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Spanish Pages [272] Year 2005
OBRAS Y APUNTES CAMILA HENRÍQUEZ UREÑA
Digitalización: Nancy Cárdenas Diagramación: Mabel Torres Fouz Corrección: Zaida Capote Diseño de Portada: Mabel Torres Fouz
MIEMBROS DE LA COMISIÓN PARA LA PUBLICACIÓN DE LA OBRA Y APUNTES DE LA PROFESORA EMÉRITA SALOMÉ CAMILA HENRÍQUEZ UREÑA. Lic. Luis F Céspedes Espinosa, Coordinador General Jefe de los Asesores del Ministro Ministerio de Educación Superior de Cuba Dr. Andrés L. Mateo, Coordinador General Subsecretario de Patrimonio Cultural Secretaría de Estado de Cultura, República Dominicana Dra. Nuria Gregori Torada , Coordinadora Técnica Directora. Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba Dr. Rogelio Rodríguez Coronel Decano. Facultad de Artes y Letras, Universidad de La Habana Dra. Luisa Campuzano Sentí Directora del Programa Estudio de la Mujer. Casa de las Américas, Cuba. Dr. Sergio Guerra Vilaboy Jefe de Departamento de Historia, Universidad de La Habana Dr. Ramón Sánchez Noda Director. Ministerio de Educación Superior de Cuba Dra. María Dolores Ortiz Díaz Profesora Emérita, Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. Cuba Dr. Román García Báez Director. Ministerio de Educación Superior de Cuba Dra. Diony Durán Mañaricúa Profesora Literatura Hispanoamericana. Cuba Dra. Marcia Castillo Vega Especialista del Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba Dra. María Elina Miranda Cansela Jefa de la Cátedra Camila Henríquez Ureña . Universidad de La Habana
NOTA ACLARATORIA En la obra y apuntes de la Profesora Emérita Salomé Camila Henríquez Ureña es común encontrar frases o párrafos entrecomillados o referencias a pasajes o personajes que luego no aparecen a pie de página con las aclaraciones correspondientes, como es tradicional en los libros. Esto se debe a la práctica, universalmente válida, que siguen los profesores en la preparación de sus clases, y que después se aclaran en el aula, proceder que forma parte del ritual pedagógico. Conocedora de la ejemplar honradez intelectual y personal de Camila, y su proverbial modestia, la Comisión que tuvo a su cargo la investigación de toda su papelería con el objetivo de realizar su publicación, estimó que era lo más adecuado respetar los originales y hacer la presente aclaración, teniendo en cuenta que Camila nunca consideró que dichos trabajos fueran a publicarse. Así mismo consideró que con el objetivo de evitar repeticiones innecesarias se publicará en el tomo titulado Documentos Varios el catálogo donde aparecen clasificados cada uno de los documentos de Camila que se encuentran en los archivos del Insituto de Literatura y Linguística de Cuba. Solamente en el caso de aquellos en que fue necesario de ponerle un título por no poseerlo, se hará la correspondiente aclaración a pie de página.
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CAMILA EN LA GEOGRAFÍA Y EN LA HISTORIA PRESENTACIÓN A DIARIOS DE VIAJE. TEMAS DE HISTORIA Y SOCIEDAD.
Dra. Zaida Capote Cruz Dr. Sergio Guerra Vilaboy En la copiosa tradición de la literatura de viajes, que recorre un largo trayecto desde la Antigüedad hasta el presente y que tuvo sus momentos de esplendor, primero, con los grandes descubrimientos geográficos del Renacimiento y, después, en la extensión romántica de esa narrativa, con una permanencia que llega hasta el presente, se hace difícil ubicar estos textos que ahora presentamos y cuya variedad los acerca y aparta, alternativamente, de los modelos más frecuentes. Si bien los libros de viajes solían ser escritos por viajeros generalmente investidos de cierta autoridad, ya fuera militar, intelectual o científica, la presencia cada vez más frecuente de mujeres viajeras, que usaban sus cartas, diarios y notas de viajes para describir el mundo que iban descubriendo, introdujo una apreciable variación en el modelo común. Con todo lo que pudo significar la introducción de este cambio sustantivo, las mujeres muchas veces adoptaron no sólo las estrategias del discurso precedente, sino que el gesto femenino conservó también la perspectiva casi siempre colonialista de sus predecesores.
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Camila Henríquez Ureña
Las mujeres que viajaron a América, procedentes de Europa y los Estados Unidos, asimilaron las más de las veces los modos masculinos de observación y descripción del universo recién descubierto. Así, dibujaron los contornos de un mundo que desde el principio fue asumido –por los lectores de allá- como totalmente ajeno y a menudo exótico. Ese modelo perceptivo contribuyó a formular prolijas relaciones descriptivas de la naturaleza y el estado social de las colonias, aunque, en el caso de las mujeres, estas relaciones eran mediadas por la experiencia femenina de la vida doméstica, lo que les permitía destacar aspectos de la vida cotidiana que habían quedado ocultos para sus coterráneos. Este breve preámbulo no tendría sentido si Camila Henríquez Ureña, con su inquietud intelectual característica, no hubiera apuntado sus impresiones de los varios viajes que realizó a Europa y el breve periplo suramericano. Esos apuntes son los que presentamos ahora, y que conforman la primera parte de este tomo de sus Obras Completas. La mayoría forma parte del archivo familiar que se conserva en la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística en La Habana. Salvo el “Viaje a Suramérica”, que publicó en 1988 Diony Durán en una revista habanera, 1 los otros textos que componen este primer segmento del libro ya fueron editados como conjunto.2 Cuando, en mayo de 1968, Camila respondía un cuestionario para su admisión en el Partido Comunista de Cuba, explicaba el hecho de poseer pasaporte con una especie de disculpa: “Tenía costumbre de viajar”, escribe. 3 Por suerte para quienes la leemos hoy, ésa no era su única costumbre. Ella, como lo demuestran estos apuntes, que no por breves son desdeñables, tenía también el hábito de anotar sus experiencias e impresiones de viajera. Camila hizo su primer viaje siendo aún una niña. Ese primer movimiento la trajo de Santo Domingo a Cuba, donde viviría después muchos años en largos períodos de su vida. Andando el tiempo, aque-
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“Diario inédito de Camila Henríquez Ureña”, con una “Nota” de Diony Durán. Letras Cubanas, núm. 7, enero-marzo de 1988, pp. 237-255. 2 Camila Henríquez Ureña, Diarios de viaje, “Presentación” de Zaida Capote Cruz. Instituto de Literatura y Lingüística , Academia de Ciencias/Comisión Organizadora Permanente de la Feria Nacional del Libro, Santo Domingo, 1994. 3 Hen-C, núm. 664.
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obras y apuntes
lla niña se iría a estudiar a los Estados Unidos y a París, en el continente americano visitaría Panamá, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y México, donde permaneció durante un año trabajando para el Fondo de Cultura Económica. Francia, Italia y España redondean su experiencia europea. Se conservan hoy unos pocos testimonios dispersos en cuadernos y cartas, de los que ofrecemos una muestra presumiblemente incompleta. Los textos que componen este peculiar itinerario son desiguales. No sólo por su escritura, distante en la geografía y en el tiempo, sino porque cada uno de esos lugares por los que pasó Camila dejó en ella una impresión distinta, provocadora de escrituras disímiles. Por eso es útil la lectura superpuesta de estos documentos y su análisis comparativo. Lo que domina uno de los segmentos no estará siquiera presente en otro, y el tono de cada uno guardará estrecha relación con el episodio narrado, el paisaje o la cultura descritos, y, por supuesto, con la huella impresa en quien escribe. El primero de los diarios de viaje aquí reunidos es el que consigna su recorrido por las principales ciudades italianas en marzo de 1922, en compañía de Guarina y Leonardo. Quizás por la juventud de Camila, quien contaba entonces 27 años, o por la imponente saga clásica de la cultura italiana, estas páginas carecen del encanto de las posteriores, plenas de vivencias, y ofrecen, en cambio, una rigurosa evaluación de los valores artísticos de cada una de las obras admiradas y los lugares visitados. Más contenidas, en ellas cada palabra está en su justo lugar y la autora no se permite, salvo en raras ocasiones, poner por escrito sus emociones ante la maravilla que vive. Describe prolijamente los itinerarios, incluso dentro de cada una de las ciudades visitadas, y enumera las acciones de cada día con un detallismo y una distancia que dan al texto un toque de frialdad difícilmente compatible con el carácter de Camila. En Italia, la abundancia de referencias culturales y la magnitud de lo visto cada día la obligan a establecer su propia selección. El resumen de cuadros y estatuas remarqués al final de cada visita nos indica su necesidad de hacer constar sus juicios críticos, pero la acumulación de los mismos dan al texto una rigidez de guía turística que no se repetirá en ninguno de los otros reportes de viajes.
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Camila Henríquez Ureña
Muy distinto es su brevísimo relato de la llegada a Canarias. Viaja con Eduardo, Delia, Romelia, Paquita y Plinio, y pasan en Las Palmas el Día de Todos los Santos. Emocionada y feliz, Camila narra en estas páginas sus impresiones de los preparativos para el Día de Difuntos y alaba las costumbres del lugar. Lo que más le atrae es la majestuosidad del paisaje y la belleza de la gente. “Todo es diferente –escribe-: hasta las matas de plátano, de hojas duras, recias y oscuras, no se parecen a las nuestras. Las mujeres sí se parecen a las cubanas”. El viaje a Suramérica fue planeado cuidadosamente por Camila y Pedro, quien la introdujo en el ámbito intelectual bonaerense. Aunque ella lo consideró un viaje turístico, allí sentó plaza como conferencista. Habló sobre cultura cubana en la Universidad Popular Alejandro Korn, en La Plata, y compareció también en la Federación de Mujeres Universitarias y en la Unión Argentina de Mujeres. En ninguno de los otros viajes consignados en sus diarios estuvo Camila más activa que allí. Estas páginas invierten el esquema tradicional de los libros de viajes, quien narra sus experiencias no es sólo una mujer, sino una mujer caribeña que, recorriendo otros sitios, no asume el reprochable sentimiento de superioridad tan frecuente en quienes se enfrentan a una realidad desconocida. Su perspectiva es, por el contrario, de asimilación de lo nuevo a su experiencia previa –adquirida gracias a su deslumbrante cultura y a su prestigiosa labor profesoral- y no se constituye en visión excluyente, sino en participación inclusiva de lo que hasta entonces resultaba ajeno. Años más tarde recorre Andalucía y su imponente belleza y acendrada cultura la conmueve. En Moguer recuerda a Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, y, de regreso en Sevilla, les envía una postal. Visita además, Palos, la Rábida, Huelva, Ecija, Córdoba, Granada. Ha anunciado excursiones a Málaga, Cádiz y Jerez, pero sus impresiones de éstas, si las realizó, no integran el relato conservado. España siempre provocará en Camila el desborde de un entusiasmo singular. El mismo entusiasmo demostrado en su diario del viaje por mar de La Habana a Cádiz, pleno de detalles sobre la vida en el barco y los
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pasajeros que la acompañan en él. En un breve pasaje, cuenta su paso por Puerto Plata y dedica un bello recuerdo a Salomé, en cuya compañía conoció la ciudad. En Puerto Rico, visita a Juan Ramón y Zenobia en Río Piedras, y recibe mil y un consejos para mejor aprovechar su estancia en Sevilla durante la Semana Santa. Del mismo modo que no bajó a tierra en Puerto Plata, donde un gran cartel exhibía la situación política del país, se emociona en Puerto Rico con la bandera puertorriqueña a la vista, y sueña con la pronta independencia de la isla. La escala en Venezuela no es notable, y sólo el cambio en el pasaje provocan un nuevo repaso de impresiones. La llegada a Canarias es muy distinta de aquella otra, consignada en su viaje anterior. Recorre Santa Cruz de Tenerife. Dos días más tarde, llega a Cádiz, donde pasa una noche, antes de emprender el camino de Sevilla. El 25 de marzo de 1953 el diario se abre con una exclamación harto elocuente: ¡Al fin en Sevilla!, escribe quien lleva tiempo planeando el encuentro con la ciudad amada, aunque hasta entonces desconocida. Elige un hotel cercano al Archivo de Indias, adonde acudirá a tomar notas para sus futuros cursos y proyectos. Anticipando lo que será el tono dominante de su estancia sevillana, no puede evitar que se le escapen las lágrimas al entrar al célebre Patio de los Naranjos. “Creo que voy a llorar mucho en este viaje”, advierte. El diario se interrumpe hasta el 18 de abril. Camila no se ha sentido bien, e, impedida de salir, ha dedicado la tarde a escribir. Evidentemente, el largo período en que no ha anotado nada ha sido bien aprovechado. Al parecer, han sido tantas y tan gratas las experiencias vividas, tan fuertes las impresiones recibidas, que, quien sabe si por olvido o por exceso de emoción, ha debido suspender el diario. Su experiencia sevillana exige otras formas. Para cerrar este recorrido por las páginas viajeras de Camila Henríquez Ureña, nada más apropiado que su “Fiesta en Sevilla”, un texto que definitivamente no es un diario convencional, sino que se acerca más a la crónica de viajes, y por momentos parece haber sido escrito para ser dictado a un auditorio juvenil. Las numerosas acotaciones que inserta, indicando, por ejemplo, el lugar de una anécdota o una cita, y la petición de que se le permita contar su propia experiencia de viaje, dan a este bellísimo relato de las fiestas de Semana Santa en
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Sevilla cierto tono magistral que, sin embargo, no llega a restarle pasión a su reportaje. Como bien aclara en su momento, “la Semana Santa en Sevilla tiene que ser interpretada, es decir, tiene que ser sentida”. A partir de sus sensaciones construye Camila un universo multicolor y sonoro u oscuro y silencioso, según el caso. La fiesta, la danza, la alegría, se codean con la seriedad de los días de guardar. Sevilla la encanta con su risa, fácil como su llanto, y ella, sagaz observadora, disfruta del espectáculo total sin rehuir la atención al detalle más mínimo. Mira y describe los bellísimos pasos de las imágenes pero no se olvida de dedicar un momento a la labor de los costaleros, los cargadores que, ocultos bajo el pesado armazón de madera, tienen el honroso deber de transportarlas. La madurez expresiva de estas últimas páginas, que sería de todos modos notable, aun en soledad, se hace más evidente por el contrapunto que su vehemencia ofrece frente al cuidadoso recuento de su diario italiano. Camila había aprendido ya que la vida cotidiana de un pueblo es también un arte, y por eso se consagra a rescatar para el recuerdo el jolgorio y el llanto, el silencio y el canto, de un pueblo con un arte vivo, paseador. Es difícil imaginar cuál es la razón de esa disparidad; por una parte, ha pasado el tiempo, ella ha ampliado su cultura y desarrollado sus capacidades. Por otro lado, seguramente sentía más cercano el arte de las saetas y los pasos que la serenidad clásica del arte italiano. Como sabía Pascal, tiene el corazón razones que la razón ignora; pues bien, a esas razones del corazón debemos la posibilidad de disfrutar, hoy, la belleza de estas páginas memorables.
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Este tomo se completa con una serie de textos inéditos procedentes del archivo personal de Camila Henríquez Ureña atesorado en el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba. Todos los documentos están dedicados, de una u otra manera, a temas diversos de historia y sociedad, en su mayoría trabajos en procesos, notas y apuntes de cla-
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ses, o conferencias en preparación, que no tenían como objetivo su publicación. El primero que hemos incluido en esta sección es un manuscrito titulado por la propia Camila “Visión general de la sociedad medieval”, donde analiza las características socioeconómicas de Europa Occidental desde el siglo IV al XV. Relacionado con este texto sigue otro manuscrito denominado por su autora “Edad Media española”, donde se refiere a la situación específica de la península ibérica en la misma época. Como el anterior, son notas elaboradas por ella, al parecer para cursos dedicados al estudio del contexto histórico en que se desarrolló la cultura europea medieval. Incluso la “Edad Media española” esta precedido del título aclarativo “Lección II”, lo que nos hace pensar que formaba parte de sus apuntes para clase. A continuación añadimos otro material del mismo corte, que hemos denominado “La novela histórica”, pues se compone de tres lecciones dedicadas a este tema, que abarcan desde el concepto de la novela histórica y sus diferentes tipos, hasta su desarrollo histórico posterior. Lamentablemente, la sugerente exposición de Camila se interrumpe al finalizar la tercera lección, dedicada al análisis de este tipo de literatura en las civilizaciones antiguas. Este documento es en su conjunto más extenso y elaborado que los dos anteriores, está pasado a máquina y contiene muy pocas enmiendas de su autora. Todos ellos dan una idea del dominio y la comprensión que de la Historia Universal, sus procesos, figuras y problemas poseía Camila Henríquez Ureña. “Apuntes para la historia de la música” hemos titulado a unos inusuales manuscritos de Camila encontrados en hojas de libreta en su archivo personal. Al parecer se trata de notas de clases que ella tomó, probablemente en un curso al que asistió como alumna, pero que tienen el valor de mostrarnos su capacidad de síntesis, intereses, apreciaciones y motivaciones. Además, es un original resumen de una temática poco conocida. Después sigue un listado inconcluso de publicaciones y escritores dominicanos, en proceso de elaboración por Camila, algunos de ellos todavía en forma de manuscritos y otros mecanografiados, que nos ilustran sobre los criterios de selección aplicados por nuestra autora a la producción literaria de su patria de nacimiento.
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“Francisco de Miranda. El precursor” se nombra esta extensa conferencia mecanografiada que hallamos también en su papelería. Impecablemente escrita, con algunas pocas enmiendas de su puño y letra, este extenso texto sobre una de las figuras más importantes de la historia americana aparece fechado en La Habana el 15 de mayo de 1915. Se trata de un riguroso ensayo histórico, en el cual la autora, con pleno dominio del tema, expone la labor realizada por Miranda desde fines del siglo XVIII para lograr la independencia de Hispanoamérica -que el Precursor llamó Colombia. Aquí Camila no sólo se refiere a la azarosa vida de Miranda, sino que también analiza la situación de las posesiones españolas y de los primeros movimientos anticoloniales, desde los Comuneros del Paraguay hasta la gran sublevación indígena de Tupac Amaru. Aunque no cita la bibliografía utilizada, incluye citas de diversos autores –además de fragmentos documentales del propio Miranda- que nos permite hacernos una idea de las fuentes utilizadas para su confección. Es un estudio riguroso que conserva su vigencia y lozanía, a pesar del tiempo transcurrido desde que fue elaborado. Para cerrar el apartado de este tomo dedicado a temas de carácter histórico social trabajados por Camila Henríquez Ureña hemos dejado dos materiales relacionados con la colección Biblioteca Americana del Fondo de Cultura Económica de México. El primero de ellos es un informe, fechado a fines de la década del cuarenta, sobre el estado en que entonces se encontraban las publicaciones previstas para esta colección, en que se detallan posibles títulos, prologuistas encargados y otros variados datos de interés acerca de las obras seleccionadas. Al margen del valor que este catálogo tiene como verdadero repertorio de clásicos de la historiografía latinoamericana, para cuyos comentarios estaban propuestos toda una verdadera pléyade de figuras intelectuales contemporáneas de primera línea, este material de trabajo destinado a Camila, posiblemente elaborado por su hermano Max, daba a nuestra autora una serie de tareas y encomiendas. Ello puede apreciarse en el texto original por las alusiones a su persona y las anotaciones que la propia Camila hizo al margen de varios títulos, donde señalaba en forma concisa a quiénes debía escribir, aludía a las respuestas recibidas, sugería otros prologuistas o hacía determinadas aclaraciones sobre la posible ubicación de los textos a editar o personas a consultar.
obras y apuntes
Por último hemos añadido un texto mecanografiado procedente también de su papelería y destinado a la solapa de unos de estos valiosos volúmenes. Nos referimos al dedicado a la obra sobre la vida del Almirante Cristóbal Colón por su hijo Hernando, presumiblemente escrito por la propia Camila. Todos estos textos dan fe de su interés por la historia y la cultura humanas, y nos muestran, en sus diversos acercamientos, aspectos complementarios de ese interés. Esperamos que sirvan para estimular la avidez de conocimiento de sus futuros lectores.
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I DIARIOS DE VIAJES
VIAJE A ITALIA 3 de marzo de 1922.
Salimos de París a las 2:30 de la noche. (Gare de Lyon). 14 A las 7:30 a.m pasamos por Culoz. A las 8:36 nos detuvimos en Chambery. Linda perspectiva de montañas. El pueblo es muy pintoresco. A las 8 habíamos pasado haciendo un alto, por Aix-les-Bains. Poco antes de las 12 del día llegamos a Modena. Inspección aduanera de equipajes. Cambio de tren. Ya estamos en Italia. Nos hallamos en pleno paisaje alpino. Grandes montañas nos circundan. Los túneles se suceden con frecuencia. Desde la ventanilla del ferrocarril se dominan a veces vastas alturas o valles florecientes, circundados por cumbres cubiertas de nieve. Otras veces, gargantas y precipicios. Después de Modena cruzamos un túnel de mediana extensión, luego otro brevísimo, y a poco entramos en el túnel colosal del Monte Cenis o Cenere. En 1870, cuando se terminó esta obra, hoy empequeñecida por el del Simplón, parecía difícil o imposible construir nada superior. Se tardan unos 23 minutos en atravesarlo. Puede hacerse en menos, pues sólo tiene unas ocho millas (7 y 3/4) de extensión. Cruzamos después numerosos túneles (más de 20 hasta Turín), gozando de pers-
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Camila Henríquez Ureña
pectivas maravillosas: montes enormes, valles, cascadas, canales, viaductos, precipicios, pueblos y ermitas prendidos de la cresta de las colinas. . . En suma: el paisaje, panorámico y deslumbrante, grandioso siempre, que se contempla en el cruce caleidoscópico de una cordillera. El cruce de los Andes dejó en mi ánimo más fuerte impresión, pero eso no amengua las indescriptibles bellezas de estos montes. Turín
A las 5:35 de la tarde llegamos a Turín. Nos instalamos en un hotel inmediato a la estación, pues sólo estaremos un día: el Hotel Suisse. Es bastante confortable, y como la ciudad no es muy grande, a poco andar estamos en el centro. Después de comer, Guarina y yo seguimos a pie la Vía Roma, atravesamos la Piazza S. Carlos, y, continuando siempre por la Vía Roma llegamos a la Piazza Castello. En un costado de ésta, formando ángulo con la Academia Militar, y sin que su aspecto exterior revele otra cosa que un edificio cualquiera con amplio corredor o portal, se encuentra el Teatro Reggio, destinado a representaciones de ópera. Conseguimos dos poltronas (lunetas). El interior del teatro (prescindiendo del piso del lunetario, que es de madera bonita) es suntuoso y la amplitud de la sala es grande. El palco real, frente al escenario, tiene verdadera majestad. Había mucha gente. Se cantaba La Cenerentola (Opera cómica de Rossini, en 3 actos). Los cantantes buenos, pero no deslumbran. La principal soprano, Conchita Superviá, la habíamos oído en Cuba hace ocho años. Prometía mucho más. Me parece que no ha progresado gran cosa, aunque por lo visto, con la edad, ha ganado en categoría para las contratas. En general, la representación fue correcta.
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Salimos temprano a recorrer la ciudad. Sacamos fotografías ante la estatua de Emmanuel Philiberto, Duque de Saboya (Piazza S. Carlos) y ante la del duque Fernando de Génova (Piazza Solferino). Estuvimos en el Palazzo dell’Accademia delle Scienze y recorrimos el Museo de Antigüedades, que es, en lo que toca a Egipto, de un gran valor y riqueza. Hay tumbas egipcias completas, magníficas estatuas de Sesostris y otros reyes, momias bien conservadas y completas, esfinges, relieves, ídolos, mosaicos, papiros, metales labrados, variadísima cerámica, la mayor parte de todo ello descubierto por Champollion. No tuvimos tiempo de visitar la galería de pinturas (pinacoteca) del mismo edificio. Según catálogo, no es muy numerosa, pero sí variada, con ejemplares apreciables de todas las escuelas italianas. Admiramos en la Piazza Castello el Palazzo Madama, que está en el centro de la misma, y que, con alguna adición y retoque del siglo XVIII, es un buen ejemplar de arquitectura medieval (siglo XIII). Pasamos por la Piazza Carignano, en la cual está el Palazzo Carignano, hoy museo de Historia Natural, al cual no entramos. En frente está el Teatro Carignano, donde actualmente trabaja la compañía de Ruggero Ruggeri y Lyda Borelli. Por fuera vimos después el Palazzo Reale, del siglo XIII. Entramos en la Catedral, anexa a éste. Esta iglesia está consagrada a S. Juan Bautista. Sobre el pórtico, en el interior, una buena copia de la Cena de Leonardo da Vinci. A la izquierda del altar mayor, en segundo plano, está el palco reservado a la familia real, que podía entrar directamente del palacio. En la Vía Porta Palatina, vimos después lo que queda del Palazzo delle Torri (dos torres medievales). Almorzamos cerca de allí y regresamos al hotel, pasando por otras calles y la
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Camila Henríquez Ureña
Piazza Solferino, hasta encontrar el “Corso Vittorio Emmanuele II”, que nos guiaba más directamente. A las 2:50 de la tarde salimos para Milán. Es poco lo que hemos visto de Turín, pero no hay mucho en realidad. Un día más habría bastado. La ciudad es animada y revela bastante actividad comercial. El Po cruza al Este. A poco de salir de Turín, cruzamos nuevamente el Dora Riparia, que ayer cruzamos antes de llegar, del lado opuesto; más adelante (pasado Chivasso) cruzamos otro Dora: el Dora Baltea (Baltea). Al pasar por Vercelli, admiramos las torres y la elegante arquitectura de la catedral, (es decir, la catedral, que parece un edificio interesante, es otra) la iglesia de San Andrés, edificio del siglo XIII. También Novara nos ofreció algunos aspectos interesantes, al pasar. Poco antes de llegar a Milán está Magenta. Desde el tren se ven los monumentos, sencillos, a Mac Mahon y a Napoleón III. Este último fue erigido en 1862 en recuerdo de la victoria del 4 de junio de 1859 contra los austríacos.
Milán. Día 15
A las 6 de la tarde llegamos a Milán. Nos alojamos en el Hotel Francia, que está en el siempre animado Corso Vittorio Emmanuele. La catedral se ve desde el hotel y desde muchas otras calles laterales. Este estupendo edificio, que sólo tiene perspectiva en el frente, pero no a los costados ni al fondo, parece, por eso mismo una mole inmensa que ha caído en el centro de la ciudad, o un peso que gravita sobre toda ella. Hicimos un recorrido por las espléndidas galerías V. Emmanuele, hechas en 1867 por el arquitecto Mengoni. Esta galería es el centro comercial y el paseo más animado de Milán. A salir, a un costado de ellas, comimos en un “Ristoratore economico”, de una cooperativa. Se come por 5 liras. Por la noche fuimos al Cine
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Provisorio, en frente del hotel: ponían una película basada en La Douleureuse, de M. Donnay. Día 16
Fuí al Museo Poldi-Pezzoli. Hay una Madonna de Botticelli, otra de Boltraffio, Un Ecce Homo de Solario, y otros cuadros de mérito. Pero lo extraordinario es, en sí, la residencia y los tesoros de arte decorativo e industrial que contiene. Pisos, techos, adornos, distribución, todo es suntuoso y artístico. Pasé después por la plaza de la Scala y adquirí billetes para la función de mañana. Admiré, de paso, el monumento a Leonardo da Vinci que está en la misma, y que en el pedestal tiene las estatuas de sus discípulos Marco da Oggiono, Cesare da Sesto, Salaino y Boltraffio. Es obra de Magni, y data de 1872. Salimos después para ir a la Catedral. El interior es rico y elegante y los vitrales son espléndidos, pero nada es comparable a su exterior. Subimos a lo más alto de la cúpula (502 escalones) y recorrimos todo el techo, que tiene avenidas cómodas para el caso. El día no estaba muy claro, pero pudimos obtener una bella visión de Milán. Almorzamos después en un buen restaurante de la Galería. Por la tarde fuimos al Museo Brera. (pinacoteca en el Palazzo delle Scienze, Lettere ed Arti, o Palazzo Brera. Obras notables: el Sposalizio (de la Virgen) de Rafael; la Pietá y otras cosas de Giovanni Bellini; varios cuadros muy interesantes, de Bernardino Luini; otros varios de la escuela de Leonardo: Salaino (Madona con santos ), Andrea Solario, Marco da Oggiono (Caída de Lucifer), y una copia, hecha por éste, de la Cena de Leonardo; la Pietá, de Mantegna; y algunas cosas de la escuela veneciana, así como de extranjeros, principalmente holandeses (flamencos), (Rubens,
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Paulyn, Cena, Van Dyck, Rembrandt (Retrato de su hermana) Jordaens (Sacrificio de Abraham). No estaba abierto el Conservatorio del mismo edificio. Ya al caer la tarde hicimos un recorrido en coche: visitamos el Giardino Poblico, las calles y avenidas principales, vimos el Arco de Sempione, o Arco de la Paz, muy semejante al Carroussel de París. Fue comenzado, como éste, por Napoleón (1804), pero no terminó su construcción hasta 1838. Esculturas de Marchesi. Pasamos frente a la Antigua Arena y al Castello Sforza, (que fue de los Visconti y de los Sforza y hoy contiene el Museo Arqueológico y Artístico. Por la noche fuimos a un cine al lado del hotel, muy plebeyo. Día 17
Por la mañana, visita a Santa María delle Grazie. La iglesia es del siglo XV. Lo más interesante es el antiguo monasterio (al lado, donde está la famosa Cena de Leonardo. ¡Lástima el deterioro que ha sufrido! En frente de la cena: Crucifixión, fresco de Giovanni Donato Montorfano. (1495), bien conservado; con figuras (las de Ludovico Moro y su esposa Blanca María, como personajes, o comparsas del cuadro) hechas por Leonardo. Recorrimos también la antigua sacristía y el claustro principal, muy interesantes. De ahí, a la Biblioteca Ambrosiana. La biblioteca, en sí, es admirable por los manuscritos e incunables que contiene, y por los ejemplares y copias miniados que allí se conservan. En escultura: autorretratos de Antonio Canova. En pintura muchos cuadros de Giovanni Brueghel y de la escuela flamenca; de Botticelli (Madona
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con bambino entre Angeli); del Borgognone (Madona con santos); el gran dibujo de Rafael La escuela de Atenas (para el fresco del Vaticano); de Salaino, un San Juan en el desierto muy parecido al de su maestro Leonardo (Louvre), Y otras cosas del discípulo de éste: Luini (Sacra Familia, Sta. Isabel, acaso sobre diseño de Leonardo), Oggiono (Virgen con el niño). Pietro Riccio Gianpetrino (Virgen c o n e l n i ñ o ) e t c . D e L u i n i , i n t e r e s a n t e s : “El Salvador joven”, y “San Juan Bautista niño”. Del mismo Leonardo: Il musicista y un Ritratto di donna, que se le atribuye, y es famoso. Hay buenas cosas de los venecianos: Tiziano (Adoración de los magos), G. B. Tiepolo (La pressentazione al Tempio). Jacopo da Ponte (el Bassano) etc; Hay un gabinete de Leonardo, donde hay numerosos dibujos de él y sus discípulos (sobre todo de Boltraffio y de B. Luini) y el Codice Atlantico, donde Leonardo tenía muchos dibujos respecto a invenciones mecánicas o científicas. Luego hay una sala de dibujos. El Museo Settola, d e l m i s m o e d i f i c i o , e s t a b a cerrado. Por la tarde, vuelta al Museo Poldi-Pezzoli, que Guarina no había visto. Por estar algo enfermo Leonardo, sólo hemos ido un momento a la Scala, (Barbero de Sevilla). El teatro es amplísimo (más que el metropolitano de N.Y.) y la obra ha sido montada con extraordinaria brillantez y propiedad. Los cantantes, buenos, sin que asombre. La tiple, Elvira de Hidalgo, la mejor. El bajo apayasó demasiado el papel de D. Basilio, y casi no cantó “la calumnia” . El barítono discreto, correcto. La orquesta, admirable y ampliamente colocada, y buena en su conjunto. La sala tiene, en el centro del arco del escenario, un reloj lumínico que anuncia las horas y marca cada cinco minutos, lo mismo que otro del Reggio, de Turín.
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Leonardo está mejor y nos vamos mañana. Esta tarde hemos ido al Cementerio Monumental. Muy hermoso. Mucho mármol, lo mismo en la fachada del edificio de entrada, que es a la vez cementerio de nichos, que en todas las tumbas. Bien cuidado e higiénico. Por la noche fuimos a un cine en la Vía Torino.
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Salimos de Milán a las 9:50, rumbo a Venecia. En nuestro compartimento venían dos individuos que habían ido la víspera a Turín para asistir al estreno de La figlia del Re, opera de Adriano Lualdi. Uno es tío de Lualdi, otro, su amigo íntimo, que es músico y abogado. Leí el libreto del mismo Lualdi; y me lo prestó uno de ellos, hablé con ambos en el trayecto. Hicimos un alto en Brescia y después en Desenzano, población del Lago di Guarda o Garda. En Gardone (Gardone Riviera) población situada en este lago, se encuentra ahora D’Annunzio. Llegamos luego a Verona, después a Vicenza, a Padua y por último llegamos a Mestre, donde el ferrocarril sigue un viaducto sobre el mar hasta Venecia, donde llegamos a las 3 de la tarde.
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Día 19
Una góndola nos llevó al Hotel Gran Canal ex Mónaco situado a poca distancia de la Piazza de S. Marco, en frente de Santa María de la
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Salute. Mucha animación en la Piazza de San Marco: es domingo y día de San José. Visitamos la magnífica catedral bizantina, con sus deslumbrantes mosaicos de oro y de piedras rutilantes. Dimos un paseo por la Piazzetta y por la Riva degli Schiavoni y vimos, al paso, los célebres edificios, como el Palacio Ducal, etc. , el Puente de los Suspiros, y mil otros aspectos del panorama veneciano. Recorrimos después la Mercería hasta el Puente de Rialto -todo esto, desde luego, a pie- y por la noche fuimos al cine Massimo, que está en la Plaza de S. Salvador. Ponían una cinta italiana: “La campana del escándalo”. Día 20
Un poco lluvioso el día. Hemos vuelto a la catedral de San Marcos, cuyo altar mayor hemos admirado: cuatro columnas de mármol, la pieza principal de oro y joyas, gran parte del oro y la plata trabajados en Constantinopla en 1105. El tiempo inclemente nos ha impedido subir al Campanile. Antes de ir a la catedral recorrimos algunas calles y penetramos en la iglesia de S. Salvador, donde hay varios cuadros buenos, entre ellos la Anunciación del Ticiano, cuadro de su vejez. Vimos la torre del Reloj. Visitamos el Palacio Ducal con un guía que después nos llevó a las fábricas de vidrio y mosaico. Habla medianamente el español y no cobró porque las fábricas, a fin de años, le dan comisión por los clientes que lleva. El edificio es espléndido y tiene cuadros de los mejores de la escuela veneciana: Bassano, Paolo Veronese, Tintoretto. Abundan los cuadros de historia de Venecia. La sala del Maggior Consiglio es inmensa, y creo que, sin auxilio de columnas, no puede haber otra mayor. Por igual causa el cuadro mural del paraíso por Jacopone Tintoretto es el más vasto que existe al óleo. En esta sala hay más de 20 cuadros, subiendo por la escalera de oro (destinada solo a los nobles), obra de Sansovi no, hay varias salas admirables: la del Senado, la del Collegio, y la pequeña del Anticollegio. En esta última el precioso Rapto de Europa, de Paolo Veronese, siempre admirable. Hay cuadros diver-
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sos de Palma Giovane, Giovanne Contarini, Andrea Vicentino, y de los dos Tintoretto: Domenico y Jacopone, etc. Pasamos luego a ver, por dentro, el Puente los Suspiros, y las oscuras prisiones, inmediatas a él. Bajamos a los Pazzi, o pozos celdas que a veces se inundaban y vimos el lugar de las ejecuciones secretas. Al salir de allí visitamos la fábrica de vidrio, mosaico y muebles de Pauly y Cía. A pocos pasos de la iglesia. Es interesante ver como se trabaja el vidrio y se reduce a hilos blandos como paja; y como se hace el mosaico: La exposición de trabajos de la virgen al templo, grande). Por la tarde fuimos a la Academia delle Arti. Por desgracia, de las 23 salas sólo pueden verse ahora unas seis o siete, pues a causa del bombardeo austríaco sobre Venecia, que fue nutrido, los cuadros fueron enviados a depósitos seguros en Roma, y todavía no se han reinstalado. Hay, de todos, modos, cosas interesantes de la escuela veneciana: Bonifacio, Palma Vecchio, Belloni, y de los Postriores, más famosos. De ahí pasamos a la exposición de mosaicos de la casa Venecia-Murano; tanto o más interesante que la de Pauly. Nos detuvimos un rato ante la iglesia de Santa María de la Salute, y en el vaporcito que hace de tranvía por el Gran Canal fuimos a la Riva degli Schiavorni, para de ahí encaminarnos a pie a la fábrica de encajes artísticos establecida como escuela por la Reina Elena, por lo cual lleva el nombre de esta. Por la noche fuimos al Teatro Goldoni: allí trabaja Eleonora Duse, ya frisando en los sesenta. No hace papeles de joven. Trabajó admirablemente, insuperablemente, en La porta chiusa, comedia dramática en 3 actos, de Marco Praga. La compañía toda correcta, con una gran armonía de conjunto. El joven actor Memo Benassi, que hacía el papel (de) Giulio Quercieta, afortunado. Los demás, bien. El teatro, bastante amplio y elegante (con un reloj lumínico sobre el escenario) estaba repleto.
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Día 21
Gran excursión en góndola, todo el día, con un alto para visitar distintos lugares. Primero, recorrido minucioso del Gran Canal. Los palacios más interesantes: Corner della Ca’Grande (de Jac. Sansovino), Foscari, Grimani (Middel San Michele, renac.), el Vendramin Calergi (donde murió Wagner, hay una lápida que lo recuerda) y la admirable Ca’ d’ Oro. Descendimos al Museo Cívico, en el antiguo Fondaco dei Turchi(espléndido edificio). Faltan aquí también algunas salas de pintura por reinstalar. Hay muy buenas cosas, sobre todo las venecianas. Remarqués: Giovani Bellini, Cosimo Tura (su durísima “Pietá”, que no tiene la tersura de la de Bellini, en la cual hay un monograma de Alberto Durero). De P. Longhi hay varios cuadros, y de Rosalba Carriera, en estilo suave, moderno y elegante. Cortamos después por el Río S. Felice, a salir a la Sacca della Misericordia, que da al contorno norte, exterior, de Venecia: la mañana estaba clara y se veían las islas del cementerio, de Murano, etc. Entramos por el Río de Mendicanti, pasando frente al Ospedale Civile, y nos detuvimos en la iglesia de S. Giovanni e Paolo. Los mausoleos de Malipiero y otros dos son muy valiosos (es inmenso el de Mocenigo y Bembo). El de Michele Morosini, en estilo gótico, tiene encima adorno de mosaico: es de Danese Cataneo; el de Andrea Andranin, de Alessandro Leopardi, es una gran obra. Después de almuerzo, otra vez a la góndola, que nos llevó a la iglesia de Santa María Gloriosa dei Frari. Mausoleos artísticos; el de Ticiano, frente al de Canova; el del dux Giovanni Pesaro; cuadros: dos obras maestras de Ticiano: la Asunción que antes había estado en la academia) y la Madonna de la familia Pesaro; y una de Giovanni Bellini. (Madonna con Santos). Estatuas de Sansovino (S.Juan Bautis-
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ta), otro Juan Bta. en madera por Donatello; etc. La iglesia es muy rica en obras de arte. Visitamos luego el piso principal, del Palazzo Michael delle Colonne, gótico con retoques renacentistas. Este palacio fue en un tiempo de la ducal familia de los Barberigo, después de los Moncenigo, y ahora del Conde Doná della Rose, que vive en el piso superior. Buenos cuadros de Tiépolo y de Longhi, retratos antiguos de las familias que poseyeron el palacio, tapices de Bruselas muy buenos con escenas mitológicas e históricas, muebles antiguos, mosaicos, etc. Por último pasamos a la isleta de S. Giorgio Maggiore y visitamos la iglesia del mismo nombre, obra del siglo XVI, de elegante arquitectura. Buenas obras de arte. Remarqués: las dos últimas obras del Tintoretto (Martirio de S. Cosme y S. Damián, y Coronación de la Virgen); la Natividad de Bassano; otras 3 del Tintoretto: la Cena, la caída del Maná, el Descenso de la Cruz y la Resurrección, y más del mismo. Por la noche fuimos a un cine inmediato.
Día 22
Un último recorrido a pie por la mañana. EI tiempo está muy malo. Fuerte viento, y la lluvia. La marea sube y se teme que esta noche invada el agua la Piazza. El gran canal está agitado. A la 1:30 del día salimos en góndola de dos remeros para la estación. El tren salió a las 2:50. Perdimos tiempo, después, en Mestre, y llegamos con retraso a Bolonia, (donde teníamos que cambiar de tren), después de pasar por Ferrara, la ciudad natal de Savonarola. El tren que nos esperaba en Bolonia hubo que tomarlo casi por asalto. No había asientos libres en ninguna clase. Afortunadamente una profesora suiza que iba a Florencia con tres
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alumnas, nos cedió sus asientos mientras comían; después fuimos a comer nosotros al dining car; y entre una y otra cosa, llegamos a Florencia a las 11 y 30 de la noche. La diligencia del Hotel Cavour nos esperaba.
Florencia Día 23
Mi primera salida ha sido para visitar el Palazzo Vecchio, o palacio de la señorita, en la soberbia plaza del mismo nombre. La Torre de este palacio empezada a fines del siglo XIII y terminada en el XVI, es un atrevimiento arquitectónico, pues no tiene base propia. A lo más alto de ella subí; contando desde la puerta de entrada, son 438 escalones. La vista de Florencia desde lo alto es magnífica. La gran sala del consejo, o de los 500, tiene muchas pinturas de Vasari, que fue quien en verdad acabó el edificio. Varias estatuas de Hércules por Vicenzo Rossi; otras de Bandelli. Los departamentos de León X también están decorados por Vasari, así como el segundo piso en su mayor parte, aunque hubo ayuda de sus discípulos. Los departamentos de Eleonora tienen preciosidades. La capilla, con cuadros de Ghirlandagio (Rodolfo del). La Sala del Reloj tiene una preciosa puerta marmórea por Benedetto de Maiano. Sala de Cartas Geográficas y la capilla privada de Eleonora de Toledo, también muy interesantes. A la entrada del edificio en el pretorio que da a la plaza: Hércules y Caco, por Bandinelli (derecha, entrando) y copia en mármol del David de Miguel Angel (izquierda). Más lejos, a la izquierda, la Judith, de Donatello. Siempre a la izquierda, hacia el centro, la gran fuente de Neptuno, de Bartolomeo Ammannati (divinidades marinas por J. de Bolonia). Y un poco más lejos, un disco de bronce, de Sodini, recuerda el lugar en que fue quemado Savonarola. Más a la izquierda, en el mismo centro, estatuas de Cosme I, por Juan de Bolonia. Al costado opuesto del palacio, hacia la derecha, se inicia la Galería de Uffizi, que en la parte exterior tiene estatuas de los más grandes
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florentinos; pero antes de llegar a la Galería está la maravillosa Loggia dei Lanzi, o dei Priori, donde están varias obras maestras: de Cellini; Hércules y el Centauro, y el Rapto de la Sabina, por Juan de Bolonia; el Rapto de Polixena, por Pío Fedi, y un mármol griego de Ayax moribundo. Por la tarde dimos un primer vistazo a la catedral (exterior de mármol de varios colores, según hay otros templos en Florencia; gran amplitud; puertas modernas de bronce, con magníficos relieves) y fuimos a la Galería dei Uffizi. Es una colección estupenda. En mármoles hay mucho: la Venus de Medici: los luchadores; el Fauno atribuido a Praxíteles; El “Recogedor” de Cleomenes, hijo de Apolodoro de Atenas, etc. En pintura es imposible detallar. Lástima que la mayor parte de las muy nutridas salas venecianas que había no se exhiben ahora, porque se prepara para otra distribución. Pero, en general, y sobre todo en escuela florentina, la colección es incomparable. Remarqués; t o d o B o t i c e l li ; F r a F i l i p p o L i p p i ; P i e t r o P e r u g i n o ; t o d o Ghirlandagio (Domenico); La anunciación de Leonardo y la inacabada Adoración; La Santa Familia, de Miguel Angel; La cabeza de Medusa, atribuida a Leonardo, del cual hay además el retrato de un joven; San Juan en el Desierto, por Rafael, con otras obras suyas; casi todo Guido Reni; y en obras de otras escuelas y naciones: la Adoración de los magos, de Durero, y varias obras de Memling y Van Dyck. La sala de los camafeos es maravillosa. Hay sorprendentes trabajos en cristal de roca por Cellini. Muchos cuadros que estaban en los Uffizi los han trasladado a la Galería gemela, Pitti; que se comunica con esta por un pasaje secreto, y que veremos otro día. Para cerrar la tarde, hemos ido en tranvía hasta el barrio de Colonna, que es bastante cerca. Por la noche no hemos salido.
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Día 24
(Detrás del coro, la Pietá inacabada, de Miguel Angel). Nueva visita a la catedral, entrando en la Sacristía, que tiene una puerta regalada por Lorenzo el Magnífico (bronce trabajado por Luca della Robbia, que encima puso la Resurrección). Los armarios de esta sacristía fueron tallados por Giuliano, Donatello, etc. En la tribuna de la Sta. Cruz estatua de Sto. Tomás por Rossi y de S. Jacobo por Sansovino. Hay otras obras de arte en la vastísima iglesia al lado de la cual se halló un campanil de elegancia suprema, obra de Giotto di Bondome. Las puertas modernas de bronce son de Augusto Passaglia (central e izquierda y Cassioli derecha). Hemos buscado después una pensión donde instalarnos, y la encontramos: Pensione Rigatti, Lugarno Generale Díaz 2 Gia L. della Borsa). Está frente al Arno, y no lejos del centro. Hoy mismo nos instalamos. Estuve en el Or San Michele, (San Michel in orto). Contiene un soberbio tabernáculo gótico por Andrés y Jacobo Orcagna, con preciosos bajo-relieves. Estatua de Mino de Fiesole: la Virgen y el niño. En el exterior, nichos con estatuas de Santos: S. Jorge, (copias) por Donatello; San Lucas por Juan de Bolonia, y otros originales de Donatello; San Pedro, San Marcos, de Michelozzi, de Nanni di Banco, de Ghiberti etc. Por la noche, reposo. Día 25
Temprano fui al Museo Arqueológico, en el antiguo Palazzo Crocetta. Rico en Etruria; pero en Egipto no tanto como el de Turín.
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Es interesantísimo. De ahí fui a la iglesia de la Annunziata, donde había gran función religiosa por ser día de la Anunciación. El templo es magnífico, lujosamente decorado, y estaba repleto de gente. Por la tarde volví con Guarina, y lo vimos con más calma: en los dos claustros hay frescos de Andrea del Sarto y otros; en el centro de la iglesia, la Asunción del techo es de Franceschini; hay un altar construido por orden de Cosme de Medici, que es una maravilla. Toda la iglesia es lujosísima y rica en obras de arte. Fuimos al Museo Nazionale, en el antiguo Palazzo Bargello, o del Podestá. Edificio de época, con un magnifico patio. Buenas obras en escultura: Baco ebrio (obra de juventud de M. Angel), Adonis morente, y Paris y Elena, por V. Rossi; El Océano (tamaño colosal), el Mercurio, y otros, por J. de Bolonia; muchas de Donatello (David, S. Jorge, etc.), la Arquitectura, por J. de Bolonia; la Virtud que vence al Vicio, por el mismo; una Leda hecha sobre el cuadro de M. Angel (Dresde). Muchas armaduras, algunas trabajadas, así como un escudo, por Cellini. Terracottas por A. della Robbia. Tapices flamencos y florentinos. Estuvimos también en la iglesia de Santa Croce, especie de panteón de grandes hombres: monumento a Miguel Angel, ideado por Vasari, hecho por varios; Monumento a Dante (que no descansa aquí) por Stefano Ricci; a Alfieri, por Canova, por cuenta de la Condesa de Albani, que también tiene allí su monumento; a Maquiavelo, por Innocenzo Spinazzi (1787); a Rossini, por Cassioli Ugoz (1902); a Cherubini, por Fantacchiotti; a León Batista Alberti; por I. Bantolini; a Donatello, a Carlo Botta; y, poco artístico, a Galileo. Hay muchos otros monumentos. Hay estatuas y cuadros valiosos. De Donatello, varias cosas. Al salir de allí, fuimos a la fábrica de mosaico florentino en mármol. El trabajo de incrustación es habilísimo. Al caer la tarde fuimos en tranvía a Fiesole. Trayecto de ascención continua, muy agradable. Paisajes preciosos. Desde la altura de Fiesole, se domina una vista total del valle del Arno, con Florencia en el cen-
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tro. No se puede visitar la Villa Medici, propiedad de unos ingleses. En ella pasan ahora unos días dos recién casados: la princesa María de Inglaterra y el Vizconde de Lascelles. Hay en Fiesole un teatro romano, exhumado, que no pudimos ver por lo avanzado de la hora. En la plaza principal hay un monumento a Garibaldi y Víctor Manuel; con las figuras ecuestres de ambos. Visitamos la fábrica de sombreros de paja de Italia, donde hay otros trabajos de paja finísimos (hasta paraguas o sombrillas), regresamos a Florencia. Por la noche, descansamos.
Día 26 de marzo de 1922
Es domingo y se puede visitar sin costo los museos, los jardines de Baboli, etc. Fuimos a la Galería dei Uffizi y recorrimos nuevamente todos sus departamentos, admirando nuevamente las grandes obras que ya nos habían deslumbrado. Luego por el “pasaje secreto”, construido por Vasari, nos dirigimos a la Galería del Palazzo Pitti. En el pasaje hay gran cantidad de retratos históricos. Gran parte de él está encima del Ponte Vecchio, que a semejanza del de Rialto en Venecia, es una calle con pequeños edificios para tiendas. La Galería Pitti no tiene la riqueza de la de los Uffizi, pero ambas galerías, que en rigor forman un solo museo, se intercambian cuadros. Ahora está en la Pitti casi todo lo veneciano que estaba en la dei Uffizi, así como la colección de autorretratos de pintores. Así, aquí están ahora las dos Venus yacentes de Ticiano (la del perrito y la del amorcillo), y otros cuadros del mismo, del Tintoretto, del Veronese, de Tiépolo, etc. Hay dos cuadros de la misma época, sobre el tema de Apolo y Marsias; uno de Giovanni Francesco Barbieri (Guercino) (Cento 1591Bolonia 1666) en el cual Marsias esta tendido en el suelo con las manos amarradas, mientras Apolo prepara el cuchillo para degollarlo, Y, a la izquierda, dos figuras contemplan la escena; y otro de
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Giovanni Bilivert (Florencia 1576-1644), en el cual Apolo sostiene a Marsias por un brazo y empieza a degollarlo, pues el cuchillo está puesto sobre el cuello. Entre los cuadros célebres de esta galería está Il concierte de Giorgione. Además, varios de tema sacro, de Boticelli; otros de Luca Signorelli, del Sodoma, de Rafael etc. El decorado es suntuoso. El baño de María Luisa de Austria, 2da. esposa de Napoleón, es una maravilla; muy superior al baño del palacio, que se exhibe en el gabinete del baño. Como se hacía tarde, sólo pudimos dar un vistazo a los jardines de Boboli, o sea los jardines del antiguo palacio real, y vimos la gruta de Buontalenti, con estatuas de Bandinelli; hay otras muchas estatuas en las avenidas. Por la tarde fuimos en tranvía, hasta Gelsomino, por el Viale dei Colli, espléndido paseo que conduce al Piazzale de Michelangelo, desde donde se goza una magnífica vista de la ciudad. Nos detuvimos en el Piazzale, que tiene una reproducción en bronce del David y de cuatro figuras de los miembros de los Medici (Aurora, Crepúsculo, Día y Noche), y bajamos por la amplia escalinata que conduce hacia el Arno. Regresamos a pie, pues desde el comienzo de la escalinata a casa no es lejos. Como todavía no era de noche fuimos a ver la ciudad en domingo por la tarde y entramos en el Baptisterio. Es templo antiguo, octogonal, acaso pagano en su origen. Las puertas de bronce, alguna del siglo XIV son espléndidas pero no mejores que las modernísimas de la catedral. Por la noche fuimos a un cine donde ponían una película de la Bertini (Cine Modernissimo).
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Día 27
Visita a la Academia de Bellas Artes. Allí está la Galería antigua y moderna. Lo más importante es la tribuna de Miguel Angel con el David original. Las copias son insignificantes cuando se admira el original. Hay varios bocetos originales de Miguel Angel. En esos bocetos acaso halló Rodin su inspiración para sus figuras de contornos indecisos. La sección de pintura es rica en primitivos, pero no tiene gran cosa si se le compara con los Uffizi y Pitti. La galería moderna no está allí. Ha sido retirada, dicen que para anexarla a la de Pitti. Pasamos de ahí al Museo de San Marcos. Los dos claustros son magníficos, con frescos bastante bien conservados. Muchas obras de Fra Angélico, que aquí vivió, y decoró muchas celdas, con frescos que están intactos. En el pequeño refectorio está la admirable Cena del Ghirlandagio. Visitamos la celda de Savonarola, con objetos que fueron suyos, cuadros, estampas, etc. Hay también una parte histórica en el Museo, con cosas florentinas, antiguas. Hay bastantes cuadros. Los más interesantes, los de Fra Angelico. En la biblioteca hay magnificos ejemplares miniados por Fra Bartolomeo de Frosnio (género del B. Angelico), que también pintó frescos en varias celdas. Estuvimos también en el Museo de la “Opera del Duomo”. Contiene trabajos relativos a la catedral, o que estuvieron en ella. Lo mejor son dos balaustradas o galerías de Luca della Robbia y de Donatello, respectivamente. Hay un altar de plata maciza que estuvo en el Baptisterio(los bajos-relieves son de Betto y de Jean de Geri) y en el altar trabajaron muchos artistas. Hay una sala de proyectos y bocetos de la fachada de la catedral.
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Por la tarde tomamos el tranvía de “circonvalazzione” que nos llevó al Cascine. Vimos el elegante y aristocrático viale della Regina, pero el agua no nos dejó seguir recorriéndolo ni ir por el Viale del Re hasta el Monumento del Príncipe Indiano. En la plaza Cavour vimos el arco de triunfo, a Francisco I de Lorena, primer gran Duque de Toscana. No es gran cosa. Día 28
Visitamos, la casa de Dante. Hay allí una escuela superior de tipografía, del Gobierno. No puede precisarse si en esa parte, reconstruida con algo de su época, nació o vivió Dante, pero si que ese era el solar de su familia, que allí tenía su comercio de sedas. La casa fue destruida por los güelfos, y abarcaba un radio mucho mayor. Calle Dante, No.2. Luego, a la Galería Buonarotti. Este museo lo fundó un sobrino de Miguel Angel. Hay reproducciones, bocetos y dibujos de Miguel Angel. El decorado de algunas salas, con escenas de la vida de Miguel Angel, está bien. Varios pintores modernos trabajaron en él. Hay un bajo relieve de M. Angel a los 19 años. “Lucha de centauros y lapitas” y terracotas de Luca della Robbia. Numerosos retratos de Miguel Angel que vivió en esta casa un tiempo. En el piso superior, un Museo Topográfico de Florencia: grabados, viñetas, etc., de la topografía, vida y costumbres de Florencia en otro tiempo, y el Museo del “Risorgimento”, que muestra reliquias de la independencia italiana. Por la tarde fuimos en tranvía al Cascine, pero la lluvia, otra vez nos impidió recorrerlo. En otro tranvía fuimos hasta la puerta romana. Por la noche, función de gala en el Teatro della Pergola, con asistencia de la princesa Mary of England y su esposo el Vizconde de
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Lascelles. Ocuparon el palco real y se les tributaron homenajes. Representaron la ópera. Francesca da Rimini por Landonai. Es obra muy moderna, de orquestación complicada. El autor estaba presente y fue llamado a escena al final de todos los actos. Se le ofrendó también una gran corona. El teatro es bastante amplio y hermoso, y tiene el reloj habitual, sobre el arco del escenario.
Día 29
Visita a la iglesia de la Trinidad. Hay frescos de Ghirlandagio, Lorenzo di Bicci, etc. Esta la tumba de los Davanzati. De ahí seguimos por la Vía Tornabuoni, muy comercial y concurrida. Visitamos el antiguo Palazzo Strozzi, empezado en el siglo XI (hay ahora allí una venta de antigüedades, en parte del piso principal); vimos con su Loggia, el Palazzo Ruccenai, y, en fin, seguimos hasta la iglesia de Santa María Novella. Esta iglesia (anexa al monasterio de su nombre, que tiene grandes y famosos claustros) tiene muchos tesoros artísticos: cuadros de Orcagna, Ghirlandagio (Santa Lucía), Cimabue, Bugiardini (todo esto en la capilla de los Oricellari). En la capilla strozzi, cuadros de Filippo Lippi y tumba de Filippo Strozzi por Benedetto da Maiano. En la Capilla principal, frescos, todos, de Ghirlandagio, y vitrales por Alejandro Florentino. En otra capilla de los Strozzi, muchos cuadros de Orcagna. Hay tumbas, algunos frescos de Giotto. Por la tarde, excursión en tranvía al Ponte Rosso, para conocer esa parte de la ciudad. Por la noche, descanso.
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Día 30
Fuimos a la milenaria iglesia de San Lorenzo. Existe desde 390, pero, ampliada, la destruyó un incendio en 1423, fue reconstruida por Brunelleschi. No tiene fachada, pero existe un boceto de M. Angel. Hay obras de arte notables. En la antigua sacristía, un monumento en pórfido, con adornos de bronce, por A. del Verrocchio, consagrado a los Medici. En la capilla principal, un altar decorado de piedras preciosas (1787). Cuadros de Filippo Lippi y otros. Monumento a Donatello, por Romanetti. Lo mejor es la nueva sacristía y las Capillas de los Medici. La llamada dei Depositi (donde yacen todos los Medici que en esta iglesia fueron enterrados) contiene los dos grandes monumentos de M. Angel, al Duque de Nemours y al de Urbino, con las figuras alegóricas famosas: Día, Noche, Aurora, Crepúsculo. En el altar, la Virgen y el Niño, por M .A. y magníficos candelabros por M .A. Pero lo que es superior a toda ponderación es la Capilla de los Príncipes (1604), toda incrustada de mármoles raros y piedras preciosas. Falta parte del piso por terminar. Estatuas de Cosme I por ej. de Bolonia, y de Femando I, por Tacca. De esta capilla incomparable nos trasladamos al Cenacolo di Fuligno, en el antiguo convento de religiosas de ese nombre. Descubierto en 1845, no se sabe su autor. Vasari no lo menciona. Hay quien lo atribuye a Rafael, pero a mí me parece anterior a su época. Allí hay una pequeña galería de cuadros no muy notables, pero de todos modos interesantes. Hay de buenas firmas. Por último, a la Galería Corsini, sita en el Palazzo Corsini, a orillas del Arno. Sólo se visita en ciertos días, pues la familia habita el palacio. A la entrada, la estatua del Papa Clemente XII (un Corsini). Hay muchos cuadros de Tintoretto, Guido Reni; C. Dolci,
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Ribera (que abundan en los museos de Italia), Salvador Rosa, Veronese, A del Sarto, Caravaggio, también de la escuela holandesa: un auto-retrato de Rembrandt; Prometeo, de Van Dyck; Sanson, de Rubens, etc. El decorado, elegante, y hay muchos objetos raros y ricos. A las 1 y 20 partimos para Roma.
Roma. Día 30
Llegamos a Roma a las seis y media de la tarde y nos instalamos en la pensione Astoria, Vía Sicilia esquina Toscana. Por la noche, que estaba tibia y agradable, dimos un paseo a pie: de la Vía Sicilia, pasando por la Veneto y la Ludovisi, a la Piazza S. Silvestre y de allí a la Piazza Venezia, donde está el suntuoso monumento a Vittorio Emmanuel II; después por la Vía Nazionale a la Piaazza delle Tenue, donde está la fuente monumental que vimos al llegar, y luego por la 20 de septiembre y la Chiusa Sella, hasta la Sicilia, donde vivimos. Fue un buen paseo de orientación. Día 31
Por la mañana, paseo en los jardines de la Villa Borghese, entrando por la Porta Pinciana. Dejé a Guarina y los niños en el Jardín Zoológico, y me fui a la Legación de Cuba, pasando por la amplia Piazza del Popolo. En la Legación, que está en Vittorio Orsini, 25, hablé largo y tendido con Carlos Armenteros, que tenía cartas para mí. Regresé y me detuve ante la iglesia de S. Trinitá dei Monte. Todo esto, a pie.
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Por la tarde, visita a la Galería Borghese. El decorado del edificio es incomparable. Muchas obras notables. Paulina Borghese, (estatua de Venus yacente) por Canova; varias estatuas de Bernini: Apolo y Dafne, David y la honda, Eneas y Anquises; muchas obras de la antigua estatuaria romana y reproducciones griegas y antiguas. Cuadros: Amor sagrado y amor profano, por el Ticiano; Rafael, El entierro de Cristo; Lucrecia de Palma Vecchio; Danae de Correggio: Cupido y las Gracias, con Venus que lo arma, por Ticiano, etc. Los alrededores son preciosos. De allí fuimos en tranvía hasta S. Croce in Gerusaleme, y vimos de cerca el viejo acueducto romano (Acqua Claudia), regresamos luego a la Vía Nazionale, y de allí fuimos al Coliseo. Es imponente y se conserva lo suficiente para dar idea cabal de su magnificencia. Ya al entrar la noche, regresamos, y después fuimos: a un cine a ver la película Theodora, (Cine Modernísimo). Este cine está en el Corso Umberto I. Día 1 de abril
Hemos ido a San Pedro. Llegamos a tiempo para subir a la cúpula, que hoy está abierta al público sin costo. El exterior de la iglesia no dice gran cosa, pero el interior es estupendo, por la extensión y la magnificencia. La gran plaza es también magnífica con su doble columnata ideada por Bernini. espléndido, el tabernáculo de bronce, estilo bizantino, bajo el cual está el altar mayor. Debajo del altar, la tumba de San Pedro. En la iglesia está la Pietá de M. Angel y hay magníficos monumentos funerarios de Pollajuolo, de Bernini, de Canova. Hay también una estatua de S. Pedro, en bronce, del siglo V. El techo de la cúpula, de mosaicos. Por la tarde fuimos a la Gran Colonna, en el Palazzo de los príncipes de Colonna. Sólo está abierta en días determinados. Es suntuoso el decorado de la sala principal. Retratos de los Colonna por grandes pintores. Cuadros de Palma Vecchio, Bellini, Giulio Roma-
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no, Poussin, Van Dyck. Estatuas, y objetos de valor artísticos (un secretaire de ébano con bajo relieves de marfil, mesas de pórfido, etc.) Fuimos en ómnibus a la Vía Appia Nuova, pasando por la basílica de San Juan de Letrán; y después, en tranvía, a la Pirámide de Cistius, Cayo Cestio, y al Cementerio Protestante, donde está enterrado Keats, y el corazón de Shelley. Regresamos hacia la Plazza del Campidoglio, que visitamos minuciosamente, y desde las espaldas del palacio de los senadores obtuvimos un buen golpe de vista del Foro Romano, al cual descendimos después. Recorrimos luego todo el Foro, donde se conservan bastante bien los arcos de Septimio Severo(hacia el Capitolio), y Tito (hacia el Coliseo), así como junto al Coliseo, el Arco de Constantino. Al regresar, pasamos por el Foro Trajano, donde está la famosa columna Trajana. Por la noche, reposo.
Día 2
Hemos vuelto hoy por la mañana al Foro y después al Palatino, que se comunica con aquel. Casi toda la mañana la invertimos en el Palatino, principalmente en la casa de Tiberio, en la de Livia y en la de Augusto. Bajamos al Stadium de Augusto, aunque se ve mejor desde arriba. Recogimos pedazos de mármol del Foro y del Palatino. Al salir de allí tuvimos tiempo de visitar el Museo Capitolino, rico en antiguas esculturas. Remarqués: 2 grandes sarcófagos: uno con una batalla entre romanos y galos: otro, el mayor y mejor, con escenas de la vida de Aquiles; Gladiador Moribundo (tipo galo); una de las mejores copias del Sátiro en reposo, de Praxiteles; una copia de una Amazona de Fidias; una vieja (arte helenístico, parecida a otra del Vaticano); muchos bustos de grandes figuras antiguas, y una muy com-
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pleta colección de bustos de emperadores; la Venus Capitolina, legítimamente griega; Cupido y Psiquis; Cupido ajustando su arco (acaso copia de Lisipo); unos leones egipcios, etc. En frente está el Palazzo dei Conservatori. Hermoso por su disposición y decorado, produce, en este aspecto menos impresión que el de Colonna. Hay muchos frescos valiosos, pero en su mayoría, modernos, del siglo XVIII y del XIX. La Sala degli Orti Lamiani contiene antigüedades de mármol hallados en el Esquilino entre ellas un Busto de Hércules, imitado de Scopas, Una vieja cargando un cordero, y la Venus Esquilina, de poca importancia. (En realidad es una joven que se arregla el cabello). En otras salas: restos de los jardines de Mecenas (Monumenti degli Arti Mecenaziani), entre ellos una estatua de Marsias, en mármol rojo. Hay una sala de bronce (pedazos colosales de un toro y un caballo); sala de cerámica, y de objetos antiguos. La Pinacoteca es pequeña, pero tiene buenas cosas; S. Sebastián de G. Reni; La adúltera de Palma Vecchio; Rapto de Europa, del Veronese; Tres escenas de Cristo (coronación de espinas, bautismo, flagelación) por el Tintoretto; Rómulo y Remo de Rubens; Bautismo de Cristo, de Ticiano; autoretrato de Velázquez, Magdalena del Tintoretto, etc. Por la tarde, excursión en automóvil. Visita a las ruinas de las sultuosas Termas Antonianas o de Caracalla. Asombroso. Seguimos después a buscar la antigua Vía Appia, y nos dirigimos a las Catatumbas de San Calixto. Descendimos a las catatumbas, guiados por un fraile, y las recorrimos durante media hora. Allí están la tumba de Santa Cecilia (los restos están hoy en la iglesia de Sta. Cecilia in Trastevere) la del Papa Eusebio, y las de muchos cristianos. Después pasamos por la tumba de Cecilia Metella, y regresamos a Roma por la Vía Militare y la Vía Appia Nuova. El mismo auto nos llevó hasta la Passeggiatta del Monte Pincio, que recorrimos a pie, y pasamos al Jardín del Lago, de la Villa Borghese (hoy Villa Umberto Primo). En un extremo del lago está un tem-
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plete a Esculapio. Hay muchas estatuas en la Villa Borghese. El día en que la recorrimos por primera vez vimos la de Goethe por Eberlein, regalada por Guillermo II de Alemania a la ciudad de Roma. Villa Medici estaba cerrada. Desde los jardines vimos el crepúsculo, y regresamos en un tranvía que trazó un largo recorrido. Día 3
Fuimos al Vaticano. Entramos primero en la Pinacoteca, que no es grande pero tiene buenas cosas: Leonardo da Vinci: San Jerónimo; Paris Bordone: S. Jorge; F. Filippo Lippi: Coronación de la Virgen; Rafael: i1. id. dibujada por Rafael y pintado por G. Romano y F. Penni; Rafael: Anunciación, Adoración de los Magos, Presentación al templo; Guercino: Cristo y Santo Tomás; Carlo Crivelle: Cristo muerto con la virgen, San Juan y la Magdalena; Murillo: Esponsales de Sta. Catalina; Veronese: Sta. Elena; Domenichino: Comunión de San Jerónimo; Rafael: Madonna de Foligno, y La Transfiguración, su última obra, acabada (la parte de abajo) por Francesco Penni y Guillo Romano, autores de la admirable Madonna de Marteluce, que allí está; Ticiano: Nic. Marcello, Dux de Venecia y Madonna de San Niccolo dei Frari; Carlo Crivelli: la Deposizione; Cala Filotesio dell Amatrice: Tríptico (L’ Assunta, Stos. Lorenzo y Benedetto; Stas. Magdalena y Agnes); de Fed. Boroccio: el Reposo en Egipto (colores suaves y delicados), La Anunciación; y una Madonna de Guido Reni. Pasamos después a la colección de antigüedades, única en el mundo. Visitamos rápidamente la colección egipcia (tan rica como admirablemente presentada) y la etrusca, y entramos en la galería de esculturas. Es imposible describir ni detallar. Valga mencionar algunas obras universalmente celebradas: Venus de Guido, por Praxiteles
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(copia antigua, con tela de metal moderno); la Biga, o carro de dos caballos; Discóbolo de Myron: Sarcófago con Baco y Ariana (con una centaura en la procesión; un colosal estanque redondo de pórfido en el centro de la Sala Rotonda, donde están la Juno Barberini, el Antinoo báquiccio, o vestido de Báco, y el Zeus de Otricoli, acaso copia de Fidias; Centauro y Centauresa del Carro de Baco (bajo relieve); Apolo Musageta, con largo traje (en la sala de las musas, donde están éstas); el Apolo Sauroctono, copia de Praxiteles; un Tritón de la Galería delle Statue; los estupendos Candelabros Barberini, con relieves magníficos; el Laoconte, atribuido a tres rodios (Agesandro, Polidoro y Atenodoro) según Plinio; el Apolo de Belvedere; el estupendo Perseo de Canova, (hay también dos estatuas de pugilistas, del mismo); Mercurio probable copia de Praxiteles; el soberbio fragmento estatuario llamado Torso di Beldevere, de Apolonio de Atenas; en el Braccio Nuovo; Sileno con Baco niño; Augusto, su mejor estatua; Apoxyomenos, copia de Lisipo; el Grupo Colosal del Nilo una gran cabeza de Minerva; estatua de Demóstenes; la Pallas Guistizmiani, en mármol de Paros; una copia del Sátiro, en reposo, de Praxiteles, etc. Seguimos a las galerías de los Candelabros y de las Cartas Geográficas, vimos los tapices hechos sobre dibujos de Rafael, y empezamos a ver las Stanzas de éste, pero llegó la hora del cierre de la galería y quedamos en volver al día siguiente. Almorzamos cerca de S. Pedro, después de las dos de la tarde, y fuimos a la Villa Farnesina, que no pudimos visitar, porque estaba cerrada ya. Seguimos en coche a San Pietro in Vincoli, donde está el Monumento al Papa Julio II; con el Moisés de Miguel Angel. Otras figuras del monumento no son de él, pero el Moisés me parece lo mejor que hizo en estatuaria, y su valor no puede apreciarse hasta que no se ve el original. El edificio es antiguo, la nave está sostenida por 20 columnas dóricas, y hay algunas otras de arte. Fuimos después a Santa María Maggiore. Es amplia y lujosa. Hay obras de Guido Reni y Bernini. Dos capillas espléndidas son la
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Borghese y la Sixtina. Las columnas, en número de 40, son jónicas; los mosaicos datan del siglo V. Más tarde fuimos a pasear por la Passeggliatta Margherita, desde donde se domina un espléndido golpe de vista de la ciudad. En altura, dominando la ciudad, el monumento ecuestre de Garibaldi, por Gallori (1895). Pasamos por S. Pietro in Montorio (erigida en 1472 por los reyes católicos en el lugar donde se dice sufrió San Pedro el martirio ), y por San Onofrio junto al cual hay un árbol que da sombra al Tasso. Regresamos de S. Onofrio al monumento a Garibaldi, y desde allí vimos el crepúsculo. Fuimos por la noche a un Cine, a ver a la Nazimova. Día 4
Visita a Santa María della Pace (siglo XV), pequeña iglesia, donde están las cuatro Sibilas de Rafael, recordando las “revelaciones angélicas” del Señor. Hay además otros frescos valiosos. Pasamos por la Piazza Narona, cuyo trazado es el del antiguo Stadium de Doniciano, con tres fuentes, dos chicas por Bernini. (La grande del centro, es más moderna), y fuimos al Panteón, único edificio conservado de la antigua Roma. De ese edificio tomó el Papa Urbano VIII (Barberini) las columnas para el altar mayor de San Pedro. Allí está la tumba de Rafael. También las de Vittorio Emmanuele (en el libro registro pusimos nuestras firmas) y Umberto I. Después, a la Piazza della Minerva (donde hay un elefante de mármol, al cual Bernini puso en el lomo el obelisco que hoy sostiene). Allí está la iglesia de Santa María sopra Minerva, construida sobre el antiguo templo de Minerva, erigido por Domiciano. En el interior: Cristo con la Cruz por M. Angel, monumentos de dos de los Medicis (León X y Clemente VII); frescos de Filippo Lippi, y otras obras de arte. Quedan las columnas del templo de Minerva.
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Volvimos al Vaticano. Obtuvimos algunas vistas de los jardines, viéndolo desde balcones y ventanas, y visitamos la Capilla Sixtina. El techo de la capilla es un trabajo colosal, pero el Juicio Final no inspira tanto asombro. Los frescos laterales son de muchos autores, pues Miguel Angel sólo hizo el techo y el juicio. Remarqués: Perugino y Pinturicchio: Bautismo de Cristo; Boticelli: Moisés (tres aspectos de su vida); Ghirlandagio: Vocación de S. Pedro y S. Andrés; C. Rosselli, la Cena. Las Stanzas de Rafael son asombrosas. En la Stanza dell’ Incendio colaboraron otros: Perugino (el techo, con la glorificación de la Trinidad); Perino del Vaga (Juramento de León III); Giulio Romano (Victoria de León IV contra los Sarracenos en Ostia); F. Penni (Incendio del Borgo). De Rafael: Coronación de Carlo Magno. La Stanza della Segnatura sí es toda de Rafael, y más aún la Stanza de Heliodoro (Expulsión del templo de Jerusalén), Atila rechazado de Roma por León I, la Misa de Balsena y Liberación de S. Pedro. En la Sala de Constantino todo es de Giulio Romano, con F. Penni y Raffaelo dal Cone, después de muerto Rafael.Después se visita la Capella de Niccolo V; decorada por Angelico da Fiesole y la Loggia de Rafael, hecha por sus discípulos casi toda (los frescos y ornamentación) de acuerdo con dibujos de él. Del Vaticano nos trasladamos al Palazzo Doria, que nos produjo, en decorado y presentación, menos efecto que el Palazzo Colonna. La Galería Doria-Pamphili es bastante extensa y tiene algunas obras maestras: Papa Inocencio X, por Velázquez (el único cuadro extraordinario que hay de Velázquez fuera del Prado en Madrid); Herodias con la cabeza de S. Juan, por Ticiano; Madonna de Guido Reni; Pastor, de Rembrandt; y algunas estatuas y objetos artísticos y de valor. Por la tarde fui al Museo Nacional de Arte Moderno que está magníficamente instalado al fondo de la Villa Borghese, detrás del Jardín del lago, en un nuevo edificio. Dí un vistazo muy rápido, y me sorprendió la riqueza y brillantez de la pintura italiana moderna.
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Remarqué: la Sala Morelli; la Sala Palizzi; G .Baldini: Ritratto di donna; Ferruccio Ferrazzi: Focolare; F. Hayez: Vísperas Sicilianas; Arístide Sartoric; La Gorgone e gli eroi; F. Paolo Michetti: I1 voto; Federico Farobini: La vergine al Nilo; Giusseppe Sciuti: Restaurantio aerari; Giovanni Constantini: Folla triste; Giusseppe Pellizza: I1 sole; Giusseppe Mentesi: Gloria; Felice Caarena: Madre e I Fiori (recuerda en ambos a Carere). Un admirable mármol de Canova: Ercole e Lica. Después anduvimos de tiendas, y preparando el viaje para esta noche. A las 8 y 20 salimos para Génova.
Génova Día 5
Llegamos a Génova a las 7 a.m. Desayunamos y tomamos un coche para recorrer la ciudad. En la Piazza Acquaverde, frente a la estación, está el monumento a Colón. El coche nos hizo recorrer la Vía Garibaldi (después de la Vía Balbi y la Vía Cairoli), la Vía Carlo Felice, la Piazza Deferrari (con la estatua de Garibaldi), la Vía Venti Settembre (por encima pasa el puente monumento del Corso Andrea Podestá) y seguimos luego por la orilla del río Bisagno hasta el Cementerio Monumental, que nos pareció menos artístico que el de Milán. Regresamos por la parte alta. Vimos de la altura el espléndido paisaje del puerto y del mar, azul claro, recorrimos el Corso Andrea Podestá y el parque de Acquasola, y volvimos a la estación. A las 11 y 20 tomamos el tren para París.
Día 6
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A las 10:40 a.m. llegamos a París Día 9 A. las 8:15 salimos para Burdeos Día 10
A las 6:00a.m. llegamos a Burdeos. Tiempo lluvioso. Recorrido rápido de los principales lugares de Burdeos. A las 4pm. embarcamos en el Macorís para Cuba.
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Día 11
El vapor salió hoy por la mañana. Llegaremos del 29 al 1ero.
VIAJE A SURAMÉRICA Día 26 de Abril, 1941
Salimos de la Habana a las ocho de una mañana levemente gris. Junto al muelle, sobre el mar plomizo revolaban gaviotas plateadas. En la orilla, se fueron alejando familiares y amigos. Leonor, con su traje y su cabello de plata, era la dueña de las gaviotas. Se fueron alejando los edificios, tan conocidos, sonriéndome y desvaneciéndose luego, como otros rostros amigos. El mar se fue tornando azul, y más azul. El barquito, con su color blanco turbio, se quedó solo sobre el mar: la última gaviota. Se llama Cefalu, nombre extraño a oídos americanos. Es el de una islita del Mediterráneo, próxima a Sicilia, y junto a una raíz griega (reminiscencia de la Magna Grecia) la dulce u final del dialecto siciliano. Ya mi ciudad ha desaparecido a la distancia, pero yo permanezco atada a ella: al
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muelle gris, a los que dejé en él, a los edificios amigos, a todo lo que desde el barco miré por última vez, y a lo que no pude ver ya, que siendo lo que está más lejos, es lo que llevo más íntimamente próximo. Día 27 Me siento atada a un hilo de Ariadna interminable. Se irá desenvolviendo hasta Buenos Aires y se volverá a enrollar hasta la Habana. No puedo sentirme desatada. Al empezar la partida, cuento los días para el regreso. Llevamos buena mar, serena. Cielo claro. Todo el día de ayer costeamos el sur de Cuba: una línea de montañas azules en la niebla. Hoy ya estamos entre mar y cielo. Reposo mucho, pero mi espíritu no descansa. No estoy triste; pero vive mi angustia. El pasaje no es interesante. Americanos turistas, una pareja de recién casados, cubanos, que apenas se deja ver, un adolescente ecuatoriano que regresa a su hogar. Es mi compañero de mesa. Una pobre criatura para la que todo es un problema grave, desde ordenar el menu del almuerzo hasta pensar cómo me atrevo yo a ir a Argentina cuando hay allí una revolución (según me dice) para derrocar al Presidente. Me pongo a combinarle la comida; pero no hace caso y acaba por comerse tres o cuatro postres por todo alimento. Anoche subimos al puente. Los americanos bailaron lo que se imaginan que es la Conga y se divirtieron como chiquillos. Mi compañera de camarote, Miss Duffy, de Chicago, es agraciada, fina y amable. También he hablado con una profesora de Wisconsin, Mrs. Gross, a la que ayudé a escribir postales en español. Esta mañana volví al puente, muy alegre con sus sillones multicolores. Las gentes juegan diversamente. Pero no sé por qué esa alegría pseudo-infantil se me antoja forzada. El que mire con atención esos rostros ve en ellos las líneas de dureza, de tensión nerviosa, de preocupación, que todo ese ajetreo no consigue borrar. Yo reposo, vegetalmente; pero tampoco consigo borrar nada. No lo pretendo.
Día 28 (Leyendo a Mallea)
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¿Qué hacen hoy en el mundo los que aún tienen ansia de eternidad? El mundo actual ha perdido el sentido de lo eterno. Van desapareciendo, en sus clásicos valores, el espacio y el tiempo, los dos infinitos materiales, devorados por la máquina. Pensamos que el hombre, al irse descubriendo, hallaría en sí mismo un nuevo infinito espiritual. Pero no: el amor y la vida han perdido también su sentido de eternidad. Antes, alentaron un sueño: el alma esperaba la vida eterna; el amor aspiraba a vivir lo que el alma. Era más que un sueño: un ideal de realización, una fe. Pero se ha perdido el sentido religioso de la vida, el sentido de fertilidad del amor. La vida dura sólo hasta la muerte corporal. El amor (ni siquiera debía llamarse así) hasta el próximo cambio del deseo. Signo de profunda decadencia, este existir que se enorgullece de ser transitorio y desarraigado. Carpe diem, como en Roma imperial, podrida. ¿Dónde se queda en este mundo el alma, el espíritu, la chispa eterna de Prometeo? Está fuera de todo, abandonada, incompleta, mutilada. “El alma sí que está sola”. Día 3 El Imperial es un barco muy modesto, pero limpio y de ambiente cordial. La comida no es buena, pero yo tengo buen diente. Lo tendré, sobre todo, cuando se me borre el reciente recuerdo del Hotel Washington y su exquisito comedor. No salimos hasta las cuatro. Empezamos entonces el cruce del Canal, una de las maravillas del mundo. No tengo con qué comparar la belleza del paisaje agreste, de islas y colinas boscosas. Quizás el tránsito del Rhin sea la mejor comparación. Pero en lugar de ver alzarse en las orillas frondosas la historia feudal de los castillos, aquí se levanta gradualmente ante la vista asombrada una de las más formidables construcciones de la Edad contemporánea, no menos imponente y de no menos maravillosa historia. Enormes puertas de acero se abren al acercarse al - buque, como por un misterioso Sésamo. Y mientras de un lado nuestro barco sube a increíble altura levantado por las aguas animadas de fuerza secreta, por el camino paralelo otro buque va descendiendo hacia el puerto atlántico. Las puertas de acero son en serie. Apenas nos alzamos a la altura de una, surge otra más alta. El barco, va auxiliado por máquinas bateleras (tal los bateleros del Volga), tres a cada lado, que lo condu-
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cen por medio de cables. Esas máquinas (llamadas familiarmente mulas) suben por cremalleras, escalando los altísimos muros de las esclusas. Numerosos hombres dirigen desde las orillas la marcha de los buques, que van por turnos, formando hilera, a una distancia prudencial. Grandes cadenas impiden que un buque pueda precipitarse sobre las compuertas. Estas, al abrirse, bajan las cadenas. Poderosas maquinarias están alertas para cerrar paso a las aguas en caso de ruptura o desbordamiento. Todo el tiempo el gran lago de Gatún vierte el agua necesaria a la nivelación de las esclusas. El Canal está también protegido por una fuerte organización militar. Está flanqueado por soldados y cañones, y todo el tiempo numerosos aeroplanos vuelan para patrullarlo. Después de la gran esclusa de Gatún en la que los barcos suben hacia el centro del Canal, vienen las de Pedro Miguel y Miraflores, en las que baja de nuevo hacia el Pacífico. Cuando llegamos a estas últimas era ya de noche. Cruzamos en siete horas. La noche era lunar y la vista, de belleza fantástica. Los aeroplanos iluminados, seguidos por los reflectores, volaban a alturas que nunca antes vi. Parecían estrellas fugaces. Grandes luces y luces parpadeantes azules, rojas y verdes, puestas entre la maleza o sobre las aguas, como señales, completaban el aspecto fantasmagórico. Tuve la fortuna de que todo el paso del Canal me lo explicara uno de los oficiales de máquina. Se llama Manuel Galdames. Es joven y muy apuesto, y muy amable además, con una manera de hablar encantadora. Recuerdo que cuando mi padre vino a Sur América hace veinte años, me contaba al regreso la grata impresión que le hizo la dulce habla chilena y la suavidad del trato de los nativos de Chile. A mí me ha hecho la misma impresión grata. Cerca de la una de la mañana llegamos a Balboa. Tenemos que parar aquí, por una avería del buque, quizás muchas horas. Día 7 Empieza a sentirse frío. El mar está picado. La nave sigue impasible, muy serena. Hoy hemos saludado a los Andes. Nada nuevo. Mi viaje es apacible. Siento que me voy reconstruyendo. Lo único que me
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molesta son las extremadas atenciones del timonel, que me escribe cartas curiosísimas y me persigue con declaraciones de amor imperecedero, y del segundo capitán, que ha decidido “llevarme a comer una noche a tierra” y me busca por doquier en las noches para tomar cocktails, bailar o jugar. Es un viejo pegajoso. Pero yo a las ocho acabo de comer y desaparezco. Les digo que estoy delicada y que siempre me acuesto temprano a dormir. Pero no es cierto. No me duermo hasta tarde. Hay un nuevo pasajero ecuatoriano que es mi compañero de mesa: G. Bueno. Estudiante de medicina, va a continuar estudios en Chile. Es quiteño, y cuenta maravillas de Quito que me hacen la boca agua. Es de lo más correcto y pedante, y un poco infeliz. Está empeñado en estrechar amistad. Me place, porque es instruido y correcto, pero me aburre a poco rato. Prefiero mayor rudeza y más virilidad. A propósito: hay un jovencito norteamericano muy fino y que parece ave de paso, que nos hacía reír ayer con su libro de notas de viaje. Lo pusieron; cuando tomó el barco, en un camarote con un joven médico chileno, muy serio y poco comunicativo, que viene para su tierra. “Pero el tal Dr. tiene la mala costumbre de dar horribles gemidos y levantarse a saltos durante la noche, de modo que el pobre yanqui sufrió espantos mortales la primera noche, ...y a la segunda se mudó de camarote. Hay otro ente raro: un señor que a las nueve de la noche hasta ahora que empieza el frío, se pone en traje de baño, con la cintura desatada y el pantalón muy bajo mostrando el vientre prominente y se acuesta en su silla de extensión, en el puente, en la forma más extraña. Con frecuencia he tenido que cambiar de posición para no tener que admirar sus formas plásticas. Entre tanto, me voy chilenizando: frutas chilenas, queso chileno, vino chileno, fósforos chilenos... Algunas cosas me gustan, como las frutas y el vino. Me impresiona vivamente la sensación de distancia que hay entre Chile y los Estado Unidos. Tal vez en Argentina sea igual. Por ahora tengo la impresión de que es Chile el país que más desligado se siente del Norte y que sufre con impaciencia la imposición de su hegemonía. Esto lo lanza, desde luego, a simpatizar en forma indirecta, con la causa alemana. Todo
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ello me hace ver más hondo en la tragedia del futuro de América. Hay a bordo una asombrosa cantidad de niños de todas edades. Ahora ha tomado el barco una familia brasileña que lleva seis. Hay dos hermanitos que me tienen en constante zozobra, trepándose por todo el barco por los sitios más peligrosos. Estaba yo segura de que uno de ellos o Spotty se tirarían al mar. Hay niñas, muy monas. Y un chiquillo (educado en colegio alemán en Europa) que sabe latín! El Sr. Castro, mejicano, que conoció a Pedro, va con señora y niño… y medio.
Día 9
Sin ninguna novedad, llegamos anoche a Callao. Antes, en la velada, hubo fiesta; pero yo me retiré de ella apenas terminada la comida. Cerca de las 12 sentimos que el barco iba llegando. A la una estábamos frente a Callao; pero hasta la mañana no tomamos puerto. Yo esperé hasta las 9, a ver si llegaba la familia Encinas. No la vi y bajé sola a la ciudad, pues ya los pasajeros amigos habían bajado antes. Tomé un automóvil para Lima y en menos de 15 minutos estaba en ella. Me produjo gran impresión de belleza, con sus grandes avenidas, sus plazas hermosas, y sus barrios antiguos de construcción colonial. Ciudad muy bella y muy sur americana, en la que nada recuerda a E.U.A. y poco a la moderna Europa. Me hice llevar a la Catedral. Frente a ella, una notable estatua de Pizarro. Dentro de la iglesia está el cuerpo momificado del Conquistador. No me agradó que tienen la Catedral interiormente pintada en colores, que lucen baratos. Es de arquitectura severa. Tiene bellos altares y muchos cuadros antiguos. Al lado, el Obispado, con su frente labrado barroco y sus balcones de celosías en rica madera antigua, es maravilla. Visité enseguida el Palacio de Torre Tagle, residencia de los Marqueses de ese nombre (el último fue primer presidente del Perú) y hoy sede de un Museo y del Ministerio de Relaciones Exteriores. La casa en sí me produjo
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viva impresión. No he visto nunca una más perfecta fusión de la belleza con la utilidad diaria que esa mansión en la que cada azulejo, cada piedra, cada trozo de madera, es un poema aparte del servicio que prestara. Vi la capilla con su altarcillo de oro y unos bellísimos cuadros antiguos de los santos peruanos y especialmente el de Nuestra Señora de Guadalupe (española). Vi el salón donde se reunía el Consejo de Inquisición, con su enorme mesa de una sola pieza y sus muebles tallados en madera indestructible (cocobolo). Luego los salones de fiestas, no demasiado grandes, con los preciosos balcones de madera con celosías, desde los que la Marquesa y sus damas podían contemplar la calle sin ser vistas. Hay en estas salas cierto número de cuadros y estatuas más modernas, que forman el Museo. No son de extraordinario mérito, aunque llevan firmas conocidas: Murillo, Bassano, etc. Hay cuadros hermosos de Teófilo Castillo. Examiné las anchas terrazas, las ventanas de barrotes de bronce mezclado con oro, el león de madera (precioso) que fue proa de un barco pirata apresado, y que servía al Marqués de brazo portador de la balanza en que hacía pesar el oro inagotable del Perú; el apoyo de piedra de que se servía la Marquesa para montar su caballo... y todo, en cada detalle, tenía y alentaba belleza. De esa casa salí para la vecina iglesia de San Pedro, que conserva unos doce altares de oro y maderas preciosas. Enseguida me dirigí a la ermita construida en el sitio donde nació y vivió la Santa Patrona de América, Santa Rosa de Lima. El lugarcillo conserva, además de su leyenda, un jardincillo encantador, donde parece que las flores huelen más que en otra parte. Me estremecí de horror, empero, viendo el tronco del que la Santa se suspendía de los cabellos para no dormirse, restando tiempo a la oración y el pozo donde arrojó la llave con que cerró la cadena que ceñía su cintura, en señal de castidad. ¿No era posible ser buena sin martirizarse así? Me dirigí enseguida al Museo Arqueológico, donde pude ver, bien clasificados, los restos del Arte indio de las distintas épocas. Son principalmente vasijas de diversas formas, ornamentadas con motivos de plantas, animales, figuras humanas y utensilios o tejidos. Muy curiosos, y a veces bellos, estos trabajos artísticos me revelaron un
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pueblo que aún no había llegado al concepto del arte puro. Aparte de la cerámica, los trabajos textiles constituían su expresión artística. Se asemejan ambas artes por la variedad y riqueza de diseños y colorido. Pero apenas una o dos estatuas aisladas, muy rudimentarias, representan el arte puro que legaran esas civilizaciones. No me r e f i e r o , d e s d e l u e g o , a l a A r q u i t e c t u r a , y s i n d u d a és t a e n c e r r a r á v a l o r e s e s c u l t ó r i c o s ; p e r o p a r a v e r e s t o t e n d r é q u e ir al interior del país, cosa que realizaré en un viaje futuro. Aunque ya con poco tiempo, visité el Museo Antropológico, donde admiré en sus vasijas preciosas, en sus tejidos variadísimos y en la reconstrucción de sus graves figuras, que llevan impreso el sello de dignidad intrínseca propio de la raza india, a los señores de los valles y cuevas de Parakas, y de otros grupos pertenecientes a las más antiguas civilizaciones peruanas. El Director Dr. Fello, me regaló unos libros y catálogos. Hay en el patio de este Museo una reconstrucción de un templo indio en piedra rosa, con un dios-animal en la cima. Después de visitar rápidamente el antiguo palacio de la Perricholi, (célebre amante del Virrey Aurat) hoy convertido en cuartel; y ver de paso los famosos patios de la Universidad de San Marcos, almorcé opíparamente en un simpático restaurant cerca de la Plaza de San Martín (En la Plaza, una buena estatua del Protector). Decidí entonces buscar a mi modo a la familia Encinas, y tuve la suerte de hallarla, en su Colegio Dalton, de simpático aspecto. Estuve con ellos breves momentos, y quedé encantada de su amabilidad y gentileza, y del ambiente de refinamiento y sencillez. al par, que los rodea. Conocí al hermano y una hermana. Habían estado a buscarme por la mañana en el barco, y no me pudieron localizar, inexplicablemente. Me despedí con vivos deseos de repetirles la visita. Cuando volví al barco, hallé que el Ministro de la R. Dominicana, Elías Brache, y la Sra. Leticia Ricart habían estado a verme, sin hallarme. Me dejaron unos bombones peruanos buenos. Los Encinas me obsequiaron con un hermoso ramo de dalias. Las
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flores en Lima son muy bellas y fragantes. A todas las pasajeras nos llevaron, y esa noche el comedor parecía un jardín.
Día 11
Desde el día 7 hemos costeado al Perú. Una costa desnuda e imponente, de recias montañas. Desde ayer noche estábamos frente a Chile. La costa es aún más alta, más recia, más desnuda. Parece un desierto en forma de montañas, todo arena y roca pelada, pero alzándose hasta las nubes. Hoy hemos bajado en Arica, el puerto causa de la famosa guerra entre Chile y Perú. La ciudad no tiene otra importancia. Pero su entrada, con el peñón del Morro y la arenosa isleta del Alacrán, presenta un aspecto imponente, batido por las olas, blanquísimas de espuma, de un mar inclemente. ¡Qué pronto empieza el paisaje austral! Al Norte la desolación no se ve hasta muy por encima del trópico; pero aquí, apenas dejamos el Ecuador, hemos entrado en un clima áspero y desolado, en un cuadro de tonos grises y arenas, en un aire frío, que corta, aunque vigoriza. Sólo el cielo tiene un color purísimo, y en él la estrella de la tarde dibuja el cuadro azul de la bandera de Chile. Nos fuimos a tierra “la liga panamericana”, aumentada por unos peruanos, y tomamos meriendas junto al mar espumoso y al pie del rudo peñón, en un restaurantillo de la playa, recubierto de rosas, que se llama nada menos que Monte Carlo. Esta noche zarpamos, y tocaremos luego los puertos de Tocopilla y Coquimbo, antes de llegar a Valparaíso.
21 de Mayo
Anoche dormimos en el pequeño hotel de los Andes, y a las seis de la mañana tomamos de nuevo el tren hasta Punta Vacas. Por fortuna no hacía frío. El viaje en tren a través de los Andes es maravilloso. No espero ver más asombroso paisaje que este mundo de montañas infinito en formas y colores. Al llegar a Punta Vacas se continúa en
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automóvil por la montaña, en camino con frecuencia peligroso. Las cumbres van bajando poco a poco. Antes de llegar a P. Vacas se perciben las mayores cimas: el Aconcagua y el Tupungato. Luego los montes de oro, plata, verdes, rojos, azules, violetas, se van disolviendo lentamente en la llanura polvorienta. Todo el paisaje es árido y tremendo. Se para en Uspallata, y luego, al fin, en Mendoza. Hermosa ciudad, tendida al umbral de la Pampa. He sentido salir tan pronto de Chile, donde dejo y de donde me llevo sentimiento; pero la vida no se detiene donde se lo pedimos más. Ya estoy en Argentina.
20 de Junio
Ha sido del todo imposible escribir una nota más en estos días. No he tenido punto de reposo. Trataré de reconstruir algunos puntos. El día 7 fui recibida en la Federación de Mujeres Universitarias que preside la Dra. Gaudino. Esta hizo una presentación muy elogiosa. También recibían a la Dra. Saavedra, de Bolivia, Catedrática de Derecho. Ambas hablamos luego, haciendo breves disertaciones. Luego conversamos con las compañeras. Se ve que son serias y trabajadoras, al par que inteligentes en un sentido general. Pero aún se sienten unos seres raros señalados, por el hecho de ser universitarias. No llegan a tomarlo con naturalidad, porque el ambiente no lo permite. El día 10 me recibieron, ofreciéndome un cocktail también, la Unión Argentina de Mujeres, que preside Ma. Rosa Oliver. Hablé más extensamente. Luego hicieron muchas preguntas sobre el desarrollo del trabajo de las mujeres en Cuba y en particular del Lyceum. Demostraron talento, capacidad, y estar muy bien informadas de nuestro trabajo. Piden ansiosamente más comunicación. Por la noche fui a la ópera a oír El Zar Saltan de R. Korsakoff. Bien presentado. Cantó una buena soprano argentina, Isabel Marengo, la Princesa Cisue. El domingo 8 lo pasamos en la quinta de Victoria en San Isidro. Caillois, que estaba allí entre otras cincuenta personas, me
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habló de la posibilidad de encontrar quien haga un informe mensual para Sur sobre el movimiento literario en Cuba. He pensado en Portuondo. Se lo propondré. También me dio a hacerle propaganda para una revista de literatura francesa que va a editar en Argentina, como órgano de la gran Francia que no debe callar. Llevo la circulares. No puedo recordar todas las personas con quienes he estado invitada a comer. Son muchas e interesantes. Una, pero no de las más interesantes, es Mallea, por demasiado inexpresivo. El jueves 12 nos fuimos a La Plata. Una bella ciudad clara, baja, ancha y cubierta de árboles. Verdadera ciudad en un bosque. Daniel hablaba esa noche en la Universidad Alejandro Korn, y nos vinimos a tomar el té con el organizador, Orfila, y su gentil esposa. Aproveché la tarde antes del té, para ver el Salón de Otoño, recién abierto. Una enorme cantidad de expositores. Mucha corrección técnica en algunos. Talento en pocos. Me parecieron los mejores un delicioso paisaje de Antonio Berni (a quien conocí antes) muy fino de línea y colorido. Y un figura de mujer (algo mejicana) de la varia Raquel Forner. Conté 33 pintoras entre los expositores. Luego visité el Museo. Vi cuadros del pintor local Vechioli, buenos. Esculturas de Bigatti, de Irurtia (que no me gustaron excesiva mente) y otros. No son más de tres salas. Algunas cabezas de Bigatti me parecieron vigorosas. De Sibellino vi cosas expresivas. Daniel estuvo muy acertado en su conferencia sobre el problema agrario y el problema del petróleo Méjico. Según la costumbre, le hicieron preguntas (el público) al terminar. Esto presta a las conferencias aquí gran animación. Pero se trata, desde luego, de un público no muy numeroso y sí muy entendido y discreto. El viernes 13 me dieron una recepción las mujeres estudiantes universitarias, encabezadas por Angélica Mendoza, que es inteligente y audaz. Acaban de concederle una beca en los EE.UU. Estuvo la Dra. Saavedra. Se habló del problema del Americanismo. La Saavedra lo ve muy ligado al indigenismo y la humanización del indio. Pero consideramos también que hay países donde no existe ese proble-
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ma y tienen sin embargo que definir su americanismo, como Argentina y Cuba. Es posible que estudiando los elementos básicos de los más importantes movimientos americanos recientes no indigenistas; (al menos, no únicamente) la revolución mexicana, el aprismo, y la revolución universitaria argentina, puedan definirse ciertas líneas directrices. Pienso yo que la Revolución antimachadista puede sugerir alguna idea valiosa también, si se la estudia en su aspecto de definición y afirmación de Cubanidad. Habló también Marta Brunet, la consulesa de Chile, sobre el trabajo de asistencia social que desarrolla la mujer chilena. El problema más grave de Chile: el del roto, debe solucionarse en gran parte por ese medio. Por la noche estuvimos a comer con los Salazar . Toño me habló del problema del artista en Argentina. Según él, se comercializa para vivir, y eso lo priva de alcanzar más altos vuelos. Pero lo achaca en gran parte al carácter argentino. Piensa que el artista mismo ha sentado aquí el principio de que lo primordial para él es vender y ganar prestigio social. El domingo estuve en lo de Norah Borges de Torre. Es pintora muy fina, de calidad inmaterial y feérica, con rasgos infantiles, pero nada vulgares. Había mucha gente; entre otros Gómez de la Serna y la mujer, de quien está celoso como un ogro. No sé de dónde resulta que este tipo (que es franquista) se dejó decir en Argentina que yo era comunista “roja”) y que la entrada de españoles en Cuba estaba bajo mi control. ¡Qué absurdo! El lunes 16 diserté yo en La Plata sobre la Evolución de la Cultura Cubana. Apenas pude preparar nada, por falta de tiempo; pero la gente hizo muchas preguntas y se quedó muy satisfecha al parecer. Querían que volviese el jueves. Pero no tuve tiempo. Hizo la presentación, muy elogiosa, la profesora Dra. Delia Echevarri. Quiero constatar aquí la buena reputación del Presidente Batista en Argentina, a causa de su plan trienal y las leyes sociales avanzadas que bajo su poder, si no presidencial, dictatorial, se han puesto en vigor. Se le tiene por hombre inteligente, bien intencionado y de ideas avanzadas. Pude posponer el viaje a Chile para el viernes, 20. Así pude asistir a la representación, en la Comedia, de la obra de Florencio Sánchez “En familia”, de costumbres suramericanas. Es buena. También vi la obra de Martínez Estrada, “Lo que no vemos morir”. Ezequiel M. Estrada, a quien conocí en lo de Ma. Rosa Oliver, es una de las mentalidades más altas de América, autor de dos libros
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notables, “Radiografía de la Pampa” y “La Cabeza de Goliath” que en vano quise conseguir para el Lyceum, por estar agotados. Pero el drama en cuestión es lo peor que jamás he visto. Resulta comedia, porque es risible. Ante mi asombro, Pedro me ha asegurado que los de Azorín son peores. Estuve invitada a lo de Rinaldini a tomar mate, pues Ajó no se conformaba con que yo no lo probara. Me gustó bastante. Conversé mucho con Rinaldini, muy inteligente. Tiene la teoría de que los artistas argentinos no llegan a madurar porque interrumpen su propia posible evolución en el afán de imitar y emular a los europeos ya realizados. Estuve una tarde con Pedro caminando a través del Jardín Botánico el Zoológico y el Bosque de Palermo. Los jardines no son buenos desde el punto de vista de la fauna extranjera, o la flora exótica, cuya representación es pobre; pero para mí eran muy interesantes, como muestra de la fauna y flora suramericana, abundantísima. No sólo vi los tipos usuales, sino conocí otros nuevos, cómo el oso suramericano, pequeño y peludo, que no sabía que existiese, y la liebre argentina (entre liebre y ardilla) que anda sueltita por todas partes aquí. El Bosque de Palermo es bellísimo. En él visité el Aromo del Perdón, llamado así por uno que concedió Rosas, pues Palermo era su quinta de residencia. Vi la estatua de Sarmiento, por Rodin. Es expresiva; pero no satisface mi ideal. Vi luego el Patio Andaluz y la Rosaleda, florida aún en invierno. Losada, que me ha tratado con cariño casi apasionado (porque ese es su temperamento), me dio un cocktail en su casa. La casa es linda; la esposa, tímida y amable; los hijos muy simpáticos, y él una joya. Además, todo muy bien servido y finísimo (Cómo se come en Argentina, ¡ Dios mío! Hay que dejarse engordar!) Estuvieron presentes los Alberti, los de Torre, Alonso, Daniel, y muchos más. Lo menos que ha hecho Losada es brindar por mi regreso definitivo y pedir a todos que me lo rogaran. Y que no deje de enviarle su libro (el de ensayos que prometí escribir). Y Amado que el suyo debe tener preferencia. Y Daniel que tengo que hacer dos para él; que me verá en la Habana. Yo estaba toda confundida. De allí me fui a comer al Alvear Palace con Perla Gonnet, mujer espiritual y refinada que me ha ofrecido la más delicada amistad, según lo prueba su bella y sentida carta de despedida. Nos fuimos entonces a ver Tobacco Road en castellano. La obra, buena y de fondo trágico y terrible, para mi gusto se echa a perder con un exceso de
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chistes vulgares y equívocos sobre asuntos sexuales, que la convierten en género chico. Y eso que está “corregida y. .. disminuida”. Un día tomé para pasear las mejores tiendas de Buenos Aires: Harrods, Gath and Chaves, etc. Son lo usual. También fui a tiendas de cosas típicas. Me hubiera gustado comprar un poncho y un facón, si no hubieran costado tanto. La calle Florida es 1a Quinta Avenida de Buenos Aires, muy concurrida por gente vestida con elegancia, en horas de la tarde. Aquí también están Amigos del Arte y otras galerías de exposiciones de artes plásticas. Mi visita al Museo de Bellas Artes la hice en una sola tarde, después de un almuerzo “privado” con Ma. Rosa Oliver en el London Santiago de Chile.
Día 27 de junio
Desde ayer navego rumbo a Cuba en el Copiapó. No voy bien de salud, por lo que no me resulta grato viajar. Hace frío, y el mar está negro. El crepúsculo ha sido sombrío, en. púrpura y violeta. Recuerdo el verso de Baudelaire: “Si le ciel et la mer sont noirs comme de l´ encre.” Nunca (. ..) hasta hoy vi un mar como la tinta. Ayer antes de zarpar vino a verme Héctor Galdames, hermano de Manuel. No se le parece de cara, pero tiene el mismo hablar, y la misma manera bondadosa. Fue como una visita por poder; que me hizo sentirme menos sola por un rato. A las dos salió el barco y se fueron quedando atrás la escarpada Valparaíso y la radiosa Grill. Fue un recorrido general rápido. No es Museo rico en tesoros europeos. Y con esto voy apuntando, ya por tercera vez, que los Museos aquí son americanos en su interés. Están bien organizados en lo nacional y propio, lo que es un gran paso hacia lo que deben ser, en verdad. Algunos cuadros de Goya, el Greco, Ribera (Aparición de San Isidoro; Jesús en el huerto; Matemático) algunos italianos de la gran época; de los modernos una representación bastante numerosa del impresionismo, y algunos cuadros de Kisling, Vlaminck, Modigliani, etc. De escultura, nada más importante que unos Rodin. Esto en cuanto a lo europeo. De los argentinos, la Pampa, de Lagos, Premio 1936, muy frío (Escultura). 1935 Alba, de Brigatti, bastante bueno. Mi hermana de Fiorávanti, premio 1919, mucho mejor; América, de Leguizamón Pondal, Premio 1938, malo.
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En pintura hay numerosa representación de Chile, Perú y Brasil, sin nada notable. Los argentinos más antiguos (pintura) como Carlos Pellegrini y Prilidiano Pueyrredón tienen salas enteras, y son muy finos, en particular en el grabado y la acuarela, y el segundo, en los pequeños óleos. También figuran, entre los más antiguos Morel, Goneu, Descalzi y el francés Chardon. También Pellegrini era francés. Entre los pintores argentinos vivos, los más destacados son Quinquella, Martin, Bulter, Cittadini, Victórica y Gramajo Gutiérrez, pintor de tipos populares, que ha creado escuela. De los más nuevos, Alberto Güiraldes, Petorutti (no me gusta) Raquel Forner, Spilinbergo, Berni, Vechioli. Hay buenos cuadros del uruguayo Figari. Hoy, viernes 20, a las 7:30 de la mañana salí de Buenos Aires en el tren de Mendoza (Cuyano). El viaje ha sido bueno. Un día espléndidamente azul me reveló la Pampa en una delicadeza de colorido de matices increíbles. El crepúsculo fue de rosas violetas y azules lunares, como en los cuadros de Berni. Al llegar a Mendoza a las once de la noche he encontrado interrumpido el paso de la cordillera por una tempestad de nieve. Será preciso tomar el avión mañana para Viña del Mar, donde querría haber renacido: bella, tranquila y lejana, un puerto de paz en la baraúnda. Es verdad que no la he visto en verano, cuando debe llenarse de turistas y ricos ociosos. Aún así, creo que con un modesto pasar se vivirá allí quietamente. El pasaje es numeroso. Mi compañera de camarote es una belga, de Amberes, con un colorido digno de Rubens y menos carnes. Viene de Bolivia, viajando por Chile y Perú y va a Colombia a casarse con un ingeniero sueco. Me ha dado vértigo oírla. Estuve a punto de decirle que pensaba ir a visitar el Tibet en el próximo viaje, para epatarla yo también. Pero bastó que le dijera que era cubana. Eso para ella era tan raro e interesante como el Tibet. Al pasaje, le falta la animación que prestaban al Imperial los grupos de estudiantes. .
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Día 29 Hoy navegamos hacia el Callao. Voy acompañada por Sigüenza, en el libro finísimo de Gabriel Miró. ¡Qué compañía fraternal! Cuando llegue a La Habana, voy a mandarle un ejemplar a Pericles. Ese buen soñador lo hará sentirse menos solo y acaso más sereno. Una sonrisa, aun sobre fondo doloroso, tiene virtud de serenidad. Esta noche hubo fiesta (Mañana llegamos al Callao). Pero después, hoy lo mismo que ayer, me he retirado. Ahora sí me vengo al camarote a trabajar en mi plan de curso. Y a las doce apago para dormir, antes de que entre mi compañera.
11 de julio Vamos entrando en La Habana. De nuevo me saludan los edificios, y pronto he de ver los queridos rostros amigos. El hilo de Ariadna ha vuelto a enrollarse; pero no del todo: un cabo se ha quedado prendido allá en el Sur lejano, y ha de mantener así suspensa mi alma, con lazo leve, impalpable, e indestructible, “nunca más”.
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VIAJES A CANARIAS Día l de Noviembre
Llegamos hoy en la madrugada a la Gran Canaria. Ya ayer tarde avistamos la primera de las islas de este Archipiélago, la de Hierro. Nos fuimos a la proa a contemplarla, Eduardo, Delia, Romelia, Paquita, Plinio y yo. El aire era frío; pero la isla misma, una montaña negruzca, nos protegía del embate furioso del viento invernal. Anoche me retiré tarde, después de una velada inolvidable. Dormí mal. A las primeras luces del día abrí los ojos, y al espectáculo que se ofreció ante ellos por la ventanilla del camarote, rompí en exclamaciones exaltadas: “¡Corre, Romelia; despierta, ven a ver qué maravilla!” La niña se levantó y no hizo más que mirar y unir sus gritos de alegría a los míos; en el camarote vecino, Delia, ya despierta, gritaba “¡Viva España!” No sé cómo no tuvo que venir el mayordomo del barco a ver qué pasaba en nuestro camarotes. El motivo de tal entusiasmo era digno de él: la ciudad de Las Palmas, capital de la Gran Canaria, se desarrollaba ante nosotros, espléndidamente. Su bahía es un gran semicírculo, en torno al cual la ciudad se extiende, bañada por las olas. En un extremo está la parte más importante, comercial y residencial. Luego hay un círcu-
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lo de edificios que bordea el mar, y casi al llegar al otro extremo hay una nueva agrupación de edificios, otra parte de la ciudad, conocida por la luz, donde quedó nuestro barco. La naturaleza ha prestado a este trozo montañoso desprendido del África un colorido de belleza extraordinaria: playas blancas y soleadas al pie de montañas oscuras y áridas, alternan con el verdor sombrío de los platanales y palmares, y el amarillo tostado de las dunas que forman un pequeño desierto arenoso, como un Sahara en miniatura. La bahía termina después de La Luz, con una enorme montaña de roca negra y desnuda que se interna en el mar oponiendo un dique a las olas. Bajamos a tierra en lancha. Hoy es día de Todos los Santos. La ciudad, española (con tinte morisco), desbordada de actividades del culto. Visitamos la Catedral, enorme, donde oímos al Arzobispo y sus subalternos, vestidos de púrpura y oro, cantar el Servicio del día, y vimos la procesión. Por las calles, todo parecía lleno de crisantemos multicolores: mujeres, hombres y niños las cargaban a manos llenas; automóviles y coches pasaban repletos. Quise saber qué sucedía, y comprar algunas de esas flores. Me explicaron que para el Día de Difuntos todo el Cementerio se decora con esas flores. Nos fuimos al Cementerio, y en efecto lo hallamos como un salón de baile decorado con millares de esas flores. Nos fuimos luego a la plaza del mercado: no he visto otra más limpia y con mayor variedad de frutas. A la puerta compramos grandes ramos de crisantemos, blancos, lilas, rojos y dorados. Nos fuimos entonces carretera arriba hacia Roque Buigas, subiendo los montes por caminos bordeados de eucaliptos. ¡Cuántos paisajes de belleza indescriptible, nueva para nuestros ojos! Luego bajamos a las tiendas, y al fin el parque Cervantes, junto al mar, nos refrescamos y escribimos postales a los familiares y amigos lejanos. Una de las cosas más bellas aquí es la vegetación rarísima de palmas y helechos y otras plantas para mí desconocidas. Todo es diferente: hasta las matas de plátano, de hojas duras, recias y oscuras, no se parecen a las nuestras. Las mujeres sí se parecen a las cubanas. Son hermosas, con ojos admirables bajo la sombra de sus mantillas o el misterio de los mantos negros con que se envuelven al estilo morisco. Tienen un cutis
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envidiable “rosado como un cielo” dice mi paradójico hermano Eduardo. Cuando regresamos al barco a las doce, cargadas de flores y con las caras más alegres que nuestros ramilletes, los oficiales nos recibieron gritando: “Olé, viva la fiesta, chiquillas ¡Ya se ve que se han divertido!” y no se equivocaban. En el barco los vendedores ambulantes habían expuesto sus mercancías para venderlas, formando pequeños “puestos” Cosas muy bonitas. Con dinero se podría comprar mucho. Compramos un collar de marfil. Salimos después de almuerzo. Ahora, hasta la llegada a Cádiz.
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EXCURSIÓN A MOGUER, P ALOS , L A R ÁBIDA Y H UELVA. Mayo 24 de 1952.
Salí en la mañana a las nueve, en un magnífico Chrysler que la Agencia Cook puso a mi disposición. Tomamos por el puente de Triana y el Altozano hasta llegar a la pañoleta, donde torcimos rumbo al sur oeste. Al subir a una altura del terreno divisamos el primer pueblo, llamado Castilleja de la Cuesta, en donde se encuentra el palacio donde, según informe del guía, murió Hernán Cortés. Entramos en una región de Andalucía rica, y la más hermosa que he visto hasta ahora, con campos suavemente ondulados y sembrados de olivo y de viñas. Los pueblos que siguen a Castilleja: Ginés, Espartinas 1 , San Lucas la Mayor, son hermosos, muy árabes, con sus casas de largas paredes blancas y rodeados de naranjos. Subimos. En el fondo, lejana, se ve Sierra Morena. Luego descendemos hacia las márgenes de un pequeño río, donde esta Castilleja del Campo. Hay un hato con toros negros de lidia, muy hermosos, que parecen muy tranquilos, apenas resguardados por una cerca de alambre ligero. Vienen ahora campos llanos, sembrados de trigo y maíz. Y entramos en la provin-
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Tiene un Gran Santuario de Loreto.
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cia de Huelva a las diez de la mañana. Amapola y Campanilla Azul salen a sonreírme con sus vivos colores a los lados del Camino, mezcladas con florecillas gualdas. El primer pueblo de la provincia que encontramos es Manzanilla, acaso llamado así por la bebida, pues veo cerca más viñas que olivos. Luego, Villalba del Alcor, con hermosas iglesias. Distingo en ella una calle llamada Rafael Tenorio: el apellido parece realmente andaluz. Y pronto llegamos a la hermosa población de La Palma del Condado, con sus grandes casas antiguas y su buena iglesia con torre de minarete con azulejos. La carretera pasa por dentro de cada pueblo, siguiendo su calle mayor. Pasamos por Villarrasa, con su iglesia antiquísima. A poco, marchando bastante cerca de la línea del ferrocarril, se distingue Niebla, con las ruinas de su gran castillo, residencia de sus célebres y poderosos Condes. Está en una altura, y es uno de los mayores recintos fortificados que he visto. Supongo que sus murallas encerrarían todo lo que en aquella época sería la ciudad, pues para solo ser castillo, es demasiado vasto. Ahora pasamos por un puente y viaducto sobre un río de aguas rojas, de un rojo amarillento que al mezclarse con el reflejo azul del cielo y el del agua, a trechos se ven de color violado. Es Río Tinto, el que da nombre a las famosas minas, que no están muy lejos. Pequeños trenes que cargan el mineral de hierro van por la vía férrea. Ahora aparecen los pinos, copudos y bastante altos. Doblamos hacia el sur, dejando a un lado la ciudad de San Juan del Puerto, que ya se avistaba, para hacer rumbo hacia Moguer. Vamos por una carretera bordeada de eucaliptos. A más distancia, grupos de pinos. La campiña tiene ahora un aire quieto y melancólico. Es el aire de Moguer, que aparece todo blanco, con sus antiguos caserones, sus callecitas torcidas, sus pequeñas plazas: parece otra Andalucía; se han quedado atrás los ruidos y el
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repiquetear de campanas y de castañuelas de Sevilla y sus pueblos vecinos. Moguer es tranquilo, melancólico, recóndito. Evoco a su gran poeta, y a Platero eterno, en su cielo. Seguimos. La carretera sale de Moguer entre montículos que no dejan ver lo que hay a los lados. Luego se ven pinos, más o menos copudos; a veces, de copas enormes. Hay rebaños de cabras. Hay burros pequeños y mayores, que si estuvieran bien cuidados, serían bonitos. Palos aparece, en una cuesta. Visito la iglesia donde se me asegura oró Colón, y desde cuyo púlpito se leyeron al público las Capitulaciones de los reyes. La iglesia es pequeña, gótica, muy envejecida, con torre puntiaguda revestida de azulejos en la parte superior. En la fachada principal hay una tarja a la memoria de los hermanos Pinzón codescubridores de América e hijos de esta villa. En la plaza, la estatua de Martín Pinzón. Bajamos hasta el puerto. Hoy es apenas un pequeño embarcadero, opuesto al mayor puerto, que es el de Huelva, que se divisa del otro lado, dicen que antes el mar llegaba mucho más adentro en Palos, en la época de Colón. Se ve, en la punta que sale de Huelva, la gran estatua de piedra de Colón mirando hacia el mar abierto. Es de la escultora norteamericana Whitney. La carretera ahora está rodeada de pinos enormes. Subimos hasta la altura en que está el Monasterio de La Rábida. El lugar es hermoso. Además del monasterio, se levantan allí ahora una moderna hospedería y el moderno dormitorio de la Universidad de Sta. María de la Rábida. Entro, conducida por un joven franciscano, por la puerta por la que entró Colón pidiendo abrigo. Visito el refectorio, el patio, el claustro, y el cuarto donde Colón conferenció con Fray Juan Pérez, y las habitaciones, o al menos, el piso donde se le alojó. Hay cuadros en el monasterio, de poco valor. Lo mejor es un retrato de Isabel la Católica, y uno de Colón, por Valeriano
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Bécquer. En el altar en la pequeña capilla está la Virgen de los Milagros, Santa María de la Rábida, que dio nombre a la carabela almiranta, y lo da ahora a la Universidad. Hay una sala con reproducciones en pequeño de las tres carabelas. El monasterio estuvo deshabitado durante 90 años, de modo que mucho en él se perdió. Allí se cree que está enterrado Martín Pinzón; no se sabe en qué lugar. Vemos luego el dormitorio de la Universidad. Frente a él, la derruida columna sobre escalones que ya casi no se distinguen, donde se dice que se sentó Colón con su hijo Diego antes de pedir albergue en el Monasterio. El fraile guía me dice que cree ahora que Colón oyó la misa antes de partir en el Monasterio y tomó la Santa María a su paso por allí. Seguimos a Huelva, pasando por San Juan del Puerto después de desandar el camino hasta él. Huelva es ciudad grande, pero no de mucho carácter. (67,750 habitantes). Tiene un magnífico paseo a la orilla del mar hasta la estatua de Colón. Ésta me pareció un monumento mejor concebido que realizado, pero meritorio. El camino está todo bordeado, por el lado de la tierra, por eucaliptos. La vista de la bahía es serenísima y bella. En la ciudad hay algunos templos que se mencionan, y en las afueras, el de Nuestra Señora de la Cinta. Junto al muelle, hay un hermoso parque con palmeras y otras plantas. Regresamos a Sevilla a las 6:15 de la tarde. Nota: Desde Huelva envié una tarjeta a Juan Ramón y Zenobia recordádolos al pasar por Moguer.
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Esta mañana salimos de Sevilla a las nueve en el autocar de la Atesa (Autotransporte Turístico Español) para hacer un recorrido de seis días por Córdoba, Granada, Málaga, Cádiz y Jerez. Al salir de Sevilla, el paisaje no es muy interesante. Hemos visto, antes de dejar la ciudad, los restos del antiguo acueducto romano llamado hoy “Caños de Carmona”. A 31 kms. de Sevilla hemos visto, todavía arrogante en su altura, la que fue fuerte ciudad de Carmona, en un tiempo teatro de grandes luchas. Aquí hizo dar muerte D. Pedro a sus hermanos D. Pedro y D. Juan. Enrique de Trastamara la rindió por hambre, pasó a cuchillo a sus defensores y mandó a demoler sus alcázares: aún se ven las ruinas de éstos y dos puertas de la ciudad; la de Sevilla, de arquitectura militar árabe, y la de Córdoba, de estilo greco-romano. Una de sus iglesias, San Pedro, tiene una torre parecida a la Giralda, como tantas otras poblaciones andaluzas. Conserva además, de su época primera, restos de una gran necrópolis romana. (28,000 habitantes). Más allá, a 85 kms. de Sevilla, nos detuvimos en la Villa de Ecija. (35,000 habitantes). Muy antigua,acaso de origen celtíbero y luego fenicia, romana, árabe y cristiana al fin. Fue en la época romana émula de Córdoba y Sevilla. En 1587, estuvo en ella, con un cargo administrativo, Miguel de Cervantes. En ella nació Luis Vélez de Guevara. Tiene muchas hermosas iglesias: San Juan, Santa Bárbara, Santa María, Santiago, etc., con bellas torres. Tiene también sus murallas y torres de origen sarraceno. Aquí estuvo el monasterio benedictino del valle, fundado por Santa Florentina, hermana de San Fulgencio, que fue obispo de Ecija, y de San Isidoro Arzobispo de Sevilla. Tiene dos monumentos de estilo barroco: uno, muy curioso, a la Virgen del Valle, patrona de la villa, y otro a San Pablo. Tiene también palacios barrocos.
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Continuamos la marcha, acercándonos a la sierra de Córdoba, y llegamos a esa ciudad a eso de las once y media. Córdoba es ciudad de unos 150,000 habitantes. Aunque nos detuvimos sólo cuatro horas, pudimos admirar la famosa mezquita-catedral, con su bosque de columnas y arcos de singular valor estético. La catedral, en el centro de la mezquita, es de poco interés relativamente y muy recargada en su estilo renacentista. Visité la tumba del Inca Garcilaso. Hoy, la lámpara que ardía sobre ella está apagada. La lápida ha desaparecido. Sólo dos tablones negros a los lados, llevan la larga inscripción del epitafio. El cuerpo reposa abajo, en la cripta. Caminamos luego, a través del Patio de los Naranjos de la Mezquita, hasta las calles, y recorrimos algunos de los barrios típicos: balcones floridos y graciosos patios ocultos, en los que faltan los azulejos sevillanos, pero hay en cambio, mayor frecuencia de fuentes de aguas murmurantes. La casa de don Gómez tiene 14 patios bellísimos. La ciudad está baja, al pie de la sierra, y es muy cálida. Está, además, a muchos kilómetros de las más próximas villas al este y al oeste. Es realmente “lejana y sola”, como dijo Federico. Entre las calles que visitamos, hay una, estrecha, llamada de las Cabezas. A ella dan una serie de arcos moriscos formando galerías muy antiguos y ruinosos. Una inscripción colocada cerca de ellos nos dice que en esas moradas estuvo preso Gonzalo Gustioz y que en esos arcos se expusieron las ensangrentadas cabezas de los Siete Infantes de Lara. Visitamos luego el Museo Romero de Torres, lleno de los cuadros de ese pintor. Junto a él está el Museo de Bellas Artes, cerca, el Arqueológico, que no visitamos. Tampoco visitamos las ruinas de Medina-al-Za-rah, que están a 8 kilómetros, y a lo que parece, poco se ha excavado en ellas. A la salida, después de un buen almuerzo en el Hotel Simón de Córdoba, vimos el puente romano, y los restos de las murallas, en los que se abren una puerta monumental y la puerta de Calahorra, en una antigua fortaleza árabe. y nos alejamos, rumbo a Granada.
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Tras una breve parada en Jaén, cuya Alcazaba o Castillo está ahora renovado para albergar ramas del movimiento juvenil, salimos para Granada, atravesando llanuras y montes cubiertos de olivos. Ya en Granada nos hospedamos en el Hotel Alhambra Pa1ace, que está en (inconcluso).
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VIAJES DE LA HABANA A SEVILLA 1953
Sábado 7 de marzo de 1953 10:30 La salida de La Habana ha sido maravillosa. La ciudad se destacaba en blanco y verde, resplandeciente junto al azul zafiro del mar , largamente, desarrollándose como una cinta. Nuestro barco pasó tan cerca del malecón que casi podían verse las casas de las gentes. Me parecía que cada niño que veía alzarse en brazos de su padre para mirar el buque al pasar, era Rodolfito en brazos de Rodolfo. Pero no creo que era la familia la que estaba por allí, pues no reconocí a Elvira y a las niñas, ni siquiera por el traje. Hemos salido con el tiempo hermoso. El barco va sereno. No es tan grande como los antiguos buques de la Compañía, pero es nuevo. Los otros, eran, además, más lujosos; éste es modesto. Me alegro de haber sacado pasaje de primera, pues sus comodidades son equivalentes apenas a las de una clase turista en uno de los grandes trasatlánticos de hoy.
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Domingo 8 de marzo
Aunque el cielo se ha puesto gris y el mar algo picado, vamos bien, sin grandes vaivenes. El barco va casi vacío de pasajeros. En primera, sólo va un matrimonio con dos jovencitos, probablemente sus hijos, y un señor que viaja solo y yo. En segunda, una amable señora mayor, suegra de uno de los Doctores Vieta, y una señora joven que va a Venezuela a reunirse con su esposo. Ellas vienen a conversar a primera. Yo tengo un sueño constante, como un sopor, y no he hecho apenas otra cosa que dormir , sin duda a causa del cansancio de los días anteriores al viaje. La comida es aceptable y muy abundante. El cuerpo de servidumbre es muy cortés y amable Ya no se dan vinos en la mesa ni se sirve aquel famoso té con mermelada de albaricoque. La música es, ahora, de radio. Ya no se baila: no tiene el barco salón de baile.
Lunes 9 de marzo
Pasé una noche inquieta, porque los ojos se me han puesto a llorar y arder, como lo hacen cuando se me va a abrir una úlcera. ¡Qué temor! Me he puesto a tomar desde hoy Vit. C, B y A y también salicilato. No quiero escribir mucho ni leer, para descansar la vista. Hace mucho fresco. Hemos amanecido en Puerto Plata. Una bahía de aguas ligeras y verde claro, con muchos barquitos de vela. Afuera, el mar azul y espumoso. En el fondo, la montaña Isabel de Torres y al pie una humildísima población, en la que apenas se destaca una iglesia nuevecita, flamante, por encima de los simples techos de zinc. Esta es la vieja ciudad de Santa María del Puerto de Plata, bello nombre que le dieron los fundadores mirándola con los ojos del deseo. La inmigración vino. El Comisionado, amablemente, me dio permiso para bajar. No lo utilizaré.
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En el muelle, un gran letrero dice: “Fe en Trujillo y adelante”... Aquí en la bahía, revolotean las golondrinas que cantó la poetisa: “Nunca abandonan las golondrinas por otras playas mi hogar feliz”. Aquí, en la vieja ciudad, estuve yo con ella. Tenía yo sólo dos años de edad, y a ella le quedaban pocos meses de vida. Le ofrendo mi recuerdo más antiguo. 5 pm Salimos de Puerto Plata. Al dejarlo se pudo ver, más allá de la iglesia flamante, el barrio de residencias, con pintorescas casas de techo rojo. Es un bonito conjunto, todo recostado en su montaña coronada de nubes. Más que corona, las nubes le forman una venda cerrada. La gradación y juego de luz y sombra va por todos los tonos del verde y el azul, que en el crepúsculo se tocaron de destellos de oro. El conjunto de los palmares, la salvaje majestad de la montaña y las aguas de la bahía, de suave verdor, son una escena que en nada debe diferir de la que vieron los ojos deslumbrados de los descubridores. Han subido algunos pasajeros más, entre ellos tres muchachas venezolanas que van a la Guaira. Cantan y tocan castañuelas. Mañana llegaremos a San Juan de Puerto Rico. 11 de marzo Ayer hicimos una visita de 3 horas a San Juan de Puerto Rico. Salí como un relámpago, tomé un taxi y volé hasta la Universidad de Río Piedras. Tras algo de búsqueda (fui a su casa y no estaban y volví a la Universidad a hallarlos) di con Juan Ramón y Zenobia. Mi alegría no tuvo límites. Juan Ramón está muy bien: grande, bello y bueno como siempre. Zenobia, en cambio, me alarmó y angustió al decirme que no ha sanado de su mal; que el tumor era maligno, tiene nuevos brotes y la han vuelto a operar, y está sometida a un trata-
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miento de radio. ¡Oh, Dios santo! Acaso le quede poco tiempo entre nosotros. Sin embargo, está bella y buena y alegre como si nada. Dice, noblemente: “Yo no quiero dejar a Juan Ramón; ¿no es ese aliciente bastante para vivir?” Por otra parte, piensa en Margarita Salinas que ha sobrevivido a don Pedro... Juan Ramón, lleno de alegría y entusiasmo al pensar en Sevilla, me ha dado los más graciosos y amables consejos: que no duerma la noche de jueves a viernes santo; que vaya a la plaza de San Francisco, donde hay tribunas públicas, a ver pasar la procesión, que cuando pase la Virgen, la siga hasta el barrio de la Macarena, donde ella “quiere entrar y no la dejan”; que vaya, a las doce de la noche al puente de Triana a ver pasar la procesión de Jesús Cachorro. Que vaya a oír la misa y ver la procesión del domingo de Ramos a la Catedral, y el Miserere que se canta el miércoles (a qué hora, no sé) y la misa del Sábado de Gloria. Acabó diciendo: ¡Ah, si yo estuviera con Ud. en Sevilla! Que vaya a ver los jardines del Alcázar de noche para que no haya nadie. Me dio una carta para su amigo el conservador del Alcázar .Me recomendó a su sobrino el Capitán Francisco Hernández Pinzón, a quien ha escrito. “No le recomiendo -me dijo- a mis doce sobrinos nietos”, (son hijos de una sobrina). Zenobia le mandó besos a todos, y prometí dárselos, menos al guapo capitán. Me detuve un momento a dejar un recuerdo a Salinas en el Cementerio, y corrí a llegar al barco a la hora fijada para la salida: a las 5 (¡Pero el infame no salió hasta las 9!). Vi a San Juan de pasada, me pareció linda, alegre y al menos, como capital, no revela miseria. Ha progresado inmensamente en 35 años. Y vi flamear por primera vez la bella bandera de Puerto Rico, precursora, confío yo, de su próxima futura independencia. El barco sigue siendo monótono. Hay un poco de pasaje nuevo. Unas jovencitas domínico-venezolanas, -una de ellas bellísima- nos alegran cantando y bailando. La bella tiene una estatura y cuerpo muy semejantes a los míos cuando yo tenía sus años, aunque por desgra-
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cia, no tenía yo su cara. Pero en el barco no se hace nada para distraer a los pasajeros: ni cine nos han puesto. El mar está picado, y la danza continuará, nos dicen, hasta salir de la Guaira. Un jovencito español, aviador, residente en Cuba y que va de viaje de placer con su tío (uno de los dos jovencitos que yo creía hijos del caballero) es hasta ahora el compañero de viaje más simpático. Tiene vivacidad y gracia encantadoras y me ha contado la historia de su breve, pero tormentosa y triste vida, que nadie adivinará bajo su alegre exterior. Es hijo de un capitán español, republicano, muerto en la guerra civil. Su madre está sola en La Guaira, donde piensa recogerla para seguir a España; por primera vez después de 15 años.
13 de marzo
Hoy hemos visitado La Guaira, por desgracia con tiempo demasiado corto para subir hasta Caracas. Bajé a ver la ciudad con la señora viuda de Ventosa, Pilar, y un joven cubano llamado Abelardo Rodríguez como el escultor dominicano. Fuimos a almorzar a Macuto, en un gracioso restaurante a la orilla del mar, y luego a Maiqueitía a ver el Hotel Palmar. La Guaira está situada entre el mar y la montaña, subiendo por las laderas en posiciones casi incomprensibles. El paisaje es imponente. La ciudad, pobre y escasa, aunque tiene, desde luego, sus barrios de residencia que no están mal. Fuimos a ver luego la plaza frente a la cual está un monumento religioso que representa las estaciones de la Pasión de N. S. Jesucristo, bastante bueno. No habiendo más que ver, regresamos pronto al barco. En un buen edificio de la Aduana, donde hay una gran sala de pasajeros, compré postales, despaché cartas para Cuba. Varios pasajeros se bajaron en la Guaira, entre ellos las señoritas Nouel (creo que éste es su segundo apellido) que son la bella que canta y baila flamenco y su hermana, con su joven tía, que es de ape-
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llido Nouel y Romero, dominicana, sobrina del Arzobispo y de la viuda de D. Américo Lugo. Me dijo que el hijo, Américo Lugo Romero, se ha casado en Nueva York. Desde luego, subieron otros pasajeros; pero la madre del joven aviador Roberto Díaz García no se ha querido venir a España. Su tío es el señor García, uno de los representantes de la Trasatlántica Española en la Habana. Viaja con ellos la señora viuda de Ernesto Gaye que representó esa misma compañía y la Trasatlántica Francesa en Cuba largos años. Es una señora empingorotada y cubierta la cara de pintura y las manos y el pecho de brillantes, que hace un efecto raro. Viaja con su dama de compañía, su perrita Nuri, y con su sobrino Pedrito Ordoñez, un jovencito encantador, muy cubano, muy cortés y agradable, que es compañero de camarote de Roberto. También viene otra “gran señora”, viuda de un Capitán General, con una hermana y una sobrina, Ascensión. Son muy agradables.
Día 14 y sgtes
No hay más remedio que adaptarse al mar, que está muy malo: mar de fondo por mar de gruesa, no mejora. Hace viento, y cada vez más frío. Me he equivocado al no traer ropa de invierno, pues se siente su necesidad. Casi todo el mundo se marea. Yo me levanto tarde y después de almuerzo juego canasta o samba o crucigrama (cruci-cross) con Roberto y Pedro y una joven señora italiana llamada Carmela, que vive en Santo Domingo y va de visita a Italia (es de Spezia) y es una preciosa mujer y muy dulce. Roberto es mi compañero y Pedro el de Carmela. Parece que al principio ganaron Carmela y Pedro; pero luego Roberto y yo hemos llegado a comprendernos tan bien que casi
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siempre ganamos y vamos a ser los “campeones” de la jornada. Pedro imita el habla de la italiana y es divertidísimo. Ahora nos ponen cine dos veces por semana, buenas películas, pero no nuevas, de modo que yo las he visto casi todas: Madame Bovary, Royal Wedding, etc. Una que no había visto: East side, West side, con James Mason y Bárbara Stanwick. A veces, en las noches, tratamos de bailar, pero es casi imposible, porque el barco se mueve tanto. Con todo, en la noche del Capitán todos hemos vestidos de tiros largos y hemos bailado. Por mi parte, con el único que bailé bien fue con el Capitán, quien, como buen marino, ni tropieza ni pierde el equilibrio. También baila bastante bien un joven canario 11amado Agustín Rodríguez, muy alto y gallardo y hombre un poco raro, que ha vivido años lo mismo en Milá o en Berlín que en los lugares más salvajes y remotos de Venezuela. Es hombre culto; sabe mucho de música y óperas italianas enteras de memoria, de modo que puede cantar con buena voz las arias o pasajes que se le pidan. Pero tiene muy mal genio; se incomoda de todo y todo en el barco (menos el grupo de pasajeros con quienes se reúne) le desagrada. El Sr. Alonzo, joven diplomático español que subió en La Habana, se ha enfermado de algún cuidado y no nos dejan hacer ruido en las cercanías de su camarote; por ello, D. Agustín lo llama “pavoso” y tanto ha protestado que al fin se ha llevado al enfermo a un camarote más aislado. En ciertas horas de la tarde, una señora española residente en Santo Domingo, creo, la Señora Casas, toca al piano las preciosas danzas de Puerto Rico y otras canciones, que corea el público. El tal público no es muy nutrido, pues hay quienes se marean a ratos y quienes nunca se levantan. Mis compañeras de mesa son Doña Lola Ariza, española que reside en Ciudad Trujillo hace 27 años, y una joven viuda española que regresa de Caracas a España con una hija de 14 años, Marisol, y un bebé de 8 meses, Quique, que es un perfecto muñeco, encantador.
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Hace sólo 5 meses que murió el padre, un marino español que tuvo que desterrarse a causa de la guerra civil. Vienen a veces: con frecuencia yo como sola. A bordo viene también una señorita puertoriqueña, Ana García Piquera, que es profesora de Física en la Universidad de Puerto Rico, y que fue alumna de Barnard. Hasta parece que me oyó hablar allí en el año 1942. Va a Sevilla. Lleva su automóvil. Va con ella un hermano inválido, Fernando, que camina con las piernas torcidas, con gran dificultad. Da horror y pena verlo. Su anormalidad es congénita y en algo le afecta el cerebro pues, aunque es inteligente, tiene el habla premiosa y lee con dificultad. Sin embargo, ha estudiado bachillerato y es instruido. En Cádiz se reunirán con una hermana mayor, que es la que manejará el automóvil. También van para Sevilla Roberto y Pedro y sus tíos, así es que no me faltará compañía al principio.
21 de marzo
Hemos llegado; ¡al fin!; ¡con tanto retraso! al primer puerto español, Santa Cruz de Tenerife. Durante el día hemos pasado frente a las islas de Hierro y la Gomera, (de donde salió el Adelantado de Soto con su esposa Isabel de Bobadilla para ir a ocupar la Gobernación de Cuba). Así como en la Guaira dediqué un recuerdo a D. Francisco de Miranda, que de allí salió preso, con los grillos que tanto le pesaron, para su larga pasión y muerte; aquí en Tenerife dedico un recuerdo a mi joven amigo de México Cristóbal de Lara, que tuvo que huir de Tenerife, su patria, a nado, para salvar la vida casi milagrosamente, al terminarse la guerra civil.
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Bajamos esta noche a la ciudad, pero sólo a dar una vuelta por las tiendas y tomar algo en un restaurante. Las cosas que se venden pueden conseguirse baratas si se regatea. Yo no compré nada, pues llevo muy llenas las maletas.
Día 22 de marzo
Esta mañana bajamos Roberto, Pedro, Ana, Ascensión y yo, y en uno de los venerables taxis de Tenerife hicimos una excursión de dos horas, pues no nos daban más, hasta La Laguna, que es una ciudad, la primera fundada en Tenerife por su colonizador, el Adelantado Fernández de Lugo, en 1494, es decir , después del descubrimiento de América. La ciudad tiene una iglesia interesante, y como está alta, una bella vista sobre Santa Cruz. Pero el famoso volcán, Pico de Teide, no nos quiso mostrar su faz y la mantuvo cubierta de un velo de niebla. (El frío continúa). En Santa Cruz visitamos diversos lugares, entre ellos la Casa de Franco, quien salió de aquí para entrar en la Guerra Civil. En el Club Náutico tomamos diversas fotografías antes de volver al barco. Tenerife tiene una grata temperatura que se mantiene todo el año fresca, con poca variación.
24 de marzo
Tras dos días más de mar tempestuoso y cada vez más frío, hemos llegado a Cádiz esta tarde. Eran más de las cinco cuando bajamos y decidí pernoctar en Cádiz y salir mañana a las 10 a.m. para Sevilla. Me alojo en el Hotel Atlántico, que es el mejor, con una bella vista sobre el mar y un jardín liadísimo que colinda y parece continuarse con el famoso Parque Genovés.
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Como yo he visto en ocasión anterior los escasos monumentos de Cádiz; la Catedral, el Teatro Falla, las tumbas fenicias y hasta la Plaza de Toros, no me detendré aquí sino esta noche. Los García Piquera, los Díaz García y Cía. Y unos señores de Montalvo que venían a bordo están también aquí y partirán, en diversas fechas próximas, para Sevilla.
25 de marzo
¡Al fin en Sevilla! Llegué a las tres de la tarde, pues el tren de las 10:15 de Cádiz acá, es lento. El Hotel Simón, al cual venía destinada, no había sido notificado; pero después de algunas diligencias con la Agencia Marsans, me han alojado. Es un hotel pequeño, casi familiar, con un gracioso patio andaluz. Es muy limpio. La comida es buena. En las galerías tiene buenos cuadros originales. Está situado precisamente a cuadra y media de la Catedral y a tres cortas del Archivo de Indias; así es que me conviene el sitio y si puedo, aquí me quedaré, aunque sea más caro que una casa de familia. En la tarde, a eso de las siete, salí a caminar un poco. Vi una puerta abierta por donde entraba gente a la Catedral y entré, y me encontré en el Patio de los Naranjos de ese templo, con la magnifica puerta gótica de la Concepción al frente, y formando esquina con ella la Giralda, sobre la cual, precisamente sobre la estatua de la Fe llamada el Giraldillo, se cernía una luna de plata. La vista me emocionó hasta las lágrimas. (Creo que voy a llorar mucho en este viaje.)
26 de marzo
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18 de abril de 1953
Hoy, primer día de la Feria de Sevilla, ha sido un día doblemente perdido: por mí, que he amanecido enferma, sufriendo de la fastidiosa neuralgia catarral que ha vuelto a atormentarme después de tantos años de tregua, y por el tiempo, pues desde la mañana llueve, casi sin interrupción y con gran fuerza. Mi única salida ha sido a la vuelta de la esquina de la Ave. José Antonio, a comprar los periódicos. Desearía ir esta tarde a merendar a Fidella el delicioso chocolate con bizcocho; pero seria una imprudencia. He dedicado el día -es decir, la tarde, después que ha mejorado la neuralgia-, a lavar mi ropa y a escribir.
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FIESTA EN SEVILLA (1953) Al aproximarse la primavera, Sevilla entra en la culminación de la alegría. Y Sevilla es una de las ciudades más alegres del mundo. Cada una de sus plazas y plazuelas resplandece con sus palmas, acacias, laureles rosa y sobre todo naranjos, y las enredaderas de madreselvas, las tupidas madreselvas cantadas por Bécquer escalan las tapias de los jardines públicos y privados. Así como sus golondrinas oscuras, llaman cada tarde a los cristales de los balcones. Hasta la Catedral, la más imponente de las iglesias españolas tan vasta, que Th. Gautier decía que Nuestra Señora de París (Notre Dame) podía caber en su nave central, está rodeada de naranjos que fueron sembrados allí originalmente por los árabes. La Catedral se levanta sobre los cimientos de una antigua mezquita) (Patio de los Naranjos - Puerta del Perdón). Los patios de Sevilla son característicos. Como sabemos -porque el patio andaluz ha tenido y tiene su representación en la arquitectura colonial-, son patios interiores que recuerdan el clásico atrium; (es decir, son romanos en su origen) están separados de la calle por rejas de hierro bellamente labrado, las cancelas, y son parte de la casa como vivienda: sirven de vestíbulo, salón, comedor, y hasta capilla, donde la señora de la casa, rodeada de sus familiares y criados, todavía suele rezar las oraciones diarias. Tienen los patios pisos de mármol, paredes de azulejos, plantas verdes y florales, y una fuente que las riega. Son pequeños oasis, durante los ardientes calores del estío.
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Las casas, como en muchas ciudades nuestras, están por fuera blanqueadas (parece, en algunos pequeños pueblos de Andalucía, que las blanquearan todos los días) o pintadas en tonos de pastel. Fachadas de azulejos, ventanas de rejillas, macetas de geranios a lo largo de cornisas y balcones, torrecillas románicas o moriscas, puertas de madera adornadas de enormes clavos de cobre y que se abren aún por medio de gigantescas llaves de hierro, he ahí algunos rasgos característicos de la ciudad tradicional, que pueden observarse especialmente en el apacible barrio de Santa Cruz, centro de la Sevilla de los siglos de oro, con sus callecitas por las cuales apenas caben a veces dos personas de frente y que llevan nombres de viva vocación histórica: la calle de la Pimienta, la fresca calle del Agua, la calle del Ataúd, en la que don Juan vio pasar su propio entierro, el arco aquel que menciona Cervantes en una de las Novelas ejemplares, (Rinconete y Cortadillo) la plaza de Doña Elvira, donde estuvo el famoso corral en el que representó Lope de Rueda y puso sus obras Juan de la Cueva . El que dijo primero “quien no ha visto Sevilla no ha visto maravilla” era verídico, pero además, era indudablemente sevillano. Los sevillanos viven convencidos del prodigio de su ciudad, y las alegrías y dolores de la ciudad son sentidas y expresadas por todos los ciudadanos: son de carácter colectivo. Cuando llega la primavera, las emociones de todos los sevillanos alcanzan el grado de arrebato místico: la población entera, presa de entusiasmo delirante, se prepara para “las fiestas”. El fervor de la Semana Santa, el regocijo de la Feria, parecen ser entonces la única preocupación de los sevillanos, su razón de vivir. Los dos acontecimientos que tan vigorosamente contrastan en ambiente y color, expresan dos modos de sentir muy diferentes, pero que están reunidos en el alma andaluza, aunque al extranjero le resulte difícil comprender que los penitentes de ayer sean los gozantes de mañana. El visitante se maravilla de que en una semana la ciudad entera arda como un solo cirio y tres semanas después la ciudad entera repiquetee como una sola castañuela. Pero si nos fijamos encontraremos caracteres comunes a ambas manifestaciones: la viveza de las emociones, su manifestación, su forma externa, que
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apela a los sentidos, y el carácter colectivo de esas demostraciones. La Semana Santa, como sabemos, puede caer entre el 22 de marzo y el 25 de abril. La Feria se celebra anualmente aproximadamente entre el 18 y el 25 de abril, de modo que entre ambas fiestas puede haber desde unos días de diferencia hasta un mes. Ruego se me permita introducir aquí mis experiencias personales de esas grandes celebraciones. Yo salí de Cuba para Sevilla, vía Cádiz, en marzo de 1953. Durante el viaje hice escala en San Juan de P. Rico, y allí visité a mis queridos amigos Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí, y Juan Ramón me instruyó sobre la Semana Santa en Sevilla y lo que debía hacer para poder apreciarla lo mejor posible. Sus indicaciones, que me sirvieron de admirable dirección, contenían disposiciones tan originales como la siguiente: “no dormir la noche del jueves al viernes santo”. Las cumplí al pie de la letra, y sin esfuerzo alguno. Lo primero que hice al llegar a Sevilla, el 25 de marzo (que fue cuatro días antes de empezar la Semana Santa) fue seguir el consejo de J .R. de ir a visitar en los templos algunas de las imágenes que habían de desfilar en las procesiones, para verlas de cerca y en detalle. Son éstas, como es sabido, muchas veces, obras maestras del arte de la imaginería española de la mejor época. Fui a visitar en la capilla del Patrocinio (barrio de Triana) la imagen famosa del Cristo de la Expiración, llamado el Cachorro, (anécdota) de un realismo espantoso; las célebres vírgenes rivales en hermosura, Na. Sra. de la Esperanza de Triana y Na. Sra. de la Esperanza de la Macarena, el Jesús del Gran Poder, y el Jesús de la Pasión, éste último obra de M. Montañes, es para mí, la imagen más hermosa que he visto en mi vida. Empezó la Semana Santa. Es imposible describir lo indescriptible y no puedo tratar de decir nada que pueda sustituir la experiencia personal que espero obtengan ustedes pronto. La Semana Santa en Sevilla tiene que ser interpretada, es decir, tiene que ser sentida. No es una fiesta en el sentido usual: es una entrañable manifestación de duelo por el sacrificio de Jesús, es un llanto prolongado que cae gota a gota con las lágrimas de cera de millares y
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millares de cirios llevados por millares y millares de penitentes. Los penitentes son los hombres de la ciudad entera. Hay unas 50 hermandades en Sevilla que sacan en procesión, cada una, sus imágenes veneradas, en los llamados “pasos”, cargados en hombros por las calles. A esas hermandades pertenecen los hombres de todas las familias, de todas las clases sociales de Sevilla y aun de todos lugares de España. Cubiertos de largas túnicas, el rostro tapado por el antifaz típico con su gorro de pico y su lienzo sobre la cara, que no deja adivinar la identidad del penitente (nazareno) marchan, en ciertos días; con los pies descalzos, sobre los adoquines de las calles, por donde sólo ellos pueden pasar en las tardes y noches del lunes al viernes santo, en un desfile imponente, una visión medieval de grandiosidad que difícilmente se igualará en parte alguna. Las procesiones van marchando una tras otra sin interrupción. Todas salen de su parroquia, se dirigen a un punto de reunión previamente determinado -generalmente La Campana, que es magnífico lugar para ver el desfile- marchan hasta la Catedral a postrarse ante el monumento de plata labrada en que está en ese momento encerrada la Sagrada Forma, y vuelven luego a su parroquia. El orden de cada procesión es siempre el mismo: primero un grupo de nazarenos (marchan de dos en dos, cada uno de un lado de la calle; cada uno sujeta con la mano izquierda el antifaz en la parte del lienzo que cae sobre el pecho, y cada uno lleva en la derecha un cirio encendido; a menos que no le toque llevar una de las insignias de la Hermandad, en cuyo caso marcha solo al centro de la calle. Detrás de los primeros nazarenos viene el paso de Cristo -(cada hermandad lleva el suyo)- que representa una escena de la Pasión; luego, el “paso de la virgen” -una de las 73 vírgenes de Sevilla, luego viene la banda de alguna sección del ejército, la marina, o la policía, que acompaña con expresiva música la procesión. Con frecuencia la escolta de militares que sigue a la Virgen lleva trajes especiales: así, los de la escolta de la Macarena p.e. van vestidos de centuriones romanos. Es importante darse cuenta de que esto no es mero disfraz, sino parte de las manifestaciones que hace Sevilla de su ascendencia romana. Sevilla es romana, casi tanto como árabe. Recuérdese que a pocos
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kilómetros de Sevilla están situadas las ruinas de la famosa Itálica cantada por Rodrigo Caro y cuna de los mejores emperadores que rigieron los destinos de la antigua Roma. (cita) Sintiendo acaso que la religión es un nexo con Roma en la Actualidad, Sevilla la evoca en la Semana Santa: en las procesiones marcha siempre, a pocos pasos detrás de la cruz -guía, el estandarte de la antigua Roma con las águilas y con las iniciales del Senado y pueblos romanos: SPQR. Los nazarenos de cada cofradía visten en colores simbólicos, diferentes para cada una; por ejemplo, los de la Macarena llevan manto y capucha verde, los de la Universidad van todos de negro. El número de nazarenos varía; cuando yo los vi, la Cofradía del Jesús del Gran Poder llevaba 3,000 nazarenos, la del Cristo de la Buena Muerte (Universidad) más de 2,000, y el conjunto de los desfiles de la semana puede tener más de 40,000 nazarenos. Ahora bien, lo que me parece incomparable son los “pasos”, o sea, las imágenes arregladas y colocadas en un pedestal para ser conducidas en la procesión. Pueden constar de una sola figura o de varias, hasta trece y catorce, de tamaño natural, y son en realidad grandes cuadros plásticos. El gran arte español de la imaginería les ha dado no sólo el tamaño, sino la animación natural de seres vivientes. Se ve que han sido creadas para deslumbrar con su increíble brillantez los ojos del pueblo, ya a la luz del día o, en la noche, a la fantástica luz de los cirios. Son creaciones de la imaginación y el afán de realismo de los españoles, aunque originariamente la imaginería tuvo su cuna en Francia y la Europa central, como manifestación del arte barroco, y llegó a España con los peregrinos que acudían a Santiago de Compostela. No se hizo popular en Castilla hasta el siglo XVII con Gregorio Hernández y de ahí se extendió a Andalucía, y encontró allí su mejor representante en el gran escultor Martínez Montañés, de quien son obra algunas de las mejores imágenes que desfilan en las Procesiones de Semana Santa. Otro gran imaginero andaluz del S. XVII fue Pedro Roldán. A él o a su hija llamada la Roldana se debe la famosa imagen que la Macarena. Las imágenes hechas en el siglo XVIII son menos puras en sus líneas y más recargadas
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y de un naturalismo que suele llegar a lo grotesco, pero de ningún modo son banales ni vulgares, no recuerdan la insipidez de las figuras de estuco y de cera que luego hemos padecido. Aún los que hoy fabrican imágenes en Sevilla, tratan de ceñirse a la gran tradición. Las imágenes en los “pasos están montadas con gran arte sobre pedestales que se llaman canastillas, de caoba, decorados de plata y de oro, labrados barrocamente. El piso de esos pedestales sobre el cual se levantan las imágenes va enteramente cubierto de flores, escogidas especialmente en cada caso: los Cristos marchan sobre claveles rojos como su sangre, o sobre lirios morados, las vírgenes van sobre claveles blancos (Na. Sa. de la Paz ), sobre claveles rosa muy pálido (la Macarena, de manto verde y plata) , sobre blancos azahares (la Candelaria). Los Cristos llevan faroles o lámparas de luz atenuada, candelabros de ligero metal que oscilan de manera que en la luz misma hay misterio y temblor. Todo en torno a Cristo es viril y trágico. Pero a la Virgen, por ser mujer, Sevilla se desborda para adornarla, como si quisiera mimarla y consolarla, porque es bella, y está triste y llora. Admirables lágrimas están talladas sobre las mejillas de las vírgenes sevillanas. No sólo se la hace marchar sobre flores claras y perfumadas, sino que delante de ella, en gradación de alturas, se extienden centenares de cirios encendidos, como flores de luz, y sobre su cabeza hay un palio tejido de hilos de plata o de oro y bordado como por manos angélicas, y sobre el pecho le penden las joyas más preciosas que le ofrenda una princesa, o un duque, o un torero; y hasta el puñal que le atraviesa el pecho ha de estar cuajado de piedras fulgurantes, y su gran manto bordado resplandece como un cielo estrellado. Así como detrás de Cristo se oye sólo un redoble de tambores, un severo toque de cornetas, a la Virgen se le toca música suave, arrolladora, muchas veces escrita para ella en especial por músicos sevillanos. Y el pueblo de Sevilla cuando la ve pasar, no sólo le reza, sino le aplaude, la canta y le dice los más finos piropos de su repertorio. De la intensa devoción mariana del pueblo sevillano es prueba el hecho de tener la ciudad 73 imágenes importantes de María, y sólo 21 Cristos y 28 escenas varias de la Pasión.
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Los cantos que irrumpen al paso de las imágenes son las saetas, una canción que es un gemido, con modulaciones que le dan el carácter de un canto gregoriano barroco y popular. Se cantan las saetas a los Cristos y a las vírgenes, de día y de noche, sobre todo al salir y al entrar de nuevo en su parroquia. Son más impresionantes en el silencio de la noche, cuando no hay ya más luz que la de los cirios del “paso” ni más público que el de los fervorosos, a los cuales se mezcla alguna vez un turista reverente. Entonces se detiene el “paso” y de repente asaetea el aire, no se sabe de dónde,¡ay! como una flecha. El silencio se ahonda y los ojos buscan y localizan al cantaor o cantaora arriba siempre, en alguna ventana o un balcón florido, apoyados en el herraje. Si es una saeta a la Virgen, el amor irrumpirá en la canción, como para la “niña hermosa” que es: ‘Toíto el mundo ha confesao que tú eres la más bonita, la del color bronceao, gitana, pura y bendita por tós los cuatro costao.” Y la voz del que canta tiembla y se retuerce como las lenguas de luz de los cirios que se alargan para besar el rostro de la Señora. La admiración por la belleza de sus vírgenes llega a la pasión en los sevillanos. Para el extranjero poco observador todas esas vírgenes son más o menos iguales; para los sevillanos, cada una es diferente, y posee una personalidad inconfundible. Y los extranjeros que ponemos interés en ello, llegamos a apreciarlo también, aunque nos hagan reír las acaloradas disputas entre “macarenos” y “trianeros” sobre cuál de sus respectivas vírgenes es “la más bonita”, discusión netamente sevillana y cuestión enteramente insoluble, desde luego.
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No quiero terminar estos apuntes sobre la Semana Santa en Sevilla, sin hablar de uno de los elementos indispensables de las procesiones, si bien es invisible. A diferencia de otros lugares, los “pasos “ de Sevilla son cargados en hombros por unos individuos a quienes nad i e v e : l o s c o s t a l e r o s . V a n d e b a j o d e l p a s o ; encorvados, y los faldones de terciopelo de la canastilla los ocultan totalmente. Respiran por agujeros del labrado barroco, llamados respiraderos. Ellos no ven a dónde ni por dónde van, y son guiados por un director, severamente vest i d o d e n e g r o : e l c a p a t a z. L o s c o s t a l e r o s s o n u n o s a r t i s t a s en su profesión: imprimen ritmos diversos a la marcha, según sea adecuado, “tropiezan” con el Cristo de los Cardos, “bailan” con el Cristo de los gitanos, “mecen” suavemente a l a V i r g e n y d e s p u é s d e c a d a p a u s a -f r e c u e n t e s, p u e s l o s “ p a s o s ” s o n e x c e s i v a m e n t e p e s a d o s - s aben levantar en alto el paso y dejarlo caer de nuevo, sin sacudidas, sobre sus hombros, cuando el capataz ordena: “Una levantaíta suave y bonita”. Y ni un cirio se apaga, ni un clavel se desprende de su tallo en todo el trayecto. Ser costalero, (como ser capataz) es cosa que se tiene a honra y se aprende con esmero. Aunque Juan Ramón me había recomendado no dormir la noche del jueves al viernes santo, porque en esa noche el desfile de las procesiones no se interrumpe, no me limité a esa prescripción, sino que apenas dormí el resto de las noches de la Semana, tratando de ver las principales “salidas” y “entradas” de las imágenes a sus parroquias. Pero las principales ocurren todas en esa noche, del jueves al viernes: la Macarena, que sale a la una de la madrugada de su iglesia de San Gil, el Jesús del Silencio, que sale a las dos, sin hacer ruido alguno, la Esperanza de Triana, que sale de su barrio a las 2:15, etc. y luego, las entradas espectaculares, en la mañana temprano, todas acompañadas de gran afluencia de público. Pero en verdad hay que escoger, pues no sería posible presenciar todas las entradas y salidas, ya que los barrios están separados. Una de las más bellas retiradas es la de la Esperanza de Triana, cuando cruza el puente sobre el Guadalquivir en su resplandeciente
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transporte, entre los reflectores de los barcos de guerra que remontan el Guadalquivir con ese fin. El Viernes Santo dan fin las procesiones; pero en la mañana del sábado de Gloria es emocionante presenciar el descorrer del velo que cubre el magnífico retablo dorado de la catedral, que es el mayor de la Cristiandad y uno de los más bellos. Algunos días más tarde, la segunda gran fiesta de Sevilla, la Feria, da comienzo. En su origen fue una verdadera feria de ganado; pero hoy en día es principalmente de agricultura. La Feria es muy sencilla de describir, pero presenciarla es otra cosa. Se extiende el Ferial en el Prado de San Sebastián, cerca del parque de María Luisa. El municipio alquila a grupos o individuos casetas o casillas, que son pequeños pabellones de madera o de lona, adornados de faroles y banderolas. Cada familia pudiente, cada Club, tiene su caseta, y se mantienen abiertas por varios días y noches: allí se bailan, principalmente bailes populares andaluces y se toma manzanilla. Es frecuente ver y oír en las casetas muy buenos bailarines y cantaores. Pero el rasgo distintivo de la Feria es el desfile de carruajes y caballos. De todas partes vienen caballeros y amazonas. Jóvenes apuestos y orgullosos de sus maravillosos caballos andaluces, recorren el ferial con sus novias o amigas montadas a la grupa. En los carruajes, abiertos, tirados por cuatro y seis caballos o mulas enjaezadas, pasan los grandes ganaderos y un buen número de hermosas mujeres vestidas a la flamenca. La ciudad entera baila; desde los niños que apenas saben caminar, hasta los ancianos, y es tal el número de castañuelas que suena, que los sonidos se unen para formar uno sólo, y parece que Sevilla misma es la que toca y canta y baila con un rápido repiquetear de tacones.
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II TEMAS DE HISTORIA Y SOCIEDAD
VISIÓN
GENERAL
DE LA SOCIEDAD MEDIEVAL
La época medieval, en la Europa occidental, aunque tiene rasgos característicos de conjunto, no constituye una unidad cerrada. Puede considerarse como formada por períodos a los que tendencias diferentes imprimen un carácter especial, les dan su equilibrio interno y determinan su tono de vida. Aun dentro de la Europa occidental existen diferencias de carácter y de ritmo en el desarrollo de la Edad Media, por ejemplo entre Francia, Italia y España, o Inglaterra. Pero nuestra intención es dar aquí una breve visión de conjunto, prescindiendo de las diferencias de detalle. Los períodos en que suele considerarse dividida la época medieval son tres: 1) La temprana Edad Media, que cronológicamente se extiende desde el siglo IV al V. 2) La alta Edad Media, que abarca los siglos XI a XIII. 3) El periodo final de la Edad Media, en el siglo XIV y parte del XV. Como ya se ha explicado aquí por los equipos que desarrollaron los demás temas de este estudio de la Edad Media, el hecho angular del tránsito de la Edad Antigua a la Edad Media es el debilitamiento del régimen esclavista y su sustitución por el régimen feudal. Pero el
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primer proceso social que tiene lugar en el tránsito de una edad a otra es la fusión de los elementos romanos con los germánicos, en la época de la migración de los pueblos y en los primeros tiempos de la Edad Media, para formar una nueva comunidad de cultura, por encima de choques, tensiones y antagonismos. La irrupción de elementos germánicos que entran en la vida pública y privada de Roma, comienza desde los tiempos de César. La fusión de estos elementos con los romanos, que conduce a una serie de innovaciones en la organización del Estado y de la sociedad fue mucho más profundo que la adopción por los germanos de ideas e instituciones romanas. El mundo romano en el momento de la inmigración germánica acusaba un marcado retroceso hacia el ruralismo, al paso que los pueblos germánicos vivían principalmente de la agricultura. Al final de la Edad Antigua, grandes extensiones de terreno estaban subdivididas en parcelas, confiadas a colonos que pagaban retribución y que, sin ser esclavos, no eran libres. Estos representaron los primeros indicios del nuevo régimen económico que había de fundarse sobre el trabajo del siervo y del villano, semejantes en su condición de explotados. Los señores, dueños de medios principales de producción, forman -en un sistema basado en la posesión de la tierra- una nueva nobleza de terratenientes y funcionarios, semejante en muchos aspectos a los senadores y terratenientes de los últimos tiempos romanos. La nueva nobleza absorbe los residuos de esos linajes romanos y de la antigua aristocracia germana, y constituye una clase que hasta el final del siglo XI es no sólo poseedora de la mayor parte de la tierra, sino orientadora y acaparadora de la vida cultural, y en cuyas manos se concentraron todos los poderes del Estado y de la Iglesia. La sociedad de la Edad Media reconocía tres órdenes sociales: los guerreros, los religiosos y los trabajadores. La religión cristiana en este periodo inicial se asegura como religión dominante en Europa – religión del Imperio- y cambia totalmente en cuanto a su significación primitiva de protesta contra las expoliaciones de los poderosos, porque se alía al poder aristocrático. Toda la cultura de la Edad Media hasta comienzos de siglo XII es de tipo eclesiástico y de carácter aristocrático, ya que los altos pues-
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tos de la Iglesia estaban en poder de los nobles y los monasterios reciben en su seno casi exclusivamente a los miembros de la nobleza; con excepción, por supuesto, de los sirvientes y siervos de dichas instituciones; porque en los monasterios, como en el mundo secular, existe la división de clases sociales. La Iglesia se organiza como un señorío más, terrateniente y guerrero: la fusión de sacerdote y guerrero en una misma persona era reconocida y admirada, hecho que se puede ver reflejado en los Cantares de gesta (El arzobispo Turpin; el Obispo Jerónimo). Las abadías eran muchas veces plazas fuertes. Además, la Iglesia, por medio de préstamos e hipotecas que le entregaban, en caso de insolvencia, los bienes de los deudores, en pocos siglos tuvo en sus manos gran parte del control de la economía feudal. Los monasterios desde el siglo VIII se convirtieron en avanzadas del comercio y la industria; fueron fuertes instituciones bancarias de crédito rural, y organizaron, dice Aníbal Ponce, “la primera economía estable, exenta en gran parte de los medios de adquisición violenta que caracterizaron al mundo feudal”, pues se apoyaba en una organización racional del trabajo según reglas precisas de disciplina. En cambio la economía del señor feudal no se ajustaba a reglas: vivía del trabajo servil sin plan común, y de la guerra y del saqueo, que eran su negocio. El castillo del señor no era mucho más que un lugar de reposo transitorio. Gastaba el señor la fortuna que allegaba; el monasterio la acumulaba y acrecentaba. Por lo tanto, también fueron los monasterios “prestamistas de reyes y de príncipes”. El tono de vida de esta aristocracia, su carácter y concepción del mundo, son conservadores y limitados. Se mueven estos grupos en círculos fijos y no buscan nuevos horizontes: rasgo que se demuestra en el arte, la ciencia, las costumbres y la propia economía. Y a pesar de los importantes cambios históricos: Imperio, francés, Sacro Imperio Romano germánico, esta forma de vida no empieza a resquebrajarse hasta el período de la guerra de las investiduras, que crea una agitación y nuevos impulsos.
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Entre los miembros de la aristocracia existían diferencias de poder y de riqueza; pero con todo formaba, dentro de cada reino, algo como una unidad corporativa. La relación de fidelidad hacia el rey o el emperador se concebía como una relación personal. Con el tiempo esto resultó en el fortalecimiento del sistema monárquico. La aristocracia fue perdiendo su carácter cerrado porque las necesidades de la administración y de la guerra fueron agrupando en torno de ella a mayordomos, servidores, hombres de la mesnada, que habrían de integrar una nueva clase social: los ministriles: (En España los infanzones, frente a los “grandes” y “ricos hombres”) que constituirán la baja nobleza. El segundo período medieval: la alta Edad Media, será teatro del ascenso de esta nueva clase, que conquista con esfuerzo el señorío y los privilegios y exalta e idealiza el tipo de vida de la nobleza como meta social y personal. En el ideal caballeresco se convierte en misión y objetivo de un sistema de educación el contenido de la vida del hombre noble. En este concepto entra un nuevo sentido de aventura, un dinamismo que cambia el tono de la vida medieval. El cambio se verifica en general a través de las capas sociales: la cultura se extiende; aumenta el número de personas que tienen acceso a ella (sin que eso signifique que se tenga idea alguna de lo que es hoy cultura popular). Las ciudades florecen y sin que haya todavía una burguesía como clase comienzan a observarse las transformaciones que conducirán a su integración. Sobre todo, el desarrollo de la producción y de la economía monetaria, por lo tanto, de la compra-venta de productos agrícolas e industriales. La ciudad se convierte de fortaleza en mercado. Manifestación del nuevo dinamismo es la gran empresa de las Cruzadas, que, inspiradas en el primer momento en la fe, el espíritu caballeresco y la necesidad expansiva de aventu-
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ras, resulta en muy complejas consecuencias importantes para la economía y para la cultura. La transformación de la vida se refleja en dos ideas: en la teología (sistemas de Tomás de Aquino y Buenaventura), en las corrientes ascéticas (heréticas a veces) y la fundación de nuevas órdenes religiosas: en la creación de las Universidades, y también en la eclosión de un nuevo deleite y goce de la vida terrenal, que se retrata en la literatura narrativa y la poesía trovadoresca, las que se expresan, no ya en latín, sino en lengua vernácula. Hasta la mayor creación literaria culta del período, La Divina Comedia de Dante tiene dos características novísimas: esta escrita por un seglar, y en lengua vulgar. Notemos los signos de transformación que aparecen en la educación aunque sigue en manos de la Iglesia, pasa de los monasterios al clero secular, porque se hace necesario enseñar en las ciudades, donde radica la creciente burguesía. La fundación de las Universidades obedece a tales condiciones porque “aunque nominalmente eclesiástica, la universidad era, por su espíritu, seglar” y abrirá a la burguesía (al menos a la burguesía rica) la participación en beneficios que hasta entonces no había podido disfrutar. Todo indica que ya la época de mayor poderío de la Iglesia estaba en su fin. Este período culminante de la Edad Media, se caracteriza por su tono de vida impetuoso y expansivo a diferencia del primer período, conservador y limitado. El tercer período es la disolución de la Edad Media. Es el que Huizinga presenta en su obra “El otoño de la Edad Media” y lo caracteriza como una época que sicológicamente no conoció el término medio; extremista y apasionada, sin frenos poderosos de la razón a las emociones primarias, pero aficionada al brillo, al color y al refinamiento externo; en una palabra: una especie de período barroco de la Edad Media.
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Hechos fundamentales de esta época final son: la decadencia de los poderes supremos de la Cristiandad: el Pontificado – que se debilita como poder espiritual aunque subsiste como poder económico; y el Imperio que como potencia universal desaparece. Con esto coincide la decadencia de la caballería, en su forma y función típica, porque se hace anacrónica frente a nuevas armas y al nuevo tono de vida que toma la sociedad. La burguesía, sin que aún exista con conciencia de clase, se desarrolla ampliamente en las ciudades y va ganando influencia política el elemento: artesanos e industriales, que ha de integrar la pequeña burguesía. Aunque la dirección de todos los asuntos sigue en manos de los antiguos linajes, ya son numerosos los hombres que se elevan a igualarlos en rango, por medio de la riqueza. Este ascenso de amplias capas populares sigue al progreso de la economía monetaria. Aumentan ahora las posibilidades de acceso a la cultura. El hombre de estudios empieza a pesar en la sociedad. Al título de Doctor se le conceden prerrogativas y derechos iguales que el de Caballero, porque los hombres cultos se hacían indispensables a los príncipes y a las ciudades dadas la complicación creciente de las funciones administrativas y diplomáticas. La pequeña burguesía vive aún en condiciones muy humildes y aun míseras; pero a través de insurrecciones ha arrancado a los nobles cierta participación en el gobierno de las ciudades y tiene cierta seguridad – que le dan sus agrupaciones gremiales- y aun cierto orgullo profesional. Las actividades del comercio al por mayor y las bellas artes tienen gran libertad y comerciantes y artistas se codean con los nobles y llegan a veces a una vida principesca. Una capa intermedia de población urbana bastante numerosa vive en un plano anteriormente inasequible a los que no fueron nobles. Por otra parte los nobles menos ricos muchas veces se veían obligados a trabajar como los burgueses si querían comer. Hay un como un reajuste de capas sociales. El tono de vida de esta época movida en considerable proporción por la capacidad y tenacidad burguesas, difiere mucho del de los
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dos períodos anteriores. Es mas basto, pero más vital, como se ve en las manifestaciones culturales, que si presentan rasgos de vulgaridad, también cobran nueva frescura y animación. El Renacimiento, el Humanismo, la Reforma, que suelen contraponerse a los movimientos típicamente medievales, van a surgir de estas mismas fuerzas que fecundaran la vida del ultimo período de la Edad Media.
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E DAD M EDIA ESPAÑOLA En la estructura general de la Edad Media española predomina en un principio la explotación de los trabajadores: labriegos libres y siervos, en el campo; en las ciudades, los artesanos. Poco a poco, se van extinguiendo las clases serviles. Al principio en los reinos cristianos luchan los siervos contra los señores. Pero, paralelamente al proceso de extinción de la servidumbre va formándose y creciendo una pequeña burguesía de hijosdalgo: los pequeños señores, letrados y caballeros de las villas. A medida que esta clase crece y se desarrolla, las luchas principales no son ya las de los siervos contra los señores, sino las de los hijosdalgos y pequeños poseedores de las comunas y las villas –los villanos- contra la nobleza y el clero. Nobleza y clero habían conseguido del poder real aumentos de sus privilegios y de sus riquezas territoriales fruto de conquistas y donaciones en la guerra contra los moros. Ese poder económico lo utilizaron los nobles contra la misma monarquía, para alzarse contra el poder político. La monarquía, en sus luchas contra una nobleza enriquecida y ensorbercida, tuvo que aliarse con los antiguos siervos, cultivadores pobres, artesanos y villanos, y ceder muchas veces ante sus demandas de igualdad. Pero las concesiones obtenidas en el orden jurídico no se traducían económicamente en mayor bienestar, sino que la relación de dependencia económica de esas clases sociales respecto de la nobleza y el clero seguía siendo tan dura como la antigua dependencia personal: no las redimía
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de los impuestos: la tasa, el diezmo y el tributo. Por eso son pobres esas clases sociales –incluso los hidalgos- y su necesidad y su meta es hacer dinero, puesto que su falta es lo que los mantiene en inferioridad, que en cuanto a honra, son iguales al más alto, “dineros menos”. En la literatura tenemos el reflejo de esta situación: A) En el Poema del Cid, donde se libra la batalla “por el pan”, y por ese medio sube el hidalgo al plano que merece por su altura moral: por encima de la nobleza engreída, que queda vencida y ridiculizada. El rey encuentra su apoyo mejor en este tipo de hidalgo. Pero recordemos que el hidalgo es un guerrero por doble necesidad (a la guerra me lleva, mi necesidad.....) Todavía esta psicología se demuestra en la conquista de América. B) En la figura del hidalgo pobre que aparece en varias obras famosas: Lazarillo, el Quijote mismo. C) En las obras dramáticas (Lope, Calderón, etc.) en las que el Rey da la razón a los villanos (el pueblo) frente a los nobles (la clase militar). La nobleza misma entra, en su mayoría, en la decadencia económica que se inicia a fines del siglo XIV, motivada por el desarrollo de los procedimientos de producción de la artesanía por el crecimiento del comercio, y por la disminución de los beneficios (y productos) de la tierra, y frente a los privilegios de la nobleza alzó su autoridad la monarquía, no sin luchas. En los municipios y concejos, al amparo de la autonomía que se sostiene en los Fueros, fue naciendo otra clase que podría llamarse media, de comerciantes y artesanos, con insuficientes talleres en obradores, que acrecentaba su poder a medida que alcanzaba a poseer mayor riqueza mueble, esa clase, en competencia con los señores, se convertía en propietaria territorial, y de sus filas nacían los letrados, que acentuaron el proceso de laicización de la cultura. Las mayores luchas y crisis de este tipo: luchas de los señores por mantener preeminencia y lucha de la clase media, tienen lugar bajo los reinados de Juan II y Enrique IV. Las condiciones económicas favorecen la aparición de esta clase que se llama “estado llano” y burguesía luego, así se efectúa la transición de la E. Media al Renacimiento.
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Pero con los Reyes Católicos el cuadro cambia; ellos imponen en España el absolutismo imperial y el absolutismo religioso. 1) Desarrollan una política de conquista dentro y fuera del país. 2) Realizan la expulsión de los judíos (y más tarde de los árabes) con grave daño para la cultura y la economía nacionales, y desencadenan la persecución religiosa, a través del establecimiento de la Inquisición. 3) Anulan la influencia de las Cortes, y ahogan la personalidad de las regiones españolas llegando a una rígida centralización, con abolición de los fueros u destrucción de los municipios: (Cabildos). Esta monarquía absoluta –después de sojuzgar algunas rebeldías de los grandes señores- (órdenes de caballerías: Santiago, Manresa, Calatrava), se disociará de la pequeña nobleza, de la burguesía naciente y de los campesinos, y sus medidas provocarán bajo Carlos I, la guerra de las Comunidades, (primera revolución liberal burguesa de Europa) y la de las Germanías, (Levante) llevada a cabo por fuerzas populares mandadas por artesanos. Ambas fueron vencidas por los ejércitos de la Monarquía. El espíritu de esas luchas se refleja en la literatura de la Edad de Oro, perpetuando señas nacionales de gran vigor. Romancero, las luchas del pueblo con los grandes señores, el Rey (nacional) (Carlos I no lo es) aliado del pueblo y dotado de virtud moral: es una forma de trascender la realidad (reacción).
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CONCEPTO DE LA NOVELA HISTÓRICA . S US DIFERENTES TIPOS . SU DESARROLLO HISTÓRICO . LEYENDA E HISTORIA . Tantas producciones insípidas y deshilvanadas han desacreditado el nombre de la novela histórica, que no sin temor venimos hoy a inaugurar este breve curso de lecciones en las que se pretende lanzar una rápida ojeada sobre el vasto campo de las relaciones entre la historia y la novela. Porque el género novela histórica, a causas de su dignidad gravemente lesionada por el trato de cultivadores incompetentes se ha hecho acreedor nada menos que a la pena de expulsión de los dominios de la literatura, pronunciada por jueces estrictos; y no ha faltado algún fiscal implacable que haya pedido para él la pena de muerte sin recurso de apelación. Sin embargo, creemos que no existe forma literaria, o arte, o ciencia pues de los tres modos podemos considerarla, tan estrechamente unida a la novela como la historia; y no ha existido un sólo historiador verdaderamente grande, de esos que se leen y se leerán siempre sin dejar caer el libro, desde Tito Livio hasta Agustín Thierry, de Fernán Pérez de Guzmán a Guillermo Ferrero, que no haya poseído en alto grado el feliz don de narrar, esencial para el novelista. En las épocas primitivas, antes de que el espíritu científico hubiera penetrado en el campo de la Historia, que originaria-
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mente es una de las Bellas Artes ¿quién hubiera podido separar en los tratados lo que propiamente debía llamarse histórico, de lo novelesco, - de lo romancesco, que da, para nosotros, a la Historia de aquel período el carácter de leyenda, de esa mezcla de fantasía y realidad que suele expresar mejor que una exposición escueta el sentido humano de un hecho, porque no se limita a dárnoslo como sucedió, sino nos lo interpreta? El poeta León Felipe así nos habló de leyendas: la venta de las joyas de Isabel la Católica, Hernán Cortés quemando sus naves ….. Tales no fueron los hechos; ¿qué importa, si ese fue su significado? Emerson decía que la historia es biografía. Nunca ese concepto ha podido sonar tan verdadero como hoy. El actual entusiasmo por la biografía ha desarrollado el género como rival victorioso de las clásicas formas de la historia (crónica o tratado) pero al mismo tiempo la ha asimilado a la novela. Una conocida colección de biografías española se da el título de “La Novela de los Grandes Hombres”. La biografía constituye la variante más actual de la novela histórica y desempeña en parte el papel que a la poesía épica corresponde en los pueblos de ayer. Es una nueva manifestación del culto de los héroes que ahora pasan a ser mundiales en lugar de nacionales. Toda novela es narración de aventuras. Lo es la historia. Lo es en el fondo, toda obra literaria. De la crítica misma decía aquel crítico refinado que fue también exquisito novelista, Anatole France, que era un contar las aventuras de su alma entre obras maestras.) La narración de los hechos, enriquecida por la fantasía, ya para recreo, ya con fin moralizador, dio, desde muy temprano en la vida del mundo, motivo al cuento, mítico y trascendental en su origen. Otra narración más vasta acompaña a las antiguas civilizaciones: es la epopeya, que habla primero de los dioses, y luego de los dioses y de los hombres, sin acertar a señalar límite entre lo divino y lo humano, porque narra cosas muy antiguas, y después de siglos de siglos ¿quién recuerda cuándo el dios fue hombre y cuándo el hombre se convirtió en Dios?. La epopeya tiene raíces muy hondas, que descienden al fondo del alma de los pueblos; oculta misterios étnicos y genealógicos,
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conflictos de razas y de los pueblos, aspiraciones místicas, símbolos medio borrados ya. Extrae de la realidad efímera la esencia inmortal, y su autor mismo, Vlamiki el hijo de los bosques u Homero el de las siete ciudades, o Virgilio mago y profeta; se hace tan mítico como sus héroes. La epopeya es vasta por el sentido, heroica por los personajes, sobrenatural porque interpreta la vida humana frente a los poderes misteriosos que están más allá de sus fuerzas. Se mantiene a una altura que logra interesar a los hombres de todos los tiempos. Lo extraordinario no es siempre su asunto, sino la manera de tratarlo, que presta a los hechos una significación mucho más alta que la material, que convierte el tema de la fundación de una colonia troyana a orillas del Tíbet en un eslabón que una las predicciones del pasado con las esperanzas del futuro, y la guerra ante Troya en alguna polvorienta llanura del Ais, es una manifestación de la justicia cósmica. La epopeya es eminentemente objetiva. La personalidad del poeta se abisma en el espíritu colectivo, y sea quien sea el autor se hace pueblo para cantar la del pueblo. Luego cuando la literatura antigua se hace más personal, se pierde ese objetivismo de la narración. La epopeya se hace cada vez menos vigorosa. En parte muere y en parte se transforma, se mezcla con la lírica o con la filosofía o con la historia, o pasa a ser, de narrativa, activa, cuando con Kalidasa o con Esquilo los dioses y los héroes suben a la escena. Todas esas transformaciones de la narración las presencia la Edad Antigua, pero no aparece entonces la novela. Dice Albert Thibandet que los griegos desconocían dos vivos placeres nuestros: fumar y leer novelas. En primer lugar las narraciones de la antigüedad, tanto los cuentos como la poesía, eran recitadas en público, constituían una literatura oral; en segundo lugar, la novela como la concebimos nosotros es un género esencialmente moderno y occidental. Nada hay en la antigüedad que corresponda a ella con exactitud. El Critias de Platón, la Ciropedia de Jenofonte, el Satiricón de Petronio, las Metamorfosis de Apuleyo, y las narraciones de aventuras y de amores, bizantinas y orientales, son excepciones incompletas, que no llegaron a constituir el género
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novelesco. Este supone el libre juego de la imaginación personal adueñándose de la realidad, y ese reino no había venido todavía. La Edad Media es la que abre el camino a la novela. De las narraciones célticas del ciclo bretón, llenas de aventuras armoniosas y de análisis sentimental, brota una corriente novelística que aún perdura y crece. Las narraciones célticas en su origen se hacían todavía oralmente, y se cantaban, pero en parte se hacían en prosa y no tardaron en escribirse. Así dejaron de pasar por boca de los juglares y se hicieron novelas, romans, en el sentido moderno de la palabra. Los romans bretones representan la entrada en la escena literaria de la raza céltica, soñadora, apasionada, tan capaz de exaltación fogosa como de infinita desesperanza, y profundamente poética. Una viva simpatía por todo lo que existe le hace sentir en la naturaleza un temblor de sensibilidad humana. Las narraciones célticas traen a la literatura las deslumbrantes aventuras de los caballeros de la Tabla Redonda, el misterio del santo Grial y sus guardianes místicos, y en ese marco de historia legendaria, las más bellas historias de amor que ha leído el mundo. En esas novelas en germen aparece por primera vez al amor como sentimiento fatal, profundo y ardiente, pasión que llena la vida y es toda su dicha o su infelicidad. Puede ser tipo de estas narraciones la novela de Tristán e Isolda que tantas formas y versiones ha alcanzado, desde Chrestien de Troyes hasta Wagner. “Señores; quereís oír una bella historia de amor y de muerte? Es la de Tristán y de Isolda la Reina. Escuchad como se amaron, en gran alegría y en gran dolor, y como murieron luego, en un mismo día, él por ella y ella por él”. Esa literatura novelesca del amor gira, naturalmente, en torno a la mujer. Penetra en la feudalidad ruda del Norte tras aquella fatal princesa Alienor de Aquitania que venía del Sur, envuelta en la poesía de los trovadores, y que fue sucesivamente reina de Francia y de Inglaterra, legando a sus pueblos una herencia de muerte. A su segundo esposo, Enrique II de Inglaterra, dedica la más antigua mujer novelista de Europa, María de Francia, su colección de narraciones, la más rica que de ese período poseemos: los Lais.
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El Cristianismo y la sociedad feudal habían elevado a la mujer a la plenitud de un ser humano, sacándola de la vida a medias en que la aprisionó la antigüedad. En la Edad Media reina como señora en círculos y cortes literarias y se convierte en heroína glorificada de las novelas amorosas. De Isolda y Ginebra hasta Dulcinea la mujer es el eje ideal de la ficción narrativa. La novela empieza a leerse en la cámara femenina ante un grupo de mujeres que escuchaban o ante una sola mujer que oye o que acompaña la lectura, y de la lectura del amor suele brotar el amor, como en el episodio inmortal de Paolo y Francesca da Rímini, contado por Dante: (habla ella, en el Infierno). “Leímos un día, por pasatiempo, las Aventuras de Lancelot y de qué modo cayó en las redes del amor. Estábamos solos y sin sospecha alguna. Aquella lectura hizo que nuestros ojos se buscaran muchas veces y que palideciera nuestro semblante; mas un solo pasaje decidió de nosotros. Cuando leímos que la sonrisa deseada fue interrumpida por el beso del amante, éste, que ya jamás se separará de mí, me besó tembloroso en la boca. El libro y su autor nos sirvieron de intermediarios; aquel día, ya no leímos más”. Dice Thibandet que con esos célebres versos, el más grande de los poetas ha sellado luminosamente el acta de nacimiento de la novela. La poesía épica de la Edad Media la engendra. Esta poesía está constituida por composiciones de carácter histórico que se producen en diversos pueblos de la Europa medieval hacia la misma época y que nos han dejado como herencia, por una parte, los poemas que han sido llamados nacionales, constituidos en torno a un héroe que personifica el ideal y la esperanza de esos pueblos en aquel momento histórico. Rolando, Sigfrido, el Cid… y por otra parte un haz de leyendas en torno a ciertos héroes representativos como las del Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda, lo que suele llamarse el Ciclo bretón. Los poetas son algo como una historia poética de cada pueblo, Nacional es su asunto y su forma, popular su lenguaje, que no es otro que la naciente habla de las naciones modernas, y la personalidad del autor, siempre desconocido, no se destaca con carácter individual. Esta inspiración épica
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tuvo por primer instrumento la forma métrica, pero luego tomó la prosa como medio de expresión. Así nació la expresión. Así nació la novela caballeresca; la primera novela europea occidental. Todos los libros de caballerías son transformaciones de algún poema existente perdido de los ciclos antiguo, carolingio, bretón, o aislados. Esta primera manifestación de la novela, tiene, pues, una base histórica más o menos próxima, más o menos legendaria, porque es una transformación de la épica. En la misma antigüedad parece que hubo ejemplos de esa derivación de la épica, a juzgar por el descubrimiento que en 1893 hizo Wilcken de una obra en prosa que narra los amores de Nino el rey asirio con una mujer que, aunque no se le da ese nombre, podría identificarse con Semíramis. Esta obra, que ha sido llamada la Ninopedia está copiada en un papiro egipcio del siglo I, y demuestra claramente su carácter épico en muchos fragmentos. Los libros de caballerías tienen en su origen ese carácter indeciso entre épica, historia y novela. El título mismo lo expresa. La Crónica de Turpin es el primer libro de caballerías en prosa. La Crónica Troyana es una novelización de las historias griegas. Pero este primer florecimiento de la novela pronto se aparta de sus fuentes para dar campo a la más desenfrenada invasión; el contenido histórico se hizo nulo, se infringieron todas las leyes de la realidad, y se expuso en ellos el más alto concepto del mundo y de la vida. Con el final de la Edad Media decayeron esas novelas, que representaban lo externo de la vida social en lo poco que de realidad les quedaba, y que no respondían al espíritu colectivo, sino sólo al de una clase social, y muy perfectamente. El siglo XVI trajo a la novela nuevos motivos, y le indicó nuevos rumbos. Pero es el caso que hasta ese momento no hubo otra novela, y que los hombres de más firme mentalidad y más vasta cultura se complacían en leerlas. ¿No confiesa Juan de Valdés en su Diálogo de la Lengua, haberlas leído todas? Es que el libro de entretenimiento siempre obtiene lectores. Las novelas interminables de aventuras siempre tienen público, y la novela histórica popular de Alejandro Dumas y de Eugenio Sue, o nuestros libros de detectives o de piratería,
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nos dan una misma fusión de la historia con la imaginación que desembocaba en el predominio absoluto de la fantasía. Sin embargo, en estas novelas que podemos considerar como el inicio de la novela histórica había una potencialidad oculta. Decía el portugués Francisco Rodríguez Lobo, “Corte en aldea” y Noches de Invierno”, que esas fabulosas historias eran superiores a las verdaderas, en apoyo de la opinión de Aristóteles de que la poesía aventaja a la historia: “En el libro fingido cuéntense las cosas como era bien que fuesen y no como sucedieron, y así son más perfectas, descríbese el caballero como era bien que los hubiese, las damas cuán castas; los reyes cuán justos; los amores cuán verdaderos; los extremos cuán grandes; las leyes, las cortesías, el trato tan conforme con la razón… En cuanto al retrato y ejemplo de la vida, mejor se coge de lo que un buen entendimiento trazó y siguió con mucho tiempo de estudio, que en el suceso que a veces se alcanzó por mano de la ventura sin que la diligencia ni ingenio pusieran algo de su caudal”. Esta descripción no cuadra , entre los libros de caballerías, más que al Amadis de Gaula, pero en cambio; qué bien presenta las posibilidades del género. Cervantes expone un plan semejante de poema épico en prosa, por boca del Canónigo; que en tales libros hallaba “una cosa buena, que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos; porque daban largo y espacioso campo donde sin empacho alguno pudiese corre la pluma, describiendo naufragios, tormentos, reencuentros y batallas, pintando un capitán valeroso, con todas las partes que para ser tal se requieren … pintando, ora un alegre y no pensado acontecimiento; allí una hermosísima dama, aquí un caballero cristiano…acullá un desaforado bárbaro fanfarrón, acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado… Ya puede mostrarse astrólogo, ya cosmógrafo excelente, ya músico, ya inteligente en las materias de estado, y tal vez le vendría ocasión de mostrarse nigromante, si quiere. Puede mostrar las astucias de Ulises, la piedad de Eneas, la valentía de Aquiles, las desgracias de Héctor; la liberalidad de Alejandro, el valor de César, la clemencia y verdad de Trajano, la fidelidad de Zópiro, la prudencia de Catón, y finalmente todas aquellas acciones que pueden hacer perfecto a un varón ilustre; ahora poniéndolos en uno solo, ahora dividién-
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dolo en muchos, y siendo esto hecho con apacibilidad de estilo y con ingeniosa invención, que tire lo más que fuese posible a la verdad, sin duda compondrá una tela de varios y hermosos colores tejida, que, después de acabada, tal perfección y hermosura muestre, que consiga el fin mejor que se pretende en los escritos, que es enseñar y deleitar juntamente, como ya tengo dicho; porque la escritura desatada de estos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse épico, lírico, trágico, cómico, con todas las partes que encierran en sí las dulcísimas y agradables ciencias de la poesía y de la oratoria; que la épica también puede escribirse en prosa como verso”. Cervantes al hablar así traza su plan de lo que debe ser la novela, y la devuelve a la epopeya por la vastedad de la concepción. En 1640 crea la obra definitiva del género novelesco, aquella que ha elevado esa forma literaria al rango a que Homero y Dante elevaron el género épico. El Quijote es, en antigüedad y en calidad, la primera de las grandes novelas. Este concepto de la novela es difícil de definir. Apenas constituye un género: todo cabe en él. Es como un fondo común, indeterminado, de sustancia literaria; la vaguedad la caracteriza. No tiene unidad de composición. Esa unidad sólo se ve en la época clásica en el tipo breve de las novelle italianas y las Novelas ejemplares de Cervantes, próximo al cuento. Pero la gran novela dispone, por encima del drama, del tiempo y del espacio; por encima de la poesía, de la extensión: es como una Suma, la suma de las observaciones del autor sobre todo el espectáculo humano. Creemos posible afirmar que esa es la verdadera naturaleza de la novela. Por lo menos, las grandes obras representativas del género son de esa naturaleza; lo mismo Don Quijote que la Guerra y la Paz, lo mismo Los Miserables que Juan Cristóbal o Los Hermanos Karamazov o el conjunto de la Comedia Humana y de la historia de los RougonMacquart, o la de Manhattan Transfer. Ese concepto amplio en el que la novela puede afrontar el problema supremo del destino humano y de dar a sus personajes carácter de héroes y de símbolo, como la tragedia y la epopeya, nos parece del todo diferente del que se puede aplicar a las obras de composición metódica, sin episodios distintos, regidas por una lógica estricta, faltas de flexibili-
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dad, como Humo de Turguenev y una buena parte de la novela francesa, que podrían constituir un género aparte. La novela, pues, nacida de la poesía épica, de un fondo común con la historia, se liberta, se amplía, y se multiplica por los más diversos caminos del realismo y de la fantasía. ¿Cuáles van a ser en lo adelante las relaciones entre la historia y la novela? Dos aspectos tenemos que considerar para definirlas. El primero es el desarrollo de la novela desprendida de las crónicas nacionales e injertado en la literatura caballeresca. Ese tipo de novela, en Francia, y en Inglaterra no se diferencia del caballeresco, sino es absorbido por éste. Pero no sucede así en España, donde se forma una primitiva novela histórica completamente autóctona. Se conserva una transformación novelesca del ciclo épico de la Pérdida de España, que se titula “Crónica del Rey Rodrigo con la destrucción de España” y es un libro de caballerías de nueva especie, a la vez que la más antigua novela histórica de asunto nacional que posee la literatura española. Data de 1403, y su autor es Pedro del Corral, que era un hombre de ingenio y escritor de estilo bastante ameno. Cuenta toda la historia del Rey Rodrigo; sobre todo, sus amores con la Cava, con mucho adorno novelesco: de allí había de pasar su narración, íntegra, al Romancero, volviendo, enriquecida, de la novela a la épica. El camino iniciado por Pedro del Corral no fue inmediatamente seguido por nadie. Sólo se tradujeron del francés algunos libros de caballerías en que predominaba el elemento histórico, como la “Historia de la Doncella de Francia” y una crónica novelada de la vida de Bertran Duguesclin mezclada con historia sagrada y mitología y caballería. Durante el siglo XVI, al calor de los romances fronterizos, se producen los notables ensayos de novela morisca española: La Historia de Abindarraez y de la Hermosa Jarifa, anónima, Las guerras civiles de Granada y Ginés Pérez de Hita, cuyos autores trasladaron a la novela el caudal de la poesía épica más próximo a su tiempo en forma sencilla, y delicada. En la conquista de América, tenemos los Comentarios Reales del Inca” Garcilaso. En el cuadro de la novela histórica en la Edad Moderna, sólo se pueden colocar,
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además esas obras de intención didáctica y política, que carecen de verdadera acción novelesca y fueron hechas para doctrina de príncipes, que tienen como clásico modelo “La Ciropedia” de Jenofonte. Entre ellas se encuentran como ejemplos destacados el Marco Aurelio de Fray Antonio de Guevara; el Telémaco de Fenelón, que revela sus lazos con la épica, y el Numa Pompilio del Caballero de Florián. La novela se desarrolla en otros sentidos: se hace sentimental pastoril, adquiere vívido carácter realista en el género llamado picaresco; se hace psicológica, filosófica, auto-biográfica, perdiendo su objetividad; y en tanto la historia se va apartando de la literatura para hacerse seca materia de texto escolar, que tiene vida pobre. Pero el espíritu que animó la épica nacional no podía desaparecer de Europa, está en el fondo del espíritu de sus pueblos. El espíritu de la poesía caballeresca se combinó con los primeros destellos de la adivinación arqueológica, la nostalgia de las cosas pasadas y la observación realista de las costumbres tradicionales, para engendrar en los inicios del siglo XIX el florecimiento de la novela histórica del Romanticismo, que es la que por antonomasia se designa con el nombre de novela histórica. Bajo el desbordamiento de la invención romántica, la novela individualista se transforma en lírica, la novela de costumbres se hace pintoresca, pero la novela histórica se va a desarrollar como una forma nueva, que parecerá eclipsar todas las demás. Con los románticos el interés pasa de los hechos al ambiente, al color: en lugar de narración apócrifa, la novela quiere convertirse en pintura exacta, en evocación. Es en la novela donde se despierta el sentido de la historia. Walter Scout va a resucitar la Edad Media, céltica, francesa o española, dándole brillo incomparable, y Victor Hugo va a crear la obra maestra del género en Francia en Nuestra Señora de París, que inaugura la novela de la ciudad, nunca hasta entonces intentada, porque el protagonista de ese libro no es ninguno de sus borrosos personajes, sino París, monstruoso, seductor y terrible, bajo la sombra de su catedral. Ese género, la novela urbana, ha de perdurar hasta nuestros días, rico y variado, en obras como
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Cosmópolis de Bouget; Las Tres Ciudades, de Zola; Brujas la Muerta, de Rodenbach y Manhattan Transfer, de John dos Passos. El romanticismo quiso revivir la epopeya del pasado, pero del medio más que de los hechos. Víctor Hugo crea en la novela de la gran catedral más que una historia humana, una epopeya de la piedra, que cobraron vida. Legiones de artistas y de arqueólogos se lanzaron a fantásticas reconstrucciones; los historiadores se apasionaron, y hasta los paisajes cobran vida por los recursos históricos. “Necesito, -decía Chateaubriand, - viejos desiertos que me devuelvan los muros de Babilonia y las legiones de Farsalia”. Y aún Flaubert declara: “No comprendo los países que no tienen historia, Por el Museo del Vaticano daría todos los glaciares de Suiza”. Descendieron de las islas británicas los heraldos más fervientes y poderosos de la fe romántica en sus fases decisivas. Ossian el lúgubre, Byron, el poeta de las tempestades, Walter Scott que insuflaba a las ruinas nueva vida y devolvía a los caballeros de antaño las aventuras olvidadas, a damas y castellanas los perdidos amores. No creador verdadero, pero sí evocador de vida y suscitador de energía, que reanimó en toda Europa, con su pasión, el vigor de la Edad Media. “Hay que estudiar la historia en Walter Scout, decía M. de Guerin- él la enseña mejor que todos los historiadores.” La ciencia histórica aprende de los románticos una lección que nunca debía olvidar: que no deben predominar los hechos sobre el espíritu. Diluviaron entonces en toda la tierra romances históricos, dramas, novelas, leyendas históricas. El duque de Rivas, Schiller, Alfredo de Vigny, Manzini, Bécquer y Lara. Se tenía la impresión de una gran epopeya histórica que se desenvolvía nuevamente como un coro sinfónico solemne en el que se unían las voces de todos los pueblos de Europa. Llega hasta América: Enriquillo, y se cayó en la inevitable popularización con la novela pseudo-histórica de aventuras: Dumas. Pero el romanticismo se contentó con obtener una impresión general de la época pintada. Los aventureros y las heroínas de Walter Scott podían viajar por las highlands y conspirar en las bibliotecas de sus castillos, amar y luchar en los torneos a su placer sin estar sujetos a un régimen estrecho de policía histórica. Si una belleza de la época peinaba anacrónicamente sus cabellos, o sus
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joyas eran inverosímiles, esos detalles podían perdonarse. Cuando la evolución de las tendencias literarias a fines del siglo pasado trajo el predominio del realismo, los objetos más insignificantes pasaron a representar en las obras un papel de personajes. El anacronismo pareció intolerable, y como quiera que la historia no permite escrutar la realidad como se hace en el presente, el destino de la novela histórica empezó a parecer dudoso: unos, en nombre del naturalismo, la creían destinada a la desaparición total; otros trataron de obviar sus defectos transformándola en un fruto de largas y pacientes investigaciones arqueológicas. George Ebers, George Eliot en Romola, Théophile Gautier en la Historia de una momia y sobre todo Gustavo Flaubert en su incomparable Salambó, pintaron el paisaje histórico con los pinceles de la escuela naturalista, recogiendo con minucioso estudio los elementos del cuadro en monumentos, inscripciones, crónicas y archivos. El hecho presentado como histórico debía presentarse con verdad estricta. Pero no podía permanecer estática la novela histórica, y de entonces acá, bajo la influencia de los cambios traídos por las últimas catástrofes históricas, la hemos visto transformarse en novela política, para narrar los hechos contemporáneos con un fin de renovación social. Así las novelas de la gran guerra, las de la Revolución rusa, y las que hoy reflejan las inquietudes político-sociales del momento, aun encubriéndolas a veces con el vestido de hechos históricos del pasado, como la Anabasis de Saint-John Perse. Además, como el movimiento de la literatura actual progresa hacia el interior del hombre y lo subjetivo domina sobre lo objetivo, la novela histórica de la vida individual, o sea, la biografía novelada, ha venido a ocupar un plano superior al de la novela histórica en cuanto a popularidad. Para asumir el concepto de novela histórica, diremos que la característica peculiar de la novela histórica es su significación de época y sus relaciones con los hechos. El propósito de esta novela no es precisamente la simple reconstrucción de un hecho o de un período histórico. Es restaurar el pasado y hacerlo vivo; no sólo revivirlo, sino revivificarlo. El autor de la novela histórica no es un historiador. Su obra no es un tratado de historia: emplea los
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hechos históricos como base para su más alto propósito: darles una significación de vida que no puede lograr el historiador. No trata de hablar cobre los personajes ni informarnos de sus hazañas. Su labor es de caracterización e interpretación. En esto se diferencia de la novela de otro tipo y trata de realidades del pasado del mundo. Para relacionar la novela con lo que sabemos de la historia, evocaremos la historia de los períodos y de los hechos que constituyen el marco de la novela en cada caso. Así, los alumnos se familiarizarán con esos hechos o recordarán aquellos que el tiempo haya enturbiado en su memoria para la mejor comprensión de la novela. Y lo que significamos de los hechos escuetos es igualmente cierto sobre las ideas filosóficas, religiosas y sociales que en la novela se refieren a un período histórico determinado. En cuanto a las síntesis históricas que precederán a la presentación rápida de las obras literarias, se referirán al conjunto del período; aunque cada novela, por supuesto, no puede referirse más que a una parte limitada de dicha época histórica. Podemos decir que los primeros documentos históricos son las huellas de los fósiles en las rocas, y las rocas mismas. El hombre ha descifrado y sigue tratando de descifrar la historia de la vida en ese libro de piedra. Poco a poco va interpretando pasajes que le permiten ir construyendo la narración de los comienzos de la vida, del despertar de la especie humana. Hace poco más de un siglo, nuestros antepasados no sospechaban esa historia. Cada pueblo había creado un génesis mitológico, y había olvidado los hechos reales en que se basaba su leyenda: el mito de Osiris, el soplo de Brahma, el Caos fecundo, el Fiat lux, el Jardín del Paraíso, vagos recuerdos ancestrales transfigurados por la fantasía. Entre tanto, durante incontables generaciones, el gran libro de las rocas yacía ignorado bajo nuestros pies, y el advenimiento de la especie humana, como la formación del Universo entero, se aceptaba como obra mágica, expresión de la enigmática voluntad de los dioses.
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Algunos sabios de la antigüedad conocían los fósiles. Eratóstenes habló de ellos en Alejandría, y sostuvo discusión con otros sabios, en el siglo III antes de nuestra era. Ovidio, el gran poeta latino, sabía que existían, aunque no lo que eran. En la Edad Media, escritores árabes del siglo X los mencionan; y en el renacimiento, ese genio universal que se llamó Leonardo da Vinci expresó, por primera vez en Europa, el verdadero significado de los fósiles. Pero el estudio científico y detenido de los fósiles y de las rocas no comenzó hasta hace un siglo y medio, y por lo tanto, nuestros conocimientos sobre la materia son escasos todavía. Ellos constituyen dos ciencias relativamente nuevas: la Geología y la Paleontología. Más adelante, cuando ya tenemos seguridad de que el hombre existía sobre la tierra y podemos estudiar sobre ésta las huellas que él dejó, la ciencia que realiza esa investigación toma el nombre de Arqueología Prehistórica. Todos los estudios relacionados son la existencia del hombre antes de la eclosión de las grandes civilizaciones de la Edad Antigua, reciben el nombre de Prehistoria. En ese vastísimo campo, nuestros conocimientos son aún más reducidos, y la separación entre la existencia pre-histórica que conocemos y las primeras civilizaciones a que hasta ahora hemos podido retroceder en la época histórica, forma un abismo inmenso que no sabemos si será posible llenar a través de futuras investigaciones. El cálculo de las edades geológicas es incierto. La edad de las primeras rocas, según astrónomos y geólogos, puede variar entre mil seiscientos millones y veinticinco millones de años. Lo único seguro es que han existido durante millones de años, y que de ese incalculable período, más de la mitad pasó antes de que existiera sobre el mundo ningún ser que dejara trazas de su vida. Hasta donde podemos saber hoy, la tierra fue durante muchos millones de años un vasto desierto de piedra. A ese período dan los geólogos el nombre de Azoico o Arqueozoico. Se cree que no había vida animal ni vegetal durante él. Al siguiente período llaman los Proterozoico, o de vida preliminar. Nos quedan de él leves huellas de vida, por las que podemos suponer que existían plantas y animálculos muy rudimentarios, como los que puede hallar el mi-
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croscopio en una gota de agua turbia. Tras esa larga edad, adviene el período llamado paleozoico o de vida antigua. Las rocas de este período contienen vestigios de vida numerosos y diversos: crustáceos, gusanos, algas marinas, los primeros peces en multitud, y por fin, en la segunda parte de esta era, cuando la vida abandona las aguas, que parecían haberle dado nacimiento, aparecen las primeras plantas y animales terrestres. Esta fue una era vastísima, durante la cual la vida se extendió y se amplió lentamente, comenzando por los mares. Por miles y miles de años los seres acuáticos que nadan y trepan se multiplicaron. Fue la edad de los trilobitos, crustáceos gigantescos de forma ovalada, y de los escorpiones marinos que alcanzaban hasta tres varas de largo. Había animales, plantas, con raíces y ramas entrelazadas, y plantas que se movían entre las aguas. Entre la formación de las rocas de la primera parte del período Paleozoico y nuestro período geológico han pasado inmensas edades que están representadas por capas y masas de rocas sedimentarias: primero, las que corresponden a la segunda parte del período Paleozoico, y que contienen los primeros restos de vida terrestre, anfibia más bien. (Plantas criptógamas: helechos arborescentes de tallo gigantesco que se ha fosilizado en carbón; y que alcanzaban hasta 30 metros de altura. ¡Verdaderos bosques sobre pantanos: Insectos, los primeros de alas enormes, y oscuros arácnidos; caracoles terrestres. Un paisaje de bosque verde y legamoso, sin flores ni pájaros). Aparecieron al fin los primeros reptiles anfibios. Luego las rocas del período Mesozoico o de vida media, que contienen espléndidos restos de reptiles gigantes, ya completamente terrestres, a veces bestias de piernas torpes como las del cocodrilo, al principio, después desarrollaron patas traseras poderosas, sobre las que se levantaban para comer hojas de los árboles, pues muchos eran herbívoros. Eran gigantescos: el Plesiosauro, que alcanzaba hasta diez metros de largo, de cuello la mitad; el Dinosauro cuyo tamaño no alcanza hoy animal alguno; el Diploducus y el Brontosauro, que medían hasta 28 metros de largo, el Gigantosauro, del que se posee un esqueleto que mide 33 metros. Algunos eran carnívoros, como el horrendo Tiranosauro, que a pesar de medir hasta 13 metros de largo y levantarse sobre
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sus patas traseras, creen los sabios que podía saltar por los aires a grandes distancias. Por fin, advinieron los reptiles voladores, a manera de enormes murciélagos: los pterodáctilos, verdaderos dragones alados. (Recuérdese la película “El Mundo Perdido”. Por supuesto, el hombre, aunque la Naturaleza lo hubiera producido entonces, no hubiera podido vivir. Recuerdos ancestrales justifican las imaginaciones de monstruos). Las plantas, mientras tanto, se hicieron terrestres también; eran principalmente coníferas bajas de verdor perenne; no había flores ni hierbas; las montañas permanecían desnudas, sin más colorido que el de las rocas peladas, que a veces eran, como todavía hoy, fantásticas combinaciones de matices, en las regiones volcánicas. Algunas formas rudimentarias de ave aparecen al final, como la Arqueoptéria sin pico y con dientes, y la Hesperornis, con pico y sin alas, acuática. Con los Teriomorfos se esbozan los primeros mamíferos, bestezuelas ínfimas como ratas, probablemente ovíparas todavía; pero que desarrollaron pelos. Esos pelos habían de proteger contra la catástrofe que destruyó a los grandes reptiles. Las aves iban a desarrollar plumas. Era necesario adaptarse a un clima variable. El período geológico siguiente recibe el nombre de Cainonoico, (vida reciente) y nos presenta al mundo aproximándose al aspecto en que hoy le conocemos. El clima hasta ahora considerablemente cálido, empieza a refrescar. Grandes sacudidas de la corteza de la pliegan para formar los Andes, los Alpes, los Himalayas. Los geólogos dividen el período Cainozoico en: Eoceno, edad de clima muy caluroso; Oligoceno, de clima más moderado; Mioceno, edad de creación de las montañas, en que la temperatura desciende; plioceno, o edad de la invasión de los hielos, en que los glaciares avanzaron hacia el Ecuador, llegando así al centro de Europa y América. En los bosques y en la hierba, que entonces aparece del Eoceno, hubo muchos mamíferos, que desarrollaron la agrupación familiar: educan a sus hijos. En el Oligoceno aparecieron los primeros caninos y felinos, y los antecesores de los Rinocerontes. En el Mioceno hay elefantes, jirafas, ciervos y caballos primitivos, y en los períodos siguientes se esbozan casi todas las especies actuales. Ya en el Eoceno, hay fósiles de monos y lemures;
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pero si hubo un antepasado del hombre, no tenemos hasta ahora fósil alguno. Después del clima templado del Plioceno, que hizo desaparecer a las bestias amantes del calor, con el advenimiento del Pleistoceno o Edad Glacial, una fauna ártica se produce: el Mamuth lanudo, el toro, el rinoceronte, los lemures peludos la formaban. Sobre Norte América, Europa y Asia, avanzan los hielos. Durante siglos de siglos las cubren hasta la mitad. Enorme volumen de agua es arrebatada a los mares y retenida por los hielos. Los niveles de la tierra y el mar se alteran. Lo que hoy es el fondo del mar queda a seco en muchas partes. La nieve y las tempestades azotan la Tierra. La vida se hace dura, difícil, una lucha contra el medio. Entonces, por primera vez, encontramos al Hombre. Criatura nacida entre dificultades, es natural que desarrollara la inteligencia como arma para vencer a la naturaleza. Por desgracia, debía también luchar contra los seres vivos, y su ferocidad en la destrucción, que resultó en el aniquilamiento de unos tipos humanos por los otros, y todavía hoy limita espantosamente su capacidad constructiva. Sus orígenes son oscuros. La opinión más sólidamente cimentada es que sus antepasados remotos fueron simios de una rama constituida no para trepar, como la de los simios antecesores de los monos actuales, sino para caminar y correr. Los monos, incluso los antropomorfos, son habitantes de los árboles, trepadores. El hombre corre y camina con una habilidad que revela que sus antepasados, por largas edades, emplearon principalmente la marcha y la carrera. No trepa con facilidad, y no nada espontáneamente, lo que indica que por largo tiempo no vivió en la vecindad de las aguas. Eso explica que sus huesos difícilmente se hayan fosilizado y sean difíciles de hallar. Además, nuestra escasez de conocimientos se debe a que muy pocos terrenos han sido aún explorados en busca de vestigios humanos. La primera huella de una criatura humana o sub-humana la constituyen los Eolitos, piedras groseramente talladas. La fecha de los más antiguos, según los geólogos, es el período Plioceno, anterior a la Era Glacial. No han aparecido huesos junto a ellos. En Trinil, en Java, en terrenos correspondientes a la primera parte de
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la Era Glacial, se han hallado lo más antiguos restos conocidos de una criatura semejante al hombre: la parte superior de un cráneo, algunos dientes y un fémur, han permitido reconstruir el tipo de un ser que no era un hombre, ni era un mono antropomorfo. Era un simio que caminaba. Se le ha llamado el Pithecanthropus erectus. Parece un ejemplar de las criaturas que tallaron los eolitos: un subhombre, sin que eso quiera decir que sea un antecesor directo del hombre. En la misma época vivían en el mundo un mamuth, un rinoceronte, un hipopótamo, castores gigantescos y bisontes, y tigres de dientes agudos, caballos salvajes, osos y lobos y jabalíes. El Pitecántropo debió ser un carnívoro feroz como los demás. Sólo en terrenos miles de años más recientes, durante el segundo período Interglaciar, encontramos un nuevo fósil revelador: una mandíbula. Se encontró cerca de Heidelberg. No es mandíbula humana: no tiene barba, y el que la llevó no debió poseer lenguaje articulado; pero no es de un mono: los dientes son humanos. Este ejemplar de sub-hombre ha sido llamado Palaeanthhropus Heidelbergensis. Su período suele llamarse de Chilles, y muchos restos de instrumentos de él se conservan. Ese ser, el Paleántropo, quizás fue muy grande y lanudo. Otra vez nos deslizamos sobre centenares de miles de años, y en un depósito que corresponde al tercer período interglacial, hallamos otro fósil: un cráneo despedazado; quizás pertenece al primer período glacial. Fue hallado en Lussec, y llamado el Eoanthropus, o aurora del hombre: otro ser sub-humano y probablemente no antecesor directo del hombre. Después, el Archivo de las rocas sigue dándonos hasta ahora sólo instrumentos, numerosos utensilios cada vez más diferenciados, en progreso cada vez más rápido. La Cuarta era glacial se aproxima a su punto máximo: un ser humano, se hace habitante de las Cavernas y deja en ellas vestigios que corresponden a hace unos 50,000 años, en Neandertal, se encuentran restos de una criatura qu e e s c i e r t a m e n t e u n h o m b r e . S e l e h a l l a m a d o H o m o Neanderthalensis primigenius. El proceso de reconstrucción nos revela que no se mantenía derecho: se inclinaba hacia delante; no tenía barba, no hablaba, era muy ancho; pero un hombre, y su pa-
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recido con el sub-hombre de Heidelberg hace pensar que ése fue quizás su antecesor. Con el hombre de Neandertal, empieza la prehistoria humana; pero él constituye una raza extinta. Distinguimos tres períodos, en relación con la prehistoria del hombre, abandonando la Geología: Edad eclíptica o de los primeros instrumentos o utensilios; Edad Paleolítica, o de la piedra tallada; Edad Neolítica o de la piedra pulida. A la primera edad pertenecen los instrumentos primitivos de que hemos hablado. El hombre de Neandertal aparece en el período paleolítico. El clima es severamente frío, en pleno cuarto período glacial; el hombre parece reconocer ya el fuego, y se abriga en las cavernas. También se guarecen el león, el oso, la hiena, que se apellidan de las cavernas, lo mismo que el hombre. El fuego servía al hombre para hacerlos huir, para protegerse. Este hombre primigenio con mazas y lanzas de madera y trozos de piedra no cazaba probablemente a los grandes mamíferos. Se contentaba con cazar a los pequeños y aprovechaba a los grandes cuando morían, cuando otro animal los dejaba muertos o cuando podía cogerlos en trampa. Sabemos que se llevaba los huesos a su caverna y los chupaba: ha dejado los restos. Por lo demás su celebro era diferente del nuestro, y no parece que hablara. Hacía mucho frío. El fuego debía ser conservado. Era muy difícil volverlo a encender. Se le protegía con las cenizas. Se prendía con hojas secas. Se producía con pyrita de hierro y pedernal. Mujeres y niños deben haberse empleado constantemente en recoger materia para mantener el fuego. Esa tradición se había de conservar. El grupo era inicialmente la familia guiada por un Anciano. El buscar y recoger pedernales debió ser ocupación importantísima. Parece que se envolvieron desde entonces en pieles. Las mujeres prepararían éstas. Los hombres jóvenes, llevándose o robándose muchachas, fundarían nuevas familias. Cuando el Anciano llegaba a los 40 o 50 años probablemente un hombre más joven lo mataba y suplantaba. En cuanto a los grandes mamíferos, el hombre no los cazaba, pero era cazado por ellos. Ese hombre era herbívoro tanto como carnívoro y no desdeñaba la carne corrompida. Se reuniría en grupos alrededor del fuego, a comer frutos, raíces, huesos y carne no siempre fresca.
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Sabemos también que este hombre llegó a enterrar a sus muertos, con ciertas ceremonias y ofrendas. Probablemente danzaba e imitaba, tenía miedo de la oscuridad y del trueno, y su mentalidad alcanzaba la de un niño de cuatro o cinco años. Así vagó por las llanuras de Europa el hombre, por decenas de miles de años: quizás 200, 000 años. Al final de la Cuarta era Glacial, el clima se hizo más templado, un nuevo tipo humano apareció sobre la tierra; y exterminó al hombre de Neandertal. Este hombre que venía del Asia o del Norte de Africa, o de las tierras hoy sumergidas en el Mediterráneo, es el primer ejemplar conocido del Homo Sapiens, de la especie humana actual. De donde vino a Europa, exactamente, y cuales fueron sus progenitores, lo ignoramos. ¿Quién sabe hallaremos algún día su cuna en alguna inexplorada región africana, y el continente oscuro resultará centro de los pobladores de Europa? Lo cierto es que el Homo sapiens vino a Europa detrás de las pintas y animales que eran su alimento acostumbrado, cuando éstos se movieron hacia el norte debido al cambio de clima. Reconocemos dos tipos de este hombre: el de Cromagnon y el de Grimaldi. Todavía corresponden al período paleolítico. Eran altos, de ancho rostro, de cerebro de gran tamaño, los de Cromagnon. Los de Grimaldi, eran de tipo negroide. Esto indica que ya había razas diferentes. Su inteligencia era semejante a la del hombre actual. Destruyó al hombre de Neandertal y no se mezcló con él: quizás lo halló, dice Well, demasiado repugnante o demasiado indomable y feroz. Johnston piensa que su vago recuerdo puede ser el origen de los ogros del folklore. Los nuevos hombres eran cazadores aún de los grandes animales, y comedores de carne de caballos salvajes. No parecen haber domesticado a éste, ni al perro, ni haber tenido rebaños. Pero ya dibujaban; todos dibujaban y muy bien, y nos han dejado decorados los muros de sus cavernas. También sabían tallar figuras en hueso. Enterraban a sus muertos con sus utensilios y adornos favoritos. Se pintaban. Las cavernas de Francia y de España aún conservan los colores con que las adornaban. Pintaban el oso, el bisonte, el caballo y el reno, sin concepto de perspectiva. Progresaron con el tiempo al detalle magníficamente vivido; pero siempre pintaron de perfil, como los niños. Algunos representaron
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mujeres, muy gruesas. La figura humana aparece caricaturesca al principio. Después modelan en barro, aunque no fabrican ollas ni cacharros. Pintaron el fondo oscuro de las cavernas, lo cual indica que tenían lámparas. Luego, estas razas desaparecieron y nuevas razas humanas llegaron a Europa, trayendo ya el arco y la flecha y el arte de domesticar animales y cultivar el suelo.
COMIENZA EL PERÍODO NEOLÍTICO
Fue hace unos 12,000 años cuando el clima mejoró, se extendieron los bosques y el reno, animal de los hielos, retrocedió. El había sido el compañero y sostén de la raza de Cromagnon. Una raza vagabunda, la de Azil, cruzó por Europa marcando su paso con numerosos guijarros que no sabemos para qué les servían. Los animales que prevalecían eran el gran ciervo y el bisonte. El aurich o gran toro subsistía; pero el Mamuth había desaparecido. El león gigante subsistía. Rusia y Escandinavia se hacían habitables. El hombre llegó a esas regiones ya en el período Neolítico de su desarrollo. Tampoco hay restos del hombre en América antes de este período, según todo lo prueba hasta ahora. El hombre neolítico, sin embargo, había alcanzado ese estado de civilización en otra parte y de allí vino a Europa. ¿Acaso de Africa? Ya trae útiles de piedra pulida, especialmente hachas de mango de madera, y flechas. Tiene agricultura rudimentaria; pero es todavía cazador. Tiene alfarería y sabe cocinar. No se come los caballos. Ha domesticado al perro, a la oveja, la cabra y al cerdo. Sabe tejer telas primitivas. Ya después de él, la evolución ha continuado hasta nosotros sin que nuevas razas lo expulsaran. Las nuevas razas han venido a combinarse y adaptarse a él. Parece que eran de color oscuro, pero esos son los antecesores del hombre europeo moderno que se llama blanco. Después de largo tiempo, descubrieron el primer metal, el oro; luego el cobre, y lo combinaron con el estaño para producir bronce. Hace unos tres mil años, descubrieron el uso del hierro.
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Es decir, el Período Neolítico es el principio de la era civilizada, la era de la raza blanca en Europa, que continúa todavía. Del período neolítico son también las primeras casas construídas por el hombre para albergarse. A veces construyeron en los lagos, como se vé en Suiza. Cuando esos hombres llegan a descubrir, con la escritura, la manera de dejar una noticia escrita de sus hechos. La historia comienza. Pero los largos capítulos que median entre la Pre-Historia y la Historia, lo que podría llamarse la Protohistoria, están aún por desenterrar. Este casi desconocido período de la vida del hombre, ha sido llevado a la novela a fines del siglo pasado, en Francia, por los hermanos Rosuy, filósofos, poetas y novelistas. Cualesquiera que sean las críticas hechas a su estilo literario, les cabe la primacía en haber introducido en la literatura la visión épica de los tiempos prehistóricos, especialmente en dos novelas, “El Diluvio” y “La Conquista del Fuego”. Lecturas comentadas de trozos de esta última obra.
E DAD A NTIGUA: O RIENTE . S ÍNTESIS HISTÓRICA . “L A C IROPEDIA ”. L A NOVELA A RQUEOLÓGICA : G AUTIER , L A N OVELA DE UNA M OMIA ”; E BERS , “L A H IJA DEL R EY DE E GIPTO ”. L A NOVELA ORIENTAL : “L A H ISTORIA DE G ENJI ” Y “E L A RBOL S AGRADO ”, DE LA DAMA M URASAKI .
Al hablar de las primeras grandes civilizaciones, se hace difícil determinar cuál de ellas es la más antigua en origen. Hacia el año 4 000 a.J.C. las llanuras de Egipto y Mesopotamia eran ya lugar donde se desarrollaba la vida de dos comunidades humanas que habían erigido ciudades para habitarlas. Quizás, según algunos arqueólogos, hubo ciudades allí desde hace más de 6, 000 años. Es posible que en sus orígenes la civilización asirio-caldea y la egipcia se desarrollaran paralelamente sin relación entre ellas. Es posible también que ambas tuvieran un origen común. Sólo nos aparece
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claro el hecho de que las primeras civilizaciones florecieron a la orilla de los grandes ríos: en las tierras fecundadas por el Nilo, o en la húmeda región entre el Éufrates y el Tigris. Allí había constante provisión de agua, capaz de resistir al sol ardiente; allí, abundantes cosechas cada año. Herodoto dice que Mesopotamia daba al cultivador doscientos granos por cada uno sembrado. Amrú comparaba a Egipto con un jardín en flor. Mesopotamia tenía barro en abundancia, para inventar el ladrillo; Egipto tenía montañas de granito imperecedero. El hombre, al encontrar esas llanuras, dejó la vida errante y se estableció, y se multiplicó con mayor facilidad, para producir una población densa, y construir viviendas resistentes, dominando la selva y exterminando las bestias salvajes en torno suyo. Allá en Mesopotamia, parece que los primeros constructores de ciudades fueron los sumerianos, gentes de piel oscura, acaso emparentadas con los Iberos, (que hoy se considera una de las razas más antiguas de Europa) de idioma tal vez relacionado con el vasco, (resto posible de una primitiva familia lingüística). Los sumerianos habitaban las orillas del Eufrates, y construyeron, en Nippur, una gran torre de ladrillos que es quizás la legendaria Torre de Babel. Se cree que el más antiguo de los imperios fue el establecido por los sacerdotes sumerianos, que, según inscripciones que dejaron, se extendía desde el Golfo Pérsico hasta el Mediterraneo. Allí, hace alrededor de 6, 000 años, se alzaron los primeros templos y se organizaron los primeros gobernantes que conocemos en la historia: los sacerdotes. Los sumerianos fueron conquistados por los semitas guiados por Sargón, cuyo pueblo se llamaba el Akkad, en el año 2, 750 a.J.C., y formaron el Imperio de Sumer y Akkad, que duró 200 años. Los de Akkad aprendieron la civilización sumeriana, porque eran menos civilizados. Adoptaron la lengua sumeriana y la escritura sumeriana sobre ladrillo, que llamamos cuneiforme. El imperio de Sumer y Akkad se vió atacado luego por los elamitas, que venían del Este, y fundaron la ciudad de Susa. (Algunos creen que eran de raza negroide). Y también fue atacado por los amoristas, que venían del Oeste, y fundaron en las orillas del Éufrates una ciudad que empezó por ser muy pequeña: Babilonia. (La primera) En cien años se hicieron dueños de
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Mesopotamis, y su gran rey Hamurabi, a quien se debe un código antiquísimo, fundó en 2 100 a. J.C. el primer imperio babilónico. (caldeos). Entre tanto, en la parte superior del curso del Tigris, otro pueblo semítico, los asirios, habían fundado las ciudades de Asur y de Nínive. Eran guerreros temibles. Emplearon, los primeros, el caballo como montura, y el carro de guerra. Su rostro era severo, de larga nariz, de labios gruesos, llevaban pelo y barba ensortijados. Se vestían con largas túnicas. Nínive, su capital, atribuida su fundación a un rey legendario, estaba construida en piedra. Por varios siglos el poder estuvo alternativamente, ya en Nínive, ya en Babilonia. Hacia la costa del Mediterráneo se extendía otro pueblo: los sirios, (arameos), fundaron la ciudad de Damasco. Los asirios lucharon y pasaron por encima de ellos, para alcanzar a los israelitas, que estaban más al sur. Teglatfalasar III de Asiria los dominó y deportó, conquistó a Babilonia, y fundó el Nuevo Imperio Asirio. Los asirios comenzaron esa costumbre de deportar pueblos enteros como un medio de someterlos. Sargón II fue el primero en usar armas de hierro. Su hijo y sucesor Senaquerib llevó sus huestes hasta Egipto; pero fue su nieto Assurbanipal (Sardanápalo) el que logró conquistarlo. El imperio asirio fue destruido por los caldeos, (606) que fundaron con Nabucodonosor, el segundo Imperio Babilónico, famoso por su magnífica capital, que se sostuvo hasta 539 a.J.C., y en que fue deshecho por el empuje conquistador de Ciro, fundador del Imperio Persa… “Así continúa la historia, -dice Wells- En el año 330 a.J.C. un conquistador de estirpe griega, Alejandro Magno, contemplará el cadáver del último de los reyes persas”. Mientras de esa manera los imperios se suceden, y se mantiene incesante la lucha entre los pueblos, la civilización crece. Entre tanto, el arado realiza año tras año su labor, se recogen las cosechas, se construye más y mejor; el comercio se desarrolla, se esparce el conocimiento de la escritura, nuevos descubrimientos, como el hierro, los vehículos y el montar a caballo, pasan al patrimonio de la humanidad; las ideas se amplían, el saber aumenta.
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Hay sus tropiezos: la matanza, la peste; pero en general es una historia de progreso. Por cuatro mil años esta nueva creación: la civilización, que había arraigado en el suelo entre los ríos, había crecido como crecen los árboles: a veces perdiendo una rama, otras veces desnudado por la tempestad; pero siempre rehaciéndose para seguir creciendo. Es necesario notar que los períodos históricos van haciéndose más y más cortos a medida que avanzamos hacia nuestros días: los cambios, la sucesión de las transformaciones importantes se hace cada vez más precipitada. Entre Sargón I y Alejandro el grande transcurrió más tiempo que de Alejandro el Grande a nuestros días. Antes de Sargón I, la civilización humana naciente había durado ya más que esos dos períodos juntos, y antes de esto, desde el principio de la aparición del hombre sobre la Tierra, había pasado un período mil veces más largo. La historia del valle de Nilo desde el alba de su civilización hasta Alejandro el Grande no difiere mucho de la Mesopotamia. Solo que Egipto, menos abierto a las invasiones, estaba protegido por el desierto al oeste, por el desierto y el mar, a este, por el mar, al norte, y el Sur tenía sólo poblaciones negras poco temibles. Hacia el año 5 000 a.J.C. encontramos los primeros vestigios de civilización egipcia. Los egipcios de esa época poseían ya un sistema de escritura, muy diferente del de los sumerianos, por medio del dibujo. Quizás parte de este pueblo vino por una invasión procedente del sur de Arabia, pero su civilización tiene rasgos que no son importados. Usaron el papiro, procedente de una planta, para escribir. Existe la costumbre de dividir a los gobernantes de Egipto en 26 dinastías, a través de tres imperios: antiguo, medio y nuevo, cuyas respectivas capitales fueron Menfis, Tebas y Sais. Al final de estos, Egipto fue conquistado por los persas. En estos 4 000 años de historia, el Imperio Antiguo obtuvo su mayor esplendor con la IV dinastía, de la que formaron parte Keops, Kefren y Mecerino, constructores de las pirámides de Gizeh, que agotaron al pueblo para construirlas. Más tarde, Egipto no tiene más que una historia de luchas interiores, hasta que es conquistada por los hiksos o pastores, tribu de semitas nómadas que fundan la
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dinastía XVI, la cual es expulsada al fin por los egipcios. Entonces se funda el Imperio Medio, y viene una era de prosperidad en la que Egipto se convierte en un gran estado militar y comienza sus guerras con Babilonia. Tutmés III y Amenofis III, de la XVIII dinastía, dominan desde Etiopía hasta el Éufrates en el S. XV a.J.C. y construyen el templo de Luxor y reforman el de Kayak. También hubo entonces una famosa y sabia reina: Hateser. En la dinastía XIX, se distinguen los Ramsés, sobre todo Ramsés II, Sesostris, el Faraón de Moisés, quizás. Entonces un conquistador etíope tomó a Egipto y los etíopes gobernaron hasta la conquista por Senaquerib. Al fin, el Imperio Nuevo se constituye con Saís, en el Delta, por capital y tiene días de gloria bajo Psamético I y Neckp. Al fin el hijo de Amsis, Psamético II, perdió el imperio a mamos de Cambises, rey de Persia, hijo del gran Ciro. Desde entonces Egipto no ha conocido la libertad sino durante unos 60 años, después de los cuales fué conquistado por Alejandro Magno, y gobernado por extranjeros hasta hoy. En Persia, en la meseta del Irán, se alzó a dominar el primer imperio de raza aria, cuando Ciro reunió bajo su dominio a los medas y a los persas. Ciro conquistó a Babilonia, Cambises, su hijo, según hemos visto, llevó hasta Egipto sus conquistas. El Gran Rey Darío, yerno de Ciro, extendió el imperio hasta los bordes del Mediterraneo y fue a estrellarse contra los griegos en las Guerras Médicas. En la India, en el valle del Ganges, se desarrollaba otro pueblo, el Dravidiano, pero es dudoso que alcanzara nunca un alto grado de desarrollo social: no parece haber inventado escritura. Una rama de la raza aria, bajando de Persia, invadió la península y la conquistó. De esas luchas nos quedan ecos en los dos grandes poemas hindús: Mahabarata y Ramayana. Nunca se constituyeron en un imperio unido. Paralela a estas primeras civilizaciones de la raza que llamamos blanca, otra civilización enteramente original se desarrollaba en el valle de Tarim, en las laderas de los montes de Kuen-Lim y siguiendo el curso del Hoang-ho y el Yan-tsekiang. Era una civilización mongólica. No conocemos la arqueología prehistórica de
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esa región, separada del resto del mundo por montañas altísimas y vastos desiertos. Parece fácil distinguir en China dos civilizaciones: una del Norte, y otra del sur, mezclada con los pueblos indochinos. Debió haber entre ambas conflictos e intercambios. Apenas nos es conocida la historia antigua de China. Primero parece que hubo un largo período de luchas entre pueblos establecidos y pueblos nómadas (Hunos) Después, se fundaron las primeras ciudades-estados, y con el tiempo se organizó un imperio centralizado. De 2, 700 a 2, 400 a.J.C. reinaron cinco emperadores legendarios. Luego las dinastías de un período feudal: Shang Chow, bajo las cuales hubo en China una unión más religiosa que política: los emperadores o “hijos del Cielo”, son sacerdotes. Llegaron a existir hasta 6, 000 pequeños estados, y una docena de estados poderosos que los dominaban. Esta edad la llamaron “de confusión”. Al fin, se fundó una confederación que fue ganando miembros, hizo un tratado de paz y fue la base de un imperio unificado. Después de la dinastía de los Chow, los Tsin habían asumido el dominio sacerdotal, y el primer emperador del reino unificado fue Tsin Clu Hoang-ti “primer emperador universal”, constructor de la Gran Muralla contra los Hunos. Luego vino la dinastía de los Han, y bajo ella, los Chinos avanzaron hasta tener noticias de otros pueblos y razas al oeste y al sur. En un grupo de islas vecinas despuntaba una civilización que, si en principio es sólo una parte de la China, a la cual debe casi todos los elementos fundamentales, sin embargo, pronto dio muestra de originalidad e independencia; nos referimos, naturalmente al Japón. Estas diferencias tienen un origen racial, porque hay razones para creer que el pueblo japonés tiene una parte de elementos aborígenes polinesios, o sea, malayos. No se sabe nada de los orígenes primitivos. Los Japoneses se creen autóctonos. Su lengua es diferente, del todo, de la China. Pero los signos que las escriben son los mismos hoy. Los Japoneses hablan de una invasión, venida de las isla de Kuishin, dirigida por Jimmie Tennó, que fue el primer Mikado, estableció su capital en la provincia de Yamato, siglos antes de nuestra era. Hubo luchas entre señoríos y por fin el establecimiento de una capital fija en Nara. La estructura la adquirieron de China. La religión budista les vino de la India, mucho
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después (S. VIII) El Japón puede decirse que entra en la historia ya en nuestra era. Las Costumbres (Asiria-Egipto-Persia-India-China y Japón) Escritura Religión.Dioses principales. Luchas entre los reyes y los sacerdotes. El rey sacerdote. El rey dios. El rey que es sacerdote y no es rey. Esclavitud.Clases. Castas. Los hombres libres. Organización familiar. Bellas Artes. Novelas históricas sobre este período. La Ciropedia, por Jenofonte, es la Historia de Ciro el Mayor, especialmente de su educación, pues la obra tiene finalidad pedagógica. Le da particular importancia la figura de su autor, filósofo discípulo de Sócrates, escritor y jefe de bandas mercenarias; es uno de los autores clásicos que más han influido sobre la cultura moderna, y se le considera un dechado perfecto de la urbanidad ateniense de la gran época. No es un genio pero sí un hombre de talento refinado, honrado, sensato, de cierta elevación moral y de una perfecta elegancia. La obra pertenece a un género híbrido de historia y novela, difícil de clasificar. Es de forma narrativa y de intención didáctica. Si la consideramos como novela, es la más antigua de las pedagógico-políticas, y aunque escrita por un ciudadano ateniense, es de espíritu monárquico y anti-intelectualista. Traza el retrato del príncipe perfecto, y con ella comienza un género muy cultivado en las literaturas modernas. El alemán Jorge Ebers inauguró en 1964, con “La hija del Rey de Egipto”, la novela arqueológica, es decir, la novela de un período histórico reconstruido hasta el detalle por el estudio detenido, científicamente organizado, de archivos y monumentos, según el
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movimiento que a fines del siglo XIX se llevó a cabo en defensa de la novela histórica frente al auge del naturalismo. Ebers era un orientalista entendido y de renombre, autor de muchas obras de arqueología e historia, y su novela se resiente precisamente, de exceso de ciencia, que le resta naturalidad. Es la historia de la princesa egipcia Nitocris, esposa de Cambises, el rey persa conquistador de Egipto, y narra con admirable exactitud los hechos de ese período, además de dar una detallada descripción de la vida egipcia. Ebers escribió otras dos novelas egipcias: “Uarda”, de la época de la esclavitud israelita; y Las hermanas”, de la vida monástica de la antigüedad. El exquisito Teófilo Gautier dejó en su “Novela de una Momia” la historia, finamente cincelada, feliz combinación de ciencia e imaginación, de la bella Tahoserm hija del sumo sacerdote Petamunoph, muerta hace tres mil quinientos años, cuya momia es desenterrada en nuestros días por el joven Lord Evandale, arqueólogo inglés, el cual, después de contemplarla y leer el papiro colocado junto a ella, renuncia a todo amor terrestre, por amar su recuerdo. Vamos a mencionar, por fin, una obra que no pertenece a la civilización europea, ni antigua ni moderna. Es una novela histórica que señala el punto más alto en el desarrollo de la literatura japonesa. Se titula “La Historia de Genji” y su autor es una mujer: la dama Murasaki no Shikibu. Era una dama de la corte imperial allá por el año 1000 de nuestra era. Era de la gran familia de los Fujivara, por siglos ilustre en el saber y en la conducta. Su padre era sabio, y Murasaki desde tan temprano demostró talento y amor al estudio, que el padre mil veces deseó que hubiera sido varón. Aprendió la literatura japonesa y la china. Se casó, pero enviudó muy pronto, y se convirtió en dama favorita de la Emperatriz Akiko, muy dada al estudio también y vivió entre los ritos y ceremonias de la corte en la sagrada Kioto. La leyenda dice que escribió su novela en el Templo de Ishiyama, en un retiro que aún se muestra a los viajeros. Murasaki
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creó para el Japón la épica en prosa de la vida real que es la novela, que antes no existía: sólo había el cuento fantástico. Es una novela muy realista, cuyo héroe, Genji, es un hijo del Mikado y su concubina favorita. La madre muere, víctima de las envidias de la corte. Genji crece hasta hacerse un caballero perfecto, y se nos cuenta su historia hasta su unión con una heroína llamada como la autora Murasaki. “El árbol sagrado” es la continuación, historia del hijo de Genji. Es una interpretación del período aquel de la vida japonesa, y contiene una detallada presentación de los personajes históricos de la corte. El libro se hizo clásico enseguida, y su héroe, el héroe simbólico, amado en sueños por todas las doncellas del Japón. Es, sin duda, la más notable de las novelas orientales.
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HISTORIA DE LA MÚSICA 30 de abril (Columbia) Disco: Sonata para órgano (en su concepto es para los pianos) (A la manera italiana, allegro-lento-allegro: obertura o sonata). Cambia los nombres a su gusto). De Bach. (1730) Música concertada (de concertus) es aquella en que los instrumentos dialogan de común acuerdo. En la música concertante, hay instrumentos que (de concertus, certamen) quieren sobreponerse a los otros. Hacia esta época (1730) se fundan en Alemania los Colegios Músicos, en los que se hace música para el publico en general, no ya para los grandes señores. Allí tocan los dos hijos mayores de Bach: ¿y Carlos Felipe Manuel, para quienes él hace sus conciertos de dos claves? Los llama Conciertos por el estilo concertante, de claves rivales. La forma es la misma- Allegro- lento- Allegro. Disco: (Columbia) (2 discos) Bach-Concierto para dos claves, con Allegro-lento (miliciana)- Allegro (fuga).
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12 de mayo
Conciertos de Brandeburgo-Nos 2 y 3. Con Bach desapareció todo lo característico de la música barroca alemana: el estilo contrapuntístico, algunos instrumentos, la cantata de iglesia, etc. El concierto en el siglo XVIII es uno (o algunos instrumentos concertante y un grupo de relleno. En un principio, no es más que una sonata con un instrumento concertante, que se destaca algo. Aún en Bach la orquesta no está cuajada, y los grupos de instrumentos son casi parejos en importancia a veces. No hay todavía el centro orquestal, que y es el que sostiene la se construye luego con las cuerdas armonía. El piano tiene centro también, y ese centro (región central) es aquel en que se desarrolla el cuerpo de la sonata. Las cuerdas son las que sostienen el cuerpo de la sinfonía. Pero en Bach no hay todavía un centro. C.No 2- solistas: Trompeta aguda (hoy desafectada) flauta, oboe, violín concertante. Los de relleno son violines, cello, contrabajo, etc. La alternativa del solo, claro y aéreo, y los tutti, macizos y oscuros, que forman el contraste en el concierto barroco, (por ej., Vivaldi) no se manifiesta en estos conciertos de Bach, donde los grupos son ambos pesados: concierto grosso. Allegro- Ritmo anafréstico ta ta taau, característico de Bach. Se destaca la trompeta. Andante-Cuatro instrumentos, que entran por pisos (étages), procedimientos S. XVIII que va a llegar hasta Beethoven (1ª-sinfonía) Muestra influencia francesa: temps de plainte. Allegro final- Vuelve a destacarse la trompeta.
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_____________________ C. No- 3- 3 violines, 3 violas y 3 violoncelos en masa son solistas. Allegro. Tiene tiempo lento central, sin duda para ejecutar fiorituras los solistas, hay una pausa. Luego viene un nuevo allegro.
14 de mayo
4º- y 5º-Conciertos de Brandeburgo. No-4-Concertantes: 1 violín y dos flautas. Flautas de eco: había 2 clases: germánicas y francesas; 1º-blocken-flüten, verticales como el clarinete, con embocadura. El recorder es una de estas flautas rectas, con una bola cerca de la embocadura 2º- flautas horizontales, más ricas en tono y posibilidad de juego. Bach emplea aquí dos, a causa de su poco, sonido; y el juego se hacia haciendo que la flauta contestara como un eco los otros instrumentos. Otros dicen que era el nombre de un tipo de flauta de mucho juego. Las flautas alemanas eran de 20 clases diversas, graves y agudas. El 4º- concierto tiene los tres tiempos de la sonata: allegroandante- allegro. El andante queda como suspenso un momento en la dominante, quizás para permitir una cadenza. El ritmo anapéstico existe, pero más disimulado que en otros conciertos de Bach. El final del andante representa un gran avance sobre Bach mismo) y es de gran delicadeza. Allegro final: en fuga.
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28 de mayo
Lo más importante de la música de Bach es la música vocal y vocal-instrumental que escribió para la iglesia protestante. Contiene obras menores, correspondientes a una primera época de su desarrollo, y otras grandes obras, heredadas de la gran polifonía del s. XVI. También la iglesia católica tiene gran música barroca, en Austria, que precede el período rococó. Las grandes obras de Bach son descendientes de todas esas obras corales. Bach escribió 300 cantatas, de las que nos quedan 195. las obras mayores son, principalmente, las Pasiones, el Magnificat, la Misa en Si (B) menor, llamada católica porque es completa, mientras que la misa luterana tiene solo el Kirie y el Gloria. El Coral es un pequeño trozo tomado de la Biblia y musicalizado a cuatro voces, para ser cantado por el pueblo: esa es la base de las Cantatas de Bach. El coral se halla también, con un tratamiento mas complicado en obras mayores. Los motetes son en él como una transición a su manera propia de armonizar el Coral. Disco: Motete de Schultz (Sagitarius). Lleva a la música alemana la alegría exultante italiana. Disco: Motete de Bach, siguiendo iguales líneas. Disco: Corales de Bach (2: uno sobre la primera frase de Padre nuestro; otro: Dirigid vuestro camino hacia Jesús. Disco: Coral de la Cantata de Bach: Wache auf. (El Coral se pone siempre al final de las cantatas). Va siempre precedido de un Preludio que lo caracteriza. Bach escribió muchos: Disco: Preludio de la cantata 145 de Bach. Las cantatas tienen todas un pequeño argumento, de la Biblia, si es cantata sagrada, o de otro origen sin es Cantata profana.
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El arioso es menos complicado y arquitectural que el aria. Las cantatas italianas tenían 2 ariosos y dos arias, y son religiosas. Las francesas son profanas en su mayoría. Las alemanas se desarrollan más: 3 ariosos y 3 arias llegan a tener. Todos los Bach, el grande, sus tíos y sus hijos hicieron cantatas. Disco: Cantata de J. S. Bach, del periodo de su juventud: Meine Seele, etc. Disco: Final de otra Cantata; Coral. (Bach) Disco: Aria de otra Cantata (Bach) (Cantata 157) (sinfonía).
26 de mayo
5º-Concierto de Brandeburgo. En este concierto, el bajo, a veces hace un papel de bajo continuo; otras se destacan: era el clavicémbalo, hoy sustituida por el piano. A veces hace el verdadero solo. Otras veces, la flauta concertante y el violín concertante se destacan, aunque menos que el cembalo, por primera vez solista. El ripieno lo hace en cuarteto. El orden es allegro-andante-allegro. En el andante sólo entran el piano, violín y flauta, sin acompañamiento. 6º- Concierto de Brandeburgo. Uso de los antiguos instrumentos, violas de brazo y violas da gamba, y más bien música concertada que concertante. Probablemente está escrito para 6 instrumentos, aunque suele tocarse a toda orquesta moderna, lo que le hace perder delicadeza.
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2 de junio
No hay discos de la misa en si menor disponibles. _________ Parece que Bach escribió 5 Pasiones. Se conservan 2. Se usaba en Alemania hacer “música triste” (fúnebre): Trauermusik. Bach hizo, y sus próximos antepasados. Este tipo de música es importante en el desarrollo de la Pasiones, aunque hubo unas Pasiones anteriores en la época monódica. Hubo siempre un personaje narrador: El Evangelista, luego Cristo, y el pueblo, que fue al principio el auditorio. Luego aumentaron personajes y se representaron en los teatros religiosos, Pasiones, Misterios y pasajes bíblicos. Cuando llega la polifonía, el Cristo es siempre el bajo; el Evangelista es barítono. La estructura de las Pasiones cambia con la polifonía. El empleo de varios coros viene de la Iglesia bizantina, y se aplica, aumentado, a la música religiosa barroca. Son la Misas Concertantes (concerto grosso), de las que es heredero Parsifal. Bach todavía emplea ese estilo, que muere con él. Haydn es representante del estilo “italiano” que le sucede. 1823- Pasión según San Juan 1829- Pasión según San Mateo. A pesar de su grandeza, son ampliaciones, suites de pasajes, que es característica barroca. Pero no son puro estilo alemán (fuga, etc.) sino barroco, mezclado: hojas de coro mas trabajados, solos, etc. y a veces de carácter italiano. ______________
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4 de junio
Haendel.- También se apropió música de muchos autores secundarios. Su genialidad empieza con cosas pequeñas, y en su ultima época escribe sus grandes óperas y oratorios, que son óperas con argumentos bíblicos y sin escena. Al decaer la ópera escribió música instrumental, concerti grossi, que se resienten de la improvisación, aunque son bellos. Disco- Concierto para 2 claves. La música de Haendel es grande, majestuosa, pero le falta generalmente finura musical. Una excepción es el Herrero Armonioso (Disco). (Variaciones). La obra instrumental de Haendel de mas importancia es la serie de 6 Concerti grossi, en la que alcanza la habilidad contrapuntística de Bach, más la gracia y la frescura italianas. Disco- Concerto Grosso (Haendel) Allegro Lascio Mussetta (Sarghetto)
11 de junio
Haendel Además de los conciertos, hay en Haendel dos tipos de música especial uno escrito sobre el agua, en los pageants sobre el Támesis, y otra que son la música de fuegos artificiales, aunque no imitativa: esas fiestas eran aun raras en Europa: España las conoció primero con los árabes. En 1646 se celebró en Inglaterra con ellas la paz de Aquisgrán. Servandoni hizo los primeros castillos pirotécnicos. La música de Haendel (La paz) perduró, escrita para una orquesta de 100, por duplicación de los instrumentos.
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Disco: Suite Firework music. (Haendel) (La paz es el título del segundo movimiento, una siciliana). Óperas, desde 1700- Rinaldo hasta su enfermedad mental. Después de mejorar en Alemania, regresó y continuó su carrera con óperas y oratorios. Disco: Aria de Atalanta, 1736. una de las últimas óperas de su primer periodo antes de la enfermedad: “Como una tortolilla amorosa”. A su regreso de Alemania escribe su opera Xerxes, a la que pertenece como aria el famoso Largo (Disco). Para los oratorios hay 3 épocas: la 1ª- que sigue el estilo cantata de Bach, pero en líneas italianas (Israel en Egipto); la segunda es de transición, la 3ª- es de oratorios-óperas. El coro va tomando a cada época mayor importancia. Disco: Cantata con instrumentos: oratorio Israel en Egipto. Disco: Coro de los ruiseñores del oratorio Salomón, de la segunda época. Disco: Alleluya del Mesías. Lo llamó S. Trozo inmortal y espléndido.
16 de junio
La “comedia del arte”: la “farsa” popular, que aún sobrevive. El madrigal dramatizado surge de ahí: pero la entidad de la voz humana no se entiende todavía como individual, sino coral. Cada personaje canta a varias voces: el Niño Jesús, por ej., eran voces de bajo. O la Virgen, 3 niños. La personalización viene más tarde: esa es la gran revolución de la ópera en música, y además de la voz se personaliza la figura y el vestuario. La idea
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del Renacimiento de resucitar el pasado clásico se refleja en la comedia (pastorales griegas) o en argumentos mitológicos. Esto es lo que se lleva al principio a la ópera, persistiendo el trío, voz aguda, voz media y voz profunda, que formaba, según la época, el acorde completo. En realidad es así, pues dos voces o notas son aún una armonía incompleta. La revive la métrica cuantitativa griega (La Pléyade) y se idea acompañarla con música. El español Salinas escribió un libro para demostrar que la música popular española sigue la antigua métrica clásica. Otra de las grandes reformas musicales de la ópera, es ésta de que las voces sigan la emoción de la palabra hablada (grito, declamación, exclamaciones, etc.). Pero al principio sólo se logró monotonía mayor. De todos modos, este procedimiento, “in armonía favellando”, da el recitativo y la música representativa. Uno de los trozos del período es el “Lamento de Conde Ugolino” escrita en recitativo por Vicenzo Galilei. Este músico reunió la Camerata Florentina, que se dedicó a hacer este tipo de música. Se les ocurrió, en 1599, poner en público La fábula de Apolo y Dafne. Al año siguiente, para las bodas de María de Médicis y Enrique IV, se pidió al autor de la fábula de Dafne, que hiciera una fábula del mismo tipo. Escribió Eurídice, en colaboración, la música, de Peri y Cassini. Se representó en los jardines del palacio Pizzi, en “teatro al aire libre”. Los personajes eran pocos y el acompañamiento escueto; pero se añaden procesiones, carros, desfiles, y por ultimo “máquina”, con decoraciones y tramoya y toda la exuberancia barroca, Eurídice (1600) es la primera opera. Disco: Aria de “Eurídice”: Orfeo: “Funestas playas” (Peri) El canto sigue el movimiento de la palabra, y su emoción, “en imitación de los conceptos de la palabra”; lo que nos explica la frase de los Enciclopedistas de que “la música es arte de imitación”. Disco: Lamentación de Orfeo al perder de nuevo a Eurídice.
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Pero el que va a generalizar la revolución, las nuevas formas, es el músico más notable del barroco en Italia y que lleva el teatro operático al público en general: Claudio Monteverde. Disco: Madrigal Carta amorosa de Monteverde. Notar el tono de “lectura emotiva” de la carta. Tiene repetición entera; “aria da capo”. Es además ya música italiana, y en ciertos aspectos los italianos no han avanzado mucho más; pero aún se nota la influencia de la música modal religiosa. ________________
18 de junio
El intento de los músicos de la Camerata tuvo en sí mismo poca influencia; pero como el movimiento tenía causas mas profundas, continuó y se difundió. El desarrollo del elemento dramático en la música a partir de S. XVII es el que ha creado un malentendu: que la música es un arte de expresión esencialmente emotiva, de sentimientos. Eso no es siempre así: hay gran parte de la música cuya arquitectura sonora, armónica, no pretende expresar sentimientos, como lo hace la melodía de inflexión dramática que sigue a la palabra. Las republicas italianas por su carácter “democrático” establecían mayor contacto entre los señores gobernantes y el pueblo. En Mantua, el duque Vicenzo Gonzaga, gran guerrero, viajero y amante de las artes, tenía a su servicio una pequeña orquesta de cuerdas que lo acompañaba. Monteverde, director de esa orquesta, hubo de escribir música que se centraba en el grupo de instrumentos de cuerda. La música de las primeras óperas está escrita para un grupo de instrumentos pero no una orquesta propiamente organizada. Ariadna (1608) que se repre-
sentó en el palacio de Mantua ante un numeroso público: 6000 personas, fue la primera gran ópera de Monteverde. Disco: Monteverde: Ariadna. “Lasciatemi morire”. (Letra de Rinucini) Disco- Cantata, Monteverde. (Avanza en época y línea melódica sobre Ariadna). (Es en realidad un chacona cantada). “Ohimé! Io caddo…” Decía Stendhal que no hay que entender las palabras de las óperas sino comprender su sentido emotivo general. Monteverde viajó por las cortes de Francia e Inglaterra, y Alemania. (En Alemania, Schutz escribe la primera ópera, una “Dafne”.) Monteverde pasa a ser director de música de San Marcos. Sus discípulos Cecchi y Cavalli llevan la ópera italiana fuera del país. Monteverde sigue escribiendo óperas y allí en Venecia aparece el primer teatro pago. También en esta época aparecen los primeros “empresarios”, que compraban los decorados y vestuarios a los teatros de corte y organizaban funciones públicas. Poco tiempo después hay, en Florencia sólo, 36 teatros. Los extranjeros vienen a Florencia, Venecia y otras repúblicas italianas, a ver estos dramas musicales (opere musicali) y los llaman óperas. La más notable de la óperas de Monteverde en estilo veneciano, que era más rico, porque disponía de coros, etc. superiores, es “La Coronación de Poppea” Disco-“ Olvido suave”. (Monteverde: Coronación de Poppea) La opera se va extendiendo. En Italia aparecen Manzouli, Scarlatti, y otros. En Francia, Lully. Se extiende a toda Europa. Se va haciendo más compleja, y mezcla arias de distinto color, más graves y más ligeras. El madrigal se va convirtiendo en coro. Ejemplo del progreso de aria es el siguiente
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Disco-Manzuoli-Aria. La regularidad de los miembros de frase, (cuadriculada) empieza a notarse en estas áreas, con la repetición de versos y frases melódicas.
23 de junio
Monteverde decía que la palabra debía ser señora y no esclava de la melodía. La evolución del madrigal lo desdobla: por un lado nos da el aria de la opera, por otro el coro de las mismas. Los melismas se empezaron a usar para decorar la línea melódica esencialmente dramática, dualismo propio del barroco. Durante la escuela veneciana de ópera (ss. XVII y XVIII) se continúa aumentando ese afán de adornar. Parece que ese afán de adorno indica libertad en el uso de la voz; pero no es así: la forma tiene que guardar un equilibrio riguroso y el adorno está en la superficie, como el la arquitectura barroca. Tenemos en una parte el recitativo, mas sencillo casi hablado verdadero “ in armonía favellando”, y el arioso mas libre que el aria y de otra parte el aria, más complejo y construido. Éstas son las formas de la música operática hasta fines de XVIII. Disco: Andrea Falconieri, “Villanella”. (Trozo de una ópera napolitana, aunque villanella equivale a villancico”) (Es muy bonita). Cuando el aria es ligera, de ópera cómica, se llama arietta. La escuela veneciana (1650-1700) prefiere la gran aria. La napolitana (s.XVIII) prefiere el aria ligera. Disco – Monteverde – Gran aria. La escuela romana está entre las dos anteriores. (La familia Barberini hizo un teatro de ópera para 2000 personas y con
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“máquina”). Y la ópera era una serie de trozos de música, con poco cuerpo. Los Barberini usaron la tramoya o máquina para un teatro público, que en gran parte procedía del ballet francés, y que de Italia pasa a la España barroca, para Comedias y Zarzuelas. La idea de intercalar trozos cómicos cantados en la ópera es el origen de la ópera bufa. La ópera cómica es una parodia de la gran grandiosidad de la ópera. Disco – Cavalli (discípulo de Monteverde) Varias – ariettas. (Hay poco en disco de esa época) En Francia no arraiga la ópera hasta que surge un compositor que la haga en francés. En Alemania sí se llega a imponer con Legrenzi, que influye sobre Haendel y aun sobre Bach. (Es mas conocido hoy como compositor de música religiosa). Disco – Legrenzi- Eteocles y Polinice. Arietta (de un tipo ya próximo a las del S. XIX). Disco – Arietta de Guiseppe Torelli (el gran violinista, que como todos los músicos de la época, hizo óperas, de las que conservamos pasajes. Fue el primero en componer conciertos para violín).
25 de junio
La escuela veneciana prefiere las arias grandiosas y libres; la escuela napolitana, posterior, el aria da capo. Hay muchas ópera del período inmediatamente posterior a Monteverde cuyos nombres conocemos, pero se perdieron por el tiempo, el fuego, etc. sucedió esto incluso con las obras de propio Monteverde y de su discípulo Cavalli. Entre la segunda mitad del s. XVII y la primera del XVIII, la escuela veneciana se extiende por Francia, Alemania, etc.; la
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escuela napolitana, en España. La “gran ópera francesa” depende de la escuela veneciana. Perrin (poeta) y Cambert (músico) compraron de Nazarino el derecho de hacer óperas; pero sus pequeñas óperas pastorales eran de poco valor. El teatro francés (la tragedia) estaba en su apogeo, y el mayor autor de óperas de Francia solía asistir a la tragedia y estudiar los ritmos del verso. Pero el gran espectáculo del período fue el ballet. Su éxito en parte de debió a la protección de los reyes; las antiguas fiestas de danza, masques, se hicieron fiestas de corte porque los reyes y la corte tomaban parte en ellos. Pero al principio la música tuvo importancia. El que va a elevar ambos, la ópera y el ballet, es Juan Bautista Lully, que llegó a ser un verdadero poder en Francia. Como el derecho a ser óperas estaba vendido, Lully tuvo que desarrollar las suyas del ballet: “ópera-ballet”. Lully acaba por comprar a Perry y Cambert su privilegio, y hace su primera “tragedia en música”. Lully tiene gran vivacidad, color, y concepto de lo que es la ópera. Tiene su obra ( Cadmus y Hermione, Perseo y Armida (1686)) gran belleza de canto, gran sentido dramático de la música y la palabra, valor expresivo de la orquesta, y en general, gran valor musical. Disco – Lully, 1) Aria de Perseo Medusa “Je détonis la beauté et je porte l´épouvante ” 2) Aria de Armida; Reinaldo (Renaud) Plus je vois ces lieux…” Lully se llamó al principio Lulli. Luego agregar la i final (de familia) a su apellido: Lullii, Lullÿ, Lully. _______ Rameau hace óperas que continúan la obra de Lully; pero después de él la “gran ópera francesa” decae. Más tarde se la revive con un alemán (de Bohemia, austríaco): Glück.
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En Inglaterra la mask u ópera dura poco. El primero en hacerla es John. Luego Purcill, el más famoso, con Dido y Eneas y el Rey Arturo (¿). Pero ahí termina la opera inglesa hasta Haendel. En España la comedia de Lope y Calderón dominaba el teatro. Al principio se introducen en ella ciertos números musicales. Se hace música de guitarras, entonces instrumento de corte como el laúd. Se cita una obra de Lope como la primera ópera española: La selva sin amor. Es una pastoral, y se representó con tramoya, que fue la verdadera novedad. La música tuvo poca importancia. Calderón, que no era de muy grande inventiva, y como tuvo que organizar muchas fiestas reales, imitó lo que se hacía en Francia y en la escuela veneciana. Conocemos los libretti, pero no la música. Las fiestas organizadas para divertir a los reyes en el interior del palacio se llamaron “fiestas de Zarzuela”. Se hicieron muy populares pronto. Calderón escribió “El jardín de “, en el estilo de ballet francés, con coros, pero sin solos. Luego escribe “El laurel de Apolo”, con música probablemente de Cavalli; aunque ni música ni nombre de autor se conservan. En la “zarzuela” aparece siempre el elemento popular cómico, “el gracioso”, como lo había también en la Comedia. El recitativo se pierde por no ser del gusto español; la parte se hace hablada, y la zarzuela ahoga en España a la gran ópera, excepto alguna que otra copia de la ópera italiana. La ópera en España sigue hasta hoy en proceso de descenso. En la escuela napolitana el primer gran autor es A. Scarlatti. Su ópera es una serie de arias de varios tipos. Disco: A. Scarlatti Arietta “Chi vuol innamorarsi? “
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30 de junio
La ópera bufa nace de las pequeñas obras de los intermedios y como una parodia de la gran ópera. Las primeras que se desarrollan en Italia son napolitanas, se escribían en dialecto napolitano y satirizaban al gobernante español. Los personajes son populares. Se extiende por Europa: ópera boufonne, beggar’s opera, singerspiel, etc. Continuadores de la ópera seria y bufa, Glück, Mozart, Salieri, Beethoven. La ópera cómica es como un tipo intermedio, de final o detalles más o menos felices, pasajes hablados, etc. (Sartri ) El dominicano: Il re pastore, ópera que copia Mozart. Disco-Sartri, aria de Il re pastore. (¿) Disco – Canzonetta de Scarlatti (Chi vuol innamorarsi). (air à tiroirs, en francés, son estas cancioncitas divididas en períodos que se repiten). Boloncini era un músico italiano, violoncelista y compositor fino y espiritual, que influyó sobre Haendel, con quien rivalizó en Londres, antes de pasar a Viena, ciudad musical más ligera, de acuerdo con su temperamento. Disco: Arietta, de Boloncini Disco: Arietta de Fioridante, “Anima mía” de Haendel. _________ Los intermedios, de los que nació la ópera bufa, son tan antiguos como el nacimiento del teatro religioso medieval. Llevado a lo popular, éste empieza a caricaturizarse en la farsa (de farci) que echan el asunto a broma. En Francia se multiplican
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obras y apuntes
los llamados entremet, entremetti en Italia, que pronto se introducen en España. En francés entremets es un plato entre otros; pero entrometto puede venir del verbo entromettersi y no tiene relación con el francés. Estas representaciones se mezclan con las mascaradas, danzas con antifaz, etc. Marco Marazoli puso en música “No siempre es peor lo cierto”, de Calderón con el título de “Il male e il bene”, y otras obras de Calderón. La base del argumento de la ópera bufa es el trío: mujer, marido y tercero; triple, bajo y barítono o tenor. La serva padrona de Pergolese es llevada a París y tiene gran resonancia, a causa de las discusiones filosóficas del momento: clasicismo y naturalismo. Los personajes son populares y parecieron “naturales”. El propio J.J Rousseau la exaltó y quiso componer una ópera a esa manera. Las primeras óperas cómicas en Francia eran pequeñas parodias de las óperas grandes, hechas en las ferias de París. Es curioso que el debate de la ópera motivó más de cien folletos entre una y otra banda de filósofos. En el mismo palacio Luis XV y Mme de Pompadour tomaron un bando y la reina María Adelaida el otro. Disco – Arietta de Pergolese Disco-Rousseau- La divina aldea. (Este tipo de ópera se llamo interlude). 1º-Aria de soprano 2º-Aria con coro
2 de julio
La ópera bufa exige un contacto directo entre la obra y su público: la gente es la que lleva de la mano al compositor: ése el papel de la música popular, y eso no significa que no le gustara
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a los reyes y nobles. Así vemos que Glück, que es el prototipo del músico de corte, fue sin embargo autor de óperas cómicas en su juventud. Era checo y pasó parte de su vida en Praga, aunque nació en Baviera, de padres checos. Estudió en Italia con Sanmartini, maestro de los autores de las grandes sinfonías como Haydn. Glück estudio con él 10 años. Viaja mucho, y también estudia con Haendel. Es sólo después de los 35 años cuando empieza a componer gran ópera: “La clemencia de Tito” es la primera. El papa lo hace Caballero, concediéndole la “Espuela de oro”. Raniero de Calzavici es el personaje que impulsa a Glück a hacer innovaciones. Glück escribe Alceste, y luego Ifigenia en Áulida, ya destinada a la Ópera francesa, con libreto francés. Los franceses creyeron ver en él el sucesor de Rameau y Lully. En 1764 pasa a Francia, y allí su primera ópera, “rehecha”: Orfeo, tiene un éxito enorme. En 1765 estrena Ifigenia en Áulida, y en el 66 la Alceste, que había escrito como libretto de Calzavici. Con éstas nace en Europa la ópera de tipo universal, como serán también las de Mozart. Los rivales llevan a París a Nicolás Piccini, lo que hace a Glück retirarse a Alemania. Dos óperas más estrena en París: Ifigenia en Táurida y Eco y Narciso. La última fue un fracaso. Glück se retira a Viena y muere. Con Glück empieza la gran época musical de Europa, el clasicismo vienés. Ya con él adquiere la orquesta una grandeza que anuncia el Sinfonismo de Beethoven. En la famosa aria “Ché faró”, de Orfeo, se muestra digno heredero de la majestad y grandeza de Monteverde. En las primeras grandes óperas no había mujeres: el contralto lo cantaba un hombre, con voz de falsete o natural. En las óperas cómicas en cambio, hay mujeres sopranos y contraltos, que es lo que va a seguir la opera moderna. El bajo bufo (caricato) aparece en las óperas bufas hasta que se les sustituye por el barítono después de Donizetti (Don Pascuale).
Disco: Voy llorando-¿ Glück Tone Malerei, pintura tonal, era una manera de música descriptiva que ya existe en Glück: Disco: Los campos Eliseos, de Orfeo- Glück. (La flauta pinta los sentimientos) Disco: Obertura de Alceste, Glück. En el sentimiento orquestal y la amplitud, anuncia a Beethoven.
21de julio
El sentimiento de la tonalidad empieza a aceptarse en el momento en que la polifonía empieza a desarrollarse. Con él nace la verdadera música moderna. 1722- Rameau; Principios de armonía natural, es la obra que organiza la técnica musical en teoría. Hasta entonces no había reglas fijas, sino enseñanza empírica. El sentimiento de la tonalidad se basa en la consonancia natural de sonidos que constituye el acorde. Rameau no inventa, sino organiza ese sistema armónico. No en balde es Glück, de Viena, el que empieza, después de Rameau, la revolución de la ópera en París. Más tarde es el clasicismo vienés el que lleva la música moderna a su forma más alta: la que predomina es la forma- sonata, que incluye los cuartetos, etc. de cámara, y la sinfonía, que es la sonata para orquesta. Desde este momento ya no hay mas que sonatas, desde para un instrumento hasta para orquesta. Tanto el aria como el arioso son absorbidas por la sonata. De la fuga toma el juego entre los dos temas.
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Sonata-3- tiempos- Tripartita- Exposición- Desarrollo- Recapitulación (Repite la exposición). Es decir, dos temas, pero tres partes. Se mueven de la tónica a la dominante and back.- Se suele decir: un tema rítmico y otro cantante. 1º-Allegro 2º- El tiempo lento es a veces aria a y veces arioso. 3º-El final es generalmente rápido:Drondó. Se intercala a veces un 4ºtiempo: minuetto. Compara S. la forma de la danza con la del triangulo del frente del Partenón:T T
D
En la sonata hay variaciones intermedias:
Disco- Cuarteto. Haydn
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obras y apuntes
Ya es un cuarteto en el que todos los instrumentos tienen el mismo valor; pero es breve y como un esbozo. Disco- Sonata en re mayor- Mozart (piano) 23 de julio
Debemos recordar que la sonata existió desde el s. XVI, pero como forma simple. Su forma enteramente desarrollada no la alcanza hasta los clásicos vieneses, con Haydn para empezar. En él todas las perspectivas aparecen ya planteadas. Haydn nació en Ronan(¿) en la frontera entre Hungría y Austria. Muchos motivos populares de esa región, semi-eslava por lo serbo-croata, aparecen en su música. Además, durante muchos años de su vida fue músico popular en una banda de músicos itinerantes: (También en Mozart hay mucho de popular, no sólo del campo, sino de los barrios pobres de la ciudad). Haydn nace en 1732, poco antes de morir Couperin (1733). El clave está decayendo, para dar paso al piano, poco a poco. En Francia, el que hace la misma revolución que Haydn en Alemania, es Gosset, poco conocido, porque fue el músico de la Revolución. Francesa: nació en 1734. En 1735 nace J. Bach, el hijo menor de Bach. En 1736, Pergolese, el principal autor de ópera bufa, muere, y Glück va a Viena a trasformar su personalidad musical. Hasta ahora, los músicos anteriores al s.XVIII aprendían en las cantorías de las iglesias. Haydn fue niño de coro en la catedral de S. Esteban. Empieza a estudiar clave y violín. A los 11 años lleva a Reuter su primera composición, que este declaró inservible. A los 17 años entra a formar parte de una orquesta callejera. A los 18 escribe una misa y un cuarteto. (Haydn ya mayor se encuentra con Mozart, y el estilo de este influye sobre Haydn). Se le encarga a los 19 una ópera bufa. Hace amistad con Ditterdorf, que lo ayuda a ganarse la vida. Porpora (cantante) lo admite como lacayo, y entre tanto que lo sirve, aprende
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composición. A los 25 años conoce a Glück que lo invita a una pequeña corte alemana, cuyo Conde lo deja allí para componer piezas de orquesta. Sus óperas, en cambio, no tienen interés. Luego (a los 27 años) el Conde Morsi (¿) lo invita a dirigir la orquesta de su corte. Pasa allí dos años, y escribe su 1ª-sinfonía. La familia Esterhazi (condes de) le ofrece que pase a trabajar con ellos. Allí permanece 30 años, en la jaula dorada de una residencia campestre señorial. Los conciertos de orquesta allí eran magníficos, pero estaban aislados del mundo. Por lo mismo compuso más: 104 sinfonías y casi igual número de cuartetos se conservan. La 1ª- obra que publica en París se llama 6 sinfonías o cuartetos dialogados, mostrando la vaguedad de la forma sonata aún. La Sinfonía de los adioses. (cada músico termina, apaga la luz y se marcha, cierra este período. Haydn, ya de 49 años, se encuentra con Clementi, y aprende de él la nueva técnica del piano. Entonces también recibe la influencia de Mozart. Escribe los 7 cuartetos (de un solo movimiento) de las 7 palabras, para la Semana Santa en Cádiz. Otras muchas sinfonías se le encargan. Escribe la música fúnebre de Federico el Grande. A la muerte del Conde Esterhazi, Haydn sale para Londres y en el camino conoce a Beethoven. Disco: Cuarteto No-Op.50, No-6.(La Rana)
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obras y apuntes
En el andante hay muchas características del estilo de Beethoveen que ya se anuncian. El aire de danza es un minué, seguido de un trío; rasgos populares.
28 de julio
Disco- Sinfonía en Sol mayor- 1ª- de la 2ª- serie- Haydn. (Dirigida por Toscanini)
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30 de julio Disco (Nuevo de la Antología Sonora) Trío de Ritter, (escuela de Mannheim). ______ Disco-Karl Stamitz- Cuarteto.
_______ Luis Boccherini, el compositor de música de cámara mas importante de Italia en su época, escribe mucho en Francia y en España. Escribe muchos quintetos para dos violoncelos: tríos, cuartetos y quintetos concertantes. Disco- Trío-
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Disco- Sinfonía (cuarteto) de Haydn. Modulación audaz: del Mi bemol a su nota polar Re # y retorna al Mi bemol.
4 de agosto
En 1790 Beethoven tiene 20 años y se encuentra con Haydn, de 58 años: para él en ese año de su vida empieza su gran época, en que él se convierte en el maestro de Beethoven y Mozart y el gran iniciador de la música moderna. Escribe en este período en Londres las “Sinfonías de Londres” y las “Sinfonías de Oxford”, que le dio título de Doctor Honoris Causa. Estas sinfonías se encuentran en discos más que las de París. Disco-Sinfonía No-104 (de Londres)
6 de agosto Los últimos cuartetos de Haydn son superiores a los seis primeros de Beethoven, quien tardó en dominar la combinación de los instrumentos. Disco- Haydn- Cuarteto en do mayor. Op. 64, No 1. Los oratorios La Creación y Las estaciones son obra de los 70s de Haydn, que muere alrededor de los 77. Murió poco después de dirigir La Creación.
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obras y apuntes
Disco: 1era. cara. Aria de La Creación: soprano 2ª cara. Aria de Las Estaciones: soprano. 13 de agosto
Mozart- Su corta vida cae enteramente dentro de la larga vida de Haydn, de quien fue discípulo y en quien influyó. Su vida se puede dividir en tres períodos en cuanto a la producción: formación, madurez y etapa final. Hemos visto que en Haydn este último período es el que corona su gloria, y mucho le debe a Mozart. Beethoven, todo su primer estilo lleva el sello de Mozart, aunque él le insufla un espíritu nuevo. Mozart, como Haendel, es principalmente un músico vocal, pues su concepción melódica está basada en la voz humana y la calidad emocional que no adquiere la música instrumental sino tomándola de la vocal. En la época de Mozart la ópera es de estilo italiano y él le añade algunos nuevos elementos. Desde el Don Juan y La flauta mágica a sus grandes sinfonías tiene lugar el más brillante período de la vida de Mozart. Mozart escribe obras que, aunque escritas para clave, ya se tocaban en piano. El primero en dar conciertos de piano exclusivamente fue Hans Cristian Bach. El primero en escribir grandes conciertos para piano es Mozart. Ejemplos: El rondó A la turca de la sonata No- 11, aún para clave, y el de la sonata ya propiamente para piano. Son seguidas las dos sonatas, en su fecha de composición. El padre de Mozart, Leopoldo, es el violinista que desarrolla la técnica que siguen enseguida los grandes violinistas alemanes. En cuanto a las óperas de Mozart, desde El robo del serrallo aparecen en las suyas ciertos elementos que poco a poco van definiendo rasgos de la ópera alemana.
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Cosi fan tutte es según Salazar la ópera más perfecta de Mozart. Disco- Sonata No-11, Rondó “A la turca”. (clave) Disco: Sonata Kleinenachmusik
No-
12-
entera
(clave
o
piano)
18 de agosto
Mozart- Hemos hablado de las tres épocas de la vida de Mozart, la 1ª-, hasta “Idomeneo” (24 años), entonces viene la 2ª-, después de conocer a Haydn y se influyen mutuamente. En esta 2ª- época escribe su primera ópera con rasgos alemanes, especialmente en el idioma, “El rapto del Serrallo”, ópera ligera. Dura hasta 1786, en que Mozart va a Praga, y escribe la sinfonía (sin minuetto) llamada de París, y se va a esa ciudad a estrenar el Don Juan. Mueren en ese año Glück y Leopoldo Mozart. J. W. Mozart recoge la herencia de Glück. Mozart escribe 50 sinfonías, de las que muchas se han perdido. Su depuración, inspiración y gracia son únicos; pero todavía no hay drama, conflicto entre motivos musicales; eso viene con Beethoven y el romanticismo. Disco- Mozart- Sinfonía No- 31, en Re mayor (de París) La 1ª- gran sinfonía de Mozart. (0297). El 2º- movimiento era antes otro, que resultó demasiado largo. Es uno de los movimientos más admirables de Mozart: (andantino) Tiene minuetto: el 3er- mov. es un finale formal. Mozart escribe sinfonías de tipo intermedio entre la de hoy y el concierto barroco con sus instrumentos concertantes: las sinfonías concertantes (concertori). Escribió un concierto para arpa, flauta y orquesta, rara vez ejecutado hoy. Es muy francés, como música de salón aristocrático francés, que ha hecho pensar en Watteau y aun en Musset: hay discos franceses, recientes, de la Anthologie Sonore.
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obras y apuntes
Disco- Sinfonía (concierto) para flauta, arpa y orquesta. – Do mayor-299 en el Catálogo general. El período siguiente va del Rapto del Serrallo a Las bodas de Fígaro.
20 de agosto
En Alemania es Mozart el puente entre Glück y Beethoven. Desde el momento que en Mozart despunta lo alemán, su originalidad se declara. Las grades óperas de Mozart (Le nozze di Figaro) necesitan gran virtuosismo en su interpretación. Es la obra cumbre de su período en Europa, y pertenece a lo que se llama el barroco vienés, que mejor se llamara rococó vienés. Mozart escribió además muchos lieder, algunos con letra de Goethe, (La violeta). Pero la canzonetta de salón es la canción de moda. Disco- Canzonetta: Un motto di groia, de Mozart (Fecha1765) (Antología sonora). En ese mismo año toma la mitra de Arzobispo un hermano de Maria Antonieta, y se le pide a Mozart una opera pastoral. Escribe Il Re Pastore, con letra de Metastasio, con muchas arias independientes hasta el punto que Mozart la llamó sólo composición dramática, no ópera. Disco- Aria de Aminta del Re pastore ; “L’ amero’, saro’ costante” (Antología Sonora) La ópera cómica francesa es una ópera de tipo medio; el Singerspiel es ópera bufa o ligera. Había además la ópera seria o
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grande. El orientalismo que estaba a la moda, en aquella época inspira la ópera “El rapto del serrallo” de Mozart. ( Singerspiel) Disco: Opertura del “ Rapto del Serrallo” de Mozart. (Estilo italiano). Mozart Disco- Das Lied der Trenen La canción de la despedida (Antología sonora) Señala ya una evolución de Mozart hacia su dulce, serena y recóndita melancolía, que no llega a lo trágico. (14) Disco- Mozart- Cuarteto No.15 Op. 421 Columbia Discos Albumes: Dos mil años de Música, dirigido por Curt Sachs. 1 er- disco- Lied de Leikilos 2 do- disco- Graduales. Misit dominus en modo lídico Disco No-2- Canto de peregrinos a Compostela (siglo XII) (R-1017) Disco No-3-Estampida de Raimbault de Vaqueiras (En provenzal) Canción de cortes (en el mismo disco) de Bernard de Venlaton— R.1019- Gloria de Dufoy
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obras y apuntes
Album Gregorian Chants, cantados por los Monjes de la Abadia de Saint- Pierre de Solesmes (Album M-87, His Master voice. Primer disco- Gloria gregoriana Disco No-7-Allelina y Jubilus Solesmes No-6- Gradual Qui sedes Solesmes No-22-Responsorio y antífona Solesmes No-18-Jubilate Deo Solesmes No-14- Adoro te gregoriano y salve Solesmes No-1- Kirie eleison Agnus, Gloria y Sanctus Solesmes No-16- Dona nobis pacem Solesmes No-3- Antifonal y tracto Solesmes No-4-Ofertorio Solesmes No-8-Cantos para la comunión. L’ Antologie sonore Disco No-34- Responso gradual Disco No-18-Canción de Blondel de Nesles: “A l’ entrant d’ esté” Canción cortés de Perrin d’ Angincourt (en el mismo disco) Complainte de Ricardo Corazón de León (reverso del mismo disco) Disco No-16-Cara A- 3 estampidas 1ra- inglesa. 2ª-francesa. 3ª-inglesa Cara B-1ª- inglesa
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2ª- Balleto italiano. Il lamento di Tristano Disco No-39-Cara B-Rondeles del siglo xv – de Gilles Buichois; de Grossin. Canciones a una y dos voces, del siglo XIV. Misa para la coronación de Carlos V, de Machaut. (Disco 31- Credo-Sanctus. Disco 32. Agnus dei, Ite, misa est) Disco No- 59. Balada de Pierre de Molins Madrigal de Jacopo di Bologna. Disco No- 35-Kyrie de la misa de Dufoy, “Si la face ay, pale” Antífona motete “Alma redemptoris mater” Disco No-1-Canción- Pourrais je avoir vostre merci (cara A) (Cara B) Balada. Le jour s’endort (Cara A) Ockehem Canción Ma maitresse Disco No- 21-Canciones de Pierre de la Rue y de Obrecht(Cara B) Himno a la Virgen de Brassart (cara A?) The Columbia History of Music (Londres) Disco No-1- Himno latino Veni Sancti Spiritus Disco No-2- Mira ege Disco No-3-Fabordones tempranos
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Guillermo Dufoy (s.xv) Disco No-12- (Parte 1ª- de la Colección) Canon popular “Sumer is ecumen in” (Rota de Reading) Canciones a una y dos voces del siglo XIV.
Columbia-Disco No- 5711. Fabordón de Dufoy. Columbia No-7319- Organa de la capilla de Enrique VI. Colección Lumen- Sept siècles de musique sacrèe (Paris) Disco No-32.017- Organum duplum de Leonerio (cara anterior) Canción de iglesia en lengua vulgar, de Perotino. (cara posterior) Disco 32.018- Motete con varios textos, de Franco de Colonia. Disco 32,019- Motete con instrumentos,”Vergine Bella” de Guillermo Dufoy Disco 32018-Canción piadosa de un juglar italiano. (s. XIII) Canciones a una y dos voces del s. XIV
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Disco No-32.019 Ave Mater (anónima) Disco No-32020-Motete polifónico a dos partes, de John Benet Adorémoste, señor. de F. de la Torre Sueltos Cancion de Josquin Des Près, VRM 212. Baises-moy, ma doulce amie. Incarnatus, de Josquin Des Près R1019 (2 mil años de música)
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PUBLICACIONES
Y ESCRITORES DOMINICANOS
1.- Aguiar, Enrique (1890-1947) 2.- Amiama, Manuel A. (1899) 3.- Bazil, Osvaldo (1884-1946) 4.-Bermúdez, Federico (1884-191) 5.- Billini, Francisco Gregorio (1844-1898) 6.-Bosch, Juan (1909) 7.-Cabral, Manuel del (1907) 8.-Cestero, Tulio Manuel (1877-1954) 9.-Contín Aviar, Pedro René (1910) 10.-Damirón, Rafael (1882-1956) 11.-Deligne, Gastón Fernando (1861-1913) 12.-Deligne, Rafael (1863-1902) 13.-Díaz Ordóñez, Virgilio (1895) 14.-Domínguez Charro, Francisco (1918-1943) 15.-Fernández Spencer, Antonio (1923)
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16.-Galván, Manuel de Jesús (1834-1910) 17.-García Godoy, Federico (1857-1924) 18.-Gatón Arce, Freddy (1920) 19.-Giró, Valentín (1883-1949) 20.-Glas Mejía, José Manuel (1923) 21.-Henríquez, Enrique (1859-1940) 22.-Henríquez Carvajal, Federico (1848-1951) 23.-Henríquez Ureña, Camila (1894) 24.-Henríquez Ureña, Max (1885) 25.-Henríquez Ureña, Pedro (1884-1946) 26.-Hernández Franco, Tomás (1904-1952) 27.-Incháustegui Cabral, Héctor (1912) 28.-Jiménez, Miguel Angel (1885) 29.-Lebrón Saviñón, Mariano (1922) 30.-Lugo, Américo (1870-1952) 31.-Marrero Aristy, Ramón (1913) 32.-Mieses Burgos, Franklyn (1907) 33.-Mir, Pedro (1913) 34.-Monte, Félix María del (1819-1899) 35.-Moreal, Emilio (1887) 36.-Moscoso Puello, Francisco (1936) 37.-Nolasco, Sócrates (1884) 38.-Pellerano Castro, Arturo B. (1865-1916) 39.-Penson, César Nicolás (1855-1901)
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obras y apuntes
40.-Perdomo, Apolinar (1882-1918) 41.-Perdomo, Josefa Antonia (1834-1896) 42.-Pérez, José Joaquín (1845-1900) 43.-Pérez Alfonseca, Ricardo (1892-1950) 44.-Portalatín, Aida Cartagena (1918) 45.-Prudhomme, Emilio (1856-1932) 46.-Requena, Andrés Francisco (1908-1952) 47.-Rodríguez Objío, Manuel (1838-1871) 48.-Rueda, Manuel (1921) 49.-Seviñón, Altagracia (1886-1942) 50.-Ureña de Henríquez, Salomé (1850-1897) 51.-Ureña de Mendoza, Nicolás (1823-1875) 52.-Valencia, Manuel María (1810-1870) 53.-Valero, Manuel (1918) 54.-Vigil Díaz, Otilio (1880)
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LISTAS BIBLIOGRÁFICAS REPÚBLICA DOMINICANA NOVELA ( DESDE 1882)
-Manuel de Jesús Galván (1834-1910) Enriquillo (1882) (1ª edición completa, prólogo de José Joaquín Pérez). -Rafael Damirón (1882-
) Del cesarismo (1911)
Monólogo de la locura (1914) ¡Ay de los vencidos! (1925) La cacica (1945). Revolución (1940) Francisco Gregorio Billini (1844-1898) Baní o Engracia y Antoñita (1892) José Ramón López (1866-1922) Nisia (1898) Miguel Billini (1859-1907) Estela (1907) Federico García Godoy (1857-1924) Rufinito (1908) y Alma dominicana (1911) Guanuma (1914) El derrumbe (1917) (destruída la edición) (Quedan fragmentos publicados en la revista cubana Cuba contemporánea) -Tulio Manuel Cestero -(1877-?) La sangre (1914) -Arturo Freites Roque (1879-1914) (Inexorable (1911) -José María Pichardo Tierra adentro (1916) -Horacio Read, Los civilizadores (1924)
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obras y apuntes
-Jayme Colson, El general Babieca y Patricio Flamuco (1916) El cabo Chepe (1918) Pedro M. Archambault (1862-1944) Pïnares adentro (1927) Enrique Aguiar (1890-) Eusebio Sapote (1938) Don Cristóbal (1939) Manuel Antonio Amiama (1900-) El viaje (1940) Haim López Peña Hidalguía antillana La pandilla 1946 Senda de revelación 81936) Renacimiento (1942) Francisco E. Moscoso Puello (1885-) Cañas y bueyes (1936) Andrés Requena Los enemigos de la tierra Cementerio sin cruces Camino de fuerza) Max Henríquez Ureña (1885-1968)-La independencia efímera (1938) (Episodios dominicanos) - La conspiración de los Alcarrizos (1941) - El Arzobispo Vale
(1944)
- El ideal de los Trinitarios (1951) Mario Veloz Maggiolo- El buen ladrón (1960) Ramón Marrero Aizti-Over (1939?) Ed-1963 Juan Bosch La Mañosa. Miguel Angel Moa
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Ramón Locay Polanco-En su niebla (1950) La mujer del agua (1949) Luis Henríquez Castillo-La octava maravilla (1943)
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obras y apuntes
PUBLICACIONES PERIÓDICAS (A PARTIR
DE
1900)
La Cuna de América (revista) (1923-1924, con algunas interrupciones) El Listín Diario (Se publica aún) La Hoja Suelta (S. Pedro de Macorís, 1916-) El Album (revista, 1901-1906) El Dominicano (1909) El Nacional (1911) Pluma y Espada (1911; 1921-1922) Patria (1910) dirigido por García Godoy El Día (1914)
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La Bandera Libre- dirigida por Fabio Fiallo. Se fundó en 1899, dejó de publicarse, pero reapareció en 19?.. Al sobrevivir la ocupación militar en 1916, Fiallo suprimió la palabra libre y combatió al gobierno militar, por lo que fue encarcelado en 1920 y condenado a trabajos forzados. La Información, diario dirigido por Rafael Cesar Tolentino, en Stgo. de los Caballeros, también perseguido. Patria, dirigido por Américo Lugo (1921-1928) El Cormofrodita (revista 1918La Opinión (fundado por Abelardo Nainta) Lo dirigió de 19221927. Luego continuó publicándose. La Nación (1940-
) (diario)
Cuadernos dominicanos de cultura (1943-) Clío ( de la Academia Dominicana de la Historia). La Racha
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Camila Henríquez Ureña
Tradiciones: César Nicolás Penson (1855-1901) Cosas añejas (Por entregar, desde 1891) Cuentos sueltos de: Viriginia Elena Ortea. Los diamantes. Manuel de J. Troncoso de la Concha (1878-?) El secreto de Catatey Un ahijado del Santísimo El misterio de D. Marcelino José Ramón López Cuentos puertoplateños (1904) Tulio M- Cestero. Alma dolorosa. Sanguina. Cuentos sueltos de: Enrique Henríquez Enrique Apolinar Henríquez Rafael Justino Castillo
Juan Bosch-Varias colecciones Ramón Emilio Jiménez- Al amor del bohío ( costumbristas)
Sobre el cuento: Sócrates Nolasco- El cuento en Santo Domingo (1957)
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Gustavo Adolfo Díaz Furcy Pichardo (criollistas) Quiterio Berroa Canelo (“) Augusto Franco Bidó (“) José María Pichardo- Pan de flor (1912) De pura cepa (1927) Ricardo Sánchez Lushino (En Cosas del terruño y Cosas mías (1912) Gustavo Adolfo Mejía- Mi libro de cuentos (1914) Patué Moao- Cuentos y serpentinas (1921) César N. Perozo- Horas de buen humor. (1925) Julio Vega Battle. Cuentos sueltos, humorísticos. Sócrates Nolasco- Cuentos del Sur (1940).
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FRANCISCO DE MIRANDA EL PRECURSOR (CONFERENCIA)
“El ilustre Tucidides grabó en el bronce de su historia, con palabras austeras y vigorosas, este pensamiento profético de las arengas de Pericles por los muertos por la Patria: “La tumba de los grandes hombres es el Universo entero. No se hace notar por algunas inscripciones escritas sobre columnas, como en las sepulturas privadas, sino que hasta en las comarcas extranjeras, sin necesidad de renglones conmemorativos, el recuerdo y el culto de los hombres magnánimo que lucharon por la Patria, se conservan mejor en el espíritu inmortal y sereno que en monumentos orgullosos y perecederos”. Señor, Señores: Entre los hombres magnánimos que lucharon por la libertad de América, que le inyectaron la savia de su existencia para eternamente circulara en nuestra historia, “haciendo fructificar la labor afanosa de los tiempos con el anhelo y la devoción de la libertad”, uno hay que merece especialmente imprimir con caracteres indelebles en el espíritu de los hispanoamericanos, aun
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nombre, que Europa grabó, hace un siglo ya, en la piedra gloriosa del Arco de Triunfo de la estrella. Este hombre fue Don Francisco de Miranda. Animados de un profundo respeto a su pasado trágico y glorioso, traemos a nuestra mente la figura de aquel genio que, movido por el más hondo y más alto de los amores, el amor a la Patria, a su gran Patria americana, le consagró cuarenta años de su admirable existencia, larga en obras y fecunda en ejemplos, y mil veces fracasado, permaneció firme hasta el fin en sus convicciones y en sus ideales, y la muerte más injusta lo encontró inmutable, “porque el rayo, al herirlo con un golpe fatal, lo había inmovilizado en la actitud heroica que adoptó su alma en la crisis suprema. Actitud fascinante que no hubiera podido abandonar, sin que su carácter moral cayera en deshonor, en polvo, pues no tenía otro punto de apoyo que la formidable roca de su Cáucaso, sacudida por la tormenta, y coronada, como en la tragedia de Esquilo, por un diadema de relámpagos”. En su nobleza, al sufrir y morir por el magno ideal, tal vez experimentara” el heroico placer que en medio de las dilaciones y de los ultrajes, en los calabozos y en los cadalsos, sienten los grandes espíritus. Suprema voluptuosidad de las conciencias altivas y puras, que ponía el éxtasis de los cielos en los ojos de Giordano Bruno, cuando las llamas del Averno le quemaban los pies, hacía cantar un verso de amor en los labios áticos de Andre Chenier cuando ese joven dios de la libertad y de la gracia era arrastrado al cadalso en la carreta de infamia de Terror. Precursor, iniciador y como padre espiritual de los futuros libertadores, Miranda es el Apóstol de la Independencia de SudAmérica. Murió martirizado por ella, después de haber vivido sacrificándose por ella. Semejante al magnánimo Apóstol de la Independencia de Cuba, Martí pasó gran parte de su vida en el extranjero, fue desde allí la voluntad superior y directora, el obrero incansable de la Revolución, y recorrió la tierra, de un continente a otro, implorando de las naciones libres, un apoyo y un auxilio para “alcanzar el mundo”.
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Miranda fue el primero que tuvo una clara visión de los destinos de nuestra América, y soñó verla poderosa y feliz, en el coro de las naciones independientes; enarboló el primero el pabellón de sangre, oro y azul de la Patria futura, y el nombre de Colombia, inmortalizado luego en el grandioso pensamiento de Bolívar, lo pronunciaron por la vez primera los labios del infortunado Precursor. Pero al decir que Miranda tuvo el primero la gran visión de la América independiente en un sueño grandioso de libertad, no queremos significar que él represente la primera rebelión de Hispano-América. Hemos dicho que el afán heroico del precursor hizo “fructificar la labor afanosa de los tiempos”. Al nacer Miranda en América, su espíritu debió impregnarse del hálito de rebeldía que surgía de la tierra misma, porque esa ansia de libertad, esa protesta que con él toma una forma definitiva, y culmina en el formidable estallido de 1810, obedecía a motivos muy poderosos, seculares como la propia dominación española. Si antes de acompañar al Apóstol en su largo camino de luchas, tendemos la vista hacia atrás en la historia dolorosa de las colonias españolas de América, podremos apreciar esas causa antiguas y profundas, que ya habían lanzado a la lucha a los primeros rebeldes: a los precursores del Precursor. ——— I ——“Las colonias, -dijo Turgot- son frutos que permanecen en el árbol hasta su madurez”. La madurez de las colonias españolas siguió un angustioso proceso de tres siglos. En menos de 15 años, en el transcurso del siglo XVI, la obra destructora y gloriosa de los Conquistadores ofrendó a la Corona de España el imperio colonial más vasto y más hermoso que han visto los ojos del mundo. Gloria más brillante que provechosa, porque de las inmensas riquezas que el Dorado occidental ofreció a las ansias del Viejo Mundo, España apenas supo gozar las ventajas.
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En la Europa de la época, empobrecida por el golpe terrible asestado a su comercio por la invasión turca, la nación española sobre todas, atravesaba una era de miserias mal encubiertas con el manto de un fingido esplendor. De tal manera, -dice Manzini-“ que la crisis económica parecía insoluble, en los momentos mismos en que las carabelas de Colón navegaban oscuramente hacia sus inmensos destinos”. Las condiciones en que se efectuaba la Conquista no podían ser peores: los defectos y excesos de su propia organización y un cúmulo de acontecimientos diversos, precipitaban a España a la ruina. La conquista de ese imperio áureo y maravilloso, que aparecía como un remedio de la situación, como un retardo, al menos, de la caída, fue más bien una extensión, una ampliación de la decadencia y del desastre: España, como la Clitemnestra de Sófocles, salvó su vida a costa de su propia desgracia. Viene España a colonizar la América. La noción de la colonización en el Viejo Mundo de esta época era muy sencilla y muy absoluta. “En toda Europa, -dice Leroy- Beaulieu- “eran consideradas las colonias como dependencias del Estado, que éste había de explotar en única ventaja suya, sacando de ellas todos los recursos posibles”. Por tanto, cuando los Conquistadores tomaron “en nombre de Dios y del Rey” su señor, posesión de las que llamaron “Occidentales Indias”, éstas quedaron unidas a España como un demonio sobre el cual debía ejercer un gobierno absoluto, considerándolo como una dependencia dotada de múltiples deberes y de ningún derecho. Tal fue el pensamiento que guió la Conquista y la Colonización: España no separó nunca de la otra, no distinguió jamás entre los dos conceptos. Pero al despotismo, que era general a todos los sistemas coloniales, imprime España en el suyo caracteres especiales, particulares, que agravan su condición. Hemos dicho que la decadencia de España tenía motivos de orden interior: estos tendrán una gran influencia sobre las colonias. Tras de la lucha ocho veces secular de la Reconquista, empobrecida hasta el grado de que su miseria empieza a ser pro-
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verbial, -y habrá de perpetuarse en la Literatura en las simbólicas figuras de sus pícaros y de sus hidalgos hambrientos- la nación española acaba de labrar su ruina expulsando de su territorio, con los moros y los judíos, su agricultura, su industria y su comercio. Nueva Medea, España desgarraba sus propias entrañas para vengarse. No era España una nación rica y floreciente que pudiera, al expansionarse, llevar su grandeza a otras regiones, sino una nación envuelta en la grave crisis del comercio europeo, depauperada por una larga lucha, debilitada por sus propios errores, que buscaba un remedio al desastre, abriéndose un camino hacia la India soñada, rica en aquella que ponderó Colón “cosa excelente, con que se fabrican los tesoros, se consigue cuanto se desea, y hasta se hacen llegar las almas al paraíso”. Un pueblo que iba a buscar oro, y que lo encontró en demasía. Y a nuestro juicio, uno de los errores particulares de la colonización, fue el considerar las tierras de América como una inmensa mina, hecha solo para producir metal incesantemente. Metal que sirvió menos para enriquecer a la metrópoli lejana, que para saciar, primero, a la turba hambrienta que, cansaba de miserias, siquiera a los Conquistadores, y luego, a los ávidos gobernantes y mercaderes codiciosos que vinieran a América en busca de fortuna. El despotismo del gobierno español tenía caracteres particulares. En España el concepto religioso estuvo siempre unido al concepto de la nación y del patriotismo. Los reyes, después de librar de infieles sus dominios, se apoyaron cada vez más en la Iglesia Católica, convirtiéndola en elemento esencial de la soberanía, que unió, al despotismo de los monarcas, el terrorismo de la Inquisición. Así el régimen español era más de absoluto, sombrío, y ese fue el régimen que envió a las colonias, representado por sus gobernadores y sus sacerdotes. Sobre esas bases de despotismo, de codicia y de intransigencia reposa el sistema colonial español, que fue el menos apropiado, sin duda, para hacer prosperar a los dominios y a la metrópoli.
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La metrópoli española se propuso ante todo en las colonias la explotación de las minas, y como se creía que bastaba remover la tierra en las Indias Occidentales, para encontrar oro, España se despobló aún más para poblar el Nuevo Mundo. Se estableció en América una dominación homogénea, no difícil de conservar en los primeros tiempos, sobre las poblaciones indígenas, y que España pudo hacer durar bastante sobre esos estados, de lento crecimiento, como son todos los que se dedican a la industria minera. El Rey declarado por el Papa dueño absoluto de las regiones descubiertas. Toda posesión allí no fue sino una concesión hecha por ese propietario único. Se dividieron los países conquistados en gobiernos dirigidos por Virreyes, que a su vez se regían por el Consejo de Indias, residentes en España. Respecto de lo que fueron en general estos Virreyes, diremos solo que su gobierno duraba cuatro o cinco años, y luego, todos regresaban ricos a España. La culpa no era sino de la metrópoli, que por su sistema poco inteligente de otorgar esos cargos, permitía que los ocuparan hombres movidos sólo por la codicia. Por debajo de los Virreyes se extendía una multitud de funcionarios de gobierno, las ciudades tenían sus municipios, pero estaba prohibido a los americanos tomar parte en el gobierno. Y así, la metrópoli trataba con desdén a los criollos, al paso que los abrumaba con impuestos. Los Indios por todos conceptos postergados, eran despreciados también por españoles y criollos. De modo que la población se dividió en una como superposición de castas: españoles, criollos, mestizos, indios, y más tarde, mulatos y negros, separados entre sí por grandes antipatías, que si bien por el momento aseguraban la dominación de la metrópoli, en virtud del principio maquiavélico, habían de borrarse un día, uniéndose las clases inferiores en un común deseo de independencia. Los Virreyes se sentían más reyes que el Rey a quien representaban, los españoles, únicos dueños del gobierno, miraban a las demás clases con desdén olímpico, y los criollos, de natura-
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leza altiva y apasionada, devolvían el desprecio a los gachupines, con un rencor acrecido por los abusos cada vez mayores. Al principio de la dominación, los españoles a los Indios en el trabajo de las minas. Los repartimientos dieron nacimiento a la esclavitud en América, las atrocidades se multiplicaron, y una despoblación rápida acusó la casi total extinción de una raza débil que no pudo resistir. Las protestas y los consejos del noble Bartolomé de las Casas trajeron por consecuencia la trata de negros, y éstos vinieron a cargar el peso de los horribles trabajos sobre sus hombros más robustos que los indios. Es solo una raza más que cae bajo el yugo. La metrópoli había dictado leyes bastante piadosas para los esclavos, pero a la distancia, ¿quién las obedecía? No era tiempo de cambiar, y el cambio era menos de hacer en las leyes que en los gobernadores. La esclavitud no hace otra cosa que aumentar, y el bondadoso obispo de Chiapas se lamenta: “!Con mi sangre quisiera borar aquel consejo que di por mi amor a los Indios!” España, estimando que sus colonias no debían ser sino un gran taller para la producción de metales preciosos, prohibió a los colonos cultivar los productos de Europa, tales como el lino, el cáñamo, la vid; les impidió levantar manufacturas, construir buques. No quería que comprasen nada sino a la metrópoli, para que el monopolio protegiese la industria y el comercio español. Los extranjeros no tuvieron, en mucho tiempo, permiso para establecerse en las colonias, y también sólo después de largos años se concedió a éstas el derecho de exportar sus productos naturales: la cochinilla, el índigo, el tabaco, la quina, las maderas de Caoba y Campeche. Las Casas de Contratación de Sevilla y de Cádiz vigilaban el tráfico con América. De modo que, como dice Robertson, -“la inercia y la pobreza parecía haber sido impuestas a la tierra, como a sus hijos la sumisión y la ignorancia”. Creyendo que el alejamiento de la competencia estableciendo el monopolio redundaría en beneficio del tesoro nacional,
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España se aisló en sus relaciones comerciales, aislamiento que produjo, a la larga, la ruina de las fábricas españolas. El aumento de la población y sus necesidades, hizo que no dieran abasto las fábricas de España, y no hubo más remedio que acudir a talleres extranjeros, convirtiéndose España, como se ha dicho, en la garganta por la cual pasaban los tesoros de las Indias al estómago de Inglaterra, de Holanda y de Francia. La Iglesia extiende sus dominios en América, en apoyo de España y de sí misma. El poder de la metrópoli, sobre todo en los primeros tiempos de la Conquista, estuvo ligado al éxito de sus misiones, si bien es cierto que los progresos de la cruz fueron más lentos que los de la espada. Los misioneros fueron la milicia activa de la Iglesia, y trabajaron donde quiera. La conversión de los Indios se realizaba por todos los medios, y no siempre con bondad evangélica. Al organizarse el gobierno español en América, el clero se organizó dependiente, no del Papa, que solo confirmaba las elecciones, sino del Rey, que las hacía. Se fundaron en gran cantidad claustros, seminarios y colegios, y las grandes Universidades de Méjico y Lima, centros de la enseñanza superior. Así el lazo político fue fortificado por el lazo religioso entre las colonias y metrópoli; así la iglesia católica consolidó en América la dominación de España, como en España el poder de los Reyes. Se impuso la misión de enseñar de cualquier modo a los nativos de América que la autoridad de los Reyes es de origen divino, y que ellos, los americanos, no eran sino seres sometidos que no podían protestar de su condición. Como es natural, mantenían en este orden de cosas, una gran ignorancia en los americanos, como convenían a la metrópoli. Estaba sometida a su censura la entrada de los libros, para impedir que penetrasen los de ideas subversivas, que no eran pocos. No se crea por lo que llevamos expuesto, que negamos la elevación de espíritu de hombres como las Casas y Bernardino de Sahún, los mejores defensores de los Indios, ni la cooperación prestada por la enseñanza de los Jesuitas al desarrollo intelectual de los hispanoamericanos. Pero la Iglesia estuvo muy
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lejos de fundar su obra en el espíritu de caridad. Las congregaciones se hicieron dueñas de una gran parte de la riqueza pública, y no siempre de la más honrada manera. La Iglesia aceptó el apoyo de la Inquisición, que Felipe II estableció en América y que sirvió, con su cortejo de espantos y torturas, de freno a las convulsiones del Nuevo Mundo. En América sobre todo tuvo la Inquisición un aspecto político, auxiliando a la autoridad real y esparciendo, aún con más fuerza que en Europa, su poder de muerte sobre los espíritus. Los españoles trajeron a América sus leyes, sus hábitos, su lengua, sus creencias, sus preocupaciones… Pero a pesar de todo, los vínculos que unían a los americanos con la metrópoli se debilitaban cada vez más. Postergados, abrumados, despreciados, sin derechos, los colonos llegaron a respetar al Rey por costumbre, preocupándose poco de cuanto ocurriera en la metrópoli no relacionado con las colonias. Sometidos, no podían ni siquiera quejarse, pues si lo hacían era poco menos que imposible hacer llegar los lamentos hasta los lejanos señores, los Monarcas, y cuando las quejas llegaban, o eran desoídas, o llegaban desfiguradas, o era ya tarde para escucharlas. La distancia entre la metrópoli y las colonias agravaba la situación. Así, nadie se movía: la vida colonial estaba caracterizada por una sepulcral tranquilidad; pero un observador atento hubiera podido, bajo esa calma inusitada, sentir latidos de Revolución. —
———II
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El siglo XVIII es testigo en América de los primeros movimientos revolucionarios, relámpagos iniciales de la gran tormenta que estallará en el siglo XIX. No son verdaderas revoluciones, no tienen la amplitud ni el valor característico de éstas, pero puede seguirse en ellas la evolución, desde los primeros brotes, hasta el estallido final, de la gran Revolución de Independencia. No son otra cosa que las primeras etapas de ésta; protesta contra el régimen colonial español, que va tomando cuerpo poco a poco, revistiendo cada vez mayor importancia las rebeliones, a medida que la idea de libertad va tomando forma en la conciencia nacional.
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Vamos a señalar someramente, que el tiempo al escapársenos nos obliga a abreviar, esos antecedentes histórico de la Revolución. En 1720, Don Diego de los Reyes Balmaceda, gobernador del Paraguay, quiso oponerse a la reunión del Cabildo de la Asunción, y estalló una revuelta, apoyando el pueblo al Cabildo. Obligado Balmaceda a abandonar el gobierno, se eligió al hispanoamericano José Antequera por gobernador, hombre nada vulgar, que gobernó cuatro años con gran libertad. Preso y conducido a Lima, fue ejecutado; pero recogió su herencia Fernando de Mompox, quien se puso al frente de los rebeldes. Se llamaron éstos Comuneros, con el nombre que inmortalizara en España el noble Juan de Padilla. La rebelión fue al fin sofocada, pero en los años de 1749 y 1765 estallan insurrecciones en Venezuela y Quito. Fue la Venezuela dirigida por Francisco de León contra los privilegios concebidos a la Compañía Guipuzcoana, dirigida por explotadores sin conciencia. Sofocado el levantamiento, no se sabe cual fue la muerte de León, que se entregó como víctima expiatoria. Otra rebelión más notable que las antes citadas, estalló en el Perú en 1780. Los repartimientos y la mita que pesaban sobre los descendientes de los Incas, los llevaron a la desesperación. El bravo e inteligente cacique del resguardo de Tungasuca, José Gabriel Condorcanqui, tomó el nombre del último emperador de los Incas, Tupac Amaru, de quien era descendiente, y trajo a la protesta a muchas poblaciones peruanas. Envió a dos de sus hermanos al Rey Carlos III, para pedir la supresión de la mita. Los enviados murieron misteriosamente en Madrid, y el desdichado José Gabriel tuvo que declararse en abierta rebelión. La insurrección se extendió y llegó a tener caracteres alarmantes, pero como los criollos lo miraban como un esfuerzo de los indios, no la secundaron y fracasó. José Gabriel Tupac Armaru fue ejecutado, con varios de sus familiares, después de horribles suplicios, en la plaza del Cuzco, el 18 de Mayo de 1781.
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En ese mismo año, una insurrección estallaba en Nueva Granada, en el Socorro. El pueblo, protestando contra impuestos abusivos, como siempre, se levantó, al mando de José Antonio Galán y Juan Francisco Berbeo, alentados por las noticias de la insurrección del Perú. Vencidas las fuerzas reales, otorgaron las capitulaciones de Zipaquirá, concediendo la reducción de los impuestos. Pero el Virrey estaba ausente, y a su regreso rompió lo pactado y dictó orden de prisión contra los rebeldes. Galán fue preso y ejecutado con varios compañeros. Berbeo desapareció. Los rebeldes habían tomado al nombre de Comuneros, por segunda vez. En 1784, tres individuos que se decían comisionados de los Comuneros del Nuevo Reino de Granada, desembarcaron en Londres. Decían estar de acuerdo con “Don José Gabriel Tupac Amaru, descendiente de los Reyes de las Indias en el Reino del Perú” y solicitaron de la Gran Bretaña auxilios para “La Independencia de Sub-América”. Pero la paz parecía un hecho en nuestra América, y el ministerio británico se negó a oír a los desgraciados, que fueron hechos prisioneros poco después por orden de España. Ese pasó cerca del gobierno de Inglaterra, será repetido después por los heroes de nuestra Independencia, sobre todo por Miranda, que esta vez se hallaba en Londres, y conferenció con los agentes de los Comuneros. Las rebeliones en América se suceden unas a otras, en diversos puntos, casi sin interrupción. En 1795, estalla una Venezuela, y por fin, en 1798, tiene lugar la gran conspiración de Manuel Gual y José María de España. Estaban de acuerdo éstos con varios prisioneros de Estado, y con una parte de las guarniciones de la Guayra y de Caracas. Inspirados en la Revolución Francesa, los conjurados habían compuesto una “Carmañola Americana”, que se había impreso, lo mismo que la “Declaración de los Derechos del Hombre”, y un “Reglamento” que había ser observado por todos. Este Reglamento cayó en manos de las autoridades, y fue el desastre. Los conjurados se dispersaron. Gual pudo huir a Trinidad, pero España fue preso y ejecutado, mostrándose su cabeza ensangrentada dentro de una caja
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de hierro, para escarmiento de los que quisieran imitarle. Otros muchos conjurados murieron. Pero en el momento mismo en que sus cadáveres sangrientos eran expuestos a los ojos de la multitud, las autoridades descubrían una nueva conspiración: la dirigida por el oficial Francisco Javier Pirela. Era una hoguera que no podía apagarse; al incendio se extendía lenta, pero fatalmente a toda la América Española. Cuando ya en pleno siglo XIX el gran Bolívar consolidó la Independencia de la América del Sur, Juan Bautista Tupac Amaru, el anciano hermano del héroe indio, le escribió las siguientes palabras, que nos harán apreciar el hilo sutil que reúne en una sola cadena todas estas humildes rebeliones a la gran victoria final: “Si ha sido un deber de los amigos de la patria de los Incas, cuya memoria respeto tiernamente, felicitar al Héroe de Colombia, al Libertador de los vastos países de la América del Sur, a mí me obliga un doble motivo a manifestar al júbilo que llena mi corazón. He sido conservado hasta la edad de 86 años, en medio de los mayores trabajos y peligros, para ver el coronamiento de la obra grande y siempre justa, por la cual mi tierno y venerado hermano José Gabriel Tupac Amaru regó con su sangre la tierra de los Andes, preparando la cosecha de la cual estaba reservado a vuestra valiente y generosa mano recoger los magníficos frutos”. ————
III———
Las influencias extranjeras en el período de preparación de la gran lucha fueron muchas. Los ingleses, es sabido que tomaron gran empeño en alentar a los Sud-Américanos contra la metrópoli, y dos grandes ejemplos extranjeros tienen influjo decisivo en nuestra Revolución Francesa.
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La Independencia de la América del Norte fue un rudo golpe al antiguo sistema colonial, y una sacudida energética al desfallecido cuerpo de la América Española. La organización republicana de los Estados Unidos era una fórmula que se brindaba a Sud-América, y el movimiento con que ésta respondería no había de tardar: así lo comprendieron los propios gobernantes. Calos III al prestar su ayuda a las colonias inglesas, había abierto con su propia mano una mortal herida a su poder ultramarino. El Conde de Aranda, que así lo comprendió, en 1783 daba consejos al Rey que le inspiraba su “filosofía”, diciéndole que formara con sus colonias de América tres dominios gobernados por príncipes de la casa real, reservándose él el rango de Emperador, porque de otra manera no conservaría esas posesiones, y le señalaba los motivos más serios que veía para la emancipación de las colonias, opinando que la distancia era uno de ellos. Decepcionado estaba Aranda, y creía que ya solo era posible retardar la independencia, no evitarla. Su compañero el Conde de Florida-blanca, si por una parte se mostró más optimista, por otra estaba igualmente convencido del desastre, pues escribió a Aranda: “El remedio de la América por los medios que V.E. sueña, es más para deseado que para conseguido. Por más que chillen los indianos y los que han estado allí, crea V.E. que nuestras Indias están mejor ahora que nunca, y que sus grandes desórdenes son tan añejos, arraigados y universales, que no pueden evitarse en un siglo de buen gobierno, ni la gran distancia permitirá jamás el remedio radical”. Estaban convencidos de que esto no tenía arreglo. Sin embargo, se tomaron disposiciones que permitieron a las colonias respirar un poco. El Conde de arana tomó la filosófica medida
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de expulsar a los Jesuitas de los territorios españoles, y como ya en esta situación todo se resolvía contra España, los Padres van a dedicarse, por rencor, a fomentar la Revolución, y los sacerdotes empiezan a hacerse partidarios de la Independencia. Los planes de Aranda no fueron aceptados, como tampoco lo fueron más tarde los del Príncipe de la Paz. Buenos o malos, esos planes eran un remedio para un mal que se veía que era grave. Aunque se prohibía la entrada en las colonias españolas de los símbolos y las palabras de la revolución norteamericana, no se lograba nada: la situación era peor cada día, y la revolución de 1789 fue un rayo sobre el trono de los monarcas. El estallido de la Revolución Francesa repercutió en las almas hispanoamericanas en una conmoción fulminante. “El genio latino trastornador del mundo, -dice Manzini- hablaba esta vez un lenguaje comprendido de todos, y los ecos gigantescos de los Andes repetían en tumulto las mágicas palabras: Libertad, Igualdad, Fraternidad”. La Revolución Francesa va a cobijar con su égida gloriosa la Independencia de Sud-América 1 . El espíritu francés, que es el resumen supremo del espíritu universal, invade a los criollos. Uno se dirigen a Francia, al terreno mismo de los hechos, mientras otros estudian el francés, que es el resumen supremo del espíritu universal, invade a los criollos. Unos se dirigen a Francia, al terreno mismo de los hechos, mientras otros estudian el francés, traducen y comentan los libros con grandes trabajos conseguidos. Se comenta “L´Esprit des Lois”, de Montesquieu, se estudia la “Histoire philosophique” de Raynal, se leen las obras de Voltaire y Rousseau, se repiten los versos trágicos de Corneille y Racine. El gran viento heroico de la Libertad sacude hasta sus fibras íntimas el alma oprimida del Nuevo Mundo, prestándole aliento vivificador. El pensamiento florece y por todas partes se forman clubes, centros de estudio, y periódicos que contribuyen a la difu-
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A. Chénier dijo: “La revolución de nuestro país lleva en su seno los destinos del mundo”.
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sión de las nuevas ideas, revolucionarios hasta por el nombre, (como “El Despertador de los Ingenios”, fundado por José Espejo, en Quito) no es periódico. A pesar de la división en clases de la sociedad colonial, que parecía contraria a los principios igualitarios de la Revolución Francesa, las ideas republicanas hallaron decidido apoyo en toda América española. En Santa Fe de Bogotá, la Ciudad entonces más brillante del Nuevo Mundo por el prestigio intelectual de sus hijos, encuentran las nuevas ideas una pléyade ilustre propagandistas, entre los cuales descuella la figura de Don Antonio Nariño, digna de una toga de cónsul romano. Médico, naturalista, teólogo, literato, periodista y diplomático, Nariño era considerado como un sabio entre sus más sabios compañeros. Tribuno, conspirador, guerrero, táctico, dictador, hombre a la vez de idea y de acción, lleno de un valor altivo y majestuoso como el de los héroes de la antigüedad, es sin duda una de las más grandes figuras de nuestra independencia, que dio en ofrenda su existencia atormentada y laboriosa a la obra gigantesca de los próceres. Encerrado en su biblioteca y con su pequeña imprenta, Nariño tradujo e imprimió en castellano la Declaración hecha por los revolucionarios franceses de los Derechos de la Humanidad, imprimiendo un impulso poderoso a la Revolución moral de nuestra América. Esa fue la gran obra y el gran sacrificio de toda su vida, el punto de partida de todos sus martirios. Su existencia fue, dice Stuart Cochrance- “una verdadera novela, cuyos padecimientos rebasan la medida común”. “La publicación de los 17 artículos de la declaración, -dice Nariño mismo- me ha valido más de diecisiete años de prisiones y trabajos”. Envuelto luego en la gran ola de la Revolución, pasó en ella por las más contrarias alternativas, para morir al fin cansado y olvidado. Dejando el resumen de toda su existencia en estas palabras: “Amé a mi Patria, cuánto fue ese amor, algún día lo dirá la Historia” .
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Tal fue la obra de Antonio Nariño. En el momento en que éste, en la soledad de su estudio, trasladaba al español la Declaración de los Derechos del Hombre, el General Francisco de Miranda, encerrado en la Prisión de la Force en París, sobrellevaba con firmeza estoica las angustias de un ya largo cautiverio. ————
IV———-
Atravesaba en ese momento el Precursor un forzoso extracto de su misión de Apóstol, pero incansable, jamás abatido, desde el fondo de su prisión angustiosa, seguía atentamente el proceso de la Revolución por la cual laboraba, y encontró medios de hacer llegar hasta Nariño, cuando éste pasó por París unos meses después, instrucciones para la misión que debía llevar a cabo en Londres. Diez años hacía ya que Miranda había consagrado su existencia a la gran labor de la Independencia de América. Nacido en Caracas el 14 de Junio de 1756, de noble familia española, Miranda había dejado la América desde muy joven, deseando seguir la carrera militar en España. En 1772 pasó a Francia, donde cultivó sus conocimientos, se familiarizó con las obras filosóficas; y se afilió a la Masonería; y fue luego entre los expedicionarios españoles, a prestar su ayuda a la emancipación de los Estados Unidos. Con el grado de Capitán fue enviado de guarnición a la Habana, cuando era Capitán General el caballeroso Don Juan Manuel de Cajigal. Envuelto en un proceso, dimitió y volvió a los Estados Unidos. De Miranda mismo que en esa permanencia en los Estados Unidos él se dio cuenta de su vocación. “Mi primer pensamiento, -dic- fue un sentimiento de celos, de celos patrióticos, al pensar en la emancipación de los Estados Unidos, y lo primero que aprobó de mi alma fue un ferviente voto por la libertad de la tierra que me había visto nacer, pues no me atrevía aún llamar Patria a la América del Sur”.
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El sentimiento que confusamente había surgido en la conciencia de los hispanoamericanos ante el espectáculo de la Independencia de Norte-América, en el espíritu de este verdadero Precursor se condensa en un gran pensamiento de libertad, que se convierte en el ideal de toda su vida, al cual va a dedicarse desde entonces por completo, con una abnegación que no conoció límites. Hombre superior por más de un concepto, Miranda no era incapaz para realizar su gran pensamiento, pero la fortuna, reservándole el papel oscuro aunque grandioso de Precursor, sembrador del campo que sólo para otros fructificará, no le sonríe jamás, y cuando él cree ver como entre sus manos ansiosas cristaliza el ideal, este se rompe en un fracaso desastroso, hiriéndole con un golpe de muerte. Miranda poseía muchos dotes superiores. La duquesa de Abrantes en sus memorias nos lo pinta “de muy elevada estatura, de apostura y rostro más originales que bellos, tenía los ojos de fuego de los españoles, la tez morena, los labios delgados, y espirituales hasta en el silencio” . Manzini termina el retrato: “Era, -dice- en su andar firme y altanero, en sus maneras un poco brusco, en su traje siempre sencillo y elegante. Su voz era baja, vibrante y ruda: todo en él hablaba del hombre de acción, del militar, del jefe. No obstante, era cultísimo, discreto, sagaz, ingenioso, espiritual, conservador, amable y brillante, y a veces también sombrío, silencioso y reconcentrado, lo cual desconcertaba a sus interlocutores. Dotado de una voluntad poderosa, “quería lo que quería con verdadero encarnizamiento”. La libertad de su patria fue su única pasión y el móvil de cada uno de sus actos. Para conseguirla, puso todos los recursos de su espíritu al servicio de la intriga, y no vaciló en acudir a todos los medios. Contó menos con los acontecimientos que con los hombres, y éstos lo traicionaron siempre. Se dejaba sorprender y desconcertar por la fortuna, sin apartarse de la abnegación de sí mismo, que parece haber sido su virtud dominante, y de la “frialdad heroica “ que no lo abandonó jamás”.
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Salió Miranda de los Estados Unidos en 1784, después de haber hecho allí, se asegura, sus primeras gestiones cerca de Washinton, a favor de la independencia de su país. Se dirige a Europa a continuar la obra. Piensa en obtener la amistad de un magnate poderoso, y logra ser presentado por el príncipe Potemkine a Catalina de Rusia, con el título de Conde de Miranda. Encantada con su figura y su elocuencia, la emperatriz le escuchó con interés, lo ofreció títulos militares, le prometió su ayuda, le admitió en su intimidad. Mas comprendiendo pronto el Precursor que obtendría de la Czarina muchos halagos, pero ningún auxilio para su gran proyecto, puso por encima de los favores imperiales su austera misión, y salió de Rusia para continuar el camino. No había dado sino el primer paso en su senda que había de ser tan larga y dolorosa. Antes de conocer a Catalina, había obtenido distinciones de parte de Federico el Grande y de José II, y con ellas, otras tantas decepciones. Durante cinco años sigue una vida errante , r e c o r r e e l A s i a , e l Á f r i c a y l a E u r o p a , y e n 1790 está en Inglaterra, por donde ya había pasado cinco años antes, y consigue de pitt una audiencia, presentándole un “Proyecto de Constitución de las Colonias de Hispano-América”, en el cual se trataba de formar con toda la América, desde el Mississipi al cabo de Hornos, un gran imperio libre, gobernado por un Inca hereditario, con dos cámaras semejantes a las inglesas. Pero Pitt sólo le escuchó mientras Inglaterra estuvo en relaciones tirantes con España. Una vez resuelto ese problema, abandonó a Miranda, y éste, embarcándose para Francia, se llevaba sólo promesas. Llegó a Paris en 1792, a tomar parte en la Revolución Francesa. “Le pareció, -dice Lamartine- el campo de batalla de sus ideas, y se precipitó en ella. Unido a los Girondinos, obtuvo de ellos, por Petion, el grado de general de los ejércitos franceses. Estaba impaciente por crearse un nombre en aquella guerra, para que ese nombre, resonando en América, le preparase en su país la popularidad, la gloria y el papel de un Lafayette”. “Era, -dice
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el mismo Lamartine- uno de esos aventureros que prestan su brazo y su talento a la causa que les parece más digna de su sangre, y no tienen otra patria que los campamentos”. El aventurero indiano sí tenía Patria: libertarla fue el sueño de toda su vida, y había de caer antes de realizarlo. Sirve Miranda a las órdenes del general Dumouriez, dando pruebas de su valor y sangre fría. Cuando el general francés se resuelve a volverse contra la República, y escribe a la Convención Francesa su célebre carta del 12 de marzo Miranda se resiste a seguirle, declarando que permanecerá fiel a la Francia. Pierde, así, la amistad de Dumouriez, el cual, después del desastre de Nerwinden, en el cual, dice Michelet, “reservó a Miranda la derrota”, le envió preso a París, como victima expiatoria de la catástrofe nacional. Y mientras se conduce al caraqueño ante el comité de guerra, Dumouriez va a reunirse al ejército austriaco, traicionando su fe de francés. Probada su inocencia, Miranda es puesto en libertad. La cuestión de la Independencia de América se trató dentro de Francia y trató de gestionarse en Inglaterra desde 1792; pero el curso de la Revolución hizo olvidar el proyecto hasta que entró en los planes de guerra de Francia la lucha contra España. Se pensó en debilitar el poder colonial español, fomentando la rebelión en América, y establecer la base de operaciones militares en la Española. Se necesitaba un hombre para dirigir la empresa. “Ese hombre, -escribía Brissot a Dumouriez, - está a vuestro lado, le conocéis y le estimáis: es Miranda”. Pero éste no quiso secundar el proyecto, que le parecía disparatado, y presentó a Petion y a Brissot otro plan, de más probable buen éxito. La buena fortuna no se había hecho para Miranda. Empieza el año 1793, y el Terror con él. El “rico aventurero”, - como dice Lamartine- fue preso, envuelto en la desgracia de la Gironda, y encerrado por el año y medio en la prisión de la Force. Desde allí, hemos dicho, recibió Nariño sus instrucciones revolucionarias.
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Cuando salió de su entierro a fines del 1794, continuó su gran obra de propaganda, reuniendo en sus varias casas de París, y sobre todo en la Ménilmontant a todos los simpatizadores de la Independencia, a todos los enviados de Hispano-América, relacionándose con todos los hombres que tomaron parte en el primer período de la emancipación de las colonias. Como esperaba mucho de Francia, se puso en relación con todas sus personalidades. De ahí que se le consideraba, dice Barras: “el hombre más intrigante de toda Europa”. Amigo de Napoleón Bonaparte, le invitó a comer a su casa un día en el que él, antiguo amigo de la Gironda, reunía en su mesa “los más enérgicos restos de la Montaña”, según su propia expresión. Napoleón le admiraba; dijo de él, según la duquesa de Abrantes: “Es un Quijote que no está loco: lleva en el alma una chispa del fuego sagrado”. Fijo en su idea, Miranda, amigo de muchos partidos, se mezcló en muchos complot. Fue preso el 13 Vendimiario, y de nuevo el 18 Fructidor, condenándosele a la deportación a Cayena. Pero era hombre hábil, porque es lo cierto que no se fue a Cayena, y no salió para Inglaterra sino a fines del 1797. En este año, Inglaterra se apoderó para siempre de la Isla Trinidad, y dirigió sus ataques hacia Puerto Rico; cuando Miranda supo estas noticias, se decidió a salir para Londres. Pero antes de salir de Francia, celebró una conferencia con los delegados de una asociación secreta, la “Junta de América”, fundada por algunos jesuitas. Miranda estaba en relación con todo el mundo, con los Padres también, y contribuyó en mucho a aquella “Carta a los Españoles Americanos”, escrita por un jesuita, con el lema de “Vincet amor patriao”, que decía a los criollos: “Ha llegado el momento de ser libres”. Firma el Precursor en los enviados de la Junta un convenio, declarando que las colonias españolas habían resuelto independizarse, y que para lograrlo pedirían su ayuda a la Gran
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Bretaña y a los Estados Unidos, ofreciéndoles en cambio ventajas. Miranda dirigiría las operaciones militares, “comenzando hacia el istmo de Panamá y hacia Santa Fe, tanto por lo importante del puesto como por el estado de ánimo de los habitantes, partidarios decididos de la Independencia”. Miranda tenía una fe ciega en ese estado de ánimo, y ciertamente exageraba. Todavía el sentimiento no era tan unánime como él lo soñaba, y de ahí procederá el fracaso de sus expediciones cuando en su persecución de la libertad, está parezca alejarse de él constantemente como huían ante Ulises las costas de Itaca. Ocurrió con esas expediciones lo mismo que aconteció en Cuba con Narciso López: no fueron secundadas. La hora no había llegado aún de “provocar una explosión general y combinada en los pueblos de la América del Sur”, como quería Miranda, y de ese empeño resultarán sólo las heroicas expediciones que fracasarán, pero que han de contribuir poderosamente a vivar el fuego, que al fin ha de producir la explosión a partir de 1810. Miranda sale para Inglaterra, a pedir ayuda, y el 16 de Enero de 1798 hace al Honorable William Pitt las siguientes manifestaciones: “El infrascrito, agente principal de las colonias sudamericanas, ha sido designado por la Junta de los Diputados de Méjico, Lima, Chile, Buenos Aires, Caracas, Santa Fe, etc., para presentarse a los ministros de su Majestad Británica con objeto de reanudar, a favor de la Independencia absoluta de dichas colonias, las negociaciones comenzadas en 1790, y conducirlas, con la mayor brevedad posible, al punto de madurez que el momento actual parece ofrecer, terminándolas, en fin, por un tratado de alianza semejante –en cuanto pueda permitirlo la distinta situación de las cosas- al ofrecido por Francia y concluido por ella, en 1778, con las colonias inglesas de la América del Norte. Además, el infrascrito se declara gozoso de que una feliz casualidad le haya escogido para recabar, bajo los auspicios del
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muy honorable W. Pitt, antes S.M. Británica, la protección de la nación inglesa a favor de la independencia de su país, y de establecer un tratado de amistad y de alianza mutuamente útil y ventajoso para ambas partes…. Muy esperanzado por la importancia y la utilidad recíproca de su misión, convencido además de que el momento es de los más favorables, puesto que por parte de España existe una guerra violenta contra Inglaterra, época que siempre fijó el muy honorable W. Pitt para los comienzos de esta empresa, este último se complace en creer que sus compatriotas no habrán de languidecer mucho tiempo en la incertidumbre”. Pero la situación de Inglaterra la llevaba a tratar a España con atenciones. Ésta le pidió el arresto de Miranda, y el triste tuvo que ocultarse, con nombre supuesto, consolando se desencanto con las promesas secretas de Pitt. La política de hijo de Lord Chathan era muy complicada, y por conveniencia de ella, aconsejó a Miranda que se pusiera en relaciones con los Estados Unidos. Pero ya hacía tiempo que esas relaciones existían. En el mismo año, el Precursor escribía a uno de sus amigos más notables de Norte-América: “Todo está arreglado, y solo falta el fiat de su ilustre presidente para partir como el rayo”. Pero el fiat no llegó: razones políticas lo impedían. Poco después, el Gobierno amigo de Miranda cede el lugar a un Gobierno nuevo, en los Estados Unidos, hiriendo de nuevo las maltratadas esperanzas del Precursor. Este se dedica entonces a una labor de publicista a favor de la causa sud-americana, avivando su constancia invencible con la angustia de la impotencia, los ecos que le llegaban del hervidero colonial. El infortunado Manuel Gual, prófugo, le escribe desde trinidad: “Miranda, si por lo mal que han pagado á Vd. Los hombres, si por amor a la vida privada , no ha renunciado Vd. a estos hermosos climas y a la gloria pura de ser el salvador de su Patria, el pueblo Americano no desea sino uno: venga Vd. a serlo …. Miranda, ya no tengo otra pasión que la de ver reali-
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zada esta hermosa obra, ni tendré honor más alto que el de ser subalterno de Vd.!” Dejando su cárcel de Inglaterra, Miranda vuelve a Francia a conseguir del Primer Cónsul lo que deseaba obtener. Pero cuando después de largos contratiempos llega a París, España pide el arresto del “incorregible perturbador”, que sólo obtiene la libertad a condición de salir de Francia para siempre. Vuelve a Londres el errante revolucionario. El nuevo gabinete dirigido por Addington, plantea la cuestión de las colonias españolas, y no la resuelve: las esperanzas de Miranda eran un espejismo perpétuo, pero a cada tropiezo, él parecía cobrar mayor vigor. Cuando en 1803 reaparecen Pitt en el gabinete, surge de nuevo Miranda con sus eternos planes. La situación del caraqueño es muy desagradable, arruinado por la confiscación de todos los bienes, se sostiene gracias a Inglaterra y a Rusia: parece un aventurero asalariado con quien se puede contar para todo. De ello pudo darse cuenta el Precursor cuando estuvo a punto de verse envuelto en el complot de Pichegru para asesinar a Bonaparte. Un billete escrito por miranda, respuesta al Conde Worotzoff, embajador de Rusia, muestra con cuanta habilidad y cortesía logró nuestro hombre salir del enredo. Dice: “El general Miranda agradece sinceramente al Señor Conde de Woronzoff todas sus bondades, pero cree no deber aprovechar su generosa oferta en los momentos actuales, porque el general Miranda no ha tenido nunca género alguno de relaciones con el general Pichegru, sin embargo de que juntos iban a ser proscritos por los mismos motivos; y no quiere mezclarse directa ni indirectamente en los negocios de Francia, puesto que desde su arribo a Londres ha tenido conocimiento de las intrigas encaminadas a perpetuar los disturbios en aquel país, y con ellos, la desgracia de las potencias vecinas. El general Miranda reitera el testimonio de su respeto al Señor Conde de Woronzoff, cuya felicidad le interesará siempre. El reconocimiento del general Miranda hacia la Rusia, y sus votos más sin-
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ceros por la prosperidad del imperio y la dicha de los augustos descendientes de Catalina II, durarán tanto como su vida”. A fines de 1804, Inglaterra, en guerra con España, proyecta expediciones a las colonias, pero con la idea de apropiarse aquellos territorios. Miranda colabora con Sir Home Popham en la redacción de un proyecto, que comenzaba declarando que Inglaterra no pretendía de ningún modo tomar posesión absoluta de las colonias, sino sólo ocupar algunos puntos importantes. Era esto modificar las intenciones de Inglaterra, pero de todos modos no era beneficioso para los americanos. Pensando que secundar el proyecto era traicionar su ideal, el Precursor pide a Pitt que resuelva pronto, pues él no quería ser retenido, sino, dice: “ir a llevar a mi desgraciada Patria las atenciones que de mí puede esperar”. Pedía que lo dejaran libre. Los proyectos de Inglaterra cayeron. Miranda se decidió a volver a los Estados Unidos, para obtener de ellos siquiera la manera de organizar una expedición que provocara la gran explosión que él creía segura. La constancia y la diplomacia del caraqueño obtuvieron del gobierno de Inglaterra, 6, 000 libras esterlinas, y muchas promesas para la expedición. Llegó a los Estados Unidos a fines del 1805, y en Febrero de 1806 tenía preparada una expedición compuesta por la pequeña corbeta “Leander” con 200 hombres, a la cual había de unirse la fragata “Emperor”. Pero, por disputas entre los marinos, esta última se negó a salir de Haití, donde estaba, y Miranda consiguió con gran trabajo dos goletas. Después de 25 años de trabajo y de espera, sólo esa realización obtenía los ideales del Precursor. Pero es cierto que él llevaba, si pocos hombres y recursos, una inmensa esperanza. La de siempre: él creía que sólo con oír la palabra Libertad, cuando él apareciese, la insurrección general de las colonias sería un hecho. Por eso se lanzaba, sin riquezas y sin fuerzas, hacia la lucha… Era ciertamente un Quijote, impulsado por un sagrado ardor!.
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Iba Miranda, a pesar de las peripecias del viaje, en pleno idealismo. El 12 de Marzo, saludó con la tripulación de sus barcos, la bandera tricolor de Colombia, la Patria soñaba, izándola en el “Leander”. El 15 llegó al puertecito de Ocumare, y atacado por dos grandes buques españoles, fueron apresadas las goletas con sus hombres, y la corbeta emprendió la fuga con gran trabajo. Ese fue el fin de la anhelada expedición. Mientras el “Leander”, en huida desesperada, se llevaba la angustia de Miranda, los ingleses llegaban América. Socorrido por Cochrane, Miranda prepara una nueva expedición, que no secundaba las miras inglesas. Con trabajo, logra tenerla preparada en Julio, con cinco barcos y más de seiscientos hombres. Además, llevaba armas para los numerosos venezolanos que según él, se le unirían. Mientras tanto, las autoridades de Caracas condenaban a los prisioneros de las goletas, y esparcían la voz de que Miranda era un aliado de los ingleses. Los que no creían en esto, por lo menos pensaban que la expedición era una aventura temeraria destinada al fracaso. La Inquisición de Cartagena declaró al caraqueño “enemigo de Dios y del Rey, indigno de recibir pan, fuego ni asilo”. No era ese el estado de ánimo que esperaba hallar el Precursor. Se dirigió hacia Coro pensando encontrar adictos, pero los habitantes se retiraron al interior y cuando desembarcaron los expedicionarios , dice el propio Miranda, que no encontraron a nadie. Se reembarcó el desventurado revolucionario, dejando una proclama donde invitaba a los sud-americanos a imitar a los del Norte, recodándoles los motivos que tenían para emanciparse, y se alejó llevándose en el alma una desesperación tan grande como la esperanza que trajera. Españoles e hispanoamericanos se unían en este momento para rechazar a los ingleses. El momento no era para hablar de independencia: ese sentimiento dormía. Cuando pasado algún tiempo, lejos ya la Inglaterra, los liberales se recobran, se lee y se comenta la proclama de Coro, y resuena en el corazón de aquellos americanos la voz del Precursor.
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Las autoridades habían ejecutado a Miranda en efigie, quemado sus problemas, puesto a precio su cabeza, pero no pudieron apagar el ardor de sus heroicos fracasos infundieron a la Revolución. Bolívar, que agitaba en derredor suyo una legión de liberales, veía en Miranda la realización de su sueño. Después de un año de penalidades, Miranda había vuelto a Inglaterra, y a la lucha, cuando comenzaron en España los acontecimientos de 1808, que habían de influir de manera decisiva en la Independencia de Sub-América. Es la invasión francesa en España. Los hispanoamericanos se resisten a la idea de una dominación francesa y empiezan a constituir juntas de gobierno, que con la apariencia de leales a España, son ya el preludio de la Independencia. El Precursor sigue ansiosamente desde Europa el movimiento, y lo vigila, como puede verse en su carta a los Cabildos de caracas, Buenos Aires y Méjico: “La España, ahora sin soberano, y en manos de diversas parcialidades, que reunidas unas a los franceses y otras a la Inglaterra, procuran por medio de una guerra civil sacar el partido que más convenga a sus vistas particulares, es natural procure atraernos cada uno a su partido… Suplico a Vd. muy de veras, que reuniéndose en un cuerpo municipal representativo tomen a su cargo el gobierno de esa provincia: y que enviando sin dilación a esta capital personas autorizadas y capaces de manejar asuntos de tanta entidad, veamos con este gobierno lo que convenga hacerse para la seguridad y suerte futura del Nuevo Mundo… De ningún modo conviene que se precipiten Vds…. Sírvanos enviar copia de este aviso las demás provincias limítrofes, a fin que haciendo el debido uso, marchemos al unísono al mismo punto, pues con la desunión solamente correrán riesgo, a mi parecer, nuestra salvación e intereses”. El Cabildo de Caracas obliga al anciano gobernador Casa a consentir en la formación de la junta de Gobierno. Hay resis-
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tencia, y los patriotas son traicionados una vez más, siendo entregadas al gobernador las instrucciones de Miranda. Pero han de triunfar los patriotas: la revolución en Venezuela como en toda Sud-América, es un hecho ya; las colonias, en la persona de sus liberales, ven llegada la hora de su independencia, pues están entregadas a sí mismas. Un nuevo orden de cosas va a crearse, y España al rehabilitarse, no podrá destruirlo ya. El mundo americano va a diferenciarse del español para siempre, y como ese movimiento es general en América y en todas sus regiones ha seguido la misma evolución, va a tener en todas partes la misma y casi al mismo tiempo : es la gran explosión simultánea, tan anhelada por el Precursor. Los hechos que van a desarrollarse en América son muchos y muy variados, aunque tienden todos a un mismo fin. No podemos penetrar en sus detalles, porque sería todos a un mismo fin. No podemos penetrar en sus detalles, porque seria extendernos demasiado, y como quiera que se trata de acontecimientos que son por todos conocidos, me limitaré a bosquejar brevemente el papel del Precursor en este que es el primero período de la realización de su ideal. “La revolución, -dice Samper,- estaba en la lógica del tiempo y de las necesidades de la situación, en todos los espíritus: era una evolución de la civilización”. Pero la inspiración de todos se personificaba en un solo hombre, en la superioridad de un espíritu director: en el general Miranda. La inquebrantable constancia, el esfuerzo indomable del Precursor, obtienen resultado, su afán heroico fructifica el fin. El representa hasta aquí el gran preludio de la revolución, ahora será protagonista del acto primero de la tragedia, hasta que la desdicha, su eterna perseguidora, encadene la noble rebeldía que no pudo abatir jamás. En 1797, Miranda fundó en Londres la Logia Americana, sociedad Masónica de la cual se instituyó Gran Maestro, que tuvo por adeptos a todos los liberales americanos, y dio origen a la fundación de otras. Por ella pasaron los que llevaron la palabra
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del Precursor por toda la América. O´Higgins, Nariño, Alvear, Zapiola, Caro, recibieron su luz, y ante el Gran Maestro formularon juramentos patrióticos, el futuro Libertador de Colomia, y el que había de llamarse Protector del Perú. La chispa de fuego sagrado de Napoleón descubriera en Miranda, puso su ardor en muchos corazones, y la gran obra de la Independencia será la consagración del pensamiento y de las acciones, de todo el espíritu del Precursor. La Junta Central de Sevilla, que comprendía que la declaración de sumisión a España de las Juntas Coloniales era una pura fórmula, concede a un nuevo gobernador que envía a Caracas, Emparán, amplios poderes para disolver la Junta de Venezuela. Pero era mucho desear. Lo que resultó de aquí fue la deposición de Emparán, el 19 de Abril de 1810. buenos Aires, Chile, Nueva Granada, Méjico, responden a ese movimiento con otros análogos. La Junta de Caracas, deseando encontrar apoyo, lo solicita del extranjero, y una diputación en la cual figuran Bolívar y Andrés Bello, va a solicitar el apoyo de la Gran Bretaña. Bolívar tenía la idea de traer a Miranda a la América. El auxilio de Inglaterra era una cosa muy problemática, y los comisionados no tenían fe en lograrlo, pero Miranda, que creía que la independencia no seria un hecho sin una poderosa ayuda extranjera, quería de todas maneras conseguirla. Esto reavivó la desconfianza que ya se le tenía desde 1806, y que luego había de serle funesta. Los próceres de la revolución venezolana, esperaban que a la llegada de Miranda, la Junta aún indecisa, se decidiría a declarar la independencia. El 13 de Diciembre, el Precursor desembarca en caracas, vistiendo el uniforme de General de la Francia de 1793. Es recibido con entusiasmo, pero su gran figura, tan extranjera, provoca más bién la admiración temerosa que la simpatía. La situación de Venezuela es grave: los españoles, dueños de Coro y Maracaibo, capaces de provocar una reacción; la ayuda de Inglaterra esperada en vano, como la de los Estados Unidos. Era necesario actuar por cuenta propia, y ni recursos había. La Junta reconoce los títulos militares de Miranda y eso le pare-
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ce bastante. La Sociedad Patriótica se funda, y se espera que el Congreso, ya convocado, proclamará la independencia. Pero el Congreso se reúne, y sin atreverse a más, declara que defiende los derechos de Fernando: no llega a desechar ese nombre, aunque sabe que es un nombre solamente. La Sociedad Patriótica, en cambio, pronuncia incendiarios discursos. El Congreso empieza a perder el temor, y cuando el 22 de Junio, entra en él Miranda como diputado, se lanza a la revolución por fin. El 3 de Julio el Presidente del Congreso declara que el momento ha llegado “de tratar de la independencia absoluta”, y el 7 de Julio se lee, aprueba y firma el “Acta de Independencia”. El entusiasmo parece general, y el glorioso estandarte de 1806 se enarbola entre aplausos. Se cree que la libertad es un hecho, sin mirar hacia el futuro. El Precursor, educado en la escuela de la desgracia, sabía ver más allá de lo presente, y se angustiaba pensando en lo que había de venir. No tardan en surgir los españoles: la gran lucha va a comenzar. La agitación crece, y en un día se fusilan 16 españoles, exponiendo sus cabezas al pueblo: los patriotas recuerdan el sistema colonial. Al mismo tiempo estallan una insurrección en Valencia. El Ejecutivo concede a Miranda, a quien tenía relegado a un papel secundario, el mando de las tropas. El general, con la rudeza exterior de su carácter, no sabe atraerse a la aristocracia criolla, y las antipatías crecen en derredor suyo. El 20 de Julio sale contra Valencia, la sitia, y obtiene al fin su rendición. Pero cuando intenta continuar la marcha sobre Coro y Maracaibo, recibe ordenes de Caracas, que le obligan a regresar, y luego a abandonar su puesto. Nada menos se pretendía del Congreso que procesara al viejo general por sospechoso, como en la época del Terror en Francia. Miranda acusa al Congreso de descuidar la Patria, porque le obliga a licenciar las tropas, mientras los españoles se apoderan de toda la cuenca del Orinoco. Pero el Congreso atiende a otro asunto: el 21 de Diciembre de 1811, se proclama la “Constitución Federal de la Siete Provincias Autónomas de Venezuela”. Admirable Constitución, pero hecha para un pueblo que no estaba preparado para seguirla. La América española no podía pasar en un solo día de
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la abyección a la libertad, porque el concepto de ésta no estaba suficientemente definido en el alma de todos los que habían de llamarse ciudadanos. Esto es lo que entiende Miranda, y lo declara desde la tribuna del Congreso, que aquella Constitución “no tenía suficientemente en cuenta los hábitos seculares de la América, y no serviría sino para desgracia de la salvación común y para mayor daño de la independencia misma. “Creía en la necesidad por el momento, de un poder centralizado, y empezó entonces la lucha entre unitarios y federales, que partiendo de allí ha de tener luego tantos aspectos. Bolívar era partidario de Miranda. Pero no podía ellos conseguir nada, sino afirmar en la mayoría la creencia en la eterna oposición de Miranda, en su ambición de mando y de poder. Los españoles se extendían y preparaban la ofensiva: se luchaba en el mar y una expedición, al mando de Domingo Monteverde, marchaba hacia Barquisimeto, donde los independientes se preparaban a resistir. Las iras de la naturaleza descargan un rudo golpe sobre la joven República: un terrible terremoto en el cual perecieron más de 20,000 personas, extendió el desastre sobre casi toda Venezuela. Pero Coro y Maracaibo, españolas, no sufrieron nada. El terror cundió. El clero predicó que era aquel un castigo de Dios, y como la terrible casualidad parecía darle la razón, el pueblo se apartó de los independientes. La República se tambalea sin saber donde apoyarse. Arruinada y perdida, Venezuela, recordando a Roma, confiere a Miranda el título de Dictador, y le nombra su Generalísimo. El Precursor que se hallaba en Valencia sale precipitadamente para Caracas, y llama a las armas a todos los venezolanos. Logra reunir apenas un millar de hombres, ignorantes e indisciplinados, aunque valientes. Sale para Valencia y envía a Bolívar a Puerto Cabello. A principios de Mayo cuenta Miranda con 5, 000 hombres, pero tiene en ellos poca confianza, los españoles saben que le hacen propaganda de deserción, y en la primera lucha con Monteverde, la mitad de los soldados se pasan al enemigo. Entonces Miranda se fortifica en la Guaica, cerca de Valencia, y toma la defensiva. Solicita socorros de los franceses, de los ingleses, de los norteamericanos, rechaza como puede a los espa-
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ñoles que van haciéndose fuertes, y proclama la ley marcial extendiéndola hasta a los esclavos, medida que ratifica la antipatía de los criollos ricos. Traslada su cuartel general a la Victoria, logra rechazar las fuerzas de Monteverde, deshaciéndolas. Y comienza a tener esperanzas de triunfo, cuando el 5 de Julio recibe estas líneas de Bolívar: “Comandancia de puerto Cabello. Julio I de 1812. Mi General: Un oficial indigno del nombre de venezolano se ha apoderado, con los prisioneros, del Castillo de San Felipe, y está haciendo actualmente un fuego terrible sobre la ciudad. Si V. E. no ataca inmediatamente al enemigo por la retaguardia, esta plaza está perdida. Yo la mantendré entretanto todo lo posible. Simón Bolívar” Siento el horror del naufragio, el generalísimo exclamó: “Venezuela ha sido herida en el corazón”. Mientras Bolívar defiende con su heroísmo innato la plaza de Puerto Cabello, esperando en vano los auxilios de Miranda, el Dictador sostiene una lucha gigantesca con las rebeliones de su propio ejército, que pretende asesinarlo, con los esclavos que se sublevan, contra las deserciones que se multiplican al saber los triunfos españoles. En un esfuerzo supremo, el Dictador se sobrepone a las insurrecciones y lanza sus tropas contra el enemigo. Era el último grito. No era posible resistir más, y envió a tratar con el jefe español, Monteverde, una capitulación que no hubiera sido tan funesta, si el español no hubiera sido quien era, para no cumplir lo pactado.
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Pero la acción del Precursor, no comprendida, fue vituperada, tachada de cobardía. Los odios y antipatías contra él se avivaron. Era el traidor, el responsable de todos los males. Miranda sabía quedar por encima de sus acusadores, pero los españoles sabían aprovechar las circunstancias. El Comandante de la Guaira, casas, dio hospedajes a Miranda y le traicionó. Esparció por la ciudad rumores sobre su cobardía, hizo creer que se había vendido, que las cajas de dinero que se embarcaban en un buque inglés que estaba en puerto, pertenecían a Miranda. Cuando Bolívar llegó, se vio envuelto en toda aquella trama y creyó. Miranda había vendido la Patria! Exaltado, desesperado, acuerda prender al traidor, conjura a sus compañeros y los lleva a capturar al Dictador. Eran las 3 de la mañana cuando Miranda, despertado súbitamente, oyó la voz de Bolívar, que le intimaba rendirse preso. No dando crédito a sus oídos, -cuenta Becerra – contempló, a la escasa luz de la habitación, los rostros de los conjurados, y luego, siempre tranquilo, entregó su espada tantas veces gloriosa, diciendo simplemente: “Bochinche, bochinche, esta gente no sabe hacer sino bochinche”. Poco después, perseguidos por las traidoras órdenes de Monteverde, los patriotas huyeron. El Generalísimo quedó en manos de España. Enviado a los calabozos de Puerto Cabello y más tarde a los de Puerto Rico, fue encerrado al fin en uno de Cádiz, donde murió, el 14 de Julio de 1816. Desde el fondo oscuro de su calabozo dirigió a la Audiencia Real de Caracas su protesta, “ante los ojos del Universo”, de la arbitrariedad de sus compatriotas. De sí mismo no habló jamás. Se dice que un día, poco antes de su muerte, le preguntaron si las esposas y los grillos que llevaba le hacían daño, y él contestó: “Me pesan menos que los que llevé en la Guaira”. Lo que debió pesar como espantosa tortura en el alma indomable del Precursor, era la acusación de traición.
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Sabemos que aún hoy en día hay quienes creen en la traición de Miranda. Carlos Villanueva la asegura, y hemos oído de labios de venezolanos muy doctos esa misma acusación. Pero confesamos que no podemos creer que el hombre que había consagrado ya tantos años de su existencia al servicio de la revolución, que había sido su Apóstol incansable y su más fiel servidor, se dejara arrastrar a última hora a tan estúpida traición. Dice Villanueva que “las almas nobles llegan a desilusionarse y a faltarles la fe”, pero nosotros creemos que aún cuando abandonara a Miranda en aquel momento el constante anhelo con que había servido a la causa de la libertad, no era posible que el desaliento lo llevara al extremo opuesto: a vender su patria, su ideal, a España, su enemiga. Cierto es que Bolívar creyó en la cobardía del Precursor, pero porque se lo hicieron crer. Hemos visto como las circunstancias se habían ido reuniendo en contra del indomable héroe de tantas luchas, que, como dice Michelet, “había nacido desgraciado”. Temperamento apasionado, nadie era más fácil de convercer que Bolívar, a quien cegó en aquel momento el amor inmenso que sentía por América. “Hay algo terrible, - decía Saint-Just- en el santo amor de la Patria, porque es tan absolutamente exclusivo, que todo lo sacrifica al bien de ésta, sin compasión, sin espanto, sin consideración humana alguna. Él destrozó el corazón de Manlio, él sacrifica la amistad”…Él y sobre todo él arrastró a Bolívar contra Miranda, al futuro Libertador de Hispano-América contra el Padre de la Independencia. Más tarde fue Bolívar la realización de la gran obra de esfuerzos, de constancia, de martirio, del siempre desdichado Precursor. Y es un deber, para los que nos atrevemos a hojear el interminable libro del pasado de la América Española, recordar la silenciosa grandeza del trabajo del Apóstol, prólogo formidable de la tragedia inmensa de la Independencia.
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Luchador incansable en esa gran carrera de antorchas, supo llevar su lumbre encendida hasta el final; y cuando el soplo de su constante compañeraza desgracia hizo de sus manos la tea salvadora, pudo aún antes de desaparecer para siempre, ver como la recogían las manos del que había de colocarla en la cima, para irradiar de allí sobre toda la tierra americana la que fue el sueño perpetúo de su larga existencia dolorosa: la luz ansiada de la libertad. Habana, 18 de Mayo de 1915.
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INFORME SOBRE LA BIBLIOTECA AMERICANA DEL FCE I.- TOMOS CONTRATADOS.
1)
Popol Vuh: traducción, notas y prólogo de Adrian Recinos. Manuscrito entregado, enteramente listo para la imprenta.
2)
Libros de Chilam Balam de Chuyamel: traducción, notas y prólogos de Alfredo Barrera Vázquez: ofrecida su entrega para marzo 15 de 1947.
3) Cristóbal Colón, Diario del descubrimiento y Cartas: pedido el prólogo y notas al Prof. Samuel Eliot Morison: aún no ha aceptado encargo y debe contestarnos la última carta que le escribimos al respecto. 4)
Fray Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias: Lewis Hanke facilitará en poco tiempo microfilms del manuscrito de Madrid; cuando se obtengan habrá que pensar en quien trabajaría en su paleorafía y transcripción. En parte se optó por esta resolución y no por la de reproducir la edición de Madrid de 1789-90, por no contarse de inmediato con un prologuista y anotador.
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5) Gonzalo Fernández de Oviedo, Sumario de la Historia natural de las Indias: primero, decidir si se hace el Sumario a la Historia, pues esta la imprimió hará un par de años una editorial argentina llamada “Guarania”. En todo caso, Julio Caillet-Bouis ha ofrecido prólogo y notas, habiéndosele escrito a Orfila para que precise con él fecha de entrega. 6) Hernán Cortés, Cartas de relación: pendientes de gestiones hechas cerca del Arquiecto Marquina, Director del Instituto de Antropología e Historia, para que Eulalia Guzmán acabe la paleografía del texto, o preste los microfilms para hacerla nosotros. A Silvio Zavala se le han encomendado el prologo y las notas. 7) Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera: el prólogo y las notas serán hechas por Ramón Iglesia; las ha ofrecido hacia abril o mayo próximos. 8) Pedro Cieza de León, Crónica del Perú; El señorío de los Incas; Descubrimiento y Conquista del Perú; Las guerras civiles del Perú: la edición la dirigirá Raul Porras Barrenechea, quien hará también el prólogo y las notas; se convino con él en que se mandara hacer por cuenta nuestra una copia mecanográfica de la primera parte, de la cual hay una buena edición en la Biblioteca de Lima; después se harían las demás. Se le ha escrito a Porras preguntándole estado actual trabajo. Un investigador peruano ha hallado recientísimamente en Madrid el original de la tercera parte de la obra de Cieza y Porras dispondrá de la transcripción ya hecha. 9) José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias: el Fondo hizo hace cuatro años una edición que simplemente habría que reproducir, aun cuando antes de darla a la imprenta habría que cotejarla con la edición príncipe, que yo tengo; se le ha pedido prólogo y notas a Edmundo O’Gorman, aun cuando hasta ahora nada definitivo se ha convenido. 10) Fernando Colón, Vida del descubridor: Ramón Iglesia, el traductor, ha entregado el Manuscrito, y para diciembre ha ofrecido el prólogo y las notas.
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11) Fray Toribio de Benavante, Historia de los indios de Nueva España: se ha sugerido el nombre del profesor norteamericano Barlow para el prólogo y las notas, pero no se le ha hablado, pendientes de comprobar el acierto de la sugestión. 12) Fray Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana: Ramón Iglesia se ha interesado por hacer prólogo y notas cuando concluya su trabajo del Bernal Díaz. 13) Sor Juana Inés de la Cruz: se le ha encomendado la edición de toda la obra a Gabriel Méndez Plancarte, quien se ha propuesto hacerla en tres tomos: la lírica (incluyendo los villancicos); el Teatro, sacro y profano (comedia, autos, sonetos y loas); y la prosa. Se están haciendo las copias mecanográficas del primer tomo, cuyo prólogo y notas ha ofrecido entregar Méndez Plancarte para el próximo diciembre; tendrá listo el volumen segundo para junio del año entrante y el tercero para diciembre del mismo. 14) Juan Ruiz de Alarcón, Teatro: se hacen ahora las copias a máquina (parte ya entregada en nuestro archivo); Alfonso Reyes ha ofrecido, por una parte, facilitar las fotografías de los originales que conserva en su poder, para nuestra labor de cotejo, y al mismo tiempo ha ofrecido hacer el prólogo y las notas. Convendría recordarle y definir el compromiso. 15) Inca Garcilaso, La Florida: dado que la edición de Emecéde de los Comentarios Reales es buena y muy reciente, hemos resuelto dejar para más tarde la impresión de esa obra; convendría pensar en otra y se ha elegido La Florida, sugiriéndose el nombre de Ventura García Calderón para el prólogo y las notas. Se le ha escrito ya. 16) Francisca Josefa de la Concepción, Vida: se tiene texto y Arciniegas ha sugerido el nombre de un prologuista y anotador, a quien no se ha escrito aún por carecer de su dirección.
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17) Francisco José de Caladas, De la influencia del clima: Germán Arciniegas ofreció hacer el prólogo y las notas; pero.....está en Londres por tres meses. 18) Domingo Faustino Sarmiento, Campaña del Ejército Grande: Pedro arregló con León Benarós el prólogo y las notas, encargo que fue confirmado por mí en reciente visita a Buenos Aires; se ha pedido a Orfila la confirmación de la fecha de entrega, que primitivamente fue el mes de noviembre próximo. 19) Justo Sierra, Evolución política y Cartilla de historia de México: Silvio Zavala tiene hecho un posible prólogo; pero hará falta pedirle a un arqueólogo, quizá el mismo Alfonso Caso, que haga unas cuantas notas sobre la parte de la Historia antigua. 20) Manuel Orozco y Berra, Historia antigua de México: prólogo y notas de Susana Uribe de El Colegio de México, para entregar en febrero de 1947. 21) Joaquín García Icazbalceta, Bibliografía mexicana: Agustín Millares está encargado de la edición y ha principiado a trabajar en ella. 22) Riva Agüero, Historia en el Perú y Literatura del Perú): prólogo y notas serán hechos por Ella Dumbar Temple, de quien se aguarda contestación confirmando próxima fecha entrega. 23) Lucio Victorio Mansilla, Excursión a los indios ranqueles. Del prólogo y las notas está encargado Julio Caillet-Bois, a quien se le ha pedido confirmación de la fecha de entrega. 24) Ricardo Palma, Bohemia de mi tiempo y Recuerdos de España: se abandonó la idea de una reedición inmediata de las traducciones, en vista de las muchas y recientes que hay; para las dos obras escogidas ha quedado de hacer prólogo y notas Jorge Pucinnelli. 25) Jorge Isaacs, María: Germán Arciniegas ha recomendado a Antonio Carbajal para prologuista y anotador; pero desconociendo su dirección aún no se le ha escrito.
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26) Simón Bolívar, Escritos: Mariano Picón Salas ha aceptado hacer la selección, el prólogo y las notas, sin un compromiso muy claro de entrega. Debe escribírsele. 27) Andrés Bello, Filosofía del entendimiento humano: José Gaos aceptó escribir prólogo y notas, comprometiéndose a entregar trabajo en noviembre. Conviene recordarle. 28) José Bernardo Couto, Diálogo sobre la historia de la pintura en México: Manuel Tousaint ha aceptado hacer el prólogo y las notas, para entregar en noviembre. Conviene escribirle. 29) Justo Sierra, Discursos y artículos: el prólogo y las notas los hará Leopoldo Zea; pero conviene fijar fecha con él. 30) José Joaquín Olmedo, Poesías: el tomo lo ha hecho ya la Casa de la Cultura Ecuatoriana, a quien podría pedirse permiso para una reproducción literal. 31) José Batres Montúfar, Poesías: Adrián Recinos haría prólogo y notas; de hecho, hay una edición suya de 32) Felipe Poey- Memorias (1er tomo) Prólogo de Carlos de la Torre. Para diciembre. 33) G.G. de Avellaneda. Poesía. Teatro. Prólogo y notas de José Ma. Chacón y Calvo. 34) Martí. Prosa. Prólogo y notas de Félix Lizaso 35) Varona. (?) Psicología, Lógica o Moral. Prólogo de Vitier.
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II.- TOMOS QUE PODRÍAN CONTRATARSE ENSEGUIDA
1) Antonio Herrera y Tordecillas, Décadas: podría encontrarse el prologuista; pero la Editorial Guarania hizo una edición hace unos dos años. Aplazar. 2) Antonio de Solis, Historia de la Conquista de México: Enriqueta López Lira tiene hecho prácticamente el prólogo y podría hacer bien y con prontitud las notas. 3) Francisco Javier Clavijero, Historia antigua de México: Julio LeRiverend podría hacer bien el prólogo y notas; pero hay una edición reciente de la Colección de Escritores Mexicanos; quizás convendría aplazar la nuestra. 4) Francisco de Miranda, Diario: Jorge Luis Vejerano, de Colombia, podría ser un candidato para prolonguista y anotador; pero convendría preguntar a Picón Salas para ver de hallar a un venezolano. 5) José María Luis Mora, Ensayo sobre las revoluciones en México: el prólogo y las notas las haría bien y con prontitud Luis Arnaiz y Feg, y aun convendría hablar con él y fijar fechas. 6) Fray Servando Tresa de Mier, Historia de la revolución de Nueva España: podrían ser prologuistas y anotadores Miguel y Verges o Vito Alessio Robles y el texto es fácil de obtener (Diaz Thomé) 7) José Toribio Medina, Biografía: faltaría buscar prolonguista y anotador. (R.Donoso: Ercilla) 8) Manuel Montúfar, Memorias de Jalapa: pedirse a Adrián Recinos preparar la edición. 9) Machado de Assis, Cuentos: la selección la podría hacer, pero el problema sería encontrar traductor (el de las novelas de Alvaro Luis) ha sido muy recomendado. 10) Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido: se ha hecho copiar el texto. Alberto Tauro.
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11) Juan León Mera, Cumandá: creo que puede encontrarse el texto y el prolonguista, inquiriendo por algún ecuatoriano.
12) Manuel de Jesús Galván, Enriquillo: Supongo que Camila misma podría hacer prólogo y notas. 13) José Bonifacio de Andrada, Memorias científicas: se ha sugerido que escribamos a Heloisa Alberto-Torres, Directora del Museo Nacional de Río, quien podría hacer la selección, prólogo y notas, que indudablemente deben ser encomendadas a un hombre de ciencia. 14) Rufino José Cuervo, Apuntaciones críticas; Disquisiciones filológicas: quizás el mejor candidato para prólogo y notas sería Amado Alonso; pero creo que convendría explorar la posibilidad de encontrar en el Instituto Caro-Cuervo uno de esos curas colombianos que se han dedicado a estos estudios, tal vez el Padre Félix Restrepo, Rector de la Universidad Javeriana. 15) Manuel Orozco y Berra, Clasificación de las lenguas indígenas de México; preguntar a Alfonso Caso de algún lingüista yanqui que pudiera hacer el trabajo. ( Wigberto Jiménez Moreno) 16) Rubén Darío, Poesías: hay ya una edición de poesías completas en España, publicada por Aguilar, y Losada de Argentina prepara otra; en consecuencia, convendría pensar en este problema, a menos que Camila hubiera convenido ya algo con Pedro Salinas.
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III.-OBRAS QUE CONVENDRÍA ECHAR A ANDAR PARA EQUILIBRAR SECCIONES Y PAISES
1) América Vespucci, Cartas: quizás la yanqui que escribió recientemente una biografía publicada por la Columbia University Press pudiera servirnos. 2) Fray Antonio de Remesal, Historia de la Provincia de Chiapa y Guatemala: convendría dar este tomo porque sería el único cronista que tocara, en parte al menos, a la América Central. 3) Valdivia, Cartas: convendría mucho; habría que pensar en Eyzaguirre para el prólogo y notas. 4) Joas Antonio Andreoni: Cultura y opulencia del Brasil. 5) Gabriel Soares de Sousa: Tratado descriptivo del Brasil. 6) Juan de Castellanos: Elegía de varones ilustres. 7) Pedro Lozano:, Historia de la Conquista de la Provincia de Paraguay Río de la Plata y Tucumán. 8) Juan del Valle Caviedes, Poesía y Teatro: el mejor prolonguista sería sin duda alguna Lohmann, quien ha encontrado en España nuevos manuscritos. Convendría escribirle enseguida. 9) Juan Bautista Aguirre, Poesías: edición de la Casa de la Cultura.
LITERATURA COLONIAL.-PROSA.
1) Antonio Vieira, Sermones: convendría consultar a algún brasileño acerca de quién podría hacer la selección, prólogo y notas; subsiste sin embargo, el problema del traductor.
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2) Gaspar de Villarroel, Gobierno eclesiástico; habría que conseguir el mejor texto completo (la edición de la Casa de la Cultura Ecuatoriana no lo es). 3) Fray Antonio de la Calancha, Crónica moralizada: ver carta Carmen Ortiz de Cevallos y consultar también a algún boliviano. 4) Francisco Núñez de Pineda Bascuñan, Cautiverio feliz: texto, prólogo y notas. 5) Félix de Azara. Descripción e historia del Paraguay del Río de la Plata: Consultar a Argentina y Paraguay. 6) Espejo. El nuevo Luciano, etc. Texto, prolonguista y anotador. 7) Oviedo y Baños. Historia de la Conquista y población de Venezuela: ver carta de Picón Salas. 8) Alonso Henríquez: consultar a Keninstonu quien tiene copiados los manuscritos de Nápoles. 9) Ruy Díaz de Guzmán, La Argentina manuscrita.
COLONIAL.- POESIA Y TEATRO.
1) Preguntar cuál de los tres brasileños: Durao, Gama y Gonzaga se emprende primero. 2) Gregorio de Matos, Poesía: consultar a Astrogildo Pereira cómo debe procederse a hacer este volumen para selección, prólogo y notas, desde luego, modernizando el portugués. 3) Martín del Barco Centenera, La Argentina: consultar Buenos Aires. 4) Gabriel René Moreno, Ultimos días coloniales en el Alto Perú: preguntar a algún venezolano. ¿boliviano?
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5) Rafael María Baralt, Historia de Venezuela: el problema en realidad, sería, no exactamente el de publicar este libro, sino alguna historia venezolana del Siglo XIX que sea importante; el Gobierno de ese país, por ejemplo, ha publicado la de José Gil Fortoul. En todo caso véanse carta de Mariano Picón Salas y del académico Landasta.
6) Manuel Sanguily, Vida de José de la Luz y Caballero: Camila dará opiniones frescas sobre toda la colaboración cubana. 7) Paul Groussac, Los que pasaban; Liniers: habría que averiguar si podríamos reimprimir libremente estas obras y buscar prologuista y anotador. 8) Eduardo Posada, Apostillas a la historia colombiana: la obra muy voluminosa (10 volúmenes) de José Manuel Restrepo Historia de la Revolución de la República de Colombia está siendo publicada en la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, y, en consecuencia, convendría pensar en otra obra de una importancia tan grande como ésta. 9) Francisco Mariano Quiñónez, Apuntes para la Historia de Puerto Rico: esta obra o una de Coll y Toste, o Salvador Brau. 10) Antonio del Monte y Tejada, Historia de Santo Domingo: igual problema de elección de una obra histórica importante centro-americana, eligiendo entre los autores desde Alejandro Marure hasta Agustín Gómez Carrillo. 11) El mismo problema de elección de un historiador brasileño del Siglo XIX, de Varnhaguen hasta Abreu. 12) Determinación de qué obra uruguaya publicamos: Lamas, Bauzá o Ramírez. 13) Pedro Moncayo. El Ecuador de 1812 a 1875: parecería ésta la mejor elección; se ha hecho la sugestión interesante de incluir en la misma obra la de José Cervallos Salvador intitulado Pedro Moncayo ante la Historia. 14) Ruy Barbosa, Selección de obras: Escribirle a Astrogildo Pereira preguntándole el nombre de persona que por cuanta de Ita Maratí está editando ahora las obras completas de Barbosa; habría que
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hacer una selección de ellas, por supuesto; en nuestro programa figura ya un prólogo de esa selección. 15) Felipe Poey, Memorias sobre la Historia natural de Cuba: Camila traerá alguna solución a este problema. Carlos de la Torre y Huerta. 16) Enrique José Varona, Tratado de psicología: desde mi Belvedere: Violetas y ortigas: Con el eslabón: convendría, en primer término, comprobar que estas son las obras mas representativas del pensamiento de Varona, y en segundo, encontrar los prolonguistas que, me sospecho, deben ser personas distintas. 17) Ignacio Ramírez, Artículos; Discursos: Convendría pensar en algún joven historiador mexicano inteligente que quiera estudiar este tema. 18) Eugenio María de Hostos, Moral social: Estudios: supongo que será fácil dar con un prolonguista y anotador para obras tan conocidas. 19) Juan Montalvo, Los siete tratados; Geometría moral: sospecho que no se encontrará en Ecuador una persona suficientemente capaz para hacer los prólogos de estas dos obras que, por otra parte, tienen un valor más que nacional; sé que Roberto Agramonte se ha ocupado de Montalvo desde hace muchos años, aunque no sé si sería el mejor candidato para la tarea. 20) Manuel González Prada, Páginas libres; Horas de luchas: acaba de ser editada en Lima la primera de estas obras en la que se supone una edición definitiva (contiene correcciones del propio autor; está prologada por Luis Alberto Sánchez: supongo que, o se elijan otras cosas de González Prada, o se busque una solución de autor diferente. 21) José Enrique Rodó, Ariel: Rubén Darío; Motivos de Proteo: Carlos Sabat Ercasty ha ofrecido hacer el tomo de Rodó para nuestra Colección Tierra Firme y quizás no fuera un mal candidato: habrá que escribirla. 22) Domingo Faustino Sarmiento, Facundo; Viajes; tengo la impresión de que no deberíamos reeditar el Facundo a menos que no encontráramos un prolonguista absolutamente de primer orden, pues el texto no tendrá novedad ninguna, sobre todo después de
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las varias ediciones, y aun la definitiva, hechas con motivo del centenario de su publicación. 23) Juan Bautista Alberdi, Bases: una cosa no muy distinta del anterior. 24) Domingo del Monte, Escritos: Tengo noticia de que José Antonio Fernández de Castro ha estudiado bastante el tema y aun ha escrito varios artículos; si así fuera, quizás convendría pensar en él. 25) José Carlos Mariategui, Siete ensayos: aun cuando no será una solución técnicamente correcta, desde el punto de vista editorial sería un éxito conseguir que Haya de la Torre hiciera el prólogo y las notas de esta obra; por otra parte, no parece haber entre los actuales marxistas peruanos una persona bastante inteligente para hacerlo. 26) Miguel Antonio Caro, Estudios literarios: solución semejante a la sugerida para el Cuervo. 27) Francisco Bilbao, Sociabilidad Chilena: quizás Ricardo Latchan fuera un buen candidato, no obstante su conocida informalidad. 28) José Cecilio del Valle, no tengo ninguna sugestión. 29) José Victorino Lastarria, Recuerdos literarios: igual que anterior 30) Alberto Blest Gana, Martín Rivas: Durante la reconquista; Los trasplantes; El loco estero: si Ricardo Latchan fuera a aceptar a hacer el tomo previsto en un número anterior, quizás convendría encomendarle este a Alone. 31) Manuel Guitérez Nájera, Cuentos: tal vez el mejor candidato para selección, prólogo y notas fuera Julio Torri. 32) Pensador Mexicano, El periquillo Sarmiento: Agustín Yánez tiene escrito ya un buen prólogo sobre el autor. 33) José del Alencar, El Guaraní: Iracema: convendría consultar a algún brasileño sobre prologuista y anotador. 34) Vicente Pérez Rosales, Recuerdos del pasado: convendría dar con algún chileno joven que hiciera el prólogo y notas. 35) Tomás Carrasquilla, Hace tiempo; Fruta de mi tierra: puede consultarse a Sanín Cano.
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36) Juan Leon Mera, Cumandá: y otras novelas cortas, quizás Leopoldo Benites pueda encargarse de esta obra; escrbe bien y es buen crítico. 37) Fermin Toro: preguntar a Picón Salas. 38) Daniel Mendoza, Artículos de costumbre: lo mismo. 39) Ruben Darío, Cuentos; Libros de viaje: ninguna sugestión. 40) Antonio José Irizarri, El cristiano errante; tal vez Vela, que ha escrito una Historia de la literatura guatemalteca, sea un buen candidato. 41) Alejandro Magariños Cervantes: ninguna sugestión. Caramurú 42) Eduardo Acevedo Díaz: tampoco. 43) Manuel Antonio Alonso; tampoco (Puerto Rico) 44) Francisco Gregorio Billini, Engracia y Antonita: Camila dirá. 45) Antonio Goncalves Díaz, Poesías: Alberto Oliveiro, Poesías: Consultar a algún brasileño. 46) José Asunción Silva, Poesías: Rafael Maya podría encargarse de la edición. 47) Guillermo Valencia, Poesías: sería un éxito extraordinario poder hacer ahora las poesías completas de Guillemo Valencia, si bien no parece ser un problema fácil, pues al parecer la familia tiene la impresión de que puede volverse multimillonaria si maneja con habilidad los derechos, esto sin contar conla perturbación de una ofrecida edición gubernamental; de todos modos podría escribírsele a Sanín Cano que algo reciente debe saber sobre el asunto. 48) José María Heredia, Poesías: Camila traerá alguna sugestión. 49) Juan Zorrilla, de San Martín; Tabaré: habrá que preguntar a algún uruguayo. 50) Salvador Díaz Mirón, Poesías: habría que aplazar esta edición, que existe una bastante reciente en la Colección de Escritores Mexicanos, prólogo por Antonio Castro Leal.
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51) José Manuel Othón, Poesías: también existe una publicación reciente de sus obras completas, prólogo por Jesús Zavala, quien se supone ser un conocedor particular del autor. 52) Manuel Gutiérrez Nájera, Poesías: quizás algún joven como José Luis Martínez, o Alí Chumacero podría hacerla. 53) Julian del Casal, Poesías. Camila traerá alguna sugestión 54) Andrés Bello, Poesías: consultar con Picón Salas. 55) José Santos Chocano, Poesías: quizás alguno de los jóvenes críticos peruanos podría hacerlo: Xaumar, Tauro, etc. 56) José Batres Montúfar, Poesías: habría que repetir la edición de Recinos. 57) Poetas criollistas de las Antillas. Camila podría organizar el tomo. 58) José Joaquín de Olmedo, Poesías: repetir la edición de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. El mayor problema que hay, sin embargo, en el plan de la Biblioteca Americana es el de la Sección de Viajeros que Pedro, por desgracia, no llegó a proyectar.
MANUEL DE JESÚS GALVAN E NRIQUILLO
Novela histórica sobre la época de la Conquista. Escrita en prosa castiza. Publicada en Santo Domingo, 1879-1882. Se hizo nueva edición en Barcelona, y hace poco una en Buenos Aires (Editorial Americalee); próximamente aparecerá otra edición, de la casa Jackson, con prólogo de Pedro Henríquez Ureña. Para corregir errores que hayan podido deslizarse en las ediciones recientes, conviene consultar las viejas, de Santo Domingo o de Barcelona, al corregir las pruebas. Esas ediciones viejas deben de existir en la Biblioteca Nacional de México.
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ESTADO ACTUAL DE LA BIBLIOTECA AMERICANA (SEPTIEMBRE DE 1947)
Publicadas: Popol Vuh, traducción, notas y prólogo de Adrián Recinos. (Abril, 1947) Fernando Colón-Vida del Almirante, traducción, notas y prólogo de Ramón Iglesia (Abril, 1947)
José Bernardo Couto-Diálogo sobre la historia de la pintura en México, Prólogo y notas de Manuel Toussaint. En prensa: Lucio Victorio Mansilla- Una excursión a los indios ranqueles, prólogo y notas de Julio Ciillet-Bois. José J. De Olmedo-Poesías completas, Prólogo y notas de Aurelio Espinosa Pólit, S.I. José Toribio Medina, Biografía de Ercilla, prólogo de Ricardo Donoso. (Donoso debe enviar ilustraciones fotográficas). Listas para entrar en prensa: Anales de los Cakchiqueles, traducción, notas y prólogo de Adrián Recinos. José Asunción Silva Poesías completas, prólogo de B. Sanín Cano. J. García Icazbalceta-Bibliografía mexicana, prólogo y notas de Agustín Millares Carlos.
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D. F.Sarmiento, Campaña en el Ejército Grande, prólogo y notas de León Benarós. Contratadas: Caviedes-Poesías, prólogo y notas de Guillermo Lohmann Villena. (Se ha escrito a Lohmann para que envíe texto de las poesías completas, debidamente revisado. El prólogo y la copia de una selección antológica están en nuestro poder) H.G.Ward, México 1827, prólogo y traducción de Hugo Díaz Thomé. El prólogo y el segundo tomo (Texto y traducción) han sido entregados a Enriqueta López-Lira para ser revisados. El primer tomo (texto y traducción) está en nuestro poder). Gracilaso de la Vega, Inca-La Florida/. Aurelio Miró Quesada ha entregado el prólogo y las notas. Es necesario conseguir la edición de Madrid, 1723, para reproducir el texto). Libros de Chilam Balam, Traducción, prólogo y notas de Alfredo Barrera Vázquez. (Prometió entregar para Marzo de 1947. Se le ha escrito repetidas veces y no ha contestado). Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista, prólogo y notas de Ramón Iglesia. Pedro Cieza de León-Crónica del Perú (completa). Prólogo y notas de Raul Porras Barrenechea. Fray Toribio de Banavente, “Motolinía”, Historia de los indios de Nueva España, prólogo y notas de Robert Barlow.
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Sor Juana Inés de la Cruz, Obras completas, prólogo y notas de Alfonso Méndez Plancarte. (No promete entregar antes de fines de año). Hernán Cortés, Cartas de relación, prólogo y notas de Eulalia Guzmán. Francisca Josefa de la Concepción, Vida, prólogo y notas de Carlos Martín. (Prometió entregar y enviar el texto cotejado con los originales, para julio de 1947. Se le ha escrito y no ha contestado). Ricardo Palma, Bohemia de mi tiempo y Recuerdos de España, prólogo de Jorge Puccinelli. Jorge Isaacs, María. Prólogo de Enrique Amderson Imbert. (Ha escrito que ya tiene el prólogo terminado) Andrés Bello, Filosofía del entendimiento, prólogo y notas de José Gaos. (Se ha entregado a Gaos. copia de la edición de 1881, Santiago de Chile). Queda copia completa depositada en el archivo. Gertrudis Gómez de Avellaneda, Poesías completas, prólogo y notas de José M. Chacón y calvo. Ha prometido entregar para diciembre. Es preciso conseguir la edición del Centenario. No se consigue en la Habana. Lo mejor será pedirla prestada a la Biblioteca del Congreso de Washington). Antonio de Solís, Historia de la conquista de México. Prólogo y notas de Enriqueta López-Lira. Clorinda Matto de Turner, Aves sin nido, prólogo de Alberto Tauro. (Prometió entregar a mediados de 1947). Eugenio M. de Hostos., Escritos literarios, prólogo y notas de Américo A. Lugo. (Ha prometido entregar antes de finalizar el año 1947).
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José Carlos Mariátegui, Siete ensayos, prólogo de Jorge Basedre. Poetas criollistas de las Antillas, selección y notas y prólogo de Max Henríquez Ureña. Entregará para enero de 1948. Cosío puede comunicarse con él, para mayor exactitud. Lorenzo de Zavala, Ensayo histórico, prólogo y notas de Luis Chávez Orozco. Manuel Ascensio Segura, Teatro completo, prólogo y notas de S. Salazar Bondy. (Enviará también el texto). Justo Sierra, Obras históricas, prólogo de Silvio Zavala. (Está en nuestro poder el prólogo) Justo Sierra, Discursos y artículos, prólogo de Leopoldo Zoa. Juan de Solórzano Pereira, Política indiana, prólogo y notas de Xavier Malagón. Juan Ruíz de Alarcón, Teatro completo, prólogo de Alfonso Reyes (2) y notas de Agustín Millares Carlo. (Millares tiene copia del texto de Rivadeneyra y está cotejando con los originales proporcionados por Alfonso Reyes). Joel R. Poinsett, Notas sobre México, prólogo de Arnaiz y Freig. (No hay noticias) Manuel Orozco y Berra, Clasificación de las lenguas indígenas de México, prologo y notas del profesor Norman MacQuown (Ha quedado en entregar para diciembre de 1947). Manuel Orozco y Berra, Historia antigua de México, prólogo de Susana Uribe. Machado de Assis, Cuentos, traducción de Antonio Gómez Robledo. (Tenemos la edición de Jackson, de todos los tomos de cuentos publicados por machado de Assis, y contratada
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la traducción; pero no tenemos quién haga el prólogo y la selección. Se ha escrito a Lucía Miguel-Pereira para pedírselos. No ha contestado). Jerónimo de Mendieta, Historia eclesiástica indiana, prólogo de Ramón Iglesia. Fray Servando Teresa de Mier, Historia de la revolución de Nueva España, prólogo de Hugo Díaz Thomé. (Dice tenerlo ya preparado). José María Luis Mora, Ensayo sobre México y sus revoluciones, prólogo de Luis Arnaiz y Freg. Juan Vicente González, Biografía de José Félix Rivas, prólogo de A. Uslar Pietri (Quiere hacer una selección antológica. Sería mejor publicar la Biografía completa y acaso las Mesenianas.) Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, prólogo y notas de Lewis Hanke (ha enviado copia fotostática del MS que posee la Biblioteca del Congreso de Washington. Millares las está confrontando con la edición de Aguilar). Joao Antonio Andreoni, “Antonil”, Cultura y opulencia del Brasil, prólogo de José Honorio Rodríguez. José M. F. de Arrate, Llave del Nuevo Mundo, prólogo de Julio Le Riverend. (Se envió a Le Riverend el texto de 1876, Habana, después de copiarlo y cotejarlo. La copia está en el archivo).
En trámites: Cristóbal Colón, Diario y Cartas. (Decidir si se encargará de esta obra el Capitán Julio Guillén)
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José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias (Decidir qué se hará sobre el prólogo de Edmundo O’Gorman): José de la Riva Agüero, La historia en el Perú y La literatura en el Perú. (Ha quedado sin resolver el problema, después de descartar a Ella Dunbar Temple.) José Martí, Prosa (selección), (Escribir a Félix Lizaso, que ya se ha comprometido a hacer la selección y prólogo). José Martí, Poesías, (comunicarse con Eugenio Florít, que tiene un volumen preparado, con prólogo y notas, y ha quedado en enviarlo cuando termine de revisarlo). Enrique José Varona, Obras (comunicarse con Medardo Vitier, que ya se ha comprometido a hacerse cargo del prólogo de una obra de Varona, sea la Lógica, la Moral o la Psicología). Juan León Mera, Cumandá (Se ha escrito a Angel F. Rojas, pero no ha contestado). Pedro Lozano, Historia de las revoluciones del Paraguay (Orfila ha quedado en sugerir un prolonguista). Alonso Henríquez de Guzmán, Libro de la vida y costumbres. (Comunicarse con Keniston). Gregorio de Mattos, Poesías. (Comunicarse con Astrogildo Pereira). Martín del Barco Centenera, La Argentina/ (Julio Caillet-Bois desea hacerse cargo de esta obra). José de la Luz y Caballero, Obras selectas. (Roberto Agramonte ha quedado en hacer la selección y prólogo. Domingo del Monte, Obras selectas (José Antonio Fernández de Castro ha quedado en hacerse cargo de la selección y prólogo). Juan Montalvo, Escritos literarios. Se ha escrito a Leopoldo Benites. No ha contestado). Guillermo Valencia, Poesías. (Comunicarse con Baldomero Sanín Cano).
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José María Heredia, Poesías. (José María Chacón y Calvo ha prometido hacerse cargo, después de terminar con la Avellaneda). Alejandro de Humboldt, Ensayo sobre la Nueva España. (Se ha comprometido a Miranda para este trabajo. Debe hablar con D.C.V. para mayor exactitud). Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa, Relación histórica del viaje a la América meridional. (Comunicarse con el Contralmirante Mac Kinlay, a través e Orfila). José María Eguren, Poesías (Se ha escrito a José Alvarado Sánchez, Agregado cultural de la Embajada del Perú en el Canadá). Francisco José de Caldas, De la influencia del clima. (Sigue pendiente de Germán Arciniegas). Andrés Cavo, Historia de México. (E.J. Burrus, S.I., tiene preparada una edición. Ha enviado su prólogo y algunas páginas para que juzguemos. Sería conveniente que los revisara una persona especializada, Zavala, por ejemplo). Pedro Mártir de Anglería, Décadas (parece que no será posible conseguir la edición preparada por Millares). Poesía azteca (Angel Garibay tiene una selección preparada y traducida, con prólogo y notas. Lo recomiendan Alfonso Caso y el profesor Barlow. Sería conveniente comunicarse con él). Juan Ramón Molina, Poesías (Rafael Heliodoro Valle ha convenido en hacerse cargo de la edición). Enrique Piñeyro, Biografías americanas. J.A. Portuondo se hará cargo.
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(SOLAPAS PARA LA V IDA DEL ALMIRANTE DE H ERNANDO C OLÓN ) PUBLICADO POR LA COLECCIÓN BIBLIOTECA AMERICANA DEL FCE DE MÉXICO .
Don Hernando Colón, hijo segundo de Cristóbal Colón, fue figura representativa del Renacimiento: se distinguió como jurisconsulto, cosmógrafo, viajero, bibliófilo y hombre de letras, y contribuyó en gran manera establecer y guardar las tradiciones de su familia, desde entonces célebre. En esta obra se nos revela en otra faz de su talento, como historiador de una vida que parece legendaria, ya que en ella se juntan a las más grandes hazañas y glorias los mayores infortunios. El padre es el héroe de esta epopeya; el hijo es su narrador impar. No es probable que se conservara noticia de muchos hechos de la vida del Almirante si don Hernando no los consignara en su libro, con empeño de veracidad: que “si en esta obra mía –dice- se hallare algún defecto, no será el
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que padecen la mayor parte de los historiadores, que es la poca e incierta verdad de lo que escriben”; y aseguran recogido los datos que aporta “de los escritos y cartas que quedaron del mismo Almirante, y de lo que yo vi, estando presente”. Al emprender el Almirante su cuarto viaje, llevó de compañero a don Hernando, que apenas contaría catorce años. Aquel viaje bien merece el nombre de odisea. Durante largos días los navegantes, envueltos en furiosa tempestad, no vieron brillar “cielo ni estrellas” y por instantes creyeron sepultarse en el mar con sus navíos. El Almirante, aunque postrado por implacable enfermedad, gobernaba sagazmente hombres y barcos; don Hernando se conducía con entereza “como si hubiese navegado ochenta años”; y como en la antigua historia de Ulises, no sólo tuvieron, padre e hijo, que arrostrar la ira del océano, sino la turbulencia de los tripulantes de sus escasas naves. A este viaje, el más azaroso y contrario, poco tiempo sobrevivió el Almirante. Más tarde, en su retiro de Sevilla, rodeado de su famosa biblioteca, don Hernando consagró largos años “al aumento de las letras” y a glorificar y despejar de inmerecidas sombras la memoria del Almirante. Hasta qué punto consideró que su existencia estaba ligada a la de su ilustre padre, nos lo revelan estas palabras del epitafio que quiso hacer y colocar sobre su propia tumba: “Aquí yace don Hernando Colón, hijo de don Cristóbal Colón, primer Almirante que descubrió las Indias, que… falleció a doce días del mes de julio de 1539, treinta y cinco años después del fallecimiento de su padre; ¡Rogad a Dios por ellos!”.
Tan acendrada devoción no puede menos de reflejarse en la obra. Por cada una de sus páginas cruza, magnífica, la figura del Almirante, como lo viera su joven hijo: “de más que mediana estatura”, de blancos cabellos, de modesto y grave continente, siempre digno y sereno, ¡enemigo de juramento y blasfemia” capaz de resolver con su genio y paciencia los más arduos problemas. Y muestra don Hernando herencia de mesura y discreción, pues ni admiración ni censura en forma violenta, sino que se sitúa a justa distancia de la exaltación exagerada del héroe y la exagerada denigración de sus detractores. En lo que obra tiene de autobiográfico y don Hernando es, a la par, historiador y personaje, nos tramite la freca impresión de su encuentro con la realidad desconocida, tan entremezclada con la fábula que no era fácil determinar sus límites. En el fondo y estilo conserva el asombro ingenuo, la fe en posibilidades mágicas; pero despuntan, aquí y allá, las perspicaces dudas que, en aquel choque sorprendente de la leyenda con el hecho histórico, va sugiriendo al autor su buen sentido, y rivaliza don Hernando con el Almirante en la vivacidad y exactitud de observación y pintura de la nueva naturaleza y gentes, maravilla verdadera superior a toda fantasía. Esta obra de importancia esencial fue publicada en italiano en el siglo XVI y ha tenido pocas ediciones en castellano. La nueva y depurada traducción en que este volumen ofrecemos se debe al erudito español Ramón Iglesia, que tan alta reputación ha alcanzado por sus trabajos en el Centro de Estudios Históricos de Madrid, sus libros El hombre Colón y otros ensayos y Cronistas e historiadores de la conquista de México y otros maduros estudios.
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De manera sencilla y sobria, fiel a la del autor original, se conserva en esta versión la genuina belleza de una obra hermosamente escrita y sentida; obra que, como ha dicho Washington Irving, es “piedra fundamental de la historia del mundo americano”. Esta es una reunión feliz, porque celebra una preciada realización: La de una vida que alcanza hoy una cumbre, en serie de realizaciones que ha de continuar su marcha ascendente. Una vida consagrada al servicio de los seres humanos. No es frecuente que servicio tal pueda rendirse en tantas y tantas varias formas a la vez. En Mirta se reúnen la inspiradora voz de la poetisa, el recto criterio de la ensayista docta y profunda, la firmeza moral de la luchadora infatigable en las lides políticas y sociales, y la generosa comprensión y donde si misma de la maestra que sabe medir el alcance de la obra educadora. Y aún, si nos atrevemos a entrar en terreno más íntimo, en su vida privada encontramos la inquebrantable devoción que ha sabido siempre consagrar, abnegadamente, a familiares y amigos. Rasgos son estos que definen y erigen ante nuestra admiración una personalidad ejemplar. Admiración y cariño mueven a rendirle hoy homenaje. Nosotros, los que aquí en la Universidad tenemos la fortuna de ser sus compañeros y sus discípulos, queremos, al ofrecérselos, expresarle nuestro deseo de que siempre vea premiados sus altos méritos y esfuerzos y de que siga siendo nuestra compañera muchos años por venir. Creo que al decir esto, debo hablar muy señaladamente en nombre de los alumnos. No me corresponde el mérito de haber sido maestra de Mirta (muy poco, si algo, he podido ayudar a la formación de quien nació dotada para formarse a si misma y a otros: pero si he podido contribuir a la formación de discípulos que lo han sido míos y lo son de ella. Al brindar hoy por la presente y la futura dicha de Mirta, quiero dirigir una exhortación a esos discí-
pulos, con las palabras que José E. Rodó puso en boca del viejo maestro de su parábola: Brindemos por quien me ha vencido, con Honor, en vosotros.
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Í NDICE
ONOMÁSTICO
A Acevedo, Eduardo Díaz 217 Acosta, José de 224 Addington, Henry 193 Agramonte, Roberto 215, 224 Agüero, Riva 208, 224 Aguiar, Enrique 161, 165 Alarcón Ruíz, Juan de 222 Alberto-Torres, Halcisa 211 Alejandro el Grande 123 Alencar, José del 216 Alighieri, Dante 18, 22, 91, 103, 106 Alonso, Manuel Antonio 217 Alvarado, José Sánchez 225 Alvear 198 Amderson, Enrique Imbert 221 Amenofis III 124 Amiama, Manuel A. 161 Ammannati, Bartolomeo 15 Amrú 121 Andara, José Bonifacio de 211 Andranin, Andrea 13 Andreoni, Joao Antonio 223 Anglería, Pedro Mártir de 225 Antequera, José 180 Apuleyo 101 Aquitania, Alienor de 102 Arciniegas, Germán 225 Archambault, Pedro M. 165
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Camila Henríquez Ureña
Aristóteles 105 Arnaiz y Freg, Luis 210, 223 Arrate y Acosta, José Martín Félix de 223 Assis, Machado de 210, 222 Assurbanipal 122
B Banavente, Fray Toribio de 220 Bandinelli 15, 20 Baralt, Rafael María 214 Barberini, Juno 30, 31, 140, 141 Barboa, Ruy 214 Barco Centenera, Martín del 224 Barco Centenera, Msrtín 213 Barlow, Robert 220 Barrera Vázquez, Alfredo 220 Bassano 11, 14, 41 Batista Alberti, León 18 Batres Montúfar, José 218 Bautista, Juan Alberdi 216 Bautista, Juan Tupac Amaru 182 Bazil, Osvaldo 161 Becerra, José Carlos 202 Bécquer, Gustavo Adolfo 58, 75, 109 Bellini, Giovanni 7, 12, 13 Bello, Andrés 198, 209, 218, 221 Benarós, León 220 Benassi, Memo 12 Benites, Leopoldo 217, 224 Berbeo, Juan Francisco 181 Bermúdez, Federico 161 Bernardo, José Couto 209, 219
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obras y apuntes
Berni, Antonio 45, 49 Bernini, Gian Lorenzo 26, 30, 31 Berroa, Quiterio Canelo 169 Bidó, Augusto Franco 169 Bigatti, Alfredo 45 Bilbao, Francisco 216 Bilivert, Giovanni 20 Billini, Francisco Gregorio 161 Billini, Miguel 164 Blest, Alberto Cana 216 Bolívar, Simón 173, 182, 196, 198, 200, 201, 202, 203, 209 Boltraffio 7, 9 Bonaparte, Napoleón 190 Bondome, Giotto di 17 Bonifacio 12 Borelli, Lyda 5 Borgognone, Ambrogio 9 Bosch, Juan 161, 165, 168 Boticelli 16, 20, 32 Botta, Carlo 18 Bourget, Paul 109 Brache, Elías 42 Brau, Salvador 214 Brigatti 48 Brissot 189 Brueghel, Giovanni 8 Brunelleschi, Filippo 24 Brunet, Marta 46 Bruno, Giordano 172 Bulter 49
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Camila Henríquez Ureña
C Caballero de Florián 108 Cabral, Manuel del 161 Caillet-Bois, Julio 208, 224 Cajigal, Juan Manuel de 186 Caldas, Francisco José de 225 Calderón de la Barca, Pedro 96, 143, 145, 207 Cambises 124, 127 Canova, Antonio 8, 13, 18, 26, 30, 33 Carere 33 Carlos III 180 Carlos, José Mariategui 216 Carlos, José Mariátegui 221 Caro, Miguel Antonio 198, 216 Caro, Rodrigo 79 Carrasquilla, Tomás 216 Carriera, Rosalba 13 Casal, Julián del 218 Casas, Fray Bartolomé de las 205, 223 Caso, Alfonso 225 Cassioli 17 Castillo, Rafael Justino 168 Catalina de Rusia 188 Cataneo, Danese 13 Cavo, Andrés 225 Cervantes Saavedra, Miguel de 52, 59, 76, 105, 106 Cestero, Tulio Manuel 161 Cieza de León, Pedro 220 Ciillet-Bois, Julio 219 Ciro 122, 124, 126 Cittadini 49
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obras y apuntes
Clavijero, Francisco Javier 210 Cleomenes 16 Cochrance, Stuart 185, 195 Colón, Cristóbal 33, 57, 58, 174, 175, 205, 223 Colón, Diego 58 Colón, Fernando 206, 219 Colón, Hernando 227, 228 Colson, Jayme 165 Condorcanqui, José Gabriel 180 Contarini, Giovanne 12 Contín Aviar, Pedro René 161 Corneille, Pierre 184 Corral, Pedro del 107 Cortés, Hernán 55, 100, 206, 221 Cosme I 15 Cruz, Sor Juana Inés de la 220 Cuervo, Rufino José 211 Cueva, Juan de la 76
CH Chacón y Calvo, José María 225 Champollion, Jean François 5 Chardon 49 Charro, Domínguez, Francisco 161 Chateaubriand, François René de 109 Chávez Orozco, Luis 222 Chumacero, Alí 218
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Camila Henríquez Ureña
D Da Vinci, Leonardo 5, 7, 8, 9, 10, 16, 29, 112 Damirón, Rafael 161, 164 Darío, Ruben 217 Darío, Rubén 211, 215 Deligne, Gastón Fernando 161 Deligne, Rafael 161 Descalzi 49 Díaz del Castillo, Bernal 220 Díaz, Gustavo Adolfo 169 Díaz Ordóñez, Virgilio 161 Díaz, Roberto García 68 Díaz, Salvador Mirón 217 Díaz Thomé, Hugo 220, 223 Donatello 14, 15, 17, 18, 21, 24 Donato Montorfano, Giovanni 8 Donnay, M. 7 Donoso, Ricardo 219 dos Passos, John 109 Duguesclin, Bertran 107 Dumas 104, 109 Dumbar, Ella Temple 208 Dumouriez 189 Duque de Rivas 109 Duque Fernando de Génova 5 Durero, Alberto 13 Duse, Eleonora 12
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obras y apuntes
E Ebers, George 110 Echevarri, Delia 46 Eguren, José María 225 Eliot, George 110 Emerson 100 Enrique Apolinar Henríquez 168 Enrique de Trastamara 59 Enrique IV 96, 137 Eratóstenes 112 Espejo, José 185 Espinosa Pólit, Aurelio 219 Esquilo 101, 172 F Fantacchiotti 18 Farobini, Federico 33 Federico el Grande 150, 188 Federico García Godoy 164 Felipe II 179 Felipe, León 100 Félix, José Rivas 223 Fenelón 108 Fernández de Castro, José Antonio, 224 Ferrero, Guillermo 99 Fiallo, Fabio 167 Fidias 27, 30 Fiesole, Mino de 17 Figari, Pedro 49 Flaubert, Gustavo 109, 110 Florentino, Alejandro 23 Forner, Raquel 45
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Camila Henríquez Ureña
Foscari 13 France, Anatole 100 Freites Roque, Arturo 164 Frosnio, Fra Bartolomeo de 21
G Galán, José Antonio 181 Galdames, Héctor 48 Galdames, Manuel 38 Galileo 18 Galván, Manuel de Jesús 162 Gallori 31 Gaos, José 209, 221 García Godoy, Héctor 167 García Icazbalceta, Joaquín 208 García, J. Icazbalceta 219 Garibay, Angel 225 Gatón Arce, Freddy 162 Gautier, Théophile 110 Gaye, Ernesto 68 Ghirlandagio 15, 16, 23 Giorgione 20 Giovane, Palma 12 Giró, Valentín 162 Giuliano 17 Godoy, García, Federico 162 Gómez, Antonio Robledo 222 Gómez de Avellaneda, Gertudris 209 Gómez, Gertrudis de Avellaneda 221 Goncalves, Antonio Díaz 217 Goneu 49 González, Manuel Prada 215
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obras y apuntes
Goya y Lucientes, Francisco de 48 Greco 48 Gregorio, Francisco Baillini 217 Gregorio, Francisco Billini 164 Grimani 13 Groussac, Paul 214 Gual, Manuel 181, 192 Guerin, M. de 109 Guevara, Fray Antonio de 108 Güiraldes, Alberto 49 Guitérez, Manuel Nájera 216 Gustioz, Gonzalo 60 Gutiérrez, Gramajo 49 Gutiérrez Nájera, Manuel 218 Guzmán, Eulalia 221 H Hanke, Lewis 223 Hateser 124 Heliodoro, Rafael Valle 225 Henríquez Carvajal, Federico 162 Henríquez Castillo, Luis 166 Henríquez de Guzmán, Alonso 224 Henríquez, Enrique 162, 168 Henríquez, Max Ureña 222 Henríquez Ureña, Camila 162 Henríquez Ureña, Max 162, 165 Henríquez Ureña, Pedro 162 Heredia, José María 217, 225 Hernández Franco, Tomás 162 Hernández, Gregorio 79 Herrera y Tordecillas, Antonio 210 Hidalgo, Elvira de 9
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Camila Henríquez Ureña
Homero 101, 106 Honorio, José Rodríguez 223 Hostos, Eugenio María de 215, 221 Hugo, Víctor 109 Humboldt, Alejandro de 225 I Iglesia, Ramón 219, 220, 223 Incháustegui Cabral, Héctor 162 Irizarri, Antonio José 217 Irurtia, Rogelio 45 Irving, Washington 230 Isaacs, Jorge 208, 221 Isabel la Católica 57, 100
J Javier, Francisco Pirela 182 Jenofonte 101, 108, 126 Jesús Galván, Manuel de 211 Jiménez, Miguel Angel 162 Jiménez, Ramón Emilio 168 Joaquín, José Olmedo 209 Jordaens, Jacob 8 José II 188 José María de España 181 José Ramón López 168 Josefa, Francisca de la Concepción 221 Juan de Bolonia 15 Juan II 96
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obras y apuntes
K Kalidasa 101 Kefren 123 Keops 123 Kinlay, Mac 225 Kisling 48 Koncaxo, Pedro 214 L Lamartine, Alphonse de 188, 189 Landonai 23 Lastarria, José Victorino 216 Latghan, Ricardo 216 Le Riverend, Julio 210, 223 Lebrón Saviñón, Mariano 162 León, Francisco de 180 León Mera, Juan 211, 217, 224 León X 15, 31 Leopardi, Alessandro 13 Lippi, Filippo 16, 23, 24, 29, 31 Lizaso, Félix 224 Locay Polanco, Ramón 166 Lohmann, Guillermo Villena 220 Longhi 13, 14 López, José Ramón 164 López Lira, Enriqueta 210 López, Narciso 191 López-Lira, Enriqueta 220, 221 Lord Byron 109 Lord Chathan 192 Lozano, Pedro 224
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Camila Henríquez Ureña
Lualdi, Adriano 10 Lugo, Américo 68, 162, 167, 221 Luini, Bernardino 7, 9 Luis, Alvaro 210 Luis Mora, José María 210, 223 Luz y Caballero, José de la 224
M Magariños Cervantes, Alejandro 217 Magni 7 Mahon, Mac 6 Maiano, Benedetto de 15 Malagón, Xavier 222 Mansilla, Lucio Victorio 208, 219 Manzini, Henry 109, 174, 184, 187 Maratí, Ita 214 Marchesi 8 Marengo, Isabel 44 María de Francia 102 Marrero Aizti, Ramón 165 Marrero Aristy, Ramón 162 Martí, José Julián 172, 209, 224 Martín, Carlos 49, 221 Martínez Estrada, Ezequiel 46 Martínez, José Luis 218 Martínez Montañés, Juan 79 Mason, James 69 Matos, Gregorio de 213, 224 Matto de Turner, Clorinda 210, 221 Maya, Rafael 217
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obras y apuntes
Mecerino 123 Medici, Cosme de 18 Mejía Glas, José Manuel 162 Mejía, Gustavo Adolfo 169 Mendieta, Jerónimo de 223 Mendoza, Angélica 45 Mendoza, Daniel 217 Mengoni 6 Michelangelo 20 Michelet, Jules 189, 203 Michelozzi 17 Mieses Burgos, Franklyn 162 Miguel Angel 15, 16, 17, 18, 21, 22, 30, 32 Miguel Angel Moa 165 Millares, Agustín 208, 219, 222 Mir, Pedro 162 Miranda, Francisco de 70, 171, 172, 186, 210 Miró, Gabriel 50 Miró Quesada, Aurelio 220 Moao, Patué 169 Modigliani, Amedeo 48 Molina, Juan Ramón 225 Mompox, Fernando de 180 Montalvo, Juan 215, 224 Monte, Domingo del 216, 224 Monte, Félix María del 162 Monte y Tejada, Antonio del 214 Monteverde, Domingo 200 Montúfar, Manuel 210 Moreal, Emilio 162 Moreno, Gabriel Rene 213
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Camila Henríquez Ureña
Morosini, Michele 13 Moscoso Puello, Francisco 162 Moscoso Puello, Francisco E. 165
N Nabucodonosor 122 Nainta, Abelardo 167 Napoleón 8, 20, 190, 198 Napoleón III 6 Nariño, Antonio 185, 186, 198 Neckp 124 Nolasco, Sócrates 162 O O´Higgins, Bernardo 198 Oggiono, Marco da 7, 9 O’Gorman, Edmundo 224 Oliveiro, Alberto 217 Olmedo, José Joaquín 219 Olmedo, José Joaquín 218 Orcagna, Jacobo 17 Ordoñez, Pedrito 68 Orozco y Berra, Manuel 208, 211, 222 Ortea, Virginia Elena 168 Otón, José Manuel 218 Otricoli 30 Ovidio 112
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obras y apuntes
P Padilla, Juan de 180 Palma, Ricardo 208, 221 Passaglia, Augusto 17 Pellegrini, Carlos 49 Pellerano Castro, Arturo B. 162 Penson, César Nicolás 162, 168 Perdomo, Apolinar 163 Perdomo, Josefa Antonia 163 Pereira, Astrogildo 213, 214, 224 Pérez Alfonseca, Ricardo 163 Pérez, Fray Juan 57 Pérez, José Joaquín 163 Pérez, Vicente Rosales 216 Pericles 50, 171 Perozo, César N. 169 Perse, Saint-John 110 Perugino, Pietro 16, 32 Pesaro, Giovanni 13 Petion 188, 189 Petorutti, Emilio 49 Petronio 101 Picón, Mariano 209, 214 Pichardo, Furcy 169 Pichardo, José María 164, 169 Pinzón, Martín 57, 58 Piñeyro, Enrique 225 Pitt, William 191 Platón 101 Plinio 30, 51 Poey, Felipe 209, 215 Poinsett, Joel Roberts 222 Ponte, Jacopo da 9
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Camila Henríquez Ureña
Popham, Home 194 Porras, Raul Barrenechea 220 Portalatín, Aida Cartagena 163 Portuondo, J.A. 225 Posada, Eduardo 214 Praga, Marco 12 Praxíteles 16 Príncipe Potemkine 188 Prudhomme, Emilio 163 Psamético 124 Puccinelli, Jorge 208, 221 Pueyrredón, Prilidiano 49
Q Quercieta, Giulio 12 Quinquella 49 Quiñónez, Francisco Mariano 214
R Racine, Jean Baptiste 184 Rafael 7, 9, 16, 20, 24, 26, 29, 30, 31, 32, 56 Ramírez, Ignacio 215 Ramsés II 124 Raynal 184 Read, Horacio 164 Recinos, Adrián 210, 219 Rembrandt 8 Reni, Guido 16, 24, 29, 30, 32 Requena, Andrés Francisco 163, 165 Restrepo, Félix 211 Rey Darío 124
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obras y apuntes
Reyes, Alfonso 222 Ricart, Leticia 42 Ricci, Stefano 18 Riccio Gianpetrino, Pietro 9 Rimski-Kórsakov, Nikolái Andréievich 44 Robbia, Luca della 17 Robertson, William 177 Rodenbach, Georges 109 Rodin, Auguste 21, 47, 48 Rodó, José Enrique 215 Rodríguez, Abelardo 67 Rodríguez Lobo, Francisco 105 Rodríguez Objío, Manuel 163 Rojas, Angel F. 224 Roldán, Pedro 79 Romanetti 24 Romano, Giulio 26, 32 Rosselli 32 Rossi, Vicenzo 15, 17, 18 Rossini, Gioacchino Antonio 4, 18 Rousseau, Jean-Jacques 145, 184 Rubens, Petrus Paulus 7, 25, 28, 49 Rueda, Lope de 76 Rueda, Manuel 163 Ruggeri, Ruggero 5 S Sabat Ercasty, Carlos 215 Salaino 7, 9 Salas, Picón 210 Salazar, S. Bondy 222
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Camila Henríquez Ureña
Samper, Ricardo 197 Sánchez, Florencio 46 Sánchez, Luis Alberto 215 Sánchez Lushino, Ricardo 169 Sanguily, Manuel 214 Sanín Cano, Baldomero 219, 224 Sansovino 13, 17 Santos, José Chocano 218 Sargón I 123 Sargón II 122 Sarmiento, Domingo Faustino 215, 220 Sciuti, Giusseppe 33 Scott, Walter 109 Scout, Walter 108, 109 Schiller, Friedrich von 109 Segura, Manuel Ascensio 222 Selinas, Pedro 211 Senaquerib 122, 124 Sesostris 5, 124 Sesto, Cesare da 7 Seviñón, Altagracia 163 Shikibu, Murasaki no 127 Sibellino, Antonio 45 Sierra, Justo 208, 209, 222 Signorelli, Luca 20 Silva, José Asunción 217, 219 Sócrates 126, 168, 169 Sodini 15 Sófocles 174 Solario, Andrea 7 Solís, Antonio de 210, 221 Solórzano Pereira, Juan de 222 Spencer Fernández, Antonio 161
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obras y apuntes
Spinazzi, Innocenzo 18 Stanwick, Bárbara 69 T Tacca 24 Tauro, Alberto 221 Teglatfalasar III 122 Teresa de Mier, Fray Servando 223 Thierry, Agustín 99 Ticiano 11, 13, 19, 26, 28, 29, 32 Tiepolo, Giovanni Battista 9, 14, 19 Tintoretto 11, 12, 14, 19, 24, 28 Tito Livio 99 Tiziano 9 Tolentino, Rafael Cesar 167 Toribio Medina, José 210, 219 Toro, Fermin 217 Torre, Carlos de la 209, 215 Tousaint, Manuel 209 Toussaint, Manuel 219 Tresa de Mier, Fray Servando 210 Troncoso de la Concha, Manuel de J. 168 Troyes, Chrestien de 102 Tsin Clu Hoang-ti 125 Tura, Cosimo 13 Turguenev, Iván Serguéievich 107 Tutmés III 124
U Ugoz, Cassioli 18 Ulloa, Antonio de 225
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Camila Henríquez Ureña
Ureña de Henríquez, Salomé 163 Ureña de Mendoza, Nicolás 163 Uribe, Susana 208, 222 Uslar Pietri, Arturo 223 V Valdés, Juan de 104 Valencia, Guillermo 217, 224 Valencia, Manuel María 163 Valero, Manuel 163 Valle, José Cecilio del 216 Van Dyck, Anthony 8 Varona, Enrique 209, 215, 224 Vasari, Giorgio 15, 18, 19, 24 Vecchio, Palma 12, 26, 28 Vechioli 45, 49 Vega Battle, Julio 169 Vega, Garcilaso de la 60, 107, 220 Vega, Lope de 96, 143 Vejerano, Jorge Luis 210 Vélez de Guevara, Luis 59 Veloz Maggiolo, Mario 165 Veronese, Paolo 11 Vicente, Juan González 223 Vicentino, Andrea 12 Victórica 49 Vigil Díaz, Otilio 163 Vigny, Alfredo de 109 Virgilio 101 Vitier, Medardo 224 Vittorio Emmanuele II 6 Vittorio Emmanuel II 25 Vlamiki 101
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obras y apuntes
Vlaminck, Maurice de 48 Voltaire 184 W Wagner, Richard 13, 102 Ward, H.G. 220 Wells, Herbert George 122 Wilcken 104 Y Yánez, Agustín 216 Z Zapiola, José Matías 198 Zavala, Jesús 218 Zavala, Lorenzo de 222 Zea, Leopoldo 209 Zoa, Leopoldo 222 Zola, Émile 109 Zorrilla, Juan 217
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Í NDICE
GENERAL
I. DIARIOS DE VIAJES ......................................... 1 VIAJE A ITALIA ........................................................ 3 VIAJE A SURAMÉRICA ........................................... 35 VIAJES A CANARIAS ............................................... 51 VIAJES DE LA HABANA A SEVILLA 1953 ........ 63 FIESTA EN SEVILLA (1953) ................................... 75
TEMAS DE HISTORIA Y SOCIEDAD ............ 85 Visión general de la sociedad medieval ..................... 87 Edad Media española .................................................. 95 Concepto de la novela histórica. Sus diferentes tipos. Su desarrollo histórico. Leyenda e historia. ... 99 Historia de la música ................................................... 129 Publicaciones y escritores dominicanos ..................... 161 Francisco de Miranda, El Precursor .......................... 171 Informe sobre la Biblioteca Americana del FCE ..... 205 Solapas para la Vida del Almirante de Hernando Colón) ......................................................... 227
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