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Latin Pages 564 [568] Year 2012
17 TRACTATUS DE LEGIBUS AC DEO LEGISLATORE
CORPUS HISPANORUM DE PACE SEGUNDA SERIE
Liber VI: De interpretatione, cessatione et mautatione legis humanae
FRANCISCO SUÁREZ
TRACTATUS DE LEGIBUS AC DEO LEGISLATORE Liber VI: De interpretatione, cessatione et mutatione legis humanae
ISBN 978-84-00-09611-3
CSIC
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
DE LEGIBUS Liber VI: De interpretatione, cessatione et mutatione legis humanae
CORPUS HISPANONORUM DE PACE
Segunda serie
Volumen 17
Director Jesús María García Añoveros (CSIC) Secretario Cristobal Robles Muñoz (CSIC) Comité editorial Carlos Baciero González (CSIC) Jesús Cordero Pando (Universidad Complutense de Madrid) Francisco Gómez Camacho (Universidad Pontificia Comillas de Madrid) Consejo asesor Ana María Barrero García (CSIC) Javier Barrientos Grandón (Universidad Diego Portales de Santiago de Chile) Manuel Cabada Castro (Universidad Complutense de Madrid) Aires Nascimento (Universidad Nova de Lisboa) Miguel Anxo Pena González (Universidad Pontificia de Salamanca) Javier Monserrat Puchades (Universidad Autónoma de Madrid) José María Soto Rábanos (CSIC)
FRANCISCO SUÁREZ
TRACTATUS DE LEGIBUS AC DEO LEGISLATORE Liber VI: De interpretatione, cessatione et mutatione legis humanae Edición crítica bilingüe por C. Baciero y J. M. García Añoveros
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS MADRID, 2012
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
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© CSIC © C. Baciero y J. M. García Añoveros NIPO: 723-12-178-4 e-NIPO: 723-12-179-X ISBN: 978-84-00-09611-3 e-ISBN: 978-84-09612-0 Depósito Legal: M-38668-2012 Impreso en: Gráficas Loureiro, S.L. Impreso en España. Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado TCF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.
ÍNDICE
Presentación . ....................................................................................................................................
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Abreviaturas y siglas .....................................................................................................................
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TRACTATUS DE LEGIBUS AC DEO LEGISLATORE. LIBER VI: DE INTERPRETATIONE, CESSATIONE ET MUTATIONE LEGIS HUMANAE Prooemium ........................................................................................................................................ Caput I. De ratione recte interpretandi legem humanam .................................. Caput II. De extensione in legibus humanis per earum interpretationem .... Caput III. De extensione legis ad casum non comprehensum sub aliqua verborum significatione ............................................................................... Caput IV. Expendiuntur nonnula dubia circa extensionem legis ...................... Caput V. De restrictione legis per interpretationem ............................................. Caput VI. De cessatione obligationis legis in particulari contra verba legis . .. Caput VII. De excusatione legis per epikeiam . ......................................................... Caput VIII. De usu epikeiae sine recursu ad principem .......................................... Caput IX. De cessatione legis causa cessante . ......................................................... Caput X. De dispensatione in lege humana ............................................................. Caput. XI. De effectibus dispensationis humanae legis ......................................... Caput. XII. De materiali causa dispensationis ............................................................ Caput XIII. De forma dispensationis humanae legis ................................................ Caput XIV. De potestate ordinaria dispensandi et commutandi in legibus humanis .............................................................................................................. Caput XV. Dubia circa potestatem inferiorum in legibus humanis ................... Caput XVI. De potestate ordinaria dispensandi et commutandi ........................... Caput XVII. De potestate delegata ad dispensandum in legibus humanis . ........ Caput XVIII. De iustitia causae ad iustam dispensationem ....................................... Caput XIX. De validitate dispensationis legis humanae sine iusta causa . ........... Caput XX. De cessatione dispensationis cessante causa . ......................................
16 18 46 58 90 110 126 138 156 176 202 222 236 252 282 300 316 330 348 382 408
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ÍNDICE
Caput XXI. De nullitate sive invaliditate dispensationis . ........................................ Caput XXII. Quando obtenta dispensatio sit subreptitia ........................................... Caput XXIII. Quae taciturnitas invalidat dispensationem .......................................... Caput XXIV. De dispensatione ab uno vinculo tacitis alii ............................................. Caput XXV. De abrogatione legis ...................................................................................... Caput XXVI. Quis possit legem abrogare ......................................................................... Caput XXVII. Quibus modis fit abrogatio et de effectibus eius ................................. Índice de fuentes ............................................................................................................................. Índice de conceptos .......................................................................................................................
434 442 450 478 492 506 532 555 561
PRESENTACIÓN
El equipo de investigación de la Colección Corpus Hispanorum de Pace (CHP) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas ofrece a nuestros lectores en el presente volumen la continuación de la edición crítica bilingüe del Tractatus de legibus ac Deo Legislatore [Tratado sobre las leyes y sobre Dios Legislador] de Francisco Suárez. En él se ofrece concretamente el libro VI de dicho Tratado que lleva por título De interpretatione, cessatione et mutatione legis humanae [Sobre la Interpretación, cese y cambio de la ley humana]. Dentro de él adquiere un papel de capital importancia el tema concreto de la dispensa de la ley con todas sus implicaciones tanto en el ámbito estrictamente jurídico como en todos los demás aspectos que atañen a la vida humana. Suárez lo estudia, pues, en el presente libro VI de su obra con la profundidad y exhaustividad característica e inseparable de él. Como en los volúmenes anteriores se ha llevado a cabo en primer lugar la fijación crítica del texto suareciano depurándolo de las erratas o errores que inevitablemente, en cierta medida, se han venido acumulando a lo largo de las diversas ediciones. Para la fijación crítica y definitiva del texto se han tenido ante todo en cuenta, como es obvio, la edición príncipe de Coimbra de 1612, así como las dos ediciones que se publicaron un año después y, por tanto, todavía en vida del propio Suárez. Nos referimos a las ediciones de Lyon y de Amberes. Así mismo, se han tenido en cuenta, cuando su consulta parecía conveniente o necesaria, los manuscritos de las lecciones explicadas en clase por Suárez en Coimbra entre los años 1601 y 1603. Ha sido también importante y en ocasiones no poco laboriosa la búsqueda y verificación rigurosa de todas las obras citadas por Suárez; citas, por otra parte, no siempre verificadas por él personalmente, ya que reproduce a veces los mismos errores de la fuente consultada. En un alto tanto por ciento de los casos dudosos se ha logrado despejar la duda. Como en los volúmenes anteriores, ofrecemos una traducción española en la que se ha buscado no sólo la fidelidad rigurosa al pensamiento de Suárez, sino también un lenguaje de corte moderno y de fácil lectura, de manera que el lector tenga la impresión, en cuanto al estilo y dentro de lo posible, de que tiene en sus manos un tratado de nuestra época.
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Presentación
La edición crítica bilingüe del presente volumen ha sido preparada bajo la supervisión y dirección del doctor Jesús María García Añoveros, director de la Colección. En la verificación de las fuentes jurídicas, teólogicas y filosóficas y en la traducción y fijación del texto agradecemos la colaboración de investigadores especialistas en la materia del CSIC. Así mismo, el doctor Carlos Baciero ha elaborado el Índice de fuentes y el Índice de conceptos. La traducción española del texto latino ha sido supervisada por el doctor Carlos Baciero.
ABREVIATURAS Y SIGLAS
a. A Act BAC C *C C. c. CSEL CCSL CHP COD cap. cent. Cfr. Clem. col. Comp concl. cons. D d. decis. disp. Dt dub. Epist. Ex Extra. f.
= = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = = =
Articulum Authenticae Acta Apostolorum Biblioteca de autores cristianos Codex Iustiniani Novellae Iustiniani Authenticae Codici Insertae Causa Canon Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum Corpus Christianorum Scriptorum Latinorum Corpus Hispanorum de Pace Conciliorum Oecumenicorum Decreta Capitulum Centuria Confert Clementis Papae V Constitutiones Columna Compilatio antiqua Conclusio Consilium Digesta Iustiniani Distinctio Decisio Disputatio Deuteronomium Dubitatio Epistola Exodus Com. Extravagantes communes Folium
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abreviaturas y siglas
hom. = Homilia I = Institutiones Iustiniani I II = Summa theologica, prima secundae II = Summa theologica, secunda secundae illat. = Illatio indict. = Indictio In VI = Liber Sextus Decretalium Domini Bonifacii Papae VIII l. = Lex Lc = Lucas lect. = Lectio lib. = Liber lit. = Littera Mansi = Sacrorum Conciliorum Collectio Mt = Mateo n. = Numerum N = Novellae Iustiniani NR = Nueva Recopilación de las Leyes destos Reynos N Th = Novellae Theodosii Nah = Nahum not. = Notabilia ORC = Ordenanazas Reales de Castilla p. = Página P. = Partida PG = Patrologia graeca PL = Patrologia latina part. = Parte probat. = Probatione q. = Quaestio r. = Recto Rom = Epistola ad romanos rubr. = Rubrica sect. = Sectio s.a. = Sin año s.f. = Sin foliación s.l. = Sin lugar sess. = Sessio t. = Tomus tit. = Titulus tract. = Tractatus v. = Vuelto verb. = Verbum vers. = Versiculus Vivès, F. Suárez, Opera omnia, ed. Parisiis, apud L. Vivès, 1856, 28 vols. vol. = Volumen X = Decretales Domini Gregorii Papae IX
TRACTATUS DE LEGIBUS AC DEO LEGISLATORE LIBER SEXTUS DE INTERPRETATIONE, CESSATIONE ET MUTATIONE LEGIS HUMANAE
TRATADO SOBRE LAS LEYES Y DIOS LEGISLADOR LIBRO SEXTO INTERPRETACIÓN, CESE Y CAMBIO DE LAS LEYES HUMANAS
[PROOEMIUM]
Diximus in tribus libris proxime praecedentibus de omnibus quae spectant ad rationem et efficaciam legis, tam civilis quam canonicae, et ad quasdam earum generales species, quae omnes mutationem admittunt, et ideo priusquam de iure humano non scripto vel de privato dicamus, de mutatione legis humanae scriptae dicendum est, simulque canonicam et civilem comprehendemus, quoniam utraque mutationem admittit, et doctrina quoad hanc partem communis est ac fere uniformis. Distinguendae autem sunt variae mutationes, quae in humana lege fieri possunt; potest enim mutari interdum quasi ab intrinseco et de se, aliquando vero ab extrinseco agente, et utraque mutatio accidere potest vel in parte solum vel in tota lege. Dico autem legem mutari ex se et ab intrinseco quando ex defectu materiae vel finis aut rationis eius obligatio cessat. Et quando hoc contingit tantum in parte seu in particulari occasione, dicitur legis interpretatio seu aequitas aut epiikia; quando vero integra mutatio accidit, cessatio dici potest et ita a nobis appellatur. Ab extrinseco autem mutatur lex quando per contrariam actionem aufertur eius obligatio; et si quidem id fiat ex parte, vocatur dispensatio, sub qua commutationem comprehendo; si autem fiat in tota lege, vocatur abrogatio seu irritatio aut ablatio legis. Ex quibus quattuor membra consurgunt sigillatim pertractanda: interpretatio, cessatio, dispensatio et abrogatio legis, quibus addi solet mutatio legis per additionem, ut constat ex divo Thoma (q. 97, art.. 11). Verumtamen, si additio legis fiat sine diminutione vel abrogatione praeexistentium legum, magis pertinet ad introductionem novae legis quam ad mutationem, de qua tractamus; et ideo nihil de mutatione illa nobis dicendum superest. Si autem lex nova antiquioribus deroget, iam non est pura additio, sed mutatio quae sub abrogatione comprehenditur, et ita quattuor illa membra sufficiunt. Et quod ad primum spectat, licet sola interpretatio per quam lex declaratur in speciali casu non obligare per epiikiam ad legis mutationem pertinere non videatur2 nihilominus ut illa melius intelligatur et propter materiae complementum operae pretium erit aliquid de interpretatione humanarum legum generaliter praemittere. 1 2
Thomas II II, 97, 1. En las ediciones se lee: pertinere videatur.
[PROEMIO]
En los tres últimos libros hemos hablado de todo lo que atañe al concepto y a la fuerza de la ley tanto civil como canónica y a algunas especies generales de ellas. Todas ellas admiten cambio. Por eso antes de hablar del derecho humano no escrito o del privado, hay que hablar del cambio de la ley humana escrita y englobaremos al mismo tiempo la civil y la canónica, puesto que una y otra admiten cambio y la doctrina con relación a este punto es común y casi uniforme. Pues bien, hay que distinguir las diversas clases de cambio que se pueden hacer en la ley humana. A veces pueden darse cambios desde dentro, por así decir, y de suyo; pero otras veces por obra de un agente externo. Ambos cambios pueden ocurrir sólo en parte de la ley o en la ley entera. Digo, pues, que la ley se cambia de suyo o intrínsecamente, cuando su obligación cesa por falta de la materia, del fin o de la razón. Cuando esto ocurre sólo parcialmente o en una ocasión concreta, se llama interpretación, equidad o epiqueya de la ley. Pero cuando el cambio es total, puede llamarse cese y así lo llamamos nosotros. La ley se cambia por obra de un agente extrínseco, cuando desaparece su obligación por una acción contraria. Pues bien, si esto se hace parcialmente, recibe el nombre de dispensa, en la cual incluyo el cambio; pero si se hace en la ley entera, recibe el nombre de abrogación, anulación o supresión de la ley. De aquí surgen cuatro partes que se han de tratar por separado: interpretación, cese, dispensa y abrogación de la ley; y a ellas suele añadirse la mutación de la ley por adición, como consta por Santo Tomás. Sin embargo, si la adición de la ley se hace sin merma o abrogación de las leyes preexistentes, atañe más a la introducción de una nueva ley que al cambio del que estamos tratando; por eso sobre ese cambio nada más nos queda por decir. Por el contrario, si la nueva ley deroga a las más antiguas, ya no hay mera adición, sino una mutación que se inscribe en la abrogación; y así bastan esas cuatro partes. Por lo que toca a la primera parte, aunque sola la interpretación —por la que se declara que la ley en un determinado caso no obliga por epiqueya— no parezca responder a una mutación de la ley, no obstante, para que se comprenda mejor y para completar la materia, valdrá la pena hacer alguna introducción general sobre la interpretación de las leyes humanas.
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LIBER VI: DE INTERPRETATIONE, CESSATIONE ET MUTATIONE LEGIS HUMANAE
CAPUT I De ratione recte interpretandi legem humanam quoad legitimum sensum eius 1. [Triplex legis interpretartio.] Triplicem legis interpretationem distinguere possumus ex glossa (in l. Si de interpretatione, D, De legibus3) et Panormitano et Decio (in c. 1, De postulatione praelatorum4), Sylvestro (verbo Interpretatio5), scilicet, authenticam, usualem et doctrinalem. Authenticam voco quae fit auctoritate illius qui potest legem condere; usualem quae consuetudine et ipso usu fit; et doctrinalem quae fit per doctrinam et auctoritate interpretum. Hic de hac tertia praecipue loquimur, et ideo breviter alias duas expediemus. Dicta vero glossa aliud membrum addit illius interpretationis, quae fit per sententiam iudicis; sed haec sub consuetudine includitur, ut patebit inferius loco suo6. 2. Dari posse interpretationem quae legis auctoritatem habeat. Primo ergo certum est dari posse interpretationem aliquam legis quae auctoritatem legis habeat, hanc vero fieri non posse nisi vel ab ipsomet legislatore vel successore vel superiorem iurisdictionem habente. Tota assertio facile probatur, quia interpretatio haec saepe est necessaria ad bonum commune et non excedit potestatem legislatoris; potest ergo cum auctoritate legis ab eo fieri, non vero ab inferiori qui legem ferendi non habet potestatem vel non talem ut cadat in actum superioris. Et hoc est quod dicitur in lege ultima [Si imperialis] (C, De legibus) omnem legis interpretationem ab imperatore datam, ratam et indubitatam habendam esse; et reddit rationem: quia si leges condere soli imperatori concessum est, etiam leges interpretari solo dignum imperio esse oportet7. Quod necesse est intelligi de hac interpretatione quam authenticam vocamus, de qua etiam dicitur in capite Inter alia (De sententia excommunicationis): Ut unde ius prodiit interpretatio quoque procedat8. Estque optimum et novum exemplum in motibus propriis Sixti V de illegitimis; nam per priorem de illis disposuit, per posteriorem vero priorem interpretatus est et uterque eandem legis auctoritatem habet. Digestorum seu Pandectarum Iuris civilis tomus primus (Lugduni 1539, f. 9r, lit. n). Philippus Decio, Commentaria super Decretalibus (Lugduni 1548, ff. 242v-243r, nn. 35-44). 5 Sylvester Prierio, Summa summarum quae Sylvestrina nuncupatur (Lugduni 1541, pars secunda, ff. 36v-37v). 6 En las ediciones de Coimbra y Lyon figura al margen: Vide Bartholum in l. Caesar, D, De publicanis et vectigalibus in repetitione n. 22, q. 3, de virtute huius verbi Interpretar, ubi multa de hac re. Francisco Suáre dedica todo el libro séptimo a la exposición de la costumbre bajo el título: De lege non scripta, quae consuetudo appellatur. 7 C 1.14.12 8 X 5.39.31. 3 4
LIBRO vI: INTERPRETACIÓN, CESE Y CAMBIO DE LAS LEYES HUMANAS
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CAPÍTULO I Método para interpretar correctamente la ley humana en su sentido legítimo 1. [Triple interpretación de la ley.] Una triple interpretación de la ley podemos distinguir según la Glosa del Digesto, Nicolás de Tudeschis , Filipo Decio y Silvestre Prierio; a saber, la auténtica, la usual y la doctrinal. Llamo auténtica a la que se hace con la autoridad del que tiene poder para dictar la ley; usual a la que se hace por la costumbre y por la misma práctica; y doctrinal a la que se hace dando doctrina y con la autoridad de los intérpretes. Aquí hablamos sobre todo de esta tercera; por eso expondremos con brevedad las otras dos. Pues bien, la Glosa citada añade otra parte de esa interpretación: la que se hace por sentencia del juez. Pero ésta va ya incluida en la costumbre, como se verá después en su propio lugar. 2. Es posible una interpretación que tenga autoridad de ley. En primer lugar, es cierto que puede darse alguna interpretación de la ley que tenga autoridad de ley; pero esa interpretación nadie más la puede hacer que el legislador mismo o su sucesor o el que tenga una jurisdicción superior. Toda esta tesis es fácil de probar. En efecto, esa interpretación con frecuencia es necesaria para el bien común y no excede la competencia del legislador. Luego puede hacerla con la autoridad de una ley. No la puede hacer, en cambio, un inferior que no tiene competencia para legislar, o no la tiene tal que alcance el ámbito de su superior. Y esto es lo que se dice en el Código, que toda interpretación de ley dada por el emperador hay que tenerla indudablemente por ratificada. Y da la razón: Porque si dictar leyes se ha concedido exclusivamente al emperador, es preciso también que el interpretar leyes sea asunto digno sólo del imperio. Esto hay que entenderlo de esa interpretación que llamamos auténtica. De ella se dice también en el capítulo Inter alia de las Decretales: Para que de donde brotó la ley, brote también la interpretación.Un ejemplo excelente y nuevo lo tenemos en los motus propios de Sixto V sobre los hijos ilegítimos. En efecto, en el primero publicó una disposición sobre ellos; en cambio, en el siguiente hizo una interpretación del primero, y ambos tienen la misma autoridad de ley.
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LIBER VI: DE INTERPRETATIONE, CESSATIONE ET MUTATIONE LEGIS HUMANAE
Est autem advertendum non tantum eandem personam posse hoc modo legem suam interpretari, sed etiam eandem sedem, ut ita dicam, seu successorem in eadem potestate, ut clare probatur in dicto capaite Inter alia. Et ratio est quia lex non procedit a persona nisi ut habente potestatem, et lex semper pendet ab eadem potestate in quacunque persona sit; ergo qui in eadem potestate succedit semper potest praedecessorum9 leges interpretari. Verum quidem est eundem hominem posse certius explicare suam mentem et sensum quem re vera habuit quando legem condidit, quia solus ipse voluntatem suam certo cognoscit; successor vero solum potest illam coniectare. Nihilominus tamen potest successor interpretari sensu in quo lex recipienda est et observanda, et hoc modo dicitur haec authentica interpretatio. Unde etiam manifestum est posse superiorem hoc modo legem inferioris interpretari quia non est necesse ut attingere certo possit personalem, ut ita dicam, sensum et mentem eius, quia hoc neque in successore est necessarium sed satis est ut possit definire ac statuere quo modo talis lex accipienda sit et custodienda, quod melius potest facere per iurisdictionem superiorem quam per actualem, ut constat. Superiorem enim voco non tantum in dignitate vel extrinseca perfectione, sed in subordinatione et praelatione, quomodo iurisdictio regis est superior iurisdictione praefecti aut proregis et iurisdictio papae iurisdictione episcopi, non vero ita comparatur archiepiscopus ad episcopum, unde potest sic interpretari legem eius. 3. Hanc interpretationem non solum esse nudam declarationem, sed aliquendo mutationem. Quae requiruntur ut interpretatio dicatur authentica. Unde etiam intelligitur frequenter contingere ut haec interpretatio non sit nuda declaratio sensus prioris legis, sed mutatio etiam aliqua vel addendo vel minuendo, quia totum hoc cadit sub potestatem eius cuius auctoritate fit talis interpretatio et potest esse ad commune bonum necessarium. Unde, licet contingat interpretationem non videri omnino adaequatam proprietati verborum legis, non est dubitandum de auctoritate et efficacia interpretationis, quia cum auctor eius possit aliquam mutationem facere, saepe cum interpretatione illam miscet sub eodem interpretationis nomine illam comprehendendo, fortasse per modestiam et comitatem, ut videre licet in capìte 1 (De iuramento calumniae10 et c. unico [Clerici], De clericis coniugatis, in Sexto11), cum similibus. Denique observare oportet haec omnia intelligenda esse de lege quae directe fit ad interpretandam priorem. Saepe enim unam legem per aliam interpretamur, licet neutra ad hunc finem condita sit, sed ex certo sensu unius veriorem alterius sensum colligimus aut coniectamus vel propter consonantiam vel propter verborum usum vel propter similitudinem rationis aut aliquid simile; tunc autem interpretatio non est authentica, sed sub doctrinali comprehenditur, quia non habet legis auctoritatem, ut per se constat. En la edición de Coimbra se lee: praedecessorem. X 2.7.1. 11 In VI 3.2.1. 9
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LIBRO vI: INTERPRETACIÓN, CESE Y CAMBIO DE LAS LEYES HUMANAS
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Pero hay que tener en cuenta que no sólo la misma persona puede de este modo interpretar su propia ley, sino también la misma sede, por decirlo así, o el sucesor en el mismo poder, como se prueba con claridad en el citado capítulo Inter alia. La razón es esta: La ley procede de la persona sólo en cuanto que ésta tiene poder y la ley depende siempre del mismo poder, cualquiera que sea la persona en que esté dicho poder. Luego el sucesor en ese mismo poder siempre puede interpretar las leyes de sus predecesores. Sin duda es verdad que una misma persona puede con más certeza aclarar su propio pensamiento y la idea que realmente tuvo al dictar la ley, porque sólo él mismo conoce con certeza su propia intención. El sucesor, en cambio, únicamente puede conocerla por conjetura. Esto no obstante, puede el sucesor interpretar el sentido en que se ha de aceptar y observar la ley; y así es como esta interpretación se auténtica. Así pues, es también manifiesto que un superior puede interpretar en esta dirección la ley de su inferior, porque no es necesario que pueda captar con certeza su sentido y pensamiento personal, por así decir, ya que tampoco eso es necesario en el sucesor; basta con que pueda definir y determinar cómo hay que aceptar y observar tal ley. Y esto se puede hacer mejor con una jurisdicción superior que con una igual, como es evidente. Llamo superior al que lo es no tanto en dignidad o en categoría externa, sino en el sentido en que se habla de súbdito y superior; al igual que la jurisdicción del rey es superior a la jurisdicción del gobernador o del virrey, y la jurisdicción del Papa es superior a la jurisdicción del obispo; pero no se compara así la del arzobispo respecto del obispo, por ello no puede interpretar así la ley de él. 3. Esta interpretación no es solamente una mera aclaración, sino a veces una mutación. Requisitos para que la interpretación se tenga por auténtica. Por aquí también se comprende lo que con frecuencia sucede, a saber, que esta interpretación no sólo sea una mera aclaración del sentido de la ley anterior, sino también una cierta mutación, sea añadiendo o sea quitando, puesto que todo esto cae bajo la competencia de aquel con cuya autoridad se hace tal interpretación y puede ser necesario al bien común. Por lo tanto, aunque ocurra que la interpretación no parezca del todo adecuada al significado propio de las palabras de la ley, no hay que dudar de la autoridad y de la fuerza de la interpretación. La razón es que pudiendo su autor hacer alguna mutación, muchas veces la mezcla con la interpretación comprendiéndola bajo el mismo nombre de mutación quizás por modestia y delicadeza, como puede verse en las Decretales. Finalmente, es preciso hacer notar que todo esto hay que entenderlo de la ley que se da directamente para interpretar la anterior; pues muchas veces interpretamos una ley por otra, aunque ninguna de las dos se haya dictado con este fin, pero por el sentido cierto de una colegimos o conjeturamos el sentido más verdadero de la otra, bien sea por coincidencia o por el uso de las palabras o por una semejanza de razón o algo similar. Pero entonces .la interpretación no es auténtica, sino que se inscribe en la doctrinal, porque no tiene autoridad de ley, como es obvio.
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LIBER VI: DE INTERPRETATIONE, CESSATIONE ET MUTATIONE LEGIS HUMANAE
Ut ergo authentica sit interpretatio oportet ut habeat omnes legis humanae conditiones, atque adeo ut sit iusta, procedens a legitima potestate, sufficienter promulgata, etc. Unde consequenter fit ut haec ipsamet lex humana interpretativa alterius exposita sit dubiis et obscuritatibus, ac subinde ut etiam propter illam aliae interpretationes necessariae sint. Ideoque observant doctores quod constitutio declarans aliam in his quae non exprimit recipit omnes interpretationes quas constitutio declarata, ut sumitur ex glossa in clementina Statutum (verbo Consuetudo, De electione12) et in capite Is qui (verbo Vel electi, De electione in Sexto13), et habetur expresse in authentica De filiis ante dotalem instrumentum natis, in fine collationis 314, ubi id notant glossa et Bartholus et alii quos referunt Matienzo (lib. 5 Recopilationis, tit. 4, l. 2, glossa 9, n. 1015), Burgos de Paz (l. 1 Tauri, n. 28816). 4. Interpretationem ex usu sumptam interdum posse esse authenticam. Secundo dicendum est multum valere interpretationem ex usu desumptam ad legis obligationem praescribendam, et interdum talem esse posse ut authentica sit et pro lege habenda. Haec assertio communis doctorum est, ut sumitur ex capite Cum dilectus (De consuetudine17), quatenus in eo dicitur consuetudinem esse optimam legum interpretem, quod etiam habetur in lege Si de interpretatione (D, De legibus18). Pertinet autem ad materiam de consuetudine, et ideo illam prosequemur in capite 7 libri sequentis, ad finem19. 5. Aliquando necessaria est doctrinalis interpretatio in legibus humanis. Tertio dicendum est leges humanas etiam admittere doctrinalem interpretationem quae, licet per se non inducat obligationem quia non habet potestatem introducendi legem, habet tamen suum auctoritatis gradum, qui potest interdum esse tam certus ut inducat necessitatem. Hoc totum adeo notum est ut probatione non indigeat, nam haec est humana conditio ut vix possit homo tam perspicuis verbis sensum suum explicare quin ambiguitates et dubia nascantur, praesertim quia lex humana loquitur breviter et in generali, et in applicatione eius ad varios casus in particulari oriuntur frequenter dubia propter quae iudicium prudentum et declaratio doctrinalis 12
Clementis Quinti constitutiones, quas vulgo Clementinas vocant (Lugduni 1559, col. 53, lit.
c). Sextus Decretalium liber (Lugduni 1559, col. 128, lit. d). A 19 coll. 3.6. 15 Johannes Matienzo, Commentaria in librum quintum Recollectionis legum Hispaniae (Mantuae Carpetanae 1613, f. 109r). 16 Marcus [Burgos] Salón de Paz, Ad leges taurinas insignes commentarii (Pinciae 1568, f. 110v). 17 X 1.4.8. 18 D 1.3.37 19 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus ac Deo legislatore (Conimbricae 1612, p. 801, n. 10; Vivès 6, 163-164). 13 14
LIBRO vI: INTERPRETACIÓN, CESE Y CAMBIO DE LAS LEYES HUMANAS
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Por consiguiente, para que la interpretación sea auténtica, es preciso que tenga todas las condiciones de una ley humana y, por tanto que sea justa, que venga de un poder legítimo, que esté suficientemente promulgada, etc. De donde resulta consecuentemente que esta misma ley humana interpretativa de otra esté expuesta a dudas y obscuridades y de ahí que también, a causa de ella, sean necesarias otras interpretaciones. Por eso hacen notar los autores que una constitución aclarativa de otra en aquellos puntos que no toca expresamente, admite todas las interpretaciones que admita la constitución aclarada. Así se constata en la Glosa de las Clementinas en el Libro VI, y expresamente en las Auténticas. Así lo advierten la Glosa y Bártolo de Saxoferrato y otros que citan Juan de Matienzo y Burgos de Paz. 4. La interpretación tomada de la práctica a veces puede ser auténtica. En segundo lugar, hay que decir que la interpretación tomada de la práctica tiene mucha fuerza para que la obligación de la ley prescriba y que a veces puede ser tal, que resulte auténtica y haya que tenerla por ley. Esta tesis es comúnmente admitida por los autores, como se constata en el capítulo Cum dilectus sobre la costumbre, al decirse en él que la costumbre es la mejor intérprete de las leyes. Así lo afirma también el Digesto. Pero este es un tema que atañe al tratado sobre la costumbre y lo tocaremos por eso en el capítulo VII del libro siguiente hacia el final. 5. A veces es necesaria la interpretación doctrinal en las leyes humanas. En tercer lugar, hay que decir que las leyes humanas admiten también la interpretación doctrinal, la cual, aunque no induzca de suyo obligación porque no tiene poder para legislar, tiene, sin embargo, su grado de autoridad, que a veces puede ser tan cierto que induzca obligación. Todo esto es tan conocido, que no necesita probarse. En efecto, la condición humana es tal, que apenas puede el hombre explicar su propio parecer con palabras tan claras, que no surjan ambigüedades y dudas, sobre todo porque la ley humana habla escuetamente y en general; y en su aplicación a los diversos casos en particular surgen con frecuencia dudas. Por razón de ellas se requiere el juicio de los peritos y la declaración doctrinal.
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necessaria est. Denique ex hac necessitate orta est iuris civilis peritia, cuius praecipuus finis est verum sensum veramque interpretationem legum humanarum tradere, quod munus commendatur in lege unica,[Grammaticos] (C, De professoribus qui Constantinopolitana, lib. 1220), quatenus honorari iubet eos qui illo munere probe utuntur. 6. Convenientia interpretum magnam habet auctoritatem. De hac igitur interpretatione certum est non habere vim legis, quia non procedit a potestate iurisdictionis sed a scientia et iudicio prudentum, et ideo dicimus per se non inducere obligationem. Quia vero in omni arte iudicium peritorum in illa magnam inducit probabilitatem, ideo etiam in hac legum humanarum interpretatione haec doctrinalis interpretatio magnum habet auctoritatis pondus. In quo varii gradus esse possunt, nam si in alicuius legis intelligentia omnes interpretes conveniant, faciunt humanam certitudinem, et regulariter loquendo etiam inducent obligationem servandi legem et utendi illa in praxi iuxta talem interpretationem; tum quia tanta consensio doctorum indicat communem acceptationem et observantiam legis in illo sensu, tum etiam quia vix potest accidere ut contra communem omnium doctorum interpretationem tam efficax ratio occurrat ut in conscientia reddat securam contrariam intelligentiam. At vero ubi varia sunt doctorum interpretationes, iuxta pondus rationum et doctorum auctoritatem iudicandum est. Occurrebat hic disputatio de electione opinionum, illa vero ad materiam de conscientia spectat. 7. Tria notanda ut verius sensus legis colligatur. Sed circa hanc interpretationem interrogari potest quibus principiis seu regulis utendum sit ad verum sensum et obligationem legis colligendam. In quo puncto latissime scribunt iuris interpretes, quia proprie ad illos spectat; quia vero etiam theologis aliqua directio in legum ac canonum intelligentia necessaria est, eam breviter comprehendemus. Tria igitur capita observanda sunt quae supra tractando de forma legis distinximus, scilicet, verba legis quatenus significativa sunt, mens legislatoris et ratio; et de singulis aliquid est dicendum, quoniam ex his omnibus pendet vera interpretatio legis. Circa verba dicendum est in omni lege humana primum omnium expectandam esse verborum proprietatem, id est, propriam significationem, nam ex illa maxime sumenda est vera interpretatio legis semperque est praeferenda, nisi aliquid obstet. Sic enim de testatore dicitur in lege Non aliter (D, De Legatis 3): Non aliter a significatione verborum eius recedi quam cum manifestum est aliud ipsum sensisse21. Ergo multo magis de verbis legislatoris idem asserendum 20 21
C 12.15.1 D 32.1.69
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Finalmente, de este requisito ha surgido la especialización en el derecho civil, que tiene como fin principal ofrecer el verdadero sentido y la verdadera interpretación de las leyes humanas. Este oficio lo recomienda el Código cuando manda honrar a los que se dedican honradamente a él. 6. La coincidencia de los autores tiene gran autoridad. Así pues, acerca de esta interpretación es cierto que no tiene fuerza de ley, porque no procede del poder de jurisdicción, sino de la ciencia y del juicio de los peritos. Por eso decimos que de suyo no induce obligación. Pero al igual que en todo arte el juicio de los peritos en ella induce una gran probabilidad, también en esta interpretación de las leyes humanas esta interpretación doctrinal tiene un gran peso de autoridad. En él puede haber diversos grados. En efecto, si en el modo de entender una ley convienen todos los intérpretes, crean certeza humana y hablando comúnmente inducirán también obligación de observar la ley y hacer uso de ella en la práctica de acuerdo con tal interpretación. En primer lugar, porque una coincidencia tan grande de los peritos está indicando aceptación y observancia general de la ley en ese sentido. Y en segundo lugar, porque difícilmente puede ocurrir que en contra de la interpretación común de todos los peritos se dé una razón tan fuerte que convierta segura en conciencia a la interpretación contraria. Pero cuando las interpretaciones de los peritos son diversas, hay que formar el juicio según el peso de las razones y la autoridad de los peritos. Se estaba aquí discutiendo opiniones a escoger, pero esta es una cuestión que atañe a la materia sobre la conciencia. 7. Tres advertencias para entender el verdadero sentido de la ley. En cuanto a dicha interpretación se puede preguntar qué principios o reglas hay que emplear para deducir el verdadero sentido y obligación de la ley. Sobre este punto escriben con gran amplitud los intérpretes del derecho, pues es una cuestión que les corresponde propiamente a ellos. Pero como también los teólogos necesitan alguna guía para comprender las leyes y los cánones, la vamos a dar brevemente. Así pues, se han de tener en cuenta los tres capítulos que distinguimos antes al tratar de la forma de la ley: a saber, las palabras de la ley en cuanto a su significado, el criterio del legislador y la razón. Vamos a decir algo de cada uno de ellos, porque de todos ellos depende la interpretación verdadera de la ley. En cuanto a las palabras hay que decir que en toda ley humana lo que hay que considerar antes que nada es el sentido propio de las palabras, es decir, su significado propio. Razón: de él hay que deducir ante todo la verdadera interpretación de la ley, y es el que siempre se ha de preferir, si no hay algo en contra. Así pues, el Digesto dice del testador que no se aparte del significado de sus palabras más que cuando es evidente que él mismo pensó otra cosa. Luego con mayor razón
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est. Unde in lege1 [Utilitatem] (§ Si is qui navem, D, De exercitoria actione22) dicitur in dubiis non esse recedendum a verbis edicti, et in lege Prospexit (D, Qui et a quibus) verbis inhaerendum esse, etiamsi res gravis esse videatur: Quod quidem, ait, per quam durum est, sed ita lex scripta est23. Hinc etiam in capite 2 [Inter corporalia] (§ Sed neque, De translatione episcopi), concessa cessione episcopatus non censetur concessa translatio24. Et ratio redditur: nam si circa translationem idem fieri voluisset quod de cessione dixerat et de translatione poterat expressisse, significans non esse recedendum a proprietate verborum quoad fieri possit. Similia habentur in capite Ad audientiam (De decimis25). 8. [Confirmatio rationis.] Ratio vero clara est, quia verba in communi sermone usurpantur in propria significatione, nam idcirco illam recipiunt; ergo multo magis hoc intelligendum est servari in legibus, quia debent esse clarae et non expositae circumventionibus et falsis interpretationibus, ut supra diximus. Unde confirmatur ab incommodo, quia alias nihil esset certum in legibus, neque per illas possent regulari actiones hominum, quia unusquisque posset suo arbitrio ad improprios sensus illas derivare. Confirmatur secundo, quia propter hanc regulam docent Patres verba Scripturae in proprio sensu esse accipienda, nisi ex circumstantiis vel aliis locis aliud constet, quod maxime observandum est ubi dogmata fidei aut morum traduntur. Idem ergo est cum proportione in lege, quae est regula morum. Denique etiam dialectici dicunt analogum simpliciter sumptum accipi pro principali significato; verba autem, si praeter sensum proprium habere possunt improprium, sunt quasi analoga et in eis sensus proprius est quasi principale analogatum. Ergo absolute posita in lege accipienda sunt in proprio ac principali statu. Atque hanc regulam tradunt iurisperiti communiter, ut late refert Tiraquellus in lege Si unquam (§ Libertis, n. 45 et sequentibus26) et attingit breviter Constantinus Rogerii (Tractatus de iuris interpretatione q. 2, n. 2027). Quando autem vel quomodo haec regula deficiat ex dicendis patebit. 9. Duplex verborum proprietas. Significatio usualis ad naturalem vel civilem reducenda est. Observandum est autem in hoc puncto in verbis iuris seu legum duplicem proprietatem solere distingui; unam naturalem vocant, aliam civilem. Prior non sic appellatur quia significatio aliqua verborum legis sit a natura, constat enim D 14.1.1 § 19. D 40.9.12 § 1. 24 X 1.7.2. § 1. 25 X 3.30.12. 26 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam C De revocandis donationibus (Lugduni 1574, pp. 72-74, nn. 45-48). 27 Constantinus Rogerio, Singularis tractatus de iuris interpretatione (Lugduni et Taurini 1551, p. 41). 22 23
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se ha de decir lo mismo de las palabras del legislador. Por eso se dice en el Digesto que en caso de duda no hay que apartarse de las palabras del edicto, que hay que atenerse a las palabras, aunque parezca que la cosa es onerosa. Lo cual —dice— es muy duro, pero así está escrita la ley. De ahí que también en las Decretales, aunque se haya concedido la cesión del episcopado, no se juzga que se haya concedido el traslado. Y se da la razón: Porque si respecto del traslado se hubiera querido hacer lo mismo que se había dicho de la cesión, lo podía haber dicho también del traslado .Dando a entender que no hay que apartarse —en lo posible— del significado propio de las palabras. Textos semejantes se encuentran en el capítulo Ad audientiam. 8. [Una razón clara.] La razón es clara: En la conversación ordinaria se emplean las palabras en su significado propio, pues para eso lo reciben. Luego con mucha más razón hay que entender que esto se observa en las leyes, puesto que tienen que ser claras y no expuestas a engaños y falsas interpretaciones, como dijimos antes. Se confirma por el inconveniente que se seguiría. En efecto, de no ser así, no habría nada cierto en las leyes ni se podrían regular por ellas las acciones de los hombres, pues cada cual podría a su antojo desviarlas hacia sentidos impropios. Segunda confirmación: De acuerdo con esta regla enseñan los Santos Padres que las palabras de la Sagrada Escritura hay que aceptarlas en su sentido propio, a no ser que conste otra cosa por las circunstancias o por otros pasajes. Esto hay que tenerlo muy en cuenta cuando se proponen dogmas de fe o de costumbres. Luego lo mismo proporcionalmente ocurre en la ley, que es regla de las costumbres. Finalmente, también los dialécticos dicen que a un término análogo, empleado sin más, se le acepta con el significado principal. Ahora bien, si además de su sentido propio pueden tener otro impropio, son términos análogos, por así decir, y en ellos el sentido propio pasa por ser el analogado principal. Luego los que se ponen de modo absoluto en la ley hay que entenderlos en su sentido propio y principal Y esta es la regla que dan generalmente los juristas, como señala ampliamente Andrés Tiraqueau y lo toca brevemente Constantino Roger. Pero cuándo y cómo falla esta regla, se verá claro por lo que vamos a decir. 9. Doble propiedad de las palabras. El significado usual hay que reducirlo al natural y al civil. Pero en este punto hay que tener en cuenta que en las palabras del derecho o de las leyes se suele distinguir un doble significado propio: el que llaman natural y el civil. El primero no se llama así porque algún significado de las palabras de la ley
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omnia verba humanarum legum ad placitum et ex impositione significare, sed quia quaedam significatio est ex simplici et primaeva verborum impositione, et in ea solent significari res prout vere ac naturaliter sunt, sicut dictio mors significat naturalem mortem. Significatio autem civilis dicitur quae est per extensionem, parificationem vel fictionem iuris, ut dictio mors significare solet civilem qualis fit per religiosam professionem, et filius adoptatus dicitur filius, et sic de aliis. Quibus addi potest tertia significatio quae vocari potest usualis, quia est ab usu et consuetudine loquendi, quae magnam vim habere solet in significatione vocum interpretanda, adeo ut in legum expositione proprietati etiam verborum usus praeferendus sit, ut iurisperiti, cum Bartholo, docent in lege Non dubium (C. De legibus28), in lege Labeo (D, De suppellectili legata) et in lege 1(D, De suis et legitimis haeredibus29), Panormitano in proemio Decretalium, ubi latissime Felinus plurima congerit30. Ne vero tot membra multiplicemus, hanc significationem ad duas praecedentes revocamus; nam si usus verbi fit communis totius populi in vulgari modo loquendi, iam illa significatio est facta magis propria magisque naturalis quam primaeva, quia usus habet vim derogandi institutionem et mutandi impositionem humanam; si autem usus fit solius iuris, talis significatio sub civili continetur. 10. Quomodo regula tradita sit intelligenda. Regula ergo proposita de priori proprietate est intelligenda per se loquendo et nisi circumstantiae occurrentes vel alia iura cogant extensionem vel limitationem facere, ut in sequentibus prosequemur. Atque ita sumitur ex lege ultima [Si quis aliquid] (Codice De his qui veniam aetatis), etc.31, ubi perfecta vel legitima aetas simpliciter dicta accipi dicitur pro naturali, non pro illa quae imperiali beneficio suppletur. Idem sumitur ex capite Susceptum (De rescriptis in Sexto32), ubi id notat Glossa (verbo Non morte33) citans alia iura, et latius Tiraquellus dicta lege Si unquam (verbo Susceperit, num. 1734). Sed observandum circa hoc est regulam hanc potissimum habere locum in vocibus usualibus, ut sic dicam, quas leges seu iura accipiunt ex communi lege hominum. Sunt vero aliae voces quae sunt propriae ipsius iuris et ab ipso inventae, sicut unaquaeque ars propria habet vocabula quibus utitur, ut in iure canonico tales sunt vox censura, excommunicatio et similes, et in iure civili usucapio, praescriptio et similes; in his ergo vocibus significatio civilis seu secundum ius est significatio naturalis illarum, nam est ex primaeva 28
Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis partem (Lugduni 1555, ff. 34r-
35). 29 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in secundam Infortiati partem (Lugduni 1555, f. 95r, nn. 5-6, et f. 206r-v, n. 2). 30 Panormitamus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 3rb-va, r. 8; Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima (-tertia) (Augustae Taurinorum 1578, ff. 2r-3v.). 31 C 2. 44 (45). 4 32 In VI 1.3.6. 33 Sextus Decretalium col. 25, lit. e. 34 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam p. 224.
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derive de la naturaleza (pues es evidente que todas las palabras de las leyes humanas reciben su significado según conveniencia y por imposición), sino porque hay un significado que deriva de la simple y primordial imposición de las palabras. Y con él suelen significarse las cosas tal como son en realidad de verdad. Así la palabra muerte significa la muerte natural. Ahora bien, se llama significado civil el que lo es por ampliación, igualación o ficción del derecho; en este sentido la palabra muerte suele significar la muerte civil; la que resulta, por ejemplo, de la profesión religiosa; y al hijo adoptivo se le llama hijo. Y así otros casos. A estos se podría añadir un tercer significado que puede llamarse usual, porque deriva del uso y modo normal de hablar. Suele tener mucha importancia en la interpretación del significado de los términos; de tal manera, que en la explicación de las leyes incluso se ha de preferir el uso de las palabras a la propiedad de las mismas. Así lo enseñan los juristas con Bártolo de Saxoferrato y Nicolás de Tudeschis. Felino Sandeo recoge muchísimos textos. Mas para no multiplicar tantas divisiones, vamos a reducir este significado a los dos precedentes. En efecto, si el uso de la palabra es de dominio común a todo el pueblo en el lenguaje vulgar, ya ese significado se ha hecho más propio y más natural que el originario, puesto que el uso tiene fuerza para derogar lo establecido y para cambiar lo impuesto por los hombres, Pero si el uso es exclusivo del derecho, ese significado queda incluido en el civil. 10. Cómo se ha de entender la regla que hemos dado. Por lo tanto, la regla propuesta en torno al primer significado propio hay que entenderla hablando en rigor y a no ser que las circunstancias que salgan al paso u otros textos fuercen a hacer ampliación o limitación, como diremos más adelante. Así se desprende del Código, en donde la edad llamada perfecta o legítima sin más se dice que indica la edad natural, no la que se otorga por concesión imperial. Y lo mismo se desprende del Libro VI de las Decretales; en él la Glosa lo tiene en cuenta. Pero acerca de esto hay que hacer notar que esta regla tiene lugar sobre todo en los términos usuales, por así decir, que las leyes o los textos jurídicos toman de la ley común de los hombres; pero hay otros términos que son propios del derecho mismo e inventados por él mismo, al igual que cada disciplina tiene sus propios vocablos de uso. Tales son, por ejemplo, en el derecho canónico las voces censura, excomunión, y otras semejantes. Luego en estas voces el significado civil o jurídico es el significado natural de ellas, ya que le viene de su imposición
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impositione, et res per talem vocem significata non habet aliam naturam nisi quam habet ex institutione iuris; et ideo secundum eam significationem sunt tales voces in legibus accipiendae et proprietas illarum ex iure sumenda est. 11. Quando vox habeat plures significationes quid faciendum. Sed quid si vox habeat plures significationes proprias in naturali proprietate? Respondeo tunc utendum esse regula quae in omnibus sermonibus ambiguis seu aequivocis prudenter observari solet, videlicet, ut legis materia aliaeque circumstantiae attente ponderentur, nam ex illis determinabitur facile verborum significatio. Maxime vero legis initium considerare et cum illo sequentia coniungere necesse est, quia ad illud debent trahi sequentia nisi aliquid obstet, nam in prooemio constitutionis solet causa finalis et principaliter movens contineri, et ideo illud maxime spectandum est ad legis intelligentiam, ut communiter tradunt iurisperiti, quos late refert Tiraquellus (in tractatu Cessante causa, limitat. 1, n. 64 et 6535) et Molina (lib. 1 De primogen. cap. 5, a n. 336) et Gutierrez (in Practicarum lib. 3, q. 17, n. 9037). Unde etiam in contractibus initium et causa spectantur (l. Si procuratorem, in principio, D, Mandati38); ergo multo magis in legibus observandum est initium, ut ad illud caetera accommodentur, quin potius additur in lege 24 [Incivile] (D, De legibus39) : Incivile esse nisi tota lege perspecta una aliqua eius particula proposita iudicare. Itaque ex antecedentibus et consequentibus cum materia et aliis circumstantiis determinanda est aequivoca verbi significatio. Quod si verba legis adeo essent aequivoca ut neque ex antecedentibus neque ex subsequentibus nec ex materia aut ratione legis constare posset definitus sensus eius, illa non esset lex, quia non solum non esset clara, verum etiam neque mentem legislatoris satis significaret. Vix autem fieri potest quin altera significatio sit rei de qua tractatur magis accommodata, et illa ferenda est iuxta regulam legis 6740 [In omnibus causis] (De regulis iuris): Quoties idem sermo duas sententias exprimit, ea potissimum accipietur quae rei gerendae aptior est41. Idem a simili sumitur ex ege Si servus plurium (§ ultimo, D, De legatis 142).
35 Andreas Tiraqueau, Tractatus Cessante causa, cessat effectus (Tractatus varii Lugduni 1574, p. 49). 36 Ludovicus de Molina, De hispanorum primogenitorum origine ac natura libri quattuor (Metimnae Campi 1588, p. 28). 37 Ioannes Gutiérrez, Opera omnia civilia, canonica et criminalia in XV partes et X tomos distributa, t. II: Practicarum quaestionum civilium super prima et secunda parte legum novae collectionis regiae Hispaniae liber tertius, quartus et quintus (Lugduni 1730, p. 121). 38 D 17. 1. 8. 39 D 1. 3. 24 40 En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: l. 68. 41 D 50. 17. 67. 42 D 30. [1] 50 § 3.
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originaria y la cosa significada por tal voz no tiene otra naturaleza que la que tiene por institución jurídica. Por lo tanto, según ese significado hay que aceptar dichas voces en las leyes y hay que tomar del derecho el sentido propio de ellas. 11. Qué hacer cuando el término tiene varios significados. ¿Pero qué decir si el término tiene más significados propios en su sentido natural? Respuesta: Entonces hay que echar mano de la regla que suele observarse prudentemente en todas las locuciones ambiguas o equívocas; es decir, que se ponderen con atención la materia de la ley y otras circunstancias. En efecto, desde de ellas se determinará fácilmente el significado de las palabras. Pero ante todo es preciso examinar el comienzo de la ley y empalmar con él lo que sigue, pues lo que sigue debe acoplarse a él, si no hay nada que se oponga. En efecto, en el proemio de la constitución suele estar contenida la causa final y el móvil principal; y eso, por tanto, es lo que ante todo se ha de esperar para comprender la ley, como comúnmente enseñan los juristas que citan ampliamente Andrés Tiraqueau, Luis de Molina y Juan Gutiérrez. Por eso también en los contratos se atiende al comienzo y a la causa, según el Digesto. Luego con mucha más razón se ha de tener en cuenta en las leyes el comienzo para acomodar de acuerdo con él todo lo demás. Más aún, en el Digesto se añade que no es conforme a derecho juzgar por una sola parte de la ley sin tener en cuenta la ley en su totalidad. Así pues, el significado equívoco del término hay que averiguarlo por lo que antecede y por lo que sigue, juntamente con la materia y las circunstancias. Y si las palabras de la ley fuesen tan equívocas que no pudiera aclarase plenamente su sentido ni por lo que antecede ni por lo que sigue ni por la materia o por la razón de la ley, esa no sería ley, pues no sólo no sería clara, sino que tampoco daría suficientemente a entender la mente del legislador. De todos modos, apenas es posible que no haya otro significado más ajustado a la cosa de que se trata; y ese es el que se ha de escoger de acuerdo con la regla del Digesto: Cuando una misma frase expresa dos ideas, se aceptará ante todo la que se acomode mejor a la cosa que se ha de llevar a cabo. Lo mismo dice la ley Si servus plurium en un caso parecido.
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12. Quid circa intentionem considerandum legislatoris. Circa intentionem seu mentem legislatoris considerandum est ab illa potissimum pendere tam substantiam quam efficaciam legis, quia, ut probatum est in libro tertio43, mens legislatoris est anima legis; unde sicut in vivente substantia et operatio vitae ab anima maxime pendet, ita in lege a mente legislatoris. Illa est ergo vera interpretatio legis per quam mentem et voluntatem legislatoris assequimur; et ideo, quacumque ratione de mente legislatoris constare possit, secundum illam maxime erit lex interpretanda. Quod potest confirmari ex principio generali, quod ex Gregorio traditur in capite Humanae aures (22, q. 544): Non debet quis verba considerare utique nuda, sed intentionem et voluntatem, quia non debet intentio verbis deservire, sed verba intentioni45. Quae verba non inveniuntur in Gregorio, sed sunt Celestini, ut infra videbimus. Denique confirmatur ex usu iurium considerantium utique mentes legislatorum (c. Si postquam, De electione, in Sexto46, ibi: Ex sui mente exigi, etc., in c. Secundo requiris, De appellationibus47) ex intentione legislatoris verba extenduntur, quia verba intentioni deserviunt, ut ibi allegatur. Sic etiam in lege Cum mulier (D, Soluto matrimonio48) ex mente legis negatur marito propter lenocinium accusatio uxoris de adulterio. Idem probatur optime ex lege Scire etiam (§ Aliud, D, De excusationibus tutoris49) ibi: Sed etsi maxime verba legis hunc habebant intellectum, tamen mens legislatoris aliud vult50. Simile etiam de testamentis dicitur in lege Non aliter (in principio, D, De legatis 351). 13. [Sola legislatoris voluntas non sufficit.] Quaeret vero aliquis quid52 possit fieri ut mens praeter verba aliquid conferat ad legem interpretandam, quia homines non possunt mentem alterius hominis percipere nisi ex verbis eius, nam ut Gregorius dicit (26 Moralium5353) et infertur in dicto capite Humanae aures, initio: Apud homines cor verbis, apud Deum vero verba pensantur ex corde; hic autem agimus de humano iudicio et intelligentia, quomodo ergo potest sensus legis quae in verbis consistit ex mente sumi cum ipsa mens per verba tantum nobis possit innotescere? Et confirmatur, nam si legislator per verba legis suam mentem non declararet, non constitueretur lex nec oriretur obligatio, etiamsi ex aliis coniecturis possemus aliquo modo voluntatem Cfr. lib. III, cap. XX, n. 1 (CHP 16-17, 1977, pp. 51-52). Decretales Gregorius IX, cap. 2, quaest. 5 45 C.22 q.5.c.11. 46 In VI 1.6.33. 47 X 2.28.41. 48 D 24. 3. 47. 49 D § Aliud, De excusationibus tutoris. 50 D 27.1.13 § 2. 51 D 32. [1] 69 52 En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: qui. 53 Gregorius Magnus, Moraliuim libri… 43 44
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12. Qué se ha de considerar acerca de la intención del legislador. Acerca de la intención o mente del legislador hay que tener en cuenta que de ella depende sobre todo tanto el contenido como la fuerza de la ley, porque, como se ha probado en el libro III, la mente del legislador es el alma de la ley. Por eso al igual que en el viviente la sustancia y las operaciones vitales dependen ante todo del alma así es en la ley de la mente del legislador. Por tanto, interpretación verdadera de la ley es aquella por la cual llegamos a la mente y voluntad del legislador. Por eso, cualquiera que sea la razón por la que nos pueda constar de la mente del legislador, según ella ante todo hay que interpretar la ley. Esto se puede confirmar por el principio general que se halla en el capítulo Humanae aures tomado de San Gregorio: Nadie debe considerar las palabras —se entiende por sí solas— sino la intención y la voluntad, porque la intención no está al servicio de las palabras sino las palabras al servicio e la intención. Estas palabras no se encuentran en San Gregorio, sino que son de Celestino, como veremos después. Finalmente, se confirma por la práctica de los textos jurídicos, que sí consideran la mente de los legisladores. En el Libro VI: De acuerdo con lo que su mente exige, etc. Y en las Decretales, las palabras se amplían de acuerdo con la intención del legislador, porque las palabras están al servicio de la intención, como allí se dice. Así también en el Digesto, de acuerdo con la mente de la ley, al marido por su lenocinio no se le acepta que acuse de adulterio a su mujer. Una prueba magnífica de lo mismo nos la ofrece l Digesto cuando dice: Pero aunque las palabras de la ley tenían sobre todo este sentido, sin embargo, la mente del legislador quiere otra cosa. Una cosa semejante se dice también acerca de los testamentos. 13. [No es suficiente la sola voluntad del legislador.] Preguntará alguno qué puede hacerse para que la mente, aparte de las palabras, contribuya a interpretar la ley, pues los hombres no pueden conocer la mente de otro hombre, si no es mediante sus palabras. En efecto, como dice San Gregorio y se desprende del citado capítulo Humanae aures: Entre los hombres el corazón se da a conocer con palabras, pero ante Dios las palabras se entienden desde el corazón. Pues bien, aquí estamos tratando del juicio y de la comprensión humana. Por tanto, ¿cómo el sentido de la ley, que consiste en palabras, puede desprenderse de la mente, cuando la mente misma sólo mediante palabras se nos puede dar a entender? Razón confirmativa: Si el legislador no diera a conocer su mente mediante las palabras de la ley, la ley no quedaría establecida ni surgiría obligación alguna, aunque pudiéramos por otras conjeturas conocer de alguna manera la voluntad del legislador. La ley, efectivamente, como ya se dijo antes,
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legislatoris cognoscere, quia, ut supra dictum est, lex non constituitur voluntate principis nisi per verba legis sufficienter expressa, quia voluntas sola non sufficit per se ad obligandum, nec etiam est satis quod aliunde privatim innotescat, sed necesse est ut in ipsa lege sufficienter contineatur. Ergo non possumus e contrario per voluntatem cognoscere verborum sensum. 14. Quomodo mens legislatoris potest esse regula interprentandi. Ad interrogationem respondetur: cum dicimus mentem legislatoris deservire ad interpretandam legem, non esse sensum ipsam voluntatem legislatoris mere internam vel secundum se spectatam esse posse regulam interpretandi legem, contra hunc enim sensum recte procedunt obiectiones factae; sed sensus est verba nude sumpta saepe esse ambigua, et ex variis intentionibus ac voluntatibus posse procedere; et ideo ex adiunctis, id est, ex materia aut circumstantiis prudenter pensandum esse ex qua voluntate et intentione processerint, et tunc ad intentionem legislatoris accommodandam esse verborum significationem et interpretationem. Ita sumitur ex sententia Hilarii (lib. 4, De Trinitate) dicente: Intelligentia dictorum ex causis est assumenda dicendi, quia non sermoni res sed rei est sermo subiectus, (c. Intelligentia, De verborum significatione)54. Verum est igitur homines iudicare de mente loquentis ex verbis, non tamen ex illis nude et abstracte sumptis, sed ut coniunctis omnibus circumstantiis a quibus determinari possunt ad hanc intentionem55 potius quam aliam indicandam56. Unde ad confirmationem fatemur legem non constitui per internam voluntatem nisi in lege ipsa sufficienter manifestetur, ut probat ratio facta. Nihilominus tamen ut verba legis sufficienter indicent intentionem et voluntatem legislatoris non est necesse ut abstracte et nude sumpta illam indicent, sed possunt ac debent ex omnibus adiunctis determinari. 15. [An mens legislatoris plus conferat quam verba.] Secundo interrogari hic potest an mens legislatoris plus conferat ad veram interpretationem legis quam verba, vel e converso. Nam ex dictis videtur sequi plus menti esse tribuendum quam verbis, quia mens est praecipuum in lege nam est vita eius. Item propter quod unumquodque tale et illud magis, sed verba sunt propter mentem et non e contrario, ergo praeferenda est mens verbis. Unde in capite In his (De verborum significatione) dicitur: Non debet aliquis considerare verba sed voluntatem, cum non intentio verbis sed verba intentioni debeant deservire57. In contrarium vero facit, quia licet ordine intentionis mens sit prior verbis, sic enim dicuntur verba esse propter mentem, quia ad illam iudicandam
Hilarius, De Trinitate libri duodecim, lib. 4, § 5 (PL 10, 132-133) = X 5.40.6. En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: mutationem. 56 En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: iudicandam. 57 X 5.40.15. 54 55
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no la establece la voluntad del superior, a menos que se la exprese claramente mediante las palabras de la ley, ya que la sola voluntad no basta por sí misma para obligar, ni tampoco basta con aclararla por otro camino por cuenta propia, sino que es preciso que esté contenida en la ley misma de modo suficiente. Luego no podemos conocer —al contrario— por la voluntad el sentido de las palabras. 14. Cómo la mente del legislador puede ser norma de interpretación. Respuesta a esta pregunta: Cuando decimos que la mente del legislador juega el papel de interpretar la ley, el sentido no es que la voluntad misma del legislador meramente interna y en sí misma considerada pueda ser regla para interpretar la ley; pues contra este sentido son válidas las objeciones que se han hecho. El sentido es que las palabras, tomadas sin más, muchas veces son ambiguas y pueden proceder de intenciones y voluntades distintas. Por eso hay que examinar con prudencia —atendiendo a las concomitancias, esto es, a la materia o a las circunstancias— con qué voluntad e intención se han dicho. Y entonces hay que acomodar el significado e interpretación de las palabras a la intención del legislador. Así se tiene en cuenta las opinión de San Hilario que dice: El sentido de las palabras hay que averiguarlo por los motivos que hubo para decirlas; porque no es la cosa la que está sometida al lenguaje sino el lenguaje a la cosa. Por consiguiente, es verdad que los hombres por las palabras juzgan de la mente del que habla, pero no tomadas sin más y en abstracto sino a una con todas las circunstancias que pueden concretarlas de manera que indiquen esta intención más bien que otra. Así pues, en cuanto a la razón confirmativa afirmamos que la ley no se establece por la voluntad interna, a no ser que la ley misma lo exprese con suficiente claridad, como prueba el argumento aducido. Esto no obstante, para que las palabras de la ley indiquen con suficiente claridad la intención y la voluntad del legislador, no es necesario que la indiquen tomadas ellas en abstracto y sin más, sino que pueden y deben determinarse teniendo en cuenta todas las circunstancias. 15. [La mente del legislador y las palabras de la ley.] En segundo lugar, se puede preguntar aquí si la mente del legislador contribuye más a la verdadera interpretación de la ley que las palabras, o al contrario. En efecto, de lo dicho parece seguirse que hay que atribuir más a la mente que a las palabras, porque la mente es lo principal en la ley, pues es la vida de ella. Así mismo, aquello por lo cual cada cosa es lo que es, es más que ella misma. Luego se ha de dar preferencia a la mente sobre las palabras .Por eso se dice en las Decretales: Nadie debe atender a las palabras sino a la voluntad, ya que no es la intención la que debe estar al servicio de las palabras, sino las palabras al servicio de la intención. Pero en contra de esto tenemos que, aunque en el orden de la intención la mente es anterior a las palabras —y así se dice que las palabras son por la mente, puesto que se han hecho para manifestarla—, sin embargo, en
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instituta sunt, nihilominus ordine executionis seu in genere causae instrumentalis priora sunt verba, nam per illa devenimus in cognitionem mentis et voluntatis legislatoris. Ergo praeferenda est verborum vis in legis interpretatione. Et confirmatur, nam illud est praeferendum quod certius est, sed verborum proprietas est certa et clara, mens autem legislatoris solum per coniecturas cognoscitur in quibus saepe homines falluntur. Ergo preferenda sunt verba per se loquenda vel saltem regulariter, quod videtur sentire Tiraquellus in dicta lege Si unquam (verbo Libertis, n. 2358), cum Baldo (in c. Licet, De electione59). 16. Quo sensu verba sunt signa voluntatis legislatoris. Interdum proprietas verborum relinquenda, ut mens legislatoris investigetur. Respondeo: hanc comparationem non posse fieri inter verba legis et voluntatem legislatoris, ut in se est mere interna, cum voluntas non hoc modo cognoscatur, neque ut sic deservire possit ad intelligendam legem. Potest ergo fieri comparatio, vel inter verba ex una parte et alias coniecturas quibus mentem legislatoris indagamus ex alia, vel inter vim et proprietatem verborum et mentem legislatoris sufficienter coniectatam per varia signa simul sumpta. Priori ergo modo dicendum videtur verba per se loquendo esse potissimum signum voluntatis legislatoris, et illo maxime utendum esse ad mentem legis perspiciendam, non tamen illo solo sed simul cum aliis a quibus interdum vinci ac superari potest. Primum horum intendunt doctores allegati et constat quia significatio verborum est magis expressa et certa. Item quia verba sunt quae ex intentione legislatoris potissimum assumuntur ad declarandam voluntatem suam. Ergo illa etiam primo ac principaliter consuli debent ad eandem voluntatem cognoscendam. Altera vero pars sufficienter probata est in principali regula et in declaratione praecedentis dubitationis. Unde constat in secundo sensu comparationis mentem legis, utcumque sufficienter cognita sit, esse verbis praeferendam, quod satis probant rationes priori loco factae. Probatur etiam ex lege Non dubium (C, De legibus) dicente: Contra legem agere qui per occasionem verborum contra legis nititur voluntatem60. Est ergo voluntas verbis praeferenda. Item in lege Nominis (D, De verborum significatione) dicitur: Ex lege esse tam quod est ex sententia legis quam quod ex verbis61, ubi glossa exponit tam quod est ex sententia praeter verba quam quod est ex verbis et sententia62; nam quod est ex verbis sine sententia, non est lex, ut visum est. Hoc denique modo dicitur in dicta lege Non aliter (D, De legatis 363) a verbis legis recedi ubi de .mente legislatoris constat. Dicimus autem a verbis legis Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam pp. 66-67. Baldus de Ubaldis, Commentariorum primum [tertium]Decretalium (Sl, sa, f. 59r, n. 4). 60 C 1. 14. 5. 61 D 50. 16. 6. En las ediciones de Coimbra y Lyon se omite la referencia al Digesto. 62 Digestum Novum. Tomus tertius iuris civilis, quod vulgo Digestum Novum appellatur (Lugduni 1542, f. 375v, lit. x). 63 D 32 [1]. 69 58 59
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el ámbito de la ejecución o en el género de la causa instrumental primero son las palabras, pues por ellas llegamos al conocimiento de la mente y de la voluntad del legislador. Luego en la interpretación de la ley se ha de dar preferencia a la fuerza de las palabras. Confirmación: Se ha de dar preferencia a aquello que es más cierto. Ahora bien, la propiedad de las palabras es cierta y clara; en cambio, la mente del legislador se conoce sólo por conjeturas en las cuales con frecuencia se engañan los hombres. Luego se ha de dar preferencia a las palabras, al menos de ordinario. Tal es, al parecer, la opinión de Andrés Tirqueau junto con Baldo de Ubaldis. 16. En qué sentido las palabras son indicios de la voluntad del legislador. A veces hay que dejar de lado la propiedad de las palabras para investigar la mente del legislador. Respondo que no se puede hacer esta comparación entre las palabras de la ley y la voluntad del legislador tal como es en sí misma meramente interna, pues la voluntad no se conoce de esta manera ni puede como tal ayudar a comprender la ley. Por lo tanto, la comparación se puede hacer bien sea entre las palabras por una parte y las otras conjeturas por otra con que indagamos la mente del legislador, o bien entre la fuerza y la propiedad de las palabras y la mente del legislador suficientemente conjeturada por los diversos indicios tomados en su conjunto. Así pues, en cuanto a la primera manera, parece se ha de decir que las palabras son de suyo el principal indicio de la voluntad del legislador y de él ante todo hay que valerse para examinar la mente de la ley; pero no de él a solas sino a una con los demás indicios, los cuales pueden a veces vencerla y superarla. El primero de ellos es el que quieren los doctores citados. Y es evidente, pues el significado de las palabras es un indicio más concreto y seguro. Además, las palabras son, por intención del legislador, las que ante todo se tienen en cuenta para manifestar su voluntad. Luego también a ellas hay que acudir ante todo y principalmente para conocer esa voluntad. La segunda parte quedó suficientemente probada en la regla principal y en la aclaración de la duda precedente. Por ahí se ve que en el segundo sentido de la comparación la mente de la ley, con tal de que haya conocimiento suficiente de ella, se ha de preferir a las palabras; buena prueba de ello son las razones aducidas en primer lugar. Se prueba también por la ley Non dubium que obra en contra de la ley quien, aprovechándose de las palabras, se empeña en ir contra la voluntad de la ley. Luego se ha de ha de dar preferencia a la voluntad sobre las palabras. Así mismo en la ley Nominis se dice que a la ley atañe tanto lo que atañe a su contenido como a las palabras. Y la Glosa comenta: Lo que atañe tanto al contenido prescindiendo de las palabras como lo que atañe a las palabras y al contenido; ya que lo que atañe a las palabras sin el contenido no es ley, como hemos visto. Pero decimos que nos apartamos de las palabras de la ley, cuando ampliamos o restringimos su sentido, o mucho más cuando nos apartamos algo del sentido
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recedere quando illa extendimus vel restringimus vel multo magis quando a proprietate verborum aliquantulum recedimus, quod etiam facere licet quando necessarium est ut a mente legislatoris non recedamus, quia tunc verba revera non significant voluntatem legislatoris secundum suam proprietatem sed secundum aliquam translationem, unde est illud Gregorii in capite Propterea (De verborum significatione): Plerumque dum proprietas verborum attenditur, sensus veritatis amittitur64. 17. Quibus modis mens legislatoris indaganda. Tandem vero interrogari potest quibus modis vel coniecturis utendum sit ad menten legislatoris indagandam praeter nudam vim verborum. Respondeo multa assignari iurisperitis, praecipua vero capita sunt haec: Primo, materia legis, nam illi maxime debent verba deservire iuxta sententiam Gregorii supra citatam. Sic in capite 2 [Inter corporalia] (De translatione episcopi, § Sed neque65), exponitur ecclesiam dici viduatam, etiamsi habeat episcopum non consecratum vel inutilem, quia materia talem sensum postulabat. Sic etiam in lege Ex conducto66, (D, Locati, verbo Donationis67) per verbum transactionis exponitur materia exigente. Secundo, quoties verborum proprietas induceret iniustitiam vel similem absurditatem circa mentem legislatoris trahenda, sunt verba ad sensum etiam improprium, in quo lex sit iusta et rationabilis, quia haec praesumitur esse mens legislatoris, ut multis iuribus declaratum est (in titulo De legibus D) et in eis ratio ostenditur, nam in lege 18 [Benignius] dicitur: Benignius leges interpretandae sunt, quo voluntas earum conservetur68. Ergo si necessaria sit etiam impropria interpretatio ut voluntas sit vel praesumatur iusta, in eo sensu accipienda est lex, quia alias non conservabitur voluntas legislatoris, cum lex iniusta non sit lex. Et in lege 19 [In ambigua voce] additur: In ambigua voce legis ea potius accipienda est significatio quae vitio caret, praesertim cum voluntas legis ex hoc colligi possit, quia nimirum sine vitio esse praesumenda est69. Quod habet verum, etiam si illa ambiguitas sit per analogiam vel improprietatem, et idem sumitur ex lege Nulla iuris ratio, eodem70. 18. Semper alilqua proprietas verborum servanda. Tertio, ex comparatione ad alia iura potest indagari mens legislatoris in aliqua lege, etiam praeter vim et proprietatem verborum eius, idque dupliciter. Primo, ex repugnantia et contrarietate aliarum legum quae oriretur in uno verborum sensu et vitatur in alio, tunc enim interpretamur mentem legislatoris non fuisse X 5.40.8. X 1.7.2 § 1. 66 En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: l. Si vero. 67 D 19. 2. 15 § 4. 68 D 1. 3. 18. 69 D 1. 3. 19. 70 D 1. 3. 25. 64 65
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propio de las palabras. Esto también se puede hacer, cuando es necesario, para no apartarnos de la mente del legislador, porque entonces las palabras realmente no manifiestan la voluntad del legislador en su sentido propio sino un tanto modificadas. De ahí el texto de San Gregorio: Con frecuencia por atender al sentido propio de las palabras, se pierde el verdadero sentido. 17. Maneras de indagar la mente del legislador. Finalmente, se puede preguntar de qué recursos o conjeturas hay que echar mano para indagar la intención del legislador, aparte de la mera fuerza de las palabras. Respuesta: Son muchos los que señalan los juristas. Los principales son los siguientes: En primer lugar, la materia de la ley. Las palabras, en efecto, están ante todo al servicio de ella, según la opinión de San Gregorio antes citada. Así en las Decretales se encuentra la expresión la Iglesia está enviudada, aunque tenga un obispo que no está consagrado o es inútil, porque la materia pedía ese sentido. Así también en el Digesto la palabra donación se interpreta como transacción, porque así lo exige la materia. En segundo lugar, siempre que el sentido propio de las palabras incluyere injusticia o un absurdo semejante acerca de la mente del legislador, hay que entender las palabras en un sentido, aunque sea impropio, en el que la ley sea justa y razonable, porque se presume que tal es la mente del legislador, como está claro en muchos textos jurídicos del Digesto. En efecto, se dice en la ley 18: Se han de interpretar las leyes más benignamente para que se conserve su voluntad. Luego si se hace necesaria una interpretación, incluso impropia, para que la voluntad sea o se presuma justa, se ha de aceptar la ley en ese sentido, pues de lo contrario no se mantendría la voluntad del legislador, ya que una ley injusta no es ley. Y en la ley 19 se añade: Cuando en la ley hay un término ambiguo, se ha de aceptar un significado que no sea vicioso, sobre todo si de él puede deducirse la voluntad de la ley; porque efectivamente se ha de presumir que esa voluntad no es viciosa. Esto es verdad, aun en el caso en que esa ambigüedad provenga del uso analógico o impropio del término. Lo mismo se constata en la ley Nulla iuris ratio. 18. Se ha de mantener siempre alguna propiedad de las palabras. En tercer lugar, se puede indagar la mente del legislador en una ley por comparación con otros textos jurídicos, aparte también de la fuerza y propiedad de las palabras. Y esto de dos maneras: La primera, por la contradicción y oposición de las otras leyes que se originaría tomando las palabras en un sentido y que se evita
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derogare superioribus legibus aut illas corrigere; et ideo usum fuisse verbis in ea significatione quae cum aliis iuribus stare possit, quia non receditur a iure antiquo nisi quatenus in novo exprimitur (l. Praecipimus in fine, C, De appellationibus71) et notat glossa (in c. Cupientes § Quod si, verbo Petere, De electione, in Sexto72). Correctio enim et mutatio legis odiosa est, et de se non admittitur nisi ubi omnino vitari non potest; unde addunt iurisperiti vitandam esse, etiamsi opus sit verba posterioris legis minus proprie interpretari. Ita docent Antonius de Butrio (in c. Cum dilectus, De consuetudine, n. 15) et Imola (n. 1273) et Felinus (in c. Non potest, De re iudicata, n. 8 § Limita dupliciter74), cum Panormitano (in c. Cum olim, De re iudicata, in fine), qui ad hoc etiam inducit glossam ultimam interpretantem illum textum iuxta hanc regulam75, nam cum textus ille requirat concordiam eligentium et concordia in rigore significare videatur ut nullus discrepet, nihilominus sufficere censet ut fiat maiori parte consentiente, nam haec est concordia iuridica de qua intelligenda est illa lex, cum non declaret se velle communi iuri derogare. Unde colligo ita licere ob eam causam verba legis improprie interpretari, ut tamen servetur aliqua proprietas verborum, saltem secundum consuetudinem iuris, ut in exemplo adducto constat, et idem invenitur in aliis quae afferri solent. Estque valde consentaneum rationi quia esto non semper legislatores loquantur iuxta naturalem proprietatem verborum, semper tamen videntur loqui saltem secundum aliquam iuris proprietatem aut consuetudinem quando materia aliud non postulat. Neque maior extensio videtur admittenda, ne detur occasio et licentia corrumpendi iura, quod est maius incommodum quam admittere aliquam iuris correctionem. Altera via colligendi mentem legislatoris per comparationem ad alia iura est per concordiam. Ubi enim conveniens sensus legistatoris sumi non potest ex verbis in rigore ac naturali proprietate sumptis et alia significatio suppetit, in qua sensum accommodatum reddunt, multum iuvabit si talis significatio verborum consentanea sit aliis iuribus in quibus similia verba in illo sensu accipiuntur vel aequiparantur. Tunc enim valde probabilis fit talis interpretatio ex mente legislatoris, quia secundum ius loqui praesumitur. Et hoc maxime habet locum quando talis interpretatio benigna est et nullum alium habet incommodum, nam benigna interpretatio legis caeteris paribus praeferenda est iuxta legem Benignius (D, De legibus76).
C 7. 62. 32 § 5. Sextus Decretalium col. 108, lit. p. 73 Antonius de Butrio, Super quinque libris Decretalium, prima pars primi (Venetiis 1503, s. f.); Ioannes de Imola, Super primum Decretalium comentaria (Lugduni 1547, f. 82r). 74 Felinus Sandeo, cap. Non potest, De re iudicata n. 8, § Limita dupliciter. 75 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars tertia f. 73v (Augustae Taurinorum 1578); Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium Epistolarum commentaria seu lecturae (Lugduni 1578, pars tertia, f. 62v, n. 29). 76 D 1.3.18. 71 72
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tomándolas en otro. Entonces interpretamos que la mente del legislador no fue derogar las leyes anteriores o corregirlas y que por eso empleó las palabras con un significado que pueda ser compatible con los otros textos jurídicos. En efecto, el legislador no se aparta del antiguo texto jurídico, a menos en tanto en cuanto no se diga expresamente en el nuevo, como dice el Código y observa la Glosa en el Libro VI. Razón: la corrección y mutación de una ley es odiosa y de suyo no se admite, a menos que no puedan de ninguna manera evitarse. Por eso añaden los juristas que se han de evitar, aunque sea preciso interpretar con menos propiedad las palabras de la ley posterior. Así lo enseñan Antonio de Butrio en el capítulo Non potest, Juan de Imola junto con Nicolás de Tudeschis, el cual aduce también en este punto la Glosa que interpreta ese texto según esta regla. En efecto, verdad es que ese texto pide la concordia de los electores y concordia en rigor significa, al parecer, que nadie discrepa; sin embargo, estima que es suficiente con que se logre con la aprobación de la mayoría, pues tal es la concordia jurídica de la que se trata en esa ley al no declarar que quiere derogar el derecho común. De aquí deduzco que, por esa razón, de tal modo es lícito interpretar en un sentido impropio las palabras de la ley, que se mantenga, no obstante, en alguna medida la propiedad de las palabras, al menos de acuerdo con la costumbre jurídica, como es claro en el ejemplo aducido; y lo mismo ocurre en otros que se suelen aducir. Ello es muy conforme a la razón. En efecto, supongamos que no siempre los legisladores hablen según el sentido natural propio de las palabras; siempre, sin embargo, parecen hablar al menos con un cierto sentido propio o costumbre del derecho, cuando la materia no pide otra cosa. Y no parece que se tenga que admitir una ampliación mayor, para no dar ocasión y licencia para falsificar las leyes; esto es un inconveniente mayor que el de admitir alguna corrección de la ley. Otro camino para deducir la mente del legislador por comparación con otros textos jurídicos es el de la concordancia. En efecto, cuando no se puede averiguar el sentido adecuado del legislador por las palabras tomadas en su significado riguroso y natural y se tiene a mano otro significado con el que hacen un sentido adecuado ayudará mucho si ese significado de las palabras está de acuerdo con otros textos jurídicos en los cuales se aceptan o se equiparan palabras semejantes en ese sentido. Entonces, efectivamente, dicha interpretación según la mente del legislador adquiere una gran probabilidad, ya que se presume que está hablando conforme al derecho. Y esto tiene lugar muy especialmente cuando esa interpretación es benigna y no tiene ningún otro inconveniente; pues en igualdad de circunstancias ha de tener preferencia la interpretación benigna de la ley, según el Digesto.
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19. Ratio legis valde conducit ad mentem legislatoris indagandam. Ultimo, circa rationem legis addendum est illam quidem non sufficienter continere mentem legislatoris; si tamen de illa constet, multum valere ad eandem mentem legislatoris investigandam. Ita docuit Baldus (in c. Licet, De electione77) et Decius (in c. Secundo requiris, De appellationibus78), et plures alii apud Tiraquellum (in dicta lege Si unquam, Libertis, n. 2379). Et prior pars constat, tum quia ratio legis non est textus legis, tum etiam quia multa per legem humanam statuuntur arbitrio potius quam certa ratione; et ideo non omnium quae per leges statuuntur ratio reddi potest, ut dicitur in lege Non omnium D, De legibus80). Quamvis enim lex semper sit rationi consentanea, nihilominus electio inter ea quae rationabilia sunt saepe non habet rationem, et ideo non semper est investiganda, ut dicitur in lege Et ideo (D, eodem81). Ergo sola ratio legis non continet legislatoris voluntatem, quia pro suo arbitrio potuit non in omnibus illi conformari, sed solum quatenus voluit et suis verbis explicavit. Unde intulit Baldus, supra82, maioris momenti esse verba quam rationem etiam magistralem, ut ipse loquitur, quia verba sunt quasi legis substantia et immediate continent voluntatem legislatoris. Ratio autem solum remote illam indicat. 20. Ratio legis in ipsa contenta magnum indicium mentis est legislatoris. Nihilominus tamen posterior etiam pars verissima est. Oportet tamen circa illam advertere duplicem esse posse rationem legis, unam in lege non expressam sed ab interpretibus excogitatam, aliam in lege ipsa explicatam. Prior ergo ratio, licet aliquid conferat ad assequendam legislatoris mentem, non est tamen certum indicium83 sed probabilis tantum coniectura, tum quia saepe ratio non est certa sed in opinione doctorum posita est, tum etiam quia multo minus certum est illam fuisse rationem quae movit ipsum legislatorem, cum possint esse aliae a quibus moveri potuerit; et consequenter est incertum ad quam rationem magis accommodandus sit sensus legis. At vero quando ratio legis in ipsa lege continetur, magnum indicium84 esse potest mentis legislatoris, et post verba ipsa videtur secundum certitudinis locum obtinere, quia tunc ratio legis est aliquo modo pars eius, nam in ea continetur, ut supponitur. Unde necesse est ut praeceptum et voluntas legislatoris sit rationi suae accommodata; et consequenter, ut verba significantia actum praeceptum, si ambigua sint, ex ratione ibi expressa determinationem accipiant.
Baldus de Ubaldis, Commentariorum f. 59r, n. 4. Philippus Decio, Super Decretalibus ff. 213v-214r. 79 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam pp. 66-67. 80 D 1.3.20. En las ediciones de Coimbra y Lyon se omite la referencia al Digesto. 81 D 1.3.21. 82 Baldus de Ubaldis, Commentariorum f. 59r, n. 4. 83 En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: iudicium. 84 En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: iudicium. 77 78
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19. La razón de la ley es muy buen camino para indagar la mente del legislador. Finalmente, acerca de la razón de la ley se ha de añadir que ella ciertamente no abarca de modo suficiente la mente del legislador; pero si hay certeza de ella, es de gran valor para indagar la mente del legislador. Así lo enseñaron Baldo de Ubaldis, Felipe Decio y otros muchos que pueden verse en Andrés Tiraqueau. La primera parte es evidente: En primer lugar, porque la razón de la ley no es el texto de la ley; en segundo lugar, porque las leyes humanas establecen muchas cosas más por discreción que por una razón cierta. Por tanto, no de todo lo que se establece por las leyes se puede dar razón, como se dice en el Decreto. En efecto, aunque la ley esté siempre en conformidad con la razón, sin embargo la elección entre las cosas que son razonables no siempre tiene una razón y por tanto no siempre hay que investigarla, como se dice en el Digesto. Luego la sola razón de la ley no incluye la voluntad del legislador, porque pudo éste según su criterio no conformarse a ella en todo, sino sólo en lo que quiso y manifestó con sus palabras. Por eso dedujo Baldo de Ubaldis que son más importantes las palabras que la razón, incluso la magistral, como él mismo dice; porque las palabras son como la sustancia de la ley e incluyen de modo inmediato la voluntad del legislador; la razón, en cambio, la indica sólo remotamente. 20. La razón de la ley contenida en la ley misma es un gran indicio de la mente del legislador. Sin embargo, también la segunda parte es del todo verdadera. Pero acerca de ella conviene advertir que la razón de la ley puede ser doble: una no expresada en la ley, sino pensada por los intérpretes; otra explicada en la ley misma. Así pues, la razón primera, aunque contribuya algo a alcanzar la mente del legislador, no es, sin embargo, un indicio cierto sino una mera conjetura probable. Lo primero, porque muchas veces no es una razón cierta sino dejada a la opinión de los doctores; y lo segundo, porque es mucho menos cierto que esa fuera la razón que movió al propio legislador, ya que puede haber otras que le hayan podido mover. En consecuencia, es incierto a qué razón se haya de acomodar más el sentido de la ley. Pero cuando la razón de la ley está incluida en la ley misma, puede ser un gran indicio de la mente del legislador, y después de las palabras mismas parece ocupar el segundo puesto de certeza, porque entonces la razón de la ley es de alguna manera una parte suya; en ella efectivamente va incluida, como se da por supuesto. Es pues necesario que el mandato y la voluntad del legislador esté adaptada a su razón, y consecuentemente que las palabras que significan el acto mandado, si son ambiguas reciban su determinación por la razón allí expresada. Luego por esa razón queda probada eficazmente la mente del legislador.
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Ergo ex tali ratione efficaciter probatur mens legislatoris, quod adeo85 manifestum visum est Bartholo et multis aliis iurisperitis, ut saepe non distinguant inter hanc rationem et mentem legislatoris, et utramque pariter vocant animam legis, ut supra libro 3 dixi86, et attigit Decius, loco proxime citato87. Verumtamen, licet illa duo sint valde propinqua, in rigore sunt distincta, ut ibi probavi; et ideo, ratio est medium ad indagandam mentem, et moraliter certum quando est in lege expressa; non tamen ita infallibile quin aliae etiam circumstantiae ponderandae sint, quia etiam ipsius rationis sensus potest esse ambiguus et ex aliis circumstantiis certior redditur. Et contingere etiam potest ut ex eadem ratione voluntas variis modis et ad diversa moveatur, et ideo ad plene cognoscendam legislatoris voluntatem, quae est propria mens eius, non sufficit sola ratio etiam in lege expressa, sed omnia expendenda sunt et attente consideranda.
En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: ideo. Cfr. lib. III, cap. XX, n. 1 (CHP 16-17, 1977, pp. 51-52). 87 Cfr. cap. 2, n. 3. 85 86
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Esto, por lo demás, les pareció tan manifiesto a Bártolo de Saxoferrato y a muchos otros juristas, que muchas veces no distinguen entre esta razón y la mente del legislador y a ambas llaman por igual alma de la ley, como dije antes en el libro tercero y lo trató Filipo Decio en el pasaje que acabo de citar. Sin embargo, aunque las dos son muy parecidas, en rigor son distintas, como probé allí; y por eso la razón es medio para indagar la mente y medio moralmente cierto, cuando va expresada en la ley. Sin embargo, no lo es de tal manera infalible, que no haya que ponderar también las otras circunstancias, puesto que también el sentido de la razón misma puede ser ambiguo y se hace más cierto por las otras circunstancias. También puede ocurrir que partiendo de una misma razón se mueva la voluntad de diversas maneras y hacia cosas distintas. Por eso para conocer a fondo la voluntad del legislador que es su propia mente, no basta la sola razón incluso expresada en la ley, sino que hay que ponderarlo todo y examinarlo atentamente.
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CAPUT II Quando et quomodo habeat locum extensio in legibus humanis per earum interpretationem 1. Legis interpretatio declaratur. Legis interpretatio, si praecise ac secundum vocis rigorem sumatur, solum consistit in declaratione et intelligentia proprii et, ut sic dicam, immediati sensus ipsius legis, sistendo tantum in usitata et propria significatione verborum et in sensu legis ex illis sic intellectis resultante. Et hanc interpretationem videtur vocasse declarativam Bartholus (in l. Omnes populi, D, De iustitia et iure, q. 6 principali) et de illa tractat in quaestione 388. Nobis vero nihil de illa dicendum superest praeter dicta in capite praecedenti. Alio ergo modo sumitur interpretatio prout aliquid specialiter operatur circa legem, quae multiplex est secundum varios effectus. Unus est correctio vel abrogatio legis, de qua infra dicemus, quia specialiter fit per unam legem circa alias vel per posteriores circa praecedentes. Alii vero sunt qui in unaquaque lege secundum se spectari possunt, ut sunt: extensio, restrictio, exceptio vel excusatio seu cessatio obligationis legis vel aliorum effectuum eius. Et de singulis aliquid dicendum est, ut generales regulae habeantur ad decidendos casus ex legum intelligentia pendentes. 2. Quadruplex extensio legis. Primo igitur circa extensionem adverto quadruplicem extensionem in lege posse cogitari. Una est intra verborum proprietatem secundum naturalem significationem; alia est ultra proprietatem naturalem et intra proprietatem civilem, sive per communis iuris usum sive per aliquam iuris fictionem; tertia esse potest ultra utramque proprietatem per aliquam improprietatem, sive in significatione alicuius verbi aut nominis sive in connexione verborum sive in subintelligenda vel supplenda aliqua particula non expressa in lege. Et ita in hoc tertio membro potest esse infinita varietas et inaequalitas per maiorem vel minorem improprietatem. Quarto potest cogitari extensio ultra omnem significationem verborum etiam impropriam, solum propter rerum vel casuum similitudinem aut identitatem formalem in ratione legis. Quinto addi potest extensio ultra mentem legislatoris. Sed hanc non admittimus, ut infra dicemus, nec ultra dictos modos extensionis videtur alius possibilis per comparationem ad verba vel rationem legis, quae est veluti terminus a quo procedit extensio. Potest autem extensio fieri ad personas, ad res seu casus, ad loca vel ad tempora; et ita ex parte termini ad quem, ut ita dicam, possunt etiam extensiones multiplicari.
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Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus (Lugduni 1555, f. 11r).
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CAPÍTULO II Cuándo y cómo tiene lugar la ampliación en las leyes humanas mediante su interpretación 1. Significado de interpretación de la ley. La interpretación de la ley, considerada precisivamente y en el sentido riguroso de la palabra, consiste solamente en la aclaración y comprensión de su verdadero sentido y, por así decir, inmediato de la ley misma, fijándose sólo en el significado usual y propio de las palabras y en el sentido de la ley que resulta de ellas así entendidas. Esta es la interpretación que Bártolo de Saxoferrato parece que denominó declarativa en el Digesto. Pero de ella no nos queda nada por decir después de lo dicho en el capítulo anterior. En otro sentido, pues, se acepta la interpretación en cuanto que actúa de alguna manera sobre la ley, la cual es múltiple según sus diversos efectos. Uno de ellos es la corrección o abrogación de la ley, de la que hablaremos después porque se realiza especialmente mediante una determinada ley sobre las otras o mediante las leyes posteriores sobre las anteriores. Otros efectos son los que pueden considerarse en cada ley por sí misma, como son la ampliación, la restricción, la excepción o la excusación o cese de la obligación de la ley o de otros efectos de ella. De cada uno de ellos hay algo que decir con el fin de tener unas normas generales para decidir los casos que dependen de la comprensión de las leyes. 2. Cuatro modos de ampliación de la ley. Hago notar, por tanto, en primer lugar que en la ley pueden distinguirse cuatro clases de ampliación. Una primera ampliación, dentro del sentido propio de las palabras según su significado natural. Otra va más allá del sentido propio natural pero dentro del sentido propio civil, bien sea por la práctica del derecho común o por alguna ficción del derecho. La tercera puede ir más allá de ambos sentidos propios ateniéndose a algún sentido impropio sea en el significado de algún verbo o nombre, sea en la conexión de palabras sea sobreentendiendo o supliendo alguna partícula que no está expresada en la ley. Así en esta tercera clase de ampliación puede darse una infinita variedad y desigualdad, según sea mayor o menor el sentido impropio.Puede pensarse en una cuarta ampliación más allá de todo significado, incluso impropio, de las palabras, mirando solamente a la semejanza de las cosas o de los casos o a su identidad formal en la razón misma de la ley. Puede añadirse, en quinto lugar, una ampliación más allá de la mente del legislador. Pero ésta no la admitimos, como diremos después, ni parece que sea posible otro modo de ampliación además de los indicados por vía de comparación en las palabras o en la razón de la ley que es como el término del cual [terminus a quo] procede la ampliación. La ampliación, eso sí, puede alcanzar a las personas, a las cosas o a los casos, a los lugares o a los tiempos. De esta manera por parte del término al cual [terminus ad quem] —por así decir— se pueden multiplicar también las ampliaciones.
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3. Quousque lex non odiosa extendenda est. Dico ergo primo: omnis lex non odiosa per se loquendo extendenda est ad omnia quae verba in significatione propria ac naturali comprehendunt, non vero ultra illa nisi alia specialis ratio id requirat. Exempla sunt: si lex loquatur de filiis, ut filias etiam comprehendat, quia illa vox in significatione propria communis est; non vero ita comprehendit nepotes ex vi significationis nisi alia ratio cogat. Et ideo dixi per se loquendo, nam ex accidenti possunt verba intra illam significationem coarctari, ut si ex ampla intelligentia etiam propriissima sequatur aliquod absurdum vel correctio alterius legis vel aliquid simile, ut in capite sequenti explicabimus. Sic ergo explicata, assertio communis est in capite 1 [Canonum], (De constitutionibus89), ubi bene Decius (lect. 1, n. 23 et sequentibus90), Panormitanus (n. 1491), et sumitur ex glossa (in l. Non possunt, D, De legibus, in fine92). Prior ergo pars affirmans patet, quia tunc nulla est ratio extendendi legem ultra naturalem proprietatem verborum; ergo non debet fieri, quia regulariter homines loquuntur secundum proprietatem verborum; et si absolute et indefinite loquuntur, de toto significato verborum loqui intelliguntur. Et hoc maxime habet locum in legibus in quibus indefinitus sermo aequivalet universali, quia sunt regulae generales et doctrinalem sermonem continent, ut optime probari potest ex lege Prospexit (D, Qui et a quibus93), et tradit Bartholus in lege 1 (§ Sed etsi, D, De ventre in possessionem mittendo, n. 394), ubi in scholiis multa referuntur. Et confirmatur quia lex quae non continet odium aut speciale gravamen inter favores reputari potest, ut in principio libri praecedentis dixi95. Ergo intra praedictos saltem limites extendenda est. 4. [Altera pars negativia etiam est clara.] Altera vero pars negativa cum sua moderatione exceptiva etiam est clara, quia per se loquendo ac regulariter homines utuntur verbis in significatione maxime propria, multo ergo magis id est observandum in legibus. Et hoc etiam confirmant multa ex his quae in superiori capite adduximus, et nonnulla iuris principia, ut quod: Ubi lex non distinguit, nec nos distinguere debemus, quod sumitur ex dicta lege Prospexit et lege 1 [Hic titulus aequitatem] (D, De legatis praestandis96), cui aequivalens est ut: Quod absolute dicitur, simpliciter et sine diminutione accipiatur
X 1.2.1. Philippus Decio, Super Decretalibus f. 6r-v, nn. 23-33. 91 Nicolás de Tudeschis [Panormitanus], Commentaria primae partis in primum Decretaliuim librum Caput 1 De constitutionibus n. 14. 92 Digestorum seu Pandectarum f. 8r, lit. b. 93 D 40. 9. 12. 94 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in secundam Infortiati f. 194v. 95 Cfr. lib. V, cap. II (CHP Segunda Serie, p. 30) 96 D 40, 9. 12; D 37. 5. 1. 89 90
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3. Alcance de la ley no odiosa. Así pues, afirmo en primer lugar: toda ley no odiosa se ha de ampliar, hablando de suyo, a todo lo que alcanzan las palabras en su significación propia y natural, pero no más allá de ellas, a no ser que una razón especial lo exija. Tal es por ejemplo el caso en que la ley habla de los hijos de manera que comprenda también a las hijas, pues esa palabra en su significado propio es común; no comprende, en cambio, a los nietos en fuerza de su significado, a no ser que otra razón obligue a ello. Por eso he dicho hablando de suyo, porque eventualmente pueden las palabras restringir su propio significado; por ejemplo, si por entenderlas en un sentido amplio, por muy propio que sea, se sigue un absurdo o la corrección de otra ley o algo semejante, como explicaremos en el capítulo siguiente. Explicada así la tesis, es común en el Decreto, como bien observan Felipe Decio y Nicolás de Tudeschis y se encuentra en la Glosa del Digesto. Así pues, la primera parte, la afirmativa, es evidente, porque entonces no hay razón ninguna para ampliar el alcance de la ley más allá del significado propio natural de las palabras. Luego no debe hacerse, porque de ordinario los hombres hablan según el sentido propio de las palabras. Y si hablan de modo abstracto e indeterminado se entiende que hablan del significado total de las palabras. Esto tiene lugar sobre todo en las leyes en las que el lenguaje indeterminado equivale al universal, porque son reglas generales e incluyen un lenguaje doctrinal, como puede probarse muy bien por el Digesto; lo enseña Bártolo de Saxoferrato; los escolios del Digesto recogen muchas citas. Razón confirmativa: Una ley que no es odiosa o que no incluye un gravamen especial puede contarse entre las favorables, como dije al comienzo del libro anterior. Luego su alcance se ha de ampliar al menos dentro de los límites indicados. 4. [Segunda parte negativa.] Pero la segunda parte, la negativa junto con la atenuación de su excepción, es también clara, porque de suyo y de ordinario los hombres emplean las palabras en su significado más apropiado. Luego con mucha más razón se ha de observar esto en las leyes. Así lo confirman también muchos de los textos que hemos aducido en el capítulo anterior, así como algunos principios jurídicos como Donde la ley no distingue, tampoco nosotros debemos distinguir, tomado del Digesto. Uno equivalente es aquel otro Lo que se dice de forma absoluta, acéptese sin más
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(l. De pretio, D, De publiciana, etc.97), cui consonat lex Cum praetor 127, (D, De regulis iuris98); iuvat etiam quod simplicibus legibus est amica, ut dicitur in § Caeterum, (I, De legitima agnatorum successione99), et alia similia. Et haec assertio ex sequentibus magis declarabitur quando vero specialis ratio maiorem extensionem postulet, quando vero tantam non patiatur dicemus capite sequenti. 5. Lex favorabilis ad omnem proprietatem verborum extendenda est. Dico secundo: quando lex est favorabilis vel specialis aliqua ratio iuris intercedit, extendenda est ad omnem proprietatem verborum, non solum naturalem sed etiam civilem seu iuridicam, non vero ultra illam nisi maior necessitas id postulet. Haec posterior pars latius tractabitur in assertione sequenti, nunc vero sufficienter constat ex dictis in capite praecedenti quia verborum proprietas tenenda est nisi necessitas cogat, quia alias nihil erit certum et constans in dispositione legum. Prior ergo pars assertionis, quae praecipue nunc intenta est, communis est et clara. Et in communi suaderi potest, quia unaquaeque ars utitur verbis sibi propriis et iuxta propriam consuetudinem vel institutionem; ergo multo magis id servandum est in legibus. Nec enim cogendus est legislator ut, quoties loqui vult de filiis naturalibus et adoptivis, specifice id faciat, sed aliquando uti poterit voce conmuni. Ergo in legibus habere potest locum extensio secundum totam significationem propriam verborum, non solum naturalem sed etiam civilem; ergo maxime ita sunt accipienda verba in favorabilibus legibus, iuxta vulgata principia iuris. Quod tamen semper est intelligendum per se et nisi aliud obstet, iuxta alia principia et regulas quas proponemus. Idemque erit quando eadem omnino ratio in lege expressa in omnibus illis significationibus inventa fuerit; tunc enim satis indicat eadem ratio intentionem legislatoris fuisse de omnibus illis loqui. 6. Extensio admittenda in materia favorabili, non vero in odiosa. Atque ad hanc regulam spectant variae quaestiones, quae de hac extensione tractantur a doctoribus, quarum resolutio ab illa pendet et a posteriori et quasi per inductionem illam confirmat. Una et satis celebris est an lex loquens verbis proprie significantibus casum verum extendatur etiam ad fictum, quem sub lata significatione verba comprehendere possunt modo explicato, quam quaestionem tractant Bartholus et alii legistae in lege Si is qui pro emptore (D, De usucapionibus100) et in lege Omnes popul (D, De iustitia et iure101) et in lege Cum ex oratione (D, De excusationibus tutoris102) et in lege 3 (§ Haec verba, D, De negotiis gestis103). D 6. 2. 8. D 50. 17. 127. En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: Cum praetor 170. 99 I. 3. 2. 3. En la edición de Coimbra se lee: De legat. agnat. 100 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Digesti Novi (Lugduni 1555, ff. 110r116r.). 101 Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus, f. 16v, nn. 62 et 63. 102 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Infortiati partem (Lugduni 1555, f. 79v). 103 Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus, ff. 136v-137r. 97 98
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y sin atenuación; también del Digesto. Es así mismo útil aquello de Es amiga de las leyes sencillas, como se dice en las Decretales; y otras frases semejantes. Esta tesis quedará más aclarada en las páginas siguientes. En el capítulo siguiente diremos cuándo una razón especial exige una mayor ampliación y cuándo, por el contrario, no la consiente tan grande. 5. La ley favorable se ha de ampliar todo lo que permita el significado propio de las palabras. Afirmo en segundo lugar: Cuando la ley es favorable o interviene alguna razón jurídica especial, hay que ampliarla a todo el significado propio de las palabras, no sólo al natural sino también al civil y jurídico; pero no más allá de él, a menos que una necesidad mayor lo exija. Esta última parte la trataremos más extensamente en la tesis siguiente. De momento queda suficientemente clara con lo dicho en el capítulo precedente, porque el significado propio de las palabras hay que mantenerlo si la necesidad no fuerza a otra cosa; de lo contrario, nada habrá cierto y permanente en las disposiciones de las leyes Así pues, la primera parte de la tesis —que es la que ahora sobre todo nos interesa— es común y clara y en general se la puede probar así: Cada disciplina echa mano de las palabras que le son propias y de acuerdo con su propia tradición o institución. Luego con mucha más razón se ha de observar esto en las leyes. En efecto, no se ha de obligar al legislador a que, cuantas veces quiere hablar de los hijos naturales y adoptivos, lo haga en términos específicos, sino a veces podrá emplear un término común. Luego en las leyes puede tener lugar una ampliación en conformidad con el significado global propio de las palabras, no sólo el natural sino también el civil. Luego así hay que aceptar ante todo las palabras en las leyes favorables, según los principios comunes del derecho. Esto, sin embargo, hay que entenderlo siempre por sí mismo y si otra cosa no lo impide, en consonancia con los demás principios y reglas que propondremos. Y lo mismo se hará, cuando en todos esos significados se haya encontrado exactamente la misma razón que se expresa en la ley, porque entonces la misma razón indica suficientemente que la intención del legislador fue hablar de todos ellos. 6. La ampliación se ha de admitir en la materia favorable, no en la odiosa. A esta regla pertenecen las diversas cuestiones que estudian los doctores sobre esta ampliación. Su solución depende de ella y la confirma a posteriori y por intuición, por así decir. Una de esas cuestiones bastante famosa es si la ley que se expresa con palabras que significan con propiedad un caso real, se hace también extensiva a un caso imaginado al que, en un sentido amplio, pueden aplicarse las palabras de la manera explicada. Esta cuestión la estudian Bártolo de Saxoferrato y otros juristas de acuerdo con el Digesto. En efecto, si se comparan entre sí estos y otros textos jurídicos, es claro que unas veces las palabras de la ley se hacen extensivas al caso imaginado, pero otras veces no.
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Nam ex his et aliis iuribus inter se collatis constat interdum legis verba extendi ad casum fictum, interdum vero non extendi. Unde ordinaria regula est in materia stricta, id est, odiosa, correctoria et similibus, non admitti extensionem illam, in materia autem ampla, id est, favorabili, admitti; ut cum lex loquitur in favore filiorum, adoptivi etiam venire solent, ut docent Baldus et alii apud Menochium (lib. 4, praesumptione 89, n. 36104) et lex loquens de legitimis legitimatos comprehendit, teste Bartholo (in dicta l. Si is qui pro emptore n. 30105) et Menochio (supra n. 22106). Unde potest hic notari alia regula, scilicet, quando lex omnino aequiparat fictum cum vero, tunc quoad dispositiones seu effectus eiusdem iuris ordinarie habere locum extensionem legis secundum totam proprietatem civilem seu legalem, quia lex disponere censetur secundum eiusdem iuris usum et institutionem; ut verbi gratia, dicit lex legitimatum nihil differre107 a legitimo, utique quoad dispositiones iuris vel secundum iura factas, authentica Quibus modis naturales efficiuntur, etc. (cap. 1 et 3108). Inde ergo fit ut nomine legitimorum ordinarie veniant etiam legitimati, nisi aliud constet aliunde de mente legis, in quo etiam considerandum occurrit hoc maxime habere locum quando effectus per legem inductus est quasi dispensatio in aliquo defectu non a natura sed ab hominibus introducto, ut est ingenuitas concessa contra servitutem, nam servitus non est conditio naturae. Et ideo servus factus ingenuus per legem simpliciter venire solet in legibus nomine ingenui, ut patet ex dicta lege Cum ex oratione109); maxime vero in materia favorabili. Et alia exempla asseremus in sequentibus. 7. Lex aliquando extenditur ultra proprietatem verborum tam naturalem quam civilem. Dico tertio: extensio legis per improprietatem seu ultra proprietatem verborum tam naturalem quam civilem raro locum habet, admittenda vero est quando alias vel lex fieret illusoria et nullius momenti vel iniustitiam aut aliam absurditatem contineret. Hanc conclusionem in terminis posuit Abbas (in c. 1, De constitutionibus n. 14110) et sequitur ibi Decius et Felinus referens alios (in c. Translato, De constitutionibus n. 14111), Covarrubias (3 Variarum c. 3, n. 9112),
104 Iacobus Menochio, De preaesumptionibus, coniecturis, signis et indiciis comentaria (Lugduni 1608, p. 201). 105 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Digesti Novi, f. 113r. 106 Iacobus Menochio, De praesumptionibus pp. 200-201. 107 En la edición de Coimbra se lee: Differe. 108 A 6.1.1 et 3=N 74. 109 D 27. 1. 44. 110 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 16 vb. 111 Philippus Decio, Super Decretalibus f. 11r-v; Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 17r-v. 112 Didacus de Covarrubias, Variarum ex iure pontificio regio et caesareo resolutionum libri quattuor (Salmanticae 1570, f. 17v).
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Por eso la regla ordinaria es que en materia estricta —esto es, odiosa, sometida a corrección y otras semejantes— no se admite dicha ampliación, pero sí en materia amplia, es decir, favorable. Por ejemplo, cuando la ley habla en favor de los hijos, suelen entrar también los adoptivos, como enseñan Bbaldo e Ubaldis y otros según Juan Menochio. Y la ley que habla de los hijos legítimos comprende también a los legitimados, según palabras de Bártolo de Saxoferrat y de Jacobo Menochio. Así pues, puede tenerse en cuenta aquí otra regla, a saber: Cuando la ley equipara totalmente el caso imaginado con el real, entonces, por lo que toca a las disposiciones o efectos del mismo derecho, de ordinario tiene lugar la ampliación de la ley de acuerdo totalmente con el sentido propio civil o legal. Razón: Se considera que la ley dispone según la práctica de la normativa del mismo derecho. Un ejemplo: Dice la ley que el legitimado no se diferencia del legítimo; se entiende en cuanto a las disposiciones del derecho o tomadas conforme a las leyes según las Auténticas. De aquí se sigue, por tanto, que en el nombre de legítimos de ordinario entran también los legitimados, a no ser que por otro conducto conste otra cosa sobre el sentido de la ley. En este punto hay que tener también en cuenta que esto tiene lugar sobre todo, cuando el efecto inducido por medio de la ley es como una dispensa de algún defecto introducido no por la naturaleza sino por los hombres, como es el estado de libertad concedido en contra de la esclavitud. En efecto, la esclavitud no es una condición de la naturaleza. Por eso el esclavo, a quien la ley le ha concedido el estado de libertad, en las leyes suele venir sencillamente con el nombre de libre, como es claro en la citada ley Cum ex oratione. Y esto tiene lugar sobre todo en materia favorable. Aduciremos otros ejemplos en las páginas siguientes. 7. La ley a veces se amplía más allá del significado propio de las palabras, tanto el natural como el civil. Afirmo en tercer lugar: La ampliación de la ley por impropiedad, o sea, por encima del significado propio tanto natural como civil de la palabra, rara vez tiene lugar; pero hay que admitirla cuando de lo contrario o la ley resultaría ilusoria y de nula importancia o implicaría injusticia u otro absurdo. A esta tesis en estos términos llegó Nicolás de Tudeschis y la siguen Felipe Decio y otros, al igual que
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Navarrus (in Summa c. 27, n. 51, et in c. Poenae, De poenitentia, d. 1, n. 16 et 21113); et sumitur ex glossa ultima (in c. 2 [Quamquam], De usuris, in Sexto114). Qui omnes praecipue loquuntur de posteriori parte assertionis, nam prior, scilicet, quod haec licentia extendendi legem ad improprium sensum per se non liceat sed tantum necessitate cogente, per se nota est, et ex dictis in capite praecedenti satis probatur. Quod vero propter dictam causam liceat optime probatur ex lege Scire etiam (§ Aliud, D, De excusationibus tutorum), ubi propter vitandum absurdum lex ibi dicens: Vel intra centum milliaria115, extenditur ut etiam intra quattuor centum locum habeat. Et a simili etiam sumitur ex lege. Nam absurdum (D, De bonis libertorum116) et optime in lege Si stipulatio (D, De oper. libertorum117). Et confirmari hoc potest ex capite Si civitas (De sententia excommunicationis, in Sexto118), ubi interdictum civitatis extenditur ad suburbia, ne vilipendi valeat sententia interdicti. Idem probatur ex capite Significavit, De iudaeis119, ut illud bene expendit Navarrus (in Summa c.27, n. 51120). Ratio autem est quia est vulgaris regula omnem dispositionem ita esse interpretandam, ut valeat potius quam pereat. Ergo multo magis lex quae magno consilio fit; at vero si iniustitiam contineret non esset lex. Ergo ita est interpretanda, ut et sit lex et non sit iniusta, etiamsi ad hoc necessarium sit verba extendere usque ad improprietatem. Et eadem ratione vitanda est omnis absurditas a lege per eius interpretationem, quia, si esset absurda, irrationabilis esset, et consequenter non esset lex. Idem denique erit si sit inutilis et nullius momenti, quia etiam hoc modo nihil ad commune bonum conferet ac subinde non erit lex. Et praeterea, cum lex auctoritate publica fiat et magno consilio, non potest praesumi facta in eo sensu ut sit iniusta, absurda vel inutilis. Unde etiam de statuto dixit Albertus (cons. 20, n. 11) non esse ita interpretandum ut elusorium fiat121, et sequitur Mascardus (concl. 596, n. 2122). Imo etiam in lege odiosa fit haec extensio ne fiat fraus legis et ita fiat inutilis, ut in lege 4 [Si permitente] Ad macedonianum, sub mutuo comprehenditur venditio pecunia credita123. Et ad id valet lex Cum quis, 165 (De regulis iuris124) et glossa ultima (in capite ultimo
113 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion sive Manuale confessariorum et poenitentium (Lugduni 1575, pp. 908-909); et Commentaria in septem distinctiones De poenitentia (Opera Coloniae Agripinae 1616, t. I, pp. 397 et 398). 114 Sextus Decretalium, col. 607, lit. a, verbo Aliter facta. En las ediciones se lee: glossa paenult. 115 D 27. 1. 13 § 2. 116 D 38. 2. 7 117 D 38. 1. 39, 118 In VI 5.11.17. 119 X 5.6.11. 120 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 908-909. 121 Albertus Bruno, In materia feudali consilia (Venetiis 1548, f. 42r). 122 Iosephus Mascardo, Conclusionum omnium probationum ac quaestionum…volumen primum (Augustae Taurinorum 1591, f. 271r.). 123 C 4.28.4: Ad senatus consultum macedonianum. 124 D 50. 17. 165. En las ediciones se lee: Cum quis, 126.
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Felino Sandeo que cita a otros, Diego de Covarrubias, Martín de Azpilcueta, y se encuentra en la Glosa del Libro VI. Todos ellos hablan principalmente de la segunda parte de la tesis. En efecto, la primera —es decir, que esta licencia de ampliar el alcance de la ley hasta el sentido impropio, no es de suyo lícita sino sólo cuando la necesidad obliga a ello— es evidente por sí misma y queda suficientemente probada por lo dicho en el capítulo anterior. Pero que sea lícita por la razón indicada se prueba muy bien por la ley Scire etiam del Digesto, en donde para evitar el absurdo, la ley que dice O dentro de las cien millas se amplía de modo que tenga también lugar dentro de las cuatrocientas. Algo semejante se desprende también de la ley Nam absurdum y muy bien de la ley Si stipulatio. Esto puede confirmarse por el capítulo Si civitas del Libro VI, en el que el entredicho de una ciudad se amplía a los suburbios, para que la sentencia del entredicho no pueda ser menospreciada. Lo mismo se prueba por el capítulo Significavit sobre los judíos como bien lo expone Martín de Azpilcueta. La razón es esta: Es una regla común que toda disposición se deba interpretar de tal manera, que se mantenga más bien que desaparezca. Luego con mucha más razón una ley que se dicta con gran consulta. Ahora bien, si implicase injusticia, no sería ley. Luego de tal manera hay que interpretarla, que sea ley y que no sea injusta, aunque para eso sea necesario ampliar el sentido de las palabras hasta la impropiedad. Por la misma razón al interpretar la ley hay evitar en ella todo absurdo; pues si fuera absurda, sería irracional y consecuentemente no sería ley. Lo mismo finalmente ocurrirá si es inútil y de importancia nula, pues tampoco de esta manera contribuirá al bien común y por tanto no será ley. Además como la ley se dicta con autoridad pública y con una gran consulta, no puede presumirse que se haya dictado en un sentido tal, que sea injusta, absurda o inútil. Por eso también dijo Alberto sobre el estatuto que no se debe interpretar de tal manera que resulte ilusorio; y le sigue Mascardo. Más aún, en la ley odiosa se hace esta ampliación para no eludir la ley y hacerla así inútil. Por ejemplo, en la ley Si permittente del Código en el préstamo va incluida la venta bajo fianza. Para esto es también útil la ley Cum quis del Decreto y la Glosa del libro VI, en donde el nombre de testamento se amplía al codicilo en materia penal, para que la ley
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[Quamquam], De usuris in Sexto125), ubi nomen testamenti ad codicilum extendit in materia poenali, ne lex fiat illusoria, estque ibi communiter probata. Et plures alios in eadem sententia refert Tiraquellus (in Legibus connubialis, glossa 5, n. 115126) et Sarmiento (lib. 1 Selectionum, cap. 12, n 7127). Atque in his assertionibus non videtur esse controversia inter auctores, nam in his generalibus regulis conveniunt, licet alii plures, alii pauciores limitationes adhibeant, quas nunc non expendimus, quia pendent magis ex particularibus materiis seu ex applicatione generalis doctrinae ad illas quam ex formali ratione interpretandi leges.
Sextus Decretalium col. 607, lit. a, verbo Aliter facta. Andreas Tiraqueau, De legibus connubialibus et iure maritali (Lugduni 1574, p. 408). 127 Franciscus Sarmiento de Mendoza, Selectarum interpretationum libri octo (Antuerpiae 1616, pp. 51-52). 125 126
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no resulte ilusoria y en ese texto es aprobado en su sentido general. A favor de la misma opinión aduce Andrés Tiraqueau otros muchos autores al igual que Francisco Sarmiento de Mendoza. En esta tesis no parece haber controversia entre los autores, pues en estas reglas generales están de acuerdo, aunque señalan unos más limitaciones y otros menos. En este momento no las examinamos, porque dependen más de las materias particulares o de la aplicación de la doctrina general a ellas que del sentido formal en la interpretación de las leyes.
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CAPUT III Utrum lex extendi possit ad casum non comprehensum sub aliqua verborum significatione propter solam rationis similitudinem vel identitatem 1. [Quaestio valde controversa.] Quaestio haec valde controversa est inter auctores et non parvam habet difficultatem et ideo specialiter tractanda est. Multi ergo sentire videntur tantam extensionem fieri non posse. Et potest suaderi primo, quia ratio legis non est lex nec formaliter illam constituit tanquam forma substantialis eius, quia haec est voluntas legislatoris significata per verba. Ergo si verba in aliqua significatione non extenduntur ad aliquem casum, quamvis fortasse ratio in eo militet, non est de illo lata lex. Dices voluntatem legislatoris esse rationi conformem, et ideo tantum extendi quantum ratio eius. Sed contra hoc argumentor secundo, quia, stante eadem ratione, potest princeps velle unum et non aliud, vel pro sola libertate vel certe quia non expedit multa praecipere aut prohibere neque omnia omittere; et ideo eligit unum pro arbitrio suo, quod saepe potest facere sine culpa, imo etiam interdum propter aliquam rationem. Nam licet nos lateat, fortasse non defuit legislatori aliquod motivum propter quod unum praeciperet et non aliud, non obstante aliqua similitudine rationis. Unde confirmatur tertio, quia ipsa determinatio expressa verborum ad unum casum et taciturnitas alterius indicat potius legislatorem unum voluisse praecipere vel prohibere et non aliud ex illa coniectura iuridica, quia si voluisset, expressisset (c. 2 [Inter corporalia], De translatione episcopi128; c. Ad audientiam, De decimis129). Unde potius solet interdum sumi argumentum ab speciali, quia dum hoc in speciali prohibetur et alia tacentur signum est alia non prohiberi. Denique lex non est ultra totam significationem extendenda sine necessitate aut ratione cogente; hic autem nulla est, sed sola coniectura similitudinis rationis, quae et infirma est, quia nunquam potest illa similitudo omnimoda satis probari, cum non oporteat legislatorem omnem rationem exprimere quae ipsum movit, et per alias coniecturas quas adduximus illa sufficienter eluditur130 (argumento c. Quia verisimile, De praesumptionibus131). Ergo propter solam rationem non est lex extendenda ultra verba. Et hanc sententiam significat glossa in capite In fidei, verbo Inquisitionis, De haereticis, in Sexto132; tenet Antonius (in c. ultimo, De
X 1.7.2. X 3.30.12. 130 En las ediciones se lee: eliditur. 131 X 2.23.10. En las ediciones se lee: cap. Verisimile. 132 Sextus Decretalium col. 566-567, lit. n. 128 129
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CAPÍTULO III ¿Puede ampliarse una ley no comprendida bajo alguno de los significados de las palabras por la mera semejanza o identidad de una razón? 1. [Presentación del problema.] Es este un problema muy controvertido entre los autores y tiene no pequeña dificultad. Por eso hay que tratarlo con especial atención. Así pues, muchos opinan, al parecer, que no puede hacerse una ampliación tan grande. Puede probarse, en primer lugar, diciendo que la razón de la ley no es la ley ni la constituye formalmente como forma sustancial de ella, pues esta es la voluntad del legislador significada por las palabras. Luego si las palabras en alguno de sus significados no se extienden a algún caso, aunque quizás se dé en él razón, no le atañe a él la ley. Se dirá: La voluntad del legislador es conforme a la razón. Por lo cual, se extiende tanto cuanto su extiende su razón. Pero contra esto arguyo, en segundo lugar: Manteniéndose la misma razón puede el superior querer una cosa y no la otra, bien sea porque él así lo quiere sin más o sea porque ciertamente muchas cosas no conviene mandarlas o prohibirlas ni prescindir de todas. Elige, pues, libremente una que con frecuencia puede hacer sin culpa; es más, incluso a veces por alguna razón. En efecto, aunque a nosotros se nos oculte, quizás no faltó al legislador algún motivo pora mandar una cosa y no otra, a pesar de existir alguna razón semejante. De ahí se deduce una tercera razón confirmativa: El que las palabras se refieran expresamente a un caso y guarden silencio sobre el otro está indicando más bien que el legislador quiso mandar o prohibir una cosa y no otra, por aquella conjetura jurídica de que si lo hubiera querido, lo hubiera dicho expresamente, según las Decretales. De aquí suele a veces más bien tomarse el argumento llamado de caso particular, pues al prohibir esto en particular y callar las otras cosas, es señal de que las demás cosas no se prohíben. Finalmente, la ley no se ha de ampliar más allá de todos sus significados sin necesidad o por una razón que obligue a ello. Ahora bien, aquí no hay ninguna razón sino una mera conjetura basada en la semejanza de la razón, conjetura que es endeble, porque nunca puede probarse suficientemente una semejanza total. La razón es que no es preciso que el legislador exprese todas las razones que le han movido. Además, dicha conjetura queda suficientemente desvanecida por las otras conjeturas que hemos aducido. Sirve de argumento el canon Quia verisimi-
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consuetudine n. 57133), Dominicus (in c. 1, De temporibus ordinationum, in Sexto, n. 9134); Adrianus (in Quartum, Materia de excommunicatione, q. 3, except. 8135) et Corduba (lib. 1, q. 11, opin. 2 ad 3136) et multi alii apud Tiraquellum (in l. Si unquam, verbo Libertis, a n. 2), ubi infinita pene congerit et allegat (usque ad n. 30, et praecipue in n. 20 et 21137). 2. Ratio legis aliquando extenditur ultra significationem verborum. Multi vero alii affirmant tantam esse vim rationis legis ut propter illam comprehendere censeatur casus in lege omissos, si in eis par ratio militet, licet aliter sub verbis legis non contineantur. Pro qua sententia multa etiam congerit Tiraquellus (supra, n. 42138), ubi etiam plures auctores allegat. Idem Constantinus Rogerii (in Tractatu de iuris interpretatione, § 1, a n. 21139), Molina (lib. 1 De primogeniorum, cap. 5, n. 7 et sequentibus140), Covarrubias (in c. Alma, 2 p., § 4, n. 7, vers. Secundo141), Angelus (verbo Lex, n. 6 et 8142), cum Imola et Geminiano, Sylvester (q. 18) cum Panormitano(in c. In insulis, De regularibus, n. 3), ubi ait dispositionem legis extendi propter rationem expressam in lege, etiamsi verba id non patiantur 3143; idem fere habet in capite 1 (De iuramento calumniae, n. 8144). Fundamentum potissimum est quia ratio legis, praesertim in ipsa expressa, indicat sufficienter intentionem legislatoris esse prohibere aliquid non quatenus materialiter, ut sic dicam, tale est, sed ut subest tali rationi, ac subinde prohibere quidquid talem rationem aequaliter induit. Ergo dispositio talis legis tam universalis est quam eius ratio, etiamsi verba eius id non exprimant. Et confirmatur, quia hoc modo decisio unius casus per sententiam principis censetur habere vim legis pro omnibus similibus, quia nimirum casus ille particularis materialiter sumptus solum censetur esse tamquam quoddam exemplum in quo ratio decisionis exercetur; quia vero ratio est quae fundat decisionem, ideo universalis esse censetur pro casibus similibus. Ergo idem est cum proportione in quacumque lege. Et ad hoc confirmandum allegantur varia Antonius de Butrio, Super quinque libris Decretalium, prima pars. Dominicus a Sancto Geminiano, In Sextum Decretalium volumen commentaria (Venetiis 1578, ff. 87v-88r). 135 Adrianus VI, Quaestiones in Quartum sententiarum,De excommunicatione q. 3, except. 8 (Lugduni 1547, pp. 315-316). 136 Antonius de Córdoba, Opera quinque libris digesta lib. I: Quaestionarium theologicum (Venetiis 1569), pp. 123-124. 137 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam verbo Liberiis a n. 2, pp. 58-68. 138 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam p. 71. 139 Constantinus Rogerio, Singularis tractatus p. 19. 140 Molina, Ludovicus de, De hispanorum primogenitorum origine p. 28. 141 Didacus de Covarrubias, Commentarii in Bonifaci VIII constitutionem Alma mater, De sententiae excommunicatione, libri Sexti (Opera omnia, Genevae, 1724, t. I, p. 538) 142 Clavasio, Angelo Summa angelica v. Lex nn. 6 et 8. 143 Sylvester Prierio, Summa pars secunda, f. 89r, § Igitur. Sylvester sitúa el canon In insulis en la rúbrica De statu monachorum, error convenientemente subsanado por Suárez. 144 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium, Epistolarum commentaria seu lectura (Lugduni 1578, pars prima, f. 133r). 133 134
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les de las Decretales.. Luego por la sola razón no hay que ampliar la ley más allá de las palabras. Esta opinión la da a conocer la Glosa del libro VI. La sostienen Antonio de Butrio, Domingo de Santo Geminiano, Adriano VI, Antonio de Córdoba y otros muchos que cita Andrés Tiraqueau, quien recoge y aduce testimonios en número casi infinito. 2. La razón de la ley se amplía a veces más allá del significado de las palabras. Otros muchos afirman que es tal la fuerza de la razón de la ley, que debido a ella se piensa que la ley abarca casos omitidos en la ley, si en ellos se da una razón parecida, aunque por lo demás no estén contenidos en las palabras de la ley. En favor de esta opinión recoge también Andrés Tiraqueau numerosos textos y aduce así mismo muchos autores. Lo mismo hacen Constantino Roger, Luis de Molina, Diego de Covarrubias, Ángel de Clavasio junto con Juan de Imola y Domingo de Santo Geminiano, Silvestre Prierio con Nicolás de Tudeschis, quien dice que la disposición de la ley se amplía a causa de la razón expresada en la ley, aunque las palabras no lo toleren. El motivo fundamental es que la razón de la ley, sobre todo la expresada en ella, indica suficientemente que la intención del legislador es prohibir algo no en cuanto que es tal materialmente, por así decir, sino en cuanto que subyace a tal razón y por lo mismo prohíbe todo cuanto, de la misma manera, reviste tal razón. Luego la disposición de tal ley es tan universal como su razón, aunque sus palabras no lo digan expresamente. Razón confirmativa: De esta manera la decisión de un solo caso por sentencia del superior se considera que tiene fuerza de ley para todos los casos semejantes. En efecto, ese caso particular, tomado materialmente, se considera que es como un efecto en el que se pone en práctica la razón de la decisión. Pero como la razón es la que funda la decisión, de ahí que se considere universal para los casos semejantes. Luego lo mismo ocurre proporcionalmente en cualquier ley. Como confirmación se alegan varios textos jurídicos; pero no es del caso exponerlos
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iura quae nunc non licet sigillatim expendere, quia intellecta generali doctrina potest unusquisque iuxta eam singula interpretari. 3. De lege humana propria sermo esse debet. In hac re difficile est iudicium ferre propter varia dicta doctorum et iurium quae ab ipsis allegantur. Ut tamen quod sentio dilucide et breviter explicare valeam, suppono sermonem esse de lege humana propria, id est, disponente et inducente novam obligationem quae ex sola ratione naturali non oriretur, nam si lex hominis tantum sit declarativa rationis naturalis, sine dubio tantum extendetur quantum ipsa ratio. Nec de hoc esse potest controversia. Deinde differentiam constituo inter paritatem rationis et identitatem. Paritatem rationis voco quando, licet rationes sint diversae, habent inter se actualitatem, ut sunt, verbi gratia, ratio amicitiae aut gratitudinis quae inter se diversae sunt; possunt autem aequiparari et moraliter aequales iudicari. Identitatem autem voco quando in diversis materiis una et eadem ratio pietatis promovendae aut nocumenti evitandi intercedit. Quam distinctionem attingunt iuristae allegati, et paritatem vocant similitudinem rationis, aliam identitatem, ut videre licet in Baldo et aliis quos Tiraquellus citat, et expresius Rochus Curtius (Tractatu de consuetudine, ad cap. ultimum, eodem, sect. 4, n. 23145), ex Alexandro (cons. 75) et Paulo de Castro (cons. 338 et in cons. 84146), ut illum refert et sequitur Tiraquellus in dicta lege Si unquam (verbo Libertis, n. 45147). 4. Similitudo rationis non sufficit ut obligatio legis ex uno casu ad similem extendatur. Primo igitur censeo solam similitudinem rationis per aequiparationem seu aequivalentiam sine identitate non sufficere ut legis obligatio ex uno casu ad similem extendatur, ut ex persona ad personam aut alio simili modo, quando sub verbis legis in aliqua significatione non comprehenditur. Ita opinantur in primis auctores citati in prima opinione. Deinde idem plane sentiunt Paulus Castrensis, Alexander et Rochus proxime citati. Ad idem potest citari glossa (in c. 1, De temporibus ordinationum, in Sexto, verbo Italiae148), nam licet in principio videatur repugnare, in ultimis verbis tandem exponit illum textum, non admittendo extensionem propter similitudinem rationis; verum est non fundari in hoc quod similitudo rationis non sufficeret, sed in hoc quod ratio aliquae dissimilitudinis excogitari potuit. Veruntamen etiam hinc sumi potest argumentum pro conclusione, quia si verba legis nullo modo casum comprehendunt, sola similitudo rationis non potest sufficere 145 Rochus Corti, Enarrationes in celeberrimum iuris cap. Cum tanto, tit. De consuetudine (Lugduni 1550, f. 54v). 146 Alexander Tartagnus de Imola, Consiliorum sive responsorum cons. 75 (Lugduni 1531); et Paulus de Castro, Consilia sive responsa cons. 338 et cons. 84 (Francofurti 1552). 147 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam p. 72. 148 Sextus Decretalium col. 192-193, lit. t.
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ahora uno por uno, pues una vez comprendida la doctrina general, puede cada uno conforme a ella dar su interpretación. 3. Se ha de tratar de la ley humana propiamente dicha. En esta cuestión es difícil dar un juicio por las diversas maneras de expresarse de los doctores y de los textos jurídicos que alegan. No obstante, para poder expresar clara y brevemente lo que pienso, doy por supuesto que se trata de una ley humana en su sentido propio, esto es, de una ley que dispone y crea una nueva obligación que no brotaría de la sola razón natural. En efecto, si la ley humana es solamente declarativa de la razón natural, no hay duda de que tendrá tanto alcance como el de la razón misma. En este punto no puede haber discusión. En segundo lugar, establezco diferencia entre igualdad e identidad de razón. Digo que hay igualdad de razón, cuando, aunque las razones sean diversas, son comparables entre sí Así son, por ejemplo, las razones de amistad y de gratitud. Son diversas entre sí, pero pueden equipararse y tenerse por moralmente iguales. En cambio, digo que hay identidad, cuando en materias diversas se da una sola y misma razón; por ejemplo, la de promover la piedad o evitar el daño. Es la distinción que consideran los citados juristas; y llaman semejanza de razón a la igualdad, e identidad a la otra, como puede verse en Baaldo de Ubaldis y otros que cita Andrés Tiraqueau y más concretamente Roque Curcio tomándolo de Alejandro de Imola, Pablo de Castro, al que cita y sigue Andrés Tiraqueau. 4. La semejanza de la razón no es suficiente para que se amplíe la obligación de la ley de un caso semejante a otro. Pienso, por tanto, en primer lugar, que no basta la sola semejanza de razón, por equiparación o equivalencia, sin la identidad para hacer extensiva la obligación de la ley de un caso a otro semejante —como de una persona a persona, o de otro modo semejante— cuando bajo las palabras de la ley no está dicha obligación comprendida en alguno de sus significados. Así opinan, en primer lugar, los autores citados en la primera opinión. Además, exactamente lo mismo sostienen Paulo de Castro, Alejandro de Imola y Roque Curcio que acabo de citar. Para lo mismo puede citarse también la Glosa del libro VI. En efecto, aunque al principio parezca que no está de acuerdo, en las últimas palabras expone, sin embargo, ese texto rechazando la ampliación por la semejanza de la razón. Es verdad que no se funda en que no bastaría la semejanza de la razón, sino en que pudo pensarse en alguna razón de desemejanza. Sin embargo, también de aquí puede surgir un argumento a favor de la tesis. Y es el siguiente: Si las palabras de la ley de ninguna manera dan cabida al caso, la sola semejanza de la razón no puede bastar para pensar que la disposición de la ley
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ut dispositio legis censeatur habere locum in alio casu simili, quia nunquam potest similitudo esse tanta quin facile sit aliquam rationem differentiae invenire. Sed ulterius declaratur incipiendo a certioribus, nam in primis fere omnes fatentur hanc extensionem per similitudinem rationis non habere locum ubi alia lex aliter disponit in alio casu quantumcumque simili, ut expresse docent Bartholus (in authentica Quas actiones, C, De sacrosanctis ecclesiis, n. 8 et 9149, et in l. Omnes populi, D, De iustitia et iure, q. 6 principali, q. 4150); consentit Abbas (cons. 29, n. 4. vol. 2151, et in c. Translato, De constitutionibus, n. 4), ubi clare loquitur de ratione simili, non eadem, ut Bartholus etiam loqui videtur, ut illum etiam Rochus exposuit152; idem Felinus (in dicto c. Translato, De constitutionibus, n. 13153). Et ratio est, tum quia legum correctio est iuris strictissimi, ut infra dicemus, et ideo non habet in illa locum extensio propter solam similitudinem rationis, tum etiam quia fortius vinculum est legis expressae quam sit ratio alterius legis propter solam similitudinem. Ergo non potest haec lex contra alteram praevalere. Ex quo obiter colligo solam similitudinem rationis non sufficere ut casus sit comprehensus in lege ex mente legislatoris, nam si esset comprehensus, re vera eximeret illum a contraria lege antiquiori. 5. Duo in lege poenali distinguenda. Deinde in legibus poenalibus est facilior magisque recepta assertio: idemque intelligatur cum proportione in irritantibus et in omnibus odiosis. Ut autem caveatur aequivocatio quae in hoc committi potest, distinguenda sunt in lege poenali duo, scilicet, praeceptum vel prohibitio et poenae impositio. Quod ergo attinet ad poenam certum existimo non posse legem poenalem quoad poenam extendi propter solam similitudinem rationis quantacumque ita sit. Quod praeter auctores proxime allegatos sensit glossa (in c. In poenis, 49, De regulis iuris, in Sexto), dicens quod: De poenis non arguimus ad similia, quia poenae non excedunt proprium casum154. Idem docuit Antonius de Butrio (in c. ultimo, De consuetudine, n. 57 et 58155) et bene Castro (lib. 1 De lege poenali, c. 7, doc. 3156). Eandem opinionem tenet et communem doctorum esse dicit Molina (tract. 2 De iustitia, disp. 176, § 4157), Emmanuel Roderici, (t. 1 Quaestiones regulares, q. 11, a. 6, regula 14158), Sancius (lib. 10 De matrimonio, disp. 4159). Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis f. 29v. Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus f. 11r. 151 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis] Omnia quae quidem extant consilia… quibus a postrema editione accessere eiusdem auctoris in Clementis papae V constitutiones commentaria (Lugduni 1578, f. 83v); et Commentariorum prima y primum, f. 19va. 152 Rochus Corti, Enarrationes sect. 4, n. 23, f. 54v. 153 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 17r. 154 Sextus Decretalium, col. 759, lit. a. 155 Antonius de Butrio, Super quinque libris Decretalium, prima pars primi s. 156 Alphonsus de Castro, De potestate legis poenalis (Opera omnia Parisiis 1578, t. II, col. 542-548). 157 Ludovicus de Molina, De iustitia et iure (Moguntiae 1614, t. I, col. 721). 158 Emmanuel Rodrigues, Quaestiones regulares et canonicae (Salmanticae 1598, t. I, p. 98) 159 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento (Antuerpiae 1670, p. 326, n. 3). 149 150
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tiene cabida en otro caso semejante. Nunca, en efecto, la semejanza puede ser tan grande, que no sea fácil encontrar alguna razón de diferencia. Vamos a aclararlo más comenzando por lo más cierto. En efecto, casi todos, en primer lugar, reconocen que esta ampliación por semejanza de la razón no tiene cabida donde otra ley dispone de otra manera en otro caso, por muy semejante que sea. Así lo enseñan expresamente Bártolo de Saxomerrato y con él Nicolás de Tudeschis que habla claramente de razón semejante, no de la misma, como también parece hablar Bártolo de Saxoferrato, tal como lo expuso también Roque Curcio. Lo mismo piensa Felino Sandeo. Y la razón es esta: La corrección de las leyes es propia del derecho más estricto, como diremos después; por eso no tiene cabida en ella la ampliación por la sola semejanza de la razón. Otra razón es que el vínculo de una ley expresa es más fuerte que lo que es la razón de otra ley por la sola semejanza. Luego esta ley no puede prevalecer en contra de la otra. De aquí deduzco, de paso, que la sola semejanza de la razón no basta para que el caso quede comprendido en la ley según la mente del legislador; porque si hubiera estado comprendido, quedaría de hecho eximida de una ley contraria más antigua. 5. Dos puntos hay que distinguir en la ley penal. En segundo lugar, la tesis resulta más fácil y más aceptada en las leyes penales. Entiéndase lo mismo proporcionalmente de las leyes invalidantes y de todas las odiosas. Pero para evitar equívocos que pudieran cometerse en este punto, hay que distinguir dos aspectos en la ley penal, a saber, la prescripción o la prohibición y la imposición de la pena. Por lo que toca a la pena creo con certeza que la ley penal no puede, en lo tocante a la pena, ampliarse por la sola semejanza de la razón, por mucha que sea. Así lo estimó la Glosa del Libro VI, aparte de los autores que acabamos de citar, cuando dice: Por lo que respecta a las penas no argüimos atendiendo a las cosas semejantes, porque las penas no van más allá del caso particular. Lo mismo enseñó Antonio de Butrio y muy bien Alfonso de Castro. La misma opinión sostiene Luis de Molina y dice que es la común entre los doctores; así mismo Manuel Rodríguez y Tomás Sánchez.
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Probari autem potest. Primo, ex generali regula iuris in poenis benigniorem interpretationem esse faciendam; at extensio poenae propter solam similitudinem non fit per interpretationem benignam sed nimis rigorosam. Ergo. Secundo, quia haec extensio, vel fieri posset a casu ad casum similem, aequalem vel graviorem, vel a persona ad personam, vel a poena ad poenam, vel a loco ad locum, aut alia simili circunstantia; nihil autem horum potest dici cum probabilitate. Ergo. 6. Declaratur exemplo. Probatur prima pars de casu ad casum, quia poena impositio, licet secundum generalem rationem aequalitatis seu proportionis fundetur in ratione iustitiae, tamen in determinatione talis poenae ad talem casum pendet ex voluntate legislatoris magis quam ex ratione, ut constat, quia nulla certa ratio cogebat principem ad imponendam hanc poenam pro tali delicto; posset enim imponere aliam, vel nullam per legem imponere, sed conmittere iudici. Ergo rationis similitudo ex parte delictorum non sufficit ad extendendam poenam ad casum similem, quia praeter rationem necessaria est voluntas legislaroris, quae ibi non intervenit. Declaratur et confirmatur haec pars, quia in poenis quae ipso facto imponuntur manifiestum est neminem obligari in conscientia ad exequendam vel observandam in se poenam legis, nisi commiserit illud specificum delictum propter quod est imposita, ut in censuris, irregularitatibus et aliis impedimentis canonicis manifestum est, ut constat ex doctrina saepe repetita in materia de censuris. Imo doctores omnes in illa ponderant non solum specificam rationem delicti sed etiam modum et consummationem eius, iuxta rigorosum sensum verborum, esse necessarium. Unde ridiculum esset dicere parricidam vel incendiarium templi aut imaginum incurrere censuram canonis Si quis suadente160, quia haec delicta aequiparantur in gravitate percussioni clerici. Ergo idem dicendum est in poenis imponendis per iudicem; eadem enim ratio militat, quia lex imponens poenam certam pro furto in rigore non obligat iudicem ad imponendam illam poenam pro alio delicto, etiamsi simile vel aequale sit. Quando vero possit iudex, vel etiam debeat, ex alio principio, uti ea similitudine seu imitatione legis punientis unum delictum ad puniendum aliud, paulo post explicabo. 7. Iuridica ratio exponendi omnes canones. Atque hae rationes convincunt in aliis extensionibus secundum alias circumstantias quando variata circumstantia variatur factum quod lex consideravit. Ut patet in primis in variatione personae, nam si lex definite punit religiosum concionantem hoc vel illud, non punit clericum secularem idem delictum committentem, quia licet sit in specie idem, non tamen est idem quod lex voluit et expressit. Item hic procedit illa ratio: quod punire hanc vel illam personam pendet ex voluntate legislatoris, et ideo non sufficit similis ratio, quia nec semper homo 160
C.17 q.4 c.29.
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Se puede probar, en primer lugar, por la regla jurídica general de que en las penas se ha de atender a la interpretación más benigna. Ahora bien, la ampliación de la pena por sola la semejanza no se hace por una interpretación benigna, sino por una demasiado rigurosa. Luego. En segundo lugar, esta ampliación se podría hacer de caso a caso semejante, igual o de más importancia, de persona a persona, de pena a pena o de lugar a lugar o en otra circunstancia semejante. Pero nada de esto se puede decir con probabilidad. Luego. 6. Aclaración con un ejemplo. Prueba de la primera parte de caso a caso: La imposición de la pena —aunque esté fundada en el concepto de justicia según el concepto general de igualdad o proporción— sin embargo, en la determinación de tal pena a tal caso depende de la voluntad del legislador más que de la razón, como es evidente. En efecto, ninguna razón cierta obligaba al superior a imponer esta pena por tal delito, pues podría imponer otra o no poner ninguna por ley, sino dejársela al juez. Luego no basta la semejanza de razón por parte de los delitos para ampliar la pena a un caso semejante, porque además de la razón se necesita la voluntad del legislador, la cual aquí no interviene. Aclaración y confirmación de esta parte: En las penas que se imponen ipso facto es manifiesto que a nadie se le obliga en conciencia a cumplir o ejecutar en sí mismo la pena de la ley, a no ser que haya cometido ese delito específico por el cual se impuso. Esto es manifiesto en las censuras, en las irregularidades y otros impedimentos canónicos. Así lo demuestra la doctrina tantas veces repetida en el tratado de las censuras. Es más, todos los doctores ponderan en él no sólo el concepto específico del delito, sino también que su modalidad y su ejecución han de estar de acuerdo con el sentido riguroso de las palabras. Sería, pues, ridículo decir que incurre en la censura del canon Si quis suadente el parricida o el que incendiase un templo o las imágenes por el hecho de que estos delitos se equiparan en gravedad al de golpear a un clérigo. Luego lo mismo hay que decir de las penas que debe imponer el juez; pues vale la misma razón, ya que la ley que impone una pena determinada por un hurto no obliga en rigor al juez a imponer esa pena por otro delito, aunque este sea semejante o igual. Pero cuándo un juez puede o incluso debe, por otro principio, hacer uso de esa semejanza o imitación de la ley que castiga un delito para castigar otro, lo explicaré en seguida. 7. Razón jurídica para exponer todos los cánones. Estas razones son convincentes en otras ampliaciones de acuerdo con otras circunstancias, cuando al cambiar la circunstancia se cambia el hecho que la ley consideró. Esto es evidente, en primer lugar, cuando cambia la persona. En efecto, si la ley castiga concretamente a un religioso que predica esto o aquello, no castiga al clérigo secular que cometa el mismo delito. Porque aunque sea específicamente el mismo, no es, sin embargo, el mismo que quiso y expresó la ley. Así mismo, aquí es válida la razón de que castigar a esta o a aquella persona depende
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vult omnia quae participant similitudinem rationis, nec semper expedit omnia velle, sed unum pro alio eligitur arbitrio legislatoris vel propter alia motiva quae apud se habere potuit. Et haec est iuridica ratio exponendi omnes canones poenales; et, destructo hoc generali fundamento, tollitur certitudo in his legibus explicandis. Et idem discursus fieri potest de loco; nam si lex punit delictum factum in tali loco, ita ut ex illa constet habuisse respectum ad illum, non extenditur ad alium, licet eadem vel similis ratio in eo esse videatur. Quod quidem dixit Bartholus (in authentica ultima, C, De sacrosanctis ecclesiis161), quando cum illa extensione inducitur correctio legis; ego vero censeo absolute ac per se idem esse dicendum ex vi mutationis loci et facti quod lex consideravit. Et idem est de malo peccandi, nam si lex punit peccantem scienter, non extenditur ad peccantem ex ignorantia, etiamsi contingat delictum ex aliis circumstantiis esse gravius; et sic de aliis propter eandem rationem. Denique idem est evidentius de extensione a poena ad poenam, nam si certa poena imponitur per legem, non potest iudex illam mutare aliam similem imponendo, quia astringitur lege ad solvendum, ut ita dicam, in tali specie, nisi per modum dispensationis ex iusta causa aliud ei permittatur, ut supra dictum est. Et in poenis quae incurruntur ipso facto non potest quis mutare poenam in aliam similem quando potest poenam lege praescriptam exequi; imo, licet non possit, non tenetur aliam aequivalentem praestare, ut in superioribus dictum est. Et in aliis legibus est certum in eis non habere locum commutationem proprio arbitrio factam, ut infra dicetur. Nulla ergo extensio vel argumentatio per similitudinem rationis habet locum in poenis quoad proprium reatum earum, etiamsi maxima congruentia vel similitudo intercedere videatur, ut dixi etiam in tomo 3 (tertia parte q. 67, a. 8) in commentario162. 8. Reiicitur sententia Ioannis Andreae. Superest dicendum de altera parte legis poenalis, quae est prohibitio vel praeceptum, nam Ioannes Andreae (in c. Dispendia, De rescriptis, lib. Sexto163) dixit per similitudinem rationis extendi dispositionem legis poenalis, licet non extendatur poena. Et potest suaderi, quia eadem est ratio de hac lege quae de qualibet alia obligante per vim directivam, quia etiam lex poenalis ut praecipiens vel prohibens habet suam vim directivam; solum hoc potest in ea considerari speciale, quod ratione adiunctae poenae videtur potius restringenda quam extendenda, quoad hoc ut poena restringatur et non extendatur. Sed hoc non cogit, quia poena est quid accessorium et directio legis est principale, et ideo non est habenda ratio Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis f. 29v, n. 8. Franciscus Suárez, Commentariorum ac disputationum in tertiam partem divi Thomae tomus tertius, qui est primus De sacramentis disp. 23, sect. 3 (Moguntiae 1619, pp. 241-243; Vivès 20, pp. 398-403). 163 Iohannis Andreae, In sextum Decretalium librum novella comentaria (Ventiis 1612, f. 8r, n. 3). 161 162
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de la voluntad del legislador y que por eso no basta una razón semejante, ya que no siempre el hombre pretende todo aquello a lo que llega la semejanza de una razón ni siempre es conveniente pretenderlo todo, sino que se elige una cosa en vez de otra, a voluntad del legislador o por otros motivos que él pudo tener en sus planes. Esta es la razón jurídica para interpretar todos los cánones penales; y demolida esta base general, se elimina toda certeza en la explicación de estas leyes. El mismo raciocinio se puede hacer acerca del lugar. En efecto, si la ley castiga un delito cometido en tal lugar de manera que conste por ella que se refería a ese lugar, no se extiende a otro lugar, aunque parezca darse en él la misma o semejante razón. Es lo que dijo Bártolo de Sexaferrato cuando, al hacer esa ampliación, se introduce una corrección de la ley. Pero yo creo que lo mismo se ha de decir de modo absoluto y de suyo en virtud del cambio del lugar y del hecho que tuvo en cuenta la ley. Lo mismo ocurre con el mal del pecado Si la ley castiga al que peca a sabiendas, no se amplía al que peca por ignorancia, aunque el delito sea más grave por otras circunstancias. Y así de otros casos por la misma razón. Finalmente, lo mismo ocurre con más claridad en la ampliación de pena a pena. En efecto, si se impone por ley una determinada pena, no puede cambiarla el juez imponiendo otra semejante, porque la ley obliga, por así decir, a pagar en tal especie, a no ser que por vía de dispensa se le permita otra cosa por una causa justa. En cuanto a las penas en las que se incurre ipso facto, uno no puede cambiar la pena por otra semejante, cuando puede cumplir una pena prescrita por la ley. Es más, aunque no pueda, no está obligado a presentar otra equivalente, como se ha dicho en páginas anteriores. En cuanto a las otras leyes es cierto que no tiene lugar la conmutación hecha a su propio arbitrio, como se dirá después. Luego ninguna ampliación o argumentación por semejanza de la razón tiene lugar en las penas en cuanto al reato propio de ellas, por grande que sea la coincidencia o semejanza que parezca haber, como dije también en el tomo III de la tercera parte. 8. Se rechaza la opinión de Juan de Andrés. Nos queda por hablar de la otra parte de la ley penal, que es la prohibición o el precepto. En efecto, Juan de Andrés dijo que por la semejanza de la razón se amplía la disposición de la ley penal, aunque no se amplíe la pena. Una posible prueba es esta: Una misma es la razón para esta ley que para cualquiera otra que obligue por su fuerza directiva, pues también la ley penal, en cuanto preceptiva o prohibitiva, tiene su fuerza directiva. Lo único que se puede considerar en ella como algo especial es que por razón de la pena que se adjunta parece que hay que restringirla más bien que ampliarla en cuanto a que la pena se restrinja y no se amplíe Ahora bien, esto no tiene fuerza, pues la pena es algo accesorio y la dirección de la ley es algo principal y por tanto no se ha de tener en cuenta la razón de lo accesorio, si lo im-
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accessorii, si principale per se spectatum petit vel admittit extensionem. Sed lex directiva non adiiciens poenam extenditur propter similitudinem rationis. Ergo et lex poenalis quoad dispositionem et directionem. Sed haec sententia in primis in eo displicet quod separat poenam a dispositione legis, nam licet verum sit poenam legis non posse extendi ad eum qui illam legem non violat cui adiecta est, etiamsi aliam similem violet, ut probant omnia dicta in superiori puncto, nihilominus si propter rationis similitudinem extenditur dispositio legis poenalis, consequenter dicendum est violari legem illam per actum illum in quo similis ratio militat. Alias, quomodo lex extenditur ad illum actum? Si autem lex violatur, poena eius incurritur, quia adaequata est ipsi legi et sequitur transgressionem eius tanquam accesorium principale. Deinde displicet ipsa assertio, quia licet aequiparatio facta cum aliis legibus directivis non poenalibus videatur probabilis, nihilominus fundamentum etiam in aliis legibus censeo esse falsum. 9. Similitudo rationis non sufficit ad vinculum conscientiae inducendum. Duplex interpretatio mentis legislatoris. Dico ergo nullam legem extendi quoad vinculum obligationis in conscientia quod per se imponit propter solam similitudinem vel paritatem rationis ad casum omisum et nullo modo comprehensum sub significatione verborum legis, etiamsi de tali casu nihil per aliam legem dispositum sit, et sive lex poenam addat sive non addat. Ut hanc assertionem probem suppono distinctionem quamdam qua utuntur Imola, Geminianus, Tiraquellus et Sylvester, locis citatis164, qui dicunt duplicem esse mentem legislatoris vel potius interpretationem mentis legislatoris, unam comprehensivam, aliam extensivam, quod ego intelligo pure extensivam, generale nomen imperfectiori membro applicando. Comprehensiva interpretatio vel extensio est quando per illam declaratur talem casum vel personam comprehensam fuisse in mente legislatoris, licet verbis non satis eam declaraverit, ut est casus in capite Si postquam (§ Si vero, De electione, in Sexto), ibi: Quae non solum ut quis veniat, sed etiam ex sui mente exigit, quod usque ad finem negotium prosequatur165, cum similibus. Pure vero extensiva mens seu interpretatio dicitur illa per quam extenditur dispositio legis ad casum non comprehensum sub mente legislatoris propter similitudinem vel paritatem rationis. 10. Interpretatio pure extensiva non sufficit ut dispositio legis obliget in tali casu. Hoc posito, sic argumentor: interpretatio pure extensiva et non comprehensiva nunquam sufficit ut dispositio legis obliget in casu ad quem fit extensio ex vi talis legis; sed extensio quae fit per similitudinem rationis sive adminiculo verborum nunquam est comprehensiva sed pura extensio; ergo ratione illius tantum nunquam lex obligat per vim directivam. 164 165
Cfr. supra n. 2. In VI 1.6.33.
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portante en sí mismo considerado está exigiendo o admite ampliación. Pues bien, la ley directiva que no añade pena se amplía a causa de la semejanza de la razón. Luego también la ley penal en cuanto a la disposición y dirección. Esta opinión, en primer lugar, me desagrada en que separa la pena de la disposición de la ley. En efecto, es verdad que la pena de la ley no puede alcanzar al que no viola aquella ley a la que está aplicada la pena, aunque viole otra semejante, y buena prueba es todo lo dicho en el número anterior. No obstante, si por la semejanza de la razón se amplía la disposición de la ley penal, hay que decir, en consecuencia, que se viola esa ley por aquel acto en el que se halla una razón semejante. De no ser así, ¿cómo se amplía la ley a ese acto? Pero si la ley se viola, se incurre en la pena de ella, pues está adecuada a la ley misma y sigue a su transgresión como lo accesorio a lo importante. Además, la tesis en sí misma me desagrada, porque, aunque parezca probable la equiparación hecha con otras leyes directivas no penales, no obstante pienso que el fundamento es también falso en las otras leyes. 9. La semejanza de la razón no es suficiente para inducir obligación de conciencia. Doble interpretación de la mente del legislador. Afirmo, por consiguiente, que —en cuanto al vínculo de obligación en conciencia que la ley de suyo impone, por la sola semejanza o igualdad de la razón— ninguna ley se amplía al caso omitido y de ninguna manera comprendido en el significado de las palabras de la ley. Y esto aunque nada haya dispuesto otra ley sobre dicho caso, y sea que la ley añada pena o que no la añada. Para probar esta tesis doy por supuesta una distinción de la que echan mano Juan de Imola, Domingo de Sancto Geminiano, Andrés Tiraqueau y Silvestre Prierio en los pasajes citados. Dicen que se da una doble mente del legislador o más bien una interpretación de la mente del legislador: una comprehensiva y otra extensiva. La meramente extensiva yo la entiendo aplicando el nombre general al miembro más imperfecto. Hay interpretación comprehensiva o ampliación, cuando por ella se da a entender que tal caso o persona estuvo presente en la mente del legislador, aunque él no la haya aclarado del todo con sus palabras. Tal es el caso del Libro VI, en donde se dice: No sólo exige que uno acuda, sino también que, según su mente, lleve hasta el final el negocio; y otros semejantes. Pero mente o interpretación meramente extensiva se dice aquella por la cual se extiende la disposición de la ley a un caso no comprendido en la mente del legislador, a causa de la semejanza o igualdad de la razón. 10. La interpretación meramente extensiva no es suficiente para que una disposición obligue en tal caso. Esto supuesto, he aquí mi argumento: La interpretación meramente extensiva y no comprehensiva nunca basta para que la disposición de la ley obligue en el caso al que se hace la extensión, en virtud de tal ley. Ahora bien, la extensión que se hace por semejanza de la razón sin el apoyo de las palabras nunca es comprehensiva sino que es simplemente extensiva. Luego sólo por razón de ella nunca obliga la ley por fuerza directiva.
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Quae ratio procedit tam in lege favorabili quam in poenali correctoria et quomodocumque odiosa, ut per se patet. Maiorem videntur plane supponere Imola et Geminianus166; imo etiam Sylvester167; et probatur quia formalis ratio constitutiva legis est mens legislatoris, sub qua voluntatem eius praecipue intelligo. Ergo quod non fuit sub mente legislatoris comprehensum non potest sub lege comprehendi; ergo non potest cadere sub legis obligationem; ergo si interpretatio sit pure extensiva non potest sufficere ad obligationem legis. Probatur consequentia ultima, nam caetera omnia per se nota videntur, ex data declaratione terminorum, quia illa dicitur pura extensio quae fit ultra totum id quod sub mente legislatoris comprehenditur. Quod autem talis sit extensio quae fit per solam similitudinem rationis, quod in minori sumebatur, probatur quia sola similitudo rationis non ostendit sub voluntate legislatoris comprehensa fuisse omnia quae similitudinem rationis inter se habent, ut probant omnia dicta de poenis; nam, sicut obligatio ad poenam talem non nascitur ex sola ratione sed ex voluntate legislatoris quae stante simili ratione potest velle hanc vel illam poenam et non aliam, ita obligatio directiva nascitur ex voluntate; et haec non semper tantum extenditur quantum rationis similitudo, ut in poenis probatum est et in rationibus pro prima sententia adductis. 11. Refellitur responsio Sylvestri. Respondet autem Sylvester (verbo Lex, q. 18168): sicut physice est impossibile esse eandem causam quin sequatur idem effectus, ita loquendo iuridice esse impossibile esse eandem rationem et non esse idem ius, cum ratio ipsa sit formaliter ius et lex, nisi hoc sit ex voluntate legislatoris, quam tamen sequi non tenemur nisi exprimatur. Veruntamen haec obiectio, ablata quadam aequivocatione quam involvit, magis confirmat nostram sententiam quam eam oppugnet. Aequivocatio ergo saepe committitur in illo verbo: eadem ratio, nam si rigorose sumeretur pro vera identitate rationis, prout similitudine distinguitur, non procederet ratio contra nos, qui haec duo distinximus et nunc de sola similitudine tractamus. Sylvester autem latius loquitur de ratione eadem prout antea dixerat: Si ratio sit par simpliciter, seu eadem, aut certe maior169. Sic ergo loquendo de ratione eadem pro simili pari vel maiori, falsa est maior et inepta comparatio quae fit causae physicae, quae naturaliter agit ad rationem quae moraliter inducit liberam voluntatem legislatoris; quod ipsemet Sylvester vidit cum addidit: Nisi hoc sit de voluntate legislatoris170. Si ergo legislatoris voluntas potest efficere ut lex non tantum extendatur quantum par ratio, non est iuridice impossibile esse eandem rationem et non esse idem ius, falsumque est dicere quod 166 Sylvester remite a estos autores a c. Si postquam, de electione lib 6. [VI 1.6.33] Dominicus de San Geminiano, In Sextum Decretalium f. 70r-v. 167 Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, verbo Lex, f. 89r-v, § Igitur. 168 Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, f. 89v, § Ego autem 169 Ibíd. 170 Ibíd.
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Esta razón es válida tanto en la ley favorable como en la penal, correctiva y de alguna manera odiosa, como es evidente por sí mismo. La premisa mayor parece que la dan totalmente por supuesta Juan de Imola y Domingo de Santo Geminiano; es más, también Silvestre Prierio. Prueba: La razón formal constitutiva de la ley es la mente del legislador bajo la cual es como yo entiendo principalmente su voluntad. Luego lo que no estuvo comprehendido en la mente del legislador no puede estar comprehendido en la ley. Luego no puede caer bajo la obligación de la ley. Luego si la interpretación es meramente extensiva, no puede ser suficiente para la obligación de la ley. La consecuencia última (ya que todo lo demás parece claro por sí mismo) se prueba por la explicación que hicimos de los términos: Se llama mera extensión a la que se hace más allá de todo lo que la mente del legislador entiende. Ahora bien, que tal sea la extensión que se hace por la sola semejanza de la razón (esto es lo que se ponía en la premisa menor) se prueba, porque la sola semejanza de la razón no demuestra que se haya comprendido en la voluntad del legislador todo lo que tiene semejanza de razón entre sí, como lo demuestra todo lo dicho sobre las penas. En efecto, la obligación de tal pena no nace de la sola razón, sino de la voluntad del legislador que, al darse una razón semejante, puede querer esta o aquella pena y no otra. Pues así también la obligación directiva nace de la voluntad y ésta no siempre se extiende tanto cuanto se extiende la semejanza de la razón, como se ha probado en lo tocante a las penas y en las razones aducidas en la primera opinión. 11. Refutación de la respuesta de Silvestre Prierias. Silvestre Prierio responde que así como es imposible físicamente que se dé la misma causa sin que se siga el mismo efecto, así es imposible, hablando jurídicamente, que se dé la misma razón y no se dé el mismo derecho, ya que la razón misma es formalmente el derecho y la ley, a no ser que sea otra la voluntad del legislador, la cual sin embargo no estamos obligados a seguir, si no se manifiesta expresamente. Pero esta objeción, quitando el equívoco que envuelve, confirma más bien que impugna nuestra tesis. El equívoco, por tanto, en que con frecuencia se incurre se refiere a la expresión la misma razón. En efecto, si esa expresión se tomase en rigor por una auténtica identidad de la razón en cuanto contradistinta de la semejanza, no sería válida esa razón contra nosotros, que hemos distinguido esas dos cosas, y ahora tratamos de la sola semejanza. Ahora bien, Silvestre Prierio habla en un sentido más amplio de la misma razón, según lo que había dicho antes: Si la razón es simplemente igual o la misma o si ciertamente es mayor. Luego si por la misma razón entiende una razón semejante, igual o mayor, la premisa mayor es falsa e inadecuada la comparación que se establece entre la causa física, que actúa naturalmente, y la razón que moralmente guía la voluntad libre del legislador. Ya lo vio el propio Silvestre Prierio, cuando añadió: A no ser que esto sea de la voluntad del legislador. Luego si la voluntad del legislador puede hacer que una ley no se amplíe tanto cuanto la razón que es igual, no es ju-
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talis ratio sit formaliter ius et lex, nam talis ratio per se non sufficit ius aut legem constituere sine voluntate legislatoris; alias non posset legislatoris voluntas facere ne lex tantum extendatur quantum illa ratio, quia non potest tollere ab illa ratione quod illi est intrinsecum et formale; nam ob hanc causam non potest voluntas legislatoris humani facere ut illa ratio naturalis, quae per se inducit obligationem naturalis legis et est quasi formale ius naturale, non extendatur quantum natura sua potest. Secus vero est de ratione congruitatis seu convenientiae, quae in lege humana reperitur; illa enim ratio per se non est formaliter ius aut lex [se lee: ratio], sed potius est voluntas, vel saltem non sufficit ratio sine voluntate. Unde libenter admittimus illud principium quod Sylvester sumit, quia non tenemur sequi voluntatem legislatoris nisi exprimatur; nihil autem illum iuvat, quia licet legislator non exprimat se nolle ut lex extendatur ad omnia in quibus similis ratio invenitur, non ideo ratio sola per se obligat, ut ostensum est, nisi accedat voluntas legislatoris. Unde retorquetur ratio, quia per talem legem non exprimitur voluntas legislatoris obligans ad talem extensionem; ergo nulla est talis obligatio. Probatur consequentia, quia voluntas legislatoris non obligat nisi exprimatur, et illa non exprimitur; ergo illa non potest esse obligatio, nec etiam ex sola ratione; ergo ex nullo capite. 12. Obiectio. Solutio. Exemplum morale. Sed dici potest quod, licet ratio sola non sit lex sine voluntate, tamen est signum voluntatis, praecipue quando in ipsa lege exprimitur. Ergo tunc tantum extenditur voluntas quantum ratio, et ita ex ratione resultabit interpretatio non tantum pure extensiva, sed etiam comprehensiva; et sic etiam procedit quod Baldus et alii dicunt: rationem esse ipsam legem, quia involvit voluntatem, et ideo aeque extendi legem ipsam ac rationem eius. Sed hoc, licet possit habere apparientiam aliquam in propria identitate rationis, de qua statim, non tamen in rationis paritate aut similitudine, quia de illa falsum est assumptum, nam ratio per se non est sufficiens, nedum adaequatum signum voluntatis, etiamsi in lege exprimatur, quia est tantum signum honestatis vel utilitatis quam legislator in tali materia respicit, ut in illa per legem ac voluntatem suam necessitatem inducat. Et ideo necessarium non est, nec moraliter verum aut ordinarium, quod voluntas legislatoris extendatur ad omnia in quibus potest inveniri similis ratio; quia, ut dicebam, voluntas pro sua libertate potest circa unam materiam disponere et non circa aliam, licet in utraque inveniatur similis ratio, quia fortasse non expedit in omnibus disponere, et pro suo arbitrio legislator eligit unam materiam potius quam aliam. Exemplum morale est, quia in lege taxante pretium panis aut vini eadem profecto vel potius similis ratio considerari potest, et nihilominus lex positiva interdum taxat pretium panis et non vini vel olei, et sic de aliis. Item aliquando lex canonica disponit aliquid in una religione mendicante, quod potest simili ratione generaliter disponere; et tamen, si lex specialiter loquatur de praedicatoribus vel minoribus, non extenditur ad alios, ut patet ex capite Constitutionem (cum c.
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rídicamente imposible que se dé la misma razón y que no se dé el mismo derecho. Y es falso decir que tal razón sea formalmente el derecho y la ley. En efecto, esa razón de suyo no basta para establecer el derecho o la ley sin la voluntad del legislador; de lo contrario, no podría la voluntad del legislador hacer que la ley no se amplíe tanto cuanto esa razón, porque no puede quitar de esa razón lo que es intrínseco y formal de ella. Por esta causa, efectivamente, no puede la voluntad del legislador humano hacer que esa razón natural, que de suyo induce obligación de ley natural, y es a manera de derecho formal natural, no se amplíe tanto cuanto puede su naturaleza. Otra cosa es cuando se trata de la razón de congruencia o conveniencia que se da en la ley humana, pues esa razón no es de suyo derecho o ley, sino más bien la voluntad o al menos no basta la razón sin la voluntad. Por eso gustosamente admitimos el principio que acepta Silvestre Prierio de que no estamos obligados a seguir la voluntad del legislador, si no se manifiesta expresamente. Pero este principio a él de nada le sirve, porque aunque el legislador no diga expresamente que no quiere que la ley se amplíe a todo aquello en que se encuentra una razón semejante, no por eso la razón sola obliga de suyo, como se ha demostrado, si no se añade la voluntad del legislador. Por eso doy la vuelta al argumento: Por esa ley no se manifiesta expresamente la voluntad del legislador de obligar a esa ampliación Luego esa obligación es nula. Prueba de la consecuencia: La voluntad del legislador no obliga, si no se manifiesta expresamente. Ahora bien, no se manifiesta expresamente. Luego desde ella no puede haber obligación ni tampoco desde la sola razón. Luego desde ningún punto de vista. 12. Objeción. Solución. Ejemplo moral. Puede objetarse que, aunque la sola razón no sea ley sin la voluntad del legislador, es sin embargo un signo de esa voluntad, sobre todo cuando queda expresada en la ley misma. Luego entonces la voluntad tiene el mismo alcance que la razón. Y así de la razón resultará una interpretación no simplement extensiva sino también comprehensiva. Y así también es válido lo que dicen Baldo de Ubaldis y otros, a saber, que la razón es la ley misma, porque incluye la voluntad y por tanto la propia ley tiene el mismo alcance que la razón de ella. Pero esto, aunque pueda tener alguna apariencia tratándose de una identidad propia de la razón —de la que en seguida hablaremos— no la tiene, sin embargo, tratándose de una igualdad o semejanza de la razón, porque tratándose de ella la afirmación es falsa. En efecto, la razón no es de suyo signo suficiente —cuánto menos adecuado— de la voluntad, aun cuando se exprese en la ley, porque es sólo signo de la probidad o utilidad a la que atiende el legislador en tal materia concreta para imponer en ella obligatoriedad por medio de la ley y de su voluntad. Por eso no es necesario ni moralmente verdadero u ordinario que la voluntad del legislador se extienda a todo aquello en que puede encontrarse una razón semejante. En efecto, la voluntad puede —como decía— disponer libremente sobre una materia y no sobre otra, aunque en ambas se halle una razón semejante, puesto que tal vez no conviene disponer sobre todas ellas; y el legislador elige a su juicio una materia más bien que otra.
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Non solum, De regularibus, in Sexto171); nam prohibitionem factam minoribus et praedicatoribus recipiendi novitios ante annum probationis elapsum, eodem extendit Bonifacius VIII ad aliorum mendicantium ordines, et addit: Nos pari similitudine rationis inducti, plane ostendens antea non habuisse locum extensionem illam, non obstante similitudine rationis. 13. [Auctorum doctrina.] Atque ita ex illo textu fatetur Sylvester probari sententiam hanc quoad leges poenales et dispositiones seu prohibitiones earum et in hoc esse communem sententiam eamque aliis in locis docuisse Ioannem Andream (scilicet, in regula Odia, in Sexto, et in Clementina 1, De electione172), Imola et Geminianum (in dicto c. Statutum173); Panormitanum (etiam in c. 1, De re iudicata, n. 15174); nam, licet dicat legem poenalem extendi ad limites rationis expressae, statim subdit: Secus ubi allegaretur simile sub facilioribus terminis vel paribus, et citat Innocentium (in c. Cum speciali, De apellationibus175), apud quem nihil invenio. At vero in legibus non poenalibus nec correctoriis plures ex dictis iuristis admittunt extensionem; sed nec rationem sufficientem afferunt nec differentiam sufficientem inter leges poenales et non poenales quoad vim directivam assignare possunt, ut supra dicebam, quia si leges poenales non admittunt hanc extensionem, non est propter poenam adiunctam, quae est quid accessorium, sed quia voluntas legislatoris ex vi solius rationis similis non comprehendit casus omissos, quae ratio eandem vim habet in legibus non poenalibus. Praesertim quia obligatio in conscientia etiam est res gravissima, quae non est extendenda sine maiori fundamento, quandoquidem ratione adiunctae poenae similis extensio non admittitur. Denique dicti auctores nullo modo rationibus factis satisfaciunt. 14. In quo sensu procedit assertio declaratur. Adverto autem assertionem a nobis positam procedere tantum ex vi eiusdem legis et de rigore obligationis in ordine ad observationem vel transgressionem eius; hoc enim modo censemus legem non obligare ad aliquid, quod sub verbis eius aliquo modo non comprehenditur, quantumcumque similis et aequalis vel maior ratio in illo locum habeat. Quod adverto, quia iuristae saepe in hac quaestione loquuntur de usu legum in ordine ad externa iudicia et ad sententiam in eis ferendam vel ordinem servandum. Et ita dicunt, deficiente lege, procedendum esse a similibus ad similia et utendum esse lege disponente in uno casu ex ratione simili illi, quae in alio casu invenitur, In VI 3.14.3 et 2. Ioannes Andreae, Aureum commentum super regulis iuris quod nuncupatur Mercuriales (Lugduni 1510, 68v-69r, § Septimo); Apparatus super Clementinas (Madrid, BN, ms. 18004, ff. 8v-9r). 173 Dominicus de San Geminiano, In Sextum Decretalium f. 63v, n. 3. 174 Nicolaus de Tudeschis [Panormitanus], Caput 1 De re iudicata n. 15. 175 Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars tertia, f. 50v. 171 172
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Un ejemplo de tipo moral: En la ley que tasa el precio del pan o del vino sin duda se puede considerar la misma razón o más bien una semejante; y, sin embargo, la ley positiva a veces tasa el precio del pan y no del vino , y así de otros casos. Así mismo a veces la ley canónica dispone para una religión mendicante algo que podría disponer por una razón semejante de modo general. Y sin embargo, si la ley habla específicamente de los Predicadores o de los Menores, no se extiende a otros, como es claro en el capítulo Non solum del Libro VI. Razón: La prohibición que se impone a los Menores y a los Predicadores de recibir a los novicios antes de concluir el año de probación, la amplía también Bonifacio VIII a las otras órdenes de mendicantes, y añade: Nos, movidos por la misma semejanza de la razón; indicando claramente que antes no había lugar a esa ampliación, no obstante la semejanza de la razón. 13. [Opinión de diversos autores.] Y así sostiene Silvestre Prierio que esta opinión queda probada en ese texto con respecto a las leyes penales, así como las disposiciones o prohibiciones de ellas; y que en este punto la opinión es común y la enseñaron en distintos lugares Juan de Andrés, Juan de Imola y Geminiano y también Nicolás de Tudeschis. En efecto, aunque este diga que la ley penal se extiende hasta los límites de la razón expresamente manifestada, añade seguidamente: al contrario, si se alegara algo semejante en términos más fáciles o parecidos. Y cita a Inocencio, pero yo nada de eso encuentro en él. En cambio, muchos de los citados juristas admiten ampliación en las leyes no penales ni correctivas, pero no aducen ninguna razón suficiente ni pueden asignar una diferencia suficiente entre leyes penales y no penales en cuanto a su eficacia directiva, como decía antes. Porque si las leyes no admiten esta ampliación no es por la pena que llevan aneja —que es algo accesorio—, sino porque la voluntad del legislador en virtud de la sola razón semejante no abarca los casos que se han omitido. Y esta razón tiene la misma fuerza cuando se trata de las leyes no penales. Principalmente porque la obligación en conciencia es también un asunto muy serio que no se debe ampliar sin una base mayor, ya que porque se añada una pena, no se admite una ampliación semejante. Finalmente, dichos autores de ninguna manera dan satisfacción a las razones que hemos expuesto. 14. Se explica el sentido de la tesis. Hago notar que la tesis que hemos expuesto es válida solamente en virtud de la misma ley y en lo tocante al rigor de la obligación en orden a su observancia o transgresión: en este sentido creemos que la ley no obliga a algo que no está comprendido de alguna manera en sus palabras, por mucho que tenga lugar en ello una razón semejante e igual o mayor. Lo hago notar, porque los juristas hablan muchas veces en esta cuestión del ejercicio de las leyes con relación a los juicios externos y a la sentencia que se ha de dar en ellos o con relación al orden que se ha de guardar. Y así dicen que, faltando la ley, se ha de proceder por analogía de cosas semejantes a cosas se-
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in quo lex nihil disponit. Et in hoc sensu dicere solent casum similem expresso non censeri omissum, cum in utroque par ratio militare videtur, ad quod multa allegat Tiraquellus (De retractu conventionali176, § 2, glossa 1, n. 19177). Haec autem duobus modis possunt intelligi. Primo, ut procedatur ex prudenti arbitrio vel rationali coniectura ac praesumptione, quidquid sit de obligatione legis. Et in hoc nullus prudens dubitare potest, tum quia nihil est magis consentaneum rationi et prudentiae quam praecedentium178 vestigia imitari et praecipue per leges superioris approbata, tum etiam quia iura omnia ad hoc inclinant Unde dicitur (in l. Nam, D, De legibus): Quando lex in uno disponit bonam esse occasionem, caetera, quae tendunt ad eandem utilitatem, vel interpretatione vel certa iurisdictione supplendi179, ubi glossa addit: procedendo de similibus ad similia, et aliis iuribus id confirmat180. Imo saepe supremus legislator movetur ex similitudine aequitatis alterius legis latae, etiam a principe inferiori, ad aliam legem similem vel proportionalem edendam, qui est casus proprius (c. Cum dilecta, De confirmatione utili181), ubi glossa (verbo Similitudine provocat) alia iura refert182. Et multa ad hoc congerit Felinus (in c. Translato, De constitutionibus, a n. 10183), ubi, cum Baldo, dicit hanc extensionem habere locum etiam in poenis, procedendo a similibus ad similia, scilicet, in casibus non provisis in iure, quod verissimum est et usu receptum. Et potest etiam assignari ratio, quia iudex debet secundum leges iudicare, iuxta doctrinam D. Thomae (II II, q. 60, a. 5184). Ergo ubi deest lex expressa, optime faciet utendo similitudine rationis. Et sic dixit Menochius (lib. 1 De praesumptione, q. 5, n. 18185), quando praesumptio, licet non sit scripta expresse in lege, magnam cum scripta affinitatem vel similitudinem habet, quod maxime contingit ob maiorem vel eandem rationem, de illa iudicandum esse ac de ipsa scripta; et ita inquit: Cum casus omnes lege comprehendi non potuerint, procedimus de similibus ad similia. 15. [Quando iudices teneantur uti extensione legis.] Secundo potest id intelligi ut ad hoc teneantur iudices etiam ex obligatione legis; quod non est tam certum, est tamen valde probabile. Si tamen id verum est, non oritur obligatio ex sola lege disponente in casu simili per se spectata, sed En las ediciones se lee: consanguin. Andreas Tiraqueau, De utroque retractu municipali et conventionali commentarii duo (Lugduni 1574, p. 621). 178 En las ediciones se lee: praecedentum. 179 D 1. 3. 13. 180 Digestorum seu Pandectarum, f. 8r, lit. d. 181 X 2.30.4. 182 Decretales D. Gregorii Papae IX suae integritati vna cum glossis restitutae (Lugduni 1613, col. 986, lit. c). 183 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 17r. 184 Thomas, II II, 60, 2. 185 Iacobus Menochio, De praesumptionibus p. 6. En las ediciones se lee: q. 5, n. 8. 176 177
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mejantes y se ha de hacer uso de la ley que dispone en un determinado caso de acuerdo con una razón semejante a la que se encuentra en otro caso en el que la ley no dispone nada. En este sentido suelen decir que al caso semejante al que se pone expresamente no se lo tiene por omitido cuando en ambos milita al parecer una razón igual. En este punto aduce muchos textos Andrés Tiraqueau. Ahora bien, estos textos pueden entenderse de dos maneras. La primera, que se proceda con criterio prudente y por conjetura y presunción razonable, cualquiera que sea la obligación de la ley. Y en este punto ninguna persona prudente puede dudar por dos razones: Primero, porque nada hay más conforme a la razón y a la prudencia que seguir las huellas de los que nos preceden, sobre todo si están aprobadas por las leyes de un superior; y en segundo lugar, porque todos los derechos inclinan a ello. Por eso se lee en la ley Nam ut ait del Digesto: Cuando la ley dispone que en un caso la ocasión es buena, los demás casos que tienden a la misma utilidad se suplen con interpretación o con jurisdicción segura. Y la Glosa añade: Procediendo de semejantes a semejantes. Y lo confirma con otros textos jurídicos. Más aún, con frecuencia el legislador supremo se siente movido —por la semejanza de la igualdad de otra ley dada incluso por un príncipe inferior— a dar una ley semejante o proporcional. Es el caso concreto del capítulo Cum delicta de las Decretales en donde la Glosa cita otros textos jurídicos. En este punto acumula Felino Sandeo otros muchos textos en donde juntamente con Baldo de Ubaldis dice que esta ampliación tiene lugar también en las penas procediendo de semejantes a semejantes [por analogía]; esto es, en los casos no previstos en el derecho, lo cual es del todo verdad y aceptado en la práctica. Se puede señalar también otra razón: El juez debe juzgar según las leyes, conforme a la doctrina de Santo Tomás. Luego cuando falta una ley expresa, obrará muy bien utilizando la semejanza de la razón. Y así dijo Jacobo Menochio que cuando la presunción —aunque no esté expresamente escrita en la ley— tiene gran afinidad o semejanza con la escrita (y esto sucede sobre todo cuando se da una razón mayor o igual), hay que juzgar de ella igual que de la escrita misma. Y dice así: Como en la ley no se han podido abarcar todos los casos, procedemos de semejantes a semejantes. 15. [Cuándo los jueces están obligados a hacer uso de la extensión de la ley.] La segunda manera como puede entenderse esto es en el sentido de que a esto están obligados los jueces también por obligación de la ley, cosa que no es tan cierta, pero sí muy probable. Pero si esto es verdad, no brota la obligación de sola
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ex aliis legibus approbantibus consuetudinem illam et ordinantibus ut servetur, ut sumi potest ex lege (Non possunt, D, De legibus) ibi: Is qui iurisdictioni praeest ad similia procedere atque ita ius dicere debet186, ubi verbum: debet, licet ambiguum sit, satis indicat obligationem, maxime concurrente communi consensu et consuetudine. Dici etiam potest hoc extensionis genus esse necessarium secundum ius, quia se habet sicut praesumptio iuris et de iure, contra quam non admittitur directa probatio; et ideo iudices eam sequi in iudicando tenentur, nisi contingat oppositum aliunde evidenter constare. Ita ergo in praesenti, ubi alias non constiterit manifeste de contraria mente legislatoris, tenebitur iudex uti extensione legis secundum rationem similitudinis, ubi casus aliter non potest aperto iure decidi. 16. Ex identitate rationis infertur extensio ad casum in verbis non comprehensum. Secundo principaliter dicendum est ex identitate rationis recte fieri extensionem comprehensivam legis ad casum non comprehensum in verbis, si constiterit rationem illam esse adaequatam, solamque animum legislatoris induxisse, quod ex materia et circumstantiis ac verbis legis inspiciendum est. Hanc assertionem pono propter sententiam valde communem asserentem ex identitate rationis extendendam esse legem quam in aliquo sensu veram esse negare non possumus. Primo, propter auctoritatem canonistarum et legistarum, qui fere in hac assertione conveniunt; nam, licet differre soleant in maiori vel minori illius extensione, ut infra dicam, tamen in generali fere omnes illam admittunt. Secundo, propter varia iura quae hoc indicant, quamquam, si attente expendantur, fere nunquam separant omnino rationem a verbis, quia non colligunt ex identitate rationis mentem legislatoris fuisse comprehendere aliquem casum non satis expresum in verbis, nisi vel extendendo verba in aliqua significatione saltem lata vel impropria vel quia alia necessitas cogit, ut quod alias lex esset iniusta vel absurda. 17. Verba cum suis circumstantiis consideranda sunt. In hoc ergo solet assertio probari. Primo, ex ultima regula iuris in Sexto: In legem committit qui, verba legis complectens187, contra legis nititur voluntatem188. Quae habetur in lege Non dubium (C, De legibus189), et sumitur ex lege Scire et lege (Contra, D, De legibus190); tamen, ut eisdem locis glossae advertunt, ille dicitur amplecti verba et non voluntatem legis, qui non accipit verba in ea significatione quem legislator intendit, quamque posset facile ex legis ratione
D 1. 3. 12. En las ediciones se lee: complexus. 188 In VI 5. 12[13] 88. 189 C 1. 14. 5. 190 D 1. 3. 17 et 29. 186 187
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la ley que dispone, en sí misma considerada, en un caso semejante, sino de otras leyes que aprueban esa costumbre y ordenan que se observe, como puede verse en el Digesto, donde se dice: El que está al frente de la jurisdicción debe proceder por semejanzas y hacer así derecho. Aquí la palabra debe, aunque sea ambigua, indica con suficiente claridad una obligación, especialmente cunado concurren consentimiento común y costumbre. Se puede decir también que este tipo de ampliación es necesario conforme al derecho, porque es como la presunción del derecho y acerca del derecho contra la cual no se admite una prueba directa. Y por eso los jueces están obligados a seguirla en el juicio, a no ser que por otro lado haya constancia evidente de lo contrario. Luego lo mismo ocurre en el caso presente; mientras no conste manifiestamente por otro lado de la mente en contrario del legislador, el juez estará obligado a emplear la ampliación de la ley, según la razón de la semejanza, cuando no puede decidirse el caso de otra manera con una ley clara. 16. De la identidad de la razón se infiere la ampliación al caso no comprendido en las palabras. En segundo lugar, principalmente hay que decir que cuando la razón es la misma se hace correctamente la ampliación comprensiva de la ley al caso no comprendido en las palabras, si hay certeza de que esa razón es adecuada y que sola ella movió al legislador. Y esto hay que verlo por la materia y circunstancias y por las palabras de la ley. Pongo esta tesis por la opinión muy común que afirma que cuando la razón es la misma, se ha de ampliar la ley; tesis que en algún sentido no podemos negar que es verdadera. En primer lugar, por la autoridad de los canonistas y juristas, los cuales están casi de acuerdo en esta tesis. En efecto, aunque suelan diferir en el mayor o menor alcance de ella, como diré después, sin embargo casi todos la admiten en su conjunto. En segundo lugar, en base a algunos textos jurídicos que lo indican, aunque —si se examinan atentamente— casi nunca separan del todo la razón de las palabras, pues de la identidad de la razón no deducen que la mente del legislador fuese la de abarcar algún caso no suficientemente expresado en las palabras, a no ser ampliando el alcance de las palabras con algún significado al menos lato o impropio; o porque fuerza a ello alguna otra necesidad; por ejemplo, que de lo contrario la ley sería injusta o absurda. 17. Es preciso considerar las palabras con sus circunstancias. En este punto, por tanto, la tesis suele probarse en primer lugar por la última regla jurídica del Libro VI: Peca contra la ley quien admitiendo las palabras de la ley contradice la voluntad de la ley; regla que se encuentra en la ley Non dubium del Código y se toma de las leyes Scire y Contra del Digesto. Sin embargo, como advierten las Glosas en los mismos lugares, se dice que se atiene a las palabras y no a la voluntad de la ley aquél que no acepta las palabras con el significado que
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intelligere191; et ita, licet verum sit legem comprehendere quidquid ratio eius exigit, non tamen sine aliquo significato verborum, cui ratio accommodetur. Et ita glossae in omnibus dictis locis exempla ponunt in eo qui fraudulenter adhaeret materialibus verbis et ab intenta significatione recedit; ut, si prohibetur agere, non agit per se, agit autem per alium; si prohibetur mutuare, non mutuat, sed vendit pecunia credita; et sic de aliis. Deinde afferri potest dictum caput Si postquam (§ Si vero, De electione, in Sexto192), ubi lex praecipiens alicui ut ad curiam veniat extenditur193 ut etiam praecipere intelligatur ut ille a curia sine licentia ante finitum negotium non discedat. Quod dicitur esse ex mente, licet non videatur esse ex verbis, quia ratio praecipiendi adventum non est propter ipsum tantum, sed propter negotium praesentialiter peragendum; nihilominus tamen, haec extensio, quae comprehensiva sine dubio est, licet sit ultra expressam et rigorosam significationem verbi veniendi, considerata nihilominus materia et circumstantiis, non est omnino extra latam et usitatam significationem verbi veniendi, nam qui dicit se ire aliquo ad aliquod negotium, virtute dicit se ire ad permanendum ibi quamdiu negotium postulaverit, quod moraliter magis intelligitur in eo qui venit ex praecepto, quia magis pendet ex voluntate praecipientis. 18. [Prosequitur argumentum.] Tandem facit caput Quia in insulis (De regularibus194), quod de monachis loquitur et extenditur secundum omnes ad omnes religiosos in insulis habitantes, ut ante decimum octavum annum non admittantur ob rationem textus, scilicet, quia in illis locis durior est monachorum congregatio. Sed data hac extensione, constat ex usu nomen monachorum saepe in lata significatione pro religiosis sumi, et sic invenitur in multis aliis. Aliquando autem videtur fieri extensio omnino praeter verba, imo quodam modo contra illa, ut in dicta lege Scire etiam (§ Aliud195), sed ibi cogebat alia necessitas vitandi absurdum, ut supra dixi. Aliud exemplum sumo ex lege Illud (D, Ad legem Aquiliam196), ubi dispositio quaedam, loquens de furto, ad omnem damnum iniuriosum extenditur; et subditur probatio, quia ratio quae in furto movit eadem in damno iniuriae invenitur, unde sequitur ut idem debeat existimari. Sumitur etiam optimum exemplum ex lege Cum mulier (D, Soluto matrimonio197). Dixerat enim lex: Cum mulier adulterata fuerit, viri lenocinio non privatur dote; et subiungit: Audiendum esse qui dixerit ex mente legis virum non posse accusare uxorem in eodem casu, utique ex ratione legis, quae attenta iustitia aeque utrumque postulat, nimirum, quia tunc uxor non intendit iniuriam marito, Digestorum seu Pandectarum f. 8r, lit. i, et f. 8v, lit. i. In VI 1.6.33. 193 En las ediciones se lee: extendit. 194 X 3.31.6. 195 D 27.1.13 § 2. 196 D 9. 2. 32. 197 D 24. 3. 47. 191 192
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pretende el legislador, significado que fácilmente podría él entenderlo desde la razón de la ley. De esta manera, aunque sea verdad que la ley abarca cuanto exige la razón de ella, pero esto sin eliminar algún significado de las palabras al que se ajuste la razón. Y así las Glosas en todos los pasajes indicados ponen ejemplos de aquél que fraudulentamente se atiene a las palabras materiales y se aparta del significado pretendido. Por ejemplo, si está prohibido actuar, no actúa por sí mismo, pero actúa por medio de otro; si está prohibido prestar, no presta, pero vende con dinero a crédito; y así otros casos. Puede aducirse, en segundo lugar, el citado capítulo Si postquam del Libro VI. Allí a la ley que ordena a alguien acudir a la corte se la amplía entendiendo así mismo que ordena que ese tal no se marche de la corte sin permiso antes de concluir el asunto. Y se dice que esto es conforme a la mente, aunque no parece que sea conforme a las palabras, porque la razón para mandarle acudir no es sólo por él mismo sino para tratar el asunto en presencia de él. Sin embargo, esta ampliación, que sin duda es comprensiva, aunque vaya más allá del significado expreso y riguroso de la palabra acudir, consideradas, no obstante, la materia y las circunstancias, no queda totalmente fuera del significado lato y corriente de la palabra acudir. En efecto, quien dice que se va a un lugar para algún asunto, está diciendo virtualmente que se va para quedarse allí todo el tiempo que requiera el asunto. Y esto se entiende normalmente más en aquél que acude por mandato, pues depende más de la voluntad de quien lo manda. 18. [Prosigue el argumento.] Finalmente, el capítulo Quia in insulis que habla de los monjes y se extiende, según todos, a todos los religiosos que viven en islas, manda que no se les admita antes de cumplir los dieciocho años por la razón que expone el texto, esto es, porque en esos lugares resulta más dura la convivencia de los monjes. Pero supuesta esta ampliación, es evidente por la práctica que muchas veces el nombre de monjes se toma en el sentido lato de religiosos. Y en este sentido se encuentra en otros muchos pasajes. Pero algunas veces parece que la ampliación va mucho más lejos que las palabras; más aún, en cierto modo incluso en contra de ellas, como en la citada ley Scire etiam. Pero ahí obligaba a ello la necesidad de evitar el absurdo, como dije antes. Otro ejemplo lo tomo de la ley Illud del Digesto, en la que una disposición que habla del hurto se amplía a todo daño injusto. Y se añade la prueba, a saber, porque la razón que ha movido en el hurto es la misma que se encuentra en el daño injusto; de donde se sigue que se ha de pensar lo mismo. Hay también un ejemplo muy bueno en la ley del Digesto. La ley había dicho: Cuando la mujer haya sido arrastrada al adulterio por seducción del varón, no se la priva de la dote. Y añade: Hay que escuchar a quien diga, guiado por la ley, que el marido no puede acusar a la esposa en ese mismo caso. Así es por la razón de la ley. Ésta, desde el punto de vista de la justicia, exige de la misma manera tanto una cosa como otra, porque entonces la esposa no busca hacer injusticia al marido, ya que a quien lo quiere no se le hace injusticia. Y esta razón excluye al
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quia volenti non fit iniuria, quae ratio tam excludit maritum ab accusatione quam a retentione dotis; quamvis dici etiam possit hoc virtute fuisse comprehensum in verbis legis, licet non expresse sed per quamdam consecutionem, quia qui iuste puniri non potest, profecto nec accusari potest utique servata proportione et respectu eiusdem. 19. Ut ratio sit adaequata legi, duo requiruntur. Atque hinc facile exponitur ultima pars assertionis, videlicet, ut haec extensio comprehensiva ex identitate rationis locum habeat necessarium esse ut ratio sit adaequata legi. Duo autem ad adaequationem necessaria sunt, unum ut ratio per se sola moveat sufficienter et efficaciter ad legem condendam; aliud ut sit veluti finis unicus integre intentus per legem. Ratio prioris partis est: quia si illa ratio per se spectata et sola non moveat sed coniuncta cum aliis, ergo, licet in aliis casibus inveniatur, non potest ex illa inferri fuisse comprehensos sub mente legislatoris, quia potuit non moveri ad illos ex defectu aliarum rationum vel circumstantiarum. Ratio vero alterius partis est: quia si ratio non sit integre et adaequate intenta, non oportet ut comprehendat omnia quae illam participare possunt. At vero, quando sic est adaequata et integre intenta, oportet salvari integre; et ideo, ex vi illius fit omnis ampliatio quae necessaria est ad vitandam omnem fraudem et circumventionem legis. Et ita procedunt vulgaria iura in hac materia (l. Adigere § Si patronus, iuncto § Si vero, D, De iure patronatus198), et optime in lege Cum pater (§ Dulcissimis, D, De legatis 2199) et alia in quibus ex ratione extenditur lex ad eos casus in quibus fieret fraus legi nisi lex ita ampliaretur. 20. Ratio legis debet esse intrinseca ad omnes casus ad quos extenditur. Addo vero ulterius: ut regula data procedat necessarium esse rationem legis esse adeo intrinsecam et universalem ad casus omnes qui ex vi illius in lege comprehendi dicuntur, ut in ea habeant connexionem necessariam in ordine ad iustitiam et prudentiam legis; id est, ut sit contra rectam rationem vel contra prudentiam in quibusdam casibus ob talem rationem disponere et non in omnibus eandem rationem aeque participantibus; nam si talis non sit ratio, non potest sola illa cogere ad talem extensionem faciendam, nisi aliunde sumatur ex verbis eiusdem legis vel ex aliis iuribus. Probatur ratione saepe facta quia lex pendet ex voluntate, voluntas autem pro sua libertate potest unum velle et non aliud, etiamsi in utroque sit eadem ratio volendi. Et quando non intercedit dicta connexio poterit etiam id fieri sine iniustitia vel etiam sine imprudentia, quia forte non expedit vel non oportet omnia velle seu de omnibus similibus aeque disponere. Et quando non est disparitas inter illos libera est electio etiam secundum prudentiam; vel certe, licet in propria ratione legis sit aequalitas, ex aliis circumstantiis potest in aliqua materia magis movere. 198 199
D 37. 14. 6 § 3 D 31. [1]. 77 § 20.
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marido tanto de la acusación como de la retención de la dote. Pero también se puede decir que esto está virtualmente incluido en las palabras de la ley, aunque no expresamente sino por una cierta consecuencia. En efecto, quien no puede ser castigado con justicia, tampoco evidentemente puede ser acusado con justicia, salvando, eso sí, la debida proporción y con relación a una misma cosa. 19. Dos requisitos para que la razón se adecue a la ley. Por aquí resulta fácil la explicación de la última parte de la tesis; a saber, que para que tenga lugar esta ampliación comprensiva por la identidad de la razón, es necesario que la razón esté adecuada a la ley. Pero dos cosas son necesarias para la adecuación: una, que la razón, ella sola por sí misma, mueva de modo suficiente y eficaz a dictar la ley; otra, que sea como el fin único plenamente intentado por la ley. Razón de la primera parte: Si esa razón en sí misma considerada y ella sola no mueve sino en unión con otras, luego aunque se encuentre en otros casos, no puede inferirse de ella que esos casos hayan sido tenidos en cuenta por el legislador, pues pudo este no ser movido a ellos por falta de las otras razones o circunstancias. La razón de la segunda parte es que si no se pretende la razón de una manera total y adecuada, no es preciso que abarque todos los casos que pueden participar de ella. Pero cuando se la pretende de una manera adecuada y total, es preciso salvarla totalmente y por eso en virtud de ella se hace toda la ampliación que sea necesaria para evitar todo fraude y artimañas de la ley. Tal es en el Digesto el sentido de los textos jurídicos ordinarios en esta materia, como las leyes Adigere y Cum pater del Digesto y el de otros en los que a partir de la razón se amplía la ley a aquellos casos en los se defraudaría a la ley si no se hiciese esa ampliación. 20. La razón de la ley debe ser intrínseca a todos los casos a los que se amplía. Añado además que, para que sea válida la regla que se ha dado, es necesario que la razón de la ley sea tan intrínseca y universal respecto de todos los casos que se dicen estar comprendidos en la ley en virtud de ella, que tengan en ella una conexión necesaria en orden a la justicia y a la prudencia de la ley; es decir, que sea contrario a la recta razón o a la prudencia el tomar por esa razón una disposición para determinados casos y no para todos los casos que participan por igual de la misma razón. En efecto, si la razón no es así, no puede ella sola obligar a hacer dicha ampliación, a no ser que por otro capítulo resulte aceptable sin salirse de las palabras de la misma ley o de otros textos jurídicos. Se prueba por el argumento tantas veces empleado: La ley depende de la voluntad. Ahora bien, la voluntad en base a su libertad puede querer una cosa y no la otra, aunque en ambas se dé la misma razón para quererlas. Y cuando no interviene dicha conexión, se podrá también hacer esto sin injusticia o incluso sin faltar a la prudencia, porque tal vez no conviene o no es preciso quererlo todo o disponer por igual de todos los casos que son semejantes. Y cuando no hay disparidad entre ellos, la elección es libre también de acuerdo con la prudencia; o ciertamente, aunque en la razón misma de la ley haya igualdad, por otras circunstancias puede mover más en alguna materia que en otra.
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21. [Regulae datae exemplum.] Exemplum sumi potest ex caìte 1 (De temporibus ordinationum, in Sexto), ubi prius ponitur ratio generalis vitandi periculum imminens quod indigni ordinentur si extra patriam in locis remotis ad ordines admittantur; et nihilominus postea non fit prohibitio generalis, sed per illa verba : Ut nullus episcoporum Italiae, etc200, ubi glossa quaerit an extendatur prohibitio ad episcopos Germaniae quoad italos ibi peregrinantes; et prius dubitat propter rationis identitatem, tandem vero ait non esse admittendam extensionem201. Quod mihi certe verissimum semper visum est, tum quia non frustra pontifex in specie loquutus est de episcopis Italiae et de clericis ultramontanis qui ab eis ordinantur sine litteris dimissoriis, et de illis tantum loquitur, applicando ad illos specialiter rationem generalem; quod facere potuit, vel quia magis in ea provincia periculum imminebat quia frequentius ad illam confluunt ultramontani quam e converso itali ultra montes, vel quia facilius poterat ultramontanus habere remedium in Italia existens quam e contrario, ut ibi glossa notavit. Et ita, licet ratio sit eadem, tamen applicatio non est eadem, et potuit prudenter ad unam materiam fieri et non ad aliam. Et ideo, illa ratio, ut generalis, non fuit adaequata illius legis, sed illa secundum specialem gradum et modum periculi in tali regione imminentis. Quae doctrina potest facile ad alia exempla applicari, nam in praeceptis Ecclesiae possunt multa inveniri similia. 22. [Novum exemplun.] At vero, quando ratio legis est talis ut in ea habeant connexionem tam quae in lege exprimuntur quam quae videntur omissa, tunc recte ex vi rationis intelliguntur omnia comprehensa, ut probat optime exemplum adductum ex lege Cum mulier202, et similia. Et ratio est quia lex praesumitur esse iusta, et prudenter ac debito modo a legislatore lata non esset autem talis, nisi esset adaequata rationi suae. Inde vero fit quod saepe indicavimus hunc modum extensionis legis ex vi rationis semper fieri, aut mediante ampliatione et extensione verborum in aliqua significatione saltem minus propria, aut ad vitandam absurditatem aliquam vel iniustitiam legis, ut sufficinter patet ex discursu et exemplis adductis. Et specialiter declarari potest quia ex vi rationis non potest fieri extensio comprehensiva, nisi sufficienter per illam indicetur voluntas legislatoris, quia voluntas mente retenta et non manifestata non obligat. Ergo vel manifestatur per verba, quia ratio cogit ut sic illa203 interpretemur; vel, si omnino desunt verba, quia eadem ratio cogit ut ea suppleamus vel alio modo ad talem sensum illa accommodemus. Hoc autem nunquam licere potest nisi quando id necessarium
In VI 1.9.1. En las ediciones se lee: Italis. Sextus Decretalium col. 192-193, lit. t. 202 D 24. 3. 47. 203 En las ediciones se lee: illam. 200 201
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21. [Ejemplo aclarativo.] Un ejemplo de ello lo podemos tomar del Libro VI, en donde se pone en primer lugar la razón general de evitar el peligro siempre presente de que se ordenen personas que son indignas si son admitidas a las órdenes fuera de su patria en lugares remotos. Y sin embargo después no hay una prohibición general, sino que se utilizan las palabras para que ningún obispo de Italia etc.; texto en el que la Glosa pregunta si la prohibición se amplía a los obispos de Alemania respecto de los italianos que viajan allá. Primero duda porque la razón es la misma, pero finalmente dice que no se ha de admitir la ampliación. A mí siempre me pareció esto muy verdadero. Primero, porque no en vano habló el Pontífice concretamente de los obispos de Italia y de los clérigos de más allá de los Alpes que ellos ordenan sin las letras dimisorias; y habla solamente de ellos aplicándoles en concreto la razón general; cosa que pudo hacer. En segundo lugar, porque en aquella región amenazaba más el peligro, ya que es más frecuente que pasen a ella los trasalpinos que al contrario los italianos al otro lado de los Alpes. En tercer lugar, porque un trasalpino que viviese en Italia podía más fácilmente encontrar remedio que al contrario, como dio a entender la Glosa. Y así, aunque la razón sea la misma, la aplicación, sin embargo, no es la misma y pudo hacerse prudentemente a una materia y no a la otra. Por eso aquella razón, en cuanto general, no fue la que daba compleción a aquella ley, sino aquella según el grado concreto y la modalidad del peligro que amenazaba en dicha región. Esta doctrina puede fácilmente aplicarse a otros ejemplos, pues en los preceptos de la Iglesia pueden encontrarse muchos otros semejantes. 22. [Nuevo ejemplo.] Pero cuando la razón de la ley es tal que en ella tengan conexión tanto los casos que se expresan en la ley como los que parecen omitirse, entonces se entienden correctamente en virtud de la razón todos los casos que la ley encierra. Una prueba magnífica es el ejemplo de la ley Cum mulier y otros semejantes. La razón es que se da por supuesto que la ley es justa y que el legislador la ha dictado con prudencia y del modo debido. Ahora bien, no sería así, si no estuviera adecuada a su razón. De aquí resulta lo que con frecuencia hemos indicado, que esta manera de ampliar la ley siempre se hace en virtud de su razón o mediante la ampliación y extensión de las palabras a algún significado al menos no tan propio, o para evitar algún absurdo o alguna injusticia de la ley, como es bien manifiesto por el razonamiento y los ejemplos aducidos. En concreto se puede explicar porque en virtud de la razón no se puede hacer una ampliación comprehensiva, si en ella no va indicada con suficiente claridad la voluntad del legislador; porque una voluntad retenida en la mente y no manifestada no obliga. Luego o se manifiesta por las palabras porque la razón fuerza a que la interpretemos así, o —si faltan del todo las palabras— porque esa misma razón fuerza a que las suplamos o a que por otro camino las acomodemos a tal sentido. Pero esto solamente puede ser lícito, cuando es necesario para evitar algún absur-
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est ad vitandum aliquod absurdum in lege, cuius optimum exemplum est in dicto § Aliud204. 23. Refellitur regula Panormitani. Quapropter non probo regulam datam a Panormitano (in c. Quia in insulis, De regularibus, n. 3), quod legis dispositio ampliari debet vel restringi ad limites rationis expressae, etiamsi verba non patiantur nec sit alia necessitas praeter applicationem eiusdem rationis205. Unde infert textum illum, licet expresse loquatur de monasteriis insularum, quia pro ratione reddit: quod ibi est dura congregatio, extendi ad omnem duram religionem ubicumque existentem. Quod profecto mihi incredibile est, quia illo modo infinita esset extensio in legibus facienda, et quia regula illa nulla ratione nititur, ut ostendi, et quia in illo particulari exemplo pontifex non consideravit quamcumque asperitatem religionis, sed illam quae ex tali situ loci nascitur, et illa est propria et, ut ita dicam, identica ratio legis; durities vero aliunde proveniens alterius est considerationis. Unde magis est ibi similitudo rationis quam identitas et procedunt omnia dicta in priori puncto. Nec iura quae Panormitanus allegat illi quicquam favent, nam fere omnia in discursu capitis longe aliter explicata sunt et lex Pater (§ Fundum, D, De lege 3206), quam etiam adducit, potius probat oppositum; nam, quia testator expresse dixit quoad vixerit, non extenditur dispositio ad successores haeredis etiamsi ratio sumpta nude id postulare videretur, ut glossa etiam advertit207.
D 27.1.13 § 2. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium f. 161r. 206 D 32.[1].38 § 3. 207 Infortiatum seu Pandectarum Iuris civilis tomus secundus (Augustae Taurinorum 1576, col. 924). 204 205
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do en la ley. Un magnífico ejemplo de ello lo tenemos en el citado párrafo Aliud. 23. Refutación de la regla de Nicolás de Tudeschis. No apruebo por eso la regla que da Nicolás de Tudeschis de que la disposición de la ley debe ampliarse o restringirse a los límites de la razón expresada, aunque no lo permitan las palabras ni haya otra necesidad que la aplicación de esa misma razón. De aquí infiere que ese texto, aunque expresamente habla de los monasterios de las islas, como la razón que da es que allí la convivencia es dura, se extiende a toda religión que sea dura, esté donde esté. Cosa en verdad que a mí me resulta increíble, porque de esta manera la ampliación de las leyes no tendría límites. Así mismo esa regla no se apoya en razón alguna, como he demostrado. Además en ese ejemplo concreto el Pontífice no consideró aspereza ninguna de la religión, sino la que resulta de tal emplazamiento del lugar; y esa es la razón propia y, por así decir, idéntica de la ley; pero la dureza que tiene otro origen es otro punto de vista distinto. Así pues, más se trata ahí de una semejanza de razón que de una identidad y es válido todo lo que se ha dicho en el punto anterior. Tampoco los textos jurídicos que aduce Nicolás de Tudeschis le favorecen nada, pues casi todos ellos se han explicado de manera muy distinta a lo largo del capítulo; y la ley Pater del Digesto, que también aduce, prueba más bien lo contrario, ya que, como el testador dijo expresamente Mientras viva, la disposición no alcanza a los sucesores del heredero, aunque la razón, considerada en sí misma, parecería exigirlo, como hace notar también la Glosa.
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CAPUT IV Expediuntur nonnulla dubia circa extensionem legis ob identitatem rationis vel aliis modis 1. [Dubia quae supersunt.] Circa superiorem doctrinam nonnulla dubia supersunt quae breviter expedienda sunt. Primum est in quibus legibus locum habeat praedicta extensio. Multi enim auctores dicunt hanc extensionem per identitatem rationis habere locum in lege favorabili, et maxime si cedat in salute animae; quod tradit Panormitanus (in cap. Ex tenore, Qui filli sint legitim.208), et ibi Ioannes Andreae209, Hostiensis210 et omnes; item Felinus et alii (in c. Translato, De constitutionibus, et in c. ultimo [Quoniam] De praescriptionibus211), Bartholus (authent.Sacramenta puberum, C, Si adversus venditionem), ubi in scholio multi alii referuntur212, et alios refert Covarrubias (in Quartum, 2 p., cap. 6, n. 12213), Flaminius (De resignatione beneficiorum, lib. 11, q. 2 n. 17214). Potest vero hoc intelligi, vel quando extensio fit ex vi solius rationis propter necessariam connexionem aliorum casuum cum illa seu propter iniustitiam aliquam vel absurditatem legis vitandam, vel quando fit non ex necessitate sed ex congruitate, quia verba facile illam extensionem complectuntur. In priori sensu non est illud proprium legis favorabilis sed amplius extenditur, ut iam dicam. Unde non est exclusive id acipiendum, sed tanquam magis certum et facilius admittendum. Idemque dicendum erit de lege favorabili animae comparata ad alias favorabiles. In posteriori autem sensu est hoc proprium legis favorabilis, quia generatim et quasi per antonomasiam convenit ei, quae animae favorem continet. Est autem intelligendum de extensione intra aliquam proprietatem verborum, ut iam declaratum est.
208 Nicolaus de Tudeschis [Panormitanus], In quartum et quintum librum Decretalium Espistolarum commentaria seu lecturae Caput Ex tenore (Lugduni, 1578). 209 Iohannes Andreae, In primum Decretalium librum novella commentaria (Venetiis 1612, f. 60v, n. 5). 210 Hostiensis [Henricus de Segusio], In quartum Decretalium librum commentaria (Venetiis 1581, f. 40v, n. 3). 211 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 17r-v, n. 14, et pars tertia, f. 65r, n. 1. 212 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis f. 101r. 213 Didacus de Covarrubias, In quartum librum Decretalium epitome (Opera omnia, Genevae 1724, t. I, p. 202). 214 Flaminius Parisio, De resignatione beneficiorum tractatus (Romae 1591-1592, t. II, pp. 203204).
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CAPÍTULO IV Se estudian algunas dudas relativas al alcance de la ley por la identidad de la razón o de otras maneras 1. [Dudas sobre la doctrina anterior.] Acerca de la doctrina expuesta quedan algunas dudas que vamos a aclarar brevemente. La primera es en qué leyes tiene lugar dicha ampliación. En efecto, muchos autores dicen que esta ampliación por la identidad de razón tiene lugar en la ley favorable, sobre todo si favorece la salvación del alma. Es lo que enseñan Nicolás de Tudeschis, Juan de Andrés, Enrique de Segusio y todos. Así mismo Felino Sandeo y otros; Bártolo de Saxoferrato que en un escolio cita a otros muchos. También Diego de Covarrubias cita a otros así como Flaminio Parisio. Ahora bien, esto puede entenderse de dos maneras: Cuando la ampliación se hace en fuerza de sola la razón por la conexión necesaria de otros casos con ella o por alguna injusticia o absurdo que hay que evitar. O cuando se hace no por necesidad sino por congruencia, ya que las palabras admiten fácilmente esa ampliación. En el primer sentido eso no es una cuestión que atañe a la ley favorable, sino que la sobrepasa, por así decir. Por eso no se ha de aceptar como algo exclusivo sino como algo más seguro y más fácil de admitir. Y lo mismo habrá que decir de la ley favorable para el alma en comparación con otras favorables En cambio en el segundo sentido esto es lo específico de la ley favorable, porque generalmente y como por antonomasia conviene a aquella ley que contiene un favor para el alma. Pero hay que entenderlo de la ampliación dentro de algún significado que sea propio de las palabras, como se ha explicado.
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2. Extensio comprehensiva ob rationis identitatem etiam ad legem poenalem extenditur. Limitatur regula. Unde infero eo modo quo lex recipit extensionem comprehensivam ex sola identitate rationis, non solum habere locum in lege favorabili aut non poenali sed etiam in poenali. Ita docent plures ex citatis auctoribus, praesertim Sylvester et Angelus cum Imola et Geminiano (in dicto c. 1, De temporibus ordinationum, in Sexto, et in dicto c. Si postquam215). Panormitanus frequenter (c. ultimo, De praescriptionibus, n. 10 et 11216, et in c. Nihil, De electione, n. 9), ubi etiam de correctoriis loquitur (et in Clementina 1, De rescriptis n. 2, et in Clementina 1, De electione, n. 8), quibus locis varia in utraque parte adducit; ipse autem non solum est constans in illa sententia sed etiam valde illam extendit. Idem tenet, alios referens, Rochus Curtius (De consuetudine, sect. 4, n. 23217). Item Navarrus (in c. Poenae, De poenitentia, d. 1), ubi pluribus modis hoc extendit218. Item Covarrubias in c. Alma, 2. p. § 4, n. 7219), Antonius Gomezius (1 Variarum, cap. 5, n. 1, et cap. 11, n. 102220), Gutierrez (lib. 1 Canonicarum quaestionum, cap. 10, n. 13221). Debet autem hoc intelligi non de extensione solius poenae; haec enim nunquam fieri potest, ut dixi, nec in illa potest inveniri identitas rationis, cum magis pendeat ex voluntate quoad determinationem seu qualitatem poenae, nec etiam debet intelligi de extensione quoad solam obligationem praecepti, ut aliqui ex dictis auctoribus sentire videntur, quia si obligatio extenditur consequenter extendetur poena, quia absolute ponitur contra legis transgressores et quia est accessorium, quod sequitur suum principale222, nisi ipsa lege expresse restringatur ad certum peccandi modum. Tunc enim ex defectu illius poterit non incurri poena, ut in materia de censuris saepe dictum est; et ideo cum proportione intelligitur assertio de tota lege etiam poenali. Praeterea debet intelligi quando talis comprehensio ex vi rationis necessaria est ut vere et integre impleatur ratio legis vel ut sit iusta et rationabilis, ut explicatum est. Tunc enim est evidens necessitas, quia non minus efficax et iusta ac rationabilis debet esse lex poenalis quam quaelibet alia.
Angelus de Clavasio, Summa angelica secunda pars, p. 42, n. 6. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars tertia, f. 46r-v, et Omnia quae quidem extant consilia ff. 180v et 181v. En las ediciones se lee: De electione, n. 8. 217 Rochus Corti, Enarrationes f. 54v. 218 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Commentaria in septem pp. 397-398. 219 Didacus de Covarrubias, In constitutionem Alma mater, pp. 537-538. 220 Antonius Gómez, Commentariorum variarumque resolutionum iuris civilis, communis et regii tomi tres (Francofurti ad Moenum 1572, pp. 54 et 151-152). 221 Iohannes Gutiérrez, Opera omnia t. IV: Canonicarum quaestionum utriusque fori pp. 61-62. En las ediciones de Coimbra y Lyon se lee: n. 13. 222 En las ediciones se lee: principile. 215 216
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2. La ampliación comprensiva por la identidad de la razón se extiende también a las leyes penales. Limitación de la regla. Pues bien, por la manera como la ley entiende la ampliación comprensiva por sola la identidad de la razón, deduzco que esto no sólo tiene lugar en la ley favorable o no penal, sino también en la penal. Así lo enseñan muchos de los autores citados, sobre todo Silvestre Prierio y Ángel Clavasio, Juan de Imola, Domingo de Santo Geminiano y con frecuencia Nicolás de Tudeschis, que habla también de las leyes correctivas y aduce diversos textos a favor y en contra. Pero él así mismo no sólo se mantiene firme en esa opinión, sino que además la amplía en gran manera. Lo mismo sostiene Roque Curcio citando a otros; así mismo Martín de Azpilcueta que hace esta ampliación de muchas maneras; Diego de Covarrubias, Antonio Gómez y Juan Gutiérrez. Pero esto debe entenderse no de la ampliación de sola la pena, pues esta ampliación nunca puede hacerse, como dije, ni en ella puede encontrarse una identidad de razón, ya que depende más de la voluntad en cuanto a la determinación o calidad de la pena. Tampoco debe entenderse de la ampliación en cuanto a sola la obligación del precepto, como parecen pensar algunos de los autores citados. Razón: Si la obligación se amplía, se ampliará consecuentemente la pena, puesto que está puesta de modo absoluto contra los transgresores de la ley; y además la pena es algo accesorio posterior a lo que es principal, a no ser que en la propia ley se restrinja expresamente a un determinado modo de pecar. Entonces, efectivamente, por falta de él podría no incurrirse en la pena, como se dijo repetidas veces en el tratado sobre las censuras. Así pues, la tesis se entiende proporcionalmente de toda ley incluida la penal. Además debe entenderse así cuando esa comprensión en virtud de la razón es necesaria para que la razón de ley se cumpla de verdad e íntegramente o para que sea justa y razonable, como se ha explicado, pues entonces es evidente la necesidad, ya que la ley penal no es menos eficaz, justa y razonable que cualquiera otra.
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3. Obiectio refellitur. Extensio comprehensionis duplex. Vera interpretatio regularum de poenis. Et hinc facile solvuntur contraria quae obiici possunt ex illis regulis: quod poenae sunt restringendae et leniendae et benigne interpretandae. Haec enim omnia de extensiva interpretatione intelligi possunt, ut Geminianus, Imola, Sylvester et alii volunt. Sed non placet expositio, quia etiam in non poenalibus illa interpretatio locum non habet, saltem quoad propriam legis obligationem, de qua nos praecipue tractamus. Dico ergo extensionem comprehensivam duplicem distingui, unam necessitatis, aliam congruitatis, sicut enim praesumptio duplex distinguitur a iuristis, una necessaria, alia probabilis seu voluntatis. Ita etiam extensio comprehensiva ex vi rationis duplex esse potest, una omnino necessaria ad iustitiam vel rectitudinem et in gratiam observantium leges, alia non necessaria seu voluntaria, quia licet in uno sensu possit lex multa comprehendere iuste et sine inconveniente, alia minor comprehensio sufficit ad iustitiam legis et proprietatem verborum cum ratione etiam legis servandam. Dico ergo generales illas regulas de non ampliandis legibus poenalibus intelligi de interpretatione, ut ita dicam, voluntaria, id est, sine qua potest conservari prudens dispositio et iustitia legis, quia infra hanc latitudinem benigne semper est interpretanda lex poenalis. Quando vero extensio est necessaria ad iustitiam legis, secus est; et ita intelligenda est glossa (in Clementina 2 [Ut ii], De aetate et qualitate, verbo In his223). Ideoque merito dicunt multi ex dictis auctoribus hanc comprehensivam non esse propriam extensionem, sed adaequatam legis interpretationem, quae in poenalibus etiam servanda est. Propter quod etiam supra dicebamus per se loquendo debere poenalem legem ampliari ad omnia comprehensa sub aliqua propria significatione verborum, licet amplectenda sit minus ampla dummodo propria sit. 4. Quid in lege correctoria dicendum. Atque ex praedicto fundamento sequitur idem esse dicendum etiam in lege correctoria, ut aperte dicunt Panormitanus, Rochus et alii supra allegati, et Tiraquellus cum multis (dicto § Libertis, n. 45224), et sumitur ex glossa (in Clementina 1 [Cum rationi], De electione, verbo Eligatur225). Imo idem sequitur etiamsi simul poenalis sive odiosa et correctoria sit, ut ex eisdem sumitur et ex aliis, quos refert Matienzo (lib. 5 Recopilationis, tit. 11, l. 19, glossa 2, n. 5226), Gutierrez (De iuramento, 3 p., cap. 2, n. 8227). Et de lege exorbitante generaliter
Clementis Quinti col. 63-64, lit. e. En esta edición de la glosa el término es In eisdem. Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam, p. 72. 225 Clementis Quinti col. 29, lit. g. 226 Johannes Matienzo, Commentaria in librum quintum f. 394r. 227 Iohannes Gutiérrez, Opera omnia t. II: Tractatus tripartitus de iuramento p. 315. 223 224
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3. Solución. Refutacón. Doble ampliación comprensiva. Interpretación auténtica de las reglas generales. Así es como se resuelven fácilmente las objeciones que puedan ponerse, siguiendo las reglas según las cuales se han de restringir, suavizar e interpretar benignamente las penas. Todas ellas, en efecto, pueden entenderse de la interpretación extensiva, como quieren Geminiano, Juan de Imola, Silvestre Prierio y otros. Pero no me agrada la explicación, porque también en las leyes no penales tiene lugar dicha interpretación, al menos en cuanto a la obligación propiamente dicha de la ley que es de la que principalmente estamos tratando. Digo, pues, que se distingue una doble ampliación comprensiva: una de necesidad, otra de congruencia. En efecto, al igual que los juristas distinguen una doble presunción —una necesaria, otra probable o voluntaria—, así también la ampliación comprensiva puede ser doble en virtud de la razón: una absolutamente necesaria para la justicia o la rectitud y en favor de los que observan las leyes; otra no necesaria, es decir, voluntaria: en efecto, aunque en un sentido pueda la ley justamente y sin ningún inconveniente ampliarse a muchos casos, otra ampliación menor basta para salvaguardar la justicia de la ley y la propiedad de las palabras a una también con la razón de la ley. Digo, pues, que esas reglas generales de no ampliar las leyes penales se entienden de la interpretación voluntaria, por así decir; esto es, de aquella sin la cual puede mantenerse la disposición prudente y la justicia de la ley, ya que dentro de esta amplitud la ley penal se ha de interpretar siempre benignamente. Pero cuando la ampliación es necesaria para la justicia de la ley, la cosa es al revés, y así hay que entender la Glosa de las Clementinas. Por eso con razón dicen muchos de los autores citados que esta ampliación comprensiva no es auténtica, sino una interpretación adecuada de la ley, interpretación que se ha de mantener también en las leyes penales. Por esa razón decíamos también antes que hablando en rigor la ley penal se amplía a todo lo comprendido bajo algún significado propio de las palabras, aunque el significado que se haya de ampliar sea menos amplio, con tal de que sea propio. 4. Qué decir de las leyes correctivas. De dicho argumento se sigue que lo mismo se ha de decir también cuando se trata de la ley correctiva, como afirman abiertamente Nicolás de Tudeschis, Roque Curcio y otros arriba citados; también Andrés Tiraqueau con otros muchos. La fuente es la Glosa de las Clementinas. Más aún, lo mismo se sigue, aunque la ley sea al mismo tiempo penal u odiosa y correctiva, como se desprende de esos mismos autores y de otros que cita Juan de Matienzo, la Glosa y Juan Gutiérrez.
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idem tradit Bartholus (in l. Si constante, D, Soluto matrimonio, n. 44228), Iason (n. 73229), Menochius (lib. 4, praesumptione 89, n. 37230), Tiraquellus (in dicta l. Si unquam, § Libertis, n. 44 et 61231). Denique in quacumque lege quantumvis gravis cogitetur, dummodo aequitate recte applicata et explicata rationis identitate eritque semper multo facilior extensio si verba in aliqua significatione, licet latissima, possint casum comprehendere, ut per varia exempla exponit Rochus (dicta sect. 4, n. 12232). 5. Quorumdam limitatio. Quidam autem hoc limitare videntur, dum dicunt hanc extensionem in poenalibus correctoriis et exorbitantibus habere locum quando alioqui sunt favorabiles, ut dicit Tiraquellus (supra dicto n. 61233), vel quando sunt propter utilitatem animae, ut ait Felinus (in c. Translato, n. 13, De constitutionibus234), vel in favore Ecclesiae, ut dixit glossa (in capite Sciant cuncti, De electione, in Sexto235), vel in favore boni publici, ut ait idem Felinus (infra, n. 14236) et Navarrus (in dicto c. Poenae237) et sentiunt alii quos refert Rochus (dicta sect. 4, n. 20238). Haec vero et similia vel dicta sunt de extensione non necessaria, vel non exclusive seu restrictive intelligenda sunt, sed quasi per antonomasiam et ob maiorem certitudinem, sicut in simili paulo ante explicavi; nam si extensio est comprehensiva et necessaria ad iustitiam et plenam observantiam legis iuxta vim rationis eius, tunc generaliter servanda est regula in quacumque lege, quomodocumque exorbitante, dummodo vera lex sit; si vero239 ratio non cogat similiter ad talem extensionem tantamque comprehensionem, tunc, licet in aliis poenalibus vitanda sit extensio, in his privilegiatis, ut ita dicam, admitti potest et interdum debet quia, ut supra dixi, licet lex poenalis sit vel odiosa ex uno capite potest ex alio tantum continere favorem tantique momenti, ut in ea servanda sint principia legis favorabilis potius quam odiosae. Et iuxta haec possunt non difficile varia dicta doctorum conciliari, quae in specie verborum non solum diversa sed etiam contraria saepe videbuntur; non tamen sunt, quia de diversa extensione et de diversa rationis unitate seu similitudine aut identitate loquuntur, licet haec omnia pauci distinguant.
Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Infortiati f. 20r. Iason de Maino, In primam Infortiati partem commentaria (Venetiis 1579, f. 30v). 230 Iacobus Menochio, De praesumptionibus pp. 201-202. 231 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam pp. 72 et 80. 232 Rochus Corti, Enarrationes ff. 51v-52r. 233 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam p. 80. 234 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 17r. 235 Sextus Decretalium, col. 93-94. 236 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 17r. 237 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Commentaria in septem p. 397, nn. 12-13. 238 Rochus Corti, Enarrationes ff. 53v-54r. 239 En las ediciones se lee: vera. 228 229
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En cuanto a las leyes exorbitantes, enseñan en general lo mismo Bártolo de Saxoferrato, Iason de Mayno, Juan Menochio y Andrés Tiraqueau. Finalmente, cualquiera que sea la ley, por muy grave que se considere, con tal que mantenga la rectitud legal, tiene valor la razón aducida, si se aplica bien y se explica la identidad de la razón. Y la ampliación será siempre mucho más fácil, si las palabras, en alguno de sus significados, por muy amplio que sea, pueden incluir el caso, como explica Roque Curcio con varios ejemplos. 5. Limitación que algunos proponen. Pero hay algunos que ponen, al parecer, límites a esto al decir que esta ampliación tiene lugar en las leyes penales, correctivas y exorbitantes, cuando por lo demás son favorables, como dice Andrés Tiraqueau; o cuando son para utilidad del alma, como dice Felino Sandeo; o a favor de la Iglesia, como dijo la Glosa del Libro VI; o a favor del bien común, como dice el mismo Felino Sandeo y Martín de Azpilcueta. Así opinan también otros que cita Roque Curcio. Pues bien, estas expresiones y otras semejantes o se refieren a la ampliación no necesaria o no se han de entender de manera no exclusiva o restrictiva, sino por antonomasia, por así decir, y para mayor certeza, como expliqué poco antes en un caso semejante. En efecto, si la ampliación es comprensiva y necesaria para la justicia y para la plena observancia de la ley de acuerdo con la fuerza de su razón, entonces se ha de observar de modo general la regla cualquiera que sea la ley por exorbitante que sea, con tal de que sea verdadera ley. Pero si la verdadera razón no fuerza de modo semejante a tal ampliación y a una comprensión tan amplia, entonces aunque en otras leyes penales haya que evitar la ampliación, en estas privilegiadas, por así decir, se puede y a veces se debe admitir. En efecto, como dije antes, aunque la ley sea penal u odiosa por algún capítulo, puede por otro incluir tanto favor y de tanta importancia, que se hayan de observar en ella los principios de la ley favorable más que de la odiosa. De acuerdo con estos principios, se pueden conciliar sin dificultad las distintas maneras de hablar de los doctores, que parecerán muchas veces en el uso de las palabras no sólo diversas sino incluso contrarias; sin embargo, no lo son, porque hablan de una ampliación diversa y de una unidad diversa de la razón —sea semejanza o identidad— aunque sean pocos los que hacen todas estas distinciones.
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6. Ratio subintellecta quem effectum habet. Quaerunt vero dicti auctores an haec intelligenda sint tantum de ratione expressa in lege vel etiam de non expressa sed ab interpretibus excogitata. Saepe enim auctores videntur doctrinam datam restringere ad rationem in lege expressam. Ita Panormitanus (in c. 1, De iuramento calumniae, n. 8240, et in c. Nihil, De electione, n. 9) et idem sentit Bartholus (in dicta authentica Quas actiones241) et alii ibi, praesertim ubi extensio fit in materia non favorabili, ut poenali vel correctoria. Et ad hoc induci potest lex Pater (§ Iulius, D, De legatis 3, ibi: Cum hoc nudum praeceptum esset242) et indicat ibi glossa243. Nihilominus contrarium docent multi, videlicet, sufficere rationem subintellectam, licet expressa non sit, dummodo satis certo constet illam et non aliam potuisse esse rationem legis. Ita sentit Bartholus (in l. Item quaeritur, § Qui impleto D, Locati, n. 10244) et Baldus (in l. Maximum, C, De liberis praeteritis, n. 4245) et Cynus (in l. Non dubium, C, De legibus246) et Panormitanus (in Clementina 1[Abbates], De rescriptis247) cum glossa (ibi248, idem in c. finale [Litteras nostras] De rescriptis), Felinus (in c. Translato, De constitutionibus, ultimo249) notabit Angelus, (verbo Lex, n. 8250), Sylvester (q. 18251), Antonius Gomezius (Variarum c. 11, n. 12252). Fundamentum est quia potest sufficienter constare de ratione legis, etiamsi scripta non sit; ergo idem operabitur. Probatur consequentia, quia non habet dictum effectum quia scripta est, sed quia in se talis est. Nihilominus tamen quia, quando est scripta, pars est legis et de illa certissime constat et per contextum constare etiam potest quomodo determinet alia verba legis, ideo regulariter vix habet locum cum obligatione haec extensio ex vi rationis, nisi scripta sit; quando vero non est scripta, iuxta legis qualitatem et materiam poterit extensio fieri cum maiori vel minori certitudine praesumptionis, et interdum poterit esse tam evidens vel communiter recepta, ut ad obligationem legis sufficiat.
240 Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars prima, f. 133r. 241 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis f. 29r-v. 242 D 32. [1]. 38 § 4. En la edición de Coimbra se lee: l. Praeter 243 Infortiatum seu Pandectarum col. 925, lit. g, verbo factum. 244 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in secundam Digesti Veteris partem (Venetiis 1570, f. 113r.). 245 Baldus de Ubaldis, Commentaria in sextum Codicis librum (Lugduni 1585, f. 99r). 246 Cynus de Pistorio, In Codicem et aliquot titulos Pandectarum tomi, id est, Digesti veteris doctissima commentaria (Francoforti 1578, f. 26r-v, nn. 2-4). 247 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], Omnia quae quidem extant consilii f. 180v, n. 1. 248 Clementis Quinti col. 20-21. 249 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 17r-v, n. 14. 250 Angelus de Clavasio, Summa angelica secunda pars, p. 42. 251 Sylvester Prierio, Summa Syñvestrina pars secunda, verbo Lex, f. 89r-v, § Igitur. 252 Antonius Gómez, Commentariorum pp. 151-152.
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6. Qué efecto tiene la razón sobreentendida. Preguntan dichos autores si esto hay que entenderlo solamente de la razón expresada en la ley o también de la no expresada, pero pensada por los intérpretes. Muchas veces, efectivamente, los autores parecen restringir la doctrina expuesta a la razón expresada en la ley. Así Nicolás de Tudeschis; lo mismo opina Bártolo Saxoferrato y otros, sobre todo cuando la ampliación se hace en materia no favorable, como en la penal o correctiva. Para esto puede aducirse la ley Pater del Digesto: Siendo esto un simple precepto: y lo indica la Glosa. Esto no obstante, muchos enseñan lo contrario, a saber, que basta la razón sobreentendida, aunque no esté expresada, con tal de que conste con suficiente certeza que esa y no otra pudo ser la razón de la ley. Así opinan Bártolo de Saxoferrato, Baldo de Ubaldis, Silvestre Prierio, Cyno de Pystorio, Nicolás de Tudeschis con la Glosa, Felino Sandeo, Ángel de Clavasio y Antonio Gómez. La razón fundamental es que puede haber constancia suficiente de la razón de la ley, aunque no esté escrita. Luego producirá el mismo efecto. Prueba de la consecuencia: No tiene dicho efecto por estar escrita, sino porque es tal en sí misma. Sin embargo, como cuando está escrita forma parte de la ley y hay con toda certeza constancia de ella y por el contexto puede también haber constancia de cómo determina el sentido de las otras palabras de la ley, por eso de ordinario esta ampliación obligatoria apenas tiene lugar en virtud de la razón, a no ser que esté escrita. En cambio, cuando no está escrita, podrá hacerse la ampliación de acuerdo con la cualidad y materia de la ley con mayor o menor certeza de presunción. Y a veces podrá ser tan evidente o tan comúnmente recibida, que baste para que la ley obligue.
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7. Ad supradictos modos extensionis omnes alii reducuntur. Ulterius inquiri potest an praeter dictos modos extensionis legis alii dari possint. Solent enim recenseri alii peculiares modi extendendi leges etiam poenales et onerosas, qui attinguntur a Navarro (in dicto c. Poenae), ex Francho et Dominico (in c. 1, De temporibus ordinationum253). Sed si recte spectentur, omnes ad superiores reducuntur et iuxta illos intelligi debent ut veri sint, quod breviter declaro attingendo praecipuos. Unus est ut fiat extensio legis ad correlativa, ex glossa, Bartholo et Baldo, quos ibi citat Navarrus supra, et idem dicit in Summa (c. 22, n. 72254) et Rochus (dicta sect. 4, n. 13 et 16255) et Ripa (in l. Ait praetor, § Si iudex, D, De re iudicata256), ubi alii. Intelligendum autem hoc est in primis de correlativis, ut talia sunt, ut maritus et uxor, pater et filius, mensura et mensuratum, ut se respiciunt; nam si materialiter spectentur, non habent connexionem. Deinde necessarium est ut eadem ratio in eis vigeat, ita ut non possit in uno procedere nisi attingat aliud, vel certe ut ratio iustitiae postulet ut dispositum de uno habeat locum in alio; alioqui relatio parum refert ad extensionem. Exempla varia in dictis auctoribus videri possunt. 8. [Alii extensionis modi.] Alius modus extensionis est per radicationem plurium casuum in eodem principio seu radice, nam una etiam lege prohibentur, iuxta illud Iustiniani imperatoris (in l. ultima [Sacram fecimus], C, De nuptiis): Cum ex una radice vitium nascitur, consequens est ut eadem lege tollatur257. Qui modus etiam debet intelligi quando ratio et radix prohibitionis una et eadem est in utroque casu, ut exposuit glossa (in c. Fraternitatis, De testibus, verbo Novis258). Item explicandus est de identitate rationis eo modo quo illam declaravimus. Erit autem res evidentior si radix ipsa sit materia legis; nam, si lex excludat radicem, quidquid ex ea oritur videtur exclusum, ut dixit Baldus (in dicta l. Maximum, C. De libertate praeterea, n. 4259). Similis modus extensionis est inter ea quae se consequuntur seu connexa sunt, qui modus posuit Antonius de Butrio (in c. ultimo, De consuetudine, limitatione 4260) et late Rochus (ibi, lect. 4, n. 6261) et attingit Navarrus (dicto c. Poenae,
Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Commentaria in septem p. 397, n. 15. Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 649-650. 255 Rochus Corti, Enarrationes ff. 52r-53r. 256 Ioannes Franciscus de Ripa, In primam et secundam Digesti Novi partem; secundam Digesti Veteris; primam et secundam Codicis commentaria (Venetiis 1575, ff. 38r-39r). 257 C 5. 4. 28 § 4. 258 Decretales D. Gregorii col. 713, lit. c. 259 Baldus de Ubaldis, Commentaria in sextum Codicis f. 99r. 260 Antonius de Butrio, Super quinque libris Decretalium, prima pars primi s. f. 261 Rochus Corti, Enarrationes ff. 52v-53r. 253 254
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7. Todos los otros modos de ampliación se reducen a los ya indicados. Puede preguntarse también si además de los modos de ampliación indicados, pueden darse otros. Suelen efectivamente señalarse otros modos peculiares de ampliar las leyes, incluso las penales y onerosas, que toca Martín de Azpilcueta tomándolos de Franco y Domingo. Pero si bien se mira, todos se reducen a los anteriores y deben entenderse conforme a ellos. Voy a explicarlo brevemente fijándome en los principales. Uno es que se haga la ampliación de la ley a los casos correlativos, según la Glosa, Bártolo de Saxoferrato y Baldo de Ubaldis citados por Martin de Azpilcueta, y lo mismo dice Roque Curcio, así como Juan Francisco de Ripa y otros. Pues bien, hay que entender esto en primer lugar de los correlativos en cuanto tales, como marido y mujer, padre e hijo, mensura y mensurado, en su mutua correspondencia; pues si se consideran materialmente, no tienen conexión. En segundo lugar, es necesario que esté vigente en ellos la misma razón, de suerte que no pueda darse en uno sin que se dé también en el otro, o ciertamente que la razón de la justicia postule que lo que se ha dispuesto para uno tenga su aplicación para el otro. De lo contrario, la relación de poco sirve para la ampliación. Pueden verse en dichos autores diversos ejemplos. 8. [Otros modos de ampliación.] Otro modo de ampliación se da cuando múltiples casos radican en un mismo principio o raíz; también, efectivamente, quedan todos ellos prohibidos por una misma ley, según aquel texto del emperador Justiniano: Cuando el vicio brota de la misma raíz, lo lógico es que la misma ley lo extirpe. También este modo de ampliación ha de entenderse cuando la razón y la raíz de la prohibición es una y la misma en ambos casos, como explicó la Glosa de las Decretales. La misma explicación se ha de dar, cuando hay identidad de razón de la manera que la hemos explicado. Y la cosa será más evidente, si la raíz misma es la materia de la ley; porque si la ley excluye la raíz, todo lo que de ella brote queda al parecer excluido, como dijo Baldo de Ubaldis. Un modo parecido de ampliación se da cuando unos casos se siguen de otros o están mutuamente conectados. Es el modo que puso Antonio de Butrio, lo estudia con amplitud Roque Curcio y lo toca Martín de Azpilcueta de acuerdo con
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n. 11 et 12), ex glossis quas allegat262. Et varia exempla adducunt, quae maiori indigebant examine, sed non possumus ad singula descendere. Existimo igitur secundum eadem principia posita esse de extensione iudicandum, scilicet, ut connexio tanta sit ut non possit, verbi gratia, unum prudenter vel iuste prohiberi quin prohibeatur aliud, sicut de correlativis dictum est. Contingere etiam poterit ut unum sub alio contineatur tanquam imperfectum sub perfecto eiusdem rationis, ut affinitas sub consanguinitate, vel tanquam pars sub toto vel commutatio sub dispensatione; et tunc procedit regula a minori, non e contrario. Et sic intelligit Panormitanus (i c. Dilecti filii, De arbitris, n. 4 et 5263) et colligitur ex illo textu. Item potest fieri ut ratione connexionis unum comprehendi censeatur sub alio secundum communem usum; et tunc non fiet extensio ex vi solius rationis, sed etiam propter significationem verborum in qua plurimum valet communis usus, ut late Felinus (in proemio Decretalium n. 3 et sequentibus264). 9. Alius modus quomodo inelligendus. Alius praeterea modus extensionis est per aequiparationem casuum per aliam legem prius factam, nam tunc dispositum in uno per aliam legem consequenter censetur dispositum in alio265, iuxta glossam et doctores (in l. Si quis servo, C, De furtis266) et Bartholum et alios (in l. Ut tantum, D, De servo corrupto267) et notat Abbas alia referens (in c. De multa, De praebendis, n. 18268), Rochus (dicta sect. 4, n. 14269), Iason (in l. Transigere, C, De transactionibus270), Navarrus (dicto c. Poenae, n. 14, et idem fere n. 15271). Hic vero modus extensionis, si in sola ratione legis fundetur, iuxta praedicta moderandus est; si autem fundatur in dispositione alterius legis, tunc ponderanda sunt verba legis facientis aequiparationem, et in eo servanda est regula in quo facta est aequiparatio et non ultra, ut attingit Sylvester (verbo Poenae, q. 4272) et ibi Angelus273, et latius Crottus, (in l. Si constante, 2 lect., D, Soluto matrimonio) et Bernardus Diaz (regula 429274). Et tunc proprie non fit extensio in eadem lege, 262 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Commentaria in septem distinctiones de poenitentia p. 397. 263 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum secunda in primum Decretalium (Lugdumi 1536, f. 169 vb). 264 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 2v. 265 En las ediciones se lee: alia. 266 Codicis domini Iustiniani sacratissimi principis ex repetita praelectione libri novem priores (Lugduni 1551, p. 826). 267 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Digesti Veteris f. 201r. 268 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium, f. 38 v. 269 Rochus Corti, Enarrationes f. 52r. 270 Iason de Maino, In primam Codicis partem commentaria (Venetiis 1579, f. 73v, n. 15). 271 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Commentaria in septem distinctiones de poenitentia p. 397. 272 Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, ff. 184v-185r. 273 Angelus de Clavasio, Summa angelica secunda pars, p. 235, n. 5. 274 Ioannes Bernardus Díaz de Lugo, Regulae iuris cum suis ampliationibus et restrictionibus ex
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la Glosa que cita. Aducen también diversos ejemplos que necesitarían un examen más a fondo, pero no podemos bajar a detalles. Por tanto, lo que yo pienso es que se ha de juzgar de la ampliación de acuerdo con los mismos principios que hemos puesto, a saber, que la conexión entre los casos sea tan grande, que no pueda, por ejemplo, prohibirse con prudencia o justicia uno sin que se prohíba el otro, como se ha dicho de los correlativos. Podrá ocurrir también que uno esté incluido en el otro como lo imperfecto en lo perfecto de una misma razón —así la afinidad en la consanguinidad—; o como una parte en el todo o como la conmutación en la dispensa. Entonces es válida la regla de lo menor a lo más y no al contrario. Así lo entiende Nicolás de Tudeschis en el capítulo Dilecti filii y así se deduce de ese texto. Así mismo puede suceder que por razón de la conexión se juzgue que un caso esté implicado en el otro. Entonces no se hará la ampliación solamente en virtud de la razón, sino también por el significado de las palabras; y en él tiene gran valor la práctica común, como explica ampliamente Felino Sandeo. 9. Explicación de otro nuevo modo de ampliación. Otro modo de ampliación es por equiparación de casos mediante otra ley anteriormente dictada. Entonces, efectivamente, lo dispuesto para un caso por una ley se juzga en consecuencia dispuesto para otro, según la Glosa, los doctores, Bártolo de Saxoferrato y otros en el Digesto. Lo hace notar Nicolás de Tudeschis que cita otros textos, Roque Curcio, Jasón de Mayno y Martín de Azpilcueta. Ahora bien, este modo de ampliación si está fundado sólo en la razón de la ley se ha de regular de acuerdo con lo dicho anteriormente. Pero si está fundado en la disposición de otra ley, entonces se han de sopesar las palabras de la ley que hace la equiparación y hay que observar la regla en aquello en que se ha hecho la equiparación y no más, como indican Silvestre Prierio, Ángel Clavasio y con más amplitud Croto y Juan Bernardo Díaz de Lugo. Entonces propiamente no se hace ampliación en la misma ley, sino que una ley amplía el efecto de otra y por eso
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sed una extendit effectum alterius; et ideo solet haec extensio vocari a iuristis passiva et non activa, ut videre licet in Bartholo (supra275) et Rocho (n. 9276). 10. Identitas ex motivo colligenda. Quando lex loquens in speciali casu ad similes extenditur. Alius item modus addi potest quando lex loquitur in determinato casu gratia exempli, nam tunc extendenda est ad casus similes. Quem modum ponunt Sylvester (verbo Lex, q. 20, § Quarto277) et Angelus (ibi n. 7278). Sed hic etiam modus locum habet iuxta distinctionem datam de identitate vel similitudine rationis, nam sola similitudo, nisi sit etiam in identitate specifica, non sufficit; cum hac vero identitate sufficit, ut patet ex multis decisionibus canonum et in legibus quae ferri possunt per sententiam principis in particulari casu, ut supra dictum est; et nihilominus intelliguntur esse generales leges. Identitas autem illa optime explicatur per motivum et rationem virtutis sub qua talis actus prohibetur vel praecipitur, nam si fuerit lex lata in tali casu intuitu religionis observandae vel sacrilegii vitandi, ubi in simili casu eadem specifica ratio religionis vel sacrilegii intervenerit, lex extendetur; et idem est de ratione iustitiae. Et hoc declaratur bene ex lege 1 (D, Uti possidentis, iuncto § Nam interdictum praetoris279) loquens de possessione domus extenditur ad possidentem agrum vel quancumque rem similem, quia nimirum eadem est ratio iustitiae in illis omnibus cuius intuitu interdictum latum est. Et ita ex materia vel ex ratione legis vel ex alia lege vel ex naturali ratione non erit difficile intelligere quando lex loquatur in particulari casu gratia exempli vel per aliam occasionem. Et sic etiam procedit alia frequens regula: quod lex loquens in speciali casu, quia frequentius accidit, extenditur etiam ad similes, licet rariores sint, dummodo eiusdem rationis sint in ratione virtutis aut vitii ad quam respexit lex. Quod notavit glossa (in l. 1, C, De his qui ad ecclesias, verbo Iudaei280, et in l. unica, C, De raptu virginum, verbo Sponsam281). Idem Rebuffus (in Tractatu nominationum, q. 5, n. 25282); Ugolinus (De excommunicatione, tab. 2, cap. 23, § 6, n. 6283). Et eadem regula usus sum284 (in quinto tomo, disp. 15, sect. 4, circa finem, explicando c. Quoniam multos 11, q. 3285). Omnia vero fundantur variis codicibus excerptae (Lugduni 1564, pp. 234-236). 275 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Digesti Veteris f. 201r. 276 Rochus Corti, Enarrationes f. 51r. 277 Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, f. 90r. 278 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars secunda, p. 42. 279 D 48. 17. 1 § 2. 280 Codicis domini Iustiniani p. 91. 281 Codicis domini Iustiniani p. 1404, lit. f. 282 Petrus Rebuffe, Tractatus nominationum et de pacificis possessoribus valde utiles et in forense iudicio frequentes (Parisiis 1555, pp. 24-25). 283 Bartholomaeus Ugolino, De censuris ecclesiasticis, id est, de excommunicatione, suspensione, interdicto tractatus (Bononiae 1594, pp. 530-532). 284 En las ediciones se lee: sunt. 285 Franciscus Suárez, Disputationum de censuris in communi, excommunicatione, suspensione et interdicto, itemque de irregularitate. Tomus quintus additus ad Tertiam partem D. Thomae (Co-
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los juristas suelen llamar pasiva y no activa a esta ampliación, como puede verse en Bártolo de Saxoferrato y en Roque Curcio. 10. La identidad hay que colegirla del motivo. Puede añadirse así mismo otro modo de ampliación: cuando la ley habla de un determinado caso por vía de ejemplo. Entonces, efectivamente, se ha de ampliar a casos semejantes. Es el modo que ponen Silvestre Prierio y Ángel Clavasio. Pero también este modo tiene lugar de acuerdo con la distinción que hemos hecho de identidad o semejanza, pues sola la semejanza no es suficiente, a no ser que se dé también en la identidad específica. En cambio, es suficiente con esa identidad, como es claro por múltiples decisiones canónicas y en las leyes que se pueden dictar por sentencia del soberano en un caso particular, como se dijo antes; y no obstante, se entiende que son leyes generales. Esa identidad se explica muy bien por el motivo y la razón de la virtud bajo la que se prohíbe o se manda tal acto. En efecto, si la ley se ha dictado en tal caso con miras a observar la religión o a evitar un sacrilegio, allá donde en un caso semejante se dé la misma razón específica de religión o sacrilegio, la ley se ampliará; y lo mismo es en el caso de una razón de justicia. Esto lo aclara bien el Digesto. El párrafo Pues la prohibición del pretor que habla de la posesión de una casa alcanza al que posee el campo o cualquier otro bien semejante, pues en él se da la misma razón de justicia con miras a la cual se impuso la prohibición. De esta manera por la materia o por la razón de la ley o por otra ley o por la razón natural, o por otra circunstancia no será difícil entender cuándo la ley habla de un caso particular por vía de ejemplo. Por ahí va también otra regla frecuente, la de que la ley que habla de un caso especial, porque ocurre con más frecuencia, se amplía también a los casos semejantes, aunque sean más raros, con tal que coincidan en la razón de virtud o vicio a la que atendió la ley. Así lo hizo notar la Glosa en las leyes Iudaei qui reatu y Raptores virginum del Código, al igual que Pedro Rebuffe y Ugolino Bartolomé De la misma regla eché yo mano en el tomo V. Pero todo ello está fundado en la
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in identitate rationis, quae attente et secundum omnes circumstantias positas spectanda est, ut explicavi. 11. Quomodo extensio ad personas, loca et tempus spectat Ultimo inquiri potest an huiusmodi extensio locum habeat non solum in casibus seu actionibus sed etiam in personis, locis ac temporibus, etc. Ad quod potest generaliter responderi affirmando, si ratio aut verba legis, servata proportione, talem extensionem vel ampliationem requirant. Addo tamen proprie et immediate hanc extensionem fieri ad casus seu actiones, quia illae sunt proxima materia legum, et ideo de his praesertim loquuti sumus; consequenter vero etiam fieri ad poenas, quatenus fieri potest ad maleficia seu delicta. Addo etiam proprissime fieri ad personas, tum quia etiam lex loquitur ad personas et illas obligat, tum etiam quia actiones per respectum ad personam variari possunt. Et ideo etiam de hac ampliatione legis frequentissime loquuntur auctores et varia eius exempla videri possunt in Rocho supra (dicta sect. 4, n. 12); Tiraquello (in dicto § Libertis, n. 28 et sequentibus286); Antonio Gabrielis (lib. 6, tit. De verborum significatione, fere per totum287). 12. [Quando fieri potest extensio ad loca.] Ad loca vero potest quidem fieri extensio intra latam vocis significationem quando saltem sub illa potest nomen loci in lege positum288 extendi ad alia loca, vel quia nomen est ambiguum et ex frequentiori usu vel ex materia aut ratione legis determinatur, vel quia per connexionem unus locus sub alio continetur, ut suburbia nomine populi vel populi subiecti sub nomine civitatis (iuxta l. Qui ex vico, D, Ad municipalem289) et quae in simul docent Bartholus (in l. 2, C. Quae sit longa consuetudo, q. 36290); Rochus (dicta sect. 4, n. 17291). Seclusis autem omnino verbis, aut nunquam aut rarissime potest fieri talis extensio. Et ratio in generali reddi potest, quia si locus sit extra territorium legislatoris clarum est non posse ad illum fieri extensionem legis quoad obligationem eius iuxta regulam capitis 2 De constitutionibus (in Sexto292), sed ad summum per imitationem poterit ad unum locum applicari lex alterius per modum exempli vel auctoritatis. Si autem extensio fiat ad alium locum contentum in territorio, non vero comprehensum ullo modo sub loco pro quo legislator expresse voluit legem ferre, non poterit esse extensio comprehensiva, cum intentio legislatoris nimbricae 1603, pp. 396-397, n. 15; Vivès 23, p. 404). 286 Andreas Tiraqueau, Commentarii in legem Si unquam p. 68. 287 Antonius Gabriel, Communes conclusiones (Venetiis 1570, pp. 630-654). 288 En las ediciones se lee: positam. 289 D 50. 1. 30. 290 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in secundam Codicis partem (Lugduni 1555, f. 141r.). 291 Rochus Corti, Enarrationes f. 53r-v. 292 In VI 1.2.2.
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identidad de la razón que se ha de considerar atentamente y de acuerdo con todas las circunstancias que se han puesto, como expliqué. 11. La ampliación con relación a las personas. Finalmente puede preguntarse si dicha ampliación tiene lugar no sólo en los casos o acciones, sino también en las personas, lugares, tiempos, etc. A esto se puede responder en general afirmativamente, si la razón o las palabras de la ley requieren, en su debida proporción, tal extensión o ampliación. Añado, sin embargo, que esta ampliación se hace propiamente y sin más a los casos o acciones, porque son materia próxima de las leyes y por eso hemos hablado de ellas con preferencia; pero se amplía también en consecuencia a las penas en el sentido de que puede ampliarse a las malas acciones o delitos. Añado también que esta ampliación se hace con toda propiedad a las personas; en primer lugar, porque la ley habla también a las personas y las obliga; y en segundo lugar, porque las acciones pueden variar con relación a las personas. Y por eso también los autores hablan con mucha frecuencia de esta ampliación de la ley. Varios ejemplos de ella se pueden ver en Roque Curcio, Nicolás de Tudeschis, Antonio Gabriel. 12. [La ampliación con relación a los lugares.] Sin duda puede hacerse la ampliación a los lugares dentro del significado amplio de la palabra, al menos cuando dentro de él puede ampliarse el nombre del lugar puesto en la ley a otros lugares; y esto por varias razones. Primero, porque el nombre es ambiguo y se le determina por su uso más frecuente o por la materia o por la razón de la ley. En segundo lugar, porque por su conexión un lugar ya va contenido en otro; por ejemplo, los suburbios en el nombre del pueblo o los pueblos en el nombre de la ciudad a la que pertenecen, según el Digesto y lo que enseñan Bártolo de Saxoferrato y Roque Curcio. Pero si se prescinde totalmente de las palabras, nunca o muy rara vez puede hacerse tal ampliación. Y la razón que generalmente puede darse es la siguiente: Si el lugar está fuera del territorio del legislador, es claro que no puede hacerse a él la ampliación de la ley por lo que toca a la obligación de ella, según la regla del Libro VI, sino a lo sumo, por imitación, podrá aplicarse a un lugar la ley de otro a manera de ejemplo o autoridad. Ahora bien, si la ampliación se aplica a otro lugar contenido en el territorio, pero de ninguna manera comprendido en un lugar a favor del cual quiso expresamente el legislador dictar la ley, la ampliación no podrá ser comprensiva, ya que la intención del legislador queda suficientemente limitada por la mención expresa del
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satis limitetur per definiti loci expressionem, ut supra attigi (c. 1, De temporibus ordinationum, in Sexto), nam ratio ibi adducta videtur generaliter procedere moraliter loquendo293. 13. [De extensione legis ad tempus.] At vero extensio legis ad tempus fieri non potest nisi ad praeteritum vel futurum, nam de praesenti semper lex loquitur, ut constat, et non sunt plures temporis differentiae. De extensione autem ad praeteritum dictum est libro 3, capite 14, tractando quomodo lex feratur circa praeterita declarando, non disponendo294; et ideo talis extensio recte fit per vim rationis in lege expressae quando ex illa colligi potest legem esse declarativam et non tantum constitutivam; idemque erit quoties ex quolibet alio verbo vel ex materia id constare potuerit, nec aliter fit illa extensio. Respectu autem futuri temporis non est vera extensio, nam haec est propria legis natura ut ad futura feratur (iuxta l. Leges et constitutiones, C. De legibus295); et ideo potius regula erit: legem de se comprehendere futurum tempus nisi restringatur, quia lex semper loquitur; et ideo, licet de praesenti loquatur, semper in quolibet futuro tempore, quando est praesens, idem disponit. Addit vero Panormitanus (in c. 2, De constitutionibus, n. 2296) quod si lex remittat delictum, tunc non extenditur ad futura, ne det materiam delinquendi. Plus vero dicitur in lege Cum lex (D, De legibus), videlicet: Cum lex in praeteritum quid indulget, in futurum vetare297, utique ex mente legis, et ita ibi fit quaedam extensio ad futura, quia indulgendo praeterita supponit illa esse mala vel prohibita, quam prohibitionem non revocat indulgendo praeterita, sed potius tacite confirmat.
Cfr. supra cap. III, n. 1, 4 et 21; et cap. IV, n. 2 et 7. Cfr. lib. III, cap. XIV, n. 2 (CHP 15, 1975, pp. 199-201). 295 C 1. 14. 7. 296 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 17rb. 297 D 1. 3. 22. 293 294
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lugar indicado, como dije anteriormente a propósito del Libro VI, pues la razón allí aducida parece tener valor general, hablando moralmente. 13. [La ampliación con relación a los tiempos.] En cuanto a la ampliación de la ley al tiempo sólo es posible respecto del pasado o del futuro, pues la ley habla siempre con miras al presente, como es evidente, y no hay más diferencias de tiempo. Sobre la ampliación al pasado ya se ha hablado en el Libro III, capítulo 14 al tratar cómo se dicta una ley con relación al pasad, esto es, aclarando, no disponiendo. Por eso tal ampliación es correcta en virtud de la razón expresada en la ley cuando de ella se puede deducir que la ley es aclarativa y no sólo constitutiva. Y lo mismo ocurrirá cuantas veces pudiere ello constar por cualquiera otra palabra o por la materia. Y no hay otra manera de hacerse esa ampliación. En cambio, respecto del tiempo futuro, no hay verdadera ampliación, pues la naturaleza propia de la ley es que se dicte con miras al futuro, según el Código. Y por eso la regla ha de ser más bien que la ley alcanza de suyo el tiempo futuro, a no ser que se la restrinja, porque la ley habla siempre; y por eso aunque hable de presente, siempre dispone lo mismo en cualquier tiempo futuro cuando este se hace presente. Pero añade Nicolás de Tudeschis que si la ley perdona un delito, entonces no se extiende al futuro para no dar materia de delincuencia. Pero en el Digesto se dice más, a saber: Cuando la ley perdona algo del pasado, eso tiene valor para el futuro; siempre, claro está, según la mente del legislador. Aquí, pues, se hace una cierta ampliación al futuro, porque al perdonar lo pasado supone que ello es malo o prohibido; prohibición que no la revoca al perdonar lo pasado, sino que más bien lo confirma tácitamente.
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CAPUT V Quando et quomodo possit lex per interpretationem restringi 1. Restrictio quomodo accipienda. Restrictio quo tendit. Materia huius capitis eadem fere est quae praecedentis298, nam cum restrictio opponatur extensioni, eadem fere doctrina cum proportione admittit; sic enim oppositorum eadem solet esse ratio, nam quot modis unum dicitur tot dicitur reliquum. Quia vero materia solet esse obscura et perplexa, ideo aliqua in particulari dicere necessarium visum est. Restrictio ergo, sicut extensio, accipi solet vel per comparationem ad verba iuxta varias eorum significationes supra positas, scilicet, aut propriam naturalem aut propriam civilem aut impropriam, vel per comparationem ad rationem legis; per comparationem autem ad mentem non potest dari restrictio, nimirum, quae aliquid eximat ab obligatione legis, quod fuerit comprehensum sub mente legislatoris. Id enim [648] repugnantiam invovit, stando in vi interpretationis, nisi intercedat dispensatio, quae superiorem potestatem requirit, ut infra dicetur. Nam mens legislatoris seu voluntas est ipsa lex seu unde habet lex vim obligandi; ergo impossibile est per interpretationem aliquid eximere a lege, quod non eximatur a mente legislatoris. Igitur omnis restrictio legis eo tendit ut mentem ipsam legislatoris ad pauciora coartet quam verba vel ratio legis pro se ferre videantur. Ad maiorem autem claritatem distinguere possumus aliud esse non extendere legem aliud restringere illam, nam inter extensionem et restrictionem potest medium inteligi per adaequationem ad verba secundum eorum proprietatem et rationem. Haec autem non potest habere locum nisi299 ubi et verba legis non possunt nisi unam propriam significationem habere, naturalem vel civilem; nam, si utramque habeant, eo ipso quod secundum alteram tantum intelliguntur, est restrictio, et si ad utramque amplientur, est extensio; et ideo rara est haec adaequata interpretatio sine restrictione vel ampliatione, ideoque nihil de illa specialiter dicere oportet, quia in capitibus praecedentibus, explicando quomodo liceat extendere leges, simul declaravimus intra quos terminos contineri debeat quaelibet extensio, et consequenter declaravi quae extensio seu ampliatio non liceat. 2. Aliquando non licet legem restringere. Atque hinc etiam facile explicari potest quando restrictio legis non liceat. Cum300 enim restrictio extensioni contraria sit, quoties ampliatio legis secundum regulas datas necessario facienda fuerit, tunc non licebit restringere legem, utique En las ediciones se lee: praecedenti. En las ediciones se omite: nisi. 300 En las ediciones se lee: dum. 298 299
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CAPÍTULO V Cuándo y cómo la interpretación puede restringir la ley 1. Cómo hay que entender la restricción. Hacia dónde apunta la restricción. La materia de este capítulo es casi la misma que la del capítulo anterior. En efecto, como la restricción se opone a la ampliación, admite proporcionalmente casi la misma doctrina, pues la condición de los términos opuestos suele ser una misma. La razón es esta: Cuantas sean las formas de expresión de uno, tantas son también las del otro. Pero como la materia suele ser oscura e intrincada, me ha parecido necesario decir unas palabras sobre el particular. Así pues, la restricción, al igual que la ampliación, suele entenderse unas veces con respecto a las palabras según los diversos significados antes mencionados; a saber, el propio natural, el propio civil o el impropio. Otras veces, con respecto a la razón de la ley. Ahora bien, con respecto a la mente del legislador no puede haber restricción, es decir, aquella que exima de la obligación de la ley algo que estuviere incluido en la mente del legislador, pues esto es contradictorio si nos atenemos al concepto de interpretación, si no interviene una dispensa que requiere un poder superior, como luego diremos. En efecto, la mente o la voluntad del legislador es la ley misma, o sea, la raíz de donde le viene a la ley su fuerza de obligar. Luego es imposible eximir de la ley por interpretación algo que no está eximido de la mente del legislador. Por lo tanto, toda restricción de la ley tiende a reducir la mente misma del legislador a menos de lo que parece manifestarse en las palabras o en la razón de la ley. Pues bien, para mayor claridad, podemos hacer esta distinción: Una cosa es no ampliar la ley y otra distinta restringirla, puesto que entre ampliación y restricción puede darse un término medio, esto es, adaptar las palabras conforme a su sentido propio y a la razón. Pero esta adaptación no puede tener lugar, a no ser allá donde las palabras de la ley no pueden tener más que un solo significado propio, el natural o el civil. Porque si tienen los dos, por el hecho mismo de entenderlas sólo en uno, hay restricción; y si se extienden a los dos, hay ampliación. Por eso esta interpretación adaptada sin restricción o ampliación rara vez se da. Así pues, nada especial es preciso decir acerca de ella, ya que en los capítulos anteriores, al explicar de qué manera es lícito ampliar las leyes, hemos explicado al mismo tiempo dentro de qué límites ha de estar incluida cualquier extensión; y consecuentemente hemos explicado qué extensión o ampliación no es lícita. 2. A veces no es lícito restringir la ley. Por aquí es también fácil explicar cuándo no es lícita la restricción de la ley. En efecto, siempre que la restricción sea contraria a la ampliación, cuantas veces haya de hacerse necesariamente la ampliación según las reglas dadas, no será líci-
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secundum idem; nam, si ampliatio fiat in uno et restrictio in alio, non erunt contraria, et sic non repugnabit simul fieri circa eandem legem diversis respectibus. Atque eadem ratione, quoties non licet extendere legem ultra verborum proprietatem, tunc licita est imo et necessaria restrictio, quando verba alia significata minus propria habere possunt, quia tunc non extensio legis est illius restrictio. Nunc ergo pauca addenda supersunt in particulari ad maiorem declarationem, quamvis magna ex parte per proportionem ad extensionem accipienda sint. 3. Restrictio fieri debet ad aliquod inconveniens evitandum. Dico ergo primo: restrictio legis fieri potest ac debet ad vitandam iniustitiam seu iniquitatem vel aliam absurditatem in ipsa lege. Ita docent omnes et est clarum ex eadem ratione facta in simili de extensione, quia ita debet lex intelligi ut sit iusta et honesta, et praesumi debet ex mente facta quae nullam absurditatem complectatur. Ergo quantum fieri possit, ita restringenda est ad vitanda similia incommoda quando ad eum finem restrictio necessaria fuerit. Quod optime probat ratio textus (in c. Suggestum, De apellationibus), ibi: Quia decretalem epistolam qua tales muniri videntur, non ad deprimendam cuiusque iustitiam, sed ad removendum gravamen, nos fecisse cognoscas301, ubi Panormitanus (n. 2) advertit leges posse restringi secundum rationem naturalem, etiamsi non sit in lege expressa; et idem repetit in capite Proposuit (eodem, n. 4302). Unde recte dixit glossa in authentica Ut sine prohibitione etc., verbis: Existimamus ineptum esse dicere non fallere regulam ubi aequitas id suadet303. Est autem hoc intelligendum de ratione naturali ostendente iniustitiam vel absurditatem in lege, si absque restrictione intelligatur; nam si solum ostendat esse aequam vel rationi consonam restrictionem, posse tamen sine illa lege esse iustam et rationalem, talis ratio non erit sufficiens ad restringendam legem contra proprietatem verborum eius ex alio principio in superioribus declarato: quod legis obligatio non [se omite: non] cessat in particulari, licet ratio eius negative deficiat, si non deficit contrarie, nam eadem est ratio in praesenti. Dico autem hoc intelligi de restrictione contra proprietatem verborum; nam, si in aliquo sensu proprio lex possit talem restrictionem admittere, tunc ratio ostendens in restrictione aequitatem, licet non ostendat praecisam necessitatem, poterit sufficere ad restrictionem faciendam, si alioqui materia iuvet et restrictio cedat in favorem et maiorem benignitatem (iuxta l. Semper, D, De regulis iuris304).
X 2.28.15. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars tertia, f. 101r et f. 105r. 303 Volumen legum parvum quod vocant, in quo hae insunt tres posteriores libri Codicis D. Iustiniani sacratissimi principis, authenticae seu novellae constitutiones eiusdem principis... (Lugduni 1612, col. 433, lit. r). 304 D 50. 17. 197. 301 302
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to entonces restringir la ley, bajo un mismo aspecto obviamente. Razón: Si la ampliación se hace en un aspecto y la restricción en otro, no serán contrarios entre sí. Y de esta manera no habrá contradicción en que se haga al mismo tiempo en la misma ley bajo distintos aspectos. Por la misma razón siempre que no sea lícito ampliar la ley más allá del significado propio de las palabras, entonces sí es lícita, más aún, incluso necesaria la restricción cuando las palabras pueden tener otros significados menos propios, porque entonces no ampliar la ley es restringirla. Ahora, por tanto, pocas cosas en particular quedan por añadir para una mayor aclaración, aunque en gran parte hay que entenderlas proporcionalmente a la ampliación. 3. La restricción se ha de hacer para evitar algún inconveniente. Digo, pues, en primer lugar: La restricción de la ley se puede y se debe hacer para evitar una injusticia o iniquidad u otro absurdo en la ley misma. Es doctrina común y es evidente por la misma razón que hemos aducido en el caso semejante de la ampliación. En efecto, así debe entenderse la ley para que sea justa y honesta y debe suponerse dada con la intención de que no incluya ningún absurdo. Luego así se ha de restringir, en la medida de lo posible, para evitar tales inconvenientes cuando la restricción sea necesaria para dicho fin. Una magnífica prueba es la razón que se aduce en el capítulo Suggestum de las Decretales: Has de saber que la carta decretal, en la que los tales parecen escudarse, la dimos no para impedir los derechos de nadie sino para remover su gravamen. En este punto advierte Nicolás de Tudeschis que la ley puede restringirse de acuerdo con la ley natural, aunque no esté expresada en la ley. Lo mismo repite en el capítulo Proposuit. Por eso con razón dijo la Glosa en la Auténtica: Creemos que no es adecuado decir que no falla la regla allí donde la equidad lo aconseja. Pero esto hay que entenderlo de la razón natural cuando demuestra la injusticia o el absurdo de la ley, si se entiende sin restricción. En efecto, si sólo demuestra que la restricción es justa o conforme a razón, que puede, sin embargo, sin ella ser la ley justa y racional, tal razón no será suficiente para restringir la ley en contra del sentido propio de sus palabras; en base a otro principio explicado en páginas anteriores, a saber, que la obligación de la ley no cesa en un caso particular, aunque falle la razón de ella en sentido negativo, con tal de que no falle en sentido contrario, pues en el caso presente la razón es la misma. Pues bien, digo que esto se entiende de la restricción contrariamente al sentido propio de las palabras. En efecto, si la ley puede admitir tal restricción en algún sentido propio, entonces la razón que demuestra que la restricción es justa, aunque no demuestre con precisión que es necesaria, podrá ser suficiente para hacer la restricción, si por lo demás ayuda a ello la materia y la restricción cede en favor y en una mayor benignidad conforme a la ley Semper del Digesto.
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4. [Restrictio cedere non debet in praeiudicium innocentis.] Atque ex hoc principio infertur dispositionem legis indistincte loquentis ita esse restringendam, ut non cedat in praeiudicium innocentis, nam inferre innocenti nocumentum alienum esse praesumitur ab intentione legislatoris, quia iniustitiam involvuit, ut recte probatur ex lege 2 [Si servi vestri] (C, De noxalibus305), et favet caput Super eo (De officio delegati), ubi: Non tamen est nostrae intentionis dioecesano praeiudicium generare306, ubi sermo quidem est de delegatione, et glossa ibi illud extendit ad omnia rescripta307. Tamen eadem ratio est in legibus, quia haec restrictio in naturali iustitia fundata est; et ita docet Albanus (in c. Causam quae, De rescriptis308. Et idem solet dici de consuetudine quae legi aequiparatur: Felinus (in c. Auditis, De praescriptionibus, § Quinta declaratio309) et Innocentius (in c. Dilecto, De officio archidiaconi, n. 7310). 5. Quando ratio legis non est adaequata, verbis restringenda est. Dico secundo: quando ratio legis non est adaequata verbis legis, restringenda est ad terminos suae rationis et non est secundum totam verborum generalitatem intelligenda. Haec assertio satis communis est, ut constat ex allegatis in capitibus 2 et 3, nam quoad hoc idem cum proportione sentiunt de extensione et restrictione, et specialiter docet Abbas (in c. Quia in insulis, De regularibus311, et in c. Post translationem, De renuntiatione, et in c. Suggestum, De apellation ibus) et ibi Decius (notabit, 1 et 2312), Antonius de Butrio (in c. Post translationem, De renuntiatione, n. 34313) et latissime Tiraquellus, referens multos, in tractatu Cessante causa (1 p., n. 144314), ubi multa repetit ex his quae etiam habet in dicta lege Si unquam, § Libertis. Haec autem regula necessario intelligi debet de ratione expressa et scripta in lege, quia ubi lex non exprimit rationem nemo potest prudenter talem rationem legis excogitare quae non sit adaequata dispositioni legis, et ita nunquam potest lex restringi ex ratione tantum cogitata vel praesumpta, quantumcumque verisimilis appareat; quia, licet forte doctores aliam adaequatam rationem legis non inveniant, fortasse legislator illam habuit, satisque est quod per verba legis significavit se ita generaliter voluisse, et quod nullum signum restrictionis ostenderit, quia: C 3. 41. 2. En la edición de Coimbra se lee: novalibus. X 1.29.15. 307 Decretales D. Gregorii col. 338, lit. k, verbo nostrae intentionis. 308 Probablemente se refiera al canonista Franciscus de Albano autor de una Lectura Decretalium. 309 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars tertia f. 55r, n. 21. 310 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque Decretalium (Francofurti ad Moenum 1570, f. 117r-v). 311 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium f. 161r, n. 3 312 Philippus Decio, Super Decretalibus f. 203v. 313 Antonius de Butrio, Super quinque libris Decretalium, prima pars primi s. f. 314 Andreas Tiraqueau, Tractatus Cessante causa p. 26. 305 306
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4. [Consecuencia de este principio.] De este principio se deduce que la disposición de una ley que habla indistintamente, hay que restringirla de tal manera, que no ceda en perjuicio del que es inocente. En efecto, se da por supuesto que causar daño al inocente es algo ajeno a la intención del legislador, ya que ello envuelve injusticia, como se prueba bien por la ley Si servi vestri el Código. En esa línea va también el capítulo Super eo de las Decretales, en el que se dice: No es, sin embargo, intención nuestra causar perjuicio al diocesano. Está hablando sin duda de la delegación, y la Glosa lo hace extensivo a todos los rescriptos. Sin embargo, la razón es la misma en las leyes, porque esta restricción está fundada en la justicia natural. Así lo enseña Nicolás de Tudeschis. Lo mismo suele decirse de la costumbre que se equipara a la ley. Así Felino Sandeo e Inocencio. 5. Cuando la razón de la ley no está adaptada a las palabras, hay que restringir la ley. Digo en segundo lugar: Cuando la razón de la ley no está adaptada a las palabras de la ley, esta se ha de restringir a los términos de su razón y no se ha de entender en el sentido más general de las palabras. Esta tesis es bastante común, como consta por los textos citados en los capítulos II y III. En efecto, en este punto los autores piensan lo mismo, con la debida proporción, de la ampliación y de la restricción. Lo enseñan sobre todo Nicolás de Tudeschis, Felipe Decio, Antonio de Butrio y con gran amplitud Andrés Tiraqueau que cita a otros muchos repitiendo en otros textos muchas de estas cosas que tiene también en la citada ley Si unquam. Pues bien, esta regla se ha de entender necesariamente de la razón expresa y escrita en la ley, porque cuando la ley no alude expresamente a la razón, nadie puede prudentemente inventar una razón de la ley que no esté adaptada a la disposición de la ley. Y así nunca puede restringirse la ley por una razón meramente pensada o presunta, por muy verosímil que parezca. En efecto, aunque tal vez los doctores no encuentren otra razón adaptada a la ley, posiblemente el legislador sí la tuvo; y basta que por las palabras de la ley haya dado a entender que lo quiso así
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Quod principi placuit legis habet vigorem (l. 1 [Quod principi placuit], D, De constitutionibus principum315). Et fieri etiam potest ut lex illa sit ex his quarum ratio non potest inveniri, ut dicitur in lege. Non omnium, (D, De legibus)316, nisi fortasse lex inveniretur iniusta si ultra talem rationem etiam cogitatam obligaret, nam tunc incidemus in casum praecedentis assertionis. Haec ergo assertio de ratione expressa in lege necessario intelligenda est; et sic fundari potest, tum quia, licet verba legis generalia sint, per adiunctam rationem limitantur: Incivile autem est, nisi tota lege perspecta, una aliqua particula, eius proposita iudicare vel respondere, ut dicitur in lege 24 [Incivile est] (D, De legibus317); ergo non est iudicandum de tali lege eiusve obligatione ex solis verbis praeceptivis secundum se spectatis sed ex illis ut limitatis per rationem quae est veluti anima eius, ut in superioribus dictum est. Et confirmatur, quia voluntas principis rationabilis est, voluntas autem non vult rationabiliter nisi quae sub ratione comprehenduntur, praesertim quando illam habet et proponit pro expresso motivo et fine adaequato. Tandem confirmatur, quia limitata causa limitatum parit effectum, sed ratio est sola causa volendi; ergo voluntas limitatur iuxta limites rationis, etiamsi verba plus sonare videantur. 6. Aliquae leges quae dictis repugnare videntur explicantur. Haec vero assertio difficultate non caret, quae in primis sumitur ex glossa (in l. Non omnium, D, De legibus, in fine318) dicente interdum legem obligare ubi non habet locum eius ratio. Allegat legem 1 [Eam popularem] (D, De popularibus, § Secundo loco, verbo Sexus319). Sed illa lex parum cogit, nam ibi proponitur occasio legis particularis, ratio autem universalis est. Magis ergo urget lex Prospexit (D, Qui et a quibus), in qua expresse dici videtur si verba legis universalia sunt, illis standum esse, etiamsi in aliquibus ratio legis non ita procedere videatur, ut si lex prohibet mulieri de adulterio accusatae alienare servos ne quaestioni subducantur, dicitur comprehendere omnes, etiamsi sint extra ministerium domus, in agro vel alibi; imo et postea comparatos, quia, licet ratio legis non videatur illos comprehendere, verba id faciunt quod, inquit, per quam durum est, sed ita scriptum est320. Ratio autem reddi potest, quia ratio legis non est lex, imo nec proxima virtus legis, sed haec est voluntas legislatoris. Haec autem non est semper adaequata rationi, nam saepe generalior est voluntas, nec propterea erit irrationabilis aut imprudens, quia ad maiorem securitatem aut cautelam potest voluntas ultra rationem extendi. Et confirmatur, quia supra dictum est interdum posse voluntatem esse magis restrictam quam sit ratio, et ideo non semper extendi legem ad omnia ad D 1. 4. 1. D 1. 3. 20. 317 D 1. 3. 24. 318 Digestorum seu Pandectarum f. 8r, lit. m. 319 D 47. 23. 1. 320 D 40. 9. 12 . 315 316
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en forma general y que no haya mostrado señal alguna de restricción. Razón: Lo que al príncipe agradó tiene fuerza de ley, como dice la ley Quod principi placet del Digesto. Y puede ocurrir también que esa ley sea una de aquellas de las que no es posible dar razón, como se dice en el Digesto; a no ser, tal vez, que estuviéramos ante una ley injusta, si obligara a más de lo que atañe a tal razón, incluso imaginada; pues entonces caeríamos en el caso de la tesis anterior. Por lo tanto, esta tesis hay que entenderla necesariamente de la razón expresada en la ley; y una buena prueba puede ser que, aunque las palabras de la ley sean generales, quedan limitadas por la razón adjunta: Pero es injusto formar juicio o dar una respuesta, sin considerar la ley en su totalidad, sino sólo alguna frase de ella, como se dice en la ley Incivile est del Digesto. Luego no se ha de juzgar de tal ley ni de su obligación por las solas palabras preceptivas en sí mismas consideradas, sino por ellas en cuanto limitadas por la razón, que es como el alma de ella, según se ha dicho en páginas anteriores. Razón confirmativa: La voluntad del príncipe es razonable. Ahora bien, la voluntad no quiere razonablemente sino las cosas que caen bajo la razón, sobre todo cuando la tiene y propone por una causa expresa y un fin adecuado. Última confirmación: Una causa limitada engendra un efecto limitado. Ahora bien, la razón es la única causa para querer. Luego la voluntad se limita según los límites de la razón, aunque las palabras den la impresión de que suenan a más. 6. Explicación de algunas leyes que parecen contradecir a lo dicho. Pero esta tesis no carece de dificultad; ante todo la que proviene de la Glosa en la ley Non omnium del Digesto. Esta dice que a veces la ley obliga allá donde no tiene lugar su razón. Aduce la ley primera del Digesto. Pero esa ley poca fuerza hace, porque en ella se propone el caso de una ley particular, la razón en cambio es universal. Más apremiante, por tanto, es la ley Prospexit del Digesto, en la que parece decirse expresamente que, si las palabras de la ley son universales, hay que atenerse a ellas, aunque en algunos casos parezca que la razón de la ley no va por ese camino. Por ejemplo: Si la ley prohíbe a la mujer acusada de adulterio desprenderse de sus criados para que no fueran sometidos a tortura, se dice que abarca a todos, aunque estén fuera del servicio de la casa, en el campo o en otra parte; más aún, también a los adquiridos después, porque aunque la razón de la ley no parezca que los incluya a ellos, las palabras sí lo hacen: Lo cual —dice— es muy duro, pero así está escrito. Y la razón puede ser esta: La razón de la ley no es la ley, más aún, ni siquiera la virtud próxima de la ley, sino que esta es la voluntad del legislador. Ahora bien, ésta no siempre está adaptada a la razón, pues muchas veces es una voluntad más general; y no por eso es irracional o imprudente, ya que para mayor seguridad o cautela puede ir la voluntad más allá de la razón. Confirmación: Se dijo antes que a veces puede la voluntad ser más restringida que la razón; y por eso no siempre se amplía la ley a todo aquello a lo que se amplía la razón. Luego al contrario, por igual razón, puede la voluntad ser más general que la razón. Luego la ley no
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quae extenditur ratio; ergo pari ratione, e contrario, potest voluntas esse generalior quam ratio. Ergo non est lex restringenda ex ratione, quia lex pro ratione indicat legislatoris voluntatem. Confirmatur tandem, quia alias, cessante ratione legis in particulari, cessaret obligatio legis; hoc autem non ita est, ut infra dicam. Ergo. 7. Declaratur in quo sensu dicta assertio sit intelligenda. Respondeo breviter assertionem esse intelligendam de ratione legis adaequata et intrinseca et, ut ita dicam, constitutiva proximi obiecti eius, et hoc probare obiectiones proxime factas et ita intellecta assertione illas solvi. Itaque, sicut diximus non quamcumque identitatem rationis sufficere ad extensionem legis, sed oportere ut ratio sit adaequata et ita intrinseca ut in illa connexione habeant omnia comprehensa sub lege, quia per illam aliquo modo constituuntur sub tali obiecto, ita cum proportione de restrictione censemus; quia, si ratio non sit adaequata, licet sit minus universalis quam verba ex alia ratione vel aliquid rationi adiungendo, potest comprehendere sub lege omnia quae absolute significat. Deinde etiam necessarium est ut ratio sit quasi constitutiva obiecti legis, quia alias non potest censeri adaequata; ut, licet Ecclesia praecipiat ieiunium propter comprimenda vitia, non est illa ratio adaequata; unde, licet illa deficiat, ratio legis adaequata potest subsistere, quae est honestas temperantiae in tali actu seu materia. Quod si materia legis non sit propter se intenta, sed tantum propter aliud, tunc oportebit ut ratio contineat proximum et adaequatum finem legis, quia tunc censebitur tanquam intrinsecus, ut in dicta lege Prospexit, ratio illis verbis contenta: Ne mancipia quaestioni subducantur321, non fuit intrinseca et constitutiva obiecti legis, nam materia eius absolute fuit servorum alienatio seu distractio, quae materia in se non habebat rationem intrinsecam ob quam prohiberetur. Fuit ergo illa ratio finis extrinsecus prohibitionis; qui, licet fuerit praecipuus et ideo exprimatur, potuit non esse adaequatus, nam potuit absoluta prohibitio fieri ad tollendas occasiones fraudum et deceptionum et ad comprehendendos casus omnes moraliter contingentes. Unde si velimus illam rationem interpretari ut sit adaequata legi universaliter loquenti, sumenda erit non tantum secundum actum sed etiam secundum praesumptionem et secundum potentiam vel moralem contingentiam. Quamvis enim mancipia quae sunt in agro vel postea emuntur ordinarie non possint esse testes in tali crimine, nihilominus fit absoluta prohibitio ne illo colore subducantur qui possunt esse testes, fingendo fuisse in agro vel absentes vel postea emptos, nam qui ordinarie in agro habitant potuerunt inveniri in domo praesentes tempore delicti, et sic potest ratio ad omnes extendi. Quod cum proportione applicari potest ad alias leges, ut non facile absoluta earum verba ex ratione limitentur. Hoc enim servandum esse optime ex illa lege Prospexit probatur.
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D 40. 9. 12.
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se ha de restringir por la razón, porque la ley indica la voluntad del legislador en vez de la razón. Se confirma finalmente, porque de lo contrario, al cesar la razón de la ley en un caso particular, cesaría la obligación de la ley. Ahora bien, esto no es así, como diré después. Luego. 7. Se aclara en qué sentido se ha de entender dicha tesis. Respondo brevemente que la tesis hay que entenderla de una razón de la ley que esté adaptada, que sea intrínseca a ella y constitutiva, por así decir, de su objeto próximo. Y esto es lo que prueban las objeciones que acaban de hacerse; entendida así la tesis, quedan ellas resueltas. Así pues, al igual que dijimos que no basta para ampliar la ley cualquier identidad de la razón, sino que es preciso que la razón esté adaptada y de tal manera intrínseca, que en ella se conecten todos los casos comprendidos bajo la ley (pues por ella es como de alguna manera quedan ellos colocados bajo tal objeto), así creemos que ocurre proporcionalmente con la restricción. En efecto, si la razón no está adaptada, aunque sea menos universal que las palabras puede —por otra razón o asociando algo a la razón— abarcar bajo la ley todo lo que ella en absoluto significa. Después es necesario así mismo que la razón sea constitutiva, por así decir, del objeto de la ley, pues de lo contrario no se la puede tener por adaptada. Por ejemplo: Aunque la Iglesia prescriba el ayuno con el fin de reprimir los vicios, esa razón no está adaptada. Por eso aunque ella falte, la razón de la ley puede mantenerse adaptada y esta razón es la conveniencia de la templanza en tal acto o materia. Y si no se pretende por sí misma la materia de la ley sino sólo por otra cosa, entonces será preciso que la razón contenga el fin próximo y adaptado de la ley, porque entonces se le considerará como intrínseco. En la ley Prospexit, por ejemplo, la razón contenida en las palabras Para que sus criados no sean sometidos a tortura no fue intrínseca y constitutiva del objeto de la ley. En efecto, su materia fue absolutamente la enajenación o venta de los criados y esta materia no contenía en sí misma una razón intrínseca para que se la prohibiera. Por lo tanto, esa razón fue el fin extrínseco de la prohibición, el cual, aunque fuera el fin principal y por ello se le nombra expresamente, pudo no estar adaptado. En efecto, pudo hacerse la prohibición de modo absoluto para eliminar las ocasiones de fraudes y engaños y para llegar a todos los casos que moralmente pudieran darse. Por consiguiente, si queremos interpretar esa razón como siendo razón adaptada a una ley que hable en general, habrá que considerarla no sólo teniendo en cuenta el hecho real, sino también teniendo en cuenta la presunción y la posibilidad o contingencia moral. En efecto, aunque los criados que están en el campo o que se compran después, de ordinario no pueden ser testigos en un delito como ese, no obstante la prohibición es absoluta no sea que con ese título se prescinda de los que pueden ser testigos fingiendo que estaban en el campo o que estaban ausentes o que se compraron después. Razón: Los que viven de ordinario en el campo pudieron hallarse presentes en casa en el momento del delito; y así puede la razón alcanzar a todos. Y esto puede aplicarse proporcionalmente a otras leyes para no poner fácilmente límites a sus palabras absolutas desde la razón, pues por la ley Prospexit se prueba muy bien que esto es lo que se ha de observar.
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8. [Obiectio rationabilis.] Hoc etiam suadet ratio in obiectione facta, nam si ratio legis contineat intrinsecum motivum virtutis vel vitii, cuius intuitu actus praecipitur aut prohibetur, sine dubio lex non comprehendet casum in quo talis ratio inventa non fuerit, quia est adaequata. Constituit enim materiam legis et lex non loquitur extra propriam materiam, et ita illa ratio dici potest virtus legis, non per modum principii efficientis aut formae intrinsecae, sed per modum proprii obiecti et materiae, quae in suo genere est causa legis et necessaria ad illam. Si vero ratio legis contineat finem extrinsecum, sic, vel non erit adaequata ratio et sic non procedet contra regulam, vel certe si accipiatur secundum omnem habitudinem quam participare potest in ordine ad maiorem cautelam, securitatem vel utilitatem legis, sic non potuerunt extendi verba legis ultra rationes in tota hac latitudine sumptas, quia iam voluntas legis omni ratione careret, quod praesumi non potest. Et ita etiam patet facile responsio ad primam confirmationem. Concedo enim servari aliquo modo commutatam proportionem inter extensionem et restrictionem per rationem legis, ut satis declaratum est. Tamen in hoc est aliqua diversitas, quod voluntas potest etiam prudenter non velle omnia in quibus eadem ratio militat, quia non semper expedit, quando alias non sunt necessario connexa. Non potest autem voluntas aliquid prudenter velle sine aliqua ratione, et ideo ubi constiterit rationem legis esse adaequatam, non est verisimile extra illam extendi mentem legislatoris. 9. [Responsio ad ultimam confirmationem.] Ad ultimam confirmationem Panormitanus in dicto capite Quia in insulis322 sentit etiam esse legem restringendam pro omnibus casibus in quibus cessat ratio legis, prout in lege exprimitur, ut in illo textu, quia pro ratione redditur quia in insulis dura est congregatio monachorum, ai, decisionem eius non habere locum in insulis in quibus non fuerit dura congregatio monachorum. Sed quidquid sit de illo textu particulari, cuius decisio, ut credo, magis pendet ex significato illius vocis insulae, quale sit, generaliter loquendo non potest admitti doctrina nisi intelligatur de cessatione rationis contraria et quae tollat obiectum legis, ut infra dicetur. Respondeo igitur negando sequelam intellectam de cessatione rationis legis mere negative et in particulari. Et ratio est, quia licet ratio sic cesset quasi in actu, nihilominus potuit movere ad prohibendum actum, quia de se erat obnoxius illi rationi, et ita ille actus fuit absolute comprehensus sub ratione legis, etiamsi postea in illo cessaverit; et si recte res consideratur, tunc non omnino cessat ratio legis, quod in dicto capite magis exponemus.
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Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium f. 161r, n. 3.
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8. [Objeción razonable.] A favor de ello está también la razón expuesta en la objeción. En efecto, si la razón de la ley incluye el motivo intrínseco de la virtud o del vicio y en consideración a él se manda o se prohíbe el acto, indudablemente no incluirá el caso en el que se haya dado esa razón, porque esa razón está adaptada, ya que constituye la materia de la ley y la ley no habla al margen de su materia propia. Por ello esa razón puede llamarse la virtud de la ley; no a manera de principio eficiente o de forma intrínseca, sino a manera de objeto propio y de materia, que en su género es causa de la ley y necesaria para ella. Pero si la razón de la ley incluye un fin extrínseco, entonces o no será una razón adaptada — y así no irá en contra de la regla— o ciertamente si se la acepta según todas las relaciones que puede revestir en orden a una mayor cautela, seguridad o utilidad de la ley, las palabras de la ley no pudieron ir más allá de las razones tomadas en toda su amplitud, porque la voluntad de la ley carecería ya de toda razón; y esto no es presumible. Así resulta también fácil responder a la primera razón confirmativa: Concedo que por la razón de la ley se mantiene de alguna manera una mutua proporción entre la ampliación y la restricción, como se ha explicado suficientemente. Sin embargo, se da aquí una cierta diferencia, a saber, que la voluntad puede también prudentemente no querer todas las cosas en las que se da una misma razón, porque no siempre es oportuno quererlas cuando por lo demás no están necesariamente conectadas. En cambio, la voluntad no puede pedir nada prudentemente sin alguna razón; y por eso donde conste que la razón de la ley está adaptada, no es verosímil que la mente del legislador se extienda más allá de ella. 9. [Respuesta a la última razón confirmativa.] En cuanto a la última razón confirmativa, Nicolás de Tudeschis en el capítulo Quia in insulis piensa que se ha de restringir la ley a favor de todos aquellos casos en que cesa la razón de la ley, tal como se expresa en la ley. Por ejemplo, en ese texto como se da por razón que en las islas resulta dura la convivencia de los monjes, dice esa decisión que no tiene lugar en las islas en las que no resulte dura la convivencia de los monjes. Pero sea lo que sea de ese texto concreto —cuya decisión, creo yo, depende más de cuál sea el significado de esa palabra islas—, hablando en general no puede admitirse esa doctrina, a no ser que se entienda de un cese de la razón que sea contrario y que elimine el objeto de la razón, como se dirá después. Respondo, por consiguiente, negando la consecuencia entendida del cese de la razón de la ley en un sentido meramente negativo y particular. La razón es que, aunque la razón cese así de hecho, como quien dice, sin embargo pudo mover a la prohibición del acto, ya que de suyo estaba sujeto a esa razón, y así ese acto quedó comprendido de modo absoluto bajo la razón de la ley, aunque después la razón haya cesado en él. Si bien se mira, no cesa del todo la razón de la ley. Lo expondremos con más amplitud en el capítulo citado.
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10. Lex ex subiecta materia aliquando restringenda. Dico tertio legem restringi aliquando ex subiecta materia, et praesertim per comparationem ad aliam legem. Sub hac assertione breviter comprehendo varios modos restringendi leges qui ab auctoritatibus traduntur. Unus ex subiecta materia, quia verba legis iuxta subiectam materiam intelligenda sunt, et ideo etiam secundum illam coarctari possunt. Exemplum sumitur ex lege Adigere (D, De iure patronatus323), ubi prohibetur patronus ne libertum iureiurando cogat ne uxorem ducat, et nihilominus dicitur inferius: qui tale iuramentum exigeret a liberto eunucho non peccaturum contra legem, nam iuxta materiam subiectam lex loquitur de libertis qui possint liberos procreare. Verum est optime posse restrictionem illam reduci ad rationem legis, quia fere semper haec restrictio ex materia est coniuncta cum ratione; et ideo, nihil amplius de illa dicere necesse est. 11. [Restrictio legis in casu speciali.] Aliquando vero fit restrictio legis generaliter loquentis ut locum non habeat in casu aliquo speciali propter speciales circumstantias vel praerogativas rerum aut personarum; quia iuxta generalem regulam iuris In generali concessione non veniunt ea quae quis non esset in specie verisimiliter concessurus, (81, n. 6, et in c. Si episcopus, De poenitentiis et remissionibus, in Sexto324). Eodem enim modo in praesenti dicere possumus in generali prohibitione vel praecepto legis non venire ea quae princeps non esset in specie verisimiliter praecepturus, quia sicut concessio ita et lex ex voluntate pendet. Haec autem restrictio dupliciter fieri potest. Uno modo ex speciali iure determinante ut tales personae non veniant sub generali clausula, ut in capite Quia periculosum (De sententia excommunicationis, in Sexto325); et tunc est clara ratio et restrictio solumque verba legis specialis expendenda sunt et servanda. Contingere item hoc potest, quia in speciali casu est aliter per legem, statutum aut privilegium dispositum, et generalis lex contraria illis non derogat, iuxta regulam iuris quod Generi per speciem non derogatur326. Et de hoc modo specialiter dicturi sumus tractando de legum correctione et derogatione. 12. [Restrictiocontroversa inter iurisperitos.] Denique contingere potest illa restrictio sine speciali iure solum ex coniecturata mente legislatoris verisimiliter applicando regulam illorum canonum non comprehendi sub generali lege ea quae in specie non esse quis voliturus. Et sic est difficilis restrictio et inter iurisperitos multum controversa, ut videre licet in D 37. 14. 6. In VI 5.12[13]. 81, et 5.10.2. En las ediciones se lee: c. Si episcopis. 325 In VI 5.11.4. 326 In VI 5. 12[13]. 34. En las ediciones se lee: Generi per speciem non derogatur. 323 324
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10. A veces hay que restringir la ley según la materia de que se trate. Digo, en tercer lugar, que la ley se restringe a veces según la materia de que se trata, y sobre todo por comparación con otra ley. En esta tesis incluyo brevemente los diversos modos de restringir las leyes que enseñan los autores. Uno, según la materia de que se trata, porque las palabras de la ley hay que entenderlas según la materia de que se tata y por eso también según ella se pueden restringir. Ejemplo tomado de la ley Adigere del Digesto: En él se prohíbe al patrono obligar con juramento al liberto a no tomar esposa. Y sin embargo, se dice más abajo que quien exigiera tal juramento al liberto eunuco, no pecaría contra la ley, porque la ley, según la materia de que se trata, habla de los libertos que pueden tener hijos. Verdad es que muy bien puede reducirse esa restricción a la razón de la ley, porque casi siempre esta restricción por la materia va unida con la razón. Por eso no es necesario decir nada más sobre ella. 11. [Restricción de la ley en algún caso concreto.] Pero a veces se hae la restricción de una ley que habla en general, para que no quepa en algún caso particular a causa de circunstancias especiales o prerrogativas de cosas o personas. En efecto, según la regla general del derecho, en una concesión general no entra aquello que uno verosímilmente no habría de conceder en particular, como se dice en el Libro VI. Pues del mismo modo podemos decir en el caso presente que en una prohibición o mandato general de la ley no entra lo que el soberano verosímilmente no habría de conceder en particular, porque tanto la concesión como la ley dependen de la voluntad. Ahora bien, esta restricción puede hacerse de dos maneras: una, por una ley particular que determine que tales personas no entren en la cláusula general, como se dice en el capítulo Quia periculosum del Libro VI. Entonces son claras la razón y la restricción y lo único que hay que hacer es ponderar y atenerse a las palabras de la ley particular. Puede esto así mismo suceder porque en el caso particular se ha establecido otra cosa por ley o se ha echado mano de un privilegio, y la ley general contraria no deroga dicha ley y privilegio, según la regla del derecho de que la especie no deroga al género. De esta modalidad de restricción hemos de hablar de una manera especial cuando tratemos de la corrección y derogación de las leyes. 12. [Restricción de la ley y mente del legislador.] Finalmente puede darse dicha restricción sin que haya ninguna ley especial, sólo porque se conjetura que tal es la mente del legislador, aplicando con verosimilitud la regla de aquellos cánones según los cuales no queda comprendido bajo la ley general aquello que nadie habría de querer en particular. En este caso la restricción resulta difícil y muy discutida entre los juristas, como puede verse en
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Antonio Gabrieli (lib. 6, tit. De legibus, concl. 1), ubi refert contrarias opiniones et earum auctores327. Illa tamen communior est quae affirmat etiam hoc modo posse hanc restrictionem fieri, quia generalis illa praesumptio, quod nemo in generali sermone comprehendit id quod in specie non328 esset voliturus, in iure fundata est et in ratione naturali, quia illa praesumptio fundatur in defectu voluntatis, quae praesumitur ex incogitantia talium circumstantiarum. Sub hac autem regula fieri potest applicatio ad casum sub lege contentum, arbitrio prudentis de illo iudicando. Neque potest in hoc certior regula constitui, quia sine dubio usus huius restrictionis in particulari difficilis est. Unde Socinus in regula iuris 284, ponens regulam: Quod lex generaliter loquens generaliter est intelligenda, 55 limitationes ponit quae ad hoc genus restrictionis pertinent et in eo videri possunt et in tomo 2 Regularum (verbo Lex329). Hic vero statim occurrebat dicendum de casu dubio, de quo in capite sequenti tractabimus.
Antonius Gabriel, Communes conclusione pp. 654-655. En las ediciones se omite: non. 329 Bartholomaeus Socino, Aureae regulae (Lugduni 1541, ff. 125v-129r et f. 257r, n. 56). 327 328
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Antonio Gabrieli quien cita opiniones contrarias y a sus autores. Es, sin embargo, más común la que afirma que también en esta modalidad es posible hacer dicha restricción. En efecto, aquella presunción general de que nadie, cuando se está hablando en general, incluye lo que en particular no habría de querer, está fundada en el derecho y en la razón natural, porque esa presunción no se funda en la falta de voluntad, que se presume sólo por no haberse pensado en tales circunstancias. Ahora bien, según esta regla se puede hacer una aplicación al caso contenido bajo la ley, juzgando de él según el criterio de persona prudente. En este punto no puede establecerse una regla más segura, porque sin duda la práctica de esta restricción en un caso concreto resulta difícil. De ahí que Mariano Socino, al establecer la regla de que una ley que habla en general se la ha de entender también en general, señala 55 limitaciones que pertenecen a este tipo de restricción y que pueden verse en él y en el tomo II. Este podría ser el momento de hablar a las inmediatas del caso dudoso, del que trataremos en el capítulo siguiente.
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CAPUT VI Utrum interdum cesset obligatio legis in particulari contra verba legis etiamsi per principem non tollatur 1. Duplex modus mutationis in lege. Alia divisio mutationis legis. Hactenus explicavimus interpretationem legis humanae quoad generalem sensum eius quo obligationem inducit; nunc dicendum est de mutationibus quae in ea contingunt propter quas desinit obligare. Duplex autem modus mutationis potest in lege intelligi. Unus veluti ex se et ab intrinseco ex defectu alicuius causae conservantis vel alicuius conditionis necessariae ad obligationem eius. Alius modus est ab extrinseco per actionem superioris agentis facientis in lege mutationem; nam, sicut lex humana voluntate introducta est, ita per similem voluntatem potest mutari. Unde prior mutatio contingit quando, perseverante eadem principis voluntate, propter mutationem aliarum rerum lex desinit esse vel obligare; posterior vero e contrario fit quando, stantibus omnibus aliis ad obligationem legis requisitis, per voluntatem principis lex mutatur; et prior generaliter dici potest cessatio, posterior vero ablatio legis vocari potest. Et utraque mutatio potest dupliciter accidere, scilicet, vel partialiter in aliquo actu vel occasione, aut tempore vel persona particulari, perseverante lege in generali, vel totaliter per ablationem totius legis. Et ita, quattuor resultant mutationes, scilicet, cessatio legis partialis, quae dici potest exceptio a lege; vel totalis, et dicetur absolute et simpliciter cessatio; vel ablatio partialis quae generaliter comprehenditur nomine dispensationis et solet etiam dici derogatio; et totalis ablatio, quae dicitur revocatio seu abrogatio legis. De his ergo quattuor mutationum generibus sigillatim dicendum est; et prius de cessatione partiali, deinde de totali, postea vero eodem ordine de utraque ablatione. 2. Sensus quaestionis aperitur. Primum igitur omnium quaeremus an contingat cessatio legis universalis in particulari eventu, etiamsi ab alio non auferatur eius obligatio. Quae quaestio coincidit cum illa quam sub alio titulo proponit divus Thomas (1.2., q. 96, a. 6330), scilicet, an liceat subdito interdum contra verba legis agere. Constat enim hoc non posse licere durante obligatione legis, quia tunc non potest subditus ab ea discordare sua auctoritate sed ei parere tenetur; ergo si interdum licet, est quia cessat obligatio eius. Est ergo una et eadem illa quaestio; et similiter est eadem cum quaestione tractata a D.Thoma (II II, q. 120331): quando liceat uti epiikia in usu seu 330 331
I II, 96, 6. II II, 120.
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CAPÍTULO VI ¿Cesa a veces la obligación de la ley en un caso particular en contra de las palabras de la ley, aunque el soberano no la elimine? 1. Dos modos de cambiar la ley. Otra división del cambio de la ley. Hasta aquí hemos explicado la interpretación de la ley humana en cuanto a su sentido general por el que la ley crea obligación. Ahora vamos a hablar de los cambios que en ella acontecen en virtud de los cuales deja de obligar. En la ley se pueden concebir dos tipos de cambio: uno, de suyo, por así decir, e intrínseco porque falta alguna causa que lo mantenga en su valor o alguna condición necesaria para que obligue. El otro modo es extrínseco, por la acción de un superior que lo introduce al hacer el cambio en la ley. En efecto, así como ha sido la voluntad la que ha introducido la ley humana, así también esa voluntad puede cambiarla. Pues bien, el primer cambio se da cuando, manteniéndose la misma voluntad del soberano, la ley deja de existir o de obligar por el cambio de otras cosas. El segundo, por el contrario, tiene lugar cuando, dándose todos los otros requisitos para la obligación de la ley, la voluntad del soberano cambia la ley. Al primero se le puede llamar, en general, cese, al segundo se le puede llamar suspensión de la ley. Ambos cambios pueden ocurrir de dos maneras: parcialmente en algún acto, ocasión, momento o persona particular manteniéndose la ley en general; o totalmente, por supresión de toda la ley y se llamará absolutamente y sin más cese. Nos encontramos, pues, con cuatro cambios: cese parcial de la ley, que puede llamarse excepción de la ley; cese total que se llamará absolutamente y sin más cese; supresión parcial, que se la conoce en general con el nombre de dispensa y se la suele llamar también derogación; y supresión total que lleva el nombre de revocación o abrogación de la ley. Hemos de hablar, por tanto, de cada uno de estos cuatro tipos de cambio; y en primer lugar, del cese parcial; después, del total; y finalmente, por el mismo orden, de las dos supresiones. 2. Se expone el sentido del problema. Nos preguntaremos ante todo si el cese de la ley universal tiene lugar en un caso concreto, aunque en otro no se elimine su obligación. Esta cuestión coincide con la que propone bajo otro título Santo Tomás; a saber, si puede a veces el súbdito obrar en contra de las palabras de la ley. No hay duda, efectivamente, de que esto no puede ser lícito en tanto dura la obligación de la ley, porque entonces el súbdito no puede discrepar de ella por su propia autoridad, sino que está obligado a obedecerla. Luego si a veces es lícito, es porque cesa su obligación. El problema, pues, viene a ser el mismo. Es también el mismo problema que trata Santo Tomás sobre cuándo es lícito echar mano de la epiqueya en la práctica o en la ejecución de las leyes. Pero para
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executione legum. Ut autem intelligatur sensus quaestionis et distinguatur ab aliis quae in superioribus capitibus tractata sunt et non confundatur epiikia cum generali interpretatione legum, adverto aliud esse inquirere de sensu verborum, an universalia sint et hos vel illos casus comprehendant, seu an in hac vel illa significatione accipiantur. Et hoc pertinet ad generalem doctrinam datam capitibus praecedentibus, et magis ex professo ad iuris prudentiam; non vero spectat hoc ad epiikiam, quia epiikia, ut Aristoteles dixit, est emendatio legis propter universale. Ibi autem non agitur de emendatione legis, sed de eius sensu; nec supponitur universalitas legis, sed inquiritur qualis et quanta sit. Aliud ergo est supposito sensu legis quoad verborum universalitatem, et quod ex vi suae significationis universalis prout in lege usurpatur hunc actum comprehendant, nihilominus in particulari eventu, propter circumstantias occurrentes, cesset obligatio legis circa talem actum, quia pro tunc non potuit cadere sub potestate, vel non cecidit sub voluntate legislatoris, sed ab illa excipit; et haec exceptio est emendatio legis, quae per epiikiam fieri dicitur, et in hoc sensu tractatur praesens quaestio. 3. [Obietiones.] Videtur ergo nunquam posse hoc modo cessare obligatio legis universalis in casu particulari. Primo quia, si id posset, accideret332 maxime cessante ratione legis in aliquo particulari eventu; sed tunc etiam non licet; ergo nunquam. Maior patet, quia duo tantum sunt in lege, ex quibus tertium, id est, voluntatem legislatoris, ac subinde obligationem legis vel eius cessationem, cognoscere valeamus, scilicet, verba et ratio, ut ex hactenus dictis constat; sed verba de se non cessant in casu de quo tractamus, imo illum comprehendunt; alias non ageretur in illo contra verba legis. Ergo solum superest ratio ut ex eius cessatione legis cessatio in particulari oriatur. At hoc verum non est quia, ut supra dixi, voluntas legislatoris potest esse universalior quam ratio eius, imo interdum quoad nos omnino cessat ratio, quia non cognoscitur, et nihilominus lex suam vim retinet; ergo. Secundo argumentari possumus, quia alias posset subditus, sua auctoritate interpretando, legem illam non servare, quod videtur esse contra legem 1 [Inter aequitatem] (C, De legibus333), ubi dicitur ad solum principem pertinere declarare334 an in aliquo casu lex servanda non sit propter aequitatem, unde multi doctores hanc interpretationem dispensationem vocant; ergo sine illa lex nunquam per se cessat. Tertio argumentor testimonio glossarum et iurisperitorum qui ita sentire videntur. Nam glossa(in c. Post translationem, De renuntiatione, verbo Cessante) dicit si ius commune statuitur ex causa non cessare licet cesset causa, nisi aliunde in ipso iure sit expressum335. Idem sentit glossa (in l. Non dubium C, De legibus,
En las ediciones se lee: accidere. C 1. 14. 1. 334 En las ediciones se lee: delalare. 335 Decretales D. Gregorii col. 239, lit. f. 332 333
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entender el sentido del problema y para distinguirlo de los otros que se han tratado en los capítulos anteriores y para no confundir la epiqueya con la interpretación general de las leyes, advierto lo siguiente: Una cosa es indagar el sentido de las palabras, esto es, si abarca estos o aquellos casos o si se toman en este o aquel significado; y esto atañe a la doctrina general expuesta en los capítulos anteriores y más ex profeso a la jurisprudencia. Pero esto no atañe a la epiqueya, porque la epiqueya, como dijo Aristóteles, es la reforma de la ley en razón de su universalidad; en cambio ahí no se trata de la modificación de la ley, sino de su sentido. Y no se da por supuesta la universalidad de la ley, sino que se investiga de qué tipo es y en qué grado se da. Otra cosa es (supuesto el sentido de la ley en cuanto a la universalidad de las palabras y en el supuesto de que —en virtud de su significado universal, tal como se emplea en la ley— incluya este acto concreto), si cesa, sin embargo, en un caso determinado la obligación de la ley acerca de tal acto debido a las circunstancias concurrentes. Razón: En tal caso el acto no pudo caer bajo el poder o no cayó bajo la voluntad del legislador, sino que queda exceptuado de ella. Esta excepción es la enmienda de la ley que se dice hacerse por la epiqueya; y este es el sentido en que se trata el presente problema. 3. [Objeciones.] Así pues, parece que nunca pude cesar de este modo la obligación de una ley universal en un caso particular. En primer lugar, porque si eso pudiera ocurrir, sería ante todo al cesar la razón de la ley en algún caso particular. Ahora bien, tampoco entonces es lícito. Luego nunca. La mayor es evidente: sólo hay dos elementos en la ley por los que podamos conocer un tercero, es decir, la voluntad del legislador y por ella la obligación de la ley o su cese; y estos dos elementos son las palabras y la razón, como es claro por lo dicho hasta el momento. Ahora bien, las palabras de suyo no cesan en el caso de que tratamos. Más aún, lo incluyen; de lo contrario, no se obraría en él en contra de las palabras de la ley. Luego no queda más que la razón para que de su cese brote el cese de la ley en el caso particular. Pues bien, esto no es verdad, porque, como he dicho antes, la voluntad del legislador puede ser más universal que su razón; más aún, a veces con relación a nosotros cesa absolutamente la razón; ya que no la conocemos; y sin embargo, la ley mantiene su fuerza. Luego. En segundo lugar, podemos argumentar diciendo que, de no ser así, podría el súbdito, interpretando la ley por su propia autoridad, no observarla; lo cual parece que va en contra del Código, en donde se dice que es competencia exclusiva del soberano declarar si en algún caso, por razones de equidad, no se ha de observar la ley. Por eso muchos doctores llaman dispensa a esta interpretación. Luego al margen de ella nunca de suyo cesa la ley. En tercer lugar, argumento con el testimonio de las Glosas y de los juristas que parecen opinar de la misma manera. En efecto, la Glosa de las Decretales dice que, si por una causa se establece un derecho común, éste no cesa aunque cese la causa, a no ser que por otro lado esté expresamente dicho en el derecho
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verbo Amplexus336), dicens non licere agere contra verba scripta legis propter mentem legislatoris, nisi haec mens in alia lege sit in scriptis redacta, et citat Placentinum pro illa sententia et legem Prospexi (D, Qui et a quibus), cum aliis similibus; et in eandem sententiam quam plures refert Tiraquellus in tractatu Cessante causa (n. 165 et sequentibus337). 4. Interdum cessat obligatio legis in particulari. Nihilominus res certa est interdum338 cessare obligationem legis in particulari, etiamsi verba legis illum casum comprehendere videantur et in nulla alia lege exceptus sit, nec a principe sit in lege dispensatum. Ita docet D.Thomas (dicta q. 96, a. 6 et II II, q. 60, a. 5 ad 2, et q. 120, per totam339), et his locis Caietanus340 et alii expositores, et Soto (lib. 1, De iustitia, q. 6, a. 8341). Idem supponunt tanquam manifestum theologi (in III, d. 37) Scotus, Gabrielis et alii. Est etiam apud iuristas receptissimum, ut late refert supra Tiraquellus, a n. 130342. Hanc etiam veritatem tanquam evidentem lumine naturae tradit (5 Ethicae, c. 10343), ubi hac ratione inter partes iustitiae ponit aequitatem, quam Aristoteles definit esse emendationem legis ea ex parte qua deficit propter universalem, in quibus verbis comprehendit rationem nostrae assertionis, quam paulo superius latius explicuerat, dicens necessarium esse ut lex humana interdum desinat obligare in particulari aliquo eventu, quia lex universaliter fertur, et fieri non potest ut universalis dispositio legis humanae in omnibus particularibus ita sit recta quin aliquando deficiat, quia res humanae circa quas humanae leges versantur innumeris subsunt mutationibus et casibus contingentibus, quos nec legislator humanus semper praevidere potest nec, si posset, illos omnes posset convenienter in particulari excipere, quia infinitam confusionem et prolixitatem in legibus induceret, quod esset344 multo maius incommodum. Ergo necesse est ut lex humana generaliter lata in aliquibus casibus non obliget propter mutationem rerum in eis contingentem. Neque inde fit, ait Aristoteles, legem non esse rectam, quin potius rectam non esset si in talibus casibus obligaret; et ad eius rectitudinem sufficit quod acceperit id quod plerumque accidit, ut dicitur etiam D, De legibus lege 3 [Lex est communis, Iura constituit] et sequentibus345. Defectus ergo, ait idem philosophus, Codicis domini Iustiniani p. 97. Andreas Tiraqueau, Tractatus Cessante causa pp. 30-32, nn. 165-178. 338 En la edición de Coimbra se lee: intendum. 339 Thomas I II, 96, 6 et II II, 60, 5 ad 2 et II II, 120 per totam. 340 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae partis Summae sacrae theologiae sancti Thomae Aquinatis (Lugduni 1577, p. 304), et Secunda secundae partis Summae sacrae theologiae sancti Thomae Aquinatis (Lugduni 1577, p. 199 et pp. 402-404). 341 Dominicus Soto, De iustitia et iure libri decem (Salmanticae 1556, p. 72, § Quod si). 342 Andreas Tiraqueau, Tractatus Cessante causa p. 23. 343 Aristoteles, Ethica ad Nichomacum lib. V, cap. 10. 344 En la edición de Coimbra se lee: esse. 345 D 1. 3. 3. 336 337
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mismo. Lo mismo opina la Glosa del Código cuando dice que no es lícito ir en contra de las palabras escritas de la ley de acuerdo con la mente del legislador, a no ser que dicha mente conste por escrito en otra ley. Y cita a favor de esa opinión al Placentino y al Digesto con otros textos semejantes. Andrés Tiraqueau cita a muchísimos que sostienen la misma opinión. 4. [A veces cesa la obligación de la ley en un caso particular.] Sin embargo, es cosa cierta que a veces cesa la obligación de la ley en un caso particular, aunque las palabras de la ley parezcan incluir ese caso y en ninguna otra ley esté exceptuado ni esté dispensado en la ley por el soberano. Así lo enseña Santo Tomás en diversos lugares, Cayetano y otros comentaristas, y Domingo Soto. Lo mismo dan por supuesto como cosa manifiesta los teólogos Duns Escoto, Antonio Gabriel y otros. Está también muy aceptado entre los juristas, como recoge ampliamente Andrés Tiraqueau. Aristóteles enseña esta verdad como evidente a la luz de la naturaleza y por esta razón entre las partes de la justicia pone la equidad y la define diciendo que es la enmienda de la ley en la parte en que falla por razón de su universalidad. En estas palabras incluye la razón de nuestra tesis que había explicado poco antes con amplitud diciendo que es necesario que la ley humana deje a veces de obligar en algún caso particular, porque la ley se dicta en general y no puede ser que la disposición general de una ley humana sea tan recta en todos los casos particulares, que no falle alguna vez. Razón: Las cosas humanas, que son objeto de las leyes humanas, están sujetas a innumerables cambios y casos contingentes que ni el legislador humano puede siempre prever ni, caso de que pudiera, sería capaz de exceptuar a todos ellos en particular, porque crearía en las leyes infinita confusión y prolijidad; lo cual sería un inconveniente mucho mayor. Luego es necesario que la ley humana, dictada en general, deje de obligar en algunos casos por el cambio de las cosas que puede darse en ellos. De aquí no se sigue, dice Aristóteles, que la ley no sea recta; más bien dejaría de ser recta, si obligase en tales casos. Y para su rectitud basta con que haya tomado lo que de ordinario sucede, como se dice en el Digesto. Por consiguiente —dice el mismo filósofo— el fallo no está en la ley ni en el legislador, sino en la
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non est in lege neque in legislatore sed in natura, id est, in materia mutabili, nec potuit legislator aut lex totam contingentem mutabilitatem distincte explicare propter rationem explicatam. Et ideo ex natura rei in lege humana subintelligitur illa conditio vel exceptio licet non explicetur distincte, quia alias non esset lex iusta et rationabilis. Ergo ex ipsa iustitia legis humanae, considerata naturali conditione materiae in qua versatur, sequitur necessario ut eius obligatio aliquando in particulari cesset, non per extrinsecam ablationem sed ex sola materiae seu rerum mutatione. 5. [De epikeia.] Atque propter hanc legum humanarum contingentiam posuit Aristoteles supra specialem virtutem seu partem iustitiae, quam epiikiam appellavit et a multis latinis vocatur aequitas; nam, licet haec vox interdum pro iustitia, interdum pro animi moderatione et aliis etiam modis sumatur, tamen aliquando condistinguitur a iure utique scripto et rigoroso, ut explicavi supra (lib.1, c. 2346), etsi idem est quod epiikia, vel parum ab illa differt. Et ita etiam iuristae saepe de aequitate loquuntur, quam Bartholus (in l. 1, C. De legibus, in fine) convenientiam quandam seu benignitatem iuris appellavit347. Panormitanus vero (in c. ultimo, De transactionibus, n. 6 cum Speculatore et Ioanne Andreae, dicit esse iustitiam dulcore misericordiae temperatam348. Est autem considerandum, ut hoc obiter explicemus, in hac aequitate praestanda concurrere et iudicium intellectus proferentis [654] sententiam hic et nunc non obligare legem etiamsi universaliter loquatur, et actum voluntatis parentis huic iudicio et operantis contra verba legis. Uterque ergo in suo ordine est actus virtutis, probabiliterque existimo propter illos non multiplicari virtutes, seu non esse necessarium addere aliquam specialem virtutem. Nam prior actus, si sit in principe seu superiore interpretante legem, erit actus prudentiae regalis vel politicae; si vero sit in ipsomet subdito erit iudicium communis prudentiae, praesupponens regulariter generalia principia iuris naturalis vel etiam humani, quatenus ab eis tale iudicium in particulari pendet; quod iudicium in omni materia prudentiae necessarium est; illudque, ut opinor, Aristoteles (6 Ethicae, c. 11349) sententiam appellavit, graece gnome. Et in praesenti materia cum proportione invenitur, nec habet specialem difficultatem vel rationem propter quam proprium habitum postulet distinctum ab eo quo in aliis materiis virtutum prudentia sententiam profert. An vero in quacumque prudentia iudicium et imperium pertineant ad eundem vel ad diversos habitus, alterius considerationis est. Cfr. lib. I, cap. II, nn. 9-10 (CHP 11, 1971, pp. 29-33). Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis f. 33v., n. 3. 348 La cita es del Panormitano, quien sigue al Speculator [Guillermo Durando o Durante (+ 1296), autor de la obra Speculum iudiciale] y a Iohannes Andreae, In primum Decretalium f. 278r, n. 5. 349 Aristoteles, Ethica ad Nichomacum lib. VI, cap. 9 346 347
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naturaleza, es decir, en la materia mudable; y el legislador o la ley no pudieron explicar detalladamente toda la mutabilidad posible, por la razón explicada. Así pues, por la naturaleza de la cosa se sobreentiende en la ley humana esa condición o excepción, aunque no se explique detalladamente, porque de lo contrario no sería una ley justa y razonable. Luego de la justicia misma de la ley humana, teniendo en cuenta la condición natural de la materia de que se trata, se sigue necesariamente que a veces en un caso particular cese la obligación no por supresión impuesta desde fuera, sino por sólo el cambio de la materia o de las cosas. 5. La epiqueya. Por razón de esta contingencia de las leyes humanas puso Aristóteles una virtud especial o una parte de la justicia que llamó epiqueya y muchos latinos llaman equidad. Razón: Aunque esta palabra se la entiende unas veces por justicia y otras por moderación del espíritu y también de otras maneras, sin embargo a veces se la contrapone al derecho —al escrito y riguroso, claro está—, como expliqué antes en el libro I, capítulo II;.En este sentido es lo mismo que epiqueya o se diferencia poco de ella, y en este sentido también los juristas hablan frecuentemente de equidad, que Bártolo de Saxoferrato llamó cierta conveniencia o benignidad del derecho. Pero Nicolás de Tudeschis, junto con Guillermo Durantis y Juan de Andrés, dice que es la justicia atemperada con el dulzor de la misericordia. Pues bien — expliquémoslo de paso—, hay que considerar que en la garantía de esta equidad concurre el juicio del entendimiento que dicta la sentencia de que en este caso concreto no obliga la ley, aunque hable en general; y concurre también el acto de la voluntad que acata este juicio y que obra en contra de las palabras de la ley. Por tanto, ambos son dentro de su línea actos de virtud y creo probable que por ellos no se multiplican las virtudes, esto es, que no es necesario añadir una virtud especial. En efecto, si el primer acto es del soberano o superior que interpreta la ley, será un acto de prudencia regia o política. Pero si es del súbdito mismo, será un juicio de prudencia general que presupone de ordinario los principios generales del derecho natural o incluso humano, en cuanto que de ellos depende tal juicio en particular. Dicho juicio es necesario en toda materia de prudencia, y Aristóteles, según creo, lo llamó sentencia, en griego gnome. En la presente materia se da también en su tanto y no ofrece dificultad especial o razón para exigir un hábito propio distinto de aquel con que en las otras materias de virtudes la prudencia dicta sentencia. Otra cosa es si en cualquier tipo de prudencia el juicio y el imperio pertenecen a un mismo hábito o a varios.
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6. [Actus voluntatis.] Alius vero actus voluntatis qui ex tali iudicio sequitur non semper ad unam virtutem pertinet, sed pro materiae capacitate et motivi seu rationis operandi, variari potest. Nam in principe, verbi gratia, ex illo iudicio sequi potest actus volendi ita interpretari legem, et hic potest pertinere ad iustitiam legalem, quia per se ad commune bonum ordinatur; potest etiam pertinere ad commutativam, si procedat ex motivo non gravandi talem subditum contra aequitatem illi debitam. Et utroque modo potest intelligi quod Aristoteles ait epiikiam esse partem iustitiae, nam in fine capitis concludit esse iustitiam et non alium quemquam habitum. Quod autem ibi praefert aequum iusto legali, respective intelligendum est; intelligit enim per iustum legale illud quod consistit in observatione vel impositione legis, et respectu illius praefertur in particulari casu id quod in illud aequum iudicatur, quia in illo vel nimis rigorosum vel iniustum esset obligationem legis imponere. Absolute vero non est minus iustum legem iustam ferre absolute quam excusationem eius per epiikiam admittere; imo illud maiorem prudentiam requirit et universaliorem iustitiam. At vero in subdito non potest sequi ex illo actu intellectus proprius actus iustitiae in voluntate, quia non est necessarium ut ex carentia obligationis unius legis sequatur actus iustitiae, sed sequi potest actus temperantiae, ut si per epiikiam quis comedat carnes in die ieiunii vel quid simile. Si autem epiikia versetur in materia iustitiae, tunc actus ille poterit pertinere ad materiam iustitiae, ut per se constat. Et in universum poterit ille actus deservire generali iustitiae et ex motivo illius fieri si quis secundum epiikiam operetur, quia per hoc non recedit a mente principis nec ab eo quod aequum est, quomodo etiam oboedientia potest ibi intercedere vel operando secundum tacitam voluntatem superioris vel saltem ita operando, quia tunc oboedientia legis non laeditur et alia honesta ratio operandi occurrit. 7. Epiikia tam in praeceptis affirmativis quam negativis locum habet. Sed quaeret aliquis an haec excusatio seu cessatio obligationis et epiikia habeat locum in praeceptis tantum negativis vel etiam in affimativis; nam de negativis non potest esse dubium, quia cum obligent semper et pro semper, in eis est maxime necessaria haec excusatio, et potest facile accidere occasio non servandi praeceptum in tempore pro quo obligat, et ita propriissime erit excusatio seu cessatio obligationis. At vero praecepta affirmativa non obligant pro semper sed pro opportuno tempore; et ideo, licet pro aliquo tempore occurrat occasio in quo exequendum non sit affirmativum praeceptum, non erit vera excusatio ab obligatione praecepti nec cessatio obligationis eius, cum ipsum non obliget pro singulis temporibus, sed dicetur potius dilatio obligationis, quia nondum occurrit occasio, pro qua tale praeceptum obligat.
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6. [El acto de la voluntad.] Pero el otro acto, el de la voluntad, que se sigue de dicho juicio no siempre pertenece a una única virtud, sino que puede variar según la capacidad de la materia y del motivo o razón para obrar. En el soberano, por ejemplo, de ese juicio puede seguirse un acto de querer que la ley se interprete de tal manera, acto que puede pertenecer a la justicia legal porque de suyo está ordenado al bien común. Puede pertenecer también a la justicia conmutativa, si tiene por motivo no gravar a tal súbdito en contra de la equidad que se le debe. En los dos sentidos puede entenderse lo que Aristóteles dice de que la epiqueya es una parte de la justicia. En efecto, al final del capítulo concluye que es justicia y no otro hábito alguno. En cambio, el que allí anteponga lo equitativo a lo justo legal, hay que entenderlo relativamente, pues entiende por justo legal lo que consiste en la observancia o imposición de la ley; y con relación a eso se da preferencia en un caso particular a lo que en él se tiene por equitativo, porque en él sería excesivamente riguroso o injusto imponer la obligación de la ley. Pero absolutamente no es menos justo dictar una ley justa de manera absoluta que admitir la excusa de ella por epiqueya. Es más, eso requiere mayor prudencia y una justicia más universal. Pero en el súbdito no puede seguirse de ese acto del entendimiento un acto propio de la justicia en la voluntad, porque no es necesario que del hecho de que una ley no obligue, se siga un acto de justicia, sino que puede seguirse un acto de temperancia; por ejemplo, si alguien por epiqueya come carne un día de ayuno; o cosa por el estilo. Pero si la epiqueya tiene por objeto la materia de justicia, entonces ese acto podrá pertenecer a la materia de justicia, como es obvio por sí mismo. Y en general podrá ese acto estar al servicio de la justicia general y realizarse por motivo de ella, si uno actúa de conformidad con la epiqueya, ya que por eso no se aparta de la mente del superior ni de lo que es equitativo. También en ese acto puede la obediencia intervenir de esta manera, sea actuando según la voluntad tácita del superior, sea al menos actuando así porque entonces no se quebranta la obediencia a la ley y se ofrece otra razón honesta de actuar. 7. La epiqueya tiene lugar tanto en los preceptos afirmativos como en los negativos. Preguntará alguno si esta excusa o cese de la obligación y la epiqueya tienen lugar sólo en los preceptos negativos o también en los afirmativos. En efecto, de los negativos no se puede dudar, porque, al obligar siempre y para siempre, en ellos es del todo necesaria dicha excusa, y puede presentarse fácilmente ocasión para no observar el precepto en el tiempo en que obliga; y así habrá excusa o cese de la obligación en su sentido más estricto. En cambio, los preceptos afirmativos no obligan para siempre sino en los momentos oportunos. Por eso, aunque se presente ocasión en algún momento en el que no sea preciso cumplir el precepto afirmativo, no habrá verdadera excusa de la obligación del precepto ni cese de su obligación —ya que no obliga en cada momento—, sino que se llamará más bien dilación de la obligación, ya que todavía no se ha presentado la ocasión para la que tal precepto obliga.
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Nihilominus tamen aeque solet epiikia attribui praeceptis affirmativis ac negativis, quod recte explicatum verum quidem est. Videtur autem mihi id proprius dici, nisi sit quaestio de modo loquendi, in praeceptis affirmativis, quae habent certum tempus designatum pro quo impleri debent; nam si eodem tempore veniat non cogitatum impedimentum, habet locum propriissime epiikia. Idemque erit in quibusdam praeceptis affirmativis, quae, propter negationem quam involvunt vel in qua fundantur, obligant pro semper seu ad statim moraliter, ut est praeceptum restituendi et similia. In his enim quaelibet dilatio per occasionem iustam dici potest excusatio et epiikia. Quando autem praeceptum affirmativum, nec pro statim obligat, nec pro certo tempore, sed arbitrario, tunc non videtur in illo [se lee: illa] habere proprie locum excusatio vel epiikia propter argumentum factum, quamvis lato modo interdum appelletur. Superest ad rationes in principio positas respondere; pendent autem ex quibusdam dubiis, quae in capitibus sequentibus commodius expedientur.
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Sin embargo, la epiqueya suele atribuirse por igual medida a los preceptos afirmativos y negativos, lo cual, si se explica bien, es sin duda verdadero. En cambio a mí me parece que eso se dice con más propiedad —a no ser que estemos ante una cuestión de puro nombre— tratándose de los preceptos afirmativos, que tienen designado un determinado momento en el que deben cumplirse. Razón: Si en ese mismo momento se presenta un obstáculo inesperado, la epiqueya tiene lugar en su sentido más propio. Y lo mismo ocurrirá con algunos preceptos afirmativos que, por la negación que incluyen y en la cual se fundan, obligan para siempre o a cumplirlos lo antes posible. Tal es el precepto de restituir y otros semejantes. En éstos, efectivamente, cualquier dilación por razones justificadas puede llamarse excusa y epiqueya. En cambio, cuando el precepto afirmativo no obliga ni inmediatamente ni para un tiempo fijo sino libremente, entonces no parece que tenga propiamente lugar en ella la excusa o la epiqueya, por el argumento que hemos expuesto, aunque a veces se les dé ese nombre en un sentido lato. Nos queda dar respuesta a las razones puestas al principio; pero su solución depende de algunas dudas que se explicarán más cómodamente en los capítulos siguientes.
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CAPUT VII Quando habeat locum excusatio ab obligatione legis per epiikiam seu aequitatem 1. [Status quaestionis.] In hoc capite explicandum est quid sit necessarium ut obligatio generalis legis in particulari casu cesset. Aliqui putant sufficere ut ratio legis in tali casu particulari cesset negative, id est, quod in eo non inveniatur ratio quae legislatorem movit ad ferendam legem. Citatur pro hac sententia D.Thomas (II II, q. 147, a. 1 ad 1 et 2350), quia significat praeceptum ieiunii non obligare eos in quibus necessitas propter quam praeceptum est ieiunium non invenitur. Sed immerito allegatur D. Thomas, quia ibi ad obligationem praecepti solum requirit generalem rationem, quae communiter et ut plurimum communitati conveniat, ad excusationem autem in particulari requirit causam rationabilem. Potest autem haec opinio tribui Caietano (t. 1 Opusculorum, tract. 12, q. 2351), et Navarro (in Summa, c. 16, n. 37352), qui specialiter hoc admittunt in lege quae aliquid praecipit vel prohibet solum propter vitanda incommoda, nam eo ipso quod in particulari non sequantur illa incommoda, dicunt cessare obligationem legis, etiamsi ex observatione legis nulla incommoda sequantur. Et Caietanus ponit exemplum in lege prohibente matrimonium clandestinum ante Concilium Tridentinum. Sed de hoc exemplo et de hoc genere legum, quae solum dantur propter vitanda incommoda, dicam commodius in sequenti capite. Eandem sententiam tenet Panormitanus (in c. Quoniam, De probationibus, n. 6353), ubi doctrinam extendit ad legem ieiunii et alias similes leges Ecclesiae, et allegat Archidiaconum (in c. Utinam, 76 d.). Post beatum. Thomam, ut ait, alludens ad locum citatum divi Thomae, illum enim Archidiaconus adducit354. Idem latius docuit Panormitanus (in c. Quia in insulis, De regularibus) generalem regulam constituens Cesante ratione legis in particulari, cessare legis obligationem, et ita exponit caput illud355. Cum enim in monasteriis monachorum existentibus in insulis requirat aetatem annorum 18 ad professionem, quia in insulis durior est congregatio monachorum, ait Panormitanus, ubi non fuerit durior, etiamsi monasterium sit in insula, non requiri illam aetatem. Sequitur Angelus (verbo
Thomas II II, 147, 1 ad 1 et 2. Caietanus [Thomas de Vio], Opuscula omnia distincta in tres tomos (Lugduni 1567, p. 87). En las ediciones se lee: tract. 1. 352 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 340. 353 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars secunda, f. 28v. 354 Archidiaconus [Guidus de Baisio], Rosarium seu in Decretorum volumine commentaria (Venetiis 1601, f. 94v). 355 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium f. 161r, n. 3. 350 351
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CAPÍTULO VII Cuándo tiene lugar la excusa de la obligación de la ley por epiqueya o equidad 1. [Estado de la cuestión.] En este capítulo hay que explicar qué es lo que se requiere para que la obligación de una ley general cese en un caso particular. Algunos opinan que basta con que la razón de la ley en tal caso particular cese negativamente; es decir, que en él no se dé la razón que movió al legislador a dictar la ley. Se cita a favor de esta opinión a Santo Tomás, porque da a entender que el precepto del ayuno no obliga a aquellos en los que no se da la necesidad por la cual se ha mandado el ayuno. Pero sin razón se cita a Santo Tomás, porque en ese texto para la obligación del precepto sólo requiere la razón general que convenga de manera común y las más de las veces a la comunidad. En cambio, para la excusa en un caso particular requiere una causa razonable. Esta opinión se puede atribuir también a Cayetano y a Martín de Azpilcueta. Son ellos los que de modo especial admiten esto en la ley que manda o prohíbe alguna cosa con el fin de evitar inconvenientes: por el hecho mismo de que en un caso particular no se sigan tales inconvenientes dicen que cesa la obligación de la ley, aunque de la observancia de la ley no se siga ningún inconveniente. Cayetano pone el ejemplo de la ley que prohibía el matrimonio clandestino antes del Concilio Tridentino. Pero de este ejemplo y de este tipo de leyes que se dictan solamente para evitar inconvenientes hablaré más a propósito en el capítulo siguiente. La misma opinión sostiene Nicolás de Tudeschis en el capítulo Quoniam en donde hace extensiva esa doctrina a la ley del ayuno y otras leyes semejantes de la Iglesia y cita a Guido de Baysio en el comentario al canon Utinam del Decreto en la expresión Después de Santo Tomás, como él dice aludiendo al texto citado de Santo Tomás, pues Guido lo aduce. Lo mismo con más amplitud enseñó Nicolás de Tudeschis en el capítulo Quia in insulis estableciendo la norma general de que, al cesar la razón de la ley en un caso particular, cesa la obligación de la ley; y en esa línea expone ese capítulo. En efecto, al exigir en los monasterios de monjes que habitan en las islas la edad de 18 años para la profesión, porque en las islas resulta más dura la convivencia de los monjes, dice Nicolás de Tudeschis que allá donde no resulte más dura, aunque el monasterio esté situado en isla, no se re-
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Lex, n. 4, casu 7356) inclinat etiam Sylvester (ibi, q. 8, et q. 9, verbo Octavo357) et Adrianus (Quodlibetica 6, post secundam conclusionem358). 2. [Huius sententiae fundamentum.] Fundari solet haec sententia in assertione tertia posita in quarto capite, et in omnibus iuribus et rationibus quae ad illam confirmandam adducta sunt, et in regula Cessante causa cessat effectus (c. Cum cessante, De apellationibus)359, quae ita potest applicari. Nam ratio legis adaequata, et qualis dicto capite explicata est, est in suo genere causa adaequata obligationis legis; ergo illa cessante in quocumque casu particulari cessat obligatio legis. Antecedens probatur. Tum quia ratio legis est anima legis; ergo non minus est causa adaequata obligationis quam ipsa lex, quia sicut corpus sine anima movere aliud non potest, ita nec lex sine ratione potest subditum obligare. Tum maxime quia iustitia legis pendet ex ratione; et ita deficiente ratione deficit iustitia et consequenter vis obligandi. Tum denique quia lex ordinari debet ad bonum commune; ergo non descendit ad particulares casus nisi mediante influxu communis boni. Sed ubi cessat ratio legis non influit commune bonum, quia ibi non participatur; ergo nec lex ibi obligat, quia360, deficiente influxu causae primae seu universalis, secunda seu particularis non operatur. 3. Ut obligatio legis cesset, oportet deficiat ratio legis non negative solum, sed aliquo modo contrarie. Hoc vero fundamentum debile est, ideoque praedicta sententia, nisi sano modo explicetur, defendi non potest. Dicendum ergo est: ut obligatio generalis legis in particulari casu cesset, non satis esse quod ratio legis negative deficiat, sed necessarium esse ut deficiat contrarie aliquo modo. Hanc doctrinam tradidit Caietanus (II II, q. 120361) et sequitur Soto (dicto a. 8, et q. 7, a. 3, vers. Sed argues, et lib. 3, q. 4, a. 5, in fine362), Ledesma (2 p., q. 17, a. 2, dub. 3, in fine, et q. 18, a. 2, dub. 12 et 14), Navarrus (supra363), Covarrubias (in Quartum, 2 p., cap. 6, § 9, n. 18364), Medina (De contractibus, q. 14365). Et eam indicat D. Thomas, dum semper exempla epiikiae ponit in casibus in quibus lex deficit contrarie, ut si redditio depositi sit ad nocendum innocenti, vel si observare praeceptum non aperiendi portas civitatis noctu sit in perniciem plurium civium, Angelus de Clavasio, Summa angelica pars secunda, p. 37. Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, ff. 84v-85r. 358 Adrianus VI, Quaestiones quodlibeticae duodecim (Parisis 1527, f. 111r). 359 X 2.28.60. 360 En las ediciones se lee: quae. 361 Caietanus [Thomas de Vío], Secunda secundae quaest. 120, pp. 402-404). 362 Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 72, § Quod si, 79 et 238, § Ad secundum. 363 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 340. 364 Didacus de Covarrubias, In quartum p. 224. En las ediciones se lee: 2 p., § 9, n. 8. 365 Iohannes de Medina, Codex de restitutione et contractibus (Compluti 1546, ff. 50r-52v). 356 357
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quiere esa edad. Le sigue Ángel de Clavasio; hacia lo mismo se inclinan también Silvestre Prierio y Adriano. 2. [Fundamentación de la primera opinión.] Suele fundarse esta opinión en la tesis tercera que expusimos en el capítulo cuarto y en todos los textos jurídicos y en las razones que se adujeron para confirmarla y en la regla Cesando la causa cesa el efecto que puede tener aquí su aplicación. En efecto, la razón adecuada de la ley, tal como se ha explicado en el mencionado capítulo, es en su género la causa adecuada de la obligación de la ley. Luego al cesar esta en cualquier caso particular, cesa la obligación de la ley. Prueba del antecedente: En primer lugar, la razón de la ley es el alma de la ley. Luego no es menos causa adecuada de la obligación que la ley misma. En efecto, así como el cuerpo no puede mover nada sin el alma, tampoco la ley sin la razón puede obligar al súbdito. Sobre todo, en segundo lugar, la justicia de la ley depende de la razón; por eso si falta la razón, falta la justicia y consecuentemente la fuerza obligatoria. Finalmente, la ley ha de ordenarse al bien común. Luego no desciende a los casos particulares, si no es mediante el influjo del bien común. Ahora bien, cuando cesa la razón de la ley, el bien común no influye, porque entonces no hay participación de él. Luego tampoco entonces obliga la ley, pues al faltar el influjo de la causa primera o universal, no actúa la segunda o particular. 3. Para que cese la obligación de una ley, es preciso que falte la razón de la ley no sólo negativamente, sino de alguna manera contraria. Pero este fundamento es débil y por lo mismo, si la citada opinión no se explica de manera razonable, no se puede defender. Hay que decir, por tanto, que para que cese en un caso particular la obligación de la ley general, no basta con que falle negativamente la razón de la ley, sino que es necesario que falle de alguna manera contraria. Es la doctrina que enseñó Cayetano y la siguen Domingo de Soto, Martín de Ledesma, Martín de Azpilcueta, Diego de Covarrubias y Juan de Medina. La indica Santo Tomás siempre que emplea ejemplos de epiqueya en los casos en que la ley falla de manera contraria; por ejemplo, si la devolución del depósito es con daño del inocente; o si el cumplir el mandato de no abrir de noche las puertas de la ciudad va en perjuicio de numerosos ciudadanos a los que persiguen los enemigos. Y en la II II indaga un caso en el que observar la ley resulta nocivo; y añade: Por lo tanto, en estos y en otros casos parecidos es malo seguir la ley
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quos hostes persequuntur; et ita (in II II, q. 120, a. 1366) requirit casum in quo legem servare sit nocivum, et subdit: in his ergo et similibus casibus malum est sequi legem positam; ubi Caietanus sic declarat rationem epiikiae, quia sequi verba legis in quibus non oportet vitiosum est. Et eodem modo loquitur in I II (q. 96, a. 6367) et idem sentit II II (q. 147, a. 3 ad 2, ubi generaliter ait: Praecipue si casus sit talis in quo si legislator adesset, non decerneret esse legem servandam368. Et idem sumitur ex Aristotele, supra, ut statim explicabo. Duas autem partes habet haec sententia. Una est affirmans cessare obligationem legis quando ratio legis cessat contrarie; et hanc supponimus ut claram, tum a sufficienti partium enumeratione, tum quia lex obligare intendens pro tali eventu esset iniqua vel inhumana, ut magis ex puncto sequente constabit. 4. Probatur non sufficere rationem legis negative cessare. Altera ergo pars est negans sufficere quod ratio legis negative cesset. Et haec probatur primo contraria ratione, quia si solum negative ratio legis cesset, non erit malum servare legem, nec etiam erit iniustum vel inhumanum ad eam servandam obligare; ergo non est cur cesset eius obligatio. Consequentia probatur ex Aristotele dicente tunc epiikiam habere locum quando lex peccat, id est, peccaret et iniusta esset si in tali casu obligaret; et ideo etiam dicit epiikiam esse directionem legis utique ne a recto deficiat. Unde sic concluditur, sicut epiikia ita etiam cessatio obligationis solum habet locum ubi obligatio ipsa esset contra rationem iustitiae vel debitam legislationem, si ad talem casum extenderetur; sed obligando in casu, ubi tantum negative deficit ratio legis, non peccaret lex, quia nec malum aliquod nec quidpiam inhumanum praeciperet Ergo. Maior patet, quia tunc nulla superest sufficiens ratio cur cesset legis obligatio, nam cessante ratione illo modo, potest manere iusta voluntas obligandi. Minor autem et primum antecedens patet, quia potest actus esse de se bonus, etiamsi ratio legis in eo cesset, ut ieiunium erit bonum, etiamsi non sit necessarium alicui ad macerandam carnem vel satisfaciendum pro peccatis, et carentia actus poterit esse bona, etiamsi finis legis prohibentis illum cesset, ut abstinere a clandestina desponsatione369 [se lee: dispensatione], etc.; et idem est in similibus. 5. Multa absurda ex contraria sententia sequuntur. Unde argumentor secundo inductione, quia innumera sequentur absurda, si tanta licentia detur non servandi leges in casibus particularibus, solum quia in eis negative cessat ratio legis. Sic enim in praeceptis Ecclesiae possent viri perfecti excusari de ieiunio, quia non sentiunt illius necessitatem ad fines ab Ecclesia intentos. Imo fornicatio posset censeri non prohibita in casu in quo evidenter Thomas II II, 120, 1. Thomas I II, 96, 6. 368 Caietanus [Thomas de Vio], Prima secundae p. 304, et Secunda secundae p. 484. 369 En las ediciones se lee: dispensatione. 366 367
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que se ha dictado. En ese texto explica Cayetano de la siguiente manera la razón de epiqueya: Porque seguir las palabras de la ley en aquello que no conviene es perverso. De la misma manera se expresa en la I II en donde dice en general: Principalmente cuando el caso es tal que el legislador, si estuviera presente, no decretaría que en él debía observarse la ley. Lo mismo indica Aristóteles, como en seguida explicaré. Pues bien, esta opinión tiene dos partes: Una es la que afirma que cesa la obligación de la ley, cuando la razón de la ley cesa de una manera contraria. Esta la damos por aclarada; en primer lugar, por la suficiente enumeración que ya hemos de hecho de las partes; y en segundo lugar, porque una ley que pretende obligar en tal situación sería injusta o inhumana, como se verá claro en el punto siguiente. 4. Prueba de que no basta que cese negativamente la razón de la ley. La segunda parte es la que niega que baste el que la razón de la ley cese negativamente. Se prueba, en primer lugar, por la razón contraria: Si la razón de la ley cesa sólo negativamente, no será malo observar la ley ni tampoco será injusto e inhumano obligar a observarla. Luego no hay razón para que cese su obligación. Se prueba la consecuencia por Aristóteles cuando dice que la epiqueya tiene lugar, cuando la ley peca, es decir, pecaría y sería injusta si en tal caso obligara. Por eso dice también que la epiqueya es la dirección de la ley, para que, naturalmente, no se desvíe del camino recto. La conclusión, por tanto, es ésta: Al igual que la epiqueya, así también el cese de la obligación sólo tiene lugar allá donde la obligación misma iría contra la razón de la justicia o contra la debida legislación, si se ampliase a un caso así. Ahora bien, obligando en el caso en que sólo negativamente la razón de la ley falla, no pecaría la ley, porque no mandaría nada malo ni nada inhumano. Luego. La mayor es clara, porque entonces no queda ninguna razón suficiente para que cese la obligación de la ley. En efecto, al cesar la razón de ese modo, puede mantenerse justa la voluntad de obligar. La menor y el primer antecedente son claros, porque puede un acto ser bueno de suyo, aunque cese en él la razón de la ley. Por ejemplo, el ayuno será bueno, aunque uno no lo necesite para mortificar la carne o para satisfacer por sus pecados; y la omisión de un acto podrá ser buena, aunque cese el fin de la ley que lo prohíbe, como el abstenerse de contraer matrimonio clandestinamente Y lo mismo en casos semejantes. 5. Los muchos absurdos que se siguen de la opinión contraria. Así pues, presento un segundo argumento por inducción: Se seguirán innumerables absurdos, si se concede tanta libertad para no observar las leyes en casos particulares sólo porque en ellos cesa negativamente la razón de la ley. En efecto, de esta manera en las disposiciones de la Iglesia podrían las personas perfectas excusarse del ayuno por no sentir necesidad de él para los fines pretendidos por la Iglesia. Es más, la fornicación podría pensarse no prohibida en el caso en el que
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cessaret ratio talis prohibitionis, ut si nullum omnino esset periculum malae educationis prolis, propter quam vitandam concubitus vagus prohibitus est; et in materia oboedientiae possunt facile similia exempla multiplicari. Unde est optima ratio a priori, quia licet ratio legis in particulari cesset negative, semper manet aliqua universalior ratio, ob quam expedit etiam tunc servari legem, tum quia esset valde contrarium bono conmmuni si propter illam solam causam possent leges non servari, tum etiam quia per se est honesta ratio servandi legem uniformitas partium cum toto, ubi sine incommodo servari potest. 6. [Retorquetur ratio contrariae sententiae.] Atque hinc retorquetur ratio contrariae sententiae, quia licet ratio legis cesset in hac persona quoad particularem necessitatem vel utilitatem intentam per legem, non tamen cessat quoad vim obligandi illam per legem, quia licet illa ratio tantum ut plurimum locum habeat, est sufficiens ut lex iuste feratur pro omnibus qui illam servare possunt, etiamsi ratio illa in eis cesset. Quod sic declaro, nam licet legislator advertat et praevideat rationem defecturam in aliquibus vel distincte vel tantum confuse cogitatis, nihilominus potest iuste velle ut indistincte obliget omnes, dum contrarium impedimentum aequitati repugnans non obstiterit; ergo ita est interpretanda voluntas legislatoris. Ergo ex vi illius obligabit lex. Antecedens patet quia voluntas in illa universalitate sua nititur in alia ratione generaliori, quia ita expedit ad commune bonum, et privato non nocet, quia semper est illi utile oboedire et iustitiam legalem servare, quam in tali observatione legis intueri potest. Prima vero consequentia clara est, tum quia verba generalia legis hanc voluntatem indicant et nulla est sufficiens ratio exceptionis, tum etiam quia illa voluntas est prudentior et rationabilior; ergo illa praesumenda est. Denique secunda consequentia constat, quia voluntas iusta legislatoris est anima legis et quia lex obligat ad materiam praeceptam, non ad finem praecepti, ut supra dictum est. 7. [Expenditur contrarium argumentum.] Et ita expenditur contrarium fundamentum, quia iam declaratum est quomodo haec obligatio in eo casu pertineat ad bonum commune, quia licet tunc subditus non participet illam utilitatem intentam per legem, participat generalem utilitatem quae est in observanda lege et in uniformitate cum suo corpore, et ex hoc capite lex illa est iusta et fundatur in ratione altiori. Et hinc patet responsio ad primam rationem in principio praecedentis capitis positam; procedit enim quando ratio tantum negative cessat, non tamen quando cessat contrarie. Solet autem instari contra hanc resolutionem ex praecepto correctionis fraternae; sed de hoc puncto dicam commodius infra, capite 8, ubi haec assertio magis confirmabitur.
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de manera evidente cesase la razón de tal prohibición; por ejemplo, si no hubiera absolutamente ningún peligro de una mala educación de la prole, cuando para evitarla está prohibido el concúbito libre Y en materia de obediencia pueden fácilmente multiplicarse ejemplos parecidos. Por eso es muy buena la razón a priori de que, aunque la razón de la ley en un caso particular cese negativamente, siempre queda alguna razón más universal por la que aun entonces conviene que se observe la ley. En primer lugar, porque sería muy contrario al bien común, si por sola esa causa pudieran las leyes dejarse de observar; y en segundo lugar, porque de suyo es también una razón decorosa para observar la ley la uniformidad de las partes con el todo allá donde pueda observarse sin inconveniente. 6. [Refutación de la opinión contraria.] Pues bien, demos la vuelta al argumento de la opinión contraria: Aunque la razón de la ley cese en esta persona en cuanto a la necesidad o utilidad concreta pretendida por la ley, no cesa, sin embargo, en cuanto a la fuerza de obligarla por la ley. En efecto, aunque esa razón tenga lugar solamente en la mayoría de los casos, es suficiente para que la ley se dicte con justicia para todos los que pueden observarla, aunque dicha razón cese en ellos. Lo explico de la siguiente manera: Aunque el legislador se dé cuenta y prevea que la razón va a fallar en algunos casos —bien sea considerados con detalle o sólo de modo confuso— sin embargo, puede querer conforme a justicia que la ley obligue a todos sin distinciones, mientras no lo obstaculice algún impedimento contrario a la equidad. Luego así se ha de interpretar la voluntad del legislador. Luego en virtud de ella la ley obligará. El antecedente es claro: La voluntad tomada en esa su universalidad se apoya en otra razón más general, a saber, que conviene al bien común y no daña al privado. En efecto, siempre le es útil el obedecer y observar la justicia legal que puede ver en tal observancia de la ley. La primera consecuencia es clara. En primer lugar, porque las palabras generales de la ley indican esa voluntad y no hay ninguna razón suficiente para la excepción; y también, en segundo lugar, porque esa voluntad es más prudente y más razonable. Luego hay que presumirla. Finalmente, la segunda consecuencia es evidente, porque la voluntad justa del legislador es el alma de la ley y porque la ley obliga a la materia mandada, no al fin de lo mandado, como se ha dicho antes. 7. [Análisis del argumento contrario.] Vamos a examinar ahora el argumento contrario: Ya hemos explicado cómo en ese caso pertenece esta obligación al bien común. En efecto, aunque entonces el súbdito no se haga partícipe de esa utilidad general que la ley pretende, sí se hace partícipe de la utilidad general que se da en la observancia de la ley y en la uniformidad con su cuerpo. Y desde este punto de vista esa ley es justa y está basada en una razón más elevada. Por aquí resulta clara la respuesta a la primera razón que hemos expuesto al comienzo del capítulo anterior; ésta tiene lugar cuando la razón cesa sólo negativamente, pero no cuando cesa de manera contraria. Se suele insistir en contra de esta solución, con el precepto de la corrección fraterna. Pero de este punto hablaré más a propósito después en el capítulo VIII, en el que quedará más reforzada esta tesis.
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8. Quid requiritur ut ratio vel finis legis cesset contrarie. Ut autem magis explicetur, oportet amplius declarare quid sit necessarium ut ratio vel finis legis cesset contrarie; et specialiter an sit necessarium ut in tali casu servare legem sit malum et peccatum. Caietanus enim (dicta q. 120, a. 1370), ex professo contendit tunc solum habere locum epiikiam quando lex ita deficit ut servare illam sit iniquum, putatque esse sententiam divi Thomae (in III, dist.7, q. 1, a. 4371), ubi docet epiikiam tunc solum habere locum cum observando legem discreparet quis ab intentione legislatoris, quod solum videtur contingere quando discederet a rectitudine. Clarius tamen favet in aliis locis allegatis; indicat enim tunc solum cessare in particulari legis obligationem quando observantia illius mala esset, imo interdum solum excipit casum in quo esset nociva reipublicae. Ad idem inducit Caietanus Aristotelem, dicentem epiikiam esse directionem legis, quia peccat propter universale; solum autem peccare posset, si obligaret ad actum iniquum. Item epiikia est pars iustitiae; ergo materia eius est operatio, quae non esset recta si secundum legem universalem fieret et non secundum aequitatem epiikiae. Tandem argumentor ab inconvenienti, quia alias fornicatio posset esse licita, si necessarium non esset rationem legis contrarie in dicto sensu deficere. Et cum hac sententia Caietani transeunt fere Soto et alii posteriores theologi. 9. Epikeia habet locum, licet licitum sit actum praeceptum facere. Videtur tamen haec sententia nimis rigida et limitata, quia saepe potest homo excusari ab observantia legis generaliter loquentis, etiamsi posset licite actum per illam praeceptum facere vel prohibitum omittere. Ergo non tantum cessat obligatio legis in particulari, nec solum habet locum epiikia quando observare legem esset iniquum, sed aliquando ac saepe illum habebit etiamsi iniquum non sit, solum quia est nimis grave aut difficile. Consequentia clara est, quia si epiikia solum haberet locum quando servare legem esset iniquum, quoties licita esset epiikia esset etiam sub obligatione, quia vitare id quod iniquum est semper cadit sub obligationem; ergo e contrario, si absque tali obligatione potest interdum non servari lex, potest etiam licita esse epiikia etiam in casu in quo sine peccato potest lex observari. Antecedens autem manifestum est ex supra dictis de obligatione legis humanae cum periculo vitae vel alio magno incommodo, nam inde constat propter vitandum magnum gravamen licitum esse non servare legem, quamvis si velim cedere iuri meo possim facere actum praeceptum cum illo gravamine. Ergo excusatio non semper est cum obligatione non faciendi actum praeceptum, nec oritur semper ex iniquitate actus sed ex alio iure quod homo habet ut non tam serviliter, ut sic dicam, obligetur. Caietanus [Thomas de Vío], Secunda secundae p. 402. Thomas de Aquino, Scriptum super Sententias lib. III, d. 37, q. 1, a.4: Si vero in aliquibus casibus lex posita ab intentione legislatoris discedat, quia non potuit legislator ad omnes casus intendere, legem statuens, sed ad ea quae pluries accidunt; tunc etiam licitum est legem positam praeterire, et intentionem legislatoris sequi. 370 371
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8. Lo que se requiere para que la razón o el fin de la ley cese de manera contraria. Para una mayor aclaración es preciso explicar qué es lo que se precisa para que la razón o el fin de una ley cese de manera contraria, y en concreto si es necesario que el observar la ley en tal caso sea un mal y un pecado. Cayetano, efectivamente, en la citada cuestión 120 sostiene expresamente que la epiqueya tiene lugar solamente, cuando la ley de tal manera falla, que el observarla sea injusto. Y cree que es la opinión de Santo Tomás en la III cuando enseña que la epiqueya solamente tiene lugar cuando al observar la ley, uno discreparía de la intención del legislador; y esto sólo ocurre, al parecer, en el caso en que se apartara del sentido correcto. Es, sin embargo, más claramente favorable en otros lugares citados, pues señala que solamente cesa la obligación de la ley en un caso particular, cuando el observarla sería una cosa mala; es más, a veces sólo exceptúa el caso en que sería nociva para la comunidad política. Para probar lo mismo aduce Cayetano a Aristóteles, el cual dice que la epiqueya es una orientación de la ley, porque peca por razón de su universalidad. Ahora bien, sólo podría pecar si obligara a un acto injusto. Así mismo, la epiqueya es una parte de la justicia. Luego su materia es una acción que no sería correcta, si se realizara según una ley universal y no según la equidad de la epiqueya. Finalmente, argumento por el perjuicio que se seguiría, pues de lo contario la fornicación podría ser lícita, si no fuera necesario que la razón de la ley fallara de manera contraria en el sentido indicado. Con esta opinión de Cayetano casi transigen Domingo de Soto y otros teólogos posteriores. 9. Hay lugar para la epiqueya, aunque sea lícito realizar el acto mandado. Esta opinión, sin embargo, parece excesivamente rígida y limitada, porque a menudo puede uno estar excusado de observar la ley que se expresa de una manera general, aunque podría realizar lícitamente el acto prescrito por ella u omitir el prohibido. Luego no sólo cesa la obligación de la ley en un caso particular ni tiene solamente lugar la epiqueya cuando observar la ley sería injusto, sino que a veces y frecuentemente tendrá lugar, aunque sea injusto, por el solo hecho de ser onerosa en exceso o difícil. La consecuencia es clara: si la epiqueya tuviera lugar solamente cuando el observar la ley fuese injusto, cuantas veces fuera lícita la epiqueya, lo sería también bajo obligación. Razón: Evitar lo que es injusto cae siempre bajo obligación. Luego al contrario, si puede a veces dejarse de observar la ley sin tal obligación, puede también ser lícita la epiqueya, incluso en el caso en el que pudiera observarse la ley sin pecado. El antecedente es manifiesto por lo dicho antes acerca de la obligación de la ley humana con peligro de la vida o con otro gran inconveniente. En efecto, por aquí se ve que sería lícito no observar la ley para evitar un grave inconveniente, aunque si quisiera ceder de mi derecho, podría realizar el acto mandado cargando con dicho inconveniente. Luego la excusa no siempre va unida a la obligación de no realizar el acto mandado ni brota siempre de la injusticia del acto, sino del otro derecho que la persona tiene a no quedar obligado tan servilmente, por así decir.
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Deinde fit res clara exemplis, nam interdum potest homo qui per se obligatur ad confessionem integram peccatorum excusari a confessione alicuius, quia non potest illud aperire sine gravi periculo infamiae; et nihilominus poterit confiteri illud licite, si sua sponte velit se exponere periculo illius infamiae, hoc enim nullum peccatum est. Item damnatus ad iustam mortem famis non tenetur abstinere a cibo si copiam illius habeat, et tamen potest sine peccato abstinere si velit. Ergo idem esse potest in praesenti, ut in statu carthusianorum abstinendi a carnibus, etiamsi esset propria lex obligans de se in conscientia posset sine peccato non servari propter periculum mortis, et nihilominus probabilissimum est posse etiam servari, si quis velit secum illo rigore uti. Et in ieiuniis aliisque ordinariis obligationibus Ecclesiae saepe est licita excusatio propter aegritudinem vel similem causam, et nihilominus si quis actum praeceptum faciat, non obstante excusatione, non solum non peccabit, verum saepe etiam opus supererogationis faciet. 10. Quod munus est proprium epiikiae. Quapropter mihi certum videtur ad virtutem et prudentiam pertinere non solum discernere quando observatio praecepti quoad verba mala sit, sed etiam iudicare quando non obliget, etiamsi absque peccato ad litteram servari possit. Unde si quis dixerit utrumque spectare ad materiam et munus epiikiae, nihil fortasse ab scopo aberrabit. Nec contra hoc urgent rationes Caietani; omnes enim facile solvuntur advertendo non solum esse alienum a prudenti legislatore iniqua praecipere, sed etiam inhumana et gaviora [se lee: gravior] quam humana conditio patiatur vel quam ratio communis boni postulet, ut ex dictis supra in communi de lege manifestum est. Ergo non solum peccaret lex praecipiendo quod non debet, id est iniquum, sed etiam praecipiendo quando vel quomodo non debet, id est, obligando cum maiori rigore quam par sit. Utrumque ergo peccatum legis emendat epiikia et in utroque habet locum definitio Aristotelis et discursus eius, et eodem modo est intelligendus D.Thomas; nam intentio legislatoris non solum est recta praecipere sed etiam recte, et ideo qui observat legem tanquam obnoxius illi, quando per illam non obligatur propter occurrentem causam excusantem, ab intentione legislatoris discrepat, etiamsi actus quem facit malus non sit. Ad rationem autem quod epiikia est pars iustitiae, respondeo etiam hic intervenire rationem iustitiae ex parte legislatoris non obligandi in tali casu per suam legem, etiamsi exequi illam malum non sit; ideoque si ad ipsum legislatorem fieret recursus, in tali casu deberet secundum iustitiam interpretari legem tunc non obligare. Unde ex parte subditi satis est quod possit iuste, et non declinando a rectitudine, non servare legem in tali casu si velit, etiamsi ad hoc non obligetur, nam ad hoc etiam specialis prudentia necessaria est. Sicut in materia iustitiae ex
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Se aclara además la cosa con ejemplos. En efecto, a veces puede una persona, que de suyo está obligada a la confesión íntegra de sus pecados, quedar excusada de confesar alguno de ellos, por no poder descubrirlo sin grave peligro de infamia; y sin embargo, podrá confesarlo lícitamente, si espontáneamente quisiere exponerse al peligro de dicha infamia, pues esto no es ningún pecado. Así mismo, el condenado justamente a morir de hambre no está obligado a privarse de la comida, si la tiene en abundancia, y sin embargo, puede privarse de ella sin pecado, si lo quisiere. Luego lo mismo puede ocurrir en el caso presente. Tal es también el caso de los cartujos que se abstienen de carne; aunque fuese esa una verdadera ley que obliga de suyo en conciencia, podría sin pecado dejarse de observar en peligro de muerte, y sin embargo, es muy probable que se la podría también observar, si uno quisiere emplear consigo ese rigor. Y en los ayunos y en otras obligaciones ordinarias de la Iglesia con frecuencia es lícita la excusa por enfermedad u otra causa semejante. Y sin embargo, si uno, a pesar de estar excusado, realiza el acto mandado, no sólo no pecará, sino que a menudo incluso hará una obra de supererogación. 10. Cuál es el papel propio de la epiqueya. Por lo cual, tengo por cierto que a la virtud y a la prudencia atañe no sólo discernir cuándo la observancia, en lo tocante a las palabras de un precepto, es mala, sino también juzgar cuándo no obliga, aunque pueda observase a la letra sin pecado. Por tanto, si alguien dice que ambas cosas atañen a la materia y al oficio de la epiqueya, quizás no ande nada descaminado. Ni contra esto hacen fuerza las razones de Cayetano. Todas, en efecto, se resuelven fácilmente teniendo en cuenta que es impropio de un legislador prudente no sólo mandar cosas injustas, sino también cosas inhumanas y más gravosas de lo que tolera la condición humana y pide la razón del bien común, como es manifiesto por lo dicho antes sobre la ley en general. Luego no sólo pecaría la ley prescribiendo lo que no debe, es decir, lo injusto, sino también prescribiendo cuando y como no debe, es decir, obligando con mayor rigor de lo que es justo. La epiqueya, por tanto, viene a corregir esos dos pecados de la ley; y en ambos tiene lugar la definición de Aristóteles y su exposición, y de la misma manera hay que entender a Santo Tomás. En efecto, la intención del legislador no sólo es prescribir lo que es correcto, sino también hacerlo correctamente. Por tanto, quien observa la ley como sometido a ella cuando ella no le obliga por alguna causa exculpatoria, no discrepa de la intención del legislador, por más que el acto que realiza no sea malo. Respuesta a la razón de que la epiqueya es una parte de la justicia: También aquí interviene por parte del legislador la razón de justicia de no obligar en tal caso con su ley, aunque el cumplirla no sea un mal. Por eso si en tal caso se recurriese al propio legislador, éste debería en justicia interpretar en el sentido de que entonces la ley obligaba. Por tanto, por parte del súbdito es suficiente con que pueda en tal caso no cumplir la ley justamente y sin apartarse de la rectitud, si es que quiere, aunque no esté obligado a ello, pues también para ello se requiere una prudencia especial. Al igual que en la materia de justicia, a veces juzgamos por
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aequitate aliquando iudicamus aliquem non obligari ad restituendum cadendo a statu suo, licet si id faciat peccati argui non possit. Ad ultimam vero sequelam de fornicatione negatur illatio, quia non dicimus ad epiikiam sufficere ut ratio legis negative cesset, in qua illatio illa fundatur, sed dicimus posse cessare contrarie, etiamsi observantia legis prava non fiat, si nimis intolerabilis fiat; nam tunc etiam est contra legislatoris intentionem, et hoc est cessare contrarie. 11. Non solum iniquum sed valde difficile corrigit epiikia. Constat ergo epiikiam non solum habere locum quando alias lex in tali casu praeciperet rem iniquam, sed etiam quando praeciperet rem acerbam et nimis difficilem; in utroque enim casu peccaret lex praecipiendo iniuste, vel quia malum praeciperet vel quia immoderate et ultra potestatem legislatoris. Addo vero ulterius habere locum epiikiam in casu in quo non deesset potestas in legislatore ad obligandum, sed ex circumstantiis iudicatur non fuisse hanc mentem eius, quia non semper praelatus vult obligare cum toto rigore et in omni eventu in quo posset obligare; ut, verbi gratia, non solum censetur quis excusari a praecepto ieiunii propter aegritudinem gravem, in qua non posset superior obligare, sed etiam propter minorem debilitatem, qua non obstante, potuisset Ecclesia obligare, sed nihilominus creditur ex benignitate noluisse; quae intentio legislatoris colligi potest ex aliis circumstantiis temporis, loci et personarum et ex ordinario modo praecipiendi, cum illa moderatione subintellecta, licet non exprimatur. Et hunc certe modum videtur significasse Aristoteles cum dixit epiikiam emendare legem, quod et ipse legislator, si adesset, hoc modo dixisset, id est, ita esset moderaturus et interpretaturus legem suam. Sic etiam dixit D. Thomas munus epiikiae esse, praetermissis verbis legis, intentionem legislatoris sequi. Ergo ad epiikiam non est necesse interpretari casum non comprehendi sub lege quia legislator non potuit sua lege illum comprehendere, sed etiam sufficiet si interpretemur noluisse illum comprehendere licet potuerit; nam et hoc sufficit ad excusationem ab obligatione legis, et saepe contingit aliam esse legislatoris voluntatem ab ea quam nuda verba prae se ferunt, ut ex praecedentibus capitibus constat. Et ita ibi etiam intervenit emendatio legis, quatenus plus verbis videtur comprehendere quam fuerit in voluntate legislatoris. Igitur recte vocatur haec epiikia. Et ita tres modi vel rationes utendi epiikia distingui possunt, ut unus sit propter cavendum aliquid iniquum, alius propter vitandam acerbam et iniustam obligationem, tertius propter coniectatam legislatoris voluntatem, non obstante potestate.
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equidad que alguien no está obligado a restitución rebajando su posición, aunque, si lo hace, no pueda ser acusado de pecado. En cuanto a la última consecuencia, la de la fornicación, niego la conclusión, porque no decimos que baste para la epiqueya el que cese negativamente la razón de la ley, en la que está fundada esa conclusión, sino que lo que decimos es que puede cesar de una manera contraria, aunque no resulte malo el cumplimiento de la ley, si es que resulta intolerable en exceso. En efecto, también entonces el cumplimiento va contra la intención del legislador; y esto es cesar de manera contraria. 11. La epiqueya corrige no sólo lo que es injusto, sino también lo que es muy difícil. Es, pues, evidente que la epiqueya no sólo tiene lugar cuando de lo contrario la ley prescribiría en tal caso una cosa injusta, sino también cuando prescribiría una cosa ardua y difícil en exceso. En ambos casos pecaría la ley prescribiendo injustamente, pues prescribiría una cosa mala o lo haría extralimitándose y o sobrepasando la competencia del legislador. Pero añado además que la epiqueya tiene lugar en el caso en que no faltara competencia en el legislador para obligar, pero por las circunstancias se juzga que no fue esa su intención. En efecto, no siempre el superior quiere obligar con todo el rigor y en toda circunstancia en que pudiera hacerlo. Por ejemplo, no sólo se cree que alguien queda excusado del precepto del ayuno por una enfermedad grave en la que no podría el superior obligar, sino también por una indisposición menor, a pesar de la cual la Iglesia hubiera podido obligar; pero no obstante, es de creer que no quiso hacerlo por benevolencia. Y esta intención del legislador se puede colegir por otras circunstancias de tiempo, lugar y personas y por el modo normal de prescribir con esa moderación sobreentendida, aunque no se diga expresamente. Y este sin duda parece haber sido la moderación que señaló Aristóteles al decir que la epiqueya enmienda la ley, porque el legislador mismo, si estuviera presente, lo hubiera dicho así; esto es, así hubiera sido de moderado y así hubiera interpretado su propia ley. En este sentido dijo también Santo Tomás que la función de la epiqueya es, prescindiendo de las palabras de la ley, seguir la intención del legislador. Luego para la epiqueya no es necesario interpretar que el caso no está comprendido en la ley porque el legislador no pudo incluirlo en su ley, sino que será suficiente también con que interpretemos que, aun pudiendo, no quiso incluirlo. En efecto, esto es suficiente para excusar de la obligación de la ley; y con frecuencia sucede que la voluntad del legislador es distinta de la que indican de suyo las palabras escuetas, como es claro por los capítulos anteriores. Así pues, también ahí se da enmienda de la ley en el sentido de que parece que las palabras abarcan más de lo que haya sido la voluntad del legislador. Con razón, pues, se la llama epiqueya. Y así son tres las modalidades o motivos en el uso de la epiqueya: uno es para guardarse de algo injusto, otro para evitar una obligación desagradable e injusta, otro por conjeturas sobre la voluntad del legislador.
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12. Quando utenda sit epiikia. Quodsi quis inquirat quibus regulis utendum sit ad faciendas huiusmodi exceptiones, respondeo breviter in primo modo pracipue considerandum esse an in eo casu occurrat aliud praeceptum, praesertim iuris divini et naturalis, cui repugnet executio legis humanae secundum verba eius; et consequenter, an actus tunc habeat iniustitiam vel malitiam inseparabilem vel saltem contra praeceptum gravius et magis obligans, et iuxta haec principia debet fieri iudicium. In secundo modo consideranda sunt supra dicta de modo obligandi legis humanae et iuxta illa iudicandum erit an hoc factum particulare cum his circumstantiis excedat potestatem legis humanae. In tertio vero magis est utendum coniecturis ex circumstantiis desumptis, et praesertim ex usu et modo regiminis et ex more interpretandi similes leges. 13. Aliquando obligatio legis cessat propter bonum personae particularis. Unum tamen in particulari inferam ex dictis, propter opinionum varietatem: non solum posse cessare obligationem legis quando in particulari eventu esset contra bonum commune servare legem, sed etiam si sit tantum contra bonum particularis personae, dummodo sit nocumentum grave et nulla alia ratio communis boni obliget ad illud inferendum vel permittendum; nam tunc iustitia vel charitas iubet evitare tale nocumentum proximi, cui non potest lex humana rationabiliter opponi. Ita Soto supra372, et omnes; nec refragatur D. Thomas, nam licet in dicto articulo 6 loquatur de detrimento communis boni, sub illo comprehendit detrimentum particularium civium, nam in damnum civitatis redundat, ut manifeste patet in exemplo quo utitur; et alia sunt facilia, nam propter subveniendum proximo graviter infirmanti interdum licere potest missam omittere in die festo, et sic de aliis. Dicunt vero aliqui hoc solum habere locum quando tale est detrimentum proximi ut non possit cedere iuri suo, ut est in periculo vitae vel simili, non autem quando potest cedere iuri suo, ut erit in bonis temporalibus, quia tunc detrimentum privatum non vergit in damnum communitatis, si enim vergeret non posset privatus illi renuntiare. Sed hoc verum non est, tum quia etiam propter vitandum grave nocumentum proximi temporale, quod ipse posset voluntarie sustinere si vellet, licitum est interdum non observare praeceptum; ut, verbi gratia, si incendium domus imminet vel quid simile, quia lex nec obligat illum qui patitur damnum ad cedendum iuri suo, nec alium ad non succurrendum illi ipso invito, propter audiendam missam, verbi gratia. Item quia illud damnum semper redundat in communitatem, cuius interest ut bona civium non dilapidentur.
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Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 72, § Quod si, 79 et 238, § Ad secundum.
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12. Cuándo hay que hacer uso de la epiqueya. Si alguien pregunta de qué normas hay que echar mano para hacer este tipo de excepciones, le respondo brevemente que en la primera modalidad hay que considerar si en ese caso existe otro precepto, especialmente de derecho divino o natural, al que contradiga la ejecución de la ley humana según sus palabras, y consecuentemente si entonces el acto implica injusticia o malicia inseparable o al menos es contrario a un precepto más grave y que obliga más Y según estos principios ha de formarse el juicio. En la segunda modalidad hay que tener en cuenta lo que dijimos antes sobre el modo de obligar que tiene la ley humana, y de acuerdo con eso se habrá de considerar si esta acción concreta con estas circunstancias sobrepasa la competencia de la ley humana. Pero es en la tercera modalidad en donde más es preciso echar mano de conjeturas tomadas de las circunstancias, sobre todo de la práctica y de la clase de gobierno, así como de la costumbre en la interpretación de leyes semejantes. 13. A veces cesa la obligación de la ley por el bien de la persona particular. Sólo una cosa en concreto voy a deducir de lo dicho, en atención a la variedad de opiniones, y es que la obligación de la ley puede cesar no sólo cuando en un caso concreto fuera contrario al bien común cumplir la ley, sino también cuando es contrario sólo al bien particular de una persona, con tal de que sea un grave inconveniente y ninguna otra razón de bien común obligue a causarlo o permitirlo. Entonces, efectivamente, la justicia o la caridad manda evitar tal perjuicio del prójimo, en contra del cual no puede razonablemente oponerse la ley humana. Así piensan Domingo de Soto y todos. Tampoco Santo Tomás se opone a ello. En efecto, aunque en dicho artículo sexto hable de perjuicio del bien común, incluye en él el perjuicio de los ciudadanos particulares, pues redunda en daño de la ciudadanía, como se ve claramente en el ejemplo que pone. Hay otros también claros; así puede ser lícito a veces dejar la misa en un día festivo por socorrer al prójimo gravemente enfermo. Y así de otros. Pero algunos dicen que esto sólo tiene lugar cuando es tal el perjuicio del prójimo, que no puede ceder de su derecho; por ejemplo, si corre peligro su vida o cosa semejante; pero no cuando puede ceder de su derecho, como tratándose de bienes temporales, porque entonces el perjuicio particular no redunda en daño de la comunidad. Si redundara, la persona particular no podría renunciar a él. Pero esto no es verdad. En primer lugar, porque también para evitar un grave daño temporal del prójimo —que él mismo podría voluntariamente soportar, si quisiera— es lícito a veces no cumplir un precepto; por ejemplo, si amenaza el peligro de incendio en su casa, o algo semejante; pues la ley no obliga a ceder de su derecho a aquél que sufre un daño, ni al otro a no socorrerlo en contra de su voluntad, v. gr. por oír misa. En segundo lugar, ese daño redunda siempre en perjuicio de la comunidad, a la cual le interesa que no se dilapiden los bienes de los ciudadanos.
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14. [Limitatio dictae assertionis.] Aliter limitant iuristae dictam assertionem ut procedat quando detrimentum vel proprium vel proximi est in bonis acquisitis, non vero in acquirendis; nam ex hoc sumi non patet sufficiens excusatio, quia illud non est verum detrimentum seu damnum emergens, sed tantum lucrum cessans, quod non consideratur; alias possent homines non servare praecepta ut suis lucris attenderent. Ita fere Bartholus(in l. Non dubium, C, De legibus, n. 9373), quem alii multi secuti sunt, quos late refert Tiraquellus (in dicto tractatu, n. 15). Statim vero (n. 152) refert Salicetum contradicentem374; et plura contra illam distinctionem congerit Felinus(in c. Si quando, De rescriptis, n. 11375). Nobis ergo non servit distinctio, nam si damnum sit leve, licet sit in bonis acquisitis, potest non sufficere ad excusandum ab obligatione legis; si vero lucrum cessans sit iustum et grave, saepe aequiparatur damno moraliter loquendo, ut constat ex lege unica (C. De sententiis376), quae pro eo quod interest profertur in fine. Et usu receptum videmus excusari aliquem ab observatione festi, ne occurrentem et transeuntem occasionem magni lucri amittat. Igitur, licet vitatio damni emergentis ex genere suo iustior et gravior causa sit, tamen etiam alia potest sufficere et, in universum loquendo, omnia sunt consideranda ut prudens iudicium in contingenti casu feratur.
Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis f. 34v. Andreas Tiraqueau, Tractatus Cessante causa pp. 27-28. 375 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 80r. 376 C 7. 42. 1. 373 374
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14. [Limitación de dicha tesis.] Otra manera de limitar los juristas dicha tesis es diciendo que tenga lugar cuando el perjuicio, sea propio o del prójimo, se da en los bienes adquiridos, pero no en los que se han de adquirir. De esto último no puede tomarse excusa suficiente, ya que eso no es un perjuicio verdadero o un daño consecuente, sino solamente una ganancia que deja de percibirse. Lo cual no se tiene en cuenta; de lo contrario, podrían los hombres no cumplir los preceptos para atender a su propio lucro. Tal es, más o menos, la opinión de Bártolo de Sexaferrato, al que han seguido otros muchos que cita ampliamente Andrés Tiraqueau en dicho tratado, número 151; pero a reglón seguido en el número 152 cita a Bartolomé de Saliceto que dice lo contrario y Felino Sandeo acumula multitud de textos en contra de esa distinción. No nos vale, pues, esta distinción, porque si el daño es leve, aunque sea en bienes ya adquiridos, puede no ser suficiente para excusar de la obligación de la ley. Pero si la ganancia que cesa es justa y grave, con frecuencia se equipara, moralmente hablando, a un daño, como es claro por el Código. Y vemos aceptado por la práctica que uno quede excusado de observar un día festivo para no perder la ocasión, que pasa rápidamente, de una gran ganancia. Por tanto, aunque el evitar un daño consecuente es por su naturaleza causa más justa y más grave, sin embargo también lo otro puede bastar y, hablando en general, todo hay que tenerlo en cuenta para dar un juicio prudente, cualquiera que sea el caso.
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CAPUT VIII Quomodo de excusatione occurrente constare debeat, ut epiikia uti et legem non servare liceat sine recursu ad principem 1. Si lex ex aliqua circumstantia sit iniqua, cessat obligatio sine recursu ad principem. Haec omnia postulantur in posteriori ratione dubitandi capite 5 proposita, et inter se sunt connexa, ideoque simul tractanda ac definienda sunt.Variis ergo modis occurrere potest casus excusationis, scilicet, cum evidentia et certitudine quod tunc malum sit et iniquum servare legem. Secundo cum simili certitudine quod lex non obliget, licet servari possit sine peccato. Potest autem contingere ut hoc secundum non sit aeque certum, sed tantum probabile vel etiam dubium. Tertio potest esse casus tantum probabilis in utroque. Quarto dubius in utroque. Quinto potest esse certum in observatione legis nullum esse peccatum, excusationem autem eius esse tantum probabilem aut dubiam. Primo ergo dicendum est quando certo constet materiam legis ex accidenti eventu vel circumstantia factam esse iniquam seu contrariam alteri praecepto aut virtuti magis obliganti, tunc cessare obligationem legis et propria auctoritate posset omitti sine recursu ad principem. Sumitur ex divo Thoma (dicta q. 120, a. 1 ad 3377) dicente: In manifestis non est opus interpretatione sed excusatione. Idem fere habet dicta questio 96, articulus 6 ad 2378, ubi etiam Caietanus et omnes. Et ratio est, quia ibi superioris auctoritas nullum effectum habere potest, nam etiamsi post recursum ad illum vellet ut379 subditus legem servaret, non posset illi oboedire, quia oboediendum est Deo magis quam hominibus. Ergo impertinens est in eo casu licentiam postulare. Dices: interdum propter bonum ordinem servandum necessaria est licentia petita, etiamsi non sit necessaria obtenta; ergo saltem ob hanc causam erit consulendus princeps in huiusmodi casu, quando periculum non imminet et datur locus ac tempus ad id praestandum. Respondeo ex communi sententia etiam hoc non esse necessarium in tali casu, quia nulla est lex quae obliget ad illam facultatem petendam, nec ex natura rei est necessaria, quia subordinatio subditi ad legislatorem per se illam non postulat. Si autem in aliquo casu publico id iudicetur necessarium ad vitandum scandalum, vel propter aliam similem causam, id est accidentarium. 377 Thomas de Aquino, II II 120, 1 ad 3: Ad tertium dicendum quod interpretatio locum habet in dubiis, in quibus non licet, absque determinatione principis, a verbis legis recedere. Sed in manifestis non est opus interpretatione, sed executione. En las ediciones se lee: …sed excusatione. 378 Thomas de Aquino, I II, 96, 6, ad 2: Ad secundum dicendum quod ille qui sequitur intentionem legislatoris non interpretatur simpliciter; sed in casu in quo manifestum est, per evidentiam nocumenti, legislatorem aluid intendisse. Si enim dubium sit, debet vel secundum verba legis agere, vel superiores consulere. 379 En las ediciones se lee: et.
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CAPÍTULO VIII Cómo debe constar la excusa que se presente para que sea lícito, sin recurrir al superior, hacer uso de la epiqueya y no observar la ley 1. Si la ley, por alguna circunstancia, es injusta, cesa la obligación sin recurrir al superior. Todo esto se exige en la última razón para dudar, expuesta en el capítulo V; y son cosas que guardan relación entre sí y por eso se han de han de tratar y aclarar al mismo tiempo. Así pues, de varias maneras puede darse el caso de excusa; a saber, con evidencia y certeza de que cumplir la ley es en ese caso algo malo e injusto. En segundo lugar, con una certeza semejante de que la ley no obliga, aunque pueda observarse sin pecar. Pero puede suceder que esto segundo no sea igualmente cierto, sino sólo probable o dudoso. En tercer lugar, puede darse solamente probabilidad en ambos casos En cuarto lugar, puede darse duda en ambos casos. En quinto lugar, puede ser cierto que no haya pecado alguno en la observancia de la ley, pero que la excusa de ella sea sólo probable o dudosa. Hay que decir, por tanto, en primer lugar que cuando consta con certeza que la materia de la ley, por cualquier circunstancia o eventualidad, se ha convertido en injusta o contraria a otro precepto o a una virtud que obliga a más, entonces cesa la obligación de la ley y se la puede dejar de lado por propia voluntad, sin necesidad de recurrir al superior. Es la opinión de Santo Tomás, cuando dice en la cuestión 120: En las cuestiones claras no se necesita interpretación sino ejecución. Casi lo mismo dice en la citada cuestión 96, al igual que Cayetano y demás intérpretes Y esta es la razón: Cuando eso se da, la autoridad del superior no puede tener efecto alguno. En efecto, aunque después del recurso a él quisiera que el súbdito observara la ley, no podría obedecerle, porque antes hay que obedecer a Dios que a los hombres. Luego entonces no viene al caso pedir licencia. Dirás: A veces, para guardar el orden debido, es preciso haber solicitado la licencia, aunque una vez obtenida no se necesite. Luego al menos por esta causa en un caso así se ha de consultar al superior, cuando no amenaza ningún peligro y hay lugar y tiempo para hacerlo. Respuesta: Según la opinión general, tampoco en ese caso es esto necesario, porque no hay ninguna ley que obligue a pedir ese permiso ni tampoco lo reclama la naturaleza de la cosa, ya que no lo exige de suyo la subordinación del súbdito al superior. Pero si en algún caso público se juzga ello necesario para evitar escándalo o por otra razón semejante, eso es accidental.
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2. Certitudo legis non obligantis tollit recursum ad principem. Secundo dicendum est quando certo constat legem non obligare, etiamsi possit sine peccato servari, subditus propria auctoritate potest illam non servare. Probatur eadem ratione, et ita doctores de his duobus casibus indistincte loquuntur, solum ergo illos distinguo ut notem differentiam, quia in priori casu, non solum potest subditus sed etiam tenetur legem non servare, sive petat licentiam a superiore sive non petat; at vero in hoc posteriori casu, licet possit agere contra verba legis, ad hoc non obligatur quando certus est in obsernantia legis non committi peccatum, at si de hoc dubitet pro ratione dubii iudicandum erit. Nam si dubium sit tantum formidinis, et probabiliter iudicet non esse peccatum conformari verbis legis, libere poterit id facere si velit, quia iudicium probabile tollit practice dubium. Si autem dubium sit proprium et negativum, tenebitur subditus partem securiorem sequi et abstinere ab opere, licet videatur conforme verbis legis quia tunc nullum habet principium quo expellat practicum dubium, quia tunc ille est certus se non peccare non observando legem, cum supponatur esse certus quod illa non obliget. Ergo tenetur illam viam certam sequi et relinquere dubiam. Patet consequentia, quia tunc nec iuvari potest auctoritate legis seu superioris ad deponendam conscientiam dubiam, quia iam illi certo constat legem non comprehendisse opus illud de quo est dubium, ut supponitur, nec etiam potest iuvari iudicio probabili, quia nullum habet, ut etiam supponitur. Ergo nullo modo licet operari cum tali dubio, quod necessario esse debet practicum. 3. Iudicium probabile tollit recursum ad principem. Tercio dicendum est: qui probabiliter iudicat legem non comprehendere casum illum, secure potest excusari ab obligatione legis, etiamsi formidet vel utriusque habeat rationes probabiles dubitandi. Ita tenent Caietanus et Soto supra380, et Medina et alii moderni in dicto articulo 6. Sumitur ex Sylvestre (verbo Papa, q. 16, in fine381), saltem iuxta distinctionem infra dandam. Idem Corduba, Enrique, et Sancius, infra referendi, et idem sentit Navarrus (in Summa prael. 9, n. 16, et c. 23, n. 43382) dicens excusari a peccato mortali qui transgreditur legem humanam bona fide et ex iusta causa, illam vero esse causam iustam ob quam legislator, si adesset, eum pro excusato haberet. Utrumque autem concurrit in praesenti, ut constat; unde fundamentum assertionis est, quia licet sequi iudicium probabile, conscientiam dubiam practice deponendo.
380 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 304; Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 72, § Quod si, 79 et 238, § Ad secundum. 381 Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, f. 176v, § Quintum. 382 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 70 et 681.
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2. La certeza de que una ley no obliga, elimina el recurso al superior. Hay que decir, en segundo lugar, que cuando consta con certeza que la ley no obliga, por más que pueda cumplirse sin pecado, puede el súbdito por su propia voluntad no cumplirla. Se prueba por la misma razón y por eso los doctores hablan indistintamente de estos dos casos. Por lo tanto, yo los distingo solamente para hacer notar la diferencia: En el primer caso el súbdito no sólo puede sino además está obligado a no cumplirla, pida o no licencia al superior. En cambio, en este segundo caso, aunque pueda obrar en contra de las palabras de la ley, no está obligado a ello cuando tiene la certeza de que no se comete pecado observando la ley. Y si duda de esto, habrá que examinar la razón de la duda: Si es sólo una duda de temor y juzga probablemente que no es pecado adaptarse a las palabras de la ley, podrá con libertad hacerlo si quiere, porque el juicio probable elimina en la práctica la duda. Pero si la duda es auténtica y de consecuencias negativas, el súbdito estará obligado a seguir la parte más segura y dejar de obrar, aunque ello parezca conforme a las palabras de la ley, ya que entonces no cuenta con principio alguno para eliminar la duda práctica. Entonces, efectivamente, él tiene la certeza de que no peca por no cumplir la ley, en el supuesto de que tiene la certeza de que ella no obliga. Luego está obligado a seguir ese camino cierto y abandonar el dudoso. La consecuencia es evidente: Entonces no puede ayudarse de la autoridad de la ley o del superior para dejar de lado la duda de su conciencia, porque le consta ya con certeza que la ley no abarca esa obra de la que tiene duda, como se da por supuesto; ni tampoco puede ayudarse del juicio probable, porque no lo tiene, como también doy por supuesto. Luego de ninguna manera le es lícito obrar con esa duda, que necesariamente ha de ser práctica. 3. El juicio probable elimina el recurso al superior. Hay que decir, en tercer lugar, que quien juzga probablemente que la ley no abarca ese caso, puede con seguridad excusarse de la obligación de la ley, aunque tema o tenga razones en ambos sentidos para dudar. Esto sostiene Cayetano, Domingo de Soto, Luis de Molina y otros autores modernos en el citado artículo VI. Lo toman de Silvestre Prierio, al menos según la distinción que más abajo haremos. Lo mismo opinan Antonio de Córdoba, Enrique y Tomás Sánchez, a los que citaremos más abajo, así como Martín de Azpilcueta al decir que queda excusado de pecado mortal quien transgrede de buena fe y por justa causa una ley humana; pero causa justa es aquella por la cual el legislador, si estuviera presente, le tendría por excusado. Pues bien, ambas cosas se dan en el caso presente, como es evidente. Por consiguiente, el fundamento de la tesis es que es lícito seguir un juicio probable deponiendo en la práctica la duda de su conciencia.
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4. Duplex modus epiikiae servandus. Hanc vero assertionem limitant Caietanus et Soto (supra383), ut locum habeat quando occasio est subita et urgens periculum, ita ut non detur tempus consulendi superiorem; alioqui dicunt in illo casu recurrendum esse ad superiorem. Et ita exponunt divum Thomam utentem illa distinctione, quia non potest in alio dubio verificari, ut statim dicemus. Haec vero doctrina aliquibus modernis non placet neque putant distinctionem illam D.Thomae, de casu in quo potest vel non potest conveniri superior, posse applicari ad casum formidolosum cum iudicio probabili, quia quod superior possit vel non possit conveniri nihil refert ad certitudinem iudicii de tali casu, an sub lege comprehendatur necne. Ideoque distinguunt duos modos epiikiae supra tactos, scilicet, vel excipiendo casum a potestate legislatoris vel a sola voluntate. Et in priori dicunt posse subditum ex probabili iudicio quod talis casus non comprehendatur sub potestate legis excusari a legis observatione, nulla spectata interpretatione superioris, non solum in casu subito et urgente sed etiam in quolibet alio. Probatur, quia tunc non agitur de interpretanda superioris voluntate sed de potestate, quam non tenemur interpretari ex iudicio ipsius principis quando ipse illam non declaravit, sed ex principiis theologiae aut iuris. Et declaratur amplius, nam licet Pontifex possit suam potestatem declarare per clavem scientiae, nihilominus quamdiu illa non utitur non tenemur illum consulere de potestate sua, sed regulis doctrinalibus uti. Ergo etiam in particulari casu, qui a potestate legislatoris excipitur secundum aliquas doctrinas probabiles, non est necessarium ad interpretationem principis recurrere, etiamsi tempus detur, sed licitum erit probabili iudicio iuxta probabilem opinionem uti. Confirmatur, quia si subditus iudicat nunc verba legis non obligare, quia probabiliter iudicat esse peccatum in tali facto, tunc utrinque videtur esse periculum speculativum, vel faciendi contra hanc legem vel contra aliam. Ergo licitum est subdito servare aliam quam probabiliter iudicat esse graviorem et magis obligare, neque ad hoc indiget interpretationem superioris. Si vero iudicium probabile est superiorem excedere potestatem suam praecipiendo rem graviorem vel cum maiori periculo quam possit, tunc subditus probabiliter credit non potuisse ferri praeceptum pro tali casu, et alias suam libertatem possidet. Ergo potest ius suum anteferre et contra verba legis pro sua libertate operari absque alia interpretatione. 5. Secunda pars sententiae Caietani. At vero in altero modo epiikiae, in quo casus excipitur a sola voluntate et non a potestate legislatoris, ait haec opinio non solum esse recurrendum ad superiorem quando fieri potest in casu probabili, sed etiamsi casus sit morae impatiens nec 383 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 304; Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 72, § Quod si, 79 et 238, § Ad secundum.
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4. Delimitación de Cayetano y Soto. Hay que tener en cuenta la doble modalidad de la epiqueya. A esta tesis Cayetano y Domingo de Soto, arriba citados, le ponen el límite de que tenga lugar, cuando se da una circunstancia inesperada y un peligro inminente, de tal manera que no haya tiempo para consultar al superior. Y en este sentido interpretan a Santo Tomás al utilizar esta distinción, pues no puede verificarse en ninguna otra clase de duda, como diremos en seguida. Pero esta doctrina no agrada a algunos modernos y no creen que esa distinción de Santo Tomás del caso en que puede o no puede acudirse al superior pueda aplicarse con juicio probable al caso de temor, porque el hecho de que se pueda o no se pueda acudir al superior, no tiene ninguna importancia para la certeza de juicio sobre si tal caso está o no comprendido en la ley. Por eso distinguen los dos tipos de epiqueya que expusimos antes, a saber, el que exceptúa el caso del poder del legislador o el que lo exceptúa sólo de su voluntad. En cuanto al primero dicen que puede el súbdito quedar excusado de cumplir la ley, sin esperar la interpretación del superior, si hay juicio probable de que tal caso no cae bajo el poder de la ley; y eso no sólo en un caso repentino y urgente apremiante, sino también en cualesquiera otro. Prueba: No se trata entonces de interpretar la voluntad del superior sino su poder, el cual no estamos obligados a interpretar según el juicio del propio superior, cuando él mismo no lo dio a entender, sino según los principios teológicos o jurídicos. Me explico: Aunque el Pontífice puede dar a entender su poder mediante la llave de la ciencia, sin embargo, mientras no haga uso de ella, no estamos obligados a consultarle sobre su poder, sino a hacer uso de las normas doctrinales. Luego en un caso concreto, que queda exceptuado del poder del legislador según algunas teorías probables, tampoco es necesario recurrir a la interpretación del superior, aunque se le dé tiempo para ello, sino que será lícito echar mano de un juicio probable de acuerdo con una opinión probable. Confirmación: Si el súbdito juzga que ahora las palabras de la ley no obligan porque juzga con probabilidad que es pecado hacer tal cosa, entonces parece que se da un doble peligro especulativo, el de obrar en contra de esta ley o en contra de otra. Luego puede el súbdito cumplir la otra que juzga con probabilidad ser de más peso y y que obliga más. Y para ello no necesita la interpretación del superior. Pero si el juicio probable es que el superior va más allá de su poder mandando una cosa más seria o con mayor peligro que lo que puede, entonces el súbdito probablemente piensa que no podía darse el mandato a favor de ese caso y por otra parte él está en posesión de su propia voluntad. Luego puede dar preferencia a su derecho y obrar en contra de las palabras de la ley a favor de su libertad sin necesidad de otra interpretación. 5. Segunda parte de la opinión de Cayetano. Pero en la otra modalidad de la epiqueya en la que la excepción del caso se da por la sola voluntad y no por el poder del legislador, esta opinión dice que no sólo se ha de recurrir al superior cuando puede hacerse en un caso probable, sino
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det tempus recurrendi ad superiorem, non licere uti iudicio probabili ad non servandam legem sed omnino esse ad litteram servandam. Ratio est, quia tunc est certum nihil peccari servando legem; itemque est certum verba legis de se comprehendere casum illum et a legislatore comprehendi potuisse. Ergo quamdiu non constat certo legislatorem casum illum excipere voluisse, non licet a verbis legis recedere propter solum probabile iudicium. Probatur consequentia. Tum quia verba legis suam vim et auctoritatem habere debent, et quasi ius suum possident, et ideo praeferenda sunt; tum quia haec est tutior pars, quae semper praeferenda est; tum etiam quia tunc non peccat lex, etiamsi casum illum comprehendat; ergo non potest per epiikiam emendari; tum denique quia si haec licentia detur, infinita sequentur incommoda. Et ideo iurisperiti dicunt cum verba legis sunt clara non esse ab illis recedendum in casu dubio, ut patet ex Panormitano (in c. 1, De constitutionibus, n. 14384). Denique hic applicari potest illa ratio, quia in casu in quo potest conveniri superior, non licet uti illo probabili iudicio. Ergo nec tunc etiam quando non potest conveniri, quia quod possit vel non possit conveniri non facit ut sit magis certum iudicium. 6. Quando non potest conveniri superior, licet uti epikeia ex probabili iudicio. Nihilominus sententiam Caietani et Soto censeo esse practice certam quoad hanc partem, ut quando non potest conveniri superior liceat ex probabili sententia aut iudicio epiikia uti, sive casus excipi iudicetur a potestate legislatoris sive a sola voluntate. Ratio est, quia iudicium probabile in rebus moralibus sufficit ad prudenter operandum, praesertim ubi regula certa applicari non potest, ut ex materia de conscientia suppono. Item quia alius modus operandi est ultra humanam conditionem et prudentiam, cum omnis fere cognitio humana coniecturalis sit et praesertim in rebus agendis. Item quia imponeretur gravissimum onus hominibus si nunquam liceret eis uti epiikia ex iudicio probabili, quando non patet aditus ad superiorem. Quis enim auderet unquam excusari lege positiva propter necessitatem occurrentem, cum nemo sit tam certus de sufficientia causae, quin dubitet vel formidet? Item in his casibus non possent simplices sequi consilium hominis docti et pii, nec ipse posset tale consilium dare, quia nunquam fere ducitur nisi iudicio probabili. Constat autem contrarium esse in usu totius Ecclesiae et approbari ab omnibus doctoribus. Addo sine causa constitui in hoc differentiam inter epiikiam per exceptionem a potestate vel a voluntate, nam licet in hoc sit verum discrimen, quod in priori modo possit ordinarie esse maior certitudo quam in secundo, quia certius cognoscitur potestas, quae libera non est, quam voluntas, quae libera est, nihilominus stante
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Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 16va-vb.
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también que, si el caso no admite demora ni da tiempo para recurrir al superior, no es lícito echar mano del juicio probable para no cumplir la ley, sino que hay que cumplirla sin más a la letra. La razón es que entonces es cierto que no se peca cumpliendo la ley. Y así mismo es cierto que las palabras de la ley no alcanzan de suyo a ese caso y que el legislador pudo hacer que alcanzase. Luego en tanto no haya constancia cierta de que el legislador quiso exceptuar ese caso, no es lícito apartarse de las palabras de la ley por solo un juicio probable. Prueba de la consecuencia: En primer lugar, porque las palabras de la ley deben tener su propia fuerza y autoridad y están en posesión de su propio derecho, por así decir y por eso se han de preferir. En segundo lugar, porque esta es una posición más segura y siempre preferible. En tercer lugar, porque entonces la ley no peca aunque alcance a ese caso. Luego no se la puede corregir mediante epiqueya. Finalmente, porque si se da esta licencia, se seguirán infinitos inconvenientes. Por eso los juristas dicen que cuando las palabras de la ley son claras, no hay que apartarse de ellas en caso de duda. Así se expresa Nicolás de Tudeschis. Finalmente, se puede aplicar aquí la razón de que en el caso en que se puede recurrir al superior, no es lícito hacer uso de ese juicio probable. Luego tampoco cuando no puede recurrirse a él, porque el poder o no poder recurrir no da más certeza al juicio. 6. Cuando no puede acudirse al superior, es lícito, por un juicio probable, hacer uso de la epiqueya. No obstante, creo que la opinión de Cayetano y Domingo de Soto es cierta en la práctica en cuanto a esta parte, de suerte que cuando no puede acudirse al superior, es lícito, por una opinión o juicio probable, hacer uso de la epiqueya, si se juzga que la excepción del caso escapa sea al poder del legislador o a sola su voluntad. La razón es que en los asuntos morales es suficiente el juicio probable para obrar con prudencia, sobre todo cuando no puede aplicarse una norma fija, como supongo por el tratado sobre la conciencia. Así mismo, otra manera de obrar sobrepasa la condición y la prudencia humana, ya que casi todo conocimiento humano es conjetural, sobre todo en el ámbito de la práctica. Así mismo, se impondría a los hombres una carga pesadísima, si nunca les fuera lícito hacer uso de la epiqueya por un juicio probable, cuando no tiene acceso al superior. Pues ¿quién se atrevería jamás a darse por excusado de una ley positiva por una eventual necesidad, siendo así que nadie está tan cierto —sin sombra de duda o temor— de que sea suficiente la causa? Así mismo, en estos casos no podría la gente sencilla seguir el consejo de un hombre docto y piadoso ni él mismo podría dar tal consejo, porque casi nunca se conduce sino por juicios probables. Por otra parte, es evidente que la práctica de la Iglesia entera es la contraria y que esa práctica la aprueban todos los doctores. Añado que no hay razón para establecer en este punto una diferencia entre epiqueya por excepción respecto del poder o por excepción respecto de la voluntad. En efecto, verdad es que en este punto existe una diferencia: En la primera modalidad de ordinario puede haber una mayor certeza que en la segunda, ya que con más
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aequali incertitudine cum probabilitate in iudicio, eadem est ratio, saltem ubi certo constiterit legem posse servari sine peccato, quia tunc etiam verba legis retinent vim suam et fere applicari possunt aliae rationes in posteriori membro allatae. Maxime quia quoties epiikia non fundatur in iudicio certo, licet excipiat casum a potestate legislatoris, semper debet etiam inniti in coniecturata mente eiusdem legislatoris, quod scilicet noluerit talem casum comprehendere. Nam cum non est certum superiorem non posse hoc praecipere propter rei arduitatem aut inordinationem, si ipse superior nihilominus ex certa scientia id praecipiat, declarans se posse et iudicans in tali actu non esse inordinationem vel nimiam gravitatem, subditus tenetur oboedire dum non est certus, etiamsi probabiliter iudicet, quia praevalet ius superioris et subditus debet suum iudicium deponere, ut est communis doctrina et in praxi necessaria. Ergo in illo casu de epiikia non sufficit probabile iudicium de defectu potestatis, nisi accedat etiam iudicium quod superior in eo casu, sic dubio, noluerit obligare; ergo cum hoc tantum sit probabile non sufficit, vel certe, si sufficit iudicium probabile de potestatis et voluntatis defectu, sufficiet etiam iudicium probabile de defectu solius voluntatis. 7. Altera pars opinionis Caietani et Soto refellitur. Ultimo posset sufficienter confutari illa opinio quoad hanc partem, quia rationes eius non sufficiunt ad imponendum gravissimum onus, deberent enim convincere vel illud sufficientissime probare, maxime contra communem sententiam. Ad principale ergo fundamentum negatur consequentia. Ad primam probationem respondeo verba legis sine voluntate non habere vim nec auctoritatem ad obligandum; verba enim legis secundum se tantum sunt ad ostendendam voluntatem legislatoris tanquam signum expressum eius, non est tamen hoc signum tam certum quin possit ex circumstantiis limitari et extendi, ut supra visum est. Ergo quando ex circumstantiis occurrentibus probabiliter limitantur verba ut non comprehendant casum aliquem, iam ex vi verborum non est certum casum talem comprehendi sub lege, licet sit certum comprehendi sub significatione verborum legis. Unde cum dicitur verba legis quasi possidere ius obligandi, respondeo inde solum probari in casu omnino dubio, vel caeteris paribus praeferenda esse verba legis et secundum illa esse iudicandum de voluntate, non vero ubi est in contrarium iudicium probabile. Ad aliud autem de parte tutiori, respondeo satis esse sequi practice tutam, ut alibi dixi. Deinde dico magis cavendum esse ne recedatur a voluntate legislatoris quam a verbis eius, ut iura docent. Ad illud quod tunc non peccat lex, respondeo, licet non peccet praecipiendo malum vel nimis arduum, peccare posse plus
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certeza se conoce el poder que no es libre, que la voluntad que sí es libre. Esto no obstante, cuando se da igual incertidumbre con probabilidad en el juicio, la razón es la misma, al menos si consta con certeza que se puede cumplir la ley sin pecar, pues también entonces las palabras de la ley mantienen su fuerza; y casi se pueden aplicar las otras razones que hemos aducido en el último número. Sobre todo que, cuando la epiqueya no está fundada en juicio cierto, aunque de lo que exceptúe al caso sea del poder del legislador, tiene también que ir siempre apoyada en la presunta intención del mismo legislador, a saber, que no quiere abarcar ese caso. En efecto, como no es cierto que no pueda el superior mandar esto por lo dificultoso o improcedente del asunto, si no obstante el superior mismo lo ordena a ciencia cierta declarando que puede hacerlo y juzgando que tal acto no es improcedente o no es excesivamente gravoso, el súbdito está obligado a obedecer, en tanto no tenga certeza, aunque sí juicio probable. La razón es que prevalece el derecho del superior y el súbdito debe someter su juicio, como es doctrina común y necesaria en la práctica. Luego en ese caso de la epiqueya no basta el juicio probable sobre la falta de poder, a no ser que se añada también el juicio de que el superior no ha querido obligar en ese caso tan dudoso. Luego siendo esto solamente probable, no basta; o si ciertamente basta el juicio probable sobre la falta de poder y voluntad, bastará también el juicio probable sobre la falta de sola la voluntad. 7. Refutación de la segunda parte de Tomás de Vio y Soto. Finalmente, se podría refutar bien esa opinión en lo referente a esta parte diciendo que sus razones no bastan para imponer una carga tan pesada, pues deberían ser convincentes o probar con plena suficiencia, sobre todo yendo como van en contra de la opinión común. Así pues, en cuanto al argumento principal, niego la consecuencia. A la primera prueba respondo que las palabras de la ley, si no hay voluntad no tienen fuerza ni autoridad para obligar; pues las palabras de la ley en sí mismas sirven solamente para mostrar la voluntad del legislador como signo expreso de ella. Pero este signo no es tan cierto, que no pueda limitarse o ampliarse según las circunstancias, como vimos antes. Luego cuando por circunstancias ocasionales queda limitado el sentido probable de las palabras de manera que no alcancen a un caso determinado, ya no es cierto en virtud de las palabras que tal caso esté comprendido bajo el significado de las palabras de la ley. Por consiguiente, cuando se dice que las palabras de la ley poseen, por así decir, el derecho de obligar, respondo que por ahí sólo se prueba que en un caso del todo dudoso o en igualdad de circunstancias, se ha de dar preferencia a las palabras de la ley y de acuerdo con ellas se ha de juzgar de la voluntad, pero no allá donde hay un juicio probable en contra. En cuanto a lo segundo de la parte más segura, respondo que basta con seguir en la práctica la parte segura, como dije en otro lugar. Digo, además, que hay que tener más cuidado en no apartarse de la voluntad del legislador que de sus palabras, como enseñan los textos jurídicos. En cuanto a aquello de que entonces no peca la ley, respondo que, aunque no peque mandando una cosa mala o dura en exceso, puede pecar significando más de lo que el legislador querría y que esto se
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significando quam legislator voluerit, et hoc posse per epiikiam emendari. Neque hinc sequentur incommoda, si re vera iudicium probabile et prudens servetur; quod vero sequi possint per abusum impertinens est, multoque maiora sequentur si homines non possint in huiusmodi eventibus iudiciis probabilibus uti. Panormitanus autem et iuristae loquuntur de iudice qui tenetur secundum leges iudicare et inter partes iustitiam distribuere, et ideo debet sequi verba legis quando sunt clara, nisi in eodem iudicio possit sufficienter probari aliam fuisse voluntatem principis, nam tunc secundum illam posset iudicare. 8. Quando non est periculum in mora, quid faciendum? Maior mihi difficultas est circa aliam partem opinionis Caietani: quod stante iudicio probabili non liceat illo uti sine interpretatione vel consensu superioris, quando non est periculum in mora sed conveniri potest, quia in interpretanda etiam lege naturali utimur sententia probabili sine recursu ad Papam vel praelatos; ergo in legibus humanis potest etiam id fieri quoad particularem usum. Sic enim dicunt iuristae posse iudicem ad ferendam sententiam probabiliter interpretari legem in casu dubio, nec oportere ut ad superiorem recurrat, ut constat ex Bartholo (in l. 1, C. De legibus, n. 8 et 9385 et aliis ibi, et in c. 1 [Canonum], De constitutionibus386). Dices id esse verum quando agitur de interpretatione legis quoad sensum eius; sed contra, nam cur non erit idem quando aliter coniecturamus mentem seu voluntatem legislatoris? Vel cur potius erit necessarius recursus ad superiorem quando probabiliter constat de voluntate eius praeter eius verba, quam cum probabiliter tantum constat de sensu eius in ambigua significatione verborum? Denique in quolibet alio eventu licet uti in conscientia probabili sententia sine recursu ad superiorem, etiamsi ab illo posset expectari certius responsum. Ergo. 9. [Non est redendum a communi sententia.] Nihilominus in hoc etiam non est recedendum a communi sententia, quae videtur usu omnium piorum et prudentum confirmata. Et ad hoc suadendum valere possunt rationes factae in secundo membro praecedentis sententiae; et praeterea, quia inordinatum est uti coniecturis et propter illas solas relinquere verba legis, ubi potest certo constare de mente et voluntate legislatoris. Et ideo in omni epiikia solum probabili debet hic ordo servari. Et quamvis ordinarie magis necessarius sit in epiikia quae est de sola voluntate legislatoris quam in illa quae circa potestatem versatur, nihilominus in utraque servandus est iuxta materiae necessitatem vel probabilitatis gradum, quia, ut dixi, semper ibi miscetur coniectura de voluntate legislatoris.
Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis f. 33v. X 1.2.1.
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puede corregir mediante la epiqueya. Y no tienen por qué seguirse de aquí inconvenientes, si realmente se mantiene el juicio probable y prudente; el que puedan seguirse por abuso, no hace al caso, y mucho mayores se seguirán si en tales casos no pudiere la gente echar mano de los juicios probables. Nicolás de Tudeschis y los juristas hablan del juez que está obligado a juzgar y distribuir la justicia entre las partes de acuerdo con las leyes. Por eso debe atenerse a las palabras de la ley cuando son claras, a no ser que en el mismo juicio se pueda probar con garantía que fue otra la voluntad del superior; entonces, en efecto, sí podría juzgar conforme a ella. 8. Qué hacer cuando no existe peligro en la demora. La otra parte de la opinión de Cayetano es la que me resulta más difícil, a saber, que manteniéndose en pie el juicio probable no sea lícito hacer uso de él sin la interpretación o el consentimiento del superior, cuando no hay peligro de demora sino que puede acudirse a él. Razón: Incluso en la interpretación de la ley natural nos servimos de la opinión probable sin recurrir al Papa o a los prelados. Luego también en las leyes humanas se puede hacer esto en el ámbito de la práctica corriente. Así dicen los juristas que el juez, para dictar sentencia, en caso de duda puede interpretar la ley por la vía de la probabilidad y que no es preciso recurrir al superior, como consta por Bártolo de Saxoferrato y por otros. Se dirá que eso es verdad, cuando se trata de la interpretación de la ley en cuanto a su sentido. Pero no es así. En efecto, ¿por qué no va a ser lo mismo cuando hacemos otras conjeturas sobre la intención o la voluntad del legislador? ¿O por qué va a ser más necesario el recurso al superior cuando consta con probabilidad de su voluntad al margen de sus palabras, que cuando solamente consta con probabilidad del sentido que dio a sus palabras en un significado ambiguo? Finalmente, en cualquier otro acontecimiento es lícito en conciencia hacer uso de la opinión probable sin recurrir al superior, aunque pudiera esperarse de él una respuesta más cierta. 9. [Se ha de seguir la opinión común.] Sin embargo, tampoco en esto hemos de apartarnos de la opinión común que parece estar confirmada con la práctica de todos los hombres piadosos y prudentes. Y para persuadirnos de esto, pueden valer las razones que hemos aducido en la segunda parte de la opinión anterior. Además, no es correcto hacer uso de conjeturas y solamente en razón de ellas dar de lado las palabras de la ley allá donde puede constar con certeza la intención y voluntad del legislador. Por eso este procedimiento debe observarse en toda epiqueya que sea sólo probable. Y aunque de ordinario sea más necesario en la epiqueya que se refiere a sola la voluntad del legislador que en la que atañe a su poder, sin embargo en una y otra se ha de observar según la exigencia de la materia y el grado de probabilidad, pues, como he dicho, ahí va siempre mezclada la conjetura sobre la voluntad del legislador.
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Neque contra hoc obstat illa ratio quod iudicium non redditur certius ex hoc quod sit vel non sit recursus ad superiorem. Hoc enim est verum de certitudine speculativa, non vero de certitudine practica; nam cum potest consuli superior, cessat necessitas utendi iudicio probabili de voluntate eius, quod secus est quando est periculum in mora; et ideo tunc potest illud iudicium probabile ad praxim applicari ex principiis certis. Quod in necessitate uti possumus iudicio probabili ad evitandum aliquod gravamen vel ad convenientem observationem legum, ut in casu magis difficili et dubio, explicabitur in puncto sequenti. 10. In dubio non probabili ad superiorem recurrendum. Quarto dicendum est de casu dubio in quo iudicari non potest probabiliter an casus comprehendatur sub legis obligatione necne, in quo sententia communis est recurrendum esse ad superiorem, si fieri possit, vel, si non possit, servandam esse legem. Ita divus Thomas (dicta q. 120, a. 1 ad 3, et dicto a. 6, ad 2387). Idem Conradus, Caietanus et Medina388; et Soto supra389; Medina (Codice de poenitentia, Tractatu de ieiunio, cap. De his qui tenentur ad ieiunium390). Quae sententia per se evidens est in casu patiente moram ut consulatur princeps, nam si in casu tantum formidoloso et probabili hoc fieri debet, multo magis in casu dubio. Item tunc impossibile est operari cum conscientia certa practice, quia ex tali dubio nascitur practica dubitatio an tunc lex violetur necne agendo contra verba eius, et nullum est morale principium, quo possit practice deponi illa conscientia dubia inconsulto superiore quando ille potest consuli. Ergo nunquam licet cum illo dubio agere contra verba legis, quia operari cum conscientia practice dubia semper est malum. Denique tunc lex possidet suum ius et in aliis melior est conditio possidentis. Ergo. 11. Prima opinio. Secunda opinio. Difficultas vero est an idem sit dicendum in casu urgente in quo superior consuli non potest. Multi indistincte dicunt etiam tunc non licere uti epiikia, sed servandam esse legem et eius verba. Ita Caietanus (I II, q. 96, a. 6), qui ita interpretatur D. Thomam (ibi, ad 2391) indistincte loquentem392. Idem Soto (dicto a. 8393), Medina (dicto a. 6 ad finem, d. 3394) et alter Medina (supra395) et omnes moderni, et Sancius (lib. 2 De matrimonio, disp. 41, n. 37396). Thomas, II II, quaest. 120, art. 1 ad 3 et art. 6 ad 2. Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 304. 389 Dominicus Soto, De iustitia et iure pp. 72, § Quod si, 79 et 238, § Ad secundum. 390 Ioannes de Medina, Codex de poenitentia (Compluti 1544, f. 155v-157v). 391 Thomas, I II, quaest. 96, art. 6 ad 2. 392 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 304. 393 Dominicus Soto, De iustitia et iure lib. 1, q. 7, pp. 71-73. 394 Bartolomé de Medina, Expositio in Primam Secundae Angelici Doctoris divi Thomae Aquinatis quaest. 98, art. 6 (Venetiis 1580, p. 517). 395 Iohannes de Medina, Codex de poenitentia ff. 155v-157v. 396 Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus (Ventiis 1712, p. 187). 387 388
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Y no se opone a esto la razón de que no se vuelve más cierto el juicio por el hecho de que haya o no haya recurso al superior. Esto, en efecto, es verdad tratándose de la certeza especulativa, pero no de la certeza práctica. En efecto, cuando se puede consultar al superior, cesa la necesidad de echar mano de un juicio probable sobre su voluntad. Otra cosa es cuando esperar resulta peligroso. Entonces ese juicio probable puede llevarse a la práctica en base a los principios ciertos de que en caso de necesidad podemos hacer uso del juicio probable para evitar algún perjuicio o para la conveniente observancia de las leyes, como explicaremos en el punto siguiente a propósito de un caso más difícil y dudoso. 10. En la duda no probable hay que recurrir al superior. En cuarto lugar, hay que hablar del caso dudoso en el que no se puede juzgar con probabilidad si el caso cae o no bajo la obligación de la ley. En este caso la opinión común es que se ha de recurrir al superior, si es posible; y si no es posible, se ha de cumplir la ley. Así opina Santo Tomás, al igual que Conrado Summerhart, Tomás de Vio en el canon Remissionem párrafo Sed notandum del Decreto, Bartolomé de Medina, Domingo de Soto y Juan de Medina. Esta opinión es de suyo evidente en el caso que permite esperar a que se consulte al superior, pues si esto se debe hacer en caso de solo temor y probabilidad, con mucha más razón en caso de duda. Además, entonces es imposible obrar con conciencia cierta en la práctica, porque de esa duda brota la duda práctica de si entonces se viola o no la ley actuando en contra de las palabras de ella, y no hay principio moral alguno con el que se pueda en la práctica deponer esa conciencia dudosa, si no se consulta al superior cuando se le puede consultar. Luego nunca es lícito obrar con esa duda en contra de las palabras de la ley, porque obrar con conciencia dudosa en la práctica siempre es malo. Finalmente, entonces la ley está en posesión de su derecho, y en las otras cosas mejor es la condición del que posee. 11. Primera opinión. Segunda opinión. Pero la dificultad está en si se puede decir lo mismo en un caso urgente en el que no es posible consular al superior. Muchos dicen, sin hacer distinciones, que tampoco entonces es lícito hacer uso de la epiqueya, sino que se ha de cumplir la ley y sus palabras. Así Cayetano, que interpreta en ese sentido a Santo Tomás. Lo mismo sostienen Domingo de Soto, Bartolomé de Medina, el otro Medina [Juan de], todos los autores modernos y Tomás Sánchez.
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Ratio est, quia impotentia consulendi principem non potest in eo casu dare certitudinem practicam, cum dubitans nec iudicium probabile habeat de cessatione obligationis legis in illo casu. Item in casu dubio praesumptio est pro lege, quia verba eius per se sufficiunt ad obligationem, unde ad minimum se habet tanquam possidens in casu dubio, cuius melior est conditio. Ergo. Contrarium nihilominus tenet Sylvester (dicto verbo Papa, q. 16, dict. 2 in fine397); cum enim dixisset in dubiis interpretationem legis pertinere ad superiores, subdit: Quod limita, si commode possunt haberi, alias secus, ut cum in repentinis periculum est in mora398. Idem cum maiori extensione habet verbum Dispensatio (q. 4399). Sequitur Corduba (lib. 3, q. 13, ante regulam 1400), Henriquez (lib. 14 De irregularitate, c. 3, n. 3, lit. X401). Duci videntur ex illo vulgari principio: quod necessitas caret lege; hoc enim allegat Sylvester ex Gratiano (in § Sed notandum, post c. Remissionem, 1, q. 1402, et habetur in c. 2, De observatione ieiuniorum403). Illa autem videtur gravissima necessitas cum res sit dubia et non detur locus consulendi superiorem, nam videtur nimis grave obligare hominem propter solum dubium quando non est in potestate eius dubium expellere. Item qui dubitat de lege vel de voto non obligatur quando non potest expellere dubium; ergo neque qui dubitat an hic et nunc lex obliget. 12. Prior sententia cum moderamine approbatur. Doctores primae sententiae exponuntur. Mihi prior sententia vera videtur, adhibito moderamine. Dico ergo si dubium nascatur ex concurrentia legum quae pro eodem tempore simul impleri non possunt et homo dubitat quid facere debeat, tunc licite posse agere contra verba unius legis implendo eam, quam tunc, facta diligentia morali, iuxta personae et temporis capacitatem, bona fide iudicat esse graviorem et magis obligare; quia ille homo non debet esse perplexus nec necessario peccare, et faciendo quod in se est, satisfacit uni legi et aliam non transgreditur. Et hunc casum absque ullo dubio non excludunt priores auctores, sed ut tritum et vulgarem illum supponunt; unde loquuntur de casu in quo certo constat legem sine peccato impleri posse et dubium est de obligatione. Et tunc certitudo practica fundatur in illo principio, quod in dubio satisfacit quis eligendo partem tutiorem. Tunc etiam recte applicatur illud principium, quod necessitas caret lege. Deinde tunc non est epiikia voluntaria, ut sic dicam, sed necessaria, quia in eo casu non solum potest quis non servare legem positivam, sed etiam tenetur ut servet
Prierio Silvestre , Summa Sylvestrina v. Papa q. 16, dict. 2 in fine. Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, f. 176v. 399 Sylvester Prierio, Summa Sylvesrina pars prima, f. 148v. 400 Antonius de Córdoba, Opera libris quinque digesta lib. III. 401 Henríquez, Henricus, Theologiae moralis summa... lib. 14 De irregularitate cap. 3, n. 3, litt. X (Salmanticae 1593, p. 1291). 402 C.1 q.1 c.39. 403 X 3.46.1. 397 398
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La razón es que la imposibilidad de consultar al superior no puede dar en ese caso certeza práctica, pues el que está en duda ni siquiera tiene juicio probable de que en ese caso cesa la obligación de la ley. Así mismo, en caso de duda se da presunción a favor de la ley, porque sus palabras bastan de suyo para obligar. De ahí que en caso de duda la disposición es al menos como la de quien está en posesión, cuya situación es mejor. Lo contrario, sin embargo, sostiene Silvestre Prierio en la citada palabra Papa, pues después de haber dicho que en los casos dudosos la interpretación de la ley es cosa del superior, añade: Limítese esto a que se pueda hacer cómodamente; otra cosa muy distinta es cuando en circunstancias imprevistas hay peligro en la demora. Lo mismo dice con más amplitud en la palabra Dispensatio. Le siguen Antonio de Córdoba y Enrique Henríquez. Parecen guiarse de aquel principio común de que la necesidad carece de ley, puesto que es lo que alega Silvestre Prierio citando a Graciano. Ahora bien, necesidad gravísima parece darse, cuando la cosa es dudosa y no hay posibilidad de consultar al superior. Parece, efectivamente, duro en exceso obligar a una persona por la sola duda, cuando no está en su mano salir de la duda. Así mismo, quien duda de una ley o de un voto no está obligado, cuando no puede salir de la duda. Luego tampoco quien duda si obliga la ley aquí y ahora. 12. Aprobación con sus limitaciones de la primera opinión. Interpretación de los doctores de la primera opinión. La primera opinión a mí me parece verdadera, entendida con la debida moderación. Digo, por tanto, que si la duda tiene su origen en una coincidencia de leyes que no pueden cumplirse juntas al mismo tiempo y la persona duda de lo que debe hacer, entonces puede obrar lícitamente en contra de las palabras de una sola de las leyes cumpliendo aquella que entonces —puesta la debida diligencia según la capacidad de persona y tiempo— cree de buena fe que es más importante y obliga más. En efecto, esa persona no debe quedar perpleja ni verse forzada a pecar; haciendo lo que está en su mano cumple una de las leyes y no quebranta la otra. No cabe duda de que los primeros autores no excluyen este caso, sino que lo dan por supuesto como algo obvio y normal. Hablan, por tanto, del caso en que consta con certeza que puede cumplirse la ley sin pecar; la duda está en la obligación. Y entonces la certeza práctica se funda en el principio de que en caso de duda se cumple eligiendo la parte más segura. También entonces se aplica legítimamente el principio de que la necesidad no tiene ley. Además, entonces la epiqueya no es voluntaria, por así decir, sino necesaria, pues en ese caso no sólo se puede no cumplir una ley positiva, sino que hay también obligación de cumplir
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aliam naturalem, quam reputat graviorem. Unde etiam recte potest in eo casu proferri iudicium positivum, non solum probabile sed etiam certum, in eo casu legem positivam non ligare, quamquam haec certitudo magis sit practica quam speculativa. 13. Doctores secundae sententiae quomodo intelligendi. At vero quando ex alia parte non est periculum peccati et subdito constat posse sine peccato servare verba legis, nullo modo potest in casu dubio de obligatione agere contra legem, quia manifeste se exponeret periculo peccandi transgrediendo legem, de qua iudicium probabile formare non potest quod cessaverit obligare, ut plane ostendunt rationes prioris opinionis. Et fortasse auctores secundo loco allegati non loquuntur de hoc dubio, sed de dubio formidinis, iuxta dicta in praecedenti puncto. Nec tunc allegari potest necessitas sufficiens, quia illa non est necessitas vitandi aliud peccatum, ut supponitur. Nulla autem alia potest esse sufficiens ad non servandam legem, nisi etiam sufficiens sit ad probabiliter iudicandum legislatorem in tali necessitate, vel non potuisse vel noluisse obligare, nam si tantum sufficit ad dubitandum, profecto et parva est necessitas et maior est necessitas servandi legem, vitando periculum peccati et quasi conservando illam in possessione sua. Nec est simile quando dubitatur de tota lege an sit lata necne, quia tunc lex nondum posidet, sicut in simili dixi de voto (lib. 4, De voto, cap. 5 et 6404). 14. [Respondetur ad secundam rationem dubitandi.] Atque ex his tandem responsum est ad secundam rationem dubitandi capite quinto positam, nam lex 1 (C, De legibus405) intelligitur primo de interpretatione in authentica, quae vim habeat obligandi et necessitatem inducat ita intelligendi legem; ita Bartholus (ibi, n. 8406), et sentit Baldus (in l. Cum de novo, eodem407). Secundo etiam intelligitur de interpretatione in casu dubio, in quo subditus non potest restringere legem contra verba eius, ut dictum est; et ita exponit Panormitanus (c. 1 De constitutionibus, n. 14408) et insinuat Baldus (in l. 2, C, De legibus, n. 2409), et sumitur ex lege Cum de novo, C, eodem410), ubi id notat Cynus411. Glossae vero et auctores relati ibidem in tertia obiectione ad verum sensum facile trahi
404 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto, tract. VI, De voto, quaest. 88, art. 3 (Conimbricae 1609, pp. 1019-1029; Vivès 14, pp. 935944). 405 C 1. 14. 1. 406 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Codicis f. 33v. 407 Baldus de Ubaldis, Commentaria in primum, secundum et tertium Codicis libros (Lugduni 1585, f. 75r-v.). 408 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 16vb. 409 Baldus de Ubaldis, Commentaria in primum Codicis ff. 68v-69r. 410 C 1. 14. 11. 411 Cynus de Pistorio, In Codicem f. 28v, nn. 1-2.
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la otra ley natural que juzga más importante. Por tanto, también en ese caso se puede legítimamente proferir un juicio positivo no sólo probable, sino también cierto de que en ese caso la ley positiva no obliga, aunque esta certeza sea más práctica que especulativa. 13. Cómo se han de entender los doctores de la segunda opinión. Pero cuando por otro lado no hay peligro de pecado y al súbdito le consta que puede cumplir sin pecado las palabras de la ley, de ninguna manera puede, cuando duda de la obligación, obrar en contra de la ley, porque se expondría manifiestamente al peligro de pecar transgrediendo una ley de la cual no puede formar juicio probable de que ha cesado de obligar, como demuestran bien los argumentos de la primera opinión. Quizás los autores aludidos en el segundo lugar no hablan de esta duda, sino de la duda del temor, según lo dicho en el punto anterior. Ni tampoco entonces puede alegarse que se da una necesidad suficiente, pues no hablamos de la necesidad de evitar otro pecado, como doy por supuesto. Ahora bien, ninguna otra necesidad puede ser suficiente para no cumplir la ley, si no es también suficiente para juzgar con probabilidad que en tal necesidad el legislador o no pudo o no quiso obligar. En efecto, si solamente es suficiente para dudar, ciertamente la necesidad es pequeña y mayor es la necesidad de cumplir la ley evitando el peligro de pecado y conservándola como algo propio, por así decir. Y no es lo mismo, cuando se duda de la ley entera, a saber, si ha sido dictada o no, porque entonces la ley aún no está en posesión, como dije en un caso semejante acerca del voto. 14. [Respuesta a la segunda razón para dudar.] Con esto queda respondida la segunda razón para dudar que se puso en el capítulo V. En efecto, la ley Cum de novo del Código se entiende en primer lugar de la interpretación auténtica que tenga fuerza para obligar e implique necesidad de entender de ese modo la ley. Así lo entienden Bártolo de Saxoferrato y Baldo de Ubaldis. En segundo lugar, se entiende también de la interpretación en el caso dudoso en que el súbdito no podrá limitar la ley en contra de las palabras de ella, como hemos dicho. Y tal es la interpretación de Nicolás de Tudeschis; también lo insinúa Baldo de Ubaldis y se toma de la ley Cum de novo, en donde lo hace notar Cyno. En cuanto a las Glosas y a los autores que se han aducido a propósito de ellas en la tercera objeción, fácilmente se pueden entender en su verdadero sentido. En efecto, la primera Glosa habla del caso en que la razón de la ley cesa solamente de una manera negativa pero no contraria. En cambio, la otra Glosa hay
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possunt, nam prima glossa loquitur quando ratio legis negative tantum cessat et non contrarie412. Altera vero glossa intelligenda est in casu dubio, in quo non licet aequitatem sequi contra ius scriptum inconsulto principe, nisi ipsamet aequitas scripta sit413, ut dicitur in lege Placuit (C, De iudiciis414) iuxta vulgatam lectionem eius. Et in eodem sensu videntur loquuti auctores in eadem obiectione allegati.
Codicis domini Iustiniani p. 95. Codicis domini Iustiniani pp. 99-100. 414 C 3.1.8. 412 413
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que entenderla del caso dudoso en el que no es lícito echar mano de la equidad en contra del derecho escrito sin consultar al superior, a no ser que la equidad misma aparezca escrita, como se dice en la ley Placuit, según una lectura corriente de ella. Y en el mismo sentido parece que hablaron los autores que se han aducido en la misma objeción.
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CAPUT IX Utrum aliquando lex tota per se ipsam cesset, causa eius cessante 1. Lex de se perpetua est et pro communitate fertur. Cum lex sit de se perpetua et pro communitate feratur, manifestum est non posse cessare ex defectu causae efficientis; non enim finitur per mortem ferentis vel successoris, ut ex dictis in libro 1 constat415, et consequenter nec per solam temporis successionem tollitur, quia indefinite constitui debet. Quod si aliquando potest ad certum tempus ferri, illud extraordinarium est, et tunc in suamet constitutione habet talis lex quasi annexam revocationem pro tali tempore, quae pertinet ad alium modum ablationis legis infra tractandum. Praeterea non cessat lex ex defectu eorum pro quibus fertur, nam communitas civitatis aut populi de se perpetua est, nam per continuam successionem conservatur, et licet civitas vel populus omnino deleri possit, id rarum est et non habet moralem considerationem. Igitur solum potest lex cessare per mutationem obiecti circa quod versatur, quae, physice loquendo, potest multipliciter contingere; tamen in praesenti solum oportet considerare mutationem in materia legis quoad rationem propriam, ob quam sub obligationem legis constituitur, nam si illa perseverat non cessabit lex ex illo capite ac subinde simpliciter non cessabit nisi revocetur, quia non habet aliam causam mutabilem a qua in sua conservatione pendeat, ut declaratum est. Si autem in obiecto sub ea ratione spectato fiat mutatio, undecumque illa mutatio proveniat, eadem est quaestio an ex vi talis mutationis in materia legis desinat ipsa lex; idem enim est quaerere an, cessante omnino et totaliter ratione vel fine legis, cesset etiam lex, ita ut omnino extinguatur et de medio tollatur. Dico autem cessante omnino et totaliter ratione legis, quia iam hic non consideratur cessatio in uno vel alio actu, nec alia similis mutatio partialis, quae solum contingit in una occasione vel in aliqua parte materiae legis pro aliquo tempore, nam de hac partiali mutatione satis dictum est in capite praecedenti, quamvis aliter possit in praesenti considerari partialis mutatio, vel perpetua in aliqua notabili parte materiae legis, vel temporalis in tota materia, de quibus in fine dicam. 2. Cessatio potest esse contraria aut negativa. Altera vero distinctio tradita capite praecedenti de duplici cessatione rationis vel finis legis, scilicet, contraria et negativa, hic etiam valde necessaria est; tum ut videamus an utraque locum habeat respectu integrae legis, tum ut explicemus per quam illarum desinat esse lex. Tunc ergo dicitur mutari contrarie obiectum
415
Cfr. lib. I, cap. XX, nn. 1-2 (CHP 12, 1972, pp. 165-168).
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CAPÍTULO IX Si cesa alguna vez toda la ley por sí misma, al cesar su causa 1. La ley es de suyo perpetua y se dicta a favor de la comunidad. Como la ley es de suyo perpetua y se dicta para la comunidad, es manifiesto que no puede cesar porque falte su causa eficiente, pues no termina con la muerte del legislador o de su sucesor, como consta por lo dicho en el libro I; y consecuentemente tampoco desaparece por el simple paso del tiempo, porque se la debe establecer por tiempo indefinido. Y si eventualmente se la puede limitar a un tiempo determinado, eso es fuera de lo común; y entonces en su misma constitución lleva dicha ley aneja, por así decir, una revocación temporal, la cual pertenece a otra modalidad de abolir la ley, que estudiaremos después. Además, la ley no cesa por falta de aquellos para quienes se da. En efecto, la comunidad del estado o del pueblo es de suyo perpetua, porque se mantiene por una sucesión continuada; y aunque pueda borrarse totalmente un estado o un pueblo, eso rara vez ocurre y no merece tenerse en cuenta. Por consiguiente, la ley sólo puede cesar por un cambio del objeto sobre el que versa. Y este cambio, en su sentido físico, puede acaecer de múltiples maneras. De momento, sin embargo, sólo es preciso considerar el cambio en la materia de la ley en cuanto a la razón específica por la que se establece que la ley obligue. En efecto, si esa razón persiste, no cesará la ley por ese capítulo y por tanto sencillamente no cesará, a no ser que sea revocada, pues no tiene ninguna otra causa mudable de la que dependa en su conservación, como hemos explicado. Pero si ese cambio se da en el objeto considerado bajo esa razón, cualquiera que sea el origen de ese cambio, el problema es el mismo, es decir, si en virtud de tal cambio en la materia de la ley, deja de existir la ley misma, pues eso es lo mismo que preguntar si al cesar total y absolutamente la razón o el fin de la ley, cesa también la ley de tal manera, que desaparezca del todo y se quite de en medio. Pues bien, digo al cesar total y absolutamente la razón de la ley, porque aquí ya no se considera el cese en uno u otro acto ni otro cambio parcial semejante que sólo acontece en una ocasión o en alguna parte de la materia de la ley por algún tiempo, pues de este cambio parcial ya hemos hablado bastante en el capítulo anterior; por más que en este momento pueda considerarse desde otro punto de vista el cambio parcial, sea perpetuo en una parte notable de la materia de la ley o temporal en toda la materia. De ello hablaré al final. 2. El cese puede ser contrario o negativo. La otra distinción expuesta en el capítulo anterior sobre el doble cese de la razón o fin de la ley, a saber, el contrario y el negativo, también aquí es muy necesaria; tanto para ver si ambos tienen lugar respecto de toda la ley como para explicar por cuál de ellos deja de existir la ley. Se dice que el objeto de la ley se cambia
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legis quando propter mutationem materiae vel rerum seu circumstantiarum fit, ut sit iniustum vel quocumque modo turpe servare legem, vel si fiat impossibile aut saltem ita difficile et arduum ut moraliter iudicetur impossibile respectu totius communitatis, vel denique si fiat prorsus inutile et vanum respectu boni communis. Mutatio autem negativa erit si in tota materia legis iam non inveniatur ratio ob quam lex posita fuit; licet, ea sublata, adhuc materia per se mala non sit nec impossibilis nec inutilis aut iniusta. 3. Mutatio contrarie legis vigorem extinguit. Quando ergo mutatio fit contrarie in tota materia legis, nulla est difficultas nec controversia; omnes enim fatentur tunc legem ipso facto cessare, quia eo ipso incipit non esse iusta. Ergo incipit non esse lex, quia, ut saepe ex Augustino diximus416, lex iniusta non est lex. Antecedens patet, quia lex de re iniqua, impossibili vel non conferente aliquid ad bonum commune, est iniusta et nulla, ut ex dictis in libro 1 constat417. Sed per mutationem contrariam in obiecto factam res praecepta incipit esse iniqua, impossibilis vel inutilis, ut explicatum est. Ergo si lex ulterius duraret, iam esset de re iniqua ac subinde ipsa esset iniqua aut esset de re impossibili vel inutili, et consequenter ipsa esset iniusta. Unde fit in huiusmodi eventu non esse necessarium ut princeps illam revocet, ut licite possit non servari, neque etiam ut consuetudine tollatur, nam priusquam consuetudo introducatur iuste incipiet non observari; et ideo dixi ipso facto cessare. Hoc autem per se notum est quando incipit esse iniqua ipsa observatio legis, quia repugnat durare obligationem ad aliquid iniquum faciendum. Idem autem est si fiat impossibilis, quia ad impossibile nemo obligatur, et respectu communitatis sufficit quod sit impossibilitas moralis; ergo cessabit tunc lex ipso facto respectu communitatis, ergo etiam respectu singulorum. Eademque ratio est si fiat materia inutilis et vana respectu boni communis, nam eo ipso fit incapax obligationis legis respectu communitatis, et consequenter etiam respectu singulorum. Oportebit autem ut talis mutatio universaliter facta in tota materia legis manifesta sit et evidens, nam in dubio semper lex retinet ius et quasi possessionem suam, semperque pro illius iustitia praesumitur; praesertim quia, quando mutatio non est evidens et manifeste nota omnibus, signum est non esse tantam nec tam universalem; et ideo hic non videntur necessariae aliae distinctiones de maiori vel minori dubio, sed simpliciter exigenda est notitia certa; satis vero erit quod ex publica et constanti populi opinione consurgat.
416 417
Cfr. lib. I, cap. I, n. 6 (CHP 11, p. 15). Cfr. lib. I, cap. VI, nn. 3-5 (CHP 11, pp. 104-108).
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de una manera contraria, cuando por el cambio de la materia o de las cosas o circunstancias resulta que es injusto o malo cumplir la ley de la forma que sea, o si resulta imposible o al menos tan difícil y arduo, que se tenga por moralmente imposible respecto de toda la comunidad; o finalmente si resulta del todo inútil y vano respecto del bien común. El cambio será negativo, si no se encuentra ya en toda la materia de la ley la razón por la que se dio la ley, aunque, desaparecida la razón, todavía la materia no sea de suyo mala ni imposible ni inútil ni injusta. 3. El cambio de la ley de modo contrario extingue su fuerza. Por tanto, cuando el cambio se da en toda la materia de la ley, de una manera contraria, no hay ninguna dificultad ni controversia, pues todos reconocen que entonces la ley cesa ipso facto, ya que en ese mismo instante empieza a no ser justa. Luego empieza a no ser ley, porque, como muchas veces hemos dicho siguiendo a San Agustín, una ley injusta no es ley. El antecedente es manifiesto, porque una ley cuyo objeto es injusto, imposible o que en nada contribuye al bien común, es injusta y nula, como consta por lo dicho en el libro I. Ahora bien, por el cambio contrario realizado en el objeto lo mandado empieza a ser injusto, imposible o inútil, como hemos explicado. Luego si la ley perdurase más tiempo, sería ya de una cosa inicua y por tanto ella misma sería inicua o sería de una cosa imposible o inútil y en consecuencia ella misma sería injusta. De aquí se deduce que en un caso como este no es necesario que el superior la revoque para que pueda dejarse lícitamente de observar ni tampoco que desaparezca por la costumbre, pues antes de introducirse la costumbre, comenzará con justicia a dejarse de observar . Por eso he dicho que cesa ipso facto. Esto es claro por sí mismo cuando la observancia misma de la ley empieza a ser injusta, pues es una contradicción que perdure la obligación a hacer algo injusto. Lo mismo sucede si resulta imposible, porque nadie está obligado a lo imposible, y con respecto a la comunidad, basta con que la imposibilidad sea moral. Luego con respecto a la comunidad cesará entonces la ley ipso facto. Luego también con respecto a los particulares. Y la misma razón se da si la materia resulta inútil y vana con respecto al bien común, pues resulta incapaz sin más para que la ley obligue con respecto a la comunidad y en consecuencia también con respecto a los particulares. Pero será preciso que ese cambio realizado de modo universal en la materia toda de la ley sea manifiesto y evidente. Razón: En caso de duda la ley retiene siempre su derecho y su propiedad, por así decir, y la presunción es siempre a favor de la justicia de la ley. Sobre todo porque cuando el cambio no es evidente y claramente conocido de todos, es señal de que no es tan grande ni tan universal, y por tanto en ese caso no parecen necesarias las otras distinciones entre duda mayor o menor, sino que se ha de exigir sin más un conocimiento cierto; bastará, eso sí, que surja de la opinión pública y constante del pueblo.
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4. [Difficultatis solutio.] Solum ergo superest nonnulla difficultas quando ratio legis tantum negative cessat. Generaliter videtur enim id satis non esse ut tota lex cesset. Primo, quia eadem videtur esse ratio et proportio totius ad totum quae partis ad partem, sed cessante illo modo ratione legis in particulari non cessat obligatio legis; ergo nec cessante in generali tota lex perit. Secundo, quia cessante negative ratione legis, non constat statim cessare voluntatem principis; ergo non est necesse statim cessare legem. Patet consequentia, quia lex a voluntate principis habet suam efficacitatem ad obligandum. Antecedens autem supra probatum est, quia voluntas potest vel a principio pluribus rationibus moveri, et princeps potest praecipuam vel notiorem exprimere et non omnes, vel certe potest voluntas in principio una ratione moveri et deinde alia continuari, ut supra de tributis dicebamus. Tertio, quando ratio vel finis tantum negative desinit, adhuc potest lex sine peccato servari; ergo servanda est ex eadem obligatione donec revocetur. Antecedens ex declaratione terminorum supponitur. Consequentia vero probatur, quia tunc nullum est periculum in observatione legis, et potest esse magnum in illius transgressione; tum quia non potest esse statim certum voluntatem principis cessasse, tum quia possunt sequi magna moralia incommoda, si tanta licentia populo tribuatur. Denique pro hac sententia referri possunt auctores dicentes legem non cessare licet eius ratio cesset, quos in principio capitis praecedentis retuli. 5. Cessante ratione legis quando cessat lex. Nihilominus communis consensus est cessante ratione legis generaliter seu frequentius in tota communitate, legem cessare. Ita censent in primis omnes qui affirmant cessante ratione legis in particulari, etiam negative tantum, cessare in illo particulari obligationem legis, nam a fortiori coguntur id dicere in universali; et ita possunt pro hac sententia allegari Panormitanus (in c. Quia plerique, De immunitate ecclesiarum418), ubi idem plane sentiunt Innocentius, Antonius419 et alii capite praecedente allegati. Clarius vero hoc docent Ledesma (2 p. 4, q. 17, a. 2, dub. 3 ad 4, et q. 18 a dub. 12 post secundam conclusionem, et dub. 14 post 3 concl.420), Covarrubias (in Quartum, 2 p., cap. 6, § 9, n. 8, et in c. Cum esses, De testamentis, n. 8421), ubi refert Fortunium (De ultimo fine, illat. 15 et 16422). Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium f. 243v, n. 38. Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium f. 461v, n. 6. Antonius de Butrio, Super secundo libro Decretalium (Venetiis 1503, f. 112v). 420 Martinus de Ledesma, Secunda quartae (Conimbricae 1560, ff. 198vb-199vb, 227va-228vb, 230ra-231 vb). 421 Didacus de Covarrubias, In quartum librum Decretalium 2 p., cap.6, § 9, n. 8 et c. Cum esses, De testamentis n. 8 (Genevae 1721). 422 Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretalium p. 223 et In titulo De testamentis interpretatio (Opera omnia, t. I, p. 59) En las ediciones se omite la referencia al capítulo VI en la primera cita, asimismo en la segunda se lee: n. 8. 418 419
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4. [Última dificultad.] Sólo nos queda, por tanto, alguna dificultad, cuando la razón de la ley cesa sólo negativamente en general, pues parece que esto no basta, para que cese toda la ley. En primer lugar, porque la razón y proporción del todo al todo parece ser la misma que la de la parte a la parte. Ahora bien, al cesar de ese modo la razón de la ley en particular, no cesa la obligación de la ley. Luego tampoco al cesar en general perece toda la ley. En segundo lugar, porque al cesar negativamente la razón de la ley, no consta que cese de inmediato la voluntad del superior. Luego no tiene por qué cesar de inmediato la ley. La consecuencia es evidente, porque la ley recibe de la voluntad del superior su fuerza para obligar. El antecedente quedó ya probado antes, porque la voluntad puede desde el principio moverse por varias razones y el superior puede expresar la principal o la más conocida, pero no todas; o puede, sin duda, moverse la voluntad al principio por una sola razón y después continuar moviéndose por otra, como decíamos al hablar de los tributos. En tercer lugar, cuando la razón o el fin cesa sólo negativamente, todavía puede la ley cumplirse sin pecado. Luego se ha de cumplir con la misma obligación hasta tanto que se revoque. El antecedente se da por supuesto por el análisis de los términos. Prueba de la consecuencia: Entonces no hay peligro ninguno en el cumplimiento de la ley y puede haberlo grande en la transgresión de ella. Primero, porque no puede saberse con certeza de inmediato que haya cesado la voluntad del superior; y segundo, porque pueden seguirse grandes inconvenientes morales, si se le concede al pueblo tan grande libertad. Finalmente, pueden aducirse a favor de esta opinión los autores que cité al principio del capítulo anterior, los cuales afirman que la ley no cesa, aunque cese su razón de ella. 5. Al cesar la razón de la ley, ¿cuándo cesa la ley? Esto no obstante, la opinión común es que al cesar la razón de la ley en toda la comunidad de manera general o con cierta frecuencia, cesa la ley. Así lo piensan, en primer lugar, todos los que afirman que al cesar la razón de la ley en un caso particular, aunque sea sólo negativamente, en ese caso particular cesa la obligación de la ley; pues con mayor razón tienen que decir lo mismo cuando se trata de un caso general. Se puede aducir a favor de esta opinión Nicolás de Tudeschis en el capítulo Quia plerique. Exactamente lo mismo piensan Inocencio IV, Antonio de Butrio y otros aducidos en el capítulo anterior. Pero lo mismo enseñan con más
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Idem Castro (lib. 1 De legibus poenalibus, cap. 5, doc. 3423); Caietanus (II II, q. 147, a. 5424 et in aliis locis supra citatis), et communiter expositores D. Thomae (dicto a. 6, q. 96, in l. 2); et Soto eodem modo loquitur, addit tamen limitationem, quam expendere necesse est, priusquam veram rationem et resolutionem eius tradamus. 6. [Quaedam dubitatio.] Dubitari ergo potest an intelligendum sit, cessante ratione legis in universali, cesset lex ipso facto, ita ut possit a subditis licite non servari, nulla expectata principis declaratione vel revocatione, vel solum dicatur cessare quia, deficiente causa, tenetur princeps legem tollere. Reliqui enim auctores, Soto excepto, licet punctum expresse non attingant, plane loquuntur de cessatione ipso facto. Et potest hoc confirmari, quia alias non esset hic modus peculiaris desitionis legis dictinctus ab illius revocatione, sed ad summum assignaretur per hoc quaedam legitima causa abrogandi legem, sicut possunt etiam aliae plures assignari. Item, quia pro fundamento sumitur, cessante causa, cessare effectum, quod intelligitur de cessatione ipso facto, ut sumitur ex capiate Et si Christus (De iureiurando425). Et ideo solet explicari de causa propria et adaequata, a qua effectus in conservari pendeat, ut ibi glossa sentit426, et clarius glossa in capite Post translationem (De renuntiatione, verbo Cessante427, et in § Sed sciendum post c. Statuimus, 61 d., verbo Causa, in fine428, et in c. Quod pro remedio, 1, q. 7, per textum ipsum429). Cum autem hic loquimur de cessatione causae vel rationis vel finis legis, de adaequata causa loquimur, alioqui non dicetur simpliciter cessare causa; ergo illa cessante, debet ipso facto cessare lex, quia ab illa pendet tam voluntas principis quam utilitas legis. Unde si talis ratio a principio non fuisset, non posset lex iuste ferri; ergo nec potest sine illa iuste conservari. 7. [Doctrina Soto.] Nihilominus Soto contrarium aperte sentit, nam in libro 1 (De iustitia, q. 6, a. 8) sic ait: Si in toto genere causa cessaverit, tunc et lex quoque cessare debet; verumtamen antequam princeps vel consuetudo illam abroget, vim suam non amittit430, ubi loquitur clare de cessatione causae negative, nam ea interveniente in particulari negat sufficere ut obligatio legis in particulari cesset. Idem fere repetit in libro 3 (q. 4, a. 5, § Ad primum): Nam licet principi, inquit, incumbat illam mutare, tamen subditis non licet contra facere, dum ius naturae id permittit, Alphonsus de Castro, De potestate legis poenalis col. 509-510. Caietanus [Thomas de Vio], Secunda secundae p. 487. 425 X 2.24.26. 426 Decretales D. Gregorii col. 823-824, lit. k. 427 Decretales D. Gregorii col. 239, lit. f. 428 Decretum Gratiani (Lugduni 1613), col. 305. 429 C.1 q.7 c.7. En las ediciones se lee: q. 17. 430 Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 72.
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claridad Martín de Ledesma y Diego de Covarrubias que cita a Fortunio García de Ercilla; y lo mismo Alfonso de Castro, Cayetano y en general los comentaristas de Santo Tomás. También Domingo de Soto habla de la misma manera; añade, sin embargo, una limitación que es preciso examinar antes de exponer su verdadera razón y solución. 6. [Solución de una duda.] Se puede dudar, por tanto, si al cesar la razón de la ley en general se ha de pensar que cesa la ley ipso facto, de tal manera que puedan lícitamente los súbditos dejar de cumplirla sin esperar declaración o revocación alguna del superior, o si lo único que se dice es que cesa porque, al faltar la causa, está obligado el superior a eliminar la ley. Todos los demás autores, a excepción de Domingo Soto, aunque no tocan expresamente este punto, hablan con toda claridad del cese ipso facto. Y una confirmación de esto puede ser que, de lo contrario, este no sería un modo peculiar de cesar la ley distinto de la revocación de ella, sino que a lo sumo se daría a entender con esto una determinada causa legítima para abrogar la ley, como pueden también señalarse otras muchas. Así mismo, se toma como fundamento el principio de que, al cesar la causa, cesa el efecto; lo cual se entiende del cese ipso facto, como se constata en el canon Et si Christus. Por eso suele entenderse de la causa propiamente dicha y completa de la que dependa el efecto en conservación, como piensa la Glosa en dicho canon y con más claridad las Glosas a los cánones Post translationem de las Decretales, Statuimus y Quod pro remedio del Decreto. Pues bien, cuando aquí hablamos del cese de la causa o de la razón o del fin de la ley, estamos hablando de la causa completa; de no ser así, no se dice sin más que cesa la causa. Luego al cesar ella, debe cesar la ley ipso facto, ya que de ella depende tanto la voluntad del superior como la utilidad de la ley. Por consiguiente, si desde el principio no hubiera existido tal razón, no se podría dictar la ley justamente. Luego tampoco sin ella se puede justamente mantener. 7. [Opinión de Domingo de Soto.] Esto no obstante, Domingo de Soto sostiene abiertamente lo contrario. En el libro I De iustitia se expresa así: Si la causa cesa totalmente, entonces también la ley tiene que cesar; sin embargo, antes de que el superior o la costumbre la abroguen, no pierde su fuerza. Aquí está hablando claramente del cese de la causa de una manera negativa, pues si la causa se da en un caso particular, niega que baste para que la ley deje de obligar en ese caso particular. Lo mismo repite en el libro III: Porque aunque al superior —dice— le incumba el modificarla, no les es lícito, sin embargo, a los súbditos obrar en contra de ella mientas el derecho
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utique quod erat per legem praeceptum, nisi iam esse inciperet contra ipsum431. Itaque quamdiu ratio legis non ita cessat ut quod praecipit incipiat esse contra ius naturae, non putat cessare legem ipso facto donec abrogetur. Non declarat autem Soto quo fundamento ductus fuerit; insinuat autem quamdiu materia legis est capax obligationis tamdiu durare legem, nisi revocetur. Per solam autem cessationem rationis, etiam in universali, non fit materia legis incapax obligationis, quia potest non esse mala et esse utilis reipublicae, etiamsi fortasse non sit talis vel necessaria sicut antea; hoc enim non est satis ut statim per se censeatur lex ablata. Confirmari hoc potest ab incommodis, quia contra debitum ordinem est ut lex a superiori posita sine consensu illius non servetur dum licite et facile servari potest, nam inde etiam scandala et perturbationes vel fraudes in republica oriri possunt. Unde potest media via excogitari, nimirum, cessante causa vel ratione legis in universali, cessare quidem legem in se ipso facto, nihilominus tamen non posse subditos licite incipere agere contra illam donec princeps declaraverit cessasse, quia ita expedit ad commune bonum. Ad eum modum, quo diximus in superiori libro, poenam incurri saepe ipso facto, ante sententiam vero declaratoriam non obligare. 8. Duplex materia legis humanae. Ut meam sententiam explicem suppono ex supra dictis duplicem esse materiam legis humanae. Quaedam enim talis est ut per se spectata sit honesta et contineat actum virtutis, ut est praeceptum ieiunii, orationis, etc. Alia est materia per se indifferens, ut portare vel non portare arma, extrahere a loco has res vel illas, et similia. Et hinc oritur alia differentia inter ipsas leges, nam cum omnes leges humanae constituant actum vel omissionem in aliqua specie virtutis aut vitii, ut supra visum est, quando materia legis in se et per se habet honestatem, per legem constituitur proxime in illa specie virtutis, ad quam per se et intrinsece pertinet illa materia, ut ieiunium ponitur in specie temperantiae et omissio eius intemperantia est, et sic de aliis. Et idem est quoties medium virtutis in tali materia potest per efficaciam legis constitui, ut est in lege taxante pretium, nam ante legem illud non erat medium iustitiae, postquam vero lege definitum est in illo consistit medium, et ideo actus illius legis in specie iustitiae constituitur et illius violatio iniustitia est. At vero quando actus est indifferens de se et a lege non praecipitur constituendo in illo intrinsecum medium virtutis, sed solum propter utilitatem ad aliquem finem extrinsecum lex illum praecipit aut prohibet, tunc tota honestas actus ex illo fine sumenda est et sub illo [se lee: illa] accipit propriam obligationem et necessitatem ex vi legis. Unde tandem fit ut in prioribus legibus finis extrinsecus materiae praecepti nunquam sit adaequatus legi, nam semper intrinseca honestas et ratio virtutis
431
Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 238.
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natural lo permite —se entiende, lo que estaba mandado por la ley— a no ser que comenzase a estar en contra de él. Así pues, mientras la razón de la ley no cesa de tal manera que lo que manda comience a estar en contra del derecho natural, no juzga que cesa la ley ipso facto, hasta que no sea abrogada. Pero Soto no explica qué razones le han guiado; insinúa, eso sí, que mientras la materia de la ley es capaz de obligación, la ley perdura, si no se revoca. Ahora bien, por el solo cese de la razón, incluso en general, no se hace incapaz de obligación la materia de la ley; puede, en efecto, no ser mala y ser útil a la comunidad política, aunque tal vez no sea tal o necesaria como lo era antes, pues eso no basta para que al punto y de suyo se considere suprimida la ley Esto se puede confirmar por los inconvenientes que se seguirían. En efecto, va en contra del orden debido que una ley dada por el superior no se mantenga sin su consentimiento, mientras pueda hacerse lícita y fácilmente, pues también de ahí pueden originarse en la comunidad política escándalos y perturbaciones o fraudes. Así pues, podría pensarse en una vía media, a saber, que en cesando la causa o la razón de la ley en general, cese ciertamente la ley en sí ipso facto, pero que no puedan, sin embargo, los súbditos obrar lícitamente contra ella hasta tanto no haya declarado el superior que ha cesado, porque así conviene al bien común. De manera parecida dijimos en el libro anterior que a menudo se incurre ipso facto en la pena, pero que no obliga antes de que se dé sentencia declaratoria. 8. Doble materia de la ley humana. Para explicar mi opinión, doy por supuesto, por lo dicho anteriormente, que la materia de la ley humana es doble: una es tal que, en sí misma considerada, es honesta e implica un acto de virtud, por ejemplo, el precepto del ayuno, la oración, etc. La otra es materia de suyo indiferente, por ejemplo, llevar o no llevar armas, extraer de su lugar esto o aquello, y otras cosas semejantes. Y de aquí surge otra diferencia entre las leyes mismas. En efecto, como todas las leyes humanas sitúan el acto o su omisión en alguna clase de virtud o de vicio, como vimos antes, cuando la materia de la ley es en sí misma y de suyo honesta, entonces la ley la sitúa a las inmediatas en aquella clase de virtud a la que pertenece por sí e intrínsecamente esa materia. Así el ayuno lo sitúa en la clase de la temperancia y su omisión en la de la intemperancia. Y lo mismo ocurre cuantas veces puede la eficacia de la ley establecer el punto medio de la virtud en tal materia. Así sucede en la ley que tasa el precio: Antes de la ley, efectivamente, aquel no era el punto medio de la justicia, pero después de que la ley lo determinó, en él está el punto medio y queda, por tanto, establecido el acto de aquella ley en la clase de la justicia, y su violación es injusticia. Pero cuando el acto es de suyo indiferente y no lo prescribe la ley poniendo en él el punto medio intrínseco de la virtud, sino que únicamente lo prescribe o lo prohíbe por su utilidad para alcanzar algún fin extrínseco, entonces la honestidad toda del acto hay que tomarla de ese fin y por él es como recibe el acto verdadera obligación y necesidad en virtud de la ley. De ahí se deduce, finalmente, que en las primeras leyes el fin extrínseco a la materia del precepto nunca es adecuado a la ley, pues siempre la honestidad
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habet rationem finis proximi et intrinseci; imo hic finis est per se sufficiens, licet omnis finis extrinsecus cesset. At vero in posterioribus legibus finis extrinsecus est adaequatus, quia materia per se et propter se non est capax praecepti, sed tantum propter utilitatem in ordine ad aliquem finem extrinsecum. 9. Lex praecipiens actum virtuosum non cessat deficiente quocumque fine extrinseco. Dico ergo primo: lex praecipiens actum de se bonum, constituendo illum intrinsece in aliqua materia virtutis, non cessat deficiente universaliter quocumque fine extrinseco legis, etiamsi in illo genere fuerit adaequatus respectu intentionis legislatoris, et fortasse ita spectatus quod sine illo legem non tulisset. Probatur ratione facta pro opinione Soti, quia cessante omni fine extrinseco materia talis legis manet per se honesta et capax legis propter solum intrinsecum finem, id est, propter honestatem talis actus; et hic finis intrinsecus semper est intentus a legislatore, quando quidem in tali genere virtutis constituit necessitatem et medium illius actus. Ergo cessante quocumque fine extrinseco [se lee: intrinseco] habet lex illa unde sufficienter subsistat; ergo non evacuabitur. Et confirmatur, nam, si attente res consideretur, tunc non cessat causa adaequata legis, nam potissima causa finis et ratio quasi proxima illius legis est honestas actus. Ergo non est cur cesset lex. Denique quamdiu durat materia praecepta cum sua ratione formali manet obligatio praecepti. Quia, ut divus Thomas tradidit (I II, q. 100, a. 9, ad 2432), aliud est quod legislator intendit praecipere, aliud ad quod intendit praecipere; unde sicut praeceptum de se obligat ad primum et non ad secundum, ita e contrario, quamdiu durat primum, si in eo perseverat ratio sufficiens praecepti, durat praeceptum, licet finis extrinsecus cesset. Exemplis res declaratur, nam lex de ieiunio, licet feratur propter macerationem carnis et fingatur communitas non indigens illo medio ad illum finem, quia habet multa alia vel quid simile, nihilominus lex ieiunii obligabit, ut est certum; at si actus desineret esse actus temperantiae, ut in casu necessitatis extremae, tunc cessaret lex. Similiter si lex taxaret pretium tritici quamdiu in illo permanet aequitas iustitiae, ita ut non fiat evidenter inaequale, legis obligatio durat, etiamsi rationes omnes extrinsecae vel aliae utilitates cessent; si autem ita res mutaretur ut quantitas pretii evidenter esset iniqua, cessaret lex; et sic de aliis. 10. Cessante adaequato fine tam extrinseco quam intrinseco legis cessat lex. Differentia inter legem et praeceptum. Unde infertur si in tali lege cesset adaequatus finis, tam intrinsecus quam extrinsecus, tunc cessare legem; si quis tamen advertat, tunc cessatio finis non est tantum negativa sed transit in contrariam, quia materia iam non manet, materia virtutis, sed fit vitiosa, et ideo non potest esse materia legis obligantis. Et signum
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Thomas I II, 100, 9 ad 2.
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intrínseca y la razón de virtud tiene razón de fin próximo e intrínseco. Más aún, este fin es de suyo suficiente, aunque todo fin fuera extrínseco. En cambio, en las últimas leyes el fin extrínseco es adecuado, porque la materia no es capaz de precepto de suyo y por sí misma, sino solamente por razones de utilidad en orden a algún fin extrínseco. 9. Una ley que mande un acto virtuoso no cesa por faltar cualquier tipo de fin extrínseco. Así pues, digo en primer lugar: La ley que manda un acto de suyo bueno estableciéndolo intrínsecamente en alguna materia de virtud, no cesa al faltar en general cualquier fin extrínseco de la ley, aunque en esa especie fuese adecuado respecto de la intención del legislador y quizás esperado, de manera que sin él no hubiera dado la ley. Se prueba con la razón aducida a favor de la opinión de Domingo de Soto, a saber, que al cesar todo fin extrínseco, la materia de tal ley sigue siendo de suyo honesta y capaz de ley por solo el fin intrínseco, esto es, por la honestidad de tal acto, y este fin intrínseco siempre lo intenta el legislador, ya que en tal clase de virtud sitúa él la necesidad y el punto medio de ese acto. Luego al cesar cualquier fin extrínseco, tiene esa ley lo suficiente para subsistir. Luego no perderá su fuerza. Confirmación: Si se considera atentamente la cosa, entonces no cesa la causa adecuada de la ley, pues la causa más importante, que es el fin y la razón próxima, por así decir, de esa ley, es la honestidad del acto. Luego no hay razón para que cese la ley. Finalmente, mientras subsiste la materia mandada con su razón formal, sigue en pie la obligación de lo mandado. En efecto, como enseña Santo Tomás, una cosa es lo que el legislador pretende mandar y otra aquello para lo cual pretende mandar. Por tanto, al igual que lo mandado obliga de suyo a lo primero y no a lo segundo, así por el contrario mientras subsiste lo primero, si en ello persevera la razón suficiente de lo mandado, subsiste lo mandado, aunque cese el fin extrínseco. Aclaración con ejemplos: La ley del ayuno, aunque se dé para mortificación de la carne y se finja una comunidad que no necesita ese medio para alcanzar ese fin porque tiene otros muchos o algo parecido, la ley del ayuno, sin embargo, obligará, como es cierto. Pero si ese acto dejase de ser acto de temperancia, como en el caso de una necesidad extrema, entonces cesaría la ley. De modo semejante, si la ley tasase el precio del trigo, mientras en ese precio se mantenga la equidad de la justicia de suerte que no resulte evidentemente injusto, la obligación de la ley se mantiene, por más que cesen todas las razones extrínsecas u otras utilidades. Pero si la cosa cambiase de tal manera que la cantidad del precio resultara evidentemente injusta, cesaría la ley. Y así de otros casos. 10. Al cesar el fin total, tanto extrínseco como intrínseco, de la ley cesa la ley. Diferencia entre ley y precepto. De aquí se desprende que si en tal ley cesa el fin total tanto intrínseco como extrínseco, entonces cesa la ley. Si uno, en cambio, se fija, entonces el cese del fin
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est quod tunc non solum in generali sed etiam in particulari cessabit obligatio legis in tali actu vel materia eius. Unde etiam fit ut tunc lex cesset ipso facto sine alia recordatione vel declaratione, quia deest fundamentum eius nec potest eius obligatio cadere in materiam inhabilem. Solet esse vulgare exemplum in lege imponente tributum ad certum opus vel finem, quo finito, lex per se cessat, quia tunc non solum negative sed etiam contrarie cessat ratio legis, quia ex tunc incipit tributum illud esse iniustum. Quando vero non cessat intrinsecus finis, licet extrinseci cessent, sicut non cessat lex ipso facto ita neque necessarium est ut debeat per principem abrogari, quia materiae honestas potest esse sufficiens ad sustentandam legem, nisi aliunde fieret lex nociva reipublicae vel intolerabilis, nam tunc ex alio capite posset esse obligatio revocandi legem; imo etiam posset lex per se cessare si nocumentum vel gravamen esset generale et nimium, quia tunc non esset cessatio negativa sed contraria, ut constat. Ultimo tamen adverto circa hanc assertionem sermonem esse de propria lege, nam si sit sermo de praecepto ab homine et ex sola oboedientia, sic fieri saepe potest ut, cessante fine vel causa praecepti, cesset obligatio eius, etiamsi actus praeceptus sit alias intrinsece honestus, ut ieiunium vel oratio, ut si superior praecipiat ieiunare semel in hebdomada hoc mense, si constat praeceptum imponi propter specialem necessitatem vel occassionem et illa ante mensem finitur, intelligimus cessasse praeceptum, quia respectu illius praecepti tota ratio praecipiendi est finis extrinsecus, non intrinseca [se lee: extrinseca] honestas, licet haec praesupponatur; cuius signum est, quia transgressio talis praecepti non est intemperantia, verbi gratia, sed inoboedientia; secus vero est in lege propria, per quam primo intenditur honestas virtutis, sub qua actus quasi essentialiter constituitur. 11. Lex praecipiens actum indifferentem ob finem extrinsecum cessante adaequato fine cessat lex. Dico secundo: quando lex praecipit actum de se indifferentem propter finem extrinsecum, tunc cessante in generali adaequato fine talis legis, per se et ipso facto cessat talis lex et obligatio eius. Ratio est quia tunc cessatio finis negativa transit in contrariam, quia facit materiam incapacem legis. Probatur, quia actus de se indifferens nunquam potest per se vel propter se praecipi, quia ut sic non est per se amabilis honeste; imo si ita fiat, non honeste fiet, et quod certius est, talis actus non est materia legis, nisi propter aliquam communem utilitatem, ad quam possit prodesse vel esse necessarius, praecipiatur. At vero cessante fine legis in generali, actus ille necessario incipit esse inutilis ad
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no es sólo negativo sino que pasa a ser contrario, porque la materia ya no sigue siendo materia de virtud, sino que se convierte en viciosa y por tanto no podrá ser materia de una ley que obliga. La señal es que entonces no sólo en general sino también en particular cesará la obligación de la ley en tal acto o materia de ella. De aquí también se desprende que entonces la ley cesa ipso facto, sin otra revocación o declaración, porque falta su base y entonces su obligación no puede recaer sobre materia inhábil. Suele ser común el ejemplo de la ley que impone un tributo para una determinada obra o fin; una vez terminada, cesa de suyo la ley, porque entonces la razón de la ley cesa no sólo de modo negativo sino también contrario; a partir de entonces, efectivamente, ese tributo comienza a ser injusto. Pero cuando no cesa el fin intrínseco —aunque cesen los extrínsecos—, al igual que no cesa la ley ipso facto, así tampoco es necesario que tenga que ser abrogada por el superior. En efecto, la honestidad de la materia puede ser suficiente para sostener la ley, a no ser que por otras vías resultase la ley nociva para la comunidad política o insoportable, pues entonces podría haber obligación, por otro capítulo, de revocar la ley; más aún, incluso podría la ley cesar por sí misma, si el perjuicio o el gravamen fuera general y excesivo, pues entonces no sería negativo el cese sino contrario, como es evidente. Por último, hago notar, sin embargo, acerca de esta tesis que se trata de la ley propiamente dicha; porque tratándose de un mandato personal y por sola obediencia, con frecuencia puede ocurrir que al cesar el fin o la causa del mandato, cese su obligación, aunque el acto mandado sea por otra parte intrínsecamente honesto, como el ayuno o la oración. Pongo un ejemplo: Si el superior manda en este mes ayunar una vez por semana, si hay certeza de que el mandato se impone por una especial necesidad o circunstancia y esa necesidad o circunstancia desaparece antes de terminar el mes, entonces entendemos que cesa el mandato. Razón: Respecto de ese mandato, toda la razón de mandar es el fin extrínseco, no la honestidad intrínseca, aunque a ésta se la presuponga; señal de ello es que la transgresión de tal mandato no es, por ejemplo, intemperancia sino desobediencia. Pero lo contrario sucede en la ley propiamente dicha, con la cual se pretende ante todo la honestidad de la virtud, y bajo ella el acto queda, por así decir, esencialmente constituido. 11. La ley que manda un acto indiferente por un fin extrínseco, al cesar el fin total, cesa ella. Digo en segundo lugar: Cuando la ley manda un acto de suyo indiferente por un fin extrínseco, entonces al cesar en general el fin total de dicha ley, cesa de suyo e ipso facto la ley y su obligación. La razón es ésta: Entonces el cese negativo del fin pasa a ser contrario, porque hace a la materia incapaz de ley. Prueba: Un acto de suyo indiferente nunca puede mandarse por él y por razón de él, porque en cuanto tal no es de suyo honestamente amable; es más, si se hace así, no se hace honestamente y —lo que es más cierto— tal acto no es materia de ley, a no ser que se mande en razón de alguna utilidad común para la cual pueda ser de provecho o necesaria. Ahora bien, al cesar el fin de la ley en general, ese acto comienza necesariamente a ser inútil para el bien común. Luego se hace sin más incapaz de
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commune bonum. Ergo eo ipso fit incapax obligationis legi humanae, ac subinde cessat ipso facto lex. Consequentiae cum maiori satis patent ex dictis. Minor autem est evidens ex hypothesi, nam ponimus cessare finem adaequatum propter quem praecipiebatur ille actus. Non potest autem cessare ille finis, nisi vel quia bonum proxime intentum per illum actum desinit esse commodum ad commune bonum reipublicae, vel quia ipsemet actus desinit esse utilis ad tale commodum; utroque autem modo fit ille actus inutilis et otiosus respectu communis boni, et consequenter desinit esse433 materia legis. Dices fieri posse ut licet actus sit inutilis ad finem a lege intentum, ad alios fines utilis sit. Respondeo illud esse per accidens et materiale, quia lex non consideravit in tali actu nisi talem rationem commodi et publici boni; et ideo illa ablata non manet materia illius legis, et consequenter nec lex; nam licet actus possit esse utilis sub alia consideratione, de illo non est lex lata illo intuitu, et ita illa utilitas nondum censetur necessaria reipublicae donec de illo actu illo intuitu feratur lex. 12. Decretum principis non requiritur ut talis lex desinat obligare. Et hinc sequitur primo in huiusmodi eventu non esse necessarium decretum principis ut liceat non servare legem postquam sic cessavit, nam ipso facto desiit lex; solum ergo est necessarium ut de tali cessatione publice et manifeste constet per evidentiam facti generaliter noti in tali republica seu communitate, quia eo ipso quod lex cessat dicto modo non est lex; ergo ex se non obligat; ergo ut cesset cum effectu respectu communitatis satis est quod illi sit publice nota. Nec datur sufficiens ratio cur necesse sit expectare decretum principis, quia vel esset necessarium per modum revocationis, et hoc non, quia lex per se desiit, vel per modum authenticae declarationis, et hoc etiam dici non potest cum fundamento, quia nec ex natura rei hoc est necessarium, nec in iure positivo invenitur illud esse specialiter praeceptum. Neque in hoc debet cessatio legis cum poena comparari, quia poena est de se violenta et ab extrinseco illata; et ideo ex se requirit actionem vel influxum iudicis, nisi contrarium expresse per legem disponatur; et ideo non incurritur ipso facto, nisi lex hoc declaret, et licet incurratur ipso facto, non excluditur sententia declaratoria delicti, nisi ubi lex illam excludit, vel alias constat, quia semper est favor rei quod non sit obnoxius poenae donec condemnetur. At vero cessatio legis in illo casu non est violenta, imo per illam quasi restituitur respublica ad pristinum statum et ad suam libertatem, et in favore eius cedit; et ideo nulla est necessitas talis decreti per modum sententiae declaratoriae. Dices esse necessariam per modum promulgationis, nam haec necessaria est in ablatione legis cum a principe revocatur. Respondeo esse diversam rationem,
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En la edición de Coimbra se lee: esset.
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obligación de la ley humana y por lo mismo la ley cesa ipso facto. Las consecuencias juntamente con la premisa mayor son suficientemente claras por lo dicho. En cuanto a la premisa menor, es evidente por hipótesis. En efecto, suponemos que cesa el fin total por el cual se mandaba aquel acto. Ahora bien, ese fin no puede cesar, a no ser porque el bien pretendido a las inmediatas por ese acto deja de ser una ventaja para el bien común de la comunidad política; o bien porque el acto mismo deja de ser útil para tal ventaja. Pues bien, de ambas maneras resulta inútil ese acto y superfluo respecto del bien común; y consecuentemente deja de ser materia de ley. Se dirá: Puede ocurrir que, aunque el acto sea inútil para el fin intentado por la ley, sea útil para otros fines. Respondo que eso es accidental y material, porque la ley lo único que consideró en tal acto fue esa razón de ventaja y de bien público. De ahí que, desaparecida ella, nada queda de la materia de esa ley y consecuentemente tampoco de la ley. En efecto, aunque el acto pueda ser útil bajo otra consideración, no se ha dictado la ley sobre él con esa visión, y así esa utilidad no se la considera todavía necesaria para la comunidad política, hasta tanto que se dicte la ley sobre ese acto con esa visión. 12. No se requiere decreto del superior, para que la ley deje de obligar. De aquí se sigue, en primer lugar, que en un caso como este no se necesita decreto del superior para que sea lícito no observar la ley después de haber cesado de esta manera, porque la ley ha dejado de ser ipso facto. Luego lo único que se necesita es que haya constancia pública y manifiesta de dicho cese por la evidencia de un hecho generalmente conocido en tal nación o comunidad política. En efecto, por el hecho mismo de que la le ley cese de la manera dicha, ya no es ley. Luego de suyo ya no obliga. Luego para que cese de hecho respecto de la comunidad, basta con que le sea a ésta conocida públicamente. Y no hay razón suficiente para tener que esperar al decreto del superior, porque tal decreto o bien sería necesario en forma de revocación, y esto no, porque la ley cesó de suyo; o bien en forma de declaración auténtica, y tampoco esto se puede decir con fundamento, ya que no es necesaria naturalmente, ni tampoco en el derecho positivo se halla que eso esté específicamente mandado. Tampoco en este punto se ha de comparar el cese de la ley con la pena, porque la pena es de suyo violenta e impuesta desde fuera; justo por eso requiere de suyo la acción y el influjo del juez, a menos que la ley disponga expresamente lo contrario. Y por eso no se incurre en ella ipso facto, si la ley no lo declara. Y aunque se incurra en ella ipso facto, no está excluida la sentencia declaratoria del delito más que cuando la ley la excluye o hay constancia de ello por otro lado, pues siempre queda a favor del reo el no estar sujeto a la pena en tanto no sea condenado. En cambio, el cese de la ley en ese caso no es violento, es más, por él se restituye, por así decir, la comunidad política a su primitivo estado y a su libertad y cede el cese a favor de ella. Por tanto, no hay necesidad alguna de tal decreto en forma de sentencia declaratoria. Se dirá que se necesita a manera de promulgación, pues ésta es necesaria en la abolición de una ley, cuando el superior la revoca. Respondo que la razón es
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nam revocatio pendet ex voluntate principis, quam oportet omnibus proponi; cessatio autem legis, cessante causa eius, non pendet ex voluntate principis sed ex facto ipso, et ideo satis est factum esse omnibus notum. Ut si per legem fuit impositum tributum ad aedificationem pontis et publice constat opus esse finitum et iam nihil in eo expendi, satis per hoc promulgatum est tributum cessasse; et sic de aliis. Sufficit ergo publica notitia et satis certa de generali cessatione causae, et haec ad minimum necessaria est, nec existimo sufficere ut uni vel alteri in particulari sit nota, quia donec lex cesset respectu communitatis non cessat respectu particularium personarum, et ut cesset pro communitate necessarium est causam ita cessasse ut hoc possit communitati constare, ac subinde ut res sit publice nota. Et hoc maxime locum habet quando observatio legis incipit esse iniusta, nam tunc evidentius constat de cessatione legis. Potest autem dici iniusta non solum quando confert speciale nocumentum, sed etiam quando est omnino inutilis et sine ratione. 13. Iuristarum distinctio examinatur. Secundo potest ex dictis intelligi quam probabilitatem habeat distinctio quam nonnulli iuristae tradiderunt inter legem, quae fertur propter tollenda inconvenientia quae ex aliquo facto frequenter sequuntur, et legem quae per se fertur propter aliquod bonum et utilitatem. Nam priorem dicunt cessare quoties inconvenientia cessant, posteriorem autem minime cessare, licet cesset ratio utilitatis. Ita insinuat glossa (in dicto c. Et si Christus, De iureiurando, verbo Cessante, in principio434), et priorem partem probat ex illo textu exemplo iuramenti, quod prohibetur tantum ratione periculi perinrandi; et ideo, cessante periculo, licet. Alteram vero partem probat ex capite Dixit Dominus (32, q. 1435) et capite Tantum (32, q.. 7436), quae iura nihil ad rem faciunt, nam loquuntur de matrimonio, quod est vinculum indissolubile, de quo alia est ratio. Eandem distinctionem indicat Navarrus (in Summa, cap. 16, n. 36 et 37437), ubi sentit, cum Caietano, clandestinum matrimonium, saltem ante Tridentinum Concilium, potuisse licere cessantibus inconvenientibus propter quae prohibetur, et nihilominus, ait, cessante fine legis in particulari non cessare legis obligationem quando finis ille erat bonum aliquod acquirendum per medium a lege praescriptum, unde ibi non solum loquitur de cessatione legis in universali sed etiam in particulari, ut supra notavi. 14. Distinctio diligenter notanda. At certe, formaliter loquendo, nulla videtur esse differentia, quia si lex datur propter vitanda incommoda, pro fine habet remotionem incommodorum; ergo Decretales D. Gregorii col. 239, lit. f. C. 32 q.1 c.2. 436 C.32 q.7 c.27. 437 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 324-325. 434 435
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diversa: La revocación depende de la voluntad del superior, la cual es preciso proponérsela a todos. Pero el cese de la ley, al cesar su causa, no depende de la voluntad del superior sino del hecho mismo y por lo mismo basta con que el hecho sea de todos conocido. Por ejemplo: Si por ley se impuso un tributo para la construcción de un puente y consta públicamente que la obra está terminada y que ya no se gasta más en ella, con ello queda suficientemente promulgado que el tributo ha cesado; y así de los demás casos. Basta, por consiguiente, que se sepa públicamente y con suficiente certeza el cese general de la causa. Este conocimiento como mínimo es necesario y no creo que baste con que lo sepa alguno que otro en particular, porque hasta tanto que la ley cese respecto de la comunidad, no cesa respecto de las personas particulares. Y para que cese para la comunidad, es preciso que la causa de tal manera haya cesado, que esto pueda constarle a la comunidad y que, por tanto, la cosa sea conocida públicamente. Y esto tiene lugar sobre todo cuando la observancia de la ley empieza a ser injusta, pues entonces consta con mayor evidencia el cese de la ley Y puede decirse injusta no sólo cuando causa un perjuicio especial, sino también cuando es absolutamente inútil y falta de razón. 13. Se analiza la distinción de los juristas. En segundo lugar, por lo dicho se puede comprender qué grado de probabilidad tiene la distinción que algunos juristas han propuesto entre ley que se dicta para evitar inconvenientes, que con frecuencia se siguen de algún hecho, y ley que se dicta de suyo por razón de algún bien o utilidad. La primera dicen que cesa cuantas veces cesan los inconvenientes, pero que la segunda de ninguna manera cesa, aunque cese la razón de utilidad. Así lo insinúa la Glosa en el citado capítulo Si Christus. Y la primera parte la prueba por ese texto con el ejemplo del juramento que está prohibido solamente por razón del peligro de perjurio; y por eso cuando el peligro cesa, es lícito. En cambio, la segunda parte la prueba por el capítulo Dixit Dominus y por el capítulo Tantum, textos que no hacen nada al caso, porque hablan del matrimonio, que es un vínculo indisoluble y en él la razón es distinta. La misma distinción señala Martín de Azpilcueta en la Suma, en donde opina con Cayetano que el matrimonio clandestino (al menos antes del Concilio Tridentino) podía ser lícito, si cesaban los inconvenientes por los que está prohibido. Sin embargo dice que, al cesar el fin de la ley en un caso particular, no cesa la obligación de la ley, cuando ese fin era un bien que se debía adquirir por el medio que la ley prescribe. Por tanto, ahí no sólo habla del cese de la ley en general, sino también en particular, como indiqué antes. 14. Se ha de tener muy en cuenta una distinción. Pero sin duda, hablando formalmente, no parece que haya diferencia alguna, porque si la ley se da para evitar inconvenientes, tiene como fin remover los in-
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eadem est ratio de cessatione illius finis et de aliis tam in universali quam in particulari. Solum ergo potest esse differentia quaedam quasi materialis, nam lex quae ponitur tantum propter incommoda vitanda non solet praecipere actum per se propter bonitatem eius vel prohibere propter malitiam, sed solum propter occasionem mali vitandam; et tunc cessante fine generaliter negative cessat etiam contrarie, quia actus fit inutilis et incapax materiae legis, sicut diximus alibi de voto facto non ingrediendi talem domum propter vitandam occasionem, ablata inde occasione, iam non obligare votum, quia tunc non ingredi talem domum est materia indifferens et impertinens ad religionem; ita ergo proportione servata erit in lege. At vero lex quae praecipit actum propter se et propter aliquem bonum finem non statim desinit cessante fine, quia in ipso actu potest manere intrinseca honestas propter quam praecipiatur; si autem non reperiatur, sed sit actus de se indifferens, idem prorsus dicendum erit de lege quae illum praecipit propter bonum acquirendum quod de lege prohibente illum propter incommodum vitandum, ut ex dictis satis patet; et e contrario, si lex praecipiens vel prohibens aliquid propter vitandum incommodum habeat materiam per se honestam et convenientem ultra vitationem incommodi, tunc non cessaret lex, etiamsi necessitas vitandi incommodum cessaret; tunc enim procedunt omnia in prima assertione dicta. In quo etiam attente considerandum est an aliquid prohibeatur ratione periculi vel tantum ratione futuri effectus, nam ordinarie prohibitio fit propter periculum quod per se inest actui; et ideo, licet certe constet non futurum effectum seu damnum, nihilominus non cessabit obligatio legis et effectus eius, quia semper actus est de se obnoxius illi incommodo, ut in praecedente libro latius dixi (cap. 23438). Unde non mihi probatur exemplum de clandestino matrimonio quo Caietanus et Navarrus utuntur, nam illi actui ita est annexum periculum ut nec in universali nec in particulari possit ab eo separari; et ideo nunquam cessat obligatio eius eo quod certissimum sit omnia incommoda esse praecavenda. Unde eo modo quod nunc matrimonium factum coram parocho et testibus potest esse clandestinum ex defectu denuntiationis iuxta caput ultimum (§ 1, De clandestina desponsatione439), non est licitum tale matrimonium, etiamsi negative cesset finis praecepti, nisi aliae causae legitimae occurant, ob quas per epiikiam iudicetur praeceptum hic et nunc de illa accidentali sollemnitate non obligare. Et hoc modo videtur tandem explicare exemplum illud Navarrus, ubi supra440. 15. Quando obligatio fraternae correctionis cessat declaratur. Tertio hinc obiter expeditur difficultas in capite praecedenti huc remissa de praecepto correctionis fraternae, cuius obligatio etiam in particulari cessat cessante spe utilitatis correctionis, ac subinde per cessationem negativam rationis legis; unde cum illa spes ut plurimum generaliter cesset, consequenter dicendum Cfr. lib. V, cap. XXIII (CHP Segunda Serie, 16, pp. 440-449). X 4.3.3 § 1. 440 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 339-340. 438 439
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convenientes. Luego una misma es la razón para el cese de ese fin que para el de los otros fines tanto en general como en particular. Luego sólo puede haber una diferencia material, por así decir. En efecto, la ley que se dicta sólo para evitar inconvenientes no suele mandar el acto propiamente por razón de su bondad o prohibirlo por razón de su malicia, sino sólo para evitar la ocasión del mal. Y entonces al cesar el fin en general de modo negativo, cesa también de modo contrario, porque el acto resulta inútil e incapaz de materia de ley. Ya dijimos en otro lugar, acerca del voto de no entrar en tal casa para evitar la ocasión, que, desaparecida la ocasión ya no obliga el voto, porque entonces el no entrar en tal casa es materia indiferente que no tiene que ver con la religión. Pues bien, así sucederá proporcionalmente con la ley. En cambio, una ley que manda el acto por él mismo y por algún fin bueno, no deja de existir sin más al cesar el fin, porque en el acto mismo puede seguir dándose una honestidad intrínseca por la cual se manda; pero si no sigue dándose, sino que el acto es de suyo indiferente, habrá que decir exactamente lo mismo de la ley, que lo manda con el fin de adquirir un bien, que de la ley que lo prohíbe para evitar un inconveniente, como es bien claro por lo dicho. Y al contrario, si la ley que manda o prohíbe algo para evitar un inconveniente contiene materia de suyo honesta y conveniente, además de evitar el inconveniente, entonces no cesaría la ley, aunque cesase la necesidad de evitar el inconveniente, pues entonces tiene lugar todo lo dicho en la primera tesis. En lo cual hay que tener también muy en cuenta si algo se prohíbe por razón del peligro o sólo por razón del efecto futuro, pues de ordinario la prohibición se hace por el peligro que de suyo va inherente al acto. Por eso, aunque conste con certeza que no va a haber efecto o daño, sin embargo, no cesará la obligación de la ley y su efecto, porque siempre el acto está de suyo expuesto a ese inconveniente, como expliqué con más amplitud en el libro anterior en el capítulo XXIII. Por eso, a mi modo de ver, nada prueba el ejemplo del matrimonio clandestino del que echan mano Cayetano y Martín de Azpilcueta. En efecto, de tal manera va anejo a ese acto el peligro, que ni en general ni en particular puede separarse de él. Por lo cual nunca cesa su obligación por el hecho de que es absolutamente cierto que se han de precaver todos los inconvenientes. Por consiguiente, de la misma manera que ahora el matrimonio celebrado ante el párroco y los testigos puede ser clandestino por falta de las proclamas, según las Decretales, no es lícito tal matrimonio, aunque negativamente cese el fin del precepto, a no ser que concurran otras causas legítimas por las cuales se juzgue, por epiqueya, que el precepto de esa solemnidad accidental aquí y ahora no obliga. Y de esta manera finalmente parece explicar Martín de Azpilueta ese ejemplo en el texto citado. 15. Se declara cuándo cesa la obligación de la corrección fraterna. En tercer lugar, por aquí se resuelve de paso la dificultad remitida a este momento en el capítulo anterior sobre el precepto de la corrección fraterna, cuya obligación cesa también en particular al cesar la esperanza de la utilidad que pueda tener la corrección y, por tanto, al cesar negativamente la razón de la ley.
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erit totum praeceptum cessare. Ad quod Medina, Ledesma et Covarrubias, supra, respondent legem correctionis fraternae datam esse propter privatum bonum singulorum, et ideo in unoquoque posse cessare quoties in particulari cessaverit finis eius, etiam negative tantum, secus vero esse in legibus quarum finis communis est et universalis, ut sunt praeceptum ieiunii et similia. Sed, ut verum fatear, non satis intelligo distinctionis sensum aut rationem, nam omnis lex est propter commune bonum, licet illud non in communitate immediate sed in singulis intendatur et acquirendum sit. Sic enim lex ieiunii est propter Ecclesiae bonum, tamen utilitas eius exercetur in singulis. Ita vero etiam est commune praeceptum de correctione fraterna, eius autem fructus in singulis in particulari procuratur; nulla est ergo differentia. Facilius ergo respondetur, ut attigit etiam Ledesma supra, in correctione fraterna non intervenire epiikiam nec cessationem obligationis propter cessationem finis, quia est praeceptum affirmativum quod non obligat pro semper, nec etiam habet determinatum tempus pro quo obliget, sine qua determinatione, ut supra dixi, non habet locum epiikia. Quando ergo non est spes fructus, non cessat obligatio praecepti affirmativi corrigendi fratrem, sed solum illa obligatio, quae de se indefinita est, non coarctatur ad hoc tempus, quia recta ratio dictat pro tunc non obligare, quia non est tempus utile neque subiectum est dispositum; sicut praeceptum eleemosynae obligat ad subveniendum indigenti, si tamen subventio futura esset nociva, vel si certo constaret indigentem non usurum eleemosyna, non obligaret praeceptum, non per cessationem aut epiikiam, sed quia non est talis occasio pro qua obliget illud praeceptum, quod naturale est et non tantum positivum. Addo eo modo quo dici potest cessare ibi rationem praecepti, non cessare tantum negative sed etiam contrarie, quia tunc correctio non esset actus virtutis sed otiosus et inutilis, et potest esse nocivus proximo potius quam utilis. 16. Differentia inter cessationem legis in universali et in particulari. Tandem ex his facile est respondere ad rationes dubitandi in principio positas. In quarum prima petebatur difficultas, quia ex dictis videtur sequi non esse differentiam inter cessationem legis in universali vel in particulari propter cessationem finis tantum negative cum proportione, scilicet, in universali vel particulari. Hoc autem videtur esse contra communem sententiam supra relatam. Sequela patet, quia in universali nunquam cessat lex, cessante fine eius pure negative, sed oportet ut cesset contrarie, saltem hoc modo quod fiat actus inutilis et consequenter incapax materiae legis; ac si hoc modo cesset in particulari, etiam cestabit obligatio legis. Ergo. Respondeo differentiam in hoc consistere, quod
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Por tanto, como lo más general es que esa esperanza cese, habrá que decir, en consecuencia, que todo el precepto cesa. A esto responden Bartolomé de Medina, Martín de Ledesma y Diego de Covarrubias que la ley de la corrección fraterna se dio para el bien privado de los particulares; por consiguiente, puede cesar en cada cual cuantas veces haya cesado su fin en particular, aunque sólo sea negativamente. Pero lo contrario sucede con las leyes, cuyo fin es común y universal, como lo es el precepto del ayuno y otros semejantes. Pero, a decir verdad, no acabo de entender el sentido o razón de esa distinción. En efecto, toda ley es con miras al bien común, aunque se le pretenda y se le haya de adquirir no en la comunidad inmediatamente, sino en cada uno de los particulares. Así la ley del ayuno es con miras al bien de la Iglesia; sin embargo, su utilidad se realiza en cada uno de los particulares. Pues así también es general el precepto de la corrección fraterna, pero se procura su fruto en cada uno de los casos particulares. No hay, por tanto, ninguna diferencia, Por consiguiente, la respuesta más fácil, como lo hizo también Martín de Ledesma, es que en la corrección fraterna no interviene la epiqueya ni el cese de la obligación por el hecho de cesar el fin, porque es un precepto afirmativo que no obliga en todo momento, ni tampoco tiene un tiempo determinado en el que obligue; y sin esta determinación, como antes dije, no hay lugar a la epiqueya. Luego cuando no hay esperanza de fruto, no cesa la obligación del precepto afirmativo de corregir al hermano. Lo único que sucede es que esa obligación, que de suyo es indefinida, no está adscrita a ese momento, pues la recta razón determina que por ahora no obliga, por no ser el momento adecuado ni estar dispuesto el sujeto. Lo mismo ocurre con el precepto de la limosna: Obliga a socorrer al necesitado. Sin embargo, si la subvención hubiera de ser nociva o si constara con certeza que el necesitado no iba a hacer uso de la limosna, no obligaría el precepto. Y esto no por cese o epiqueya, sino porque la ocasión no es tal, que obligue ese precepto que es natural y no sólo positivo. Añado que a la manera como puede decirse que en ese caso cesa la razón del precepto, no cesa sólo negativamente sino también contrariamente, porque entonces la corrección no sería un acto de virtud, sino un acto ocioso e inútil y más bien que útil podría ser nocivo para el prójimo. 16. Diferencia entre el cese de la ley en general y en particular. Desde lo dicho es fácil, finalmente, responder a las razones para dudar puestas al principio. En la primera de ellas se ponía la dificultad de que de lo dicho parece seguirse que no hay diferencia entre el cese de la ley en general o en particular por un cese del fin sólo negativo proporcionalmente, es decir, en general o en particular. Ahora bien, esto parece que va en contra de la opinión común expuesta más arriba. La consecuencia es clara: En general nunca cesa la ley al cesar su fin de una manera meramente negativa, sino que es preciso que cese de una manera contraria, al menos de forma que el acto resulte inútil y, consecuentemente, incapaz de ser materia de ley. Ahora bien, si de este modo cesa en particular, también cesará
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cessante adaequato fine legis modo explicato, consequenter cesset soluta ratio constituendi legem, quia cum illa cessatione finis est necessario coniunctum ut materia reddatur inutilis ad legem. At vero si finis in universali subsistat, etiamsi in particulari actu cesset, manet ratio integra communis legis, quae non respicit ad singula, sed ad id quod frequentius accidit; et ideo, licet in particulari cesset negative ille finis, non fit inutilis actus, nec in eo cessat contrarie ratio legis, quia semper ratio illa communis potest movere ad illum actum propter commune bonum et propter conformitatem ad legem et ad totum corpus, ut capite praecedenti explicatum est. 17. [Respondetur ad secundam rationem.] Ad secundam rationem de voluntate principis facile respondetur ex dictis, cum cessante ratione legis in generali, eo ipso fiat inutilis lex, et materia eius fiat incapax obligationis iustae, consequenter necessarium esse ut cesset voluntas legislatoris; tum quia solum voluit iuste obligare et quantum licite posset, neque aliud praesumendum est, tum etiam quia facta mutatione in materia legis non posset obligare, etiamsi vellet; quod si fingatur, ut in eodem argumento additur, cessante priori ratione aliam succedere, ut in tributis dici solet, responsum iam est priorem legem cessasse et aliam non esse latam. Unde, si velit princeps obligare ad eundem actum propter novam rationem insurgentem, oportet ut denuo legem ferat seu illam voluntatem promulget, alias non poterunt subditi ex vi prioris legis obligari. Tertia vero ratio, vel probat primam assertionem, si cessante fine extrinseco legis, adhuc materia eius honesta sit et propter se conferens ad bonum commune, vel si ratio illa procedat, quando omnino cessat finis legis, negatur tunc posse legem licite servari, quia esset actus vanus et otiosus et, licet illemet actus possit forte honeste fieri propter aliam commoditatem particularem intentam ab operante, illud est valde extrinsecum et accidentarium ut lex prior perseveret, quae non obligabat ad operandum illo modo vel propter illum finem. Neque ex tali non observatione legis, quae iam evidenter et publice cessavit, possunt sequi moralia incommoda, sicut non timentur ex eo quod lex evidenter et publice iniusta non servetur, et maiora ex contraria obligatione sequerentur. 18. Lex quoad unam partem potest reddi inutilis non quoad aliam. Quando lex dicitur suspendi, non extingui. Denique, iuxta haec quae diximus de totali cessatione legis, iudicari poterit de cessatione alicuius partis legis, non respectu personae vel casus particularis. sed respectu totius communitatis. Potest enim lex plura praecipere vel varia membra
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la obligación de la ley. Luego. Respuesta: La diferencia consiste en que al cesar el fin completo de la ley, de la manera explicada, cesa consiguientemente la razón absoluta para establecer la ley, porque con ese cese del fin necesariamente va unido el que la materia se vuelva inútil respecto de la ley. Pero si el fin se detiene en lo general, aunque cese en un acto particula, se mantiene íntegra la razón común de la ley, la cual no mira al caso singular sino a lo que sucede con más frecuencia. Por lo cual, aunque ese fin cese negativamente en un caso particular, no resulta inútil dicho acto ni cesa en él contrariamente la razón de la ley de una manera contraria, porque esa razón común puede mover a realizar dicho acto por el bien común y por conformidad con la ley y al cuerpo entero, como se ha explicado en el capítulo anterior. 17. [Respuesta a la segunda razón.] La respuesta a la segunda razón sobre la voluntad del soberano es fácil por lo ya dicho: Al cesar la razón de la ley en general y convertirse por lo mismo en ley inútil y su materia incapaz de una obligación justa, es necesario en consecuencia que cese la voluntad del legislador. En primer lugar, porque sólo quiso obligar justamente y en la medida en que pudiera hacerlo lícitamente, y no hay que presuponer otra cosa. También, en segundo lugar, porque, una vez realizado un cambio en la materia de la ley, no podría obligar, aunque quisiera. Y si se finge —como se añade en el mismo argumento— que al cesar la primera razón sucede la otra, como suele decirse tratándose de los tributos, ya se ha respondido que la primera ley cesó y que no se ha dictado otra. Por tanto, si el soberano quiere obligar a ese mismo acto por la nueva razón que ha surgido, es preciso que dicte de nuevo una ley o que promulgue esa voluntad; de lo contrario, no podrán los súbditos ser obligados en virtud de la primera ley. La tercera razón o prueba la primera tesis si, al cesar el fin extrínseco de la ley todavía su materia es honesta y contribuye por sí misma al bien común; o si esa razón tiene razón de ser cuando cesa absolutamente el fin de la ley, entonces negamos que pueda lícitamente mantenerse la ley, ya que sería una acto vano y ocioso. Y aunque ese acto pueda quizás realizarse honestamente por alguna otra ventaja particular pretendida por el que la realiza, eso es del todo extrínseco y accidental, para que se mantenga la primera ley que no obligaba a obrar de ese modo o por ese fin. Tampoco pueden seguirse inconvenientes morales de no observarse una ley que ya ha cesado de una manera clara y pública; al igual que no se temen tales inconvenientes por el hecho de que no se cumpla una ley que es clara y públicamente injusta, y se seguirían mayores de la obligación contraria. 18. La ley puede volverse inútil en cuanto a una parte, pero no en cuanto a otra. Cuándo se dice que la ley queda suspendida, pero no suprimida. Finalmente, según lo que acabamos decir sobre el cese total de la ley, se podrá juzgar del cese de alguna parte de la ley no respecto de una persona o de un caso particular, sino respecto de toda la comunidad. Puede, efectivamente, la ley mandar muchas cosas o abarcar diversas partes y resultar inútil en cuanto a una
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continere et quoad unum fieri inutilis et non quoad alia. Et tunc idem iudicium est de illa parte, cuius ratio cessavit, quando est ab alia separabilis, quod de tota aliqua lege, nam est eadem ratio. Imo illa lex, quae videtur una, in re est multiplex; et ita, cessat una licet non cessent aliae. Si vero lex ita contineret multa ut essent inseparabilia, et ita esset quasi indivisibilis obligatio, quia bonum ex integra causa et malum ex quocunque defectu, attente considerandum est an propter defectum in una parte tota lex reddatur iniusta vel inutilis vel magis nociva quam proficua, et tunc cesabit tota lex. Si vero, non obstante illo defectu, lex iusta permaneat et magis utilis quam nociva, non cessabit ipso facto donec revocetur. Illud etiam est considerandum: ut lex simpliciter cesset, necessarium esse ut eius ratio perpetuo cesset generaliter; nam, si ad tempus tantum sic cessare videatur, tunc potius suspendetur obligatio legis quam ipsa extinguatur, quia non fit simpliciter inutilis vel iniusta, sed tantum pro hoc tempore. Et ideo, limitata causa limitatum parit effectum. Ergo suspenditur lex, non extinguitur.
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de ellas y no en cuanto a las otras. Y entonces acerca de esa parte cuya razón ha cesado cuando es separable de la otra, el juicio es el mismo que el juicio acerca de toda una ley, pues la razón es la misma. Es más, esa ley, que al parecer es una, en realidad es múltiple, y así cesa una de ellas, aunque no cesen las otras. Pero si la ley abarcara muchas partes de tal forma que fueran inseparables, y así la obligación fuese indivisible, como el bien resulta de la causa entera y el mal resulta de cualquier defecto, hay que considerar atentamente si por el defecto en una sola parte se vuelve injusta e inútil la ley entera o más nociva que provechosa. Y entonces cesará la ley entera. Pero si, no obstante ese defecto, la ley sigue siendo justa y más útil que nociva, no cesará ipso facto hasta tanto que se revoque. También hay que tener en cuenta que, para que la ley cese sin más, es necesario que su razón cese de modo general para siempre. En efecto, si sólo, al parecer, cesa temporalmente, entonces queda suspendida la obligación de la ley más bien que suprimida ella misma, porque no se vuelve inútil o injusta sin más, sino sólo temporalmente, y por tanto una causa limitada produce un efecto limitado. Luego la ley no queda suspendida, no queda eliminada.
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CAPUT X Darine possit dispensatio in lege humana et quid illa sit 1. Dispensatio, abrogatio. Postquam de cessatione legis dictum est, sequitur dicendum de mutatione eius seu ablatione per actionem extrinseci agentis habentis potestatem ad tollendam, quae duplex etiam esse potest, scilicet, partialis, quam nunc comprehendimus nomine dispensationis et latius dici potest derogatio legis, et totalis, quae dicitur legis abrogatio. De hac posteriori dicemus postea, hic vero de priori tractamus; et non de omni, quia non omnis derogatio legis est propria dispensatio, ut explicabimus, sed de illa tantum quae propriam dispensationis rationem habeat, sub qua nunc commutationem comprehendimus, nam ad dispensationem reducitur, ut capite sequenti declarabo. Unde supponere oportet dispensationem, de qua tractamus, diversam omnino esse ab interpretatione quae per epiikiam fit, sive in casu evidente aut probabili, sive in casu dubio, in quo auctoritas superioris postulatur. Licet enim haec nomina soleant confundi, distingui nihilominus debent ut in discursu latius et commodius explicabo. Epiikia enim non est actus iurisdictionis sed doctrinae et prudentiae, ut supra visum est; dispensatio autem de qua tractamus est actus iurisdictionis, ut videbimus. Interpretatio autem in casu omnino dubio, licet praeter prudentiam iurisdictionem requirat, non supponit obligationem legis certam, sed potius in dubio declarat illam cessasse, non autem in rigore aufert illam. Dispensatio autem de qua tractamus supponit obligationem legis etiam certam, et fertur ad tollendam obligationem, etiamsi praeexistat. Unde fit ut in lege divina habeat locum interpretatio hominis etiam in casu dubio, non vero dispensatio, ut infra libro VII dicam441; at vero in legem humanam non interpretatio tantum in casu dubio, sed etiam propriissima dispensatio in casibus in quibus de praeexistente legis obligatione nulla poterat esse dubitatio concedi per hominem potest. 2. Superior dispensare potest cum certa persona lege obligante quoad alias. Et quidem, quod ad rem spectat, nullus dubitare potest quin obligatio legis humanae certo praeexistens et ligans talem personam possit per superiorem ex causa auferri, manente obligatione legis in reliqua communitate. Ita communiter doctores. Et primum allegari possunt omnes qui de voto hoc asserunt, quos retuli libro 6, De voto (cap. 9)442. Deinde de lege idem tradunt Durandus (in 1, d. 47, q.
Cfr. lib. X, cap. VI, n. 9. En la edición de Coimbra se lee: lib. 1, y en la de Lyon: lib. 7. Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto, tract. VI, De voto quaest. 88, art. 10, p. 1184, n. 15; Vivès 14, 1086-1087. 441
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CAPÍTULO X Si puede concederse dispensa en la ley humana y cuál es 1. Dispensa, abrogación. Después de hablar sobre el cese de la ley, corresponde hablar ahora sobre su cambio o supresión por la acción de un agente extrínseco con poder para suprimirla. Y esta supresión puede ser, así mismo, doble; a saber, parcial —que ahora lo entendemos bajo el nombre de dispensa y que en un sentido más amplio puede llamarse derogación de la ley— y total, que se llama abrogación de la ley. De esta última hablaremos después; ahora tratamos de la primera y no de todas sus clases —porque no toda derogación de la ley es dispensa en sentido estricto, como explicaremos—, sino sólo de aquella que es dispensa en sentido estricto y en ella incluimos ahora la conmutación, pues se reduce a la dispensa, como explicaré en el capítulo siguiente. Es, pues, preciso dar por supuesto que la dispensa, de la que estamos hablando, es totalmente distinta de la interpretación que se hace por la epiqueya, trátese de un caso evidente o probable, o trátese de un caso dudoso en el que se requiere la autoridad del superior; pues aunque se suelen confundir estos términos, deben, sin embargo, distinguirse, como explicaré más amplia y cómodamente en la exposición. En efecto, la epiqueya no es un acto de jurisdicción, sino de doctrina y de prudencia, como vimos antes. La dispensa, en cambio, de la que estamos hablando, es un acto de jurisdicción, como veremos. Pero la interpretación en un caso del todo dudoso, aunque requiera jurisdicción además de prudencia, no supone obligación cierta de la ley, sino que más bien en la duda declara que la obligación ha cesado, pero en rigor no la suprime. En cambio, la dispensa, de la que estamos hablando, supone obligación, incluso cierta, de la ley y se concede para suprimir la obligación, aunque exista de antemano. De aquí se sigue que la interpretación humana tiene cabida en la ley divina, incluso en caso dudoso, pero no la dispensa, como diré después en el libro VII. En cambio, en la ley humana no sólo el hombre puede ofrecer interpretación en caso dudoso, sino también dispensa, en su sentido más estricto, en aquellos casos en que no podía haber duda alguna sobre la obligación preexistente de la ley. 2. El superior puede conceder dispensa a una determinada persona, pero a las demás sigue obligando la ley. Y viniendo al particular, nadie puede dudar que la obligación de la ley humana, que con certeza existía de antemano y ligaba a tal persona concreta, pueda el superior suprimirla, cuando hay motivo, quedando en pie la obligación de la ley en el resto de la comunidad. Así opinan comúnmente los doctores. Pueden
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4, n. 6443), Richardus (in Quartum, d. 17, a. 2, q. 7), Scotus (in Tertium, d. 37444) et ibi Gabriel (nota 3445), Soto (lib. 1 De iustitia, q. 7, a. 3446), Ledesma (in Quartum, 2 d., q. 5, a. 6, et q. 17, a. 3447), optime Turrecremata (in c. Sicut quaedam, d. 14, et in § Nisi rigor, post c. Requiritis 1, q. 7448), Rebuffus (in Practica, p. 2, tit. De dispensationibus, n. 1 et 2449), ubi alios canonistas refert, Covarrubias (in Quartum, 2. p., cap. 6, § 9, n. 22450), ubi alios etiam refert, et idem supponit Navarrus (in Summa, praeludio 9, n. 17451). Et res est manifestissima tam in iure quam in usu. Hac enim ratione Augustinus (epistola 50452), dispensationem vocavit vulnus contra integritatem severitatis, et habetur in capite Ipsa pietas (§ Si inquirat, 23, q. 4453) et Gelasius Papa (in c. Necessaria rerum dispositione454, 1, q. 7455) vocat illam relaxationem, moderationem ac temperamentum canonum paternorum, quae fieri potest diligenti consideratione adhibita. Sic etiam dixit Cyrilus in epistola ad Gennadium: Dispensationes nonnunquam cogunt parum a debito exire, et infra: Dispensationum modus nulli sapientum displicuit (c. Dispensationes, 1, q. 7456), prout in decreto gregoriano habetur, et similia sumuntur ex capite Tanta et capite Si qui, eadem quaestione457; et aperte ex capite De multa (De praebendis), ubi post rigorosam prohibitionem de pluritate beneficiorum subditur: Circa sublimes tamen et litteratas personas quae maioribus sunt beneficiis honorandae, cum ratio postulaverit, poterit per Sedem Apostolitam dispensari458. 3. [Confirmatio.] Unde etiam aperte hoc confirmat usus, nam certe cum papa dat licentiam alicui habendi plura beneficia, non declarat in illo cessasse legem ex praeexistente causa; idemque in lege ieiunii, in modo observandi censuras et in aliis privilegiis evidenter quotidie fit. Unde incredibile est D. Thomam (I II, q. 97, a. 4459) intellexisse in 443 Durandus a Sancto Porciano, In sententias Petri Lombradi lib.1, dist. 47, quaest. 4, n. 6 (Lugduni 1569). 444 Ioannes Duns Scotus, In tertium librum Sententiarum dist. 37. 445 Gabriel Biel, In tertium librum Sententiarum dist. 37, nota tertio. 446 Dominicus Soto, De iustitia et iure pp. 78-81. 447 Martinus de Ledesma, Secunda quartae, ff. 37rb-39ra; et ff. 202ra-205rb. 448 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto commentaria (Lugduni 1519, t. I, ff. 55v-56v, et t. II, f. 51r-v). 449 Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum absolutissima adquirendi conservandique illa ac ammitendi modos continens… (Lugduni 1570, p. 363). 450 Didacus de Covarrubias, In librum quartum... p. 225. En las ediciones se lee: n. 42. 451 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 70-72. 452 Augustinus, Epistolae epist. 50 453 C.23 q. 4 c.24 § 6. 454 En las ediciones se lee: dispensatione. 455 C.1 q.7 c.6. 456 C.1 q.7 c.16. 457 C.1 q.7 c. 11 et 12. 458 X 3.5.28. 459 Thomas I II, 97, 4.
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aducirse, en primer lugar, todos los que afirman esto respecto del voto; los cité en el capítulo IX del Libro VI De voto. Lo mismo enseñan, además, acerca de la ley Durando de Santo Porciano, Ricardo de Mediavilla, Duns Escoto, Antonio Gabriel, Domingo de Soto, Marín de Ledesma, muy bien Juan de Torquemada, Pedro Rebuffe que cita a otros canonistas, Diego de Covarrubias, que cita también a otros, y lo mismo da por supuesto Martín de Azpilcueta. La cosa es clarísima tanto jurídicamente como en la práctica. Por esta razón a la dispensa la llamó San Agustín herida contra la integridad de la severidad, palabras que están en el capítulo Ipsa pietas; y el Papa Gelasio en el capítulo Necessaria rerum dispensatione la llama relajamiento, moderación y proporción de los cánones paternos, que puede hacerse empleando una diligente consideración. Así también dijo Cirilo: Las dispensas algunas veces fuerzan a salir un poco de lo debido. Y después: A ningún sabio ha desagradado la moderación de las dispensas, tal como aparece en el Decreto Gregoriano. Y textos semejantes se encuentran en los capítulos Tanta y Si qui; y lo mismo con toda claridad en el capítulo De multa, en donde después de una rigurosa prohibición de la pluralidad de beneficios, añade: En cuanto a las personas de elevado rango y eruditas que merecen ser honradas con beneficios mayores, cuando así lo pida la razón, las podrá dispensar la Sede Apostólica. 3. [Confirmación por la práctica.] Así pues, también esto lo confirma la práctica con toda claridad. En efecto, cuando el Papa da licencia a alguien para tener varios oficios, no declara, ciertamente, que cesa en él la ley por una causa preexistente; y lo mismo se hace evidentemente cada día en la ley del ayuno, en el modo de cumplir las censuras y en
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legum relaxatione solum habere locum interpretationem in casu dubio, non vero rigorosam dispensationem per ablationem obligationis certo praeexistentis, ut aliqui illi imponunt, et in eandem sententiam allegatur, Caietanus, ibidem460, et Antoninus (1 p., t. 17, § 20461). Incredibile, inquam, est in re tam clara tales theologos et praesertim divum Thomam hallucinasse. Unde divus Thomas (Quodlibet 19, a. 15), expresse dicit: Dispensatio humana non aufert ligamen legis naturalis, sed positivae462. Auferre autem ligamen non est interpretari. Item hoc modo etiam potest interpretatio humana authentica auferre ligamen iuris naturalis in casu dubio, et in dicta quaestione 96 (a. 6 ad 3) negat cadere in ius divinum dispensationem, cum tamen id non posset de interpretatione negare. Idem latius Quodlibet 4 (a. 13463). Denique in Quartum (d. 38, q. 1, a. 4), expresse distinguit dispensationem per modum relaxationis iuris vel per modum declarationis, et primam etiam admittit in voto; et in dicto capite 9 ostendi nunquam divum Thomam mutasse illam sententiam et modum loquendi eius in illa materia declaravi464. Idem ergo a fortiori sensit de lege, et ita etiam in dicto articulo 6 exponendus est, ut magis statim exponam. Et Antoninus clare idem sentit. Nec Caietanus aliud docuit quam divus Thomas. Adde fateri Caietanum dispensationem in lege humana sine causa datam esse validam, at illa non potest fieri per declarationem, ut est per se evidens; ergo. Unde omnes qui idem tenent, quos infra referemus, hoc idem necessario sentiunt. 4. [Dispensatio legis et obligatio.] Quod ergo ad rem spectat certum est propriam dispensationem legis cadere in legem obligantem et tollere obligationem eius in particulari casu vel persona. Et ratio est clara, quia sicut lex humana a voluntate humana orta est, ita per eandem tolli potest; et quia ad humanam gubernationem erat haec potestas necessaria in hominibus, ut infra latius dicetur. Quod vero spectat ad nomen dispensationis negari non potest, quin late soleat etiam interpretationem significare, nam communis usus sapientum id observat, ut constat ex D. Thoma et Bonaventura (Quarto, d. 38), Scoto, Gabriele, Durando, Antonino465 et aliis, et ex Speculatore (tit. De dispensatione, § 1) et fere ex communi usu canonistarum. Hoc autem nihil obstat propositae veritati, quam de re ipsa explicuimus. Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 306. Florentinus, Antoninus, Summa Sacrae Theologiae, iuris Pontificii et Caesarei parte I. 462 Thomas Quodlibet 9, q.7, a.2. 463 Thomas Quodlibet q.8, a.2. 464 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, art. 10, pp. 1180-1181, n. 6; Vivès 14, pp. 1083-1084. 465 Thomas de Aquino, Scriptum super Sententiis lib. 4, d. 38, q. 1, a. 1; Bonaventura, In quartum Sententiarum (Opera omnia, Quarachi 1889, t. IV); Ioannes Duns Scotus, Quaestiones in tertium librum sententiarum (Opera omnia, Parisiis 1894); Gabriel Biel, Epitome pariter et collectorium circa quattuor libros Sententiarum lib. III, dist. 37 (Tübingen 1501 = Frankfurt/Main 1905); Durandus a Sancto Porciano, Commentaria in quattuor libros Sententiarum lib. IV, dist. 38 ((Lugduni 1533); Antoninus Florentinus, Summa Sacrae Theologiae, iuris Pontificii et Caesarei (Venetiis 1582). 460 461
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otros privilegios. No es por eso creíble que Santo Tomás en la I II haya entendido que en la relajación de las leyes sólo tenga lugar la interpretación en caso dudoso y no una dispensa en sentido riguroso eliminando una obligación ciertamente preexistente. Y en la misma línea se cita a Cayetano y a Antonino Florentino. No es, repito, creíble que en un punto tan claro estos teólogos, y sobre todo Santo Tomás, sufrieran una alucinación. Pues bien, Santo Tomás en el Quodlibeto 19 dice expresamente: La dispensa humana no elimina la ligadura de la ley natural sino de la ley positiva. Ahora bien, eliminar la ligadura no es interpretar. Así mismo, también de esta manera puede la interpretación humana auténtica eliminar la ligadura del derecho natural en caso dudoso. Y en la citada cuestión 96 dice que la dispensa no cabe en el derecho divino; pero esto no lo podría negar de la interpretación. Lo mismo dice con más amplitud en el Quodlibeto 4. Finalmente, en la IV distingue expresamente la dispensa según la modalidad de relajación del derecho o según la modalidad de declaración. La primera la admite incluso en el voto. Y en el citado capítulo IX demostré que Santo Tomás nunca cambió de opinión, y expliqué su modo de hablar en esa materia. Luego con más razón opina lo mismo acerca de la ley y en este sentido se ha de interpretar también dicho artículo 6, como expondré en seguida con más amplitud. San Antonino opina claramente lo mismo. Tampoco Cayetano enseñó cosa distinta de Santo Tomás. Añádase que Cayetano admite que en la ley humana la dispensa dada sin causa es válida. Ahora bien, tal dispensa no puede concederse mediante una declaración, como es por sí mismo evidente. Luego. Así pues, todos los que sostienen eso mismo, a los cuales citaremos después, necesariamente opinan esto mismo. 4. [Dispensa de la ley y obligación.] Por lo que respecta a esta cuestión, es cosa cierta que la dispensa propiamente dicha de la ley atañe a la ley que obliga y elimina su obligación en un caso o persona particular. La razón es clara: Al igual que la ley humana ha tenido su origen en la voluntad humana, así esa misma voluntad la puede eliminar; y en segundo lugar, era necesario este poder en los hombres para su gobierno, como se dirá más ampliamente después. En cuanto al nombre de dispensa, no se puede negar que se le suele dar también el significado de interpretación en un sentido lato, porque así lo entiende la práctica común de los peritos, como es evidente en Santo Tomás, Buenaventura, Duns Escoto, Antonio Gabriel, Durando de Santo Porciano, Antonino Florentino y otros y por la práctica casi común de los canonistas. Pero nada de esto se opone a la verdad propuesta que hemos explicado acerca de la cosa misma.
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5. [Ratio dispensationis accuratius declaratur.] Ut autem haec resolutio et tota materia exactius declaretur, ratio propria dispensationis accuratius declaranda est. Et in primis supponimus dispensationis vocem ex primaria impositione distributionem seu administrationem significare, nam dispensator in latina proprietate administratorem domus vel familiae significat, cuius est dispensatio. Quae significatio non solum in iure civili (l. Dispensatori, D, De solutionibus466 et lege Urbana 166 D, De verborum significatione467), sed etiam in Testamento Veteri est valde usitata (Gen. 43-44 et 3 Reg.); in Novo autem Testamento translata est haec vox ad signficandum specialem et ecclesiasticum administratorem (ut Lc. c. 12): Quis putas est fidelis dispensator et prudens quem constituit dominus super familiam suam? Hoc est ergo munus dispensatoris; actus vero declaratur, dum subditur: Ut det illis in tempore tritici mensuram. Distributio ergo munerum, actionum et bonorum domini inter eos qui sunt de familia, generaliter dici potest dispensatio. Et sic Apostoli et eorum successores dicuntur dispensatores mysteriorum Dei (1 Cor. 4, et 1 Pet. 4) et actus respondens illi muneri dicitur dispensatio (1 Cor. 9): Dispensatio mihi credita est. In qua significatione etiam Evangelii praedicatio dispensatio dicitur, ut ex eodem loco constat, et ex Michaele papa (in c. Dispensatio, d. 43468); et sacramentorum ministratio et tota Ecclesiae gubernatio dici potest dispensatio multiformis gratiae Dei. Unde Petrus postquam dixit: Sicut boni dispensatores, subdit, si quis loquitur quasi sermones Dei, si quis ministrat tanquam ex virtute quam administrat Deus. Sic etiam idulgentiarum distributio dicitur dispensatio thesauri in extravagante Unigenitu, (De poenitentiis et remissionibus469). 6. Dispensatio est actus iurisdictionis. Ex hac ergo generalitate, applicata est vox dispensatio ad significandum actum quo quis ab obligatione legis eximitur; et quia unus modus esse potest per interpretationem, ideo potuit etiam in ea significatione usurpari. Tamen in hac etiam significatione sumpta non quamcumque interpretationem legis, sed illam solam quae in casu dubio et per potestatem superioris datur ad liberandum subditum ab obligatione legis significat, quia haec tantum est actus administrationis et potestatis a Deo commissae et illa tantum tollit aliquo modo onus legis quod sine tali potestate auferri non potest. Unde merito dixit Romanus (cons. 325, n. 12) dispensationem esse actum iurisdictionis, ubi in scholio hoc late confirmatur470. Denique multo magis certum est nomen dispensationis in iure tractum esse ad significandam ablationem vinculi legis in aliquo particulari casu, quin potius in D 46. 3. 51. D 50. 16. 166. 468 D 43 c.5. 469 Extrav. Com. 5.9.2. En las ediciones se lee: De poenitentia et remissione. 470 Romanus [Ludovicus Pontano], Consilia sive responsa (Venetiis 1568, f. 217r-v). 466 467
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5. [Explicación del concepto de dispensa.] Pero para aclarar con más exactitud esta tesis y la materia entera, vamos a aclarar con más rigor el concepto específico de dispensa. Damos por supuesto, en primer lugar, que el término dispensa en su imposición primigenia significa distribución o administración, porque el sentido propio de dispensador en latín es el de administrador de la casa o de la familia que se dispensa. Este significado es muy usual no sólo en derecho civil, sino también en el Antiguo Testamento; en el Nuevo Testamento, en cambio, esta voz ha pasado a significar un administrador especial y eclesiástico; por ejemplo, en San Lucas: ¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre? Este es, por tanto, el cargo de administrador; y su función se explica añadiendo: Para que distribuya a su tiempo la ración de trigo. Luego la distribución de cargos, acciones y bienes del Señor entre los que son de su servidumbre, se puede llamar en general dispensación. Así a los Apóstoles y a sus sucesores se les llama dispensadores de los misterios de Dios en la primera carta a los Corintios y en la primera carta de San Pedro; y a la función que responde a ese cargo se la llama dispensación en la primera carta a los Corintios: Se me ha confiado una dispensación. Con este significado también la predicación del Evangelio se llama dispensación, como es claro por el mismo texto y por el Papa Miguel; y la administración de los sacramentos y el gobierno todo de la Iglesia puede llamarse dispensación de la multiforme gracia de Dios. Por eso San Pedro después de decir Como buenos dispensadores, añade: Quien habla, sea portavoz de Dios; quien se dedica al servicio, hágalo con las fuerzas que Dios le da. Así también a la distribución de indulgencias se la llama en la extravagante Unigenitus dispensación del tesoro. 6. La dispensa es un acto de jurisdicción. A partir de este sentido general, la palabra dispensación ha pasado a significar el acto con que uno queda eximido de la obligación de la ley. Y como una de las maneras puede ser por medio de la interpretación, pudo emplearse también con ese significado. Sin embargo, incluso tomada en este sentido, no significa cualquier tipo de interpretación de la ley, sino sólo aquella que en caso de duda y con autorización del superior se concede para liberar al súbdito de la obligación de la ley. Solamente ella es un acto de la administración y del poder concedido por Dios. Y sólo ella elimina de alguna manera el peso de la ley, porque sin ese poder no podría eliminarse. Con razón dijo Luis de Ponte que la dispensa es un acto de jurisdicción, y esto se confirma ampliamente en el escolio. Finalmente, mucho más cierto es que la palabra dispensa se ha empleado en derecho para significar la eliminación del vínculo de la ley en algún caso particu-
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materia legum et iuris illa vox simpliciter dicta quasi per antonomasiam significat huiusmodi ablationem471. Et ita nos nunc illa utimur, nec timemus latinorum reprehensionem qui hanc vocem barbaram esse dicunt, nam unaquaeque ars habet facultatem instituendi propria vocabula, quae suo usui deserviant. Advertit autem Decius (in c. At si clerici § De adulteriis, De iudiciis, n. 3) hanc vocis usurpationem iure canonico introductam esse, nam in iure civili non invenitur472, praeter quam in libro De pace Constantiae, in principio473, ubi pro gratia aut remissione poenae sumitur, quae solet in iure civili indulgentia appellari, ut notavit Baldus in dicto capite At si clerici474. Verumtamen, quia nomen indulgentiae secundum ecclesiasticum usum iam habet aliam accommodationem, ut suo loco explicuimus475; et liberatio a lege, quae per interpretationem puram fit, alia nomina habet: aequitatis, epiikiae vel interpretationis, ideo merito nomen dispensationis in dicta significatione nunc usurpatur. 7. Dispensationis definitio. Atque hinc facile est definire dispensationem de qua tractamus. Ex definitionibus autem quae circumferri solent, haec videtur sufficiens: Dispensatio est legis humanae relaxatio; nam licet dispensatio latius pateat, tamen, ut de illa nunc tractamus, ad illam definitionem coarctanda est, et per illam sufficienter explicatur. Quaedam vero glossa addit esse relaxationem iuris communis factam cum causae cognitione ab eo qui ius habet dispensandi, in quo particula cum causae cognitione est476 de necessitate dispensationis; et potest sumi ex Panormitano (in c. 2, De schismaticis, n. 4477), et sentit Navarrus (in Summa, prae. 9, n. 15478), et alii quos late refert Sancius (lib. 8, De matrimonio, dist. 1, n. 2479). Sed absque dubio illa particula non est ponenda in definitione, nam datur vera dispensatio sine causae cognitione, ut postea dicemus; et tandem fatetur Panormitanus, supra, et ideo particulam illam abstulerunt Bartholus (cons. 18, vol. 2480), Decius (in
En las ediciones se lee: relationem. Philippus Decio, Super Decretalibus f. 110v. 473 Liber de pace Constantiae praeamb. in Volumen legum parvum quod vocant, in quo haec insunt tres posteriores libri Codicis D. Iustiniani sacratissimi principis, authenticae seu novellae constitutiones eiusdem principis... (Lugduni 1612, col. 175). 474 Baldus de Ubaldis, Commentariorum f. 137v, n. 10. 475 Franciscus Suárez, Commentariorum ac disputationum in tertiam partem Divi Thomae, tomus quartus: Expositionem quaestionum LXXXIIII usque ad finem disp. 49, sect. 5 (Conimbricae 1602, p. 1044, n. 3; Vivès 22, p. 1003). 476 En las ediciones se lee: in § Cum causae cognitione esse. 477 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In quartum et quintum librum Decretalium Epistolarum commentaria seu lecturae (Lugduni 1578, f. 133v). 478 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 60. 479 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 4. 480 Saxoferrato, Bartholus de, Consiliorum Bartoli libri duo, his interdicti sunt eiusdem Tractatus et Quaestiones (Lugduni 1555, f. 202r-v). 471 472
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lar. Es más, en materia de leyes y de derecho esa palabra, dicha sin más, significa por antonomasia, por así decir, esa relación. Y en este sentido la utilizamos nosotros en este momento sin temor a que nos reprendan los latinos diciendo que es una palabra bárbara, pues cada disciplina tiene facultad para crear sus vocablos propios que le resulten más prácticos. Filipo Decio, por su parte, advierte que el uso de este término lo ha introducido el derecho canónico, porque en el derecho civil no se encuentra, excepto en el libro De pace Constantini, al principio, donde en vez de gracia o remisión de la pena se emplea la que en derecho civil suele llamarse indulgencia, como hizo notar Baldo de Ubaldis. Sin embargo, como el término indulgencia según la práctica eclesiástica tiene ya otro ajuste, como hemos explicado en su lugar, y la liberación de la ley que se hace por mera interpretación tiene otros nombres como equidad, epiqueya o interpretación, con razón se emplea en este momento el término de dispensa con el significado que se ha dicho. 7. Definición de dispensa. Por aquí resulta fácil definir la dispensa de la que estamos tratando. De las definiciones que suelen correr por ahí me parece acertada la que pongo a continuación: Dispensa es el relajamiento de la ley humana. Me explico: Aunque la dispensa tiene un alcance más amplio, sin embargo, tal como la entendemos en este momento, hay que limitarla a esa definición y con ella queda suficientemente explicada. Cierta Glosa añade que es la relajación del derecho común hecha con conocimiento de causa por quien tiene derecho para dispensar, y que el inciso conocimiento de causa es necesario para la dispensa. Se puede ver en Nicolás de Tudeschis y así piensan también Martín de Azpilcueta y otros que cita ampliamente Tomás Sánchez. Pero no hay duda de que ese inciso no hay que ponerlo en la definición, porque aun sin conocimiento de causa ya hay verdadera disposición, como diremos después; al fin lo acepta también Nicolás de Tudeschis. Por eso eliminaron ese inciso Bártolo de Saxoferrato, Filipo Decio, Oldrado de Ponte
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dicto § De adulteriis481), et Oldradus (cons. 327) et Friedericus Sennis (cons. 30); qui omnes absolute sic definiunt: Dispensatio est iuris communis relaxatio482. Atque ita omittunt etiam causam efficientem, nec immerito; tum quia est intrinseca, tum etiam quia in relaxatione ipsa continetur, si enim non fit a potestatem habente, non erit relaxatio; tum denique quia quaedam negatio committitur cum dispensatio definitur per potestatem dispensandi, et melius diceretur ab habente potestatem supra ipsum ius. 8. [De eodem.] Praeterea melius dici videtur iuris humani quam iuris communis, quia dispensatio, de qua tractamus, etiam potest cadere in statuta et quascumque alias leges, licet in iure communi non contineantur. Responderi autem potest ex Rebuffo (tit. De dispensationibus n. 20483) dispensationem dari in iure communi, in statutis vero et regulis dari indultum; per illud enim non dicitur ius solvi, imo saepe reditur484 ad commune ius. Sed non video rationem horum verborum, nam relaxatio statuti re vera est dispensatio, et relaxatio iuris communis dici potest indultum, nam hoc nomen genericum est, ut infra de privilegiis dicemus. Et saepe statutum non est contra ius commune, unde per relaxationem eius non reditur485 ad ius commune. Item statutum simpliciter est ius pro tali communitate; ergo relaxatio eius est propria dispensatio. Imo licet statutum sit contra ius commune, eius relaxatio erit dispensatio respectu eorum qui ligantur statuto, licet sit dispensatio magis favorabilis quam aliae quae omni modo iuri repugnant. Denique quamvis dari possit dispensatio in votis, in iuramentis et in matrimonio rato, quae videntur attingere ius divinum, nihilominus illas dispensationes nunc excludimus, et omnes quae in ius divinum vel naturale, sive a Deo sive ab homine, dari aut cogitari possunt, quia, ut dixi, de illis nunc non tractamus. In proposita ergo definitione relaxatio ponitur loco generis, quia dispensatio revera est solutio quaedam et remissio; quia vero aliae sunt species remissionum, additur per modum differentiae particula iuris humani ad excludendas omnes alias relaxationes, et per eandem excluditur indulgentia ecclesiastica, quae licet sit relaxatio alicuius vinculi et reatus, non est relaxatio iuris humani, sed est remissio cuiusdam reatus, quae primo ac per se fit apud Deum, quamvis ex illa sequi possit ablatio alicuius praecepti positi ab homine iniungentis poenitentiam, ut ex materia de indulgentia constat486. Philippus Decio, Super Decretalibus f. 110v, n. 3. Oldradus de Ponte, Consilia et quaestiones (Vienae Delphinatus 1481, s.f., q. 255). La cita interna del incunable no coincide con la de Súarez, ni en la numeración ni en la denominación, ya que en el incunable se organiza por quaestiones. No está foliado El contenido coincide; no hay lugar a duda de que se trata de esta obra. Friedericus Petrucius de Senis, Quaestiones disputates et consilia (Romae 1472, s. f.). 483 Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 365. 484 En las ediciones se lee: redditur. 485 En las ediciones se lee: redditur. 486 Franciscus Suárez, Commentariorum ac disputationum in tertiam partem Divi Thomae, tomus quartus disp. 49, sect. 1, p. 1021, n. 2; Vivès 22, p. 980. 481 482
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y Federico Petruccio de Siena. Todos ellos sin excepción la definen así: Dispensa es el relajamiento del derecho común. Y así omiten también la causa eficiente; y no sin razón, porque es intrínseca y además porque va incluida en el relajamiento mismo, pues si quien tiene el poder no lo hace, no habrá relajamiento; y así mismo, en fin, porque es una broma definir dispensa por el poder de dispensar; mejor sería decir por el que tiene poder sobre el derecho mismo. 8. [Sobre el mismo tema.] Además, parece que es mejor decir del derecho humano que del derecho común, porque la dispensa de la que tratamos puede recaer también sobre los estatutos y sobre cualesquiera otras leyes, aunque estén incluidas en el derecho común. Se puede responder, siguiendo a Pedro Rebuffe, que la dispensa es propia del derecho común y, en cambio, el indulto es propio de los estatutos y de las reglas, pues por el indulto no se dice que se relaje el derecho; es más, muchas veces se vuelve al derecho común. Pero no veo la razón de ser de estas palabras. En efecto, el relajamiento de un estatuto en realidad es una dispensa, y el relajamiento del derecho común puede denominarse indulto, ya que este término es genérico, como diremos después al hablar de los privilegios. Y con frecuencia el estatuto no va en contra del derecho común; de ahí que por su relajamiento no se vuelve al derecho común. Así mismo, el estatuto es sin más un derecho para tal comunidad. Luego su relajamiento es dispensa en sentido propio. Más aún, aunque el estatuto sea contrario al derecho común, su relajamiento será dispensa respecto de aquellos a quienes obliga el estatuto, aunque la dispensa sea más favorable que las otras que están en desacuerdo total con el derecho. Finalmente, aunque se puede conceder dispensa en los votos, en los juramentos y en el matrimonio rato —cosas que, al parecer, atañen al derecho divino—, excluimos en este momento, sin embargo, esas disposiciones y todas las que en materia de derecho divino o natural puede conceder sea Dios o sea el hombre o puedan concederse, porque, como dije, no tratamos ahora de ellas. Por tanto, en la definición propuesta el relajamiento se pone como género, porque la dispensa en realidad es una cierta liberación y condonación. Pero como hay otras especies de remisiones, se añade a modo de diferencia el inciso del derecho humano para excluir todas los demás relajamientos. Por este mismo inciso queda excluida la indulgencia eclesiástica, la cual, aunque es relajamiento de algún vínculo y reato, no es relajamiento del derecho humano sino remisión de un cierto reato; remisión que ante todo y de suyo tiene lugar ante Dios, aunque pueda seguirse de ella la desaparición de algún mandato impuesto por el hombre añadiendo una penitencia, como es evidente por el tratado de las indulgencias.
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9. Distinguitur dispensatio ab absolutione. Deinde, quod notandum est, per illam particulam distinguitur dispensatio ab absolutione a censuris vel alia simili, quamvis aliqui interdum ita illas confundant ut putent dispensationem esse absolutionem et in rescriptis apostolicis sub illa comprehendi, quia absolutio a censura, verbi gratia, est relaxatio vinculi per legem humanam introducti et impositi. Haec vero sententia falsa est, quia in indultis pontificiis haec duo distinguuntur et, concesa potestate absolvendi, non censetur concessa potestas dispensandi, nec a contrario; ergo illa duo longe differunt. Absolutio enim non datur contra ius, sed secundum ius, unde in illa nulla fit iuris relaxatio; dispensatio autem datur contra ius, ut ex dictis constat. Recte ergo dicimus in definitione illa per posteriorem particulam absolutionem excludi, quia non est relaxatio iuris humani, sed alterius vinculi, quod licet saepe per ius humanum sit inductum vel impositum, per absolutionem non tollitur contra ius, sed secundum ius; et ita per absolutionem non relaxatur ius. Et hoc sensit glossa (in c. Cupientes § Caeterum, De electione in Sexto, verbo Suspensos) dicens de absolutione a censura: Vere loquendo ibi poena non removetur, utique contra ius, sed quod ius statuit adimpletur487, quamvis paulo superius eadem glossa improprie utatur nomine absolutionis pro remissione poenae ad certum tempus impositae ante tempus impletum, nam illa revera potius est dispensatio. Et idem in re sentit Panormitanus (in c. Tam litteris, De testibus, n. 3488), licet voces non explicuerit. 10. [Declaratio quaestionis.] Potestque res ipsa facile declarari, quia absolutio, sive a peccatis, sive a censuris seu poenis, non datur, nisi supposita dispositione ex parte poenitentis et potestate ex parte absolventis. Tunc autem nulla lex per talem actum relaxatur, nam potius lex praecipit poenitentem absolvi in eo eventu, ut est manifiestum in absolutione a peccatis. Idem autem cum proportione est in absolutione a censura, quia censura de se non est poena perpetua vel ad definitum tempus, sed donec a contumacia recedatur, quia est poena medicinalis, et ideo in sua intrinseca ratione includit ut, ablata contumacia, ipsa etiam tollatur, et ita iura disponunt; illa ergo ablatio non est dispensatio in aliqua lege, sed potius legis executio. Ergo absolutio in hoc recte distinguitur a dispensatione, quod illa est sententia quaedam per quam, si clavis non erret, non vulneratur lex nec minuitur ius, sed potius executioni mandatur; dispensatio vero non est sententia, sed actus quidam iurisdictionis voluntariae quo vulneratur lex dum ex parte tollitur, ut optime docuit divus Thomas (in Quartum, d. 20, q. 1, a. 5, q. 4 ad 3489), inde colligens aliam 487 Sextus Decretalium, col. 115, lit. f. En las ediciones se lee: removetur, pero la glosa dice: adimpletur. 488 Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars secunda f. 70v. 489 Thomas Commentum in librum IV Sententiraum dist. 20, art. 4, quaest. 4 ad 3.
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9. La dispensa se distingue de la absolución. Además —esto hay que tenerlo en cuenta— por ese inciso la dispensa se distingue de la absolución de censuras u otras absoluciones semejantes, aunque hay algunos que a veces las confunden y piensan que la dispensa es una absolución y que en ella entra en los rescriptos apostólicos, porque la absolución de una censura, por ejemplo, es el relajamiento de un vínculo introducido e impuesto por la ley humana. Pero esta opinión es falsa porque en los indultos pontificios se distinguen ambas cosas y conceder el poder de absolver no se juzga que sea conceder el poder de dispensar ni al contrario. Luego son cosas muy distintas. En efecto, la absolución no se da en contra del derecho, sino de acuerdo con el derecho; no hay por tanto relajamiento alguno del derecho. En cambio, la dispensa se da en contra del derecho, como es evidente por lo dicho. Por lo tanto, con razón decimos que en esa definición queda excluida la absolución por el último inciso, porque ésta no es relajamiento del derecho humano sino de otro vínculo, el cual, aunque con frecuencia es el derecho humano el que lo ha introducido o impuesto, por la absolución se elimina no en contra del derecho sino de acuerdo con el derecho; y así por la absolución no se relaja el derecho. Esto es lo que piensa también la Glosa del Libro VI cuando dice de la absolución de censura: Hablando en rigor, con ella no se elimina la pena —esto es, en contra del derecho— sino que se cumple lo que estableció el derecho; bien es verdad que poco antes la misma Glosa usa impropiamente el término absolución en lugar de perdón de la pena impuesta para un determinado tiempo, antes de cumplirse el tiempo; en realidad se trata más bien de una dispensa. Lo mismo piensa Nicolás de Tudeschis en este tema, aunque no explicó los términos. 10. [Aclaración del tema.] Se puede aclarar fácilmente la cosa misma: En efecto, la absolución, sea de los pecados o sea de las censuras o penas, no se da, si no se supone la debida disposición por parte del penitente y el poder por parte del que absuelve. Pues bien, ninguna ley se relaja por tal acto, pues más bien la ley manda que se absuelva al penitente en esa circunstancia, como es manifiesto en la absolución de los pecados. Y lo mismo ocurre proporcionalmente en la absolución de una censura, porque la censura no es de suyo una pena perpetua o por un tiempo determinado, sino hasta que desaparezca la contumacia, puesto que es una pena medicinal; por eso incluye en su misma razón de ser el que, una vez desaparecida la contumacia, quede también ella misma eliminada, y así lo disponen las leyes. Luego esa supresión no es dispensa de alguna ley, sino más bien la ejecución de una ley. Luego la absolución en este punto se distingue bien de la dispensa en que aquella es una sentencia por la que —si el juez no yerra— la ley no se vulnera ni se menoscaba el derecho, sino más bien se ordena su ejecución; la dispensa, en cambio, no es una sentencia sino un acto de jurisdicción voluntaria con el que se perjudica la ley al debilitarla parcialmente, como muy bien enseñó Santo Tomás. Deduce, en efecto, otra diferencia entre absolución y dispensa, a saber, que uno
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differentiam inter absolutionem et dispensationem, quod idem non potest absolvere seipsum; potest tamen idem secum dispensare, ut infra dicetur. Possumus etiam ex dictis aliam differentiam colligere inter dispensationem et absolutionem, quod illa est stricti iuris, ut infra dicetur, haec vero est iuris favorabilis et ampliabilis, quia est secundum ius. 11. Simplex licentia non potest dici dispensatio. Praeterea per eandem particulam definitionis excluditur simplex licentia, quae non potest dici dispensatio nec contra ius, sed secundum ius. Illam enim voco simplicem facultatem, per quam revera non aufertur obligatio legis, sed conceditur operatio ut fiat iuxta modum a lege praescriptum, quod etiam est necessarium advertere, quia in multis legibus potest aliquis facultatem concedere, qui non potest dispensare; et valde diversa causa solet requiri ad similem facultatem concedendam vel ad dispensandum. Exempla esse possunt, verbi gratia, in voto paupertatis, nam praelatus religionis potest dare licentiam ad aliquid donandum, non tamen potest dipensare in paupertate (c. Cum ad monasterium, De statu monachorum490). Similiter episcopus potest dare facultatem ad ingrediendum monasterium monialium ex legitima causa, non tamen potest dispensare, quia nihil in eo genere potest concedere, nisi iuxta tenorem et rigorem legis. Et similiter sunt multae leges vel statuta quae non prohibent aliquid simpliciter, sed ne fiant sine tali facultate tali modo consessa. Tunc ergo dare facultatem non est dispensare, sed servare et exequi legem. Et ideo etiam haec licentia non est tam stricti iuris sicut dispensatio, debet tamen esse intentioni iuris acommodata; imo probabile est per se non esse actum iurisdictionis, sed dominii vel superioritatis cuiusdam, et potest esse tantum conditio quaedam requisita ex voto vel alio simili modo. Longe ergo differt a dispensatione. 12. [Dispensatio est quaedam relaxatio.] Adhuc tamen non videtur adaequata illa definitio. Primo, quia convenit abrogationi legis humanae, quia illa est multo maior relaxatio humanae legis. Propter quod dicere aliquis potest melius definiri dispensationem ut sit derogatio humanae legis, nam per genus illud excluditur ut non sit abrogatio, nam ut dicitur in lege 102 (D, De verborum significatione): Derogatur legi cum pars detrahitur, abrogatur legi cum prorsus tollitur491. Unde etiam dixit Lactantius (lib. 6, c. 8 De lege naturali): Neque ex hac derogari aliquid licet, neque prorsus tolli, ex Cicerone (lib. 3, De republica492). Sed hoc etiam potest impugnari, quia licet omnis dispensatio sit quaedam iuris derogatio, non tamen e contrario omnis derogatio legis humanae videtur esse dispensatio, nam si pars aliqua legis pro tota communitate auferatur, est propria X 3.35.6. D 50. 16. 102. 492 Lucius Caecilius Firmianus Lactancio, Divinarum institutionum libri Septem (PL 6, 660); Marcus Tullius Cicero, De republica, lib. 3. 490 491
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mismo no puede absolverse a sí mismo, puede en cambio dispensarse a sí mismo, como diremos después. De lo dicho podemos también deducir otra diferencia entre dispensa y absolución: La dispensa atañe al derecho estricto, como diremos después; la absolución, en cambio, atañe al derecho favorable y ampliable, porque es conforme al derecho. 11. El simple permisono puede llamarse dispensa. Además, por ese mismo inciso de la definición queda excluido el simple permiso, que no puede llamarse dispensa ni decirse que sea contrario al derecho sino conforme al derecho. En efecto, llamo simple permiso aquel por el cual no se suprime la obligación de la ley, sino que se concede un modo de actuar, para que se proceda según el modo mandado por la ley. También esto es necesario tenerlo en cuenta, porque hay muchas leyes en las que puede conceder permiso uno que no puede dispensar, y suele ser muy distinta la causa que se exige para conceder un permiso como ese de la que se exige para dispensar. Ejemplos de ello pueden encontrarse, v. gr., en el voto de pobreza: El superior de una religión puede conceder permiso para hacer una donación, pero no puede dispensar de la pobreza. De modo semejante puede el obispo conceder permiso para entrar, con justo motivo, en un monasterio de monjas, pero no puede dispensar, porque en ese campo no puede conceder nada, si no es conforme al tenor y al rigor de la ley. De modo semejante, hay muchas leyes o estatutos que no prohíben algo sin más, sino el que no se haga sin tal permiso concedido de tal modo. Entonces, por consiguiente, conceder permiso no es dispensar sino observar y cumplir la ley. Por eso también este permiso no es de derecho tan estricto como la dispensación, pero debe estar acomodado a la intención del derecho. Más aún, es probable que no se trate de suyo de un acto de jurisdicción, sino de dominio y de un cierto poder superior, y puede ser sólo una condición requerida por voto o de otro modo semejante. Es, pues, muy diferente de la dispensa. 12. [La dispensa es una derogación.] Sin embargo, todavía no parece exacta esa definición. En primer lugar, porque es aplicable a la abrogación de la ley humana. Por eso puede alguien decir que queda mejor definida la dispensa diciendo que es una derogación de la ley humana, pues por ese término genérico se excluye la abrogación, ya que, como se dice en el Digesto, se deroga a la ley cuando se la quita una parte; se abroga a la ley cuando se la elimina totalmente. Por eso dijo también Lactancio tomándolo de Cicerón en el libro III Sobre la República: Ni a esta es lícito derogarle nada ni eliminarla del todo. Pero también esto se puede impugnar, pues aunque toda dispensa sea una cierta derogación del derecho, no toda derogación de la ley humana, por el contrario, es, al parecer, dispensa. En efecto, si se elimina una parte de la ley para toda la comunidad, hay derogación en sentido propio; y sin embargo, no se llamará dis-
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derogatio, et tamen non dicetur dispensatio, quia de ratione dispensationis legis esse videtur ut eadem lex prout per dispensationem relaxatur, circa quosdam tollatur, in se vero maneat. Nomen autem relaxationis optime retineri potest, quia in ipsomet indicatur vinculum quod aufertur, non auferri aut prorsus tolli, sed laxari tantum, et ideo abrogatio non dicetur propria relaxatio; ideoque etiam ablatio legis ex parte, licet si perpetua sit et pro tota communitate, non dicitur proprie dispensatio, sed derogatio; e contrario vero si lex tota relaxetur, etiam pro tota communitate, ad unum tantum actum vel ad certum tempus, illa proprie dicetur dispensatio, quia per illam non tollitur lex, sed suspenditur; et illa etiam est quaedam relaxatio. 13. Privillegium dici potest interdum dispensatio. Altera obiectio esse potest, quia privilegium etiam est relaxatio iuris humani, et tamen non est dispensatio. Propter hoc aliqui varias tradunt differentias inter privilegium et dispensationem, sed melius illa comparatio tractabitur in libro 8, ubi de privilegiis dicetur. Nunc ergo breviter dici potest privilegium quod fuerit contra ius et illud relaxaverit esse dispensationem, illud autem privilegium quod non fuerit contra ius non esse relaxationem iuris; ideoque nec dispensationem esse, et ita nihil contineri sub definitione quod dispensatio non sit. Vel etiam dicere possumus dispensationem esse relaxationem iuris per modum actus secundi seu transeuntis, privilegium autem concedere aliquod ius per modum actus primi et permanentis; et ideo non esse proprie ipsam relaxationem, sed esse ius utendi aliqua re vel facultate, supposita relaxatione facta a principe; ideoque non tam esse quam supponere dispensationem. Sed haec posterior responsio obscurior est, et de illa dicemus loco citato; nunc prior nobis sufficit, quia nullum est inconveniens dispensationem vocare privilegium et aliquod privilegium dispensationem, nec iura repugnant nec communis modus loquendi. 14. [Alia obiectio solvitur.] Tandem obiici potest: quia relaxatio non est dispensatio sed dispensationis effectus, ergo non recte per illam definitur; sicut lex non dicitur esse obligatio, quamvis haec sit legis effectus, nec votum etiam dicitur esse obligatio, sed promissio ex qua obligatio nascitur. Sed haec obiectio parvi momenti est, quia sola vocis interpretatione dissolvitur; posita autem est ad explicandum magis actum in quo dispensatio consistit. Ad obiectionem ergo respondetur relaxationis nomine intelligi actum illum quo superior relaxat subdito legis obligationem et effectum; unde perinde est dicere dispensationem esse relaxationem ac dicere esse actum quo lex relaxatur.
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pensa, porque, al parecer, atañe esencialmente a la dispensa de una ley que esa misma ley, al relajarse por la dispensa, se elimine respecto de algunos, pero que se mantiene en sí misma. En cambio, el término relajamiento muy bien puede seguir manteniéndose, porque indica por sí mismo que el vínculo que se elimina no se elimina o se suprime por completo, sino que se relaja solamente; y por eso la abrogación no se llamará propiamente relajamiento. Por consiguiente, tampoco la eliminación parcial de la ley, aunque sea perpetua y para toda la comunidad, se llama propiamente derogación. Y al contrario, si se relaja la ley entera, incluso para toda la comunidad, sólo en un único acto o por un determinado tiempo, eso se llamará propiamente dispensa, porque por ella no se elimina la ley, sino que queda suspendida; y también ese es un tipo de relajamiento. 13. El privilegio puede llamarse a veces dispensa. Otra objeción puede ser que también el privilegio es relajamiento del derecho humano, y sin embargo no es dispensa. Por eso hay quienes señalan diversas diferencias entre privilegio y dispensa; pero es mejor tratar de esta distinción en el libro VIII cuando hablemos de los privilegios. Así pues, en este momento se puede decir brevemente que el privilegio que vaya en contra del derecho y lo relaje, es dispensa. En cambio, el privilegio que no vaya en contra del derecho no es relajamiento del derecho, ni tampoco es, por tanto, dispensa. De esta manera no se incluye en la definición nada que no sea dispensa. También podemos decir que la dispensa es un relajamiento del derecho a modo de acto segundo o transeúnte y que, en cambio, el privilegio concede un derecho a modo de acto primero y permanente; no es, por tanto, propiamente el relajamiento mismo, sino el derecho a hacer uso de alguna cosa o permiso, supuesto el relajamiento que el superior ha hecho; por consiguiente, no tanto es dispensa cuanto la supone. Pero esta última respuesta es un tanto obscura; hablaremos de ella en el lugar citado. De momento nos basta con la primera, pues no hay ningún inconveniente en llamar dispensa al privilegio y algún tipo de privilegio a la dispensa; tampoco están en contradicción los textos jurídicos y la manera común de hablar. 14. [Objeción.] Se puede objetar, finalmente, que relajamiento no es dispensa, sino efecto de la dispensa. Luego no se la define correctamente por ella; al igual que no se dice que la ley sea una obligación, por más que ésta sea un efecto de la ley; ni tampoco se dice que el voto sea una obligación sino una promesa de la que brota una obligación. Es una objeción de poco peso, porque se resuelve fácilmente con sólo explicar el término, pero se ha puesto para explicar con más claridad el acto en que consiste la dispensa. Así pues, respondo a la objeción que por el término relajamiento se entiende el acto con el que el superior relaja para el súbito la obligación y el efecto de la ley; de suerte que es lo mismo decir que la dispensa es relajamiento que decir que es el acto con que se relaja la ley.
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Potest etiam distingui relaxatio in activam et passivam, et responderi activam relaxationem esse ipsam dispensationem, passivam vero esse dispensationis effectum. Et idem revolvitur, nam activa relaxatio nihil est aliud quam actus quo vinculum legis solvitur; unde obiter intelligitur dispensationem quoad effectum suum tantum privative opponi effectui legis, quia non inducit positivum effectum, sed tollit vinculum. Et ideo statutum speciale vel privatum derogans universali legi, licet dici possit relaxatio iuris, non potest dici dispensatio, quia non est relaxatio pura, ut sic dicam, nec per se primo, sed quasi consequens ad aliam obligationem. Definitio autem debet intelligi de pura relaxatione, et per se primo intenta; talis enim est disputatio. At vero dispensatio ipsa positivum quid est et contrarie opponitur legi; est enim actus legi contrarius, non integre, sed ex parte tollens effectum eius. Ex quo poterat hic excitari quaestio quisnam sit hic actus in quo dispensatio consistit, et an sit rationis vel voluntatis actus; sed non oportet in hoc immorari, nam applicari possunt cum proportione dicta de lege. Et hic multo clarius est dispensationem non esse nisi actum voluntatis principis quo vult liberum esse subditum a iugo legis suae, aliquo exteriori signo sufficienter manifestatum.
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Se puede dividir también el relajamiento en activo y pasivo y responder que el relajamiento activo es la dispensa misma, pero que el relajamiento pasivo es un efecto de la dispensa. Dicho de otra manera: El relajamiento activo no es otra cosa que el acto con que se suelta el vínculo de la ley. Por aquí se ve, de paso, que la dispensa, en cuanto a su efecto, se opone sólo privativamente al efecto de la ley, porque no induce un efecto positivo sino que elimina el vínculo. De ahí que un estatuto especial o privado que deroga una ley universal, aunque pueda llamarse relajamiento del derecho, no puede llamarse dispensa, porque no es relajamiento puro, por así decir, ni algo primario de suyo, sino algo que sigue a otra obligación. La definición, en cambio, hay que entenderla del relajamiento puro que se busca ante todo por sí mismo, pues esto es lo que se discute. Pero la dispensa misma es algo positivo y se opone de modo contrario a la ley, pues es un acto contrario a la ley que elimina su efecto, no totalmente sino en parte. De lo dicho podría suscitarse aquí la cuestión de cuál es ese acto en el que consiste la dispensa y si es un acto de la razón o de la voluntad. Pero no hay por qué demorarnos en este punto, pues puede aplicarse aquí, con la debida proporción, lo dicho sobre la ley. Y en este caso es mucho más claro que la dispensa no es sino un acto de la voluntad del superior —suficientemente manifestado por algún signo exterior— con el que quiere que el súbdito quede libre del yugo de su ley.
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CAPUT XI De effectibus dispensationis humanae legis 1. Effectus dispensationis quis. Quia dispensationem per eius effectum descripsimus, ideo illi statim annectimus explicationem effectus dispensationis ante causas eius, quia hic effectus habet quodammodo rationem obiecti; et ita, illo cognito, perficietur dispensationis cognitio. Et quia materia est facilis, breviter expedietur. De divisionibus autem dispensationis specialiter non tracto, quia inter causas et effectus dispensationis melius explicabuntur. Primo ergo ex definitione constat quasi adaequatum effectum dispensationis esset tollere vinculum legis ex parte, nam hoc modo relaxat legem, non aufert; alias non esset dispensatio legis, sed ablatio. Potest autem hic effectus esse ex parte vel ratione personae vel ratione temporis. Et ita potest primo dividi dispensatio in suspensionem legis et exemptionem a lege. Potest enim princeps concedere toti communitati ut pro uno anno praecise legem non servet, quae sine dubio est propria dispensatio, quia est relaxatio legis et non ablatio, nam, transacto tempore, statim per se obligat sine alia constitutione vel promulgatione; et ideo recte dicitur suspensio legis, sicut etiam privilegia interdum suspendi solent et non auferri, ut infra videbimus. Frequentius vero princeps concedit uni personae vel alteri ut non servet legem; et illam voco exemptionem a lege quando sine temporis determinatione, perpetuo vel ad vitam, conceditur, nam si concedatur ad definitum tempus erit utroque modo partialis ablatio vinculi; et ita est quasi mixta ex suspensione et exceptione. Aliquando vero dispensatio datur ad unum tantum actum, et tunc etiam est per modum suspensionis ab obligatione legis pro brevissimo tempore, nisi actus habeat effectum permanentem ac perpetuum, ut legitimatio ac similes, quae proprie sunt exemptiones a lege, et inter privilegia numerantur. 2. Praecipuus effectus dispensationonis est vinculum tollere in conscientia. Ex quo ulterius sequitur quot sunt effectus legis tot posse dispensationi cum proportione attribui; tum quia quot modis dicitur unum oppositorum tot dicitur et reliquum, tum etiam quia dispensatio absolute et indefinite dicitur iuris humani relaxatio. Ergo quidquid lex humana ligat potest dispensatio absolvere. Primus autem ac praecipuus effectus legis est obligare in conscientia, sub quo duo concluduntur, qui sunt: praecipere et prohibere, ut supra visum est. Igitur
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CAPÍTULO XI Efectos de la dispensa de la ley humana 1. ¿Cuál es el efecto de la dispensa? Ya que hemos descrito la dispensa a través de su efecto, añadimos seguidamente, antes de sus causas, la explicación de su efecto, porque dicho efecto desempeña en alguna medida el papel de objeto; y así, conocido éste, se completará el conocimiento de la dispensa. Como la materia es fácil, la despacharemos brevemente No me detendré concretamente en las clases de dispensa, porque quedarán mejor explicadas al estudiar las causas y efectos de la dispensa. Así pues, consta, en primer lugar, por la definición que el efecto proporcionado, por así decir, de la dispensa es eliminar parcialmente el vínculo de la ley, porque de esta manera hace relajamiento de la ley, no la elimina; de lo contrario, no sería dispensa sino supresión de la ley. Pero puede este efecto ser parcial sea por razón de la persona o por razón del tiempo. Y así puede dividirse, en primer lugar, la dispensa en suspensión de la ley y en exención de la ley. Puede, efectivamente, el soberano conceder a toda la comunidad que por un año justamente no cumpla una ley; y esto sin duda es una auténtica dispensa, porque es un relajamiento y no una suspensión de la ley, ya que transcurrido ese tiempo, al punto obliga de suyo sin necesidad de volverla a establecer o promulgar. Por eso, con toda razón se la llama suspensión de la ley; al igual que también los privilegios suelen a veces suspenderse y no eliminarse, como veremos después. Más frecuente es que el soberano conceda a una u otra persona no cumplir la ley. A esto llamo exención de la ley cuando se concede sin limitación de tiempo, es decir, para siempre, para toda la vida. Porque si se concede para un tiempo determinado, la eliminación del vínculo será parcial de ambas maneras, y así resulta una especie de mezcla de suspensión y exención. A veces, en cambio, se concede la dispensa para un solo acto, y también entonces es por la modalidad de suspender la obligación de la ley por un brevísimo tiempo, a no ser que el acto tenga efecto permanente y perpetuo, como la legitimación y otros semejantes, que son en sentido propio exenciones de la ley y se catalogan entre los privilegios. 2. El efecto principal de la dispensa es eliminar el vínculo en conciencia. De aquí se sigue también que cuantos sean los efectos de la ley, tantos pueden atribuirse proporcionalmente a la dispensa. En primer lugar, porque cuantas sean las modalidades que caracterizan a uno de los términos opuestos, tantas son las que caracterizan también al otro. Y en segundo lugar, porque a la dispensa se la llama, de manera absoluta e indefinida, relajamiento del derecho humano. Luego todo lo que la ley humana ata, puede desatarlo la dispensa. Ahora bien, el primero y principal efecto de la ley es obligar en conciencia; y en él se incluyen otros dos, que son mandar y prohibir, como vimos antes. Por lo
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primus ac praecipuus effectus dispensationis erit obligationem in conscientia tollere, quia, ut diximus, non supponit obligationem ablatam, sed illam aufert. Et ideo recte dixit Geminianus (cons. 106, n. 6 et cons. 38, n. 9493) dispensationem esse actum qui facit de illicito licitum, quia respectu dispensati tollit legem, per quam res erat mala tantum quia prohibita. Sic etiam recte dixit Turrecremata (in c. ultimo d. 14, n. 3): Omne dispensabile, ait, est illicitum illi cum quo dispensatur, factibile autem licitum per alterius potestatem494. Non est tamen necessarium ut omnis dipensatio hoc faciat, ut statim dicam, sed satis est hunc esse praecipuum effectum dispensationis, quemque semper efficit si dispensatus illo indiget. 3. Alter effectus dispensationis. Dispensatio formaliter loquendo non potest obligare ad actum contrarium illi in quo fit dispensatio. Alius effectus legis dicitur esse permittere, sed iam supra diximus propter puram permissionem non esse necessariam legem, sed quatenus ipsa permissio ponitur sub praecepto ut sic posse esse effectum legis. Sic ergo videri potest non posse permissionem esse effectum dispensationis, nam per dispensationem in illa lege permittente potius fiet ut permissio tollatur, vel saltem ut praecepta non sit, et consequenter ut licite tolli possit. Aliunde vero omnis dispensatio videtur habere hunc effectum permittendi, quia eo ipso quod aufert obligationem legis, verbi gratia ieiunii, permittit non ieiunare, licet non cogat. Et sic de aliis omnibus cum proportione. Quod vere dictum est; oportet tamen cavere aequivocationem, nam dispensatio plus est quam permissio, et permissio proprie sumpta et secundum communem usum non est dispensatio. Aliquando enim permittere non aliud significat quam voluntarie non impedire, quod non est dispensare, nam Deus permittit peccatum in quo non dispensat. Aliter vero permittere significat idem quod sinere impune operari malum, ut in republica dicuntur aliqua peccata permitti; et quando id fit ex decreto legis, dicitur permissio esse legis effectus, illa vero non relaxat legem quandoquidem non excusat culpam, quam propria dispensatio tollit. Et ideo neque illa dicetur dispensatio. Solum ergo potest dici dispensatio permittere, quia licet reddat actum bonum seu non malum, necessitatem illius non imponit. Posset vero hic inquiri an dispensatio interdum possit obligare ad actum contrarium illi in quo fit dispensatio. Sed breviter dico non posse, formaliter loquendo, licet concomitanter cum dispensatione, verbi gratia in irregularitate, possit simul imponi praeceptum suscipiendi ordines vel quid simile. Aut etiam e contrario potest fieri statutum speciale obligans et derogans iuri communi, sed illa etiam non est dispensatio, ut supra declaravi. Dispensatio ergo, ut talis est, non inducit obligationem; et idem dicam in libro 8 De privilegio, ubi plura de hoc puncto trademus495.
Dominicus de San Geminiano, Consilia (Venetiis 1581, ff. 98r et 30r). Ioannes de Torquemada Super toto Decreto t. I, f. 56r. 495 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus cap. 2, p. 874, n. 10; Vivès 6, p. 231. 493 494
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tanto, el primero y principal efecto de la dispensa será eliminar la obligación en conciencia, porque, como dijimos, no supone eliminada la obligación, sino que la elimina. Por eso con razón dijo Domingo de San Geminiano que la dispensa es un acto que hace lícito de lo ilícito, porque, respecto del dispensado, elimina la ley, por la cual es mala la cosa sólo porque está prohibida. Así mismo con razón dijo Juan de Torquemada que todo lo dispensable es ilícito para aquél a quien se le concede la dispensa, pero que puede hacerse lícito por el poder de otro. Sin embargo, no es necesario que toda dispensa haga eso, como diré en seguida, sino que basta con que sea este el efecto principal de la dispensa y que siempre lo produce, si el dispensado lo necesita. 3. Otro efecto de la dispensa. La dispensa, hablando formalmente, no puede obligar a un acto contrario a aquel de que se dispensa. Otro efecto de la ley se dice que es el de permitir. Ya dijimos anteriormente que para una mera permisión no se necesita ley, pero en la medida en que la permisión misma cae bajo el precepto en cuanto tal, puede ser efecto de una ley. Luego bajo este aspecto puede parecer que la permisión puede ser efecto de la dispensa. En efecto, por la dispensa en esa ley que permite se logrará más bien que la permisión quede eliminada o al menos que no esté mandada y que, en consecuencia, se le pueda lícitamente eliminar. Por otra parte, toda dispensa parece tener este efecto de permitir, pues por el mismo hecho de eliminar la obligación de la ley, por ejemplo, del ayuno, está permitiendo no ayunar, aunque no fuerce a ello. Y así proporcionalmente en todos los demás casos. Esto es verdad, pero es preciso evitar un equívoco, ya que dispensa es más que permisión. A veces, en efecto, permitir no significa otra cosa que no impedir de manera voluntaria; y eso no es dispensar: Dios permite el pecado, pero no dispensa de él. En otro sentido permitir significa lo mismo que dejar impunemente que se haga el mal; así se dice que en la comunidad política se permiten algunos pecados. Y cuando esto se hace por decreto de ley, se dice que el permitir es un efecto de la ley. Pero el permitir no relaja la ley, dado que no excusa de la culpa que la verdadera dispensa elimina. Por eso mismo tampoco a ella se la llama dispensa. Por lo tanto, sólo al permitir se le puede llamar dispensa, porque aunque haga bueno o no malo al acto, no impone la obligación de realizarlo. Cabría preguntar aquí si la dispensa alguna vez puede obligar a un acto contrario a aquel del que se dispensa. Respondo brevemente que no puede, hablando formalmente, por más que si se hace juntamente con la dispensa, por ejemplo, de una irregularidad, pueda imponerse al mismo tiempo el precepto de recibir las órdenes o cosa semejante. O al contrario, se puede hacer también un estatuto especial que obligue y derogue el derecho común; pero tampoco esa es una dispensa, como expliqué antes. Por consiguiente, la dispensa en cuanto tal no induce obligación. Y lo mismo diré en el libro VIII sobre el privilegio, en donde trataremos más ampliamente este punto.
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4. Alius effectus dispensationis. Alius effectus legis est poena, et hanc etiam relaxat dispensatio consequenter ad primarium effectum, nisi alia limitatio in ea exprimatur, quia ablata culpa transgressionis, consequenter tollitur reatus poenae. Aliquando vero potest dispensatio habere suum effectum circa solam poenam, idque duobus modis. Primo antecedenter ad reatum eius, ut si alicui conceditur ut non incurrat poenam legis, licet committat contra illam, non auferendo ab illo legis obligationem; illa enim est dispensatio in poena et non in culpa. Haec autem videri potest permissio quaedam potius quam dispentatio; tamen non est propria permissio, nam licet quis fiat immunis a poena legis, non ideo permittitur impune peccare. Poterit enim aliter puniri, et licet sub illa ratione videatur permissio, quatenus est ex parte exemptio a lege, est propria dispensatio; sicut solet abrogari lex quoad poenam et non quoad vim directivam, quae non est absoluta permissio, quia transgressio illius poterit aliter puniri, et quatenus aliqualis permissio est, per abrogationem tollitur. Et simili modo potest e contrario fieri dispensatio in lege quoad obligationem culpae, et non quoad poenam incurrendam. Quamvis enim haec dispensatio rarior sit in usu, non est impossibilis; nam sicut dari potest lex pure poenalis respectu totius communitatis, ut supra visum est, ita potest lex, quae est mixta respectu communitatis, fieri per dispensationem pure poenalis respectu alicuius; et ita auferet vinculum conscientiae, licet non tollat gravamen poenae. 5. [Alius modus dispensandi.] Alio modo potest dispensatio per se fieri in poena iam contracta per praecedentem culpam, ut quando fit remissio poenae per legem impositae, nam illa etiam est quaedam legis relaxatio, ut constat. Et interdum fit haec dispensatio post contractum reatum poenae, cum nondum est poena ipsa incursa, ut quando est tantum ferenda, et nondum est lata sententia; aliquando vero fit indulgentia post poenam illatam vel per ipsam legem vel per sententiam, et tales sunt dispensationes in irregularitatibus et in aliis poenis quae non sunt censurae, nam censurae non dispensantur postquam incursae sunt, sed absolvuntur, ut capite praecedenti explicavi; possunt autem dispensari priori modo, scilicet, antequam incurrantur, sicut fit per privilegia, ut aliquis non possit excommunicari vel sub poena excommunicationis obligari, etiamsi praecepto simplici obligari possit. Et quae dicta sunt de poena applicari possunt ad irritationem actus et ad taxationem pretii et similes effectus, nam prout sunt a lege humana, per dispensationem auferri possunt, vel simul cum aliis vel etiam per se soli quando ab aliis separabiles sunt.
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4. Otro efecto de la dispensa. Otro efecto de la ley es la pena. La dispensa también la relaja como consecuencia de su efecto primario, a no ser que se exprese en ella una limitación distinta, pues eliminada la culpa de la transgresión, se elimina en consecuencia el reato de pena. Pero a veces puede tener la dispensa su efecto sobre sola la pena. Y esto de dos maneras. En primer lugar, con anterioridad a su reato, como cuando a alguien se le concede no incurrir en la pena de la ley, aunque peque contra ella al no quitársele la obligación de la ley, ya que es una dispensa de la pena y no de la culpa. Esta puede parecer una cierta permisión más que una dispensa; no es, sin embargo, propiamente permisión. En efecto, aunque uno resulte inmune de la pena de la ley, no por eso le está permitido pecar impunemente, pues se le podrá castigar de otra manera; y aunque bajo ese aspecto parezca permisión, en cuanto que en parte es una exención de la ley, es propiamente dispensa; al igual que suele abrogarse una ley en cuanto a la pena y no en cuanto a su fuerza directiva; y eso no es una permisión absoluta, ya que su transgresión podrá castigarse de otra manera y en la medida en que es permisión, queda eliminada por la abrogación. De modo semejante se puede hacer, por el contrario, dispensa en la ley en cuanto a la abrogación que induce culpa, y no en cuanto a la pena en la que puede incurrir; pues aunque esta dispensa es más rara en la práctica, no es imposible. En efecto, como puede darse una ley puramente penal respecto de toda la comunidad, como vimos antes, así también una ley, que sea mixta respecto de la comunidad, puede por dispensa hacerse puramente penal respecto de alguien; y así eliminará el vínculo de conciencia, aunque no elimine el gravamen de la pena. 5. [Otra modalidad de dispensa.] Puede haber de suyo otra manera de dispensar en una pena ya contraída por una culpa precedente, como cuando se perdona una pena impuesta por ley, pues también este es un relajamiento de la ley, como es claro. A veces se concede esta dispensa después de contraído el reato de la pena, cuando todavía no se ha incurrido en la pena misma, como cuando se trata sólo de una pena que se debe fulminar y no se ha dado todavía sentencia. Pero otras veces se concede el perdón después de impuesta la pena sea por la ley misma o sea por sentencia. Tales son las dispensas en irregularidades y en otras penas que no son censuras. En las censuras, efectivamente, no se dispensa después de haberse incurrido en ellas, sino que se absuelve, como expliqué en el capítulo anterior. Pero se puede dispensar de ellas del primer modo, esto es, antes de que se incurra en ellas, al igual que por los privilegios se logra que alguien no pueda ser excomulgado o quedar comprometido bajo pena de excomunión, aunque sí pueda ser obligado por un precepto simple. Lo que se ha dicho de la pena puede aplicarse a la invalidación de los actos, a la tasación del precio y a otros efectos semejantes, pues en cuanto provenientes de la ley humana pueden eliminarse por dispensa, sea a una con los demás o también ellos por sí solos, cuando son separables de los otros.
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6. Dispensatio plena et totalis et semiplena ac partialis appellatur. Atque hinc facile declarari potest alia divisio dispensationis, quam attigit glossa ultima (in c. Nos consuetudinem, d. 12), quae in specie loquitur de dispensatione irregularitatis ad ordines et distinguit in semiplenam et plenam; imo addit etiam pleniorem et plenissimam496. Nos autem generaliter dividere possumus in plenam seu totalem, ac puram et partialem seu mixtam. Prior est quando per dispensationem tota obligatio legis omnisque effectus eius tollitur, nullo onere superaddito. Posterior autem contingit duobus modis; prior est quando lex non in toto sed in parte dispensatur, ut in exemplo de irregularitate, si quis dispensetur tantum ad ordines minores, est partialis dispensatio, quae ab illa glossa semiplena vocatur. Si autem dispensatur ad ordinem sacrum infra sacerdotium tantum, a dicta glossa vocatur plena comparatione prioris; unde pleniorem vocat si sit ad sacerdotium, plenissimam si ad episcopatum. Tamen in rigore omnis dispensatio, quae totum impedimentum non aufert, semiplena est et partialis. Unde si auferatur obligatio ad poenam et non ad culpam, partialis etiam est dispensatio et valde diminuta; si vero fiat e contrario, maior quidem est, sed nondum est perfecta et integra; et ita dicendum est in aliis effectibus explicatis. 7. Dispensatio partialis aliquando commutatio esse potest. Differentia inter votum et legem. Alio vero modo potest partialis dici, quae, licet auferat totam obligationem, loco illius imponit aliam, quae proprio nomine vocatur commutatio.Et quando onus impositum est pecuniarium seu eleemosynae vocatur redemptio. Quae voces in votis magis ussitate sunt; tamen cum proportione in praesenti accomodantur. Solum notanda est differentia inter votum et legem, quod in voto fieri potest commutatio propria auctoritate, si sit in melius, vel si sit in aequale, iuxta probabilem opinionem; in lege vero non potest fieri conmutatio in quantuncumque melius, nisi interveniat auctoritas dispensantis. Et ratio differentiae est quia votum propria voluntate factum est, et per se primo solum respicit divinum cultum; et ideo, si respectu Dei maior est cultus, intelligitur satisfieri promissioni illi factae, ideoque per voluntatem promittentis potest commutari; lex autem, et materia ac obligatio eius, determinatur per voluntatem superioris, et per illam constituitur actus in tali specie virtutis, tanquam necessarius ad honestatem eius; et ideo nisi obligatio auferatur auctoritate dispensantis, non potest opus praeceptum in quodcumque opus consilii commutari, neque una poena in aliam; et ideo haec commutatio in lege magis inducit rationem dispensationis et servata proportione, in omnibus illam imitatur.
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Decretum Gratiani col. 44, lit. m, verbo Prohibemus.
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6. Dispensa plena y total, y semiplena y parcial. Con lo dicho puede explicarse fácilmente la otra división de la dispensa que indicó la Glosa al canon Nos consuetudinem del Decreto. Habla en concreto de la dispensa de irregularidad para las órdenes y distingue entre semiplena y plena; es más, añade incluso la que es más plena y la plenísima. Pero nosotros podemos de modo general dividirla en plena o total y pura, y en parcial y mixta. La primera se da, cuando por la dispensa se elimina la obligación total de la ley y todo efecto de ella, sin carga alguna sobreañadida. La segunda ocurre de dos maneras: En primer lugar, cuando la ley se dispensa no en su totalidad sino en parte. En la irregularidad, por ejemplo, si a uno se le dispensa solamente para las órdenes menores, la dispensa es parcial, la que la Glosa llama semiplena. Pero si se dispensa para una orden sagrada sólo inferior al sacerdocio, dicha Glosa la llama plena en comparación con la anterior. Consecuentemente llama más plena a la que es para el sacerdocio, y plenísima a la que es para el episcopado. Sin embargo, en rigor toda dispensa, que no elimina del todo el impedimento, es semiplena y parcial. Por tanto, si se elimina la obligación a la pena y no a la culpa, la dispensa es también parcial y muy disminuida. Pero si es al revés, es sin duda mayor, pero todavía no es perfecta e íntegra. Y lo mismo hay que decir tratándose de los otros efectos explicados. 7. La dispensa parcial puede ser a veces conmutación. Diferencia entre voto y ley. En otro sentido puede llamarse parcial la dispensa que, aunque elimine totalmente la obligación, en lugar de ella impone otra llamada conmutación con su verdadero nombre. Y cuando la carga que se impone es pecuniaria o de hacer una limosna, se la llama redención. Estos términos son más usuales cuando se trata de los votos; pero también en la presente cuestión encajan bien. Solamente hay que tener en cuenta la diferencia entre voto y ley; a saber, que en el voto puede hacerse conmutación por propia autoridad, si es para mejor o si es para igual, según opinión probable. En la ley, en cambio, no puede hacerse conmutación por mucho que sea en mejor, a no ser que intervenga la autoridad del que dispensa. La razón de la diferencia es que el voto se ha hecho por propia voluntad y de suyo sólo mira ante todo al culto divino. Por eso si respecto de Dios el culto es mayor, se entiende que se cumple la promesa que se le ha hecho, y por tanto la puede conmutar la voluntad del que promete. En cambio, la ley y su materia y obligación la determina la voluntad del superior y ella es la que coloca el acto en tal especie de virtud como necesario para la honestidad del mismo. Por tanto, si la autoridad del que dispensa no elimina la obligación, no se puede conmutar la obra mandada por ninguna obra de consejo ni tampoco una pena por otra. Por eso esta conmutación en la ley tiene más bien sentido de dispensa y, salvada la proporción, la imita en todo.
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8. Dispensatio non habet effectum antequam proveniat ad notitiam illius cum quo dispensatur, si fiat quoad obligationem in conscientia. Quaeri vero potest quando dispensatio incipiat habere effectum suum, in qua quaestione, ut locum habeat, supponendum est absolute et sine expressa dilatione esse a dispensante concessam, nam si concessa sit sub aliqua conditione, clarum est non habere effectum. Difficultas ergo est de dispensatione perfecte concessa ex parte principis per absolutum fiat. Haec vero quaestio habet connexionem cum simili quaestione de privilegio, et ideo simul illam disputabo infra (lib. 8, cap. 25497). Nunc breviter resolutio mea est dispensationem legis, quoad obligationem in conscientia et quoad omnem effectum qui ex illa pendet, non concedi de facto et moraliter loquendo, ita ut suum effectum habeat, priusquam ad notitiam dispensati perveniat et illam per se ipsum acceptet. Ratio est quia ante notitiam talis dispensationis non potest esse licitus usus eius; et ideo verisimile non est aliter concedi. Quando vero dispensatio non tollit obligationem conscientiae sed alia onera, non repugnat statim a concessione acceptata, saltem per procuratorem vel per epistolam, habere de se suum effectum, in quo tenor dispensationis et intentio concedentis attendenda est. 9. Dispensationis effectus per se et per accidens. Hic autem advertere oportet in dispensationibus saepe distingui proximum effectum dispensationis a remoto, qui possunt etiam dici effectus per se et per accidens, nam dispensatio per se ac proxime solum tollit vinculum aliquod seu incapacitatem, et hunc voco effectum per se, quia per ipsammet dispensationem fit; inde vero sequitur vel contractus matrimonii vel receptio valida beneficii, qui non immerito censentur dispensationis effectus, quia sine illa fieri non possunt; sunt tamen remoti et per accidens, quia solum pendent a dispensatione tanquam a removente prohibens. Igitur quae diximus, de prioribus effectibus intelliguntur; nam illi, ut dixi, fiunt per influxum dispensantis circa dispensatum vel acceptantem vel non repugnantem iuxta exigentiam effectus; alii vero postea fiunt per solam voluntatem dispensati quando in sola actione eius consistunt, vel per voluntatem alterius ut quando recipiendo consummantur. Hic vero occurrebat statim quaestio an ad hos posteriores effectus necessarium sit dispensationem alteri manifestare, ut si irregularis dispensetur ad ordines vel ad beneficia, an ad consequendum effectum necessarium sit dispensationem allegare. Aliqui enim ita affirmarunt, quod habebit locum si defectus vel impedimentum sit publicum aut notum alteri; per se autem id non est necessarium, quia dispensatus iam est habilis seu capax beneficii, et ut talis operari potest, non explicata causa habilitante neque declarato modo inhabilitatis; id enim impertinens est, quia neque ex natura rei est necessarium neque in iure postulatur. Ita Panormitanus (in c. penultimo, De praescriptionibus, n. 14498), Rebuffus (in Practica, tit. De 497 498
Franciscus Suárez, Tractatus de legibus pp. 972-985; Vivès 6, pp. 323-334. Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars tertia f. 44r.
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8. La dispensa no tiene efecto antes de que llegue a conocimiento de aquél a quien se dispensa, si se refiere a la obligación en conciencia. Puede preguntarse cuándo una dispensa comienza a producir su efecto. Sobre esta cuestión, para que la dispensa tenga lugar, se ha de suponer que el que dispensa la ha concedido de manera absoluta y sin expresar dilación ninguna de tiempo, pues si se concedió bajo alguna condición, es evidente que no produce efecto. La dificultad, por tanto, está en la dispensa concedida de manera plena por parte del soberano mediante un absoluto hágase. Ahora bien, esta cuestión está en conexión con otra semejante acerca del privilegio. Por eso la discutiré después en el capítulo XXV del libro VIII. Ahora mi respuesta, brevemente, es que la dispensa de la ley por lo que respecta a la obligación en conciencia y a todo efecto que de ella depende, no se concede de hecho y hablando normalmente de forma que no produzca su efecto antes de llegar a conocimiento del dispensado y de que él personalmente la acepte. La razón es que antes de tener noticia de tal dispensa, no es lícito hacer uso de ella y por lo mismo no es verosímil que se conceda de otra forma. Pero cuando la dispensa no elimina la obligación de conciencia sino otras cargas, no hay contradicción en que produzca de suyo su efecto, luego de ser aceptada la concesión al menos por procurador o por carta; en esto hay que tener en cuenta el tenor de la dispensa y la intención del que la concede. 9. Efecto de la dispensa de suyo y eventualmente. Pero en este punto conviene advertir que a menudo en las dispensas se distingue su efecto próximo del remoto, efectos que pueden también llamarse sustancial y accidental. En efecto, la dispensa de suyo y de modo inmediato elimina solamente algún vínculo o incapacidad; y a esto es a lo que llamo efecto sustancial, porque lo produce la dispensa misma. Pero de ahí se sigue un contrato matrimonial o la recepción válida de un beneficio; efectos que no en vano se les tiene por efectos de la dispensa, ya que no pueden producirse sin ella. Son, sin embargo, remotos y accidentales, porque sólo dependen de la dispensa como de algo que remueve un estorbo. Así pues, lo que hemos dicho se entiende de los primeros efectos, ya que, como he dicho, lo son por el influjo del que dispensa sobre el dispensado o sobre el que acepta o no rechaza, según lo exija el efecto. Pero los otros se producen después por la sola voluntad del dispensado, cuando consisten exclusivamente en la acción de él; o por la voluntad de un tercero, como cuando se realizan recibiendo. Pero aquí al punto nos sale al paso la cuestión de si para estos últimos efectos es necesario mostrar al tercero la dispensa; por ejemplo, si —cuando se dispensa a un irregular para recibir las órdenes o los beneficios— es necesario para lograr el efecto alegar la dispensa. Así lo afirmaron algunos, y eso tiene sentido si el defecto o el impedimento es público o conocido del tercero. Pero de suyo esto no es necesario, ya que el dispensado es ya hábil o capaz del beneficio y como tal puede obrar sin necesidad de explicar la causa que le inhabilita ni la clase de inhabilidad. Esto, en efecto, no hace al caso, pues ni por la naturaleza de la cosa es necesario
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dispensationibus, n. ultimo499), cum Ioanne Andreae et aliis quos allegat in capite 2 (De filiis praesbyterorum500). 10. Dispensatio per se loquendo est stricte intelligenda. Alia item quaestio circa hos effectus tractari potest, scilicet, an quoad illos large vel stricte sit dispensatio interpretanda; illa vero coincidit cum alia simili de privilegiis, quae infra, libro 8, capite 27 tractabo501, et omnia quae de rigoroso privilegio dixerimus in dispensatione cum proportione procedunt. Et ideo nunc solum supponimus dispensationem per se loquendo ac regulariter restringendam esse, quia a iure exorbitat et ius vulnerat; et ita procedit in illa regula Quae a iure (De regulis iuris, in Sexto502), et sumitur ex capite 1 (De filiis praesbyterorum, in Sexto503). Haec vero restrictio non debet esse ultra proprietatem verborum, iuxta supra dicta (cap. 2 et 3), nec debet esse tanta ut excludat ea quae necessaria sunt ad valorem et effectum dispensationis, quaeve cum illo sunt necessario connexa seu ad illam necessaria, ut recte advertit Angelus (verbo Dispensatio, n. 9504) et Sylvester (q. 5, n. 9505), qui allegant glossas et doctores. Et ratio est per se clara, nam qui dat formam dat consequentiam ad formam; alias esset frustratoria dispensatio. Denique esse non debet tam universalis restrictio, ut de omnibus dispensationibus indifferenter intelligatur, nam excipiendae sunt illae quae ratione materiae vel gravissimae aut piissimae causae, omnibus pensatis, censentur favorabiles, iuxta principia posita in capite. 1, et dicenda de privilegiis; et videri potest Panormitanus (in c. Ad aures, De rescriptis, n. 8, et in c. Ac si clerici, § De adulteriis, De iudiciis506), ubi etiam Felinus (n. 16, et in c. Causam quae, De rescriptis, n. 15507) cum Dominico (in c. Nos consuetudinem, d.12)508. 11. [Dispensatio ab homine.] Denique addit Covarrubias (in Quartum, 2ª p., cap. 8 § 8, n. 11)509, hoc praecipue intelligi de dispensatione ab homine, non a lege, quia lex iam constituit ius, quod duobus modis potest intelligi. Primo, ut si lex aliqua specialis dispenset Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 366, n. 26. Ioannes Andreas, De filiis praesbiterorum cap. 1, in Sexto. 501 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus pp. 992-995; Vivès 6, pp. 341-344. 502 In VI 5. 12[13].28. 503 In VI 1.11.2. 504 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, pp. 326-327. 505 Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 49r-v. 506 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 50rb; et In secundum librum Decretalium pars prima f. 11v, n. 2. 507 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars secunda f. 10r, et pars prima f. 110r. 508 Dominicus a Sancto Geminiano, In Sextum Decretalium volumen commentaria Caput Nos consuetudine d. 12 (Venetiis 1578). 509 Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretalium p. 288. 499 500
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ni lo exige el derecho. Así Nicolás de Tudeschis y Pedro Rebuffe juntamente con Juan de Andrés y otros que cita en el capítulo II De filiis praesbiterorum. 10. La dispensa de suyo hay que entenderla en sentido estricto. Otra cuestión, así mismo, puede tratarse acerca de estos efectos; a saber, si respecto de ellos haya que interpretarse la dispensa en un sentido amplio o estricto. Es una cuestión que coincide con otra semejante acerca de los privilegios que trataré después en el capítulo XXVII del Libro VIII; todo lo que digamos sobre el privilegio en su sentido riguroso tiene proporcionalmente su aplicación a la dispensa. Por eso ahora únicamente damos por supuesto que la dispensa, hablando de suyo y en general, se ha de restringir, porque va más allá del derecho y lo vulnera. Tal es el sentido de la regla Quae a iure del Libro VI y está tomado del capítulo I De filiis praesbiterorum. Pero esta restricción no debe ir más allá del significado propio de las palabras, según lo que hemos dicho en los capítulos I y II, ni debe ser tan ajustada, que excluya lo que es necesario para la validez y el efecto de la dispensa ni lo que necesariamente está relacionado con él, como con razón advierten Ángel de Clavasio y Silvestre Prierio, que citan las Glosas y a los doctores. Y la razón es bien clara: Quien concede la forma concede lo que se sigue de la forma; de lo contrario, la dispensa sería engañosa. Finalmente, la restricción no debe ser tan amplia, que se entienda indistintamente de todas las dispensas. Se han de exceptuar, efectivamente, aquellas que por razón de la materia o de una causa muy importante o muy piadosa, después de ponderado todo, se juzgan favorables, de acuerdo con los principios expuestos en el capítulo primero y lo que se ha de decir sobre los privilegios. Pueden verse Nicolás de Tudeschis y Felino Sandeo juntamente con Domingo de Sancto Geminiano. 11. [La dispensa desde el punto de vista de la persona.] Finalmente, añade Diego de Covarrubias que esto se entiende principalmente de la dispensa desde el punto de vista de la persona, no de la ley, porque la ley hace ya derecho. Y esto se puede entender de dos maneras. En primer lugar, que
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in anteriori lege universali, illa dispensatio censenda est favorabilis, quod verum est quando talis lex inserta est in corpore iuris, sicut de simili privilegio infra dicemus. Alio modo potest intelligi ut quoties lex ipsa expresse concedit vel permittit dispensationem, talis dispensatio non sit stricte interpretanda, et hoc modo non est id simpliciter verum, quia illa dispensatio, cum fit, ab homine est et vulnerat ius. Potest ergo intelligi non absolute, sed comparate, nam illa non tam rigorose restringenda videtur sicut illa quae est contra legem absolute prohibentem, nulla facta mentione dispensationis, quia haec magis videtur exorbitare a iure. Et in his comprehenduntur breviter omnes limitationes quae ad praedictam regulam adhiberi solent, de quibus videri potest Sancius (lib. 8, disp. 1510) et quae de privilegiis dicemus.
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Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento pp. 3-10.
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si una ley particular dispensa de una ley anterior general, esa dispensa se ha de tener por favorable. Y esto es verdad, cuando tal ley está inserta en el cuerpo jurídico, como diremos después en el caso semejante de los privilegios. La segunda manera de entenderlo puede ser que, cuantas veces la ley misma conceda o permita de modo expreso la dispensa, tal dispensa no tenga que interpretarse en sentido riguroso. Y esto no es verdad sin más, porque esa dispensa, cuando se concede, proviene de la persona y vulnera el derecho. Puede, por tanto, entenderse no de modo absoluto sino comparativamente, porque no parece que se la deba interpretar tan rigurosamente como la que va en contra de una ley absolutamente prohibitiva sin hacer mención ninguna de dispensa, pues ésta al parecer se desvía más del derecho. Este es, pues, un breve resumen de todas las limitaciones que se suelen poner a dicha regla. Sobre ellas puede consultarse Tomás Sánchez y lo que diremos sobre los privilegios.
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CAPUT XII De materiali causa dispensationis 1. [Dispensationis causae.] Explicata ratione et effectibus dispensationis causas eius explicare incipimus. Et in primis materialis occurrit, in quo soleo veluti duas partes distinguere in his actibus quae ad alterum tendunt, scilicet, rem vel actionem circa quam opus versatur, et personam ad quam ordinatur. Haec ergo duo in dispensatione distinguenda sunt, quia dispensatio actio est quae de se ad alterum tendit, et ita in ea haec duo inveniuntur: quod dispensatur et cui dispensatur. Utrumque ergo explicandum est, quod breviter in hoc capite expediemus, quia est res partim facilis, et fere iam in dictis explicata, partim connexionem habens cum his quae de privilegiis dicenda sunt. Priorem ergo partem de materia proxima dispensationis tractat late Turrecremata (in c. Sicut quaedam, 14 d511). Ille vero latius ibi agit de dispensatione quam nos in praesenti; sub illa enim comprehendit etiam interpretationem quae in ius divinum aut naturale cadere potest, et ita etiam late loquitur de materia dispensabili, et ab ea excludit solum bona necessaria ad salutem et mala intrinsece talia, et reliqua omnia comprehendi dicit sub materia dispensabili, quam distinguit in tres ordines. In uno sunt bona quae ex natura rei bona sunt ac necessaria, ut in pluribus, interdum vero propter circumstantias non expediunt, ut reddere depositum. In alio ordine sunt ea quae, e contrario, per se mala sunt regulariter, aliquando vero propter circumstantias expediunt, ut occidere hominem. Et haec ait esse dispensabilia per modum interpretationis vel epiikiae, non per modum relaxationis; et quod mirum est, sub his conditionibus comprehendit vota et similia. In ultimo vero ordine ponit actiones de se indifferentes, quae per leges fiunt bonae aut malae, et hunc ordinem dicit complecti materiam proprie dispensabilem. 2. Vota et iuramenta in quo ordine dispensandi continentur. Sed quodad primos duos ordines spectat, ego in primis censeo vota et iuramenta non esse sub his ordinibus constituenda, nam praecepta illorum potius continentur sub materia indispensabili; ipsae vero promissiones aliud genus dispensabilitatis habent, ut iam dicam. Deinde addo hos duos ordines actuum si recte sumantur nullo modo comprehendi sub materia dispensabili, non tantum ab homine sed simpliciter, quia priora bona, licet per se bona sint, non tamen sunt pro semper
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Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, ff. 55v-56v.
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CAPÍTULO XII Causa material de la dispensa 1. [Causas de la dispensa.] Una vez explicada la dispensa por sus efectos, comenzamos la explicación de sus causas. Y en primer lugar nos sale al paso la causa material. Ene este punto suelo distinguir, en los actos que se dirigen a otro, dos partes, por así decir; a saber, la cosa o acción sobre que versa la obra, y la persona hacia la que va ordenada. Luego ambas cosas hay que distinguir también en la dispensa, porque la dispensa es una acción que de suyo se dirige a otro, y por tanto en ella se encuentran estas dos partes: Lo que se dispensa y la persona a la que se dispensa. Luego ambas partes es preciso explicar. Lo haremos brevemente en este capítulo, porque por una parte es una cuestión fácil y casi ya explicada con lo dicho, y por otra guarda conexión con lo que se ha de decir acerca de los privilegios. Así pues, la primera parte sobre la materia próxima de la dispensa la trata ampliamente Juan de Torquemada en el capítulo Sicut quaedam; pero él estudia ahí la dispensa en un sentido más lato que nosotros ahora, pues en ella incluye también la interpretación que puede alcanzar al derecho divino o natural. Y así habla también ampliamente de la materia dispensable. De ella excluye únicamente los bienes necesarios para la salvación y los males intrínsecamente tales. Todo lo demás dice que va comprendido en la materia dispensable. En ella distingue tres clases. En la primera están los bienes que son por naturaleza buenos y necesarios, como en la mayoría de los casos; pero a veces, por las circunstancias, no son convenientes, por ejemplo: devolver el depósito. En la segunda clase están aquellas acciones que, por el contrario, son de suyo malas en general, pero que a veces son convenientes por las circunstancias; por ejemplo, matar a un hombre. Y dice que estas acciones son dispensables por la modalidad de la interpretación o epiqueya, no por la modalidad del relajamiento, y bajo estas condiciones incluye —cosa admirable— votos y cosas semejantes. En la última clase sitúa las acciones de suyo indiferentes que por las leyes se hacen buenas o malas. Y dice que esta clase es la que propiamente incluye la materia dispensable. 2. En qué serie de materia dispensable entran los votos y los juramentos. Por lo que respecta a las dos primeras clases, yo creo, en primer lugar, que los votos y juramentos no hay que incluirlos en estas clases, porque los preceptos propios de ellos atañen más bien a la materia que no es dispensable. Ahora bien, las promesas tienen otro tipo distinto de dispensabilidad, como diré. Añado además que estas dos clases de actos, si se toman en su verdadero sentido, de ningún modo están comprendidas en la materia disponible, no sólo por parte del hombre sino sin más. En efecto, los primeros bienes, aunque sean buenos de suyo, no son, sin embargo, necesarios en todo momento, y la determinación del tiempo en el
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necessaria, et determinatio temporis pro quo necessaria sunt, nullo modo potest dici dispensatio; imo nec epiikia, ut in superioribus dixi. Illa vero mala quae in secundo ordine collocantur, prout intrinsece seu ex se mala sunt, dispensationem aut interpretationem non admittunt; abstracte autem sumpta, sine certis circumstantiis aut habitudinibus, non sunt mala ex se; et ideo, licet fieri possint bene non per dispensationem vel interpretationem, sed per determinationem ad aliam speciem actus, in genere moris talia fiunt. 3. Materia adaequata huius dispensationis est lex humana et vinculum ex illa resultans. Pro explicanda ergo quasi adaequata materia dispensabili, de qua tractamus, adverto aliud esse vinculum legis positivae, naturalem enim omitto quia indispensabilem esse suppono, aliud vero esse vinculum contractus sub quo promissiones sive ad Deum sive ad hominem comprehendo. Utrumque enim vinculum dispensabile seu solubile est per potestatem superiorem, alio vero et alio modo, nam promissiones vel contractus non dispensantur tollendo obligationem alicuius legis, sed quasi abrogando factum seu remittendo promissionem, ut in materia de voto libro 6 fuse explicavi512, et illa doctrina, tam in iuramento quam in humana promissione et in matrimonio rato, si dispensabile est, locum habet. Tota ergo illa materia illo modo dispensabilis ad praesentem materiam non spectat; tractamus enim de sola dispensatione in vinculo legis positivae, quae alterius rationis est, ut constat. De hac vero ulterius subdistinguendum est, nam sicut duplex est lex positiva, divina una altera humana; ita duplex est materia dispensabilis, una a vinculo legis divinae altera a vinculo legis humanae. In praesenti autem non tractamus de priori materia, quia solum tractamus de vinculo legis humanae et de modo quo potest in particulari auferri; et ideo adaequata materia huius dispensationis est lex humana aut vinculum eius, aut omnis obligatio quae ex lege humana praecise nascitur. 4. [Effectus morales sub hac materia dispensabili comprehensi.] Unde omnes effectus morales, qui ex huiusmodi lege nasci solent et de se sunt perpetui vel tempore definito per legem necessario durant, sub hac materia dispensabili comprehenduntur. Atque ita omnia impedimenta matrimonii, sive impedientia tantum sive etiam irritantia, et omnes irritationes actuum per leges introductae et irregularitates infamiae et aliae poenae vel debita poenarum ex lege orta sub materia dispensabili continentur, quatenus a lege pendent, quia non fit in eis mutatio, nisi derogando legi; et e contrario auferendo vinculum legis ipsa tolluntur, quia a lege pendent, ut sic dicam, in fieri et conservari. Et ideo dixi quatenus a lege pendent, nam sub quacumque alia ratione considerentur non erunt materiae huius dispensationis, de qua tractamus, etiamsi 512 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, a. 10-12, cap. 13, pp. 1201-1203; Vivès 14, pp. 1102-1104.
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que son necesarios de ningún modo puede llamarse dispensa, más aún, ni tampoco epiqueya, como he dicho antes. Y los males que se ponen en la segunda clase, en cuanto son males intrínsecamente y de suyo, no admiten dispensa o interpretación; pero tomados en abstracto sin las circunstancias o modalidades concretas, no son malos de suyo. Por eso, aunque puedan realizarse bien, se hacen buenos no por dispensa o interpretación, sino por quedar asociados a otra especie de acto en el ámbito de lo moral. 3. Materia adecuada de la dispensa es la ley humana y el vínculo resultante de ella. Pues bien, para aclarar la materia adecuada, por así decir, dispensable, de la que estamos tratando, advierto que una cosa es el vínculo de la ley positiva (omito la natural, pues doy por supuesto que no es dispensable), y otra el vínculo del contrato en el que incluyo las promesas hechas sea a Dios o a los hombres, pues uno y otro vínculo es dispensable o soluble por un poder superior, pero uno de una manera y otro de otra. En efecto, las promesas y los contratos no se dispensan eliminando la obligación de una ley, sino aboliendo, por así decir, el hecho, o perdonando la promesa, como he explicado ampliamente en el Libro VI en el tratado sobre el voto; doctrina que tiene lugar tanto en el juramento como en la promesa humana y en el matrimonio rato, caso de ser dispensable. Luego toda esa materia dispensable de ese modo no atañe a la materia presente, ya que tratamos sólo de la dispensa en el vínculo de la ley positiva, que es de otra índole, como es obvio. Pero acerca de ésta hay que seguir distinguiendo, porque al igual que la ley positiva es doble, una divina y otra humana, así también la materia dispensable es doble, una dispensable del vínculo de la ley divina y otra dispensable del vínculo de la ley humana. Pero al presente no estamos tratando de la primera, pues sólo tratamos del vínculo de la ley humana y del modo como puede eliminarse en un caso particular. Por tanto, la materia adecuada de esta dispensa es la ley humana o su vínculo o toda la obligación que brota precisamente de la ley humana. 4. [Efectos morales y materia dispensable.] Así pues, todos los efectos morales, que suelen brotar de esta ley y que de suyo son perpetuos o duran necesariamente por el tiempo que determina la ley, están incluidos en esta materia dispensable. Y así, todos los impedimentos matrimoniales —bien sean sólo impedientes o también invalidantes— y todas las invalidaciones de actos introducidas por las leyes, y las irregularidades, infamias y otras penas o deudas de penas provenientes de la ley están incluidas en la materia dispensable en la medida en que dependen de la ley. Razón: No se hace mutación en esas cosas, a no ser derogando la ley; y eliminando, por el contrario, el vínculo de la ley, ellas mismas quedan eliminadas, porque dependen de la ley en su hacerse y conservarse, por así decir. He dicho en la medida en que dependen de la ley, porque en cualquier otro aspecto en que se las considere, no serán materia de esta dispensa de la que esta-
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alio modo sint mutabilia vel auferibilia per humanam potestatem, ut verbi gratia filius spurius ante mortem patris per dispensationem legitimari potest ut sit haeres tanquam legitimus, quia illud impedimentum et ille effectus pendet ex lege pro eo tempore; et ita non aliter tollitur, nisi tollendo vinculum legis. Si autem pater iam sit mortuus et alii acquisierunt haereditatem, iam non poterit talis filius dispensari quoad illum effectum, quia iam non impeditur sola lege, sed alio titulo iustitiae, quia iam alii fratres facti sunt domini omnium bonorum patris. Quodsi in aliquo casu possit princeps aliquid de bonis paternis ab aliis tollere et illi conferre, non erit illa dispensatio in lege, sed erit ex alia potestate quasi superioris dominii in bona subditorum ad distribuendum illa prout communi bono fuerit expediens. 5. Regula generalis. Hic vero occurrere posset quaestio an omnes leges quae sunt in Ecclesia et a Deo immediate non manarunt sub hac materia dispensabili comprehendantur, id est, an traditiones apostolicae dispensabiles sint quando ab ipsis Apostolis immediate originem traxerunt. Aliquando enim iura canonica et eorum interpretes videntur hoc negare, ut de ieiunio quadragesimae, de quota decimarum, de irregularitate bigamiae et similibus, de quibus generaliter dicitur (in c. Contra statuta, 25, q. 1513, et in c. Sicut quaedam, d. 14514) aliqua esse a patribus statuta, quae omnino sunt immutabilia. Sed hae quaestiones et similes attingunt generalem disputationem de potestate Papae, de qua, quantum ad praesens spectat, in capite 11 aliquid dicemus. Nunc dico generalem esse regulam, et sine exceptione, omnem materiam necessariam tantum ex lege humana, a quocumque puro homine vel hominum congregatione lata sit, esse materiam dispensabilem per potestatem hominibus datam. Hanc ponit divus Thomas (Quodlibetum 4, a. 13515). Et ratio est quia ex parte materiae non est repugnantia, ut constat, quia voluntas humana mutabilis est et circa materiam mutabilem versatur. Et potestas non deest, ut dicto capite 11 dicam, et videri possunt quae dixi in quinto tomo (disp. 49, sect. 6516). Dicta autem iura et similia loquuntur de dogmatibus fidei et de institutionibus ac praeceptis divinis, ut sunt de sacramentis et sacrificio, ut ex glossis et doctoribus constat, et ratio ipsa ac contextus facile demonstrat. 6. Ad quas personas extenditur dispensatio. Circa alteram partem huius materiae, scilicet personam cui concedi potest dispensatio, supponendum est dispensationem esse actum potestatis iurisdictionis sine qua valide concedi non potest, ut tradit Romanus (cons. 325, Quoad primum, n. 12, verbo Ex quibus verbis), ubi in scolio alii referuntur et dicitur esse C.25 q.1 c.7. D. 14 c.2. 515 Thomas de Aquino, Quodlibet 9, q.7, a. 2co.: Quod per hominem statuitur et per homimen dispensari potest. En las ediciones de lee: quodlibet 4, a.13. 516 Franciscus Suárez, Disputationum de censuris p. 1194, n. 1; Vivès 23bis, p. 538. 513 514
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mos hablando, aunque sean mudables en otro sentido o sujetas a supresión por el poder humano. Por ejemplo, un hijo ilegítimo puede ser legitimado por dispensa antes de la muerte de su padre para que pueda ser heredero legítimo, porque en ese momento dependen de la ley ese impedimento y ese efecto; de ahí que no se elimine de otra manera más que eliminando el vínculo de la ley. Pero si el padre ya ha muerto y otros han adquirido la herencia, ya no podrá ese hijo ser dispensado en cuanto a ese efecto. Razón: Ya no sólo se lo impide la ley sino otro título de justicia, porque ya los otros hermanos se han hecho dueños de todos los bienes del padre. Y si en algún caso el superior puede quitar a los otros algo de los bienes paternos y dárselo a él, no será eso una dispensa de la ley, sino que será una dispensa por parte de otro poder, por así decir, de dominio superior sobre los bienes de los súbditos para distribuirlos según convenga al bien común. 5. Regla general. Aquí podría plantearse la cuestión de si todas las leyes que hay en la Iglesia y no han dimanado directamente de Dios están incluidas en esta materia dispensable, es decir, si las tradiciones apostólicas son dispensables cuando han tenido un origen directo de los Apóstoles mismos. A veces, efectivamente, el derecho canónico y sus intérpretes parecen negar esto; por ejemplo, al tratar del ayuno cuaresmal, del pago de los diezmos, de la irregularidad de la bigamia y cosas semejantes, de las que se dice generalmente en los capítulos Contra statuta y Sicut quaedam que los Padres establecieron algunas normas que son del todo inmutables. Pero estas cuestiones y otras semejantes están relacionadas con el tema general acerca del poder del Papa, del que hablaremos algo en el capítulo XIV en lo que respecta a este punto. Ahora digo que la regla general y sin excepciones es que toda materia que obligue sólo por ley humana, cualquiera que sea la persona sin más o la congregación de personas que la haya dado, es materia dispensable por el poder concedido a los hombres. Es la regla que Santo Tomás propone. Y la razón es que por parte de la materia no hay ningún inconveniente, como es evidente, pues la voluntad humana es mudable y versa sobre materia mudable, y poder no falta, como diré en dicho capítulo XIV. Se puede ver así mismo lo que dije en el tomo V, disputa 49, sección 6. Pues bien, los textos jurídicos citados y otros semejantes hablan de los dogmas de fe y de las instituciones y preceptos divinos, como son los sacramentos y el sacrificio de la misa. Así se desprende de las Glosas y de los doctores y lo demuestra fácilmente la razón misma y el contexto. 6. Personas a las que puede concederse la dispensa. En cuanto a la segunda parte de esta materia, es decir, la persona a quien puede concederse la dispensa, se ha de dar por supuesto que la dispensa es un acto del poder de jurisdicción sin el cual no puede concederse válidamente. Así lo enseña Luis Romano Pontano en el consejo 325 Quoad primum, en cuyo escolio se citan
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communis sententia517. Et ratio est manifesta, quia eius est solvere cuius est ligare (c. Inferior, d. 21518), sed ligare imponendo legem ad iurisdictionem pertinet; ergo etiam auferre obligationem eius, quod per dispensationem fit, quia oppositorum eadem est proportionalis ratio. Solet autem constitui differentia quod imponere legem est actus iurisdictionis quasi involuntariae, quia lex imponitur etiam nolenti, dispensatio autem est actus iurisdictionis voluntariae, quia conceditur volenti vel etiam petenti, nam superior ex officio suo non solet derogare iuri sed ad iustam instantiam alicuius. Hoc tamen non impedit quominus dispensatio sit verus actus iurisdictionis, tum quia voluntaria iurisdictio vera iurisdictio est, tum etiam quia potestas ligandi et solvendi eadem est, licet respectu subditi actus ligandi soleat esse coactus et solvendi voluntarius. Aliquando etiam, ut supra dicebam, si dispensationi praeceptum adiungatur, potest subditus compelli ad dispensationem acceptandam, si ad commune bonum expediat. 7. Omnis subditus qua talis est capax dispensationis. Atque hinc colligitur personam iurisdictioni alicuius subiectam esse quantum est ex parte sua seu status sui capacem dispensationis, quia nulla alia conditio potest cogitari necessaria ex parte personae ut sit capax dispensationis. Item omnis superior respective potest cum suis subditis dispensare in legibus vel praeceptis a se positis, ut infra dicemus; ergo, et e contrario, omnis persona subdita, quatenus alterius legibus vel praeceptis subest, capax est dispensationis. Neque in hac generali resolutione ratio dubitandi occurrit. Solum notanda est obiter differentia inter legem et dispensationem, quod lex ferri non potest nisi ad communitatem, ut libro primo dictum est. Dispensatio autem per se primo versari potest circa personam privatam, quia solum est particularis exceptio a communi lege; potest autem etiam ferri circa communitatem aliquam, quae sit pars maioris communitatis, sicut uni religioni vel ecclesiae aut civitati conceditur privilegium per quod excipitur a lege communi; item potest dispensatio concedi toti communitati pro uno actu vel pro certo tempore per modum suspensionis, ut supra dictum est. 8. Dispensatio non versatur necessario circa personam subditam. Summus Pontifex potest sibi indulgentias concedere et secum in legibus et votis dispensare. Solum ergo superest difficultas an, e converso, omnis persona capax dispensationis debeat esse subdita, ac subinde: an dispensatio necessario versari debeat circa personam subditam. Videtur enim hoc etiam sequi ex illo principio quod dispensare est actus iurisdictionis; iurisdictio enim tantum exercetur circa subditos (c. Cum inferior, De maioritate et oboedientia519), quia nulla potestas Romanus [Ludovicus Pontano], Consilia sive responsa f. 217r-v. D.21 c.4. 519 X 1.33.16. 517 518
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otros autores y se dice que es una opinión común. La razón es clara: A quien pertenece soltar pertenece atar. Ahora bien, atar imponiendo una ley pertenece a la jurisdicción. Luego también soltar su obligación, porque la razón de los términos opuestos es proporcionalmente la misma. Pero suele establecerse una diferencia, a saber, que el imponer una ley es un acto de jurisdicción involuntaria, por así decir, ya que la ley se impone aun al que no la quiere. En cambio, la dispensa es un acto de jurisdicción voluntaria, porque se concede al que la quiere e incluso la pide, ya que el superior no suele por oficio derogar el derecho, si no es a instancias justificadas de alguno. Esto, sin embargo, no impide que la dispensa sea un verdadero acto de jurisdicción; en primer lugar, porque la jurisdicción voluntaria es verdadera jurisdicción; y en segundo lugar, también porque el poder de atar y desatar es uno mismo, aunque respecto del súbdito el acto de atar sea de ordinario coactivo y el de desatar voluntario. Incluso a veces, como decía antes, si a la dispensa se añade un precepto, se le puede obligar al súbdito a aceptar la dispensa, si así conviene al bien común. 7. Todo súbdito es capaz de dispensa. Por aquí se ve que la persona sujeta a la jurisdicción de alguien, por lo que a ella y a su acto respecta, es capaz de dispensa, porque no se puede pensar otra condición necesaria por parte de la persona, para que sea capaz de dispensa. Así mismo, todo superior a su vez puede dispensar a sus súbditos en las leyes o preceptos impuestos por él, como diremos después. Luego también, al contrario, todo súbdito, en cuanto sujeto a las leyes o preceptos de otro, es capaz de dispensa. Y en esta solución general no hay razón para dudar. Sólo hay que hacer notar de paso la diferencia entre ley y dispensa: La ley no puede dictarse, si no es para la comunidad, como dijimos en el libro I; la dispensa, en cambio, de suyo puede referirse ante todo a una persona privada, porque sólo es una excepción particular de una ley general; pero puede también dictarse para alguna comunidad que sea parte de una comunidad mayor, al igual que a una orden religiosa, a una iglesia o a una ciudad se le concede un privilegio por el que queda exceptuada de la ley general. Así mismo, puede concederse una dispensa a toda una comunidad para un solo acto o para un determinado tiempo a manera de suspensión, como dijimos antes. 8. La dispensa no se refiere necesariamente a los súbditos. El Sumo Pontífice puede concederse a sí mismo indulgencias y dispensarse de las leyes y votos. Esa misma es la solución para los príncipes. Sólo queda, por tanto, una dificultad: Si, por el contrario, toda persona capaz de dispensa deba ser súbdito y si por ello deba necesariamente la dispensa referirse a las personas que son súbditos. Parece, efectivamente, que también esto se sigue de aquel principio de que el dispensar es un acto de jurisdicción, ya que la jurisdicción se ejerce sólo con los que son súbditos, según las Decretales. En
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agit extra sphaeram suae activitatis; ergo, etiam e contrario, sola persona subdita est capax dispensationis. In contrarium autem est quia inde sequeretur Pontificem non esse capacem dispensationis, quia non est persona subdita, idemque sequitur de supremo principe temporali in ordine ad dispensationem in legibus civilibus quibus ipse ligatur, et respective eadem difficultas est de omni praelato respectu legum suarum, quatenus eis ipse ligatur. Tota ergo difficultas ad hoc revocatur: an legislator possit secum dispensare in suis legibus, quatenus illis etiam ipse ligatur. Hoc dubium attigi in tertio tomo (3 p., disp. 82, sect. 2, circa finem, verbo Solet vero); et simile de indulgentiis in quarto tomo (disp. 52, sect. 1, n. 20) et de votorum dispensatione, tomo secundo De religione (lib. 6, cap. 11, in principio520), breviter definivi Pontificem posse indulgentias sibi applicare, seu thesaurum pro se etiam dispensare, sive dispensando pro tota communitate, cuius ipse est praecipuum membrum, sive sibi soli immediate et directe indulgentiam concedendo; et simili modo posse secum in legibus et in votis dispensare, vel committendo alteri potestatem ut secum dispenset si iustum esse iudicaverit, quod melius et consulendum esse iudicavi, sive per sese rem iudicando et dispensationem sibi concedendo. Quae sententia in Summo Pontifice communis est, ut erudite refert Sancius (lib.8, disp. 3, n. 6521), eademque resolutio locum habet in quocumque supremo principe seu rege temporali quoad leges civiles, quia servat eandem proportionem, et sumitur ex capite Per venerabilem (Qui filii sint legitimi522); et aperte docet Caietanus (I II, q. 96, a. 5, in fine523), et Sylvester (verbo Lex, q. 14524), Corduba (lib. 5, q. 31525); idemque sentiunt priores auctores qui de Pontifice hoc affirmant et de regibus non negant. 9. [Sententiae praedictae ratio.] Ratio vero est quia non omnis actus iurisdictionis requirit distinctionem personalem inter eum qui iurisdictionem exercet et eum circa quem exercetur, sed tantum actus qui requirunt coactionem vel propriam sententiam per quam dicitur ius inter partes, et ideo requirit tertiam personam distinctam ab illis. At vero dispensatio per se est actus iurisdictionis voluntariae respectu eius cum quo dispensatur, et ideo ex ea parte non requirit personam ab illo distinctam; respectu etiam ipsius legis aut legislatoris vel boni communis, quibus potest aliquo modo praeiudicare dispensatio, non potest requiri persona a legislatore distincta, nam ad ipsum pertinet suam legem tueri et communi bono consulere. Ergo non repugnat 520 Franciscus Suárez, Commentariorum ac disputationum in tertiam partem Divi Thomae, tomus tertius No se localiza ese versículo en la disp. 82, sect. 2; Commentariorum…tomus quartus p. 1106; Vivès 22, p. 1066; De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De vot, quaest. 88, pp. 1192-1193, n. 2; Vivès 14, pp. 1094-1095. 521 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento pp. 18-19. 522 X 4.17.13. 523 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 304. 524 Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, f. 88r. 525 Antonio de Córdoba, Opera lib. V: De indulgentis, p. 463.
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efecto, ningún poder actúa fuera de la esfera de su actividad. Luego, por el contrario, sólo la persona que es súbdito es capaz de dispensa. Pero en contra de ello está que de ahí se seguiría que el Sumo Pontífice no es capaz de dispensa, porque no es súbdito. Lo mismo se sigue respecto del supremo soberano temporal en orden a la dispensa en las leyes civiles a las que él mismo está obligado. Y la misma dificultad, en su debida proporción, se da en todo superior respecto de sus propias leyes, en cuanto que también a él le obligan. Luego toda la dificultad se reduce a si el legislador puede dispensarse a sí mismo en sus propias leyes, en cuanto que también él mismo está obligado por ellas. Esta duda la toqué en el tomo III, parte III, disputa 82 hacia el final, párrafo Solet vero; así mismo al hablar de las indulgencias en el tomo IV, disputa 52; y de la dispensa de los votos en el tomo II Sobre la religión, libro VI, capítulo 11 al principio. Brevemente establecí que el Papa se puede aplicar a sí mismo indulgencias o administrar también a su favor ese tesoro, sea dispensando a favor de toda la comunidad de la que él mismo es miembro principal, sea concediéndose a sí solo indulgencia de modo inmediato y directo. De manera semejante puede dispensarse a sí mismo de las leyes y de los votos, sea encomendando a otro el poder para dispensarle, si lo juzga justo —cosa que creí ser más justa y aconsejable— sea juzgando por sí mismo la cosa y concediéndose la dispensa. Esta opinión, en el caso del Sumo Pontífice, es común, como refiere eruditamente Tomás Sánchez; y esa misma conclusión tiene cabida en cualquier príncipe supremo o rey temporal por lo que respecta a las leyes civiles, pues es el mismo caso, guardada la debida proporción. Así se dice en las Decretales y lo enseñan con toda claridad Cayetano, Silvestre Prierio y Antonio de Córdoba. Lo mismo sostienen los autores anteriores que lo afirman del Papa y no lo niegan de los reyes. 9. [Prueba de la tesis.] La razón es que no todo acto de jurisdicción requiere que sean distintas la personas que ejercen la jurisdicción y la de aquél sobre el que se ejerce, sino solamente aquellos actos que requieren coacción o sentencia propiamente dicha, por la que se declara el derecho entre las partes y requiere, por tanto, una tercera persona distinta de ellas. Ahora bien, la dispensa es de suyo un acto de jurisdicción voluntaria respecto de aquel a quien se da la dispensa; no requiere, pues, desde este punto de vista, una persona distinta de él. Respecto de la ley misma, o del legislador o del bien común, a los cuales puede en algún modo perjudicarles la dispensa, tampoco se puede requerir una persona distinta del legislador. La razón es que a él personalmente atañe proteger su propia ley y mirar por el bien común. Luego no hay repugnancia natural en que el legislador supremo se dispense a sí
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ex natura rei supremum legislatorem secum dispensare in lege a se lata, quia circa se exercet voluntariam iurisdictionem et contra rempublicam etiam non est coactio, sed prudens administratio cuiusdam rei communis. Unde confirmatur primo, nam supremus princeps potest distribuere bona communia inter membra communitatis comprehendendo etiam se ipsum, et ita ipse imponit tributa sibi solvenda prout ratio iustitiae exigit; sed dispensatio in lege est quasi commune bonum distribuendum et applicandum membris prout expedierit. Ergo non minus potest princeps hoc facere circa se ipsum quam circa alios. Confirmatur secundo, quia princeps se ipsum ligat sua lege, ergo multo magis potest solvere, quia ligare magis spectat ad iurisdictionem involuntariam et coactivam, et ideo non potest se ipsum immediate et, ut ita dicam, privatim per legem ligare, sed solum concomitanter cum communitate, cui legem imponit, idque non sola voluntate propria, sed adminiculo iuris naturalis, ut supra vidimus. Solvere autem se ipsum potest directe et privatim, quia dispensatio est actus qui per se exercetur circa unam personam et est iurisdictionis voluntariae, ideoque magis potest princeps se ipsum immediate eximere a legis suae obligatione ex iusta causa. Denique si hoc non repugnat ex natura rei Pontifici aut supremo principi, nec ex iure positivo potest repugnare, tum quia nullum tale ius reperitur, tum quia ipse est supra ius, servata proportione, atque ita non potest per tale ius sua potestate privari, sed potius per illam posset in tali iure dispensare, et consequenter in quacumque lege a se lata. 10. [Aliquorum auctorum opinio.] Non desunt tamen qui contra hanc resolutionem opinentur Pontificem non posse secum dispensare in communibus legibus Ecclesiae. Idem etiam tenet Supplementum Gabrielis (Quartum, d. 38, q. 1, a. 5, circa finem, verbo Si quas rationes526) et aliqui canonistae quos Sancius supra refert (n. 4527). Veruntamen eorum fundamentum solutum est ex dictis, solum enim argumentantur quia actus iurisdictionis requirit distinctionem personarum, ad quod iam dictum est non esse universaliter verum, sed solum in actu iurisdictionis involuntariae vel in actu sententiae per quam dicitur ius inter partes, qua ratione etiam in absolutione sacramentali, quia est vera sententia et absolutio; ideo ita instituta est iure divino ut non possit exerceri ab aliquo, etiam Summo Pontifice, erga se ipsum. At vero in actu dispensandi, et aliis qui sunt iurisdictionis voluntariae, non invenitur talis repugnantia nec institutio specialis, ut declaratum est; et ideo optime potest princeps secum dispensare. Et tunc etiam ille est actus iurisdictionis et suo modo exercetur circa subditum, quia eadem persona, ut homo subditus legibus, est inferior sibi ipsi, ut est princeps et conditor legum, quae distinctio formalis
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Gabriel Biel, In quartum Sententiarum librum dist. 38, quaest. 1, art. 5 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 17.
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mismo de una ley que él ha dictado, porque está ejerciendo consigo mismo una jurisdicción voluntaria, y tampoco es una coacción a la comunidad política, sino una prudente administración de una cosa común. Primera confirmación: El soberano puede distribuir los bienes comunes entre los miembros de la comunidad comprendiéndose también a sí mismo; y así él mismo impone los tributos que se le han de pagar, según lo exija la razón de justicia. Ahora bien, la dispensa de la ley es un bien común, por así decir, que se ha de distribuir y aplicar a los miembros según convenga. Luego no menos puede el soberano hacer esto con respecto a sí mismo que con respecto a los otros. Segunda confirmación: El soberano se liga a sí mismo con su propia ley. Luego con mucha más razón puede desligarse. En efecto, el ligar atañe más a la jurisdicción involuntaria y coactiva. Por eso no puede ligarse a sí mismo con una ley a las inmediatas y privadamente, por así decir, sino únicamente en compañía con la comunidad a la que impone la ley; y esto no por sola su voluntad, sino apoyado en el derecho natural, como vimos antes. En cambio, sí puede desligarse a sí mismo de manera directa y privada, porque la dispensa es un acto que se ejerce de suyo con respecto a una sola persona y es propia de la jurisdicción voluntaria; por tanto, más puede el soberano eximirse a sí mismo inmediatamente de la obligación de su propia ley por una causa justa. Finalmente, si esto no se opone por naturaleza al Papa o al príncipe soberano, tampoco puede oponerse por derecho positivo. En primer lugar, porque no existe tal derecho positivo; y en segundo lugar, porque él mismo está por encima del derecho, en su debida proporción, y así no puede por tal derecho ser privado de su propio poder; más bien, podría por ese poder dispensar de ese derecho y en consecuencia de cualquier ley que haya dictado. 10. [Opiniones contrarias.] No faltan, sin embargo, quienes opinan en contra de esta solución que el Papa no puede dispensarse a sí mismo de las leyes comunes de la Iglesia. Esto es lo que sostiene el Suplemento de Gabriel y algunos canonistas que cita Tomás Sánchez. Queda, sin embargo, respondido su argumento con lo dicho anteriormente, pues sólo argumentan con la razón de que el acto de jurisdicción requiere personas distintas. A lo cual ya se dijo que eso no es verdad en general, sino únicamente tratándose del acto de jurisdicción involuntaria o del acto de una sentencia por la cual se administra justicia entre las partes; por esa razón también la absolución sacramental, por ser verdadera sentencia y absolución, ha sido instituida por derecho divino de tal manera, que nadie (tampoco el Sumo Pontífice) pueda dársela a sí mismo. En cambio, en el acto de dispensar y en otros propios de la jurisdicción voluntaria no se encuentra tal incompatibilidad ni institución especial, como hemos explicado; justo por eso puede muy bien el soberano dispensarse a sí mismo. Y también entonces ese es un acto de jurisdicción y se ejerce a su manera sobre un súbdito, porque la misma persona, en cuanto sometida a las leyes, es inferior a sí misma como superior y legislador. Esta distinción formal basta para que pueda
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sufficit ut possit talem actum circa se ipsum exercere, ut in citatis locis dixi et Sancius supra latissime declarat et confirmat. 11. Episcopi et caeteri praelati possunt in legibus a se latis dispensare secum. Superest vero explicandum an idem dicendum sit de aliis episcopis et praelatis, et cum proportione de aliis civilibus magistratibus qui leges condere vel in eis dispensare possunt. De quibus loqui possumus, aut respectu legum quas ipsi condunt quatenus eis obligantur, aut respectu legum suorum superiorum, seu iuris pontificii aut regis. Loquendo enim priori modo, sine ulla controversia dicendum est posse secum dispensare in suis legibus, sicut Papa vel rex in suis. Est enim eadem proportio ac subinde eadem ratio, quia scilicet talis lex principaliter ac per se pendet ab episcopo; ergo distributio obligationis eius, ut sic dicam, ab eadem voluntate et potestate pendet; ergo non minus potest dispensare secum quam cum aliis. Probatur consequentia, quia per se loquendo eius est solvere cuius fuit ligare et res per easdem causas tolli potest per quas fuit constituta, nisi aliud obstet. Hic vero solum obstare posset identitas personae dispensantis et dispensatae; haec autem non obstat ex natura rei, ut ostensum est, nec etiam est speciale ius quo hoc prohibeatur episcopis aut similibus legum conditoribus et earum dispensatoribus. Ergo. Atque ita sentiunt auctores supra allegati, quia vel loquuntur absolute de legislatoribus, ut Caietanus, vel de principe, ut Sylvester, (dicta q.14528), et isti plane intendunt loqui de omnibus qui ligantur legibus suis, vel loquuntur de Papa; et sic, dum alios non excludunt, comprehendunt eos in quibus eadem proportio servatur. Una vero difficultas hic superest, de modo quo legislator posset secum dispensare, quam infra melius tractabo capite 14. 12. Quomodo praelati possunt secum dispensare in legibus, quas ipsi non tulerint. Loquendo autem alio modo de his praelatis vel magistratibus inferioribus qui potestatem habent dispensandi in legibus superiorum maior est difficultas, sed spectat ad caput 11; nam quod ad praesens attinet, certum est dispensationem non repugnare propter identitatem personae, nam quoad hoc est eadem ratio; tamen in potestate activa dispensandi potest esse diversitas, nam respectu propriae legis ex natura rei sequitur ut qui illam tulit possit in ea dispensare, nisi prohibeatur, in lege autem superioris hoc non sequitur ex natura rei, sed pendet ex modo potestatis a superiori concessae, de qua potestate in dicto capite 11 dicemus.
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Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, f. 88r.
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ejercer sobre sí mismo ese acto, como dije en los lugares citados y explica con gran amplitud y confirma Tomás Sánchez. 11. Los obispos y los demás superiores pueden dispensarse a sí mismos de las leyes dadas por ellos mismos. Queda por explicar si hay que decir lo mismo de los obispos y prelados y, en su medida, de las demás autoridades civiles que pueden dictar leyes o dispensar en ellas. Y podemos hablar de ellos bien sea respecto de las leyes que ellos mismos dictan en cuanto que están obligados a ellas, o bien sea respecto de las leyes de sus superiores o del derecho pontificio o del real. Hablando, efectivamente, en el primer sentido, hay que decir sin discusión alguna que pueden dispensarse a sí mismos en sus propias leyes, como puede el Papa o el rey en las suyas, pues se da la misma proporción y, por tanto, una misma razón, a saber, que la ley principalmente y de suyo depende del obispo. Luego el reparto de su obligación, digámoslo así, depende de una misma voluntad y poder. Luego no menos puede dispensarse a sí mismo que a los otros. Prueba de la consecuencia: Hablando con propiedad, corresponde desatar a quien correspondió atar y puede una cosa eliminarse por las mismas causas por las que fue establecida, a no ser que se interponga algún obstáculo. Ahora bien, en este caso sólo podría ser un obstáculo la identidad de la persona que dispensa y de la persona dispensada. Pero esta identidad no es un obstáculo natural, como hemos demostrado; tampoco existe un derecho especial que prohíba esto a los obispos o a los que de modo semejante dictan leyes o dispensan de ellas. Es la opinión de los autores arriba citados, porque o hablan en general de los legisladores, como Cayetano, o hablan del soberano, como Silvestre Prierio; y lo que estos tales pretenden llanamente es hablar de todos los que están ligados con sus propias leyes; o hablan del Papa; y así, al no excluir a los otros, incluyen a aquellos en los que se mantiene la misma proporción. Una sola dificultad nos queda aquí sobre el modo como podría el legislador dispensarse a sí mismo; pero será mejor examinarla después en el capítulo XIV. 12. Manera como pueden los superiores dispensarse a sí mismos de las leyes que ellos no hayan dado. Mayor es la dificultad, cuando nos referimos a la otra modalidad de los prelados o autoridades inferiores que tienen poder para dispensar en las leyes de los superiores; pero este es un asunto que corresponde al capítulo XI. Por lo que respecta, en efecto, al tema presente, es cierto que no hay contradicción en una dispensa por la identidad de la persona, porque en este punto la razón es la misma; sin embargo, en el poder activo de dispensar puede haber diferencia. En efecto, respecto de la propia ley se sigue de la naturaleza de la cosa que quien la dictó pueda dispensar en ella, si no hay una prohibición. En cambio, en la ley de un superior esto no se sigue de la naturaleza de la cosa, sino que depende de la modalidad de poder que haya concedido el superior. De este poder hablaremos en el capítulo XIV.
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Nunc ergo solum dicimus quotiescumque constiterit potestatem datam esse sub hac amplitudine, praelatos posse secum dispensare, sicut de praelatis religionum sensit divus Thomas (2.2., q. 185, a. 8, in fine corporis529), ubi ait praelatos religionum posse secum dispensare in praeceptis seu ordinationibus suae regulae, idemque posse episcopos regulares quoad eadem praecepta regulae. Quod eodem modo docent Antoninus (3 p., tit. 20, cap. 2, § 7530) et Sylvester (Religio, 6, q. 1, et vers. 7, q.12531), Tabiena (verbo Episcopus, q. 6532), Turrecremata (in c. De monachis 16, q. 1533). Constat autem praecepta regulae non esse lata ab ipsis praelatis ordinariis, sed vel a tota religione, quae superior est, vel a generalibus. Aliqui vero dicunt divum Thomam non loqui de propria dispensatione, sed de licentia, quae non est dispensatio, ut supra dixi. Veruntamen divus Thomas et alii clare loquuntur de propria dispensatione derogante legi prohibenti vel praecipienti absolute, quamvis doctrina a fortiori vera sit de licentia, si tamen illa est praelato necessaria; nam fortasse proprius diceretur quoties regula statuit ut aliquid non fiat sine licentia, ad subditos tantum loqui, non ad praelatos, nam illi non indigent licentia, sed discretione et prudentia, nisi ubi regula aperte disposuerit ut praelatus inferior aliquid non agat sine licentia maioris praelati; tunc enim id agere non posset ipse, sibi ordinarie licentiam concedendo, quia esset contra regulam. Quodsi in casu urgente occurreret causa iusta sic operandi, tunc posset secum dispensare ad id agendum sine licentia, et hoc possunt etiam religiosi facti episcopi. Illa vero non esset mera licentia vel impropria dispensatio, ut alii loquuntur, sed esset propria relaxatio legis in particulari casu; et ita esset propriissima dispensatio.
Thomas II II, 185, 8co. Antoninus Florentinus, Summa Sacrae Theologiae parte III, tit. 20, cap. 2 § 7. 531 Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars secunda, f. 222r. et 225v. 532 Ioannes Tabiensis, Summae Tabienae quae summa summarum merito apellatur (Venetiis 1580, pars prima, pp. 566-568, n. 7). 533 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. III, f. 40r-v, n. 3. 529 530
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Ahora, por tanto, únicamente decimos que cuantas veces haya constancia de que se ha dado el poder con esa amplitud, los prelados pueden dispensarse a sí mismos, como pensó Santo Tomás de los superiores religiosos, cuando dice que se pueden dispensar a sí mismos en los mandatos u ordenamientos de su regla, y que lo mismo pueden los obispos regulares respecto de esos mismos mandatos de la regla. Lo mismo enseñan San Antonino, Silvestre Prierio, Giovanni Cagnazzo de Tabia y Juan de Torquemada. Ahora bien, es claro que los mandatos de la regla no los han dictado los superiores mismos ordinarios, sino o toda la religión, que es superior, o los superiores generales. Algunos dicen que Santo Tomás no está hablando de la dispensa propiamente dicha, sino de la permisión, que no es dispensa, como dije antes. Sin embargo, Santo Tomás y otros hablan claramente de la dispensa propiamente dicha, que deroga la ley que prohíbe o que manda de manera absoluta. Por más que esta doctrina con mayor razón es verdadera tratándose de la permisión, con tal de que el superior tenga necesidad de él. En efecto, quizás se diría con más propiedad que cuantas veces la regla establece que algo no se haga sin permiso, está hablando únicamente a los súbditos, no a los superiores, porque éstos no necesitan permiso, sino discreción y prudencia; a menos que la regla haya dispuesto con toda claridad que el vicesuperior no haga algo sin permiso del superior mayor, pues entonces no lo podría hacer concediéndose a sí mismo permiso de ordinario; eso iría contra la regla. Y si en un caso urgente se diera una causa justa para actuar así, entonces podría dispensarse a sí mismo para hacerlo sin permiso; y esto pueden hacerlo también los religiosos que han sido nombrados obispos. Pero eso no sería un mero permiso o una dispensa impropiamente dicha, como dicen otros, sino que sería un relajamiento, en su sentido propio, de la ley en un caso particular; y así sería una dispensa en su sentido más estricto.
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CAPUT XIII De forma dispensationis in lege humana 1. Dispensatio tacita et expressa. Sermo est de forma externa et sensibili, nam interior actus non habet aliam formam insensibilem, sed ipse est quaedam forma spiritualis; de quo actu quis vel qualis sit iam dictum est, quia vero exterius manifestari debet ut inter homines operari possit, ideo signum illud quo manifestatur exterius vocatur forma eius, sicut in lege ipsa diximus. De hoc ergo signo inquirimus quale esse oporteat. Ad hoc autem explicandum praemittenda est alia divisio dispensantionis, in expressam et tacitam; expressa dicitur quae propriis et apertis verbis conceditur, tacita vero quae aliis signis vel factis indicatur. Et explicando haec duo membra et sufficientiam illorum, hanc formam sufficienter explicabimus. 2. Ad dispensationem expressam nulla determinata verba requiruntur. Circa expressam dispensationem in primis adverto licet ad illam regulariter requirantur verba, nulla tamen esse determinata vel ex natura rei vel in iure ad dispensationem concedendam, ac subinde illa sufficere quae iuxta communem usum et dispensantis voluntatem et effectum dispensationis satis indicare valeant. Unde licet aliqui dicant illam esse expressam dispensationem quae per verbum dispensandi datur, ut patet ex Rebuffo (in Practica, p. 2, tit. De dispensationibus, n. 19534), nihilominus non est intelligendum illam solam esse expressam; id enim nullo iure probatur, et sunt alia verba vel aequivalentia vel sufficientia, licet non sint tam clara ut damus licentiam, indulgemus, et interdum posset sufficere verbum permittimus, cum ex materia constiterit de quo genere permissionis sit sermo. Verbum ergo proprium dispensandi est regulariter usitatum in iure et rescriptis pontificum, et ideo ponitur quasi exemplar aliorum quae ad expressam dispensationem sufficiunt, non ut simpliciter necessarium. 3. In dispensatione requiritur ut materia sufficienter exprimatur. Deinde adverto ad hanc dispensationem expressam necessarium esse ut materia eius sufficienter exprimatur, id est, de qua obligatione, lege, aut impedimento vel inhabilitate detur dispensatio, et cui detur, quia alias verbum dispensandi non haberet satis determinatam et individuam significationem, et ita nihil posset operari. Non est autem necesse ut materia dispensationis specifice semper declaretur, sed potest sufficere generale verbum ut: dispenso tecum in quacumque
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Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 365.
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CAPÍTULO XIII Forma de dispensa en la ley humana 1. Dispensa tácita y expresa. Se trata de la forma externa y sensible. En efecto, el acto interior no tiene otra forma insensible, sino que él mismo es una cierta forma espiritual. De este acto, de su esencia y propiedades ya se habló. Pero como tiene que manifestarse al exterior para que pueda obrar entre los hombres, por eso a esa señal con que se manifiesta al exterior se la llama forma suya, como dijimos acerca de la misma ley. Así pues, sobre esta señal nos preguntamos qué cualidades es preciso que tenga. Para explicarlo, hay que exponer previamente otra división de la dispensa en expresa y tácita. Se llama expresa la que se concede con palabras apropiadas y claras; tácita, en cambio, la que se da a conocer con otras señales o hechos. Explicando estos dos miembros de la división y su suficiencia, habremos explicado suficientemente dicha forma. 2. Para la dispensa expresa no se requieren determinadas palabras. En cuanto a la dispensa expresa hago saber, en primer lugar, que, aunque de ordinario se requieran para ella palabras, sin embargo, para conceder una dispensa no existen expresiones concretas, sean naturales o jurídicas. Por tanto, son suficientes las que se utilizan en la práctica común e indican suficientemente la voluntad del que dispensa y el efecto de la dispensa. Así pues, aunque algunos dicen que dispensa expresa es aquella que se concede mediante la palabra dispensar, como se ve claro en Pedro Rebuffe, no hay que interpretar, sin embargo, que sola ella sea la palabra expresa, pues eso no se prueba con ningún texto jurídico y hay otras palabras equivalentes o suficientes, aunque no sean tan claras; por ejemplo, damos licencia, concedemos. A veces podría bastar la palabra permitimos, cuando por la materia constase de qué clase de permiso se está hablando. Por consiguiente, la palabra dispensar en su sentido propio se emplea regularmente en derecho y en los rescriptos de los papas. Por eso se pone como ejemplo, por así decir, de otras que bastan para una dispensa expresa, pero no como necesaria sin más. 3. En la dispensa se requiere que la materia se exprese suficientemente. Hago saber, en segundo lugar, que para esta dispensa expresa es necesario que su materia se exprese suficientemente; quiero decir, de qué obligación, ley, impedimento o inhabilidad se concede la dispensa y a quién se concede; pues de lo contrario, la palabra dispensar no tendría un significado suficientemente ajustado y concreto, y así no podría ser efectivo. Pero no es preciso que la materia de la dispensa se explique siempre específicamente, sino que puede bastar
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irregularitate vel in impedimento, si quod habes, vel quid simile; nam id quod in generali verborum significatione comprehenditur, censetur etiam expressum, licet non sit specificum, iuxta glossam (in l. Lucius, D, De vulgari, verbo Non ad matrem535), et notat late multa allegando Tiraquellus (post Leges connubiales, glossa 7, n. 86, 87 et sequentibus536). Et in praesenti est manifestum, quia expressa dispensatio distinguitur contra tacitam seu praesumptam; constat autem generalem concessionem verbis expressam non esse praesumptam aut tacitam respectu specierum sub generali significatione verborum indubie contentarum; igitur ex parte materiae sufficit generalis expressio. Et idem erit cum proportione de persona cui fit concessio, si dispensatio simul concedatur multis, nam tunc expressa erit dispensatio pro singulis, si omnes uno generali verbo comprehendantur. Si autem dispensatio uni tantum concedatur, tunc oportebit ut persona illa in particulari designetur ad quam dirigitur dispensatio, sive id fiat nomine proprio sive circumlocutione aliqua sive pronomine demonstrativo, iuxta varias scribendi aut loquendi formas. 4. Ad valorem dispensationis non requiritur scriptura nec ad substantiam illius. Unde est tertio supponendum ad valorem et substantiam dispensationis etiam expressae non requiri scripturam, sed verba ore prolata sufficere; nam si in lege ipsa non est necessaria scriptura, multo minus erit necessaria in dispensatione legis. Item infra ostendemus scripturam non esse de substantia privilegii; ergo nec erit de necessitate dispensationis. Denique nullum est ius quod scripturam requirat, et vocale verbum non est signum minus expressum quam scriptum; ergo. Dico autem non requiri scripturam ad substantiam dispensationis, quia ad probationem pro foro externo poterit esse necessaria, et regulariter illa postulatur, illa vero deficiente, aliae probationes poterunt sufficere, nisi in aliquo casu plus in iure requiratur; imo aliquando etiam potest esse necessaria dispensatio scripta, ut in conscientia liceat illa uti, sed hoc non habet locum, nisi in casibus in iure expressis, de quibus videri potest glossa (in c. 1 § Postquam, verbo In scriptis, De censibus, in Sexto537). Idemque est quando pontifices in aliquibus bullis requirunt licentiam in scriptis obtentam, ut habemus exemplum in Tridentino (sess. 25, cap. 5, De regularibus538); extra hos vero casus, verba dispensantis sufficiunt. Tunc ergo satis est designare personam cui fit dispensatio per signa quaelibet determinativa et designativa individui, ut concedimus huic, tibi, etc. In scriptura vero ordinarie necessarium est nominare personam, vel ad illam semel nominatam sufficientem facere relationem. Persona autem dispensans in forma scripta necessario est nominanda, in verbali autem concessione satis est quod ipsa loquatur et verbum de praesenti proferat, ut ex materia etiam de sacramentis constat. Infortiatum seu Pandectarum col. 505, lit. h. Andreas Tiraqueau, De legibus connubialibus p. 445. 537 Sextus Decretalium col. 510-511, lit. x. 538 Cod. 777-778. 535 536
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una frase general. Por ejemplo: Te dispenso de cualquier tipo de irregularidad o impedimento, si alguno tienes; o cosa parecida. Lo que se incluye, efectivamente, en el significado general de las palabras se considera también expreso, aunque no sea específico, según la Glosa del Digesto y lo indica ampliamente Andrés Tiraqueau alegando numerosos textos. En el caso presente la cosa es manifiesta, porque la dispensa expresa se contradistingue de la tácita o presunta. Ahora bien, es evidente que una concesión general expresa no es presunta o tácita respecto de las especies contenidas de modo indubitable bajo el significado general de las palabras. Luego por parte de la materia basta una expresión general. Y lo mismo ocurrirá proporcionalmente con la persona a quien se hace la concesión, si la dispensa se concede al mismo tiempo a muchas, pues entonces será expresa la dispensa para cada una, si todas ellas quedan incluidas en una sola palabra general. Pero si la dispensa se concede solamente a una, entonces será preciso que se designe en concreto a esa persona a la que va dirigida la dispensa, sea que se haga por su propio nombre o con una circunlocución, o sea que se haga por un pronombre demostrativo, según las diversas formas de escribir o de hablar. 4. Para la validez de la dispensa no se requiere escritura; tampoco para su sustancia. Así pues, se ha de dar por supuesto, en tercer lugar, que para la validez y para la esencia de la dispensa, incluso la expresa, no se requiere que se haga por escrito, sino que bastan las palabras oralmente pronunciadas. En efecto, si tratándose de la ley misma no es necesario que se escriba, mucho menos será necesario tratándose de la dispensa de la ley. Así mismo, demostraremos más adelante que no es esencial al privilegio el que esté escrito. Luego tampoco será necesario en el caso de la dispensa. Finalmente, no hay ningún texto jurídico que exija que la dispensa se escriba, y la palabra hablada no es una señal menos expresa que la escrita. Luego. Digo que no se exige para la sustancia de la dispensa el que se escriba. Podría, sí, ser necesaria para probarla en el fuero externo, y de ordinario se la pide; pero a falta de ella, podrán bastar las otras pruebas, a no ser que en algún caso se exija más en el derecho. Más aún, a veces puede ser también necesaria la dispensa escrita, para que se pueda en conciencia hacer uso de ella; pero esto no tiene lugar, a no ser en casos expresamente indicados en el derecho; sobre ellos puede verse la Glosa en el Libro VI. Y lo mismo sucede, cuando los papas en algunas bulas exigen permiso obtenido por escrito. Un ejemplo lo tenemos en el capítulo 5 de la sesión 25 del Concilio Tridentino. Fuera de estos casos bastan las palabras del que dispensa. Entonces, por consiguiente, es suficiente con designar la persona a quien se hace la dispensa mediante cualesquiera señales que disciernan y designen al individuo; por ejemplo: Concedemos a éste, a ti, etc. En cambio, cuando se escribe, es necesario normalmente nombrar a la persona o hacer de ella, una vez nombrada, referencia de una manera suficiente. Pero la persona que dispensa por escrito se ha de nombrar necesariamente en la concesión verbal; en cambio, basta con que ella misma hable y profiera de presente el verbo, como consta también por el tratado de los Sacramentos.
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5. [Dispensatio debet esse postulata secundum nonnullos auctores.] Quarto adverto nonnullos auctores dixisse de necessitate huius formae esse ut a petitione dispensationis inchoetur, quia dispensatio non datur motu proprio, sed tantum postulata, quia cum dispensatio sit iuris relaxatio, non debet princeps proprio motu eam concedere, sed rogatus et quasi coactus, argumento l. 4 [Dies cautioni] (§ 1, D, De damno infecto539), quod sentit Mandosius (De signatura gratiarum, tit. De dispensatione540) et sequitur Rodericus (t. 1, q. 23, a. 3541). Imo multi existimant ad valorem dispensationis necessarium esse ut vel ab ipso indigente petatur vel ex eius mandato, ac subinde esse nullam, si ab aliquo tertio sine mandato impetretur. Ita Panormitanus per illum textum (in c. Innotuit, De electione, n. 10, idem in c. Nonnulli, § Sunt et alii, De rescriptis542), ubi idem tenet Hostiensis543. Fundamentum sumitur ex dicto capite Innotuit544, ubi negatur dispensatio, quia fuit petita sine mandato. 6. Dispensatio per amicum impetratan valet. Utrumque autem censeo esse falsum. Affero itaque in primis dispensationem impetratam ad petitionem amici sine mandato partis dispensandae ex se validam esse et operari posse, si ab eo cui concessa est acceptetur. Ratio est quia nullum est ius quod pro forma validae dispensationis illam conditionem requirat; sine iure autem nullum est fundamentum ad id asserendum, quia ex natura rei quodlibet donum vel eleemosyna vel gratia potest valide per amicum impetrari ei qui nihil procurabat. Consequentia est evidens. Antecedens autem patet, quia in iure civili nihil est quod obstet, et potius in lege Universis (C, De precibus imperatori offerendis) dicitur rescriptum per quemcumque impetratum valere545; ergo etiamsi impetrator non sit procurator constitutus, valebit ex vi illius legis, quia absolute et sine ulla restrictione loquitur. In iure autem canonico dictum caput Innotuit546 nihil probat; tum quia ibi non dicitur dispensationem futuram fuisse nullam si absque mandato fuisset concessa, sed solum dicitur Pontificem ob eam causam noluisse illam concedere, quod longe diversum est; tum etiam quia ibi non negatur dispensatio quia petebatur sine mandato personae dispensandae, sed quia petebatur sine mandato capituli quod personam illam elegerat in episcopum et confirmationem, non dispensationem, petebat; et ideo utraque ei denegatur. Unde potius supponitur D 39.2.4 § Si intra diem. Quintilianus Mandosio, Signaturae gratiae praxis (Romae 1559, pp. 64-65). En las ediciones se lee: Mendos. 541 Emmanuelis Rodrigues, Quaestiones regulares et canonice pp. 227-228. 542 Nicolaus de Tudeschis [Panormitanus], Caput Innotuit. 543 Hostiensis [Henricus de Segusio], In primum Decretalium librum commentaria (Venetiis 1581, f. 23r, n. 19). 544 X 1.6.20. 545 C 1.19.6. 546 X 1.6.20. 539 540
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5. [Advertencia de algunos autores.] En cuarto lugar, hago notar que algunos autores dijeron que esta forma implica necesariamente comenzar por la petición de dispensa, porque la dispensa no se concede motu proprio , sino tan sólo si se pide. En efecto, cuando la dispensa es un relajamiento del derecho, no debe el superior concederla motu proprio, sino a ruegos y forzado, por así decir, según el Digesto. Así piensa Mendoza, a quien sigue Manuel Rodríguez. Es más, son muchos los que piensan que para la validez de la dispensa es necesario que la pida o bien el mismo que la necesita o bien otro por comisión suya; sería, por tanto, nula si la obtiene un tercero sin comisión. Así piensa Nicolás de Tudeschis y lo mismo sostiene Enrique de Segusio. El argumento de base está tomado del citado capítulo Innotuit, en el que se niega la dispensa por haberse solicitado sin comisión. 6. La dispensa lograda por medio de un amigo es válida. Pero creo que ambas cosas son falsas. Afirmo, pues, en primer lugar que la dispensa lograda a petición de un amigo sin comisión de la parte que ha de dispensarse, es de suyo válida y que se la puede negociar, si la acepta aquel a quien se le ha concedido. La razón es ésta: No hay texto jurídico ninguno que exija esa condición como forma de una dispensa válida. Ahora bien, sin texto jurídico no hay fundamento ninguno para esa afirmación, porque cualquier donación, limosna o favor, por su propia naturaleza, puede válidamente obtenerse mediante un amigo para aquel que nada de eso procuraba. La consecuencia es evidente. Y el antecedente es claro, porque en derecho civil no hay ningún obstáculo para ello; y en el Código se dice más bien que el rescripto tiene validez quienquiera que sea el que lo haya obtenido. Luego aunque el que lo obtiene no haya sido nombrado procurador, tendrá validez en virtud de esa ley, porque habla de modo absoluto y sin restricción alguna. En cambio, en el derecho canónico dicho capítulo Innotuit no prueba nada. En primer lugar, porque allí no se dice que la dispensa habría de ser nula de haberse concedido sin mandato, sino se dice solamente que el Papa no quiso por esa razón concederla; cosa muy distinta. En segundo lugar, además, porque allí no se niega la dispensa por pedirla sin mandato de la persona que debe ser dispensada, sino porque se pedía sin el mandato del capítulo que había elegido a esa persona para obispo; y pedía una confirmación, no una dispensa. Por eso se le niegan ambas cosas. Por consiguiente, se da por supuesto, más bien, que el capítulo podía pedir la dispensa
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potuisse peti a capitulo sine mandato eius pro quo petebatur, et tunc fuisse concedendam et futuram fuisse validam. 7. [Prosequitur argumentum.] Neque etiam obstat caput Nonnulli (§ unico, De rescriptis547), ubi annullatur rescriptum impetratum sine mandato et impetrans punitur, nam caput illud aperte loquitur de rescriptis iustitiae seu ad lites, non de rescriptis ad gratias seu beneficia. Nam et verba textus et ratio eius ad priora tantum rescripta accommodantur, ut ibi notat glossa penultima, in fine548, et Felinus (ibi, n. 10) referens alios549, qui etiam hoc extendit ad impetrationem privilegiorum et immunitatum, quod ex glossis et doctoribus et ex identitate rationis confirmat, quae sine dubio eadem est quae in dispensationibus. Praeterea partem hanc aperte supponunt doctores qui docent privilegium per mandatarium obtentum statim esse validum, non vero si absque mandato obtineatur, in quo idem de dispensatione indicant, ut infra libro 8 sufficienter videbimus550. Denique consuetudo curiae hanc partem sufficienter confirmat, ut sumitur ex Rebuffo (in Praxi, tit. De dispensationibus, n. 23, iuncto tit. De differentiis inter rescriptum gratiae et iustitiae551) et optime Navarrus (cons. 2, De rescriptis, et cons. 4, n. 4552). 8. Dispensatio potest a praelato proprio motu concedi. Deinde assero nullam petitionem vel supplicationem necessariam esse in rigore ad formam et valorem dispensationis, sed posse a praelato proprio motu concedi. Hoc sequitur ex praecedenti, et ita posse eisdem doctoribus atribui, nam si tertia persona sine mandato potest amico dispensationem impetrare, cur non poterit praelatus proprio motu ex sua tantum providentia illam indigenti indulgere? Deinde ratio facta hic etiam procedit, quia neque natura sua hoc malum est, neque ullo iure prohibetur non solum pontifici aut principi, ut est per se notum, verum etiam nec episcopo aut praetori. Neque lex illa 4 [Dies cautioni] ad causam facit553, quia non de gratia vel dispensatione loquitur, sed de iustitiae executione inter partes constituendae, quibus non solet providere iudex, nisi altera postulante, quamquam interdum ex officio possit iudex subvenire quando aliquis damnum patitur et impeditur ne possit postulare, ut in eodem titulo De damno infecto (l. Hoc amplius, 9554), dicitur. X 1.3.28. Decretales D. Gregorii col. 66-67, lit. k, verbo Sine speciali mandato. 549 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 139v. 550 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus cap. 2, p. 871, n. 2; Vivès 6, p. 228-229. 551 Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 366 et p. 1, cap. 29, pp. 107-113, per totum. 552 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum seu responsorum quinque libris iuxta titulos numerosque Decretalium comprehensorum tomi duo, nunc quidem et numero consiliorum ampliore amplioreque dispositi et cura maiore emendati (Venetiis 1601, t. I, f. 15v et 16r-v). 553 D 39.2.4. 554 D 39.2.9. 547 548
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sin mandato de aquel en cuyo favor se pedía y que entonces se le habría de conceder y habría de ser válida. 7. [Se aclara una objeción.] Tampoco ofrece dificultad el capítulo Nonnulli, donde se anula el rescripto obtenido sin mandato y se castiga al que lo obtenga, pues ese capítulo habla abiertamente de los rescriptos de justicia o para pleitos, no de rescriptos para favores o beneficios. Las palabras del texto, efectivamente, y su razón de ser se ajustan únicamente a los primeros rescriptos, como lo hace notar la Glosa y Felino Sandeo que cita a otros. Él lo amplía también a la obtención de privilegios e inmunidades y lo confirma con las Glosas y los doctores y por la identidad de la razón que sin duda es la misma que para las dispensas. Además, esta parte la dan por supuesta claramente los doctores, que enseñan que el privilegio obtenido mediante mandatario es válido sin más, pero no lo es si se obtiene sin mandato. En este punto indican lo mismo que respecto de la dispensa, como veremos después en el libro VIII. Finalmente, la práctica de la curia confirma suficientemente esta parte, como se ve en Pedro Rebuffe y muy bien en Martín de Azpilcueta. 8. La dispensa puede otorgarla el superior motu proprio. Afirmo además que en rigor no es necesaria ninguna petición o súplica para la forma y validez de la dispensa, sino que la puede conceder el superior a su voluntad. Esto es una consecuencia de lo anterior y se puede, por tanto, atribuir a los mismos doctores. En efecto, si una tercera persona puede sin mandato alguno conseguir una dispensa para un amigo, ¿por qué no va a poder el superior a su voluntad concedérsela al que la necesita, por su propia cuenta sin más? Además, la razón aducida vale también aquí, porque ni esto es malo por naturaleza ni por ninguna ley jurídica le está prohibido no sólo al papa o al soberano, como es evidente por sí mismo, sino tampoco al obispo o al gobernador. Tampoco hace al caso esa ley 4, porque no habla de un favor o de una dispensa sino de la ejecución de la justicia que se ha de establecer entre las partes a las que no suele proveer el juez, a no ser que una de ellas lo pida. Verdad es que a veces el juez puede por oficio ayudar, cuando alguien sufre daño y se ve impedido para poder hacer la petición, como se dice en el mismo título, ley Hoc amplius. Pues bien, mucho más fácilmente puede hacer esto el soberano o el superior tratándose de la concesión de una dispensa, que es un favor que puede hacer espontáneamente.
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Multo autem facilius potest hoc facere princeps aut praelatus in concessione dispensationis, quae est quaedam gratia quam potest sua sponte facere. Nec obstat quod relaxationem555 iuris contineat, nam etiam privilegium illam continet et nihilominus saepe conceditur motu proprio. Item ipsa relaxatio potest esse in casu necessaria vel ad commune bonum vel ad privatum particularis personae, cui potest superior ex officio providere si ipsa sit indigens; imo non solum potest dispensare sed etiam praecipere subdito ut dispensatione utatur, ut paulo antea dixi. 9. Aliqua dispensatio postulat expressa verba. Ex his ergo notari potest quinto aliquam dispensationem expressam necessario postulare expressa verba superioris, ut quando illam proprio motu concedit, iuxta caput Si motus (De praebendis, in Sexto556); aliquam vero esse posse expressam etiam sine proprio verbo superioris, ut est illa quae fit ad petitionem alicuius. Hanc enim semper esse expressam sentit Rebuffus (dicto tit. De dispensationibus, n. 19557), et licet de illa, quae est apperte postulata, res sit clarior, tamen idem est si petatur a quocumque alio intercessore seu postulatore, nam caput Innotuit, quod allegat, potius loquitur de postulatione facta a tertio, ut supra notavi. Ratio autem est quia cum postulatio expressa dispensationis praecedit, necessario concessio illi coniuncta facit expressam dispensationem. Unde licet post subditi petitionem superior nihil scribat vel loquatur, sed nutibus tantum annuat demonstrando consensum, est dispensatio satis expressa, quia superior suum consensum ostendendo facit sua verba petentis super quae cadit, praeterquam quod nutibus solet consensus satis clare et expresse indicari, sicut matrimonium satis expresse contrahitur quando praecedit558 [se lee: procedit] interrogatio per verba et nutibus explicatur consensus. Quando autem non praecedit expressa petitio, tunc non semper est dispensatio expressa; imo nec videtur esse posse per nutus aut alia signa praeter expressa verba, ubi autem haec intercesserint possunt sufficere, etiamsi postulatio non praecedat, ut ex dictis constat. 10. Dispensatio regulariter conceditur ad petitionem alicuius. Est autem ultimo observandum regulariter dispensationem concedi ad postulationem alicuius, quia raro occurrit tanta necessitas dispensationis ut etiam non petentibus offeratur, et quia mens concedentis ex postulatione optime intelligitur; ideo in ordinariis instrumentis dispensationum quasi pro ordinaria forma servatur ut praemissa postulatione subiungatur concessio; aliquando vero, non obstante postulatione, dicitur concessio fieri motu proprio. Quae duo quomodo cohaereant, et quam vim habeat illa clausula motu proprio, et quando subintelligenda sit, dicemus infra tractando de privilegiis, ubi etiam explicabimus En las ediciones se lee: relationem. In VI 3.4.23. 557 Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 365. 558 En las ediciones se lee: procedit. 555 556
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Y no hay dificultad en que implique un relajamiento del derecho, pues también el privilegio lo implica y, sin embargo, con frecuencia se concede a voluntad. Así mismo, el relajamiento mismo puede ser ocasionalmente necesario sea para el bien común o para el bien particular de una determinada persona, a la que puede el superior proveer por oficio, si ella lo necesita. Más aún, no sólo puede dispensar, sino también mandar al súbdito que haga uso de la dispensa, como acabo de decir. 9. Hay algunas dispensas que requieren palabras expresas. Así pues, por lo dicho se puede hacer notar, en quinto lugar, que algunas dispensas expresas requieren necesariamente palabras expresas del superior, como cuando la concede a su voluntad conforme al capítulo Si motus del Libro VI; y en cambio, algunas otras pueden ser expresas incluso sin palabras propias del superior, como es la que se concede a petición de alguno. Que ésta sea siempre expresa lo piensa Pedro Rebuffe y, aunque la cosa sea más clara tratándose de la que se ha pedido abiertamente, sin embargo lo mismo es si la pide cualquiera otro intercesor o postulador. Razón: El capítulo Innotuit que alega habla más bien de la petición hecha por un tercero, como hice notar antes. Y la razón es que, cuando precede la petición expresa de la dispensa, necesariamente la concesión unida a ella hace expresa la dispensa. Por eso, aunque tras la petición del súbdito el superior no escriba o no diga nada, sino que asienta solamente con movimientos de cabeza manifestando que está de acuerdo, la dispensa es suficientemente expresa; porque el superior, al mostrar su consentimiento, hace suyas las palabras del solicitante, a las que se refiere; aparte de que con los movimientos de cabeza se suele indicar el consentimiento bastante clara y expresamente. También el matrimonio se contrae bastante expresamente, cuando preceden las preguntas con palabras y se manifiesta el consentimiento con movimientos de cabeza. En cambio, cuando no precede una petición expresa, entonces no siempre la dispensa es expresa; es más, ni parece que pueda serlo con movimientos de cabeza u otros signos que no sean las palabras expresas. Pero allá donde éstas hayan mediado, pueden bastar, aunque no preceda petición, como es evidente por lo que hemos dicho. 10. De ordinario la dispensa se concede a petición de alguien. Por último, hay que tener en cuenta que de ordinario la dispensa se concede cuando alguien la solicita, porque rara vez se da una necesidad de dispensa tan grande, que se ofrezca incluso a los que no la solicitan y porque mediante la solicitud se entiende muy bien la intención del que la concede. Por eso, en las escrituras ordinarias de las dispensas se mantiene como forma ordinaria, por así decir, que una vez presentada la solicitud, se añada la concesión. Pero a veces a pesar de la solicitud se dice que se hace la concesión a voluntad. Cómo se atan estas dos cosas y qué fuerza tenga esa cláusula motu proprio [a voluntad] y cuándo hay que
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fere aequivalentem clausulam ex certa scientia, et alias similes, et varias etiam formas concedendi privilegia, quae in dispensationibus possunt habere locum; sed quia magis sunt propriae privilegiorum in eum locum eas reservamus. 11. De dispensatione tacita. Explicatur modus quo in supremo principe omnes admittunt tacitam dispensationem. Venio ad aliud membrum tacitae dispensationis, quae difficilior est ad explicandum, quia non consistit in aperta significatione voluntatis, sed tantum in praesumpta, quae obscurior est. Et ideo multi iurisperiti non admittunt hanc tacitam dispensationem, ut ex Calderino et Oldraldo refert Antonius Gabrielis (dicto tit. De praesumptionibus, concl. 8, n. 6 et sequentibus559), qui dicit secundum stylum curiae esse veriorem sententiam. Communiter vero fere omnes tanquam certum supponunt esse possibile et sufficiens hoc genus dispensationis. Sed in hoc est magna varietas, nam in supremo principe omnes admittunt dispensationem tacitam in omnibus quae ad ius humanum pertinent, quia supremus princeps intra suam sphaeram est supra humanum ius et potest in illo ut voluerit dipensare, saltem quoad valorem dispensationis. Secus vero docent de eodem, ut dispensante in votis et aliis quae ius divinum attingunt, nam respectu illorum ita se habet sicut inferiores in lege superioris, de quibus etiam sunt opiniones. 12. [Aliqui negant inferiorem posse tacite dispensare in lege superioris.] Aliqui enim absolute negant inferiorem posse tacite dispensare in lege superioris, sed tantum expresse, quod videtur sentire Innocentius (in c. Veniens, De filiis presbyterorum560) et Panormitanus (in c. Diversis, De clericis coniugatis, n. 4, et in c. Cum in cunctis, § Inferiora, De electione, n. 8561) cum glossa (in c. unico, De aetate et qualitate, in Sexto562), Rebuffus, referens plures (in Practica, tit. De dispensationibus, n. 15 et 16563) et plures refert Antonius Gabrielis, supra564, et plures Menochius (De praesumtionibus, lib. 2, praesumptione 20, n. 24 et 25565), et plures Sancius (lib. 8, De matrimonio, disp. 4, n. 15566). Et rationem differentiae assignant, quia princeps potest valide dispensare sine causae cognitione, non vero inferior; in dispensatione autem tacita non intercedit causae cognitio, et ideo tunc non praesumitur voluntas, quia esset temeraria; et licet admitteretur, non esset sufficiens. Antonius Gabriel, Communes conclusiones pp. 48-49, nn. 6 et 7. Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium ff. 106v-107v. 561 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium, f. 15v; et Commentariorum prima in primum, f. 125ra-vb. 562 Sextus Decretalium col. 198. 563 Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 365. 564 Antonius Gabriel, Communes conclusiones pp. 47-49. 565 Iacobus Menochio, De praesumptionibus p. 124. 566 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 18. 559 560
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sobrentenderla, lo explicaremos después al tratar de los privilegios. Allí también explicaremos la cláusula casi equivalente ex certa scientia [con conocimiento cierto], y otras semejantes; así como las distintas formas de conceder privilegios que pueden tener lugar en las dispensas. Pero como son más propias de los privilegios, las reservamos para ese lugar. 11. Sobre la dispensa tácita. Explicación de la manera cómo tratándose de supremo soberano, todos admiten la dispensa táctica. Pasemos ahora a la otra parte, la de la dispensa tácita, que es más difícil de explicar, porque no consiste en una manifestación clara de la voluntad sino sólo presunta, que es más obscura. Por eso muchos juristas no admiten esta tercera dispensa, como refiere, siguiendo a Gaspar Calderino y Oldrado de Ponte, Antonio Gabriel, el cual, dice que, de acuerdo con el estilo de la curia, esta opinión es más verdadera. Pero comúnmente casi todos dan por cierto que es posible y suficiente esta clase de dispensa. Verdad es que en este punto hay gran variedad. En efecto, en cuanto al príncipe soberano, todos admiten la dispensa tácita en todo lo pertinente al derecho humano, porque el príncipe soberano, dentro de su esfera, está por encima del derecho humano y puede dispensar de él como quiera, al menos en cuanto a la validez de la dispensa. Lo contrario, en cambio, enseñan acerca de él, cuando se trata de dispensar de los votos y de otros compromisos que atañen al derecho divino, pues la relación que tiene con ellos es como la que tienen los inferiores respecto de la ley del superior, cosa también controvertida. 12. [Dispensa tácita de la ley del superior por parte del inferior.] Algunos niegan absolutamente que un inferior pueda dispensar tácitamente de la ley de un superior, sino que sólo expresamente puede hacerlo. Así parece opinar Inocencio y Nicolás de Tudeschis, junto con la Glosa en el Libro VI y Pedro Rebuffe que cita a otros muchos; también Antonio Gabriel, Jacobo Menochio y Tomás Sánchez citan a otros muchos. Justifican la diferencia diciendo que el soberano puede dispensar válidamente sin conocimiento de causa, no así el inferior. Ahora bien, en la dispensa tácita no interviene el conocimiento de la causa, y por eso no se presume entonces la voluntad, porque sería temeraria, y aunque se la admitiera, no sería suficiente.
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Quia vero dicta ratio universalis non est, ideo alii subdistinguunt in inferioribus dispensantibus, nam vel dispensant in proprio iure vel iure superioris. In priori casu absolute possunt per tacitam dispensationem ius suum relaxare, quia eandem proportionem ad illud habent quam princeps supremus ad commune ius, et eorum dispensatio valet etiam sine causa, ut infra dicemus. In posteriori autem casu aiunt, non posse tacite dispensare propter rationem factam. Ita Suplementum Gabrielis in Quartum (dist. 38, q. 1, a. 5, dub. penult.567) et sequitur Navarrus (in Summa, praelud. 9, n. 15, et cap. 25, n. 74568), ubi hoc limitat ut procedat in foro exteriori, nam in foro conscientiae aliud, inquit, fortasse verum est. Sequitur Azor (lib. 5, cap. 15, q. 10, in primo tomo569) extendens hoc ad forum conscientiae. Aliter Sylvester (verbo Dispensatio, q. ultima)570, indicat non repugnare dispensationem esse tantum tacitam et fieri cum causae cognitione; et ideo, inquit, si episcopus procedat cum causae cognitione, dispensando tacite in lege superioris, esse validam dispensationem; qui ita videtur limitare et exponere superiorem communem opinionem. Et eandem sententiam indicavit Caietanus (II II, q. 104, a. 5, in fine571). 13. [Autoris opinio.] Alii vero et plurimi auctores indifferenter dicunt dispensationem tacitam habere locum in quocumque potente dispensare, sive in iure suo sive in iure superioris dispenset. Et hanc opinionem ego tenui in tomo De censuris (disp. 41, sect. 3, in fine) cum Palude (inTertium, disp. 38, q. 4, a. 4, concl. 2, Antonino, 2 p., tit. 11, cap. 2, § 9572). Et idem tenet Angelus (verbo Dispensatio, n. 12573), Medina (in Summa, 1 p., cap. 11, § 12574), dicens si praelatus religionis det litteras dimissorias ad ordines suscipiendos subdito, quem scit esse irregularem, eo ipso dispensare cum illo, cum possit, ut supponitur. Idem Ludovicus Lopez (in Instructorio 1 p., cap. 4575). Denique hoc late defendit Sancius, supra, referens plures auctores576. Et sane, consequenter loquendo, ita dicendum est si praecise sistamus in ratione tacitae dispensationis, quia in omnibus est eadem ratio; nam in omnibus supponitur potestas dispensandi, et est eadem praesumptio voluntatis, et nulli praelato est praescripta in iure certa forma dispensandi, neque etiam ut per verba expressa dispenset. Gabriel Biel, Supplementum, dist. 38, quaest. 1, art. 5, dub. paenult. Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 70. 569 Ioannes Azor, Institutionum moralium in quibus universae quaestiones ... breviter tractantur lib. V, cap. 15, quaest. 10, col. 430 (Lugduni 1603). 570 Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 150v, n. 15. 571 Caietanus [Thomas de Vío], Secunda secundae p. 370. 572 Franciscus Suárez, Disputationes de censuris pp. 396-397, n. 15; Vivès 23, p. 404. 573 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, p. 327. 574 Bartholomaeus de Medina, Breve instrucción de cómo se ha de administrar el sacramento de la penitencia (Salamanca 1579, f. 54r-v). 575 López, Ludovicus, Instructorium pars I, cap. 4 576 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 18. 567 568
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Pero como esa razón no es universal, otros hacen una subdistinción tratándose de las dispensas de los inferiores; a saber, o dispensan de una ley suya o de una ley del soberano. En el primer caso pueden de manera absoluta relajar su propia ley con una dispensa tácita, pues tienen la misma proporción respecto de ella que el soberano respecto de la ley común; y su dispensa tiene validez aun sin causa, como diremos después. Pero en el segundo caso dicen que no pueden conceder una dispensa tácita por la razón indicada. Así el Suplemento de Gabriel. Lo sigue también Martín de Azpilcueta, que lo limita a que tenga validez en el fuero externo pues en el fuero de la conciencia —dice— quizás otra cosa sea verdad. Lo sigue Juan Azor que extiende esto al fuero de la conciencia. Otra es la posición de Silvestre Prierio, quien observa que no hay contradicción en que la dispensa sea sólo tácita y que se conceda con conocimiento de causa. Por tanto —dice— si el obispo procede con conocimiento de causa dispensando tácitamente de la ley del soberano, la dispensa es válida. Así es como parece limitar y exponer la anterior opinión común. Tal es también el parecer de Cayetano. 13. [Respuesta del autor.] Pero otros autores, y son la mayoría, dicen, sin hacer diferencias, que la dispensa tácita está en la mano de cualquiera que pueda dispensar, sea que dispense de su propia ley o de la ley del superior. Es también la opinión que yo he sostenido en el tomo sobre las censuras juntamente con Pedro Paludano y San Antonino. Lo mismo sostienen Ángel de Clavasio y Bartolomé de Medina cuando dice que si un superior de una Orden religiosa concede las letras dimisorias para recibir las órdenes sagradas a un súbdito, de quien le consta que es irregular, automáticamente lo dispensa; esto en la hipótesis de que pueda, como doy por supuesto. Lo mismo Luis López citando a otros muchos autores. Por último defiende esta opinión ampliamente Tomás López que cita también a muchos autores. Y esto sin duda es lo que hay que decir, hablando consecuentemente, si nos atenemos con rigor a la razón de la dispensa tácita, porque la razón es la misma para todos. En efecto, se da por supuesto que todos ellos tienen poder de dispensar y la presunción de voluntad es la misma; a ningún superior le prescribe el derecho una determinada forma de dispensar ni tampoco que dispense con palabras expresas.
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14. Status quaestionis magis aperitur. Ut autem haec ratio declaretur, advertendum est aliud esse tractare quo signo debeat voluntas dispensantis indicari ut ad dispensandum sufficiat, aliud vero quae conditiones debeant concurrere ut illa voluntas sit efficax. Hic enim non hoc posterius agimus, sed illud tantum prius. Unde licet verum sit ad dispensandum in iure superioris esse necessariam iustam causam, et sine illa non esse validam dispensationem, ut infra trademus, tamen haec differentia impertinens est ad quaestionem de tacita dispensatione, quam tractamus, quia et tacita dispensatio potest fieri ex iusta causa tam in lege superioris quam in propria, seu iuris aequalis, ut sic dicam, et e converso, expressa dispensatio potest dari sine iusta causa, et tunc etiam erit nulla si ab inferiori detur in lege superioris. Et confirmatur, quia si dispensatio tacita non posset esse ex iusta causa, nunquam praesumeretur etiam in supremo principe, quia consequenter praesumeretur concedi sine iusta causa, et sic in ea praesumeretur peccatum, quod admittendum non est, maxime quando non est necessarium ad vitandum maius peccatum, ut hic esse potest. Potest ergo dispensatio esse tacita et ex iusta causa; ergo potest esse in inferiori etiam in lege superioris. Tunc enim optime procedit ratio facta, quod in eo non deest potestas ad dispensandum absolute, ut supponitur, et iudicium tacitae voluntatis esse potest idem vel aequale, nec praesumitur peccatum, quia potest talis dispensatio esse ex iusta causa, et consequenter iusta et valida quantum est ex parte causae; nec etiam est invalida ex defectu formae, quia nulla est praescripta in iure, etiam pro inferioribus dispensantibus; nec etiam invenitur eis praeceptum ut per verba expressa dispensent, sed oppositum potius invenitur per argumentum a contrario sensu in capite 2 [Super eo quod] (De bigamis577). 15. [Obiectio.] Dices aliud esse dispensare ex iusta causa, aliud dispensare cum cognitione causae; et illud prius posse optime simul esse cum dispensatione tacita, non vero hoc posterius, quia cognitio causae requirit ut iuridice inquiratur et constet intercedere sufficientem causam ad dispensandum cum decreto seu sententia de sufficientia causae, quod videtur significasse Angelus (verbo Dispensatio, n. 12578), dum ait requiri causam esse notam praelato tanquam iudici. Quando autem haec cognitio praemittitur, satis expresse significatur voluntas dispensandi, quae significatio consummari potest per aliquod factum postea subsecutum; et ideo, licet postea non interponatur verbum dispensandi, censebitur expressa dispensatio. In inferioribus autem requiritur ut dispensent non solum ex iusta causa, sed etiam ex causae cognitione, maxime quando dispensant in iure communi seu superioris; et ideo non possunt in eo nisi expresse dispensare.
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X 1.21.2. Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, p. 327.
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14. Explicación más clara del estado de la cuestión. Para aclarar esta razón, hay que tener en cuenta que una cosa es tratar sobre con qué señal se deba manifestar la voluntad del que dispensa para que baste para dispensar, y otra qué condiciones deban concurrir para que esa voluntad sea eficaz; pues en este momento no tratamos de esto último, sino sólo de lo primero. Así pues, aunque sea verdad que para dispensar en la ley del superior se necesita una causa justa y sin ella no es válida la dispensa, como diremos después, esta diferencia, sin embargo, no hace al caso para la cuestión de la dispensa tácita, de la que estamos tratando. Razón: La dispensa tácita puede concederse con causa justa tanto tratándose de la ley del superior como de la propia o de derecho igual, por así decir; y al contrario, puede concederse la dispensa expresa sin causa justa y entonces también será nula, si la concede el inferior tratándose de la ley del superior. Confirmación: Si la dispensa tácita no pudiera darse con causa justa, nunca se presumiría ni siquiera tratándose del superior soberano, porque se presumiría consecuentemente que se concedía sin causa justa, y así al concederla se presumiría que se peca. Y esto no se puede admitir, sobre todo no siendo necesario para evitar un pecado mayor, como puede ocurrir aquí. Luego puede la dispensa ser tácita y por justa causa. Luego puede concederla el inferior, incluso tratándose de una ley del superior. Entonces, en efecto, tiene pleno sentido la razón aducida de que no hay falta de poder en él para dispensar de manera absoluta, como doy por supuesto; y el indicio de voluntad tácita puede ser el mismo o igual. Y no se presume que se peca, porque puede tal dispensa concederse con causa justa y consecuentemente ser justa y válida por lo que a la causa se refiere. Ni tampoco es inválida por falta de forma, pues el derecho no prescribe ninguna ni siquiera para los inferiores que dispensan. Tampoco existe para ellos, que se sepa, el precepto de que dispensen con palabras expresas, sino más bien lo contrario por el argumento, en sentido opuesto, del capítulo 2 De bigamia. 15. [Objeción.] Se dirá: Una cosa es dispensar por justa causa y otra dispensar con conocimiento de causa. Lo primero puede muy bien compaginarse con la dispensa tácita, pero no lo segundo. En efecto, el conocimiento de la causa requiere que se haga investigación jurídica y que haya constancia de que interviene una causa suficiente para dispensar, con decreto o con sentencia sobre la suficiencia de la causa. Esto parece que dio a entender Ángel de Clavasio al decir que se requiere que la causa sea conocida del superior como juez. Ahora bien, cuando este conocimiento va por delante, se manifiesta bastante expresamente la voluntad de disponer, y esta manifestación puede completarse con algún hecho, que venga después. Por eso, aunque después no se interponga la palabra dispensar, se juzgará que se trata de una dispensa expresa. En cambio, cuando se trata de inferiores, se requiere que dispensen no sólo por causa justa, sino también con conocimiento de causa, sobre todo cuando dispensan en el derecho común o en el derecho del superior, y por eso no pueden dispensar en él, a no ser expresamente.
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16. Quae cognitio causae sufficit in foro externo. Sed hoc etiam non satisfacit, nam in primis in foro conscientiae non est necessaria illa iuridica cognitio causae, sed satis est quod subsit iusta causa, quae dispensanti quomodocumque nota sit. Imo subdito satis erit quod bona fide procedat et praesumat superiorem suum iuste procedere et habere iustam causam, quando non habet fundamentum contrarium existimandi; quin etiam in dubio potest suam conscientiam deponere; secus vero esset, si illi constaret nullam subesse iustam causam, quod tamen totum aeque locum habet in expressa ac in tacita dispensatione. Deinde etiam quoad forum externum existimo satis esse causam esse notam praelato ut homini, ut asseruit Sylvester (verbo Dispensatio, in fine), cum Bartolo (in l. Barbarius, D, De officio praetorum579, n. 8580), quia nulla ratione probatur esse necessarium ad valorem dispensationis ut praecedat illa iuridica examinatio et cognitio causae. Quamvis enim verum sit in illo foro non fore admittendam talem dispensationem nisi legitime probetur ex causa iusta esse concessam, nihilominus si post factum hoc probetur sufficiens esse, videtur ut sit valida etiam in illo foro. Ergo, absolute loquendo, qui potest dispensare expresse, potest etiam tacite, si in reliquis necessaria concurrant. 17. Duplex modus quibus tacita dispensatio colligatur. Iam vero explicandum superest in quo maior difficultas consistit, quibus modis vel signis haec tacita dispensatio sufficienter praesumatur, ita ut conscientiae dispensati satisfacere possit, illam quietam et pacificam reddendo, et in foro etiam externo admittenda sit, si legitime probetur. In quo duo modi huius tacitae dispensationis tradi solent. Unus est per scientiam et patientiam praelati rationabilem, ut aliqui loquuntur. Hic ergo modus contingit quando praelato vidente subditus contra legem operatur, verbi gratia, matrimonium contrahit impedimentum habens vel quid simile, et superior non impedit nec contradicit, cum facile posset, sed tolerat, tunc enim consentire praesumitur dispensando. Ratio est quia praesumitur id permittere sine peccato suo et subditi, quoad fieri possit; at si non taceret ex voluntate dispensandi, et subditus peccaret, ut constat, et ipse etiam peccaret contra officium suum, cum teneatur subditum corrigere ac impedire ne frangat legem, ergo illud est sufficiens signum tacitae dispensationis. Et confirmatur, quia illa taciturnitas est quaedam ratihabitio de praesenti, quae mandato comparatur, ut dicitur in capite Ratihabitionem (De regulis iuris, in Sexto)581; et ideo sufficit etiam ad delegandam iurisdictionem et ad alios similes actus, ut multi opinantur, quos refert et sequitur Sancius (lib. 3 De matrimonio, disp. Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 150v, n. 15. En la edición de Coimbra se lee: Praelat. 581 In VI 5.12[13]10. En las ediciones se lee: In c. Ratihabitio. 579 580
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16. Qué conocimiento de causa basta en el fuero externo. Pero tampoco esto satisface, porque, en primer lugar, no se necesita en el fuero de la conciencia ese conocimiento jurídico de la causa, sino que basta con que se dé una causa justa que conozca el dispensante, de la manera que sea. Es más, al súbdito le bastará con que proceda de buena fe y que presuma, mientras no tenga base para pensar lo contario, que su superior procede justamente y tiene causa justa; más aún, en caso de duda puede dejar de lado a su conciencia. Otra cosa sería, si le constase que no subyacía causa ninguna justa. Todo esto, sin embargo, tiene igualmente lugar en la dispensa expresa que en la tácita En segundo lugar, en cuanto al fuero externo pienso también que es suficiente con que la causa la conozca el superior como hombre, como afirmó Silvestre Prierio juntamente con Bártolo de Saxoferrato. En efecto, no se prueba con ninguna razón que sea necesario para la validez de la dispensa que preceda ese conocimiento jurídico y ese conocimiento de la causa; pues aunque en ese fuero sea verdad que no se habría de admitir tal dispensa si no se prueba legítimamente que se concedió con causa justa, no obstante, si después de concedida se prueba esto, parece que es suficiente para que sea válida también en ese fuero. Luego hablando en absoluto, quien puede dispensar expresamente, puede también hacerlo tácitamente, si por lo demás concurren las condiciones necesarias. 17. Dos modos de colegir la dispensa tácita. Pues bien, nos queda por aclarar (y aquí está la mayor dificultad) los modos o las señales por las que se presuma de forma satisfactoria esta dispensa tácita, de manera que pueda satisfacer a la conciencia del dispensado tranquilizándola y pacificándola y de manera que se la deba también admitir en el fuero externo, si se aprueba legítimamente. En este punto son dos los modos de esta dispensa tácita que suelen señalarse. Uno es cuando el superior lo sabe y lo tolera razonablemente, según expresión de algunos. Este modo se da, pues, cuando el súbdito obra contra la ley a los ojos del superior; contrae, por ejemplo, matrimonio teniendo un impedimento o cosa semejante. Y el superior no lo impide ni se opone a ello, pudiéndolo fácilmente hacer, sino que lo tolera. Entonces se presume que consiente dispensando. La razón es esta: Se presume que lo permite sin pecar él ni el súbdito, en cuanto sea posible; pero si no callara por voluntad de dispensar y el súbdito pecara, como es claro, también él pecaría contra su deber por estar obligado a corregir al súbdito y a impedir que quebrante la ley. Luego esa es señal suficiente de dispensa tácita Confirmación: Ese silencio es una cierta ratificación de hecho que equivale a un mandato, como se dice en el Libro VI. Y por eso basta así mismo para delegar la jurisdicción y para otros actos semejantes, como opinan muchos a quienes cita y sigue Tomás Sánchez. Luego con mucha más razón bastará para dispensar. A
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35, n. 20582). Ergo multo magis ad dispensandum sufficiet. Accedit etiam regula 43 iuris (in Sexto, Qui tacet consentire videtur583), nam maxime habet locum in eo ad quem spectat ex officio non tacere, nisi consentiat et approbet factum. Ergo, etc. Atque hoc signum et genus tacitae dispensationis admittunt simpliciter et sine distinctione Paludanus et Antoninus, et indicant Navarrus et Azor584, et idem sumitur ex Panormitano (in c. Quia circa, De consanguinitate et affinitate, in fine585), ubi ex illo textu id colligit, quamvis possit etiam aliter exponi; idem Panormitanus (lib.2 Consiliorum, cons. 75, n. 5586) et Alexander,(lib. 2 cons.24, in fine587). 18. [Opiuio contrario.] Nihilominus contrarium sentiunt communiter canonistae cum Innocentio et Hostiense in capite Veniens588 (De filiis praesbyterorum589), et glossa in Clementina ultima590 [Si Summus Pontifex] (De sententia excommunicationis, verbo Approbamus591), quam communiter sequuntur his locis Panormitanus592, Antoninus, Cardinalis593 et Immola et fere alii, et Felinus (in c. Gratum, De officio delegati, n. 9, et in c. Praeterea, De testibus cogendis, n. 8594), Cardinalis (in c. Olim, De censibus595), Antonius Gabrielis supra n. 18596, Selva (De beneficiis, p. 3, q. 8, n. 49, et q. 10, n. 25597), Menochius (lib. 2, praesumptione 20, n. 32598), Sayrus (lib. 7 Thesauri, cap. 14, n. 18599) et hanc sententiam in simili tenui in quarto tomo (disp. 26, sect. 1, a n. 13), licet illam non satis explicuerim. Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus p. 298. In VI 5.12[13]. 43. 584 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 60 et pp. 809-810. Juan Azor, Institutionum moralium in quibus universae quaestiones … breviter tractantur lib. V, cap. 15, quaest. 10, col. 430 (Lugduni1603). 585 Nicolaus de Tudeschis [Panormitanus], Caput Quia circa. 586 Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus] In quartum et quintum librum Decretalium, f. 36v, n. 8, et Omnia quae quidem extant consilia f. 112v. En las ediciones se lee: cons. 55. 587 Alexander Tartagnus de Imola, Consiliorum sive responsorum liber secundus (Venetiis 1597, f. 24v, n. 44). En las ediciones se lee: consilior in 1, in fine. 588 En la edición de Coimbra se lee: c. Venietis. 589 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium f. 106v, n. 2; Hostiensis [Henricus de Segusio], In primum Decretalium f. 115r, n. 6. 590 En las ediciones se lee: Clement. unic. 591 Clementis Quinti col. 285, lit. k, verbo Approbare col. 285, lit. k. 592 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis] Omnia quae quidem extant consilia f. 230r, n. 2. 593 Cardinalis [Franciscus Zabarella], Super primo Decretalium subtilissima commentaria (Venetiis 1602, f. 222r, n. 1) et Lectura super Clementinis (Venetiis 1497, s.f.). 594 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima, f. 198v, et pars secunda 157v-158r. 595 Cardinalis [Franciscus Zabarella], Super tertio Decretalium subtilissima commentaria (Venetiis 1602, f. 242v, n. 2). 596 Antonius Gabriel, Communes conclusiones p. 49. 597 Ioannes de Selva, Tractatus de beneficio (Parisiis 1628, pp. 555 et 577-579). En las ediciones se lee: q. 8, n. 49, y q. 10, n. 25. 598 Iacobus Menochio, De praeaesumptionibus, coniecturis p. 125. 599 Sayrus, Thesaurus cap. 14, n. 18 582 583
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esto se añade la regla 43 del derecho en el Libro VI El que calla, otorga, pues a él le corresponde por oficio no callar, a no ser que consienta y apruebe lo hecho. Luego, etc. Esta señal y esta clase de dispensa tácita la admiten sin más y sin hacer distinciones Pedro Paludano y San Antonino; la señalan Martín de Azpilcueta y lo mismo se encuentra en Nicolás de Tudeschis en el capítulo Quia circa; de ese texto lo deduce él, aunque pueda también entenderse en otro sentido. Lo mismo dice Nicolás de Tudeschis en el libro II y Alejandro de Imola. 18. [Una opinión contraria.] No obstante, comúnmente sostienen los canonistas lo contrario junto con Inocencio, Enrique de Segusio y la Glosa de las Clementinas; la siguen en general Nicolás de Tudeschis, San Antonino, Francisco Zabarella, Juan de Imola y casi todos los demás; Felino Sandeo, Franciso Zabarella, Antonio, Gabriel, Giovanni di Selva, Jacobo Menochio, Sayro. Esta es la opinión que sostuve yo también en un tema parecido en el tomo IV, aunque no la expliqué suficientemente; y está tomada de la Glosa en el capítulo Cum iam dudum, en donde se dice: Con la paciencia se toleran muchas cosas que, si se llevaran a juicio, por exigencia de la justicia no se deben tolerar.
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Et sumitur ex glossa cum textu (in c. Cum iam dudum, De praebendis) ibi: Cum multa per patientiam tolerentur, quae, si deducta fuerint in iudicium, exigente iustitia non debent tolerari600. Unde glossa colligit patientiam praelati scientis non esse signum consensus nec dispensationis601. Facit etiam caput Super eo (De cognatione spirituali602) ibi: Id in ecclesia tua dissimulare poteris, ita quod nec contradicere nec tuum videaris praestare assensum. Ex quibus colligitur fundamentum huius sententiae, quia sola patientia non est sufficiens signum consensus; nam, licet dicatur quis consentire indirecte quando tenetur impedire et non impedit, non tamen inde colligi potest directa voluntas qualis ad dispensandum requiritur. Et hoc est quod canonistae aiunt illa, quae tantum in patiendo consistunt, non esse sufficiens signum dispensationis, quae actum positivum requirit. 19. Tertius ratihabitionis modus non est sufficiens. In hoc puncto distingui solet triplex ratihabitio: de futuro, praeterito et praesenti. Prima est per solam praesumptam voluntatem seu dispensationem praelati, ita ut quando subditus contra legem operatur praelatus nihil sciat aut velit, sed credatur postea consensurus cum sciverit, et quod si nunc consuli posset dispensaret. De praesenti dicitur praesumptus consensus vel ratihabitio quando praelatus est praesens actioni quae fit contra legem et tacet. De praeterito autem erit si praecessit tacitus consensus in actum postea futurum et retractatus non est. Verumtamen, si quis recte attendat, hic tertius modus in praesenti locum non habet, nisi prius de praesenti praecesserit603 et liquerit dispensationem validam, etiam pro actibus futuris, quia licet scientia esse possit de actu praeterito, taciturnitas proprie non est nisi de actu praesenti qui potest impediri, nam praeteritus actus non potest, sed ad summum potest non puniri, quod non est signum dispensationis in ordine ad futuros actus, ut per se notum est. Circa actum ergo praeteritum secundum se non est tolerantia voluntaria sed necessaria, et ita non est signum consensus, nec etiam talis actus secundum se dispensationis est capax, nam si fuit contra legem non potest non fuisse, poterit autem dispensari quoad poenam; et sic cadet dispensatio in aliquid prasens vel futurum. Si vero dicatur ex taciturnitate in aliquo actu praeterito quando fuit praesens induci dispensationem in ordine ad sequentes actus similes, et illa dicatur ratihabitio de praeterito, iam haec reducitur ad aliam de praesenti; et ideo ex illa pendet, ut videbimus. 20. Insufficientia primi ratihabitionis modi ostenditur. Differentia inter simplicem facultatem et dispensationen. Praeterea de prima ratihabitione de futuro certum existimo non sufficere ad propriam dispensationem, neque ad agendum licite contra legem, nisi quando X 3.5.18 Decretales D. Gregorii col. 1037, lit. i, verbo Patientiam. 602 X 4.11.3. 603 En las edición de Coimbra se lee: pecesserit; y en la de Lyon: decesserit. 600 601
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De ahí deduce la Glosa que la tolerancia del superior que lo sabe no es señal de consentimiento ni de dispensa. Hace también al caso el capítulo Super eo en donde se dice: Esto lo podrás disimular en tu iglesia, de suerte que des la impresión de que ni contradices ni prestas tu asentimiento. Por aquí se ve en qué se funda esta opinión: Que la sola tolerancia no es señal suficiente de consentimiento. En efecto, aunque se diga que uno consiente indirectamente cuando está obligado a impedirlo y no lo impide, sin embargo, no se puede deducir de ahí la voluntad directa tal como se requiere para dispensar; y esto es lo que dicen los canonistas, que lo que consiste sólo en tener tolerancia no es señal suficiente de dispensa, la cual requiere un acto positivo. 19. La tercera modalidad de aprobación no es suficiente. En este punto se suele distinguir una triple ratificación: De futuro, de pasado y de presente. La primera se da por la sola presunta voluntad o dispensa del superior, de suerte que cuando el súbdito obra contra la ley, el superior ni sabe ni quiere nada, pero se cree que después, cuando lo sepa, ha de dar su consentimiento, y que, si ahora se le pudiera consultar, dispensaría. Se llama ratificación de presente, cuando el superior está presente a la acción que se realiza en contra la ley, y calla. Y será ratificación de pasado si precedió consentimiento tácito para un acto futuro y no se ha retractado. Sin embargo, si bien se mira, esta tercera modalidad no tiene lugar aquí, si no ha retirado antes la de presente y ha dejado una dispensa válida incluso para actos futuros; porque, aunque pueda haber conocimiento de acto pasado, el silencio propiamente no es sino de acto presente que puede impedirse, puesto que un acto pasado no puede impedirse; puede a lo sumo no castigarse, y esto no es señal de dispensa en orden a actos futuros, como es evidente. Por lo tanto, respecto al acto pasado en sí mismo, la tolerancia no es voluntaria sino necesaria, y así no es señal de consentimiento ni tampoco dicho acto en sí mismo es capaz de dispensa. En efecto, si fue un acto en contra de la ley, no puede no haberlo sido; podrá dispensarse, eso sí, en lo relativo a la pena, y así la dispensa recaerá sobre algo presente o futuro. Pero si se dice que del silencio —en algún acto pasado cuando fue presente— se sigue la dispensa en orden a actos siguientes semejantes y se la llama ratificación de pasado, ya queda ésta reducida a la otra de presente y por eso está dependiendo de ella, como veremos. 20. Se prueba la insuficiencia de la primera modalidad de aprobación. Diferencia entre simple permiso y dispensa. Además, sobre la ratificación de futuro tengo por cierto que no basta para la dispensa propiamente dicha ni para obrar lícitamente en contra de la ley, a no ser
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talis est casus ut necessitas cogat, censeaturque locum habere epiikia. Ratio est quia quamdiu obligatio legis per se non cessat ratione occurrentis necessitatis vel occasionis, durat donec per voluntatem superioris auferatur; per voluntatem autem praesumptam in futurum non aufertur de praesenti obligatio; ergo non satis est ad operandum contra legem. Qua ratione alibi dixi, et est communis sententia, huiusmodi ratihabitionem de futuro non esse satis ad actus iurisdictionis in praesenti exercendos, sicut etiam e contrario praeceptum praesumptum in futurum vel sub conditione, quod, si superior adesset, prohiberet, non satis est in rigore ad inducendam praecepti obligationem. Unde in hoc invenio differentiam inter simplicem facultatem et propriam dispensationem, quod in illa interdum sufficit voluntas praesumpta ad licite operandum, quomodo dicunt communiter auctores non agere contra paupertatem religiosum dantem aliquid ex voluntate praesumpta superioris quando non potest facile obtinere expressam, quod tamen in dispensatione non admittimus. Et ratio differentiae est quia ibi actio non est simpliciter prohibita, sed solum ut non fiat absque superioris voluntate, quae conditio extenditur ad voluntatem praesumptam ex communi usu et prudenti ratione. Hic autem actio supponitur absolute prohibita et ob eam rationem mala, et ideo de praesenti necessaria est aliqua voluntas, quae prohibitionem et consequenter malitiam auferat. 21. Secunda sententia in foro exteriori probabilior. Igitur opiniones propositae de ratihabitione seu tacito consensu de praesenti loquuntur. Inter quas posterior videtur maxime procedere in foro exteriori, in quo maiorem profecto videtur probabilitatem habere, et secundum eam omnino iudicandum esse moraliter ac regulariter loquendo. Tum quia est valde communis inter graviores iuris interpretes quorum auctoritas in illo foro praeferenda est, tum etiam quia illa praesumptio in nullo iure fundata est, imo aliqua iura non parum illam diminuunt, ut ex allegatis constat, et ex Clementina ultima (De sententia excommunicationis604); tum denique quia ipsum indicium taciturnitatis praelati videntis factum est valde incertum, et de se solum indicat permissionem, non consensum. Et saepe potest illa permissio esse sine peccato praelati, quia ita se gerit ad vitandum maius malum, vel propter indispositionem quam in subdito timet vel propter scandalum aliorum quando factum est publicum vel quia aliud grave nocumentum timet. Saepe etiam potest esse illa permissio ex quadam negligenia et nimia conniventia praelati vel ex pusillanimitate nimia; et ideo, licet superior non excusetur a culpa, non ideo praesumitur dispensatio, quia fortasse maior esset culpa ita temere dispensare, quod maxime habet locum quando dispensatio esse deberet in aliquo defectu permanente, ut in irregularitate vel alio simili.
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Clem. 2.11.4.
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cuando el caso es tal, que fuerce a ello la necesidad y se juzgue que tiene cabida la epiqueya. La razón es la siguiente: Mientras la obligación de la ley de suyo no cesa en razón de la necesidad o de la ocasión ocurrentes, perdura hasta que se suprima por voluntad del superior. Ahora bien, por voluntad presunta de futuro no se suprime al presente la obligación. Luego no basta para obrar en contra de la ley. Por eso dije en otro lugar —y es opinión común— que tal ratificación de futuro no basta para ejecutar al presente actos de jurisdicción. Así mismo, por el contrario, un mandato presunto de futuro o bajo la condición de que, si el superior estuviera presente, lo prohibiría, no basta en rigor para imponer obligación de mandato Así pues, la diferencia que encuentro en este punto entre el mero permiso y la dispensa propiamente dicha es que en aquél basta a veces la voluntad presunta para obrar lícitamente, a la manera como dicen comúnmente los autores que no obra en contra de la pobreza el religioso que da algo con voluntad presunta del superior, cuando no la puede fácilmente obtener expresa, cosa en cambio que no admitimos en la dispensa. Y la razón de la diferencia está en que allí la acción no está prohibida sin más, sino que lo único que se prohíbe es que no se haga sin la voluntad del superior. Y esta condición, por la práctica común y por razones de prudencia, alcanza a la voluntad presunta. En cambio, aquí la acción se la supone absolutamente prohibida y por eso mala; por tanto, de presente es necesaria alguna voluntad que suprima la prohibición y en consecuencia la malicia. 21. La segunda más probable en fuero externo. Por consiguiente, las opiniones expuestas sobre la ratificación o el consentimiento tácito hablan de presente. De ellas la última parece encuadrar perfectamente en el fuero externo, en el cual parece ciertamente tener una mayor probabilidad y de acuerdo con ella se ha de juzgar sin más, hablando moral y regularmente. Razones: En primer lugar, porque es opinión muy común entre los juristas de prestigio, cuya autoridad en ese fuero se ha de preferir. En segundo lugar, porque aquella presunción no está fundada en ningún texto jurídico; es más, hay algunos textos que la debilitan, como consta por los que hemos aducido y por las Clementinas. Finalmente, porque el indicio mismo del silencio del superior que ve el hecho tiene muy poca consistencia y de suyo solamente indica permiso, no consentimiento. Y muchas veces ese permiso puede darse sin pecado por parte del superior, porque se comporta así para evitar un mal mayor o porque teme que el súbdito lo lleve a mal o por razón de escándalo ajeno, cuando el hecho es público, o porque teme algún otro daño grave. Con frecuencia también puede ser ese un permiso por una cierta negligencia y una excesiva condescendencia del superior o por una excesiva pusilanimidad; y por eso, aunque el superior no esté excusado de culpa, no por eso se presume que dispense, porque quizás sería mayor culpa dispensar tan temerariamente.
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Est enim incredibile propterea quod episcopus sciat subditum irregularem celebrare et dissimulet, statim praesumi dispensare cum illo in irregularitate, etiamsi alias possit, nisi ex aliis certioribus coniecturis de illius voluntate et iusta causa dispensandi constet, quae coniectura in foro exteriori difficillime probari possunt et fortasse non admittentur. 22. Prima sententia in foro interno cum moderanime non est reiicienda. At vero in foro conscientiae non censeo esse omnino reiiciendam priorem sententiam, dummodo prudenter limitetur, nam sola taciturnitas dicta nunquam videtur mihi sufficiens indicium voluntatis positivae dispensandi propter discursum factum. Si tamen aliae circumstantiae adiungerentur, posset consummari praesumptio, ut si causa dispensandi, tam subdito et superiori sigillatim quam alteri de altero, invicem nota esset et intercederet aliqua occasio iusta non petendi expressum consensum, et ex consuetudine vel necessitudine inter subditum et superiorem praesumi prudenter possit talis voluntas superioris. In quo est maxime advertendum, pro conscientiae foro, ut subditus in eo casu honeste operetur, necessarium esse ut ante factum praesumat secum esse dispensatum. Nemo enim potest honeste operari contra legem spe futurae dispensationis, sed necessarium est ut praecedat notitia dispensationis, ut infra in materia De privilegiis latius dicemus605. Ergo impossibile est quod haec dispensatio tacita fundetur in scientia et patientia operis iam facti, alioqui iam esse factum opus ante dispensationem; ergo cum peccato esset factum. Ergo ex illo nulla coniectura sumi potest dispensationis; oportet ergo ut, antequam subditus inchoet opus, habeat rationes alias praesumendi praelatum praesentem esse contentum et tacite secum dispensare ut tale opus faciat. Unde etiam colligo hanc praesumptionem non esse extendendam ultra opus illud quod fit coram praelato, nam licet in illo censeatur dispensare, non ideo censetur tacite dispensare ad similia, nisi forte tanta sit consuetudo, ut intelligatur concessa perpetua dispensatio et quasi privilegium, ut infra suo loco dicetur. Quo circa, si talis esset dispensatio ut non posset dari pro actu praesenti nisi habilitando personam in futurum ad similes actus, ut de irregularitare dixi, tunc difficilior erit praesumptio, et vix potest dari licentia utendi postea tali dispensatione tacita, non requirendo expressam declarationem voluntatis praelati, cum possit facile fieri.
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Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 2; Vivès 6, pp. 229 ss.
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Esto tiene aplicación sobre todo cuando la dispensa debería ser en algún defecto permanente, como irregularidad u otro semejante, pues no es creíble que, por el hecho de que el obispo sepa que un súbdito suyo irregular celebra y disimule, se presuma sin más que lo dispensa de irregularidad, aunque por lo demás pueda hacerlo, a no ser que por otras conjeturas más ciertas le conste de su voluntad y de que existe causa justa para dispensar; conjeturas que en el fuero externo muy difícilmente se pueden probar y quizás no se admitan. 22. La primera opinión, entendida en sentido moderado, no se la debe rechazar en el fuero interno. Pero en el fuero de la conciencia no creo que haya que rechazar en absoluto la primera opinión, con tal de que se la limite prudentemente. En efecto, el solo silencio del que hemos hablado no me parece indicio suficiente de voluntad positiva de dispensar, considerando el raciocinio que se ha hecho. Sin embargo, si se añadieran otras circunstancias, se podría terminar en presunción. Por ejemplo, si la causa de dispensar fuese conocida tanto del súbdito y del superior aisladamente como por habérsela comunicado el uno al otro, y si hubiese de por medio alguna situación que justificase no pedir expreso consentimiento y se puede presumir prudentemente tal voluntad del superior por la amistad entre súbdito y superior. En este punto es muy de advertir, para el fuero de la conciencia, que para que el súbdito en ese caso actúe honradamente, es preciso que antes de actuar tenga consigo mismo la presunción de que se le ha dispensado; pues nadie puede actuar honradamente en contra de la ley con la esperanza de una dispensa futura, sino que es preciso tener de antemano la noticia de la dispensa, como expondremos con más amplitud al tratar la materia sobre los privilegios. Por consiguiente, es imposible que esta dispensa tácita esté basada en el conocimiento y en la tolerancia de una obra ya concluida, de lo contrario estaría ya concluida la obra antes de la dispensa. Luego no hubiera habido pecado en hacerla. Luego de ahí no puede deducirse conjetura alguna de dispensa. Es preciso, por tanto, que, antes de que le súbdito comience la obra, tenga otras razones para tener la presunción de que el superior de turno está conforme y que tácitamente en su interior dispensa para que haga la obra. De aquí deduzco también que esta presunción no se ha de ampliar más allá de esa obra que se hace en presencia del superior, pues aunque se juzgue que dispensa para ella, no por eso se juzga que dispensa tácitamente para otras semejantes, a no ser quizás que haya una costumbre tan consolidada, que se tenga por concedida una dispensa perpetua y un privilegio, por así decir, como indicaremos después en su lugar. Por eso si la dispensa fuese tal, que no pudiera concederse para el acto presente, si no es habilitando a la persona en un futuro para actos semejantes, como dije al hablar de la irregularidad, entonces la presunción resultará difícil y apenas puede darse licencia para hacer uso después de tal dispensa tácita sin exigir una declaración expresa de la voluntad del superior, pudiéndose hacer fácilmente.
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23. Secundus modus tacitae dispensationis. Alius modus tacitae dispensationis est quando superior ex certa scientia aliquid praecipit vel concedit subdito, quod sine dispensatione fieri aut valere non potest, ut si Pontifex det beneficium alicui, quem scit esse irregularem, vel si praecipiat comedere carnes die prohibito. Ita docent Innocentius, Hostiensis, Panormitanus et alii in locis citatis, et hunc solum modum posuit Rebuffus (in dicto tit. Dispensationibus, a n. 5, ubi alios allegat606) et Antonius Gabrielis et alii supra allegati. Et colligitur ex lege Quidam (D, De re iudicata), ibi: Princeps enim qui illi dignitatem dedit omnia gerere decrevit607. Idem in lege Barbarius (D, De officio praetorum608). Ratio est quia princeps non praecipit repugnantia, nec praesumitur praecipere iniquitatem vel facere actum invalidum; ergo intelligitur concedendo aut praecipiendo tollere impedimentum. Et ita haec coniectura est multo efficacior quam praecedens, quia haec requirit actum positivum, qui virtute includit alium, nam qui introducit formam censetur praemittere dispositiones, et qui dat potestatem dat omnia necessaria ad illam; unde ita est haec dispensatio tacita ut possit dici virtualis, quod non ita est in praecedenti indicio. Et hae rationes procedunt de quolibet praelato potente dispensare sicut de supremo principe, neque invenitur in hac parte specialis prohibitio, et ideo necessarium non est inter eos distinguere, ut supra dixi. 24. [Officium superioris.] Oportet autem praelatum procedere in eo actu ex certa scientia defectus seu vinculi in quo tacite dispensat, quia si illud ignoret non poterit voluntas ad illud tollendum extendi, quia voluntas non fertur in incognitum; et ita etiam cessabit dispensatio, quae sine voluntate esse non posset. Dubitant autem doctores quomodo constare debeat de hac scientia principis dispensantis. Verumtamen quod attinet ad conscientiae forum, satis est quod quacumque ratione constet ipsi dispensato, ut quia ipsemet defectum aperuit prelato, vel quia certo sciebat illi esse notum, quia in foro conscientiae veritas attenditur non praesumptio, nec requiritur scriptura vel aliquid simile. In foro autem exteriori incumbet ei [se lee: et] qui dispensationem tacitam allegat probare praelatum ex certa scientia processisse, quia est scientia facti, quae ordinarie non praesumitur, ut docet Felinus (in c. Praeterea, De testibus cogendis, n. 9609), cum aliis. Quod maxime verum censeo de principe, qui nec tenetur nec potest facta subditorum nosse (iuxta c. 1, De constitutionibus, in Sexto610). In episcopo autem aut praelatis particularibus, qui ex officio tenentur scire vitam subditorum, Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum pp. 364-366. D 42.1.57. 608 D 1.14.3. 609 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars secunda, f. 158r. 610 In VI 1.2.1. 606 607
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23. Segunda modalidad de dispensa tácita. Otra modalidad de dispensa tácita es cuando el superior a ciencia cierta manda o concede al súbdito algo que sin dispensa no puede hacerse o no puede ser válido; por ejemplo, si el Papa concede un beneficio a alguien de quien sabe que es irregular o si manda comer carne en día prohibido. Así lo enseñan Inocencio, Enrique de Segusio, Nicolás de Tudeschis y otros en los lugares citados. Y en esta sola modalidad se fijó Pedro Rebuffe que cita a otros; también Antonio Gabriel y otros citados anteriormente. Se desprende también de la ley Quidam del Digesto: El soberano que le dio la dignidad determinó llevarlo todo a término. La razón es que el soberano no manda cosas contradictorias ni se presume que mande una injusticia o realizar un acto inválido. Luego se entiende que al conceder o al mandar, elimina el impedimento. Y así esta conjetura tiene mucha más fuerza que la anterior, porque ésta exige un acto positivo que incluye virtualmente al otro. En efecto, quien introduce una forma se sobreentiende que anuncia de antemano las disposiciones y quien concede un poder concede todo lo necesario para ejercerlo. Pues bien, esta dispensa tácita es tal, que puede llamarse virtual, cosa que no ocurre en el indicio anterior. Estas razones son válidas tratándose de cualquier superior con poder para dispensar, lo mismo que tratándose del supremo soberano; y en este punto no se encuentra prohibición alguna especial. Por eso no es necesario hacer distinción entre ellos, como dije antes. 24. [Papel del superior.] Pero es preciso que el superior proceda en ese acto con conocimiento cierto de lo que falta o del vínculo del que dispensa tácitamente, porque si lo desconoce, no podrá la voluntad llegar hasta el punto de eliminarlo, pues la voluntad no actúa sobre lo que es desconocido, y así no habrá tampoco dispensa, la cual sin voluntad no podría existir. Los doctores, en cambio, tienen sus dudas sobre cómo ha de constar este conocimiento del superior que dispensa. Por lo que toca, sin embargo, al fuero de la conciencia, basta con que le conste, de cualquiera manera que sea, al propio dispensado; por ejemplo, porque él mismo descubrió la falta al superior o porque sabía con certeza que le era conocido, puesto que en el fuero de la conciencia se atiende a la verdad, no a la presunción ni tampoco se requiere documento escrito o cosa semejante. Pues bien, en el fuero externo incumbirá al que alega la dispensa tácita probar que el superior ha procedido a ciencia cierta, porque es conocimiento de un hecho, conocimiento que de ordinario se presume, como enseña Felino Sandeo; cosa que tengo por verdadera, sobre todo cuando se trata del soberano que ni está obligado ni puede conocer lo que hacen sus súbditos, según el Libro VI. En cambio, tratándose del obispo o de los superiores particulares, que están obligados por oficio a conocer la vida de sus súbditos, quizás habría que decir lo contrario, porque tratándose de un hecho ajeno que uno está obligado a indagar,
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contrarium fortasse dicendum esset, quia in facto alieno, quod quis indagare tenentur, praesumitur scientia, ut tradit Abbas (in c. Innotuit, De electione, n. 9611), quod glossa colligit, et ex capite paenultimo Extra (De regulis iuris612), ubi dicitur : Non potest esse pastoris excusatio, si lupus oves comedit, pastor nescit; sed censeo verum respectu ipsius pastoris, nam si ipse se excuset, tenebitur probare ignorantiam inculpabilem, alias praesumitur in eo scientia vel saltem negligentia. Unde non est cur praesumatur scientia in praelato respectu subditi allegantis dispensationem, quia simpliciter est res facti, quae facile ignoratur, sive absque culpa sive cum illa. Parum enim id in praesenti refert, maxime quia dispensatio odiosa est et restringenda, et ideo etiam non praesumitur nisi probetur, ut Panormitanus etiam tradit in dicto capite Praeterea613. 25. [Quaedam dubitatio iuristarum.] Dubitant autem ulterius iuristae de modo probationis huius scientiae, an scilicet necessarium sit ut de illa constet ex narratis in ipso indulto dispensationis vel ex clausula ex certa scientia in illo posita, vel admittatur aliud genus probationis, si hae [se lee: haec] deficiant. De quo dubio, quia ad nos non spectat, videri possunt auctores allegati in principio huius puncti. Mihi tamen videtur non esse necessarium ut ex instrumento dispensationis constet, sed sufficere ut alia ratione sufficienter probetur per testes vel alio modo, quae est etiam communior sententia. Et ratio est quia nullum est ius quod restringat probationem ad scripuram indulti seu dispensationis; imo infra de privilegio dicemus totum privilegium posse probari per testes si scriptura sit amissa614; ergo idem est in dispensatione. Nec etiam haec conditio scientiae in principe est tam occulta ut non possit per testes vel ex rei notorietate probari. Plura de hoc puncto videri possunt in Sancio, supra615, nam accurate illud disputat.
Nicolás de Tudeschis [Abvbas Panormitanus], Caput Innotuit. X 5.41.10. 613 Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars secunda f. 64r-v. 614 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus cap. 29; Vivès 6, pp. 350 ss. 615 Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus p. 298. 611 612
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es de presumir que él lo conozca, como enseña Nicolás de Tudeschis en el capítulo Innotuit que lo deduce del texto y de la Glosa y del capítulo sobre las reglas del derecho, en donde se dice: No puede tener excusa el pastor si el lobo se come las ovejas y el pastor no se entera. Pero yo creo que es verdad respecto del pastor mismo, pues si él se excusa, estará obligado a probar que su ignorancia fue inculpable, de lo contrario se presume que él lo sabe o que al menos ha habido negligencia. Por tanto, no hay por qué presumir conocimiento en un superior respecto de un súbdito que alegue dispensas, porque se trata simplemente de un asunto de hecho que fácilmente se ignora, sea con culpa o sin ella, pues esto al presente poco importa; sobre todo porque la dispensa es odiosa y hay que restringirla, a no ser que se pruebe, como enseña también Nicolás de Tudeschis. 25. [Solución de una duda.] Pero siguen dudando los juristas sobre el tipo de prueba de este conocimiento; a saber, si es necesario que conste por lo que se narra en el indulto mismo de dispensa o por la cláusula con perfecto conocimiento que se pone en él, o si se admite otro tipo de prueba, si esas fallan. Como esta duda no nos atañe a nosotros, pueden consultarse los autores aducidos al comienzo de este punto. A mí, sin embargo, me parece que no es necesario que conste mediante la dispensa, sino que basta con que se pruebe suficientemente por otro camino mediante testigos o de otro modo; y esta es también la opinión más común. La razón es la siguiente: No hay ninguna ley que restrinja la prueba a la escrituras del indulto o dispensa. Es más, después, al hablar del privilegio, diremos que todo privilegio puede probarse por testigos, si se ha perdido el escrito. Luego lo mismo sucede con la dispensa. Tampoco esta condición de que lo conozca el soberano es tan oculta, que no pueda probarse con testigos o por la notoriedad de la cosa. Sobre este punto puede consultarse Tomás Sánchez, que lo estudia con todo detalle.
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CAPUT XIV Apud quos sit potestas ordinaria dispensandi in legibus humanis 1. Potestas ordinaria et delegata. Post materiam et formam dispensationis dicendum sequitur de causa efficiente, in qua duo ad efficiendum requiruntur: potestas, scilicet, et voluntas. Et de voluntate, quae libera est, nihil dicendum superest praeter ea quae diximus de forma, per quam talis voluntas explicanda est. Superest ergo dicendum de potestate, quae in ordinariam et delegatam distingui potest, nam his duobus modis solet haberi vel participari iurisdictio, ad quam haec potestas pertinet, ut dixi. Uterque ergo modus in praesenti locum habet, nam in primis constat necessarium esse ut haec potestas sit ordinaria in aliquo, quia potestas delegata manat ab ordinaria, in qua sistendum est, tum quia non proceditur in infinitum, tum etiam quia potestas ordinaria convenit ratione officii, et qui habet officium seu munus legislatoris vel pastoris, eo ipso ratione illius habet potestatem dispensandi. E converso etiam nihil est in hac potestate cur delegari aut committi non possit; non enim postulat ex intrinseca ratione ut superior per se ipsum illam exerceat, nisi aliunde speciali iure cum ea restrictione et modo concessa sit. Hic ergo de potestate ordinaria dicemus, et postea de delegata. 2. Ordinariam potestatem habet qui legem tulit superior illius et aequalis in eaden sede. Primo igitur certum est eum habere ordinariam potestatem dispensandi qui legem tulit, quia ab eius voluntate et potentia pendet. Idemque dicendum est de superiore ipsius, dummodo formaliter sit superior in iurisdictione, ut in superioribus declaravi. Itaque potest Papa dispensare in lege episcopi, quia inferior potestas et actus eius semper pendet a superiori. Idemque dicendum est de aequali in eadem sede et iurisdictione, qualis est successor, quia illa potius est identitas, formaliter loquendo. Atque hoc modo potest Pontifex dispensare in toto iure canonico, quia, si iura sint ab aliis pontificibus constituta, est aequalitas; si vero a conciliis, ipse est superior etiam concilio generali per se spectato; si vero includat Pontificis auctoritatem, est etiam aequalitas. Et ita loquitur Innocentius (in c. Innotuit, De electione616); imo addit Corduba (lib. 4, q. 48617) etiam illos auctores qui dixerunt concilium esse supra Papam non fuisse ausos hoc negare, in quo prudenter fecerunt; quam vero consequenter possent id defendere, ipsi viderint; nobis enim 616 Innocentius IV [Fieschus, Sinibaldus de], Commentaria super libros quinque decretalium f. 49r, n. 1. [X 1. 6. 20=Inocencio III]. 617 Antonius de Córdoba, Opera, lib. IV: De potestate papae, p. 308. En las ediciones se lee: q. 48.
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CAPÍTULO XIV En qué personas reside la potestad ordinaria de dispensar en las leyes humanas 1. Potestad ordinaria y delegada. Después de exponer la materia y la forma de la dispensa, se ha de tratar sobre la causa eficiente, cuya puesta en acto requiere dos cosas: potestad y voluntad. Sobre la voluntad, que es libre, nada queda por decir fuera de lo ya dicho sobre la forma, a través de la cual se ha de explicar tal voluntad. Resta pues hablar de la potestad, que puede dividirse en ordinaria y delegada, ya que de ambas maneras suele tenerse o participarse la jurisdicción a la que esta potestad pertenece, como dije. Una y otra manera tienen lugar en la actualidad, porque en primer lugar consta la necesidad de que esa potestad resida como ordinaria en alguien, puesto que la potestad delegada emana de la ordinaria en la que se ha de sustentar; tanto porque no hay proceso al infinito, como también porque la potestad ordinaria conviene por razón del oficio; y quien tiene el oficio o función de legislador o de pastor, por lo mismo, en razón a ello, tiene la potestad de dispensar. Por otra parte, nada hay en relación a esta potestad por lo que no pueda delegarse o encomendarse. Efectivamente, no hay una razon intrínseca para exigir que el superior la ejerza por si mismo, salvo que le haya sido concedida por un derecho especial con esa restricción y medida. En consecuencia, trataremos primero de la potestad ordinaria y después de la delegada. 2. La potestad ordinaria reside en quien dio la ley, en su superior y en su igual en la misma sede. En primer lugar, es cierto que tiene potestad ordinaria de dispensar el que dio la ley, porque depende de su voluntad y poder. Lo mismo se ha de decir de su superior, con tal de que formalmente sea superior en jurisdicción, como declaré antes. Así, el Papa puede dispensar en la ley del obispo, ya que la potestad inferior y su acto dependen siempre del superior; y lo mismo hay que decir del que es igual en la misma sede y jurisdicción, como es el sucesor, porque, hablando formalmente, se trata más bien de identidad. De este modo el Papa puede dispensar en todo el derecho canónico, porque en el caso de que las normas sean establecidas por otros papas, hay igualdad; y si son establecidas por el concilio, el Papa es asimismo superior al concilo general, considerado por si mismo; y si incluye la autoridad del Papa, hay también igualdad. En este sentido se expresa Inocencio III en el canon Innotuit de las Decretales; y Antonio de Córdoba va más lejos al añadir que incluso los autores que afirmaron que el concilio estaba sobre el Papa no se atrevieron a negar lo expuesto, en lo cual actuaron con prudencia; ahora bien, hasta qué punto pudieron ser conse-
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necessarium non est, cum certum existimemus concilium etiam approbatum non posse potestatem Pontificis limitare. Imo etiam addimus posse Pontificem dispensare in quacumque lege apostolica humana, nam de divina infra dicam. Quod optime docuit divus Thomas (Quodlibet 4, a. 13618) et Victoria (in relectione De potestate Papae619), Covarrubias cum multis quos refert (in Quartum, 2 p., cap. 6, § 9, n. 6620). Et ratio est quia, licet apostoli in aliis praerrogativis et gratiis fuerint excellentiores, in potestate iurisdictionis pontifex non est inferior illis nec Petro, cuius est successor; de quo alibi. Et cum proportione loquendum est de aliis episcopis respectu suarum dioecesum et legum, et de aliis principibus respectu suarum. 3. [Solvitur quaedam difficultas.] Superest vero difficultas gravis, an inferior iurisdictione ordinaria possit ex vi sui muneris dispensare in lege superioris, quod solet quaeri de episcopo respectu papae seu iuris communis. Idemque est cum proportione in omni inferiori gubernatore, an possit dispensare in omnibus legibus pontificis quando non est specialiter prohibitus. Quod enim pontifex possit ita legem ferre ut reservet sibi dispensationem, et consequenter prohibeat ne ullus inferior in ea dispenset, irritando dispensationem ab alio datam, certissimum est, quia ab ipso pendet potestas inferioris. Dicunt tamen multi quoties Pontifex expresse non prohibet dispensationem, sed simpliciter legem fert, episcopum posse in ea dispensare. Potest sumi ex divo Thoma (dicto a. 4, q. 97621), quatenus simpliciter ait rectorem multitudinis posse dispensare in legibus; expresseque id affirmat divus Antoninus (1 p., tit. 17, § 20622), Soto in Quartum (dist. 27, q. 1, a. 4, § At quo tandem623); indicat etiam Victoria, (in relectione De potestate Ecclesiae, n. 18624). Qui hanc regulam constituunt: unumquemque episcopum posse in sua dioecesi, quoad dispensationes, quidquid potest Papa in universa Ecclesia, nisi ab eodem Papa prohibeatur, quam regulam multi canonistae sequi videntur in capite At si clerici (§ De adulteriis, De iudiciis625, ut ibi licet videre per Felinum626) et alios. Et potest probari primo ex capite Nuper (De sententia excommunicationis627), ubi dicitur eo ipso quod legislator sibi non reservat absolutionem eam inferiori Thomas de Aquino, Quodlibet 4, q. 8, a. 2co. En las ediciones se lee: Quodlibet 4, art. 13. Franciscus de Vitoria, Relectio De potestate Papae et Concilii n. 3, t. I (Lugduni 1557, 226; BAC 198, p. 445). 620 Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretalium p. 223. 621 En las ediciones se lee: q. 91. 622 Antoninus, I p., tit. 17, § 21. 623 Dominicus Soto, In quartum Sententiarum commentarii (Methymnae a Campo 1581, t. II, p. 115). 624 Franciscus de Victoria, Relectio [prima]de potestate Ecclesiae n. 18. 625 X 2.1.4 § 2. 626 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars secunda f. 2r, n. 15. 627 X 5.39.29. 618 619
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cuentes al defender tal cosa, ellos verían; en cuanto a nosotros, eso no nos afecta, puesto que damos por seguro que el concilio, también el aprobado, no puede limitar la potestad del Papa. Más aún, añadimos que el Papa puede dispensar en cualquier ley apostólica humana, pues en cuanto a la divina hablaré después. Lo enseñaron muy bien Santo Tomás, Francisco de Vitoria y Diego de Covarrubas, quien cita a otros muchos autores. La razón es que, aunque los apóstoles fueron más excelentes en otras prerrogativas y gracias, en la potestad de jurisdicción el papa no es inferior a ellos, ni a Pedro de quien es sucesor; sobre ello trataré en otro lugar. En esta proporción se ha de hablar de los demás obispos respecto de sus diócesis y leyes, y de los otros príncipes respecto de las suyas. 3. [Solución de una dificultad.] Subsiste, en verdad, una dificultad grave, a saber, si un inferior puede con jurisdicción ordinaria en virtud de su cargo dispensar en la ley del superior, lo que suele cuestionarse del obispo respecto del papa o del derecho común; y lo mismo, con la debida proporción, respecto a todo gobernador inferior, si puede dispensar en todas las leyes del papa cuando no hay una prohibición especial. En efecto, es totalmente cierto que el papa puede dar la ley de tal modo que reserve para si la dispensa y, en consecuencia, prohiba que dispense en ella cualquier otro inferior, anulando la dispensa dada por otro, puesto que de él depende la potestad del inferior. Sin embargo, muchos afirman que siempre que el Papa no prohibe expresamente la dispensa, sino que simplemente da la ley, el obispo puede dispensar en ella. Puede apoyarse esta opinión en Santo Tomás, en la medida en que dice simplemente que el rector de una multitud puede dispensar en las leyes; esto lo afirman de forma expresa san Antonino de Florencia y Domingo de Soto; lo indica también Francisco de Vitoria. Estos autores establecen la regla siguiente: en cuanto a las dispensas, cada obispo puede en su diócesis lo que el Papa puede en toda la Iglesia, salvo que haya prohibición del propio Papa, regla que muchos canonistas parecen seguir, como puede verse a través de Felino Sandeo y otros. Puede probarse ante todo por el canon Nuper de las Decretales, en el que se dice que desde el momento en que el legislador no reserva para sí la absolución la
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concedere. Ergo similiter, eo ipso quod non reservat dispensationem illam concedit. Secundo, gravius est et difficilius dispensari in votis quam in legibus superioris, quae mere humanae sunt; vota autem attingunt divinum ius. Sed episcopus potest in votis omnibus dispensare sibi non prohibitis, seu non reservatis. Ergo etc. Tertio, ex usu, nam leges ieiuniorum et festorum pontificiae sunt, et tamen in eis dispensant episcopi, quia non sunt prohibitae. Ergo idem erit in omnibus similibus. Quarto denique, quia dispensatio in his legibus est unus ex actibus moraliter necessariis ad populi gubernationem; ergo cui haec gubernatio committitur consequenter datur haec potestas, nisi peculiariter excipiatur. Sed episcopus ex vi sui muneris habet totam gubernationem sui episcopatus. Ergo. 4. Inferior non potest tollere legem superioris. Nihilominus dicendum censeo non posse episcopum dispensare in lege Pontificis vel concilii, nisi in casibus sibi concessis. Ita sentit glossa ultima (in c. In quibusdam, De poenis628); clarius tenet glossa (in c. Cum singula, § ultimo, verbo Canonice, De praebendis, in Sexto629), Innocentius (in c. Dilectus, De temporibus ordinationum, n. 2 et 3, et c. 2, De eo qui furtive ordines suscipit630), Panormitanus (in c. Tam litteris, De testibus, n. 3, et in dicto § De adulteriis, n. 13631), ubi haec sententia communiter approbatur, ut notavit Covarrubias (in Quartum, p. 2, cap. 6, § 9, n. 15632), Gutierrez (lib. 1 Canonicarum quaestionum, cap. 5, n. 10633), Rebuffus (in Tractatu nominationum, q. 5, n. 32 et sequentibus, et in Practica, 1 p., tit. De translatione monachorum, n. 9634); et sine dubio est sententia divi Thomae (dicto a. 4 ad 3635), ut ibi advertit et plane sequitur Caietanus et Sylvester (verbo Dispensatio, n. 14636). Probatur primo ex Clementina Ne romani (De electione637), ubi dicitur inferiorem non posse tollere legem superioris, et statim explicatur abrogando638, dispensando, etc. Idem sumitur ex capite Cum inferior (De maioritate et
Decretales D. Gregorii col. 1862, lit. h, verbo Dispensatum. Sextus Decretalium col. 426, lit. s. 630 Innocentius IV [Super libros quinque decretalium de Fieschi], Commentaria ff. 100r-v et 253r. 631 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars secunda, f. 70v., et pars prima, f. 12v. 632 Didacus de Covarrubias, Inlibrum quartum decretalium p. 224. [Las ediciones omiten: § 9]. 633 Ioannes Gutiérrez, Opera omnia t. IV: Canonicarum quaestionum utriusque iuris libri duo priores p. 41. 634 Petrus Rebuffe, Tractatus nominationum pp. 28-30; et Praxis p. 309. 635 Thomas, art. 4, ad 3. 636 Caietanus [Thomas de Vio], Summula (Lugduni 1551, p. 145); Sylvester Prierio, Summa Sylvestrina pars prima, f. 150r-v. 637 Clem. 1.3.2. 638 En las ediciones se lee: Ad rogando. 628 629
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concede al inferior. Luego del mismo modo, desde el momento en que no reserva la dispensa la concede. En segundo lugar, es más grave y más difícil dispensar en los votos que en las leyes del superior, que son meramente humanas; los votos, sin embargo, atañen al derecho divino. Ahora bien, el obispo puede dispensar en todos los votos que no le están prohibidos o que no estén reservados. Luego etc. En tercer lugar, se prueba por el uso, pues las leyes de ayunos y fiestas son papales; y sin embargo, los obispos dispensan en ellas, porque no les son prohibidas. Luego lo mismo será en todos los casos similares. En cuarto lugar, finalmente, se prueba porque la dispensa en estas leyes es uno de los actos moralmente necesarios para el gobierno de la gente; por ello, a quien se encomienda el gobierno, se le da consecuentemente esta potestad, salvo que se exceptúe especialmente. Ahora bien, el obispo por razón de su cargo tiene el gobierno de su episcopado. Luego. 4. El inferior no puede suprimir la ley del superior. No obstante, estimo que se ha de afirmar que el obispo no puede dispensar en la ley del Papa o del concilio, salvo en los casos que le son concedidos. Así opina la Glosa última al canon In quibusdam de las Decretales, y con más claridad sostienen esta opinión la Glosa al canon Cum singula del Libro Sexto, Inocencio IV, Nicolás de Tudeschis, para quien esta es la opinión común, como anotaron Diego de Covarrubias, Juan Gutiérrez, Pedro Rebuffe; y es sin duda la teoría de Santo Tomás, y la siguen plenamente Tomás de Vio y Silvestre Prieiro. Se prueba ante todo por la Clementina Ne romani, donde se dice que el inferior no puede suprimir la ley del superior, y de inmediato se exlica: para derogar, dispensar, etc. La prueba se toma asimismo del canon Cum inferior de las De-
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oboedientia639, et c. Inferior, 21 d.640, c. Sunt quidam, et c. Ideo 25, q. 1641, et ex l. 1, C, De legibus642). Et ratio est quia inferior non potest irritare vel impedire voluntatem superioris, non solum ipso invito, sed etiam ipso non consentiente; ergo non potest dispensare in lege eius propter solam non prohibitionem specialem, sed necessaria est positiva concessio per voluntatem expressam vel saltem tacitam aliquo sufficienti modo significatam. Antecedens patet; tum ratione physica, quia inferior virtus non potest impedire superiorem, tum ratione morali, quia rectitudo gubernationis postulat ut voluntas superioris praevaleat contra voluntatem inferioris, nisi superior ipse cedat. Ad hoc autem necesse est ut tollat priorem voluntatem, quod non fit nisi per positivum consensum vel concessionem. Consequentia vero clara est, quia dispensatio aufert voluntatem superioris, seu impedit effectum eius in particulari materia. Confirmatur, quia dispensatio est actus iurisdictionis, sed inferior, ut sic, non habet iurisdictionem circa legem superioris nec circa personas illi subditas, formaliter in eis talem subiectionem considerando, quia est altioris rationis, ut sic dicam. Ergo non habet inferior potestatem dispensandi in lege superioris, nisi ei concedatur. 5. [Obiectio.] Dices: ratione officii concedi eo ipso quod officium datur; sed hoc est quod contendimus falso et sine fundamento dici, quia illa implicita concessio seu consecutio neque ex natura rei habetur, ut probant rationes factae, quia illud munus seu officium absolute inferius est et subordinatum superiori, neque in illo643 intelligitur concessa virtus supra actionem vel effectum superioris, neque etiam illa consecutio habet in iure fundamentum, quia potius generales regulae iuris sunt in contrarium, ut ex allegatis constat. Et optimum argumentum est quia quando iura volunt concedere hanc potestatem inferiori id declarant, ut statim dicemus. Et e converso, multae irregularitates, suspensiones, etc., non possunt ab episcopis dispensari iuxta receptam doctrinam, de quibus non invenitur prohibitio, sed tantum quia non inveniuntur concessae. Ergo signum est requiri concessionem, praeter officium, ut inferior possit in lege superioris dispensare. 6. Contraria fundamenta diluuntur. Episcopi habent iurisdictionem inmediate ab ipso Summo Pontifice. Hoc autem fiet evidentius et explicabitur amplius respondendo ad fundamenta contraria. Et in primis, axioma illud: Episcopus potest in suo episcopatu quidquid X 1.33.16. En las ediciones se lee: c. Inferior. D.21 c.4. 641 C.25 q.1 c. 6 et 16. 642 C 1.14.1. 643 En las ediciones se lee: illa. 639 640
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cretales, de los cánones Inferior, Sunt quidam e Ideo permittente del Decreto de Graciano y de la ley Inter aequitatem del Código. La razón es que el inferior no puede anular o impedir la voluntad del superior, no sólo en contra de la voluntad del superior, sino también sin el consentimiento del mismo. Por ello, no puede dispensar en la ley de éste por la sola no prohibición especial, sino que es necesaria una concesión positiva por voluntad expresa o al menos tácita, significada de algún modo suficiente. El antecedente es manifiesto, tanto por razón material, dado que el poder inferior no puede impedir al superior, como por razón moral, ya que la rectitud de gobierno exige que la voluntad del superior prevalezca contra la voluntad del inferior, salvo que el superior mismo ceda. Ahora bien, para esto es necesario que anule la voluntad primera, lo que no se realiza sino por un consentimiento positivo o concesión. En verdad, la consecuencia es clara, porque la dispensa hace cesar la voluntad del superior o impide su efecto en un aspecto particuar. Se confirma, porque la dispensa es un acto de jurisdicción, pero el inferior, como tal, no tiene jurisdicción sobre la ley del superior ni sobre las personas a él sujetas, considerando formalmente esa sujección sobre ellas, ya que es de un alcance superior, por así decir. Por lo tanto, el inferior no tiene potestad de dispensar en la ley del superior, salvo que se le conceda. 5. [Objeción.] Dirás que se concede por razón del oficio desde el momento en que el oficio se encomienda; pero esto es lo que defendemos que se afirma en falso y sin fundamento, porque esa concesión implícita o consecución, ni se tiene por la naturaleza de la cosa, como prueban las razones dadas, ya que ese cargo u oficio es del todo inferior y subordinado al superior, ni se entiende que lleva consigo la concesión de un poder sobre la acción o el efecto del superior, ni esa consecución tiene un fundamento en el derecho, puesto que las reglas generales del derecho están, más bien, en contra, como consta por lo alegado. Un argumento óptimo es que cuando las normas jurídicas quieren conceder esta potestad al inferior lo declaran, como diremos enseguida. Por el contrario, muchas irregularidades, suspensiones, etc., respecto de las que no hay prohibición, no pueden ser dispensadas por los obispos conforme a la doctrina admitida, simplemente porque no hay concesión sobre ellas. Luego es señal de que se requiere la concesión, además del oficio, para que el inferior pueda dispensar en la ley del superior. 6. Se ponen en claro los argumentos contrarios. Los obispos tienen jurisdicción inmediata emanada del mismo Sumo Pontífice. Lo expuesto se hará más evidente y obtendrá una explicación más amplia al responder a los argumentos contrarios. En primer lugar, aquel axioma: El obispo
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Papa in Ecclesia, nisi prohibeatur, et nullo iure fundatum est et in rigore censeo esse falsum, nisi multis modis limitetur, nam in primis supponit episcopos habere ex iure divino absolutam et universalem iurisdictionem intra suas dioeceses, limitabilem tamen a Summo Pontifice. Ego vero existimo immediate habere ab ipso Summo Pontifice, ad quem etiam spectat gradum et modum illius iurisdictionis definire, ut supra in hac materia tetigi, et latius in tomo De poenitentia et censuris. Deinde multa sunt quae potest Papa in universa Ecclesia, quae in rigore nunquam potuerunt episcopi, saltem eo modo quo illa potest Pontifex, ut, verbi gratia, committere praesbytero ministerium sacramenti confirmationis vel ordinis, saltem quoad minores, dispensare in matrimonio rato non consummato vel in voto sollemni, concedere indulgentias absolute pro vivis et defunctis usque ad plenariam remissionem, instituere censuras, approbare religiones, canonizare sanctos eo modo quo a Pontifice fit, quae nunc suppono, quia non possumus omnia persequi. Denique, si in aliquo sensu id tolerari potest, solum est quoad ea quae pertinent ad ordinariam et gubernationem moraliter necessariam vel convenientem ad salutem animarum, et considerando potestatem episcoporum priusquam Pontifex aliquid agendum statuat vel prohibeat; sic enim intelligitur unusquisque episcopus habere in tota sua dioecesi totam potestatem, quia ex vi muneris conceditur, et ut sic spectata non habet unde limitetur. Postquam vero Pontifex aliquid particulare per suam legem praescribit aut prohibet, eo ipso excipit illud ab ordinaria iurisdictione inferioris; et ideo, nisi aliunde ei concedatur potestas dispensandi, non habet illam ex vi solius ordinariae potestatis. Denique dici potest legem ipsam, eo ipso quod superioris est, secum afferre prohibitionem ut nullus inferior audeat in eam falcem mittere, nisi ei concedatur; neque, praeter hanc virtualem et quasi innatam prohibitionem, alia formalis et expressa per se requiritur. Unde illud axioma vel falsum est vel male ad praesentem materiam applicatur, quia in dispensatione legis superioris vel involvit repugnantiam vel aliquid superfluum et sine fundamento requirit; et limitatum, ut dixi, nihil in proposito deservit. 7. Differentia inter absolutionem a censuris et dispensationem maxime notanda. Ad caput Nuper644 respondetur sermonem ibi esse de absolutione a censuris, de qua longe diversa ratio est quam de dispensatione; in quo multi errant ab una ad aliam argumentantes, non considerando differentiam inter illas, quam supra posuimus. Absolutio enim non est contra aut praeter legem superioris, sed secundum illam; et ideo nihil mirum quod possit ab inferiori dari quamdiu non reservatur. Praeterea absolutio a censura, praesertim ab excommunicatione, ordinatur ad bonum animae et est necessaria ad usum sacramentorum; et ideo, merito concessa intelligitur quando non reservatur, quod secus est de dispensatione
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X 5.39.29.
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puede en su obispado cuanto el Papa en la Iglesia, salvo que esté prohibido, no está fundamentado en derecho alguno y en rigor juzgo que es falso, a no ser que se limite de muchos modos; pues, en primer lugar, da por hecho que los obispos tienen por derecho divino jurisdicción absoluta y universal dentro de sus diócesis, aunque pueda ser limitada por el Sumo Pontífice; pero yo opino que su potestad emana inmediatamente del Sumo Pontífice, a quien corresponde también definir el grado y el modo de esa jurisdicción, como mostré antes en este asunto y más ampliamente en el tomo De poenitentiis et censuris. Además, son muchas las cosas que el Papa puede en toda la Iglesia y que en rigor nunca pudieron los obispos, al menos de la manera que las puede el Papa; como por ejemplo, encomendar a un presbítero el ministerio del sacramento de la confirmación o del orden, al menos, de las órdenes menores, dispensar en el matrimonio rato no consumado o en el voto solemne, conceder indulgencias de forma absoluta en favor de los vivos y de los difuntos hasta la remisión plenaria, instituir censuras, aprobar instituciones religiosas, canonizar santos del modo que lo hace el Papa; cosas que ahora pongo aquí, ya que no podemos alcanzar todo. Finalmente, si esto puede tolerarse en algún sentido, solamente es aplicable a las cosas que pertenecen al gobierno ordinario y moralmente necesario o conveniente a la salvación de las almas, y considerando la potestad del obispo con anterioridad a que el Papa ordene o prohiba hacer algo, pues en este sentido se entiende que cada obispo tiene toda la potestad en toda su diócesis, puesto que se le concede en virtud de su función; y, vista de esta manera, no hay razón de que sea limitada. Ahora bien, después de que el Papa ordena o prohibe algo particular por una ley suya, por eso mismo lo exceptúa de la jurisdicción ordinaria del inferior; de ahí que, a no ser que por otra vía se le conceda la potestad de dispensar, no la tiene en virtud de su sola potestad ordinaria. Por último, puede afirmarse que la ley misma, por ser del superior, lleva consigo la prohibición de que el inferior se atreva a entremeterse en ella, salvo que se le conceda; y, fuera de esta prohibición virtual y casi innata, no se requiere de por sí ninguna otra formal y expresa. De donde aquel axioma o es falso o está mal aplicado al tema que nos ocupa, dado que respecto a la dispensa de la ley del superior o envuelve repugnancia o requiere algo superfluo y sin fundamento; y en cuanto limitado, como dije, en nada sirve a lo propuesto. 7. Hay que señalar muy bien la diferencia entre la absolución de censuras y la dispensa. En cuanto a lo establecido en el canon Nuper de las Decretales se responde que en él se habla de la absolución de censuras, que tiene un tratamiento muy distinto del que tiene la dispensa; en esto son muchos los que se equivocan, argumentando de la una a la otra sin tener en cuenta la diferencia entre ellas, que ya hemos señalado. La absolución, en verdad, no está en contra o fuera de la ley del superior, sino que está en conformidad con ella; por eso, no es de maravillar que pueda ser dada por el inferior, siempre que no esté reservada. Además, la absolución de censuras, principalmente de la excomunión, se ordena al bien del alma y
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ab irregularitate, verbi gratia, et similibus; huius etiam evidens argumentum est, quia in dicto capite Nuper, non solum episcopo sed etiam parocho censetur concessa absolutio a censura canonis non reservantis. Nemo autem dicet parochum posse dipensare in omni lege vel poena non specialiter illi reservata. 8. Quando potest episcopus in lege superioris dispensare. Circa alias vero rationes explicandum superest quando seu quibus modis vel in quibus casibus censeatur episcopi concessa potestas dispensandi in lege superioris, quam rem bene tractat Caietanus (in dicto a. 4645) et Sylvester (dicto n. 14646). Primus ergo modus et caeteris clarior est quando ius ipsum concedit talem dispensandi potestatem, quod saepe fit, vel per aliquam clausulam generalem, ut in Concilio Tridentino (sess. 24, c. 6, De reformatione647), vel in aliquo casu speciali, de quo lex loquitur. Advertendum est autem ex communi sententia canonistarum quoties in lege pontificia additur ut in eo possit dispensari, eo ipso intelligi dispensationem committi episcopo, tum quia alias verba illa essent superflua, cum per se constet talem legem esse a Pontifice dispensabilem, tum quia potestas dispensandi ample est interpretanda. Haec fuit sententia Innocentii (in c. Dilectus, De temporibus ordinationum, n. 2648), quem canonistae communiter secuti sunt (in c. At si clerici, § De adulteriis, De iudiciis649), ubi Felinus plures refert glossas650; praecipue vero allegatur glossa ultima (in dicto c. In quibusdam, De poenis); nam quia textus dicit: Nisi cum eis fuerit misericorditer dispensatum, glossa colligit posse dispensari ab episcopo651. Verumtamen non fundatur in dicto principio sed in alio generali: quod Papa censetur concedere dispensationem quam non reservat. Sed hoc modo, nec ratio nec inductio textus erit efficax iuxta supra dicta, nisi intelligatur non sufficere ut Papa mere negative non reservet, sed necessarium esse ut positive permittat seu concedat dispensationem, non reservando illam sibi nec determinando personam cui652 committitur; tunc enim censetur episcopo seu praelato ordinario illam permittere, ne in vanum similem promissionem vel concessionem addidisse videatur. Et ita est probabilis ratio et inductio textus, quam ibi probant Abbas (n. 5653) et alii communiter. Unde rex Alphonsus (in l. 8, tit. 18, P. 1) referens illud decretum
Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 306. Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 150r. 647 COD, 764. 648 Innocentius IV [Sinibaldus Flischius], Commentaria super libros quinque decretalium f. 100r. 649 X 2.1.4 § 2. 650 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars secunda ff. 8v-10v. 651 X 5.37.12; Decretales D. Gregorii col. 1862, lit. h, verbo Dispensatum. 652 En las ediciones se lee: qui. 653 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In quartum et quintum librum Decretalium f. 147v. 645 646
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es necesaria para la práctica sacramental; por ello, se entiende con razón que está concedida cuando no se reserva, al revés de lo que sucede con la dispensa, por ejemplo, de la irregularidad y similares; un argumento evidente de lo expuesto es también que en el citado canon Nuper de las Decretales se da por concedida, no solamente al obispo sino también al párroco, la absolución de la censura impuesta por un canon que no la reserva. En cambio, nadie dirá que el párroco puede dispensar en una ley o pena no especialmente reservada a él. 8. Cuándo puede dispensar el obispo en la ley del superior. Acerca de otros razonamientos queda por explicar cuándo o de qué modos o en qué casos se estima concedida al obispo la potestad de dispensar en la ley del superior, tema que tratan bien Tomás de Vio y Silvestre Prierio. El primer modo, y más claro que los demás, es cuando el derecho mismo concede tal potestad de dispensar, lo que sucede con frecuencia, bien por una cláusula general, como en el Concilio Tridentino, bien en un caso especial, del que habla la ley. Pero, hay que advertir que, conforme a la opinión común de los canonistas, siempre que una ley papal añade que en ese caso se puede dispensar, por ello mismo se entiende que se encomienda la dispensa al obispo; tanto porque de otro modo esas palabras serían superfluas, pues consta que esa ley es dispensable por el Papa, como porque la potestad de dispensar se ha de interpretar con amplitud. Esta fue la opinión de Inocencio IV en su comentario al canon Dilectus de las Decretales, que han seguido comúnmente los canonistas, entre los que Felino Sandeo alega muchas glosas; pero sobre todo se alega la Glosa última al canon In quibusdam de las Decretales, pues como el texto dice: A no ser que les fuere dispensado por misericordia, la Glosa deduce que puede dispensar el obispo. Sin embargo, no se funda en dicho principio, sino en otro general: se estima que el Papa concede dispensar cuando no hace reserva de ello. Ahora bien, ni la razón ni la inducción del texto será eficaz, conforme a lo dicho antes, salvo que se entienda que no basta con que el Papa no reserve de modo meramente negativo, sino que es necesario que permita o conceda dispensar positivamente, no reservando la dispensa para sí mismo, ni determinando la persona a la que se le encomienda; pues, es entonces cuando se juzga que al obispo o prelado ordnario se le permite dispensar, de modo que no parezca que se añade inútilmente semejante oferta o concesión. De esta manera resulta probable la razón e inducción del texto, que aprueban en sus comentarios Nicolás de Tudeschis y otros muchos. Por ello el rey Alfonso X, con referencia a este decreto, añade: A no ser que con él dispensare el obis-
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addidit: Nisi cum eo episcopus loci dispensaret654. Et similis est textus cum glossa (in c. Postulastis, De clerico excommunicato655), ubi etiam Innocentius et Panormitanus et alii communiter illam probant656, et Covarrubias (in c. Alma mater, 1 p., § 7, n. 8), expendens illum textum657; item Angelus ((verbo Dispensatio, n. 5658) et ibi alii summistae. Advertit autem Decius (in c. At si clerici, § De adulteriis, De iudiciis, n. 3) hanc vocis usurpationem iure canonico introductam esse, nam in iure civili non invenitur659. Latius in Sancio (lib. 8, De matrimonio, disp. 5, usque ad n. 5660); sed illas omitto, quia non iudico esse necessarias. 9. [Alius modus.] Secundo: intelligatur facta haec concessio ex recta ratione interpretante voluntatem superioris. Et quoad hoc ponit Caietanus tres casus. Primus, quando materia est levis et parvi momenti, ita ut lex non obliget ad mortale vel quando praeceptum non est rigorosum, ait Caietanus, sed simplex statutum, utique solum obligans per modum regulae, ut solet esse in religionibus. Quod est per se verisimile, vel quia in moralibus parum pro nihilo reputatur, vel quia cui committitur gubernatio in maioribus videntur haec minora concessa, vel etiam quia superior, nolens ponere rigorosam legis obligationem, hoc ipso indicavit voluntatem suam non esse adeo definitam circa illam materiam quin particulares casus committat gubernatori. In secundo ordine ponuntur ea quae frequenter occurrit, quia non est verisimile superiorem velle ut in singulis rebus frequenter et ad ordinarium regimen necessariis ad illum recurratur. Et hoc probant exempla adducta de voto et de ieiuniis et similibus, ut notaverunt661 etiam Caietanus (II II, q. 147, a. 4 et in Summa, verbo Ieiunium662), Ledesma (in Quartum, 2 p., q. 17, a. 3663), Navarrus (cap. 21, n. 21664). Unde in his frequentibus admitti posset illa regula Episcopum posse dispensare in omnibus sibi non prohibitis; quod maxime verum habet quando talis dispensatio ordinatur ad bonum animae et ad tollendum vinculum conscientiae aut periculum peccandi; nam, si sit tantum dispensatio in poenis vel in aliis impedimentis, non tam facile est extendenda facultas, nisi consuetudo etiam iuvet. Rex Alphonsus, P 1.18.8. X 5.27.7; Decretales D. Gregorii col. 1770-1771. 656 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium f. 521r; Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In quartum et quintum librum Decretalium, f. 193r-v, nn. 8-9. 657 Didacus de Covarrubias, In constitutionem Alma mater, p. 451. 658 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, pp. 323-325. 659 Philippus Decio, Super Decretalibus f. 110v. 660 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento pp. 24-25. 661 En las ediciones se lee: notarunt. 662 Caietanus [Thomas de Vío], Secunda secundae pp. 485-486. et Summula pp. 392-402. En las ediciones se lee: q. 143, a. 4. 663 Ledesma, Martinus de, Secunda quartae quaest. 17, a. 3. 664 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 570. 654 655
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po del lugar. Son similares el texto y la Glosa del canon Postulastis de las Decretales, donde Inocencio IV, Nicolás de Tudeschis y otros aprueban lo mismo; también Diego de Covarrubias, que examina el texto, con Ángel Clavasio y otros sumistas; por su parte, Felipe Decio advierte que esa apropiación del término fue introducida por el derecho canónico, pues en el derecho civil no se halla; con más amplitud se expresa Tomás Sánchez. Ahora bien, omito esas razones, pues no las considero necesarias. 9. [Otra modalidad.] En segundo lugar, esta concesión se entiende hecha desde la recta razón que interpreta la voluntad del superior. En cuanto a esto Tomás de Vio pone tres supuestos. El primero, cuando la materia es leve y de poca importancia, de modo que la ley no obliga bajo pecado mortal, o cuando el precepto no es riguroso, sino que es un simple estatuto, dice Tomás de Vio que realmente sólo obliga a modo de regla, como suele ocurrir en las instituciones religiosas. Esto es por sí mismo verosímil, o porque en las cosas morales lo poco se reputa por nada, o bien porque al que se le encomienda el gobierno en asuntos importantes parece lógico juzgar que se le conceden esas cosas menores, o incluso porque el superior, no deseando imponer una obligación rigurosa de la ley, indicó de ese modo que su voluntad no está de tal manera definida sobre esa materia como para que no encomiende casos particulares al gobernador. En un lugar secundario se ponen aquellos casos que ocurren con frecuencia, ya que no es verosímil que el superior quiera que se recurra a él en las cosas de cada día y necesarias para el régimen ordinario. Así lo prueban los ejemplos aducidos del voto, de los ayunos y similares, como anotaron Tomás de Vio, Ledesma y Martín de Azpilcueta. De donde, en los asuntos corrientes puede admitirse la regla de que el obispo puede dispensar en todo lo que no le está prohibido; lo cual es verdad sobre todo cuando tal dispensa está ordenada al bien del alma y a quitar las ataduras de conciencia o el peligro de pecar; pues, si la dispensa es sólo respecto de las penas o de otros impedimentos, no es tan fácil ampliar la facultad, salvo que la costumbre también ayude.
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10. In quibus casibus est necessarius recursus ad Summum Pontificem. In tertio ordine ponit Caietanus ea quae vocat propria; id est, eas leges quae, licet manent a Pontifice, non sunt pro universa Ecclesia, sed pro tali provincia, episcopatu, aut congregatione, nam in his censet posse dispensare praelatum illius loci vel congregationis; quod alii etiam sequuntur. Et ratio esse videtur, quia quae sunt propria et particularia minus sunt nota supremo principi (argumento c. 1, De constitutionibus, in Sexto665); et ideo credendum est committi proprio gubernatori illius communitatis. Hic vero casus mihi non videtur certus sed valde dubius, quia neque in iure neque in usu video illius sufficiens fundamentum. Et ratio illa non cogit, sicut enim Pontifex habuit sufficientem notitiam illius particularis communitatis ad ponendam legem, ita habere potest ad dispensandum in illa. Quapropter, nisi concurrat etiam frequentia aut consuetudo, non existimo hoc esse admittendum quando sine incommodo potest dispensatio peti ab auctore legis. Ultimo enim addendum est etiam intelligi hanc potestatem concessam in casibus extraordinariis, quando necessitas revera magna est et est periculum in mora vel impotentia adeundi Pontificem; tunc enim ex rationabili interpretatione voluntatis Pontificis censetur episcopus habere potestatem dispensandi, ut tradunt Panormitanus (in dicto § De adulteriis, n. 9666), et ibi Decius (n. 10667) et Felinus (n. 3668), qui alios allegat; Rebuffus (in Practica, tit. De dispensationibus ad plura beneficia, n. 30 et 31669), Felinus (in c. 1, De constitutionibus, n. 49670) cum Rota (dec. 262 in novis, alias De iure patronatus, dec. 5, n. 2 in novis671), Sylvester (verbo Dispensatio, q. 14 et 15672), et ibi Angelus (n. 5673) et Armilla (n. 19674), Navarrus (cap. 22, n. 85675); et communiter doctores, praesertim Sancius (lib. 2, De matrimonio, disp. 40, et lib. 8, disp. 9, n. 22676), et alii recentiores tractantes de voto, de matrimonio et de censuris. Quibus omnibus addenda est consuetudo, quae est optima legum interpres, et ad iurisdictionem acquirendam sufficit. Atque hinc constat quid dicendum sit de In VI 1.2.1. Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars prima f. 12r. 667 Philippus Decio, Super Decretalibus f. 111v. 668 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars secunda f. 8v. 669 Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 370. 670 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 12r-v. Sandeo recoge la cita de la Rota, pero de forma más imprecisa en la cita de «novis» dice: dominici de Rota concl. 262, incipit In religioso, in novis: quod episcopus ex magna causa potest dispensare contra ius canonicum, etiam concilii... 671 Decisiones dominorum de Rota. DedicNovae, Antiqueae et Antiquiores dec. 262 alias 5 de iure Patronatus. 672 Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 150r-v. En las ediciones se lee: q.14, n. 15. 673 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, pp. 323-325. 674 Bartholomaeus Fumo, Summa sive aurea Armilla (Barcinonae 1567, f. 119v). 675 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 660-661. 676 Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus pp. 178181, et tomus tertius pp. 45-46. 665 666
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10. En qué cosas no es necesario el recurso al Sumo Pontífice. Tomás de Vio pone en tercer lugar los casos que llama propios; es decir, las leyes que, aunque emanen del Papa, no son para la Iglesia toda, sino para una provincia, obispado o congregación, pues en estos casos opina que puede dispensar el prelado de ese lugar o esa congregación; opinión que siguen otros autores. La razón parece ser que los asuntos personales y particulares son menos conocidos para el príncipe supremo, argumento que cabe deducir del canon Licet romanus del Libro Sexto; de ahí que se deba entender que encomienda la dispensa al gobernador mismo de esa comunidad. Ahora bien, este caso no me paree a mí seguro, sino muy dudoso, ya que ni en el derecho ni en la práctica veo que tenga base suficiente. La razón expuesta no tiene fuerza bastante; pues, así como el Papa tuvo el conocimiento suficiente de dicha comunidad para imponer la ley, así también puede tenerlo para dispensar en ella. Por consiguiente, salvo que concurra también uso frecuente o costumbre, creo que no se debe admitir este supuesto, cuando la dispensa puede pedirse sin inconveniente alguno al autor de la ley. Por útimo, se ha de añadir asimismo que esta potestad de dispensar se entiende concedida en casos extraordinarios, cuando la necesidad es realmente grande y hay peligro en la demora o imposibilidad de acudir al Papa; entonces, por interpretación razonable de la voluntad del Papa, se estima que el obispo goza de la potestad de dispensar, como enseñan Nicolás de Tudeschis, Felipe Decio, Felino Sandeo, quien cita a otros, Pedro Rebuffe, la Rota en sus nuevas decisiones, Silvestre Prierio, Ángel Clavasio, Bartolomé Fumo, Martín de Azpilcueta y los doctores en general; principalmente Tomás Sánchez, con otros más modernos que tratan sobre el voto, el matrimonio y las censuras. A todo ello hay que añadir la costumbre, que es la mejor intérprete de las leyes, y basta para adquirir la jurisdicción. De aquí se deduce qué se deba decir
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parochis et aliis rectoribus animarum non habentibus iurisdictionem episcopalem, utrum possint dispensare in legibus superiorum. Multi affirmant quando non potest adiri episcopus commode, quod late tractat Sancius (lib. 8, disp. 9, n. 17677), qui videri potest. 11. De iure possunt parochi dispensare in legibus superiorum de consuetudine autem in aliquibus. Resolutio est de iure non posse parochos dispensare, quia non habent ordinariam iurisdictionem fori externi, etiam voluntariam, ad quam pertinet haec dispensatio, nec invenitur ius illam tribuens. De consuetudine autem solent dispensare in casibus particularibus occurrentibus in quibusdam frequentioribus praeceptis, ut ieiuniis, in festorum observatione quoad vacandum ab operibus; quae consuetudo, ubi fuerit, servari poterit in legibus circa quas fuerit introducta, non vero extendi ad similes, quia est iuri contraria.
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Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 44.
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de los párrocos y otros rectores de almas que no tienen jurisdicción episcopal, si pueden o no dispensar en las leyes del superior. Muchos lo afirman respecto a los casos en los que no se puede acudir cómodamente al obispo. Lo trata ampliamente Tomás Sánchez, que puede consultarse. 11. El derecho no permite a los párrocos dispensar en las leyes de los superiores. La costumbre, en cambio, sí en algunos casos. La solución del tema es que por el derecho los párrocos no pueden dispensar, porque no tienen jurisdicción ordinaria de fuero externo, incluso voluntaria, a la que corresponde esta dispensa, ni se halla norma jurídica alguna que se la atribuya. Por la costumbre, en cambio, suelen dispensar en casos particulares respecto de algunos preceptos de uso más frecuente, como en los ayunos, en la observancia de fiestas en cuanto al descanso del trabajo; costumbre que, donde existiere, podrá conservarse respecto de las leyes sobre las que hubiere sido introducida, pero sin extenderla a casos similares, porque es contraria al derecho.
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CAPUT XV Nonnulla dubia circa potestatem inferiorum ad dispensandum in legibus superiorum explicantur 1. Potestas haec non delegata sed ordinaria dicenda est in episcopis quando confertur a Papa ex vi muneris. De potestate quam unusquisque princeps vel praelatus habet ad dispensandum in sua propria lege vel sui inferioris nihil specialiter dubitandum vel declarandum occurrit, praeter ea quae de causa dispensandi infra dicemus. Circa potestatem vero inferioris ad dispensandum in lege superioris nonnulla supersunt explicanda. Primum est an haec potestas dicenda sit ordinaria vel delegata, quia non est innata proprio muneri et iurisdictioni, sed per superioris voluntatem conceditur; ergo non est ordinaria potestas, nam haec solum est illa quae iure proprio habetur. Erit ergo delegata, sed hoc nullam controversiam habet aut difficultatem. Dicendum est enim hanc potestatem esse ordinariam in episcopis; et idem est in similibus. Ratio est, quia licet haec potestas commissa sit a superiore, ut a Papa, verbi gratia, confertur ex vi muneris. Ita enim est illud munus institutum ut radicatam in se habeat totam illam iurisdictionem ex vi suae collationis et institutionis, sive haec institutio et concessio sit ex vi iuris divini, sive per pontificis facta vel confirmata sit. Hoc enim parum ad rem praesentem refert, ut constat, et videtur aperte declaratum (in c. ultimo, De officio ordinarii678), ubi Felinus in principio id advertit dicens licet dispensatio a iure concessa intelligatur solis episcopis commissa, nihilominus posse episcopum illam committere inferiori, quia nimirum in illo iam est potestas ordinaria679. Quod etiam dixit Dominicus (in c. Cum eo, De electionibus, in Sexto680) et Federicus (cons. 36681). Imo addit generaliter idem Felinus (in c. Licet, De officio ordinarii), cum Baldo (in l. 1, D, De officio consulis, q. 9) iurisdictionem in perpetuum commissam esse ordinariam682. Et sic etiam dixit glossa ultima (in dicto c. Ultimo) potestatem datam ex privilegio, si sit concessa ex peculiari institutione et tanquam perpetuo annexa dignitati, ordinariam censeri683. Quae est sententia communis ut, referens plures, tradit Covarrubias (lib. 3, Variarum, cap. 20, n. 6 et 10684) et plures refert Sancius (lib. 2 De matrimonio, disp. 40. n. 14685). Et est optima ratione fundatum, quia, eo ipso quod iurisdictio perpetuo est concessa et annexa dignitati, in illa manet radicata et cum illa confertur; et ideo X 1.31.20. Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 224v, n. 1. 680 Dominicus de San Geminiano, In Sextum Decretalium f. 71r, n. 5. 681 Friedericus Petruccius de Senis, Disputationes,quaestiones et consilia, s. f. 682 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima, f. 225r, n. 4 . 683 Decretales D. Gregorii col. 420, lit. g, verbo Casibus. 684 Didacus de Covarrubias, Variarum resolutionum ff. 79v et 81r. 685 Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus p. 181. 678 679
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CAPÍTULO XV Se exponen algunas dudas sobre la potestad de los inferiores para dispensar en las leyes de los superiores 1. Cuando el Papa confiere la potestad de dispensar en virtud de los cargos, tal potestad no se ha de llamar delegada, sino ordinaria. Sobre la potestad que cada príncipe o prelado tiene para dispensar en su propia ley o en la de su inferior, nada hay de particular para dudar o aclarar, fuera de lo que diremos más abajo sobre la causa de dispensar. En cambio, sobre la potestad del inferior para dispensar en la ley del superior, quedan por exponer algunas cosas. Lo primero, si esta potestad se ha de considerar ordinaria o delegada, ya que no es innata al propio oficio y jurisdicción, sino que se concede por voluntad del superior; luego no es potestad ordinaria, pues ésta es sólo la que se tiene por derecho propio; Será, por lo tanto, delegada, pero esto no da lugar a ninguna controversia o dificultad. Se ha de afirmar, por consiguiente, que esta potestad es ordinaria en los obispos; y lo mismo se ha de decir en los casos similares. La razón es que, aunque esta potestad sea encomendada por el superior como, por ejemplo, por el Papa, se confiere en virtud del cargo. En realidad, este cargo está de tal modo instituido que tiene enraizado en sí mismo toda esa jurisdicción por fuerza de su colación e institución, ya sea esta institución y concesión por virtud del derecho divino, ya sea hecha o confirmada por el Papa. En verdad, esto aporta poco a este caso, como consta y aparece declarado abiertamente en el canon His quibus de las Decretales, en cuyo comentario Felino Sandeo lo advierte, diciendo que, aunque la dispensa concedida por el derecho se entienda confiada a los solos obispos, sin embargo el obispo puede encomendarla a un inferior, puesto que realmente en él ya es potestad ordinaria. Esto lo dijo Domingo de San Geminiano y también Federico de Senis. Más aún, Felino Sandeo, con Baldo de Ubaldis, añade que la jurisdicción confiada a perptuidad es ordinaria. Así lo dice también la Glosa última al citado canon último His quibus de las Decretales, que la potestad dada por privilegio, si es concedida por institución peculiar y como aneja de manera perpetua a la dignidad, se ha de considerar ordinaria. Es la sentencia común, como transmite Diego de Covarrubias, mencionando a muchos autores; y también Tomás Sánchez cita a muchos Esta sentencia está muy bien fundada, ya que por el hecho mismo de que la jurisdicción está concedida a perpetuidad y aneja a la dignidad, permanece enrai-
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ordinaria relinquitur, et qui illam habet delegare eam potest. Et sic potestas quam habet legatus a latere Papae ad dispensandum in legibus ordinaria est, sicut de votis alibi diximus; et tradunt Speculator (in tit. De dispensatione, § Consequitu686) et Panormitanus (in c. ultimo, De transactionibus, n. 5), quia legatus est ordinarius in sua provincia et maior omnibus post Papam; unde dispensare potest in omnibus quae non sunt Papae reservata, ut sumitur ex capite Quod translationes (De officio legati687). 2. [Dubium alterum.] Secundum dubium est an episcopus vel archiepiscopus possit dispensare in legibus concilii provincialis tanquam in lege propria vel tanquam in lege superioris. Hoc enim multum interest, ut constabit ex infra dicendis de causa dispensationis. Et idem dubium cum proportione est de patriarchali seu nationali concilio respective, in quo in primis supponendum est sermonem esse de praelatis illius provinciae seu archiepiscopatus ubi concilium celebratum est, nam ibi tantum obligant illius leges, et constat extraneos praelatos non posse in illis dispensare ordinaria iurisdictione, quae extra territorium non extenditur. Deinde supponimus non solum archiepiscopum sed etiam episcopos suffraganeos posse in talibus legibus dispensare, nisi specialiter sint alteri reservatae, quod intelligendum est respective, id est, ab unoquoque pro suis subditis et pro sua dioecesi, quatenus in illa obligant tales leges. Neque archiepiscopus iure ordinario amplius potest, sed cum proportione pro sua dioecesi, nam in dioecesibus suffraganeorum nihil inmediate et ordinarie potest, sicut de dispensatione in votis suo loco diximus. Quod autem hoc modo possint dispensare constabit ex dicendis. 3. [De eodem dubio.] Dubitari ergo potest an unusquisque dispenset in tali lege tanquam in sua propria, an vero tanquam in lege superioris.Videri enim potest illud prius, quia unusquisque solum dispensat in tali lege in sua dioecesi; ergo solum dispensat in ea tanquam a se lata; ergo tanquam in sua et non alicuius superioris. Declaratur, quia in concilio provinciali non videtur esse specialis iurisdictio, quae sit una supra omnes dioeceses archiepiscopatus vel provinciae; quis enim illam contulit illi communitati? Neque enim de iure divino est, nec de humano ostendi potest. Solum ergo videtur esse in tali concilio aggregatio iurisdictionum plurium episcoporum, qui in talibus legibus ferendis quasi communi pacto conveniunt; et ita unusquisque episcopus illas fert pro suo episcopatu, et omnes simul pro tota provincia. Ergo postea unusquisque pro suo arbitrio in illis dispensat tanquam a se latis, et non tanquam ab aliquo superiore. 686 Guillelmus Durantis [Speculator], Speculi reperto: quattuor librorum speculi utriusque iuris, De dispensatione, § Consequitur (Lugduni 1544). 687 X 1.30.4.
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zada en ella y se confiere a una con ella; de ahí que se considera ordinaria y quien la tiene puede delegarla. Así, la potestad que tiene el legado a látere del Papa para dispensar en las leyes es ordinaria, como dijimos en otro lugar respecto de los votos; lo enseñan Guillermo Durantis y Nicolás de Tudeschis, con el argumento de que el legado es ordinario en su provincia y mayor a todos después del Papa; de donde puede dispensar en todos los casos que no son reservados al Papa, como se deduce del canon Quod translationes de las Decretales. 2. [Segunda duda.] La segunda duda es si el obispo o el arzobispo puede dispensar en las leyes del concilio provincial al igual que en la ley propia o como en la ley del superior. Esto, en efecto, reviste mucho interés, como se hará patente por lo que se expondrá después sobre la causa de la dispensa. La misma duda se presenta, con la debida proporción, respecto del concilio patriarcal o del nacional respectivamente, en los que en primer lugar se ha de suponer que el discurso versa sobre los prelados de la provincia o arzobispado donde el concilio se ha celebrado, pues sólo allí obligan sus leyes y es claro que los prelados extraños no pueden dispensar en ellas mediante la jurisdicción ordinaria, la cual no se extiende por fuera del territorio. Además, damos por supuesto que no sólo el arzobispo sino también los obispos sufragáneos pueden dispensar en esas leyes, excepto si están reservadas particularmente a otro, lo que se ha de entender de modo respectivo, es decir, de cada uno para sus súbditos y su diócesis, en la medida en que esas leyes obligan en ella. Ni el arzobispo puede más por el derecho ordinario, sino en la debida proporción, para su diócesis, pues en las diócesis de los sufragáneos nada puede de manera inmediata y ordinaria, como dijimos en su lugar sobre la dispensa en los votos. Que de este modo pueden dispensar se hará patente en lo que se dirá después. 3. [Sobre la misma duda.] Puede, pues, dudarse de si cada cual dispensa en tal ley como en la suya propia o si como en la ley del superior. Puede parecer, en efecto, que es lo primero, porque cada uno sólo dispensa en tal ley en su diócesis; luego sólo dispensa en ella como dada por él; luego, como suya y no de un superior Se pone en claro, porque en el concilio provincial no se ve que haya una jurisdicción especial, que sea una sobre todas las diócesis del arzobispado o provincia; pues, ¿quién se la confirió a esa comunidad? Y tampoco es de derecho divino, ni puede demostrarse que sea de derecho humano. Luego, sólo parece haber en tal concilio una agregación de las diversas jurisdicciones de los obispos, que acuerdan dar esas leyes en una especie de pacto común; y de esta forma, cada obispo las da para su obispado y todos a la vez para toda la provincia. Después ya, cada cual, según su juicio dispensa en ellas como en las dadas por él mismo y no como en las de algún superior.
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4. Leges provincialis concilii tanquam leges superioris habentur respectu episcoporum. Nihilominus respectu singulorum episcoporum certum est illas leges censeri leges a superiori latas; et ita solum posse in illis dispensare quatenus illis concessum est expresse vel tacite, aut consuetudine. Ratio est, quia revera in concilio provinciali, ut est unum corpus mysticum, est vera iurisdictio quasi per se una moraliter, ut sic rem explicem, et non tantum est aggregatum iurisdictionum. Quod quidem tanquam certum supponimus ex materia de conciliis, quam, Deo dante, in tomo sexto tertiae partis tractabimus688; in illum enim locum totum ordinem ecclesiasticae hierarchiae explicandum reservamus. Nunc id satis constat ex communi usu et perpetua Ecclesiae traditione, quae constat ex distinctione 18 (per totam689); item ex 9 (q. 3, c. Salvo690), cum multis sequentibus, et ex capite Grave nimis (De praebendis691) et ex capite Sicut olim (De accusationibus692), ubi supponitur huiusmodi concilium posse statuta condere, quae episcopi et servare debent et facere ut serventur, idemque renovat Concilium Tridentinum (sess. 24, cap. 2693); ex quibus etiam constat posse huiusmodi concilium singulos episcoporum iudicare, atque adeo habere in illos vim directivam et coactivam, quam habere non posset nisi haberet propriam iurisdictionem, distinctam a iurisdictione singulorum episcoporum et superiorem illis. Nam licet plures episcopi in unum aggregarentur, sine capite non facerent unum corpus, nec in illis simul sumptis daretur iurisdictio supra singulos. Longe ergo aliter iudicandum est de concilio provinciali. Hinc ergo concluditur leges ab eo latas esse leges superioris respectu singulorum episcoporum et consequenter unumquemque episcopum tantum posse in illis legibus dispensare quantum illis concessum est vel permissum, quod etiam fortiori constabit ex his quae de archiepiscopo dicemus. Denique inde etiam concluditur quod, licet episcopus possit in tali lege dispensare in sua dioecesi, non tamen potest illam abrogare etiam pro sua dioecesi, quia est lex superioris, quae ab inferiori etiam ex parte abrogari non potest, ut infra dicetur. 5. Archiepiscopus non aliter dispensat in lege concilii provincialis quam alii episcopi. An vero idem sit dicendum de archiepiscopo videtur esse dubium, quia archiepiscopus videtur esse supra tale concilium, sicut Papa est supra concilium generale, nam est caput in illo concilio; et ideo ipse cum concilio potest punire episcopos, concilium autem non potest punire archiepiscopum, ut significatur in No parece que llegase a escribirlo. D.18.c.1-17. 690 C.9 q.3 c.4. 691 X 3.5.29. 692 X 5.1.25. 693 COD, 761. 688 689
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4. Las leyes del concilio provincial se tienen como leyes del superior respecto de los obispos. No obstante lo dicho, es cierto que respecto de cada uno de los obispos, esas leyes se consideran dadas por el superior; y de este modo, el obispo sólo puede dispensar en ellas en la medida en que se les concede expresa o tácitamente o por la costumbre. La razón es que, en verdad, en el concilio provincial, en cuanto es un cuerpo místico, hay una verdadera jurisdicción a modo de moralmente una por si misma, por explicarlo así, y no es sólo una agregación de jurisdicciones. Es algo que damos por cierto, teniendo en cuenta la materia de los concilios, que, Dios mediante, trataremos en el tomo sexto de la tercera parte, pues a ese lugar reservamos la explicación del ordenamiento completo de la jerarquía eclesiástica. Por el momento, esto consta por el uso común y la tradición perpetua de la Iglesia, como se deduce de varios cánones del Decreto y de las Decretales, en los que se da por supuesto que el concilio puede redactar estatutos que los obispos deben observar y hacer que se observen, y lo mismo renueva el Concilio Tridentino; de lo cual también se deduce que esta clase de concilios puede juzgar a cada uno de los obispos; y por eso, tiene sobre ellos un poder directivo y coactivo, que no podría tener si no fuere jurisdicción propia, distinta de la jurisdicción de cada uno de los obispos y superior a ellos; pues, aunque los diversos obispos se asociaran en uno, sin una cabeza no formarían un cuerpo, ni en ellos tomados a la vez se daría jurisdicción sobre cada uno de ellos. Luego se ha de juzgar muy de otra manera sobre el concilio provincial. Así pues, de aquí se concluye que las leyes dadas por él son leyes del superior respecto de cada uno de los obispos y, por tanto, que cada obispo sólo puede dispensar en esas leyes en la medida en que le es concedido o permitido, lo cual constará aún con más fuerza por lo que diremos sobre el arzobispo. Finalmente, también se concluye de lo dicho que, aunque el obispo puede dispensar en tal ley en su diócesis, pero no puede abrogarla ni en su diócesis, porque es ley del superior, que no puede ser abrogada ni en parte por el inferior, como luego se dirá. 5. El arzobispo no dispensa en la ley del concilio provincial de modo distinto que los demás obispos. Pero parece dudoso si se ha de decir o no lo mismo del arzobispo, porque el arzobispo parece estar sobre el concilio provincial como el Papa está sobre el concilio general, pues es la cabeza en aquel concilio; y por eso, él mismo con el concilio puede castigar a los obispos, pero el concilio no puede castigar al arzobispo, como se dice en el canon Grave de las Decretales; en este mismo sentido
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capiate Grave (De praebendis694; et in c. Multis, d. 17695) significatur appellari a concilio provinciali ad metropolitanum. Nihilomius dicendum est archiepiscopum non aliter posse dispensare in legibus concilii provincialis quam caeteros episcopos; est enim etiam ipse inferior tali concilio, ut sensit glossa ultima (in c. Sicut 2, q. 7696), et sumitur etiam ex glossa ultima (in c. paenultimo De appellationibus, in Sexto697), quatenus ait appellari a metropolitano ad concilium provinciale, quod est signum distinctae et superioris iurisdictionis in concilio; id autem colligit ex dicto capite Multis, nam prius ibi dicitur quod si episcopi alicuius provinciae aliquam inter se controversiam habeant ad maiorem sedem, id est, metropolitanam, illam referant; et subditur: Si illic facile et iuste non discernuntur, ubi fuerit synodus regulariter congregata canonice et iuste iudicentur. Synodus, inquit, utique provincialis, quia nec episcopalis sufficit, nec generalis est necessaria. Ergo clare ponitur recursus a metropolitana sede ad concilium provinciale tanquam ad superius. Et ita etiam sentit Navarrus (in cons. 6, De maioritate et oboedientia) cum Paulo de Eleazaris et Cardinale (in Clementina 1, § Quod etiam interdictis, De sententia excommunicationis698), ubi idem tenet Ancharanus (n. 5699). 6. [Ratio huius sententiae ostenditur.] Ratio autem est quia iurisdictio illa quae est in concilio provinciali non est eadem quae est in archiepiscopo, neque etiam est ab illo, sed est altior et universalior quam illa. Quod patet; tum quia ad plures effectus extenditur, quia archiepiscopus per suam iurisdictionem non posset de episcopis suffraganeis iudicare vel eos punire, nec leges pro eorum dioecesibus ferre (c. Nullus, cum aliis, 9, q. 3700, c. 1, De officio legati701), quae tamen potest concilium; tum etiam quia talis est iurisdictio concilii provincialis ut actus eius communi consensu seu maioris partis fieri debeant, ut aperte colligitur ex dicto capite Nullus et ex usu et ordine talium conciliorum, prout ex Isidoro describitur in 1 tomo Conciliorum, ubi etiam dicitur constitutiones edi a toto concilio et ab omnibus debere subscribi. Neque posset archiepiscopus, etiamsi id tentaret, tale ius sibi usurpare. Signum ergo evidens est iurisdictionem concilii non esse illius nec ab illo, sed esse superiorem illo. Et ita non sedet archiepiscopus in concilio tanquam maior iurisdictione toto concilio, sed tanquam praesidens, ut maior dignitate et potestate ut rectus ordo servetur. Unde autem concilium illud habeat iurisdictionem, an a iure divino quasi naturali gratia vel a Poncifice Summo, alterius considerationis est; utrumque autem potest probabiliter defendi. X 3.5.29 D. 17 c.5. 696 C. 2 q.7 c. 46. Decretum Gratiani col 706, lit. n, verbo: hortamur. 697 Sextus Decretalium col. 378, lit. g, verbo: Potuisti. 698 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum t. I, f. 65v, n. 4. 699 Petrus de Ancharano, Super Clementinis lectura aurea et acutissima (Lugduni 1549, f. 86r). 700 C.9 q.3 c.7. 701 X 1.30.1. 694 695
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se indica en el canon Multis del Decreto que se apele del concilio provincial al metropolitano. No obstante, se ha de decir que el arzobispo no puede dispensar en las leyes del concilio provincial de modo distinto que los demás obispos, pues él mismo es inferior a tal concilio, como observa la Glosa última al canon Sicut del Decreto y se deduce también de la Glosa última al canon A collatione del Libro Sexto, en la medida en que dice que se apele del metropoitano al concilio provincial, lo que es señal de la distinta y superior jurisdicción que reside en el concilio; y esto se deduce del citado canon Multis, pues se dice allí en primer lugar que si los obispos de alguna provincia tienen entre ellos alguna controversia, la lleven a la sede mayor, o sea, a la metropolitana; y añade: Si allí no se disciernen fácil y justamente las controversias, se juzguen canónicamente y según justicia donde fuere reunido regularmente el sínodo. El sínodo al que se refiere es sin duda el provincial, porque el episcopal no es suficiente y el general no es necesario. Luego, se trata claramente del recurso de la sede metropolitana al concilio provincial como a un superior. De esta opinión es Martín de Azpilcueta, con Pablo de Eleazaris y Francisco Zabarella; opina lo mismo Pedro de Ancharano. 6. [Se muestra la razón de esta opinión.] La razón es que la jurisdicción que reside en el concilio provincial no es la misma que la del arzobiso, ni procede de él, sino que es de más alto rango y más universal. Esto es evidente; tanto porque llega a más efectos, ya que el arzobispo por su propia jurisdicción no podría juzgar sobre los obispos sufragáneos ni castigarlos, ni dar leyes para sus diócesis, según el canon Nullus del Decreto y el canon Cum non de las Decretales, cosa que, sin embargo, puede el concilio; como también porque la jurisdicción del concilio provincial es tal que sus actos deben realizarse con el consentimiento común o de la mayor parte, según se deduce claramente del citado canon Nullus del Decreto y del uso y orden de tales concilios, según la descripción de Isidoro, quien también afirma que las constiuciones se dictan por el concilio en su totalidad y deben ser subscritas por todos. Tampoco puede el arzobispo, aunque lo intentare, arrogarse para sí tal derecho. Luego, es señal evidente de que la jurisdicción del concilio no es suya ni emana de él, sino que es superior a él. Por eso, en el concilio el arzobispo no se comporta como mayor en jurisdicción a todo el concilio, sino como presidente, como mayor en dignidad y potestad para que se observe el orden debido. Mas de dónde tiene ese concilio la jurisdicción, si del derecho divino a modo de gracia natural, o del Sumo Pontífice, es de otra consideración; y puede defenderse probablemente una y otra opinión.
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7. Archiepiscopus ligatur legibus concilii provincialis tanquam membrum eius. Hinc ergo concluditur archiepiscopum ligari legibus concilii provincialis tamquam unum ex membris eius et inferiorem illo. Unde consequens est ut non dispenset in illius legibus tanquam in suis, sed tanquam in legibus sui superioris. Atque ita, quoad hoc, eadem est ratio de archiepiscopo quae de aliis. Omnes ergo eatenus possunt in talibus legibus dispensare quatenus illis permissum est vel concessum. Unde si concilium reservasset suae legis dispensationem nullus posset in ea dispensare sua auctoritate, nisi Summus Pontifex vel concilium generale vel idem provinciale iterum congregatum. Ordinarie vero, cum non fit talis reservatio, intelligitur commissa episcopis potestas dispensandi, unicuique respective pro sua dioecesi, et archiepiscopo etiam pro sua tantum et non pro dioecesibus suffraganeorum, quia, ut dixi, non habet ibi ordinariam iurisdictionem immediatam, nisi quoad aliqua dum visitat. Colligitur autem dicta concessio, tum ex usu, tum quia est moraliter necessaria, ne oporteat vel Summum Pontificem adire vel aliud concilium expectare pro singulis dispensationibus, quod esset grave incommodum. Dices: potuit committi dispensatio talium legum archiepiscopo. Respondeo potuisse quidem ab eodem concilio committi, consentientibus omnibus episcopis, vel a Pontifice per commune ius. Neutro autem modo ei committitur, quia neutrum ex usu constat, nec est verisimile episcopos suffraganeos velle tantam potestatem archiepiscopo concedere. Nec etiam iure communi vel pontificio fit illa commissio archiepiscopo magis quam aliis, tum quia non potest ostendi tale ius, tum etiam quia esset in praeiudicium episcoporum, maxime quia statuta talium conciliorum solent esse de rebus ordinariis et ad singularum dioecesum commune regimen pertinentibus. Adde quod dispensationes in iure communi vel in votis non committuntur archiepiscopo pro dioecesibus suffraganeorum, ut ostendi libro 6 (De voto, cap. 10702). Ergo nec dispensatio in legibus concilii provincialis. 8. Episcopus non est inferior respectu legum synodalium. Tertium dubium simile praecedenti est de singulis episcopis respectu constitutionum propriarum singulorum episcopatuum. Duplicia enim esse possunt huiusmodi statuta seu leges: quaedam conditae a solo episcopo sua auctoritate et voluntate, et de his clarum est posse in illis dispensare ex intrinseca potestate et voluntate, a qua sola pendent; aliae solent esse leges synodales, quae fiunt ab episcopo cum synodo episcopali, et respectu talium legum videtur se habere episcopus tanquam inferior, sicut de archiepiscopo diximus, quia istae leges sunt conciliares, et sic sunt a potestate superiori.
702 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, art. 10, pp. 1188-1189, n. 8; Vivès 14, p. 1091.
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7. El arzobispo está obligado a las leyes del concilio provincial como miembro del mismo. Se concluye de lo expuesto que el arzobispo está ligado a las leyes del concilio provincial como uno de los miembros del mismo e inferior al concilio. De donde, es lógico que no dispense en las leyes del concilio como en las suyas, sino como en las de su superior. Y así, en cuanto a esto, el argumento respecto del arzobispo es el mismo que respecto de los demás. Por lo tanto, todos puedn dispensar en tales leyes en la medida en que les es permitido o concedido. Con lo cual, si el concilio reservase la dispensa de una ley suya, nadie podría dispensar en ella por su propia autoridad, excepto el Sumo Pontífice, el concilio general o el mismo concilio provincial reunido de nuevo. Pero de ordinario, cuando no se hace tal reserva, se entiende que se concede a los obispos la potestad de dispensar a cada uno en su diócesis respectiva y al arzobispo también para la suya solamente y no para las diócesis de los sufragáneos, porque, como dije, no tiene en ellas jurisdicción ordinaria inmediata, excepto en algunas cosas mientras realiza la visita. Se deduce dicha concesión, tanto por la práctica, como porque resulta moralmente necesaria, de modo que no sea necesario acudir al Sumo Pontífice o esperar a otro concilio para cada una de las dispensas, lo que sería un grave incómodo. Objetarás que se pudo encomendar al arzobispo la dispensa de esas leyes. Respondo que ciertamente hubiera podido hacer esta comisión el concilio mismo con el consentimiento de todos los obispos o el Papa por el derecho común; pero de ninguna de estas maneras se les encomienda, pues ni una ni otra constan por la práctica, ni es verosimil que los obispos sufragáneos quieran conceder tan gran potestad al arzobispo. Tampoco el derecho común o el pontificio confieren esta comisión al arzobispo más que a los otros, tanto porque no puede mostrarse tal derecho, como también porque sería en perjuicio de los obispos, maxime porque los estatutos de esos concilios suelen versar sobre asuntos ordinarios y pertinentes al régimen general de cada una de las diócesis. Se añade que las dispensas en el derecho común o en los votos no se comisionan al arzobispo para las diócesis de los sufragáneos, como he mostrado en el libro sobre el voto; luego tampoco la dispensa en las leyes del concilio provincial. 8. El obispo no es inferior respecto de las leyes sinodales. La tercera duda, que es similar a la anterior, se refiere a cada uno de los obispos respecto de las constituciones propias de cada obispado. Estas leyes o estatutos pueden ser de dos maneras; unas son dadas por el solo obispo por su autoridad y voluntad, en las cuales es evidente que puede dispensar en virtud de su potestad intrínseca y de su voluntad, de la que dependen exclusivamente; otras suelen ser leyes sinodales, que son dadas por el obispo a una con el sínodo episcopal; y respecto de estas leyes parece que el obispo se considera como inferior, al igual que se ha dicho del arzobispo, porque esas leyes son conciliares y, por ello, son de potestad superior.
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Nihilominus tamen contrarium verum est, quia iuxta veriorem sententiam in episcopali synodo non est iurisdictio propria et legislativa distincta a iurisdictione episcopi, quia inferiores, qui cum episcopo in ea synodo conveniunt, non habent iurisdictionem propriam episcopalem aut legislativam, sicut habent episcopi convenientes in concilio provinciali; et ideo inferiores clerici cum episcopo convenientes ex se non habent potestatem conferendi illi synodo specialem iurisdictionem ab episcopali distinctam et illa superiorem, quasi ex natura rei resultantem in tali conventu ex consensione omnium, quia hoc non habet fundamentum in supernaturali iurisdictione singulorum, ut ex dictis constat; nec etiam Christus immediate illam confert, neque etiam pontifex nullo enim iure aliquid istorum ostendi potest. Et ideo iurisdictio illius synodi non est alia nisi solius episcopi, et synodus tantum congregatur ut maiori consilio et maturitate ac suaviori modo res ordinentur; quod signficavit Bellarminus (lib. 1, De conciliis, cap. 4703) dicens dioecesanas synodos vix posse concilia appellari, cum in eis ordinarie nullus sit qui iurisdictionem habeat, praeter unum episcopum. Quapropter ita potest episcopus dispensare in constitutione synodi sicut in sua propria, ut expresse docuit Navarrus (in Summa, cap. 25, n. 74, in fine, et in commentario De simonia, n. 4704) et sequitur Sancius (lib. 8, disp. 17, n. 34705), ubi allegat quosdam modernos contrarium sentientes, quia supponunt synodum esse supra episcopum et excommunicationem latae sententiae latam in tali synodo ligare etiam episcopum. Sed hoc sine dubio falsum est et sine fundamento dicitur, quia, per se loquendo, in ea synodo non est alia potestas excommunicandi nisi potestas episcopi, qui non potest ligare seipsum; et ideo leges in tali synodo factae, licet obligent episcopum quoad vim directivam, non tamen quoad coactivam, in quo etiam differunt a legibus concilii provincialis, ut sensit etiam Navarrus (cons. 6, De maioritate et oboedientia, n. 5, in fine706). Est ergo magna differentia etiam quoad dispensationem, nam episcopus dispensat in lege concilii707 provincialis tanquam in lege superioris, in synodali autem tanquam in sua; et ideo longe aliter requiritur iusta causa in utraque dispensatione, iuxta doctrinam inferioris tradendam. 9. De potestate epìscopi in legibus canonicis. Quartum dubium est an episcopus possit solus in legibus canonicis dispensare vel indigeat consensu vel consilio sui capituli. Aliqui enim canonistae dixerunt non posse episcopum dispensare in his legibus sine consensu vel consilio capituli. Videntur autem loqui tam de dispensatione in iure communi seu pontificio aut 703 Robertus Bellarminus, De controversiis christianae fidei adversus huius tempois haereticos t. I Quartae Controversiae generalis De conciliis et Ecclesia lib. I, cap. 4, (Lugduni 1590, col. 878). 704 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 815; et Commentarium resolutorium de simonia mentali et intelligentia, c. Finale De simonia (Opera, t. II, p. 260). 705 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento pp. 70-71, nn. 32-34. 706 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum et responsorum libri quinque t.1, f. 65v. 707 En las ediciones se lee: conciliis.
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Con todo, lo contrario es verdadero, porque, conforme a la opinión más fundada, el sínodo episcopal no tiene una jurisdicción propia y legislativa distinta de la jurisdicción del obispo, ya que los inferiores que se reunen con el obispo en ese sínodo no tienen jurisdicción episcopal propia o legislativa, como la tienen los obispos que se reunen en concilio provincial; por eso, los clérigos inferiores que se reunen con el obispo no tienen de por si potestad de conferir a ese sínodo una jurisdicción especial distinta de la episcopal y superior a ella, como si fuera resultante natural del consenso de todos en esa reunión, ya que esto no tiene fundamento en la jurisdicción sobrenatural de cada uno, como consta por lo dicho; y ni Cristo la confiere directamente ni tampoco el pontífice; en verdad, en ningún derecho puede mostrarse algo de esto. D ahí que la jurisdicción del sínodo episcopal no es otra sino la de cada obispo, y el sínodo se congrega solamente para que los asuntos se ordenen con mayor deliberación y madurez y de un modo más suave; lo que señaló Roberto Belarmino, quien dice que los sínodos diocesanos apenas si pueden llamarse concilios, puesto que en ellos ordinariamente no hay nadie que tenga jurisdicción, excepto uno, el obispo. Por lo cual, el obispo puede dispensar en la constitucion del sínodo como en la suya propia, como enseñó expresamente Martín de Azpilcueta, a quien sigue Tomás Sánchez, que menciona a algunos autores modernos que opinan lo contrario, porque suponen qe el sínodo está por encima del obispo y que la sentencia de excomunión dada en ese sínodo liga también al obispo. Pero esto, sin duda, es falso y se afirma sin fundamento, porque, hablando propiamente, en el sínodo episcopal no hay otra potestad de excomulgar que la del obispo, el cual no puede ligarse a sí mismo, por lo que las leyes dadas en tal sínodo, aunque obliguen al obispo en cuanto a la fuerza directiva, no le obligan, en cambio, en cuanto a la coactiva, en lo que difieren también de las leyes del concilio provincial, como opina Martín de Azpilcueta. Hay, por lo tanto, una gran diferencia incluso en cuanto a la dispensa, pues el obispo dispensa en la ley del concilio provincial como en una ley del superior, pero en la ley sinodal como en una ley suya; por ello, se requiere causa justa de muy distinta manera en una y en otra dispensa, conforme a la doctrina que se expondrá luego. 9. Sobre la potestad del obispo en las leyes canónicas. La cuarta duda es si el obispo puede por sí solo dispensar en las leyes canónicas o si necesita el consentimiento o consejo de su cabildo. Algunos canonistas dijeron que el obispo no podía dispensar en estas leyes sin el consentimiento o consejo del cabildo. Y parecen hablar tanto de la dispensa en el derecho común o
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conciliari quam etiam synodali, nam indefinite imo et universaliter loquuntur, ut patet ex glossa ultima (in c. ultimo, C.1, q. 5708) et ex glossa (in capite Si qui sine 81 d.709, et in c. Ex poenitentibus, d. 50710), ubi Turrecremata sentit de iure veram esse hanc sententiam711, quam etiam tenet Archidiaconus (in c. 1, De filiis presbyterorum, in Sexto712) et Oldradus (cons. 326, n. 6713). Fundamentum est quia dispensatio est actus sollemnis et inter ardua et graviora negotia reputatur, ut dicitur in capaite Didici (in fine, 1, q. 7714). Huiusmodi autem negotia non potest episcopus sine suo capitulo expedire (iuxta c. paenultimo, 15, q. 7715, et c. Quanto, De iis quae fiunt a praelato716, etc.) Aliter vero Hostiensis(in Summa, lib. 3, tit. De iis quae fiunt a praelato, n. 1) distinctione utitur: Nam in magnis, inquit, beneficiis dispensare non potest sine consensu capituli, secus in minimis 717. Sequitur Sylvester (verbo Dispensatio, q. 4718) et refert plures, et Turrecremata (in dicto c. 1, Si qui sine719). 10. Episcopus in suis legibus et constitutionibus dispensare potest. Dico vero in primis indubitatum videri posse episcopum solum et sine consensu capituli dispensare in suis legibus et constitutionibus. Probatur, tum quia talis dispensatio inter minores merito computatur, tum etiam quia talis lex potest ferri ab episcopo sine capitulo, ut supra dixi; ergo multo magis dispensari. Deinde dico, saltem ex consuetudine posse episcopum dispensare in quocumque casu suo sine capitulo. Ita fatetur etiam Turrecremata supra720) cum Archidiacono (in dicto c. Ex poenitentibus), et idem tenet glossa (in c. Cum ex eo, De electionibus, in Sexto, verbo Episcopi721) cum Hostiensi (in c. Dilectus, De tempore ordinationum722); nam de facto ita observant episcopi, et consuetudo posset ius dare, etiam derogando iuri. Dico vero ultimo etiam de iure non habere in hoc actu episcopum dependentiam a capitulo. Ita sentit dicta glossa (in c. Cum ex eo), quam alii ibi sequuntur, et Angelus (verbo Dispensatio, n. 6723). Ratio autem est, quia nec iure divino aut Decretum Gratiani col. 591, lit. g, verbo: fratrumque. En las ediciones se omite: C. 1. Decretum Gratiani col. 385. 710 Decretum Gratiani col. 262. 711 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, f. 193r, n. 5. 712 Archidiaconus [Guidus de Baisio], Super Sexto Decretalium uberrima commentaria (Lugduni 1547, f. 41v, n. 2). 713 Oldradus de Ponte, Consilia et quaestiones s. f, q. 254. 714 C.1 q.7 c.15. 715 C.15 q.7 c.6. 716 X 3.10.5. 717 Hostiensis [Henricus de Segusio], Summa aurea (Augustae Taurinorum 1579, f. 176r). 718 Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 148v. 719 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, f. 242v. 720 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, f. 193r, n. 5. 721 Sextus Decretalium col. 150, lit. s. 722 Segusio, Henricus de [Hostiensis], Commentarium super primo Decretalium libro Cap. Dilectus, De tempore ordinationum (Paris 1512, f. 68v, col. IIII). 723 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, p. 325. 708 709
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pontificio o en el conciliar como también en el sinodal, pues hablan de forma indefinida e incluso general, como se deduce de la Glosa última al canon Praesentium del Decreto y de las Glosas a los cánones Si qui sine y Ex poenitentibus también del Decreto, donde Juan de Torquemada expone que jurídicamente esta opinión es verdadera, y a ella se adhieren Guido de Baisio y Oldrado de Ponte. Esta opinión se fundamenta en que la dispensa es un acto solemne y considerado entre los asuntos arduos y de mayor gravedad, como se afirma en el canon Didici del Decreto. Ahora bien, este tipo de asuntos no puede gestionarlos el obispo sin su cabildo, según el canon Episcopus nullius del Decreto y el canon Quanto de las Decretales. De otro modo, empero, usa de esa distinción Enrique de Segusio, diciendo que: En los beneficios de gran importancia no puede dispensar sin el consentimiento del cabildo, pero sí en los de menor importancia; le siguen Silvestre Prierio, que cita a muchos, y Juan de Torquemada. 10. El obispo puede dispensar en sus leyes y constituciones. Digo en primer lugar que parece innegable que el obispo, solo y sin el consentimiento del cabildo, puede dispensar en sus leyes y constituciones. Se prueba, tanto porque tal dispensa se cuenta con razón entre las de menor importancia, como también porque esa ley puede darla el obispo sin el cabildo, como afirmé antes; luego, con mas razón puede dispensar en ella. Afirmo, además, que al menos por la costumbre, puede el obispo dispensar en cualquier supuesto sin el cabildo. Así lo afirman también Juan de Torquemada, Guido de Baisio, la Glosa al canon Cum ex eo del Libro Sexto y Enrique de Segusio, pues de hecho así lo observan los obispos, y la costumbre puede dar un derecho, incluso derogando una norma. Digo finalmente que tampoco por el derecho tiene el obispo en ese acto dependencia del cabildo. Así opina la Glosa citada al canon Cum ex eo de las Decretales, opinión que siguen algunos otros y Ángel Clavasio. La razón es que ni
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naturali est necessarius concursus capituli cum episcopo ad dispensandum, nec ex iure positivo Ecclesiae; ergo. Antecedens quoad ius divinum patet, quia iurisdictio episcoporum, vel non est absolute de iure divino, et ita neque habet modum praescriptum ex divino iure, vel eo modo quo est de iure divino pertinet ad monarchicum regimen immediatum. Unde non est cur fingatur data cum illa limitatione, neque etiam in iure naturali id potest habere fundamentum. 11. [Ius canonicum hanc sententiam confirmat.] De iure autem ecclesiastico probatur, quia ubicumque iura canonica committunt dispensationem episcopo de illo solo loquuntur, nulla facta mentione Capituli (c. At si clerici, § De adulteriis724, et c. Cum ex eo725) cum similibus, quae ibi glossa refert726. Et eodem modo loquitur Concilium Tridentinum (sess. 14, cap. 7; sess. 24, cap. 6 et sequentes727). Quod vero dicunt aliqui, subintelligendam esse conditionem de concursu capituli, gratis dicitur, cum id nullibi sit expressum. Et declaratur tandem, nam tribus modis potest intelligi concursus capituli, scilicet, per solam praesentiam, per consensum et per consilium. Doctores enim allegati ambigue, nunc de uno nunc de altero modo loquuntur. Primum significat glossa quaedam et alii, dum dicunt requiri ad sollemnitatem actus, et ut de illo possit sufficienter constare; sed hoc frivolum est, quia nec dispensatio per se requirit tantam sollemnitatem, nec ullo iure postulatur, et aliis modis potest sufficienter de dispensatione constare. Secundum vero nimium est, quia etiam in dicto capite Quanto non dicitur cum consensu, sed cum consilio, et eodem modo loquitur caput Novit (De iis quae fiunt a praelato, etc728). Et ita non requiritur consensus nisi in casibus expressis, qui ordinarie spectant ad ius vel indemnitatem Ecclesiae seu capituli. Tertium vero de consilio fortasse habet aliquam probabilitatem de antiquo iure et in rebus arduis; sed iam non est necessaria talis forma, ut consuetudo et posteriora iura probant, maxime quia dispensatio per se non reputatur ex rebus arduis, quae requirunt consilium capituli, ut notat Federicus de Senis (cons. 40, in fine)729, et indicat Sylvester (supra730), qui solum excipit dispensationes quae possent cedere in praeiudicium Ecclesiae, quod intelligendum puto de praeiudicio contra ius proprium Ecclesiae vel capituli; unde non placet exemplum de dispensatione ad ordines, quo utitur Sylvester, nam talis dispensatio per se nullum praeiudicium affert.
X 2.1.4. § 2. In VI 1.6.34. 726 Decretales D. Gregori col. 524 s. 727 COD, 717; 764-765. 728 X 3.10.4. 729 Federicus Petrucius de Senis, Quaestiones s. f. 730 Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 1480v. 724 725
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por derecho divino o natural es necesario el concurso del cabildo con el obispo para dispensar, y tampoco por el derecho positivo de la Iglesia; luego. El antecedente respecto al derecho divino está claro, porque la jurisdicción de los obispos, o no es en términos absolutos de derecho divino y por ello no tiene un modo regulado por el derecho divino, o del modo en que es de derecho divino corresponde al régimen monárquico inmediato. Con lo cual, no hay razón para suponer que está dada con esa limitación, ni tal cosa puede tener fundamento en el derecho natural. 11. [El derecho común confirma la opinión expuesta.] Se prueba esta opinión por el derecho eclesiástico, pues, doquiera que las normas canónicas encomiendan la dispensa al obispo, hablan de él solo, sin mención alguna del cabildo, como en los cánones At si clerici de las Decretales y Cum ex eo del Libro Sexto y otros similares, que la Glosa refiere. Del mismo modo se expresa el Concilio Tridentino. En verdad, lo que afirman algunos, que se ha de sobrentender la condición del concurso del cabildo, se afirma sin fundamento, puesto que esto no se expresa en ninguna parte. Se manifesta finalmente porque el concurso del cabildo se puede entender de tres maneras, es decir, por la sola presencia, por el consentimiento y por el consejo. En verdad, los doctores citados hablan de forma ambigua, ora de un modo, ora de otro. La primera manera la señalan la Glosa y algunos autores, al afirmar que el concurso del cabildo se requiere para la solemnidad del acto; pero esto es una frivolidad, ya que ni la dispensa requiere por sí misma tanta solemnidad, ni es exigida por derecho alguno, y de la dispensa puede quedar constancia suficiente de otras maneras. La segunda, en cambio, es excesiva, porque incluso en el canon Quanto de las Decretales no se dice: con el consentimiento, sino: con el consejo, y del mismo modo se expresa el canon Novit de las Decretales. Así pues, no se requiere el consentimiento salvo en casos expresos, que de ordinario se referen al derecho o a la indemnidad de la Iglesia o del cabildo. En cuanto a la tercera, el consejo, tiene quizás alguna probabilidad en virtud del derecho antiguo y en asuntos arduos; pero ya no es necesaria tal forma, como prueban la costumbe y las normas jurídicas posteriores, principalmente porque la dispensa por sí misma no se considera entre las cosas arduas, que requieren el consejo del cabildo, como observa Federico de Senis y lo señala Silvestre de Prierio, el cual exeptúa sólo las dispensas que podrían ceder en perjuicio de la Iglesia, lo cual pienso se ha de entender del perjuicio contra el derecho propio de la Iglesia o del cabildo; de donde, no parece bien el ejemplo de la dispensa para la recepción de órdenes, que usa Silvestre Prierio, porque esa dispensa por sí misma no conlleva perjuicio alguno.
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CAPUT XVI Utrum habentes potestatem ordinariam ad dispensandum in legibus habeant etiam ad commutandum 1. Summus Pontifex potest leges suas commutare et illis dispensare. Sensus quaestionis est an liceat legislatoribus vel praelatis quando relaxant vinculum legis opus aliquod, vel personale vel pecuniarium, imponere. Id enim videtur in usu esse, et tamen non est facile rationem illius reddere et iustitiam vel potestatem explicare. Primo ergo de Pontifice Summo, et idem erit cum proportione in quolibet principe supremo in suo ordine, omnes fatentur posse hoc modo leges suas dispensare et commutare, quia hoc non est per se malum, ut constat et in sequentibus declarabitur, nec potest esse prohibitum Papae, cum supremam potestatem habeat, nec alicubi invenitur talis prohibitio, ut etiam ostendetur a fortiori. Imo habemus talis dispensationis exemplum in capite Licet (De feriis731), ubi Pontifex dispensat in quadam piscatione in die festo cum onere cuiusdam eleemosynae; nam, licet quidam summistae dixerint illud onus esse consilii, non necessitatis, vim faciunt textui et verbis eius, quia illa indulgentia sub tali conditione vel modo conceditur per haec verba: Ita quod post factam capturam ecclesiis circumpositis et pauperibus congruam faciant portionem. Concessio autem sub conditione vel modo inducit necessitatem adimplendi conditionem, si quis dispensatione utatur, ut recte viderunt ibi Panormitanus732, Antonius et alii; et Navarrus (in Summa, cap. 13, n. 9733) cum Angelo et Caietano; et idem dixi in primo tomo De religione (tract. 2, lib. 2, cap. 19, n. 7 et latius, cap. 33, a n. 5734). Et in dispensationibus, praesertim in matrimonii impedimentis et aliis similibus, hoc observat consuetudo romana, ut late explicui dicto tomo 1 (De religione, tract. 3, lib. 4, De simonia, cap. 20, n. 11 et 12735). 2. Episcopi et alii inferiores legislatores possunt in legibus suis dispensare per modum commutationis. Secundo videtur etiam extra controversiam positum posse episcopos seu alios inferiores legislatores dispensare in suis legibus, non pure sed per modum X 2.9.3. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars prima, f. 151r; Antonius de Butrio, Super tertio libro Decretalium (Venetiis 1503, f. 222r). 733 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 258-259. En las ediciones se lee: cap. 3 734 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. I, De religione, de praeceptis illius et vitiis contrariis tract. II, De praeceptis affirmativis religionis lib. 2 (Conimbricae 1608, pp. 364 et 411414; Vivès 13, pp. 334 et 376-377). 735 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. I, De religione, de praeceptis illius et vitiis contrariis tract. III, De vitiis religioni contrariis lib. 4, pp. 800-801 (Vivès 13, p. 730). 731 732
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CAPÍTULO XVI Sobre si los que tienen potestad ordinaria para dispensar en las leyes la tienen también para conmutarlas 1. El Sumo Pontífice puede conmutar sus leyes y dispensar en ellas. El sentido de la cuestión es si pueden los legisladores o prelados imponer algún esfuerzo, personal o pecuniario, cuando relajan el vínculo de la ley. Esto, en efecto, parece estar en uso y sin embargo no es fácil dar una razón de ello y explicar la justicia o la potestad. Así pues, en primer lugar acerca del Sumo Pontífice, y lo mismo habrá que decir con la debida proporción sobre cualquier príncipe supremo en su orden, todos reconocen que puede dispensar y conmutar sus leyes del modo dicho, ya que esto no es por sí mismo malo, como es evidente y se aclarará en las líneas que siguen, ni puede estar prohibido al Papa, puesto que tiene la potestad suprema, ni se halla tal prohibición en parte alguna, como se mostrará con mayor razón. Más aún, tenemos un ejemplo de ese tipo de dispensa en el canon Licet de las Decretales, donde el Papa dispensa en cierta pesca realizada en día festivo con la carga de una limosna; pues, aunque ciertos sumistas afirmaran que dicha carga era de consejo, no de necesidad, violentan el texto y sus palabras, dado que esa indulgancia bajo tal condición o modo se concede mediante estas palabras: De modo que, después de hecha la captura, dé una porción justa a las iglesias de alrededor y a lo pobres. Ahora bien, la concesión bajo condición o modo induce necesidad de cumplir la condición, si el interesado usa de la dispensa, como opinaron con razón Nicolás de Tudeschis, Antonino de Florencia y otros; y Martín de Azpilcueta, con Ángel Clavasio y Tomás de Vio; y lo mismo dije yo en el primer tomo del tratado De religione. En cuanto a las dispensas, en particular en los impedimentos matrimoniales y en otras similares, esto lo observa la costumbre romana, como he expuesto ampliamene en dicho tomo del tratado De religione, en el libro cuarto De simonia. 2. Los obispos y otros legisladores inferiores pueden dispensar en sus leyes por la modalidad de conmutación. En segundo lugar, parece también que está fuera de controversia que los obipos y otros legisladores inferiores pueden dispensar en sus leyes, no simplemente,
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commutationis aut compensationis. Ita supponit ut manifestum Sancius (lib. 8, De matrimonio, disp. 14, n. 1736), licet neminem alleget, quia non videtur fuisse hoc in controversia positum. Rationem reddit quia huiusmodi leges a voluntate episcopi vel similis legislatoris pendent; ergo ex iusta causa potest eadem voluntate relaxare legem vel omnino vel partim, in aliud opus illam obligationem commutando. Item quia eadem est proportio inter episcopum et suam legem quae est inter pontificem et suam, nam in utroque pendet obligatio legis a propria voluntate respective et in neutro deest potestas ad imponendum novum onus loco alterius. Eadem enim potestas, quae fuit sufficiens ad legem ferendam, erit etiam sufficiens ad aliam obligationem loco illius imponendam. 3. [An episcopi et alii inferiores legislatores possint dispensare in legibus superioris per modum commutationis seu compensationis.] Nihilominus tamen de episcopis seu inferioribus dispensantibus in lege superioris negant aliqui posse dispensare commutationem miscendo seu compensationem exigendo, sed solum pure relaxando legem, si causa exigat vel iuste id permittat. Ita tenet Sancius (supra n. 2, et latius lib. 3, disp. 10, a n. 8737), ubi refert Sotum (Quartum, d. 28, q. unica, a. 2738), ubi specialiter loquitur de dispensatione in denunciationibus matrimonii, dicitque ubi iusta causa dispensandi subest iniquissimum esse aliquam mulctam imponere etiam pro ecclesiae fabrica. Et potest ad idem allegari Navarro (cons. 18, De poenitentiis et remissionibus, n. 3) dicens peccare praelatum concedentem dispensationem subdito, quae iure communi competit, pro aliquo adiutorio temporali, et intelligit etiam pro eleemosyna facienda, ut ex numero 4 constat739, quia non est pecunia dandum quod iure communi gratis debetur, iuxta legem 2 (D, De conditione ob turpem causam740). Fundamentum esse potest multiplex. Primum, quia illa actio est iniusta si dispensatio habet iustam causam, quod indicant Navarrus et Soto. Secundum, quia in episcopis vix potest excusari a labe simoniae, ut ait etiam Navarrus et indicat Tabienus (verbo Simonia n. 51741) Tertium et magis proprium, quia hoc excedit potestati episcopi aut similis dispensantis in lege superioris, nam ipse non posuit obligationem talis legis, nec fortasse potuisset illam ferre; ergo nec potest aliquam obligationem ponere loco obligationis talis legis. Probatur consequentia, quia a superiore solum illi commissum est ut tollat vinculum legis suae quando iustum fuerit, non vero ut aliud onus imponat, et praelatus non plus potest in illo actu quam ei sit commissum, neque habet aliquem iustum titulum ad imponendum tale onus. Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 57. Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus pp. 222223, nn. 8 et 9. 738 Soto, Dominicus, In quartum Sententiarum dist. 28, quaest. unica, art. 2 (Salmanticae 1570). 739 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum et responsorum... t. II, f. 162v. 740 D 12.5.2. 741 Ioannes Tabieno, Summae Tabienae pars secunda, p. 666. 736 737
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sino por la modalidad de conmutación o compensación. Así lo da por evidente Tomás Sánchez, anque no alegue a nadie, porque no parece que esto se haya puesto en controversia. La razón que da es que este tipo de leyes dependen de la voluntad del obispo o de un legislador similar a él; luego, por una causa justa puede con la misma voluntad relajar la ley en todo o en parte, conmutando la obligación de la ley por otra carga. Asimismo, porque hay la misma proporción entre el obispo y su ley que la que hay entre el Papa y la suya, pues en ambos casos la obligación de la ley depende de la propia voluntad respectivamente y en ningún caso falta la potestad para imponer una nueva obligación en lugar de la otra. En efecto, la misma potestad, que fue suficiente para dar la ley, será también suficiente para imponer en su lugar otra obligación. 3. Si los obispos y otros legisladores inferiores pueden dispensar en las leyes del superior por la modalidad de conmutación o compensación. No obstante, respecto de los obispos e inferiores que dispensan en una ley del superior, algunos niegan que puedan dispensar mezclando una conmutación o exigiendo una compensación, sino sólo y simplemente relajando la ley, si la causa lo exige o lo permite en justicia. Lo sostiene Tomás Sánchez, que cita a Domingo de Soto, quien habla en particular de la dispensa respecto de las proclamas matrimoniales, y afirma que cuando hay una causa justa para dispensar se infiere que es muy inicuo imponer una multa, incluso para la fábrica de la iglesia. Puede alegarse en este sentido a Martín de Azpilcueta, quien afirma que peca el prelado que concede al súbdito una dispensa que le compete por el derecho común, en razón de alguna ayuda temporal, y entiende que también se ha de aplicar a la limosna, porque no se ha de dar dinero para conseguir lo que por derecho se debe dar gratis, conforme a la ley Ut puta dedi tibi del Digesto. El fundamento de esta opinión es múltiple. Primero, que esa acción es injusta si la dispensa tiene una causa justa, lo que señalan Martín de Azpilcueta y Domingo de Soto. Segundo, que respecto a los obispos, apenas se les puede excusar de pecado de simonía, como dice Martín de Azpilcueta y señala Juan Tabieno. Tercero y más propio, que esto excede la potestad del obispo y del similar que dispensa en una ley del superior, pues no fue él mismo quien puso la obligación de tal ley, y quizás ni habría podido dar esa ley; luego tampoco puede poner obligación alguna en lugar de la obligación de tal ley. Se prueba la consecuencia, porque el superior sólo le ha confiado que quite el vínculo de su ley cuando fuere justo, pero no que imponga otra carga, y el prelado no puede en cuanto a ese acto más de lo que se le ha confiado, y no tiene título justo alguno para imponer tal carga.
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Et confirmatur, quia alias posset episcopus sua voluntate et sine alia causa commutare opus legis in aliud opus pium sicut potest in votis facere, quod sine dubio falsum est. Confirmatur secundo ex Tridentino (sess. 25, cap. 18, De reformatione742) praecipiente dispensationes gratis dari; non fit autem gratis quod fit onere imposito, etiamsi titulo eleemosynae imponatur. 4. Potest episcopus dispensare in lege superioris per modum compensationis. Haec vero sententia, ita indefinite et nude prolata, mihi probari non potest; et ita contrarium absolute docui in dicto tomo 1 De religione (tract. 2, lib. 2, cap. 33, n. 10, et tract. 3, lib. 4, cap. 20, n. 15) estque sententia Panormitani (in dicto c. Licet. n. 4743) et in rubrica De observatione ieiuniorum (n. 9), ubi alii doctores communiter in dispensatione ieiunii facta per episcopum vel alios praelatos non solum approbant compensationem, sed etiam consulere videntur. Et idem habet Innocentius ibi (c. 1744), quem refert et sequitur Palude (in Quartum, d. 15, q. 4, a. 13745) et omnes sumistae et doctores tractantes de ieiunio; et idem tenet Caietanus (I II, q. 97, a. 4746). Est praeterea consuetudo valde communis, tam in ieiuniis quam in dispensationibus circa opera servilia in die festo et circa praeceptum recitandi horas canonicas et similia. Ratio vero esse potest quia hoc non est per se malum, nec est prohibitum inferioribus praelatis, nec excedit illorum facultatem; ergo possunt id facere, et licite et valide. Antecedens quoad primam partem patet facile respondendo ad duas primas rationes, quia in tali commutatione non intercedit iniustitia; nam, licet detur causa iusta relaxandi legem, potest illi satisfieri miscendo aliquam compensationem, quae ex parte suppleat intentionem legislatoris, quia non impeditur ex vi talis causae; imo interdum contingere potest ut causa sit iusta et sufficiens ad relaxandum hoc modo et non ad puram remissionem, sicut in votis dicere solemus; quoad hoc enim fere eadem est ratio, ut ostendam. Ac denique, licet causa sit talis ut propter illam possit iuste dispensari pure, nihilominus potest non obligare ad sic dispensandum; et ita sine iniustitia poterit aliqua recompensatio imponi dummodo iusto titulo imponatur, ut declarabo. Deinde potest in tali remissione nulla simonia nec umbra eius commiti, ut in dicto capite 20 late declaravi, et est manifiestum in commutationibus votorum; item est clarum quando non intercedit pecunia, nec fit compensatio per modum redemptionis sed purae commutationis, imponendo opus orationis aut simile. Denique, etiamsi onus pecuniarium imponatur, si nullo modo in utilitatem imponentis, sed ad pia opera pure et sincere applicetur, cessat omnis suspicio simoniae. Ergo talis modus recompensationis non est per se seu intrinsece malus, nulla enim deordinatio intrinseca cogitari potest. COD, 794-795. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars prima, f. 151r; et In tertium librum Decretalium f. 226v. 744 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super lilbros quinque decretalium f. 457v, n. 2. 745 Petrus de Palude, In Quintum Sententiarum dist. 15, quaest. 4, art. 13 (Salmanticae 1552). 746 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 306. 742 743
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Se confirma, porque de otro modo el obispo podría conmutar, por su voluntad y sin otra causa, el acto propio de la ley por otro acto piadoso, como puede hacer en los votos, lo cual sin duda es falso. Se confirma en segundo lugar por el Concilio Tridentino, que ordena que las dispensas se concedan gratuitamente; y no se hace gratis lo que se hace imponiendo una carga, aunque sea a título de limosna. 4. El obispo puede dispensar en la ley del superior por la modalidad de compensación. En verdad, esta opinión, así expuesta de forma indefinida y simple, a mi parecer, no puede probar nada; así lo hice ver en términos absolutos en el tratado De religione; es también la opinión de Nicolás de Tudeschis y otros doctores, que en general no sólo aprueban la compensación en la dispensa del ayuno hecha por el obispo u otros prelados, sino que parece que la aconsejan. Lo mismo sostiene Inocencio IV, a quie cita y sigue Pedro Palude, y todos los sumistas y doctores que tratan del ayuno; lo mismo afirma Tomás de Vio. Además, es una costumbre muy común, tanto en los ayunos como en las dispensas sobre los trabajos serviles en día festivo y sobre el precepto de recitar las horas canónicas y similares. Realmente, la razón puede ser que esto no es de por sí malo, ni está prohibido a los prelados inferiores, ni sobrepasa sus posibilidades; luego pueden hacerlo lícita y válidamente. El antecedente, en su primera parte, se evidencia fácilmente respondiendo a las dos primeras razones, porque en esa conmutación no interviene la justicia; pues, aunque haya causa justa para relajar la ley, puede aceptarse la mezcla de una compensación, que supla parcialmente la intención del legislador, ya que no se impide en virtud de tal causa; aún más, a veces puede suceder que la causa sea justa y suficiente para relajar la ley de este modo y no para la simple remisión, como solemos afirmar respecto a los votos; en cuanto a esto, por lo demás, la razón es casi la misma, como demostraré. Finalmente, si bien la causa sea tal que gracias a ella se pueda efectuar justamente la dispensa sin más, sin embargo puede no obligar a dispensar de esa manera; y así podrá imponerse alguna recompensa sin cometer injusticia, con tal de que se imponga por justo título, como aclararé. Además, en esa remisión no cabe cometer simonía ni sombra de ella, como aclaré en el capítulo XX del tratado De religione, y es evidente en las conmutaciones de los votos; igualmente es claro en los casos en que no interviene dinero, ni se hace compensación a modo de redención, sino de simple conmutación, imponiendo la carga de orar u otra semejante. Por último, aunque se imponga una carga pecuniaria, si no se aplica en modo alguno a la utilidad de quien la impone, sino simple y llanamente para obras pías, cesa toda sospecha de simonía. Luego, este modo de recompensa no es de por sí o intrínsecamente malo, pues no puede imaginarse desorden intrínseco.
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5. [Secunda pars antecedentis probatur.] Secunda vero pars antecedentis, nimirum, hoc non esse malum quia prohibitum his praelatis, probatur, quia nulla potest ostendi lex ecclesiastica hoc prohibens; etenim, si qua esset, maxime decretum illud Concilii Tridentini (sess. 25, cap. 18747), at illud in primis non loquitur de dispensationibus tantum episcoporum seu inferiorum praelatorum, sed simpliciter de dispensatione legum. Unde tota illa doctrina sine dubio generalis est, etiam de dispensationibus Papae, ut patet ex principio capitis et ex absoluto loquendi modo et ex illa distributione posita in fine capitis: A quibuscumque ad quos dispensatio pertinebit; at pontifices quando dispensant imponendo similia onera non derogant illi decreto, alias non recte facerent passim et sine speciali causa illud transgrediendo. Deinde lex illa etiam comprehendit dispensationes episcoporum in propriis legibus, ut ex eadem verborum consideratione et ponderatione constat, et tamen in illis non censetur prohibitus hic modus compensationis; ergo nec in aliis. Denique qui commutat votum, gratis commutat, sive imponat onus personale sive reale, dummodo non propter temporalem utilitatem, sed propter operis pietatem, compensationem faciat. Unde in illo decreto hoc solum intenditur ut nihil temporale exigatur propter dispensationem, non solum per modum pretii, verum etiam nec per modum stipendii aut congruae sustentationis, ut in dicto capite 20 (nn. 14 et 15) late explicavi, ubi etiam sic exposui sententiam Navarri, Tabienae et aliorum. In compensatione autem vel commutatione de qua loquimur non imponitur unum opus loco alterius eo titulo, id est, propter dispensationem, sed pure propter opus pietatis vel divinum cultum, ut supponimus. Ergo prohibitio illa concilii nihil ad rem praesentem spectat; et praeter illam, nulla alia affertur, nec ego illam hactenus inveni. Non est ergo hoc malum quia prohibitum. 6. [Tertia pars antecedentis probatur.] Tertia denique pars antecedentis, scilicet, quod potestas non desit, patet, quia auctor legis habet potestatem hoc modo dispensandi in lege, ut supponitur; ergo potest committere inferiori ut eodem modo dispenset quando illi videbitur expedire; quid enim obstat quominus id possit? Si autem potest, ergo quoties absolute et simpliciter committitur dispensatio sine ulla declaratione vel limitatione, intelligitur ut eo modo possit fieri quo commissarius prudenter iudicaverit expedire. Ergo non limitatur potestas ad relaxationem per puram ablationem, sed extenditur ad mixtam cum aliqua recompensatione, nam haec saepe esse potest, non solum iusta sed etiam melior et utilior animae; ac subinde, magis secundum intentionem legislatoris.
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COD, 794-795.
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5. [Se prueba la segunda parte del antecedente.] De hecho, la segunda parte del antecedente, o sea, que esto no es malo porque esté prohibido a los prelados, se prueba porque no se puede mostrar ninguna ley eclesiástica que lo prohíba; y verdaderamente, si hubiese alguna, lo sería en primer lugar el decreto citado del tridentino, pero ese decreto no habla principalmente de las dispensas sólo de los obspos o prelados inferiores, sino simplemente de la dispensa de las leyes. Con lo cual, toda esa doctrina es sin duda general, incluyendo las dispensas del Papa, como se pone de manifiesto desde el principio del capítulo, por el modo absoluto de hablar y la distribución puesta al final del capítulo: Por cualesquiera a los que corresponderá la dispensa; pero los papas, cuando dispensan imponiendo tales cargas no derogan ese decreto, de otro modo obrarían con frecuencia de forma incorrecta transgrediéndolo. Además, esa ley comprende tamién las dispensas de los obispos en sus propias leyes, como se deduce de la misma consideración y ponderación de las palabras; y, no obstante, en ellas no se considera prohibido este modo de compensación; luego tampoco en las otras. Por último, quien conmuta el voto, imponga una carga personal o real, lo hace gratuitamente, con tal de que haga la compensación no por utilidad material sino por la piedad de la carga que impone. De donde, en ese decreto sólo se intenta que no se exija nada material por la dispensa, no solamente a modo de precio sino tampoco como estipendio o congrua sustentación, tal como expliqué ampliamente en el citado capítulo XX del tratado De religione, donde también expuse la opinión de Martín de Azpilcueta, Juan Tabieno y otros. Ahora bien, en la compensación o conmutación de la que hablamos no se impone una carga en lugar de otra por ese título, o sea, por causa de la dispensa, sino simplemente por la obra de piedad o el culto divino, como suponemos. Luego, aquella prohibición del concilio en nada afecta al tema presente; y fuera de ella, ninguna otra se alega, y tampoco yo la he hallado hasta ahora. Luego no es esto malo porque esté prohibido. 6. [Se prueba la tercera parte del antecedente.] Finalmente, la tercera parte del antecedente, esto es, que no falta potestad, es claro, porque el autor de la ley tiene potestad de dispensar de este modo en la ley, como se supone; luego puede encomendar a un inferior para que dispense del mismo modo cuando le pareciere oportuno, pues ¿qué es lo que impide que lo pueda? Y si puede, consecuentemente, cuantas veces se encomienda la dispensa absoluta y simplemente, sin más declaración o limitación, se entiende que puede actuar del modo que el comisario juzgare prudentemente que conviene. Luego, no se limita la potestad a la relajación por la simple separación, sino que se extiende a la relajación mixta con alguna compensación, pues ésta con frecuencia puede ser, no sólo justa sino también mejor y más útil para el alma; y por lo tanto, más en consonancia con la intención del legislador.
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7. Concessa potestate dispensandi intelligitur potestas commutandi. Unde optima est etiam illa ratio, qua usi sumus in libro 6 (De voto, cap. 12748), potestatem dispensandi esse maiorem quam commutandi et virtute illam includere; et ita, concessa potestate dispensandi, intelligi concessam potestatem commutandi, quod saltem in potestate ordinaria omnes admittunt. Ergo ita est in praesenti dicendum. Respondent, licet ita sit in voto, secus esse in lege, nam in voto, quando commutatur, non aufertur obligatio voti, nec aliqua de novo imponitur, sed fit tantum mutatio in materia, et ideo minus fit quam cum, per dispensationem, aufertur tota obligatio; ideoque maior est potestas dispensandi. At vero in praesenti maior est potestas commutandi, quia749 est750 potestas auferendi unam obligationem legis et imponendi aliam alterius rationis; potestas autem pure dispensandi solum est ad auferendam obligationem. Sed hoc non recte dicitur, quia etiam in voto aufertur per commutationem una obligatio et ponitur alia, non enim possunt esse una numero, mutata materia et promissione, licet fortasse ibi sint eiusdem speciei, et in commutatione legis mutetur species virtutis, quod parum refert ad intentam differentiam. Et deinde potestas dispensandi non dicitur maior respectu plurium effectuum, sed respectu relaxationis obligationis; et sic negari non potest quin sit maior ablatio obligationis simpliciter illa quae fit per puram relaxationem quam quae fit per recompensationem. Et hoc modo dicimus legislatorem qui committit absolutam dispensationem a fortiori committere commutationem et hanc in illa includi, quia respectu legis et legislatoris minor relaxatio est. Denique sicut in commutatione voti obligatio quae relinquitur non inducitur sine consensu dispensati, et per modum cuiusdam pacti, et ideo non excedit potestatem dispensantis, ita in praesenti commutatio illa non fit sine consensu dispensati acceptantis unam obligationem loco alterius et ideo non excedit potestatem dispensantis, sive obligatio acceptata sit eiusdem sive alterius rationis. Declaratur exemplo patrisfamilias committentis oeconomo potestatem remittendi debitoribus si oportuerit, nam a fortiori censetur dare potestatem componendi vel commutandi debitum, etiamsi species debiti vel obligationis mutetur; semper enim domini negotium melius agitur; et licet fines servandi sint, melior causa mandantis fieri potest, ut dicitur in lege Diligenter (D, Mandati751). Ergo similiter in praesenti. 8. Differentia inter obligationem voti et legis. Ex dictis ergo satis responsum est ad fundamentum contrariae sententiae, solumque superest neganda sequela quae in prima confirmatione fit, nimirum, 748 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto, tract. VI, De voto quaest. 88, art. 10, pp. 1195-1196, n. 1; Vivès 14, p. 1097. 749 En las ediciones se lee: quam. 750 En las ediciones se omite: est. 751 D 17.1.5.
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7. La potestad de dispensar conlleva la potestad de conmutar. Con lo que es óptima también aquella razón que hemos utilizado en el libro VI De voto, que la potestad de dispensar es mayor que la de conmutar y que virtualmente la incluye; así pues, concedida la potestad de dispensar, se entiende concedida la potestad de conmutar, lo que admiten todos, al menos en cuanto a la potestad ordnaria. Luego así se ha de afirmar en este momento. Responden que, aunque así sea en el voto, en la ley sucede al contrario, pues en el voto, cuando se conmuta, no se quita la obligación del voto ni se impone una de nuevo, sino que se hace sólo cambio en la materia; por ende, se hace menos que cuando por la dispensa se quita toda la obligación; y por ello, es mayor la potestad de dispensar. Pero en nuestro caso es mayor la potestad de conmutar, porque es la potestad de quitar una obligación de la ley e imponer otra de otro tipo, mientras que la potestad simple de dispensar sólo sirve para quitar la obligación. Ahora bien, esto no está bien explicado, puesto que en el voto mediante la conmutación también se quita una obligación y se impone otra; pues, una vez cambiada la materia y la promesa, no pueden ser una en número, aunque quizá sean de la misma especie y en la conmutación de la ley se mude la especie de la virtud, lo cual en nada sirve para la diferencia pretendida. Además, la potestad de dispensar no se dice mayor con relación a muchos efectos, sino respecto de la relajación de la obligación; y así, no puede negarse que es mayor remoción de la obligación simplemente la que se realiza por pura relajación que la que se hace por recompensa. De esta manera decimos que el legislador que encomienda la dispensa de forma absoluta, a fortiori encomienda la conmutación e incluye ésta en aquella, pues respecto de la ley y del legislador es menor relajación. Finalmente, como en la conmutación del voto la obligación que resta no se induce sin consentimiento del dispensado por modo de cierto pacto y, por eso, no excede la potestad de quien dispensa, así en el momento presente esa conmutación no se hace sin el consentimiento del dispensado, que acepta una obligación en el lugar de la otra y, por eso, no excede la potestad de quien dispensa, sea la obligación aceptada de la misma especie o de otra. Se aclara con el ejemplo del padre de familia que confia al ecónomo la potestad de perdonar a los deudores si conviniere, pues se estima que a fortiori da la potestad de componer o de conmutar la deuda, aunque se cambie la especie de la deuda u obligación, ya que siempre se trata mejor el negocio del dueño; y aunque los fines se han de guardar, puede cumplire mejor la causa del mandante, como se dice en la ley Diligenter del Digesto. Luego, del mismo modo en el caso presente. 8. Diferencia entre la obligación del voto y la de la ley. Así pues, por lo dicho se responde suficientemente al fundamento de la opinión contraria y sólo queda por negar la consecuencia que se hace en la primera
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posse episcopum sine causa mutare obligationem legis et aliud opus loco illius imponere, sicut in votis fieri potest. Negatur ergo sequela. Et in primis, si sermo sit de opere minori vel etiam aequali, etiam in votis id non est verum, ut in libro 6 (De voto, cap.19) probavi752; si vero sit sermo de opere evidenter meliori, sic est diversa ratio in voto et in lege, nam votum etiam propria auctoritate voventis potest commutari in opus evidenter melius, ut ibidem capite 18 probavi753, quod de lege dici non potest. Et ratio differentiae est, quia voti obligatio oritur ex voluntaria promissione facta Deo, qui semper intelligitur acceptare in solutione quidquid melius est; at vero legis obligatio est necessaria, ut ab alio imposita, et ideo praecise est ad solvendum in tali specie. Nec inferiori committitur potestas mutandi hanc obligationem quomodocumque, sed per modum relaxationis, quando fuerit necessaria vel maxime conveniens; et ideo, quando nulla est necessitas, nulla est etiam potestas mutandi obligationem, etiam in opus melius. Neque est ulla ratio praesumendi hoc esse magis gratum legislatori, quia licet opus fortasse sit melius, magis, per se loquendo, expedit communi bono ut lex, quae communis est regula, immutabiliter et uniformiter observetur. Unde fortasse neque ipse legislator potest prudenter talem commutationem facere sine iusta causa. Erit tamen sufficiens si intelligat fore utiliorem subdito, praesertim ad bonum animae, et sine ulla offensione aliorum posse observari. 9. Dicta resolutio temperanda. Ultimo tamen temperanda est dicta resolutio ut locum habeat in legibus per quas subditi obligantur ad aliqua onera, a quibus per dispensationem eximuntur; non vero in illis legibus quae non feruntur per se ad imponenda onera subditis, sed propter alios iustos fines pertinentes ad commune bonum, propter servandum debitum ordinem vel vitanda aliqua incommoda. In prioribus enim legibus optime cadit dispensatio mista commutationi, quia onus cum onere servat proportionem ad compensationem faciendam, ut si lex imponat talem poenam et subsit causa non imponendi illam in specie vel tollendi illam iam incursam, iustissima esse poterit commutatio, et in hoc casu canones saepe docent esse faciendam vel permittendam754, ut sumitur ex dicto capite At si clerici (§ De adulteriis755), et ex Tridentino (sess. 24, cap. 6, cum similibus756); et interdum poterit iustae dispensationi misceri pecuniaria compensatio. Sic ergo in legibus quae praecipiunt aliqua onera virtutis vel religionis poterit iusta dispensatio fieri cum commutatione in aliud opus facilius et cui non obstet causa dispensationis; et sic procedunt omnia dicta. At vero sunt aliquae leges quae per se non imponuntur propter opus exhibendum a subdito, sed praecise propter 752 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, art. 10, p. 1241, n. 22; Vivès 14, p. 1140. 753 Ibíd, p. 1230, n. 4; Vivès. 754 En las ediciones se lee praemittendam. 755 X 2.1.4 § 2. 756 COD, 764-765.
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confirmación, o sea, que el obispo puede cambiar sin causa la obligación de la ley e imponer otra obra en su lugar, como se puede hacer en los votos. Se niega, pues, la consecuencia. En primer lugar, si se trata de una carga menor o hasta igual, esto incluso en los votos no es verdadero, como probé en el libro 6 De voto; pero si se trata de una obra evidentemente mejor, en ese caso la razón es distinta en el voto y en la ley, pues también el voto puede ser conmutado por la autoridad propia del que hace el voto en una obra evidentemente mejor, como probé en el libro citado, lo cual no se puede afirmar de la ley. La razón de la diferencia es que la obligación del voto nace de la promesa voluntaria hecha a Dios, y se entiende siempre que a fin de cuentas acepta lo que es mejor; pero la obligación de la ley es necesaria, tal como está impuesta por otro; por ello, justamente, se ha de resolver en esa especie. Al inferior no se le encomienda la potestad de cambiar esta obligación de cualquier manera, sino por la modalidad de la relajación, cuando fuere necesaria o muy conveniente; y por eso, si la necesidad es nula, lo es también la potestad de cambiar la obligación, incluso en una obra mejor. Tampoco hay razón alguna para presumir que esto es más grato al legislador, pues aunque la obra sea acaso mejor, propiamente hablando, conviene más al bien común el que la ley, que es una regla común, se observe de forma inmutable y uniforme. Con lo cual, quizá, ni el mismo legislador puede prudentemente hacer tal conmutación sin una causa justa. Será, no obstante, suficiente si estima que sería más útil al súbdito, en particular para el bien del alma y que puede observarse sin ofensa alguna de los demás. 9. Se ha de moderar la resolución antedicha. Por último, empero, hay que moderar dicha resolución para que tenga lugar en las leyes por las que los súbditos están obligados a ciertas cargas de las que se eximen por la dispensa, pero no en aquellas leyes que no se dan de por sí para imponer cargas a los súbditos, sino por otros fines justos que responden al bien común, para guardar el orden debido o evitar algunos inconvenientes. En efecto, en las leyes primeras sienta muy bien la dispensa mezclada con la conmutación, porque una carga con otra guarda la proporción para hacer la compensación, de modo que si la ley impone tal pena y hay de fondo una causa para no imponerla en especie o para quitar la pena ya incursa, la conmutación podría ser justísima; y en este caso los cánones muestran con frecuencia que se ha de hacer o permitir, como se deduce del citado canon At si clerici de las Decretales, y del Concilio Tridentino; y algunas veces podrá unirse a la justa dispensa una compensación pecuniaria. De este modo, en las leyes que preceptúan algunas cargas de virtud o religión podrá hacerse la justa dispensa mediannte su conmutación en otra obra más fácil y que no sea contraria a la causa de la dispensa; y de este modo procede todo lo dicho. Ahora bien, hay algunas leyes que de por si no se imponen por causa de la obra que ha de ser efectuada por el súbdito, sino concretamente por la utilidad para un fin
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utilitatem ad aliquem finem particularem, et in his non videtur per se loquendo iusta recompensatio, nisi fiat in aliquid quod ad finem per legem intentum conferat. 10. In quo casu sententia Sancii et Soti sit probabilis. Talis mihi videtur lex praecipiens denunciationem publice fieri ante matrimonium; ille enim actus non postulatur propter se, sed propter vitanda pericula; et ideo, si causa subest iusta ad dispensandum, ut matrimonium fiat omissis denunciationibus, impertinens est commutatio per impositionem mulctae pecuniariae, etiam in opus pietatis, quia hoc nihil deservit ad finem talis legis. Et ideo in illo casu probabilissima mihi videtur opinio Soto et Sancii, quod tunc iniusta sit talis impositio; secus vero esset si loco denunciationum imponeretur onus abstinendi a copula post matrimonium factum, donec denunciatio vel alia aequivalens diligentia fiat, etiamsi oporteat aliquibus expensis fieri, nam tunc iustissima esset compensatio. Simile exemplum est in dispensatione circa interstitia ordinum, nam propter illam imponere pecuniarium onus, etiam sub specie eleemosynae vel religionis, plane videtur omnino improportionatum atque adeo iniustum, quia nihil deservit intentioni talis legis, nec subest rationabilis titulus illud imponendi. Secus vero esset, si ob talem dispensationem imponeretur onus serviendi aliquo tempore in priori ordine, qui est onus proportionatum legi et non iniquum. Idem dico de licentia et quasi dispensatione concedendi dimissorias ad ordinem suscipiendum ab alio episcopo, nam pro illa imponere onus pecuniarium pro fabrica ecclesiae esset profecto absurdum et non parum redolens simoniam. Et de his legibus et in hoc sensu censeo loquutos esse Soto, Navarrum, Tabienum et alios, ut etiam in dicto capite 20 significavi. Si quis tamen recte advertat, haec omnia aeque procedunt in episcopis respectu suarum legum et aliorum sacrorum canonum, quia ratio iniustitiae vel species simoniae eadem est, et ideo in illis nullam inter haec differentiam constituo. Pontifex vero interdum potest haec onera imponere, non tantum per modum commutationis sed etiam per modum oneris vel tributi, propter alias superiores rationes et propter supremam potestatem illi peculiarem, ut eodem capite dixi; et ideo non sunt haec, quae specialia sunt, ad inferiores extendenda.
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particular, y en éstas no se ve, propiamente hablando, una recompensa justa, salvo que se haga respecto de algo que contribuya al fin intentado por la ley. 10. En qué supuesto es probable la opinión de Tomás Sánchez. De esa especie me parece a mí que es la ley que preceptúa que la proclama se efectúe públicamente antes del matrimonio, pues ese acto no se exige por sí mismo, sino para evitar peligros; por eso, si subsiste una causa justa para dispensar, de tal modo que el matrimonio se celebre omitidas las proclamas, no procede la conmutación por la imposición de una multa pecuniaria, incluso para obras de piedad, porque esto de nada sirve al fin de esa ley. Y por ello, en ese caso me parece muy probable la opinión de Domingo de Soto y Tomás Sánchez de que entonces es injusta tal imposición; otra cosa sería, si en lugar de las proclamas se impusiera la carga de abstenerse de la cópula después de constituido el matrimonio hasta realizar la proclamación u otra diligencia equivalente, incluso si se necesita hacer algunos gastos, ya que en ese caso la compensación sería justísima. Un ejemplo parecido es la dispensa sobre los intersticios de las órdenes, ya que imponer por ella una carga pecuniaria, incluso bajo la especie de limosna o de religión, parece llanamente desproporcionada en absoluto y además injusto, porque en nada sirve a la intención de tal ley, ni subsiste un título razonable para imponerla. Ahora bien, sucedería lo contrario, si por la dispensa se impusiera la carga de servir durante algún tiempo en la orden anterior, que es una carga proporcionada a la ley y no injusta. Lo mismo opino sobre la licencia y cuasi dispensa de concesión de las dimisorias para recibir la orden de otro obispo, dado que imponer por ella una carga pecuniaria para la fábrica de la iglesia sería en verdad absurdo y sabría no poco a simonía. Sobre estas leyes y en el sentido expuesto opino que han hablado Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta, Juan Tabieno y otros, como ya señalé en el citado capítulo XX del tratado De religione. Sin embargo, si alguien observa con recto juicio, todas estas cosas proceden igualmente en los obispos respecto de sus leyes y de otros cánones sagrados, puesto que la razón de la injusticia o especie de simonía es la misma, y por eso respecto a ellos no establezco diferencia entre estas normas. En cambio, el Papa puede a veces imponer este tipo de cargas, no sólo por el modo de compensación sino también por el modo de carga o tributo, a causa de otras razones superiores y en virtud de la suprema potestad peculiar a él, como dije en el capítulo antes citado; y por ello, esas cosas, que son especiales, no se deben extender a los inferiores.
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CAPUT XVII De potestate delegata ad dispensandum in legibus humanis 1. [Quando potestas dispensandi potest committi per delegationem] Ex dictis in duobus praecedentibus capitibus duo ut clara supponimus. Unum est potestatem dispensandi in legibus humanis posse per delegationem committi, quia dispensatio ex genere suo est actus iurisdictionis satis communis et frequenter necessarius, et nihil habet speciale quod illius delegationem impediat; unde in votis etiam delegatur, ergo a fortiori in legibus. Alterum est hanc delegationem non fieri per legem, sed per hominem, quia commissio iurisdictionis per legem facta non est propria delegatio, sed transit in institutionem ordinariae iurisdictionis, quia perpetua de se est, sicut et lex est perpetua; ergo delegatio huius potestatis semper est ab homine.Unde fit ex parte delegantis supponendam esse potestatem ordinariam, nam ab illa, per se loquendo, procedit delegatio (l. More, D, De iurisdictione omnium iudicum757). Sub ordinaria autem comprehendimus aequivalentem ordinariae, ut solet esse commissio universalis causarum (iuxta l. 1, § Ab eo, D, Quis et a quo758); comprehenditur etiam potestas delegati habentis specialitatem in subdelegando, ut est in delegato Papae seu principis, (iuxta c. ultimo De officio delegati759), vel habentis specialem extensionem suae delegationis ad subdelegandum, iuxta sententiam communiter receptam et legem Non distinguemus (§ ultimo, D, De receptis arbitris760). Praeter potestatem autem necessaria est voluntas eiusdem superioris, ut delegatio in actu fiat, quae voluntas signo aliquo externo manifestari debet, ut constat, et ordinarie fit per rescriptum principis, quod moraliter necessarium est in ordine ad forum externum, ut possit de delegatione et de qualitate eius constare, de quo videri potest Panormitanus (in c. 2, De schismaticis, n. 2761) et glossa (1 in c. Si qui, 81 d762). Simpliciter autem et in foro conscientiae non est necessaria scriptura, quia nullo iure praescribitur et, secluso speciali iure, quidquid fit per scriptum potest fieri verbo, sicut infra tractando de privilegio latius dicemus763. 2. [An scriptum seu verba delegationis sint stricti iuris.] Hinc ergo praecipuum dubium circa hanc potestatem delegatam ad dispensandum est an scriptum seu verba per quae illa conceditur sint stricti iuris D 2.1.5. D 49. 3.1. 759 X 1.29.43. 760 D 4.8.32 § 21. 761 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In quartum et quintum librum Decretalium f. 133r. 762 Decretum Gratiani col. 385. 763 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 7; Vivès 6, pp. 250 ss. 757 758
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CAPÍTULO XVII Sobre la potestad delegada para dispensar en las leyes humanas 1.[Cuándo puede encomendarse la potestad de dispensar por delegación.] De lo expueso en los dos capítulos precedentes damos por supuestas dos cosas. Una es que la potestad de dispensar en las leyes humanas puede encomendarse por delegación, porque la dispensa por su naturalea es un acto de jurisdicción bastante común y con frecuencia necesario y no hay en él nada que impida su delegación; de donde en los votos también se delega, luego con mayor razón en las leyes. La segunda es que esta delegación no se hace por la ley sino por el hombre, porque la encomienda de la jurisdicción hecha por la ley no es una delegación personal sino que pasa a la institución de la jurisdicción ordinaria, ya que es de por si perpetua, como la ley es perpetua. Luego la delegación de esta potestad es siempre por el hombre.Con lo cual sucede que por parte de quien delega se ha de suponer que es potestad delegada, dado que, propiamente hablando, la delegación procede de ella, según la ley More del Digesto. Por otra parte, bajo la potestad ordinaria comprendemos también la equivalente a la ordinaria, como suele ser la encomienda universal de causas, conforme a la ley Quod dicitur eum del Digesto; y se comprende asimismo la potestad del delegado que tiene la particularidad de subdelegar, como sucede en el delegado del Papa o del príncipe, conforme al canon Quoniam apostolica de las Decretales, o en el caso de quien tiene una extensión especial de su delegación para subdelegar, según la doctrina comúnmente aceptada y la ley Non distinguemus del Digesto. Además de la potestad, es también necesaria la voluntad del mismo superior para que la delegación se ponga en acto, voluntad que debe manifestarse con algún signo externo, como es evidente, y de ordinario se hace por rescripto del príncipe, lo cual es moralmente necesario en orden al fuero externo para que pueda constar de la delegación y de su calidad, sobre lo que puede consultarse a Nicolás de Tudeschis y la Glosa al canon Si qui del Decreto. Pero simplemente y en el fuero de la conciencia, la escritura no es necesaria, pues no está preceptuada en ningún derecho y, dejando aparte el derecho privado, lo que se hace por escrito se puede hacer de palabra, como diremos más ampliamente luego, al tratar de los privilegios. 2. [Si el escrito o las palabras de la delegación son de derecho estricto.] De ahí, pues, que la principal duda sobre esta potestad delegada para dispensar es si el escrito o las palabras por las que se concede son de derecho estricto
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vel favorabilis. Et ratio dubitandi est quia haec potestas duplici titulo odiosa est, et ideo restringenda. Primo ratione generis, quia delegata est, nam eo ipso derogat ordinariae. Ergo consequenter est odiosa, iuxta glossam (in c. 1, De rescriptis, in Sexto, verbo Processus, et in c. Solet, De sententia excommunicationis, in Sexto, verbo Per superiorem), quae dicit potestatem delegatam esse stricti iuris764, quam sequitur Geminianus (in c. Praesentium, De testibus765) et Angelus, Sylvester et plures summistae (verbo Delegatus766). Secundo ratione differentiae seu speciei, quia dispensatio est stricti iuris, ut diximus; ergo et potestas data ad dispensandum, quia talis est potestas qualis est actus, cum ab illa speciem sumat; et quia, si actus est odiosus, non potest potestas non esse odiosa, quia virtute continet actum; et quia, ampliata potentia, necesse est actum ampliari, quia ad plura vel plures actus extendetur. Et ita sentit Antonius de Rosellis (Tractatus de legitimatione, lib. 2, § De causa materiali, n. 10767). In contrarium vero est, quia potestas delegata ad dispensandum non est iuri contraria et est beneficium principis; ergo est favorabilis; ergo non est stricti iuris, sed extendenda. 3. Duplex distinctio notanda. In hoc puncto eadem fere doctrina quae in dispensatione votorum data est (lib. 6, De voto, cap. 16768), in dispensatione legum locum habet; et infra de privilegiis fere in simili ex professo tractanda est, et ideo brevissime est hoc loco expedienda. Duplex ergo distinctio praemittenda est circa huiusmodi delegationem et varios modos quibus fieri potest. Una est, quia interdum immediate datur directa iurisdictio ipsi delegato; aliquando vero datur facultas ei qui dispensandus est ut eligat personam a qua possit dispensari, ut in delegatione iurisdictionis pro sacramento confessionis et dispensatione votorum diximus. Eadem enim est ratio in praesenti, ut per se constat et frequens usus confirmat, nam hoc modo conceduntur quotidie dispensationes irregularitatum, impedimentorum matrimonii et similes; non enim ordinarie Papa ipse dispensat, sed dispensationem committit; et quando tantum conceditur in foro conscientiae, solet ordinarie indifferenter committi personae huius vel illius qualitatis, quam dispensandus elegerit. Unde inter haec duo genera delegationum haec est differentia, quod illa quae fit ex parte supplicantis dando facultatem eligendi est favor illius, non personae delegatae; at vero quando commissio fit immediate ipsi delegato, non semper est favor dispensati, sed distinctione opus est.
Sextus Decretalium col. l5, lit.b, et col 647, lit. b. Dominicus de San Geminiano, In Sextum Decretalium f. 149v, n. 21. 766 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, pp. 301-303; Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 112v, n. 1. 767 Antonius de Rosellis, Tractatus legitimationum (Papiae 1494). 768 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto, tract. VI, De voto, quaest. 88, pp. 1216-1223; Vivès 14, pp. 1117-1122. 764 765
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o favorable. La razón de dudar es que esta potestad es odiosa por doble título y por eso se ha de restringir. En primer lugar, por razón de su naturaleza, porque es delegada, pues por eso mismo deroga a la ordinaria. Luego, en consecuencia, es odiosa, según la Glosa al canon Sicut romana de las Decretales y al canon Solet del Libro Sexto, que afirma que la potestad delegada es de derecho estricto, Glosa a la que siguen Domingo de San Geminiano, Ángel Clavasio, Silvestre Prierio y muchos sumistas. En segundo lugar, por razón de la diferencia o especie, porque la dispensa es de derecho estricto, como dijimos; luego también la potestad dada para dispensar, ya que tal es la potestad como es el acto, puesto que de ella toma la especie; y porque, si el acto es odioso, no puede la potestad no ser odiosa, pues contiene virtualmente al acto, y porque, ampliada la potencia, es necesario que el acto se amplíe, ya que se extenderá a muchas cosas o a muchos actos. Así opina Antonio de Rosellis. Pero en contra está que la potestad delegada para dispensar no es contraria al derecho y es un beneficio del príncipe; luego es favorable. Luego no es de derecho estricto, sino que se ha de extender. 3. Es de notar una doble distinción. En este punto cabe decir que casi la misma doctrina dada sobre la dispensa de los votos en el libro 6 De voto tiene lugar en la dispensa de las leyes; más abajo, en el tema sobre los privilegios se ha de tratar a propósito casi por igual; por ello, se ha de exponer muy brevemente en este lugar. Así pues, se ha de anotar una doble distinción respecto de esta delegación y las diversas maneras en que puede llevarse a cabo. Una es que a veces se da de inmediato jurisdicción directa al delegado mismo; pero a veces se faculta a quien se ha de dispensar para que elija la persona por la que pueda ser dispensado, como dijimos respecto de la delegación de la jurisdicción para el sacramento de la confesión y la dispensa de los votos. En efecto, en el tema presente la razón es la misma, como es de por si evidente y lo confirma la práctica habitual, pues de este modo se conceden a diario las dispensas de irregularidades, de impedimentos del matrimonio y similares; pues, de ordinario, no dispensa el Papa mismo, sino que encomienda la dispensa; y cuando se concede solamente en el fuero de la conciencia, de ordinario suele encomendarse de manera indistinta a la persona, de tal o cual condición, que eligiere el que va a ser dispensado. Con lo cual, entre estos dos tipos de delegaciones la diferencia es que la que se hace de parte del peticionario, dándole facultad de elegir, es favor suyo, no de la persona delegada; pero cuando la encomienda se hace de modo directo al delegado mismo, no siempre se trata de favor del dispensado, sino que se debe distinguir.
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4. Secunda distincio notanda. Unde est secunda distinctio, nam haec delegatio aliquando fit ad dispensandum in hac vel illa lege cum determinata persona; interdum vero absolute delegatur facultas dispensandi in tali lege, nulla nominata persona cum qua possit dispensari, sed indifferenter. Et prior modus regulariter fit ad petitionem partis, posterior vero minime, sed vel ad petitionem commissarii vel motu proprio delegantis. Et ideo, quando priori modo conceditur delegatio, non censetur favor delegati, sed eius propter quem delegatio fit, et cui concedenda est dispensatio, tum quia ad petitionem eius censetur concedi, tum quia ad illum dirigitur principalis intentio, quae in his rescriptis in primis consideranda est, iuxta supra dicta de interpretatione legum, et infra dicenda de interpretatione privilegiorum. At vero delegatio facta posteriori modo censetur favor eius cui fit delegatio, ut religiosis conceduntur similes facultates in eorum favorem. Hoc autem limitandum est, nisi ex indulto constet intentionem delegantis dirigi principaliter ad favorem eorum qui dispensandi sunt, nam tunc illorum principaliter censetur esse gratia, etiamsi in particulari non determinentur, ut patet in bullis cruciatae et in iubilaeis similes gratias continentibus. 5. Facultas alilcui supplicanti concessa, ut eligat personam quae secum dispenset, est odiosa. Dicendum ergo est primo delegationem dispensationis, quae fit media facultate data alicui supplicanti ad eligendam personam quae secum dispenset, esse odiosam ac subinde stricte interpretandam. Hanc assertionem posui in dicto libro 6 (De voto, cap. 16769) et eam a fortiori tenent auctores omnes citandi in assertione sequenti. Ratio assertionis est, quia illa facultas, quantum est ex parte Pontificis seu principis, est concessio dispensationis; sed dispensatio est stricti iuris et odiosa, ut supra ostensum est et de privilegiis dicetur. Ergo. Dices, re vera illa facultas non est dispensatio, haec enim postea concedenda est a commissario postquam electus fuerit, et ideo actus antea factus non erit licitus aut validus, si eius valor ex dispensatione pendeat, ut si dispensatio sit futura in impedimento irritante; ergo non est cur restringatur illa facultas seu mandatum sicut dispensatio. Antecedens certum est, ut recte admonet Navarrus (in Summa, cap. 12, n. 79, § Duodecimo770) et additio ad Rotam (tit. De filiis presbyterorum, dec. 2, in novis) et latius Covarrubias (in Quartum, 2 p. cap. 6, § 9, in fine771), ubi refert Praepositum contrarium sentientem (in c. Qui circa, De consanguineitate, n. 20772). 769 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, pp.1216-1217, n. 2; Vivès 14, p. 1117. 770 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 230. 771 Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretalium p. 225, n. 22. 772 Praepositus [Ioannes Antonius a Sancto Georgio], Super quarto decretalium, Caput Qui circa, De consanguinitate n. 20 (Lugduni 1541).
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4. Es de notar una segunda distinción. De lo dicho se deduce una segunda distinción, porque a veces esta delegación se hace para dispensar en esta o aquella ley a determinada persona; a veces, en cambio, se delega de forma absoluta la facultad de dispensar en tal ley, sin nombrar la persona a la que pueda dipensar, sino de manera indistinta. La primera modalidad se realiza regularmente a petición de parte, pero de ningún modo la segunda, sino o a petición del comisario o por motu proprio del delegante. Por lo tanto, cuando la delegación se concede del primer modo, no se considera como favor del delegado, sino de aquel para el que se hace la delegación y al que se ha de conceder la dispensa, bien porque se juzga que se concede a petición suya, bien porque a él se dirige la intención principal, que es lo primero que se ha de tener en cuenta en estos rescriptos, según lo dicho más arriba sobre la interpretación de las leyes y lo que se dirá luego sobre la interpretación de los privilegios. Ahora bien, la delegación hecha del segundo modo se estima como favor de aquel a quien se hace la delegación, como son las concesiones que se hacen a los religiosos en su favor. Esto, en cambo, se ha de limitar, salvo que del indulto conste que la intención del delegante se dirige principalmente a favor de los que han de ser dispensados, pues entonces se estima que es principalmente gracia de ellos, aunque no se determinen en particular, como aparece en las bulas de la cruzada y en los jubileos, que contienen gracias de este estilo. 5. La facultad concedida a un peticionario, para que elija a la persona que le dispense es odiosa. Hay que decir ante todo que la delegación de la dispensa que se hace a través de la facultad concedida a un peticionario para elegir a la persona que le dispense es odiosa y, por lo tanto, se ha de interpretar estrictamente. Expuse esta aseveración en el capítulo XVI del citado libro VI De voto, y la sostienen a fortiori los autores a citar en la aseveración siguiente. La razón de esta tesis es que esa facultad, en cuanto viene del Papa o del príncipe, es una concesión de dispensa; ahora bien, la dispensa es de derecho estricto y odiosa, como se ha demostrado antes y se dirá al tratar sobr los privilegios. Luego. Objetarás que en realidad esa facultad no es una dispensa, pues ésta se ha de conceder después por el comisario, una vez que fuere elegido; por ello, el acto hecho antes no será lícito o valido, si su valor depende de la dispensa, como sucede en la dispensa de futuro respecto de un impedimento invalidante; luego no hay por qué restrigir esa facultad o mandato al igual que la dispensa. El antecedente es cierto, como bien advierten Martín de Azpilcueta, la adición a la Rota, y más ampliamente Diego de Covarrubias, quien refiere que Juan Antonio de Sancto Georgio opina lo contrario. Respondo concediendo la premisa, que es hasta tal punto cierta que Martín de Azpilcueta llegará a decir que sólo algunos simples están en el error. Ahora bien, Juan Antonio de Sancto Georgio solamente dijo que aquel mandato tenía fuerza de dispensa, sin duda en cuanto es de parte del Papa; con lo que parece que se pue-
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Respondeo concedendo assumptum, quod adeo est certum ut Navarrus, supra, dixerit solum aliquos simplices in eo esse errore; Praepositus autem solum dixit mandatum illud habere vim dispensationis, utique quantum est ex parte Pontificis; unde videtur dici posse quasi conditionata dispensatio, quae suspensa quidem est et non habet effectum donec conditio impleatur, ac subinde donec commissarius dispenset, quia illa fuit conditio in mandato posita. Et quidquid sit de sensu Praepositi et de modo loquendi, in re verum est quod illa concessio Pontificis est quasi dispensatio in fieri; iam enim ab illo procedit tanquam approbata in se et in causa proposita; si tamen causa vera est, quod alteri examinandum committit. Et iuxta hoc respondetur ad obiectionem negando consequentiam; quia, licet illa non sit consummata dispensatio et formalis, est inchoata et virtualis, ut sic dicam; ideoque aeque odiosa censetur ac propria dispensatio. 6. Dispensatio concessa ad postulationem supplicantis moraliter loquendo non datur per moum liberae facultatis, sed necessarii mandati. Sed instabis; nam, licet hoc sit valde apparens et probabile in commissione quae fit per mandatum, non tamen in illa quae tantum per modum facultatis datur; nam in priori procedunt omnia dicta, et ideo illa dici solet dispensatio necessaria, quia ita est a Pontifice concessa sub illa conditione: Si preces veritate nitantur; ut, post exploratam et inventam veritatem, non possit dispensatio negari; et ideo, non immerito de tali modo concessionis et mandati perinde ac de dispensatione iudicatur quoad restrictionem vel odium. At vero in posteriori fit comissio libera, ita ut simpliciter relinquatur dispensatio in arbitrio commissarii, propter quod talis dispensatio voluntaria appellari solet. Illa ergo non est cur aequiparetur dispensationi, quia nec absoluta dispensatio est nec conditionata, nec ex necessitate dispensationem infert etiam verificata narratione; non est ergo cur aequiparetur dispensationi, sed tanquam sola potestas dispensandi iudicanda est, iuxta communem doctrinam distinguentem in hoc inter dispensationem et potestatem dispensandi. Respondeo argumentum convincere non esse tam certam assertionem in hoc secundo membro sicut in priori. Dico tamen in primis moraliter ac regulariter loquendo dispensationem concessam ad postulationem supplicantis nunquam dari per modum liberae facultatis respectu commissarii, sed per modum necessarii mandati, sive commissio fiat determinatae personae sub proprio nomine sive nomine alicuius dignitatis vel officii, sive optio personae ipsi supplicanti conceditur, ut ex usu constat. Et ita eodem modo procedit conclusio et moraliter verificatur iuxta prius membrum declaratum. Si autem contingat secundo modo fieri concessionem ad petitionem supplicantis, etiam censeo assertionem in illa esse veram, ratio vero eius aliter urgenda est, iuxta dicenda in puncto sequenti.
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de decir que es una a modo de dispensa condicionada, la cual está ciertamente en suspenso y no tiene efecto hasta que se cumpla la condición; y, por consiguiente, hasta que el comisario dispense, ya que esa fue la condición puesta en el mandato. Y sea cual sea el sentido dado por Juan Antonio de Sancto Georgio y el modo de expresarse, lo cierto es que esa concesión del Papa es como una dispensa in fieri, pues desde ese momento procede de él como aprobada en sí misma y puesta en causa; si, con todo, la causa es verdadera, lo que se encomienda examinar a otro. Conforme a esto, se responde a la objección negando la consecuencia; porque, aunque la dispensa no esté consumada y formalizada, está incoada y es, por así decir, virtual; de ahí que sea considerada tan odiosa como la propia dispensa. 6. La dispensa concedida a solicitud del peticionario moralmente hablando no se da a modo de lilbre facultad, sino de mandato necesario. Pero insistirás en que, aunque esto sea muy aparente y probable en la encomienda que se hace por mandato, no lo es en cambio en aquella que sólo se da por el modo de facultad; pues en el primer caso proceden todas las cosas dichas y por ello esa suele llamarse dispensa necesaria, porque así está concedida por el Papa, bajo la condición: Si las preces se apoyan en la verdad, de modo que, después de explorada y hallada la verdad, no pueda negarse la dispensa; de ahí que, no sin razón, se juzga de ese modo de concesión y mandato al igual que de la dispensa, en cuanto a restricción u odio. Pero, en cambio, en el segundo supuesto se hace una encomienda libre, de modo que simplemente se deja la dispensa al arbitrio del comisario, por lo que tal dispensa suele llamarse voluntaria. Por ello, no hay razón para equipararla a la dispensa, pues ni es dispensa absoluta ni condicionada, ni lleva necesariamente a la dispensa, incluso una vez verificados los hechos; no hay, por lo tanto, razón para equipararla a la dispensa, sino que se ha de juzgar como simple potestad de dispensar, conforme a la doctrina común que distingue al respecto entre dispensa y potestad de dispensar. Respondo que el argumento convence de que la aseveración no es tan cierta en ese segundo miembro como en el primero. Con todo, digo en primer lugar, que moral y normalmente hablando la dispensa que se concede a solicitud del peticionario nunca se da a modo de libre facultad respecto del comisario, sino a modo de mandato necesario, bien se haga la encomienda a una persona determinada bajo nombre propio o a nombre de alguna dignidad u oficio, bien se conceda al propio peticionario la elección de la persona, como consta por la práctica. Y así, del mismo modo procede la conclusión y se verifica moralmente conforme al primer miembro declarado. Ahora bien, si sucede que la concesión se hace del segundo modo a solicitud del peticionario, también juzgo que la tesis es verdadera, si bien hay que urgir su razón de otro modo, según lo que se va a exponer en el punto siguiente.
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7. Facultas data ad dispensandum pro persona certa vel personis non est favorabilis sed stricti iuris. Limita assertionem ut procedat quando facultas concessa est in favorem personae dispensandae non vero dispensantis iuxta quosdam. Dico ergo secundo: Quoties conceditur facultas ad dispensandum cum aliquo in particulari, sive fiat delegatio ad petitionem partis sive ad petitionem delegati, et sive fiat determinatae personae sive electio personae committatur dispensando, stricti iuris est concessio seu delegatio aut dispensatio. Haec videtur esse communis sententia doctorum (in c. At si clerici, § De adulteriis, De iudiciis773, et in c. ultimo, De simonia774). Aiunt enim potestatem dispensandi cum certis personis expressis esse stricte interpretandam. Idem Angelus (verbo Dispensatio, n. 9775), Sylvester (q. 5 et 9776), et idem sentit Gambara (De auctoritate legati, lib. 10, n. 200777), Francus (in c. Is qui, De filiis praesbyterorum, in Sexto) dicens quando potestas dispensandi derivatur in aliquem, utique in particulari, non esse late interpretandam778; quod etiam sequitur Tabienus (verbo Beneficium 2, n. 16779) et Sayrus (t.1 Thesauri, c. 11, n. 8, in fine780). Et solet probari haec assertio ex capite Si cui nulla (De praebendis, in Sexto781), quia ibi dicitur gratiam concessam ad providendum de beneficiis, nulla facta personarum expressione, non expirare per mortem concedentis, etiam re integra; facultatem autem gratiose concessam alicui super provisione certae personae facienda expirare per mortem concedentis, si res sit integra. Hinc ergo colligitur communiter hanc facultatem ad dispensandum datam pro certa persona vel personis non esse favorabilem, sed stricti iuris, quo argumento in materia de voto usus sum782. Unde, quia in illo textu non absolute, sed cum limitatione, id dicitur, scilicet: Si non ob suam, id est, eius cui facultas datur, sed eius cui provideri mandatur gratiam vel favorem; ideo etiam solet limitari assertio nostra, ut procedat quando commissio dispensationis facta est in gratiam personae dispensandae; secus vero esse, si in gratiam personae dispensantis seu dispensaturae, quia in dicto textu hic casus non excipitur, sed potius per argumentum a contrario conceditur, ut etiam tunc gratia non expiret, vel etiam quia exceptio particularis firmat regulam in contrarium. Ergo etiam in praesenti, licet in facultate dispensandi exprimatur persona cui danda est dispensatio, si tamen data est in favorem eius cui conceditur, erit favor ampliandus. Atque ita referendo aliquos tenet Sancius (dicto lib. 8, X 2.1.4 § 2. X 5.3.46. 775 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, pp. 326-327. 776 Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, ff. 148v-149v. En las edicions se lee: q.5, n. 9. 777 Petrus Andreas Gambara, Tractatus de officio atque auctoritate legati de latere (Venetiis 1571, p. 309). 778 Philippus Franco de Francis, In Sextum Decretalium volumen commentaria (Venteéis 1579, f. 48r, nn. 3-4). 779 Ioannes Tabieno, Summae Tabienae pars prima, p. 175. 780 Gregorios Sayrus, Thesaurus t. I, cap. 11, n. 8. 781 In VI 3.4.36. 782 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionsi, t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI: De voto quaest. 88, pp. 1216-1217, n. 2; Vivès 14, p.1117. 773 774
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7. La facultad dada para dispensar en pro de una persona concreta no es favorable sino de derecho estricto. Se limita la afirmación para que proceda cuando la facultad concedida es en favor de la persona a dispensar, pero no de quien dispensa, según algunos. Afirmo, pues, en segundo lugar que cuantas veces se concede la facultad de dispensar a alguien en particular, bien se haga la delegación a petición de parte, bien a petición del delegado, y se haga a una persona determinada o se encomiende la elección de la persona al dispensando, la concesión o delegación o dispensa es de derecho estricto. Esta parece ser la doctrina común de los doctores en sus comentarios a los cánones At si clerici y Mandato nostro de las Decretales. Dicen que la potestad de dispensar a ciertas personas expresas se ha de interpretar estrictamente. Opinan así Ángel Clavasio, Silvestre Prierio, Gambara, Felipe Franco, quien dice que cuando la potestad de dispensar se deriva hacia alguien, por supuesto en particular, no se debe interpretar en sentido lato, lo que también opinan Juan Tabieno y Gregorio Sayro. Suele probarse esta afirmación por el canon Si cui nulla del Libro Sexto, porque allí se dice que la gracia concedida para la provisión de beneficios, sin hacer expresión de personas, no expira por la muerte del concedente, incluso permaneciendo el asunto en su integridad; pero que la facultad concedida graciosamente a alguien sobre la provisión que se ha de hacer a una persona concreta expira por la muerte del concedente, si el asunto está íntegro. De ahí se colige generalmente que esta facultad pra dispensar dada en favor de cierta persona o personas no es favorable, sino de derecho estricto, razonamiento que he usado al tratar el tema del voto. De donde, como en aquel texto se dice eso no de forma absoluta sino con limitación, o sea, no por causa suya, esto es, de aquel al que se da la facultad, sino de aquel para quien se manda se provea la gracia o favor; por ello también, suele limitarse nuestra aseveración para que proceda cuando la encomienda de la dispensa está hecha en favor de la persona dispensanda; pero sería lo contrario se estuviera hecha en favor de la persona que dispensa o que ha de dispensar, puesto que en dicho texto no se exceptúa este caso, sino que, más bien, por argumento a la contra, se concede, de modo que incluso entonces no expire el favor, o también porque la excepción particular confirma la regla en contrario. Luego, asimismo en el caso presente, aunque en la facultad de dispensar se exprese la persona a la que se ha de dar la dispensa, si con todo se ha dado en favor de aquel al que se concede, el favor será extensivo. En este sentido opina Tomás Sánchez, citando a
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disp. 2, n. 6783). Censetur autem dare facultas in gratiam dispensaturi quando non obtinetur ad petitionem dispensandi, sed ipsiusmet commissarii, vel quando ex aliis verbis concessionis illud784 sufficienter colligitur. Alioqui in casu dubio, quoties facultas datur pro personis nominatis, praesumitur favor earum, et ideo restringendus. 8. [Quaedam obiectio auctoris.] Sed ut verum fatear, non satis capio rationem huius distinctionis. Cur enim eadem facultas dispensandi, data in favorem dispensandi favorabilis est et amplianda, et data in favorem eius cui concedenda est dispensatio non est favorabilis sed odiosa et restringenda? Nam illa facultas in se eadem est, semper habet illos duos respectus; et fieri potest ut persona indigens dispensatione non sit minus digna illo favore quam persona volens dispensare. Imo petitio illius facultatis ex parte personae indigentis dispensatione videtur magis favorabilis, quia est personae indigentis; et, sub ea ratione, miserabilis et humiliantis se ac confitentis fortasse defectum suum. Petitio vero activae dispensationis facta ab ipso qui dispensaturus est, videtur magis ambitiosa, nisi principaliter fiat in gratiam eius cui subvenire desiderat, et tunc etiam censeri potest gratia principaliter facta illi cum quo dispensandum est; vel certe, licet fiat ipsi delegato, non apparet cur sit magis favorabilis quam facta indigenti dispensatione, praesertim quando utroque modo facultas conceditur ad usum voluntarium ipsi commissario, nam tunc talis facultas data ex intentione conferentis propter commodum dispensandi, non magis continet virtualem dispensationem quam datam 785 in favorem dispensantis. Ergo vel utroque modo restringeda est, si reputatur virtualis dispensatio, vel utroque modo est amplianda, si talis non existimetur, sed solummodo potestas dispensandi. 9. [Alia obiectio auctoris.] Secundo, dictum caput Si cui nulla786 non videtur recte in contrarium induci, quia longe aliud est gratiam esse mansuram vel non esse mansuram mortuo concedente re integra, aliud vero esse favorabilem aut restringendam in aliis quae ad durationem non pertinet. A diversis autem non recte fit illatio, maxime quando neque sunt necessario connexa neque ex eisdem principiis oriuntur. Talia autem sunt illa duo, nam mandatum dispensandi cum tali supplicante dispensatione necessaria, ut vocant, permanet mortuo mandante, etiam re integra, ut probabilior opinio fert, quam late defendit Sancius (dicto libro 8, disp. 27, n. 72787); et nihilominus stricti iuris est, ut in prima assertione ostendi, et fatetur idem Sancius Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 11. En las ediciones se lee: ad. 785 En la edición de Coimbra se lee: quamdam. 786 En la edición de Coimbra se lee: Sic cui nullum. 787 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 139. 783 784
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varios más. No obstante, se cree que se da facultad a favor del que ha de dispensar cuando no se obtiene a petición del dispensando, sino del propio comisario, o cuando ello se deduce con suficiencia de las demás palabras de la concesión. De otro modo, en caso de duda, siempre que la facultad se da en favor de personas nombradas, se presume que es un favor a ellas, y por eso se ha de restringir. 8. [Un objeción del autor.] Pero, a decir verdad, no comprendo suficientemente la razón de la distinción puesta. En efecto, ¿por qué la misma facultad de dispensar dada en favor del que ha de dispensar es favorable y extensiva y la dada en favor de aquel a quien se ha de conceder la dispensa no es favorable sino odiosa y restrictiva? En verdad, esa facultad es en sí la misma, siempre tiene aquellos dos puntos de vista; y puede suceder que la persona que necesita la dispensa no sea menos digna de aquel favor que la persona que quiere dispensar. Aún más, la petición de esa facultad de parte de la persona que necesita la dispensa parece más favorable, porque se trata de la persona necesitada y, desde ese punto de vista, miserable y que se humilla a sí misma y confiesa quizás su defecto. Sin embargo, la petición de dispensa activa hecha por el mismo que ha de dispensar parece más ambiciosa, salvo que se haga principalmente en favor de aquel al que desea socorrer, y en ese caso también se puede pensar que la gracia es principalmente para aquel a quien se ha de dispensar o, ciertamente, aunque se haga al mismo delegado, no aparece porqué sea más favorable que la hecha al que necesita la dispensa, principalmente cuando de uno y otro modo la facultad se concede para uso voluntario al comisario mismo, pues entonces tal facultad, dada, según la intención de quien la da, por el bien del dispensando, no contiene más dispensa virtual que la dada a favor del que dispensa. Luego, o de ambos modos se ha de restringir si se considera dispensa virtual, o de ambos modos se ha de ampliar si no se estima tal, sino sólo potestad de dispensar. 9. [Otra objerción del autor.] En segundo lugar, dicho canon Si cui nulla no parece que se pueda aplicar en sentido contrario, porque muy otra cosa es que la gracia haya de permancer o no, muerto el concedente y con el asunto íntegro, y otra que sea favorable o restrictiva respecto a otros, cosa que no responde a la duración. En cosas diversas, en efecto, no es correcto hacer ilación, sobre todo cuando ni están necesariamente unidas, ni emanan de los mismos principios. Y así son esas dos, pues el mandato de dispensar a tal peticionario en dispensa necesaria, como llaman, permanece muerto el mandante, incluso estando el asuno íntegro, como dice la opinión más probable, que defiende ampliamente Tomás Sánchez; y, sin embargo, es de derecho estricto, como demostré en la primera afirmación y confiesa el propio Tomás Sánchez, con otros. Luego, esas dos propiedades, o sea, que el indulto es durable después
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supra cum aliis. Ergo illae duae proprietates, scilicet, indultum durabile esse post mortem concedentis et esse favorabile, vel e contrario expirare per mortem et esse restringendum, non sunt connexae, per se loquendo. Ergo, licet facultas dispensandi cum persona expressa data in gratiam delegati sit permansura, non sequitur esse late interpretandum; et in contrario, licet eadem facultas data in gratiam eius cum quo est dispensandum non sit permansura, non sequitur ex vi illius proprietatis esse restringendam. Et ratio est quia illa duo possint oriri ex diversis principiis, nam gratia habet quod non expiret ex eo quod est plene facta ante mortem concedentis; unde, sive sit favorabilis sive exorbitans, permanebit, si plene fuit concessa; e contrario vero, quando gratia est in fieri et non plene facta ante mortem concedentis, censetur expirare si, re integra, concedens moriatur; quod etiam habebit, etiamsi favorabilis sit, ut constat de mandato conferendi alicui et in favorem eius beneficium vel gratiam, quantunvis favorabilem ex parte materiae et aliarum circumstantiarum, nihilominus tamen expirabit per mortem concedentis, re integra, iuxta dictum capite Si cui nulla788. Ergo, licet ex illo textu colligatur mandatum providendi tali personae vel dispensandi cum illa factum in favorem executoris non expirare, non sequitur esse late interpretandum in aliis; et e contrario, licet factum in gratiam providendi expiret in dicto casu, non sequitur esse restringendum in aliis, nec in se odiosum esse, nisi aliunde id ostendatur. 10. Cur facultas dispensadi cum certa persona sit stricti iuris. Ratio ergo ob quam facultas dispensandi cum persona in particulari expressa stricti iuris censetur, non est quia facultas illa datur in gratiam indigentis dispensatione vel in favorem delegati, sed quia moraliter perinde reputatur ac ipsa dispensatio; nam quod est ex parte superioris iam fit dispensatio, licet executio et modus alteri committatur. Quod789 autem haec commissio fiat in favorem commissarii vel alterius non mutat naturam actus, nec moralem illam aequivalentiam seu aestimationem; nec etiam multum refert quod illa commissio fiat cum mandato dispensandi vel cum libera facultate, quia respectu legis idem odium continet talis commissio, nam eodem modo illi derogatur, licet intercedente mandato rigoroso ex parte superioris efficacius fieri videatur. Atque ita Felinus (dicto c. ultimo, De simonia, n. 8, lim. 3790) generaliter docens esse dispostionem odiosam quoties persona cum qua est dispensandum nominatur, rationem reddit: Quia tunc non est una simplex facultas dispensandi, sed quasi dispensatio in esse producta, solam executionem spectans. Et haec ratio ex dicendis in sequenti assertione magis declarabitur.
En las ediciones se lee: Cui nulla. En la edición de Coimbra se lee: Quoad. 790 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars tertia f. 186v. 788 789
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de la muerte del concedente y que es favorable, o por el contrario que expira por la muerte y que es retrictivo, no son cosas conexas, propiamente hablando. Por consiguiente, aunque la facultad de dispensar a una persona concreta dada en favor del delegado haya de permanecer, no se sigue que se haya de interpretar con amplitud; y, al contrario, aunque la misma facultad dada en favor de aquel al que se ha de dispensar no haya de permanecer, no se sigue en virtud de esa propiedad que se haya de interpretar restrictivamente. La razón es que esas dos propiedades pueden emanar de principios diversos, pues la gracia tiene como cosa propia que, desde el momento en que está plenamente realizada, no expira antes de la muerte del concedente; de donde, sea favorable o excesiva, permanecerá si fue dada plenamente; por el contrario, sin embargo, cuando la gracia está in fieri y no plenamente realizada antes de la muerte del concedente, se estima que expira si muere el concedente, estando el asunto íntegro; lo que también sucederá, aunque sea favorable, como consta sobre el mandato de conferir a alguien y en su favor un beneficio o gracia, por más favorable que se quiera por parte de la materia y demás circunstancias, con todo, sin embargo, expirará por la muerte del concedente, estando el asunto íntegro, según el citado canon Si cui nulla del Libro Sexto. Así pues, aunque de ese texto se deduzca que el mandato de proveer a tal persona o de dispensarle a ella hecho en favor del ejecutor no expira, no se sigue que se haya de interpretar en sentido amplio respecto de otros; y, al contrario, aunque el hecho en favor de proveer expire en dicho caso, no se sigue que se haya de restringir respecto de otros, ni que sea odioso en si mismo, a no ser que esto se muestre de otra manera. 10. Por qué la fucltad de dispensar con relación a una persona concreta es de derecho estricto. Por consiguiente, la razón de por qué la facultad de dispensar a una persona en particular se considera de derecho estricto no es que esa facultad se da como gracia del que necesita la dispensa o en favor del delegado, sino que moralmente se reputa como la dispensa misma; pues, en lo que toca al superior, la dispensa ya está hecha, aunque la ejecución y el modo se encomiende a otro. Y que esta encomienda se haga en favor del comisario o de otro no muda la naturaleza del acto ni la equivalencia o estimación moral; ni tampoco importa al caso que esa encomienda se haga con mandato de dispensar o con libre facultad, ya que respecto de la ley tal encomienda es igualmente odiosa, pues la deroga del mismo modo, aunque, interviniendo el mandato riguroso de parte del superior, parezca que se hace más eficazmente. En este sentido, Felino Sandeo, al enseñar de forma general que es una disposición odiosa siempre que se nombra la persona a la que se ha de dispensar, da la razón siguiente: Que entonces no es una simple facultad de dispensar, sino una a modo de dispensa producida en esencia, sólo a la espera de su ejecución. Esta razón se pondrá más en claro por lo que se dirá en la afirmación siguiente.
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11. Potestas dispensandi in aliqua lege generali sine expressione personarum favorabilis est. Dico tertio: delegatio potestatis dispensandi in aliqua lege generaliter facta quoad personas, sine illarum expressione, favorabilis est et late interpretanda. Haec est communis sententia iuris canonici interpretum in eisdem locis, scilicet, dicto § De adulteriis791 et dicto capite ultimo De simonia792, et doctorum iuris civilis (in l. Gallus § Et quid si tantum, D, De liberis et postumis793, et in l. 2, D, De verborum obligatione794); et alia referunt Covarrubias (in Quartum, p. 2, cap. 8, § 8, n. 6 et sequentibus795) et Sancius (lib. 8, disp. 2, n. 1796). Solet etiam haec assertio probari ex capite ultimo De simonia et capite Per venerabilem (Qui filii sint legitimi797)); sed in his locis non videtur esse sermo de potestate delegata sed de potestate ordinaria, maxime in capite Per venerabilem, nam de alio potest esse controversia, quam omitto, quia haec assertio magis nititur ratione et communi sensu doctorum prudenter iudicantium hanc potestatem sic concessam esse favorabilem. Possumus vero ex illis textibus sic argumentari: quia potestas ordinaria ad dispensandum in lege non censetur odiosa sed favorabilis et amplianda; ergo etiam potestas concessa dignitati ex privilegio vel per legem iuris communis est favorabilis, quia iam est ordinaria, ut supra dixi; ergo etiam potestas delegata generaliter ad dispensandum est favorabilis. Probatur consequentia. Primo, quia modus concessionis per delegationem, vel per legem aut viam ordinariam, non variat rationem potestatis, sed solum pluribus conceditur et pluribus modis; hoc autem non facit illam odiosam, si secundum se favorabilis est. Secundo, quia ideo illa potestas ordinaria favorabilis est quia non est contra ius, sed potius secundum ius; nec per se potest censeri odiosa aut nociva, cum sit simpliciter necessaria ad commune regimen et ad convenientem usum legum; sed potestas etiam delegata generaliter non est contra ius, nec alicui nocet, sed ad commune etiam commodum ordinatur; ergo similiter est favorabilis. Tercio, per hanc potestatem sic concessam per se primo solum intenditur favor communitatis et illius cui talis potestas communicatur, quod totum est beneficium principis; ergo est late interpretandum. Et hinc etiam intelligitur differentia inter potestatem generatim concessam vel per respectum ad expressam personam, nam prior non respicit bonum privatum sed commune, posterior vero necessario respicit privatum commodum cum exceptione a communi iure; et ideo haec posterior ex se est invidiosa et restringenda, prior vero minime.
X 2.1.4 § 2. X 5.3.46. 793 D 28.2.29 § 5. 794 D 45.1.2. 795 Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretaliu p. 287, nn. 6-9. 796 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento pp. 10-11. 797 X 4.17.13. 791
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11. La potestad de dispensar en alguna ley de forma general sin mención de las personas es favorable. Diferencia entre la potestad concedida de forma general y la concedida por respecto a la persona privada. Digo en tercer lugar que la delegación de la potestad de dispensar respecto de una ley hecha de forma general en cuanto a las personas, sin hacer mención de las mismas, es favorable y se ha de entender en sentido lato. Esta es la doctrina común de los intérpretes del derecho canónico en sus comentarios a los textos de las Decretales y del Digesto que se refieren al tema. Diego de Covarrubias y Tomás Sánchez añaden otros textos. Se suele probar también esta afirmación por los cánones Mandato nostro y Per venerabilem de las Decretales, pero en estos textos no parece que se hable de la potestad delegada sino de la potestad ordinaria, sobre todo en el canon Per venerabilem, pues sobre el otro puede haber controversia, en la que no entro, porque esta afirmación se appoya más en la razón y el sentido común de los doctores, los cuales juzgan sabiamente que esta potestad concedida de esta forma es favorable. En verdad, podemos argumentar así a partir de esos textos, porque la potestad ordinaria para dispensar en la ley no se estima odiosa sino favorable y extensiva; luego también la potestad dada a una dignidad por privilegio o por ley de derecho común es favorable, porque desde ese mismo momento es ordinaria, como dije antes; luego también la potestad delegada dada de forma general es favorable. Se prueba la consecuencia. En primer lugar, porque el modo de concesión por delegación, o por ley o via ordinaria, no varía la razón de la potestad, sino simplemente se concede a muchos y de muchos modos; pero esto no la convierte en odiosa, si por sí misma es favorable. En segundo lugar, porque esa potestad ordinaria es favorable justamente porque no es contra derecho sino, más bien, según derecho; y de por sí, no puede juzgarse odiosa o nociva, puesto que simplemente es necesaria para el gobierno de la comunidad y para el uso oportuno de las leyes. Ahora bien, la potestad delegada tampoco es de manera general contra derecho, ni daña a alguien, sino que incluso se ordena al bien común; por lo tanto, es igualmente favorable. En tercer lugar, que por esta potestad así concedida lo que se intenta en primer lugar esencialmente es el favor de la comunidad y de aquel a quien se comunica tal potestad, todo lo cual es beneficio del príncipe; luego se ha de interpretar en sentido lato. De ahí también se entiende la diferencia entre la potestad concedida en general o por respecto a una persona concreta, pues la primera no mira al bien privado sino común, mientras que la segunda mira necesariamente al bien privado, incluyendo una excepción del derecho común; por eso, esta segunda de por sí es envidiosa y se ha restringir, pero la primera no.
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12. Differentia inter potestatem generalem concessam et per respectum ad privatam personam. Iam vero occurrebat hic explicandum quomodo haec restrictio vel extensio facienda sit in rescriptis has delegationes continentibus; sed haec materia coincidit cum simili de privilegiis; et ideo libro 8 ex professo tractabitur798. Nunc solum dico in hac ultima assertione extensionem potissimum faciendam esse contra delegantem, nam si contingat delegationem esse in praeiudicium tertii aut minuere aliquo modo iurisdictionem ordinarii praelati, quando delegatio fit a superiori, et remoto, tunc ex hac parte poterit restringi concessio. Et ita docent auctores omnes citati. In reliquis vero constat verborum proprietatem retinendam esse et intra illam tantum esse ampliationem799 faciendam, iuxta principia posita in capitibus 2 et 3, quae in praesenti etiam applicari possunt. Tandem in usu huius potestatis servanda est forma rescripti, ut si persona sit eligenda, habeat omnes qualitates quae in rescripto postulantur; si vero iam est electa vel in rescripto est determinata, ipsa servet in dispensando formam in rescripto traditam, nam si excedat fines mandati nihil faciet, iuxta dicta supra in libro 5, quae latius ad materiam de privilegiis in libro 8 applicabimus800. Et multa etiam dixi in libro 6 De voto cap. 16801).
Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 28; Vivès 6, pp. 344-350. En las ediciones se lee: amplicationem. 800 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 2; Vivès 6, pp. 228-232, 801 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto, tract. VI, De voto, quaest. 88, art. 12, pp. 1216-1223; Vivès 14, pp. 1117-1122. 798 799
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12. De qué modo la restricción o extensión se ha de hacer en los rescriptos que contienen estas delegaciones. Era ya oportuno explicar aquí cómo esta restricción o extensión se ha de hacer en los rescriptos que contienen estas delegaciones; pero esta materia coincide con la similar sobre los privilegios; por eso, se tratará ex profeso en el libro VIII. Ahora me limito a decir en esta última afirmación que la extensión se ha de hacer preferentemente contra el delegante, pues si sucede que la delegación es en perjuicio de un tercero o disminuye de algún modo la jurisdicción del prelado ordinario cuando la delegación se hace por un superior y remoto, entonces por este particular se podrá restringir la concesión. Así lo enseñan todos los autores citados. En los demás casos, en cambio, consta que se debe retener la propiedad de las palabras y sólo dentro de sus límites se ha de hacer la ampliación, según los principios puestos en los capítulos II y III, que pueden aplicarse al caso presente. Finalmente, a la hora de usar esta potestad, se ha de guardar la forma del rescripto, de modo que si se ha de elegir una persona, tenga todas las cualidades que se exigen en el rescripto; pero si ya está elegida o determinada en el rescripto, que ella misma al dispensar guarde la forma expuesta en ese rescripto, pues si excede los términos del mandato no hará nada, conforme a lo dicho arriba en el libro V, que aplicaremos más ampliamente al tema de los privilegios en el libro VIII. También expuse muchas cosas en el libro VI De voto, en el capítulo XVI.
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CAPUT XVIII Utrum ad iustam dispensationem causa iusta necessaria sit 1. De causa finali dispensationis. Incipimus dicere de finali causa dispensationis; a fine enim maxime sumitur iusta dipensationis causa. Haec autem causa postulari potest, vel ad honestatem actus dispensandi, scilicet, ut licite petatur ex parte subditi, et iuste etiam ac licite ex parte superioris concedatur, vel etiam ad valorem dispensationis et usus eius. Nunc ergo solum de iustitia seu honestate agimus, in sequenti vero capite de valore dicemus. Intelligitur autem quaestio praecipue de ipsomet legislatore dispensante in lege sua; inde enim a fortiori constabit resolutio de inferioribus dispensantibus in legibus superiorum per potestates sibi commissas, nam si superiori non licet talis dispensatio, multo minus licebit inferiori, ut a fortiori ex sequenti capite patebit. 2. [Rationes dubitandi.] Ratio ergo dubitandi generalis esse potest, quia si iusta causa esset semper necessaria ad dispensandum, non esset necessaria auctoritas superioris dispensantis. Probatur consequentia, quia iusta causa per se est sufficiens ad excusandum ab obligatione legis humanae, de qua tractamus; vel certe ad summum esset necessarius actus superioris per modum interpretationis authenticae ut constet talem causam esse iustam et suficientem ad excusandum a lege; ipse vero superior non tolleret obligationem et consequenter non dispensaret. Secundo, est specialis ratio dubitandi in ipso legislatore, quia lex sola illius voluntate posita est; ergo per eandem auferri potest licite absque alia causa. Probatur consequentia, tum quia superior est dominus suae voluntatis, tum etiam quia non subditur legi, tum denique quia potest sua voluntate totam legem auferre; ergo etiam ex parte. Tertio, quia dispensare sine causa in lege non est intrinsece malum, nec est malum quia prohibitum respectu legislatoris; ergo nullo modo. Maior patet; tum ex usu, quia Papa saepe dispensat sine causa, idque scienter et expresse; non est autem praesumendum male facere, ergo signum est illud non esse intrinsece malum, alias nunquam liceret; tum etiam, quia nulla potest assignari virtus, cui intrinsece repugnet talis actus; non est enim contra iustitiam vel contra charitatem, quia talis dispensatio prodest accipienti et nemini est nociva. Altera vero pars patet, quia: vel hoc est prohibitum per eandem legem, in qua fit dispensatio, et hoc non, quia tantum obligat circa suum actum quem prohibet vel praecipit, unde
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CAPÍTULO XVIII Si es necesaria causa justa para una dispensa justa 1. Sobre la causa final de la dispensa. Comenzamos a hablar sobre la causa final de la dispensa, pues del fin depende principalmente la causa justa de la dispensa. Ahora bien, esta causa puede exigirse o para la honestidad del acto de dispensar, es decir, para que se pida lícitamente por parte del súbdito y se conceda también justa y lícitamente por parte del superior, o también para la validez de la dispensa y de su ejercicio. Así pues, sólo tratamos ahora de la justicia u honestidad, pero en el siguiente capítulo hablaremos de la validez. Se entiende también esta cuestión de modo principal del propio legislador que dispensa en su ley; de donde con mayor razón constará la resolución respcto de los inferiores que dispensan en las leyes de los superiores por las facultades a ellos concedidas, puesto que si al superior no le es lícita tal dispensa, mucho menos le será lícita al inferior, como se demostrará a mayor abundancia en el capítulo siguiente. 2. [Razonespara dudar.] La razón general para dudar puede ser que, si la causa justa fuese siempre necesaria para dispensar, no sería necesaria la autoridad del superior que dispensa. Se prueba la consecuencia, porque la causa justa es de por si suficiente para excusar de la obligación de la ley humana, de la que tratamos; o bien, a lo sumo sería necesario el acto del superior a modo de interpretación auténtica para que conste que esa causa es justa y suficiente para excusar de la ley; y así el superior mismo no quitaría la obligación y consecuentemente no dispensaría. En segundo lugar, hay una razón especial para dudar en el mismo legislador, porque la ley está establecida por la sola voluntad del mismo; luego, puede ser quitada lícitamente por esa misma voluntad sin otra causa. Se prueba la consecuencia, tanto porque el superior es el dueño de su voluntad, como también porque no está sujeto a la ley, y finalmente porque puede quitar toda la ley por su voluntad; luego, también lo puede hacer parcialmente. En tercer lugar, porque dispensar sin causa en la ley no es algo intrínsecamente malo, ni es malo porque sea algo prohibido respecto del legislador; luego, no lo es de nigún modo. La mayor es manifiesta; tanto por la práctica, ya que el Papa dispensa a veces sin causa, y lo hace a sabiendas y expresamente, y no hay que presumir que actúa mal, luego es señal de que eso no es intrínsecamente malo, de lo contrario jamás sería lícito; como porque no puede señalarse ninguna virtud a la que repugne intrísecamente ese acto, pues no es contra la justicia o contra la caridad, dado que tal dispensa aprovecha a quien la recibe y no es perjudicial para nadie. La segunda parte es evidente porque, o esto está prohibido por la misma ley que se dispensa, y esto no sucede, pues sólo obliga sobre el acto suyo que
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dici non potest legislator transgredi legem, in qua sine causa dispensat, quia non agit contra obligationem eius sed tollit illam; vel hoc prohibitum802 est per aliam legem positivam, et hoc etiam non potest, quia nulla talis assignari potest, praesertim respectu ipsius principis seu legislatoris. 3. Dispensare sine causa an sit licitum. Propter haec opinari posset aliquis non esse, per se loquendo, peccatum dispensare in propria lege sine causa, sed ad summum ex accidenti, quando id generaret scandalum vel perturbationem in republica, aut daret occasionem aliis subditis violandi legem, aut si ob talem dispensationem gravamen iniustum in alios redundaret, quae omnia extrinseca sunt et separari possunt a tali actu. Hoc ergo modo reputari potest ille actus per se non malus sed indifferens, ac subinde honestari posse ex quocumque alio fine sine iusta causa, quae specialem rationem praebeat dispensandi; sicque aliqui auctores dixisse videntur in supremo principe non esse necessariam causam ad dispensandum, glossa ultima (in l. Relegati, D, De poenis803), nam cum lex dicat neminem posse dispensare in poena exilii nisi imperatorem ex aliqua causa, addit Glossa Magna: Et iusta causa est eius voluntas804, quam ibi Bartholus approbat (n. 4805). Eandem opinionem videtur tenere Innocentius (in c. Cum ad monasterium, De statu monachorum, n. 3 et 4806), quem alii ibi sequuntur, et Panormitanus (in c. Diversis, De clericis coniugatis, n. 4, in c. 2, De schismaticis, n. 4807), Decius (in c. Quae in ecclesiarum, De constitutionibus, n. 29808), Rosel (verbo Dispensatio, n. 6809), Felinus referens plures (in c. 1, De constitutionibus, fallentia 4, n. 23810), ubi Antonius de Butrio dixit solam liberalitatem Papae sufficere pro causa dispensationis811, quod approbat Felinus (in c. Ad audientiam, 2, De rescriptis, n. 4812), qui clarius quam alii declarat hanc sententiam procedere non solum in foro contentioso, sed etiam in foro conscientiae; existimo tamen etiam in hoc committi aequivocationem, ut infra dicam. Citatur etiam Turrecremata (in c. Singula, 89 d. n. 14, circa finem813) et plures alios pro hac sententia refert Sancius (lib. 8, De matrimonio, disp. 18, n. 2814). En las ediciones se lee: prohibitio. Glossae, In l. 802 804 Digestum Novum f. 323v, lit. g, verbo: Ex aliqua causa. 805 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in secundam Digesti novi partem (Lugduni 1555, f. 220r.). 806 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria f. 433r. 807 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium f, 15v, et In quartum et quintum librum Decretalium f. 133r. 808 Philippus Decio, Super Decretalibus f. 19v. 809 Rosella [Baptista Trovamala de Salis], Summa Roselle. De casibus conscientiae (Argentine 1516, f. 54v). 810 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 10v. En las ediciones se lee: c. 2. 811 Antonius de Butrio, Super quinque libris Decretalium, prima pars primi s. f. 812 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 159r. 813 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, f. 266r. 814 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 72. 802 803
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prohíbe o manda, de donde no puede decirse que el legislador transgrede la ley que dispensa sin causa, ya que no actúa contra su obligación, sino que la quita; o esto está prohibido por otra ley positiva, y esto tampoco puede ser, pues no puede señalarse ninguna, principalmente respecto del mismo príncipe o legislador. 3. Si es lícito dispensar sin causa. Según lo dicho, alguien podría opinar que, propiamente hablando, no es pecado dispensar sin causa en la ley propia, sino, a lo sumo, de modo accidental, cuando ello generare escándalo o perturbación en la comunidad política, o diera ocasión a los demás súbditos de violar la ley, o si a causa de esa dispensa se produjera un gravamen injusto a otros, cosas todas que son extrínsecas y pueden separase de ese acto. Así pues, el acto por si mismo puede considerarse no malo, sino indiferente; y en consecuencia, puede cohonestarse por cualquier otro fin, sin una causa justa que ofrezca una razón especial de dispensar; y de este modo, algunos autores parece que dijeron que el príncipe supremo no necesita una causa para dispensar, alegando la Glosa última a la ley Relegati del Digesto, pues como la ley dice que nadie puede dispensar en la pena de exilio, salvo el emperador por alguna causa, la Glosa magna añade: Y causa justa es su voluntad, interpretación que Bartolo de Saxoferrato aprueba. La misma opinión parece tener Inocencio IV, al que siguen otros, como Nicolás de Tudeschis, Felipe Decio, Antonio de Rosellis, Felino Sandeo, quien cita a muchos; Antonio de Butrio afirma que la sola liberalidad del Papa es causa suficiente de la dispensa, lo que aprueba Felino Sandeo, quien expone con más claridad que otros que esta afirmación procede no sólo en el foro contencioso sino también en el foro de la conciencia; pero, opino que en esto comete una equivocación, como diré más abajo. Se cita asimismo a Juan de Torquemada, y Tomás Sánchez cita a otros varios en favor de esta opinión.
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Veruntamen hi auctores, si attente815 legantur, non tractant punctum huius quaestionis an possit legislator licite sed simpliciter an possit dispensare in sua lege sine causa; et hoc modo affirmant et interdum declarant talem dispensationem reddere tutum dispensatum apud Deum et in conscientia, ut patet ex Felino (supra) et Sylvestre (verbo Dispensatio, q. 3816), Angelo (n. 3817) et Palude (Quartum, d. 38, q. 4, a. 4, n. 4818). Existimo ergo vel nullos vel certe paucos auctores tenuisse sententiam illam in dicto sensu, quod est maxime attendendum, ne alicui propter auctoritatem tot doctorum probabilis fortasse videatur. 4. Requiritur causa iusta ut licite dispenset etiam princeps supremus vel Summus Pontifex. Dicendum ergo est legislatorem, etiamsi princeps supremus vel Summus Pontifex sit, non posse licite dispensare in lege sua sine causa iusta vel proportionata legi in qua dispensat. Est communis theologorum. Tenet Divus Thomas (I II q. 97, a. 5819), Caietanus (q. 96, a. 4820), et alii expositores ibi, et Soto (lib. 1, De iustitia, q. 7, a. 3821). Ex iuris autem peritis idem declarant Hostiensis in Summa (tit. De filiis presbyterorum, in fine, verbo Non omitto822), Panormitanus (in c. Quae in ecclesiarum, De constitutionibus, n. 1 et c. Extirpandae, § Qui vero, De praebendis, in repetitione n. 44 et in c. Per venerabilem, Qui filii sint legitimi, n. 4823), ubi ita exponit sententiam Innocentii supra allegatam et dicta doctorum qui illum sequuntur824. Idem ex professo Turrecremata sententiam D.Thomae ad litteram sequens (in c. Consequens, d. 11825), Rebuffus (in Concordata titulo Forma mandati, verbo Dispensationum826, et in Praxi, tit. De dispensationibus in pluralibus beneficiis, n. 55), ubi (n. 56) dicit hanc esse communem sententiam theologorum et fere omnium iuris canonici interpretum827, et idem tenet Navarrus (in c. Si quando, De rescriptis, except. 8, n. 13828) et alii communiter, quos supra Sancius refert (n. 3829) et in sequentibus alios designabimus. En las ediciones se lee: attenti. Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 148v. 817 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, p. 323. 818 Petrus de Palude, In Quartum Sententiarum dist. 38, quaest. 4, art. 4, n. 4. 819 Thomas, I II, 97, 4. En las ediciones se lee: art. 5. 820 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae pp. 301-302. 821 Dominicus Soto, De iustitia et iure pp. 78-81. 822 Hostiensis [Henricus de Segusio], Summa f. 46v. 823 Nicolaus de Tudeschis [Panormitanus], Caput Quae in ecclesiarum… 824 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium ff. 45v-46r, et In quartum et quintum librum Decretalium f. 47r. 825 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, f. 48r, n. 3. 826 En las ediciones se lee: Dispensationes. 827 Petrus Rebuffe, Concordata inter sanctissimum D. nostrum Papam Leonem X… ac christianissimum D. nostrum Regem Franciscum (Parisiis 1555, p. 558). 828 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Relectio in c. Si quando, De rescriptis (Opera t. II, pp. 9-10). 829 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 72. 815 816
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De todas formas, estos autores, si se leen con atención, no tratan el punto exacto de la cuestión, o sea, si el legislador puede lícitamente, sino simplemente de si el legislador puede dispensar en su ley sin causa; y en este sentido afirman y, a veces, declaran que tal dispensa da seguridad al dispensado ante Dios y en conciencia, como aparece por Felino Sandeo, Silvestre Prierio. Ángel Clavasio y Pedro Palude. Pienso, por lo tanto, que ninguno o, ciertamente, pocos autores sostuvieron esa opinión en el sentido expuesto, lo que es muy de tener en cuenta, no sea que a alguno, a la vista de la autoridad de tales doctores, le pudiera parecer probable. 4. Se requiere causa justa para que dispense incluso el príncipe supremo y el Sumo Pontífice. Hay que decir, en consecuencia, que el legislador, sea el príncipe supremo o el Sumo Potífice, no puede lícitamente dispensar en su ley sin causa justa o proporcionada a la ley que dispensa. Es la opinión común de los teólogos. La sostienen Santo Tomás, Tomas de Vio, con otros comentadores, y Domingo de Soto. De entre los jurisperitos opinan lo mismo Enrique de Segusio, Nicolás de Tudeschis, quien expone la opinión antes alegada de Inocencio IV y las afirmaciones de los doctores que le siguen; lo mismo sostiene expresamente Juan de Torquemada, que sigue la opinión de santo Santo Tomás a la letra, y Pedro Rebuffe, quien afirma que es la opinión común de los teólogos y de casi todos los intérpretes del derecho canónico; también sostienen lo mismo Martín de Azpilcueta y otros en general, que cita Tomás Sánchez, y luego señalaremos más.
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5. Glossa supra allegata reiicitur. Atque haec sententia est consentanea iuri canonico (1 q. 7, c. Necessaria830) et sequentibus, ubi tunc solum permittitur a patribus dispensatio quando iusta causa intercedit; et dicitur, illa cessante, debere etiam indulgentiam cessare (ibidem in c. Quod pro remedio831). Multum etiam iuvat Tridentinum (sess. 25, cap. 18, De reformatione832), ubi indicat dispensare sine iusta causa nihil aliud esse quam unicuique ad leges transgrediendas aditum aperire Et ideo (sess. 24, cap. 5, De reformatione833) statuit ut in contrahendis matrimoniis dispensationes non dentur, nisi ex causa. Secundo, consonat dicta lex Relegati (D, De poenis834), nam de imperatore dicens posse dispensare in poena iure imposita, addit: Ex causa aliqua, perperamque addidit glossa voluntatem principis esse magnam causam835, nam per se manifestum erat imperatorem non dispensare, nisi ex sua voluntate; ergo lex illa ultra voluntatem requirit causam; nisi forte glossa illa intelligatur de voluntate rationabili, nam haec causam involvit. Ad idem induci potest lex 4 (in principio, D, De damno infecto836), quatenus dicit praetorem posse definitum terminum ex causa dare. 6. [Probatur assertio ex naturali iure.] Tertio, ac praecipue, probatur assertio ex naturali iure quod D.Thomas colligit ex verbis Christi( Lc., 12) Quis putas, est fidelis dispensator et prudens? Nam princeps, etiamsi sit auctor legum, non est dominus, ut sic dicam, sed dispensator illarum; ergo etiam quando in illis dispensat, se gerere debet ut fidelis dispensator et prudens, et non ut absolutus dominus. At si absque causa unum vel alium liberet ab obligatione legis, nec prudenter nec fideliter dispensat; ergo abutitur suo munere et peccat. Primum antecedens probatur, quia Pontifex, vel etiam rex, non est absolutus dominus communitatis sibi subditae, sed pastor et rector; et ideo non potest leges ponere in suam privatam utilitatem, sed pro communi civium utilitate, ut supra dictum est; et propterea legislatores a Paulo vocantur ministri et dispensatores Dei. Ergo ipsa legislatio est quaedam fidelis administratio seu distributio obligationis, quae per legem imponitur. Prima vero consequentia probatur, quia eiusdem potestatis est in legislatore actus dispensandi in lege, cuius est actus ferendi legem, ut constat; ergo est actus non dominii absoluti, sed administrationis et, ut ipsum nomen prae se fert, est actus dispensationis, ut sic; ergo etiam debet esse fidelis et prudens. Quod autem dispensatio sine causa facta non sit prudens, per se notum videtur, quia non est C.1 q.7 c. 6 C.1 q.7 c.7. 832 COD, 794-795. 833 COD, 758. 834 D 48.19.4. En las ediciones se omite la referencia al Digesto. 835 Digestum Novum f. 323v, lit. g, verbo: Ex aliqua causa. 836 D 39.2.4. 830 831
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5. Se rechaza la Glosa alegada antes. Esta opinión es conforme al derecho canónico, como se ve por el canon Necesaria y siguientes del Decreto, donde la dispensa solamente es permitda por los padres cuando media una causa justa; y allí mismo, en el canon Quod pro remedio, se dice que si cesa la necesidad, debe cesar también la indulgencia. Sirve asimismo de gran apoyo el Concilio Tridentino al señalar que dispensar sin causa justa: No es otra cosa sino abrir la puerta a cada cual para transgredir las leyes; y por eso, estableció que no se den dispensas para contraer matrimonio, excepto con causa. En segundo lugar, es conforme a la citada ley Relegati del Digesto, pues hablando de que el emperador puede dispensar en una pena impuesta por el derecho, añade: Por alguna causa, y en vano añadió la Glosa que la voluntad del príncipe es una gran causa, pues era por sí mismo manifiesto que el emperador no dispensa sino por su voluntad; luego esa ley requiere una causa fuera de la voluntad, salvo que quizá esa Glosa se entienda de una voluntad razonable, ya que ésta envuelve la causa. En el mismo sentido puede alegarse la ley Dies cautioni del Decreto en cuanto dice que el pretor puede conceder el término definido con causa. 6. Se prueba la afirmación por el derecho natural. En tercer lugar, y principalmente, se prueba por el derecho natural, que Santo Tomás deduce de las palabras de Cristo: ¿Quién piensas que es el administrador fiel y prudente? En efecto, el príncipe, aunque sea autor de las leyes, no es el dueño, por así decir, sino su dispensador; luego, incluso cuando dispensa en ellas, se debe comportar como administrador fiel y prudente y no como dueño absoluto. Ahora bien, si libera a uno o a otro de la obligación de la ley, no dispensa prudente ni fielmente; luego abusa de su cargo y peca. Se prueba el primer antecedente, porque el Papa o incluso el rey, no es el dueño absoluto de la comunidad a él sujeta, sino pastor y rector; y por eso, no puede dictar leyes en orden a su utilidad privada, sino para la utilidad común de los ciudadanos, como se ha expuesto antes; y por ello, los legisladores son llamados por Pablo ministros y administradores de Dios. Luego, la propia legislación es como una administración fiel o distribución de la obligación que se impone por la ley. En cuanto a la primera consecuencia se prueba porque con respecto al legislador el acto de dispensar en la ley responde a la misma potestad que el acto de dar la ley, como es evidente; luego, no es acto de dominio absoluto, sino de administración y, como el mismo nombre lo indica, es un acto de dispensa en cuanto tal; por consiguiente, también debe ser fiel y prudente. En cambio, que la dispensa hecha sin causa no es prudente, parece de por si manifiesto, porque no es confor-
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consentanea rectae rationi nec fini potestatis a qua procedit, nam illa per se est propter bonum commune. Illa autem dispensatio est tantum propter privatum commodum vel affectum, et ita est abusus potestatis. Item quia lex est commune bonum et illa vulneratur sine causa. Denique quia uniformitas ac proportio inter membra corporis per se spectat ad totius corporis bonum, quod etiam per tales dispensationes laeditur et deformatur. Ut hae rationes probant etiam illum actum non esse fidelitatis debitae a dispensatore, quia tenetur ex vi fidelitatis debitae ratione sui muneris convenienter uti sua potestate ad finem eius, et conservare ac promovere commune bonum; nam, ut Paulus ait (2 Corinthios, 10): Potestas non est data in destructionem, sed in aedificationem. Et ita soluta manet secunda ratio dubitandi, quae fortasse probat talem dispensationem esse validam, non tamen iustam, quia princeps non est ita dominus suae voluntatis ut non subdatur legi naturali et propriae. An vero idem sit de ablatione totius legis, infra dicetur. 7. [Obiectio quaedam.] Sed obiici potest contra hunc discursum, nam sequitur malitiam huius actus dispensandi sine causa in lege tantum esse contra fidelitatem, ac subinde tantum esse ex suo genere venialem; consequens est creditu difficile. Ergo. Sequela declaratur, quia ex hoc quod actus sit contra prudentiam non habet actus specificam malitiam, nam ille defectus generalis est omni peccato, speciem autem sumit ex materia virtutis vel vitii moralis, in qua versatur. Illa ergo malitia imprudentis dispensationis tantum est contraria fidelitati morali, fidelitas autem ex suo genere tantum obligat sub veniali sicut et veritas; ergo illa malitia ex suo genere tantum est venialis. Haec obiectio duo petit inter se connexa, unum est ad quam virtutem pertineat obligatio haec non dispensandi in lege nisi ex causa iusta; aliud est quam grave837 sit ex genere suo transgredi hanc obligationem. 8. [De eadem re.] Et incipiendo ab hoc posteriori puncto, Navarrus (in Summa, prael. 9, n. 14) docuit hoc tantum esse peccatum veniale citatque838 Caietanum (I II, q. 96, a. 5839), ubi Caietanus solum dicit male facere principem se vel alium eximendo ab obligatione legis sine causa, non tamen peccare contra legem in qua dispensat, sed contra alia principia naturalia840, praesertim contra illud: Turpis est pars quae non consonat suo toti. Quia vero haec turpitudo videtur levis, ideo Navarrus videtur Caietanum allegasse pro hac sententia et in eandem inclinat Soto (lib.1 De iustitia, q. ultima, a. ultimo841), licet non declaret aperte; eandemque sequuti En las ediciones se lee: gravis. En la edición de Coimbra se lee: citaque. 839 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 69-70. 840 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae p. 303, § Ad hoc dubium. 841 Dominicus Soto, De iustitia et iure q. 7. a. 3, pp. 78-81. 837 838
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me a la recta razón, ni a la finalidad de la potestad de la que procede, puesto que ella es por si misma para el bien común. Pero aquella dispensa es sólo para el bien o el interés privado; y de este modo es abuso de potestad. Asimismo, porque la ley es un bien común y se la vulnera sin causa. Finalmente, porque la uniformidad y la proporcion entre los miembros del cuerpo de por si miran al bien de todo el cuerpo, un bien que también queda dañado y deformado por tales dispensas. De modo que estas razones prueban además que ese no es un acto de fidelidad debida por parte del que dispensa, porque está obligado, en virtud de la fidelidad debida por razón de su cargo, a usar de manera conveniente de su potestad para el fin de la misma, y a conservar y promover el bien común, pues, como dijo Pablo: La potestad no se ha dado para la destrucción, sino para la edificación. Así se resuelve la segunda razón de la duda, que prueba que acaso tal dispensa es válida, pero no justa, porque el príncipe no es de tal modo dueño de su voluntad que no esté sometido a la ley natural y a la suya propia. Ahora bien, de si se ha de aplicar lo mismo respecto de la cesación de toda la ley, se dirá más abajo. 7. [Cierta objeción.] En verdad, se puede objetar contra este discurso, pues es lógico que la malicia de este acto de dispensar sin causa en la ley sólo es contra la fidelidad; y por ello, de su naturaleza es sólo venial; la consecuencia es difícil de creer. Luego. Se explica la consecuencia, porque, por el hecho de que el acto sea contra la prudencia, el acto no tiene una malicia específica, ya que ese defecto general está en todo pecado, y toma la especie de la materia de la virtud, o del vicio moral, sobre la que versa. Por consiguiente, la malicia aquella de la dispensa imprudente sólo es contraria a la fidelidad moral, y la fidelidad por su naturaleza obliga sólo bajo venial, al igual que la verdad. Luego, aquella malicia es sólo venial por su naturaleza. Esta objección apunta a dos cosas conexas entre sí, una es a qué virtud pertenece esta obligación de no dispensar en la ley a no ser por una causa justa; otra es qué gravedad tiene por su naturaleza la transgresión de esta obligación. 8. [Sobre el mismo tema.] Tomando principio de este punto último, Martín de Azpilcueta enseña que esto es sólo pecado venial y cita a Tomás de Vio, en el lugar en que éste dice simplemente que hace mal el príncipe eximiéndose a si mismo o a otro sin causa de la obligación de la ley, pero que no peca contra la ley en la que dispensa, sino contra otros principios naturales, en especial contra el que dice: Es deforme la parte que no está en armonía con su todo. Pero, como esta deformidad parece leve, de ahí se ve que Martín de Azpilcueta alegara a Tomás de Vio en favor de esta opinión; y a ella se inclina Domingo de Soto, aunque no lo declare abiertamente; la han se-
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sunt aliqui moderni, quos refert et sequitur Sancius (dicta disp. 18, n. 7842). Non explicant autem hi auctores cuius speciei sit malitia quam habet actus male [se lee: mala] dispensandi ex obiecto suo, sed dicunt ex circumstantia extrinseca posse esse mortalem ratione scandali, vel notabilis nocumenti vel iniusti gravaminis aliorum; ex intrinseco [se lee: extinseco] autem obiecto, quatenus praecise est exemptio a lege sine causa, non videri rem tanti momenti, ut ad peccatum mortale ex genere sufficiat. 9. Peccatum esse in principe dispensare in lege sua sine causa, et hoc mortale ex genere suo. Ego vero censeo in principe esse peccatum mortale ex genere suo dispensare in lege sua sine causa. Ita sentit Caietanus (in Summa, verbo Dispensatio843), dum ait esse hoc peccatum veniale in parvis, unde videtur supponere in magnis esse mortale, ac subinde ex genere esse tale. Postea vero ita id explicat ut potius significet tantum esse mortale quando dispensatio redundat contra ius divinum vel naturale, et consequenter est invalida. Et illum imitatur Armilla (ibi, n. 13844). Clarius hoc sentit Valentia (2 p., d. 7, q. 5, puncto 9845), qui etiam ad hoc inducit Caietanum (I II, q. 96, a. 5846). Apertius tradit Covarrubias (in Quartum, 2 p. cap. 6, § 9, n. 7847), et inclinat Soto (in Quartum, 39 d., q. unica, a. 2, in fine corporis, ibi: Fas non est848) et sequuntur quidam alii summistae quos refert Sancius849, et eandem supponere videntur omnes qui tenent talem dispensationem esse invalidam, quos capite sequenti referam. Ac subinde hoc fatentur de inferiori dispensante in lege superioris sine causa, ut sumitur ex Navarro (in Summa, cap. 25, n. 5), ubi rationem reddit, quia haec est iniustitia gravis, quae est peccatum mortale850. Haec vero ratio potest cum proportione, licet non cum aequalitate, ad praesens accommodari potest, ut sensit Covarrubias supra. Et simul per hanc rationem explicatur primum quaesitum, scilicet, ad quam virtutem pertineat hanc circumstantiam in dispensatione observare, nimirum, ut non nisi ex iusta causa fiat, seu cuius speciei sit malitia contraria.
Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 73. Caietanus [Thomas de Vio], Summula p. 145. 844 Bartholomaeus Fumo, Summa f. 118v. 845 Gregorius de Valencia, Commentariorum theologicorum tomus secundus complectens materias Primae Secundae Divi Thomae (Ventiis 1593, col. 975). 846 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae pp. 302-303. 847 Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretalium p. 223. 848 Dominicus Soto, In quartum sententiarum p. 306. Las ediciones omiten las referencias numéricas de la distinctio y de la quaestio. 849 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento lib. 8, disp. 18, n. 10, p. 73. 850 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion sive manuale confessorum et poenitentium p. 774. 842 843
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guido también algunos autores modernos, a los que cita y sigue Tomás Sánchez. No explican, sin embargo, estos autores de qué especie es la malicia de dispensar mal por razón de su objeto, sino dicen que a causa de una circunstacia extrínseca puede ser mortal por razón del escándalo o del daño notable o gravamen injusto de otros; ahora bien, por razón de su objeto intrínseco, en cuanto justamente es la exención de una ley sin causa, no parece ser cosa de tanta importancia como para que baste para constituir pecado mortal por su naturaleza. 9. El príncipe comete pecado al dispensar en su ley sin causa y este pecado es mortal por su naturaleza. Por mi parte, sin embargo, estimo que el príncipe comete pecado mortal por su naturaleza al dispensar en su ley sin causa. Así piensa Tomás de Vio cuando dice que es pecado venial en las cosas pequeñas, de donde se deduce evidentemente que es mortal en las grandes y, por ende, lo es por su naturaleza. No obstante, después lo explica de tal modo que, más bien, significa que solamente es pecado mortal cuando la dispensa redunda en contra del derecho divino o natural y, por lo tanto, la dispensa es inválida. Le imita Bartolomé Fumo. Con más claridad lo expresa Gregorio de Valencia, quien también aduce a Tomás de Vio. Más abiertamente lo muestra Diego de Covarrubias, y le siguen Domingo de Soto y algunos otros sumistas, a los que cita Tomás Sánchez, y la misma opinión parecen dar por buena cuantos sostienen que esa dispensa es inválida, a los que me referiré en el capítulo siguiente. En consecuencia, esto mismo opinan del inferior que dispensa en la ley del superior sin causa, como se deduce de Martín de Azpilcueta, quien da la razón de que se trata de una injusticia grave, la cual constituye un pecado mortal. Esta razón, empero, se puede aplicar a este supuesto proporcionalmente, pero no de forma igualitaria, como opina Diego de Covarrubias. A la vez por este razonamiento se explica el primer interrogante, o sea, a qué virtud pertenece el observar esta circunstrancia en la dispensa, esto es, que no se haga sino por una causa justa, o de qué especie sea la malicia contraria.
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10. [Argumentum auctoris.] Ratio ergo est, quia legislator ex iustitia tenetur non dispensare in sua lege sine iusta causa; ergo peccat contra iustitiam aliter dispensando. Ergo illud peccatum est mortale ex genere suo, nam violatio cuiuscunque iustitiae ex suo genere mortale peccatum est, iuxta doctrinam omnium. Ergo. Consequentiae clarae sunt. Primum vero antecedens probatur, quia triplicis iustitiae obligatio in praesenti videtur concurrere. Primo commutativae, quia princeps ex officio tenetur talem dispensationem non dare, obligatio autem ex officio maxime spectat ad iustitiam commutativam. Secundo iustitiae legalis, ex qua tenetur princeps nihil agere contra commune bonum; talis autem dispensatio ex se multum nocet communi bono et est illi contraria. Tertio distributivae, et haec videtur esse proxima, et contra illam videtur esse proprie specifica malitia talis actus, nam directe est acceptio personarum, ut recte docuerunt Abulensis (Matthaeo, 22, q. 117851) et Soto (lib. 3, De iustitia, q. 6, a. 5 ad tertium852) et Antoninus (2 p., tit. 1, cap. 20, § 2, in fine853). Acceptio autem personarum opponitur iustitiae distributivae, ut constat ex II II (q. 63). Unde ex suo genere est peccatum mortale, maxime quando radicatur in obligatione officii, ut ibidem tractatur. Ita vero est in praesenti. Et declaratur, nam a principio ferre legem non simpliciter pro tota communitate, sed excipiendo aliquos ad libitum sine causa, contra iustitiam distributivam est et de se mortale contra totam illam communitatem; hoc autem fit virtute per talem dispensationem. Ergo. Confirmatur, nam illud peccatum est mortale ex genere, quod intra propriam speciem potest esse mortale ex materiae gravitate; ita vero est in praesenti, ut patet exemplis. Quis enim dicat, non esse mortale dispensare in observatione quadragesimae sine causa vel cum sacerdote in onere recitandi officium pro libito, et similia? Certe statim actus apparet adeo gravis et deformis ut peccatum mortale iudicetur. Item, licet fortasse de facto ex illo non sequatur scandalum, quia occulte fit, de se est scandalosum et offendit Ecclesiam seu rempublicam, quod est indicium in se ac de se esse rem gravem. Et hanc rationem indicat Valentia supra854. 11. Princeps non potest secum dispensare sine causa. Confirmatur haec resolutio, simul expendendo quaestiunculam aliam hic occurrentem, an scilicet haec doctrina locum habeat etiam in principe secum dispensante. Respondendum enim est affirmative, nam supposita doctrina supra data, libro 3, principem suis legibus obligari, consequenter sequitur eum peccare secum dispensando in tali lege; alioqui inutilis et ridicula esset talis obligatio si posset princeps illam a se tollere sine peccato sua voluntate sola et sine causa. Et ita fatentur Caietanus, Soto, Navarrus et omnes. Alphonsus de Madrigal, In Mataeum cap. 22, quaest. 11 (Opera omnia, Venetiis 1596). Dominicus Soto, De iustitia et iure pp. 272-273, § Solutio autem tertii. 853 Antoninus Florentinus, Summa Sacrae Theologiae, iuris Pontificii et Caesarei parte II, tit. 1, cap. 20, § 2, in fine (Venetiis 1582). 854 Gregorius de Valencia, Commentariorum theologicorum col. 975. 851 852
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10. [Argumento del autor.] La razón es, por consiguiente, que el legislador está obligado en justicia a no dispensar en su ley sin causa justa; luego peca contra la justicia dispensando de otra manera. Luego ese pecado es mortal por su naturaleza, según la doctrina de todos. Luego. Las consecuencias son claras. En verdad, el primer antecedente se prueba porque en este caso parece concurrir la obligación de los tres tipos de justicia. En primer lugar de la conmutativa, porque el príncipe está obligado por su cargo a no dar tal dispensa, y la obligación en atención al cargo mira sobre todo a la justicia conmutativa. En segundo lugar de la justicia legal, por la cual el príncipe está oligado a no hacer nada en contra del bien común; en cambio, esa dispensa daña mucho al bien común y es contraria al mismo. En tercer lugar de la justicia distributiva y ésta parece ser próxima y contra ella parece estar la malicia propiamente específica de ese acto, pues es directamente acepción de personas, como enseñaron con lógica Alfonso de Madrigal, Domingo de Soto y Antonino de Florencia. Ahora bien, la acepción de personas se opone a la justicia distributiva, como consta por la Summa theologiae. De ahí que es pecado mortal por su naturaleza, especialmente cuando arraiga en la obligación del cargo, como allí mismo se expone. En verdad, así es en el supuesto que tratamos. Se declara, porque ya como principio dar una ley no simplemente para toda la comunidad, sino exceptuando a algunos a voluntad, sin causa, es contra la justicia distributiva y de por si mortal contra toda esa comunidad; ahora bien, eso se hace virtualmente por esa dispensa. Luego. Se confirma, porque ese pecado es mortal por su naturaleza, por lo que dentro de la propia especie puede ser mortal por la gravedad de la materia; y así es en el caso presente, como aparece por los ejemplos. Pues, ¿quién dice que no es pecado mortal dispensar en la observancia de la cuaresma sin causa o dispensar a un sacerdote de la obligación de recitar el oficio según su voluntad, y supuestos similares? Ciertamente, de inmediato se ve que el acto es tan grave y deforme que se juzga pecado mortal. Asimismo, aunque quizá de hecho no se siga escándalo porque se hace de forma oculta, de por si es escandaloso y ofende a la Iglesia o a la comunidad política, lo cual es indicio de que en si y por si es cosa grave. Esta razón la señala Gregorio de Valencia. 11. El príncipe no puede dispensarse a sí mismo sin causa. Esta resolución se confirma al tiempo que se examina otra pequeña cuestión que se presenta aquí, o sea, si esta tesis tiene lugar incluso en el príncipe que se dispensa a si mismo. Se ha de responder, en efecto, de manera afirmativa, pues, dada por buena la tesis antes expuesta en el libro tercero, que el príncipe está obligado por sus leyes, se sigue por lógica que él peca dispensándose en esa ley; de otro modo esa obligación sería inútil y ridícula, si el príncipe pudiese quitarse esa obligación sin pecado por su sola voluntad y sin causa. Y así lo admiten Tomás de Vio, Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta y todos.
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Addo vero hanc culpam in principe esse gravem et ex suo genere peccatum mortale. Probatur eadem ratione, quia alias nunquam obligaretur sua lege sub culpa mortali, nam etiam esset ridicula obligatio in illo gradu, si sua voluntate sine causa posset auferre se obligationem illam sine peccato mortali. Quis enim est qui, volens non servare aliquam legem, non prius auferat a se obligationem gravem eius, si potest, etiamsi in illa ablatione peccet venialiter, ut caveat peccatum mortale? Denique nullius momenti est obligatio quam potest quis a se auferre suo arbitrio et sine causa; ergo, ut illud prius dogma, quod princeps obligatur suis legibus iuxta gravitatem earum, solidum sit, necesse est fateri principem non posse a se auferre pro sua voluntate talem obligationem sine gravi causa, quin in tali dispensatione peccet mortaliter. Hinc ergo concludimus tales dispensationes sine causa esse peccatum mortale ex genere suo, quia in principe respectu sui non est ita gravis ex aliquo extrinseco accidente, sed praecise ex vi suae specificae malitiae, quia est contra iustitiam distributivam, quae in illa acceptione personae graviter laeditur, etc. Idem ergo erit respectu dispensationis subditorum, nam malitia est eiusdem speciei; et licet, ex circumstantia personae circa quam, aggravetur in principe dispensante, tamen, ut indicat Caietanus (dicta q. 96, a. 5855), hoc non obstat quominus etiam circa subditos peccatum sit mortale ex genere, et possit esse in individuo mortale ex gravitate materiae; licet in levioribus legibus vel circumstantiis earum saepe possit esse peccatum veniale ex levitate materiae, ut in aliis rebus contingit. 12. Subditus petendo dispensastionem sine causa peccat mortaliter ex genere suo ex uno capite; ex alio autem venialiter tantum. Et hinc etiam expeditur aliud dubium hic occurrens, quantum scilicet peccet subditus petendo dispensationem sine causa, nam quod peccet omnes allegati auctores fatentur, estque manifiestum supposita dicta resolutione, quia petit rem irrationabilem et communi bono contrariam, et quia vult discrepare a toto corpore sine causa; de quantitate vero culpae eaedem sunt opiniones. Dico autem breviter illam actionem subditi duplici considerari posse. Primo praecise ut est actio propria subditi et voluntas cuiusdam inordinati obiecti; alio modo, ut est inductio superioris ad actionem iniquam, et consequenter est cooperatio ad illam. Priori modo potest excusari subditus a culpa mortali etiam ex genere, quia non tenetur propria obligatione iustitiae ad illam conformitatem cum toto, ut capite sequenti magis declarabimus. At vero posteriori ratione peccat ex suo genere mortaliter, quia cooperatur peccato mortali, et est causa illius; in individuo autem ita peccabit sicut superior quem inducit. Et ita sentit Covarrubias, supra856. Poterit tamen accidere ut subditus ignorantia excusetur, et tunc poterit ipse nihil peccare, putans praelatum nihil peccare; et nihilominus, fieri etiam potest ut praelatus non
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Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae pp. 302-303. Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretalium p. 223.
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Añado, no obstante, que esa culpa en el príncipe es grave y pecado mortal por su naturaleza. Se prueba por la msma razón, ya que de otro modo nunca estaría obligado por su ley bajo culpa mortal; y también sería ridícula la obligación en ese grado, si pudiese quitarse por su sola voluntad, sin causa y sin pecado mortal, esa obligación. ¿Quién es, en efecto, el que, queriendo no observar una ley, no se quita antes a si mismo esa obligación grave, si puede, aunque en esa abolición peque venialmente, de modo que evite el pecado mortal? Además, no tiene interés alguno la obligación que uno puede quitarse a sí mismo a su arbitrio y sin causa; por consiguiente, para que el principio que dice: el príncipe está obligado a sus leyes según la gravedad de las mismas, sea sólido, es necesario reconocer que el príncipe no puede quitarse a sí mismo a su voluntad tal obligación sin causa grave, sin que en el hecho de esa dispensa peque mortalmente. De aquí, por lo tanto, concluimos que tales dispensas sin causa son pecado mortal por su naturaleza, ya que en el príncipe, respecto de sí mismo, no es así de grave por razón de una circunstancia extrínseca, sino justamente por razón de su malicia específica, dado que está en contra de la justicia distributiva, que se daña gravemente en esa acepción de la persona, etc. Lo mismo será, por lo tanto, respecto de la dispensa de los súbditos, porque la malicia es de la misma especie; y aunque, por razón de la circunstancia de la persona sobre la que versa, se agrave en el príncipe dispensante, sin embargo, como señala Tomás de Vio, esto no obsta a que también cuando versa sobre súditos sea pecado mortal grave por su naturaleza y pueda ser mortal en el caso concreto por la gravedad de la materia, si bien en las leyes de menor importancia o en razón de sus circunstancias pueda ser muchas veces pecado venial por la levedad de la materia, como sucede en otras cosas. 12. El súbdito que pide una dispensa sin causa peca mortalmente por razón de su género por una parte, aunque por otra sólo venialmente. De lo dicho también se resuelve otra duda que se presenta aquí, es decir, hasta qué punto peca el súbdito pidiendo una dispensa sin causa; pues que peca lo reconocen todos los autores alegados y es manifiesto por la resolución dada, ya que pide algo irracional y contrario al bien común y porque quiere discrepar sin causa de todo el cuerpo; ahora bien, sobre la cantidad de la culpa hay opiniones. Digo, pues, brevemente que esa acción del súbdito se puede considerar doblemente. En primer lugar, en cuanto es justamente una acción propia del súbdito y deseo de un objeto desordenado; en segundo lugar, en cuanto es una inducción del superior a una acción inicua y, consecuentemente, es una cooperación a esa acción. En el primer modo el súbdito puede excusarse de pecado mortal, incluso por razón de su naturaleza, porque no está obligado por propia obligación de justicia a esa conformidad con el todo, según declararemos con más amplitud en el capítulo siguiente. Pero, en verdad, en cuanto al segundo argumento, peca mortalmente por razón de su naturaleza, dado que coopera a un pecado mortal, y es causa del mismo; y en concreto pecará en la misma medida que el superior al que induce. Así opina Diego de Covarrubias. Podría suceder, sin embargo, que el súbdito sea excusado por la ignorancia, en cuyo caso podría no pecar él en nada, creyendo que el prelado
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excusetur, quia, vel non ignorat, vel ignorantia quae in subdito est invincibilis in praelato est culpabilis propter maiorem occasionem et obligationem sciendi. Quocirca, si subditus bona fide procedat et petat dispensationem putans se habere causam, vel fideliter narrans factum et remittens superiori iudicium causae, nihil peccabit, etiamsi non sit certus non peccare praelatum, quia in dubio pro illo praesumere debet, ut saepe dictum est, et in materia de voto in simili diximus857 cum D.Thoma (II II, q. 88, a. ultimo ad 2858); et tradit etiam Navarrus (dicto prael. 9, n. 13859). 13.[De eadem re.] Sic etiam, e contrario, si subditus mala fide procedat et decipiat praelatum, falsam causam allegando, ipse peccabit et praelatus esse poterit a culpa immunis, et hanc culpam existimo esse mortalem in subdito ex genere suo, quia de se gravem iniuriam praelato infert, nisi ex levitate materiae minuatur. An vero, si praelatus offerat dispensationem sine causa subdito non petenti, ille peccet acceptando, Sancius (supra, n. 8860) ait peccare eo modo quo praelatus, id est, venialiter vel mortaliter, prout praelatus peccaverit, quia cooperatur peccato illius, cum dispensatio non sortiatur suum effectum donec acceptetur. Sed dicendum censeo tunc subditum non peccare ex vi cooperationis, quia illa non est vera cooperatio, quia dispensatio a solo superiori datur, et ad illam, ut procedit a superiori, subditus non concurrit, sicut cooperatur quando superiorem excitat vel inducit. Nec refert quod acceptatio sit necessaria ad effectum, tum quia non est necessaria ut concausa sed ut conditio necessaria, quam ponere solum est permittere effectum, non facere, tum etiam quia, posita dispensatione ex parte superioris, ponitur tota malitia gravis illius actionis, et quod sequatur effectus non habet novam malitiam; et ideo acceptare aut velle illum effectum non est in subdito cooperatio ad malum. Potest vero cogitari ibi aliqua malitia in voluntate talis effectus sine cooperatione, quae venialis ad sumum est, si tamen aliqua est, quod nunc non definio donec dicam de culpa eiusdem subditi in usu talis dispensationis, quam in sequens caput reservo, quia supponit aliam de valore talis dispensationis, et ibi etiam dicemus an teneatur praelatus talem dispensationem revocare. 14. De qualitate causae ad licite dispensandum. Superest respondere ad rationes dubitandi in principio positas et expedire alia brevia dubia quae in eis petuntur. Prima ergo ratio dubitandi petit generatim qualis debeat esse causa iusta ad licitam dispensationem sufficiens. Triplex enim causa
857 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De vot, quaest. 88, lib. 6, cap. 27, pp. 1274-1275, n. 10-11; Vivès 14, pp. 1176-1177. 858 Thomas II II 88, ad 2. 859 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion sive manuale confessrorum p. 59. 860 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 73.
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no peca en nada; y no obstante, puede suceder que el prelado no sea excusado, porque o no ignora o la ignorancia, que en el súbdito es invencible, en el prelado es culpable por la mayor oportunidad y obligación de saber. Sobre lo cual, si el súbdito procede de buena fe y solicita la dispensa creyendo que tiene causa, o narra fielmente el hecho y deja al superior el juicio de la causa, no pecará en nada, aun cuando no esté seguro de que no peque el prelado, porque en la duda se debe presumir en su favor, como se ha dicho repetidamente, y he dicho en el tema del voto, de acuerdo con Santo Tomás; y opina lo mismo Martín de Azpilcueta. 13. [Sobre el mismo tema.] Así también, por el contrario, si el súbdito procede de mala fe y engaña al prelado alegando una causa falsa, él pecará y el prelado podrá estar libre de culpa, y estimo que esta culpa es mortal por su naturaleza en el súbdito, porque de por si infiere una injuria grave al prelado, salvo que se aminore por la levedad de la materia. En cambio, sobre si en caso de que el prelado ofrezca la dispensa al súbdito sin causa y sin que éste la pida peca aceptándola, Tomás Sánchez afirma que peca de la misma manera que el prelado, o sea, venial o mortalmente, conforme pecare el prelado, porque coopera a su pecado, dado que la dispensa no surte su efecto hasta que es aceptada. Con todo, opino que se ha de afirmar que en ese caso el súbdito no peca en virtud de la cooperación, porque no se trata de una verdadera cooperación, ya que la dispensa la da el superior, él solo; y en cuanto que procede del superior, el súbdito no concurre a ella, como sí sucede cuando anima o incita al superior. Ni hace al caso que la aceptación sea necesaria para el efecto, tanto porque no es necesaria como concausa, sino como condición necesaria, cuya posición sólo significa permitir el efecto no el hacerlo, como también porque, dispuesta la dispensa por parte del superior, se establece toda la malicia grave de esa acción, y el hecho de que se siga el efecto no tiene una nueva malicia; de ahí que aceptar o querer ese efecto no es en el súbdito cooperación al mal. Puede pensarse, no obstante, que hay allí cierta malicia en la voluntad de tal efecto sin cooperación, que es a lo sumo venial, si es que hay malicia alguna, cosa que ahora no determino hasta que trate sobre la culpa del propio súbdto en el uso de tal dispensa, que reservo para el capítulo siguiente, dado que supone otra cuestión sobre el valor de tal dispensa, y allí también trataremos de si el prelado está obligado a revocar esa dispensa. 14. De la cualidad de la causa para dispensar lícitamente. Queda responder a las razones de duda puestas al principio y aclarar algunas pequeñas dudas que presentan. Así pues, la primera razón para dudar se refiere generalmente a cuál debe ser la causa justa suficiente para una dispensa lícita. La
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potest intelligi; una per se sufficiens ad excusandum vel certo vel sub dubio; alia per se non excusans, sufficiens tamen ut possit tolli obligatio; alia quae, licet per se non tollat obligationem, et reddat iustam dispensationem et obliget praelatum ad dispensandum. Dico ergo non esse necessariam primam causam; et hoc solum concludit illa prior ratio dubitandi; nam, si certo constet causam, seu necessitatem esse talem ut per se excuset, tunc non solum dispensatio vera, sed etiam nec interpretatio praelati necessaria est; si vero sit talis quae rem faciat dubiam, et dubium non possit per doctrinam vel aliam diligentiam expelli, tunc ad superiorem recurrendum erit, si fieri possit, ut interpretetur potius quam dispenset, licet interpretatio in illo casu soleat large dispensatio vocari. Ad propriam ergo dispensationem non est necessaria tam rigorosa causa. Nec etiam est necessaria tertia, quae superiorem obliget, sed suficiet media, quae nimirum satis sit ut sine acceptione personarum possit pars excipi a generali onere et regula totius corporis. Saepe enim occurere potest causa sufficiens ad prudenter iudicandum posse fideliter et iuste subditum eximi ab aliquo onere, vel quia in eo non ita militat ratio legis sicut in aliis, vel quia aliae occasiones vel impedimenta occurrunt, quae, licet non cogant, prudenter inducunt ad misericordiam vel beniginitatem aut liberalitatem cum illo ostendendam, ut canones frequenter loquuntur, et paulo post magis explicabimus. 15. Ubi fuerit maior obligatio, maior causa requritur ad dispensationem. Quaeri autem hic potest quae sit causa iusta ad dispensandum in humana lege, quam quaestionem tractavi de dispensatione voti (lib. 6, cap. 17861) et doctrina ibi data potest in praesenti cum proportione applicari. Unde breviter adverto quaestionem hanc posse tractari et comparate et absolute. Priori modo quaeri solet an sit necessaria tam gravis causa ad dispensandum in legibus humanis sicut in iuramentis aut votis aut aliis quae dicuntur attingere ius divinum aut naturale. Quam comparationem attingit Navarrus (in Summa, cap. 12, n. 57862) et simpliciter dicit difficiliorem esse dispensationem in his quae ius divinum attingunt, ac subinde maiorem causam ad illam postulari. Soto vero (lib. 7, De iustitia, q. 4, a. 3, § Hoc autem863) quaesitum hoc de voto proponens, putat non habere unum responsum, nam interdum lex difficilius relaxatur quam votum, interdum vero e contrario. Haec ergo quaestio supponit aliam quam tractavi libro 1 De voto (cap. 3864), quae sit maior obligatio, legis humanae an voti; et dixi, pro materiae qualitate, interdum unam interdum aliam esse graviorem. Ita ergo dicendum est de causa dispensationis; nam ubi fuerit maior obligatio, ibi maior causa postulatur. 861 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto, tract. VI, De voto quaest. 88, art. 12, lib. 6, cap. 17, p. 1223, n. 1; Vivès, 14, p. 1122. 862 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 216. 863 Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 674. En la edición consultada de esta obra se lee: § Hic autem. 864 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, art. 1, pp. 831-835; Vivès 14, pp. 764-768.
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causa, en efecto, puede entenderse triple; una de por sí suficiente para excusar, sea de manera segura sea bajo duda; otra que no excusa de por sí, pero suficiente para que pueda quitar la obligación; otra que, aunque de por sí no quite la obligación, haga la dispensa justa y obligue al prelado a dispensar. Digo por ello, que no es necesaria la primera causa y esto cierra esa primera razón para dudar; pues, si consta ciertamente la causa o la necesidad es tal que excusa por sí misma, entonces no sólo no es necesaria una verdadera dispensa, sino que tampoco es necesaria la interpretación del prelado; pero si es tal que que hace la cosa dudosa y la duda no puede ser aclarada por la doctrina o por otra diligencia, entonces habrá que recurrir al superior, si puede hacerse, para que interprete más bien que para que dispense, si bien la interpretación en ese caso suele llamarse dispensa en sentido extenso. Así pues, para una dispensa propia no es necesaria una causa tan rigurosa. Tampoco es necesaria la tercera, que obligue al superior, sino que bastará la de en medio, que realmente sea suficiente para que una parte pueda ser exceptuada sin acepción de personas de la obligación y regla general de todo el cuerpo. Con frecuencia, en efecto, puede ocurrir una causa suficiente para juzgar con prudencia que puede eximir a un súbdito de alguna obligación fiel y justamente, o porque en él la razón de la ley no tiene parte como en los otros, o porque ocurren otras circunstancias o impedimentos que, aunque no obliguen, inducen prudentemente a mostrar con él misericordia o benignidad o liberalidad, como hablan los cánones con frecuencia, y como enseguida explicaremos más. 15. Donde hubiere mayor obligación se requiere mayor causa para la dispensa. Por otra parte, puede cuestionarse aquí cual sea la causa justa para dispensar en la ley humana, cuestión que traté en el libro VI, capítulo XVII, sobre la dispensa del voto; la doctrina allí expuesta puede aplicarse con la propoción debida al caso presente. Por lo cual, advierto brevemente que tal cuestión puede tratarse por comparación y de forma absoluta. Del primer modo suele cuestionarse si es necesaria tan grave causa para dispensar en las leyes humanas como lo es en los juramentos o en los votos o en otras de las que se dice que conciernen al derecho divino o al natural, comparación que trata Martín de Azpilcueta y afirma simplemente que la dispensa es más difícil en las que afectan al derecho divino y, por ende, requieren una causa mayor para la dispensa. Domingo de Soto, en cambio, proponiéndose esta cuestión al tratar sobre el voto, aprecia que no dispone de una respuesta, pues a veces la ley se relaja con más facilidad que el voto y a veces, sin embargo, al contrario. Esta cuestión, por tanto, supone otra que traté en el libro I, capítulo III, sobre el voto: cuál sea obligación mayor, si la de la ley humana o la del voto; y dije que, según la gravedad de la materia, a veces es más grave una y a veces la otra. Así, por consiguiente, hay que decir sobre la causa de la dispensa, ya que, donde hubiere mayor obligación, allí se exige mayor causa.
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16. Quomodo possit iudicium ferri de causa gravi. Absoluta praeterea interrogatio, scilicet, quam gravis causa sufficiat vel quomodo possit de illa iudicium ferri, non potest etiam certa responsione definiri, sed prudentis arbitrio definienda est, ut etiam de voto dixi865. Capita vero seu loca ex quibus haec causa sumenda est, numerantur a Gratiano (in § Nisi rigor 1, q. 7) dicente: Pro tempore, pro persona, intuitu pietatis, necessitatis vel utilitatis, et pro eventu rei866, quae per discursum totius quaestionis variis canonibus: comprobat. Sed, si attente considerentur, omnia continentur in illis tribus capitibus: necessitas, utilitas et pietas. Haec tamen secundum alias circumstantias variantur, nam temporis conditio facit ut tunc occurrat necessitas et utilitas; et idem suo modo est de conditione personae et rei eventu, sub quo continetur quaelibet occasio; et ad haec etiam reducitur opportunitas loci, nam ex his omnibus consurgere solet necessitas vel utilitas, ut ex se constat, et ex decretis a Gratiano ibi inductis, et ex capite Fraternitati, (d. 34867) et optime ex capite Necesse est (d. 29868), capite Ipsa pietas (23, q. 4869). Et in universum loquendo, interdum haec causa potest sufficienter oriri ex uno vel altero capite, aliquando vero ex multis simul, nam singula quae non prosunt simul collecta iuvant, ut constat. 17. Dispensatio iuris publici et privati quando dicitur. Atque ex hac numeratione causarum colligi possunt tres aliae divisiones dispensationis. Prima est in illam quae est boni publici vel privati. Sicut enim lex, licet sit propter commune bonum, nihilominus interdum est iuris publici interdum privati, ut supra tradidimus, ita dispensatio, quando pro immediata causa habet publicam utilitatem dicitur iuris publici, quando vero est proxime propter utilitatem personae petentis dispensationem dicetur iuris privati. Unde etiam colligitur quomodo intelligendum sit quod divus Thomas (dicta q. 95, a. 4870) ait ad fidelitatem dispensatoris pertinere ut intentionem habeat ad commune bonum. Indicare enim videtur necessarium esse ad iustam dispensationem ut causa eius sit necessitas aliqua publica vel communis utilitas. Unde Soto (dicto a. 3871) intulit dispensationem non posse esse iustam nisi in commune bonum cedat; nam sicut lex pro communi bono constituitur, ita pro illo dispensanda est. Et Panormitanus (in c. De multa, De praebendis, n. 8872) referens eundem locum D.Thomae ait dispensationem non propter privatam causam, sed
865 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, art. 12, lib. 6, cap. 17, pp. 1223-1235; Vivès 14, pp. 1122-1128. 866 C.1 q.7 c.5 Gr. p. 867 D. 34 c.7. En las ediciones se lee: c. Fraternitas. 868 D.29 c.3. 869 C.23 q.4 c.24. 870 Thomas, quaest. 95, art. 4. 871 Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 673, § Ad istorum. 872 Nicolaus de Tudeschis [Panaormitanus], Caput De multa.
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16. Cómo enjuiciar la gravedad de la causa. Además, la interrogación absoluta, o sea, qué causa grave sea suficiente o cómo pueda hacerse un juicio de ella, tampoco puede definirse con una respuesta segura, sino que se ha de definir al aritrio de una persona prudente, como también dije sobre el voto. Ahora bien los capítulos o los lugares de los que se ha de tomar esta causa son enumerados por Graciano en el canon Nisi rigor del Decreto, donde dice: Según el tiempo, según la persona, mirando a la piedad, a la necesidad o a la utilidad, y según el estado de la cosa, lo cual comprueba a lo largo de toda la cuestión con varios cánones. Ahora bien, si se examinan atentamente, todas se contienen en esos tres elementos: necesidad, utilidad y piedad. No obstante, estos varían según otras circunstancias, pues la servidumbre del tiempo da lugar a que se presente la necesidad y la utilidad; y lo mismo, a su manera, sucede respecto de la condición de la persona y del estado de la cosa, bajo lo que se contiene cualquier ocasión; y también se reduce a esas la oportunidad del lugar, pues de todas ellas suele desencadenarse la necesidad o la utilidad, como resulta evidente por si mismo, y por los cánones de Graciano allí alegados, y por otros cánones del mismo Decreto de Graciano. Y hablando en general, a veces esta causa puede originarse por uno u otro capítulo, pero a veces por muchos a la vez, pues las cosas que de una en una no aprovechan, reunidas en un conjunto ayudan, como es evidente. 17. Cuándo se habla de dispensa de derecho público y privado. De esta enumeración de causas pueden deducirse otras tres divisiones de la dispensa. La primera es la que se refiere al bien público o privado; pues así como la ley, aunque sea a causa del bien común, sin embargo, a veces es de derecho público a veces del privado, como antes hemos expuesto, así la dispensa, cuando tiene como causa inmediata la utilidad pública se dice de derecho público, y cuando es justamente por utilidad de la persona que pide la dispensa se dirá de derecho privado. De donde también se colige cómo se ha de entender aquello que dice Santo Tomás: que es parte de la fidelidad del dispensador el que su intención se dirija al bien común. Parece indicar, en efecto, que es necesario para la dispensa justa que su causa sea una necesidad pública o la utilidad común. De donde Domingo de Soto infiere que la dispensa no puede ser justa sino redunda en el bien común; pues, así como la ley se constituye por el bien común, así se ha de dispensar por él. Nicolás de Tudeschis, citando el mismo lugar de Santo Tomás, dice que la dispensa no se debe conceder por una causa privada, sino por una causa pública. Y
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propter publicam debere concedi873. Ac denique Tridentinum (sess. 25, cap. 18, De reformatione legis874) dicit tantum debere relaxari, ut communi utilitati satisfiat. 18. Quo sensu debet dispensatio respicere bonum commune. Non est autem intelligendum ad iustam causam dispensationis necessariam esse ut immediate pertineat ad commune bonum, satis enim est ut immediate contineat tale bonum illius personae cum qua dispensatur vel propter quam dispensatur, quod redundet in commune bonum, nam bonum partis in bonum totius corporis redundat, quod patet ex usu et ex ratione, quia legislator ita debet communi bono prospicere, ut etiam habeat curam singulorum quoad fieri possit. Ergo ita etiam debet dispensare obligationem legis ut necessitatibus singulorum subveniat, salvo communi bono; et ideo recte dixit Gratianus dispensationem concedi pro tempore et persona; et D.Thomas dixit dispensationem recte dari quando lex, quae communitati expedit, huic personae non expedit, propter periculum mali vel impedimentum maioris boni. Tunc ergo subvenire per dispensationem redundat in commune bonum, et ita est iustum. Erit autem iniusta dispensatio, si sit propter privatum commodum quod in commune bonum non redundat. 19. Dispensatio voluntaria et necessaria quando dicitur. Secunda divisio dispensationis, quae ex dictis colligitur, est in voluntariam et necessariam, seu iustam et debitam, vel non debitam licet iustam. Aliqui enim auctores in hoc nihil distinguunt, sed quoties intercedit iusta causa dispensandi putant dispensationem esse debitam. Ita Sylvester (verbo Dispensatio, q. 1875); et hoc sequuntur aliqui canonistae (in c. At si clerici, § De adulteriis, De iudiciis876), et favet glossa (in c. Domino sancto, d. 50, verbo Necesse877), quae prius colligit ex illo textu aliquam dispensationem esse debitam, postea vero generaliter infert peccare episcopum negando dispensationem ubi patet ratio dispensandi; et sequitur ibi Turrecremata (n. 9), qui tamen in capite Cum constitueretur (50 d., n. 9) triplicem distinguit dispensationem: debitam, prohibitam, permissam; et nihilominus subiungit omnem dispensationem quae ex iusta causa datur esse debitam878; quam distinctionem ac doctrinam sequuntur Antoninus (1 p., tit. 17, § 20879), Rosella (verbo Dispensatio, n. 4880). Videtur tamen repugnantiam involvere cum tertio membro distinctionis, quia non dicitur dispensatio permissa per modum actus illiciti, sed quae non datur per modum iuris ac legis, sed ex misericordia in casibus permissis et non praeceptis in iure, ut idem cum Archidiacono exponit. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium f. 37v. COD, 794-795. 875 Sylvester Prierio, Summa sylvestrrina pars prima, f. 148r-v. 876 X 2.1.4 § 2. 877 Decretum Gratiani col. 250, lit. p. 878 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, ff. 189v et 188r. 879 Antoninus Florentinus, Summa Sacrae Tehologiae parte I, tit. 17, § 20. 880 Baptista Trovamala de Salis, Summ Rosella f. 54v. 873 874
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el Concilio Tridentino, finalmente, dice que sólo debe relajarse para que satisfaga a la utilidad común. 18. En qué sentido la dispensa debe mirar al bien común. No se ha de entender por otra parte que, para que la causa de la dispensa sea justa, es necesario que tenga como punto inmediato de referencia el bien común, pues es suficiente que tenga como punto inmediato de referencia un bien tal de la persona a la que se dispensa o por causa de la cual se dispensa, que redunde en el bien común, dado que el bien de una parte redunda en bien de todo el cuerpo, como resulta evidente por la práctica y por la razón, puesto que el legislador debe mirar por el bien común de tal modo que atienda, en cuanto sea posible, al cuidado de los particulares. Luego también debe dispensar de la obligación de la ley de tal modo que venga en ayuda de las necesidades de los particulares; y por ello dijo Graciano con razón que la dispensa se concede de acuerdo con el momento y la persona; y Santo Tomás dijo que la dispensa se da correctamente cuando una ley, que conviene a la comunidad, no conviene a tal persona por razón del peligro de un mal o del impedimento de un bien mayor. Así pues, en este supuesto acudir en ayuda de alguien mediante la dispensa redunda en el bien común y por ello es justo. Ahora bien, será injusta la dispensa si se da por razón de un interés privado que no redunda en el bien común. 19. Cuándo se dice que una dispensa es voluntaria y cuándo que es necesaria. La segunda división de la dispensa, que se desprende de lo dicho, es en voluntaria y necesaria, o justa y debida, o no debida aunque justa. En efecto, algunos autores no distinguen nada a este respecto, pero creen que la dispensa es debida siempre que interviene una causa justa para dispensar. Así Silvestre Prierio; lo mismo sostienen algunos canonistas y a favor de esta opinión se expresa la Glosa al canon Domino sancto del Decreto, la cual en primer lugar deduce de ese canon que hay alguna dispensa debida, pero luego infiere de manera general que peca el obispo negando la dispensa cuando hay razón manifiesta para dispensar; Juan de Torquemada coincide con la Glosa en su comentario a ese canon; sin embargo, al comentar el canon Cum constitueretur del Decreto, distingue tres clases de dispensa, debida, prohibida y permitida; pero, añade que toda dispensa que se concede por una causa justa es dispensa debida. Antonino de Florencia y Antonio de Rosellis siguen esta distinción y doctrina; no obstante, parece que existe cierta contradicción con el tercer miembro de la distinción, ya que no se habla de la dispensa permitida a modo de un acto ilícito, sino que no se concede a modo de derecho o de ley, sino por razón de misericordia en los casos permitidos y no preceptuados en el derecho, como él mismo expone a una con Guido de Baysio.
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At dispensatio talis licita est; ergo habet iustam causam; unde videtur esse aliqua aequivocatio in verbis illis, quia non est verisimile in verbis tam paucis dici contradictoria. Videtur ergo Turrecremata tacite distinguere causam iustam, id est, ex iustitia obligantem, a causa honesta ex misericordia vel pietate aut rationabili liberalitate. 20. Dispensatio quae licite concedi potest aliquando debetur ex iustitia, aliquando non. Sit ergo certum non omnem dispensationem quae potest licite concedi esse debitam ex iustitia vel praecepto; aliquando tamen esse posse. Ita Panormitanus, Decius, Felinus et alii (in dicto § De adulteriis881); idem Abbas (in c. Consilium, De observatione ieiuniorum, n. 4882 et in c. Ex parte, De consuetudine, in fine); qui auctores specialiter advertunt iustam seu rationabilem dispensationem aliquando esse debitam, tanquam supponentes pro certo non semper esse debitam; et ita etiam dixit glossa (in c. Dispensationes 1, q. 7883) dispensationem non esse ius, interdum tamen esse debitam; idem repetit eadem glossa (in c. Exigunt), eadem causa et quaestione884; idem Rodericus (t. 1, q. 24, a. ultimo, in fine885), Sancius (lib. 3, De matrimonio, disp. 10, q. 1886), qui alios referunt887. Et potest satis colligi ex Tridentino (sess. 14, cap. 7, De reformatione888), ubi in casu per se iusto, ut est occisionis alterius in propriae vitae defensionem, dicitur esse dispensatio quodammodo debita889. Potest etiam facile probari explicando titulos ob quos potest dispensatio esse debita, extra quos non erit debita, licet possit esse iusta. 21. Dispensatio debita ex praecepto. Primo ergo, potest esse dispensatio debita ex iuris praecepto, ut quoties assignando aliquam causam iustam dispensationis utitur verbis praeceptivis, ordinando ut existente tali causa concedatur dispensatio; quod maxime fieri solet in dispensationibus circa poenas post condignam satisfactionem, ut in dicto capite Domino Sancto890, ubi id notant glossa891 et Turrecremata892; item glossa (in c. Si 881 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars prima, ff. 11v-13r; Philippus Decio, Super Decretalibus f. 110r-v; Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars secunda ff. 8v-10v. 882 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In tertium librum Decretalium f. 227v. 883 Decretum Gratiani col. 605, lit. b, verbo: a debito. 884 Decretum Gratiani col. 606. 885 Emmanuelis Rodrigues, Quaestiones regulares et canonicae p. 229. 886 Sánchez, Thomas, De sancto matrimonii sacramento disputationes lib. III, disp. 10, quaest.1. 887 Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus p. 221, nn. 1 et 2. 888 COD, 717. 889 En la edición de Coimbra se lee: in debita; y en la de Lyon: indebita. 890 D.50 c.28. 891 Decretum Gratiani col. 250, lit. p, verbo: necesse. 892 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, f. 189v.
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Ahora bien, tal dispensa es lícita; luego tiene una causa justa; de donde parece que existe algún equívoco en esas palabras, puesto que no es verosímil que se digan cosas contradictorias en tan pocas palabras. Se ve, pues, que Juan de Torquemada distingue tácitamente la causa justa, o sea, la que obliga por justicia, de la causa honesta por misericorsia, por piedad o por liberalidad razonable. 20. La dispensa que puede concederse lícitamente, se debe, a veces, por justicia; a veces, no. Demos pues por cierto que no toda dispensa que puede concederse lícitamente es debida por razón de justicia o por precepto; sin embargo, alguna vez puede serlo. Así opinan Nicolás de Tudeschis, Felipe Decio, Felino Sandeo y otros. Estos autores señalan particularmente que la dispensa justa o razonable alguna vez es debida, como dando por cierto que no siempre es debida; y también la Glosa al canon Dispensationes del Decreto dijo que la dispensa no es un derecho, aunque a veces es debida; lo vuelve a decir la Glosa al canon Exigunt del Decreto; lo mismo opinan Manuel Rodrigues y Tomás Sánchez. Y puede deducirse suficientemente del Concilio Tridentino, donde en un caso de por sí justo, como es el de dar muerte a otro en defensa de la vida propia, se dice que la dispensa es de algún modo debida. Puede también probarse fácilmente explicando los títulos por los que la dispensa puede ser debida, fuera de los cuales no será debida, aunque pueda ser justa. 21. Dispensa debida por precepto. En primer lugar, por consiguiente, la dispensa puede ser debida por precepto del derecho, como siempre que al asignar una causa justa de dispensa se usa de palabras preceptivas, ordenando que, existiendo tal causa, se conceda la dispensa; lo que suele hacerse principalmente sobre las penas después de una satisfacción condigna, como en el canon citado Domino sancto del Decreto, donde observan esto la
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quis et c. Considerandum893, d. 50894) propter verbum Debet, quod est in textu, quod non cogit, sed consideranda sunt alia verba et materia. Quando vero lex solum concedit ut possit dispensari, non est debita dispensatio, ut notatur in dicto § De adulteriis895, ex ipso textu. Intelligendum autem hoc est permissive seu negative, id est, ex vi illius concessionis non esse debitam dispensationem, non tamen absolute, ut non possit esse aliunde debita, quia saepe denotatur per illum modum loquendi concessio potestatis; non vero excluditur obligatio si aliunde oriri possit, ut notatur in capite Cum ex eo (De electione, in Sexto896) per ipsum textum. Secundo, potest esse debita dispensatio per praeceptum ab homine, ut in dispensationibus quae concedit Pontifex remittens causas ordinariis vel discreto confessori, mandans ut dispensent si preces veritati nitantur; tunc enim, impleta conditione, dispensatio debita est. 22. Dispensatio debita ex natura rei vel ex officio. Dispensatio debita ex misericordia. Tertio, ex natura rei potest esse debita de iustitia dispensatio quando est necessaria ad commune bonum vel vitandum publicum scandalum vel quid simile. Ita notatur in dicto capite Ut constitueretur897, per illum textum, ubi glossa et Turrecremata, supra898, Panormitanus et alii supra citati. Quarto, potest esse dispensatus ex officio, ac subinde ex iustitia, ubi fuerit necessaria ad spirituale bonum postulantis vel ad vitandum grave periculum animae. Ratio est quia praelatus ex officio tenetur providere in his casibus saluti subditi; et hoc maxime sentiunt auctores primo loco citati; huiusmodi enim, ut existimo, vocant iustam causam dispensationis. Quinto, aliquando, licet causa non inducat debitum iustitiae, potest inducere debitum charitatis et misericordiae. Aliquando enim dispensare est opus misericordiae; ita enim interdum iura loquuntur (c. Postulastis899, De clerico excommunicato ministrante900); at opus misericordiae interdum est debitum quando proximus graviter indiget et sine dispendio potest illi concedi. Ergo. Unde tandem fit ut extra hos casus possit esse iusta dispensatio et non debita. Patet, quia potest esse ex misericordia vel liberalitate sine gravi necessitate subditi et sine praecepto positivo; ergo erit iusta, quia ratio misericordiae cum concessione iuris positivi illam iustificat, et non erit debita, quia nec iure naturae nec ex praecepto humano. Confimatur, quia privilegium saepe est iustum hoc modo et non debitum; ergo et dispensatio. Denique haec dispensatio dicitur in iure gratia, ut auctores supra citati advertunt. En las ediciones se lee: Condemnandum. Decretum Gratiani, col. 265 et col. 261, lit. f, verbo: debuisset. 895 X 2.1.4 § 2. 896 In VI 1.6.34. 897 D.50 c.25. 898 Ioannes de Torquemada, Super toto Decreto t. I, f. 188r. 899 En las ediciones se lee: c. Postulasti. 900 X 5.27.7.
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Glosa y Juan de Torquemada; asimismo, la Glosa a los cánones Si quis y Considerandum del Decreto, a causa del término debet, que está en el texto, observa que no obliga, sino que se han de considerar otras palabras y la materia. En cambio, cuando la ley sólo concede que pueda dispensarse, la dispensa no es debida, como se anota en el parágrafo De adulteriis del canon ya citado At si clerici de las Decretales, lo que se deduce del texto mismo. Y esto se ha de entender de modo permisivo o negativo, esto es, que la dispensa no es debida en virtud de esa concesión, pero tampoco de forma absoluta, de manera que no pueda ser debida por alguna otra razón, dado que a veces la concesión de la potestad se manifiesta por ese modo de hablar. No se excluye, en cambio, la obligación en el caso de que pueda originarse de algún otro modo, como se observa en el canon Cum ex eo del Libro Sexto, a través del texto mismo. En segundo lugar, la dispensa puede ser debida por precepto de una persona, como sucede en las dispensas que concede el Papa cuando remite causas a los ordinarios o a un confesor discreto, ordenando que dispensen si las preces se basan en la verdad; en este caso, en efecto, cumplida la condición, la dispensa es debida. 22. Dispensa debida por la naturaleza de la cosa o por el oficio. Dispensa debida por razón de misericordia. En tercer lugar, la dispensa puede ser debida en justicia por razón de la naturaleza de la cosa, cuando es necesaria para el bien común o para evitar el escándalo público o algo semejante. Así se advierte en el canon Ut constitueretur, a través del texto, que comentan la Glosa, Juan de Torquemada, Nicolás de Tudeschis y otros antes citados. En cuarto lugar, se puede ser dispensado por razón del oficio, y por lo tanto en justicia, cuando la dispensa fuere necesaria para el bien espiritual del solicitante o para evitar un peligro grave del alma. La razón es que el prelado, por su oficio, está obligado en estos casos a mirar por la salvación del súbdito; y así opinan, sobre todo, los autores citados en primer lugar; y a ésta, en efecto, según creo, llaman causa justa de la dispensa. En quinto lugar, a veces, aunque la causa no induzca un deber de justicia, puede inducir un deber de caridad y de misericordia. En efecto, en ocasiones, dispensar es una obra de misericordia; y así hablan a veces las normas jurídicas, como el canon Postulastis de las Decretales; ahora bien, la obra de misericordia a veces es debida, cuando el prójimo está necesitado gravemente y se le puede conceder sin coste excesivo. Luego. De donde también se infiere que, fuera de estos casos, la dispensa puede ser justa y no debida. Es evidente, porque puede darse por razón de misericordia o de liberalidad, sin necesidad grave del súbdito y sin precepto positivo; luego será justa, ya que la razón de misericordia con la concesión del derecho positivo la justifica, y no será debida, dado que no la exigen ni el derecho natural ni el precepto humano. Se confirma, porque el privilegio, dado de este modo, con frecuencia es justo y no es debido; luego, también la dispensa. Finalmente, esta dispensa se llama en el derecho gracia, como observan los autores antes citados.
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23. Causa iusta aliquando non excusat a legis obligatione. Unde etiam intelligitur quod supra etiam diximus, posse dari causam iustam dispensationis, quae per se non sufficiat ad excusandum ab observatione legis; et consequenter etiam sequitur, si existente tali causa, subditus petat dispensationem et illi denegetur, non ideo posse statim agere contra praeceptum, quia sola iusta causa non excusat; et ideo non requiritur tantum dispensatio petita sed etiam obtenta, quia alias non tollitur vinculum legis. Atque hoc maxime locum habet in dispensatione non debita ex iustitia, etiamsi sit debita ex sola charitate vel misericordia. De dispensatione autem debita ex iustitia, posset quis dubitare; sed quia illa iustitia non est proprie commutativa respectu particularis subditi, sed est respectu communitatis, vel legalis et communis; ideo, per se loquendo, et pro regula, statuendum est, etiamsi dispensatio sit debita de iustitia vel praecepto, et denegetur, non posse subditum contra legem agere, quia iniustitia praelati non tollit legis vinculum. Quare, si lex est superioris et inferior abutitur potestate sibi concessa, ad superiorem recurrendum est, si non est periculum in mora, qui poterit compellere ut dispenset, ut docet Panormitanus (in c. Pastoralis, De appellationibus, n. 17901). Quomodo autem sit [se lee: si] recurrendum, an per appellationem vel implorando officium eius et supplicando, tractant iuristae supra allegati, ad eos enim pertinet. Veritas autem est hanc non esse materiam appellationis, sed supplicationis. Quodsi sit periculum in mora et grave nocumentum immineat, tunc epiikia uti licebit, interpretando voluntatem superioris quando materia est capax illius, nam iuxta doctrinam supra datam etiam hoc posset licere ante petitam dispensationem a proximo praelato, si peti non posset sine eodem detrimento. At vero, si sit princeps supremus qui negat dispensationem quae iudicatur debita, standum est iudicio seu voluntati eius, nisi nocumentum tam grave immineat ut non possit lex humana obligare cum tanto discrimine, quia extra hanc necessitatem lex non relaxata per dispensationem semper obligat. 24. Dispensatio ex causa intrinseca vel extrinseca quando dicitur. Tertia divisio dispensationis, quae ex dictis colligitur, est in eam quae, attenta ratione legis, ab intrinseco necessaria vel iusta est; alia, quae solum per extrinsecam causam iustificatur. Intrinsecam causam appello quae directe opponitur observationi legis, illi impedimentum afferens vel gravem et onerosam reddens eius obligationem. Extrinsecam autem appello quae ab aliis circumstantiis extrinsecis sumitur, ut ex nobilitate personae, ex meritis eius vel aliis similibus occasionibus. Prius ergo genus causae sine dubio est maxime proprium, in quo principaliter debet attendi an ratio legis saltem negative cessaverit in tali persona; nam, si cessat, licet per se non sufficiat ut lex non obliget, nec etiam ut per dispensationem tollatur, si nulla alia ratio suppetat, tamen, supposita illa cessatione 901 Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars tertia f. 125v.
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23. La causa justa no excusa a veces de la obligación de la ley. Según esto, se entiende también lo que ya hemos dicho antes, que puede darse una causa justa de dispensa que de por sí no sea suficente para excusar de la obligación de la ley; y en consecuencia, también se sigue que, si existiendo tal causa, el súbdito pide la dispensa y se le deniega, no por eso puede de inmediato actuar en contra del precepto, ya que la sola causa justa no excusa; y por ello, no se requiere sólo la dispensa pedida, sino también la obtenida, pues de otra manera no se quita el vínculo de la ley. Esto tiene lugar principalmente en la dispensa no debida por razón de justicia, aunque sea debida por la sola caridad o misercordia. En cambio, sobre la dispensa debida por razón de justicia se podría dudar, pero como esa justicia no es propiamente conmutativa en relación a un súbdito particular, sino que es respecto de la comunidad, o legal y común; por eso, propiamente hablando, y como regla, se ha de establecer que, aunque la dispensa sea debida en justicia o por precepto y se deniegue, el súbdito no puede actuar en contra de la ley, puesto que la injusticia del prelado no quita el vínculo de la ley. Por lo cual, si la ley es del superior y el inferior abusa de la potestad a él concedida, se ha de recurrir al superior, si no hay peligro en la demora, el cual podrá obligar a que dispense, como enseña Nicolás de Tudeschis. Y de cómo se ha de recurrir, si por apelación o invocando su oficio y suplicando, tratan los juristas antes citados, pues a ellos corresponde. La verdad es, sin embargo, que esta no es materia de apelación, sino de súplica. Con que, si hay peligro en la demora y amenaza un daño grave, en ese caso será lícito usar de la epiqueya, interpretando la voluntad del superior cuando la materia lo permite, pues según la doctrina dada antes, incluso esto podría ser lícito antes de pedir la dispensa del prelado inmediato, caso de no poder pedirla sin ese mismo perjuicio. Ahora bien, si es el príncipe supremo quien niega la dispensa, que se estima debida, se ha de estar a su juicio o voluntad, salvo que amenace un perjuicio tan grave que la ley humana no pueda obligar con riesgo tan grande, puesto que, fuera de esta necesidad, la ley no relajada mediante la dispensa obliga siempre. 24. Cuándo la dispensa se dice por causa intrínseca o extrínseca. La tercera división de la dispensa, que se deduce de lo dicho, es: una, la dispensa que, considerada la razón de la ley, es necesaria o justa desde dentro; otra, la dispensa que solamente se justifica por una causa extrínseca. Denomino causa intrínseca a la que se opone directamente a la observancia de la ley, poniendo a ella un impedimento o haciendo su obligación grave y penosa. De otra parte, denomino extrínseca a la que se deduce de otras circunstancias extrínsecas, por ejemplo, de la nobleza de la persona, de sus méritos o de otras circunstancias similares. Por lo tanto, en primer lugar el género de causa es sin duda lo más propio, en el que debe atenderse principalmente si la razón de la ley cesare, al menos negativamente, en tal persona; pues si cesa, aunque de por sí no baste para que la ley no obligue ni tampoco para quitar su obligación por dispensa, si no apoya ninguna otra razón, sin embargo, supuesto el cese de la causa final de la ley
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causae finalis legis in particulari, quaelibet ratio adiuncta utilitatis vel pietatis, etiamsi nimis gravis non sit, sufficere poterit ad honestandam dispensationem, ut sentit Soto (dicta q. 7, a. ultimo, § Sed arguis902) ponens exemplum in praecepto ieiunii. Si vero ratio seu finis legis in tali persona non cessavit, maior quidem causa necessaria erit; tamen etiam poterit esse intrinseca, ut est debilitas corporis ad ieiunandum, etiamsi alias indigeat ieiunio ad corporis macerationem, etc. 25. Causa extrinseca quando est sufficiens. Posterior vero genus causae, quod extrinsecum appellavi, etiam conferre potest multum; imo interdum esse sufficiens, ut notavit Panormitanus (in c. Innotuit, De electione, n. 5903) per illum textum, in quo personae scientia, morum honestas et bona fama considerantur ad honestandam dispensationem; et addit Panormitanus solam praerogativam meritorum posse sufficere ad inducendum principem ad dispensandum, licet non concurrat Ecclesiae necessitas vel utilitas, utique proxime, nam remote et ultimate personae merita, vel sunt utilia Ecclesiae vel illorum remuneratio in magnam Ecclessiae utilitatem redundat. Et sic etiam D. Thomas (II II, q. 63, a. 2 ad 2904) dixit conditionem personae, quod dives sit, interdum considerari ad dispensationem ob communem utilitatem; et sic etiam Concilium Tridentinum (dicto cap. 18, sess. 25905) dixit in dispensando habendum esse rerum personarumque delectum; et in sessiones 24 (cap.. 5, De reformatione) inter causas dispensandi ponit nobilitatem personarum, quod etiam in iure frequens est. Aliquando vero dispositio personae confert etiam ad intrinsecam rationem dispensationis, ut in capite1 Qui clerici vel voventes906. 26. Dispensatio semper requirit aliquam causam saltem extrinsecam. Denique ex his patet responsio ad tertiam rationem dubitandi in principio positam. Dico enim dispensare in lege sine causa iusta non solum esse malum quia prohibitum, sed ex se et ex natura rei, ac subinde semper esse malum; iamque declaratum est contra quam virtutem sit illa malitia. Solum superest unum verbum addere de consuetudine concedendi aliquas dispensationes sine causa. Dici autem in primis potest concedi quidem sine causa intrinseca, non tamen sine aliqua saltem extrinseca, considerata ex parte legislatoris, ad ostendendam beniginitatem suam vel misericordiam in occasione opportuna. Deinde dicitur, licet non antecedat causa, per ipsam dispensationem et modum eius saepe consummari; nam, quando datur dispensatio sine causa, imponitur aliqua satisfactio vel multa in pium opus vel in aliam communem Ecclesiae utilitatem, per quod opus consurgit causa dispensationis, quae tunc fit per modum commutationis, sicut etiam in Dominicus Soto, De iustitia et iure lib. 1. q. 7, a. 3, p. 79. Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 137rb-va. 904 Thomas II II, 63, 2 ad 2. 905 COD, 794-795; et 758. 906 X 4.6.1. 902 903
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en particular, cualquier razón añadida de utilidad o de piedad, aunque no sea muy poderosa, podrá bastar para dar honestidad a la dispensa, como opina Domingo de Soto, que pone el ejemplo del precepto del ayuno. Ahora bien, si la razón o el fin de la ley no cesó en tal persona, será necesaria una causa de mayor importancia; no obstante, también podrá ser intrínseca, como es la debilidad del cuerpo para ayunar, incluso si, por otra parte, necesite del ayuno para la mortificación del cuerpo, etc. 25. Cuándo es suficiente una causa extrínseca. El segundo género de causa, que he denominado extrínseco, puede también contribuir mucho; más aún, a veces puede ser suficiente, como observó Nicolás de Tudeschis en su comentario al canon Innotuit de las Decretales, a través de aquel texto en el que la ciencia, la honestidad de costumbres y la buena fama de la persona se tienen en cuenta para dar honestidad a la dispensa; y añade Nicolás de Tudeschis que la sola prerrogativa de los mérios puede ser suficiente para inducir al príncipe a dispensar, aunque no concurra, sin duda de manera inmediata, necesidad o utilidad de la Iglesia, pues de forma remota y última los méritos de la persona, o son útiles a la Iglesia o su remuneración redunda en gran utilidad para la Iglesia. Así opina también Santo Tomás, quien dijo que la condición de la persona, el hecho de que sea rica, a veces se tiene en cuenta para la dispensa por razón del bien común; y en el Concilio Tridentino se dice que al dispensar se debe tener en cuenta la selección de cosas y personas, y entre las causas para dispensar pone la nobleza de las personas, lo que además es frecuente en el derecho. A veces, en verdad, la disposición de la persona contribuye también a la razón intrínseca de la dispensa, como se señala en el canon De diacono de las Decretales. 26. La dispensa requiere siempre una causa, al menos extrínsca. Finalmente, de lo dicho aparece clara la respuesta a la tercera razón de dudar puesta al principio. Digo, pues, que dispensar en la ley sin causa justa no solamente es malo por estar prohibido, sino por sí mismo y por la naturaleza de la cosa y, por consiguiente, es siempre malo; y ya se ha declarado en contra de qué virtud es esa maldad. Sólo resta añadir una palabra sobre la costumbre de conceder algunas dispensas sin causa. Puede decirse, en primer lugar, que se concede ciertamente sin una causa intrínseca, pero no sin una causa al menos extrínseca, considerada por parte del legislador, para mostrar su benigniad o misericordia en ocasión oportuna. En segundo lugar, se dice que, aunque no anteceda causa, se consagra muchas veces por la propia dispensa y su modalidad; pues, cuando se da la dispensa sin causa se impone alguna satisfacción o multa para una obra pía o para otra utilidad común de la Iglesia, obra por la que surge la causa de la dispensa, que en ese caso se hace por el modo de la conmutación, como dijimos también en el tomo cuarto que sucede en la concesión de las indulgencias; y en
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quarto tomo, disputatione 54, in concessione indulgentiarum fieri diximus; et in dispensationibus id notavit Ledesma (2, p. 4, q. 17, a. 3, in ultimis verbis eius907) dicens ad iustam dispensationem non semper requiri causam intrinsecam ex parte eius cui conceditur, sed sufficere extrinsecam, ut eleemosynam aut contributionem aliquam in subsidium belli contra hostes Ecclesiae vel aliud simile pium opus.
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Martinus de Ledesma, Secunda quartae, f. 205rb.
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cuanto a las dispensas lo advirtió Martín de Ledesma, diciendo que para que una dispensa sea justa no se requiere siempre una causa intrínseca por parte de aquel a quien se concede, sino que basta una extrínseca, como una limosna o una contribución como ayuda a la guerra contra los enemigos de la Iglesia o alguna otra obra pía similar.
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CAPUT XIX Utrum dispensatio legis humanae sine iusta causa data valida sit 1. Inferior in lege superioris sine iusta causa non potest valide dispensare. Distinguere in primis oportet inter dispensationem datam a legislatore in lege sua et datam ab inferiori in lege superioris, nam de hac posteriori omnes fatentur datam sine causa non solum esse illicitam sed etiam esse invalidam, quia excedit potestatem dispensantis. Non enim est efficax voluntas inferioris ad tollendum effectum per superiorem voluntatem constitutum, nisi quatenus ab ipso superiore est concessum. Non est autem verisimile esse concessum ut hoc possit inferior sine causa; et ideo, tunc inferior excedit formam mandati et operatur sine potestate, et ideo actum nullum facit, quod latius probavi libro 6 De voto (cap. 17908), ubi sufficienter auctores allegavi; et omnes statim allegandi in hoc conveniunt; et ideo non est necesse in hoc immorari. 2. Quae cognitio causae requiritur ad validitatem dispensationis. Solum oportet advertere communiter iurisperitos docere necessarium esse ad valorem dispensationis ab inferiori datae ut dispenset causa cognita. Sed hoc dupliciter potest intelligi. Primo de cognitione iudiciali causae, id est, ut secundum ordinem iuris de illa inquiratur et ea probetur. Alio modo potest intelligi de cognitione causae quae in re sufficiens sit, quacumque via seu diligentia adhibita. Quod igitur ad forum conscientiae spectat censeo hanc posteriorem cognitionem sufficere, quia ex natura rei sufficit, et nullum est ius positivum annullans dispensationem datam, non servata forma iuridica in cognitione causae. Cuius signum est, quia non solum in dispensationibus inferiorum, sed etiam in dispensatione supremi principis, requiri solet cognitio causae, ut patet ex Tridentino (sess. 25, cap. 8909) et tamen constat apud omnes in dispensationibus pontificiis non requiri illam formam cognitionis causae ut validae sint. Igitur solum potest illa forma esse necessaria ut in foro exteriori censeatur valida dispensatio, quia ubi non praecedit illa causae cognitio, surreptitia praesumitur dispensatio, ut idem Tridentinum dixit. Imo existimo posse hanc praesumptionem elidi in foro externo, si sufficienter probetur causam legitimam interfuisse, quia tunc per sufficientem probationem constabit in foro externo dispensationem esse validam. Ergo nulla ratio superest cur possit nulla praesumi aut pronuntiari, neque etiam cur possit irritari, quia nullum est ius quod hoc praecipiat vel quod talem poenam imponat.
908 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, art. 12, pp. 1223-1235; Vivès 14, pp. 1122-1128. 909 COD, 794-795.
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CAPÍTULO XIX Sobre si la dispensa de una ley humana sin causa justa es válida 1. El inferior no puede dispensar válidamente sin causa justa en la ley del superior. En primer lugar, conviene distinguir entre la dispensa dada por el legislador en su ley y la dada por el inferior en la ley del superior, pues de esta última todos reconocen que la dada sin causa no sólo es ilícita, sino que también es inválida, porque excede la potestad de la dispensa. La razón es que la voluntad del inferior no es eficaz para quitar el efecto constituido por una voluntad superior, sino en la medida en que el mismo superior ha concedido. No es, en verdad, verosímil que sea concedido de modo que el inferior pueda hacer esto sin causa; así pues, en ese caso el inferior excede la forma del mandato y actúa sin potestad; por ello hace nulo el acto, como probé ampliamente en el capítulo XVII del libro VI De voto, donde alegué muchos autores; y todos los que de inmediato alegaré están de acuerdo en esto; por lo cual, no es necesario detenernos en su consideración. 2. Qué conocimiento de la causa se requiere para la validez de la dispensa. Es preciso advertir solamente que los jurisperitos enseñan de modo generalizado que para la validez de la dispensa dada por un inferior es necesario que dispense con conocimiento de la causa. Pero esto se puede entender de dos maneras. En primer lugar, del conocimiento judicial de la causa, o sea, que se investigue sobre ella y se pruebe según el orden del derecho. En segundo lugar, puede entenderse del conocimiento de la causa, esto es, que de hecho sea suficiente, cualquiera que sea la vía o diligencia empleada. Por consiguiente, por lo que se refiere al fuero de la conciencia, estimo que basta este último conocimiento, ya que es suficiente por la naturaleza de la cosa y no hay derecho alguno positivo que invalide la dispensa dada no guardando la forma juídica en el conocimiento de la causa. Es señal de ello que, no sólo en las dispensas de los inferiores, sino también en la dispensa del príncipe supremo, se suele requerir el conocimiento de la causa, como se ve por el Concilio Tridentino; y sin embargo, es evidente para todos que en las dispensas papales no se requiere esa forma de conocimiento de la causa para que sean válidas. Así pues, esa forma sólo puede ser necesaria para que la dispensa se considere válida en el fuero externo, dado que, donde no precede dicho conocimiento de la causa, la dispensa se presume subrepticia, como dijo el mismo Concilio Tridentino. Aún más, considero que esta presunción se puede pasar por alto en el fuero externo, si se prueba suficientemente que intervino una causa legítima, porque en ese caso constará en el fuero externo por prueba suficiente que la dispensa es válida. Luego, no resta razón alguna por la que pueda presumirse o proclamarse nula y tampoco por la que pueda ser invalidada, puesto que no hay ninguna norma jurídica que lo mande o que imponga tal pena.
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3. [Dispensatio, quae dissipatio est, nulla est.] Hoc ergo supposito, dificultas est de dispensatione principis in lege sua; et eadem est de quocumque legislatore in sua lege, etiamsi supremus simpliciter non sit, quia eandem proportionem servat ad legem suam. Videtur ergo talis dispensatio semper esse nulla. Primo, quia semper est iniusta, ut supra probatum est; ergo semper est nulla. Probatur consequentia, quia lex iniusta non est lex; ergo nec dispensatio iniusta est dispensatio, iuxta dictum Bernardi (lib.3, De consideratione, cap. 4, in fine), ubi, numeratis causis iustae dispensationis, ait: Cum nihil horum est non plane dispensatio, sed crudelis dissipatio est 910. Secundo, talis dispensatio etiam excedit potestatem dispensantis; ergo est nulla. Ergo actus sine potestate factus nullus est. Antecedens patet ex supra dictis, quia superior dispensans, etiam in lege sua, non operatur ut dominus, sed ut dispensator fidelis et prudens; ergo operatur per potestatem a supremo rectore ac legislatore Deo concessam. Sed non minus Deus, imo multo magis quam humanus princeps praesumitur dare suam potestatem adstrictam legibus iustitiae et illius formam postulare tanquam essentiale in actu talis potestatis, quia quae a Deo sunt ordinata sunt, multo certe magis quam ea quae sunt ab humano principe. Et ideo dicitur Deus non dare potestatem in destructionem sed in aedificationem, (1 Corinthios, 10). Ergo illa dispensatio, quae dissipatio est et in destructionem, non est a potestate data a Deo; ac subinde est nulla. 4. [Prosequitur quaestio.] Tertio, illa dispensatio non reddit tutum dispensatum, si de defectu causae illi constet; ergo non est valida. Probatur consequentia, quia si esset valida, tolleret obligationem legis; et sic redderet subditum tutum in conscientia, quia non violaret legem. Probatur autem antecedens, quia, non obstante tali dispensatione, peccat subditus utendo illa, ut fere omnes fatentur; ergo non est tutus. Respondet Caietanus peccare quidem, non tamen contra obligationem legis positivae quae per dispensationem ablata fuit, sed contra legem naturae praecipientis uniformitatem partis cum toto corpore. Sed contra, nam lex naturae non obligat ad uniformitatem in opere in quo non est uniformis obligatio, sed posita dispensatione valida, iam non est uniformis obligatio respectu talis operis. Ergo nec ius naturae obligabit ad servandam uniformitatem in illo; vel si obligat, non obstante tali dispensatione, signum est non esse validam illam dispensationem. Quarto, si princeps posset valide dispensare cum subdito sine causa et pro sua voluntate; ergo multo magis secum, quia sicut voluntate sua posita est lex respectu aliorum, ita et respectu sui. Ergo eadem absoluta voluntate poterit a se obligationem talis legis auferre qua potest a subdito. At consequens est falsum,
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Bernardus, De consideratione ad Eugenium papam, lib. 3, cap. 4 (PL 182, 769).
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3. [La dispensa, que es más bien, disipación, es mala.] Esto dicho, la dificultad se plantea sobre la dispensa del príncipe en su ley; y la misma dificultad vale para cualquier legislador en su ley, aunque no sea simplemente supremo, porque guarda la misma proporción respecto a su ley. Parece, por lo tanto, que tal dispensa es siempre nula. En primer lugar, porque siempre es injusta, como se ha probado antes; luego siempre es nula. Se prueba la consecuencia, porque la ley injusta no es ley; luego ni la dispensa injusta es dispensa, según el dicho de Bernardo, quien, después de enumerar las causas de la dispensa justa, dice: Cuando no hay ninguna de éstas, no es en absoluto dispensa, sino cruel injusticia. En segundo lugar, tal dispensa excede asimismo la potestad del que dispensa; luego es nula Luego el acto hecho sin potestad es nulo. El antecedente se deduce claramente de lo dicho antes, pues el superior que dispensa, incluso en su ley, no actúa como dueño sino como dispensador fiel y prudente; luego actúa mediante la potestad concedida por Dios como supremo rector y legislador.Ahora bien, se presume que Dios, no menos sino al contrario mucho más que el príncipe humano, concede su potestad con sujeción a las leyes de la justicia y exige su forma como esencial en el ejercicio de tal potestad, pues las cosas que son de Dios son cosas ordenadas; y mucho más, por cierto, que las que vienen de un príncipe humano. Por eso se dice que Dios no concede potestad para la destrucción, sino para la edificación; luego la dispensa que es disipación y sirve para la destrucción, no emana de la potestad concedida por Dios y en consecuencia es nula. 4. [Prosigue el tema.] En tercer lugar, esa dispensa no da seguridad al dispensado, si éste tiene constancia del defecto de causa; luego no es válida. Se prueba la consecuencia, porque si fuese válida suprimiría la obligación de la ley y de ese modo daría al súbdito seguridad en conciencia, ya que no violaría la ley. Y se prueba el antecedente, porque, no obstante tal dispensa, el súbdito peca haciendo uso de ella, como casi todos admiten; luego, no está seguro. Tomás de Vio responde que peca ciertamente, pero no en contra de la ley positiva que fue suprimida por la dispensa, sino en contra de la ley natural que exige uniformidad de la parte con el cuerpo entero. Pero es al contrario, puesto que la ley natural no obliga a la uniformidad en una obra en la que la obligación no es uniforme, sino que, supuesta la dispensa válida, ya no es uniforme la obligación respecto de esa obra. Luego ni el derecho natural obligará a guardar la uniformidad en ella; y si obliga no obstante tal dispensa, es señal de que la dispensa no es válida. En cuarto lugar, si el príncipe pudiese dispensar válidamente a un súbdito sin causa y según su voluntad; luego, con mucha más razón a sí mismo, ya que, así como, una vez puesta su voluntad, es ley respecto de los demás, así lo es respecto de sí mismo. Luego podrá eliminar de sí mismo la obligación de esa ley por la misma voluntad absoluta por la que puede respecto del súbdito. Ahora bien, el
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alias nunquam princeps obligaretur illa lege, quia obligatio quae sine causa et propria voluntate tolli potest nulla profecto est vel nullius momenti, ut supra argumentabar. 5. [De eadem re.] Propter haec vel similia argumenta aliqui dixerunt dispensationem datam, etiam a Papa, in lege canonica esse nullam, nullumque effectum habere, ac subinde aeque peccare subditum non servando legem post illam dispensationem ac si illam non haberet; et si lex irritet actum, etiam fore aeque irritum post dispensationem. Ita tenet Fortunius Garcia (in l. Gallus, § Et quid si tantum, D, De liberis et posthumis911); sequitur Mendoza (De pactis, lib. 1, q. 2, n. 35912); et in foro conscientiae idem esse dicendum censuit Loazes (De matrimonio regis Angliae, dub. 4, n. 14 et 15913); et quando dispensatio affert praeiudicium tertio idem censuit Menchaca914, (lib. 1 Quaestionum illustrium cap. 25, n. 16, et cap. 26, n. 26915), de cuius sententia dicam solvendo argumenta. Ex theologis vero, solus Vasquez inclinat in hanc sententiam (I II, disp. 178, cap. 4916), quamvis in fine dicat aliis iudicium relinquere; refert etiam pro hac sententia glossam, Iasonem et alios asserentes talem dispensationem non reddere tutum in conscientia eum cum quo dispensatur. Sed illi in alio sensu loquuti sunt, ut in solutionibus argumentorum dicam. 6. Dispensatio in lege sua est valida sine causa iusta. Dispensationis vis ab auctoris legis pendet. Nihilominus dico talem dispensationem esse validam ac subinde habere illum effectum ad quem datur. Hanc assertionem nunquam satis expressit D. Thomas, indicat tamen in eo, quod solum ubique dicit peccare legislatorem sine causa dispensando, vel non debere dispensare sine causa, ut patet I II (q. 97, a. 4, et Quodlibetum 4, a. 13917), et saepe alias. Alii vero theologi, qui quaestionem attigerunt, in hac assertione conveniunt, ut Caietanus (dicta q. 96, a. 5918), Soto (dicta q. 7, a. 3919) et alii noviores theologi, tam generatim ad dictam quaestionem 97 D. Thomae (a. 4), quam in particularibus locis, quos congerit Sancius, supra n. 911 Fortunius García, Commentaria super legem Gallus, De liberis et posthumis, D, divisa in quattuor repetitiones (Tridini 1521). 912 Ferdinandus de Mendoza; Disputationum iuris civilis in difficiliores leges ff. De pactis libri tres (Compluti 1586, cap. 5, pp. 221-222). 913 Ferdinandus de Loazes, Solemnis atque elegans tractatus in causa matrimonii serenissimorum dominorum Henrici et Catherine Angliae rerum (Barchine 1531, f. 45v). 914 En las ediciones se lee: Mincha. 915 Gabriel Vázquez, Commentariorum ac disputationum in Primam Secundae Sancti Thomae disp. 178, cap. 4, pp. 160-162 (Lugduni 1631). 916 Ferdinandus Vázquez de Menchaca, Illustrium controversianum aliarumque usu trequentium pars prima (Genevae 1599, p. 224 et 241). 917 Thomas, I II, 97, 4; et Quodlibetum 4, art. 13. 918 Caietanus [Thomas de Vío], Prima secundae pp. 302-303. 919 Dominicus Soto, De iustitia et iure pp. 78-81.
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consecuente es falso, de otra manera nunca estaría obligado el príncipe en esa ley, pues la obligación que se puede quitar sin causa y por voluntad propia de nada vale o es de ninguna importancia, como argumentaba anteriormente. 5. [Sobre el mismo tema.] Por estos argumentos y otros similares, dijeron algunos que la dispensa dada en la ley canónica, incluso por el Papa, es nula y no tiene efecto alguno; y, por lo tanto, el súbdito que no observa la ley después de la dispensa peca igual que si no la tuviera; y si la ley invalida el acto, también será igualmente inválido después de la dispensa. Así lo sostiene Fortunio García; le sigue Alfonso Mendoza; y Fernando de Loazes opinó que se ha de decir lo mismo en cuanto al fuero de la conciencia; y Fernando Vázquez de Menchaca, de cuya teoría trataré al responder a los argumentos, apreció eso mismo cuando la dispensa causa perjuicio a un tercero. De entre los teólogos, sólo Gabriel Vázquez está a favor de esta opinión, aunque finalmente diga que deja a otros el juicio; cita también en favor de esta opinión a la Glosa, a Iason de Mayno y a otros que dicen que esa dispensa no da seguridad de conciencia a quien se dispensa. Ahora bien, ellos hablaron en otro sentido, como diré en las respuestas a los argumentos. 6. La dispensa en la ley propia es válida sin causa justa. La fuerza de la dispensa depende del autor de la ley. A pesar de todo, afirmo que tal dispensa es válida y, por lo tanto, tiene el efecto para el que se concede. Santo Tomás nunca hizo de forma expresa esta aseveración, sin embargo apunta a ella, puesto que siempre dice que el legislador peca dispensando sin causa, o bien, que no debe dispensar sin causa, como en la quaestio 97 y en otros muchos lugares. En verdad, otros teólogos que trataron este tema están de acuerdo en esta aseveración, como Tomás de Vio, Domingo de Soto y otros teólogos más modernos, tanto en general respecto a dicha quaestio 97
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24, ubi etiam refert summistas et iurisperitos quam plures920. Maxime vero tractari solet in capaite Quae in ecclesiarum (De constitutionibus921), ubi videri possunt Decius (n. 17) et Felinus (n. 15922, et in § De adulteriis, sub c. At si clerici, De iudiciis923, et in c. De multa, De praebendis924, et in c. Ad monasterium, De statu monachorum925, et in c. Non est, De voto926); quibus locis videri praecipue possunt Innocentius et Panormitanus927 et alii allegati capite praecedenti, in principio, et praesertim Covarrubias (in Quartum, 2 p., cap. 6, § 9, n. 8 et sequentibus928) et Gigas (De pensionibus, q. 6, n. 9929). Fundamentum huius assertionis est quia lex pendet ex voluntate imponentis illam; ergo, si ipsemet voluntate sua aufert930 illam respectu alicuius, re ipsa ablata manet, licet fortasse superior peccet auferendo; nam, ut glossa dicit (in l. Relegatum931, D, De poenis932), ut lex non obliget est in principe pro ratione voluntas, quia a voluntate eius pendet lex, ut in fieri ita et in conservari. Confirmatur, nam hac ratione, licet princeps abrogando legem sine causa peccet, nihilominus subditi iam non obligantur lege, quia in effectu pendet a voluntate legislatoris; ergo idem est si ex parte tantum respectu alicuius tollat legem. Declaratur etiam, nam si dispensatio non esset cum una persona tantum, sed cum tota communitate pro una vel altera vice, re vera esset valida dispensatio, quia esset ablatio praecepti pro tali die; ergo idem est si sit ablatio praecepti pro tali persona. Item, si a principio princeps tulisset legem excipiendo ab illa Petrum vel Paulum, illi nunquam essent obligati lege, quia de facto illis nunquam est imposita, sive legislator cum ratione exceperit sive non; ergo idem est si semel posita auferatur. Denique confirmatur, quia absolutio a censura, data iniuste et sine causa ab auctore censurae, valida est (c. Venerabilibus933, § Sane, De sententia excommunicationis, in Sexto934). Ergo idem est de dispensatione, nam quoad hoc par est ratio.
Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus p. 224. X 1.2.7. 922 Philippus Decio, Super Decretalibus f. 18v; Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 25r. 923 X 2.1.4. 924 X 3.5.28. 925 X 3.35.6. 926 X 3.34.5. 927 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium ff. 191r, 363v-365r, 432v-433r et 429v; Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars prima, f. 11v, n. 2. 928 Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretalium pp. 223-225. 929 Hyeronimus Gigas, De pensionibus ecclesiasticis tractatus vere aureus (Coloniae Agripinae 1619, p. 18). 930 En las ediciones se lee: fert. 931 En las ediciones se lee: l. Relegatum. 932 Digestum Novum, f. 323v, lit. g, verbo: Ex aliqua causa. 933 En las ediciones se lee: c. Venerabilis. 934 In VI 5.11.7 § 3. 920 921
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como respecto a los lugares particulares, que reúne Tomás Sánchez, que alega asimismo a muchos sumistas y jurisperitos. El tema suele tratarse particularmente en los comentarios al canon Quae in ecclesiarum de las Decretales, donde pueden ser consultados Felipe Decio y Felino Sandeo, y en los cánones At si clerici, De multa, Ad monasterium y Non est de las Decretales, donde pueden consultarse principalmente Inocencio IV y Nicolás de Tudeschis, además de otros citados en el capítulo anterior, al principio, y sobre todo Diego de Covarrubias y Jerónimo Gigas. El fundamento de esta tesis es que la ley depende de la voluntad de quien la impone; luego, si él mismo por su voluntad la suprime respecto de alguien, realmente queda suprimida, aunque quizá el superior peque al suprimirla; pues, como dice la Glosa a la ley Relegatum del Digesto, para que la ley no obligue basta como razón la voluntad del príncipe, ya que la ley depende de su voluntad, en su creación y en su conservación. Se confirma, porque en este razonamiento, aun cuando el príncipe peque al abrogar la ley sin causa, no obstante, los súbditos ya no están obligados por la ley, porque en cuanto a su efecto depende de la voluntad del legislador; luego, es lo mismo si suprime la ley sólo respecto de uno en particular. Y se aclara, porque si la dispensa no fuese a una persona solamente sino a toda la comunidad por una u otra vez, realmente sería válida la dispensa, pues sería la supresión del precepto por tal día; luego, es lo mismo si se trata de la supresión del precepto en pro de tal persona. Igualmente, si desde el principio el príncipe diese una ley, exceptuando de ella a Pedro o a Pablo, éstos nunca estarían obligados por la ley, porque de hecho nunca les fue impuesta, sea que el legislador les exceptuare con razón o sin ella; luego, es lo mismo si, una vez impuesta, se suprime. Por último, se confirma, porque la absolución de una censura impuesta injustamente y sin causa por el autor de la censura es válida, según el canon Venerabilibus del Libro Sexto. Luego lo mismo se debe decir sobre la dispensa, puesto que en esto la razón está a la par.
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7. [Obiectio quaedam.] Ut autem hoc fundamentum solidius appareat obiici contra illud potest, quia interdum est in potestate voluntatis habere vel non habere actum et impedire effectum eius, ut in voluntate mea est promittere vel non promittere; non est autem in potestate mea promittere et non me obligare. Sic ergo, licet in voluntate legislatoris sit ponere vel auferre legem, tamen, si vult per legem obligare totam communitatem, non potest, etiamsi velit, eximere aliquem ab efficacia legis sine causa, quia lex per se primo respicit communitatem; et ideo, quamdiu durat, necessario et quasi naturaliter, seu ex vi iuris naturae, obligat omnes qui sunt de communitate et uniformiter participant causam seu rationem legis. Ergo exemptio ab illa obligatione iam non potest effici sola voluntate, sed per potestatem dispensativam, quae respicit causam; nam quodammodo laeditur ius naturale sine causa, diminuendo obligationem legis perseverante lege, in quo cernitur clara differentia inter abrogationem et dispensationem legis, nam per abrogationem tollitur omnino lex; et ideo, licet irrationabiliter fiat, valet, quia legem esse vel non esse absolute pendet a voluntate legislatoris. At vero per dispensationem non tollitur lex, sed, manente lege, per talem dispensationem fieri tentatur ut obligatio legis non uniformiter descendat ad eos in quibus eadem causa et ratio reperitur, quod est contra legem naturalem; et ideo, non ita pendet ex nuda voluntate legislatoris etiam ut factum teneat, sed oportet ut inaequalitas vel disparitas sit in causa. Et hanc obiectionem confirmant duae rationes in principio factae; et per eandem videntur facile dilui exempla pro assertione adducta, nam de abrogatione iam dictum est non videri similem rationem. Idemque videtur de absolutione, quia non est actus qui versetur circa communitatem, sed circa particularem personam. In alio vero exemplo poterit facile negari quod in eo supponitur. 8. Lex non est regula indivisibilis, sed extensionem habet. Haec vero obiectio supponit legem esse aliquam indivisibilem regulam, quae, semel posita, necessario et quasi naturaliter obliget omnes, ita ut non possit ab aliquibus auferri, etiamsi pro communitate permaneat. Hoc autem falsum est, nam haec regula re vera non est nisi voluntas legislatoris, nam illa eadem est ipsa lex; vel certe ab illa omnino pendet obligatio legis. Voluntas autem legislatoris libera est in obligando tam communitatem totam quam singulos de communitate; et ita, ex parte obiecti non est indivisibilis sed extensionem habet, ratione cuius potest perseverare circa communitatem, obligando illam, et mutari circa unum vel alium de communitate, nolendo illum obligare. Quod manifieste patet, quia etiam dispensatio ex causa supponit hanc extensionem ex parte obiecti et partialem diminutionem, ut sic dicam, ex parte voluntatis obligandi. Ergo, quod attinet
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7. [Una objeción.] Para dar más solidez a este fundamento, puede objetarse contra él que a veces está en la potestad de la voluntad el tener o no tener un acto y el impedir su efecto, como está en mi voluntad el prometer o no prometer, pero no está en mi potestad el prometer y no obligarme. Así también, aunque esté en la voluntad del legislador el poner o quitar una ley, empero, si quiere obligar por una ley a toda la comunidad, no puede, aun cuando quiera, eximir a uno sin causa de la eficacia de la ley, dado que la ley, de por sí, mira en primer lugar a la comunidad; y por ello, mientras dura, necesariamente y de forma casi natural, o sea, en virtud del derecho natural, obliga a todos los que pertenecen a la comunidad y participan de manera uniforme de la causa o razón de la ley. Luego la exención de la obligación ya no puede efectuarse por la sola voluntad, sino mediante la potestad dispensativa, la cual mira a la causa; pues sin causa se vulnera de algún modo el derecho natural, al disminuir la obligación de la ley, estando la ley en vigor, en lo cual se ve una clara diferencia entre la abrogación y la dispensa de la ley, puesto que por la abrogación se suprime totalmente la ley; y por eso, aunque se haga de forma irracional, tiene validez, pues el ser o no ser ley depende absolutamente de la voluntad del legislador. Pero, en cambio, por la dispensa no se suprime la ley, sino que, con la ley en vigor, por esa dispensa se intenta conseguir que la ley no alcance de manera uniforme a aquellos en los que se da una misma razón y causa, lo cual es contra la ley natural; y por eso, no depende así de la mera voluntad del legislador, incluso para que tenga validez lo hecho, sino que es preciso que haya desigualdad o disparidad en la causa. Las dos razones alegadas al principio confirman esta objección; y por ella misma parecen diluirse fácilmente los ejemplos aducidos a favor de la tesis, pues sobre la abrogación ya se ha dicho que no aparece una razón similar. Lo mismo parece suceder sobre la absolución, dado que no es un acto que se dirija a la comunidad, sino a una persona particular. Y en cuanto al otro ejemplo, podrá negarse fácilmente lo que en él se supone. 8. La ley no es una regla indivisible, sino que tiene extensión. En verdad, la objección puesta da por supuesto que la ley es una regla indivisible, que, una vez puesta, obliga a todos de manera uniforme y casi natural, de modo que no pueda suprimirse para nadie, supuesto que permanezca en vigor para la comunidad. Ahora bien, esto es falso, ya que en realidad esta regla no es sino la voluntad del legislador, pues ella es la misma ley; o bien, ciertamente, de ella depende en absoluto la obligación de la ley. De otra parte, la voluntad del legislador es libre en cuanto a obligar a toda la comunidad o a cada uno de la comunidad; y así, por parte del objeto no es indivisible, sino que tiene extensión, por razón de la cual puede permanecer tal cual respecto de la comunidad, obligándola, y alterarse respecto de uno o de otro de la comunidad, no queriendo obligarle. Esto es del todo evidente, ya que también la dispensa con causa supone esta extensión por parte del objeto y una disminución parcial, por así decir, de parte de la voluntad de obligar. Luego, por lo que se refiere a la posibilidad, puede mo-
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ad possibilitatem, potest eodem modo mutari seu diminui voluntas legislatoris, etiam sine iusta causa, solum cum hac differentia, quod mutatio ex iusta causa est licita, sine causa autem erit illicita; nihilominus tamen suum effectum habebit, quia voluntas superioris dispensantis absoluta est et efficax, vult autem tollere obligationem ab eo cum quo dispensat; ergo tollet illam. Probatur consequentia, quia nihil est quod irritam faciat illam voluntatem dispensantis, quia nec datur ius positivum irritans illam; nullum enim assignari potest, maxime respectu supremi legislatoris; nec etiam iure naturae ostenditur irrita, ut patebit facile respondendo ad argumenta. Et declaratur optime argumento facto, si a principio feratur lex excipiendo aliquem indebite a vinculo legis, tunc enim aut tota lex erit nulla, quod verisimile non est, aut exceptio erit valida, quia non minus fit per absolutam voluntatem legislatoris quam ipsamet lex. Et idem etiam confirmat exemplum de abrogatione legis utilis sine causa facta, nam certe non est minus iniusta, imo magis quam dispensatio iniqua, et nihilominus facta tenet; ergo etiam dispensatio. Neque obstat differentia assignata, quia licet facta dispensatione maneat lex, non tamen aeque integra sicut antea, sed vulnerata; quodsi contrarium assumitur in differentia assignata, falsum est assumptum, et in illo petitur principium, quia licet lex maneat circa communitatem, non sequitur necessario manere circa singulos de communitate in quibus eadem ratio reperitur, quia hoc pendet ex libera voluntate legislatoris, sive iusta, sive iniusta. 9. Quomodo legislator tenetur licentiam datam auferre. Unde ad primum argumentum concedo talem dispensationem esse iniustam et nego inde consequi esse nullam, quia multa iniuste fiunt quae nihilominus facta tenent donec annullentur. Quod maxime locum habet in his quae tantum sunt contra iustitiam legalem, ut ostendit exemplum de iniqua derogatione legis; vel contra solam distributivam, ut patet in electione digni praetermisso digniori, quae valida est licet sit iniusta; vel etiam, si actio sit contra iustitiam commutativam, potest esse valida si iniustitia potest aliter tolli quam per actus nullitatem, ut patet in venditione rei iniusto pretio citra dimidiam. Haec autem omnia habent locum in praesenti, quia dispensatio sine causa per se tantum est contra iustitiam distributivam vel remote contra legalem; et quatenus est contra obligationem iustitiae commutativae ratione officii debet retractari, quamdiu vero non revocatur valida permanet. Unde mihi valde probabile est quod, licet illa dispensatio sit valida, semper tenetur legislator illam licentiam auferre, quia semper pendet ab eius voluntate, in qua perseverare inordinatum est durante eodem defectu causae, quia semper repugnat communi bono et obligationi officii.
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dificarse o disminuirse de la misma manera la voluntad del legislador, incluso sin causa justa, sólo con la diferencia de que la modificación por una causa justa es lícita, mientras que sin causa será ilícita; pero, no obstante, tendrá su efecto, puesto que la voluntad del superior que dispensa es absoluta y eficaz; además, quiere suprimir la obligación respecto de aquél a quien dispensa, luego la suprime. Se prueba la consecuencia, porque nada hay que haga inválida la voluntad del que dispensa, ya que no existe una norma jurídica positiva que la invalide; en efecto, no se puede señalar ninguna, principalmente respecto del legislador supremo; y tampoco se demuestra la invalidez por el derecho natural, como se evidenciará fácilmente al responder a los argumentos. Se aclara muy bien con el razonamiento hecho, si desde el principio se da una ley, exceptuando a alguien indebidamente del vínculo de la ley, en ese caso, en efecto, o toda la ley será nula, lo que no resulta verosímil, o la excepción será válida, puesto que se constituye, no menos que la mima ley, por la absoluta voluntad del legislador. Confirma esto, asimismo, el ejemplo sobre la abrogación de una ley útil hecha sin causa, pues ciertamente no es menos injusta, sino incluso más, que una dispensa inicua; y, sin embargo, una vez hecha, la abrogación es válida; luego también la dispensa. La diferencia señalada no es un obstáculo, porque, aunque, una vez hecha la dispensa, la ley siga en vigor, sin embargo, ya no está tan íntegra como antes, sino que está dañada; por lo que si se toma lo contrario en la diferencia señalada, esa premisa es falsa y en ello se incurre en una petición de principio, pues, aunque la ley permanezca respecto de la comunidad, no se sigue necesariamente que permanezca respecto de cada uno de los miembros de la comunidad, en los cuales se halla la misma razón, ya que depende de la libre voluntad del legislador, sea justa o injusta. 9. Cómo está obligado el legislador a retirar la licencia dada. Por lo que, respecto al primer argumento concedo que tal dispensa es injusta y niego que de ahí se siga que es nula, porque se hacen muchas cosas injustamente, las cuales, sin embargo, una vez hechas, tienen valor hasta que se anulan. Esto tiene lugar principalmente en las que son sólo contra la justicia legal, como muestra el ejemplo de la derogación inicua de la ley; o contra la sola justicia distributiva, como se ve en la elección del digno, haciendo caso omiso del más digno, elección que es válida, si bien sea injusta; o también, en el supuesto de que sea contra la justicia conmutativa, puede ser válida si se puede hacer desaparecer la injusticia de otro modo que por la nulidad del acto, como es claro en la venta de una cosa por un precio injusto por debajo de la mitad Ahora bien, todas estas cosas tienen lugar en este caso, puesto que la dispensa sin causa por sí misma sólo es contra la justicia distributiva o remotamente contra la justicia legal; y en la medida en que es contra la obligación de la justicia conmutativa debe dejarse sin efecto por razón del oficio, pero mientras no se revoca mantiene su valor. De donde, para mí, es muy probable que, aunque esa dispensa sea válida, siempre está obligado el legislador a dejar sin efecto dicha licencia, porque depende siempre de su voluntad, y es desordenado perseverar en ella, mientras dura la misma falta de causa, ya que repugna en todo momento al bien común y a la obligación del oficio.
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10. [Altera ratio additur.] Addo praeterea interdum ex tali dispensatione sequi iniustum nocumentum tertii repugnans commutativae iustitiae; et tunc ex illo capite dispensationem posse esse invalidam, quia non potest dare licentiam ad actum iniustum; et quoad hoc tantum recte aequiparatur dispensatio iniusta cum lege etiam iniusta. Oportet tamen advertere duobus modis posse nocumentum iniustum tertii coniungi cum dispensatione. Primo, per actionem ipsius principis; ut princeps sine causa eximat aliquem a lege tributi, et nihilominus a communitate exigat eandem pecuniae quantitatem, plus iusto onerans reliquos, et hoc non est satis ut dispensatio sit nulla, quia illa iniustitia non fit a subdito dispensato, neque est intrinsece connexa cum dispensatione, sed fit ex iniusta voluntate principis, et ab eodem debet resarciri et non a subdito exempto, nisi ad talem iniustitiam cooperatus fuerit. Alio modo potest fieri iniustitia per actionem ipsius subditi obtinentis dispensationem; ut si ratione illius vendat rem carius quam valeat secundum communem aestimationem; et tunc procedit quod dictum est, dispensationem ex eo capite esse nullam. 11. Duplex potestas in legislatore. Ad secundum respondeo hanc dispensationem excedere potestatem iuris, ut sic dicam, non facti; distingui enim debet duplex potestas in legislatore; una est naturalis, volendi vel nolendi, quam voco potestatem facti; alia superaddita seu iurisdictionis, ad obligandum alios. Dispensatio ergo sine causa data magis est a priori potestate, a qua habet substantiam et valorem suum, quia superior, volens sic dispensare, operatur ut dominus suae voluntatis; et quoad hoc non operatur ultra suam potestatem, et hoc est satis ut sit validus actus, etiamsi non sit secundum usum debitum alterius potestatis iurisdictionis suae. Nam si quis recte advertat, ille abusus talis iurisdictionis omissivus potius est quam activus, ut sic dicam, nam qui vult dispensare solum vult non obligare subditum sua lege; et ita, potius vult non uti circa illam iurisdictione sua quam uti, et ideo talis actus validus est, etiamsi sit extra talem potestatem, id est, extra positivum usum eius, quia potestas iurisdictionis quoad usum essentialiter pendet a voluntate habentis illam; et ideo, ut non influat vel non obliget satis est ut superior nolit sua iurisdictione uti, etiam si male faciat non utendo. Ita ergo se habet cum vult dispensare sine causa; nam, licet verbum dispensare significet per modum effectus positivi, revera est privativus; et ideo non tam proprie dicitur ille actus excedere potestatem iurisdictionis quam deficere a debito usu eius. Actus autem habens similem defectum validus est ex vi absolutae voluntatis, ut patet in abrogatione legis; et idem est in remissione poenae sine causa facta, et similibus.
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10. [Se añade otra razón.] Añado, además, que a veces de esa dispensa se sigue un perjuicio injusto a un tercero, que repugna a la justicia conmutativa; y entonces, por ese capítulo la dispensa puede ser inválida, puesto que no puede dar licencia para un acto injusto; y sólo en cuanto a este punto se equipara debidamente la dispensa injusta con la ley también injusta. Es preciso también advertir que la dispensa se puede enlazar con el perjuicio de un tercero de dos maneras. En primer lugar, mediante la acción del mismo príncipe; por ejemplo, si el príncipe exime a alguien sin causa de la ley tributaria y, sin embargo, exige la misma cantidad de dinero de la comunidad, cargando más de lo justo a los demás, esto no es suficiente para que la dispensa sea nula, porque esa injusticia no la comete el súbdito dispensado, ni está intrínsecamente conexa con la dispensa, sino que la comete la voluntad injusta del príncipe y él mismo debe resarcir el daño, no el súbdito exento, salvo que hubiere cooperado a tal injusticia. En segundo lugar, puede cometerse la injusticia mediante la acción del propio súbdito que obtiene la dispensa; por ejemplo, si por razón de ella vende alguna cosa a mayor precio del que vale según la estimación común; en ese caso, procede lo ya dicho, que la dispensa es nula por ese capítulo. 11. Doble potestad en el legislador. A lo segundo respondo que esta dispensa excede la potestad de derecho, por así decir, no la de hecho; pues se debe distinguir una doble potestad en el legislador; una es natural, de querer o de no querer, a la que llamo potestad de hecho; otra es sobreañadida o de jurisdicción, para obligar a otros. Así pues, la dispensa dada sin causa corresponde más a la primera potestad, de la que recibe su ser y su valor, ya que el superior que quiere dispensar de este modo actúa como dueño de su voluntad; y en cuanto a esto, no actúa por encima de su potestad, lo cual es suficiente para que el acto sea válido, aun cuando no esté en consonancia con el uso debido de la otra potestad de su jurisdicción. Pues, si uno observa rectamente, ese abuso de tal jurisdicción es más bien de omisión que de acción, por así decir, ya que quien quiere dispensar solamente quiere no obligar al súbdito en su ley; y de este modo, más bien quiere no usar que usar sobre ella de su jurisdicción; de ahí que tal acto sea válido, aun cuando esté fuera de esa potestad, o sea, fuera de su uso positivo, ya que la potestad de jurisdicción en cuanto al uso depende esencialmente de la voluntad de quien tiene la potestad; y por eso, para que no influya o no obligue basta que el superior no quiera usar de su jurisdicción, incluso si actúa mal no usando de ella Y así, por tanto, se comporta cuando quiere dispensar sin causa; porque, si bien el término dispensar apunta a la modalidad del efecto positivo, en realidad tiene sentido privativo; por eso no se dice tan propiamente que ese acto excede la potestad de jurisdicción cuanto que se aparta de su uso debido. De otra parte, el acto que tiene semejante defecto es válido en virtud de su voluntad absoluta, como se ve en la abrogación de la ley; y lo mismo sucede en la remisión de la pena llevada a cabo sin causa y en supuestos similares.
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12. [An liceat subdito uti dispensatione sine causa.] In tertio argumento petitur an liceat subdito uti tali935 dispensatione. Multi enim auctores negant, ut expresse Rebuffus (in Practica, tit. De dispensationibus ad plura beneficia, n. 55936); ait enim nec Papam dispensantem sine causa esse tutum, nec dispensatum. Idem Covarrubias supra937, ubi refert plures canonistas ex supra allegatis, indicatque dispensationem hanc solum esse validam quoad tollenda impedimenta irritantia vel inhabilitates legales, ita ut actus in virtute eius factus teneat, et in foro exteriori et in re ipsa; non vero esse validam talem dispensationem quoad tollendam obligationem legis, et ideo non reddere tutam conscientiam dispensati. Existimo tamen Covarrubiam non fuisse loquutum in hoc sensu, sed in alio intento a Caietano, quem allegat. Itaque consequenter ad dicta, certum est dispensationem hanc esse validam, etiam quoad tollendam obligationem legis de qua conceditur, ut expresse declaravit Caietanus (dicta q. 96, a. 5, in fine938). Et patet ex dictis; tum quia non minus pendet obligatio a voluntate legislatoris quam alii effectus legis humanae, quales sunt inhabilitates vel irritationes actuum; tum etiam quia nulla maior repugnantia potest in uno ostendi quam in alio; tum praeterea quia multae dispensationes conceduntur in legibus prohibentibus sine irritatione vel in legibus pure directivis; et nihilominus eodem modo censentur validae propter idem fundamentum, quod pendent ex voluntate dispensantis. 13. [De eadem re.] [Hinc ergo necessario sequitur subditum sic dispensatum non peccare contra legem in qua cum illo dispensatum est, quia ablata est illius obligatio, ut si erat lex de ieiunio, ablata fuit obligatio temperantiae; et ideo, non ieiunando non est intemperans; neque etiam dici potest inoboediens, cum non agat contra voluntatem superioris. Quae ratio in universum probat legem illam tunc non obligare, quia obligatio legis humanae nititur in illo principio: oboediendum est superioribus, quod non habet locum ubi voluntas superioris deest; ergo nec obligatio legis. Ergo non peccatur contra illam. Quoad hunc ergo effectum etiam est valida dispensatio. Nihilominus tamen Caietanus putat subditum peccare utendo tali dispensatione; quia, licet non agat contra legem humanam relaxatam, agit contra principium illud naturale: quod pars non debet discordare a toto sine causa, quia turpis est pars quae toti non convenit; est enim rationi dissonum ut aliquis in communitate vivat et non utatur eodem iure cum aliis sine iusta excusatione. Atque in hoc sensu loqui videntur Covarrubias, Rebuffus et alii antiquiores canonistae, quos ipsi referunt, dicentes sic dispensatum non manere tutum in En las ediciones se lee: in tali. Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 374. 937 Didacus de Covarrubias, In librum quartum decretalium pp. 224-225, nn. 17-22. 938 Caietanus [Thomas de Vio], Prima secundae p. 303. 935 936
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12. [Si es lícito al súbdito usar de la dispensa sin causa.] En el tercer argumento se pregunta si es lícito al súbdito usar de tal dispensa. Muchos autores, en efecto, afirman que no, como Pedro Rebuffe de forma expresa, pues dice que ni el Papa cuando dispensa sin causa está seguro, como tampoco el dispensado. Lo mismo opina Diego de Covarrubias, quien cita a muchos canonistas de los antes alegados y señala que esta dispensa solamente es válida en cuanto a suprimir los impedimentos dirimentes o las inhabilidades legales, de modo que el acto ejecutado en virtud de la misma sea válido, tanto en el fuero externo como en la realidad misma, pero no que esa dispensa sea válida respecto a suprimir la oblgación de la ley y así dar seguridad de conciencia al dispensado. Creo, no obstante, que Diego de Covarrubias no se expesó en este sentido, sino en otro dirigido por Tomás de Vio, a quien cita. Así que, en consecuencia a lo dicho, es cierto que esta dispensa es válida, incluso en cuanto a suprimir la obligación de la ley sobre la que se ha concedido, como declaró expresamente Tomás de Vio. Y se deduce claramente de lo dicho; tanto porque la obligación depende de la voluntad del legislador no menos que otros efectos de la ley humana, cuales son las inhabilidades o invalidaciones de los actos; como también, porque no puede mostrarse mayor incompatibilidad en uno que en otro; como además, porque muchas dispensas se conceden respecto a leyes prohibitivas sin invalidación y en leyes puramente directivas; y, a pesar de todo, se consideran igualmente válidas por el mismo fundamento, esto es, que dependen de la voluntad del que dispensa. 13. [Sobre el mismo tema.] De lo dicho se sigue necesariamente que el súbdito así dispensado no peca contra la ley en la que es dispensado, ya que queda suprimida su obligación; por ejemplo, si la ley era sobre el ayuno, quedó suprimida la obligación de la templanza; por eso, no es intemperante por no ayunar, ni tampoco se le puede acusar de desobediencia, puesto que no actúa en contra de la voluntad del superior. Esta razón demuestra en general que la ley en ese caso no obliga, ya que la oligación de la ley humana se basa en el principio de que se debe obedecer a los superiores, lo que no tiene lugar donde no hay voluntad del superior; luego tampoco tiene lugar la obligación de la ley. Luego no se peca en contra de ella. Por lo tanto, en cuanto a este efecto, también es válida la dispensa. Pero, pese a todo, Tomás de Vio opina que el súbdito peca al usar de esa dispensa, porque, auque no obre en contra de la ley humana que se ha relajado, actúa contra aquel principio natural que dice que la parte no debe estar en disonancia con el todo sin causa, dado que la parte que no concuerda con el todo es deforme, pues se opone a la razón que alguien viva en una comunidad y no use de las mismas normas jurídicas que los demás sin una excusa justa. En este sentido parecen expresarse Diego de Covarrubias, Pedro Rebuffe y otros canonistas más antiguos a los que citan, afirmando que el así dispensado
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conscientia; et idem sequitur Navarrus (in Summa, prael. 9, n. 14939), qui hoc temperat ut intelligatur de obligatione sub culpa veniali non mortali, quod placet multis modernis, quos refert et sequitur Sancius (dicta disp. 18, n. 12 et 13940). Et est valde probabilis opinio. 14. Subditus non peccat per se loquendo utendo dispensatione sine iusta causa obtenta. Mihi vero probabilius videtur in usu talis dispensationis nullum esse peccatum, per se loquendo ac secluso scandalo, prout tenet Angelus (verbo Dispensatio, n. 3941) et Sylvester ( q. 3942); Soto etiam (lib. 1 De iustitia, q. 7, a. ultimo, in fine943) satis propensus est in eandem sententiam, nam eius ratio ad hoc tendit, quamvis postea solum concludat cessante scandalo non esse culpam peiorem quam venialem. Absolute vero non esse culpam dixit Navarrus (in Summa, cap. 12, n. 57944) citans Adrianum in Quartum, in materia de restitutione; et sequitur Aragon (II II, q. 89, a. 9, in fine945) et Medina (in Summa, lib. 1, cap. 14, § 10946), Palacius (in Quartum, d. 15, disp. 8, col. 17, et d. 38, disp. 2, col. 2947), Gigas (De pensionibus, q. 6, n. 13948); et idem videtur sequi Felinus (in c. Ad audientiam 2, De rescriptis, n. 4949), ubi ita intelligit Innocentius950, Cardinalis, Speculator, et alii simpliciter dicentes sic dispensatum manere tutum in conscientia. Ratio vero est quia in primis subditus utens tali dispensatione non cooperatur peccato dispensantis, sed utitur effectu talis dispensationis, in quo effectu nulla est malitia. Imo, licet fortasse subditus peccaret petendo dispensationem, licet postea illa utatur, non prosequitur vel quasi continuat prius peccatum, quod iam praeteriit; in quo magnam invenio differentiam inter dispensantem et dispensatum sine causa, nam qui dispensavit potest revocare dispensationem quoad usum futurum, et tenetur id facere, ut supra dixi. Et ideo, quoties sciens et videns id non facit, quasi prosequitur prius peccatum seu de novo illud repetit, sicut dici solet de illo qui furatus est dum non restituit. At vero subditus postquam obtinuit dispensationem, sive in eo peccaverit sive non, postea non potest illam revocare; imo neque illi potest renuntiare semper, ut infra dicam, et quamvis posset, non Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 69-70. Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 74. 941 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, p. 323. 942 Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars prima, f. 148v. 943 Dominicus Soto, De iustitia et iure lib. 1, q. 7, n. 3, p. 81. 944 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion p. 230. 945 Petrus de Aragón, In secunda secundae Divi Thomae doctoris Angelici commentaria: De iustitia et iure (Salmanticae 1590, p. 1089). 946 Bartholomaeus de Medina, Breve instrucción ff. 96r-102v. 947 Palacios, Michael, In Quartum Librum Sententiarum dist. 15, disp. 8, col. 7 et dist. 38, disp. 2, col. 2. 948 Hyeronimus Gigas, De pensionibus ecclesiasticis p. 20. 949 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 159r. 950 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium ff. 24v-25r. 939 940
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no permanece con la conciencia segura; lo mismo opina Martín de Azpilcueta, el cual atempera la opinión en el sentido de que se entienda de una obligación bajo pecado venial, no mortal, lo que agrada a muchos modernos, a los que menciona y sigue Tomás Sánchez. Esta es una opinión muy probable. 14. Si el súbdito no peca, propiamente hablando, al hacer uso de la dispensa sin causa justa. A mí, en verdad, me parece más probable que en el uso de la dispensa no hay pecado alguno, hablando propiamente y excluido el escándalo, como opina en Ángel de Clavasio y Silvestre Prierio. Domingo de Soto se inclina también a la misma sentencia, pues su razonamiento tiende a ello, aunque luego sólo concluya que, cesando el escándalo, no es una culpa mayor que venial. Pero Martín de Azpilcueta dijo que no hay culpa en absoluto, citando a Adriano VI; siguen esta opinión Pedro de Aragón, Bartolomé de Medina, Juan López de Palacios Rubios, Jerónimo Gigas y parece que también opina así Felino Sandeo, con Inocencio IV, Francisco Zabarella, Guillermo Durantis y otros, que dicen simplemente que el así dispensado se mantiene seguro en conciencia. La razón es, en primer lugar, que el súbdito que hace uso de tal dispensa no coopera al pecado de quien dispensa, sino que se sirve del efecto de esa dispensa, efecto en el que no hay malicia alguna. Aún más, si bien quizás el súbdito pecase pidiendo la dispensa, aunque después haga uso de ella, no prosigue o en algún modo continúa el anterior pecado, que ya pasó; en lo cual encuentro una gran diferencia entre el que dispensa y el dispensado sin causa, pues el que dispensó puede revocar la dispensa en cuanto a su uso futuro, y está obligado a hacerlo, como dije antes. Y por eso, siempre que a ciencia y conciencia no lo hace, de algún modo prosigue el anterior pecado o lo comete de nuevo, como suele decirse de quien ha robado mientras no restituye. Ahora bien, el súbdito después de que obtuvo la dispensa, pecare o no en ello, después no puede revocarla; más aún, ni puede renunciar a ella siempre, como diré después; y aunque pudiese, no está obligado, porque esto no mira a su oficio; por lo que de ningún modo persevera
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tenetur, quia non spectat hoc ad officium eius; et ideo nullo modo perseverat moraliter in peccato, si quod fortasse commisit obtinendo talem dispensationem, etiamsi illa utatur; imo cum tali usu stat vera poenitentia prioris peccati. Et ex hac parte est mihi certum non esse deformitatem gravem in illo usu. Quod vero nec levis seu venialis sit per se et ex obiecto probatur, quia tunc ille subditus non potest dici turpiter agere discordando a toto in tali opere, quia etiam est dispar in obligatione legis, neque apparet unde oriatur obligatio ad tantam uniformitatem in opere ubi est difformitas in obligatione legis; item non apparet cuius speciei esse possit malitia illius culpae, quia non est contra iustitiam, ut per se notum videtur, nec etiam contra charitatem, quia secluso scandalo, nulla intervenit ratio talis obligationis. Est ergo verisimilius nihil peccare eum qui secrete et sine scandalo utitur sua dispensatione, quando alioqui ille usus seu actus utendi de se non est malus, et fit propter honestum finem, quia illud nec est novum praeiudicium legis, neque etiam bono communi praeiudicat. 15. Licet subditus non peccat, peccat tamen legislator secvum iniuste dispensando et ea dispensatione utendo. Quartum argumentum petit an legislator ipse possit hoc modo secum dispensare valide in sua lege sine causa, in quo Caietanus, supra951, affirmat et prorsus eodem modo censet de ipso legislatore ac de subdito dispensato; ait enim non peccare postea contra legem suam, peccare autem contra naturalem obligationem, quam caput habet non discrepandi a corpore. Et quidem Caietanus consequenter loquitur, supponendo legislatorem obligari sua lege proprie et per se, seu immediata obligatione legis positivae humanae; nam tunc procedunt rationes supra factae, quod talis obligatio efficaciter tollitur per absolutam voluntatem eius, qui illam posuit. Nihilominus tamen in usu talis dispensationis necessario est constituenda differentia inter legislatorem et subditum, nam in legislatore talis usus peccaminosus est, etiamsi in subdito possit esse sine peccato; vel licet demus in subdito esse peccatum veniale, in legislatore est mortale ex suo genere. Et ratio differentiae sumitur ex dictis, quia superior peccat graviter secum dispensando sine causa, ut supra ostendimus, et potest, consequenterque tenetur, illam dispensationem revocare; et quoties voluntarie in ea permanet, peccatum illud prosequitur seu repetit, ut iam declaratum est; utendo autem tali dispensatione, virtute illam confirmat; imo iterum illam sibi concedit. Ergo saltem hoc titulo peccat mortaliter in illo usu. Et in hoc est dispar ratio in subdito, ut declaravi. Neque est mirum quod in hoc sit maius gravamen principis quam subditi, quia princeps tenetur ex officio et ex iustitia distributiva vitare illam improportionem quae est in tali dispensatione, qua obligatione subditus non tenetur.
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Caietanus [Thomas de Vio], Prima secundae p. 303.
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moralmente en el pecado, si es que acaso lo cometió al obtener tal dispensa, aun cuando use de ella; incluso, ese uso se combina bien con la verdadera penitencia del anterior pecado. Por esta razón, tengo por seguro que no hay deformidad grave en su uso. De otra parte, que no sea ni leve o venial se prueba por sí mismo y por el objeto, porque entonces no puede decirse que el súbdito actúe en tal acto en disonancia con el todo, dado que también es desigual en la obligación de la ley, y no se ve de dónde nace la obligación para tan grande uniformidad en un acto cuando hay diversidad en la obligación de la ley; asimismo, no se ve de qué especie pueda ser la malicia de esa culpa, pues no es contra la justicia, como es notorio por sí mismo, ni tampoco contra la caridad, porque, excluido el escándalo, no interviene ninguna razón de tal obligación. Es, por consiguiente, más verosímil que no peca en nada aquel que en secreto y sin escándalo use de su dispensa, siendo así que el uso o el hecho de usar, de por sí, no es malo y se hace por un fin honesto, dado que ese acto no supone un perjuicio nuevo de la ley ni perjudica tampoco al bien común. 15. Aunque el súbdito no peca, peca no obstante el legislador al dispensarse a sí mismo injustamente y al usar de esa dispensa. El cuarto argumento pregunta si acaso el legislador mismo puede, de este modo, dispensarse a sí mismo en su ley válidamente sin causa, sobre lo que Tomás de Vio dice que sí, y opina exactamente del mismo modo sobre el propio legislador y sobre el súbdito dispensado; dice, en efecto, que no peca después contra su ley, pero que peca, en cambio, contra la obligación natural que la cabeza tiene de no discrepar del cuerpo. Y ciertamente, Tomás de Vio se expresa de manera consecuente, suponiendo que el legislador está obligado por su ley de modo propio y directo o, por mejor decir, por la obligación inmediata de la ley positiva humana, pues en este caso proceden las razones anteriormente dadas, que esa obligación se suprime eficazmente por la voluntad absoluta de quien la impuso. Pero, pese a todo, en el uso de esa dispensa es necesario establecer una diferencia entre el legislador y el súbdito, pues en el lgislador tal uso es pecaminoso, aunque en el súbdito pueda ser sin pecado; o bien, si concedemos que en el súbito es pecado venial, en el legislador es mortal por su naturaleza. La razón de la diferencia se toma de lo expuesto, pues como el superior peca gravemente al dispensarse sin causa, como pusimos antes de manifiesto, puede y, en consecuencia, debe revocar esa dispensa; y, mientras permanezca en la dispensa, aquel pecado prosigue o se repite, como ya se ha declarado; usando, además, de esa dispensa, virtualmente la confirma; más aún, se la concede de nuevo a sí mismo. Luego al menos por este título, peca mortalmente al usarla. Y a este respecto, la razón es desigual en el súbdito, como he declarado. Ni es de maravillar que en este punto sea mayor la responsabilidad del príncipe que la del súbdito, porque el príncipe está obligado por su cargo y por la justicia distributiva a evitar la desproporción que hay en tal dispensa, obligación a la que el súbdito no está ligado. Se confirma, porque de otro modo la obligación del príncipe en su ley sería de ninguno o de poco interés, ya que por su sola voluntad puede suprimir válida-
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Et confirmatur, quia alias vel nullius vel parvi momenti esset obligatio principis per suam legem, quia sola voluntate potest valide auferre a se obligationem illam, et postea non peccare, saltem graviter, illam legem non custodiendo.Consequens autem est contra superius dicta (lib. 3, cap. último). Quamvis ergo dicatur illa dispensatio valida, quia dum durat aufert vinculum legis, iuxta praedictam opinionem, nihilominus non transit in factum, ut sic dicam, omnino praeteritum, sed semper pendet ex voluntate ipsius principis, qui potest et debet illam retractare; et ideo in usu illius non minus peccat quam in eiusdem dispensationis usurpatione. Et idem dicendum est iuxta hanc sententiam si princeps a principio ferret legem animo obligandi alios et non seipsum; nam exceptio de facto valida esset, peccaret tamen graviter in illa voluntate, et semper teneretur eandem retractare; et ob id semper graviter peccaret, non contra ipsam legem positivam sed contra naturalem. 16. [Obligatio legislatoris ad opus praeceptum per legem suam non pendet ex speciali voluntate eiusdem legislatoris, sed ex vi legis naturae.] Id vero quod haec sententia supponit, nimirum obligari principem sua lege ex vi suae voluntatis, difficillimum creditu est, quia obligatio legis, quatenus fundatur in voluntate ferentis illam, est obligatio manans ab imperio; unde est obligatio subditi ad superiorem; haec enim relatio est intrinseca proprio imperio morali. Unde, licet dicatur quis sibi ipsi imperare physice se movendo seu impellendo, non tamen moraliter se obligando, sicut etiam promittendo vel contrahendo, non potest se obligare sibi sed alteri, ergo etiam in praesenti non potest illa obligatio legislatoris per legem suam a propria eiusdem voluntate manare. Et confirmatur, nam obligatio legis humanae, ut est ab humana voluntate, est obligatio oboedientiae, vel saltem illam intrinsece includit seu in illa radicatur, non potest autem eiusdem ad se ipsum esse vera oboedientia. Ergo. Propter quod supra (lib. 3, cap. último), censui hanc obligationem legislatoris ad opus praeceptum per legem suam, supposita voluntate ferendi talem legem, non pendere ex speciali voluntate eiusdem legislatoris comprehendendi seipsum sub tali lege, quia necessario obligatur, etiam si nolit, ex vi legis naturae praecipientis illi ut observet illud medium virtutis, quod per legem suam statuit pro tota communitate, quando materia legis communis est et uniformitatem postulat in capite cum corpore, ubi nulla ratio iusta exemptionis intervenit. 17. Dispensatio, quam legislator sibi concedit sine iusta causa, nulla est nullumque effectum habet. Hoc igitur veriori principio supposito, consequenter dicendum est dispensationem quam sibi legislator concedit in sua lege sine causa iusta nullam esse nullumque effectum in ipso habere. Probatur, quia per dispensationem datam sine causa non aufertur obligatio legis naturalis; sed obligatio principis ad observantiam legis suae est de iure naturali et non a voluntate humana; ergo non aufertur per illam dispensationem. Ergo valida non est.
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mente para sí mismo la obligación de la ley, y después no pecar, al menos gravemente, no observando esa ley. La consecuencia es, pues, contra lo dicho antes en el capítulo último del libro III. Así que, aunque se diga que esa dispensa es válida, porque mientras dura suprime el vínculo de la ley, según la opinión expuesta, sin embargo, no pasa a un hecho, por así decir, totalmente pasado, sino que depende siempre de la voluntad del propio príncipe, el cual puede y debe revocarla; y por eso, en su uso no peca menos que en la usurpación de la dispensa. Y lo mismo hay que decir, conforme a esta opinión, en el caso de que el príncipe diera la ley con la intención de obligar a los demás y no a sí mismo; pues la excepción de hecho sería válida, sin embargo pecaría gravemente, no contra la propia ley positiva, sino contra la ley natural. 16. [La obligación del leguslador al acto ordenado por su ley no dimana de la voluntad especial del propio legislador, sino de la fuerza de la ley natural.] En verdad, lo que la opinión expuesta lleva consigo, o sea, que el príncipe está obligado por su ley en virtud de su voluntad, es sin duda muy difícil de creer, porque la obligación de la ley, en la medida en que se fundamenta en la voluntad de quien la da, es una obligación que dimana del imperio; de donde es una obligación del súbdito para con el superior; en efecto, esta relación es intrínseca al propio imperio moral. Con lo cual, aun cuando se diga que uno se impera a sí mismo físicamente moviéndose o impeliéndose, pero no obligándose moralmente, como también prometiendo o contratando no puede obligarse a sí mismo sino a otro; luego también en nuestro caso esa obligación del legislador en su ley no puede dimanar de su propia voluntad. Se confirma, porque la obligación de la ley humana, en cuanto nace de la voluntad humana, es una obligación de obediencia, o al menos la incluye intrínsecamente o, por mejor decir, radica en ella; pero no puede ser verdadera obediencia la de uno para consigo mismo. Luego. Por lo cual, anteriormente, en el capítulo último del libro III, estimé que esta oligación del legislador con el acto ordenado en su ley, supuesta la voluntad de dar tal ley, no depende de la voluntad especial del propio legislador de incluirse a sí mismo bajo tal ley, puesto que está obligado necesariamente, aunque no quiera, en virtud de la ley natural, que le manda observar ese medio de virtud que estableció en su ley para toda la comunidad, cuando la materia de la ley es común y exige uniformidad por parte de la cabeza con el cuerpo, siempre que no haya de por medio alguna razón justa de exención. 17. La dispensa que el legislador se concede a sí mismo sin causa justa es mala y no tiene efecto alguno. Así pues, supuesto este principio como más verdadero, se ha de decir en consecuencia que la dispensa que el legislador se concede a sí mismo sin causa justa es nula y no tiene para él mismo efecto alguno. La prueba es que por la dispensa otorgada sin causa no desaparece la obligación de la ley natural, y la obligación del príncipe a observar su ley emana del derecho natural, no de la voluntad humana; por lo tanto, no desaparece por esa dispensa. Luego, no es válida.
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Et confirmatur, nam dispensatio data ab inferiori in lege superioris sine causa non est valida; sed quando princeps secum dispensat circa observantiam seu executionem suae legis, non dispensat re vera in lege sua, quia non obligatur per illam, ut sua est, sed dispensat in superiori lege; ergo, nisi id faciat ex iusta causa, non erit valida dispensatio. Dices, imo nec ex iusta causa valebit, quia non potest princeps dispensare in iure naturali. Respondeo negando sequelam, quia ipsum ius naturale dictat principem debere suam legem servare, nisi ex iusta causa secum dispenset, quia non debet in hoc esse peioris conditionis, et magis ita servatur debita proportio. Et confirmatur secundo, quia si a principio princeps legem ferat animo non se obligandi sine causa, sed sola voluntate, nihilominus manebit obligatus ex vi legis naturae. ut ostensum est; si autem ex iusta causa se eximeret, valeret exceptio. Ergo idem in dispensatione. 18. Dispensatio sine causa in subdito valida est, non auten in legislatore. Atque ita patet responsio ad quartum argumentum. Negatur enim sequela, nimirum posse principem sine causa valida se eximere ab obligatione, quam habet servandi suam legem. Neque in hoc est aequiparandus cum subdito, nam in subdito obligatio manat immediate et per se a lege et voluntate hominis, qui potest illam efficaciter mutare quacumque ex causa; obligatio autem principis non est per se a lege sua, sed a ratione naturali eiusque auctore; et ideo, nisi princeps auferat suam legem respectu communitatis, non potest sola voluntate propria auferre a se obligationem, quae in ipso naturaliter resultat posita tali lege. Neque mirum videri debet quod in hoc quodammodo sit durior conditio principis, quia etiam status eius requirit altiorem obligationem, cum non possit directe per suum ius humanum obligari; et ideo, in principe naturalis obligatio ad uniformitatem servandam in legis executione ex parte illius immediate fundatur in dignitate et officio suo; in subditis vero fundatur potius in obligatione legis positivae, ut supra declaravi. Et ideo etiam, est in principe longe gravior illa obligatio servandi conformitatem quam in subditis, quia et ad exemplum subditorum et ad communem observantiam legis multo magis necessaria est. 19. [Difficultas quaedam declaratur.] Solum superest in hac resolutione difficultas de effectu legis humanae irritandi actus seu, quod perinde est, inhabilitandi personam ad contractum, etc.; nam sequitur ex dictis si princeps secum dispenset in tali lege sine causa, nihilominus actum eius non esse validum, quod verisimile non est; constat enim contractum irritum iure positivo, si scienter fiat a principe, validum esse; imo eo ipso dispensare cum alio secum contrahente, ut valide contrahat, ut sumitur ex his quae tradit Navarrus (in Summa, cap. 23, n. 108952), Covarrubias (in c. Quamvis pactum, p. 1, § 3, n. 5953). Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Enchiridion pp. 731-732. Didacus de Covarrubias, In constitutionis secundae ex rubrica De pactis libri Sexti, Quamvis pactum non inutilem interpretationem (Opera omnia t. I, p. 323). 952 953
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Se confirma, porque la dispensa otorgada por el inferior en la ley del superior sin causa no es válida; ahora bien, cuando el príncipe se dispensa a sí mismo sobre la observancia o ejecución de su ley, no dispensa en realidad en su ley, pues no está obligado por ella en cuanto es suya, sino que dispensa en una ley superior; luego, salvo que lo haga por una causa justa, la dispensa no será válida Objetarás que tampoco tendrá validez por una causa justa, ya que el príncipe no puede dispensar en el derecho natural. Respondo negando la consecuencia, porque el mismo derecho natural dicta al príncipe que debe observar su ley, salvo que se dispense a sí mismo por una causa justa, ya que en esto no debe ser de peor condición, y así se guarda mejor la proporción debida. Se confirma en segundo lugar, porque si de principio el príncipe da una ley con la intención de no obligarse a sí mismo sin causa, sino por su sola voluntad, no obstante permanecerá obligado en virtud de la ley natural, como se ha puesto de manifiesto; pero si se eximiere por una causa justa, valdría la excepción. Luego eso mismo vale en cuanto a la dispensa. 18. La dispensa sin causa es válida en cuanto al súbdito, pero no en cuanto al legislador. Con esto se pone de manifiesto la respuesta al cuarto argumento. Se niega, en efecto, la consecuencia, es decir, que pueda el príncipe, sin una causa válida, eximirse de la obligación que tiene de observar su ley. Tampoco en esto debe ser equiparado con el súbdito, pues en cuanto al súbdito la obligación emana inmediata y directamente de la ley y de la voluntad del hombre, quien puede cambiarla eficazmente por cualquier causa; pero la obligación del príncipe no nace directamente de su ley, sino de la razón natural y de su autor; por eso, a no ser que el príncipe suprima su ley respecto de la comunidad, no puede por su sola voluntad quitarse la obligación, que en él repercute de forma natural, una vez dada la ley. Tampoco debe verse como extraño que en este punto la condición del príncipe sea de algún modo más dura, ya que también su posición requiere una más alta obligación, al no poder obligarse directamente por su derecho humano; por ello, en el príncipe la obligación natural para observar la uniformidad en la ejecución de la ley por su parte se basa de manera inmediata en su dignidad y oficio; pero en los súbditos se funda más bien en la obligación de la ley positiva, como declaré anteriormente. También por eso, la obligación de observar la conformidad es respecto al príncipe mucho más grave que respecto de los súbditos, pues es mucho más necesaria para ejemplo de los súbditos y para la observancia común. 19. [Se expone cierta dificultad.] En esta resolución sólo queda en pie una dificultad sobre el efecto de la ley humana de invalidar el acto o bien, lo que es lo mismo, de inhabilitar a la persona para un contrato, etc.; pues de lo dicho se sigue que si el príncipe se dispensa a sí mismo sin causa en esa ley, su acto, no obstante, no es válido, cosa que no es verosímil; pues consta que un contrato invalidado por el derecho positivo, si es hecho a sabiendas por el príncipe, es válido; aún más, que por eso mismo dispensa al otro que contrata con él para que contrate válidamente, como se deduce de lo que enseñan Martín de Azpilcueta y Diego de Covarrubias.
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Respondetur ergo negando sequelam, quia probabilius est legem humanam non habere hunc effectum circa voluntatem et personam ipsius legislatoris, quia ordinarie est poenalis; vel quando talis non est, in hoc ei assimilatur, quod includit quandam veluti coactionem voluntatis, quatenus eius consensus irritus fit, quod requirit efficaciam superioris voluntatis, nec potest fieri ab aliquo circa se ipsum; nec naturalis obligatio servandi conformitatem extenditur ad hos effectus quasi coactos et violentos, sed solum versatur circa mores humanos; neque plus dictat naturalis ratio. Imo, licet quis contendat etiam personam principis esse inhabilem quando lex eius inhabilitat subditos ad aliquem contractum, nihilominus negare non possunt, dispensando secum, etiam sine causa, tollere a se illam inhabilitatem, quia nunquam est immediate a lege naturali sed a lege humana; sicut si Papa dispenset sine causa in impedimento, habente obligationem ex naturali lege et irritationem ex humana, valebit dispensatio quoad tollendam irritationem, licet non valeat quoad obligationem auferendam. Exemplum est si Papa dispenset sine causa cum clerico in sacris ut uxorem ducat, validum esse matrimonium, quamvis peccet mortaliter contrahendo illud, quia obligatio voti auferri non potuit per talem dispensationem; impedimentum autem irritans, quod mere humanum est, valide ablatum fuit sine causa. 20. Quomodo superior in lege inferioris dispensare potest. Atque ex his tandem concluditur quid dicendum sit de dispensatione sine causa data a superiore in lege inferioris, an valeat necne; nam, licet ex maiori potestate videatur necessario fore validam, aliunde ex diversitate voluntatum videtur hoc difficile, quia non tam facile mutat quis voluntatem alterius, etiam inferioris, sicut suam. Dicendum vero est hoc pendere ex modo superioris potestatis, quia si tantum sit potestas superior quasi remota, quia videlicet solum in gradu appellationis vel supplicationis aut alterius similis recursus potest versari circa subditos inferioris praelati, tunc certe dispensatio non valebit data sine iusta causa, quia tunc nulla est ratio recurrendi ad talem superiorem; et consequenter, neque illius iurisdictio ibi locum habet. Et ita dispensatio data ab archiepiscopo in lege episcopi sine causa, nulla erit. At vero si potestas superior se extendat immediate ad regimen subditi per modum causae universalioris, etiam immediatae954, tunc valida erit talis dispensatio Papae in lege episcopi et dispensatio generalis in praecepto provincialis, et sic de similibus. Quia, licet superior proprie non mutet voluntatem inferioris, potest mutare seu tollere effectum eius per iurisdictionem superiorem, quae de se non pendet ab inferiori, sicut etiam potest talis praelatus superior reservare sibi immediatum regimen talis subditi. Quod semper intelligendum est, nisi eius potestas per aliquam legem limitata sit; et tunc, ut dixi, solum valebit dispensatio iuxta gradum et modum concessae potestatis.
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Se responde, por lo tanto, negando la consecuencia, porque es más probable que la ley humana no tenga ese efecto sobre la voluntad y la persona del mismo legislador, ya que de ordinario es penal; o cuando no es tal, en esto se le asimila, puesto que incluye una especie de coacción de la voluntad, en la medida en que su consentimiento fue invalidado, lo cual requiere la eficacia de una voluntad superior, y no puede hacerse por alguien sobre sí mismo; y tampoco la obligación natural de observar la conformidad se extiende a estos efectos casi forzados y violentos, sino que sólo versa sobre las costumbres humanas; ni la razón natural dicta otra cosa. Más todavía, aunque alguien pretenda que incluso la persona del príncipe es inhábil cuando una ley suya inhabilita a los súbditos para un contrato, sin embargo, los que pretenden esto no pueden negar que al dispensarse a sí mismo, incluso sin causa, se quita esa inhabilidad, dado que nunca procede inmediatamente de la ley natural, sino de la ley humana; como si el Papa dispensa sin causa en un impedimento, procediendo la obligación de la ley natural y la invalidación de la ley humana, valdrá la dispensa en cuanto a eliminar la invalidación, aunque no valga en cuanto a suprimir la obligación. Un ejemplo es: si el Papa dispensa sin causa a un clérigo de órdenes sagradas para que se case, el matrimonio es válido, aunque peque mortalmente contrayéndolo, porque la obligación del voto no pudo quitarse por tal dispensa; el impedimento invalidante, empero, al ser meramente humano, se quitó válidamente sin causa. 20. De qué modo puede el superior dispensar en la ley del interior. Finalmente, de lo expuesto se concluye qué se ha de decir sobre la dispensa sin causa otorgada por el superior en la ley del inferior, si vale o no; puesto que, aunque por su mayor potestad parezca que debiera ser válida, de otra parte por la diversidad de voluntades esto parece difícil, porque nadie modifica la voluntad de otro, incluso de un inferior, tan fácilmente como la suya. En cambio, hay que decir que esto depende de la modalidad de la potestad superior, ya que si la potestad superior es casi remota, esto es, que sólo en grado de apelación o de súplica u otro similar el recurso puede versar sobre los súbditos del prelado inferior, en ese caso ciertamente la dispensa otorgada sin causa justa no valdrá, pues entonces no hay razón alguna para recurrir a tal superior; y por lo tanto, tampoco tendrá lugar allí su jurisdicción. De este modo, la dispensa dada sin causa por el arzobispo en una ley del obispo será nula. Ahora bien, si la potestad del superior se extiende de manera inmediata al régimen del súbdito a modo de causa más universal, incluso inmediata, entonces será válida esa dispensa del Papa en la ley del obispo y la dispensa de un superior general en el precepto de un superior provincial, y así en casos similares. La razón es que, aunque el superior no modifique propiamente la voluntad del inferior, puede modificar o suprimir el efecto de ella por su jurisdicción superior, que de por sí no depende del inferior, como también puede ese prelado superior reservar para sí el régimen inmediato de tal súbdito. Esto se ha de entender siempre con la salvedad de que su potestad esté limitada por alguna ley; en este caso, como he dicho, sólo valdrá la dispensa según el grado y la modalidad de la potestad que ha sido concedida.
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CAPUT XX Utrum cessante causa dispensationis, cesset dispensatio vel aliter interdum amittatur 1. Distinctio inter indulta, breves et facultates, etc. notanda. Quoniam in praecedentibus capitibus diximus causam esse necessariam ut dispensatio iusta vel etiam interdum valida sit, consequenter oportet exponere an huiusmodi causa adeo sit necessaria ut illa cessante cesset dispensatio, quae est effectus eius secundum regulam: Cessante causa cessat effectus (c. Cum cessante, De appellationibus955) cum similibus. Et hac occasione simul dicemus de omnibus modis quibus potest dispensatio amitti; quam materiam, quae latissima est, in hoc capite quasi remissive perstringemus, ne omnino praetermitti videatur; nam plenam disputationem in libro 8 reservamus956, ubi commodius de privilegio generaliter tractabitur; et ita poterit facile ad dispensationem applicari, quae parum a privilegio differt, et lato modo sub illo comprehendi potest. Oportet autem in primis prae oculis habere distinctionem supra datam inter indulta, breves, facultates aut mandatum dispensandi, sive absolute, sive sub illa conditione: Si preces veritati innitantur vel alia simili, et dispensationem ipsam; nam illud indultum, licet vulgo dispensatio appelletur, revera non est dispensatio, ut supra dixi, quia non relaxat legem, nec tollit vinculum per se ipsum seu ipso facto, sed requirit actionem hominis per quam fiat dispensatio. Deinde in dispensatione ipsa oportet distinguere duos effectus supra relatos; unum immediatum et per se, qui est relaxatio legis, auferendo vinculum vel effectum eius, ut inhabilitatem, irritationem etc.; alium remotum et quasi per accidens respectu dispensationis, qui est executio eius, ut est contrahere, ieiunare vel alium actum efficere per dispensationem concessam. 2. [Triplex status dispensationis.] Ex quibus consurgit triplex status in quo potest dispensatio existere, sub illa indultum dispensandi comprehendendo. Primus est quando iam indultum dispensandi est concessum, nondum tamen est dispensatio facta; secundus est quando dispensatio est iam facta et habuit suum proximum effectum, nondum tamen habuit remotum, neque est executioni mandata. Tertius est quando iam est executioni mandata suumque ultimum effectum habuit. Quando ergo dispensatio ad hunc statum ultimum pervenit, nec cessare potest cessante causa, neque etiam potest amitti quocumque modo. Utrumque potest facile probari inductione, quia si dispensatio data est in gradu consanguinitatis ad contrahendum matrimonium et matrimonium iam est 955 956
X 2.28.60. Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 2.; Vivès 6, pp. 229-232,
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CAPÍTULO XX Sobre si, cesando la causa de la dispensa cesa la dispensa, o bien se pierde a veces de otra manera 1. Distinción que se debe tener en cuenta entre indultos, breves, facultades, etc. Puesto que en los capítulos anteriores hemos afirmado que la causa es necesaria para que la dispensa sea justa o bien, a veces, válida, en consecuencia es preciso aclarar si esta causa es necesaria de tal modo que, cesando ella, cese la dispensa, que es su efecto, conforme a la regla del canon Cum cessante de las Decretales y otros similares: Cesando la causa, cesa el efecto. Aprovechando la ocasión hablaremos al tiempo de todos los modos como puede perderse la dispensa; materia que, como es muy extensa, resumiremos en este capítulo de modo indicativo, para que no parezca que la olvidamos por completo; pues reservamos el debate en pleno para el libro VIII, en el que se tratará más cómodamente del privilegio en general; y de esta manera podrá aplicarse fácilmente a la dispensa, que difiere en poco del privilegio y, en sentido amplio, puede incluirse bajo él. En primer lugar, es preciso tener a la vista la distinción indicada antes entre indultos, breves, facultades, o mandato para dispensar, sea de modo absoluto, sea bajo la condición: Si las preces se basan en la verdad u otra similar, y la dispensa; pues el indulto, aunque vulgarmente se denomine dispensa, en realidad no es dispensa, como ya dije, porque no relaja la ley, ni quita el vínculo por sí mismo o ipso facto, sino que requiere una acción humana, por medio de la cual se hace la dispensa. Además, en la dispensa misma es preciso distinguir dos efectos ya señalados; uno, inmediato y directo, que es la relajación de la ley, quitando el vínculo o su efecto, como la inhabilidad, la invalidación, etc.; otro, remoto y a modo de accidente respecto de la dispensa, que es su ejecución, como es contratar, ayunar o realizar otro acto mediante la dispensa concedida. 2. [Triple estado de la dispensa.] De lo dicho aparece un triple estado en el que puede mostrarse la dispensa, comprendiendo bajo ella el indulto de dispensar. El primero es cuando ya se ha concedido el indulto de dispensar, pero aún no se ha hecho la dispensa. El segundo es cuando la dispensa ya está hecha y tuvo su efecto próximo, pero aún no tuvo el efecto remoto, y no está mandada a ejecución. El tercero es cuando ya está mandada a ejecución y tuvo su último efecto Así pues, cuando la dispensa llega a este último estado, ni puede cesar, cesando la causa, ni tampoco puede perderse en modo alguno. Ambas cosas pueden probarse fácilmente por inducción, porque si la dispensa otorgada es relativa al grado de consanguinidad para contraer matrimonio y el
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contractum, clarum est non posse cessare aut revocari dispensationem; et idem est in dispensatione circa ieiunia vel similes actus; imo etiam in dispensationibus votorum. Intelligendum tamen semper est de dispensatione quatenus ad illum statum tertium pervenerit, nam contingit dispensationem habere tractum successivum, seu habere posse plures effectus vel actus, et quoad aliquos esse executioni mandatam, non vero quoad alios; et tunc partim est in tertio statu, partim in secundo vel primo; et ideo, solum ex ea parte quae pervenit ad tertium statum comprehenditur sub praedicta regula, quoad alteram vero quae respicit futurum comprehendetur sub sequentibus. Et sic est facilis ratio assertionis, quia si dispensatio iam habuit consummatum effectum, ille non potest esse non licite factus vel valide iuxta exigentiam disputationis, quia ad praeteritum non est potentia. Ergo dispensatio quoad illum effectum nec cessare potest nec amitti. 3. [Ostenditur hoc inductione et ratione.] Potestque hoc inductione simul et ratione ostendi, nam si actus fuit mere transiens et nullum relinquens effectum, non potest amplius sub legem cadere, neque indigere dispensatione. Item si fuit actus relinquens effectum permanentem et irrevocabilem, ut est matrimonium, religiosa professio et ordinis susceptio, constat retractari non posse, non solum quoad vinculum seu ordinem, verum etiam nec quoad usum eius respective quantum est ex parte dispensationis, quia actus fuit legitime factus et ius plene acquisitum. Denique idem est, etiamsi sit effectus permanens et de se revocabilis, ut est alienatio rei vel alii contractus; nam semel factus legitime in virtute dispensationis, de se perpetuo manet, nec potest cessare propter defectum vel cessationem causae aut retractationem dispensationis, quae iam praeteriit et suum effectum consummatum reliquit. Supponimus enim dispensationem fuisse simpliciter factam ad talem actum absolute praestandum; nam, si solum fuisset data ad alienandum, verbi gratia, cum tali conditione vel durante tali causa, tunc cessare posset effectus, cessante causa; non quia ex eo capite cesset dispensatio, sed quia a principio non fuit dispensatio aliter concessa. Hoc autem ordinarie non fit, quia esset valde onerosum et periculosum; et ideo, nunquam est praesumendum, nisi sit adeo expressum ut nullam aliam interpretationem admittat. Et in hoc sensu dicunt iuris interpretes postquam effectus est consummatus, cessante causa, non cessare effectum, ut videre licet in Decio (in c. Quae in ecclesiarum, De constitutionibus957) et Bartholo et aliis, quos ipse allegat; et plures referunt Tiraquellus (Tractatus cessante causa, lim. 12958) et Menochius (lib. 4, praesumptione 189, n. 197959).
Philippus Decio, Super Decretalibus f. 19v, n. 27. Andreas Tiraqueau, Tractatus Cessante causa pp. 56-60. 959 Iacobus Menochio, De praesumptionibus p. 411. 957 958
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matrimonio ya se ha contraído, está claro que no puede cesar o revocarse la dispensa; y lo mismo sucede en la dispensa sobre los ayunos y actos semejantes; más aún, también en las dispensas de votos. No obstante, respecto de la dispensa se ha de entender siempre en cuanto llegare a ese tercer estado, pues sucede que la dispensa tiene tracto sucesivo, o bien, puede tener muchos efectos o actos, y estar mandada a ejecución en cuanto a unos, y no en cambio en cuanto a otros; y entonces en parte está en el tercer estado y en parte en el segundo o en el primero; y por eso, sólo por la parte que llegó al tercer estado está comprendida bajo la regla antedicha, pero en cuanto a la otra parte que mira al futuro se comprenderá bajo las siguientes. Así resulta fácil la razón de la tesis, porque si la dispensa ya tuvo un efecto consumado, ese efecto no puede estar hecho no lícita o válidamente, puesto que no hay capacidad para el pasado. Luego, la dispensa en cuanto a ese efecto no puede cesar ni perderse. 3. [Se demuestra esto por inducción y razonamiento.] Se puede demostrar esto por inducción y razonamiento a la vez, pues si el acto fue meramente de paso y sin dejar efecto alguno, no puede caer por más tiempo bajo la ley, ni necesita de dispensa. Y si fue un acto con efecto permanente e irrevocable, como el matrimonio, la profesión religiosa y la recepción del orden, es evidente que no puede revocarse, no sólo respecto al vínculo u orden, sino tampoco en relación a su uso respectivo en cuanto es de parte de la dispensa, dado que el acto fue ejecutado legítimamente y el derecho fue adquirido plenamente. Sucede lo mismo, finalmente, en el caso de que se trate de un efecto permanente y por sí mismo revocable, como es la enajenación de una cosa u otros contratos; pues, una vez ejecutado legítimamente en virtud de la dispensa, de por sí se mantiene a perpetuidad, y no puede cesar por defecto o cesación de la causa o revocación de la dispensa, la cual ya pasó y dejó consumado su efecto. Damos, pues, por supuesto que la dispensa había sido hecha simplemente para ejecutar en absoluto tal acto; ya que, si sólo hubiese sido otorgada para enajenar, por ejemplo, con tal condición o durante tal causa, entonces podría cesar el efecto al cesar la causa; no en razón de que por ese capítulo cese la dispensa, sino porque desde el principio la dispensa no fue concedida de otra manera. Ahora bien, de ordinario esto no se hace, porque sería muy gravoso y peligroso; por eso, nunca se debe presumir, salvo que esté de tal modo claro que no admita otra interpretación. Es en este sentido en el que dicen los intérpretes del derecho que, después de consumado el efecto, cesando la causa no cesa el efecto, como puede verse en Felipe Decio, Bartolo de Saxoferrato y otros que él mismo alega; también mencionan a muchos autores Andrés Tiraqueau y Jacobo Menochio.
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4. Quot modis cessat dispensatio. Difficultas ergo est de aliis statibus, ad quam explicandam suppono variis modis posse intelligi dispensationem vim suam amittere, sicut etiam de lege et de privilegio infra dicemus. Quattuor autem modi nunc nobis sufficiunt, ad quos possunt alii revocari. Primo, per defectum causae efficientis, id est, per mortem concedentis; secundo, per revocationem eiusdem; tertio, per renuntiationem dispensati; quarto, per defectum causae finalis, de quo praecipue tractamus; et ideo, alios modos breviter expediemus. Et quidem circa primum modum manifestum est, si dispensatio pervenit ad secundum statum, non amitti propter mortem concedentis, quia iam gratia est perfecta et consummata, iam enim dispensans fecit quidquid ad ipsum pertinebat, nam usus dispensationis non ad dispensantem, sed ad liberam voluntatem dispensati pertinet; et ideo, ille usus non requiritur ut gratia sit consummata. Constat autem gratiam perfectam non expirare per mortem concedentis, ut est vulgatum principium iuris. De primo autem statu grave dubium est an dispensatio in eo statu persistens extinguitur per mortem concedentis; illud vero remitto in caput 21 libri 8960, quia connexum est cum simili dubio de privilegio. 5. [Secundus modus amissionis dispensationis.] Circa secundum modum amissionis dispensationis per revocationem concedentis nulla est difficultas, sive dispensatio sit in primo sive in secundo statu, nam in utroque revocari potest per voluntatem concedentis, a qua semper pendet quandiu non habuit ultimum et consummatum effectum. Quod quidem est clarius in primo statu; nam in illo, ut dixi, non est facta dispensatio, sed est delegata potestas dispensandi, vel ad summum est concessa dispensatio sub conditione; potest autem delegans iurisdictionem suam tollere et delegationem revocare; et qui consensum tantum conditionatum tribuit, dum non est impleta conditio, illum revocare potest. Unde fit ut haec revocatio in eo statu valida sit, sive fiat ex nova causa sive ex solo arbitrio concedentis, et sive licite fiat sive non [se omite: sive non], quia iurisdictio delegata semper pendet ex absoluta voluntate concedentis, moraliter saltem permanente, id est, non retrectata. 6. [De eadem re.] De secundo vero statu non est res tam clara, quia talis dispensatio videtur esse tunc quasi donatio consummata; nihilominus tamen satis certum est posse principem revocare dispensationem, etiam in secundo statu constitutam et concessam, sicut potest privilegium revocare ante consummatum ultimum effectum.
960 Suárez, Franciscus, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 21: Utrum ad esse seu ad valorem et fructum privilegii alique iusta causa concessionis necessaria sit; Vivès 6, pp. 309-311,
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4. De cuántas maneras cesa la dispensa. La dificultad, pues, se refiere a otros estados, y para explicarla doy por supuesto que se puede entender que la dispensa pierde su fuerza de varios modos, como también diremos luego de la ley y del privilegio. Por ahora nos bastan cuatro maneras, a las que se pueden reducir las demás. En primer lugar, por defecto de causa eficiente, o sea, por muerte del concedente; en segundo lugar, por revocación del concedente; en tercer lugar, por renuncia del dispensado; en cuarto lugar, por defecto de causa final, de lo cual tratamos principalmente; por eso, expondremos las otras maneras brevemente. Sin duda, sobre la primera manera es manifiesto que si la dispensa llega al segundo estado, no se pierde por la muerte del concedente, dado que la gracia está ya completa y consumada, pues el dispensante ya hizo lo que estaba en su mano, porque el uso de la dispensa no corresponde al que dispensa, sino a la libre voluntad del dispensado; por eso, ese uso no se requiere para que la gracia sea consumada. Además, es evidente que la gracia completada no expira por la muerte del concedente, conforme a un principio de derecho difundido entre el vulgo. Acerca del primer estado hay una duda grave, si la dispensa que persiste en ese estado se extingue por la muerte del concedente; pero lo remito al capítulo XXI del libro VIII, por su conexión con una duda similar sobre el privilegio. 5. [Segunda manera de pérdida de la dispensa.] Sobre la segunda manera de perder la dispensa, por revocación del concedente, no existe dificultad alguna, sea que la dispensa esté en el primero o en el segundo estado, pues en ambos casos puede revocarse por la voluntad del concedente, de la que depende siempre mientras la dispensa no obtuvo el efecto último y consumado. Esto ciertamente es más claro en el primer estado, pues en él, como dije, no está efectuada la dispensa, sino que está delegada la potestad de dispensar o, cuando más, está concedida la dispensa bajo condición; ahora bien, el delegante puede suprimir su jurisdicción y revocar la delegación; y también quien dio el consentimiento sólo condicionado, mientras no se cumple la condición, lo puede revocar. De donde se deduce que esta revocación en ese estado es válida, bien se haga por una nueva causa, bien por el solo arbitrio del concedente, bien se haga lícitamente, porque la jurisdiccón delegada siempre depende de la absoluta voluntad del concedente, permaneciendo esa voluntad al menos moralmente, esto es, sin que se retraiga. 6. [Sobre el mismo tema.] Ahora bien, en cuanto al segundo estado, la cosa no es tan clara, porque esa dispensa parece ser en ese caso una especie de donación consumada; pero, no obstante, es suficientemente cierto que el príncipe puede revocar la dispensa, incluso la que se halla en el segundo estado ya constituida y concedida, como puede revocar un privilegio antes de consumado el último efecto.
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Et ratio est quia per talem dispensationem nullum speciale ius subditus acquisivit, sed solum liberatus est a vinculo legis; potest autem princeps iterum illum legi subiicere, seu legem ad pristinum statum restituere, ut omnes indifferenter obliget; potest ergo etiam dispensationem revocare. Et quidem, si iusta causa interveniat, non solum valide sed etiam licite fieri potest, quia princeps utitur iure suo, nullique infert iniuriam et ex iusta causa honestatur mutatio. Si autem id fiat sine rationabili causa, non est quidem actus laudabilis, inducet autem suum effectum, quia potestati et voluntati principis nihil tunc est quod resistat. An vero haec resolutio aliquam limitationem vel declarationem recipiat, circa privilegia dicemus961. 7. [Tertius modus amissionis dispensationis.] De tertio modo amissionis per renuntiationem, brevis etiam resolutio est, posse ununquemque renuntiare dispensationi sibi concessae, per se loquendo, quia est gratia et favor privatus seu proprius talis personae; huiusmodi autem favori unusquisque renuntiare potest, iuxta caput Ad apostolicam (De regularibus962), cum similibus. Ergo. Atque haec ratio probat de dispensatione tam in primo quam in secundo statu. Duobus autem modis potest intelligi haec renuntiatio. Primo, quoad solum usum; secundo, etiam quoad potestatem utendi dispensatione. Prior modus nulla indiget declaratione, quia consistit tantum in facto, vel potius in libero non usu. Et ita constat possitum esse in libertate eius, qui a Pontifice impetravit litteras dispensationis, id est, continentes mandatum ut cum eo dispensetur, verbi gratia, in impedimento matrimonii, non uti illis litteris, et ita renuntiare per non usum fructui illarum; nam per hoc fiet ut semper maneat ligatus et impeditus, quia de facto non fuit dispensatus. Et similiter, qui ad secundum statum pervenit et actualem dispensationem obtinuit, licet iam possit licite matrimonium contrahere, pro sua libertate potest nunquam illud contrahere, quod est renuntiare dispensationi quoad eius usum, quae satis improprie renuntiatio dicitur; nam illa proprie fit quando aliquis ita a se abdicat ius dispensationis ut iam ei amplius non liceat illo uti. Et hic modus renuntiationis difficilius explicatur. 8. [Renuntiatio expressa et tacita.] Dico autem breviter duobus modis id fieri posse, scilicet, expresse et tacite. Expressa renuntiatio, praeter voluntatem renuntiandi, requirit verba quibus illa voluntas sufficienter explicetur, existimoque necessarium esse ut talis renuntiatio ipsi dispensanti fiat nota et quod ab illo acceptetur, nam quandiu acceptata non fuerit, poterit prior voluntas non utendi dispensatione a tali persona retractari, et
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Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 2; Vivès 6, pp. 228-232. X 3.31.16.
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La razón es que por esa dispensa el súbdito no adquirió ningún derecho especial, sino que simplemente quedó liberado del vínculo de la ley; pero el príncipe puede someterlo de nuevo a la ley o bien restituir la ley a su estado primigenio, de modo que obligue a todos indistintamente; luego, puede igualmente revocar la dispensa. Y ciertamente, si interviene una causa justa, no sólo puede hacer esto válidamente, sino también lícitamente, ya que el príncipe usa de su derecho y no hace injusticia a nadie, y por la causa justa se da honestidad a la modificación. Pero, si esto se hace sin una causa razonable, no es desde luego un acto digno de alabanza, pero produce su efecto, porque entonces nada hay que resista a la potestad y voluntad del príncipe. Y en cuanto a si esta solución admite alguna limitación o aclaración, lo diremos al tratar de los privilegios. 7. [Tercera manera de pérdida de la dispensa.] En cuanto a la tercera manera de pérdida de la dispensa, mediante la renuncia, la solución es también breve, pues cada uno puede renunciar a la dispensa a él concedida, hablando propiamente, porque es gracia y favor privado o, por mejor decir, propio de esa persona; ahora bien, cada uno puede renunciar a este tipo de favor, según el canon Ad apostolicam de las Decretales y otros similares. Luego. Esta razón, por otra parte, sirve de prueba sobre la dispensa, tanto en el primer estado como en el segundo. Esta renuncia puede entenderse de dos maneras. En primer lugar, en cuanto a solamente su uso; en segundo lugar, también en cuanto a la potestad de usar de la dispensa. La primera manera no necesita ninguna aclaración, porque consiste simplemente en un hecho o, más bien, en el libre no uso. Así es evidente que se pone a disposición de quien logró la carta de dispensa, o sea, la que contiene el mandato para dispensarle a él, por ejemplo, respecto del impedimento del matrimonio, el no usar de esa carta y de esa forma renunciar, mediante el no uso, a su disfrute, pues por esto se conseguirá que permanezca siempre ligado e impedido, ya que de hecho no fue dispensado. Asimismo, quien llegó al segundo estado y obtuvo la dispensa de hecho, aunque ya pueda contraer matrimonio lícitamente, es libre para no contraerlo nunca, lo cual es renunciar a la dispensa en cuanto a su uso, y que se considera renuncia bastante impropiamente, pues se dice renuncia propiamente cuando alguien rechaza su derecho de dispensa de tal modo que ya no se le permite usar de él por más tiempo. Esta modalidad de renuncia se explica más difícilmente. 8. [Renuncia expresa y tácita.] Digo en pocas palabras que esto puede hacerse de dos maneras, esto es, expresa y tácitamente. La renuncia expresa, además de la voluntad de renunciar, requiere palabras con las que se explique suficientemente esa voluntad, y pienso que es necesario que esa renuncia sea conocida para el propio dispensante y que sea aceptada por él, porque mientras no fuere aceptada, la voluntad anterior de no usar de la dispensa podrá ser revocada por esa persona y, en consecuencia, siem-
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consequenter semper erit illi integrum sua dispensatione uti, sicut de privilegio latius dicemus963, nam, ut saepe dixi, intercedit eadem ratio. Implicita964 renuntiatio censetur fieri per aliquod factum indicans voluntatem renuntiandi, quale esse censetur in privilegiis non usus vel usus contrarius, ut infra suo loco tractabitur. Hic autem censeo solum non usum nunquam esse sufficiens signum voluntatis renuntiandi potestati utendi dispensatione, quia nec per se et ex natura rei datur talis significatio, cum possit aliquis velle retinere potestatem, licet illa non utatur; neque etiam invenitur ius, in quo talis praesumptio fundetur, quia nec de privilegio generaliter invenitur, sed ad summum specialibus casibus, qui etiam in propria dispensatione locum non habent, ut infra dicam. Imo etiam in actibus positivis vix potest actus ita continere usum contrarium dispensationi ut sufficienter indicet animum abdicandi illam et potestatem eius omnino, quod patebit discurrendo breviter per aliqua exempla quae adduci solent. 9. Per secundam dispensationem aliquando prima invalidatur. Primo dicunt aliqui quod si quis habens dispensationem circa ieiunium, verbi gratia, postulet secundam circa idem, quia forte de prima dubitavit, eo ipso censeri renuntiare primae, adeo ut obtenta secunda non possit redire ad priorem, etiamsi fortasse illa magis ampla et favorabilior sit; imo, si contingat posteriorem esse invalidam propter aliquam surreptionem, putant etiam primam amitti propter animum renuntiandi in manibus Papae, qui maxime sufficit ad gratiam amittendam, ut sumitur ex capite Veniens (De praescriptionibus965). Sed mihi haec sententia non placet; nam in primis, si secunda dispensatio non fuit valida, prior dispensatio non potuit per renuntiationem amitti, quia non potest praesumi animus absolute renuntiandi, sed ad summum sub conditione si secunda obtineatur valide; et ideo, non impleta conditione, non potest sequi effectus, ut recte notavit Baldus (in dicto c. Veniens, n. 12966, ex l. Si iure, D, De legatis 3967). Deinde, absolute loquendo, petitio secundae dispensationis non indicat animum renuntiandi primae, sed obtinendi aliam magis certam vel magis favorabilem; unde, si talis non obtineatur, non amittetur prior, nec consummabitur renuntiatio, propter rationem proxime factam, nam ibi etiam includitur conditio melioris dispensationis, quae non impletur. Quodsi aliquando contingat posteriorem et validam esse et favorabiliorem, de quo dicam in capite sequenti, tunc probabile est per secundam dispensationem destrui priorem, sive hoc sit propter animum renuntiandi, sive, quod magis credo, quia non videtur esse animus dispensantis duas dispensationes circa idem concedere. Et idem est, si quis post primam dispensationem impetret aliam repugnantem priori; ut, si prius quis postulet dispensationem ad ducendum unam Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 2; Vivès 6, pp. 228-232. En las ediciones se lee: implicata. 965 X 2.26.19. 966 Baldus de Ubaldis, Commentariorum f. 247v. 967 D 32. [1]. 18. 963 964
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pre estará en su mano hacer uso de la dispensa, como diremos más ampliamente sobre el privilegio, pues, como ya dije, interviene la misma razón. Se estima que la renuncia implícita se lleva a efecto por medio de algún hecho que apunta a la voluntad de renunciar, como se estima que es el no uso o el uso contrario en los privilegios, como se tratará luego en su lugar apropiado. De momento considero que el simple no uso nunca es señal suficiente de la voluntad de renunciar a la potestad de usar de la dispensa, pues ni por sí misma ni por la naturaleza de la cosa se da tal significación, puesto que puede alguien querer retener la potestad aunque no use de ella; y tampoco existe una norma jurídica en la que se base esa presunción, porque tampoco la hay sobre el privilegio en general, salvo a lo sumo en casos especiales, que, además, no tienen lugar en la dispensa propiamente dicha, como diré luego. Incluso en los actos positivos, apenas si un acto puede contener un uso de tal manera contrario a la dispensa que indique con suficiencia la intención de renunciar totalmente a ella y a su potestad, lo cual se hará patente al discurrir brevemente por algunos ejmplos, que suelen aducirse. 9. A veces una segunda dispensa invalida la primera. En primer lugar, dicen algunos que si alguien, disponiendo de la dispensa sobre el ayuno, por ejemplo, solicita una segunda sobre lo mismo, quizá porque dudó de la primera, por eso mismo se entiende que renuncia a la primera; de tal modo que, obtenida la segunda, no puede volver a la anterior, aunque quizás sea más amplia y más favorable. Aún más, si acontece que la segunda es inválida por alguna subrepción, creen que se pierde la primera por la intención de renunciar en las manos del Papa, que basta absolutamente para perder el favor, como se deduce del canon Veniens de las Decretales. En cambio, a mí esta opinión no me gusta; pues, en primer lugar, si la segunda dispensa no fue válida, la primera no pudo perderse por renuncia, ya que no puede presumirse la intención de renunciar de una manera absoluta, sino a lo sumo bajo la condición de si se obtiene de modo válido la segunda; de ahí que, no cumplida la condición, no puede seguirse el efecto, como anotó correctamente Baldo de Ubaldis, en su comentario a dicho canon, conforme a la ley Si iure del Digesto. Por otra parte, hablando de forma absoluta, la segunda solicitud de dispensa no indica una intención de renunciar a la primera, sino la de obtener otra más segura o más favorable; de donde, caso de que ésta no se obtenga, no se perderá la primera ni se consumará la renuncia, por la razón que se acaba de dar, pues allí se incluye también la condición de una dispensa mejor, que no se cumple. Por lo que, si alguna vez sucede que la dispensa segunda es válida y más favorable, de lo que hablaré en el capítulo siguiente, entonces es probable que por la segunda dispensa se destruya la primera, sea esto por la intención de renunciar, sea, lo que me parece más creible, porque no parece que sea intención del dispensante el conceder dos dispensas sobre lo mismo. Y es igual, si alguien después de la primera dispensa pide otra opuesta a esa primera; por ejemplo, si alguien pide primero dispensa para casarse con una consanguínea y no quiere usar de ella, por
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consanguineam nolitque ea uti, et ideo obtineat dispensationem ad ducendam aliam, tunc enim probabile est non posse reverti ad priorem, nam per posteriorem extincta fuit, ut bene docet Sancius (lib. 8, disp. 22, n. 19968). 10. Secundum indicium renuntiationis impugnatur. Aliud exemplum est, si is qui dispensationem obtinuit faciat actum incompossibilem cum usu talis dispensationis, vel valido vel licito969; ut si quis, postquam obtinuit dispensationem ad ducendam consanguineam, ducat aliam, tacite censetur renuntiare priori dispensationi, nam usus eius non potest esse licitus aut validus, subsistente alio matrimonio. Item, si quis post talem dispensationem circa matrimonium faciat votum castitatis, eo ipso censetur renuntiare dispensationi, cum non possit ea licite uti, stante tali voto. Sed neque sententia neque exempla placent, quia licet actus sit incompossibilis cum usu dispensationis, non est tamen incompossibilis cum ipsa dispensatione, nec cum proximo ac per se effectu eius, qui est ablatio impedimenti. Ut in priori exemplo, licet dispensatus ad contrahendum cum consanguinea contrahat cum alia, ista mortua, poterit consanguineam ducere, cum qua fuerat dispensatus, quia iam fuit impedimentum ablatum, et non rediit propter prius matrimonium, quia nulla ratio talis reditus nec causa eius assignari potest, quia impedimentum semel ablatum a solo superiori habente potestatem iterum potest imponi. Imo, licet dispensatio non pervenisset ad secundum statum, etiam mandatum dispensandi non periisset propter prius matrimonium, sed posset qui indultum obtinuit illo uti post mortem primae uxoris, quia delegatio per illud facta non fuit revocata nec facta fuit sub tali conditione aut temporis limitatione, ut suponimus. Similiter in alio exemplo de voto non est repugnantia intrinseca inter votum et dispensationem obtentam seu effectum per se eius, nam votum non restituit impedimentum quod dispensatio abstulerat; ergo quoad hoc non videtur habere locum renuntiatio tacita. Et idem cum proportione est de mandato dispensandi, etiamsi in primo statu perseveret quantum est ex parte renuntiationis, nam aliunde probabile est in eo casu non posse delegatum dispensationem concedere propter mutationem in rebus factam, ratione cuius iam esset subreptitia dispensatio, iuxta dicenda capite sequenti. Unde in hoc differentiam aliquam invenio pro illo casu inter primum et secundum statum dispensatonis. Quando enim iam est concessa dispensatio, facta permanet, etiamsi votum superveniat; unde, si quis voti dispensationem obtineat, licite uti poterit priori dispensatione matrimonii; imo, licet sine dispensatione voti contrahat matrimonium et in hoc peccet, nihilominus matrimonium validum erit, quia impedimentum irritans fuit sublatum, et non rediit, ut diximus. At vero, si commisarius nondum dispensavit, nec licite nec valide poterit dispensare, quia excedit terminos sui mandati et aget contra intentionem mandantis, existentibus 968 969
Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 102. En las ediciones se lee: illicito.
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lo que obtiene dispensa para casarse con otra, entonces, en efecto, es probable que no pueda volver a la primera, pues fue destruida por la segunda, como enseña bien Tomás Sánchez. 10. Se refuta el indicio de renuncia. Otro ejemplo es, si aquel que obtuvo la dispensa ejecuta un acto incompatible con el uso válido o lícito de esa dispensa; por ejemplo, si alguien después de que obtuvo la dispensa para casarse con una consanguínea, se casa con otra, se entiende que renuncia tácitamente a la primera dispensa, pues su uso no puede ser lícito o válido mientras subsista el otro matrimonio. Del mismo modo, si alguien después de esa dispensa sobre el matrimonio hace voto de castidad, por eso mismo se estima que renuncia a la dispensa, puesto que no puede usar de ella de modo lícito, estando en pie tal voto. Pero ni la opinión ni los ejemplos me agradan, porque, aunque el acto sea incompatible con el uso de la dispensa, no es incompatible con la dispensa misma ni con su efecto próximo y directo, que es la supresión del impedimento. Como en el ejemplo anterior, aunque el dispensado para casarse con una consanguínea se case con otra, muerta ésta, podrá casarse con la consanguínea, con la que había sido dispensado, porque el impedimento ya fue suprimido y no volvió por su matrimonio anterior, porque no puede señalarse razón alguna de esa vuelta ni causa de ella, puesto que el impedimento una vez suprimido solamente puede imponerse de nuevo por el superior que tenga potestad. Aún más, aunque la dispensa no hubiese llegado al segundo estado, tampoco el mandato de dispensar hubiera perecido por el matrimonio anterior, sino que quien obtuvo el indulto podría usar de él después de la muerte de la primera esposa, porque la delegación por él hecha no fue revocada ni fue hecha bajo esa condición o limitación de tiempo, como damos por supuesto. Del mismo modo en el otro ejemplo sobre el voto no hay oposición intrínseca entre el voto y la dispensa obtenida o su efecto directo, pues el voto no restituye el impedimento que la dispensa había quitado; luego en cuanto a esto no parece tener lugar la renuncia tácita. Es lo mismo, con la debida proporción, respecto del mandato de dispensar, incluso si persevera en el primer estado, en cuanto es por parte de la renuncia, pues de otra manera es probable que el delegado no pueda conceder la dispensa por causa del cambio efectuado en las circunstancias, por cuya razón la dispensa sería ya subrepticia, conforme a lo que se dirá en el capítulo siguiente. Con lo cual, hallo alguna diferencia para ese caso entre el primero y el segundo estado de la dispensa. En efecto, cuando ya está concedida la dispensa, permanece hecha, aunque venga a sumarse al voto; de donde, si alguien obtiene la dispensa del voto, podrá usar lícitamente de la dispensa anterior del matrimonio; más aún, aunque contraiga matrimonio sin dispensa del voto y en esto peque, no obstante el matrimonio será válido, porque el impedimento dirimente fue suprimido y no volvió, como dijimos. Ahora bien, si el comisario aún no dispensó, no podrá dispensar ni lícita ni válidamente, porque se sale de los límites de su
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rebus in illo statu. Non tamen ideo existimandum est tunc fuisse per votum extinctam dispensationem aut revocatam commissionem, sed impeditam; nam obtenta dispensatione voti, licite et valide posset commissarius sua potestate uti, quia iam esset res ad priorem statum restituta et ablatum impedimentum, quod illam posset subreptitiam facere. Ergo per huiusmodi actus non satis ostenditur tacita renuntiatio dispensationis; sicut infra etiam ostendam, unum actum contrarium usui privilegii non esse sufficiens indicium tacitae renuntiationis totius privilegii, neque id ex iure probari, ubi alia iura exponam. Nunc vero non obstat dictum cupt Veniens; tum quia in eo non est sermo de renuntiatione dispensationis seu privilegii sed praescriptionis, tum etiam quia actus petendi privilegium et utendi illo, de quo ille textus loquitur, erat contrarius non solum usui praecriptionis, sed etiam ipsimet titulo praescriptionis; et ideo, multo maior erat praesumptio renuntiationis, praesertim in foro externo, de quo ibi est sermo. 11. Tertium indicium renuntiationis dispensationis in foro tantum externo locum habere. Tertium indicium renuntiationis tacitae esse solet scindere instrumentum seu indultum dispensationem continens, quod quidem, quoad forum externum, erit magnum indicium voluntatis nolendi talem dispensationem, ac subinde renuntiandi ius illius, quia cum dispensatio non possit esse utilis in foro externo sine litteris authenticis, profecto qui illas voluntarie rumpit satis indicat animum renuntiandi. Nihilominus tamen in foro conscientiae duo sunt attendenda tam in hoc casu quam in caeteris. Unum est an actio illa externa vere procedat ex animo renuntiandi, nam si defit hic animus, nunquam in conscientia amittitur dispensatio propter quancumque externam praesumptionem, quia veritas, quae in conscientia attenditur, illi non consonat; et specialiter in praedicto casu, quia scriptura non est de substantia gratiae, ut in libro 8 ostendam970. Aliud est non sufficere animum cum signo externo ex parte renuntiantis, nisi accedat acceptatio principis dispensantis, quia solum ille potest vel superimponere vinculum legis per dispensationem ablatae vel revocare delegationem a se factam, tum etiam propter alia multa, quae infra de privilegiis adducam971. Haec autem acceptatio debet ab homine fieri, ut sic dicam, quia non invenitur aliter in iure declarata, ut aliquando censeri possit ipso iure facta. Propter quae omnia censeo hanc tacitam renuntiationem, moraliter loquendo, non habere locum in dispensationibus, quia ut consummetur renuntiatio, oportebit ut factum indicans animum renuntiandi sit notum principi et iudicatum sufficiens signum voluntatis renuntiandi et ut tale acceptatum, quae omnia vix possunt moraliter concurrere. Et ob hanc etiam causam, licet rumpantur litterae
970 971
Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 2.; Vivès 6, pp. 228-232. Ibid.
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mandato y actuará contra la intención del mandante, permaneciendo las cosas en ese estado. Sin embargo, no se ha de juzgar por eso que en este caso por razón del voto se hubiese extinguido la dispensa o revocada la comisión; pues, obtenida la dispensa del voto, el comisario podría usar de su potestad lícita y válidamente, puesto que ya el asunto habría sido restituido a su primer estado y suprimido el impedimento que hubiera podido hacer subrepticia la dispensa. Por consiguiente, por este acto no se demuestra suficientemente la renuncia tácita de la dispensa; como luego también mostraré, que un solo acto contrario al uso del privilegio no es indicio suficiente de renuncia tácita de todo el privilegio y que esto no se prueba por el derecho, donde expondré otras normas jurídicas. Ahora, en verdad, no obsta el citado canon Veniens de las Decretales; tanto porque en él no se habla de la renuncia de la dispensa o del privilegio sino de prescripción, como también porque el acto de solicitar el privilegio y usar de él, que es de lo que ese texto habla, era contrario no sólo al uso de la prescripción sino incluso al mismo título de la prescripción; por eso, había una presunción mucho mayor de la renuncia, principalmente en el fuero externo, del que allí se habla. 11. Un tercer indicio de renuncia.de la dispensa sólo tiene lugar en el fuero externo. Un tercer indicio de renuncia tácita suele ser destruir el instrumento o indulto que contiene la dispensa, lo cual ciertamente, en cuanto al fuero externo, será un indicio de la voluntad de no querer esa dispensa y sucesivamente de renunciar al derecho de la misma, dado que, como la dispensa no puede ser útil en el fuero externo sin letras auténticas, en realidad quien las rompe voluntariamente indica de sobra su intención de renunciar. Pero, no obstante, en el fuero de la conciencia se han de tener en cuenta dos cosas, tanto en este supuesto como en los demás. Una es si esa acción externa procede realmente de la intención de renunciar, pues si falta esta intención, nunca se pierde en conciencia la dispensa a causa de cualquier presunción externa, ya que la verdad, que es lo que se tiene en cuenta en conciencia, no está en consonancia con ella; y especialmente en el caso antedicho, puesto que la escritura no es de la substancia de la gracia, como mostraré en el libro octavo. Otra es que no basta la intención con signo externo por parte del renunciante, salvo que concurra la aceptación del príncipe que dispensa, porque solamente él puede sobreponer el vínculo de la ley suprimida por la dispensa o revocar la delegación hecha por él mismo, como también por otras muchas razones, que aduciré luego al tratar de los privilegios. Pero esta aceptación debe ser hecha personalmente, por decir así, porque no se halla declarada de otra manera en el derecho, de modo que pueda considerarse hecha por el derecho mismo. Por todo lo cual, opino que esta renuncia tácita, moralmente hablando, no tiene lugar en las dispensas, pues para que la renuncia se perfeccione será preciso que el hecho indicador de la intención de renunciar sea conocido para el príncipe y juzgado como signo suficiente de la voluntad de renunciar y aceptado como tal, condiciones todas que apenas pueden concurrir moralmente. Y también por
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dispensationis ex animo renuntiandi, quandiu a principe non est acceptata renuntiatio, potest dispensatum poenitere sui facti et uti dispensatione in foro interno, vel pro externo obtinere novas litteras, ac si priores fuissent involuntarie amissae, et illae sufficient sine nova gratiae concessione, quia renuntiatio, ut dixi, effectum non habuit. 12. [Cessatio dispensationis propter cessationem causae.] Venio ad cessationem dispensationis propter cessationem causae. Et ut omittamus vulgarem distinctionem de causa finali et motiva vel de causa principali aut secundaria, suppono sermonem esse de causa iustificante, ut sic dicam, dispensationem, quia illa non existente, dispensatio, etiam a principe data, non esset iusta, et ab inferiori concessa non esset valida. Et ideo merito dubitatur an cessante tali causa cesset dispensatio, etiamsi concessa sit dum causa durabat, nam videtur esse eadem ratio de concessione et de duratione, quia dispensatio debet esse iusta, non solum cum fit sed etiam quandiu durat. Ergo non potest durare, nisi quandiu durat causa iusta. Ergo ista cessante, illa cessat. Nihilominus aliter respondendum censeo si dispensatio solum existit in primo statu; aliter vero si ad secundum transiit, etiamsi ad tertium non pervenerit. 13. Facultas dispensadi ex iusta causa cessanate causa ante obtentam dispensationem cessat usu facultatis et redeunte causa redit facultas dispensandi. Dico ergo primo: quamvis mandatum seu facultas dispensandi concessa fuerit ex legitima causa tunc existente, si causa interim cessavit ante concessam dispensationem, cessat etiam usus talis facultatis, nec potest ex vi illius actualis dispensatio iuste aut valide fieri; si tamen causa rediret, etiam dispensatio posset concedi. Ratio prioris ac praecipuae partis est quia talis dispensatio in eo casu non esset iusta; ergo esset contra intentionem principis dispensantis seu delegantis; ergo etiam esset invalida. Haec posterior consequentia clara est, quia talis dispensatio excederet facultatem et formam mandati, et consequenter esset nulla ex defectu potestatis. Prior item consequentia clara videtur, quia praesumi non potest principem velle concedere dispensationem iniustam, aut ad hoc dare facultatem; item, quia ipse non vult dare tale mandatum, nisi supposita causa iusta. Ergo multo minus vult ut concedatur dispensatio, deficiente causa iusta. Atque hinc facile probatur primum antecedens, quia per mandatum dispensandi non est facta dispensatio, ut saepe dictum est. Ergo, si postea fiat, iam non existente causa iusta, fit indebito modo et sine legitima causa. Ergo erit iniusta.
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esta causa, aunque se rompan las letras de la dispensa a causa de la intención de renunciar, mientras que la renuncia no es aceptada por el príncipe, el dispensado puede arrepentirse de su hecho y usar de la dispensa en el fuero interno, o bien obtener nuevas letras para el fuero externo, como si las anteriores se hubiesen perdido involuntariamente, y ellas bastarán sin una nueva concesión de la gracia, ya que la renuncia, como dije, no tuvo efecto. 12. [Cesación de la dispensa por cese de la causa.] Vengo ya a la cesacón de la dispensa por cese de la causa. Para no ocuparnos de la distinción corriente sobre la causa final y motiva o sobre la causa principal y secundaria, doy por sentado que se va a hablar sobre la causa, por así decir, justificante de la dispensa, pues, no estando ella presente, la dispensa, incluso la otorgada por el príncipe, no sería justa, y la concedida por un inferior no sería válida. Por eso, se duda con razón sobre si, cesando tal causa, cesa la dispensa, incluso si está concedida cuando la causa perduraba, puesto que parece que existe una misma razón sobre la concesión y sobre la duración, dado que la dispensa debe ser justa, no sólo cuando se hace, sino también mientras perdura. Luego no puede perdurar, salvo mientras dura la causa justa. Luego cesando ésta, cesa aquella. Pese a todo, considero que habría que responder de un modo, si la dispensa solamente existe en el primer estado; y de otro, en verdad, si pasó al segundo estado, aunque no hubiere llegado al tercero. 13. La facultad de dispensar por causa justa, cuando la causa antes de obtenida la dispensa, cesa el uso de esa facultad y, volviendo la causa, vuelve la facultad de dispensar. Digo, pues, en primer lugar: aun cuando el mandato o la facultad de dispensar fuere concedida por una causa legítima existente en ese momento, si la causa entre tanto cesó antes de concedida la dispensa, cesa también el uso de esa facultad y en virtud de ella no puede hacerse justa y válidamente la dispensa actual, pero si la causa volviere, también podría concederse la dispensa. La razón de la parte primera y principal es que tal dispensa en el caso no sería justa; luego sería en contra de la intención del príncipe que dispensa o delega; luego también sería inválida. Esta última consecuencia es clara, porque tal dispensa excedería de la facultad o forma del mandato y, en consecuencia, sería nula por defecto de potestad. Asimismo, la primera consecuencia parece clara, puesto que no puede presumirse que el príncipe quiera conceder una dispensa injusta o dar facultad para ello; asimismo, porque él no quiere dar tal mandato, si no es por una causa que se supone justa. Luego mucho menos quiere que se conceda la dispensa, faltando la causa justa. Con esto se prueba fácilmente el primer antecedente, ya que por el mandato de dispensar no se pone en ejecución la sentencia, como se ha dicho repetidas veces. Luego, si se ejecuta después, no existiendo ya una causa justa, se hace de forma indebida y sin causa legítima. Luego será injusta.
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Confirmatur et declaratur, quia si princeps ipse, rebus existentibus in illo statu, dispensationem concederet, male faceret; ergo etiam commissarius eius iniustam dispensationem concederet, et consequenter nullam, ut dixi. Quocirca quando in huiusmodi mandatis apponitur vel subintelligitur conditio: Si preces veritate nitantur, non solum refertur ad tempus in quo dispensatio petitur et facultas conceditur, quod est manifestum, sed etiam ad tempus in quo dispensatio conceditur, seu concedenda est; quia ut iustum sit mandatum, hoc totum necessarium est. 14. [Altera pars assertionis probatur.] Altera vero pars assertionis ex dictis facile probatur, quia si cessatio causae non fuit perpetua et iterum redeat, iam tunc dispensatio etiam erit iusta, ut contrario discursu facile probari potest; ergo nihil est propter quod non possit tunc esse licitus et validus usus prioris facultatis, et consequenter poterit esse valida dispensatio.Unde colligitur per talem cessationem causae temporalem non omnino extingui mandatum illud seu commissionem quae per talem dispensationem fit, sed suspendi, ut exerceri non possit quandiu causa cessat, quandoquidem, ut dixi, redeunte causa, dispensatio potest consummari, quod fieri non posset si iurisdictio fuisset omnino sublata. Et confirmari hoc potest, quia deficiente causa, non possunt tempore dispensationis verificari verba rescripti et conditio in eis contenta; redeunte autem causa, vera invenientur. Ergo, licet in priori tempore non possit concedi dispensatio, poterit in posteriori ex vi eiusdem indulti, quia in eo non postulatur ut causa illa toto tempore duret, sed solum ut subsistat quando datur dispensatio, quia illud sufficit ad iustitiam dispensationis. Dices, ergo licet in principio, quando fuit postulata et obtenta commissio dispensationis, causa non extitisset, si postea, cum de facto datur dispensatio, causa exisitat, id satis esset ut dispensatio esset valida. Respondetur negando sequelam, quia si in principio causa non existeret, dispensatio fuisset subreptitia, ac subinde invalida quoad ipsam delegationem, iuxta dicenda in capite sequenti; et consequenter, dispensatio postea subsequuta non posset esse valida ob defectum potestatis in proximo dispensante seu commissario. Secus vero est, quando narratio in principio fuit vera, nam tunc delegatio valida fuit; et postea, cessante causa, non extinguitur omnino, nisi causa etiam perpetuo cesset. Et haec doctrina circa hanc conclusionem explicata, ut censeo, est communis doctorum, quos statim referam.
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Se confirma y se aclara, porque si el propio príncipe, estando las cosas en ese estado, concediere la dispensa, actuaría mal. Luego también su comisario concedería una dispensa injusta; y, consecuentemente, nula, como he dicho. Acerca de lo cual, cuando en este tipo de mandato se pone o se sobrentiende la condición: Si las preces se basan en la verdad, no solamente se refiere al tiempo en que se pide la dispensa y se otorga la facultad, lo que es manifiesto, sino también al tiempo en que se otorga o se ha de otorgar la dispensa; porque, para que el mandato sea justo, todo esto es necesario. 14. [Se prueba la segunda parte de la tesis.] La segunda parte de la tesis se prueba fácilmente por lo dicho, ya que si el cese de la causa no fue perpetua y vuelve de nuevo, entonces ya la dispensa también será justa, como puede probarse sin dificultad por un razonamiento a la contra. Luego nada hay por lo que entonces no pueda ser lícito y válido el uso de la primera facultad, y consecuentemente la dispensa podrá ser válida. De donde se deduce que por tal cese temporal de la causa no se extingue del todo ese mandato o comisión que se hace para tal dispensa, sino que se suspende, de modo que no pueda ejercerse durante el tiempo que cesa la causa, supuesto que, como dije, volviendo la causa, la dispensa puede consumarse, lo que no podría hacerse si la jurisdicción hubiese sido suprimida del todo. Esto puede confirmarse, porque, faltando la causa, no pueden ser presentadas como verdaderas en el tiempo de la dispensa las palabras del rescripto y la condición contenida en ellas; pero, volviendo la causa, se hallarán como verdaderas. Luego, aunque en el primer tiempo no pueda conceder la dispensa, sí podrá en el segundo en virtud del mismo indulto, ya que en él no se exige que esa causa dure todo el tiempo, sino sólo que subsista en el tiempo en que se otorga la dispensa, puesto que eso es suficiente para que la dispensa sea justa. Objetarás que, por ello, aunque en principio, cuando fue solicitada y obtenida la comisión de la dispensa, no existiese la causa, si después, cuando de hecho se otorga la dispensa, la causa existiese, esto bastaría para que la dispensa fuese válida. Se responde negando la consecuencia, pues si la causa no hubiere existido en principio, la dispensa habría sido subrepticia y, por ello, inválida en cuanto a la misma delegación, conforme a lo que se dirá en el capítulo siguiente; y consiguientemente, la dispensa que sigue después no podría ser válida por defecto de potestad en el dispensante próximo o comisario. Lo contrario sucede, en cambio, cuando la exposición fue en principio verdadera, pues entonces la delegación fue válida; y después, cesando la causa, no se extingue del todo, salvo que también la causa cese a perpetuidad. La doctrina expuesta sobre esta conclusión es, a mi juicio, la común de los doctores, a los que enseguida me referiré.
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15. Ad quem statum dispensatio pervenire debet, ut licite posit exerceri. Dico secundo: si dispensatio ad secundum statum pervenit, in quo vinculum legis simpliciter sublatum est, etiamsi causa cesset ante tertium statum, id est, ante exsecutionem dispensationis, non cessat neque tollitur dispensatio, sed licitum est ea uti. Probatur, quia gratia dispensationis consummatur et perficitur in relaxatione legis seu ablatione vinculi aut impedimenti per legem introducti; ergo non revocatur propter cessationem causae. Probatur consequentia, quia, licet causa postea cesset, nihilominus dispensatio manet iusta et valida; ergo et effectus eius permanet, quia ille effectus non pendet in suo esse a tali causa. Et confirmatur ac declaratur exemplis. Nam irregularis dispensatus ad ordines propter paupertatem propriam vel parentum, vel propter indigentiam ministrorum Ecclesiae, licet postea cesset illa causa ante susceptos ordines, nihilominus potest licite ordinari ex vi illius dispensationis, quia per illam fuit irregularitas simpliciter et absolute sublata, neque est unde redire valeat propter solam cessationem causae, quia nec ab aliqua lege vel homine fit, nec est verisimile solum fuisse sublatam quasi sub conditione: si causa illa duraret usque ad ordinum susceptionem. Talis enim restrictio ex forma dispensationis colligi non potest, nam absolute conceditur, neque est necessaria ad iustitiam dispensationis, quia non tenetur dispensans praevenire effectus contingentes et accidentarios, sed satis est quod eo tempore quo fit dispensatio habeat iustam causam; nam dispensator legis, sicut et legislator, non tenetur considerare rarum et contingentem eventum, sed ea quae in plurimum accidunt; et ideo illa restrictio est nimis dura et scrupulosa; ergo admittenda non est. 16. [De eadem re.] Alioqui eadem proportione dici posset in eodem exemplo illum irregularem sic dispensatum et iam ordinatum, cessante causa dispensationis, debere cessare ab usu ordinum, quod nemo dicet. Et sequela patet, quia etiam ille usus ordinum est effectus dispensationis, et quoad illum nondum fuerat consummata dispensatio usque ad tertium statum. Quod si dicas esse effectum remotum et quasi per accidens, idem dici potest de ipsa ordinis susceptione; parum enim refert quod in ordine executionis propinquior sit ordinis susceptio quam usus eius, quia in ordine intentionis usus est prior, et maxime intentus per dispensationem. Ergo, si talis usus absolute conceditur virtute dispensationis prius factae, sive causa cessaverit sive non, etiam potuit iuste concedi absoluta facultas ad ordines, seu ablatio irregularitatis, quae duret quoad omnem suum effectum, sive causa dispensationis duret sive non. Quod si potest ita iuste fieri, sine dubio ita fit, cum hoc sit magis conforme
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15. A qué estado debe llegar la dispensa para que pueda ejercerse lícitamente. Digo en segundo lugar: si la dispensa llega al segundo estado, en el que el vínculo de la ley está simplemente suprimido, aun cuando cese la causa antes del tercer estado, es decir, antes de la ejecución de la dispensa, la dispensa no cesa ni se anula, sino que es lícito usar de ella. La prueba es que la gracia de la dispensa se consuma y perfecciona durante la relajación de la ley o supresión del vínculo o del impedimento introducido por la ley; luego no se revoca por la cesación de la causa. Se prueba la consecuencia, porque, aunque la causa cese después, sin embargo, la dispensa permanece justa y válida; luego también su efecto permanece, puesto que ese efecto no depende en su ser de tal causa. Se confirma y aclara con ejemplos. Así, el irregular dispensado para recibir las órdenes, por la pobreza propia o de los padres, o bien por la necesidad de ministros de la Iglesia, aunque después cese esa causa antes de recibir las órdenes, sin embargo, puede ser ordenado lícitamente en virtud de esa dispensa, puesto que por ella fue anulada simple y absolutamente la irregularidad, y no es factible que pueda volver por la sola cesación de la causa, ya que no se hace ni por ley ni por hombre alguno; y no es verosímil que sólo hubiese sido anulada casi bajo la condición: si esa causa durare hasta la recepción de las órdenes. Tal restricción, en realidad, no puede deducirse de la forma de la dispensa, porque se concede de modo absoluto, ni es necesaria para la justicia de la dispensa, pues el dispensante no está obligado a prevenir los efectos contingentes y ocasionales, sino que es suficiente que en el tiempo en que realiza la dispensa tenga una causa justa, ya que el dispesador de la ley, al igual que el legislador, no está obligado a tener en cuenta un evento raro y contingente, sino las cosas que acontecen comúnmente; por eso, esa restriccion es demasiado dura y escrupulosa; luego, no se ha de admitir. 16. [Sobre el mismo tema.] Por otra parte, en la misma proporción podría decirse, respecto al mismo ejemplo, que el irregular así dispensado y ya ordenado, cesando la causa de la dispensa, debe cesar en el uso de las órdenes, cosa que nadie dirá. Y la consecuencia es evidente, dado que también ese uso de las órdenes es efecto de la dispensa y respecto al uso aún no había sido consumada la dispensa hasta el tercer estado. Y si objetas que es un efecto remoto y como por accidente, eso mismo puede decirse de la propia recepción de la orden; en efecto, poco hace al caso que en el grado de la ejecución sea más cercana la recepción de la orden que su uso, ya que en cuanto a la intención el uso es anterior, y principalmente el intentado por medio de la dispensa. Luego, si ese uso se concede de forma absoluta en virtud de la dispensa hecha antes, sea que la causa hubiere cesado, sea que no, también pudo concederse con justicia la facultad absoluta para las órdenes o la anulación de la irregularidad, que dure hasta cumplirse todo su efecto, sea que dure o no la causa de la dispensa. Y si esto puede hacerse así con justicia, sin duda se hace así, por
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verbis dispensationum, ut dixi, et ad providentiam magis benignam et suavem pertinere videatur, ut dixi. Simile exemplum esse potest in dispensatione neophiti, verbi gratia, ut sit capax alicuius dignitatis aut beneficii intuitu virtutis seu honestorum morum, quos re vera habebat cum dispensatus fuit; nam, licet postea mutet mores et graviter peccet, non amittet dispensationem. Quis enim hoc dicat? Ergo, cessante illa causa, etiamsi sola illa dispensationem iustificaverit, non cessat dispensatio. Quod si dicas praexistentia merita potuisse iustam causam conferre ad absolutam et permanentem dispensationem tribuendam, idem merito dici poterit quoties causa praesens prudenter iudicatur sufficiens ad concedendam dispensationem simpliciter et absolute, prout de facto concedi solet in impedimentis matrimonii et in votis, ex quibus possunt plura exempla et argumenta desumi ad hanc assertionem confirmandam, quae latius prosequar infra lib. 8972, ubi similis quaestio de privilegio occurret. 17. [Opiniones circa hanc sententiam.] Atque hanc sententiam videtur tenere glossa in regula In argumentum (De regulis iuris, in Sexto973), et clarius glossa (in c. Ex tua, De filiis presbyterorum, verbo Irritare974), quatenus dicit dispensationem semel concessam non esse revocandam ex superveniente facto; ergo multo minus per se cessabit. Et idem sequitur Federicus (78975), et Angelus (verbo Dispensatio, n. 14976), qui expresse id declarat de dispensatione data quae nondum pervenit ad ultimum effectum; et idem habet Sylvester (verbo Dispensatio, q. 6 et 11977). Praeterea sentit Panormitanus (in c. Post translationem, De renuntiatione, n. 17978), ait enim post ius acquisitum non cessare dispensationem, etiamsi causa cesset; est autem ius acquisitum per dispensationem quae iam contulit suum proximum et per se effectum, ut explicat et sequitur Tiraquellus (in dicto tractatu Cessante causa, n. 92 et 94979) et Gutierrez (lib. 1 Canonicarum quaestionum, c. 15, n. 22, et lib. 2, cap. 15, n. 30 et n. 32980). Et plures pro hac sententia refert Sancius (lib. 8, De matrimonio, disp. 30, n. 13981); nihilomius vero ipse (n. 14982) contrariam opinionem sequitur, Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 2; Vivès 6, pp. 229 ss. Sextus Decretalium col. 779. 974 Decretales D. Gregorii col. 288, lit. i. 975 Federicus Petrucius de Seni, Quaestiones, s. f. 976 Angelus de Clavasio, Summa angelica pars prima, p. 327. 977 Sylvester Prierio, Summa, sylvestrina pars prima, ff. 149r et 150r. En las ediciones se lee: q.6, n. 11. 978 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum secunda in primum, f. 31rb. 979 Andreas Tiraqueau, Tractatus Cessante causa p. 19. 980 Ioannes Gutiérrez, Opera omnia t. IV: Canonicarum quaestionum pp. 89 et 373. 981 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento pp. 147-148. 982 Ibidem, pp. 148-149. 972 973
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ser esto más conforme a las palabras de las dispensas, como he dicho, y parece responder a una previsión más benigna y suave, como también dije. Un ejemplo semejante puede darse en la dispensa a un neófito, por ejemplo, para que sea capaz de una dignidad o beneficio, teniendo en cuenta su virtud y buenas costumbres, que ciertamente poseía cuando fue dispensado; pues, aun cuando después mude sus costumbres y peque gravemente, no perderá la dispensa. ¿Quién, en efecto, dice tal cosa? Luego, cesando esa causa, incluso si ella sola hubiere justificado la dispensa, ésta no cesa. Con lo que, si dices que los méritos preexistentes hubieran podido aportar causa justa para otorgar una dispensa absoluta y permanente, lo mismo podrá decirse cuantas veces la causa actual se juzgue suficiente para conceder la dispensa simple y absolutamente, como de hecho suele concederse en los impedimentos matrimoniales y en los votos, de entre los cuales se pueden tomar muchos ejemplos y razones para confirmar esta tesis, sobre la que continuaré más adelante en el libro octavo, donde se presenta una cuestión similar sobre el privilegio. 17. [Opiniones sobre esta opinión.] La Glosa a la regla del derecho In argumentum del Libro Sexto parece sostener esta opinión, y con más claridad la Glosa al canon Ex tua de las Decretales, en cuanto afirma que la dispensa una vez concedida no se ha de revocar por un hecho que acontezca inesperadamente; luego, mucho menos cesará por sí misma. Así opinan Federico de Senis y Ángel Clavasio, quien lo declara expresamente al hablar de la dispensa dada que todavía no ha llegado al último efecto; y lo mismo afirma Silvestre Prierio. Más allá va Nicolás de Tudeschis, pues afirma que después de adquirido el derecho no cesa la dispensa, aun cuando cese la causa; es, en efecto, un derecho adquirido por la dispensa, que ya produjo su efecto próximo y directo, como explican y afirman Andrés Tiraqueau y Juan Gutiérrez. Por su parte, Tomás Sánchez cita a muchos en favor de esta opinión; pero, sin embargo, él
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multos etiam referens, et varia fundamenta adducit, quae magis ad privilegium spectant; et ideo, in loco citato expendentur. In praesenti vero praecipuum fundamentum esse videtur, quia dispensatio, ut sit iusta, necessario includit hanc conditionem: si causa perseveret quando executioni mandanda est; alias iniquus esset dispensans, dans licentiam ad operandum contra legem etiam sine causa. Et maxime hoc declaratur exemplo, nam dispensatio concessa alicui ad comedendum carnes in quadragesima propter specialem aegritudinem cessabit quotiescumque in quadragesima talis aegritudo cessaverit, quia aliter non esset iusta dispensatio. Ergo idem dicendum est in omni dispensatione. 18. Dispensatio respectu totius quadragesimae non tota simul, sed succesive est intelligenda. Sed licet haec sententia probabilis sit, assertio posita videtur satis secura et simplicicer probabilior, quia fundamentum positum parum cogit. Negamus enim dispensationem simpliciter et absolute concessam, et statim habentem suum proximum et per se effectum, includere illam conditionem seu limitationem ut effectus non duret non durante causa; oppositum enim ostensum est. Unde etiam negamus dispensationem fore iniustam nisi illam conditionem includat, ut etiam probavimus, quia causa praesens potest esse sufficiens ad tollendum vinculum vel impedimentum, ita ut semel ablatum non redeat, etiamsi contingere possit in rebus fieri aliquam mutationem. Ad exemplum vero respondeo dispensationem illam non esse talem quae simul et in praesenti tota fiat, quia materia eius non est indivisibilis, sed successionem habet; nam lex ieiunii quadragesimalis, licet per modum unius concipiatur, re vera virtute est multiplex, et singulis diebus quasi novam obligationem imponit; et ideo, dispensatio in illa lege non fit absolute tota simul, et virtute est multiplex dispensatio, et pro singulis diebus veluti singulae dispensationes conceduntur, et unaquaeque propriam causam pro suo tempore seu die requirit. Atque ita, quamvis in eo casu videatur dari simul pro tota quadragesima, non ita datur ut statim auferat totum vinculum legis pro tota quadragesima, sed ut successive illud auferat, prout successive obligaverit, si eadem ratio excusationis perseveret. Neque in illa materia potest aliter considerari causa iustificans dispensationem, nisi ut habens tractum successivum cum ipsa lege; et ideo, in talibus dispensationibus regulariter solet explicari illa conditio, quod si interdum non exprimitur, ideo est quia vel duratio causae tanquam moraliter certa supponitur, vel quia ex qualitate materiae tanquam nota relinquitur. Et idem est in similibus praeceptis habentibus tractum successivum; secus vero est in dispensatione quae statim tota simul conceditur et habet quasi indivisibilem effectum tollendo inhabilitatem, impedimentum aut votum, nam illa simul habet totum effectum, et simul etiam habere potest causam propter quam absolute concedatur.
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mismo sigue la opinión contraria y alega diversos razonamientos, que se refieren más al privilegio; por lo que se examinarán en el lugar citado. De momento, en verdad, el razonamiento principal parece ser que la dispensa, para que sea justa, incluye necesariamente esta conclusión: si la causa persevera cuando se ha de mandar a ejecución; de otro modo, el dispensante sería injusto, al dar licencia para obrar en contra de la ley incluso sin causa. Sobre todo, esto se aclara con un ejemplo, puesto que la dispensa concedida a alguien para comer carne en cuaresma a causa de una enfermedad especial cesará cuantas veces esa enfermedad cesare en la cuaresma, porque de otro modo la dispensa no sería justa. Luego, lo mismo se ha de decir en toda dispensa. 18. La dispensa relativa a la cuaresma entera no se ha de entender toda a la vez, sino de forma sucesiva. Ahora bien, aunque esta opinión sea probable, la tesis expuesta parece bastante segura y simplemente más probable, porque el argumento dado tiene poca fuerza. Negamos, en efecto, que la dispensa concedida simple y absolutamente y que tiene de modo inmediato su efecto próximo y directo incluya esa condición o limitación de que el efecto no dure si no dura la causa; en verdad, se ha demostrado lo contrario. Por lo cual, negamos también que la dispensa sea injusta si no incluye esa condición, como también hemos probado, ya que la causa actual puede ser suficiente para suprimir el vínculo o el impedimento, de modo que una vez quitado no vuelva, aunque pueda producirse algún cambio en las circunstancias. Al ejemplo, empero, respondo que esa dispensa no es tal que se realice toda ella al mismo tiempo y al momento, porque su materia no es indivisible, sino que tiene tracto sucesivo, puesto que la ley del ayuno cuaresmal, aunque se conciba a modo de una sola cosa, en realidad es virtualmente múltiple, e impone cada día una especie de obligación nueva; por eso, la dispensa en esa ley no se realiza en absoluto toda a la vez y virtualmente es una dispensa múltiple, y se conceden dispensas al modo de una en una para cada uno de los días, y cada una tiene su propia causa, según su tiempo o día requiere. De esta manera, aunque en el caso parezca que se otorga a un tiempo para toda la cuaresma, no se otorga de tal modo que suprima inmediatamente todo el vínculo de la ley para toda la cuaresma, sino que lo suprime sucesivamente, como sucesivamente habría obligado, si persevera la misma razón de la excusa. Y en cuanto a esa materia, la causa que justifica la dispensa no puede considerarse de otra forma, sino como teniendo un tracto sucesivo con la propia ley; por eso, en tales dispensas regularmente suele explicarse esa condición, que, si a veces no se expresa, es, o porque la duración de la causa se da como moralmente cierta, o porque se da por conocida a causa de la calidad de la materia Sucede lo mismo respecto a los preceptos similares que tienen tracto sucesivo; pero sucede lo contrario en la dispensa que se concede de inmediato toda a la vez, y con una especie de efecto indivisible, al suprimir la inhabilidad, el impedimento o el voto, pues ella tiene a la vez todo el efecto, y a la vez incluso puede haber causa por la que se conceda de forma absoluta.
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19. [Aliae quaestiones.] Aliae quaestiones hic tractari poterant, nimirum, quando liceat uti dispensatione, scilicet, an ante vel post notitiam eius, et an ad illam vel illius usum requiratur acceptatio; item, an extinguatur per primum usum eius; item, an liceat illa uti extra territorium concedentis. Sed hae et similes quaestiones tractabuntur commodius de privilegiis, nam communem habent doctrinam.
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19. [Otras cuestiones.] Otras cuestiones podrían tratarse aquí, como por ejemplo, cuándo es lícito usar de la dispensa, o sea, si antes o después de tener noticia de ella; y si para la dispensa o su uso se requiere la aceptación; asimismo, si se extingue por el primer uso de la misma; también, si es lícito hacer uso de ella fuera del territorio del concedente; pero de estas cuestiones y de otras similares se tratará mejor en el tema de los privilegios, pues la doctrina es común.
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CAPUT XXI Quibus modis possit esse nulla seu invalida dispensatio 1. Triplex defectus quibus dispensatio redditur invalida. Ex dictis in superioribus capitulis sumi potest alia divisio dispensationis; quaedam enim esse potest valida et iusta; alia valida, licet iniusta; tertia nulla seu invalida, quam non oportet distinguere in licitam vel illicitam, quia dispensatio invalida semper etiam illicita est, per se loquendo, quia continet abusum potestatis contra rationem et prudentiam, nisi per ignorantiam excusetur. Duo igitur membra huius partitionis ex dictis in superioribus manifesta sunt. Declaravimus enim in dispensante necessariam esse potestatem et causam ut valida et iusta sit si sufficienti voluntate et illius significatione concedatur; et consequenter declaravimus quando possit esse valida dispensatio propter potestatem et absolutam voluntatem, licet ex defectu causae iusta non sit. Solum ergo de invalida dispensatione et de causis nullitatis eius aliquid dicendum superest. Triplex autem cogitari potest defectus, ex quo dispensatio invalida fiat, scilicet, defectus potestatis, iustitiae aut voluntatis, nam haec tria tantum requiri possunt ad valorem dispensationis; et ita, ex quocumque defectu illorum, et ex solis illis, potest nullitas dispensationis oriri. Ex his autem defectibus duo primi in superioribus explicati sunt, et solum de tertio aliquid addendum superest. 2. [Quibus modis contingat primus defectus, scilicet defectus potestatis.] Primus itaque defectus per se notus est, quia sine potestate seu iurisdictione non potest fieri valide actus, qui ab illa per se et essentialiter pendet. Quibus autem modis contingat hic defectus potestatis, ex dictis de ipsamet potestate et de modis habendi illam accipiendum est; nam hic defectus esse potest vel potestatis ordinariae vel delegatae. Prior est in ommnibus qui non habent munus cui proprio iure talis potestas conveniat; posterior erit in omnibus non habentibus potestatem ordinariam, quibus nulla delegatio facta est vel non est valide facta. Et quidem, si nulla omnino facta sit delegatio, res est per se nota. Solet autem fieri vel per privilegia generalia data in favorem hominum quibus committitur, in quibus observandum est ne forma et tenor delegationis excedatur. Neque hic possumus ad particularia descendere, nonnulla vero attingemus in libro 8, tractatu de privilegiis983. Aliquando vero committitur haec potestas per particularia rescripta dispensationum, quae solent etiam, ut supra dixi, dispensationes vocari, quia
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Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8; Vivès 6, p. 225.
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CAPÍTULO XXI De qué maneras puede ser nula o inválida la dispensa 1. Tres defectos por los que la dispensa se torna inválida. De lo expuesto en los capítulos anteriores puede deducirse otra división de la dispensa; pues una puede ser válida y justa; otra válida, aunque injusta; una tercera nula o inválida, sin que sea preciso distinguir esta última en lícita o ilícita, porque la dispensa inválida siempre es también ilícita, hablando propiamente, puesto que lleva consigo abuso de potestad contra la razón y la prudencia, salvo que se excuse por causa de ignorancia. Así pues, dos miembros de esta división son evidentes por lo expuesto anteriormente. Hemos declarado, en efecto, que quien dispensa necesita potestad y causa para que la dispensa sea válida y justa si se concede con suficiente voluntad y manifestación de esta voluntad; y en consecuencia, hemos declarado cuándo puede ser válida la dispensa a causa de la potestad y voluntad absoluta, si bien no sea justa por defecto de causa. Sólo resta, por lo tanto, decir algo sobre la dispensa inválida y las causas de su nulidad. Pueden imaginarse tres defectos por los que la dispensa se hace inválida, a saber, defecto de potestad, de justicia y de voluntad, pues sólo estos tres elementos pueden requerirse para el valor de la dispensa; y así, por cualquier defecto de ellos, y de ellos solos, se puede originar la nulidad de la dispensa. Por otra parte, los dos primeros de estos defectos se han explicado anteriormente y sólo resta añadir algo sobre el tercero. 2. [De qué maneras adviene el primer defecto, o sea, el defecto de potestad.] Así pues, el primer defecto es notorio por sí mismo, puesto que sin potestad o juisdicción no puede ejecutarse válidamente el acto, el cual depende de ella directa y esencialmente. Ahora bien, de qué maneras se produce este defecto de potestad se ha de tomar de lo expuesto sobre la misma potestad y las formas de tenerla; pues este defecto puede ser de la potestad ordinaria o de la delegada. El defecto de la potestad ordinaria se da en todos los que no tienen un cargo al que concurra esta potestad por derecho propio. El otro fallo se dará en todos los que no tienen potestad ordinaria y no se les ha hecho delegación alguna o la que se les ha hecho no es válida. Sin duda, si no se ha hecho en absoluto ninguna delegación, la cosa es manifiesta por sí misma. Además, la dispensa suele hacerse incluso mediante privilegios generales dados en favor de hombres a los que se comisiona, privilegios en los que hay que procurar que no se sobrepase la forma y el tenor de la delegación. Tampoco aquí podemos descender a detalles, pero tocaremos algunos aspectos en el libro octavo al tratar de los privilegios. Algunas veces, en vedad, se encomienda esta potestad mediante rescriptos particulares de dispensas, que suelen tambien llamarse, como dije antes, dispen-
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in eis virtualiter et quasi conditione continentur; et ideo, si tale rescriptum vel dispensatio in primo statu invalida sit, a fortiori erit invalida subsequens dispensatio virtute illius facta; diverso tamen modo, nam dispensatio ipsa erit invalida ex defectu potestatis; commissio autem, seu delegatio prius facta, non erit nulla ex hoc capite, quia supponimus a principe concedi; ex aliis autem esse potest eodem modo quo dispensatio ipsa. Et ideo, nunc sub dispensatione totum cursum eius seu omnes illius status comprehendimus. 3. [Secundus defectus seu defectus iustitae quando contingat.] De secundo defectu constat ex dictis non semper esse irritantem seu annullantem dispensationem, cum possit esse aliquando dispensatio valida, licet male concessa. In duobus ergo casibus, qui ad unum fere revocantur, defectus iustitiae est contra valorem dispensationis. Primus est si inferior dispenset in lege superioris sine causa iusta, ut in capite 19 satis declaratum est. Secundus est si dispensatio data, etiam a supremo principe, attingat aliquo modo ius divinum aut naturale, et sit contra ius acquisitum tertio, sive Deo sive homini, absque causa iusta, ut de dispensatione in voto dixi libro 6 De voto (cap. 17984). Eademque ratio est de omni alia simili dispensatione985 continente iniuriam alterius contra commutativam iustitiam, ut supra etiam in capite 16 sufficienter tactum est; et ideo, de hoc defectu nihil novi dicendum superest; praesertim, quia hic defectus semper est coniunctus cum defectu potestatis, quia nec inferiori data est tanta potestas supra legem superioris, ut supra etiam tetigi, nec supremo principi data est similis potestas in his quae attingunt naturalem seu divinam iustitiam, quia etiam ipse est longe inferior Deo, iuris divini naturalis auctore. 4. [Tertius defectus seu defectus voluntatis quando contingat.] Tertius autem defectus, voluntatis, inveniri potest sine defectu potestatis aut iustitiae, ut per se constat; potestque variis modis contingere. Primo, si revera in dispensante desit interior voluntas ac intentio dispensandi; hic autem defectus constare non potest nec praesumi, nisi per verba vel signa externa sufficienter manifestetur; et ideo, de hoc defectu interioris voluntatis in se spectato nihil aliud dicere possumus. Praeter voluntatem autem internam requiritur significatio eius externa ut dispensatio fieri possit; et ideo, si voluntas dispensantis exterius986 [se lee: exterior] non significetur sufficienter, ex illo etiam capite erit dispensatio invalida; quem defectum comprehendimus sub defectu voluntatis utique sufficientis ut aliquid inter homines operetur. Quid vero dicendum sit, si voluntatis significatio sit ambigua vel dubia, in superioribus tactum est, et infra, tractando de privilegiorum 984 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto, tract. VI, De voto quaest. 88, art. 12, pp. 1221-1235. 985 En las ediciones se lee: et dispensatione. 986 En las ediciones se lee: exterior.
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sas, porque se contienen en ellos virtualmente y a modo de condición; por eso, si tal rescripto o dispensa es inválida en el primer estado, con mayor razón será inválida la subsiguiente dispensa hecha en virtud de ese rescripto; pero de manera distinta, pues la dispensa misma será inválida por defecto de potestad; y la comisión o delegación hecha antes no será nula por este capítulo, ya que damos por supuesto que está concedida por el príncipe; pero puede serlo por otros capítulos, al igual que la dispensa misma. Por eso, ahora bajo la dispensa abarcamos todo su curso o, por mejor decir, todos los estados de la misma. 3. [Cuándo tiene lugar el segundo defecto o defecto de justicia.] Sobre el segundo defecto, es evidente por lo dicho que no siempre invalida o anula la dispensa, pues a veces la dispensa puede ser válida, aunque mal concedida. Luego en dos casos, que prácticamente pueden reducirse a uno, el defecto de justicia va contra el valor de la dispensa. El primero se da siempre que el inferior dispensa en la ley del superior sin causa justa, como se ha expuesto ampliamente en el capítulo XIX. El segundo se da siempre que la dispensa otorgada, incluso por el príncipe supremo, afecte de algún modo al derecho divino o natural, y vaya contra el derecho adquirido por un tercero, se trate de Dios o de un hombre, sin causa justa, como he dicho en el capítulo XVII del libro VI De voto respecto de la dispensa del voto. La misma razón hay respecto a cualquier otra dispensa similar que contenga agravio de un tercero en contra de la justicia conmutativa, como se trató también sobradamente en el capítulo XVI; y por eso, nada nuevo queda por decir sobre este defecto; sobre todo, porque este defecto está unido siempre con el defecto de potestad, ya que ni al inferior se le ha concedido tanta potestad sobre la ley del superior, como también expuse antes, ni al príncipe supremo se le ha otorgado una potestad similar en las cosas que tocan a la justicia natural o divina, puesto que también él es muy inferior a Dios, autor del derecho divino natural. 4. [Cuándo tiene lugar el tercer defecto de voluntad.] Por su parte, el tercer defecto, el de voluntad, puede hallarse sin el defecto de potestad o de justicia, como resulta evidente por sí mismo; y puede suceder de varias maneras. En primer lugar, siempre que en verdad falte interiormente voluntad e intención de dispensar; y este defecto no puede constar ni presumirse, a no ser que se manifieste suficientemente por palabras o signos externos; por eso, de este defecto de voluntad interior, considerado en si mismo, ninguna otra cosa podemos decir. Ahora bien, fuera de voluntad interna, se requiere su significación externa para que la dispensa pueda llevarse a cabo; de ahí que, sí la voluntad del que dispensa no se manifiesta al exterior suficientemente, por ese capítulo la dispensa también será inválida; defecto que incluimos bajo el defecto de voluntad, por supuesto, suficiente para que se obre algo entre los hombres. Pero, qué se haya de decir si la manifestación de la voluntad es ambigua o dudosa, se ha expuesto anteriormente
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interpretatione, latius dicetur987. Contingit autem interdum dispensationem satis clare et expresse concedi, et ex vera voluntate absoluta dispensantis, cum admissione tamen alicuius involuntarii, ratione cuius difficultas nascitur an illud involuntarium impediat valorem dispensationis. 5. Metus non impedit valorem dispensationis in voto vel lege humana, si detur absoluta voluntate ex causa legitima. In qua re ulterius considerandum est ex duplici capite posse hoc involuntarium oriri, scilicet, ex metu seu coactione, vel ex errore seu ignorantia. Prior modus raro contingit in dispensationibus; et ideo fortasse nihil in speciali de hoc iura disponunt in materia dispensationis, nec a doctoribus fere hoc punctum tractatur; ego vero illud attigi de dispensatione voti dicto libro 6 (cap. 27, n. 17 et 18); et in summa dixi metum non impedire valorem dispensationis voti, si de facto detur cum absoluta voluntate et ex causa legitima; idem ergo a fortiori censeo de dispensatione in lege humana, quae facilior est. Imo in hoc potest addi differentia, quia si dispensatio sit in propria lege dispensantis, etiamsi propter metum detur sine iusta causa, valida erit, iuxta generalem doctrinam supra datam, sicut etiam revocatio legis facta ex metu est valida, si absoluta voluntate fiat et independenter a causa. In quo etiam potest considerari ex ipso metu posse sumi iustam causam dispensandi, quantum ad ipsum dispensantem, id est, ut non peccet sic dispensando, quia, ut dixi, ex causa extrinseca potest interdum honestari dispensatio. 6. [Obiectio quaedam.] Quodsi obiiciatur incommodum videri ut iniquus subditus ex iniqua violentia commodum reportet, respondetur, primum fieri posse ut vis, non ab illo, sed ab alio inferatur; deinde fieri etiam posse ut metus non inferatur ad illum finem, sed aliunde nascatur, etiam sine culpa, ut si sit per bellum iustum. Si vero metus sit iniuriosus et directe illatus ad obtinendum consensum, et iniuria fiat ab eodem qui dispensationem desiderat, quaestio generalis est an tunc ratione iniuriae irritetur consensus. Et certe in praesenti probabile est irritari quando dispensatio extorquetur sine iusta causa propter rationem factam, et quia non est verisimile aliquem liberari a iugo legis violando illam et vim ac iniuriam illi inferendo; item, quia illa iudicari potest potius permissio quam dispensatio; et ideo, subditus in eo casu vix potest excusari a transgressione legis, cum praesumere possit, ac debeat, illum consensum superioris permissivum esse potius quam approbativum. Addo denique, si oppositum admittatur, facile esse remedium; nam dispensator, quam primum sit suae libertatis restitutus, potest iuste sine nova causa
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Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8 per totum; Vivès 6, p. 225.
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y se dirá con más amplitud luego, al tratar sobre los privilegios. En cambio, pasa a veces que la dispensa se concede de manera clara y expresa y por la voluntad real y absoluta del dispensante, pero con la inclusión de algún involuntario, por cuya razón nace la dificultad de si ese involuntario impide el valor de la dispensa. 5. El miedo no impide el valor de la dispensa en el voto o en la ley humana, si se otorga con voluntad absoluta por una causa legítima. En este tema se ha de tener en cuenta además que este involuntario puede producirse por un doble capítulo, a saber, por miedo o coacción, o bien, por error o ignorancia. El primer modo acontece raramente en las dispensas; y por eso, quizás, las nomas jurídicas no disponen nada en especial sobre esto en la materia de la dispensa, y los doctores apenas si tratan este punto; yo, en cambio, toqué el tema al tratar de la dispensa del voto en el citado libro VI, capítulo XXVII, números 17 y 18; y en resumen dije que el miedo no impide el valor de la dispensa del voto, si de hecho se da con voluntad absoluta y por causa legítima, lo mismo, por lo tanto, creo con mayor razón sobre la dispensa en la ley humana, que es más fácil. Incluso, en esto cabe añadir una diferencia, dado que si la dispensa recae en una ley propia del que dispensa, aunque se otorgue por miedo sin una causa justa, será válida, según la opinión común antes expuesta, como también la revocación de una ley hecha por miedo es válida, si se hace con voluntad absoluta y con independencia de la causa. Sobre lo cual también puede tenerse en cuenta que el propio miedo puede tomarse como causa justa de dispensar por lo que respecta al mismo dispensante, esto es, de modo que no peque dispensando de esta forma, porque, como dije, la dispensa puede cohonestarse a veces por una causa extrínseca. 6. [Una cierta objeción.] Y si se objeta que parece inadecuado el que un súbdito inicuo se lleve un provecho por medio de una violencia excesiva, se responde, en primer lugar, que puede suceder que la violencia no sea causada por ese súbdito, sino por otro; en segundo lugar, que puede suceder también que el miedo no se cause para esa finalidad, sino que se origine de otra cosa, incluso sin culpa, como, por ejemplo, si es por una guerra justa. Ahora bien, si el miedo es injurioso e inferido directamente para conseguir el consentimiento, y la injuria se hace por el mismo que desea la dispensa, la pregunta general es si entonces queda invalidado el consentimiento por razón de la injuria. Ciertamente, en este caso es probable que se invalide cuando la dispensa se arranca sin causa justa por la razón expuesta, y porque no es verosímil que alguien se libere del yugo de la ley violándola y causando contra ella violencia e injuria; asimismo, porque se puede considerar un permiso más bien que una dispensa; por eso, el súbdito en el caso apenas puede excusarse de la transgresión de la ley, puesto que puede presumir, y debe, que ese consentimiento del superior es permisivo, más bien que de aprobación. Añado por último que si se admite lo contrario, el remedio es fácil, pues el que dispensa, en cuanto sea restituido a su libertad, puede en justicia revocar la dis-
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dispensationem revocare, in quo est alia differentia notanda inter dispensationem legis et voti quando effectum sortita est; quia dispensatio voti semel data non potest revocari, quia obligatio voti non potest iterum imponi, nisi persona dispensata voluntarie iterum voveat; dispensatio autem legis revocari potest, quia obligatio legis potest iterum imponi sine consensu subditi per voluntatem legislatoris; et ita revocata dispensatione, statim redit illa obligatio. 7. Duplex caput ex quo dispensatio redditur nulla, nimirum taciturnitate veri et narratione falsi. Circa aliam causam huius involuntarii, scilicet, ignorantiam et errorem, duo principia ex iure desumpta proposui (in dicto cap. 27). Unum est dispensationem interdum fieri nullam ex falsa narratione proposita ad dispensationem obtinendam. Aliud est dispensationem aliquando esse nullam ob diminutam narrationem veritatis, tacendo aliquam causam vel circumstantiam necessariam. Ratio utriusque est quia dispensatio per surreptionem obtenta est nulla; sed dispensatio fit surreptitia per taciturnitatem veri et a fortiori per expressionem falsi. Ergo ex his duobus capitibus fit dispensatio nulla. Consequentia est evidens. Totum autem antecedens sumitur ex capite 2 (De filiis presbiterorum, in Sexto988, et c. Quod super his, De fide instrumentorum989) cum aliis iuribus et doctoribus, quos in praedicto loco allegavi. Quia vero non omnis occultatio veritatis aut falsitatis expressio invalidam reddit dispensationem, ideo ad hoc discernendum multa a doctoribus scribuntur, quae in citato loco pro captu meo in summam redegi, duas regulas circa illa duo principia assignando et explicando, quae in dispensatione legis eadem seu proportionali ratione locum habent; neque illis nunc aliquid addendum in generali occurrit circa falsitatis expressionem; circa occultationem autem veritatis tria puncta occurrunt, quae ad huius materiae complementum necessaria visa sunt.
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In VI 1.11.2. X 2.22.7.
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pensa sin nueva causa, en lo que se ha de advertir otra diferencia entre la dispensa de la ley y del voto, cuando el efecto se ha producido; porque la dispensa del voto, una vez dada, no puede ser revocada, dado que la obligación del voto no puede imponerse de nuevo, salvo que la persona dispensada haga de nuevo el voto voluntariamente, sin embargo, la dispensa de la ley puede revocarse, porque la obligación de la ley puede imponerse de nuevo sin el consentimiento del súbdito por la voluntad del legislador; revocada así la dispensa, la obligacion vuelve inmediatamente. 7. Doble capítulo por el que la dispensa se torna mala, a saber, por callar lo verdadero y decir lo falso. Acerca de la otra causa de este involuntario, o sea, la ignorancia y el error, en el citado capítulo XXVII propuse dos principios tomados del derecho. Uno es que la dispensa a veces se hace nula por una narración falsa propuesta para conseguir la dispensa. El otro es que la dispensa a veces es nula por una narración disminuida de la verdad, callando alguna causa o circunstancia necesaria. La razón de ambos es que la dispensa obtenida por subrepción es nula; ahora bien, la dispensa se hace subrepticia por callar lo verdadero; y con mayor razón, por decir lo falso. Luego por estos dos capítulos la dispensa se hace nula. La consecuencia es evidente. Por su parte, el antecedente se toma de los cánones Si is cum quo del Libro Sexto y Quod super his de las Decretales, junto a otras normas jurídicas y doctores, que alegué en el lugar citado. Pero, dado que no toda ocultación de la verdad o expresión de la falsedad torna inválida la dispensa, por eso, para distinguir esto, los doctores han escrito muchas cosas, que resumí, según mi entender, en el lugar antes citado, asignando y exponiendo dos reglas sobre los dos principios, que tienen lugar en la dispensa de la ley proporcionalmente por la misma razón; y no hay ahora motivo en general para añadir nada a ellas sobre la expresión de la falsedad; pero, sobre la ocultación de la verdad vienen a cuento tres aspectos, que han parecido necesarios como complemento de esta materia.
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CAPUT XXII Utrum obtenta dispensatio prius petita et non concessa subreptitia sit propter taciturnitatem illam 1. [Prior denegatio non videtur ex se ipsa sufficiens ad alteram denegationem.] Frequenter contingit ut dispensatio semel petatur et denegetur, et postea iterum petatur, tacita priori denegatione, et obtineatur. Inde ergo nascitur dubium an talis dispensatio sit nulla ob priorem taciturnitatem; et ratio dubitandi esse potest, quia verisimile est superiorem non concessurum dispensationem si prioris denegationis memoriam vel notitiam haberet. Et ita dispensationem esse nullam indirecte asseruit Menochius (lib. 2, De arbitrariis, cas. 203, n. 6990). Contrarium tamen opinatus est Sancius (lib. 8, De matrimonio, disp. 22, n. 14991), quia hoc nullo iure disponitur, neque ab aliis auctoribus asseritur, nec sufficienti ratione probatur. Quae sententia mihi etiam placet, quia illa praesumptio nullo iure fundata est, nec per se spectata est sufficiens. Et quidem si in secunda petitione plures rationes et causae allegentur, quae dispensationem magis honestent et superiorem magis movere prudenter possint, tunc nec probabilis est illa praesumptio, nec in eo casu superior esset rationabiliter invitus. Si autem nihil de novo additur, sed eadem repetitio et cum eisdem circumstantiis, vel causa prior erat sufficiens ut dispensatio esset valida si concederetur, et ita in secunda vice erit sufficiens, quia prior negatio nihil ad causam refert, et ob eam solam causam denegare dispensationem non videtur ratione consentaneum, nam si iusta causa subest, potius decet priorem rigorem temperare; aut vero, iusta causa dispensandi non subest, et tunc neganda esset dispensatio, etiamsi prius negata non fuisset. Haec ergo circumstantia praecedens vel memoria eius impertinens est ad valorem dispensationis postea subsequutae. 2. De quo procedit praecedens resolutio. At que haec resolutio procedit, tum in eadem persona, quando propter mutationem temporis prioris denegationis oblita est, nam de illa maxime procedit discursus factus; tum in successore respectu praedecessoris in eadem sede, quia habet eandem potestatem, et non regitur per iudicium et voluntatem sui praedecessoris, et ita in illo multo minus probabilis est illa praesumptio involuntarii, praeterquam quod hic etiam nihil ad causam refert; tum praeterea idem procedit in superiore respectu inferioris, ut si episcopus neget dispensationem alicuius voti non reservati et a 990 Iacobus Menochio, De arbitrariis iudicum libri duo (Omnia quae quidem extant opera in ius canonicum et civile Lugduni 1576, t. I, p. 408). 991 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 101.
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CAPÍTULO XXII Sobre si la dispensa obtenida, silenciando que anteriormente se pidió y no fue concedida, es subrepticia 1. [Una denegación anteriorno parece suficiente por sí misma para una denegación posterior.] Sucede con frecuenia que la dispensa se pide una vez y se deniega, y luego se pide de nuevo, callando la primera denegación, y se obtiene. De ahí, pues, se origina la duda de si tal dispensa es nula por la primera ocultación; y la razón de dudar puede ser que verosímilmente el superior no habría concedido la dispensa si hubiere tenido memoria o noticia de la denegación primera. Que de esta forma la dispensa es nula lo afirmó indirectamente Jacobo Menochio. Lo contrario, en cambio, opinó Tomás Sánchez, porque tal cosa no está regulada en ningún derecho, ni la sostienen otros autores, ni se prueba con alguna razón convincente. A mi me agrada esta opinión, pues esa presunción no está fundada en derecho alguno, ni es suficiente considerada por sí misma. Y por cierto, si en la segunda solicitud se alegan muchas razones y causas, que hacen más honesta la dispensa y pueden mover más al superior, dentro de la prudencia, entonces ni es probable esa presunción, ni en el caso el superior estaría razonablemente en contra. Ahora bien, si no se añade nada nuevo, sino que es una simple repetición y dentro de las mismas circunstancias, tenemos dos posibilidades: o bien la causa primera era suficiente para que la dispensa fuese válida si fuere concedida, y así la segunda vez será suficiente, ya que la primera denegación nada aporta a la causa y denegar la dispensa por esa sola causa no parece conforme a la razón, pues, si subsiste la causa justa, parece más justo moderar el rigor primero; o bien, en cambio, no subsiste la causa justa para dispensar, y en ese caso se ha de denegar la dispensa, aun cuando antes no se hubiese denegado. Por consiguiente, esta circunstancia anterior o su memoria no es aplicable a la validez de la dispensa subsecuente. 2. Sobre quién tiene aplicación la resolución anrterior. Esta resolución afecta en primer lugar a la misma persona, cuando por el paso del tiempo se ha olvidado de la denegación anterior, pues a ella afecta principalmente el discurso hecho. En segundo lugar afecta al sucesor respecto del predecesor en la misma sede, ya que tiene la misma potestad y no se rige por el criterio y la voluntad de su predecesor, de modo que en él es mucho menos probable la presunción del involuntario, fuera de que tampoco aquí aporta algo a la causa. En tercer lugar afecta al superior respecto del inferior; por ejemplo, si el obispo deniega la dispensa de un voto no reservado y luego se obtiene del Papa la dispensa,
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Papa postea obtineatur, non facta mentione prioris recursus ad episcopum, valida est dispensatio, quia multo magis videtur impertinens illa circumstantia respectu superioris, minus enim regitur inferioris iudicio aut ex eo pendet, multoque minor praesumptio involuntarii est in superiore, minusque ad causam refert. 3. [Quid dicendum si superior negavit dispensationem et postea inferior, inscius illius dispensationis, illam concedat.] At vero, e contrario, nonnulla difficultas est si superior dispensationem negavit, et postea inferior, inscius illius negationis, illam concedat, quia inferior tenetur praesumere superiorem iuste negasse dispensationem; ergo de illo etiam merito praesumitur non fuisse concessurum dispensationem, si sciret fuisse a superiore denegatam. Ergo illa taciturnitas seu ignorantia causat in inferiore iustum involuntarium. Ergo illa ratione erit invalida talis dispensatio. Unde in hoc casu dispensationem inferioris esse invalidam tenet idem Sancius (dicto lib. 8, disp. 14, n. 5992), quamvis propter aliam rationem, scilicet, quia eo ipso quod Pontifex denegavit, videtur facultatem auferre inferiori in illo casu particulari dispensandi, nisi nova causa emergente seu proposita993. Iuxta quam rationem non fundatur haec nullitas in defectu voluntatis, sed in defectu potestatis. Unde fit iuxta hanc sententiam ut, licet episcopo declaretur Pontificem in tali casu noluisse dispensare, licet dispensare tentet, nihil efficiat, quia privatus est potestate; sicut, postquam Pontifex aliquem condemnavit, non potest episcopus illum absolvere, licet fortasse potuisset, si causa prius ad illum delata fuisset. 4. [Haec ablatio potestatis non videtur sufficienter probata.] Haec vero ablatio potestatis, praesertim ordinariae, mihi non videtur sufficienter probari, quia illa praesumptio nullo iure fundatur, neque ex illo facto sufficienter colligitur, considerata natura dispensationis, quae est quaedam gratia; cum enim dispensatio non sit debita, potest denegari a Pontifice ex sola voluntate; ergo per hoc non est cur censeatur auferre ab inferiori potestatem illam concedendi, si velit. Deinde denegatio dispensationis potest provenire ex particulari iudicio quod talis causa non sufficiat ad iustam dispensationem; sed episcopus non tenetur conformari Pontifici in hoc iudicio; ergo neque in eo casu tenetur praesumere fuisse mentem Pontificis in illo casu sibi auferre potestatem dispensandi; imo potest praesumi voluisse se exonerare tacite, subditum ad suum ordinarium remittendo. Consequentia cum maiori videtur clara. Minor autem patet, quia licet Papa non soleat dispensare ex aliqua causa neque admittere illam ut sufficientem, potest episcopus dispensare ex illa si probabiliter iudicet esse legitimam. Quod concedit idem Sancius (supra), quando de illa consuetudine seu iudicio Pontificis
Sánchez, Thomas, Tomus tertius de sancto matrimonii sacramento lib. VIII, disp. 14, n. 5. Sánchez Thomas, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 57.
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sin hacer mención del primer recurso al obispo, esa dispensa es válida, porque parece mucho más inconveniente esa circunstancia respecto del superior, pues se rige menos por el criterio del inferior o depende menos de él y la presunción del involuntario es mucho menor en el superior y afecta menos a la causa. 3. [Qué decir si el superior denegó la dispensa y luego el inferior, ignorante de esa denegación, la concede.] Pero en verdad, por contra, se presenta alguna dificultad si el superior denegó la dispensa y luego el inferior, ignorante de esa denegación, la concede, porque el inferior está obligado a presumir que el superior denegó la dispensa justamente; por ello, se presume también con razón que él no habría concedido la dispensa si hubiera sabido que había sido denegada por el superior. Luego ese silencio o ignorancia causa en el inferior un justo involuntario. Luego la dispensa era inválida por esa razón. En esta línea, Tomás Sánchez sostiene que en ese caso la dispensa del inferior es inválida, aunque por otra razón, a saber: porque por la misma causa por la que el Papa la denegó parece que se le quita al inferior la facultad de dispensar en ese caso concreto, salvo que surja o se proponga una nueva causa. Conforme a este razonamiento, tal nulidad no se basa en el defecto de voluntad, sino en el defecto de potestad. Con lo que, según esta opinión, sucede que, aunque se declare al obispo que el Papa en tal caso no hubiera querido dispensar, aun cuando intente dispensar, nada hace, puesto que está privado de potestad; al igual que, después de que el Papa ha condenado a alguien, el obispo no le puede absolver, aunque quizás hubiese podido, si la causa hubiera sido llevada antes a él. 4. [Esta privación de potestad no parece suficientemente probada.] Realmente, esta privación de potestad, en especial de la ordinaria, a mí no me parece que se pruebe suficientemente, porque esa presunción no se fundamenta en derecho alguno, ni se deduce suficientemente de ese hecho, considerada la naturaleza de la dispensa, que es una gracia; y no siendo la dispensa cosa debida, puede ser denegada por el Papa por su sola voluntad; así pues, esto no es razón para juzgar que se sustrae del inferior la potestad de concederla, si quiere. Además, la denegación de la dispensa puede provenir del juicio personal de que tal causa no basta para una dispensa justa; pero el obispo no está obligado a acomodarse en este juicio al Papa; luego tampoco en ese caso está obligado a presumir que la intención del Papa hubiera sido privarle a él de la potestad de dispensar en ese caso concreto; es más, puede presumirse que hubiera querido exonerarse a sí mismo tácitamente, remitiendo al súbdito a su ordinario. La consecuencia, a una con la premisa mayor, parece clara. Y la premisa menor es evidente, porque, aunque el Papa no tenga costumbre de dispensar por alguna causa, ni admitirla como suficiente, el obispo puede dispensar por ella, si considera probable que es legítima. Esto lo concede el mismo Tomás Sánchez
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ex aliis casibus in generali constat; non vero quando in particulari casu praecessit denegatio dispensationis. 5. [Denegatio superioris non ligat potestatem inferioris.] Sed non video quid hoc referat, aut cur inde censeatur ligata potestas inferioris, cum illa denegatio tantum sit applicatio propriae voluntatis ad operandum iuxta proprium iudicium, cui non repugnat ut alteri relinquatur sua potestas et arbitrium operandi etiam iuxta iudicium suum. Neque per hoc derogatur potestati Pontificis, quia inferior, dum non prohibetur, potest in suo foro uti sua potestate ut iudicaverit expedire; hic autem nulla facta est prohibitio. Nec petitio prius oblata Pontifici operatur praeventionis effectum, ne liceat postea id ab inferiori petere; tum quia in usu iurisdictionis voluntariae non habet locum haec praeventio, cum liberum sit postulanti recedere a priori petitione et aliam intentare, ut sensit Navarrus (cons. 1, De officio delegatis994) et idem Sancius (supra, n. 3995); tum etiam quia superior, negando dispensationem, iam quodammodo a se abiecit casum illum. Unde etiam non est simile quod de condemnatione a superiori facta afferebatur, quia condemnatio fit per sententiam, quae includit praeceptum et imponit obligationem quam non potest inferior auferre. Negatio autem dispensationis non fit per sententiam iuridicam, nec praeceptum aliquod vel obligationem superior per illam imponit, sed solum relinquit praeexistens vinculum, denegando usum propriae potestatis. Ergo non est cur inde censeatur ligata et diminuta inferior potestas. 6. Dispensans non ignorans priorem denegationem, si iudicat causam esse iustam, valida erit dispensatio. Censeo igitur in illo casu posse episcopum dispensare; et consequenter, si id faciat non ignorans priorem denegationem et iudicans causam esse legitimam, dispensationem esse validam, quia neque habet defectum potestatis, nec voluntatis, nec iustitiae. Imo, si dispensatio esset in lege propria, sufficerent potestas et voluntas iuxta superius dicta. Unde ulterius in nostro casu, quando episcopus ignorat priorem recursum ad Pontificem, etiam existimo taciturnitatem illam non reddere dispensationem surreptitiam vel nullam; quia, supposita potestate, quoad voluntatem eadem est ratio in inferiori quae in aequali vel superiori, ut ex dictis facile constat. 7. [Conclusio auctoris.] Et haec resolutio, ut dixi, maxime procedit in inferiori ordinario, quia ordinaria potestas difficilius tollitur et maiorem causam requirit; et ideo in delegato ad
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Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum et responsorum… t. I, f. 55v. Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 57.
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para el caso en que conste por otros casos en general de esa costumbre o criterio del Papa; pero no cuando en un caso concreto precedió la denegación de la dispensa. 5. [La denegación del superior no vincula la potestad del inferior.] Ahora bien, no veo qué aporte esto, o por qué de ahi se considere atada la potestad del inferior, siendo así que esa denegación es solamente la aplicación de la voluntad para obrar conforme a un criterio propio, al que no repugna que se respete al otro su potestad y facultad de actuar también según su criterio. Tampoco se deroga por esto la potestad del Papa, porque el inferior, mientras no esté prohibido, puede usar de su potestad en su ámbito como juzgare conveniente; y aquí no se ha hecho prohibición alguna. Y tampoco la solicitud primera presentada al Papa da lugar a un efecto de prevención, de modo que no se le permita solicitar después eso mismo del inferior; tanto porque en la práctica de la jurisdicción ordinaria no tiene lugar esta prevención, siendo libre para el solicitante retirarse de la primera solicitud e intentar otra, según entendió Martín de Azpilcueta y también Tomás Sánchez; como porque el superior, al denegar la dispensa, ya de algún modo se excluyó a sí mismo del caso. De donde, además, no existe la semejanza que se alegaba respecto de la condena hecha por el superior, porque la condena se hace mediante sentencia, que incluye un precepto e impone una obligación, que el inferior no puede suprimir. Ahora bien, la denegación de la dispensa no se hace mediante sentencia jurídica, ni el superior impone por su medio algún precepto u obligación, sino que sólo deja un vínculo preexistente, al denegar el uso de la propia potestad. Así que no hay razón para de ahí concluir que la potestad inferior está atada y disminuída. 6. El dispensante que no ignora la denegación anterior, si estima que la causa es justa, dispensará válidamente. Pienso, por lo tanto, que en ese caso el obispo puede dispensar y, en consecuencia, si esto lo hace no desconociendo la denegación anterior y estimando que la causa es legítima, la dispensa es válida, pues no tiene defecto de potestad ni de voluntad ni de justicia. Más aún, si la dispensa fuese en una ley propia bastarían la potestad y la voluntad, conforme a lo expuesto antes. Con lo que, yendo más allá en nuestro caso, cuando el obispo ignora el primer recurso al Papa, también estimo que ese silencio no hace subrepticia o nula la dispensa, ya que, supuesta la potestad, en cuanto a la voluntad la razón en el inferior es la misma que en el igual o en el superior, como se deduce fácilmente de lo expuesto. 7. [Conclusión del autor.] Esta resolución, como dije, procede principalmente en el inferior ordinario, porque la potestad ordinaria se anula más difícilmente y exige una causa mayor;
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dispensandum videri potest magis verisimile quod privetur potestate dispensandi in casu et ex causa quae delegantem non movit, aut certe quod non praesumatur a principio delegata potestas pro similibus casibus. Sed nihilominus, etiam in delegato contrarium censeo, quia potestas generaliter et sine restrictone commissa non est restringenda sine maiori fundamento, et rationes factae etiam probant ex sola denegatione non posse colligi diminutionem prioris potestatis etiam delegatae, nam saepe superior committit alteri potestatem dispensandi996, quia ipse non vult vel non audet sua uti et quia, quando potestatem delegat, prudentiae delegati committit iudicium causae iustae. Supposita autem potestate in delegato, quod pertinet ad voluntatem, rationes eodem modo procedunt; et ideo, indistinte verum est in eo casu non committi surreptionem quae dispensationem reddat invalidam.
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En las ediciones se lee: delegandi.
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por eso, respecto del delegado para dispensar puede parecer más verosímil que sea privado de la potestad de dispensar en un caso y por una causa que no motiva al delegante, o ciertamente que no se presuma de principio la potestad delegada para casos similares. Pero no obstante, juzgo lo contrario incluso respecto del delegado, porque la potestad encomendada de forma general y sin limitación no se ha de restringir sin un fundamento importante; y las razones alegadas también prueban que de la sola denegación no puede deducirse la disminución de la potestad anterior, incluso delegada; puesto que, con frecuencia el superior encomienda a otro la potestad de dispensar, porque él mismo no quiere, o no se atreve a usar la suya; y porque, cuando delega la potestad, encomienda el juicio de la causa justa a la prudencia del delegado. Ahora bien, supuesta la potestad en el delegado, por lo que se refiere a la voluntad, las razones se comportan del mismo modo; y por eso, es verdad indistintamente que en el caso no se comete subrepción que haga inválida la dispensa.
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CAPUT XXIII An taciturnitas prioris dispensationis obtentae reddat posteriorem invalidam 1. [Sententia communis iuristarum.] Multi iurisperiti indistincte affirmant sicut impetratio secundi beneficii vel secundi rescripti iustitiae facta sine narratione prioris beneficii vel rescripti iam obtenti est surreptitia et nulla, ita secundam dispensationem obtentam sine mentione primae esse subreptitiam. Ita notat glossa (in c. 2, De filiis praesbyterorum997), quae ibi ab expositoribus et communiter a iuristis approbatur, ut notat Rebuffus (in Practica, tit. De dispensationibus nn. 24 et 25, et tit. De dispensatione super defectu natalium, n. 59998) et Covarrubias (lib. 1 Variarum, cap. 20, n. 8, vers. Quarto, in fine999), Molina (lib. 2, De primogeniorum, cap. 4, n. 50 et sequentibus1000) et Gutierrez (lib. 2, Canonicarum quaestionum, cap. 15, n. 911001) et plures refert Sancius (lib. 8. De matrimonio, disp. 22, n. 21002). Quae sententia praecipue fundatur in dicto capite 2 (De filiis praesbyterorum, in Sexto1003 et in c. penultimo, De praescriptionibus1004). Ratio vero seu congruentia est quia Pontifex vel non concederet vel difficilius concederet dispensationem secundam, si de priori mentio facta fuisset. 2. Variae limitationes praecedentis sententiae. Haec vero sententia variis modis limitatur ac declaratur. Primus est ut procedat quando dispensationes ad diversum finem tendunt et sunt obtentae propter diversos effectus; secus vero si propter eundem, quia cum una sufficiat, non est necesse facere mentionem de alia. Ita habetur in additione ad Rotam (in dec. 2, De filiis praesbyterorum, in novis, n. 5, alias in novisisimis, tom. 3, lib. 2, dec. 471005); et sequitur Mandosius (De signatura gratiae, tit. De dispensatione, in fine1006). Quam sententiam referens Sancius (supra, n. 5) dicit penitus illam
Decretales D. Gregorii col. 283. Petrus Rebuffe, Praxis beneficiorum p. 366 et p. 413. 999 Didacus de Covarrubias, Variarum resolutionum f. 92r-v. 1000 Molina, Ludovicus de, De hispanorum primogenitorum origine pp. 207-208. 1001 Guttierrez, Iohannis, Opera omnia t. IV: Canonicarum quaestionum p. 383. 1002 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento pp. 99-100. 1003 In VI 1.11.2. 1004 X 2.26.19. 1005 Decisiones dominorum Rotae, decis. 2 De filiis praesbiterorum n. 5; in novissimis t. III, lib. 2, dec. 47. 1006 Quintilianus Mandosio, Signaturae p. 72. 997 998
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CAPÍTULO XXIII Si el silenciar una dispensa anterior obtenida hace inválida la posterior 1. [Opinión común de los juristas.] Muchos juristas afirman indistintamente que, como la consecución de un segundo beneficio o un segundo rescripto de justicia, sin mención del beneficio o rescripto anterior ya obtenido, es subrepticia y nula, así la segunda dispensa obtenida sin mencion de la primera es subrepticia. Lo advierte de este modo la Glosa al canon Ad praesentiam de las Decretales, que es aprobada por los comentaristas de ese canon y en general por los juristas, como refieren Pedro Rebuffe, Diego de Covarrubias, Luis de Molina, Juan Gutiérrez y muchos que cita Tomás Sánchez. Esta opinión se basa principalmente en el canon citado, Si is cum quo del Libro Sexto, y en el canon Veniens de las Decretales. Pero la razón o congruencia es que el Papa no concedería la dispensa segunda, o la concedería más difícilmente, si se hubiere hecho mención de la primera. 2. Limitaciones varias de la opinión anterior. En realidad, esta opinión se limita y se aclara de varios modos. El primero es que proceda cuando las dispensas tienden a un fin distinto y son obtenidas para efectos diversos, pero no si se persigue un solo efecto, ya que con una dispensa basta y no es necesario hacer mención de la otra. Así se tiene en la adición a la Rota, en varias decisiones; y está conforme Quintiliano Mandosi. Tomás Sánchez, en referencia a esta opinión, dice que no la entiende en absoluto; y no sin buen fundamento, porque, más bien, casi todos los autores aclaran y limitan la
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non intelligere1007; neque sine magna occasione, quia potius fere omnes auctores declarant et limitant sententiam communem, ut intelligatur quando secunda dispensatio versatur circa idem cum prima et tendit ad tollendum eundem defectum, impedimentum, aut vinculum; nam, si cadunt super diversas materias et tendant ad fines seu effectus omnino disparatos, omnes fatentur non esse necessarium in secunda dispensatione facere mentionem prioris. Ita Panormitanus in dicto capite penultimo (De praescriptionibus1008) et Navarrus (cons. 6, De rescriptis, et cons. 8, De consanguinitate et affinitate, n. 61009), Sancius, supra, referens alios1010. Estque verissima sententia quoad hanc partem de dispensationibus omnino diversis, ut sunt dispensatio in recitatione horarum, verbi gratia, et in voto castitatis; nam, si quis alteram impetravit, nullam surreptionem committet petendo alteram sine mentione prioris, et ita secunda sic obtenta erit valida, et idem est in omnibus similibus. Et hoc satis confirmat generalis consuetudo; frequenter enim ita dispensationes sucessive petuntur iuxta occurrentes casus ac necessitates. Ratio autem est quam tetigit Panormitanus, quia nullo iure cavetur ut fiat mentio talis dispensationis prioris, neque ex natura rei necessaria est, nam illa taciturnitas per se non causat involuntarium, ut videtur ex se manifestum. Quid autem potuerit additio ad Rotam intendere in praedictis verbis, infra prout potuero coniectabo, ubi alteram partem huius sententiae examinabo. 3. Secunda limitatio. Secundo, limitata haec sententia ad dispensationes quae circa idem versantur, amplius declaratur, ut procedat quando secunda dispensatio petitur ad extendendum effectum prioris circa idem vinculum seu defectum tollendum. Ita tenet Sancius (supra, n. 61011) cum multis aliis, quos refert; et praesertim id explicat Panormitanus (in dicto c. penultimo, n. 171012). Haec vero sententia et declaratio tam generaliter facta mihi est creditu difficilis, quia neque iure nec ratione video sufficienter probari. Primo enim fundatur, ut dixi in dicto ccapite 2 (De filiis praesbyterorum, in Sexto1013), inde autem non probatur, quia in illo textu dicitur si illegitimus dispensationem obtinuit ad unum beneficium et, non facta mentione sui defectus natalium, obtineat secundam dispensationem ad plura beneficia, posteriorem dispensationem esse surreptitiam ac nullam. Ponderanda ergo sunt illa verba: Tacito praedicto defectu, iuxta quae non erat necessarium in secunda dispensatione facere mentionem primae, sed tantum de personae defectu, quia haec duo diversa sunt, et textus tantum de uno loquitur. Et Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento, p. 100. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars tertia, ff. 43v-44r. 1009 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum et responsorum t. I, f. 16v, et t. II, f. 25v. 1010 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 100. 1011 Ibid. 1012 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars tertia, f. 44r. 1013 In VI 1.11.2. 1007 1008
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opinión común, de modo que se entienda para cuando la segunda dispensa versa sobre lo mismo que la primera y tiende a suprimir el mismo defecto, impedimento o vínculo; pues, si caen sobre materias diversas y tienden a fines o efectos totalmente dispares, todos reconocen que en la segunda dispensa no es necesario hacer mención de la primera. Así Nicolás de Tudeschis, Martín de Azpilcueta y Tomás Sánchez, quien cita a otros. Es una opinión muy cierta en cuanto a este punto de las dispensas totalmente diversas, como son, por ejemplo, la dispensa sobre la recitación de las horas y sobre el voto de castidad; pues, si uno obtuvo una, no cometerá pecado pidiendo la otra sin mención de la primera, de modo que la segunda así obtenida será válida; y así es en todos los casos similares. La costumbre general confirma sobradamente lo expuesto; con frecuencia, en efecto, se solicitan así las dispensas, sucesivamente, en conformidad con la ocurrencia de casos y necesidades. La razón es la que dió Nicolás de Tudeschis, que no está previsto en ninguna norma jurídica que se haga mención de tal dispensa primera, ni es necesaria por la naturaleza de la cosa, ya que ese silencio no causa por sí mismo un involuntario, como resulta evidente por sí mismo. Ahora bien, qué hubiere podido entender la adición a la Rota en las palabras citadas, trataré de deducirlo, en la medida en que pueda, más adelante, donde examinaré el otro aspecto de esta opinión. 3. Segunda limitación. En segundo lugar, limitada esta sentencia a las dispensas que versan sobre un mismo asunto, se declara más ampliamente en el sentido de que procede cuando la segunda dispensa se solicita para dar extensión al efecto de la primera sobre el mismo vínculo o defecto que se ha de quitar. Así opina Tomás Sánchez, con muchos otros a los que menciona; y Nicolás de Tudeschis explica particularmente esta opinión. No obstante, esta opinión y aclaración hecha de forma tan general me parece a mí difícil de creer, porque veo que ni el derecho ni la razón la prueban suficientente. En efecto, en primer lugar se funda, como dije, en el citado canon Si is cum quo del Libro Sexto, pero de ahí no se prueba, pues en ese texto se dice que si el hijo ilegítimo obtuvo la dispensa en orden a un beneficio y, sin hacer mención de su defecto de nacimiento, obtiene una segunda dispensa para diversos beneficios, la dispensa posterior es subrepticia y nula. Se han de ponderar, por lo tanto, aquellas palabras: Omitido el defecto predicho, conforme a las cuales no era necesario en la segunda dispensa hacer mención de la primera, sino solamente del defecto de la persona, puesto que son dos aspectos distintos y el texto habla sólo de uno. Y así entendieron ese texto Domingo
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ita intellexerunt textum illum ibi Dominicus et Francus1014, unde colligunt quod si ille illegitimus, declarando se esse illegitimum, peteret dispensationem secundam, nulla facta mentione primae, valida esset dispensatio. 4. [Sententia posita probabilissima videtur.] Et haec sententia quoad hanc partem mihi probabilissima videtur. Tum quia ille impleret quidquid ex vi verborum illius textus ad non committendam surreptionem necessarium est, ut ponderavi; ergo aliquid aliud exigere et onus adiungere in materia odiosa et restricta contra omne ius est. Tum etiam ex ratione textus, scilicet, quia verisimile est Pontificem non fuisse concessurum dispensationem ad plura beneficia, si defectus illegitimitatis illi fuisset manifestatus. At vero non est hoc minus verisimile, manifestato solo defectu sine priori dispensatione, quam illa manifestata. Imo quodammodo difficilior redderetur secunda dispensatio simpliciter proposito defectu ac si non esset diminutus, ut sic dicam, per priorem dispensationem, quia de se facilius est successive et per partes defectum tollere, quam totum simul. Tum denique quia iuxta hunc sensum optima ratio redditur illius decisionis, nam irregularitas ex defectu natalium orta reddit personam inhabilem ad unum et plura beneficia; et ablata respectu unius, non est ablata respectu plurium; et ideo, non explicato hoc defectu, dispensatio petita ad plura beneficia merito censetur surreptitia. At vero si textus ille extendatur ad necessitatem exprimendi priorem dispensationem, nec ratio textus illi accommodatur, ut ostendi, nec alia satis probabilis adduci potest, ut paulo post dicam1015. Et confirmatur, quia si in illo casu prior dispensatio non fuisset limitata et partialis, sed integra natalium restitutio, tunc secunda dispensatio esset valida, etiamsi obtenta esset non expresso defectu natalium nec legitimatione, quia iam prior defectus fuisset sublatus, etiam respectu plurium beneficiorum, et procederet regula egis 16 (D, De aedilitio edicto): Quod ita sanatum est ut in pristinum statum restitueretur, perinde habendum est quasi nunquam morbosum fuisset1016. Et ita intellexit illum Covarrubias (in Quartum, 2 p., cap. 8, § 8, n. 251017, § Septimo1018) cum Ioanne Andreae et Dominico in dicto capite. Ergo signum est ex vi illius solum esse necessarium declarare defectum quatenus ablatus non erat. Et hunc sensum iustum et legitimum esse censeo, ideoque ex illo textu non probari illam sententiam.
1014 Dominicus de Sancto Geminiano, In Sextum Decretalium f. 93r, n. 7; Philippus Franco de Francis, In Sextum Decretalium f. 49r, n. 5. 1015 Cfr. infra cap. 24, n. 2. 1016 D 21.1.16 1017 En las ediciones se lee: n. 5. 1018 Didacus de Covarrubias, Inlibrum quartum decretalium p. 291. La referencia posterior a Juan de Andrés y Dominico está en Covarrubias, parece que se ha de considerar indirecta. No obstante la referencia a dicto cápite también de Covarrubias y no de Súarez lo es al c. fin de De filiis praesbiterorum in Sexto que es el 2 citado por Súarez en n. 2 nota 596.
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de San Geminiano y Jerónimo Franco, de donde deducen que si ese ilegítimo, declarando que él es ilegítimo, solicitare una segunda dispensa, sin hacer mención alguna de la primera, la dispensa sería válida. 4. [La opinión expuesta parece muy probable.] Esta opinión, en cuanto a este particular, me parece muy probable. En primer lugar, porque aquél cumpliría cuanto es necesario en virtud de las palabras de ese texto para no cometer subrepción, como he sopesado; por lo que exigir algo más y añadir una carga en una materia odiosa y restringida es contra todo derecho. En segundo lugar, también por razón del texto, porque es verosímil que el Papa no hubiera estado dispuesto a conceder la dispensa para más beneficios, si le hubise sido manifestado el defecto de ilegitimidad. Pero, en verdad, esto no es menos verosímil si se manifiesta sólo el defecto, sin aludir a la primera dispensa, que si se manifiesta la dispensa. Aún más, de algún modo se tornaría más difícil la segunda dispensa, expuesto el defecto simplemente, como si no hubiera sido aminorado, por así decir, mediante la primera dispensa, porque de por sí es más fácil quitar el defecto sucesivamente y por partes que todo él a la vez. Y finalmente, porque conforme a esta interpretación se consigue la razón óptima de esa decisión, puesto que la irregularidad originada por el defecto de nacimiento hace a la persona inhábil para uno y muchos beneficios; y quitada la inhabilidad respecto de uno, no está quitada respecto de muchos; y por eso, no expuesto este defecto, la dispensa pedida para otros más beneficios se juzga con razón subrepticia. Pero en verdad, si ese texto se extiende a la necesidad de expresar la primera dispensa, ni la razón del texto se le acomoda, como he demostrado, ni puede aducirse otra suficientemente probable, como diré poco después. Se confirma, porque si en ese caso la primera dispensa no hubiese sido una restitución limitada y parcial del nacimiento, sino íntegra, entonces la segunda dispensa sería válida, aunque fuese obtenida sin expresión del defecto de nacimiento ni de la legitimación, porque ya el primer defecto habría sido quitado, incluso respecto de muchos beneficios y procedería la regla de la ley Quod ita sanatum del Digesto: Lo que ha sido sanado de modo que se restituyere a su estado primigenio se ha de considerar como si nunca hubiera sido defectuoso. Así lo entendió en su comentario Diego de Covarrubias, con Juan de Andrés y Domingo de San Geminiano. Por consiguiente, es señal de que en virtud de ese texto sólo es necesario declarar el defecto en cuanto no estaba quitado. Estimo que esta interpretación es justa y legítima, por lo que de aquel texto no se prueba esa opinión.
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5. [Alia ratio illius sententiae.] Secundo probari solet ex dicto capite penultimo De praescriptionibus1019, ubi dicitur esse surreptitium privilegium amplioris exceptionis, obtentum sine mentione prioris privilegii exemptionis magis restrictae eidem et in eadem materia et respectu eiusdem concessi. Ergo idem censendum est in dispensationibus quae versantur circa idem, quotiescumque posterior tollit seu ampliat moderationem prioris. Et videtur ampliare illum textum Panormitanus (ibi, n. 171020) ad omnia privilegia, etiamsi non attingant ius tertii; de dispensationibus autem espresse non loquitur, videtur autem esse eadem ratio, ut alii supra citati opinantur. At vero Innocentius (ibi, n. 41021) restricte intelligit textum illum in materia de qua loquitur, scilicet, quoties primum privilegium cedit in praeiudicium tertii et concesum est cum aliqua limitatione moderante praeiudicium tertii et conservante aliquod ius, quod illi de iure communi competit; nam tunc, si obtineatur secundum privilegium amplians primum, et plus derogans iuri tertii, necessarium est in secundo facere mentionem de primo, ne sit surreptitium. Ita enim textus ille loquitur et locum habet ubicumque eadem ratio formalis materiae seu iustitiae versatur, ut esse solent materiae decimarum, beneficiorum et similes, in quibus ius vel praeiudicium tertii intercedit. Inde autem non potest ampliari illa regula ad alias materias non ita odiosas nec cedentes in praeiudicium tertii, quia cum simus in materia stricti iuris, non est illa decisio extendenda, praesertim cum non sit eadem ratio in aliis materiis. Et ita sentit Innocentius, ut dixi, et approbant ibidem Cardinalis et Felinus (n. 21022) et Baldus (n. 101023). 6. [Confirmatur ratio huius sententiae.] Et confirmari hoc potest ex verbis eiusdem textus ibi: Non obstante privilegio Clementis Papae, per quod privilegiis suorum praedecessorum non extitit derogatum, cum de ipsis nullam fecerit mentionem, in quibus adverto ibi non dici posterius privilegium non faciens mentionem prioris fuisse simpliciter surreptivum, sed solum quoad hoc, ut non deroget privilegiis prioribus, quorum mentionem non facit, et specialiter conservantibus ius tertii, quod illi iure communi competebat. Unde mea sententia ex illo textu solum colligitur quaedam regula notanda. Ut enim videbimus infra, tractando de privilegiis1024, controversum est an privilegium X 2.26.19. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars tertia, f. 44r 1021 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium f. 303r-v. 1022 Cardinalis [Franciscus Zabarella], Super secundo Decretalium subtilissima commentaria (Venetiis 1602, f. 81v, n. 2); Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars tertia f. 64r-v. 1023 Baldus de Ubaldis, Commentariorum f. 247v. 1024 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8, cap. 14; Vivès 6, pp. 276-277. 1019 1020
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5. [Otro argumento de esa opinión.] En segundo lugar, se suele usar como argumento el canon Veniens de las Decretales, donde se dice que es subrepticio el privilegio de una exención más amplia obtenido sin la mención de un privilegio anterior de exención más restringida concedido al mismo, en la misma materia y con referencia a lo mismo. Luego, igual se ha de juzgar en las dispensas que versan sobre lo mismo, siempre que la posterior anula o amplía la mesura de la anterior. Por su parte, Nicolás de Tudeschis parece ampliar ese texto a todos los privilegios, aunque no afecten al derecho de un tercero; pero sobre las dispensas no habla expresamente, si bien parece que la razón es la misma, como opinan los otros autores citados antes. Inocencio IV, en cambio, entiende el texto restrictivamente respecto de la materia de la que habla, o sea, siempre que el primer privilegio cede en perjuicio de un tercero y es concedido con alguna limitación que modera el perjuicio de un tercero y conserva algún derecho que le compete por el derecho común; pues en ese caso, si se obtiene un segundo privilegio que amplía el primero y que deroga más el derecho de un tercero, en el segundo es necesario hacer mención del primero, para que no sea subrepticio. Así, en efecto, habla ese texto y tiene lugar doquiera que aparece la misma razón formal de la materia o de la justicia, como suelen ser las materias de diezmos, beneficios y semejantes, en las que interviene el derecho o el perjuicio de un tercero. Pero de ahí no puede ampliarse esa regla a otras materias no tan odiosas o que no ceden en perjuicio de un tercero, pues como estamos en materia de derecho estricto, esa decisión no debe extenderse, sobre todo no aplicándose la misma razón en otras materias. De este modo opina Inocencio IV, como he dicho, y dan su aprobación Francisco Zabarella, Felino Sandeo y Baldo de Ubaldis. 6. [Se confirma la razón de esta opinión.] Puede confirmarse lo expuesto por las palabras del propio texto, donde dice: Sin que obste el privilegio del Papa Clemente III, por el que no derogó los privilegios de sus predecesores, dado que no hizo mención alguna de ellos, palabras en las que anoto que no se dice que el segundo privilegio, que no hace mención del primero, hubiese sido subrepticio sin más, sino solamente en cuanto a que no derogue los privilegios primeros, de los que no hace mención, y en especial los que salvan el derecho de un tercero, que le competía por el derecho común. De donde a mi parecer de ese texto sólo se deduce cierta regla que se ha de anotar. En efecto, como veremos más adelante, al tratar de los privilegios, es controvertido si el privilegio deroga el derecho común, del que no hace mención,
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deroget iuri communi, cuius mentionem non facit, per clausulam non obstante, et communior resolutio est derogare. Ex dicto ergo canone penultimo colligitur regula limitans hanc doctrinam, nimirum, si ius commune conservatur alicui seu in aliquo per prius privilegium illi concessum, tunc posterius privilegium non derogare iuri communi, redacto in formam et tenorem privilegii. Et rationem reddit Baldus, quia ius commune per principem specialiter conservatum fortius est et plus operatur. Et sine dubio hic est casus proprius illius textus, et specialis eius decisio. Ergo non est extendenda ad omnes dispensationes absolutas, ut sic dicam, id est, quae non versantur circa ius alterius, nec illi praeiudicant. 7. [Altera ratio exponitur.] Denique affertur ratio ad probandam illam surreptionem in omni tali dispensatione, quia merito praesumitur non fuisse principem concessurum absolutam dispensationem vel abundantius privilegium in eadem re, si illi fuisset propositum ipsummet vel praedecessorem prius concessisse dispensationem cum maiori moderatione, quia tam facilis et levis mutatio non debet praesumi de constantia principis. Unde inferunt, si nova ratio et maior causa ad dispensandum proponatur, tunc dispensationem posteriorem fore validam, quia tunc cessat dicta praesumptio levis mutationis. Quae illatio optima est, considerata vi solius rationis propositae; tamen ego non admitterem consequens in terminis dicti canonis penultimi et ex vi iuris communis. Existimo enim si posterius privilegium redundet in praeiudicium alterius, etiamsi ex nova causa petatur, non derogare priori privilegio specialiter conservanti illud ius tertio, si illius non faciat mentionem; idque non ex vi illius praesumptionis, sed dispositione illius iuris quae, ut existimo, non fundatur in praesumptione, sed in hoc quod privilegium posterius non derogat priori privilegio, quatenus ad tertium quovis modo spectat, nisi illius mentionem faciat. Quod est certum quando prius privilegium fuit directe datum tertio, ut infra libro 8 dicam1025; tamen in illo capite videtur extendi etiam ad privilegium prius concessum eidem privilegiario quatenus per illud specialiter ius tertii reservatur. Et hoc verum censeo secundum ius canonicum; an vero idem sit secundum ius civile, aliis remitto. 8. [De eadem re.] Secluso autem iure positivo, illa ratio et praesumptio videtur non esse magni momenti; quia in primis, si persona concedens secundam dispensationem sit diversa, ut est successor, non potest dici illa levis mutatio, cum non sit idem qui operatur. Quod inde etiam patet, quia si in casu omnino simili successor aliter dispenset cum eadem vel alia persona quam suus praedecessor, non potest dici leviter mutare qualitatem dispensationis seu modum dispensandi, sive sciat sive
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Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8.; Vivès 6, pp. 276-277.
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por la cláusula no obstante, y la solución más común es que lo deroga. Así pues, por dicho canon penúltimo Veniens de las Decretales se deduce la regla que limita esta opinión, a saber, si el derecho común se salva para alguno o en alguno por un privilegio anterior a él concedido, entonces el privilegio posterior no deroga el derecho común dado en forma y tenor de privilegio. Baldo de Ubaldis da la razón de que el derecho común salvado de manera especial por el príncipe es más fuerte y más operante. Y sin duda, este es el caso propio de ese texto y su decisión particular. Luego, no se ha de extender a todas las dispensas absolutas, por así decir, que no versan sobre el derecho de otro ni le perjudican. 7. [Se expone otra razón.] Finalmente se aporta un argumento para probar esa subrepción en toda dispensa de ese tipo, porque se presume con razón que el príncipe no hubiera concedido una dispensa absoluta o un privilegio más generoso en la misma materia, si se le hubiese propuesto que él mismo o un predecesor había concedido antes una dispensa más moderada, dado que tan fácil y leve cambio no debe presumirse de la firmeza del príncipe. De donde infieren que si se propone una nueva razón y una causa mayor para dispensar, entonces la dispensa posterior será válida, porque en ese caso cesa dicha presunción de un cambio leve. Esta deducción es óptima, considerada en virtud de la sola razón propuesta; sin embargo yo no admitiría la consecuencia en los términos de dicho canon penúltimo Veniens de las Decretales y en virtud del derecho común. Opino, pues, que si el privilegio posterior redunda en perjuicio de otro, incluso si se pide por una causa nueva, no deroga el privilegio anterior que salva de forma especial ese derecho a un tercero, si no hace mención del mismo; y esto no en virtud de esa presunción, sino de la disposición de ese derecho, la cual, según creo, no se basa en la presunción, sino en que el privilegio posterior no deroga el privilegio anterior, en la medida en que de algún modo afecta a un tercero, si no se hace mención del mismo. Esto es cierto cuando el privilegio fue concedido antes directamente a un tercero, como diré más adelante en el libro VIII; no obstante, en ese capítulo parece que se extiende también al privilegio concedido antes al mismo privilegiado, en la medida en que por él se salva de forma especial el derecho de un tercero. Esto lo considero verdadero según el derecho canónico; pero, la cuestión de si es o no igual según el derecho civil, la dejo a otros. 8. [Sobre el mismo tema.] Dejando, pues, aparte el derecho positivo, esa razón y presunción no es de gran importancia, porque, en primer lugar, si la persona que concede la segunda dispensa es distinta, como es su sucesor, no puede decirse que ese cambio es leve, ya que no es el mismo quien actúa. Esto se hace también patente, porque si en un caso similar el sucesor dispensa a la misma o a otra persona de manera distinta que su antecesor, no puede decirse que cambie la naturaleza de la dispensa o la modalidad de dispensar, sea que conozca o que ignore lo que hiciere su antecesor;
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ignoret quid egerit suus praedecessor; ergo idem erit, etiamsi in eodem casu et cum eadem persona aliter dispenset. Deinde idem fere est, quamvis persona dispensantis sit eadem, quia sine animi levitate potest contingere ut in casu omnino simili idem princeps dispenset, vel gratiam faciat, nunc liberalius et postea moderatius, vel e converso. Ergo, licet id faciat cum eadem persona in diversis temporibus, non ideo praesumitur aut imponitur ei levis mutatio; eo vel maxime quod illa mutatio non est in casu proposito per revocationem gratiae, sed potius per additionem liberalitatis et benignitatis, quae semper decet principem intra latitudinem causae sufficientis et iustae. Unde licet id faciat ex certa scientia, non ignorans priorem gratiam limitatam, non ideo iudicabitur leviter mutare consilium. Ergo inde nulla sumitur praesumptio quod non concederet secundam dispensationem, si prioris facta mentio fuisset. Denique ex concessis ab aliis auctoribus videtur mihi sumi efficax argumentum contra dictam rationem et assertionem; nam, quando prima dispensatio postulata a principe fuit negata et iterum postulata cum eadem causa fuit concessa, maior fit mutatio in iudicio vel voluntate principis quam cum prius concedit limitatam et postea amplam dispensationem; et nihilominus in priori casu secunda non est surreptitia, nec ibi admittitur praesumptio quod princeps non esset tam leviter mutandus, si prioris denegationis recordaretur; ut supra probatum est et admittit Sancius, ibi citatus, cum aliis. Ergo multo minus valet illa praesumptio in praesenti casu. 9. Limitatio communis sententiae supra propositae. Omnis gratia cum praeiudicio tertii valde odiosa est. Quapropter aliter censeo esse limitandam et declarandam communem sententiam in principio huius puncti positam. Dico enim solum habere locum vel in casibus in iure expressis vel quando necessaria est commemoratio prioris dispensationis, ut princeps non ignoret totum et proprium vinculum seu impedimetum quod aufert; neque etiam ignoret qualitatem seu quantitatem gratiae quam facit per unam vel per plures dispensationes. Prima pars praecipue ponitur propter dictum canonem penultimum, cuius decisio habet locum in omnibus privilegiis vel dispensationibus, quarum variatio sive per diminutionem sive per augmentum cedit in praeiudicium tertii; nam tunc secunda dispensatio, illam mutationem faciens sine mentione prioris, quantum ad id, surreptitia est seu invalida ex vi illius iuris, quod est valde consentaneum rationi, quia omnis gratia cum praeiudicio tertii valde odiosa est; et ideo nunquam censetur valida, nisi ex sufficienti notitia principis procedat. Atque hac ratione qui dispensationem habet non solvendi decimas ex vinea, verbi gratia, si deinde obtineat privilegium non solvendi illas ex area vel fundo, nulla facta mentione prioris, non poterit uti secundo privilegio, quia subreptitium est, quia cedit in
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por consiguiente, será lo mismo aunque dispense de otra manera en el mismo caso y con la misma persona. Además, es casi igual, aunque la persona dispensante sea la misma, porque puede suceder que, sin ligereza de ánimo, en un caso totalmente similar, el propio príncipe haga la gracia más liberalmente en un primer momento y con más mesura después, o a la inversa. Por lo tanto, aunque haga eso con la misma persona en tiempos diversos, no por eso se presume o se le impone un cambio leve; cuanto más que ese cambio no se hace en el caso propuesto por revocación de la gracia, sino más bien por adición de liberalidad y benignidad, lo cual conviene siempre al príncipe dentro de la amplitud que admite una causa suficiente y justa. Por lo que, aunque haga esto con conocimiento cierto, sin ignorar la limitación de la gracia anterior, no por eso se juzgará que se cambia levemente la decisión; luego de ahí no se deduce presunción alguna de que no concedería la segunda dispensa, si hubiera sido hecha mención de la primera. Finalmente, me parece a mí que de lo concedido por otros autores se deduce un argumento eficaz contra las citadas razón y tesis; puesto que, cuando la primera dispensa solicitada al príncipe fue denegada y, pedida de nuevo, exponiendo la misma causa, fue concedida, se produjo un cambio mayor en el juicio y en la voluntad del príncipe que cuando concedió una dispensa primero limitada y luego amplia; y sin embargo, en el primer supuesto la segunda dispensa no es subrepticia, ni se admite alli la presunción de que el príncipe no habría cambiado tan levemente si se hubiere acordado de la denegación primera, como se ha probado antes y admite Tomás Sánchez, allí citado, con otros autores. Por consiguiente, esa presunción vale mucho menos en el caso presente. 9. Limitación de la opinión común antes expuesta. Toda gracia con perjuicio de un tercero es muy odiosa. Por todo lo cual, pienso que se ha limitar y aclarar de otra manera la opinión común expuesta al principio de este punto. Digo, pues, que sólo tiene lugar o en los casos señalados en el derecho o bien cuando es necesario el recuerdo de la primera dispensa, de modo que el príncipe no ignore del todo el propio vínculo o impedimento que quita, y tampoco la calidad y extensión de la gracia que hace mediante una o más dispensas. La primera parte se pone por el citado canon penúltimo Veniens de las Decretales, cuya solución tiene lugar en todos los privilegios o dispensas, la viariación de los cuales, sea por disminución o por aumento, cede en perjuicio de un tercero; pues entonces la segunda dispensa, que hace ese cambio sin mención de la primera, en cuanto a esto, es subrepticia o inválida en virtud de ese derecho, lo cual es muy conforme a la razón, ya que toda gracia con perjuicio de un tercero es muy odiosa; y por eso, nunca se considera válida, salvo que se haga con conocimiento suficiente del príncipe. Debido a esta razón, quien tiene dispensa para no pagar los diezmos de la viña, por ejemplo, si después obtiene el privilegio de no pagar los diezmos de un terreno o finca, sin hacer mención de la primera dispensa, no podrá usar del segundo privilegio, porque es subrepticio, ya que cede en perjuicio
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praeiudicium tertii, quod Papae non satis fuit illo modo propositum, quamvis hic etiam alia surreptio intercedat, ut statim explicabitur. 10. [Voluntas dispensantis non extenditur ad impedimentum quod latet.] Secunda pars sumpta est ex dicto capite 2 De filiis praesbyterorum (in Sexto1026), nam dispensatio secunda ibi obtenta ideo surreptitia iudicatur quia non fuit sufficienter propositum iudici totum impedimentum quod illi obstare potuisset. Et ratio est manifesta, quia tunc voluntas dispensantis non potuit extendi ad id quod latebat; ergo ex ea parte impedimentum mansit integrum, ac subinde dispensatio effectum habere non potuit. Unde colligitur tunc per se non esse necessariam declarationem prioris dispensationis, si alio modo impedimentum totum sufficienter referatur, quia tunc cessat ratio facta, et textus ille non plus requirit, ut probavi. Interdum vero poterit esse necessaria expressio prioris dispensationis, si aliter non possit materia seu vinculum tollendum per secundam dispensationem sufficienter explicari, ut statim declarabo. Dices: ergo si in exemplo posito de privilegio decimarum aliquis postulet secundum privilegium, exprimendo et quasi de novo petendo exemptionem in vinea et area vel fundo simul, non facta mentione prioris privilegii, erit validum secundum, quia in illo exprese proponitur totum vinculum per dispensationem tollendum. Ergo illud sufficiet sine declaratione prioris petitionis. Respondetur negando consequentiam; tum quia ibi surreptio ex alio iure nascitur propter praeiudicium tertii, ut declaravi; tum etiam quia ibi est necessaria notitia prioris dispensationis, ut qui concedat secundam plene intelligat nocumentum Ecclesiae, nam qui postulat exemptionem a solutione decimarum ex tot possessionibus, nulla facta mentione prioris privilegii, tacite indicat antea nullas decimas ex illis possessionibus retinuisse; et ita Papa non intelligit praecedentem diminutionem fructuum Ecclesiae et consequenter non percipit totum praeiudicium eius; ideoque non censetur habere voluntatem inferendi illi novum nocumentum. Quae ratio optima est et accomodari recte potest ad casum textus in dicto capite penultimo De praescriptionibus1027. Ibi enim religiosi qui prius fuerant exempti cum quadam moderatione, postea obtinuerunt exemptionem simpliciter, nulla facta mentione prioris, nec moderationis in ea contentae, quod totum cedebat in maius praeiudicium episcopi, quem posset ex simplici posteriori supplicatione intelligi. Ideoque merito surreptitia iudicatur, quod magis ex sequenti puncto declarabitur.
1026 1027
In VI 1.11.2. X 2.26.19.
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de un tercero, lo cual no le fue expuesto al Papa de manera suficiente, aunque aquí interviene también otra subrepción, como explicaré enseguida. 10. [La voluntad del dispensanate no se extiende al experimento que está oculto.] La segunda parte está tomada del citado canon Si is cum quo del Libro Sexto, pues la segunda dispensa obtenida en el caso se juzga subrepticia justamente porque no fue expuesto suficientemente al juez todo el impedimento que hubiera podido obstaculizarla. La razón es manifiesta, porque en el caso la voluntad del dispensante no pudo extenderse a lo que estaba oculto; luego, por esa parte el impedimento quedó íntegro y consecuentemente la dispensa no pudo tener efecto. De donde se deduce entonces que por sí misma no es necesaria la declaración de la primera dispensa, si el impedimento íntegro se declara de otro modo suficientemente, porque en ese caso cesa la razón expuesta y ese texto no requiere más, como he probado. A veces, empero, podrá ser necesaria la expresión de la primera dispensa, si no puede explicarse de otro modo suficientemente la materia o el vínculo a quitar por la segunda dispensa, como aclararé de inmediato. Objetarás que, por consiguiente, si en el ejemplo puesto acerca del privilegio de los diezmos alguien pide un segundo privilegio, expresando y como pidiendo de nuevo la exención respecto a la viña y a un terreno o finca a la vez, sin hacer mención del primer privilegio, será válido el segundo, puesto que en él se declara expresamente todo el vínculo a quitar. Luego eso bastará sin declaración de la primera solicitud. Se responde negando la consecuencia; tanto porque la subrepción en ese caso nace de otro derecho por perjuicio de un tercero, como ya he declarado; como también porque en el caso es necesario el conocimiento de la primera dispensa, de modo que quien conceda la segunda entienda plenamente el perjuicio a la Iglesia, pues el que solicita la exención del pago de los diezmos de tantas posesiones, sin hacer mención alguna de un primer privilegio, indica tácitamente que antes no había retenido diezmo alguno de esas posesiones, y así el Papa no entiende la anterior disminución de los frutos de la Iglesia y, en consecuencia, no percibe todo su perjuicio; por eso, no se estima que tenga voluntad de causarle un nuevo perjuicio. Esta razón es óptima y puede acomodarse correctamente al caso del texto expuesto en el citado canon Veniens de las Decretales. Allí, en efecto, los religiosos que primeramente habían sido eximidos con cierta moderación, después obtuvieron la exención simplemente, sin mención alguna de la primera, ni de la moderación en ella contenida, todo lo cual cedía en un perjuicio del obispo, superior al perjuicio que podía desprenderse de la simple solicitud posterior. Por eso, se considera con razón que es subrepticia, lo que se aclarará más en el punto siguiente.
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11. Exemplum de beneficiato valde proprium. Addidi ultimam partem regulae, quia licet in dictis iuribus non contineatur expresse, necessaria ratione colligitur; nam, si princeps non satis intelligat qualitatem et quantitatem gratiae quam confert, non potest illam velle. Ergo, si ex taciturnitate prioris dispensationis sequatur illa ignorantia, clara est surreptio, nam est in re valde substantiali. Declaratur exemplis. Primum sit de beneficiato qui obtinuit dispensationem non residendi per quinquennium cum perceptione fructuum, qui, expleto quinquennio, aliam similem postulavit, nulla facta prioris mentione. Tunc enim secunda dispensatio surreptitia est, ut recte dixit Ioannes Andreae, quem refert et sequitur Felinus (supra, n. 21028). Quod intelligendum puto quando tempus illud est continuum, propter ea quae infra dicam. Posset autem ratio ex dictis reddi, quia ibi intervenit praeiudicium tertii quod non satis declaratur; tamen optima ratio est, quia Papa nunquam concipit se dispensare in decennio residentiae, quia concipiendo prius unum quinquenniun et postea aliud sine recordatione prioris nunquam concipit decennium, quod verisimiliter non concessisset si intellexisset. Sic enim qui furatur per minima quando pervenit ad ultimum, in quo gravis quantitas consummatur, si illud advertat longe gravius peccat quam si ignoret. Ergo signum est illam circumstantiam multum variare voluntatem. Recte ergo dicimus tunc esse neccesariam expressionem prioris dispensationis, ut princeps intelligat quod concedit et totam relaxationem quam in lege facit. 12. Exemplum castitatis dispensandae. Secundum exemplum esse potest: si quis, habens votum castitatis, obtineat dispensationem ad unum matrimonium contrahendum et mortua uxore iterum petat dispensationem ad matrimonium, tacita priori. Existimo enim posteriorem esse subreptitiam propter rationem proxime factam, quia non potest pontifex concipere quantam relaxationem faciat in illo voto. Tertium exemplum sit: si aliquis semel obtinuit dispensationem ad matrimonium in impedimento uxoricidii cum machinatione et postea iterum simile crimen committat et aliam dispensationem de illo petat, non facta mentione prioris. Argumento legis 3 (C, De episcopali audientia) dicentis: Ut remissionem veniae crimina, nisi semel commissa, non habeant, etc1029. Ratio ergo est, quia secundum crimen eiusdem rationis, praesertim adeo grave, commissum post remissionem primi, magis poenam meretur et difficilius remissibile est. Ita ergo in praesenti secunda dispensatio est longe difficilior in secundo crimine post dispensationem in primo crimine; et ideo neque gravitas
1028 1029
Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars tertia f. 64r-v. C 1.4.3. § 4.
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11. Ejemplo muy apropiado sobre el beneficiado. He añadido la última parte de la regla porque, aunque en las normas jurídicas citadas no se contenga expresamente, se deduce por una razón necesaria; puesto que si el prícipe no capta suficientemente la naturaleza y extensión de la gracia que otorga, no puede quererla. Luego, si esa ignorancia se sigue del silencio de la primera dispensa, la subrepción es clara, pues es realmente muy sustancial. Se aclara con ejemplos. Sea el primero el caso del beneficiado que obtuvo dispensa para no residir durante un quinquenio con percepción de los frutos, el cual, una vez cumplido el quinquenio, pidió otra similar sin hacer mención alguna de la primera. En ese caso, en efecto, la segunda dispensa es subrepticia, como dijo bien Juan de Andrés, a quien cita y sigue Felino Sandeo. Esto se ha de entender, en mi opnión, cuando ese tiempo es continuo, por lo que luego diré. Pero de lo dicho podría darse la razón de que en el caso interviene el perjuicio de un tercero, que no se declara suficientemente; no obstante, la razón mejor es que el Papa nunca tiene la idea de que él dispensa para un decenio de residencia, puesto que, pensando primero en un quinquenio y después en otro, sin memoria del primero, nunca piensa en un decenio, de modo que verosímilmente no concedería la dispensa si tuviese idea de ello. Así también, quien roba a base de pequeñas cantidades, cuando llega a un punto en el que suma una cantidad grave, si lo advierte, peca más gravemente que si lo desconoce; luego es señal de que esa circunstancia varía mucho la voluntad. Por lo tanto, decimos con razón que en ese caso es necesaria la declaración de la primera dispensa, de modo que el príncipe sepa lo que concede y la relajación toda que hace respecto a la ley. 12. Ejemplo de la dispensa del voto de castidad. Un tercer ejemplo versa sobre el uxoricidio. Un segundo ejemplo puede ser el de quien, habiendo hecho voto de castidad, obtiene dispensa para contraer un matrimonio y, muerta la esposa, solicita de nuevo dispensa para el matrimonio, silenciando la primera. Pienso que la dispensa posterior es subrepticia por la razón que acabamos de exponer, que el Papa no puede hacerse idea de la magnitud de la relajación que hace respecto de ese voto. El tercer ejemplo es el de quien obtuvo una vez dispensa para contraer matrimonio en el impedimento de uxoricidio con maquinación, y después comete de nuevo un crimen similar y solicita otra dispensa sobre el mismo, sin hacer mención de la primera. Sirve como argumento la ley Nemo deinceps del Código, donde se dice: Que no tengan remisión benevolente los crímenes, a no ser los cometidos una vez, etc. La razón es, por lo tanto, que un segundo crimen del mismo género, sobre todo de esa gravedad, cometido después del perdón del primero, merece una pena mayor y es más difícilmente perdonable. Así pues, en este caso la segunda dispensa es mucho más difícil respecto del segundo crimen después de la dispensa
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impedimenti neque gratia quae conceditur sufficienter concipitur sine expressione prioris dispensationis. Et ideo merito posterior surreptitia iudicatur, ut bene notavit Sancius (supra, n. 201030); et sumitur ex auctoribus quos citavi. 13. Quando declaratio prioris dispensationis non sit necessaria. Ex his ergo videtur satis declarata et probata tota assertio et regula posita. Ubicumque autem non intercesserit aliqua circumstantia ex dictis seu similis connexio inter posteriorem dispensationem cum priori, non erit necessarium priorem exprimere ut posterior valida sit. Et hoc modo intelligo Panormitanum in dicto capiate penultimo (n. 13) dicentem: Quoties conceditur privilegium super separatis, vel super eisdem, vel quasi super executione primae gratiae, non esse necessarium ut de prima fiat mentio1031, nam illa particula vel super eisdem, ut non repugnet aliis dictis eiusdem auctoris, ita intelligi debet ut, per se loquendo, non sit necessarium priorem dispensationem exprimere propter solam pluralitatem dispensationum, etiamsi circa idem versentur, sed solum in casibus in iure expressis, vel quando aliunde non potest satis explicari gravitas rei, cuius dispensatio postulatur, nisi priorem dispensationem commemorando. Et ita exponit Panormitanus, Innocentius et alii. Ita ergo intelligenda erit prior sententia ut vera sit. Ratio autem non est alia nisi quae insinuatur ab eodem Panormitano et quam saepe tetigimus, scilicet, quod nullum sit ius requirens per se hanc conditionem ad valorem secundae dispensationis, etiam circa eandem rem; neque est ratio quae illam probet, nisi quando concurrunt aliae circumstantiae explicatae, ut satis ostensum est. Magis autem declarabitur aliqua exempla et quasi corollaria afferendo. 14. Cum quis ob dubium vel scrupulum prioris dispensationis petat secundam, non est prioris mentio necessaria. Primum sit quando aliquis propter scrupulum vel dubium prioris dispensationis petit aliam de eadem lege, impedimento, defectu aut voto, et illam obtinet, aequalem quoad gratiam, certiorem vero quoad circumstantias. Existimo enim secundam esse validam, etiamsi non declaretur peti propter dubium prioris dispensationis, neque huius fiat mentio, sed absolute proponatur gratia seu relaxatio vinculi quae postulatur et vera ac legitima causa dispensationis. Ratio est, quia contra nullum ius positivum est, nec in se continet taciturnitatem, quae verisimiliter reddat involuntariam posteriorem dispensationem, neque ingerit deceptionem vel ignorantiam relinquit quae faciat ad causam. Et hoc modo posset intelligi quod decisio Rotae supra citata dicit quando posterior dispensatio ad unum et eundem finem tendit cum prima non esse necessarium facere illius Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 102. Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars tertia, f. 44r; Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium f. 303r-v. 1030 1031
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del primer crimen; de ahí que ni la importancia del impedimento ni la gracia que se concede se conciben sin la manifestación de la primera dispensa. Por ello, la dispensa posterior se considera con razón subrepticia, como advirtió bien Tomás Sánchez y se deduce de los autores a los que he citado. 13. Cuándo no es necesaria la declaración de la primera dispensa. De lo dicho, aparece bastante aclarada y probada toda la tesis y la regla expuesta. Así pues, donde no hubiere intervenido una circunstancia de las citadas, o una conexión similar entre la dispensa segunda con la primera, no será necesario declarar la primera para que la segunda sea válida. De este modo entiendo el comentario de Nicolás de Tudeschis donde dice: Siempre que se concede un privilegio sobre cosas distintas o sobre las mismas o en cierto modo sobre la ejecución de la primera gracia, no es necesario que se haga mención de la primera, pues esa expresión: o sobre las mismas, para no oponerse a otras afirmaciones del mismo autor, debe entenderse de manera que, hablando propiamente, no sea necesario manifestar la primera dispensa por la sola pluralidad de las dispensas, aunque versen sobre lo mismo, sino sólo en los supuestos señalados en el derecho, o cuando de otro modo no puede explicarse con suficiencia la gravedad del asunto, sobre el que se solicita la dispensa, si no es recordando la primera dispensa. Esta es la exposición de Nicolás de Tudeschis, de Inocencio IV y de otros; así se ha de entender, por tanto, la primera opinión, para que sea verdadera. La argumentación no es otra que la insinuada por el mismo Nicolás de Tudeschis, que hemos manejado repetidamente, a saber, que no hay norma jurídica alguna que exija por sí misma esa condición para el valor de la segunda dispensa, incluso sobre el mismo asunto; y tampoco existe una razón que pruebe esa condición, salvo cuando concurren esas otras circunstancias ya expuestas, como se ha mostrado suficientemente; pero que se aclarará más aportando algunos ejemplos a modo de corolarios. 14. Cuando alguien solicita una segunda dispensa porque duda o recela de la primera dispensa, la mención de la primera no es necesaria. Sea el primer ejemplo el de quien, por recelo o duda de la primera dispensa, solicita otra sobre la misma ley, impedimento, defecto o voto y consigue una dispensa igual respecto a la gracia, pero más segura en cuanto a las circunstancias. Creo, en efecto, que la segunda dispensa es válida, aunque no se declare que se solicita por dudar de la primera, ni se haga mención de ella, sino proponiendo simplemente la gracia o la relajación del vínculo que se pide y la verdadera y legítima causa de la dispensa La razón consiste en que no hay derecho positivo alguno en contra, ni lleva en sí misma taciturnidad, que verosímilmente haga involuntaria la segunda dispensa, ni causa engaño, ni arrastra ignorancia que afecte a la causa. De este modo podría entenderse lo que la decisión de la Rota, ya citada, afirma, que si la segunda dispensa tiende a uno y mismo fin que la primera, no es necesario hacer mención de
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mentionem; et reddit rationem, quia tunc una dispensatio sufficit, utique obtenta cum sufficienti rei et causae declaratione et cognitione. Et ideo etiam non est inconveniens tunc utramque dispensationem manere validam, quia quando secundum privilegium petitur ad corroborationem primi utrumque valet, ut dixit Innocentius in dicto capite penultimo (n. 51032) et sequitur Baldus (ibi, n. 131033), nam effectus utriusque simul sumpti non excedit intentionem concedentis. 15. Dispensatio super irregularitate quando valet. Secundum exemplum esse potest de dispensatione secunda petita ad extensionem seu ampliationem primae sine praeiudicio tertii et explicando totum vinculum dissolvendum cum toto effectu desiderato. Tunc enim nulla surreptio committitur propter idem fundamentum; ut verbi gratia, si irregularis petat dispensationem ad ordines minores recipiendos et ea obtenta, antequam illa utatur, petat aliam ad omnes ordines, eandem irregularitatem declarando, non vero primam dispensationem; nihilominus valida erit secunda, quia neque agit contra aliquod ius neque aliquid occultat quod verisimiliter posset voluntatem Pontificis mutare aut impedire. Quodsi ille iam esset usus priori dispensatione et postea postularet secundam ad ordines tantum sacros, multo magis valeret, quia explicando irregularitatem necessario supponit iam esse dispensatum ad ordines minores. Similiter, si iste irregularis dispensatus ad omnes ordines postea petat dispensationem in interstitiis, verbi gratia, nulla facta mentione prioris, credo secundam esse validam, etiamsi non declaret defectum irregularitatis, quia ille iam est sublatus per dispensationem, et per se non refert ad interstitia nec difficiliorem reddit illorum dispensationem. Et idem est in similibus. 16. Aliud exemplum de voto castitatis. Simile videtur esse in dispensatione voti, verbi gratia, castitatis. Si post primam dispensationem datam cum aliquo onere et commutatione petatur secunda ad maiorem remissionem obtinendam, nulla facta mentione primae, sed petendo puram dispensationem voti castitatis, videtur enim ex dictis sequi secundam dispensationem fore validam. Aliqui vero hoc non admittunt, nisi cum duplici distinctione. Solet enim ex stylo curiae communiter concedi talis dispensatio cum quibusdam limitationibus ordinariis et solitis. Quando ergo prior dispensatio fuit tantum huiusmodi, dicunt posteriorem esse validam, non obstante taciturnitate prioris, quia cum illa limitatio soleat iure ordinario poni et Pontifex in posteriori dispensatione illam praetermittat, signum est ex voluntate et non ex aliqua ignorantia eam omittere, cum stylus curiae ipsum non lateat. Si autem prior dispensatio cum maiori moderatione data est, additur altera distinctio; nam si posterior petatur, proposita 1032 Innocentius IV [Sinibaldus de Fieschi], Commentaria super libros quinque decretalium f. 303v. 1033 Baldus de Ubaldis, Commentariorum f. 247v.
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ella; y da la razón de que en ese caso basta una dispensa, por supuesto obtenida con la suficiente declaración y noticia del asunto y de la causa. Y por eso, tampoco hay inconveniente en que ambas dispensas permanezcan válidas, puesto que cuando el segundo privilegio se solicita para corroboración del primero, valen ambos, como dijo Inocencio IV, a quien sigue Bado de Ubaldis, ya que, considerando a la vez el efecto de ambos, no sobrepasa la intención del concedente. 15. Cuándo tiene validez la disposición sobre la irregularidad. Un segundo ejemplo puede ser el relativo a la segunda dispensa solicitada para la extensión o ampliación de la primera sin perjuicio de un tercero y exponiendo todo el vínculo a disolver con todo el efecto deseado. En ese caso, en verdad, no se comete ninguna subrepción por el mismo fundamento; como, por ejemplo, si un irregular solicita dispensa para recibir órdenes menores y, una vez obtenida, antes de usar de ella, pide otra para todas las órdenes, declarando la misma irregularidad, pero no la primera dispensa, no obstante, la segunda será válida, puesto que no obró contra derecho alguno ni ocultó algo que podría verosímilmente cambiar u obstaculizar la voluntad del Papa. Por lo que si él ya hubiera usado de la primera dispensa y después solicitare la segunda solamente para las órdenes sagradas, valdría con más razón, ya que al manifestar la irregularidad se da por supuesto que ya está dispensado para las órdenes menores. Asimismo, si este irregular dispensado para todas las órdenes, solicita después dispensa respecto a los intersticios, por ejemplo, sin hacer mención alguna de la primera, creo que la segunda es válida, aun cuando no manifieste el defecto de irregularidad, porque ese defecto ya está eliminado por la dispensa, y por sí mismo no afecta a los intersticios ni hace más difícil su dispensa. Y lo mismo vale en casos similares. 16. Otro ejemplo es sobre el voto de castidad. Parece suceder lo mismo en la dispensa del voto, por ejemplo, de castidad. Si después de la primera dispensa otorgada con alguna carga o conmutación, se solicita una segunda para obtener una indulgencia mayor sin hacer mención de la primera, sino pidiendo la mera dispensa del voto de castidad, de lo dicho parece seguirse que la segunda dispensa sería válida. Algunos, en cambio, no admiten tal cosa, a no ser con una doble distinción. Conforme al estilo de la curia, en efecto, suele concederse comúnmente tal dispensa con algunas limitaciones ordinarias y usuales. Por ello, cuando la primera dispensa fue sólo de este modo afirman que la segunda es válida, pese a silenciar la primera, porque como esa limitación suele ponerse por el derecho ordinario, que el Papa la olvide en la segunda dispensa es señal de que la omite voluntariamente y no por algún tipo de ignorancia, dado que no se le oculta el estilo de la curia. Ahora bien, si la primera dispensa fue otorgada con mayor moderación, se añade otra distincón; pues, si la segunda se solicita proponiendo una causa nueva
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nova et maiori causa, dicunt esse validam, non obstante praedicta taciturnitate, quia maior causa tollit omnem fraudem. At vero, si posterior obtineatur ex eadem causa et tacita priori dispensatione, dicunt esse nullam propter fraudem Pontifici factam. Ego vero in hoc praecise quod prior taceatur nullam fraudem invenio, quandoquidem totum votum auferendum proponitur, et Pontifex ignorare non potest peti puram dispensationem sine limitationibus solitis et insolitis; et ideo ex hoc capite non video surreptionem aut nullitatem. Aliunde tamen dubito de hac dispensatione, quia non videtur continere veritatem in proponendo vinculo quod per dispensationem auferendum est, quia per priorem dispensationem sublatum fuit votum, ergo iam falso petitur dispensatio in voto quod non subsistit, et quamvis fuerit commutatum in alia onera, iam illa obligatio non pertinet ad votum castitatis, sed ad aliud votum distinctum quoad materiam. 17. In quibus casibus dispensatio voti commutati valida sit. Dico ergo in multis casibus etiam ex hoc titulo dispensationem illam esse validam. Primo, quando prima dispensatio simpliciter non abstulit votum, sed tantum ad determinatum usum, ut ad primum matrimonium vel ad petendum debitum durante matrimonio, nam tunc vera est narratio, cum votum maneat. Secundo, si prima dispensatio non fuit acceptata, licet data esset ad tollendum simpliciter votum cum commutatione, quia non habuit effectum propter non acceptationem seu renuntiationem. Et idem erit quoties per ignorantiam vel alia via impeditur effectus prioris dispensationis, et a fortiori si prior fuit invalida, quia non praestat impedimentum quod de iure non sortitur effectum, ut dicitur De regulis iuris (in Sexto, c. 521034). At vero, si prior dispensatio fuit acceptata et simpliciter abstulit votum, quamvis reliquerit obligationem ad ieiunia vel alia pia opera, valde probabile videtur non posse peti secundam dispensationem de voto castitatis ut nondum dispensato. Primo, propter rationem factam; nam, licet responderi possit peti dispensationem de voto emisso et ita esse veram narrationem, nihilominus moraliter intelligitur peti de voto permanente. Secundo, quia alias non proponitur specifice vinculum auferendum, scilicet, obligationem ad talia opera pia; quae, licet remote duxerit originem a voto castitatis et fortasse sit minor, nihilominus est diversa; et ideo necesse est specifice cognosci ut per dispensationem auferatur. Tertio, quia in secunda dispensatione necessarium erit proponere causam proportionatam obligationi et materiae substitutae loco voti castitatis. Neque enim sufficiet proponere maiorem causam, quae difficiliorem vel periculosiorem reddat obligationem castitatis, quia iam tunc haec causa esset impertinens. Ergo signum est secundam dispensationem debere cadere specifice in aliam obligationem, quae satis explicari non potest, nisi facta mentione prioris dispensationis; et ideo, in illo casu probabilius censeo esse necessariam.
1034
In VI 5.12[13].52.
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y más importante, afirman que es válida, no obstante la ya citada taciturnidad, porque una causa de más importancia borra todo fraude. Pero, no obstante, si la segunda se obtiene por la misma causa y silenciada la primera dispensa, afirman que es nula por el fraude hecho al Papa. Por mi parte, en cambio, en cuanto al hecho preciso de silenciar la primera dispensa, no hallo fraude algno, siendo así que se propone quitar el voto por entero, y el Papa no puede ignorar que se solicita una simple dispensa sin limitaciones, usuales e insólitas; de ahí que por ese aspecto no veo subrepción o nulidad. Por otra parte, sin embargo, dudo de esta dispensa, porque no se ve que contenga la verdad en la proposición del vínculo a eliminar por la dispensa, ya que por la primera dispensa fue eliminado el voto; luego, desde ese momento se solicita falsamente la dispensa en un voto que no subsiste; y aunque fuere conmutado con otras cargas, ya aquella obligación no responde al voto de castidad, sino a otro voto distinto en cuanto a la materia. 17. En qué supuestos es válida la dispensa del voto conmutado. En consecuencia, digo que en muchos casos la dispensa es válida, incluso por este título. En primer lugar, cuando la primera dispensa no suprime simplemente el voto, sino sólo para un determinado uso, como para contraer un primer matrimonio o para pedir el débito durante el matrimonio, pues entonces la exposición es verdadera, ya que el voto se mantiene. En segundo lugar, cuando la primera dispensa no fue aceptada, aunque fuese otorgada para suprimir sin más el voto con conmutación, ya que no hubo efecto por la no aceptación o renuncia. Lo mismo será siempre que por ignorancia o por otro medio se impide el efecto de la primera dispensa, y con mayor razón si la primera fue inválida, porque, como se dice en la regla de derecho Non Praestat del Libro Sexto: No causa impedimento lo que jurídicamente no surte efecto. Pero, en verdad, si la primera dispensa fua aceptada y suprimió sin más el voto, aunque dejara la obligación de ayunar o de practicar otras obras piadosas, parece muy probable que no pueda pedirse una segunda dispensa del voto de castidad como aún no dispensado. Primero, por la razón expuesta; pues, aunque pueda responderse que se solicita dispensa de un voto emitido, y de esta forma la exposición es verdadera, no obstante, moralmente se entiende que se pide de un voto que permanece. Segundo, porque de otro modo no se propone específicamente suprimir el vínculo, o sea, la obligación a tales obras piadosas; la cual, aunque tenga origen remoto en el voto de castidad y quizás sea una obligación menor, sin embargo es distinta, por lo que es preciso su conocimiento específico para que sea suprimida por la dispensa. Tercero, porque en la segunda dispensa será necesario exponer una causa proporcionada a la obligación y a la materia que sustituye al voto de castidad. Y no bastará proponer una causa mayor, que haga más difícil y más peligrosa la obligación de la castidad, porque entonces ya esta causa no sería procedente. Luego, es señal de que la segunda dispensa debe recaer específicamente en otra obligación, la cual no halla explicación suficiente, salvo por la mención de la primera dispensa. Por eso, en ese caso, creo más probable que la mención es necesaria.
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18. Exemplum de ieiunio quadragesimae. Ultimum exemplum esse potest quoties duae dispensationes versantur circa eandem legem quasi secundum diversas partes, quarum una non unitur alteri nec cedit in praeiudicium tertii. Tunc enim valida erit posterior dispensatio sine mentione primae, quia nullam habet speciem surreptionis iuxta doctrinam datam. Exempla esse possunt: primo, in dispensationibus circa ieiunia; nam, si quis dispensationem obtinuit ad comedendum cibos prohibitos in una quadragesima, ut similem in alia valide obtineat non oportet facere mentionem prioris, quia, licet versentur circa eandem legem, materiae non uniuntur inter se, neque una aggravat aliam et unaquaeque potest habere suam propriam causam. Secundo, idem est in dispensationibus circa praeceptum laborandi in die festo vel non recitandi et similibus. Imo etiam in exemplo supra posito de dispensatione residendi pro aliquo tempore, nam si diversis temporibus et non continuis occurrat necessitas similis dispensationis, non oportebit semper in posteriori facere mentionem prioris, quia hoc et praeter hominum consuetudinem esse videtur et est magnum gravamen, quod sine iure aut evidenti ratione imponendum non est. Ibi autem cessat ratio supra facta, quia ibi unum tempus non coniungitur alteri neque fit quasi continuatio surreptitia eiusdem dispensationis, sed sunt omnino diversae, quarum una non fit gravior aut difficilior ratione alterius. Ergo utraque est valida, licet in neutra fiat alterius mentio. 19. [Alterum exemplum.] Denique idem est in lege, verbi gratia, prohibente matrimonium inter consanguineos; nam, licet quis obtineat unam dispensationem cum una cognata, et illa mortua, secundam petat pro alia in eodem vel diverso gradu coniuncta, valida erit secunda, licet obtineatur sine mentione primae, quia sunt de rebus distinctis, et una non habet connexionem cum alia, neque aggravat illam aut difficiliorem reddit, et unaquaeque potest habere propriam causam sufficientem, non obstante alia et independenter ab illa. Unde sequi videtur idem esse dicendum, etiamsi talis persona non fuerit usa priori dispensatione quacumque ex causa et petat secundam, non facta mentione prioris, nam eaedem rationes procedunt ut haec posterior sit valida. Et ita fatetur Sancius (dicta disp. 22, n. 131035). Sed obstare videtur, quia sequitur talem personam habere simul duas dispensationes validas per quas possit eligere et ducere quam maluerit ex illis duabus cognatis, quia prima dispensatio valida fuit et non potest elidi vel irritari per secundam. Consequens autem videtur absurdum, quia est praeter scientiam et consequenter praeter intentionem concedentis. Ergo talis facultas et dispensatio non potest esse valida.
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Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 101.
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18. Ejemplo del ayuno de la cuaresma. Un último ejemplo puede darse siempre que dos dispensas versan sobre la misma ley, como si se tratase de partes distintas, de las que una no se une a la otra, ni cede en perjuicio de un tercero. Entonces, en efecto, la segunda dispensa será válida sin mención de la primera, ya que no contiene apariencia alguna de subrepción, según la doctrina expuesta. Pueden darse ejemplos, en primer lugar, en las dispensas sobre ayunos; pues, si alguien obtuvo una dispensa para comer alimentos prohibidos en una cuaresma, no necesita hacer mención de esa primera para obtener válidamente una segunda similar, porque, aunque versen sobre la misma ley, las materias no se unen entre sí, ni una agrava a la otra y cada una puede tener su propia causa. En segundo lugar, sucede lo mismo en las dispensas del precepto sobre el trabajo en día festivo o sobre el rezo de las horas, y similares. Aún más, incluso en el ejemplo antes puesto sobre la dispensa de residencia por algún tiempo, pues si ocurre una necesidad similar de dispensa en tiempos distintos y no continuos, no será preciso siempre hacer en la segunda dispensa mención de la primera, puesto que tal cosa parece estar fuera de la costumbre de los hombres y constituye un perjuicio grande, que no se debe imponer sin norma jurídica y razón evidente. Y ahí cesa la razón antes expuesta, porque entonces un tiempo no se une a otro, ni se hace una especie de continuación subrepticia de una misma dispensa, sino que son del todo distintas, una de las cuales no se torna más grave o más difícil por razón de la otra. Luego, ambas son válidas, aunque en ninguna se haga mención de la otra. 19. [Un ejemplo más.] Finalmente, sucede lo mismo, por ejemplo, en la ley que prohíbe el matrimonio entre consanguíneos; pues, aunque alguien obtenga dispensa para contraer matrimonio con una consanguínea y, al morir ella, solicite una segunda para casarse con otra pariente suya en el mismo o en diverso grado, la segunda dispensa será válida, aunque se obtenga sin mención de la primera, porque se trata de cosas distintas y una no tiene conexión con la otra, ni la agrava o hace más difícil, y cada una puede tener su propia causa suficiente, no obstante la otra y con independencia de ella. De donde parece seguirse que se ha de decir lo mismo en el caso de que esa persona no hubiere usado por cualquier causa de la primera dispensa y pida una segunda sin hacer mención de la primera, pues proceden las mismas razones para que esta segunda sea válida. Así lo reconoce Tomás Sánchez. Pero parece haber un obstáculo, porque de lo dicho se sigue que esa persona tiene a un tiempo dos dispensas válidas, por las que puede elegir y casarse con la que prefiriere de entre las dos consanguíneas, ya que la primera dispensa fue válida y no puede elidirse ni invalidarse por la segunda. Ahora bien, esta consecuencia parece un absurdo, ya que está fuera de lo que puede conocerse y, por ello, fuera de la intención del concedente. Luego tal facultad y dispensa, no puede ser válida.
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20. [Responsio.] Responderi potest negando sequelam, quia qui petit secundam, eo ipso renuntiat primae; ideoque, obtenta secunda, evanescit prima. Et ita sensit idem auctor (supra, n. 101036). Sed non caret difficultate responsio. Primo quia, etiamsi demus ex parte petentis secundam dispensationem renuntiari primae, nihilominus Papa non potest illam renuntiationem acceptare, cum illius cognitionem non recipiat; at renuntiatio non acceptata non habet suum effectum. Ergo ex hoc capite non evanescit prima dispensatio. Deinde, aut agimus de renuntiatione praesumpta aut vera. Prior non sufficit ut in conscientia habeat effectum, ut constat; posterior autem non semper invenitur. Potest enim quis petere secundam dispensationem, non intendens renuntiare primae. Ergo tunc non est cur excludatur per secundam. Ergo ambae simul manebunt; nam, licet non possint simul mandari executioni, satis est quod in usu earum possit esse optio ut possint esse simul. Item satis est quod successive possit utraque habere suum usum. Imo hinc fieri videtur nec praesumptam renuntiationem ibi intervenire; sicut, habens dispensationem ad contrahendum cum consanguinea, licet ducat extraneam, non censetur renuntiare dispensationi, quia potest post viduitatem illa uti. Ergo similiter in praesenti. 21. [De doctrina auctoris.] Propter quod probabilius censeo in illo casu posteriorem dispensationem esse surreptitiam et necessarium esse exprimere priorem dispensationem, ut vel Pontifex eius renuntiationem acceptet vel illam irritet vel utramque simul validam esse concedat. Alioqui enim verissimum censeo sine scientia et consensu Pontificis non posse illas duas dispensationes validas simul permanere, quia est indulgentia quaedam nimis extraordinaria et parum rationi consentanea; et longe verisimilius est non fuisse Pontificem eam concessurum, si proponeretur. Deinde clarum etiam censeo unam illarum dispensationum non expellere aliam quasi per repugnatiam formalem, quia illam revera non habent, ut probat ratio facta. Imo posset Pontifex utramque simul concedere, si vellet. Tertio existimo primam non excludi per renuntiationem sine animo renuntiandi, quia est repugnantia; et tamen, etiam tunc non erunt ambae simul validae; ergo oportet ut secunda sit nulla. Praeterea etiamsi adsit animus renuntiandi censeo non habere effectum ex defectu acceptationis, nec enim dici potest Pontificem concedendo secundam acceptare renuntiationem primae, quia ab illo non petitur secunda ut secunda, cum non habeat notitiam vel memoriam primae.
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Ibíd.
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20. [Respuesta.] Se puede responder negando la consecuencia, porque quien solicita la segunda dispensa, precisamente por eso renuncia a la primera; y, por lo tanto, conseguida la segunda, desaparece la primera. Así opina el mismo autor, Tomás Sánchez. Pero la respuesta no carece de dificultad. En primer lugar, porque aunque concedamos que por parte del que pide la segunda dispensa se renuncia a la primera, sin embargo el Papa no puede aceptar esa renuncia, pues no tiene conocimiento de ella. Ahora bien, la renuncia no aceptada no surte su efecto, luego por este capítulo la primera dispensa no desaparece. En segundo lugar, o estamos ante una renuncia presunta o ante una renuncia fundada. La primera no basta para que tenga efecto en conciencia, como es evidente; y la segunda no tiene siempre lugar, porque puede alguien solicitar la segunda dispensa sin la intención de renunciar a la primera, por lo que en ese caso no hay razón para que sea excluida por la segunda. Por lo tanto, se mantendrán ambas a un tiempo, pues, aunque no puedan ejecutarse ambas a la vez, basta que en su uso pueda haber opción para que puedan existir al mismo tiempo; y basta igualmente que una y otra, de forma sucesiva, puedan tener su uso; aún más, parece deducirse que no interviene en este caso la renuncia presunta, al igual que quien tiene dispensa para contraer matrimonio con una consanguínea, aunque se case con una extraña, no se considera que renuncia a la dispensa, ya que puede usar de ella después de enviudar. Luego lo mismo es en nuestro caso. 21. [Tesis del autor.] Según lo dicho, creo más probable que en ese caso la dispensa segunda es subrepticia y que es necesario manifestar la primera dispensa para que el Papa acepte la renuncia de la misma o la invalide o conceda que ambas son válidas a la vez. Por lo demás, tengo por muy cierto que sin el conocimiento y el consentimiento del Papa esas dos dispensas no pueden permanecer válidas a la vez, pues supone una condescendencia extraordinaria en exceso y poco conforme a la razón; y es mucho más verosímil que el Papa no habría concedido la dispensa, si se le hubiere expuesto el caso. En segundo lugar, considero también evidente que una de las dos dispensas no expulsa a la otra por una especie de incompatibilidad formal, porque realmente no la tienen, como prueba la razón expuesta; aún más, el Papa, si quisiera, podría conceder ambas a la vez. En tercer lugar, opino que la primera dispensa no se excluye por una renuncia sin ánimo de renunciar, porque es algo incompatible; y sin embargo, incluso entonces no serán ambas válidas al mismo tiempo; por lo que es preciso que la segunda sea nula. Además, aunque exista ánimo de renunciar, considero que no tiene efecto por el defecto de aceptación, y tampoco puede afirmarse que el Papa, concediendo la segunda, acepta la renuncia de la primera, porque no se le solicita la segunda como tal segunda, puesto que no tiene conocimiento o memoria de la primera.
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Ergo talis petitio dispensationis absolute non est signum externum alicuius renuntiationis; ergo nec concessio Papae potest habere vim acceptationis. Ergo, ut duae illae dispensationes simul non maneant, necessarium omnino est posteriorem esse invalidam; non enim invenitur modus quo excludatur prima, quae semel valida fuit, et aliunde non fuit extincta. Ratio autem surreptionis est clara ex principiis a nobis positis, quia tunc secunda dispensatio coniungitur primae, et ex utraque simul resultat una gratia exorbitans, quae non cadit sub intentionem Pontificis; et ideo, ad valorem secundae neccesarium est exprimere priorem, quo illud incommodum vitetur. Et ideo non est simile quando prior dispensatio suum usum habuit, per quem extincta est; nam tunc non coniunguntur dispensationes, sed quaelibet est unica pro suo tempore. Esset autem simile si absque usu prior dispensatio fuisset extincta per mortem alterius partis vel aliud impedimentum perpetuum, nam tunc ex defectu obiecti evanesceret prima dispensatio; et ideo est impertinens eius memoria. Atque ita formaliter procedit doctrina data, quae ad similes casus cum proportione applicanda est.
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Por consiguiente, esa solicitud de dispensa no es en absoluto una señal externa de renuncia alguna; luego tampoco la concesión del Papa puede tener fuerza de aceptación. Así pues, para que esas dos dispensas no permanezcan a la vez, es completamente necesario que la segunda sea inválida; en efecto, no hay modo de excluir la primera, la cual fue válida una vez y, de otra parte, no fue extinguida. La razón de la subrepción es clara según los principios que hemos expuesto, ya que entonces la segunda dispensa se une a la primera y de ambas a la vez resulta una gracia excesiva, que no cae bajo la intención del Papa; por eso, para la validez de la segunda es necesario manifestar la primera, de modo que se evite dicho inconveniente. Por esta razón, no sucede lo mismo cuando la primera dispensa tuvo su uso y se extinguió con él, porque entonces no se unen las dispensas, sino que cada una es única en su momento. Pasaría lo mismo si, sin llegar a ser usada, se hubiese extinguido la primera dispensa por la muerte de la otra parte o por otro impedimento perpetuo, ya que en ese caso por defecto del objeto desaparecería la primera dispensa; y por ello, su recuerdo no es pertinente. De este modo procede formalmente la tesis expuesta, la cual se ha de aplicar, guardando la proporción debida, a los casos similares.
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CAPUT XXIV An dispensatio in uno vinculo tacitis aliis obtenta, surreptitia et nulla sit 1. [Prima sententia.] Haec quaestio tractatur optime circa impedimenta matrimonii a patre Thoma Sancio in dicto libro 8 (disp. 231037); habet autem locum cum proportione in aliis dispensationibus et legibus, et ideo breviter expedienda est. Duae ergo sunt opiniones. Prima simpliciter affirmat talem dispensationem esse validam quantum ad effectum ad quem impetratur; ut si quis, habens duas irregularitates ad ordines, petat dispensationem unius, verbi gratia, illegitimitatis tacita bigamia. Concessa dispensatione tolletur impedimentum illegitimitatis, manebit tamen aliud, ratione cuius non sufficiet illa dispensatio, nisi addatur alia de altera irregularitate. Et simile exemplum facile potest poni in matrimonio. Ita tenet Navarrus (cons. 6, De rescriptis, et cons.7 et 8, De consanguineitate et affinitate1038) et saepe alias in suis consiliis, quem sequuti sunt multi moderni, quos supra refert Sancius (n. ); ex antiquis vero solum refert Ioannem Andreae in Arbore affinitatis (§ 2, n. 5, in t. 9, tract. n. 5) dicentem: qui habet simul impedimentum affinitatis et publicae honestatis, si petat dispensationem primi tacito secundo, illud tolli isto manente1039. Fundamentum est, quia potest tolli unum impedimentum sine alio, sicut et potest esse. Ergo ex hac parte non repugnat talem dispensationem esse validam et habere suum effectum; nec ratione surreptionis, quia nulla est lex quae praecipiat expressionem plurium defectuum ut tollatur unum; nec ex natura rei est necessarium, quia ut princeps habeat iustam et efficacem voluntatem tollendi aliquem defectum vel vinculum satis est ut illud perfecte narretur cum causa sufficiente ad dispensationem; hoc autem totum sufficienter narrari potest explicando unum impedimentum sine aliis. Et addit Navarrus ita observari ex stylo curiae. 2. [Secunda sententia.] Secunda sententia universaliter affirmat esse irritam et surreptitiam dispensationem unius impedimenti quando occultantur alia quae erant coniuncta cum illo. Hanc opinionem censet esse longe probabiliorem Sancius (supra, n. 21040), citatis multis auctoribus loquentibus circa impedimenta matrimonii. Frequenter Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento pp. 103-105. Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum et responsionum… t. I, f. 16v et t. II, ff. 24v-25v. 1039 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 103. 1040 Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 104. 1037 1038
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CAPÍTULO XXIV Si la dispensa obtenida respecto de un vínculo, silenciando los otros, es subrepticia y nula. 1. [Primera tesis.] Esta cuestión está tratada muy bien por el padre Tomás Sánchez al hablar de los impedimentos del matrimonio; pero es aplicable, con la debida proporción, a otros impedimentos y leyes, y por eso se va a tratar aquí brevemente Hay dos opiniones. Una primera afirma sin más que esa dispensa es válida en cuanto al efecto para el que se obtiene; como si alguien, teniendo dos irregularidades para las órdenes, pide la dispensa de una, por ejemplo, de la ilegitimidad, silenciando la bigamia. Concedida la dispensa, se elimina el impedimento de la ilegitimidad, pero permanecerá el otro, razón por la cual no bastará esa dispensa, si no se le añade otra sobre la segunda irregularidad. Un ejemplo semejante puede ponerse fácilmente con relación al matrimonio. Así opina Martín de Azpilcueta, a quien siguen muchos modernos, a los que cita Tomás Sánchez. De los antiguos, en cambio, sólo cita a Juan de Andrés, quien afirma que el que tiene a un tiempo impedimento de afinidad y de honestidad pública, si solicita dispensa del primero, silenciando el segundo, aquél se suprime y éste permanece. Se basa esta opinión en que puede suprimirse un impedimento sin el otro, como puede existir el uno sin el otro; luego, por este lado, no es incompatible que esa dispensa sea válida y tenga su efecto, ni lo es por razón de subrepción, porque no hay ninguna ley que obligue a la manifestación de varios defectos para que se elimine uno, ni tampoco lo exige la naturaleza del asunto, ya que, para que el príncipe tenga voluntad justa y eficaz de eliminar algún defecto o vínculo, basta que se exponga perfectamente junto a la caua suficiente para la dispensa; y todo esto se puede relatar con suficiencia exponiendo un impedimento sin los otros. Añade Martín de Azpilcueta que es el modo observado por el estilo de la curia. 2. [Segunda tesis.] La segunda tesis afirma de modo general que la dispensa de un impedimento cuando se ocultan otros que estaban unidos con él es inválida y subrepticia. Tomás Sánchez estima que esta opinión es con mucho la más probable, citando a muchos autores que tratan acerca de los impedimentos del matrimonio. Los doc-
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enim dicunt doctores non valere dispensationem in uno impedimento, tacito alio, ut patet ex Panormitano (in c. Non debet, De consanguinitate et affinitate, n. 121041, quem multi summistae imitantur, et suplemento Gabrielis in Quartum d. 41, a. 3, dub. 71042), et in simili Covarrubias (in Quartum, 2 p., cap. 6, § 4, n. 111043). Possent autem hi auctores exponi, ut intelligant non valere, id est, non sufficere seu non valere ad matrimonium contrahendum, an vero valeat ad unum impedimentum tollendum non definire. Sed est difficilis et dura expositio, quia non dicunt non valere matrimonium, sed non valere dispensationem. Et Covarrubias dicit esse irritam. Denique multi alii auctores in propriis terminis dicunt talem dispensationem esse surreptitiam. Fundamentum huius sententiae reducitur ad principium positum: ut dispensatio legitime obtineatur necessarium esse proponi Pontifici totum vinculum dissolvendum secundum totam gravitatem, quae intrinsece potest dispensationem difficiliorem reddere; unum autem impedimentum censetur moraliter habere maiorem gravitatem in illo genere quando est coniunctum aliis quam solitarie sumptum. Ergo. Minor probari solet primo ex capite Ex tuarum (De auctoritate et usu pallii1044), quod allegat Panormitanus; sed iudicio meo nihil vel parum probat. Item citatur caput Pastoralis (De privilegiis1045), quod nihil etiam iuvat; nec plus valet caput Postulast, (De rescriptis1046),quod Covarrubias allegat; nam regula ibi constituta in beneficiis non habet locum in dispensationibus, ut supra notatum est1047 cum Panormitano (in c. penultimo, De praescriptionibus). Denique allegatur caput 1 (De treuga et pace1048), quoniam ibi dicitur: Funiculus triplex difficile rumpitur. Responderi autem potest in praesenti etiam cumulum impedimentorum difficilius tolli, quia vel requirit unam dispensationem difficiliorem, vel cumulum dispensationum. Ratione igitur probatur illa minor, quia impedimenta simul iuncta sine dubio reddunt personam minus dignam dispensatione, etiam in singulis; unde etiam simul proposita magis avertunt animum principis ad concedendum tale matrimonium vel habilitandam talem personam, ut experientia ipsa docet, et per se videtur prudentiae consentaneum. Unde in remissione poenarum, cum in aliqua persona plura sunt trociora delicta, singula difficilius remittuntur in humano iudicio. Confirmatur, quia alias aperitur via fraudibus, obtinendo per plures dispensationes, quod saepissime Pontifex, re tota intellecta, per unam non concederet.
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Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus ], In quartum et quintum libros Decretalium f. 37r-v,
n. 12. Gabriel Biel, Commentarii in IIII sententiarum libros d. 41, a. 3, dub. 7) (Brixiae 1574). Didacus de Covarrubias, Inlibrum quartum decretalium p. 210. 1044 X 1.8.5. 1045 X 5.33.19. 1046 X 1.3.27. 1047 Cfr. supra cap. 23, nn. 2-4. 1048 X 1.34.1. 1042 1043
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tores dicen con frecuencia que no vale la dispensa de un impedimento, callando otro, como se deduce del comentario de Nicolás de Tudeschis al canon Non debet de las Decretales, a quien imitan muchos sumistas, y de los comentarios de Gabriel Biel y Diego de Covarrubias. Ahora bien, estos autores podrían ser explicados de modo que se refieren a que no vale, o sea, no es suficiente o no vale esa dispensa para contraer matrimonio, pero que no determinan si vale o no para suprimir un impedimento. Sin embargo, es una exposición difícil y rígida, porque no dicen que no valga el matrimonio, sino que no vale la dispensa. En concreto, Diego de Covarrubias dice que es inválida; por último, muchos otros autores afirman con propiedad que esa dispensa es subrepticia. El fundamento de esta opinión se reduce al principio expuesto, que para que la dispensa se obtenga de forma legítima es necesario exponer al Papa todo el vínculo a disolver conforme a su entera gravedad, la cual puede hacer intrínsecamente más difícil la dispensa; y moralmente se estime que un impedimento tiene mayor gravedad en su género cuando está unido a otros que tomado en solitario. Luego. La premisa menor suele demostrarse por el canon Ex tuarum de las Decretales, que alega Nicolás de Tudeschis; pero, a mi juicio, no prueba nada o casi nada. Se alega asimismo el canon Pastoralis de las Decretales, que tampoco ayuda; y no sirve más el canon Postulasti de las Decretales, que aduce Diego de Covarrubias; pues la regla constituida en esos lugares sobre los beneficios no se aplica a las dispensas, como se ha advertido antes, citando a Nicolás de Tudeschis. Se alega, por último, el canon Treugas de las Decretales, porque en él se dice: La cuerda de tres hilos es dífícil de romper. Pero se puede responder que en nuestro caso también el montón de impedimentos es más difícil de eliminar, o porque se requiere una dispensa más difícil o un cúmulo de dispensas. Así pues, esa premisa menor se prueba con un argumento de razón, porque los impedimentos unidos en un todo hacen sin duda a la persona menos digna de la dispensa, incluso para cada uno de ellos; de ahí que si se exponen a la vez alejan más el ánimo del príncipe para conceder ese matrimonio o para habilitar a tal persona, como la experiencia misma enseña, y parece de por sí conforme a la prudencia. Por lo cual, en la remisión de penas, cuantos más delitos y más atroces se acumulan en una persona, más difícilmente se perdona cada uno de ellos, según el modo de juzgar de los hombres. Se confirma, porque de lo contrario se abre el camino a fraudes, al obtener a través de muchas dispensas lo que el Papa, la mayor parte de las veces, no concedería ni mediante una sola, en el caso de tener conocimiento pleno del asunto.
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3. Probabilitas posterioris sententiae et securitas. Inter has sententias, haec posterior securior est; et in materia saltem matrimonii, est practice probabilior et servanda; tum propter consensum plurium auctorum, tam ex antiquis quam ex modernis; tum propter praxim romanam quae hoc observat, exceptis quibusdam casibus occultis, ut Sancius notat, quae exceptio potius firmat regulam in contrarium; tum praeterea propter periculum quod est in efficiendo matrimonio nullo ratione dispensationis male impetratae. Denique, quia talis dispensatio directe videtur peti et concedi ad contrahendum matrimonium, et ideo intentio dispensantis non videtur esse tantum tollere unum vel aliud impedimentum, sed simpliciter habilitare personam; quapropter, si narratio ad hoc non sufficiat tota dispensatio censetur irrita ex mente concedentis. Essetque hoc longe certius si Pontifex directe interrogaret an talis persona haberet aliud impedimentum, nam per hoc magis ostenderet animum non aliter dispensandi. Et ideo, qui habens plura impedimenta illa negaret nihil obtineret propter gravem deceptionem contra intentionem Pontificis, satis insinuatam per dictam interrogationem. Usus autem non habet ut talis interrogatio fiat, et ideo res est minus certa. Nihilominus tamen, ipsemet usus non faciendi similem interrogationem indicat Pontificem simpliciter accipere verba talium supplicationum et intelligere personam non habere aliud impedimentum ad matrimonium, nisi quod proponitur; et ideo, qui unum proponit et aliud tacet, virtualiter illud negat et Pontificem decipit. Ac denique experientia etiam ostendit longe aliter et cum maiori onere vel gravamine dari dispensationem quando plura impedimenta concurrunt, et saepe propter eam causam negari. Signum ergo est nolle Pontificem dispensare in singulis impedimentis, nisi omnia quae simul sunt simul proponantur. Et praeter experientiam, potest alia ratio reddi, quam in puncto sequenti commodius explicabo. 4. [Limitatio regulae.] Haec autem regula non videtur posse tam generaliter constitui de omnibus aliis dispensationibus et vinculis; nam in primis de dispensatione voti castitatis recte docet Sancius (supra n. 41049), si prius petatur dispensatio eius quam alterius impedimenti, verbi gratia consanguinitatis, validam fore, etiamsi solum illud sine alio impedimento proponatur. Quod ego intelligo esse verum, etiamsi habens tale votum habeat intentionem ducendi consanguineam obtinendo postea aliam dispensationem, quia hoc accidentarium est et dispensatio voti per se non ordinatur ad tale matrimonium sed generaliter, ut liceat usus coniugalis, quem votum castitatis impediebat. Tunc autem non immerito dubitari potest an, quando ulterius proceditur ad petendam dispensationem impedimenti consanguinitatis, necessarium sit prioris
Thomas Sánchez, Tomus tertius disputationum de sancto matrimonii sacramento p. 104.
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3. Probablildad y grado de seguridad de la segunda tesis. Entre las tesis expuestas, esta segunda es la más segura y, al menos en materia de matrimonio, es prácticamente la más probable y la que se debe observar, tanto por el consenso de muchos autores antiguos y modernos, como por la práctica romana que lo observa así, excepto en algunos casos ocultos, como anota Tomás Sánchez, excepción que más bien confirma la regla en contrario; y también por el peligro que hay en el hecho de llevar a cabo un matrimonio nulo por razón de una dispensa mal obtenida Finalmente, porque esa dispensa parece que se pide y se concede directamente para contraer matrimonio, y por eso la intención del que dispensa no parace ser sólo la de suprimir uno u otro impedimento, sino simplemente habilitar a la persona; por lo que, si la exposición no basta toda la dispensa se considera inválida, ateniéndonos a la intención del concedente. Esto sería mucho más cierto, si el Papa preguntare de forma directa si esa persona tiene algún impedimento, pues así demostraría más su intención de no dispensar de otro modo. Por eso, aquél que, teniendo varios impedimentos, los negare, no obtendría nada a causa del grave engaño contra la intención del Papa, suficientemente insinuada a través del interrogatorio. Ahora bien, la práctica no es realizar esa forma de interrogatorio; por lo cual, la cosa es menos cierta. A pesar de todo, la propia práctica de no realizar semejante interrogatorio indica que el Papa acepta sin más las palabras de tales súplicas y que entiende que la persona no tiene ningún otro impedimento para el matrimonio, salvo el propuesto; por lo que, quien propone uno y calla otro, virtualmente lo niega y engaña al Papa. Finalmente, la experiencia demuestra que las cosas se hacen muy de otra manera y que, con mayor o menor carga o gravamen, se concede la dispensa cuando concurren varios impedimentos y que, con frecuencia, se niegan por esta razón. Esto es, por consiguiente, una señal clara de que el Papa no quiere dispensar en cada uno de los impedimentos, sino que se propongan a un tiempo todos los que existen a un tiempo. Además de la experiencia, se puede dar otra razón, que explicaré mejor en el punto siguiente. 4. [Limitación de la regla.] Sin embargo, esta regla no parece se pueda establecer de manera tan general sobre todas las demás dispensas y vínculos; pues, en primer lugar, sobre la dispensa del voto de castidad enseña bien Tomás Sánchez que si su dispensa se solicita antes que la de otro impedimento, por ejemplo, de consanguinidad, la dispensa será válida, aunque solamente se proponga ese impedimento sin el otro. Por mi parte, entiendo que eso es verdad, aunque quien mantiene tal voto tenga la intención de casarse con una consanguínea, obteniendo después otra dispensa, porque esto es accidental y la dispensa del voto no está ordenada de por sí a ese matrimonio, sino de una manera general, para que le sea lícita la práctica conyugal, que el voto de castidad impedía. Pero en ese caso puede dudarse, no sin razón, de si cuando se procede después a pedir la dispensa del impedimento de consanguinidad es necesario hacer
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dispensationis mentionem facere. Nam, licet immediate sint circa diversa, revera ordinantur ad eundem finem et ex utraque resultat quaedam maior concessio quam fortasse concederetur, si de utroque impedimento simul fuisset aliquando facta mentio. Item, quia videtur inconveniens admittere posse illam personam habilitari ad matrimonium cum consanguinea per plures dispensationes, incipiendo a dispensatione voti et non incipiendo a dispensatione consanguinitatis, cum ex parte Pontificis nulla sit ratio praesumendi magis involuntarium in uno casu quam in alio. Est ergo hoc valde probabile et accommodatum ad impediendas fraudes. 5. Quomodo detur dispensatio voti in ordine ad matrimonium, tacito impedimento consanguinitatis. Nihilominus tamen, si revera detur sufficiens causa dispensationis voti, independens a matrimonio cum tali consanguinea, recte poterit obtineri dispensatio de solo voto, ut dixi; et postea, etiam ad obtinendam dispensationem circa consanguinitatem, non oportebit prioris mentionem facere, quia iam impedimetum voti non existit, sed legitime fuit sublatum absolute et sine ordine ad matrimonium, quantum est ex se et ex vi causae. Intentio autem operantis est per accidens et non mutat dispensationis naturam; neque est inconveniens ut aliqua certo ordine licite fiant, quae commutato ordine debite fieri non possunt. Id enim saepe contingit, ut alio exemplo statim declarabo; et ratio est, quia ordo agendi saepe spectat ad honestatem propter diversam dependentiam unius rei ab alia. Et ideo, etiam dixi necessarium esse ut causa dispensationis voti non pendeat ex matrimonio cum tali persona; nam, si pendeat, necessarium erit omne aliud impedimentum matrimonii cum eadem persona explicare, quia non potest aliter iudicium ferri de tali causa et quia tunc unum impedimentum colligatur cum alio in ordine ad dispensationem. 6. [Dicta de voto castitatis apllicantur ad votum religionis.] Quod autem dixi de voto castitatis eandem rationem habet in voto religionis; et ideo, eadem doctrina ad illud applicanda est. Imo, licet eadem persona utrumque votum habeat, poterit validas dispensationes utriusque obtinere non facta mentione aliorum impedimentorum matrimonii, quia neutra ex illis dispensationibus, neque utraque simul, dicit habitudinem ad matrimonium cum impedimento contrahendum. De ipsis autem votis, quando sunt simul, merito dubitari potest an ad obtinendam dispensationem alterius debeat alterum narrari et e converso. Hinc enim videtur id non esse necessarium, quia sunt vincula omnino distincta, inter se non colligata; nam unum obligat ad castitatem servandam et non aliud, et hoc obligat ad religionis ingressum ad quod non obligat alterum. Inde vero apparet contrarium; tum quia non videntur illa vincula minus inter se connexa in ordine ad statum seu viam perfectionis quam duo impedimenta matrimonii in ordine ad
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mención de la primera dispensa; pues, aunque versen de inmediato sobre asuntos distintos, en realidad se ordenan a un mismo fin, y de ambas resulta una concesión mayor que la que posiblemente se hubiere concedido si en algún momento se hubiere hecho mención a la vez de uno y otro impedimento. Asimismo, porque parece inconveniente admitir que esa persona pueda ser habilitada para casarse con una consanguínea mediante varias dispensas, comenzando por la dispensa del voto y no empezando por la dispensa de la consanguinidad, siendo así que por parte del Papa no hay razón alguna para presumir que hay más involuntario en un caso que en el otro. Así pues, esto es muy probable y acomodado para impedir los fraudes. 5. Cómo se concede la dispensa del voto en orden al matrimonio, silenciando el impedimento de consanguinidad. Pese a todo, si realmente hay causa suficiente para la dispensa del voto, independientemente del matrimonio con tal consanguínea, se podrá obtener con toda justicia la dispensa sólo del voto, como dije, y después, para obtener también la dispensa sobre la consanguinidad no será necesario hacer mención de la primera, porque el impedimento del voto ya no existe, sino que fue suprimido legítimamente de forma absoluta y sin orden al matrimonio, en cuanto depende de sí mismo y en virtud de la causa. Por su parte, la intención del actuante es accidental y no cambia la naturaleza de la dispensa; y tampoco hay inconveniente en que se hagan lícitamente algunas cosas con cierto orden, las cuales, cambiado el orden, no pueden hacerse debidamente. Esto, en efecto, sucede muchas veces, como aclararé enseguida con otro ejemplo; la razón es que el orden de actuar mira con frecuencia a la honestidad por la dependencia diversa de una cosa respecto de otra. Por eso, también dije que es preciso que la causa de la dispensa del voto no dependa del matrimonio con tal persona; puesto que, si depende será necesario explicar cualquier otro impedimento del matrimonio con la misma persona, pues de otra manera no cabe hacerse un juicio sobre tal causa y porque en ese caso se une un impedimento con el otro en orden a la dispensa. 6. [Lo dicho del voto de castidad se aplica al voto de religión.] Lo que he dicho acerca del voto de castidad tiene cabida igual en el voto de religión, por lo que se le ha de aplicar la misma doctrina. Aún más, aunque una misma persona tenga ambos votos, podrá obtener de uno y otro dispensas válidas sin hacer mención de otros impedimentos del matrimonio, porque ninguna de esas dispensas, ni ambas a la vez, dicen relación para contraer matrimonio con un impedimento. Por parte de esos mismos votos, cuando existen a la vez, puede dudarse con razón de si para obtener la dispensa de uno se deba exponer el otro y a la inversa. Por un lado, en efecto, parece que esto no es necesario, porque son vínculos totalmente distintos y no están ligados entre sí, pues uno obliga a observar la castidad y el otro no; y éste obliga al ingreso en religión, a lo que no obliga el otro. De otro lado, en cambio, parece lo contrario, tanto porque esos vínculos no parecen menos unidos entre sí en orden al estado o vía de perfección que los dos
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illud; tum etiam quia unum videtur difficiliorem reddere dispensationem alterius et e converso. 7. Obligatus votis castitatis et religionis potest ab uno vinculo liberari tacito alio. Breviter mihi videtur in eo casu validam fore dispensationem voti religionis si ab eo inchoetur, nulla etiam facta mentione alterius. Moveor ex prioribus rationibus et quia votum castitatis, faciliorem potius quam magis difficilem, facere potest dispensationem voti religionis; nam facilius dispensari solet cum eo qui perpetuam castitatem est conservaturus, quia in hoc aliquam participationem religionis retinet. E converso autem, votum religionis non est connexum cum voto castitatis, nisi tanquam addens habitudinem ad maiorem perfectionem, quae tota sufficienter explicatur sine alio voto. Et praeterea potest per se dari causa sufficiens ad tollendum votum religionis, relicto alio. Tunc ergo recte poterit postulari pura eius dispensatio sine mentione alterius voti. Secus vero esset, si causa honestans dispensationem voti religionis sumeretur ex ordine ad matrimonium contrahendum etiam in generali; nam tunc oporteret votum castitatis explicare, quatenus impedimentum est ad quodlibet matrimonium contrahendum. 8. Si dispensatio inchoetur a voto castitatis, religionis votum explicandum est. At vero e contrario, si dispensatio inchoetur a voto castitatis, necessarium semper existimo simul explicare votum religionis propter rationes posteriori loco factas. Habenti enim votum religionis irrationabilis plane videtur liberatio ab obligatione castitatis, cum nec ad matrimonium contrahendum illi sufficiat, neque etiam liberet a vinculo religionis et quia maxime decet ut qui religionis obligationem habet castitatem interim servet. Propter quae non est verisimile Pontificem fuisse concessurum talem dispensationem solam si alterius voti conscius fuisset. Accedit quod non videtur posse dari causa iusta ad dispensandum in voto castitatis cum eo qui ligatus est voto religionis; tum quia votum religionis etiam obligat ad non nubendum et, licet non obliget statim ad castitatem, obligat ad promittendam illam; tum etiam quia talis persona, licet difficultatem habeat in servanda continentia, non potest illi succurrere per matrimonium ratione alterius voti et, secluso hoc medio, tenetur absolute vincere illam. Ergo tunc causa est insufficiens et irrationabilis ad talem dispensationem. Et quoad hoc bene aequiparantur haec duo vincula cum aliis impedimentis matrimonii.
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impedimentos del matrimonio en orden a contraerlo, como también porque parece que uno torna más difícil la dispensa del otro y a la inversa. 7. El que está obligado por los votos de castidad y de religión puede ser liberado de un vínculo, silenciando el otro. Por mi parte, diré brevemente que en ese caso me parece válida la dispensa del voto de religión, si se empieza por él, incluso sin hacer mención alguna del otro voto. Me muevo por las razones antes dadas y porque el voto de castidad puede hacer más fácil, que no más difícil, la dispensa del voto de religión, pues suele dispensarse más fácilmente al que ha de guardar castidad perpetua, porque de este modo retiene alguna participación de religión. Pero a la inversa, el voto de religión no está en conexión con el voto de castidad, salvo en cuanto añade disposición a una mayor perfección, que se explica suficientemente toda ella sin el otro voto. Además, puede existir de por sí causa suficiente para suprimir el voto de religión, dejando a un lado el otro. Por consiguiente, en ese caso podrá pedirse con toda justicia su dispensa neta sin mención del otro voto. Pero sería lo contrario si la causa que diera honestidad a la dispensa del voto de religión se tomara de la finalidad de contraer matrimonio, incluso en general, pues en ese caso sería preciso exponer el voto de castidad en la medida en que es un impedimento para contraer cualquier matrimonio. 8. Si la dispensa se inicia por el voto de castidad, se ha de exponer el voto de religión. Pero por el contrario, si la dispensa se inicia por el voto de castidad opino que es necesario siempre manifestar al mismo tiempo el voto de religión por las razones expuestas en último lugar. En efecto, al que tiene voto de religión le parece del todo irracional la liberación de la obligación de la castidad, siendo así que no le basta para contraer matrimonio y tampoco le libera del vínculo de religión, y porque, sobre todo, conviene que quien tiene la obligación de religión guarde mientras tanto la castidad. Por lo cual, no es verosímil que el Papa hubiera dado tal dispensa sola si hubiere sido sabedor del otro voto. Se añade a lo dicho que no parece pueda haber causa justa para la dispensa del voto de castidad a favor de quien está ligado con el voto de religión; tanto porque el voto de religión obliga también a no casarse y, aunque no obligue de inmediato a la castidad, obliga a prometerla; como también porque tal persona, aun cuando tenga dificultad en observar la continencia, no la puede remediar por medio del matrimonio a causa del otro voto; y excluido este medio, se ve obligado absolutamente a vencer la dificultad. Luego, en ese caso la causa es insuficiente e irracional para tal dispensa. En cuanto a esto se equiparan bien estos dos vínculos con otros impedimentos del matrimonio.
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9. [Haec ratio adaptatur ad ea quae diximus de matrimonio.] Et similiter potest haec ratio ad ea quae diximus de matrimonio adaptari; nam, cum quodlibet impedimentum impediat totum matrimonium, de se inutilis et irrationabilis est dispensatio unius sine aliis. Non enim potest deservire nisi fortasse ad decipiendum dispensantem ut per partes faciat quod forte simul non faceret si totum cognosceret; et ideo, semper talis dispensatio merito iudicatur extra intentionem dispensantis. Et praeterea non videtur posse habere causam legitimam vel posse1050 ferri de illa legitimum iudicium sine cognitione aliorum impedimentorum, quia talis causa sumi debet ex necessitate vel utilitate talis matrimonii, de quo iudicari non potest, non cognitis omnibus impedimentis eius. Et haec ratio videtur mihi satis efficax et notanda. 10. In dispensationibus aliis a castitate et religione quid dicendum. In dispensationibus autem irregularitatum et aliarum inhabilitatum ac poenarum existimo non habere locum rationem illam neque regulariter doctrinam datam, sed potius per se loquendo unam irregularitatem posse tolli sine alia, praesertim quando illae irregularitates sunt omnino disparatae et una aliam non aggravat; ut, verbi gratia, esse illegitimum et casu hominem occidisse et similes. Et quoad hoc videntur mihi efficaces rationes Navarri (in cons. 1, De constitutionibus, q. 191051); nam, licet de impedimentis matrimonii tractet, rationes sunt generales. Praecipua est quia inter has irregularitates et poenas non est connexio, nec taciturnitas unius aliquid confert ad dispensationem alterius, nisi quatenus tollit aliquam maiorem difficultatem, quam fortasse haberet princeps in dispensando si omnes cognosceret. Hoc autem non sufficit ad surreptionem, nisi vel ius aliquod cogat vel aliae circumstantiae et rationes concurrant, ut dixi in libro 6 (De voto, cap. ultimo1052), et affirmat Navarrus, cum Rota, Aegidio et Felino1053. Hic autem nullum est ius nec ostendi potest. Quod enim quidam dicunt hoc contineri in iure, quia ius praecipit explicare omnem veritatem conferentem ad dispensationem, frivolum est et principium petit, nam hoc est quod inquirimus: an cognitio alterius irregularitatis vel inhabilitatis aut criminis sit intrinseca dispensationi, quae circa aliud crimen vel irregularitatem versatur. Hoc autem ex iure probari non potest. Ergo verum est hanc surreptionem non fundari in iure. 11. [Probatio ex ratione.] Altera vero pars de ratione probatur, quia multitudo irregularitatum vel similium vinculorum ad summum reddit personam magis inhabilem, ut sic dicam, En las ediciones se lee: non posse. Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum t. I, f. 6r-v. 1052 Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto, quaest. 88, cap. 27, p. 1278, n. 3; Vivès 14, p. 1174. 1053 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum et responsorum… t. I, f. 6v, n. 50. 1050 1051
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9. [Esta razón puede adaptarse a lo que hemos dicho sobre el matrimonio.] Del mismo modo, esta razón puede adaptarse a lo que hemos dicho sobre el matrimonio; pues, siendo así que cada impedimento impide todo matrimonio, la dispensa de un impedimento sin los otros es de por sí inútil e irracional. En efecto, no puede servir, salvo quizás para engañar al que dispensa, que haga por partes lo que posiblemente no haría de una vez si tuviera un conocimiento cabal del asunto; por eso, esa dispensa se considera siempre, y con razón, que está fuera de la intención del que dispensa. Además, no parece que pueda haber causa legtítima o pueda formarse sobre ella un juicio legítimo sin el conocimiento de los otros impedimentos, porque esa causa debe deducirse de la necesidad o utilidad de tal matrimonio, del que no puede juzgarse sin conocer todos sus impedimentos. Esta razón me parece suficientemente eficaz y digna de ser tenida en cuenta. 10. Qué decir sobre otras dispensas distintas de la de la castidad y la religión. Por otra parte, sobre las dispensas de irregularidades y de otras inhabilidades y penas opino que no tiene lugar esa razón, ni de manera regular la tesis expuesta, sino más bien, hablando propiamente, que una irregularidad puede suprimirse sin la otra, principalmente cuando dichas irregularidades son del todo dispares y una no agrava a la otra; como, por ejemplo, ser ilegítimo, matar casualmente a un hombre, y similares. En cuanto a este punto, me parecen muy poderosas las razones de Martín de Azpilcueta; pues, aunque trate sobre los impedimentos del matrimonio, las razones son generales. La principal es que no hay unión entre estas irregularidades y penas, ni el silenciar una aporta algo a la dispensa de la otra, salvo en la medida en que suprime una dificultad mayor de la que tendría quizás el príncipe al dispensar, si conociera todas; pero esto no basta para la subrepción, a no ser que, o bien obligue algún derecho, o bien concurran otras circunstancias o razones, como dije en el capítulo último del libro VI De voto, y afirman Martín de Azpilcueta con la Rota, Egidio Fuscarariis [?] y Felino Sandeo. Ahora bien, en nuestro caso no hay derecho alguno ni puede ser mostrado. En efecto, eso que dicen algunos, que esto se contiene en el derecho porque el derecho manda exponer toda la verdad para conceder la dispensa, es frívolo y una petición de principio, pues esto es lo que preguntamos, si el conocimiento de otra irregularidad, inhabilidad o crimen es intrínseca a la dispensa que versa sobre otra irregularidad o crimen. Pero esto no puede probarse según el derecho. Luego es verdad que esta subrepción no se fundamenta en el derecho. 11. [Prueba de razón.] En cambio, la segunda parte se prueba con argumento de razón, ya que la multitud de irregularidades o de vínculos semejantes a lo sumo hace a la persona más
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extensive, et minus dignam quocumque beneficio. Hoc autem non satis est ad surreptionem et rationes omnes in contrarium, quae solum fundantur in sola hac indignitate et quasi resistentia ex parte personae, re vera sunt inefficaces, quia cum illa stat quod dispensatio fiat cum plena voluntate et cum cognitione omnium quae ad valorem actus necessaria sunt. Et patet a simili, nam qui plures habet excommunicationes minus dignus est quacumque absolutione; et tamen, si impetret absolutionem unius, tacita altera, valebit; ut est certum apud omnes, quia nullo iure plus postulatur, ac nec in irregularitatibus postulatur. Item qui plura habet crimina minus dignus est beneficio; et, si essent cognita, difficilius illud obtineret vel forte non obtineret, et nihilominus collatio est valida, secluso alio maiori impedimento. Item qui propter distincta crimina obnoxius est multis poenis minus dignus est cuiuslibet remissione; et difficilius illam obtineret, si omnia simul remittenda proponeret; et nihilominus valida est remissio uniuscuiusque tacitis aliis, nisi ubi lex aliud disponit vel unum non potest sine alio sufficienter explicari; quia, quando sunt omnino diversa, nullam connexionem habent in remissione, et illa difficultas, quae per taciturnitatem evitatur, non causat involuntarium, nisi valde accidentarium et diminutum, quod non impedit valorem actus. Idem ergo est in irregularitatibus et aliis similibus poenis. 12. Regula attendenda. Regula ergo observanda est ut per se loquendo valeat dispensatio unius sine expressione alterius, nisi gravitas unius non possit satis sine alia explicari; ad eum modum quo Navarrus (cons. 18, De rescriptis1054) dixit dispensationem irregularitatis contractae occidendo clericum non esse validam explicato homicidio, nisi explicetur sacrilegium. Et similiter censeo: qui plura homicidia commisit, si uno tantum narrato velit dispensationem unius irregularitatis obtinere, nihil faciet; quia, licet illae censeantur irregularitates numero diversae, moraliter quasi efficiunt unam graviorem vel certe nulla illarum satis explicatur sine alia. Ac denique, tunc fere procedunt rationes de matrimonio factae. Extra hos vero et similes casus valida est dispensatio unius vinculi tacito alio omnino diverso, quoties per se habere potest sufficientem causam et rationem ut auferatur, etiamsi caetera non tollantur. Et hactenus de dispensatione.
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Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum et responsorum… t. I, f. 21r.
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inhábil extensivamente, por así decir, y menos digna de cualquier beneficio. Pero esto no es suficiente para hablar de subrepción; y todas las razones en contra, que solamente se fundamentan en esa única indignidad y a modo de resistencia por parte de la persona, son realmente ineficaces, porque a una con ella se mantiene que la dispensa se haga con plena voluntad y con conocimiemnto de todo lo que sea necesario para la validez del acto. Se evidencia también por una semejanza, pues quien lleva sobre sí muchas excomuniones es menos digno de cualquier absolución; pero si consigue la absolución de una, callando otra, valdrá, como es cierto para todos, porque en ningún derecho se exige más; y tampoco se exige en las irregularidades. Asimismo, quien tiene sobre sí varios crímenes es menos digno de un beneficio; y, si son conocidos, lo obtendría más difícilmente o quizás no lo obtendría; sin embargo, la colación de tal beneficio es válida, excluído otro impedimento mayor. Igualmente quien, a causa de distintos crímenes, está sujeto a muchas penas, es menos digno de perdón de cada una de ellas; y lo obtendría más difícilmente, si propusiera el perdón de todas a la vez; sin embargo, el perdón de una cualquiera de ellas, callando las otras, es válido, salvo cuando la ley dispone otra cosa o un crimen no puede ser manifestado suficientemente sin el otro. La razón es que cuando son del todo distintos no tienen conexión en el perdón, y esa dificultad, que se evita mediante la taciturnidad, no da causa a la involuntariedad, salvo de manera muy ocasional y sin importancia, lo que no impide el valor del acto. Así pues, eso mismo vale respecto de las irregularidades y otras penas semejantes. 12. Regla a tener en cuenta. Así pues, la regla a observar es, hablando propiamente, que valga la dispensa de una irregularidad sin la manifestación de la otra, salvo que la gravedad de la una no pueda ser mostrada suficientemente sin la otra; al modo como expuso Martín de Azpilcueta, que la dispensa de la irregularidad contraída por matar a un clérigo no es válida con la exposición del homicidio, si no se manifiesta el sacrilegio. Lo mismo digo de quien cometió varios homicidios, si sólo expone uno y quiere obtener la dispensa de una irregularidad, no conseguirá nada, puesto que, aunque esas irregularidades se consideren distintas en cuanto al número, moralmente forman en cierto modo una más grave o en todo caso ninguna de ellas se manifiesta suficientemente sin la otra. Luego, en suma, proceden por lo general las razones elaboradas sobre el matrimonio Fuera de estos casos y otros similares, la dispensa de un vínculo, callando otro totalmente distinto, es válida, siempre que pueda haber de por sí causa suficiente y razón para suprimir dicho vínculo, aunque no se supriman los demás.Y hasta aquí sobre la dispensa.
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CAPUT XXV Quando et ex quibus causis possit lex abrogari 1. Sub nomine abrogationis etiam diminutionem perpetuam alicuius partis legis comprehendimus. Declaravimus relaxationem legis, quae per dispensationem ex parte fit; solum superest dicendum de mutatione, quae per abrogationem fit. Sic enim appellari solet in iure totius legis ablatio (l. Derogatur, D, De verborum significatione1055). Distinguunt autem aliqui inter abrogationem et irritationem legis, ut irritatio sit quando tota lex impeditur ne vires obligandi accipiat priusquam plene constituta sit; ut si lex postulans confirmationem principis ut obligare possit ab eo non confirmetur, vel si lex lata a principe a populo non acceptetur iuxta opinionem existimantem acceptationem esse necessariam. Sed hoc posterius exemplum falsum supponit, nam lex principis ante acceptationem populi est vera lex, et illa mutatio per resistentiam subditorum pertinet ad mutationem seu abrogationem per consuetudinem, de qua in libro sequenti dicturi sumus. Altera vero abiectio seu non admissio legis per resistentiam principis non est propria mutatio legis, quia non mutatur proprie nisi quod praeexistit; imo nec irritari proprie dicitur nisi quod iam erat ratum et validum, sicut alias de voto diximus1056. Et ita non acceptatio legis in illo casu non est legis mutatio, quodsi dicatur irritatio quasi antecedens, non est de voce contendendum, nec enim est inusitata illa significatio vocis, ut constat ex dictis de lege irritante. Nullam vero specialem explicationem in praesenti requirit, quia solum est quaedam negatio institutionis legis; quae erit valida si ex sufficiente potestate fiat et iusta si causam habeat honestam et ad bonum commune pertinentem. Solum ergo nunc agimus de propria legis abrogatione. Advertimus autem, licet abrogatio proprie dicatur de integra legis ablatione, sub illa tamen nunc comprehendi illam diminutionem legis per quam in perpetuum lex tollitur, et licet non in totum sed quoad aliquam partem; illa enim non est proprie dispensatio, ut in superioribus tetigi, sed dici solet derogatio; verumtamen, servata proportione, eandem habet rationem et doctrinam quam integra legis ablatio, et ideo sub abrogatione nunc comprehenditur.
D 50.16.102. Franciscus Suárez, De virtute et statu religionis t. II, De religione, ubi de oratione, iuramento et voto tract. VI, De voto quaest. 88, art. 2, lib. 6, cap. 2, pp. 1144-1147; Vivès 14, pp. 1049-1052. 1055 1056
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CAPÍTULO XXV Cuándo y por qué causas puede abrogarse la ley 1. Bajo el nombre de abrogación comprendemos también la pérdida perpetua de alguna parte de la ley Hemos tratado de la relajación de la ley que se hace en parte por la dispensa. Solamente resta tratar del cambio que se hace mediante la abrogación. Así, en efecto, suele denominarse en el derecho la supresión de toda una ley, según la ley Derogatur del Digesto. Algunos distinguen entre abrogación y anulación de la ley, de modo que hay anulación cuando se impide que toda la ley tenga fuerza obligatoria antes de que se haya constituido plenamente; como, por ejemplo, si la ley, que exige la confirmación del príncipe, no es confirmada por él; o si la ley, dada por el príncipe, no es aceptada por el pueblo, conforme a la opinión que estima que es necesaria la aceptación. Pero, este ejemplo último conlleva una falsedad, puesto que la ley del príncipe es verdadera ley antes de la aceptación del pueblo; y el cambio que se realiza por la oposición de los súbditos pertenece al cambio o abrogación por la costumbre, de la que hablaremos en el libro siguiente. Ahora bien, ese otro rechazo o no admisión de la ley por la oposición del príncipe no es propiamente un cambio de la ley, porque no se cambia propiamente lo que no preexiste; más aún, se afirma que no se puede anular, sino lo que ya estaba ratificado y válido, como dijimos en otra parte sobre el voto. De este modo, la no aceptación de la ley en ese caso no es un cambio de la ley, por lo que si se habla de una a modo de anulación antecedente no es cuestión de discutir sobre la palabra; no es, en efecto, desusada esa significación de la palabra, como consta por lo dicho sobre la ley invalidante. En verdad, en nuestro caso no se requiere una explicación particular, ya que es solamente una cierta negación de la institución de la ley, que será válida si se constituye con potestad suficiente, y será justa si tiene una causa honesta y se ordena al bien común. Por lo tanto, ahora sólo tratamos de la abrogación propiamente dicha de la ley. Advertimos, por otra parte, que si bien la abrogación se predica propiamente de la supresión íntegra de la ley, sin embargo bajo ella se comprende aquí también aquella pérdida de la ley por la que se suprime a perpetuidad, aunque no en toda su integridad, sino respecto de alguna parte. Ella, en efecto, no es propiamente una dispensa, como se ha anotado anteriormente, sino que suele llamarse derogación; no obstante, en la debida proporción tiene la misma razón y doctrina que la supresión íntegra de la ley; y por eso, ahora viene comprendida bajo la abrogación.
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2. Ut abrogatio locum habeat, lex debet esse iusta, rationabilis, etc. Optima ratio dubitandi. Ex dictis ergo concluditur legem tunc abrogari quando supponitur esse vera lex et permanens toto tempore priusquam abrogetur; et consequenter debet etiam supponi iusta, rationabilis et utilis; nam si prius fiat iniusta, nociva aut inutilis, prius per se desinet esse quam abrogetur; et ita iam non habebit locum abrogatio, quia cessatio legis distinctus modus desitionis est, ut supra vidimus. Hinc ergo sumi potest ratio dubitandi quomodo sit possibilis valida et iusta abrogatio legis; nam si lex, quae supponitur, non est iusta nec utilis, ablatio eius non erit abrogatio iuris sed facti, vel potius declaratio nullitatis legis; si vero sit iusta, abrogatio erit iniqua; quid enim magis iniquum quam legem iustam et utilem abolere? Ergo consequenter etiam erit invalida; nam, sicut lex iniusta non est lex ita abrogatio iniusta nocere non debet communi bono, cum sit ex potestate data ad aedificationem, non ad destructionem. Dici vero potest, ex divo Thoma et aliis statim referendis, legem iustam in uno tempore posse per temporum mutationem fieri iniustam et ideo illius abrogationem posse esse iustam. Sed contra hoc est quia si mutatio temporis fecit legem iniustam, iam non habebit locum abrogatio, sed per se desinet lex; et ita nunquam erit necessaria, imo nec possibilis. 3. Legem humanan valide et iuste abrogari posse. Nihilominus dicendum est primo humanam legem interdum abrogari posse et valide et iuste. Est certa et communis sententia, quam tradit D.Thomas(I II, q. 97, a. 11057), et ibi omnes; et Sylvester (verbo Lex, q. 251058), et ibi alii summistae et iuristae, quos refert et sequitur Covarrubias (in cap. Alma mater, p. 2, in principio1059). Et sumitur ex Augustino (lib. 1 De libero arbitrio, cap. 61060), ubi hac ratione legem humanam vocat temporalem, quia licet iusta sit pro temporum varietate mutari potest et debet. Sumitur etiam ex Aristotele (lib.1 Politica, cap. 61061), ubi agitata quaestione pro utraque parte eam indecisam relinquere videtur; nihilominus tamen absolute hoc sentit, licet indicare voluerit hanc legum mutationem non debere esse frequentem. Idem tradit Plato Dialogo 161062, qui civilis seu de regno inscribitur longe post medium, et Dialogo 6 De legibus1063. Sumitur etiam ex utroque iure (l. unica, C. De caducis tollendis, in principio1064), ubi fere omnes causae huius mutationis attinguntur, et ex capite 2 (d. 141065) et aliis quae statim Thomas, I II, 97, 1. Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars secunda, f. 90v. 1059 Didacus de Covarrubias, In constitutionem Alma mater pp. 489-490. 1060 Augustinus, De libero arbitrio libri tres lib. 1, cap. 6, nn. 14-15 (PL 32, 1228-1229). 1061 Aristoteles. Politica lib. I, cap. 6. 1062 Plato, De legibus dial. 16. 1063 Plato, De legibus dial. 6. 1064 C 6.51.1. 1065 D.14 c.2.
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2. Para que la abrogación tenga lugar, la ley debe ser justa, razonable, etc. Una razón inmejorable para dudar. Así pues, de lo dicho se concluye que la ley es abrogada cuando se supone que es una ley verdadera y en vigor durante todo el tiempo antes de que sea abrogada; y consecuentemente, debe también suponerse justa, razonable y útil; pues si antes se ha hecho injusta, nociva o inútil, deja de ser ley por símisma antes de que sea abrogada; y de ese modo, ya no tendrá lugar la abrogación, puesto que la cesación de la ley es un modo distinto de desistimiento, como ya hemos visto. De aquí, por lo tanto, puede tomarse la razón de dudar de cómo es posible la abrogación válida y justa de la ley; pues si se supone que una ley no es justa ni útil, su supresión no será una abrogación de derecho, sino de hecho; o más bien una declaración de la nulidad de la ley; pero si la ley es justa, la abrogación será injusta, pues, ¿qué cosa más injusta que abolir una ley justa y útil? Luego, por eso mismo será también inválida, ya que, al igual que la lay injusta no es ley, así la abrogación injusta no debe perjudicar al bien común, habiendo sido dada por la potestad para la edificación, no para la destrucción. Puede en verdad afirmarse, siguiendo a santo Tomás y a otros que alegaré enseguida, que una ley justa en un tiempo puede hacerse injusta con el paso del tiempo; y por eso su abrogación puede ser justa. Pero en contra de esto está que si el paso del tiempo hace una ley injusta, ya no tendrá lugar la abrogación de la ley, sino que la ley desistirá por sí misma; y de este modo nunca será necesaria, incluso ni posible. 3. La ley humana puede abrogarse válida y justamente. No obstante, se ha de afirmar ante todo que la ley humana puede abrogarse a veces válida y justamente. Es una opinión cierta y común, que enseñan Santo Tomás y todos sus comentaristas; también Silvestre Prierio, con otros sumistas y juristas, a los que cita y sigue Diego de Covarrubias. La tesis se toma de Agustín, quien por esa razón llama temporal a la ley humana, porque, aunque sea justa, puede y debe ser cambiada según la variedad de los tiempos. También se toma de Aristóteles, el cual, después de examinar la cuestión de una y otra forma, parece que la deja indecisa; pero, no obstante, opina absolutamente de esa forma, si bien quisiera señalar que la variación de las leyes no debe ser frecuente. Lo mismo transmite Platón en sus diálogos. Se toma asimismo de ambos derechos, de la ley Et nomen et materiam del Código, donde se tocan casi todas las causas de esta variación, y del canon Sicut quaedam del
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asseremus. Denique sumitur ex Dei exemplo, qui legem suam abrogavit; si enim hoc potuit facere Deus immutabilis propter hominum et temporum mutationem, ut late expendit Augustinus Contra Faustum, multo magis id erit concessum hominibus. Atque hinc concluditur ratio assertionis, nam in lege humana inveniuntur omnia principia mutationis. Tum ex parte auctoris proximi, qui mutabilis est: et in intellectu, quia paulatim cognitionem acquirit; et in voluntate, quia finita et potentialis est. Tum ex parte actionum circa quas proxime versatur, quia nec sunt intrinsece malae neque ita bonae ut sint per se necessariae ad morum honestatem. Et ideo lex humana non est hoc capite immutabilis sicut lex naturalis. Aliunde vero, etiam quoad utilitatem per mutationem temporum, possunt huiusmodi actiones variari, nam quae uno tempore utiles sunt vel expediunt in alio fiunt inutiles aut nimis graves. Denique etiam ex parte subditorum quibus leges humanae imponuntur habet locum haec mutatio, quia etiam ipsi homines mutabiles sunt et propter morum vel aliarum rerum mutationem illis nunc non expediunt leges quae antea expediebant. Constat ergo hanc mutationem possibilem esse. 4. Ut abrogatio legis iusta sit et licita, iusta causa propter bonum commune necessaria est. Ut autem explicemus quomodo possit esse iusta dicendum est secundo: ut lex humana iuste ac licite abrogetur necessarium est ex iusta causa propter commune bonum abrogari. Ita divus Thomas, supra, et omnes; et tradit bene Plato (Dialogo 7, De legibus1066), parum a principio, ubi pro fundamento sumit mutationem omnibus in rebus, praeterquam in malis, esse periculosissimam, et inde concludit maxime hoc esse verum in mutatione legis, et ideo magnam considerationem ad illam requirit, sicut etiam in Dialogo 6 late docuerat. Sumitur etiam ex capite Non debet (De consanguinitate et affinitate1067) et ex capite Alma mater (De sententia excommunicationis, in Sexto1068) et ex lege 2 (D, De constitutionibus principum1069), ubi urgens necessitas vel magna utilitas postulatur. Ratio vero est primo ne contemnantur leges frequenti mutatione. Secundo, ait divus Thomas, quia consuetudine firmantur; et ideo, nisi ita durent ut earum observatione et consuetudo fiat et quasi habitus acquiratur, nunquam pro dignitate servabuntur. Postquam autem consuetudine firmatae sunt, non facile est ab honesta consuetudine recedendum, praesertim cum leges humanae esse debeant moribus et consuetudinibus accommodatae. Tertio, quia sicut lex non debet poni nisi propter commune bonum, ita nec auferri; nam uterque est actus publicae potestatis et iurisdictionis, quae ad commune bonum ordinatur. Unde ita concluditur: nam vel lex posita erat rationabilis et ad commune bonum utilis et in eo statu perseverabat vel non. Si primum, irrationabiliter tollitur, quia Plato, De legibus dial. 7. X 4.14.8. 1068 In VI 5.11.24. 1069 D 1.4.2. 1066 1067
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Decreto, con otros que enseguida reivindicaremos. Finalmente, se toma del ejemplo de Dios, el cual abrogó su ley; si pues, Dios inmutable pudo hacer esto por la variación de los hombres y de los tiempos, como expuso ampliamente Agustín, con más razón le será concedido esto a los hombres. De aquí se deduce en conclusión la razón de la tesis, pues en la ley humana se hallan todos los principios de la variación. Tanto por parte del autor próximo, que es variable en cuanto al entendimiento, pues adquiere el conocimiento poco a poco, y en cuanto a la voluntad, pues es limitada y potencial; como por parte de las acciones sobre las que versa muy de cerca, porque ni son intrísecamente malas, ni tan buenas que sean por sí mismas necesarias para la honestidad de las costumbres. Por eso, la ley humana no es en este particular inmutable, como lo es la ley natural. Por otra parte, en verdad, incluso en relación con la utilidad por la variación de los tiempos pueden modificarse estas acciones, pues las que en un tiempo son útiles o convienen, en otro resultan inútiles o gravosas en exceso. Finalmente, también tiene lugar esta variación por parte de los súbditos, a los que se les imponen las leyes humanas, porque también esos hombres son cambiantes; y por la variación de las costumbres o de otras cosas no les convienen ahora las leyes que antes les convenían. En conclusión, es evidente que esta variación es posible. 4. Para que la abrogación de la ley sea justa y lícita, es necesaria una causa justa en vista del bien común. Para aclarar cómo puede ser justa, se ha de decir en segundo lugar, que para que la ley humana se abrogue justa y lícitamente es necesario que sea abrogada por una causa justa en vista del bien común. Así lo afirma Santo Tomás y con él todos los autores; lo enseña bien Platón en el séptimo de sus Diálogos, donde trata sobre las leyes, al principio, cuando pone como base que la variación es peligrosísima en todas las cosas, excepto en las malas, y de ahí concluye que esto es verdad principalmente en la variación de la ley; y que, por eso, para ella se requiere gran atención, como también había enseñado ampliamente en el Diálogo sexto. Se deduce asimismo del canon Non debet de las Decretales, del canon Alma mater del Libro Sexto y de la ley In rebus novis del Digesto, donde se exige una necesidad urgente o una utilidad grande. La razón es, en primer lugar, que no se desprecien las leyes debido a una variación frecuente. En segundo lugar, dice Santo Tomás, que como las leyes se confirman por la costumbre, por eso si no perduran tanto que su observancia llegue a ser costumbre y adquiera una especie de hábito nunca se observarán como su dignidad exige. De otra parte, después de que son confirmadas por la costumbre no es fácil apartarse de una costumbre honesta, sobre todo teniendo en cuenta que las leyes humanas deben ser acomodadas a los usos y costumbres. En tercer lugar, porque, como la ley no debe darse sino por el bien común, así no debe suprimirse si no es por el bien común; pues una y otra cosa son actos de la potestad y de la jurisdicción públicas, que se ordenan al bien común. De donde se concluye de la siguiente manera: que, o bien la ley era razonable y útil al bien común y perseveraba en ese estado, o bien no. Si nos ponemos en
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contra bonum commune fit; si secundum, iam intercedit causa iusta ad legem tollendam. 5. Duplex modus mutandi legem. Unde intelligitur dupliciter posse fieri hanc mutationem. Primo, solum propter mutationem legislatoris, quae potest esse vel in sola voluntate vel in intellectu. Quando est tantum ex parte solius voluntatis, regulariter irrationabilis est, ut statim dicam, quia negotium publicum, ut iuste administretur, non tam voluntate quam ratione gubernari debet; unde nisi constiterit priorem voluntatem fuisse irrationabilem, non fit honeste mutatio. Quando vero etiam dictamen rationis mutatum est, potest esse mutatio legis iusta, etiamsi in rebus nulla facta sit. Supponit tamen humanum defectum saepe inculpabilem, quia homo non statim nec semper assequitur veritatem, praesertim practicam et prudentiae. Et ita saepe experientia ostendit legem non fuisse convenientem, etiamsi fuerit lata sine culpa, vel quia si fuit iniusta ex ignorantia invincibili lata est, vel quia licet fuerit iusta et reputata conveniens, postea experientia compertum est aliam magis expedire. Sic Concilium Tridentinum (sess. 24, cap. 2 et 4, De reformatione matrimonii1070) ad mutandum leges aliquas circa impedimenta matrimonii moveri se dicit quia experientia ostendit aliqua gravia incommoda quae ex prioribus legibus sequebantur, quamvis malae non essent. Aliquando vero fit mutatio in lege, etiamsi suo tempore iusta, optima et utilissima fuerit, quia in rebus ipsis facta est mutatio, ratione cuius iam non expedit, et tunc fit iustissime et sine propria seu formali mutatione seu contrarietate in iudicio rationis, quia prudenter iudicatur aliquid esse conveniens uno tempore et esse disconveniens in alio, mutatis rebus. 6. Quae mutatio sufficit ut lex sit abroganda. Non est autem necessarium hanc rerum mutationem tantam esse ut legem effecerit aut iniustam aut prorsus inutilem, sed satis est ut vel nimis rigorosa vel minus utilis esse videatur, seu quod maior fructus ex eius revocatione speretur, vel quod maiora pericula aut mala illo modo evitentur. Et ita solvitur facile ratio dubitandi in principio posita; nam, licet ad tollendam vel abrogandam legem causa iusta necessaria sit, nihilominus non est necessaria tam urgens et gravis ut propter illam lex ipsa statim cesset, sicut etiam ad dispensandum requiritur causa iusta quae per se solam legis obligationem auferre non valet. Neque repugnat abrogationem esse iustam, licet lex non fuerit iniusta, quia iustum etiam potest omitti vel mutari propter magis iustum, sicut aliquid etiam omitti potest, quamvis non sit inutile, propter aliud utilius. Ac denique, multa huiusmodi sunt quae ex humano arbitrio pendent, ita ut et iuste statuantur et si derogentur iniustitia non fiat, quia prudenti aliqua ratione abrogari possunt, ut Covararrubias citato loco advertit1071. 1070 1071
COD, 757. Didacus de Covarrubias, In constitutionem Alma mater pp. 489-490.
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lo primero, la ley se suprime de forma irracional, porque se hace en contra del bien común; si nos ponemos en lo segundo, ya hay una causa justa para suprimir la ley. 5. Doble modo de variar la ley. De lo dicho se deduce que este cambio se puede hacer de dos modos. En primer lugar, sólo por la variación del propio legislador, que puede darse en la sola voluntad o en el entendimiento. Cuando se da sólo por parte de la voluntad, normalmente es contrario a la razón, como diré enseguida, porque un negocio público, para que sea administrado como es debido, no debe ser dirigido tanto por la voluntad como por la razón; de donde, a no ser que fuera evidente que la primera voluntad había sido irracional, no se hace honestamente la variación. Ahora bien, cuando se ha cambiado también el dictamen de la razón, la variación de la ley puede ser justa, aunque no haya habido cambio alguno en las circunstancias. No obstante, ello supone un defecto humano con frecuencia inculpable, ya que el hombre no alcanza de inmediato ni siempre la verdad, sobre todo la verdad práctica y prudencial. Así, la experiencia muestra que muchas veces la ley no había sido oportuna, aunque fuere dada sin culpa; o bien, que, si fue injusta, fue dada por una ignorancia invencible; o bien, que, aunque fuere justa y considerada oportuna, después la experiencia ha demostrado que conviene más otra ley. En este sentido, el Concilio Tridentino afirma que el motivo que le impulsa a cambiar algunas leyes sobre los impedimentos del matrimonio es que la experiencia demuestra algunos inconvenientes graves, que se seguían de las leyes anteriores, aunque no fuesen malas. En verdad, a veces se hace el cambio de una ley, aunque fuere en su momento justa, óptima y utilísima, porque ha habido variación en las circunstancias, por razón de las cuales ya no conviene; en ese caso, se hace muy justamente y sin que haya un cambio propio y formal, o contrariedad, en el juicio de razón, ya que se juzga prudentemente que una cosa es conveniente en un tiempo y es inconveniente en otro, variadas las circunstancias. 6. Qué variación basta para que una ley sea abrogada. En cambio, no es necesario que esa variación de las circunstancias sea tan grande que hiciere la ley injusta o del todo inútil, sino que basta que, o bien parezca ser demasiado rigurosa o menos útil, o bien que se espera un fruto mayor de su revocación, o bien que se eviten así mayores peligros o males. De esta forma se resuelve fácilmente la razón de dudar expuesta al principio; pues, aunque sea necesaria una causa justa para suprimir o abrogar una ley, sin embargo no es necesaria una causa tan urgente y tan grave como para que por ella la ley misma cese de inmediato, como se requiere asimismo una causa justa, la cual no es capaz de suprimir por sí sola la obligación de la ley. Tampoco es contradictorio que la abrogación sea justa, aunque la ley no fuera injusta, porque también lo justo puede ser omitido o cambiado por algo más justo, al igual que puede omitirse alguna cosa, aunque no sea inútil, por otra más útil. Y finalmente, hay muchas cosas de este género que dependen del arbitrio humano, de modo que se establecen justamente y si se derogan no se comete injusticia,ya que pueden abrogarse por alguna razón prudente, como lo advierte Diego de Covarrubias.
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7. Peculiaris asitentia Spiritus Sancti in Ecclesia. Ex hac vero assertione intulit Soto (lib. 1, De iustitia, q. 7, a. 1, in fine1072) Summum Pontificem non posse errare in abrogandis legibus canonicis sine iusta causa quando leges illae necessariae sunt populo christiano, quia non potest errare in his quae ad fidem et mores pertinent, quod est pie et prudenter dictum quantum ad leges quasi fundamentales et maxime necessarias et quantum ad universalem abrogationem earum. Est autem sciendum Pontificem non posse errare in ferendis legibus, approbando seu proponendo Ecclesiae quod malum est vel bonis moribus contrarium; et cum eadem proportione non potest errare abrogando legem, reprobando tanquam malum quod bonum est vel bonis moribus utile. Potest tamen aliquando esse excessus in multitudine legum, quia hoc pendet ex prudentia humana in particulari iudicante; et eadem proportione possent leges nimium diminui, vel aliquam abrogari eo tempore quo erat utilis, quia hoc etiam pendet in particulari ex arbitrio prudentiali. Nunquam tamen, ita providente Spiritu Sancto, id fiet cum notabili Ecclesiae detrimento. 8. [Utrum legis mutatio, ut licita sit, debeat esse rara.] Atque ex his potest facile intelligi utrum legis mutatio, ut licita sit, debeat esse rara et longo tempore post legem latam. Et ratio dubitandi esse potest quia lex non debet poni ut modico tempore duret, ut dixit divus Thomas (I II, q. 96, a. 11073); et patet, quia supra ostensum est legem de se debere esse perpetuam. Ergo non debet intra breve tempus mutari. Item quia, ut supra dicebamus, consuetudo est necessaria ad firmandam legem; talis autem consuetudo requirit diuturnum tempus. Ergo ratio postulat ut intra breve tempus mutatio legis non fiat. Praeterea haec mutatio legis tunc praecipue recte fit quando experimento constat legem non expedire; hoc autem experimentum non nisi longo tempore sumitur. Denique ob has et similes rationes frequens mutatio legum communiter perniciosa censetur. Ergo oportet ut leges non nisi post longum tempus mutentur ne huiusmodi mutatio frequenter contingat. 9. Quoties iusta causa contingit, iusta erit mutatio. Breviter autem dicendum est in hoc non posse certam et universalem regulam constitui. Cum enim dictum sit legem ex iusta causa iuste mutari, quotiescumque causa iusta contingat, iusta erit mutatio, sive sit post breve sive post longum tempus a lege condita, nam hoc accidentarium est et utrumque sine dubio potest contingere. Regulariter vero loquendo, sicut est vitanda ita etiam est differenda mutatio, quantum fieri possit. Unde in casu dubio vel tantum probabili et quoties utrinque 1072 1073
Dominicus Soto, De iustitia et iure p. 75, § Haec autem. Thomas I II, 96, 1.
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7. Asistencia particular del Espíritu Santo en la Iglesia. De esta afirmación deduce Domingo de Soto que el Sumo Pontífice no puede errar en abrogar las leyes canónicas sin justa causa cuando esas leyes son necesarias para el pueblo cristiano, porque no puede errar en las cosas que atañen a la fe y costumbres, lo cual es, dicho de una forma piadosa y prudente, en cuanto a las leyes que se estiman fundamentales y del todo necesarias, y en cuanto a su abrogación general. Pero se ha de saber que el Papa no puede errar en constituir las leyes, aprobando o proponiendo a la Iglesia lo que es malo o es contrario a las buenas costumbres y, en la misma proporción, no puede errar al abrogar una ley, reprobando como malo lo que es bueno o es útil a las buenas costumbres. Puede, en cambio, alguna vez existir exceso en la multitud de leyes, porque esto depende de la prudencia humana que juzga en el caso concreto; en la misma proporción, podrían las leyes disminuirse en exceso o abrogar alguna durante el tiempo en que era útil, porque esto también depende en concreto del arbitrio prudencial. Sin embargo, esto nunca se hará con detrimento notable de la Iglesia por la asistencia del Espíritu Santo. 8. [Si la variación de la ley debe ser poco frecuente para que sea lícita.] Según lo dicho, se puede entender fácilmente el interrogante de si la variación de la ley, para que sea lícita, debe ser poco frecuente y largo tiempo después de haber sido establecida. La razón de dudar puede ser el hecho de que la ley no debe ponerse para que dure poco tiempo, como dijo Santo Tomás, porque antes se ha mostrado que la ley de por sí debe ser perpetua; luego, no debe cambiarse dentro de un tiempo breve. De la misma manera, porque, como decíamos antes, la costumbre es necesaria para dar firmeza a la ley, y tal costumbre requiere un tiempo duradero; luego, la razón exige que no haya variación de la ley dentro de un tiempo breve. Además, esta variación de la ley se hace sobre todo en el caso en que consta por experiencia que esa ley no conviene, y este experimento no se deduce sino después de largo tiempo. Finalmente, debido a estas y a otras razones similares, la variación frecuente de leyes se estima en general perniciosa. Luego, es preciso que las leyes no se cambien sino después de largo tiempo, de modo que el cambio no sea frecuente. 9. Siempre que hay causa justa, el cambio será justo. Ahora bien, hay que decir brevemente que sobre este tema no se puede establecer una regla segura y universal. En efecto, puesto que se ha dicho que la ley puede cambiarse justamente por una causa justa, siempre que haya causa justa el cambio será justo, sea después de un tiempo breve, sea después de un tiempo largo desde la redacción de la ley, porque esto es accidental y ambas cosas pueden suceder sin duda. Pero, normalmente hablando, igual que se ha de evitar el cambio, así también se ha diferir en la medida de lo posible. Por lo que, en un caso dudoso o solamente
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sit aequalitas conservanda potius est lex quam mutanda; tum quia postquam est lata quasi est in possessione, et in dubio melior est conditio possidentis, tum etiam quia semper praeponderat damnum mutationis, et hoc etiam suadent rationes factae. Nihilominus tamen duabus ex causis fierit potest iusta mutatio legis intra breve tempus. Primo, si ex aliquo errore vel inconsideratione, sive culpabili sive inculpabili, lata sit; nam error quocumque tempore cognoscatur emendandus est, et praesertim quando in commune incommodum redundare potest. Secundo, quando legum materia multum variabilis est, ut contingit in legibus taxantibus pretia rerum, quia valor earum ex copia vel inopia earum pendet, et in his solet esse frequens mutatio propter frequentem temporum varietatem. In his ergo legibus non erit iniusta nec imprudens mutatio, etiamsi frequenter fiat. Et ob eandem causam potest mutatio fieri intra breve tempus, ut intra annum propter accidentem sterilitatem; vel intra brevius tempus, si ex aliquo casu contingente similis mutatio fiat. 10. [Abrogatio legis humanae a supremo principe facta sine causa legitima, licet iniuste fiat, valida est.] Ultimo dicendum est abrogationem legis humanae a supremo principe factam sine causa legitima validam esse, licet iniuste fiat. Dixi: a supremo principe, quia si fiat ab aliquo inferiori ex commissione eius invalida iudicanda erit talis abrogatio propter supra dicta de dispensatione, quae hic evidentius procedunt, quia vel haec potestas non solet committi inferioribus vel non nisi per modum dispensationis vel ad summum per modum partialis revocationis, de qua eadem est ratio. Ideoque de solo principe solet ista conclusio statui, quae communis est et ab illis etiam auctoribus admittitur qui similem de dispensatione negant. Ratio autem eadem est, quia legis obligatio pendet ex voluntate principis; voluntas autem illa, licet mala sit, absoluta et efficax est. Ergo tollit imperium et obligationem. Dices: voluntas ponendi legem sine iusta causa non facit legem validam, etiamsi ex parte legislatoris sit absoluta, quia non potest quicquid vult. Ergo idem est e contrario. 11. [Responsio ad obiectionem.] Respondetur negando consequentiam, quia multo difficilius est imponere quam tollere leges. Nam si impositio sit iniusta, aut erit de materia cui repugnet obligatio legis humanae, ut si sit de re iniqua, aut certe erit de materia quae excedat potestatem sine qua voluntas nihil potest efficere. At vero, ad auferendam vel impediendam legis obligationem, quod fit per abrogationem legis, non potest
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probable y siempre que haya igualdad para una y otra cosa, la ley se ha de conservar mejor que cambiar; tanto porque después de que está dada está como en posesión, y en la duda es mejor la condición del poseedor, como también, porque siempre pesa más el daño del cambio; y esto aconsejan asimismo las razones expuestas. Pero, no obstante, puede hacerse un cambio justo de la ley dentro de un tiempo breve por dos causas. En primer lugar, si se da por algún error o irreflexión, sea culpable o inculpable; pues el error debe ser corregido en cualquier momento en que se conozca; y sobre todo, cuando puede redundar en un perjuicio común. En segundo lugar, cuando la materia de las leyes es muy variable, como sucede en las leyes que fijan los precios de las cosas, ya que su valor depende de su abundancia o escasez, y en estas cosas suele ser frecuente el cambio por la variedad frecuente de los tiempos. Por consiguiente, en estas leyes no será injusto ni imprudente el cambio, aunque se haga con frecuencia. Y por la misma causa puede hacerse el cambio dentro de un tiempo breve, por ejemplo, dentro del año, a causa de una escasez imprevista; o incluso dentro de un tiempo más breve, si se hace un cambio semejante por algún suceso accidental. 10. [La abrogación de una ley humana hecha por el príncipe supremo sin una causa legítima es válida, aunque se haga injustamente.] Hay que decir, finalmente, que la abrogación de una ley humana hecha por el príncipe supremo sin una causa legítima es válida, aunque se haga injustamente. He dicho: por el príncipe supremo, porque si se hace por un inferior por comisión del príncipe, esa abrogación se ha de considerar inválida, conforme a lo dicho anteriormente de la dispensa, que tiene aquí evidentemente aplicación, ya que esta potestad no suele encomendarse a los inferiores, o sólo a modo de dispensa, o cuando más a modo de revocación parcial, sobre la cual la razón es la misma. Por eso, esta conclusión suele establecerse solamente del príncipe, que es común, admitida incluso por los autores que niegan la semejanza con la dispensa. Además, la razón es la misma, o sea, que la obligación de la ley depende de la voluntad del príncipe; y esa voluntad, aunque sea mala, es absoluta y eficaz. Luego soporta el imperio y la obligación. Objetarás que la voluntad de quien impone la ley sin causa justa no hace válida a la ley, aunque por parte del legislador sea absoluta, porque no puede cuanto quiere; luego lo mismo es a la inversa. 11. [Respuesta a la objeción.] Se responde negando la consecuencia, pues es mucho más difícil imponer que quitar leyes. En efecto, en el caso de que la imposición sea injusta, o lo será por una materia que es incompatible con la obligación de la ley humana, por ejemplo, si se trata de algo inicuo; o ciertamente lo será por una materia que sobrepasa la potestad, sin la cual la voluntad nada puede hacer. Mas, en verdad, para suprimir o impedir la obligación de la ley, cosa que se hace por la abrogación de la ley, no puede acudirse a la materia, porque, por muy buena y honesta que sea, puede
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materia conferre, quia quantumcumque sit bona et honesta, potest non adiungi illi obligatio humana, vel licet sit intrinsece mala, potest non addi prohibitio humana, et quantumvis contineatur sub potestate legislatoris, potest ipse circa illam non operari, quia illa potestas non agit naturaliter, sed media voluntate; si autem non operetur, non obligabit, etiamsi ipse peccet. Denique hinc etiam fit ut ponendo legem iniustam peccet contra iustitiam, et non tantum legalem sed etiam commutativam; tollendo autem legem iustam non facit contra iustitiam commutativam singulorum subditorum. Et ideo valida est abrogatio1074, licet imprudens sit et contra iustitiam legalem.
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En las ediciones se lee: obligatio.
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que no se le adjunte una obligación humana o, aunque sea intrínsecamente mala, puede que no se le añada una prohibición humana; y por más que se halle bajo la potestad del legislador, éste puede no actuar sobre ella, puesto que esa potestad no actúa de forma natural, sino mediante la voluntad; y si no actúa, no habrá obligación, aunque él mismo peque. Por último, de aquí se deduce asimismo que imponiendo una ley injusta, peca contra la justicia, y no sólo contra la legal, sino también contra la conmutativa; pero suprimiendo una ley justa, no actúa contra la justicia conmutativa de cada uno de los súbditos; por eso, es válida la abrogación, aunque sea imprudente y contra la justicia legal.
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CAPUT XXVI Quis possit legem abrogare 1. Conditor legis legem abrogare potest. In praecedenti capite et materiam huius abrogationis et causam finalem attingimus; in hoc efficiens causa breviter explicanda est, de qua tres regulae constitui possunt. Prima est: conditor legis illam abrogare potest. Ratio est clara, quia res per quas causas nascitur per easdem dissolvitur. Sed voluntas et potestas legislatoris sunt principia a quibus lex pendet; ergo per ea potest abrogari. Atque ita maxime procedit assertio in supremo principe, qui superiorem in suo ordine non recognoscit, et ideo semper habet eandem potestatem et mutare potest voluntatem. Sub conditore autem legis successorem comprehendimus, quia eiusdem est potestatis argumento capitis Innotuit (De electione1075) et sumitur ex capite 1 (De constitutionibus, in Sexto1076). Estque res facilis et cum proportione applicari potest ad inferiores legistores. An vero in eis recipiat aliquam limitationem, paulo inferius dicam. 2. Superior legem inferioris abrogare potest. Secunda regula est: superior etiam potest legem inferioris abrogare. Est etiam recepta et facilis, quia res magis pendet a causa universali quam a proxima; lex autem inferioris pendet a superiori tanquam ab universali causa. Ergo. Item hac ratione diximus posse superiorem dispensare in lege inferioris; ergo et legem illius abrogare potest, nam est eadem ratio. Imo potestas legislativa ex suo genere est magis propria supremi principis quam dispensativa, et ideo magis etiam est in inferiori dependenter a supremo principe; ideoque semper hic potest legem subditi abrogare. Hac vero occasione, potest hic dubitari an lex ecclesiastica possit civilem abrogare, etiamsi a supremo principe temporali lata sit, quia lex canonica superioris potestatis est. Sed quae de hoc puncto dici poterant, in tertio et quarto libro dicta sunt, explicando subordinationem utriusque potestatis. 3. Quomodo lex civilis canonicae sit subordinata. Dicendum ergo legem canonicam et civilem absolute spectatas non habere inter se subordinationem; nam, licet canonica sit dignior, formaliter non est a superiori iurisdictione, nam etiam civilis est suprema in suo ordine. Nihilominus tamen in ordine ad bonum animae lex civilis subordinatur ecclesiasticae, et ideo sub hoc respectu potest illam abrogare. 1075 1076
X 1.6.20. In VI 1.2.1.
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CAPÍTULO XXVI Quién puede abrogar la ley 1. El legislador puede abrogar la ley. En el capítulo anterior hemos tocado la materia de esta abrogación y la causa final; en este capítulo se ha de exponer brevemente la causa eficiente, sobre la cual pueden establecerse tres reglas. La primera es que el legislador puede abrogar la ley. La razón es clara, pues por las causas por las que una cosa nace por esas mismas causas se disuelve. Ahora bien, la voluntad y la potestad del legislador son los principios de los que depende la ley; luego puede abrogarse por ellos. Esta tesis vale sobre todo respecto al príncipe supremo, que no reconoce superior en su ámbito; por eso, tiene siempre la misma potestad y puede cambiar la voluntad. Bajo el término de legislador entendemos también al sucesor, porque tiene la misma potestad. Se argumenta con el canon Innotuit de las Decretales y se deduce del canon Licet Romanus del Libro Sexto. Es asunto de fácil entendimiento y puede aplicarse de modo proporcional a los legisladores inferiores. Ahora bien, acerca de si se admite en cuanto a ellos alguna limitación trataré algo más adelante. 2. El superior puede abarogar la ley del inferior. La segunda regla es que el superior puede también abrogar la ley del inferior. Es asimismo una regla recibida y fácil de entender, porque una cosa depende más de la causa universal que de la próxima, y la ley del inferior depende del superior como de la causa universal. Luego. Y por esta razón hemos dicho que el superior puede dispensar en la ley del inferior; luego también puede abrogar su ley, pues la razón es la misma. Aún más, la potestad legislativa es por su naturaleza más propia del príncipe supremo que la potestad dispensativa; y por eso también, el inferior tiene más dependencia del príncipe supremo; por ello, éste puede siempre abrogar la ley del súbdito. Tomando pie de esto, se puede dudar aquí de si una ley eclesiástica puede abrogar una ley civil, incluso si ha sido dada por el príncipe supremo, puesto que la ley canónica emana de una potestad superior. Pero lo que podía decirse sobre este particular se ha expuesto en los libros tercero y cuarto, al explicar la subordinación de una y otra potestad. 3. De qué modo la ley civil está subordinada a la ley común. Hay que decir, por lo tanto, que la ley canónica y la civil, vistas de forma general, no tienen subordinación mutua; puesto que, aunque la ley canónica sea más digna, no es formalmente de una jurisdicción superior, pues también la ley civil es suprema en su ámbito. Pero, no obstante, en orden al bien del alma la ley civil se subordina a la eclesiástica; y por eso, desde este punto de vista, puede abrogarla.
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Hoc autem contingit duplici titulo. Unus est si lex civilis versetur circa materiam quae, licet secundum se temporalis videatur, ad spiritualem ordinem evecta est, ut est contractus matrimonii, dispositio ad pias causas, bona ecclesiastica et similia. Alius est si lex civilis, etiam in propria materia, sit contra bonos mores vel inferat periculum animae. Et utroque modo inveniuntur leges civiles per ecclesiasticas, vel reprobatae tanquam per se malae vel etiam abrogatae tanquam minus convenientes, quas hic referre necessarium non iudico. Videri autem possunt apud Azor (1 t., lib. 5, cap. 20 et 21, 25 et 261077). 4. Inferior non potest abrogare legem superioris. Tertia regula sit inferiorem non posse abrogare legem superioris. Ita habetur in clementina Ne romani (De electione1078); et est manifestum ex ratione contraria supra posita, quia potestas superior non pendet ab inferiori, neque indiget illa in his quae per se ipsam facit, nec etiam potest inferioris voluntas voluntatem superioris mutare, ut per se constat, et probari potest ex capite Cum inferior (De maioritate et oboedientia1079). Estque res per se satis clara, nihilominus tamen duo gravia dubia circa illam occurrunt. 5. [Primum dubium ponitur.] Primum dubium est an inferior possit interdum abrogare legem superioris, saltem in suo territorio seu in ditione sua. Clarum est enim adaequate et totaliter non posse inferiorem revocare legem superioris, cum inferior non habeat potestatem ordinariam in totam provinciam superioris, nec etiam delegata soleat tam ampla concedi, quia multum repugnat dignitati supremae ipsius principis, quodsi fingamus superiorem de facto delegare tantam potestatem, iam non fieret revocatio ab inferiore per se, sed in virtute ipsiusmet principis superioris. Igitur de inferioribus habentibus potestatem aliquam legislativam in particularibus civitatibus, provinciis seu territoriis, dicunt aliqui aliud esse in legibus canonicis aliud in civilibus; nam in canonicis non potest inferior statuere in suo territorio contra ius superioris et derogando illi, ut provinciale concilium contra generale vel episcopus contra ius pontificium aut conciliare, generale aut provinciale, et sic de aliis. At vero, inquunt, in civilibus inferior civitas, verbi gratia, potest statuere contra ius commune. Ita Panormitanus (in c. ultimo, De consuetudine1080), ubi distinctionem illam ut certam supponit et rationem diversitatis inquiri. Sequitur Iason (in l. Omnes populi D, De iustitia et iure1081) et Felinus (in c. Quod super his, De maioritate et oboedientia, n. 2), licet in reddenda differentiae ratione non conveniat cum Ioannes Azor, Institutiones Morales t. I, lib. 5, cap. 20-21, 25-26 (Lugduni 1610, pp. 666-671). Clem 1.3.2. 1079 X 1.33.16. 1080 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 105rb-va, nº 9. 1081 Iason de Maino, In primam Digesti veteris partem commentaria (Venetiis 1579, f. 12r, n. 10). 1077 1078
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Esto se da por un dobe título. Uno es, si la ley civil versa sobre una materia, que, aunque parezca en sí misma temporal, se eleva hacia el orden espiritual, como son: el contrato matrimonial, la disposición para causas pías, los bienes eclesiásticos y similares. Otro es, si la ley civil, incluso en materia propia, va en contra de las buenas costumbres o lleva peligro para el alma; de ambos modos se hallan leyes civiles que han sido o reprobadas como malas por sí mismas o abrogadas como menos convenientes por leyes eclesiásticas, las cuales no creo necesario referir en este momento; pero pueden verse en Juan Azor. 4. El inferior no puede abrogar la ley del superior. La tercera regla es que el inferior no puede abrogar la ley del superior. Así se tiene en la clementina Ne romani; y resulta evidente por la razón antes expuesta, pero en sentido contrario, porque la potestad superior no depende de la inferior, ni necesita de ella en las cosas que hace por sí misma, y tampoco puede la voluntad del inferior cambiar la voluntad del superior, como es claro por sí mismo; y puede probarse por el canon Cum inferior de las Decretales. Es una cosa sobradamente clara de por sí; pero, no obstante, se presentan dos importantes dudas sobre ella. 5. [Se expone una primera duda.] La primera duda es si acaso el inferior puede a veces abrogar la ley del superior, al menos en su territorio, o sea, en su jurisdicción. Es claro, en efecto, que el inferior no puede revocar la ley del superior adecuada y totalmente, puesto que no tiene potestad ordinaria en todo el territorio del superior; y tampoco suele concederse una potestad delegada tan amplia, porque se opone a la dignidad suprema del propio príncipe; y si imaginamos que el superior delega de hecho tan gran potestad, ya no se trataría de una revocación de parte del inferior por sí mismo, sino en virtud del mismísimo príncipe superior. Así pues, acerca de los que tienen alguna potestad legislativa en ciudades, provincias o territorios determinados, afirman algunos que una cosa sucede en las leyes canónicas y otra en las civiles; pues en las leyes canónicas el inferior no puede establecer normas en su territorio contra el derecho del superior y derogarle; por ejemplo, el concilio provincial contra el general, o el obispo contra el derecho pontificio o conciliar, sea general sea provincial, y así en otros casos. Pero dicen, en cambio, que en las leyes civiles una ciudad inferior, por ejemplo, puede establecer normas contra el derecho común Así opina Nicolás de Tudeschis, que da por supuesta la distinción citada e indaga la razón de esa diversidad; le siguen Iason de Mayno y Felino Sandeo, quien, si bien concuerda con Nicolás de Tudeschis en la distinción, no conviene con él en la razón de la diferencia; en el mismo sentido se expresa Alberico de Rosate, que
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Panormitano, in distinctione autem convenit. Idem in capite Cognoscentes (n. 2, De constitutionibus1082). Idem Albericus (Tractatus de statutis 1 p., q. 71083), ubi late impugnat eos qui dicunt laicos non posse statuere contra ius civile; item Rochus Curtius (Tractatus de consuetudine, sect. 3, n. 71084), ubi addit laicos non solum contra civiles leges, sed etiam contra canones, posse statuere quando eorum statuta non sunt peccati nutritiva, ex Felino et aliis (in c. Ecclesia Sanctae Mariae, De constitutionibus1085); et Panormitanus (per illum textum et in c. Quod clericis, De foro competenti, in fine, per c. Venientes, De iureiurando1086). Aliter vero Azor (1 t., lib. 5, c. 25, q. 111087). Quaerens an statuta contra ius commune condita valeant, sine distinctione inter ius civile et canonicum, videtur affirmare; idque variis exemplis prosequitur usque ad finem capitis, et per totum caput sequens varia exempla proponit. 6. [Non videtur fundamentum ad asserendum inferiores posse per suas leges derogare leges superiorum.] Ego vero nullum video fundamentum ad asserendum inferiores posse per suas leges derogare legibus superiorum, seu municipale posse derogare iuri communi ubi ius commune obligaverit; idemque est de abrogatione cum proportione loquendo. Ratio est quia inferior non habet potestatem supra legem superioris, nisi quatenus illa concessa est ab eodem superiore vel alio supremam potestatem supra utrumque habente, sed nullibi legitur data potestas inferioribus ad statuendum vel ferendum leges contra leges superiorum, derogando illis. Ergo nullus inferior habet hanc potestatem. Consequentia evidens est. Maior etiam est per se nota, quia inferior tenetur superiori parere et ab illo pendet in sua voluntate. Ergo non potest ex se mutare voluntatem superioris; ergo nec legem eius. Unde supra ostendimus non posse dispensare inferiorem in lege superioris, nisi quatenus illi fuerit concessum. Imo in libro 3 ostendimus civitates vel principes non supremos, sed aliis supremis subiectos, non posse leges condere, nisi quatenus illis est privilegio vel consuetudine concessum. Ergo multo magis hoc verum est de legibus derogantibus iuri ipsorum superiorum vel ex parte abrogantibus illas. Superest probanda minor, quae per sequentes illationes melius explicabitur. 7. [Huius sententiae sequelae.] Sequitur ergo primo inferiores praelatos vel communitates ecclesiaticas non posse condere decreta aut statuta contra ius canonicum vel contra canones suorum Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 236r et 14r. Albericus de Rosate, Commentariorum de statutis libri quattuor lib. 1, q. 7 (Tractatus de statutis diversorum auctorum et iurisconsultorum Francofurti 1606, pp. 4-5). 1084 Rochus Curtius, Enarrationes in celeberrimum, f. 40ra-va. 1085 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 47r, nn. 40-43. 1086 Panormitanus [Nicholaus de Tudeschis], In secundum librum Decretalium pars prima, f. 75r, n. 45. 1087 Ioannes Azor, Institutiones Morales t. I, lib. 5, cap. 25, quaest. 11 (Lugduni 1610). 1082 1083
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rebate ampliamente a los que afirman que los laicos no pueden establecer normas contra el derecho civil; opina lo mismo Roque Curtius, quien añade que los laicos no sólo pueden establecer normas contra las leyes civiles, sino también contra los cánones, siempre que sus estatutos no fomenten el pecado, según Felino Sandeo y otros, y también Nicolás de Tudeschis. Piensa de otra manera Juan Azor. Preguntándose si son válidos los estatutos establecidos contra el derecho común, sin distinción entre el derecho civil y el canónico, parece afirmar que sí; y en la exposición de la tesis, por todo el capítulo hasta el final, ilustra su parecer con varios ejemplos. 6. [No parece haber fundamento para afirmar que los inferiores puedan derogar las leyes de los superiores mediante sus propias leyes.] Por mi parte, en verdad, no veo fundamento alguno para afirmar que los inferiores puedan derogar las leyes de los superiores mediante las suyas propias, o que el derecho municipal pueda derogar el derecho común allí donde el derecho común obligare; y lo mismo se aplica a la abrogación, teniendo en cuenta la proporción debida. La razón es que el inferior no tiene potestad sobre la ley del superior, excepto en la medida en que le sea concedida por su mismo superior, o por otro que posea la potestad suprema sobre ambos, pero en ningún lugar se lee que se dé a los inferiores potestad para establecer normas estatutarias o dar leyes en contra de las leyes de los superiores, derogándolas. Por lo tanto, ningún inferior tiene esta potestad. La consecuencia es evidente. La premisa mayor también es clara por sí misma, porque el inferior está obligado a obedecer al superior, y de él depende en cuanto a su voluntad; luego, no puede por sí mismo cambiar la voluntad del superior; luego, tampoco su ley. Ya antes hemos señalado que el inferior no puede dispensar en la ley del superior, a no ser en la medida en que le fuere concedido. Aún más, en el libro III hemos mostrado que las ciudades o príncipes no supremos, sino sujetos a otros supremos, no pueden dar leyes, sino en cuanto les sea concedido por privilegio o por costumbre. Luego, con mayor razón es esto verdad sobre leyes que derogan el derecho de los propios superiores o que las abrogan parcialmente. Queda por probar la premisa menor, la cual se explicará mejor en los razonamientos siguientes. 7. [Consecuencia de esta tesis.] Se sigue, pues, en primer lugar, que los prelados o comunidades eclesiásticas inferiores no pueden dar decretos o estatutos contra el derecho canónico o contra
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superiorum respective. In hoc conveniunt omnes citati doctores; et sumitur ex capaite Quod super his (De maioritate et oboedientia1088), ubi supponitur episcopum in sua synodo nihil posse statuere quod canonicis obviet institutis; idem sumitur ex capite Institutionis, capite Amputato, capite Ecclesiasticae (25, q. 21089), et optime ex dicta clementina Ne roman, (De electione1090). Ratio propria est quia nullibi legitur inferioribus concessa talis potestas, nec erat expediens; tum propter unionem et debitam subordinationem in Ecclesia servandam, tum etiam quia canones ex fine maxime proprio tendunt ad spirituale bonum animarum; et ideo, quae per illos a maioribus condita sunt non ita facile sunt a minoribus mutanda. Omitto specialia privilegia religionum vel aliquarum ecclesiarum; illa enim in generali semper intelliguntur excepta, in particulari vero sciri ab omnibus non possunt, cum ad factum seu ius privatum pertineant; et praeterea in eis continetur auctoritas superioris concedentis illa. 8. Laicos contra canones nihil posse statuere. Sequitur secundo multo minus posse laicos statuere proprie contra canones, derogando illis seu eorum obligationem aliqua ex parte minuendo. Ratio est quia multo magis inferiores sunt laici respectu omnium legislatorum canonum quam inferiores praelati ecclesiastici respectu superiorum, multoque minus legitur laicis data talis potestas. Ergo multo minus possunt laici contra quoslibet canones vel statuta ecclesiastica, etiam infimorum praelatorum, legem condere vel eis quovis modo derogare. Tantumque abest ut oppositum colligatur ex dicto capite Ecclesia sanctae Mariae1091, ut potius ille textus hoc convincat, in quo dicitur laicis nullam esse attributam potestatem super ecclesiis, et statutum ab eis factum, etiam in favorem ecclesiarum, nullius esse valoris, nisi ab Ecclesia fuerit approbatum; caput autem Veniente (De iureiurando1092) non loquitur de statuto municipali sed de consuetudine, et illa nihil derogabat canonibus, ut in textu manifestum est. 9. Canonistae quo sensu intelligendi. Unde doctores canonistae, qui contrario modo loqui videntur, revera non contradicunt sed in diverso sensu loquuntur. Dicunt enim laicos posse leges ferre contra canones, non secundum propriam contrarietatem sed secundum proportionem ad suum forum, id est, laicos in foro civili et temporali posse contrario modo disponere quam canones in suo foro disponant; quod verissimum est, quia illi canones non obligant laicos pro foro suo nec leges illae derogant
X 1.33.9. C.25 q.2 c.7,11,12. 1090 Clem 1.3.2. 1091 X 1.2.10, in fine. 1092 X 2.24.19. 1088 1089
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los cánones de sus superiores, respetivamente. En este punto están de acuerdo todos los doctores citados. La afirmación se toma del canon Quod super his de las Decretales, en el que se supone que el obispo no puede establecer en su sínodo nada que se oponga a las disposiciones canónicas; lo mismo se sigue de los cánones Institutionis, Amputato y Ecclesiasticae del Decreto de Graciano, y muy bien de la ya citada Clementina, Ne romani. La razón peculiar es que en ningún lugar se lee que tal potestad esté concedida a los inferiores; tampoco era oportuno, tanto por la unión y la debida subordinación que se ha de guardar en la Iglesia, como también porque los cánones, por su fin muy peculiar, tienden al bien espiritual de las almas; y por eso, las normas que han establecido los superiores en esos cánones no pueden ser cambiadas tan fácilmente por los inferiores. Omito los privilegios especiales de las religiones y de algunas iglesias; pues, en general, siempre se consideran exceptuadas, aunque en particular no son cosas que puedan ser conocidas por todos, puesto que corresponden a un hecho o un derecho privado; y además, en ellos está contenida la autoridad del superior que los concede. 8. El laico no puede establecer nada en contra de los cánones. Se concluye, en segundo lugar, que mucho menos pueden los laicos dar propiamente estatutos contra los cánones, derogándolos o limitando en alguna parte su obligación. La razón es que son mucho más inferiores los laicos respecto de todos los legisladores de los cánones que los prelados eclesiásticos inferiores respecto de sus superiores, y mucho menos se lee que se haya dado esta potestad a los laicos; luego mucho menos pueden los laicos legislar contra cualesquiera cánones o estatutos eclesiásticos, incluso de los prelados más inferiores, o derogarlos de algún modo. Y está tan lejos, que lo opuesto se deduce de dicho canon Ecclesia sanctae Mariae de las Decretales, de modo que preferiblemente ese texto prueba lo dicho, allí donde se afirma que a los laicos no se les atribuye potestad alguna sobre las iglesias; y que el estatuto hecho por ellos, incluso en favor de las iglesias, no tiene valor alguno, salvo que fuere aprobado por la Iglesia; pero el canon Venientes de las Decretales no habla del estatuto municipal, sino de la costumbre y ella no derogaba en nada los cánones, como se manifiesta en el texto. 9. En qué sentido se debe interpretar a los canonistas. De ahí que los doctores canonistas que parecen hablar de modo contrario, en realidad no se oponen, sino que hablan en sentido distinto. Dicen, en efecto, que los laicos pueden dar leyes en contra de los cánones, no siguiendo la contrariedad como tal, sino en proporción a su fuero, esto es, que los laicos en el fuero civil y temporal pueden disponer de forma contraria a la que disponen los cánones en su fuero, lo que es muy verdadero, porque esos cánones no obligan a los laicos en razón de su fuero, ni esas leyes derogan los cánones en su fuero. Así se expresó
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canonibus in foro suo. Et ita dixit Panormitanus (in dicto c. Quod clericis1093) quod leges possunt disponere contra canones in rebus concernentibus ipsos laicos, ubi nec canones legibus resistunt nec illae sunt contra honestatem morum aut contra reservata principi. Et hoc modo etiam canones disponunt contra leges civiles respectu clericorum, alium utique ordinem et ius statuendo, ut constat in iudicialibus et similibus. 10. Quid magistratus civiles circa ius commune statuere valeant. Tertio, infero etiam magistratus civiles aut respublicas inferiores et civitates subiectas alicui principi non posse abrogare aut quidquam detrahere de iure communi, ut est lex superioris, aliquid proprie contra illam statuendo. Haec etiam sequitur ex dicto principio et ex regula textus in dicta clementina Ne romani1094, quod lex superioris per legem inferioris mutari non potest. Respondent dicti auctores per ipsum ius commune datam esse hanc potestatem laicis potestatibus inferioribus. Allegant autem solam legem Omnes populi (D, De iustitia et iure1095) redduntque rationem quia imperatores acceperunt potestatem legislativam a populis; et ideo, quasi ex gratitudine, illis concesserunt illam potestatem. Atque hinc colligunt multi differentiam ob quam laici possunt contra leges imperatorum statuere et non clerici contra leges pontificum, nimirum, quia imperator habet potestatem a populo, Pontifex autem minime, sed a Deo. 11. [Lex «Omnes populi» non extenditur ad potestatem ferendi leges contra leges imperatorum.] Sed praeterquam quod illa lex Omnes populi habere potest alias interpretationes, ut supra libro 3 tactum est; etiamsi intelligatur de civitatibus imperatori subiectis, in ea non dicitur posse ferre leges contra leges imperatorum, sed solum habere potestatem condendi leges proprias et suis moribus accommodatas, quod potest satis intelligi de legibus ultra ius commune, non contrarias illi sed diversas et aliquid illi addentes. Ergo non est cur illa lex extendatur ad potestatem statuendi contra ius superioris. Accedit quod concessio talis potestatis esset inordinata et contra debitam subordinationem, atque adeo contra dignitatem propriam ipsius imperatoris, contra quam non solet ipse vel alii reges aliquid concedere. Unde differentia illa impertinens est; quia, si tractemus de absoluta potestate, etiam Pontifex posset illam potestatem communicare inferioribus, licet illam habeat a Deo et non ab illis, sicut communicat plures alias; si vero consideremus convenientem usum, etiam imperator non debuit illam potestatem concedere, neque fuisset ordinata gratitudo sed nimia prodigalitas. Unde etiam non refert quod Panormitanus 1093 Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars prima ff. 74v-75r, n. 45. 1094 Clem. 1.3.2. En la edición de Coimbra se lee: Nec romani. 1095 D 1.1.9.
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Nicolás de Tudeschis, que las leyes pueden dar disposiciones en contra de los cánones en las cosas concernientes a los mismos laicos allí donde ni los cánones se oponen a las leyes, ni las leyes son contrarias a la honestidad de las costumbres o son contra lo reservado al príncipe. De este modo, incluso los cánones disponen contra las leyes civiles respecto de los clérigos, estableciendo en todo caso otro orden y derecho, como consta en los temas judiciales y semejantes. 10. Qué pueden establecer los magistrados civiles acerca del derecho común. En tercer lugar, deduzco también que los magistrados civiles o las repúblicas inferiores y las ciudades sujetas a un príncipe no pueden abrogar o cercenar cosa alguna del derecho común, en cuanto es ley del superior, estableciendo algo directamente contra esa ley. Esta opinión se sigue igualmente de dicho principio y de la regla que se contiene en el texto de la citada Clementina Ne romani, que una ley del superior no puede ser cambiada por una ley del inferior. Responden a esto los autores citados que el mismo derecho común concede esa potestad a las potestades laicas inferiores. Pero alegan sólo la ley Omnes populi del Digesto y dan la razón de que los emperadores recibieron la potestad legislativa de los pueblos, y por eso, como en agradecimiento, les concedieron esa potestad. Y de ahí deducen muchos la diferencia por la que los laicos pueden hacer estatutos contra las leyes de los emperadores y no los clérigos contra las leyes de los papas, es decir, que el emperador recibe la potestad del pueblo, pero el Papa no, sino de Dios. 11. [La ley «Omnis populi» no se extiende a la potestad de dar leyes contra las leyes de los emperadores.] Ahora bien, fuera de que esa ley Omnes populi del Digesto puede tener otras interpretaciones, como se indicó en el libro III; aunque se entienda de las ciudades sujetas al emperador, no se dice en ella que puedan legislar contra las leyes de los emperadores, sino sólo que pueden crear leyes propias y acomodadas a sus costumbres, lo que puede entenderse bien de leyes más allá del derecho común y no contrarias a él, sino distintas y que le añaden algo; luego no hay razón para que esa ley se extienda a la potestad de legislar contra el derecho del superior. Se añade a esto que la concesión de esa potestad sería desordenada y contra la debida subordinación y, por lo mismo, contra la dignidad propia del mismo emperador, en contra de la cual ni él mismo ni otros reyes suelen hacer concesión alguna. Por lo cual, esa diferencia es inoportuna, porque si hablamos de potestad absoluta, también el Papa podría compartir esa potestad con los inferiores, aunque la tenga de parte de Dios y no de ellos, igual que comparte otras muchas; pero, si tenemos en cuenta el uso que conviene, incluso el emperador no debió conceder esa potestad, y no hubiese habido gratitud ordenada, sino prodigalidad excesiva. De donde tampoco hace al caso lo que considera Nicolás de Tudeschis, porque las
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considerat: quia leges canonicae ordinantur ad bonum animae, civiles autem ad temporalia commoda, nam hoc non impedit quin in utrisque servandus sit debitus ordo. Alioqui et ad neutrum finem expedit illa potestas in inferioribus. 12. Statuta quae videntur contra ius commune quomodo intelligenda. Adde exempla omnia quae adducuntur statutorum civilium contra ius commune non ostendere contrarietatem sed additionem, et ita non continere propriam positivam derogationem iuris superioris per ius inferioris, sed veluti determinationem aut additionem. Ut, verbi gratia, ius commune non permittit aliquem puniri in propriis bonis propter culpam alterius, nisi illius sit particeps; et nihilominus, aliqua statuta municipalia id statuunt in certis casibus, quae iusta censentur et valida. Tamen revera haec non est contrarietas et derogatio, quia ius commune non statuit positivam et generalem legem id prohibentem, sed solum negative non imponit talem modum poenae, et ita solum prohibet imponi ex vi iuris communis, non tamen excludit quin alicubi aliud statui possit, si expediat. Quomodo interdum dicuntur quaedam esse introducta iure gentium contra ius naturae, ut servitutes, privata dominia, etc., non quia ius naturae haec prohibeat, sed quia ex vi solius iuris naturae haec non erant, ex quo non sequitur derogatio iuris naturalis sed additio. Ita ergo possunt illa statuta dici contra ius commune. Quodsi in hoc sensu loquuntur iuristae praedicti, non est de nomine contendendum; tamen nec inde sequitur derogatio legis superioris per legem inferioris, nec fere est differentia inter laicos et clericos respective, nam etiam episcopi possunt statuere hoc improprio modo contra ius commune, id est, ultra illud, videlicet, reservando casus quos ius commune non reservat vel addendo censuras aut alias poenas in casibus in quibus ius commune illas non praescribit. 13. [Sequitur eadem quaestio.] Addo denique si per ius commune intelligamus ius civile proprium, posse nunc civitates non subiectas imperio contra illas leges statuere, quia illis non obligantur, cum non sint subiectae imperatori, a quo ius illud habet auctoritatem. Unde respectu talium civitatum ius commune erit ius totius regni et non ius civile imperatorum, nisi quatenus per ius regni fuerit acceptatum, et contra illud ius regni non poterunt civitates vel principes regi subiecti statuere, derogando illi communi iuri, quod vere est lex superioris, in quam non habet potestatem inferior. Nec cum fundamento dici potest esse a rege alicui concessam talem potestatem, nisi ubi fortasse de speciali privilegio constiterit.
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leyes canónicas se ordenan al bien del alma, pero las civiles a las comodidades temporales, lo cual no impide que en uno y otro caso se observe el orden debido. Por lo demás, esa potestad en los inferiores no lleva a ninguno de esos fines. 12. Cómo se han de entender los estatutos que parecen contrarios al derecho común. Se debe añadir que todos los ejemplos que se aducen de estatutos civiles en contra del derecho común no demuestran contrariedad, sino aposición; y así no contienen propiamente una derogación positiva del derecho del superior por el derecho del inferior, sino una especie de delimitación o adición. Por ejemplo, el derecho común no permite que uno sea castigado en sus propios bienes por culpa de otro, salvo que sea partícipe del mismo; y sin embargo, algunos estatutos municipales lo establecen en algunos casos y se consideran justos y válidos. No obstante, en realidad estos estatutos ni son contrarios ni son derogatorios, ya que el dereho común no establece una ley positiva y general que lo prohíba, sino simplemente, en negativo, no impone tal modo de pena; así, lo único que prohíbe es que se imponga en virtud del derecho común, pero no excluye que en algún lugar se pueda establecer otra cosa, si conviene. Del mismo modo, a veces se dice que algunas cosas son introducidas por el derecho de gentes en contra del derecho natural, como las esclavitudes, las propiedades privadas, etc., no porque el derecho natural prohíba estas cosas, sino porque en virtud del solo derecho natural estas cosas no existían, de donde no se sigue derogación del derecho natural, sino adición. De este modo, pues, pueden considerarse esos estatutos contra el derecho común. Por lo que, si los juristas antes citados hablan en este sentido, no hay que debatir sobre terminología; sin embargo, tampoco hay por eso derogación de la ley del superior por la ley del inferior, ni apenas existe diferencia entre laicos y clérigos respectivamente, pues incluso los obispos pueden establecer estatutos de este modo impropio en contra del derecho común, o sea, más allá de él, por ejemplo, reservando casos que el derecho común no reserva, o añadiendo censuras u otras penas en casos en los que el derecho común no las prescribe. 13. [Prosigue el tema.] Añado, finalmente, que si por el derecho común entendemos el derecho civil propiamente dicho, ahora las ciudades no sujetas al imperio pueden establecer leyes contrarias a las leyes del imperio, ya que no les obligan, porque no están sometidas al emperador, de quien aquel derecho tiene la autoridad. De donde, respecto de tales ciudades, el derecho común será el derecho de todo el reino y no el derecho civil de los emperadores, sino en la medida en que fuere aceptado por el derecho del reino; y contra ese derecho del reino no podrán legislar las ciudades ni los príncipes sujetos al rey, derogando ese derecho común, que es verdaderamente una ley del superior, en la que el inferior no tiene potestad. Ni se puede afirmar con fundamento que el rey haya concedido tal potestad a un inferior, a no ser, acaso, que hubiere constancia de un privilegio especial.
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14. [Secundum dubium.] Secundum dubium est an statutum inferioris confirmatum a superiori possit nihilominus ab eodem inferiori, qui illud condidit, revocari, non expectato beneplacito superioris, qui illud confirmavit, ut saepe contingere potest in aliqua congregatione ecclesiastica respectu Pontificis, et civitate respectu regis. Hinc enim videtur non posse, quia illa nostra facimus quibus auctoritatem impertimur, ut dicit Pontifex (in c. Si apostolicae, De praebendis in Sexto1096) et facit caput Pro illorum et caput Dilecto (De praebendis1097). Ergo statutum confirmatum auctoritate apostolica factum est apostolicum. Ergo non potest inferior illud revocare, iuxta regulam datam. Et confirmatur quia per illum modum iam est constitutum ius publicum, quod non possunt privati derogare (l. Ius publicum, D, De pactis1098, c. Si diligenti, De foro competenti1099). 15. Statutum inferioris a superiore confirmatum quam vim habet. In contrarium autem est quia interdum legimus in iure statuta facta ab inferiori et confirmata a Pontifice posse valide tolli ex consensu eorum qui statuta fecerunt. Ita habetur in capite Cum accessissent (De constitutionibus1100) et in dicto capite Dilecto1101 solum negatur id fieri posse quando in confirmatione apostolica expresse additur clausula: Et quidquid in contrarium factum fuerit, irritum sit. Ergo confirmatio apostolica per se non tollit illam potestatem. Sic etiam in lege Omnium (C. De testamentis1102) dicitur testamentum confirmatum ab imperatore posse revocari a conditore. Unde sumitur ratio, quia haec confirmatio solum est quasi conditio vel sollemnitas adiecta tali actui, quae non immutat naturam eius, quia non destruit illum. Ergo relinquit illum cum eadem dependentia a proximo conditore, quia Pontifex non intendit ponere talem legem, nisi supposita voluntate proximi institutoris. Unde talis confirmatio gratia et favor esse videtur, non coactio, respectu eorum quibus conceditur. Ergo, ea non obstante, possunt illi renuntiare tali favori et consequenter legem abrogare. 16. Tres opiniones. In hoc puncto variae sunt opiniones. Prima negat absolute tale statutum seu legem inferioris confirmatam a superiore posse revocari ab inferiori, nisi superior revocationem approbet. Ita tenet Baldus (in l. Omnium, C. De testamentis, n. ultimo1103); nullam vero novam probationem adducit. In VI 3.4.22. En las ediciones se lee: De praebendis numer. 6. X 3.5.22 et 25. 1098 D 2.14.38. 1099 X 2.2.12. 1100 X 1.2.8. 1101 X 3.5.25. 1102 C 6.23.19. 1103 Baldus de Ubaldis, Commentaria in sextum Codicis f. 67r, n. 5. 1096 1097
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14. [Segunda duda.] La segunda duda es si el estatuto del inferior confirmado por el superior puede, sin embargo, ser revocado por el mismo inferior que lo estableció sin esperar el beneplácito del superior que lo confrmó, como puede suceder a veces en alguna congregación eclesiástica respecto del Papa y en alguna ciudad respecto del rey. Según esto, en verdad, parece que no puede, porque hacemos nuestras las decisiones a las que damos autoridad, como dice el Papa Bonifacio VIII en el canon Si apostolicae del Libro Sexto y hacen al caso los cánones Pro illorum y Dilecto de las Decretales. Luego, el estatuto confirmado por la autoridad apostólica se convierte en apostólico; luego el inferior no puede revocarlo, según la regla dada. Y se confirma, porque de ese modo está ya constituido el derecho público, que no pueden derogar los particulares, según la ley Ius publicum del Digesto y el canon Si diligenti de las Decretales. 15. Qué fuerza tiene el estatuto del inferior confirmado por el superior. Se opone a esto que a veces leemos en el derecho que los estatutos hechos por el inferior y confirmados por el Papa pueden suprimirse válidamente por común acuerdo de los que hicieron los estatutos. Así se tiene en el canon Cum accessissent de las Decretales; y en el canon citado Dilecto de las Decretales sólo se niega que eso pueda hacerse cuando en la confirmación apostólica se añade expresamente la cláusula: Y todo lo que fuere hecho en contra sea nulo. Luego la confirmación apostólica no suprime por sí sola esa potestad. En este sentido en la ley Omnium del Código se dice que el testamento confirmado por el emperador puede ser revocado por su creador. De donde se toma el argumento de que esa confirmación sólo es una especie de condición o solemnidad añadida a ese acto, que no cambia su naturaleza, ya que no lo destruye. Luego lo deja con la misma dependencia de su creador inmediato, ya que el Papa no intenta poner esa ley, sino en la suposición de que es la voluntad del creador inmediato. De donde tal confirmación parece ser una gracia y un favor, no una coacción, respecto de aquellos a los que se concede; por lo que, no obstante dicha confirmación, ellos pueden renunciar a ese favor; y, consiguientemente, abrogar la ley. 16. Tres opiniones. Sobre este particular hay diversas opiniones. La primera niega en absoluto que tal estatuto o ley del inferior confirmada por el superior pueda ser revocada por el inferior, a no ser que el superior apruebe la revocación. De este modo opina Baldo de Ubaldis, pero no aduce prueba nueva alguna.
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Secunda opinio est posse inferiorem revocare suam legem, non obstante confirmatione superioris. Sentit Bartholus (in dicta l. Omnium) et latius declarat in lege Omnes populi (D, De iustitia et iure, n. 331104), ubi duas limitationes adhibet, de quibus statim. Tertia opinio est Panormitani (in c. Cum accessissent, De constitutionibus, n. 2, et in dicto c. Dilecto, n. 101105), qui distinctione utitur; quia vel lex inferioris concernit propriam utilitatem statuentium, et tunc, dicit posse ab eisdem revocari, et talem putat esse casum dicti capitis Cum accessissent1106 , et similis est in capite Pro illorum (De praebendis1107), ubi talis confirmatio indulgentia reputatur seu gratia, cui unusquisque potest renuntiare, et ita hoc membrum videtur satis probari ratione posteriori loco facta; vel statutum pertinet ad publicum bonum aliorum pro quibus conditum est, et tunc, inquit, non posse revocari, nisi auctoritate Pontificis, postquam illa fuit confirmatum. Hoc enim videntur priora iura et rationes probare. Et haec distinctio videtur communiter probata per doctores eisdem locis, qui partim referuntur in scholiis ad Pancirolum et Bartolum, partim a Felino (in dicto c. Cum accessissent, n. 3 et 41108). Idem Sylvester (verbo Statutum, q. 151109) et alii summistae. 17. Confirmatio legis dupplex: essentialis et accidentalis. Mihi autem in primis videtur praemittenda distinctio insinuata a Bartholo et Baldo et magis declarata ab eodem Baldo (in l. Ex placito, C. De rerum permutatione, n. 12, 13 et 151110), scilicet, duplicem esse confirmationem legis, unam essentialem aliam accidentalem. Essentialis vocatur quando est veluti forma dans esse legi, ut quando inferiores non habent potestatem statuendi seu ferendi legem, quae vim habeat obligandi, nisi prius a superiore confirmetur. Accidentalis autem vocatur quando inferior habet potestatem ferendi veram legem, quae talis sit et vim habeat obligandi et, nihilominus, ad maiorem auctoritatem et robur confirmationem petit. Quando ergo statutum confirmatum est primi generis, videtur generalis regula tale statutum non esse revocabile sine auctoritate principis confirmante abrogationem; et in hoc sensu loquitur aperte Baldus, et idem tenet Salicetus (in dicta l. Omnium et in l. ultima, C. De iurisdictione omnium iudicum1111) et Felinus (dicto c. Cum accessissent, n. 5) ubi alios refert1112. Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus ff. 13v-14r. Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 25ra-rb. 1106 X 1.2.8. 1107 X 3.5.22. 1108 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 32r. 1109 Sylvester Prierio, Summa sylvestrina pars secunda, f. 280r. 1110 Baldus de Ubaldis, Commentaria in quartum et quintum Codicis libros (Lugduni 1585, f. 157v.). 1111 Bartholomaeus de Salicetus, Lectura super libris I-IX Codicis l. Omnium et in l. ultima, C. De iurisdictione omnium iudicum (Editor Ioannes Siber c. 1485). 1112 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 32v. 1104 1105
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La segunda opinión afirma que el inferior puede revocar su ley sin que obste la confirmación del superior. Esta es la opinión de Bartolo de Saxoferrato, que aplica dos limitaciones, de las que luego se tratará. La tercera opinión es la de Nicolás de Tudeschis, quien hace uso de una distinción; pues, o bien la ley del inferior concierne a la utilidad de los que la establecen, y entonces dice que puede ser revocada por ellos mismos, y piensa que es el caso del canon Cum accessissent de las Decretales, y lo mismo vale para el canon Dilecto de las Decretales, en el que esa confirmación se considera una indulgencia o gracia, a la que cada cual puede renunciar, y de este modo esta parte parece probarse con suficiencia por la razón expuesta en segundo lugar; o bien el estatuto corresponde al bien público de otros para los que se estableció, y en ese caso, dice, no puede revocarse, a no ser por la autoridad del Papa, una vez que fue confirmado por esa autordad. Esto, en efecto, parecen probar los anteriores derechos y razonamientos. Esta distinción parece aprobada en general por los doctores en sus comentarios a los textos aludidos, que remiten en parte en sus explicaciones a Guido Pancirolo y Bartolo de Saxoferrato, y en parte se toman de Felino Sandeo. Lo mismo opinan Silvestre Prierio y otros sumistas. 17. Doble confirmación de la ley, esencial y accidental. A mí, sin embargo, me parece que ante todo se ha de anteponer la distinción insinuada por Bartolo de Saxoferrato y Baldo de Ubaldis, es decir, que la confirmación de la ley es doble, una esencial y otra accidental. Se dice esencial cuando es a modo de forma que da el ser a la ley, como cuando los inferiores no tienen potestad para establecer o dar una ley que tenga fuerza de obligar si no es confirmada antes por el superior. Se dice accidental cuando el inferior tiene potestad de dar una verdadera ley, que sea tal y tenga la fuerza de obligar, y que, a pesar de ello, solicita la confirmación para mayor autoridad y fortaleza. Por lo tanto, cuando el estatuto confirmado es del primer género, aparece la regla general, es decir, que ese estatuto no es revocable sin la autoridad del príncipe confirmante de la abrogación; y en este sentido se expresa abiertamente Baldo de Ubaldis; y lo mismo opinan Bartolomé Saliceto y Felino Sandeo.
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Ratio vero est quia tunc lex illa vere est condita auctoritate superioris, nam tunc inferior non condit legem sed quasi postulat a superiore talem legem. Ergo non potest revocari, nisi eadem auctoritate qua fuit condita, quia eadem auctoritas requiritur in destruendo quam in construendo, ut dictum est. Et sumitur ex authentica E contra (C. De repudiis1113). 18. [Prosequitur quaestio.] Hanc vero partem non simpliciter admittit Bartholus (supra1114), sed alia subdistinctione utitur. Aut enim, inquit, habentes statutum confirmatum a principe volunt illud revocare condendo aliud illi repugnans, et tunc non possunt sine auctoritate; aut solum volunt, tollendo statutum, redire ad ius commune, et tunc possunt sine auctoritate superioris. Et primum membrum est evidens ex suppositione in qua loquimur, scilicet, de communitate quae non potest facere legem validam sine confirmatione superioris; nam inde necessario sequitur quod si talis communitas velit priorem legem confirmatam per posteriorem revocare, necessarium sit ut posterioris etiam confirmationem obtineat; alias non erit lex et consequenter nec poterit abrogare priorem. Posterius autem membrum probatur a Panormitano (in dicto c. Cum accessissent1115), inducendo quasdam leges de testamentis. Sequitur etiam Baldus (in dicta l. Ex placito, n. 121116) ex alio fundamento, scilicet, quod statutum est favor populi; et ideo, potest populum poenitere et redire ad ius commune. Idem sequitur Felinus (supra, n. 5, verbo Hanc declarationem1117) et variis exemplis et argumentis illam confirmat. Quibus addi potest quod ius commune etiam est ex auctoritate principis sicut statutum ab eodem principe confirmatum; et ita, cum relinquitur speciale statutum propter ius commune, non relinquitur sine auctoritate principis, quia princeps per se loquendo vult potius commune ius servari quam specialia, quae sunt quasi dispensationes et exceptiones a iure communi; et ideo, regressus ad commune ius favorabilis censetur et voluntati principis consentaneus. 19. [Aliquando statutum speciale est praeter ius commune. Quid tunc censendum.] Sed quid, si statutum sic confirmatum tollatur sine novo statuto et sine reditu ad ius commune? Hoc enim membrum reliquerunt Bartholus et alii, cum tamen sit facile possibile, nam saepe statutum speciale est praeter ius commune et non contra. Tunc ergo poterit abrogari sine reditu ad ius commune, nisi large et improprie *C 5.17.5. En la edición de Coimbra se lee: C. De repub. Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus, ff. 13v-14r. 1115 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 25ra-rb. 1116 Baldus de Ubaldis, Commentaria in quartum et quintum f. 157v. 1117 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 32v. 1113 1114
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La razón, en verdad, es que entonces esa ley es dada realmente por la autoridad del superior, pues en ese caso el inferior no da la ley, sino que la solicita, por así decir, del superior. Luego no puede ser revocada, si no por la misma autoridad por la que fue dada, puesto que se requiere la misma autoridad para destruir como para construir, como se ha dicho. Y se toma de la Auténtica E contra, inserta al Código. 18. [Prosigue el tema.] Pero Bartolo de Saxoferrato no admite sin más esta parte, sino que hace uso de otra subdistinción; pues dice: o los que tienen un estatuto confirmado por el príncipe quieren revocarlo, creando otro que se opone a aquel y entonces no pueden hacerlo sin autorización; o, suprimiendo el estatuto, solamente quieren volver al derecho común, y entonces pueden hacerlo sin autorización del superior. La primera parte es evidente por la suposición dentro de la que nos movemos, o sea, de la comunidad que no puede hacer una ley válida sin la confirmación del superior, pues de ahí se sigue necesariamente que si esa comunidad quiere revocar esa primera ley confirmada por la segunda, sea necesario que obtenga también la confirmación de la segunda; de otro modo no será ley y, en consecuencia, no podrá abrogar la primera. En cuanto a la segunda parte, se prueba por Nicolás de Tudeschis en su comentario al citado canon Cum accessissent de las Decretales, introduciendo algunas leyes sobre los testamentos. También opina así Baldo de Ubaldis, pero con otro fundamento, a saber, que el estatuto es un favor del pueblo y, por ello, que el pueblo puede arrepentirse y volver al derecho común. Lo mismo opina Felino Sandeo, quien confirma esa opinión con varios ejemplos y razones. A estas razones puede añadirse que el derecho común también emana de la autoridad del príncipe como el estatuto confirmado por el mismo príncipe; y así, cuando se deja un estatuto particular por el derecho común, no se deja sin la autoridad del príncipe, puesto que el príncipe, hablando propiamente, quiere que se observe el derecho común más bien que los particulares, que son de alguna manera dispensas y excepciones del derecho común; y por eso, el regreso al derecho común se considera favorable y conforme a la voluntad del príncipe. 19. [A veces, el estatuto particular está fuera del derecho común.¿Qué se ha de considerar en este caso?] Ahora bien, ¿qué sucede si el estatuto así confirmado se suprime sin un nuevo estatuto y sin vuelta al derecho común? Este apartado, en efecto, lo dejaron sin tratar Bartolo de Saxoferrato y otros, aun siendo algo fácilmente posible, pues con frecuencia el estatuto particular está fuera del derecho común y no en contra. Luego en ese caso podrá ser abrogado sin vuelta al derecho común, salvo en sen-
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per solam negationem additionis ad illud, quae non videtur ita favorabilis sicut positivus reditus ad ius commune. Nihilominus tamen, ex fundamento Baldi, erit tunc illud statutum revocabile, quia confirmatio data est in favorem, cui possunt cedere illi, in quorum gratiam data est. Tunc autem necessarius erit consensus totius communitatis, cuius commodum publicum princeps intendit. 20. [Quaedam difficultas.] Adhuc vero superest difficultas in illo secundo membro, nam statutum confirmatum essentialiter, ut sic dicam, per Papam est papale; quia ibi intervenit auctoritas Papae, non tantum ut causa universalis sed ut specifica et propria, ut recte exponit Baldus (dicto n. 121118). Ergo nullo modo potest talis lex auferri nisi per auctoritatem Papae, sive auferatur per solam ablationem legis sive transeundo ad aliud ius commune. Probatur consequentia, quia iidem auctores pro regula statuunt quoties statuentes fecerunt statutum, non propria auctoritate sed vice et auctoritate superioris, non posse tollere statutum, sed solum superiorem. Cum Bartholo et aliis tradit Felinus (supra, n. 91119) et sequitur Navarrus, (cons. 8, De constitutionibus n. 31120). Responderi potest statutum confirmatum dicto modo nunquam auferri sine auctoritate principis, sed solum renuntiari ex subintellecta illius voluntate; et in hoc esse differentiam inter legem factam ab inferiori postulante confirmationem eius a principe et legem datam a principe quasi motu proprio, sive per se, sive per alium cui suam potestatem commisit; nam prior censetur solum confirmata in gratiam petentium, vel populi in cuius commodum cedit; et ideo, habet subintellectam conditionem: si ipsi consenserint. Posterior vero lex inducitur ex pura potestate legislativa principis; et ideo, non habet in illa locum renuntiatio, sed eadem potestate revocanda est. 21. [Haec responsio non satisfacit auctori.] Haec responsio et sententia probabilis forte est, mihi vero non satisfacit, quia nulla est lex quae non feratur propter bonum publicum communitatis et, nihilominus, non potest communitas eam tollere, quasi renuntiando favori suo. Ergo idem erit in lege data per necessariam confirmationem principis, nam tunc revera a principe fertur, licet praecedat constitutio facta ab inferiori senatu vel consilio et principi praesentata ut ab eo confirmetur, nam illa solum est veluti excitatio potestatis principis et propositio legis convenientis communi bono. Ergo postquam rex illam confirmat, tam stabilis permanet ac si ab ipso per se lata fuisset. Declaratur et confirmatur, quia in illo statuto vel lege, praeter principem confirmantem, oportet distinguere consilium seu congregationem statuentium et
Baldus de Ubaldis, Commentaria in quartum et quintum f. 157v. Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima ff. 32r-33v. 1120 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum et responsorum... t. 1, f. 12v. 1118 1119
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tido amplio e impropio por la sola negación de la adición al mismo, que no parece tan favorable como lo es la vuelta al derecho común. Pero, no obstante, atendiendo al fundamento de Baldo de Ubaldis, ese estatuto será entones revocable, ya que la confirmación está dada como favor, al que pueden renunciar aquellos en cuyo beneficio se ha dado. Pero entonces será necesario el consentimiento de toda la comunidad, cuyo interés público intenta el príncipe. 20. [Resta cierta dificultad.] Todavía, empero, resta una dificultad en esa segunda parte, pues el estatuto confirmado de forma esencial, por así decir, por el Papa, es un estatuto papal, porque interviene en él la autoridad del Papa, no sólo como causa universal sino como específica y propia, tal como expone rectamente Baldo de Ubaldis. Por consiguiente, esa ley no puede quitarse de ningún modo, si no es por la autoridad del Papa, sea que se quite por la simple supresión de la ley, sea pasando a otro derecho común. Se prueba la consecuencia, porque los mismos autores establecen como regla que cuantas veces los instituyentes hicieron el estatuto, no por su propia autoridad, sino en vez y por la autoridad del superior, no pueden suprimir el estatuto, sino solamente el superior. Junto a Bartolo de Saxoferrato y otros, transmite esta opinión Felino Sandeo y le sigue Martín de Azpilcueta Se puede responder que el estatuto confirmado de ese modo nunca se suprime sin la autoridad del príncipe, sino simplemente se renuncia por razón de sobrentender su voluntad; y en esto radica la diferencia entre la ley dada por el inferior que pide su confirmación por el príncipe y la ley dada por el príncipe como por motu proprio, sea por sí mismo, sea por medio de otro al que delega su potestad, puesto que la primera se considera confirmada simplemente como en gracia de los solicitantes o del pueblo en cuyo provecho cede; y por eso, lleva sobrentendida la condición de si ellos mismos consintieren. En cambio, la segunda ley se induce por la mera potestad legislativa del príncipe; y por eso, no tiene lugar en ella la renuncia, sino que ha de ser revocada por la misma potestad. 21. [La respuesta no satisface al autor.] Esta respuesta y opinión es probable posiblemente, pero a mí no me satisface, porque la ley que no se da por causa del bien público de la comunidad es nula; sin embargo, la comunidad no puede suprimirla, como renunciando a un favor. Luego lo mismo será en la ley dada por medio de la necesaria confirmación del príncipe; pues, realmente, en ese caso es el príncipe quien da la ley, aunque preceda el estatuto hecho por el senado o consejo inferior y presentado al príncipe para ser confirmado por él; pues ese estatuto es sólo una especie de estímulo de la potestad del príncipe y una proposición de ley conveniente al bien común. Luego, después de que el rey la confirma, permanece tan estable como si hubiese sido dada por él mismo. Se aclara y se confirma, porque en ese estatuto o ley, además del príncipe que confirma, es preciso distinguir el consejo o corporación de los instituyentes y la
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totam communitatem integram, pro qua lex fertur, ut est in religione capitulum repraesentans religionem, et tota religio in se spectata. In illo igitur casu capitulum seu statuentes non possunt revocare legem sic confirmatam a principe, iuxta doctrinam Abbatis supra relatam, quia non est facta in eorum favorem sed totius religionis. Ergo neque religio potest illam tollere nec cedere suo favori, quia non operatur per modum unius, nisi mediante capitulo. Unde non potest intelligi quomodo tota civitas vel religio renunciet tali legi, nisi per contrariam consuetudinem, quam oportebit esse toleratam a principe, iuxta dicenda in sequenti libro. Unde vix aliquam invenio differentiam inter legem sic latam per confirmationem necessariam principis vel per propriam ipsius editionem; ideoque censeo non posse tolli a subditis, nisi ubi constiterit solum confirmari cum illa amplitudine vel per modum favoris, cui possit renuntiari. Et tunc verisimilius erit talem renuntiationem fieri posse per capitulum seu per congregationem statuentium, quia repraesentat communitatem et favor ille debet intelligi concessus modo accommodato tali communitati. Et in eo casu nihil obstabit obiectio facta, quia cum dicitur eum qui vice principis legem posuit eius aucthoritate non posse postea illam revocare, intelligendum id est quando potestas solum ad legem ferendam est commissa; nam, si absolute sit data ad gubernandum cum potestate legislativa, poterit idem qui legem tulit1121 auctoritate apostolica, verbi gratia, eam revocare, quia in hoc etiam auctoritate apostolica utitur; et sic, legatus Papae fert legem per potestatem Papae sibi commissam, et ideo1122 potest illam revocare. Idemque est, suo modo, in religionibus et consequenter idem erit cum proportione in dicto casu. 22. [Lex inferioris confirmata a principe non ex necessitate potest tolli ab his qui potestatem habent condendi illam, nisi aliud constiterit.] Superest dicendum de lege propria inferioris confirmata a principe non ex necessitate sed ad maiorem auctoritatem et approbationem. De illa ergo regulariter videtur procedere sententia Bartholi: quod talis lex, non obstante confirmatione principis, potest tolli ab his qui potestatem habent condendi talem legem. Et hoc etiam videtur sentire Baldus (in dicta l. Ex placito1123), cum ait: talem legem, etiam a Papa confirmatam, non est papalem, sed semper manere in propria specie statuti vel, ut sic dicam, legis quasi municipalis. Ergo per talem confirmationem non est lex illa facta irrevocabilis a propriis auctoribus, quia non mutavit naturam suam nec procedit per se a iurisdictione papali. Item confirmatio illa non est constitutiva talis legis, sed potius supponit illam constitutam et addit quandam sollemnitatem accidentalem ad maiorem statuti approbationem et auctoritatem. Ergo statuentes semper poterunt constitutionem suam tollere, et tunc desinet etiam confirmatio, quasi ad desitionem fundamenti seu subiecti.
En las ediciones se lee: tollit. En las ediciones se lee: idem. 1123 Baldus de Ubaldis, Commentaria in quartum et quintum f. 157v, n. 12. 1121 1122
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comunidad toda en su conjunto, para la que se da la ley, como es el capítulo en representación de la institución religiosa y la institución religiosa toda considerada en sí misma. En ese caso, por consiguiente, el capítulo o los instituyentes no pueden revocar la ley así confirmada por el príncipe, según la doctrina de Nicolás de Tudeschis ya referida, porque no está hecha en su favor, sino en favor de toda la institución religiosa. Luego ni la institución religiosa puede suprimirla, ni renunciar a su favor, ya que no se actúa a modo de uno solo, sino a través del capítulo. De donde, no puede entenderse cómo toda una ciudad o institución religiosa renuncia a esa ley, a no ser por una costumbre contraria que deberá ser tolerada por el príncipe, según lo que se ha de decir en el libro siguiente. Con lo cual, apenas veo diferencia entre la ley así dada mediante la confirmación necesaria del príncipe o por creación propia del mismo; por eso, estimo que no puede ser suprimida por los súbditos, a no ser cuando constare que sólo se confirma con esa amplitud o a modo de favor al que pueda renunciarse. En ese caso es más verosímil que tal renuncia pueda hacerse por el capítulo o por el conjunto de los instituyentes, dado que representan a la comunidad; y ese favor debe entenderse concedido de forma adecuada a esa comunidad. Así, no será un obstáculo la objección hecha, porque, cuando se dice que quien puso la ley, haciendo las veces del príncipe, no puede luego revocarla por su autoridad, se ha de entender que esto es cuando la potestad está encomendada sólo para dar la ley; pues si la potestad está dada de forma absoluta para gobernar con potestad legislativa, el que dio la ley por la autoridad apostólica, él mismo podrá, por ejemplo, revocarla, porque en esto usa también de la autoridad apostólica; así el legado papal da una ley por la potestad del Papa a él encomendada, y él mismo puede revocarla. Sucede lo mismo, a su modo, en las instituciones religiosas; y en consecuencia, se aplicará lo mismo, con la debida proporción, en el caso expuesto. 22. [La ley del inferior confirmada por el príncipe, no por razón de necesidad, puede suprimirse por los que tienen potestad legislativa, salvo que constare otra cosa.] Queda por hablar de la ley propia del inferior confirmada por el príncipe, no por razón de necesidad, sino para darle mayor autoridad y aprobación. A ella parece normalmente referirse la opinión de Bartolo de Saxoferrato, de que tal ley, no obstante la confirmación del príncipe, puede ser suprimida por aquellos que tienen potestad de dar tal ley. Esto parece opinar Baldo de Ubaldis, cuando afirma que esa ley, aunque confirmada por el Papa, no es papal, sino que siempre permanece en su especie propia de estatuto o, por así decir, de ley cuasi municipal; luego por tal confirmación esa ley no se hace irrevocable por sus propios autores, ya que no cambió su naturaleza, ni procede directamente de la jurisdicción papal. Además, esa confirmación no es constitutiva de tal ley, sino, más bien, supone que esa ley está constituida y añade cierta solemnidad accidental para una mayor aprobación y autoridad del estatuto. Por lo tanto, los instituyentes siempre podrán suprimir su constitución, y entonces cesa asimismo la confirmación a la vez que cesa el fundamento o sujeto.
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Haec ergo sententia videtur mihi vera per se loquendo, id est, nisi aliud constiterit de voluntate principis, quia, licet eius confirmatio non petatur ut necessaria, nihilominus poterit ipse, si velit, legem facere suam; et ita illam confirmare ut suo nomine subsistat et tunc non erit revocabilis ab inferioribus. Oportebit autem ut de tali voluntate principis satis expresse constet. 23. [Quid sentiendum de distinctione Abbatis inter confirmationem essentialem et accidentalem.] Ex quibus tandem intelligi potest quid sentiendum sit de distinctione Abbatis. Ad utramque enim confirmationem tam essentialem quam accidentalem potest accommodari; rarius tamen ac difficilius in accidentali, maxime tamen ad essentialem; quia, iuxta proxime dicta, etiamsi lex ad bonum publicum pertineat, per se non fiet irrevocabilis propter confirmationem accidentalem, nam de illa etiam lege procedit ratio facta. Quia tamen princeps, ut dixi, sic confirmando legem, potest illam suam facere, magis id praesumi potest in lege pertinente ad publica commoda quam de pertinente ad proprium commodum statuentium. In neutra autem est id facile admittendum, nisi ex verbis confirmationis constet. 24. [Prosequitur quaestio.] In altera confirmatione essentiali magis servari poterit illa distinctio. Et de illa videtur loqui Panormitanus, nam de eadem sermo est in dicto caìte Cum accessissent1124, quia capitulum ecclesiae non potest extinguere dignitatem aliquam sine confirmatione Papae; et nihilominus ibi supponitur potuisse capitulum renuntiare tali statuto a Papa confirmato. Addendum vero est, licet hoc procedat considerata materia et quasi ordinario iure, nihilominus, si Pontifex addat illa verba irritantia: Quidquid in contrarium factum fuerit, irritum sit, censetur tale statutum fieri irrevocabile sine auctoritate Pontificis. Ita enim habetur in dicto capite Dilecto1125, ubi statutum de quo sermo est sine dubio erat favorabile his qui confirmationem petierant. Ratio vero est quia potest Pontifex plus concedere quam petatur et velle ut illamet commoditas et utilitas talis communitatis per legem eiusdem communitatis introducta, ita per suam confirmationem stabiliatur, ut mutari non possit ab ipsamet communitate sine suo consensu, quia ad ipsum, ut ad superiorem, spectat inferiorum commoda prospicere et conservare per legem suam, et potest illam confirmare ut faciat suam. Hoc tamen in tali materia non praesumitur, nisi per aliqua verba declaretur.
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X 1.2.8. X 3.5.25.
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Así pues, esta opinión me parece a mí verdadera en sus términos, o sea, si no constare otra cosa de la voluntad del príncipe; pues, aunque su confirmación no se pida como necesaria, sin embargo, él mismo podrá, si quiere, hacer suya la ley; y de esta manera, confirmarla para que subsista en su nombre, en cuyo caso no será revocable por los inferiores; pero será preciso que conste bien expresamente esa voluntad del príncipe. 23. [Qué opinar sobre la distinción de Tomás de Tudeschis entre la confirmación esencial y la accidental.] Según lo expuesto, puede entenderse finalmente qué se debe opinar sobre la distinción de Nicolás de Tudeschis. Pues puede aplicarse a una y otra confirmación, tanto a la esencial como a la accidental; sin embargo, la aplicación será más rara y más difícil respecto a la accidental, y más aún a la esencial, ya que, según lo dicho poco antes, aunque la ley se ordene al bien público, no se hará por sí misma irrevocable por razón de la confirmación accidental, pues a ella también se aplica la razón dada. Pero, puesto que el príncipe, como dije, confirmando de ese modo la ley, puede hacerla suya, se puede presumir esto respecto de la ley que responde a los intereses públicos con mayor razón que de la ley que responde al interés propio de los instituyentes. Ahora bien, no es fácil admitirlo en ninguna de las dos, excepto si consta por las palabas de la confirmación. 24. [Prosigue el tema.] Con relación a la confirmación esencial, podrá mantenerse mejor esa distinción; a ella parece referirse Nicolás de Tudeschis, pues de ella habla en su comentario al canon Cum accessissent de las Decretales, ya que el cabildo de una iglesia no puede suprimir ninguna dignidad sin la confirmación del Papa; y sin embargo, allí se supone que el cabildo hubiese podido renunciar a ese estatuto confirmado por el Papa. Realmente se ha de añadir que, aunque esto sea procedente en vista de la materia y del derecho en cierto modo ordinario, sin embargo, si el Papa añade aquellas palabras invalidantes: Todo lo que fuere hecho en contra sea nulo, se considera que ese estatuto se hace irrevocable sin la autoridad del Papa. Así, en efecto, se contiene en el citado canon Dilecto de las Decretales, donde el estatuto del que se habla era favorable sin duda para los que habían solicitado la confirmación. La razón, en verdad, es que el Papa puede conceder más de lo que se pide y querer que esa misma ventaja y utilidad de esa comunidad, introducida por una ley de la misma comunidad, se estabilice de tal modo por su confirmación que no pueda ser cambiada por la misma comunidad sin su consentimiento, puesto que a él mismo, como al superior, compete procurar y conservar los intereses de los inferiores mediante su ley; y puede confirmarla de modo que la haga suya. Sin embargo, esto no se presume en esta materia, salvo que se declare por determinadas palabras.
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25. [Oportet verba confirmationis diligenter expendere.] E converso vero contingit in alio membro de lege publici commodi; nam, si fertur cum confirmatione essentiali principis, ex vi materiae est lex superioris et irrevocabilis, et haec praesumitur esse intentio principis aut Pontificis confirmantis. Nihilominus tamen, non est id ita necessarium quin possit Pontifex confirmare illa statuta, non imponendo necessitatem retinendi illa sed per modum favoris, cui possit communitas per se vel per suum senatum vel capitulum renuntiare, si velit, ut dictum est; ita ut sit potius concessio potestatis ferendi illam legem, cum potestate etiam tollendi, quam absoluta legislatio. Id autem, ut ego sentio, non praesumitur nisi in ipsa confirmatione declaretur. Oportet ergo verba confirmationis diligenter expendere; saepeque mens Pontificis ex petitione intelligitur, nam regulariter ita confirmat sicut postulatur, nisi plus exprimat. Si tamen, ex verbis aliud non colligitur et materia pertinet ad bonum publicum et confirmatio necessaria est, censetur confirmando facere legem illam suam et irrevocabilem a subditis, ut sententia communis habere videtur.
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25. [Conviene examinar bien las palabras de confirmación.] Pero sucede al contrario en la otra parte sobre la ley del bien común; pues, si se da con la confirmación esencial del príncipe, en virtud de la materia es ley del superior e irrevocable, y ésta se presume que es la intención del príncipe o del Papa confirmante. Pero, no obstante, esto no es de tal modo necesario que no pueda el Papa confirmar esos estatutos a modo de favor, al que pueda renunciar la comunidad directamente o mediante su senado o capítulo, si quiere, sin imponer la necesidad de retenerlos, como se ha dicho; de modo que sea más una concesión de dar una ley con potestad también de quitarla que una simple potestad legislativa. Ahora bien, tal como yo me inclino a creer, esto no se presume, a no ser que se declare en la misma confirmación. Es necesario, por ello, examinar con diligencia las palabras de la confirmación; y muchas veces la intención del Papa se entiende por la solicitud, dado que normalmente se confirma tal como se solicita, salvo que se exprese algo más. Pero, si de las palabras de la confirmación no se deduce otra cosa y la materia corresponde al bien público y la confirmación es necesaria, se considera que mediante la confirmación hace suya esa ley e irrevocable por parte de los súbditos, como la opinión común parece sostener.
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CAPUT XXVII Quibus modis fiat abrogatio legis et quos effectus habeat 1. Duplex legis abrogatio. In hoc capite explicabimus formam servandam in abrogatione legis, simulque de effectibus eius dicemus, quia res est facilis et breviter explicari potest. Suppono igitur duplicem distingui posse legis abrogationem: unam vocare possumus non scriptam, quae per desuetudinem1126 vel contrariam consuetudinem fit, de qua in libro sequenti dicturi sumus; hic autem de abrogatione scripta tractamus, quae, licet generaliter fieri possit per verba ore prolata ab habente potestatem, nihilominus regulariter scribitur, sicut humana lex, propter certitudinem et durationem aliasque scripturae utilitates. 2. [Abrogatio scripta quibus modis fieri posse.] Circa hanc ergo revocationem in primis advertendum est variis modis fieri posse. Primo, pure abrogando legem, id est, tollendo obligationem eius et nullam aliam imponendo; et haec abrogatio est omnium facillima, quia et oportet fieri per declarationem contrariae voluntatis et minorem requirit causam, quia non imponit onus sed tollit. Aliter vero fit revocatio, unam obligationem tollendo et oppositam inducendo. Quae oppositio potest esse vel negativa tantum et quasi contradictoria, obligando scilicet ad non faciendum id quod antea praeceptum erat; quod proprie habet locum quando lex prior affirmativa erat; nam, si esset prohibens, formalis contradictio esset praecipere postea eundem actum qui antea erat prohibitus. Et hoc etiam genus abrogationis est satis expressum et formale, quod nulla fere indiget interpretatione. Aliquando vero oppositio inter priorem et posteriorem legem est per positivam repugnantiam et quasi contrarietatem, quae proprie invenitur inter leges affirmativas praecipientes actus repugnantes, quarum posterior non facit mentionem prioris, illam formaliter abrogando, addita particula: non obstante, vel in speciali, vel saltem in genere. Et haec potest dici abrogatio implicita et virtualis, quae habet locum, non solum quando utrumque praeceptum est affirmativum, sed etiam quando alterum est negativum, si non sit immediate et formaliter oppositum, sed solum sub aliqua ratione magis generali. Quando ergo in nova lege repugnante priori additur clausula formaliter revocativa, tunc solum sunt consideranda verba revocationis: an sint specialia, vel saltem sufficienti modo generalia, ad comprehendendam priorem legem. Alterum enim horum necessarium est ut formalis revocatio facta intelligatur; alioqui erit tantum implicita et fere eiusdem rationis cum altera, in qua nulla clausula expressa 1126
En las ediciones se lee: dissuetudinem.
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CAPÍTULO XXVII De qué modos se hace la abrogación de la ley y qué efectos tiene 1. Doble abrogación de la ley. En este capítulo expondremos la forma que se ha de observar en la abrogación de la ley y al mismo tiempo hablaremos sobre sus efectos, ya que el tema no presenta dificultades y puede exponerse brevemente. Así pues, doy por supuesto que se puede distinguir una doble abrogación de la ley. A una la podemos llamar no escrita, la cual se hace por el desuso o por la costumbre en contra, de la cual hablaremos en el libro siguiente; pero aquí tratamos de la abrogación escrita, la cual, aunque en general pueda hacerse mediante palabras proferidas vocalmente por el que tiene potestad, sin embargo, normalmente se hace por escrito, al igual que la ley humana, por razón de seguridad, de permanencia y de otras utilidades de la escritura. 2. [De qué maneras puede hacerse la abrogación escrita.] Por tanto, sobre esta revocación se ha de advertir ante todo que puede hacerse de varias maneras. En primer lugar, abrogando la ley sin más, o sea, suprimiendo su obligación y no imponiendo ninguna otra; esta abrogación es la más fácil de todas, porque necesita hacerse por una declaración de voluntad contraria y requiere una causa menor, pues no impone una carga, sino que la quita. Sin embargo, la revocación se hace de otra manera, quitando una obligación y poniendo otra opuesta. Esta oposición puede ser incluso negativa solamente y como contradictoria, a saber, obligando a no hacer lo que anteriormente estaba mandado hacer, lo cual tiene lugar cuando la ley primera era afirmativa; pues, si fuese prohibitiva, sería una contradicción formal preceptuar después el mismo acto que antes estaba prohibido; y este género de abrogación es también suficientemente expresivo y formal, que no precisa casi interpretación alguna. Pero, a veces, la oposición entre la ley anterior y la posterior se debe a un rechazo positivo y a una especie de contrariedad, que se halla propiamente entre las leyes afirmativas que mandan actos que se oponen, la posterior de las cuales no hace mención de la anterior, abrogándola formalmente, añadiendo la expresión: no obstante o: en particular o al menos: en general. Ésta puede considerarse una abrogación implícita y virtual, que tiene lugar, no sólo cuando ambos preceptos son afirmativos, sino también cuando uno es negativo, siempre que no sea opuesto de manera directa y formal, sino solamente bajo alguna razón más general. Así pues, cuando a la nueva ley que se opone a la anterior se añade una cláusula formalmente revocativa, entonces se han de considerar sólo las palabras de la revocación, si son o no particulares o, cuando menos, lo bastante generales para abarcar a la ley anterior. En efecto, una de estas dos cosas es necesaria para que la revocación hecha se considere formal; de otro modo será sólo implícita y casi
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derogationis additur, quae non parvam difficultatem apud auctores habet. Illam tamen breviter expediam. 3. Prima conclusio. Dico ergo primo: lex posterior1127 interdum abrogat praecedentem, etiamsi nullam eius mentionem faciat. Haec assertio communis est et certa. Sumitur ex capite 1 (De constitutionibus, in Sexto1128, cum glossa, ibi, verbo Revocare et verbo Noscatur1129, et ex l. Sed et posteriores, D, De legibus1130), ibi: Nisi contraria sint. Ratio est quia voluntas posterior, supposita potestate, vincit et revocat priorem; posterior autem lex, quando concordari non potest cum priori, sufficienter indicat voluntatem priori contrariam, saltem virtualem, quae formali aequivalet. Ergo sufficit ad abrogationem. 4. Secunda conclusio. Dico secundo: haec abrogatio restringenda est quoad fieri possit, regulariter loquendo. Haec etiam conclusio communis est; de qua videri potest Bartholus(in l. Si constante, D, Soluto matrimonio, n. 391131, et in repetitione l. Caesar, D, De publicanis et vectigalibus, col. 81132), Decius (in c. 1, De constitutionibus, lect. 1, n. 111133), Felinus (in c. Nonnulli, De rescriptis, n. 6 et sequentibus1134), Tiraquellus (in praefactione ad Retractum, n. 621135). Sumitur ex capite Cum expediat (De electionibus, in Sexto1136, ubi doctores) et ex lege 1 (C. De inofficiosis dotibus1137, l. Non est novum, cum sequentibus, D, De legibus1138). Item ex aliis iuribus, quae asserunt correctionem iurium esse vitandam quoad fieri possit, ut sumitur ex capite Cum dilectus (De consuetudine1139), et leges posteriores saepe ad anteriores trahi et similia. Facit etiam regula iuris: Quae a iure exorbitant non esse extendenda, nam constat legem revocatoriam ex suo genere exorbitantem esse; ad idem facit regula: Quod odia sunt restringenda, quia monstravimus capite 18 mutationem legis de se nocivam esse. Unde sic concluditur: abrogatio legis per se loquendo non expedit reipublicae, nisi necessitas cogat, quia ex se infert nocumentum. Ergo restringenda est quoad fieri possit. Et confirmatur, nam ob hanc causam legis abrogatio magna En la ediciones se lee: inferior. In VI 1.2.1. 1129 Sextus Decretalium col. 11, lit. b et c. 1130 D 1.3.28. 1131 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Infortiati partem f. 19v. 1132 Bartholus de Saxoferrato, In primam Digesti Novi partem (Venetiis 1570, f. 55r). 1133 Philippus Decio, Super Decretalibus f. 5r. 1134 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima ff. 138v-139r, nn. 6-9. 1135 Andreas Tiraqueau, De utroque retractu p. 20. 1136 In VI 1.6.29. 1137 C 3.30.1. 1138 D 1.3.26. 1139 X 1.4.8. 1127 1128
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de la misma razón que la otra, a la que no se añade cláusula expresa alguna de derogación, la cual presenta no pequeña dificultad a los autores. No obstante, la expondré con brevedad. 3. Primera conclusión. Digo, pues, en primer lugar, que la ley posterior a veces abroga la anterior, aunque no haga mención alguna de ella. Esta es una afirmación común y certera. Se toma del canon Licet romanus del Libro Sexto, con la Glosa al mismo, y de la ley Sed et posteriores del Digesto, allí donde se dice: A no ser que sean contrarias. El argumento es que la voluntad posterior, dando por supuesta la potestad, vence y revoca la anterior; por su parte, la ley posterior, cuando no puede ser acordada con la anterior, indica suficientemente la voluntad contraria a la primera, cuando menos, virtual, que equivale a la formal. Luego basta para la abrogación. 4. Segunda conclusión. Digo, en segundo lugar, que esta abrogación se ha de limitar a lo que pueda hacerse, hablando normalmente. Esta conclusión también es común; sobre ella puede consultarse a Bartolo de Saxoferrato, Felipe Decio, Felino Sandeo y a Andrés Tiraqueau. Se toma del canon Cum expediat del Libro Sexto, que comentan los doctores, y de las leyes Cum omnia bona del Código, Non est novum y siguientes del Digesto. Se toma asimismo de otras normas jurídicas, que afirman que se ha de evitar en la medida de lo posible la corrección de las normas jurídicas, como se deduce del canon Cum dilectus de las Decretales, y que muchas veces las leyes posteriores se explican por las anteriores y cosas similares. Viene también al caso la regla del derecho: Lo que excede del derecho no se debe extender, pues es evidente que la ley revocatoria es excesiva por su naturaleza. También vale la regla: Que las cosas odiosas se han de restringir, pues ya demostramos en el capítulo XVIII que el cambio de la ley es de por sí perjudicial. De donde se concluye que la abrogación de la ley, propiamente hablando, no es conveniente para la comunidad política, salvo si obliga la necesidad, porque de por sí causa un perjuicio. Luego se ha de restringir en la medida de lo posible. Se confirma esta conclusión, pues por esta causa la abrogación de la ley se ha de hacer con gran reflexión. Luego no es verosímil, dijo Felipe Decio, que el
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consideratione facienda est. Ergo non est verisimile, ait Decius, voluisse principem uno verbo, et quasi aliud agentem, revocare legem observatam. Non est ergo admittendum, nisi necessitas summa sit. 5. Unde colligendum est legem esse odiosam. Atque hinc sequitur idem esse dicendum de quacunque correctione seu derogatione legis, etiamsi non sit in totum sed in parte. Sumitur ex Bartholo in dicta lege Si constante (D, Soluto matrimonio, n. 391140) et Tiraquello, supra1141; et passim ita loquuntur iuristae, ut supra de dispensatione dictum est, et infra de privilegiis dicetur1142. Et rationes adductae cum proportione applicari possunt; nam, licet minus nocumentum sit correctio vel derogatio quam abrogatio, nihilominus non parvum est; et ideo, si fieri potest, vitandum est. Verumtamen saepe difficillimum erit omnem prioris legis derogationem et abrogationem vitare quando posterior repugnare videtur; et ideo, si utraque excusari non potest, derogatio potius quam abrogatio admittenda est ut ex duobus malis minus eligatur. Tamen si aliqua probabilis ratio aut via occurrerit ad concordanda iura, etiam sine derogatione, praeferenda est. Quod vero aliqui addunt: legem posteriorem, etiamsi non deroget priori, eo illo quod aliquid addat, odiosam esse et restringendam, verisimile non est; alias, omnes leges de novo editae essent odiosae, quod dici non potest. Consideranda ergo est additio, et iuxta materiae capacitatem et regulas positas in principio huius libri iudicandum erit an talis dispositio odiosa sit vel favorabilis. Addit denique Bartholus (supra), quem Tiraquellus sequitur, distinguendam esse limitationem legis a correctione1143; nam correctio proprie est quando lex praecedens ex parte tollitur, quia quoad illam minus utilis invenitur, limitatio vero intelligitur inesse ipsi legi ex quo condita fuit, nam postea solum per declarationem adhibetur. Et ideo dixit idem Bartholus limitationem etiam in iure divino locum habere (in l. 1, D, De constitutionibus principis, et in l. 1, C, Si contra ius vel utilitatem publicam1144). Unde limitatio sic sumpta, quae potius interpretatio censenda est, non est exorbitans nec odiosa, quia explicat verum sensum legis, et potius favorabilis est dicenda, etiamsi fortasse alicui minus utilis sit, ut sumitur ex capite 2 (De decimis, in Sexto1145). 6. Duplex limitatio. Solent vero addi huic assertioni limitationes plures, duae tamen videntur praecipuae. Una est legem correctoriam extendi propter similitudinem vel Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Infortiati partem f. 19v. Andreas Tiraqueau, De utroque retractu p. 20. 1142 Franciscus Suárez Tractatus de legibus lib. 8; Vivès 6, p. 225. 1143 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in primam Infortiati partem, f. 19v, nn. 40-41. 1144 Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus f. 25v, n. 3, et Commentaria in primam Codicis f. 42r. 1145 In VI 3.13.2. 1140 1141
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príncipe hubiere querido con una sola palabra, y como si fuera un agente ajeno, revocar una ley que se observa. Luego no se ha de admitir, salvo que se trate de una necesidad verdaderamente grande. 5. De dónde se ha de deducir que una ley es odiosa. De ahí se sigue que se debe decir lo mismo de cualquier corrección o derogación de la ley, aunque no sea total, sino parcial. Se deduce de lo expuesto por Bartolo de Saxoferrato y Andrés Tiraqueau; así se expresan también por doquiera los juristas, como se dijo antes sobre la dispensa y se dirá luego sobre los privilegios. Las razones dadas se pueden aplicar con la proporción debida; pues aunque la corrección o derogación sea un mal menor que la abrogación, sin embargo, no es pequeño; por eso, si puede hacerse, se ha de evitar. Pese a todo, con frecuencia será muy difícil evitar toda derogación y abrogación de la ley anterior cuando la posterior parece que se opone; de ahí que, si no pueden justificarse ambas, se ha de admitir la derogación antes que la abrogación, de manera que se elija el menor mal de entre dos. Ahora bien, si hubiere alguna razón probable o un medio para concordar dichas normas, incluso sin derogación, habrá de ser preferido. Realmente, lo que añaden algunos: que la ley posterior, aunque no derogue la anterior, por el hecho mismo de que añada algo, es odiosa y se ha de restringir, no es verosímil; de lo contrario, todas las leyes dadas de nuevo serían odiosas, lo que no puede decirse. Por consiguiente, se ha de tener en cuenta la adición y según la capacidad de la materia y las reglas expuestas al principio de este libro se habrá de juzgar si esa disposición es odiosa o favorable. Añade, por último, Bartolo de Saxoferrato, a quien sigue Andrés Tiraqueau, que se ha de distinguir la limitación de la corrección de la ley, pues hay corrección propiamente cuando se suprime parcialmente la ley precedente, porque se descubre que es menos útil en cuanto a esa parte, sin embargo, la limitación se entiende que está en la ley misma desde que fue dada, pues después sólo se aplica mediante la declaración; y por eso, dijo el mismo Bartolo de Saxoferrato que la limitación tiene lugar también en el derecho divino. De donde, tomada así la limitación, que más bien se ha de considerar una interpretación, no es excesiva ni odiosa, pues explica el verdadero sentido de la ley y se debe considerar más bien favorable, aunque quizá sea menos útil para alguno, tal como se deduce del canon Statuto del Libro Sexto. 6. Doble limitación. Suelen añadirse, en verdad, muchas limitaciones a la afirmación hecha, pero dos parecen las principales. Una es que la ley correctoria se extiende por causa de
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identitatem rationis, ut est apud Antonium Gabrielem (2, Communis opinio, lib. 171146) et Matienzo (in l. 19, tit. 11, lib. 5 Recopilationis, glossa 2, n. 5 et sequentibus1147). Sed hoc exponendum est iuxta dicta supra (cap. 2 et 3 huius libri), et omnino restringendum vel non admittendum, nisi ubi tanta sit identitas ut non possit sine gravi absurditate vitari extensio. Alioqui multo magis incerta est utilitas extensionis legis propter rationis similitudinem quam sit nocumentum in correctione legis; imo satis dubia res est an talis extensio aliquando expediat; de correctione autem legis constat minime expedire, si vitari potest. Ac denique non invenio illam limitationem esse in iure fundatam, restrictio autem correctionis legum in iure fundata est, semperque antiqua lex melioris est conditionis, et ius suum quasi possidet, quando de correctione expresse non constat. Unde oritur regula legis Praeceptum (in fine, C. De appellationibus): Quidquid in posteriori lege specialiter non fuerit expressum, id veterum legum constitutionumque regulis relictum esse intelligendum est1148. 7. [Alia limitatio.] Alia limitatio est: nisi per correctionem legis redeatur ad antiquum ius; nam tunc illa correctio censetur favorabilis, quia est, ut ita dicam, revocatio prioris correctionis, quae fuerat odiosa. Ita notat Tiraquellus, dicta praefactione ad Retractm (n. 581149), cum Bartholo, Felino, Decio et Gozadino, quos allegat et favet1150 quod Hieronymus, (lib. 1, Contra Jovinianum1151) sentit abrogationem legis veteris per novam favorabilem fuisse, quia nos ad principium seu ad priorem statum revocavit, ut habetur in capite Ab exordio (35 d1152). Hoc etiam principium repetit idem Tiraquellus (De primogenitorum, q. 24, n. 2 et 61153) et Covarrubias (lib. 3, Variarum, cap. 6, n. 41154), Navarrus (in cap. 1, § Laboret, De poenitentia, dist. 6, n. 16 et 171155), qui allegant glossam(in c. Statutum, De praebendis, in Sexto, verbo Numerandum1156), cum multis antiquis. Et idem sentiunt alii moderni, et pro ratione reddunt quia sicut unaquaeque res facile reducitur ad naturam suam ita etiam lex revertitur ad ius commune, quod videtur esse magis naturale.
1146 Antonius Gabriel, Communes conclusiones, Según esta cita hay un segundo tomo que no se ha logrado encontrar. 1147 Johannes Matienzo, Commentaria in librum quintum f. 394r, nn. 5-7. 1148 C 7.62.32. § 6. 1149 Tiraquellus, Andreas, Retractus n. 58 1150 Andreas Tiraqueau, De utroque retractu p. 18. 1151 Hieronimus, Contra Jovinianum. 1152 D.35 c. 2. 1153 Andreas Tiraqueau, De nobilitate et iure primogeniorum (Parisiis 1549, ff. 331v-332r). 1154 Didacus de Covarrubias, Variarum resolutionum ff. 27v-28r. 1155 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Commentaria in septem distinctiones De poenitentia (Opera t. 1, pp. 577-578). 1156 En las ediciones se lee: numeranda.
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la semejanza o identidad de la razón, como vemos en Antonio Gabriel y Juan de Matienzo. Pero esto se ha de exponer según lo dicho arriba, en los capítulos II y III de este libro, y se ha de restringir o no admitir en absoluto, salvo donde sea tan grande la identidad que no se pueda evitar la extensión sin una grave discordancia. De otra parte, la utilidad de la extensión de la ley por causa de la semejanza de la razón es mucho más incierta que el daño que se produce en la corrección de la ley; aún más, es cosa bastante dudosa si esa extensión es oportuna en alguna ocasión; pero sobre la corrección de la ley es evidente que no es oportuna en ningún caso, si puede evitarse. Finalmente, no encuentro que esa limitación esté fundada en derecho; sin embargo, la restricción de la corrección de las leyes está fundada en derecho, y siempre la ley antigua es de mejor condición y se comporta como poseedor de su derecho cuando no consta expresamente de la corrección. Ahí tiene su origen la regla de la ley Praecipimus ex, parágrafo Praeceptum, del Código: Se ha de entender que todo lo que no fuere expresado especialmente en la ley posterior, se ha dejado a las reglas de las leyes y constituciones antiguas. 7. [Otra limitación.] Otra limitación es: salvo que por la corrección de la ley se vuelva al derecho antiguo; pues entonces, esa corrección se estima favorable, ya que es, por así decir, una revocación de la corrección anterior, que había sido odiosa. Así lo anota Andrés Tiraqueau, con Bartolo de Saxoferrato, Felino Sandeo, Felipe Decio y Luis de Gozadinis, a quienes cita y aplaude; y Jerónimo afirma que la abrogación de la ley antigua había sido por una nueva favorable, porque nos hizo volver al principio, o sea, al estado primero, como se lee en el canon Ab exordio del Decreto de Graciano. Este principio lo recuerdan también Andrés Tiraqueau, Diego de Covarrubias, Martín de Azpilcueta, quienes alegan la Glosa al canon Statutum, palabra Numerandum, del Libro Sexto, con muchos antiguos. Y lo mismo opinan otros modernos, que dan como razón que como una cosa, cualquiera que sea, se reduce fácilmente a su naturaleza, así también la ley se vuelve al derecho común, lo que parece ser más natural.
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8. [Obiectio a Tiraquello posita.] Contra hanc vero limitationem obiicit Tiraquellus (in dicta praefactione ad Retractum n. 59)1157, quia saepe contingit antiquiorem legem, prius revocatam, fuisse odiosam. Ergo reditus ad illam non debet censeri favorabilis, quod multo magis procedit si illa lex antiqua iniqua fuit vel, licet iusta fuerit et utilis, si altera revocans illam erat melior et utilior; nam tunc derogatio huius propter reditum ad antiquiorem non est iudicanda favorabilis. Non potest ergo talis regula generalis constitui, sed videtur considerandum quale fuerit illud ius antiquius prius revocatum, et iuxta qualitatem eius iudicandum fore de reditu ad illud. Veruntamen haec obiectio fieri etiam potest contra assertionem secundam, nam ob eandem causam non potest pro regula statui revocationem legis esse odiosam, quia si lex abrogata odiosa erat vel si erat nimis rigida aut parum utilis ad bonos mores, certe abrogatio illius non debet censeri odiosa, sed potius favorabilis, quia moderari rigorem vel tollere odium favorabile est. Quod quidem, in particulari loquendo, quando caetera sunt paria, non videtur mihi posse negari, nam ratio facta videtur ex terminis nota et ideo in secunda assertione addidi: regulariter loquendo; unde conclusio ipsa intelligenda est ex vi revocationis seu ex suo genere aut caeteris paribus; et ita procedunt rationes quibus probata est. In eodem ergo sensu sustineri potest limitatio posita, scilicet, reditum ad antiquam legem ex suo genere favorabilem esse. 9. [Alia obiectio.] Aliter vero obiici potest, quia lex abrogata iam non est lex, quia destructa est per alteram, quae postea condita est, et permanet quamdiu non revocatur. Ergo ex tunc mutatio posterioris legis est simpliciter odiosa et restringenda ex genere suo. Probatur consequentia. Tum quia iam nihil obstare potest lex illa antiquior vel resistere alteri legi, quia quod non est non potest alteri resistere. Tum etiam quia ius actu existens praeferendum est illi quod iam praeteriit et non est; ergo favorabilior esse debet conservatio praesentis iuris quam reductio ad praeteritum, eo vel maxime quod, cum illud praeteritum ius iam non sit lex, non potest dici esse ius commune. Tum denique quia mutatio legis eo est magis odiosa quo multiplicatur saepius, quia eo magis derogat naturae et utilitati legis. Ergo non minus, imo magis restringi debet mutatio secundae legis abrogantis priorem quam ipsamet quae priorem abrogavit. Propter haec censeo illud vulgare principium non esse intelligendum de lege universali universaliter abrogata, quia tunc apud me argumenta convincunt non esse habendam rationem eius neque illam posse amplius vocari ius commune nec reductionem ad illam posse reputari reductionem ad rei naturam.
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Andreas Tiraqueau, De utroque retractu p. 19.
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8. [Objeción puesta por Andrés Tiraqueau.] Ahora bien, contra esa limitación objeta Andrés Tiraqueau que con frecuencia sucede que la ley más antigua, antes revocada, había sido odiosa. Luego la vuelta a la misma no debe considerarse como favorable, lo cual tiene lugar con mucha más razón si esa ley antigua fue injusta o, aunque fuere justa y útil, si la otra que la revocó era mejor y más útil; pues entonces su derogación por la vuelta a la antigua no debe ser juzgada favorable. Por ello, no puede constituirse esa regla general, sino que parece se ha de tener en cuenta cuál fuere ese derecho más antiguo anteriormente revocado y se habrá de juzgar sobre la vuelta al mismo conforme a su calidad. Pero, pese a todo, esta objección puede ponerse también contra la afirmación segunda, pues por una misma causa no puede establecerse como regla que la revocación de la ley es odiosa, puesto que si la ley abrogada era odiosa o si era demasiado rigurosa o poco útil para las buenas costumbres, ciertamente su abrogación no debe ser considerada odiosa, sino más bien favorable, ya que moderar el rigor o suprimir el odio es favorable. Lo cual, por cierto, hablando en un caso particular y en paridad de circunstancias, no me parece a mí que pueda negarse, pues la razón puesta parece conocida en sus términos; y por eso, en la segunda afirmación añadí: normalmente hablando; de donde la conclusión misma se ha de entender según la fuerza de la revocación o, por mejor decir, según su naturaleza, o en igualdad de circunstancias; de esta manera proceden las razones con las que se ha probado. Por consiguiente, en ese mismo sentido puede sostenerse la limitación puesta, o sea, que la vuelta a la antigua ley es favorable por su naturaleza. 9. [Otra objeción.] De otro modo, en verdad, puede objetarse que la ley abrogada ya no es ley, porque está destruida por la otra que se ha dado después y que permanece mientras no es revocada. Luego desde ese momento el cambio de la ley posterior es simplemente odioso y se ha de restringir por su naturaleza. Se prueba la consecuencia. En primer lugar, porque ya esa ley más antigua no puede ser un obstáculo ni hacer frente a la otra ley, porque lo que no es no puede hacer resistencia. En segundo lugar, porque el derecho que existe en acto se ha de preferir al que ya pasó y no existe; luego debe ser más favorable la conservación del derecho presente que la vuelta al pasado, cuánto más cuanto que como ese derecho pasado ya no es ley no puede decirse que es derecho común. Finalmente, porque el cambio de la ley tanto es más odioso cuanto más se multiplica, ya que así deroga más la naturaleza y la utilidad de la ley. Luego el cambio de la segunda ley que abroga la primera debe restringirse no menos sino más que la misma ley que abrogó la primera. Por esto me parece que ese principio común no se ha de entender de la ley universal abrogada de manera universal, porque entonces a mí me convencen los argumentos de que la razón de esa ley no se debe tener en cuenta y que ella no puede llamarse más derecho común, ni la vuelta a ella puede ser considerada como vuelta a la naturaleza de la cosa.
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Intelligendum erit ergo illud principium de generali lege, quae universaliter quidem perseveret, in particulari autem derogata sit per statutum aut legem particularem. Tunc enim cessat obiectio facta, nam lex illa post derogationem durat et de se constituit ius commune, et ita de illo procedit recte communis ratio et doctrina. 10. [Tertia conclusio.] Dico tertio: lex posterior, non habens clausulam derogantem vel abrogantem priorem, non revocat illam, nisi quando illi directe opponitur, ita ut nisi priori deroget fiat inutilis. Ita docent communiter auctores citati. Et in primis quod illa duo sufficiant ad derogationem manifestum est, quia alias nunquam posset fieri abrogatio legis sine formali clausula derogatoria, quia nihil aliud requiri aut cogitari potest. Consequens autem est aperte falsum; tum ex capite 1 (De constitutionibus, in Sexto1158) cum glossa ibi1159 et doctoribus, tum etiam quia voluntas posterior, quae ex vi obiecti non potest consistere cum praecedenti, mutat illam, etiamsi formaliter et expresse non intendat ipsam abrogationem. Ergo etc. Quod vero illa duo sunt necessaria ad hanc abrogationem, quasi virtualem seu indirectam, patet ex praecedenti assertione, quia si leges possunt conciliari non est admittenda correctio; sed quando utraque potest habere effectum conciliari possunt. Ergo. Et declarari hoc potest duobus exemplis. Unum est quia lex posterior imponens novam poenam non censetur eo ipso revocare aliam poenam per priorem legem positam; teste Bartholo (in l, 1, D, De vi bonorum)1160, quem sequitur Navarrus (in cap. Ita quorundam, not. 11, n. 14 et 301161). Ratio autem est quia non repugnat idem delictum duabus poenis puniri; et ita illae leges possunt simul subsistere quoad poenas, si aliunde poenae ipsae inter se repugnantes non sint. Aliud exemplum est, nam lex posterior, dans aliquod remedium vel concedens aliquid, non aufert eo ipso remedium datum per priorem legem, habet enim eandem rationem, quando remedia alias inter se non pugnant. Et ita notat Navarrus (cons. 8, De officio ordinarii1162) et sumitur ex lege Quoties (D, De actionibus et obligationibus1163), ubi dicitur legem dantem novam actionem non auferre antiquas nisi eas expresse excludat. 11. [Alia limitatio regulae iuxta aliquos auctores.] Addunt vero aliqui si potest vitari contrarietas legum, alterius verba improprie intelligendo, tunc posteriorem esse impropriandam, ut vitetur prioris correctio. In VI 1.2.1. Sextus Decretalium col. 9-10. 1160 Bartholus de Saxoferrato, Commentaria in secundam Digesti Novi f. 149r. 1161 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Relectio c. Ita quorumdam, De iudaeis (Opera t. II, pp. 187 et 189). 1162 Navarrus [Martinus de Azpilcueta], Consiliorum… t. 1, f. 59r-v. 1163 D 44.7.41. 1158 1159
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Se habrá de entender, por lo tanto, ese principio con relación a una ley general que perdura ciertamente de manera universal, pero que en particular está derogada por un estatuto o una ley particular. Entonces, en efecto, la objección puesta cesa, pues esa ley perdura después de la derogación y constituye de por sí derecho común; y así de él procede rectamente la razón y la doctrina común. 10. [Tercera conclusión.] Digo en tercer lugar que la ley posterior, que no tiene cláusula de derogación o de abrogación de la anterior, no la revoca sino cuando se le opone directamente, de modo que si no la deroga se hace inútil. Así lo enseñan comúnmente los autores citados. Ante todo es claro que esas dos cosas bastan para la derogación, pues de otro modo nunca podría hacerse la abrogación de una ley sin una cláusula formal derogatoria, ya que otra cosa no puede requerirse o imaginarse. De otra parte, la consecuencia es abiertamente falsa, tanto por lo que se deduce del canon Licet romanus del Libro Sexto, a una con el comentario de la Glosa y los doctores, como también porque la voluntad posterior, que en virtud del objeto no puede conciliarse con la anterior, la cambia, aun cuando formal y expresamente no intente la abrogación misma. Luego, etc. Pero que esas dos cosas son necesarias para esta abrogación, casi virtual o indirecta, se manifiesta en la afirmación anterior, porque si las leyes pueden conciliarse no se ha de admitir la corrección; ahora bien, cuando una y otra pueden tener su efecto, pueden conciliarse. Luego. Esto puede aclararse con dos ejemplos. Uno es que la ley posterior que impone una nueva pena no se considera que por eso mismo revoca la otra pena impuesta por la ley anterior; es testigo Bartolo de Saxoferrato, a quien sigue Martín de Azpilcueta. La razon es que no repugna que un mismo delito sea castigado con dos penas; y de esta manera, esas leyes pueden mantenerse a la vez respecto a las penas, si por otra parte esas mismas penas no son opuestas entre sí. Otro ejemplo es que una ley posterior, que da un recurso o concede algo, no quita por eso mismo el recurso dado por una ley anterior, ya que se basa en la misma razón, siempre que, de otra parte, los recursos no se opongan entre si. Lo hace notar Martín de Azpilcueta, quien se apoya en la ley Quoties del Digesto, donde se dice que la ley que concede una nueva acción no quita las antiguas, si no las excluye expresamente. 11. [Otra limitación de la regla según algunos autores.] Algunos añaden que si puede evitarse la contrariedad de las leyes interpretando en sentido impropio las palabras de una de ellas, entonces la posterior se ha de
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Ita docent absolute ex modernis, referendo aliquos antiquos, Gutierrez (lib. 3, Practicarum, q. 15, n. 341164) et Sancius (lib. 1, De matrimonio, disp. 17, n. 61165). Sed non video sufficiens fundamentum tam generalis regulae, quia si illa licentia absolute accipi posset vix admittenda unquam esset correctio vel abrogatio inter leges propter contrarietatem, quia improprietas verborum tantam habet latitudinem ut si propter hanc solam causam illa uti liceat fere semper facile sit contrarietatem vitare. Consequens autem est falsum, alias nihil esset firmum et stabile in legibus. Unde confirmatur quia maius inconveniens est admittere improprietatem in posteriori lege quam derogationem in priori, praesertim quia nulla est maior ratio impropriandi posteriorem quam priorem1166. Confirmatur secundo ex glossa (in l. Non possunt, D, De legibus) dicente: In dubio de benignitate legis proprietatem verborum esse tenendam1167. Et in superioribus generaliter diximus restrictionem legis semper esse intelligendam intra proprietatem verborum nisi contineat iniquitatem vel absurditatem, ut tradit Bartholus (in l. Omnes populi, De iustitia et iure n. 57 et 581168), Panormitanus, Decius, Felinus1169 et alii communiter (in c. 1, De constitutionibus). Derogare autem priori legi neque iniquum est neque absurdum. Ergo per se loquendo non sunt verba legis posterioris improprie intelligenda ne derogent priori. Posset autem illud admitti quando improprietas non est tanta quin secundum communem usum soleant verba in illa significatione usurpari vel quando secundum usum iuris censeri potest illa significatio propria, licet attenta prima significatione videatur impropria, ut patet in particulari exemplo in quo loquuntur Panormitanus i(n c. Cum olim, De re iudicata, n. ultimo1170) et Felinus (in c. Non potest, eodem titulo, n. 81171), scilicet, de electione facta in concordia, quae in iure solet dici etiam de illa in qua maior tantum pars consentit; ideoque ad vitandam contrarietatem poterit interdum vox illa ita exponi. Maior autem improprietas verborum non videtur admittenda nisi ubi abrogatio ipsa vel contrarietas aliud speciale incommodum vel absurditatem contineret. 12. Lex generalis posterior abrogat priorem. Quid dicendum de lege speciali. Quid facit lex generalis contra specialem. Ex hac ergo assertione sequitur primo: legem generalem posteriorem omnino abrogare priorem, etiam generalem dicto modo illi contrariam. Ita docent omnes 1164 Gutiérrez, Ioannis, Operum tomus secundus seu Practicarum quaestionum civilium super prima et secunda parte legum novae collectionis regiae Hispaniae liber tertius, quartus et quintus (Lugduni 1730, p. 81). 1165 Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primu p. 44. 1166 En las ediciones se lee: priorem quam posteriorem. 1167 Digestorum seu Pandectarum f. 8r, lit. b. 1168 Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus f. 16r. 1169 Philippus Decio, Super Decretalibus f. 5r, n. 11; Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars prima f. 10r, n. 19. 1170 Nicholaus de Tudeschis [Panormitanus], In secundum librum Decretalium pars tertia, f. 62v, n. 29. 1171 Felinus Sandeo, Commentariorum ad V libros Decretalium pars tertia f. 73v.
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interpretar en sentido impropio, de manera que se evite la corrección de la anterior. Así lo enseñan, en términos absolutos, de entre los modernos, Juan Gutiérrez y Tomás Sánchez, citando algunos autores antiguos. Pero no veo fundamento suficiente de una regla tan general, porque, si esa licencia puede aceptarse sin más, difícilmente debería ser admitida alguna vez la corrección o abrogación por la contrariedad entre las leyes, puesto que el sentido impropio de las palabras tiene tan gran dimensión que si, por esta sola causa, se permite usar de ella, casi siempre es fácil evitar la contrariedad. Pero la consencuencia es falsa, de lo contrario nada sería firme y estable en las leyes. Con lo cual se confirma, porque es un inconveniente mayor admitir la impropiedad en la ley posterior que la derogación en la anterior; sobre todo, porque no hay mayor razón para declarar impropia la ley posterior que la anterior. Se confirma, en segundo lugar, por la Glosa sobre la ley Non possunt del Digesto, que dice: En la duda sobre la bondad de una ley, hay que atenerse a la propiedad de las palabras. Anteriormente hemos dicho de forma general que la restricción de la ley se ha de entender siempre dentro de la propiedad de las palabras, a no ser que la ley contenga una injusticia o un absurdo, como refieren Bartolo de Saxoferrato, Nicolás de Tudeschis, Felipe Decio, Felino Sandeo y otros en general. Sin embargo, derogar una ley anterior no es injusto ni absurdo; así que, hablando propiamente, las palabras de la ley posterior no se han de entender en sentido impropio con el fin de que no deroguen la ley anterior. Eso se podría admitir cuando la impropiedad no es tan grande que, conforme al uso común, no suelan emplearse las palabras con esa significación, o cuando, según la práctica jurídica, esa significación pueda considerarse apropiada, aunque, habida cuenta de la primera significación, se vea que es impropia, como aparece en un ejemplo concreto, sobre el que hablan Nicolás de Tudeschis y Felino Sandeo, o sea, sobre la elección realizada mediante acuerdo, que en el derecho suele aplicarse también a aquella en la que consiente sólo la mayor parte; por eso, para evitar la contrariedad, esa palabra podrá interpretarse a veces del modo dicho. De otra parte, no parece que se deba admitir una mayor impropiedad de las palabras, salvo cuando la abrogación misma, o bien la contrariedad, contuviera algún perjuicio especial o un absurdo. 12. La ley general posterior abroga la anterior. Qué decir sobre la ley especial. Qué hace la ley general contra la especial. Así pues, de esta afirmación se sigue en primer lugar que la ley general posterior abroga totalmente la anterior, incluso la general contraria a ella del modo
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et sumitur ex capite 1 (De cognatione spirituali1172) et ex dicto capite 1 (De constitutionibus, in Sexto1173) et ex lege Non est novum (D, De legibus1174), et notat glossa penultima1175. Ratio autem est quia tunc lex posterior non potest simul subsistere cum priori nec etiam potest ex parte valere et ex parte derogare alteri; tum quia universaliter loquitur; tum etiam quia non est maior ratio de una parte quam de alia. Secundo sequitur idem esse dicendum quando utraque lex, prior et posterior, est specialis, et includunt similem contrarietatem, quae contradictionem involvat. Tunc enim posterior abrogat priorem propter eandem rationem. Et ita docuit Bartholus (in dicta l. Omnes populi, n. 29 et 351176). Intelligitur autem de legibus specialibus, aut in iure communi contentis, aut de statutis quae fiunt a particularibus communitatibus vel legislatoribus, qui scire possunt et debent sua statuta. Secus vero erit de particularibus legibus concessis a principe extra commune ius, nam tunc clausula revocatoria requiritur, ut infra de privilegiis latius dicemus1177. Tertio sequitur quando lex prior est generalis et posterior specialis illi contraria, posteriorem derogare priori, quamvis illam non abroget. Hoc enim posterius facere non potest, quia non est illi adaequate contraria; illud autem prius necessario sequitur ex dictis, quia posterior lex, quoad id quod specialiter disponit, non potest subsistere simul cum priori. Ergo necessarium est ut ex parte illam revocet, quod est illi derogare, nam alias esset inutilis. Supponimus autem esse factam ab habente potestatem et sine ignorantia prioris iuris, quia non praesumitur princeps ignorare ius commune seu generale, iuxta caput 1 (De constitutionibus, in Sexto1178). 13. Lex specialis contra generalem quid valet. Quarto infertur ex dictis si lex prior sit specialis et posterior generalis, posteriorem, etiamsi sit contraria priori, non abrogare illam sed potius secundum illam limitari seu derogari. Haec est communis iurisperitorum in capaite 1 (De rescriptis1179), ubi Panormitanus (n. 21180) et alii, et Bartholus in lege Quaesitum (§ ultimo, D, De fide instrumentorum, n. 121181). Et sumitur ex regula iuris in Sexto: Generi per speciem derogatur1182, ubi glossa1183 et omnes intelligunt: etiamsi X 4.11.1. In VI 1.2.1. 1174 D 1.3.26. 1175 Digestorum seu Pandectarum f. 8v, lit. e. 1176 Bartholus de Saxoferrato, Prima in Digestum Vetus ff. 13r et 14r. 1177 Franciscus Suárez, Tractatus de legibus lib. 8; Vivès 6, p. 225. 1178 In VI 1.2.1. 1179 X 1.3.1. 1180 Panormitanus [Nicolaus de Tudeschis], Commentariorum prima in primum, f. 43rb. 1181 Ni en el tit. De fide instr. del Digesto, ni tampoco del Codigo hay una ley Quaesitum. Se han revisado las leyes Quaesitum del Digesto y ninguna parece convenir a este contexto. Tampoco se ha encontrado nada en el ms. de Coimbra. 1182 In VI 5.12[13]34. 1183 Sextus Decretalium col. 746-747. 1172 1173
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indicado. Así lo afirman todos; y se toma de los cánones Utrum autem de las Decretales y Licet romanus del Libro Sexto y de la ley Non est novum del Digesto, y lo hace notar la Glosa. La razón es que entonces la ley posterior non puede mantenerse a una con la anterior y tampoco puede valer en parte y derogar en parte a la otra; tanto porque habla de modo general, como también porque no hay razón mayor sobre una parte que sobre la otra. En segundo lugar, se sigue que se ha de decir lo mismo cuando una y otra ley, anterior y posterior, son especiales y encierran una oposición similar que envuelve contradicción. Entonces, en efecto, la posterior abroga a la anterior por la misma razón. Lo enseñó así Bartolo de Saxoferrato. Y se entiende de leyes especiales o contenidas en el derecho común, o de estatutos que son hechos por comunidades particulares o por legisladores, quienes pueden y deben conocer sus estatutos; pero será lo contrario respecto de las leyes particulares concedidas por el príncipe fuera del derecho común, pues entonces se requiere cláusula revocatoria, como diremos más ampliamente luego sobre los privilegios. Se sigue, en tercer lugar, que cuando la ley anterior es general y la posterior y contraria a ella es especial, la posterior deroga a la anterior, aun cuando no la abrogue. En efecto, esto último no puede hacerlo, porque no es adecuadamente contraria a ella; y aquello primero se sigue necesariamente de lo dicho, ya que la ley posterior, en cuanto a lo que dispone de forma especial, no puede subsistir a una con la anterior. Luego es necesario que la revoque en parte, lo cual es derogarla, pues de otro modo sería inútil. Suponemos, por lo demás, que está hecha por quien tiene potestad y sin ignorancia del derecho anterior, dado que no se presume que el príncipe ignore el derecho común o general, conforme al canon Licet romanus del Libro Sexto. 13. Hasta qué punto vale la ley especial contra la general. De lo dicho se infiere, en cuarto lugar, que, si la ley anterior es especial y la posterior es general, la posterior, aunque sea contraria a la primera, no la abroga, sino más bien se limita o deroga conforme a ella. Esta es la opinión común de los jurisperitos, apoyados en el canon Sicut Romana de las Decretales, que comentan Nicolás de Tudeschis, Bartolo de Saxoferrato y otros; y se toma de la regla del derecho, en el Libro Sexto: El género se deroga por la especie, donde la Glosa y
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species antecedat, iuxta caput Quamvis tibi (De praebendis, in Sexto1184), ubi etiam id notat glossa1185; idemque habetur in capite 1 (De praescriptionibus1186). Ratio vero est quia princeps praesumitur ignorare particulare statutum quando illius mentionem non facit; et ideo, licet universalem legem faciat, non censetur velle particulare statutum tollere; quae ratio et decisio habetur in dicto capiate 1 (De constitutionibus, in Sexto1187), ubi est sermo de particularibus statutis quoad loca. Eadem vero ratio est de specialibus statutis quoad materias vel personas, ut probant alia iura et similitudo rationis; unde in his etiam habet locum illa ratio, quia tunc potest utraque lex habere effectum cum aliqua concordia in iure usitata. Ergo vitanda est correctio prioris legis et credendum potius intentionem legislatoris esse posteriorem legem generalem ferre cum illa particulari limitatione et exceptione, ut infra latius de consuetudine et de privilegiis dicemus1188. Et hanc regulam variis modis declarant et amplificant doctores, quos congerit Sancius (lib. 2, De matrimonio, disp. 24, n. 6 et sequentibus1189). 14. [Quidam affirmant promulgationem esse necessariam ad legis revocationem.] Atque ex dictis etiam facile est definire dubium hic incidens: an promulgatio sit necessaria ut abrogatio legis plene facta sit et suum effectum consequatur. In hac enim re theologi, praesertim moderni, non consentiunt; quidam enim absolute affirmant ad revocationem legis necessariam esse promulgationem;Ita tenet Vasquez (I II, d. 156, c. 41190) et sequuntur aliqui moderni. Fundari potest haec opinio primo quia servari debet proportio inter legem et revocationem eius, quia opponuntur quasi privative; privatio autem reducitur ad genus formae contrariae et ex parte subiecti requirit omnes conditiones requisitas ad positivum oppositum, alias propria privatio non erit. Secundo quia sicut lex est regula humanarum actionum ita etiam revocatio legis est suo modo regula, saltem permittens oppositum eius, quod lex vetabat vel praecipiebat. Ergo, sicut lex non potest habere rationem regulae, nisi promulgata sit, ita nec legis abrogatio. 15. [Alia opinio.] Alii nihilominus censent constituendam esse differentiam inter legem et revocationem eius. Quod ad revocationem non est necessaria promulgatio sicut ad legem ipsam. Ita tenet Capreolus in Quartum (d. 1, q. 3, ad 11191) contra primam In VI 3.4.38. Sextus Decretalium col. 433. 1186 X 2.26.1. 1187 In VI 1.2.1. 1188 Franciscus Suárez Tractatus de legibus lib. 8; Vivès 6, p. 225. 1189 Thomas Sánchez, Disputationum de sancto matrimonii sacramento tomus primus pp. 149150, nn. 6, 7 et 10. 1190 Vázquez de Menchaca, Ferdinandus, I II disp. 156, cap. 4. 1191 Ioannes Capreolo, In libros sententiarum amplissime quaestiones, pro tutela doctrinae sancti Thomae, in Quartum disp. 1, quaest. 3, ad 1. 1184 1185
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todos los autores lo entienden aun cuando la especie anteceda; y lo mismo se lee en el canon Placuit ut si de las Decretales. La razón, en verdad, es que se presume que el príncipe ignora un estatuto particular cuando no hace mención del mismo; por eso, aunque elabore una ley universal, no se piensa que quiera suprimir el estatuto particular. Esta argumentación y solución se tiene en el citado canon Licet Romanus del Libro Sexto, donde se habla de estatutos particulares en cuanto a lugares. Y en verdad, esta razón vale igual para los estatutos particulares referidos a materias y a personas, como lo prueban otros derechos y la semejanza de la argumentación; de donde se puede aplicar aquí la razón dada, porque entonces ambas leyes pueden tener efecto con esa armonía habitual en el derecho. Por consiguiente, se ha de evitar la corrección de la ley anterior y se ha de creer, más bien, que la intención del legislador es dar una ley posterior general, con aquella limitación y excepción particular, como luego diremos más ampliamente al tratar de la costumbre y los privilegios. Esta regla la exponen y amplían de varias maneras los doctores, que recoge Tomás Sánchez. 14. [Algunos afirman que la promulgación es necesaria para la revocación de la ley.] Según lo expuesto, es también fácil fijar la duda que se plantea aquí, si la promulgación es necesaria para que la abrogación de la ley sea plenamente consumada y consiga su efecto. En este tema los teólogos, en especial los modernos, no se ponen de acuerdo; algunos afirman sin más que la promulgación es necesaria para la revocación de la ley; así opinan Gabriel Vázquez y algunos modernos. Esta opinión puede basarse, en primer lugar, en que debe guardarse proporción entre la ley y su revocación, porque se oponen de una manera casi privativa; y la privación se reduce al género de forma contraria, y por parte del sujeto requiere todas las condiciones exigidas para lo opuesto positivo; de otro modo no habrá propiamente una privación. En segundo lugar, en que, así como la ley es regla de las acciones humanas, así también la revocación de la ley es a su modo una regla que, al menos, permite lo opuesto de lo que la ley prohibía o preceptuaba. Luego, como la ley no puede tener carácter de regla si no está promulgada, tampoco la abrogación de la ley. 15. [Otra opinión.] Otros, sin embargo, opinan que se debe establecer una diferencia entre la ley y su revocación. Que para la revocación no es necesaria la promulgación como lo es para la ley misma. Así opina Juan Capréolo en contra de la primera
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conclusionem; sequitur Conradus (I II, q. 90, a. 41192), ubi idem tenet Medina, circa finem articuli; tenet etiam Corduba (lib. 4, De indulgentiis, q. 361193). Fundari potest haec opinio primo quia plus requiritur ad ponendam obligationem quam ad auferendam; nam ad primum requiritur concursus omnium conditionum necessariarum ad veritatem et subsistentiam legis, ad secundum autem sufficit defectus cuiuslibet conditionis; sed revocatio legis non ponit sed aufert obligationem. Ergo non est cur ad illam requirantur omnes conditiones quae ad legem. Unde supra dicebamus: cessante evidenter iustitia legis, cessare legem et obligationem eius sine alia promulgatione. Ergo similiter, cessante voluntate principis de obligatione legis, revocabitur lex sine alia promulgatione. Unde intulit Medina, supra, posse revocari legem per solum actum internum voluntatis principis nolentis ut lex amplius duret. Quod potest fieri verisimile, quia si in principio princeps ferret et promulgaret legem sine intentione obligandi, licet exterius putaretur lex lata, nihilominus illa non esset vera lex nec per se obligaret, sed ad summum ex conscientia erronea. Ac denique, licet demus debere hanc voluntatem principis exterius ostendi, nihilominus non erit necessaria promulgatio, sed sufficiet ut quocumque modo de illa sufficienter constet. 16. Resolutio dubii. Mihi distinguendum videtur inter revocationem puram et per se tantum factam et revocationem mixtam cum aliqua obligatione contraria et quasi consequentem ad illam. Et primo dicendum est ad revocationem quae ex obligatione contraria sequitur necessariam esse promulgationem, quod procedit sive illa obligatio sit ad actum repugnantem priori legi sive sit praecise ad non utendum priori lege seu ad illam non servandum. Probatur, quia illa obligatio imponitur per novam legem. Ergo ad illam legem requiritur promulgatio, quia eadem est ratio de illa quam de caeteris, cum promulgatio sit de ratione legis ut talis est. Ergo ad dictam abrogationem eadem promulgatio necessaria est. Probatur consequentia, quia talis revocatio est effectus propriae legis; imo est quasi accessorius et consequens ad alium primarium, qui est contraria obligatio legis. Ergo requirit legem plene constitutam atque adeo promulgatam; unde fit hanc promulgationem eodem modo et cum eisdem conditionibus hic postulari, sicut ad legem necessaria est. Unde sicut lex ante promulgationem non obligat, licet privatim sciatur, ita in praesenti talis lex, ante promulgationem cum tempore sufficiente ad obligationem eius, non deobligat ab alia, quia non prius habet secundarium effectum quam primarium; et e converso, sicut post promulgationem et tempus sufficiens lex obligat, etiam privatim ignorata, quamvis ignorans invincibiliter excusetur, ita in praesenti lex haec promulgata tollit obligationem prioris legis per se loquendo; quamvis, si ignoretur, ex conscientia erronea obligare possit. Conradus de Summenhart o Summerhart, Septipertitum opus, I II quaest. 90, art. 4. Córdoba, Antonius de, Opera libris quinque digesta lib. IV, quaest. 36.
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conclusión; le siguen Conrado de Summerhart, Bartolomé de Medina y Antonio de Córdoba. Esta opinión puede basarse, en primer lugar, en que se requiere más para imponer una obligación que para quitarla; pues, para lo primero se requiere el concurso de todas las condiciones necesarias para que la ley sea verdadera y subsista; pero, para lo segundo basta cualquier defecto. Ahora bien, la revocación de la ley no impone, sino quita la obligación; luego, no hay razón de que para ella se requieran todas las condiciones que se requieren para la ley. Por lo cual, decíamos antes que, evidentemente, al cesar la justicia de la ley, cesaba la ley y su obligación, sin nueva promulgación. Luego, del mismo modo, al cesar la voluntad del príncipe sobre la obligación de la ley, ésta se revocará sin una nueva promulgación. De donde infiere el antes citado Bartolomé de Medina que la ley puede revocarse por un solo acto interno de la voluntad del príncipe, que no quiere que la ley dure más. Esto puede hacerse verosímilmente, puesto que si de principio el príncipe diese y promulgase una ley sin intención de obligar, aunque externamente se considerase una ley dada, en cambio, no sería una verdadera ley, ni obligaría por sí misma, sino, a lo sumo, por una concienia errónea. Y finalmente, aunque concedamos que esta voluntad del príncipe debe mostrarse externamente, no obstante, no será necesaria la promulgación, sino que bastará que conste suficientemente de ella por cualquier medio. 16. Solución de la duda. A mi parecer hay que distinguir entre la revocación pura, hecha sólo por sí misma, y la revocación mixta, que se acompaña de alguna obligación contraria a modo de consecuencia de la misma. En primer lugar, respecto a la revocación que se sigue de una obligación, se debe decir que es necesaria la promulgación; lo cual procede, bien que esa obligación sea para un acto que se opone a la ley anterior, bien que sea justamente para no utilizar la ley anterior o para no guardarla. Se prueba, porque esa obligación se impone mediante una nueva ley. Luego para tal ley se requiere la promulgación, pues la razón para ella es la misma que para las demás, ya que la promulgación es de la razón de la ley en cuanto tal. Por consiguiente, para dicha abrogación es necesaria la misma promulgación Se prueba la consecuencia porque tal revocación es efecto de la propia ley; más aún, es como un accesorio y consecuente a lo primario, que es la obligación contraria de la ley. Luego requiere que la ley esté plenamente constituida y por lo tanto promulgada; de donde resulta que esa promulgación es exigida aquí del mismo modo y con las mismas condiciones que son necesarias para la ley. Con lo cual, igual que la ley no obliga antes de la promulgación aunque se conozca privadamente, así en nuestro caso esa ley antes de la promulgación, incluido el tiempo que es suficiente para que obligue, no quita la obligación de la otra, porque no tiene el efecto secundario antes que el primario; y a la inversa, como la ley obliga después de la promulgación y pasado el tiempo suficiente, incluso si se ignora privadamente, aunque resulte excusado el que la ignora de forma invencible, así en nuestro caso esta ley promulgada quita la obligación de la ley anterior, hablando propiamente; aunque, si se ignora, pueda obligar por conciencia errónea.
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LIBER VI: DE INTERPRETATIONE, CESSATIONE ET MUTATIONE LEGIS HUMANAE
17. [Aliud argumentum.] Dico secundo: pura revocatio legis per se et essentialiter non requirit promulgationem. Probatur argumento secundae sententiae et quia talis revocatio non fit per aliquam legem, ad quam solam est necessaria promulgatio. An vero talis revocatio per se requirat saltem signum externum incertum est. Videtur enim probabile esse necessarium quia, sicut voluntas humana non potest habere effectum positivum circa alium hominem nisi illi intimetur, ita etiam neque effectum privativum seu ablativum obligationis, nam videtur esse eadem ratio. Unde si hoc concedatur, distinguenda erit manifestatio voluntatis principis a promulgatione, nam haec requirit peculiarem sollemnitatem, quam negamus esse necessariam ad puram revocationem legis, quia sufficiet quaelibet manifestatio voluntatis pro his quibus immediate fit; pro aliis vero satis erit divulgatio illius notitiae per sufficientem famam aut testificationem, ita ut quamprimum aliquis illam notitiam consequatur priori lege revocata non obligetur. Supponimus enim principis decretum dicto modo manifestatum fuisse, ut lex ex tunc non obligaret. Aliunde vero probabile est internam retractationem voluntatis per se posse sufficere ad tollendam legem, si supponatur princeps absolute velle ut ex tunc non obliget, quia statim cessaret obligatio ex defectu causae conservantis; nam sicut lex in fieri pendet ab interna intentione ita et in conservari. Et ita procedit ratio supra pro Medina facta. Et tunc consequenter dicendum est obligationem, quae relinquitur in subditis, esse mere per accidens, ex sola ignorantia et fictione legislatoris; nam si de voluntate eius constaret, etiam per revelationem, lex per se non obligaret; talis autem voluntas principis omnino irrationabilis esset et contra debitam gubernationem. 18. [Tertium argumentum.] Unde dico tertio: ut abrogatio legis etiam pura debito modo fiat publice proponenda est prudenti arbitrio legislatoris. Hoc suadent aliquo modo rationes primae sententiae; et quia, nisi revocatio sit publica, possunt facile sequi scandala dum aliqui propter privatam notitiam legem non servant. Unde, sicut expedit communem obligationem de se simul incipere in eodem loco ita expedit revocationem1194 communis obligationis esse etiam1195 publicam et communem quoad omnes, quantum commode fieri possit. Et ideo, nunquam praesumendum est principem voluisse antea vel aliter legem revocare, nisi evidentissime constet.
1194 1195
En las ediciones se lee: obligationem. En la edición de Coimbra se lee: esset iam; y en la de Lyon: esse iam.
LIBRO vI: INTERPRETACIÓN, CESE Y CAMBIO DE LAS LEYES HUMANAS
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17. [Otra argumentación.] Digo en segundo lugar que la simple revocación de la ley, que se hace directa y esencialmente, no requiere promulgación. Se prueba con el argumento de la segunda opinión, y porque tal revocación no se hace mediante una ley, que es para la única que es necesaria la promulgación. No obstante, si tal revocación requiere o no, por sí misma, al menos un signo externo es cosa incierta. Parece probable que sea necesario, dado que, al igual que la voluntad humana no puede tener un efecto positivo sobre otro hombre si no se le intima, así también no podrá tener un efecto privativo o desvinculante de la obligación, pues la razón parece ser la misma. De donde, si se concede esto, habrá que distinguir la manifestación de la voluntad del príncipe de la promulgación, puesto que ésta requiere una solemnidad peculiar, que negamos sea necesaria para la revocación simple de la ley, porque bastará cualquier manifestación de la voluntad para los que se hace de modo inmediato; pero para los demás bastará la divulgación de su noticia por la opinión pública o por testigos, de modo que en cuanto uno consiga estar enterado dejará de estar obligado por la anterior ley revocada. Damos por supuesto evidentemente que el decreto del príncipe había sido manifestado de esa manera, de modo que la ley no obligare desde entonces. Pero por otra parte es probable que la retractación interna de la voluntad pueda bastar por sí misma para quitar la ley, si se da por supuesto que el príncipe quiere simplemente que no obligue desde entonces, dado que cesaría de inmediato la obligación por defecto de causa que la conserve; pues como la ley depende en su constitución de la intención interna, así también en su mantenimiento. Y de este modo vale la razón expuesta por Bartolomé de Medina. Por consiguiente, en ese caso hay que decir que la obligación que se deja a los súbditos es meramente accidental, por la sola ignorancia y por ficción del legislador; pues si constare de su voluntad, incluso por revelación, la ley por sí misma no obligaría; ahora bien, tal voluntad del legislador sería completamente irracional y contra el modo debido de gobernar. 18. [Tercer argumento.] Digo, pues, en tercer lugar que para que la abrogación de la ley, incluso la abrogación simple, se haga del modo debido se ha de proponer públicamente al arbitrio prudente del legislador. Lo aconsejan de alguna manera las razones de la primera opinión; y también porque, salvo que la revocación sea pública, pueden seguirse fácilmente escándalos desde el momento en que algunos, por el hecho de tener un conocimiento privado, no observan la ley. Según lo cual, como conviene que una obligación común de por sí comience simultáneamente en un mismo lugar, así también conviene que la revocación de una obligación común sea también pública y común para todos, en la medida en que fuere posible cómodamente. Por eso, nunca se debe presumir que el príncipe hubiera querido revocar la ley con anterioridad o de otra manera, si no consta de forma evidentísima.
ÍNDICE DE FUENTES (Remite a la nota)
Abbas, cfr. Nicolás de Tudeschis. Abulensis, cfr. Alphonsus de Madrigal. Adrianus VI: Quaestiones quodlibeticae 358. In Quartum, Materia de exommunicatione 135. Albano, Franciscus de: Lectura Decretalium. 308. Alexander Tartagnus de Imola: Consilia sive responsa 586. Alphonsus Rex: Partidas 653. Anchariano, Petrus de: Super Clementinis lectura... 698. Andreae, Ioannesde: In sextum Decretalium 163. In primum Decretalium 209. Aureum commentum…172. De filiis praesbiterorum 499. Angelo de Clavasio: Summa angelica 215, 250, 273, 278, 356, 503, 572, 577, 657, 672, 722, 765, 774, 816, 940, 975 . Antoninus Florentinus: Summa Sacrae Theologiae, iuris Pontificii et Caesarei 460, 529, 621, 852, 878. Antonius de Butrio: Super quinque libros Decretalium 73, 133, 155, 260, 313, 731, 810. Aragón, Petrus de: In secunda secundae 944.
Archidiaconus [Guidus de Baisio]: Rosarium … 349, 354. Super Sexto Decretalium uberrima comentaria 711. Aristoteles: Ethica ad Nicomacum 343, 1060. Augustinus: Epistolae 451. De libero arbitrio 1059. Authenticae: 14, 303, 472, 112. Azor, Ioannes: Institutiones morales 568, 1076, 1086. Azpilcueta, Martín de [Navarrus]: Enchiridium sive Manuale 113, 120, 254, 352, 363,381436, 439, 450, 477, 567, 583, 663, 674, 703, 732, 769, 838, 849, 858, 861, 938, 943, 951. Commentaria in Septem distinctiones 218, 237, 253, 262, 271, 1154. Consiliorum… 537, 678, 686, 963, 1007, 1019, 1021, 1022, 1081, 1122, 1157. Relectio in c. Si quando 827. Relectio in c. Ita quorumdam 1121 Baldus de Ubaldis [Peerusinus]: Commentaria in primum...59, 77, 82, 245, 406, 401, 408, 418, 473, 965, 1109. Commentaria in sextum...259, 1022.
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ÍNDICE DE FUENTES
Commentraria in quartum... 1032, 1102, 1115, 1117, 1122. Bartholus de Saxoferrato: cfr. Saxoferrato, Bartholus de. Bellarminus, Robertus: De conciliis 702. Bernardus: De consuetudine 909. Biel, Gabriel: Supplementum 444. Brunus, Albertus: In materia feudali consilia 121. Buenaventura: Quarto 464. Burgos de Paz, Marcos Salón: Ad leges taurinas insignes commentarii 16. Butrio, Antonius: cfr. Antonius de Butrio. Cagnazzo de Tabia, Giovanni [Tabiensis]: Summa tabiana 531. Caietanus [Tommaso de Vio]: Opuscula omnia 351. Secunda Secundae 361, 369, 423, 570, 661. Prima Secundae 340, 368, 377, 379, 382, 387, 391, 499, 522, 644, 745, 819, 839, 845, 854, 917, 937, 950. Summula 635, 842. Capreolus: In Quartum 1190. Cardinalis, cfr. Zabarella, Franciscus Castro, Alphonsus de: De potestate legis poenalis 156, 422. Castro, Paulo de: Concilia 146, 338. Clavasio, Angelo de: cfr. Angelo de Clavasio. Clementinae 12, 151, 221, 225, 248, 590, 603, 636, 1077, 1089, 1093. 1055. Codex: 31, 45, 60, 71, 123, 160, 189, 257, 266, 295, 303, 305, 333, 336, 375, 401, 404, 409, 428, 434, 435, 452, 454, 455, 456, 512, 544, 640, 641, 689, 695, 699, 713, 714, 829, 830, 835, 865, 868, 1028, 1063, 1068, 1101, 1136, 1147.
Concilium Tridentinum: 692, 726, 741, 746, 755, 831, 832, 873, 887, 904, 908, 1069. Conradus: In Quartum 1191 Córdoba, Antonius de: Opera libris quinque diugesta 136, 399, 524, 616, 1192. Corti, Rochus: cfr. Rochus Corti. Covarrubias,Didacus de: Variarum ex iure pontificio 112, 683, 998, 1153. Commentarii in Bonifacii…141. In quartum librum Decretalium 213, 219, 364, 420, 449, 508, 619, 631, 770, 794, 846, 8552, 936, 1017, 987, 1042. In constitutionem 217, 639, 956, 952, 1058, 1070. Cyrus de Pistorio: In Codicem 246. Decio, Philipus [Mediolanensis]: Super Decretales 4, 78, 90, 111, 308, 461, 470, 641, 649,, 785, 855, 892, 927, 1094, 1129, 1159. Decisiones dominorum Rotae: 1004. Decretales: 7, 8, 10, 11, 12, 13, 14, 17, 20, 24, 25, 32, 33, 46, 47, 50, 51, 57, 64, 65, 67, 68, 69, 70, 72, 80, 81, 86, 93, 96, 97, 98, 106, 114, 116, 117, 118, 119, 124, 125, 128, 129, 131, 132, 148, 154, 165, 171, 181, 182, 188, 192, 194, 200, 201, 258, 292, 301, 306, 307, 324, 325, 326, 335, 359,385, 402, 424, 425, 426,427, 433, 438, 457, 458, 486, 501, 502, 518, 521, 536, 543, 544, 546, 547, 561, 576, 580, 582, 599, 600, 601, 609, 610, 611, 624, 626, 627, 628, 638, 643, 648, 650, 654, 664, 677, 682, 686, 690, 691, 693, 696, 700, 715, 720, 723, 724, 725, 727, 730, 754, 758, 772, 773, 780, 790, 791, 796, 875, 894, 895, 899, 905, 920, 922, 923, 924, 925, 933, 954, 961, 964, 966, 972, 973, 987, 988, 996, 1002, 1003, 1012, 1018, 1025, 1026, 1033, 1043, 1044, 1045, 1047, 1066, 1091, 1095, 1096,
ÍNDICE DE FUENTES
1098, 1099, 1100, 1105, 1106, 1123, 1124, 1127, 1128, 1135, 1138, 1144, 1157, 1158, 1171, 1172, 1174, 1178, 1181, 1182, 1183, 1184, 1185, 1186. Decretum:. 427, 495, 695, 707, 708, 709, 761, 876, 882, 883, 890. Díaz de Lugo, Ioannes Bernardus: Regulae iuris 274. Digesta: 3, 21, 22, 23, 38, 39, 41, 42, 48, 67, 68, 69, 70, 76, 80, 81, 92, 93, 96, 109, 115, 116, 117, 124, 179, 180, 186, 190, 191, 195, 196, 197, 198, 199, 202, 204, 206, 242, 279, 297, 304, 315, 316, 317, 318, 319, 320, 321, 323, 345, 465, 466, 467, 490, 513, 517, 538, 553, 606, 607, 639, 688, 739, 750, 756, 757, 759, 792, 793, 866, 867, 889, 896, 1015, 1054, 1064, 1068, 1094, 1097, 1129, 1137, 1151, 1562, 1173, 1174. Digestum Novum: 62, 781, 803, 854, 31. Dominicus de Sancto Geminiano: In Sextum Decretalium 134, 166, 173, 679, 764, 1013. Consilia 492. Durandus a Sancto Portiano: In sentencias Petri Lombardi 442. Federicus Petrucius de Senis: Disputationes, quaestiones et consilia 481, 680, 728, 914. Flaminio Parisio: De resignatione beneficiorum 214. Flieschus, Sinibaldus [Inocencio IV]: Commentaria… 310, 418, 559, 560, 588, 647, 655, 743, 805, 926, 949, 1020, 1030, 1031. Franco de Francis, Philippus: In Sextum Decretalium 777, 1013. Friedericus Petrucius de Senis: Quaestiones 481, 728. Fumo, Bartolomaeus: Summa 673, 843. Gabriel, Antonius: Communes conclusiones 287, 327, 558, 563, 595. In Quartum 525, 566, 1041, 1145. Gambarra, Petrus Andreas: Tractatus de officio… 776.
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García, Fortunius: Commentaria… 910. Gigas, Gerónimo: De pensionibus ecclesiasticis 928, 947. Gionnai Gagnazzo de Tabia: Summa Tabiena 531. Gómez, Antonius: Commentariorum variarumque… 220, 252. Gregorius Magnus: Moralium libri 55. Guido de Bayso [Archidiaconus], cfr. Archidiaconus. Gutiérrez, Ioannes: Opera Omnia civilia 37, 221, 227, 632,1163. Hilarius: De Trinitate 54 Hostiensis, cfr. .Segusio Henricus. Hyeronimus: Contra Jovinianum 1150. Iacobus Menochius: De praesumptionibus…104, 106, 183, 228, 550, 582, 929. De arbitrariis iudicum 960. Infortiatum seu Pandectarum iuris civiolis tomus secundus: 207, 243, 534. Innocentius IV, cfr. Flischus, Sinibaldus. Ioannes Gagnazzo de Tabia: Summa Tabiena 518, 721, 531, 758. Ioannes de Imola: Super primum Decretalium 73. Lactantius, Lucius Cecilius Firminianus: Divinae instituciones 491. Ledesma, Martinus de: Secunda quartae 419, 662, 906. Loazes, Ferdinandus de: Solemnis…tractatus 912. De matrimonio Regis Angliae 912. López, Ludovicus: Introductorium 574. Madrigal, Alphonsus de [Abulensis]: In Mathaeum 830. Maino, Iasson de: In primam Infortiati 229, 270, 1080. Mandasio, Quintilianus: Signaturae 539, 1005. Mascardo, Iosephus:
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ÍNDICE DE FUENTES
Conclusionum omnium... 122. Matienzo, Ioannes de: Commentaria in Librum V 15, 226, 1146. Medina, Bartolomaeus de: Breve instrucción... 573, 945. Medina, Ioannes de: Codex de poenitentia 389, 394. Codex de restitutione 365. Mendoza, Ferdinandus de: Disputationes iuris civilis 806, 883. Menochius, cfr. Iacobus Menochius. Molina, Luidovicus de: De hispanorum...origine 36, 140, 999. De iustitia et iure 157. Navarrus, cfr. Azpilcueta, Martín de. Nicolaus de Tudeschis [Panormitanus]: In secundum librum Decretalium 75, 91, 144, 175, 216, 240, 302, 487, 497, 505, 612, 630, 665, 731, 742, 870, 900, 926, 1007, 1011, 1019, 1030, 1085, 1092, 1169. Omnia quae quidem extant… 151, 247, 591. In tertium librum Decretalium 205, 311, 322, 355, 417, 806, 823, 872, 881. In quartum et quintum 476, 585, 652, 655, 760, 1040. Oldradus de Ponte de Laude: Consilia et quaestiones 481, 712. Palacios, Michael: In Quartum Librum Sententiarum 946. Paludanus. Petus: In Quartum Sententiarum 817. In Quintum Sententiarum 744. Panormitanus, cfr. Nicolaus de Tudeschis. Parisio, Flaminius: De resignatione benficiorum tractatus 214. Pistorio, Cyrus de In Codicem et aliquos titulos Pandectarum tomi…246, 410. Plato: De legibus 1061, 1062, 1065, Pontanus Romanus, Ludovicus: Consulta sive responsa 469, 510. Ponte, Oldradus de, cfr. Oldradus de Ponte
Oldradua de Laude, cfr. Oldradus de Ponte de Laude. Prierio, Silvestre [Prierias]: Summa Sylvestrina 5, 143, 168 251, 272, 277, 357, 380, 397, 398, 504, 523, 527, 530, 569, 578, 645, 671, 717, 729, 765, 775, 815, 874, 941, 976, 1067, 1108. Quintilianus Mandosio: Signaturae 539, 1005. Rebuffe, Petrus: Tractatus nominationum 282, 633. Praxis beneficiorum 448, 482, 498, 533, 550, 556, 562, 605, 668, 935, 997. Concordato... 826. Richardus Ripa, Ioannes Franciscus: In primam et secundam Digesti 256. Rochus Corti: Enarrationes in celeberrimum... 145, 146, 152, 217, 232, 238, 255, 261, 269, 276, 291. Rodrigues, Emmanuel: Quaestiones regulares et caonicae 158, 540, 884. Rogerii, Constantinus: Singularis tractatus 27, 139. Rosate, Albericus de: Commentaria de statutis 1082. Roselles, Antonius de: Tractatus legitimationum 766. Salón Burgos de Paz: cfr. Burgos de Paz, Marcos Salón. Sancto Geminiano: cfr. Dominicus de Sancto Geminiano. Sandeus, Felinus: Commentaria ad V Libros Decretalium 30, 74, 75, 111, 153, 183, 211, 234, 236, 249, 264, 309, 374, 506, 548, 593, 608, 625, 649, 667, 669, 678, 681, 789, 809, 811, 880, 921, 948, 1021, 1027, 1081, 1084, 1107, 1111, 1116, 1118, 1133, 1168, 1170. Sánchez, Thomas: De sancto matrimonii sacramento 159, 395, 478, 509, 520, 526, 565, 575,
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ÍNDICE DE FUENTES
581. 614, 659, 675, 676, 684, 704, 735, 736, 782, 786. 795, 813, 828, 841, 848, 859, 886, 919, 939, 967, 980, 990, 992, 994, 1001, 1006, 1009, 1010, 1029, 1034, 1036, 1038, 1039, 1048, 1164, 1188. Sarmiento de Mendoza, Franciscus: Selectarum interpretationum… 127. Saxoferrato, Bartholus de: Prima in Digestum Vetus 88, 101, 103, 150, 1065. 1075, 1105, 1128, 1136, 1158. In primam Digesti Novi 100, 105, 277, 1093. In primam Infortiati 102, 226, 1092, 1101, 1104. In secundam Codicis 287. In primam Codicis partem 28, 148, 160, 210, 239, 346, 367, 379, 398. In secundam Infortiati 28. In secundam Digesti 242, 782, 1120. Consiliorum Bartoli 469. Sayrus: Thesaaurus 598, 779. Scotus, Ioannes Duns: In Tertium Librum Sententiarum 443. Segusio, Henricus [Hostiensis]: In quartum Decretalium 210. In primum Decretalium 542. 588. Summa aurea 716, 821. In c. Dilectus, De tempore 721. Selva, Ioannes de: Tractatus de beneficio 596. Socino, Bartholomaeus: Aureae regulae 329. Soto, Dominicus de: De iustitia et iure 341, 371, 388, 392, 429, 445, 820, 840, 851, 862, 870, 901, 918, 942, 1071. In quartum Sententiarum 622, 737, 847. Suárez, Franciscus: Tractatus de legibus 19, 494, 496, 500, 549, 604, 613, 762, 797, 799, 955, 959, 960, 962, 969, 970, 971, 982, 986, 1023, 1024, 1141, 1176, 1187. In tertiam partem 162, 474, 478, 519. De censuris 225, 515, 571. De virtute et statu religionis 403, 441,
463, 485, 694, 511, 701, 733, 734, 747, 751, 767, 768, 781, 800, 856, 860, 863, 864, 907, 983, 1051, 1055. Tabiensis: cfr. Ioannes Gagnazzo de Tabia. Thomas de Aquino: Summa Theologica Quodlibeta Tiraqueau, Andréas: Commentarii... 26, 34, 58, 79, 137, 138, 146, 224, 229, 231, 233, 286. De legibus connubialibus 126, 535. De utroque retractu 177, 1096, 1102, 1111, 1117, 1134, 1140, 1149, 1156. De nobilitate primogenitorum 1023, 1114, 1152. Tractatus cessane causa 35, 314, 337, 342, 373, 857, 978. Retractus 1148. Torquemada, Ioannes de: Super toto Decreto 447, 493, 510, 532, 710, 718, 719, 812, 824, 877, 891, 897. Trovamal de Salis, Baptista: Summa Rosella 808, 7879. Tudeschis, cfr. Nicolaus de Tudeschis. Ubaldis, Baldus de [Perusinus], cfr. Ugolino Bartolomé: De censuris ecclesiasticis 283. Valencia, Gregorius: Commentaria theologica 844, 853. Vázquez de Menchaca, Ferdinandus: Illustrium controversiarum 914. I II 915, 1189. Vitoria, Franciscus de Relectio de potestate Papae 618. Relectio de potestate Ecclesiae 623. Zabarella, Franciscus [Cardinalis]: Super primo Decretalium 592. Super tertio Decretalium 534, 579, 594. Super secundo Decretalium 1021.
ÍNDICE DE CONCEPTOS (Remite a la página)
Abrogación: concepto de ~ 217, 493; ~ hecha sin causa 393; ~ y justicia de la ley 495, 505; requisitos para ~ 499; doble de la ley ~ 533-535; modos de ~ 371, 535, 545-553; ~ y promulgación de la ley 549, 553; efectos de ~ 371. Adulterio: por seducción del varón 83. Arzobispo: jurisdicción del ~ 21, 307; ~ y potestad de dispensar 305, 309; ~ y leyes del concilio ~ 309. Ayuno: obligación del ~ 139, 149, 187, 397; ~ es bueno; cese del ~ 143; excusa del ~ 149, 151; ~ cuaresmal 431, 473; cfr. legislador, ley, ley humana, papa, superior ~ príncipe. Beneficiado: en perjuicio de un tercero 465. Beneficios: provisión de ~ 339, 491. Bien común: y ley 141, 497; ~ y observancia de la ley 145, 191; ~ y dispensa justa 369. Cabildo: concurso del ~ 315; poderes del ~ 529. Cartujos: y abstención de carne 149. Causa final de la dispensa: justicia y honestidad de ~ 349; ~ y razón para dudar 349. Causas justas de dispensa: triple ~ 365-369. Causa material de la dispensa: próxima 237; ~ en votos y juramentos 237; ~ en promesas y contratos 239; ~ y sus
efectos morales 239-240; ~ y personas disponibles 241-243; cfr. dispensa, obispo(s), Papa. Censura(s): concepto de ~ 215; absolución de ~ 215, 389. Cese de la dispensa: maneras de ~ 177, 177-179, 413, 417-419; ~ expresa y tácita 415-417, 421; ~ por cese de la causa 423-425, 429. Cese de la ley: ~ sólo negativo 181; ~ y de la razón de la ley 181 —ipso facto— 183-185, 189; ~ y cese de la causa 183; fin intrínseco-extrínseco de ~ 187, 189, 191, 199; ~ y de su obligación 189; ~ y voluntad del superior 193; ~ para evitar inconvenientes 193-195; ~ y corrección fraterna 195-196; ~ en general y en particular 197-199; ~ respecto de la comunidad 199; cfr. pena. Concesión de dispensa: anteriormente denegada 443-444. Concesión legal: límites y modos de 123. Concilio provincial: y potestad de dispensar 303; jurisdicción del ~ 305, 307; sínodo y ~ 307. Concilio Tridentino: y dispensa 355, 379, 383. Concordia jurídica: noción de ~ 41; cfr. legislador. Confesión: íntegra de los pecados 149. Conmutación-compensación: modalidad de ~ 323; ~ y dispensa 327.
562
ÍNDICE DE CONCEPTOS
Corrección fraterna: obligación de 197. Costumbre(s): honestidad de ~ y dispensa 379; ~ y confirmación de la ley 497. Criados: testigos de delito 119. Cuaresma: dispensa relativa a ~ 431. Defectos de la dispensa: invalidantes 435; ~ sin causa justa 437; ~ de voluntad 437; ~ por ignorancia y error 441. Delegación: concepto de ~ 331; escrito o palabras de ~ 331-333; doble distinción de ~ 333; aspecto odioso de ~ 335; ~ de la potestad de dispensar 345; modos de concesión por ~ 345. Delito: perdón del ~ 109. Derecho canónico: dispensa en ~ 209211, 283, 315, 355. Derecho civil: finalidad del ~ 25. Derecho común: concepto de ~ 517; ~ y estatutos contrarios 517; ~ y autoridad del príncipe 523; ~ y estatuto particular 523-525. Derecho natural: ~ y poder de dispensa 355-357, 405. Dispensa: concepto de ~ 17, 209, 221, 223, 243, 313; diversos nombres de 205; definición de ~ 211, 213; alcance de ~ 213; ~ ámbito de ~ 225; efectos de 231, 409; restricción de ~ 233; ~ tácita y expresa 253-269, 279; ~ de derecho estricto 339; ~ sin causa en la ley 349, 357-359, 363, 379; ~ causa intrínseca y extrínseca 377379; uso de ~ 399; triple estado de ~ 409, 427; ~ segunda sin mención de la primera 451-455, 465-477; clases de ~ 203; potestad de ~ 283, 301; ~ y epiqueya 203; ~ y obligación de la ley 207, 231; modalidades de ~ 207, 227, 279; ~ e interpretación 207; ~ e indulto 213; ~ y derecho divino 213; ~ y absolución de censuras 215; ~ e indulto pontificio 215; privilegio y ~ 219; división de ~ 223, 229, 369, 435; ~ y permisión 217; ~ y conmutación; 229; ~ y obligación de conciencia; ~ y persona 233; ~ diferencia entre ley y ~ 243; ~ y escritura 255; concesión de ~ 257-261; licitud de ~ y justicia
393; ~ y ley natural 385, 391; ~ y ley canónica 387; ~ y perjuicio de tercero 395; ~ a solicitud del peticionario 337; cfr. bien común, cese de la dispensa, concesión de dispensa, Concilio Tridentino, conmutación compensación, costumbre(s), defectos de la dispensa, delegación, efectos de la dispensa, facultad de dispensar, impedimento(s), ley canónica, obispo(s), permiso, validez de dispensa, voluntad. Duda: y cumplimiento de la ley 159, 163, 171, 173; ~ y consulta al superior 169. Efecto(s) de la dispensa: en qué consiste, principal ~ 223; ~ y de la ley 223; ~ y permisión 225, 227; nuevo ~ 227; cfr. dispensa. Emperador: y poder legislativo 19, 515; ~ y poder de dispensa 355; ~ y la ley «Omnes populi» 515. Encomienda: por mandato y libre 337; ~ a favor del comisario. Entredicho: ampliación del ~ 55. Epiqueya-equidad: concepto aristotélico de ~ 129, 131-135; modalidades de ~ 151-153, 161-163; casos de ~ 151; ~ necesaria 171; ~ parte de la justicia 149; ~ y preceptos afirmativos y negativos 135-137; ~ y pecado 143, 145, 147; ~ y obligación 147; ~ y ley 151; ~ y juicio probable 163, 167; ~ y consulta al superior 169-171; ~ y dispensa; cfr. fornicación, dispensa. Esclavitud: y libertad 53. Excusa: diversas maneras de ~ 157, 159161; cfr. precepto. Facultad de dispensa: y derecho estricto 343. Ignorancia: invencible 363-365. Impedimento(s): orden y matrimonio 499; dispensa de ~ 479, 489. Indulto: durable y favorable 341-343. Inferior: potestad del ~ para dispensar 285, 289, 301, 319, 359, 383, 405, 445; potestad del superior sobre ~ 407, 445, 507,
ÍNDICE DE CONCEPTOS
519; potestad del ~ sobre la ley del superior 509, 511-513; estatuto del ~ confirmado por el superior 519-521, 527. Irregularidad(es): disposición sobre 469; dispensas de ~ 489-491. Juez: y las leyes 79-81; cfr. costumbre. Juicio: cierto o probable 169; ~ y recurso al superior. Juramento: prohibición de ~ 193. Jurisdicción: a perpetuidad 301-302. Justicia: tipos de ~ 361, 375; ~ legal y bien común 135; cfr. epiqueya. Laicos: estatutos de ~ contra los cánones 513. Legislador: voluntad y mente del ~ 27, 41, 33, 35, 43, 59, 75, 81, 111, 129-145, 167, 187, 349, 391-499; prudencia del ~ 149; poderes del ~ 73-75, 79, 321, 323, 353, 395, 505, 507; repretación comprehensión ~ extensión del ~ 3341, 59, 71-73; ~ y dispensa de sus leyes 251 361, 383, 387-391, 393-394, 401, 403; ~ y significado de las palabras 41-45, 81, 111, 165. Ley: razón de ~ 43, 59, 61, 63, 83, 85, 87, 99, 117; triple interpretación de ~ 1925, 39, 47; clases de ~ 95; revocación de ~ 193; ~ injusta 179; doble tipo de ~ 193; fin extrínseco e intrínseco de ~ 185-187; ~ puramente penal 227; exención de 223; diferencia entre ~ y dispensa 243; modos de cambio en ~ 499, 501-503; ~ mutación de ~ 41; ~ y poder legislativo 21; ampliación de ~ en general 47, 83, 85, 89, 99-109, 111, 119; ampliación de ~ no odiosa 49-51, 75; ~ odiosa 537-543; ampliación de ~ favorable 51, 91; ampliación de ~ por impropiedad 51, 53-55, 87; ampliación de ~ por semejanza 47, 63, 71; ampliación de ~ por equiparación 48; ampliación de ~ por vía de ejemplo 51; ampliación de ~ a lugares 51, 107; ampliación de ~ al tiempo 51, 53, 109; promulgación de ~ 371; ~ y pecado 81, 165; ~ y bien común ; ~ y su cumplimiento 159; perpetuidad de ~ 177; ~ y su doble con-
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firmación 521-523, 529-531; cfr. bien común, duda, cese de la ley, costumbre, duda, entredicho, ley penal, obligación de la ley; religión, restricción, sacrilegio, superior. Ley canónica: y modos de disponer 77, 313; ~ y civil 507-511, 515-517; cfr. Papa. Ley divina: y dispensa 203. Ley humana: obligación de ~ 17, 23, 25, 63, 71, 75, 77-79, 117, 129, 203; abrogación de ~ 217, 495-497; cambio de ~ 17, 177-179; sentido, criterio y razón en ~ 25, 63; doble materia de ~ 185; cambios en ~ 127; los peritos en ~ 25; ~ y dispensa 407. Ley penal: aspectos de ~ 65, 69; ampliación de ~ 77, 93, 97; conciliación de expresiones sobre ~ 97-99; cfr. pena. Limosna: obligación de ~ 197; sentido de ~ 319. Magistrados civiles: poder de ~ 515. Matrimonio: clandestino 193, 195; consanguíneo 473, 483-485; impedimento de ~ 419, 481-483, 489; ~ y su proclama 329; cfr. impedimento(s). Miedo: e involuntariedad 419. Monjes: y su edad de admisión 83, 139. Neófito: y su capacidad de beneficio 429. Obediencia: y voluntad del superior 135. Obispo(s): jurisdicción de ~ 21, 313; ~ y potestad de dispensar 249, 279-281, 285-291, 305, 309, 313, 317-319, 332, 445; ~ y leyes sinodales 309; dispensa del ~ en leyes canónicas 303, 311-313; ~ y derecho común 517. Obligación de la ley: cese de ~ 139, 141143, 145, 149, 153, 273-275; ~ ante grave inconveniente 147, 173; moderación en ~ 327; ~ y voto 327; ~ y dispensa 295, 357, 377, 389-391; ~ en el legislador 403, 405; ~ y su revocación 533; requisitos para ~ 551. Órdenes sagradas: a indignos 87; ~ a irregulares 427-429, 479; intersticios de ~ 329.
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ÍNDICE DE CONCEPTOS
Papa: y potestad de dispensar 205-207, 245, 247, 283-285, 291, 297, 301, 309, 317, 323, 335-337, 351, 353, 407, 445; ~ y potestad de imponer cargas 291, 329: ~ y abrogación de leyes canónicas 501; cfr. ley. Pecado: y uso de la dispensa 399. Pena: ampliación e imposición de ~ 67, 69, 93, 197; obligación de ~ 73; y cese de la ley 191; y absolución de censura 215. Permiso: ~ y dispensa 275; ~ y consentimiento tácito 275. Precepto: ~ y excusación de su cumplimiento 153; cumplimiento de ~ con perjuicio 155. Prelado: potestad de ~ para dispensar 301. Privilegio: concepto de ~ 219; ~ subrepticio 457-463; ~ de los diezmos 461, 463; ~ y dispensa 435, 461. Profesión religiosa: edad para ~ 139. Prudencia: aristotélica 133. Ratificación: triple ~ 273; ~ de futuro y dispensa 273-275. Razón: y semejanza 73; adaptación de al fin 119, 121; ~ y restricción 123; cese de ~ 145. Relajamiento: concepto de ~ 219; clases de ~ 221; ~ y dispensa ; ~ y obligación 325. Religión: voto de ~ 487; ~ y ampliación de la ley 105. Rescripto(s): restricción o extensión en los ~ 347; ~ y dispensa 435-437; cfr. restricción. Restricción: concepto de ~ 111; licitud e ilicitud de ~ 111-113; conveniencia o no de ~ 113; ~ favorable 113, 121; y adaptación las palabras de la ley 115117; ~ según la materia 123; cfr. ley. Rota: y los casos de dispensa 467-469.
Sacerdote: y su obligación de oficio 361. Sacrilegio: y ampliación de la ley 105. Sagrada Escritura: y significado propio de sus palabras 27. Sínodo episcopal: jurisdicción del ~ 311 Súbdito: y observancia de la ley 129, 161, 183; obediencia del ~ al superior 165; ~ y su capacidad de dispensa 243, 245, 363, 395, 397, 399, 401; ~ y presunción de dispensa 277; y petición de dispensa 363, 365. Superior-príncipe: jurisdicción del ~ 21; poder del ~ 165, 263, 283, 377, 397, 503, 507; sentencia del ~ 61; ~ e interpretación de la ley 21; ~ ante ley injusta o imposible 179; decreto del ~ y obligación de la ley 191, 203, 553; delegación del 331; cfr. cese de la ley, duda, dispensa, inferior, juicio, ley humana. Términos ambiguos: y su sentido 27. Términos análogos: y su sentido 27. Términos usuales: y su sentido 29, 31. Testador: y significado de las palabras 25, 29. Testamento: alcance de ~ 55-57. Tolerancia: y consentimiento 271. Validez de la dispensa: y conocimiento de causa 383. Voluntad: ~ razonable 117, 121; ~ del soberano y cambio de la ley 127, 199; ~ justa del legislador 145; ~ de dispensar y presunción 277, 283, 393. Voto: obligación del ~ 195, 327; diferencia entre ~ y ley 229; ~ de pobreza 217; ~ de castidad 465, 471, 483; dispensa del ~ de castidad 419, 439-441, 485, 487; conmutación del ~ 323, 325.
17 TRACTATUS DE LEGIBUS AC DEO LEGISLATORE
CORPUS HISPANORUM DE PACE SEGUNDA SERIE
Liber VI: De interpretatione, cessatione et mautatione legis humanae
FRANCISCO SUÁREZ
TRACTATUS DE LEGIBUS AC DEO LEGISLATORE Liber VI: De interpretatione, cessatione et mutatione legis humanae
ISBN 978-84-00-09611-3
CSIC
Consejo Superior de Investigaciones Científicas