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Selección de artículos de LE
MONDE
diplomatique
Mujeres De la discriminación a la resistencia y la lucha
Chile, Japón, Polonia, Estados Unidos, Irán, Kurdistán...
Editorial Aún Creemos en los Sueños
Este libro ha sido publicado con el apoyo de la Fundación Friedrich Ebert
© 2017, Editorial Aún creemos en los sueños La editorial Aún creemos en los sueños publica la edición chilena de Le Monde Diplomatique. Director: Víctor Hugo de la Fuente Suscripciones y venta de ejemplares: San Antonio 434 Local 14 - Santiago. Teléfono: (56) 22 664 20 50 E-mail: [email protected] www.editorialauncreemos.cl www.lemondediplomatique.cl Diseño: Cristián Escobar Copyright 2015 Editorial Aún Creemos En Los Sueños. ISBN: 978-956-340-112-7
ÍNDICE
Las mujeres en el movimiento estudiantil por Mia Dragnic
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Batalla por el derecho al aborto en Chile por Julia Pascual y Leila Miñano
11
Silencio de las mujeres y mujeres silenciadas por Ximena Valdés
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El pensamiento revolucionario de Gabriela Mistral por Maximiliano Salinas
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Japonesas hostigas en el trabajo por Johann Fleuri
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No todas las mujeres estadounidenses son Hillary Clinton por Florence Beaugé
35
La iglesia polaca contra la elección de las mujeres por Audrey Lebel
45
Detrás de la imagen de las combatientes kurdas en Irak por Nada Maucourant 53 Nada detiene a las iraníes por Florence Beaugé
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Mujeres de armas tomar por Daniel Paris-Clavel
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Una larga lucha por la conquista de nuevos espacios
Las mujeres en el movimiento estudiantil por Mia Dragnic*
Si vosotros queréis ser libres, con mucha más razón nosotras; doblemente esclavas de la sociedad y del hombre, ya se acabó aquello de ‘anarquía y libertad’ y las mujeres a fregar. ¡Salud! Virginia Bolten, 1896. El 6 de febrero de 1877 se promulga en Chile un decreto para hacer legal algo que no era ilegal: el ingreso de las mujeres a la universidad. Las primeras leyes establecidas en Chile, y en América Latina, que permitieron el acceso de la población femenina a la educación en todos sus niveles, eran enfáticas en advertir que la formación para mujeres estaría orientada únicamente a mejorar las tareas “propias de su sexo”. De esta manera el ministro de Justicia e Instrucción Pública, afirma en 1907 que el objetivo de los liceos femeninos fiscales “no es el de dar la enseñanza humanitaria que conduce al bachillerato i habilita para el estudio de las profesiones liberales, sino el de proporcionar a la mujer la educación propia de su sexo” (1). Del mismo modo casi un siglo antes se estableció el reglamento para Maestros de Primeras Letras que estableció escuelas de mujeres para enseñar “a las jóvenes a *Socióloga. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, marzo de 2016.
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leer i escribir i aquellas costumbres i ejercicios análogos a su sexo”. En esta última se admitían las labores de enseñanza para ambos sexos, a pesar de este igual reconocimiento, doce años después de la creación de la primera escuela normal para maestros, se inauguran las escuelas normales para maestras en Chile (2). El decreto Amunátegui, que surge por la presión de algunas mujeres como Isabel Le Brun y Antonia Tarragó, permitía la rendición de exámenes para ingresar en la universidad. Sin embargo como no existían liceos públicos mixtos o femeninos, las mujeres debían estudiar de manera autónoma o a través de estudios privados. El establecimiento de derechos legales se enfrenta con barreras económicas, socioculturales y políticas que limitan su ejecución. El decreto Amunátegui en Chile es testimonio de los imperativos culturales del sistema sexo-género de la época. Ingreso a la universidad Hacia fines del siglo XIX en Latinoamérica el acceso de las mujeres a la universidad se había convertido en una problemática social. El ingreso sistemático es consecuencia de diversas estrategias, individuales y colectivas, una experiencia larga y compleja que tuvo una serie de impedimentos, en algunos casos dificultades legales, y en otros, únicamente manifestaciones de segregación cultural sin un sustrato formal. A pesar de esta situación diversas mujeres recibieron por vías excepcionales estudios universitarios (3). Las reformas estudiantiles de principios del siglo XX iniciaron un paulatino proceso de masificación de la universidad que transformó las nociones tradicionales sobre educación, democratizando el acceso y construyendo al menos la idea de una universidad de masas. La demanda de educación femenina fue un tema central en las primeras organizaciones feministas, presente en los congresos y en las primeras tesis hechas por mujeres, estas reivindicaciones sin embargo no se encuentran en los petitorios de los movimientos reformistas de la época, ni menos, en las investigaciones realizadas sobre éstos. La ausencia de la demanda de educación para mujeres en las reformas universitarias es un elemento 6
más de estudio que aporta a la comprensión sobre la universidad y el movimiento estudiantil de la época, y no un argumento para justificar su invisibilidad analítica como afanosamente intentan argumentar algunos especialistas. Es precisamente en el período de reformas que se logran aperturas y cambios en los modos de comprender la educación, la universidad y la labor del estudiantado en el mundo social (4). La reforma argentina El caso argentino es emblemático para dar cuenta del interés que surge en el movimiento estudiantil por transformar la universidad y fortalecer su vínculo con la sociedad, y a la vez, para problematizar la invisibilidad de la participación política de las mujeres. Esta primera fase de reforma tiene su inicio emblemático en la reforma de la Universidad de Córdoba (1918), una universidad clerical y conservadora, proceso que tuvo importantes antecedentes en otras ciudades de Argentina y países de la región (5). El período de reforma universitaria latinoamericano surge de un contexto de transformación social generalizado, que significó la instalación de un modelo de producción, la emergencia del proletariado y la presencia de nuevas ideas políticas. Argentina fue uno de los países con mayor presencia de organizaciones feministas en ese entonces. Las primeras activistas fortalecen desde temprano un vínculo con la clase obrera, levantando consignas como: “Ni dios, ni patrón, ni marido”, en tiempos en los que no tenían ni voz ni voto. Esta relación con el mundo obrero es clara a partir de 1880 con las huelgas de las trabajadoras domésticas en Buenos Aires y poco después con las obreras del tabaco, las azucareras, costureras, lavanderas, telefónicas, entre otras. En 1910 se registraron 298 huelgas, todas con significativa participación de las mujeres (6). A comienzos del siglo XX el feminismo se fortalece a través del movimiento sufragista. La primera tesis escrita sobre feminismo en Sudamérica, ‘El Movimiento Feminista’, fue defendida por Elvira López en la Universidad de Buenos Aires en 1901 (7). En 1910, ocho años antes de la Reforma de Córdoba, las primeras mujeres universitarias, profesio7
nales y obreras organizaron el I Congreso Femenino Internacional en Buenos Aires, convocado por la Asociación de Universitarias Argentinas (1904), el Centro Socialista Femenino (1902), la Liga Feminista Nacional de la República Argentina (1905) y el Primer Centro Feminista del Libre Pensamiento (1905) (8). La importancia de garantizar el acceso de la educación a las mujeres queda manifiesta en las conclusiones de este encuentro, en el participaron delegaciones de diversos países de la región y personajes como Marie Curie, María Montessori, Emilia Pardo Bazán y Ellen Kay. Durante este período organizaciones de mujeres socialistas y anarquistas (9) construyeron relevantes experiencias en materia de educación popular, siendo en la época el acceso a la educación una importante demanda del movimiento feminista. La lucha feminista en su primera fase, aconteció en un momento en el que imperaban normativas legales que negaban la autonomía de las mujeres en el ámbito educativo y en todas las dimensiones de lo social. La lógica de la potestad marital que amparaba la ley patriarcal, estaba presente en los Códigos Civiles (10) y despojaba a la mujer casada de sus derechos sobre sí misma y sus posesiones. El derecho a la propiedad para las mujeres primero ha tenido que ver con derecho sobre la propiedad de sí misma. Las reformas estudiantiles, al igual que la mayoría de los acontecimientos ligados al movimiento estudiantil latinoamericano, no son fenómenos exclusivamente nacionales ni universitarios. El interés por comprender los relatos historiográficos del movimiento estudiantil por fuera de los límites de la nación y la universidad, es una decisión epistemológica que instala a la vez la necesidad de abrir los discursos hacia sujetos que estuvieron al margen de ser narrados ¿Cómo hacerse cargo de esta negación para elaborar nuevas vías de comprensión histórica? Otorgar un cuerpo -clase, cultura, sexo y género- a los discursos es una forma de cuestionar la hegemonía de ciertos relatos. u
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1. Biblioteca Nacional de Congreso. www.bcnl.cl 2. La primera escuela normal para hombres en Chile se fundó en 1842 y fue dirigida por Sarmiento, la Escuela Normal José Abelardo Núñez, que fue cerrada durante la dictadura de Pinochet en 1974. 3. Barrancos, Dora (2013), “La Universidad esquiva: Las primeras egresadas (1884– 1910)”, Universidad Nacional de Córdoba: cuatrocientos años de historia, Córdoba, UNC. Borrayo, Ana (2007). “En el trazo de las mujeres. Historia de las precursoras en la educación superior Universidad de San Carlos de Guatemala”. Armar Ediciones. Caldo, Paula (2014). “No parecían mujeres, pero lo eran. La educación femenina de las maestras, Argentina 1920-1930”. Historia y Sociedad, Medellín, Colombia. Itatí, Alicia (2005). El acceso de las mujeres a la educación universitaria. Revista Argentina de Sociología UAEM, México. 4. Tünnermann, Carlos (2008) Noventa años de la Reforma Universitaria de Córdoba (1918–2008), Buenos Aires, CLACSO. Puiggrós, Adriana (2003), ¿Qué pasó en la educación argentina? Breve historia desde la conquista hasta el presente, Buenos Aires, Galerna. 5. Anteriormente se realizaron tres congresos de estudiantes universitarios latinoamericanos en Montevideo (1908), Buenos Aires (1910) y Lima (1912), en los cuales se establecieron demandas que serían incorporadas después en el proceso reformista de Córdoba (1918). 6. Tejero, Graciela (2010). “El centenario del Primer Congreso Femenino Internacional”, 2 de mayo 2010, Página 12. 7. López, Elvira (2009). “El Movimiento Feminista. Primeros trazos del feminismo en Argentina”. Ed Biblioteca Nacional de Argentina. 8. Barrancos, Dora (2007), “Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos”. Buenos Aires: Editorial Sudamericana. 9. Barrancos, Dora (1990), Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de principios de siglo, Buenos Aires, Contrapunto. 10. León y Rodríguez ¿Ruptura de la Inequidad? Propiedad y Género en la América Latina del Siglo XIX (Bogotá), 2005. Deere y León Género Propiedad y empoderamiento: tierra, Estado y mercado en América Latina, (México: PUEG-UNAM/FLACSO), 2002.
M.D.
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Disponer del propio cuerpo, una difícil conquista
Batalla por el derecho al aborto en Chile
por Julia Pascual y Leila Miñano*
Respetando la promesa electoral de la presidenta socialista Michelle Bachelet, Chile se dispone a despenalizar el aborto en caso de riesgo para la vida de la madre, malformación o violación. Pero, si bien responde a las situaciones más dramáticas, el proyecto de ley remite siempre a la clandestinidad de decenas de miles de mujeres.
“Tenía 14 años y había sido un amor de verano. No tenía consciencia de que podía quedar embarazada”. Instalada en el living de su casa a la hora de “la once”, la merienda en Chile, Camila -quien pidió mantener el anonimato, al igual que su madre, también presente- se zambulle en sus recuerdos alrededor de un té. “Una mañana, mi madre me trajo un test de embarazo”, cuenta la joven santiaguina de 24 años. El resultado dio positivo. “Me dijo: ‘No se lo digas a nadie. Anda al colegio tranquila’. A la noche, me preguntó qué quería hacer”. La adolescente decidió interrumpir su embarazo. La madre de Camila, Cynthia, continúa: “Le advertí que eso debía quedar entre nosotras porque yo corría el riesgo de ir presa. Trabajé mucho en la clandestinidad”, agrega esta ex militante del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, el ala armada del Partido Comunista *Periodistas. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, octubre de 2015. Traducción: Gustavo Recalde
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de Chile durante la dictadura: “Para mí, no era un problema. Pero emocionalmente, fue duro”. “Un hombre de unos cuarenta años vino a casa -retoma Camila-. No sé si era médico. Me dio cuatro pastillas y esperó a que expulsara el feto en el baño. Tuve contracciones, sangré... Fue rápido, pero traumatizante. Estuve deprimida durante dos años. Me sentía culpable”. Antes, Camila estaba en contra del aborto: “Me parecía horrible. Estudiaba en un colegio católico y nos habían mostrado imágenes de raspados, bebés que gritaban. Desde entonces, cambié de postura”. Observando a su hijo Ariel, de un año y medio, que juega en un rincón del living, la joven continúa: “Ahora que soy madre, sé que desear un hijo es lo más importante en un embarazo”. Su madre, por su parte, siempre la apoyó, convencida de que una “debe ser libre de decidir. Pero, en un nuestro país, apenas si se habla de educación sexual...”. En 2013, la historia de la pequeña Belén, embarazada a los 11 años tras haber sufrido reiteradas violaciones de su padrastro, reinstaló el debate. Al año siguiente, una niña de 13 años, víctima de una violación, fue obligada a continuar con su embarazo aun cuando el feto padecía una patología grave. El bebé sobrevivió apenas unas horas después de nacer. Al ritmo de estos casos dramáticos, Chile volvió a asumir su condición de país dotado de una legislación particularmente retrógrada desde la prohibición total decretada los últimos meses de la dictadura del general Augusto Pinochet. Sólo otros pocos Estados se muestran igualmente represivos: el Vaticano, Malta, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Haití y Surinam. Vecinos como Cuba, Puerto Rico, Ciudad de México desde 2007, o Uruguay desde 2012, autorizan el aborto sin restricciones durante las primeras doce semanas de embarazo. Otros países de la región, en cambio, permiten la interrupción terapéutica del embarazo, con una acepción más o menos amplia. “El aborto terapéutico existió en Chile durante alrededor de cincuenta años -recuerda la Dra. María Isabel Matamala Vivaldi, médica y referente del movimiento feminista chileno-. Estaba autorizado cuando el embarazo presentaba riesgos para la salud de la madre. Durante mi residencia, incluso lo practiqué. Pero hemos involucionado...”. 12
Desde el retorno de la democracia, a pesar de una decena de intentos parlamentarios, la ley, que amenaza a toda mujer que aborte con tres años de prisión, no se modificó. Sin embargo, entre 70.000 y 120.000 mujeres correrían ese riesgo todos los años. Lo que convierte a Chile, asegura la Dra. Matamala Vivaldi, en el país “con la tasa de abortos más alta de América Latina”, junto a República Dominicana. La ausencia de políticas públicas en materia de anticoncepción genera tasas de embarazos no deseados particularmente elevadas. Habiendo República Dominicana despenalizado, en diciembre de 2014, el aborto en caso de violación, incesto, malformación fetal o riesgo para la vida de la mujer, el statu quo chileno se volvió insostenible. Debate parlamentario Durante su campaña presidencial de 2013, la candidata de la coalición de izquierda Michelle Bachelet, médica de profesión, prometió la despenalización en tres situaciones: en caso de violación, inviabilidad del feto o riesgo para la vida de la madre. Pero debieron suceder esos casos y las manifestaciones para que el gobierno presentara un proyecto de ley en el Congreso, a comienzos de 2015. Una primera etapa fue superada a comienzos de agosto con la aprobación del texto en comisión. Sin embargo, la discusión comenzó de manera poco auspiciosa: “Estamos a favor de la vida. En consecuencia, nuestra red de centros de salud será un lugar donde se proteja la vida; no practicaremos abortos”, advirtió el rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, frente a los diputados. Su institución dispone de la red de salud privada más importante de Chile, UC Christus. Si se aprueba la ley, los más de 1.200 médicos que trabajan allí no la aplicarán. En un país donde recién se autorizó el divorcio en 2004 y donde el 57% de la población se considera católica, esta toma de posición no es anodina. “La Iglesia ejerce presión sobre el gobierno, como siempre -se enfurece la Dra. Matamala Vivaldi-. Y si el poder se resiste, amenaza con ejercer una presión social, como los evangelistas en Brasil”. La ofensiva es tanto más eficaz cuanto que goza de relevos en los partidos de derecha, así como en el seno de la 13
Democracia Cristiana (DC), que participa de la coalición gubernamental. A fines de julio, la DC, que adhirió sin embargo al programa presidencial de la candidata Bachelet en 2013, informó que menos de un tercio de sus veintiún diputados apoyaban el texto. Su vicepresidente, Matías Walker, recordó que la mayoría de los miembros de su partido se oponían a la despenalización del aborto en caso de violación. En momentos en que un caso de especulación inmobiliaria que involucra a su hijo y a su nuera empaña su imagen, Bachelet protege a sus aliados para conservar su mayoría en el Congreso, ajustándose mínimamente a las recomendaciones de las organizaciones internacionales. A fines de 2014, un grupo de expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde la presidenta trabajó como directora ejecutiva de la organización ONU Mujeres, presionaba a Chile para que superara “los obstáculos de una sociedad patriarcal conservadora”. Desde hace poco tiempo, organizaciones feministas estructuraron también su discurso sobre el aborto sumándose al debate. Es el caso de Miles, una asociación de defensa de los derechos sexuales y reproductivos fundada en 2010, que concentra sus reclamos en la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE) terapéutica; una idea a la que adherirían entre el 60% y el 70% de los chilenos, según encuestas recientes (1). Otras organizaciones desearían que el gobierno fuera más allá. Aunque apenas cuente con un centenar de militantes activos, la Coordinadora Feministas en Lucha, creada en 2014, logró organizar tres marchas pro IVE en Santiago. “El texto de Bachelet no tiene en cuenta la problemática de clase -explica Hillary Hiner, profesora de historia de la Universidad Diego Portales, en la capital-. Las ricas podrán siempre abortar en clínicas privadas o ir al exterior”. ¿Qué sucede con aquellas que carecen de los medios para hacerlo? “Existe una gran inequidad en el acceso a la IVE sin riesgos y eso no se resolverá con el proyecto de ley”, reconoce la Dra. Soledad Díaz, miembro del Instituto Chileno de Medicina Reproductiva. “Las situaciones en las cuales la ley prevé una despenalización sólo conciernen al 2% de las IVE”, señala, por su 14
parte, Carolina, quien pide mantener su anonimato. Pertenece a Línea Aborto Chile, cuyas militantes se formaron originalmente en la asociación holandesa defensora del derecho al aborto Women on Waves (2). Todas las noches de la semana, de 20 a 23 horas, brindan atención telefónica con el fin de ofrecer la información necesaria para un aborto farmacológico sin riesgo. Píldora abortiva Mientras tanto, miles de mujeres siguen libradas a los revendedores del mercado negro. Importada clandestinamente de los países vecinos, la píldora abortiva Misoprostol se vende a un precio elevado (entre 40.000 y 120.000 pesos chilenos, es decir, entre 55 y 164 euros) y a veces en dosis inadecuadas o fuera de tiempo: sólo es eficaz hasta la décimo segunda semana de embarazo. Tal como lo explica un informe de la Universidad Diego Portales (3), cuando quienes abortan sufren complicaciones (hemorragias e infecciones, principalmente), no se exponen sólo a riegos sanitarios. Cuando van al hospital, sufren a menudo “interrogatorios y un tratamiento brusco, y pueden ser denunciadas”. “Veo llegar mujeres muy angustiadas y sin recursos -reconoce la presidenta del sindicato nacional de parteras, Anita Román, quien trabaja en el Hospital Luis Tisné Brousse de Santiago. Esperan a estar en grave estado para ir al hospital”. Pero asegura: “Nosotros no las denunciamos”. Un principio que comparte el Dr. Mauricio Besio de la Universidad Católica de Chile. Sin embargo, en 2013, 166 mujeres fueron objeto de denuncias. “22 de ellas fueron condenadas”, señala el fiscal Félix Inostroza, director de la unidad especializada en delitos violentos, que incluyen la IVE. “La mayoría de ellas no van a la cárcel y reciben penas alternativas”, precisa Ana Piquer, abogada y directora de Amnesty International Chile. En 2015, seis hombres purgan penas de prisión. El último, un enfermero de 76 años, fue condenado en 2013 a 818 días de detención por haber practicado IVE en varias ocasiones. La criminalización estaría pues en retroceso. “La situación es mucho más grave en El Salvador -insiste Piquer-. 15
Allá, las mujeres son efectivamente encarceladas”. Amnesty International lanzó en abril de 2015 la llamada campaña de las “17”, en referencia a las diecisiete mujeres que, entre 1999 y 2011, fueron condenadas en El Salvador a penas de hasta cuarenta años de prisión, la mayoría por homicidio agravado. Sus abogados solicitaron el indulto presidencial cuando una de ellas, Guadalupe Vásquez, fue liberada en enero, luego de casi diez años tras las rejas. Algunos quieren ver allí una señal. ¿Será El Salvador el próximo Estado que revea su legislación? En todas partes de la región, grupos de acción directa trabajan desde hace varios años tejiendo lazos de solidaridad. Línea Aborto Chile perfeccionó un manual práctico de aborto farmacológico con miles de ejemplares distribuidos y descargados. “Nos inspiramos en el primer manual de América Latina, publicado en Argentina”, explica Carolina. Por su parte, bolivianas retomaron la iniciativa, preparando el terreno de lo que tal vez se convierta en una verdadera red panamericana. u 1. “Encuesta Nacional del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales”, Universidad Diego Portales, Santiago, 2014. 2. “Mujeres sobre las Olas”. Esta asociación fundada en 1999 practica abortos en un barco hospital en aguas internacionales, cerca de los países donde la IVE está prohibida. 3. Lidia Casas y Lieta Vivaldi, “La penalización del aborto como una violación a los derechos humanos de las mujeres”, Informe sobre Derechos Humanos, Universidad Diego Portales, 2013.
J.P y L.M..
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La necesaria inclusión en el debate sobre desarrollo sustentable
Silencio de las mujeres y mujeres silenciadas por Ximena Valdés S.*
Hace un tiempo dirigí una tesis de maestría sobre la papa nativa de Chiloé (1). Desde entonces no he dejado de pensar en el papel silencioso que han tenido las mujeres del campo en preservar los “bienes comunes” (2) de la sociedad, en este caso, las semillas.
La autora de dicha tesis, basada en numerosas entrevistas a chilotas y chilotes, señalaba que la semillas de las papas nativas que comprendían muchas variedades originarias del archipiélago comenzaron a perderse cuando por allá por la década de los 60 llegó a las islas el Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap) con nuevas semillas de papas, más grandes, más redondas, más uniformes, más comercializables. Estas semillas por cierto no venían solas sino amarradas al paquete tecnológico que se difundió universalmente con la “revolución verde” con el objetivo de aumentar la productividad agrícola y dar salida a los insumos industriales para la agricultura tales como fertilizantes y productos químicos para combatir las plagas. Fue entonces cuando las chilotas se fueron a los bosques, y a pala y azada, continuaron con la siembra de papa nativa. No obstante, con el tiempo las semillas ten*Geógrafa, doctora Estudios Americanos, CEDEM/Univ. Escuela Geografía, Academia de Humanismo Cristiano. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, junio de 2016.
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dieron a escasear pues el resguardo que encabezaron las mujeres escondidas en los claros de bosque no mantuvo las semillas para todas las agricultoras chilotas. Aunque la papa nativa persistía en la memoria colectiva de los chilotes hubo quienes décadas después quisieron cultivarla pero no pudieron. Sucedió que una joven le preguntó a su abuela cómo conseguir esta semilla que sembraban los antepasados. La abuela le respondió más o menos lo siguiente: “Vaya al cementerio, allá en Osorno y ahí encontrará la semilla”. Prácticas antiguas de enterrar a los muertos con alimentos hicieron entonces posible la reproducción del capital genético que se perdía en las islas. Intercambio de semillas Parece importante hablar de las mujeres del campo y del papel que han tenido en preservar prácticas culturales que un tipo de desarrollo ha tendido a borrar. Pero la historia no es lineal y la idea de progreso ha sido cuestionada desde los debates sobre la soberanía alimentaria hasta aquellos que cuestionan tanto las modificaciones genéticas a las semillas como la promoción y desarrollo de los transgénicos. Monsanto por ello está en la mira de organizaciones de mujeres como la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri) y otras tantas organizaciones latinoamericanas que se reclaman “curadoras de semillas” y mantienen un lugar en la preservación de un capital genético en riesgo por ser expropiable por las grandes firmas transnacionales. Estas organizaciones favorecen “el intercambio de semillas entre mujeres” de modo de contribuir a su reproducción y a la autonomía de las productoras de un mercado que favorece la venta de semillas que por su carácter híbrido no se pueden reproducir. El ejemplo de resistencia de las chilotas a la pérdida de la semilla de la papa nativa que hoy por el desarrollo de nuevos hábitos alimentarios tiene un amplio mercado en nichos urbanos, no se refleja en el papel actual de las mujeres chilotas en la resistencia que ha llevado a cabo la población de la isla. Mujeres agricultoras, pescadoras 18
y recolectoras de orilla, recolectoras de algas, artesanas, rederas, asalariadas en la industria del salmón no han tenido ninguna presencia en las negociaciones de los pescadores con los poderes públicos ante la crisis que ha producido -no sabemos si por la marea roja o la eliminación de los salmones muertos en el mar o ambas a la vez-, lo cual ha producido el reclamo de organizaciones de mujeres. Siglo XXI: silencio de las mujeres en el proceso de resistencia territorial chilote diferente al silencio que debieron mantener cuando ellas guarnecieron en los claros del bosque las semillas de la papa nativa. Estrategias de resistencia Se entiende que la sustentabilidad parte del principio de que el logro del bienestar para las generaciones actuales no debería arriesgar el logro del bienestar para las nuevas generaciones. Supone entonces condiciones económicas, sociales, ecológicas y políticas que permitan el funcionamiento armónico de la sociedad a lo largo del tiempo y del espacio. En la página www.amartya.org.ar se lee que tal armonía debe involucrar a la relación entre hombres y mujeres y a la relación entre la población y el medio ambiente. No puede haber sustentabilidad -prosigue la página de esta organización- en una sociedad cuando la riqueza de un sector se logra a costas de la pobreza de otro, cuando unos grupos reprimen a otros, cuando se están destruyendo los bienes comunes, cuando las mujeres son desconocidas, cuando no hay redistribución del poder económico y político entre los distintos grupos que componen la sociedad. Por ello es improbable un desarrollo sustentable toda vez que la expansión forestal, la ampliación del área de la industria salmonera, el incremento de los relaves del cobre, la apropiación del agua por parte de las agroindustrias y las empresas mineras avancen sin el contrapeso de resistencias territoriales que abran una inclusión paritaria de hombres y mujeres para enfrentar los daños sobre poblaciones y territorios, frente a Estados débiles que no tienen la capacidad y/o voluntad de legislar ni fiscalizar para avanzar en un desarrollo sustentable. 19
El camino al desarrollo sustentable lo han pavimentado a pequeños pasos muchas mujeres construyendo, por ejemplo, estrategias de resistencia a la apropiación y contaminación de aguas, de instalación de centrales hidroeléctricas y así en adelante. En un tiempo de territorialización de los conflictos sociales, ambientales y políticos, por ejemplo mujeres diaguitas lograron frenar a Barrick Gold en el Alto Huasco; ante la apropiación del agua por parte de las agroindustrias, numerosas mujeres participan en organizaciones que denuncian el uso de pesticidas y plaguicidas extremadamente tóxicos que dañan los cuerpos y salud de los y las trabajadoras. Así al interior de un caleidoscopio de resistencias territoriales ante un modelo de desarrollo extractivista, las mujeres tienen un lugar tal como correspondió al lugar que tuvieron en la conservación de una semilla que pudo perderse. u 1. Tesis de Magíster, Mafalda Galdámez, UAH, Santiago. 2. Hacia la revolución de los bienes comunes, por Álvaro Ramis, edición chilena Le Monde Diplomatique enero-febrero 2012.
X.V.
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La poetisa expuso sus ideas sociales y políticas en numerosas cartas
El pensamiento revolucionario de Gabriela Mistral por Maximiliano Salinas C.*
Gabriela Mistral solía decir que no le interesaba la política. Sin embargo, es una de las artistas chilenas más importantes en sus consideraciones acerca de la convivencia social en su país y en el mundo entero. No tuvo problemas en declarar apenas nombrada cónsul, de segunda clase, en Madrid en 1933: “Creo que el ensayo del comunismo es útil a la humanidad. Nivelar los derechos y abolir muchos privilegios es necesario, muy necesario. Producir y suprimir lo superfluo es un deber social […].” (La Libertad, Madrid, 21.7.1933).
Desde su juventud, Gabriela Mistral manifestó su clara opción por el socialismo, que comprobó a medias durante su permanencia en México tras la revolución: “Se ha murmurado de mí en el sentido de que, por conveniencias de dinero, yo me alquilo a un gobierno bolchevique. […]. En cuanto al bolcheviquismo del país, se trata sencillamente de una maldad. El gobierno es de un tipo parecido al socialista francés, en algunos estados solamente”. (Carta a Pedro Aguirre Cerda, México, 1.1.1923). Estas maldades comúnmente se urdían en su país, acusándola de sostener opiniones que eran comunes en un político como José Vasconcelos. Desde México dijo por entonces: “Chile, mi *Escritor e historiador, Facultad de Humanidades, USACH. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, mayo de 2016.
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país ultra-conservador, se alarmó de mi estada en México, junto a él [José Vasconcelos], por las ideas contra el militarismo y a favor de la cuestión agraria que dio [en Chile].” (Carta a Joaquín García Monge, ¿1922?). Lo que no le interesaba a Gabriela Mistral eran las maniobras mezquinas del poder establecido. Refiriéndose a un hombre público chileno, decía así: “Sé que es politiquero, es decir, de aquellos hombres para los cuales lo primero del mundo, lo único respetable son los presidentes, los diputados i los senadores, […].” (Carta a Eduardo Barrios, 5.4.1923). En la misma oportunidad no pudo ocultar las burlas que hicieron de ella en la Cámara de Diputados de Chile: “Hace poco el diputado conservador Tizzoni atacó el Libro de Lectura de Guzmán [Maturana] sólo para reírse de una poesía mía en… la Cámara.” Gabriela Mistral no estaba dispuesta a enredarse en los juegos políticos locales, menos para ponerse a tiro de ciertos objetivos sospechosos: “Olvidé contarle que me ofrecieron algo de Chile al caer Ibáñez: la Dirección General de Instrucción Primaria y Normal. Los maestros se les han vuelto comunistas y me querrían… para eso. No acepté, porque no sirvo para esos encargos feos.” (Carta a Alfonso Reyes, 1933). Para Gabriela Mistral la política que la conmovía tenía que ver con la convivencia social universal y, en ese contexto, con la de Chile. Sus preocupaciones abarcaron desde la situación de las Américas indígenas y mestizas, hasta las acciones imperialistas y belicistas de Estados Unidos. Ahí se manifestaba el interés de Gabriela Mistral por la realidad política de su tiempo. Lo demás era paja molida, entretenciones de los sistemas constitucionales a la orden. Su posición sobre Estados Unidos se halla en su poesía y en su prosa. Dijo en 1924: “Ahora, EE.UU. Me acerqué: no los quise, pero me dejaron hasta hoy llena de asombro y de pesimismo. Nos absorberán sin remedio. Mañana, pasado, después, pero no tenemos salvación, a menos que Dios ponga sus manos. No creo, sino en lo sobrenatural para salvarnos. […]. Chile empezó a entregárseles con Alessandri.” (Carta a Joaquín García Monge, 1924). Más clara fue al decir: “[Yo] sé que los EE.UU. no dejarán hacerse un socialismo agudo, sino a lo más unas 22
democracias medianitas en el sur, y tengo el alma atenta y angustiada como usted puede comprenderlo.” (Carta a Eduardo Santos, 8.6.1933). La defensa de los pueblos indígenas y mestizos fue una causa ferviente de su vida. Esto motivó el sobresalto de muchos, incluso de su mentor en Estados Unidos, el académico de la Universidad de Columbia Federico de Onís: “Este archigodo no podía digerir el hecho palpable de que aun existamos los mestizos y los indios.” (Carta a Palma Guillen, 1935). Para Mistral la política de América Latina debía nacer de una manera original desde las vidas indígenas y mestizas y no de la imitación de modelos extranjeros: “El temperamento nuestro es tan original como lo son la araucaria chilena y el cactus mexicano. No creo en ninguna forma de vida personal y colectiva para nosotros que deba venirnos como paquete postal desde tierras e ideologías lejanas y casi lunares. Para bien o mal nuestro, dominan en el mestizo y en el indígena de la América una sensibilidad y un sentido de la vida estatal y familiar que nos es peculiar y esta originalidad tenaz nos invalida para la adopción de ideologías políticas y módulos de vida remotos”. (G. Mistral, Sobre la paz y la América Latina. Mensaje al Congreso Continental pro Paz de México, Repertorio Americano, 10.1.1950). Con franqueza Gabriela Mistral sostuvo una relación personal con dos ideólogos políticos inspiradores de la vida intelectual y social de Chile en el siglo XX. Estos fueron Jaime Eyzaguirre (1908-1968) y Eduardo Frei Montalva (1911-1982). Uno, mentor del pensamiento conservador de inclinaciones franquistas, y otro, artífice de la Democracia Cristiana. A cada uno de ellos, con singular respeto y consideración, pero sin ningún pelo en la lengua, transmitió su pensamiento social y revolucionario. En cada caso, diríamos, a la derecha y al centro, dio su recado político. A Jaime Eyzaguirre, en una correspondencia compartida con su suegra Sara Izquierdo, le expresó con inusitada franqueza: “¡Cara Sarita, caro Jaime: […]. Ud. se reirá de que yo le llame así, mi Jaime. Pocos seres en este mundo tan opuestos como yo a Ud., hombre nuestro, J. E. Tan coinci23
dentes tampoco. Me temo que Ud. tenga demasiada lógica en el seso para aceptarme esa frase disparatada”. (Carta a Jaime Eyzaguirre y a Sara Izquierdo, 14.11.1947). Advertida de sus debilidades franquistas le dice: “Búsquese usted un joven franquista, de esos que son tan halagados y festejados por nuestros católicos santiaguinos y hallará pobres diablos envalentonados con el uniforme, tipos del peor filipismo y una sub-Edad Media.” (Carta a Jaime Eyzaguirre, 20.7.1942). Al historiador, y especialmente a su amiga Sara, les recordó el carácter homicida de la violencia política en la historia de España: “Los hindúes me enseñaron con más fuerza que nuestro pobre catolicismo criollo español que la sangre daña, en gotas, un suelo cualquiera, por leguas. Pero su España, querida y venerada mía, se puso hace siglos a matar y a morir. Y aquí paro. Porque no acabaría nunca”. (Carta, 14.11.1947). Demandas políticas La relación con Eduardo Frei fue más cercana y entrañable. El joven católico y universitario la conoció en Madrid en 1934 dejándole una huella imborrable. Frei quedó maravillado ante el lenguaje prodigioso de la artista: “Le agradaba conversar, y de su boca salían las palabras en un flujo natural y tranquilo, como agua emanada de una fuente inextinguible. […]. Muchas veces la imaginé como una especie de sacerdotisa antigua. Habría sido una mujer para sentarse en Delfos, no para adivinar sino para vislumbrar el futuro con una especie de visión intuitiva”. Lo más fascinante era su visión de Indoamérica: “Siempre hablaba de mis indios. No he conocido a otra persona que se refiriera y conociera mejor el significado y el alma de las viejas civilizaciones, la dulzura del carácter de estos pueblos, su mansedumbre y sumisión y sus maravillosas reservas humanas. Para mí, he de decirlo, que no conocía la América India, esto me sonaba a una gran novedad. A través de sus frecuentes referencias, descubrí el sentido de esa América que yo ignoraba”. (Eduardo Frei, Memorias 1911-1934 y correspondencias con Gabriela Mistral y Jacques Maritain, 1989). Gabriela sabía que Frei respondía a una nueva porción de la tradicional elite chilena. 24
En ambos intelectuales las demandas políticas de la Mistral no echaron raíces sólidas. Sobre todo en lo referente a la defensa de la tierra y de los pueblos indígenas y mestizos. En su Fisonomía histórica de Chile de 1948, Eyzaguirre, describiendo más que nada una historia del Estado, descalificó los mundos indígenas. Frei Montalva, en 1937, no apostó por indígenas y mestizos sino por una indefinida y misteriosa clase media, que Gabriela Mistral siempre observó con suspicacia (Chile desconocido, 1937). Años más tarde Frei desestimó las raíces indígenas del país (La verdad tiene su hora, 1958). La derecha y el centro, pues, no tuvieron oídos para escuchar los clamores de Gabriela Mistral. A fines del siglo XX, ambas corrientes, apartadas del pueblo común, terminaron administrando un país culturalmente enajenado. Gabriela Mistral habló a los políticos chilenos del siglo XX desde los intereses ecuménicos de una tierra, de un universo que pertenecía a todos. De la tierra común de América. Con sus aguas, sus montañas, sus vegetaciones: sagradas y tutelares. Sin partidos, sin parcelas, sin cercos. Allí nacían y convivían los seres humanos, con un destino perentorio de paz y entendimiento inequívoco. Este horizonte se extendía más allá de las ciudades letradas, de la civilidad burguesa, donde se educaron o maleducaron, y donde se quemaron y se frustraron, los políticos e intelectuales más destacados de su tiempo. Difícil encontrar una mujer menos burguesa que Gabriela: “No me interesa el trabajo en las ciudades, sino en el campo de Chile. Y esto, don Pedro, no es nacionalismo, es una especie de amor universal de lo rural, que hay en mí y que es lo único que me siento vivo y en pie.” (Carta a Pedro Aguirre Cerda, 7.12.1925). Cuando se iniciaba la Guerra Fría, y llevada por su crecida cruzada por la paz en el mundo, le escribió con singular complicidad a Salvador Allende: “Si es posible, Dr., hágame la gracia de una paginita con alguna noticia sobre el momento chileno en relación con la paz mundial. Guardo viva simpatía hacia su noble, valeroso y valioso espíritu de paz.” (Carta a Salvador Allende, 1949). u M.S. 25
Entre el empleo y los hijos
Japonesas hostigadas en el trabajo por Johann Fleuri*
Casi dos de cada tres japonesas abandonan su carrera al ser madres. Cuidado de los niños, falta de perspectivas, discriminación: las razones abundan. Con el envejecimiento de la población, Japón podría perder hasta 6,4 millones de trabajadores de aquí a 2025.
A sus 37 años, Mori Tomoko es una mujer activa y satisfecha consigo misma. Vive en Tokio y trabaja en el servicio comercial de un gran grupo hotelero estadounidense. Acaba de obtener un ascenso a un cargo directivo, anuncia con orgullo. “Mi horario de trabajo se extendió considerablemente, pero estoy contenta. La empresa confía en mí”. Casada recientemente, le gustaría tener un hijo antes de los 40 años. Pero confiesa tímidamente: “Eso podría ser un freno para mi carrera”. Aún hoy, las japonesas parecen tener que elegir entre empleo y maternidad. Mori busca desdramatizar: “Si pudiera recibir a la vez el apoyo del gobierno y el de mi empresa, podría criar un hijo...”. Pero, como a pesar suyo, expresa inmediatamente sus reparos y termina eludiendo el tema. En Japón, una mujer que se convierte en madre tiene pocas posibilidades de que le asignen responsabilidades: los directivos de la empresa consideran que su mente está demasiado concentrada en lo que sucede en el hogar. *Periodista, Tokio. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, mayo de 2016. Traducción: Gustavo Recalde
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La constatación es implacable: mientras que nunca fueron tantas las japonesas que realizan estudios superiores, el 60% de las mismas deja de trabajar al dar a luz a su primer hijo. En treinta años, su situación profesional se deterioró considerablemente: apenas el 44,2% tiene un empleo estable y de tiempo completo, contra el 67,9% en 1985. Paralelamente, el porcentaje de aquellas que ocupan puestos de tiempo parcial se disparó, pasando del 28,5% en 1985 al 43,9% en 2015. El gobierno de Abe Shinzo afirma que esta cuestión es una de sus prioridades. En marzo de 2014, el primer ministro creó un consejo para la promoción del empleo femenino. En abril de 2013, ya había hecho que se aprobara una “Declaración de acción para una sociedad donde las mujeres brillen” y lanzado lo que se denominó las “Womenomics”, que tiene como objetivo que el 30% de las mujeres ocupen puestos de responsabilidad en 2020. Por el momento, se está lejos de esa cifra. La proporción actual de trabajadoras activas es del 64% (tiempo parcial incluido), contra el 84% de trabajadores activos (1). Si la actividad femenina fuese equivalente a la de los hombres, “la fuerza de trabajo aumentaría un 14%”, señala Takegawa Keiko, directora general de la Oficina de Igualdad de Género del gobierno. Acoso maternal Desde luego, a partir de la ley sobre la igualdad de género, en 1987, las japonesas se lanzaron a la conquista del mundo profesional. Su tasa de actividad era de apenas el 53% en 1985. Pero, con la llegada de un hijo, abandonan el trabajo y sólo el 11% de ellas ocupa puestos de responsabilidad. En 2011, la Universidad de la Mujer de Tokio realizó una encuesta entre cinco mil mujeres con el fin de comprender qué las hacía abandonar. “La primera razón mencionada, por lejos [63%], era la falta de perspectivas profesionales – detalla Osawa Machiko, directora de la Universidad–. Las más ambiciosas son las primeras en abandonar.” Luego seguían la educación de los hijos (32%), que se volvió más difícil por la ausencia de vacantes en guarderías, y el cuidado 28
de un pariente anciano (38%), que a menudo le corresponde a la esposa. Esta situación se explica también por una flagrante discriminación, que hizo que el Foro Económico Mundial clasificara al país en el puesto 104 de 142 en materia de igualdad de género (2). Confinadas a las tareas menos calificadas, conscientes de que, con la misma capacidad, el hombre siempre tendrá prioridad, las mujeres se amargan. Especialista en Sociología Histórica y Estudios de Género de la Universidad de Osaka, Muta Kazue no tiene pelos en la lengua: “La sociedad japonesa tiene un problema estructural de desprecio y falta de respeto hacia las mujeres. Por más que la promoción del trabajo femenino sea objeto de políticas oficiales, difícilmente son consideradas verdaderas protagonistas en el mundo laboral. Y la proporción de contratos precarios no deja de aumentar. [...] La pobreza de las mujeres constituye un verdadero problema, al igual que el acoso” (3). Desde hace varios años, Muta Kazue defiende los derechos de las mujeres. En 1989, apoyó a una trabajadora que había denunciado a un colega por dichos injuriosos y la propagación de rumores sobre su vida sexual; el primer caso de acoso sexual mencionado públicamente y juzgado en Japón. A lo largo de este proceso, también hizo su aparición la palabra sekuhara (“acoso sexual”). Según la policía, en 2013 se registraron 21.089 casos, es decir, el doble que en 2002. Según las estimaciones de la organización no gubernamental (ONG) Matahara Net, una de cada cuatro mujeres sería víctima de acoso a causa de un proyecto de maternidad o por tener un niño pequeño. Si bien la licencia por maternidad existe, en los hechos, son pocas las que la utilizan (17%), ya que sufren presiones de sus superiores. Se creó un término específico: matahara, “acoso maternal”. Se puso de moda desde que, en 2014, una japonesa de 37 años decidió crear una asociación para defender a las víctimas. Fundadora de Matahara Net, la propia Osakabe Sayaka fue obligada por su empleador a hacer diariamente horas extras, a pesar de su embarazo y los dolores de vientre. Las presiones y el estrés le hicieron perder dos embarazos consecutivos. “En Japón, las muje29
res que desean tomar una licencia por maternidad son señaladas con el dedo por los empleadores, objeto de burla de sus colegas –nos explica–. Hasta que estallan.” Luego de su segundo aborto espontáneo, renunció y presentó una denuncia. “Me sentía tan triste. Tuve tanta bronca contra esa empresa. Me trataron de mentirosa e intentaron tergiversar los hechos en el tribunal. Cuando la víctima era yo.” Desde que sus presentaciones públicas se multiplicaron, muchas mujeres se identificaron con su testimonio. Ciento ochenta confiaron sus historias a la ONG, confirmando las prácticas de algunos empleadores: dichos injuriosos, despidos abusivos, etc. Este tipo de trato es aun más frecuente con las empleadas precarias (casi una de cada dos trabajadoras) y en algunas profesiones: enfermeras, educadoras, auxiliares de enfermería, empleadas de oficina. “No es más que la punta del iceberg –precisa la joven–. Cada día recibimos más, de todas las edades y actividades. La mayoría no se da cuenta de que es víctima de acoso.” En un país donde resulta difícil decir “no”, muchas sufren en silencio. Una vez que estas futuras madres dejan de trabajar, “no tienen otra alternativa que interrumpir su carrera profesional –concluye Osawa–. Cuando, después de haber parido, quieren volver a trabajar, sólo podrán acceder a empleos precarios. Su capacidad es anulada”. El uso del tiempo El gobierno llama a las japonesas a tomar la delantera, pero la mayoría de ellas no está preparada para hacerlo. “Tienen la capacidad, pero no saben cómo hacerla valer”. Habiendo estudiado en Estados Unidos antes de regresar a Japón en 1987, en el preciso momento de la aprobación de la ley sobre la igualdad de género, Osawa recuerda sus primeras conferencias en la universidad: “Al expatriarme, había adquirido una confianza en mí de la que las japonesas tristemente carecen”. En la Universidad de la Mujer de Tokio, existe un programa especialmente concebido para apoyar a las madres jóvenes en su regreso al empleo. “Las ayudamos a encarrilarse –explica Osawa Machiko–. Desde 2008, 30
trescientas pudieron recuperar un puesto estable. Pero no podemos responder a todos los reclamos.” En 2013, para solucionar el problema del cuidado de los niños, el gobierno incrementó la capacidad de las guarderías. “En dos años, se crearon 200.000 vacantes más. Deseamos duplicar la cifra de aquí a 2018”, asegura Takegawa. A pesar de ello, aún se estima en 23.000 el número de niños que podrían permanecer en lista de espera al final del programa, según el diario económico Nikkei Shimbun (30 de septiembre de 2015). Paralelamente, el gobierno lanzó a fines de 2015 un plan de acción para el conjunto de empresas privadas japonesas con más de trescientos empleados. Tenían tiempo “hasta el 1º de abril de 2016 para presentar un programa de acciones positivas en favor de las mujeres –explica Takegawa–. Sus esfuerzos serán evaluados durante diez años y, si es necesario, el plan se prorrogará. Asignaremos puntajes que les permitan ser valoradas a través de una clasificación”. Sus ideas “deberán implementarse inmediatamente”. Para las empresas de menos de trescientos trabajadores, “no existen obligaciones, aunque se les pide que hagan esfuerzos”. Esta iniciativa es posterior al fracaso de otro programa, puesto en marcha en 2014, destinado al mismo tipo de empresas. Prometía una compensación de 300.000 yenes (aproximadamente 2.350 euros) por empleada admitida en un puesto de responsabilidad. Se esperaban cientos de postulaciones; se había destinado una partida de 120 millones de yenes. Pero, al finalizar el programa, a fines de septiembre de 2015, ninguna empresa se había postulado. “La compensación económica era escasa para asumir ese riesgo: se pedía que la designación de mujeres en puestos de responsabilidad fuera inmediata, cuando éstas necesitan previamente una formación –explica Kawaguchi Akira, profesor investigador de la Universidad Doshisha de Kioto y especialista en igualdad de género–. El plan imaginado para este año es mucho más prometedor. Cada empresa podrá tratar de aportar una solución a su medida. Declarando públicamente sus programas, las empresas se sentirán obligadas a implementarlos.” 31
Por su parte, Sakuma Hidetoshi, director general del Chiba Bank, es el impulsor de un manifiesto que reúne a 27 grandes directivos de empresas donde el rol activo de las mujeres en la economía es muy valorado. Esta iniciativa, llevada a cabo simultáneamente con el programa estatal, apunta a eliminar la imagen machista de los empleadores nipones. Desde julio de 2015, se tomaron medidas: permitir que las mujeres conserven su empleo adaptando o reduciendo su horario de trabajo al regresar de una licencia por maternidad (Cross Company); crear áreas de capacitación (Mitsubishi), o incluso recompensar económicamente a los empleados –hombres o mujeres– que regresen a sus casas a horario (Johnson & Johnson) ofreciéndoles la suma simbólica de 50 yenes adicionales (menos de 40 centavos de euro) por día... Mayor equilibrio Este último punto puede sorprender, pero, en virtud de una particular costumbre japonesa, el trabajador debe supuestamente permanecer en su puesto hasta la partida de su superior jerárquico, aun cuando haya terminado sus propias tareas. Alrededor del 20% de los empleados hombres de entre 30 y 50 años trabajan sesenta horas o más por semana. Para Kawaguchi Akira, la clave de una nueva dinámica reside en la reducción del tiempo de trabajo, tanto para los hombres como para las mujeres: “El tiempo de trabajo semanal promedio es de cuarenta y cinco horas, al que hay que sumarle diez horas extras consideradas como debidas a la empresa. ¡Es demasiado!”. Takegawa agrega: “Semejante amplitud horaria crea un gran cansancio y afecta el cumplimiento de las tareas”. Un uso del tiempo más flexible podría jugar a favor de un mayor equilibrio entre el empleo y la familia para la madre, pero también para el padre, que actualmente dedica sólo una hora de su jornada a su hogar (contra 2 horas y 12 minutos para un padre asalariado francés) (4). La imagen del hombre en el trabajo y la mujer atareada en el hogar sigue muy arraigada. Desde abril de 2014, las licencias para ocuparse de un hijo están dirigidas a ambos padres y las asignaciones aumentaron: 67% del 32
último salario, en lugar del 50%. A pesar de ello, sólo el 2,3% de los padres la utilizan (2,03% antes del aumento). Cuando el niño nace, en el 85% de los casos es la madre la que deja de trabajar. Otro obstáculo para la carrera de las mujeres: el traslado del esposo a otra sede de la empresa o a otra ciudad, indispensable para su ascenso. “Cuando un tokiota desea un ascenso, debe aceptar previamente un puesto en el interior –agrega Osawa–. Las esposas los siguen, sin solución profesional detrás.” Sometidas a todas estas restricciones, las japonesas se casan menos: 5,3 de cada 1.000 por año actualmente, contra 10 de cada 1.000 en los años 1970. Y esa tasa arrastra en su caída a la tasa de natalidad: 1,42 hijo por mujer contra 2,2 en 1970. Ya que en Japón, los niños nacen rara vez fuera del matrimonio (menos del 2%). Osakabe cuenta esta anécdota significativa: por su desempeño a la cabeza de su asociación, recibió en marzo de 2015, de manos de la propia Michelle Obama, el premio internacional al coraje de las mujeres. Confiesa no haber sabido, durante la ceremonia, si debía estar feliz o profundamente ofendida por esta distinción: “Este premio está reservado a los países en vías de desarrollo. Como japonesa, no entendía pues por qué lo recibía. Y luego vi esa clasificación mundial donde Japón estaba lejos del podio en materia de igualdad de género. Entonces me dije: ‘Es verdad, hay que admitirlo: en esta cuestión estamos en vías de desarrollo’”. u 1. Estadísticas publicadas por la Oficina de Igualdad de Género dependiente de la Oficina del Gabinete (dirigida por el Primer Ministro), “Women and men in Japan 2015”, Tokio, www.gender.go.jp 2. El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que establece un índice con diversas variables, ubica a Japón en el 26º puesto (Francia se encuentra en el 12º). 3. www.nippon.com, 13-4-15 (en japonés). 4. Cécile Brousse, “Travail professionnel, tâches domestiques, temps ‘libre’ : quelques déterminants sociaux de la vie quotidienne”, Economie et statistique, N° 478-479-480, Institut National de la Statistique et des Etudes Economiques (INSEE), París, octubre de 2015.
J.F. 33
No todas las mujeres estadounidenses son Hillary Clinton por Florence Beaugé*
Cuando se agacha, su blusa se entreabre y en su escote se puede leer: “Ella se creía capaz, entonces lo hizo”. Ese tatuaje es su credo. Después de haber trabajado algunos años como administrativa, mal remunerada por no tener título, Tiffany Runion decidió retomar sus estudios. Se inscribió en la Universidad de Toledo, pequeña ciudad del estado de Ohio, en el Middle West, y eligió Sociología, con especialización en gender studies (estudios de género). Le costó cinco años de esfuerzo arduo, numerosos sacrificios y un endeudamiento que la perseguirá durante mucho tiempo, pero pronto logró tener una profesión –asistente social– y proyectos. Runion es una mujer emblemática de las millennials (“generación del milenario”), esas jóvenes de entre 16 y 36 años que le hicieron decir a Gloria Steinem, ícono de la defensa de los derechos de las mujeres: “¡Las nuevas feministas son ellas!”. Falta de derechos Tuvo que esperar a ser madre para comprender lo que era la “excepción estadounidense”. Nada de licencias pagadas por maternidad. Nada de guarderías públicas. Nada de estructuras para el cuidado infantil (la escuela pública no los acoge sino a partir de los 5 años). Y derechos –al aborto, *Periodista. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, noviembre de 2016. Traducción: Bárbara Poey Sowerby
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especialmente– que siempre pueden ser puestos en cuestión. A Runion se le quiebra la voz al enumerar la lista de todo lo que no está bien para las mujeres en Estados Unidos: “¡Me indigna que el país más poderoso del mundo no sea capaz de cuidar de sus ciudadanos!”. Jessica Ravitz, periodista especializada en cuestiones sociales para la cadena Cable News Network (CNN), enumera: “Acá, podemos manejar. No estamos obligadas a tener un hombre al lado para salir, viajar, trabajar o recibir atención médica. Podemos estudiar sin temer que nos ataquen. No estamos obligadas a casarnos desde una edad temprana. Preferimos ver a Estados Unidos como un ejemplo. Y, sin embargo, en muchos aspectos, estamos atrasados en lo que respecta a las mujeres”. Dos puntos espinosos suelen ser relevados: la desigualdad de acceso a la salud y el salario mínimo. En Estados Unidos, la tasa de mortalidad materna es la más alta del mundo desarrollado. Lejos de disminuir, esta se duplicó desde fines de la década de 1980. Según la organización Black Women’s Roundtable, en la actualidad la cantidad de afroamericanas muertas por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto es de 42,8 cada 100.000 nacidos vivos. Para las mujeres blancas, la tasa es menor, pero igualmente alta: 12,5 frente a 9,6 en Francia y 4 en Suecia. Según Terry O’Neill, presidenta de la National Organization for Women (NOW), ese récord “desolador” se explica por la ausencia de cobertura de salud para gran cantidad de madres, ni lo suficientemente ricas como para poder pagarla ni lo suficientemente pobres como para beneficiarse de un acceso gratuito a la atención médica. Aunque representan casi la mitad de la fuerza de trabajo en Estados Unidos, las mujeres constituyen los dos tercios de los empleados que reciben el salario mínimo federal, bloqueado en 7,25 dólares la hora desde 2009. Solamente cuatro países no garantizan la licencia pagada por maternidad: Suazilandia, Lesoto, Papúa Nueva Guinea y… Estados Unidos. Si hay una queja recurrente de las estadounidenses es claramente ésta. Hasta ahora, la única obligación que se exige a las empresas a nivel federal es conceder doce semanas de licencia (sin goce de sueldo) a 36
las mujeres embarazadas, con la garantía de mantener el puesto a su regreso. Crece la indignación Entre las millenials, la indignación crece, pero no al punto de empujarlas a manifestarse en la calle. “¡Nada de interferencia de los poderes públicos en la vida privada! Esta idea se resiste a desaparecer en Estados Unidos”, se lamenta Virginia Valian, profesora de Psicología en el Hunter College, en Nueva York. Sin embargo, estamos asistiendo a una toma de conciencia, sobre todo en el seno de la generación joven. Virginie Valian afirma: “Cuando la interrogamos, cada vez más gente confiesa ‘Esta no es la vida que quiero’. Los hombres no se animan a decirlo tan abiertamente como las mujeres, por miedo a perjudicar su carrera, pero ellos también lo piensan”. Para la politóloga Karlyn Bowman, del American Enterprise Institute, un think tank conservador, la “excepción estadounidense” se explica sobre todo por la diferencia de mentalidad a ambos lados del Atlántico: “A mí me gusta el sistema francés, pero acá, somos mucho más individualistas. No necesariamente reclamamos la intervención del Estado, aunque avancemos en esa dirección”. En efecto, la palabra “socialismo” ya no provoca el mismo terror que antes. Lo que, seguramente, explica el éxito relativo que obtuvo el candidato Bernie Sanders ante los jóvenes durante las primarias demócratas. En Toledo, Meghan Cunningham, de 32 años, explica que, sin la ayuda de su familia, no habría podido salir adelante. Cuando era reportera en el Toledo Blade, el periódico regional, dio a luz un sábado de mañana: “¡Dejé de trabajar el día anterior, el viernes! Casi todas las mujeres hacen como yo: guardan el máximo de días para el período posterior al nacimiento, en el que utilizan esencialmente los días de vacaciones pagadas”. El problema es tal que el humorista Jon Oliver lo abordó el 10 de mayo de 2015, día de la madre, en su programa “Last Week Tonight”, de la cadena Home Box Office (HBO): “Ellas nos dieron la vida, nos criaron, hicieron de nosotros lo que somos hoy. En este día de la madre, solo tenemos un consejo para darles: ¡ahora vuelvan a su trabajo de m... !”. 37
De todos modos, las cosas evolucionan. Todavía no a nivel federal, pero sí a nivel local. Así, en abril de 2016, San Francisco se convirtió en la primera ciudad en imponer a las empresas seis semanas de licencia pagada por maternidad a partir de 2017 (1). Si bien muchas compañías ponen el grito en el cielo, otras expresan su interés en recuperar a sus empleadas después de un nacimiento. Facebook, Microsoft y Yahoo, por ejemplo, ya conceden dieciséis semanas de licencia pagada por maternidad. Otra preocupación fundamental de las madres estadounidenses, que suele mencionarse como un obstáculo para su carrera: el sistema de cuidado de los niños pequeños y sobre todo su costo. “Solo abrí los ojos cuando tuve a mi hija. ¡Antes, ni siquiera era capaz de identificar los problemas relacionados con mi ‘género’! El jardín infantil privado es demasiado caro y el sistema escolar está hecho de manera tal que uno de los padres tiene que quedarse en la casa”, se lamenta Anna Allen, neoyorquina, responsable de una organización no gubernamental (ONG), madre soltera de una niña de 3 años, adoptada. Allen paga 2.100 dólares por mes, para que se la cuiden, una suma equivalente a su alquiler. Una vez que paga esos dos gastos, no le queda gran cosa para vivir. Allen estima: “Acá se celebran constantemente los valores familiares, pero no se los defiende. No hay coherencia. En realidad, se sigue sosteniendo un sistema patriarcal”. Los “problemas de género” no constituyen la principal preocupación de Sandra Pagan, madre soltera de cinco niños y habitante del Bronx. Para ella, la verdadera cuestión son las disparidades de clase y de recursos. “¿Cómo hacer para tener más dinero para poder salir adelante?” Esta mujer de 38 años, de origen portorriqueño, se hace la pregunta cada mañana, cuando se levanta a las 5 de la mañana para ocuparse de su familia antes de ir a trabajar a su pequeño comercio de anteojos. “Por más que haga, entre las cargas sociales, los impuestos y los gastos para que cuiden a mis hijos, se me va todo el salario. Todos los días me pregunto si tengo motivos para seguir trabajando”. La otra opción: vivir de asignaciones exiguas o de food stamps (bonos alimentarios). 38
Caballito de batalla ¿Es casualidad que muchas renuncien al empleo desde el año 2000? Hace un cuarto de siglo, Estados Unidos ocupaba el 6º lugar dentro de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en el índice de trabajo de las mujeres. Hoy, está en el lugar número 17. Los candidatos demócratas a la Casa Blanca, Bernie Sanders y Hillary Clinton, habían hecho de las desigualdades salariales un caballito de batalla. Efectivamente, según un estudio de 2014 de la Oficina del Censo, las asalariadas ganan en promedio un 21% menos que sus colegas masculinos (2). La brecha se agrava si son negras (36% menos) o hispanas (44%). Entre las millenials, sin embargo, la diferencia cae al 10%, lo que permite esperar una mejora. Los hombres no poseen más títulos, al contrario, pero monopolizan profesiones mejor remuneradas. Por su parte, las mujeres generalmente siguen quedando confinadas a profesiones como enfermera, docente, etc. Pero, para ellas, ¿hacer carrera tiene que ver con una elección? “La tesis dominante es que eligen bajar el ritmo cuando tienen hijos (3). Pero es falso. En la mayor parte de los casos, sufren la presión de los empleadores”, responde Virginia Valian. No es la opinión de Karlyn Bowman: “Muchas preferirían quedarse en la casa con sus hijos, si pudieran. Es cierto que la demanda de jardines infantiles públicos es enorme, pero dudo de que esa medida se tome algún día, dado que el costo sería astronómico”. En las filas conservadoras, nadie está dispuesto a hacer concesiones. La desconfianza hacia el Estado Federal nunca fue tan fuerte. Elizabeth Bergman, de 32 años, agricultora orgánica a tiempo parcial en Ohio, se asume republicana de corazón. Se pasó al Partido Libertario en 2016 por aversión hacia Donald Trump. Lo que la aterra es un aumento de los impuestos. Para ella, las mujeres no tienen de qué quejarse en Estados Unidos. Son libres de sus elecciones; no tienen más que asumirlas. “Retomé mis estudios para ser psicóloga. Tendré horarios flexibles el día en que tenga hijos. ¡Es una elección! –insiste–. Si trabajo a tiempo parcial, mi salario será menor, evidentemente, pero 39
es lo que yo quise hacer”. Elizabeth Bergman ¿es representativa de su generación? Ella estalla en una carcajada: “¡No, no creo!”. Las mutaciones de la sociedad transformaron la condición femenina. Solo el 46% de los niños viven con sus dos padres. Las mujeres se casan cada vez menos y cada vez más tarde. Cuando tienen su primer hijo, el 70% de las negras no están casadas, frente al 30% de las blancas. Las solteras son, ya, más numerosas que las mujeres casadas. También son más numerosas las mujeres breadwinners (sostén de familia), “ya sea porque crían solas a sus hijos, ya sea porque ganan más que sus cónyuges”, según D’Vera Cohn, analista en el Pew Research Center de Washington. Como no tienen miedo de hacer oír su voz, los políticos las cortejan o les temen. Las ven como una fuerza política en potencia. Efectivamente, ellas no transigen sobre ciertas cuestiones: derechos reproductivos, igualdad de salario… Y, los políticos lo saben, en su mayoría estas mujeres votan a los demócratas. Lejos de la paridad Sin embargo, en política, la paridad está lejos de alcanzarse: el Congreso sólo cuenta con un 19,4% de representantes femeninas. Prácticamente la totalidad de los cargos de gobernador están controlados por hombres (44 de 50). Lo mismo ocurre con los alcaldes: sólo el 18,8% de mujeres al frente de las ciudades de más de treinta mil habitantes. Cuando se les recuerdan estos datos, algunas de nuestras interlocutoras se encogen de hombros. “La política, tal como se practica en Estados Unidos, no me atrae. No se corresponde con mi visión del mundo”, declara Emmaïa Gelman, docente neoyorquina, madre de tres niños pequeños a los que cría con su compañera. Otras, en cambio, dan pruebas de una determinación inesperada: “Un día me voy a candidatear para una elección. Tal vez para el consejo municipal”, anuncia tranquilamente Lucy Franck, de 21 años, estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad de Toledo. Originaria de Wauseon, pequeña ciudad de Ohio, Lucy afirma que “toda su familia vota a los republicanos”. Cuenta su infancia y su 40
adolescencia en un entorno rural abiertamente conservador e incluso racista: los insultos hacia los musulmanes, la prohibición absoluta del aborto “incluso en caso de violación”, y todos los inconvenientes de ese entorno “que se niega a replantearse sus ideas aunque más no sea un poco”. Regularmente, su padre la sermonea: “Espera un poco, hijita. Con la edad, te vas a volver conservadora”. Ser conservador no impide ciertas tolerancias en Ohio. Los homosexuales, o más ampliamente, las lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) son aceptados, a condición “de no pasearse de la mano”, como lo resume Gina Mercurio, propietaria de la única librería feminista de Toledo. La sala de lectura de la librería se llama Steinem’s Sisters, en homenaje a Gloria Steinem, nacida en Toledo hace 82 años. En agosto de cada año, en la ciudad se realiza una Gay Pride que reúne entre quince mil y veinte mil personas, sin incidentes. Marcy Kaptur es un modelo para muchas jóvenes de Toledo. Representante del 9o distrito de Ohio para la Cámara de Representantes federal, esta demócrata elegante y arreglada de 70 años, cercana de Sanders, es la decana de los parlamentarios. “Cuando entré al Congreso no había más que una docena de representantes mujeres. Hoy, somos 104. Los progresos son lentos, pero regulares”, asegura. ¿Recurrir a la política de los cupos para acelerar el movimiento? Como muchos estadounidenses, Kaptur lo descarta. “Tenemos espíritu de competición”, objeta. Según ella, el principal obstáculo cuando uno quiere hacer política no es el sexismo, sino “el rol del dinero en las campañas electorales”. Si bien todavía hará falta tiempo antes de alcanzar la paridad, las mentalidades evolucionan. En 1937, dieciocho años después de que las mujeres hubieran obtenido el derecho al voto a nivel federal, solo el 33% de los estadounidenses se declaraban dispuestos a votar por alguna de ellas, según una encuesta Gallup. Hoy, ya son el 92%. Sin embargo, Peter Glick, universitario y psicólogo, subraya que el sexismo está lejos de haber desaparecido. “Un comportamiento como el de Trump nunca habría sido admitido de parte de una mujer. Las limitaciones 41
que se les imponen –no tener sed de poder, por ejemplo– siguen siendo fuertes, así como el estereotipo sobre la mujer ‘ideal’”, observa este docente de Ciencias Sociales en la Universidad Lawrence de Appleton, en el estado de Wisconsin. Estas barreras son mucho más altas para las afroamericanas. “¡Todas nosotras sabemos bien lo que son el techo de cristal y la superioridad de los hombres blancos! Pero estamos frente a un arma de doble filo. ¿Somos discriminadas porque somos mujeres o porque somos negras?”, se preguntan Janet Charles, jurista desempleada, y Valery Bradley, encargada de una pensión en Harlem. El movimiento feminista estadounidense actual está marcado por esta “interseccionalidad” de las opresiones. “Cada una se encuentra en un cruce de prejuicios que se multiplican y se combinan”, constata Laurence Nardon, investigadora del Instituto Francés de Relaciones Internacionales. Roxane Gay, figura negra del feminismo estadounidense, lo confirma a su manera: “El simple hecho de ser otra cosa que un hombre blanco, con buena salud y perteneciente a la clase media ya es un desafío en Estados Unidos”. “Las mujeres negras sufren un sexismo desproporcionado”, recuerda Celia Williamson, investigadora de la Universidad de Toledo, conocida por su lucha contra el tráfico de seres humanos y ella misma mestiza. “En conjunto, las cosas mejoraron para las mujeres, sobre todo cuando tienen algún título. Pero para las que son pobres y negras, no, eso no cambió”. Morgan Newton, estudiante negra, confirma, desilusionada: “Nos dicen: ‘Esfuérzate y también vas a acceder al sueño estadounidense’. Pero estamos abrumadas por las deudas y nuestras familias están diezmadas por la prisión y la droga. Y, además, en cualquier momento, un policía puede herirnos o matarnos, dado que somos negras…”. Ni ella ni Celia Williamson leyeron a Ta-Nehisi Coates. Sin embargo, lo que cuentan remite, casi palabra por palabra, a lo que ese periodista negro describió en un libro magistral (4) que relata el miedo de la comunidad afroamericana frente a la brutalidad policial. 42
Igualdad entre sexos En cuanto a las cifras de la violencia, estas son terriblemente elocuentes: “Una de cada cinco mujeres es violada en Estados Unidos y una de cuatro es violentada físicamente por su pareja” (5), indica Meghan Rhoad, responsable de los derechos de las mujeres en Human Rights Watch. La no ratificación por parte de Estados Unidos de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, adoptada por las Naciones Unidas en 1979 (6), fue un golpe difícil de digerir para las feministas de la primera generación. Así como las millenials interrogadas responden que ese tema “no es la principal de sus preocupaciones”, sus mayores dicen sentirse lesionadas. La ausencia de mención explícita de la igualdad entre los sexos en la Constitución estadounidense es otro motivo de resentimiento (7). “Para mí, es una herida abierta. Tenemos que remediar ese vacío, ya que nos vuelve vulnerables”, declara Teresa Fedor, representante demócrata en la Cámara de Representantes de Ohio, antes de agregar sonriendo: “¡Ya es hora de ser adultas!”. A pesar del camino que queda por recorrer, las estadounidenses parecen en su mayoría confiadas. “En Toledo, el cargo de alcalde lo ejerce una mujer. El de presidente de universidad también. A escala nacional, cada vez más mujeres ocupan el lugar de los hombres cuando estos se jubilan”, observa Shanda Gore, responsable del programa Equidad y Diversidad de la Universidad de Toledo. A esta afroamericana, primera de su familia en ir a la universidad, su madre, que tuvo trece hijos, suele decirle: “¡Tienes suerte de ser mujer hoy!”. Según Jay Newton-Small, periodista de la revista Time, para que las mujeres se impongan hace falta que superen la “masa crítica” del 30%. Es lo que ocurre en la administración. Todavía se está lejos en el Congreso, aunque “el 75% de las leyes más importantes de estos últimos años fueron hechas por el 20% de representantes mujeres”, resume esta autora de un libro de gran éxito (8). En 2030, la generación de los baby-boomers estará jubilada. El país se encontrará, en ese entonces, con falta de mano de obra: cerca de 26 millones de empleos podrían 43
quedar vacantes, según las estimaciones de Jay NewtonSmall. Esta última explica: “Por razones económicas, habrá que recurrir ya sea a la inmigración, ya sea… a las mujeres. Y para que realmente funcione, van a hacer falta en todos los niveles”. Aun más que esas proyecciones, pequeñas señales indican que los roles son cada vez menos fijos. La cantidad de padres que se quedan en el hogar (7%) casi se duplicó en diez años. Asma Halim, que enseña cuestiones de género en la Universidad de Toledo, cuenta en su clase con entre siete y diez varones de un total de cuarenta estudiantes. “Esta materia goza de una gran consideración. Cada vez más hombres jóvenes siguen estos cursos, ya que son conscientes de que es una ventaja para trabajar en el ámbito internacional o en una ONG, por ejemplo”. A principio de año, chicos y chicas llegan a clase “bastante indiferentes, o más bien ignorantes”. Asma Halim les pregunta: “¿Quién se dice feminista, acá?”. En general, la mitad de las chicas levanta la mano; pero este año, hubo “además, dos varones”. A fin de año la docente volvió a hacer la pregunta. Esta vez, “¡toda la clase levantó la mano!”. u 1. California, Rhodes Island y Nueva Jersey (y próximamente el Estado de Nueva York) ya garantizan a los padres primerizos una licencia parcialmente pagada. 2. Además, se observa un estancamiento del salario de las mujeres desde 2001 (fuente: Heidi Hartmann, Institute For Women’s Policy Research). 3. Las estadounidenses tienen en promedio 1,9 hijos. Esta tasa se explica en gran parte por el aporte de los inmigrantes de origen sudamericano. 4. Ta-Nehisi Coates, Entre el mundo y yo, Seix Barral, Barcelona, 2016. 5. “The national intimate partner and sexual violence survey”, Centre for Disease Control and Prevention, Atlanta, 2011. 6. Seis miembros de las Naciones Unidas no lo ratificaron: Estados Unidos, Irán, Somalia, Sudán del Sur, las islas Tonga y el Vaticano. 7. En el mundo, 197 Constituciones mencionan explícitamente la igualdad entre hombres y mujeres. Solamente 32 no lo hacen, entre ellas la Constitución estadounidense. La Equal Rights Amendment, presentada en el Congreso por primera vez en 1923 y relanzada varias veces, nunca pudo ser ratificada por los tres cuartos de los estados estadounidenses y, por ende, no pudo entrar en vigencia. 8. Jay Newton-Small, Broad Influence: How Women Are Changing the Way America Works, Time Books, Nueva York, 2016.
F.B. 44
Legislación restrictiva contra el aborto
La iglesia polaca contra la elección de las mujeres por Audrey Lebel*
Frente a la masiva movilización de las mujeres polacas a principios de octubre, el partido en el poder Derecho y Justicia (PiS) renunció -al menos por el momento- a extender la prohibición de abortar en caso de violación o malformación del feto. El país ya había derogado la libertad de elección en 1993. Presionado por los militantes católicos y la Iglesia, sigue teniendo la ley más restrictiva de Europa, junto con Irlanda.
“Era el 2 de enero. La mujer que debía llevarnos seguía estando ebria tras los festejos de Año Nuevo. Un hombre manejaba en su lugar, ella le señalaba el camino. Éramos tres sentadas atrás, apretadas en ese auto destartalado, que apestaba a alcohol y del que no podíamos abrir las ventanillas”. Como miles de polonesas, Marta Syrwid, 30 años, viajaba para ir a abortar en una clínica privada eslovaca, por 2.000 zlotys (unos 460 euros). Esta periodista del diario Gazeta Wyborcza relató ese penoso episodio en enero de 2016 (1). Todavía estupefacta, repite las palabras de su compañero en el teléfono, cuando estaba regresando: “Cuando le conté las condiciones del viaje, me dijo: ‘Asesinos, hay que tratarlos como animales’”. *Periodista. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, noviembre de 2016. Traducción: Teresa Garufi
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Mientras que la interrupción voluntaria del embarazo (IVG, su sigla en francés) era legal y gratuita entre 1956 y 1993, en la actualidad Polonia dispone de una de las legislaciones europeas más restrictivas. Están previstas sólo tres excepciones: en caso de riesgo para la salud de la madre; en caso de malformación o enfermedad del feto; como consecuencia de una violación o un incesto. E incluso en una de esas tres condiciones, el camino está sembrado de obstáculos: “Cuando una mujer teóricamente tiene derecho a un aborto legal y gratuito en un hospital público, a menudo no puede hacerlo por múltiples razones”, explica Krystyna Kacpura, directora de la Federación para la Mujer y la Planificación Familiar (FEDERA). Una mayoría de médicos invocan la cláusula de conciencia, cuando no retrasan el procedimiento para impedir la intervención en el plazo legal de veintidós semanas. Piden exámenes suplementarios y no informan de sus derechos a las pacientes, aun cuando sea su obligación. “Peor aún –agrega Kacpura-, ejercen una presión psicológica para hacerlas cambiar de opinión. Minimizan los riesgos de enfermedad grave del feto diciendo: “Es cierto, su hijo tiene una malformación cerebral, pero mire, mueve las piernas”. Ellos mismos, destaca ella, “temen ser estigmatizados. El auto de algunos sufrió daños. En internet puede leerse: “No acudan a tal médico, es un asesino”. Los católicos manifiestan frente a los hospitales enarbolando fotos sangrientas. En algunas ciudades del sur, ya ningún hospital puede practicar abortos”. Según los datos oficiales, el número de abortos legales en Polonia (38.500.000 habitantes) pasó de más de 130.000 en los años 1980 a menos de 2.000 estos últimos años. Pero todavía es demasiado para los militantes de la Fundacja Pro-prawo do zycia (Fundación Pro Vida), que a principios de julio habían reunido unas 500.000 firmas para someter ante el Parlamento un proyecto de ley derogando las excepciones a la prohibición. Tan sólo seguiría tomado en cuenta el riesgo inmediato para la madre. Los médicos hubieran tenido la obligación de denunciar a la policía todos los abortos espontáneos, y las mujeres convencidas de haber abortado habrían sido penalizadas con cinco años de prisión. 46
Más restricciones Oficialmente, el Episcopado sostenía el proyecto –salvo una disposición: no estaba a favor de una pena de prisión para las mujeres que hubieran abortado. Designada por su portavoz para responder a nuestras preguntas, Magdalena Korzekwa asegura que la ley “debería ser cambiada lo más rápidamente posible. Todos los niños no nacidos tendrían que estar protegidos”. Sostiene que “incluso un niño nacido de una violación tiene derecho a la vida. Si fue concebido de manera dramática, no es responsable. Es un niño como los otros, su dignidad es la misma”. La principal causa de aborto legal en Polonia es el riesgo de discapacidad: “Se trata de una forma de eugenesia, se elige a los que tienen derecho a vivir”. El 23 de septiembre el partido Derecho y Justicia (PiS), que domina la Dieta (el Parlamento), votó una primera versión del texto. Pero dio un giro radical el 6 de octubre, tres días después de una gran manifestación que reunió en las calles de las principales ciudades cien mil mujeres vestidas de negro. La primer ministro, Beata Szydlo, intentó tranquilizar a la franja más reaccionaria de su electorado anunciando una “vasta acción informativa para promover la defensa de la vida” y un programa de apoyo a las mujeres que decidan no abortar a pesar de un diagnóstico de discapacidad del niño por nacer. Mateusz Kijowski, fundador del Comité de Defensa de la Democracia (KOD), señala que el proyecto abandonado “emanaba de la sociedad civil: el PiS anunció que iba a proponer su propia ley para restringir más el derecho al aborto, en especial en los casos de malformación del feto”. Actualmente, los padres de un niño discapacitado no tienen derecho a ninguna asignación. En las familias monoparentales, alrededor de un millón de niños carecen de cualquier tipo de ayuda paterna. Eso representa el 14% de los jóvenes de menos de 18 años. “Existe un Fondo Alimentario Estatal, pero la posibilidad de recibir la subvención de 500 zlotys mensuales [114 euros] en caso de incumplimiento del padre es muy restringida –indica Malgorzata Druciarek, socióloga en el Observatorio para la Igualdad de Género de Varsovia-. Tan sólo se benefi47
cian 330.000 niños. No puede acceder una mujer que trabaja si se considera que no está en situación de extrema pobreza. Para mantenerse a flote, algunas acumulan dos o tres trabajos”. Explotación de la ignorancia Los ideólogos del movimiento “Pro-Vida” se burlan del número de abortos clandestinos, que consideran como muy sobrestimado. Las organizaciones feministas y la Planificación Familiar estiman que anualmente se producen entre 150.000 y 200.000. Las mujeres mejor informadas obtienen datos confiables gracias a sitios como Mujeres en Red (Kobiety w sieci) o Necesito un aborto (2), que permite procurarse píldoras abortivas de manera urgente. Algunas tienen los medios financieros y materiales para acudir a una clínica privada en Eslovaquia, Alemania o la República Checa. ¿Pero qué pasa con las más desfavorecidas o menos instruidas? Muchos médicos se aprovechan de esas mujeres necesitadas –declara Wanda Nowicka, ex vicepresidente de la Dieta-. Las mismas que públicamente rechazan la práctica del aborto ponen pequeños anuncios en los diarios o en internet con la mención ‘cualquier servicio ginecológico’ o ‘regreso de la regla [menstruación]’. A veces se explota la ignorancia de las mujeres. Algunas consultan a un médico pensando que están embarazadas cuando su regla tiene simplemente algunos días de atraso. A cambio de una fuerte suma de dinero, pretenden realizar una intervención cuando en realidad no hacen nada”. En Polonia, el mercado negro ignora la crisis. Hay que contar con unos 3.000 o 4.000 zlotys (de 690 a 915 euros) para un aborto, es decir el equivalente a un mes de salario, dado que el ingreso promedio se sitúa en torno a los 4.100 zlotys (unos 1.000 euros) (3). Y a veces sin anestesia, a menudo sin seguimiento médico. “Una conocida me explicó cómo se había realizado su aborto –cuenta Marta Syrwid-. Era como creerse en un filme de espionaje. Una combi llevaba a las muchachas de Cracovia a Katowice. En Katowice, ellas mismas tenían que encontrar el segundo vehículo que las conduciría al consultorio del médico. 48
Tenían que llevar un diario bajo el brazo para que el conductor las reconociera. Unos minutos después del aborto, mientras ella todavía estaba bajo anestesia, mi amiga tuvo que dejar el consultorio y caminar un kilómetro en la nieve para llegar a la estación y volver en tren a Cracovia”. Incluso si las judicializaciones parecen muy escasas, los médicos o las personas que ayudan a una mujer a abortar clandestinamente corren el riesgo de ser condenados a dos años de prisión (pena que el proyecto de ley abandonado habría llevado a cinco años). Abundan las historias de chantaje. Pero, salvo Marta Syrwid, ninguna mujer acepta testimoniar, ni siquiera de manera anónima. Demasiado riesgo, demasiado dolor. Desesperadas, otras apelan a veterinarios o consiguen medicamentos contra la artrosis que, a fuerte dosis, provocan un aborto espontáneo. “La mayoría de la gente dice que se exagera al afirmar que las mujeres ponen su vida en peligro con un aborto clandestino, pero eso es así”, asegura Natalia Skoczylas, de la Fundación Feminoteka, especializada en la ayuda a las víctimas de violencia conyugal. “Esas situaciones no existen: son una manipulación de los abortistas”, replica Korzekwa. Y agrega: “Cuanto más la ley protege la vida humana, menos las mujeres arriesgan su vida practicando aborto, incluso clandestino”. Sin embargo, la Federación para la Mujer y la Planificación Familiar censó decenas de mujeres cuya salud resultó dañada o fallecieron. El caso más emblemático es el de Alicja Tysiac (4). El 20 de marzo de 2007, la Corte Europea de Derechos Humanos (CEDH) condenó a Polonia por haber negado a esta madre de tres hijos un aborto terapéutico que le habría evitado perder la vista y convertirse en inválida. El 30 de octubre de 2012, esa misma Corte condenó nuevamente a Polonia por violación del artículo 8 de la Convención Europea de Derechos Humanos, relativa al derecho al respeto de la vida privada y familiar. Esta vez el asunto concernía a una adolescente de Lublin, víctima de una violación a los 14 años, a quien se le negó su derecho a abortar en varios hospitales y había sido hostigada por movimientos anti-aborto. 49
Clases de religión En la Polonia postcomunista no se juega con la religión. “El ‘compromiso’ de 1993 sobre el aborto se inscribe en una política de conflictos sociales, en momentos en que la sociedad se ve afectada por grandes cambios –explica el sociólogo François Bafoil, director de investigación en el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS), especialista de Europa Central (5). Durante el reparto de Polonia, la Iglesia permitió asegurar la unidad histórica, territorial, y la idea de la Nación. De nuevo representó ese papel entre las dos Guerras, bajo el nazismo y luego bajo el comunismo. Fue el pilar de la identidad común. Siguió siéndolo en los años 1990, mientras que el Estado era superado por la amplitud de las tareas que debía cumplir como consecuencia de la independencia, y todavía sigue haciéndolo hoy”. No sorprende que, en la última propuesta de ley sobre el aborto, se puedan encontrar pasajes de los Evangelios o citas de Juan Pablo II. En el país natal del difunto Papa, la tasa de aquellos que se declaran católicos sigue siendo muy alta. Tras el cambio de régimen, en 1989, la Iglesia obtuvo la instauración de clases de religión en la escuela. En cuanto a los cursos de educación sexual que se habían instaurado en 1973, fueron suprimidos y reemplazados por cursos sobre la “vida de familia” dictado por sacerdotes. “Muestran videos donde el embrión se presenta como un niño con manos y cabeza –cuenta Skoczylas-, y donde se ve la manera en que un aborto lo despedazaría”. En enero de 1993 se votó la prohibición del aborto. La izquierda, que volvió al poder en septiembre del mismo año, aprobó una ley que agregaba a las excepciones las “difíciles situaciones sociales para la madre”. Pero chocó con el veto del presidente Lech Walesa; luego, después de que este dejara el poder en 1995, con la censura del Tribunal Constitucional que la derogó en 1997. Hoy, ni siquiera la contracepción es aceptada. “En las grandes ciudades, es más fácil hacerse prescribir la píldora o comprar contraceptivos -indica Kacpura-. Uno puede pasar desapercibido. Pero los médicos rurales se niegan a 50
prescribir la píldora, incluso con fines terapéuticos”. Chrystelle F. (6), una francesa casada con un polaco e instalada en Varsovia hace seis años, tiene que recurrir a expedientes: “Mi píldora, Cerazette, está prohibida en Polonia por el Colegio Médico porque, según ellos, implica un riesgo demasiado alto de provocar esterilidad. Mi madre me la envía por correo. Amigas polacas se aprovisionan cuando viajan a Francia o Inglaterra”. En cuanto a la píldora del día después, disponible hace menos de un año sin receta, la señora F. conserva un amargo recuerdo del día en que quiso obtenerla: “Tuve que recorrer nueve farmacias. En la avenida Nowowiesjska, una de las más conocidas de la capital, una farmacéutica me respondió secamente no tenerla y me sermoneó: ‘¡Tendría que pensar en lo que hace! Otra me explicó que no podía vendérmela por los problemas que causaría. Finalmente, tuve que pagar 80 euros, o sea el doble del precio normal”. “Es la peor situación que tienen que soportar las mujeres en Polonia desde hace veinte años”, jura Nowicka. Estos últimos meses, cientos de miles de polacos desfilaron en Varsovia para protestar contra las decisiones del PiS, en especial al llamado del Comité de Defensa de la Demoracia (KOD). Una primera desde 1989. Las redes sociales permitieron reunir cien mil personas en torno al [grupo] Dziewuchy Dziewuchom (Mujeres por las Mujeres), que organizó una marcha el pasado 18 de junio, luego la manifestación del 3 de octubre de las “mujeres en huelga”. “Esos mercados negros son una terrorífica manifestación de la civilización de la muerte”, les respondió ese día el arzobispo de Lodz (7), “El derecho a la protección médica nos impulsó de verdad a movilizarnos –explica Ewa Burgunska, productora de cine de 51 años-. Ninguna de las organizadoras es feminista o militante, pero esta propuesta de ley iba demasiado lejos. Nuestra fuerza es saber hablar a las mujeres con palabras simples, que interesen a todas”. “Una parte de la sociedad se despertó”, se alegra Nowicka. Para Mateusz Kijowski, “la gente se dio cuenta de la importancia que podía tener el salir a la calle. En el pasado nunca ha habido tales manifestaciones por el aborto”. 51
Pero, matiza, “la actual situación sigue siendo extremadamente grave. La mayoría de los médicos limitan el acceso a los exámenes prenatales”. Mientras que para Polonia las perspectivas demográficas son una de las más sombrías, la prohibición del aborto no tuvo ningún efecto sobre la natalidad. Al contrario: desde 1989 la tasa de fecundidad no dejó de descender. Con menos de 1,3 hijo por mujer, es una de las más bajas del continente. u 1. Marta Syrwid, “Polki jadą po abaorcję na Slowację” Gazeta Wyborcza, Varsovia, 28-12016. 2. Plataforma internacional creada en 2006 en los Países Bajos por Rebecca Gomperts para ayudar a las mujeres de los países donde el aborto es ilegal, www.womenonweb.org 3. Según el sitio especializado Wynagrodzenia.pl 4. Léase Violaine Lucas y Barbara Vilain, “Le meilleur de l’Europe pour les femmes”, Le Monde diplomatique, mayo 2008. 5. Dirigió la obra colectiva La Pologne, Fayard-CERI, París, 2007. 6. El nombre fue modificado. 7. Agencia France-Presse, 3-10-2016.
A.L.
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Mujeres avanzan en Kurdistán, sin embargo...
Detrás de la imagen de las combatientes kurdas en Irak por Nada Maucourant*
Ella se ha convertido en uno de los emblemas de la lucha encarnizada de los kurdos contra la Organización del Estado islámico (OEI). Helly Luv, cuyo verdadero nombre es Helan Abdulla, multiplica las canciones pop para exaltar el sentimiento patriótico. Y es un éxito internacional. Realizado en 2014, el videoclip de Risk It All se acerca hoy a las cuatro millones de vistas en YouTube. Combina toques de danza tradicional a un ritmo del que no renegarían Beyoncé o Britney Spears, mientras que las palabras exhortan, en inglés, a “arriesgarlo todo” por el Kurdistán. Con vestido corto o en ropa de combate, la joven cantante aparece rodeada de guerreras que llevan la kufiyya, con los ojos maquillados, las manos con uñas pintadas esgrimiendo kalachnikovs. Este video, como el de otras canciones de Helly Luv, ilustra claramente el carisma adjudicado a las guerreras del Kurdistán. No cabe ninguna duda de que su difusión contribuye a reforzar el interés recurrente, y entusiasta, por las combatientes kurdas. Antecedentes históricos Cualquiera que sea su localización geográfica, los responsables kurdos no esperaron la lucha contra la OEI para *Doctoranda en la School of Oriental and African Studies de Londres. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, julio de 2015. Traducción: Víctor Goldstein
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nombrar a mujeres en los puestos clave, sean estos militares o incluso políticos. Ya en 1909, Adila Khanim sucedió a su marido como gobernadora de Halabja y jefa de la tribu Jaf, una de las más grandes del Kurdistán, y es conocida por haber logrado restablecer el orden y la ley en su región. En la actualidad, dos mujeres coroneles, Nahida Ahmed Rachid y Aila Hama Amin Ahmed, hacen de esa figura histórica una de las inspiradoras del Batallón 106, una fuerza exclusivamente femenina constituida en 1996 en Suleimaniya, ciudad iraquí bajo control del Gobierno regional del Kurdistán (GRK) (1). Para explicar su compromiso en esa unidad desde su creación, Ahmed Rachid y Hama Amin Ahmed invocan sin vacilar “el imperativo de tomar las armas para defender a la nación amenazada” y la imposibilidad de quedarse en casa mientras sus compatriotas eran asesinados. Las dos oficiales no ocultan las dificultades encontradas, en particular para vencer las reticencias de la sociedad kurda de Irak. “Tuvimos que superar cantidad de pruebas. Era una lucha. Esa libertad [de convertirse en militar] no es un favor que los hombres se dignaron concedernos; nos hemos batido para obtenerla”, declara Hama Amin Ahmed, quien afirma haberse quedado soltera para poder consagrar su vida al combate. “Una mujer soldado no imita un supuesto modelo masculino; está en su derecho tomar las armas”, recalca por su lado Ahmed Rachid. La admiración por estas combatientes no debe conducir a desdeñar la estrategia de comunicación cuidadosamente elaborada por las autoridades kurdas iraquíes destinada a los medios occidentales. Esta presencia femenina permite suscitar la simpatía y atraer las ayudas extranjeras en la lucha contra el EI. A las combatientes, por otra parte, no les gusta encarar el tema de la opresión de las mujeres en la sociedad kurda iraquí. Nuestras interlocutoras rechazan la hipótesis del ejército como medio de emancipación en una sociedad patriarcal: a su juicio, sus conciudadanas estarían absolutamente liberadas y no experimentarían ninguna necesidad de comprometerse militarmente para volverse iguales a los hombres. 54
Una minoría Pero en realidad, esas amazonas libres y orgullosas de su país no son muy representativas. El fenómeno sigue siendo incluso marginal: el batallón femenino no cuenta más que quinientos a seiscientos miembros, a las que hay que añadir algunas decenas de soldados mujeres que operan en las otras unidades, para un ejército de ciento noventa mil personas. La publicidad que se hizo alrededor de las combatientes oculta una realidad mucho más contrastada de la condición femenina en el Kurdistán iraquí. Directora de la organización no gubernamental (ONG) Asuda, que, basada en Suleimaniya, opera desde 2000 para la defensa de los derechos de las mujeres, Khanim Latif evoca los numerosos males que carcomen a la sociedad. En primer lugar, los “crímenes de honor”, que siguen siendo demasiado frecuentes. Aso Kamal, militante en favor de los derechos humanos, estima que entre 1991 y 2007 más de doce mil mujeres fueron muertas en el territorio del GRK en nombre del honor familiar, que las sociedades patriarcales relacionan íntimamente con el cuerpo femenino, con su decencia y con su pureza (2). La persistencia de la autoinmolación por el fuego, a menudo signo de un desamparo extremo frente a la presión familiar, preocupa por otra parte a las ONG. Entre los verdaderos incidentes domésticos y las tentativas de suicidio disimuladas, es difícil obtener cifras confiables. Los datos de Asuda, sin embargo, dejan constancia de diecinueve casos en Suleimaniya en 2014. Otro flagelo al que se ven confrontadas las jóvenes kurdas es el matrimonio precoz. Se trata de una práctica muy extendida, y en aumento, sobre todo en los pueblos más pobres y en el seno de las poblaciones desplazadas, para las cuales el matrimonio de una niña representa una bendición económica. La falta de acceso a la educación es un factor determinante: “En algunos pueblos no hay colegio. Por lo tanto, las chiquillas no tienen otra cosa que hacer más que quedarse en casa y esperar el matrimonio”, explica la Latif. También evoca la ablación del clítoris: según un informe de la ONG Wadi, ésta involucraría al 57 % de las chicas entre 14 y 18 años. 55
Avances No obstante, el GRK emprendió esfuerzos legislativos notables, que lo distinguen del resto de Irak. En 2011, el Parlamento kurdo adoptaba la “ley 8” relativa a la violencia doméstica, que reconoce como un crimen la violencia física y psicológica en el seno de las familias, el matrimonio forzado o precoz, la ablación del clítoris, la violación conyugal y la discriminación en la educación. El texto prevé la creación de una corte especial para los casos de violencia doméstica, así como la mejora de la cobertura médica y del seguimiento de las víctimas (3). Latif apunta sin embargo a su alcance simbólico: “Hacer votar una ley sin poner en marcha medios concretos para aplicarla es absurdo. Es el sistema en su conjunto lo que hay que cambiar”. Algunos dispositivos tardan en ser establecidos y las ONG se quejan por la falta de financiamiento. Modificar en forma duradera las mentalidades requiere un combate de largo aliento, con múltiples campañas de sensibilización destinadas a representantes religiosos y tribales, médicos, policía, familias. Por otra parte, las autoridades mismas no siempre garantizan la transparencia y la independencia de la justicia. Varios informes y testimonios muestran que numerosos autores de violencias se benefician con sanciones muy ligeras, hasta nulas, si el acto fue “legitimado” por el comportamiento de la víctima. Ocurre también que hay jueces que proponen a un violador que se case con su víctima para que ella recupere su honor (4). Por último, las tribus siguen siendo muy influyentes. Ellas interfieren con frecuencia en el desarrollo del proceso para proteger a sus miembros, por ejemplo ofreciendo una compensación financiera a las víctimas y a su familia a cambio de su silencio. Las ciudades, sin embargo, registran progresos. En 2008 hubo 2,5 veces más de mujeres quemadas en nombre del honor en la periferia de Suleimaniya que entre los muros (5). Además, la violencia experimenta cierta disminución; la ablación del clítoris sería cada vez menos practicada (6). Lucha perseverante Una organización como Zhiyan multiplica las iniciativas para hacer evolucionar las mentalidades. Apoyándose en 56
una red de una treintena de ONG de mujeres y militantes, mantiene una presión constante sobre el gobierno. La coordinación se movilizó sobre todo en el caso Duniya, que refiere al nombre de una joven de 14 años que se casó dos veces y fue torturada y luego asesinada por su marido polígamo (7). El asesino, protegido por su tribu, reivindicó su acto en un video publicado en YouTube donde invoca su honor mancillado: la adolescente habría estado enamorada de un muchacho de su edad. Zhiyan y otras organizaciones femeninas organizaron manifestaciones y una sentada ante el Parlamento. Exigieron la estricta aplicación de la ley, sin intervención tribal, y el juicio de todas las partes implicadas en el matrimonio de la niña, su familia y el dignatario religioso incluidos. Este caso —para el cual sigue en curso el procedimiento judicial— ilustra el fracaso del dispositivo legal establecido en el territorio del GRK. Pero también revela una sociedad vigorosa y determinada a luchar por sus derechos. Esta perseverancia a veces da sus frutos. En 2000, Asuda inauguraba el primer hogar de protección para mujeres amenazadas de crimen de honor; en la actualidad existen en cada uno de los tres distritos del Kurdistán iraquí. En 2007, el GRK establecía una dirección en el seno del ministerio del interior con el objeto de recolectar datos y estadísticas y garantizar la visibilidad de los casos de violencia. El Alto Consejo de las mujeres era creado dos años más tarde. Compuesto de militantes por los derechos de las mujeres y presidido por el primer ministro, trabaja en una relación estrecha con las ONG y las instituciones gubernamentales. En adelante, las cuotas reservan un 30 % de los puestos a representantes mujeres en el Parlamento kurdo. “La situación en el Kurdistán iraquí es mucho mejor que en el resto del país; pero no apuntamos a eso. Eso no nos basta”, concluye Latif. Independencia y autonomía Rezhin (8), 22 años, diplomada de la universidad de Suleimaniya, encarna ese deseo de independencia y autonomía: “No tengo ganas de tener una casa, hijos y un marido para cocinarles. Es como si hubiera dos vidas: una antes y otra 57
después del matrimonio y todos los deberes que implica. ¿Eso es el amor, someterse a todos los deseos de alguien que a cambio no hace nada por una?”. Rezhin se enfurece contra la sociedad patriarcal, y sobre todo contra esas mujeres que la aceptan y participan así en su mantenimiento. Aunque nunca haya tenido problemas con su familia, sabe que no todos comparten su punto de vista y por lo tanto prefiere mantener la discreción. “Algunos amigos cercanos me comunicaron su desaprobación, pero yo quiero desafiarlos. Tengo ganas de viajar, de tener una buena educación, de ser todavía más fuerte y libre. Pero quiero volver al Kurdistán, para probarles que puedo vivir en mi país con mi mentalidad”. Acerca de Helly Luv, Rezhin se muestra por otra parte escéptica: “Ella fue educada en Occidente; las cosas fueron más fáciles para ella. No tuvo que pelear”. Por principio, se niega a instalarse en el espacio reservado a las mujeres y a las familias en los restaurantes. Y se ofusca por el hecho de que, en la lengua kurda, una fórmula de agradecimiento bendiga únicamente a los miembros varones de una familia. En muchos aspectos, el Kurdistán iraquí encubre otras combatientes insospechadas. 1. Véase Vicken Cheterian, “Una oportunidad histórica para los kurdos” Le Monde diplomatique, edición chilena, junio de 2013 y Allan Kaval, “Los kurdos y el Estado Islámico”, Le Monde diplomatique, edición chilena, noviembre de 2014. 2. “Iraq: Kurdish government promises more action on honour killings”, Redes de información regionales integradas (IRIN), Oficina de coordinación de asuntos humanitarios (OCHA) de las Naciones Unidas, Nairobi, 27 de noviembre de 2010. 3. “Combating Domestic Violence Law Nº 8 of 2011”, www.ekrg.org 4. “Working together to address violence against women and girls in Iraqi Kurdistan”, International Rescue Committee, Nueva York, agosto de 2012. 5. Nazand Begikhani, Aisha Gill, Gill Hague y Kawther Ibraheem, “Honour-based violence (HBV) and honour-based killings in Iraqi Kurdistan and in the Kurdish diaspora in the UK”, Universidad de Roehampton (Reino Unido), noviembre de 2010. 6. “Significant decrease of female genital mutilation (FGM) in Iraqi-Kurdistan, new survey data shows”, Wadi, Fráncfort, 20-10-13. 7. “Kurdish Teenager’s ‘honor killing’ fades to memory as Iraq violence swells”, Huffington Post, 17-7-14. 8. No es su nombre real.
N.M. 58
Una revolución silenciosa que va aboliendo tabúes
Nada detiene a las iraníes por Florence Beaugé*
En Irán, la creciente presencia de las mujeres en todas las esferas de la vida social resulta relevante. Su elevado nivel de instrucción (son mayoría en las universidades) facilita su independencia y la reivindicación de sus derechos, todavía postergados por la tradición islámica del país persa.
Un grupo de adolescentes entra riendo al vagón y se sienta alegremente en el suelo, a falta de asientos libres. Con las sacudidas del vagón, sus velos se deslizan por sus hombros, descubriendo sus cabellos. Poco importa: aquí, no hay sino pasajeras. En el metro de Teherán, que entró en servicio a fines de la década de 1990, los coches delantero y trasero están reservados para las mujeres. Suben allí “para estar tranquilas”, dicen ellas. La atmósfera es distendida. Los demás vagones son mixtos. En estos, las parejas jóvenes se tienen de la mano, sin problemas. Moderno y limpio, el metro de Teherán es lo único que permite escapar a los embotellamientos y la contaminación. Por el momento, hay cinco líneas en servicio. Las estaciones desfilan, bautizadas con los nombres de “mártires” de la guerra contra Irak (1980-1988). Hace veintiocho años que el conflicto, que en total causó cerca de medio millón de muertos, se terminó, pero el poder no dejó de cultivar su memoria. *Periodista. Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, marzo de 2016. Traducción: Bárbara Poey Sowerby
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El metro ilustra las contradicciones de la República Islámica. Allí se codean atuendos elegantes, de colores vivos, y ropa de todos los días, muy gastada. En promedio, cinco chadores negros y estrictos –la vestimenta de rigor de las empleadas de la administración– cada dos velos coloridos. No se ven figuras herméticamente cubiertas. Y luego, escenas inesperadas: vendedoras ambulantes ofrecen corpiños, colaless, carteras… Treinta y siete años después de la Revolución Islámica, a pesar de una legislación que les concede menos derechos que a los hombres, las mujeres desempeñan un rol fundamental en Irán. Se hacen lugar en todos los sectores, aun si la mayoría de los altos cargos de la administración todavía siguen cerrados para ellas. En virtud de una lectura estricta del Corán, las mujeres no pueden ser juezas de pleno derecho ni interpretar los textos sagrados, aun si acceden al rango de ayatollah (el grado más alto en el clero chiita). Pero pueden ser arquitectas, jefas de empresa, ministras… El Parlamento cuenta con nueve diputadas (todas conservadoras) y acaba de ser designada una primera embajadora: Marzieh Afkham asumió su cargo en Kuala Lumpur en noviembre de 2015. Nada es fácil: las mujeres deben luchar para imponerse. Y, sobre todo, para hacer que se reconozcan sus derechos en un país en el que sufren discriminaciones en todos los niveles. Para casarse, trabajar, viajar, abrir una cuenta bancaria o heredar están sometidas a leyes inicuas y dependen de la voluntad del jefe de familia. Por ejemplo, contrariamente a su marido, para divorciarse, una esposa deberá fundamentar su decisión ante el juez y esperar su autorización. Los hijos le serán confiados hasta los 2 años en el caso de un varón, hasta los 7 en el de una niña. Luego, es el padre quien tendrá la tuición, a menos que la rechace. En cuanto a la autoridad parental, corresponde al padre, aunque los niños vivan con su madre. “El hombre es rey en la ley”, como lo resume Azadeh Kian, profesora de sociología política. Las cifras oficiales subestiman el trabajo de las mujeres: sólo el 14% tendría un empleo. En realidad, sumando el trabajo al negro y la agricultura, entre el 20 y el 30% de ellas ejercen una actividad regular. Y esto no es más que el comienzo. 60
La demanda femenina para integrar el mercado de trabajo aumenta muy rápido. En las universidades, el 60% de los estudiantes son mujeres. “Ganaron la batalla de la licencia y de la maestría. Pronto, ganarán la del doctorado”, predice el antropólogo Amir Nikpey. Para él, las iraníes se encuentran prácticamente en la situación de las francesas de los años 1940 o 1950: presentes en todas partes en el espacio público, pero sin poder real, salvo algunas pocas excepciones, y con frecuencia en lo bajo de la escala económica. Toda la sociedad cambia De año en año, conquistan nuevos bastiones. “Es el país que forma más ingenieras”, resalta Kian, antes de recordar que la primera mujer que obtuvo la Medalla Fields (equivalente al Premio Nobel de Matemáticas), en 2014, Maryam Mirzakhani, es iraní. “En las provincias del sur, en particular en Beluchistán, de mayoría sunnita [mientras que Irán es chiita en un 90%], predomina la cultura árabe, más machista. Además, allí hay numerosos casos de poligamia, mientras que en el resto del país los iraníes son monógamos. Pero, allí también el rol de las mujeres va creciendo. Es una evolución global de la sociedad”, indica Thierry Coville, economista. “El cambio más notable en Irán es la toma de conciencia de la importancia de la educación como medio para acceder a la independencia”, confirma Kian. Se lo suele ignorar, pero la escolarización de las niñas es seguramente la principal conquista de la Revolución Islámica, de 1979. “Paradójicamente, las familias tradicionales lo aceptaron porque ¡se trataba de la República Islámica! Cuando voy a pueblos alejados, los hombres me dicen: ‘El ayatollah Jomeini envió a las mujeres al frente y a las pequeñas a la escuela. ¡Yo hago igual!’”, explica la socióloga de religiones Sara Shariati, docente en la Universidad de Teherán. Natalidad Primera consecuencia: las mujeres se casan más tarde y, sobre todo, sólo tienen dos hijos en promedio, frente a los siete que se tenían durante los primeros años de la Revolu61
ción Islámica, marcados por una política natalista. A intervalos regulares, las autoridades recuerdan que sería preferible que hubiera 100 millones de iraníes antes que los 78 millones actuales, pero las mujeres hacen oídos sordos. “No retrocedimos ni siquiera durante los años de Ahmadineyad (1). Seguimos avanzando como un auto que marcha con las luces apagadas en la noche”, bromea Shahla Sherkat, directora de la revista femenina Zanan Emrouz. Su publicación acaba de cumplir una suspensión de seis meses por haber dedicado un número a un tema “candente”: la unión libre. En Teherán, serían varias decenas de miles los que viven en concubinato. La unión libre difiere del “matrimonio temporal”, permitido por el chiismo, pero mal visto y poco practicado en Irán. “En nuestro dossier evitamos hacer cualquier juicio; no incitamos para nada a la unión libre, incluso alertamos sobre sus riesgos”, se defiende Sherkat. Sin embargo, los conservadores protestaron y cayó la sanción. Cuando la directora de Zanan Emrouz fue convocada por la justicia, en primer lugar se le reprochó ser “feminista” –una injuria en Irán–. Para defenderse, clamó que ella no hacía otra cosa que “reflejar la realidad” de la sociedad iraní. Fue en vano. “En Irán, el problema es que las instituciones y los hombres piensan que si reclamamos nuestros derechos, vamos a descuidar nuestro rol de madres y esposas”, suspira. Art Up Man es un café moderno del centro de Teherán. La capital cuenta con numerosos lugares de moda donde van los jóvenes a “relajarse”, como dice una estudiante de derecho mientras muestra su cigarrillo. Chicos y chicas conversan en torno de mesitas, mientras escriben en sus smartphones. Como fondo sonoro, canciones de Elvis Presley. Yeganeh K., estudiante de microbiología, labios pintados color frambuesa y uñas negras, declara a gritos que el régimen no es “digno de confianza” y que hay que “cambiar todo, empezando por el nombre de ‘República Islámica’”. La doble votación del 26 de febrero no le inspira más que desprecio. “En otras partes, es posible elegir a sus representantes. Acá, no. Siempre hay alguien que tiene un derecho de control sobre todo y que nos ‘guía’. Para mí, nos parecemos a Corea del Norte”, rezonga. 62
Sus dos amigos se sobresaltan. Rahil H., peinado punk, protesta: “¡Para nada! Acá, la gente es libre, a pesar del aspecto policial del régimen. No tenemos demasiada libertad de expresión ni libertad de indumentaria, pero para el resto, ¡hacemos lo que queremos!”. Sorrosh T., anteojos de sol calzados sobre el velo para mantenerlo en su lugar, interviene: “Todas esas prohibiciones no son divertidas. Cada vez que salgo, mis padres me dicen: ‘¡Ten cuidado!’. No es que lo desaprueben, pero para ellos hay que tener en cuenta la sociedad, el sistema”. Lo que más irrita a esta joven: “Acá, la gente siempre tiene derecho a controlar lo que uno hace”. El velo está lejos de ser la principal preocupación de las iraníes. “Nos adaptamos”, dicen, convencidas de que no vale la pena generarse problemas graves por tan poco. El desempleo, la inflación o el concurso para entrar a la universidad les preocupan mucho más. Todos los días, Yeganeh K. se divierte con sus amigas en eludir las reglas impuestas por el poder, como si jugaran al gato y al ratón. En verano, usa sandalias que dejan ver sus pies y tobillos y, sobre todo, sus uñas pintadas de colores fuertes, todas cosas estrictamente prohibidas. En invierno, usa un sapport, unas calzas gruesas sobre las que se pone una pollera corta. Si le agrega botas altas, corre el riesgo de serias advertencias por parte de la policía de costumbres que patrulla las esquinas y los centros comerciales del norte de la capital, por donde le gusta deambular a la juventud dorada. “Un día me llevaron a la comisaría. Me sacaron una foto, verificaron mi identidad y me previnieron: ‘¡Si vuelves a empezar dentro de los dos meses, te vamos a fichar!’”, cuenta riendo. Ella sueña con escapar de esta atmósfera asfixiante. A la primera oportunidad, partirá hacia Europa o Estados Unidos. Conquistar derechos Por su parte, Behnaz Shafie eligió “quedarse y actuar”. Pequeña, delgada, muy femenina y muy maquillada bajo su velo, es, a los 26 años, la primera mujer que obtuvo la autorización para competir en moto en forma profesional. Mientras que a las mujeres no se las admite en los estadios 63
para asistir a partidos de fútbol disputados por hombres, ella obtuvo el derecho de entrenarse en el estadio Azadi de Teherán, en su moto de 1000cc. “¡Behnaz deslumbra al mundo!”, titulaba un periódico conservador hace algunos meses, a su regreso de Milán, donde había sido la invitada de honor de un encuentro de motociclistas. Pero la joven lo sabe: nada está conquistado. Mañana, un religioso conservador puede exigir que deje de comportarse como un hombre en un ambiente de hombres. Mientras tanto, “abre el camino para las mujeres”, sin forzar nada, permaneciendo en la legalidad. “Y estoy orgullosa de ser iraní”, agrega. En Karaj, la periferia de Teherán donde reside, suele circular en su moto. Cuando los hombres se dan cuenta de que es una chica, o tocan la bocina para felicitarla, o le gritan: “¡Anda a lavar los platos!”. En esta víspera de elecciones, el clima está particularmente pesado en Teherán. Casi todas las noches, el Guía Supremo aparece por televisión para dar sus disposiciones. Toques de atención dirigidos a la población para que vele por “no dejarse contaminar” por Occidente. “Eviten el contacto con los extranjeros”, aconseja el ayatollah Ali Jamenei. A partir del acuerdo nuclear, las advertencias del Guía y de los radicales se multiplican, señal de su inquietud ante la idea de que, con el levantamiento de las sanciones y la apertura futura, la situación no se les vaya de las manos. Hace algunos meses, el ayatollah Ahmad Jannati, presidente del Consejo de Guardianes, un radical de 88 años, advirtió que el acuerdo nuclear no debía abrir el camino a otras reivindicaciones: “¡Cuidado con plantear mañana la cuestión de las mujeres y la igualdad de sexos!”. Fariba Hachtroudi es de las que no se dejan intimidar. “No hago ninguna provocación, pero digo bien fuerte lo que pienso”, resume esta conocida escritora (2), que confiesa riendo “llevar en su ADN la locura de esta tierra”. Hachtroudi, que divide su tiempo entre su país de nacimiento y Francia, donde se radicó desde la adolescencia, renunció a hacer política y optó por la resistencia a través de la pluma. Cada vez que vuelve, constata que las mujeres ganaron terreno. “En un pueblo de Beluchistán, el Consejo de Intendencia, por completo masculino, acaba de elegir 64
una intendenta. ¡Ejemplos como éste hay por todas partes!”, exclama. La brutal represión del “movimiento verde”, surgido durante la objetada reelección del presidente Ahmadineyad, en 2009, ¿destruyó toda militancia, como muchos piensan? Hachtroudi lo discute. “Las mujeres siguen estando ahí, en primera línea y siguen peleando, a pesar de las resistencias. ¡No ceden!”, dice, resaltando que las organizaciones no gubernamentales (ONG) creadas por ellas florecen en todas partes. Así, en la periferia de Teherán, surgieron centros de acogida para niños de la calle o enfermos de sida, o incluso centros de desintoxicación para alcohólicos, con el acuerdo del gobierno. Un cambio, ya que hasta entonces el poder negaba los problemas del sida y el alcoholismo. Aunque la lucha de las mujeres continúa, es desorganizada y, con mucha frecuencia, individual. Demasiado ocupadas en sacar adelante su vida de todos los días, la mayoría de las iraníes olvida figuras que estuvieron a la vanguardia de su combate: la abogada disidente Nasrin Sotoudeh, la directora de cine Rakhshan Bani-Etemad, ambas bajo vigilancia, o también la militante por los derechos humanos Narges Mohammadi, condenada a ocho años de prisión por “propaganda contra el régimen”. Semanas de conmemoración “No podemos explicar por qué no somos felices. Es el ambiente el que no va. Amamos a nuestro país, pero lo que nos falta es sencillamente ¡aire!”, suspira esta ama de casa de 40 años a la que llamaremos Farah. Por su parte, a Mahboubeh Djavid Pour no se le ocurriría quejarse de esta atmósfera de duelo perpetuo. Ella es bassidji -literalmente: “miembro de la fuerza de movilización de la resistencia”, antiguamente creada por el ayatollah Ruhollah Jomeini-. De alguna manera, estos voluntarios son complementarios de los Guardianes de la Revolución. Actualmente su cantidad se estima en 10 millones. Su estatus les facilita numerosas ventajas, tales como becas, empleos, ingreso a la universidad. Son temidos e incluso detestados por la población. Las clases acomodadas los desprecian. 65
Miembro de la administración de la mezquita del Imán Reza de Teherán, Djavid Pour se desplaza apretando fuertemente su largo chador negro en torno a su cuerpo, lo que le da un aspecto de madre superiora. Esta mujer de 54 años, madre de tres hijos, está orgullosa de ser bassidji. Ella ve en esta función “una forma de aplicación del Islam”. El acuerdo nuclear no le desagrada, pero sigue siendo desconfiada respecto de Estados Unidos. Según ella, este país seguirá su campaña de denigración de la República Islámica, pero de una manera más solapada. “Felizmente, ahora tenemos mucha educación y estamos más aptos para resistir a las maniobras estadounidenses”, dice. Y agrega con gratitud: “Además, el Guía está presente, nos esclarece y nos muestra el camino”. Farah, ama de casa que se dice atea, se inquieta por lo que llama una “religiosidad de apariencia”. La marca en la frente que los hombres adquieren a fuerza de prosternarse en el suelo, o que se hacen para parecer piadosos, el rosario ostensiblemente apretado entre las manos, todo eso la exaspera. “Somos una sociedad enferma, dominada por la preocupación de las apariencias y la hipocresía. No sé a dónde nos va a llevar esto”, dice. Confirmación paradójica de su pesimismo: la sorprendente cantidad de operaciones estéticas que demandan las iraníes. La nariz, la boca, los pómulos, los arcos superciliares… a modo de regalo, a una bachiller de 18 años sus padres le ofrecerán una rinoplastia. En Teherán, emergen de los velos naricitas respingadas, rostros de muñeca Barbie, además exageradamente maquilladas. Un desastre, algunas veces. ¿De dónde viene este fenómeno, que estalla desde hace cinco o seis años y alcanza a todas las capas sociales? Nadie puede explicarlo realmente. ¿Obsesión de las mujeres por su rostro, dado que se les prohíbe mostrar su cuerpo y su pelo? Islam e identidad iraní En Qom, ciudad santa de Irán, se respira mejor que en Teherán. Estamos en pleno desierto. Aquí, no hay contaminación, pero sí un clima seco, sofocante en verano. Situada 150 kilómetros al sudoeste de la capital, esta ciudad de 66
un millón de habitantes es el primer centro de enseñanza teológica del país –5.000 mujeres estudian religión– y un importante lugar de peregrinación. Allí es donde está enterrada Fatemah Masumeh, hermana del octavo imán chiita Reza, en un bonito e inmenso mausoleo. En las fachadas de los edificios, algunos frescos gigantes que representan al ayatollah Jomeini recuerdan que el iniciador de la Revolución Islámica vivió mucho tiempo en Qom. Acá, nada de vestimentas coloridas: todas las mujeres, sin excepción, usan el chador. A menudo se desplazan en ciclomotor, detrás de sus maridos, con los velos hacia fuera. Ochenta mil mujeres formadas en teología difunden hoy la palabra sagrada en Irán. Fariba Alasvand es “Eshtehot”, el grado más alto de estudios en teología. Enseña en el Centro de investigación sobre la familia y las mujeres. Sus estudiantes son tanto hombres como mujeres. “Las mujeres de Irán son muy diferentes de las del mundo árabe. Nosotras damos una gran importancia a nuestra libertad. Esto viene de la cultura iraní y del chiismo”, se apura a decir de entrada. Sobre el uso obligatorio del hiyab, vacila un segundo, seguramente demasiado familiarizada con las preguntas falsamente inocentes. “Un versículo del Corán nos dice: ‘Usen el hiyab’. Este protege a las mujeres. Si abandonamos esta regla del Islam, abandonaremos otras”, termina soltando. Esta madre de familia de unos sesenta años, conservadora, a veces viaja a Europa y Estados Unidos para participar en conferencias religiosas. Cada vez, siente “la mirada negativa de los occidentales” y la padece, como todos los iraníes. Para ella, los medios de comunicación son responsables de esta incomprensión. Su temor: que el levantamiento de las sanciones, “deseado tanto por toda la población como por el Guía”, no provoque a largo plazo un sometimiento de Irán. “Claramente Occidente quiere penetrar en Irán, pero rechaza lo inverso”, se lamenta. Su anhelo es que su país mantenga sus especificidades. “Nuestra religión nos brinda una cultura y un marco. Nuestra libertad debe ejercerse en el marco del Corán”. Más joven, pero igualmente firme en los principios, Zahra Aminmajd también es graduada en derecho islá67
mico y docente en Qom. Sonriente, jovial, piensa que el cristianismo y el Islam “tienen muchos puntos en común” y lamenta que en Occidente se tenga “una percepción tan mala del Islam, en particular en lo que concierne a las mujeres”. ¿Lo que más la preocupa? El consumismo al estilo occidental, con el que, según ella, sueñan los iraníes. “Antes que esperar todo del levantamiento de las sanciones, harían mejor en trabajar más”, afirma. Si bien el regreso de Irán a la escena internacional la entusiasma, Sanaz Minai espera sobre todo una cosa: “Que se limpie la imagen de Irán. Que su valor perdido sea finalmente restaurado”. En jeans, tacos aguja y pañuelo ligero, esta mujer es un modelo de éxito. Escribió más de 20 libros sobre la cocina y la cultura iraníes, lanzó una escuela dedicada al arte de recibir, el Culinary Club, y fundó Sanazsania, que encabeza las ventas de revistas culinarias. El levantamiento de las sanciones le abre perspectivas infinitas. Quiere hacer de Irán “un polo culinario”, a la vez “a la moda y chic”. Nada parece poder detener a otra empresaria exitosa: Faranak Askari. En junio de 2013, la joven estaba en Londres, donde creció, cuando escuchó el llamamiento del nuevo presidente Hassan Rohani: “¡Vengan a Irán!”. Dos meses más tarde, desembarcaba en Teherán y lanzaba Toiran (“To Iran”), una compañía de servicios para turistas VIP y hombres de negocios. En forma paralela, montaba un sitio de Internet que recopila toda la información posible sobre unas cincuenta ciudades iraníes –una especie de Guide du routard en línea–. Éxito inmediato. A partir del acuerdo del 14 de julio de 2015, las reservas de Toiran se duplican todos los meses. La clientela es mayoritariamente europea. Una urgencia para Askari: que se restablezcan las transacciones bancarias entre Irán y los países extranjeros, prohibidas estos últimos años en razón de las sanciones occidentales. Toiran, como numerosas empresas iraníes, tiene sus ingresos bloqueados en Dubai. “Nos falta liquidez. Para sobreponernos, ¡nos vemos obligados al trueque! Pero esto no puede durar: tenemos que obtener recursos, invertir…”, dice Askari. 68
Conocida por su franqueza, Shahindokht Molaverdi no vacila en encontrarse con periodistas occidentales, pero en esta oportunidad mantiene un lenguaje correcto. Hay que decir que el contexto es difícil para ella. Nombrada vicepresidenta de la República a cargo de las mujeres y la familia, hace dos años, por el presidente Rohani, esta jurista de unos cuarenta años se mantiene alerta. “Hace falta que haya más mujeres en las asambleas”, dice. O también: “Tenemos que hacer entrar a las mujeres en todas las esferas del poder”. Las mujeres, ¿un desafío fundamental en Irán? Sin ninguna duda. Un universitario, protegido por el anonimato, asegura: “El régimen les tiene miedo. Ellas representan la mayor amenaza. No sabe cómo manejarse con ellas, cómo combatirlas, impedirles que abran sin cesar nuevas fisuras…”. Y la cuestión del velo, sin gran importancia en el fondo, es un símbolo. Como dicen las teólogas de Qom, “si cedemos en eso, cedemos en el resto”… 1. Mahmud Ahmadineyad, presidente de la República Islámica de 2005 a 2013, conservador. 2. Autora, en particular, de Iran, les rives du sang (Seuil, París, 2001) y A mon retour d’Iran (Seuil, 2008).
F.B.
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Cuando las sufragistas aprendían jiu-jitsu
Mujeres de armas tomar por Daniel Paris-Clavel*
A comienzos del siglo XX, el combate de las sufragistas británicas por la igualdad política coincidió con la introducción de las artes marciales japonesas en Europa. A menudo, la historia supera la ficción, y esta situación permitió derribar –literalmente– el Estado patriarcal.
Dirigido por Sarah Gavron y con guión de Abi Morgan, el largometraje británico Las sufragistas se estrenó en noviembre de 2015. A través de la politización de una joven obrera, la película pasa revista a algunas de las acciones destacadas llevadas a cabo alrededor de 1913 por las militantes en favor del derecho al voto femenino. Desgraciadamente, siendo, al parecer, la mezcla de géneros cinematográficos decididamente tabú, la sobriedad lacrimógena del “drama social” prevalece sobre la real exuberancia de hechos históricos, que no se desluciría demasiado en una película de acción. Ya que, para conquistar sus derechos, estas abuelas del Movimiento de Liberación de las Mujeres de los años 1970 supieron golpear en los lugares adecuados. Lo que les permitió no sólo arrancar en 1918 el derecho al voto para ocho millones de inglesas de más de 30 años (luego, en 1928, para todas las mayores de edad), sino también redefinir la *Periodista. Creador y director de la revista Chéri-Bibi, dedicada a la cultura popular (www.cheribibi.net). Artículo publicado en la edición chilena de Le Monde Diplomatique, marzo de 2016. Traducción: Gustavo Recalde
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relación de las mujeres con la violencia política y doméstica. Razones para soñar con una nueva adaptación al cine, con Gina Carano y Ronda Rousey –actrices y campeonas de Mixed Martial Arts (MMA), un deporte de combate donde se utilizan los pies, los puños y los recursos de la lucha– como verdaderas sufragistas de choque... El “arte de la flexibilidad” Recordemos algunos hechos. En 1903, Emmeline Pankhurst (1858-1928), cansada de la pacífica postergación de las organizaciones sufragistas, creó la Women’s Social and Political Union (WSPU) con dos de sus hijas, Christabel (1880-1958) y Sylvia (1882-1960). Escupiéndole a un policía, la primera inauguró en 1905 la serie de detenciones dirigidas contra la familia Pankhurst y las militantes de la WSPU. La Unión hizo que se hablara rápidamente de ella: Emmeline Pankhurst recomendaba en 1910 la acción directa con el fin de llamar la atención, especialmente después del “Black Friday”, una manifestación feminista reprimida por la policía con una violencia sin precedentes. Aquellas a quienes los medios de comunicación denominarían “sufragistas” atacarían entonces la sacrosanta propiedad privada, rompiendo vidrieras, incendiando algunas suntuosas casas de campo, destruyendo los campos de golf o los jardines botánicos reales. Este vandalismo asumido, que mezclaba desobediencia civil y sabotaje, no fue nada sin embargo frente a la violencia masculina cotidiana: marginadas hasta en sus hogares y lugares de trabajo, las militantes eran insultadas en la calle; les arrojaban piedras cuando se manifestaban, y los hombres llegarían incluso a subir a las tarimas de los mítines para golpear a las oradoras, bajo la mirada burlona de policías que esperaban para tomar el relevo. Y cuando las militantes encarceladas seguían la consigna de una huelga de hambre sistemática para reclamar el estatuto de presas políticas, eran alimentadas a la fuerza... Preocupadas por el número siempre creciente de ciudadanos (hombres) conmovidos por estas torturas, las autoridades sancionaron en 1913 la Cat and Mouse Act: las huelguistas de hambre eran liberadas cuando su esta72
do se deterioraba demasiado, y nuevamente detenidas una vez que se recuperaban... Para las sufragistas, se volvió imperioso impedir este cruel juego del gato y el ratón, que apuntaba abiertamente a descabezar el movimiento. Fue en ese momento que intervinieron los samuráis. Técnicas de combate El jiu-jitsu, literalmente “arte de la flexibilidad”, utiliza la fuerza del adversario en su contra, de manera que es posible derribar a un contrincante físicamente más fornido. Desarrollado por los samuráis del Japón feudal como una técnica de combate con manos desnudas, dio origen al judo, al aikido y, más recientemente, al jiu-jitsu brasileño. En 1898, Edward William Barton-Wright (1860-1951) lo introdujo en el Reino Unido tras haberlo estudiado en Japón. Lo utilizó como base para su propio “bartitsu” (según su nombre), un ancestro del MMA moderno que combina jiu-jitsu, boxeo inglés, boxeo francés y lucha. Abierta en 1900 en Soho, su escuela atrajo a muchos alumnos –soldados, aristócratas...–. Empleó a reconocidos profesores, como el francés Pierre Vigny, que enseñaba boxeo francés y bastón, y cuya futura esposa Marguerite desarrollaría años más tarde una sorprendente técnica de autodefensa con un paraguas. Pero sobre todo, la escuela contó con la valiosa presencia de dos maestros japoneses, Yukio Tani y Sadakazu Uyenishi. Luego de una exhibición pública que los fascinó, Edith y William Garrud, una pareja de profesores de educación física, se inscribieron inmediatamente en la escuela de Barton-Wright. En 1903, cuando ésta cerró sus puertas, siguieron a Uyenishi, quien fundó la suya (School of Japanese Self-Defense), y se hicieron cargo del establecimiento cuando el maestro regresó a Japón. Edith Garrud (1872-1971) enseñó allí jiu-jitsu a mujeres y niños. Paralelamente, abrió en el East End londinense un dojo (sala de entrenamiento) reservado a la instrucción de las sufragistas de la WSPU y de la Women’s Freedom League, nacida en 1905 de una escisión de la primera. Para una mujer, en esa época, practicar un deporte era ya un acto político. Edith Garrud era además una militante feminista; con su metro cincuenta de altura, nada le 73
gustaba tanto como demostrar la superioridad de la agilidad sobre la fuerza bruta en exhibiciones que la enfrentaban graciosamente a una persona disfrazada de policía. Promovió la autodefensa femenina no sólo a través de sus cursos, sino también apareciendo en la primera película de artes marciales inglesas (Jiujitsu Downs The Footpads, 1907), creando una comedia teatral contra la violencia conyugal (What Every Woman Ought To Know, “Lo que toda mujer debería saber”, 1911) y escribiendo artículos, especialmente en Votes For Woman, el diario de la WSPU. Finalmente, no dudó en escalar los muros de la prisión de Holloway para gritar a viva voz en apoyo a las sufragistas encarceladas. En 1913, frente a la creciente represión, simbolizada por la Cat and Mouse Act, Sylvia Pankhurst exhortó a la WSPU a crear un “servicio de seguridad” encargado de proteger a las manifestantes contra las fuerzas del orden. Así nació el Bodyguard, un grupo de unas cuarenta mujeres entrenadas por Edith Garrud, que instaló escondites de armas bajo los tatamis de su dojo. A la cabeza figuraba Gertrude “Gert” Harding (1889-1977), canadiense que había llegado a Londres en 1912 y célebre por haber arrancado las orquídeas de los jardines botánicos reales, una hazaña que las autoridades, incapaces de concebir que mujeres hubieran podido escalar el muro del predio embarazadas, atribuyeron primero a hombres. Disimulando bajo sus vestidos barretas, mazas de gimnasia o cachiporras robadas a los policías, las integrantes del Bodyguard protegían manifestaciones y mítines, compitiendo con coraje e ingeniosidad para paliar su inferioridad numérica. Ya no había más fracturas, heridas y chichones en sus filas. Planificaban itinerarios y soluciones de repliegue. Varias de ellas se disfrazaban por ejemplo de las sufragistas buscadas por los policías, como Emmeline Pankhurst, para volverlos locos a la salida de un mitin. Orgullosas de sus luchas La prensa, que difundió rápidamente sus hazañas, las apodó “amazonas” o “sufrajitsu”, mientras que el gobierno se tiraba de los pelos frente a estas mujeres que le sacaban 74
los pantalones a la autoridad arrancándoles los suspensores a los policías. “En lo que respecta a nuestras combatientes –escribía Emmeline Pankhurst en un homenaje a sus protectoras–, están en buen estado y muy orgullosas de sus hazañas [...]. Nuestra compañera que se abrió la cabeza se negó a que la cosieran ya que quería conservar una cicatriz lo más visible posible. ¡El verdadero espíritu de una guerrera!” (1). Por su parte, la policía aprendió a veces a actuar con astucia. En 1913, detuvo a Emmeline Pankhurst, cuando volvía de un viaje a Estados Unidos, en el mismo barco, con el fin de evitar toda intervención del Bodyguard que esperaba en el muelle. Pero, la mayoría de las veces, los bobbies se conformaban con atacar, cachiporra en mano, valiéndose de su número y brutalidad. Como durante la “Batalla de Glasgow”, en 1914: durante un mitin de la WSPU en Escocia, Emmeline Pankhurst eludió la vigilancia policial haciéndose pasar por una simple espectadora; pero cuando se escabulló hacia la tarima, cincuenta policías se arrojaron sobre la oradora, defendida por 30 miembros del Bodyguard, bajo la mirada atónita de 4.000 espectadores. La violencia y las detenciones arbitrarias, aun cuando el mitin estuviera autorizado, sumarían a muchos indecisos a la causa sufragista. Autodefensa social y feminista Cuando el Reino Unido entró en guerra contra Alemania, Emmeline Pankhurst decidió interrumpir las acciones de la WSPU, disolver el Bodyguard y llamar a las inglesas a apoyar el esfuerzo de guerra nacional. Esta decisión, que apuntaba a destacar el papel de las mujeres como ciudadanas con el fin de consolidar la legitimidad de sus reivindicaciones civiles, daría sus frutos en 1918. Pero distanció definitivamente a Sylvia Pankhurst –que se sumó a las comunistas consejeras opuestas a la guerra– de su madre. Cada vez más asustada por la perspectiva de una revolución comunista, esta última terminaría incorporándose al Partido Conservador. Edith Garrud, por su parte, seguiría hasta 1925 ofreciendo cursos de jiu-jitsu con su marido, valiéndose de su estatuto de primera mujer occidental instructora de artes marciales. 75
Francia, China... Del otro lado de La Mancha, estas “jiujitsufragistas” intrépidas dejaron su huella en algunas mentes, como la de Madeleine Pelletier (1874-1939), primera mujer psiquiatra y militante socialista libertaria. Tras haber concurrido en 1908 a una manifestación de sufragistas londinenses, Pelletier defendió en su diario, La Sufragista, el activismo contundente de sus colegas: “Es cierto que romper un vidrio no es un argumento; pero si la opinión pública, sorda a los argumentos, sólo es sensible a los vidrios rotos, ¿qué hacer? Romperlos, evidentemente”. Un espíritu que encarnó de manera notable, en un contexto totalmente diferente, la poetiza Qiu Jin (1875-1907), la “primera feminista china”, que militó especialmente contra la tradición de los pies vendados. Aprendió artes marciales chinas y japonesas con vistas a preparar la insurrección contra la dinastía manchú. Enseñando educación física en escuelas para señoritas, a las que entrenó de paso en el manejo de armas, escandalizó al exhortar a sus alumnas a aprender un oficio. Fue decapitada por intento de golpe de Estado en 1907. Porque sabían que las oprimidas son siempre las primeras en pagar los platos rotos, estas pioneras de la autodefensa social y feminista se atrevieron a redefinir la femineidad en función de sus verdaderas necesidades. A través de la práctica del jiu-jitsu, las sufragistas anticiparon la advertencia realizada por la socióloga e instructora austríaca Irene Zeilinger en su Pequeño manual de autodefensa para uso de todas las mujeres que están cansadas de que las molesten sin decir nada: “El agresor decide que habrá violencia; nos corresponde a nosotras decidir contra quién se dirigirá esa violencia”. 1. Citado en Tony Wolf, Edith Garrud: The Suffragette Who Knew Jujutsu, Lulu.com, 2009. Véase también la novela gráfica Suffrajitsu: Mrs Pankhurst’s Amazons, de Tony Wolf y Joao Vieira, Jet City Comics, Tacoma (Washington), 2015.
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