinemos algunos detalles respecto de los criterios de edición, explícitos o implícitos, y respecto a los criterios de anotación. 2.1. H e defendido la m o d e r n i z a c i ó n de los textos, entendiendo «modernización» en un preciso sentido científico, definido por una serie de normas, en otros lugares, especialmente en los anteriores Seminarios de edición y anotación de textos del Siglo de O r o , y no volveré por el momento a esta cuestión. E n el terreno de las crónicas no me parece útil n i funcional mantener grafías c o m o hacen, entre otros, Puppo-Walker o Temprano en sus respectivas ediciones de Cabeza de Vaca y Sahagún. 8

8

Ver mis artículos de Arellano, 1987 y 1991; ahí se recoge otra bibliografía

pertinente.

50

IGNACIO A R E L L A N O A Y U S O

Algunos casos requieren sin duda el mantenimiento de grafías que son relevantes: en la transcripción de términos adoptados de lenguas locales, dada la diversidad de formas de muchos t o p ó n i m o s y antrop ó n i m o s , por ejemplo (valga el caso paradigmático de Montezuma / Moctezuma I Motecuczuma / Motecugoma I Muteczuma...), y la imposible unificación, la mejor solución parece atenerse en cada caso a la forma del texto base (como hace Delgado en las Cartas de relación de C o r t é s ) . E n la Nueva coránica de G u a m á n , texto excepcional, las peculiaridades lingüísticas que señalan los editores (alternancia de t i m bres vocálicos, concordancias peculiares, seseo, ceceo, etc.) aconsejan igualmente el mantenimiento, pero en el resto de los casos parece más práctico efectuar la modernización gráfica. L o que sucede en la colección a que me refiero es que la falta de competencia filológica de muchos editores provoca una modernización suigeneris, que borra estructuras sintácticas o morfologías léxicas creyendo que se trata de incorrecciones del autor, creando generalmente verdaderas incorrecciones sustitutorias de redacciones originales aceptables. Por tomar un solo ejemplo, véanse las ediciones de G e r m á n V á z q u e z de las crónicas de Juan Díaz, Andrés de Tapia, Bernardino Vázquez de Tapia y Francisco de Aguilar, incluidas en el volumen que titula La conquista de Tenochtitlan, Asegura en la i n t r o d u c c i ó n que moderniza la p u n t u a c i ó n y fonética, conservando los arcaísmos m á s significativos , y que intenta arreglar el estilo infernal de Andrés de Tapia eliminando la cerrada fonética leonesa, modificando las construcciones disléxicas y corruptas, etc . Los textos quedan sometidos a operaciones que consisten en añadir partículas innecesarias, modificar sintaxis que no comprende o llenar de complementos superfluos la buena redacción original: transforma sistemáticamente el adverbio do en donde , añade preposición en con el adverbio especial (habitual en la é p o c a y totalmente normal ), cree que hay error en la expresión «y c o m o saltaron en tierra», en la que como tiene el valor 'así que, tan pronto como', perfectamente normal, que el editor desconoce, por lo que ingenuamente advierte de la incorrección del escritor que «debería 9

10

11

12

Díaz, La conquista de Tenochtitlan, 1988, p. 24.

9

10

ife¿ y el corrector en Lisboa, que las tomaron como indicaciones explícitas del autor . 25

26

27

2 5

2 6

Smith, 1988, p. X X V I I . Este temblor de la escritura puede verse en la firma de la ya mencionada

carta poder de 1609, reproducida facsimilarmente por de la Torre y del Cerro, 1935 (doc. 94). 2 7

Muchas marcas ortográficas que aparecen en la editio princeps, como un

p e q u e ñ o círculo encima de algunas vocales, por ejemplo, no aparecen en ninguna otra e d i c i ó n de la imprenta de Crasbeeck. Agradezco a José Cárdenas Bunsen esta observación.

Podría

pensarse

que

algunos

rasgos

del

manuscrito

(hoy

desaparecido) fueron respetados, después de todo, en el paso a los moldes de

256

JOSÉ A N T O N I O M A Z Z O T T I

Naturalmente, quedan muchos temas por tratar para una propuesta de edición crítica de los Comentarios Reales. La m o d e r n i z a c i ó n de la ortografía (aspecto en el que la edición de Rosenblat es mucho más confiable), la definición sobre mayúsculas y minúsculas, y el respeto y anotación de topónimos y de t é r m i n o s quechuas en general son aspectos imprescindibles de cualquier equipo que se encargue de tamaña labor. Pero una cosa sí resulta clara: modernizar la p u n t u a c i ó n c o m o si Garcilaso fuera un autor del siglo X X , por m u c h o que eso facilite la lectura solitaria y silenciosa, es asunto que conviene meditar y debatir antes de incurrir nuevamente en una vieja práctica filológica que deja de lado la multiplicidad de aspectos propiamente sonoros y retóricos del texto.

imprenta.

Aunque

Garcilaso

hubiera

perdido

buena

parte de

su

memoria

l i n g ü í s t i c a con respecto al l é x i c o del quechua, s e g ú n él mismo confiesa, esto no lleva necesariamente a la c o n c l u s i ó n de que hubiera perdido t a m b i é n una n o c i ó n de los ritmos y estrategias poéticas que «re-suenan» en la prosa castellana en la que escribe a fines del X V I

y principios del

XVII.

Asimismo,

los

documentos

supuestamente autógrafos que existen, las cartas editadas por Eugenio Asensio y el manuscrito de la Relación de la descendencia de Garci Pérez de Vargas editado por R . Porras Barrenechea en 1951,

presentan una p u n t u a c i ó n no muy disímil de la de

los Comentarios, si bien cabe mencionar que en el caso de los pasajes «guerreros» del texto de 1609 hay una mayor abundancia de pares o dobletes s e m á n t i c o s que en cualesquiera de los mencionados manuscritos.

CRITERIOS TRASATLÁNTICOS

257

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APUNTES P A R A U N A EDICIÓN CRÍTICA D E L A HISTORIA GENERAL DE LAS INDIAS D E F. L Ó P E Z D E G O M A R A . P R O B L E M A S T E X T U A L E S Y BIBLIOGRÁFICOS

Monique Mustapha Université de Nice-Sophia Antipolis

Quisiera primero agradecer a los organizadores de este simposio su amable invitación a participar en él; nos brindan a Louise B é n a t y a m í la oportunidad de presentar un proyecto editorial en curso de elaboración: la edición crítica de la Historia general de las Indias de Francisco López de Gomara. Se trata de un trabajo colectivo, en el que colaboramos varios investigadores del C R A E C , y que entra en una de las líneas tradicionales de investigación de dicho centro, interesado desde su fundación en estudiar las crónicas de Indias. 1

La elección de la Historia general de las Indias no puede sorprender. A n i n g ú n especialista de la historiografía indiana le extrañará la afirmación de que la obra de Gomara precisa de una edición cuidada. Baste recordar las características de la obra y las condiciones en que se elaboró. Editada por primera vez en 1552 es, cronológicamente hablando, la primera historia en presentar un panorama completo y sintético de los descubrimientos y conquistas de los españoles en el N u e v o M u n d o a partir de 1492. Por su fecha de publicación coincide con el momento en que, en opinión de los historiadores, puede ciarse por terminado el proceso de la conquista, y con un momento en que la corona de Castilla intenta hacer un balance y dar una nueva definición de su política indiana. Se elaboró en un ambiente cultural y social muy propicio a la labor historiográfica, a partir de una documentación 1

Centre de Recherches sur l'Amérique Espagnole Coloniale, U n i v e r s i t é de la

Sorbonne Nouvelle-Paris III.

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MONIQUE MUSTAPHA

abundante y de primera mano, que Gomara supo utilizar con mucho tino para poner de relieve lo que algún historiador caracterizó como los «mecanismos de la conquista» . C o m o se sabe, fue prohibida a partir de 1553, a pesar de lo cual llegó a ejercer una influencia importante en la historiografía posterior. 2

Sin embargo, no existe todavía ninguna edición cuidada y confiable de la Historia. Si exceptuamos alguna que otra edición facsímil de un ejemplar raro , las numerosas ediciones publicadas desde mediados del siglo X I X se basan todas en la edición que González Barcia diera en 1749; c o m o ésta, se basan en la edición de Medina del Campo (1553), sin que los editores se preocupen por cotejarlas diferentes ediciones publicadas en tiempo del autor, ni por presentar las correcciones introducidas por el propio Gomara en la edición de Z a ragoza 1554 . 3

4

Nuestro proyecto contempla la necesidad de establecer el texto, ofrecer una lección limpia, basada en la edición princeps y el cotejo de todas las ediciones del siglo X V I , así las publicadas en España (Zaragoza 1552-1553 / 1554-1555; M e d i n a del C a m p o 1553) como las de Amberes (1554), c o n notas aclaratorias y críticas, estudio preliminar, y el debido aparato documental. Es evidente que hemos tenido que enfrentarnos con los problemas acostumbrados para cualquier edición de un texto antiguo: elección de criterios de transcripción, m o d e r n i z a c i ó n o respeto de la grafía, introducción de una p u n t u a c i ó n adecuada (lo que supone en muchos casos optar por una interpretación del texto), presentación de las v a riantes y, desde luego, identificación y tratamiento de las fuentes. N o insistiré en los problemas relativos al establecimiento del texto sino más bien en los que plantean la identificación de las fuentes y su 2

3

Ver el estudio de Ruggiero, 1972. Citemos la e d i c i ó n facsimilar de un ejemplar de la princeps existente

en

M é x i c o , que O'Gormann p u b l i c ó en 1977, y la r e p r o d u c c i ó n t a m b i é n facsimilar de un ejemplar de la e d i c i ó n de Zaragoza 1555, conservado en la Biblioteca de Lima, con anotaciones del Inca Garcilaso a quien Gomara, Historia

perteneció.

Ver López

de

General de las Indias, ed. E . O ' G o r m a n , 1977 y ed. F. Pease G .

Y . , 1993. 4

Existe sin embargo una e x c e p c i ó n que concierne a la segunda parte de la

obra de Gomara (Conquista de México):

la e d i c i ó n publicada en 1943 por R a m í r e z

Cabañas, t a m b i é n basada en la de 1553, pero donde aparecen las correcciones introducidas en 1554. Ver L ó p e z de Gomara, Historia J . R a m í r e z Cabañas, 1943.

de la conquista de México,

ed.

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APUNTES PARA U N A E D I C I Ó N CRÍTICA

tratamiento, tarea que, dada la gran cantidad de documentos manejados por Gomara, supone un trabajo enorme. Para ciertas partes de la Historia disponemos de estudios valiosos, como por ejemplo las lecciones que diera M . Bataillon en el Collége de France , o el estudio que D . Ramos consagró a la e x p e d i c i ó n de X i m é n e z de Quesada . Pero aun así queda mucho por hacer. 5

6

E n esta c o m u n i c a c i ó n centraré mis observaciones en u n grupo de capítulos que tuve la oportunidad de estudiar en otra ocasión, aunque con u n enfoque algo distinto: los doce capítulos en forma de tratado cosmográfico que encabezan la Historia . Estos capítulos llaman la a t e n c i ó n tanto por el espacio que G o mara les dedica c o m o por su temática y relación con el cuerpo de la historia. Gomara se explaya en ellos tanto o más que en los episodios más largos de la obra como por ejemplo el relativo a los viajes de C o l ó n y la isla Española, o los apartados dedicados al D a r i é n o a la Especería . Repasando los temas debatidos por los cosmógrafos y comentando el empleo del t é r m i n o «nuevo m u n d o » para designar las tierras descubiertas y conquistadas por los españoles, Gomara instala de entrada las Indias españolas en la nueva imagen del mundo, tal y como la habían renovado los recientes viajes de exploración. Estos capítulos llegan así a formar un p r ó l o g o notable a la gesta española y mantienen una simetría evidente con el ú l t i m o capítulo de la crónica, titulado «Loor de los españoles». Sin embargo sería erróneo pensar que este apartado funciona tan sólo como algún exordio histórico. C u a lesquiera que sean las relaciones que mantienen con el texto de la Historia propiamente dicho, estos doce capítulos tienen interés desde el punto de vista de la cosmografía y la geografía del siglo X V I . M e z clando temas tomados de los tratados de cosmografía con otros sacados de los manuales de navegación, ofrecen una coherencia muy fuerte y plantean el problema de la i n f o r m a c i ó n científica manejada por Gomara. 7

8

5

Marcel Bataillon impartió estas lecciones de 1954 a 1959. Los r e s ú m e n e s se

publicaron en el 6

Annuaire du Collége de France.

Ver bibliografía.

Ramos, 1972. Sobre Gomara, ver en especial el capítulo VIII y el a p é n d i c e

III. 7

8

Mustapha,

1978.

E l episodio que ocupa más espacio en la Historia (casi la mitad), es el del

P e r ú ; no lo tomamos en cuenta en esta c o m p a r a c i ó n pues constituye un caso aparte.

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Las fuentes mencionadas en el texto son, desde luego, las más e v i dentes. Llama la atención, a primera vista, el n ú m e r o impresionante de los autores cuyas opiniones Gomara cita para respaldar su razonamiento. E n los doce capítulos que constituyen este apartado, es posible contar unos sesenta y cinco nombres (filósofos y sabios de la A n t i g ü e d a d , teólogos y autores cristianos, humanistas del siglo X V y del X V I , etc.), a m é n de once citas sacadas de la Biblia. Esta lista tan n u trida se explica fácilmente si observamos que Gomara e m p l e ó el m é todo doxógrafico, tradicional desde Aristóteles, para tratar cuestiones tan antiguamente debatidas como la forma y dimensiones del mundo, la habitabilidad de las diferentes zonas de la tierra, la posibilidad de navegar en la zona tórrida, la existencia de antípodes, etc., citando para cada uno de los temas que discutía las diferentes opiniones formuladas, antes de abocarse a la c o n c l u s i ó n a la que los nuevos datos aportados por la experiencia permitían llegar. Pero el que cite la opinión de un autor no significa que haya leído efectivamente los textos a los que remite o parece remitir; bien puede citar de segunda mano y esto es lo que ocurre efectivamente m u c h í simas veces en los capítulos que nos ocupan; no existe otra posibilidad cuando cita a filósofos y sabios de la A n t i g ü e d a d cuya obra llegó a nosotros en forma de fragmentos, algunos de ellos m u y breves y c u yas teorías conocemos a través de doxógrafos o transmisores como A e c i o o D i ó g e n e s Laercio. Esto significa que, a la hora de introducir las notas destinadas a aclarar el texto, habrá que recurrir a los repertorios c o m ú n m e n t e utilizados en aquella época, o intentar aclarar la fuente a través de la cual Gomara llegó a reunir una información científica. Esta búsqueda viene complicada por la técnica, c o m ú n mente empleada en aquella época, de memorizar fórmulas y citas que luego se utilizaban con bastante libertad. N o resulta difícil averiguar que Gomara solía usar de cierta libertad. E n el primer capítulo de la Historia, por ejemplo, recuerda que, «a lo que cuenta Plutarco», Alejandro se puso a llorar al oír a Anaxarco debatir sobre la pluralidad de los mundos, y que «preguntada la causa de lágrimas tan fuera de tiempo, respondió que lloraba con justa razón pues, habiendo tantos mundos como Anaxarco decía, no era él a ú n señor de ninguno». C o m o se ve, aunque usando de una referencia algo imprecisa, G o mara nos indica de d ó n d e procede la anécdota; y de hecho, no resulta difícil localizarla en el tratado De la tranquilidad del alma. Pero al c o m parar el relato de Gomara con el de Plutarco constatamos que G ó -

APUNTES PARA U N A E D I C I Ó N CRÍTICA

265

mará no se contenta con citar sino que adapta su modelo. Las diferencias que introduce son, sin lugar a dudas, ligeras, no alteran el relato de Plutarco, y se pueden explicar por la necesidad de verter este relato al estilo indirecto. Pero muestran que Gomara no se siente obligado a transcribir textualmente, aun cuando introduce la opinión o frase que menciona con un verbo de enunciación. Hasta cita con cierta libertad los versículos de la Biblia, como se puede comprobar en la introducción. Es evidente que este tipo de dato tiene su importancia a la hora de decidir si hay que introducir comillas para destacar las supuestas citas o si hace falta reproducir las comillas que algún editor del siglo X V I llegó a utilizar en esos casos. Pero hay más. Es evidente también que si Gomara se aparta de su informante cuando lo cita como fuente explícita, p o d r á parecer más problemática la identificación de las fuentes cuando no menciona ninguna referencia o cuando indica una opinión que no figura en la doxografía del autor concernido. Las observaciones que anteceden no obedecen a un mero prurito de erudición. Gran parte de los autores antiguos a los que Gomara cita son filósofos presocráticos. Identificar las fuentes o los repertorios en los que Gomara pudo proveerse de citas y referencias sobre ellos permitiría apreciar la formación científica que recibió y la dosis de originalidad que pudo aportar. Desde luego entre los autores citados figuran t a m b i é n autores c é lebres, constantemente citados y comentados en el Renacimiento como son P l i n i o , Estrabón, Ptolomeo etc.; autores cristianos (Padres de la Iglesia o teólogos), y por supuesto la B i b l i a . T a m b i é n figuran autores modernos, algunos de ellos c o n t e m p o r á n e o s de Gomara. N o s interesaremos con algún detalle en el primer grupo y en el último. E n cuanto a los autores antiguos que estaban citados y comentados en el Renacimiento, podemos suponer que un humanista como Gomara no los conocería solamente de segunda mano sino que tendría alguna familiaridad con su obra. E n los capítulos que nos interesan, cita a Aristóteles, H e r o d o t o , Plutarco, Ptolomeo, Estrabón, Macrobio, P . Mela, Plinio, Solino, V a r r ó n , todos ellos especializados en temas geográficos como era de esperar. E n lo que sí hay diferencias es en el n ú m e r o de citas que m e rece cada uno de estos autores. L a variación en las ocurrencias va delineando una especie de red de afinidades y preferencias, desde Plinio que suscita el mayor grupo de citas (7), pasando por Estrabón (5),

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Solino (4), M e l a y Ptolomeo (3), hasta Macrobio, Aristóteles y Herodoto (2). Y es que, para tratar los temas que le preocupan, Gomara no convoca a estos autores al mismo efecto. Es posible distinguir los proveedores de anécdotas y datos de observación (Plinio, Solino, Mela, Plutarco, Herodoto) y los que pueden ofrecer, además, una teoría o, por los menos, una serie de datos organizados en un sistema coherente, como son Aristóteles, Estrabón y Ptolomeo. A u n que parece que Gomara los cita pocas veces, no es inútil examinar si estos dos últimos, tan citados y elogiados en el Renacimiento, no le ofrecen, además de datos ocasionales, un esquema c ó m o d o para organizar su Historia. E n efecto, la Historia fue compuesta y se editó en el momento en que tanto la obra de Ptolomeo como la de Estrabón alcanzaron su mayor influencia. P o r los años 1550, la Geografía de Ptolomeo se había convertido en una referencia ineludible para quienes se interesaban en temas geográficos. E n cuanto a Estrabón, cuya obra fue revelada a fines del siglo X V por la e d i c i ó n de R o m a , encuentra a partir de 1540 con la Cosmografía de Munster una imitación genial. U n examen de la estructura de la Historia y de las relaciones que se establecen entre los capítulos liminares y el cuerpo del texto arroja una viva luz. E n estos capítulos introductorios, Gomara sólo trata algunas de las cuestiones que solían figurar en un tratado de cosmografía (forma esférica del mundo y de la tierra; habitabilidad de todas las zonas; repartición de las tierras y los mares; diferentes partes del mundo terrestre; límites, dimensión, medidas de la tierra; coordenadas geográficas; interés por ofrecer una descripción hidrográfica del N u e v o M u n d o ) . Elimina pues las definiciones de cariz demasiado m a t e m á tico, privilegiando un enfoque más propiamente filosófico-religioso (forma del mundo, teoría física, antípodes, etc.). Esto se explica por el deseo de mostrar que el N u e v o M u n d o no es sino una parte de las tierras y se inserta lógicamente en el sistema c o m ú n m e n t e aprobado. E n cambio cabe rastrear una imitación de Ptolomeo cuando Gomara reparte estos doce capítulos en dos grupos: los once primeros dedicados a presentar datos teóricos y el último consagrado a una descripción del N u e v o M u n d o , elaborada a partir de las fuentes más fidedignas (los cosmógrafos del R e y ) , en la que se esmera en indicar 9

9

Es el capítulo titulado «Sitio de las Indias».

APUNTES PARA U N A E D I C I Ó N CRÍTICA

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las dimensiones del N u e v o M u n d o y la latitud de los lugares m á s importantes. Es de notar t a m b i é n que añade además a esta descripción dos mapas, que se asemejan a algún mapamundi en dos círculos. N o es de extrañar por tanto que el «Sitio de las Indias» se haya vuelto a editar en las ediciones tardías de la Cosmografía de Apiano completadas por G . Frisius, dos eminentes representantes de la geografía matemática en el siglo X V I . Aunque menos evidente, la influencia de Estrabón también está presente; se puede rastrear en la complementariedad que Gomara establece entre el capítulo titulado «Sitio de las Indias» y el cuerpo de la historia. Sabido es que el «Sitio» sirve de guión al relato de las c o n quistas: tela de fondo tendida desde el inicio de la historia, rige la organización de la relación según un orden geográfico que Gomara sigue fielmente a pesar de algunas rupturas . Pero es de notar que para cada una de las zonas conquistadas o descubiertas, Gomara alterna una secuencia histórica (relato del descubrimiento, de la conquista y de los sucesos que se produjeron hasta 1550), con una secuencia geográfica (origen del nombre con el que la región se conoce, características físicas, fauna, flora, etc.) directamente imitada ésta de Estrabón. Se afirma así una presentación corográfica que viene a completar los datos cosmográficos e hidrográficos de la secuencia inicial. Los diferentes elementos que acabamos de evocar sucintamente sugieren en nuestro autor una curiosidad geográfica estrechamente relacionada con el éxito que conocieron durante el siglo X V I los grandes autores geográficos de la Antigüedad. Pueden además servir de base para delinear c o n más nitidez las relaciones que historia y geografía mantienen en la obra de Gomara. Pero el éxito de estos autores antiguos nos remite a otra categoría de fuentes manejadas por Gomara que bien pudieron servir de vectores a su curiosidad geográfica. Entre las referencias enumeradas por él, llama la atención un grupo de ocho autores que se relacionan con el humanismo. Seis de ellos son italianos y cuatro vivieron en el siglo X V . Otros dos son personalidades contemporáneas de Gomara, nacidos en países del norte o del este de Europa todavía mal conocidos en el siglo X V I ; por lo cual sus testimonios constituyeron una fuente valiosa de información en 10

1 0

n. 7.

La más característica concierne al Perú. Ver nuestro artículo ya citado en la

MONIQUE MUSTAPHA

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Europa occidental. Se trata de Olaus Magnus, obispo de Upsala, a quien Gomara trató en Boloña y Venecia , y de Mathias de M i e c h o w , rector de la universidad de Cracovia y única fuente de los conocimientos sobre Moscovia en el siglo X V I . A todos estos autores, Gomara les puede citar con fines doxográficos (así pasa con P i c c o l o m i n i o P i c o de la Mirándola), pero en general convoca su testimonio para zanjar el debate sobre alguna cuestión aduciendo datos de observación (por ejemplo cita a Olaus Magnus a p r o p ó s i t o de la habitabilidad de las tierras septentrionales). Se repiten aquí algunas de las características que ya pudimos destacar antes: se trata de autores que pudieron influir en el desarrollo del debate y del pensamiento geográfico, aportando datos para respaldar la reflexión teórica (basta recordar lo dicho ya sobre Olaus Magnus y M . de M i e c h o w , o las figuras emblemáticas de Piccolomini y F. Biondo), o transmitiendo y dando a conocer obras y teorías de importancia. Pero el dato nuevo es el lazo vital que los une a Gomara. C o m o es sabido, Gomara hizo en Italia una estancia sobre la que todavía tenemos una información incompleta; sí sabemos, por las alusiones que él mismo hace a sus relaciones con personas como Olaus Magnus, que pudo aprovechar esta estancia para satisfacer curiosidades geográficas; por tanto, el estudio de las fuentes italianas podría quizás ofrecer pistas para una mejor c o m p r e n s i ó n de este período de su vida. Llama la a t e n c i ó n el que la mayoría de los autores italianos a quienes cita pertenecen al siglo X V ; resulta por tanto evidente que habrá que indagar sobre los lazos que Gomara pudo establecer con los cenáculos humanistas. Destacaremos el caso curioso de Galeotto de N a r n i , humanista del siglo X V , cuyas teorías Gomara cita en el capítulo dedicado al debate sobre la existencia de los antípodes mencionando incluso la obra en que Galeotto formula su teoría al respecto, el tratado De las cosas desconocidas al vulgo. Pues bien, hasta donde puede saberse, este texto no llegó a imprimirse y los dos manuscritos conocidos actualmente hacían parte de bibliotecas reales (la de Carlos VIII de Francia y la del duque de Saboya). U n a vez más vemos surgir el problema de la transmisión: es evidente que Gomara pudo saber del tratado y de las opiniones de Galeotto por vía oral, o por algún repertorio; de lo contrario habría que suponer que tuviera acceso a una copia del manuscrito, o que los capítulos del tratado que le interesaban fueran 11

1 1

Él mismo lo indica en los capítulos 3 y 10 de la Historia.

APUNTES PARA U N A EDICIÓN CRÍTICA

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retomados en algún texto que él llegaría a conocer. Volvemos al problema de la transmisión. C o m o se ve, el examen de las fuentes, su identificación y estudio no sólo sirven para aclarar el texto de la Historia. Delinean el entorno cultural en el que Gomara elaboró estos capítulos cosmográficos: tributario de toda una tradición doxográfica, entusiasmado por los temas geográficos, supo recoger una valiosa información, tanto oral como escrita. A fin de cuentas es partícipe de una red de transmisión del saber nuevo; recoge datos y teorías, los reelabora aplicándolos al caso del N u e v o M u n d o y vuelve a transmitir a su vez lo que llegó a recoger de otros.

270

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Margarita Peña Universidad Nacional Autónoma

de México

Para entender la relación entre el hispanista francés Alfred M o r e l Fatio y el dramaturgo novohispano Juan R u i z de Alarcón, y la virtual intención de aquél de establecer una edición de una comedia alarconiana, es necesario remitirse a los materiales alarconianos reunidos dentro de lo que podríamos considerar un fondo o acervo de M o r e l Fatio existente en Francia, ubicando asimismo a M o r e l - F a t i o en el contexto de la corriente de la crítica francesa decimonónica sobre Juan R u i z de Alarcón. Vayamos a esto ú l t i m o , con el objeto de delimitar un contexto general, para referirnos luego al mencionado fondo b i bliográfico y a la a p r o x i m a c i ó n crítica del hispanista francés a la c o media La verdad sospechosa. L a irrupción de Juan R u i z de Alarcón en el escenario de las letras francesas — y el interés de Francia por A l a r c ó n — se remonta al siglo X V I I , a 1644, a ñ o de la edición de Le menteur, de Pierre Corneille, que tuvo ediciones sucesivas en 1648, 1652, 1655 y 1660. E n las ediciones anteriores a la de 1660, la «Epitre» inicial redactada por Corneille, daba cuenta de que su obra era una imitación de La verdad sospechosa, atribuida a Lope de Vega, puntualizando el propio Corneille que el verdadero autor era Juan R u i z de Alarcón. U n siglo y medio después, Edouard Viguier publicaba, en calidad de prólogo a la edición de 1862 de las obras de Corneille, un «Paralléle de La verdad sospechosa d'Alarcón et du Menteur de Corneille». L a comparación fue

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reimpresa en 1875, en el libro de Viguier Fragments et Correspondance . D e esta manera, el camino a la exégesis francesa en cuestiones alarconianas prolongaba la brecha abierta por Philaréte Chasles en 1847. Aunque no podamos afirmar que el deslinde de Viguier entre Corneille y Alarcón haya obrado como detonador, sí es cierto que por esos años en Francia se suceden estudios, cursos académicos sobre el teatro de R u i z de Alarcón, así como traducciones y paráfrasis. Los nombres de los interesados en el f e n ó m e n o teatral del novohispano, a lo largo del siglo X I X y X X , suman un buen n ú m e r o : Philaréte Chasles, Alphonse Royer, Edouard Barry, Ferdinand Denis, Alfred Morel-Fatio, Henri Léonardon, Guillaume Huszar, el bibliófilo R o n d e l , Serge Denis y Gaspard Delpy, por no mencionar sino a los más notables. 1

D e t e n g á m o n o s brevemente en algunos de ellos. P o r lo que toca a Philaréte Chasles es, junto con historiadores como Charles Puibusque, pionero en el tema, pues al publicarse los trabajos de ambos en 1847 y 1843, respectivamente, resultan anteriores incluso a la primera edición, de Hartzenbusch, de las comedias alarconianas (1857) y a la magna biografía de F e r n á n d e z - G u e r r a y Orbe, de 1871. E l acercamiento de Chasles a Alarcón se efectúa a través de la lectura directa de la Primera y Segunda Parte de las comedias de Alarcón (Madrid, 1628; Barcelona, 1634), existentes, según nos aclara el c r í tico, en la Biblioteca R e a l y en la biblioteca privada de M . Ternaux (actualmente ambas partes se conservan en la Biblioteca Nacional de París, con indicación de procedencia de la biblioteca de Salvá). Lector que se enfrenta quizás por vez primera a impresos del siglo X V I I , Chasles hace notar el «horrendo» papel y la mala impresión de la Primera Parte, en tanto que la Segunda le parece «más rara y mejor impresa» . Su interés en el teatro alarconiano lo lleva a utilizar la t é c nica de la paráfrasis con el objeto de ofrecer al lector una versión prosificada de las comedias, por entonces apenas, como ya dijimos, en vías de edición por Hartzenbusch. Traduce al francés y parafrasea parcialmente La verdad sospechosa, Ganar amigos, El examen de maridos, La Manganilla de Melilla, y de manera extensa, El tejedor de Segovia. D i c h o procedimiento, que ahora nos parece poco válido porque desvirtúa el texto, d e b i ó de ser eficaz para atraer al lector francés hasta 2

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Viguier, 1862, pp. 241-73; Corneille, Chasles, 1877, p. 136.

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una obra literaria desconocida, enterrada en los laberintos de bibliotecas poco accesibles. E l resto de las comedias son objeto de comentarios breves. Establece, igualmente, una lectura paralela de La verdad sospechosa y Le Menteur, señalando los versos que Corneille pasó por alto. Este volcarse en el estudio de un dramaturgo, de sus relaciones con sus c o n t e m p o r á n e o s , del M a d r i d de la época, culmina en juicios que no serán definitivos pero que contribuyen a exhumar, descubrir, develar, valorar. Alarcón, a través de la interpretación de Philaréte Chasles, queda colocado a la altura de Lope y C a l d e r ó n , por encima de Pérez de M o n t a l b á n , M o r a t í n y Rojas. Entre las apreciaciones novedosas, aunque quizás no del todo exactas, de Chasles está la de que en Juan R u i z de Alarcón se fusionaban un genio original, nacimiento noble, cuna extranjera (con respecto a España, puesto que era originario de América), distinción y deformidad. E l retrato, un tanto r o m á n t i c o , esbozado por Chasles en un primer intento, vendrá a matizarse luego en otros críticos. E l olvido que estuvo a punto de abatirse sobre Alarcón, y del que da cuenta su modesta presencia en c o lecciones de comedias sueltas del siglo X V I I I , queda conjurado vía la imitación por Corneille, a partir de la edición de 1630 de La verdad sospechosa incluida en las obras de Lope de Vega, y atribuida, en p r i mera instancia a éste. Atribución errónea sobre lo cual insistirá Corneille para rectificar: «no es de Lope de Vega, sino de R u i z de Alarcón». Descubrimiento y reivindicación del autor novohispano que va a quedar confirmado por las precisiones documentales y críticas de Philaréte Chasles (con todo y los errores de éste, como el de afirmar que Alarcón nació «en la provincia mexicana de Cusco, que forma parte del distrito de Cuenca»), Puibusque, Alphonse R o y e r , Barry y otros estudiosos franceses, algunos anteriores, incluso, como dije, a la crítica española del X I X . Traductor y crítico, Alphonse R o y e r realizó en el X I X las traducciones del teatro de Cervantes y de Tirso de M o l i n a . E l v o l u men del teatro de R u i z de Alarcón apareció publicado en 1865, y fue un acontecimiento editorial que mereció por lo menos dos extensas reseñas, firmadas por Sorcey y Bieville, respectivamente . Contiene las versiones al francés de La verdad sospechosa, Mudarse por mejorarse, Ganar amigos, El tejedor de Segovia, y análisis de Los favores del mundo, La industria y la suerte, El semejante a sí mismo, La cueva de Salamanca, 3

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Ruiz de A l a r c ó n , Théátre d'Alarán,

tr. Royer, 1865, p. 489.

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Todo es ventura, El desdichado en fingir, El dueño de las estrellas, Los empeños de un engaño, La amistad castigada, La manganilla de Melilla, El Anticristo, Los pechos privilegiados, La prueba de las promesas, La crueldad por el honor, El examen de maridos, así como referencias a piezas a p ó crifas atribuidas a Alarcón. E n la Introducción se proporcionan algunos datos biográficos: nacimiento en Tasco; ascendencia familiar en Cuenca; condición de desesperado que deja Indias para buscar fortuna en España. L o describe R o y e r como un simple poeta, autor de comedias, soñador, huidizo, pobre, desprovisto de apoyo, sin renombre «indio» (suponemos que R o y e r quiso decir «indiano»), contrahecho, que llega a España a disputar las palmas al gran Lope. Declara R o y e r ignorar en q u é consistieron los combates de Alarcón contra la mala fortuna, «car n i l u i n i ses contemporains ne nous ont laissé de confidences á cet égard» . 4

D i c e ignorar, asimismo, lo relativo a las sátiras contra Alarcón, señalando que sólo algunos papeles existentes en bibliotecas españolas p o d r í a n aclarar puntos oscuros de la misteriosa biografía «del creador de la comedia de carácter entre los modernos, del poeta que antecedió a Moliere en este camino y a quien Corneille copió el tema y las más bellas escenas del Menteur». Se refiere R o y e r detenidamente a textos relativos a Alarcón c o m o la «Carta de d o n D i e g o Astudillo Carrillo, en donde se da cuenta de la fiesta de San Juan de Alfarache, el día de San Laureano», la que considera «especie de relato satírico escrito en parte por M i g u e l de Cervantes». Proporciona la fecha de 1611 para el Desengaño de Fortuna de Gutierre Marqués de Careaga y la décima de Alarcón que ahí figura, deduciendo que el dramaturgo pudo haber vivido en Valencia o M u r c i a hacia 1608, ya que todas las décimas del Desengaño... fueron escritas por poetas valencianos. Apunta que en 1628 fue nombrado « R e p o r t e u r (relator) au Conseil R o y a l des Indes, "puesto bastante lucrativo"», y que el Semanario erudito del 9 de agosto de 1639 dio noticia de su muerte. Alude de pasada a las invectivas de los contemporáneos y a la alabanza de Alarcón por Lope en el Laurel de Apolo (1630); traduce vejámenes, décimas y sátiras (de Tirso, Pérez de M o n t a l b á n , G ó n g o r a , Guevara, Lope), y el p r ó l o g o en el cual R u i z de Alarcón se dirige al vulgo. Señala la coincidencia con el dramaturgo francés Desmarets, que en el encabezado de su comedia Visionnaires copió a Alarcón en los versos siguientes: 4

Para esta cita y las siguientes ver Royer, 1865, pp. 1-2.

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N'est par p o u r toi que j ' é c r i s Indocte et stupide vulgaire, J'écris pour les nobles esprits Je serais marri de te plaire . 5

U n a vez agotado el aspecto biográfico, R o y e r se concentra en las comedias, aludiendo a la proyección, en ellas, del autor R u i z de Alarcón: d o n j u á n de Mendoza, en Las paredes oyen; Garci R u i z de Alarcón, en Los favores del mundo. M e n c i o n a las comedias «atribuidas»: No hay mal que por bien no venga o Don Domingo de don Blas, La culpa busca la pena..., Quien mal anda mal acaba, Siempre ayuda la verdad, Las hazañas del Marqués de Cañete. Señala algunas características de la primera parte de El tejedor de Segovia, en función de lo que vendría a ser una falsa atribución al dramaturgo, partiendo del hecho de que éste nunca la m e n c i o n ó . Pese al craso error de que las tres obras traducidas (salvo Ganar amigos) hayan sido prosificadas, de acuerdo c o n el gusto de la época, el e m p e ñ o s o trabajo de Alphonse R o y e r es sustancial en la medida en que fija y difunde a Juan R u i z de Alarcón en lengua francesa, al tiempo que lo interpreta, en una edición dirigida tanto a lectores comunes como a especialistas. Las pretensiones de Edouard Barry, el tercero de los difusores de R u i z de Alarcón a quien me referiré aquí, son más limitadas en cuanto a extensión, pues se centran en la comedia alarconiana que entusiasmó a Francia: La verdad sospechosa. Barry intenta, en 1897, una edición anotada de la obra, separándola del resto de las comedias alarcónianas , y en el Prefacio resume sus objetivos: «ofrecer a los [...] hispanistas un trabajo si no definitivo, cuando menos, completo, que resuma lo que hasta ahora se ha escrito sobre La verdad sospechosa y sobre R u i z de Alarcón, quien fuera el maestro de Corneille en la c o media, tal como Guillén de Castro lo había sido al iniciarlo en la tragedia» . Además de las notas referentes a usos y costumbres, política, sátira, etc., Barry se ocupa de establecer las numerosas imitaciones que salpican los cinco actos de El mentiroso, imitaciones que a veces son traducciones literales. Proporciona, asimismo, algunas variantes y da noticia de ediciones publicadas en la época y bibliografía existente 6

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Ibid., p. 8. R u i z de Alarcón, La verdad sospechosa, ed. E . Barry, 1897, p. 190.

Ibid., p. 5.

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sobre la persona y obra de R u i z de Alarcón. U n fragmento del Prefacio da idea del entusiasmo de Barry por la obra en cuestión, pues fija la deuda de Francia respecto al dramaturgo: Francia le debe un homenaje, ya que heredó de él más aún de lo que había heredado España. E n efecto, mientras que más allá de los Pirineos, el género que creó desaparecía con él; mientras que, habiendo muerto Lope, la turba de dramaturgos se precipitaba sobre las huellas de Calderón; mientras que las inverosímiles comedias de capa y espada y las tragedias de honor grandioso y falso naufragaban en el ridículo con Cañizares y Cornelia, Corneille, en Francia, maravillado por La Verdad... imitaba la fórmula y renunciaba a la comedia de intriga; Moliere leía, a su vez, El mentiroso y declaraba'que sin esta lectura nunca habría escrito El Misántropo, ni habría pensado en la alta comedia, gloria de nuestro teatro clásico, fuente de la superioridad del teatro francés contemporáneo, del cual Juan R u i z de Alarcón, es en cierta medida, uno de los fundadores . 8

E l prefacio crítico, junto con el e m p e ñ o y el exacto cumplimiento de los objetivos propuestos, hacen de esta edición anotada de La verdad sospechosa un trabajo pionero en su tipo. H e n r í q u e z U r e ñ a reseñó la traducción y el estudio preliminar de Barry, estableciendo simpatías y diferencias y señalando que hubo una segunda edición, en la colección Mérimée, sin fecha. Las aportaciones de Gaspard Delpy, Ferdinand y Serge Denis, H e n r i Léonardon, Hyppolite Lucas, Francisque Sorcey, y Charles Habeneck, abarcan el estudio crítico, la traducción, la antología, la puntualización del dato biográfico y el intento de edición anotada. A L F R E D M O R E L - F A T I O , U N A L A R C O N I S T A INÉDITO

E l siglo X I X en Francia cierra con las indagaciones de Alfred Morel-Fatio en torno a La verdad sospechosa; la virtual preparación de una edición anotada de esta obra, que q u e d ó inconclusa; las notas de los cursos que sobre Alarcón impartió, entre 1891 y 1892, en el Instituí d'Hautes Etudes, recogidas por sus discípulos, y la formación de un acervo bibliográfico y documental de crítica d e c i m o n ó n i c a sobre R u i z de Alarcón. M e propongo a c o n t i n u a c i ó n intentar la valoración de los aportes de Alfred Morel-Fatio (1850-1924) al estudio de la obra alarconiana, Ibid., p. 24.

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a través del repaso sucinto del acervo alarconiano y mediante la revisión de algunas de las notas inéditas, preparatorias para una edición de La verdad sospechosa, que Morel-Fatio e m p e z ó con la ayuda de su discípulo Henri Leónardon, y que no llegó a concluir. Respecto a lo primero, el acervo, lo contenido en la carpeta que alberga el material crítico sobre R u i z de Alarcón reunido por M o r e l Fatio en el ú l t i m o tercio del siglo X I X , se puede describir como sigue: 1) Cuadernos, a) Establecimiento de variantes de La verdad sospechosa (o El Mentiroso) en la Parte Veynte y dos de las comedias del Fénix de España, Lope de Vega Carpió, ejemplar de la Biblioteca Nacional de París, posiblemente respecto al texto de la comedia en la Segunda Parte de las comedias... de R u i z de Alarcón; b) notas relativas a La verdad sospechosa. 2) Copia manuscrita del texto de La verdad sospechosa contenido en la Segunda Parte de las comedias..., realizada en España por Henri Léonardon, discípulo de Morel-Fatio. 3) Siete paquetes de fichas relativas a Alarcón, y que contienen anotaciones sobre la biografía del dramaturgo; la lengua, las costumbres, modas, estilo, citas, lugares y pensamientos en las comedias de Alarcón. 4) Copia del artículo del bibliógrafo mexicano Nicolás Rangel sobre los estudios universitarios del dramaturgo, publicado p o r la B i blioteca Nacional de M é x i c o en 1913, a c o m p a ñ a d o de una carta de Rangel a Morel-Fatio. 5) E l texto manuscrito de los cursos que sobre Alarcón M o r e l Fatio sustentó en el Colegio de Francia en 1900 y 1901. 6) Dos ejemplares de la revista mexicana Nosotros ( n ú m . 9, marzo de 1914), uno de ellos autografiado, en donde se publica la conferencia sustentada por Pedro Henriquez U r e ñ a el 6 de diciembre de 1913 en la Librería General Gamoneda de la ciudad de M é x i c o , que dio lugar a la p o l é m i c a sobre la mexicanidad de Alarcón, reseñada más tarde por Antonio Alatorre. 7) Noticias biográficas sobre Alarcón publicadas por Nicolás Rangel en el Boletín de la Biblioteca Nacional de México en 1915, con carta anexa de Rangel. 8) U n ejemplar del artículo de Francisco R o d r í g u e z M a r í n titulado «Nuevos datos para la biografía de D . Juan R u i z de Alarcón», aparecido en Madrid en 1912.

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E l conjunto, cubierto por el polvo de años, testimonia el cuidado de Morel-Fatio respecto al orden de sus papeles y el interés del hispanista por el tema R u i z de Alarcón. Hasta donde he podido averiguar, estas calas alarconianas no llegaron a ver la luz. Nada al respecto queda consignado, como artículo o como libro, en la Bibliographie des Travaux de M. Alfred Morel-Fatio, publicada como un Extrait du Bulletin Hispanique, 1925-1927. T a m poco en trabajos amplios de M o r e l - F a t i o . 9

E l contenido de los siete sobres mencionados antes nos remite a comentarios de Morel-Fatio de carácter diverso referentes a los temas de las comedias de Alarcón: a retruécanos, refranes, garcilasismos, gongorismos; a autores como Séneca y Marcial; astrología, quiromancia; particularidades lingüísticas y datos para el establecimiento de una biografía de Alarcón tomados de historiadores como Puibusque, Sack, Wolf, etc. Por lo que respecta a los cuadernos mencionados al principio de este repaso del expediente «Alarcón», contienen asimismo los c o m e n tarios a la lectura de varias comedias alarconianas. E n el cuaderno I La industria y la suerte (pp. 1-13); El semejante a sí mismo (pp. 14-20); La cueva de Salamanca (pp. 29-40); El examen de maridos (pp. 41-48). Morel-Fatio procedía estableciendo la síntesis de la obra por actos, mezclando los comentarios diversos con paralelismos relativos a autores contemporáneos de Alarcón, como Quevedo. E n el cuaderno II comenta El examen de maridos (continuación, pp. 1-7); Ganar amigos (pp. 8-20); El tejedor de Segovia (pp. 2 1 - 49; adelanta hipótesis sobre la autoría de la primera y segunda parte). E l cuaderno III contiene el análisis de Los favores del mundo (p. 9); Las paredes oyen (pp. 10-11); Mudarse por mejorarse (pp. 18-30); Los pechos privilegiados (pp. 18-30). Siguen comentarios críticos en torno a las «Dézimas satíricas a un poeta corcobado que se valió de trabajos ajenos», retomando los escritos satíricos de Lope de Vega, Quevedo, Antonio de Mendoza, Juan Pérez de M o n t a l b á n , Vélez de Guevara, M i r a de Mescua, F. Gabriel Téllez, Alfonso de Salas Barbadillo, Juan Centeno, Alonso de Castillo Solórzano, Alonso Pérez Marinos; «un aragonés» y Juan Fernández Alfay. E l manuscrito signado como M s . 23 de 87 páginas, contiene las notas de los cursos impartidos por Morel-Fatio en 1901 y 1902 sobre 9

Morel-Fatio, 1902, pp. 30-61, y 1923.

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A l a r c ó n , y anexos a él están los trabajos publicados por Rangel y H e n r í q u e z U r e ñ a , enviados a Morel-Fatio, en fechas posteriores a los citados cursos, lo que permite colegir que el interés de Morel-Fatio por Alarcón fue anterior a estas aportaciones cardinales de la crítica mexicana, y que dicho interés entroncaba más bien con un entusiasmo semejante al de Philaréte Chasles, una especie de «étonnement» francés al modo, quizás, del propio Corneille, en cuanto a la obra del novohispano. A z o r o positivo correspondiente al de una crítica francesa abundante y generosa hacia el autor novohispano, a la que me he referido antes. D e la influencia que los trabajos de estudiosos españoles pudieron ejercer sobre Morel-Fatio no encontramos más que la huella de Francisco R o d r í g u e z M a r í n y su artículo «Nuevos datos para la b i o grafía de d. Juan R u i z de Alarcón». Extraña que no exista m e n c i ó n alguna de la primera gran biografía, establecida por Luis F e r n á n d e z Guerra y O r b e hacia 1872. Salvo el erudito mexicano Rangel, el dominicano H e n r í q u e z U r e ñ a , y el español R o d r í g u e z M a r í n , presentes en el acervo, pareciera que el acercamiento de Morel-Fatio a R u i z de Alarcón fuera de primera mano, a través de la lectura directa que se vierte en el comentario personal. L A S A N O T A C I O N E S LÉXICAS A «LA V E R D A D SOSPECHOSA»

U n intento de edición de La verdad sospechosa o c u p ó a M o r e l Fatio, quien c o n t ó en este e m p e ñ o , como ya dije, c o n el auxilio de H e n r i Léonardon, uno de sus colaboradores cercanos. Utilizando, por un lado, la versión de la comedia proveniente de la Parte Veynte y dos de las comedias del Fénix de España, Lope de Vega, impresa en Zaragoza por P . Vergés / I. Ginobart en 1630, ejemplar existente en la B i b l i o teca Nacional de París, en el que la comedia se atribuye a Lope de Vega, y por otro, la copia manuscrita de La verdad... que el propio L é o n a r d o n realizó en la Biblioteca Nacional de M a d r i d y que d e b i ó entregar a Morel-Fatio, este inició un cotejo que principia en el verso 321 del texto. Es de suponerse que tal versión copiada y traída de España procediera directamente de la Segunda Parte de las comedias de Alarcón, impresa en 1634 en Barcelona por Sebastián de C o r m e llas y no de alguna de las «sueltas» que inundaron el siglo X V I I I , pero no podemos afirmarlo. Tampoco especifica Morel-Fatio cuál de las dos versiones, la de la Biblioteca Nacional de París o la de la

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Biblioteca Nacional de M a d r i d copiada por L é o n a r d o n , toma como versión base para establecer el cotejo. Por último, ignoramos, pues no lo aclara, si realmente pretendía llevar a cabo una edición crítica de la comedia (aunque todo parece apuntar a ello), por lo que el intento de edición textual queda como otra muestra del interés que el teatro de R u i z de Alarcón despertó en Morel-Fatio. H a y que puntualizar que los trabajos del erudito francés sobre Alarcón parecen datar de la época en que dictó los cursos sobre La verdad sospechosa en el Instituí d'Hautes Études de la Sorbona, en 1891 y 1892, previos a los mencionados del Collége de France, de 1900. Años antes, en 1889, el 2 de marzo para ser exacta, había sustentado una conferencia titulada «Le Menteur de Corneille et son original espagnol». Esta, 1889, sería la fecha en que comienza a ocuparse de la obra. C o n o c i ó , t a m b i é n , las bibliografías de Restori y de Salva sobre la comedia áurea, al igual que el trabajo de R u d o l p h Schevill, On the Bibliography of the Spanish Comedia. Dando por sentado el intento de cotejo de dos versiones de la c o media por M o r e l - F a t i o , vayamos a algunas de las notas reunidas por Léonardon, el colaborador devoto, a lo largo de los cursos que M o r e l Fatio dictó. Son anotaciones manuscritas en el ejemplar que contiene La verdad sospechosa. Mudarse por mejorarse . Se refieren a ambas c o medias, son de carácter léxico, están redactadas en francés, podrían constituir un glosario o notas de pie de página y traduciéndolas, pueden enlistarse como sigue: 10

Donaire, de «donarium»: en principio, cualidad, propiedad de una cosa; también, gentileza. «Hacer donaire» reírse de alguien, no hacer caso. Dar de partido: expresión relacionada con el juego. E l partido con palma es el terreno que se concede a un jugador más débil con el objeto de aventajarlo. Cuello: gran cuello alto del siglo X V I , acanalado todavía a principios del X V I I , y reemplazado en esta época por la «valona», cuello doblado, a veces adornado de encajes (cuadro de Las lanzas, de Velázquez), cuyo diminutivo es «valoncilla». La «lechuguilla» es una variedad del «cuello». Apanalado: acanalado, de panal, depósito de la miel. Las Platerías: barrio de los orfebres. Sin duda, hacia la mitad de lo que actualmente es la Calle Mayor, cerca de la Puerta de Guadalajara, 1 0

R u i z de A l a r c ó n , La verdad sospechosa. Mudarse por mejorarse, 1877.

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que fue destruida en 1582, pero cuyo nombre ha subsistido [...] y que en el X V I I designa al barrio de los comerciantes. Enjuto: seco, de «exustus». Cangilón: jarro de barro (jadet) para subir el agua en la noria. ¿Etimología dudosa? Del francés change. Proverbio: «Tal el cangilón, tal el olor». Holanda: tela de Holanda. [...] Premática: esto indica que la pieza es anterior a 1617. Posterior a la muerte de Felipe III (1611), ya que más arriba se menciona al rey con el epíteto de «Santo», que no puede aplicarse mas que a un rey d i funto. La pragmática contra el lujo (capítulos de reformación) es de 1623. Fue traducida al inglés, para el comercio. Se la encuentra en la Biblioteca Nacional. Dispone que el cuello casi no lleve adornos. Este fue reemplazado, entre los abogados, un poco después, por la golilla especial. E l traje siempre es negro, pero los soldados, que no están sometidos a las pragmáticas contra el lujo tienen derecho a llevar plumas y listones de color. N o es sino a finales del siglo X V I I , después de las guerras contra Portugal, en donde sirvieron franceses bajo las órdenes de Schomberg, cuando el atuendo a la francesa, llamado «a la Schomberg» se introduce en España como atavío militar. [...] Entretenido: es quien busca empleo, y mientras espera, tiene una pensión. E n lo militar: ayudante, oficial encargado del servicio del i n terior de la casa de un general, escogido entre viejos soldados nobles, o entre oficiales reformados. Las ordenanzas militares de 1632 reformaron el abuso consistente en disponer de gran número de estos oficiales. E l glosario continúa, pero para nuestro propósito —ilustrar la contribución de Morel-Fatio a la c o m p r e n s i ó n de la comedia proporcionando definiciones susceptibles de devenir notas léxicas— basta con estas muestras de erudición en materias no sólo literarias, sino de la historia, usos y costumbres de la España de Alarcón. Cabría esperar que el intento de una edición, ya sea crítica o simplemente, anotada, de La verdad sospechosa, iniciada por Morel-Fatio a través del cotejo inicial de dos versiones, haciendo uso además de las anotaciones registradas por Léonardon, fuera llevado a t é r m i n o . E n caso de que esto se emprendiera, habría que seguir los criterios usuales: rastrear las ediciones autorizadas de la comedia, empezando por las dos citadas aquí: la de la Parte Segunda de las comedias... de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza, de 1634, y la de la Parte XXII de las obras de Lope de Vega, a m é n de las sueltas impresas en el X V I I I ; y añadir las versiones modernas: la incluida en la edición de J . E .

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Hartzenbusch, de 1857, y la de Millares Cario, de 1957. Determinar el texto base de entre las versiones existentes; realizar el cotejo de variantes a partir del texto base; establecer las variantes en nota i n d i cando n ú m e r o del verso y signatura alfabética de cada versión de acuerdo con su nivel de corrección, incluyendo las variantes establecidas por M o r e l - F a t i o que empiezan en el verso 321 de la comedia; integrar en nota aparte las anotaciones léxicas que se consideraran pertinentes, del mismo Morel-Fatio. E n suma, partir de lo hecho por él y H . Léonardon, organizándolo con criterios modernos y a d e c u á n dolo a las necesidades de la edición. T o d o lo anterior, que se dice fácil, representa un trabajo minucioso que debiera realizarse entre dos o más personas. Es evidente que el acervo revela no sólo al estudioso del hispanismo, sino al bibliófilo. Las comedias de Alarcón impresas como «sueltas» en el siglo X V I I I están representadas en el acervo, al igual que las obras de la crítica francesa del siglo X I X sobre el dramaturgo. D e estas últimas he dado cuenta a lo largo del apartado «Adiciones posteriores a 1992» de m i segunda edición de una Bibliografía alarconiana. P o r lo que respecta a las impresiones antiguas, entresaco los siguientes t í t u l o s . 1) Don Domingo de don Blas, s.L, s.a. 2) Lo que mucho vale mucho cuesta... ganar amigos, M a d r i d , T . de Guzmán. 3) No ay mal que por bien no venga. (Col. de comedias... Laurel de Comedias), Madrid, 1653. 4) No ay mal que por bien no venga, Valencia, J . y T . de Orga, 1772. 5) No ay mal que por bien no venga, Valencia, J . y T . de Orga, 1777. 6) Nunca mucho costó poco, Madrid, T . de G u z m á n . 7) Nunca mucho costó poco, Madrid, T . de G u z m á n (otro ejemplar). 8) El tejedor de Segovia, Barcelona, T . Piferrer, 1771. Además de estas ocho comedias «sueltas» se localiza u n tomo completo de comedias de R u i z de Alarcón impreso por J . y T . de Orga en 1798, cuyo título reza: « C o m e d i a s / de / varios autores 11

1 1

Para los fines de este trabajo —ilustrar

la c o l e c c i ó n

alarconiana de

un

coleccionista como Morel-Fatio— omito la relación completa de la c o l e c c i ó n , por razones de e x t e n s i ó n . U n futuro c a t á l o g o c r í t i c o descriptivo dará cuenta de los acervos completos y de sus características.

A L F R E D M O R E L - F A T I O Y LA CRÍTICA F R A N C E S A

283

Españoles. / [ R u i z de Alarcón]. / [Tomo 16] / E n Valencia: / P o r Joseph y Thomas de Orga M D C C X C V I I I » . E l contenido es el siguiente: 1) Comedia Famosa Lo que mucho vale, mucho cuesta, engañar amigos (P- 5). 2) Comedia Famosa Nunca mucho costó poco, y los pechos privilegiados (p. 41). 3) Parte segunda de las comedias del licenciado don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoga, relator del Consejo Real de las Indias... A ñ o 1634. [En Barcelona, por Sebastián de Cormellas]. [Siguen las comedias que componen la Parte segunda]: Comedia Famosa Los empeños de un engaño. Comedia Famosa del Dueño de las estrellas. Comedia Famosa de La amistad castigada. Comedia Famosa de La manganilla de Melilla. Comedia Famosa de La verdad sospechosa. Comedia Famosa de Ganar amigos. Comedia Famosa del Antichristo. Comedia Famosa del Texedor de Segovia. Comedia Famosa de la Prueva de las promesas. Comedia Famosa de los Pechos privilegiados. Comedia Famosa de la Crueldad por el honor. Comedia Famosa de Examen de maridos. E n conjunto, se aprecia que este volumen alberga dos «sueltas», más el contenido íntegro de la Segunda parte de Comedias..., impresa en Barcelona en 1634. Paginación manuscrita, ff. 5-621. Lleva un índice al final. E l estado de conservación es regular, con algunas hojas manchadas, rotas, o parcialmente restauradas. E n cuanto a la obra alarconiana, el acervo de Morel-Fatio, como otros acervos europeos, r e ú n e comedias tanto en colección de autor (esta Parte segunda, por ejemplo), como en colecciones de diferentes autores, misceláneas, y comedias «sueltas» desglosadas. E l estudio cabal del acervo contribuirá a la mayor fama de un dramaturgo n o vohispano y de un erudito francés: Juan R u i z de Alarcón y Alfred Morel-Fatio, respectivamente.

284

M A R G A R I T A PEÑA

BIBLIOGRAFÍA C O R N E I L L E , P., Le Menteur, Rouen, 1 6 4 4 .

CHASLES, P., La France, l'Espagne et VItalie au XVJé siécle, ed. G . Charpentier, París, 1 8 7 7 . M O R E L - F A T I O , A . , «Les défenseurs de la C o m e d i a » ,

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— La comedia espagnole du XVJIe

siécle: legón d'ouverture, París,

Champion, 1 9 2 3 . R u i z D E A L A R C Ó N , J . , Théátre d'Alarcón,

tr. A . Royer, M . Levy, París,

1865.

— La verdad sospechosa. Mudarse por mejorarse, Madrid, Biblioteca U n i versal, 1 8 7 7 .

— La verdad sospechosa. Ed. précédée d'une notice biographique et littéraire et accompagnée de notes, de variantes et des imitations de P. Corneille. Par Edouard Barry, París, Gamier Fr., Librairies-Éditeurs, 1 8 9 7 . VIGUIER, E . , «Paralléle de La verdad sospechosa d'Alarcón et du Menteur de Corneille», en Oeuvres de P.

Corneille, I V , Charles Joseph Marty-

Laveaux, París, 1 8 6 2 , pp. 2 4 1 - 7 3 .

L A INVECTIVA APOLOGÉTICA DE HERNANDO DOMÍNGUEZ C A M A R G O . NOTAS P A R A SU EDICIÓN

Marta Carmen Pinillos Universidad de Navarra

D o m í n g u e z Camargo fue rescatado por la crítica con el impulso que tomaron los estudios gongorinos a partir del centenario de G ó n g o r a por Gerardo D i e g o , Carilla , M a y a , Arbeláez ... y especialmente por las dos ediciones de su obra en 1956 y 1960 , donde encontramos publicada la Invectiva apologética, texto en general marginado por la atención de los estudiosos, cuando no mal comprendido. 1

2

3

4

5

Valga como ejemplo el juicio de Giovanni M e o Z i l i o , quien no se explica «el salto brusco y aparentemente inexplicable entre el estilo de su prosa —realístico, mordaz, a menudo vulgar y hasta plebeyo dentro de su contextura retórica y gramaseológica— y el estilo de su poesía, finísimo, elegante y hasta precioso» , y considera este texto nutrido de u n lenguaje chocarrero inadmisible en boca de un sacerdote. G ó m e z Restrepo lo deja a un lado por su ningún valor literario y su extravagante estilo, es decir, que le disgusta el conceptismo, la «agudeza de arte e ingenio» que diría Gracián. Y es en este marco del 6

7

1

2

3

4

5

Diego, 1927 y 1961. Carilla, 1946, 1948 y 1963, pp. 37-51. Maya, 1952. Arbeláez, 1956, pp. 9-47. D o m í n g u e z Camargo, San Ignacio de Loyola, 1956 y Obras, ed. R . Torres

Quintero, 6

7

1960.

M e o Zilio, 1967, p. 47. Cito

por D o m í n g u e z

CLXXXVIII.

Camargo,

Obras, ed.

R.

Torres

Quintero,

p.

MARÍA C A R M E N PINILLOS

286

ingenio conceptista, en su modalidad satírica, en el que hay que juzgar el texto. Esta es una de las dificultades de base para acceder a la Invectiva: la densidad de su conceptismo que exige una anotación previa a los juicios literarios mas demorados. Estas páginas se centran en ejemplificar sumariamente los principales modos y terrenos en que opera el conceptismo camarguiano, señalando algunos campos lejanos al conocimiento del lector contemp o r á n e o que creo requieren de una anotación: juegos de ingenio c o n ceptista, intertextualidades, y alusiones de carácter culto —bíblicas y emblemáticas—, y c ó m o no, el terreno opuesto de lo popular y cotidiano. E n la misma dedicatoria tenemos ya un ejemplo ilustrativo de juegos conceptistas: Dedico, en fin, a V . M d . el Romance que me envió, que es volverle en pelotazo la pelota; porque me la sacó tan preñada de viento, que la juzgué vejiga con consonantes en el aire; y yo que conocí en los aires que estos eran ruidos y no nueces, traté de contarle las chazas y anotarle las faltas, por si en ellas les hallase las quince de corto, y hallé por mi cuenta que ni tiene chaza, que no sea digna de nota, ni nota que no sea de alguna falta, ni falta que no sea para rechazada, ni quinces que no se pasen a miles . 8

A partir de la expresión «volver la pelota» 'responder c o n mejores razones en una discusión', se crea una red de juegos verbales y alusiones, basados en el juego de la pelota y el léxico que le es propio: viento, chaza, quince, falta, miles... Los juegos con «preñada de viento» y la dilogía c o n «faltas» eran tradicionales, como se ve en el enigma que recoge Covarrubias al final de la entrada «pelota» en su Tesoro de la lengua castellana : «Soy una hembra preñada / que cuento más de m i l faltas, / bastando nueve; ando hinchada, / t r a é n m e baja y levantada»; también «nota» funciona dilógicamente, aludiendo a los yerros de la composición a n ó n i m a y a las notas o comentarios de la Invectiva. «Notar» significaba 'censurar, reprender' y «notas» son las acotaciones de los textos. Camargo además añade otras agudezas verbales basadas en la derivación: pelota/pelotazo; o «rechazada», creado a partir de «chaza»: «señal que se 9

8

C i t o siempre la Invectiva por D o m í n g u e z Camargo, Obras, ed. R . Torres

Quintero, 1960, p. 421, para el texto de arriba. 9

E n adelante abreviado: Covarrubias.

LA INVECTIVA

APOLOGÉTICA

287

pone en el juego de la pelota sobre el mesmo lugar donde la tienen, si es a chazas corridas, o a donde da el segundo bote [...] y que vale tanto como una parte; y es así, que el que hace una buena chaza no gana della quince, pero tiene parte en ellas por la esperanza de ganar la chaza» (Covarrubias). A todo esto suma la alusión a frases hechas, como «Más es el ruido que las nueces» . 10

E n todo el texto de la Invectiva, Camargo se entrega a verdaderas vorágines de todo tipo de juegos de palabras, dilogías, paronomasias, derivaciones, polípotes... U n ejemplo más, burlándose del desenfoque general del romance que critica se encuentra en el apartado «Erratas del libro»: La segunda errata es trascendental, que es el autor mismo; porque dió una en el clavo y ciento en la herradura. La tercera es la de algunos versos buenos, pero acertados por yerro. Y así todos los malos tienen el yerro de la cría y los buenos el yerro por acierto, que es el contrayerro del ganado orejisano; y así no hay ninguno bueno ni malo que no tenga su yerro, porque no se lo quiten por ganado mostrenco. La cuarta es yerro contra su autor, pues se clavó en cuanto dijo. Las otras no son erratas, tomadas de orín y mohosas como éstas, sino yerros de par en par bruñidos y claros. El primero, copla segunda: Rasgos de yerro son los clavos. N o es yerro de disparate, porque el clavo tiene pies y cabeza; pero es hierro con garabato, porque rasgos escritos son garabatos o rabos postizos de las letras . 11

N ó t e n s e los juegos sobre «yerro» 'error' y 'hierro, marca de los ganados'; las frases hechas sobre t é r m i n o s de la misma familia «dar una en el clavo y ciento en la herradura», o proverbiales «acertar por error», «tener (o no tener) pies ni cabeza», aplicado a los clavos y a los disparates del autor criticado, etc. Es comprensible que semejante estética causara el rechazo de críticos enemigos del barroco y sus supuestos excesos, pero los juegos de esta clase son constantes en la Invectiva y constituyen su verdadero objetivo literario: una exhibición de capacidad verbal y mental a base de todo tipo.de sutilezas, satíricas en este caso. U n a dificultad añadida es que a menudo estos juegos se basan en referencias intertextuales, lo que exige además el conocimiento del 1 0

«Más es el ruido que las nueces» (Covarrubias s. v. nuez); «Más es el ruido

que las nueces; cagajones descabeces», en Correas, 1924, p. 295, abreviado: Correas. 1 1

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 431.

en adelante

MARÍA C A R M E N PINILLOS

288

modelo previo. Quevedo es, por ejemplo, el referente imitado en los prólogos y dedicatorias. Escribe Camargo en el p r ó l o g o de la Invectiva: Si te digo lector mío, te parecerá que te echo el gato a las barbas. Si te invoco pío, me responderán los pollos . 12

E n El alguacil endemoniado, Quevedo se dirige «Al P í o lecton> : 13

Y si fuéredes cruel y no pío, perdona, que este epíteto, natural del pollo, has heredado de Eneas. La agudeza quevediana es, en general más elaborada. Por ejemplo, Camargo escribe: Si lector cándido, se me enojará la nieve. Si benigno, me desterrará del mundo la benignidad de los príncipes 14

con poca explotación, en esta oportunidad de las posibilidades de juegos, que no desaprovecha Quevedo en la dedicatoria de El mundo por de dentro, «Al lector, como Dios me lo depare, cándido o p u r p ú r e o , pío o cruel, benigno o sin sarna» , explotando la dilogía y paronomasia en benigno/venino 'divieso, grano, erupción en la piel' ; o en u n romance dedicado al río Manzanares, en que juega ademas con la onomástica de los Papas : 15

16

17

Dos estudiantes sarnosos, más granados que los trigos, con Manzanares se muestran si no Clementes, Beninos. La copla n ú m . 18 del romance a n ó n i m o que critica comienza presentando una figura ridiculizada en la literatura áurea, la del astró1 2

1 3

1 4

1 5

1 6

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 424. Quevedo, Los sueños, ed. I. Arellano y C . Pinillos, p. 104. D o m í n g e z Camargo, Obras, p. 424. Quevedo, Los sueños, ed. I. Arellano y C . Pinillos, p. 179. Ver Covarrubias: « U n a pupa que se suele hacer con un poco de materia y

díjose así, cuasi veneno, porque es como p o n z o ñ a que arroja de sí el cuerpo. Pero un hombre muy docto es de o p i n i ó n haberse dicho así cuasi benigno, porque de los que llaman nacidos hay unos malignos de mala calidad [...] 1 7

y otros b e n i n o s » .

Quevedo, Poesía original, ed. J . M . Blecua, n ú m . 770, vv. 93-96. V e r tam-

b i é n Quevedo, El Buscón, ed. D . Y n d u r á i n , p. 134: « ¿ N o os acordáis que dijisteis a los pollos p í o , p í o , y es P í o nombre de los papas, vicarios de Dios y cabezas de la Iglesia?».

LA INVECTIVA

APOLOGÉTICA

289

logo, del que se burla Camargo: «Ya nuestro poeta se remonta a los cielos, cargado de efemérides y astrolabios» , inspirándose nuevamente en Quevedo: «cargado de astrolabios y globos, e n t r ó un astról o g o » y «otro que estaba a gatas con un c o m p á s midiendo alturas y notando estrellas, cercado de efemérides y tablas» . 18

19

20

N o siempre las referencias son a textos y autores concretos . A menudo el texto de Camargo se inscribe en un género burlesco tradicional, como el famoso retrato de monstruo a base de equívocos ensartados. Según Chevalier estas caricaturas se pusieron de moda entre 1590 y 1620 . Conocemos, por ejemplo, De un agradable monstruo, Carta del monstruo satírico, El abad de la Redondela, El Gigante imaginado, La imposible Doncella, Loa curiosa y de artificio, El Caballero invisible. Novela compuesta en equívocos burlescos, etc. T e x t o m o d é l i c o es el Alonso de Ledesma Al Monstro imaginado (1615), que relata la vida y milagros del monstruo en siete capítulos. Camargo en un fragmento de la Invectiva reproduce el esquema del género, pero se limita a amontonar equívocos inconexos: 21

22

Mirélo de pies a cabeza, y aunque él estaba sin pies ni cabeza, me pareció que pisaba con dos áncoras de navio y que tenía manos de arpón, uñas con agallones y garras con orejas. Mirélo a la boca y vilo con impresión de tarasca entumida, entallada de bostezo perdurable que nunca se cierra, extenuada de hocico y despemancada de quijadas; los dientes, que eran colmillos, eran chuzos de marfil con corcova; y los que eran dientes parecían almocafres de hueso o escarpias de cuerno. Miréle al espinazo y parecióme todo de iguanas en espetera. Miréle a la cola y parecióme embrión de caimán por madurar, con macetas de cáscaras de huevo de avestruz por escamas. Mirélo a las alas y parecié1 8

19

2 0

2 1

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 461. Q u e v e d o , Los sueños, ed. I. Arellano y C. Pinillos, p. 101. Ibid., p. 166. Otras referencias varias de este tipo se localizan en la Invectiva: a G ó n g o r a y

sus obras más conocidas, como la Fábula de Píramo y Tisbe, citando las metáforas burlescas del chuzo y el asador (p. 471); el conocido pasaje de la d e s c r i p c i ó n de Polifemo, de la Fábula de Polifemo y Galatea (p. 458)...; la Silva de varia lección de Pero M e x í a (p. 441), el De Physonomiis, de Baptista de la Porta (p. 443); la alusión ala Filosofía oculta de Nieremberg (p. 467); al Arte poética española

de Juan D í a z

Rengifo (Salamanca, 1592), y sus «calendarios de consonantes» (p. 445), verdadero diccionario de rimas muy utilizado y mencionado por los escritores del Siglo de Oro, etc. 2 2

Ver Chevalier, 1992, pp. 88-89.

MARÍA C A R M E N PINILLOS

290

ronme sus plumas de escorpiones aserrados, de ranas en prensa, de alacranes batidos y de sapos acepillados . 23

E l texto citado mezcla el modelo del monstruo con el más general de los apodos o arte de motejar. Es interesante el hecho de que varias de las metáforas o apodos remiten a realidades del nuevo M u n d o , como la iguana o el caimán, en un buen ejemplo de adaptación indiana del modelo. Las alusiones cultas son otro terreno que ofrece numerosas posibilidades. E n el siguiente párrafo se alude al pintor Apeles y su famosa línea: E l señor Anticristo, con presunción grande, pareciéndole que era tan fácil escribir versos como revolver caldos, trató de pintar como el Paravicino, y quiso pintar Cristos y pintó monas; en lo sutil de sus versos se verá si son líneas de Apeles o pinceladas de espátula, que es cuchara catecúmena, cristiana por madurar y poesía no en versos sino en versa . 24

Es referencia culta a la anécdota de la línea de Apeles, relatada en varias misceláneas, como la Silva de varia lección de Pero Mexía, sobre los pintores Apeles y P r o t ó g e n e s que rivalizan sobre cuál de ellos pintará la línea más sutil y delgada en una tabla . La tenebrosidad del romance que critica la compara con la que s i guió a la muerte de Cristo: 25

me hallé pronunciando aquellas palabras del Areopagita: Aut Deus naturae patitur, aut mundi machina dissolvitur. Y es así, que padecía Cristo a manos de un romance 26

2 3

2 4

2 5

D o m í n g u e z Camargo, Obras, pp. 426-27. Ibid., p. 429. M e x í a , Silva de varia lección, ed. A . Castro, vol. 1, p. 646:

«Avergonzado

Apeles de que se hubiese aventajado en aquello P r o t ó g e n e s , tomando el pincel, en la subtileza de la línea que P r o t ó g e n e s había hecho en la suya, que a la vista parescía invisible (tan delgada era), pudo la subtileza de su mano hacer otra que dividía las dos ya hechas por medio de otra tercera color y tan en estremo delgada y subtil, que n i n g ú n lugar q u e d ó para más subtileza. Venido P r o t ó g e n e s y visto lo hecho, se c o n f e s ó por vencido y a grande priesa fue al puerto a buscar a Apeles para lo aposentar y honrar. Fue esta tabla, con solas estas líneas, tenida por milagro y guardada grande tiempo en Roma, a donde fue traída, hasta en tiempo de César, que en cierto fuego se q u e m ó » . Modernizo grafías y a c e n t u a c i ó n . 2 6

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 425.

LA INVECTIVA

291

APOLOGÉTICA

con la tópica alusión a los filósofos del Areópago, en particular a San Dionisio Areopagita, que exclamaron: «o el orden natural ha experimentado u n grave quebranto... o el creador del mundo atraviesa u n mal momento y los elementos sienten compasión de él». La leyenda y su frase eran bien conocidas por los escritores cultos . C a l d e r ó n , por ejemplo, las menciona en los autos sacramentales en numerosas ocasiones . Igualmente conocida en la época es la leyenda de los siete durmientes de Efeso, hermanos que fueron dormidos milagrosamente para escapar a la persecución de Decio, y despertaron al cabo de trescientos setenta y dos años según la Leyenda dorada , y que Camargo usa como referencia jocosa para burlarse del verso del romance a n ó nimo «en pie se quedan las dudas»: 27

28

29

y si no duermen, es cierto que no están en pie sino en postura más descansada [...] y si se levantan, ha de ser para andar a gatas averiguan-

2 7

Refiere Santiago de la V o r á g i n e ,

Leyenda dorada,

ed. F . M a c í a s , vol. 2, p.

659, que cuando tiene lugar el eclipse universal que a c o m p a ñ a a la muerte de Cristo, los filósofos griegos del A r e ó p a g o de Atenas se vieron obligados a reconocer que el autor de la naturaleza estaba pasando por un trance de sufrimiento y algunos exclamaron: «o el orden natural ha experimentado un grave quebranto o las apariencias nos e n g a ñ a n , o el creador del mundo atraviesa un mal momento y los elementos sienten c o m p a s i ó n de él». Ante esta e x c l a m a c i ó n San Dionisio, conocido t a m b i é n por el Areopagita, respondió: «Esta extraña noche

que de

repente ha surgido entre nosotros significa que está muy cercano el día en que la luz verdadera iluminará al mundo entero». Sin embargo otros autores,

como

recoge C . a Lapide, atribuyen esta famosa frase al propio Dionisio, « T u n e enim stupens exclama vi t: "Aut Deus naturae patitur, aut mundi machina dissolvitur", velut narrat Suidas, et Michael Syncellus in E n c o m i o S. Sionysii, dicens se id accepisse a suis mayoribus: "Deus ignotus patitur in carne, ideoque mundus hisce

Commentaria, p. 34). El cordero de Isaías, ed. M .

tenebris obscuratur, et concutitur"» (Lapide, ^ C o m p . C a l d e r ó n de la Barca,

C . Pinillos,

w.

107-10: «que algún filósofo diga / del A r e ó p a g o de Grecia, / que "espira su autor o espira / toda la naturaleza"» y nota donde se encuentran otros pasajes paralelos. ^ V o r á g i n e , ed. Macías, vol. I, pp. 410-14. C o m p . Tirso de Molina,

na de la sagra,

en

Obras dramáticas completas de Tirso de Molina,

La villaed. B . de los R í o s ,

vol. III, p. 132, donde el gracioso Carrasco al despertar de una borrachera dice: « Y o apostaré que he dormido / dos días, que suelo hacello [...]

/ nunca de dor-

mir me acabo; / mas con vinos excelentes / si son siete los durmientes / yo seré durmiente octavo».

292

M A R Í A C A R M E N PINILLOS

do quién las quiere hacer estantes y habitantes, siendo ellas los siete durmientes . 30

N o sorprenderá que una buena parte de estas referencias cultas pertenezcan a la Biblia o al terreno de la teología y la cultura eclesiástica: así cuando comenta que «Los dos primeros versos fueran cabeza de oro, si en los dos segundos no le nacieran patas de barro» , alude a Nabucodonosor y su s u e ñ o de la estatua con cabeza de oro, pecho y brazos de plata, vientre y lomos de broce, piernas de hierro y pies en parte de hierro y parte de arcilla . E n el párrafo que sigue se esconde también una nueva alusión veterotestamentaria: 31

32

Pues tratar el árbol de consultar vidas, cuando jura monarcas, es honra y provecho, que no hay calzador que los meta en un saco . 33

R e m i t e al a p ó l o g o de J o t á n : L a fábula fue m u y comentada por los Padres de la Iglesia: San J e r ó n i m o , San Isidoro, O r í g e n e s . . . , y 34

35

^ D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 467. 3 1

3 2

3 3

Ibid., p. 441.

Daniel, 2, 31 y ss. D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 441.

^Jueces, 9, 8-15. Abimelech, hijo de G e d e ó n , asesinó a sus hermanos e inst i t u y ó una m o n a r q u í a en Siquem. Cuando J o t á n conoce los hechos, desde lo alto del monte Garizim narra en forma de fábula la e l e c c i ó n del espino como rey que hicieron los árboles, en forma de a p ó l o g o . E l fracaso de Abimelech como rey sirve para ejemplificar que sólo puede haber en Israel un rey: el elegido por Yaveh. 3 5

Puede verse un extracto de esta literatura patrística en los Commentarii

de

Cornelio a Lapide: «rhamnus notat Antichristum, qui omni asperitate et feretate humanum genus vastabit; sed exibit ignis de rhamno, id est iniquitas de A n tichristo, et omnes qui eo confidunt pariter devorabit. Rursum S. Hieronymus in cap. II Aggai, per ligna accipit homines impios, per olivam, ficum et vitem, tres personas S. Trinitatis, per rhamnum vero d i a b o l u m » (Commentaria cum, cap. IX, 8); « R l i a m n u s , ait S. Hieronymus [...]

in librum Judi-

"spinosus frutex, et arbuscula

sentibus uncinisque contexta, quae teneat quidquid attigerit et retentum vulneret, et vulneratorum sanguine delectetur". Isidorus, libro X V I I ; O r í g e n e s , cap. VII: "BJiamnus, inquit, genus est rubi, quem vulgo senticem ursinam appellant, asperum, nimis et spinosum"... Pergit Damianus caetera enodando, cuius verba fusa in pauca contraham: "Per Garazim sancta designatur Ecclesia, quae est virtutum omnium schola, et coelestium segetum ubertate fecunda. Per olivam significatur ibi qui, Spiritus Sancti pinguedine delibuti, evangelizando

pacem reconciliant

homines Creatori. Per ficus, qui sanctae legis eruditione sunt sufíicienter instructi. Per vitem, qui triumphum Dominicae Passionis praedicare non cessant, itaque per doctrinae suae botros arentia corda nostra vino beati cruoris inebriant. C u m igitur oliva, ficus ac vitis, hoc est spirituales viri lignis praesse sylvestribus, id est terrenis

LA INVECTIVA

293

APOLOGÉTICA

manejada por los escritores de la época: C a l d e r ó n , por ejemplo, estructura su auto sacramental La humildad coronada de las plantas, en torno a este eje argumental. Otros campos de donde proceden referencias a menudo crípticas para el lector actual son los de la iconografía de los santos y los e m blemas, territorio en el que Camargo se muestra en extremo versado (baste revisar el Poema heroico ). Dentro de los motivos e m b l e m á t i cos se localizan muchas referencias zoológicas. Basten como muestra las siguientes: — A l avestruz capaz de digerir el hierro (documentado en P l i nio , R i p a , Juan de Borja , Saavedra Fajardo , etc.), c o n chiste dilógico tradicional: 36

37

38

39

40

Otros yerros hay que andan disfrazados con pellejos de orín; y para éstos es menester un lector avestruz que los digiera en la herrería de este romance . 41

— A l camaleón alimentado de viento, y mudado de colores, símbolos negativos del mal poeta: hominibus atque carnalibus nullatenus acquiescant, offert se rhamnus, et ab eis consumendus, et eosdem vel pravae conversationis exemplo vel erronei dogmatis incendio. Rhamnus enim spinis crebrescentibus horret, per quem scilicet quilibet perversus innuitur, qui sic peccatorum tanquam veprium asperitate

densatur»

(ibid., IX, 14). 3 6

3 7

3 8

Ver Gimbernat de G o n z á l e z , 1984 y 1986. Historia natural, X , 1. Ripa, Iconología, vol. I, pp. 126, 281, 472, incluye el ave en numerosas ale-

gorías relacionadas con comportamientos inmoderados en el comer: avidez, gula, voracidad. 3 9

Interpreta las portentosas facultades digestivas del avestruz como fortaleza

ante las adversidades: «Los hombres esforzados y valerosos no solamente se saben aprovechar de su virtud en los buenos y p r ó s p e r o s sucesos, pero aun de los muy grandes trabajos y adversidades sacan muy grande utilidad y provecho... L o que se significa en esta empresa del avestruz con el hierro en la boca, y la letra, SIC NUTRIUNTUR

FORTES,

que quiere decir, ASÍ SE S U S T E N T A N L O S

F U E R T E S . Dando a entender, que así como por tener este ave tanta calor natural en el e s t ó m a g o y tanta vehemencia de espíritus, digere y se mantiene con hierro y con piedras», ver Henkel y S c h ó n e , 1976, col. 806. Modernizo grafías y acentuación. ^Saavedra Fajardo, Empresas políticas,

ed. F. J . Diez de Revenga, empresa 22,

con el lema Praesidia maiestatis: «El P r í n c i p e ha de tener el e s t ó m a g o de avestruz, tan ardiente con la misericordia, que digiera hierros». 4 1

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 432.

MARÍA C A R M E N PINILLOS

294

Esta vida de viento, que es vanidad de poeta, lo hizo camaleón c i catero . 42

Válgate Dios por sangre, y qué mal contenta está con el color natural que Dios le dió, que se anda hecha un camaleón glotoneando transformaciones por este romance . 43

E l camaleón es símbolo de la adulación en A l c i a t o , representándose tradicionalmente con la boca abierta porque se mantiene del aire, y con la facultad de cambiar de color, como bien sintetiza la traducción de Daza Pinciano: «Está el C a m a l e ó n la boca abierta / y de aire se mantiene, / y en todos los colores se transforma». Los tres motivos que menciona Alciato los cita Camargo en diferentes pasajes de la Invectiva . — A la grulla, emblema de la vigilancia, que duerme sobre una sola pata mientras en la otra tiene una piedra que deja caer al dormirse para despertar con el ruido. Pero Camargo explota solo la imagen ridicula de una oración mal escrita : 44

45

está el desdichado volumen [...] en un pie, como grulla; porque le falta el estribo del al, que ha de sustentar el peso del sentido cabal de la oración . 46

C o m o en otras ocasiones es fácil documentar este m o t i v o en repertorios de emblemas como los de Valeriano, G i o v i o , Camerarius, Nicolás Reusner, o Sebastián de Covarrubias . 47

4 2

4 3

4 4

Ibid., p. 433.

Ibid., p. 450. Alciato, Emblemas, ed. S. Sebastián, n ú m . 53: « S e m p e r hiat, semper tenuem

qua vescitur auram, / Reciprocat Chamaleon, / Et mutat faciem, varios sumitque colores, / Praeter rubrum, vel candidum: / Sic et Adulator populan vescitur aura, / Hiansque cuneta devorat. / Et solum mores imitatur principis atros, / A l b i , et pudici nescius». 4 5

E l mismo motivo ya en la Historia Natural de Plinio, Camerarius, los Em-

blemas morales de Sebastián de Covarrubias..., ver Henkel y S c h ó n e , 1976, cois. 664-66. C o m p . G ó n g o r a , Soledades, ed. R . Jammes, I, vv. 108-109: « N o en ti la a m b i c i ó n mora / hidrópica de viento». ^ D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 440. 4 7

Ver Henkel y S c h ó n e , 1976, cois. 820-21; comp. v. g. Reusner: « S t u e v o -

lat, Palamedis auis, grus, siue quiescit: / Arreptum lapidem gestat vbique pede: / Peruigilis signum curae, mentisque sagacis: / Cessantem in vitium ne malus error agat. / O d i homines ignaua opera, vigilanteque lingua: / Stat vigili virtus firma labore diu. / Scilicet ars vsu, cura sapientia crescit: / Materiem vitiis dat diuturna

LA INVECTIVA

295

APOLOGÉTICA

— A la serpiente como representación de la envidia: Y o pensé que la envidia solamente rompía pellejos de culebras y mascaba víboras, dándose hartazgos de venenos . 48

La personificación de la Envidia como una mujer vieja que se alimenta de víboras, y tiene de serpientes la cabellera se encuentra en muchos repertorios, desde O v i d i o a R i p a . E l famoso libro de A l ciato la representa de igual forma en el emblema 7 1 , que glosa Daza Pinciano: «Por declarar la invidia y sus enojos / pintaron una vieja, que comía / víboras». Pero donde quizá las dificultades se acumulen más peligrosamente sea en el terreno de las alusiones a p e q u e ñ o s detalles u objetos cotidianos, o a la fraseología paremiológica, que ha desaparecido en buena parte de la experiencia del lector moderno. E n un pasaje de la Invectiva exclama el locutor: 4 9

5 0

51

no alcanzo qué enredos tenga este cuerpo en su Cruz para que sea laberinto [...] porque él se está largo y tendido [...] sin tener vueltas como espada 52

lo que no se entiende sin tener en cuenta que la vuelta de la espada «es el torcimiento de la línea recta u del corte o filo», (Diccionario de Autoridades , s. v. vuelta). Objeto cotidiano era también la «mano de J u das», tipo de matacandelas de este párrafo: 53

54

quies. / Q u i a felix, et qui prudens vult esse, laboret: / C o m m o d a D i i vendunt cuneta labore graui. / Sic et A r i s t ó t e l e s fertur plerunque lapillum / Peruigil in somnis sustinuisse manu. / Segnitiem fugiat, studii qui flagrat amore: / Ignauas odit sorsque, Deusque preces». 4 8

4 9

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 460. Metamorfosis, II, 768-70: « C o m i e n d o la carne de v í b o r a s , alimento de sus

vicios». 5 0

C . Ripa, Iconología, vol. I, p. 342: «Mujer vieja, fea, pálida, de cuerpo seco y

enjuto y ojos bizcos. V a vestida del color de la herrumbre, destocada y con

los

cabellos entreverados de sierpes. Irá comiendo su propio c o r a z ó n , que sostiene agarrado entre las manos». 5 1

Alciato, Emblemas, ed. S. Sebastián, p. 106: «Squallida víperas manducans

femina carnes, / cuique dolent oculi, quaque suum cor edit, / quam macies et pallor habent, / spinosaque gestat / tela mnu: talis pingitur Invidia». 5 2

5 3

5 4

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 443. E n adelante abreviado: Autoridades. Autoridades: «Se llama cierta especie de matacandelas hecha en forma de una

mano que en la palma tiene una esponja empapada».

296

MARÍA CARMEN

PINILLOS

salíme a las estrellas y vílas a medio día apagadas una a una, como candelas de miércoles de tinieblas: y fue ventura que no me diera alguna gaznatada la mano de Judas . 55

O el hecho de «escoger a m o c o de candil», frase hecha 'escoger muy cuidadosamente' que ridiculiza Quevedo en el Cuento de cuentos, y que Camargo usa seguramente con esta contaminación jocosa quevediana: No puedo entender sino que como era isla para hacer narices, la anduvo a buscar, y escogió ésta a moco de candil, y la halló tan a propósito como antojos para un cojo que busca muletas. ¡Válgate Dios por plata y por perlas ! 56

Dentro de este terreno de la cultura oral hay que situar las abundantes menciones, con sus correspondientes significados de personajillos folklóricos: Garibay con su alma errante , Pero G r u l l o , Pedro por d e m á s , Marirrabadilla o el mismo Juanelo Turriano , ingeniero italiano que inventó un famoso artilugio para subir agua a T o l e do, entre otros, y que acaba convirtiéndose en personaje legendario. Todos estos, y otros muchos, que recuerdan la galería del Sueño de la Muerte quevediano, aparecen en Camargo y convendría explicarlos en una edición anotada de su invectiva. Pertenecen también al territorio 57

59

5 5

5 6

5 7

5 8

60

58

61

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 426. D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 454. Correas, 1924, p. 118. Ver t a m b i é n Caro Baroja, 1972, pp. 145-49. D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 471. Otro personajillo al que se le atribu-

yen profecías tautológicas. Correas, 1924, registra varias entradas (pp. 410, 633 y 657). Las perogrulladas llegaron a convertirse en un s u b g é n e r o literario, ver Periñán,

1979, pp. 135-38; y para Quevedo, Chevalier, 1992, p. 124. 5 9

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 425. Correas, p. 546: « C o m o Pedro por

demás. Por desocupado». ^ D o m í n g u e z Camargo,

Obras, p. 480. Correas (pp. 186, 276, 332 y

607):

«En casa de Marirrabadilla cada cual en su escudilla», «Los hijos de Marirrabadilla cada cual en su escudilla». 6 1

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 447. Alude Camargo a dos motivos rela-

cionadas con Juanelo Turriano: su artificio y el motivo del huevo. La e x p r e s i ó n el « h u e v o de Juanelo» se corresponde con la anécdota del « h u e v o de C o l ó n » , significando que una cosa que al parecer presenta mucha dificultad, es facilísima después de sabido en q u é consiste. Ver S á n c h e z M a y e n d í a ,

1948.

LA INVECTIVA

297

APOLOGÉTICA

de lo oral las alusiones a refranes o proverbios, como éste de la hormiga : 62

A l fin, al pobre velo, aunque le dio las alas que pudo la copla, le nacieron alas como a la hormiga 63

y las parodias de motivos líricos populares: E l hacer que se arqueen las zonas, arquean zonas purpúreas, es venírsele a la boca la matemática y dar arqueadas con ellas; pues si ellas se son zonas circulares, perfectamente redondas, ¿qué necesidad tienen de arquearse? Los duelos los hicieron arcos, que ellas arcos se eran variante de «Duelos me hicieron negra, / que yo blanca me era», n ú m . 142 en el corpus de M . Frenk . E n el contexto del registro satírico se apela en ocasiones al lenguaje marginal y de gemianía, igualmente h e r m é t i c o para la mayoría de posibles lectores actuales: 64

Y si hemos de pensar en el vestido que no le quiso dar el poeta y se lo remitió al rigor, yo digo que el rigor no puede ser sino sastre de j u bones de azotes . 65

«Jubón de azotes» en lenguaje de germanía significa 'las heridas y cardenales que cubren la espalda del azotado, y que figuradamente forman una especie de traje ajustado, el j u b ó n , que es la misma carne del reo' . C o m o señala Chevalier, es equívoco chistoso tradicional . 66

6 2

67

Correas, 1924, p. 331: « N a c e n alas a la hormiga para que se pierda más a í -

na»; R o d r í g u e z M a r í n , 1926, p. 380: «Por su mal c r i ó alas la h o r m i g a » y «Por su mal nacen alas a la hormiga»; Covarrubias: «hay muchas especies de hormigas y a algunas les nacen alas para perderse». C o m p . Cervantes,

Quijote, II, 33:

«que

maguera tonto, se me entiende aquel refrán de "por su mal le nacieron alas a la hormiga"». 6 3

6 4

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 486. Frenk, 1987, n ú m . 142A. Eran versos tan populares que se encuentran en

Correas (p. 168), e imitados y parodiados en otros autores como Q u i ñ o n e s

de

Benavente, e n t r e m é s de El tiempo, en Jocoseria, f. 21 v.: « D u e l o s me hicieron vieja, / que yo moza me era». 6 5

6 6

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 438. C o m p . Quevedo, Jácara del Escarramán, en Un Heráclito cristiano, ed. I. A r e -

llano y L . Schwartz, p. 604, y nota al v. 104: « C o n t r i b u y e m e con algo, / pues es mi necesidad / tal, que tomo de el verdugo / los jubones que me da». Se aportan otros pasajes y amplia d o c u m e n t a c i ó n . 6 7

Chevalier, 1976, p. 20 y 1992, p. 49.

MARÍA C A R M E N PINILLOS

298

C o m o sucede a menudo la falta de comprensión del texto provoca una mala lectura o viceversa. E n otro complicado pasaje juzga C a margo el texto vilipendiado, y en todas las ediciones se lee: La séptima [copla del romance], [...] son los siete pecados mortales de esta pluma y el guillen cerven adonde entran todos los ingredientes de epítetos que abultan los botes articulados de estas coplas, para que estén de bote en bote de desaciertos; y en ellas no haya de todo como en botica, sino más que en la botica; pues en ella no hay volumen en bote, ni ondas en bote, ni cortinas en bote, y en ellas sí, porque sólo este romance es el pastel en bote, antonomasia preñada de los hojaldres retóricos . 68

Dejando ahora aparte la v o r á g i n e de juegos sobre la palabra bote/botica, etc., aparece una expresión, «guillen cerven», que desorienta a su editor Torres Quintero c o m o se ve en la nota a pie de página: «Así en el original que no hemos logrado interpretar pues n i n g ú n diccionario, antiguo n i moderno, registra estas voces. Acaso haya de relacionarse con la voz catalana guillem, "el vas de nit", que se da en el Tresor de la ¡lengua...». L o que sucede es un simple caso de ceceo , y el «guillen cerven» es el Guillén Servén, por metonimia con el nombre de su inventor, un conocido emplasto del que encontramos d o c u m e n t a c i ó n en otros textos, c o m o Los sueños, de Quevedo: «¿Qué dolor habrá de tan mal gusto que no se huya de los tuétanos por no aguardar el emplastro de Guillén Servén, y verse convertir en baúl una pierna o muslo donde él está?» . E l Guillén Servén justifica la presencia de otros términos médicos habituales también en textos burlescos y satíricos, (bote, botica), que a su vez atraen otras frases hechas, proverbios, etc., como «De bote en bote», «De todo hay como en botica» o «Pastel en bote», que es «Cierta especie de guisado c o m puesto de pierna de cordero, picada con gordo de tocino, y cocido con grasa de la olla, y después se le echa azafrán, pimienta y clavos; y acabado de cocer se le hace espesar con pan y queso rallado» (Autoridades). 69

70

71

6 8

6 9

7 0

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 450. E n la p. 477, el editor sí enmienda «servatanas» por «cerbatanas». Ver Dubler, 1954. Ver la nota al pasaje de Los sueños, de Quevedo, ed. I.

Arellano, p. 320. 7 1

Quevedo, Los sueños, ed. I. Arellano y M . C . Pinillos, p. 210.

L A INVECTIVA

299

APOLOGÉTICA

L o mismo sucede en otros casos de problemática fijación textual si no se comprende el juego alusivo en la estética conceptista que es preciso observar como marco de lectura de esta pieza camarguiana. E n una serie de burlas que recurren a exagerar la vejez, Camargo acumula tópicos como la m e n c i ó n de personajes del Antiguo Testamento, que tienen en c o m ú n su longevidad: Adanes por légañas, tosiendo Sarras y escupiendo Matusalenes . 72

E l texto está bien, y no es necesario enmendar «Sarras» por «sarnas» como propone Torres Quintero, ya que Sarra es nombre burlesco prototipo también de longevidad, como refiere Covarrubias: «Hay un t é r m i n o y modo de hablar, que decimos de una persona ser más vieja que Sarra; unos entienden haberse dicho por la mujer de Abraham, la cual vivió ciento diez años [...] Algunos entienden haberse dicho de Sarra, nieta de Aser», y está ampliamente documentado en Quevedo, Correas, Feliciano de S i l v a . . . Podría recordarse también aquel p a saje del Quijote, I, 12, en el que don Quijote y el cabrero discuten precisamente acerca de esta pareja de t é r m i n o s : «—quizá, y aun sin quizá, no habréis o í d o semejante cosa en todos los días de vuestra vida, aunque viváis más años que sarna. — D e c i d Sarra— replicó don Quijote, no pudiendo sufrir el trocar de los vocablos del cabrero. — H a r t o vive la sarna — r e s p o n d i ó Pedro; y si es, señor, que me habéis de andar zaheriendo a cada paso los vocablos, no acabaremos en un año». 73

E n conclusión, la Invectiva de D o m í n g u e z Camargo es un magnífico ejemplo de un g é n e r o del cual la Perinola quevediana es quizá la m á x i m a cima. E n la pieza el poeta novogranatense pone en funcionamiento todos los recursos del conceptismo satírico, desde las alusiones cultas, eruditas, teológicas o bíblicas, con especial atención al mundo de los emblemas, hasta los juegos sobre refranes vulgares, tópicos costumbristas, chistes sobre personajillos folklóricos o sobre detalles de objetos cotidianos. 7 2

7 3

D o m í n g u e z Camargo, Obras, p. 485. Quevedo, Un Heráclito

cristiano, ed. I. Arellano y L . Schwartz, p.

306:

«Quejaste, Sarra, de dolor de muelas, / porque juzguemos que las tienes, cuando / te duelen por ausentes, y mamando, / bocados sorbes y los sorbos cuelas», y las correspondientes notas; Correas, p. 304:

«Más vieja que Sarra»; Silva, Segunda

Celestina, ed. C . Baranda, p. 158: «voto a tal, más vieja es que Sarra».

300

MARÍA C A R M E N PINILLOS

La elaboración ingeniosa que vierte sobre todos estos materiales, las técnicas de la agudeza que estudia Gracián en su Agudeza y Arte de ingenio, convierten a la Invectiva en un texto muy difícil, necesitado de una anotación exhaustiva capaz de solucionar también algunos problemas de la fijación textual, del tipo de «Guillén Servén» o «Sarra» que he comentado. E n la presente glosa he intentado sugerir solo la compleja densidad de este texto y la necesidad de proveerlo de un aparato de notas que permita su mejor comprensión, lo que quizá a su vez permita u n j u i c i o más ponderado a los estudiosos, que no deben olvidar el g é n e r o en el que se inserta y sus convenciones dentro de la estética aguda vigente.

LA INVECTIVA

APOLOGÉTICA

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HERMENÉUTICA Y EDICIÓN CRÍTICA D E LAHISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS D E L P. A C O S T A

Fermín del Pino Díaz* CSIC, Madúd

Este ensayo forma parte de m i interés por el pensamiento antropológico en general, que en m i caso se relaciona con el Perú, pues fue en la r e g i ó n de la selva peruana de Madre de Dios donde «velé mis armas» profesionales de a n t r o p ó l o g o a comienzos de los años 70: i n tentando entender el proceso migratorio que llevaba masivamente a la población de la Sierra vecina, C u z c o y Puno, a obtener lotes de tierra en las orillas de los ríos orientales. E l tema que me ocupa hoy, la edición actual de una crónica jesuítica del Siglo de O r o sobre las Indias orientales y occidentales, es aparentemente distinto, pero está í n t i m a m e n t e relacionado en m i caso. Y no solamente porque el P . Acosta es un autor antropológicamente muy conocido, principalmente por sus noticias generales y bien seleccionadas del mundo peruano y mejicano , sino por razones más personales de m i parte. 1

2

* Para el viaje a Lima g o c é

de una ayuda

de la D i r e c c i ó n

General

de

C o o p e r a c i ó n y C o m u n i c a c i ó n Cultural del Ministerio de E d u c a c i ó n y Cultura español que me complace agradecer. 1

Emplearé en adelante la a b r e v i a c i ó n HNMI

para referirme a la obra

de

Acosta, y citaré los textos de esa procedencia aludiendo solamente a su libro en romano, y al capítulo en arábigo. De acuerdo a la propuesta de este ensayo, usaré indiferentemente de cualquier e d i c i ó n (a menos que sea preciso) y preferiré mi propia v e r s i ó n textual, como parte de un proyecto editorial global. Uso los signos para extraer partes del texto, y [ ] para añadirlas. Subrayo mis énfasis, para diferenciarlos de los del autor citado. 2

Se advierte al lector que escribiré México o

mexicano cuando me refiera al

mundo c o n t e m p o r á n e o , que ha adoptado esa grafía por voluntad nacional. Pero Méjico, cuando me refiera al mundo colonial o p r e h i s p á n i c o , donde la «x» tiene

306

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

A l mismo tiempo que desarrollaba m i trabajo de campo en Perú por los veranos del 71, 74 y 75, realizaba el resto del a ñ o en M a d r i d mi tesis doctoral sobre las crónicas de Indias como textos fundacionales de la antropología española. Ambas actividades formaban parte de m i tarea oficial como profesor de Antropología Americana: las crónicas eran usadas entonces por mí como materia informativa acerca de las sociedades americanas —en particular del P e r ú — , del mismo modo que las informaciones procedentes de «trabajos de campo» contemporáneos. Siendo la mayor parte de estos trabajos recientes llevados a cabo por universitarios extranjeros, m i recurso presente —aparentemente a n a c r ó n i c o — a las crónicas de Indias adquiría inevitablemente un papel intelectual compensatorio; aunque mis propios trabajos de Madre de Dios no estaban realmente desconectados de la r e n o v a c i ó n de estos estudios en España, patrocinada por el Instituto de Cultura Hispánica entre 1965 y 1967, n i de los trabajos realizados entonces por la entusiasta «Misión Española en el Perú», dirigida por el D r . Ballesteros y centrada en Chinchero, C u z c o . Habiendo sido educado en la antropología de la mano de profesores españoles (Claudio Esteva, Juan Comas, Santiago Genovés, Angel Palerm, Carmelo Lisón, etc.), todos venidos de fuera y, algunos de ellos, antiguos exilados en M é x i c o formados más bien en la antropología boasiana — y en general norteamericana—, era natural que echase en falta nombres españoles en m i lista de «padres fundadores de la disciplina». E n m i tesis doctoral de 1975 tuve que emplear muchos manuales de historia de la antropología, europeos y americanos, para medir el reconocimiento antropológico concedido a las crónicas de Indias, y pude darme cuenta perfectamente del lastre nacionalista que los c a racterizaba a todos: no todos ellos eran, claro está, apologéticos de la propia tradición nacional. Pero ninguno lograba separarse de las c o n diciones presentes en que el historiador en cuestión trabajaba, especialmente si el autor no era historiador de profesión.

valor de / x / (sonido velar, fricativo, sordo) en la escritura antigua e s p a ñ o l a . explicará más ampliamente en el texto mi

preferencia

Se

por la transcripción

modernizadora, aunque en este caso se trate de un gesto respetuoso con la fonética y la grafía del s. X V I , es decir no modernizador. Q u i z á sea más modernizadora la p r o n u n c i a c i ó n con «x», que adoptan malamente los lectores anglosajones y, en general, no castellanizados.

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N CRÍTICA DEL P. A C O S T A

307

Es difícil que un autor —científico o n o — mire a su pasado sin tomar partido, consciente o inconscientemente. N u n c a se hace historia sin que el presente nos influya de u n modo u otro, y no hay otra solución satisfactoria que reconocerlo con franqueza: al hacerlo consciente, el prejuicio presentista pierde parte de su eficacia de engaño. Ocurre lo mismo que con el etnocentrismo, es decir, con la disposición a considerar la propia cultura como base de interpretación de las otras, que hace falta solamente hacerla consciente para inhibir su peligrosa acción. Algunos discípulos de Boas, seducidos por el mensaje psicoanalítico de Abraham Kardiner — c o m o Margaret M e a d o R u t h Benedict—, propusieron que los antropólogos deberían hacerse un psicoanálisis antes de analizar culturas ajenas: así sabrían ellos mismos de q u é pie cojeaban. Este sentido tienen probablemente las frecuentes confidencias en sus trabajos de parte de los antropólogos postmodernos, a estilo de Clifford Geertz: quieren advertir al público de sus preferencias y alergias interculturales. Excúsenme esta larga digresión introductoria, para explicar m i propia posición y preferencias ante el propio pasado. P o r lo que hace a m i afición antropológica a las crónicas de Indias, pues, no es del todo fuera de lugar advertir al lector de m i justificable búsqueda de ancestros disciplinares. Eso no quiere decir que no me interesen de las crónicas de Indias sus informaciones puramente etnohistóricas, todo lo contrario. L a mayor parte de los maestros o colegas de quienes he aprendido a usar mejor estos textos (Jiménez de la Espada, Icazbalceta, Paul Kirchhof, Pedro Armillas, Pedro Carrasco, R o w e , Murra, Araníbar, Pease, etc.) persiguieron recomponer la historia prehispánica con ellas, antes de valorarlas como fuente de conocimiento o como posible precedente antropológico; aunque casi todos ellos han hecho contribuciones en ambos sentidos, especialmente R o w e . Pero un defecto c o m ú n de los enfoques etnohistóricos ha sido, durante mucho tiempo, el buscar información prehispánica sin límite o garantía alguna, de modo inconsciente o desinteresado respecto de mucho problemas metodológicos o epistemológicos. Durante tiempo, la etnohistoria buscaba documentos de modo masivo, m i e n tras más mejor, y a ser posible tempranos y fiables. E n la medida en que estos testimonios contuviesen algo de elaboración intelectual, se hacían dignos de sospecha informativa: ésta es la razón de que algunas crónicas —por no decir, la m a y o r í a — se hayan hecho acreedoras de

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

308

un cierto desprecio como fuente informativa, por comparación con documentos administrativos o judiciales, supuestamente más espontáneos y vivos, considerados por ello como documentos emanados directamente de la realidad social. A l g o de responsabilidad ha cabido en esto, según creo, al espíritu de la «escuela de los Afínales» y su b ú s queda de documentos impersonales, cuantitativos y seriados, respecto a lo cual han comenzado ya a surgir algunas protestas. E n especial de parte de R o b e r t Chartier, que en u n artículo en esa veterana revista advertía de la a m p u t a c i ó n de la realidad cultural, implicada en esa estrategia cientifista y positivista de la historiografía francesa, tomada de la sociología: En principio, es obvio que ningún texto, ni siquiera el más aparentemente documental, ni siquiera el más «objetivo» (por ejemplo, un cuadro estadístico creado por una administración) tiene una relación transparente con la realidad que capta. [...] La relación del texto con la realidad [...] se construye según modelos discursivos y divisiones intelectuales propias a cada situación de escritura [...] Estas categorías de pensamiento y estos principios de escritura son los que hay que actualizar antes de realizar cualquier lectura «positiva» del documento . 3

Esta búsqueda de objetividad historiográfica se relacionaba i n d u dablemente con la influyente escuela de D u r k h e i m y Marcel Mauss . C o m o el aludido prejuicio m e t o d o l ó g i c o hacia las fuentes «reflexivas» en la tradición etnohistórica se correlaciona posiblemente con la subyacente disposición antropológica a creer solamente en informantes puros, no ladinos o aculturados. Nuestra disciplina se dice haber nacido el día en que Malinowski decidió prescindir de intérpretes en las islas Trobriand, y dejar de hacer u n estudio parcial y de encargo, para Haddon o Rivers, pudiendo en adelante construir una monografía global de la vida indígena . Desde entonces la antropología ha perseguido como rasgo idiosincrático disciplinar captar el punto de vista indígena, en su propia lengua, sin intermediarios, etc. D e ahí es posible que proceda la desconfianza hacia los textos escritos procedentes de personajes cultos y la preferencia por los emanados de informantes ágrafos. Aunque ese prejuicio positivista ya lo hubo tradicionalmente 4

5

3

Chartier, 1989 y que da nombre a la r e c o l e c c i ó n global de artículos de un

libro, traducido: Chartier, 1992, pp. 40-41. 4

5

Pino, 1994. Stocking,

1993.

309

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N C R Í T I C A D E L P. A C O S T A

en el movimiento folklórico de finales de siglo pasado, cuando se confiaba tanto en las recolecciones de tradiciones tomadas por campesinos mismos y se desconfiaba de las elaboraciones posteriores: lo importante era collecting materials, con la excusa de que estaban a punto de desaparecer, dejando que luego vinieran las interpretaciones. Este lastre materialista y positivista —de origen r o m á n t i c o — no ha desaparecido del todo de la disciplina etnohistórica en el presente. E n los años 50 todavía se quejaba el etnohistoriador norteamericano W i l l i a m Fenton de la poca preparación de los antropólogos para atender a los papeles de interés indígena acumulados en las bibliotecas y archivos: era sorprendente, decía, que n i n g ú n especialista del área iroquesa hubiese trabajado los textos del P . Lafitau, que había ya descubierto en 1724 el parentesco clasificatorio, mucho antes que Morgan . E n la actualidad no puede decirse lo mismo, especialmente para el área hispanoamericana: tan bien dotada de fuentes desde que Julián H . Steward y Alfred Metraux acometieran su estudio sistemático en un manual etnográfico para Sudamérica, aprovechando magníficamente las fuentes coloniales conservadas, y en el reunido posteriomente para Mesoamérica por C l i n e , donde sólo el área etnohistórica ocupaba una cuarta parte del Handbook (4/16) . A pesar de ello, y de todo lo adelantado en nuestros días en este campo etnohistórico, los antropólogos seguimos desconfiando de los textos secundarios, y fiándonos sobre todo de nuestros informantes directos, de los testimonios supuestamente inocentes. Esto ocurre incluso con la p r o d u c c i ó n propia: estamos preocupados en c ó m o «escribir las propias monografías», no en c ó m o leer las ajenas. Curiosamente, el título de u n seminario en 1985 en Santa Fé sobre antropología postmoderna, preocupada particularmente en reflexionar sobre la naturaleza frágil de la disciplina, se llamaba «escribiendo sobre culturas» y no «leyendo sobre culturas» . 6

7

8

Se diría que todo antropólogo, como cuestión de principio, tiene renuencia a mantener intermediarios entre él y los sujetos de estudio. A pesar de que t í m i d a m e n t e , algunos colegas ya revisan los prestigiosos trabajos de campo realizados por algunos de nuestros padres 6

7

Fenton, 1952 y Steward,

1969.

1946-49;

y

Wauchpe,

1965-1992,

con

cuatro

tomos

etnohistóricos, vols. 12-15, dirigidos por Howard F. Cline, desde 1972. 8

1986.

La famosa r e c o l e c c i ó n postmoderna de artículos, coordinados por Marcus,

310

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

fundadores (Boas, Malinowski, Redfield, Mead, etc.) cuestionando la información reunida y los m é t o d o s empleados, apenas unos pocos como C . Geertz se atreven a considerar la monografía antropológica no solamente como una ciencia natural —que busca el contacto d i recto c o n la realidad— sino también c o m o una cuestión inevitablemente literaria y de autor . Así, por ejemplo, se expresaba en uno de sus ensayos más famosos, comparando la tarea interpretativa de la antropología con un ejercicio literario: 9

E l análisis [antropológico] más bien se asemeja a la [tarea] del crítico literario [...] Lo que en realidad encara el etnógrafo (salvo cuando está entregado a la más auténtica de las rutinas que es la recolección de datos) es una multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, muchas de las cuales están superpuestas o enlazadas entre sí [...] Hacer etnografía es como tratar de leer (en el sentido de «interpretar un texto») un manuscrito extranjero, borroso, plagado de elipsis, de incoherencias, de sospechosas enmiendas y de comentarios tendenciosos y además escrito, no en la grafías convencionales de representación sonora sino en ejemplos volátiles de conducta modelada . 10

A l fin y al cabo, cuando un a n t r o p ó l o g o relata su experiencia de campo y comunica a sus colegas sus conclusiones o reflexiones, adopta el papel del escritor, del autor. Es decir, su información es finalmente materia de lectura, y es analizable su versión como texto, independientemente de su relación con la realidad. ¿ C ó m o podría saberse su verdadera relación c o n la realidad, si prescindimos de su estrategia literaria, o de todas sus cualidades idiosincráticas como autor con las cuales nos convence e informa? ¿Es menos imprescindible tal componente porque se considere como la escoria inevitable del verdadero metal perseguido? ¿Es menos científico un trabajo porque tenga un componente literario? E n un trabajo reciente he propuesto acudir en busca de inspiración a la a n t r o p o l o g í a post-moderna, a la historia de las mentalidades y a la crítica literaria, a la hora de leer y editar crónicas de Indias . Q u e rría retomar en esta ocasión lo que se refiere a este ú l t i m o campo, para corresponder al contexto literario y filológico en que me en11

9

1 0

Geertz,

1989.

Geertz, 1992, p. 24. La cita pertenece al primer artículo de todos, ú n i c o

i n é d i t o del libro, que se ocupa de la «descripción densa» como característica de un estudio a n t r o p o l ó g i c o . 1 1

Pino,

1997.

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N CRÍTICA DEL P. A C O S T A

311

cuentro hoy, invitado por las Universidades de Navarra y C a t ó l i c a del Perú. i . L A S CRÓNICAS D E INDIAS C O M O D O C U M E N T O LITERARIO

N o es del todo una impropiedad por m i parte aplicar las conclusiones de la antropología post-moderna a m i valoración intelectual de las crónicas, porque la distinción entre «autor» y «escribano» —que Geertz usa t o m á n d o l a de Foucault— es perfectamente útil para destacar de entre ellas las que merecen la dignidad de llamarse «crónicas de autor» de las que solamente eran «obras de escribano». La misma insistencia preferencial de la Etnohistoria en la d o c u m e n t a c i ó n emanada de «escribanos» frente a la que procede de autores o cronistas intelectuales revela probablemente el mismo programa positivista que combate Geertz. Los antropólogos postmodernos han insistido en que los antropólogos —que se creen meros escribanos para relatar sus etnografías, meros documentalistas— son también creadores: tanto de sus «cuadros de costumbres» como, naturalmente, de sus propias i n terpretaciones. Incluso las meras descripciones, las más cuantitativas, están «construidas» por el autor (no sólo observadas y seleccionadas de entre un conjunto mayor de hechos, sino ordenadas y jerarquizadas en la descripción). Por m i parte, había tomado primeramente esta distinción autor / escribano para oponer unas crónicas intelectuales a otras más descriptivas: las primeras serían objeto preferencial de la Historia de la A n tropología, en la que yo ubicaba m i propio interés por las crónicas de Indias, y las segundas, de la Etnohistoria. Pero, a medida que aplicaba la oposición a todo tipo de documento etnohistórico, descubría lo que Chartier advertía: que todo documento tiene una parte intelectual y discursiva. De hecho, la antropología había pretendido muchas veces un punto de vista literario, mucho antes del movimiento post-moderno. Es m u y conocido el esfuerzo informativo desplegado por los escritores de fin de siglo para «documentar» y ambientar sus novelas de tipo popular, histórico o exótico (Balzac, Zola, Flaubert, Pérez Galdós, Valera, Bécquer, Walter Scott, Dickens, Tolstoi, etc.). D e ellos heredó la generación española del 98 ese hábito viajero y etnográfico, que recogerían en sus escritos Ganivet, U n a m u n o , Baroja, Azorín, etc. T a l fuerza logró la técnica literaria en «reflejar» ambientes reales que se

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

312

convirtió en un «sello de estilo» imprescindible: cuando algunos a n tropólogos del X I X quisieron reflejar ambientes exóticos acudieron a la novela. Bandelier escribiría The Delight Makers sobre los pueblos indios desaparecidos, a cuya reconstrucción etnohistórica dedicó años, antes y después de venir a proseguir el mismo tipo de estudios al Perú por 10 años, 1892-1902. J o a q u í n Costa, a quien se ha dedicado el ú l t i m o congreso antropológico español de 1996, conmemorando el 150 aniversario de su nacimiento, en medio de sus estudios de Derecho romano y consuetudinario dedicaba sus ratos libres a leer a Julio Verne y a componer novelas como Juan de Valdediós o Ultimo día del paganismo. Eso estaba de acuerdo con su alta o p i n i ó n de lo que habían contribuido los literatos, escritores e investigadores, a la antropología y al conocimiento de las tradiciones populares, como reconoce específicamente, hablando de la aportación de los juristas : 12

F o r m a n un verdadero contraste literatos y jurisconsultos, en p u n t o al c o n o c i m i e n t o y al estudio de las creaciones populares. A l paso q u e los primeros se han consagrado durante t o d o este siglo, c o n un a f á n d i g n o de t o d o e n c o m i o , a recoger los infinitos m o n u m e n t o s literarios, hijos de la fantasía colectiva, que h a b í a atesorado en el archivo viviente de la t r a d i c i ó n oral la a n ó n i m a musa de las nacionalidades h i s t ó r i c a s ,

diríase

que los jurisconsultos h a b í a n hecho gala de desconocer las instituciones y costumbres [populares] [...]

L a sana c r í t i c a de nuestro siglo c o m p r e n -

d i ó temprano que las letras populares c o n t e n í a n bastante para r e m o z a r c o n su calor y su i n s p i r a c i ó n la ajada musa de los literatos eruditos, y a d i v i n ó , p o r una especie de i n t u i c i ó n , que en el fondo de esa literatura palpitaba el ser todo d e l p u e b l o , las memorias de su pasado lo m i s m o que sus ideales para el p o r v e n i r , su vida presente, sus aptitudes, su

re-

trato moral, en suma.

Justamente de esta tradición r o m á n t i c a literaria es de donde se a l i m e n t ó José María Arguedas para combinar paralelamente la escritura de novelas y la e l a b o r a c i ó n de estudios etnográficos: tendía a pensar que la parte valiosa de su contribución al conocimiento del alma peruana era la literaria y es sorprendente lo poco que fue entendido por sus coetáneos; como cuando se reunieron un grupo de s o ciólogos y escritores en el Instituto de Estudios Peruanos (Lima, 1967) a comentar su novela Todas las sangres, y pusieron en cuestión Costa, 1981, vol. 1, p. 33.

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N CRÍTICA DEL P. A C O S T A

313

esa fe y capacidad representativa hasta el punto de hacerle pensar que «había vivido en v a n o » . C r e o que puede decirse otro tanto del famoso mestizo, el Inca Garcilaso, cuya contribución al conocimiento del mundo antiguo peruano ha sido hace tiempo cuestionada por historiadores y antropólogos, sin tener en cuenta que su lado literario —tan notable, y tan u n á n i m e m e n t e reconocido— no era u n c o m p o nente irrelevante para la elaboración y divulgación de sus conocimentos del mundo antiguo: separar ambos mundos es u n defecto de m é t o d o h e r m e n é u t i c o que intenté combatir en 1990, convocando en M a d r i d un congreso tripartito en su homenaje, donde se invitó por la Sociedad Estatal del Q u i n t o Centenario a varias decenas de historiadores, antropólogos y estudiosos literarios . E n esas dos ocasiones — c o n Garcilaso y con Arguedas— debo al P e r ú poder comprender mejor la naturaleza «mestiza» de la antropología, desde el punto de vista disciplinar. Así pude t a m b i é n conocer a una serie de tratadistas de fuentes coloniales, cuya ubicación disciplinar ambigua o doble me permitió trascender la limitación de mis planteamientos primeros. 13

14

E l asunto se volvió verdaderamente evidente cuando a comienzos de los 90 acepté también involucrarme en una serie de compromisos editoriales (Acosta, Garcilaso, Polo de Ondegardo, Bartolomé Alvarez...), q u e m e obligaron definitivamente apercibir el carácter literario de los documentos que sólo había tomado primeramente c o m o intelectuales, o más bien como predecesores respecto de una tradición antropológica presente. ¿Pero, en realidad, c ó m o se sentían a sí mismos tales autores, o c ó m o valoraban ciertas ideas — h o y seleccionadas— en su tiempo, ya que no podían ser consideradas propiamente antropológicas, stricto sensu? ¿ C ó m o podíamos presentar sus obras en la actualidad los antropólogos, sin traicionar un axioma i d i o sincrático: dejarles hablar en su lengua? E n 1993 pude gozar de un trimestre como becario en la biblioteca J o h n Cárter B r o w n para analizar la obra del P . Acosta a través de sus ediciones castellanas y extranjeras. Fue una buena oportunidad de poder oír opiniones cosmopolitas y pluridisciplinares sobre crónicas de Indias a los demás fellows de la C á r t e r B r o w n . D e la mano de Julio Ortega asistí también en la B r o w n a un coloquio internacional sobre

1 3

Ver mi ensayo al respecto, comentando sus estudios en España, 1958: Pino,

1995. 1 4

U n avance de estas posiciones en mi artículo, Pino, 1992.

314

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

Cervantes y con el seminario de Antonio Carreño pude releer algunos capítulos de la Segunda parte del Quijote, así como otras actividades en otros departamentos literarios americanos (Dartmouth Collége, con Beatriz Pastor). Pero, sobre todo, tuve oportunidad en la excelente biblioteca de la Cárter B r o w n de examinar la diversidad de p r o cedimientos editoriales con que una obra determinada había sido tratada por la posteridad. F u i aprendiendo así a ver al P. Acosta a través de ojos literarios (Arrom, Anadón, etc.), y preguntarme c ó m o escribía el P . Acosta y c ó m o debía editársele. L a Historia de las Indias del P. Acosta había sido editada y traducida frecuentemente, pero cada una de esas traducciones era diferente; por abreviar, cada una pretendía adaptarla a nuevas circunstancias y debía hoy ser comprendida cada edición y traducción en su propio contexto, en su propia tradición cultural. Los traductores, más que cometer una traición con el o r i g i nal, como se les suele acusar —traduttore, traditore— pagan simplemente tributo a su propia tradición. La cuestión que me quedaba por resolver, antes de pretender e n tender totalmente cada una de estas ediciones y traducciones posteriores, era saber cuál era la edición castellana de Acosta que correspondía hacer en nuestros días a una persona como yo: u n antropólogo peruanista castellano, que quería atenerse a la tradición crítica de los textos de su tiempo, de su contexto literario, el Siglo de O r o , sin perderme hoy un ápice de su contenido etnohistórico, de sus matices. Dudaba entre reclamar la «libertad» de los traductores o la fidelidad de los editores críticos. Era sorprendente que no se le hubiera dedicado todavía una edición medianamente correcta a una obra así: una especie de Baedecker de la cronística indiana, con quien aprendió castellano Bandelier — e l analista de crónicas castellanas para Morgan (como Gayangos lo fuese por esa misma é p o c a para Prescott)— y un texto clásico con quien todavía se solazan los estudiantes norteamericanos de español, echando de menos una edición crítica. Aparte tres ediciones facsímiles recientes (1590, 1792 y 1984), en España sólo hemos sabido en toda esta generación copiar la edición de O ' G o r m a n de 1940, olvidando el modelo del P. Mateos en la Biblioteca de Autores Españoles: quizá sea en parte natural ese comportamiento en una colección rival, la de Historia 16, dirigida por M . Ballesteros. Acosta no ha tenido la fortuna de Cieza, el primero de todos, «el príncipe de los cronistas» como le bautizara don Marcos; y seguramente lo es por el tratamiento editorial reiterado que ha merecido

315

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N CRÍTICA DEL P. A C O S T A

recientemente. O la de Zarate, del Inca Garcilaso, de Pedro Pizarro, de H u a m á n Poma, de Francisco de A v i l a , de Pachacuti, etc., — p o r no agotar la larga lista peruana— que gozan de varias ediciones, c o m pitiendo entre sí por el premio crítico. Si antes los estudiosos literarios apenas se atrevían con el Inca —devenido «novelista» en manos del severo M e n é n d e z Pelayo— hoy son ellos los que casi se están reservando el monopolio gremial de editores de crónicas. Y a no es posible editar una fuente indiana de éstas sin contar con u n entendido literario, un filólogo o u n lingüista en calidad de asesor textual: caso de las ediciones de Pachacuti, Avila, H u a m á n Poma, Pizarro, etc. Unas veces controla este asesor el léxico andino y otras el castellano, pero siempre se le supone profundizando tanto en sus características formales como en las semánticas. Existe en este momento una doble escuela editorial, histórica y l i teraria y los historiadores comienzan a ser cuestionados por sus m o dernizaciones, por no especificar sus criterios, por poner notas indiferenciadas (lexicales, de erudición histórica o literaria), etc. H e visto los acerados comentarios de J . L . R i v a r o l a y M i g u e l A . G u e r i n a la edición de Pedro Pizarro por el otrora intocable Guillermo Lohman, tan cuidadoso de los detalles. T a m b i é n estoy al tanto en cuanto a los comentarios de Gúerin a las ediciones anteriores, como la del capitán M e n a por Porras, cuya atribución de paternidad cuestiona con escrúpulo m á x i m o . L a misma crítica severa sufrió en su día la edición de Bernal Díaz por Carmelo Sáinz de Santamaría en el Jahrbuch . Y a han pasado los tiempos en que los que editaban bien crónicas de I n dias eran historiadores de oficio, y de hecho algunos profesores de literatura empiezan a cuestionarlas a todas como faltas de sentido crítico. Véase lo que ha dicho recientemente Angel Delgado , a p r o pósito de su proyecto de editar las cartas de H e r n á n Cortés: 15

16

17

1 5

Guerin, 1986. Para su participación repetida en el volumen Guerin, 1987.

N o parece el mejor homenaje a la labor de historiografía

crítica de R . Porras,

editor en 1937 de las famosas Relaciones Primitivas de la Conquista

del Perú, ver

Porras, 1967. Creo que falta por reconocer a Porras un instinto editorial crítico, y tengo en r e d a c c i ó n un estudio en ese sentido. Si bien es verdad que no era e x p l í c i t o ni sistemático en la p u n t u a c i ó n y a n o t a c i ó n , estaba inclinado a percibir los errores textuales con un espíritu bastante h e r m e n é u t i c o ,

incluible en este

congreso. 1 6

Ver en este congreso el trabajo de Sonia Rose, abundando en el mismo

sentido. 1 7

Delgado, 1990, p. 169.

316

FERMÍN D E L PINO DÍAZ

La crónica indiana parece ser todavía un campo de estudio que interesa principal y casi exclusivamente a los historiadores —al menos en lo que a ediciones se refiere— [...] Es obvio que para un historiador la crónica tiende a servir más como fuente de datos primarios que como un texto autónomo merecedor de atención crítica [...] E l texto que en ellas [ediciones de historiadores] se ofrece es de procedencia más que dudosa, pues raramente se cotejan primeras ediciones y manuscritos originales. N o se incluye, pues, ningún tipo de variantes. Además, el texto se ha modernizado al capricho del editor. Puede ser que este panorama corresponda quizá al mundo editorial mexicano de hace un decenio, pero es menos válido en el mundo andino. E n general puede haber un poco de exageración en cuanto se refiere al desinterés generalizado de los historiadores por los manuscritos y variantes editoriales, pero creo que hay algo de realidad en cuanto a la imprecisión de los historiadores modernistas —que se corresponde con el período colonial en las Indias— sobre sus criterios editoriales, y sobre todo en cuanto a la falta de especificación de los mismos en sus ediciones. La colección de «crónicas de América», editadas recientemente en la editorial Historia 16 y acometidas normalmente por historiadores, por regla general han carecido de criterios editoriales: incluso los cuidados excepcionales de los editores particulares han sido desatendidos por la editorial tanto en la corrección de pruebas como en la elección de texto crítico, usándose normalmente una edición anterior. Por ejemplo, la edición del P. Acosta sigue literalmente la de O ' G o r m a n , si bien se atribuye la edición a José Alcina (1987), autor sólo del estudio editorial y las notas ; y t a m b i é n la del propio director de la colección M . Ballesteros (1985), sobre la segunda parte de Cieza, sigue fielmente la de Araníbar. Pero, a pesar de todo, quizá no cabe hacer de ello una afirmación general en este sentido negativo para esta colección, la de la BAE u otras parecidas. Siempre hay excepciones. Desde luego, a pesar de su a m b i g ü e d a d en la elección de criterios editoriales y otros posibles defectos, las ediciones realizadas por Sáenz de Santamaría sobre Cieza o Bernal Díaz en la colección Monumenta hispano-indiana del C S I C no incurren en los graves defectos señalados por Delgado. E n el propio Perú, las ediciones del etnohistoriador F. Pease, C . Araníbar y de otros colegas no 18

1 8

N o es el momento ahora de considerar su irregular calidad, ya comentada

en Pino, 1990. Ver la ponencia de Arellano en este congreso.

317

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N CRÍTICA DEL P. A C O S T A

pueden ser acusadas de a-críticas, si bien sus criterios no insisten necesariamente en los mismos puntos que los filólogos o estudiosos literarios. N o es el momento de defender la contribución historiográfica a la edición de textos, porque habría que particularizar mucho y ante todo distinguir a los historiadores del mundo antiguo, de los medievalistas y modernistas. Y dentro de ello a los americanistas, de otros, por ejemplo los hispanistas. Curiosamente, en el grupo de hispanistas europeos creo que se da una separación menor a este respecto entre historiadores y estudiosos literarios que en el continente americano, donde los hispanistas pertenecen a departamentos de lenguas romances o modernas y se inclinan más del lado literario. D e hecho, la escuela de M e n é n d e z Pidal dirigió por mucho tiempo la historiografía española desde el Centro de Estudios Históricos, y lo hizo desde una Sección de Filología. L a obra histórica de su alumno A m é r i c o Castro se ha hecho desde la literatura y los historiadores de oficio como Sánchez Albornoz no han podido derribar su fortaleza documental y erudita, si bien le achacan poca atención a ciertos factores históricos (socio-económicos) y una indiferencia hacia las muy diferentes épocas de la historia hispana que maneja . 19

Creo que los antropólogos y etnohistoriadores nos hemos fiado hasta ahora más de este tipo de ediciones historiográficas, y que ahora hay más bien u n interés creciente antropológico por los criterios literarios. Pero esta diferencia entre ambas escuelas —histórica y literar i a — debo decir que está algo exagerada en el campo americanista; quizas porque en Estados Unidos, donde los departamentos hispanistas son poderosos y numerosos, se hallan separados a c a d é m i c a m e n t e los historiadores de los literatos, porque no comparten departamento. N o es tan notable el caso en Europa donde los hispanistas son a veces historiadores reconocidos, como es el caso de Bataillon. D e b o decir, no obstante, que el interés de los profesores norteamericanos de literatura por las crónicas de Indias es mayor que el que se tiene ahora en los departamentos europeos (o, al menos, en los españoles) donde el 1 9

Sobre ambas escuelas de Pidal y Castro, desde el punto de vista

filológico,

ver Portóles, 1986. Es muy interesante seguir la estela americanista de Pidal y Castro, por sus frecuentes viajes al Nuevo Mundo en los años 20-30 y la e l e c c i ó n por el segundo de Estados Unidos como sede de su exilio posterior. p r e s i d i ó la s u b s e c c i ó n americana de la S e c c i ó n

Castro

de Filología, de la Junta

A m p l i a c i ó n de Estudios (ancestro del actual C S I C , donde trabajo).

de

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

318

éxito de la literatura latinoamericana (el famoso «boom») ha p r o m o vido en Europa un mayor interés por la literatura c o n t e m p o r á n e a que por la colonial. A l fin y al cabo, las crónicas de Indias tratan de los propios ancestros americanos, y son hoy en el N u e v o M u n d o algo así como los escritores romanos para los escritores renacentistas: u n m o delo literario, al mismo tiempo que una fuente de la propia historia . 20

Es posible que este desinterés por la literatura colonial sea particularmente agudo en España, más que en Europa, especialmente a partir de los años 70. La muerte de Franco se llevó las ilusiones imperiales oficiales, y muchas cosas no imperiales del pasado también. Las c r ó n i cas de Indias apenas empiezan ahora poco a poco a ser estudiadas en los departamentos españoles de literatura, movidos más bien p o r su éxito en los departamentos americanos: en el ámbito del C S I C y de la Universidad Complutense de M a d r i d se cuentan con los dedos de la mano los profesores interesados. L o cual es grave, habida cuenta del c o e t á n e o menor aprecio —claramente regresivo— de las mismas en los departamentos de historia, c o m o fuente de información sobre las sociedades prehispánicas y colonial, frente a la d o c u m e n t a c i ó n a d m i nistrativa (testamentos, pleitos, visitas, censos, etc.). D e no haber sido por la ayuda oficial alrededor de 1992, las crónicas de Indias no h a brían sido editadas en el modo masivo en que lo fueron: y esa edición irregularmente exitosa no se vió correspondida con un interés e q u i valente de la sociedad universitaria, como se deduce del fracaso r o tundo de ventas de la colección cronística de Historia 16, y del cuasi cierre de la Biblioteca de Autores Españoles, recientemente comprada por el librero Guillermo Blázquez (que sólo proyecta re-editar aquellas fuentes más solicitadas). Ignoro el motivo del éxito de las crónicas de Indias en los departamentos y librerías americanas, principales clientes de las editoriales y librerías españolas con estos fondos, pero sospecho también que algo tiene que ver con la nueva consideración de las mismas como « m a t e ria literaria» y, a la vez, como ejemplos de la primera «literatura n a cional» de cada uno de los países respectivos . N o es casual que el primer congreso de ediciones americanas del Siglo de O r o se celebre en el N u e v o Mundo. 21

2 0

Sobre la i n c o r p o r a c i ó n de la historiografía de las crónicas de Indias por los

profesores de literatura, ver una o p i n i ó n matizada y comprensiva en Kohut, 2 1

Ver al respecto de Simson, 1989.

1992.

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N C R Í T I C A D E L P. A C O S T A

319

2 . P R O P U E S T A S E D I T O R I A L E S R E C I E N T E S P A R A T E X T O S D E L SIGLO D E O R O , Y A P L I C A C I Ó N A LAS CRÓNICAS D E INDIAS

Creo que esta ocasión limeña en que nos encontramos es excelente para poner a prueba en textos indianos lo que dicen algunos especialistas en la literatura castellana del Siglo de O r o , como Ignacio Arellano, que nos ilustra con autoridad después de dos congresos sobre el Siglo de O r o , en que por cierto ha habido pocos americanistas. D e b o reconocer que m i propuesta presente de edición ha surgido en parte con el descubrimiento tardío de esos congresos, que han venido a reforzar mis propias tendencias editoriales surgidas en el trato personal c o n los textos de Acosta, y a partir de las dudas sobre el éxito científico de experiencias editoriales anteriores sobre ésta y otras c r ó nicas andinas. E n este sentido, debo decir dos palabras sobre el m o delo propuesto para textos castellanos, y pasar enseguida a la propuesta mía, a ver si es posible sustentar m i posición en u n plano más general o más bien se trata de un caso particular o, incluso, de un ensayo errado. M e hallaba yo hace no más de un a ñ o redactando un trabajo para exponer ante colegas antropólogos mis conclusiones empíricas con la edición de varias crónicas andinas, cuando inesperadamente t o p é con el texto del segundo congreso sobre edición de textos organizado por Arellano, titulado Crítica textual y anotación filológica en obras del Siglo de Oro. E l interés aparente del descubrimiento, como ocurre a m e nudo, fue que las cosas que pude leer sobre edición coincidían como anillo al dedo con lo que yo pensaba: Arellano me daba así la autoridad que yo creía necesitar —por su experiencia mayor con los problemas editoriales de textos difíciles (Quevedo particularmente)— y quizá t a m b i é n me descubría lo general y a c a d é m i c a m e n t e correcto que era m i posición personal. Parte de m i debilidad metodológica derivaba de m i opinión infundada sobre la excepcionalidad de m i posición. M i s tanteos y ensayos personales (mezclado personalmente entre etnohistoriadores, antropólogos, historiadores de la ciencia y críticos literarios) se correspondían ahora con los ensayos sistemáticos de un colectivo que trabajaba hace tiempo sobre textos c o n t e m p o r á neos a los míos: sobre escritos del Siglo de O r o , que p e r m i t í a n ligar sin anacronismos los fenómenos del N u e v o M u n d o a los del Viejo. E n medio de un mundo de editores de crónicas indianas, que o se desinteresaban del texto fiel y original —los historiadores— o ponían

320

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

el acento en cuestiones formales —los estudiosos literarios—, yo me sentía un poco desorientado. Los historiadores americanistas actuales no solían interesarse en los matices intelectuales de las crónicas (con excepción del ámbito norteamericano y de gentes como Elliott, Pagden y unos pocos más), atentos como estaban a los fenómenos sociales de la historia colonial e hispana, o al menos del Mediterráneo. Pasó la época gloriosa de Bataillon o de R i c a r d en Francia, aunque siempre afloran todavía huellas de su magisterio en departamentos hispanistas (Duviols, Mustapha, M i l h o u , Bennasy, etc.). Esos mismos criterios históricos modernizantes eran los que acusaban a algunos de los cronistas de poco modernos, por demasiado escolásticos, o de confusos en su expresión (caso particular con la prosa de Polo de Ondegardo, cuya edición me ha entretenido bastante en los ú l t i m o s años). L a experiencia personal en la lectura de Acosta, Polo, Garcilaso o —recientemente— del clérigo B a r t o l o m é Alvarez, un desconocido hasta ahora , es que no solamente su prosa era clara, sino que su forma de ver el mundo tenía un enorme interés. 22

Por fortuna, m i educación antropológica, y previamente m i licenciatura en historia del pensamiento político (con Diez del C o r r a l y M a r á valí), me habían viciado en el h á b i t o de «buscar» la lógica de lo primitivo, de lo antiguo. Y o buscaba en las crónicas no noticias etnográficas aisladas, como pretende hacernos ver con detalle la educación etnohistórica, sino esquemas o cuadros explicativos: seguramente es por eso por lo que me atrajo enseguida la obra del P. Acosta. C o n poca frecuencia se han topado los historiadores del pensamiento a n t r o p o l ó g i c o c o n esas cualidades en los autores hispanos del mundo indiano, de quienes conmovía más su apasionamiento, su lado trágico (de ahí el atractivo del P. Las Casas, m i paisano), su verismo, su forma de narrar, etc. N o se han topado, o no lo han buscado. Es un viejo topos de la historia cultural hispana que se ha hallado m á s arte que ciencia, y y o me eduqué c o n textos sobre la leyenda negra lo suficientemente cerca como para buscar su réplica, siguiendo la estela de Maravall. Ahora bien, esta distancia m í a c o n el sentir c o m ú n , o al menos dominante, de los historiadores, los etnohistoriadores y los a n t r o p ó l o gos me llevaba casi obligadamente a una solución lógica: leer con

2 2

Alvarez, De las constumbres y conversión

Martín Rubio,

1998.

de los indios del Perú,

ed. M . C .

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N C R Í T I C A D E L P. A C O S T A

321

atención los textos, incluso con entusiasmo. Eso quería decir controlar un poco más las ediciones que se manejaban: no sólo los manuscritos manejados sino las versiones finalmente elegidas. Y era evidente para mí el beneficio mayor de m i m é t o d o para los efectos intelectuales buscados: en 1978 estaba yo presentando en M a d r i d resultados interesantes de Acosta-antropólogo, sin conocer nada del interés coetáneo de otros colegas como Anthony Pagden o Monique Mustapha. Naturalmente, cuando quise abandonar la posición inicial de seleccionar a Acosta respecto de otros contemporáneos y algunas ideas o logros suyos respecto de otros menos interesantes (en ambos casos por su cercanía con los intereses científicos presentes) para c u m plir con las metas de metodología historiográfica propuesta por George W . Stocking , me fui alejando de m i propia comunidad antropológica y acercando a otras que consideraban los textos por su propio interés. Esto, por un lado, me acercó a las críticas postmodernas dentro del gremio antropológico. P o r otro, me llevó luego al campo literario, donde v i premiado ese interés textual m í o . Pero, a la hora de los proyectos editoriales, me t o p é en el campo americanista con una maraña de precauciones formales, de reglas de conversión gráfica, de notas eruditas, y fuera de lugar, en m i o p i n i ó n , respecto al topo que el autor quería realmente dar a entender, que me alejaron otra vez de la comunidad de estudios en que me alojaba. V e o que esa misma oposición es la que enfrenta a historiadores y filólogos a la hora de editar a Pedro Pizarro, Cieza, H u a m á n Poma, Inca Garcilaso, etc. M i experiencia histórico-antropológica me había llevado a elegir un criterio que resolvía esa contradicción, que ahora he visto llamar «hermenéutico» en el texto normativo de Arellano. Hace falta c o m prender bien, antes de editar, corregir y anotar. Esa garantía de previa comprensión se reforzaba justamente cuando hallaba errores en el texto de Acosta, que luego se confirmaban acudiendo a «colacionar» otros textos del propio autor, o de las fuentes usadas. Los errores pro23

2 3

Stocking, 1965. Se trata del ensayo más conocido del líder de la historia de

la a n t r o p o l o g í a en Estados Unidos. R e c l a m ó a los a n t r o p ó l o g o s , siendo o í d o con respeto, que dejaran hacer la historia de su ciencia a los historiadores profesionales, menos prejuiciados que ellos mismos para interpretar su propio pasado en



mismo, sin preferencias personales presentes. Seguramente i n f l u y ó en su é x i t o la tradición relativista, propia de la antropología, que consiste en preferir interpretar cada cosa desde su propio contexto y en su propia lengua. U n a u t o p í a mundo en que vivimos.

en este

322

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

venían con mucha frecuencia de los editores posteriores —incluso de los primeros— de los cajistas, de los anotadores, etc. Estos errores de copistas se daban en los propios manuscritos, no solamente en las versiones finales. A veces, incluso procedían del propio autor, que identificaba mal u n dato o lo quería presentar de determinada manera (para resaltar su participación, armonizar sus visiones de acontecimientos diversos o, por ú l t i m o , para eludir verdades molestas a a l guien, a veces a un superior propio). T o d o esto lo saben bien los que conocen los textos andinos y han tenido que explicar tantos sinsentídos. L a solución a todos estos problemas de edición era alterar el texto original y ponerlo de la manera que creíamos definitivamente propia del autor. E l l o obligaba a modernizar, de forma más o menos total (ortográfica, fonética, sintáctica, etc.). Pero este hábito era mal considerado tanto por los historiadores críticos —que querían dar con el manuscrito original o la edición príncipe— como por los filólogos puros, que pedían conservar los textos editados para sus análisis l i n güísticos. C o m o si eso mismo, tan fiel en la forma, no fuera una traic i ó n profunda al uso que el autor originario quería diésemos a su texto. N o tanto a su espíritu —que podría ser materia un poco metafísica, como simplemente a su soberana voluntad. Sin contar c o n la traición que eso, paralizar el texto en los moldes c o n t e m p o r á n e o s de la edición príncipe, significa a la naturaleza misma de la edición, a su publicidad general, dado que se conserva la forma que sólo unos pocos pueden entender. Por no hablar de la «anacronía» de hacer retroceder a los hablantes de una lengua a las formas de expresión de sus padres, de hace varios siglos. L o cual se merecería la misma reprimenda que don Quijote diera al hijo del caballero del Verde Gabán: Y a lo que decís, señor, que vuestro hijo no estima mucho la poesía de romance, doime a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es ésta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni Virgilio no escribió en griego, porque era latino; en resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las estranjeras para declarar la alteza de sus conceptos; y siendo esto así, razón sería se extendiese esta costumbre por todas las naciones . 24

2 4

Sigo la l e c c i ó n de la e d i c i ó n reciente de Francisco Rico, Cervantes, Quijote,

II, 16, 1998, que combina la p u n t u a c i ó n y grafía moderna con

la fonética

y

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N C R Í T I C A D E L P. A C O S T A

323

A l igual que los poetas clásicos en su tiempo escribieron en su lengua, por más clásicos que fuesen, la mejor imitación de ellos es escribir en la lengua propia, no en la de ellos. Si a los autores clásicos de otra cultura y época se les traduce, ¿por q u é no traducir nuestros clásicos a nuestra lengua presente, ya que, al usar su propia y nativa le ngua, no pretendían dificultar la c o m p r e n s i ó n de sus interlocutores? Algunos especialistas del Siglo de O r o castellano como Iglesias Feijoo, cuando examinaban los procedimientos editoriales comparados de ingleses y castellanos, se extrañaban de estas ediciones paleográficas, para eruditos: Todos lo escritores —salvo casos como Herrera o Correas— en el momento de publicar sus obras contaban con la intervención normalizada de cajistas y correctores, que aplicaban los métodos mucho más regularizados existentes en la imprenta [...] Y los ejemplos se podían multiphcar ad libitum, para probar lo que ya sabemos: que en aquellos siglos se carecía de una ortografía regular, que sólo las imprentas intentaban. Si ello es así ¿a qué propósito interponen entre el lector actual —especifistas [sic] o no— y los textos clásicos una barrera inútil, molesta, desagradable y perfectamente prescindible? ¿Hay en ello algo más que el deseo de construirse una apariencia esotérica, que trasmita un aura de rareza o «cientificidad» a los productos de nuestro trabajo? A veces se diría que no . 25

Parece que la gran revolución modernizadora, que se ha dado en el á m b i t o hispánico más que en el inglés, tendría alguna relación con el estudio comparado de los manuscritos respecto de las ediciones llevadas posteriormente a cabo y la observación definitiva de sus evidentes diferencias: es decir, que los criterios editoriales no correspondían al autor, sino a los editores, con escasísimas excepciones. Iglesias Feijoo es explícito a este respecto en cuanto que el conservadurismo inglés pueda ser «un intento desesperado de cubrir el vacío que supone la falta de manuscritos de Shakespeare, cuya mera existencia hubiera resuelto per se muchos problemas que hoy continúan siendo no poco nebulosos» . A ú n así, el trabajo de este autor muestra que el conservadurismo editorial inglés es relativo y no es para nada sistemático. 26

ortografía antigua, críticamente reconstruidas. Este m á x i m o de m o d e r n i z a c i ó n es lo que permite un texto tan sacro, aun a un autor tan iconoclasta y atrevido como Rico. 2 5

2 6

Iglesias Feijoo, 1990, en nota 17, pp. 241-42. Ibid. p. 240. t

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

324

Si algo ha quedado claro de estos congresos de ediciones del Siglo de O r o es que debe diferenciarse absolutamente entre la voluntad gráfica de los autores y la de los editores. Q u e , de haber alguna formalización editorial entre los autores, era del todo excepcional y c o rrespondía más a una voluntad que a un logro. E l trabajo de Iglesias se refiere a los intentos de formalizar una ortografía por parte de Nebrija (1892), Antonio de Torquemada (1552), o Alonso Víctor de Paredes (1680), y c ó m o en esos mismos textos, que intentan modernizar y homogeneizar, los editores dejaban pasar lapsus numerosos. Todavía hubo en ese mismo congreso de 1987 otra c o m u n i c a c i ó n a cargo de Alfonso R e y sobre el sistema de p u n t u a c i ó n de Quevedo, en que vuelven a recordarse estos esfuerzos baldíos en lograr u n sistema h o m o g é n e o y moderno (añadiendo a Alejo Venegas 1531, Mateo Alemán 1609, Aldus Manutius 1611, o J i m é n e z Patón 1614: y esto por parte de los impresores, más cuidadosos que los autores) . Pero el autor, de tendencia relativamente conservadora, no es capaz de llegar a otra conclusión más optimista que ésta: «Posiblemente no existió una normativa precisa en materia de p u n t u a c i ó n , pero no es fácil sostener que i m p e r ó el capricho o el caos» . A u n concediendo que existiese esa voluntad de p u n t u a c i ó n decidida en todos los autores, es imposible probar que se correspondiese con sus ediciones reales, que no controlaban la mayoría de las veces, ni lo intentaban. Y , sobre todo, en los pocos casos en que se daba una puntuación acorde con el autor, es evidente que no se correspondía con la actual: n i en los signos empleados (no existía el punto y aparte, dentro de los capítulos, o las comillas, corchetes o dobles guiones, por ejemplo; ni los puntos, dos puntos o las comas significaban lo que hoy) ni en la riqueza de matices intencionales (opción retórica o gramatical, mezcla de a d m i ración e interrogación, etc.). Por emplear un símil de la informática, la gama elemental de signos de p u n t u a c i ó n del programa editorial del X V I no es capaz de incorporar la gama compleja del siglo X X , pero sí al contrario (modificándolos, naturalmente): y eso, sólo cabe hacerlo por un estudio hermenéutico del texto, por un esfuerzo interpretativo al que no ayuda mucho el respeto literal a los signos de p u n t u a c i ó n de la edición príncipe (tampoco, a la de las posteriores). 27

28

2 7

E n el congreso de 1992 de Murcia dedicado a Nebrija, se han dedicado

muchos trabajos al problema ortográfico y de p u n t u a c i ó n del Siglo de O r o , sobre cuya estandarización hay muchas dudas. Ver Martínez Marín, 1994. 2 8

Rey, 1990, p. 388.

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Por todo lo cual, resulta difícil sostener con los argumentos de este congreso sobre ecdótica del 87 la tesis prioritaria en favor de la e d i ción paleográfica. Y en los otros dos congresos celebrados bajo la dirección de Ignacio A r e l l a n o sigue manteniéndose la misma duda anti-paleográfica. Hasta el punto de que, cuando se plantean rebatir el argumento de editar textos antiguos en forma arcaica, por ser útil para especialistas —«para los estudiosos de la lengua, historiadores de la ortografía, lingüistas históricos»—, denuncian que así se subvierten los valores. M á s que anacronía, hay «ucronía» utópica, u n atentado a la contemporaneidad. C o m o escribe Arellano: 29

Aquí me parece que se está inviniendo la jerarquía pertinente: en efecto, no parece justificable que una disciplina que va a considerar al texto literario como documento imponga sus criterios a otra disciplina para la cual ese texto es monumento [Panofsky, 1983]. N o somos los editores críticos los que tenemos que dar material a lingüistas o paleógrafos, sino que son ellos los que tienen que ayudar a la edición crítica. Pero lo que considero fundamental de las propuestas críticas de Arellano no es el hecho de la modernización de los textos para el gran público en las ediciones actuales — c o n la precaución imprescindible de que no se salga del apartado gráfico, entrando en el fonético, y que no se transgreda la voluntad gráfica explícita del autor, c o m o en los casos excepcionales de Correas o Herrera— sino más bien el hecho notado — y notable— de que esta modernización tiene que ver con el núcleo del texto, es decir, su semántica. E l respeto paleográfico no garantiza la buena c o m p r e n s i ó n del texto: a veces, es justamente lo contrario. Para Arellano, la h e r m e n é u t i c a es previa a la disposición del texto, la p u n t u a c i ó n , la anotación, etc. Véase su planteamiento firme, que he citado ya anteriormente: solo quiero insistir en que no podremos puntuar correctamente sin haber comprendido bien el texto, y viceversa, una puntuación errónea puede hacerlo ininteligible. La ecdótica, de nuevo, no puede separarse de la hermenéutica, lo que significa que el editor está obligado a tomar, a veces incómodamente, partido, y que una postura conservadora a u l tranza en este terreno puede equivaler a veces a una inhibición de

Arellano, 1991, p.

575.

326

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

poco valor crítico [...]

toda enmienda de un texto exige comprensión

per-

fecta . 30

C o m o se ve, la posición modernizadora no lo es simplemente para facilitar la lectura del público, sino para resolver ante nosotros mismos, sus editores, las falacias o incoherencias que un texto antiguo presenta y que han sido transmitidas por copistas y editores sucesivos, siempre sin la voluntad expresa del autor. M e gustaría probar con el caso de Acosta que el conservadurismo textual precisamente ha i m pedido percibir las incoherencias adheridas que tiene el texto. E n este sentido, argumentaré, en términos que espero no se consideren «tendenciosos» o apriorísticos, que la edición modernizadora del P . Mateos es mas correcta c o n la intención del autor que la de O ' G o r m a n / Alcina, y que es precisamente por su seguridad hermenéutica por lo que está más modificada con relación a la príncipe. A l i m ponerse a sí mismo el P. Mateos acercarla al lector actual, pudo darse cuenta de muchos errores gramaticales de ediciones recientes y p r o puso más soluciones textuales al lector distraído que los dos especialistas en historia mejicana, O ' G o r m a n y Alcina; que han continuado editando después de Mateos sin autocrítica textual alguna (1940, 1962, 1963, 1979, 1985, 1987...). E n segundo lugar, me gustaría proponer el hallazgo por m i parte de algunos errores de tipo semántico, a los que se accede por una lectura detenida de cada párrafo: usaremos el caso de u n capítulo del libro religioso, cuyas inconsistencias llevan a descubrir el texto o r i g i nal verdadero, por «colación» con sus fuentes. Finalmente, me gustaría asomarme brevemente a un problema de tratamiento textual de aparentes aciertos textuales con la edición ideal original —puesto que n o dependen del editor, sino del autor— que revelan una «manipulación» por parte del mismo autor en función del contexto social, precisamente por ser incoherentes con el resto de la obra. Se trataría, pues, de medir las incoherencias editoriales a tres niveles de dificultad sucesiva (gramatical, semántico y poético), como proponía A r e l l a n o que deberían las notas aspirar a situarse. 31

3 0

3 1

Ibid., p. 574. Ibid., p. 580.

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N C R Í T I C A D E L P. A C O S T A

327

3. M O D E R N I Z A C I Ó N Y COHERENCIA H E R M E N É U T I C A E N L A HISTORIA I N D I A N A D E A C O S T A , E N sus

E D I C I O N E S R E C I E N T E S Y POSIBLES

M i familiaridad con el famoso texto de Acosta de 1590 no fue u n resultado natural de m i interés etnohistórico por las crónicas de Indias, sino más bien de la lectura del librito de Elliott sobre el Viejo y el N u e v o M u n d o , original de 1970 y traducido en 1972, el único que ha escrito el maestro inglés sobre la historia colonial española (tema del que prepara un esperado segundo texto, comparándola con la experiencia inglesa) . Se trata de unas conferencias para el gran p ú b l i c o , en que repasaba el entonces j o v e n hispanista el estado de la cuestión en varios campos de la realidad americana (científico, político y e c o n ó m i c o ) , y daba noticia fiel y puntual de una m u y variada bibliografía. Fue ahí donde oí hablar del P . Acosta en los términos nuevos en que hoy se le trata, abandonado ya un cierto status p a n e g í rico general en que se le tenía, que por cierto no me había motivado a leerle. Se le tenía por científico natural (desde H u m b o l d t y Feijoo), cosa que me parece se ha exagerado, como piensa seguramente M o n i q u e Mustapha; luego, por partidario de una teoría del poblamiento americano por el Estrecho de Behring, que luego he visto ser una invención, y bien ajena de la realidad; o por misionero eximio, lleno de experiencias personales y también de debilidades personales, que tampoco ha resistido luego el análisis detenido. L a experiencia de Acosta en todos los campos (natural, náutico, etnográfico y misional) era fundamentalmente ajena, pero fue muy bien aprovechada por una cabeza privilegiada como la suya. 32

L o ú n i c o importante que debo señalar ahora es que m i visión de Acosta, intentando ser fiel a sus textos, la debo realmente a J o h n H . R o w e , vía E l l i o t t : comparto más esa idea originaria de un Acosta amigo de los textos antiguos que la versión del propio Elliott, desarrollada luego por su discípulo Anthony Pagden, donde los aspectos humanísticos se han desarrollado menos que los políticos. P o r R o w e c o n o c í a un Acosta humanista, cuyos textos interesaba estudiar con detalle filológico: se t o m ó en 1964 la molestia de traducir literal33

3 2

3 3

Elliott, 1972. E l artículo de Rowe, 1964, citado por Elliott. Por ahí descubrí un artículo

introductorio a éste, de interés más general: Eliott, 1965. Se trata de uno de los ensayos h i s t ó r i c o - c i e n t í f i c o s más elegantes que yo haya l e í d o y fue el que me p e r m i t i ó «construir» mi tesis sobre el peso a n t r o p o l ó g i c o del humanismo.

F E R M Í N DEL PINO DÍAZ

328

mente el Proemio de su tratado misional para «descubrir» en el texto el pensamiento comparado del autor sobre las culturas americanas. A ú n sigue siendo mejor traducción a una lengua vernácula que las dos oficiales de Mateos (1952 y 1954) y Luciano Pereña (1984-1987). E n realidad, fue a partir de R o w e que leí detenidamente la historia i n diana de Acosta, a través de dos fuentes recientes, las ediciones de Mateos y O ' G o r m a n . E n principio (entre 1974 y 1978) usé indiferentemente ambas, sin dar importancia a las decisiones posteriores al texto original, asumiendo que no debía haber mucha diferencia con el original, o entre sí. Dada el aura «historicista» de O ' G o r m a n , asumí la superior proximidad al texto original del prestigioso historiador mexicano, cuyo esfuerzo de leer 'entre l í n e a s ' siempre había admirado en m i proyecto de historia intelectual de las crónicas de Indias. Ahora quiero mostrar un breve cotejo comparado de las dos lecturas ofrecidas, de O ' G o r m a n y Mateos, atendiendo más bien a lo que hay dentro de las líneas, no entre ellas, y a los supuestos explícitos, no los implícitos. Curiosamente, ninguno de los dos autores se refiere al otro en sus respectivas ediciones, y tanto en 1963, p. X X V I I como en 1971, p. 246 vuelve O ' G o r m a n a prescindir explícitamente de la edición del P. Mateos, como si no existiera: considera su propia edición de 1940, la sexta castellana; la también suya de 1962, la s é p tima; y otra abreviada de 1963, la octava, como si no existiera la edición madrileña (también eliminó de su lista las madrileñas de 1610 y 1752, como dudosas, aunque al menos las m e n c i o n ó ) . A nivel de explicaciones introductorias de tipo textual, O ' G o r m a n carece sencillamente de ellas en sus ediciones de Acosta. Podría interpretarse que el cuidado textual lo hayan tenido otros, por los agradecimientos al inicio y final de edición: diríase que el cotejo textual i n i cial, «establecer el texto», lo haya hecho la Srta. Selma Castillo, y de la corrección de pruebas, «cuidado de la edición», personas diferentes 34

35

3 4

E n el estudio introductorio a su conocida e d i c i ó n de 1940, c o n c l u í a que se

trataba de una «lectura entre líneas [... para] poner a descubierto los supuestos capitales implícitos en el libro estudiado». Cito por O'Gorman, 1971, pp. 235-36. 3 5

O'Gorman ha editado la Historia del P. Acosta siempre en la editorial

mexicana

F C E , originalmente

en

1940,

luego

en

1962,

y

hay

sucesivas

reimpresiones hasta hoy (1979, 1985). E n 1963 hizo una nueva e d i c i ó n de los 3 libros de «historia moral» (V-VII) como n ú m . 83 de la Biblioteca del Estudiante Universitaria [sic], de la U N A M . O sea, cinco veces en total.

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N CRÍTICA DEL P. A C O S T A

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en 1940 y 1962. L o cierto es que no sabemos el criterio editorial adoptado, aunque, por su comportamiento en las referencias a las citas diversas en las notas del autor, se ve que manejó la edición príncipe, la ilustrada de 1792 y la p r e - e d i c i ó n de los dos libros primeros como parte del tratado misional («De natura N o v i Orbis, libri due»). D e d u cimos que su criterio editorial es paleográfico, porque sigue el hábito del X V I de no hacer puntos y aparte dentro de los capítulos —por cierto, bastante poco útil para entender al autor—, porque incluye con las presentaciones del autor las aprobaciones y tasas impuestas al libro —de las que ya se prescinde desde 1792, cuyo léxico modernizado sigue a veces— y pone las cursivas y paréntesis originales. Pero agrega entrecomillados, elimina contracciones, y p u n t ú a : sin advertir de ello. N o recuerdo haber visto sino un caso, en que corrige explícitamente al original (VI, 7), con un «sic. debe ser...». L o que realmente interesaba a O ' G o r m a n es su estudio introductorio de tipo intelectual (diferente en 1940 y 1962), a lo que agrega apéndices b i o bibliográficos, y otro largo sobre el problema de si Acosta es plagiario (respecto de códices indígenas, acusación mexicana). Además del correspondiente y minucioso índice analítico. Aunque O ' G o r m a n se interesaba más en las entrelineas, en lo oculto que en lo manifiesto, uno diría que Acosta deja pocas cosas ocultas, y las que deja se pueden muchas veces adivinar, precisamente porque son excepciones. Si bien O ' G o r m a n se estrenó primeramente con Acosta, en su larga vida de editor e intérprete de crónicas, realmente era Acosta el autor menos necesitado de tanta «disquisición» paralela. D e hecho, su edición de Polo en el Confesionario de 1584, en que se basa para las cosas religiosas andinas, está perfectamente controlada en la puntuación de paréntesis, comas, dos puntos y puntos aparte (dentro de párrafos). Por el contrario, la edición del P. Mateos carece de un estudio i n troductorio de tan altos vuelos: aunque incluye y se refiere a más textos, del mismo autor que la Historia indiana. Pero Mateos tiene verdadera «consciencia» textual, y dedica dos páginas de su introducción de 59 páginas a explicar las «Normas seguidas en la presente edición» ( X L V I - I I ) . Se sincera del procedimiento realmente seguido (cotejo de la princeps con la de 1894, que encuentra llena de errores y palabras antiguas alteradas). Ello le obliga al P . Mateos a un trabajoso m é t o d o de cotejo de cada término, para modernizar el texto (ortografía y p u n t u a c i ó n ) sin atentar contra lo esencial: «se han c o n servado todas las formas de dicción en su fonética, tales como se

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F E R M Í N DEL PINO DÍAZ

usaron a fines del siglo X V I y las escribió Acosta» ( X L V I ) . Cuando encuentra diferencia entre el manuscrito y la edición se atiene al m a nuscrito («Perú», y no «Pirú»), y si hay variación gráfica se atiene a la forma más moderna. Hubiera ido más allá reconociendo variantes de diversas ediciones, como se hace en colecciones más eruditas, pero respeta la sobriedad popular de la B A E . E n definitiva, Mateos cree de esta forma cuidadosa haber logrado una mayor fidelidad al original y una mayor h e r m e n é u t i c a al alcance del público: « C o n esto la lectura gana en claridad y aun la misma vista descansa». N o es muy diferente de la meta proclamada por I. Arellano para su seminario de trabajos editoriales, tanto en la intención general de claridad como en las precauciones de fidelidad con los manuscrito, versión del autor, y las normas seguidas fielmente por los editores, es decir consistentes: 36

tampoco se planteaba [en el primer congreso de edición de textos del Siglo de Oro] esta elección [modernizadora] como algo crucial desde el punto de vista teórico y práctico, sino simplemente como una opción de conveniencia, facilidad y claridad, ya que se veían bastantes ventajas —economía de una gran masa de trabajo a nuestro juicio superfluo, simplificación gráfico-visual de la página, mayor comunicabilidad ante un espectro más amplio de lectores, etc.—, sin que se percibieran i n convenientes mayores en esta aplicación modernizadora . 37

Esta intención sistemática y explícita de Mateos logra un alto porcentaje de aciertos sobre O ' G o r m a n , con la ventaja justa del que se arriesga a no acertar en cada modernización sobre el que «deja estar» el texto. N o arriesgándose, como se verá, los fracasos son mayores, seguramente porque conllevan menos esfuerzo hermenéutico. Haremos un breve cotejo de resultados, meramente con las notas de lectura hace tiempo tomadas por m í al margen, a lo largo de toda la obra (sin afán de ser exhaustivo) y que se refieren a la p u n t u a c i ó n , concordancia, errores léxicos y de significado (cambios de palabras). D e treinta y

3 6

E n realidad, terminará tomando ejemplo de la m o d e r n i z a c i ó n de 1894, que

sigue literalmente a la de 1792, a pesar de anunciarse en el P r ó l o g o y portada como «fidelísima r e i m p r e s i ó n de la primera e d i c i ó n castellana» (1894, V). La e d i c i ó n de 1894 sigue a la de 1792 en las modernizaciones (que prolonga más, quitando ante vocal q por c, x por j), en la d i v i s i ó n en dos tomos, a ñ a d i e n d o c a p í t u l o s a los versículos bíblicos

que cita Acosta,

y en

el propio p r ó l o g o ,

Infelizmente, desconocemos a ú n a sus autores. 3 7

Arellano, 1991, p. 570.

casi

plagiado.

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siete casos en que c o m p u t é u n error, Mateos lo comete en siete y, de ellas, cuatro veces O ' G o r m a n lo corrige y mejora. D e estos cuatro aciertos: (III, 6, «usaron hacer», por «usaron hacen»; V , 28, «al derredon>, por «alrededor»; V I , 7, «naciones [sic. debe ser oraciones]», por «naciones»; y V I I , 17, «ello es así que», por «ello es así pues») uno, el tercero, es una corrección consciente (la única de O ' G o r m a n ) , y es el acierto que tiene verdadera relevancia semántica. E n los otros tres casos en que comparten error se trata: de una coma de más (III, 5, «el partille en tantas o tantas es a nuestra consideración, que puede poner las que quisiere»), de un plural impropio ( V , 26, «se advierte más a la larga en particular, de sus abusos y maleficios, en el Confesionario, hechos por los perlados del Perú»), y de una forma verbal arcaica, no comprendida por ninguno (III, 6, «estarse ya queda» dice O ' G o r m a n , y «estaría bien queda» dice Mateos, por «estañase queda» = «estarse ía queda»). Los tres casos son graves, pues cambian el significado: pero en los dos segundos, más complicados, Mateos se equivoca menos porque mejora su puntuación: en el caso del «hechos» de Mateos, se advierte el error porque no le separa nada de «Confesionario»: atribuyen ambos a los prelados peruanos los «abusos y maleficios», no el confesionario (se refiere al «Confessionario para los curas de indios», ver injra). E n el ú l t i m o , al poner Mateos el verbo en potencial y muchas comas (demasiadas), se puede rescatar algo del sentido original: «Porque siendo, como es, materia inflamada, estaría bien queda y no andaría al derredor, si la esfera do e s t á < , > estuviese queda. Si no es que finjamos...». L a forma verbal elegida por O ' G o r m a n , y su endemoniada puntuación, la hace irreconocible: «Porque siendo como es, materia inflamada, estarse ya queda, y no andaría alrededor si la esfera do está estuviese queda, si no es que finjamos...» (fijémosnos en que O ' G o r m a n p u n t ú a por su cuenta y moderniza «alrededor», sin advertir nada). E l resto de los treinta casos en que Mateos acierta y O ' G o r m a n se equivoca, los hay graves y poco graves, pero todos proceden de la falta de comprensión de lo que dice el autor. Los errores están más o menos repartidos entre la Historia natural y la Moral (nueve en la natural y veintiuno en la moral), lo que es sorprendente en un hombre interesado en las ciencias morales (su reedición de 1963 se restringe a esos capítulos). Prescindiré de los errores subsanables con una lectura inteligente y dividiré el tratamiento en temas (puntuación,

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F E R M Í N DEL PINO DÍAZ

concordancia gramatical, errores de léxico y cambios arbitrarios de nombre). Por lo que hace a la p u n t u a c i ó n , el más importante está en I, 20, donde no percibe una oración interrogativa que está en la p r í n cipe, pone otra que no es sino admiración, siguiendo equivocadamente a la príncipe, y no separa con punto el paso a otro tema. T o memos la cita ampliamente, de un capítulo famoso que está dedicado a probar «que vinieron por tierra los primeros pobladores de Indias»: y aún queda luego otra cuestión, [¿]por[/]que[é,] naciendo de la tierra conforme a esta opinión tales animales, no los tienen todas las tierras e islas, pues ya no se mira el orden natural de multiplicarse sino sola la liberalidad del Creador [?...] Harto es y aún demasiado que pudiesen escapar los hombres con las vidas en tan prolijo viaje con tormenta, como hemos dicho, ¿[¡Jcuánto más tratar de llevar zorros y lobos [,] y mantenerlos por mar? [!] Cierto es cosa de burla aún imaginarlo; pues [. Pues] si vinieron por mar estos animales, sólo resta que hayan pasado a nado. Esto ser cosa posible y hacedera [...] no se puede negar. Hemos puesto entre corchetes las correcciones a hacer, para facilitar la precisión de errores señalados. A l ver la opción de Mateos con puntos aparte, además de interrogaciones y aseveraciones ciertas, se percibe mejor la distancia editorial entre ambos, pero ahora lo dejo a la imaginación del lector. N o mencionaremos el caso de V , 5 (cita mal entrecomillada de los «Proverbios»), pero sí dos casos de comas inoportunas, que parecen puestas para estorbar: «mas con todo merece alabanza este hecho [...] de tener en más el poder mejor ayudar a la república siendo súbdito que siendo supremo señor» (VII, 17) y «Para el efecto envió a llamar al principal de aquella ciudad, que era un famosísimo hechicero, y propuesto su intento [,] el hechicero le dijo que mirase lo que hacía» (VII, 19). Más interés tienen los problemas de concordancia, en donde se percibe la i n c o m p r e n s i ó n más claramente. H a y casos de poca i m p o r tancia, porque se equivoca en una partícula que puede restaurarse con la simple atención lectora, pero otras veces son substantivos o verbos gramaticalmente incorrectos que equivocan más. D e l primer tipo son «salieron con [= como] m i l leguas» (III, 4), «lo que no puede hacer en [=el] pincel» (IV, 37), «de su sangre hacían una raya» ( V , 7), «hay en ellos españoles [y] indios bautizados» (VII, 27), y « C o m o en la Nueva España habían llegado aquellos reinos a lo sumo», (VII, 28). D e l segundo tipo o grave son los siguientes: «los que moraban en la otra vida tenían [= tendrían, por «temían»] en poco al difunto» (V,

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7), «como en el P a n t e ó n de los romanos, cuand[= t] a ser casa y m o rada de todos los dioses» (V, 12), «y como el consumir la substancia de las criaturas» (V, 18), «y así atados, l l e v á b a < n > l o s a la casa de ella» ( V , 27), « t a m b i é n le llamabafn] hostia» ( V , 20), y «no son letras sin[o] dicciones enteras» ( V I , 9). Cualquiera de estas segundas partes equivocadas altera el significado de la frase y obliga a releer todo el párrafo para percibir el error, porque de otro modo pasa desapercibido. E n cuanto a los errores léxicos, ocurre igualmente que los hay leves y graves. D e l primer tipo sería llamar «garfia» a lagarúa limeña (II, 5) ; al acto de tasar «tazar» (IV, 4); a una sembradura o siembra «desembradura» (IV, 16); al famoso templo l i m e ñ o de Pachacamac, «Pachamac» (V, 3); a los panes sagrados incaicos o panconcos, «pancocos» (V, 28); a las sandalias quechuas u ojotas, «otojas» ( V I , 18); a los salvajes selvícolas o chunchos, «chuchos» (VII, 28); e incluso, a Balboa, «Vlasco N ú ñ e z » (III, 10). Pero en un mexicanista puede considerarse grave llamar «capayo» al zapayo (IV, 19), «Aldacuuaya» ( V , 24) al m i s m o Aldacuvaya del cap. V I I , 5, o «Acapamich» al varias veces mencionado Acamapichtli del cap. 8, poco anterior. Finalmente, hay cinco errores en el último libro del tipo «cambio arbitrario de nombre o léxico», tres de los cuales son graves semánticamente: «amasaron todos aquellos animalia» por «amansaron» (VII, 6) , «gérmenes de pescado» por «géneros» (VII, 16), y « m u c h o menos se engaña» por «mucho mucho se engaña» (VII, 28). E l cuarto es leve, «nariz horada» por «horadada» (VII, 17), y el quinto «yo seguro», por «yo aseguro». E n cuanto a los errores textuales de O ' G o r m a n , todos han sido recogidos en la edición española de Alcina, pero con agravantes. A dos de los errores léxicales más evidentes ha querido poner remedio el anotador español («garúa», por «garfia», y «Vasco N . de Balboa», por «Vlasco») y les ha agregado una nota informativa sobre los correspondientes realia: pero el texto sigue igual de e r r ó n e o . Ignoro si el encargado de la edición material ha rechazado esta corrección y las otras muchas, como ha ocurrido en otros casos, lo cual no salva al anotador ni al director de la colección, sino que condena a ambos. Por si fuesen pocos errores, el editor español ha añadido otros, que yo haya c o m putado por encima; en el libro III, 9 («llamadas» por «llanadas», de llanos), y III, 13 («de los males», por «de los cuales»). C o n toda seguridad habrá más, porque estos errores son de un tipo que revela

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FERMÍN DEL PINO DÍAZ

precipitación en la copia. N o han incorporado, sin embargo, otros elementos útiles de la edición mexicana, como eran la constancia del n ú m e r o del libro en los encabezamientos de cada página, o el m i n u cioso índice analítico. Es evidente que en la edición española no se ha mejorado el nivel del modelo mexicano seguido y me parece que tampoco se pretendiera, según el tono general de la colección. Creo que el editor español ha confiado tanto en la edición de O ' G o r m a n como éste en la princeps, a la que no es fiel del todo, sin declararlo; y en ambos casos la actitud conservadora o, más bien, confiada en exceso, ha inhibido la sana crítica ante errores o incongruencias evidentes. 4.

P O R L A COHERENCIA

SEMÁNTICA

Y POÉTICA

DEL T E X T O

DE

ACOSTA

Después de luchar contra las incoherencias gramaticales del texto indiano de 1590 en las ediciones recientes, producto evidente del descuido de siglos posteriores que no han querido leer con atención, amparándose en una supuesta conservación del texto original, convendría preguntarse si el texto de la edición príncipe merece ese respeto. S i gamos el procedimiento de Mateos, y de la escuela ecdótica de la Universidad de Navarra, en el sentido de desconfiar que los editores hayan respetado del todo las intenciones y voluntad textual de los autores. Y proponiendo, para todos los casos que no procedan así, la correspondiente modificación moderna. Cualquiera que haya manejado la edición príncipe, publicada facsimilarmente en Valencia (1977), agregando en esa versión una fe de 29 «enmiendas» a cargo de Christóbal de O r d u ñ a que no contienen todos los ejemplares, se puede dar cuenta de que hay a simple vista algunos errores que deben ser resueltos hoy. E l más elemental de todos los errores por descubrir —no «enmendado» por O r d u ñ a — es que la edición príncipe numera dos veces con el mismo dígito uno de los capítulos del libro V (el 26), lo que produce que éste tenga aparentemente un capítulo de menos (30 y no 31). O t r a vez en que yerra n u m é r i c a m e n t e (en el libro IV) hay simplemente una equivocación (27 en lugar de 24), pero no un error de cálculo. Otras veces dice por error «natural» por «moral», y la frase resultante es evidentemente fallida al comienzo del «Prólogo a los libros siguientes» (p. 300). Aparentemente estos errores se resuelven con simples cambios

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«mecánicos», aunque ya veremos que la repetición del cap. 26 del libro V requiere aclaraciones suplementarias. Pero hay otro g é n e r o de error más interesante en el uso de su fuente de información religiosa peruana que afecta al contenido, en el terreno de la descripción etnográfica de las fiestas anuales del C u z c o , aunque solamente se advierte cuando se lee despacio. Eso ocurre en el cap. 28 del libro V : En esta luna y mes, que es cuando se trae el maíz de la era a la casa, se hacía la fiesta, que hoy día es muy usada entre los indios que llaman Aymoray; esta fiesta se hace viniendo desde la chacra o heredad a su casa, diciendo ciertos cantares, en que ruegan que dure mucho el maíz. [Y hacen cada uno en su casa una guaca del maíz]: la cual llaman mamacora, [mama/cara = madre del maíz] tomando de su chacra cierta parte de maíz más señalado en cantidad, y poniéndola en una troje p e queña, que llaman pirua, con cierta ceremonias, y velando tres noches. Basta leer despacio para quedarse u n poco extrañado c o n la frase que hemos subrayado, puesto que no coincide el g é n e r o de «la cual» con la palabra inmediatamente precedente (maíz). Mateos pone dos puntos para recordar que puede referirse a «fiesta», con que se inicia la frase; O ' G o r m a n simplemente pone una coma, que lo hace más difícil de entender, al separar a ú n menos a «la cual» de «maíz». Pero, para entender al autor de acuerdo a Mateos, deberíamos dar dos nombres a la misma fiesta: la que primeramente el autor había llamado «Aymoray», ahora parece llamarse «mamazara». Picado por la curiosidad de descifrar el sentido de esta frase, me dirigí a la relación original de estas fiestas incaicas, que Acosta reconocidamente recogió del Licenciado Polo de Ondegardo en el Confesionario para curas de indios (editado por él mismo entre la d o c u m e n t a c i ó n del III C o n c i l i o de Lima) . D e allí hemos tomado, puesta entre c o r chestes, la frase que falta y da sentido al conjunto. S i se acude con detalle a esta misma fuente podremos corregir además varios t é r m i nos, algunos m u y importantes, de este capítulo clave para conocer el 38

3 8

«Los

errores

y supersticiones

de los

indios,

sacadas

del tratado

e

a v e r i g u a c i ó n que hizo el licenciado P o l o » , que ocupa los folios 7-16 dentro del Confessionario para los curas de indios. Con la instrucción contra sus ritos... (Lima, 1585), que ha sido reeditado muchas veces (1603, 1926, 1982, en facsímil). Formaba parte de la d o c u m e n t a c i ó n publicada por orden del III Concilio de Lima (1582¬ 83), en que Acosta a c t u ó de forma protagonista como t e ó l o g o y t e ó r i c o de las misiones.

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

336

calendario y el mapa ritual (quinoa por quisuar, acequia por zeque, ayamara por ayamarca, impertinencia por superstición, etc.). Evidentemente, este tipo de lapsus deben ser incorporados al texto, sin g é n e r o de dudas, y limitarlos a en una nota: pues estamos seguros del tipo de lapsus cometido por el copista, saltándose un p á rrafo contenido entre dos términos idénticos (maíz). Así nos aconseja hacer nuestro experto en notas del Siglo de O r o , Ignacio Arellano: Si tras una tarea hermenéutica rigurosa se nos ofrece una enmienda aceptable deberíamos trasladarla al texto, dejando siempre a salvo en el aparato [crítico de notas] la lectura que hemos modificado [...] la anotación es indispensable incluso para fijar el texto . 39

Hasta ahora hemos considerado un tipo de errores puntuales, que se detectan por mera coherencia gramatical: basta leer despacio para sospechar de la existencia del error. Pero hay lecturas formalmente correctas que llegan a contradecir no él sentido de la frase en sí, sino la idea global que nos está transmitiendo el autor e, incluso, la estructura conceptual en que se basa el capítulo y la obra de u n autor. Desde luego, para que el lector medio capte estos errores, o incluso, para que comprenda el valor de ciertas partes de la obra, de fragmentos mayores de la misma, haría falta incorporar al texto editado lo que Francisco R i c o llamó «notas paráfrasis» . Nosotros creemos que habría que hacer algo más que anotar: como cuando antes descubrimos líneas saltadas, que decidimos restaurar en el texto. N o s referiremos, para aplicarlo al caso de Acosta, al f e n ó m e n o de su m e n c i ó n reiterada del demonio en nueve de los títulos del libro religioso en la obra de Acosta, el V . E n principio, no debemos extrañarnos de esta cita en un religioso de la Contrarreforma, y especialmente jesuita. Pero el autor no lo hace en toda la obra, en la cual da múltiples señales de «espíritu m u n d a n o » y de interés por el «lado natural» de todas las cosas, incluso las divinas, si cabe decir así de sus dudas sobre verdades bíblicas como el diluvio universal, el origen 40

3 9

4 0

Arellano, 1991, pp. 574 y 582. Apunta: «frente a las notas meramente léxicas que se ocupan de la literalidad

de un microtexto, pero dejan oscuro el sentido de un fragmento, escena, estrofa, etc.» en Arellano, 1991, p. 578.

Se toma de un

texto inédito

de F. R i c o ,

presentado en el congreso y titulado «Las trampas de la sencillez», referido a «las trampas de ciertos editores de poco escrúpulo científico y é t i c o que enmascaran las dificultades del texto pasando por alto problemas que no saben resolver» (ibid., p. 578).

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bíblico de todas las plantas y animales americanos, la explicación tomista o aristotélica de las leyes naturales, como la temperatura relativa según la altura, etc. Este naturalismo es el sentido dominante en esta obra de «historia natural y moral», que inaugura este modelo descriptivo, tan típico de la Ilustración jesuita (Gumilla, Clavigero, Velasco, M o l i n a , Sánchez Labrador, etc.) ¿ C ó m o es posible que haga en este libro sobre la religión de M é j i c o y P e r ú esta operación tan llamativa de «énfasis» preventivo sobre una figura «religiosa», el demonio, una figura de la que va a decir lo siguiente en el capítulo final, fuera de este libro pero coronación de toda la obra?: Y la misma servidumbre y sujeción [que tuvieron] al demonio y a sus tiranías, y yugo tan pesado, fue excelente disposición para la divina Sabiduría, que de los mismos males se aprovecha para bienes y coge el bien suyo del mal ajeno, que él no sembró. Es llano que ninguna gente de las Indias occidentales ha sido, ni es más apta para el evangelio, que los que han estado más sujetos a sus señores, y mayor carga han llevado, así de tributos y servicios, como de ritos y usos mortíferos. Todo lo que poseyeron los reyes mejicanos y del Perú, es hoy lo más cultivado de cristiandad, y donde menos dificultad hay en gobierno político y eclesiástico. [...] Y lo que tiene dificultad en nuestra ley, que es creer misterios tan altos y soberanos facilitóse mucho entre éstos, con haberles platicado el diablo otras cosas mucho más difíciles; y las mismas cosas que hurtó de nuestra ley evangélica [...], a pesar del enemigo, sirvieron para que las recibiesen bien en la verdad los que en la mentira las habían recibido; en todo es Dios sabio y maravilloso, y con sus mismas armas vence al adversario . 41

Parece chocante que alguien que admite esta «función benéfica» del demonio tenga que andar en el libro de religión con tantas recomendaciones y cuidados al tratar de los ritos y sacrificios indianos, p r o bando a cada paso su origen demoníaco y exclamando lleno de indignación ante sus múltiples inconvenientes y daños. Esta conducta aparentemente ambigua, que varía de m o d o sustancial dentro de la propia obra según estén dentro o fuera del libro de la religión, puede caber que se adopte excepcionalmente en el capítulo religioso, con toda seguridad el que sería objeto de mayor atención inquisitorial . 42

4 1

4 2

Acosta, Obras, ed. F. Mateos, 1954 (cursiva nuestra). E n 1588, en

que da Acosta los ú l t i m o s toques a su

obra, se

halla la

C o m p a ñ í a de Jesús e m p e ñ a d a en defenderse de la I n q u i s i c i ó n y del poder real de Felipe II, que quiere someter a control estatal a todas las ó r d e n e s religiosas, en especial con poder en las misiones indianas. ¿ N o cabe pensar que Acosta quiera

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FERMÍN DEL PINO DÍAZ

A l menos, eso es lo que sucede en un nivel más elemental, el del l é xico: en el caso del propio t é r m i n o «religión», que en todo el libro V reiteradamente le pospone «o superstición», «o por mejor decir superstición» (por ejemplo, caps. 1, 11, 22, 31...), mientras que no o c u rre lo mismo fuera de él: por ejemplo en el primero del siguiente l i bro. Otra prueba indirecta de la interpolación de capítulos en el libro V es que se duplique el 26: puede significar muy bien que tal interpolación precede al segundo 26. Nuestra reacción de «lector crítico» del libro V o religioso, de esta obra, es que contiene interpolaciones (de términos como «demonio» o «superstición») para tranquilizar a la censura inquisitorial del rey, patrono celoso de la ortodoxia y de las órdenes rivales a la C o m p a ñ í a ; alguna de las cuales, como la dominica, controla bastante el aparato inquisitorial y se opone particularmente a sus rivales intelectuales, los jesuitas. N o sé si se han fijado todos en alguna característica del tipo de capítulos en que el autor ha introducido estas modificaciones terminológicas al término «religión», aplicado a la de los indios: 1, 11, 22 y 31. Son casi justamente los n ú m e r o s que inician cada decena de capítulos. Curiosamente, todos ellos tratan de asuntos que no son descriptivos, como es la norma en todo el libro V y en todo el v o l u men, como regla general, constituyendo una obra eminentemente descriptiva, excepto ciertas introducciones previamente incorporadas: « Q u e la causa de la idolatría ha sido la soberbia y envidia del d e m o nio» (cap. 1); «De c ó m o el demonio ha procurado asemejarse a Dios en el modo de sacrificios y religión y sacramentos» (cap. 11); « C ó m o ya los mismos indios estaban cansados, y no podían sufrir las crueldades de sus dioses» (cap. 22); y «Qué provecho se ha de sacar de la relación de las supersticiones de los indios» (cap. 31). Pero no son solamente capítulos interpolados porque traten temas de reflexión, en medio de otros meramente descriptivos. Es que i n cluso la redacción lo da a entender: así, por ejemplo, al comienzo del disimular ante los inquisidores las libertades que se toma con las idolatrías indianas y que sea ésa la causa principal de que

se

publique un

tratado de idolatrías

americanas como es su libro V en un tiempo tan severo? E n el cap. 7 del libro V I , que trata de los sistemas de escritura americana, denuncia la quema de c ó d i c e s calendáricos mayas por frailes ignorantes que los creyeron idolátricos, de este modo: «Esto sucede de un celo necio que, sin saber ni a ú n querer saber las cosas de los indios, a carga cerrada dicen que todo son hechicerías». Esta frase habría sido barrida por el autor, de haberla escrito en el libro de religión, el V .

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cap. 11 se interrrumpe el hilo narrativo, de este modo: «Pero, antes de venir a eso, se ha de advertir una cosa que es muy digna de ponderar...». Y , como final del capítulo, se dice con intención de 'coser' unidades narrativas; «de los ritos y ceremonias de que vamos tratando en este libro». D e l mismo modo, se ve obligado a 'coser' el final del 22 con el siguiente y concluir el párrafo anterior, meramente considerativo: «dejando por ahora la disputa de c ó m o se compadezca esto con la naturaleza, lo que hace al intento es ver cuán insufrible servidumbre...». E l carácter interpolado del ú l t i m o capítulo puede verse igualmente al principio del mismo: «Baste lo referido para entender el cuidado que los indios ponían en servir y honrar a sus ídolos, y al demonio, que es lo mismo». Es decir, que lo que añade en este capítulo no formaba parte del proyecto original, dado que lo anterior por sí mismo basta. ¿ Q u é habría que hacer con estos capítulos 1, 11, 22 y 31, aparentemente interporlados, en una edición modernizada, sabiendo que muchos lectores —e incluso especialistas como D . Brading, S. Gruzinski, M . Zamora, etc.— pueden tomarlos como la tónica de la obra, y definirla como un alegato antidemoníaco? Hace tiempo que pienso que una edición verdaderamente crítica debiera marcar de alguna manera estos capítulos (en letra más pequeña, por ejemplo), y no dejar pasar la ocasión de evitar que el lector cayese en la «trampa de la sencillez», dejando las cosas como están. T o d o lo anterior son propuestas que están siendo meditadas para acometer la edición crítica de la historia acostiana. C r e o haber mostrado que la m o d e r n i z a c i ó n puede no ser otra cosa que u n afán de fidelidad a la intención y los textos del autor, cuando escribió aquellas cosas siguiendo las reglas de su tiempo. ¿Sería lógico aceptar que sus textos se agoten en esta comunicación a sus contemporáneos; o quizá, por el contrario, ocurre que nosotros queremos comunicarnos también con él y por eso lo editamos hoy nuevamente?

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ANEXO ECDÓTICO

4 3

Términos modernizados y criterios de edición -Agora= ahora = -Cuies Cuyes = -estrangero extranjero. -desque= después que -Ingas = Inca = -occurrentes ocurrentes -Pirú= Perú = -quantidad cantidad -Rayme= Raymi (fiesta) . = -summa suma 44

-yelo= hielo De las palabras que no se escriben de una sola manera, elegimos la versión más moderna (mochachos = muchachos). Cuando la versión de Acosta es corregida por la de Polo, añadimos el término de Polo en subrayado para enfatizar el logro, dejando para la nota la versión de la príncipe. Acosta resumió este informe de Polo, y controló personalmente su edición, advirtiéndose en la coherencia con que se usan puntos, dos puntos, paréntesis y puntos aparte internos (precedidos de numeración). Cuando, por el contrario, nos parece que la príncipe refleja una versión «impuesta», por la voluntad del autor de ser bien visto por la Inquisición, ponemos el texto con el signo de tachado (como superpuesto). Si debemos añadirle algo por nuestra cuenta, ponemos [ ], y si quitamos de Acosta, ponemos < >. Si queremos añadir una explicación, la ponemos en nota, precedida de = . La edición príncipe lleva acentos graves, que conservamos (como agudos), especialmente en los nombres americanos, que nos parecen acentos intencionales del autor pues el editor no conoce tales términos. Los paréntesis del autor los dejamos como tal, y los nuestros se convierten en párrafos entre guiones, . Añadimos siempre los entrecomillados, que no posee el original. Excepcionalmente, la edición tiene signos de interrogación finales en el caso de una pregunta (que quitamos porque está redactada en sentido indirecto). Sólo rara vez pone el editor cursivas, menos en los títulos, pero nosotros las ponemos en todas las palabras americanas, especialmente la primera vez, o la definida.

4 3

Nos ha parecido agregar un ejemplo de e d i c i ó n de la HNMI como prueba

de nuestra propuesta, y hemos elegido un c a p í t u l o en que hubiera frecuencia de errores de copista, interpolaciones del autor y sinsentidos que la e d i c i ó n a ú n no ha pulido. 4 4

E n quechua es indiferente e/y ó u/o, y el autor oscila.

H E R M E N É U T I C A Y EDICIÓN CRÍTICA DEL P. A C O S T A

341

L I B R O V , C A P Í T U L O 28. DE ALGUNAS FIESTAS QUE USARON LOS DEL CUZCO , Y COMO EL DEMONIO QUISO TAMBIEN—IMITAR—Eh—MISTERIO BE hA SANTISIMA TRINIDAD^. Para concluir este libro —que es de lo que toca a la religión— resta decir algo de las fiestas y solemnidades que usaban los indios: las cuales, porque eran muchas y varias, no se podrán tratar todas. Los Incas, señores del Perú, tenían dos géneros de fiestas: unas eran ordinarias, que venían a tiempos determinados por sus meses. Y otras extraordinarias, que eran por causas ocurrentes de importancia: como cuando se coronaba algún nuevo rey, y cuando se comenzaba alguna guerra de importancia, y cuando había alguna muy grande necesidad de temporales . De las fiestas ordinarias se ha de entender que en cada uno de los doce meses del año hacían fiesta y sacrificio diferente: porque, aunque cada mes y fiesta de él se ofrecían cien carneros, pero los colores o facciones habían de ser diferentes. En el primero, que llaman Ráymi y es de Diciembre, hacían la primera fiesta y más principal de todas, y por eso la llaman Capacráymi: que es decir «fiesta rica, o principal». En esta fiesta se ofrecían grande suma de cameros y corderos en sacrificio, y se quemaban con leña labrada y olorosa; y traían cameros [de] oro y plata, y se ponían las tres estatuas del Sol, y las tres del Trueno: padre, hijo y hermano, que decían tenían el Sol y el Trueno. En estasfiestasse dedicaban los muchachos incas y les ponían las 46

47

4 5

E l c a p í t u l o adopta la n u m e r a c i ó n 27, no 28, como corresponde. Lo hacen

las ediciones príncipes —todas las que he visto— y t a m b i é n la de Barcelona,

1591

y Madrid, 1608, que no lo advierten en su correspondiente fe de erratas. Por su parte, el t í t u l o del capítulo añade un s u b t í t u l o , que alude en realidad a un tema tratado m í n i m a m e n t e en el c a p í t u l o , pero servía bien para tranquilizar al censor inquisitorial. Por eso lo señalamos como tachado. 4 6

4 7

por causa de tempestades. La princeps y Polo dicen «carneros, oro y plata», pero eso

hace repetir la

traída de carneros, y deja abstractas las cantidades o formas del oro y plata. E n el cap. 18 de este libro dice: «En el Perú usaron sacrificar [...]

a veces oro y plata,

figurando de ello animalejos [...] y madera labrada y olorosa». Parte importante del tesoro del rescate de Atahualpa,

tomado

de

los

Pachacámac, eran animales figurados en oro y plata.

templos

del

Coricancha

y

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

342

Guaras —o pañetes— y les horadaban las orejas, y les azotaban con hondas los viejos y untaban con sangre el rostro, todo en señal que habían de ser caballeros leales del Inca. N i n g ú n extranjero podía estar este mes y fiesta en el Cuzco; y al cabo de las fiestas entraban todos los de fuera y les daban aquellos bollos de maíz con sangre del sacrificio que comían en señal de confederación con el Inca, como se dijo arriba [cap. 23]. 48

49

Y cierto, es de notar que en su modo el demonio haya también en la idolatría introducido Trinidad, porque las tres estatuas del sol se intitulaban Apoínti, Churiínti e Intiguaoquí, que quiere[n] decir «el padre y señor sol», «el hijo sol», [y] «el hermano sol». Y de la misma manera nombraban las tres estatuas del Chuquiüla, que es el dios que preside en la región del aire, donde truena y llueve y nieva. Acuérdome que estando en Chuquisaca me mostró un sacerdote honrado una información —que yo la tuve harto tiempo en mi poder— en que había averiguado de cierta Guaca —o adoratorio— donde los indios profesaban adorar a Tangatanga: que era un ídolo que decían que en uno eran tres; y admirándose aquel sacerdote de cato, creo que le dije que el demonio, todo cuanto podía hurtar de la verdad para 3U3 mentiras y engaños, lo hacía con aquella infernal y porfiada soberbia con que siempre aparece ser como Dios ? 50

Volviendo a las fiestas, en el segundo mes —que se llamaba Cámay— demás de los sacrificios echaban las cenizas por un arroyo abajo, yendo con bordones tras ellas cinco leguas por el arroyo, rogándole las llevase hasta la mar porque allí había de recibir el Viracocha aquel presente. En el tercero [,] cuarto y quinto mes también ofrecían en cada uno sus cien carneros negros, pintados y pardos: con otras muchas cosas que por no cansar se dejan. E l sexto mes se llama Hatuncúzqui Aymoráy, que responde a Mayo: también se sacrificaban otros cien cameros de todos colores. E n esta luna y mes (que es cuando se trae el maíz de la era a casa) se hacía la fiesta que hoy día es muy usada entre los indios, que llaman Aymoráy* . Esta fiesta se hace viniendo desde la chacra —o heredad— a su casa, diciendo ciertos cantares en que ruegan que dure mucho el maíz. Y hacen cada uno en su 51

2

4 8

4 9

5 0

= Pantalones cortos o calzoncillos. «En señal de» expresa en Acosta la f u n c i ó n simbólica de un rito. N ó t e s e , por el texto que sigue ( « V o l v i e n d o a las

fiestas...»),

el

carácter

relativamente interpolado de este párrafo. 5 1

5 2

= Bastón o b á c u l o de peregrino, apud Covarrubias y Autoridades. Polo le llama t a m b i é n A y m o r a ñ a . E l paréntesis

versión de Polo.

anterior

pertenece a la

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N CRÍTICA DEL P. A C O S T A

343

casa una guaca al maíz, la cual llaman Mamazara \ tomando de su chacra cierta parte de maíz más señalado en cantidad y poniéndola en una troje pequeña —que llaman Pirua— con ciertas ceremonias, y velando tres noches. Y este maíz meten en las mantas más ricas que tienen, y después que está tapado y aderezado adoran esta Pirua y la tienen en gran veneración: y dicen que es «madre del maíz» de su chacra, y que con esto se da y se conserva el maíz. Y por este mes le hacen un sacrificio particular, y los hechiceros le preguntan a la Pirua si tiene fuerza para el año que viene . Y si responde que no, lo llevan a quemar a la misma chacra con la solemnidad que cada uno puede, y hacen otra Pirua con las mismas ceremonias, diciendo que la renuevan para que no perezca la simiente del maíz. Y si responde que tiene fuerza para durar más, la dejan hasta otro año. Esta superstición dura hasta hoy, y es muy común entre los indios tener estas Piruas y hacer la fiesta del Aymoray. 5

54

5 5

El séptimo mes, que responde a Junio, se llama Aucaycúzqui Intiráymi, y en él se hacía la fiesta llamada Intiráymi, en que se sacrificaban cien carneros Guanacos: que decían que ésta era la fiesta del Sol. E n ese mes se hacían gran suma de estatuas de leña labrada de quinoa todas vestidas de ropa rica, y se hacía el baile que llamaban Cáyo. Y en esta fiesta se derramaban muchas flores por el camino, y venían los indios muy embijados y los señores con unas patenillas de oro puestas en las barbas, y cantando todos. Hase de advertir que esta fiesta cae casi al mismo tiempo que los cristianos hacemos la solemnidad del Corpus Christi, y que en algunas cosas tiene alguna apariencia de semejanza (como es en las danzas, representaciones o cantares): y por esta causa ha habido, y hay hoy día entre los indios, que parecen celebrar nuestra solemne fiesta de Corpus Christi, mucha superstición de celebrar la suya antigua del Intiráymi. 56

57

5 3

= «madre del maíz». «Mamacora», en la e d i c i ó n de la p r í n c i p e , hace olvidar

el nombre quechua «zara» para maíz, palabra norteamericana. E l párrafo subrayado anterior había desaparecido de la e d i c i ó n p r í n c i p e , saltándose el espacio entre los dos t é r m i n o s «maíz». «desque» =

5 4

«después que» en la e d i c i ó n

de

1792

y

1894.

O'Gorman

t a m b i é n moderniza por «desde que». 5 5

5 6

«impertinencia». Claro error de copia. Polo dice «quissuar», posiblemente la planta Budleta

incana, hoy llamada

«quissoar»; pero preferimos «Quinua», como la p r í n c i p e , de cuyo árbol en P o t o s í habla Acosta en cap. 6 del libro VI. 5 7

=

Embijarse o pintarse con b e r m e l l ó n , rojo, sacado del minio o minas de

mercurio, abundantes en Perú.

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

344

E l octavo mes se llama Cháhua Huarquís *, en el cual se quemaban otros cien cameros por el orden dicho, todos pardos, de color de Vizcacha . Y este mes responde al nuestro de Julio. El noveno mes se llama Yápaquis, en el cual se quemaban otros cien cameros castaños, y se degollaban y quemaban mil cuyes, para que el hielo y el aire y el agua y el Sol no dañasen a las Chacras. Este parece que responde a Agosto. 5

59

El décimo mes se llama Coyaráymi, en el cual se quemaban otros cien carneros blancos lanudos. E n este mes —que responde a Septiembre— se hacía la fiesta llamada Cítua en esta forma: que se juntaban todos, antes que saliese la luna el primer día, y en viéndola daban grandes voces con hachos de fuego en las manos diciendo: «Vaya el mal fuera», dándose unos a otros con ellos (éstos se llamaban Panconcos). Y aquesto hecho, se hacía el lavatorio general en los arroyos y fuentes, cada uno en su cegué —o pertenencia—, y bebían cuatro días arreo . Este mes sacaban las Mamaconas del Sol gran cantidad de bollos hechos con sangre de sacrificios, y a cada uno de los forasteros daban un bocado; y también [los] enviaban a las Guácas forasteras de todo el reino y a diversos curacas, en señal de confederación y lealtad al Sol y al Inca, como está dicho [cap. 23]. Los lavatorios y borracheras, y algún rastro desta fiesta llamada Cítua, aún duran todavía en algunas partes con ceremonias algo diferenciadas, y con mucho secreto, aunque lo principal y público ha ya cesado. El undécimo mes se llamaba Homaráymi Punchaiquts, en el cual sacrificaba^] otros cien carneros. Y si faltaba agua, para que lloviese ponían un carnero todo negro atado en un llano, derramando mucha chicha alrededor , y no le daban de comer hasta que lloviese: esto se usa también ahora en muchas partes por este mismo tiempo, que es por Octubre. El último mes se llama Ayamarca , en el cual se sacrificaban otros cien carneros, y se hacía la fiesta llamada Ráymi Cantaráyquis : en este mes 60

61

62

63

64

65

5 8

5 9

6 0

«Cháhua Huarquí». = Color del conejo, tirando a grisáceo y pardo. =

Manojo de esparto, l e ñ o o paja encendida para alumbrar. Se llaman

panconcos. 6 1

6 2

6 3

«acequia». Error de copia. = sin parar, «seguidos», dice la e d i c i ó n de 1792 y le sigue la de 1894. E n Polo, «al derredor»; que copia Mateos, 1954, siguiendo las ediciones de

Acosta en 1792 y 1894; pero no O'Gorman, que lo pone modernizada, como la príncipe y nosotros. 6 4

6 5

«Ayamara». Error de copia. «Ráymicantará Ráyquis». Error de copia.

H E R M E N É U T I C A Y E D I C I Ó N CRÍTICA DEL P. A C O S T A

345

— q u e responde a N o v i e m b r e — se aparejaba lo necesario para los m u c h a chos que se h a b í a n de hacer O r e j o n e s el mes siguiente. Y los m u c h a c h o s c o n los viejos h a c í a n cierto alarde, d a n d o algunas vueltas: esta fiesta se llamaba

Ituráytni,

la cual se hace de ordinario cuando llueve m u c h o o p o c o ,

o hay pestilencia. Fiestas extraordinarias, aunque h a b í a muchas, la m á s famosa era la que llamaban Ytu . L a fiesta del Y t u n o t e n í a tiempo s e ñ a l a d o , m á s de que en 66

tiempos de g r a n

67

necesidad se h a c í a . Para ella ayunaba toda la gente dos

d í a s , en los cuales no se llegaban a mujeres ni c o m í a n cosa c o n sal n i ají, ni b e b í a n chicha; y todos se juntaban en una plaza donde no hubiese forastero ni animales. Y para esta fiesta t e n í a n ciertas mantas y vestidos y aderezos, que s ó l o s e r v í a n para ella. Y andaban en p r o c e s i ó n , cubiertas las cabezas c o n sus mantas, m u y de e s p a c i o

68

tocando sus atambores y sin hablar u n o c o n

otro. Duraba esto u n d í a y una noche: y al d í a siguiente c o m í a n y b e b í a n y bailaban dos días

c o n sus noches,

diciendo

que

su o r a c i ó n h a b í a

sido

acepta [da]. Y , aunque no se haga hoy d í a c o n toda aquella ceremonia, pero es m u y general hacer otra fiesta m u y semejante que llaman Ayma, c o n vestiduras que tienen depositadas para ello y c o m o e s t á dicho: esta manera de p r o c e s i ó n a vueltas c o n atambores, y el a y u n o que precede y borrachera que se sigue, usan p o r urgentes necesidades. Y , aunque el sacrificar reses y otras cosas que n o p u e d e n esconder de los e s p a ñ o l e s han dejado, a lo menos en lo p ú b l i c o , pero conservan t o d a v í a muchas ceremonias que tienen origen destas fiestas y s u p e r s t i c i ó n antigua. P o r eso es necesario advertir e n ellas especialmente, que esta fiesta del Y t u la hacen disimuladamente h o y d í a en las danzas del C o r p u s C h r i s t i : h a c i e n d o las danzas del

Guacón,

Uallama y

de

y otras conforme a su ceremonia antigua: en lo cual se debe mirar

mucho. E n d o n d e ha sido necesario advertir destas abusiones y supersticiones que t u v i e r o n en el tiempo de su gentilidad los indios, para que n o se c o n sientan p o r los curas y sacerdotes, allá se ha dado m á s larga r e l a c i ó n de lo que toca a esta materia; al presente, basta haber tocado el ejercicio en que el d e m o n i o ocupaba a sus devotos para que, a pesar suyo, se vea la difercn-

6 6

Acosta introduce por segunda

vez

la fiesta del Ytu, que

ha citado

previamente, al final del párrafo de fiestas ordinarias; sigue fielmente al texto de Polo. 6 7

A ñ a d i m o s «gran», porque lo pone Polo, y coincide con la d e f i n i c i ó n de

fiesta extraordinaria comentada antes. 6 8

= «de cuando en cuando», espaciando los toques.

346

FERMÍN DEL PINO DÍAZ

cía que hay de la lúe a las tinieblas, y de la verdad cristiana a la memoria gentílica, por más que haya con artificio procurado remedar las cosas de Dios el enemigo de los hombres, y de su Dios . 69

A l mismo tiempo

que al principio (en

el título)

y en medio

(sobre

Tangatanga), agrega el autor esta coletilla final d e m o n í a c a . C o n frecuencia las alusiones al demonio en el libro V vienen al principio o al final del c a p í t u l o . A l final de este libro V de la r e l i g i ó n , y del IV y VII (es decir, al fin de la Historia natural y de la Historia moral), agrega

Acosta

una oración,

que

concluye

l ó g i c a m e n t e « A m é n » . ¿Interpolaciones o, más bien, adorno t e o l ó g i c o oportuno, en los lugares i d ó n e o s para un lector apurado?

HERMENÉUTICA Y EDICIÓN CRÍTICA DEL P. A C O S T A

347

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U N A PIEZA R E C U P E R A D A D E L T E A T R O C O L O N I A L P E R U A N O : H I S T O R I A D E L T E X T O D E EL MEJOR ESCUDO DE PERSEO DEL MARQUÉS D E CASTELL DOS RIUS

José A. Rodríguez Garrido Pontificia Universidad Católica del Perú Princeton University

Manuel de O m s y Santa Pau, Marqués de Castell dos R i u s — v i g é s i m o cuarto virrey del P e r ú — debe su lugar en las historias de la literatura del Perú colonial fundamentalmente al hecho de haber cobijado en su palacio a la academia cuyas actas fueron reunidas por Diego R o d r í g u e z de Guzmán bajo el título de Flor de academias. Estas reuniones, desarrolladas entre el 23 de septiembre de 1709 y el 24 de marzo de 1710, constituyen la última muestra del interés del Marqués por las letras. Tras su muerte, ocurrida en L i m a el 24 de abril de 1710, la Academia sólo sesionó una vez m á s , el 15 de mayo, para rendir tributo a su difunto mecenas. L a publicación de estas actas por Ricardo Palma en 1899 (junto al Diente del Parnaso de Caviedes) c o n t r i b u y ó sin duda a difundir el nombre de Castell dos R i u s entre los historiadores de la literatura peruana. N o obstante, el n ú m e r o de las obras en estas sesiones escritas por el propio Marqués es reducido. E l virrey se encargaba más bien de dirigir las sesiones y proponer la forma y el asunto p o é t i c o s sobre los que debían discurrir los otros miembros. Si Castell dos Rius gozó de cierto reconocimiento público como autor durante los años en que g o b e r n ó el Perú, ello se d e b i ó más bien al hecho de haber escrito la comedia titulada El mejor escudo de Perseo y de haberla hecho representar en el patio del palacio limeño el 17 de septiembre de 1708 con ocasión de celebrarse el nacimiento del Príncipe de Asturias Luis Fernando, hijo de Felipe V .

352

JOSÉ A. R O D R Í G U E Z

GARRIDO

A los propios miembros de la Academia de Castell dos R i u s

de-

bemos, en efecto, el recuerdo de esta pieza teatral del virrey: en

las

sesiones del 2 de noviembre de 1709 y del 21 de enero de 1710, en que el motivo del d í a c o n s i s t í a en componer estrofas que incluyeran en uno de sus versos el t í t u l o de una comedia, los poetas cortesanos colocaron en varias ocasiones el de la comedia de Castell dos R i u s , que alternaba así con las de los dramaturgos m á s c é l e b r e s del m o mento . D e l mismo modo, Pedro de Peralta, en su poema é p i c o 1

Lima

fundada, al relatar los hechos del gobierno de Manuel de O m s y Santa Pau —presentados a Pizarro como parte de la v i s i ó n p r o f é t i c a sobre el futuro de la ciudad—, d e d i c ó una octava a la r e p r e s e n t a c i ó n de

El

mejor escudo de Perseo en medio de las fiestas celebratorias por el n a c i miento de Luis Fernando: E l augusto natal del real lucero C e l e b r a r á c o n celo tan ardiente, Q u e será maravilla del esmero, L o m a g n í f i c o uniendo a lo elocuente: D e l circo hará festivo lo m á s fiero, D e l teatro hará canoro lo luciente; V i é n d o s e , que p o r arte del deseo T a m b i é n produce A p o l o su Perseo . 2

M á s allá del c í r c u l o de los allegados al virrey, el juicio de residencia llevado en su contra tras su muerte fue o c a s i ó n para que diversos declarantes dejaran testimonio de la i m p r e s i ó n que les produjo el lujo

1

E n el « A c t o s é p t i m o de la Academia» (2 de noviembre de 1709) mencionan

la comedia del M a r q u é s los siguientes poetas: Miguel

Cascante

(f.

108v), el

M a r q u é s de Brenes (109v) y Pedro J o s é B e r m ú d e z (110). En el « A c t o d é z i m o tercio de la Academia» (21 de enero de 1710) lo hacen Miguel de Cascante (320), el Marqués de Brenes (320) y Pedro José B e r m ú d e z (322). Cito por el manuscrito 8722 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Una somera c o m p a r a c i ó n textos de los dos manuscritos de Flor de Academias

entre los

que conserva la Biblioteca

Nacional de Madrid y el editado por Palma (basado en un manuscrito que existía en la Biblioteca Nacional de Lima y que fue destruido por el incendio de 1948) muestra que la e d i c i ó n de Palma adolece de serias limitaciones. 2

E l propio Peralta anota así el ú l t i m o verso de la octava: « C o m e d i a intitulada

El Perseo, hecha por el mismo virrey, que con armoniosa música, preciosos trages y hermosas decoraciones de perspectiva dispuso que se representase en su Palacio en c e l e b r a c i ó n del regio nacimiento: en que no s ó l o m o s t r ó la elegancia

de su

genio p o é t i c o , sino la grandeza de su á n i m o y el celo de su amor». Ver Peralta, Lima fundada, ed. M . de Odriozola, vol. I, p. 171.

EL MEJOR ESCUDO

DE

PERSEO

353

de la costosa representación, en la que a los versos se unía la música y el aparato de tramoyas. A l margen de cualquiera que fuera la calidad literaria de la comedia del M a r q u é s de Castell dos R i u s , la repetida referencia de sus contemporáneos indica que la obra marcó un hito en la historia de las representaciones teatrales en el Perú colonial, particularmente de las correspondientes al ámbito cortesano. Lamentablemente los historiadores del teatro y de la música del p e r í o d o colonial peruano no habían dispuesto hasta hoy del texto completo de dicha comedia, por lo que debieron moverse en el campo de la especulación al expresar cualquier juicio sobre ella. E l texto de El mejor escudo de Perseo, o lo que se podría considerar al menos una de sus versiones, no estaba perdido, sin embargo. E l objetivo del presente trabajo no es tanto la presentación de su hallazgo, ya que, c o m o se verá más adelante, el manuscrito que lo ha transmitido estaba perfectamente descrito en una bibliografía publicada en 1984 , sino atar los cabos sueltos que componen la peculiar historia del texto de esta comedia. A partir de ésta, será necesario plantear ciertas preguntas sobre la composición del corpus teatral hispanoamericano de la colonia . A l margen de las declaraciones que hablan de la representación de la obra, a las que antes he aludido (las de los miembros de la Academia de Castell dos R i u s y las de los testigos en el juicio de residencia), los datos sobre la existencia del texto en el P e r ú eran reducidos. La referencia más antigua, aunque indirecta, a un testimonio de la obra se debía al secretario de la Academia de Castell dos R i u s , Diego R o d r í g u e z de G u z m á n , quien, en el Proemio de Flor de academias, dejó constancia de que poseía, además de estas actas, un conjunto de manuscritos con los que se proponía formar otros dos volúmenes: uno que contuviera las obras poéticas de Castell dos R i u s y otro con «las que escribieron en los festejos cómicos para la celebridad de todas las Reales fiestas, A ñ o s de sus Magestades, y Nacimiento de Nuestro Príncipe». E l contenido de ese hipotético tomo es descrito así por R o d r í g u e z de G u z m á n : 3

4

3

4

Ver Regueiro y Reichenberger, 1984. L o que aquí presento es parte del resultado de una investigación efectuada en

la biblioteca de la Hispanic Society o f America en N e w Y o r k , el Archivo de Indias, en Sevilla (AGI), los Fondos de los Marqueses de Castell dos Rius en el Arxiu Nacional de Catalunya, en Barcelona ( A N C ) y en el Archivo General de la N a c i ó n , de Lima ( A G N ) .

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GARRIDO

en esse tomo ofrezco todas las Loas que escribieron alternadamente su Exa. y el Doctor Don Pedro Joseph Bermúdez discurriendo en ellas con rara y admirable novedad de pensamientos, conceptos, Discreciones y noticias (f. 14v) . 5

Lamentablemente, después de la referencia de R o d r í g u e z de G u z m á n , no se ha vuelto a saber de este conjunto de textos, que c o m p o n d r í a n un valioso testimonio de la vida teatral en la corte l i m e ñ a a principios del siglo X V I I I . Hay que llegar hasta fines del siglo X I X para hallar una nueva m e n c i ó n al texto de El mejor escudo de Perseo. E n el P r ó l o g o a su edición de Flor de academias en 1899, Ricardo Palma consigna que existía una «copia» del primer acto de la comedia en «el archivo del antiguo teatro de Lima» . D i c h o teatro, que se levantaba en el mismo solar que hoy ocupa el Teatro Segura, fue destruido por el fuego a fines del siglo X I X y su archivo sufrió al parecer la misma suerte. Palma no fue, por otro lado, nada generoso con lo que leyó, pues calificó a la obra de «una monstruosidad escénica en detestables versos» . 6

7

Diez años después de la aparición de esta edición, Manuel M o n c l o a y Covarrubias publica su libro El teatro de Lima, apuntes históricos en el que incluye un somero y fragmentario repaso del arte dramático durante el Virreinato. Sin duda el dato más interesante lo constituye la noticia sobre el texto de El mejor escudo de Perseo. M o n c l o a , en efecto, consigna la existencia, hasta entonces desconocida, de un impreso con el texto de la obra de Castell dos R i u s y declara ser poseedor de este «raro ejemplar» . Asimismo reproduce en reducción la portada de dicho impreso y ofrece un fragmento de veinte versos de la obra, en que intervienen dos personajes, Aracne y M o m o . D e acuerdo con la descripción que ofrece Moncloa, el texto estaba impreso a doble columna «en folio mayor», se c o m p o n í a de 8

9

5

Este pasaje ha sido omitido en la e d i c i ó n preparada por Palma, 1899, de Flor

de Academias, y de allí que sea p r á c t i c a m e n t e desconocido por los investigadores. Los dos manuscritos de ésta obra conservados en la Biblioteca Nacional de Madrid ofrecen el texto. 6

7

8

9

Palma, 1899, p. X V I . Ibid., p. X V I . Moncloa y Covarrubias, 1909, p. 22n. Ibid., p. 21.

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veinte páginas y contenía «una corrección hecha, a lo que parece, de mano del propio virrey» . Los intentos por ver el «raro ejemplar» descrito por M o n c l o a han sido del todo infructuosos. Los investigadores posteriores han tenido que limitarse a copiar los datos proporcionados por él. Así, la descripción que Vargas Ugarte da en sus Impresos peruanos se basa en la reproducción de la portada ofrecida por Moncloa. Por su parte, Lohmann en su capital libro sobre El arte dramático en Lima durante el Virreinato toma también de la misma fuente el texto de la portada, el fragmento de la obra y la información sobre ella . 10

11

12

Estos son, en síntesis, los datos de que disponíamos sobre la historia del texto y su fortuna en las colecciones y repositarios d o c u m e n tales peruanos. Conviene, sin embargo, establecer una serie de precisiones y correcciones de cuanto se ha dicho y supuesto sobre la comedia de Castell dos R i u s a partir de estas referencias. Palma i n trodujo una confusión en torno al motivo de la representación de la obra en Lima que luego ha venido repitiéndose. T a l como declara explícitamente la portada del impreso reproducido por M o n c l o a , así como varios testigos de la representación, El mejor escudo de Perseo sirvió para la celebración en palacio del nacimiento del Príncipe de Asturias Luis Fernando. Este, obviamente, no era otro que el futuro Luis I, el hijo p r i m o g é n i t o de Felipe V cuyo reinado d u r ó sólo ocho meses, y no el futuro Fernando V I , como creía Palma . L a brevedad del reinado de Luis I es sin duda la causa de que su figura se haya desdibujado en la memoria histórica. N o obstante, debe recordarse que tanto el nacimiento como la coronación de este monarca constituyen momentos de gran trascendencia en el establecimiento y la confirmación de los Borbones en el trono español, lo que explica la importancia concedida a las fiestas públicas en estas dos ocasiones. N o es c a sual, por tanto, que tanto en Perú como en M é x i c o éstas encuentren sus muestras más desbordantes en tales oportunidades. L a confusión introducida por Palma ha sido luego repetida por otros investigadores posteriores . 13

14

1 0

1 1

1 2

1 3

1 4

Ibid., p. 22n. Vargas Ugarte, 1956, p. 25. Lohmann, 1945, pp. 325-27. Palma, 1899, p. X V I . Moncloa, 1909, p. 21; Lohmann, 1945, p. 325.

JOSÉ A. R O D R Í G U E Z G A R R I D O

356

Por otro lado, es necesario preguntarse sobre la naturaleza del texto del que hablan estas distintas fuentes, en particular el perdido impreso que poseía M o n c l o a . Por un lado, cuando R o d r í g u e z de G u z m á n habla de recoger los «festejos cómicos» celebrados durante el gobierno de Castell dos R i u s se refiere fundamentalmente a un c o n junto de loas (véase supra). P o r su parte, la noticia de M o n c l o a sobre el impreso menciona que «la comedia harmónica, como la tituló el virrey, por haberle intercalado algunos n ú m e r o s de música cantados por zagalas y zagales, no es sino una loa en elogio de Felipe V » . Resulta, sin embargo, insostenible y sin precedentes que, a principios del siglo X V I I I , los géneros bien definidos de la comedia y la loa p u dieran confundirse hasta el punto de que el impreso llamara «comedia» a lo que por su contenido no era, al parecer de Moncloa, más que una loa. H a y que añadir que los veinte versos reproducidos por M o n c l o a son claramente reconocibles, para cualquier lector habituado a los festejos teatrales del siglo X V I I y principios del X V I I I , c o m o parte del texto de una loa, con la típica i n v o c a c i ó n a los distintos sectores que componen el auditorio a incorporarse a la ocasión festiva. L a mentablemente la selección textual de M o n c l o a es bastante azarosa. Los dos parlamentos transcritos d e b í a n formar la parte final de u n p e r í o d o sintáctico que ha quedado trunco a causa de la desaparición de las voces precedentes cuyas intervenciones completaban la frase . 15

16

1 5

1 6

Moncloa, 1909, p. 22. He aquí el fragmento reproducido por Moncloa, 1909, p. 22:

Aracne:

A quien lo secular con quien Lima se ennoblece Ciudad feliz, pues la dicha goza de que la govierne p o l í t i c o , como sabio; fiel, generoso, y prudente; con el militar presidio, que le asegura, y defiende, sucederán generosos para eternizar su suerte.

Momo:

C o m o a las Damas, que son u en balcón, u entre canceles, riesgo deseado, tapadas; peligro amado, patentes. Y a todos, sin que a ninguno

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357

O t r o asunto es la e x t e n s i ó n del impreso: veinte páginas a doble columna en folio mayor, según Moncloa. Ante todo, hay que reconocer que resulta extraño el t a m a ñ o consignado para tratarse de un i m preso teatral para el cual se usaba normalmente el tamaño in quarto y no in folio. M o n c l o a no era, sin embargo, un bibliógrafo n i un especialista en libros antiguos, sino un ferviente aficionado al teatro. Puede, por tanto, ponerse en duda su uso de los términos técnicos en la descripción del t a m a ñ o del impreso. Si aceptamos que éste debía corresponder al habitual tamaño in quarto. la extensión total del texto no excedería a la habitual de una loa, pero difícilmente alcanzaría a la de una comedia. Estas observaciones me llevan a postular que si bien la portada del impreso rezaba «Comedia harmónica / El mejor escudo de Perseo» para referirse al festejo teatral en su conjunto, el impreso, al menos en la forma en que lo conservaba M o n c l o a , sólo c o n t e n í a el texto de la loa. Queda, por otro lado, la rápida y peyorativa m e n c i ó n de Palma a una «copia» del primer acto de la comedia. Parece evidente que Palma, cuyo desagrado por las formas teatrales y poéticas del Barroco se trasluce en sus comentarios, no debió de leer con mucha atención lo que tenía entre manos. L a m e n c i ó n a una «copia» no permite saber si se trataba de un manuscrito o de un ejemplar del impreso. D e otro lado, dado el escaso conocimiento de Palma sobre las estructuras de los dramas cortesanos, no es improbable que lo que llamaba «primer acto» fuera en verdad el texto de la loa del espectáculo. Los datos sobre la transmisión del texto en el Perú apuntan, en síntesis, tan sólo al texto de la loa; pero las referencias de los testigos de la representación hablan claramente de una gran fiesta teatral c o m puesta de loa y comedia. Así, por ejemplo, uno de los declarantes en el j u i c i o de residencia contra Castell dos R i u s , el cura Juan R u i z de Vargas, vecino de Huarmey, da testimonio de que el virrey, para celebrar el nacimiento del Príncipe Luis Fernando, dispuso en su Palacio un aparato con la maior riqueza que le fue posible y un theatro en que se representó una comedia y loa, muy mi c o n v o c a c i ó n reserve, llamo, para que en festivos ecos de la Fama alegres, quando al o í d o se escuchen, dentro en su lealtad resuenen.

JOSÉ A . R O D R Í G U E Z

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GARRIDO

singulares en la erudición, que se dixo ser del Gran Yngenio de su E x celencia [el Marqués de Castell dos Rius] que repitió el festejo varias beses con hasistencia de toda la ciudad . 17

D e otro lado, muchos de los declarantes que se refieren a esta representación, aluden a ella en t é r m i n o s superlativos respecto de su boato y grandiosidad, inverosímiles si se tratara tan sólo de una loa. E n Cañete, por ejemplo, los informantes señalan que el virrey, como muestra de su liberalidad y de j ú b i l o por el nacimiento del Príncipe, «gastó una gran cantidad de dinero en una comedia que hizo representar en su palacio» . Los restos de este efímero festejo se conservaban todavía después de la muerte del virrey en el palacio l i m e ñ o . E n el inventario de sus bienes se consignaban, en efecto, «los bastidores y demás aderentes de la comedia de Perseo» , y no sería extraño que los «quatro atados de quadernos de Música» (ff. 135-135v) hallados entre sus bienes hubieran contenido la partitura de la música e m pleada en la representación limeña de su comedia. 18

19

A l igual que los investigadores que me han precedido, no he p o dido hasta el momento ubicar el texto de la loa que abrió el festejo limeño por la celebración del natalicio del futuro Luis I, en particular el impreso visto por M o n c l o a a principios de este siglo. Conocer el texto de la comedia (al menos en una de sus versiones) es, en cambio, posible. Para ello, sin embargo, es necesario salir del á m b i t o de los estudios peruanistas y retroceder en la biografía del M a r q u é s hasta los años anteriores a su paso al Perú. Los estudios históricos sobre los individuos que desempeñaron cargos como autoridades españolas en la América colonial —virreyes y obispos sobre todo— suelen reducir su atención al período de actuación de estos personajes en el N u e v o M u n d o . Sin embargo, para entender cabalmente sus modos de obrar político o su participación en la difusión de ideas y tendencias artísticas en los virreinatos es imprescindible evaluar su experiencia previa. E n el caso de Castell dos Rius, el nombramiento como virrey del Perú no fue sino la culminación de una trayectoria política y diplomática que se desarrolla entre el cambio de dinastías en España, es decir, entre el reinado de Carlos II y el de Felipe V . U n rápido recuento de los hitos más destacados de su 1 7

1 8

1 9

AGI , 548B, f 69. Declaraciones en la Villa de C a ñ e t e , A G I , 548B, f. 43 v. A G I , 548A, f. 147.

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biografía pública permitirá situar en términos históricos más apropiados su dedicación a la poesía y el teatro en el Perú. M a n u e l de O m s y Santa Pau (1659-1710), sucesor de una familia noble catalana cuyos orígenes se remontan al siglo X V , era miembro del Consejo Supremo de Guerra de Carlos II y gentilhombre de su cámara. D e este monarca recibe el marquesado de Castell dos R i u s (hasta su padre, el título había sido el de barón de Dosrius). Entre 1681 y 1688 ocupa el cargo de virrey en Mallorca. E n 1690 es n o m brado enviado extraordinario del R e y de España en la corte de Lisboa con la declaración explícita de dar el parabién al rey de Portugal Pedro II por el nacimiento del príncipe heredero, el futuro Juan V (aunque, en verdad, su verdadera función era, como se verá más adelante, más compleja). Seis años después, se le otorga finalmente el nombramiento de embajador en Portugal, pero a principios de 1698, tras la firma del tratado de paz entre Francia y España, es nombrado embajador en Francia y se le ordena trasladarse de inmediato a París. Allí Castell dos Rius recibe en 1700 la noticia de la muerte de Carlos II y el testamento por el cual éste legaba su reino y su corona al nieto de Luis X I V , Felipe de A n j o u , luego Felipe V de España. A Castell dos R i u s corresponde la delicada tarea de transmitir esta noticia y de preparar las condiciones del desplazamiento del nuevo monarca hacia España. Desde entonces se convertirá en un declarado partidario del derecho de los Borbones a ocupar el trono español. E n retribución por esta fidelidad, Felipe V le concede en 1703 el título de Grande de España y en 1704 lo nombra virrey del Perú; sin embargo, sólo se embarca hacia América en 1706 y llega al Perú al a ñ o siguiente, donde permanece hasta su muerte ocurrida en 1710. E l p e r í o d o durante el cual Castell dos R i u s sirve como enviado extraordinario y luego embajador en Portugal es crucial en su vinculación con el teatro. Tales cargos son ejercidos durante los años en que se fibra la última de las guerras del siglo X V I I entre Francia y España. Si bien en el nombramiento de enviado extraordinario en la corte portuguesa sólo se menciona el encargo de «darles la enhorabuena a aquellos Reyes del nacimiento del Príncipe su hijo» , el futuro Juan 20

2 0

A N C , 1261.2.1, f. Ir. Las referencias documentales indicadas con las siglas

A N C (Arxiu Nacional de Catalunya) corresponden a los Fondos de los Marqueses de Castell dos Rius, depositados por la familia

en esta institución. Ver en la

bibliografía el c a t á l o g o de dichos fondos publicado por la D i r e c c i ó Patrimoni Cultural, Servei d'Arxius,

1990.

General del

360

JOSÉ A. R O D R Í G U E Z G A R R I D O

V . Las instrucciones secretas detallaban funciones más específicas: afianzar los lazos entre España y Portugal (la paz entre las dos coronas se había firmado hacía sólo veintidós años), facilitar el establecimiento de u n pacto entre ambos países, promover las alianzas matrimoniales entre miembros de la nobleza de los dos reinos, y, sobre todo, impedir cualquier acercamiento o acuerdo entre Francia y Portugal. Sobre esto, las instrucciones advierten explícitamente al M a r q u é s de Castell dos R i u s de la necesidad de enterarse y evitar cualquier convenio matrimonial entre la infanta de Portugal y el Delfín o el R e y de Francia, así como la de impedir el comercio de los franceses a través de bajeles portugueses. E n general, su función, en este punto, era la de actuar como u n espía de los movimientos de los franceses y en particular de su embajador y la de persuadir a las autoridades portuguesas de las ambiciones y hostilidades de aquéllos . 21

Los continuos despachos entre el R e y y su representante en Lisboa muestran esta permanente preocupación de la C o r o n a española por neutralizar toda posible intervención del embajador francés en P o r t u gal, así como el celo de Castell dos R i u s en el cumplimiento de esta misión. E n tal contexto, éste —sin que medie indicación expresa desde España para e l l o — decide convertir el motivo aparente de su llegada a Lisboa (dar el parabién por el nacimiento del príncipe Juan) en emblema de su gestión y para ello, hacia la fecha del aniversario del nacimiento del Príncipe en el mes de octubre, organiza en su residencia cada a ñ o de su estancia en Lisboa una representación teatral. Los textos dramáticos elaborados para estas ocasiones y otros escritos en el entorno de Castell dos R i u s durante los años de su estancia en Lisboa han sido transmitidos en u n manuscrito de cuidada caligrafía y rica e n c u a d e m a c i ó n que conserva la Hispanic Society de N e w Y o r k (Ms. B2192). Regueiro y Reichenberger , en su catálogo de los fondos teatrales del Siglo de O r o de esta institución, ofrecen una detallada descripción del contenido del volumen. Éste lleva por título Poesías cómicas y se compone de cinco loas, cuatro de las cuales corresponden a las representaciones de los años 1692 a 1695 en el aniversario del natalicio del príncipe Juan; las tres últimas de éstas poseen título propio: Preludio encomiástico y representación panegírica (1693), Lustral celebridad (1694) y Concurso festivo de las Gracias (1695). Tras el 22

2 1

A N C , 1261.2.63.

^ R e g u e i r o y Reichenberger, 1984, pp. 351-74.

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texto de las loas (y para sorpresa de los investigadores del teatro peruano), aparece el de la comedia El mejor escudo de Perseo, seguido de la mojiganga Disfraz de Carnestolendas y, finalmente, un breve fragmento dramático de 63 versos titulado Heptacordo, que formaba parte del texto utilizado para la celebración del séptimo aniversario del natalicio del príncipe Juan. E l propio Marqués hizo además imprimir las tres loas con título en Lisboa, en las prensas de M i g u e l Manescal, en los años correspondientes a su representación (1693, 1694 y 1695). E n los Fondos de los Marqueses de Castell dos R i u s se conserva un documento con las cuentas y el recibo por la impresión de las loas de 1693 (Preludio encomiástico) y 1694 (Lustral celebridad) . P o r él p o demos conocer c o n inusual detalle el n ú m e r o y la calidad de las resmas de papel empleado en la impresión, los tipos de e n c u a d e m a c i ó n , así como el costo total y el n ú m e r o de ejemplares (1200 en 1693, 1112 en el a ñ o siguiente). Dos de los ejemplares de la loa de 1693 se hacen encuadernar con las armas reales en dorado, seguramente para entregarlos a los Reyes de Portugal. E l documento incluye también una memoria de la remisión paulatina a casa del M a r q u é s de las loas que iban saliendo de la imprenta el 22 de octubre de 1694, es decir, el día de la representación. 23

Este último dato nos permite intuir que la intención debía ser la de repartir el texto de la loa entre los asistentes al espectáculo la misma noche de la función. L a impresión no servía así tan sólo para perpetuar en la memoria la fiesta teatral en homenaje al p r í n c i p e , sino que se convertía en parte misma del aparato festivo. Los textos de estas loas no son autoría, sin embargo, del M a r q u é s de Castell dos R i u s , sino, al parecer, del licenciado y sacerdote Pedro José de la Plana, presumiblemente — s e g ú n Regueiro y R e i c h e n berger " — miembro de la corte del Marqués en Lisboa . Tanto el 2

2 3

2 4

2 5

1

25

A N C , 1261.2.82. Regueiro y Reichenberger, 1984, p. 352. Los honores eclesiásticos de Pedro José de la Plana que figuran tanto en los

impresos como en los manuscritos de las tres loas son los de «notario a p o s t ó l i c o , secretario y visitador de el Illustrísimo S e ñ o r Arcobispo

D i ó c e s i s de Barbastro,

Cura de la Iglesia Parrochial de Sessé, Beneficiado de la Santa Iglesia Metropolitana de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y de las Iglesias de Riela y Saviñán en el Reyno de Aragón». Ver Regueiro y Reichenberger, 1984, pp. 357, 360 y 364, y la hoja de portada de los tres impresos.

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encabezamiento del manuscrito como la portada del impreso de Representación panegírica declaran: «compuesto por el Lizenciado D . Pedro Joseph de la Plana». Las loas de 1694 y 1695, de un m o d o u n tanto más elusivo, enfatizan la organización de la fiesta por el M a r qués y añaden: «repite en igual festividad su humilde afecto, la pluma de el Licenciado D . Pedro Juzeph de la Plana» . D e las restantes piezas incluidas en el manuscrito de la Hispanic Society, las dos loas sin titular y el fragmento Heptacordo carecen de indicación de autor. E n cambio, el encabezamiento de El mejor escudo de Perseo declara: «comedia que escrevió el Ilustrissimo S e ñ o r D . Manuel de O m s y de Santa Pau, o l i m de Sentmanat y de Lanusa, M a r q u é s de Castel dos R Í O S ; de el consejo de guerra de Su Magestad y s u Embiado extraordinario en Portugal» . E l hecho de que Pedro José de la Plana aparezca como autor de las loas de una manera claramente subordinada a la figura del Marqués lleva a Regueiro y Reichenberger a preguntarse si no fue aquél quizás el «escritor fantasma» de la comedia y las demás piezas del manuscrito . Sin embargo, la actividad literaria de Castell dos R i u s en el Perú (en particular, ese volumen perdido de sus obras poéticas que Diego R o d r í g u e z de G u z m á n tenía la intención de preparar) debieran reducir esa sospecha. 26

27

28

¿Cuáles fueron las comedias que a c o m p a ñ a r o n a cada una de las loas? E n particular, ¿qué loa a c o m p a ñ ó a El mejor escudo de Perseo? Los datos que he podido reunir sobre estas representaciones no son demasiado prolijos. Es curioso que, siendo parte estos festejos de la actividad diplomática de Castell dos R i u s en Lisboa, no aparezcan mencionados en los despachos al R e y donde, en cambio, se detallan otros muchos procederes de la vida cortesana. A quien Castell dos R i u s comenta sobre estas funciones teatrales y a quien envía ejemplares de los impresos de las loas es al secretario de Estado Crispín González Botello, con quien el Marqués sostiene una correspondencia en la que a veces aparecen muestras de cierta familiaridad que exceden el marco meramente oficial. E n cartas a González Botello del 10 de octubre de 1693, del 26 de octubre de 1694 y del 25 de octubre de 1695, Castell dos R i u s declara estar remitiendo un impreso de la correspondiente loa que precedió a la comedia representada en celebración del aniver2 6

Así el texto de Concurso festivo de las Gracias y casi con las mismas palabras el

de Lustral celebridad. Ver Regueiro y Reichenberger, 1984, pp. 360 y 364. 2 7

2 8

Ibid., p. 368. Ibid., p. 352.

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363

sano del príncipe Juan. E n ningún caso señala cuál fue la comedia. L a información más detallada la proporciona la carta de 1693, por la que se puede conocer la composición del auditorio del festejo teatral, así como su explícita intención política: R e m i t o a V . S. la loa, c o n que en casa se zelebraron los a ñ o s de este Sr. P r i n c i p e , a c u y o festexo c o n c u r r i ó toda la N o b l e z a , y p u e b l o que p u d o caver en la sala, y quedo creyendo, que no pueden desayudar estas demostraciones a la solicitud de estos d í a s . 2 9

Sabemos que una de estas loas p r e c e d i ó a la primera representación de El mejor escudo de Perseo, porque la hoja que sirve de portada a esta comedia en el manuscrito de la Hispanic Society señala que la comedia fue escrita «a los años de el Serenissimo Señor Príncipe D o n Juan el quinto de Portugal» sin precisar a cuál de los aniversarios c o rresponde. L a posición de la comedia en el manuscrito tras la última de las loas, la titulada Concurso festivo de las Gracias de 1695, podría hacer pensar en una asociación entre los dos textos. Sin embargo, el orden de las piezas en el manuscrito parece obedecer al criterio de agrupar primero todas las loas y no al de ofrecer los textos de un festejo teatral completo. Por el contrario, el estudio de las composiciones poéticas que sirven de preliminares a la loa titulada Lustral celebridad permite afirmar con seguridad que ésta fue la que sirvió de introducción a El mejor escudo de Perseo y que, por lo tanto, la fecha de la primera representación de esta comedia fue el 22 de octubre de 1694, cuando el príncipe Juan cumplió cinco años. E n efecto, el soneto portugués del Padre Leonardo de San Joseph, dirigido a Castell dos R i u s , alaba la comedia representada en aquella ocasión refiriéndose a ella como «parto de vosso emgenho» y, aludiendo a la teoría de la transmutación de las almas, afirma que quien tal creyera pensaría que el alma de Lope se había encarnado en el autor de aquella pieza teatral (Preliminares, Soneto del R . P. Leonardo de San Joseph C a nego, « H o v e alguns Gentíos que afirmavao»). Por su parte, el soneto de Andrés R o d r í g u e z de Matos, vincula claramente el tema de la loa Lustral celebridad con la comedia: en la loa se representa la convo2 9

A N C , 1261.2.31, sin f o l i a c i ó n . E n sus

respuestas al M a r q u é s ,

González

Botello consigna haber recibido los textos de las loas y se queja siempre de que las ocupaciones de estado no le dejan aún el tiempo necesario para leerlas ( A N C , 1261.2.32, cartas del 14 de noviembre de 1693, 9 de octubre y 11 de noviembre de 1694, y 10 de noviembre de 1695).

364

JOSÉ A. R O D R Í G U E Z G A R R I D O

catoria que hacen Lusitania y el T i e m p o a las cinco partes del reino p o r t u g u é s para unirse a la celebración del cumpleaños del Príncipe; por su parte, la comedia transcurre en la antigua Mauritania gobernada por Atlas, a donde llega Perseo montado en Pegaso. E l primer cuarteto del soneto de R o d r í g u e z de Matos presenta un ideal a r m ó n i c o ligando el tema de la loa, el m o t i v o de la celebración, la naturaleza dramático musical del festejo y el asunto de la comedia: El El El Y

Reyno en cinco partes dividido, Tiempo a un Lustro solo vinculado, metro en armonías desatado, el Mundo a un Monte en Athlas reducido . 30

Por añadidura, el soneto concluye con lo que constituye el motivo central de la comedia del Marqués: la presencia de las cinco quinas de las armas reales portuguesas en el escudo que la diosa Palas entrega a Perseo: Mas oy se haze la acción mas preeminente, Las portuguesas Quinas ostentando, De Palas el escudo refulgente . 31

El mejor escudo de Perseo, tal como ha sido transmitido en el m a nuscrito de la Hispanic Society, es una extensa comedia en tres j o r n a das. S e g ú n el c ó m p u t o de Regueiro y Reichenberger, el total de versos es de 4809 (1307 en el primer acto, 1405 en el segundo y 2097 en el tercero). Las formas de versificación empleadas no son muy variadas: endecasílabos pareados en el inicio, seguido de silvas y, sobre todo, romance . Las partes musicales de la obra están claramente señaladas en el texto y son las habituales en el teatro español cortesano de entonces: la música instrumental acompaña a algunos desplazamientos de tramoya (por ejemplo, el descenso de Perseo montado en el caballo alado Pegaso al inicio de la obra); la música coral se asocia al contexto de celebración y convocatoria en la escena en que Atlas acude a consultar el oráculo de Temis en la jornada I; las canciones de la criada M a y a responden a los deseos de su ama Celeno, quien se sirve de ellas ya sea como entretenimiento o como estrategia 32

3 0

Preliminares, Soneto de A n d r é s R o d r í g u e z de Matos, «El R e y n o en cinco

partes dividido». 3 1

3 2

Ibid.

Ver Regueiro y Reichenberger, 1984, p. 368.

365

EL MEJOR ESCUDO DE PERSEO

comunicativa; y, por último, las intervenciones de la diosa Palas (quizás t a m b i é n las de Temis) son cantadas, seguramente en estilo recitativo como era habitual en el teatro mitológico calderoniano para marcar el estatuto divino del personaje . U n o s 285 versos son cantados (en algunos casos se superponen la voz hablada y el canto), lo cual hace — e n términos de extensión del texto— menos del 17% del total de la obra . U n o de los usos más importantes de la música se da al final de la comedia: la representación de la armonía de la esfera celeste que sostiene Atlas se muestra a través del empleo de la música. Estamos, pues, ante una obra con las características típicas del drama m i tológico español del X V I I . 33

34

E l argumento de la obra gira en torno a un episodio poco conocido de la leyenda de Perseo según el cual éste, a su regreso de dar muerte a la Medusa, llega al reino de Atlas, quien le niega asilo. Por ello, Perseo le muestra la cabeza de la Medusa, con lo que Atlas queda convertido en la m o n t a ñ a ubicada en el Africa Septentrional sobre la que se sostienen el cielo y sus astros. L a fuente de la que se sirvió Castell dos R i u s para escribir su comedia no es difícil de precisar: fuera del argumento amoroso, los motivos esenciales de la historia se hallan compendiados por Pérez de M o y a en su Filosofía secreta , quien a su vez sigue fundamentalmente a Bocaccio en su De genealogie deorutn. 35

Ofrezco a c o n t i n u a c i ó n un apretado resumen de la comedia. Tras dar muerte a la Medusa, Perseo llega montado en el caballo Pegaso a Mauritania, donde reina Atlas. C o m o guía para su gobierno, Atlas suele consultar periódicamente al oráculo de la diosa Temis, la cual le advierte que su reinado podría tener fin si entrara en su territorio un hijo de Júpiter. Este no es otro que Perseo, quien a poco de llegar es herido con una flecha por Celeno, hija de Atlas, quien lo confunde con una fiera. Cuando Celeno reconoce su error y atiende al herido, ambos quedan prendados mutuamente, lo cual motiva los celos de F i neo, pretendiente desestimado por Celeno. Por otro lado, Perseo despierta también el interés amoroso de Esterope, hermana de 3 3

Sobre

coincidentes

las prácticas

musicales

con

aquí

las

que

en

el

reseñamos,

teatro

cortesano

ver

trabajo de

el

de

Calderón,

Stein,

1986,

especialmente pp. 28-72. 3 4

La presencia proporcional

de la m ú s i c a en relación con

la d u r a c i ó n del

espectáculo representado resultaría obviamente mayor. 3 5

Pérez de Moya, Philosojla secreta, ed. C . Cía vería, pp. 502-504.

366

JOSÉ A. R O D R Í G U E Z G A R R I D O

Celeno, mientras que Ciso, criado de Perseo, y Maya, criada de C e leno, inician los habituales amoríos c ó m i c o s . U n a vez que Atlas conoce la identidad de Perseo y que Fineo confirma la inclinación amorosa de Celeno, ambos planean dar muerte a Perseo, pero son descubiertos por Celeno, quien idea servirse de las canciones de su criada Maya para advertir de manera cifrada al forastero del riesgo que corre. Para este fin cita a Perseo esa noche a las rejas de su jardín. E n este contexto, por medio de un vistoso desplazamiento de tramoya, hace su aparición la diosa Palas «entre rayos y resplandores, trayendo en la mano un escudo crystalino con la devisa de las quinas de P o r t u gal, y por timbre el Serpiente» . L a diosa advierte al h é r o e de la batalla que lo aguarda y le entrega el escudo para su defensa. Luego de que Perseo escuche las canciones de M a y a y reconozca la advertencia cifrada, Atlas y Fineo pretenden emboscarlo sin que Perseo pueda reconocer a sus atacantes. Cuando éste se halla a punto de sucumbir, Palas le infunde fuerzas, con lo que logra dar muerte a Fineo y, mostrándole el escudo de la diosa a Atlas, convierte a éste en la m o n t a ñ a sobre cuyos hombros reposa la esfera celeste. Tras este desenlace, Celeno duda entre vengar la muerte de su padre o inclinarse hacia su amor por Perseo. Acuden todos entonces al oráculo de Temis, quien ordena escuchar su decisión a través de la propia boca de Atlas, ahora convertido en montaña. Se ofrece entonces el momento más espectacular de la obra, en el que la esfera montada sobre los hombros de Atlas empieza a girar acompañada de la música. Atlas reconoce el triunfo de Perseo y el respeto debido a su escudo y ordena que todos le den pleitesía. E l orden universal, unido al triunfo de Perseo, al que Atlas se somete, se muestra finalmente a través de los signos del Zodiaco representados en la esfera giratoria que soporta. Es importante fijar la atención en la escena en que Perseo recibe el escudo de manos de Palas. Esta escena explica por fin el superlativo que figuraba en el título de la comedia, El mejor escudo de Perseo: el escudo con las armas reales de Portugal es mejor escudo que aquel otro con el rostro de la Medusa. D e este modo, el propio título —aclarado al espectador en una escena de gran despliegue de tram o y a — enunciaba, por tanto, el sentido político de la pieza. E n su 36

37

3 6

Castell dos Rius toma los nombres de Celeno y Esterope de entre los de las

P l é y a d e s , hijas de Atlas s e g ú n los

tratados mitográficos. Incluso el nombre de

Maya (criada en la comedia y no hija de Atlas) tiene la misma procedencia. 3 7

Castell dos Rius, Poesías cómicas, p. 261.

EL MEJOR ESCUDO

DE

367

PERSEO

carta del 10 de octubre de 1693 dirigida al secretario de Estado Crispín González Botello, el propio M a r q u é s explicitaba la utilidad diplomática y política de las representaciones que organizaba en L i s boa: «quedo creyendo, que no pueden desayudar estas demostraciones a la solicitud de estos días» . 38

Queda claro, por tanto, que las condiciones contextúales en que la obra se escribió y se representó marcaron y determinaron fuertemente su contenido : por u n lado, la posición del propio autor, un extranjero ocupado en una delicada misión diplomática; por otro, la situación de las relaciones hispanoportuguesas hacia la fecha del estreno de la obra. L a selección del mito y del lugar donde transcurría no debía ser, en consecuencia, en nada azarosa. ¿Cuál era, pues, la «solicitud» que acompañaba la gestación de El mejor escudo de Perseo? 39

Conviene recordar, en primer lugar, que la antigua Mauritania (correspondiente a algo más que el actual Marruecos), de la que Atlas era rey en la comedia y donde se halla la cadena m o n t a ñ o s a de ese nombre, era, a fines del siglo X V I I , territorio de la corona portuguesa. E n el propio texto de la loa que precedió a la comedia, la Lustral celebridad, Mauritania es mencionada justamente entre los dominios que aclaman al príncipe Juan. L a posesión había vuelto al control portugués en 1663, una vez reconocida por España la independencia portuguesa. L a ciudad de Ceuta, sin embargo, no dejó de depender de la corona de España por decisión de sus propios pobladores y regentes, quienes permanecieron leales a Felipe I V tanto durante la guerra de secesión portuguesa como después. Sin embargo, entre las últimas décadas del siglo X V I I y principios del X V I I I , el sultán M u l e y Ismail, de la dinastía de los Alawí, realizó una en parte exitosa ofensiva contra las posesiones europeas en el norte de África. Justamente en 1694, a ñ o del estreno de El mejor escudo de Perseo, se inicia el cerco de Ceuta, que sólo habrá de concluir en 1727 a la muerte del sultán sin que éste hubiera conseguido tomar la ciudad . L a defensa española de su p o sesión en el norte africano se efectuó a través de refuerzos militares enviados por mar; pero, al mismo tiempo, se requería de la asistencia 40

3 8

3 9

A N C , 1261.2.31. Para la r e l a c i ó n entre el drama

cortesano español,

en

particular

el

de

C a l d e r ó n , y su sentido histórico p o l í t i c o , ver Greer, «Preface», 1986, pp. 169-87 y

Theplay of Power, 4 0

1991, pp. 87-91.

Para una reseña histórica de este momento, ver García Arenal y de Bunes,

1992, pp. 138-43.

JOSÉ A. R O D R Í G U E Z G A R R I D O

368

de ejércitos afincados en África. C o n este fin, hacia inicios de octubre de 1694, Castell dos R i u s , en nombre del R e y de España, solicita al de Portugal el apoyo de m i l infantes para defender Ceuta. Este c o n cede la ayuda. Dado que el cerco continúa por mucho tiempo, en los años siguientes tanto el pedido español como el apoyo portugués habrán de repetirse, aunque éste ú l t i m o a veces c o n alguna reticencia . 41

E n este contexto, Castell dos R i u s no olvida que parte de su m i sión en Portugal es t a m b i é n la de impedir cualquier acercamiento entre Francia y Portugal. Entre otras preocupaciones en esta dirección, debía velar por obstruir toda posible alianza matrimonial entre los miembros de la nobleza de ambos países, así como p r o m o ver, por el contrario, los vínculos maritales con la de España. E l 3 de septiembre de 1694, el R e y responde con interés a una c o m u n i c a c i ó n anterior de su enviado en que éste le comunicaba las bodas ya acordadas entre nobles franceses y portugueses y le señalaba la conveniencia de buscar prontos enlaces matrimoniales hispano portugueses. Es necesario leer la comedia de Castell dos R i u s en el contexto que acabamos de describir. E n El mejor escudo de Perseo, el R e y de Mauritania pierde su reino por la llegada de un héroe extranjero, quien además casa al final con la hija del vencido monarca. Dado que la pieza se destinaba a la celebración del príncipe portugués, resulta obvio que hay que ver una correspondencia entre la figura del h é r o e y la corona portuguesa. E l triunfo de Perseo sobre Atlas, el extranjero sobre el mauritano, se ofrecía así como una exaltación del poder portugués sobre el sultán M u l e y Ismail. C o n las quinas portuguesas Perseo vence a Atlas, tal como España esperaba c o n el apoyo p o r t u gués vencer a las fuerzas del sultán. L a figura de Celeno, la hija de Atlas que por amor se aparta de los deseos de su padre, parece, en tal sentido, una representación de Ceuta, ciudad mauritana por su naturaleza geográfica, pero española por su propia decisión y apartada así de la voluntad del sultán. Su enlace matrimonial con Perseo puede interpretarse, por lo tanto, como la representación de la propuesta de una alianza militar entre los dos países para el mantenimiento de las posesiones españolas y portuguesas en África. P o r otro lado, en el

4 1

Despachos de Manuel de Oms y Santa Pau al Rey. Cartas del 2 de octubre

de 1694, 7 de octubre de 1694, 10 de marzo de 1695, 9 de agosto de 1695, 20 de septiembre de 1695 ( A N C , 1261.2.23).

EL MEJOR ESCUDO

DE

369

PERSEO

contexto de las preocupaciones del enviado español por los acuerdos matrimoniales, parece querer recordar t a m b i é n la necesidad de establecer esta clase de vínculos entre España y Portugal como modo de garantizar un acercamiento entre ambos, o concretamente como la representación de un pacto hispano p o r t u g u é s contra la amenaza del poderío francés. La pregunta que obviamente se plantea es c ó m o una obra con claras muestras de un contenido político tan circunstancial pudo servir para celebrar, años después, en Lima una ocasión completamente diferente. Cuando en 1708 Castell dos R i u s revive su comedia en la capital del virreinato peruano, el contexto es muy distinto. L a preocupación de la Corona española por el dominio de Ceuta no ha cesado, pero desde L i m a — y ya no desde Lisboa— la p e r c e p c i ó n del problema es mínima. D e otro lado, Francia ha dejado de ser un enemigo de España. L a muerte sin sucesión de Carlos II ha permitido que la corona española pase a manos de un B o r b ó n , Felipe de Anjou, nieto de Luis X I V . Su derecho al trono es, sin embargo, disputado por el Archiduque Carlos, de la casa de Austria, y la pugna empieza a alcanzar los ribetes de guerra europea. E l nacimiento del príncipe Luis Fernando significa la afirmación de la continuidad y la ratificación del establecimiento de la nueva dinastía en el poder. D e allí que la C o rona ponga énfasis en la necesidad de celebrar este acontecimiento. La representación limeña de El mejor escudo de Perseo se inscribe, pues, como en el caso portugués, en un marco de declarado contenido político. Las fiestas por el nacimiento de Luis Fernando obedecen al deseo de imprimir en los vasallos de ultramar el reconocimiento del nuevo monarca y su heredero. Así l o consigna Castell dos R i u s en su breve diario escrito en Lima: Para el 15 de septiembre que viene queda dispuesto el dar principio a las fiestas publicas del Nazimiento del Ssmo. Príncipe N . S. las quales después de empegarlas yo en Palacio con una comedia de M u sica, mutaciones, y tramoyas, las continuarán la Ziudad y Gremios de ella entre quienes se han repartido; y aunque algunos podran dezir que mejor hubiera sido aplicar este gasto al donatibo, se deven advertir dos cosas, la primera es que ay orden positiba y expresa de Su Magad. para ello, y lo segdo. que combiene en este Pais promover y radicar el amor 42

4 2

La fecha cosignada en el impreso que p o s e í a Moncloa es, sin embargo, la

del 17 de septiembre.

370

JOSÉ A. R O D R Í G U E Z G A R R I D O

y cariño devido a nro. Rey y como la materialidad que les imprissiona es tanta necesitan de que las exterioridades de Vítores, aplausos y celebridades les informe, de suerte que creo yo, que es tan precisa esta demostración que todas las demás deven zederle . 43

A l margen de la loa ¿fue el texto de la comedia de El mejor escudo de Perseo en L i m a el mismo que en Lisboa? L a conservación de distintos manuscritos de dramas de C a l d e r ó n para la corte ha permitido conocer los procesos de transformación por los que estas obras pasaban al ser reutilizadas en nuevos contextos después de su estreno. Algunas de estas transformaciones llegan incluso al siglo X V I I I y son, por lo tanto, ajenas al autor . E l sentido histórico de estas piezas p o día, por tanto, renovarse según su contexto de representación. A falta de otro manuscrito, no es posible saber c u á n t o se pudo modificar la primera versión de la obra para adaptarse a la nueva ocasión. Se puede asegurar que la representación limeña fue m á s rica en los aspectos espectaculares que la de Lisboa, dado que las cartas de Castell dos R i u s en Lisboa dan cuenta permanentemente de sus penurias e c o n ó micas a causa del retraso de la C o r o n a en pagarle su salario y sus gastos, lo que lo obligaba a vivir del préstamo; en cambio, el fragmento del diario en L i m a de Castell dos R i u s , arriba citado, demuestra su clara voluntad de gasto en la ocasión festiva. Se conoce, además, el costo de cada una de estas fiestas teatrales: treinta m i l pesos la representación de Lima, frente a dos m i l reis la de Lisboa . 44

45

D e otro lado, hay que meditar la afirmación de R i v a - A g ü e r o de que la obra en L i m a constituía el libreto de una ópera al estilo italiano, idea que también ha sido recientemente sostenida por Estenssoro . T a l conjetura se basa en el hecho de que fue presumible4 6

47

4 3

4 4

A N C , 1261.4.51, ff. l l v - 1 2 r . Ejemplo de estos procesos lo proporciona el caso de las representaciones de

La fiera, el rayo y la piedra de C a l d e r ó n . Ver a este p r o p ó s i t o la e d i c i ó n de Egido, 1989, pp. 95-104. 4 5

E l costo de la r e p r e s e n t a c i ó n

«Gastos extraordinarios [...]

lisboeta aparece consignado en la lista de

desde el primero de Julio de este presente a ñ o de

1694 hasta el 31 de diziembre de dicho año» presentados a la Corona e s p a ñ o l a ( A N C , 1261.2.82). E l costo de la r e p r e s e n t a c i ó n

l i m e ñ a se señala, entre otros

lugares, en la «Carta del II Marqués al Rey sobre el juicio de residencia de su padre el virrey del Perú» ( A N C , 1261.4.61, [f. 4v]). 4 6

4 7

R i v a - A g ü e r o , 1962, p. 284. Estenssoro, 1989, p. 42; Lohmann, 1945, p. 325, parece t a m b i é n , de alguna

manera, vincular la obra a la tradición italiana: «El virrey calificaba a su El mejor

371

EL MEJOR ESCUDO DE PERSEO

mente el músico italiano R o q u e Ceruti, llegado a Lima con la corte del virrey, quien puso música a la obra . Sin embargo, hay que notar dos hechos que nos alejan de esta hipótesis: 1) N o hay por q u é entender la designación «comedia harmónica» que elige el virrey para su obra como «pieza completamente cantada», dado que tal referencia no es del todo ajena a la tradición del drama lírico español en la forma que alterna partes habladas y cantadas: uno de los censores de la i m presión de la segunda parte de Comedias de Juan Bautista Diamante (1674) se refiere a los festejos dramáticos cortesanos escritos por este como «Armónicas zarzuelas» ; 2) L a perdida loa limeña, vista por M o n c l o a , estaba estructurada según éste sobre la alternancia entre partes habladas y cantadas (éstas últimas a cargo de zagalas y zagales), lo cual se corresponde con la forma de la loa para la zarzuela española del X V I I ; ello hace pensar que la «comedia harmónica» que la seguía no se diferenciaba en su estructura de las obras similares que se representaban por España en la misma época. Otra cosa es que el lenguaje musical y la i n s t r u m e n t a c i ó n empleados supuestamente por Ceruti fueran de estilo italiano; pero, en todo caso, se superponían a un texto cuya estructura dramática correspondía a la tradición española. E n tal 48

49

50

escudo de Perseo de "comedia h a r m ó n i c a " (como las de Zamora), en razón de haber intercalado algunos pasajes cantados por zagales y zagalas, con que viene a ser esta p r o d u c c i ó n limeña la primera de su í n d o l e en el Nuevo Mundo, habida cuenta de que la ópera en tres actos Parténope, del Presbítero don Manuel Zumaya, se estrenó en el Palacio de M é x i c o r e c i é n corriendo

1711». La obra de Zumaya —cuya

partitura no se conserva— empleaba el libreto italiano de Silvio

Stampiglia

y

constituye, pues, el primer caso de «ópera italiana» (tanto por el estilo musical como por la estructura dramática del texto empleado) compuesta en A m é r i c a . La obra de Castell dos Rius, en cuanto a su estructura dramática, se inserta, por el contrario, en la tradición del drama lírico

español,

del que existían

notables

antecedentes en las cortes virreinales americanas. 4 8

Así lo sugirió Lohmann, 1945, pp. 324-25, quien indica que d e b i ó de ser

Ceruti el encargado de poner la m ú s i c a a las piezas representadas en el palacio virreinal l i m e ñ o durante el gobierno de Castell dos Rius. La conjetura de Andrés Sas, 1972, vol. II, p. 110, de que pudo ser T o r r e j ó n y Velasco (el compositor de La púrpura de la rosa) quien m u s i c a l i z ó la comedia de Castell dos Rius es menos probable. 4 9

«Aprobación» de D o n Francisco Avellaneda y de la Guerra en Diamante, s.

f. S e g ú n Lohman, 1945, p. 325,

Antonio Zamora empleaba t a m b i é n la desig-

n a c i ó n de « c o m e d i a h a r m ó n i c a » para sus obras. N o he podido, sin embargo, confirmar tal aseveración en los impresos y manuscritos que he visto de sus obras. 5 0

Moncloa, 1909, p. 22.

JOSÉ A. R O D R Í G U E Z G A R R I D O

372

sentido, es probable que El mejor escudo de Perseo, en su versión limeña, haya sido un espectáculo de transición entre dos tradiciones del drama lírico. Descartada, pues, la hipótesis de que el texto limeño constituyera el libreto de una ópera, es lógico pensar en una comedia con música de larga extensión que diera realce a la fiesta. Asimismo, otro dato permite intuir que Adas era también personaje en la versión de la obra representada en Lima y que, por tanto, el argumento de ésta no difería del que conocemos. E n efecto, un objeto descrito en el inventario de los bienes del Marqués hecho a su muerte, conservado en su cuarto de dormir, correspondía a «un Atlas de Madera sustentando un marco dorado con una prespectiva de la fábula de Perseo y la comedia» . ¿Se trataba acaso de la estatua utilizada para la escena final de la comedia adaptada a otro uso decorativo? 51

Para actualizar su obra a las nuevas exigencias del contexto p o l í tico, el M a r q u é s no tuvo probablemente más que introducir un peq u e ñ o cambio visual y no textual. E n la escena en que la diosa Palas le entregaba a Perseo el escudo c o n las quinas portuguesas, bastó con remplazar éstas por las Uses borbónicas. P o r lo demás, el texto funcionaba a la perfección: el h é r o e extranjero que sometía con el apoyo divino al supersticioso rey mauritano representaba bien al j o v e n p r í n cipe francés, Felipe V «el animoso», que había de vencer al pretendiente austríaco y sus huestes protestantes. E l «mejor escudo», el e m blema del poder, era ahora el de la flor de lis. H e titulado este trabajo «una pieza recuperada del teatro colonial peruano». L a historia del texto aquí expuesta podría, sin embargo, hacer creer que, en verdad, el teatro peruano no ha recuperado sino que ha perdido —ahora sí definitivamente— una pieza de su corpus. Quisiera, sin embargo, dejar planteado el problema que supone la composición de ese corpus. A diferencia de otros géneros, el texto teatral es durante el Siglo de O r o un texto muy poco estable. S o m e tido a las decisiones del autor de comedias, a las necesidades de la compañía que lo representaba o — e n el caso del teatro cortesano— a las exigencias contextúales, podía sufrir severas modificaciones sobre el escenario. Habiendo podido hacerlo, Castell dos R i u s no hizo nunca imprimir el texto de su comedia como sí el de las loas

5 1

A G N , Escribanía de Diego de Castro 1689-1715, f. 1048; ver Lohmann,

1945, p. 327.

EL MEJOR ESCUDO

DE

373

PERSEO

—ancladas éstas sí e x p l í c i t a m e n t e al motivo de su representación—. N o hubo en su caso, por lo tanto, la instancia impresa que contribuyera a fijar definitivamente el texto. E l carácter «europeo» o «americano» de El mejor escudo de Perseo (entendidas estas categorías aquí sencillamente como instancias desde las cuales se produce la enunciación) depende, por tanto, más del contexto histórico en el cual se sitúe la representación de la obra que del texto mismo. L a variación de los lugares de escenificación (Lisboa o Lima) y de los signos visuales (quinas o lises) produce, en verdad, dos textos políticos absolutamente diversos. L a obra de Castell dos R i u s no es, por cierto, el único ejemplo de esta transformación. O t r o caso m u y p r ó x i m o es el de la representación limeña en 1701 de La púrpura de la rosa de Calderón, que sirvió para celebrar el cumpleaños del primer rey B o r b ó n de España, algo que su autor no hubiera podido imaginar . E l teatro colonial hispanoamericano no se compone, por tanto, tan sólo del conjunto de obras escritas en América durante ese p e r í o d o , sino también de las representaciones específicas de ciertas obras escritas en Europa y resemantizadas en América. 52

Los testimonios textuales del festejo teatral ideado por Castell dos R i u s se componen, en síntesis, del texto de la comedia en manuscrito, que corresponde al de su representación en Lisboa en 1694, y el texto de la loa, escrita por Pedro J o s é de la Plana para esa misma función, conservado tanto en manuscrito como en impreso. E l texto de la loa que se e m p l e ó para la representación limeña, escrito al parecer por el propio Castell dos R i u s y del cual se hizo una i m p r e s i ó n en 1708, c o n t i n ú a , por el momento, inhallado. L a edición ideal de El mejor escudo de Perseo sería, sin duda, la que lograra reunir todos estos materiales (comedia y loas); pero aun cuando el impreso l i m e ñ o que M o n c l o a poseía se resista a aparecer por muchos años más, una edición satisfactoria sería aquella que, ofreciendo los textos de Lisboa, lograra reconstruir los contextos históricos de las dos representaciones (Lisboa y Lima) y explicitara los dos significados políticos del texto.

5 2

E n otro lugar, he estudiado de q u é manera esta r e p r e s e n t a c i ó n pudo servir

para legitimar, por medio de los

s í m b o l o s teatrales, la idea de continuidad y

r e n o v a c i ó n en el tránsito de una dinastía a otra. Ver R o d r í g u e z Garrido, «Entre Austria y Borbones», en prensa.

JOSÉ A . R O D R Í G U E Z G A R R I D O

374

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PROBLEMAS D E EDICIÓN DE L A HISTORIA VERDADERA DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA D E B E R N A L DÍAZ D E L CASTILLO

Sonia V. Rose Université de Paris-Sorbonne (Paris IV)

La historia de los manuscritos y de las diferentes ediciones de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo es, como en el caso de numerosos textos de la época, azarosa y compleja. E n las páginas siguientes, me propongo primeramente hacer una síntesis de lo que sabemos sobre los manuscritos y ediciones, a continuación evaluar la edición crítica que, en 1982, se hiciera de la obra y, finalmente, proponer ciertas pautas para futuras ediciones. i. HISTORIA D E LOS MANUSCRITOS

Y

EDICIONES

1

Sabemos de la existencia de por lo menos tres manuscritos, el primero mencionado perdido: ms. R e m ó n , ms. Guatemala y ms. Alegría . 2

1

Los trabajos de

García,

1904-05,

Pereyra,

1927

y Wagner,

1945,

son

fundamentales. Ver t a m b i é n las síntesis de Sáenz de Santa María, 1982 y 1984, y sus artículos, 1956a, 1956b, 1959a, 1959b, 1961, 1966, que permiten seguir la e v o l u c i ó n de su pensamiento. 2

Diego M u ñ o z Camargo, al narrar la historia de doña Marina (Libro II, cap. 2

de su Historia de Tlaxcala, compuesta entre 1576-95) remite a Díaz del Castillo, lo cual hace suponer a Wagner, 1945, p.

170,

la existencia de un manuscrito en

M é x i c o . Sin excluir esta posibilidad, es improbable dado que M u ñ o z retoma la v e r s i ó n

(falsa) del matrimonio entre los

dos

intérpretes,

Camargo Marina y

J e r ó n i m o de Aguilar, que no guarda relación con la que ofrece Díaz del Castillo.

SONIA V. R O S E

378

E n el capítulo C C X , es decir, casi al final de la Historia verdadera, Bernal Díaz se refiere a «ese a ñ o de m i l quinientos y sesenta y o c h o que estoy trasladando ésta m i relación» . D e esta afirmación, se deduce que, en 1568, el conquistador poseía un original autógrafo (actualmente perdido y del cual sólo han sobrevivido los doce últimos folios que cierran la versión conocida como ms. Guatemala) y al m e nos una copia. 3

Años más tarde , el Presidente de la Audiencia de Los Confines, Pedro de Villalobos, envía a la Península una de estas copias. La misma es recibida por el Consejo de Indias, tal como lo atestigua la minuta del 25 de mayo de 1576 . E l manuscrito pasa a manos del consejero de Indias don Lorenzo R a m í r e z de Prado, en cuya biblioteca fue consultado por Antonio de Herrera, quien se sirve de él en la composición de sus Décadas y por A n t o n i o de L e ó n Pinelo y B a r t o l o m é Leonardo de Argensola . Es aquí donde la encuentra el mercedario Fray Alonso R e m ó n , quien la edita, aunque, como veremos más adelante, con cambios y adiciones. A partir de entonces, se pierde la pista de esta copia, conocida como ms. R e m ó n . 4

5

6

7

3

D í a z del Castillo, Historia verdadera, ed. J . J . R a m í r e z C a b a ñ a s , p. 584. Este

dato queda corroborado por lo que Bernal D í a z dice de su historia en la noticia que bajo el título de «El Autor» encabeza la e d i c i ó n de 1632: «se acabó de sacar en limpio de mis memorias e borradores en esta muy leal ciudad de Guatimala, donde reside la Real Audiencia, en veinte y seis dias del mes de Febrero de mil

y

quinientos y sesenta y ocho años». 4

5

15 de marzo de 1575, s e g ú n Sáenz de Santa María, 1959a, p. 16. Ibid. La misma se encuentra en A G I , Guatemala, 10. Ver S á e n z de Santa

María, 1984, p. 171. La cédula en la cual el rey acusa recibo de la Historia verdadera, emitida en Aranjuez, en el Archivo General de Gobierno de Guatemala, legajo AI 23 (1513), f. 426 (ibid., 1959a, p. 16, nota 3) o 496 (ibid., 1984, p. 171). 6

Las fechas de e d i c i ó n de las obras de ambos hacen suponer que utilizaron el

manuscrito que editaría R e m ó n . E l Epítome de la Biblioteca Oriental y Occidental a p a r e c i ó en Madrid, en 1629; en lo que hace a la Primera parte de los Anales de

Aragón,

vio la luz en Zargoza, en 1630. E n el caso de Alonso de Zorita (Historia de

la Nueva España)

y de Juan de Torquemada

conocieron a Bernal Díaz, se

(Monarquía

puede suponer que vieron

Indiana), dado o leyeron

que

el ms.

Guatemala. 7

La dedicatoria de R e m ó n a don Lorenzo R a m í r e z de Prado dice así: «A su

librería de V . S . tan grande en numero, y tan rara en e l e c c i ó n , apenas se puede añadir libro que no tenga; y a la liberalidad de su d u e ñ o nada se le puede dar que no aya dado: y assi buelvo a V.S. impresso lo que nos comunico manuscrito».

Suele

aducirse la frase que he enfatizado como prueba de la d e v o l u c i ó n del manuscrito, sin embargo,

podría igualmente interpretarse

que lo que devuelve no

es

el

PROBLEMAS D E E D I C I Ó N

379

Bernal Díaz, luego de enviar su manuscrito a España, conservó una copia sobre la cual c o n t i n u ó trabajando hasta su muerte (1584) y que pasó luego a manos de sus descendientes. Sabemos que, en la segunda mitad del siglo X V I I , uno de ellos (el cronista guatemalteco Antonio de Fuentes y G u z m á n ) manejó tanto este manuscrito como el Alegría (como veremos más adelante); sin embargo, un siglo depués, ha desaparecido y, a fines del X V I I I , son vanos los esfuerzos de Juan Bautista M u ñ o z por procurarse una copia. E l manuscrito no reaparece sino en 1840, en Guatemala, entre los bienes de don Santiago Machado . Es entonces cuando uno de los descendientes del conquistador, José Antonio de Lavarre, lo dona al Ayuntamiento de la ciudad de Guatemala. Actualmente, esta copia se encuentra en el Archivo General de Gobierno de Guatemala y es conocida bajo el nombre de ms. Guatemala . 8

9

Existe, sin embargo, una tercera copia. E l 20 de marzo de 1586, la viuda de Bernal Díaz, Teresa Becerra, otorga poder legal a Alvaro de Lugo para que, durante su estadía en España, recupere e intente hacer imprimir la obra de su esposo, tarea en la cual éste no tendrá é x i t o . Ante esto, la familia habría decidido encargar una copia, la cual habría sido acabada el 14 de noviembre de 1605, tal como aparece anotado en el ms. Guatemala . Sabemos que dicha copia perteneció al d e á n Ambrosio Díaz del Castillo, puesto que así lo dice en el f. Ir del ms. Alegría (su nombre t a m b i é n aparece en los ff. 324v y 330v). Posteriormente, el manuscrito perteneció a u n funcionario de la Audiencia de M é x i c o , el guatemalteco Diego Fernández de M a d r i d , que así lo 10

11

manuscrito, sino su contenido en forma de libro. E n lo que hace al comentario de L e ó n Pinelo

(Epítome,

1629, p. 75) p o d r í a indicar que R e m ó n

había mandado

hacer una copia: «Historia de la conquista de N u e v a - E s p a ñ a , manuscrita, y gran volumen, que se halla en esta corte, donde el M . F. Alonso R e m ó n

la tiene

corregida para imprimir, y es de 300 pliegos, sacada de la original que vi en poder de

don Lorenzo Ramírez de Prado, del 8

9

Real Consejo de Indias» (énfasis nuestro).

Sáenz de Santa María, 1956a, p. 589. Para una historia detallada del ms. Guatemala y sus poseedores, ver García,

1904-05 y Pereyra, 1927. 1 0

E l poder ha sido editado en a p é n d i c e por R a m í r e z Cabañas. Ver D í a z del

Castillo,

Historia verdadera,

ed. J . J . R a m í r e z , 1983, p. 657. La fecha 6 de marzo de

1584, dada por Sáenz de Santa María, 1959a, p. 16, es cuando otorga la «tutela y curaduría de las personas y bienes» de los hijos de su esposo. 1 1

años».

«Acabóse de sacar esta Historia en Guatemala, a 14 de noviembre de 1605

SONIA V. ROSE

380

indica (f. 23r); es probable que lo adquiriera en 1786, fecha que se encuentra en el f. l v del manuscrito. Según Antonio Ballesteros en su Historia de América , el virrey Revillagigedo lo habría llevado a E s paña siguiendo la petición de Juan Bautista M u ñ o z y, por vías desconocidas, habría pasado a manos del párroco de Torreagüera, entre cuyos papeles lo e n c o n t r ó el librero murciano José María Alegría, suponemos que a la muerte de aquél, en 1873. L a existencia de esta copia, conocida actualmente como manuscrito Alegría, se hace p ú blica alrededor de 1935 . 12

13

Pasemos a evaluar los manuscritos. E l ms. Alegría es una copia en limpio del ms. Guatemala hasta el capítulo C C X I I (faltan, pues, los dos últimos, el C C X I I I y C X I V ) , que incluye por lo tanto las correcciones del mismo . Inicialmente, fue considerado de extrema importancia . S i n embargo, como veremos más adelante, años m á s tarde el padre Sáenz de Santa María llegó a la conclusión de que la mayoría de las correcciones del ms. Guatemala son de mano de Francisco Díaz del Castillo, hijo del conquistador, lo cual ha disminuido considerablemente el valor otorgado inicialmente al ms. Alegría. E l 14

15

Apud

í2

1 3

Sáenz de Santa María, 1982, p. X X I X .

Para una historia detallada del manuscrito Alegría y sus poseedores, ver

Sáenz de Santa María, 1956a y 1959a. 1 4

Esto ya había sido sugerido por Fuentes y G u z m á n

al llamarlo, en su

Recordación Florida, redactada entre 1680 y 1699, «traslado en l i m p i o » (cap. IV). R a m í r e z Cabañas (ver 1983, p. X X I V ) ,

señaló, en 1942, luego de un breve

cotejo, que « m u c h a s páginas del c ó d i c e guatemalteco coinciden palabra a palabra con las del nuevo manuscrito [el Alegría]». Finalmente, en 1951, Sáenz de Santa María, 1959a, p. 27, c o n c l u y ó que «de su examen interno se deduce que el C ó d i c e Alegría representa pura y simplemente la r e d a c c i ó n definitiva del C ó d i c e Guatemala, después de cumplidas escrupulosamente las indicaciones (correcciones, tachaduras, marginales) en que es tan p r ó d i g o el autógrafo»

[es decir, el

ms.

Guatemala, que, como lo acababa de determinar él mismo, no lo es]. Dado que no he podido consultar el ms. Alegría (que se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid), c o n f í o en la a p r e c i a c i ó n de S á e n z de Santa María,

1959a y 1956a;

también 1984, pp. 42-43. 1 5

S á e n z de Santa M a r í a , 1959a, p. 27, se m o s t r ó muy entusiasmado con la

aparición del manuscrito Alegría: «Su estado perfecto de c o n s e r v a c i ó n le hace además de un valor enorme para llenar las lagunas del c ó d i c e Guatemala. [...] la lectura correcta y definitiva [del ms. Guatemala] está como en su lugar en el C ó d i c e Alegría».

PROBLEMAS D E E D I C I Ó N

381

mismo no es utilizado en las ediciones sino para llenar las escasas l a gunas que ofrece el ms. Guatemala . E l ms. Guatemala está formado por 298 folios (299 según Sáenz de Santa María), escritos en su mayoría a ambos lados, numerados originalmente en romanos . Según la descripción dada en el m i c r o film su t a m a ñ o es de 17" x 23" (42,5 x 57,5 cms.) . E l papel, aunque no ha sido analizado, corresponde al utilizado en Guatemala en la época; el análisis de la tinta (realizado por W . J . B a r r o w dentro del proceso de restauración que llevó a cabo la Library o f Congress en 1951), d e t e r m i n ó que se trata de dos tintas (una negra y otra rojo pardo), ambas utilizadas en las actas del Cabildo de Guatemala (p. e. las de 1556). E n lo que hace a la letra, fue Herbert C e r w i n quien la hizo analizar por el grafólogo norteamericano Edward Oscar Heinrich, el cual d e t e r m i n ó que la firma que se encuentra al final del capítulo C C X I I no era autógrafa. D e acuerdo a lo que permite observar el microfilm, el manuscrito se encuentra en buen estado, c o n las siguientes salvedades: a) el primer folio está gravemente dañado y, en menor medida, el segundo; están t a m b i é n dañados los folios 95-102 y, en menor grado, los últimos folios (267-296); b) debido a que el manuscrito fue recortado para su e n c u a d e m a c i ó n , ciertas notas marginales, al igual que la n u m e r a c i ó n , han quedado truncas o han desaparecido. E l aspecto más importante — c o n vistas a una e d i c i ó n — es el hecho de que presenta numerosas correcciones (tachados, interlineados, párrafos y capítulos suprimidos). L a imposibilidad de determinar de manera fehaciente la paternidad de las correcciones ha llevado a Sáenz de Santa María a acentuar su calidad de « b o r r a d o r » y —algo sorpresivamente y sin otros fundamentos, como veremos más adelante— a desecharlo como texto de base para su edición crítica. 16

17

18

1 9

20

1 6

R a m ó n Iglesia estaba editando la Historia verdadera cuando a p a r e c i ó el ms.

Alegría, de allí que se sirviera de él a partir del c a p í t u l o C X I I , lo cual c o n t i n u ó haciendo R a m í r e z Cabañas en las ediciones posteriores. 1 7

He consultado el ms. Guatemala en microfilm: Historia original de la conquista

de México y Guatemala, s/d. 298 folios. Library of Congress, Microfilm n ú m . 9212/39. Sigo, en lo que hace a su d e s c r i p c i ó n física, salvo i n d i c a c i ó n contraria, lo apuntado por Sáenz de Santa María en sus trabajos: ver 1982, p. XIII. 1 8

Sáenz de Santa María, 1982, p. XIII, nos da dos tamaños: 29,50 cms. x 43.

O , 1984, p. 17, luego del proceso de l a m i n a c i ó n , «un gran volumen de 45, 35, 8 c e n t í m e t r o s en sus tres dimensiones». 1 9

2 0

Cerwin, 1963, p. 205. Es Fuentes y G u z m á n quien llama al ms. Guatemala «original» y «borrador».

382

SONIA V. R O S E

La historia de las ediciones es casi tan compleja como la de los manuscritos. L a Historia verdadera apareció dos veces durante el siglo X V I I , presentando ambas ediciones notables diferencias con el ms. Guatemala, a las cuales me referiré más adelante. Ambas vieron la luz en Madrid, en la Imprenta del R e i n o y las principales diferencias entre sí son las siguientes : a) una de ellas está fechada (1632) y es la princeps, según la mayoría de los especialistas ; la otra, considerada c o m o princeps por Vedia y M i t r e , carece de fecha (aunque se cree que debe de haber aparecido al poco tiempo ); b) la que está fechada, tiene portada impresa, mientras que la otra lleva una portada grabada por Juan de Courbes; c) esta última presenta —aunque no en todos los ejemplares existentes— u n nuevo capítulo (del cual no hay rastro en el ms. Guatemala), ausente en la otra edición . 21

22

23

24

25

Fray Alonso R e m ó n , como ya hemos indicado, preparó la edición de la Historia verdadera, pero m u r i ó antes de que la obra saliera a la luz. Su c o m p a ñ e r o de orden, Fray Gabriel de Adarzo y Santander contin u ó su labor (según Nicolás Antonio en su Bibliotheca Hispana Nova I, 224) y sería a él, según Sáenz, a quien deberíamos la llamada

Existen otras divergencias, resumidas por García, 1904-05, p. L X X V I I I : los

2 1

folios preliminares de la primera e d i c i ó n , «lo mismo que los del texto y de la tabla ofrecen notabilísimas diferencias en los n ú m e r o s de la f o l i a c i ó n , letra, t a m a ñ o de las columnas, adornos puestos al principio y al fin de algunos capítulos, asteriscos marginales de los folios 89, 92, 93, 95, etc., de la primera e d i c i ó n , convertidos en manecillas en la segunda, y manecillas de los folios 16, 24, 36, 45, etc., de ésta, que faltan en aquélla». Mitre pasa revista a la cuestión, 1933, p. 326.

2 2

Vedia, 1853 y Mitre, 1933. Sáenz de Santa María, 1984, p. 38, parecería

2 3

indicar que se inclina por ésta como princeps. A l referirse al capítulo C C X X I I (que s ó l o se encuentra en algunos ejemplares) señala que «falta [...] totalmente en la segunda e d i c i ó n madrileña y en muchos de los ejemplares de la primera edición». 24

P e r e y r a , 1927, p. 411 y Wagner, 1945, p. 166, la consideran de 1633-1634

y posterior a 1650 respectivamente. 2 5

Es la presencia de este c a p í t u l o , en cuyo encabezamiento se indica «que es

el vltimo del original, por parecer escusado, se d e x ó de imprimir; y oy a p e t i c i ó n de vn Curioso se añade» el que lleva a sostener que la e d i c i ó n

sin fecha

posterior a la otra. Se trata del capítulo

erróneamente

que sigue al C C X I I ,

es

numerado C C X X I I y que Sáenz de Santa María ha denominado CCXIIbis: « D e las señales e Planetas que huuo en el cielo en la Nueua España antes que en ella entrassemos, y p r o n ó s t i c o s é declaración que los Indios Mexicanos hizieron, diziendo sobre ello: é de una señal que huuo en el cielo, y otras cosas que son de traer a la memoria».

383

PROBLEMAS D E E D I C I Ó N

«interpolación mercedaria» — en la cual me d e t e n d r é más adelante. La obra de Díaz del Castillo, a pesar de haber sido consultada por diversos autores en la biblioteca de R a m í r e z de Prado, no es editada sino cincuenta y dos años luego de haber llegado a España. ¿Por q u é precisamente entonces? R e m ó n (y los autores de las aprobaciones) aducen que, ya que el autor de la Historia verdadera participó en la gesta que narra, y dada su incontestable veracidad, nada como su relato para refutar las calumnias de los extranjeros contra España . E n segundo t é r m i n o —dado que Cortés fue a c o m p a ñ a d o por el mercedario B a r t o l o m é de Olmedo—, la crónica permite poner de relieve la primacía e importancia de la labor de la orden de la M e r c e d en la evangelización . Debido a que las menciones a O l m e d o eran escasas y escuetas en el original, el editor modifica el texto, ampliando su presencia y agregando episodios de su cosecha. La edición de 1632 —que posiblemente llega a Guatemala alrededor de 1675 — llama la atención por sus referencias a la labor de los mercedarios en la conquista de la N u e v a España, en especial la de Fray B a r t o l o m é de O l m e d o . E l ya mencionado Fuentes y G u z m á n , descendiente de Bernal Díaz, es el primero de quien sabemos que 26

27

28

29

2 6

Sáenz de Santa María, 1956b, p. 567, aduce que R e m ó n , « e n los capítulos

dedicados a Olmedo en la Historia mercedaria

ignora

totalmente los

hechos

contenidos en las interpolaciones introducidas en la Historia verdadera de Bernal». L e ó n Pinelo sin embargo, apunta, refiriéndose a la obra manuscrita, que «el M . F. Alonso R e m ó n la tiene corregida para imprimir» (Epitome, 1629, p. 75). 2 7

Fray Diego

Serrano, Maestro General de la Merced, resume las causas

(evocadas en las aprobaciones) en su Dedicatoria a Felipe IV: «la verdadera Historia de la Conquista de Nueva España, que con ajustamiento a los acontecimientos, escribió (como testigo ocular) el Capitán Conquistador Bernal Diaz del Castillo: y con tanto zelo de la r e p u t a c i ó n de nuestra España (menoscabada en las historias por la embidia estrangera) saco a luz de las tinieblas de un retiro cuidadoso, la afectuosa diligencia del P. M . Fr. Alonso R e m o n » (Madrid, 8? de noviembre de 1632). Apud D í a z del Castillo, Historia verdadera, 1632. 2 8

Claramente

aparecen aquí —como

en la portada grabada de Juan de

Courbes— los dos pilares de la historia: «siendo en todo lo temporal, y humano, exemplo prodigioso [...] el ilustre y esforcado Caballero don Fernando Cortes, y los d e m á s Conquistadores que le acompañaron: y en lo espiritual y divino, el Venerable P. Fr. B a r t o l o m é de Olmedo, desta vuestra sagrada R e l i g i ó n [...], varón verdaderamente Apostólico». 2 9

Tomamos la fecha de Fuentes y G u z m á n , 1969, I, p. 65, quien

dice:

«llegado a esta ciudad de Goathemala, por el a ñ o de 1675, el libro impreso que sacó a luz el reverendo padre maestro Fr. Alonso R e m ó n » .

SONIA V. R O S E

384

nota, en su Recordación florida, importantes variantes entre la edición y los manuscritos a los que tienen acceso (ms. Guatemala y ms. Alegría). Le sigue el franciscano Fray Francisco Vázquez, autor de la Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala, editada en Guatemala en 1714-1716, quien, habiendo reparado en ciertas incongruencias con respecto al quehacer de Fray Bartolomé de O l m e d o (el mercedario se habría, por ejemplo, encontrado en dos lugares al mismo tiempo), emprende u n cotejo entre la edición y el manuscrito. Finalmente, el dominico Fray Francisco X i m é n e z , autor de una Historia de la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala del Orden de Predicadores, redactada entre 1715-1722, refuta, en lo que hace a la labor de las órdenes religiosas, tanto los datos de la edición de 1632, como los de Fuentes y G u z m á n y los de Vázquez. H a llegado tal vez el momento de examinar, en líneas generales, las variantes entre la edición de 1632 y el ms. Guatemala . U n primer grupo está constituido por variantes léxicas y gramaticales. E n el cotejo que ha realizado, Sáenz de Santa María ha determinado la existencia de una media de 22 variantes por folio: la mitad de ellas no cambiaría el sentido de la frase, poco más de un cuarto la mejoraría y poco menos de un cuarto la empeoraría. U n segundo grupo de variantes está constituido por la llamada «interpolación mercedaria», centrada en la persona de Fray B a r t o l o m é de O l m e d o . Según el trabajo de extrapolación hecho por Sáenz de Santa M a r í a la interpolación mercedaria se encontraría en 19 capítulos (del C L V I I I al C X C I X , es decir, el ú l t i m o cuarto de la obra). E n la mayoría de los casos, se trata de incluir a O l m e d o en diversas acciones de los conquistadores, de colocar su nombre completo en vez de «el fraile» o de amplificar en tres o cuatro líneas lo que en el ms. Guatemala es mera m e n c i ó n . D e los 62 agregados que cuenta Sáenz de Santa María, sólo ocho ocupan u n espacio entre las 10 y las 25 líneas y narran una acción en la cual uno de los frailes juega un papel importante. Otras variantes: 30

31

32

3 0

García fue el primero en emprender un cotejo s i s t e m á t i c o , publicando las

variantes entre la e d i c i ó n y los primeros 14 folios del ms. Guatemala. Ver García 1904-06, pp. L X X X V I I I y ss. 3 1

Aparecen igualmente un Fray Juan de las Varillas, un Fray Gonzalo de

Pontevedra y un Fray Juan de Leguizamo. 3 2

Sáenz de Santa María, 1982, II, pp. 53-55.

PROBLEMAS D E E D I C I Ó N

385

P r ó l o g o : la edición carece de p r ó l o g o ; en su lugar, se ha colocado la noticia titulada «El Autor» que se encontraba al final del ms. R e m ó n , como lo apunta el mercedario en su Historia general de la orden de Nuestra Señora de la Merced (editada en dos partes, en M a d r i d , en 1618 y 1633). E l ms. Guatemala, por su parte, se encuentra encabezado por un Prólogo. Cap. X V I : el episodio en el cual Bernal D í a z dice haber sido el primero que trajo y plantó semillas de naranjo en la N u e v a España que aparece en la edición de 1632, ha sido tachado en el ms. Guatemala. Cap. X V I I I (sobre la obra de Francisco López de Gomara): redacción muy diferente, siendo la versión de la edición de 1632 más fuerte en su animosidad que la del ms. Guatemala. Cap. L X X X V I I : en el capítulo sobre los embajadores que envía M o c t e z u m a a Cortés, hay u n párrafo de unas veinte líneas cuya redacción difiere en la forma, mas no en el contenido. Cap. C X (llegada de Pánfilo de N a r v á e z a San Juan de Ulúa): tachado en el ms. Guatemala. Cap. C X X V (Cortés parte a M é x i c o en auxilio de Alvarado): han sido tachados en el ms. Guatemala dos párrafos, uno sobre la interv e n c i ó n milagrosa de la Virgen y de Santiago en ayuda de Alvarado (ausente de la edición de 1632) y otro en el cual Bernal Díaz defiende la actitud de Alvarado y refuta la versión que de los hechos dio Las Casas (que se encuentra en la edición). Cap. C X X V I I I (sucesos de la N o c h e Triste): presenta numerosas variantes en ambas versiones. Cap. C C I I I («De una muy grande armada que hizo el Adelantado D o n Pedro de Alvarado en el año de 1537»): ha sido tachado en el ms. Guatemala el episodio donde se narra la gran i n u n d a c i ó n y la locura de d o ñ a Beatriz de la Cueva ante la muerte de Pedro de Alvarado, su esposo, y su posterior muerte, que se encuentra en la edición de 1632. Cap. C C X I I («De otras pláticas y relaciones que aquí irán declaradas, que serán agradables de oír», contiene una enumeración de las batallas en las que se halló Díaz del Castillo): presenta una redacción diferente en ambas versiones. E l ms. Guatemala, por ejemplo agrega que Bernal Díaz fue de los primeros que cercaron México y que participó de las primeras expediciones descubridoras de la Nueva España, antecediendo en ambos casos a Cortés y que fue de la partida cuando los españoles privan de agua dulce a Tenochtitlán.

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Cap. C C X I I b i s («De las señales y planetas que hubo en el cielo de la N u e v a España»): no aparece en el ms. Guatemala y se encuentra sólo en ciertos ejemplares de la edición sin fechar. Cap. C C X I I I («Por q u é causa en esta N u e v a España se herraron muchos indios e indias esclavos, y la declaración que sobre ello doy»): sólo aparece en el ms. Guatemala. Cap. C C I V («De los gobernadores que ávido en la N u e v a España hasta el a ñ o de quinientos y sesenta y ocho»): sólo aparece en el ms. Guatemala, siendo su último capítulo . A pesar de las ya mencionadas protestas, la edición de 1632 será reeditada una tercera vez en el siglo X V I I I y unas siete veces en el X I X , siglo que verá las primeras traducciones al inglés, alemán, francés y h ú n g a r o . Es recién a comienzos del siglo X X cuando el m e x i cano Genaro García publica una edición paleográfica del ms. Guatemala, utilizando para ello una copia fotostática que el gobierno guatemalteco había donado al mexicano . Las ediciones a partir de esta fecha, se hacen según el ms. Guatemala. Cabe destacar entre ellas la de R a m í r e z Cabañas, que retoma, como veremos a c o n t i n u a c i ó n , el trabajo de R a m ó n Iglesia, y la cual considero, hasta la fecha, la más utilizable para u n primer acercamiento a la obra de Díaz del Castillo. Se trata, como l o dice su editor, de una edición de divulgación, de allí que se haya modernizado la ortografía, la p u n t u a c i ó n y algunas expresiones que indica . Los criterios son claros: el texto base es el ms. Guatemala, c o l o c á n d o s e a pie de página los sintagmas o fragmentos que han sido tachados; se utiliza el ms. Alegría para completar el texto cuando es necesario, indicándose así a pie de página; de igual modo, figura entre corchetes cualquier agregado que el editor considere indispensable para la inteligibilidad del texto (lo cual ocurre p o cas veces). Paralelamente a este movimiento editorial en M é x i c o y Guatemala, el Centro de Estudios Históricos de Madrid, el cual había recibido del gobierno guatemalteco, como obsequio o habiéndola solicitado, una copia del ms. Guatemala, encarga, alrededor de 1935, una edición crítica a R a m ó n Iglesia. E l estudioso español, toma el ms. Guatemala c o m o base, pero l o coteja con la edición de 1632, cuyas 33

3 4

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3 3

E n é l se anuncia una c o n t i n u a c i ó n : «bien es que diga en otro c a p í t u l o de

los arzobispos y obispos que a abido», la cual o no se escribió o no nos ha llegado. 3 4

3 5

3 6

Madrid, 1795-96. Ver García, 1904-05, pp. X I V - X V I . Díaz del Castillo, Historia verdadera, J.]. R a m í r e z Cabañas, p. X X V I I .

PROBLEMAS DE EDICIÓN

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variantes coloca a pie de página; a partir del cap. C X I I , completa cualquier laguna del ms. Guatemala c o n el entonces recientemente aparecido ms. Alegría, colocando el agregado en el texto mismo, entre corchetes, en letra redonda . L a obra de Iglesia se v i o interrumpida por la guerra c i v i l española, pero aparentemente algunas cuartillas, «cincuenta y cuatro pliegos» según R a m í r e z C a b a ñ a s , los dos tercios de la obra total según Sáenz de Santa M a r í a , pudieron ser utilizadas en M é x i c o para una edición modernizada, en 1943, y, c o m o ya mencionamos, por el mismo R a m í r e z Cabañas en su edición. Pocos años antes, en 1940, había aparecido en España el primer tomo de la edición crítica del Instituto Gonzalo Fernández de O v i e d o ; ante la muerte de Carlos Pereyra, quien dirigía el proyecto, la c o n t i n u a c i ó n del trabajo le fue encargada al padre Carmelo Sáenz, quien pudo utilizar «un centenar de páginas preparadas para la i m prenta» por Iglesia y que habían quedado en el Centro de Estudios Históricos . A u n q u e el segundo tomo no llegó a aparecer, el jesuíta d e d i c ó varias décadas al estudio de la obra de Bernal Díaz, labor que culminó en su edición de 1982. 37

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40

2 . L A EDICIÓN CRÍTICA DE 1 9 8 2

La edición se presenta en dos volúmenes: 1) un v o l u m e n de 687 páginas con una i n t r o d u c c i ó n y, en dos columnas paralelas, la reconstrucción, basándose en la edición de 1632, del manuscrito perdido (ms. R e m ó n ) y (en letra más pequeña), la transcripción del ms. Guatemala; 2) un suplemento de 86 páginas que contiene el aparato crítico. Genaro García había tenido una actitud en extremo negativa hacia la edición de 1632 porque consideraba que las múltiples variantes provenían en su totalidad de una adulteración por parte de Fray Alonso R e m ó n . La revaloración de la edición de 1632 fue sin duda comenzada por Pereyra, quien consideraba que, para una edición de la obra: 41

3 1

Ibid. pp. X X I I I - X X I V ; Sáenz de Santa María, 1982, pp. X X X V I - X X X V I I t

y Barbón Rodríguez, 3 8

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4 0

4 1

1985.

R a m í r e z Cabañas, 1983, p. X X I I . S a é n z de Santa María, 1984, p. 159. Ibid. Sáenz de Santa María, 1982, pp. X I I I - X X X V I I .

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El texto del borrador es un instrumento precioso e indispensable; pero el de R e m ó n tiene utilidad indiscutible para la tarea del que se proponga dar una lectura mas correcta . 42

Wagner , en su estudio de la cuestión, señaló importantes variantes, que lo llevaron a concluir que la diferencia entre edición y manuscrito no se debía sólo a adulteraciones del editor, sino al hecho de que éste manejaba u n original que difería esencialmente del ms. Guatemala. 43

E n lo que hace a Sáenz de Santa María, quien, como hemos visto, r e t o m ó el trabajo de R a m ó n Iglesia, su confianza en la fidelidad de la edición de 1632 se fue intensificando. Luego de confrontarla con el ms. Guatemala, concluye que «la copia de R e m ó n es ajustada y fiel» , opinión que acentúa una década después al sostener que el m a nuscrito que Bernal Díaz enviara a España, «se conserva fundamentalmente en la primera edición de la Historia verdadera que apareció en M a d r i d en 1632» . Esta valorización de la edición, está a c o m p a ñ a d a de una desvalorización del ms. Guatemala. Se aduce el «mal estado de conservación» y su carácter de borrador. Respecto al primer punto, el mismo Sáenz de Santa M a r í a se contradice páginas después, cuando sostiene que «antes del proceso de laminación el estado general del manuscrito era bueno», apreciación más justa, creemos, hasta donde lo permite apreciar el rnicrofilm. E n lo que hace a la calidad de «borrador», su posición fue variando a través de los años en cuanto a la paternidad de las correcciones en que abunda el ms. Guatemala. E n los años cincuenta sostiene que: 44

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E l ms. Guatemala contiene un mínimo de doce folios autógrafos de Bernal; de su mano parecen además muchos interlineados y aún podría quedar abierta la cuestión sobre si no ha sido Bernal el calígrafo de la mayor parte de su obra . 48

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Pereyra, 1927, p. 417. Wagner, 1945, pp. 169 y ss. Sáenz de Santa María, 1956a, p. 590. Sáenz de Santa María, 1966, p. 326. Sáenz de Santa María, 1982, p. X I . Ibid., p. X I V . Sáenz de Santa María, 1956a, p. 588.

PROBLEMAS D E E D I C I Ó N

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U n a década después afirma que, debido a las múltiples correcciones del ms. Guatemala, éste «no puede tomarse como lectura fundamental» , lo cual lo lleva, años después, a concluir que: 49

El manuscrito Guatemala no era un original apto para su divulgación: se trataba simplemente de un borrador en el que además habían desaparecido total o parcialmente folios que hacían difícil, y a veces casi imposible, su transcripción . 50

E n contradición con lo que había venido afirmando en sus artículos anteriores, Sáenz de Santa María sostiene la imposibilidad de distinguir entre las correcciones efectuadas por Bernal Díaz y las de su hijo Francisco: «la lectura guatemalteca presenta restos de varias redacciones no todas atribuíbles al venerable autor Bernal Díaz del Castillo» . 51

Sin embargo, la mano de las correcciones y tachaduras no es tan difícil de determinar. Basta con comparar las cartas autógrafas de Bernal Díaz (dos de las cuales fueron reproducidas en facsímil por Justo Zaragoza 1974 [1877]) con los folios que Sáenz de Santa María sostiene son autógrafos y tanto aquéllas como éstos con los interlineados que abundan en el manuscrito . Sáenz de Santa M a r í a mismo parece haber llegado a esa conclusión. Luego de distinguir tres tipos de letra que denomina A , B , y C concluye que: 52

De lo expuesto hasta aquí sobre tintas y tipos caligráficos podríamos deducir que son claramente de Bernal Díaz las páginas que corresponden a la s e c c i ó n C y la m a y o r í a de los interlineados del c u e r p o de la obra . 53

Esta constatación sin embargo, no parece haber influido en su decisión de no tomar el ms. Guatemala como texto de base para su edición y así: E l texto original se restablece sobre la edición madrileña de 1632, única elaborada a la vista del manuscrito enviado a Madrid por Bernal 4 9

5 0

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5 2

Sáenz de Santa María, 1966, p. 362. Sáenz de Santa María, 1982, p. X X V I . Ibid., p. X I . Las cartas (que se ecuentran en el A G I y que han sido editadas varias veces,

i. a. por R a m í r e z Cabañas, 1983) son: a Carlos V , 22 de febrero de 1552; a Felipe II, 20 de febrero de 1558; a Fray B a r t o l o m é de las Casas, 20 de febrero de 1558; a Felipe II, 29 de enero de 1567. 5 3

Sáenz de Santa María, 1984, p. 19.

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D í a z del C a s t i l l o [...]. L a lectura c o n t e n i d a e n la e d i c i ó n de 1632 se completa c o n frases tomadas del manuscrito Guatemala cuando su desap a r i c i ó n e n R e m ó n se debe a fallos del impresor o a obvias censuras del editor; se libera — p o r otra parte— de

claras

a ñ a d i d u r a s de Fray G a b r i e l

Adarzo y Santander . 54

L a base, pues, de esta edición, es la de 1632, «la versión más cercana a la primitiva de Bernal D í a z » que se aparta de su original «en minucias o en puntos m u y definidos y fácilmente localizables» . E l texto que se nos presenta es la edición de 1632, expurgada de lo que Sáenz de Santa María juzga agregados y correcciones de los editores: su «lectura escogida». T a l vez lo más preocupante sea no haber podido descubrir los criterios sobre los cuales reposa tanto la d e t e r m i n a c i ó n de l o escrito por Bernal Díaz y de l o corregido, eliminado o añadido por su hijo en el ms. Guatemala, c o m o la expurgación de la edición de 1632, es decir, la base sobre la cual se separa lo escrito por Bernal D í a z de l o agregado por los editores-correctores ( R e m ó n / A d a r z o ) . Luego de una lectura cuidadosa sólo hemos identificado como posible criterio las siguientes palabras: 55

56

57

L o que hemos transcrito n o 'suena' a B e r n a l . Frases c o m o « q u e era d i s c r e t o » , « h e hecho de mala g a n a » , « c o m u l g a r o n d e s p u é s de C o r t é s y A l v a r a d o » , n o son bernaldianas . 58

L a decisión, pues, de ofrecer como versión definitiva de una obra la reconstrucción, a través de u n texto adulterado, de u n manuscrito original perdido es tarea peligrosa. Así lo determina B a r b ó n R o d r í g u e z en su excelente crítica de la edición de 1982: Restablecer u n texto, aunque sea del ú l t i m o tercio del siglo X V I , n o es tarea f á c i l , sino m á s b i e n audaz, c o m p l e j a , y sobre t o d o , delicada. Los riesgos que se c o r r e n son m u c h o s , n o siendo el menos de ellos la 5 4

5 5

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5 7

Sáenz de Santa María, 1982, p. 1. E l énfasis es nuestro.

Ibid., p. X X V I I .

Ibid., p. X X .

S á e n z de Santa María, 1956a, p. 591, insiste en la facilidad con que se

pueden extrapolar las correcciones de R e m ó n : « R e m ó n es fiel a Bernal siempre que no tiene razones para apartarse del original [...]; esas razones son f á c i l m e n t e analizables y, por consiguiente, es factible determinar en cada caso c u á n d o R e m ó n copia y c u á n d o añade de su cosecha, o suprime por propia inspiración». Si bien esto es cierto

en lo que hace a los grandes

párrafos

de la «interpolación

mercedaria», no lo es de n i n g ú n modo en cuanto a la totalidad de la obra. 5 8

Sáenz de Santa María 1982, p. XXIII y 1984, p. 32.

391

PROBLEMAS D E E D I C I Ó N

aplicación con claridad meridiana de criterios muy concretos a los que el editor se obliga. En este intento de restablecer el texto de la Historia verdadera los argumentos «fallos del impresor» o «censuras del editor» son tan amplios que salvo los casos en que se ve sin esfuerzo que en la composición del texto se pudo saltar un renglón [...] ambos criterios pueden explicar cualquier postura; tanto para incluir como para no hacerlo, frases o palabras de G U A en R E M y constituir así el «texto restablecido» . 59

E n lo que hace a la utilización del manuscrito Alegría para c o m pletar las lagunas que presenta el ms. Guatemala, se aclara que éste se transcribe «sin que se complete con la lectura del manuscrito Alegría o R e m ó n » ; en la misma página empero se agrega que «el manuscrito Alegría se utiliza en muy contadas ocasiones, ya que fue trabajo de don Francisco» , no aclarándose cuáles son estas ocasiones. Los sintagmas y párrafos que presentan diferencias en las dos versiones («lectura escogida» y ms. Guatemala) están, según el editor, indicados en cursiva , pero esto no se ha hecho sistemáticamente. B a r b ó n R o d r í g u e z ha señalado, a través de cinco páginas de ejemplos, los diversos problemas que acarrea la falta de consistencia en los criterios, concluyendo que «el uso de la cursiva c o n el objeto de "orientar la atención del lector" no ha cumplido cabalmente su propósito» . Más a ú n , no se indican en el texto de la «lectura escogida» las variantes introducidas por el padre Sáenz de Santa María, tampoco se aclara en la introducción si se moderniza o hasta d ó n d e se moderniza . 60

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5 9

6 0

6 1

B a r b ó n R o d r í g u e z , 1985, p. 6. Sáenz de Santa María, 1982, p. 1; ver también ibid., p. X X X , nota 38. «Para orientar la atención del lector se señala en cursiva todo lo que aparece

en una sola de las columnas. Para evitar señalamientos excesivos se tiene en cuenta generalmente las palabras enteras». Ver Sáenz de Santa María, 1982, «Advertencias previas», p. 1. 6 2

6 3

B a r b ó n R o d r í g u e z , 1985, p. 12. Dos ejemplos, que transcribo de la e d i c i ó n de 1632 (ejemplar de la B N de

Madrid), colocando entre corchetes las variantes introducidas por S á e n z de Santa María, pero no señaladas y marcando en negrita las variantes que no responden a m o d e r n i z a c i ó n : «Y [ajdemas desto [de esto], desde que [cuando] mi Historia se vea, dará fe e [y] claridad dello [de ello]; la qual se acabó de sacar en limpio de mis memorias

e

[y]

borradores

en

esta muy

leal

ciudad

de

[Santiago

de]

Guati[e]mala...» (El Autor, s/fol.). «Capitulo C C X X I I [CCXIIbis]. De las Señales e [y] Planetas que huu[b]o en el cielo en [de] la [eliminado] Nueua España antes que en

ella entrass[—Jemos, y p r o n ó s t i c o s é [de]

declaración

que

los

Indios

Mexicanos nos h i z [ c ] i e r o n . » (f. 255r). E n lo que hace a la m o d e r n i z a c i ó n , no es

SONIA V. ROSE

392

U n a serie de n ú m e r o s colocados entre paréntesis en la transcripción del ms. Guatemala, remiten al suplemento, donde se encuentran las tachaduras e interlineados del manuscrito, sin hipótesis de su origen, Díaz del Castillo o sus descendientes . Para finalizar, los n ú m e r o s colocados entre paréntesis en la «lectura escogida», remiten a la «interpolación mercedaria» que se encuentra en el suplemento. 64

E l segundo volumen contiene los prólogos, dado que ninguno de ellos son considerados de mano de Díaz del Castillo , las correcciones, tachaduras e interlineados del ms. Guatemala, las interpolaciones mercedarias, además de numerosos y útiles índices y cronologías. Es de lamentar que el delgado volumen separado, que reemplaza las tradicionales y cómodas notas a pie de página, y sobre todo las i n n u merables erratas dificulten la utilización del aparato crítico. 65

CONCLUSIÓN

L a edición crítica de Sáenz de Santa María presenta, además de los problemas prácticos de manejo ya mencionados, dos obstáculos insalvables. Primero, la presentación, como texto de base, de u n urtext que surge de la reconstrucción, a través de una edición adulterada, de u n manuscrito perdido, hecha con criterios no siempre consistentes y a menudo dudosos. Segundo, la invalidación del ms. Guatemala, dándose dos razones que, esperamos haber mostrado, difícilmente se sostienen: el mal estado del manuscrito y su calidad de borrador por una parte, la i m p o sibilidad de determinar la paternidad de las múltiples correcciones por otra. E n cuanto a su calidad de «borrador», consideramos, al igual que

consistente: en este mismo folio se resuelve «desto» en «de esto», pero se mantiene «dende». 6 4

Las erratas dificultan

la lectura.

Ver, por ejemplo

el

capítulo

VI,

(suplemento, 11): de 15 notas, faltan cuatro (núms. 9, 10, 11 y 7r). 6 5

La d e c i s i ó n de eliminar el p r ó l o g o que abre el manuscrito

Guatemala

( « N o t a n d o estado...») es particularmente discutible (suplemento, 7). S e g ú n S á e n z de Santa María, Francisco

habría sido autor de los dos p r ó l o g o s : « u n o q u e d ó

—tachado— en el ms. Guatemala; el otro encabeza el ms. Alegría». La única razón para dudar de la paternidad del p r ó l o g o del ms. Guatemala es que fue tachado por Francisco. Sin embargo, si aceptamos que fue él quien lo t a c h ó para reemplazarlo (como atestigua el ms. A l e g r í a ) por un p r ó l o g o de su propia cosecha, esto de n i n g ú n modo hace dudar que fuera de mano de Bernal D í a z .

393

PROBLEMAS DE EDICIÓN

Barbón R o d r í g u e z que esto aumenta su valor, al contener «la historia interna del proceso creador de la Historia verdadera», c o m o l o había dicho el mismo Sáenz de Santa María. A pesar de todo lo mencionado, es la «lectura escogida» de Sáenz de Santa María la que ha quedado fijada como texto de la Historia verdadera. Así, la colección de crónicas de América Historia 16, presenta la reimpresión, con todas sus erratas, de la «lectura escogida» de Sáenz de Santa María, antecedida por unas palabras preliminares del m i s m o y por una excelente introducción de M i g u e l León Portilla. Asombrosamente, en la bibliografía de la recientemente aparecida Cambridge History of Latin American Literature, correspondiente a los capítulos preparados por Stephanie M e r r i m y Kathleen R o s s y compilada por Hensley C . Woodbridge , u n bibliógrafo profesional, como señalan los editores, sólo se cita la versión de Historia 16 , que suponemos por lo tanto es la que ha sido consultada y que es la que se propone al lector. Este hecho nos hace pensar que es esta edición la que se usa corrientemente, l o cual, debido a todo lo anteriormente expuesto, es preocupante . 66

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E n su artículo-crítica a la edición de Sáenz de Santa María, B a r b ó n R o d r í g u e z da muestras no sólo de su conocimiento del tema sino de la solidez de sus criterios. Es particularmente lamentable que no haya aparecido hasta la fecha la edición crítica que prepara desde mediados de los años sesenta y que aparentemente se encontraba ya lista a m e diados de la década de los ochenta . 72

^ B a r b ó n R o d r í g u e z , 1985, p. 7. 6 7

su

D í a z del Castillo, 1982, pp. 59-62: «Bernal D í a z del Castillo: la historia de

Historia». 6 8

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7 0

Puppo-Walker, 1996, I, pp. 101-42. Ibid., III, pp. 458-68. Ibid., I, p. X V I I . A d e m á s de la r e e d i c i ó n fragmentaria de la t r a d u c c i ó n que

al inglés hiciera Maudsley, Londres, Hakluyt Society, 1908-1916. 7 1

Citemos un caso que nos parece e m b l e m á t i c o : refiriéndose a las luchas en

T e n o c h t i t l á n luego de la masacre del Templo Mayor, menciona «que de mil e trecientos soldados, que en ella entramos, mataron

y sacrificaron

ciento

y

c i n c u e n t a » (f. 255r); esto se convierte en la e d i c i ó n de 1982 en: « q u e de mil y trescientos soldados que en ella entramos, mataron y sacrificaron ochocientos y c i n c u e n t a » (Cap. C C X I I b i s , p. 664), lo cual es retomado en Díaz del Castillo, 1984, p. 480. 7 2

Sabemos, gracias a Pedro Lasarte, que Jaime Delgado estaría trabajando en

una e d i c i ó n de la Historia verdadera y, gracias a Ignacio Arellano que Guillermo

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SONIA V. ROSE

Es una evidencia la necesidad de una variedad de ediciones, cuyos criterios estarán determinados por el público al que vayan dirigidas. Esperamos que en los próximos años aparezca una edición crítica, que recupere, tanto las variantes entre la edición de 1632 (estableciendo con criterios sólidos y de manera sistemática las interpolaciones mercedarias), como las correcciones que presenta el manuscrito Guatemala (proponiendo, a través de u n examen grafológico y de contenido, hipótesis sobre la paternidad de las correcciones mayores). Parece igualmente indispensable y urgente, dado lo anteriormente expuesto, la aparición de una edición universitaria del ms. Guatemala, con notas a pie de página que recuperen las correcciones del mismo y las principales variantes entre éste y la edición de 1632, colocándose las mismas en apéndice cuando excedan una página (tal el caso del capítulo X V I I I , el C C X I I b i s , o la noticia final «El Autor»). Las palabras que Carlos Pereyra emitiera en 1927, no han perdido su actualidad: Hay que cotejar la edición de Madrid hecha en 1632 con la de M é jico hecha en 1904 y 1905, para fijar un texto definitivo que eliminando las interpolaciones de R e m ó n , restituyendo los pasajes suprimidos y subsanando las adulteraciones, deje en pie sin embargo todas las variantes que puedan proceder indiscutiblemente de la copia corregida y autorizada por Bernal Díaz del Castillo . 73

Seres está preparando una e d i c i ó n de la misma dentro de la c o l e c c i ó n que dirige Francisco Rico, Biblioteca Clásica. 7 3

Pereyra, 1927, p. 416.

PROBLEMAS DE E D I C I Ó N

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EDICIONES CITADAS DE LA Historia verdadera D Í A Z D E L C A S T I L L O , B . , Historia



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/ verdadera / de la conquista / de la / Nueva España escrita / por el capitán Bernal Díaz del Castillo / uno de sus Conquistadores / sacada a luz / por el P. / M. Fr. Alonso Remón, Pre / dicador, y Coronista General del / Orden de Nuestra Señora de la / Merced Redempción de / Cautivos. / A la Cathólica Magestad / del mayor monarca / Don Felipe Quarto / Rey de las Españas, y Nuevo / Mundo, N. Señor / C o n Privilegio. E n Madrid, en la Imprenta del Reyno. Año de 1632. Historia Verdadera / de la Conquista de la / Nueva España Escrita / Por el Capitán Bernal Díaz del / Castillo, Uno de Sus Conquistadores / Sacada a luz / Por el P. M. Fr. Alonso Remón, Pre / dicador y Coronista General del Orden de / N. S. de la Merced Redención de Cautivos. / A la Cathólica Magestad del / Mayor Monarca D. Filipe / IV Rey de las Españas y / Nuevo Mundo N. S. / con privilegio. E n Madrid, en la Emprenta del Reyno. s / d. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Madrid, Benito Cano, 1795-1796, 4 vols. Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España, ed. paleográfica del ms. Guatemala por G . García, Méjico, Tipología de la Secretaría de Fomento, 1904-1905. The true History of the Conquest of New Spain, by Bernal Díaz del Castillo [...] edited and published in México by Genaro García, tr. A . Percival Maudsley, Londres, Hakluyt Society, 1908-1916, 5 vols. Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, ed. C . Pereyra, Madrid, C S I C , 1940. E l primer tomo (único publicado) llega hasta el capítulo 144. Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España, pr. R . Iglesia, México, 1943. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, ed. C . Sáenz de Santa María, Madrid, C S I C , 1982, 2 vols. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1942), ed. J . J . Ramírez Cabañas, México, Porrúa, 1983. (Original en 3 vols., ed. por la editorial Robredo). Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, intr. M . León Portilla, Madrid, Historia 16, 1984.

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396

SONIA V. ROSE

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PROBLEMAS DE EDICIÓN

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EDICIÓN CRÍTICA DEL T E A T R O CÓMICO B R E V E D E L O R E N Z O D E L A S L L A M O S A S : EL ASTRÓLOGO ( S A I N E T E ) Y EL BUREO (BAILE).

Miguel Zugasti Universidad de Navarra

E n un foro como este, dedicado a La edición y anotación de textos coloniales hispanoamericanos, parece pertinente recordar c ó m o la literatura virreinal, en mayor grado que la producida en la m e t r ó p o l i , está severamente afectada por el f e n ó m e n o de los textos perdidos o mal conocidos, lo cual restringe nuestro conocimiento de la época de la colonia y de sus centros' culturales más activos. Otros especialistas han abordado el tema en el campo de las crónicas o la lírica; por lo que al teatro se refiere, estudiosos c o m o L o h m a n n Villena, A r r o m o Suárez Radillo ofrecen abundantes referencias de piezas varias creadas por y para la colonia, representadas en tal o cual ciudad, de cuyos textos no ha quedado rastro alguno. Otras veces se remite a manuscritos o ediciones m u y raras que c o n v e n d r í a ir sacando a luz poco a poco, en la medida de lo posible. Algunas de estas composiciones serán, sí, de segundo o tercer orden, pero sin duda representativas de la intensa actividad desplegada en los escenarios americanos, y por tanto dignas de ser recordadas. E n este marco podemos ubicar la figura de Lorenzo de las L l a m o sas, poeta y dramaturgo cortesano que inició su actividad en Perú y la concluyó en Europa. E l objetivo de este trabajo es editar sus dos piezas breves de carácter cómico: El Astrólogo, sainete inédito hasta ahora y escrito en 1689, y El bureo, baile dramático cuya editio princeps (y única) es de 1698. C o n todo, nuestro autor no destaca 1

Lohmann Villena, 1945; Arrom, 1967; Suárez Radillo, 1980-1981.

400

MIGUEL ZUGASTI

precisamente por su vena c ó m i c a n i cultivó el teatro de carácter entremesil de modo específico, sino que ambos textos son eslabones de lo que fue el conjunto de dos fiestas teatrales barrocas. Tales fiestas tenían como n ú c l e o una obra larga que podía ser una comedia o u n auto sacramental, pero se agregaban varias piezas breves que daban mayor realce al espectáculo . Llamosas escribió tres comediaszarzuelas (como él las llama) para otros tantos festejos áulicos: También se vengan los dioses es él primero, representado en el palacio v i rreinal de Lima en 1689, y a él pertenece el sainete de que nos ocupamos; Amor, industria y poder es el segundo, que tuvo lugar en M a d r i d en 1692; el tercero es Destinos vencen finezas (Madrid, 1698), donde se integra el baile citado. 2

i . L O R E N Z O DE LAS L L A M O S A S : DATOS BIO-BIBLIOGRÁFICOS

E l punto de partida serán las investigaciones de L o h m a n n V i l l e n a y Vargas U g a r t e . Lorenzo de las Llamosas nació en L i m a hacia 1665, estudiando primero en Arequipa y luego en el limense Colegio R e a l de San Martín, donde fue discípulo del D r . Juan Jacinto G u e rrero, a quien cita agradecido varias veces . M u y pronto e m p e z ó a dar pruebas de una prodigiosa memoria, causando gran admiración entre quienes le conocieron. Desde j o v e n estuvo vinculado a la corte virreinal, al servicio de don M e l c h o r de Navarra y Rocafull, duque de la Palata, quien le pidió un poema celebrativo del cumpleaños de Carlos II. Llamosas cumplió el encargo, aunque años después repudiará tales versos primerizos , que hoy están perdidos. 3

4

5

2

3

Ver Zugasti,

1995.

Lohmann Villena, 1945, pp. 296-305; Vargas Ugarte, 1950, «Introducción»,

pp. V - X X X I . E n las líneas que siguen resumo Zugasti, 1997b. 4

E n Ofrenda política,

1695, p. 29: «Lo que muchos juzgaron imposible puede

ser trofeo de vuestro estudio. Muchas veces o í al singular entendimiento de mi maestro el Doctor D o n Juan Jacinto Guerrero, por sentencia, que era más nobleza del espíritu

que

tocase el esfuerzo

el

(introducida a modesta v e n e r a c i ó n del

desengaño, tiempo)

que

no

dejase sin

que

la flojedad

examinarle

a su

a n t i g ü e d a d los m é r i t o s de su fama»; cito, modernizando, por el ejemplar de la B N M , 3/30868. Lo vuelve a mencionar en una carta suya de 1698, donde lo llama «mi querido y venerado Maestro». 5

H e aquí sus palabras: «Las materias de que

trato (y más que

ellas, mi

i n c l i n a c i ó n ) han elegido para este corto trabajo la prosa, así porque a los versos los miro menos apreciables en este siglo y m á s opuestos a mi genio, como porque alguna vez que corrí la pluma en habilidad tan desautorizada, tuve las disculpas que

401

E D I C I Ó N CRÍTICA

E n agosto de 1689 t o m ó posesión un nuevo virrey, Melchor Portocarrero Laso de la Vega, tercer conde de la M o n c l o v a , a cuyo servicio t a m b i é n e n t r ó Llamosas como preceptor de su primogénito Antonio. E n las postrimerías de ese año nacería otro hijo de los virreyes, Francisco Javier, ocasión para la que el l i m e ñ o escribe el festejo También se vengan los dioses, que consta de loa, zarzuela en dos jornadas y sainete, además de dos dedicatorias: una a la condesa de la M o n c l o v a , d o ñ a Antonia J i m é n e z de Urrea, y otra al conde, fechada el 19 de diciembre de 1689 . 6

N o estuvo mucho tiempo Llamosas en la órbita del conde, pues cuando el anterior virrey, el duque de la Palata, abandona L i m a para regresar a la m e t r ó p o l i , éste se halla otra vez entre su séquito. E l d u que, empero, fallece el 13 de abril de 1691 en Portobelo, y Llamosas llega a España sin su protector . A l año siguiente, 1692, ya se ha establecido en la corte madrileña, con participación activa en el mundillo literario y palaciego, ya que de esta fecha es su segunda zarzuela (primera en publicarse): Amor, industria y poder, con dos jornadas y loa del propio Llamosas. L a portada de la edición príncipe (Madrid, 1692) la tilda de «fiesta real representada y cantada» , que fue ejecutada por dos compañías (las de Agustín Manuel y D a m i á n Polope ) en el R e a l Coliseo del Buen R e t i r o , con ocasión de un nuevo cumpleaños de Carlos II. 7

8

9

ya hoy me faltan. Fue precepto superior el discurrirla, obsequio a los a ñ o s de un rey el publicarla, y tener en apartado reino poco más de veinte a ñ o s al escribirla, edad en

que son

menos culpables estas travesuras al ingenio. A u n con

tantas

razones, vivo tan mortificado de haber incurrido en aquel ocio, que no he podido pasar esta o c a s i ó n sin confesar mis

arrepentimientos, con

disculpas que tuve entonces» (Llamosas, Ofrenda política,

dejar manifiestas las

1695, pp. 2-3).

C . A . de la

Barrera, 1860, p. 230, ya c o p i ó este pasaje. 6

T o d o el conjunto se conserva en el manuscrito autógrafo de la Biblioteca

Nacional de Madrid, Ms. 14.842. 7

Ver su carta autógrafa de 1698:

« T u v e la fortuna de pasar a España con

el

e x c e l e n t í s i m o duque de la Palata, mi señor, p r í n c i p e de aquellos que escasamente los dejan ver los siglos, a cuya benigna piedad debí, más por mi buena ley que

por

otro m é r i t o , alguna aprobación. F a l t ó m e en el camino este sol que me animaba, y habiendo no sin contratiempos llegado a España, me detuve en el golfo de Madrid cuatro años». 8

Sigo el

ejemplar de la Biblioteca Nacional de

Madrid con

signatura

18.681. 9

Hay relación de los actores participantes al inicio de la primera jornada.

R

MIGUEL ZUGASTI

402

L a siguiente noticia segura del destino de Llamosas en M a d r i d lo coloca en la órbita de otro noble, el marqués de Jódar, de quien en 1695 era secretario de cartas y ayo de su primogénito, don Bernardino Fernández de Velasco y Carvajal . 10

D i c h o a ñ o Llamosas abandona la corte para seguir la carrera m i l i tar. D e l 15 de j u b o de 1698 es una carta escrita en Bruselas donde cuenta a su destinatario (Sebastián Fernández de Medrano, a la sazón Sargento General y director de la Academia matemática del ejército de Flandes) parte de sus actividades: participó a las órdenes del marqués de Villena en la c a m p a ñ a de C a t a l u ñ a contra los franceses; estuvo en la pérdida de la plaza de Hostalrich; visitó Italia en dos ocasiones; conoció las cortes de Portugal, Francia y Gran Bretaña, además de los Países Bajos, desde donde escribe . 11

E n octubre de 1698 está de vuelta en Madrid, escribiendo la fiesta teatral que se estrenó el 6 de noviembre en honor de Carlos II, con el título Destinos vencen finezas. E l texto de la edición p r í n c i p e consta de las tres jornadas de la comedia-zarzuela, la loa y el baile El bureo, junto a dos dedicatorias y u n prólogo de donde obtenemos nueva información sobre su vida . Así, él mismo confiesa que entre 1692 y 1698 pasó «dos veces a Italia, y habiendo vuelto a esta corte salí tercera vez a Inglaterra, atravesé la Holanda, los Países Bajos y la mayor parte de la Francia», datos que casan con lo referido en la carta anterior. Incluye algunas reflexiones sobre sus ocupaciones literarias, de12

13

1 0

E l dato lo ofrece el mismo Llamosas,

Ofrenda política,

1695,

en

los

preliminares. 1 1

La carta, de dos

folios, se

halla en

la Biblioteca

Nacional

de

Lima,

Manuscritos del Virreinato, signatura B343 (antigua 314). Incluye un soneto al final. 1 2

Llamosas, Destinos vencen finezas, 1698. Manejo ejemplar de la Biblioteca

Nacional

de Madrid con

signatura T 3423.

Todas

las citas,

modernizadas,

proceden de aquí. 1 3

Existe además otra e d i c i ó n suelta de 1699 que incluye la música compuesta

por Juan de Navas para esta fiesta cortesana (se edita la m ú s i c a de la comedia, faltando la loa y el baile), en lo que constituye la primera p u b l i c a c i ó n de la Imprenta de Música de Madrid. Esta suelta, de la que se tenían vagas referencias (ya habla de ella Lohmann Villena, 1945, p. 312, citando Laurencie y Lavignac, 1913), ha sido redescubierta y estudiada por Carreras, ejemplares de esta rara e d i c i ó n , uno

1995.

Carreras

localiza

dos

en Dijon, B i b l i o t h é q u e du Conservatoire

National de R e g i ó n (signatura In 8.26), y otro en la Biblioteca

Nacional

de

Madrid (signatura R 9.348). Actualmente trabajan en la e d i c i ó n de esta pieza I. Arellano Y J. J. Carreras.

403

EDICIÓN CRÍTICA

clarando que escribió la comedia por encargo expreso del marqués de Laconi. Incide en la premura de tiempo c o n que se vio obligado a escribir: « C o n pocos más de veinte días para [...] los años de su M a jestad m e v i gustosamente obligado a ofrecerle los errores de m i pluma [...]. Escribí en tres días la que te presento, pues no me permitió m á s tiempo el corto que había para ponerla en m ú s i c a y estudiarla», de donde se infiere que las dos semanas restantes fueron necesarias para componer la música y hacer los ensayos. Respecto al global del festejo cortesano confiesa que «tuve orden de que con loa, e n t r e m é s , baile y fin de fiesta durase algo menos de dos horas y m e dia»; la publicación de la suelta de 1698 obedece a este propósito, ya que junto a la comedia están la loa y el baile, prescindiendo de editar el entremés y fin de fiesta (que los hubo) por no ser de su pluma. Prosiguiendo la cronología de Llamosas, en 1700 c o n t i n ú a establecido en M a d r i d (calle de las Carretas) y p r ó x i m o a los círculos literarios de la corte, c o n el título de Teniente de la C o m i s i ó n de Festejos Reales nombrada por el monarca para celebrar la fama postuma de sor Juana Inés de la Cruz. Más adelante, el 8 de julio de 1704, l o hallamos preso en la cárcel de corte de Valladolid, por orden del rey y por causas imprecisas. Allí fecha u n manuscrito suyo titulado Reflexiones políticas y morales sobre la historia de Asuero Artajerjes Longtmano, rey de Persia . L a última referencia segura sobre nuestro autor hay que situarla en París, el 24 de marzo de 1705, día en el que suscribe un panegírico al rey francés Luis X I V . A partir de este momento no conocemos más datos ciertos sobre la suerte seguida por el peruano. A d e m á s de los textos dramáticos aquí citados, Llamosas es el autor de las siguientes obras: 14

Lírica: — D o c e octavas reales incluidas en la dedicatoria a d o n M e l c h o r Portocarrero, conde de la Monclova y virrey del Perú (1689). — U n soneto que se halla copiado en el último folio de la carta escrita en Bruselas (1698). — O c h o octavas reales en honor de sor Juana Inés de la C r u z , p u blicadas en los preliminares del volumen Fama y obras postumas del

E l texto se guarda en la Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 9.989.

MIGUEL ZUGASTI

404

Fénix de México, Décima Musa, poetisa americana (Madrid, Manuel R u i z de Murga, 1700). — P o e m a panegírico en honor de Luis X I V de Francia, publicado en u n folleto de tamaño cuarto, con veinticinco páginas (1705) . Consta de cuarenta y dos octavas reales más otras seis anteriores de la dedicatoria al duque de Alba. Todos los indicios apuntan a que L l a mosas formaba parte del séquito que el duque desplazó a París para entrevistarse c o n Luis X I V y preparar la entrada en España de su nieto, Felipe de Anjou, como nuevo monarca. 15

— A t r i b u c i ó n del poema heroico Demqfonte y Filis (578 octavas reales en diez cantos), inspirado en la mitología griega: refiere los trágicos amores de Demofonte, rey de Atenas y h é r o e de la guerra de Troya, c o n Filis, reina de Tracia. Vargas Ugarte no duda de la paternidad de Llamosas , pero a la luz de las investigaciones de H o p k i n s R o d r í g u e z hay que pensar con fundamento que «Demofonte y Filis no es más que una caprichosa construcción elaborada a partir del poema de Telémaco en la isla de Calipso», de Pedro José B e r m ú d e z de la Torre y Solier . — H a y noticia de que alrededor de 1685 escribió un poema en h o nor de Carlos II, hoy desconocido. — E n los preliminares de la Ofrenda política, varios amigos de L l a mosas (Blas López, Juan M ú g i c a y Nicolás de Paredes y Armendáriz) encarecen su facilidad para componer versos de repente. Los tres refieren cierta sesión en casa del poeta donde fue capaz de glosar una octava de G ó n g o r a c o n otras ocho octavas, dictando a la vez cuatro octavas m á s y cuatro sonetos compuestos de repente sobre asuntos 16

17

1 5

Vargas Ugarte, 1950, p. XIII, aporta los datos bibliográficos: « P e q u e ñ o

p a n e g í r i c o a la Majestad Cristianísima de Luis el Grande, consagrada por mano de el e x c e l e n t í s i m o s e ñ o r duque de Alba y de H u é s c a r , Condestable de Navarra y Embajador de la Majestad C a t ó l i c a . A su Majestad Cristianísima don Lorenzo de las Llamosas, natural de la ciudad de Lima en el Perú. París. A ñ o de 1705». E n el c o l o f ó n se añade que se hizo en casa de Frédéric Leonard, impresor del rey, con licencia de i m p r e s i ó n del 26 de marzo de 1705. Vargas Ugarte añade que es «una e d i c i ó n de lujo hecha en

gran papel y

con

cenefas

grabadas de

adorno».

Reproduce parte del poema en las pp. 135-38, en Llamosas, Obras, ed. R . Vargas Ugarte, 1950. 1 6

L o edita a su nombre, sin mencionar problema alguno de autoría, en

citado volumen de Llamosas, Obras, ed. R . Vargas Ugarte, 1950, pp. 1-130. 1 7

Hopkins R o d r í g u e z , 1976, p. 126.

el

405

E D I C I Ó N CRÍTICA

propuestos por los circunstantes. Se desconoce el paradero de tales textos. Prosa: —Manifiesto apologético en que se tratan las principales materias del reino del Perú (1692). Folleto de 23 páginas donde se refieren los l o gros alcanzados por el duque de la Palata durante los años que fue virrey del P e r ú . 18

—Ofrenda política con que se pretende instruir una noble juventud, M a drid, Francisco Sanz, 1695. Breve tratado didáctico escrito en la más pura línea de los espejos de príncipes, que se estructura en nueve apartados: modestia, gobierno doméstico, estudio, liberalidad, elección de estado, suavidad de maneras, m o d e r a c i ó n en la pasión, elección de empleos y prudencia en las pretensiones. Está dedicado a su discípulo y protector, D . Bernardino Fernández de Velasco y Carvajal, hijo del marqués de Jódar. —Reflexiones políticas y morales sobre la historia de Asuero Artajerjes Longímano, rey de Persia. Se trata de u n manuscrito incompleto (222 pp.), de mano del autor, conservado en la Biblioteca Nacional de M a d r i d (Ms. 9.989). Llamosas entreteje la biografía de este rey persa con diversos comentarios y apostillas doctrinales que ella le suscita. E l modelo, citado por él mismo, es el Marco Bruto de Quevedo. — H a y referencias de que en una sola sesión escribió ocho cartas políticas sobre temas varios sugeridos por los concurrentes, en u n nuevo alarde de inventiva y capacidad improvisadora de Llamosas. Se desconoce su paradero . 19

1 8

Vargas Ugarte, 1950, p. XII, hace esta descripción bibliográfica: «Manifiesto

a p o l o g é t i c o en que se trata las principales materias del reino del Perú y las primeras operaciones que hizo en los ocho a ñ o s de su gobierno el Exmo. Sr. D . Melchor de Navarra y Rocafull, duque de la Palata [...]. Sácale a luz a la p r o t e c c i ó n de la A u g u s t í s i m a Reina Madre nuestra señora D o ñ a María Ana de Austria (que Dios guarde) D . Lorenzo de las Llamosas su autor. A ñ o de 1692». 1 9

Juan M ú g i c a , en los «preliminares» de Llamosas,

Ofrenda política,

1695,

refiere así el caso: « G u s t a n d o un día vuesa merced de hacer alarde de su válida c o m p r e h e n s i ó n , le dimos ocho asuntos, unos de cartas y otros de consultas, éstas de las materias menos fecundas de estado y aquéllas sobre las más cultas tesis de la c o r t e s a n í a , y de todos se hizo en imperceptible tiempo capaz. M a n d ó a siete plumas que escribiesen lo que en tan distintas materias a un mismo tiempo

les

notaba, sin negarse con la propia a llenar la octava. Salió la obra tan perfecta, que el

MIGUEL ZUGASTI

406

2 . El Astrólogo (SAÍNETE) Y El bureo (BAILE)

Las dos piezas breves que aquí se editan fueron concebidas, como se ha dicho, para formar parte del conjunto de sendos festejos cortesanos. E l primero en la cronología fue la c o n m e m o r a c i ó n del nacimiento en L i m a de Francisco Javier Portocarrero, hijo del conde de la M o n c l o v a , virrey que había tomado posesión de su cargo el 15 de agosto de 1689. L o más probable es que el espectáculo aconteciera en diciembre (la única fecha que aparece en el manuscrito es el 19 de ese mes), siendo la parte central del mismo la zarzuela • También se vengan los dioses, en dos jornadas, además de una loa escrita ad hoc para el natalicio, y el sainete El Astrólogo. T a l espectáculo supuso u n hito más en la nutrida tradición dramática que se venía desarrollando en el palacio virreinal de L i m a , al m á s p u r o estilo de la metrópoli. Los abundantes medios dispuestos para estas ocasiones y la gran riqueza escenográfica de que hacían gala están hoy fuera de toda duda. A n t e cedentes notables fueron por ejemplo el montaje de El Arca de Noé (de M a r t í n e z de Meneses, R ó s e t e N i ñ o y C á n c e r ) en 1672, que al decir de Lohmann Villena: Se hizo con las mismas disposiciones de perspectivas, variedad de mutaciones nunca vistas de bastidores y vuelos, lujo de trajes, luces y bailes y acompañamiento de armoniosa música recitativa. Dicha pieza tuvo el mérito singular de haber sido la primera que con tal aparato se exhibió en el Virreinato del Perú . 20

Otra fiesta de la que hay constancia fehaciente fue la comedia El Fénix de España San Francisco de Borja, cuya representación d u r ó seis horas y tuvo lugar en el colegio de San Martín el 21 de diciembre de 1674 (recuérdese que Llamosas estudió en dicho colegio en torno a esa fecha). E l segundo evento fue el cumpleaños de Carlos II en 1698, a cuyo efecto el Mayordomo y Gobernador de la casa real (Juan Francisco de Castelví, sexto m a r q u é s de Laconi) le agasaja c o n el festejo de L l a mosas Destinos vencen finezas. L a loa tiene por motivo central la celebración de la onomástica real; la comedia es de tema m i t o l ó g i c o (los

más gallardo secretario diera por bien empleado su afán de que una a una y en mucho tiempo salieran tan felices». 2 0

Lohmann Villena, 1945, p. 277.

407

EDICIÓN CRÍTICA

amores de D i d o y Eneas), ubicándose el baile El bureo entre las j o r n a das segunda y tercera. E l tema de El Astrólogo se escinde en dos vertientes, vinculándose la una con la adivinación astrológica, y la otra con la alabanza cortesana de la belleza de una dama. A ambos subtemas se ciñe el texto dividiéndose en dos partes de casi similar extensión: w . 1-101 y 102¬ 95. L a primera mitad obedece al esquema entremesil del desfile de figuras , donde dos zagales y dos zagalas presentan sus quejas a m o rosas ante el Astrólogo, que es el personaje principal. Este dialoga con cada uno de ellos y va deduciendo el signo del zodiaco a que pertenecen. L a m e n c i ó n de los cuatro zagales y de una tal Cloris (vv. 33 y 43) sirven de débiles nexos de u n i ó n del sainete con la zarzuela que lo enmarca, toda ella de ambiente mitológico pastoril donde una de las damas protagonista se llama también Cloris. Terminado el desfile y la adivinación astrológica, se propone culminar la escena con un baile, a lo cual todos se aprestan con buen á n i m o . 21

Este anunciado baile queda malogrado en la segunda parte, ya que el Astrólogo decide anteponer una pintura de la belleza de Lucinda, que acababa de salir a escena. E l retrato se confecciona a base de la concatenación de metáforas ennoblecedoras referidas a las partes de su cuerpo: pelo, frente, cejas, ojos, nariz, boca, cuello, talle y pies. E l autor demuestra aquí ser perito en el uso de la retórica, y m á s c o n cretamente en el recurso de la prosopografía o descriptio personce. Quintiliano ya aconsejaba seguir un orden concreto en el retrato de una persona , pero quizás el influjo más evidente sea el del blasón petrarquista , consistente en pintar a las damas de arriba a abajo, desde la cabeza hasta los pies, a base de imágenes poéticas tomadas del mundo de los astros (sol, luna, estrellas) y de la mitología (Júpiter, Marte, Cástor, P ó l u x ) . Concluido el retrato todos los personajes 22

23

24

2 1

Ver Asensio, « E n t r e m é s de figuras. Historia teatral del v o c a b l o » , 1965, pp.

77-86. 2 2

Marco Fabio Quintiliano, De institutione oratoria, III, 9,

9: « N a m

nec

pingere quisquam aut fingere coepit a pedibus, nec denique ars ulla consummatur ibi, unde ordiendum est. Q u i d fiet alioqui, si spatium componendi

orationem

stilo non fuerit? Nonne nos haec inuersa consuetudo deceperit? Inspicienda igitur materia est quo praecepimus odine, scribenda quo dicimus». 2 3

2 4

Ver Spang, 1979, p. 183. Llamosas se sitúa dentro de la n ó m i n a de autores afectos al estilo petrarquista

y a sus i m á g e n e s más recurrentes. Ver sobre el tema M a ñ e r o Sorolla, 1990, con abundante bibliografía.

408

MIGUEL ZUGASTI

entonan una copla y finalizan la obra c o n el prometido baile. Es muy probable que en esta segunda parte haya una c o n e x i ó n en clave con las circunstancias concretas de la representación, aunque h o y resulte difícil demostrarlo. Parece claro que bajo la máscara de Lucinda se oculta alguna dama principal que presenció el espectáculo . U n a buena candidata podría ser la condesa de la M o n c l o v a ( D Antonia J i m é n e z de Urrea), a quien Llamosas hace una dedicatoria particular al principio del manuscrito. O quizás la aludida pudiera ser la esposa del anterior virrey, la duquesa de la Palata, con quien nuestro autor estuvo muy vinculado. 25

a

T a m b i é n El bureo puede dividirse en dos partes o subescenas ( w . 1-118 y 119-210), aunque están estrechamente relacionadas por sujetarse al mismo tema: la vida de los pretendientes de las damas de palacio, que sólo han de esperar su desdén. Empieza la acción con la llegada del Cuidado a la corte, que es severamente amonestado por el R i g o r : lo tilda de «osado», «atrevido» y «altivo» ( w . 7, 8, 14 y 16), por el simple hecho de estar en la corte. Cuidado argumenta que quiere ocupar una «plaza de rendido» (v. 60), iniciándose como «mozo de oficio» (v. 68; se refiere, claro, a ser u n caballero rendido ante las damas). Sale el Respeto y le hace jurar que será un digno ocupante de la plaza, para lo cual renunciará a toda esperanza de ser correspondido y a cualquier queja que pueda salir de sus labios, antes al contrario ha de estar satisfecho de su martirio. T o d o lo jura el C u i d a d o , siendo ahora cuando el Respeto hace salir a seis oficios de palacio, con lo que se inicia la segunda parte, también sometida a la técnica del desfile de personajes. Los oficios son Panetería, Cava, Frutería, Sausería, C o n fitería y Cerería. E n clave de humor, cada uno le pagará al nuevo familiar palatino con su particular ración de desagrados, sustos, temores, llantos, fatigas, azotes, etc. A l final todos juntos entonan una seguidilla a modo de moraleja: «A palacio no venga / ningún rendido / si no cree favores / a los martirios». 2 5

Se trata en realidad de una práctica muy habitual en la é p o c a , tal y como

señala E . Orozco, «Lo profundo y lo divino en el retrato de Manierismo y del Barroco», 1977, pp. 143-229, especialmente p. 160: «Ese mundo de ficción de lo arcádico y m i t o l ó g i c o pagano explica c ó m o proliferan como moda —sobre todo en reuniones y academias p o é t i c a s — los

nombres pastoriles tras los

que

se

esconden, sobre todo, las damas; pero t a m b i é n caballeros y poetas. Recordemos el c í r c u l o p o é t i c o en que vive un poeta como Herrera y los nombres p o é t i c o s en que se encubren la Condesa de Gelves, su esposo y el propio poeta».

409

E D I C I Ó N CRÍTICA

L a c o m p o s i c i ó n de este baile dramático t a m b i é n está sujeta a las circunstancias del estreno, como lo demuestra el propio título. E l Diccionario de Autoridades nos da en primer lugar esta acepción de bureo: «Tribunal o junta en que preside el M a y o r d o m o mayor de la casa real, y en que asisten los Mayordomos de semana, el Contralor y otros jefes de la casa, y donde se tratan y deciden las cosas que se ofrecen tocantes al gobierno de ella». Aunque tratándose de un género c ó m i c o también actúa dilógicamente la segunda acepción: «Regocijo, entretenimiento, fiesta y holgura». Y a se ha dicho c ó m o fue el propio Mayordomo y Gobernador de la casa real, el marqués de Laconi, quien encargó a Llamosas la r e d a c c i ó n del festejo. Este cumple la orden y compone el baile de El bureo, que bien puede tomarse como un homenaje explícito a su mecenas, pues n i n g ú n espectador de la época ignoraría que el marqués de Laconi era el encargado de convocar los bureos en la vida real. 2.1. La comicidad atenuada F u n c i ó n esencial del sainete y del baile dramáticos es la de servir de intermedios c ó m i c o s a la representación de la obra larga. N o falta este ingrediente en los textos de Llamosas, pero es justo declarar que se manifiesta de forma muy atenuada, lejos de los niveles alcanzados por autores como Q u i ñ o n e s de Benavente o C a l d e r ó n de la Barca. Por ejemplo, en el sainete, la figura central del Astrólogo no está vista en clave satírico burlesca, según ocurre en otras piezas breves del siglo X V I I como La Universidad de Amor (baile a n ó n i m o ) , Entremés del estrólago borracho (anónimo), El matemático (sainete de Suárez de Deza) o El astrólogo tunante (entremés de Bances Candamo) . Y en esta misma línea caricaturesca se enmarcan más textos del siglo X V I I I : El astrólogo burlado (entremés de Juan Bautista Arroyo y Velasco), La menestrala constante, necio amante burlado o el astrólogo fingido (sainete de Juan M a n u e l Martínez), El astrólogo embustero y burlado (entremés anónimo) o Los astrólogos y el boticario (sainete de Sebastián V á z q u e z ) . E n el texto de Llamosas las dotes adivinatorias del A s t r ó l o g o se sustentan en unas leves dosis de ingenio poético, donde 26

27

2 6

Ver Cotarelo y M o r í , 1911, pp. C X X I V , C X L - C X L I y 52-4; Pavía,

1959,

p. 129. E l a s t r ó l o g o es asimismo objeto de burla en la prosa de Quevedo y otros satíricos: ver Martinengo, 1983. 2 7

Fernández G ó m e z , 1993, pp. 65-66 y 431-32.

MIGUEL ZUGASTI

410

según lo expuesto por los zagales irá deduciendo el signo que a cada uno le corresponde. Así, la primera zagala habla de su amor y cita el arco y el arpón, en evidente alusión a C u p i d o : de aquí desprende el Astrólogo que su signo es Sagitario, pintado por un centauro con arco y saeta. Pareja técnica se repite en los demás casos, vinculando las lágrimas con Acuario, el peso del dinero con Libra y, por ú l t i m o , el amante temeroso del matrimonio y de verse cornudo con T a u r o y Capricornio. L a comicidad situacional resulta, pues, muy tenue, y apenas si se realza m í n i m a m e n t e c o n el cuarto zagal y la alusión a los golpes que pudiera recibir. Esta leve carga cómica desaparece del todo en los versos dedicados al retrato de Lucinda. Asensio precisó c ó m o la pintura del hombre en sus aspectos cómicos es tema permanente del e n t r e m é s , siendo el retrato caricaturesco de su rostro y cuerpo una variante m u y socorrida . Pues bien, en este caso Llamosas pasa al estilo opuesto, trocando lo caricaturesco por lo neoplatónico y c o n vencionalmente bello. N o se degrada la figura de Lucinda, antes al contrario se describe según el vigente estereotipo de la belleza femenina. 28

E n El bureo se aprecian los rasgos cómicos con algo más de intensidad. A u n inicio de tono neutro le sucede una parte final que se adorna con ciertos elementos risibles. L a comicidad situacional se basa en el anhelo de Cuidado por entrar en palacio con la plaza de rendido, para lo cual debe aceptar c o m o premio mayor el martirio, esto es, el rechazo permanente de las damas. E n esta línea, el texto se nutre de paradojas del tipo «Jurad que c o m o lisonja / adoraréis el martirio» ( w . 95-96) o «Si así lo hiciereis a esclavo / ascendáis del Abanino» ( w . 111-12). E l desfile de los seis oficios reales supone la m e n c i ó n de los «goces» (v. 117) de que va a disfrutar el Cuidado. Cada uno de ellos promete pagarle con atributos apropiados a su cargo, siempre en clave risible: Panetería le dará, entre otras cosas, «dos panes de desagrados» (v. 129), Cava «cuatro cántaras de llanto» (v. 141), Frutería «una arroba de sustos» (v. 155), y así en el resto de casos. Cuidado lo acepta todo con agrado, sabiendo que es el precio por pretender a las damas de palacio. 2 8

E . Asensio, 1965, p. 178: «Si la pintura del hombre en sociedad es el tema

esencial de toda literatura, la pintura de sus aspectos c ó m i c o s en forma simplificada y sin compensarlos con sus aspectos nobles, es el tema permanente del entremés». Interesa aquí todo el capítulo «Algunas modalidades del retrato en Q u e v e d o » (pp. 178-97), y de modo particular la p. 180.

411

E D I C I Ó N CRÍTICA

2.2. Actores Nada sabemos sobre la identidad de los actores que estrenaron la fiesta para También se vengan los dioses en L i m a . P o r contra, sí hay noticias ciertas para Destinos vencen finezas: la portada de la edición príncipe reza que «representóse con las dos compañías de esta imperial villa, y con las demás partes sobresalientes que se hallaron en ella». Las compañías citadas fueron las de Carlos Vallejo y Juan de Cárdenas, que contaron c o n la ayuda de «partes sobresalientes», lo que en el argot teatral significa «la persona que está destinada para suplir la falta o ausencia de otro, como en los papeles de comedias» {Autoridades). D e los nueve personajes que actúan en El bureo ocho fueron hechos por actrices, y sólo uno cupo a un actor. Así por ejemplo los «seis hombres» (los seis oficios) que se refieren en el listado de las dramatis persona fueron realizados por otras tantas actrices, sin que ello supusiera problema alguno. Resulta ilustrativa la acotación del v. 119, donde se dice que «Salen seis hombres (o mujeres)». Existía ya una larga tradición dramática donde, en tales festejos áulicos c o n destacada presencia de la música y el canto, predominaban las actrices sobre los actores. E n 1622 se estrenó en Aranjuez La gloria de Niquea del conde de Villamediana, y todos los papeles fueron interpretados por damas de la corte (aparecen Amadís y cuatro gigantes), incluidas la reina Isabel de B o r b ó n , la infanta María de Austria y la hija del condeduque de Olivares, María de G u z m á n . C o n el auge de tan magnos espectáculos, en torno a 1630-1640 serán ya compañías profesionales las encargadas de hacer todo el trabajo actoral, con la consabida preponderancia de las mujeres sobre los hombres . 29

Para la identificación de los actores de la época resulta de inexcusable ayuda la anónima Genealogía, origen y noticias de los comediantes de España . E n este volumen aparecen los nueve nombres que atañen a El bureo, con los siguientes datos generales para cada uno: Teresa de Robles: hija de Juan Luis R o b l e s y A n a de Escamilla. Casó con Rosendo López de Estrada y tuvo dos hijas. H i z o de tercera 30

2 9

Dentro de la comedia

Destinos vencenfinezasotras

actrices harán los papeles

de Juno, Mercurio, Cupido, Ascanio y el p r í n c i p e Lidante. L o mismo cabe decir de

Amor, industria y poder,

Cupido, Proteo y Cloriante. 30

S h e r g o l d y Varey, 1985.

donde serán mujeres quienes encarnen a Júpiter,

412

MIGUEL ZUGASTI

dama en la compañía de Carlos Vallejo durante 1700-1701 tuvo su propia compañía.

1695-1699. E n

Manuela de la Cueva: hija de Salvador de la Cueva y María de San M i g u e l . Casó con Juan Bautista Chavarría. E n 1698 hacía de cuarta dama en la compañía de Carlos Vallejo. Damián de Castro: hijo de Matías de Castro y Juana Gutiérrez. H a cía segundos galanes en Madrid, destacando por sus papeles de figurones y de chanza. Manuela de habana, hija de Manuel de Labaña y Angela García. E n 1692 hacía sexta dama con Agustín M a n u e l en M a d r i d ; en 1699 era cuarta dama con Juan de Cárdenas; después trabajó en las compañías de Teresa de Robles (1700-1701), Gregorio A n t o n i o (1702) y J o s é de Prado (1703). M u r i ó en 1721. D e ella se dice que «es muy celebrada por la música, y por la mejor que hay hoy en las tablas» . 31

Juana de Olmedo : hija de Hipólito de Olmedo y Juana de Salas. N o hay datos de su actividad en 1698, pero el a ñ o anterior hacía sobresalientes en M a d r i d c o n Carlos Vallejo, y en 1699 hacía quintas damas con Juan de Cárdenas. M u r i ó en Lisboa en 1717. Margarita Ruano: hija del autor de comedias Isidoro R u a n o . E n 1698 hacía cuartas damas en M a d r i d en la c o m p a ñ í a de Agustín M a nuel, pero ya en 1699 estuvo de sobresaliente con Juan de Cárdenas. M u r i ó en 1702. Isabel de Castro: hermana del citado actor D a m i á n de Castro. E n 1696 ya estaba en M a d r i d con la compañía de Carlos Vallejo, aunque no se dan datos suyos para 1698. A partir de 1701 hizo segundas damas en varias compañías. M u r i ó en 1710. Angela de Labaña: hermana de la actriz Manuela de Labaña; en 1700 es sobresaliente en la c o m p a ñ í a de Juan A n t o n i o Pernia; luego estaría con Teresa de Robles (1701) y Gregorio Antonio (1702), haciendo sextas damas. Josefa de Cisneros: hija de María de Cisneros. Casó con José Garcés, pero no el autor de comedias, sino un h o m ó n i m o . D e los nueve nombres en liza, D a m i á n de Castro no consta que actúe en el resto del festejo con un papel determinado. Angela de Labaña y Josefa de Cisneros no participan en la loa pero sí en la c o media, con la d e n o m i n a c i ó n genérica de «damas». Las seis actrices restantes interpretan papeles también en la loa y en la comedia. 3 1

Ibid., p. 501.

413

E D I C I Ó N CRÍTICA

2.3. Los cuatro componentes del teatro breve E l teatro breve se constituye a base de estos cuatro componentes: música instrumental, canto, recitado y baile . E n las acotaciones no se ofrecen datos sobre el a c o m p a ñ a m i e n t o musical que c o n toda seguridad tuvieron el sainete y el baile. E n el caso del baile sabemos que el festejo estuvo musicado por el maestro Juan de Navas, conservándose incluso la música de la comedia, aunque no la de loa n i baile . E n el sainete hay u n ligero predominio de los versos cantados sobre los recitados o representados: 100 (51,28%) frente a 95 (48,72%). E n el baile hay mayor descompensación entre una parte y otra: 130 versos recitados (61,90%) frente a 80 cantados (38,10%). H a y uniformidad total en las formas métricas empleadas: el recitado se sirve siempre del romance; en el canto domina la seguidilla, reservando los pareados amétricos de 5-12 para los estribillos. 32

33

E l baile o danza es elemento imprescindible en el baile dramático (al que da nombre), apareciendo asimismo en la mayor parte de g é neros breves c ó m i c o s . Y a se ha dicho c ó m o el sainete El Astrólogo termina con u n baile. M a y o r elaboración hallamos en El bureo, donde se mencionan tres tipos de mudanzas : «vueltas en cruz y cuadro» (en realidad son dos mudanzas), «cruzados en ala» y «cruzados atravesados». 34

2.4. Métrica EL

ASTRÓLOGO (SAINETE)

1-8 9-12 13-16 17-18 19-28 29-32 33-36 3 2

3 3

3 4

Romance ó Seguidilla é-a Romance ó Pareado amétrico Romance ó Seguidilla á-o Romance ó

Cantado Cantado Cantado

Estribillo 1

Cantado Cantado

Ver Merino Quijano, 1981, vol. I, pp. 175-201. Carreras, 1995. Cada mudanza supone un nuevo paso de baile; Covarrubias

dice que

«algunas veces sinifica en los bailes las diferencias dellos» (Tesoro de la lengua castellana).

MIGUEL ZUGASTI

414

37-38 39-48 49-52 53-56 57-58 59-66 67-70 71-74 75-76 77-84 85-88 89-128 129 130-177 178-187 188-195

Pareado amétrico Romance ó Seguidilla á-o Romance ó Pareado amétrico Romance ó Seguidilla é-a Romance ó Pareado amétrico Romance ó Seguidilla ó - o Romance ó Verso suelto Seguid, compuestas Romance ó Seguidilla í-e

Cantado

Estribillo 1

Cantado Cantado Cantado

Estribillo 1

Cantado Cantado Cantado

Estribillo 1

Cantado

35

Cantado Cantado

RESUMEN: 1. Romances 2. Seguidillas compuestas 3. Seguidillas 4. Pareados 5. Verso suelto Total

110 48 28 8 1 195

56,41% 24,62% 14,36% 4,10% 0,51% 100%

Total versos cantados Total versos recitados

100 95

51,28% 48,72%

EL

BUREO

(BAILE)

1-4 5-6 7-10 11-12 13-16 3 5

Romance í - o Pareado amétrico Romance í - o Pareado amétrico Romance í - o

Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado

Estribillo 1 Estribillo 1

Llamosas crea aquí una serie de seguidillas compuestas, donde a la cuarteta

originaria se le añade un pareado de 5-12. E l esquema resultante es 7-, 5a, 7-, 5a, 5b, 12B.

415

EDICION CRITICA

17-18 19-22 23-24 25-28 29-30 31-34 35-36 37-42 43-46 47-50 51-54 55-60 61-64 65-68 69-72 73-134 135-138 139-148 149-152 153-162 163-166 167-176 177-180 181-186 187-190 191-194 195-198 199-206 207-210

Pareado amétrico Romance í-o Pareado amétrico Romance í-o Pareado amétrico Romance í-o Pareado amétrico Romance í-o Seguidilla Romance í-o Seguidilla Romance í - o Seguidilla Romance í-o Seguidilla Romance í-o Seguidilla Romance í-o Seguidilla Romance í-o Seguidilla Romance í-o Seguidilla Romance í-o Seguidilla Romance í-o Seguidilla Romance í-o Seguidilla

Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado

Estribillo 1 Estribillo 2 Estribillo 2 Estribillo 2

Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado Cantado

RESUMEN: 1. Romance 2. Seguidillas 4. Pareados Total

154 44 12 210

73,33% 20,95% 5,72% 100%

Total versos recitados Total versos cantados

130 80

61,90% 38,10%

416

MIGUEL ZUGASTI

3 . PROCEDENCIA DE LOS TEXTOS

El Astrólogo ocupa los folios 59r-63v del manuscrito que contiene la fiesta de También se vengan los dioses ( B N M , M s . 14.842; en adelante lo identifico con la abreviatura M ) . N o conozco ninguna otra copia manuscrita ni ediciones antiguas o modernas del mismo . Sólo contamos con este testimonio crítico, aunque resulta de gran fiabilidad por tratarse de una copia a mano pasada a limpio por el propio Llamosas. 3 6

37

El bureo se halla en los folios 12v-14r de la edición suelta de Destinos vencenfinezas *,que es de suponer se realizó con la supervisión del autor. Manejo ejemplar de la B N M , T 3423, al que le asigno la abreviatura P . Tampoco conozco otra edición del baile. E n la edición me atengo a las normas generales expuestas por A r e llano y C a ñ e d o en los dos congresos precedentes de edición de textos . Sigo el criterio indicado de la modernización de grafías sin relevancia fonética. E x c e p c i ó n de esto son los casos de seseo del sainete (Llamosas tiende a sesear y cecear, pero nunca de forma regular o total), que los enmiendo de forma sistemática, aunque dejo constancia de ello en nota al pie. N o hay seseo (ni ceceo) en el baile, lo que prueba la corrección del impresor madrileño sobre el texto original de Llamosas. E l resto de modificaciones quedan reflejadas en las notas, donde se da siempre la lectura del original. Agradezco a Ignacio A r e llano la lectura y corrección de la edición de estas piezas, y sus indicaciones sobre varias notas y p u n t u a c i ó n de pasajes. 3

39

3 6

3 7

Ver Zugasti,

1997.

N o ha de confundirse este sainete de Llamosas con

idéntico

título del siglo XVIII, ambos a n ó n i m o s ,

de

dos entremeses

los

Fernández G ó m e z , 1993, pp. 64-65. 3 8

3 9

Llamosas, Destinos vencenfinezas,1698. Ver C a ñ e d o y Arellano, 1987 y Arellano y C a ñ e d o , 1991.

cuales da

de

cuenta

417

EDICIÓN CRÍTICA

SAINETE D E EL ASTRÓLOGO PERSONAS Q U E H A B L A N E N ÉL E L ASTRÓLOGO.

Dos

ZAGALAS.

LUCINDA.

Dos

ZAGALES.

ASTRÓLOGO

D e la beldad de Lucinda amante astrólogo soy, pues al cielo de sus ojos doy toda m i observación. A d m i t i ó m e tan de balde en las escuelas A m o r , que me ha dado sus lecciones el precio de m i afición. [Canta]. Vengan ya los zagales ajuicio, vengan, que yo vivo contento hoy c o n m i estrella.

10

Sale cantando la primera Zagala. 7.KG\L\

Y o vengo a saber la causa de m i esquiva condición, pues g u s t á n d o m e el suspiro llega a ofenderme la voz.

15

Dramatis persona: Dos Zagalas] Dos Sagalas M ; Dos Zagales] Dos Sagales M . v. 9 acot. Restituyo la a c o t a c i ó n

Canta,

que no aparece en M . E l sentido,

como me indica I. Arellano, apunta a que el A s t r ó l o g o canta esta redondilla y no la recita, tal y como ocurre en los demás casos, sin e x c e p c i ó n . N ó t e s e t a m b i é n que si tras el v. 18 se acota

Representa el Astrólogo,

cantado. v. 9 zagales] Sagales M . v. 12 acot. Zagala] Sagala M . v. 13-18 M atribuye estos versos a Sagala.

cabe deducir que lo anterior se dijo

418

MIGUEL ZUGASTI

Oiga m i amor y dígame, dígame el signo en que estoy. Representa el Astrólogo. ASTRÓLOGO

ZAGALA

ASTRÓLOGO

Dígame: cuando se mira sin que aún tibia inclinación vaya esplicando en los ojos el principio a su dolor, ¿está entonces muy contenta? ¿Contenta yo entonces? N o , que en este desdén de el uso cuida igualmente el error de que haga su oficio el arco y enoje luego el arpón. (Canta). H o y en vano tu signo me has consultado, pues se viene a los ojos que es Sagitario.

20

25

30

Sale el primer Zagal. ZAGAL

(Canta). D e los desaires de Cloris vivo adorando el rigor, y ignoro si es en sus iras errante la condición. Oiga m i amor y dígame, dígame el signo en que estoy.

35

w . 24-28 M omite la atribución de estos versos a la Zagala. w . 27-28 arco-arpón: elementos alusivos a C u p i d o y a su a c c i ó n de provocar el enamoramiento o flechazo. v. 31 se viene a los ojos: frase hecha; venirse a los ojos: «darse a conocer fácilmente alguna cosa» (Autoridades). v. 32 Sagitario: noveno signo del zodiaco, representado por un centauro con arco y saeta, lo que sirve aquí de c o n e x i ó n con Cupido. v. 32 acot. Zagal] Sagal M . w . 33-38 M atribuye estos versos a Sagal. vv. 37-38 Oiga mi amor / y d í g a m e , d í g a m e el signo en que estoy] Oyga mi amor, / y d í g a m e el signo en que estoy M . Restituyo el segundo dígame

del

estribillo (que omite M) s e g ú n la m e n c i ó n inicial de los vv. 17-18, manteniendo así el ritmo 5-12 del pareado. E l mismo error de haplografia se detecta en las sucesivas menciones del estribillo, vv. 57-58 y 75-76. N o lo anoto más.

419

EDICIÓN CRÍTICA

ASTRÓLOGO

(Representa). ¿Hállase determinado a ser fino?

ZAGAL

SÍ, señor.

ASTRÓLOGO

¿Y cuando nació en el pecho esa amorosa pasión de Cloris, el noble cielo afable se serenó?

ZAGAL

Antes dudé si a su influjo mi fineza se alentó, pues el ceño la armó luego celajes de indignación.

ASTRÓLOGO

(Canta). Lágrimas sólo espere en su cuidado, que al amor de sus ojos es signo Acuario.

40

45

50

Sale segunda Zagala cantando. ZAGALA

ASTRÓLOGO

(Canta). Y o al peso de los favores doy peso a la estimación, que de los marcos de plata pongo marcas al favor. Oiga m i amor y dígame, dígame el signo en que estoy. (Representa). ¿ Q u é en uced más merece un t o m í n de estimación?

55

60

v. 40b M atribuye este parlamento a Sagal. w . 45-48 M atribuye estos versos a Sagal. v. 52 Acuario: la u n d é c i m a parte del zodiaco, signo del agua por excelencia, que suele pintarse con un hombre vertiendo un cántaro de agua, v. 52 acot. Zagala] Sagala M . w . 53-58 M atribuye estos versos a Sagala. w.

53-56 N ó t e s e el juego de antanaclasis con peso ('según

la entidad o

importancia de los favores que recibo, mi e s t i m a c i ó n será mayor o menor), y la posterior paronomasia de marcos y marcas. v. 59 uced: para estos alomorfos de vuestra merced, ver Castillo, 1982. Forma semas vulgarizantes, de ahí que el A s t r ó l o g o la use con

la Zagala. Sobre su

funcionalidad dramática ver Torres, 1989, pp. 325-27. 5 9

v. 60 tomín: moneda de poco valor; «la tercera parte de un adarme del marco

castellano» (Autoridades).

420

MIGUEL ZUGASTI

ZAGALA

ASTRÓLOGO

N O , porque de esos ensayes no conozco la ley yo. Las palabras y finezas alhajas de el aire son, y al más grave rendimiento levantar veo un doblón.

65

(Canta). Pues que tiene en su afecto razón y cuenta, en el signo de Libra tiene su estrella.

70

Sale segundo Zagal cantando. ZAGAL

(Canta). Y o soy pobrecico amante, que con tal fortuna estoy que temiendo que me ofenden no hallo remedio al temor. Oiga m i amor y dígame, dígame el signo en que estoy.

75

ASTRÓLOGO

(Representa). ¿Siente que le ofenden mucho?

ZAGAL

Sin que lo remedie yo.

w . 61-66 M atribuye estos versos a Sagala. vv. 61-62 Respuesta a n a c o l ú t i c a , que no se corresponde bien con el objeto de la pregunta. Es posible que falte a l g ú n propios del mundo de

los

verso en

metales (y monedas).

M . Ensayes-ley: t é r m i n o s Ensaye: «prueba,

examen,

reconocimiento de la calidad y bondad de las cosas. D í c e s e con especialidad de los metales» (Autoridades). Ley: « e n los metales y moneda es la calidad debida que resulta después de la mezcla permitida por establecimiento» (Autoridades). y. 66 doblón: « m o n e d a de oro de España, que ha tenido diferentes s e g ú n los tiempos, siendo lo más regular equivaler a cuatro pesos

precios escudos»

(Autoridades). v. 69 Libra: s é p t i m o signo del zodiaco, que se representa por medio de una balanza o peso de cruz, por lo cual sirve aquí de c o n e x i ó n con el peso de metales y monedas de que hablaba la Zagala. v. 70 acot. segundo Zagal] quarto Sagal M . Modifico el numeral, ya que es el segundo Zagal quien habla (igual que en los vv. 154-59). M escribe quarto Sagal, seguramente atendiendo a que es el cuarto en el orden de i n t e r v e n c i ó n , tras las dos Zagalas y el primer Zagal. w . 71-76 M atribuye estos versos a Sagal. v. 78 M atribuye este verso a Sagal.

E D I C I Ó N CRÍTICA

ASTRÓLOGO

¿Por q u é no toma la mano en tanto e m p e ñ o el valor y hace que con el reparo no le ofendan?

ZAGAL

¡Ah!, señor, ¿mano? A l usar de la mía conmigo usarán de dos.

ASTRÓLOGO

(Canta). Sepa, pues, que en su e m p e ñ o , por temeroso, si su signo no es Tauro es Capricornio. (Representa). Pues que ya todos me deben el deseo con que hoy ha procurado m i estudio dar el signo a su pasión, ahora les pido me ayuden a que la ausencia de el sol observe, pues que me falta de Lucinda el resplandor.

LUCINDA

(Sale). Deja ese intento, pues ya afable a tu vista estoy.

ASTRÓLOGO

Pues dedíquesele un baile en paga de tal favor.

TODOS

421

80

85

90

95

100

Sea muy enhorabuena.

v. 79 tomar la mano: frase hecha que explica Covarrubias por dos veces: « T o m a r la mano en razonar» y « T o m a r la mano, se dice el que se adelanta a los demás para hacer algún razonamiento». w . 82b-84 M omite la atribución de estos versos al Zagal. v. 84 de dos: 'de dos manos', se entiende. A l u s i ó n a los golpes que recibiría el Zagal si usara su mano. La comicidad reside en la ruptura de la frase hecha tomar la mano que el Zagal la interpreta en sentido recto, como algo físico. t

w . 87-88 Tauro-Capricornio: segundo y d é c i m o signos del zodiaco, pintados con un toro y un carnero respectivamente. Son animales astados que ponen temor al Zagal; la comicidad reside en la imagen de los cuernos y su c o n e x i ó n con los maridos cornudos, que es lo que en realidad teme el Zagal.

MIGUEL ZUGASTI

422

ASTRÓLOGO

Tened, que m i adoración quiere con una pintura hacer la fiesta mayor.

LUCINDA

¿Pintar hermosura quieres en palacio? ¡Necio error! ¿ N o miras que si el acierto para bella obstentación quiere escoger advertido algún divino color, lo buscará de esta esfera en la sacra perfección, y harás que vaya el respeto tropezando en el temor?

105

B i e n reparas, pero advierte que no porque el resplandor de el sol y los astros sea blanco de la imitación se ofenden, pues se supone que los copia la razón no de el modo que ellos lucen, sino con aquel ardor que mitigado en distancias se informa a la admiración. Y así con este supuesto con sólo la esfera hoy hemos de hacer la pintura, si me dais vuestro favor. (A ellos).

115

ASTRÓLOGO

TODOS

Vaya, que aquí ayudaremos.

ASTRÓLOGO

(Canta). D e el sol nadie ha dudado viva en tu pelo,

v.

103 pintura: 'descripción,

retrato*. «Translaticiamente

110

120

125

130

se

toma por

la

descripción o n a r r a c i ó n que se hace por escrito u de palabra de alguna cosa, refiriendo menudamente sus circunstancias y calidades, como la pintura de una ciudad, de una dama, etc.»

(Autoridades).

v. 129 O c t o s í l a b o suelto que se agrega al romance anterior, provocando que a partir de ahora la asonancia recaiga sobre los versos impares. w.

130-77 Se e f e c t ú a en estos versos un retrato de Lucinda a base de

metáforas ennoblecedoras (ojos = soles, cejas = medias lunas...) que entra de lleno

423

EDICIÓN CRÍTICA

pues sus rayos se viste de tus cabellos, siendo su centro el que copia mejor tu rostro bello. 2

A



2

2

A

O

ZAGALA

ZAGAL

ZAGALA

ZAGAL

135

(Canta). Q u e astro sea su frente todos conocen, pues tras ella amanecen luego dos soles, y es cosa clara que esté el astro en las flores de la mañana.

140

(Canta). E n tus cejas a Diana nadie la duda, pues en ellas se miran dos medias lunas, si bien se admira que sin luces menguantes hoy la divida.

145

(Canta). Son con iras y rayos tus ojos graves, si no Joves guerreros, airados Martes, puesto que exceden a las armas de entrambos tus esquiveces.

150

(Canta). Nadie ha dudado que iris tu nariz sea que en diluvios de luces raya su estrella, mas en tus rayos muchos sólo en bonanzas se han anegado.

155

en la tradición retórica de la prosopografía o descriptio persona?; con todo, el influjo más

evidente procede

de

la técnica

del blasón

petrarquista,

donde

se

van

enumerando los encantos femeninos desde la cabeza hasta los pies (pelo, frente, cejas, ojos, nariz, boca, cuello, talle y pies). w . 136-141 M atribuye estos versos a Segunda Sagala. w . 142-147 M atribuye estos versos a I Sagal. o

w . 148-153 M atribuye estos versos a 2 Sagala. a

v. 152 puesto que: 'aunque'. w . 154-159 M atribuye estos versos a 2 Sagal. o

v. 154 acot. Restituyo la a c o t a c i ó n Canta, que omite M .

MIGUEL ZUGASTI

424

ASTRÓLOGO

(Canta). Es tu boca la estrella de entrambos mares, pues la forman las perlas sobre corales. Calle Neptuno,

160

que en riqueza e imperios son más los tuyos. Sean Cástor y P ó l u x tu cuello y talle, pues hermanos en galas viven iguales, y aún más te deben aquel brío de el aire que los excede. Polos de aquesta esfera tus pies no dudo, pues de máquina tanta son los dos puntos. T ú me perdona,

165

170

175

que como eres tan linda no te hallo copia. (Representa). Pues que ya es la pintura (aunque no con perfección) acabada, el rendimiento como agradable oblación de nuestra amorosa línea

180

v. 162 la forman] lo forman M (errata; debe ser femenino, pues se refiere a la boca). w.

172-177 Coincidiendo con el paso del folio 63r al 63v,

M repite la

atribución de los vv. 172-177 a A s t r ó l o g o , lo cual omito por resultar redundante. v.

174 máquina:

«fabrica grande e ingeniosa»

(Covarrubias), aquí con

el

sentido de 'mecanismo complejo, artificio perfecto' que es el cuerpo de Lucinda. v. 175 puntos: posible d i l o g í a por referencia a los dos polos y a la p e q u e ñ e z (rasgo de belleza) de los pies. v. 178 acot. Representa] R e p .

u

el Astrol M .

v. 178 Es necesario el hiato (ya es) para preservar el octosílabo. v. 181 oblación: «ofrenda y sacrificio que se hace a Dios» (Autoridades). A q u í el t é r m i n o no

va referido a Dios,

espectáculo,

de modo

sino a las «excelencias»

particular a los

virreyes

Monclova) y a los salientes (los duques de la Palata).

que

entrantes (los

presencian

el

condes de la

EDICIÓN CRÍTICA

425

a sus excelencias hoy dediquemos... TODOS

Y pidamos

de las faltas el p e r d ó n . . . ASTRÓLOGO

Diciendo en tonos unidos la armonía de la voz: (Canta). Si el ingenio no agrada, piedad os pide porque os deba, señores, el ser felice.

185

190

Repítenla todos y acábase con un baile. TODOS

(Cantan). Si el ingenio no agrada, piedad os pide porque os deba, señores, el ser felice.

195

FIN

v. 186 Diciendo en tonos unidos] Diciendo en todos vnidos M . La sintaxis revela que hay un nuevo error de copia en el apógrafo. Opto por sustituir todos por tonos, con lo que se soluciona el problema. Otra enmienda, que no descarto, sería suprimir la preposición, con este resultado: Diciendo todos unidos. v. 192 acot. Restituyo la a c o t a c i ó n Cantan, que no consta en M y que la requiere el sentido.

MIGUEL ZUGASTI

426

BAILE DEL B U R E O P E R S O N A S Q U E H A B L A N E N ÉL Y R E P A R T I M I E N T O D E P A P E L E S El Cuidado.

TERESA DEROBLES.

El Rigor.

M A N U E L A DE LA C U E V A .

El Respeto.

D A M I Á N DE CASTRO.

Seis hombres.

i . M A N U E L A DE LABAÑA. 2. J U A N A D E O L M E D O . 3. M A R G A R I T A

RUANO.

4. ISABEL D E C A S T R O . 5. Á N G E L A D E L A B A Ñ A . 6. J O S E F A D E C I S N E R O S .

Salen por un lado el Cuidado y por otro el Rigor, y se encuentran en medio del teatro. RIGOR

(Canta). ¿Quién eres o adonde vas sin reparar tus delitos, cuando pueden tus intentos llevarte hacia tus peligros? Vuélvete, digo, que aun donde no se piensa salta un castigo. Vuélvete, y no tan osado en este e m p e ñ o atrevido prosigas, aunque se estrañe ser R i g o r y darte avisos.

5

10

Dramatis personce: Teresa de Robles] Reresa de Robles P (errata); Manuela de Labaña] Manuela de la Baña P; Margarita Ruano] Margarida Ruano P (errata); Á n g e l a de Labaña] Angela de la Baña P. Datos sobre la identidad de los actores se ofrecen en las páginas preliminares. v. 2 sin reparar tus delitos] sin reparar tus peligros P. Errata de la príncipe, que repite la palabra peligros en la rima de los w . 2 y 4. La sustituyo por delitos, voz que apunta hacia el mismo sentido y que conserva la asonancia y la medida del verso. vv. 5-6 La p r í n c i p e distribuye este primer estribillo en tres versos de 5-7-5 sílabas: «buelvete digo, / que aun donde no se piensa / salta vn castigo». Opto por la d i s p o s i c i ó n de pareado 5-12, ritmo que se repetirá más abajo en el segundo estribillo (w. 23-24, 29-30 y 35-36) y que también se da en el sainete El Astrólogo.

427

E D I C I Ó N CRÍTICA

Vuélvete, digo, que aun donde no se piensa salta un castigo. Si despechado te empeñas al buen aire de atrevido, perderás entre escarmientos esos créditos de altivo. Vuélvete, digo, que aun donde no se piensa salta un castigo. CUIDADO

(Canta). Soberano, dulce, hermoso Rigor, a quien Abanino embaraza de trofeos sin el costo de los tiros; ya te he entendido, pues a piedades suenas y eres martirio. Bien quién eres se conoce en tu desdén repetido, pues intentas con crueldades hacer tu R i g o r bienquisto; ya te he entendido, pues a piedades suenas y eres martirio. ¿ Q u é hay más que temer si quieres que después de haberte visto vaya a morir de venenos

15

20

25

30

v. 11 V u é l v e t e ] buelvote P (errata). v. 20 Abanino: «Adorno de gasa u otra tela blanca con que ciertas damas de la corte g u a r n e c í a n el escote del j u b ó n » ( D R A E ) . Autoridades ofrece más detalles: « M o d a que en España introdujeron las damas de palacio, que se r e d u c í a a una p o r c i ó n de gasa blanca de un palmo de largo, entorchada con unos como bollos, la cual se p o n í a atravesada u ondeada en el escote del j u b ó n , como los bobillos o maragatos; y con esta señal u divisa (que sólo

podían

traer estas damas)

se

d i s t i n g u í a n de las d e m á s de la villa y corte, incluyendo misteriosamente en este adorno o señal distintiva todos los atributos de v e n e r a c i ó n y rendimiento con que los caballeros que las servían las respetaban». Ver Lope de Vega, La Dorotea, ed. E . S. M o r b y , 1980, p. 465: « Q u e tengo de almidonar tres o cuatro abaninos de cadeneta, y me reñirá tu madre»; Monteser, El caballero de Olmedo, ed. C . C . García V a l d é s , 1991, w . 871-876: « Y viendo que el abanino / dice mil cosas secretas, / hallo que exprimido bien / este s u e ñ o en una prensa, / me dice que yo en palacio / dama he de ser»; más menciones en vv. 862, 1011, 1014, 1046, 1088, 1126 y 1210. N ó t e s e la personificación a que Llamosas somete el t é r m i n o , que se repetirá en el v. 112. Ver también la nota al v. 125.

MIGUEL ZUGASTI

428

que beberé en tus retiros? Y a te he entendido, pues a piedades suenas y eres martirio. (Representa). Fuera de que a tantas iras, Rigor, no he dado motivo. RIGOR

¿ Q u é más motivo, Cuidado, que el hallarte aquí?

CUIDADO

E S preciso que siempre aquí tú me encuentres, aunque me conozca indigno. (Canta). Pues aquí nunca entraran nobles respetos, si aguardaran sus ansias a merecerlo.

RIGOR

E n eso tienes razón, que hicieras mayor delito si por temer los desprecios malograses los castigos. (Canta). Q u e en quien adora un d u e ñ o que es soberano, lo rendido repugna lo desdichado.

CUIDADO

Fuera de que ya yo vengo a servir con ejercicio, y he de jurar hoy m i plaza.

RIGOR

¿Y cuál es?

CUIDADO

H e conseguido entrar supernumerario en la plaza de rendido. (Canta). Porque en la servidumbre de dicha tanta,

v. 59 supernumerario: « E m p l e a d o que trabaja en una oficina pública en la plantilla» (DRAE).

Nueva m e n c i ó n en el v. 71.

429

EDICIÓN CRÍTICA

nunca para el buen gusto hay plaza vaca. RIGOR

Conque según eso, juzgo que estarás muy divertido.

CUIDADO

N O tal, porque desde luego sirvo de mozo de oficio. (Canta). Q u e en m i cuidado atento es muy distinto ser supernumerario o entretenido.

RIGOR

65

70

¿ Y ahora?

CUIDADO

Y O el juramento

quiero hacer porque en los libros me asienten, y tener luego goce en todos los oficios. RIGOR

75

Pues esperad, que aquí viene el Respeto. Sale el Respeto.

RESPETO

¡Bienvenido!

¿Sois vos el que habéis de hacer el juramento? CUIDADO

80

Y O mismo.

Arrodíllase el Cuidado. RESPETO

Pues poniendo los dos ojos en el cortesano abismo

v. 64 vaca: Vacante'. v. 66 v. 68

divertido: Entretenido, ocupado'. mozo de oficio: «se llama en los palacios la persona

que empieza a servir en

algún oficio de la casa o caballeriza, para ascender d e s p u é s a ayuda»

(Autoridades).

Otra m e n c i ó n en el v. 122.

w . 74-75 porque en los libros / me asienten: «asentar en el libro o en el papel es escribir» (Covarrubias). Ver t a m b i é n el v. 118. Desea que su nombre figure en el libro como un nuevo criado de palacio. v. 78b

¡Bienvenido!:

aunque es el Respeto quien acaba de salir, como miembro

de palacio que es, da la bienvenida al Cuidado, nuevo aspirante palatino.

a ser familiar

MIGUEL ZUGASTI

430

de vuestra atención, dejando las acciones a m i arbitrio,

CUIDADO

RESPETO

en cortés, mudo silencio, afectando lo sumiso porque lo que no se oyere sea atención del estilo, decid que juráis en manos

85

de el Respeto más activo de no conocer jamás de la esperanza el delirio, la ceguedad del deseo, ni de amor el vano rito. Jurad que como lisonja adoraréis el martirio, y que cuando a ú n despreciado, enmudeceréis sufrido; que sólo tendréis la queja de no haberos ofrecido antes al dulce, violento, bello R i g o r de lo esquivo, sin andar luego formando queja de cada desvío, que en lugar del sentimiento os acrediten lo altivo.

90

ASÍ lo juro, ofreciendo por fiador de mis delitos al mismo conocimiento de saber que soy indigno.

95

100

105

110

Si así lo hiciereis a esclavo ascendáis del Abanino, pero si no, os lo demande

v. 95 lisonja: 'ofrenda, regalo amoroso'. «Metafóricamente se toma por lo que agrada, deleita y da gusto a los sentidos» (Autoridades). V e r Tirso de M o l i n a , El burlador de Sevilla, ed. L . V á z q u e z , 1989, w . 447-50: «Pues ya con ramos verdes, / que de los olmos corta, / mis pajas amanecen / ceñidas de lisonjas». v. 97 y que cuando aún despreciado: 'y que incluso despreciado'. v. 102 esquivo] exquibo P, que modifico por tratarse de una i n t e r v e n c i ó n del impresor. E n el manuscrito apógrafo de Llamosas de También se vengan los dioses siempre se escribe con s.

E D I C I Ó N CRÍTICA

el R i g o r en sus olvidos. Y ahora, pues aquí llegan los jefes de los oficios, esperad, que vuestros goces se asentarán en los libros. ¡Oficios!

431

115

Salen seis hombres (o mujeres). TODOS RESPETO

i.

D i , ¿qué nos mandas? Q u e puesto que he recibido el postrado juramento de aqueste mozo de oficio, desde hoy habéis de pagarle las raciones advertidos. Panetería. ¿ Q ^ mandas? u

RESPETO

Q u e desde mañana aviso a tu advertencia que goce de su ración en tu oficio dos panes de desagrados, seis libretas de desvíos, dos molletas de cuidados y una migaja de alivio.

i.

Harélo como lo ordenas.

CUIDADO

A S Í mantendré lo fino.

i.

(Canta). Dice bien, que quien quiere lucir constante,

120

125

130

135

v. 118 asentarán: en P se desliza una errata tipográfica, al quedar en p o s i c i ó n invertida los tipos de la sílaba -ta-. v. 125 Panetería: «la oficina o lugar destinado en palacio para la d i s t r i b u c i ó n del pan y el cuidado de la ropa de mesa» (Autoridades). Tanto éste como el resto de oficios quedan personificados, igual que antes se hizo con Abanino (vv. 20 y 112). v. 130 libreta: «cierto g é n e r o de pan que pesa una libra» (Autoridades). v. 131 molleta: «la torta de pan de la flor de la harina, que algunas veces por regalo suelen amasar con leche» (Autoridades).

432

MIGUEL ZUGASTI

viene a estar mas airoso con más ultrajes. RESPETO

Cava.

Aquí estoy. ¿ Q u é me ordenas?

2. RESPETO

Q u e le des a este en tu oficio cuatro cántaras de llanto, un quintal de temor frío, y de consuelos aguados al a ñ o medio cuartillo.

CUIDADO

L O último sobra. ¿Por qué?

2. CUIDADO

Porque no lo necesito.

2.

N o basta eso, m i señor.

CUIDADO

Diga por qué, señor m í o .

2.

(Canta). Porque fueran dichosos los desvalidos si en sus penas pudieran tener arbitrio.

140

145

150

Vueltas en cruz y cuadro. RESPETO

Frutería.

3.

D i , ¿qué mandas? v. 137 viene a estar más airoso] viene á estas mas airoso P (errata). v. 139 Cava: «se llama en palacio la oficina que viene a ser como repostería,

donde se cuida de la bebida de las personas reales, la cual tiene un sumiller con sus ayudas y mozos de o f i c i o » (Autoridades). Ver Solis, Fiestas bacanales (sainete), p. 185: « V e n aquí ustedes mi duda, / que miro al dios y no sé / si he de adorar a la cava / primero que al sumiller». v. 141 cántara: « m e d i d a que se usa en Castilla para el vino, y viene a ser lo mismo que arroba. Consta de ocho azumbres» (Autoridades). Equivale a 1.613 centilitros. v. 142 quintal: «el peso de cien libras o cuatro arrobas, aunque

en algunas

partes varía» (Autoridades). Equivale a 46 kilogramos aproximadamente. v. 144 cuartillo: «la cuarta parte de una azumbre en lo líquido» (Autoridades). Equivale a 504 mililitros. v. 153 Frutería: «oficio de la casa real en que se cuida de la p r e v e n c i ó n de las frutas y de servirlas a los reyes» (Autoridades).

E D I C I Ó N CRÍTICA

RESPETO

433

Q u e desde hoy ese rendido tenga una arroba de sustos para todos sus principios, y para los postres cuatro de escarmientos invernizos.

3.

Daréselos puntualmente.

CUIDADO

N O señor, no los admito.

3.

N o importa, que sin querer los hallará en sus sentidos.

155

160

(Canta). Porque los escarmientos en un rendido, si no son desengaños serán castigos. RESPETO 4.

165

Sausería. ¿ Q é me ordenas? u

RESPETO

Q u e supuesto que en tu oficio no se da ración sirviendo, sólo al cuidado prolijo de cuanto en fatigas labran

170

v. 1 5 5 arroba: «pesa de veinticinco libras, de a dieciséis onzas cada una». E n Castilla equivalía a 1 1 . 5 0 2 gramos. v. 1 5 8 escarmientos invernizos : metáfora basada en expresiones del tipo « m e l ó n invernizo», «fruta inverniza» (nótese que está hablando con Frutería), esto es, fruta guardada entre paja o colgada, que luego se c o n s u m í a en invierno.

Rodríguez

M a r í n , 1 9 2 6 , p. 1 9 3 , recoge el siguiente refrán, con su apostilla: «En septiembre los melones se guardan en los rincones. Se entiende que los i n v e r n i z o s » . O t r o testimonio paralelo en Diamante, Santa María del Monte y convento de San Juan, 1 6 7 0 , p. 3 9 : « A L C U Z C U Z : ¿ N o me guardas, Zaida? Z A I D A : N O , / que te pudrirás. A L C U Z C U Z : ¡Borracha!, / ¿soy yo m e l ó n invernizo? / Z A I D A : N O , porque eres calabaza». Agradezco a Ignacio Arellano la dilucidación de esta nota. v. 1 6 7 Sausería: «oficina en palacio a cuyos ministros toca el servir y repartir la vianda, y su jefe tiene a cargo la plata y demás servicio de mesa» (Autoridades). v. 1 6 9 ración: «la parte o p o r c i ó n que se da a los criados para su alimento diario. Propiamente se llama así la que se da en dinero por paga del servicio» (Autoridades).

MIGUEL ZUGASTI

434

torno, telar y martillo, le tengas continuamente donde trabaje rendido. CUIDADO

Soy contento.

4.

N o lo estraño.

CUIDADO

¿Pues en q u é lo ha conocido?

4.

(Canta). Porque cuando a un discreto le falta alivio, en fortunas disfraza su mal preciso.

175

180

Cruzados en ala. RESPETO

Confitería. Mas no, no tengáis en este oficio ninguna parte que endulce los pesares al martirio.

CUIDADO

Soy contento. Y a no estarlo le sucediera lo mismo. (Canta). Porque dulces piedades en esta esfera el acaso las logra, no la impaciencia.

5-

RESPETO

185

190

Cerería. Porque pueda ver sus desengaños mismos,

v. 172 tomo, telar, martillo: instrumentos de trabajo, como el torno de hilar estambre o seda, el telar para la c o n f e c c i ó n de telas, y el martiUo para labrar metales, muy utilizado este ú l t i m o por los plateros (existe incluso el martillo de platero; repárese en que la plata estaba a cargo de Sausería). v. 181 Confitería: aunque no documento ninguna oficina de palacio con este nombre u oficio expreso, se refiere sin duda a la s e c c i ó n de las confituras. v.

191 Cerería: « o f i c i o de la casa real donde se guarda y reparte la cera»

(Autoridades). Ver Monteser, El caballero de Olmedo, ed. C . C . García Valdés, 1991, w . 1459-60: « D E L V I R A : ¡ Q u é bien hace reverencias! / R E Y : L O a p r e n d í en m i a

cerería».

E D I C I Ó N CRÍTICA

435

una luz de la razón le da con cuatro pabilos. 6.

(Canta). Aunque tú no la quieras la tendrás siempre, que aquí el R i g o r la atiza con sus desdenes.

195

Cruzados atravesados. RESPETO

Pues ya tenéis venturoso vuestro goce el ejercicio, id a tener con las iras de los ceños.

CUIDADO

RESPETO

200

Y a yo os sigo.

Pues librándoos casa y gajes en vuestro tormento mismo, para darle fin al baile repitamos aquí unidos:

205

v. 193 luz de la razón: «el conocimiento de las cosas que proviene del discurso natural, que distingue a los hombres de los brutos, independiente del que después se adquiere o perficiona por el estudio u el arte» (Autoridades). v. 194 pabilos] pav los P (errata). v. 197 atiza: dilogía entre los sentidos de 'atizar la lámpara' (la luz de la vela en este caso) y 'golpear, azotar', imagen que se apoya en la cercanía s e m á n t i c a de pabilo (v. 194) con cuerda o látigo. v. 203 librar: «dar libranza, ordenar por escrito que alguno entregue cantidad cierta de dinero u otra cosa» (Autoridades). gajes: «el acostamiento que el príncipe da a los que son de su casa y están en su servicio» (Covarrubias). v. 206 repitamos] repitumos P (errata).

MIGUEL ZUGASTI

436

TODOS

[Cantan]. A palacio no venga ningún rendido si no cree favores a los martirios.

210

FIN D E L BAILE

v. 207 acot. Restituyo la a c o t a c i ó n Cantan, que no consta en P y que la requiere el sentido.

EDICIÓN CRÍTICA

437

BIBLIOGRAFÍA

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