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Spanish Pages [234] Year 1992
ALEJANDRO BOLAÑOS GEYER
WILLIAM WALKER EL PREDESTINADO (BIOGRAFÍA)
Programa Textos Escolares Nacionales Colección «Únanse. brillen, secúndense...»
2 William Walker el Predestinado (Biografía) Alejandro Bolaños Geyer Programa Textos Escolares Nacionales Colección «Únanse, brillen, secúndense...» En la portada: William Walker. Levantado de texto: A. B. G. Diseño computarizado: Fernando Solís B. Impresión: Taller gráfico del Centro de Investigación de la Realidad de Américalatina (CIRA)
Primera edición: 1992, Impresión privada Saint Charles, Missouri, U.S.A. Todos los derechos reservados por el autor. Prohibida su reproducción total o parcial sin su autorización escrita.
El Programa Textos Escolares Nacionales es un organismo conformado por FENEC, INIEP, FACS, CIRA y UNAN-Managua, todas ellas instituciones de la sociedad civil, sin fines de lucro. El Programa es coordinado por el Centro de Investigación de la Realidad de Américalatina (CIRA).
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ÍNDICE GENERAL Dedicatoria El Predestinado 1. El favorito de los dioses 2. Un compendio de hombre y destino
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LIBRO PRIMERO: WALKER 1. 2. 3. 4. 5. 6.
10 14 21 26 32 38
Billy Ellen Misión California Sonora Repudio
LIBRO SEGUNDO: NICARAGUA 7. Llegada 8. Asesinato 9. Victoria 10. Terrorista 11. Predestinado 12. Hermaniticos 13. Abrazos 14. ¡Adelante! 15. Presidente 16. Conquista
46 51 56 61 68 74 82 87 94 100
LIBRO TERCERO: GUERRA NACIONAL 17. San Jacinto 18. Guerra 19. Avalancha 20. Masaya 21. "Aquí fue Granada" 22. Spencer 23. Solo 24. Rivas 25. Capitulación
108 115 123 129 136 145 152 157 165
LIBRO CUARTO: EL POSESO 26. Apoteosis 27. Caída
174 182
4 28. 29. 30. 31. 32.
Paulding Absuelto Calamidades Errabundo La Guerra en Nicaragua
LIBRO QUINTO: CITA CON EL DESTINO 33. El Adiós 34. La Tumba en Trujillo
188 193 198 205 212 220 224
DEDICATORIA
A LA MEMORIA Y AMOR DE MIS PADRES NICOLÁS BOLAÑOS CORTÉS Y AMANDA GEYER ABAUNZA, EN DIOS. A.B.G.
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1850 ES LA MITAD del siglo XIX y en esa época Nicaragua se vislumbra como futuro centro de comunicación y comercio del mundo. Nuestra soñada Ruta del Canal resulta zona de fricción entre Estados Unidos e Inglaterra; naciente coloso el uno, que busca el tránsito por el istmo en el Sur al iniciar la conquista de su Oeste; y en su meridiano apogeo la otra, que coloniza continentes y es reina de los mares. En esa rivalidad de potencias extranjeras, con participación de intereses costarricenses, entró en juego nuestra nacionalidad, sufriendo el desmembramiento permanente del Guanacaste y el transitorio del "Protectorado" de la Mosquitia; experimentando la repentina obstrucción de San Juan del Norte, nuestra puerta al Atlántico, cuya bahía se cegó en 1859 a causa de fuerzas naturales modificadas por el hombre; y resistiendo heroicamente la transformación radical que William Walker pretendiera ímponernos con su Falange de filibusteros —desventuras todas que acaecieron, en gran parte, por encontrarnos divididos y exhaustos a consecuencia de las luchas fratricidas. Estudiar ese crucial capítulo de nuestro pasado (el cual se cierra con la muerte de Walker en 1860), recopilar y analizar su historiografía aún inédita, y presentar el fruto de tales investigaciones en volúmenes de formato legible y decoro tipográfico, es el propósito del Autor de este trabajo, quien hoy en 1992 publica esta Biografía en español como compendio de la primera etapa de aquella tarea iniciada en1971. A. B. G.
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EL PREDESTINADO 1. El favorito de los dioses No me sonrojo al decir, que soy el favorito de los dioses—
William Walker. WILLIAM WALKER, el predestinado de los ojos grises, "rey de los filibusteros" y genuino representante de los Estados Unidos en su "destino manifiesto", llenó titulares de primera plana durante varios años a mediados del siglo XIX. La intromisión de Walker en la América española dejó una huella indeleble; especialmente en Nicaragua, en donde regó una estela de sangre, destrucción y muerte como jamás había visto nuestra atormentada historia. Walker nació en Nashville, Tennessee, en 1824 y fue un joven tranquilo y estudioso hasta 1849, cuando la muerte de su novia lo transformó en el más caracterizado protagonista que personifica el Destino Manifiesto. A la fecha de hoy, ese cambio brusco no había sido explicado satisfactoriamente, pues Walker seguía siendo un misterio —como lo fue para sus contemporáneos, y aun para sus amigos íntimos. Esta biografía exhaustiva, ya publicada en inglés en cinco tomos —2,028 páginas entre 1988 y 1991, ofrece por primera vez una interpretación plausible de la personalidad y el comportamiento de Walker. * * *
EL PRIMER TOMO, The Crescent City (La Ciudad Medialuna), (ya publicado también en español), presenta la psicobiografía y los primeros años de Walker en Nashville (1824-1841), Filadelfia (18411843), París (1843), Londres (1844), Venecia (1844) y Nueva Orleáns (1845-1850). El segundo tomo, The Californias (Las Californias), sigue sus pasos como fautor de los infames Vigilantes de San Francisco (1850-1851) y en su expedición contra México en conexión con la Compra de Gadsden (1853-1854), cuando se proclamó Presidente de Baja California y Sonora. El tercer tomo, Nicaragua, narra su expedición a Nicaragua (1855), para fundar un imperio propio en el Caribe con miras a coaligarlo a los estados esclavistas sureños. El cuarto tomo, War of Liberation (La Guerra Nacional), continúa la narración desde que se hizo Presidente de Nicaragua (1856)
8 —con la ayuda de unos cinco o seis mil norteamericanos que acudieron a luchar bajo su bandera— hasta que lo expulsaron las fuerzas aliadas de las cinco repúblicas centroamericanas (1857). Su derrota napoleónica en Rivas, en las palabras del gran historiador francés Elisée Reclus, fue "el Maratón de América": una acción de armas decisiva que marca una etapa de la Historia Universal. El quinto tomo, Truxillo (Trujillo), sigue a Walker de regreso en los Estados Unidos (1857), vitoreado como héroe, y en sus siguientes expediciones a Nicaragua hasta su ejecución en Trujillo, Honduras, en septiembre de 1860, menos de dos meses antes de la elección de Abraham Lincoln como Presidente de los Estados Unidos. Estos cinco tomos, basados en una indagación analítica de los escritos de Walker y en una investigación exhaustiva de las fuentes primarias, revelan hechos históricos esenciales, sintomáticos del espíritu norteamericano de la era, así como de las fuerzas históricas que continúan afectando las relaciones entre Estados Unidos y Nicaragua hoy en día.
2. Un compendio de hombre y destino Yo soy yo y mi circunstancia. José Ortega y Gasset. ESTA EDICIÓN en español contiene en una condensación y síntesis de 234 páginas los sucesos y hechos primordiales narrados en los cinco tomos ya publicados. La biografía de Walker enfoca desnudas las crudas escenas en México y Nicaragua durante los primeros embates del imperialismo norteamericano; expone las raíces del conflicto entre las dos Américas que aún no amaina en el Nuevo Mundo. La visión clara de la tragedia de Walker y su circunstancia puede, pues, aportar valiosos elementos de juicio para comprender mejor los problemas actuales, en la inteligencia de que así aplicará la Historia una enseñanza inesperada y tardía, pero esta vez benéfica y humanitaria, al deducirla de la fatal experiencia del Predestinado de los Ojos Grises. En la versión original, los historiadores y eruditos encontrarán detalles adicionales valiosos para el estudio de la época, y los psicólogos el examen de las recónditas fuerzas primigenias que infunden vida a la mente humana*. A. B. G. El Raizón, Masaya, 5 de noviembre de 1991. * Alejandro Bolaños Geyer, William Walker: The Gray-Eyed Man of Destiny, 5 vols. (Lake Saint Louis/St.Charles, Missouri: A. Bolaños G., 1988-1991). El primer tomo, en español: William Walker: el Predestinado de los Ojos Grises, (Lake Saint Louis, Missouri: A. Bolaños G., 1989).
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LIBRO PRIMERO: WALKER
Al comenzar la biografía de mi héroe, Alexey Fyodorovich Karamazov ... una cosa es segura: este hombre es raro, podría decir excéntrico ... Yo sostengo que personas como él a veces llevan dentro la esencia pura de !o universal. Fedor Dosto ievski
Los hermanos Karamazou.
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1. Billy A WILLIAM WALKER sus amigos de la niñez lo llamaban "Billy". Billy nació en Nashville, Tennessee el 8 de mayo de 1824, primogénito de Mr. James Walker, escocés que emigró a los Estados Unidos en 1820, y de su esposa Mary Norvell, de ascendencia también escocesa. Su padre fue persona prominente en la comunidad, fundador y presidente de la Compañía de Seguros de Nashville. Su madre era mujer inteligente y culta, pero enferma: padecía de tuberculosis, lo que la mantenía en reposo en cama por largos períodos de tiempo. Billy era delgadito y bajo, rubio y pecoso, quieto, cariñoso y afeminado: "parecía una niña ... igualito a su mamá". Siempre fue serio y taciturno, de voz suave y triste que conmovía al caer sobre el oído. Además, era estudioso, el mejor alumno, y en cuanto salía de la escuela corría a estarse con su mamá. Pasó la niñez junto a su lecho de enferma todo el tiempo que pudo, leyéndole en voz alta durante largas horas a su lado. Su materia favorita era la historia y su héroe, Napoleón. Los amiguitos se burlaban de él, llamándolo "polilla-roe-libros", "marica" y otros apodos similares. Su inteligencia precoz y la dedicación a los estudios bajo la constante tutela de su madre hicieron de Billy un alumno modelo. Ingresó en la Universidad de Nashville a los 13 arios de edad, con condiscípulos todos mayores de 15. En su adolescencia, dos profesores ejercieron influencia especial sobre él: el doctor Philip Lindsley, ministro presbiteriano y presidente de la universidad, y el doctor holandés Gerard Troost, graduado en Amsterdam y Leyden. Algunos creyeron que Billy seguiría los pasos del doctor Lindsley, pues su pasatiempo predilecto era leer la Biblia, pero luego decidió estudiar medicina en vez de teología. Recibió el título de médico y cirujano en la Universidad de Pensilvania en Filadelfia el 31 de marzo de 1843, antes de cumplir diecinueve años de edad, y enseguida zarpó a El Havre para perfeccionar sus conocimientos en los mejores centros de Francia y del mundo. Se inicia en la Sorbona. En la primera carta desde París a su amigo íntimo John Berrien Lindsley, hijo del doctor, le comunica su sorpresa ante el relajamiento moral que encuentra: "Vivo en el Barrio Latino ... aquí todos los estudiantes son del mismo tipo ... derrochan el dinero en las cantinas y el teatro. Casi todos tienen queridas y nadie lo considera malo". La capital francesa, con un millón de habitantes en 1843, brin-
1. BILLY
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daba abundantes estímulos para despertar los anhelos reprimidos del joven puritano de Nashville, quien bajo el pretexto de "estudiar a los estudiantes", visitó con los "calaveras" del Barrio Latino las cantinas y los teatros que frecuentaban. La experiencia le dejó recuerdos muy desagradables, los que dejó entrever años más tarde cuando llamó a París "la más burlesca y a la vez la más asquerosa ciudad de la cristiandad." Y añade: "Bajo la apariencia de elegancia y refinamiento, en el mundo parisiense acechan cantidades de gustos depravados y vulgaridad sensual que asfixian las aspiraciones del Arte noble y degradan a hombres que podrían haberse remontado más allá de las deprimentes influencias del mundo en que viven". De hecho en ese París se asfixiaron las aspiraciones del Arte noble de Billy cuando de pronto abandonó para siempre la medicina a los pocos meses de su arribo en Europa. En las siguientes cartas a John desde Francia, Inglaterra e Italia, nunca volvió a mencionar los estudios que antes lo entusiasmaban tanto, y sus alusiones mordaces burlándose de los médicos señalan que él ya no se consideraba miembro del gremio. Mas guardó silencio sobre esta decisión de abandonar la medicina y las circunstancias que la motivaron; apenas alude a ello de modo indirecto en una confesión clave y un contexto crucial: "...cuando niño y de muchacho me había decidido por una carrera política; a veces he creído que los últimos vestigios de esa idea habían desaparecido, pero a menudo regresan, cuando sueño despierto, dejándome en duda de si se trata de un ángel de luz o de un ángel de las tinieblas". Este ser, condenado a un destino funesto, emprenderá, conforme él mismo lo manifiesta durante esa duda ominosa que presagia ya la crisis fatídica, el vuelo del "ángel de las tinieblas" creyéndose y sintiéndose "ángel de luz" y dejándonos un enigma por interpretar. El silencio de Billy es el intérprete mudo de lo que le sucedió en París y sugiere que fue algo vergozoso y humillante para él, algo que no se atreve a contarle a John, aunque sus conflictos internos y su melancolía saltan a la vista por la aguda necesidad que sentía de compartir sus problemas íntimos con su amigo: Ningún placer iguala al de vaciar el corazón en el de un amigo que sepa escuchar y compadecerse y aconsejar. iQué bueno será, John, cuando nuestros labios "tocados del fuego celestial" puedan decir lo que las palabras de esta tierra jamás podrán comunicar!... Mientras más pienso en el "yo interno", más me convenzo del interés que habría en una historia completa de todas las revoluciones de sentimiento y principios que ocurren en la mente de
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WILLIAM WALKER EL PREDESTINADO / LIBRO PRIMERO: WALKER
un solo ser humano. Cuando miramos dentro y vemos los movimientos del corazón, icuán extraños nos parecen! iQué influencia tan grande puede ejercer la más pequeña circunstancia en todo nuestro ser! La lectura de una sola frase, —qué va, el oír una sola palabra puede cambiar el curso entero de una vida. La pregunta surge de inmediato: ¿cuál fue la palabra que cambió la vida de Billy? ¿quién se la dijo? La respuesta la dio él mismo, pero escondida en el doble significado de un poema sobre la crucifixión que escribió en Londres en su veintiavo cumpleaños y le envió a John, enfatizando que contenía un significado recóndito. Analizando el poema, resulta evidente que Billy lo escribió con uno de Byron en su mente: "La novia de Abidos", la historia de un incesto. Estos fragmentos de información nos permiten elaborar una hipótesis congruente. Tenemos a Billy en 1843, de diecinueve años de edad, echándose tragos y trasnochando con los calaveras de la Sorbona en una cantina de París. Bajo el efecto del vino, sucumbe a la tentación y por primera vez lleva a la cama a una mujer. Pero en el momento crucial no puede actuar, paralizado al ver el rostro de su madre en el de la muchacha. Petrificado por el terror del incesto, su amor propio se derrumba cuando la moza suelta la carcajada ante su impotencia y le profiere en francés el insulto apropiado, de seguro más procaz que aquel marica que le gritaban sus compañeritos en la niñez. Ese amor propio herido pone en movimiento los mecanismos de defensa que le restauren su integridad. Fantasías grandiosas de poder emergen para compensar su incapacidad sexual, pero en medicina y cirugía "no se escalan alturas" (según él mismo explicará cuando se ve obligado a informarle del asombroso cambio a su familia, tras regresar a Nashville), y Billy abandona la profesión médica para construir castillos en el aire de la política. Billy entonces pasó dos años de introspección y observación atenta de la situación sociopolítica del Viejo Mundo en esa época en que la Era Romántica llegaba a su fin y la glorificación de los Derechos del Hombre por los librepensadores cedía lugar en breve a las nociones nacionalistas que subordinan al individuo a los intereses del Estado. En Paris, Billy oyó la Misa Gregoriana en la catedral de Notre Dame y escuchó la Marsellesa junto a la tumba de Napoleón en Los Inválidos. Vio a Augusto Comte a raíz de haber publicado el último tomo de su Cours de Philosophie Positiue y se cruzó en las calles de París con Karl Marx (quien en esa época residía en la capital francesa). En Europa, Billy leyó a Maquiavelo, Montesquieu y Rousseau,
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1. BiLLY
y sintió los presagios de las inminentes revoluciones. Leyó también a Adam Smith, Jeremy Bentham, Bacon, Aristóteles, Shakespeare y Byron, y en Venecia estuvo donde este último escribió el Monfred. Admiró catedrales góticas, ruinas romanas, esculturas clásicas y lienzos renacentistas; asimismo, se dejó extasiar por la ópera y comulgó con la causa de los carbonarios en Italia. En 1845, a los 21 años de edad, Billy conocía y más o menos dominaba cuatro idiomas —inglés, francés, alemán e italiano, y tenía conocimientos básicos de latín y griego. Además del fundamento científico y cultural adquirido en Nashville, Filadelfia y París, había asimilado en dos años las fuerzas e ideas reinantes en Europa. La aguda crisis psicológica que le hizo abandonar la medicina había pasado, dejándolo sumergido en grandiosas fantasías de poder. Como le dijera a su amigo John en la última carta desde Europa: "iEl futuro! ¡El futuro! Algo que siempre viene pero nunca llega". En consecuencia, cuando Billy regresa a Nashville les anuncia a sus padres su decisión de estudiar leyes —profesión importante para lidiar con éxito en la arena política de los Estados Unidos.
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2. Ellen BILLY ESTUDIÓ abogacía con preceptores, como se acostumbraba entonces. Comenzó su aprendizaje en el bufete de Edward y Andrew Ewing bajo la supervisión del juez Whitford en su ciudad natal, pero el 1 de diciembre de 1845 se traslada a Nueva Orleáns, la mayor metrópolis al Sur de Baltimore. Cien mil habitantes cosmopolitas, una historia pintoresca y su posición clave en el delta del Mississippi, hacían de Nueva Orleáns la meca cultural y el emporio comercial del Sur. Se hospedó en el Hotel Planters, pero a los pocos días se mudó a la residencia del doctor Robert James Farquharson, su amigo y condiscípulo en Nashville y Filadelfia. Farquharson con éxito ejercía la profesión en Nueva Orleáns y residía en una de las "trece casas exclusivas" de la calle Julia. Ahí Billy conoció a una muchacha que vivía en otra de las "trece casas": Ellen Galt Martin, de 20 arios de edad, bonita, inteligente, encantadora, bien educada y rica —pero también sordomuda. Siendo vecinos, Ellen y Billy se veían con frecuencia y la tradición de la familia Martin relata que al poco tiempo de conocerse se comprometieron para casarse. Se dice que Ellen se "enamoró apasionadamente" de Billy y él de ella: siendo sordomuda, no corría el riesgo de oír nunca un imarica! de sus labios. El 26 de abril de 1846 se rompieron las hostilidades en la frontera Sur, dando comienzo a la guerra entre Estados Unidos y México. Las primeras noticias de combates desataron en Nueva Orleáns una epidemia de frenesí bélico. A toda prisa se organizaron regimientos de voluntarios y se los despachó al frente. Uno de los primeros voluntarios fue Charles Callahan, joven tipógrafo destinado a perder la vida diez años niás tarde, en San Jacinto, Nicaragua, defendiendo la causa de William Walker. Otro voluntario fue sU casero el doctor Farquharson. El primer héroe elogiado por la prensa de Nueva Orleáns fue cierto capitán Samuel H. Walker, "gallardo tejano ... el más valiente entre los valientes", pero el heroísmo de ese otro Walker no resultó suficiente para inspirar a William. Al contrario, embrujado por Ellen, Billy era un acérrimo pacifista enmedio del furor marcial reinante en la ciudad. Tales sentimientos los expresó en una carta a su amigo John Berrien Lindsley el 4 de junio: Supongo que Tennessee padece de la fiebre tejana o mexicana; el mal ya amainó considerablemente aquí; hubo un mo-
2. ELLEN
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mento en que el paciente estuvo totalmente trastornado, delirando con éxtasis de destrucción. Se predicaba la guerra como si fuese el más noble y sublime de los estados y quehaceres del hombre —un espectáculo para deleite de los dioses y semidioses. Hubo oradores que parecían querer imitar los discursos del Moloc de Milton; solamente que las terribles alocuciones que en nuestra imaginación atribuimos a Moloc, se reducían a simples sandeces sobre el poder irresistible y la virtud incorruptible del pueblo norteamericano. Un pastor metodista se alistó de capellán en un regimiento de voluntarios; y al presentarse al Coronel para indagar sobre su equipo, se sorprendió al saber que no portaría espada ni vestiría chaqueta con botones dorados de metal. Algunos capellanes creen que los mejicanos son paganos; así, hablan de plantar el estandarte de la cruz en el suelo conquistado. Me extrañaría menos si les oyera decir que van a arrancar la cruz.
Prisionero del amor, Billy repudiaba la violencia y ridiculizaba la fiebre marcial del momento. Es obvio que no comulgaba con la obsesión de sus compatriotas de conquistar y "convertir" a otras naciones —con la doctrina del destino manifiesto que los norteamericanos invocaron como justificación moral de la guerra contra México y de las subsiguientes expediciones filibusteras contra Cuba, México y Centroamérica: Nuestro destino manifiesto es el de extendernos y poseer todo el continente que la Providencia nos ha dado para que desarrollemos el gran experimento de libertad y auto-gobierno federado que nos ha confiado.
Por ironía William Walker, el "rey de los filibusteros", descuella en la historia corno la personificación de dicho sentimiento, que repudiaba en 1846. Precisamente, como paladín del destino manifiesto Walker fue ungido en Nicaragua El Predestinado de los Ojos Grises en 1855. Mientras estudiaba jurisprudencia, Billy, a comienzos de 1847, escribió un par de artículos para The Commercial Reuiew of the South and West, revista fundada y dirigida por J.D.B. De Bow. El Reuiew promovía los intereses sureños, destacándose como la mejor revista de su clase en las décadas que precedieron a la Guerra Civil. Billy, ferviente propagandista del Reuiew, trabó amistad con De Bow, a quien asistía en las labores de publicación. El periódico principal de Nueva Orleáns, el Picayune, notó un cambio, comentando que el Reuiew de febrero de 1847 "fue mucho mejor impreso que los anteriores" y al de mayo lo llamó "extremadamente elegante". El lunes 14 de junio de 1847, Billy presentó examen ante la
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WILLIAM WALKER EL PREDESTINADO / LIBRO PRIMERO: WALKER
Corte Suprema de Louisiana; fue aprobado y prestó luego el juramento de ley para ejercer la abogacía en dicho Estado. Mas, al solo iniciar la carrera de abogado, ya está pensando en el periodismo. En septiembre, en una carta a John, le pregunta: "¿Qué te parecería si acompañara al ejército para enviar magníficos relatos de sus incomparables proezas?" La alusión irónica al ejército revela que persiste el pacifismo que mostraba en junio de 1846. Pero aunque su idea hubiera sido en serio, y no en broma, ya no existía posibilidad para Billy como corresponsal de guerra pues la campaña militar había concluido al ocupar las fuerzas norteamericanas la capital mejicana el 14 de septiembre de 1847. La guerra en sí terminó cuando el enviado norteamericano Nicholas Trist y los comisionados mejicanos firmaron la paz en Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848. Ahí, México aceptó la frontera de Texas en el Río Bravo y cedió Nuevo México y Alta California a los Estados Unidos a cambio de veinte millones de dólares. Cuando toda la nación discutía los méritos del documento, Billy expuso su opinión (en marzo de 1848) en un par de artículos titulados "Presidentes héroes" y "El Tratado Trist" que publicó en el diario New Orleans Crescent. En dichos artículos, Billy glorifica al héroe militar y emerge ya como abanderado del Destino Manifiesto, proclamando la expansión incontenible de Estados Unidos y la absorción por partes de todo México. A todas luces, las operaciones militares de los dos últimos años produjeron un cambio radical en su actitud. De pacifista convencido que era, ahora glorifica el expansionismo norteamericano. El embrujo de Ellen parece haber cedido... En una carta a John en esos días, Billy explica el cambio como parte de su retorno a las filas del partido demócrata: "En cuanto ami afiliación demócrata, bien sabes que no es más que mi retorno a los viejos principios; y mi fe en el viejo credo será tanto más fuerte cuanto he pasado por una etapa de escepticismo; ahora mis opiniones son más firmes que si las hubiera adoptado como cosa natural". Ese verano, Billy visitó a sus familiares y amigos en Nashville. Su presencia contribuyó a la felicidad de sus padres que aumentó cuando su hermano, el teniente Lipscomb Norvell Walker, regresó a casa después de servir un año en México en el Tercer Regimiento de Voluntarios de Tennessee. En su ciudad natal, Billy vio a antiguos condiscípulos y a viejos profesores y amigos, como los doctores Gerard Troost y Philip Lindsley. Impresionados por su erudición y elocuencia, le solicitaron que leyera el discurso anual del ex-alumno en las ceremonias de graduación de la Universidad de Nashville, y él preparó un trabajo titulado La unidad del Arte.
2. ELLEN
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Lo pronunció el 3 de octubre a las 7:30 PM. en la Primera Iglesia Bautista, el más grande y mejor local de la ciudad. Cincuenta arios después, una prima suya de apellido Bryant recordaba que el discurso de Billy dejó pasmados a sus progenitores. El doctor Lindsley quedó asombrado de aquella elocuencia y dijo que Billy era el mejor de todos los alumnos que habían pasado por la Universidad de Nashville: caracterizó la disertación como en verdad maravillosa. Y a los ex-alumnos les impresionó tanto, que le pidieron a Billy una copia del discurso para publicarlo. La unidad del Arte es una valiosa síntesis del pensamiento de Billy. A él le tomó alrededor de una hora el exponer su patriotismo y cristianismo ante la concurrencia. Sus conceptos cristianos del Arte afirmaron su fe en los designios de la Providencia que luego lo guiarían en sus actividades filibusteras: El hombre —hecho de barro pero dotado de alma ... Pronto nos damos cuenta de que fue formado conforme un plan ... que hay amor, además de lógica, en su creación ... El Dios de los cristianos es Dios de amor, Dios de misericordia, Dios que siente con nosotros en nuestros sufrimientos y nuestros triunfos ... La religión mantiene viva la llama sagrada de la virtud que brilla en todas las épocas en el corazón de los grandes y los buenos. El Arte es uno ... La verdad, la belleza y la virtud jamás se oponen entre sí, pues sólo son manifestaciones diferentes del mismo espíritu divino ... La verdadera vida —la vida del espíritu— la vida consagrada a la búsqueda de la verdad, la belleza y la virtud, debe ser co-extensa y co-eterna con el arte ... Eternas también, como el arte mismo, serán las actividades del alma en el futuro.
Su patriotismo fluyó en palabras de encomio a los principios políticos republicanos, en alabanzas a la Constitución norteamericana y en el aplauso a la forma en que su patria libró la guerra con México. Billy llamó al patriotismo la "gran virtud cardinal" y explicó: Por inculto y árido, por frío y repulsivo que sea el país que uno llama propio, uno se aferra a él con un cariño que no admite cansancio, con un amor que no cesa nunca. Porque con esta patria nuestra se entrelazan todos los sentimientos más nobles y sagrados de nuestra naturaleza. Con ella están ligadas las alegrías de nuestra infancia y niñez, los gozos de nuestras relaciones con familiares y amigos, los deleites del hogar, los recuerdos de una vida dedicada a ser útil y a promover el bienestar de nuestros semejantes; y es en nuestra tierra natal donde deseamos que reposen nuestros huesos cuando hayamos realizado los propósitos de nuestro ser y alcánzado los fines para los que
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fuimos creados.
Ligado a sus sentimientos patrióticos, Billy reafirmó su credo liberal al exaltar la forma norteamericana de gobierno, "fundado en el principio filantrópico de que uno puede hacer lo que desee mientras no cause daño a su vecino", y también al defender la teoría económica enunciada por Adam Smith en La Riqueza de las Naciones —de que "la ganancia del individuo es en provecho de la comunidad". Billy consideró la poesía "la más universal de las Bellas Artes". Sus alabanzas a la poesía y al poeta, que "es el mismo, sea salvaje o civilizado", repiten un pensamiento expresado varios meses antes en "Presidentes Héroes", de que "el hombre es el mismo en todas sus cualidades esenciales —en el poder de su intelecto y el vigor de su imaginación— ya sea que se pavonee en pantalones o camine majestuoso con toda la dignidad y gracia de su pristina desnudez". Pero entre los poetas, su favorito era Byron: ...el nombre de Byron se recordará mientras exista simpatía para el genio que sufre, y el monumento que se construyó a sí mismo en sus palabras y sus obras, sobrevivirá al imponente templo donde reposan la grandeza y la gloria de Inglaterra. De acuerdo al Republican Banner de Nashville, sus alusiones a la cultura europea deleitaron al público con "una materia tan bellamente descrita", y las "elegantes ilustraciones usadas fueron tan originales como el estilo fue pulcro y severo". Su ilustración recorrió la gama desde la antigua Grecia hasta el presente —desde Homero hasta Lamartine— saturando la atmósfera de la Primera Iglesia Bautista de Nashville con las remembranzas de sus dos años en Europa. Ni en el discurso ni en sus escritos mostró Billy el menor interés por ejercer la abogacía en Nueva Orleáns. Si estudió leyes, fue para abrirse campo en la política. Sabía muy bien que a un joven abogado le era difícil escalar alturas en la jurisprudencia, en especial en Louisiana donde juristas fósiles ejercían un monopolio y donde las mordidas a las autoridades y la compra de funcionarios judiciales eran cosa de todos los días. Su habilidad para escribir impulsó a Billy al periodismo, y, al regreso de Nashville a Nueva Orleáns, se le presentó de pronto la oportunidad para ejercerlo de lleno cuando uno de los dueños del Crescent le vendió sus acciones. La nueva razón social, `1J.1-1. Hayes & Co. —J. H. Hayes, J. C. Larue, S. E Wilson y Wm. Walker", apareció en la cabecera del Crescent el 7 de marzo de 1849, yen la página editorial, una nota de Billy anuncia el inicio de su carrera perio-
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dística. De ahí en adelante, Billy impartió a los editoriales del Crescent su filosofía y estilo característicos. Cuarenta y cuatro artículos tienen su sello distintivo en las primeras seis semanas, en las que cubrió una amplia variedad de temas, domésticos e internacionales. En la primavera de 1849, la expansión de la esclavitud a los nuevos territorios cautivaba la atención del país, enardeciéndola con apasionados debates en el Congreso, y amenazaba en serio con romper el convenio federal. Billy señaló la amenaza, pero enfatizando que las "Tendencias unionistas" la contrarrestaban y manifestándole su lealtad al Sur y al sistema esclavista. No obstante, se oponía a extender la esclavitud a los nuevos territorios, considerándolo nocivo a los auténticos intereses sureños: Conectados como estamos con el Sur en todos nuestros más íntimos y caros intereses, unidos al Sur con todos los lazos que atan al hombre con el país que es el suyo, no podemos menos que mirar con desagrado los esfuerzos por promover agitación en la más excitante de todas las cuestiones. Tal agitación conducirá a la derrota y la desunión. Cuando el gran problema de la esclavitud se convierte en la llave maestra de los partidos políticos, no nos queda más que rendirnos sin esperanza u optar por una existencia independiente, separados del Norte. Nuestro único objetivo razonable debe ser el continuar siendo dueños de lo que poseemos. O como el perro de la fábula, por agarrar el reflejo en el agua, soltamos la sustancia que antes teníamos firme en mano. Nuestra seguridad está en el silencio: nuestra política, "en dejar las cosas como están"
Billy, sin embargo, favorecía la adquisición de Cuba, que en 1849 seguía siendo colonia de España. Su millón de habitantes eran en un 60 por ciento de origen africano, casi todos esclavos, y 40 por ciento de origen español. La producción de azúcar, tabaco, café y demás frutos de la tierra se estimaba superior a los cincuenta millones de dólares anuales, lo que cual un imán atraía la mirada de los emprendedores capitalistas norteamericanos y de los esclavistas sureños. Al finalizar la guerra de México, la "Perla de las Antillas" se vislumbraba como la próxima presa del Destino Manifiesto. Para Billy: Basta mirar el mapa para darse cuenta de la enorme importancia de Cuba para los Estados Unidos. Situada entre las penínsulas de Florida y Yucatán, cerrando el paso entre el Golfo de México y el Océano Atlántico, esta isla puede servir para controlar todo el comercio exterior a través del Mississippi y de los puertos de Texas, Alabama y Florida a lo largo de la costa del Golfo.
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Pero además de su posición estratégica, que se ve a simple vista en el mapa, la isla posee uno de los mejores puertos del mundo. Con pechos denodados y cerebros científicos que lo resguarden, el puerto de la Habana sería inexpugnable a los ataques de cualquier flota enemiga.
Al comentar las noticias de los Balcanes, Billy presentó a Rusia como "gran profeta y líder del absolutismo" y predijo la rivalidad comercial de Estados Unidos y Rusia en el Lejano Oriente. Urgió, "por el bien de la raza humana entera, además de nuestro propio bien ... construir pronto un puerto en el Pacífico que nos haga vecinos de Cantón y Calcuta". En resumen, las páginas del Crescent nos muestran a Billy atareado de lleno con los asuntos políticos del día. Escribe sobre las finanzas municipales y la limpieza de la ciudad, sobre los problemas nacionales suscitados por la fiebre del oro, la controversia esclavista y el Destino Manifiesto. Cubre las explosiones revolucionarias de Europa, la eventual unificación de Italia y de Alemania, los ingleses en la India, el despertar de Rusia y la expansión del comercio del mundo occidental hacia el Lejano Oriente. Asimismo discute las leyes de navegación, la paga de los diplomáticos norteamericanos y otros tópicos. Pero para Billy el evento más importante fue, sin duda alguna, la epidemia del cólera que en 1849 segó millares de vidas en Nueva Orleáns, ya que el 18 de abril se le llevó a su Ellen, la bella sordomuda de quien se había enamorado apasionadamente.
Bien Galt Martin.
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3. Misión ELLEN, ENAMORADA apasionadamente de Billy y desconociendo las normas convencionales del decoro femenino, mostraba su afecto en forma tan obvia que sus amistades les llamaron la atención, según narró un amigo de Walker. Ello condujo a cierta tibieza y separación voluntaria que la deprimió, "creyéndose olvidada" hasta el extremo de que "se enfermó y murió". La muerte de Ellen fue el fin del mundo para Billy, cuya pluma cual fierro candente estampó su duelo en el Crescent. Diversos artículos, en forma subrepticia pero clara, narraron "los pensamientos y sentimientos secretos" de Billy "en las críticas circunstancias que a veces se presentan en el curso de la vida humana", cuando "entra en acción con toda su potencia una gran alma": ...cuando la ansiedad llega a la intensidad de dolor que casi obliga al corazón a dejar de latir y paraliza, si no es que totalmente destruye al intelecto —cuando el dolor tiene tal fuerza y
potencia que marchita al mundo y oscurece el universo— se debe usar otra clase de remedio, más violento que el dirigido a la imaginación. Entonces se debe recurrir a los estudios y actividades que estimulen al máximo al intelecto y obliguen a la mente a actuar aun en contra de su voluntad. Por lo tanto, cuando nos golpea la aguda agonía que no hiere, sino traspasa —cuando nos sobrecoge la angustia que aniquila todo sentimiento menos uno— corremos en busca de alivio, no donde los poetas que deleitan ni los novelistas que animan; sino a sumergirnos en los problemas científicos que arrastran al intelecto hacia las regiones del pensamiento abstracto, buscando escapar, en esa forma, de la congoja que desgarra al corazón en pedazos y devora a la mente que se permite posar en ella... Cuando el alma fuerte sufre, nunca desperdicia su tiempo en inútiles lloriqueos ni quejas; y así vemos que hombres de fuertes pasiones, cuando los azota un enorme sufrimiento, se lanzan con inusitado ardor a las tareas más excitantes y agitadas a su alrededor. En la intensidad de su actividad mental buscan ahogar el llanto de su alma angustiada. Por los esfuerzos que hacen para mantener ocupada la mente podemos percibir y medir la fuerza de sus emociones. Los tormentos de la pasión se vislum-
bran apenas, en los espasmos del intelecto. Billy, en efecto, siguió su propio consejo y se lanzó con inusitado ardor a las tareas editoriales del diario. En las semanas subsi-
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guientes, su pluma prolífica dejó registrados los continuos espasmos de su intelecto. En mayo, el Mississippi siguió su costumbre tradicional de primavera e inundó partes de la ciudad. El 15 anegó el panteón protestante en la calle Girod, obligando a los sepultureros a navegar entre los sepulcros. El 18, al cumplir Ellen un mes de muerta, Billy visitó la tumba y enseguida vació su alma en la página editorial del Crescent: INUNDACIÓN DE LOS CEMENTERIOS. —El agua entra y cubre las casas de los muertos junto con las de los vivos ... el murmullo de las olas, movidas por la brisa, es como una canción de cuna de la niñera para que el sueño de los niños de la tierra sea más profundo y apacible... Las aguas invasoras llevan al camposanto los animales que se matan y devoran unos a otros, y a la vez ahogan la vida de las humildes plantas congregadas junto a las habitaciones de los muertos. Las florecillas no reciben aire cuando el río corre sobre ellas; y como la gentil doncella sobre cuya tumba quizá moran, se marchitan y suavemente exhalan la vida que ha poco tiempo parecía tan feliz y bella. Junto con el duelo ocurrió un cambio notorio en los artículos de Billy, quien de súbito se volvió un periodista pleitista, "un contrincante inclaudicable de todo mal e injusticia en todos sus aspectos y bajo cualquier forma". El 20 de abril (al día siguiente del entierro de Ellen), arremetió contra el coronel T. E Johnson, Superintendente del Western Military Institute de Georgetown, Kentucky, quien visitaba Nueva Orleáns para establecer otra academia militar. Cuando el Picayune defendió a Johnson, Billy atacó también al Picayune. Antes de terminar la controversia, ya Billy había comenzado otra al criticar el nombramiento de un nuevo Ingeniero Estatal. Enseguida atacó también a la Junta de Sanidad, acusándola de "magistral inactividad" al haberse limitado a contar cadáveres durante la epidemia del cólera. En un solo día (el 28 de mayo), Billy descargó su hostilidad contra el ingeniero estatal, los cadetes de West Point, los médicos sanitarios, los banqueros de Wall Street, los corredores de bolsa de Lombard Street, los agentes financieros de Bishopsgate, los fabricantes de Manchester y los comerciantes de Liverpool. Entre los blancos de su pluma, en mayo, se cuentan el capitán Forno de la policía, el gobernador Johnson de Louisiana, varios colegas periodistas, un actor de teatro y otras figuras de menor magnitud. Pronto embrolló al Crescent en agrias polémicas con el Picayune, el Bulletin, el Delta, el Courier, el Bee-Abeille y La Patria; es decir, en efecto, con todos los diarios de Nueva Orleáns. Su ataque al editor de La Patria E. J. Gómez, pasó de las palabras a los hechos
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cuando Billy, anunciando su intención de castigar al colega, se dirigió a su oficina y le propinó un bastonazo. De no haberlos separado los presentes, Billy hubiera perdido la vida, pues Gómez, enfurecido, sacó su pistola y ya iba a disparar a quemarropa cuando lo sujetaron. La transformación brusca de Billy, de "joven tranquilo, estudioso y afeminado" en "el más caracterizado protagonista que personifica el Destino Manifiesto" que fue el William Walker que conoció la historia, la registró en el Crescent en una serie de artículos psicológicos que escribió en agosto de 1849 bajo el título de "Bosquejos de ciudadanos prominentes". Por medio de personajes disociados de su propia invención, a quienes dio los nombres de John Smith, John Brown, James Jenkins, John Jones, Peter Muggins, Gabriel Gumbo, Diek Dobs y Timothy Tucker, Billy desnudó su alma y describió el "conflicto sin paralelo en la historia" en el que Gumbo, "una montaña de sabiduría ... conocedor de todos los hondos mecanismos del corazón humano", tomó el mando de su psiquis y derrotó a Peter, el marido de Mary Muggins, quien "amaba el nombre de 'Mary' y estaba igualmente condenado a despertar de su arrobador ensueño al constatar que su ídolo era una simple mortal". En mi interpretación, el político insigne Gabriel Gumbo y sus dos asistentes, el genio militar Dick Dobs y el escritor Timothy Tucker, personifican al nuevo Walker en los bosquejos. De inmediato, el nuevo William Walker apareció en la página editorial encubierto en los comentarios de Billy sobre los líderes de la revolución húngara, anunciando el "parto" del Predestinado de los Ojos Grises: A menos que un hombre crea que hay algo grande que deba hacer, nunca hará nada grande. Es por ello que los líderes y reformadores del mundo han puesto su confianza en el destino y las estrellas. Una gran idea surge en el alma de un hombre; le agita todo el ser, lo transporta del presente ignorante y lo hace sentir el futuro en un instante. Es natural que un hombre así poseído crea ser un agente especial para llevar a cabo en la práctica la idea que le ha sido revelada. Sólo él conoce todas las grandiosas consecuencias que emanarán del principio que ha descubierto. Solamente a su mano se le puede confiar la ejecución del gran plan que yace perfeccionado solamente en su cerebro. ¿Por qué se le iba a revelar a él? ¿Por qué le será permitido percibir lo que se les oculta a los demás, si no es para que lo lleve a cabo en la práctica?
El 29 de agosto de 1849 marca el nacimiento del futuro filibustero. Los luchadores húngaros de la libertad lo inspiraron y sirvieron
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como especie de parteros para traerlo al mundo ese día en el Crescent. Otros eventos contribuyeron también a despertar la idea que de pronto surgió en el alma de Walker. Intervino de manera palpable el éxodo a California, impulsado por la fiebre del oro, que excitó la imaginación de Billy, fijó su atención en la ruta de Tehuantepec y lo transportó a soñar ya su sueño de un imperio tropical: ... La terminal [de la ruta de Tehuantepec] está en el Golfo de México, que prácticamente es un mar interior del Continente, y del cual, antes de muchos años, todo dominio europeo será excluido. Más de la mitad de sus costas son ahora americanas; y la influencia americana puede hacerse potente sobre las costas de México y Yucatán. Una vez que poseamos la Isla de Cuba, cosa muy apetecible que veremos consumada en pocos años, el Golfo de México será tan parte integral de nuestra nación como lo es el Lago de Michigan... Por esta ruta tendremos el control de sus vías de acceso y el instrumento para extender las influencias políticas de nuestro ejemplo en un país nuevo e interesante, creando Estados contiguos al nuestro para asimilarlos y finalmente fundirlos dentro de nuestro propio sistema. Y, para Walker, ese imperio tropical suyo era un imperio esclavista sureño: Los estadistas han descubierto que el Río Mississippi es el gran núcleo de la Confederación Americana —que el Padre de las Aguas es el lazo de acero que amarra a los Estados de la Unión. Y en el valle del Gran Río es donde surge la civilización más perfecta y poderosa jamás vista en el mundo. ... Por motivos geográficos y sociales, el valle del Mississippi debe ejercer mayor influencia que otras regiones sobre la futura civilización del hemisferio; y por analogía deducimos que primordialmente a la parte Sur del Valle le tocará formar los hábitos y opiniones del resto. La influencia de Nueva Orleáns sobre el occidente de la nación es ya perceptible y está destinada a aumentar mucho más en el futuro; y así como Atenas formó a Grecia y Grecia a Europa, así esta ciudad influirá en el Oeste y por medio del Oeste en todo el Continente Americano. William Walker comenzó veloz a poner en práctica su plan. El 3 de octubre, su nombre figuró en el Crescent entre los signatarios de una nota especial anunciando una reunión de los ciudadanos de Louisiana partidarios de la comunicación interoceánica a través del istmo de Tehuantepec. Él y sus amigos John C. Larue y J. D. B. De Bow figuraron entre los doce delegados que, el 17 de octubre por la tarde, zarparon en un vapor fluvial para representar a Louisiana y abogar por la ruta de Tehuantepec en la Convención de Memphis
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del 23 al 26 de ese mes. En la convención los delegados de diversos Estados propugnaron a su vez por otras rutas. La correspondencia editorial de Walker desde Memphis llenó varias planas con sus crónicas detalladas de las discusiones y resoluciones; pero la propuesta de Tehuantepec no ganó partidarios en Memphis, y Walker regresó abatido a Nueva Orleáns. Al concluir 1849, Walker asentó en secreto su propia tragedia en el editorial del "Año Nuevo" el 1 de enero de 1850: Mil Ochocientos Cuarenta y Nueve entró con tan brillantes expectativas y lisonjeras esperanzas —se extingue envuelto en tantas sombras negras y aspiraciones congeladas... Unos cuantos cortos meses han visto subyugar a Italia y caer a Hungría... Todo marchó bien por un tiempo, y al igual que la parra y la higuera, la Libertad parecía florecer y crecer bajo los rayos del sol sureño. Pero vino una ráfaga del Norte que marchitó y destruyó los bellos capullos de la Libertad. ...Ya sonó la sexta trompeta; que se oiga pronto la séptima para que nos abra "un cielo nuevo y una tierra nueva". Es hacia el Oeste que el Año Nuevo mira con el alma llena de gozo y confianza. La estrella que guió a los magos orientales hacia el pesebre de Belén, salió del Este y cruzó hasta posarse donde estaba el Niño. En los últimos días ha surgido en el Oeste una constelación de Estados que parecen destinados a conducir al hombre hacia las máximas condiciones de libertad y civilización de que es capaz. Que los sabios orientales sigan a las estrellas occidentales y que las esperanzas del Presente se conviertan en las realidades del Porvenir.
Obedeciendo a este llamado, del cual se sintió pregonero, el 1 de febrero de 1850, Walker y sus socios vendieron el Crescent y poco después, (en junio) William Walker marchó al Oeste, a California para "convertir las esperanzas del Presente en realidades del Porvenir".
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4. California WALKER VIAJÓ a California vía Panamá. El sábado 15 de junio de 1850 zarpó de Nueva Orleáns a bordo del Ohio. El lunes 17 en la tarde llegó a La Habana, donde pasó dos días y tres noches antes de tomar el Georgia para Chagres. Ahí cruzó el istmo, subiendo por el río Chagres en un vaporcito de cien toneladas, el Ralph Rivas, y luego a lomo de mula hasta la ciudad de Panamá. Prosiguiendo, en el Oregon, tras parar en Acapulco para abastecerse de carbón, llegó a San Francisco el domingo 21 de julio por la noche. Si la fugaz visión del trópico centroamericano lo impresionó o si, fija su mente en California, pasó como simple viajero en tránsito sin interesarse en nada más que llegar a puerto, es cosa que no aparece en su correspondencia. Walker pensaba encontrarse con su antiguo socio del Crescent, A. H. Hayes, quien le había precedido en abril para fundar un periódico en San Francisco. Hayes era uno de los mejores tipógrafos empíricos de los Estados Unidos, pero desapareció sin fundar el diario. A su arribo en California cayó presa de la "fiebre del oro" y se fue a las minas en busca de fortuna. La ausencia de Hayes obligó a Walker a cambiar de planes. Contaba con la ayuda de Edmund Randolph, amigo abogado de Nueva Orleáns que en un año se había labrado una buena clientela San Francisco. Edmund pertenecía a una de las familias prominentes de la nación, los Randolphs de Virginia, que produjo líderes notables como Thomas Jefferson, John Marshall y Robert E. Lee. Con la ayuda de Randolph, Walker comenzó a ganarse la vida como abogado en San Francisco, lo que utilizó para lidiar en la política. En septiembre lanzó su candidatura para diputado del partido demócrata en la legislatura estatal, pero lo descalificó la Constitución de California, que exigía residencia de un año en el estado para ser elegible. Walker entonces volvió al periodismo, en el puesto de vice-director del San Francisco Herald, periódico que Randolph había fundado en sociedad con John Nugent, antiguo reportero del New York Herald. Cuando Randolph le vendió sus acciones a Nugent, éste quedó de dueño del diario con el apoyo financiero de un rico terrateniente, Joseph Folsom. En cuanto Walker se hizo cargo de los editoriales del Herald, su pluma pleitista prosiguió en el derrotero de controversias que había caracterizado su etapa postrera en Nueva Orleáns. Los litigios de terrenos de Folsom le dieron campo propicio en el que descargar su hostilidad. Todo comenzó cuando el juez Ro-
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derick N. Morrison declaró ilegal un título de propiedad de Folsom; el administrador público Joseph Henríquez puso una demanda pidiendo que Folsom le entregara los terrenos en litigio, y su abogado le dijo en sigilo al demandado que, si le daba $20,000, el juez Morrison fallaría a su favor. A Morrison lo enjuiciaron por solicitar soborno, pero salió libre en el juzgado del juez Levi Parsons. De ahí en adelante, Walker criticó constante e implacable en el Herald a Parsons, Morrison y Henríquez. Un empleado de Morrison, William Hicks Graham, le envió a Walker una carta llena de insultos; éste lo retó, ofendido, y el 12 de enero de 1851 se batieron a duelo en un solar junto al camino a la Misión Dolores en las afueras de San Francisco. Se enfrentaron con revólveres Colt a diez pasos, avanzando un paso después de cada tiro hasta que corriera la sangre o se vaciara el tambor. Intercambiaron dos disparos, de los que Walker no asestó ninguno mientras que el primer tiro de Graham le acertó en el pantalón, rozándole la piel, y el segundo le entró de lleno en el muslo y lo botó. Aunque seria, la herida no fue mortal. La prensa informó que ambos contrincantes mostraron serenidad, coraje y temple. Pero Walker no aprendió la lección y continuó atacando de modo inclemente a los jueces; además, aprovechaba toda fechoría, por banal que fuera, para azuzar al pueblo a que linchara a unos cuantos delincuentes: Organicemos una banda de doscientos o trescientos "reguladores", integrada por individuos que tengan algo que perder en la ciudad y que se interesan en el bienestar de la comunidad. La existencia misma de dicha banda espantará a los malhechores y arrojará a los criminales de la ciudad. Si llegan a agarrar a dos o tres ladrones y rateros y los linchan, en el futuro sus camaradas se cuidarían mucho de no volver a robar.
La receta de Walker para acabar con el crimen, predicada con insistencia en las páginas del Herald, pronto surtiría fruto produciendo a los infames "Vigilantes" de San Francisco. Y sus constantes ataques contra el juez Parsons al cabo hicieron que el juez lo citara por contumacia. Walker se presentó en el juzgado el sábado 8 de marzo con su abogado Edmund Randolph. Argumentaron largo y tendido pero en vano, pues Parsons le impuso una multa de $500 y lo metió en la cárcel hasta que la pagara. De acuerdo al Herald, cuando el sábado en la tarde se supo en la ciudad que Walker estaba detenido, todo mundo se indignó. El domingo en la mañana, 4,000 personas se congregaron en la plaza en protesta, frente al edificio del juzgado donde Walker estaba preso, y lo vitorearon cuando se asomó por la ventana del segundo piso. El les dirigió la palabra, agradeciéndoles la manifestación de simpatía, pero enfatizando que no era
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el individuo lo que les interesaba, sino el mantener un gran principio ultrajado en su persona. Terminó diciendo que apelaba la sentencia del juez a la decisión del pueblo. Al retirarse, le echaron tres tremendos vivas a él y tres mueras a Parsons. El lunes Randolph presentó un recurso de exhibición personal ante la Corte Superior para sacar a Walker de la cárcel. El caso se prolongó durante varios días de alegatos interminables y argucias judiciales, hasta que por fin le concedieron el recurso y salió libre el sábado 15 de marzo. Walker entonces dirigió un memorial a la Asamblea Legislativa de California en San José, pidiendo la destitución del juez Parsons, y en persona abogó su caso ante la Asamblea en abril. Aprovechándose de tan inesperada popularidad, Walker lanzó su candidatura para concejal en una reunión del partido demócrata en el Cuarto Distrito de San Francisco. Enseguida gozó de efímera gloria cuando pronunció otro discurso y lo vitorearon de nuevo en la campaña electoral, mas todas sus esperanzas se esfumaron de golpe, como por ensalmo: el 22 de abril, la Asamblea Legislativa resolvió que no había motivo para destituir al juez Parsons; en los comicios del 28, el whig (conservador) C. M. K. Paulison derrotó a Walker en el Cuarto Distrito por 432 contra 280 votos; el 3 de mayo, un incendio destruyó el centro comercial de San Francisco, devorando las llamas dieciocho manzanas enteras y partes de otras seis; con excepción del Alta, todas las imprentas se quemaron, aunque Nugent y otros lograron salvar parte de sus talleres; como consecuencia, Walker perdió su empleo en el Herald, efectivo a fin de mes, y el 17 de mayo tuvo que pagar la multa impuesta en marzo por el juez Parsons, que con las costas subió a $886. El 31 de mayo Walker abandonó San Francisco para ejercer la abogacía en Marysville, centro minero y cabecera del condado de Yuba, setenta kilómetros al Norte de Sacramento. El 3 de junio de 1851 presentó un escrito en la Corte Distrital, representando a su primer cliente en un litigio por el transporte a vapor en el río Feather. De ahí en adelante, Walker se ganó la vida durante casi dos años litigando en los juzgados de Marysville con numerosos casos civiles y criminales. En gran parte influenciada por la campaña de Walker en el Herald, la Legislatura había modificado la ley (en abril de 1851), permitiendo que al ladrón se le aplicara la pena de muerte a discreción del jurado. Resultó irónico que el abogado William Walker fuese el primero en California en perder un caso y un cliente bajo la ley que él mismo contribuyó a crear como periodista. La desgraciada víctima fue un pobre carretonero llamado George Tanner. Tanner transportaba mercancías a las minas en su carretón. El 19 de marzo de 1852 lo encontraron acarreando un saco de papas
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robado y en su casa hallaron más papas, harina, cebada y otras provisiones, en apariencia robadas de una tienda. El caso del Pueblo contra George Tanner, por robo, comenzó en el juzgado el 12 de abril. Al carretonero lo defendió William Walker, quien perdió la batalla desde el comienzo cuando el juez excluyó del jurado a quienes tenían escrúpulos de condenar a muerte a un ladrón. En el juicio, el juez denegó una y otra vez los alegatos de Walker y el 19 de abril el jurado condenó a Tanner a la horca. Walker apeló la sentencia a la Corte Superior y luego ante la Corte Suprema de California. Alegó que el juicio era nulo porque el Estado no tenía derecho de indagar de antemano la forma en que un miembro del jurado ejercería su discreción de imponer la pena de muerte a un ladrón. Todo fue en vano: la Corte Suprema confirmó la sentencia y ordenó que el 23 de julio de 1852 ahorcaran a Tanner en Marysville. A la hora señalada, setenta y cinco ciudadanos armados hasta los dientes llevaron al reo a la horca. Iba lívido como una sábana. temblando de pavor, protestando su inocencia hasta el último momento, y lo tuvieron que llevar cargado para ponerle la soga al cuello. Murió al instante. Los notables del pueblo presto le pidieron al Concejo que prohibiera que enterraran a Tanner en el cementerio municipal. El Concejo dio la orden y el sepulturero se vio obligado a abrir a la carrera una fosa fuera del panteón. A la noche siguiente, arrestaron a dos sujetos cuando profanaban la tumba, lo que dio lugar a titulares humorísticos en los diarios, diciendo que Tanner había resucitado el sábado en la noche. Al encontrar abierta la fosa, el sepulturero se llevó el ataúd y lo enterró en el patio de la casa del carretonero para que la viuda cuidara a su muerto. Esa "justicia" cruel impuesta a Tanner, cuyo delito, si lo hubo, consistió en robarse unos cuantos sacos de papas, harina y cebada, contrasta con la ausencia de castigo para quienes masacraban comunidades enteras de indios e indias, incluyendo niños y ancianos. Por ejemplo, en abril de 1852, durante el juicio de Tanner, la prensa californiana publicó los detalles macabros de una masacre de indios en Klamath: "iMataron cuarenta indios!– i Dos blancos salieron heridos!" Y el 4 de mayo, mientras el carretonero, engrillado, aguardaba la apelación de Walker ante la Corte Suprema, la prensa californiana trajo otra masacre macabra: "Carnicería de 150 indios —homres, mujeres, niños y ancianos— en castigo por el asesinato de un hombre blanco en Shasta". Demás está decir que semejantes atrocidades no eran investigadas y mucho menos castigadas por las autoridades. Respecto al consenso de la opinión pública en California "civilizada y cristiana", los comentarios de John Nugent en el San Francisco Herald sirven
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de ejemplo: "El envío brusco de ciento cincuenta semejantes a la eternidad —aunque sean indios— conlleva una gran responsabilidad, y esperamos que no haya sido innecesario". La discrepancia moral entre la horca para un ladrón y la impunidad para los asesinos de centenares de indios refleja la tergiversación de valores que reinaba en California a raíz de la conquista anglosajona —de esos valores que enseguida guiaron las actividades y decisiones de Walker y sus filibusteros en México y Nicaragua. Stephen Johnson Field, colega de Walker en Marysville y después magistrado de la Corte Suprema de los Estados Unidos por treinta y cinco años, escribió en sus Memorias (hacia finales del siglo) que Walker "era un orador brillante y de inteligencia aguda pero no muy profunda. Con sus sutilezas, a menudo dejaba perplejos a jueces y jurados, mas casi nunca los convencía". Contrario a la opinión de Field, los registros judiciales indican que Walker logró convencer a jueces y jurados la mayoría de las veces. Es imposible tabular su actuación, debido a que en los dieciocho tomos de registros judiciales de esa época hay numerosos casos en los que no se dan los nombres de los abogados litigantes. Pero de los cincuenta y siete casos en que aparece el nombre de William Walker, ganó veinticuatro, perdió dieciséis, en once hubo arreglo extrajudicial, tres quedaron en manos de otros abogados cuando se fue de Marysville, y de otros tres no aparece el resultado en los documentos que se conservan. Al comienzo, Walker trabajó en sociedad con J. W. McCorkle, Stephen Johnson Field y otros, pero después su socio fue casi siempre Henry P Watkins. La actuación de Walker resultó excelente en los once casos en que trabajó solo: ganó ocho, perdió dos y se arregló extrajudicialmente una vez. Durante esa época, Walker utilizó como siempre la abogacía para fines políticos. En octubre de 1851 y en enero de 1852 asesoró a correligionarios demócratas en litigios electorales; en febrero de 1852 fue delegado de Marysville en la Convención Estatal del partido demócrata en Sacramento; en mayo se le mencionaba como futuro candidato demócrata para diputado por California en Washington; en julio fue delegado de Yuba en la Convención Estatal demócrata en Benicia; y en octubre fue presidente de un comité demócrata en San Francisco y luego oficial de la Convención del partido, dirigiendo con sus cofrades esclavistas la escogencia de candidatos para las elecciones de noviembre. De acuerdo a un contemporáneo de Marysville, en dicho pueblo, "cuyos moradores eran cordiales y hospitalarios, Walker siempre mantuvo una impasible indiferencia hacia sus semejantes y no confiaba en nadie". Sin embargo, la gran idea que surgió en su alma
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y le agitó todo su ser en Nueva Orleáns en 1849 a la muerte de su novia Ellen, se la transmitió a su socio Henry P. Watkins en Marysville. El resultado fue la expedición a Baja California y Sonora en 1853-54. La chispa inicial que la puso en marcha se enciende esta vez cuando fallece la primera y última persona que Walker amó: a su madre Mary la enterraron en Nashville el 8 de enero de 1852.
Incendio en San Francisco, mayo de 1851, tras el cual Walker se trasladó a Marysville.
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5. Sonora A PRINCIPIOS de 1852, en cuanto Walker recibió la noticia de la muerte de su madre, puso en movimiento su expedición militar contra Sonora. Se reunió en Auburn (a cincuenta kilómetros de Marysville) con Watkins y otros amigos para enviar un par de agentes a Guaymas a conseguir una concesión de tierras en la frontera Norte de Sonora. Los agentes fracasaron en su misión porque las autoridades mejicanas, inexorables, rehusaban admitir colonos norteamericanos, y confiaban más bien en aventureros franceses de California para proteger la frontera tanto contra las incursiones de los apaches como contra los proyectos predatorios del destino manifiesto anglosajón. A principios de 1853, los franceses habían fracasado y se los había echado de Sonora; la situación parecía propicia para el proyecto de Walker y sus compañeros sureños de propagar la esclavitud a la costa del Pacífico. Los cabecillas se reunieron en la entonces capital de California, Benicia, a ultimar sus planes. Contaban en sus filas a altos funcionarios, incluyendo senadores y congresistas de peso en la Legislatura estatal. El promotor principal era el senador Henry A. Crabb, amigo de Walker desde la niñez, y desde 1851 insigne propagandista de la esclavitud en California. Para allegar fondos y habilitar la empresa, pusieron a la venta la futura República de Sonora: a cien dólares la legua cuadrada. Los bonos del "Préstamo para la Independencia", fechados el 1 de mayo de 1853, los firmó el "Coronel del Regimiento de la Independencia, William Walker". Su plan original era invadir Sonora por tierra. Para facilitar la invasión, los legisladores esclavistas propusieron en la Asamblea y el Senado que se autorizara equipar fuerzas militares privadas, bajo pretexto de proteger la frontera Sur de California y apresar a un famoso "bandido" llamado Joaquín Murrieta. Pero Walker tuvo que cambiar sus planes a principios de mayo cuando el jefe del ejército, general Ethan Allen Hitchcock, anunció que sus soldados en el Sur de California no dejarían pasar a los expedicionarios hacia la frontera. Cerrada la puerta por vía terrestre, Walker zarpó para Guaymas el 11 de junio en el bergantín Arrow, a reconocer el campo y elaborar nuevos planes, acompañado de Watkins y otros filibusteros. A su arribo a Guaymas el 30 de junio, Walker y su comitiva no consiguieron permiso de viaje al interior. Calamitoso para él, el cónsul de México en San Francisco había prevenido a las autoridades
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sobre sus designios y no lo dejaron entrar a reconocer el campo. Pero durante su estadía en Guaymas las noticias de las incursiones apaches eran alarmantes y la falta de recursos del gobierno era obvia; Walker se dio cuenta de que sólo había 200 soldados en Sonora y de que no podrían llegarles refuerzos antes de tres meses. Entonces decidió invadir Sonora por mar. Regresó a San Francisco en el Arrow. En cuanto desembarcó, el 9 de septiembre, él y sus cofrades esclavistas organizaron la expedición; comenzaron propalando historias fantásticas en los periódicos sobre fabulosas minas en Sonora, que facilitaron el reclutamiento. Para el 1 de octubre tenían 200 hombres listos a zarpar en el Arrow. Aunque en apariencia iban a explotar las minas y a limpiar de apaches el Norte de México, todo el mundo sabía que los líderes de la empresa eran sureños deseosos de convertir a Sonora en territorio esclavista. El general Hitchcock frustró, de nuevo, sus planes cuando mandó un pelotón al muelle, se incautó del Arrow y decomisó los pertrechos a bordo. Walker y sus amigos trataron aprisa de recobrarlos, entablando demanda judicial contral Hitchcock por $30,000 en daños. Pero pasaron los días en trámites judiciales sin que los filibusteros pudieran recobrar posesión del barco o las armas, a pesar de la concertación de esfuerzos de jueces y políticos influyentes. Ni los argumentos en privado de los senadores William M. Gwin y Henry A. Crabb, ni los autos de la Corte Superior hicieron ceder al general. Hitchcock estaba dispuesto a renunciar antes que ceder. Aunque casi nadie lo acuerpaba en la comunidad en su oposición a la expedición, él sabía que hacía lo correcto "y eso es suficiente para mí". Sin embargo, cuando el 17 de octubre anotó esa frase en su diario íntimo, ya era irrelevante el problema del Arrow: la expedición de Walker había partido de San Francisco ese mismo día a la una de la mañana en la barca Caroline. La Caroline traficaba la ruta entre San Francisco y Guaymas. Walker contrató con su capitán, Howard A. Snow, para que lo llevara a razón de $20 por cabeza, poniendo él las provisiones de su gente. La barca zarpó del muelle hacia Guaymas con pasajeros y carga como de costumbre; los filibusteros salieron en un vaporcito y se transbordaron en la bahía. Algunos casi cayeron al mar, de tan borrachos. Al amanecer, al toque de diana por el tambor, pasaron revista en cubierta: cuarenta y cinco aventureros en fila encabezada por el capitán John Chapman, (cuya esposa norteamericana se hallaba a bordo), bajo el mando de William Walker a quien dieron el título de Gobernador de Sonora. Llevaban veinticinco rifles, setenta fusiles, cien latas de pólvora y varios barrotes de plomo, además de
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los dos cañoncitos del barco. En la Caroline iban también los pasajeros normales —ochenta y cinco mejicanos y alemanes, todos ajenos a cualquier designio hostil contra Sonora. Henry A. Crabb debería haber ido a bordo, pero a última hora cambió de parecer. Sin duda no vio posibilidades de éxito. A Walker no le preocupaban las posibilidades, pues estaba seguro del triunfo. Al distribuir las armas a sus cuarenta y cinco "soldados" en el barco, los arengó: les dijo que el dieciséis de octubre sería una fecha memorable en los anales de las naciones civilizadas, y los incitó a combatir a los salvajes; los cuarenta y cinco respondieron con aplausos y vivas. Cuando varios días después la Caroline navegaba hacia la punta de la península de Baja California, ya el propio capitán Snow se había adherido a la expedición; Walker lo nombró Almirante de la Marina de su futura república. Pero Walker sabía que era un suicidio invadir Sonora con tan escasa tropa, y por lo tanto decidió desembarcar en La Paz, capital de Baja California. El 3 de noviembre de 1853, la Caroline entró en la bahía desplegando la bandera mejicana, como de costumbre. Walker, Snow y Chapman bajaron en una lancha a saludar al Gobernador, don Rafael Espinosa. Viendo que Espinosa no sospechaba nada y que la ciudad estaba indefensa, Walker enseguida desembarcó a su gente y en menos de media hora se apoderó de La Paz. Los filibusteros bajaron la bandera mejicana del asta frente a la Casa de Gobierno e izaron su propia bandera, fabricada en la barca por la señora Chapman: tres franjas horizontales, roja, blanca y roja, con dos estrellas doradas en la blanca, representando a "Sonora y Chihuahua independientes". Cogieron al gobernador y se lo llevaron del cuello a bordo. Walker presto lanzó una proclama, anunciando que fundaba la nación de Baja California y declarándose su Presidente. Nombró un gabinete completo de filibusteros, incluyendo Ministro de Relaciones Exteriores, Ministro de la Guerra, y, claro está, Ministro de la Marina, (el almirante Snow). Al día siguiente en la mañana reembarcó a toda prisa, llevándose a la Caroline los archivos mejicanos del gobierno y de la aduana, cuando supo que fuerzas del interior estaban a punto de atacarlo. Al mediodía llegó de Mazatlán el barco Neptuno, trayendo a bordo al coronel Clímaco Rebolledo, nuevo gobernador de Baja California que llegaba casualmente a sustituir a Espinosa. Walker se lo llevó y lo encerró junto con Espinosa en la Caroline. Por la tarde, los patriotas mejicanos atacaron a una cuadrilla de Walker que andaba en busca de leña, obligándolos a embarcarse bajo una lluvia de balas. Walker entonces bajó a tierra con cuarenta hombres y entabló pelea, avanzando entre cactos por
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la maleza hasta una colina a kilómetro y medio de la costa. Al caer la noche se retiró. En esa "Batalla de La Paz", la primera del filibustero, siete mejicanos y cuatro norteamericanos perdieron la vida y el presidente William Walker lució su otro Yo con el rango de coronel. Echado de La Paz por los patriotas, Walker tomó rumbo a Cabo San Lucas, en la punta de la península, llevándose a su "gobierno" filibustero de Baja California en el barco y a los dos legítimos gobernadores mejicanos. Los pasajeros mejicanos y alemanes de la Caroline se quedaron en La Paz. El 7 de noviembre Walker emitió un par de decretos en alta mar: uno, aboliendo los derechos aduaneros; y otro, declarando que su República de Baja California se regiría por las leyes de Louisiana. Siendo Louisiana un estado esclavista, Walker ágil introducía así la esclavitud en su dominio sin mencionar la palabra esclavitud; y eso cuando su "república" no era más que un fantasma portátil sobre las olas, sin una sola pulgada de tierra ni más derecho que el de conquista y usurpación. Prosiguiendo en dirección a San Diego, el 29 de noviembre Walker asentó sus reales e izó su bandera en una solitaria casa de adobes en la bahía de Ensenada, a cien kilómetros de la frontera con Estados Unidos. Se valió de la información obtenida de los dueños de la casa para planear sus siguientes pasos. Envió una cuadrilla a conseguir bestias y aperos en una finca vecina, "pagando" con vales. Una vez montado, su Ministro de Relaciones Exteriores, Frederick Emory, prosiguió para San Diego, portando la documentación oficial de la nueva República de Baja California y una Proclama del Presidente Walker al pueblo norteamericano, explicando que había formado la nueva nación debido a que México no cumplía con sus "deberes" en la Península. Luego envió otra cuadrilla a La Grulla, un caserío treinta kilómetros al Sur de Ensenada, en busca del joven rebelde Antonio María Melendres, para que le diera a su "república" el indispensable elemento nativo que le faltaba. La cuadrilla no encontró a Melendres, quien se escondió de los norteamericanos y luego fue a Santo Tomás a informar de su presencia al coronel Francisco Javier del Castillo Negrete. Castillo Negrete y Melendres juntaron la fuerza que pudieron —cincuenta y ocho hombres— y el 5 de diciembre atacaron a los filibusteros en Ensenada. Walker tenía treinta y cinco soldados aptos para empuñar armas en la casa de adobes. Los mejicanos les hundieron la única lancha de que disponían para comunicarse con la Caroline. En ese primer ataque los filibusteros sufrieron una docena de bajas; y, cuando Melendres la puso bajo sitio, la casa de adobes se convirtió en "Fuerte McKibben" en honor al teniente John McKibben, uno de los caídos.
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El sitio continuó durante varios días. En tres ocasiones, Melendres le ofreció garantías a Walker para que se rindiera, pero Walker ni siquiera se dignó contestar los mensajes. Durante el sitio, la señora Chapman atendió a los enfermos y heridos, cargó y pasó armas a los hombres, y hasta ella misma disparó por las troneras. El almirante Snow, aislado de su barca, quedó hecho soldado raso. El contramaestre de la Caroline, al ver a Walker sitiado por fuerzas superiores, se llevó el barco para entregarlo a su dueño en Guaymas tras liberar en el Cabo a los dos gobernadores que llevaba. Tras sucesivos combates en los días subsiguientes, los filibusteros vieron levantarse el cerco el 14 de diciembre. De acuerdo a la versión publicada por la prensa en California, en dichos combates murieron veinte mejicanos y salieron heridos otros veinte, contra sólo un norteamericano herido. Sin recursos en la despoblada región Norte de Baja California, Castillo Negrete y Melendres no lograron reunir fuerzas para desalojar a Walker de Ensenada y no lo volvieron a atacar. A los dos meses de haber zarpado los "Cuarenta y cinco inmortales" de San Francisco, la bandera de las dos estrellas ondeaba victoriosa en el Fuerte McKibben. La República de Baja California se asentaba en tierra firme, aunque su marina había desaparecido con la Caroline llevándose todas las provisiones y pertrechos militares, y su población entera sumaba apenas treinta hombres sanos, seis heridos y una mujer en una sola casa de adobes. Pero todos tenían plena confianza en el coronel Walker, quien había mostrado ser un líder valiente en los combates. Y todos confiaban en que la misión del Ministro de Relaciones Exteriores Frederick Emory a la hermana República del Norte, pronto daría frutos. Cuando la Caroline había zarpado de San Francisco, Crabb y sus amigos optaron por olvidarse de Walker y no le enviaron refuerzos, pues era obvio que estaba condenado al fracaso. Mas al llegar Emory de Ensenada, el 7 de diciembre, las increíbles noticias que publicó la prensa produjeron un repentino auge de apoyo popular para Walker. En pocos días se organizaron doscientos hombres al mando de oficiales veteranos de la Guerra de México, reclutados y equipados abiertamente, sin interferencia alguna de parte de las autoridades. Watkins compró un velero viejo de 235 toneladas, al que bautizó Anita, y en menos de una semana lo tuvo listo para zarpar con abundantes pertrechos y provisiones. El 13 de diciembre el remolcador sacó de la bahía al Anita que iba lleno de filibusteros, cada uno con su rifle, revólver y cuchillo, y todos borrachos. Al separarse, el remolcador rompió el casco del Anita y le dañó la cubierta. Soplaba una fuerte brisa que pronto se convirtió en ventarrón, y, como
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nadie iba sobrio, no hubo quien sujetara los barriles y cajas sobre cubierta y todo cayó al mar. Cuando los refuerzos desembarcaron en Ensenada el 18 de diciembre, llegaron sin las provisiones y pertrechos necesarios. Walker envió entonces sesenta y cinco hombres a Santo Tomás, que tomaron sin encontrar resistencia apoderándose del ganado, bestias y maíz que pudieron. Los pobladores huyeron, aterrorizados. El Anita regresó a San Francisco en busca de los pertrechos y provisiones que urgían y de más refuerzos. En Ensenada, la dieta monótona de carne con maíz y de maíz con carne produjo descontento y comenzaron a multiplicarse las deserciones. Walker aguardó con paciencia, confiado en que sus cofrades en San Francisco le enviarían lo necesario, incluyendo un vapor para invadir Sonora. Por consiguiente, el 18 de enero de 1854 emitió cuatro decretos más, convirtiendo su República de Baja California en República de Sonora y definiendo su extensión para incluir ambas regiones. Dos días después sacó un "Mensaje al Ejército", en el que les dijo a sus soldados que estaban en vísperas de cruzar el río Colorado para defender a un pueblo inerme de los ataques de salvajes despiadados. Y el 24 de enero, tras un "poderosísimo y excitante discurso a sus tropas", les pidió que levantaran la mano derecha y le juraran "ante Dios Todopoderoso, lealtad incondicional en la felicidad y el infortunio hasta que plantara su bandera en las murallas de Sonora". Casi todos levantaron la mano y le juraron lealtad, pero como cincuenta soldados rehusaron hacerlo. Entonces Walker, muy excitado, les dijo que estaban en libertad de regresarse a California. El resultado fue que cuarenta y seis de ellos salieron a pie de Ensenada para San Diego, llevando cada uno el rifle al hombro y la ración de maíz cocido en la bolsa. Walker se quedó con 140 filibusteros leales. Un grupo de los más impetuosos corrió a cargar de metralla un cañón, dispuestos a dispararlo sobre los que se iban, pero Walker lo prohibió. En vez de eso, se fue tras ellos con quince oficiales bien armados y al alcanzarlos en el camino les rogó que le dejaran sus rifles porque la tropa los necesitaba en su lucha contra los mejicanos. Sólo dos accedieron; los demás los escondieron en la maleza o los rompieron contra las rocas y prosiguieron su marcha hacia San Diego, de vuelta a los Estados Unidos y dejando a sus espaldas la quimérica República de Sonora con su presidente y coronel filibustero.
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6. Repudio EL AÑO 1853 fue el año de la Compra de Gadsden, mojón que señala el fin de una era en las relaciones de Estados Unidos con México. El "Territorio de Gadsden" fue la postrera porción de tierra que le quitó a México el Destino Manifiesto. Pero el terreno en sí era sólo un pedacito de todo lo que el Ministro de Guerra Jefferson Davis deseaba adquirir, y la expedición de Walker contra Sonora jugó un papel importante en la compra. Davis pretendía empujar la frontera internacional hasta la Sierra Madre en el centro y extenderla hacia el oriente y occidente de manera que Estados Unidos se quedara en su totalidad o en parte con Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua, Durango, Sonora y Baja California. En mayo de 1853, Davis escogió al general James Gadsden para enviarlo de ministro a negociar con México y le dio las instrucciones pertinentes a la compra de más de 300,000 kilómetros cuadrados de territorio. Para obligar a México a vender, Davis reforzó las tropas en la frontera y envió al general John Garland a New México, listo a romper las hostilidades en cualquier momento; colaborando, los funcionarios del gobierno del Presidente Franklin Pierce dieron luz verde a los filibusteros para invadir Sonora. En septiembre, cuando Walker preparaba en público su expedición en el Arrow con el apoyo del senador William M. Gwin y de los funcionarios federales en San Francisco, había dos barcos de guerra en el puerto: la fragata St. Lawrence y la corbeta Portsmouth. Ambos partieron veloces, el uno hacia Chile y el otro hacia Honolulu, dejándole convenientemente el camino abierto a Walker para invadir México por mar. Pero el general Hitchcock, sin consultar a nadie, se apoderó del Arrow, arruinándole a Davis los planes de agregarle tres o cuatro estados esclavistas a la Unión. Cuando Davis supo lo que había hecho Hitchcock, lo destituyó del puesto; y cuando Hitchcock solicitó permiso de regresar a Nueva York vía el Lejano Oriente, Davis, enfadado, tajante, le dijo que no. Cuando Gadsden presentó sus credenciales al Presidente Santa Anna el 17 de agosto de 1853, el Ministro de Relaciones Exteriores de México inició las conversaciones con el enviado relatándole la reciente "visita" de Walker a Guaymas y los informes acerca de la expedición que preparaba en California contra Sonora. Gadsden de inmediato escribió a los funcionarios federales en San Francisco —sus cofrades esclavistas que colaboraban en la empresa de Walker— advirtiéndoles que "los habían denunciado y estaban siendo vigilados".
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Al negarse Santa Anna a vender lo que Gadsden quería, éste trató de convencerlo de que los filibusteros triunfarían, tarde o temprano, y que por lo tanto a México le convenía vender los extensos territorios en el Norte del país, que de todos modos iba a perder. Santa Anna se rio de la amenaza, pues ya entonces sabía que el general Hitchcock había reducido los grandiosos planes filibusteros a un puñado de merodeadores en un mísero velero. Entonces Gadsden se vio obligado a limitar su propuesta a una tajada mínima de territorio: 46,000 kilómetros cuadrados en el Norte de Sonora y Chihuahua, que Estados Unidos consideraba indispensable para el ferrocarril al Pacífico; y le advirtió a Santa Anna que, si rehusaba vender, Estados Unidos la tomaría por la fuerza. Santa Anna aceptó de mala gana la propuesta de Gadsden, se ultimaron los detalles, y el 30 de diciembre de 1853 se firmó la venta. Gadsden llegó a Nueva Orleáns con el documento el 12 de enero de 1854 y dos días después se recibieron en Washington sus despachos confirmando las noticias sobre la firma del tratado. El 18 de enero, el Presidente Pierce lanzó una "Importante Proclama" a la nación, denunciando que la expedición de Walker era "criminal", exhortando a los buenos ciudadanos a que impidieran y frustraran tales empresas criminales y ordenando a las autoridades "civiles y militares que arrestaran a dichos delincuentes para juzgarlos y castigarlos". La fecha de la proclama confirma sin lugar a dudas la complicidad de la administración Pierce con la empresa "criminal" de Walker. Desde el 17 de mayo de 1853, el Ministro de Relaciones Exteriores de México había informado al gobierno norteamericano acerca de la expedición filibustera que estaban organizando en San Francisco contra Sonora. Washington no hizo nada para impedirla. En los meses subsiguientes, múltiples despachos mantuvieron informado al gabinete de Pierce sobre el desarrollo de la expedición, sin producirse reacción alguna. Pero en cuanto se recibió en Washington la noticia de que el general Gadsden había llegado a Nueva Orleáns con su tratado, el Presidente Pierce lanzó su proclama contra Walker. Los hechos indican que a Walker se le permitió proseguir con impunidad para presionar así a México a que vendiera territorio. Una vez completada la venta, se descartó y repudió a Walker al instante. Y para entonces la fortuna le era tan adversa que no costaba nada desecharlo. *
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A RAÍZ DE ZARPAR el Anita en diciembre, el diario Alta publicó en San Francisco una serie de artículos descubriendo con detalles la
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conspiración esclavista tras la expedición de Walker, volcando con ello en su contra la opinión pública californiana. Ya desde antes él había perdido el apoyo financiero de sus cofrades esclavistas que, al verlo sin posibilidades de éxito, lo abandonaron. De mediados de diciembre a finales de enero, sus agentes recorrieron los distritos mineros de California en busca de refuerzos y recursos, pero en vano. El Presidente Pierce mató la empresa filibustera de Walker después de que ésta había fallecido de muerte natural. Los mismos funcionarios federales que sirvieron de parteros al inicio de la expedición, se convirtieron en sepultureros al final, contratando en San Francisco al vapor Columbus para mandarlo a Ensenada junto con la corbeta Portsmouth. A su arribo el 9 de febrero, la corbeta bloqueó la bahía y el vapor evacuó los enfermos y heridos del campamento de Walker. Entonces se constató la carencia increíble en el asqueroso "hospital militar" de Walker en Ensenada. Por negligencia de alguien o por las peripecias de la campaña, en el Fuerte McKibben no había un solo instrumento quirúrgico. En consecuencia, el cirujano se las tuvo que arreglar afilando el mango de un cubo con el que tentó heridas, extrajo balas y hasta sacó muelas. En el botiquín sólo había ruibarbo y calomel. Uno de los heridos, el teniente coronel Charles H. Gilman, se había consumido hasta quedar hecho un esqueleto, con una pierna horriblemente inflamada y gangrenada. Tenía ochenta y cuatro días de estar tendido ahí, a pocos metros de distancia del cuarto de Walker, pero éste sólo lo había visitado tres veces en todo ese tiempo. Bloqueado por el Portsmouth en Ensenada, Walker se fue hacia el Sur en espera del vapor y refuerzos para la invasión a Sonora. Viajó con su República entera —unos montados, otros a pie— bandera, bueyes, vacas, ovejas y artillería (los dos cañoncitos de la Caroline). El 21 de febrero, en San Vicente, lanzó otra proclama, ordenando a los habitantes de la región que se reunieran en su campamento dentro de cinco días, bajo pena de fuerte castigo para quienes no se presentaran. Don Manuel Fernández de Córdova, condueño de la casa de adobes de Ensenada, iba de agente, espía e intérprete de Walker. Don Manuel le llevó una carta de Walker a Melendres, quien se encontraba cerca de San Vicente con unos cuantos adeptos. Walker le garantizó la vida y bienes a Melendres y le ofreció nombrarlo Gobernador de Baja California, si se presentaba en San Vicente. Melendres rehusó. El 28, tras otra amenazante proclama presidencial y considerables esfuerzos para reunir a los aterrorizados habitantes, Walker celebró una "Convención" en San Vicente. Colocaron una mesa enmedio de un patio cercado de filibusteros en los cuatro costados.
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Frente a la mesa cruzaron en forma de arco dos banderas de la "República". A un lado se paró Walker con su Estado Mayor y al otro los "magistrados de la Corte Suprema" con un intérprete. En ese corral acordonado por 120 bayonetas, encerraron a treinta y seis mejicanos. Walker pasó lista de los presentes y les echó un discurso que concluyó diciendo: "Y os ordeno que juréis lealtad a esta bandera. Os lo manda vuestro Presidente de la República". Ocho indios prestaron el juramento, hicieron la señal de la cruz, le besaron la mano a Su Excelencia y quedaron inscritos como súbditos leales. A veintiocho que se negaron a hacerlo se les dejó aparte y Walker les echó otro discurso. Les hizo ver que él tenía en sus manos sus vidas y bienes, y que él trataba a los rebeldes como enemigos. El efecto de sus palabras fue mágico, ya que todos prestaron el juramento al instante. Al día siguiente, Walker los obligó a firmar un documento dirigido a su persona y redactado por él mismo, en el cual los mejicanos "ratificaron" lo actuado el día anterior. La respuesta del benignísimo Presidente de la República no se hizo esperar, agradeciéndoles a sus súbditos su devoción y lealtad y asegurándoles que todos sus derechos serían respetados. La realidad es que los filibusteros de Walker ya se habían apoderado a la fuerza de todas las provisiones que pudieron. Casi todo el ganado de la región había desaparecido o estaba en manos de Walker. Gran parte de la población andaba en el exilio; alrededor de cien personas habían escapado a pie, desvalidas, hasta San Diego. Pero con la jura de San Vicente Walker sometió a consejo de guerra a cinco filibusteros que planeaban desertar y, según se dijo, pasar robando ganado en las fincas de la frontera. Uno recibió sentencia de veinticinco latigazos, otro de cincuenta y dos recibieron la pena de muerte; los ejecutaron el 3 de marzo. El quinto salió libre debido a que era muy buen vaquero. Fernández y Emory enseguida partieron para Alta California en misión oficial. En San Francisco, el vice-presidente Watkins no había conseguido el vapor que urgía en su República de Sonora. En un acto final de desesperación, envió todos los reclutas que pudo —sesenta aventureros— en el Anita, al que rebautizó Petrita y puso bajo bandera chilena para despistar. El Petrita no pudo comunicarse con Walker, debido al bloqueo de Ensenada por el Portsmouth, y continuó para Guaymas. A su arribo, el 4 de marzo, los filibusteros pretendieron pasar como pacíficos colonos, mas las autoridades pronto descubrieron su identidad y los apresaron. Ahí terminó la gestión de Watkins para Walker. El 23 de febrero lo arrestaron en San Francisco, conforme lo dispuesto por el Presidente Pierce; a Emory y Fernández los apresaron en San Diego el 8 de marzo y los
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enviaron a San Francisco para juzgarlos por violar la ley de neutralidad. Así las autoridades "desbarataron" la "empresa criminal" de Walker seis meses tarde —se lavaron las manos enterrando el cadáver. A mediados de marzo de 1854, la "República de Sonora" agonizaba en San Vicente. Gran parte de sus habitantes andaban en el exilio; sus arcas seguían vacías; su ejército, reducido por las deserciones a 120 efectivos; el Vice Presidente, el Ministro de Relaciones Exteriores y otros funcionarios estaban tras las rejas en San Francisco; la flota enemiga bloqueaba su puerto; fuerzas expedicionarias mejicanas se aprestaban a asestar el golpe de gracia; y Antonio María Melendres con su banda de "rebeldes" acechaba en los alrededores, esperando, paciente, el momento oportuno para entrar en acción. Mas el Presidente William Walker no estaba pensando en rendirse ni retirarse. Al contrario, el 20 de marzo, a la cabeza de noventa hombres, partió de San Vicente a la conquista de Sonora, tras elaborar los planes y emitir las órdenes pertinentes para la campaña en que culminaría victorioso izando su bandera en las murallas de Guaymas. En San Vicente quedaron veinte hombres al mando del Dr. Joseph W. Smith, Ministro del Interior y Exterior, además de Comandante de la Frontera Septentrional. Pero en cuanto Walker se perdió de vista, Smith y sus soldados se rindieron a Melendres. En la marcha de San Vicente al río Colorado, Walker cubrió una distancia de 200 kilómetros. El ministro de la guerra, el almirante, el cirujano en jefe del ejército y otros oficiales acompañaron a su excelencia el Presidente, comandante-en-jefe William Walker. Un edecán llevó el registro oficial de los acontecimientos. El carretero se encargó de transportar el cuerpo de artillería —ya sólo un cañoncito— y el intendente del ejército arreó las cien cabezas de ganado que constituían las vituallas de la nación. Nadie se encargó de la tesorería, simplemente porque no había. A finales de marzo, Walker llegó al Colorado y se dirigió al embarcadero donde atracaban las embarcaciones que llegaban del golfo. Esperaba encontrar al Petrita y al vapor con refuerzos de California para proseguir por mar a la Isla Tiburón, como 160 kilómetros al Norte de Guaymas, que sería su base de operaciones contra Sonora. Pasó varios días en el embarcadero, esperando contra toda esperanza, sin que apareciera ninguna nave. Había llegado al fin de la línea. Tenía enfrente a la Tierra Prometida, al otro lado del río Colorado, ancho y hondo. Pero el abismo que lo separaba de su soñado "futuro" era aún más ancho y más hondo, porque su "República de Sonora" ya había muerto. Los "soldados de Sonora" con sus andrajos parecían espanta-
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pájaros, pues no se habían mudado de ropa desde el arribo a Baja California. Walker mismo no iba mejor vestido que el resto; calzaba una bota y un fragmento de bota. El ganado iba tan flaco que no pudo cruzar el río a nado. El rancho de la tropa consistía en un pedazo de carne magra y nada más. Disgustados, exhaustos, famélicos y casi desnudos, más de cincuenta desertaron ahí mismo y se fueron río arriba a Fort Yuma, camino a San Diego y Los Ángeles. Treinta y ocho se quedaron con Walker, reduciendo los restos de la República de Sonora a su persona, un ministro, un almirante, el cirujano, el carretero, un mayor, tres capitanes, cinco tenientes, cuatro sargentos, dos cabos y diecinueve rasos. El 6 de abril iniciaron el viaje de retorno a San Vicente, en ruta a San Diego. En la hacienda La Calentura, el 13 de abril, dos filibusteros quedaron muertos en una primera escaramuza con Melendres. El 19 en la noche, Walker al frente de un pelotón tomó de sorpresa Santo Tomás, matando a dos mejicanos e hiriendo a varios. Habiendo recibido refuerzos el 26, Melendres envió un mensaje a Walker, ofreciéndoles a él y su gente vía libre hasta California a cambio de la rendición. Walker leyó la propuesta y respondió pisoteándola y sacando a patadas al mensajero. Melendres atacó esa misma tarde, pero se retiró después de tres horas de combate en el que tuvo la suerte de sufrir sólo tres muertos ya que, a corta distancia, los filibusteros disparaban doce balas de revólver por cada una de los fusiles mejicanos. Walker enseguida prosiguió hacia la frontera, con Melendres persiguiéndolo de cerca y hostigándolo cada vez que podía. El sábado 6 de mayo, Walker acampó en la hacienda La Tíajuana, cuatro kilómetros al Sur de la línea fronteriza. Melendres se situó en una colina aledaña, a doscientos metros de la raya, dominando el camino a San Diego. El lunes 8 de mayo (el día en que cumplía treinta años), Walker marchó de La Tíajuana a la frontera, donde se congregaron en la raya numerosos vecinos de San Diego a presenciar el combate. Al acercarse a la colina, los filibusteros la subieron al trote, dando alaridos, y Melendres los dejó pasar, retirando su tropa hacia el Sur a galope tendido, sin disparar un tiro. Walker detuvo su ejército —los treinta y tres hombres que le quedaban— en territorio mejicano frente al monumento fronterizo, cruzó solo la línea y se rindió a dos oficiales del ejército norteamericano. En total, menos de 300 hombres acompañaron a Walker en Baja California. Por lo menos veintitrés perdieron la vida y otros tantos salieron heridos. Las bajas mejicanas se desconocen, pero se presume que fueron mayores. Según el juicio de un coetáneo, la conducta de Walker en la península creó un antagonismo generali-
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zado contra Estados Unidos; produjo pérdidas económicas a los invasores; causó ruina en la región; dejó en la miseria a algunas familias; y, en vista del resultado, quedaron en ridículo y en vergüenza los gestores de una expedición tan mal hecha. Cuando el 15 de mayo Walker y sus filibusteros regresaron a San Francisco en el vapor de San Diego, no hubo banda de música en el muelle ni alabanzas en la prensa. En el Herald, su amigo Nugent simplemente publicó los detalles de la rendición sin comentario. El Alta señaló que se había reventado el globo de la gran república de Sonora, con todos sus pecados de esclavitud, asesinatos y robos; que, tras meses de penalidades, fatigas, carencias y sufrimientos, los restos del ejército de la República habían retornado a su lugar de origen arrastrando las banderas en el polvo; y expresó la esperanza de que dicha historia de locura, crimen y dolor frenara en el futuro el temerario espíritu del filibusterismo. A Walker se lo enjuició en San Francisco por violación de las leyes de neutralidad. El juicio fue en octubre; Crabb y Snow declararon como testigos de cargo; Edmund Randolph actuó como abogado defensor, pero Walker también dijo un largo discurso en defensa propia; el jurado deliberó ocho minutos exactos, y lo absolvió. Al regreso de Baja California, Walker se ganó de nuevo la vida como periodista y se metió de lleno en política. A principios de junio de 1854 comenzó a trabajar para el cacique demócrata David Broderick, quien primero lo encargó de la página editorial del Democratic State Journal en Sacramento; pero enseguida lo puso a dirigir el Commercial Advertiser en San Francisco y en octubre lo mandó de vuelta a Sacramento, de director del Journal. La única meta de Broderick en la vida era la de sentarse en un escaño de la cámara del senado en el Capitolio de Washington, en cuya construcción su padre había trabajado labrando piedras. En 1854, cuando Broderick lanzaba su campaña para reemplazar al senador Gwin, el periodista William Walker le fue muy útil. Desde el primer día hasta el último en el Advertiser y el Journal, Walker implacable atacó a Gwin y su facción esclavista —los "architraidores" que lo abandonaron en Baja California y enviaron a la marina a bloquear Ensenada.
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LIBRO SEGUNDO: NICARAGUA
Primitivo y modemo, sencillo y complicado, Con un algo de Washington y cuatro de Nemrod. Eres los Estados Unidos, Eres el futuro invasor De la América ingenua que tiene sangre indígena, Que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Rubén Darío. "A Roosevelt".
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7. Llegada EN JUNIO de 1854, cuando Walker se encargó del Cornmercial Aduertiser, se recibieron noticias en San Francisco de que fuerzas democráticas habían comenzado una revolución en Nicaragua que la registraría en su historia como la guerra civil que trajo a Walker como penitencia. El periodista Byron Cole, empleado con Walker en el Acluertiser, le sugirió en frecuentes conversaciones que se interesara por Centroamérica en vez de Sonora. Cole era accionista de la "Honduras Mining & Trading Company", compañía recién fundada para explotar los yacimientos de oro del río Patuca en el oriente de Honduras. Cole partió para Honduras en agosto, en el Cortes, vía Nicaragua. Al pasar por León, capital de la revolución, los rebeldes y las tropas del gobierno de Granada se encontraban tablas tras cuatro meses de intensos combates y fuertes bajas. Cole entonces firmó un contrato con el Director Supremo rebelde, licenciado Francisco Castellón, antiguo diplomático en Europa, para conseguirle 200 mercenarios en California, regresó a San Francisco y se lo ofreció a Walker. Después de modificar el contrato, convirtiéndolo en "concesión de colonización" para burlar la ley de neutralidad, Walker renunció de director del Journal en Sacramento y se fue a San Francisco a organizar su expedición a Nicaragua. Para sufragar los gastos, el 1 de marzo de 1855 puso ala venta los 52,000 acres de terrenos concedidos por Castellón a los mercenarios en el contrato de Cole, emitiendo cien acciones de mil dólares que otorgaban 520 acres al comprador de cada acción. La "Nicaragua Colonization Company" de Walker nominalmente valía cien mil dólares, pero en realidad no valía nada debido a un derrumbe en la bolsa de valores tras la quiebra de varios bancos en California que, de súbito, paralizó toda posibilidad de préstamo. Además, el segundo duelo de Walker contribuyó a retrasar los preparativos. El lance de honor entre el coronel William Walker y el empleado aduanero William H. Carter, se realizó el 13 de marzo de 1855 a las siete de la mañana en San Souci, en los alrededores de San Francisco, en lo fino de un ventarrón que azotaba a la ciudad. Las crónicas en los diarios no mencionaron la causa, pero, como todos los empleados aduaneros pertenecían a la facción de Gwin del partido demócrata, es de suponer que la "traición" de sus cofrades esclavistas a Walker en Baja California dio origen al problema. Fue un duelo a pistola, a ocho pasos de distancia. El primer disparo de Carter hi-
7. LLEGADA
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rió a Walker en el pie, pero no se le vio mover un solo músculo; hasta varios segundos después sus amigos se dieron cuenta, al verlo cubriéndose de arena la herida sigilosamente con el otro pie. Ahí terminó el encuentro. Aunque la herida no era grave, era muy dolorosa y pasó un mes antes de que Walker pudiera salir a la calle. A mediados de abril, Broderick le compró una acción de la Nicaragua Colonization Company y Walker obtuvo algunos préstamos, de cincuenta en cincuenta dólares, de otros amigos. Con ese dinero contrató un vetusto bergantín, el Vesta, y consiguió provisiones para el viaje pagándolas con acciones de la empresa de colonización. Pero enseguida un antiguo acreedor demandó al dueño del Vesta y el que le vendió las provisiones cambió de parecer, exigiendo dinero en vez de acciones. Como resultado el sheriff embargó el bergantín. El 3 de mayo cuando Walker solucionó el problema de los acreedores, ya había gastado casi su último centavo y no podía pagar las costas del caso que ascendían a $350. El guardián puesto por el sheriff estaba a bordo. A eso de medianoche, Walker lo llamó para que examinara unos papeles en su camarote y lo dejó encerrado mientras un remolcador sacaba al bergantín de la bahía. El 4 de mayo a la una de la mañana, mandó al guardián de regreso a San Francisco en el remolcador y el Vesta zarpó para Nicaragua. Llevaba cincuenta y ocho pasajeros. Los que pudieron hacerlo, pagaron $40 por el pasaje; a los que eran muy pobres se los pagó Walker. Casi todos eran veteranos de la Guerra de México y algunos habían luchado bajo el general Narciso López en Cuba o con Walker en Baja California. Para enrolarse en la expedición cada uno tuvo que presentar prueba satisfactoria de servicio militar previo o tener fama de valiente y denodado en San Francisco. Claro está que esos aventureros iban a Nicaragua en pos de gloria y fortuna. Mas su líder, habiendo fracasado con el proyecto de Tehuantepec en Nueva Orleáns y con el de Sonora en California, iba buscando convertir en realidad desde otra base, en Centroamérica, su Sueño Sureño de un Imperio en el Caribe. Y en esos momentos había rivales en el campo, deseosos de posesionarse de un país que parecía presa fácil. Con 250,000 habitantes en 130,000 km 2 de superficie, Nicaragua era teatro de continuas guerras civiles desde que Centroamérica se independizó de España en 1821. La que ahora se libraba, desde mayo de 1854 entre el gobierno Legitimista (conservador) de Granada y los rebeldes Democráticos (liberales) de León, entraba ya en su segundo año, dejando al país dividido, exhausto, arruinado e indefenso: vulnerable a caer presa de cualquier banda de merodeadores extranjeros. La lamentable situación y sus causas las esbo-
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zó en la crónica de su viaje por Centroamérica el profesor Carl Scherzer, naturalista vienés que pasó por Nicaragua a comienzos de 1854: ...las recientes y libertinas actuaciones de los demagogos centroamericanos, los recrudecientes horrores de las revoluciones y guerras civiles, el apasionamiento partidista, las rivalidades entre las ciudades, el antagonismo racial, y las envidias, odios y rencores personales, han dañado muchísimo el carácter de Nicaragua..., y los paroxismos de anarquía, que se presentan aproximadamente cada tres años, a menudo la convierten temporalmente en un verdadero matadero ... La población de Nicaragua oscila entre doscientos y trescientos mil habitantes. Juntando todas las escuelas del país se consigue un gran total de 2,800 alumnos; se les enseña solamente a leer y algo de aritmética, pues lápiz y papel resultan demasiado caros para enseñarles a escribir. ... Lo único que exporta Nicaragua es lo que la naturaleza produce sola, sin requerir la intervención del trabajo del hombre: maderas, reses y cueros.
Inglaterra, disfrazada de protectora de un ficticio Rey Mosco, ocupaba su puerto del Caribe, San Juan del Norte, llamado Greytown por los ingleses. La Compañía del Tránsito, controlada por capitalistas tramposos y especuladores norteamericanos, tenía el monopolio de su valiosa ruta interoceánica conocida como la Ruta del Tránsito, el trayecto anfibio más corto y seguro entre el Atlántico y Pacífico. Otra banda de filibusteros, bajo el coronel Henry L. Kinney, descendía desde Nueva York a apoderarse del país al mismo tiempo que Walker lo hacía desde San Francisco. Kinney se había interesado por Nicaragua a sugerencias del Presidente Pierce, su compañero de armas en la Guerra de México. Iba también a fundar un imperio esclavista en Nicaragua, apoyado por los esclavistas en el gabinete de Pierce y en el Sur. Su empresa, naturalmente, contaba además con el apoyo del senador Henry A. Crabb y sus cofrades sureños en California. Poco después de haber declarado en el juicio de Walker en octubre de 1854, Crabb partió de San Francisco acompañado de Thomas E Fisher, fundador de la filial en California de un nuevo partido político llamado "Know-Nothing". Fisher era un filibustero sureño, como Crabb y Walker —capitán del regimiento de Louisiana bajo el general Narciso López en la invasión de Cuba en 1850; llegaría a Mayor del ejército sureño en la Guerra de Secesión. Tras participar en la Convención Nacional Know-Nothing en Cincinnati, Fisher regresó a San Francisco vía Nicaragua acompañado de otros dos filibusteros, Collier Clarence Hornsby y Julius DeBrissot. Al pasar, ob-
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tuvo del Comandante en Jefe del ejército revolucionario, general Máximo Jerez, ideólogo y caudillo liberal, un contrato para enrolar 500 mercenarios con promesa de paga extravagante en dinero y tierras: $65,000 al mes y 314,500 acres, respectivamente (es decir, un promedio de $130 mensuales y 630 acres por cada mercenario). El 22 de febrero de 1855 le entregó el contrato a Crabb en San Francisco. Viendo que Walker iba para Nicaragua, Crabb "generosamente" le cedió el contrato Jerez-Fisher. Walker se lo agradeció pero no lo quiso, prefiriendo actuar bajo la contrata de colonización CastellónCole. Crabb y Fisher se dedicaron entonces a organizar el partido Know-Nothing en California, mientras que Hornsby y DeBrissot se fueron con Walker a Nicaragua en el Vesta. Los cincuenta y ocho filibusteros desembarcaron en El Realejo el 16 de junio. En nombre del Director Supremo, les dio la bienvenida el coronel Félix Ramírez acompañado del capitán inglés Charles W. Doubleday, a quien Castellón había mandado de traductor. Walker, entonces, no sabía español. A la mañana siguiente, Walker, Hornsby, Ramírez y Doubleday se dirigieron a León, quedando los demás en Chinandega. A Walker le encantó lo que encontró en León. El ejército revolucionario de Castellón estaba de espaldas a la pared, con los Legitimistas granadinos avanzando desde Managua para caer sobre León. Esa situación alarmante lo animó en vez de deprimirlo, pues vio que la debilidad de la facción democrática favorecía sus planes de adueñarse del país. Mientras peor estuvieran los leoneses, más endeudados estarían con él a la hora del triunfo y más fácil le sería convencerlos de apoyar las medidas políticas que pensaba tomar. A Walker le agradó asímismo la desunión que encontró en el campo leonés, cosa que también favorecía sus planes. El comandante en jefe Jerez había caído en desgracia, pues sus camaradas le echaban la culpa de las derrotas sufridas. Castellón lo destituyó, dando el mando del ejército al general José Trinidad Muñoz. Los izquierdistas leoneses, acérrimos adeptos de Castellón, no querían a Muñoz y desconfiaban de él, pero lo necesitaban desesperadamente en la situación precaria en que estaban, ya que era considerado el mejor general de Centroamérica. Al tomar el mando de las tropas democráticas Muñoz hizo propuestas de paz al general Ponciano Corral, jefe del ejército Legitimista. Aunque la comunicación se había estancado en las etapas preliminares, los izquierdistas leoneses recelaban de que Muñoz los entregara, por lo que Castellón vio en Walker un aliado contra Muñoz, además de contra Granada. Castellón recibió a Walker con los brazos abiertos; Muñoz, por su parte, diplomáticamente le hizo saber al norteamericano que le
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disgustaba su presencia en Nicaragua. En apariencia, Muñoz consideraba sin importancia para la nación el asunto de los mercenarios yanquis. En realidad, bajo exteriores diametralmente opuestos, el comandante en jefe y el filibustero compartían una megalomanía napoleónica que los hizo repelerse al instante. Walker era un hombre común, de aspecto ordinario y modales secos. Muñoz por el contrario era muy galán, de exquisitos modales que realzaban el vistoso uniforrne de un Mayor General, con chaqueta, sombrero y sobrebotas a la Bonaparte. Walker le advirtió a Castellón que ni él ni sus soldados pelearían bajo las órdenes de Muñoz, y exigió formar un cuerpo independiente para descender sobre Rivas y ocupar el camino del Tránsito entre San Juan del Sur y La Virgen. Su objetivo era doble: alejarse de Muñoz y posesionarse de la ruta donde podría recibir refuerzos en los vapores de la Compañía del Tránsito. Castellón accedió entusiasmado. El 20 de junio Walker recibió el grado de Coronel en el ejército democrático, con autorización para formar un cuerpo independiente —La Falange Americana. Conforme la Constitución de 1838, bastó una simple declaración para que Walker y su gente se convirtieran en ciudadanos nicaragüenses, Walker organizó la Falange, nombró edecán al buen conocedor Doubleday, y el 23 de junio zarpó en el Vesta de El Realejo para Rivas y la Ruta del Tránsito.
Iglesia La Merced en Granada con la torre derribada a cañonazos durante el asedio de los democáticos a los legitimistas, de mayo de 1854 a febrero del 55.
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8. Asesinato EL MINISTRO de la Guerra de Castellón le ordenó al coronel Félix Ramírez que se incorporara a Walker con 200 hombres para la expedición a Rivas. Ramírez era leal a Muñoz y cuando el Vesta zarpó sólo llevaba 110 nativos y los 55 norteamericanos de la Falange. El 27 de junio en la noche desembarcaron en El Gigante, bahía solitaria treinta kilómetros al Norte de San Juan del Sur, puerto terminal de la Ruta. A medianoche, la columna inició su marcha hacia el interior con la Falange al frente, Ramírez en la retaguardia y los cargueros con las municiones tapadas por cueros en el centro. Además de sus armas, los soldados llevaban en las mochilas provisiones para dos días, pues Walker pensaba cubrir veinticinco kilómetros sobre senderos silenciosos en la selva, y tomar Rivas por sorpresa el 28 en la noche. Pero no lo lograría. Antes que Walker zarpara de El Realejo, el vicecónsul inglés en León, Thomas Manning, envió un correo avisándole al general Corral en Managua que Walker iba sobre Rivas. El correo (un alemán) cruzó las líneas leonesas con salvoconducto del general Muñoz. Manning era el intermediario en las pláticas de paz entre Muñoz y Corral, y consideraba perjudicial para el país la presencia de Walker en Nicaragua. Muñoz consintió que Castellón enviara a Walker sobre Rivas, confiado en que ahí sufriría una aplastante derrota. Además, al distraer la atención de Corral en el Sur, Muñoz mejoraba la posibilidad de derrotar a los legitimistas en otro frente. Corral, en Managua, no perdió tiempo en prepararle una calurosa acogida a Walker en Rivas. Inmediatamente envió al coronel Manuel del Bosque con sesenta cívicos por el Gran Lago de Nicaragua en una goleta de Granada a San Jorge, los que llegaron a Rivas el 27 al mediodía, horas antes de que Walker desembarcara en Gigante. Bosque tomó el mando de la ciudad, donde había sólo veinte cívicos. Rivas no era zona de guerra: todas las tropas regulares del departamento (ochenta soldados) estaban en San Juan del Sur. Bosque reclutó cincuenta cívicos más (para un total de 130 combatientes), construyó barricadas y dispuso sus defensas. El 28, al atardecer, recibió noticia de haberse visto una embarcación por la costa cerca de El Gigante. Entonces despachó veinticinco batidores en esa dirección. Un aguacero torrencial retardó el avance, tanto de los filibusteros como de los cívicos, y en Tola, aldea quince kilómetros al Norte de Rivas, los batidores se detuvieron a esperar que amainara
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un poco la lluvia. Cuando los filibusteros entraron esa noche en Tola, sobre ríos de agua enmedio de la tormenta, sorprendieron a los soldados de Bosque jugando naipes en el corredor de una casa frente a la plaza, sin centinela. Los rifles de la Falange dejaron tendidos a varios cívicos, pero los demás escaparon y llevaron a Rivas la poticia de que los invasores estaban en Tola. Bosque entonces envió órdenes a la guarnición de San Juan del Sur para que acudiera a defender Rivas. El 29 al amanecer cesó la lluvia. Los filibusteros salieron de Tola después del desayuno y llegaron a los alrededores de Rivas al mediodía. Entraron por el camino de Granada, al noroeste, marchando de dos en fondo; después de la acción de Tola, no podía haber ataque por sorpresa. Ya en las rondas de la ciudad, Walker ordenó a Ramírez que fuera con su tropa a cubrir los otros caminos por donde el enemigo trataría de escapar. Aunque Walker estimaba que los defensores superaban a la Falange en proporción de diez a uno y sabía que estaban esperándolo, no dudó un momento que sus cincuenta y cinco norteamericanos tomarían la plaza solos. Cuando le dio a Doubleday la orden para Ramírez, el edecán, estupefacto, le sugirió a Walker que no convenía deshacerse de la tropa de Ramírez pues probablemente la iba a necesitar en el ataque. Walker lo paró en seco, y con una sonrisa rara en él, le dijo que ya vería lo que sus cincuenta y cinco falanginos harían con sus armas. Walker tenía razón, en parte: los fusiles de chispa de los legitimistas no eran ni parecidos a los rifles Mississippi y revólveres Colt de los norteamericanos. Con armas inferiores, en manos de reclutas bisoños, la puntería de los nicaragüenses dejaba mucho que desear. Sin embargo, en sus barricadas en las calles y tras las troneras en las paredes, los cien defensores detuvieron el avance de Walker aún lejos de la plaza principal. Y cuando en el fragor de la batalla llegó el teniente coronel Manuel Argüello con la tropa de San Juan del Sur, los filibusteros tuvieron que refugiarse en un par de casas de adobes en las afueras de Rivas. Presintiendo una victoria, los legitimistas pasaron al ataque y tomaron una de las casas, pero no pudieron tomar la más grande. El ataque frontal no sólo terminó en fracaso, sino también en carnicería: mientras Walker, Doubleday y otros resistían la carga de bayonetas con sus espadas, los rifles de sus camaradas, disparando sobre sus hombros, detuvieron a los nicaragüenses en la puerta, sembrando en el dintel un montón de cadáveres. Entonces se ofreció cincuenta pesos de premio al voluntario que incendiara la casa. Emmanuel Mongalo y otro cívico pusieron manos a la obra: tea en mano, le pegaron fuego al techo. Mongalo rehusó los veinticinco pesos y pasó a la Historia; su compañero los
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aceptó y su nombre desapareció en el olvido. La acción de Mongalo ganó la batalla: al quemarse las cañas y las vigas, llovieron tizones y tejas calientes sobre los filibusteros, que salieron en estampida por el patio trasero a un barranco, se internaron en el bosque y huyeron hacia San Juan del Sur. Cuarenta y cinco escaparon, siete de ellos heridos. Otros cinco heridos no pudieron correr y fueron rápidamente muertos por los victoriosos legitimistas, enardecidos de rencor contra los piratas yanquis aliados de los leoneses. Las campanas a vuelo en las iglesias de Rivas cantaron victoria. El coronel Bosque contó veinticinco muertos y veintiocho heridos entre sus tropas; catorce cadáveres norteamericanos y doce leoneses; muchos rifles y revólveres capturados, pero ni un solo prisionero. Estando los legitimistas demasiado cansados para perseguir a los filibusteros o enterrar a sus muertos, a la mañana siguiente una pira de cadáveres norteamericanos puso el toque final a la Batalla de Rivas del 29 de junio de 1855. Al narrar la batalla en su libro La Guerra en Nicaragua, Walker cuenta once falanginos muertos y siete heridos, por lo menos setenta legitimistas muertos y otros tantos heridos, pero olvida mencionar las bajas leonesas. Quizás fue intencional, ya que Ramírez y casi toda su gente se había ido hacia San Juan del Sur y Costa Rica en cuanto Walker les dijo que la Falange no necesitaba ayuda para derrotar al enemigo. Cruzando platanares, potreros y cacaotales, sobre lodazales en las trochas y finalmente en el camino del Tránsito, los filibusteros derrotados llegaron a San Juan del Sur el 30 de junio al anochecer. Tomaron posesión del puerto sin encontrar resistencia, pues todas las tropas se habían ido a reforzar Rivas el día anterior. Walker se apoderó de la goleta costarricense San José en la bahía para regresar en ella a El Realejo. Ya listos a zarpar, se desató un incendio en el puerto. Oliver Dewey, oriundo de Kentucky, y un marinero llamado Sam, aprovecharon la presencia de los filibusteros para pegarle fuego al cuartel, en venganza por agravios recibidos de los legitimistas. Tras indagar los hechos, Walker aplicó juicio sumario al estilo de los Vigilantes californianos y condenó a los incendiarios a muerte. Sam logró huir, pero Dewey no pudo: su cuerpo atravesado de bala fue tirado al mar envuelto en un saco de lona. Como explicara Walker en su libro, la reputación futura de los norteamericanos en Nicaragua dependía, en gran parte, del castigo de Dewey. Como lo vieron los nicaragüenses, el cadáver de Dewey mostró de cuerpo entero el futuro imperio anglosajón de Walker. Durante la travesía la San José se encontró con el Vesta, la Falange transbordó y retornó a El Realejo en el bergantín. Walker en-
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vió a Castellón su informe de la expedición, quejándose de la conducta de Ramírez, que él creía se había corrido en Rivas por sugerencia u órdenes de Muñoz —concluía— y, si Castellón no investigaba y aclaraba el asunto, la Falange se iría de Nicaragua. Castellón respondió felicitando a los norteamericanos por su actuación en Rivas, agradeciéndoles sus servicios y rogándoles que no lo abandonaran; pero no mencionó a Muñoz, cuya conducta no podía darse el lujo de investigar en la situación crítica en que estaba su gobierno cuando un poderoso ejército enemigo se aprestaba en Managua a caer sobre León. Mas Walker insistió, habiendo decidido permanecer en el Vesta mientras sanaban sus heridos, y aprovechando ese descanso para recalcarle al Director Supremo la necesidad que tenía de la Falange. Las cartas diarias de Castellón no hicieron ceder a Walker. Finalmente, el Director fue en persona a El Realejo, acompañado de su cuñado don Mariano Salazar, comerciante rico y el más enérgico de los líderes de la facción democrática. Ambos prometieron suministrarle a Walker los recursos que necesitara, y de ahí en adelante Salazar pagó de su propia bolsa los gastos y pertrechos de la Falange. Habiendo logrado lo que quería, Walker cedió, dejó a sus heridos en Chinandega, donde se proveyó de bestias y carretas, y marchó a León acompañado de Byron Cole, que acababa de regresar de los minerales de Honduras. En León, Walker, Castellón y Muñoz conferenciaron en la casa del Director. A petición de Castellón, no aludieron al pasado. Las pláticas fueron corteses y naturalmente sin resultado. Walker pedía una fuerza auxiliar nativa de 200 hombres bajo el mando de un oficial de su confianza para caer de nuevo sobre el Departamento Meridional. Muñoz, por su parte, quería dividir a los norteamericanos en grupos de diez para distribuirlos entre los diferentes cuerpos de tropas nativas y marchar en varias direcciones sobre Granada. Ninguno de los dos cedió una pulgada. Walker regresó a Chinandega, decidido a ejecutar sus planes con o sin el apoyo oficial de Castellón. Como primer paso, le pidió a Byron Cole que modificara el contrato con el Director, lo cual obtuvo fácilmente. Se anuló la anterior contrata de colonización y el gobierno de Castellón autorizó a Walker a enrolar en su ejército 300 mercenarios norteamericanos, prometiéndole a cada uno $100 mensuales y 500 acres de tierras al terminar la campaña. Además, Castellón otorgó poderes a Walker para arreglar las cuentas pendientes entre el gobierno y la Compañía del Tránsito. En esos días el cólera morbo aniquiló al ejército de Corral en Managua, eliminando inesperadamente la amenaza de un ataque
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legitimista a León en ese sector. Pero por otro lado, el afamado general hondureño Santos Guardiola salió con tropas de Granada hacia Condega, al Norte. Tras reclutar refuerzos en Matagalpa y las Segovias, podría descender sobre León o avanzar sobre Comayagua, capital de Honduras, a derrocar al presidente Trinidad Cabañas, aliado de Castellón y Jerez. Confrontando ese peligro, Muñoz marchó hacia el Norte con 600 hombres. Entretanto, con el dinero de Salazar, Walker compró todos los rifles que pudo en León y Chinandega y reemplazó las municiones gastadas en Rivas. Enseguida esperó, habiendo encontrado al oficial nativo que necesitaba para llevar a cabo sus planes: el sub-prefecto de Chinandega, coronel José María (Chelón) Valle. Al narrarlo en La Guerra en Nicaragua, Walker explicó que tuvo que esperar el desarrollo de los acontecimientos y escoger el momento oportuno para ejecutar los designios que tenía en mente. El acontecimiento que permitió a Walker ejecutar tales designios fue el asesinato de Muñoz, el 18 de agosto de 1855. Ese día Muñoz derrotó a Guardiola en la batalla de El Sauce y, al culminar su triunfo, cayó asesinado por la espalda por uno de sus propios soldados, José María Herrera, viejo compinche de Valle. Valle odiaba a Muñoz y deseaba "lavar la mancha" de la "traición de Ramírez" a Walker. Desde la primera vez que lo vio, Walker se dio cuenta de que "Valle tenía gran influencia sobre los soldados de León y Chinandega" y de que era voluble, fácil de encauzar, lo que Walker aprovechó "haciéndole dar pasos positivos en la empresa". Que los "pasos positivos" de Valle incluyeron el asesinato de Muñoz por su amigo Herrera bajo la hábil dirección de Walker, se puede leer entre líneas en La Guerra en Nicaragua, especialmente en el panegírico de Walker para el asesino. Fuera del asesinato de Muñoz, Herrera jugó un papel insignificante en la guerra y en 1856 desertó del ejército de Walker; éste no menciona el asesinato en su libro, pero oculta la deserción en gratitud a Herrera, cubriéndolo de fama póstuma: "José Herrera, —dice— firme en su lealtad a los americanos hasta la muerte, a pesar de los esfuerzos de su hermano para desviarlo de la senda del deber..." Eliminado Muñoz, el 23 de agosto de 1855 Walker zarpó de nuevo de El Realejo en el Vesta, con la Falange y las fuerzas auxiliares nativas que Valle reclutó en Chinandega, para ocupar el camino del Tránsito en el Departamento Meridional y de ahí toda Nicaragua.
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9. Victoria EN SU SEGUNDA expedición al Departamento Meridional Walker llevó 50 falanginos y 120 nativos. El Vesta entró en la bahía de San Juan del Sur el 29 de agosto al anochecer; los filibusteros desembarcaron la siguiente mañana sin problemas, pues las tropas legitimistas evacuaron San Juan y corrieron a proteger Rivas en cuanto vieron al bergantín en el puerto. Ese mismo día llegó de Granada Parker H. French, a tomar el vapor para San Francisco. French era otro líder esclavista del partido Know-Nothing de Crabb y Fisher en California y andaba en Nicaragua de agente de dicho grupo, evaluando la situación. Además, era un pillo de marca mayor que había comenzado su carrera pública durante la expedición de López a Cuba en 1850 y la terminaría en la cárcel durante la Guerra de Secesión, catalogado como uno de los espías sureños más peligrosos y astutos. French dejó larga cola de incidentes delictivos en Texas y México, antes de arribar a California en 1852. En Chihuahua, fuera de su reputación, perdió un brazo, destrozado por las balas de compañeros que estafó. De ahí en adelante se le llamó "el coto French". El coto French fue un éxito instantáneo en California. Se hizo abogado de buena clientela en cuanto llegó. Al cabo de un ario era ya diputado por San Luis Obispo en la Asamblea estatal, legislador prominente en 1854 y líder conspícuo del partido Know-Nothing de Crabb y Fisher en 1855. Los esclavistas Know-Nothing se aprestaron a reforzar a Walker apenas salió de San Francisco en el Vesta, y cuando él iba para El Gigante ya ellos tenían en California su Asociación de Colonización Centroamericana, bajo el liderazgo de French, lista a enviarle reclutas. Mas al recibir la inesperada noticia de la derrota en Rivas, French viajó a Nicaragua con su sirviente mulato, Tom, para evaluar la situación sobre el terreno. French y Tom desembarcaron en San Juan del Sur el 28 de julio. Aunque los legitimistas tenían sospechas bien fundadas de que el coto era filibustero, French se las arregló para viajar a Granada, bajo guardia, donde Tom se encargó de propalar los fabulosos detalles de la habilidad de su amo como artillero. En consecuencia, las autoridades estaban ansiosas de contratar los servicios de un experto, fuere coto o no, que tiro a tiro —según su sirviente— daba el cañonazo en el blanco a dos kilómetros de distancia. Según French mismo, los comisionados del gobierno le propusieron nombrarlo
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Coronel en Jefe de Artilleros de la República, pero no aceptó; el coto, por su parte, hizo varias propuestas de colonización que los comisionados rechazaron. Antes de partir, a fines de agosto, firmó en Granada un lucrativo contrato para suplirle pólvora al ejército legitimista. Pero al encontrarse con Walker en San Juan del Sur, se fue a San Francisco a enviarle refuerzos conforme los planes originales. Zarpó a bordo del Uncle Sam el 2 de septiembre. En cuanto se fue el vapor, Walker se preparó a marchar sobre el camino del Tránsito al puerto lacustre La Virgen. El ejército legitimista en el Departamento Meridional estaba concentrado en Rivas al mando del general Guardiola, quien acababa de llegar de Granada con tropa escogida para echar a los filibusteros al mar. Guardiola tenía 600 efectivos; Walker menos de 200, contando los convalescientes de la epidemia de cólera morbo que azotó a Chinandega antes de su partida. Debido a los atrasos, típicos nicas, de la tropa de Valle, no fue sino hasta después de medianoche que el ejército filibustero salió de San Juan, con la Falange a la vanguardia y Valle en la retaguardia. El cielo estaba despejado, el clima fresco, el camino bueno y la marcha progresó sin incidentes. Tras descansar un rato en la Casa del Medio Camino, entraron en La Virgen el 3 de septiembre a las nueve de la mañana; se apostaron los centinelas; se asignaron cuarteles a las diversas compañías; y comenzaron a desayunar. Simultáneamente, Guardiola salió con su ejército de Rivas el 2 en la tarde y pernoctó en la hacienda El Jocote, a un kilómetro de la Casa del Medio Camino. Sin saberlo, ambos ejércitos estuvieron a punto de encontrarse en la madrugada. Guardiola planeaba atacar a Walker esa mañana en San Juan del Sur, pero al llegar a la Casa del Medio Camino se encontró con que los filibusteros acababan de pasar para La Virgen. Dando media vuelta, el ejército legitimista siguió al de Walker, quizá a cinco kilómetros de distancia. Justo al terminar el desayuno los filibusteros, los disparos de los piquetes de Valle anunciaron la presencia del ejército legitimista cuando sus avanzadas todavía estaban a quinientos metros de La Virgen. Cuando las cubrieron, ya Walker tenía a su tropa desplegada tras matorrales, chozas, cercas y hondonadas. Y los rifles y revólveres en manos de los filibusteros así protegidos, pronto mostraron su superioridad sobre los fusiles de chispa de los atacantes que avanzaban al descubierto. No hubo batalla; sólo masacre. La Falange no tuvo ningún muerto y muy pocos heridos; Valle dos muertos y tres heridos. Guardiola dejó más de sesenta cadáveres en el campo y cuando se retiró a Rivas iban más de cien heridos, muchos de ellos de muerte. Walker salió herido con un rasguño en el cuello. Una bala fría le destrozó las cartas de Castellón que llevaba en el bolsillo, so-
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bre el pecho, y le dio en la garganta, botándolo al suelo momentáneamente. Ese mismo día informó del triunfo al Director, pidiéndole refuerzos para pasar a la ofensiva. El mensajero llegó a León en los momentos en que Castellón fallecía, víctima del cólera morbo que continuaba cobrando vidas en Nicaragua. French, que zarpó de San Juan la víspera del triunfo de Walker en La Virgen, arribó en San Francisco el 14 de septiembre. En cuanto desembarcó comenzó a propalar su propaganda en los diarios, con la que atrajo recursos y reclutas para los designios de los KnowNothing en apoyo de Walker. Fue una copia al carbón de los cuentos fabulosos que Walker mismo llevó de Guaymas a San Francisco exactamente dos años antes (menos los apaches). Las noticias de San Juan del Sur publicadas en California en esos días, pintaban las supuestas riquezas que aguardaban a los que se unieran a Walker. Cuando el Cortes de la Compañía del Tránsito zarpó de San Francisco para San Juan del Sur el 20 de septiembre, French tenía listos cincuenta y cinco reclutas al mando del coronel Charles Gilman, nada amedrentado tras haber perdido una pierna en Baja California. French trató de convencer al agente de la Compañía del Tránsito, Cornelius K. Garrison, de que Walker era ya prácticamente dueño de Nicaragua, pero Garrison no quiso colaborar en una empresa que después de la batalla de Rivas (y antes de saberse la de La Virgen) parecía un fracaso. En la madrugada French metió las armas y municiones sigilosamente en el barco, bien empacadas como equipaje normal. Envió a Nicaragua cincuenta y cinco fusiles, veintiún rifles, ocho mil cartuchos y ocho barriles de pólvora en sacos y cajas iguales al resto de la carga. Enseguida se fue a comprar los pasajes, pero Garrison rehusó vender boletos para San Juan del Sur a quienes no demostraban que tenían motivo lícito para viajar a Nicaragua. Treinta y cinco filibusteros subieron a bordo del Cortes con boletos para Nueva York; a los otros veinte, que iban sin boletos, los bajaron a tierra en el momento de zarpar, por órdenes de Garrison. A última hora estaban dispuestos a comprar pasajes a Nueva York, pero Garrison no estaba dispuesto a vendérselos. Es obvio que no confiaba en que Walker se mantendría en el istmo, por lo que sólo mandó a un empleado, Charles J. Macdonald, en el Cortes, con instrucciones de actuar sobre el terreno conforme evolucionaran las circunstancias. French se quedó en California, reclutando el próximo contingente. Los treinta y cinco reclutas de Gilman desembarcaron en San Juan del Sur el 3 de octubre. Con ellos y algunos viajeros norteamericanos que se engancharon en San Juan, la Falange contaba ya con
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casi cien filibusteros. Walker los organizó en tres compañías, for-
mando un batallón al mando del coronel Hornsby. Tras el triunfo en La Virgen, las fuerzas de Valle también aumentaron, tanto con partidarios que se le unieron en el istmo como con los refuerzos que le llegaron de El Realejo. Pero los legitimistas asimismo rehicieron su ejército en Rivas después del desastre de La Virgen. Corral en persona tomó el mando de los mil hombres que reunió en Rivas, casi el total del ejército legitimista entero. Cuando los pasajeros de Nueva York cruzaron el istmo el 8 de octubre, el Cortes se los llevó a San Francisco y Walker inició la siguiente etapa de sus operaciones. Por diversas fuentes sabía que casi todo el ejército legitimista estaba en Rivas y que Granada estaba indefensa. El 10 de octubre marchó con sus tropas de San Juan del Sur a La Virgen. En cuanto llegó colocó resguardos en las vías de acceso, prohibiendo que nadie saliera del pueblo. A la mañana siguiente (11 de octubre), en un par de horas, arrestó, juzgó, condenó y fusiló a un supuesto espía legitimista. A las 6 PM. se apoderó del vapor La Virgen en cuanto llegó de San Carlos, con el beneplácito de Macdonald y demás empleados de la Compañía del Tránsito en el pueblo. Al otro día (12 de octubre) embarcó sus tropas; al atardecer navegaban por el lago hacia Granada; a eso de medianoche cruzaron frente a la ciudad, con las luces apagadas y las cortinas de lona tapando la cubierta. La capital legitimista dormía tranquila, confiada en que la protegían de Walker el ejército del general Ponciano Corral en Rivas, y de los leoneses el del coronel Tomás Martínez en Managua. La victoria de Martínez el 11 de octubre en Pueblo Nuevo sobre las tropas de León, les daba a los granadinos alegría y confianza, haciendo mayor la sorpresa que les caía por el lago. Con la plena cooperación del capitán del vapor y demás empleados de la Compañía del Tránsito que acompañaron a los fibusteros en la travesía, en la madrugada del 13 de octubre de 1855 Walker desembarcó sus tropas en un paraje solitario seis kilómetros al Norte de Granada. Entró en la capital de Nicaragua al amanecer y la tomó en diez minutos, conforme lo anotó escuetamente el ministro norteamericano John H. Wheeler en su Diario íntimo: Sábado, 13 de octubre —Esta mañana, como a las 6, fuimos despertados por una rápida sucesión de disparos de armas de fuego. Pronto averigüé que el coronel William Walker con una fuerza de 400 hombres, de los cuales 92 son Americanos, había desembarcado del vapor Virgen y atacado Granada —la que se tomó en 10 minutos sin la pérdida de un solo hombre —2 heridos. Los granadinos sufrieron 4 muertos, varios heridos y mu-
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chos prisioneros —entre ellos el señor Mateo Mayorga. El Presi-
dente Estrada y otros escaparon... En realidad, Walker perdió un hombre, pero era apenas un rnuchacho y no era "Americano": El tambor nicaragüense de Valle cayó propiamente frente a ta residencia de Wheeler cuando filibusteros y leoneses atacaron la plaza principal, donde quince defensores perdieron la vida y otros cayeron prisioneros. Los filibusteros enseguida se dirigieron al convento aledaño de San Francisco donde liberaron ochenta prisioneros políticos sólo para llenar de nuevo la cárcel con los granadinos que Walker echó presos. Además, la cárcel se expandió, porque Walker hizo cautiva a la ciudad entera. Apresó a las personas prominentes que pudo y las dejó de rehenes a cargo del Ministro Wheeler y otros extranjeros, usándolos de carceleros. El ejército legitimista del general Ponciano Corral continuaba intacto en Rivas, al igual que las fuerzas del coronel Tomás Martínez en Managua; Walker tenía a Granada de rehén para forzar su rendición.
John Hill Wheeler, el Ministro estadounidense
en Nicaragua amigo de los filibusteros.
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10. Terrorista EN CUANTO tomó Granada, Walker dirigió un Manifiesto a los nicaragüenses, prometiendo protección al hombre laborioso, seguridad al ciudadano, impulso a las artes, ciencias y agricultura y, en fin, el conservar y hacer conservar el orden. Al mismo tiempo, envió propuestas de paz a las autoridades municipales, estipulando las siguientes condiciones: 1. Guillermo Walker será nombrado Director Provisorio de la República por el término de un mes. Enseguida se convocará a elecciones. 2. Se respetarán todos los derechos de personas y propiedades y se echará un velo sobre todos los delitos políticos. 3. Guillermo Walker será el Comandante en Jefe del ejército. Al recibir estas propuestas equivalentes a un ultimátum, los munícipes, presididos por el Prefecto, se reunieron en la Sala Consistorial el domingo 14 de octubre y considerando la crítica posición en que se encontraba la ciudad, aceptaron los términos del filibustero. El comportamiento de Walker este primer día en Granada, respaldó por completo sus promesas: personalmente impidió y rigurosamente prohibió a Valle el pillaje usual de la ciudad y el asesinato general de los prisioneros. En el sermón de la misa mayor el domingo en la parroquia, el padre Agustín Vijil se hincó de rodillas ante las perspectivas halagüeñas de una paz duradera que, de lograrse —dijo— convertiría a Walker en "el enviado de la Providencia ... iris de concordia, ángel tutelar de la paz y estrella del Norte de las aspiraciones de un pueblo atribulado". Aprobada su propuesta por los munícipes, Walker envió comisionados a convencer a Corral, en Rivas, de que firmara la paz. Y para halagar al General legitimista, Walker aparentó ser magnánimo: gentilmente le cedió el puesto de Director Provisorio a Corral; pero, naturalmente, William Walker sería el jefe del ejército para conservar "el orden" en la nación. Walker en persona le dio las instrucciones al Ministro norteamericano John H. Wheeler y lo mandó a Rivas con el Ministro de Guerra legitimista don Juan Ruiz, a quien tenía preso y quien se comprometió a regresar una vez cumplida su misión ante Corral. Wheeler y Ruiz zarparon de Granada en La Virgen el domingo 14 de octubre en la noche. Corral había previsto el uso del vapor por los filibusteros. En cuanto supo que Walker había desembarcado en San Juan del Sur, el 30 de agosto le ordenó al agente de la Compañía del Tránsito en
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La Virgen que en el acto anclara los vapores lacustres frente a Granada y los dejara ahí hasta nueva orden. El agente rehusó acatar el mandato, asegurándole a Corral que los filibusteros no se atreverían jamás a apoderarse de los vapores de la Compañía norteamericana, pues sabían muy bien que a la Compañía del Tránsito la protegía el gobierno de los Estados Unidos. Corral le creyó. Cuando el 10 de octubre sus batidores vieron al ejército de Walker en el camino del Tránsito, se aprestó a defender Rivas; cuando el 12 de octubre Walker navegaba hacia Granada, Corral estaba planeando atacar La Virgen; y cuando recibió la noticia de que el 13 de octubre Walker había tomado la capital, presuroso marchó con 500 hombres hacia Granada, dejando al coronel Florencio Xatruch con el resto de la tropa en Rivas. Wheeler y Ruiz desembarcaron en La Virgen el lunes 15 de octubre al amanecer; llegaron a Rivas a lomo de mula a las 2 de la tarde, a esas alturas Corral iba por Nandaime (a cuarenta kilómetros) a atacar Granada. Xatruch de inmediato despachó un correo hacia Nandaime con la propuesta de Walker a Corral; mientras esperaba la respuesta detuvo a Wheeler en Rivas y don Juan Ruiz huyó a la vecina Costa Rica. La atmósfera en el campo legitimista era en extremo hostil contra Wheeler y la Compañía del Tránsito por su contubernio con Walker. Wheeler anotó en su Diario íntimo: "pasé una noche terrible, esperando a cualquier momento ser fusilado". La Virgen lo sacó de apuros al disparar varios cañonazos en la costa junto a San Jorge, tras lo cual Xatruch soltó al Ministro y éste regresó a La Virgen el miércoles en la mañana. Ahí recibió Wheeler la respuesta de Corral, fechada "Cuartel General en marcha, 17 de octubre de 1855", informándole que en vista de que Wheeler se inmiscuía en la guerra intestina en Nicaragua, en perjuicio de las autoridades constituidas, Corral no se hacía responsable de lo que pudiera ocurrirle a su persona. En su contestación a Corral, fechada en La Virgen el 18 de octubre, Wheeler protestó airado que no estaba haciendo nada malo, responsabilizó al General legitimista de su detención en Rivas y le aseguró que no le estaba pidiendo ni nunca le pediría garantizar su seguridad personal; que la bandera norteamericana era lo suficientemente poderosa para protegerlo a él. Mas en la intimidad de su Diario, Wheeler dejó constancia de que Corral tenía razón. Su asiento del 14 de octubre en Granada, dice: "Hubo una alarma de que venía el enemigo —pero resultó falsa", revelando que, para Wheeler, los legitimistas eran "el enemigo". En el preciso instante en que escribió la contestación a Corral, Wheeler fraternizaba en La Virgen con un nuevo contingente de filibusteros de Walker que aca-
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baban de llegar de San Francisco —filibusteros que combatían al gobierno legítimo ante el que él estaba acreditado. A principios de octubre, varios centenares de aventureros del interior se congregaron en San Francisco, intentando partir a Nicaragua el 5 en el Uncle Sam . En esa fecha, Garrison no había recibido ningún informe de Macdonald ni se sabía en San Francisco del triunfo de Walker en La Virgen. Para Garrison, era muy probable que los legitimistas hubieran derrotado a Walker en San Juan del Sur a como lo habían hecho en Rivas, y por lo tanto les negó pasaje en el Uncle Sam a los filibusteros. Parker H. French enseguida publicó una nota en el Alta, equiparando a Walker con Lafayette en sus heroicos esfuerzos por difundir la Libertad y la Civilización, y catalogando de suicida la política de Garrison. French se las arregló para viajar en el Uncle Sam ese día. La partida del vapor se atrasó cuando los guardias de Garrison no dejaron subir o sacaron del barco a todos los que iban sin boleto, impidiendo así que viajaran como 300 filibusteros. Al registrar, encontraron 29 fusiles que pertenecían a la Milicia de San Francisco y dos cajones de armas de la armería de Sacramento, pero el vapor zarpó sin que el sheriff pudiera conseguir la orden judicial para recobrarlos. Junto con los 280 pasajeros para Nueva York, el Uncle Sam llevó a Nicaragua sesenta y dos filibusteros para Walker, bajo Parker H. French y el coronel Birkett D. Fry, ambos figuras prominentes del partido Know-Nothing. Desembarcaron en San Juan del Sur el 17 al amanecer y esa tarde se encontraron con el ministro Wheeler en La Virgen, a su retorno de Rivas. Los pasajeros para Nueva York subieron a bordo del La Virgen, rumbo a San Juan del Norte; los filibusteros de French y Fry, con la aprobación tácita, si no explícita, del Ministro norteamericano, se fueron con ellos a apoderarse del Fuerte San Carlos para Walker. Zarparon de La Virgen en la madrugada del 18, cruzaron el lago y llegaron frente a San Carlos antes del mediodía. French le envió un ultimátum rimbombante al comandante del fuerte, diciéndole que tenía 200 soldados en el barco y exigiéndole la rendición incondicional. El comandante le replicó con seis cañonazos, ninguno de los cuales pasó cerca del blanco. French entonces comenzó el desembarco, pero un aguacero lo obligó a desistir. La Virgen regresó a La Virgen, los pasajeros se quedaron ahí varados y el Ministro Wheeler subió a bordo a juntarse con sus amigos filibusteros. A la mañana siguiente, viernes 19 de octubre, el vapor llevó a Wheeler con los filibusteros de French y Fry a Granada. A la llegada se reunieron con Walker. Al saber que Corral rehusaba negociar la paz y que don Juan Ruiz había escapado, Walker sacó a don Mateo
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Mayorga de la residencia del Ministro norteamericano y lo metió en el calabozo junto con todos los granadinos prominentes que pudo agarrar. Wheeler anotó en su Diario: "Sábado 20 —Mucha excitación —los arrestos continúan constantemente —el coronel Parker H. French cenó conmigo —Periódico se vende en las calles". El periódico era el primer número de El Nicaraguense (sin diéresis) de Walker, que comenzó a publicar ese día apropiándose de la imprenta que requisó en Granada. Al narrarle Wheeler su peripecia de Rivas, Walker tranquilamente observó que era una lástima que Xatruch no lo fusiló, ya que entonces el gobierno norteamericano hubiera intervenido en favor de Walker. En sus Memorias, Wheeler comenta que dicho pensamiento —frío y cruel— fue típico de Walker, quien consideraba a sus semejantes como simples peones de un tablero de ajedrez, a quienes movía y sacrificaba en pro de sus ambiciosos planes. El Star of the West llegó a San Juan del Norte el 17 de octubre de 1855 con 680 pasajeros de Nueva York, rumbo a California. Ascendiendo por el río San Juan en los vaporcitos de la Compañía del Tránsito, el 18 al mediodía los viajeros cruzaron el raudal de El Toro y transbordaron al vapor lacustre San Carlos. El barco, lleno de pasajeros, entró al lago un par de horas después de que los filibusteros de French fracasaron en su intento de tomar el Fuerte San Carlos. Al pasar el San Carlos por el fuerte, le dispararon un cañonazo que rebotó en el agua y fue a dar sobre cubierta, matando dos pasajeros. El capitán del barco presto hizo señales indicando que no llevaba filibusteros abordo y enseguida bajó a tierra a convencer al comandante del fuerte que lo dejara pasar. Por fin, a medianoche, el comandante lo autorizó bajo condición de que el capitán dejaría sus pasajeros en La Virgen y regresaría a San Carlos a entregar su barco. El San Carlos desembarcó sus pasajeros en La Virgen el viernes 19 de octubre en la mañana. Ahí encontraron a los que iban para Nueva York, varados el día anterior. Los viajeros para California prosiguieron a pie y en mulas sobre el camino del Tránsito a San Juan del Sur; por la tarde se encontraron en el camino con 200 soldados legitimistas rumbo a La Virgen. Los oficiales nicaragüenses saludaron respetuosos a las viajeras norteamericanas, alzando la mano al sombrero al pasar. Los legitimistas sabían que los viajeros para Nueva York habían zarpado de La Virgen en La Virgen el día anterior. Cuando entraron al pueblo, al anochecer, no esperaban encontrar a ningún pasajero ahí; y, viendo a los norteamericanos, entraron volando balas, creyendo que se enfrentaban a los filibusteros llegados de California dos días antes. Los viajeros huyeron despavoridos en estampida a refugiarse en el monte. Los legitimistas
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pronto dejaron de disparar, al darse cuenta que estaban masacrando inocentes. Cinco cadáveres y ocho heridos quedaron tendidos en la calle; y por los gemidos que se escucharon durante la noche en el monte, era obvio que había más víctimas. Pasaron dos días antes de que todos los viajeros regresaran, poco a poco, al pueblo. La Virgen se llevó los 250 sobrevivientes a Granada, adonde llegaron el domingo 21 de octubre a las 10 de la noche. Para entonces muchos iban enfermos y muriendo, víctimas del cólera morbo. La reacción de Walker fue instantánea y salvaje: a las cuatro de la mañana del lunes 22 de octubre de 1855, don Mateo Mayorga fue fusilado, mejor dicho, asesinado, por orden de Walker en un acto terrorista frío y calculado para forzar a Corral a rendirse. Como Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno legítimo de Nicaragua y prisionero de Walker, Mayorga no era responsable en ninguna forma de las muertes ocurridas en La Virgen y en el vapor frente a San Carlos. Mayorga fue una víctima inocente de Walker, el terrorista. El Ministro norteamericano John Hill Wheeler, al igual que siempre, deplorablemente colaboró con su cruel compatriota y sin darse cuenta inscribió un sarcasmo macabro en su Diario: Domingo 21 —Leí las oraciones de la mañana y agradecí a la bondadosa Providencia por su graciosa protección —Visité a Pedro Quadra y [Mateo] Mayorga en la prisión y los conforté —Mayorga me expresó su gran deseo de ser trasladado a un lugar más quieto ... y me pidió visitara a Walker con su solicitud —lo que hice. Lunes 22 A las 4 de esta mañana Mateo Mayorga fue fusilado en la Plaza por orden de Walker... El general Walker me visitó antes del amanecer para consultarme. Le expresé mi opinión de que Corral no podría luchar —debe de capitular— Que la ruta del Tránsito debe abrirse —y ocuparse el Fuerte San Carlos. Walker envió sin demora a don Pedro Rouhaud, ciudadano francés vecino de Granada, a informarle a Corral de la "ejecución" de Mayorga y a recordarle que Walker tenía a la ciudad entera de rehén —a muchos ciudadanos prominentes en el calabozo, a quienes fusilaría en igual forma si Corral osaba atacarlo. Wheeler ese día lo pasó ocupado tomándoles declaraciones a los pasajeros del La Virgen, las que envió al Departamento de Estado como prueba del salvajismo de los nicaragüenses. Para él, un norteamericano civilizado como Walker tendría que apoderarse del país para proteger de los nativos salvajes a los viajeros norteamericanos y a los bienes de la Compañía del Tránsito norteamericana. El —
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Ministro, por supuesto, le pidió a su gobierno que enviara barcos de guerra a los puertos nicaragüenses, pero estaba tan atareado tomando declaraciones para probar la barbarie de los nativos, que olvidó comunicarle al Departamento de Estado que los filibusteros se habían apoderado de los barcos de la Compañía norteamericana y los estaban usando en operaciones militares. Don Pedro Rouhaud encontró a Corral en Masaya, donde el alto mando legitimista debatía sobre el curso a seguir. Los "exaltados" como don Pedro Joaquín Chamorro urgían a Corral que atacara a Walker sin dilación; los "moderados", pensando en sus deudos y amigos en manos del filibustero, le pedían que se arreglara con Walker. El asesinato de Mayorga inclinó la balanza en favor de los moderados. El 23, Corral fue a Granada a negociar. Una cuadrilla de filibusteros llegó a Masaya y lo escoltó en el camino. Walker salió a caballo a recibirlo en las afueras de Granada y ambos jefes cabalgaron juntos hasta la plaza principal. A su paso, mujeres y niños en puertas y ventanas sonreían con lágrimas en los ojos ante las perspectivas de paz. En la plaza los recibieron los trescientos soldados leoneses de Valle en formación e igual número de "soldados" norteamericanos, pues Walker armó a los pasajeros varados y los puso en fila para impresionar a Corral con una idea exagerada de la fuerza filibustera. CORRAL FIRMÓ el Tratado de Paz con Walker esa misma tarde. Ahí se estableció un Gobierno Provisorio con don Patricio Rivas, legitimista, de Presidente, Corral de Ministro de Guerra y Walker de Comandante en Jefe del ejército. A petición de Walker, se estipuló que los artículos de la Constitución de 1838 referentes a la naturalización continuaban vigentes. Los ejércitos legitimista y democrático se unirían para formar un solo ejército al mando del ciudadano nicaragüense William Walker, con la divisa "Nicaragua Independiente" en un listón celeste. En cuanto firmó, Corral regresó a Masaya a prepararse a cumplir con el acuerdo. Las guarniciones legitimistas en el Fuerte San Carlos y el Castillo de la Inmaculada se retiraron y los pasajeros varados en Granada partieron para Nueva York. El agente de Garrison, Macdonald, le entregó a Walker, en calidad de préstamo, veinte mil dólares en lingotes para echar a andar al nuevo gobierno (tomándolos del oro que iba de California para Nueva York). El coto French, Comisario de Guerra de Walker, firmó en nombre de "Nicaragua Independiente", hipotecando lo que la nación habría de recibir de la Compañía del Tránsito en el futuro.
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Las ceremonias oficiales dando posesión de Nicaragua a Walker, empezaron el 29 de octubre de 1855 en la mañana cuando el ejército de Corral entró en Granada por la calle del camino a Masaya, marchando hacia las tropas de Walker alineadas en el costado occidental de la plaza. Corral frenó su caballo junto al del filibustero, ambos jefes se desmontaron, se abrazaron y caminaron del brazo a la iglesia parroquial en el costado oriental de la plaza. El padre Vijil, en el atrio, los acompañó al altar mayor donde cantó un Te Deum. De la iglesia pasaron al cabildo y las tropas partieron a sus cuarteles. Don Patricio Rivas tomó posesión el 30 en el cabildo. El padre Vijil le tomó el juramento de ley: Don Patricio, arrodillado en un cojín ante el Cristo y la Biblia, juró observar como Presidente Provisorio lo estipulado en el tratado del 23 de octubre. Corral y Walker, a su vez, juraron cada uno observar y hacer observar el tratado. Con el juramento de ley de Comandante en Jefe del Ejército de la República de Nicaragua, el general William Walker entró en funciones como jefe supremo de facto de la nación.
Cuartel en la plaza de Granada, frente a la casa esquinera del Ministro Wheeler.
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11. Predestinado EN CUANTO el general William Walker prestó el juramento de ley como Comandante en Jefe del Ejército de la República, su megalomanía gélida quedó encarnada en la ley. La primera víctima fue un irlandés llamado Patrick Jordan y la segunda el propio Ministro de Guerra, general Ponciano Corral. Jordan fue uno de los "cincuenta y ocho fundadores de la República" que llegaron a Nicaragua en el Vesta, soldado de Walker en las batallas de Rivas, La Virgen y Granada. El 1 de noviembre, tomado de licor, por puro gusto mató de un balazo a un muchacho nicaragüense. En el acto fue arrestado, juzgado y condenado a muerte; y el 3 de noviembre lo fusilaron. Los ruegos de sus camaradas, de sacerdotes, de ciudadanos y hasta de la madre del muchacho, que lo perdonó, no pudieron conmover a Walker decidido a enseñarles a los nativos que el Comandante en Jefe castigaba al infractor de la ley con justicia inflexible. Corral cayó cinco días después de Jordan. El General legitimista era masón y se ilusionó creyendo que Walker también lo era. Con la ayuda de DeBrissot y Hornsby (quienes eran masones de alto grado), Walker se aprovechó de la equivocación de Corral para ganarse su confianza durante las negociaciones que culminaron en el tratado. Al firmar el documento, Corral se expresó entusiasmado muy en alto de Walker, de su caballerosidad y nobles sentimientos. Al tomar posesión el Presidente Rivas, nombró su gabinete a corno lo quiso Walker, comenzando con Parker H. French de Ministro de Hacienda. Corral de súbito se dio cuenta de que el comandante en jefe William Walker era el gobierno y que el presidente Patricio Rivas con el resto del gabinete eran simples títeres. El 1 de noviembre, angustiado, les éscribió a Guardiola (ya presidente de Honduras) y Xatruch, pidiéndoles socorro contra Walker. Corral envió las cartas a través del coronel Tomás Martínez en Managua, quien las despachó a Comayagua con un correo. El correo resultó ser enemigo velado de los legitimistas. En vez de llevar las cartas a Honduras, se las llevó a Valle en Granada. Valle se las dio a Walker. El 4 de noviembre, Walker pasó revista, desarmó y desbandó a las tropas legitimistas en Granada. El 5 echó preso a Corral, acusándolo de alta traición y de conspirar contra el gobierno. En franca violación de la Constitución y del Código Penal de Nicaragua, Walker sometió a Corral a consejo de guerra. Exhibiendo de cuerpo entero su personalidad autócrata, William Walker convocó al Consejo de Guerra y nombró a los miembros del tribunal; presen-
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tó la acusación; testificó ante la Corte en contra del acusado; fue la autoridad a quien la Corte recomendó clemencia; y fue quien confirmó la sentencia de muerte, nombró el verdugo, señaló la hora y escogió el lugar de la ejecución: el 8 de noviembre al mediodía, frente a su cuartel general en la plaza. En los ojos del pueblo de Granada, Corral (mulato, hijo de esclava) era excelente persona. Pero en la Corte no estaba el pueblo de Granada sino los norteamericanos esclavistas del ejército de Walker encabezados por Hornsby; Abogado Acusador, Fry; y Abogado Defensor, iel famoso coto French! Tras hacer la solemne pantomima del juicio, en cuestión de minutos condenaron a muerte a Corral. Pero hasta esa Corte recomendó clemencia para el reo y enseguida le llovieron a Walker las peticiones para que conmutara la sentencia. Recibió los ruegos de los extranjeros residentes en Granada; del clero; de los notables; del padre Vijil; de las hijas de la víctima y su Mama Goyita hincadas de rodillas con los brazos al cielo implorándole por la vida de Corral. De acuerdo a E. J. C. Kewen, esclavista amigo de Walker y testigo presencial, la escena fue en realidad conmovedora y a todo mundo impresionó el semblante frío e impasible de Walker. No se le vio mover un solo músculo en aquel rostro plácido y sereno, mientras sus ojos grises observaban todo detalle, indiferentes, sin la menor emoción. Walker, por fin, concedió posponer la ejecución del mediodía a las 2 PM., a cuya hora, el 8 de noviembre de 1855, un pelotón de filibusteros al mando del cojo Charles H. Gilman fusiló a Corral. Las gentes de Granada, en su inmensa mayoría mujeres, se agolparon sobre el cadáver, cortándole la cabellera en pequeños rizos y empapando pañuelos y telas en la sangre, para guardarlos de reliquias. Pocos días después, Wheeler anotó en su Diario: "Muchas personas (nativas) abandonando Granada". Y, con los naturales del país huyendo de sus lares, bandadas de norteamericanos acudían a Nicaragua a reemplazarlos. El Ministro norteamericano Wheeler proclamó oficialmente su lealtad a Walker el 10 de noviembre, cuando con toda solemnidad reconoció el nuevo gobierno de Walker-Rivas en nombre de Estados Unidos. El reconocimiento se celebró al día siguiente con un suntuoso banquete en la residencia de don Carlos Thomas, rico comerciante jamaiquino por largo tiempo vecino de Granada. El esclavista Know-Nothing E. J. C. Kewen envió entonces al San Francisco Herald la historia del "Predestinado de los Ojos Grises". De acuerdo a Kewen, el 13 de noviembre, mientras él deliberaba con el Comandante en Jefe, se presentó al despacho una delegación de indios matagalpinos. Llegaban a rendir pleitesía al nuevo gobierno y a expresar su gozo por haberse restaurado la paz. Todos
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querían estrechar la mano de EL HOMBRE que había rescatado de los acumulados horrores de la guerra civil a la nación. Kewen observó que, en un libro publicado por un autor inglés en 1850, se decía que los indios y nativos de Nicaragua tenían una tradición o profesía de que su país se libraría de los horrores de las guerras intestinas por la intervención de quien ellos, en su sencillez, llamaban El Hombre de los Ojos Grises. Y al contemplar la posición de Walker, no es nada extraño que los norteamericanos, convencidos de su destino manifiesto, hayan visto cumplida en Walker la leyenda del inglés. Mas cuando Kewen enseguida aludió a la Biblia, pintando la supuesta glorificación de Walker por los indios matagalpinos en términos de la exclamación de Natán a David —iTú eres ese HOMBRE!— fue irónico adrede o quizás sin darse cuenta, ya que [en 11 Samuel, 12:7], Natán le dijo a David "Tú eres ese hombre" porque David "actuó sin mostrar ninguna compasión". Los nicaragüenses que vieron morir a Mayorga y Corral, lo sabían muy bien; por eso muchos salieron huyendo de Granada, espantados. En esos días ultimaron sus planes el Predestinado de los Ojos Grises y sus colaboradores esclavistas sureños para la conquista total y permanente de Nicaragua. El coronel E. J. C. Kewen llevó las instrucciones pertinentes a sus cofrades Know-Nothings en California; en una carta a un amigo en San Francisco, fechada en Granada el 13 de noviembre de 1855, su camarada el coronel Birkett D. Fry esbozó el régimen militar que estaban organizando: Ahora todo está quieto en Nicaragua. El nuevo gobierno está firmemente establecido y no creo probable que recrudezca la guerra sino hasta que Guatemala entre en la lid. Cuando eso ocurra le daremos a su ejército una buena tunda ... Nuestra fuerza Americana es un poquito más de 200 y pronto aumentará a 600 u 800 ... Mis obligaciones como Comandante de Granada me mantienen constantemente ocupádo. En los últimos días, el general Walker conmigo y dos o tres oficiales más, hemos estado atareados decidiendo las bases sobre las cuales se organizará el ejército, y creo que hemos adoptado un plan que nos dará el mejor pequeño ejército del mundo. Durante los próximos doce meses, probablemente todos los puestos civiles del gobierno los ocuparán los militares. En otras palabras, el gobierno será militar... El coronel Kewen, de San Fran-
cisco, sale hoy de aquí para California de agente del gobierno... Los dos partidos del país se odian tanto, que jamás podrán unirse contra los Americanos... La cantidad de terrenos estatales es enorme, y la gran mayoría serán muy valiosos en pocos años.
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Al mes exacto de haber tomado la capital, Walker se encontraba "firmemente establecido" en Nicaragua, y desde su base en Granada comenzó a establecer en Centroamérica su sueño del Imperio Sureño. La gran idea que surgió en su alma en Nueva Orleáns en agosto de 1849 y le agitó todo el ser, por fin se convertía en realidad. Los oficiales de su ejército y colaboradores (Hornsby, Fry, French, Kewen, Crittenden, Randolph) eran todos entusiastas esclavistas de una sola pieza. El bostoniano Byron Cole no figuraba entre los Oficiales Civiles y Militares del Estado. Walker tenía 220 filibusteros en su ejército el 23 de noviembre, día en que el gobierno Walker-Rivas emitió un decreto de Colonización ofreciéndole de regalo 250 acres de tierra a cada colono que llegara al país. Con tal aliciente, Walker envió agentes a los Estados Unidos a reclutar "colonos", es decir, soldados para su ejército. El coronel E. J. C. Kewen fue a San Francisco; el coronel Parker H. French a Nueva York; y el coronel Thomas E Fisher a Nueva Orleáns. De ahí en adelante, ese trío de agentes esclavistas Know-Nothings puso manos a la obra, ejecutando su parte del plan esbozado por el correligionario el coronel Birkett D. Fry en la carta del 13 de noviembre. Pero Walker no tenía dinero con que pagar el transporte de los reclutas a Nicaragua; por lo tanto, le pidió a su amigo A. Parker Crittenden que hiciera un arreglo con C. K. Garrison para conseguir 500 boletos gratis de San Francisco a San Juan del Sur. En esa forma, 500 filibusteros reclutados por Kewen en California viajaron gratis de San Francisco a Nicaragua en los vapores de la Compañía del Tránsito durante los siguientes dos meses. En Nueva York, Parker H. French le concedió al abogado de la Compañía del Tránsito Joseph L. White una extensión por cien arios de la concesión del monopolio del Tránsito a través de Nicaragua. White, por su parte, prometió transportar filibusteros a San Juan del Norte en los vapores de la compañía a $20 por cabeza, al crédito, a cuenta del gobierno. En esa forma llegaron a Nicaragua mil filibusteros de Nueva York y Nueva Orleáns, reclutados por French y Fisher. Además de agente reclutador, French fue nombrado Ministro en Washington por el gobierno Walker-Rivas. Pero antes de viajar a Washington y de hacer el trato con White en Nueva York a mediados de diciembre, French fue Ministro de Hacienda en Granada. El 12 de noviembre, siendo Ministro de Hacienda, French les escribió a los directores de la Compañía del Tránsito pidiéndoles que nombraran comisionados para arreglar las cuentas con el gobierno de Nicaragua. Al recibir la carta de French, Joseph L. White se disgustó, se volvió contra Walker, y sus amigos apoyaron en el gabinete la postura anti-Walker del Secretario de Estado William L.
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Marcy, prevaleciendo sobre las propensiones filibusteras del Ministro de Guerra Jefferson Davis y del de la Marina, James C. Dobbin. En consecuencia, el 8 de diciembre de 1855 el Presidente Pierce lanzó una proclama contra Walker y sus filibusteros. El 11 de diciembre arrribó French en Nueva York. El 13, cuando se disponía ir a presentar sus credenciales a Washington, lo detuvo en seco la noticia de que el Presidente Pierce y su gabinete habían decidido no reconocer al gobierno de Nicaragua auspiciado por Walker ni recibir a su Ministro Parker H. French. Por otra parte, la mala reputación de French sirvió de excusa y algunos han creído que fue el motivo por el cual no se le reconoció. En particular, en 1850 compró provisiones en el puesto del ejército norteamericano en San Antonio, Texas, pagándolas con cheques sin fondos. Su rapacidad durante la corta estadía en el Ministerio de Hacienda en Granada, y luego en Nueva York, donde malversó $15,000 que tenía a su cargo, hicieron que Walker en marzo de 1856 lo arrestara y lo deportara de Nicaragua. En cuanto a la Compañía del Tránsito, en 1855 estaba bajo el control del accionista mayoritario Charles Morgan en Nueva York y su socio C. K. Garrison en San Francisco. El Comodoro Cornelius Vanderbilt durante más de dos años había tratado tenazmente de desplazar a Morgan, sin lograrlo. Cuando Crittenden negoció con Garrison los boletos gratis, el acuerdo que hizo fue típico de los magnates navieros que explotaron el negocio del Tránsito por Nicaragua desde el comienzo. Walker (por medio de Crittenden) se comprometió a revocar la concesión del monopolio de la Compañía del Tránsito y otorgárselo a una nueva compañía formada por su amigo Edmund Randolph en sociedad con Morgan y Garrison. Estos últimos rápido vendieron en Wall Street todas sus acciones de la vieja compañía y Vanderbilt las compró entusiasmado, apoderándose de la línea. El 21 de diciembre de 1855, Morgan se retiró de la Junta Directiva y renunció a la agencia de la Compañía en Nueva York; al día siguiente Vanderbilt lo sustituyó como director, asumió la agencia y también la presidencia de la Compañía. Vanderbilt enseguida se arregló con la línea de Panamá para trabajar en armonía, disminuir los gastos y aumentar las ganancias. Las acciones de la Nicaragua Transit Company se cotizaban entonces alrededor de $20 en Wall Street, pero el Comodoro vaticinaba, confiado, que subirían a $30 y que valían mucho más. Con avidez acaparó todas las acciones que pudo comprar y los agentes de Morgan, muy diligentes, le vendieron al descubierto, para entrega en cuatro meses, 30,000 y pico de acciones por más de $600,000, que Vanderbilt pagó al contado.
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Vanderbilt además contemplaba el cierre temporal de la ruta por Nicaragua en beneficio de la de Panamá, pues era dueño de acciones del Ferrocarril de Panamá y de los vapores de dicha ruta en el Atlántico. En consecuencia, firmó un contrato con William Henry Aspinwall, de la línea de Panamá, que le produciría dinero cuando dejara de funcionar la línea de Nicaragua: con los barcos de Nicaragua inactivos, Vanderbilt recibiría de Aspinwall $40,000 mensuales —$480,000 al año—; y, claro está, al mismo tiempo aumentarían sus ganancias en Panamá. La fecha en que Vanderbilt iba a poner en práctica su plan le era indiferente a Walker. Su mera existencia potencial le resultaba intolerable, ya que convertía a Vanderbilt en amo absoluto del gobierno de Walker en Nicaragua. Por lo tanto, la revocación de la concesión a la Compañía de Vanderbilt se impuso como necesaria. Cuando (el 13 de marzo de 1856) se supo en Nueva York que Walker había revocado la concesión de la Compañía del Tránsito y otorgado una nueva concesión a Randolph y sus socios, las acciones de la Compañía del Tránsito se desplomaron en Wall Street. Morgan y Garrison hicieron una fortuna a costa de Vanderbilt. Presto, Vanderbilt se resarció a costa de los accionistas de la línea de Panamá, pues de inmediato retiró los vapores de la ruta de Nicaragua y comenzó a recibir sus $40,000 mensuales de Aspinwall.
SE DIJO ENTONCES que Morgan quiso reconciliarse y consolidar intereses con Vanderbilt, pero que éste lo desdeñó, resuelto a vengarse. Y la venganza de Vanderbilt significaba la caída de Walker, porque en marzo de 1856 había estallado la guerra entre el Autócrata de Wall Street y el Autócrata de Nicaragua. Y como la riqueza del Comodoro era proverbial, e igual de notorio lo vacío de las arcas del Predestinado de los Ojos Grises, el resultado de dicho conflicto nunca estuvo en duda.
Comodoro Comelius Vanderbilt
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12. Hermaniticos LA FALTA de fondos y una epidemia de fiebre mortal, parecida a la fiebre amarilla, debilitaron los esfuerzos de Walker para formar su ejército. Comenzando en diciembre, las defunciones en aumento diezmaron sus fuerzas. En enero de 1856 la mortandad fue de seis o siete diario en el ejército. La mayoría de los refuerzos apenas llegaron a llenar los vacíos causados por la peste. Un asiento en el Diario del Ministro John H. Wheeler narra la situación: "Lunes 25 de febrero —Mucha enfermedad en Granada —Diez ataúdes pasaron por mi casa a la lúgubre música del `Venite Adoremus' seguidos por las tropas. Mi corazón está oprimido lo bastante sin estas dolorosas escenas". Al entrar marzo Walker se aprestaba con cerca de 1,200 norteamericanos, soldados y civiles listos a empuñar las armas, a defender su dominio del ataque de sus vecinos. Mas la amenaza era sólo de Costa Rica, ya que en esos momentos ni Guatemala ni El Salvador ni Honduras daban señales de disponerse a atacar su flanco Norte. El vecino del Sur era algo muy diferente. Con una población concentrada en la meseta central de 3,000 a 5,000 pies de altura sobre el nivel del mar, Costa Rica, en muchos aspectos, presenta marcadísimos contrastes con Nicaragua. Los beneficios de la paz y la introducción del cultivo del café en la década de 1830 acentuaron la diferencia. Sus 100,000 habitantes eran casi todos de raza blanca y laboriosos; cada familia tenía su finquita de café o caña de azúcar. Había seguridad de vida y bienes. No existía deuda pública, ni extranjera ni doméstica. En la primera mitad de la década de 1850, mientras a Nicaragua la desolaban las guerras intestinas, Costa Rica continuaba en su carrera de prosperidad y progreso. Varios centenares de inmigrantes alemanes proveyeron de valiosos artesanos y mecánicos a la emprendedora nación y además suministraron tecnología europea moderna a la Milicia y al cuerpo de artillería. Porque, llena de paz y prosperidad, Costa Rica se preparaba sin embargo para la guerra. Por ley, todos los varones de 15 a 60 años de edad prestaban servicio militar obligatorio en la Milicia. Su armamento era con mucho el mejor y el más moderno de Centroamérica. En 1854, el cónsul costarricense en Londres envió tres remesas de pertrechos a Puntarenas: 500 rifles Minié, de último modelo, 11,200 libras de balas, 100,000 cartuchos, 10,000 libras de pólvora, 8 piezas de artillería de diversos calibres con todos los accesorios y abundantes balas de cañón. Tal estado de preparación mili-
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tar respaldaba con la fuerza a los designios del Presidente Juan Rafael Mora de incorporar la ruta del canal de Nicaragua dentro de las fronteras costarricenses. Las exportaciones de café y el comercio de Costa Rica eran casi exclusivas con Inglaterra y en buques ingleses; pero había el gran inconveniente de que los embarques tenían que ir por el Pacífico y la larga ruta del Cabo de Hornos. Esa falta de comunicación con el Atlántico dio impulso a los designios costarricenses de apoderarse de la ruta de Nicaragua. La debilidad de ésta, asolada por las luchas fratricidas, y el apoyo de su socio comercial, Inglaterra, le abrieron enseguida el camino a Costa Rica para apoderarse del río San Juan y del Gran Lago de Nicaragua. Antes de la batalla de La Virgen, Costa Rica no vio peligro en Walker. En San José más bien consideraban a los filibusteros como aliados fortuitos, ya que distraían la atención del gobierno de Granada, facilitándole a Costa Rica el avance de sus planes para posesionarse de la ruta del Tránsito. Después de la batalla del 29 de junio de 1855 en Rivas, las autoridades costarricenses no sólo permitieron que los cincuenta soldados leoneses del coronel Ramírez regresaran a León vía Costa Rica, sino que les dieron pasaje gratis de Puntarenas a El Realejo para que siguieran con Walker. Pero la imagen de éste cambió de la noche a la mañana tras la captura de Granada, cuando de súbito se convirtió en amenaza real, y el 20 de noviembre el Presidente Mora dio la alarma en una proclama patriótica. Mora, sin embargo, no movió un dedo para marchar en auxilio de Nicaragua, pues estaba comenzando el corte y en los cafetales había una excelente cosecha; nueve millones de libras, equivalentes a un millón de dólares. El Presidente Juan Rafael Mora y sus dos hermanos Jose Joaquín y Miguel eran los mayores cafetaleros de Centroamérica y sabían que se debía recoger la cosecha antes de comenzar la guerra. Prevenido de la situación al Sur de la frontera, el 17 de enero de 1856 Walker le escribió al Presidente Mora, asegurándole que no albergaba intenciones hostiles hacia las repúblicas centroamericanas y expresando sus fervientes deseos de paz y concordia entre Costa Rica y Nicaragua. Al no recibir contestación, dos semanas después envió una comisión a cargo del mayor Louis Schlessinger a dialogar con Mora, buscando posponer el ataque que veía venir mientras continuaba aumentando sus fuerzas. Schlessinger, uno de los pocos filibusteros que sabían algo de español, viajó acompañado del coronel Manuel Argüello (el jefe legitimista en la batalla de Rivas), a quien Walker encargó convencer a los nicaragüenses exiliados en Costa Rica para que regresaran a sus hogares. Los comisionados de Walker viajaron por tierra a Guanacaste (entonces llama-
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do Moracia) a principios de febrero, cuando el corte de café llegaba a su fin y Costa Rica estaba lista para la guerra. El gobernador de Moracia don José María Cañas (cuñado del Presidente Mora), al instante expulsó del país a Schlessinger y su comitiva, poniéndolos a bordo de una goleta de Puntarenas a San Juan del Sur —menos Argüello, quien se enroló en el ejército costarricense para luchar contra Walker. Con la cosecha de café asegurada y exportándose, el 27 de febrero de 1856 el Congreso de Costa Rica autorizó al Presidente la guerra contra Walker. Mora de inmediato decretó aumentar el ejército de 5,000 hombres a 9,000 e impuso un préstamo de guerra de 100,000 pesos a los capitalistas de la nación. El 1 de marzo lanzó otra proclama: "iCOMPATRIOTAS! —iA las armas! Ha llegado el momento... Marchemos a Nicaragua a destruir esa falange impía... No vamos a lidiar por un pedazo de tierra ... No. Vamos a luchar por redimir a nuestros hermanos de la más inicua tiranía". La pobre Nicaragua había encontrado un segundo redentor extranjero en el Presidente Mora... Los poderosos hermaniticos iban a expulsar de su territorio al Predestinado de los Ojos Grises y de paso a apoderarse de la ruta del canal y el tránsito. El general Walker enfrentaba un formidable rival en la persona del Presidente Mora. El grueso del ejército expedicionario —3,500 hombres— se reunió en la Plaza Mayor de San José el lunes 3 de marzo, al iniciar su marcha hacia la frontera. Iban llenos de entusiasmo y bien armados, y el Boletín Oficial les aseguró que Nicaragua entera se había sublevado contra Walker, comenzando con el degüello de numerosos filibusteros en el barrio San Felipe, de León. Corrían toda clase de rumores; entre otros, que Walker iba a atacar Puntarenas por mar para apoderarse del café y las mercancías en el puerto. El barón Alejandro von Bülow, coronel del ejército, con 300 hombres pronto puso a Puntarenas en estado de defensa. La Columna de Vanguardia —mil hombres bajo el general José Joaquín Mora avanzó a Liberia el 13 de marzo; su hermano el presidente Juan Rafael con el resto de las tropas pernoctó en Bagaces el 18. Contando con más de 3,000 soldados bien armados, entrenados y aprovisionados; altamente motivados y convencidos de que luchaban en defensa de su patria; con artillería moderna; con conocimiento íntimo del terreno e inteligencia exacta de los movimientos del enemigo, el general costarricense estaba seguro del triunfo. Entretanto, Schlessinger regresó a Granada de Costa Rica el 9 de marzo, día en que arribaron 310 relutas de Nueva York y Nueva Orleáns. Subestimando en un error craso la fuerza costarricense, Walker decidió darle a Mora una lección en su propio patio y envió a
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Schlessinger a invadir Costa Rica con los recién llegados. Salieron 284 filibusteros organizados en cinco compañías: alemanes, franceses, neoyorquinos, neorleanenses y batidores. Schlessinger hablaba alemán, francés e inglés, además de su escaso español, lo cual iba a su favor así como su deseo de vengar la expulsión ignominiosa de Costa Rica. Por otro lado, el hecho de ser alemán y judío; su carácter despótico, caprichoso e iracundo; y la envidia de los subalternos por aquel rápido ascenso y brillante oportunidad, iban en su contra. La tropa heterogénea de aventureros de diversas nacionalidades y lenguas, indisciplinados y mal armados, contribuyó al desastre que le esperaba. El 13 de marzo Schlessinger marchó de La Virgen a San Juan del Sur sobre el camino del Tránsito. El 16 continuó la marcha hacia la frontera, subiendo y bajando cuestas. Los pedregales del camino y más que nada el tórrido sol tropical hicieron difícil la caminata filibustera. El 20, a la una de la mañana, llegaron a la hacienda Santa Rosa, como a treinta kilómetros de Liberia. Bien informado por sus batidores de los movimientos del enemigo, el general Mora había salido del pueblo el 19 con la Columna de Vanguardia a darles batalla y aniquilar a los invasores. Los filibusteros descansaban, sin sospechar jamás la presencia del fuerte ejército costarricense listo a caerles encima. Los ticos atacaron a las 2:30 PM.: mil hombres con tres piezas de artillería, desplegándose estratégicamente en la llanura con la serenidad y destreza de veteranos, embistieron a los filibusteros cuando éstos almorzaban, confiados y desprevenidos. Desde el momento en que el vigía filibustero corrió gritando "iViene el enemigo!" hasta que se disparó el último tiro, pasaron tan sólo catorce minutos, suficientes para deshacer a Schlessinger y su tropa. Fue una rotunda victoria costarricense. Cuatro oficiales y quince soldados ticos murieron, pero los filibusteros dejaron veintiséis cadáveres en el campo y el resto huyó en estampida hacia Nicaragua, abandonando mulas, caballos, armas, municiones y pertenencias. Varios días después, los míseros remanentes de la tropa de Schlessinger comenzaron a llegar a La Virgen en pequeños grupos o solos, sin sombrero y descalzos, algunos casi desnudos y sufriendo insolación, pues se quitaban la ropa para protegerse con esos harapos los pies lastimados en el camino. Los malheridos no pudieron huir. A veinte filibusteros capturados se les hizo un juicio sumario y condenó a muerte. El Presidente Mora perdonó la vida de uno; a los otros diecinueve los fusilaron el 25 de marzo: 5 alemanes, 5 irlandeses, 3 norteamericanos, 2 griegos, 1 inglés, 1 francés, 1 italiano y 1 panameño. Al arribar otra remesa de reclutas de Nueva Orleáns y Nueva
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York el 22 de marzo, Walker mandó a La Virgen el batallón de rifleros apostado en León y trasladó su cuartel general de Granada a Rivas para la ofensiva contra Costa Rica. Cuando aparecieron los vencidos de Santa Rosa, el grueso del ejército filibustero se encontraba en el camino del Tránsito y en el acto Walker se preparó a repeler un ataque inminente de Mora. Al no ocurrir el ataque, Walker se replegó a Rivas. En Rivas los rumores propalaban que la guarnición de San Juan del Sur —250 filibusteros— tenía órdenes de apoderarse del Cortes de la Compañía del Tránsito, cuando llegara de California a principios de abril, y que Walker lo usaría para atacar Puntarenas. El Cortes había salido de San Francisco el 20 de marzo con 400 pasajeros, entre ellos 40 reclutas para Walker. Justo al avistar su destino, el barco apareó a otro que iba de Panamá a San Francisco y del cual recibió un viajero que dijo deseaba quedarse en San Juan del Sur. En realidad era un agente de Vanderbilt con instrucciones perentorias para el capitán del Cortes, de que no tocara San Juan y se llevara los pasajeros a Panamá. El vapor entró en la bahía de San Juan del Sur el 1 de abril a las 9 P.M.; mas no desembarcó pasajeros, y, antes de que los filibusteros pudieran abordarlo, en la madrugada siguió a Panamá. El escape imprevisto del Cortes desbarató todos los planes de Walker de atacar Puntarenas. Además, le cortó la conexión vital con California en un momento crítico, y varios meses pasarían antes de que Garrison pudiera enviar otro vapor y restaurara la conexión. En esos mismos días, Walker recibió una carta del Ministro norteamericano en Guatemala, enviada a través de los canales diplomáticos del Ministro Wheeler, junto con mensajes urgentes del Presidente Patricio Rivas en León, informándole que Guatemala y El Salvador se aprestaban a entrar en la guerra contra él. Viendo que dos semanas después de Santa Rosa los costarricenses no daban señales de avanzar, Walker reaccionó cambiando de táctica. Cuando el 3 de abril le ordenó al ejército marchar de Rivas a La Virgen, limitando a quince libras el bagaje de cada soldado, la opinión general era de que iba rumbo a San José. Pero el sábado 5 de abril embarcó todas las tropas en el San Carlos, navegó al río San Juan, inspeccionó las defensas y fue luego a desembarcar a Granada. Entretanto, Mora, al saber que Walker estaba con su ejército en Rivas, esperó en calma, vigilándolo. Cuando Walker embarcó, los costarricenses avanzaron y el 7 de abril ocuparon San Juan del Sur y La Virgen. En la escaramuza con los empleados de la Compañía del Tránsito en La Virgen (partidarios de Walker), los costarricenses mataron a nueve norteamericanos y se posesionaron del codiciado ca-
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mino del Tránsito sufriendo sólo una baja. Enseguida quemaron el muelle, para impedir el desembarco de los filibusteros que surcaban el lago en los vapores. La guarnición que Walker dejó en Rivas, abandonó la ciudad y Mora la ocupó el 8 de abril sin disparar un tiro. Ese día, un jinete llevó a Granada los informes del avance costarricense y La Virgen arribó con la noticia del incendio del muelle. Al mismo tiempo, cartas de León le informaron a Walker de que no existía peligro de ataque enemigo por la frontera Norte. En consecuencia, dejando más de un centenar de civiles y dos compañías de guarnición en Granada, el 9 de abril a las cuatro de la mañana marchó con el ejército hacia el Sur, a atacar a Mora en Rivas. Walker tenía menos de 1,000 norteamericanos sobre las armas en Nicaragua. Con él iban como 600 a Rivas. Los restantes acuartelaban en el río San Juan, Granada, León y Chinandega. Contando los nicaragüenses que lo acompañaban, llevaba quizá 700 hombres. En el camino, Walker supo por una mujer de Rivas que al menos 3,000 costarricenses habían entrado en la ciudad; enseguida capturó y ahorcó a un rivense que les llevaba proclamas de Mora a los legitimistas de Masaya; a un vaquero que andaba en busca de ganado para los ticos y a otro nicaragüense que sorprendieron espiando. Con una soga al cuello y el otro extremo por sobre una rama del árbol más cercano, este último dio a Walker detalles exactos de las posiciones costarricenses en Rivas. Le dijo de la casa que ocupaba Mora y la ubicación de los cuarteles, del depósito de municiones y de la artillería. Walker lo ahorcó de todos modos, tras extraerle cuanto sabía, y utilizó esa información precisa para formar su plan de ataque. Walker planeó este ataque de sorpresa para capturar a Mora y apoderarse del depósito de municiones frente al cuartel, ochenta metros al Oeste de la plaza. Tras pernoctar junto al riíto Gil González, el 11 de abril inició la marcha a las dos de la mañana y al alborear se desvió hacia el lago para atacar Rivas desde la dirección opuesta a donde el enemigo lo esperaba. A las ocho de la mañana, el ejército filibustero estaba en las Cuatro Esquinas, mil metros al noreste de Rivas. Los filibusteros entraron corriendo y gritando en la plaza antes de que los costarricenses, sorprendidos, comenzaran a disparar. Así se inició el choque, sangriento y feroz como todos los de la guerra a Walker quien, en pocos momentos se apoderó de las casas circundantes. Avanzando hacia el Oeste, sus soldados capturaron un cañón en la calle a medio camino entre la plaza y el cuartel de Mora, pero hasta ahí llegaron. Los costarricenses los detuvieron con lluvias de balas desde puertas y ventanas y desde las troneras que abrieron en las paredes de adobes de las casas en que se para-
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petaban. Francotiradores de ambos bandos en techos y en campanarios —los norteamericanos en la Parroquia y los costarricenses en la iglesia de San Francisco— cobraron numerosas víctimas. Para las once de la mañana, ya Walker estaba claro del fracaso en su intento de desalojar a Mora de Rivas. Y cuando los refuerzos costarricenses comenzaron a llegar de San Juan del Sur y La Virgen, Mora pasó a la ofensiva: por la tarde los costarricenses le pegaron fuego al Mesón de Guerra en el costado occidental de la plaza, sacando de ahí a los filibusteros. La lucha cesó al caer la noche. Protegido por la oscuridad, a la una de la mañana Walker montó en bestias al herido que pudo y en sigilo se retiró de Rivas, dejando al pie del altar en la Parroquia a quince o veinte heridos de muerte. Cuando los costarricenses atacaron al amanecer, sus bayonetas acabaron con los filibusteros que encontraron. El pilón de cadáveres al pie del altar se sumó a los centenares de muertos en suelo rivense durante las últimas veinticuatro horas. Las bajas costarricenses fueron tan elevadas, que el 13 de abril el Alto Mando en Rivas impuso censura total, prohibiendo el envío de la correspondencia privada a San José. En su informe del 15 de abril, Mora dio la cifra de 110 muertos costarricenses, incluyendo los heridos mortales que aún no habían fallecido, pero pareciera que nadie anotó sus nombres y la lista oficial de los héroes ticos que perdieron la vida en Rivas el 11 de abril de 1856 permanece desconocida hasta hoy. La lista de los heridos (270 nombres, más veinte o treinta que no fueron hospitalizados) la elaboró el mismo 15 de abril el Dr. Carlos Hoffman, Cirujano Mayor del Ejército Costarricense. En su libro, Walker puso las bajas ticas en 200 muertos y 400 heridos. En cuanto a las pérdidas de Walker, copió el informe del 13 de abril de su Ayudante General: 58 muertos, 62 heridos y 13 desaparecidos, sumando 133 bajas. En su informe del 15, Mora puso las bajas de Walker en, por lo menos, 400 muertos y heridos: los costarricenses contaron 81 cadáveres norteamericanos y por los prisioneros supieron que Walker había echado como 150 muertos en varios pozos, los que Mora mandó a inspeccionar y encontraron llenos de cadáveres. Aunque en ambos bandos lucharon y murieron nicaragüenses, estas bajas se desconocen. Los costarricenses quedaron dueños del campo de batalla. No obstante, lo duro del combate les impidió perseguir a Walker, quien regresó a Granada sin problemas, y, al final de cuentas, ganó la batalla con los cadáveres que echó en los pozos: en pocos días, el suministro de agua putrefacta en Rivas desató una epidemia de cólera
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morbo que destruyó al ejército costarricense, diezmándolo con su azote y obligando a Mora a retirarse a toda prisa de Rivas, La Virgen y San Juan del Sur. Un destacamento que buscaba posesionarse del San Juan por el río Sarapiquí también se replegó a San José, tras salir herido su comandante el general Florentino Alfaro en combate con los filibusteros en la desembocadura del Sardinal el 10 de abril.
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LA RUTA DEL TRÁNSITO volvió de nuevo a poder de Walker, mientras la peste que sus cadáveres produjeron desde los pozos de Rivas y que los soldados ticos de los restos del ejército llevaron consigo a su patria, causaba en Costa Rica 10,000 muertos, cercenando de tajo toda amenaza contra Walker por el vecino Sur.
Batalla de Rivas, el 11 de abril de 1856.
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13. Abrazos LAS TRES REPÚBLICAS centroamericanas al Norte de Nicaragua reaccionaron ante la amenaza de Walker mucho después que Costa Rica. Las distancias y barreras geográficas brindaban a Guatemala, El Salvador y Honduras cierta sensación de seguridad que disminuía la urgencia del peligro. Además, ninguna de la tres repúblicas compartía los designios costarricenses sobre la ruta del canal en el río San Juan, por lo que no tenían ese poderoso incentivo para intervenir. Guatemala, bajo el presidente vitalicio, capitán general don Rafael Carrera, era el bastión del conservatismo en Centroamérica. Carrera tenía suficientes recursos y se daba perfecta cuenta de la amenaza filibustera, pero encontrándose Guatemala separada de Nicaragua por El Salvador y Honduras, no tenía prisa de embarcarse en una costosa campaña bélica lejos de sus fronteras. El hombre fuerte de Honduras, general Santos Guardiola, subió a la presidencia el 17 de febrero de 1856. Guardiola albergaba recuerdos indelebles de su debacle del 3 de septiembre de 1855 en La Virgen y se dice que consideraba invencibles a los yanquis, por lo que no deseaba intervenir en Nicaragua, llegando hasta al extremo de prohibir que en Honduras se hablase mal de los norteamericanos. En El Salvador hubo elecciones y el 12 de febrero de 1856 tomó posesión el presidente Rafael Campo. Campo simpatizaba con los legitimistas granadinos; era respetable por su honradez, pero tímido y sencillo. Al inicio de la guerra con Costa Rica, a Nicaragua la rodeaban Carrera, Campo, Guardiola y Mora blandiendo una sólida bandera conservadora sobre una alianza en ciernes contra Walker. Dentro de Nicaragua, los patriotas conservadores (serviles, legitimistas o chamorristas) se oponían tenazmente al filibustero. Walker, consciente de esta situación, el 10 de marzo de 1856 lanzó una proclama "A los Centroamericanos", declarando su "enemistad eterna al partido servil y á los Gobiernos serviles de la América-Central". Enseguida, ordenó que las tropas del Ejército de la República usaran la divisa roja en vez de la celeste. Esta ostentación de los colores liberales y el permiso que luego otorgó de trasladar el gobierno de Granada a León, fueron a propósito para asegurar y reforzar el apoyo leonés a Walker durante la guerra que se avecinaba. El gobierno se trasladó a León el 25 de marzo. El 30, el Presidente Patricio Rivas lanzó una proclama "A los nicaragüenses", declarando que el traslado del gobierno al Depar-
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tamento Occidental era para ponerse en contacto más inmediato con los Gobiernos de Honduras, El Salvador y Guatemala, con quienes Nicaragua sólo deseaba "buenas inteligencias y una amistad leal y sincera". Con esas miras, ya había enviado comisiones para celebrar tratados de alianza y amistad. Un mes antes, Costa Rica, por su parte, había enviado también un ministro plenipotenciario ante los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras, buscando formar una alianza ofensiva y defensiva contra Walker. Urgido por el enviado costarricense y por las noticias de la invasión de Schlessinger a Costa Rica, Carrera finalmente decidió actuar contra Walker. El Consejo de Estado aprobó por unanimidad su decisión en sesión extraordinaria a principios de abril, y Carrera solicitó permiso a El Salvador para el pase de sus tropas hacia Nicaragua. El 15 de abril, El Salvador no sólo otorgó el permiso sino que expresó estar listo a unir fuerzas con Guatemala y propuso que Honduras también enviara tropas. La vanguardia del ejército guatemalteco, 800 hombres al mando del general Mariano Paredes, salió de la capital el lunes 5 de mayo de 1856. Con las tropas guatemaltecas desfilando por su territorio, el ejército salvadoreño se movilizó, para acompañarlas. El 7 de mayo, el gobierno salvadoreño en Cojutepeque dirigió una nota al Presidente Rivas en León, pidiéndole que rompiera con Walker. Rivas se negó a hacerlo. La brecha entre León y Cojutepeque parecía insalvable. Desde principios de abril, el enviado nicaragüense había tratado en vano de presentar credenciales y su gobierno le había ordenado regresar a León. Naturalmente, las relaciones entre León y Guatemala no eran mejores, y empeoraron más aún cuando el Ministro de Relaciones leonés el 20 de mayo envió un ultimátum a Carrera, exigiéndole que reconociera oficialmente al gobierno del presidente Rivas. Ése era el panorama que Walker veía al salir de Granada el 31 de mayo a cerciorarse personalmente de la situación en León. El corresponsal del Picayune de Nueva Orleáns, Charles Callahan, lo acompañó en el viaje y narró las incidencias: el batallón de rifleros salió de Granada temprano en la mañana; Walker y su Estado Mayor, escoltados por dos compañías de batidores, lo hicieron al mediodía y pernoctaron en Masaya, donde el general Domingo de Goicouría (filibustero cubano) cayó enfermo de cólera morbo. Dejando a Goicouría en Masaya, Walker siguió hacia León y, de acuerdo a Callahan, su marcha fue apoteósica. En todas partes la población entera lo recibió con vivas, salvas, cohetes y triquitracas —cuenta el corresponsal. Al arribo en León, a la 1:30 PM. del 4 de junio, media ciudad
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salió a encontrarlo en el camino. El Presidente Rivas con su gabinete y una inmensa muchedumbre, le dieron la bienvenida en las afueras y lo acompañaron hasta su alojamiento. Salvas de artillería, repique general de campanas, la tropa tendida en la plaza, la música marcial y otras demostraciones de regocijo solemnizaron el acto, "pero todo esto habría sido insignificante si no hubiera estado pintado en los semblantes de todas las personas el contento y el entusiasmo al ver al general Walker enmedio del pueblo leonés". Apenas se apeó del caballo, lo rodearon las leonesas: multitud de mujeres de toda edad, tamaño y color, ansiosas de conocer al General Wal ker, quien, proverbialmente modesto, se espantó al ver que las mujeres se proponían abrazarlo. No tuvo más remedio y se vio obligado a comprimirles los pechos y acariciarles el cuello a todas las presentes, de una en una, en la forma más cortés que pudo —sigue contando Callahan. Esa noche fue de fiesta; que los músicos leoneses improvisaron canciones y los poetas se inspiraron en alabanzas al valiente norteamericano que había llegado a liberar a Nicaragua de las opresiones de sus enemigos: Mil himnos alegres Patriotas cantad Al restaurador De la libertad. El mundo respetuoso Acatará asombrado Al hijo denodado Del grande Washington. Y Nicaragua libre Dirá en constante grito, ¡Viva Walker invicto! ¡Viva el Libertador! El recibimiento de Walker como héroe se explica, pues era su primera visita a León desde la toma de Granada y ocurrió en momentos en que la amenaza del Norte recrudecía agudamente la necesidad de la alianza de los leoneses con los filibusteros. El presidente Patricio Rivas enfatizó ese punto con claridad en su proclama la víspera de llegar Walker a León: "Nicaragüenses —Guatemala está en campaña contra nosotros ... el Presidente Carrera querrá aparecer jeneroso conservándoos con el sello de la esclavitud sobre la frente ... Soldados, á las armas: la Patria os confía su salud y su vida". El comandante en jefe William Walker no se quedó atrás y en cuanto llegó a León lanzó su propia proclama a los nicaragüenses, -
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en español, en armonía con el clima que encontró en la ciudad. Callahan informa que a los leoneses les causó muy buena impresión, y que quienes conocieron lo estudioso que era Walker en Nueva Orleáns no se sorprenderían al saber que ya dominaba perfectamente el español, al punto de que aún sus enemigos más intransigentes lo reconocían y alababan. Dos semanas después, un corresponsal del New York Tribune en Granada describió a Walker, dibujando "a pluma, con tinta, su retrato vivo", similar o casi idéntico a los otros retratos de Walker que nos han dejado viajeros, periodistas, historiadores, amigos y subordinados —todos contemporáneos del "rey de los filibusteros": A primera vista, el general Walker parece un hombre pequeño, pero junto a individuos de mediana estatura se ve ligeramente más alto que ellos. Es decididamente flaco; no hay una onza de carne superflua sobre sus huesos. Aunque de armazón óseo liviano, su aspecto es fuerte y vigoroso. Sus soldados dicen —los que lo han acompañado desde el comienzo de sus aventuras— que nadie lo iguala en resistencia. Es sumamente laborioso y supervisa personalmente todos los asuntos de la nación. Ordinariamente viste pantalón azul corriente, camisa gruesa de lino, también azul —con dos parches pequeños de franela roja sobre los hombros, que hacen de charreteras— y sombrero de paja. Al sentarse, se desploma en la silla todo desgarbado y encorvado. Al verlo sentado, su facha insignificante y el traje sencillo desilusionan a quienes esperan en él dimensiones físicas comparables a su gran fama. Mas cuando viste el uniforme y se anima, su aspecto cambia radicalmente, los hombros se expanden rectos, su estatura parece aumentar por lo menos dos pulgadas y sus ojos grises soñadores le brillan del fuego que les imparte el hombre que llevan dentro. Su cabeza es más alta que el promedio, algo grande en proporción al cuerpo, y se expande a medida que sube. El cabello es de color claro; la frente ancha y lisa, desarrollada en tal forma que los frenólogos lo catalogarían un idealista, de mente especulativa. La cara es delgada, la nariz ligeramente aguileña, la boca bien formada, expresando gran firmeza, y los labios tienen esa compresión peculiar de los que son fastidiosos y sistemáticos. Los ojos son más bien pequeños, y situados bastante debajo de las cejas. Habla con mucha deliberación, escogiendo cuidadosamente las palabras. Mas cuando se interesa en la conversación y lo arrebata el tema, su entonación es fácil y hasta elegante. Su rostro, sin ser particularmente galán, tiene una expresión intelectual agradable, y el bigote que se está dejando crecer contribuirá dentro de poco a darle garbo a su semblante.
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No hay duda de que su ambición es grande: pero su aspecto es el de un escolar sencillo y apocado. Al verlo medio tímido y retraído, nadie sospecha el desesperado coraje que posee ni se imagina que esas manos pequeñas y esos dedos delicados y finos a menudo se han abierto paso con la cacha de la pistola por entre torrentes de enemigos. El bozo que los cálidos abrazos de las leonesas hicieron germinar en la cara de Walker, no llegó a crecer. Enseguida rompió con León y su bigotito desapareció de pronto, sin dejar traza.
Walker en su unforme de comandante en jefe del ejército.
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14. iAdelante! SIMULTÁNEOS AL recibimiento de Walker en León, ciertos eventos también propicios a su causa ocurrieron en Estados Unidos, tras el arribo el 29 de abril en Nueva York del Orizaba con pasajeros y noticias de Nicaragua. Las noticias en primera plana de que millares de costarricenses armados por los ingleses trataban de expulsar a los norteamericanos al grito de guerra de "'Muerte a todos los yanquis!", naturalmente despertaron un fervor patriótico a favor de Walker. Dos pasajeros importantes llegaron en el vapor: el mayor John P Heiss y el padre Agustín Vijil. Heiss era Mayor en la Milicia de Tennessee además de periodista, Jefe de Redacción del Washington Union durante la administración del Presidente James K. Polk y después dueño del New Orleans Delta, en el que se identificó con el filibusterismo cubano. A su llegada de Nicaragua, se dijo que el Presidente Pierce lo había enviado a Granada para que regresara a Washington con un representante oficial del gobierno Walker-Rivas. El padre Vijil era ese representante, escogido por Walker y nombrado por Rivas durante la corta estadía de Heiss en Granada. Cuando las noticias de Nicaragua llenaban, pues, los diarios en Nueva York, Heiss iba ya camino a Washington a entregar los despachos del Ministro Wheeler en el Departamento de Estado y una carta de William Walker al senador John B. Weller, de California, partidario de los esclavistas sureños. Weller habló en el Senado el 1 de mayo, urgiendo el reconocimiento del gobierno Walker-Rivas, y procedió a leer en público la larga carta de Walker mientras los colegas escuchaban atentos, en silencio. En la carta, fechada en Granada el 15 de abril, Walker desplegó su típica línea de propaganda, presentándose como patriota norteamericano en guerra con Costa Rica e Inglaterra, y cuando diversos senadores y congresistas apoyaron la causa de Walker en ambas cámaras, el corresponsal en Washington del New York Tribune comentó que Walker no era un filibustero solitario sino un agente en la vanguardia expansionista de la esclavitud. Los amigos sureños de Walker presionaron políticamente para el reconocimiento oficial del gobierno Walker-Rivas. En el gabinete, Jefferson Davis y otros sureños estaban a favor, mientras el Secretario de Estado William L. Marcy encabezaba la oposición. La prensa dijo que Heiss y el Presidente Pierce ultimaron los detalles del recibimiento del padre Vijil en reuniones secretas, sin que se dieran cuenta Marcy ni el secretario
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privado del Presidente. El reconocimiento del gobierno de Walker era muy popular en los estados sureños y occidentales, y los caciques del partido demócrata enseguida agitaron el asunto de Nicaragua, utilizándolo en la campaña electoral del momento. Los demócratas de Nueva York celebraron un Gran Mitin de simpatía para Walker el 9 de mayo, en el que enarbolaron la bandera de Nicaragua y adornaron la fachada del National Hall con letreros iluminados por candilejas: NO INTERVENCIÓN BRITÁNICA EN EL CONTINENTE DE LA AMÉRICA Y ENGRANDECED LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD. Se pronunciaron discursos, se leyeron mensajes de apoyo de líderes prominentes del partido, se aprobaron resoluciones apropiadas y se nombró un comité que recibió suscripciones y contribuciones para "Walker y su valiente ejército en Nicaragua", mientras los concurrentes enardecidos echaban vivas al padre Vijil y mueras al Secretario Marcy. Al día siguiente zarpó el Orizaba hacia San Juan del Norte con otro contin-
gente de reclutas filibusteros; en el mástil ondeaba un banderín con la letra "W", que se dijo significaba "Walker". La Convención Nacional Demócrata se reuniría en Cincinnati a principios de junio a nominar el candidato para los comicios de noviembre. Todos los precandidatos presidenciales saltaron a la palestra, en apoyo público a Walker. Con la atención fija en Cincinnati, buscando reelegirse, el Presidente Pierce reconoció al gobierno de Nicaragua del Presidente Patricio Rivas y recibió al padre Vijil el 14 de mayo. Vijil era un abogado granadino de ideas liberales que se hizo sacerdote por obligación familiar, en cumplimiento de una promesa religiosa de su madre. Siendo cura de Granada durante la guerra civil de 1854, los legitimistas lo bautizaron "Cura faccioso" por simpatizar con los leoneses. En febrero de 1856 escribió un artículo en el periódico de Walker, reiterando los sentimientos que expresara en el mentado sermón del 14 de octubre anterior, viendo en el filibustero al Macabeo de su pueblo, al hombre enviado por Dios "para sojuzgar lágrimas, para curar heridas, y para reconsiliar la familia Nicaraguense que jenios inquietos habian dividido". Al presentar sus credenciales en el Departamento de Estado, su mensaje recapituló la historia trágica de su patria. La carrera diplomática de Vijil fue corta y amarga. Sus colegas centroamericanos en Washington lo rehuyeron y denigraron en lo que era más importante para él —su sacerdocio. La recepción fría que le brindó el clero católico le dolió mucho; pasaron varias semanas antes de que el Arzobispo de Baltimore le concediera permiso de celebrar Misa. Así, a fines de junio se regresó a Nicaragua, dejan-
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do a Heiss en su lugar, confiado quizá en mejores días para su patria tras el reconocimiento del gobierno Rivas-Walker por el Presidente Pierce. La Convención Nacional Demócrata en Cincinnati adoptó como suyo a Walker el 5 de junio, pasando una resolución de apoyo a su causa. Pero el Presidente Pierce, aunque demasiado temprano para la Historia, había actuado demasiado tarde para Cincinnati: James Buchanan el "filibustero diplomático" ganó la nominación del partido y subiría a la presidencia en las elecciones de noviembre. Buchanan adquirió este apodo el 18 de octubre de 1854 en Ostende, Bélgica, al firmar el entonces famoso Manifiesto de Ostende, repudiado a poco hasta por los mismos EE. UU., urgiendo que Estados Unidos le comprara Cuba a España o se la quitara a la fuerza, si rehusaba vender. Buchanan era entonces embajador en Londres, y el embajador norteamericano en Madrid, Pierre Soulé, esclavista sureño y luego agente de Walker, fue cosignatario del documento. Mientras tanto, los propagandistas esclavistas movilizaban la opinión pública a favor de Walker en Nueva Orleáns al recibirse la noticia de la declaración de guerra de Costa Rica a los filibusteros. En un editorial que abogaba por la expansión de los estados esclavistas, el New Orleans Delta, siempre identificado con el filibusterismo cubano, explicó a los lectores que "la causa de Cuba depende de la suerte de Nicaragua, y la suerte del Sur depende de la de Cuba. Ésta es la hora del destino. O vivimos hoy o nos quedamos sin vida. O actuamos o perecemos". El 28 de abril se celebró una reunión en el bar del hotel St. Louis para adoptar medidas prácticas en apoyo de Walker. El ya exembajador, y exsenador, Pierre Soulé tomó la palabra, diciendo que Walker necesitaba entre $200,000 y $250,000 para poner fin a la guerra mediante la conquista de Costa Rica. No pedía un regalo, sino un préstamo que cancelaría con fidelidad. Tras enumerar las ventajas para los Estados Unidos, el Sur y Nueva Orleáns —y por supuesto para Nicaragua y el mundo— el orador pidió papel y tinta y abrió en el acto una lista de suscripciones. Numerosos caballeros acudieron a apuntar sus nombres ofreciendo diversas sumas; se nombró un comité; un comerciante de Nueva Orleáns, Mason Pitcher, quedó de tesorero y abrió el libro de cuentas del "Gobierno de Nicaragua —Agente Mason Pilcher". Para el 6 de mayo se había recogido $1,348 en efectivo, que el comité utilizó para enviarle a Walker la goleta Minnie Shiffer con reclutas, armas y provisiones. Sus 215 pasajeros incluían un regimiento (diez oficiales y 134 soldados) al mando del coronel John A. Jacques, antiguo oficial de la Guardia Nacional de Louísíana, que llevaba 325 rifles y fusiles, no-
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venta barriles de pólvora, plomo en proporción y centenares de revólveres y cuchillos. Otra reunión de los "Amigos de Nicaragua" atrajo dos mil personas el 20 de mayo. Los oradores repitieron a la entusiasta concurrencia las "consecuencias desastrosas para Nueva Orleáns" si Walker fracasaba en Nicaragua. Otra vez se aprobaron "resoluciones patrióticas encomiables" y se recogió dinero y enseguida salieron en procesión con una banda de música a las oficinas del diario Crescent, a vitorear el periódico que había sido de Walker y que fue "el primero en apoyar la causa del gobierno de Rivas-Walker en el Sur y probablemente en el país entero". Al día siguiente se organizó una compañía de tres tenientes, un sargento y treinta y seis rasos bajo el capitán Robert Ellis, quienes zarparon de Nueva Orleáns el 23 de mayo en el Daniel Webster, que los dejó en San Juan del Norte y prosiguió a Aspinwall. El reconocimiento del padre Vijil por el Presidente Pierce le dio ímpetu a la causa "nicaragüense" de Walker. El Sur se movilizó. Los mitines en pro de "Nicaragua" proliferaron en las ciudades sureñas: en el del 17 de mayo en Nashville, por ejemplo, al que asistió una enorme concurrencia, los notables de la ciudad, sin distingo de partido, aprobaron resoluciones laudatorias en pro de Walker. Al calor de tal campaña, centenares de aventureros partieron de las ciudades sureñas a Nicaragua, vía Nueva Orleáns. Como 150 salieron de Louisville en el Sultana el 22 de mayo, al mando de coronel Jack Allen (ya 75 habían salido en los días anteriores), 150 se les unieron en Owensboro y otros tantos en Henderson, Kentucky, río abajo. Los "intrépidos y fornidos cazadores de Kentucky", justo el tipo de reclutas que Walker necesitaba, arribaron en Nueva Orleáns el 29 de mayo y por la noche celebraron un mitin en el que hubo magníficos discursos pero se recogió muy poco dinero. Muchos de los "emigrantes" iban sin un centavo en la bolsa y no pudieron conseguir en Nueva Orleáns los fondos necesarios para continuar el viaje. En consecuencia, casi todos se regresaron a Kentucky; sólo los que tenían fondos propios se quedaron en Nueva Orleáns con el coronel Allen, para viajar a Nicaragua en el siguiente barco. El agente Mason Pilcher pagó $1,800 por el pasaje de sesenta y cuatro reclutas de Louisiana; otros sufragaron los pasajes de diez reclutas de Tennessee y seis exiliados cubanos. Junto con veinticinco Cazadores de Kentucky formaron un batallón de 105 soldados para el ejército de Walker. Zarparon de Nueva Orleáns el 7 de junio en el Granada, el que los dejó en San Juan del Norte y prosiguió siempre a Aspinwall. Veintisiete tejanos al mando del capitán Andrew J. Turley y otros nueve emigrantes, partieron de Nueva Orleáns a Nicara-
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gua en el Daniel Webster el 22 de junio. En total, los barcos Minnie Shiffer, Daniel Webster (dos viajes) y Granada llevaron como 400 "emigrantes" a Nicaragua durante mayo y junio de 1856; sumados a unos 100 que llevó de Nueva York el Orizaba, en esos dos meses 500 norteamericanos entraron por San Juan del Norte a engrosar las filas de Walker. El 2 de junio arribaron a Granada los 200 reclutas de Jacques y Ellis, con vistosos uniformes y bien armados. Su arribo, y la noticia que dieron de la recepción del padre Vijil, causaron entre los norteamericanos "inmensa alegría. Los cañones dispararon andanadas de salvas en la plaza y las campanas repicaron alegres a vuelo". Los recién llegados eran "los 'libertadores' más fuertes y mejor armados llegados al país desde el advenimiento de Walker". Encontraron una Granada desolada por la guerra —parte de la ciudad destruida por los bombardeos en la lucha intestina del 54. De sus habitantes quedaban casi sólo mujeres y niños; Walker andaba en León con el estado mayor, y con el grueso de las tropas se preparaba a repeler una invasión de los ejércitos de los estados vecinos del Norte, que se decía marchaban a atacarlo con 4,000 hombres. El coronel Jacques salió de inmediato para León en mula, a ponerse a las órdenes de Walker; su batallón quedó en Masaya al mando del capitán Thomas Henry y él prosiguió a toda prisa acompañado de Goicouría, ya convalesciente. Acababa Walker de llegar a León el miércoles 4 de junio cuando Goicouría y Jacques, le dieron la misma tarde, las noticias del recibimiento del padre Vijil por el Presidente Pierce en Washington y del arribo en Granada de 200 reclutas —la vanguardia del torrente de refuerzos que después le lloverían del Sur. Ese día determinado por el destino, en el que noticias trascendentales se sumaron a los abrazos, salvas, repiques, canciones y poemas del apoteósico recibimiento en León, Walker se convenció de que era llegada la hora de apartar a don Patricio y tomar posesión en persona como Presidente de Nicaragua. Al día siguiente le pidió la renuncia a Rivas. Don Patricio se negó a renunciar. Walker entonces le pidió a Goicouría que trabajara con los líderes leoneses para asumir él la presidencia de la república. Goicouría se lo propuso a Jerez el 6 de junio y Jerez se opuso airado. El cubano enseguida mandó citar a varios notables a una reunión en la que les hizo saber que convenía el que Walker fuese Presidente. El 9 de junio, en conversación privada con el Ministro de Relaciones, Goicouría le reveló que la propuesta de Walker para presidente no era obra suya sino de Walker mismo. Simultáneamente, el 6 de junio Walker se presentó ante el Ga-
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binete para que le aprobasen las bases de un empréstito de $250,000 por ciudadanos norteamericanos, hipotecando las mejores tierras de la república a razón de cuatro reales acre. El Presidente Rivas y sus Ministros se negaron a acceder. Al día siguiente Walker se presentó de nuevo ante el Gabinete con la misma propuesta, con igual resultado. Entonces pidió poderes omnímodos para confiscar los bienes de los enemigos (los legitimistas), vendérselos a capitalistas norteamericanos y con ese dinero pagar a sus soldados lo que se les debía. Rivas y sus Ministros le dijeron que no. El 9 de junio en la noche Walker visitó a don Patricio en su casa y trató de persuadirlo a que renunciara la presidencia antes que se lanzase sobre él el Chelón Valle, quien estaba listo a botarlo bajo el pretexto de no tener sueldo en moneda corriente la tropa norteamericana. Cuando Rivas continuó negándose a renunciar, Walker, en presencia de Jerez, le intimó que al día siguiente debía abdicarle el mando, o él lo tomaría por la fuerza. El 10 de junio, Goicouría se presentó ante el Gabinete con dos solicitudes perentorias de Walker: que le otorgasen a Goicouría los poderes para el préstamo y que se convocase al pueblo a elecciones directas de Presidente. Para soslayar la dificultad del momento, el gobierno de Rivas por último aparentó ceder mientras en realidad continuaba rechazando con firmeza las pretensiones inadmisibles y usurpadoras de Walker. Se redactó un decreto de elecciones que en sí contenía la imposibilidad de llevarlas a cabo; fuera del propósito firme que se tuvo de revocarlo antes que comenzaran a realizarse, y en efecto se revocó gubernamentalmente cuatro días después de su emisión, cuando aún no había circulado en los departamentos. En seguida se redactaron los poderes a Goicouría relativos al empréstito, pero reducidos en último análisis a formar un arreglo en virtud del cual debiera crearse una comisión que, a su tiempo, fuese nombrada por el gobierno para que por ella se expendiesen los bonos del empréstito, de suerte que nada existiera hasta su nombramiento; y se tuvo igualmente el propósito de revocar en tiempo oportuno los poderes, los que de hecho se revocaron por acuerdo oficial pocos días después. Walker partió de vuelta a Granada al amanecer del día 11, escoltado por los batidores y 200 soldados leoneses, dejando en León al coronel Bruno von Natzmer con 200 rifleros norteamericanos y unos cuantos soldados del país. Con Walker ya lejos, los miembros del gabinete, Mariano Salazar y otros líderes propagaron por la ciudad los detalles de las pretensiones e imposiciones del filibustero, y esa noche comenzó a sentirse una grave exaltación del pueblo. El 12 en la mañana Natzmer se apoderó del cuartel Principal; los soldados
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del país se retiraron y dispersaron. El Presidente Rivas y sus Ministros abandonaron en carrera la Casa Nacional al recibir noticia de que Natzmer intentaba prenderlos; huyeron a esconderse en las haciendas y huertas vecinas y el 13 aparecieron en Chinandega. Del 14 en adelante, el gobierno de Rivas en Chinandega se dedicó a abrir relaciones y sostener pláticas con las hermanas repúblicas centroamericanas y con los ejércitos aliados de Guatemala y El Salvador, que ya se encontraban en la frontera nicaragüense; declaró traidor a Walker; revocó los poderes fictos dados a Goicouría; anuló el decreto de elecciones de Presidente; y reunió las fuerzas que pudo para defenderse de un posible ataque de Walker y para sacar de León a los rifleros de Natzmer. *
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EL ROMPIMIENTO del gobierno de Rivas con Walker era ya total, y don Patricio le echó toda la culpa al filibustero. En una nota del 14 de junio, lo explicó diciendo: "Walker vino a León con pretensiones tan atrevidas que fueron bastante para desvanecer el buen juicio que equivocadamente habíamos formado de él. Pretendió usurpar el poder público, queriendo que el actual Gobierno le diera su puesto"; por consiguiente, "dirigimos comunicaciones a los gobiernos de los Estados, uniendo nuestras fuerzas a las de ellos para librarnos de esa canalla". Walker, a su ingreso a Granada, recibió carta de Natzmer informándole que Rivas y sus Ministros habían escapado a Chinandega. De inmediato ordenó al coronel Jacques, en Masaya, que se preparara a marchar; y el 14 de junio Jacques y los batidores marcharon con Walker a Managua y de ahí hacia León. En Nagarote, en el camino entre Managua y León, Walker recibió carta de Natzmer informándole que Jerez, el Ministro de Guerra, le había ordenado retirar a los rifleros de las torres de la catedral. Walker le ordenó a Natzmer replegarse a Nagarote. Al llegar Natzmer, Walker marchó con el ejército de regreso a Managua, dejando el Departamento Occidental (León y Chinandega) en manos del Presidente Rivas y sus fuerzas del país. El general José María Chelón Valle y el coronel Mateo Pineda, que acompañaban a Walker, permanecieron con él.
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15. Presidente ABUSANDO FLAGRANTEMENTE sus poderes de Jefe del Ejército, Walker, en cuanto entró en Granada el 20 de junio, nombró de facto a Fermín Ferrer "Presidente Provisorio de la República" mientras se realizaran las elecciones convocadas por el decreto del 10 de junio, que el Presidente Rivas ya había anulado el 14, y que Walker ahora declaraba, por sí y ante sí, "vijente en todas sus partes". Walker asímismo declaró nulos y de ningún valor todos los decretos, acuerdos y órdenes del Presidente Rivas desde el 12 de junio en adelante. Finalmente, les previno a "nativos ó estranjeros", que quienes suministrasen a Rivas "cualquiera clase de ausilio ya por medio de empréstitos ó contratas mercantiles, serán considerados como traidores á la Patria y juzgados conforme á las leyes marciales". El mismo 20 de junio lanzó una "Proclama al Ejército", en inglés, y al día siguiente un "Manifiesto a los pueblos de Nicaragua", en español, anunciando que "el pasado Gobierno Provisorio [del Presidente Rivas] no merece mas existencia. En nombre del pueblo, he por consiguiente declarado su disolucion, y he organizado un nuevo Gobierno Provisorio, mientras que la Nacion ejerza sus derechos naturales elijiendo sus propios gobernantes". Las decisiones ilegales de Walker se ejecutaron al instante. Su Presidente Provisorio Ferrer tomó posesión en cuestión de horas el sábado 21 de junio de 1856— y "el pueblo", por arte de magia, eligió a Walker Presidente de Nicaragua en los siguientes tres días: en la farsa electoral del 22 al 24 de junio, los sufragios de las Segovias, Matagalpa, Chontales y el Departamento Occidental fueron amañados en su totalidad en Granada, y los "comicios" en la nación entera eran sólo un simple tejido de mentiras y fraude. Uno de los propios filibusteros de Walker consignó cómo se hizo aquel truculento embuste: La reciente elección presidencial se verificó al estilo california—
no, rellenando las urnas, y no cabe duda de que le elección de Walker fue fraudulenta. Todos sus soldados votaron, en violación a la ley. Mas no se contentaron con votar una vez, sino que muchísimos votaron veinte y más veces. Y tras esa multiplicación de sufragios, los cómputos que hicieron en Granada las autoridades electorales fueron todos imaginarios. En algunas localidades resultaron más votos que habitantes, incluyendo mujeres y niños. Fue un abominable ultraje a los derechos de los nicaragüenses.
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El "Presidente Provisorio" Fermín Ferrer enseguida declaró a William Walker "Presidente Electo de la República" y fijó la toma de posesión para el sábado 12 de julio. En el lado Oeste de la plaza erigieron una plataforma cubierta con techo de lona, alfombrada y adornada con flores; enfrente ondeaban las banderas de Estados Unidos, Francia y Nicaragua; y encima, la Estrella Solitaria de Cuba... El sábado a las 11 de la mañana las tropas de Walker desfilaron en la plaza con la banda de música al frente, marchando en columnas, saludaron a las banderas de las grandes naciones en el costado occidental de la plaza y luego a las Barras y Estrellas frente a la residencia del Ministro Wheeler. Al pasar frente a la casa de Ferrer, éste con su séquito y luego Walker con el suyo se unieron a la procesión filibustera. Ambos presidentes marcharon juntos a la plataforma, escoltados por varios centenares de soldados norteamericanos en formación militar, con los oficiales a la cabeza. Dos nicaragüenses (el "presidente" títere Ferrer y un "obispo" imaginario) y dieciocho extranjeros (Walker, Wheeler, Callahan, Estado Mayor y oficiales del ejército) subieron a la plataforma y se sentaron "en cómodos asientos". Ferrer leyó un discurso en español y Charles Callahan lo tradujo al inglés: le dijo a Walker que "el pueblo libre de Nicaragua que os elijió se promete sinceramente óptimos frutos de vuestras tareas: creemos recojerlos en abundancia y columbro vuestra fama, lanzandose á la prosperidad, con puro lampo de una memoria inmortal". Walker se arrodilló sobre un cojín y Ferrer le tomó la promesa de ley en español. En seguida Walker dijo su discurso en inglés, en voz clara, firme, llena de confianza. Un cubano, el teniente coronel Francisco Alejandro Lainé, lo tradujo al español. Se hizo un saludo de 21 cañonazos; se cantó un solemne tedeum en La Parroquia; Walker marchó en procesión con la tropa por las principales call.es de la ciudad al compás de la banda de guerra, y sus soldados lo escoltaron hasta dejarlo a las 2 de la tarde en su residencia. Oficiales y amigos entraron a felicitarlo, descorcharon champán y como cincuenta invitados se quedaron al banquete. Fue un banquete digno de la ocasión y de los tiempos —un banquete militar. Walker prohibió los licores fuertes en su mesa; sólo se sirvieron vinos en el banquete presidencial, pero el champán que chispea corrió en abundancia y los brindis fluyeron en sucesión al quitarse los manteles. Naturalmente, se abrió la tanda con el panegírico del caso: "General William Walker, Presidente de la República de Nicaragua —el sabio, caballero y soldado, quien atendiendo a los ruegos de la humanidad pisoteada y oprimida, vino a Nicaragua a la cabeza de sus invencibles cincuenta y seis y fundó el núcleo de
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una gran república", y luego la banda de música prorrumpió en: "Ved venir al héroe conquistador". Walker correspondió parcamente ofreciendo un brindis al Presidente de los Estados Unidos. El Ministro Wheeler le dio las gracias en nombre de Pierce y al referirse a Walker dijo: "—al igual que Aristo anotó de su héroe— que la naturaleza rompió el molde en que lo hizo; pues sería en vano buscar a alguien superior a él". Cuando Wheeler de seguido brindó a "la urna electoral", una voz añadió "a la caja de la banda", y entre risas y aplausos la banda tocó "Mece la cuna, Lucy". Hornsby brindó "al Tío Memo", entre más risas y aplausos desbordados, y agregó otro "al Tío Sammy". Le siguieron dos nativos: Ferrer felicitó "a nuestros hermanos de los Estados Unidos que nos vienen a enseñar el arte del autogobierno, en conexión con William Walker, nuestro paladín en la guerra, nuestro protector en la paz"; y el coronel Mateo Pineda resucitó "la memoria de Washington; que la administración de Walker tenga el mismo éxito". Los brindis y los discursos se sucedieron; las palabras finales de Walker aludieron a "las cenizas de Cristóbal Colón —que yacen en la catedral de la Habana— pertenecen a América y no a Europa"; Lainé le agradeció, en nombre de Cuba, y Byron Cole puso broche de oro a los festejos con "La estrella de William Walker —que sus rayos brillen no sólo sobre Nicaragua", y entre vítores y aplausos "el presidente se levantó de la mesa seguido de todos los presentes". "El primer acto de la más asombrosa de las historias quedó así consumado". En esa forma concluyó lo que el periódico de Walker, El Nicaraguense, llamó "la toma de posesión del primer presidente americano de Nicaragua". El portavoz de Walker infló las cifras de los dignatarios con "autoridades municipales", "cónsules extranjeros" y "oficiales de la marina" anónimos; convirtió a la parroquia en catedral; e inventó un obispo para que acompañara a Walker en el estrado y cantara el tedeum en la iglesia. Los comicios, la toma de posesión y la crónica periodística son una sola pieza fraudulenta. El proceso entero fue una farsa en Granada —el primer acto de la ilegal "presidencia de Walker", desde el inicio todo un tejido de mentiras contradictorias. El amigo íntimo Edmund Randolph se perdió de la toma de posesión, pues andaba en Nueva York por motivos de salud a la vez que atendiendo los asuntos de Walker con Heiss y Morgan. Domingo de Goicouría tampoco estuvo presente; salió de Granada a fines de junio para Londres, enviado por Walker a Inglaterra y Francia (en Nueva Orleáns le traspasó sus poderes ya revocados para "el empréstito" a Mason Pilcher, encargándole consiguir fondos lo antes posible).
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Junto con una nueva remesa de reclutas, varios pasajeros de Nueva York llegaron a Granada a principios de julio; entre ellos, el padre Vijil, Appleton Oaksmith, el general William Leslie Cazneau y su esposa Cora Montgomery (su pseudónimo de escritora). Además de filibustero en el Caribe, Cazneau era un emprendedor hombre de negocios; Cora, la filibustera por excelencia, comenzó su carrera de espía en México durante la guerra. Appleton Oaksmith tenía fama de ser un hombre muy rico, con valiosas conexiones en los círculos mercantiles y políticos norteamericanos. Era hermano del Agente Comercial de Estados Unidos en Haití, y dueño de varias embarcaciones que transportaron filibusteros y armas en el Caribe en 1854 y 55. El 16 de julio de 1856, Walker lo nombró Ministro residente en Washington en substitución del padre Vijil. El nombramiento formó parte de una serie de decretos para el control completo y la transformación total de Nicaragua —la destrucción de la nacionalidad nicaragüense hasta el punto de comenzar por suplantar el idioma. Según expresa el mismo Walker: Desde el comienzo de su "Administración" se empeñó en reorganizar no sólo el Estado sino también la familia y el trabajo; no trató de modificar la forma secundaria del cristal, sino que también quiso cambiar de raíz su naturaleza primaria. Para ello, emitió estos decretos: 14 de julio. —Decreto ordenando que todos los decretos, acuerdos y órdenes deberán ser en español e inglés; que todos los negocios públicos serán atendidos ya sea en inglés ya en español, siendo de tanto valimento todo documento que se escriba en uno u otro idioma. 16 de julio. —Decreto confiscando todas las propiedades raíces, muebles o semovientes de todo ciudadano que haya auxiliado a los enemigos del Estado o haya sido declarado traidor por el gobierno. 21 de julio. —Decreto nombrando Jueces de Primera Instancia que tendrán jurisdicción en todos los casos donde se disputa el título o la posesión de terrenos. 22 de julio. —Decreto autorizando a Appleton Oaksmith a negociar un empréstito de dos millones de dólares en Estados Unidos, dando en garantía los terrenos públicos (2,304,000 acres) en la Provincia de Matagalpa. Walker lo explica sin ambages en su libro La Guerra en Nicaragua: "El decreto autorizando el uso de ambos idiomas tenía por objeto el hacer que las tierras del Estado cayeran en manos de los que hablan inglés"; al igual que los demás decretos... Para su cumplimiento, Walker puso filibusteros de confianza en los puestos claves:
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el Archivero e Intérprete oficial, el Subsecretario de Hacienda a cargo del Ministerio, los Comisionados a cargo de las confiscaciones, el Alguacil, los Jueces de Primera Instancia y los Archiveros en el Departamento Oriental y en el Meridional (la extensión total de los dominios de Walker) eran todos filibusteros. El titular de Hacienda de Walker renunció a fines de julio, redujendo su gabinete a dos nicaragüenses: Fermín Ferrer y Mateo Pineda. los oradores nativos del banquete. De hecho, los subsecretarios filibusteros eran el "Gabinete"; y de ahí para abajo: el Fiscal general de Hacienda, el Administrador de Aduanas, el Prefecto del Departamento Oriental y el del Meridional y el "Gobernador de policía" de Ometepe eran también filibusteros. El Ministro norteamericano John H. Wheeler colaboró sin disimulo con el despojo. El 19 de julio reconoció oficialmente al "Gobierno de Nicaragua" de Walker en un ceremonial celebrado en familia con el general Cazneau, Cora Montgomery, "un brillante conjunto de oficiales" y otras damas, ciudadanos y soldados norteamericanos. La pandilla de extranjeros marchó en procesión de la Legación Americana a la "mansión presidencial" de Walker y, como símbolo apropiado de la situación, hasta la bandera nicaragüense iba en manos de un sargento norteamericano del ejército filibustero. William Kissane Rogers (apodado Confiscador General de la República por el pueblo) no portaba la bandera por tener las manos llenas y ocupadas, saqueando el país para Walker; sus antecedentes delictivos en Estados Unidos lo hacían el sujeto idóneo para confiscador. Kissane llegó a Nicaragua directo del presidio de Sing Sing el 2 de febrero de 1856; Walker, al instante, le dio galones de Mayor en el ejército y lo encargó de la Proveeduría con el título de Comisario. Después lo ascendió a Subsecretario de Hacienda y Comisionado en jefe de las confiscáciones. 'El Comisario Kissane fue el terror de los finqueros, despojándolos de su maíz, ganado, bestias y cuantas provisiones quiso, pagando todo con "vales" sin valor. Al ser nombrado Confiscador en Jefe, le tomó un par de semanas elaborar la lista inicial de las propiedades sujetas a confiscación —cincuenta y seis fincas y veintiuna casas pertenecientes a treinta y dos relevantes familias nicaragüenses. Y a medida que creció la lista, cincuenta y siete familias más fueron despojadas. Kissane les puso precios para subastarlas y recoger fondos para Walker: desde $200 a una huerta en las goteras de Granada, del presidente legitimista José María Estrada, hasta $50,000 a la hacienda de cacao Las Mercedes cerca de Nandaime, de la familia Chamorro. Enseguida anunció que la subasta pública de más de 100 fincas y casas confiscadas se efectuaría en la Plaza de Granada
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el 1 de enero de 1857 (como remate premonitorio del nuevo año). Condiciones: Efectivo o Vales del ejército. Al aceptar vales en pago, Walker maquinaba convertir a sus filibusteros en los nuevos terratenientes, desplazando a los nativos. Al anunciarse, a principios de agosto, las primeras confiscaciones en Granada, el emprendedor hombre de negocios y filibustero norteamericano William Leslie Cazneau firmó un contrato de colonización con Walker para introducir mil colonos norteamericanos en Nicaragua, quienes recibirían ochenta acres de tierra cada uno. En el mismo acto Walker le vendió a Cazneau la isla de Zapatera, la más grande después de Ometepe en el Lago de Nicaragua y casi frente a Rivas y Granada. Los esfuerzos de Randolph, el arreglo con Garrison, la misión de Goicouría, el empréstito de Pilcher, las confiscaciones de Kissane, el contrato con Cazneau, la venta de Zapatera, el nombramiento de Oaksmith y la hipoteca de Matagalpa, fueron los principales primeros pasos del "Presidente" Walker para la "americanización" de Nicaragua. Todo formaba parte de su plan maestro para, aparentando apenas modificarlo, cambiar el cristal —es decir: la transformación radical de Nicaragua, convirtiéndola en la base de su soñado Imperio Sureño esclavista del Caribe.
Residencia de Walker.
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16. Conquista AL CUMPLIR WALKER su primer mes como "Presidente" de Nicaragua, El Nicaraguense informó que era sorprendente la rapidez con que Granada tomaba el aire y la apariencia de una ciudad norteamericana. Echados los nativos de sus hogares, los hombres blancos del Norte estaban apoderándose del país. De acuerdo al periódico de Walker, la ola era irresistible: ...veremos un nuevo torrente de emigrantes, que vendrán en esta dirección. Los hombres que han luchado hasta poner al
Oeste en su posición actual, los que han avanzado en la vanguardia de la civilización hacia el Norte, Sur, oriente y occidente, los que han empujado para atrás a la selva y a los indios, esos hombres vendrán a Nicaragua y aquí veremos, y ella nos dirá, que ellos no han olvidado su vieja misión de extender los dominios de la recia raza americana. El Destino Manifiesto en Nicaragua, racista hasta la médula, había resonado antes en Texas y California, la conquista era su meta y el triunfo era seguro, porque en los ojos de Walker: ...Los americanos en este país saben ... que la empresa no puede fallar. Sienten que en fuerza física pueden fácilmente vencer a todos los que se les opongan, y que moralmente son superiores a sus adversarios, como individuos y como raza, en forma casi irresistible. ...Podríamos añadir, en verdad, que el americano más ignorante tiene más inteligencia innata que la que la educación pueda jamás impartir a los indios o a los mestizos centroamericanos subdesarrollados. En las tertulias semanales del Ministro John H. Wheeler en la Legación, los filibusteros y las damas norteamericanas en Granada "se divirtieron en la forma sana chapada a la antigua, peculiar de los americanos". Se esperaba que las muchachas nicaragüenses asistieran a las veladas, pero tras varias semanas ninguna había hecho acto de presencia. El Presidente Walker dio su primen recepción el 9 de agosto. El Nicaraguense dijo que hablan asistido "señoritas españolas" y "miembros de casi todas las familias españolas residentes en la ciudad"; pero no mencionó un solo nombre. "El Presidente no bailó, desilusionando a muchas de las presentes, sino que se lirnitó a conversar amablemente con quienes buscaron la honra de su compañía". En la segunda recepción de Walker, el 30 de agosto, "las da-
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mas y los caballeros nativos asistieron en mayor número". No obstante, el periódico identificó sólo a dos caballeros (los Ministros de Walker) y una dama: "la respetable y venerable matrona Madama Selva". Doña Sabina Selva era una mujer muy particular, la única nicaragüense a quien Walker consideró leal en su amistad con los norteamencanos. Premió esa lealtad el 12 de agosto, nombrándole al hijo Pedro Yginio, Secretario de la Legación en los Estados Unidos. Pedro Yginio, el general Cazneau y Cora Montgomery zarparon juntos de Granada en La Virgen el 20 de agosto y llegaron a Nueva York en el Cahawba el 30; el Ministro Oaksmith había partido antes, vía Nueva Orleáns. El 20 de agosto llegó a Granada Pierre Soulé. Durante los siguientes diez días visitó haciendas y pueblos en los alrededores, tuvo varias conferencias con Walker y el 30 se anunció que había comprado en $50,000 la hacienda Las Mercedes (La propiedad más valiosa en la lista confiscatoria de Kissane), y traería a su familia a vivir en Nicaragua, Partió de Granada el 2 de septiembre, regresando a Nueva Orleáns acompañado del coronel Thomas Fisher y otro reclutador filibustero. Ya entrado septiembre, los batidores filibusteros se aventuraron hasta las cercanías de León sin encontrar tropas enemigas. A Granada llegaban informes de que el cólera morbo había aniquilado a los ejércitos aliados de Guatemala y El Salvador. El optimismo megalómano de Walker se manifestaba descomunal, como puede verse en su editorial del 6 de septiembre en El Nicaraguense, "No existe la palabra fracaso": ...La batalla no es del numéricamente más fuerte, sino de quienes combinan el talento con la fuerza. El ejército es una máquina poderosa que produce los mejores resultados cuando la maneja un ingeniero inteligente. No fue por el combate, sino por su estrategia, que Washington venció a las huestes de Cornwallis; al igual que el general Scott triunfó en México; al igual que el general Walker triunfará al final de cuentas en este país; y como ningún general jamás ha hecho tanto con tan poco como él, auguramos que cuando tenga disponibles recursos adecuados, su carrera opacará en brillo a los triunfos más espléndidos engendrados por el genio humano. No sea que vaya a creerse que deseamos barnizar la verdad, repasemos la historia. Veamos cómo Leónidas, con trescientos hombres, mató en tres días veinte mil persas y contuvo a los millones de bárbaros de Jerjes. Veamos cómo Alejandro, con apenas suficientes hombres para guarnicionar una ciudad, disper-
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só las huestes de Darío y en el corto espacio de un lustro conquistó el mundo entero de su época; y cómo lloró porque no habían más mundos que conquistar. Veamos cómo César, con un par de legiones de galos, hincó de rodillas a la altiva ciudad de las Siete Colinas —la árbitra de los destinos del mundo. Veamos cómo una simple aldeana —la doncella de Orleáns— liberó a Francia en vísperas de su destrucción, derrotó a los orgullosos ejércitos de Inglaterra y restauró en su trono al legítimo monarca de su patria. Veamos lo que hizo Cromwell, un Napoleón, un Washington, y reflexionemos luego sobre lo que Walker no pueda hacer. Es locura hablar de fracaso ni de la interrupción o suspensión del progreso de una nación o de los destinos de una raza que ha hecho tanto como la nuestra. Lo único que necesita es la oportunidad de actuar y el hombre que la dirija; y entonces, es imposible que fracase en el gran designio para el que fue creada, así como es imposible que la tierra por sí sola se salga de la órbita en que originalmente la lanzó el Gran Arquitecto del Universo. Los actos arbitrarios del "Presidente" Walker le alienaron a los últimos liberales que lo apoyaban. Fuera de Ferrer, Pineda y como cuarenta combatientes que lo siguieron hasta el final, para agosto de 1856 la nación entera se le oponía; hasta el Chelón Valle lo abandonó, emigrando a El Salvador. De ahí en adelante millares de nicaragüenses perderían la vida en la lucha para expulsar al tirano extranjero. Los primeros cuatro cayeron en Masaya el 30 de julio: Felipe Pérez, Domingo Antonio Berroterán, Moisés Avendaño y Desiderio Calvo, fusilados sumariamente en la plaza cuando los sorprendieron ayudándole a escapar a un filibustero; el supuesto "desertor" resultó espía de Walker, y los cuatro patriotas masayas además de la vida perdieron su dinero, el cual se repartieron los norteamencanos que los capturaron. Veinte rifleros filibusteros asesinaron a los cuatro nicaragüenses. Las víctimas habían cometido el "crimen" de ayudarle a escapar del reino de Walker a un norteamericano. Aunque el "Presidente" Walker llamaba a sus tropas "Ejército de Nicaragua", era en realidad un ejército norteamericano de ocupación. El 1 de agosto de 1856 tenía entre 1,000 y 1,200 hombres —nortearnencanos todos— al mando de 135 oficiales: un General (Walker), dos Generales de Brigada (Hornsby y Fry), diez Coroneles, cinco Tenientes Coroneles, once Mayores, cuarenta y dos Capitanes y sesenta y cuatro Tenientes. Todos los oficiales eran extranjeros: uno alemán, cuatro cubanos y 130 norteamericanos. El Primer Batallón de Rifleros y el Segundo Batallón de Infantería fortificaban Masaya; dos compañías acuartelaban en Managua y el resto del
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Ejército ocupaba Granada, Rivas y la Ruta del Tránsito. Los Batidores habían avanzado una vez, a mediados de julio, hasta las rondas de León, pero una lluvia de balas los obligó a retirarse a Granada. El 16 de julio, un destacamento de Infantería pasó de La Virgen a Ometepe a sofocar una rebelión indígena. En procura de mantener sometidos a los indios, el 19 de julio Walker nombró a un norteamericano "Gobernador de policía para la Isla de Ometepe". Para librar la guerra contra los ejércitos aliados de Guatemala y El Salvador que comenzaron a llegar a León ese mismo julio, Walker emitió el 4 de agosto, un decreto declarando en bloqueo todos los puertos de Centroamérica en ambos mares, a excepción de San Juan del Norte y del Sur. Para hacerlo efectivo, contaba con la fuerza marítima de la República: un barco de vela en el Pacífico. Don Mariano Salazar había comprado la goleta costarricense San José hacía un año. Luego se la vendió a su capitán norteamericano. Cuando la goleta llegó a San Juan del Sur en junio de 1856 con $6,000 en mercancías, Walker se apoderó del barco y la carga, alegando que pertenecían a Salazar y reclamándolos como botín de guerra. Los documentos navieros, debidamente autenticados por los cónsules norteamericanos en El Realejo y San Juan del Sur, probaban que el barco y la carga pertenecían al capitán; pero eso no sirvió de nada, pues el Ministro Wheeler apoyó a Walker. Rebautizada Granada y armada como barco de guerra la goleta, al mando del teniente CaHender Irvine Fayssoux y con el "Comodoro de la Marina Nicaragüense" Julius DeBrissot a bordo, navegó por la costa del Pacífico. El 28 de julio, en el Golfo de Fonseca, capturó una lancha en la que viajaba don Mariano Salazar; a don Mariano lo apresaron con su espada. cartas y papeles y $319 en la bolsa. Entre los papeles de Salazar, iba el nombramiento del diplomático guatemalteco don Antonio de Irisarri en substitución del padre Vijil como Ministro en Washington del gobierno del Presidente Rivas; también una carta del vicecónsul inglés Thomas Manning a un amigo en San Miguel, El Salvador, en la que Manning expresaba su antagonismo a Walker. DeBrissot rápido largó velas hacia San Juan del Sur y al amanecer el domingo 3 de agosto entregó a su prisionero en Granada. Walker visitó a Salazar en el calabozo esa mañana; un testigo presencial narró la escena en la primera plana del New York Times del 24 de noviembre: Salazar al comienzo creyó, lógicamente, que la visita de aquél a quien había brindado su amistad conduciría a su inmediata liberación; ya iba a abrazarlo calurosamente, cuando lo congeló el ominoso silencio de Walker. Decepcionado, pero sin alarmarse aún, le narró que lo habían capturado cuando iba a San Salvador a visitar a
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su esposa y a sus niños. Mientras hablaba, el ominoso silencio continuó igual —igual la mirada sombría y lúgubre: el ángel de luz encarnaba ahora en el ángel de las tinieblas. "¿A usted no se le va a ocurrir asesinarme?" preguntó Salazar nervioso. "Acuérdese de nuestras antiguas relaciones —acuérdese de mi esposa y mis hijitos, a quienes privé de fortuna para favorecer los intereses de usted". Walker no se dignó contestar una sola palabra; los ardientes rayos solares que penetraban por la ventana del calabozo, iluminaban su semblante lívido e inmóvil, como si fuera una estatua de descolorido mármol. Abrumado por el temor, Salazar rogó y suplicó; prometió exiliarse de por vida y entregar hasta el último centavo que poseía, con tal de volver a su familia para dedicar el resto de sus días a su mantenimiento. Derramó lágrimas que no menoscabaron su hombría y se humilló ante aquella fría encarnación dcl demonio que parecía gozar y deleitarse en su purgatorio. "Ya veremos", dijo Walker, evadiendo el contestar directamente mientras se encaminaba pensativo hacia la puerta. "Ya veremos —ya veremos". Tales fueron las últimas palabras que dirigió al caballero sobre cuya fortuna, amistad y ayuda había edificado su transitorio poder. Regresó directo al despacho y escribió en un pedazo de papel estas palabras: "Prepárese a morir a las cuatro de la tarde de hoy —W.W.", y se las remitió a Salazar con el oficial encargado de ejecutar la sentencia. Ese mismo día a las 5 PM., en la Plaza, un pelotón norteamericano fusiló a don Mariano Salazar, por orden de Walker. POR DECRETO DEL 25 de junio, cl Presidente Rivas había destituido a Walker del ejército, declarándolo enemigo de Nicaragua con la nota de traidor. El decreto también llamaba a los nicaragüenses de 15 a 60 años de edad a ponerse en armas contra Walker "para defender la libertad, independencia y soberanía de la República". En otro decreto, fechado el 28 de junio, el Presidente Rivas les ofreció protección y pasaportes a "los miembros de la fuerza americana" que abandonasen a Walker. El 26 de julio El Nicaraguense prometió treinta dólares de recompensa por la captura de cada uno de cuatro reclutas desertores del ejército; para el 16 de agosto, la nómina de las recompensas había aumentado a diez individuos (pero muchos desertores no estaban incluidos en la lista) y a finales de julio la compañía de batidores del capitán Turley salió de Managua a Tipitapa en una expedición exploratoria: los veinticinco filibusteros desertaron en masa y mar-
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charon sobre Chontales, saqueando haciendas y pueblos en ruta hacia la Costa Atlántica. Dos semanas después Turley y los batidores hallaron su suerte en Cunaguas, cerca de Acoyapa, a manos de la columna del capitán Dámaso Rivera que los extenninó con saldo de veintiún muertos, un prisionero y tres fugitivos. La columna de Rivera era un contingente legitimista, los patriotas que se le opusieron a Walker desde el comienzo —desde el 29 de junio de 1855 en Rivas. En agosto de 1856 renovaban la lucha, encendiendo la guerra de liberación —la Guerra Nacional, la única en nuestra historia en que los patriotas de las cinco repúblicas centroamericanas han luchado unidos para expulsar al invasor.
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Filibusteros posesionados de una casa y del país.
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¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera; honor al herido y honor a los fieles soldados que muerte encontraron por mano extranjera! ¡Clarines! ¡Laureles! Y al sol que hoy alumbra las nuevas victorias ganadas, Y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros, Y al que ama la insignia del suelo materno, Rubén Darío. "Marcha Triunfal".
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17. San Jacinto DESPUÉS DE LA caída de Granada en octubre de 1855, los indios de las cañadas de Matagalpa —del bando legitimista— fueron los primeros en tomar las armas contra el invasor. En noviembre, expulsaron de Matagalpa a las tropas leonesas aliadas de Walker y se aprestaban a echar de la región a los batidores del coronel filibustero Fry. El gobierno de Walker-Rivas sofocó la insurrección con ayuda de un sacerdote, muy estimado por los indios. En diciembre de 1855, Roman Rivas —el hijo mayor del presidente don Patricio— acaudilló la siguiente rebelión contra el gobierno de su padre y de Walker. Roman residía en San Juan del Norte e iba de pasajero en La Virgen, con mercancías para Granada, cuando los filibusteros se apoderaron del vapor en La Virgen el 11 de octubre. Presenció luego la caída de Granada, acompañó a su padre en la toma de posesión y se rebeló tras la ejecución de Corral. Regresó a San Juan del Norte a organizar sus fuerzas. La vanguardia zarpó río arriba a mediados de diciembre: Roman iba en el bongo Capitana con diecisiete hombres; llevaban 100 fusiles, varios barriles de pólvora, cajas de municiones y un cajón lleno de puñales. Cuarenta y tres compañeros siguieron en otros bongos, en pequeños grupos para no dar sospechas. Acamparon en la ribera del río San Juan, en la confluencia del San Carlos. Rivas pensaba apoderarse de un vaporcito de la Compañía del Tránsito, tomar los fuertes de El Castillo y San Carlos, y desembarcar en Chontales. Pero la intervención imprevista de la Marina norteamericana frustró sus planes. El agente de la Compañía del Tránsito, sobre aviso, le pidió intervenir al comodoro Hiram Paulding, quien en esos días arribó a San Juan del Norte en la fragata Potomac. Paulding lo complació, invadió el río nicaragüense con sus marinos en un bote del Potomac y desbandó a los patriotas en la confluencia del San Carlos. Roman Rivas se fue a Costa Rica, donde se enroló en el ejército para luchar contra Walker. Al terminar 1855, la alianza de los leoneses con los filibusteros controlaba Nicaragua, haciendo imposible que tuviera éxito rebelión alguna. La victoria costarricense en Santa Rosa súbitamente dio nuevas esperanzas a los legitimistas y los impelió a actuar. En abril de 1856, guerrilleros legitimistas acaudillaron las rebeliones en Ometepe, Chontales, Matagalpa, las Segovias y otras partes del país. Aunque Walker y sus aliados las sofocaron con mano de hierro, el filibustero no pudo extinguir la sed de libertad de los nativos. Los indíge-
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nas de Ometepe se rebelaron de nuevo en julio, los sometieron por segunda vez y se levantarían de nuevo en armas en noviembre. Walker nunca logró controlar Chontales ni Matagalpa, regiones donde se refugiaron los patriotas que resistieron al invasor. Chontales era legitimista sólido: en sus grandes haciendas de ganado y pequeñas poblaciones habían pocas tropas del gobierno y muchos refugiados granadinos. Cuando supieron el triunfo de Santa Rosa y la ocupación de Rivas por los costarricenses, se sublevaron contra Walker. Oficiales legitimistas organizaron un pelotón de patriotas y en la noche del 12 de abril asaltaron el cuartel de Acoyapa, cuya guarnición constaba de veinticinco soldados. Lo tomaron con facilidad porque el comandante leonés del cuartel se unió a los rebeldes. Levantamientos similares ocurrieron en Juigalpa, Comalapa y otros pueblos de Chontales, pero aunque había mucho entusiasmo no había pertrechos para enfrentarse a los filibusteros. Varios voluntarios cruzaron el lago en una lancha a pedirle armas a Mora, obtuvieron cincuenta fusiles y algunas cajas de parque y regresaron a Chontales ya demasiado tarde, pues Goicouría había desembarcado en San Ubaldo el 22 de abril con más de 100 soldados norteamericanos y leoneses y desbandado a los patriotas, fusilando sumariamente a quienes capturó en su incursión por Acoyapa, Juigalpa, Comalapa y Boaco. Los demás huyeron hacia Matagalpa, en busca del General legitimista Fernando Chamorro, quien reunió tres docenas de oficiales y organizó la resistencia tan pronto supo lo de Santa Rosa. Al oír que Mora estaba en Rivas, el 20 de abril Chamorro y sus oficiales firmaron una acta proclamando su lealtad al Presidente legitimista José María Estrada, exiliado en Honduras. Alistaron aprisa una fuerza de 400 hombres —100 armados de fusiles de chispa y 300 indios con arcos y flechas- u se dirigieron hacia Nueva Segovia, con el propósito de facilitar el regreso a Nicaragua del Presidente Estrada. El Chelón Valle les cerró el pcto en Somoto. Chamorro lo atacó el 26 de abril en la noche y sufrió una aplastante derrota; la tropa se le desbandó en todas direcciones. Con unos cuantos oficiales casi desnudos y descalzos, Chamorro se retiró al Valle Matapalo, en donde se les juntaron los restos dispersos de los legitimistas que Goicouría corrió de Chontales. Desalentados y faltos de todo, se dirigieron a Honduras, a aguardar una nueva oportunidad para luchar contra Walker. La oportunidad se presentó en junio, cuando los ejércitos aliados de Guatemala y El Salvador se aprestaban a invadir Nicaragua. Los leoneses rompieron entonces con Walker. Estrada, en Honduras, se dirigió vía Choluteca a restablecer su gobierno legitimista en suelo nicaragüense; cruzó la frontera casi junto con el ejército guate-
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malteco y el 29 de junio instaló su gobierno en Somotillo, lanzando una proclama y nombrando Ministro General a don Pedro Joaquín Chamorro y General en Jefe del Ejército al general Tomás Martínez —del ejército que pensaba levantar, pues en esa fecha Estrada no tenía tropas, apenas unos pocos militares veteranos y otros tantos jóvenes voluntarios. Cuando el general Fernando Chamorro y sus oficiales (que seguían descalzos, casi desnudos) bajaron de Honduras a unirse al gobierno de Estrada, Martínez marchó con ellos a Matagalpa. Llevaron 300 fusiles y diez cargas de parque donadas por el general Mariano Paredes, del ejército guatemalteco. Varias cuadrillas de indios matagalpinos llegaron a El Sauce y transportaron la carga en hombros y en carretas. A su arribo en Matagalpa, aquellos 300 fusiles en manos de otros tantos patriotas formaron el núcleo del Ejército del Setentrión en la guerra contra Walker. El Presidente Estrada con su Ministro, jefes de sección y escribientes se trasladaron de Somotillo a Ocotal, buscando allegar recursos de los legitimistas en Nueva Segovia. Pero su causa estaba perdida, toda vez que El Salvador reconoció al gobierno de Rivas el 17 de junio y Guatemala también, en julio. Alarmado, Estrada envió a su Ministro Pedro Joaquín Chamorro a abogar ante Carrera en Guatemala. Chamorro salió para la frontera con diez hombres de custodia, lo que redujo a la mitad la guardia del presidente Estrada en Ocotal. El 13 de agosto, una banda de asesinos puso fin a la vida de Estrada, y todo indica que los líderes leoneses fueron los autores intelectuales del asesinato. Al recibir la noticia en Matagalpa, Martínez mandó 100 hombres al Ocotal, quienes capturaron y fusilaron a varios de los asesinos. Enseguida salió de León una fuerza mayor, ostensiblemente a pacificar la región, pero con instrucciones de liquidar a los legitimistas de las Segovias. La recrudescente guerra intestina terminó de pronto por los buenos oficios del General guatemalteco Mariano Paredes y el General salvadoreño Ramón Belloso, quienes le ofrecieron garantías a Martínez, invitándolo a León a fin de que se tratase de un arreglo entre legitimistas y democráticos para iniciar unidos la campaña contra Walker. Martínez aceptó; los notables de su partido reunidos en Matagalpa consintieron; el Presidente Rivas y su gabinete nombraron comisionados; las fuerzas leonesas contramarcharon de las Segovias sin haber cumplido su misión; y Martínez marchó a León con unos pocos soldados —la guardia de honor— de escolta. El general Fernando Chamorro tomó el mando del ejército en Matagalpa durante la ausencia de Martínez. En el pueblo quedó una pequeña guarnición, pues parte de las fuerzas expedicionaban en las Segovias y Chontales, y el coronel José Dolores Estrada salió en
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esos días con 120 hombres a recorrer las haciendas del Llano en el camino a Tipitapa. El propósito de Estrada era doble: dificultarle a Walker los recursos que sacaba de las haciendas ganaderas y facilitar el derrotero a los patriotas de Granada, Masaya, Managua y otros pueblos para engrosar el ejército en Matagalpa. Un suceso específico originó el movimiento. El 2 de agosto, una partida de nicaragüenses al servicio de Walker se apoderó del ganado de una finca en el Llano y se lo arreaba a Granada. Un grupo de patriotas en el camino persiguió a los cuatreros, mató a varios y recobró el ganado. Temiendo la represalia de Walker, Chamorro envió de Matagalpa la "División Vanguardia" del coronel José Dolores Estrada, hacia Tipitapa, a proteger a los patriotas y a las propiedades. Así se montó el escenario para la Batalla de San Jacinto, el único evento de la Guerra Nacional que se celebra en Nicaragua. El 16 de agosto, Walker envió a Tipitapa al coronel Edmund H. McDonald con las compañías A, B y C del Segundo Batallón de Rifleros. Las nóminas de las tres compañías sumaban 120 soldados al mando de doce oficiales. El 20 de agosto, por lo menos tres contingentes filibusteros recorrían la zona de Tipitapa a Chontales: el batallón del coronel McDonald, un destacamento al mando del mayor W. P. Caycee, y una partida de Batidores. El 29, Byron Cole salió de Granada hacia Chontales con un cuarto contingente de cincuenta montados, con órdenes de aplastar a los "renegados" nicaragüenses. Confrontando esa exhibición de fuerza filibustera, el coronel José Dolores Estrada marchaba de Matagalpa hacia el Sur con 120 nicaragüenses armados de los fusiles de Paredes. Estrada avanzó hasta cerca de Tipitapa y ocupó la casa de San Jacinto, antigua hacienda de ganado confiscada por Kissane a la familia Bolaños. Al saberse en Granada, a principios de septiembre, que los "renegados" estaban en San Jacinto, Walker ordenó a McDonald que los desalojara; éste avanzó de Tipitapa con sus Rifleros y atacó a Estrada el 5 de septiembre al amanecer. Tal como la vieron y describieron los atacantes, la casa hacienda de San Jacinto está bien situada para la defensa, en un punto alto que domina los alrededores. Circundada de amplios corrales, los defensores podían disparar desde dentro de la casa por las troneras en todas direcciones, protegidos tras gruesas paredes coloniales de adobes a prueba de bala de rifle o fusil. Los cercos de piedra de los corrales constituían además una fuerte valla que los asaltantes debían escalar antes de poder hacer ningún daño. Tras dos horas y media de fuego nutrido, McDonald se retiró, dejando seis muertos en el campo y llevándose un número indeterminado de heridos. Los norteamericanos dejaron abandonados quince rifles y cantidades de
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municiones y otros pertrechos. Los defensores sufrieron un muerto y tres heridos (el primer herido lo fue el joven oficial ayudante Abelardo Vega). Habiendo mantenido a casi todos sus soldados dentro de la casa, las pérdidas de Estrada resultaron mínimas. McDonald se replegó a Granada, donde el 12 de septiembre "ciudadanos voluntarios" organizaron otra expedición a San Jacinto bajo el mando de oficiales del ejército. Engrosaron sus filas con soldados que se les unieron en Masaya y Tipitapa, incluyendo a Byron Cole a quien le dieron el mando de la expedición con Wiley Marshall de subjefe. Por lo menos sesenta y cinco filibusteros (probablemente más) llegaron al abra de San Jacinto el domingo 14 de septiembre a las 5 de la mañana y se detuvieron unos momentos para disponer el plan de ataque. Formaron tres compañías al mando del capitán Lewis D. Watkins, del teniente Robert Milligan y del mayor Calvin O'Neal; la de Milligan inició el asalto. Impetuosamente lograron penetrar dentro del corral, causando numerosas bajas a los defensores allí apostados, mas enseguida tuvieron que retroceder a parapetarse tras los cercos de piedra. Estrada entonces ordenó un movimiento de flanqueo que ganó la batalla. Tres guerrillas salieron de la casa por la retaguardia, se internaron en el monte y cayeron sobre los filibusteros por la espalda. Las bestias de la remonta, asustadas, corrieron al lado de las guerrillas, y al oír el tropel de cascos los filibusteros creyeron que les caía encima la caballería enemiga. Se desbandaron al instante, en fuga precipitada, perseguidos de cerca por los victoriosos nicaragüenses. A Byron Cole lo capturaron en el camino y lo mataron ahí mismo. Charles Callahan fue visto por última vez, herido y exhausto, con los sabaneros y campistos nativos pisándole los talones. Marshall y Milligan también murieron; O'Neal y Watkins salieron heridos. Los cinco jefes norteamericanos fueron iguales bajas. El Nicaraguense enumeró doce norteamericanos muertos, doce heridos y tres desaparecidos, para un total de veintisiete bajas aquel 14 de septiembre. Estrada informó que 200 atacantes sufrieron veintisiete muertos y numerosos heridos. El capitán filibustero Horace Bell, quien atendió en Tipitapa a los derrotados, narró en sus Memorias que sus camaradas el 14: ...cayeron abatidos por decenas y veintenas y dejaron el campo cubierto de cadáveres. Los sobrevivientes, con algunos heridos, corrieron en busca de sus caballos que habían amarrado bajo unos árboles, y apenas tuvieron tiempo de montarse cuando los lanceros de Martínez [Estrada] los iban persiguiendo. Wiley Marshall iba con una pierna destrozada, pero lo subieron a la montura y cabalgó dieciocho millas a galope tendido con la
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canilla meciéndose en el aire sólo para ir a morir a Tipitapa. Mi amigo Watkins fue uno de los heridos. Fue un desastre terrible. Los enfermos y heridos de las dos expediciones se refugiaron en la iglesia de Tipitapa convertida en fortaleza, y vuestro narrador fue el encargado de enterrar a los muertos, de enviar a los heridos a Granada y de sostener el punto hasta que se evacuaron los restos de las despedazadas expediciones.
Estrada había recibido refuerzos de Matagalpa después del combate del 5 de septiembre, y el 14 tenía 160 hombres (entre ellos un contingente de indios flecheros matagalpinos, llegados el 11) bajo su mando: jóvenes de Masaya, Granada, Managua y otras poblaciones, con oficiales formados en la revolución de 1854. Ellos también sufrieron fuertes bajas: cincuenta y cinco muertos y heridos. Varios de los rebeldes de Chontales participaron en la jornada. Aunque tanto el número de combatientes como las bajas fueron apreciablemente mayores en otras batallas de la guerra contra Walker, la de San Jacinto no cede el primer lugar a ninguna en importancia. Los dos combates en San Jacinto, considerados como una sola batalla en dos etapas, fueron los únicos en la Guerra Nacional en que nicaragüenses y norteamericanos se enfrentaron sin auxiliares, y quedó en una resonante victoria de los nicas. Es por ello que ha pasado a ser el evento más memorable en la historia patria nicaragüense, y siempre se revive la orden espartana de Estrada: "Firmes hasta caer el último". Andrés Castro, quien mató a un norteamericano de una pedrada al faltarle fuego a su carabina, se inmortalizó como símbolo espléndido de la lucha desigual de los patriotas de cotona, caites y fusil de chispa, y los invasores del destino manifiesto con sus rifles Mississippi Minié y revólveres Colt. San Jacinto ocurre en un momento oportuno: infunde a los nicaragüenses y a sus aliados centroamericanos renovada confianza en su habilidad de derrotar a los filibusteros precisamente cuando el Ejército Aliado por fin se aprestaba a iniciar la ofensiva contra Walker. La vanguardia de los ejércitos de Guatemala y El Salvador había llegado a León el 13 de julio y su presencia ayudó a proteger la ciudad de un posible ataque filibustero, pero diversos eventos ocurrieron en los siguientes dos meses antes de que los aliados prosiguieran su marcha libertadora hacia Granada, una marcha conjunta que llevaba como ejemplo los laureles de San Jacinto.
LA GUERRA NACIONAL se llamó así por haber reunido el sentimiento de la desmembrada Nacionalidad centroamericana, juntan-
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do a los cinco países (Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica y Nicaragua) contra el filibusterismo esclavista y anexionista que encarnó William Walker. Los hechos más destacados que rodean a San Jacinto, antes y después, son éstos: El 18 de julio, los plenipotenciarios de Guatemala, El Salvador y Honduras firmaron en Guatemala una Convención de liga y alianza, reconociendo a don Patricio Rivas como Presidente de Nicaragua. El 27 de julio, el gobierno del Presidente Rivas nombró General en Jefe del Ejército de Nicaragua, al general salvadoreño Ramón Belloso, poniendo así las fuerzas del país y las auxiliares bajo un solo mando. Para entonces, la "fiebre" había comenzado a diezmar a los ejércitos aliados en León, especialmente a las tropas guatemaltecas originarias de un clima templado. Hubo que enviar refuerzos a toda prisa para reemplazar las pérdidas. Los nuevos contingentes de soldados guatemaltecos y salvadoreños arribaron a El Realejo el 21 de agosto y entraron en León el 25. La antigua antipatía entre los salvadoreños y los guatemaltecos hizo necesario tomar medidas para evitar choques entre los rivales de antaño. Los leoneses se identificaban con los salvadoreños y los legitimistas con los guatemaltecos. El general Tomás Martínez llegó entonces a León a entablar las pláticas de paz con los comisionados del gobierno de Rivas. Los generales aliados Belloso y Paredes sirvieron de mediadores, manifestándole a Martínez que, si fracasaban, los ejércitos aliados abandonarían Nicaragua. Las pláticas estuvieron a punto de fracasar, mas tras intensas negociaciones se firmó un acuerdo el 12 de septiembre. El Presidente Rivas lanzó al instante una proclama, congratulándose él y sus compatriotas por haber ese día cesado la guerra fratricida. Los Ejércitos Aliados al mando de Belloso avanzaron de León hacia Managua el 18 de septiembre. Debido a enfermedad del general Paredes, el coronel José Víctor Zavala iba al frente de las fuerzas guatemaltecas. Martínez volvió a Matagalpa a dirigir las operaciones del Ejército del Setentrión contra Walker. Encontró vía libre para sus fuerzas hasta más allá de Tipitapa, pues Walker había retirado el Batallón de Rifleros de McDonald a Granada después de su segunda y sangrienta derrota en San Jacinto.
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18. Guerra EL "PRESIDENTE WALKER" de Nicaragua, el "Regenerador de Centroamérica", había continuado dictando decretos para cambiar la naturaleza primaria del cristal en que edificaba su imperio esclavista. El 11 de septiembre emitió el decreto No. 48, alterando la bandera de su república: en adelante tendrá tres franjas, una blanca y dos azules; la de enmedio, del doble de ancho de las otras y con una estrella roja de cinco puntas en el centro. El 22 de septiembre emitió el decreto No. 49: "Art. 1°. Todas las actas y decretos de la Asamblea Constituyente Federal [de Centroamérica] como tambien los del Congreso se declaran nulos y de ningún valor". Como la ley federal había abolido la esclavitud, al anular por decreto esta previa abolición Walker reinstauró de derecho la esclavitud en Nicaragua, sólo que ahora sin mencionarla por su nombre —es decir, con la misma argucia e idénticas artimañas a como lo hizo antes en Baja California. Con los "americanos blancos" apoderándose de la tierra, y los "americanos negros" (a quienes entonces llamaban "africanos") para trabajarla, el plan del "nuevo cristal" nicaragüense de Walker mostraba una pirámide de sólido blanco-marfil sobre una capa de negro-ébano; sin lugar para los nicaragüenses criollos "híbridos" que desaparecerían, aplastados enmedio; el indio aborigen "inferior" quedaba a su suerte de animal carguero. Walker estaba ya listo a recibir por millares los inmigrantes blancos que sus agentes enganchaban en los Estados Unidos, con las legiones de esclavos que enseguida necesitasen para laborar la tierra. Pero en todo septiembre no llegó ningún barco de Nueva Orleáns ni de San Francisco y sólo un vapor de Nueva York arribó a San Juan: el Tennessee, que el 22 de septiembre desembarcó 205 reclutas, organizados en el "Batallón de Voluntarios de Nueva York". En el barco también llegaron John P. Heiss, varios "civiles" que deseaban hacerse ciudadanos nicaragüenses, cuatro morteros y otros pertrechos. Cartas de Nueva York anunciaban que 1,000 familias de colonos se habían enrolado, de las que 300 zarparían enseguida para Nicaragua; con ellas, 500 reclutas llegarían a engrosar el ejército en Granada. Walker recibió también malas noticias: Tendría que esperar otro mes antes de que Garrison y Morgan enviaran un vapor de Nueva Orleáns; y el gobierno de Pierce había decidido no recibir al Ministro Appleton Oaksmith, alegando como pretexto la situación inestable de Nicaragua. Ese problema se hubiera evita-
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do si Walker deja a Heiss de Ministro, pues el Departamento de Estado lo había reconocido como substituto de Vijil en julio y el Presidente Pierce lo había recibido el 25 de agosto. Heiss trajo un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación suscrito por Wheeler con el gobierno de Estrada el 20 de junio de 1855 y aprobado por el Senado en Washington el 13 de agosto de 1856. Walker rápido emitió el decreto No. 51, el 27 de septiembre, ratificando el tratado. Mientras tanto, al replegarse las fuerzas de Walker a Masaya, las tropas del general Belloso —1,800 guatemaltecos, salvadoreños y nicaragüenses— ocuparon Managua el 24 de septiembre. En Masaya los filibusteros habían construido barricadas y defensas declarándolas inexpugnables. La ciudad era sana: en el último mes la guarnición norteamericana sufrió solamente un muerto por enfermedad. En Granada, el Cuerpo de Artillería preparaba una buena batería de campaña y tenía ya listos cinco cañones montados en sus cureñas, sobre ruedas norteamericanas, además de otras piezas que se aprestaban para la defensa de la capital; entre los últimos reclutas habían llegado buenos artilleros, veteranos de la Guerra de Crimea. Más morteros, obuses y gran cantidad de municiones venían en camino de Nueva York, lo que daría a Walker un Cuerpo de Artillería superior a todo lo hasta entonces visto en Centroamérica. De acuerdo a El Nicaraguense, el ejército de Walker gozaba de excelente salud, pues habiéndose ya aclimatado todos los norteamericanos estaban sanos de cuerpo y espíritu. Al salir otras tropas de refuerzo de Granada para Masaya, los soldados iban cantando alegres. Así, al concluir septiembre de 1856, todo indicaba que la batalla se libraría en Masaya si los Aliados avanzaban desde Managua. De hecho, Walker no esperaba que Belloso se atreviera a atacar Masaya, donde los filibusteros se creían seguros en su bastión mientras aguardaban inmensos refuerzos de Estados Unidos. Walker pensaba lanzar su ofensiva contra León al terminar las lluvias, en noviembre. A principios de octubre, El Nicaraguense se figuraba a los Aliados en Managua descorazonados y desbandándose. Pero al entrar en Managua, Belloso supo de la victoria de Estrada en San Jacinto y continuó avanzando hacia Granada. Poniendo en práctica su "estratejia militar", ejecutó un movimiento de pinzas: mientras las tropas guatemaltecas y leonesas alcanzaban Nindirí (a cinco kilómetros al Norte de Masaya), las salvadoreñas marcharon sobre Masatepe (a veinte kilómetros al Sur), amenazando simultáneamente la retaguardia de los filibusteros en Masaya y la plaza de Granada. Los batidores de Walker detectaron el movimiento de Belloso. Temiendo perder la capital, Walker sin dilación evacuó Masaya y con-
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centró su ejército para defender Granada. Belloso ocupó Masaya el 2 de octubre, pocas horas después de que la abandonaran los filibusteros. El batallón de Estrada de San Jacinto, reforzado con creciente número de voluntarios, salió de Tipitapa y la tropa orgullosa entró en Masaya el 6, coronadas las armas con ramas y con flores, marchando entre dos filas de aliados que vitoreaban a sus valientes amigos vencedores. El Ejército Aliado tenía entonces 2,300 hombres, y se dividió en dos cuerpos. Guatemaltecos y legitimistas (cerca de 1,000 hombres) se fueron a Diriomo, doce kilómetros al sureste de Masaya y equidistante de Granada; 1,300 salvadoreños y leoneses se quedaron en Masaya. En esos días Walker recibió dos contingentes de reclutas de Estados Unidos. El Sierra Nevada llegó de San Francisco a San Juan del Sur el 2 de octubre con setenta filibusteros al mando de los coroneles Kewen y Sanders, y La Virgen los llevó a Granada el 4. En esa fecha el Texas llegó de Nueva York a San Juan del Norte con 100 reclutas de Kentucky al mando del coronel Jack Allen, y La Virgen los llevó a Granada el 6. Con ellos llevaron dos obuses, gran cantidad de rifles Minié y abundantes municiones. Granada permanecía relativamente saludable desde la entrada de las lluvias en mayo. Las tropas de Walker habían sufrido pocas bajas por enfermedad. Además, por decreto, todo hombre blanco residente en sus dominios prestaba servicio militar obligatorio. Con el arribo de los contingentes del Sierra Nevada y el Texas, su ejército entero tenía entre 1,500 y 1,600 soldados norteamericanos, sin incluir un solo nativo. En los días subsiguientes, Walker asignó los nuevos reclutas a diversas unidades, organizó el cuerpo de Zapadores y Minadores y preparó cureñas para los obuses. Distribuyó las nuevas y mejores armas a sus soldados. Organizó unidades de francotiradores con rifles Minié, escogidos entre los de mejor puntería en cada batallón. Tras varios días de ejercicios de tiro al blanco, El Nicaraguense informó que "los rifleros matan con seguridad a un enemigo a mil yardas de distancia, en tres de cada cinco tiros". Walker envió un destacamento de La Virgen a reforzar las defensas del río San Juan y replegó el resto de las fuerzas a la capital. Ordenó a Hornsby trasladar sin pérdida de tiempo su tropa —150 hombres— de San Jorge a Granada, donde llegaron a las 6 A.M. el 8, dejando un puñado de soldados en la ruta del Tránsito del Departamento Meridional. El 11 de octubre al mediodía, Walker marchó al frente de su ejército a atacar Masaya. Mil hombres desfilaron con pífano y tambor: dos compañías de jinetes Batidores a la vanguardia, seguidos del Primer Batallón de Rifleros; luego el general Walker con el Estado Mayor, los edecanes uniformados de azul celeste con adornos ro-
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jos y varios caballeros voluntarios; tras ellos, las mulas de carga con las municiones, los dos obuses, el Cuerpo de Artillería, la banda de guerra, el Segundo Batallón de Rifleros, el Primero y Segundo Batallones de Infantería, y más Batidores montados cerrando la retaguardia. Los soldados llevaban raciones para tres días. El Segundo Batallón de Rifleros llevaba en su bandera el lema "Victoria o Muerte". Los norteamericanos llegaron a las afueras de Masaya al anochecer y para las 10 P.M. toda la tropa acampaba a ambos lados del camino, a la luz de la luna. Partidas de caballería filibustera y lanceros aliados hicieron contacto en varias ocasiones durante la noche mientras Walker, "recostado en el suelo frente a un ranchito de paja ... yacía tranquilo, con provocante serenidad". La batalla comenzó al amanecer del 12. Walker capturó la iglesia de San Sebastián en cuestión de minutos, pues Belloso desplegó sus fuerzas tras fuertes barricadas en el trayecto entre San Sebastián y la plaza principal frente a La Parroquia, en el centro de la ciudad. Los ochocientos metros entre las iglesias los ocupaban largas cuadras de casas con gruesas paredes de adobe. Los cañones aliados cubrían las calles. Después de un buen desayuno en San Sebastián, los zapadores y minadores de Walker comenzaron a abrir boquetes en las paredes para el avance lento de la infantería y los rifleros por dentro de las casas, mientras los obuses disparaban docenas de bombas a las posiciones aliadas. Pero las bombas no hicieron ningún daño, ya que explotaban prematuramente en el aire o no explotaron del todo. Al mediodía, Belloso con 200 infantes y 25 jinetes salió por una calle lateral al camino de Granada y atacó a Walker por la retaguardia, cogiéndolo entre dos fuegos. Sobrevino una lucha encarnizada, cortándola bruscamente un aguacero torrencial que obligó a Belloso a replegarse y guarecerse en La Parroquia. En la tarde Walker, sentó sus reales a medio camino entre las iglesias. Al anochecer, su vanguardia entraba ya en las casas aledañas a la plaza, hendiendo el perímetro del bastión aliado. Al caer la noche el combate cesó, cuando Walker dispuso posponer el asalto final para la mañana siguiente. El Nicaraguense informó que el 12 de octubre los norteamericanos sufrieron solamente dos muertos y quince heridos en Masaya, mientras mataban a 100 soldados aliados. Belloso, por el contrario, estimó en por lo menos 300 las bajas norteamericanas y admitió sólo once muertos y veintiún heridos aliados. Mientras tanto, sin que Walker se diera cuenta, las tropas guatemaltecas de Zavala y nicaragüenses de Estrada estacionaban en Diriomo al atacar él Masaya. Teniendo muy pocos nativos en sus filas y
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con la población entera en contra, su inteligencia militar era deficiente. Entre los pocos nicaragüenses que lo acompañaban, iban espías patriotas como don Dámaso Sousa y el líder demócrata de Masaya, don Chico Bravo, fingiéndose leales a Walker; por medio de correos, Sousa y Bravo mantenían informados a los generales aliados de cuanto sucedía en el campamento filibustero. Al saber que Walker avanzaba sobre Masaya, Zavala y Estrada salieron de Diriomo, tomaron el camino de Masaya a Granada después que él pasó, y se dirigieron a atacar Granada. A la 1 P.M. del mismo 12, los 900 guatemaltecos y nicaragüenses entraron del Oeste, por Jalteva, y en cuestión de minutos se posesionaron de casi toda la ciudad. Los 250 norteamericanos que, bajo el mando del general Fry incluían ochenta enfermos e inválidos en el hospital (comandados por O'Neal, en muletas desde San Jacinto), defendieron la plaza con la ayuda de la artillería: un cañón con balas de dieciocho libras y otro de a seis libras en la esquina suroeste, uno de a nueve libras en el cuartel principal, junto a la Parroquia, y otro de a seis libras en la esquina noreste, y se sostuvieron en las filas de edificios en los costados oriental y Sur de la plaza, desde el hospital, el cuartel y la Parroquia hasta el arsenal y la oficina de gobierno. Zavala avanzó con arrojo hasta la propia residencia de Walker y tomó la bandera. Paseándose temerariamente enfrente de la casa, blandiendo el trofeo, se vio obligado a retirarse a toda prisa cuando las balas filibusteras le perforaron en sucesión el pabellón y la manga del sobretodo que llevaba puesto. Detenidos en su avance por los cañones, rifles y revólveres norteamericanos, los aliados se desviaron hacia el Norte a atacar el hospital, pero ahí también los paró en seco el cañón de a seis y la fuerza comandada por el mayor O'Neal. Los aliados entonces lanzaron un ataque vigoroso por detrás a los defensores, desde el Este y el Sur de la plaza, pero de nuevo fracasaron en toda la línea. Al no poder penetrar por ningún punto, las fuerzas guatemaltecas y nicaragüenses enseguida se dispersaron por la ciudad, en franco pillaje. Muchos se emborracharon con el abundante licor que encontraron en las tiendas y casas particulares. Para los nicaragüenses enardecidos al calor del combate contra Walker, todo norteamericano era enemigo. Dos escenas hórridas ilustran el punto: mientras un grupo de niños almorzaba a mediodía en una casa frente a la iglesia de San Francisco, un soldado aliado disparó por una ventana y mató adrede de un tiro en la cara al hijo de siete años de un maestro de escuela recién llegado de Nueva York; y, a las 4 de la tarde, un oficial nicaragüense capturó a un par de ministros protestantes, a un carpintero y al comerciante y antiguo residente de Granada John B. Lawless, en la residencia de Lawless
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junto a la iglesia de La Merced, donde los cuatro extranjeros intentaron cobijarse bajo la bandera norteamericana. Una hora más tarde, el coronel José Dolores Estrada pasó frente a la casa donde estaban confinados los prisoneros, en la plaza de Jalteva; al verlos, preguntó quiénes eran, y se le informó que eran estadunidenses. De inmediato, sin averiguar las circunstancias de su arresto, ordenó que se les ejecutara en el acto, sin darles tiempo a prepararse para morir y sin siquiera llevar a cabo los preliminares de formar el piquete de ejecución; los cuatro prisioneros fueron baleados a granel, y sus cadáveres mutilados, acuchillados, apuñalados y bayoneteados. El Ministro norteamericano John H. Wheeler estaba postrado en cama, convaleciente de una grave enfermedad, pero casi todos los demás estadunidenses tomaron armas en favor de Walker ese día en Granada. Muchas mujeres y niños se refugiaron en la residencia del Ministro Wheeler, protegidos por quince rifleros apostados ahí por el general Fry, y en la iglesia de La Parroquia, principal bastión norteamericano en la plaza. Durante esa noche y la mañana siguiente, Zavala juntó algunas tropas y lanzó varios ataques, mas siempre fue rechazado por la artillería filibustera. En su informe oficial de la defensa de Granada, Fry admitió diecisiete bajas en sus fuerzas: siete muertos y diez heridos. De pérdidas aliadas no dio cifra exacta; sólo dijo que llevaba contados como 150 cadáveres. Entretanto, en Masaya, Walker creía tener en sus manos en la plaza al ejército aliado entero, y ordenó descanso a su tropa durante la noche para el asalto final en la mañana. Habiendo gastado abundantes municiones ese día, a eso de las 9 PM. envió al coronel Thomas E Fisher, Intendente del ejército, a Granada con una recua de mulas en busca de pertrechos; su ayudante, el teniente coronel William K. Rogers acompañó a Fisher para acelerar los preparativos de la marcha triunfal hasta León que Walker pensaba hacer tras derrotar a Belloso en Masaya. El edecán cubano, teniente coronel E A. Lainé se unió a la comitiva, con intenciones de proseguir viaje en el primer vapor a Nueva York, enviado por Walker en misión confidencial. Cuando los tres coroneles filibusteros con su escolta de Batidores y la recua de mulas cruzaban junto a la laguna de Apoyo, los retumbos inesperados de artillería por el oriente los hicieron detenerse en un rancho. Al presionarla con insistencia, la moradora les informó que el ejército de Zavala había atacado Granada al mediodía. Rogers y dos ayudantes se regresaron a galope tendido a Masaya, mientras los demás acampaban junto a la laguna en espera de la fuerza que enviaría Walker. Rogers entró en Masaya casi a mediano-
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che y encontró a Walker en el puesto de mando, a la orilla de la plaza principal. A las 3 de la madrugada el ejército filibustero evacuó Masaya y como a las 8 de la mañana del 13 —día del aniversario de la primera toma de Granada— estaba a tiro de fusil de la iglesia de Jalteva. Zavala los esperaba en una lomita del camino, tras una barricada con cien hombres y un cañón. De acuerdo a El Nicaraguense: Cuando los soldados americanos se acercaban a la iglesia de Jalteva, las andanadas de los fusiles enemigos eran tan nutridas que todos los jinetes instintivamente se tiraron al suelo para protegerse tras los caballos. Solamente el general Walker quedó en la montura, dando órdenes a sus soldados con la misma sangre fría con que se ordena una botella de vino para la cena; y no se desmontó sino hasta después que sus compañeros le rogaron repetidamente que lo hiciera. Su comportamiento fue de quien se cree a prueba de balas. Afortunadamente, no lo tocó ninguna. ... Al verlo, sus hombres se sintieron invencibles. Cargaron como leones enfurecidos, y el enemigo huyó en todas direcciones, abandonando el cañón en el campo.
Los soldados de Walker irrumpieron en la ciudad, atacaron los sitios en que se habían fortificado los aliados y en menos de tres cuartos de hora los remanentes del derrotado cuerpo de ejército centroamericano buscaban salvar la vida entre los matorrales, huyendo de Granada por todas las rutas disponibles. Nadie anotó la cuenta exacta de las bajas aliadas ese día. En su informe oficial, Zavala dijo haber tenido algunos muertos entre oficiales y soldados, pero sin puntualizar el número. Agregó que 240 sobrevivientes habían regresado a Diriomo, incluyendo enfermos y heridos, y que faltaban cerca de 100. Un cronista filibustero estimó que 400 aliados murieron en Masaya y otros 400 en Granada. El Nicaraguense simplemente dijo que las cantidades de bajas enemigas fueron "verdaderamente asombrosas": En muchas casas hay docenas de cadáveres apiñados; están regados por las calles, en los umbrales de las puertas y en los excusados. Hay muchos muertos en los matorrales de los alrededores; bongos llenos de los que perecieron tratando de escapar por el lago, y a cada rato llegan noticias de que siguen encontrando decenas y veintenas de muertos en los patios de las casas. La cárcel está llena de prisioneros, y mientras escribimos estas líneas cotinúan trayendo más.
En cuanto a las bajas norteamericanas, la lista oficial de El Nicaraguense sumó 109 en Masaya y Granada el 12 y 13 de octubre: 24 muertos, 76 heridos y 9 desaparecidos. En La Guerra, Walker
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puso 25 muertos y 85 heridos. El padre Patrick M. Rossiter, sacerdote católico norteamericano, se distinguió rifle en mano en el combate de Granada; Rossiter había llegado con el contingente de Nueva York en septiembre y Walker lo nombró Capellán del Ejército con el rango y la paga de Capitán. El mismo día que el cura filibustero norteamericano debutaba en la guerra, el famoso cura filibustero nicaragüense, padre Agustín Vijil, se despedía de ella. El 13, al atardecer, Vijil obtuvo un pasaporte de Walker y a medianoche zarpó en La Virgen para San Juan del Norte, rumbo a Cartagena, Colombia. Después de la derrota de San Jacinto, del ataque aliado a Granada y del imprevisto repliegue de Masaya, el fin del dominio de Walker en su capital (cuyo primer aniversario de la toma por los filibusteros se cumplía también en la misma fecha de la fuga diplomática de Vijil, que recibió un año antes a Walker con un sermón de iluso) estaba a la mano y a la vista.
Casa de la hacienda San Jacinto.
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19. Avalancha A LOS OJOS de sus oficiales y soldados, Walker, durmiendo tranquilo en la hamaca después de recapturar Granada el 13 de octubre de 1856, era la personificación del éxito. El Predestinado de los Ojos Grises seguía viendo el mundo a través del lente de su obsesión mesiánica. En un artículo intitulado "Tema para un novelista", en El Nicaraguense del 18 de octubre, escribió: "Hace menos de dos años, surgió un pensamiento en el cerebro de un joven, sentado en su santuario atestado de libros donde solía entrar en comunión con los grandes y los buenos de otras épocas. ... En adelante ya no fue dueño de sí mismo. Había un designio poderoso que debía ejecutar..." Reafirmando su creencia de que "las leyes supremas de un Ser omnisciente guían todos los eventos", Walker se llamó a sí mismo sin sonrojarse "uno de los líderes más hábiles y desinteresados que haya jamás conducido a un pueblo a la prosperidad ... un Washington ... a quien Él utiliza en el desarrollo de Sus designios". Proclamó la vieja línea de que junto con sus seguidores norteamericanos en Nicaragua, se esforzaba en "extender las instituciones que hacen un pueblo de soberanos, entre quienes el soldado raso se lanza a la conquista con igual ardor e interés como si fuera el General en Jefe". Pero casi en el mismo instante, reafirma su credo racista al recalcar que en el interi9r del África, "según lo vieron los grandes exploradores Bruce y Mungo Park": ...El sentimiento inicial del negro al ver por primera vez al hombre blanco, parece ser el miedo, haciéndolo reaccionar combativo, atacándolo. Es el mismo sentimiento que se observa en la actuación del tigre y otros animales carnívoros. Es el instinto de la mera fuerza bruta en presencia de una potencia moral superior. Las razas de piel oscura en este continente siempre han reaccionado en la misma forma de los negros africanos. Nunca han luchado por un principio o una idea —son incapaces de escalar esas alturas— sino que pelean por continuar una existencia meramente física, que en el fondo del alma sienten no pueden mantener y a la vez competir con los caras pálidas. Por eso libran una guerra racial y a veces casi han logrado forzar a los blancos a tomar esa postura. ¿Pero dónde están los Bravos del septentrión? ¿Dónde están hoy los guerreros de las naciones que se combinaron para exterminar a las primeras colonias? ¿Dónde están hoy las confederaciones
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que intentaron detener la oleada de civilización que los blancos desataron sobre las extensas praderas del Oeste? Están,
"Cual un copo de nieve en el río, Que duró un momento Y desapareció para siempre." Todo escarmiento, todo ejemplo es inútil con esa gente. Su visión mental no alcanza más allá del pequeño círculo del Yo. No avanzan como pueblo y desaparecen de la Historia como individuos, dejando casi ninguna huella que permita identificar su previa existencia. Walker imaginaba una incontenible oleada anglosajona arrollando al pueblo mestizo nicaragüense, condenado a desaparecer de la Historia —extinguido para siempre, "copo de nieve en el río". La ilusión de Walker era el epítome exacto del Destino Manifiesto y él, el Predestinado de los Ojos Grises, se veía a sí mismo como el paladín y la personificación de la superioridad racial de su patria. Por lo tanto, confiaba en el apoyo de sus compatriotas. Creía que Morgan y Garrison por fin habían puesto suficientes vapores en la línea para que sus agentes en Nueva York, Nueva Orleáns y San Francisco le enviaran grandes cantidades de reclutas y pertrechos. Sabía que cuando el Tennessee zarpó de Nueva York lleno de filibusteros en septiembre, lo hizo con la bandera de Nicaragua ondeando en el mástil, entre los aplausos y vivas de una muchedumbre de simpatizantes en el muelle. En el siguiente viaje, el 6 de octubre, el Tennessee zarpó de Nueva York con ochenta "colonos" para Nicaragua —sesenta de ellos reclutas para el ejército de Walker, al mando de cierto Charles Frederick Henningsen, llevando además abundantes armas y municiones. Estos soldados y pertrechos llegaron a Granada en La Virgen el sábado 18 de octubre en la noche. El domingo en la mañana, Walker dictó la Orden General No. 196, nombrando Brigadier General del Ejército a Henningsen y dándole el mando del Arsenal y la Artillería. En Nueva York, en esa época, Charles Frederick Henningsen era considerado "un soldado profesional a toda prueba —un verdadero veterano ... por mucho el más eminente de cuantos han figurado en la lucha en Nicaragua ... uno de los más grandes generales de la época, un auténtico genio". Henningsen nació en Bruselas, Bélgica, el 21 de febrero de 1815, se educó en Inglaterra, y antes de cumplir los 20 años era ya Capitán de Lanceros y edecán del general Tomás de Zumalacárregui del ejército carlista en la guerra de sucesión española en la que ascendió a Coronel y recibió los títulos de Caballero de San Fernando y Caballero de Isabel la Católica. Enseguida prestó servicio en
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Circasia bajo el profeta revolucionario Shamyl contra los rusos, pasó al Asia Menor y regresó a Europa a luchar con los húngaros contra Austria. En 1851 emigró a los Estados Unidos acompañando como secretario confidencial al derrotado líder revolucionario húngaro Lajos Kossuth. Henningsen era además un consumado escritor, habiendo publicado más de una docena de libros sobre temas sociales, culturales, militares y políticos de los diversos países que visitó; sus observaciones son valiosas y amenas; algunas de sus obras tuvieron varias ediciones y se tradujeron del inglés a otros idiomas. A su arribo en los Estados Unidos, se hizo ciudadano norteamericano y se integró a la aristocracia sureña: contrajo nupcias con una viuda rica, sobrina de un destacado senador demócrata de Georgia, y radicó en Nueva York, donde dedicó los ratos de ocio a escribir y a reformar armas de fuego para mejorarlas: esta última actividad lo hizo buen ámigo del célebre capitalista y magnate naviero George Law, líder del partido político Know-Nothing y aspirante a la presidencia de los Estados Unidos. Ya antes Henningsen había experimentado con el fusil de aguja prusiano y los cohetes Hale en Inglaterra. Así, cuando Law compró 150,000 fusiles viejos del ejército de Estados Unidos y en 1852 ofreció venderle algunos a Kossuth, Henningsen se encargó de convertirlos en rifles Minié —los primeros Miniés producidos en Estados Unidos. En septiembre de 1856, los partidarios de Walker como Soulé, Heiss, Oaksmith y Cazneau sintieron la necesidad de un militar experimentado que ayudara a ganar la guerra que a sus ojos tomaba proporciones serias. Autorizado por Walker, Soulé le hizo ofertas muy halagüeñas al mayor Pierre Gustave Toutant Beauregard, profesional de West Point con una brillante hoja de servicios en la Guerra de México (y luego distinguido General sureño en la Guerra de Secesión), quien en 1856 se aburría en la monótona y poco lucrativa rutina de recaudador de aduanas en Nueva Orleáns. A Beauregard le gustó la propuesta de Walker, por lo que formalmente solicitó el permiso de su superior en Washington para ausentarse: Considero la empresa de Walker noble y gloriosa: la de establecer el espíritu y las bendiciones de nuestras Instituciones sobre ese desdichado país, y el dominio y la supremacía de la raza anglosajona sobre esa mísera y degradada casta mestiza de españoles e indios. De no hacerlo él, otro lo hará, pues es mera cuestión de tiempo —del destino manifiesto— así como es seguro y cierto que el progreso de la civilización en la América del Norte aniquilará a la raza indígena —la cual, en un futuro no muy lejano, será relegada a las leyendas de dudoso valor histórico.
Pero el convenio de Beauregard con Walker se frustró por los
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atrasos debidos al deficiente servicio de vapores en San Juan del Norte: sólo hasta mediados de octubre regresó Soulé de Nicaragua a Nueva Orleáns por la tortuosa ruta vía Aspinwall y la Habana, y cuando Beauregard estuvo listo para unirse a Walker ya no lo necesitaban porque para entonces otros precavidos amigos de Walker, como Cazneau y Heiss, ya le habían hablado a Henningsen en Nueva York; puesto de acuerdo, éste aceptó ir a Nicaragua bajo ciertas condiciones, y zarpó hacia San Juan del Norte. Además de su pericia militar, Henningsen le llevó a Walker centenares de rifles Minié y otras armas y municiones, cuyo valor se dijo ascendía a treinta mil dólares, suministrados por su esposa y por George Law. En realidad, los pertrechos eran dados en pago de valiosas tierras nicaragüenses que los agentes de Walker le "vendieron" en Nueva York a Henningsen. Una vez en Granada, éste se vio obligado a deferir por tiempo indefinido la toma de posesión de "su" hacienda; tuvo primero que ayudarle a Walker a guerrear contra la "mísera y degradada casta mestiza de españoles e indios" que eran los dueños legítimos y deseaban conservarla. El 25 de octubre, Walker supo que los aliados habían fusilado en forma sumaria el 13 de octubre al coronel Lainé, tras capturarlo cerca de la laguna de Apoyo. De inmediato emitió la Orden General No. 202, refiriendo "la ejecución del patriota cubano", para concluir: 1. ...Permitamos, soldados, que los sentimientos de justicia y la grandeza de la causa en que nos hemos comprometido, nos den el valor necesario para cumplir la tarea que se nos presenta. Recuerden que sufren y luchan para redimir de gobiernos bárbaros y de salvajes despotismos a una de las tierras más bellas que existen. Por una causa como ésta, ¿no están anuentes a soportar unos cuantos días de privaciones y fatigas? ¿Quién es aquél que no tolera unos pocos sufrimientos y peligros a cambio de inscribir su nombre en los anales de los benefactores de la raza? 2. En vista de que el teniente coronel F. A. Lainé, edecán del Comandante en Jefe, fue bárbaramente asesinado por el enemigo sin antes proponer un canje de prisioneros, se ordena que el teniente coronel Brígido Valderraman [sic] y el capitán Bernardo Allende, sean fusilados el día de hoy a las cinco de la tarde en la plaza de esta ciudad. 3. El brigadier general Fry se encargará de ejecutar esta sentencia.
A la hora señalada, los dos militares guatemaltecos Valderrama y Allende fueron fusilados en presencia de varios batallones de sol-
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dados y una gran concurrencia de ciudadanos. En el patíbulo no aceptaron el asiento y la venda, que prescribe la costumbre, se despidieron abrazándose y permanecieron juntos de pie contra el paredón; miraron de frente sin pestañear a los rifles que les apuntaban y cayeron sin proferir una queja. (Lainé, a su vez, murió diciendo estas palabras: "Los hombres mueren, las ideas quedan"; la idea preciosa que Lainé tenía en mente era la independencia de Cuba, la idea fija en la mente de Walker era su imperio sureño). Aunque empujado por los aliados a Granada, Walker creyó que era simple cuestión de tiempo el cumplir la tarea que se le presentaba. La Historia —el destino manifiesto de la raza anglosajona— estaba de su parte. Además, después de largos atrasos, su plan continuaba funcionando: en octubre de 1856, los agentes de la "Nicaragua Emigration Company" en Nueva York, Nueva Orleáns y otras ciudades enrolaban compañías enteras de emigrantes, otorgándoles concesiones de tierras en Nicaragua, y enseguida la "Nicaragua Transportation Company" de Morgan & Garrison daba pasaje gratis en sus vapores a cada emigrante que le transfiriera a la compañía naviera cien acres de tierra de su concesión. En los ojos de Walker, la oleada de blancos que caía sobre Nicaragua era incontenible. En Nueva Orleáns el 23 de octubre los "Jacques Guards", un cuerpo compacto de sureños robustos y sanos, desfilaron con banda de música por las calles al partir a Nicaragua y zarparon el 27 para San Juan del Norte en el Tennessee: 372 reclutas organizados en seis compañías al mando del coronel John A. Jacques, y otros 100 emigrantes. En Granada, Henningsen entrenó una brigada de artilleros con los morteros y obuses e instruyó a los soldados en el uso del rifle Minié mientras Walker aguardaba el arribo de más reclutas de Estados Unidos para marchar sobre Masaya y León. Para asegurarse un suministro constante de carne de cañón, Walker nombró al coronel E.J.C. Kewen "Comisionado para la zona suroeste de los Estados Unidos" y junto con él al coronel Fisher como "agente especial". El tercer miembro del trío Know-Nothing, Parker H. French, expulsado de Nicaragua por Walker, andaba entonces en otros negocios: una sociedad anónima en Illinois para la compraventa de bienes raíces en Watab, Minnesota. El 29 de octubre, el "Presidente" Walker nombró a don Fermín Ferrer (la mitad de su gabinete), "Ministro Plenipotenciario de la República de Nicaragua cerca de los Estados Unidos"; la otra mitad, su Ministro de la Guerra "el Señor Jeneral Don Mateo Pineda", se convirtió entonces en el gabinete entero con el título de "Ministro Jeneral". El Ministro norteamericano John H. Wheeler viajó con Ferrer a
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Washington. Antes de partir, recabó testimonios sobre los asesinatos de civiles norteamericanos el 13 de octubre por las fuerzas aliadas en Granada y envió la documentación al Departamento de Estado el 1 de noviembre; en su último despacho de Nicaragua le informa al secretario de estado Marcy que durante el ataque aliado: "Tanto la bandera de la Legación como la puerta de la Legación recibieron numerosos impactos de bala, y de las pruebas se deduce con certeza que si los aliados toman control total de Granada, ni la bandera de los Estados Unidos ni la inmunidad diplomática hubieran impedido que yo corriera la misma suerte de nuestros inocentes compatriotas". Punto y seguido, Wheeler agregó que los aliados eran "confortados por la presencia de una gran fuerza naval británica en esta costa" y enumeró los siete barcos de guerra ingleses —226 cañones— surtos en la bahía de San Juan del Norte. Ahí mismo le comunica a Marcy que "Una fuerza de 300 nativos se disponía a atacar a los pasajeros de California que recientemente deSembarcaron en San Juan del Sur. Sin duda alguna los hubieran atacado, repitiéndose las escenas de asesinatos y saqueos del año pasado, de no haber sido por un destacamento de caballería enviado por el general Walker, que atemorizó a los nativos y protegió las vidas de nuestros compatriotas y la seguridad del Tesoro". Wheeler y otros pasajeros zarparon de Granada en La Virgen el 1 de noviembre a medianoche. El brigadier general Hornsby con 150 soldados —el destacamento de caballería enviado por el general Walker para atemorizar a los nativos— viajaron con Wheeler a La Virgen. El 2 de noviembre el Sierra Nevada llegó de San Francisco a San Juan del Sur, los pasajeros de California cruzaron el camino del Tránsito y La Virgen los llevó al río San Juan. Wheeler y Ferrer abordaron el Texas en San Juan del Norte el 4, rumbo a Nueva York. Kewen y Fisher zarparon para Nueva Orleáns, en el Tennessee, el 5; ese día, La Virgen desembarcó en Granada a los "Jacques Guards" de Nueva Orleáns y una docena de reclutas de San Francisco; el 6, el San Carlos desembarcó 130 reclutas e inmigrantes de Nueva York. En total, dichos barcos llevaron a Granada 500 soldados además de grandes cantidades de armas y municiones para el ejército de Walker. A principios de noviembre de 1856 Walker contaba en su ejército 2,000 combatientes incluyendo los recién llegados. Ya estaba entonces listo para marchar sobre Masaya y León, mas de pronto tuvo que defender su cordón umbilical cuando el 7 de noviembre las reorganizadas fuerzas costarricenses ocuparon San Juan del Sur por sorpresa.
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20. Masaya AL RECIBIR la noticia de que Belloso marchaba de León hacia Granada, el Congreso costarricense le autorizó el 10 de octubre al Presidente Mora el reanudar la guerra contra Walker, ahora en unión con los aliados centroamericanos. Pocos días más tarde, al saber que Belloso había entrado en Masaya, Mora le ordenó a Cañas que avanzara con sus tropas de Liberia sobre Nicaragua. Simultáneamente, Belloso envió al coronel Félix Ramírez con 300 leoneses de Masaya a Rivas, para distraer la atención de Walker y reforzar a Cañas; Ramírez ocupó Rivas el 30 de octubre tras una ligera escaramuza con el resguardo filibustero. Al saber Walker la ocupación de Rivas por Ramírez, el primero de noviembre a medianoche envió a Hornsby con 150 hombres a proteger la vía del Tránsito. Al siguiente día, 2 de noviembre, y sin que los filibusteros se dieran cuenta, la vanguardia de Cañas salió de Liberia hacia San Juan del Sur. La columna de Cañas constaba de 300 hombres, en su mayoría nicaragüenses exiliados y liberianos; el segundo al mando, el coronel Manuel del Bosque, ya había derrotado a Walker en la primera batalla de Rivas de junio del 55, y el capitán de la Compañía A, Roman Rivas, el hijo mayor del Presidente Rivas, jefeó la insurrección contra Walker en diciembre del mismo año. Cañas ocupó San Juan del Sur el 7 y fue reforzado por Ramírez, de Rivas, mientras las fuerzas de Hornsby se hallaban aún en La Virgen; el San Carlos llevó la noticia a Granada a las cinco de la mañana del 9, y esa misma noche estaba de regreso en La Virgen con el coronel E. J. Sanders al frente de 150 hombres y un obús. Hornsby y Sanders avanzaron sobre el camino del Tránsito el 10 de noviembre al amanecer. Cañas los esperó en una colina cerca de la Casa del Medio Camino y a las 7 de la mañana comenzó la batalla. En El Nicaraguense, los norteamericanos destrozaron al enemigo: mataron por lo menos setenta, sufriendo solamente dos muertos y once heridos. No obstante, Cañas retuvo la posesión de la colina y "el general Hornsby decidió replegarse a La Virgen". Dejando a los soldados bajo el mando de Sanders, Hornsby se fue sin perder tiempo en el vapor en busca de refuerzos a Granada. A las 4:30 PM. del 11, el barco estaba de regreso en La Virgen, con Walker, Henningsen, 250 rifleros, otro obús, un mortero y un pelotón de zapadores y minadores. Con Walker a la cabeza, los filibusteros marcharon durante la noche hasta la Casa del Medio Camino, adonde llegaron un poco antes del alba del 12. La batalla en la colina comenzó al amanecer; duró varias horas y terminó con una victoria para Walker: a las diez
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de la mañana Cañas empezó a retirarse en orden hacia San Juan y al mediodía torció de pronto por el camino de la costa hacia Rivas. El ejército filibustero regresó de San Juan del Sur a La Virgen el 13. Dejando al coronel Markham con el Primer Batallón de Infantería —175 hombres— en La Virgen, Walker se llevó los restantes 300 hombres en el San Carlos y desembarcó con ellos en Granada en la madrugada del 14. Sin dilación, el 15 marchó de nuevo, con unos 600 hombres, a atacar a Belloso en Masaya. La fuerza aliada en Masaya constaba de más de 3,000 efectivos. Jerez acababa de salir con 300 leoneses a reforzar a Cañas en Rivas, pero Zavala y Estrada, que habíán estado en Diriomo y Niquinohomo, se encontraban en Masaya. Martínez había llegado del Norte vía Tipitapa y Nindirí con un nuevo contingente de su Ejército del Setentrión de 700 voluntarios, y también arribaban tropas frescas de El Salvador y Guatemala. Don Dámaso Sousa había enviado el 14 razón a Belloso sobre el movimiento de Walker, y Belloso se preparó a repeler el ataque. La situación de Walker empeoró cuando en el camino a Masaya le informaron que Jerez marchaba hacia Rivas con 700 u 800 hombres, cifra muy exagerada. Temiendo perder su cordón umbilical, de inmediato ordenó al coronel Jacques regresar a Granada con el Segundo Batallón de Infantería —250 hombres— y proseguir en un vapor a La Virgen, apresurándose a reforzar al Primer Batallón de Infantería de Markham para defender la vital vía del Tránsito. En esa forma, Walker redujo su propia fuerza a menos de 400 hombres. Temiendo otro ataque por sorpresa a Granada (como el anterior), Walker ya había dejado ahí una fuerte guarnición: 450 soldados, además de un Cuerpo de Voluntarios civiles al mando del brigadier general Fry. En las afueras de Masaya, el camino de Granada se sume en una encajonada, bordeada a ambos lados por ranchos de paja y platanares. A las 5 PM., al pasar el ejército de Walker entre esos paredones, los aliados emboscados tras cercas y matas abrieron fuego sobre los invasores y dio comienzo la segunda batalla de Masaya, decisiva en el destino del filibustero. Antes de suspenderse el combate por la oscuridad, los norteamericanos tuvieron diez muertos y cuarenta y cinco heridos. Los aliados se replegaron al interior de la ciudad durante la noche. Al amanecer el 16 de noviembre, Walker atacó y tomó la iglesia de San Sebastián, la que Belloso decidió no defender. Los zapadores enseguida comenzaron a abrirse paso por dentro de las casas a ambos lados de la calle que conduce a la esquina sureste de la plaza principal; también usaron los boquetes abiertos durante el ataque del 12 de octubre en las paredes de adobes de
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las casas en la calle paralela, la Calle Real. Belloso trató de cercar a Walker: envió una división guatemalteca a atacar su retaguardia, tropas nicaragüenses a embestir el flanco derecho trabando pelea con el invasor, y a sus propios salvadoreños caer sobre el flanco izquierdo; pero estos últimos no acudieron al punto designado y los guatemaltecos y legitimistas se vieron obligados a retirarse. Tras pegarle fuego a la iglesia de San Sebastián, en Monimbó, y a la de Santiago, sobre la misma Calle Real, Walker incendió todas las casas que iba dejando en su avance, so pretexto de protegerse la retaguardia. La batalla continuó en forma similar durante tres días, cada vez más cerca de la Parroquia. Los aliados habían fortificado y reforzado todos los puntos posibles de defender; por lo tanto, los norteamericanos tuvieron que luchar pulgada por pulgada, pared por pared y calle por calle. Para el 18, Walker había incendiado todo el sector Sur de Masaya hasta llegar a la última cuadra junto a la plaza principal, pero ya no pudo avanzar más ni vencer la resistencia centroamericana. En sus propias palabras: "Los efectos de tres días de trabajos y luchas se veían en la lasitud de los hombres y la casi imposibilidad de hacer que los centinelas cumplieran con su deber"; tampoco contaba con los morteros y obuses de Henningsen, debido a detonantes defectuosos y escasez de municiones. Al caer la noche del 18, Walker ordenó la retirada de su ejército, dejando tras sí sólo desolación total y destruida la parte más extensa y valiosa de Masaya, la primera ciudad y las primeras iglesias en arder bajo la tea filibustera. Al pasar su tropa por las huertas y platanares donde comenzó la batalla, muchos cadáveres continuaban sin enterrar. El hedor era insoportable y se percibía a diez kilómetros. Walker dejó muchos muertos desparramados en el campo y se llevó numerosos heridos. Amaneciendo el 19, los soldados aliados irrumpieron en las últimas casas que ocupara Walker y mataron a varios filibusteros dormidos que no oyeron la orden de retirarse. Cuando los aliados intentaron perseguir a los filibusteros, ya éstos se encontraban en Granada. Belloso reportó 150 norteamericanos muertos y numerosos heridos, contra 46 aliados muertos y 90 heridos. En La Guerra, Walker admite 100 bajas, pero en El Nicaraguense sólo tres norteamericanos murieron en los tres días de combates dentro de Masaya. De creer al periódico de Walker, el 19 los norteamericanos retornaron a Granada en triunfo con la banda tocando alegres marchas marciales, las banderas ondeando victoriosas al frente y los soldados con el ánimo por supuesto muy en alto... En su editorial sobre "Nuestras últimas batallas", Walker se po-
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ne a sí mismo sobre los generales rusos, franceses e ingleses en la Guerra de la Crimea; sobre el general Taylor en la Guerra de México y sobre Napoleón, asegurando confiado: "No está lejos el día en que las últimas acciones de los americanos en este país se señalarán como superiores a Buenavista, ó Alma, ó Inkerman, é igualadas solamente por la defensa de Leónidas, con sus trescientos espartanos contra las huestes de Jerjes, ó por otros de los más notables hechos de armas de los tiempos antiguos ó modernos ... que colocará últimamente al general Walker, á la cabeza de los hombres más valientes del mundo". Este editorial vino a ser el último editorial de Walker y el último número de El Nicaraguense pues se publicó el 22 de noviembre de 1856, el día que quemó Granada, y resultó un final apropiado para los anales del megalómano Predestinado de los Ojos Grises, copado en la capital de Nicaragua y reducido a resistir y medrar en la Ruta del Tránsito. En las palabras de un testigo norteamericano: El 19 de noviembre de 1856, los restos de los rifleros de Walker, tras sufrir fuertes pérdidas en su segunda derrota en Masaya, retornaron silenciosos a Granada, "los cansados a descansar y los heridos a morir". El hospital se atestó de enfermos y moribundos; las provisiones escaseaban cada vez más y los soldados apenas conseguían algo de comer; los enfermeros del hospital que no acompañaron a la tropa, estaban enfermos y las defunciones sumaban de diez a quince diario —tasa de mortandad que en dos meses habría destruido al ejército. *
*
LOS DOS ATAQUES de Walker a Masaya en octubre y noviembre convierten en una sola la Batalla por Masaya, crucial en el curso de la guerra y fatídica como derrota (pese a las disensiones de los generales aliados) para el "rey de los filibusteros", quien en adelante actúa a la defensiva, evacuando e incendiando una Granada víctima del saqueo y la rapiña, y fortificándose luego en Rivas para asegurar el flujo de refuerzos por la Ruta del Tránsito como único recurso de volver a tomar la iniciativa; pero cada paso que dé después de Masaya, será en retirada. Los dos vapores estaban entonces en Granada. Uno, el San Carlos, había regresado de La Virgen, tras haber llevado ahí el 15 al Segundo Batallón de Infantería de Jacques, y el otro, La Virgen, había regresado a su vez de Chontales tras haber llevado ahí una partida de batidores de Kissane en busca de ganado. (Al intentar desembarcar en San Ubaldo, los batidores fueron atacados por más de cien nativos armados en tierra y tuvieron suerte de escapar con las
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manos vacías y con sólo dos filibusteros heridos de muerte). Sin suficientes alimentos y con numerosos enfermos en la capital, a pocos kilómetros de los aliados y seriamente amenazado en Rivas, Walker decidió abandonar el Departamento Oriental para sostenerse en su cordón umbilical del Tránsito. El 19 ordenó la evacuación de Granada. El 20, más de 200 pacientes hospitalizados llenaron las dos cubiertas de La Virgen; a medianoche, Walker y su Estado Mayor zarparon con ellos para La Virgen. Henningsen se quedó atrás para asistir a Fry, comandante de la ciudad, en las tareas de la evacuación. Walker desembarcó en La Virgen el 21 al amanecer; los enfermos y heridos y la carga continuaron en el vapor a Moyogalpa; los nativos huyeron al verlos llegar y los norteamericanos ocuparon el pueblo. A medianoche La Virgen iba de regreso a Granada con William Kissane Rogers a bordo. Kissane llevaba una orden de Walker para que Henningsen quemara y destruyera Granada. Walker supo escoger, pues Kissane había estado en prisión en Sing Sing y tenía un largo historial de incendiario, habiendo sido acusado de pegar fuegos en Ohio y Arkansas (véase p. 98). Kissane desembarcó en Granada el 22 al amanecer y le entregó la orden a Henningsen; éste inmediatamente lanzó una proclama previniendo a los moradores que desocuparan pronto todos los hogares y edificios públicos porque en pocas horas serían pasto de las llamas. Los filibusteros ese día cargaron todas las pertenencias personales y gubernamentales que pudieron en el San Carlos. Los pasajeros, en su mayoría mujeres y niños, abordaron el barco. Por la noche, acatando las órdenes de Walker, el brigadier general Fry zarpó con ellos a La Virgen, dejando el mando de la ciudad y la fuerza en Granada a Henningsen, quien asignó tropas a diversas calles, con órdenes de incendiar la ciudad en cuanto él diera la señal; concedió a todos sus hombres libertad para saquear y llevarse cuanto pudieran acarrear en el vapor. A eso de medianoche, el estampido del viejo cañón colonial de veinticuatro libras, de bronce español fundido en Barcelona anunció desde el muelle el inicio del incendio. El San Carlos se alejó a la 1:30 A.M. del 23 de la ciudad condenada a las llamas, y a su arribo a La Virgen el brigadier general Fry le llevó a Walker la noticia de la destrucción total de Granada. Walker le ordenó a Fry que condujera mujeres y niños a Ometepe y que enseguida el San Carlos regresara a Granada a evacuar, junto con La Virgen, al resto de los residentes. Walker esperó a Henningsen antes de seguir sobre Rivas, su próxima nueva capital, entonces ocupada por Cañas y Jerez. Mas el presidente Mora estaba reforzando a Cañas con intenciones de rete-
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ner el camino del Tránsito en manos costarricenses. El 1 de noviembre había emitido el "Decreto No. 9, declarando bloqueado el Puerto de San Juan del Sur y prohibida la navegación del río San Juan, mientras duren las hostilidades contra los agresores de Centro América", y desde 20 de octubre su gobierno había adquirido en Puntarenas el bergantín Dover de 167 toneladas, bautizándolo Once de Abril y dotándolo de cuatro cañones de a nueve libras. Al recibir la noticia de que Cañas había entrado en San Juan del Sur el 7 de noviembre, el bergantín zarpó el 11 de Puntarenas para San Juan, con pertrechos para Cañas, además de siete oficiales, veintisiete marinos, ochenta y nueve soldados, un capellán y un carpintero, para un total de 125 hombres. El capitán, Antonio Valle Riestra, tenía órdenes de posesionarse del puerto y capturar toda embarcación que navegara bajo la bandera de Walker. Cuando el Once de Abril arribó a San Juan del Sur, el 23 de noviembre, los filibusteros eran dueños del puerto con la goleta Granada, de 65 toneladas, dos cañones de seis libras, 180 balas y veinticuatro marineros, surta en la bahía. A las 4 P.M., la goleta levó anclas y salió al encuentro del bergantín; a las 5:45, éste izó la bandera costarricense; a las 6 PM. comenzó la batalla, a 400 metros de distancia, y a las 8 P.M., una bala del Granada dio en la santabárbara del Once de Abril, causándole una explosión que en el acto mató a la mayoría de los tripulantes. El teniente Callender Irvine Fayssoux, comandante del Granada, envió una lancha a rescatar a los sobrevivientes —cuarenta y un náufragos del bergantín, muchos de ellos con extensas quemaduras; por lo menos once fallecieron, subiendo el total de muertos costarricenses a unos noventa y cinco. El Granada sufrió sólo dos muertos y siete heridos. Veintinueve sobrevivientes aptos para viajar fueron llevados prisioneros a La Virgen el 24. Veintiséis de ellos firmaron, o simplemente marcaron una cruz junto a su nombre, una carta de agradecimiento a Fayssoux el 25. Walker en persona los interrogó ese día, liberando casi a todos, menos a Federico Martínez, segundo en el mando, y a otros cuatro. En las propias palabras de Walker: "Los prisioneros que podían caminar fueron pronto liberados, y se les suministraron pasaportes para viajar a Costa Rica. Cuando llegaron a sus hogares, su testimonio sirvió de mucho para corregir los prejuicios que los Moras habían suscitado contra los americanos". El "Federico Martínez" que Walker retuvo en prisión en La Virgen era en realidad "el sargento mayor don Federico Maheit", artillero italiano del ejército costarricense. Aunque se cambió el nombre a "Martínez" después de la batalla, Walker descubrió su verdadera identidad y lo retuvo cautivo. De haber hundido Maheit al Granada
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el 23 de noviembre con los cañones de a nueve libras del Once de Abril, habría acortado la guerra. En dicha fecha, las tropas de Walker en La Virgen estaban desorganizadas al extremo. Si el bergantín costarricense gana el control de la bahía de San Juan del Sur, Cañas y Jerez, reforzados desde Puntarenas, avanzan desde Rivas a bloquear el camino del Tránsito; y ello hubiera inclinado la balanza contra Walker en un momento crítico para él. Walker se hallaba, pues, en deuda con Fayssoux. El 24 de noviembre le trasmitió "las gracias de todo el ejército" y lo ascendió a Capitán. El 25, le envió "las gracias de la República" y le donó una valiosa hacienda en el Departamento Meridional, El Rosario, que Kissane confiscara al rivense don José Antonio López, su legítimo dueño nicaragüense. El Rosario tenía 20,000 árboles de cacao y una buena casa a sólo tres kilómetros de Rivas. De nada le sirvió a Fayssoux esta prebenda ilegítima de su "presidente", pues el curso de los eventos le impidió tomarse siquiera una taza de buen chocolate en "su" finca.
Retirada de tropas filibusteras de Masaya, el 19 de noviembre de 1856.
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21. "Aquí fue Granada" HENNINGSEN QUEMÓ a Granada de los suburbios hacia la plaza. Le asignó un sector a cada compañía de soldados: los capitanes Do-
lan, McChesney, Ewbanks, Johnson y O'Reagan llevaron a sus hombres hasta los límites de la ciudad y prendieron fuego a las chozas de paja, casas de adobe e iglesias a ambos lados de las calles al avanzar hacia el centro. Temiendo un ataque aliado el 23 de noviembre, Henningsen construyó dos líneas de barricadas dentro del perímetro pasto de las llamas. En el proceso de incendiar, los filibusteros saquearon, y al encontrarse con grandes bodegas de vinos y brandies, se entregaron todos a una borrachera salvaje. Walker con llaneza llamó a las escenas que se sucedieron, "una desenfrenada bacanal". Testigos nicaragüenses describen los detalles: Las más desenfrenadas orgías que el furor de la embriaguez pudiera concebir, se establecieron entonces en las calles de la incendiada ciudad. Los ciudadanos nativos mientras se llevaban de sus casas los pocos intereses que la tiranía y la opresión de Guillermito Walker les dejaran, eran cruelmente asesinados en las calles, e inhumanamente se les decía, cuando estaban moribundos: "Malditos sean ustedes, nosotros hemos venido aquí por dinero y lo tendremos"; y mientras que el terror hacía temblar a los habitantes que corrían de sus arruinados techos; mientras que los gritos de algunas mugeres violadas, lanzados desde una habitación de adentro, eran contestados por las obscenas risotadas de los que estaban afuera; mientras que la plaza estaba amontonada de mugeres y niños, unos pidiendo protección a Dios, otros echando maldiciones sobre sus despojadores, y otros apareciendo como monumentos silenciosos y mudos de desesperada desconfianza, un extraño espectáculo salía de la puerta de la grande iglesia parroquial, entretanto que sus techos se encendían en llamas. La imagen de nuestro Salvador representando su Pasión en el Huerto de Getsemaní, fue llevada de los portales de la iglesia, en hombros de cuatro borrachos discípulos del "Grande Apóstol". Detrás de esta sagrada imagen seguía una confusa turba, unos adornados con las vestiduras sacerdotales de los santos padres, mientras que otros cubiertos con las suntuosas capas de seda y razo jiraban al rededor en fantásticas formas. Esta oprobiosa procesión se encaminó con burlesca solemnidad a la taberna conocida con el nombre de "Casa de Walker", y allí en medio de los chillidos y gritos de risadas mofadoras, celebraron lo que ellos quisieron llamar
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con espantosa burla "La última cena del Señor".
Los últimos nativos huyeron de la ciudad ese día en que la noticia se dio al mundo: "iGranada ya no existe! Walker la incendió y redujo a cenizas el 22 al verse obligado a abandonarla. Las pobres familias nicaragüenses aterradas, sin abrigo, sin ropa y sin recursos vagan por los campos y las inmediaciones buscando protección y amparo". Don Dámaso Sousa y don Chico Bravo fueron a refugiarse a Masaya; don Chico cayó muerto de un balazo al azar en el camino, pero Sousa le dio a Belloso un informe detallado de la situación y el comandante aliado decidió atacar a Henningsen sin dilación. El 24, a la madrugada, los ejércitos aliados salieron de Masaya y Diriomo, hacia Granada. Ese mismo día, lunes 24 de noviembre, Henningsen replegó sus líneas protegiendo la Plaza mientras incendiaba las manzanas aledañas y enviaba sus cuadrillas a pegarles fuego de nuevo a las casas distantes que sólo habían sido parcialmente consumidas. Al inspeccionar las barricadas, encontró muy deficientes las de la iglesia de Guadalupe, en el camino al lago, y a los soldados, de los capitanes Hesse y Green para abajo, todos borrachos. Ambos vapores esperaban otra vez en el muelle, todavía a medio cargar y dos cañones grandes sacados de la plaza se asoleaban todavía en la playa. Pero todos los objetos de plata de que Kissane despojó a las siete iglesias de Granada iban ya empacados a bordo del La Virgen, y el honorable Confiscador General de Walker "oficiaba" jocoso en otro espectáculo en la plaza. Según el capitán Horace Bell, (quien se encontraba en La Virgen, con Walker): A eso de las nueve de la mañana se organizó una procesión, con el mencionado Ministro [Kissanej a la cabeza, integrada por alrededor de cincuenta oficiales ataviados con las vestimentas sacerdotales tomadas de las iglesias. Se adornó copiosamente un ataúd bajo el rótulo de 'Granada' y avanzó la procesión, con una imagen del Salvador adelante, seguida por el ataúd y los falsos sacerdotes. Desfilaron alrededor de la plaza en un rito impío, depositando finalmente el ataúd en una tumba excavada en el centro de la plaza sobre la que erigieron un inmenso letrero con la misma inscripción que los romanos dejaron en las ruinas al destruir Cartago: iAquí fue Granada! Al desbandarse del entierro de Granada, una descarga de fusilería recibió a los miembros de la perversa procesión. ¡Martínez los atacaba! Las fuerzas aliadas de Martínez y Paredes aparecieron de pronto a las 2:30 P.M. al mismo tiempo en dos puntos: Martínez detrás del
convento de San Francisco y Paredes, sobre la iglesia de Jalteva. Los rifleros de Henningsen los detuvieron en ambos frentes, pero
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enseguida una tercera columna aliada atacó y capturó las barricadas en Guadalupe, y de un tajo cortó así la vía de acceso de Henningsen a los vapores. Martínez con sus nicaragüenses había avanzado por los alrededores al Norte de la ciudad, hacia el lago; Paredes, con sus guatemaltecos, por el costado Sur; enseguida ambos ejércitos convergieron paralelos a la costa del lago y ocuparon el suburbio oriental de Granada, desde la iglesia de Esquipulas hasta el muelle. Los vapores al instante se retiraron a dos kilómetros de la playa, fuera del alcance de la artillería aliada, dejando aislado al destacamento filibustero en el Fuertecito al pie del muelle, un antiguo fortín de la Colonia. El martes 25, Henningsen erigió defensas adicionales al Este de la plaza y sobre la calle entre la Parroquia y Esquipulas, mientras los aliados ocupaban San Francisco tras encarnizados combates casa por casa. A las once de la mañana, el La Virgen zarpó para La Virgen con los pasajeros y la carga que tenía antes del ataque aliado; al amanecer del día siguiente estaba de vuelta frente a Granada, con Walker a bordo. El miércoles 26, Walker desde el vapor vio que la bandera de la estrella roja ondeaba aún en la Parroquia y que el humo de las casas en llamas seguía ascendiendo desde nuevas direcciones; se puso en contacto con los defensores del muelle, optimistas y confiados en sostener su posición. Reconfortado, Walker a las 2 P.M. zarpó de regreso a La Virgen. Henningsen replegó sus defensas presionado por los aliados, evacuando e incendiando todas las casas alrededor de la plaza con excepción del cuartel, la taberna "Casa de Walker", la iglesia parroquial y la imprenta de El Nicaraguense. Enseguida comenzó a moverse hacia el lago: después de tres asaltos capturó las ruinas de la iglesia de Esquipulas, pero los aliados resistieron su embestida a la de Guadalupe, infligiéndole fuertes pérdidas. Paredes capturó y ocupó el Fuertecito del muelle esa noche. Lanzó el ataque en la oscuridad, con éxito, ayudado por la información que le suministraron dos desertores. Seis cañonazos alternos de los campamentos guatemalteco y nicaragüense sirvieron de señal para coordinar el asalto. Al sexto retumbo, 200 soldados guatemaltecos abrieron fuego por delante mientras una lancha llena de tropa asaltaba por detrás. Tras un corto y encarnizado combate, la defensa se derrumbó: más de la mitad de los veintisiete defensores cayeron muertos; unos cuantos sobrevivientes saltaron al agua y los restantes se rindieron. El jueves 27, en la madrugada, Henningsen evacuó a los enfermos y heridos a una casa cerca de Esquipulas y quemó los edificios que quedaban en la plaza. Colocó 200 libras de pólvora en la torre Norte de la Parroquia y le dio fuego a la nave de la iglesia y a las ca-
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sas en ambos lados de la calle mientras se retiraba hacia el lago. En cuestión de minutos, los aliados entraron en la plaza y ocuparon las barricadas entre el cuartel en llamas y la iglesia; la torre minada explotó y les cayó encima. Poco después del mediodía, Henningsen ocupó Guadalupe, abandonada por los aliados quienes, pensando que Henningsen ignoraba la toma del Fuertecito en el muelle, le dejaron libre la vía al lago; esperaban cogerlo entre dos fuegos en la playa y aniquilarlo al intentar abordar los vapores. La estrategia fracasó: uno de los defensores sobrevivientes escondido en la maleza, logró llegar al cuartel de Henningsen y le informó a tiempo de la pérdida del Fuertecito. Henningsen se detuvo en Guadalupe, pero le ordenó al mayor Henry avanzar y ocupar las dos últimas chozas en el camino, en los terrenos que bajan de la iglesia a la playa. Durante esa tarde y la noche, los aliados atacaron la posición de Henry y fueron rechazados varias veces; un cura nicaragüense a quien mataron, jefeó uno de los ataques. Sobre su cuerpo y demás cadáveres en un platanar cercano los filibusteros amontonaron la tierra que formó la primera barricada de las trincheras que llamaron "Fort Henry". Henningsen describe la escena macabra en su informe a Walker: Después de entrar y encerramos en la iglesia de Guadalupe, nos encontramos con veinte cadáveres de zapadores y de la compañía de Green, sin enterrar; uno carbonizado y con las manos atadas por la espalda, que parecía ser el del capitán Hesse; diez o doce cadáveres insepultos y unas treinta tumbas del enemigo, cubiertas apenas con unas pocas pulgadas de tierra, todos ellos muertos en el ataque del día anterior. Varios de nuestros enfermos y heridos fallecieron. Nuestras herramientas de excavación, es decir, cuatro picos y doce azadones, las usamos para enterrar a esos últimos y para construir las trincheras de Fort Henry, por lo que unos sesenta cadáveres en putrefacción junto a nosotros nos mantuvieron sumergidos en un hedor sumamente dañino y repulsivo. Teníamos harina suficiente para varios días y abundante café, e inmediatamente tuve necesidad de destazar nuestras mulas y caballos para consumirlos. Hoy (sábado) distribuimos las primeras raciones de carne de caballo.
El viernes 28, a eso de las 3 PM., los aliados enviaron bandera blanca de parlamento con una carta firmada por Paredes, Belloso, Martínez y Zavala en la que le decían a Henningsen que a Walker lo habían derrotado en Rivas y La Virgen y le recordaban que las tropas aliadas en la playa lo tenían aislado del vapor. Le pedían su rendición, ofreciéndoles plenas garantías a él y su gente: que sus vidas
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serían respetadas como prisioneros de guerra; serían tratados bien y liberados, con pasaportes para regresar a sus casas. Un grupo de desertores filibusteros en el campamento aliado acompañó al portador, un desertor de apellido Price. Manteniéndolos a buena distancia de su campamento y amenazándolos con disparar si avanzaban otro paso, Henningsen escribió la siguiente respuesta, entre los gritos del grupo hostil afuera: A Zavala, Belloso y los otros líderes rebeldes y piratas cuyos nombres no puedo perder tiempo en descifrar: Señores —No tengo nada que hablar con quienes sé que mienten. Me duele que por el bien de la causa me vea obligado a ofrecerles, que respetaré sus vidas si deponen las armas en dos horas; si no, en menos de seis meses, en nombre del Gobierno que represento, los colgaré a todos en una horca del alto de la de Amán. Al traidor de Price lo dejaré detenido para fusilarlo, pero les envío un prisionero aliado que capturamos ayer. C. E HENNINGSEN. Actuando en nombre del Comandante-en-Jefe y Presidente de la República de Nicaragua. Según narrara Henningsen a su jefe, con un toque de clarín les leyó a sus hombres en voz alta dicha respuesta, y "desperdicié dos descargas de valiosas municiones para enfatizar mi contestación, reforzadas por tres veces con tres vivas al general William Walker, que los soldados tradujeron en Uncle Billy". Los aliados atacaron dos veces al atardecer, pero en ambas ocasiones fueron rechazados con pérdidas. El San Carlos partió esa noche de Granada para La Virgen, y a la una de la mañana del 29 le dio a Walker la noticia del avance de Henningsen hacia la costa. Walker de inmediato zarpó en La Virgen, y a las 7 A.M. estaba de regreso en Granada, observando las operaciones desde el barco. Podía ver claramente el campamento de Henningsen a unos 300 o 400 metros de la costa y presenció el nuevo ataque aliado del 30, por detrás y con todas sus fuerzas, mas sólo para ser rechazados, "sin duda con fuertes pérdidas, mientras en las barricadas nuestras tropas ondeaban su bandera en señal de la derrota del enemigo". El 1° de diciembre a la 1 PM., Walker estaba de regreso en La Virgen, inspeccionando las defensas y preparándose para repeler un ataque aliado. Tenía 150 efectivos con que defender el punto; la otra mitad de la tropa, heridos y enfermos de fiebre, estaba en el hospital; las provisiones escaseaban; pero Cañas y Jerez no avanzaron desde sus trincheras en Rivas. Esa noche los indios de Ometepe atacaron Moyogalpa. Más de
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cien indios de la isla, capitaneados por el Cura Presbítero don Francisco Tijerino ("más soldado que sacerdote") y provistos de armas enviadas de Rivas por Cañas, irrumpieron en el pueblo en la oscuridad. Mujeres y niños huyeron en todas direcciones; los pacientes hospitalizados abarrotaban la iglesia. La guarnición filibustera contraatacó al amanecer, matando unos treinta isleños y desbandando a los restantes, sufriendo por su parte sólo dos norteamericanos muertos. El 2 de diciembre en la mañana, Walker iba a bordo de La Virgen, rumbo a Granada, cuando encontró una lancha llena de hombres, mujeres y niños, a la deriva en el lago. Tras remolcarla de vuelta a Moyogalpa, y constatar la derrota de los nativos, arribó frente a Granada al atardecer y permaneció todo el día siguiente junto a la costa, viendo a Henningsen completar las líneas de trincheras de Fort Henry en el par de chozas cerca de un arroyo, a medio camino entre Guadalupe y el lago. En la iglesia se había desatado una epidemia: treinta casos del cólera, de los que veinte murieron; Henningsen trasladó su artillería y los enfermos y heridos a donde tuvieran buen aire y agua, pero el cólera ya se había propagado al campamento aliado, causando la muerte del general Paredes. Los cadáveres guatemaltecos, tirados en el arroyo, incrementaron la peste. El ambiente estaba terriblemente contaminado; el hedor de los muertos en descomposición llegaba hasta la nave de Walker. Éste zarpó de Granada el 3 de diciembre a las 8 PM.; deteniéndose un par de horas para cerciorarse de la situación en Moyogalpa, desembarcó en La Virgen el 4 al amanecer. El Orizaba había arribado a San Juan del Sur, y los pasajeros de California cruzaron el camino del Tránsito el día 3; a su posterior arribo en Nueva York, uno de los viajeros describió a los soldados de Walker en La Virgen como "el grupo de individuos más desgraciados, flacos y enfermos que jamás he visto en mi vida". En cuanto al jefe, un cirujano del ejército filibustero reveló que "Walker parece estar de buen humor, o, mejor dicho, uno no puede saber cómo está, pues siempre es frío como el hielo, sin sentir la pérdida ni de sus mejores amigos". Las posibilidades de Walker mejoraron con el arribo de setenta reclutas de San Francisco en el Orizaba, treinta de Nueva York en el Texas y 250 de Nueva Orleáns en el Tennessee: 350 soldados en buena salud, además de grandes cantidades de armas, municiones y provisiones. El 4 y 5 de _diciembre movió su cuartel general a San Jorge: la mayoría de la tropa marchó por tierra; La Virgen trasladó desde La Virgen y Moyogalpa a los enfermos y heridos y la carga. A las 6 A.M. el 7 de diciembre, el San Carlos llegó a San Jorge con los
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reclutas de Nueva Orleáns; a las 6 PM., La Virgen zarpó de San Jorge con el general Sanders y las tropas, rumbo a Granada y tras porveerse de leña en Ometepe, arribó frente al campamento de Henningsen el 8 de diciembre a las 10 P.M. Henningsen había cavado una honda zanja conectando a Guadalupe con Fort Henry, y ambos bandos habían construido innumerables barricadas y trincheras. En continuas escaramuzas, avanzando pulgada por pulgada hacia la costa, los filibusteros levantaron una pequeña fortificación de tierra a cuarenta metros del lago, defendiendo su primera trinchera a menos de 200 metros al Sur del muelle. El 8 de diciembre, Zavala envió otra bandera blanca, invitando a Henningsen a parlamentar. La respuesta de Henningsen fue lacónica: "yo sólo parlamento por boca del cañón". Temprano en la mañana del 9 de diciembre, Sanders evaluó la situación desde el vapor; no logró comunicarse con la costa y a las 10 A.M. partió a informárselo a Walker en San Jorge. A las 8 de la mañana del 11 de diciembre La Virgen estaba de regreso en Granada, con Walker y sus tropas a bordo. Henningsen ya casi tocaba la costa, con dos líneas de barricadas aliadas cercándolo y separándolo. Ese día destazó su propio caballo así como el penúltimo perro del campamento, para comerlos. Sólo quedaban la mula del mayor Henry, el caballo del mayor Caycee y el caballo de Walker mismo, quien, durante el día y desde la nave estudió las defensas y tropas aliadas, manteniendo a su gente todo el tiempo oculta en el interior del barco. En la noche, La Virgen, con las luces encubiertas, pasó en sigilo a situarse a seis kilómetros al Norte de Granada, en el punto donde Walker desembarcó cuando tomó la ciudad un año antes. Entre las 9 y las 10, 170 hombres —la élite de los Batidores y las tropas frescas de Nueva Orleáns— al mando del teniente coronel John P. Waters, desembarcaron bajo las balas de un piquete aliado, y antes de medianoche marchaban hacia Granada. A 800 metros encontraron y tomaron una barricada aliada, matando veinte nicaragüenses e hiriendo a cuarenta. Mataron unos cuantos más antes de llegar a las carboneras situadas mil metros al Norte del muelle. Allí los esperaba Martínez con 500 hombres, incluyendo 200 hondureños al mando del general Florencio Xatruch, que habían llegado a Granada pocas horas antes. Los filibusteros los desbarataron: a la luz de la luna, los soldados aliados parecían temibles, pero los norteamericanos, vestidos de negro y disparando rifles y revólveres, superaban a los centroamericanos con ropa blanca y fusiles de piedra, a cuyo fogonazo se iluminaban todos, y aquéllos no perdían tiro. Continuando su avance, Waters se aproximó al cuartel general de Martínez en Las Pilitas,
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en el extremo noreste de la ciudad. Viendo que las barricadas eran más fuertes que las que había ya pasado, las flanqueó a la derecha, pero Belloso había retirado sus fuerzas salvadoreñas e iba camino a Masaya. Martínez estaba casi ciego debido a la pelusa cáustica de pica-pica que le cayó sobre los ojos en las carboneras. No pudiendo controlar a sus hombres llenos de pavor, retrocedió a Jalteva, quedando la vía libre para que Waters se uniera a Henningsen y para que este último abordara el vapor. Como un último recurso, Martínez ordenó incendiar el muelle, buscando impedir que los filibusteros evacuaran la artillería de grueso calibre. Poco después de las 5 A.M., el 12 de diciembre, Waters llegó a los fuertes Henningsen (Guadalupe) y Henry; La Virgen envió una lancha a la costa y comenzaron a embarcar. A las 5 A.M. del 13, todos los pertrechos y bagajes incluyendo artillería, y todos los soldados y civiles estaban a bordo y La Virgen se alejó de las ruinas de Granada. Al partir, Henningsen clavó en el suelo una lanza con la siguiente leyenda: 'Aquí fue Granada" y en su informe a Walker anotó: "Usted me ordenó destruir Granada y evacuar de ahí todos los pertrechos, artillería, provisiones, soldados enfermos y familias americanas y nativas. Su orden se ha cumplido —Granada ha dejado de existir". Las crueles operaciones decretadas por el Predestinado de los Ojos Grises sobre la capital de Nicaragua habían llegado a su fin, pero dejaron impresiones indelebles que Kissane, el gran sacerdote de la neroniana orgía y entierro profano en la plaza reveló muchos años más tarde, en una carta a un amigo y colega filibustero: Mi experiencia en el sitio de Granada retorna a mi mente sin cesar, y el horroroso hedor de los cadáveres a flor de tierra a pocos pasos de nuestro campamento, pues en la situación que estábamos no podíamos enterrarlos más hondo. El malolor en ese ambiente húmedo y cálido era insoportable. Hoy no me explico cómo pudimos aguantarlo durante esos 22 días. Fue un Infierno desde el principio hasta el fin; eso es todo lo que fue.
Waters en su informe mencionó 14 muertos y 30 heridos de los 170 hombres bajo su mando; y de los 419 bajo Henningsen cuando los aliados atacaron Granada el 24 de noviembre, 120 murieron del cólera morbo o de tifus, 110 fueron muertos o heridos en combate, cerca de 40 desertaron y 2 cayeron prisioneros. Zavala puso las bajas norteamericanas en "370 muertos, desde el principio del sitio; causados tanto por nuestras balas como por la enfermedad. Han llevado heridos y enfermos en número considerable. Tengo una multitud de prisioneros; heridos unos y otros sanos, y he dado orden para que a todos se les trate con la benignidad a
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que por su situación son acreedores". Henningsen informó que las fuerzas aliadas sumaban alrededor de 2,800 hombres, incluyendo los refuerzos, pero que sus efectivos nunca sobrepasaron los 1,200 a 1,500 hombres que tenían al comienzo del ataque y el día de la evacuación. Calculó las bajas aliadas en 200 muertos y 600 heridos, además de las fuertes pérdidas causadas por el cólera, la peste y las deserciones. Los generales aliados Belloso, Zavala y Martínez, mandaron cada uno un informe separado al Ministro de la Guerra entre el 13 y el 15 de diciembre, pero ninguno sumó las bajas aliadas. Hasta el 6 de diciembre, Martínez había contado cuarenta y dos muertos y sesenta y cinco heridos en las fuerzas bajo su mando; tomando en cuenta las otras bajas aliadas hasta esa fecha y las subsiguientes, la cifra de Henningsen parece correcta. *
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POR SOBRE las bajas, los ejércitos aliados sufrieron una lamentable falta de unidad que los historiadores centroamericanos han señalado como la causa principal del fracaso en salvar a Granada y destruir ahí mismo la columna vertebral del ejército de Walker. Belloso, acusando de insubordinación a Zavala y Martínez, abandonó la lucha: el 12 de diciembre se retiró con su tropa salvadoreña a Masaya; el 13 llamó a Jerez de Rivas y le dijo a Cañas que se regresara a Costa Rica. Cañas y Jerez evacuaron Rivas temprano en la mañana del 16, y juntos se unieron a Belloso en Masaya. Zavala se fue a Diriomo y Martínez se quedó en las ruinas de Granada para limpiar los escombros y organizar la administración local de la antigua capital legitimista. Walker, Henningsen y Waters, tras tocar en Moyogalpa, desembarcaron en San Jorge a las 5 P.M. del 13. Al saber el retiro de Cañas y Jerez, el 16, Walker trasladó su cuartel general a Rivas. Ese día marchó con su ejército, banderas en alto, de San Jorge a Rivas, dejando sólo al Segundo Batallón de Infantería del coronel Jacques en el puerto lacustre.
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22. Spencer WILLIAM ROBERT Clifford Webster era un individuo que usaba diversos nombres y le contaba un historial diferente a quien iba conociendo. Para algunos era W. Clifford; para otros, W. R. C. Webster; o Simpson, o Waters, o Brown; u otro seudónimo. Para unos, era un comerciante ruso; para otros, un hombre de negocios en París; el dueño de minas de sal en Chester, Inglaterra, o de minas de cobre en Mentz; pero en todas partes, bajo cualquier nombre, tuvo fama de bribón, defraudador, estafador, falsificador y caballero de industria, para variar el ritmo de sus alias. En mayo de 1856, viajó de filibustero en la Minnie Shiffer a Nicaragua. En Granada, dándose aires de diplomático, ofreció suplirle inmigrantes a Walker, mas éste desconfió de él y rechazó la oferta. Webster se fue de Granada a toda prisa, a punto de caer preso por haber estafado ya al Ministro Wheeler. Al cabo, durante su corta estadía en San Juan del Norte, dejó tras sí una impresión muy desfavorable. En agosto estaba en Nueva York, poniendo en ejecución un plan elaborado junto con un marinero de la Compañía del Tránsito en Nicaragua: Sylvanus M. Spencer, contramaestre del Machuca en el río San Juan. Spencer era un marino yanqui enérgico y astuto, de cuarenta arios de edad, con acento bostoniano y lenguaje enfático, bien salpicado de adjetivos fuertes. En 1855 era contramaestre del clíper norteamericano Sea Witch, en un viaje de Nueva York a Hong Kong, en busca de peones chinos para Panamá. El 5 de junio, en alta mar, murió asesinado el capitán del barco y a Spencer lo acusaron del crimen y lo juzgaron en la Corte Distrital Federal de Nueva York, pero por falta de pruebas el jurado lo sobreseyó el 22 de diciembre de 1855. Entonces partió para Nicaragua, donde trabajó de estibador en San Juan del Norte y luego de contramaestre en el vaporcito fluvial de ruedas Machuca. Spencer después explicó que era dueño de $40,000 en acciones de la Compañía del Tránsito, heredadas de un tío, y que Walker lo despojó de ese capital cuando anuló la concesión y confiscó los vapores. Sus conocimientos del río le permitieron idear un plan audaz para recuperar lo perdido y vengarse. Sin esperar más, volvió a Nueva York, se lo propuso a Vanderbilt y éste lo aceptó, así como así. El Comodoro se comprometió a sufragar los gastos y le aseguró que sus acciones recobrarían su valor con el exterminio de Walker. Total, que el 2 de octubre de 1856, en las oficinas de la Compañía
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Accesoria del Tránsito en Nueva York, el presidente Cornelius Vanderbilt y el secretario Isaac C. Lea dieron poderes al capitán S. M. Spencer, "para que tome posesión de todos los vapores y demás bienes de esta Compañía en el Lago de Nicaragua, en el río San Juan y en los demás ríos tributarios, y que los retenga y guarde hasta que reciba nuevas instrucciones de esta Compañía". El plan de Spencer necesitaba la ayuda de Costa Rica, por lo que Vanderbilt lo puso en contacto con el Ministro costarricense en Washington, don Luis Molina. Para entonces, Míster Webster se había unido a Spencer, fraguando su propio gran plan y aprovechándose de futuro del marinero. Con la habilidad usual, Webster también consiguió de Molina una valiosa carta de introducción ante el Presidente Mora. Webster y Spencer, ya socios y compinches, viajaron juntos en un barco de Vanderbilt de Nueva York a Aspinwall, y, en un velero que fletaron en Panamá, a Puntarenas. Al arribo en San José, el 23 de noviembre de 1856, solicitaron y obtuvieron una entrevista con el Presidente Mora. Un súbdito inglés residente en Costa Rica, Mr. Young Anderson, sirvió de intérprete en las pláticas. Anderson quedó de secretario de Webster y después reveló los detalles de las negociaciones: Webster ... dijo poseer grandes recursos pecuniarios en Inglaterra y Estados Unidos, y minas en Alemania; se jactó de conocer a Lord Clarendon; en confidencias, aparentó ser un agente confidencial, (anteriormente le había dicho a Mr. Perry, cónsul inglés en Panamá, que era agente secreto del gobierno británico,) y abordó al Presidente Mora con una propuesta misteriosa, diciendo que de ella dependían los intereses vitales, la existencia misma de Costa Rica. ... Le ofreció al Presidente un préstamo de $800,000 (por un millón en bonos costarricenses al 7% al año) para expulsar a Walker de Nicaragua. Le dijo que él (Webster) y no Spencer (quien, sin embargo, era el que había sufragado los gastos del viaje desde Nueva York para negociar), había "urdido" el plan para capturar los vapores, por lo cual pedía $125,000 de recompensa.
El Presidente Mora, sin pensarlo dos veces, le otorgó a Webster una concesión de la ruta del Tránsito de Nicaragua por 75 años. Webster consiguió "todo lo que quiso, en los términos que puso", excepto por "un pequeño detalle", que el Presidente exigió como condición esencial a la hora de firmar el contrato. Obligado por Mora, Webster le traspasó a una recién formada "Compañía de Transportes Terrestres" costarricense el privilegio exclusivo del tránsito por tierra entre el Lago de Nicaragua y el Océano Pacífico. Los accionistas costarricenses recibían ahí "el derecho a percibir durante
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diez años, fuertes y altamente lucrativos peajes de la Compañía del Tránsito que formaría Webster", y el Presidente Mora generoso le regaló a Anderson una acción de la nueva concesionaria. Pero el préstamo a Costa Rica era un espejismo, ya que Webster nunca tuvo dinero propio. En San José vivió de los fondos que le prestaron diversas personas, engañadas por sus grandilocuentes garantías y promesas. Consiguió $8,000 de un capitalista costarricense a través de una carta de crédito de Vanderbilt por $100,000, que resultó ser falsificada. El Comodoro no sólo rehusó pagar la cuenta, sino que negó haber visto jamás a Webster; sostuvo que "no lo conocía ni deseaba conocer a ese pillo hijueputa". (El muy pillo permanecía en San José para cosechar lo que el audaz pero crédulo Spencer sembraba). Spencer, verdadero agente de Vanderbilt, tampoco tenía dinero que darle a Costa Rica. Lo que sí tenía era habilidad para capturar los vapores lacustres y fluviales, con lo que ganaría la guerra. El Presidente Mora aprobó al instante el plan de Spencer y puso en marcha su ejecución. Cuando firmó en San José el contrato de préstamo de un millón de dólares con Webster, el 4 de diciembre de 1856, la Columna de Vanguardia ya había salido de la capital para el río San Juan. Las defensas de Walker en el río consistían en sesenta y cuatro soldados estacionados en dos puntos: veinticuatro hombres bajo el capitán Charles W. Kruger en el Fuerte San Carlos, junto al lago, y cuarenta hombres bajo el capitán Frank A. Thompson en La Trinidad (Hipp's Point), en la confluencia del Sarapiquí con el San Juan. La Columna de Vanguardia costarricense consistía en 250 hombres bajo el teniente coronel don Pedro Barillier y el sargento mayor don Máximo Blanco. El 3 de diciembre, a las 8 A.M., salieron de San José para el Sarapiquí; pero por instrucciones secretas del Presidente Mora, en pliego cerrado que Blanco abrió en el camino, cambiaron de rumbo hacia el río San Carlos. Spencer y un intérprete, don Joaquín Fernández, se unieron a la expedición el 9 de diciembre en el Muelle de San Carlos, comienzo de la navegación en dicho río. El capitán George E Cauty (hijo del coronel Thomas Henry Horatio Cauty, ciudadano inglés residente en Costa Rica) se encargó de construir las balsas y los botes. George, "capitán de marina", era experto para esa tarea ya que en 1853 había construido el vaporcito Flor de los Andes para el Río Grande en el Golfo de Nicoya. El 14 de diciembre, Spencer, Fernández, un oficial y seis soldados zarparon río abajo en un bote, a servir de vigías en la confluencia del San Carlos con el San Juan. Los demás siguieron después en
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balsas y a pie, y llegaron al San Juan el 20, exceptuando unos pocos rezagados. Prosiguieron río abajo en el San Juan el 21, deteniéndose a pasar la noche justo antes de La Trinidad, y el 22 en la mañana desembarcaron a dos kilómetros del punto fortificado por los filibusteros, avanzaron entre la selva y los atacaron por detrás, divididos en cuatro columnas. Cogieron a los norteamericanos almorzando, de lleno por sorpresa. Los hombres de Blanco mataron nueve filibusteros en el zafarrancho y capturaron dos heridos, uno de ellos el capitán Thompson. Treinta se tiraron al agua; seis llegaron después a Greytown y los restantes murieron ahogados o baleados cuando huían. Bajas costarricenses: dos heridos, ningún muerto. Dejando a Barillier con treinta hombres en La Trinidad, Blanco, Spencer y los restantes continuaron hacia San Juan del Norte al atardecer en cinco balsas que deslizaron silenciosas en la bahía a las 2 de la mañana del 23. Spencer sin entretenerse llevó los dos prisioneros norteamericanos a un barco de guerra inglés a que les curaran las heridas; le presentó al capitán el poder de Vanderbilt y le entregó la correspondencia del Presidente Mora para el Comodoro de la escuadra británica en el puerto. Al salir el sol, los costarricenses dirigidos por Spencer sorprendieron y se posesionaron de los cuatro vapores fluviales de la Compañía del Tránsito surtos en la bahía: el Wheeler, Morgan, Machuca y Bulwer. El 26, el Bulwer subió por el río San Carlos a transportar los refuerzos que se esperaban de Costa Rica, mientras Spencer se llevaba a las tropas de Blanco, en el Morgan, al Castillo. Como Walker no tenía guarnición en ese punto, los costarricenses se apoderaron del fuerte y del Scott, anclado ahí, sin resistencia. El Ogden y La Virgen estaban en el raudal del Toro, varios kilómetros río arriba. Spencer obligó a Mr. Hutchinson, agente de la Compañía, amenazándolo de muerte si rehusaba, a redactar una orden al capitán Charles Mahoney, del Ogden, de traer el vapor al Castillo. Un mensajero nicaragüense llevó la orden a pie. Cuando el Ogden arribó al Castillo, los soldados costarricenses, ocultos en una bodega, abrieron las puertas y subieron a bordo. Spencer obligó a Mahoney y la tripulación a regresar con el barco al raudal del Toro. El capitán Thomas Bunker, de La Virgen, al acercarse el Ogden con Mahoney y su gente, no sospechó que algo anduviera mal sino hasta que Spencer y los costarricenses abordaron la nave y se la apropiaron, capturándolo también a él. El 28, Spencer regresó al Castillo. El 29, y de nuevo el 30, fue en el Scott al río San Carlos, en busca del Bulwer con los refuerzos, sin encontrarlos. Spencer no pudo esperar más y decidió capturar el Fuerte San Carlos con la fuerza que tenía. Su meta era posesionarse
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del más grande y rápido vapor lacustre, el San Carlos, que llegaría en un par de días de La Virgen con los pasajeros de California. Su posesión daría a los costarricenses el dominio del lago y dejaría a Walker aislado del río. Privados del San Carlos, los filibusteros quedaban perdidos en Rivas. Para sorprender y capturar el barco, Spencer creyó prudente tomar primero el fuerte. El 30 al atardecer, llevó los 200 soldados de Blanco en La Virgen hacia el lago. A las 10 PM., cuarenta hombres desembarcaron cerca del fuerte sin ser vistos. El vapor fue a anclar en el sitio acostumbrado, haciendo las señales usuales nocturnas de que todo estaba bien. El capitán Kruger, comandante del fuerte, subió a bordo, y Spencer lo convenció de que rindiera la fortaleza, pues de lo contrario los costarricenses lo matarían a él y a todos sus filibusteros. Los soldados de Blanco tomaron el fuerte. Spencer tuvo a Kruger y su gente prisioneros a bordo de La Virgen por un día, y los envió en un bongo al Castillo cuando los refuerzos comenzaron a llegar de Costa Rica. El general José Joaquín Mora había salido de San José al frente del Ejército Expedicionario el 15 de diciembre. Llegó al Muelle del río San Carlos el 22 con 600 soldados, en su mayoría reclutas bisoños de Alajuela. En total, como 3,000 costarricenses marcharon hacia el río. Mora llegó al Castillo el 31 de diciembre. Esa noche llevó 400 hombres al Fuerte San Carlos; en La Virgen encontró 147 cajas de armas recién llegadas de Nueva York para Walker, y al instante las decomisó y las puso a buen uso. Mora emplazó en el fuerte cuatro cañones nuevecitos de a doce pulgadas, distribuyó más de 400 rifles Minié a su tropa y colocó tres cañones pequeños con setenta artilleros y rifleros en La Virgen. Todo el tránsito fluvial era un gatillo listo a disparar contra Walker.
AL ENTRAR el Ario Nuevo, cuando nuevas oleadas de filibusteros se dirigían a Nicaragua en los vapores de ambos mares de la Compañía del Tránsito, Spencer le había dado a Costa Rica posesión ftrme del río y estaba listo a recibirlos. El 2 de enero, el Sierra Nevada llegó de San Francisco a San Juan del Sur con 400 pasajeros, incluyendo unos 75 u 80 reclutas para Walker; también gran cantidad de provisiones, incluyendo 500 sacos de harina para su ejército. Los reclutas se quedaron en Rivas, mientras los pasajeros abordaron el San Carlos en La Virgen junto con algunos oficiales filibusteros, enfermos y lisiados, con licencia para viajar a los Estados Unidos; con ellos iban los últimos cinco cubanos guardaespaldas de Walker. Spencer capturó el vapor San
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Carlos con la misma consumada destreza que caracterizó todas sus acciones. Al aproximarse el barco al río, como a las 10 A.M. del 3, la bandera de Walker ondeaba en el fuerte. Se hicieron las señales acostumbradas; un par de filibusteros destinados a la guarnición del fuerte bajaron a tierra, y el vapor prosiguió la travesía en el río San Juan. A dos kilómetros río abajo, Spencer y cien soldados costarricenses aguardaban en el Ogden, anclado junto a la ribera del río, medio oculto por la maleza. Spencer envió un mensaje, en apariencia para informarle al capitán del San Carlos que el Ogden estaba detenido con la maquinaria descompuesta, pero en realidad para saber si iba a encontrar o no fuerte resistencia. Al darse cuenta de que, con excepción de treinta filibusteros enfermos y lisiados, sólo iban a bordo viajeros californianos ansiosos de llegar a su destino, llevó al Ogden junto al San Carlos y, para el asombro de los viajeros, les informó que él y cincuenta costarricenses los escoltarían a Greytown. El Ogden se llevó a los pasajeros al Castillo, donde a la mañana siguiente transbordaron al Scott, en el que Spencer se los llevó río abajo. Apenas desembarcaron en el puerto, arribó el Texas de Nueva Orleáns con 250 filibusteros; el vapor de Spencer de inmediato dio presión a las calderas y se alejó río arriba, quedando los recién llegados sin medio de transporte para ir donde Walker. Spencer dejó al Scott en La Trinidad el 6 de enero, y subió en una canoa por el Sarapiquí, a colectar su recompensa de Webster y del Presidente Mora en San José. Pero Webster ya no estaba ahí. Al recibir la noticia de la captura de los vapores fluviales, le había dado un suntuoso banquete al Presidente Mora y sus ministros (todos los gastos pagados con dinero "prestado" por capitalistas costarricenses). En el alegre convivio, Webster pronunció un discurso, traducido al español por Anderson, asegurándole al Presidente que pronto tendría abundante dinero y pertrechos para llevar a feliz término la guerra contra Walker, y enseguida partió para los Estados Unidos, a venderle al mejor postor su concesión costarricense del tránsito. Gracias a los vapores capturados por Spencer, el general José Joaquín Mora en su cuartel general en el Fuerte San Carlos se convirtió de repente en la figura central de la guerra contra Walker, pues Costa Rica controlaba todo desde La Trinidad hasta Granada. El 16 de enero, Mora fue a Granada en el San Carlos, sin dignarse bajar a tierra. Los aliados estaban en total desorden: Belloso se había retirado a León, dejando al general Indalecio Cordero con 125 soldados salvadoreños en Masaya; Cañas y Jerez, en Jinotepe, buscaban levantar un ejército de 1,000 hombres; Zavala con 400 guatemaltecos permanecía en Niquinohomo; Xatruch con 100 hondureños, en Diriá; y Martínez y Fernando Chamorro con 300 vetera-
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nos nicaragüenses resguardaban y limpiaban las ruinas de la plaza fuerte de Granada. Chamorro, Martínez, Cañas y Zavala conferenciaron con Mora a bordo del barco y elaboraron un plan de operaciones para lanzar asaltos combinados sobre San Jorge y La Virgen. Le ofrecieron a Mora el mando supremo del ejército, pero lo declinó, y el 23 de enero, al avanzar a Nandaime las tropas aliadas, Xatruch asumió el cargo de Comandante en Jefe. Además de poner en movimiento la fase final de la guerra contra Walker, Mora reforzó a Cañas con 150 rifleros y seguiría reforzándolo más tarde. También les envió cincuenta fusiles a los patriotas nicaragüenses en Chontales, que se organizaron para abastecer de víveres al ejército de Mora tan pronto supieron que Costa Rica había capturado el Fuerte San Carlos. Asímismo los patriotas en Ometepe, capitaneados por el cura, recibieron con los brazos abiertos a los costarricenses libertadores cuando llegaron a bordo de los vapores La Virgen y San Carlos. Así vio Cañas a los nicaragüenses, y se lo comunicó al Presidente Mora: "El Gobierno, Jerez y todos los influentes están tan agradecidos de Costa Rica, que hará la generación presente cuanto se les proponga a fin de dar gusto a Costa Rica y estrechar lazos de unión con ella". Todo el mundo sabía que, con la toma de los vapores, Costa Rica había ganado la guerra —pero todavía quedaba mucha sangre por derramar.
Charles Frederick Henningsen. Dejó el rótulo "Aquí fue Granada", tras quemarla.
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23. Solo UNA LARGA y lenta fila de carretones repletos de cajas y barriles con provisiones, enviados por William L. Cazneau, hacían cola en un muelle neoyorquino al pie de la calle Beach, esperando turno para estibar su carga en las bodegas del Tennessee. Muchas de aquellas cajas ostentaban el mismo rotulito: "Pan —Para el general William Walker". Como los filibusteros requerían pistolas además de bizcochos, el Herald comentó que el envío en cuestión sería no solamente del "pan" que alimenta, sino también de aquello que hace "pan pan" y mata a la gente. El vapor zarpó el 24 de diciembre, con 300 reclutas para Walker y más de $2,000 en provisiones. Pero esa noche se le rompió el eje en una tempestad y quedó varado en Norfolk. Lo reemplazó el James Adger, que zarpó de Nueva York el 30 y de Norfolk el 1 de enero de 1857, con cuarenta reclutas para Walker bajo el general Chatham Roberdeau Wheat, la carga y los pasajeros para California del Tennessee. Los demás reclutas regresaron por tierra a Nueva York, se dispersaron y desaparecieron. A su arribo en San Juan del Norte el 9 de enero, el contingente de Wheat reforzó a los 250 reclutas de Nueva Orleáns llegados en el Texas pocos días antes. En la terminal de la Compañía del Tránsito al otro lado de la bahía, el capitán Joseph N. Scott a toda prisa reparó el casco de un naufragio, el Clayton, y la caldera y maquinaria de otro, el J. L. White. Juntando los pedazos, construyó un barco que los filibusteros bautizaron Rescue (Rescate). El 23 de enero zarparon en él río arriba, bajo el mando del coronel Lockridge, y desembarcaron en la huerta de un pobre indio llamado Petako, a diez kilómetros de La Trinidad. El Texas zarpó de Nueva Orleáns el 28 de enero, con refuerzos para Walker bajo el mando del coronel Henry T Titus. Dicho contingente militar, organizado en forma, contaba con más de 250 hombres armados (algunas fuentes dicen 264 ó 420) y llevaba artillería además de abundantes municiones y vituallas. El coronel Titus era casado con una rica dama sureña, dueño de esclavos y amante de notoriedad; fue "esclavista sólido" y "filibustero toda la vida"; anduvo con López en Cuba en 1851 y se le conoció como el más famoso "filibustero bandolero-de-la-frontera" en Kansas en 1856. El Texas arribó en San Juan el 4 de febrero. En cuanto ancló, se le acercó el Rescue, transbordó al coronel Titus con su gente y se los llevó río arriba a reforzar a Lockridge en la huerta de Petako. El 6, los
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filibusteros atacaron a los costarricenses en La Trinidad. La guarnición costarricense de 420 hombres, apoyados por artillería pesada, habría sido adecuada para sostener el punto, de no haberla diezmado antes las enfermedades y deserciones. En su informe del 9 de febrero al general Mora, el sargento mayor Máximo Blanco estampa patente la triste situación de los defensores: ...No es posible contener la deserción, todos los alistados se van, sólo me van quedando enfermos: se pone una avanzada, y ya usted ve su utilidad, que es indispensable, y se van todos: se mandan a la montaña con hachas o machetes y hasta los fierros se llevan ... es mucho el miedo de estos soldados, y como son hombres que jamás han tomado un fusil, menos saben su obligación: adonde el enemigo tira un cañonazo, hay hombre que mete la cara en el fango; yo no sé qué hacer siquiera para que me quede quien cuide de los enfermos. ... La situación de este campamento es lo más lastimoso, no se ve más que caras largas, pero es miedo a las balas. Me da vergüenza, Señor General y sentimiento en ver con qué gente me ha tocado pelear. Los oficiales son buenos como unos cinco y no más ... Mi posición es triste Señor General...
Blanco evacuó La Trinidad el 13 en la noche y se retiró por el Sarapiquí con los restos de la tropa, hasta llegar a San José. Antes de abandonar el punto, arrojó los cañones en el río. El día siguiente al amanecer los filibusteros tomaron posesión de La Trinidad y arrojaron al río trece cadáveres costarricenses que Blanco dejó sin sepultar. Al oír que los costarricenses tenían una guarnición insignificante en El Castillo, Titus avanzó lo más rápido que pudo a tomarlo; el 15 se llevó tres compañías, alrededor de 160 hombres, río arriba y a la mañana siguiente desembarcó sus tropas a un kilómetro del raudal y marchó a situarse detrás de la fortaleza. Dividió su fuerza en tres columnas, para atacar desde diversas direcciones. En la guarnición del Castillo el capitán Faustino Montes de Oca tenía de veinticinco a treinta hombres. El capitán George E Cauty, comandante de la marina, estaba en el fuerte, con el Machuca y el Scott anclados río abajo del raudal; Cauty tomó la precaución de embadurnar de brea a los vapores, listo a pegarles fuego en cualquier momento. En cuanto los costarricenses recibieron informes de que se aproximaban los filibusteros, el 16 de febrero, incendiaron los vapores y las casas en la faja de tierra debajo del fuerte. El Machuca quedó todo destruido, pero Titus logró salvar al Scott. El asalto por tierra al Castillo fracasó, con los costarricenses infligiendo fuertes bajas a los filibusteros mientras los defensores sufrían dos
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muertos y dos heridos. Titus sitió la fortaleza y el 18 parlamentó con Cauty, exigiéndole rendición. El inglés solicitó veinticuatro horas de tregua mientras esperaba instrucciones del general Mora en el Fuerte San Carlos; Titus se la concedió y Montes de Oca envió un mensaje urgente, pidiendo refuerzos: su guarnición se reducía a veinte hombres, enfermos incluidos, y ya casi sin municiones ni vituallas. El 19, cincuenta rifleros costarricenses enviados del Fuerte San Carlos por Mora desembarcaron río arriba del Castillo, surprendieron por la retaguardia a los filibusteros y los derrotaron. Los norteamericanos se retiraron a la confluencia del San Carlos. Habiendo perdido la confianza y el respeto de sus hombres, Titus se fue, vía Panamá, a juntarse a Walker en Rivas, y Lockridge esperó en San Juan del Norte el arribo de más refuerzos de Estados Unidos, es decir, de Nueva Orleáns, pues ya nada le llegaría de Nueva York. En Nueva York, el 26 de enero el James Adger llevó la noticia de la toma de los vapores y del cierre de la ruta de Nicaragua por Costa Rica. El 28, el fiscal de distrito federal ordenó el arresto de los agentes filibusteros en la ciudad, por violación de las leyes de neutralidad; sin embargo, a pesar de los arrestos, el Tennessee zarpó el 29 con sesenta reclutas para Walker. En su siguiente viaje, el Tennessee zarpó de Nueva York el 25 de febrero y arribó a San Juan el 7 de marzo, sin reclutas. Tras el arresto de los agentes, la "agencia de Nicaragua" por fin había dejado de enviar "emigrantes". En el muelle, muchos individuos se presentaron con tiquetes falsos y no les permitieron subir a bordo. Morgan & Garrison entonces suspendieron las operaciones de la línea de Nicaragua. Desde que Costa Rica cerró el tránsito en diciembre, los barcos de Nueva York de la compañía habían llevado a Aspinwall los pasajeros rumbo a California, tras desembarcar los reclutas de Walker en San Juan. En su último viaje, el Tennessee zarpó de Nueva York el 23 de marzo, tocó en San Juan el 2 de abril y el 4 dejó en Aspinwall los pasajeros para California. En Nueva Orleáns, nadie interfirió con los filibusteros. El 11 de marzo, el Texas zarpó con 145 reclutas para Walker, encabezados por el general C. C. Hornsby. Arribaron en San Juan el 18. El 21, el Scott y el Rescue se los llevaron río arriba al raudal de Machuca, a veinte kilómetros del Castillo. El 23 y los siguientes días, los vapores se llevaron también a Machuca las tropas estacionadas en La Trinidad y en Fort Slatter (confluencia del San Carlos), junto con sus vituallas y pertrechos. Del total de 400 hombres, Lockridge contaba con 300 aptos para el combate. Entre ellos figuraban veteranos como el capitán Julius DeBrissot, el capitán L. Norvell Walker y el teniente coronel Charles W. Doubleday. El "comodoro" DeBrissot no logró pasar el raudal de Machuca
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en el Scott, y al Rescue hubo que aligerarlo de toda la carga para que cruzara. Soldados, vituallas y pertrechos cruzaron en bongos. El 28, los 300 efectivos filibusteros iban por fin navegando a bordo del Rescue, a atacar el Castillo. Desembarcaron en la ribera derecha del río, como dos kilómetros abajo del fuerte. Los filibusteros avanzaron hasta a cincuenta metros de las posiciones costarricenses y se encontraron con que éstos habían fortificado la colina de Nelson, 250 metros detrás del Castillo, con parapetos, trincheras, varias piezas de artillería y 500 hombres. Temprano en la mañana del 30, Lockridge convocó un consejo de oficiales, presidido por el general Wheat. Les dijo que había recibido una carta del encargado de los asuntos de Nicaragua en Nueva Orleáns, comunicándole que no debía esperar más barcos, emigrantes ni suministros de Nueva York ni Nueva Orleáns. Lockridge calculaba que la toma del Castillo le costaría 100 bajas; pero como el Scott no podía cruzar el raudal de Machuca, ni el Rescue el del Castillo, la captura del fuerte no mejoraría la situación en que se encontraban. Sin un vapor río arriba del Castillo, jamás atravesarían el lago para llegar donde Walker en Rivas. El consejo de oficiales filibusteros por unanimidad decidió ir donde Walker vía Panamá. Se retiraron del Castillo sin atacarlo, habiendo perdido toda esperanza de abrirse paso por el río. El 2 de abril iban de nuevo en el Scott y el Rescue, río abajo hacia San Juan. Un par de kilómetros antes de llegar a La Trinidad, explotó la caldera del Scott, llevándose toda la cubierta superior, la carroza de timonel a babor y parte de la proa del barco. Muchos filibusteros sobre cubierta volaron por los aires al agua, y uno o dos fueron a caer en la costa. Resultado: sesenta muertos y veinticinco heridos. Nadie se explicaba la causa de la explosión, aunque algunos testigos creían que algún malvado pudo haber echado una botella de pólvora en el horno. El Scott llevaba por lo menos dos toneladas de pólvora a bordo, pero toda quedó intacta después de la explosión. Al romperse la caldera, escapó el vapor de agua a presión y produjo el enorme daño. Pronto se propagó en el campo costarricense el rumor de que el capitán George E Cauty, comandante de la marina lacustre y fluvial, había rellenado de pólvora las rajas en una leñera; que el vapor de los filibusteros se proveyó de leña ahí; y que cuando la usaron explotó la caldera. Haya sido ésa la causa, o no, la explosión arruinó los planes de Lockridge de reforzar a Walker vía Panamá, pues la mayoría de los quemados eran los que iban en tal misión. El Rescue se llevó a los sobrevivientes a San Juan, donde los cirujanos de la marina británica los atendieron en los barcos de guerra en el puerto.
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La fuerza entera de Lockridge llegó a San Juan el 7 de abril y se desbandó. Enseguida convinieron entregarle sus armas al comandante inglés a cambio de que les diera pasaje a los Estados Unidos. El 10 entregaron el Rescue, junto con las vituallas, armas y municiones, a Mr. Thomas Martin, el alcalde de Greytown. Cauty llegó a San Juan el 12 de abril, en el Morgan con ochenta soldados costarricenses y ahí tomó posesión del Rescue, que encontró anclado en el río. El 14, los barcos de guerra ingleses Cossack y Tartar se llevaron 374 filibusteros a Aspinwall, de donde los devolvieron a casa. Ya apenas cabía esperar escasos auxilios de San Francisco. Walker quedaba solo en Rivas con un ejército menguado al que mermarían las deserciones, las bajas de la pelea, y el sitio de la ciudad que declaró su capital y última plaza fuerte. Era un inquilino en comodato precario.
Bahía de San Juan del Norte.
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24. Rivas EL 1 DE ENERO de 1857, el ejército de Walker en Rivas se decía tener mil hombres entre oficiales y soldados, en buena salud y ánimo. El 2 de enero, el Sierra Nevada dejó en Nicaragua ochenta reclutas con sus equipos y gran cantidad de provisiones de San Francisco. En San Juan del Sur los recibieron cuarenta Batidores, bien montados y bien armados, uniformados de camisas azules con las iniciales "M. R." (Mounted Rangers) sobre el pecho. Se veían alegres, y, al hablar de Walker, expresaron su firme convicción de que no sólo se mantendría en posesión de Rivas, sino que León también caería en sus manos. Los vapores del lago debían arribar en La Virgen el 5 ó 6 de enero. Al pasar las horas y los días sin que aparecieran, la excitación se tornó intensa. La ansiedad por saber algo era tan palpable que, el 12, ocho filibusteros zarparon de La Virgen en viaje exploratorio al otro lado del lago, en una lancha del Sierra Nevada que llevaron por tierra desde San Juan del Sur. Los costarricenses los capturaron en San Carlos el 15. En Rivas, ese día se casó una pareja en la residencia del general Walken el general E. J. Sanders contrajo matrimonio con la señorita Elizabeth Swingle. Los casó el propio Walker en una impresionante ceremonia según el rito de la iglesia episcopal; durante el baile y fiesta de bodas, ningún observador casual se hubiera imaginado que nada sino la paz reinaba donde se veían tantas caras felices y sonrientes... Las sonrisas se borraron de los rostros a la mañana siguiente, cuando se supo que uno de los vapores estaba en el lago; numerosos filibusteros fueron a la playa, con catalejos, a atalayarlo, anclado en Ometepe. Walker entonces se dio cuenta de que los vapores habían caído en manos del enemigo y que éste con seguridad tenía posesión de todo el río, cortándole de tajo su comunicacióm con el Atlántico. El 18, el Sierra Nevada se fue a Panamá en busca de sus pasajeros para California. Regresó a San Juan del Sur el 24, llevándole a Walker los detalles de las operaciones costarricenses en el río. El único barco de Walker en el lago, una goleta vieja de veinte toneladas, con el casco podrido, en La Virgen, se consideró entonces como medio de transporte para recuperar el río y los vapores, y pronto se descartó. La única esperanza era que Lockridge lo hiciera desde el otro lado. El Ejército Aliado, al mando del general hondureño Florencio Xatruch, contaba en Nandaime el 25 de enero con 2,445 efectivos
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—200 hondureños bajo Xatruch, 1,300 guatemaltecos bajo Zavala, 500 costarricenses y leoneses bajo Cañas y Jerez, y 445 legitimistas bajo Fernando Chamorro. El 26 avanzaron al Obraje, una aldea a trece kilómetros de Rivas. Walker al instante envió al coronel O'Neal con el Primer Batallón de Rifleros, seguido del general Henningsen con el Primer Batallón de Infantería —440 hombres en total— quienes el 27 atacaron El Obraje repetida pero infructuosamente y a medianoche se regresaron a Rivas. Henningsen dio cifras de tres norteamericanos muertos y nueve heridos en El Obraje, contra veinte bajas del enemigo. Cañas informó de un muerto y siete heridos aliados, contra treinta bajas norteamericanas. Reporteros norteamericanos publicaron que perdieron la vida ochenta centroamericanos y sólo cinco o seis filibusteros. Preparándose en Rivas para un inminente ataque aliado, Walker reconcentró ahí todas sus fuerzas. El 26 replegó a la ciudad las tropas que tenía en La Virgen vigilando los movimientos de los barcos en el lago y protegiendo el camino del tránsito. Entonces quemó la goleta (que estaba tratando de reparar), para que no la aprovechara el enemigo. En vez de atacar a Walker, el 28, al anochecer, los aliados ocuparon San Jorge, a cuatro kilómetros de Rivas, y sin atraso erigieron fuertes barricadas alrededor de la plaza, frente a la iglesia. Henningsen los atacó con todo el ejército filibustero a la mañana siguiente, quedando en Rivas sólo Walker con los llamados "ciudadanos" y los pacientes del hospital. Los filibusteros lanzaron asaltos sucesivos con considerable fuerza, mas fueron rechazados, una y otra vez, hasta que se replegaron a Rivas en la madrugada del 30. En su informe oficial, Cañas dio cifras de seis aliados muertos y veintiocho heridos, y estimó que los filibusteros sufrieron por lo menos cien bajas. Henningsen informó de setenta y nueve bajas norteamericanas, incluyendo quince muertos en el acto y varios heridos mortales. Estimó que los aliados tuvieron arriba de 200 bajas (entre 60 y 70 muertos), además de numerosas deserciones. Los corresponsales norteamericanos mejoraron las cifras de Henningsen, disminuyendo las bajas filibusteras a 49 (16 muertos, en su mayoría oficiales, y 33 heridos), y subiendo las aliadas a alarmantes cifras: 200 muertos y 400 heridos. El 30 en la noche, Walker marchó con 300 hombres a San Juan del Sur, a encontrar al Orizaba, de San Francisco. Esperaba muchas provisiones y refuerzos de California, y llevó varias carretas para transportarlas a Rivas y 200 fusiles para los nuevos soldados. El Orizaba llegó el 1 de febrero, pero traía pocas provisiones y sólo cincuenta reclutas, de los cuales veinte se escondieron, buscando esca-
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par a Nueva York. Walker por fin logró enganchar cuarenta y tres y el 2 de febrero inició la marcha de regreso a Rivas. Esa mañana, los aliados entraron en La Virgen, y La Virgen llegó al muelle, pero al saber de la presencia de Walker en el camino del Tránsito, se limitaron a fijar papeletas ofreciendo pasaje gratis a los Estados Unidos a los desertores, y se volvieron a San Jorge. Walker entró en La Virgen al anochecer, y al día siguiente, 3 de febrero, se regresó a Rivas. En la madrugada del 4, Walker marchó con 200 hombres, sin artillería —pues intentaba tomar San Jorge por sorpresa— y entró en el pueblo; habría tenido éxito, pero la conducta amotinada de sus soldados frustró sus planes. Cogió a los aliados en verdad desprevenidos: las calles vacías; la guarnición dormida en la plaza; mas cuando llegaron a las barricadas, los hombres de Walker rehusaron avanzar otro paso. Ni maldiciones ni amenazas surtieron efecto en ellos. Cuando unos cuantos luego decidieron avanzar con Walker y asaltar las trincheras, era ya demasiado tarde. Los defensores habían despertado y obligaron a los norteamericanos a retirarse bajo una lluvia de balas de todo calibre, sufriendo pérdidas de por lo menos cuatro muertos y once heridos, aunque algunas fuentes dan cifras mucho mayores. Los cronistas filibusteros contaron por lo menos veinte muertos aliados y mencionan al general Jerez entre los heridos. De regreso en Rivas, Walker arengó a sus soldados en la plaza. Pero en esta ocasión parecía haber perdido su elocuencia para ellos. Mortificado e indignado por su conducta en San Jorge, no tuvo palabras cordiales de aprobación ni tono de optimismo para el porvenir. Sus soldados desertaban hasta diez a la vez y no menos de 150 se habían ido en los últimos tres meses. Sus batidores tenían órdenes de dispararle al desertor que encontraran, y si lo agarraban vivo, al informarle la captura a Walker éste lo mandaba a ejecutar de inmediato. "Llévenselo y fusílenlo en la plaza", era la orden que daba en voz pausada y suave, sin emoción alguna y sin levantar siquiera la vista de lo que estaba haciendo. Walker atacó.de nuevo el 7. Se fue con la artillería de Henningsen a cañonear San Jorge; dispararon 100 cañonazos a 600 metros de distancia, sin producir mayor daño, y regresaron a su cuartel en Rivas. En su informe oficial, Zavala anotó que 110 cañonazos de Walker mataron un hombre, dos mujeres y un niño, e hirieron a dos oficiales y nueve soldados. Casi todas las bajas las produjo un solo cañonazo, en la iglesia. En la plaza murieron seis caballos y cuatro bueyes. Cañas le envió una nota a Walker agradeciéndole el haberle descuartizado tres reses a cañonazos, y ahorrar así a su matarife el
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trabajo de destazarlas; agregó que sus soldados habían recogido cincuenta de las balas disparadas por Walker, que eran como hechas a la medida para los cañones aliados, por lo que tendría el placer de devolvérselas en el futuro. En febrero Walker no lanzó más ataques contra San Jorge. Durante el resto del mes, sólo hubo escaramuzas entre sus Batidores y las patrullas aliadas. Unos cuantos filibusteros salían a veces en la noche a disparar al azar y causar alarma en el campamento aliado, y en igual forma piquetes centroamericanos incursionaban por entre las huertas a vaciar sus armas sobre las calles de Rivas. William Kissane Rogers, el Ministro de Hacienda y mano derecha de Walker, se presentó en Rivas el 16 de febrero. Kissane había quedado en San Juan del Norte en diciembre, aislado de su jefe; viajó entonces en un vapor inglés a Aspinwall, cruzó el istmo en el tren y compró un velero de cinco toneladas en Panamá. Zarpó en él el 11 de enero para Nicaragua, escapó de naufragar en una tormenta en el Pacífico, y el 15 de febrero lo recogió la goleta Granada cuando iba a la deriva en alta mar a la altura de San Juan del Sur. A su arribo en Rivas, Walker emitió un decreto extraordinario: El Presidente de la República de Nicaragua, en virtud de la autoridad en él conferida, DECRETA: Art. 1. Todos los derechos de importación y exportación quedan abolidos. Art. 2. El Ministro de Hacienda es encargado del cumplimiento y publicación de este decreto. Dado en Rivas, a 18 de enero de 1857. WILLIAM WALKER, Presidente. Como ya no disponía de imprenta alguna, Kissane envió el decreto vía Panamá a publicarse en Nueva York; y como tampoco había comercio, la abolición de los derechos aduaneros fue por lo menos una ridícula insensatez. Para entonces, la situación de Walker era desesperada, al aumentar las deserciones y prepararse los aliados a darle el golpe de gracia. En febrero, de 126 filibusteros desertores internados en Costa Rica, 70 eran Batidores, "la flor y nata del ejército de Walker". Veinte Batidores habían desertado juntos el 4 de febrero y once el 7, con todo y caballos, carabinas, cuchillos y revólveres. La situación empeoró el 5 de marzo, cuando los aliados en San Jorge finalmente pasaron a la ofensiva contra los restos de su "Ejército Nicaragüense" en Rivas. En la noche del 4 de marzo, el coronel
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Caycee fue con cuarenta y cinco Batidores a San Juan del Sur, escoltando a la viuda del mayor Dusenbury, de regreso a los Estados Unidos. El 5 al amanecer, el general Fernando Chamorro salió de San Jorge con 500 hombres a tenderle una emboscada a los filibusteros a su retorno de San Juan. Los esperaron en El Jocote, una finca en el camino a Rivas, a mil metros de la Casa del Medio Camino de la vía del Tránsito. Cuando se aproximó Caycee, temprano en la mañana, lo obligaron a replegarse a San Juan, infligiéndole siete bajas: dos muertos, dos heridos y tres prisioneros tomados por Chamorro, quien sufrió solamente un herido. Al saberse en Rivas que una columna aliada había salido de San Jorge hacia la vía del Tránsito, Walker envió al general Sanders con 160 Rifleros y Batidores a atacarla. Los filibusteros iban camino al Jocote, a quince kilómetros de Rivas, como a las dos de la tarde, cuando se desató la batalla campal en los potreros, a cinco kilómetros de la casa-hacienda, que terminó con una carga a la bayoneta en la cual Chamorro destrozó a Sanders. Los filibusteros no llevaban bayonetas en sus rifles y huyeron despavoridos. Chamorro informó que Sanders dejó veintiocho muertos en el campo y que él tuvo tres muertos y diecinueve heridos. Walker puso en La Guerra... que Sanders sufrió veinte muertos y ocho heridos. Cuando llegó a San Jorge la noticia de que se libraba una batalla en El Jocote, el general Xatruch envió una fuerte columna hacia Rivas para impedir que Walker reforzara a Sanders. La columna aliada atacó las barricadas de Rivas a las 10 PM. y se retiró antes de medianoche, en cuanto Chamorro regresó triunfante a San Jorge. Según Walker, en La Guerra..., el ataque nocturno aliado fue "corto y desordenado", resultando sólo un filibustero herido. En su informe oficial, Xatruch anotó varios filibusteros heridos y admitió seis bajas aliadas. El 7, el Sierra Nevada arribó a San Juan del Sur con setenta y cinco reclutas de California. Marcharon a Rivas acompañados del coronel Caycee y su columna. Formaron la primera (y última) compañía de un nuevo batallón, al que Walker bautizó "Guardia de la Estrella Roja" como epitafio para la solitaria estrellita roja de su exigua bandera. A las 5 PM., ese día, pasó revista a sus tropas en la plaza de Rivas y pronunció otro discurso. El 16 en la madrugada, Walker a la cabeza de todas las fuerzas disponibles —400 hombres— con Henningsen y la artillería, lanzó otro ataque, que sería el último, contra San Jorge. De nuevo se situó a 600 metros de la iglesia y abrió fuego con cuatro morteros, dos cañones de a seis y un obús de a doce libras, enviando a la plaza 400 cañonazos de seis libras y ochenta bombas. Así cubiertos, sus rifle-
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ros asaltaron las barricadas aliadas. Los aliados no sólo se sostuvieron, sino que en el fragor del combate el general Jerez tomó 500 hombres y dando un rodeo ocupó la casa-hacienda de las Cuatro Esquinas, en el camino, a un kilómetro de Rivas. A las 11 A.M. Jerez atacó desde ahí la retaguardia de Walker, mientras otra columna bajo el teniente coronel Joaquín Cabrera salía por un flanco y lo atacaba desde otro lado; los filibusteros resistieron y continuaron cañoneando la plaza hasta que se les acabaron las bombas y balas de cañón. Walker se retiró a las 3 P.M. abriéndose paso hacia Rivas por entre las fuerzas aliadas apostadas en los platanares y cacaotales del trayecto, protegidas por las impenetrables vallas de cacto a ambos lados del camino. Al pasar los norteamericanos por las Cuatro Esquinas, que Jerez había fortificado, se libró una lucha encarnizada y no pudieron desalojarlo. Fue una carnicería de ambos bandos. El ejército filibustero finalmente se filtró en Rivas en la noche, en desorden y por atajos, al amparo de la oscuridad. En el Parte Oficial, los aliados admitieron 132 bajas (36 muertos y 96 heridos), y consignaron que "Multitud de filibusteros fueron muertos". Walker puso sus pérdidas del día en catorce muertos y cincuenta heridos, en su mayoría leves. Estimó que las bajas aliadas sobrepasaron los 500. El 18 de marzo, el general José Joaquín Mora desembarcó en San Jorge con 560 soldados costarricenses y al día siguiente tomó el mando como General en Jefe de los ejércitos aliados. Designó para segundo a su cuñado, el general José María Cañas, y bajo él puso al general guatemalteco Víctor Zavala, al hondureño Florencio Xatruch y al nicaragüense Fernando Chamorro. El 19 llegó de San Francisco a San Juan del Sur el Orizaba. Walker envió al coronel Waters con sesenta Batidores a recibir la • gran cantidad de refuerzos, municiones y abastos que esperaba. El barco traía 500 balas de cañón enviadas por Crittenden, pero sólo diecinueve reclutas. Walker asignó los recién llegados a la Compañía B del Primer Batallón de Infantería, al que dio el nombre de "Fusileros de San Jorge" en premio por su "valentía en los combates del 29 de enero y 16 de marzo en San Jorge". Pero la época de operaciones ofensivas había terminado para Walker. El 22 de marzo, Mora empezó a cañonear Rivas con una pieza de a veinticuatro libras desde una colina junto al cuartel general aliado en las Cuatro Esquinas, mientras la columna de Chamorro ocupaba la casa-hacienda San Esteban en el camino a El Obraje y erigía barricadas en la cima de un cerro a 200 metros de las líneas filibusteras. El sitio de Rivas había comenzado. Mora atacó con todas sus fuerzas en la madrugada del 23. Las tropas de Chamorro irrumpieron sobre la casa-hacienda de Malia-
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ño (que los filibusteros usaban de hospital) en el extremo noroeste de la ciudad, mientras Cañas con cinco columnas avanzaba hacia la Plaza desde el frente, flanco derecho y retaguardia del bastión filibustero. Tras siete horas de encarnizados combates, en los que la artillería de Henningsen aniquiló unidades enteras del ejército aliado, los centroamericanos sufrieron una aplastante derrota y se retiraron. Del número de muertos y heridos que dejaron en el campo, Walker calculó entre 300 y 400 bajas aliadas, mientras él tuvo sólo cuatro muertos y cuatro heridos. En los partes oficiales, las bajas guatemaltecas, hondureñas, nicaragüenses y costarricenses suman 121: 58 muertos y 63 heridos. El 24 al amanecer, Chamorro lanzó otro asalto en el sector noroeste de Rivas, a la casa-hacienda de Santa Úrsula (junto a la de Maliaño). Sus soldados dieron fuego al techo y obligaron a los filibusteros a abandonarla por un rato; pero al final fueron rechazados, sufriendo cinco muertos y ocho heridos. El 26 al amanecer, Xatruch, con 450 hombres, ocupó una colina en el camino a San Juan en el sector Sur de Rivas llamado La Puebla. Los norteamericanos contraatacaron en vano, y poco después un cañón de a veinticuatro libras comenzó a bombardear desde el puesto de Xatruch las posiciones filibusteras, en concierto con el de las Cuatro Esquinas. Cuando el mayor costarricense Juan Estrada con 100 hombres tomó la casa-hacienda de Zamora al sureste, en el sector de Apataco, el 27, Mora completó el cerco de la ciudad, habiendo ocupado cuatro puntos estratégicos en los caminos a El Obraje, San Jorge, La Virgen y San Juan. El 5 de abril, los aliados recibieron en Rivas la noticia de que Lockridge había abandonado todo esfuerzo de capturar el Castillo. Esa noche, el general Zavala lo celebró: llevó la banda de guerra de Liberia a las barricadas cerca de la Plaza y les brindó una serenata de marchas marciales a los filibusteros. Los sitiados no desperdiciaron balas en músicos y los dejaron tocar todo el repertorio. *
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LOS ALIADOS se reforzaban. El 3 de abril llegó Martínez de Granada con 300 hombres; otros 300 llegaron de León el 6, y enseguida 200 de Managua y Masaya. Más de 500 guatemaltecos entraron el 9. Entonces Mora decidió dar el golpe final. Escogió un momento propicio, de feliz augurio: el Sábado de Gloria 11 de abril de 1857, primer aniversario de la Segunda Batalla de Rivas. En un consejo que tuvo lugar la víspera, los otros generales aliados "no opinaban por el asalto; creían innecesaria la efusión de sangre, porque el ene-
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migo no podía menos que acabar pronto por consunción". Mora los calló, diciendo: "No consulto si conviene o no el asalto; quiero que convengamos los detalles". La cuarta batalla de Rivas comenzó en la madrugada, al igual que la tercera tres semanas antes, e igualmente terminó en una aplastante derrota aliada. Tardó sólo cuatro horas y fue una repetición de la catástrofe del 23 de marzo. En La Guerra..., Walker puso sus bajas en tres muertos y seis heridos, igual que el 23 de marzo, y las bajas aliadas en 700 u 800 —más de 200 muertos— sobrepasando las del ataque anterior. Explicó que los norteamericanos enterraron 110 cadáveres del enemigo, que a los prisioneros heridos los envió con bandera blanca al campamento aliado y que retuvo 70 prisioneros sanos. El general Mora no dio cifras de bajas en su informe oficial, y la prensa costarricense se limitó a decir que "En los asaltos del 11 tuvimos graves pérdidas". El memorialista Jerónimo Pérez puso que las bajas de Walker fueron insignificantes y las de los aliados muy grandes; que los costarricenses tuvieron más de 60 bajas, los guatemaltecos 90 y los nicaragüenses la cifra mayor: 170, para un total de más de 320. El desastre aliado del 11 de abril montó el escenario que hizo posible la rendición de Walker bajo términos aceptables para él y su causa —términos que, pese a favorecerlo estando como estaba su ejército próximo al aniquilamiento y a la muerte por hambre, entrañaban su expulsión.
Combate en las Cuatro Esquinas, Rivas, entre tropas de Jerez y de Walker el 16 de marzo de 1857.
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25. Capitulación EL COMANDANTE Charles Henry Davis, de la corbeta norteamericana St. Mary's, gestó, arregló y aceptó la rendición de Walker en Rivas para llevárselo de Nicaragua con los restos de su ejército y repatriarlos a Estados Unidos. Pero esto no fue sino hasta en mayo del 57. Davis comenzó a intervenir desde el 6 de febrero del mismo año, cuando echó anclas en San Juan del Sur en la St. Mary's con órdenes precisas del comandante de la escuadra del Pacífico, comodoro William Mervine, de hacer dos cosas: 1. Impedir y restringir las depredaciones que Walker pudiera tratar de cometer contra los ciudadanos norteamericanos en Nicaragua en la situación precaria, acorralada de sus fuerzas. 2. Tomar las medidas necesarias para proteger eficazmente a los ciudadanos norteamericanos en el caso de que los ejércitos aliados expulsaran de Nicaragua a Walker y a su gente, y de que Walker se dirigiera a territorio centroamericano vecino con el propósito de emprender nuevas operaciones hostiles de agresión. A su arribo a San Juan del Sur, Davis recibió la visita del capitán John Edmonds, del barco carbonero norteamericano Narragansett, surto en el puerto. Edmonds le explicó que Walker le había pedido prestadas dos lanchas para usarlas en el lago con intenciones de capturar un vapor. Al entrar los aliados en San Jorge, Walker se llevó una de las lanchas a Rivas y los aliados se apoderaron de la otra, abandonada en la playa. El capitán Edmonds le rogó a Davis que le ayudara a recobrarlas, pues le eran indispensables en su barco. Davis envió mensajes a San Jorge y Rivas, preguntando por las lanchas y expresando deseos de visitar ambos campamentos. Tanto Cañas como Walker le respondieron cortésmente, ambos anuentes a satisfacer sus deseos y dándole la bienvenida. El 10 de febrero al atardecer, la fragata a vapor inglesa Esk, en gira por los puertos centroamericanos, entró en la bahía de San Juan del Sur. La mañana siguiente, al ver a la goleta Granada con la bandera de Walker, Sir Robert McClure, comandante del Esk, requirió de Fayssoux quién le había autorizado a enarbolar esa bandera. Fayssoux anotó en su bitácora: ...Le respondí que mi gobierno me autorizaba. A las 6 P.M. me mandó a exigir que fuera a su nave a mostrarle mi patente, amenazándome con apresar o hundir mi barco si no iba, pero me negué a ir. Tras tres tentativas y todo tipo de amenazas, sin efecto, me invitó cordialmente a visitarle y entonces fui como amigo.
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El 13 a las 11 A.M., el capitán Davis hizo una visita oficial a Fayssoux a bordo del Granada. McClure hizo lo mismo al mediodía, y el 14 fue a ver a Walker en Rivas. Davis fue a Rivas el 18, acompañado de una escolta de batidores enviados por Walker, cuando el Esk se aprestaba a zarpar hacia Puntarenas, Costa Rica. Después de Rivas, Davis pasó a San Jorge. Tanto Walker como los aliados lo recibieron con amabilidad y accedieron sin vacilar a sus deseos. Aunque Davis pretendía ser neutral, sus observaciones, transmitidas al comodoro Mervine, muestran la tenaz ideología racista que lo vinculaba al campo de Walker: ...Lo que más me llamó la atención en Rivas, es la calma natural, los modales hogareños de todo el mundo. La verdad, Comodoro, es que si los americanos se establecen aquí, será por la misma ley por la que los turcos gobiernan a las decadentes razas del Asia Menor, los tártaros a los chinos, los ingleses a las ricas pero enervadas naciones de la India —una ley de la naturaleza. Cuando pasé del campamento americano inmediatamente al de los aliados, y observé el fuerte contraste entre los marcados rostros serios y las proporciones personales de los hombres de origen norteño que acababa de dejar; y las caras blandas, entorpecidas (con grandes ojos femeninos) y las figuras obesas de los guardias en fila que me dieron la bienvenida, la mitad de ellos parados ahí con la boca abierta, discerní al instante el secreto de la frecuente resistencia exitosa de Walker en circunstancias tan adversas —lo que hizo posible la magistral retirada de Henningsen de Granada. Davis platicó con sus compatriotas en el ambiente "hogareño" de Rivas. Walker le dijo que podía enviar por la lancha del Narragansett cuando quisiera. Pero él y Charles J. Macdonald, agente de la "Nicaragua Transportation Line" de Morgan & Garrison (el mismo agente que colaboró con Walker en la toma de Granada en 1855), le pidieron además a Davis que les exigiera a los aliados entregarle a Macdonald los vapores de la Compañía; que como Guardián y Protector de bienes norteamericanos, Davis debería recapturar los vapores lacustres y fluviales al igual que recobraba las lanchas del Narragansett. Davis les dijo que lo pensaría. Al regresar a San Juan, decidió que lo que le pedían estaba fuera del ámbito de sus deberes, y el 23 de febrero le dijo "No" a Macdonald. En represalia, Walker faltó a su palabra y se negó a entregar la lancha cuando Davis envió por ella al día siguiente. Los generales aliados en San Jorge demostraron gran interés en complacer a Davis en todo. El 24 le entregaron la lancha que te-
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nían, tal como él lo pidió, y el General en Jefe Xatruch le adjuntó una carta amable, rogando a Davis que hiciera cumplir la ley de neutralidad de Estados Unidos e impidiera el desembarco en San Juan del Sur de los reclutas que llegarían de San Francisco a Walker en el siguiente vapor. Davis se negó a hacerlo. El 2 de marzo, le respondió a Xatruch que la ley de neutralidad promulgada por el Congreso regía sólo dentro del territorio y la jurisdicción de los Estados Unidos: "Y además, —enfatizó— debe ser tan obvio para usted como lo es para mí, que si mi gobierno deseara que mi barco interviniera en la forma que usted propone en las contiendas que actualmente perturban la paz de este país, no habría dejado de suministrarme las instrucciones apropiadas". Cuando el New York Tribune publicó la correspondencia entre Xatruch y Davis, señaló varios incidentes que mostraban la parcialidad de Davis en favor de los filibusteros, y comentó: La correspondencia ... brinda abundantes pruebas, si es que éstas fueran necesarias, de la vergonzosa complicidad de nuestro gobierno en los robos y asesinatos del filibusterismo, de los que Nicaragua ha sido el escenario durante el último año. ...El capitán Davis indudablemente tiene razón. Si lo hubieran enviado a Nicaragua para algo que no fuera darle auxilio y consuelo a los fillibusteros, sin duda se lo hubieran dicho. ... en todo esto, debemos entender que el capitán Davis no actúa por sí mismo, sino para su gobierno. Es indudable que acata sus instrucciones.
Las instrucciones secretas del comodoro Mervine o del ministro de la marina Dobbin o de otros amigos filibusteros en Washington, pueden haber influido en Davis, mas es evidente que en Nicaragua él actuó de acuerdo a sus propias simpatías y convicciones. A principios de marzo, Davis creía que el general Wheat, en el río San Juan, estaba a punto de avanzar "a la costa del lago, alrededor del cual marchará con facilidad, atravesando una magnífica región ganadera, llena de provisiones y libre del enemigo". En cuanto a Walker en Rivas, Davis sabía que "sin duda, cada vapor que llega a este puerto le aumenta su confort y eficiencia trayéndole hombres, ropa, municiones, enseres de hospital y vituallas". Además, veía a las fuerzas aliadas desmoralizadas y debilitándose: "un ejército mal organizado desde el comienzo", constituido por "gente afeminada", ya casi convertido en "una turba indisciplinada s'. Por lo tanto, en marzo Davis preveía el triunfo de Walker, "con tal de que no le falte la ayuda exterior que ha tenido hasta la fecha". Bajo esas circunstancias, favorables a los filibusteros, el comandante de marina Davis decidió no intervenir. Cambió el curso
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en abril, al ver desplomarse la situación de Walker en Rivas. A pesar del desastre del 11 de abril, la mal organizada, afeminada e indisciplinada gente nativa —a los ojos racistas y equívocos de Daviscontinuaba ganando terreno y el 15 ocuparon San Juan del Sur, quitándoselo al filibustero sureño. Davis entonces intervino como mediador y garante de una tregua entre el coronel Juan Estrada, jefe de las fuerzas aliadas en el pueblo, y el capitán Fayssoux, de la goleta Granada en la bahía. El 22, con el permiso de ambos bandos, Davis envió al teniente Thomas T. Houston a evacuar de Rivas a las mujeres y niños norteamericanos. Por medio de Houston, le informó a Walker que estaba dispuesto a servirle. Walker le respondió que, de presentarse la ocasión de requerir su ayuda, se lo diría por escrito. Hacia finales de abril, pues, Davis sabía que a Walker en Rivas le quedaban provisiones para pocos días y que las deserciones debilitaban en extremo sus fuerzas. También sabía que la Compañía del Tránsito no enviaría más vapores a San Juan del Sur, y enseguida supo que las tropas de Lockridge iban de regreso a Estados Unidos, dejando a los costarricenses en posesión incontrastable del río San Juan. El 28, Davis envió al teniente D. Porter McCorkle a Rivas, a recabar información fresca y veraz sobre el campo aliado y el de Walker para decidir su curso a seguir. La información que le llevó McCorkle el 29 convenció a Davis de que la posición de Walker en Rivas era insostenible, e intervino de inmediato para impedir la inminente masacre de sus compatriotas. En sus propias palabras: ...Por la información que trajo el teniente McCorkle, quien vino el 29, decidí ir a Rivas al día siguiente. ...Tan pronto como tuve noticias ciertas de que el coronel Lockridge había abandonado el río San Juan, se me hizo evidente que el general Walker, privado de toda posibilidad de recibir refuerzos y consumiendo rápidamente sus mulas y caballos, tendría que sucumbir ante un enemigo superior en fuerzas, o correr el albur de mejorar su suerte mediante un cambio de posiciones. ...a finales de abril el único recurso que le quedaba al general Walker era abrirse paso hacia la costa para refugiarse, si conseguía hacerlo, a bordo de la goleta Granada. En esto, reitero, cito la opinión de sus amigos. De acuerdo a los informes más dignos de crédito, la tentativa habría sido un recurso desesperado y último, terminando en fracaso a menos de cinco millas de Rivas. Davis llegó al cuartel general aliado en las Cuatro Esquinas el 30 por la tarde. Tras conferenciar durante media hora con el general Mora, y de enviarle varias misivas al general Walker, sostuvo tres en-
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trevistas con Henningsen y Waters, enviados de Walker. En la última, el 1 de mayo en la mañana, los delegados filibusteros y el comandante de marina Davis firmaron un convenio que el propio Walker suscribió al calce en Rivas ese mismo día. Ni un solo centroamericano firmó el documento. Mora simplemente le envió una carta a Davis, expresándole su aprobación a los términos del convenio y agradeciéndole en nombre de los gobiernos centroamericanos sus buenos oficios para la terminación de la guerra. Aunque ambos bandos vieron con beneplácito el fin de las hostilidades, jamás lo habrían hecho solos: ni el norteamericano "blanco-puro" William Walker podría haberse rendido ante un miembro de la raza mestiza hispanoamericana, ni el general en jefe centroamericano José Joaquín Mora pudo haber firmado un convenio con un filibustero denominado pirata. En vista de ello, el oficial norteamericano Charles Henry Davis tuvo que gestar, arreglar y aceptar en Rivas la capitulación de Walker. Durante las negociaciones, a Davis le impresionó la personalidad de Mora —su "candor, sinceridad y, sobre todo, humanidad". Pérez afirma que los generales Xatruch, Martínez y Chamorro querían exigirle a Walker "las garantías o promesas de no volver a hostilizar a ningún Estado de la alianza", pero Mora no quiso proceder así, porque "a todo trance deseaba terminar la guerra y volver a su patria". Por esas fechas, el general Gerardo Barrios iba camino a Rivas con un fuerte ejército salvadoreño, decidido a aniquilar a Walker. A Mora —según Pérez— "si le era característica la vanidad, entonces la traía duplicada por los triunfos [en el río San Juan], que rebajaba él mismo a fuer de tanto alarde que hacía de ellos". Temiendo, pues, que la gloria del triunfo fuera a adjudicársele a Barrios, resolvió por sí y ante sí (como solía) concluir la campaña de cualquier modo, y así lo hizo, a despecho de la oposición de los otros jefes aliados. Davis vio menos candor, sinceridad y humanidad en su compatriota que en el general costarricense. En la primera misiva le dijo: "Si usted abandona Rivas, yo le garantizo su seguridad personal y la vida y evacuación de todos los miembros de sus fuerzas, sin excepción de rango ni nacionalidad"; Walker vaciló, objetando que la propuesta era vaga. Mas cuando Davis le comunicó a Henningsen su decisión inalterable de impedir que la goleta Granada se hiciera a la mar, Walker ya no tuvo adonde ir y hubo de someterse mansamente a los términos de Davis. Durante las conversaciones, un asesinato más en Rivas le permitió a Davis apreciar lo inhumano de Walker (y de su cofrade Kis-
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sane). La prensa de Nueva York dio los detalles: LA MANO DERECHA DE WALKER. El 30 de abril, mientras el general Walker, sin que lo supieran sus tropas, negociaba su capitulación, sabiendo que se rendiría al día siguiente, un soldado, desobedeciendo las órdenes, salió fuera de las líneas. Poco después regresó, pues sólo había ido en busca de una botella de aguardiente. Lo llevaron donde Walker, admitió su falta y pidió clemencia. "Si tiene algún mensaje que enviarles a sus amigos", le dijo Walker, en su voz suave pero sarcástica, "escríbales pronto, pues hoy morirá al atardecer". Puntualmente al ponerse el Sol, se formó el pelotón de fusilamiento y a punto de darse la orden de fuego, el soldado les suplicó a sus camaradas: "Hermanos, ¿cómo me van a matar por algo como eso?" Todos levantaron sus rifles y dispararon al aire, sobre su cabeza. El pobre muchacho salió corriendo, sólo para caer de rodillas de un balazo disparado por el teniente coronel William Kissane Rogers. Enseguida se le acercó, y en el suelo le destapó los sesos con otro tiro de su pistola. Algunos dudan que exista el infierno. Debería existir, si es que no lo hay. Walker capituló al día siguiente (el 1 de mayo) en la mañana; Henningsen había destruido ya los cañones, la fundición de armas y todas las municiones. A las cuatro de la tarde, Davis entró en Rivas con el general Zavala y su Estado Mayor, para acompañar a San Juan del Sur a Walker y sus oficiales, quienes embarcaron en la St. Mary's. Henningsen quedó en Rivas con Davis. Los restos del ejército de Walker —los 240 hombres que podían caminar— desfilaron en la plaza y se les leyó el Convenio, inserto en las Órdenes Generales No. 59, últimas de Walker en Rivas: Reducidos a nuestra situación actual por la cobardía de algunos, la incapacidad de otros y la traición de muchos, el ejército no obstante ha escrito una página de historia americana que es imposible olvidar ni borrar. Del futuro, si no del presente, esperamos un juicio justo.
Henningsen entonces le entregó la tropa a Davis, quien al día siguiente (2 de mayo) envió a los filibusteros a La Virgen para repatriarlos a Estados Unidos vía Costa Rica y Panamá. Los condujo el teniente de marina McCorkle, quien los encontró "en un estado muy lastimoso: muchos de ellos descalzos y desnudos casi, heridos,
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enfermos y desvalidos; muchos con los pies y las piernas llenos de viejas llagas; y parecía imposible que pudieran aguantar la larga caminata que nos esperaba. Sin embargo, todos estaban ansiosos de hacerla". Sesenta norteamericanos enfermos y lisiados quedaron en Rivas, cuarenta de ellos postrados en cama en el hospital. Cuarenta nativos al mando del coronel Mateo Pineda, los últimos nicaragüenses cómplices de Walker, a quienes él protegió en el artículo cuarto del Convenio, enseguida se desbandaron y se fueron a sus casas. Aunque pocos en número, le sirvieron bien hasta el final, especialmente contra los costarricenses. Walker lo reconoce en su crónica a Randolph de la batalla del 23 de marzo: ...Los muchachos nativos —pues en su mayoría son nicaragüenses jóvenes— de nuestro bando, se comportaron bien. Fueron fieros contra los costarricenses y querían matar a los prisioneros, que habían venido a saquear y desolar su país. Tenemos como quince de ellos —prisioneros costarricenses— ilesos y saludables, y les daremos mejor uso que el de llenar sepulturas. Son excelentes para jornaleros; y creo conveniente inculcarles a nuestros oficiales el hábito de dirigir trabajadores nativos. Los 102 prisioneros aliados en poder de Walker fueron liberados el 1 de mayo. El general Cañas tomó posesión de Rivas el 2; Davis y Henningsen se fueron a San Juan, y Davis envió al teniente de marina John S. Maury a apoderarse de la goleta Granada, en el puerto. Fayssoux rehusó entregarla si no era por orden de Walker, y éste al comienzo rehusó dar tal orden. Mas cuando Davis envió a Maury con 100 marinos y un obús a apoderarse del barco por la fuerza, Walker cedió y a toda prisa le escribió a Fayssoux: "Entregue el Granada a los Estados Unidos". El 2 de mayo a las 4:30 P.M. se arrió en la goleta la bandera "nicaragüense" de William Walker con su estrella roja eclipsándose en los pliegues y se izaron las barras y estrellas de Estados Unidos en su lugar; la tripulación bajó a tierra y Fayssoux subió a bordo de la St. Mary's. El 3, Davis le escribió al general Mora entregándole la goleta, y le ordenó al teniente Maury dar el mando de la Granada al oficial que nombrara Mora. El 4 a las 4:45 P.M. Costa Rica tomó posesión de la Granaday el 5 de mayo, a las 8 P.M., la St. Mary's zarpó de San Juan del Sur hacia Panamá con Henningsen, Kissane, Fayssoux, etc. (treinta personas en total) acompañando a bordo a Walker.
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DOS AÑOS y un día después de haber zarpado de San Francisco en el Vesta para Nicaragua, William Walker se vio forzado a alejarse de sus costas. El Predestinado de los Ojos Grises se iba y los centroamericanos se regocijaron. Pero regresaría, y su segunda invasión les recordaría con dolor la promesa de no reincidir que le exigían Xatruch, Martínez y Chamorro como fianza de la capitulación y que ni Mora ni Davis le pidieron al filibustero.
Comandante Charles H. Davis, gestionó la rendición de Walker en mayo de 1857.
José Joaquín Mora, General en Jefe de los ejércitos aliados.
LIBRO CUARTO: EL POSESO
Padres graves, él está poseído; de nuevo, digo yo, Poseído: no, si hay posesión Y obsesión, él tiene las dos. Ben Jonson. Vol/Done.
Yo no estoy loco; pluguiere al cielo que lo estuviese, Porque entonces debería olvidarme de mí mismo! ¡Oh, si yo pudiera, qué tormento debería olvidar! Shakespeare. King John,
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26. Apoteosis WILLIAM WALKER cumplió treinta y tres arios el 8 de mayo de
1857, alojado con comodidad en la corbeta norteamericana St. Mary's, navegando frente a Costa Rica. Rumbo a Panamá, gozaba a
sus anchas de la cámara del capitán, cedida por el gentil comandante Davis al subir a bordo en San Juan del Sur. Walker, no obstante, iba ya enojado con Davis, acusándolo de colusión con el enemigo, de haber inducido a sus soldados a desertar y de haberle entregado sin razón a Mora su goleta nicaragüense Granada. Era tal la insolencia colérica de Walker, que Davis se abstuvo de entrar en su propia alcoba durante la travesía. Al arribo en Panamá, Walker y su séquito debieron permanecer a bordo de la St. Mary's mientras llegaba el vapor de California, para cruzar el istmo en el tren junto con los pasajeros; doce infantes de marina norteamericanos escoltaron a los filibusteros. Al llegar el tren a Aspinwall, pasaron directo de la estación del ferrocarril a las oficinas de la compañía naviera, donde quedaron recluidos hasta la hora de embarcar. Henningsen abordó el Illinois rumbo a Nueva York y Walker, su ordenanza y dieciocho oficiales del Estado Mayor partieron en el Granada (toda una ironía) a la Habana, rumbo a Nueva Orleáns. Walker se mantuvo con la mayor reserva en el Granada, sereno y tranquilo, sin hablar con nadie, "sin orgullo ni humillación"; y al llegar a la Habana, de pronto se quedó absorto, con los brazos en la barandilla y los ojos fijos, contemplando las formidables fortalezas y el castillo del Morro a la entrada del puerto. El Empire City llegó de Nueva York el 24, y Walker y su séquito continuaron en él a Nueva Orleáns. A las seis de la tarde del miércoles 27 de mayo, 2,000 personas apiñadas en el muelle de Nueva Orleáns dieron la bienvenida al Empire City, mientras las demás embarcaciones en el puerto lo saludaban con prolongados pitazos. Al atracar, "resonaron nueve vivas" y Walker se adelantó e inclinó la cabeza ante sus admiradores: la muchedumbre delirante de entusiasmo. Centenares de ellos subieron al barco y el Héroe Conquistador bajó a tierra en hombros del pueblo. El Picayune narró aquella bienvenida apoteósica, signo del espíritu reinante del Destino Manifiesto: Una delegación de nuestros ciudadanos milicianos dio la bienvenida al General al bajar del vapor, mientras tronaba una salva de cañonazos. Luego lo llevaron en coche al Hotel St. Char-
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les, donde, en respuesta a los gritos de la muchedumbre, hizo su aparición en el pórtico y fue recibido con una ensordecedora algarabía de vítores. Enseguida pronunció un discurso:
"Compatriotas —Siempre he sabido que cuento con las simpatías del pueblo americano para la causa que humildemente defiendo. Aunque derrotado hoy en Nicaragua, la misma simpatía que nos ha animado hasta la fecha resultará todavía en la emancipación de ese bello país. Podremos estar derrotados, pero no desanimados. Les agradezco, compatriotas, su amable bienvenida en mi retorno a la tierra nativa, y al mismo tiempo les debo expresar mi gratitud por su amabilidad y generosidad durante mi ausencia". El General enseguida se retiró, a recibir las congratulaciones de centenares de admiradores que lo rodearon con los brazos abiertos en saludo y hermandad.
A la mañana siguiente, "la ciudad está ... llena de Walker y Nicaragua". Casi no se habla de otra cosa y Nueva Orleáns celebra el retorno del héroe "y sus bizarros compañeros". Los libreros desempolvaron con premura viejas biografías y el retrato decoró los escaparates de todas las librerías; aprovechando también la oportunidad, los empresarios de teatros se disputaban su presencia y publicaron anuncios invitándolo a sus funciones. El jueves, Walker y su Estado Mayor asistieron a la del prestidigitador y ventrílocuo Profesor Wyman en El Anfiteatro. Cuando entraron al teatro, la orquesta tocó un aire patriótico y la gente echó vivas tras vivas al intrépido Walker, hasta que él y sus compañeros se sentaron. Enseguida se puso de pie un caballero de palco y propuso "tres vivas más para el general Walker", los que se le dieron y él se levantó e inclinó la cabeza en reconocimiento. Cada alusión a él, de parte del profesor ventrílocuo, originaba nuevos estallidos de entusiasmo popular. La escena se repitió el viernes cuando Walker asistió a la ópera "Norma" en el Gaiety. Y en la noche del sábado "el general Walker, el intrépido héroe del Istmo", pronunció un discurso ante el pueblo de Nueva Orleáns, a la luz de las antorchas y bajo la tutela de la bandera americana y la que él asignó a Nicaragua, ondeando juntas en la brisa. El evento lo organizaron Mason Pilcher (agente de Walker en Nueva Orleáns) y cuarenta ciudadanos prominentes. Tema del discurso: "Los recientes movimientos en Nicaragua ... asunto de enorme interés para el pueblo de los Estados Unidos y en especial para nuestros conciudadanos sureños". Walker lo pronunció sobre una tarima que Pitcher erigió en media calle Canal. "Densas masas de ávidos y entusiastas oyentes", en los balcones de las casas vecinas y a lo largo de la ancha calle, llena-
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ban una cuadra entera a cada lado; una banda de guerra "dio la nota y preparación" del evento. Habló cerca de dos horas, definiendo muy bien su guerra en Nicaragua en el contexto del Destino Manifiesto: "Si algún propósito guía mis esfuerzos, ha sido el de extender la influencia americana y americanizar a Nicaragua". Para "americanizar" a Nicaragua Walker intentaba brindarle la dicha de la esclavitud sureña. Los "híbridos" de Centro América eran "incapaces de autogobernarse". La Guerra en Nicaragua era "una guerra de razas —la gran batalla entre los híbridos y los hombres blancos". El fin era la conquista, disfrazada con el eufemismo de regeneración. Al pueblo de Nueva Orleáns le encantó, y cuando Walker les pidió a sus oyentes "y a todos los verdaderos americanos en todas partes, que le ayudaran con sus recursos y energías a regenerar a Centro América —que le ayudaran en una empresa que había decidido no abandonar jamás"— recibió aplausos ensordecedores, acompañados de vítores, música, cohetes y triquitracas, y la concurrencia se dispersó. La "walkerización" galvanizaba los hervideros de Nueva Orleáns, ebullendo en calles y muelles. Dos días después, Walker se dirigía a conferenciar con el Presidente Buchanan en Washington y con Henningsen en Nueva York, adelantando sus planes para volver a Nicaragua. Viajó con su plana mayor: los coroneles Waters y Lockridge del "Ejército Nicaragüense" y el capitán Fayssoux de la "Marina Nicaragüense". En Vicksburg, Memphis, Cincinnati, Louisville —en todas las ciudades, aldeas y villorrios del trayecto— lo recibieron como héroe. El viaje fue "halagador y placentero" (aunque "muy cansado") y de Louisville envió un mensaje a sus amigos en la capital, rogándoles no hacer ningún acto público pues él prefería todo "quieto y en privado". En consecuencia, el viernes 12 de junio no hubo recibimiento de héroe al poner pie en Washington. Walker se hospedó en el Hotel Brown poco antes del mediodía. Durante la tarde, muchos políticos distinguidos fueron'a verlo al hotel y le llovieron invitaciones para cenar, pero pocos lograron verlo ya que dijo que deseaba "pasar por la ciudad sin hacer gala" y sólo aceptó una invitación, excusándose por el poco tiempo. Esa misma noche, tuvo una entrevista con el Presidente Buchanan en privado, pero se publicó que la conversación fue "general e informal": Walker le anunció que era ciudadano nicaragüense, se quejó de "la intervención ilegal y hostil del capitán Davis en su contra" y solicitó al Presidente que mandara a hacer "una investigación de los hechos". El sábado, un grupo selecto de amigos y admiradores le dio a Walker un banquete de noche en el Hotel Brown; entre los comensales estaban el gobernador Jones, de Tennessee, el coronel Wheeler,
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exministro en Nicaragua, y varios oficiales del ejército norteamericano, veteranos de la Guerra de México. Walker planeaba irse de Washington el domingo, pero pospuso su partida, atareado en escribirle una larga carta al Presidente Buchanan en la que detalló su ilusoria visión personal de los eventos, proclamándose a sí mismo "el auténtico y legítimo Jefe del Ejecutivo" de Nicaragua. Tras entregarle la carta al Presidente Buchanan el lunes en la mañana, William Walker continuó su gira triunfal, dirigiéndose en la tarde a Filadelfia y Nueva York. Sucesos trascendentales en los anales neoyorquinos jugaron un papel inesperado en la recepción de Walker. Confrontando al régimen corrupto del alcalde Fernando Wood, la legislatura estatal había reformado la carta constitutiva de la ciudad en abril. Entre otras medidas, había creado un cuerpo independiente de Policía Metropolitana para quitarle el control a la Policía Municipal de Wood; como resultado, en junio de 1857 había dos cuerpos de policía antagónicos en Nueva York. El 13 de junio hubo un tumulto en el que se enfrentaron los metropolitanos y municipales, dejando como saldo dieciséis heridos, algunos de ellos mortales. A Wood lo acusaron de haber instigado el tumulto, y a las 11 A.M. del martes 16 de junio, horas antes de llegar Walker, un juez ordenó el arresto del alcalde. A las 3:15 PM., cincuenta policías metropolitanos llegaron a la alcaldía a arrestar a Wood, pero al subir las gradas, los detuvieron más de 500 hombres garrote en mano, capitaneados por el concejal William Wilson, jefe del cuerpo de voluntarios del alcalde Wood (y también líder del comité de recepción encargado de darle la bienvenida a Walker). Así, el alcalde no cayó preso, y durante el resto de la tarde y en la noche, millares de individuos en un estado de excitación tumultuaria pulularon en el parque frente a la alcaldía y los alrededores. El tren de Filadelfia con el general Walker y su séquito llegó a Perth Amboy a las 5 PM. El Comité de Recepción (menos su presidente William Wilson, atareado con los Voluntarios en la alcaldía) los fue a encontrar a la estación y los acompañó a bordo del John Potter por el North River hasta desembarcar en la plaza Battery a las siete. En el Muelle No. 1, Wilson le dio la bienvenida a Walker en nombre del pueblo de Nueva York, con la banda tocando la tonada "Vean venir al héroe conquistador" y una salva de cien cañonazos. Walker y sus acompañantes prosiguieron en carruajes por la calle Broadway hasta el parque de la alcaldía, como a dos kilómetros, seguidos en procesión por 200 ó 300 personas. Las aceras estaban llenas de curiosos en todo el trayecto y una muchedumbre abarrotaba el parque, al igual que en la tarde, atraída por la colisión de la Policía
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Metropolitana y los Voluntarios del alcalde. Al llegar Walker, todos corrieron a agolparse junto a la tarima para oírlo. El homenajeado y el Comité de Recepción se vieron obligados a subirse sobre la mesa de los reporteros, y la algarabía que se desató hizo imposible escuchar a los oradores. El juez A. A. Phillips dijo el discurso de bienvenida: con gran esfuerzo logró leer lo que llevaba escrito, pero nadie a cuatro pasos de distancia logró oírlo. El maestro de ceremonias, capitán John Creighton, trató de acallar el bullicio, rogándole a la multitud escuchar "las palabras del Presidente de Nicaragua". Mas fue imposible. Walker comenzó a hablar, pero en vano porque enseguida empezó a llover fuerte; en vez del largo discurso que había preparado, dijo sólo unas pocas palabras. El Comité de Recepción se lo llevó con sus compañeros al.Hotel St. Nicholas. Ahí descubrieron que el hotel estaba lleno y no podía acomodarlos. Entonces se fueron a la Casa La Farge y los alojaron en amplias habitaciones del segundo piso. En breve los visitaron el general Cazneau, el coronel Fabens, Fermín Ferrer y otros amigos; George Law llegó más noche y conversó en privado con Walker. Los rhporteros no pudieron averiguar. qué hablaron y la única cosa adicional de importancia que descubrieron fue que, en el parque, un ratero le había robado al tesorero todos los fondos del comité... En la primera mañana en Nueva York, después de desayunar en la Casa La Farge, Walker salió a caminar por la calle Broadway. Nadie le puso atención pues no era conocido en la ciudad; se retrató en el estudio del famoso fotógrafo Brady y regresó al hotel, donde "constantemente lo llegaron a ver diversos ciudadanos prominentes" y concedió una entrevista al reportero del Herald, manifestándole su determinación de regresar a Nicaragua "con suficientes fuerzas para hacer de su retorno un evento de interés". Pasó la tarde con Henningsen y otros amigos, y se tomó otro retrato, esta vez en el estudio de Frederick. En la noche, el Comité de Recepción lo acompañó al teatro Bowery. Habían reservado la primera fila del palco central, que adornaron con festones tricolores y la bandera americana; también reservaron el palco adyacente para la Segunda Compañía de los milicianos neoyorquinos The Continentals. Intercalándolo entre "sucesivos y vigorosos vivas", Walker pronunció otro discurso. Walker conferenció al día siguiente con "varios caballeros que han tomado gran interés en los asuntos nicaragüenses", pero quince o veinte de sus antiguos soldados que fueron a verlo a la Casa La Farge, no lo pudieron ver; tampoco pudo verlo un anciano ansioso de saber de su hijo, que había ido a Nicaragua y a quien temía haber perdido para siempre. Walker pasó casi todo el día en la residencia
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de Henningsen, y por la noche fue al teatro Wallack con Henningsen y su esposa, el general Cazneau, Waters, Fayssoux, la esposa de un juez muy conocido y otros simpatizantes de su causa. Lo ovacionaron. La orquesta tocó "Hail Columbia", pero el público hacía tanta bulla que casi no se oía la música. Walker pronunció otro discurso y recibió tremendos aplausos. Salió del teatro del brazo de la señora Henningsen. En todo el trayecto la gente se agolpaba buscando echarle una mirada al héroe. Junto a la puerta era mayor el gentío, apretujándose sobre Walker y Missis Henningsen. Mientras tanto, en la calle, la bonita música de la orquesta Dodworth había atraído una inmensa muchedumbre, por lo que el héroe y su bella pareja se vieron de hecho llevados por el oleaje de gente al coche, al que subieron entre vítores y aplausos y se dirigieron a la Casa La Farge. El Comité de Recepción los esperaba en el hotel y había contratado a la misma orquesta Dodworth para dar una serenata a Walker. La música pronto atrajo y congregó 250 personas —párvulos incluidos— en la calle. Después del concierto, de aires patrióticos, Walker salió al balcón y pronunció otro discurso. Sus memorables palabras y la notable escena las recogió y publicó el Herald: DISCURSO DEL GENERAL WALKER CABALLEROS DE NUEVA YORK —Esta emanación del corazón comprueba que la causa de los americanos en Nicaragua es también la causa de los americanos en los Estados Unidos. (Aplausos.) Sólo una simpatía popular muy honda —sólo el instinto real del pueblo podría causar esa expresión de simpatía. (Aplausos.) Y espero que no sean meramente expresiones de aprobación del pasado, sino que son signos de esperanza y estímulo para el porvenir. (Aplausos.) Confío que prueban que la guerra en Centroamérica no ha terminado —que lo que hay es una tregua, y nada más. UNA VOZ —Así es. (Aplausos.) WALKER —En cuanto a mí, yo siento que se ha derramado demasiada sangre noble en esa tierra para dejarla sumida en el suelo —en el futuro debe brotar y producir resultados. (Grandes aplausos.) Uno de nuestros acérrimos enemigos nos ha dado, me parece, el mejor testimonio que asegura el éxito en el futuro. Uno de los diarios matutinos, al comentar sobre mi conducta en Nicaragua, ha creído correcto decir que el único atributo de éxito que yo poseo es la suerte. Me enorgullece tal elogio de parte de un enemigo. EL GENERAL WALKER ES EL FAVORITO DE LOS DIOSES Cuando Pompeyo regresó de las guerras, le dieron la bienvenida los hombres de Roma: elogiaron su sabiduría, su justicia, su
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éxito en el Consejo y valor en el campo de batalla: pero sobre todo dijeron que era "el favorito de los dioses". No me sonrojo al decir que yo soy el favorito de los dioses —(aplausos)— pues siento que una Providencia que todo lo dirige, la que nos ha traído hasta aquí, no iba a permitir que hiciéramos tanto para nada. Siento que esa suerte, a como la llaman mis enemigos, pero esa Providencia, que es como la llamo yo, nos llevará con éxito aún, y nos permitirá lograr aún más para la grandeza y la gloria del pueblo americano. (Tremendos aplausos y gritos pidiendo a Henningsen.)
El concejal neoyorquino Horatio N. Wild habló enseguida. Les prometió a los presentes que así como se adquirieron Texas y California, así se adquiriría Centroamérica y luego Cuba, porque "el pueblo de este país no va a decir que tenemos suficiente; sino que con el general Walker dirá: "Ninguna enclaustrada Utica constriñe nuestros poderes. Mas, si necesario, todo el continente ¡límite nuestro es". La orquesta tocó "Hoza puerco o muere", y la gente se dispersó. A la mañana siguiente, viernes 19 de junio de 1857, Walker se levantó muy temprano, como siempre, y como siempre, el Herald le siguió los pasos, explicando a sus lectores que "el historiador futuro podría desear algunos detalles de su rutina cotidiana y los pormenores de su vida, tan interesantes con relación a los hombres prominentes". Después de leer los periódicos y de un desayuno ligero con el capitán Fayssoux, a las ocho de la mañana Walker conferenciaba con el general Cazneau, con quien conversó una hora. A las nueve, "se observó que el general de pronto se sobresaltó, como si escuchara algún sonido extraño, y luego los oídos menos aguzados de los presentes detectaron los acordes de una banda de guerra". Era el Séptimo Regimiento de la Guardia Nacional, que se acercaba marchando en la calle. Al asomarse Walker por la ventana, el regimiento se paró en doble fila frente a sus habitaciones y le hizo un saludo militar, del cual "el general se expresó altamente complacido". Después recibió varias visitas. Al mediodía, salió con el general Wheat y regresaron en la tarde acompañados del general Henningsen, su señora y el capitán Fayssoux. A las cinco, fue a Staten Island con su tío materno Mr. Norvell, uno de los editores del New York Times, y ahí pasaron la noche. Tras regresar de Staten Island el sábado en la mañana, Walker pasó varias horas en conferencia a puertas cerradas con Henningsen, Wheat, Lockridge, Waters, Fayssoux y otros oficiales "nica-
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ragüenses". Todos se veían muy alegres; el reportero del Herald se enteró de que se habían hecho los arreglos para otra invasión a Nicaragua; que George Law no sólo iba a dar fusiles, sino también dinero, y que otros especuladores concederían una substancial ayuda a Walker. Ese día, al igual que todos los días en la Casa La Farge, Walker se acostó a medianoche. Momentos antes, sus visitas se dieron cuenta de que era hora de irse, "al ver al grande hombre paseándose impaciente en el cuarto, á la Napoleón, con las manos juntas atrás". Enseguida mandó a llamar a sus oficiales y todos acudieron, aun los que ya estaban en la cama (que tuvieron que levantarse) y Walker conversó con ellos en su apartamento por un rato antes de irse a acostar, ya casi de madrugada á la Napoleón.
Hotel St. Charles, Nueva Orleáns, con muchedumbre reunida para recibir a Walker.
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27. Caída WALKER GOZÓ de fama instantánea en Nueva York. Las ofertas que le llovieron fueron tan curiosas como numerosas. Una persona lo invitaba a una tertulia; otra deseaba vaciar el molde de su cabeza en bronce; esta dama quería su autógrafo; aquélla, un bucle de su cabello; y como su presencia ya había llenado de público dos teatros, no hubo sala de espectáculos, ni pequeña ni grande, que no lo invitara. "El general Walker asistirá a la función" eran palabras mágicas en los anuncios, tan eficaces como una nueva soprano o una famosa bailarina. El lunes 22 de junio, Walker fue la "estrella" del teatro de Variedades de Laura Keene, célebre y linda actriz del momento; los llamativos cartelones y numerosas papeletas anunciando la presencia de Walker, hicieron que se llenara la sala. La impaciencia del público por escuchar al héroe se manifestó desde antes que comenzara la función, pidiendo a gritos a "Walker" mientras la orquesta persistía en tocar "El río Swaney", "Teddy en el tejado", "Sobre el Jordán" y "Villikins y su Dinah" en vez de la gran marcha nicaragüense que anunciaban los cartelones. La algarabía continuó durante la zarzuela "Intriga y Pasión" hasta mediados del segundo acto, cuando Walker y su séquito entraron y tomaron asiento. Entonces se desató el pandemónium, con grita general para un discurso que él con sumo gusto pronunció entre tumultuosos aplausos. A diario pasaba horas enteras en consulta "con caballeros prominentes en la causa de Nicaragua", y transitó por las calles de Nueva York "como un comerciante cualquiera, atareadísimo". Su aspecto excitaba enorme interés y asombro: su diminuta figura y suaves modales eran totalmente diferentes de lo que la gente esperaba de un hombre que había protagonizado los episodios violentos que caracterizaron su vida. Alrededor del 20 de junio, se rumoraba con insistencia que sus amigos le darían un banquete o alquilarían el auditorio de la Academia de Música para que dijera un discurso formal al pueblo de Nueva York. Se decía que George Law ya había sufragado los gastos necesarios; pero pasaron los días y se hizo evidente que ni Law ni nadie estaba dispuesto a gastar un centavo adicional en el negocio estéril de rendir culto al héroe. En consecuencia, el 25 de junio, el Comité dejó de pagar la cuenta del hotel: Lockridge se fue a Texas; Waters a Nueva Orleáns; y Walker y Fayssoux calladitos se mudaron y desaparecieron de vista al conseguir cuarto y comida gratis en la residencia de Henningsen en la calle 12.
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El domingo 28 de junio arribó a Nueva York la fragata norteamericana Wabash, barco insignia del comodoro Hiram Paulding, acarreando de Aspinwall a un contingente de los desventurados remanentes de la República de Walker dejados por él en Rivas: 121 oficiales y soldados, 13 mujeres y 5 niños, noventa y dos de ellos enfermos y lisiados. Su lastimoso estado fue noticia de primera plana al día siguiente. Muchos apenas se podían mover de la debilidad; algunos sin brazos, otros sin piernas y otros con grandes llagas, heridas purulentas y gangrena. Los oficiales del barco describieron su condición al subir a bordo como la más desvalida imaginable: grandes heridas que jamás nadie había curado, inflamadas y enconadas; los cuerpos mugrientos, cubiertos de bichos —abundantes piojos, nunca antes vistos en el barco, que, domiciliados en casi todos los filibusteros, obligaron a los marinos del Tío Sam a bañarse en ron (no sólo por dentro, sino también por fuera). Las desgracias de los que no retornaron compartieron los titulares de los diarios, a medida que cada uno de los viajeros relataba su historia horripilante. A treinta los internaron en el Hospital Bellevue, donde los entrevistó un reportero del Herald y su reportaje retrató a pluma al Walker tirano, frío y de corazón de piedra, insensible a la clemencia, a la lástima y al dolor de sus propios soldados. Algunos repatriados, sin dinero y sin amigos, no tenían adonde ir. Al día siguiente de desembarcar, se quejaron de Walker en los periódicos; no los había llegado a ver y ni siquiera había preguntadó por quienes le fueron leales hasta el fin en condiciones tan adversas. Entonces un neoyorquino de buen corazón, Mr. Vandyke, se llevó a cuatro a ver a Walker en la casa de Henningsen: James Allen, panadero, natural de Irlanda. Levi Price, zapatero, natural de Maryland. Q. McKay, jornalero, natural de Escocia. Michael Lawrence, jornalero, natural de Massachusetts. Los cuatro habían servido en el ejército de Walker durante quince meses, sin recibir paga alguna o recompensa. Los cuatro cayeron heridos y quedaron lisiados en el proceso: dos de ellos habían perdido una pierna cada uno, otro había perdido un brazo. El reportero del Herald se los encontró cuando iban en coche a la residencia de Henningsen. Se veían "cetrinos, pálidos, enfermos y deprimidos", pero aún entonces se expresaron "bien y con alta estima del general Walker." El reportero los encontró de nuevo al regreso: "Mr. Vandyke tuvo una entrevista con el General, mas no logró obtener de él ninguna ayuda, pues no tiene recursos con que ayudarles". Durante todo el día, muchos otros filibusteros anduvieron "pidiendo limosna" en la ciudad y a Walker "lo acosaron tanto" que se vio
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"obligado a esconderse de ellos para que no lo siguieran reprochando e importunando". El 1 se julio, Walker se escabulló de Nueva York. Sin hacer bulla tomó el tren para Filadelfia, rumbo a Charleston, Nashville y Nueva Orleáns; siempre esperanzado' en volver de ahí a posesionarse de nuevo de Nicaragua. Horace Greeley informó en el Tribune la partida del héroe fugaz, fustigándolo como de costumbre: EL DESTINO MANIFIESTO EN BANCARROTA Hemos sabido que Walker partirá para el Sur esta semana. Él y Fayssoux se alojan en la residencia del general Henningsen, en la calle Doce, habiéndose mudado de la Casa Láfarge hace algunos días. Lockridge se fue a Texas hace una semana y Waters zarpó para Nueva Orleáns en el Black*Warrior. Walk e. r sé da
cuenta de que su presencia en los teatros decididamente le produce más provecho al dueño del estableCimiento que a la causa del filibusterismo; que los aplausos a sus altisonantes y ampulosos discursos son simplemente el eco de sus palabras vacías, sin el retintín de las monedas de oro consagradas al saqueo, la rapiña y el incendio. A Walker naturalmente le disgusta la apatía del Norte y se dirige al Sur con la esperanza de recuperarse de su ruina entre aquéllos en cuyos pechos el filibusterismo arde como principio vital. El New York Herald y el New York Times, que antes apoyaron a Walker, ya lo habían abandonado y también se volvieron contra él. Para entonces, todo el mundo sabía que la "Nicaragua" de Walker estaba terminada; que el Predestinado de los Ojos Grises era un héroe caído, hecho añicos. Pero quienes conocían su carrera sabían también que él no lo veía así y continuaría luchando. De Nueva York, el 1 de julio de 1857, Walker se fue a Nashville vía Charleston, Augusta y Atlanta. La prensa informó que durante su "visita en vuelo" a Augusta, el 4, varios ciudadanos lo convencieron que pronunciara un discurso. Como de costumbre, en su alocución retó a quienes lo tildaban de ladrón, "que señalaran un solo acto suyo, en su carrera entera en Nicaragua, que haya sido injusto o en violación de la ley de Nicaragua, de los Estados Unidos o la internacional". Habló largo y tendido acerca de la forma en que lo trataba la prensa norteña, que según él, "apestaba con el tufo de las calumnias creadas por cerebros inventivos contra él y sus seguidores", y atribuyó esa hostilidad al hecho de legalizar él la esclavitud en Nicaragua. En conversaciones con los reporteros, expresó la firme determinación de perseverar en la causa y les dijo que esperaba regresar a Nicaragua en menos de dos meses, con el beneplácito de. las autoridades en Washington y con suficientes hombres y dinero para
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restablecer su gobierno. Llegó a Nashville en el tren de Chattanooga el lunes 6 de julio por la noche. Era la primera visita a la ciudad natal desde su partida a California en 1850; era el regreso del héroe al hogar y lo recibieron como héroe. Numerosos amigos y admiradores lo esperaban en la estación. De ahí pasó en coche acompañado de su padre y sus amigos, directamente al City Hotel, seguido por un gentío aclamándolo. En el hotel pronunció un discurso, en el que habló con optimismo de la americanización de Centroamérica. A petición formal de 195 ciudadanos prominentes de Nashville el miércoles 8 en la noche Walker pronunció otro discurso, en el capitolio de Tennessee. Los milicianos "Shelby Guards" y el pueblo en masa lo fueron a recoger al hotel. Habló ante una multitud entusiasta que llenó y rebasó los salones de la Cámara de Representantes. Milicianos y muchedumbre escoltaron al héroe de vuelta al hotel y la prensa publicó entero su discurso en que repetía lo de siempre... De Nashville, Walker pasó a Nueva Orleáns vía Montgomery y Mobile. A los pocos días inició una gira por el Sur, pronunciando discursos y allegando fondos para un retorno a Nicaragua: durante seis semanas anduvo de Nueva Orleáns a Mobile, Montgomery, Columbus (Georgia), Macon, Augusta, Savannah, Charleston, y luego otra vez a Augusta y Nashville; en cada parada les hablaba a gran cantidad de entusiastas "ciudadanos influyentes", que prometían darle abundante "ayuda material", y al concluir regresó a Nueva Orleáns el 1 de septiembre. Adondequiera que iba, Walker llevaba con él a "Nicaragua y la soberanía de Nicaragua en la bolsa del pantalón"; distribuía papeletas impresas ofreciendo $25 mensuales y 250 acres a sus "colonos", quienes en teoría los recibirían en cuanto él recobrara la "presidencia"; vendía "bonos nicaragüenses" al descuento; a quienes le compraban certificados de tierras les garantizaba terrenos fértiles a 25 centavos el acre, "de los que tomarán posesión en cuanto él sea dueño de Nicaragua, que será en enero del próximo ario" —quizá el antiguo litigante californiano olvidaba hoy aquella vieja sentencia de la Abogacía: "quien prueba demasiado, demuestra lo contrario", y él ahora era ya un sobrante con todo en contra. *
* *
EL CAPITÁN FAYSSOUX acompañó a Walker en el viaje de Nueva York a Nueva Orleáns y el coronel Slatter durante la gira por el Sur. El general Henningsen se les unió en Savannah y Charleston, y enseguida regresó a Nueva York a ejecutar su parte de los "planes se-
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cretos" de una recién formada "Liga Centroamericana" que intentaría levantar un gran ejército para Walker. La "Liga", según se publicó, tenía afiliados en "Nueva York, Boston, Filadelfia, Nueva Orleáns y todas las demás ciudades importantes de los Estados Unidos". El coronel E. J. C. Kewen andaba organizando la filial en, St. Louis; los coroneles Lockridge y Waters reclutaban a la luz del día en Texas y el coronel W. J. Choice en Georgia; y así por el estilo en Baltimore, Mobile y otros lugares. La propaganda filibustera hablaba de tener ya listos 10,000 hombres y en sus arcas varios centenares de miles de dólares. En Georgia, por ejemplo, decían haber recogido $150,000. La realidad era muy diferente: desde su llegada como "comisionado" de Walker el año anterior, Kewen había organizado el Sur para su jefe; formó comités en los diversos Estados que recogieron fondos y reclutaron soldados para su ejército, y dos representantes de cada Estado esclavista integraron un Comité Central en Nueva Orleáns que recibía y manejaba los fondos con miras a convertir a Nicaragua no sólo en territorio esclavista sino también en mercado de esclavos. Pero Kewen y el Comité Central llegaron a la conclusión de que las operaciones militares las debía dirigir Henningsen, lo cual condujo a un rompimiento de relaciones y a que 'Kewen abandonara Nueva Orleáns en diciembre de 1857, para no volver a colaborar jamás con Walker. La imagen de Walker se había deteriorado tanto ya antes de iniciar su menesterosa gira por el Sur, que sus amigos ni siquiera lograron en agosto el apoyo moral de la Convención Comercial Sureña en Knoxville, Tennessee. Las resoluciones encomiando "su" causa de Nicaragua como "muy meritoria" y recomendando tal empresa para la "consideración seria y diligente" de parte de los Estados sureños, fueron derrotadas en la Convención 60 votos a 25, cuando los delegados de Tennessee, Mississippi, North Carolina, South Carolina, Virginia y Maryland votaron en contra. Muchos atribuyeron el fracaso de Walker a sus propios errores. En particular, la opinión generalizada (y errónea) era de que el decreto de la esclavitud fue la causa principal que lanzó al pueblo nicaragüense a luchar contra él. Buscando mejorar su imagen, Walker le escribió (y publicó) una carta a Mr. Charles J. Jenkins, candidato a gobernador de Georgia, justificando el decreto y pretendiendo ser un estadista sagaz. Este esfuerzo le resultó contraproducente al contestarle un Mr. Jenkins airado por haber publicado la carta sin su consentimiento, pues parecía denotar que compartía sus ideas. Jenkins remata su respuesta, declarando tajante: "Primero, que yo desapruebo por
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completo la invasión y conquista de Nicaragua que intenta realizar el general William Walker. Segundo, que la reanudación de la trata de esclavos que se proponen, para mí es detestable". En ese momento, Walker perdió el apoyo del gobierno de Buchanan. Pese a simpatizar con Walker y su causa, el secretario de estado Lewis Cass entonces actuó para detenerlo visto que ya era más que obvio que no podría tener éxito. Cass envió el 18 de septiembre una circular a los oficiales de los tribunales de justicia federales, urgiéndoles actuar con diligencia y utilizar todos los medios legales para impedir que zarparan los filibusteros. Walker le escribió a Cass el 29 de septiembre, protestando no haber violado ni tener intenciones de violar la ley de neutralidad de los Estados Unidos. Por supuesto, el argumento de Walker no convenció al Secretario de Estado, quien en noviembre prosiguió en su nueva política, reconociendo al presidente de Nicaragua General Don Tomás Martínez (gobernante electo por votación nacional, después de compartir con Jerez un régimen provisorio bipartita tras capitular Walker) y firmando un tratado con el ministro de Nicaragua Antonio José de Irisarri. Pero Walker, icómo no!, prosiguió con su expedición, aun cuando no cabía la menor posibilidad de éxito. Los fondos disponibles en Nueva Orleáns para esta segunda expedición a Nicaragua no llegaban a $7,000, que se gastaron en gran parte en alojamiento y comida de los coroneles Kissane Rogers, Henry y demás camaradas filibusteros en la ciudad. Walker necesitaba de mucho para su empresa y recibió una ayuda substancial de Alabama. Henry G. Humphries (rico hombre de negocios de Mobile) y otros amigos de Alabama formaron la "Compañía de Vapores de Mobile & Nicaragua" y anunciaron que la nueva línea daría servicio regular de pasajeros y carga entre Mobile y San Juan del Norté. El 5 de noviembre, Humphries compró "por una suma nominal" en una subasta en Nueva Orleáns, el Fashion, viejo barco de transporte de la Marina norteamericana, de 419 toneladas. Con el Fashion en el muelle, aprestándose a partir, corrió el rumor de que Walker zarparía para Nicaragua el 11 en la madrugada. Acatando las órdenes del Secretario de Estado Cass, el oficial del tribunal de justicia federal de Nueva Orleáns, Emile Mary, fue a la residencia de Walker en la calle Customhouse y lo arrestó un poco antes de la medianoche del 10 de noviembre de 1857. Pero el filibustero preso era un tigre suelto.
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28. Paulding WALKER NO DURMIÓ en la cárcel en Nueva Orleáns. En cuanto lo arrestaron, a las 11 P.M. del 10 de noviembre de 1857, el juez federal Theo. H. McCaleb lo dejó libre bajo fianza de $2,000. Pierre Soulé actuó de defensor y S. E Slatter fue el fiador. Al día siguiente en la mañana se abrió el juicio contra Walker, acusado de haber puesto en marcha una expedición militar ilegal, y el juez le ordenó presentarse de nuevo el 17, cuando continuaría el proceso judicial. Al mismo tiempo que arrestaban a Walker, cerca de la medianoche, las autoridades federales se apoderaron del Fashion en el muelle. Mientras Walker estaba en el juzgado el 11, el recaudador del puerto "cuidadosamente inspeccionó el vapor de punta a punta" y, al no encontrar nada sospechoso, se lo devolvió a los dueños. El Fashion, sin embargo, zarpó para Mobile esa noche con un fuerte cargamento de armas, municiones y provisiones a bordo. Walker prosiguió con su expedición en cuanto salió del juzgado. En la tarde se fue a Mobile en el vapor correo California, acompañado de su Estado Mayor y casi todos los hombres (150) que tenía en Nueva Orleáns. Para abordar el barco, Walker se acercó al muelle dando rodeos y los demás lo hicieron en pequeños grupos y por diversas rutas para no llamar la atención. La brigada de artillería, el cuerpo médico y algunos soldados viajaron a Mobile en el Fashion por la noche. El remolcador Dick Keys los esperaba en la bahía de Mobile con otros cincuenta hombres y más armas. Una vez que el remolcador transbordó el contingente del California al Fashion, éste zarpó hacia San Juan del Norte el 14, según reportó, con 200 emigrantes ("cafetaleros") y "mercancías" para Nicaragua. Pero la prensa enseguida informó que el Fashion en realidad llevaba a bordo 186 filibusteros, una docena de "civiles" y especuladores, un lote de 1,000 armas y provisiones suficientes para alimentar a 400 hombres durante tres meses. El barco iba tan cargado que un pasajero en la cubierta podía sacar agua del mar con un balde. Los soldados de Walker se habían enrolado por un año, esperando recibir cada uno $25 al mes y 250 acres de tierra; más de treinta eran veteranos de la guerra en Nicaragua —filibusteros de pura cepa como Kissane y Fayssoux. El agente de Morgan & Garrison, Charles J. Macdonald, iba con ellos, a tomar posesión de los vapores de la Compañía del Tránsito en Nicaragua y a servirle de Ministro de Hacienda a Walker. Navegando despacio, a velocidad máxima de siete nudos, el
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viejo, sobrecargado vapor surcó el 24 de noviembre las aguas nicaragüenses del Caribe. Era de mañana, y una densa niebla que ocultaba la costa se disipó al mediodía, mostrando a estribor la bahía de San Juan del Norte con la corbeta norteamericana Saratoga anclada en el puerto. Walker le ordenó al capitán pasar de lejos y continuar hasta la boca del río Colorado, adonde llegaron a las tres y pico de la tarde. Sin echar anclas, bajaron tres botes en los que Walker mandó cuarenta y cinco hombres con el coronel Frank Anderson, quien llevaba instrucciones de remontar el Colorado y tomar posesión del río San Juan en la bifurcación para interceptar el tráfico fluvial del puerto. El Fashion los remolcó hasta donde pudo acercarse sin peligro a la barra, se quedó esa noche cerca de la costa y el 25 al amanecer puso proa hacia San Juan del Norte donde entró a las 7 de la mañana, pasó a toda máquina cerca de la corbeta y atracó junto al viejo casco que servía de muelle en las instalaciones de la Compañía del Tránsito en Punta de Castilla, en el extremo de la bahía opuesto a la población de San Juan del Norte (llamada también Greytown). Viendo apenas quince o veinte hombres sobre la cubierta del Fashion y creyendo que eran trabajadores enviados por la Compañía del Tránsito, el capitán Frederick Chatard, del Saratoga, dejó desembarcar sin molestia a la gente de Walker. Cuando se dio cuenta de su error, ya los 150 filibusteros estaban en tierra, armados hasta los dientes con revólveres, rifles y cuchillos. Durante los dos días subsiguientes, los filibusteros descargaron sin estorbo los pertrechos y vituallas, izaron la "bandera nicaragüense" de Walker y ocuparon Punta de Castilla, un territorio de dos kilómetros de largo a ambos lados de la terminal de la Compañía del Tránsito. El 26 en la noche, llegó al campamento filibustero un bote de Anderson con varios hombres en busca de provisiones, informando que en la barra del Colorado apresaron a cinco nativos y los habían usado de pilotos para ascender el río. Les tomó veintitrés horas navegar los cuarenta kilómetros hasta el San Juan, a remo contra corriente bajo lluvias torrenciales y al paso se posesionaron de la isla de Leefe en la bifurcación, bloqueando desde ahí el tráfico fluvial del puerto con el interior. El bote se regresó a la isla de Leefe el 27, con cinco hombres más y provisiones para doce días. Llevaba órdenes de Walker para que Anderson avanzara al Castillo a capturar un vapor y también la fortaleza, si le era posible. Anderson y su tropa ascendieron el San Juan el 29 de noviembre en tres botes de cuatro remos, y desembarcaron a dos kilómetros del Castillo el 3 de diciembre a las 8 PM.; se abrieron paso en la maleza, subieron a la cima de la Colina de Nelson a la 1 A.M. del 4 y en
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la tarde tomaron la fortaleza porque los defensores costarricenses al mando del coronel Francisco Alvarado abandonaron el punto en cuanto comenzó el ataque. Sin sufrir una sola baja, los cincuenta filibusteros de Anderson aprisionaron más de treinta soldados costarricenses y capturaron seis piezas de artillería, 150 rifles y tres vapores fluviales: el Morgan, Ogden y Bulwer. El 5 agregaron a su botín el vapor lacustre La Virgen en el raudal del Toro, quince kilómetros río arriba del Castillo. La primera noticia del éxito de Anderson la recibió Walker el 5 en la noche, pero la alegría que produjo en el campamento filibustero se esfumó al arribar la fragata norteamericana Wabash en San Juan del Norte el 6 en la mañana; pocas horas después llegaron los barcos de guerra ingleses Leopard y Brunswick. El 7 entró en el puerto el barco de guerra norteamericano Fulton y la fragata Susquehanna se les enfiló varios días más tarde. El 7, el comodoro Hiram Paulding le envió una nota concisa y clara a Walker, exigiéndole en forma apremiante la rendición. Walker se rindió el 8, después de que seis lanchas llenas de marinos del Saratoga, artilladas con obuses de a doce y veinticuatro libras, se aproximaron frente a su campamento mientras 385 marinos del Fulton desembarcaban en la playa a 300 metros de distancia, por la retaguardia. Walker derramó lágrimas cuando arrió por segunda vez su bandera y por momentos perdió el control de sí mismo, llorando como un niño ante el comodoro Paulding, quien arrestó a los 150 filibusteros en Punta de Castilla y los envió en el Saratoga a Norfolk. Walker prefirió viajar aparte, en barcos más rápidos: en el Wabash a Aspinwall y de ahí a Nueva York, pagando su propio pasaje, en el Northern Light. Paulding lo dejó ir bajo palabra de honor de que a su arribo en Nueva York se entregaría al oficial federal Isaiah Rynders. El 24 de diciembre, el capitán Joshua R. Sands, del Susquehan na, embarcó un destacamento de marinos en el vapor fluvial Morgan, ascendió el río y capturó a Anderson y su gente sin que ofrecieran resistencia. Los envió a Aspinwall en el Fulton para que el Wabash se los llevara a Key West. Nativos y extranjeros en toda la región celebraron la ida de los filibusteros, como un aguinaldo navideño y despedida del año viejo. El respaldo general a la expulsión de Walker se manifestó el día 25 al darle los residentes norteamericanos de Aspinwall una "espléndida fiesta" al comodoro Paulding y sus oficiales, a la que invitaron a los oficiales del barco de guerra británico Brunswick y a las principales familias panameñas. Cuando le presentaron al Comodoro, el gobernador de Panamá don Bartolomé Calvo articuló el sentimiento colectivo con un apretón de mano
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a Paulding y diciendo: "Me complace estrechar la mano que le dio el golpe de gracia al filibusterismo". En la travesía de Aspinwall en el Northern Light, Walker atrajo poca atención. A su arribo en Nueva York el 27 de diciembre de 1857 por la noche, un pasajero reveló que durante el viaje, el Predestinado de los Ojos Grises "anduvo en el barco y jugó naipes con otros pasajeros, como si no tuviera los ojos de dos continentes sobre él. Es un magnífico jugador de naipes". A otro pasajero le impresionó el comportamiento de Walker, considerándolo un hombre extraordinario: Estuvo de buen humor durante todo el viaje y lleno de confianza de que pronto regresaría a Nicaragua. Al desembarcar del Northern Light, Walker se fue en coche con Charles J. Macdonald a la residencia de Henningsen. El General andaba en Washington, pero su esposa, que estaba ya por irse a la cama, le brindó a Walker la hospitalidad de su casa. El reportero del New York Herald se apresuró a entrevistarlo esa misma noche: lo encontró en excelente salud física y mental, vigoroso y alegre, y con una cara de tomate que contrastaba con la palidez del rostro en su anterior visita a Nueva York. Al publicar la versión detallada de Walker de su recienté expedición y arresto, el reportero comentó: "Los que se imaginan que el general Walker no intenta regresar a Nicaragua están muy equivocados. No está ni pizca deprimido por lo sucedido, sino al contrario, está más optimista que nunca". Pero ese y otros periodistas sabían que Walker andaba soñando despierto y que casi todos sus amigos lo habían abandonado: "los mismos que lo aclamaron y aplaudieron la vez pasada, ahora dicen que lo deben fusilar". Todos, pues, veían su causa perdida, sin esperanza. Cumpliéndole la palabra al comodoro Paulding, a la mañana siguiente Walker se presentó en la oficina del capitán Isaiah Rynders. Al verlo entregar la carta de Paulding a Rynders, nadie, ignorante de los hechos, se hubiera imaginado que el modesto hombrecito del sobretodo café era el mismo individuo que había causado tanta conmoción. Sentado frente al capitán que leía la carta, Walker parecía un espectador indiferente y no la persona más interesada en este trance. Rynders llevó al prisionero a Washington el 29, y tras hospedarse en el hotel Brown se fue con él al Departamento de Estado. El secretario de estado Cass los recibió en su despacho con efusiva cordialidad; Rynders le explicó que llevaba a Walker por instrucciones del comodoro Paulding y Cass le respondió que el Departamento Ejecutivo del gobierno no consideraba a Walker como prisionero ni tenía ninguna orden que dar respecto a él. Ya en libertad y de regreso en el hotel Brown Walker vivió "una recepción perpetua en sus apartamentos": el 2 de enero lo visitaron
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varios miembros del Congreso y otros políticos sureños, a quienes recibió en los salones del hotel con cordiales apretones de manos; el 4 de enero le escribió una segunda carta al Presidente Buchanan —carta que de inmediato resultó contraproducente. Horace Greeley, del Tribune, la llamó "un documento extravagante, que, considerando los antecedentes del autor, resulta cómico, más que nada"; James Gordon Bennett, del Herald, señaló que "Su tono, su espíritu y su lógica no son indicios de una mente superior", el padre de uno de sus filibusteros enseguida publicó datos incontrastables que demolieron las pretensiones de Walker, de su buena fe, justicia y clemencia, y, por último en un mensaje especial al Congreso el 7 de enero, el Presidente Buchanan (el mismo antiguo "diplomático filibustero" del Manifiesto de Ostende) le dio a Walker su respuesta, propinándole el golpe oficial definitivo: "Por más que se disfrace", dijo el Presidente, refiriéndose a la última aventura de Walker, "tal expedición militar es una invitación a los facinerosos temerarios a que se enrolen bajo la divisa de cualquier aventurero para robar, saquear y asesinar a los inocentes ciudadanos de los Estados vecinos que nunca les han hecho ningún daño. Es una usurpación de la autoridad para librar una guerra, que le pertenece sólo al Congreso"; y enseguida Buchanan enunció la conclusión ineludible: "El gobierno mismo, ante los ojos del mundo, es cómplice del crimen a menos que tome todas las medidas necesarias para prevenirlo y castigarlo". *
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SU PROPIA CARTA había servido para descartarlo... y Walker salió de Washington a Richmond el 11 de enero de 1858, en rumbo a Nueva Orleáns. Llevaba a Nicaragua en la bolsa del pantalón, como siempre; pero, tal como lo expresara Bennett con una alegoría en el Herald, la "Nicaragua" de Walker era ya "un gallo muerto en la gallera".
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29. Absuelto AL FINALIZAR 1857 el Congreso en Washington debatía la admisión del estado de Kansas en la Unión, dentro de una atmósfera cargada de animosidad intensa acerca de la esclavitud. Los extremistas sureños hacían esfuerzos desesperados para meter a la fuerza su "institución peculiar" en el nuevo Estado, en contra de los deseos de por lo menos cinco de cada seis habitantes. En una convención amañada, en Lecompton, promulgaron una constitución esclavista, la que luego ratificaron en un referéndum ficticio. A pesar del descarado fraude, el Presidente Buchanan cedió ante los demócratas sureños y presionó al Congreso a que aceptara a Kansas con la constitución de Lecompton. Tras los diez días del receso de navidad, el Congreso reanudó las sesiones el 4 de enero de 1858. El asunto filibustero le echó más leña al fuego de los debates de Kansas, y ambas cámaras le pidieron información al Presidente acerca de la captura de Walker. Enseguida prosiguieron los interminables debates. Los partidarios de Walker en el capitolio sabían desde el comienzo que su causa era "un gallo muerto en la gallera", pero de todos modos libraron la escaramuza, sin posibilidades de lograr nada práctico. Al cerrar sus sesiones ese año, el Congreso no había pasado una sola resolución favorable a Walker y sí enterrado el cadáver que él llevaba en la bolsa. Greeley del Tribune, consciente de ello, aprovechó la ocasión para reírse de Walker una vez más: "Los celosos e impulsivos propagandistas que defendieron atolondrados la causa de Walker, se han cansado del experimento y hagan lo que hagan en el futuro, se cuidarán mucho de mantenerse fuera del alcance de sus bonos nicaragüenses, que se consideran tan mortíferos como el whisky del rifle que se dice que mata a cien yardas". Bennett, en el Herald, estuvo de acuerdo y se rio al unísono. En "Los Tragafuegos sureños y nuestra política nacional", concluyó: para ellos, Walker es tan importante como Dan Rice, el domador de rinocerontes en el circo; aunque a diferencia de Dan Rice, el rinoceronte que Walker quiso montar lo botó al suelo". Walker, en el Sur, hallaba un entorno más amistoso: llegó a Richmond el lunes 11 de enero de 1858 en la tarde; el martes visitó el Senado y la Cámara de Representantes de Virginia, donde se presentaron (y quedaron sin debatir) resoluciones condenatorias del comodoro Paulding, y él jueves en la noche le dieron un "espléndido" banquete. Su discurso causó fuerte impresión; recibió frenéticos "
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aplausos que duraron varios minutos. El viernes en la mañana continuó el viaje a Petersburg, donde sus amigos habían de previo celebrado un "mitín de indignación" en la alcaldía, promoviendo el apoyo popular para su causa. El lunes 18 de enero llegó a Montgomery, Alabama, donde una inmensa muchedumbre en la Cámara de Representantes le hizo un recibimiento apropiado; hubo los discursos y las resoluciones de rigor, pero, como siempre, sólo fueron palabras que se lleva el viento, sin dejar nada tangible en provecho de la Nicaragua que Walker seguía acariciando en la bolsa. Se detuvo en Selma y les tocó las fibras del corazón a los sureños, diciendo que la oposición a su causa se debía al hecho de que los americanos en Nicaragua favorecían el establecimiento de la esclavitud. Bajó por el río Alabama en el King y llegó a Mobile el viernes 22 de enero; según la crónica del Mobile Register, cuando corrió la voz de que el King arrimaba al muelle "con este distinguido personaje [William Walker] a bordo", una inmensa multitud se congregó para darle la bienvenida y la artillería de los Continentals lanzó una salva de diez cañonazos. Al aparecer Walker, se escuchó un largo y fuerte grito, un vigoroso "iSalve!" al héroe y estadista que todavía entonces se decía ser Presidente de Nicaragua. Del vapor King al hotel Battle House fue una marcha triunfal. El vestíbulo y el salón de recepción estaban llenos de personas deseosas de saludarlo, y en pocos minutos, en la calle Royal frente al hotel se apretujaba un gentío mayor que el del muelle, pidiendo a gritos a "iWalker! iWalker!" Sumiso a la petición del pueblo, Walker salió al pórtico y pronunció el discurso de costumbre. Al día siguiente lo arrestaron en Mobile, por orden venida de Nueva Orleáns, pero de inmediato quedó libre con recurso de Habeas Corpus. Un juez local enseguida anuló la orden de arresto. El lunes 25 de enero en la noche, conforme lo anunciaron los periódicos esa mañana, Walker pronunció otro discurso en un "mitin de Nicaragua" en Mobile. En él reveló un segundo motivo secreto de la oposición a sus designios: que él se había negado a acatar la sugerencia del gobierno de Buchanan de que fuera a incitar la revolución en México con miras a que dicho país cayera en poder de los Estados Unidos. De Mobile, Walker llegó a Nueva Orleáns, donde se presentó ante el juez de la corte federal el lunes 1 de febrero. Pero el gran jurado no lo había acusado y el juez McCaleb le informó que no había ningún cargo contra él. Walker, no obstante, insistió en que lo juzgaran por violación de la ley de neutralidad, pero el juez rehusó hacerlo al reiterar el fiscal que no había nada contra él mientras no recibiera nuevas instrucciones de Washington. Al día siguiente llegaron prisioneros a Nueva Orleáns el coronel Frank Anderson y sus fi-
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libusteros, remitidos de Key West. El gran jurado revisó el caso el 3, y entonces acusó a William Walker, Frank Anderson y otros tres. El juez McCaleb señaló el cuarto lunes de abril para iniciar el juicio. La recepción a Walker en Nueva Orleáns dejó mucho que desear. No hubo cañón que disparara salvas ni gentío que le pidiera un discurso, (como en Mobile) y sus partidarios no pudieron organizar un "mitin de indignación" que preparara la recepción apropiada. La realidad es que ni siquiera lograron reunir una veintena de personas en el bar del hotel Arcade, a pesar de haber anunciado con bombo y platillo en los periódicos el "Mitin de Nicaragua". Más alarmante para Walker fue el hecho de que el primer paso para presentarle un testimonio de agradecimiento a Paulding por haberlo arrestado se dio nada menos que en Nueva Orleáns: en dicha ciudad se abrió la colecta de donaciones para conferir una espada honorífica al comodoro Paulding y una bandera a los oficiales y tripulación de la fragata Wabash, en reconocimiento y aprobación de sus actos contra el filibustero. La realidad es que la Nicaragua de Walker estaba muerta en todas partes, inclusive en el Sur. Pero, para financiar su empresa, Walker había inundado el Sur con bonos de $100 emitidos en su nombre a veinte años de plazo, pagaderos en tierras de Nicaragua, y grandes cantidades de estos bonos estaban en manos de individuos de Mobile, Montgomery y otros lugares, que deseaban recuperar sus pérdidas y de ahí la "indignación" manifestada a propósito en dichas ciudades. Repudiado y arruinado, Walker se fue a Nashville, adonde llegó el 7 de febrero. Se hospedó en la vieja casa familiar de su padre, visitó a John Berrien Lindsley y otros antiguos amigos y el sábado 20 de febrero en la noche, a petición de 122 ciudadanos prominentes, pronunció el discurso de costumbre ante una "inmensa concurrencia" en el Odd Fellow's Hall. Habló durante casi dos horas. El Republican Banner informó que "cundió por el auditorio un enorme entusiasmo, el que frecuentemente se manifestó en atronadores aplausos". El cronista enseguida explica que "el general William Walker es altísimamente estimado en su ciudad natal y entre sus antiguos amigos y asociados. Creen que sus propósitos son patrióticos y filantrópicos y él goza de las simpatías del pueblo en su noble y heróica lucha por lograr la victoria gloriosa de su causa". El New York Herald, por supuesto, lo veía bajo otra luz: ...El general William Walker, el "hombrecito de ojos grises" de Nicaragua ... según las últimas noticias andaba discurseando en Nashville. Cuando termine la gira propagandista probablemente desaparecerá como Kossuth o "aparecerá" como Micawber, en Australia; o quizás se zambulla por otro lado a construir su im-
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perio y aparezca como cabecilla de una de las facciones revolucionarias y filibusteras en México.
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CLARO ESTÁ que Walker no desapareció como Kossuth ni "apareció" como Micawber en Australia ni se fue a México. El lunes 22 de febrero salió de Nashville y el 2 de marzo llegó a Nueva Orleáns en el Belfast, de Memphis; se alojó ese día en el City Hotel, acompañado de Henningsen. A la mañana siguiente estaba ya en su antigua residencia y se presentó "voluntariamente" en el juzgado del juez McCaleb donde rindió fianza de $4,000, comprometiéndose a comparecer el cuarto lunes de abril para el juicio. En folleto publicado luego en Nueva Orleáns (en abril de 1858), Walker defiende su determinación de regresar a Nicaragua en vez de ir a México. Mas su argumento no convenció a los líderes sureños ni modificó la opinión pública, y no allegó seguidores. Ni siquiera Henningsen le hizo caso a su "Presidente" y partió a Monterrey a ofrecer sus servicios al general rebelde Santiago Vidaurri, disimulando sus fines propios de formar una República de la Sierra Madre en el Norte de México. Walker era ya tan irrelevante en el Sur que las "resoluciones nicaragüenses" condenando su arresto por el comodoro Paulding, presentadas por sus partidarios en la legislatura de Louisiana en Baton Rouge y en la de Texas en Austin, sufrieron el atraso de meses y semanas sin siquiera debatirse y "sin probabilidad alguna de ser aprobadas". En Alabama, el senado las aprobó sólo para caer derrotadas en la cámara de diputados por un margen de sesenta y cuatro votos a trece. En Nueva Orleáns el juicio se pospuso varias veces. Cuando Walker se presentó en el juzgado el cuarto lunes de abril, el juez McCaleb le dijo que volviera el cuarto lunes de mayo. El corresponsal del New York Herald informó que el "pretexto" para posponer el juicio fue la ausencia del juez Campbell, de la Corte Suprema; "pero ése es sólo un pretexto porque la verdad es que el gobierno no está listo y probablemente nunca estará preparado para probar la culpabilidad" —acotó. Guiándose por la experiencia de casos anteriores, desde el comienzo se supo que el juicio de Walker era una farsa. Por ejemplo. Bennett comentó: "Vamos a tener otra de esas patrañas que en Nueva Orleáns llaman juicios de filibusteros, en la que el general Walker, el coronel Anderson y otros están acusados de haber violado las leyes de neutralidad. No se requiere ser experto para saber cómo terminará esa farsa". Así, cuando Walker se presentó en el juzgado el cuarto lunes de mayo, el juicio se pospuso otra vez por la au-
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sencia del juez Campbell, y cuando compareció de nuevo, se volvió a posponer por la ausencia de varios testigos. Por fin, con los jueces Campbell y McCaleb presidiendo y con la sala llena de espectadores, el 31 de mayo prestaron juramento los jurados y comenzó el juicio. El 2 de junio tomaron la palabra el fiscal, Walker, Soulé y otros; el juez Campbell explicó la ley y resumió las pruebas; los jurados deliberaron un rato, no lograron ponerse de acuerdo y el juez los mandó a casa. La votación era diez a dos en favor de sobreseer a Walker. Soulé pidió convocar un nuevo jurado para un nuevo juicio, rápido. El juez prometió considerar la sugerencia, pero al día siguiente, el fiscal desistió de proseguir el caso. Y el 12 de junio de 1858, se leyó en un diario local: ...Este caso del general Walker y el coronel Anderson, pendiente desde hace largo tiempo, terminó esta mañana. El juez Campbell le había exigido al general Walker poner una fianza de $3,000 en bonos y al coronel Anderson $1,500, comprometiéndose a que en un período razonable de tiempo no tomarían parte en ninguna expedición filibustera contra el estado de Nicaragua, etc. Finalmente, se decidió que ambos fueran sus propios fiadores por las sumas indicadas, lo cual se hizo y cada cual cogió su camino. La farsa había llegado a término y el "predestinadito de ojos grises" cogió el camino, con su fantasma de Nicaragua en la bolsa del pantalón, hacia otra de sus expediciones filibusteras, siempre con la mira puesta en su amor tropical.
Comodoro Hiram Paulding, ante quien Walker se rindió el 8 de diciembre de 1857.
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30. Calamidades AL CONCLUIR el juicio en Nueva Orleáns según el Mobile Register de 18 de junio de 1858 Walker se fue a Mobile, donde su presencia suscitó "demostraciones repentinas y espontáneas de felicitación y simpatía para con él y su causa de parte de nuestros ciudadanos". Sus amigos encendieron fogatas en la calle frente al hotel y gastaron unos cuantos dólares en triquitracas y una charanga. Walker aprovechó la oportunidad y produjo el discurso de rutina. De ahí saltó en una agotadora gira propagandista de tres semanas por el oriente de Mississippi y occidente de Alabama, perorando en todas partes sobre "asuntos nicaragüenses". De Mobile pasó a Macon; de ahí a Columbus y Aberdeen; a Carrollton, Eutaw, Greensboro y Marion; a Selma, y cruzando por el distrito de Wilcox, de regreso a Mobile. El 10 de julio fue el invitado de honor en un festín campestre cerca de Montgomery, Alabama, en el que él y el senador William Lowndes Yancey pronunciaron oportunos "discursos nicaragüenses"; por la noche, en la iglesia Bethel de Montgomery, Walker y Yancey hablaron de nuevo ante más de 500 personas y conmovieron muy hondo los corazones sureños de los oyentes. Al instante formaron una "Liga Sureña", obtuvieron buen número de firmas y dictaron la carta constitutiva de la organización, autobautizada "Los Coaligados del Sur" y bajo el lema "Nuestra única defensa es una república sureña". Durante esta gira, Walker le escribió varias cartas a Fayssoux, en Nueva Orleáns, comunicándole que había encontrado amigos y respaldo. La gira fue halagadora en cuanto a sentimientos se refiere; pero en cuanto a la indispensable ayuda material, resultó pobre. De regreso en Mobile, el 19 de julio Walker le envió una carta al Register en la que narró "los hechos del caso", intentando probar que el Presidente Buchanan (a través de intermediarios) le había propuesto que fuese a México en vez de Nicaragua (como lo hizo Henningsen en su lugar). El Ministro de la Guerra John B. Floyd, presuroso, negó haberle dicho a Henningsen nada sobre México que justificara lo que Walker alegaba en su carta. A finales de julio se le abrió una nueva vía para conseguir recursos, la de George H. Bowly, amigo de Fayssoux, quien había hablado con los directores de la compañía canalera Stebbins-White, en Nueva York, y ellos le habían ofrecido poner a Walker "con pie sólido" en Nicaragua, "que asegurará el éxito". En pago, la compañía deseaba que Walker les diera la concesión del Tránsito "por noventa
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y nueve años". El vapor Hermann en el Pacífico y el Washington en el Atlántico, protegidos por la concesión canalera de la compañía de Stebbins-White, con facilidad encubrirían el proyecto secreto. A Walker le pareció la concesión del Tránsito por noventa y nueve años excesiva. Además, su amigo Charles J. Macdonald, conocedor del asunto, no confiaba en Bowly. En consecuencia, el 9 de agosto Walker fue a Nueva York a negociar en persona; lo acompañó Humphries, quien iba "a ver a la gente en Washington". Llegaron a Nueva York el 16 de agosto. El 9 de septiembre Walker le comunica a Fayssoux: "El asunto va bien. ... Diles a los nicaragüenses que se alegren: el día de nuestro triunfo comienza a amanecer". Y el 13 de septiembre escribe entusiasmado: "Diles a todos los nicaragüenses que se preparen a partir el 1 de noviembre. Yo estaré en Mobile para el 1 de octubre y entonces les daré los detalles. ¿Qué tal te parecería si yo fuera a San Juan del Norte con pasaporte del Señor Yrisarri?" Tras ultimar tratos "muy ventajosos" con la compañía Stebbins-White, tratos que incluían hasta pasaportes nicaragüenses para que él y sus filibusteros entraran al país, Walker regresó a Mobile y envió circulares a sus amigos anunciándoles que el 10 de noviembre zarparía un barco hacia Nicaragua. Pero el 27 de octubre el ministro Irisarri publicó en Nueva York un "Manifiesto contra los filibusteros", previniéndoles a los que intentaban invadir Nicaragua disfrazados de colonos que nadie podría ingresar en el país sin pasaporte, y el 30 de octubre el Presidente Buchanan lanzó en Washington su propia "Proclama contra los filibusteros", exhortando a las autoridades a alertarse y actuar con activa lealtad en la supresión de estas empresas ilegales. Desconcertado por la proclama presidencial, Walker salió de Mobile a toda prisa para Washington, adonde llegó el 6 de noviembre. La prensa informó que Walker tenía muchos asuntos que arreglar con Joseph L. White: pasaron largas horas juntos conversando en privado, tras lo cual se hizo evidente que habían llegado a un perfecto acuerdo; Walker conversó además con sus camaradas filibusteros Wheeler, Cazneau, Henningsen y los secesionistas sureños Soulé, Yancey, De Bow y Heiss, y el 10 de noviembre regresó a Mobile. Su organización en el Sur, llamada "Sociedad de Emigrantes Sureños", había logrado reunir sólo 200 hombres en Mobile el 10 de noviembre, fecha en que zarparían a Nicaragua; la partida se pospuso para el 23 en espera de más "emigrantes" de Texas, Arkansas, Louisiana y los estados vecinos que viajarían a San Juan del Norte en el Alice Tainter, de 667 toneladas. El secretario y tesorero de la "Sociedad de Emigrantes Sure-
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ños" era el mayor Julius Hesse, de la firma J. Nesse & Cía.. la misma firma que despachó de Mobile al Fashion para San Juan del Norte en noviembre de 1857. Hesse solicitó el permiso de rutina de la aduana para despachar ahora al Alice Tainter El recaudador de aduanas de Mobile, Thaddeus Sanford, que había sido "engañado" entonces por el manifiesto falso del Fashion, pidió instrucciones a Washington. Por decisión del gabinete, el ministro de hacienda Howell Cobb le ordenó a Sanford que le negara el permiso a Nesse. Cuando el 19 de noviembre se supo en Mobile que el gobierno no dejaba zarpar al Alice Tainter, 300 filibusteros se congregaron en las oficinas de J. Nesse & Cía. a exigir transporte inmediato a San Juan del Norte o que les devolvieran el valor del pasaje. No se dispersaron sino hasta después que les prometieron devolverles el dinero. Walker anunció que si su presencia era lo que impedía efectuar la expedición pacífica, él se retiraría. El 20 se fue de Mobile, sin que se supiera para dónde. Ese mismo día llegó a Mobile el juez John A. Campbell de la Corte Suprema a encargarse de que el gran jurado indagara acerca de las intenciones de los cabecillas "nicaragüenses" en el puerto. Todo el mundo sabía que Walker estaba presto a unírseles cuando los emigrantes arribaran en San Juan del Norte, si es que lograban partir; y el martes 23 de noviembre, la posibilidad de que eso sucediera brilló de pronto cuando el coronel filibustero Edmund H. McDonald llevó a Mobile noticias de Washington que de golpe facilitaban la partida de los emigrantes. La prensa informó "que el primer grupo de emigrantes saldrá mañana, que el barco viajará con regularidad con permiso de la aduana y que los pasajeros tienen pasaportes firmados por Yrisarri". Pero Insarri le había dado al Departamento de Estado la lista de las personas con pasaporte legal para viajar a Nicaragua. Todas zarparían de Nueva York en el Washington. La artimaña de Walker, pues, falló: las autoridades de inmediato declararon falsos los pasaportes de los viajeros de Mobile y la aduana no dejó salir al Alice Tainter En consecuencia, el 28 de noviembre Julius Nesse & Cía. comenzó a reembolsar el valor de los pasajes y 200 filibusteros en cierne se regresaron a sus casas. Walker reapareció en Mobile el 30 de noviembre, con el mismo sigilo con que había desaparecido diez días antes. Llamado a declarar ante el gran jurado, testificó durante seis horas en dos días, contestando una serie de preguntas acerca de sus actividades en California, Sonora y Nicaragua; tras examinar a otros testigos, el jurado no acusó a nadie y el 3 de diciembre se cerró la investigación. La noche siguiente —sábado 4 de diciembre— el centenar de emigrantes que aún estaban en' Mobile se reunieron en el muelle y
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embarcaron en la goleta Susan, de 146 toneladas, de la "Compañía de Vapores de Mobile & Nicaragua" de Henry G. Humphries, al mando del capitán Harry Maury. Según se dijo, la goleta iba para Key West, donde los pasajeros transbordarían al Washington que los llevaría a San Juan del Norte. Poco después de medianoche, el remolcador llevó la goleta a Dog River Bar, a quince kilómetros de Mobile pero todavía dentro de la bahía. El 5 de diciembre en la mañana, la Susan estaba al pairo, meciéndose apenas al soplo de alguna brisita ocasional. El capitán Maury aprovechó la calma para improvisar nuevos marineros, ya que toda la tripulación (menos dos) había abandonado la nave al ver subir a bordo a los filibusteros. De acuerdo a una crónica periodística, para convertir a los pasajeros en marineros Maury utilizó un recurso ingenioso: amarró naipes en las jarcias del velero y enseguida dio las órdenes: ilzar el as de corazones!' el rey de espadas!' `iAmarrar el dos de flor!' iAparejar a la reina!' etc. Aunque no tenía más de veintiocho años de edad, el capitán Maury era un veterano lobo de mar que había comandado su primer barco a los diecinueve. Al contar cabezas, en la Susan iban 112 hombres: el capitán, dos marineros, Charles Allen (corresponsal del New York Herald e historiógrafo de la expedición) y 108 filibusteros, ya casi convertidos en barajas... La Susan permaneció inmóvil hasta el domingo a medianoche. cuando le sopló una buena brisa y prosiguió su derrotero. El lunes al mediodía, a seis kilómetros de la estación naval y de alta mar, el guardacostas Robert Mc Lelland, del capitán J. J. Morrison, de pronto le bloqueó el paso y el capitán pidió ver los documentos de la goleta; Maury respondió que no había sacado el permiso de la aduana porque sólo iba a la estación naval a proveerse de agua antes de zarpar. Morrison subió a bordo de la Susan, la apresó y le ordenó regresar a Mobile; Maury se negó a entregar su barco, alegando que la captura donde estaba, dentro de la bahía, era ilegal y siguió una discusión acalorada al punto de que casi llegaron a los puños cuando el capitán Morrison le dijo al coronel Anderson que lo conocía muy bien y también a su gavilla de piratas. Algunos filibusteros, airados al oír eso, sugirieron que a Morrison no le debían permitir regresar a su nave; Morrison al instante le ordenó al teniente en la lancha junto a la Susan que volviera al remolcador y le disparara un cañonazo a la goleta, sin importarle su vida. Maury lo calmó, asegurándole que nadie le impediría regresar a su barco. Pero continuó el desacuerdo, con el capitán Morrison decidido a llevarse a la Susan a Mobile y el capitán Maury igual de firme en no dejarse capturar. Morrison por último regresó a su barco, dejando al .
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teniente de marina George E White en la goleta filibustera, para cuidar que no se escapara. Maury aceptó al teniente como huésped, según dijo, hasta que la Susan estuviera lista para zarpar y recibiera el permiso de la aduana de Mobile. La Susan se proveyó de agua el lunes en la tarde y de ahí en adelante navegó zigzagueando por toda la bahía, perseguida de cerca por el veloz guardacostas —tan de cerca que con frecuencia Maury sostuvo, estela de por medio, amigables pláticas con Morrison. En una de tantas, le propuso que la Susan protegería al Robert Mc Lelland de los piratas en la bahía de Mobile si el guardacostas luego acompañaba a la goleta a San Juan del Norte para protegerla de la flota británica. El lunes en la noche las dos embarcaciones anclaron juntas y Morrison invitó a Maury a bordo del guardacostas, donde ambos comandantes pasaron un par de horas en amena conversación. Morrison convino en aguardar a que Maury sacara el permiso de la aduana, pero recalcó, si la Susan trataba de escaparse de la bahía sin el permiso, él la echaría a pique a cañonazos. El martes 7 de diciembre la Susan siguió zigzagueando durante todo el día, manteniendo alerta y en continuo movimiento al guardacostas hasta que la tripulación entera estuvo muerta de cansancio. A las 9 PM., Maury visitó de nuevo a Morrison en su barco. De regreso en la Susan, les avisó que iba a anclar y le respondieron "está bien". Maury entonces hizo deslizar por la borda una cadena vieja amarrada a una cuerda, sacudiéndola con ruido para que en el remolcador creyeran que había anclado. El remolcador ancló en seguida. A eso de medianoche, envuelta en una espesa niebla, la Susan se escapó en silencio. A las 3 A.M. del miércoles 8 de diciembre, navegaba ya en aguas del Golfo de México. El guardacostas había quedado en la bahía. Abordo de la goleta filibustera y encerrado en un camarote, el incauto o harto sagaz teniente White apuraba trago a trago en alegre convivio con los coroneles Anderson y Natzmer; el jueves a las 3 PM., a 400 kilómetros de Mobile, lo transbordaron al Oregon, rumbo a Nueva Orleáns, y a su arribo ya sobrio informó que los filibusteros le habían dicho que se dirigían a Greytown [San Juan del Norte]. El viernes la Susan encontró a la goleta Fanny, que iba para Nueva Orleáns, y los filibusteros se identificaron como "la goleta Susan, de Mobile para Greytown, con emigrantes —sin novedad". Mentían a propósito para despistar y facilitar el desembarco en Puerto Cortés, Honduras, adonde los había enviado Walker, quien buscaba en Mobile otra embarcación para unírseles. El 11 de diciembre mandó al coronel Theodore O'Hara, filibustero de Kentucky, a reclutar gente en Columbus y Aberdeen, Mississippi, mien-
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tras él seguía tratando de fletar un barco con capacidad para 250 ó 300 pasajeros. Pero en Mobile había pocas embarcaciones y ninguna de ellas adecuada para sus propósitos. El 17 de diciembre Walker estaba considerando tres goletas, mas a las tres las descartó por ser muy pequeñas. Tuvo que fletar un barco que se esperaba llegaría a Mobile en varios días. El coronel O'Hara regresaría de Columbus el 29 de diciembre y Walker zarparía con sus reclutas el 5 de enero. Y una vez más trató de despistar a las autoridades en provecho de sus planes, escribiéndole a Fayssoux el 25: "actúa de modo que crean que zarparemos de Nueva Orleáns. En esto puedes cooperar. Aquí nos ayudará el que fijen su atención en Nueva Orleáns". La Susan entretanto corría su suerte. El 15 de diciembre, cuando avistaba la costa oriental de la península de Yucatán, Charles Allen, el corresponsal del Herald a bordo, anotó en su Diario: Nos aproximamos a Honduras y como esperamos desembarcar en un par de días, todo es actividad a bordo. Se rumora que ya llevaron a la cubierta los rifles minié, cartuchos, cajas, detonantes, etc., y que los están revisando y preparando para usarlos en tierra. El plomo lo están haciendo balas, y tomando todo en consideración, sentimos "no lejano" el "olor al combate". Entiendo que el plan es desembarcar en Puerto Cortés, el puerto de Omoa en Honduras, y de ahí, tras obtener mulas, caballos, armas y provisiones, marchar por el camino de las acémilas vía Comayagua a León de Nicaragua. Se dice que son como trescientas millas de distancia y que el viaje no es placentero. En León esperamos encontrar hombres y armas para atacar el primer punto que probablemente será el Fuerte San Carlos o El Castillo. Tal plan era descabellado en extremo, y cuando lo publicó, el Herald señaló atinadamente que los filibusteros no tendrían ningún apoyo en Honduras ni Nicaragua, si acaso lograban desembarcar, y que "esta última expedición de Walker eclipsa en lo quijotesco a la de Sonora y las demás". Pero el naufragio providencial de la Susan en un arrecife caribeño desde lejos salvó a Walker en Mobile y a toda su gente de un desastre mayor. El 15 de diciembre, fuertes vientos forzaron a la goleta hacia la costa, zozobrando en el mar enfurecido. El 16 a las 3 A.M., Maury de pronto descubrió reventazones a sotavento y por reflejo ordenó "iabajo el timón!" El azorado piloto novato timoneó rápido al revés, para "arriba", y en un santiamén el viento condujo a la Susan a estrellarse contra un banco de coral a flor de agua, en el arrecife Glover, al Este de Belice. Al instante se partió en dos, con el palo mayor, el de trinquete y el de mesana caídos. Fue una pérdida material porque, auxiliados
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por unos pescadores de tortuga de un cayo vecino, se salvaron todos los pasajeros. El barquito Wasp de los pescadores los condujo en pequeños grupos al cayo central del arrecife. Anderson y Maury luego se fueron en el Wasp a Belice, a cien kilómetros de distancia, a fletar una embarcación que los llevara a todos a Puerto Cortés. El 24 de diciembre firmaron un contrato con el dueño del bergantín Kate en Belice; pero cuando los vio el capitán, recién llegado de Nueva Orleáns, se negó a transportarlos, propalando la especie de que eran filibusteros de Walker y haciéndoles imposible de ahí en adelante conseguir ninguna embarcación. Bajo esas circunstancias, el 26 de diciembre Maury y Anderson aceptaron gustosos la oferta del gobernador inglés Frederick Seymour de repatriar gratis a los Estados Unidos a los náufragos de la Susan en la corbeta británica Basilisk, que fondeaba en Belice. *
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EL PRIMER DÍA de Ario Nuevo de 1859 los 112 náufragos filibusteros de la Susan regresaban a Mobile en la Basilisk. Entraron a la ciudad en procesión, enarbolando la "bandera nicaragüense de Walker" y hasta el ducho Maury echó su discursito. En Nueva York, al recibirse la noticia del retorno y descalabro de los emigrantes, Horace Greeley enunció jubiloso en el Tribune lo que era ya un deseo universal: "iFeliz año nuevo para Nicaragua! Que este suceso sea un presagio para ella". Pero todo presagio favorable era prematuro porque, apenas fracasar la expedición de la Susan, ya Walker estaba laborando con tesón y en silencio para empezar otra más, como si aquel paisecito "híbrido" de los Trópicos le hiciera constantes cosquillas en el bolsillo donde creía llevarlo consigo.
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31. Errabundo WALKER ANOTÓ en las cartas a Fayssoux su reacción al naufragio de la Susan. El 13 de enero de 1859 le escribió de Mobile que, aunque él fracaso de la expedición le había trastornado algo sus planes, éstos ya habían comenzado a tomar forma y substancia de nuevo. Dos días después, le comunicó que las cicunstancias no eran tan sombrías como muchos se imaginaban; con un poco de suerte, esperaba estar en Nicaragua antes del 11 de abril. La forma y substancia de sus planes requerían fondos y reclutas que estaba consiguiendo con ayuda de sus amigos. El 29 de enero, contemplaba que la siguiente expedición saldría de Nueva Orleáns e investigaba las embarcaciones disponibles. Al mismo tiempo, se preparaba para arribar otra vez a su soñado Imperio del Trópico. La Asamblea Constituyente de Nicaragua había promulgado una nueva constitución el 19 de agosto de 1858 y en octubre la prensa norteamericana publicó algunos detalles importantes del documento. Para Walker, los principales eran dos: el Artículo 6, declarando que la religión oficial de la república era la católica, apostólica y romana, y el Artículo 9, declarando que sólo quienes profesaran la religión de la república podían ejercer un cargo público. En consecuencia, el 31 de enero de 1859 William Walker se hizo católico: En ceremonia solemne en la catedral de Mobile, abjuró de su religión presbiteriana, profesó la fe católica y recibió su fe de bautismo; al día siguiente viajó a Nueva Orleáns llevando los bonos de costumbre, pero no logró venderlos, y al no allegar fondos en el Sur viajó hasta California en busca de ayuda. El 5 de marzo zarpaba de Nueva Orleáns en el Philadelphia, rumbo a Nueva York vía La Habana; en La Habana, el 9, tomó el Granada a Aspinwall, y en Panamá, el 16, tomó pasaje de segunda en el Golden Age a San Francisco. Viajó de incógnito, usando el alias "James Wilson", acompañado del coronel Bruno Von Natzmer. El New Orleans Delta informó su partida y los periódicos dieron cuenta de su presencia en cada punto de la travesía. En La Habana le dijo a un periodista amigo, que iba a Aspinwall a tomar el vapor inglés a Southampton; en Panamá la prensa informó que Walker iba a San Francisco y que pronto regresaría a Centroamérica con un ejército de 1,000 filibusteros, pero el Predestinado de los Ojos Grises, disfrazado de Mr. Wilson, no concedió entrevistas ni se presentó en público en Panamá. Quienes lo vieron, afirmaron que andaba andrajoso y afligido.
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En San Francisco el 31 de marzo, en cuanto Bruno Natzmer y "James Wilson" se hospedaron en el Hotel Metropolitan, cundió la noticia de que Walker estaba en la ciudad. Walker se mantuvo encerrado y nunca lo vieron en la calle; Natzmer hizo lo contrario, paseándose ufano por la calle Montgomery y, platicando gustoso con los reporteros, les aseguró que Walker no iba para Sonora; muchos no le creyeron. Había entonces dos proyectos filibusteros contra Sonora que recibían publicidad: la "Compañía de Colonización de Arizona Mejicana y Centroamericana" del General Henningsen, basada en Nueva York, y la "Sociedad de Emigración a las Tierras de Occidente" del coronel Lockridge, en Nueva Orleáns. Se creía que Walker formaba parte de una o de ambas. Mas Walker sólo pensaba en Nicaragua, como él mismo le escribió a Fayssoux: "La gente cree que intento ir a Sonora. Qué poco me conocen a mí y a los demás nicaragüenses. El tiempo, confío, nos hará justicia". Bennett, del New York Herald, conocía a Walker lo suficiente para inferir sin equivocarse que el hombrecito de los ojos grises no pensaba ir a Sonora ni a parte alguna de México, porque "lo que es él, está casado con Nicaragua". Walker se dedicó a conseguir los medios para regresar a la tierra "prometida" que según él era ya su esposa en matrimonio histórico, con la ayuda de amigos como Randolph, Crittenden, Kissane y Macdonald. Al comienzo vio posibilidades de allegar buenos recursos; pero no logró nada y el 4 de mayo le escribió a Fayssoux que al día siguiente saldría para Nueva York; que quizás ahí podría hacer algo, pues "nada se puede hacer aquí sin dinero y en California no hay dinero para nuestros proyectos". Pensaba viajar por tierra vía St. Louis, usando aún el nombre de James Wilson porque deseaba llegar a Nueva York sin llamar la atención. A última hora cambió de parecer y el 5 de mayo zarpó de San Francisco en el Orizaba, lleno de pasajeros para Acapulco y Panamá. Lo acompañaban el coronel Frank Anderson y el mayor Thomas Dolan. El coronel Von Natzmer había salido de San Francisco dos semanas antes, en misión al istmo de Tehuantepec, y ese 5 de mayo se encontraba en Minatitlán. Varios filibusteros de Walker trabajaban en la región, empleados de la Compañía del Tránsito de Tehuantepec, y Walker le encareció a Fayssoux que indujera a cuantos pudiera a irse para allá porque intentaba utilizar a Tehuantepec en el futuro; Natzmer —explicó-- iría a Yucatán vía Tabasco, en una misión importante íntimamente relacionada con Nicaragua. No se supo quién inventó el cuento, pero cuando el Orizaba llegó a Acapulco, los diecinueve viajeros que cruzaron por Tehuantepec propa-
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laron que Walker había desembarcado en Acapulco con 300 filibusteros para auxiliar a los liberales mejicanos. Al oír la noticia en Minatitlán, Natzmer comentó que era precisamente lo que esperaba y añadió: "Esto me decide —ya ahora sé exactamente lo que debo hacer". Natzmer tenía pasaporte prusiano y hablaba el español, ambas cosas valiosas en el recorrido misterioso que entonces hizo, según dijo la prensa, por Yucatán en México y Verapaz en Guatemala, a caballo y sin guías, acompañado de Charles Allen, el historiógrafo de la Susan. Walker, Anderson y Dolan continuaron en el Orizaba a Panamá, cruzaron el istmo desapercibidos y llegaron a Nueva York en el Northern Light el sábado 28 de mayo; nadie detectó su presencia entre los 728 pasajeros de San Francisco. El telégrafo de Nueva Orleáns ya les había anunciado a los neoyorquinos que Walker había desembarcado con 300 hombres en Acapulco, y al atracar el Northern Light los periódicos sólo dijeron: "Nada nuevo sobre Walker". "James Wilson" había conseguido entrar en Nueva York sin llamar la atención. El anonimato fue efímero. El mismo día apareció también el coronel Henry T. Titus y se hospedó en el hotel St. Nicholas. Anderson y Titus eran enemigos desde su comportamiento antitético en El Castillo. Al saber que hospedaba en el St. Nicholas, Anderson lo fue a buscar al bar del hotel para darle una tunda y en la camorra de borrachos que se armó, Anderson paró en la cárcel y la prensa cayó en la cuenta de la presencia de Walker en la ciudad. El Herald comentó que el pequeño cabecilla, príncipe de los filibusteros y terror de los centroamericanos, había en realidad desembarcado, pero en Nueva York y que sus 300 hombres de Acapulco se reducían a 3 en Manhattan. Acosado por la necesidad y frustrado por la falta de recursos en el Sur y en California, Walker seguía sin embargo seguro del éxito y en la primera carta de Nueva York, el 4 de junio de 1859, le transmitió a Fayssoux sus ilusorias esperanzas: "El momento actual es propicio. Puedes animar confiado a nuestros amigos de Nueva Orleáns y todas partes. Se acerca el día de nuestro triunfo". El momento propicio se debía a la guerra que libraban los "comodoros" del Tránsito, de la que Walker trató de aprovecharse con la ayuda de Charles J. Macdonald, quien viajó de California a Nueva York casi junto con él. En diciembre de 1858, Walker declaró a favor de Macdonald en una demanda judicial por salarios contra Garrison & Morgan, y Macdonald luego colaboró con Walker en las negociaciones con Joseph L. White y otros magnates del Tránsito, tal como en el pasado. El 7 de abril de 1859 comenzó una nueva fase en "la guerra de los comodoros" del Tránsito cuando el Administrador de Correos
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sacó a licitación el transporte de la correspondencia desde Nueva York y Nueva Orleáns y San Francisco al expirar el . contrato con la línea de Panamá el próximo 1° de octubre. Tras recibir las propuestas de Vanderbilt y otros para hacerlo vía Panamá, el 10 de mayo el Administrador otorgó el contrato a Mr. Daniel H. Johnson, de Nueva York, representante de los interesados en la ruta por Nicaragua. Johnson representaba a Joseph L. White, quien vio en la licitación del correo la forma de conseguir el lucrativo tráfico de pasajeros y carga por Nicaragua. La cuestión del Tránsito continuaba sin resolverse, y muchos creían que el contrato del correo vía Nicaragua les daría el derecho de llevar pasajeros y carga bajo la protección del gobierno de Washington; pero White era tan odiado en Nicaragua que sagaz se escondió tras la figura del fantoche Johnson. El 26 de abril, el enviado nicaragüense Máximo Jerez notificó a la compañía canalera de White que el 23 de marzo el senado y la cámara de diputados en Managua habían declarado nulo y sin valor el contrato anterior, firmado en 1857, debido a que la compañía no había cumplido con sus obligaciones. White renunció de inmediato a su cargo de director de la compañía canalera, lo cual permitió iniciar nuevas negociaciones con Nicaragua. El 6 de junio, Jerez firmó un contrato de Tránsito con los nuevos directores y lo llevó en persona a Managua a cabildear para que lo aprobara el Congreso, que ya había rechazado otro contrato firmado por él con la compañía Wallace-Vandyke en octubre de 1858. Johnson (es decir, White) y Wallace-Vandyke se fusionaron en mayo y formaron la "Compañía del Tránsito de Estados Unidos y Centroamérica" para llevar correspondencia, pasajeros y carga por Nicaragua, alegando que la concesión a Wallace-Vandyke era válida con la simple firma de Jerez y que su rechazo por el congreso fue ilegal. Tal era la situación cuando Walker le habló a White en Nueva York, buscando su ayuda para volver a Nicaragua. Las negociaciones que siguieron se vislumbran en las cartas de Walker a Fayssoux. La primera señal de progreso vino el 8 de julio: "Espero completar mis preparativos en pocos días. Son más satisfactorios que todos los que jamás hice en el pasado". Y, habiendo llegado a un acuerdo con White el 12 de julio, el 13 le comunicó a Fayssoux la buena nueva: "Por fin concluí los arreglos para nuestro retorno a Nicaragua. Son de tal naturaleza que será difícil, para no decir imposible, que los derroten nada de lo que hagan las autoridadá de Estados Unidos ni nadie. Jamás logré hacer tanto antes de salir a como he hecho ahora en Nueva York. En pocos días estaré en Nueva OrleánS y te daré los detalles personalmente". No sólo sería imposible que las autoridades de Estados Unidos derrotaran los planes de Walker, sino que de
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hecho la Marina norteamericana colaboraba con su proyecto filibustero. Walker le dio a Fayssoux la sorprendente noticia el 16 de julio: "Espero salir el lunes, como te dije en mi carta anterior. He prolongado mi estadía aquí varios días para recobrar los bienes que me quitó Paulding en Punta de Castilla y que están ahora en las bases navales de Brooklyn y Gosport. El doctor Kellum, cirujano del barco de guerra R. J. Walker, va esta tarde a Norfolk a recibirlos". Con abundantes armas en mano y abundantes fondos prometidos por White, Walker de inmediato les urgió a Fayssoux en Nueva Orleáns y a Maury en Mobile el que sus agentes reclutaran cuantos hombres pudieran en el Sur y los tuvieran listos en Nueva Orleáns el 20 de agosto para zarpar a Nicaragua. Walker estaba seguro más que nunca del éxito y dio rienda suelta a su exuberante optimismo en las cartas a Fayssoux: "Confía a plenitud que mis preparativos son de tal naturaleza que es casi imposible que se retrase nuestra partida. Son también de tal índole, que se pueden mantener en secreto hasta el momento de salir. Puedes estar seguro de que no te escribiría tan confiado si no tuviera certeza de ello". Pero en la misma carta había un detalle ominoso, que Walker mismo —su relator— no detectó como tal: "Desde que estoy aquí he visto poco al general Henningsen, aunque al principio parecía deseoso de ser amigable. Él vive engañado, imaginándose que es indispensable para nosotros y espera que prácticamente se le dé a él el mando". El distanciamiento de Walker con Henningsen arruinó enseguida todos sus planes. Ya se había oscurecido el horizonte halagüeño el 5 de agosto, cuando le escribió de nuevo a Fayssoux: "Las personas con quienes hice los arreglos, desde hace veinte días me han estado prometiendo el dinero que convenimos el 12 de julio; mas se han retrasado tanto que me temo no van a cumplir lo prometido. En este estado de incertidumbre, lo mejor es que les avises a nuestros amigos fuera de Nueva Orleáns que no se vayan allá mientras no reciban nuevas instrucciones". Un amigo de Joseph L. White le contó a un reportero del New York Tribune todo lo que sucedía tras bastidores y la trama oculta que desplazó en forma decisiva al frío y obstinado hombrecito iluso, y el 13 de agosto el periódico se lo comunicó al público: ¿Qué están tratando de hacer los especuladores dueños de la concesión Wallace-Vandyke? Ellos han tenido varias entrevistas con el "hombre de los ojos grises-azulados", y estaban disp,..iestos a llevarlo de nuevo a ese país a que recreara todos los horrores de su anterior campaña. Pero Mr. J. L. White dijo que "Walker necesita un amo", "Usted, Mr. Walker, está bien, con
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tal de que tenga un amo; usted debe obedecer órdenes si lo ponemos ahí de nuevo". Eso no le gustó al predestinado de los ojos grises-azulados. Entonces lo descartaron y ahora Henningsen, quien es su mediador actual ante George Law, es quien se hará cargo a petición suya. Henningsen es el hombre que han escogido para revolucionar Centroamérica.
iSe le habían cogido el mandado! Walker no se rindió y más bien se humilló rogándole a White su ayuda para volver a Nicaragua. En su manifiesto "Al pueblo americano" el 1 de octubre de 1859, Walker con claridad confiesa que él "no había titubeado en suplicar casi como limosna los centavos con los que podréis recobrar vuestros derechos y os darán a vosotros y vuestros hijos la riqueza de las Indias". No dijo qué concesiones hizo; simplemente le dijo a Fayssoux, el 13 de agosto, que "prosiguiera como antes" pues había hecho arreglos "muy satisfactorios". Mas las relaciones con White nunca fueron satisfactorias y el 20 de agosto aún estaba en Nueva York: "Todavía me detienen aquí los atrasos excesivos de quienes dicen estar dispuestos a cumplir sus promesas y sin embargo no hacen lo que están obligados a hacer". Por último, el 25 de agosto le anunció a Fayssoux que, después de muchos atrasos y esperas innecesarias, "por fin conseguí concluir nuestros asuntos aquí satisfactoriamente. Hoy salgo para Nueva Orleáns vía Cincinnati y Louisville". Walker salió de Nueva York conforme lo había previsto, llegó a Louisville el 30, bajó en barco por el río Mississippi y arribó a Nueva Orleáns el 6 de septiembre. Las armas salieron de Nueva York el 19 de septiembre en el Philadelphia, rumbo a Nueva Orleáns vía La Habana y Key West; al llegar a Nueva Orleáns el 30, el cargamento de armas de Walker quedó en el barco después que bajaron a tierra los pasajeros y el resto de la carga. El vapor estaba supuesto a zarpar para Aspinwall el 6 de octubre. La prensa notició después que en el Philadelphia iban 1,000 rifles, 90,000 cartuchos y 20,000 fulminantes. Parte de las armas las habían comprado en Nueva York y otras eran de la base naval de Brooklyn, donde un oficial filibustero las reclamó para su dueño, William Walker, entregándoselas por órdenes de Washington; el barco también llevaba ocho o diez lanchas en las que los filibusteros pensaban subir el río Colorado y el San Juan. Alrededor de 300 jóvenes fuertes y atléticos, en su mayoría de buenas familias de Georgia, South Carolina y Alabama, se congregaron en Mobile y el 2 de octubre el capitán Harry Maury se los llevó en el buque correo a Nueva Orleáns, de ahí seguirían para Aspinwall en el Philadelphia. El Mobile Tribune informó que eran emigrantes con destino al nuevo El Dorado llamado Chiriquí, y el New
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Orleans Picayune les explicó a sus lectores que "Chiriquí" quería de-
cir "Nicaragua"... En Nueva York, la "Compañía del Tránsito de Estados Unidos y Centroamérica" anunció la inauguración de su línea vía Nicaragua: el St. Louis zarparía de Nueva York para San Juan del Norte el 5 de octubre y los pasajeros continuarían de San Juan del Sur a San Francisco en el Pacific. En Nueva Orleáns, Walker redactó su Manifiesto "Al pueblo americano", presto a partir en el Philadelphia para su "patria adoptiva". En Washington, el Presidente Buchanan envió instrucciones a las autoridades federales en Nueva Orleáns de apresar al Philadelphia "si hubiere motivo para creer que se dedica a filibusterear" y arrestar a todos los filibusteros "a punto de embarcarse", para todo lo cual se podía utilizar una compañía de artillería de la base en Baton Rouge si fuere necesario. El Philadephia solicitó permiso a la aduana para navegar en lastre a Aspinwall. Los "emigrantes" a "Chiriquí", reducidos en número a 150, lo aguardaban en el Southwest Pass, río abajo de Nueva Orleáns, pretendiéndose pescadores. Por instrucciones de Washington, el recaudador del puerto le negó el permiso al Philadelphia; y el 7 de octubre las autoridades, sin morder el anzuelo, con un destacamento de soldados arrestaron a los "pescadores" del Southwest Pass, que no opusieron resistencia. En Nueva York, el recaudador del puerto le negó el permiso al St. Louis por órdenes del ministro de hacienda Howell Cobb, a quien se le informó que Henningsen y 200 hombres iban a San Juan en el vapor. Daniel Johnson entonces 'e dijo al Administrador de Correos que no podía cumplir su contrato con el gobierno; el administrador anuló el contrato y le pasó la concesión a la "Compañía de Vapores Atlántico y Pacífico" de Vanderbilt, para llevar la correspondencia vía Panamá. En Nueva Orleáns, Walker redactó al momento (aunque al parecer no se publicó) una airada protesta que intituló "Hechos alarmantes", relatando los actos de las autoridades (pero no los propios), para "exhibir en toda su desnudez la depravación y corrupción actual del gobierno federal".
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32. La Guerra en Nicaragua EL JUICIO a los filibusteros de Walker por violación de la ley de neutralidad en la expedición abortada del Philadelphia se ventiló en el juzgado del juez McCaleb en Nueva Orleáns. El 15 de octubre de 1859 enjuiciaron a cuatro subalternos —al coronel Anderson y los capitanes Maury, Fayssoux y Scott, y los cuatros salieron libres el 24. El Phíladelphia, confiscado por las autoridades, fue luego devuelto a sus dueños por el juez McCaleb, quien expuso la ley y los hechos del caso en forma "luminosa" para sentenciar que "no ha lugar a la confiscación de este barco y se le debe devolver a sus dueños". Demás está decir que ningún cabecilla —ni Walker, ni Henningsen ni White— fue acusado. Gozando de libertad pero habiendo ya llegado al final de la línea sin los mínimos recursos en mano para otra expedición, Walker se dedica a escribir. Al finalizar 1859, cuando en vísperas de la Guerra de Secesión todo el Sur se estremecía previendo el conflicto, William Walker escribía tranquilo sus memorias en Nueva Orleáns. Las llamó La Guerra en Nicaragua, cubriendo los eventos desde su arribo en el país en el Vesta en junio de 1855 hasta su partida en la St. Mary's en mayo de 1857. Tras cuatro meses de asíduo trabajo, el 17 de febrero de 1860 Walker llevó el manuscrito a la casa editora S. H. Goetzel & Co., en Mobile. Mr. Goetzel lo recibió entusiasmado, diciendo que sólo en Alabama vendería 20,000 ejemplares; el libro lo imprimiría en Nueva York; él iría con Walker a vigilar la impresión; y lo tendría a la venta para el 1 de abril. Walker salió de Mobile para Nueva York al día siguiente, vía Montgomery y Charleston. El 27 de febrero le entregó el manuscrito completo a Goetzel, en Nueva York, y ambos procedieron a dirigir la impresión. El 5 de marzo, Walker le comunicó a Fayssoux: "Mi trabajo aquí va bien. El libro estará listo el 20 de este mes; así es que lo recibirás para el 1 de abril. Goetzel insiste en poner el retrato del autor en el libro; y aunque considero que es una falta a las reglas de la buena crianza, me veo obligado a consentir a ello como parte de las ' artimañas' del negocio". Terminó de corregir pruebas el miércoles 14 de marzo y diez días más tarde se hallaba en Louisville con los primeros ejemplares de su obra, los que de seguro autografió con dedicatorias al dárselos a su padre, hermana y cuñado. Cuando llegó a Nueva Orleáns en el Diana, en la mañana del 10 de abril, La Guerra en Nicaragua estaba ya a la venta en la ciudad. Apenas desembarcó, caminando en la calle con los capitanes
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Fayssoux y Scott, se encontró con el coronel Lockridge, quien le dijo airado que en cuanto a él se refería, el libro era "totalmente falso en casi todos los detalles". Le informó a Walker que "muy pronto" lo haría "responsable de ello" y Walker le respondió, "Cuando usted quiera, señor". A última hora se canceló el duelo por el buen juicio del padrino de Lockridge, quien retiró el reto en espera de que Walker le contestara una pregunta: "¿Al criticar en su libro los actos de Lockridge, quiso usted insinuar que él actuó en forma deshonrosa y cobarde?" Walker respondió que no y agregó: "Cuando yo lanzo acusaciones contra el carácter de alguien, le aseguro a usted que mis palabras no dejan lugar a duda". En los tres años transcurridos desde 1857, la guerra en Nicaragua de Walker se había vuelto historia antigua para un Sur ya psicológicamente sitiado y librando de antemano su propia guerra a muerte de semi-nación condenada a sucumbir y someterse y abolir para siempre la esclavitud; el libro, pues, no causó ningún impacto frente a sucesos diarios cada vez más conflictivos y trascendentes. En el Norte, no tuvo acogida. El Tribune de Greeley mencionó su publicación, pero no lo incluyó en la revista semanal de las producciones literarias, mientras que Bennett, en el Herald, aprovechó la oportunidad para mostrar patente una vez más lo que pensaba del "hombrecito de ojos grises": Libros recibidos antes del 15 de abril. LA GUERRA EN NICARAGUA. Por el general William Walker. S.H. Goetzel, Mobile. Aquél que es su propio abogado tiene por cliente un tonto, reza el refrán, y dicha máxima, traducida libremente, le calza al autor de este libro. El general Walker, rodeado de la reserva que se cuidó bien de guardar ante sus subalternos, era un personaje de proporciones mentales indefinibles y en consecuencia generalmente se le atribuía cierto grado de capacidad. Sus memorias serán funestas para la reputación (cualquiera que sea) que ha adquirido, ya que muestran que alguien puede ocupar un gran espacio ante los ojos del mundo sin tener nada adentro. Los historiadores norteamericanos han sido más benévolos, dándole notas altas por su "pasión por la verdad" y alabando su obra La Guerra en Nicaraguapor la "escrupulosa exactitud" de los hechos relatados. La única falla que detectan es la forma en que Walker trata la cuestión de la esclavitud en el Capítulo 8, que tildan de propaganda insincera. Los cuatro principales historiadores walkerianos concuerdan, y se apartan irreflexivamente tanto de la verdad como de la realidad, pese a leerse éstas muy a las claras.
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En mi opinión, el Capítulo 8, "La administración de Walker", es quizá el más veraz de la obra: lo que expresa ahí Walker sobre la esclavitud es al dedillo lo mismo que siempre expresó en ocasiones anteriores, narrado ya en esta biografía. El Capítulo 8 es un recuento fiel y cabal de sus esfuerzos para la transformación radical de Nicaragua, en total armonía con los hechos registrados en estas páginas. Como lo señalara el profesor William O. Scroggs en su biografía de Walker (Filibusters and Financiers, New York: Russell & Russell, 1969, p. 380), la nota sobresaliente de la obra es la notable ausencia de pasión con que trata a amigos y enemigos. Su pluma no revela casi nada de emoción: "Pocos escritores han logrado narrar la historia en la que han jugado un papel tan primordial, dejando traslucir tan poco de su propia personalidad. Para el lector, el autor parece ser la fría encarnación de una idea o propósito y no un ser que posea los rasgos característicos de la naturaleza humana". A través del libro, Walker habla de sí mismo en la tercera persona. A menudo parece que una personalidad diferente —el Timothy Tucker que salió a luz en 1849 tras la muerte de Ellen— fue quien escribió la obra para sus dos compañeros, el político insigne Gabriel Gumbo y el genio militar Dick Dobs. Ya en 1857, cuando un antiguo condiscípulo le contó a un reportero del Alta acerca del noviazgo de Billy y Ellen —de la separación que la deprimió hasta el extremo de enfermarse y morir— el periodista había comentado que la historia sonaba romántica pero era el único indicio inteligible para explicar la singular revolución ocurrida en el carácter de Walker, ya que hubo una conmoción mental que transformó al joven cariñoso y afeminado de Nashville en el cruel filibustero de Nicaragua. Y enseguida se preguntó: ¿Por qué no iba a ser el amor destrozado y la visión de su sordomuda con el corazón partido, muerta de amor por él? Para una imaginación como debe ser la suya, una visión como ésta puede muy bien convertirse en realidad permanente y poderosa, proyectando su negra sombra sobre toda su carrera y carácter. Varios meses después, cuando Walker estuvo en el hotel Brown en Washington después de su arresto por el comodoro Paulding, el corresponsal del New York Tribune observó: como una obra teatral —mejor dicho, mejor que la mayoría e ellas— el asistir a una recepción de Walker y verlo recibir a ,s generales tejanos y coroneles californianos que llegan a sa..darlo —hombrones grandotes, gordotes, jactanciosos, barbudos, fieros, gritones, campechanos y toscos, entran a zancalas en el cuarto y al encontrarse con el rostro impasible, los de-
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dos frígidos y el aire de seminarista del terrible filibustero, de pronto se amilanan a la condición de hombres que creyéndose invitados a un festín, se encuentran en un entierro.
El corresponsal añadió que sospechaba que Walker había conscientemente formado sus modales y su carácter tomando de modelo a Conrad, el Corsario del poema de ese nombre de Byron: Pero ¿quién es ese JEFE? En toda costa resuena su nombre temido y famoso —por él se preguntan, y no saben más. Entre ellos mézclase sólo para mandarlos; Son pocas sus palabras, pero agudo su ojo y firme su mano. Jamás adereza él los joviales juegos con el mirto, Pero ellos le perdonan su silencio por el éxito. Quizá ambos periodistas tenían razón, pues parece que Ellen se había convertido de veras en realidad permanente y poderosa, proyectando su sombra post modem sobre la carrera y el carácter del Predestinado de los Ojos Grises, y él, a su vez, consciente o inconscientemente formó sus modales y carácter tomando de modelo al héroe imaginario de Byron —como lo indica el relator. Byron era el poeta favorito de Billy; su poema "La novia de Abidos" fue el estímulo para el poema (del significado recóndito) de Billy en 1844 sobre la crucifixión, y en La unidad del Arte, en 1848, Billy dice que el nombre de Byron se recordará mientras exista simpatía para el genio que sufre y analizó al Manfredo de Byron, llamándolo una eximia creación de la escuela clásica. Así, cuando escribe La Guerra en Nicaragua, a finales de 1859, William Walker (o su otro yo, Timothy Tucker), recuerda que el 16 de junio de 1855 en que los americanos desembarcaron en El Realejo y saltaron a tierra por primera vez en Nicaragua, "la obscuridad profunda de la selva tropical era más impresionante por el océano de luz que la rodeaba; y la quietud de la naturaleza inspiraba al espectador un asombro que imponía silencio y reflexión". El 28 de junio, al marchar de El Gigante a su primera batalla en Rivas, empapado por la lluvia que bajó en torrentes durante la noche, al amanecer sintió "los efectos balsámicos de la suave brisa que parecía un fluido totalmente diferente de la atmósfera de los climas templados ... como si una tenue y vaporosa exhalación de opio, altemativamente calmante y exultante, se mezclara a intervalos con los elementos ordinarios de la atmósfera". Reflexionando sobre la vaporosa exhalación de opio al amanecer, después de una noche de lluvia torrencial, la siguiente estrofa del Don Juan de Byron se vislumbra en la reminiscencia de Walker:
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La evaporación de un día jubiloso es como... ... una oleada que la tormenta deja atrás, Sin la animación del viento; O como una opiata, que da reposo inquieto.
Al aproximarse a Rivas a librar la batalla bajo la influencia de la calmante y exultante opiata de Don Juan, un Walker jubiloso contempló: ...una visión encantadora. Se veía todo el lago de Nicaragua, y levantándose de él, como Venus del mar, el alto y airoso cono de Ometepe. Las oscuras selvas de los trópicos vestían el lado del volcán, que parecía reposar bajo la influencia de la suave luz solar que lo rodeaba. La forma de la montaña narró su historia como si estuviera escrita en un libro; y la apariencia del volcán se asemejaba tanto a la de una persona durmiendo la siesta, que el espectador no se hubiera sorprendido al verlo despertar en cualquier momento echando la lava de sus costados ardientes. La primera mirada a la escena hizo dar un salto al corazón. La visión encantadora de Walker la isla de Ometepe con su par de volcanes cónicos— era en su imaginación la Señora Gulbeyaz, la Sultana, con su "par de Pafios", en el Don Juan de Byron: —
La Señora levantándose con un donaire Como Venus se levantó de las olas, en ellos Encorvó como un antílope su par de Pafios' Ella, sin otro prefacio, mezclando en sus azules ojos Poder y pasión, asentó en él la mirada, Y al apenas decir 'Cristiano, ¿tú no puedes amar?' Concibió que esa frase bastaba para excitarlo...
Y a Walker lo excitó, dándole un salto el corazón. Su singular reacción poética ante el cono del Concepción en su reminiscencia de La Guerra en Nicaragua, (la cual explica Don Juan) muestra activa toda la sublimación: el mecanismo psicológico que Walker utilizó cuando desplazó el amor que le tuvo a Ellen, volcándolo hacia el objeto de su misión, que de 1855 hasta su muerte en 1860 fue Nicaragua. La toma de Granada —capital de Nicaragua— psicológicamente fue para Walker la posesión de Ellen; y cuando se vio forzado a abandonar la ciudad, la destruyó antes que ningún rival la poseye* En inglés, PAPHIAN, qué significa amor ilícito (de Pafos, antigua dudad de la isla de Chipre, célebre por su templo de Afrodita, diosa griega de la Belleza y el Amor). Esta estrofa de Byron señala que Walker vio en el Concepción y el Maderas—los dos volcanes cónicos de la isla de Ometepe— los senos erectos de la mujer amada.
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ra. Era de hecho un juramento de amante: iMía o de nadie! En La Guerra en Nicaragua desnudó su alma valiéndose del mecanismo psicológico de la proyección, achacándoles a otros lo que él mismo sentía muy hondo: El apego de los viejos chamorristas a Granada era fuerte y peculiar. Amaban a su ciudad capital como a una mujer; y aún después de haber transcurrido años, sus ojos se anegan de lágrimas cuando hablan de la pérdida de su amada Granada.
El apego de Walker a Nicaragua era en realidad fuerte y peculiar —el amor a una mujer— y otro periodista (corresponsal del New York Herald en Nueva Orleáns) lo notó y anotó en 1859 con estas palabras: "Al ' predestinadito de ojos grises' ciertamente le fascinan las lomas de Nicaragua, o quizás sea que lo trastorna el gozo de jugar a Emperador". En su biografía de Walker (The World and William Walker, New York: Harper & Row, Publishers, 1963, p. 120) Albert Z. Carr señaló también que Walker se "enamoró locamente" de Nicaragua "como si hubiera sido una mujer". Walker nunca se volvió a enamorar de mujer de carne y hueso después de la muerte de Ellen. Su castidad era notoria; no lo atraía la compañía de las damas y su frigidez se tradujo en una equívoca impotencia de raíz edípica. Su prima, Mrs. Bryant, aseguraba que Walker jamás se fijó en mujer alguna, excepto en la sordomuda de Nueva Orleáns, a quien amó. Y jugar a emperador en las lomas de Nicaragua fue la obsesión eterna de Walker. De 1855 hasta su muerte, ya él no le pertenecía a su tierra natal, el Sur, sino a su tierra adoptiva, Nicaragua. Ese mensaje lo enunció sin ambages en 1858 en el discurso de defensa en el juicio en Nueva Orleáns, que divulgó el New York Times: El general Walker, probablemente, debe su libertad a su propia habilidad como abogado defensor. Las palabras que pronunció en el juzgado son por mucho las más ardientes y decididas; el mejor discurso que ha diCho hasta hoy. Necesariamente produjo un gran efecto. En él declara claramente su determinación inalterable de seguir jineteando su caballito de palo nicaragüense mientras viva y mientras Nicaragua no se le corra o caiga en manos de otro. Al mismo tiempo, niega tener la intención de violar las leyes de los Estados Unidos y, en efecto, renuncia a su ciudadanía americana, virtualmente abjura su lealtad a este país y se declara nicaragüense de aquí en adelante.
La transformación de Walker se completa aque131 de enero de 1859 cuando abraza la fe católica en Mobile. Claro está que todo el mundo se dio cuenta de que lo hizo debido a la ley aprobada en Managua. Esta obvia motivación política, sin embargo, no logra explicar del todo el hecho de que Walker se hizo católico en realidad y
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murió católico. Mi teoría es que la transformación de Walker, causada por la sublimación de su amor a la difunta, lo llevó a romper con su pasado presbiteriano de Nashville y lo impelió a abrazar la fe de Nicaragua.
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C.,./17091~1 Certificado bautismal de Walker. Se hizo bautizar católico en enero de 1859 al enterarse que la nueva Constitución de Nicaragua exigía este requisito para ejercer un c,argo público.
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LIBRO QUINTO: CITA CON EL DESTINO
Placa en el lugar donde fue fusilado.
El último acto en la biografía del héroe es el de la muerte o de la despedida. Aquí se epitomiza el sentido completo de la vida. Sin necesidad de decirlo, el héroe no sería héroe si la muerte en alguna forma le infundiera terror; su condición primera es reconciliarse con la tumba. Joseph Campbell.
The Hero with a Thousand Faces.
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33. El Adiós UN ATAREADO WALKER, al tiempo que escribía en Nueva Orleáns La Guerra en Nicaragua, envió a Nueva York al capitán Fayssoux (después de sobreseído en el juicio del Philadelphia) para hacer cuentas con Marshal O. Roberts, dueño del vapor, y alistar otra expedición. Con ayuda del comerciante de Wall Street Francis Monis y del abogado-agente de Vanderbilt John Thomas Doyle, el activo capitán logró ajustar la partida por el transporte de las armas en el Philadelphia según los términos de Walker, presionando y amenazando a Roberts con revelar su complicidad en la empresa filibustera, pero a su regreso en diciembre a Nueva Orleáns no había obtenido nada para lanzar otra aventura. Concluido el manuscrito y ya en la imprenta en Nueva York, Walker habló ahí con sus amigos y le trasmitió a Fayssoux, por entonces su confidente a todas horas, que Monis parecía muy deseoso de seguir adelante con "nuestro trabajo": él, Morris se encargaría de fletar filibusteros hasta Aspinwall, y Walker conseguiría los medios para el traslado posterior a San Juan del Norte. En las cartas a Fayssoux, Walker lo mantuvo al tanto de estos preparativos. El 12 de marzo había llegado aun acuerdo con Monis y le dijo a Fayssoux que deseaba ver al capitán J. S. West en cuanto regresara a Nueva Orleáns: West era la persona indicada para "administrar una finca en el río San Juan", adonde Walker enviaría "jornaleros con las herramientas necesarias, diez o quince cada dos semanas". Sin embargo, al restituir Inglaterra a Honduras las Islas de la Bahía Walker hubo de cambiar de planes. El jefe filibustero necesitaba alternativas y aceptó la primera opción a la vista: a mediados de marzo de 1860, el súbdito inglés Mr. Elwyn, residente en Roatán, visitó a Fayssoux en Nueva Orleáns pidiéndole el envío (por Walker) de cincuenta hombres en barquitos fruteros que los dejarían en las islas, grupo a grupo. Los inmigrantes debían llegar antes del traspaso (que se esperaba el 28 de mayo) "para que ayudaran a preservar la libertad y proteger los bienes de los isleños en cualquier colisión que pudiera ocurrir con los hondureños". Walker o los inmigrantes pagarían los pasajes, pero Elwyn y sus amigos se harían cargo de su manutención en las islas y después colaborarían con Walker en la empresa de Nicaragua. Cuando el 10 de abril Walker llegó de Nueva York a Nueva Orleáns y Fayssoux le comunicó la propuesta de Elwyn, la aceptó y descartó el proyecto previo de Aspinwall. El 20 de abril envió a Roatán a Charles Allen y otros cuatro en la goleta frute-
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ra Wm. Abbott; tres más siguieron en la Isaac Toucey el 23, dos en la Dew Drop el 25, tres en la John A. Taylor el 5 de mayo, once en la Clifton el 18 del mismo mayo y veinte en la Isaac Toucey el 2 de junio, para un total de cuarenta y cuatro filibusteros que viajaron a Roatán camuflados de inmigrantes pacíficos e independientes. Al concluir abril, Walker recorrió Mobile, Montgomery y Selma, allegando fondos para los pasajes a Roatán. Su gira fue "hasta cierto punto exitosa": en Mobile, Humphries le dio $180; en Selma, tuvo "más suerte". El 5 de junio, Walker nombró a Fayssoux "agente general" en Nueva Orleáns para que lo representara en todos los asuntos relacionados con Nicaragua y Centroamérica y luego partió a Roatán en la John A. Taylor acompañado del coronel Thomas Henry, viejo paladín en la guerra a México y filibustero de casta, el mayor Thomas Dolan y otros dos cofrades. Antes, le encareció a Fayssoux recordarle a Humphries que andaba escaso de dinero y le urgían fondos. Aunque viajó de incógnito, registrado como Mr. Williams en la lista de pasajeros de la goleta, la prensa de Nueva Orleáns al punto anunció su partida para Centroamérica, y en Port McDonald, Roatán, el 16 de junio ya encontró problemas. Los habitantes de las Islas de la Bahía, negros en su mayoría, eran en general hostiles a los norteamericanos, pues creían que éstos intentaban esclavizarlos, por la proximidad del Sur esclavista. Los "inmigrantes" de Walker fueron mal vistos desde el comienzo, en particular cuando uno le contó a varios isleños que había andado con Walker en Nicaragua; las autoridades inglesas detectaron la presencia de los filibusteros, averiguaron las actividades de Elwyn y reaccionaron de acuerdo. Poco antes de arribar Walker a Port McDonald, el buque correo inglés había llegado de Belice con el Superintendente Thomas Price, un contingente de tropas y el juez, para aprehender a Mr. Elwyn y enjuiciarlo por traidor. Pero Elwyn andaba en otra isla con varios de los de Walker y, al no encontrarlo, el Superintendente y el juez regresaron a Belice, dejando cincuenta soldados y una batería de lanzacohetes en Port McDonald. Seguir en Roatán era llamar al fracaso; Walker juntó a su gente y partió con ellos en la Taylor a Cozumel, Yucatán, y esperar ahí los refuerzos de Nueva Orleáns. Cuarenta y nueve filibusteros desembarcaron el 23 en el extremo Sur de Cozumel y requisaron las dos chozas y el único rebaño de cabras de los isleños que huyeron al verlos. La goleta enrumbó a Nueva Orleáns con una carta a Fayssoux relatándole los sucesos y pidiándole más hombres, pertrechos y vituallas. El único pensamiento de Walker era invadir Nicaragua; además, le confía a Fayssoux en otra misiva, "suceda lo que suceda he
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decidido no regresar a Estados Unidos, a menos que una necesidad imperiosa me obligue a hacerlo". Esta vez, el papel de emisario le tocó a Elwyn como le tocara a Byron Cole en 1855, pero ahora ya no hubo contrata de colonización que producir ni regalías que observar; el Predestinado iba directo a la acción. En otras palabras, era llegado para él y para todos el momento de la partida del héroe ... la hora sin retorno y la brújula sin aguja, sólo puro imán. Fayssoux aún le envió de Nueva Orleáns más gente y pertrechos. Dieciocho filibusteros zarparon en la Dew Drop el 13 de junio; el coronel A.F. Rudler siguió con veinticinco en la Clifton el 23 de junio y nueve salieron en el siguiente viaje de la Taylor, el 5 de julio, sumando un total de 101 hombres (Walker mismo incluido) para invadir Nicaragua. Mientras tanto, al ratificarse el tratado en Comayagua, el traspaso de las Islas de la Bahía se fijó para finales de julio; y al saber las autoridades británicas en Jamaica de la presencia de los filibusteros norteamericanos en Roatán, enviaron en su búsqueda la corbeta Icarus a Belice. Junio concluía, el superintendente Price, en Belice, ordenó a la Icarus perseguir a Walker, que se decía estaba en las Islas Swan. Durante las siguientes dos semanas, la Icarus exploró diversas ensenadas y puertos, sin pillarlo. El 16 de julio, la Clifton tocó Belice con pasajeros y carga de Nueva Orleáns, entre ellos los filibusteros de Rudler rumbo a Roatán. El 18, a punto de partir, el inspector de aduanas subió abordo, abrió varias cajas de "la mercancía", y confiscó veintisiete bultos de municiones de contrabando. La Clifton quedó detenida; pero el coronel Rudler y los suyos se escabulleron a Roatán en otra goleta, sin los valiosos pertrechos. El 23 de julio, el superintendente Price viajó en la Icarus a Trujillo, alertando a las autoridades hondureñas a que pusieran el puerto en el mejor estado de defensa posible ya que él creía que la expedición de Walker era en realidad seria y de grandes proporciones; tras una fiesta en su honor, el 24, Price continuó el 25 en la Icarus a Roatán. Walker permaneció en Cozumel hasta el 16 de julio por la noche, cuando zarpó en la Dew Drop a la Isla de Guanaja, donde había quedado de encontrarse con el capitán Leonard Lombard y la Taylor. Ahí esperó junto a la costa hasta la mañana del 24 cuando, preocupado por la ausencia de la Taylor, zarpó hacia Roatán en busca de noticias. Al aproximarse, un isleño amigo le informó que Lombard estaba todavía en Port McDonald, que la Clifton no había llegado y que la Icarus lo perseguía. Walker entonces le envió una carta a Lombard urgiéndole encontrarse con él en la punta noroeste de Roatán, tan pronto le fuera posible.
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Con Walker, pues, al pairo en las cercanías, un desorientado superintendente Price tocó Port McDonald el 25 en la Icarus, buscándolo. Los filibusteros de Rudler, procedentes de Belice, le dijeron que Walker se encaminaba de vuelta a Nueva Orleáns, disuelta la expedición; ante sus ojos fletaron la goleta John A. Taylor del capitán Lombard para regresarse también a Nueva Orleáns y subieron uno a uno a bordo; la goleta puso rumbo Norte y el ya tranquilo superintendente zarpó en la Icarus a su Belice. La paz filibustera resultaba pura apariencia ya que, fuera de vista, Lombard enfiló proa a reunirse con la Dew Drop en el punto y hora convenidos, según orden de Rudler. Ambas embarcaciones piráticas se encontraron en la mañana del 27, sólo para que Walker se diera cuenta que ninguna tenía carne ni vituallas y que, por anuncio oficial en Roatán, Honduras tomaría el 30 posesión definitiva de las islas. Pero, de hecho, tras bastidores y causas al Predestinado el traspaso se había pospuesto: El 7 de julio, el cónsul inglés en Comayagua, Edward Hall, le informó al gobierno hondureño de la presencia de Walker en las cercanías, y Cresencio Gomes el Ministro de Relaciones del gobierno del Presidente Guardiola, le pidió al gobernador Darling en Kingston, Jamaica, que las Islas de la Bahía siguieran en poder de Inglaterra hasta desaparecer el peligro filibustero. Darling estuvo de acuerdo. Al no ocurrir el 30 el traspaso, como creyó, Walker esperó aún otro día y otro más y otro por si acaso ... el 3 de agosto no tuvo más remedio que reconocer que las islas continuarían bajo dominio inglés por tiempo indefinido, que sus escasas provisiones no duraban y que con los vientos reinantes jamás alcanzaría Nicaragua. Decidió entonces invadir Honduras.
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LA TROPA DE 92 hombres de William Walker desembarcó a las dos de la madrugada del 6 de agosto de 1860 en la playa, a cinco kilómetros de Trujillo cuya antigua fortaleza colonial señorea el puerto y la bahía de aguas seguras. En el hemisferio Norte agosto es caluroso, hasta para los ardientes trópicos; en septiembre el planeta gira hacia el refrescante equinoccio de otoño —viraje que marcará en las vísperas del cambio de estación el crepúsculo mortecino del diosecillo de los ojos grises.
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34. La Tumba en Trujillo LA GUARNICIÓN del viejo fuerte de Trujillo era de cuarenta soldados el 6 de agosto de 1860, según el comandante del puerto Don Norberto Martínez. Setenta u ochenta, conforme algunos cronistas, y para el New Orleans Delta la cifra oficial de Martínez debía multiplicarse por diez: 400 hombres defendían el vetusto reducto... Al salir el sol del 6 ya los filibusteros hundían sus botas en la arena marchando a la toma del fuerte. Un indio caribe vio los barcos y le avisó al centinela y el cañonazo consiguiente trasmitió la alarma. Un piquete de soldados salió al encuentro de los invasores; soltaron una descarga de mosquetes y se dispersaron mientras los norteamericanos subían al trote la cuesta para capturar tras un corto combate el bastión clave. Al retumbo del cañón, los habitantes de Trujillo, alrededor de mil personas, se congregaron en la plaza, armados unos pocos de cuchillos, fusiles viejos, garrotes y machetes. Todos huyeron al ver a los filibusteros y dejaron desierto el pueblito. El cónsul inglés, Mr. Morrice, corrió a embarcarse para Roatán, quedando en ausencia su compatriota Mr. William Melhado a cargo del consulado, y el agente consular de los Estados Unidos, Mr. Edward Prudot, se fue también a Roatán, confiándole los intereses norteamericanos en el puerto a William Walker. Walker sufrió cuatro heridos; un cronista filibustero informó que las bajas hondureñas fueron considerables, pero imposibles de estimar con precisión porque el enemigo se llevó a sus caídos al huir; otra fuente filibustera fija las bajas hondureñas en doce muertos y dieciocho heridos, mientras el agente consular Prudot le informaba al Departamento de Estado que los defensores tuvieron dos muertos y tres heridos. Asentando su cuartel general en el fuerte, Walker le escribió una larga carta a Fayssoux el 6, con una rápida crónica de los eventos que culminaron con su captura de Trujillo aquella mañana de agosto. Al día siguiente lanzó una Proclama al pueblo de Honduras, diciéndole que su presencia en Trujillo era apenas un paso preliminar para volver a posesionarse de Nicaragua; primero, se proponía botar a Guardiola en beneficio de los pobres isleños de las Islas de la Bahía, y segundo, en beneficio propio y de sus filibusteros, ansiosos de "ret9rnar a su patria adoptiva". Pero Walker necesitaba aliados criollos para botar a Guardiola, y no tenía ninguno; peor aún, ignoraba quién era quién en Honduras. En la primera carta de Trujillo, le contó a Fayssoux que estaba
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mandando a buscar en Roatán a alguien familiarizado con la gente del país, con miras a entablar relaciones amistosas con algún hondureño prominente que pudiera ayudarle. Y, por supuesto, le encareció de nuevo más refuerzos de Nueva Orleáns. Confiaba que "la noticia de nuestro desembarco en Centroamérica hará que nos vengan voluntarios y espero que genere los donativos que necesitamos del pueblo sureño". Su propaganda laboró a como pudo para ello bajo la dirección del "Ayudante y Secretario" Mr. Charles Allen (el corresponsal del New York Herald en la expedición de la Susan), echando a rodar noticias fabulosas acerca de una revolución jefeada por el expresidente Trinidad Cabañas en estrecha alianza con Walker. El general José Trinidad Cabañas, ya viejo y expatriado, vivía en El Salvador y al llegar el cuento de la alianza con Walker, la prensa salvadoreña comentó que quizá el filibustero propaló la noticia con miras a ganar popularidad y fortalecer su causa, pero que nadie que conociera a Cabañas podría darle crédito al anuncio. Walker mismo, en carta del 16 de agosto, le previno a Fayssoux que los rumores de la alianza con Cabañas eran falsos. De hecho, Walker no encontró un solo hondureño que colaborara con su causa. Que el Predestinado de los Ojos Grises no tenía amigos en Centroamérica en 1860 era obvio en la región, y lo expresó con claridad un norteamericano residente en Honduras en Carta al Editor del New York Herald: "Es un error creer que Walker tiene amigos en Centroamérica. Es universalmente odiado y aborrecido, y si lo capturan de nuevo, le llegó su fin". Cuando esa carta se publicó (el 25 de agosto) ya a Walker por cierto le llegaba el fin. La John A. Taylor y la Dew Drop navegaban a Nueva Orleáns con cargamentos de frutas roataneñas la noche del 19 en que la Icarus entró en el puerto; al día siguiente en la mañana, el capitán Norvell Salmon ancló frente al fuerte y bajó a tierra a evaluar la situación. Encontró a Walker con cerca de noventa hombres en posesión del fuerte donde aún ondeaba la bandera hondureña y la ciudad desierta por completo, a excepción de Mr. Melhado en el consulado inglés, donde flotaban los colores británicos. Melhado le informó que las rentas de la aduana del puerto estaban hipotecadas por Honduras al Gobierno británico; que el 6 de agosto la caja de caudales de la aduana había caído en manos de Walker; y que éste se apoderó por ello de $3.855 pertenecientes al gobierno inglés. Salmon le pidió a Melhado confirmación de su aserto por el comandante del puerto, don Norberto Martínez, quien acampaba en los alrededores; al recibir carta de Martínez, confirmando lo dicho por Melhado, Salmon le envió el 21 de agosto una nota perentoria a
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Walker, imponiéndole los siguientes términos: que él y sus seguidores se aprestaran a deponer las armas y reembarcarse; que les entregaran a las legitimas autoridades hondureñas todas las armas y pertrechos de la expedición; y que además les entregaran a dichas autoridades los fondos tomados de la aduana. Salmon prometió que "una vez cumplidos estos términos, la bandera inglesa les garantizará la seguridad a sus personas y sus efectos personales". En su respuesta de la misma fecha, Walker le dice a Salmon que para él no es deshonroso el rendir sus armas ante un oficial de la corona británica; que respecto al reembarque, deseaba saber en qué embarcación debía hacerlo y quién pagaría los gastos; que en cuanto a los fondos de la aduana, nunca llegaron a su poder por lo cual no podía devolvernos, y aprovecha la ocasión para explicarle los motivos de la expedición filibustera: "... mi presencia actual aquí se debe enteramente a lo que considero es mi compromiso de honor con un pueblo deseoso de vivir en Centroamérica, bajo las antiguas leyes y costumbres del reino inglés; reclamando con sus intereses comunes bajo instituciones derivadas del Código de Alfredo, no creí que era malo ayudarles a sostener los derechos que habían legalmente adquirido". La contestación instantánea de Salmon le señaló a Walker que ni el gobierno ni el pueblo hondureño deseaban introducir el Código de Alfredo en el país en la forma que él proponía; que él y sus seguidores debían conseguir quien los transportara; que había goletas disponibles en puerto; que si él o uno de sus seguidores se apoderó de los fondos de la aduana, no importaba, ya que en todo caso Walker era el responsable por dicha pérdida; y, para cerrar: Debo también informarle en referencia a una cláusula de su carta, que mis instrucciones no me permiten reconocer el derecho de ningún individuo privado de hacerle la guerra a un gobierno reconocido, y le debo confesar que no veo qué derechos "un pueblo deseoso de vivir en Centroamérica" pueda haber legalmente adquirido. Le reitero de nuevo mi requerimiento de esta mañana, y le pido que me informe cuando esté listo para reembarcarse, pues estoy seguro de que usted lo hará ya que sabe lo que sucedería si rehusa hacerlo. Al recibir esta segunda carta de Salmon, Walker le solicitó deferir la respuesta hasta completar sus preparativos al día siguiente. Salmon accedió, sabiendo que Walker estaba al habla con los capitanes de un par de goletas en la bahía; a la mañana siguiente (22 de agosto), no viendo ningún movimiento, Salmon envió un oficial a tierra y por él supo que Walker se había marchado antes de media-
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noche con su gente, portando cada cual su rifle y 120 cartuchos. Dejó en la fortaleza el resto de los pertrechos y provisiones, además de su hospital: tres heridos, tres enfermos, el cirujano y un asistente (que Salmon evacuó a Roatán, menos el coronel Henry herido en el polvorín en riña de borrachera, quien falleció en Trujillo y fue enterrado el 26 de agosto, antes que su Jefe). *
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LOS VECINOS de Trujillo regresaron a sus casas y Martínez envió ochenta hombres en persecución de Walker, quien se dirigía al oriente, paralelo a la costa, hacia el río Romano. El 24 en la mañana acampó en Catintrí, antes de cruzar el río. En la tarde, cuando los filibusteros descansaban bajo los árboles sin la menor sospecha de un enemigo cerca, los hondureños atacaron, protegidos por la maleza. En el combate un filibustero cayó muerto y una docena heridos, siendo Walker uno de ellos. La crónica suministrada por el mayor Thomas Dolan y el capitán John S. West al New Orleans Delta narra así el episodio: ...Walker rápido juntó a sus hombres, formó dos compañías y les ordenó atacar en diferentes direcciones, una río arriba y la otra abajo. El mayor Dolan, con la compañía B, se lanzó impetuoso contra el cuerpo principal del enemigo, pero el general Walker, habiéndose adelantado al resto del grupo, fue herido en la cara por un balazo que le disparó un hondureño a dos pasos de distancia. El General, sin embargo, inmediatamente derribó a su contrincante con su revólver de diez tiros y los hondureños huyeron en gran confusión, dejando a sus muertos y heridos en el campo. De los 140 de esa columna, sólo 30 regresaron a Trujillo. El 24 en la noche, Walker cruzó el río Romano y continuó su marcha al Este, a un campamento maderero recién abandonado junto al río Limón, de donde envió dos hombres a Roatán en una canoa en busca de provisiones. Pasó luego por varias aldeas caribes que los recibieron como amigos, de creer a Dolan y West, aunque algunos "salteadores" hondureños les disparaban en el trayecto cada vez y cuando. El 27 de agosto, llegó al río Tinto y acampó a cuatro kilómetros de la bocana, en la venta de un inglés de apellido Dickens, abastecedor de los indios. Mientras tanto, el 26 de agosto el general Mariano Álvarez había llegado a Olanchito con 200 soldados del interior que el 31 zarparon de Trujillo para el río Tinto en la goleta Correo, convoyados por la 'caras del capitán Salmon. Retrasado por una calma chicha, Salmon dio presión a las cal-
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deras y la Icarus arribó a la bocana del Tinto el 2 de septiembre, antes que la goleta y justo a tiempo de detener una balandra con plátanos de Roatán para Walker y capturar a sus tripulantes. Al reconocer el campo, Salmon averiguó que los filibusteron ocupaban la casa de Dickens; que Walker mismo estaba con fiebre; que varios de sus hombres iban heridos y gran parte del resto con calentura, sufriendo privaciones de toda índole. El 3 de septiembre a las 3 PM., Salmon ascendió el río en su bote, acompañado del general Álvarez, junto con los otros botes de la karus repletos de marinos armados. Su informe oficial narra: Desembarqué, me encaminé a casa de Mr. Dickens, donde Mr. Walker se había acuartelado, y le exigí la rendición inmediata e incondicional, indicándole que formara a sus hombres y depusieran las armas, lo cual hizo. Inmediatamente ordené llevar las armas a los botes y regresé a bordo, dejando al teniente Cox, con todos los marinos, a cargo de los prisioneros. Me convencí de que los relatos recibidos acerca de su calamitosa condición no eran del todo exagerados; de los 73 en total, 10 estaban heridos y 21 postrados por enfermedades; del resto, no más de 20 habrían logrado caminar una milla; y, aunque siempre pudieron conseguir carne, llevaban muchos días sin pan ni verduras de ninguna clase. Temiendo que Walker y su segundo al mando, el coronel Rudler, intentaran escapar, el teniente Cox los mandó a bordo de la karus esa misma noche, mientras el general Álvarez regresaba a Trujillo en la goleta para prepararse a recibirlos. Al día siguiente (4 de septiembre) embarcaron a los demás filibusteros y la Icarus regresó a toda máquina a Trujillo, arribando a eso de la medianoche. E15, en Trujillo, el capitán Norvell Salmon firmó un convenio consintiendo entregarle los filibusteros al general Mariano Álvarez. A Walker y Rudler se los entregaba "incondicionalmente, para que sean tratados conforme a derecho"; a los demás, "sujetos a las condiciones de que sean permitidos volver a los Estados Unidos, al dar sus juramentos que no servirán en ninguna expedición futura contra ningún de los Estados de Centro-América". Cuando el mismo día se supo la noticia del convenio, un corresponsal del New York Herald visitó a los filibusteros a bordo de la karus y los encontró a todos en mala salud y asquerosos de sucios. Entrevistó a Walker, quien le entregó para publicarse en el Herald los originales de la correspondencia cruzada entre él y el comandante británico; enseguida le pidió redactar una corta nota que le dictó, protestando su entrega a las autoridades hondureñas. La dictó con calma y entre pausas, dándole el tiempo suficiente para escribir ca-
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da palabra antes de pronunciar la siguiente: PROTESTA DEL GENERAL WALKER. —Por este medio protesto ante el mundo civilizado de que, cuando me rendí al capitán del vapor de Su Majestad Icarus, dicho oficial recibió explícitamente mi espada y pistola, así como las armas del coronel Rudler; y la rendición se hizo explícitamente y con palabras claras a él como representante de Su Majestad Británica. WILLIAM WALKER A bordo del vapor Icarus, 5 de septiembre de 1860.
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LA REACCIÓN en ambos bandos a la protesta de Walker podía pronosticarse. Por un lado, Bennett, en el New York Herald, comentó que Walker "se rindió al comandante Salmon, como representante de Su Majestad Británica, y dicho oficial, al entregarlo a las débiles y sanguinarias autoridades locales para su ejecución, ha empañado el honor británico y la bandera británica con una mancha que por más que se arrepienta el comandante Salmon, jamás se podrá lavar". Por otro lado, el capitán Samuel Morrish, superior de Salmon en Jamaica, le informó al Almirantazgo en Londres: "En mi opinión el comandante Salmon ha actuado con suma rapidez y juiciosamente al desbaratar el nido de víboras y con ello ha eliminado las calamidades que hubieran ocurrido de haber permitido que Walker y sus secuaces siguieran adelante". Walker y sus secuaces desembarcaron en Trujillo por última vez el 6 de septiembre de 1860. Tres grandes lanchas aparejaron al costado del vapor para recibirlos, custodiados por los marinos de la Icarus; en tierra, los marinos ingleses formaron fila enfrente y los prisioneros marcharon entre dos hileras de soldados hondureños. De acuerdo a un testigo presencial, "con excepción de unos pocos todos los filibusteros ofrecían el aspecto de cadáveres": La marcha de entrada fue lenta y grave. Walker a la cabeza de su gente, vestido con mucha sencillez, marchaba al compás del tambor y era el objeto que absorbía todas las miradas. Luego que entró a la prisión, se le adaptaron grillos bien fuertes; y preguntándosele qué necesitaba, sólo pidió agua. Mandó llamar en seguida al capellán de este puerto y, protestando su fe de católico romano, se le veía arrodillado ante el sacerdote o al frente de un pequeño altar en que a la escasa luz de dos candelas se distinguía la imagen de Jesús. Entre otras cosas, dijo una vez al capellán: estoy resignado a morir; mi carrera
política es concluida. Don Norberto Martínez, Comandante de Trujillo, no perdió
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tiempo en iniciar el juicio sumario de Walker y Rudler, interrogándolos por separado en cuanto llegaron a la prisión. Walker contestó las preguntas en español; Rudler necesitó de intérprete. Al preguntársele que quién le había auxiliado para la expedición, Walker contestó que varias personas de Estados Unidos afiliadas al partido político "Derechos de los Estados del Sur" al que pertenecían cientos de miles de personas. Dijo que, hablando en general, dicho partido tiene los mismos fines que la Constitución impresa de la "Gran Logia Estrella Roja" encontrada por las autoridades entre sus papeles. Al saber que Walker era católico, doña Adela Prudot de Martínez, esposa del Comandante don Norberto y hermana o familiar del agente consular Eduardo Prudot, le envió una estatuita de la Virgen de los Dolores o La Dolorosa que él veneró en su celda durante estos últimos trances de su vida. En los días subsiguientes Martínez continuó interrogando a ambos prisioneros y a diversos testigos para establecer los hechos del caso. Luego le hizo cargo a Walker, e igual a Rudler, de haber cometido el delito de "piratería o filibusterismo" y el 9 de septiembre le remitió la sumaria al general Mariano Álvarez para el fallo. Walker alegó en defensa propia que: La piratería es un delito bien definido por las leyes, y consiste en robar en alta mar. Este crimen no puede cometerse en tierra, y por consiguiente, me era imposible haberlo cometido al atacar la guarnición de este puerto en la madrugada del 6 de agosto último. Además, la idea del robo o del propósito de robar es inseparable de la de piratería. Ahora bien; todas las personas de Trujillo, durante el tiempo que ocupé la plaza, pueden dar fe de que, lejos de robar o permitir que otros robasen, hice todo lo posible para mantener el orden y dar garantías y seguridad a las personas y propiedades. En cuanto a "Filibusterismo", esta palabra no tiene significación legal, y por consiguiente, no me es posible saber de lo que se me acusa al decir "Filibusterismo".
Toda defensa era inútil. El 11 de septiembre, el general Álvarez condenó a Walker "a ser pasado por las armas ejecutivamente" y a Rudler "a cuatro años de presidio, en la capital de la República". A las 7 PM., el escribano de la causa notificó la sentencia de muerte al Predestinado de los Ojos Grises. Walker dijo "que no le parecía justa" y firmó al pie; preguntó a qué hora sería la ejecución y si tendría tiempo de escribir. Esa noche, redactó cartas a amigos y familiares —cartas que un cumplido general Álvarez enviaría sin abrirlas a sus destinatarios en los Estados Unidos.
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A LAS OCHO DE LA MAÑANA del doce de septiembre de 1860, (mes en que Centroamérica conmemora su Independencia), William Walker, el "rey de los filibusteros", se encaminó con su serenidad habitual hacia el último capítulo de su vida en la plaza de armas del puerto de Trujillo, Honduras. De sangre fría y color pálido como era, no se inmutó ni varió de rostro. Dos soldados con espadas desenvainadas lo custodiaban por delante, y detrás lo seguían otros tres hondureños con bayoneta calada. Llevaba el sombrero en la mano derecha y en la izquierda el crucifijo, caminando sin ver a nadie, los ojos fijos en el Cristo, oyendo las salmodias que el cura a su lado le rezaba al oído. Se cuadró en el centro que formaba la tropa en el patíbulo y desde allí, como protagonista, pronunció lleno de resignación estas últimas palabras —pidiéndole al sacerdote decirlas por él, pues el tono quedo de su voz no alcanzaba a los oyentes. El padre dijo esto: Soy católico romano. Es injusta la guerra que he hecho a Honduras por sugestiones de algunos roataneños. Los que me han acompañado no tienen culpa, sino yo. Pido perdón al pueblo. Recibo con resignación la muerte. Quiera que sea un bien para la sociedad. Impasible y siempre el mismo, se sentó en la silla del cadalso, parecida a la que dispuso para el fusilamiento del general Corral, legitimista, y del general Salazar, demócrata, ante ojos nicaragüenses en la plaza de Granada. Un pelotón de diez soldados dio el paso reglamentario al frente y todos dispararon a la voz de ¡Fuego! Murió al instante; el oficial al mando cumplió con asestarle en la sien el tiro de gracia. Sus restos recibieron entierro decoroso, conforme los ritos de la Iglesia. El agente consular norteamericano sufragó los gastos: el ataúd le costó al gobierno de los Estados Unidos diez dólares con dos y medio reales.
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WILLIAM WALKER yace ahí sin cumplir el anhelo de La unidad del Arte, enunciado en 1848 ante sus progenitores en la Primera Iglesia Bautista de Nashville, de que "es en nuestra tierra natal donde deseamos que reposen nuestros huesos cuando hayamos realizado los propósitos de nuestro ser y alcanzado los fines para los que fuimos creados". En el cementerio de Trujillo, lejos para siempre de su patria y
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bajo las arenas de una remota playa en la costa del Mar Caribe donde soñó su demente imperio esclavista, oye el oleaje de las aguas que inundan en Nueva Orleáns el sepulcro perdido de Ellen, su novia sordomuda, y en Nashville, corriente arriba del Cumberland, tributario del Ohio y el Mississippi, besan, soterradas, la tumba de su madre Mary. ...Descansen todos al fin en paz.
Capitán Norvell Salmon. Capturó a Walker el 3 de septiembre de 1860 y lo entregó en Trujillo, donde fue Wad() el 12 de ese mes.
La Colección «Únanse, brillen, secúndense...» se ha concebido para divulgar biografías de próceres de Centroamérica, de personalidades que se dedicaron a la unidad de la región y de otros personajes de imprescindible referencia en la historia del istmo. En este volumen, para abordar la figura y acontecimientos que rodearon la presencia del filibustero William Walker, que a mediados del siglo XIX pretendió adueñarse del país y de la patria centroamericana, se ha escogido William Walker el Predestinado, biografía por Alejandro Bolaños Geyer, el más documentado de los estudiosos de ese tramo de nuestra historia. Para efectos de esta edición se ha prescindido del calendario sinóptico, cronología, biblio-hemerografía de William Walker, bibliografía, nota del autor e índice onomástico, que figuran al final de la primera edición (Impresión privada, Saint Charles, Missouri, U.S.A., 1992). Como explica el autor, esta obra es una síntesis de otra mayor, publicada en inglés: William Walker: The Gray-Eyed Man of Destiny, en 5 volúmenes, en la que historiadores e interesados podrán encontrar detalles adicionales para el estudio de la época y lo narrado en este libro. *** El nombre de esta colección está tomado del poema de Rubén Darío "Salutación del optimista", en el que exhorta a la unidad de los pueblos hispanoamericanos.