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Spanish Pages 678 [682] Year 2007
RICARDO CAMPOS LUIS MONTIEL RAFAEL HUERTAS COORDINADORES
MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
DE
Consejo Superior de Investigaciones Científicas
MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (siglos XVI-XXI)
Ricardo Campos, Luis Montiel y Rafael Huertas (Coordinadores)
RICARDO CAMPOS, LUIS MONTIEL Y RAFAEL HUERTAS (Coordinadores)
MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (siglos XVI-XXI)
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS MADRID, 2007
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningún medio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, informático, de grabación o fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, asertos y opiniones contenidos en esta obra son de la exlusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS
© CSIC © Ricardo Campos, Luis Montiel y Rafael Huertas (Coordinadores) © De cada artículo, su autor NIPO: 653-07-069-2 ISBN: 978-84-00-08603-9 Depósito Legal: M. 54.256-2007 Producción Gráfica: Infortex, S. L. Polígono Igarsa. Paracuellos de Jarama (Madrid) Impreso en España. Printed in Spain
ÍNDICE PRESENTACIÓN .......................................................................................................
11
LA CONDICIÓN HISTÓRICA DE LA MEDICINA. REFLEXIONES Y PROPUESTAS ...............
15
Medicina e ideología: reflexiones desde la historiografía médica española. Josep Bernabeu Mestre ..........................................................................
17
La colaboración sanitaria internacional: reflexiones y propuestas desde la historia. Alfredo Menéndez Navarro.......................................................
51
HISTORIOGRAFÍA Y FUENTES ...................................................................................
77
La historiografía española y los enterramientos fuera de poblado: estudios y perspectivas. Mercedes Granjel y Antonio Carreras Panchón...........
79
Historiografía e ideología en y sobre Gregorio Chil y Naranjo (1831-1901). Justo Pedro Hernández González ..........................................................
91
Los orígenes de la historiografía médica catalana (1907-1936). Àlvar Martínez Vidal, José Pardo Tomás y Enrique Perdiguero Gil .....................
101
Fuentes para la historia del catalanismo médico. El archivo institucional de la acadèmia de ciències mèdiques de Catalunya i de Balears. José Pardo Tomás y Àlvar Martínez Vidal...........................................................
115
Carlos María Cortezo Prieto (1850-1933) y el tifus exantemático: un descubrimiento inexistente. Esteban Rodríguez Ocaña ..............................
125
Breve análisis de la historiografía tradicional sobre la sanidad española en Marruecos (siglos XIX y XX). Francisco Javier Martínez Antonio ........
135
DISCURSOS Y ACTITUDES IDEOLÓGICAS ...................................................................
147
¿Socialismo doctrinario o praxis social? Profesión y asistencia médico-farmacéutica en los escritos de Jaime Vera (1859-1918). Pilar León ........
149
La consideración en la literatura española del magnetismo animal. Ángel González de Pablo..................................................................................
159
8
ÍNDICE
El discurso sobre la mujer en la obra de José Moreno Fernández (18231899). Encarnación Bernal Borrego y M.a Luisa Calero Delgado .......
169
Clase social, género y enfermedad: a propósito de la “milagrosa” curación de Juana Cañaveral. Juan L. Carrillo.....................................................
183
Ideología en la nutrición: la eutrofología durante el primer tercio del XX. Ximo Guillem-Llobat ..............................................................................
197
Ciencia a partir de creencias: Madre e hijo (1898) de Enrique Salcedo Ginestal. José L. Fresquet Febrer ..........................................................
207
MEDICINA Y SOCIEDAD ...........................................................................................
217
Desgranando significados, recopilando textos: obras médicas de interés lexicográfico en la Europa Medieval. Bertha M. Gutiérrez Rodilla ......
219
Propaganda e información sanitaria en la legislación mortuoria de la Ilustración. Antonio Carreras Panchón y Mercedes Granjel ................
229
Análisis de los registros oficiales de la epidemia de cólera de 1885 en Tudela. Pilar Sarrasqueta Sáenz y Pilar León Sanz..............................
241
Eugenesia y Medicina Social en Diego Guigou y Costa (1861-1936). María José Betancor Gómez ..................................................................
253
Discursos y prácticas acerca de la introducción de la medicina de laboratorio en el escenario asistencial barcelonés (1907-1923): el caso de la sero-reacción de Wassermann. Teresa Huguet Termes...........................
265
La influencia de la teoría del contagio animado en la orientación de la educación física y el deporte como prevención de la enfermedad. El caso valenciano (1850-1936). María José Báguena Cervellera ....................
275
¿Por qué mueren los niños? El debate ideológico sobre la salud infantil en la sociedad española (1904-1939). Josep L. Barona..............................
287
REPÚBLICA, GUERRA CIVIL, FRANQUISMO, TRANSICIÓN .........................................
301
La propaganda sanitaria en España en la II República: la Sección de Higiene Social y Propaganda de la Dirección General de Sanidad. Enrique Perdiguero, Rosa Ballester y Ramón Castejón........................
303
Sobre la enseñanza y la práctica de la medicina del trabajo en la Valencia republicana. Felip Martínez Montsó ......................................................
317
La reforma psiquiátrica durante la segunda república en el manicomio nacional de Leganés. Raquel Tierno, Olga Villasante y Paloma Vázquez de la Torre...............................................................................................
329
ÍNDICE
9
Actuación política de los médicos almerienses durante la II República y la Guerra Civil españolas (1931-1939). José Antonio García Ramos y Carlos Fernández Carballal...................................................................
347
La ocultación por parte de la medicina franquista murciana de los médicos murcianos republicanos. Pedro Marset Campos, José Miguel Sáez Gómez, José López González, Estela Álvarez Sánchez, Carlos Cárceles García, José Miguel Gómez Verdú y Antonio José Lorenzo Sánchez ....
361
De Girón de Velasco a Lluch. La constitución del modelo cubano-falangista de seguridad social en España. Josep M. Comelles ...........................
377
La experiencia de Montánchez como gérmen de la reforma de la atención primaria en España. Angélica Fajardo Alcántara..................................
389
SANIDAD INTERNACIONAL ......................................................................................
397
Curiosidad ilustrada: Las Cartas Edificantes (1702-1776) como testimonio del rol de la medicina en la “política de adaptación” de la Misión jesuita francesa en China. Beatriz Puente Ballesteros ...........................
399
Marco legislativo para la propagación de la vacuna en América (18001810). Susana María Ramírez Martín....................................................
411
La participación española en el movimiento sanitario internacional (18511945). Josep Lluís Barona Vilar y Josep Bernabeu Mestre...................
423
La Guerra de Cuba (1895-1898), como caso paradigmático de las enfermedades infecto-contagiosas. Bonifacio de Esteban Marfil .......................
435
«Sueños rotos». La política sanitaria de España en Marruecos desde una perspectiva de género. Isabel Jiménez-Lucena ......................................
447
Revistas españolas de medicina tropical. C. Pérez Abadía y F. Sabaté Caselles...................................................................................................
459
Globalización y organismos internacionales sanitarios. Pedro Marset Campos ...................................................................................................
465
TECNOLOGÍA E INSTITUCIONES ................................................................................
479
La moxa en terapeútica, a través de la prensa médica existente en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz. Paloma Ruiz Vega............
481
El impacto del fluído eléctrico en el Real Colegio de Cirugía de Barcelona (1798-1806). Nuria Pérez.......................................................................
493
Manuel Tolosa Latour (1857-1919) y el Diccionario Tecnológico Médico Hispano-Americano (1903). Guillermo Olagüe de Ros.........................
505
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ÍNDICE
La introducción de la radiología en la región de Murcia. José Miguel Sáez Gómez, José López González, Vicente García Medina y Pedro Marset Campos ...................................................................................................
515
Medicina, guerra y reintegración social del inválido del trabajo en la España del primer cuarto del siglo XX. M.a Isabel Porras Gallo...........
525
El comienzo de la asistencia “oficial” a los niños anormales en España: a Escuela Municipal de Deficientes de Barcelona (1910-1936). Mercedes del Cura González............................................................................
541
El Manicomio Nacional de Leganés en la posguerra. Aspectos organizativos y clínico-asistenciales. Ana Conseglieri, Olga Villasante e Isabel del Cura ..................................................................................................
555
El Laboratorio Municipal de Ourense (1910-1930): Antecedentes y breves apuntes históricos. David Simón Lorda y María Luisa Rúa Domínguez .
569
Rafael Vara López y la Casa de Salud Valdecilla. Una relación truncada (1928-1936). José Manuel López Gómez ...............................................
579
LA PRÁCTICA MÉDICA EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA ..............................................
591
Escenas y escenarios de la práctica médica en la monarquía hispánica (siglos XVI-XVIII). María Luz López Terrada y Àlvar Martínez Vidal........
593
La escenificación teatral de la práctica médica en el siglo de oro. John Slater.
601
Escenarios y práctica médica en la Andalucía Ilustrada. Mikel Astrain.......
609
Los hospitales renacentistas como escenarios de la práctica médica (siglos XV-XVIII). María Luz López Terrada ...............................................
615
Escenas ocultas de la práctica médica y quirúrgica (siglos XV-XVIII). José Pardo Tomás ...........................................................................................
621
HISTORIA DE LA MEDICINA, SALUD Y GÉNERO .........................................................
625
Relaciones entre la historia de la medicina y la investigación en salud y género. Montserrat Cabré y Teresa Ortiz Gómez ..................................
627
Género, historia e historia de la medicina: diálogos historiográficos. Mónica Bolufer Peruga ..........................................................................
635
Reconstrucción y transmisión de genealogías de mujerres en la ciencia y la medicina. Esther Rubio Herráez ............................................................
647
Cómo ser historiadora y descubrir el androcentrismo de la ciencia médica actual. Consuelo Miqueo ........................................................................
657
Desafíos teórico-metodológicos del cuerpo. Nuevas aproximaciones desde el feminismo. María Luz Esteban Galarza ............................................
669
PRESENTACIÓN
El final del siglo XX y los comienzos del actual han estado marcados por la denominada “muerte de las ideologías”. La política, tradicionalmente campo privilegiado de la confrontación de proyectos ideológicos, ha sido reducida, al menos en apariencia, a una mera gestión técnica de los recursos. El creciente poder de los tecnócratas y la avalancha de informes técnicos escritos en un lenguaje sin connotaciones ideológicas resultan habituales en las diferentes ramas de la administración. En el terreno que nos ocupa, el de la medicina, parece evidente que los aspectos ideológicos se han ido disolviendo en una creciente tecnificación de la práctica de la misma, donde la relación entre el médico y el paciente está mediatizada por un entramado científico-técnico abrumador. A su vez, las campañas sanitarias centradas en los conceptos de riesgo y en los estilos de vida saludables, se han vaciado aparentemente —pero sólo aparentemente— de cualquier atisbo ideológico, utilizando la estadística como instrumento objetivo que avala científicamente las actuaciones propuestas. A esto hay que añadir la internalización, por parte de los ciudadanos, de la salud como un valor que estructura nuestras vidas. Precisamente esa asunción de la salud como un valor aceptado por la población contribuye de manera importante a sustraer a la medicina de sus implicaciones ideológicas. El conjunto de trabajos que forman este volumen indaga en las relaciones entre medicina, ideología e historia, mostrando cómo se han ido configurando en el tiempo los conceptos de salud y enfermedad, y cómo ambos no han sido nunca elementos neutrales. También se explora el papel de la medicina en la construcción de identidades y en la catalogación de los individuos, cuestiones íntimamente ligadas a la ideología. Por último, los diferentes proyectos y concepciones de la medicina y salud están presentes en varios ensayos de este volumen. El origen del mismo está en el XIII Congreso de la Sociedad Española de Historia de la Medicina celebrado en Madrid entre los días 15 y 17 de
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PRESENTACIÓN
septiembre de 2005 en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid y en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas bajo el lema “La condición histórica de la medicina”. El libro, pues, es representativo del amplio panorama por el que se mueve la historiografía de la medicina en nuestro país en este comienzo de siglo. Está dividido en nueve bloques temáticos. El primero de ellos, “La condición histórica de la medicina. Reflexiones y propuestas” está formado por dos amplios trabajos que analizan el estado actual de las relaciones entre medicina e ideología, así como la sanidad internacional, ofreciendo propuestas de trabajo para el futuro. Los siguientes cuatro bloques recogen trabajos dedicados a la historiografía, a los discursos y actitudes ideológicas en torno a la salud y la enfermedad, a las relaciones entre medicina y sociedad, y a la medicina en España desde la República a la Transición. El sexto apartado se articula en torno al tema “Sanidad Internacional”, en el que se reflexiona sobre diversos aspectos que abarcan desde la colaboración sanitaria internacional hasta las relaciones entre globalización y organismos internacionales sanitarios, pasando por la política sanitaria colonial española en Marruecos y en América Latina, sin olvidar la presencia española en el movimiento sanitario internacional o el intercambio cultural entre la medicina china y occidental en el siglo XVIII. La tecnología médica y las instituciones son objeto de estudio en la siguiente parte. En buena medida parte de los trabajos sobre instituciones pueden considerarse análisis de tecnologías médicas de recuperación y terapia de determinados pacientes, especialmente los inválidos y enfermos mentales. Las dos últimas partes están dedicadas a los escenarios de la práctica médica en la Edad Moderna y a las relaciones entre género e historia de la medicina. Dos temas de fuerte interés que han ido ganado espacio en los últimos años en la historiografía especializada y que tienen un prometedor futuro. En definitiva, los ensayos contenidos en este libro son una muestra del estado actual de algunas de las inquietudes de la comunidad científica que práctica la historia de la medicina como disciplina. Muchas de las cuestiones abordadas en este volumen no resultan sólo interesantes para los historiadores de la medicina o para los profesionales de la salud interesados por el pasado de la disciplina. Pueden resultar atractivos para otros colectivos que deseen reflexionar sobre la salud y la enfermedad. El gran reto con el
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PRESENTACIÓN
que nos enfrentamos como comunidad científica es abrirnos socialmente, romper con el galenocentrismo e interesar a otros ámbitos académicos y colectivos sociales, sin por ello olvidar nuestras señas de identidad. Sobre ello venimos debatiendo en diversas reuniones científicas y en documentos e informes técnicos acerca del porvenir académico de la disciplina. Sin embargo, el tiempo parece agotarse y el salto todavía no se ha producido. Sirvan estas breves líneas como llamamiento a llevar a cabo dicha tarea. Los coordinadores.
LA CONDICIÓN HISTÓRICA DE LA MEDICINA. REFLEXIONES Y PROPUESTAS
MEDICINA E IDEOLOGÍA: REFLEXIONES DESDE LA HISTORIOGRAFÍA MÉDICA ESPAÑOLA Josep Bernabeu-Mestre Catedrático de Historia de la Ciencia Universitat d’Alacant
La ideología como categoría de análisis El presente trabajo intenta ofrecer un análisis de cómo se ha contemplado desde la historiografía médica española, la relación medicina e ideología. Sin embargo, antes de empezar a ofrecer respuestas a la cuestión planteada, nos ha parecido oportuno establecer algunas consideraciones que guardan relación con la condición de categoría de análisis que cabe otorgar a la ideología y que pueden ayudar a enmarcar las reflexiones que nos ha suscitado la lectura y revisión de los trabajos que hemos tomado en consideración. ¿Dónde empieza la ideología y dónde acaba la ciencia?, o si se prefiere, ¿Dónde empieza la ciencia y dónde acaba la ideología? Sin duda, no resulta fácil articular una respuesta rápida y sencilla. La pregunta que acabamos de plantear, aunque poco original, puede ayudar a entender el intenso debate historiográfico que ha suscitado la relación ciencia e ideología 1. Con todo, parece oportuno destacar un consenso: la consideración de la ideología como un aspecto fundamental en la historiografía de la ciencia 2 y la más que manifiesta interrelación que existe entre ambas. 1 CLARK, J. F. M. (2000), “Ideology”, en HESSENBURCH, A. (ed.), Reader’s Guide to the History of Science, New York, Hardcorver, pp. 367-369. En el marco de dicho debate, basta con recordar el juego que ha proporcionado la categoría ideología al pensamiento histórico contemporáneo, o la propia tradición historiográfica de nuestra disciplina a partir del clásico trabajo de George Rosen, donde se ocupaba de la influencia que tuvieron las ideologías en el cambio de paradigma de la medicina occidental [ROSEN, G. (1946), “The philosophy of ideology and the emergente of modern medicine in France”, Bulletin of the History of Medicine, 20, pp. 328-339]. 2 La ideología ha sido catalogada como categoría historiográfica nodal situada en el núcleo de la psicosociología y la filosofía de la ciencia, destacándose su papel en los procesos de formu-
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
Los factores ideológicos se habrían configurado como elementos motivadores del proceso cognitivo al incorporarse a su entramado conceptual, y al convertirse en elementos determinantes en la difusión y recepción del conocimiento científico. Por otra parte, no resulta complicado reconocer el papel que a lo largo de la historia han desempeñado las ideologías dominantes o emergentes en el proceso de configuración del pensamiento científico, y del médico en particular 3. Como tampoco resulta difícil encontrar ejemplos, sobre todo en la reciente historia contemporánea 4, en los que la ciencia ha actuado como elemento constituyente y fundamental de determinadas ideologías, o como ideología propiamente dicha. La ciencia, pues, habría desempeñado un papel clave en la articulación y consolidación de las ideologías en momentos cruciales de la vida política, social, económica o cultural de las sociedades. La segunda de las consideraciones previas que nos gustaría introducir guarda relación con el recorrido diacrónico del concepto ideología y con su naturaleza polisémica. Dicho término encierra tras de sí una larga historia. lación de teorías científicas y en el desarrollo de los modelos de cambio y progreso científico [COSMACINI, G. (1984), “Scienza e ideología nella medicina del Novecento: dalla scienza egemone alla scienza aucillare”, en DELLA PERUTA, F. (ed.), Storia d’Italia. Annali, 7. Malattia e medicina, Torino, Giulio Einandi Editore, pp. 1223-1267, esp. p. 1223]. Como indica el profesor Bujosa, al analizar la evolución histórica del método científico y los modelos de crecimiento científico [BUJOSA HOMAR, F. (1989), Filosofía e historiografía médica en España, Madrid, CSIC, p. 18]. “Es fácil llegar al acuerdo de que las ideas científicas envejecen y cambian, el problema reside en conocer cómo cambian estas ideas, cómo envejecen, por qué son sustituidas por otras, cómo son rechazadas las antiguas, cómo se impone una nueva teoría, etc”. En la complejidad de la relación ciencia e ideología, conviene recodar que los científicos lejos de ser considerados paradigmas de objetividad, interesados exclusivamente en la verdad, no resultan ajenos a las pasiones políticas e ideológicas presentes en el resto de los seres humanos. Este mismo autor, al abordar la discusión que se había originado entre unitaristas y localizacionistas y el papel que en esta disputa había desempeñado en la posible localización del órgano del lenguaje, apuntaba entre las razones que explicarían el triunfo de la hipótesis de Broca, su posición política, científica y social, no tan identificada como la de su rival Brouillard con la ideología radical, el brusismo o la frenología. [BUJOSA HOMAR, F. (1983), La afasia y la polarización ideológica en torno al Sistema Nervioso Central en la primera mitad del siglo XIX, Valencia, Cátedra de Historia de la Medicina, Universidad de Valencia, pp. 226-227]. Por su parte, Ruy Pérez Tamayo abordaba la problemática medicina, ciencia e ideología para el caso francés, al analizar el enfrentamiento entre Laennec (representante de la Escuela Clínica y promotor de la teoría ontológica de la enfermedad) y Broussais (promotor de la teoría fisiológica de la enfermedad). [PÉREZ TAMAYO, R. (1986), “Medicina, ciencia e ideología política”, Arbor, 123 (483), pp. 41-59]. 3 GRMEK, M. D. (1993), “Introduzione”, en Storia del Pensiero Medico Occidentale, 1, Antichità e medioevo, Roma, Laterza, pp. V-XXII. 4 WALKER, M. (2003), Science and ideology: a comparative history, New York, Routledge.
LA CONDICIÓN HISTÓRICA DE LA MEDICINA. REFLEXIONES Y PROPUESTAS
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Desde el momento en que se formuló, hasta el momento actual, ha comportado significados diversos 5 y en ocasiones contrapuestos 6. Los primeros ideólogos, al fin y al cabo, eran materialistas, y paradójicamente materialistas de tiempos posteriores han utilizado el término ideología para designar concepciones de carácter espiritualista, metafísico o falto de objetividad. Las oscilaciones semánticas del término ideología, acompañadas de fuerte calado conceptual, nos ofrecen diferentes acepciones 7. Las muy distintas definiciones del término ideología se podrían agrupar en dos categorías básicas. La primera se refiere al sistema de ideas y 5 Entre otros, desde la originario, el equivalente a una teoría del conocimiento de carácter sensualista, hasta los más recientes, aquellos que utilizan el término ideología para designar factores de persuasión no racional o las condiciones que configuran la mentalidad dentro de una determinada clase social [GARCÍA FONT, J. (1990), “Ideología i ciència”, Ciencia, 7, pp. 16-19, esp. p. 16], pasando por la consideración de la ideología como disciplina filosófica que estudia las ideas, sus caracteres, sus leyes, y especialmente su origen, o aquella otra que utiliza el término ideología para referirse al conjunto de ideas que caracterizan a una escuela, persona, colectividad, autor, movimiento cultural, religioso, político, etc. [CASARES, J. (2001), Diccionario ideológico de la lengua española: desde la idea a la palabra, desde la palabra a la idea, Madrid, Gustavo Gili]. 6 Resultan muy interesantes, a este respecto, las reflexiones que nos ofrece Habermas, cuando afirma que el surgimiento de las ideologías en sentido estricto, habría tenido lugar a partir de la crítica a la dogmática de las interpretaciones tradicionales del mundo, o si se prefiere a partir de la crítica a las ideologías [HABERMAS, J. (2002), Ciencia y tecnología como ideologías, Madrid, Tecnos, pp. 53-112]. El paradigma francés de los ideólogos que durante toda la primera mitad del siglo XIX funcionó como mentalidad progresista, se consideró reaccionario a partir de 1848, cuando Marx otorga un carácter peyorativo al movimiento ideológico [GRACIA GUILLÉN, D. (1980), “Ideología y ciencia médica en la España de la primera mitad del siglo XIX”, Estudios de Historia Social, pp. 12-13, y 229-243, esp. p. 231]. De esta forma, el término ideología se ha convertido en un término polémico para combatir la cultura burguesa. Los marxistas, en el sentido más mannheiniano, han entendido la ideología como un conjunto de creencias que no tiene más validez que la de explicar los intereses de un determinado sector social o representar el soporte doctrinal de una determinada clase social [GARCÍA FONT (1990), pp. 16-19]. Otro de los ejemplos de aquella lectura plural, nos lo ofrece las ideas formuladas por Wilfredo Pareto (18481923), uno de los pensadores más destacados del movimiento fascista. Al abordar la relación entre ciencia e ideología y la necesidad de destacar sus diferencias, sitúa a la ciencia en el ámbito de la observación y el razonamiento verificable, y a la ideología en el mundo de las creencias, los sentimientos y la fe. Una ciencia fundamentada en la experiencia y capaz de formular sus enunciados de acuerdo con leyes lógico-matemáticas, frente a una ideología orientada a persuadir, dirigir y orientar la acción [GARCÍA FONT (1990), p. 18]. 7 Aunque referido al término objetividad, puede ser útil la reflexión sobre las consecuencias historiográficas de los cambios semánticos que ofrecen Barona, Moscoso y Pimentel y sus referencias a la llamada epistemología histórica [BARONA, J. L.; MOSCOSO, J., y PIMENTEL, J. (2003), “Introducción”, en La Ilustración y las ciencias para una historia de la objetividad, València, Universitat de València, pp. 9-17, esp. pp. 10-12).
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
valores de cada sujeto social (individuo, grupo, clase, etc.) y los discursos mediante los cuales esos sujetos se expresan y constituyen como tales. La segunda hace referencia a las ideas y valores de la clase dominante y al discurso destinado a legitimar y mantener dicho dominio. Siendo a la luz de las segunda categoría donde la relación ciencia e ideología mostraría los relieves más singulares. Se trata, en definitiva de un conjunto de cambios que se corresponden con usos historiográficos y categorías de análisis igualmente plurales, tal como se puede comprobar al repasar la variedad de comunicaciones y temáticas que son objeto de debate en los trabajos que se publican en estas mismas actas. Será, por tanto, la diversidad de lecturas historiográficas que cabe atribuir al binomio ciencia e ideología y la variabilidad semántica que acompaña a este último término, el otro de los elementos que guiará nuestras reflexiones 8. La primera de las perspectivas desde la que abordaremos la relación medicina e ideología tiene que ver con lo que se ha venido en denominar el análisis de la medicina como ideología y estilo de pensamiento científi8 Si al abordar la relación ciencia e ideología resulta fundamental contemplar la pluralidad de lecturas que cabe otorgarle al término ideología y su dimensión diacrónica, tampoco resulta menos importante considerar la pluralidad de dimensiones, más allá del conocimiento científico de las estructuras y funciones del cuerpo humano, o del desarrollo tecnológico aplicado al diagnóstico y a la resolución de los problemas de salud, que nos ofrece la propia medicina. Recordemos entre otras cuestiones, la configuración de modelos de asistencia médica; o el desarrollo de políticas de salud y estrategias de salud pública, etc. [BARONA, J. L., y BERNABEU-MESTRE, J. (2000), “Propostes i reflexions sobre una periodització de la medicina en la Espanta contemporánea”, en BATLLÓ, J.; DE LA FUENTE, P., y PUIG, R. (eds.). Actes de les V Trobades d’Història de la ciencia i de la técnica (Roquetes, 11-13 de desembre, 1998, Barcelona, Societat Catalana d’Història de la Ciencia i de la Técnica, pp. 59-62, esp. p. 59)], además de contemplar acercamientos historiográficos que sean capaces de integrar la actividad científico-médica en un contexto histórico total (LOPEZ PIÑERO, J. M. (2002), “Las áreas de la actividad científica y su integración en las corrientes ideológicas e intelectuales”, en Historia de la Ciencia y de la Técnica en la Corona de Castilla. III. Siglos XVI y XVII, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación y Cultura, pp. 221-229, esp. p. 221. El profesor Laín en el prólogo a la monografía de López Piñero, García Ballester y Faus sobre Medicina y sociedad en la España del siglo XIX, destacaba la condición social del acto médico y se planteaba la pregunta ¿qué pone la sociedad en el ejercicio de la medicina?, al mismo tiempo que analizaba el papel revelador que sobre esa sociedad podía ofrecer el estudio de su actividad médica. Entre las cosas que ofrecía la sociedad, destacaba las ideas y los recursos con que el médico desarrollaba su tarea. Entre las situaciones que podía delatar el estudio de la medicina, señalaba la situación política y económica, y por tanto social [LAÍN, P. (1964), “Prólogo”, en LÓPEZ PIÑERO, J. M.; GARCÍA BALLESTER, L., y GARCÍA FAUS, P., Medicina y sociedad en la España del siglo XIX, Madrid, Sociedad de Estudios y Publicaciones, pp. 13-22, esp. p. 16-20].
LA CONDICIÓN HISTÓRICA DE LA MEDICINA. REFLEXIONES Y PROPUESTAS
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co 9. Nos ocuparemos, a través de algunos ejemplos, de la influencia que han tenido las ideologías, las corrientes intelectuales o los estilos de pensamiento científico en el devenir de la medicina española, y en la constitución de los conceptos y las teorías científicas, sin olvidar el papel de las otras ideologías, las sociales y políticas 10, en definitiva el contexto histórico 11, en el momento de considerar la ciencia médica, su aplicación y su desarrollo. Como se puede adivinar, nuestra aproximación a la primera de las cuestiones planteadas, la historia de los saberes médicos, una de las que más tradición tiene en nuestro país 12, será testimonial y se limitará a subrayar algunas de las principales síntesis y a destacar aquellos aspectos que pueden resultar merecedores de nuevos enfoques y aproximaciones. En segundo lugar, en línea con los usos ideológicos de la ciencia, abordaremos el papel que han jugado en nuestro país las ciencias de la salud en su condición de agentes e instrumentos de transformaciones ideológicas y 9 OSBORNE, T. (1998), “Medicine and ideology”, Economy and Society, 27 (2/3) pp. 259-273, esp. pp. 260 y 271. 10 En este sentido, pueden resultar de interés las reflexiones de Jon Arrizabalaga sobre cultura e historia de la enfermedad y los acercamientos constructivistas [ARRIZABALAGA, J. (2000), “Cultura e historia de la enfermedad”, en PERDIGUERO, E., y COMELLES, J. M. (eds.), Medicina y cultura: Estudios entre la antropología y la medicina, Barcelona, Edicions Bellaterra, pp. 71-81]. 11 En relación con esta cuestión nos gustaría llamar la atención sobre el desenfoque con el que en nuestra opinión se ha abordado el tema desde la historiografía médica española. Aunque nadie puede negar la influencia que ha tenido el particular devenir histórico de los territorios que en la actualidad conforman el Estado español sobre la actividad científica y médica, no parece oportuno plantearlo en términos del conocido eslogan Spain is different. El profesor Luis S. Granjel, en la introducción a su Historia política de la medicina española, al referirse a la influencia de los factores políticos en el devenir de la medicina española, señalaba: “La medicina en España, el saber que poseyeron quienes en ella han ejercido el cometido curador y asimismo la actitud con que la sociedad y el poder del Estado participaron en la lucha contra la enfermedad, han seguido un rumbo que ciertamente no se corresponde con el que descubre el estudio de la medicina Europea, y esta diferencia ha de atribuirse al influjo como condicionante de factores políticos, otorgando a este término, en sí equívoco, su más amplio significado” [S. GRANJEL, L. (1985), Historia política de la medicina española, Salamanca, Universidad de Salamanca, p. 13]. En este sentido conviene recordar que los factores políticos también han jugado su papel y han ejercido su influencia en el devenir de la ciencia y la medicina europeas y de cualquier otra sociedad. Cada contexto histórico nos ofrece sus propias particularidades y seguir profundizando en el nuestro a través de la formulación de nuevas preguntas y la aplicación de nuevas metodologías aparece, como tendremos ocasión de comprobar, como uno de los retos que convendrá abordar. 12 MONTIEL, L. (1992), “El método en medicina”. Su estudio desde la perspectiva de la historia, en RUÍZ SOMAVILLA, M. J., et al. (eds.), Teoría y método de la medicina, Málaga, Universidad de Málaga (Debates), pp. 41-50, y 48.
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de determinadas prácticas sociopolíticas 13, o si se prefiere, lo que se ha venido en denominar la medicina política 14. Todo ello, sin olvidar el trasfondo ideológico que cabe otorgar a la propia historia de la medicina 15 y al quehacer que traslada el posicionamiento HUERTAS, R., y ORTIZ, C. (1997), “Introducción”, en Ciencia y fascismo, Madrid, Doce Calles, pp. 9-10. 14 El profesor Laín en una de sus reflexiones sobre “El médico en la historia”, distinguía cuatro modos principales de actividad del médico: el sanador, el sabedor, el preventor y el ordenador. Sería en esta última dimensión, la de ordenar institucional y legislativamente la convivencia social de los hombres, donde más se reflejan los usos ideológicos de la medicina, aunque también estén presentes en las otras tres [LAÍN, P. (1958), El médico en la historia, Madrid, Taurus Ediciones, p. 7]. Un ejemplo de aquella dimensión ordenadora puede contemplarse en un interesante trabajo de Rafael Huertas y Ángeles Maestro, sobre “Orígenes y contradicciones del concepto de medicina social”, donde ambos autores ofrecen un completo análisis de las líneas maestras que marcaron el nacimiento y posterior desarrollo de la medicina social como elemento normativizador de la actitud social y médica ante el proceso salud-enfermedad, en relación con la organización socioeconómica [HUERTAS, R., y MAESTRO, A. (1991), “Orígenes y contradicciones del concepto de medicina social”, en La ofensiva neoliberal y la sanidad pública, Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, pp. 39-64, esp. p. 39]. Además del interés que ha tenido la dimensión de los usos ideológicos de la medicina en todo el proceso de medicalización de las sociedades occidentales industrializadas [NAVARRO, V. (1978), “Introducción”, en La medicina bajo el capitalismo, Barcelona, Crítica, pp. 13-24; NAVARRO, V. (1980), “Work, ideology and science: the case of medicine”, Internacional Journal of Health Sciences, 10 (4), pp. 523-550; HUERTAS, MAESTRO (1991), pp. 46-47; MARQUEZ, S., y MENEN, R. (2003), “La medicalización de la vida y sus protagonistas”, Gestión clínica y sanitaria, 5 (2), pp. 47-53)], en las últimas décadas se ha producido un renovado interés historiográfico a raíz del impacto de las políticas neoliberales en materia de salud [HUERTAS, R., y MAESTRO, A. (1991), “Introducción”, en HUERTAS, MAESTRO (1991), pp. 9-12, esp. p. 10; MARSET, P. (1998), “Medicina y Estado en la España del siglo XX”, en CASTELLANOS, J., et al. (eds.). La medicina en el siglo XX. Estudios históricos sobre Medicina, Sociedad y Estado, Málaga, Sociedad Española de Historia de la Medicina, pp. 47-100]. 15 Algunas de estas cuestiones han sido abordadas y analizadas, básicamente para la historiografía médica española del siglo XIX, por el profesor Bujosa [BUJOSA HOMAR, F. (1989), Filosofía e historiografía médica en España, Madrid, CSIC] o por la profesora Granjel en su trabajo sobre cincuenta años de historiografía médica en España [GRANJEL, M. (1990), “50 años de historiografía médica en España (1939-1989)”, Hispania, L/2 (175), pp. 499-529]. Francesc Bujosa, (1989, p. XIII), analiza todo un conjunto de cuestiones en relación con la obra historiográfica de Hernández Morejón, Chinchilla, Guardia y Comenge, y entre ellas las relaciones de las hipótesis científicas con los contenidos económicos, sociales, políticos o ideológicos, además del concepto de ciencia y su demarcación con otras fuentes de conocimiento, los métodos de investigación y técnicas auxiliares, la idea de progreso científico, o la transmisión y difusión del conocimiento científico, entre otras. El trabajo de Francesc Bujosa (1989), p. 68, apuntaba la influencia que tuvo el sensualismo y el método inductivo en la obra de Hernández Morejón, lo que representó el vitalismo en la obra historiográfica de Guardia, o la postura historicista que dominó el trabajo historiográfico de Comenge [BUJOSA (1989), p. 158]. Por su parte Mercedes Granjel (1990), p. 500, al ocuparse de la obra de Hernández Morejón y Chinchilla, destaca el propósito típicamente romántico de sus tratados y el nacionalismo exaltado de ambos autores en un intento de enaltecer la labor científica llevada a cabo por los médicos españoles. 13
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historiográfico del historiador/a y la metodología empleada. La misma elección de un campo de estudio y la delimitación de los hechos y tema de investigación histórica obedecen a presupuestos ideológicos previos que condicionan tanto la temática abordada como la metodología empleada 16. A lo largo de nuestra exposición intentaremos poner de manifiesto el papel que ha podido jugar aquel trasfondo en algunas de las contribuciones historiográficas que serán objeto de análisis y destacar las aportaciones que, desde renovados parámetros historiográficos 17, han permitido o pueden permitir un mejor análisis de la relación medicina e ideología. En cualquier caso, parece obligado recordar en este epígrafe, la trascendencia que llegó a adquirir y la influencia que tuvo en nuestra tradición historiográfica la conocida polémica de la ciencia española, con una particular atención al tema de la Inquisición 18, y el carácter ejemplificador que nos ofrece el enfrentamiento de posturas ideológicas que subyacía tras la misma 19. 16 NASH, M. (1984), “Nuevas dimensiones en la historia de las mujeres”, en Presencia y protagonsimo: aspectos de la historia de la mujer, Barcelona, Ediciones del Serbal, pp. 17-31. En este sentido pueden resultar útiles las consideraciones que establecía el profesor Bujosa en un texto donde al ocuparse del constructivismo reflexionaba sobre la importancia del método científico en el momento de abordar entre otras cuestiones la relación entre ciencia e ideología [BUJOSA HOMAR, F. (1992), “Método científico y sociología de la ciencia: el constructivismo”, en RUIZ SOMMAVILLA, et al., pp. 67-80]: “el relato histórico se hace consciente o inconscientemente, desde una determinada doctrina filosófica [...] quienes niegan esa condición a su acercamiento histórico lo hacen bien porque son acérrimos partidarios del positivismo –quiéranlo o no, también una doctrina filosófica– o porque se resignan a escribir con fines recreativos o hagiográficos”. [BUJOSA (1989), p. 8]. Una cuestión que era recordada con frecuencia por el profesor Laín (1958, p. 82). 17 Roca Rosell y Salavert en una reciente reflexión historiográfica, a partir de las propuestas formuladas por William Eamon, insistían en la necesidad de ampliar las fronteras de la ciencia insistiendo en el análisis de la imbricación de la misma en sistemas políticos, sociales, culturales y económicos históricamente determinados [ROCA ROSELL, A., y SALAVERT, V. (2003), “Les fronteres de la ciència”, Afers, 46, pp. 525-532, esp. p. 528]. 18 En relación con el tema de la Inquisición y la ciencia en España, resulta obligada la referencia al trabajo de PARDO TOMÁS, J. (1991), Ciencia y censura. La inquisición española y los libros científicos en los siglos XVI y XVII, Madrid, CSIC. 19 Como sostiene López Piñero, uno de los autores que con mayor profusión se ha ocupado de analizar la polémica: “A lo largo de sus distintas fases, la postura panegirista ensalzó las glorias de la ciencia española, intentando justificar unas estructuras socioeconómicas, una organización política y un sistema de valores que la postura pesimista trataba de invalidar [...] la primera utilizó la retórica triunfalista, revestida en ocasiones de fáciles alardes de erudición postiza. La segunda, aparentemente más crítica, se limitó de hecho a entonar lamentaciones de todos los matices, sin realizar el menor esfuerzo por aclarar una realidad histórica cuyo desconocimiento era su gran argumento frente a los pintorescos excesos de los apologistas. Ambas compartieron asimismo una concepción que identificaba la ciencia con las obras de las grandes figuras. Este
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Medicina e ideología en la tradición historiográfica española Como es conocido, los elementos que ayudan a entender la delimitación de actividades científicas como la medicina, varían en cada sociedad y en cada época. Las ideologías, las corrientes intelectuales o los estilos de pensamiento científico que han podido configurar el conocimiento médico, tendrían la condición de un factor más en las interacciones que se producen entre la variable ciencia y las variables económicas, políticas, sociales, institucionales, lingüísticas, etc., que configuran el contexto histórico total 20. Para exponer algunas de la reflexiones que nos ha suscitado la lectura y análisis de los trabajos y publicaciones que se han ocupado de la relación medicina e ideología desde cualquiera de las perspectivas que hemos señalado en el apartado anterior, nos ha parecido oportuno combinar el criterio cronológico (al dividir nuestra exposición en tres apartados referidos al mundo medieval, la Edad Moderna, y el período contemporáneo) 21 con el criterio temático (al abordar aspectos del binomio medicina e ideología que muestran un amplio recorrido temporal). desenfoque radical, que mantuvieron, entre otros muchos autores, Echegaray, Menéndez Pelayo, Rey Pastor, Marañón y Ortega, Américo Castro y Sánchez Albornoz, impidió interesarse por la actividad científica como un aspecto integrante de nuestra historia social, económica, política y cultural” [LÓPEZ PIÑERO, J. M. (1991), “Prólogo”, en PARDO TOMÁS, pp. XI-XVIII, esp. p. XII; LÓPEZ PIÑERO, J. M. (1992), “Introducción”, en La ciencia en la España del siglo XIX, Madrid, Ayer 1992-7, pp. 11-18, esp. pp. 11-12]. 20 El profesor López Piñero (2002), p. 221, en su conocido posicionamiento historiográfico de integrar la actividad científica en el contexto histórico total, exponía de forma esquemática en una de sus últimas reflexiones sobre el tema, el conjunto de elementos que ayudan a entender la delimitación de las áreas científicas en cada sociedad y en cada época. En referencia al caso particular de la actividad científica en la Castilla de los siglos XVI y XVII, indicaba que dicha actividad guardaría relación con las ocupaciones y las profesiones, las instituciones, la producción escrita, los patrones lingüísticos o el influjo de la tradición y comunicación con otras sociedades; y estaría integrada en la estructura económica, la estratificación social, las comunidades urbanas y rurales, la organización política, y las corrientes ideológicas, intelectuales, artísticas y religiosas. 21 Indicaba Mercedes Granjel (1990), p. 523, en su revisión sobre la historiografía médica española en el período de tiempo transcurrido entre 1940 y 1990, que el estudio de los saberes e ideologías habría comportado el apartado más numeroso de la bibliografía histórico-médica. Sin embargo, esta misma autora se encargaba de recordar la desigual atención que se había dedicado a los diferentes períodos históricos. Al mismo tiempo que apuntaba el menor conocimiento que se tenía de la medicina medieval española, destacaba el desplazamiento que se había producido a favor de la historia contemporánea, y llamaba la atención sobre el cierto desinterés por los siglos XVI, XVII y XVIII, sobre todo a partir de la década de 1970 [GRANJEL (1990), pp. 518-520].
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Medicina e ideología en el mundo hispánico medieval El período medieval hispánico resulta, por sus características, uno de los momentos históricos donde la relación entre medicina e ideología adquirió mayor complejidad. Sin olvidar los prejuicios ideológicos que han marcado en nuestro país el acercamiento historiográfico a la ciencia y a la medicina medievales 22. Parece oportuno recordar las palabras con las que el profesor Luis García Ballester trazaba a finales de la década de 1970, las líneas directrices del programa de investigación sobre dicha materia que con tanto acierto supo dirigir: “pese a la creciente asepsia ideológica que fue adquiriendo la medicina conforme avanzaba la Baja Edad Media y su creciente carácter de saber técnico y pragmático que la fue convirtiendo en objeto útil de consumo por parte de los miembros de comunidades culturales ideológicamente enfrentadas (musulmanes, judíos y cristianos), no se puede estudiar, afirmaba García Ballester, la medicina medieval —ni es sus aspectos más profesionales, ni en los más tradicionalmente ideológicos— sin tener en cuenta el íntimo entramado socio ideológico que fue el mundo bajomedieval. Los contextos filosóficos y teológicos, las ideologías mayoritarias y minoritarias, las peculiaridades de todos ellos son imprescindibles tenerlos en cuenta para una adecuada y comprensiva intelección de lo que fue la medicina medieval” 23.
Al lo largo de las más de dos décadas que han trascurrido desde que el profesor García Ballester escribiera aquellas palabras, las aportaciones a la medicina medieval han sido importantes y destacadas y la relación entre medicina e ideología ha quedado patente 24. Sin embargo, en un balance
22 El profesor Luís García Ballester en un trabajo sobre “Evolución y problemática de las investigaciones sobre historia de la medicina bajo-medieval en España”, Asclepio, 1978/79, 30/31, pp. 121-156, señalaba (p. 138) que la presencia musulmana en la España medieval había sido enfocada tradicionalmente desde un apriorismo ideológico negativo: “En la Ilustración se defiende la cultura árabe como parte del elemento nacional en el preciso momento de incorporar la cultura europea sin pérdida de la propia herencia. Este aspecto polémico es recogido por liberales y afrancesados y será el punto de partida para la discusión emocional y esencialista sobre el carácter europeo o judeoafricano de España, cuyos últimos ecos en el campo del pensamiento lo hemos tenido en el antiarabismo de Unamuno y Ortega, y en la historiografia general en las posturas de Sánchez Albornoz y Américo Castro”. 23 GARCÍA BALLESTER (1978/1979), p. 147. 24 La evolución mostrada por la medicina morisca puede servir de ejemplo para poner de manifiesto la influencia que tuvo el entramado socio ideológico y político medieval en la actividad médica. La ciencia y la medicina morisca fueron víctimas del proceso de marginación y final
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historiográfico que establecía el propio García Ballester en una de sus últimas publicaciones, hablaba 25, refiriéndose a la Castilla Bajomedieval, de una historiografía desequilibrada, y destacaba la necesidad de superar las estrategias investigadoras al uso 26. Se trataría de profundizar en el estudio del proceso de renovación del galenismo abordando las relaciones doctrinales y prácticas “con otras actividades como la astronomía-astrología [...] la filosofía natural en general” 27, el lulismo médico 28, el movimiento nominalista o el humanismo 29, entre otras. Como señalaba el mismo autor en la monografía, que acabó de escribir poco antes de su muerte, el galenismo medieval no fue un sistema monolítico y uniforme 30. La situación económica y religiosa de los grupos que lo practicaron influyó en sus contenidos doctrinales. Factores internos y externos a cada una de las tres culturas (la cristiana, la islámica y la judía) hicieron que a lo largo del tiempo se pudiesen detectar elementos suficientes para poder adjetivar el galenismo en función de científicos, escuelas, tendencias o períodos temporales. Sería la variedad del campo doctrinal lo que permitiría al historiador rastrear cómo los distintos autores se planteaban los problemas y ofrecían las respuestas en un ambiente sumamente crísofocación que vivió la propia minoría morisca [GARCÍA BALLESTER, L. (1984), “Epílogo”, en Los moriscos y la medicina. Un capítulo de la medicina y la ciencia marginadas en la España del siglo XVI, Barcelona, Labor, pp. 210-212]. Su ejemplo nos recuerda la necesidad de abordar la medicina y la ciencia en el contexto de las tendencias políticas, económicas, religiosas e ideológicas que conforman los grupos sociales. Como señala Mercedes Granjel (1990, pp. 518-519) con referencia a los trabajos de Luis García Ballester, “al desarrollar sus estudios sobre los moriscos, con una intención mucho más fiel al análisis de las implicaciones sociales del mundo de la salud y de la lucha contra la enfermedad, ha abierto perspectivas desconocidas sobre los conflictos de las minorías con el poder y la ciencia instituidas y sobre el mantenimiento de una subcultura en el seno de una sociedad represiva”. 25 GARCÍA BALLESTER, L. (2002), “Ciencia y técnica en la Corona de Castilla bajomedieval: problemas y perspectivas”, en Historia de la Ciencia y de la Técnica en la Corona de Castilla. I Edad Media, Valladolid, Junta de Castilla y León (Consejería de Educación y Cultura), pp. 13-15, esp. p. 14. 26 Subrayando, por ejemplo, la necesidad de profundizar en el estudio de los mecenazgos y la importancia de dicha institución para la función social de los científicos, el propio discurso científico y sus estrategias, en particular las que tenían que ver con un componente tan ideológico como el de la relación entre ciencia y poder. GARCÍA BALLESTER, 2002, p. 54. 27 GARCÍA BALLESTER (2002), p. 38. 28 G ARCÍA B ALLESTER , L. (1989), La medicina a la València medieval, Valencia, IVEI, p. 117. 29 GARCÍA BALLESTER (2002), p. 52. 30 GARCÍA BALLESTER, L. (2001), “Epílogo”, en La búsqueda de la salud. Sanadores y enfermos en la España medieval, Barcelona, Península, pp. 652-666, esp. p. 655.
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tico y nada conformista, en el que los factores socio-religiosos (junto con los económicos y políticos) estuvieron siempre presentes y mediatizaron los procesos intelectuales 31, y la propia actividad profesional. Fueron razones de tipo socio-económico e ideológicas (religiosas) las que llevaron a los profesionales médicos cristianos a estimular al poder real y a los poderes municipales a marginar a competidores musulmanes o judíos 32.
Medicina e ideología en el tránsito a la modernidad De forma esquemática, se podría afirmar que en el ámbito científico del Renacimiento y el Barroco español 33, las principales corrientes ideológicas e intelectuales se situaron, en un primer momento, alrededor de un escolasticismo arabizado, que mostraba aspectos renovadores como los que representaban los nominalistas, y un humanismo científico que contribuyó a la renovación haciendo saltar las contradicciones que suscitaban las depuraciones filológicas. Un panorama que se vio profundamente modificado por el “enquistamiento ideológico” que conllevó la irrupción del escolasticismo contrarreformista y la reformulación de los saberes tradicionales, marginando los aspectos renovadores del escolasticismo arabizado y del humanismo científico, además de los procedentes de la cultura extracientífica y las áreas técnicas. A pesar de la contribución de los eclécticos 34, la renovación sólo llegaría, no sin la resistencia de los partidarios de las doctrinas tradicionales que disponían del refugio de instituciones anquilosadas y dominadas por un escolasticismo desfasado, con el 31 La sociedad medieval en cualquiera de las tres grandes culturas mediterráneas estuvo dominada por el hecho religioso. La apuesta que hicieron los científicos e intelectuales cristianos del siglo XIII por la filosofía natural aristotélica no se puede desligar de la importante conmoción socio-religiosa (con sus consecuentes implicaciones para las estructuras económicas y políticas) que supuso el impacto del catarismo, y la necesidad que sintió el cristianismo oficial de poseer armas intelectuales y conceptuales para oponerlas a una doctrina que predicaba un maniqueísmo simple y el retorno a un primitivismo evangélico de fuerte arraigo popular, junto con el desmonte de estructuras económicas, políticas y eclesiásticas incompatibles. GARCÍA BALLESTER, (1989), p. 20. 32 Como indica García Ballester pese a existir un cierto nivel de convivencia entre las tres comunidades, la presión social y las dificultades para el ejercicio profesional se tradujeron en conversiones. GARCÍA BALLESTER (1989), pp. 38-39. 33 LÓPEZ PIÑERO (2002), pp. 223-228. 34 BERNABEU-MESTRE, J. (1988), Tradición y renovación la medicina española del siglo XVII. Análisis de la obra del Dr. Pedro Miguel Heredia (1579-1655), Alicante, Universidad de Alicante.
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impacto de la Revolución Científica y la labor desarrollada por los novatores con el desarrollo de la idea de progreso y el abandono de la autoridad de los clásicos. Aceptando la validez del esquema que acabamos de esbozar, más allá de reconocer la influencia que tuvieron en la medicina española de aquel período los planteamientos ideológicos como los que reflejaba la filosofía natural del galenismo aristotélico, parece oportuno insistir en la necesidad de profundizar en el papel que pudieron desempeñar otras corrientes ideológicas e intelectuales. Como ha subrayado Josep Lluís Barona, el acercamiento empírico a los textos de medicina publicados por autores españoles durante el siglo XVI pone de manifiesto una visión dinámica, cambiante y polifacética de la filosofía galénica 35. Como indicábamos al hablar de la medicina medieval, la doctrina galénica no aparece como un cuerpo de conocimiento homogéneo y universalmente aceptado sin discusión en todos sus aspectos, pues el florecimiento de corrientes intelectuales como el atomismo o la alquimia aportaron nuevas interpretaciones al modelo general de naturaleza planteado por el galenismo escolástico 36. La pluralidad intelectual, y si se nos permite, ideológica, que caracterizó el siglo XVI, habría tenido continuidad en el siglo XVII en el siempre difícil marco de la contrarreforma y en el contexto de los llamados autores eclécticos 37. Sin embargo, son diversas las voces que empiezan a reclamar la necesidad de comenzar a revisar algunos de los esquemas que se habían trazado y que habían alcanzado un amplio consenso historiográfico 38. 35 BARONA VILAR, J. L. (1993), Sobre medicina y filosofía natural en el Renacimiento, València, Seminari d’Estudis sobre la Ciencia, pp. 76-77. Esta situación dinámica ya había sido señalada para el período medieval por autores como García Ballester (1989), p. 21, quien señalaba que las distintas formas de galenismo fueron algo original y propio de aquel período, un fenómeno que se iba a prolongar durante la transición de los siglos XV al XVI. 36 Como indica Josep Lluís Barona (1993), pp. 77-103, cuando se ocupa de analizar el corpuscularismo peripatético de Pere d’Oleza, el pensamiento científico de este autor plantea la necesidad de un estudio en profundidad de las corrientes intelectuales que, al margen de la tradición galénico aristotélica, pugnaron en el mundo académico. El contacto de Oleza con los ambientes intelectuales de Pisa y Montpellier le permitieron asimilar las corrientes principales del atomismo y despertaron en él una posición crítica con la tradición escolástica. 37 BERNABEU-MESTRE (1988). 38 Anastasio Rojo Vega en su trabajo sobre “Miguel Polanco y la restauración de la medicina. Siglo XVII”, reclama más investigaciones empíricas y en concreto una rectificación de la valoración historiográfica de lo que significó la Facultad de Medicina de Valladolid para la medicina española del siglo XVII, y más particularmente a través de lo que denomina la vía médico-filosófica vallisoletana. ROJO VEGA, A. (2003), “Miguel Polanco y la restauración de la medicina. Siglo XVII”, Medicina e Historia, 4, 14-15.
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Como subrayan, Martínez Vidal y Pardo en una reciente revisión historiográfica 39, “no se trataría tanto de seguir planteando las relaciones de España con la ciencia europea en términos de avances y atrasos, ausencias e incorporaciones, fracasos y triunfos, muchas veces tomadas directamente de lo que a este respecto decían los propios escritos polémicos, ni de obstinarse en leer sólo la producción impresa del período, ni de hacerlo solamente en términos de la dialéctica tradición y renovación [...] se trataría de establecer un diálogo más plural y abierto en los términos con que la historiografía internacional más reciente está abordando el estudio de la ciencia y la medicina en la sociedad europea de los siglos XVII y XVIII”.
Aunque ambos autores no proponen un modelo interpretativo alternativo, esbozan algunas de las cuestiones que a su entender podrían ofrecer nuevas maneras de abordar la imagen historiográfica del período 40. En concreto, además de proponer nuevas lecturas de la práctica médica, de los escenarios de la producción y transmisión de los conocimientos y de las prácticas, o de los públicos de la ciencia, en el campo de las controversias y las polémicas ideológicas proponen ir más allá de la oposición tradicional entre texto y contexto, entre lo interno y lo externo, e intentar ser más omnicomprensivos acerca del origen, desarrollo y resolución de las mismas, como también de las posturas y de los protagonistas de los enfrentamientos. Pero la España de los siglos XVI y XVII, también aportó importantes elementos para el desarrollo de lo que hemos venido en denominar la medicina política. Como recogía Diego Gracia en su trabajo sobre “Judaísmo, medicina y mentalidad inquisitorial en la España del Siglo de Oro”, la medicina del siglo XVI, sobre todo en su segunda mitad, funcionó como una ciencia disciplinaria al servicio del poder civil y del poder eclesiástico y del propio poder inquisitorial 41. Al mismo tiempo que la Inquisición se medi39 MARTÍNEZ VIDAL, A., y PARDO TOMÁS, J. (2003), “Un siglo de controversias: la medicina española de los novatores a la Ilustración”, en BARONA, MOSCOSO, PIMENTEL, pp. 107-135, esp. p. 110. 40 MARTÍNEZ VIDAL, y PARDO TOMÁS (2003), pp. 128-130. 41 GRACIA GUILLÉM, D. (1985), “Judaísmo, medicina y mentalidad inquisitorial en la España del siglo de oro”, Medicina e Historia, 6, p. V y ss. La medicina habría sido víctima de la Inquisición, pero fue también aliada del poder inquisitorial en la tarea de disciplinar corpórea y moralmente a la sociedad española del siglo XVI. Diego Gracia analiza el biologicismo que respiraban los argumentos que se utilizaban en la España del siglo XVI, y particularmente en el XVII, para marginar a los judíos. La medicina ofrecía argumentos a la mentalidad inquisitorial. Tanto
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calizaba, la propia medicina tomaba conciencia explícita y clara de su fuerza como disciplina de las conductas humanas. De hecho, en la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del XVII apareció en el contexto español una peculiar literatura médico-política que ha sido analizada con diferentes miradas, entre otros, por el mismo Diego Gracia 42, González de Pablo 43, Ruiz Somavilla 44, Elvira Arquiola (1994) 45, a través de sus trabajos sobre Huarte de San Juan, o desde una perspectiva de género por Mónica Bolufer 46. En aquel discurso 47, la constitución física, el temperamento y la sangre, por ejemplo, servirían para diferenciar a los hombres en buenos y malos, en justos e injustos, en nobles y plebeyos. Además de establecer el criterio de la demarcación que sirve como instrumento de marginación, la medicina pasaba a establecer las normas de control corpóreo y psíquico, regulando las sex res non naturales y sometiendo la vida de los hombres a un minucioso regimen sanitatis. El poder y el saber del médico quedaban al servicio y requerimiento de la propia sociedad, o como decía Huarte de San Juan, al servicio de la República 48. el vocabulario como la argumentación estaban fuertemente influidos por la medicina: los judíos serían seres moralmente depravados que no inspiraban confianza, se relacionaba su condición moral con su complexión somática, estableciendo una correspondencia entre cualidades morales y características raciales, al mismo tiempo que se señalaba una transmisión hereditaria de la depravación moral. 42 En el trabajo mencionado (1985, pp. IX-X) Diego Gracia analiza los libros de Enrique Jorge Enriquez, Retrato del perfecto médico, y el de Rodrigo de Castro, Medicus politicus. En contraste con su evolución en tanto que ciencia natural, la medicina experimenta un fortísimo avance en tanto que ciencia política. La raíz y el estímulo estuvieron, en opinión de Diego Gracia, en el descubrimiento de su enorme poder en tanto que disciplina normalizadora y controladora de las conductas corpóreas y anímicas, llegando incluso a crear la medicina española productos exportables para el pensamiento político europeo, tal como ocurrió con el caso de Huarte de San Juan. 43 GONZÁLEZ DE PABLO, A. (1993), “La imagen del hombre y su cuidado en los tratados higiénico-dietéticos tradicionales de los siglos XVII y XVIII”, en Enfermedad, clínica y patología. Estudios sobre el origen y desarrollo de la medicina contemporánea, Madrid, Universidad Complutense, pp. 37-61 44 RUÍZ SOMAVILLA, M. J. (1993), El cuerpo limpio: análisis de las prácticas higiénicas en la España del mundo moderno, Málaga, Universidad de Málaga; RUÍZ SOMAVILLA, (2002), “Las normas de higiene y los consejos de carácter moral en la práctica médica”, Dynamis, 22, pp. 235-250. 45 ARQUIOLA, E. (1994), “Salud y enfermedad mental en la España moderna. Análisis de estos conceptos en el Examen de Ingenios de Huarte de San Juan”, en Historia y medicina en España. Homenaje al Profesor Luis S. Granjel, Valladolid, Junta de Castilla y León, pp. 91-103. 46 BOLUFER, M. (1999), “Cos femení, cos social. Apunts d’historiografia sobre els sabers mèdics i la construcció cultural d’identitats sexuals (segles XVI-XIX)”, Afers, 33/34, pp. 531-550. 47 GRACIA GUILLÉM, D. (1985), p. XIV. 48 ARQUIOLA (1994), p. 103. En unos parámetros similares podemos situar la monografía: GONZÁLEZ DE FAUVE, M. E. (2001), Ciencia, poder e ideología. El saber y el hacer en la evolu-
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Medicina e ideología en la sociedad española contemporánea Aunque la historiografía médica española contaba con una importante tradición en el estudio y análisis de la evolución de las ciencias médicas en la España del siglo XIX y las primeras décadas del XX 49, han sido muchas y muy importantes las iniciativas que en los últimos años han permitido profundizar en el estudio de aquel proceso 50. La polarización ideológica, con una combinación de argumentos científicos, políticos y religiosos 51, aparece como una de las cuestiones historiográficas que más han destacado los trabajos que se han ocupado de analizar el proceso de emergencia de la medicina contemporánea en España. Dicha polarización se habría situado en las primeras décadas del siglo XIX entre absolutistas y liberales, para acentuarse con posterioridad en torno a posturas moderadas y progresistas que estaban asociadas a mentalidades ción de la medicina española (siglos XIV-XVIII), “Buenos Aires”, Universidad de Buenos Aires/ Instituto de Historia “Claudio Sánchez-Albornoz”. 49 ALBARRACÍN TEULÓN, A. (1982), “La medicina española en el primer tercio del siglo XIX”, en Estudios dedicados a Juan Pesat Aleixandre, Valencia, Universidad de Valencia, pp. 49-63; S. GRANJEL, L. (1986), La medicina española contemporánea, Salamanca, Universidad de Salamanca; LÓPEZ PIÑERO, J. M. (1992); LÓPEZ PIÑERO, J. M. (1996), Las ciencias médicas en la España del siglo XIX. Discurso de inauguración del curso 1996, Valencia, Acto inaugural de la Real Academia de Medicina de Valencia, pp. 17-75. 50 Mucho se ha escrito y discutido, tanto desde la historia de la medicina como desde de otros campos de estudio, sobre el término foucaltiano del nacimiento de la clínica, sin embargo, se ha dedicado menos atención a analizar cómo surgió esta medicina contemporánea y cómo puso punto y final a la vigencia histórica de la ortodoxia médica que representaba el galenismo, cerrando así el extenso período de crisis que coincidió en sus inicios aproximadamente con la modernidad ARQUIOLA, E., MONTIEL, L. (1993), La corona de las ciencias naturales. La medicina en el tránsito del siglo XVIII al XIX, Madrid, pp. XV-XXII y 353-354. En el ámbito historiográfico español, entre las iniciativas que en los últimos años han abordado el tema, hay que destacar las sucesivas Jornadas Madrileñas de Historia de la Medicina y de la Ciencia (en particular, la primera y la tercera), auspiciadas por la Unidad de Historia de la Medicina de la Universidad Complutense, que fueron recogidas en los tres volúmenes que conformaron los Cuadernos Complutenses de Historia de la Medicina y la Ciencia. GONZÁLEZ DE PABLO, et al. (1993); MONTIEL, L. (ed.) (1993), La salud en el Estado de Bienestar, Madrid, Universidad Complutense; ARQUIOLA, E., MARTÍNEZ, J. (ed.) (1995), Ciencia en expansión: estudios sobre la difusión de las ideas científicas y médicas en España (siglos XVIII-XX), Madrid, Universidad Complutense. 51 S. Granjel (1896), p. 13, plantea la existencia en el contexto de la sociedad española contemporánea de un trasfondo caracterizado por el enfrentamiento ideológico de quienes se esforzaban por conservar el ordenamiento político tradicional y los que aspiraban a incorporar a la sociedad española las fórmulas de convivencia ya vigentes en Europa occidental.
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médicas conservadoras y renovadoras 52. La confrontación no se redujo únicamente al debate de los presupuestos teóricos de la medicina, ya que alcanzó a materias como la higiene pública, con divergencias políticas explícitas, y al propio periodismo médico 53. La influencia del ambiente sociopolítico sobre la actividad científica y médica fue decisiva 54. El compromiso político que adquirieron, particularmente los médicos de ideología liberal y mentalidad progresista, conllevó fuertes medidas de carácter represor y obligó a muchos de ellos a exiliarse. En el ámbito de la relación entre medicina e ideología debe ser destacada, para el caso español, la dimensión que alcanzó en el período contemporáneo el fenómeno del exilio científico, cuestión a la que se le viene dedicando una atención creciente 55 y que encierra un fuerte componente ideológico 56. LÓPEZ PIÑERO (1996), p. 48. Durante la primera etapa (reinado de Fernando VII) el número de médicos liberales (mentalidad liberal) fue muy superior al de afrancesados, siendo durante el trienio liberal cuando se manifestó abiertamente la hegemonía liberal en el seno de la profesión médica. Una circunstancia que explica la extraordinaria virulencia de la reacción absolutista y la represión a la que fueron sometidos los médicos liberales más comprometidos, teniendo que optar muchos de ellos por el exilio. Junto a una censura restrictiva de las publicaciones, la represión ideológica absolutista se manifestó también en los planes de estudio. LÓPEZ PIÑERO, (1996), pp. 38-41. 53 LÓPEZ PIÑERO (1996), p. 49; FERNÁNDEZ SANZ, J. J. (2001), De prensa médica, Madrid, Fundación Instituto Homeopático y Hospital de San José. Un enfrentamiento que acabó por afectar a la imagen del propio colectivo médico. Como señala Albarracín [ALBARRACÍN TEULÓN, A. (1973), “La profesión médica ante la sociedad española del siglo XIX”, Asclepio, 25, pp. 303-316, esp. p. 304]: “la permanente discordia que enfrenta a la clase médica durante los dos primeros tercios del siglo XIX no podía dejar de traslucir a la sociedad, que ve en los encargados de velar por la salud pública y privada un semillero de discordia, desunión y enemistad”. 54 Aunque no se trata de una situación histórica novedosa, como ya hemos tenido ocasión de comprobar, será en el período contemporáneo, y el caso español resulta un buen ejemplo, cuando en el marco de una progresiva medicalización, adquirirá plena validez el esquema que el historiador francés Jacques Leonard resumió con la expresión “entre los saberes y los poderes”, al subrayar que los saberes médicos (la medicina-ciencia y la medicina-profesión) estarían determinados por los contextos culturales y sociopolíticos. Como señala Rafael Huertas [HUERTAS, R. (1988), Orfila, saber y poder médico, Madrid, CSIC, p. 4] en su trabajo sobre Orfila, uno de los autores que junto con Albarracín (ALBARRACÍN TEULÓN, A (1984), “Ramón y Cajal entre los poderes y los saberes”, Medicina e Historia, 4, ha aplicado el esquema de Leonard en el caso español, “los saberes médicos han permanecido invariablemente ligados a un poder que ha marcado las pautas de su desarrollo a la vez que ha permitido, siempre bajo su superior tutela, que los médicos hayan ostentado también su propio poder”. 55 BARONA, J. L. (ed.) (2003), Ciencia, salud pública y exilio (España 1875-1939), València, Seminari d’Estudis sobre la Ciencia. 56 Con todo, como apunta S. Granjel (1986), pp. 75-76, y han señalado otros autores, ALBARRACÍN, (1982); LÓPEZ PIÑERO, (1992), (1996), la peripecia biográfica de los exiliados les permitió completar y enriquecer su formación científica, y más tarde, tras su retorno, influir directamente 52
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Entre los temas que suscitaron un enfrentamiento ideológico, en el ámbito de la medicina española decimonónica, hay que destacar la recepción y asimilación del llamado movimiento ideológico 57. Como es conocido, básicamente, los ideólogos médicos adoptaron el método sensualista y abandonaron el dogmatismo galénico y el racionalismo de los sistemáticos a favor de una clínica pura que se identificaba con el hipocratismo 58. En aquel contexto de recepción del movimiento ideológico y de las novedades doctrinales que fueron consolidándose en la medicina europea del siglo XIX, surgieron en la España decimonónica las llamadas “polémicas hipocratista y letamendista”. La primera tuvo su origen en la obra y el pensamiento del médico progresista Pedro Mata, y más concretamente en la filosofía positivista propugnada en su texto Doctrina médico filosófica española de 1860 59. La segunda, tuvo su origen en la obra de José de Letamendi, postulador de un vitalismo espiritualista al que se adhirieron, entre en la transformación de la medicina nacional, tal como ocurrió, entre otros, con Mateo Seoane, Pedro Mata o Federico Rubio. En higiene pública, LÓPEZ PIÑERO, (1996), p. 58, el regreso del exiliado Mateo Seoane influyó en la incorporación de los supuestos liberales a la ley de sanidad de 1855, como también en la obra de importantes higienistas de corte liberal como Monlau o Méndez Álvaro, a pesar de las diferencias que mantuvieron ambos autores en la forma de afrontar las cuestiones sanitarias relacionadas con el proletariado. 57 En España, en la recepción de aquel movimiento ideológico, jugaron un papel importante las traducciones. GRACIA, (1980), pp. 232-233. Medicina e ideología estaban llamadas a encontrarse y en su encuentro originaron un tipo de mentalidad progresista que en España encontró dificultades políticas y religiosas. Las cátedras de medicina clínica o práctica se convirtieron en la puerta de entrada de la ideología. GRACIA, (1980), pp. 236-237. Además de destacar el papel del grupo de Severo López y de su discípulo Tomás García en Madrid, señalando su papel de puente entre el ideal clínico nosográfico (resultado del desarrollo del programa de Cabanis) y el anatomoclínico GRACIA, (1980), p. 237, Diego Gracia sitúa a Hernández Morejón como ejemplo de asimilación del programa médico de los ideólogos franceses, llevando a los últimos extremos lo que aquellos entendían por ideología clínica: “disciplina práctica y muy correcta, que no habla de enfermedad (nosología) sino de enfermos (patología) [...] en la clínica no debe haber más que enfermos, ni otras ideas que las que engendran las sensaciones producidas por la impresión de los fenómenos de aquellos”. Como indica S. Granjel (1986), p. 38, la meta ideológica a la que aspiraban las primeras promociones de médicos ochocentistas aparecía formulada en el ensayo de ideología clínica publicado en 1821 por Hernández Morejón. 58 GRACIA (1980), pp. 230-231. La corriente de los ideólogos también influyó en los cambios asistenciales, tal como ha puesto de manifiesto para el caso español José Valenzuela [VALENZUELA, J. (1996), Pobreza y asistencia benéfica: el hospital de San Sebastián de Ecija, 18131942, Sevilla, Universidad de Sevilla]. 59 El furibundo antihipocratismo de Pedro Mata se justificaba por las posiciones inmovilistas que defendían Tomás Santero y su escuela [RAMOS, T. (1954), “La polémica hipocrática en la medicina española del siglo XIX”, Archivos Iberoamericanos de Historia de la Medicina, 6 (1/2), pp. 115-161, esp. p. 116).
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otros, Tomás Santero y Nieto Serrano, uno de los autores que se mostró más activo en rebatir el ideario positivista 60. Frente al movimiento revolucionario que proclamaba las ciencias físico-matemáticas como principales motores en el avance progresivo de la medicina, surgió la reacción por parte de quienes se aferraban a criterios ideológicos en los que perduraban restos del idealismo romántico. El antihipocratismo de Pedro Mata se justificaba por las posiciones inmovilistas que defendían Tomás Santero y su escuela. Como recoge Luís Montiel en el trabajo que dedicó a abordar la influencia de la ideología en la clínica médica del siglo XIX 61, en la obra de Santero, frente a la pretensión galénica y sistemática de basar el conocimiento médico en la determinación de especies morbosas, la ideología médica y, tras ella la clínica médica, consideran el verdadero saber solamente al que se remonta de los hechos observables a las nociones generales. Una hipótesis que sería mantenida al precio de “una censurable incomprensión frente a novedades científicas de valor indiscutible”. El desconocimiento casi total de los fundamentos de la mentalidad fisiopatológica, la frialdad con la que se aceptaba la obra de Virchow o la grosera incomprensión de la obra de Pasteur y “los parasitistas”, que mostraba Santero y sus seguidores, serían algunas de las razones que justificarían, a juicio de Mata, el retraso de la medicina española de la segunda mitad del siglo XIX 62. En un contexto más amplio y al margen de polémicas como las que acabamos de referir, finalizada la llamada etapa intermedia que se ha hecho coincidir con el reinado de Isabel II 63, se consolidó, con la revolución 60 Los enfrentamientos ideológicos que suscitó el “letamendismo” han sido objeto de atención por parte de varios autores. Juan Luís Carrillo ha podido estudiar la polémica y el conflicto estudiantil, que con claro trasfondo ideológico, suscitó en el ámbito académico sevillano el enfrentamiento entre partidarios y contrarios a la ideología letamendiana [CARRILLO MARTOS, J. L. (1994), “Nacionalismo y ciencia médica”, Medicina e Historia, 55, I-XIII). Por su parte, Juan Riera, al abordar, a través del estudio de la obra y la figura de Ramón Turró, la crisis ideológica que el positivismo médico francés desencadenó en la medicina catalana del siglo XIX, ha puesto de manifiesto el mecanicismo antivitalista y antiunitario de quienes como Turró hacían suyo el método experimental de Claude Bernard, y en clara referencia a la ideas letamendistas negaban la existencia de la supuesta fuerza o principio vital. Las fuerzas llamadas vitales eran considerados fenómenos que se rigen por las leyes físico-químicas [RIERA, J. (1974), Positivismo médico en la obra de Ramón Turró, Medicina e Historia, 32]. 61 MONTIEL, L. (1981), “La influencia de la ideología en la clínica médica del siglo XIX español”. La obra de Tomás Santero y Moreno (1817-1888), Asclepio, 33, pp. 127-142, esp. p. 128. 62 MONTIEL (1981), p. 138. 63 Aunque en líneas generales la actividad médico-científica continuó marginada durante este período intermedio, con un control conservador en la mayoría de las instituciones, surgieron
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democrática de 1868 64, primero, y el inicio del período de cierta estabilidad que caracterizó a la Restauración 65, después, la plena asimilación de la
otras típicamente liberales como los institutos médicos o la también liberal Academia Médico Quirúrgica Matritense, uno de los centros de referencia para la mentalidad positivista y temprano núcleo de las nacientes especialidades. LÓPEZ PIÑERO (1996, pp. 50-51). 64 Con la revolución democrática de 1868 la actividad científica española pudo desenvolverse, desde el punto de vista ideológico, en un ambiente de completa libertad, al mismo tiempo que se afirmaba el principio de la libertad de enseñanza. Junto a las escuelas libres de medicina, en los años revolucionarios se fundaron otras instituciones privadas dedicadas al cultivo de los métodos experimentales aplicados a la medicina (LÓPEZ PIÑERO, 1996, p. 60). Fue el momento en el que empezaron a difundirse con cierta normalidad las doctrinas evolucionistas en las facultades de medicina, tal como ha estudiado para el caso sevillano Encarnación Santamaría [SANTAMARÍA, E. (1995), “La introducción del darwinismo la enseñanza médica: el caso de la Escuela y la Facultad de Medicina de Sevilla (1868-1910)”, en ARQUIOLA, MARTÍNEZ, pp. 193-210]. Algunos de los centros privados, creados durante los años revolucionarios, terminaron de modo lamentable, entre otras razones por motivos ideológicos, tal como ocurrió, por ejemplo, con el Museo y la Escuela Práctica de Medicina y Cirugía de Pedro González de Velasco [LÓPEZ PIÑERO, (1996), p. 63; PORRAS, M. I. (2002), “Buscando la renovación de la enseñanza médica en la España decimonónica: la Escuela Teórico-Práctica de Medicina y Cirugía del Hospital General de Madrid y la Escuela Práctica de Medicina y Cirugía de Pedro de Velasco”, Medicina e Historia, 1 (4.a época)]. 65 La llegada de la Restauración ofreció unas condiciones de tranquilidad y continuidad que resultaron favorables para que cristalizaran muchas iniciativas anteriores, pero la ideología conservadora oficial limitó la independencia del pensamiento científico y el desarrollo de numerosas escuelas, aunque no llegase a imposibilitarlas, LÓPEZ PIÑERO, (1992), p. 17. Albarracín (1982), p. 52, habla de la existencia de una vigencia social de lo científico a la que se suma la de una ideología que intenta fundamentar todos sus puntos de vista en la ciencia positiva, prescindiendo de las bases tradicionales. Se trata de un positivismo crítico neokantiano —introducido en España a partir de 1875— que rechaza la metafísica tradicional y se atiene a los hechos con la ayuda de la observación, la experimentación y el razonamiento, y a través del método científico-natural desvelar el puro determinismo de los hechos. Los principales logros en los intentos de institucionalizar la actividad científica de acuerdo con los parámetros centroeuropeos, tal como ocurrió con la Junta de Ampliación de Estudios o el Institut d’Estudis Catalans, se plantearon desde posiciones ideológicas de carácter crítico frente a los supuestos culturales y científicos de la Restauración: los de la Institución Libre de Enseñanza, en el caso de la Junta, y el catalanismo en el caso del Institut. En relación con el papel desempeñado por los intelectuales que rodearon a la Institución Libre de Enseñanza en la difusión de las ideas krausistas, resulta muy sugerente el análisis de Luis Montiel donde señala que sin el influjo del positivismo el krausismo no habría tenido tanta traslación a la historia del pensamiento científico [MONTIEL, L. (1995), “Las consecuencias de una elección para la Filosofía de la Medicina española: Krause frente a Schelling”, en ARQUIOLA MARTÍNEZ, pp. 141-158). En este sentido, y en relación con las influencias ideológicas y científicas del krausismo sobre los aspectos médicos en los inicios del movimiento folklorista español, se puede consultar el trabajo: BALAGUER, E., et al. (1991), “Unidad y diversidad del conocimiento. La perspectiva de los estudiosos de las tradiciones populares en España”, en Actas del V Congreso de la SEHCY, Murcia, D. M., tomo 1, pp. 684-688.
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medicina anatomoclínica, comenzando a introducirse algunos aspectos de la nueva medicina de laboratorio 66. Buena parte de los pormenores que caracterizaron todo este proceso de asimilación e incorporación de nuevas corrientes ideológicas y de nuevos planteamientos metodológicos en la medicina española del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, así como las connotaciones ideológicas, en el más amplio sentido de la palabra 67, que lo acompañaron, pueden seguirse en los trabajos monográficos que en los últimos años han dedicado los historiadores de la medicina española a autores como Federico Rubio 68, Hauser 69,
66 Como indica López Piñero (1996), pp. 42-43, los nuevos planteamientos de la escuela anatomoclínica parisina habían comenzado a ser introducidos en España durante la década anterior a la guerra de independencia, una circunstancia que se vio favorecida por el predominio que mostraba en medios académicos la llamada mentalidad antisistemática, inspirada principalmente en la Escuela de Viena. El colapso que supuso para la actividad científica y médica el reinado de Fernando VII retardó la citada corriente de asimilación, pero no llegó a anularla ya que continuaron vigentes enfoques de transición entre la mentalidad antisistemática y la anatomoclínica. En aquella misma línea, de la importancia que tenían los antecedentes para la introducción de nuevas corrientes ideológicas, hay que mencionar que el impacto de los sistemas vitalistas en la medicina de las décadas finales del XVIII, en particular el sistema de John Brown. Una circunstancia que facilitó la penetración del sistema de Brousais, siendo su principal propagador Manuel Hurtado de Mendoza [MIQUEO, C. (1995), “La introducción y difusión del brusismo en España”, en ARQUIOLA, MARTÍNEZ, pp. 159-180]. En relación con el tema de las corrientes vitalistas en la España del setecientos se puede consultar, entre otros, el trabajo de Da Costa Carballo [DA COSTA C. M. (1995), “El vitalismo en la enseñanza de la Medicina del setecientos madrileño”, en ARQUIOLA, MARTÍNEZ, pp. 79-104]. Por su parte, Rosa Ballester, en un trabajo dedicado a estudiar la consolidación de la mentalidad anatomoclínica en los presupuestos conceptuales y metodológicos del diagnóstico de las enfermedades infantiles en la España del siglo XIX, pone de relieve la importancia que había tenido la filosofía sensualista [B ALLESTER , R. (1995), “Los presupuestos conceptuales y metodológicos del diagnóstico de las enfermedades infantiles en la España del siglo XIX. La introducción de las corrientes europeas en el encuentro clínico pediátrico”, en ARQUIOLA, MARTÍNEZ, pp. 305-320]. 67 Resulta muy esclarecedor el trabajo de José Sala, donde el autor se refiere a las presiones ideológicas que motivó la introducción en España del paradigma ecológico y a las vicisitudes de su difusión [SALA, J. (1987), Ideología y ciencia biológica en España entre 1860 y 1881, Madrid, CSIC]. 68 CARRILLO MARTOS, J. L. (ed.) (2003), Medicina y Sociedad en la España de la segunda mitad del siglo XIX: una aproximación a la obra de Federico Rubio y Galí (1827-1902), El Puerto de Santa María, Ayuntamiento/Asociación para la formación, investigación y asistencia médica de Andalucía Federico Rubio; HERRERA, F. (2002), “Un acercamiento a la obra de Federico Rubio Gali (1827-1902)”, Revista de Historia de El Puerto, 29, pp. 63-88; CAMPOS, R. (2003), Monlau, Rubio, Giné. Curar y gobernar. Medicina y liberalismo en la España del siglo XIX, Madrid, Nivola Editores (Novatores 16). 69 CARRILLO, J. L. (ed.) (1999), Entre Sevilla y Madrid. Nuevos estudios sobre Hauser y su obra, Sevilla Universidad.
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Monlau 70, Ginés i Partagàs 71, Méndez Álvaro 72, Pulido 73, Martín Salazar, Amalio Gimeno 74, Achúcarro, Marañón o Negrín 75.
Medicalización e ideología Ligado básicamente al proceso de emergencia de la medicina contemporánea, aunque con importantes antecedentes como hemos podido comprobar, surge un concepto que como el de medicalización, aparece cargado de fuertes connotaciones ideológicas y que ha sido objeto de lecturas muy plurales 76. Como recoge José Luís Peset en su ensayo Las heridas de la ciencia, “en el mundo que se abría, la ciencia moderna jugó un papel importante —y en particular la medicina desde su función educadora— tendiendo a convertirse en modelo de la nueva sociedad” 77. En relación con la medicalización, conviene recordar que los saberes científicos y técnicos de naturaleza biomédica se encuentran en el corazón del proceso de persuasión que ha conducido a la creación de la moderna cultura de la salud 78. En España, como en el resto de países industrializaCAMPOS (2003). CAMPOS (2003). 72 FRESQUET, J. L. (1990), Francisco Méndez Álvaro (1806-1883) y las ideas sanitarias del liberalismo moderado, Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo. 73 GARCÍA GUERRA, D., y ALVÁREZ ANTUÑA, V. (1994), “Regeneracionismo y Salud Pública. El bienio de Ángel Pulido al frente de la Dirección General de Sanidad (1901-1902)”, Dynamis, 14, pp. 23-41. 74 PORRAS, M. I. (1993), “La idea del bienestar en el discurso médico anterior al Estado de Bienestar”, en MONTIEL, pp. 53-78. 75 BARONA, J. L. (2001), Achúcarro, Marañón, Negrín, Medicina y compromiso. Entre la experimentación y la política, Madrid, Nivola Editores. 76 Como señalan Arquiola, y Montiel (1993), p. 354, “la progresiva medicalización de la sociedad contemporánea, reflejada en una progresiva inclusión de factores sociales y psicológicos en el discurso científico de la medicina y en la presencia creciente de la misma en el discurso social y ético, ha estado considerada como uno de los síntomas de la consolidación de la medicina como ciencia del hombre por antonomasia”. Agustín Albarracín, en un sugerente trabajo titulado “Ramón y Cajal entre los poderes y los saberes” (1984, p. II), al que hemos aludido con anterioridad, aborda las diferentes acepciones otorgadas al término medicalización, y tras rechazar de forma particular la acepciones foucaltianas que se han otorgado al término, se inclina, en el estudio concreto del caso de Cajal, y a través del análisis que ofrece de su pensamiento y metodología científica, por considerarla expresión “del creciente imperio del saber médico y de la técnica médica, que tiene como consecuencia la aparición del poder médico”. 77 PESET, J. L. (1993), Las heridas de la ciencia, Salamanca, Junta de Castilla y León, p. 13. 78 En línea con los trabajos de Labisch [RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1996), “La protección de la salud en los dos últimos siglos del Estado español. Una evaluación histórica”, en NASH, M., y 70 71
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dos, la medicalización habría tenido lugar a través de un incremento de la presencia de la medicina, incorporada en forma de estructuras asistenciales públicas, y como elemento que ha jugado un papel decisivo en la configuración socioeconómica política y cultural de la sociedad española. En lo que Rodríguez Ocaña define como doble bucle Estado/medicina, aquella presencia no sólo se habría constituido como una parcela específica de carácter sanitario en la gestión gubernamental (la propiamente llamada sanidad o servicios de salud pública), sino que el Estado habría avalado la extensión del campo profesional de médicos y sanitarios, sosteniendo legal y económicamente su crecimiento profesional, y los profesionales, a su vez, habrían desempeñado una ejemplar tarea de moralización y de legitimación del propio Estado, a la par que consolidaban la suya propia 79. Con la medicalización como trasfondo, nos gustaría completar el apartado dedicado a la medicina e ideología en la tradición historiográfica española, ocupándonos de otras cuestiones ligadas a problemas sanitarios que contaron con importantes implicaciones ideológicas.
El ámbito de la acción social de la medicina Como señala Rodríguez Ocaña en la monografía que dedicó al análisis de la constitución de la medicina social como disciplina en España 80, en el último tercio del siglo XIX y con mayor intensidad en los primeros decenios del siglo XX, habría acontecido en nuestro país una interesante construcción ideológica de la visión de la medicina como instrumento social y la consiguiente acreditación de la higiene social, al ser abordados, desde los BALLESTER, R. (eds.), Mulheres, trábalo e reproduçao. Attitudes sociais e políticas de protecçao a la vida. Actas do III Congreso da ADEH, Porto, Ediçoes Afrontamento, pp. 139-155, esp. p. 141, la construcción del homo hygienicus y del ideal de la sociedad saludable habría transcurrido de forma paralela al proceso psicogenético de civilización, a través del cual se habría adecuado la vida de las grandes masas a las condiciones de la industrialización, los saberes científico-médicos y los profesionales que los sustentaban no habrían ejercido tanto una tarea de estricto control social, como una función mediadora entre la población y una nueva realidad social desconocida, incluyendo sus dimensiones simbólicas. 79 Véase a este respecto el trabajo colectivo: HUERTAS, R., y CAMPOS, R. (1992), Medicina social y clase obrera en España (siglos XIX y XX), Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas. 80 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1987), “Introducción”. en La constitución de la Medicina Social como disciplina en España, Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, pp. 7-51, esp. p. 30.
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presupuestos que informaban aquella, los grandes problemas sanitarios de la España de la Restauración 81. La ideología higienista, con aplicaciones y lecturas igualmente plurales, fue compartida e impulsada por amplios sectores de la sociedad española. Aunque el discurso médico-sanitario sobre la salud se convirtió en el núcleo ideológico o de cristalización sobre el que se construyó la compleja y heterogénea trama social del higienismo, el programa de actuación no fue llevado a cabo únicamente por médicos y personal sanitario; junto a ellos participaron políticos, ingenieros, arquitectos, abogados, divulgadores, maestros, y otros profesionales. El discurso higiénico fue expandiéndose a múltiples aspectos, que abordaban tanto el ámbito público como privado: higiene industrial y laboral, higiene urbana y de la vivienda, higiene escolar y materno-infantil, higiene social, etc. En el desarrollo de dicho discurso, entre los aspectos que muestran un grado importante de implicación ideológica, aparece lo que se ha venido en denominar la cruzada divulgadora de los higienistas. Los historiadores de la medicina de las Universidades de Alicante y Miguel Hernández nos hemos venido ocupando, particularmente Enrique Perdiguero, de estudiar la literatura de popularización higiénico-sanitario en un contexto de creciente hegemonía del sector profesional. Como ha señalado Josep María Comelles 82, el discurso experto no podía dejar espacio al profano pero tenía que relacionarse inevitablemente con él. En este mismo sentido, hay 81 En la última década han sido numerosas las investigaciones que han abordado el papel de los factores ideológicos en los procesos de reforma y transformación del sistema sanitario español. Muchos de ellos han estado recogidos en los monográficos que las revistas Dynamis (1994, 1995) y la Revista Española de Salud Pública —a partir en este caso de los Encuentros Marcelino Pascua— (1994, 2000), dedicaron al análisis del desarrollo de la salud pública en la España contemporánea, las comunicaciones que fueron presentadas en la ponencia del Congreso Nacional de Historia de la Medicina de Málaga que se dedicó a abordar la relación Medicina y Estado en la España del siglo XX, o más recientemente, el volumen monográfico que la revista Trabajo social y salud (2002) dedicó, bajo la coordinación de Enrique Perdiguero y Ramón Castejón, al tema “La acción social de la medicina y la construcción del sistema sanitario en la España contemporánea”. Se trata, en cualquier caso, de una cuestión que consideramos que merece ser objeto de nuevas aportaciones. Aunque se han realizado algunas aproximaciones a los contenidos sanitarios de los programas de los partidos y fuerzas políticas, particularmente las de ideología izquierdista, se necesitan trabajos que cubran todo el espectro ideológico, como puede ser el caso del Partido Republicano Radical, una fuerza política que contó con la influencia de un importante grupo de sanitarios, o las fuerzas políticas nacionalistas. 82 COMELLES, J. M. (1998), “Parole de médecin. Le récit sur la pratique en la medicine contemporaine”, en LAPANTAINE, F., et al., Récit et connaissance, Lyon, Presses Universitaires de Lyon, pp. 299-316, esp. p. 311.
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que mencionar la monografía colectiva editada por Luis Montiel e Isabel Porras 83, en la que se realizaba una aproximación al discurso de culpabilización de la víctima, abordado desde el ámbito de la prevención de la enfermedad. Todo ello, sin olvidar la tradición historiográfica que se venía ocupando, en un contexto similar, y con los trabajos de Agustín Albarracín a la cabeza 84, del fenómeno de la pluralidad asistencial. Esta tradición se ha visto reforzada por otras iniciativas como las que dieron lugar a los monográficos que la revista Dynamis ha dedicado al tema con un recorrido cronológico que no se limita al período contemporáneo 85. Dentro del ámbito de la acción social de la medicina, conviene destacar la atención que se ha prestado a la asimilación y el desarrollo que alcanzaron las ideas degeneracionistas y regeneracionistas en la España contemporánea. Sin duda, uno de los escenarios privilegiados para analizar las relaciones entre medicina e ideología. El volumen de trabajos que se han ocupado de ambos temas es amplio y recoge gran variedad de planteamientos metodológicos y perspectivas de abordaje. Entre todos aquellos trabajos destaca por su condición de síntesis historiográfica, la monografía publicada por Ricardo Campos, José Martínez y Rafael Huertas con el título de Ilegales de la naturaleza. Medicina y degeneracionismo en la España de la Restauración (1876-1923) 86. Su trabajo, además de ayudarnos a resumir el conocimiento que tenemos de ambas cuestiones 87, nos va a per83 MONTIEL, L., y PORRAS, M. I. (eds.) (1997), De la Responsabilidad Individual a la Culpabilización de la Víctima. El papel del paciente en la prevención de la enfermedad, Madrid, Doce Calles. 84 PERDIGUERO, E. (2004), “Agustín Albarracín y el estudio de las profesiones sanitarias y el pluralismo asistencial en el siglo XIX”, Asclepio, 56 (1), pp. 273-275. 85 Particularmente los volúmenes 16 (1996) y 22 (2002). 86 CAMPOS, R.; MARTÍNEZ, J., y HUERTAS, R. (2000), Ilegales de la naturaleza. Medicina y degeneracionismo en la España de la Restauración (1876-1923), Madrid, CSIC. En un trabajo más reciente Rafael Huertas ha analizado la llamada medicalización de la locura, y entre otras cuestiones, donde la vertiente ideológica está presente, introduce elementos relacionados con el degeneracionismo [HUERTAS, R. (2004), El siglo de la clínica. Para una teoría de la práctica psiquiátrica, Madrid, Frenia S. C.]. 87 Como señalan en la introducción, CAMPOS, MARTÍNEZ, HUERTAS, (2000), p. XV, el objetivo de la monografía era el de explicar la manera en que la teoría de la degeneración se introdujo, reelaboró, difundió y aplicó por la medicina española durante la Restauración. Analizan de qué manera la teoría de la degeneración fue utilizada por los médicos españoles dependiendo de sus ámbitos de actuación, objetivos profesionales, problemas sociosanitarios concretos, etc. Además de aportar una interesante reflexión sobre los usos metafóricos de la degeneración como instrumento de análisis político-social, que llevaron a cabo los propios médicos y el movimiento obrero revolucionario (anarquistas y socialistas) CAMPOS, MARTÍNEZ, HUERTAS, (2000), p. XVII.
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mitir enlazar con otras temáticas, igualmente válidas, para profundizar en la relación medicina e ideología. Como señalan dichos autores, en relación con el caso español 88, la mayoría de los trabajos que se habían ocupado del degeneracionismo se habían centrado en ámbitos donde la aplicación de dicha doctrina mostraba una estrecha relación con comportamientos antisociales, de mayor o menor repercusión social, como el alcoholismo, la criminalidad o la sexualidad desviada. Por el contrario, resultaban más escasas las investigaciones que se habían ocupado de analizar el complejo proceso de elaboración y reelaboración de la teoría de la degeneración por parte de los alienistas o de los higienistas 89. Aunque, como ellos mismos indican 90, con motivo del centenario del desastre de 1898, aparecieron diversos trabajos donde se abordaba el papel de la medicina en el programa regeneracionista 91 o se utilizaba de de forma más o menos simbólica el concepto de degeneración 92 para jusCAMPOS, MARTÍNEZ, HUERTAS (2000), p. XIII. La mayor parte de los trabajos sobre pauperismo escritos en el siglo XIX, subrayaron su relación con la degeneración física y moral de las clases trabajadoras. Sin embargo, esta observación empírica de los primeros higienistas encontró muy pronto una justificación científica en las nuevas teorías biológicas de mediados del siglo XIX y facilitó la posterior aceptación y reinterpretación del degeneracionismo. CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS, (2000), p. 158. 90 CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS (2000), p. XIV. 91 García Guerra y Álvarez Antuña (1994) en un trabajo sobre la labor de Ángel Pulido al frente de la Dirección General de Sanidad, muestran como la medicina española identificó la derrota colonial con el deficiente desarrollo de la salud pública y la regeneración del país con la mejora de su estado sanitario. A la supuesta degeneración del pueblo español en sentido biológico, se sumaban las referencias a una decadencia moral y una degeneración del organismo social que propiciaba la falta de respuesta y la atonía de la Nación para remediar los males de la Patria. Ante la degeneración de España y de los españoles era preciso articular su regeneración en torno a la mejora de las condiciones higiénicas de la población, de la educación sanitaria y de la promulgación de leyes de “verdadera regeneración, de una regeneración trascendental que esté por encima de los intereses de todos los partidos”. 92 Como explican Campos, Martínez y Huertas (2000), pp. 197-198, desde la segunda mitad del siglo XIX, la sensación de pertenecer a una civilización en decadencia había ido aumentando. El relativo optimismo que dominaba en el mundo intelectual de los países europeos que estaban consolidando su industrialización, su unidad política, o su expansión colonial, comenzó a dejar paso, sobre todo desde la década de 1870, a un sentimiento pesimista, originado por la comprobación de que las esperanzas depositadas en la idea de progreso de la civilización no se cumplían, y de que éste no implicaba forzosamente evolución. Los análisis sobre la decadencia de las civilizaciones no eran del todo nuevas, pero la novedad finisecular era la asociación de ésta con el proceso biológico de degeneración de la raza. Esta vinculación entre degeneración biológica y decadencia social, se constituyó a partir de la analogía organicista consistente en equiparar “la patología social con las alteraciones del orden económico, político y social vigente”. La equiparación de la sociedad con un organismo susceptible de ser intervenido mediante las terapias adecuadas, fue reforzada por la idea de la degeneración, que utilizada como metáfora social servía 88 89
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tificar o explicar los males de la Patria 93. Desde la medicina se entró en el análisis de dichos males, con consideraciones de contenido político que oscilaron primordialmente entre los análisis político-sociales de corte regeneracionista y organicista 94, con propuestas para sanar el cuerpo social, y la denuncia del retraso sanitario del país como la principal causa de la pérdida de vigor racial que mostraba la población española 95. El programa de reconstrucción y regeneración sanitaria 96, tenía una vocación política que quedaba patente en el objetivo de trasladar dicha problemática al ámbito parlamentario y conseguir su incorporación en los programas de actuación de los gobiernos. Aquel discurso alcanzaría su máximo esplendor en los años comprendidos entre 1917 y 1923 97, caracterizados, como es conocido, por ser un período de crisis política, económica y social que impulsó entre el colectivo médico interpretaciones sociales de la degeneración de sentido claramente conservador 98. para explicar los males colectivos de la sociedad. En el caso de España, CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS, (2000), p. 200, los regeneracionistas se vieron influidos por el positivismo. La concepción que éste tenía de la sociedad como un “organismo vivo” y el hecho de que en España las ideas positivistas tuvieran a los médicos como principales valedores, condujeron a quienes se interesaban por el estado de deterioro de la Nación a plantear el problema en términos clínicos: España estaba enferma y necesitaba un diagnóstico y un tratamiento que de ser correctos permitieran su regeneración. Así mismo, conviene recordar, CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS, (2000), p. 201, la relación del positivismo con la vertiente del movimiento regeneracionista que propugnaba la trasformación de España a través de la ciencia. La misma que junto con el nacionalismo catalán, podría ser considerada como una propuesta modernizadora poseedora de un nivel aceptable de teorización y un grado consistente de aceptación social. 93 Véase a este respecto, a título de ejemplo, el monográfico que dedicó la revista Dynamis (1998) a la crisis de 1898 en la medicina. 94 Con todo, conviene recordar, CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS, (2000), p. 218, que la metáfora organicista de la sociedad, alimentada por el degeneracionismo, no fue utilizada exclusivamente por sus mentores intelectuales y las diversas burguesías nacionales. Las elites de las organizaciones obreras, especialmente anarquistas y socialistas, la emplearon profusamente para denunciar la realidad político-social del capitalismo y como argumento justificativo de la necesidad histórica de llevar a cabo la revolución socialista. La preocupación por la degeneración de la raza, CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS, (2000), p. 219, que coincidía, en líneas generales, con el pensamiento higienista y médico-social en lo referente a los aspectos clínicos y a sus manifestaciones psico-morales, adoptó en manos de los publicistas obreros una cierta originalidad que se tradujo en una interpretación negativa del sistema capitalista al que se responsabilizaba en último término de ser la principal causa de degeneración. De esta manera las interpretaciones socialistas y anarquistas subvertían las explicaciones clásicas de la degeneración al reducir la causalidad de la enfermedad al sistema que pretendían destruir. 95 CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS (2000), p. 203. 96 CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS (2000), p. 207. 97 CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS (2000), p. 209. 98 Como indican Campos, Martínez y Huertas (2000), pp. 217-218, la regeneración pasaba por recuperar los valores morales que eran asimilados a la salud y al vigor social. Para ello,
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No podemos olvidar que la teoría de la degeneración de la especie humana fue, originariamente, un concepto médico y psiquiátrico que participó tanto en el desarrollo epistemológico de algunas disciplinas médicas (psiquiatría, medicina legal e higiene) como en los procesos de legitimación social y profesionalización de las mismas 99. De hecho, el proceso de aceptación y difusión del degeneracionismo por parte de la medicina española se produjo fundamentalmente por dos vías, la del alienismo 100 y la del higienismo. En el segundo de los casos, el interés por la degeneración tuvo un carácter colectivo, muy vinculado a las patologías sociales y estuvo repleto de elementos sociológicos que convirtieron la teoría de la degeneración en un instrumento de interpretación de la sociedad española y en revulsivo de la acción profiláctica, aunque siempre desde lecturas muy plurales 101. Desde el ámbito de la higiene, se otorgaba a la degeneración una magnitud social que colocaba al conjunto de la raza (española) en una situación de peligro que era atribuida a la degeneración y pérdida de vigor del pueblo español 102. Cuestiones que siempre habían preocupado a los higienistas, como la disminución de la talla, el incremento de nacimientos de niños muchos médicos no dudaban en señalar soluciones políticas drásticas cargadas de un autoritarismo, que bien podía interpretarse en el sentido de dictadura sanitaria, o como dictadura política, lo que otorgaba una cierta ambigüedad a algunos de los mensajes. Finalmente, subrayan Campos, Martínez y Huertas, la dictadura llegó con el pronunciamiento militar de Primo de Rivera. 99 CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS (2000), pp. XV-XVI. Para el caso de la psiquiatría española se puede consultar el trabajo: HUERTAS, R. (2002), Organizar y persuadir. Estrategias profesionales y retóricas de legitimación de la medicina mental española (1875-1936) (2002), Madrid, Frenia S. C. 100 En el caso del alienismo las posiciones en relación al degeneracionismo fueron distintas, dependiendo de su actuación: marco clínico-asistencial o judicial. En líneas generales la actitud de los alienistas fue de rechazo o indiferencia clínica hacía el degeneracionismo, sin embargo, sus posiciones fueron distintas cuando actuaban como peritos frente a los tribunales. Desde este punto de vista, las implicaciones fueron mayores, constituyendo una aportación imprescindible en la elaboración doctrinal de la llamada “defensa social”, de tan amplia repercusión en la sociedad finisecular, CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS, (2000), p. XVI. 101 Pueden servir de ejemplo de aquella pluralidad, los trabajos de Mercedes Granjel sobre el problema sanitario de las Hurdes, donde se pueden apreciar las diversas posturas ideológicas que desde el regeneracionismo abordaron la cuestión. Desde la visión degeneracionista de González de Castro al regeneracionismo reformista de Marañón, pasando por el filantropismo que impulsaron las autoridades eclesiásticas de Plasencia con la creación de la Sociedad Benéfica “La Esperanza de las Hurdes” [GRANJEL, M. (1999), “Regeneracionismo y medicina en Las Hurdes. Las Hurdes como problema sanitario”, Medicina e Historia, 2 (4ª época); GRANJEL, M. (2003), Las Hurdes, el país de la leyenda, Lleida, Milenio]. 102 CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS (2000), p. 161.
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enclenques y raquíticos o la predisposición a las enfermedades, se relacionaban a finales del siglo XIX con la degeneración y la herencia. Como han puesto de manifiesto Rosa Ballester y Enrique Perdiguero en su trabajo sobre “Ciencia e ideología en los estudios sobre crecimiento humano en Francia y en España (1900-1950)” 103, dichos escritos sirvieron de herramienta para que médicos e higienistas pudieran ofrecer, a través de las medidas antropométricas —especialmente la talla—, datos objetivos que permitían hacer visible la pretendida degeneración de la raza. Por otra parte, en la comparación que establecen entre el caso francés y español 104, destacan el fuerte componente ideológico que acompañó aquellos estudios en la España de las décadas de 1940 y 1950, al situarse en un discurso totalitario de sanidad y asistencia social infantil que contemplaba la sagrada defensa de la raza y en el que las orientaciones preventivas establecían una ligazón muy estrecha entre higiene y otro tipo de valores ideológicos y morales. Los estudios antropométricos se convirtieron en el caso de España en elemento propagandístico del discurso totalitario del régimen franquista. Como consecuencia de las implicaciones teóricas y prácticas que comportaba la teoría de la degeneración 105, el individuo era definido por su pertenencia a un colectivo biológico como la “raza”, que por extensión cristalizaba en un colectivo político: la nación o la patria. Desde este punto de vista, el individuo era ante todo el portador del patrimonio de la especie y sus actos le trascendían por medio de la herencia, transmitiendo sus consecuencias a las generaciones futuras. Este tipo de reflexiones alimentaron buena parte de los discursos higienistas que se hicieron, por ejemplo, desde ámbitos nacionalistas, tal como hemos tenido ocasión de comprobar al analizar trabajos de la Academia de Higiene de Cataluña, donde sus miembros se sumaban al proceso de recuperación de la identidad catalana, afirmando: “com que som a Catalunya, procurem fer higiene catalana i procurem en primer terme la salut de la nostra raça [...] procurem avançar amb fermesa pel camí que marca la higiene i aconseguirem una Catalunya ben forta, unes futures generacions ben fortes, ben catalanes com a filles robustes de la terra” 106.
103 BALLESTER, R., y PERDIGUERO, E. (2003), “Ciencia e ideología en los estudios sobre crecimiento humano en Francia y en España (1900-1950)”, Dynamis, 23, pp. 61-84, esp. pp. 75-76. 104 BALLESTER, y PERDIGUERO (2003), pp. 79-81. 105 CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS (2000), p. 164. 106 BERNABEU MESTRE, J. (2003), “State of Health of the Catalan Areas: the Work of the Academia d’Higiene in the Early 20th Century”, en BARONA, J. L., y CHERRY, S. (eds.), Health and
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Volviendo al tema de la degeneración y de la herencia, como indicaba Rosa Medina, en una reciente reseña/ensayo titulada Eugenesia y formas de hacer historia. Cuestiones para el debate 107, la eugenesia aparece como una ideología de integración social, y desde el punto de vista práctico como uno de los máximos exponentes de las tecnologías de intervención en la población, en su doble vertiente, la individual y la colectiva. Los trabajos que se han ocupado del tema en la España contemporánea, con las aportaciones de Raquel Álvarez a la cabeza 108, han puesto de manifiesto, la manipulación a la que fue sometido el pensamiento eugénico, buscando un soporte en la ciencia biológica y genética, o si se prefiere, utilizando el conocimiento científico para justificar o apoyar posiciones ideológicas. En la misma reseña/ensayo a la que acabamos de aludir, entre el abanico de acercamientos que plantea el estudio de la eugenesia, la autora destacaba, entre otras cuestiones, el estudio de las políticas de población. En relación con las mismas y con sus implicaciones ideológicas, nuestra producción historiográfica muestra una importante y atractiva bibliografía relacionada con las polémicas maltusianas y la lectura que hicieron de las mismas desde higienistas a anarquistas, pasando por un amplio colectivo de políticos, divulgadores, organizaciones obreras, profesionales y políticas. Resultan especialmente significativos los debates ideológicos que se suscitaron durante la Segunda República 109 o el programa demográfico que impulsó el régimen franquista 110. Medicine in Rural Europe (1850-1945), València, Seminari d’Estudis sobre la Ciencia, pp. 287303, esp. pp. 289-290. 107 MEDINA, R. (2004), “Eugenesia y formas de hacer historia”. Cuestiones para el debate, Dynamis, 24, pp. 291-305. 108 Entre otros trabajos, se puede consultar: ÁLVAREZ, R. (1985), “Eugenesia e ideología”, en PESET, J. L. (coord.), La ciencia moderna y el conocimiento del Nuevo Mundo: actas de la I Reunión de Historia de la Ciencia y de la Técnica de los Países Ibéricos e Iberoamericanos, (Madrid, 25 a 28 de septiembre de 1984), pp. 349-360; ÁLVAREZ, R. (1996), “Eugenesia y política social”, en NASH, BALLESTER, pp. 321-334; ÁLVAREZ, R. (1997), “Eugenesia y fascismo en la España de los años 30”, en HUERTAS, R., y ORTIZ, C. (eds.), Ciencia y fascismo, Madrid, Doce Calles, pp. 77-95. 109 BERNABEU MESTRE, J. (1999), “El pensament demogràfic dels higienistes espanyols en els anys de la transició, 1898-1947”, en GUTIÉRREZ, M. (ed.), La industrialització i el desenvolupament econòmic d’Espanya, Barcelona, Universitat de Barcelona (Col·lecció Homenatges: Doctor Jordi Nadal), vol. I, pp. 361-371. 110 BERNABEU MESTRE, J. (2002), “Madres y enfermeras. Demografía y salud en la política poblacionista del primer franquismo”, 1939-1950, Revista de Demografía Histórica, 20 (1), pp. 123-143.
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El período franquista, y más concretamente el análisis de la relación medicina e ideología durante los años de la dictadura, continúa siendo, en muchos aspectos, una asignatura pendiente para la historiografía médica española. Junto a las aportaciones a las que hemos hecho referencia —como ocurre con las políticas demográficas y sanitarias—, disponemos también de investigaciones que han abordado algunas de las páginas más negras, tal como ocurre con los trabajos dedicados a analizar el uso ideológico del discurso psiquiátrico, con una atención preferente a la figura y la obra de Antonio Vallejo Nájera 111, la represión o el exilio al que se vieron abocados muchos profesionales de la salud 112, o la manipulación ideológica, con un importante componente de género, que sufrieron programas como los ya aludidos de salud materno-infantil 113, o los que se impulsaron desde la órbita de Falange y que han sido analizados, entre otros autores, por Ruiz Somavilla y Jiménez Lucena 114. El discurso de género aparece como otra de las cuestiones que aporta matices a la relación medicina e ideología. Ha sido precisamente el análisis de las ideas androcéntricas que manejaba la medicina española de finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, uno de los temas que mayor atención ha merecido por parte de la historiografía española 115. Como indica Teresa Ortiz 116, se identificaba a la mujer con una parte de su CARRERAS, A. (1986), “Los psiquiatras españoles y la guerra civil”, Medicina e Historia, 13 (3.a época); HUERTAS, R. (1997), “Una nueva inquisición para un nuevo Estado: psiquiatría y orden social en la obra de Antonio Vallejo Nágera”, en HUERTAS, y ORTIZ (1997), pp. 97-109; VINYES RIBAS, R. (2001), “Construyendo a Caín. Diagnosis y terapia del disidente: las investigaciones psiquiátricas militares de Antonio Vallejo Nágera con presas y presos políticos”, Ayer, 44, pp. 228-250; ALVAREZ (1997). 112 BARONA, et al. (2003). 113 BERNABEU-MESTRE, J., y PERDIGUERO, E. (2001), “At the Service of Spain and Spanish Children Mother-and-Child Healthcare in Spain During the First Two Decades of Franco’s Regime (1939-1963)”, en LÖWY, I., y KRIGE, J. (eds.), Images of Disease. Science, Public Policy and Health in Postwar Europe, París, European Comission in the Framework of the European Science and Technology Forum, pp. 167-186. 114 JIMÉNEZ LUCENA, I. (1997), “Medicina social, racismo y discurso de la desigualdad en el primer franquismo”, en HUERTAS, ORTÍZ (1997), pp. 111-126; RUÍZ SOMAVILLA, M. J., y JIMÉNEZ LUCENA, I. (2001), “Un espacio para mujeres. El Servicio de Divulgación y asistencia sanitariosocial en el franquismo”, Historia Social, 39, pp. 67-85. 115 Véase el trabajo: ARESTI, N. (2001), Médicos, donjuanes y mujeres modernas. Los ideales de feminidad y masculinidad en el primer tercio del siglo XX, Bilbao, Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, pp. 17-68. 116 ORTIZ, T. (2002), “El papel del género en la construcción histórica del conocimiento científico sobre la mujer”, en RAMOS, E. (ed.), La salud de las mujeres: hacia la igualdad de 111
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cuerpo, el aparato reproductor en general y el útero en particular. Se generó todo un discurso, especialmente entre psiquiatras y ginecólogos, que relacionaba toda la patología femenina con aquella parte de su cuerpo, al mismo tiempo que justificaba la aplicación de terapias agresivas, abusivas y sin fundamento científico. Si retomamos el discurso del degeneracionismo, las llamadas enfermedades sociales se convirtieron en uno de los tema estrella del mismo 117. Los problemas de salud que encerraban aquellas, ofrecían interesantes nexos de unión entre la defectuosa organización social y la enfermedad 118. Las relaciones entre degeneración, alcoholismo, tuberculosis, enfermedades de transmisión sexual, y otras enfermedades contagiosas y problemas de salud, resultaron paradigmáticas de las preocupaciones médico-sociales y una de las vías más prolífica para la recepción del degeneracionismo. En el caso de la tuberculosis, Jorge Molero, en una de las últimas investigaciones que ha dedicado al estudio de esta patología 119, recordaba que la género en salud, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales-Instituto de la Mujer, pp. 2942, esp. p. 31. 117 CAMPOS; MARTÍNEZ, y HUERTAS (2000), p. 166. 118 En aquel contexto, hay que destacar las aportaciones historiográficas que en los últimos años se han realizado en torno al concepto de “situaciones intolerables” que conllevaban muchos de los problemas de salud y episodios de enfermedad que padecía una sociedad, que como la española, se encontraba en profundo proceso de transformación social, económica y política. Como señala Josep Lluís Barona (BARONA, J. L. (2002), Salud, enfermedad y muerte. La sociedad valenciana entre 1833 y 1939, Valencia, IVEI), la toma de conciencia colectiva de la dimensión social y económica de las enfermedades, ayudó a delimitar un nuevo contexto científico e ideológico, que se concreto en la emergencia de nuevas situaciones intolerables o de antiguas situaciones que adquirieron en el período estudiado tal condición. La infancia como valor y como problema de salud, tal como ha estudiado Rosa Ballester, entre otros autores, sintetizaría buena parte de los cambios de naturaleza científica e ideológica a los que estamos aludiendo. Cuestiones como el escaso crecimiento demográfico y su correlación con las elevadas cifras de morbimortalidad infantil, el papel de la mujer como educadora de hijos, los nocivos efectos del trabajo femenino en la procreación, el ambiente moral en el que se desarrollaba la infancia, etc., convergieron en un intento por explicar y erradicar la degeneración. Médicos e higienistas participaron activamente en el debate. En general se mostraron, si no contrarios a la presencia de la mujer en la fábrica y talleres, si al menos reticentes por los inconvenientes que presentaba tanto para la salud de los hijos y de la propia mujer, como para el hogar. Buena parte de este discurso lo podemos encontrar, como ya hemos indicado, entremezclado en las polémicas de naturaleza maltusiana que se produjeron durante la Segunda República o el discurso poblacionista del primer franquismo, o en los debates que se suscitaron en el seno de las organizaciones obreras y políticas, y en particular en los medios de difusión que controlaban los anarquistas. 119 MOLERO, J. (2001), “Dinero para la cruz de la vida. Tuberculosis, beneficencia y clase obrera en el Madrid de la Restauración”, Historia Social, 39, pp. 31-48, esp. pp. 47-48. El proletariado utilizó el concepto de enfermedad como arma política. La existencia de enfermedades
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existencia de las enfermedades sociales en general y de la tuberculosis, en particular, se habían convertido en la España de la Restauración, en un fenómeno imprescindible para comprender los fundamentos que subyacen en el origen de la llamada cuestión social y sus repercusiones políticas e ideológicas. Por su parte, las investigaciones de Ricardo Campos sobre el problema del alcoholismo 120, han servido para mostrar su uso como indicador de los estigmas morales que padecía el proletariado y como un instrumento para argumentar en pro de la intervención higiénico-moral 121. Argumentaciones similares podemos deducir de los estudios, como los llevados a cabo por Ramón Castejón 122, para la problemática de las enfermedades de transmisión sexual. De hecho, el análisis de los procesos de estigmatización se ofrece como otro de los escenarios a los que podemos otorgar la condición de privilegiados para mostrar la relación entre medicina e ideología. En el caso de la lepra, tal como hemos podido mostrar en los trabajos dedicados a estudiar el proyecto Fontilles, desde el discurso filantrópico se hizo uso de la metáfora y se agravó el grado de estigmatizasociales significaba un argumento a favor de la lucha revolucionaria y la subversión del orden social establecido. Por otra parte, la medicina social adquirió un papel fundamental en la consecución del objetivo reformista de asimilar a las clases trabajadoras. Se trataba en definitiva de contrarrestar un problema social con soluciones técnicas que, además, por ser en teoría neutrales, tendrían la ventaja de ser asimiladas voluntariamente por las clases populares. En el núcleo de dicho proceso reformista también subyacían objetivos poblacionistas y regeneracionistas —tanto en un sentido biológico como moral— que aspiraban a la adquisición por parte del Estado, de una población sana y abundante con la que nutrir el sector productivo y militar. 120 Entre las últimas publicaciones que el autor ha dedicado al tema: CAMPOS, R. (2000), “Lucha antialcohólica, higienismo e ideología en la obra de Arturo Buylla y Alegre”, en URÍA, J. (coord.) Institucionismo y reforma social en España, Oviedo, Talasa, pp. 228-247. 121 Como indica Ricardo Campos (2000), p. 229, la lucha antialcohólica no respondía exclusivamente a criterios altruistas. Perseguía disciplinar a la clase obrera, por medio de la moralización de sus costumbres, el control de su ocio y la educación de sus necesidades, con miras a encuadrarla en la nueva organización capitalista y mantener la armonía social y el orden establecido. Los médicos jugaron en todo este proceso un papel de primer orden al dotar al discurso antialcohólico de una cobertura científica. La biologización, CAMPOS, (2000), p. 235, del alcoholismo profundizaba en la faceta moralizadora e higienista del discurso antialcohólico. La herencia morbosa actuaba implacablemente sobre la raza, por lo que el alcoholismo era un problema cuya solución competía al conjunto de la sociedad que tenía el deber de defenderse de esta plaga. La higiene social fue, en este sentido, uno de los instrumentos más importantes para paliar el alcoholismo. Para muchos higienistas las causas últimas de la degeneración derivaban de la trasgresión de la normas morales. 122 CASTEJON BOREA, R. (2001), Moral sexual y enfermedad: la medicina española frente al peligro venéreo (1868-1936), Granada/ Alicante, Universidad de Granada/Instituto de Cultura Juan Gil-Albert.
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ción y de exclusión social que acompañaba a los leprosos, al enfatizar los aspectos morales y religiosos ligados a la enfermedad 123. El estudio del impacto de las enfermedades de comportamiento epidémico, aparece como el último de los escenarios para el análisis de la relación entre medicina e ideología que nos gustaría traer a colación. Las aportaciones que se han realizado desde la historiografía médica española y la historiografía en general, cuentan con una importante tradición y con un antes y después que vendría marcado por la monografía de los hermanos Peset, Muerte en España. Política y sociedad entre la peste y el cólera, que apareció publicada en 1972. En la misma, desde una perspectiva multidisciplinar, se ponía de manifiesto la influencia que habían ejercido las epidemias en la historia política, social, cultural y económica de España, con un protagonismo destacado de los factores ideológicos. En otras publicaciones hemos tenido la oportunidad de realizar un balance historiográfico sobre la cuestión 124. En esta ocasión nos limitaremos a recordar el renovado interés que adquirió, a finales de la década de 1980, este importante capítulo historiográfico, a raíz del impacto que supuso la aparición del SIDA, y las importantes novedades metodológicas y conceptuales que lo acompañaron, a través de la profundización en el estudio de los llamados discursos científicos y políticos que generaban su aparición, y el abordaje de las reacciones de la población con la consulta de nuevas fuentes. Todos estos aspectos han sido incorporados a algunas de las publicaciones que en los últimos años han aparecido en nuestro ámbito 125, y han recuperado con nuevas miradas la importancia que tienen los factores de naturaleza ideológica en el proceso de difusión y control de las epidemias, como ocurre, por ejemplo, con los mecanismos de control social que utilizan a la enfermedad y el discurso científico como instrumento 126 Unos mecaBERNABEU-MESTRE, J., y BALLESTER, T. (2002), La ciutat del dolor. Metàfores, estigma i exclusió social en la lluita contra la lepra, Fontilles (1904-1932), Teulada, Ajuntament de Teulada, IECMA; BERNABEU-MESTRE, J., y BALLESTER, T. (2004), “Disease as a Metaphorical Resource: The Fontilles Philantropic Initiative in the Fight against Leprosy”, Social History of Medicine, 17 (3), pp. 409-421. 124 BERNABEU-MESTRE, J. (1989), “La actualidad historiográfica de la historia social de la enfermedad”, Boletín de la Asociación de Demografía Histórica, 7 (3), pp. 23-36. 125 A título de ejemplo, se puede consultar el trabajo: PASCUAL ARTIAGA, M. (2000), Fam, malaltia i mort: la ciutat d’Alacant i la febre groga de 1804, Simat de Valldigna, La Xara. 126 A título de ejemplo se puede consultar: BERNABEU-MESTRE, J., y RAMOS, J. R. (1995), “Malaltia, poder i control social: el desallotjament de la barriada alacantina de les Provincies amb motiu de la grip de 1918”, en PUIG, A.; ARRIZABALAGA, J., y BERNAT, P. (eds.), Actes de les III 123
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nismos que se repetían con discursos similares en el caso de las campañas sanitarias 127.
Unas reflexiones finales Hasta aquí la lectura parcial que hemos hecho de la, como indicábamos al inicio de nuestra intervención, compleja relación entre medicina e ideología. Somos conscientes de las limitaciones de nuestras reflexiones. Muchas cuestiones apenas han sido esbozadas, otras que quizás deberían haberse planteado han quedado ausentes 128. En cualquier caso, esperamos que nuestras consideraciones hayan servido para poner de relieve lo fecunda que pueda resultar la ideología como categoría de análisis, y el interés historiográfico que puede tener el continuar profundizando en los temas abordados. Nos gustaría finalizar el presente trabajo con la llamada a una colaboración multidisciplinar. El diálogo entre historiadores de la medicina y profesionales de otras disciplinas (historiadores, antropólogos, sociólogos, etc.), en torno al binomio medicina e ideología, puede ofrecer, desde la pluralidad de lecturas, aproximaciones metodológicas que nos ayuden a formular nuevas preguntas y abrir nuevos horizontes en una cuestión tan atractiva como la que nos ha correspondido abordar.
Trobades d’Hitòria de la Ciencia i de la Técnica. Tarragona, 7-9 de desembre de 1994, Barcelona, Societat Catalana d’Història de la Ciencia i de la Técnica, pp. 215-221. 127 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2005), “La cruzada por la salud. Las campañas, sanitarias del primer tercio del siglo XX en la construcción de la cultura de la salud”, en Salud Pública en España. Ciencia, profesión y política, siglos XVIII-XX, Granada, Universidad de Granada, pp. 235-256. 128 Este sería el caso por ejemplo de testimonios no directamente científicos, como ocurre con la literatura y particularmente la narrativa, pero que permiten examinar la difusión de las ideas científicas sobre la salud y la enfermedad, en una determinada sociedad, y que cuenta con una importante tradición en la investigación historicomédica española [DOMÉNECH MONTAGUT, A. (2000), Medicina y enfermedad en las novelas de Emilia Pardo Bazan, Valencia, Colección Interciencias].
LA COLABORACIÓN SANITARIA INTERNACIONAL: REFLEXIONES Y PROPUESTAS DESDE LA HISTORIA Alfredo Menéndez Navarro Profesor Titular de Historia de la Ciencia Departamento de Historia de la Ciencia, Universidad de Granada
Introducción: historia de la salud pública y toma de decisiones El historiador de la medicina norteamericano Allan Brandt refiere en un reciente ensayo sobre el valor del análisis histórico para la acción política una anécdota con la que podríamos identificarnos buena parte de los miembros de nuestra comunidad académica. Finalizada la defensa de su tesis doctoral, dedicada al estudio de las campañas de lucha contra las enfermedades de transmisión sexual en EEUU, uno de los miembros del tribunal le preguntó a bocajarro para su sorpresa y desconcierto cómo abordaría el problema en nuestros días 1. No creo equivocarme si afirmo que una de las motivaciones que nos animó y sigue alentado nuestro quehacer historiográfico es proporcionar, a través del análisis del pasado, acercamientos novedosos a la interpretación del presente. No obstante, en pocas ocasiones logramos que nuestras aportaciones traspasen los límites del mundo académico y alcancen los ámbitos en que se adoptan las políticas sanitarias. En los últimos años han proliferado las reflexiones, a demanda o confeccionadas motu propio, sobre la utilidad de la historia para informar la toma de decisiones en el campo de la salud pública. Entre otras, se han des1 BRANDT, A. M. (2004), “From Analysis to Advocacy. Crossing Boundaries as a Historian of Public Health”, En HUISMAN, F., y WARNER, J. H. (eds.), Locating Medical History. The Stories and Their Meanings, Baltimore, The John Hopkins University Press, pp. 460-484, esp. p. 460.
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tacado las ventajas que ofrece la contextualización histórica de los problemas de salud, cómo la posibilidad de situarlos en una perspectiva temporal amplia y el estímulo a la reflexión crítica sobre los efectos de las medidas sanitarias contribuyen a evidenciar las limitaciones del actual modelo reduccionista de abordaje del riesgo y permiten recuperar para el debate social y la práctica sanitaria el peso de la pluralidad de determinantes sociales, culturales, políticos y económicos de los estados de salud y enfermedad 2. Junto a la existencia de reflexiones tan persuasivas, la consolidación de una notable comunidad profesional y un creciente corpus de investigaciones en torno a la historia de la salud pública, su ocasional incardinación institucional en departamentos de salud pública o en grupos de trabajo interdisciplinares, permiten abrigar perspectivas más que halagüeñas para materializar con éxito la empresa. No formo parte de uno de esos nichos institucionales que en nuestro medio se acercan al desideratum expuesto, entre otras, por Virginia Berridge de “historia en la salud pública” 3, y sería interesante conocer las impresiones de quienes disfrutan de dicha instalación. Mi sensación, que trabajo en un departamento que tiene en la historia de la salud pública española una de sus líneas de investigación prioritarias y más consolidadas, que dista apenas cincuenta metros del departamento de salud pública de nuestra universidad y no más de dos kilómetros del principal centro de referencia y formación de expertos en salud pública y gestores sanitarios de mi comunidad autónoma, la Escuela Andaluza de Salud Pública, mi sensación —como les decía— es que esas reflexiones pragmáticas no llegan a sus destinatarios. La gravedad de los retos que asumen las sociedades contemporáneas y que afectan severamente a las desigualdades en salud agrega mayor desazón al desencuentro. Los diversos procesos de globalización, en particular la globalización económica y la de la inseguridad, han acrecentado los desafíos que han inspirado tradicionalmente las agendas de los organismos internacionales de colaboración sanitaria. Por citar algunos de los más trascendentes: los grandes problemas de salud pública ligados a la pobreza extrema, el incremento de la vulnerabilidad de las poblaciones a los riesgos sanitarios globales, el aumento de la exclusión so2 PERDIGUERO, E.; BERNABEU, J.; HUERTAS, R., y RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2001), “History of health, a valuable tool in public health”, Journal of Epidemiology Community Health, 55, pp. 667-673. 3 BERRIDGE, V. (1999), “History in Public Health: a New Development for History?”, Hygiea Internationalis, 1 (1), pp. 23-35.
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cial con sus respectivos sesgos de género y étnicos, el desequilibrio demográfico, el deterioro de las condiciones medioambientales, o el creciente condicionamiento de la agendas de investigación sanitaria y prioridades de intervención por los intereses de las corporaciones multinacionales 4. Retos que han de asumirse en el contexto del nuevo orden mundial nacido en los años noventa, en el que paradójicamente se cuestiona el multilateralismo y se deslegitiman los organismos internacionales a la vez que se evidencian las insuficiencias de los Estados para paliar eficazmente los efectos perversos del nuevo sistema de relaciones económicas, políticas, sociales y culturales 5. Las organizaciones no gubernamentales y los grupos e individuos que conforman la sociedad civil global están cumpliendo un importante papel en la denuncia de esas crecientes iniquidades sociales. Iniciativas como el Foro Social Mundial 6 o como El Movimiento Mundial por la Salud de los Pueblos, que acaba de celebrar en Cuenca, Ecuador, su segunda asamblea 7, generan lecturas alternativas que denuncian con toda crudeza las implicaciones del neoliberalismo para la salud de la población mundial, a la vez que cuestionan la connivencia y las carencias que aquejan a las agencias internacionales. La propia OMS ha experimentado desde los años ochenta una importante crisis de legitimidad y progresiva pérdida de liderazgo, lo que ha reforzado su dimensión de agencia experta de asesoramiento. El estancamiento de los fondos ordinarios ha menoscabado la capacidad de influencia democrática de los países pobres y en vías de desarrollo sobre la orientación y gestión de los programas internacionales de salud 8. Por su parte, el incremento de los recursos extrapresupuestarios donados por diversas organizaciones, con el Banco Mundial a la cabeza, han favorecido el florecimiento de programas no siempre acordes con las actividades regulares de 4 BARONA VILAR, J. L. (2004), Salud, tecnología y saber médico, Madrid, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces, pp. 235-241, proporciona una lista ampliada de dichos retos. 5 HABERMAS, J.; HELD, D., y KYMLICKA, W. (2005), “Declaración de Granada sobre la globalización”, El País, 6 de junio, p. 14. 6 [consultado el 7 de febrero de 2006]. 7 La asamblea se celebró entre el 17 y el 22 de julio de 2005. La declaración adoptada y el desarrollo de sus actividades puede consultarse en [consultada el 7 de febrero de 2006]. 8 BROWN, T. M.; CUETO, M., y FEE, E. (2006), “The World Health Organization and the Transition from ‘International’ to ‘Global’ Public Health”, American Journal of Public Health, 96 (1), pp. 62-72.
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la agencia y cuyo mantenimiento depende del grado de satisfacción de los donantes 9. La realidad diaria cuestiona, así mismo, la confianza del discurso experto en la visión progresiva de los saberes y prácticas de la salud internacional. El recurso a medidas aislacionistas y defensivas duras como forma de reacción ante nuevas crisis epidémicas internacionales por parte de las autoridades sanitarias locales, nacionales o de la propia OMS generan cuando menos desasosiego. Quizá nuestra atenuada capacidad de sorpresa se viese ligeramente alterada por algunas de las medidas adoptadas en China en la primavera de 2003 con motivo de la epidemia de “neumonía asiática”: instauración de estrictos “cordones sanitarios” en torno a hospitales en Pekín 10, creación de barricadas en poblaciones cercanas a esta ciudad 11 o la amenaza de pena de muerte a quien propagase deliberadamente la enfermedad 12. A fin de cuentas, la tesis de Ackerknecht sobre la determinación política de las estrategias de lucha contra las enfermedades epidémicas, sigue ligando en nuestro imaginario historiográfico las medidas cuarentenarias al autoritarismo político 13. Sin duda, mayor perturbación nos causó la alerta mundial decretada por la OMS y que su recomendación de no viajar a zonas afectadas incluyera a una gran urbe del “primer mundo” como Toronto, provocando su exclusión temporal de los circuitos turísticos 14. Dicha sorpresa responde, probablemente, no sólo al cuestionamiento de la escasa efectividad de estas medidas en el pasado sino también por su desafío a nuestra complaciente aceptación del doble rasero que emplean los gobiernos y los organismos internacionales 9 RUGER, J. P. (2005), “The Changing Role of the World Bank in Global Health”, American Journal of Public Health, 95 (1), pp. 60-70. 10 REINOSO, J. (2003), “Pekín pone en cuarentena a 4.000 personas y aísla otro gran hospital”, El País (edición Andalucía), 26 de abril, p. 30. 11 REINOSO, J. (2003), “Las murallas chinas contra la neumonía”, El País (edición Andalucía), 4 de mayo, p. 29. 12 REINOSO, J. (2003), “China amenaza con ejecutar a quien propague deliberadamente la neumonía”, El País (edición Andalucía), 6 de mayo, p. 31. 13 ACKERKNECHT, E. H. (1948), “Anticontagionism between 1821 and 1867”, Bulletin of the History of Medicine, 22 (5), pp. 562-593. Una documentado cuestionamiento de los planteamientos dicotómicos que han informado buena parte de los análisis históricos de las estrategias nacionales de lucha frente a los riesgos epidémicos en la Europa contemporánea puede encontrarse en BALDWIN, P. (1999), Contagion and the State in Europe 1830-1930, Cambridge, Cambridge University Press. 14 MÉNDEZ, R. (2003), “La OMS dice que aún es posible controlar la neumonía asiática”, El País, 26 de abril, p. 30.
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en la intensidad de las medidas aislacionistas según la procedencia de la amenaza15.
La elección del enfoque Parecen, pues, que sobran los argumentos para reivindicar la necesidad de explorar de qué forma la práctica de la colaboración sanitaria internacional puede beneficiarse de la labor crítica y reflexiva proporcionada por las ciencias sociales y humanas. Procede en primer lugar aclarar que he circunscrito mi análisis a algunos de los actores que han operado y operan en el escenario de la salud internacional, en particular a las agencias supranacionales de inspiración internacionalista fundadas en la primera mitad del siglo XX. Agencias que de forma compleja y con variaciones en el tiempo y el espacio desempeñaron prácticas de calado y significado distinto que van desde la defensa frente a la importación de epidemias a los intentos de erradicación, pasando por la promoción de la salud o por la asistencia en caso de hambruna o crisis sanitarias. Y organizaciones que articularon su praxis en torno a los saberes y expertos médicos y salubristas. De entre las posibles formas de abordar el encargo recibido de los organizadores del congreso opté por el que entendí más coherente con mi trayectoria académica, intentando aunar las reflexiones que me proporcionan mis trabajos en la historia del internacionalismo científico y en ciertas parcelas de la historia de la salud pública. Mi incorporación al tema del internacionalismo científico se produjo en el contexto de los diversos proyectos de investigación liderados desde comienzos de los años noventa por Guillermo Olagüe, centrados en la historia de la documentación científica 16. El 15 AGINAM, O. (2004), “Between Isolationism and Mutual Vulnerability: A South-North Perspective on Global Governance of Epidemics in an Age of Globalization”, Temple Law Review, 77 (2), pp. 297-312. Este artículo forma parte de un sugerente monográfico publicado a partir de las contribuciones realizadas en el Simposio “SARS, Public Health, and Global Governance” (Filadelfia, marzo de 2004). Los trabajos que componen el monográfico están disponibles a texto completo en (consultada el 21 de febrero de 2006). 16 Se trata de 3 proyectos cuya vigencia se ha extendido desde 1993 a 2002 y titulados, respectivamente, “La contribución francesa al desarrollo del movimiento documental europeo del principios del siglo XX”, “El internacionalismo científico y Latinoamérica: La participación de México, Argentina y Chile en el movimiento documental europeo del principios del siglo XX”, y “Hacia una ciencia de habla española: las relaciones científicas hispanoamericanas y el impacto del panamericanismo (1892-1936)”.
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internacionalismo científico era por entonces un campo bastante poco explorado que empezó a recibir creciente atención historiográfica en los años ochenta en el contexto de la reflexión sobre las relaciones cienciaexpansión colonial europea 17. Nuestro acercamiento fue especialmente deudor de los trabajos de Elisabeth Crawford 18 y de Brigitte SchroederGudehus 19. En ellos se planteaba la naturaleza histórica de los conceptos de universalismo e internacionalismo científico, así como las tensiones inherentes a la colaboración científica internacional desarrollada en el período contemporáneo. Otro puntal importante fue nuestra familiarización con las diferentes refutaciones de las tesis difusionistas de George Basalla, hasta ese momento la explicación dominante de los procesos de difusión internacional de la ciencia moderna occidental 20. El cuestionamiento de las periferias como receptores pasivos de los desarrollos de la ciencia moderna generada en las instituciones académicas de las potencias occidentales, nos llevó a explorar de forma especial la participación de los países periféricos, entendidos como consumidores de ciencia. En un primer estadio, nuestro trabajo se centró en explorar las bases sociales y científicas del movimiento internacionalista. La expansión sin precedentes de la actividad científica y su profesionalización, aderezada con la defensa del carácter universal del método científico de inspiración positivista, permitió la consolidación a lo largo del siglo XIX de una “cultura transnacional en los laboratorios” 21. La necesidad de garantizar el intercambio de resultados y de compartir técnicas e instrumentación como base 17 Dos trabajos clave en esta línea, resultado de sendos congresos internacionales celebrados en 1990 y 1991, respectivamente, son PETITJEAN, P.; JAMI, C., y MOULIN, A. M. (eds.) (1992), Science and Empires. Historical Studies about Scientific Development and European Expansion, Dordrecht-Boston-London, Kluwer Academic Publishers [Boston Studies in the Philosophy of Science, Volume 136]; LAFUENTE, A.; ELENA, A., y ORTEGA, M. L. (eds.) (1993), Mundialización de la ciencia y la cultura nacional. Actas del Congreso Internacional “Ciencia, descubrimiento y mundo colonial”, Madrid, Doce Calles. 18 Particularmente de su trabajo CRAWFORD, E. (1990), “The Universe of International Science”, 1880-1939, en FRÄNGSMYR, T. (ed.), Solomon’s house revisited. The Organization and Institutionalization of Science, Canton, Science History Publications, pp. 251-269. Existe versión castellana: CRAWFORD, E. (1996), “El universo de la ciencia internacional”, 1880-1939, Zona Abierta, 75/76, pp. 191-212. 19 SCHROEDER-GUDEHUS, B. (1990), “Nationalism and Internationalism”, en OLBY, R. C.; CANTOR, G. N.; CHRISTIE, J. R., y HODGE, M. J. (eds.), Companion of the History of Modern Science, London, Routledge, pp. 909-919. 20 C HAMBERS , D. W. (1993), “Locality and science: myths of centre and periphery”, en LAFUENTE, A.; ELENA, A., y ORTEGA, M. L. (eds.), pp. 605-617. 21 CRAWFORD (1996), p. 202.
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del desarrollo de las propias disciplinas científicas, exigió de una activa colaboración internacional en los procesos de estandarización de nomenclaturas, métodos y unidades, así como en la creación de instrumentos documentales 22. Los congresos internacionales, las convenciones y las asociaciones supranacionales fueron los principales medios empleados a tal fin 23. Todas estas iniciativas de corte supranacional, de las que fue partícipe la medicina, —crecientemente fundamentada sobre las ciencias de laboratorio—, no escaparon a las tensiones creadas por intereses económicos, políticos y sociales de orden nacional, vinculados al nacionalismo político, al dominio colonial o a la supremacía que en términos de poder otorgaba el complejo ciencia-tecnología. En una segunda fase, tras identificar los principales núcleos europeos en los que se abordaron cuestiones documentales, exploramos la participación de ciertos países periféricos en los diferentes proyectos documentales. El análisis detallado de los condicionantes sociopolíticos y culturales que mediatizaron en cada caso la incorporación alumbró una perspectiva más rica en nuestra concepción del internacionalismo. En primer lugar por la evidente refutación del carácter unidireccional de la difusión de los saberes científicos. En segundo lugar, y de forma especialmente llamativa, por la diversidad de intereses perseguidos por los agentes locales que participaron en dichos proyectos. Junto a los esfuerzos por consolidar la actividad y prestigio de las comunidades científicas nacionales, nos llamó la atención su vinculación con los procesos de construcción de las respectivas identidades nacionales y su empleo como instrumentos de cohesión social 24. 22 OLAGÜE DE ROS, G.; MENÉNDEZ NAVARRO, A.; MEDINA DOMÉNECH, R. M.a, y ASTRAIN GALLART, M. (1997), “Internacionalismo y ciencia. Las bases sociocientíficas del movimiento documental europeo”. Dynamis, 17, pp. 317-340. 23 RASMUSSEN, A. (1990), “Jalons pour une histoire des congrès internationaux au XIX e siècle: régulation scientifique et propagande intellectuelle”, Relations internationales, 62, pp. 115133; SCHROEDER-GUDEHUS, B. (1990b), “Les congrès scientifiques et la politique de coopération internationale des académies des sciences”, Relations internationales, 62, pp. 135-148. 24 Además del caso español, hemos prestado atención a Chile, México y Argentina, respectivamente, en nuestros trabajos O LAGÜE DE R OS , G.; M ENÉNDEZ N AVARRO , A., y A STRAIN GALLART, M. (1998), “Internacionalismo científico y Latinoamérica. La participación de Chile en los proyectos documentales europeos contemporáneos”, Cronos. Revista Valenciana de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 1 (1), pp. 85-111; ASTRAIN GALLART, M.; OLAGÜE DE ROS, G., y MENÉNDEZ NAVARRO, A. (2001), “Ciencia y documentación científica en la periferia. La Royal Society y la creación de la Oficina Bibliográfica mexicana” (1895-1929), Asclepio, 53 (1), pp. 295-312; MENÉNDEZ NAVARRO, A.; OLAGÜE DE ROS, G., y ASTRAIN GALLART, M (2002), “Ciencia, positivismo e identidad nacional en el Cono Sur: La participación argentina en los proyectos documentales contemporáneos” (1895-1928), Hispania, 62 (1), núm. 210, pp. 221-258.
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En 1998, con motivo de la preparación del proyecto docente para optar a una plaza de profesor permanente en la Universidad de Granada, empleé este equipaje historiográfico trasvasándolo sin demasiados remilgos al ámbito de la colaboración sanitaria para confeccionar el tema de mi segundo ejercicio, con el título “Internacionalismo y medicina: de las conferencias sanitarias internacionales a la Organización Mundial de la Salud”. En aquella ocasión, y entretejiendo los desarrollos de la colaboración sanitaria en la urdimbre internacionalista, reproduje la visión canónica de la salud internacional contemporánea siguiendo una secuencia cronológica y conceptual en tres escenarios: la diplomacia sanitaria internacional decimonónica de corte defensivo, el internacionalismo sanitario del período de entreguerras y la colaboración sanitaria para el desarrollo de la segunda mitad del siglo XX 25. Cuando recibí el encargo para esta ponencia, confié en la solidez de aquel ejercicio, en la posibilidad de emplearlo como armazón, como la arboladura en la que envergar nuevas lecturas y ceñir rumbo a iluminar cuestiones más actuales. Lamentablemente, y lo digo no sin cierta amargura, aquel texto no aguantó más allá de un par de lecturas autocomplacientes. En primer lugar porque no lograba desembarazarme de la sensación de estar contribuyendo a perpetuar una cierta idealización historiográfica en la que el recorrido contemporáneo de la colaboración sanitaria internacional se asemejaba bastante a una secuencia de progreso ligada a la creciente gestión experta. Una secuencia, además, en la que los diversos conceptos y prácticas analizados, aún reconociendo una matriz social e histórica, se sucedían con la lógica que proporciona el desarrollo científico-técnico. La marcha progresiva de este proceso correría paralela a la conversión del laboratorio en la fuente de conocimiento médico, al logro del consenso científico ante el desvelamiento de la causalidad parasitológica o bacteriana de los grandes riesgos epidémicos y del papel de los insectos vectores y a los procesos de estandarización internacional de conocimientos y prácticas de la salud pública, y en consecuencia, a la consolidación de sus profesionales y la gestión experta de la política sanitaria internacional. 25 En aquella ocasión fueron determinantes la lectura de la obra de HOWARD -J ONES , N. (1975), The scientific background of the International Sanitary Conferences 1851-1938, Geneva, World Health Organization; el trabajo de ROEMER, M. I. (1993), “Internationalism in Medicine and Public Health”, en BYNUM, W. F., y PORTER, R. (eds.), Companion Encyclopedia of the History of Medicine, London-New York, Routledge, 1993, vol. 2, pp. 1417-1435; y algunos de los trabajos incluidos en la magnífica compilación de WEINDLING, P. (ed.) (1995), International health organisations and movements, 1918-1939, Cambridge, Cambridge University Press.
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Un segundo “reproche” residía en la consideración que había otorgado al internacionalismo sanitario como variable independiente de las prácticas médicas y salubristas en el entorno colonial, a pesar de la coexistencia de ambos procesos en la mayor parte del período estudiado. De hecho circunscribí la existencia de un sesgo eurocéntrico en la colaboración al primero de los escenarios, a la diplomacia sanitaria internacional desarrollada antes de la Primera Guerra Mundial. Dicho sesgo afectaba en primer lugar a la forma en que fueron definidos los riesgos —señalando su procedencia exótica—. Y en segundo lugar a la manera en que se definieron las prioridades y métodos de intervención. Es decir, en la defensa de las poblaciones y mercancías metropolitanas mediante la dulcificación de las medidas cuarentenarias en los puertos y fronteras europeas y norteamericanas y el traslado de las medidas más drásticas de incomunicación a los extremos “orientales” o “sureños” de sus territorios de influencia o bien a la vigilancia in situ en sus propias colonias 26. Por el contrario, el traslado de la atención a la mejora de las condiciones de vida de las poblaciones europeas afectadas por la Gran Guerra mediante el llamado giro social y el impulso a la construcción de los estados del bienestar, el desarrollo de campañas en países soberanos y con la aquiescencia de las administraciones locales o el posterior proceso de descolonización y la consecuente redefinición de las agendas en el seno de los organismos internacionales tras la Segunda Guerra Mundial, despejaban cualquier atisbo de etnocentrismo en épocas posteriores. Por último, las poblaciones tanto metropolitanas como coloniales que habían sido objeto de las intervenciones sanitarias, no habían merecido mi atención. Mi predilección por un relato eminentemente institucional y profesional acababa de desposeerles de toda agencia en esta historia. A mayor abundamiento, y para acabar de rematar la faena, advertí que ello proporcionaba a mi relato una visión difusionista de los desarrollos de la salud pública internacional, una de las bestias negras que parecía bien entrenado para refutar. No sé si será efecto del centenario y veo gigantes donde sólo hay molinos, pero no les oculto el abatimiento que estos hallazgos me provocaron. Tanto por la ingenuidad con la que me parecía haber confeccionado mi El propio HOWARD-JONES (1975) reitera, en la que sigue siendo obra de referencia obligada para el estudio de las Conferencias Sanitarias Internacionales, la raigambre etnocéntrica de las medidas desarrolladas. 26
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tema de oposición, como por la perspectiva de unos meses de trabajo intenso para completar una tarea que ahora se presentaba mucho más ardua. Les cuento esto porque soy incapaz de ocultarles cuáles han sido los desencadenantes de mi particular enfoque. Finalmente opté por abordar este problema como una especie de “examen de conciencia” historiográfica. Algo así como una inmersión en mi imaginario historiográfico en un intento de reconocer cuáles fueron “mis falsos amigos”, es decir, las influencias que contribuyeron a forjar mi particular representación de los problemas de salud internacional, cuáles las lecturas que han perturbado esa mirada y la han transformado, y en qué medida el reconocimiento de ese cambio me ha permitido repensar el presente de la colaboración sanitaria internacional. Les adelanto que buena parte de la responsabilidad de ese proceso de extrañamiento y cambio apela a la importancia del “lugar” en la construcción del conocimiento. En este caso, en mi cercanía personal a Esteban Rodríguez Ocaña, de cuyo magisterio sobre la historia de la salud pública uno puede beneficiarse a demanda o por mera ósmosis, y a Rosa Medina Doménech, que gracias entre otras a su familiaridad con los estudios postcoloniales ha cultivado mi intuición para pensar la realidad desde la perspectiva de los otros. Vaya por delante mi reconocimiento por sus valiosas aportaciones. Es preciso aclarar, también, que algunas de esas aportaciones y otras muchas que han ido nutriendo mi imaginario no reconocen un origen puntual en una lectura sugerida, sino que han sido incorporadas como producto de conversaciones, préstamos de ideas y no pocos ejercicios de intuición. Les aclaro este extremo porque en el momento de anotar el texto con vistas a su publicación me he visto en el dilema de “blindarlo” con la inclusión de una abundante bibliografía a la que, he de reconocer, en ocasiones sólo he tenido acceso a través de referencias indirectas. O bien asumir la heterogeneidad de procedencias y las formas heterodoxas en las que con frecuencia incorporamos las ideas ajenas a nuestra manera de pensar el pasado.
Viejas y nuevas miradas historiográficas a la salud internacional Voy, pues, a construir un pequeño artefacto que tiene como víctima propiciatoria la historiografía consagrada a la colaboración sanitaria internacional que me permita simplificar esta exposición. Para ello hablaré de una historiografía tradicional, de carácter fundamentalmente contributivo,
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que ha servido para retroalimentar buena parte de los principios que informan la cultura experta y la praxis de la salud pública internacional. Se trata de una historiografía surgida en el período de entreguerras, coetánea a la fundación en el primer cuarto de siglo de las primeras agencias internacionales con personal permanente: la Oficina Sanitaria Panamericana, la Oficina Internacional de Higiene Pública de París, la División de Salud Internacional de la Fundación Rockefeller, la Oficina Internacional del Trabajo, la Liga de Sociedades de la Cruz Roja o la Organización Sanitaria de la Liga de Naciones. La mayor parte de los estudios fueron y siguen siendo confeccionados por colaboradores o miembros de estas agencias, con el recurso fundamental a sus propias fuentes 27. Se trata de un género que se benefició de los logros de la biomedicina y de la práctica salubrista internacional en los años inmediatamente posteriores a la 2.a Guerra Mundial en los que la salud pública apareció como victoriosa en la consecución de importantes reducciones de la mortalidad en el mundo occidental y la biomedicina parecía haber derrotado la amenaza de las enfermedades epidémicas. La creación de la Organización Mundial de la Salud en 1948 y su conversión en líder indiscutible de la salud internacional, gracias a la absorción de las labores y/o de la filosofía de las agencias de entreguerras, colmaron las mejores expectativas. Algo que tuvo su correlato en las narrativas de progreso que confeccionaron protagonistas claves en la constitu27 Esta reflexión está presente en la introducción de la compilación de WEINDLING (ed.) (1995), p. 2, que se refiere a ellos como la “generación heroica”. Allí se proporciona una primera lista de obras que he ampliado, si bien a algunas de ellas no he tenido acceso. Sin ánimo de exclusividad, y siguiendo un orden cronológico, destacaría textos como los de LACAISSE, R. (1926), L’Hygiène internationale et la Société des Nations, Paris, Editions du “Mouvement Sanitaire”; LEAGUE OF NATIONS (1931), Ten Years of World Co-operation, London, Hazell, Watson & Viney; BLANKENSTEIN, H. van (1934), L’Organisation d’Hygiène de la Société des Nations, Purmerend, J. Musses; MOLL, A. A. (1948), The Pan American Sanitary Bureau: Its Origin, Development and Achievements (1902-1944), Washington D. C., Pan American Sanitary Bureau; GOODMAN, N. M. (1952), International Health Organizations and Their Work, London; Churchill (2.a ed., 1971); PAZ SOLDÁN, C. E. (1954-1961), La solidaridad de las Américas ante la salud: un testimonio personal, 3 vols, Lima, Instituto de Medicina Social, Universisad Nacional Mayor de San Marcos; BUSTAMANTE, M. E. (1955), The Pan American Sanitary Bureau: Half a Century of Health Activities, Washington D.C., Pan American Sanitary Bureau; WILLIAMS, G. (1969), The Plague Killers, New York, Charles Scribner’s Sons; HOWARD-JONES, N. (1975); ACUÑA, H. R. (1983), Hacia el año 2000: en busca de la salud para todos en las Américas, Washington D. C., Organización Panamericana de la Salud; HOWARD-JONES, N. (1981), The Pan American Health Organization. Origins and Evolution, Geneva, World Health Organization; HOWARD-JONES, N. (1987), International Public Health between the Two World Wars. The Organizational Problems, Geneva, World Health Organization.
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ción de la nueva agencia o historiadores ligados al programa de historia social de la medicina que fructificó en Estados Unidos en las postrimerías del período de entreguerras. Si para René Sand o George Rosen, el conocimiento históricamente situado permitía superar la concepción biológica de la salud y la enfermedad redimensionándolas como procesos sociales, ello no era óbice para otorgar a la medicina y, especialmente a los profesionales de la salud pública, la consideración de agentes de progreso social 28. Este género de abordaje contributivo, convenientemente actualizado, sigue manteniendo cierta pujanza en nuestros días en los círculos profesionales salubristas 29. En segundo lugar, me referiré a una visión historiográfica renovada, tributaria fundamentalmente de los desarrollos de la historia social de la medicina. No voy a detenerme en desgranar cuáles han sido los principales aportes teóricos, ni los cambios metodológicos y de objetos de estudio que ha implicado dicha renovación. Sí me permitiré destacar que algunas de los contribuciones que han mostrado mayor fertilidad en el terreno que nos ocupa derivan del constructivismo social y su atención a los elementos moduladores de la enfermedad como entidad intelectual 30; del análisis de las prácticas discursivas de la medicina desde la perspectiva foucaltiana y su reconceptualización del poder biomédico, y de la sociología del conocimiento y su atención a la constitución de saberes y prácticas, que como la medicina tropical, han sustentado la expansión colonial europea 31. Un conjunto de abordajes que han fructificado con envidiable pujanza desde comienzos de los años noventa hasta nuestros días. A ellos debemos unir, 28 PORTER, D. (1999), “History in Public Health: Current Themes and Approaches”, Hygiea Internationalis, 1 (1), pp. 9-21, esp. p. 9. 29 La caracterización de esta producción no resulta tan sencilla ya que muchos de los acercamientos incorporan miradas histórico-sociales. Con matices podríamos citar casos como GÓMEZ-DANTÉS, O., KHOSHNOOD, B. (1991), “La evolución de la salud internacional en el siglo XX”, Salud Pública de México, 33 (4), pp. 314-329; BASCH, P. F. (1991), “A Historical Perspective on International Health”. Infectious Disease Clinics of North America, 5 (2), pp. 183-196; ORGANIZACIÓN PANAMERICANA DE LA SALUD (1992), Pro salute Novi Mundi: Historia de la Organización Panamericana de la Salud, Washington D. C., OPS; ROEMER (1993), pp. 1417-1435; BANTA, J. E. (2001), “From International Health to Global Health”, Journal of Community Health, 26 (2), pp. 73-76. 30 JORDANOVA, L. J. (1995), “The Social Construction of Medical Knowledge”, Social History of Medicine, 8, pp. 361-381. 31 ANDERSON, W. (2004), “Postcolonial Histories of Medicine”, en HUISMAN, F., y WARNER J. H. (eds.), Locating Medical History. The Stories and Their Meanings, Baltimore, The John Hopkins University Press, pp. 285-306.
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lógicamente, los desarrollos de la historia sobre el internacionalismo científico a los que antes me refería y su problematización de las relaciones centro-periferia. Algunos de estos aportes juntos a otros procedentes de la teorización de la narrativa histórica y de la antropología han cristalizado en el campo multidisciplinar de los estudios postcoloniales. Les remito a la magnífica síntesis recientemente publicada por Rosa Medina, que muestra las virtualidades que para nuestra disciplina implica la conversión del colonialismo en categoría de análisis de las sociedades contemporáneas 32. Aunque el mayor impacto hasta la fecha ha tenido lugar en la historiografía de la medicina colonial, entiendo que algunos de sus desarrollos pueden ser de gran utilidad en el terreno de la salud internacional. En particular para desvelar las diversas narrativas que han empleado y emplean las agencias internacionales y otros agentes y actores que operan en la escena internacional para conceptuar las desigualdades en salud o las crisis humanitarias. Unas narrativas que no sólo hacen entendibles dichas situaciones, sino que además permiten justificar y legitimar sus particulares estrategias de abordaje del problema. ¿Cuáles son a mi juicio las principales características de las representaciones y narrativas sustentadas por la historiografía tradicional? Un primer rasgo llamativo de estas narrativas tradicionales es su incardinación en el proceso de construcción identitaria del nuevo profesionalismo médico y salubrista desarrollado al amparo del nacimiento de los sistemas de previsión y estados del bienestar. Se trata de una producción orientada a una audiencia profesional y con marcada vocación legitimadora. Creo que es lícito pensar que las representaciones generadas por estas narrativas han contribuido y contribuyen a modular la identidad, los discursos y las prácticas profesionales, de forma similar a como los valores de la cultura profesional condicionan su mirada al pasado. Entre los valores profesionales de este colectivo destaca su identidad internacionalista. No se trata únicamente de los valores internacionalistas y humanistas reivindicados por los médicos de la época amparados en la universalidad del conocimiento cienMEDINA DOMÉNECH, R. M.a (2005), La historia de la medicina en el siglo XXI. Una visión poscolonial, Granada, Editorial Universidad de Granada. La lectura de este trabajo, que he conocido en sus versiones previas, y los frecuentes intercambios de opiniones con su autora —con la que he compartido responsabilidades docentes en diversas asignaturas que incluían entre otros objetos de reflexión el internacionalismo sanitario y el colonialismo— han sido claves en mi cambio de percepción. 32
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tífico y en la necesidad de buscar en la colaboración internacional los medios para hacer progresar la medicina y redistribuir sobre una base más igualitaria los beneficios de sus conquistas entre la humanidad. El ethos internacionalista implicaba e implica en este caso dotar también de neutralidad política a las acciones sanitarias, garantizando su independencia frente a los intereses nacionales que mediatizaban la cooperación sanitaria internacional 33. Como es bien conocido, un amplio plantel de los profesionales que formaron parte de las agencias internacionales en el período de entreguerras mostró posiciones críticas hacia la deriva de los sistemas sanitarios en el entorno de los regímenes autoritarios y fascistas, dando cabida en sus filas a un nutrido grupo de reformadores sanitarios exilados. No es de extrañar que el espacio y las instituciones internacionales aparezcan en estas narrativas nimbados de neutralidad frente a la instrumentación de las políticas sanitarias por parte de los Estados nacionales. Un segundo rasgo que quisiera destacar es la concepción teleológica del desarrollo de la colaboración sanitaria internacional que sostienen estas narrativas. El relato de las iniciativas se articula en una secuencia lineal, de progreso, en la que las diversas medidas de intervención se suceden siguiendo una lógica condicionada fundamentalmente por factores epistémicos. El motor central de ese progreso, es por supuesto, el avance del conocimiento y de las prácticas emanadas del laboratorio, cuyos desarrollos explican la creciente efectividad de la acción sanitaria. El tratamiento de las conferencias sanitarias internacionales, tradicionalmente elegidas como el momento fundacional de la colaboración sanitaria contemporánea, es significativo en este sentido. Además de ser uno de los aspectos que ha recibido menos atención, es norma en estas narrativas aludir a la falta de “resultados tangibles” en las primeras seis conferencias celebradas entre 1851 y 1885 amparándose en la ausencia de evidencias que permitieran sustentar sobre una base científica fiable la colaboración 33 El trabajo de STAPLES, A. L. S. (1998), “Constructing international authority in the World Health Organization”. En Constructing international identity: The World Bank, Food and Agriculture Organization, and World Health Organization, 1945-1965, [Phd Dissertation, The Ohio State University], Ann Arbor, UMI, pp. 358-404, resulta especialmente llamativo en este sentido. Fue la lectura del libro de CUETO, M. (2004), El valor de la salud: historia de la Organización Panamericana de la Salud, Washington D. C., OPS [Publicación Científica y Técnica No. 600], 2004, quien me puso en la pista de este interesante trabajo. Curiosamente, Cueto asume parcialmente esa labor identitaria como objeto fundamental de su obra. Véase mi reseña al texto de Cueto en MENÉNDEZ NAVARRO, A. (2005), Dynamis, 25, pp. 570-576.
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internacional 34. Sin renunciar a la influencia de otras consideraciones políticas y sociales, sería la plena instauración y progresiva aceptación de la doctrina bacteriológica de la enfermedad infecciosa la que explicaría el acuerdo, materializado en las cuatro convenciones sanitarias internacionales firmadas entre 1892 y 1897. Se trataba, básicamente, de medidas de regulación de los sistemas de notificación y control cuarentenario de enseres y personas destinadas a evitar la importación del cólera y la peste en Europa. Las sucesivas conferencias tendrían como cometido revisar y reemplazar las citadas convenciones, diferenciando los requerimientos cuarentenarios internacionales en la medida que se profundizaba en el desvelamiento de los ciclos epidemiológicos del cólera, la peste y la fiebre amarilla. Un tercer rasgo, íntimamente ligado al anterior, es la visión naturalizada y reduccionista de los riesgos epidémicos que proporcionan estas narrativas. Por imagen naturalizada del riesgo quiero decir desvinculada de los determinantes ecológicos, sociales, económicos y culturales de la enfermedad y los que mediatizan su transmisión. Otro tanto cabe decir respecto al tratamiento de las zonas endémicas, de los “reservorios naturales” de la enfermedades definidas como exóticas, trasladando una imagen patologizada del territorio y de sus habitantes, en particular de las regiones tropicales y sub-tropicales. Se trata de un rasgo coherente con la propia historia de la epidemiología. La sustitución de la medicina de la predisposición por el modelo determinista bacteriológico implicó la postergación del interés por las influencias geográficas, de localidad, que sólo mantuvieron vigencia en el estudio de la llamada patología tropical 35. La naturalización de los riesgos epidémicos y, en general, de la enfermedad, juega un papel clave en las narrativas tradicionales para privilegiar el abordaje tecnocrático de los mismos. La escasa consideración hacia los determinantes ecológicos, sociales y económicos de la enfermedad permite hacer comprensible la concentración de la acción salubrista en su control tecnológico o en la lucha contra sus vectores. La articulación de estas medidas a menudo en campañas verticales excusa, cuando no invisibiliza, la necesidad de intervenir sobre factores sociales que como la pobreza, la 34 HOWARD-JONES (1975), p. 9. Esta es una afirmación que se reitera con frecuencia en los textos consultados. 35 ANDERSON (2004), p. 285; RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1995), “Medicina y epidemias. De la racionalización del mito al mito de la racionalización”, en BARONA, J. L. (ed.), Malaltia i cultura, Valencia, Seminari d’Estudis sobre la Ciència, pp. 207-224.
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desigualdad en la distribución de los recursos o las migraciones condicionan el desarrollo de la enfermedad 36. Ese mismo proceso de naturalización es aplicado en la historiografía tradicional confeccionada a partir de los años sesenta al concepto de desarrollo, percibido como un patrón universal, como un concepto neutral y no determinado política e históricamente. La narrativa dominante en el modelo salud y desarrollo otorga al control de la enfermedad la capacidad de generar mejoras sociales y económicas. Doble descontextualización, pues, al asumir en primer lugar que la salud es una entidad autónoma que puede ser entendida al margen de los procesos de cambio social y ambiental y lograda mediante el control o la eliminación de los parásitos. Y en segundo lugar, al obviar cualquier consideración sobre la distribución de los posibles beneficios económicos y sociales derivados de la eliminación de la enfermedad o de la necesidad de intervenir en la estructura política o social de producción para lograr la mejora de las condiciones de vida 37. Algo que no resulta sorprendente si tenemos en cuenta la raigambre liberal de la teoría de la modernización, asumida por las democracias occidentales e impulsada por las diversas agencias internacionales integradas en el sistema de Naciones Unidas. Otro rasgo que quisiera destacar de la historiografía tradicional es la no percepción de la existencia de un sesgo etnocéntrico en la colaboración sanitaria internacional, con excepción de la literatura consagrada al modelo defensivo decimonónico. La conversión de salud pública en un ingrediente de la lógica civilizatoria en el período de entreguerras o la creciente descentralización de la estructura de OMS y la neutralidad otorgada al concepto de desarrollo parecen dotar de universalidad los principios que rigen la colaboración sanitaria del siglo XX 38. Íntimamente ligado a ello es la escasa reflexión que estas narrativas dedican al impacto de las intervenciones salubristas en la población y su mera consideración como receptora de la acción internacional. He querido cerrar esta enumeración con una de las concepciones más sólidamente incrustadas en la visión tradicional. Me refiero a la consideración de las agencias internacionales como espacios para la modernización 36 PACKARD, R. M., y BROWN, P. J. (1997), “Rethinking Health, Development, and Malaria: Historicizing a Cultural Model in International Health”, Medical Anthropology, 17 (3), pp. 181-194. 37 PACKARD, BROWN (1997), p. 188. 38 STAPLES (1998), pp. 358-404.
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de la administración sanitaria, la capacitación profesional y la promoción de reformas asistenciales en los diversos entornos nacionales. Y lo he hecho así porque esta consideración ha alimentado una de las líneas más productivas de la historiografía renovada que ha constatado la influencia determinante de los modelos internacionales en la constitución de los sistemas asistenciales contemporáneos, a la vez que desvela la raigambre eminentemente profesional de las iniciativas internacionalistas y su aspiración a consolidar la supremacía de la gestión experta. Pocos casos nacionales han escapado, por ejemplo, al escrutinio de la historiografía renovada sobre el papel de las elites reformistas locales en la profesionalización y modernización de sus respectivas administraciones sanitarias mediante la colaboración con los diversos programas de la Fundación Rockefeller 39. Los estudios de caso han mostrado en primer lugar las estrategias empleadas por la Fundación para la constitución de redes internacionales de conocimiento experto, verdadero trasunto de la internacionalización del modelo salubrista norteamericano. Así mismo se ha generado una abundante producción sobre la diversidad de los fines locales perseguidos por la fundación filantrópica en sus campañas contra la anquilostomiasis, la fiebre amarilla o el paludismo. Los estudios sobre dichas campañas ejemplifican con claridad los diversos mecanismos de generación de la visión reduccionista de la enfermedad y de los medios para privilegiar el abordaje tecnocrático tan caro a la División de Salud Internacional. Entre los aspectos que siguen generando mayores divergen39 La lista de trabajos es extensa y bien conocida. Entre los casos que he revisado sin ánimo de exclusividad están RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2000), “Foreign expertise, political pragmatism and professional elite. The Rockefeller Foundation in Spain”, 1919-39, Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences, 31 (3), pp. 447-461; MEJÍA RODRÍGUEZ, P. (2004), “De ratones, vacunas y hombres: el programa de fiebre amarilla de la Fundación Rockefeller en Colombia, 1932-1948”, Dynamis, 24, pp. 119-155; KAVADI, S. (2002), “‘Wolves Come to Take Care of the Lamb’. The Rockefeller Foundation’s Hookworm Campaign in The Madras Presidency, 1920-1928”, en RODRÍGUEZ-OCAÑA, E (ed.), The Politics of the Healthy Life. An International Perspective, Sheffield, EAHMH Publications, pp. 89-111; CUETO, M. (ed.) (1994), Missionaries of Science. The Rockefeller Foundation and Latin America, Bloomington, Indiana University Press; GILLESPIE, J. A. (1995), The Rockefeller Foundation and Colonial Medicine in the Pacific 1911-1929, Auckland, Pyramid Press; LÖWY, I., y ZYLBERMAN, P. (2000), “Medicine as a Social Instrument. Rockefeller Foundation, 1913-45”, Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences, 31 (3), pp. 365-379; BIRN, A. E., y SOLORZANO, A. (1999), “Public health policy paradoxes: science and politics in the Rockefeller Foundation’s hookworm campaign in Mexico in the 1920s”, Social Science & Medicine, 49 (9), pp. 1197-1213; LITSIOS, S. (2005), “Selskar Gunn and China: The Rockefeller Foundation’s “Other” Approach to Public Health”. Bulletin of the History of Medicine, 79 (2), pp. 295-318.
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cias interpretativas destaca el papel de la fundación en la defensa de los intereses económicos, políticos y culturales norteamericanos 40. Por otro lado, los estudios de caso ofertan un rico elenco de estrategias empleadas por las administraciones locales y los colectivos profesionales y académicos en su empeño de promover el control experto de la política sanitaria. Más críticas hacia la fundación resultan las narrativas, pocas aún, que han extendido la “mirada local” más allá de los grupos profesionales. Éstas revelan la frecuente colisión entre los saberes expertos internacionales y los locales, la conversión de ciertas comunidades en grandes laboratorios “naturales” en los que experimentar ciertos desarrollos técnicos, a la vez que muestran cómo los intereses de la fundación subvirtieron con frecuencia las prioridades sanitarias locales. La mirada renovada hacia la historia institucional de las principales agencias internacionales del período de entreguerras ha proporcionado también importantes dividendos 41. En primer lugar, al mostrar cómo las nuevas concepciones y objetivos del trabajo sanitario internacional basados en la mejora de las condiciones de salud de la población y el logro de la estabilidad social en el continente europeo y americano a través de la extensión de los dispositivos asistenciales y sanitarios, coexistió con la tradicional concepción defensiva de la salud pública. Así, por ejemplo, la Organización Sanitaria de la Liga de Naciones, que promovió el abordaje médico-social de los principales problemas de salud en el continente europeo, profundizó en la política de control y defensa frente a la importación de enfermedades epidémicas heredada del período anterior, ahora recubierta de un aura de tecnocracia. En segundo lugar, ha mostrado la complejidad del organismo matriz y las diferencias sustanciales existentes entre sus diversas secciones técnicas. Dichas diferencias y la fragmentación de objetivos y cobertura entre ellas ha servido para ilustrar los factores estructura40 Véase, por ejemplo, la discusión de parte de esta literatura que realiza FARLEY, J. (2004), “A capitalist plot?”, en To Cast Out Disease. A History of the International Health Division of Rockefeller Foundation (1913-1951), Oxford, Oxford University Press, pp. 292-298. 41 En este ámbito sigue siendo obligada la consulta de los trabajos incluidos en la compilación de WEINDLING (1995). También me ha resultado útil la consulta, entre otros, de los trabajos de FARLEY (2004); CUETO (2004), y WEINDLING, P. (1997), “Philanthropy and World Health. The Rockefeller Foundation and the League of Nations Health Organisation”, Minerva, 35, pp. 269281; LEE, K. (1998), Historical Dictionary of the World Health Organization, Lanham, The Scarecrow Press. No he podido consultar la obra de SIDDIQI, J. (1995), World Health and World Politics: The World Health Organization and the UN System¸ Columbia, University of South Carolina Press.
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les que lastraron la materialización de medidas de intervención efectivas sobre los determinantes sociales y económicos de la salud. En tercer lugar, la nueva historiografía ha incorporado una perspectiva comparada de las inspiraciones y abordajes promovidos por las diferentes agencias lo que ha permitido identificar sus vínculos institucionales, las narrativas comunes, la heterogeneidad de sus orientaciones, así como los importantes sesgos etnocéntricos y de género y las carencias presentes en sus respectivas agendas. Quizá una de las áreas menos exploradas y más necesitadas de atención en la agenda de la historiografía renovada es la consideración de las poblaciones destinatarias de la acción internacional. La nueva historiografía sigue exhibiendo cierto apego a las fuentes profesionales e institucionales y en pocas ocasiones ha explorado las experiencias de las poblaciones locales, que a menudo exigen el recurso a las fuentes orales y los métodos propios de la antropología médica 42. El estudio de los procesos de encuentro entre el modelo biomédico y los diversos sistemas asistenciales locales; el análisis de la resignificación que de dichas prácticas biomédicas realizan las poblaciones afectadas; el impacto y significación del control médico de inmigrantes en las fronteras; la transformaciones que los valores sociales implícitos en las prácticas y saberes biomédicos ejercen sobre sus destinatarios; o el examen de las diversas experiencias de enfermar, y de los factores sociales y culturales que determinan las respuestas de las poblaciones locales ante la acción internacional, que van desde la aquiescencia a la abierta resistencia, son todos aspectos relevantes y necesitados de mayor atención.
Lecciones sencillas que conviene no olvidar La amplitud y diversidad de la producción historiográfica que vengo comentando convierte en titánico, cuando no en presuntuoso, el intento de extraer de ella enseñanzas unívocas. Voy, no obstante, a señalar algunas consideraciones que, desde mi punto de vista, creo pueden contribuir a informar y hacer más fructífera nuestra lectura del presente. La primera es de una simplicidad abrumadora, y dada la lógica con que finalmente he confeccionado este ensayo es casi una tautología: las formas 42 Véase en este sentido RUBINSTEIN, R. A., y LANE, S. D. (1990), “International Health and Development”, en JOHNSON, T. M., y SARGENT, C. F. (eds.), Medical Anthropology. A Handbook of Theory and Method, Westport, Greenwood Press, pp. 367-390.
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en que se han conceptuado la colaboración sanitaria internacional, sus objetivos, las prácticas y los medios con que se han materializado son productos históricos. El reconocimiento de esa naturaleza histórica debe servir, entre otros fines, para promover lecturas menos deterministas sobre el desarrollo de sus prácticas. Las formas en que se estructuran las estrategias de lucha frente a los riesgos epidémicos no están determinadas únicamente por la interpretación científica de sus causas y modos de transmisión. Son, por el contrario, la resultante de una sumatoria de elementos científicos, políticos, administrativos, culturales, sociales y económicos. La interacción de estos elementos estructura las narrativas que en cada caso hacen entendible y justifican una determinada forma de intervención, como el reciente caso de la neumonía asiática o la crisis del Katrina nos están mostrando. La segunda consideración está ligada íntimamente a la anterior, en la medida en que la historia de la salud internacional desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, puede ser descrita como la historia de la consolidación hegemónica de una narrativa concreta sobre la salud y la asistencia. Se trata lógicamente de la concepción biomédica sustentada por los grupos profesionales expertos que aspiraron a través de la escena internacional a paliar las condiciones de sufrimiento y enfermedad de amplios sectores de la población mediante la distribución de los recursos del sistema médico occidental. Se trata de una narrativa reduccionista de los conceptos de salud, asistencia y desarrollo, y etnocéntrica en la medida en que desvaloriza los saberes y prácticas locales. El reconocimiento de dichos sesgos debe servir para desvelar los mecanismos de naturalización que siguen operando en las narrativas actuales sobre las enfermedades y poblaciones enfermas de los países pobres, en especial del continente africano. Debe permitir, además, recuperar el peso de los determinantes políticos, ecológicos y sociales de la enfermedad en el diseño de los abordajes salubristas. Y debe, por último, alentar intentos serios de integrar en dichas estrategias a los saberes y sanadores locales. La tercera consideración se desprende de la identificación de los factores epistémicos, políticos, estructurales y organizativos que han operado sobre las grandes agencias internacionales condicionando que las estrategias de lucha contra la enfermedad hayan estado, con excepciones puntuales, desligadas de intervenciones más amplias para la mejora de las condiciones de vida de la población objeto de atención. Como ha señalado entre otros Socrates Litsios, la fragmentación de objetivos y división de tareas propio de la Liga de Naciones se potenció en el sistema de Naciones Uni-
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das, con clara implicaciones en sus respectivas agencias sanitarias. En el caso de Naciones Unidas, el particular ambiente de post-guerra reacio al establecimiento de modelos de desarrollo centralizados y estatales que recordaban en exceso a los sistemas propios de los regímenes fascistas y el uso instrumental de la colaboración sanitaria en la lucha contra el comunismo ahondaron los obstáculos para la colaboración entre diversas agencias 43. La cuarta consideración afecta a uno de los axiomas más inamovibles de la cultura contemporánea occidental: la secular confianza social hacia el complejo científico-técnico, percibido no sólo como objetivo y neutral, sino además como principal agente en la solución de los problemas sociales. La historiografía ha mostrado cómo los desarrollos tecnológicos como el DDT, las vacunas o los antibióticos, y estamos asistiendo en nuestros días a los de la genómica, han servido para alentar visiones restrictivas de la enfermedad y privilegiar su abordaje tecnocrático. La reflexión crítica sobre las limitaciones de estos abordajes debería promover visiones más integrales entre los profesionales salubristas. La historiografía renovada ha proporcionado, por último, una visión comprensiva de cómo la herencia colonial ha operado a diversos niveles para lastrar los intentos de las agencias internacionales por acortar las desigualdades en salud en los países pobres o en desarrollo. Además de razones ya esbozadas, conviene señalar la incapacidad de los sistemas sanitarios impulsados por la OMS tras la descolonización para hacer frente a las necesidades de las poblaciones locales 44. A pesar de la agenda internacional implementada desde finales de los setenta a través de la Atención Primaria de Salud, dichos sistemas han mantenido la orientación biomédica heredada del pasado colonial. Además de la responsabilidad de actores externos, conviene no olvidar otros aspectos de la política local. Los nuevos países independientes nacieron con evidentes limitaciones económicas y educativas, que incidieron de forma especial en el ámbito de la salud. La incorporación masiva de expertos occidentales para suplir dichas carencias, y la formación metropolitana de muchos de los líderes políticos de los nuevos estados facilitaron la adopción de enfoques acordes a los patrones occidentales de salud y desarrollo. Las elites sociales locales estimularon 43 LITSIOS, S. (1997), “Malaria Control, the Cold War, and the Postwar Reorganization of International Assistance”, Medical Anthropology, 17 (3), pp. 255-278. 44 PACKARD, R. M. (2000), “Post-Colonial Medicine”, en COOTER, R., y PICKSTONE J. (eds.), Medicine in the Twentieth Century, Amsterdam, Hardwood Academic Pub, 2000, pp. 97-112.
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la inversión de importantes recursos en el desarrollo de servicios asistenciales hospitalarios de alto nivel en el medio urbano, postergando el desarrollo de servicios para la población rural. Las campañas verticales, que se desarrollaron en los años sesenta y setenta y el impulso a la planificación familiar permitieron a los gobiernos mantener la apariencia de un esfuerzo por cerrar la brecha en el acceso a los recursos sanitarios entre los distintos sectores de su población, que en muchos casos se acrecentaron con la independencia. La propia planificación familiar, que se incorporó en la agenda de las principales agencias internacionales en la inmediata posguerra, respondía a intereses y narrativas etnocéntricas. El pensamiento estratégico de buena parte de las democracias occidentales defendió que los problemas de los países subdesarrollados no derivaban de la explotación económica, comercio injusto o dependencia político-militar, sino que eran el producto de la excesiva tasa de natalidad, lo que provocaba una pobre actuación en el plano económico además de inestabilidad política (que tenían el inconveniente añadido de favorecer el deslizamiento de dichos países hacia la órbita soviética). Esta forma de conceptuar el problema convirtió, además, a las mujeres en las causantes de las amenazas del tercer mundo, consagrando a la planificación familiar en uno de los ejes de la actuación del capitalismo democrático contra el subdesarrollo 45. Los colectivos profesionales médicos de los nuevos países también se resistieron a algunas de las transformaciones, como por ejemplo la orientación de los curricula hacia las necesidades locales y la integración con los otros sistemas de atención que nutrían el rico pluralismo asistencial local. Muchos estudiantes temieron que ello menoscabara el valor de sus titulaciones y expectativas internacionales de empleo. El medio rural no resultó atractivo para los nuevos egresados, con frecuencia mucho más interesados en el desarrollo de estructuras sanitarias de tercer nivel. El desconocimiento de las necesidades sanitarias de las poblaciones rurales abonó la escasa atención prestada al mismo en el diseño de las políticas sanitarias. Las visiones alternativas, que existieron, sólo lograron materializarse en casos muy aislados, como Tanzania o China 46. La pérdida de representatividad 45 BRIGGS, L. (2002), “Demon Mothers in the Social Laboratory: Development, Overpopulation, and ‘the Pill’” (1940-1960), en Reproducing Empire: Race, Sex, Science, and US. Imperialism in Puerto Rico, Berkeley, University of California Press, pp. 109-141. Tomado de la reseña que Anne-Emanuelle Birn ha dedicado a este texto. BIRN, A. E. (2005), Bulletin of the History of Medicine, 79 (2), pp. 337-339. 46 PACKARD (2000), pp. 109-110.
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de la OMS desde los años ochenta a la que me refería al comienzo del texto no hace sino acrecentar las dificultades para adecuar los respectivos sistemas asistenciales nacionales a las necesidades locales.
Epílogo: propuestas para descentrar las audiencias La riqueza de las preguntas e interpretaciones que fecundan la creciente historiografía renovada sobre salud internacional proporcionan claves más que suficientes para iluminar el presente. Pero no sólo es relevante el qué sino también el cómo y el a quién. En este último apartado intentaré reflexionar sobre los dos últimos interrogantes y plantear algunos retos a nuestra tradicional inercia a considerar las publicaciones académicas y las audiencias profesionales como principales medios y destinatarios de nuestros mensajes. Al inicio del texto me he referido a las experiencias de coexistencia de salubristas e historiadores en departamentos conjuntos que pueblan el panorama académico nacional e internacional. No me considero poseedor de una experiencia cualificada para calibrar la bondad de estas experiencias, pero resultan obvios los desafíos que implica la interdisciplinariedad. Entre otros, el de obligarnos a cuestionar asunciones, rutinas y hábitos intelectuales bien enraizados en casi todas las culturas profesionales. La necesidad de superar el fetichismo metodológico que a veces practicamos, o la dificultad de acoplar y supeditar nuestras agendas de investigación a demandas puntuales son otros retos nada desdeñables. Mi reciente participación junto a otros compañeros de la Universidad de Granada en el proyecto europeo ITEMS, acrónimo inglés de Identifying Trends in European Medical Space, en el que se exploraba y promovía la contribución de los científicos sociales a los desarrollos biomédicos actuales, ha sido una cruda constatación de tales desafíos. Entretanto alguien con mayores arrestos intelectuales y fuste organizativo que los míos nos muestra los caminos, se me ocurren tres propuestas para que fructifiquen nuestros mensajes. La primera es de carácter previo y la tomo prestada de John Pickstone 47. Nuestra agenda no puede limitarse a la historia de los saberes, las prácticas, los profesionales sanitarios y 47 PICKSTONE, J. V. (2005), “Medical History as a Way of Life [review article]”, Social History of Medicine, 18 (2), pp. 307-323.
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los pacientes, sino que debe extenderse al estudio de la toma de decisiones de gerentes, políticos o responsables de la industria médico-farmacéutica. Sólo así lograremos entender mejor cómo construyen sus decisiones los responsables de los programas de salud internacional en nuestros días. He partido de la suposición que en dicho proceso pesan también los mecanismos de construcción de la identidad profesional en la que tan activamente se involucra la producción historiográfica tradicional. Enriquecer ese empeño identitario con la integración de algunos de los aportes de la mirada renovada puede acortar una brecha que ahora se nos antoja insalvable. La segunda idea la tomo prestada de Randall Packard y Peter Brown, y me la reafirma a diario el sentido común 48. Las explicaciones hegemónicas son poco sensibles a las sugerencias y críticas en época de bonanza. Es conveniente, pues, aprovechar las oportunidades en las que la comunidad experta en salud internacional se muestra más sensible ante lecturas y miradas que cuestionan sus propias narrativas. Y estos casos, como nos enseña la propia historia, coinciden con la constatación del fracaso de los desarrollos tecnológicos empleados o con situaciones en las que los obstáculos sociales y culturales resultan insalvables para su ejecución. Para ello debemos ser concientes de las limitaciones y los condicionantes a que se ven sometidos los salubristas y estar dispuestos a acomodar en nuestras agendas de investigación los retos que en esos momentos afrontan los responsables de los programas de salud internacional. Precisamente, John Farley, en el epílogo con que concluye su historia de la División de Salud Internacional de la Fundación Rockefeller, nos ofrece un claro ejemplo de dichas oportunidades a propósito de Programa de Erradicación Global del Paludismo que la OMS lanzó en 1955. Farley, que compara los cambios operados en la filosofía que inspira la colaboración sanitaria internacional con las oscilaciones de un péndulo, otorga agencia y capacidad a los historiadores sociales para impulsar su balanceo. El análisis histórico y, en particular, el impacto de la obra de Thomas McKeown en los años setenta fue clave, en opinión del Farley, para el cuestionamiento y superación, al menos temporal, del acercamiento tecnocrático y de la filosofía erradicacionista que inspiró dicho programa y otras campañas verticales desarrolladas por las diferentes agencias internacionales tras la 2.a Guerra Mundial 49. 48 49
PACKARD, BROWN (1997), p. 192. FARLEY (2004), pp. 288-291.
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La tercera idea es diversificar y descentrar nuestras audiencias, superando la inercia de considerar como destinatarios únicos de nuestras reflexiones las esferas profesionales. Además de intentar influir en las narrativas de los expertos salubristas debemos ser capaces de redimensionar socialmente el debate en torno a la salud pública internacional y ello implica considerar otros destinatarios. Por supuesto, debemos pensar en nuestras audiencias “naturales”, en el alumnado de pregrado de las diversas titulaciones sanitarias en las que tenemos presencia docente. Podemos y debemos favorecer que prenda en ellos la semilla del antideterminismo y que nuestra docencia sea una vacuna que los inmunice frente al reduccionismo biologicista. No debemos olvidar las oportunidades que nos brinda el amplio movimiento de voluntariado entre nuestros estudiantes y el hecho de que numerosas universidades españolas hayan creado espacios para el debate y la reflexión en el campo de las desigualdades sociales. En el caso de la Universidad de Granada, un activo Centro de Iniciativas de Cooperación al Desarrollo ha articulado por vez primera en el curso académico 2004-2005 actividades docentes que han permitido un abordaje transversal del problema. Alumnos procedentes de diferentes titulaciones han recibido en las aulas universitarias, entre ellas la de nuestra Facultad de Medicina, docencia multidisciplinar en la que se ha incitado a la reflexión y al debate sobre la pobreza y sus causas, las desigualdades Norte-Sur, las poblaciones vulnerables, las desigualdades de género o el desarrollo sostenible. Un espacio en el que la historia de la salud pública internacional tiene mucho que aportar. Y desde luego debemos considerar entre nuestras audiencias a los agentes sociales y a la propia ciudadanía y los movimientos sociales que la articulan. Mi modesta experiencia en el ámbito de la salud laboral, en particular en torno al problema del amianto, me ha permitido confirmar que la capacidad de mis reflexiones de iluminar el análisis del presente es directamente proporcional a la distancia del receptor a la cultura experta. O dicho de otro modo, escasa receptividad entre los profesionales de la salud laboral y mucha mayor entre sindicatos o colectivos de afectados. La conexión con los agentes sociales y con los movimientos sociales tiene además una doble virtualidad nada desdeñable. La primera, la de permitirnos recuperar la voz de los “otros”, en este caso conceptuados como subalternos por su sometimiento no sólo político sino también cultural al discurso experto. Algo que cuando menos debe posibilitar que cuestionemos y repensemos nuestras propias agendas. Y la segunda, la de recuperar para nuestro quehacer una función instrumental que contribuya a reforzar la agencia histórica de los movimientos sociales.
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LA HISTORIOGRAFÍA ESPAÑOLA Y LOS ENTERRAMIENTOS FUERA DE POBLADO: ESTUDIOS Y PERSPECTIVAS Mercedes Granjel Antonio Carreras Panchón Universidad de Salamanca
La consolidación de la llamada historia de las mentalidades ha sido determinante para que en la actualidad la historiografía española cuente con un conjunto importante de investigaciones en torno al fenómeno de la muerte. En el interés inicial por este tema, desarrollado en España a partir de la década de los setenta, es fácil comprobar la impronta de los trabajos de Ariès, Vovelle, Chuanu o Lebrun 1; los modelos y métodos empleados por estos autores constituyen todavía hoy un punto de referencia para cualquier historiador que estudie las conductas colectivas ante la muerte. Desde la propuesta pionera de Barreiro Mallón 2 han transcurrido treinta años, un espacio de tiempo que nos permite comprobar la evolución de la historiografía sobre este tema. A lo largo de estas décadas se advierte la consolidación del recurso a las escrituras testamentarias, convertidas en la fuente principal para analizar estas conductas. Este hecho, junto a la frecuente limitación cronológica al siglo XVIII y la mayor atención de los historiadores hacia el medio urbano, serán los rasgos más sobresalientes de los estudios sobre la muerte aparecidos en España en los años ochenta 3. Un enfo1 ARIÈS, Ph. (1977), L’homme devant la mort, Paris, Taurus; CHAUNU, P. (1984), La mort á Paris: XVI e, XVII e et XVIII e siècles, Paris, Fayard; LEBRUN, F. (1971), Les hommes et la mort en Anjou aux XVII e et XVIII e siècles, Paris, Mouton; VOVELLE, M. (1973), Piété baroque et déchristianisation en Provence au XVIII e siècle, Paris, Plon. 2 BARREIRO MALLÓN, B. (1975), “El sentido religioso del hombre ante la muerte en el Antiguo Régimen: un estudio sobre archivos parroquiales y testamentos notariales”. En Actas de las I Jornadas de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas, vol. V, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, pp. 181-197. 3 A esta década corresponden las monografías de PASCUA SÁNCHEZ, M.a J. (1984), Actitudes ante la muerte en el Cádiz de la primera mitad del siglo XVIII, Cádiz, Fundación Municipal de
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que más dinámico se comprueba en las investigaciones posteriores, que distinguen dos niveles de análisis: de un lado los discursos de tipo literario o ideológico (fundamentalmente eclesiásticos) y de otro los comportamientos colectivos ante la muerte, estudiados a través de los testamentos. La introducción de nuevas fuentes (literarias, doctrinales, artísticas) para interpretar el discurso religioso, la apertura a otras etapas históricas y la mayor atención a las zonas rurales definen en su conjunto esta segunda etapa 4. Mención especial merece la obra de Vaquero Iglesias, no sólo por abordar una etapa de gran interés histórico (la transición entre el Antiguo Régimen y el siglo XIX), sino por romper con los esquemas habituales y abrir nuevas perspectivas (antropología cultural, análisis de la prensa) en este tipo de estudios. En su obra, como en la realizada por Guiance 5 —uno de los escasos historiadores españoles que ha estudiado el problema de la muerte en la etapa medieval— la dependencia de la historiografía francesa se abre a aproximaciones y planteamientos más novedosos. Uno de los temas abordados en estas investigaciones es el referente a los enterramientos, un problema cargado de hondas implicaciones culturales, sociales, científicas y religiosas. Siguiendo los modelos y métodos Cultura; LÓPEZ, R. J. (1985), Oviedo: muerte y religiosidad en el siglo XVIII (Un estudio de mentalidades colectivas), Oviedo, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias; REDER GADOW, M. (1986), Morir en Málaga. Testamentos malagueños del siglo XVIII, Málaga, Universidad de Málaga; RIVAS ÁLVAREZ, J. A. (1986), Miedo y piedad. Testamentos sevillanos del siglo XVIII, Sevilla, Diputación Provincial; LÓPEZ I. MIGUEL, O. (1987), Actituds collectives devant la mort i discurs testamentari al Mataró del segle XVIII, Barcelona, Rafael Dalmau; PEÑAFIEL RAMÓN, A. (1987), Testamento y buena muerte. Un estudio de mentalidades en la Murcia del siglo XVIII, Murcia, Academia Alfonso X el Sabio. Una revisión historiográfica sobre el conjunto de estos trabajos en GARCÍA FERNÁNDEZ, M. (1990), “Actitudes ante la muerte, religiosidad y mentalidad en la España Moderna. Revisión historiográfica”, Hispania, 50 (176), pp. 1073-1090. 4 HERNÁNDEZ, M. (1990), La muerte en Canarias en el siglo XVIII (Un estudio de historia de las mentalidades), La Laguna, Centro de la Cultura Popular Canaria; LORENZO PINAR, F. J. (1991), Muerte y ritual en la Edad Moderna. El caso de Zamora (1500-1800), Salamanca, Universidad de Salamanca; VAQUERO IGLESIAS, J. A. (1991), Muerte e ideología en la Asturias del siglo XIX, Madrid, Siglo XXI; MARTÍNEZ GIL, F. (1993), Muerte y sociedad en la España de los Austrias, Madrid, Siglo XXI; GARCÍA FERNÁNDEZ, M. (1996), Los castellanos y la muerte. Religiosidad y comportamientos colectivos en el Antiguo Régimen, Valladolid, Junta de Castilla y León; MADARIAGA ORBEA, J. (1998), Una noble señora, herio anderea: actitudes ante la muerte en el País Vasco, siglos XVIII y XIX, Bilbao, Universidad del País Vasco; ALEMÁN ILLÁN, A. (2002), Entre la Ilustración y el romanticismo: morir en Murcia, siglos XVIII y XIX, Murcia, Kiosco JMC; GONZÁLEZ LOPO, D. L. (2002), Los comportamientos religiosos en la Galicia del Barroco, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia. 5 GUIANCE, A. (1998), Los discursos sobre la muerte en la Castilla medieval siglos (VII-XV), Valladolid, Junta de Castilla y León.
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definidos por los historiadores franceses, la historiografía española ha estudiado este problema desde diferentes perspectivas, en un intento por profundizar en sus diversas implicaciones 6. En sus inicios estos estudios se han abordado desde obras más generales, centradas en el análisis de las conductas y actitudes en torno a la muerte. La dependencia de las escrituras testamentarias, de cuyo análisis seriado han surgido la mayoría de las investigaciones consagradas a este tema, y la preocupación de un porcentaje significativo de otorgantes por señalar en sus testamentos el lugar de su sepultura, han permitido profundizar en las costumbres y usos de la población en lo tocante a su inhumación 7. Es preciso advertir que el recurso exclusivo a este tipo de fuentes hace que muchas de estas obras repitan el mismo esquema expositivo y determina que el problema de los enterramientos adolezca de un análisis más exhaustivo de las creencias, y valores sociales que encerraba esta cuestión. La incorporación de otro tipo de fuentes (sermonarios, pastorales, libros de devoción, oraciones fúnebres) ha permitido profundizar en el significado religioso y social de las inhumaciones en el interior de los templos —imprescindible para comprender correctamente el problema de la resistencia social a la implantación de los cementerios— y en la recepción del discurso eclesial sobre la muerte. Asimismo permite comprobar el grado de instrumentalización que los grupos sociales dirigentes hicieron de la muerte para defender y mantener sus privilegios 8. Uno de los aspectos que en nuestra opinión tiene mayor interés es comprobar si en España se produjo el cambio constatado por los historiadores Especialmente FOISIL, M. (1974), Les attitudes devant la mort au XVIII è siècle: sépultures et suppressions de sépultures dans le cimetière des Saint-Innocents, Revue Historique, 521 (2), pp. 303-330; RAGON, M. (1981), L’Espace de la mort. Essai sur l’architecture, la décoration et l’urbanisme funéraires, Paris, A. Michel; URBAIN, J. D. (1989), L’archipel des morts: Le sentiment de la mort et les dérives de la mémoire dans les cimetières d’Occident, Paris, Payot-Rivages; LASSÈRE, M. (1997), Villes et cimetières en France de l’Ancien Régime à nos jours: Le territoire des morts, Paris, L’Harmattan. 7 En una segunda aproximación a esta cuestión, García Fernández señalaba la importancia de las cláusulas económicas de los testamentos para comprobar la relación existente entre mentalidad y poder económico en los usos funerarios. GARCÍA FERNÁNDEZ, M. (1995), “Tendencias historiográficas recientes sobre religiosidad popular e historia de la muerte y de las mentalidades”, en BARROS, C. (ed.), La historia a debate. II. Retorno del sujeto, Santiago de Compostela, Xunta de Galicia, pp. 143-157. 8 Sin renunciar a las escrituras testamentarias, autores como Pascua Sánchez (1984), López (1985), Rivas Álvarez (1986), Lorenzo Pinar (1991), Vaquero Iglesias (1991), Martínez Gil (1993), Alemán Illán (2002) o González Lopo (2002) han incorporado a sus investigaciones este tipo de fuentes. 6
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franceses en la sociedad gala con respecto a la inhumación en cementerios. En efecto, Ariès, Chaunu, Lassère, Lebrun o Vovelle coinciden en señalar el desinterés progresivo por el enterramiento en el interior de las iglesias a lo largo del siglo XVIII y un aumento del número de personas que se inhumaban en cementerios. Se trate de un fenómeno característico de la progresiva descristianización y laicización de la población (a la manera vovelliana) o del tránsito de la “muerte propia” a la “muerte ajena” (Ariès), es incuestionable la existencia de esta transformación. ¿Hasta qué punto el desinterés de los testadores españoles por esta cuestión —que se advierte en el incremento de individuos que silencian la elección de sepultura en su testamento— puede identificarse con este cambio de actitudes colectivas ante la muerte detectado en Francia? 9 Es ésta una de las cuestiones abiertas en la historiografía española, toda vez que los estudios realizados no han sido capaces de analizar en profundidad el abanico de razones que expliquen las actitudes colectivas de los españoles al respecto. Una cuestión de gran interés es el análisis de la política mortuoria llevada a cabo por Carlos III y Carlos IV, especialmente el estudio de la Real Cédula de 1787 sobre cementerios. Esta disposición ha sido objeto de estudios de muy diverso carácter que, no obstante su interés, mantienen importantes interrogantes sobre sus orígenes y el debate que suscitó. Todos los autores coinciden al subrayar el papel de la epidemia de Pasajes de San Juan (Guipúzcoa) de marzo de 1781 como el origen inmediato de las medidas adoptadas en esta materia. Este suceso dio inicio a diversas actividades en la Sala de Gobierno del Consejo de Castilla entre 1781 y 1786 que condujeron a la promulgación, en 1787, de una Real Cédula dirigida a reintroducir la práctica antigua de enterrar los cuerpos en lugares al descubierto y alejados de los núcleos urbanos. Una de las primeras aproximaciones al estudio de esta disposición la realizó en 1980 Pérez Moreda, en un análisis desarrollado desde la demografía histórica y en el marco de las medidas sanitarias adoptadas para fre9 Aunque en España no se detecta un incremento de inhumaciones en cementerios, los estudios realizados sobre Barcelona, Cádiz, Sevilla o el País Vasco atestiguan el desinterés progresivo de los testadores por esta cuestión. Cf. GARCÍA CARCEL, R. (1984), “La muerte en la Barcelona del Antiguo Régimen. Aproximación metodológica”, en Actas del II Coloquio de Metodología Histórica Aplicada. La documentación notarial y la historia, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, pp. 121-22; PASCUA SÁNCHEZ, M.a J. (1984), pp. 168-70; RIVAS ÁLVAREZ, J. A. (1986), pp. 149-50; MADARIAGA ORBEA, J. (1998), pp. 279-80. Sólo en el caso de Santiago de Compostela se ha detectado un incremento significativo de los testadores que se decantan por una sepultura cementerial. Cf. GONZÁLEZ LOPO, D. L. (2002), pp. 406 ss.
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nar la elevada mortalidad del país 10. Este autor fue uno de los primeros en llamar la atención sobre la polémica que suscitó esta norma y sobre la existencia, ya en la década de los setenta, de algunos escritos que atestiguan la temprana preocupación de la minoría ilustrada por el problema de los enterramientos. Es evidente que el papel de la epidemia como detonante del proceso no deja de plantear hoy algunos interrogantes sobre su auténtica significación. Sin embargo, sólo algunos autores advierten que la instrucción del expediente fue el resultado de un proceso iniciado en la década de los setenta, a través del cual la minoría ilustrada en el poder fue madurando la necesidad de acometer esta reforma 11. Testimonio de esta preocupación es la temprana iniciativa del Ayuntamiento de Madrid, que en 1751 dirigía al Consejo una representación solicitando la construcción de un cementerio, que aunque no prosperó permite advertir en qué medida el auge demográfico de algunas ciudades hacía de los cementerios una necesidad 12. Una de las primeras iniciativas en materia de cementerios se produjo en Barcelona a instancias del obispo de la diócesis José Climent 13. Este prelado construyó a sus expensas el cementerio de Poble Nou, que fue bendecido por el propio Climent en 1775, pocos días antes de que se viera obligado a presentar su renuncia al Rey. Sin embargo, la mayoría de los autores que recogen esta iniciativa se limitan a señalar su carácter pionero y a incidir en los prejuicios sociales como causa última de su fracaso. Nada dicen sobre la pertenencia de Climent al círculo del obispo Mayoral —el grupo de prelados que prestaron mayor apoyo a la iniciativa real sobre cementerios— y sobre los problemas de Climent con el fiscal Campomanes, elementos decisivos a la hora de entender de un lado la mayor sensibilidad del PÉREZ MOREDA, V. (1980), Las crisis de mortalidad en la España interior (Siglos XVI al Madrid, Siglo XXI, pp. 425-30. 11 Para Vaquero, Granjel y Carreras la epidemia de Pasajes no fue más que la circunstancia que precipitó la apertura del expediente. VAQUERO IGLESIAS, J. A. (1991), p. 275; GRANJEL, M., y CARRERAS, A. (2004), “Extremadura y el debate sobre la creación de cementerios: un problema de salud pública en la Ilustración”, Norba, 17, 69-91, pp. 70-71. 12 SAGUAR QUER, C. (1989), “La aparición de una nueva tipología arquitectónica: el cementerio”, en El arte en tiempo de Carlos III, Madrid, Alpuerto, pp. 208-209. 13 Referencia a esta iniciativa en: GARCÍA FUERTES, G. (1984), “El panorama sanitario de Barcelona a finales del siglo XVIII”, en Primer Congrès d’Història Moderna de Catalunya, Barcelona, Universitat de Barcelona, p. 661; LOBATO FRANCO, I., y LÓPEZ MIGUEL, O. (1988), “L’espai dels morts: l’organitzacio de l’espai als cementiris del segle XVIII. El cementiri vell de Barcelona”, Pedralbes. Revista d’Història Moderna, 8 (2), pp. 371-377, esp. pp. 371-72. 10
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obispo hacia el problema de los enterramientos y, de otro, el silencio que se produce por parte de la Administración borbónica hacia su iniciativa 14. El cementerio de Poble Nou no fue el único antecedente de la preocupación de la minoría ilustrada por el problema de las inhumaciones en el interior de las iglesias. Los trabajos de Santamaría y Dabrio han permitido conocer las controversias desarrolladas en la Regia Sociedad de Medicina de Sevilla y en la Academia de Buenas Letras hispalense años antes de que el Consejo de Castilla iniciara las consultas 15. En ambos foros el protagonismo de los médicos pertenecientes al estamento eclesiástico fue importante y, como en otros aspectos de la actividad científica y cultural del país, la controversia suscitada atestigua el enfrentamiento de mentalidades entre los sectores académicos más reaccionarios y los núcleos de opinión más avanzados. Una preocupación similar se manifestaba también en la Academia Médico-Práctica de Barcelona a raíz del incremento de la mortalidad en la capital catalana en 1780, que se atribuía a la insalubridad de la ciudad y a las emanaciones desprendidas por la corrupción de la materia orgánica 16. En el informe que presentó la institución a la Junta de Sanidad de la ciudad, sus autores incidían en la necesidad de construir cementerios extramuros, recogiendo las recomendaciones realizadas al respecto por los higienistas franceses. Sin embargo, carecemos aún de un estudio que permita conocer la existencia o no de debates de estas características en la Academia Médica Matritense, aunque la postura de esta institución nos es bien conocida a través del informe que elaboró en 1781, cuando desde el Consejo de Castilla se iniciaron las consultas. Las diferencias existentes entre la clase médica respecto al origen de las enfermedades colectivas y las reticencias de un amplio sector de la sociedad ante una medida contemplada como una muestra más del anticle14 Cuando desde el Consejo de Castilla se solicitó la búsqueda de precedentes que pudieran avalar la práctica de los cementerios, se silenció completamente su iniciativa. Un análisis más exhaustivo en CARRERAS, A., y GRANJEL, M. (2005), “Regalismo y policía sanitaria. El episcopado y la creación de cementerios en el reinado de Carlos III”, Hispania Sacra, 57 (116), pp. 589624, esp. pp. 592-95. 15 SANTAMARÍA, E., y DABRIO, M.a L. (1993), “La policía sanitaria mortuoria y su proceso de secularización en la Sevilla de la Ilustración”, Medicina e Historia, 50, pp. 5-28, esp. pp. 11-18; y SANTAMARÍA LOZANO, E. (1994), “Influencias del medio urbano en la salud de la población sevillana durante la Ilustración: la reforma de la policía sanitaria mortuoria”, en Actas del XXXIII Congreso Internacional de Historia de la Medicina, Sevilla, SEHM, pp. 840-841. 16 GARCÍA FUERTES, G. (1984), pp. 660-61; LOBATO FRANCO, I., y LÓPEZ MIGUEL, O. (1988), “L’espai dels morts: els cementeris i el pensament higienista illustrat”, Pedralbes. Revista d’Història Moderna, 8 (2), pp. 379-385, esp. pp. 380-82.
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ricalismo de un sector de intelectuales y reformadores, dio lugar a una interesante polémica, aún no bien estudiada. En 1776 el Consejo de Castilla recibía dos escritos sobre enterramientos para los que se solicitaba licencia de impresión: en el primero su autor, el médico y sacerdote Francisco Bruno Fernández, trataba de legitimar el restablecimiento de cementerios apoyándose en la autoridad de autores foráneos y en la legislación canónica al respecto. Por su parte el también médico Antonio Pérez Escobar, basándose en razones no menos “científicas”, limitaba esta necesidad a los años de epidemias. En la polémica se vieron implicados el Protomedicato, la Academia de la Historia y el propio Consejo de Castilla, cuyos miembros —como se vio en 1786— en modo alguno mantenían una postura unánime. Aunque autores como Redonet, Saguar, Vaquero, Giménez, Granjel y Carreras recogen la polémica entre los antecedentes de esta preocupación por el tema de los cementerios, carecemos aún de un análisis más riguroso que estudie los argumentos debatidos y las razones sostenidas por el Protomedicato para alinearse con la postura más conservadora 17. Entre las propuestas realizadas con anterioridad a la promulgación de la Real Cédula se sitúa la realizada por Mauricio Echandi, que en 1780 remitía al Consejo una representación solicitando la construcción de un cementerio en Algeciras. En su informe, aún no bien estudiado, el Protomédico demostraba un conocimiento profundo de las aportaciones realizadas desde la medicina y la química al estudio del aire y su plena aceptación de los planteamientos y recomendaciones de los higienistas europeos en esta materia 18. La propuesta de Echandi, que fue rechazada por el Consejo, sería incorporada poco después al expediente formado por el Consejo de Castilla para avalar la postura de la minoría ilustrada en el poder a favor de los cementerios. Desde 1784 el tema de los cementerios fue también objeto de estudio por parte de la Real Academia de San Fernando. Desde esa fecha se recogen varios proyectos de cementerios que aunque fueron realizados como 17 REDONET, L. (1947), “Enterramientos y cementerios”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 120, pp. 131-170, esp. p. 154; SAGUAR QUER, C. (1988), “Carlos III y el restablecimiento de los cementerios fuera del poblado”, Fragmentos, 12-13-14, pp. 241-259, esp. pp. 242-43; VAQUERO IGLESIAS, J. A. (1991), pp. 274-75; GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (1998-1999), “La exhalación de la muerte. La aportación del matemático Benito Bails a la polémica sobre los cementerios en el siglo XVIII”, Revista de Historia Moderna, 17, pp. 113-146, esp. p. 114; GRANJEL, M., y CARRERAS, A. (2004), pp. 79-80. 18 Una primera aproximación a esta iniciativa en GRANJEL, M., y CARRERAS, A. (2004), p. 71.
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ejercicios académicos —sin pensar casi nunca en su efectiva construcción— atestiguan el interés que esta cuestión despertaba en ámbitos muy diversos. Al estudio de estos proyectos y al análisis de las influencias arquitectónicas y urbanísticas se han dirigido las investigaciones llevadas a cabo por los historiadores del arte 19. Del conjunto de estos trabajos merecen especial atención los realizados por Saguar Quer, que ha demostrado un conocimiento muy amplio de la compleja problemática que subyace en el tema de los enterramientos y de las discusiones que esta cuestión suscitó 20. Los autores que han estudiado el debate desarrollado en España entre 1781 y 1786 y que concluyó con la promulgación de la Real Cédula sobre cementerios, han fijado su atención en las actuaciones llevadas a cabo por el Consejo de Castilla y especialmente en los informes que este organismo recabó al respecto. En el inicio del expediente sobre cementerios Floridablanca dejaba muy clara su voluntad de contar con un amplio respaldo social y para ello consideraba imprescindible la implicación de diferentes instituciones (eclesiásticas, administrativas, culturales o científicas) que fueron consultadas. Esta circunstancia determina que el expediente formado reúna un volumen de información abultado y complejo y explica que en muchas ocasiones los autores que han estudiado esta documentación hayan realizado una lectura superficial de los informes, extrayendo conclusiones que en algunos casos están muy alejadas de la realidad. Es el caso de los análisis que se han hecho sobre la postura adoptada por la jerarquía eclesiástica al respecto. Por el propio carácter de la reforma que se quería imponer, que podía resultar de difícil aceptación tanto para el clero como para los mismos fieles, la consulta buscaba conseguir el apoyo explícito de los obispos. Un análisis superficial de los 55 informes evacuados o interpretaciones incorrectas del lenguaje empleado por algunos prelados para presentar sus discrepancias, explica las inexactitudes recogidas en algunos trabajos, repetidas de manera acrítica en estudios posteriores. La más grave y 19 La aportación más temprana fue la de GONZÁLEZ DÍAZ, A. (1970), “El cementerio español en los siglos XVIII y XIX”, Archivo Español de Arte, 43 (171), pp. 289-320. Su revisión ha sido ampliamente superada en el catálogo de ARBAIZA BLANCO-SOLER, S., y HERAS CASAS, C. (2000, 2001, 2002), “Inventario de los dibujos arquitectónicos (siglos XVIII y XIX) en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando”, Academia, 91, pp. 79-237; 92-93, pp. 103-271; 94-95, pp. 103-254. 20 Véase SAGUAR QUER, C. (1995), “Ciudades de la memoria. Proyectos de arquitectura funeraria de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando”, Academia, 81, pp. 451-476, esp. p. 452. Destacamos especialmente SAGUAR QUER, C. (1988) y SAGUAR QUER, C. (1989), a nuestro juicio las contribuciones más importantes de este autor al tema de los cementerios.
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extendida es la afirmación de que sólo cinco obispos, con el de Orense como más claramente contrario, se hubiesen pronunciado en contra de la propuesta 21. En realidad junto a una mayoría abiertamente partidaria y aun entusiasta de la reforma (35 prelados), una minoría significativa de obispos (12 en total) se mostró decididamente contraria a sacar los enterramientos de las iglesias y ocho adoptaron una postura ambigua, en que las dificultades apuntadas hacían en la práctica imposible la adopción de la reforma 22. Menores discrepancias se observan en el análisis del extenso informe evacuado por la Academia de la Historia, que en esas fechas dirigía el fiscal Campomanes 23. Estos trabajos permiten identificar tanto a los autores del informe, como las fuentes que emplearon los académicos para refrendar su apoyo a la reforma. El informe contemplaba no sólo los aspectos canónicos de los enterramientos y el marco jurídico en que éstos se habían desarrollado, sino también la opinión que al respecto mantenían los médicos. La complejidad de asuntos abordados y la relevancia cultural y científica de algunos de sus redactores, hace necesario un análisis más exhaustivo de esta valiosa documentación y del papel desempeñado por algunos académicos en esta campaña 24. Respecto al elaborado por la Real Academia de Medicina, los autores que lo recogen se limitan a señalar la aceptación sin reservas de la reforma, que argumentaban en sólidos conocimientos científicos. Sin embargo, nada se sabe acerca de la autoría de este informe, ni de la existencia o no de diferencias u opiniones encontradas entre los académicos sobre esta cuestión. Sin restar importancia a las cuestiones que hasta aquí hemos planteado, debemos subrayar la ausencia de trabajos que analicen en profundidad las implicaciones científicas que subyacen en el debate. Aunque en todas las investigaciones encontramos referencias al auge de la doctrina miasmáEs la interpretación que hace de los informes Galán Cabilla, en un estudio en otros aspectos muy ajustado y fiel a los textos pero erróneo en cuanto a la valoración de posiciones adoptadas por los obispos. GALÁN CABILLA, J. L. (1988), “Madrid y los cementerios en el siglo XVIII”, en Equipo Madrid, Carlos III, Madrid y la Ilustración, Madrid, Siglo XXI, p. 271. Algunos informes episcopales han sido parcialmente analizados también en SAGUAR QUER, C. (1988), pp. 245-247. 22 Sobre la postura de los obispos españoles al respecto véase CARRERAS, A., y GRANJEL, M. (2005), pp. 601-607. 23 REDONET, L. (1947), pp. 155-58; GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (1998-1999), pp. 114-15, “La exhalación de la muerte. La aportación del matemático Benito Bails a la polémica sobre los cementerios en el siglo XVIII”, Revista de Historia Moderna, 17, pp. 113-146. 24 Sobre la actividad desarrollada por Jovellanos en esta campaña véase CARRERAS, A., Jovellanos y Ponz: la definición del cementerio como espacio civil (en prensa). 21
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tica y al papel determinante de las emanaciones desprendidas por la corrupción de los cadáveres en la génesis de las enfermedades colectivas, carecemos aún de un estudio riguroso que nos permita conocer a través de qué autores penetraron en España estas ideas. Una primera aproximación a esta cuestión ha permitido constatar que los trabajos que alcanzaron un mayor eco en España fueron en su mayoría obra de higienistas y teóricos de la policía médica de la Ilustración francesa (Delamare, Haguenot, Maret, Ribeiro Sanches, Toussaint Navier, Vicq d’Azyr) o de autores como Hales, Priestley o Arbuthnot, cuyas obras llegaron a España gracias a traducciones o ediciones francesas. Únicamente la labor desarrollada por Benito Bails en esta tarea ha sido objeto de una atención especial 25. Por el contrario, el papel desempeñado por otros autores (Bruno Fernández, Mauricio Echandi, Francisco Buendía Ponce, Juan Calvet, Félix del Castillo, Francisco Ferrer) o la significación de los escritos de algunos clérigos reformistas (Ramón Cabrera, Francisco Javier Espinosa, Miguel Azero, Fray Ramón de Huesca) aún no ha sido estudiado. Es evidente que en la política mortuoria de Carlos III influyeron también las ideas y teorías de la naciente policía sanitaria, el programa teórico que impulsó a los gobiernos ilustrados en materia de higiene urbana y salud pública. Muy poco sabemos acerca de la introducción de estas ideas en España, aunque las obras de algunos de sus teóricos fueron recogidas por los autores que apoyaban el proyecto de erección de cementerios 26. En esta campaña es preciso destacar la figura de Bails, aunque su aportación en el ámbito general de la higiene pública es menos conocida al desbordar ampliamente su puntual contribución al problema de los enterramientos. Junto a la referencia a la epidemia de Pasajes como origen inmediato de la Real Cédula sobre cementerios, la mayoría de los autores inciden en las razones que determinaron el fracaso de la política mortuoria de Car25 Sobre la participación de Bails especialmente a través de su traducción del tratado de Ribeiro Sanches, véase CALATRAVA, J. A. (1991), pp. 352-66 y GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (1998-1999), pp. 116-44. 26 Sobre la introducción en España de este programa véase JORDANA DE POZAS, L. (1977), “Presentación de la obra de don Tomás Valeriola «Idea general de la policía o tratado de policía»”, en VALERIOLA, T., Idea general de la policía o tratado de policía (Valencia, 1798-1805). Edic. facsimilar, Madrid, Instituto de Estudios Administrativos, pp. VI-XIX y SÁNCHEZ LEÓN, P., y MOSCOSO SARABIA, L. (1989), “La noción y la práctica de policía en la Ilustración española: la Superintendencia, sus funciones y límites en el reinado de Carlos III (1782-1792)”, en Actas del Congreso Internacional sobre “Carlos III y la Ilustración”, I. El Rey y la Monarquía, Madrid, Ministerio de Cultura, pp. 495-512.
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los III 27. Fue Redonet quien ya en 1947 enumeró las causas generales del incumplimiento de esta disposición legislativa. Desde luego no puede aducirse un motivo único y existen dificultades para establecer una cierta prioridad o mayor significación de las diversas motivaciones reseñadas. Es evidente la incapacidad de los ilustrados para diseñar la financiación de los nuevos cementerios y asegurar al mismo tiempo los ingresos del clero secular y regular. Otro de los motivos fue la lenta difusión entre la población de las nuevas doctrinas médicas, que impidió generar la demanda social que hiciese posible un cambio en las costumbres funerarias. La existencia de creencias religiosas muy arraigadas, que vinculaban los enterramientos en el interior de las iglesias con la percepción de beneficios espirituales a través de preces y sufragios hacia los muertos. La inhumación en la iglesia establecía todo un sistema de jerarquización y preeminencia que reproducía el orden social de la vida terrena. Una preocupación que en opinión de Goldman fue totalmente “despreciada” por los ilustrados y que explica las resistencias sociales al cambio.
27 Un análisis de las causas que determinaron el fracaso de esta medida en REDONET, L. (1947), pp. 131-170; GOLDMAN, P. B. (1979), “Mitos liberales, mentalidades burguesas e historia social en la lucha en pro de los cementerios municipales”, en GIL NOVALES, A. (ed.), Homenaje a Noël Salomón. Ilustración española e independencia de América, Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, pp. 92-93; PONTE CHAMORRO, F. (1985), “Aportación a la historia social de Madrid. La transformación de los enterramientos en el siglo XIX: la creación de los cementerios municipales y su problemática”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 22, pp. 483496, esp. pp. 492-96; GALÁN CABILLA, J. L. (1988), pp. 266-70; SAGUAR QUER, C. (1988), pp. 247-251; VAQUERO IGLESIAS, J. A. (1991), pp. 296-303; GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (1998-1999), pp. 144-146; CARRERAS, A., y GRANJEL, M. (2005), pp. 623-624.
HISTORIOGRAFÍA E IDEOLOGÍA EN Y SOBRE GREGORIO CHIL Y NARANJO (1831-1901) Justo Pedro Hernández González Profesor Asociado de Historia de la Medicina Unidad de Historia de la Medicina Facultad de Medicina Universidad La Laguna
Introducción Hace unos meses, la Real Academia de la Historia me encargó la elaboración de la entrada Chil y Naranjo para ser incluida en su Diccionario Biográfico Español. Aunque como Historiador de la Medicina ya conocía su biografía y su obra, al estudiarla de nuevo para preparar dicha entrada, me llamaron poderosamente la atención tres importantes extremos de su bio-bibliografía: el cariz ideológico que manifiesta su brillante y valiosa producción, su excomunión y su pertenencia a la Masonería. En efecto, sólo investigaciones relativamente recientes 1 han puesto de manifiesto este significativo sesgo extracientífico de su interesante historiografía y, por otra parte, la historiografía tradicional sobre el egregio teldense don Gregorio Taumaturgo María de los Dolores Chil y Naranjo (1831-1901) ha venido aceptando pacíficamente y sin discusión su excomunión y su condición de masón. En esta comunicación analizaremos estos tres importantes puntos.
1 FARRUJIA DE LA ROSA, A. J. (2004), AB INITIO (1342-1969), Análisis historiográfico y arqueológico del primitivo poblamiento de Canarias, La Laguna, Artemisa, pp. 307-348. ESTÉVEZ GONZÁLEZ, F. (2001), “Determinar la raza, imaginar la nación (El paradigma raciológico en la obra de Chil y Naranjo)”, El Museo Canario, LVI, pp. 329-348.
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Del mito al logos: de la Atlántida al hombre de Cro-Magnon En el imaginario de los autores canarios de los últimos siglos, que de los aborígenes canarios se han ocupado, ha estado presente de un modo más o menos consciente el pensamiento relativo a su pertenencia al linaje de los atlantes, los habitantes de la Atlántida platónica. Es evidente que la existencia de este supuesto continente no es ni más ni menos que un mito del maestro de Aristóteles. Pero a pesar de serlo, no son pocos los canarios que han defendido dicho origen. Uno de los primeros será el clérigo ilustrado tinerfeño Viera y Clavijo, que en una síntesis superadora no sólo hace del guanche un personaje heroico —este linaje de héroes atlánticos, dice— sino que también le aplica las cualidades del “buen salvaje” roussoniano. Veamos: “Que los antiguos canarios fuesen una nación original y de costumbres simples, semejantes a las de los héroes y patriarcas, es fácil convencerlo, porque, cualquiera que pase mentalmente los ojos por sus usos, ideas, ceremonias y modos de pensar; que examine su gobierno y su religión; que compare su tenor de vida con el de los primeros hombres, no hay duda tendrá la satisfacción, y aún el placer, de encontrar la naturaleza en toda su simplicidad y primera infancia” 2.
Mas, pase que un ilustrado caiga en esta debilidad mitológica. Pero, lo que es desconcertante es que todavía en la tardía fecha de 1859, en plena era positivista, el erudito palmero Antonio Rodríguez López siga sosteniendo el origen atlántico de los aborígenes, basándose en unas inscripciones halladas en una cueva de la isla de La Palma. En una carta dirigida a la Real Academia de la Historia nos dice, entre otras cosas, que “Admitida la existencia de la Atlántida de Platón, es evidente que estas islas son reliquias de aquella famosa tierra, lo que se corrobora con la perfecta semejanza de las momias encontradas en Tenerife, [Gran] Canaria y ésta de La Palma, con las célebres momias de Egipto, de cuya gente se pobló la Atlántida. Ahora bien, este origen que se atribuye á los primitivos isleños de las Afortunadas ¿no quedaría clara é infaliblemente ratificado si se descubriese en los caracteres, que acompaño, semejanza con los antiguos egipcios, cuando non puedan extraerse las palabras que sin duda forman los signos?” 3. ESTÉVEZ GONZÁLEZ (2001), p. 337. Tomado de HERNÁNDEZ, M. S. (1999), La Cueva de Belmaco. Mazo-Isla de La Palma, Estudios Prehispánicos 7, Madrid, Dirección General del Patrimonio Histórico, Gobierno de Canarias, 1999, p. 136. 2 3
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Nuestro Chil y Naranjo, a pesar de haber abrazado el positivismo —no olvidemos que estudio Medicina en La Sorbona—, mantendrá elementos residuales de estas ideas. Así, en el primer volumen de sus Estudios (1876) pretende “colocar (...) los conquistadores frente a frente de los conquistados, para comparar unos con otros, y corroborar lo que desde un principio he dicho y venido repitiendo, ya por mi mismo, ya transcribiendo las relaciones de los que me han precedido en la historia de los Guanches: que fueron unos pueblos grandes en su pequeñez, dignos en su aislamiento; sabios en su forzosa ignorancia, y modelos de moralidad, de juicio y de legalidad, sin conocer el Cristianismo, sin haber tenido filósofos, y sin poseer Códigos escritos” 4.
Partiendo de este substrato como “idea a priori” no le será difícil a Chil elaborar una estructura identitaria extracientífica del pueblo original canario instrumentalizando los métodos científicos en boga en ese momento; en otras palabras, somete el mito atlántico a una rigurosa positivización, pero sin suprimirlo completamente. Primero, los propios de la arqueología, analizando diversos instrumentos líticos e infiriendo que son semejantes a los encontrados en yacimientos franceses. Esto le servirá para defender la coexistencia en las Canarias de una cultura paleolítica y otra neolítica. Pero la clave llegará con el descubrimiento del hombre cuaternario de Cro-Magnon en 1868. Será ahora cuando aplique la antropología física y el paradigma raciológico a los guanches, sosteniendo que sus cráneos —después de haber estudiado un buen número de ellos— les hacían pertenecer a la raza de Cro-Magnon de la época del Dolmen, predominando entre ellos la dolicocefalia occipital 5. De este modo la raíz europea de los guanches quedaba demostrada. Además de identificar raza y cultura, presupuesto ciertamente falaz, aplicó el evolucionismo a la explicación de sus doctrinas, sintiéndose atraído por Häckel, al que cita en sus trabajos, defensor de un evolucionismo de corte dogmático, de mucha menor categoría científico-biológica que el propugnado por Darwin. Chil defendía, como la mayoría de los científicos de la época que el hombre de Cro-Magnon procedía del mono. Sin embargo, preciso es señalar aquí que Darwin nunca sostuvo tal aserto, sino que el mono y el hombre eran primos, es decir, procedían de un ancestro co4 5
Citado por ESTÉVEZ GONZÁLEZ (2001), p. 340. ESTÉVEZ GONZÁLEZ (2001), p. 343.
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mún. La defensa del evolucionismo por parte de Chil le servirá para distanciarse todavía más del posible origen africano de los guanches, pues nuestro médico siempre defenderá que la raza de los guanches es europea, afirmación vindicativa frente a Madrid, pues las autoridades nacionales contaban con Canarias sólo como un centro de operaciones para sus expansiones coloniales en África. En este sentido, Estévez señala lo siguiente: “Para Chil era evidente que los negros tenían un “grado bajísimo de civilización”. Y según él, este estado deriva forzosamente de un desarrollo encefálico débil, alojado en una caja craneana reducida. Asumiendo plenamente las tesis raciológicas, Chil también se convenció de que “en la actualidad existen en el centro de África agrupaciones de hombres cuya masa encefálica no ha adquirido el desarrollo necesario para alcanzar la más sencillas nociones, fuera de las rudimentarias que poseen, reducidas a las de la propia conservación. Si de repente no les alumbra la antorcha de una civilización, que en período más o menos largo desenvuelva aquellas inteligencias infantiles, habrán de pasarse muchos años antes que lleguen siquiera al grado de cultura que tenían las tribus más atrasadas de las Américas al ser visitadas y subyugadas por los españoles. Pero yo sé también —continúa Chil— que no basta sólo que a esos seres humanizados se les suministren ideas, que se les revelen los más sencillos conocimientos, sino que es indispensable que antes su mismo cerebro sufra las modificaciones necesarias para que la caja ososa se desarrolle de un modo conveniente”.
Siendo ésta la cuestión, Chil concluye en buena lógica, que ésta no es la obra de un día, tampoco la de un siglo. Pero ésa no fue una apreciación partidista de Chil; fue la “verdad” científica que legitimó la colonización europea de África: aun llevándoles la civilización, la raza negra no está preparada para asimilarla” 6. Finalmente, Chil defenderá la unidad racial del pueblo guanche con estas palabras: “Yo sustento la opinión de la unidad de la raza en el Archipiélago, que es la raza peculiar Guanche, que pudo ser la de Cro-Magnon, la raza del Dolmen; por eso al hablar de los aborígenes de estas Islas, he hecho aplicación de la palabra genérica Guanche; pero siempre con el cuidado de expresar la Isla, cuando les he nombrado con referencia a determinado territorio, evitando así la confusión que forzosamente resultaría al llamar puramente Canarios a los de la isla de Gran Canaria; pues los no muy versados en la historia ni en esa clasificación, los podrían confundir con los habitantes de las demás Islas, llamados también Canarios, como naturales de las Islas de canaria o del Archipiélago Canario” 7. 6 7
ESTÉVEZ GONZÁLEZ (2001), pp. 333-334. Tomado de FARRUJIA DE LA ROSA (2004), p. 348.
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En suma, Chil, mediatizando su obra científica, de gran valor, crea el concepto de canarismo y de canariedad, es decir, una raza y un territorio, lema similar al Blut und Boden del pangermanismo y de todos los demás nacionalismos.
Su excomunión La historiografía tradicional nos dice que a causa de la publicación de la Introducción (1876) a los Estudios Históricos, Climatológicos y Patológicos, auténtica e indiscutible opus magnum de nuestro Chil, éste fue excomulgado por el Obispo de Canarias, don José María Urquinaona y Bidot (+1883). Pero, realmente no he encontrado ninguna bula, rescripto o documento del Obispo donde conste tal excomunión, hecho que el Derecho Canónico exige; pues ningún documento relativo a esa pena canónica existe en el Archivo de la Diócesis de Canarias, ni tampoco en su Archivo secreto. Tampoco hay nada al respecto en el Archivo de la Parroquia de San Juan Bautista de Telde, donde el insigne científico fue cristianado. Y en su certificado de bautismo no consta ninguna incidencia relacionada con dicha pena. Por otra parte, la Carta Pastoral que Urquinaona escribió para prohibir la lectura del libro a los fieles de su circunscripción, no menciona en ningún momento la palabra excomunión. Es más, sólo se afirma que se condena dicha obra, pero en modo alguno a su autor: “tal es condenar el error y sustraerlo de las manos de los fieles” 8. Incluso el Obispo manifiesta su preocupación por esta condena a un libro de un miembro de una familia tan importante de la ciudad de Las Palmas, lo que abunda en que condena al libro y no a su autor: “Con gran pena de Nuestra alma tomamos hoy la pluma para condenar una obra, que ha empezado á publicarse en esta Ciudad: varios son los motivos que por este concepto Nos lastiman el corazón, y no es el menor de ellos lo sensible que podrá ser nuestra condenación á una familia muy distinguida de este vecindario” 9.
8 URQUINAONA y BIDOT, J. M.a (1876), Carta Pastoral que el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don José María de Urquinaona y Bidot, Obispo de Canarias y Administración y Administrador Apostólico de Tenerife dirige al Clero y Fieles de ambas Diócesis, con motivo de la obra, que ha empezado a publicarse en esta ciudad con el título de “Estudios Históricos, Climatológicos y Patológicos de las Islas Canarias”; prohibiendo su lectura, Las Palmas, Imprenta de Víctor Doreste y Navarro, p. 4. 9 URQUINAONA y BIDOT (1876) , p. 3.
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Además, tenemos el testimonio de Olivia Stone, que conoció a nuestro Chil durante su estancia en Las Palmas: “Su libertad de pensamiento ha hecho que resulte molesto para el clero local y, aunque creo que no ha sido exactamente excomulgado por defender ideas darwinistas, sus relaciones con la Iglesia no son muy buenas” 10.
A estos datos estrictamente documentales tenemos que añadir que a lo largo de la Historia de la Iglesia ningún científico, en cuanto tal, ha sido excomulgado por un libro de carácter científico, por más que en él se incluyan sentencias que puedan contradecir algunas verdades de la Fe católica. Y tenemos el ejemplo prototípico de Galileo Galilei, el cual con su obra genial, aun haciendo tambalearse todo el edificio de la exégesis bíblica tradicional, fundada prácticamente en el sentido literal de la Sagrada Escritura, nunca fue excomulgado. En estos casos, la praxis de las autoridades eclesiásticas ha sido siempre condenar las ideas pero no al autor. Esta praxis suponía la prohibición de la lectura a los fieles de la obra afectada, cosa que hizo Urquinaona; y era lo que debía hacer según tal praxis. Y, en realidad, la excomunión es la pena más fuerte a la que el Derecho Canónico puede acudir, pero no para autores de libros que puedan presuntamente menoscabar la Fe, sino para aquellas personas que han cometido gravísimos delitos como la comisión de un aborto o la violación del secreto de confesión, entre otros. Y nada tiene que ver con una excomunión ni su expulsión del domicilio de su tío canónigo don Gregorio Chil y Morales, ni los problemas que tuvo nuestro Chil para contraer matrimonio. En efecto, la orden por la que Chil, viudo por primera vez, se vio obligado a abandonar dicha casa, dictada por Urquinaona 11, obedece al Derecho Canónico entonces vigente. Tenemos que retrotraernos a esa época, sin caer en anacronismos. En 1876, una persona que había escrito un libro, en el cual se vertían sentencias que contradecían verdades de Fe, si no se retractaba de tales sentencias, era considerada un “pecador público”. Y esto es lo que le ocurrió a don Gregorio, pues nunca se retractó. Al convertirse en “pecador público” podía causar escándalo el hecho de que viviera con su tío, un prestigioso canónigo de Santa Ana. 10 STONE, O. M. (1995), Tenerife y sus seis satélites, vol. II, Las Palmas, Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria, p. 13. 11 BOSCH MILLARES, J. (2003), Don Gregorio Chil y Naranjo. Su vida y su obra, Las Palmas de Gran Canaria, el Museo Canario, p. 96.
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Al verse obligado a abandonar la casa de su tío, nuestro Chil decidió volverse a casar. Pretendió contraer matrimonio canónico con la señorita Rosenda Isabel Amalia Suárez Tascón. Desgraciadamente, el párroco correspondiente se negó 12. El motivo fue el mismo: el matrimonio canónico de un “pecador público”, al ser un acto público, era causa de escándalo. Nuestro Chil acudió al Obispo. Sabemos la respuesta y las condiciones que le puso Urquinaona para acceder a su matrimonio canónico por un oficio que el Cónsul de España en Funchal (Madeira) envió al Ministerio de Estado: “El señor Obispo le exigió que dejara de pertenecer á algunas de las sociedades de que forma parte, que se retractara de ciertas afirmaciones que hace en sus ‘Estudios’ y que públicamente hiciera penitencia, sin cuyo requisito Su Señoría Ilustrísima nunca permitiría que se celebrase su proyectado enlace” 13.
En suma, lo que le pide Urquinaona es que se retracte para que deje de ser “pecador público”, pues de ese modo podría celebrarse su matrimonio canónico sin causar escándalo. No obstante lo dicho, desde el punto de vista tanto teológico como canónico, juzgo como abusiva la actitud de Urquinaona impidiendo el matrimonio de Gregorio Chil y Naranjo. El derecho a contraer matrimonio canónico es un derecho fundamental de todo católico si no existen impedimentos; y en el caso del gran médico teldense no los había. Le bastaba al Obispo para evitar el escándalo, al que antes hemos aludido, acudir a una figura contemplada en el Derecho Canónico: el matrimonio secreto. Pero no cejó en su empeño nuestro Chil. Siguiendo el consejo del presbítero y licenciado en Derecho Civil y Canónico don Emiliano Martínez de Escobar 14, don Gregorio optó por contraer matrimonio canónico en otra diócesis, es decir, fuera del ámbito de la jurisdicción de Urquinaona. El consejo es canónicamente impecable y vuelve a demostrar que nuestro Chil no estaba excomulgado. En efecto, el excomulgado no puede recibir ningún sacramento, por lo que don Emiliano jamás hubiese dado ese consejo a don Gregorio si hubiese estado excomulgado, porque según el Derecho Canónico no podría contraer matrimonio canónico en ninguna diócesis del mundo. BOSCH MILLARES (2003), p. 96. ALZOLA GONZÁLEZ, J. M. (1996), “La excomunión impuesta al doctor don Gregorio Chil y Naranjo, fundador del Museo Canario, por el obispo don José María Urquinaona”, Almogarén, 18, p. 216. En este artículo se incluye el oficio del Cónsul, de la que he tomado los textos que cito. 14 BOSCH MILLARES (2003), p. 97. 12 13
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Pero ¿qué pasó en Funchal y cuáles fueron las consecuencias? Gegrorio Chil y Naranjo contrajo matrimonio canónico en su Catedral el 19 de junio de 1876 15. Lo relata el oficio del Cónsul que lleva fecha de 21 de septiembre de 1876: el Vicario General de Madeira “había recibido un oficio del Señor Obispo de Canarias preguntando si era cierto que aquí hubieran celebrado su matrimonio canónico Don Gregorio Chil Naranjo y Doña Rosenda Suárez Tascón y dudando que dicho acto hubiese podido tener lugar por ser ambos Señores vecinos de Las Palmas y carecer de la indispensable autorización de aquel Prelado. Este Vicario General contestó que efectivamente el citado matrimonio se había celebrado en la Sede Catedral de Funchal, cumpliendo todos los requisitos legales y de acuerdo en todo con lo que ordena el Sagrado Concilio Tridentino y la Constitución Diocesana, del mismo modo como se han celebrado muchísimos otros matrimonios entre extranjeros que residieron aquí temporalmente y de igual manera como se celebraron los contraídos por diferentes españoles que aquí estaban emigrados en los años 1867 y 1868, sin que hasta de ahora se haya hecho reclamación alguna por no haberse exigido la autorización del Señor Obispo de la Diócesis de donde pertenecían. A esta comunicación ha contestado el Señor Obispo de Canarias en términos sumamente duros, pero en un oficio muy bien escrito y con gran copia de datos, según me han asegurado, para demostrar que se ha faltado a los Sagrados Cánones y Leyes de la Iglesia por no haber estado los contrayentes avecindados en esta Diócesis el tiempo prescrito por dichas Leyes. El Señor Obispo concluye citando el caso, muy parecido al de que ahora se trata, de un matrimonio celebrado en esta ciudad que fue declarado nulo por su Santidad a instancia de uno de los antecesores de Su Señoría Ilustrísima en Canarias, y amenaza con acudir a Roma si inmediatamente no se declara nulo el matrimonio contraído por el Señor Chil y Naranjo con Doña Rosenda Suárez y Tascón” 16.
A Urquinaona le asistía la razón, pues el matrimonio canónico de nuestro Chil era nulo ipso iure por un defecto de forma, como se explica en el oficio del Cónsul. En efecto, los contrayentes debían permanecer un mínimo período de tiempo en esa nueva Diócesis antes de celebrarse el enlace, cosa que no hicieron. Dicho período es exigido por el Derecho Canónico para dar tiempo a que tengan lugar las proclamas matrimoniales. Urquinaona aplicó la ley canónica dictando la sentencia de nulidad el 9 de abril de 1877 17. Con todo, aunque Urquinaona tenía razón, bien podía haber subsanado dicho defecto de forma en una ceremonia privada y estando presen15 16 17
Ibídem. ALZOLA GONZÁLEZ (1996), p. 218-221. BOSCH MILLARES (2003), p. 100.
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tes los contrayentes. De todas formas, un mes más tarde, el 9 de mayo de 1877, se celebró el matrimonio secreto en casa de la novia, oficiado por el Licenciado don Domingo Cortés y Santmartí, abogado de los Tribunales del Reino, canónigo doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Canarias, provisor y Vicario General del Obispado, después de practicadas las diligencias de estilo y dispensadas las tres proclamas prevenidas por el Santo Concilio de Trento 18. De nuevo insisto en que si nuestro Chil hubiese estado excomulgado, dicho matrimonio no hubiera podido celebrarse.
Su pertenencia a la Masonería La historiografía tradicional también ha venido sosteniendo pacíficamente que don Gregorio Chil y Naranjo era masón, al igual que su primera mujer doña Alejandra Jaques de Mesa y Merino 19. Y realmente este hecho sí que era motivo de una excomunión latae sententiae, esto es, automática, por el mero hecho de estar inscritos en una secta masónica. Se ha dicho que ambos pertenecían a la logia La Afortunada. Sin embargo, sus nombres no aparecen inscritos en el listado de los pertenecientes a dicha logia. Por tanto, debe sostenerse que no eran masones 20.
Conclusión La historiografía del doctor Chil, científicamente valiosa, ha producido un constructo artefactual: la creación de la identidad canaria. Consideramos fundamental evitar este tipo de valoraciones pre o extracientíficas que proceden, en la mayoría de los casos, de concepciones previas del autor. Toda historiografía debe someterse al método histórico, rigurosamente y científicamente aplicado, esto es, atenido estrictamente a las fuentes primarias. Sin la instrumentalización del método histórico la obra de Chil hubiera sido todavía más valiosa, si cabe hablar así. De igual modo, la mediatización de fuentes parcial o escasamente estudiadas junto con preBOCH MILLARES (2003), p. 100-101. ALZOLA GONZÁLEZ (1996), p. 211. 20 Comunicación personal al autor del Profesor Manuel de Paz, gran especialista en la Masonería canaria, quien consultó el listado de dicha logia. 18 19
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juicios de tipo cultural o religioso, ha hecho que algunos autores hayan querido convertir a Chil y Naranjo en una especie de Galileo canario en cuanto científico masón y excomulgado. La auténtica hermenéutica de las fuentes nos lleva a defender que el insigne médico, paleopatólogo, antropólogo físico, historiógrafo y fundador de El Museo Canario, ni fue excomulgado ni fue masón.
LOS ORÍGENES DE LA HISTORIOGRAFÍA MÉDICA CATALANA (1907-1936) Àlvar Martínez Vidal Universitat Autònoma de Barcelona
José Pardo Tomás CSIC, Barcelona
Enrique Perdiguero Gil Universitad Miguel Hernández
El objeto de esta comunicación a la ponencia “Ideología e historiografía de la medicina” es dar cuenta, en la medida de lo posible, de los objetivos y los supuestos historiográficos del catalanismo médico durante los treinta años que median entre 1907 —año de fundación del Institut d’Estudis Catalans y de aparición en catalán de los Annals de Medicina— y la Guerra Civil Española, cuando se truncaron los proyectos que durante los años de la Generalitat republicana se habían puesto en marcha 1. De todos modos, podría considerarse que el punto de partida de la historiografía médica catalana hay que retrotraerlo al Congreso de Ciencias Médicas de 1888, celebrado en Barcelona, una de cuyas sesiones se dedicó a la historia de la medicina. Allí, participó Luis Comenge Ferrer (18541916) presentando un atlas geográfico-histórico de la medicina en Cataluña 2. Veinte años más tarde, en 1908, publicó La medicina en Cataluña (Bosquejo histórico), que sería la primera obra sistemática dedicada a este
1 Este trabajo ha sido elaborado en el marco del proyecto “Divulgación médica en la Cataluña noucentista: la Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques y la difusión de la medicina de laboratorio (1906-1939)” (BHA2002-04611-C03-01), financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia. 2 COMENGE, L. (1888), Carta geográfico-histórica de la Medicina en Cataluña, Barcelona.
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tema 3 y que estaba basada en su discurso de ingreso en la Academia de Medicina de Barcelona, pronunciado en diciembre de 1893 y titulado “Estudio sobre la influencia de los catalanes en la evolución y progreso de la Medicina española” 4. En nuestra opinión, el Bosquejo de Comenge constituye la aportación más notable a la historiografía médica catalana desde los planteamientos del nacionalismo español de corte liberal en un momento en el que el catalanismo médico apenas comenzaba a plantear otra lectura, desde su óptica nacional alternativa. De hecho, Comenge detectaba un surgimiento del interés por el pasado médico catalán “para mejor afirmar y enaltecer la personalidad de Cataluña”, a pesar del “largo, intenso y lamentable desmayo” que, según él, padecía la historia de la medicina como disciplina 5.
La historia de la medicina catalana y el catalanismo médico En efecto, a partir de la primera década del siglo XX, el catalanismo médico planteaba la necesidad de una historia de la medicina catalana llamada a cumplir una función propia dentro de un programa más extenso de regeneración científica y de construcción nacional en clave catalana. Se trataba de conectar, por encima de una larga etapa de decadencia, con el pasado glorioso de una Cataluña medieval regida por instituciones y leyes propias, en la que el catalán se había convertido, de forma precoz en relación a otras lenguas europeas, en vehículo de comunicación científica. En este sentido, la propuesta historiográfica del catalanismo médico se alejaba en buena medida de los objetivos de Comenge, si bien compartía con éste alguno de sus supuestos. 3 COMENGE, L. (1908), La medicina en Cataluña (Bosquejo histórico), Barcelona, Heinrich y Cía. Durante las dos décadas que median entre la Carta y el Bosquejo, Comenge fue publicando diversos trabajos históricomédicos centrados en el ámbito catalán o catalanoaragonés, tanto en revistas (El Siglo Médico, la Gaceta Médica Catalana, la Revista de Ciencias Médicas, el Restaurador Farmacéutico y la internacional Janus), como en forma de monografías, entre las que cabe destacar los Apuntes para la biografía de Pedro Virgili (Barcelona, Heinrich y Cía., 1893) y La Medicina en el reinado de Alfonso V de Aragón (Barcelona, Espasa, 1904), en origen su tesis doctoral, que databa de 1878. En el Bosquejo, añade varias citas propias para avalar su afirmación de que, en la época, existía un gran vacío (“ignorancia absoluta”) en lo concerniente a la medicina en la “Confederación catalana-aragonesa”: COMENGE (1908), p. 71. 4 RIERA, J. (1975), “Luis Comenge y Ferrer (1854-1916) y la historiografía médica catalana”, Medicina e Historia, 47, pp. 7-25, p. 14. 5 COMENGE (1908), p. 7.
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Ciertamente, Comenge vislumbró en su Bosquejo de 1908 los problemas que acarreaba abordar el pasado de la medicina en Cataluña, entre otros, el de trazar los límites temporales y espaciales de dicha historia. A lo que habría que añadir la dificultad que entrañaba la “ardua empresa de distribuir equitativamente entre doctos catalanes y los nacidos fuera de esta región, el mérito en el laboreo médico-quirúrgico durante épocas modernas en este país ya sin autonomía...” 6. Para su amigo Rafael Rodríguez Méndez (1845-1919), ésta era una tarea imposible y hasta insensata, como la definió en la necrológica que le dedicó 7. Sin embargo, en la obra de Comenge ya se encuentran de un modo u otro algunos de los rasgos que configurarán los retos y tensiones propios de la empresa historiográfica que durante las décadas siguientes afrontará el catalanismo médico. En primer lugar, la predilección por el estudio de la medicina bajomedieval; en segundo lugar, la defensa de la conveniencia de iniciar el abordaje de una historia de la medicina catalana por “un trabajo bio-bibliográfico” que estaba “sólo en parte acometido” 8; y, en tercer lugar, una periodización de la medicina moderna, desgajada de la medieval, en dos épocas: la primera, marcada por la decadencia, abarcaría casi todo el siglo XVI, el XVII y los dos primeros tercios del XVIII; la segunda, caracterizada por el resurgimiento, comenzaría con la creación del Colegio de Cirugía de Barcelona y llegaría hasta ese inicio del siglo XX, atravesando todo el siglo XIX. Las primeras aportaciones historiográficas del catalanismo médico se sitúan en aquella inevitable predilección medievalizante, que se recreaba en la idea de una medicina ligada al casal de Barcelona, rebosante de grandes figuras señeras —sin duda, Arnau de Vilanova encajaba a la perfección— y rica en la producción de textos médicos en catalán. Buena parte de la producción de Josep Maria Roca i Heras (1863-1930), quien en su mocedad había participado también en la sesión histórica del congreso de 1888, se inscribe claramente dentro de este paradigma. Basta recorrer los artículos de la serie “Notes medicals històriques”, publicados en Annals de Medicina entre 1918 y 1927, para darse cuenta de que la idea que subyace en el discurso histórico de Roca es la perfección del mundo médico y saniCOMENGE (1908), p. 15. RODRÍGUEZ MÉNDEZ, R. (1917), Necrología del doctor Luis Comenge y Ferrer, Barcelona, Tip. La Académica, de Serra Hnos. y Russell. 8 COMENGE (1908), p. 15. 6 7
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tario en la Cataluña medieval, con la exaltación de los buenos médicos y los buenos pacientes en la corte real, las sabias medidas sanitarias, la desgraciadamente extinguida caridad hacia los enfermos pobres: todo un mundo que Roca concretaba en los tiempos de los grandes reyes de la dinastía catalanoaragonesa 9. El empeño biobibliográfico, por su parte, comenzó a cobrar forma a partir de la elaboración y publicación de la Bibliografia Medical de Catalunya, tras la celebración, del segundo congreso de médicos de lengua catalana en 1917. Aquella publicación pretendía demostrar a propios y extraños el orgullo de pertenecer a una noble tradición médica y la existencia de una época y un talante dignos de ser imitados en el presente. Se presentaba como un “primer inventario”, dentro de un proyecto más ambicioso, un “Index Bibliogràfic Medical de Catalunya” 10. Quince años más tarde, no sólo no se había olvidado el proyecto, sino que la revista Annals de Medicina, aprovechando su vigésimoquinto aniversario, publicó —recogida por su secretario de redacción Alfons Trias i Maxencs (1896-1977)— una “Bibliografia mèdica catalana, 1907-1931” con la producción de las revistas médicas de Barcelona y donde se anunciaba la publicación por parte de la asociación de médicos de lengua catalana de un segundo volumen de su Bibliografia Medical 11. No todo en la producción de Roca i Heras fueron estudios sobre la medicina medieval catalana. Anotemos que fue él quien, con motivo de la jubilación de Santiago Ramón y Cajal, leyó un Tribut al Mestre en enero de 1923 en una sesión solemne de la Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques; el texto aparecería publicado ese mismo año en forma de opúsculo: ROCA I HERAS, J. M. (1923), Tribut al Mestre. Nota biogràfica llegida en l’Acadèmia y Laboratori de Ciències Mèdiques de Catalunya, la vetlla del dia 24 de janer de 1923, al colocar el retrat del doctor Don Santiago Ramón y Cajal en la Sala d’Actes, Barcelona, Imp. Badia. 10 ASSOCIACIÓ GENERAL DE METGES DE LLENGUA CATALANA (1918), Bibliografia Medical de Catalunya. Inventari primer prés dels llibres antics i moderns presentats en l’exposició bibliogràfica anexa al segon congrés de metges de llengua catalana celebrat a Barcelona del 24 al 28 de juny de 1917, Barcelona, Impremta Elzeveriana. La mención al índice bibliográfico está en la salutación de Joan Freixas, p. XII; es interesante destacar que el autor del prólogo (pp. XIIIXXVII) era Eudald Canibell, bibliotecario de la Biblioteca Arús, encargado de la ordenación de los libros en la exposición y la preparación de la publicación del inventario. El comité organizador estaba constituido por Roca i Heras, Hermenegild Puig i Sais (1860-1941), Lluís Llagostera y Jaume Peyrí (1877-1950). 11 TRIAS I MAXENCS, A. (1932), “Bibliografia mèdica catalana, 1907-1931. Treballs publicats en català durant els anys de 1907-1931 en les revistes i publicacions de Barcelona: Annals de medicina, Congressos de metges de llengua catalana, Treballs de la Societat de Biologia de Barcelona, Anals de l’Institut d’Orientació Professional, Monografies mèdiques, Butlletí de la Societat Catalan de Dermatologia, Sifiliografia, Ciència, Monitor mèdic, Anales del hospital de 9
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Por lo que se refiere a la historia del resurgir de la cirugía catalana en la Ilustración, anotemos que en noviembre de 1916 se conmemoró oficialmente en Cambrils, su villa natal, el centenario de la muerte de Antonio Gimbernat, lo que abría un nuevo foco de atención historiográfica para el catalanismo médico. Se trataba, curiosamente, de incorporar una figura representativa de la España ilustrada al panteón ilustre de la catalanidad, hasta convertirla en un personaje de referencia obligada para la historiografía médica catalana posterior, como veremos al final. En la ceremonia de 1916, que consistió básicamente en la colocación de una lápida en la fachada de la casa donde nació Gimbernat, participaron todas las autoridades civiles y eclesiásticas bajo la presidencia del catalán Sebastián Recasens (1863-1933), entonces decano de la Facultad de Medicina de San Carlos, de Madrid, que ostentaba la representación de Alfonso XIII. La iniciativa había partido de la Facultad de Medicina de Barcelona, por lo que el principal oficiante en el acto fue el catedrático de pediatría Andrés Martínez Vargas (1861-1948), que no puede ser tachado precisamente de catalanista, secundado a su vez por el de higiene, Rodríguez Méndez, más bien conocido por su anticatalanismo, y encontró el apoyo decidido del entonces obispo de Solsona, Francesc Vidal i Barraquer (1868-1943), natural de Cambrils. Asistieron en pleno todas las sociedades médicas barcelonesas, incluida la Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques, convertida ya en principal baluarte del catalanismo médico. Asimismo, asistió el ya mencionado Roca i Heras, en representación del Ateneo Barcelonés, aunque su presencia fue más bien discreta. Constituye una prueba más de la diversidad de apropiaciones a la que se prestaba la figura de Gimbernat, el hecho de que la Associació de Metges de Llengua Catalana se sumara con el mayor entusiasmo al acto de Cambrils, hasta el punto de que su presidente, Joan Freixas i Freixas (1860-1933), publicó en catalán, con el mecenazgo del obispo Vidal i Barraquer, una detalladísima crónica del acto, que incluía una biografía apologética de Gimbernat 12. En el espíritu regeneracionista que impregnaba el ambiente de la época —recuérdese que en 1907 se habían fundado la Junta para la Ampliación la Santa Cruz y San Pablo, Las Ciencias Médicas, Revista de Medicina y Cirugía i Bulletí de l’Agrupament Escolar de l’Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques de Catalunya”, Annals de Medicina, 26 (1), pp. 9-112. 12 FREIXAS I FREIXAS, J. (1916), En Antoni de Gimbernat. Introducció-Biografia-Epílec, [Barcelona], Viuda de Badia Cantenya. Muy probablemente fue ésta la primera publicación oficial de carácter histórico realizada por la Associació General de Metges de Llengua Catalana.
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de Estudios en Madrid y el Institut d’Estudis Catalans en Barcelona— 13, la figura de Gimbernat reunía todas las condiciones para convertirse en un auténtico modelo de científico digno de ser admirado e imitado dentro y fuera de Cataluña. Tenía para ello todas las cartas a favor. Por un lado, Gimbernat fue profesor de anatomía en el Real Colegio de Cirugía de Barcelona y discípulo predilecto de Pere Virgili, quien a su vez ya había sido doblemente bendecido por Comenge a finales del XIX y por la Acadèmia de Ciències Mèdiques 14. Por otro lado, dominaba el francés y el inglés y llevó a cabo viajes al extranjero como pensionado a Francia e Inglaterra que le granjearon contactos directos con grandes figuras de la cirugía mundial como John Hunter, gracias a los cuales su obra obtuvo una destacable proyección internacional que le hizo merecedor de un epónimo para designar un repliegue fibroso del canal crural. Además, jugó después un importante papel institucional en Madrid, como fundador y director del Colegio de San Carlos. Por si fuera poco, al final de su vida cayó en desgracia ante el denostado Fernando VII, lo que le convertía en una figura atractiva tanto para liberales españoles como para regionalistas catalanes. En ese contexto, su condición de médico de cámara de Carlos IV, su pertenencia al ejército español en un modelo de Estado caracterizado por el absolutismo y el centralismo, o su colaboración con el reinado de José Bonaparte, no ensombrecían los más mínimo su hoja de servicios a ambas causas. En cualquier caso, los esfuerzos historiográficos de estas dos primeras décadas se mantuvieron en Cataluña alejados de cualquier posibilidad de institucionalización académica; sus manifestaciones públicas se movieron entre los homenajes coyunturales ambivalentes y la entusiasta erudición de Roca i Heras en publicaciones dirigidas principalmente a los médicos, 13 ROCA ROSELL, A. (1988), “Científicos catalanes pensionados por la Junta. Algunos aspectos de su papel en el desarrollo científico catalán”, en SÁNCHEZ RON, J. M. (coord.), 1907-1987. La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después, Madrid, CSIC, vol. 2, pp. 349-379. 14 ESCRIBANO, V. (1918), Homenatge fet a Gimbernat per la Universitat de Granada i a la Cirurgia catalana pel Dr. Víctor Escribano. Publicació feta per iniciativa de l’Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques de Catalunya amb la cooperació económica de distintes entitats i personalitats de la regió catalana. Juny de 1918, Barcelona, Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques de Catalunya. El burgalés Víctor Escribano García (1870-1960), catedrático de anatomía en la Universidad de Granada, había dedicado su conferencia en la sesión inaugural del curso 1916-1917 a exponer unos “Datos para la historia de la anatomía y cirugía españolas en los siglos XVIII y XIX”, que incluían un elogio de Gimbernat. La revista de la academia, Annals de Medicina, tradujo al catalán largos fragmentos del discurso, que luego publicó anotados, junto a un texto del mismo Gimbernat, en el folleto citado.
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pasando por los esfuerzos que condujeron a la mencionada Bibliografia Medical de Catalunya. La enseñanza de la historia de la medicina, en el marco universitario, siguió siendo prerrogativa exclusiva de los estudios de doctorado que sólo podían llevarse a cabo en la Universidad Central, en Madrid 15. La insistente reivindicación de la autonomía universitaria por parte del catalanismo político 16 reclamaba para la Universidad de Barcelona, entre otras cosas, la potestad de conceder grados de doctor, cosa que hubiera sin duda abierto las posibilidades de institucionalizar en ella la historia de la medicina. El golpe de estado de Primo de Rivera en septiembre de 1923 y la implantación de la dictadura militar, que acarreó entre otras cosas el final de la restringida experiencia autonomista de la Mancomunitat de Cataluña, que databa de 1914, no iba a ayudar a mejorar la situación en ese aspecto. Paradójicamente, fue en esos años cuando se tradujeron al castellano los primeros manuales universitarios de historia de la medicina por el filosocialista Eduardo García del Real (1870-1946), que ocupaba entonces la cátedra de Madrid. La primera de estas ediciones, la de Garrison 17, se hizo en Madrid; sin embargo, la segunda, la de Diepgen, se hizo en Barcelona, concretamente en la editorial Labor 18.
La historia de la medicina en las Monografies mèdiques Fuera del estrecho marco universitario y pese a las trabas gubernativas, las cosas no se detuvieron durante los años de la Dictadura. Los congresos 15 Recordemos que, durante el Sexenio, existió fugazmente una cátedra de historia de la medicina en la facultad de Barcelona, costeada por la Diputación Provincial, desde la que Joan Giné i Partagàs impartió unas lecciones de historia de la medicina para el doctorado en el curso 1868-1869: GINÉ I PARTAGÀS, J. (1869), Lecciones sobre historia de la medicina dadas durante el curso de 1868 á 1869 en la Cátedra de dicha asignatura, correspondiente á la enseñanza del Doctorado, instalada por la Excma. Diputación Provincial de Barcelona, en la Facultad de Medicina de esta Universidad, Barcelona, Establecimiento tipográfico de José Conill. 16 Planteada de manera abierta a partir del primer congreso universitario catalán, celebrado en 1903: Primer Congrés Universitari Català (1905): Secció II. Autonomia Universitària. En Primer Congrés Universitari Català, 1903, Barcelona, Estampa d’En Joseph Cunill, pp. 30-35. En la ponencia participaron, entre otros, los ya mencionados Joan Freixas y Jaume Peyrí. 17 GARRISON, F. H. (1921-1922), Introducción a la historia de la medicina por... Traducida de la segunda edición inglesa por Eduardo García del Real, 2 vols., Madrid, Calpe. 18 DIEPGEN, P. (1925), Historia de la Medicina por... Traducido de la segunda edición alemana por el Dr. E. García del Real, 2 vols., Barcelona, Labor.
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de la Associació sí se vieron interrumpidos, pero, en compensación, alzó el vuelo otra empresa destinada a producir —aunque no fuera su objetivo principal— historia de la medicina catalana desde una óptica catalanista: la serie Monografies Mèdiques, fundada y dirigida por Jaume Aiguader i Miró (1882-1943). Aiguader fue, quizá, la figura de mayor proyección política del catalanismo médico; hombre de confianza de Francesc Macià, fue elegido alcalde de Barcelona en las elecciones del 14 de abril de 1931 por Esquerra Republicana de Catalunya y, más tarde, durante la guerra, llegó a ocupar temporalmente un cargo de ministro en el gobierno republicano de Madrid. La colección de las monografías médicas, que al iniciarse la Guerra Civil había sobrepasado ya el centenar de números publicados, es inseparable de los avances experimentados en el proceso de normalización lingüística del catalán. La década de los años veinte fue especialmente importante para el lenguaje científico y médico; entre otras razones, porque se adoptó de forma generalizada la normativa fabriana, lo que supuso en la práctica el paso de una ortografía vacilante y un léxico errático y arcaizante a un lenguaje moderno, caracterizado por un vocabulario universal, preciso y conciso, perfectamente adaptado a la ciencia médica de la época 19. Por lo que se refiere a la producción historicomédica de Aiguader, cabe apuntar que publicó diversos trabajos monográficos 20, pero, en nuestra opinión, lo más interesante de su aportación fue la continua atención que prestó a estos temas en las páginas que acompañaban, en un pliego exterior, a cada una de las Monografies. En la sección “Noticiari”, redactada casi siempre por él mismo, se halla un sinfín de notas, reseñas y pequeños artículos de carácter historicomédico. Para entender el bagaje de la formación histórica de Aiguader es ineludible tomar en consideración la estrecha relación personal y política mantenida con Antoni Rovira i Virgili (1882-1949). Rovira fue autor de una muy interesante Història dels moviments nacionalistes, publicada en tres “series” aparecidas entre 1912 y 1914, y de una Història Nacional de Catalunya, una obra planeada en trece volúmenes de los cuales aparecieron sie19 SANS SABRAFEN, J. (2002), L’evolució de l’ús del català en medicina a Catalunya durant el segle XX, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans - Secció de Ciències Biològiques, pp. 55-62. 20 Un par de ejemplos destacables: AIGUADER I MIRÓ, J. (1932), Elogi dels metges i de la Medicina, Barcelona, Arnau de Vilanova (Col·lecció Miquel Servet); y AIGUADER I MIRÓ, J. (1935a), “Els metges del Renaixement”, Butlletí del Sindicat de Metges de Catalunya, 16, 66-68, 103-105 y 152-155.
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te, entre 1922 y 1938; el peso de su labor y de sus planteamientos se dejó sentir en diversos ámbitos, especialmente en el del republicanismo catalanista, del que él y Aiguader fueron destacados militantes 21. Dos ejemplos significativos pueden ayudar a entender la evolución historiográfica que Aiguader representó para la historia de la medicina catalana. En primer lugar, su peculiar reivindicación de la figura de Arnau de Vilanova, cuyo retrato aparecía en todas las portadas del centenar de números de las monografías, como una enseña emblemática. La figura médica de mayor relieve de la cultura medieval catalana, Arnau era, para Aiguader, el representante de una época turbulenta —la Edad Media— que los “viejos” historiadores denominaban de “transición”, en tanto que los “nuevos” historiadores llamaban de “tradición” 22; en ella, Arnau trató de “buscar el camino para salir de la barbarie por entre la maraña de los más groseros errores y supersticiones”, un camino que sólo culminaría “dos siglos más tarde, en pleno Renacimiento” con el gesto de Paracelso quemando los libros “del latín y del árabe para anunciar al mundo una nueva Medicina” 23. En segundo lugar —y en perfecta coherencia con estos supuestos— su no menos peculiar reivindicación de la figura de Miguel Servet: por un lado, debidamente catalanizada para servir de reivindicación de la tradición propia; por otro lado, insistentemente universalizada como luchador por la libertad de pensamiento, víctima de la intolerancia religiosa y, por supuesto, descubridor de la circulación pulmonar 24. 21 La más reciente aproximación a la historiografía catalana de la época es la de: PUJOL, E. (2003), Història i reconstrucció nacional: la historiografia catalana a l’època de Ferran Soldevila, 1894-1971, Catarroja, Editorial Afers. Puede verse una breve síntesis en: PUJOL, E. (2004), La historiografia del noucentisme i del període republicà. En BALCELLS, A. (ed.), Història de la historiografia catalana, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, pp. 187-204. 22 Se refiere, sin duda, a Paul Diepgen, cuya Historia de la Medicina reflejaba exactamente esta denominación y, como ya se ha indicado, acababa de ser publicada en castellano, en Barcelona, pocos meses antes de que Aiguader redactara su recuerdo de la figura de Arnau, en el primer número de la colección de monografías. 23 AIGUADER I MIRÓ, J. (1926), “Arnau de Vilanova”, Monografies mèdiques, 1, [1-4]. No es casual que, poco después, publicara una atractiva presentación de Paracelso en: AIGUADER I MIRÓ, J. (1928), “Paracels”, Monitor mèdic, 1, 61-65. 24 La serie de artículos ya citada sobre “Els metges del Renaixement” era, en realidad, unas “notas preliminares” que pretendían presentar los perfiles biográficos de médicos como Servet, Vesalio y Agrippa; de la dedicada a Servet llegó a publicar los siguientes esbozos: AIGUADER I MIRÓ, J. (1935b), “Grandesa i pàtria de Miquel Servet”, Butlletí del Sindicat de Metges de Catalunya, 16, 238-240; AIGUADER I MIRÓ, J. (1935c), “Educació i medi ambient de Miquel Servet”, Butlletí del Sindicat de Metges de Catalunya, 16, 336-338; AIGUADER I MIRÓ, J. (1935d), “Servet a Itàlia”, Butlletí del Sindicat de Metges de Catalunya, 16, 369-371; y AIGUADER I MIRÓ, J.
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Con todo, las aportaciones historicomédicas de Aiguader y Miró, caracterizadas por su cariz voluntarista y su marcado componente nacionalista, incluso de agitación política, siguieron alejadas del espacio académico universitario, que continuó cerrado a la docencia historicomédica hasta la consecución de la autonomía universitaria, ya en el período estatutario republicano.
Hacia la institucionalización de la historia de la medicina catalana La aspiración a consolidar la docencia y la práctica de una historia de la medicina a la medida del catalanismo médico en un marco institucional más normalizado pudo comenzar a materializarse tras la proclamación de la República y de la consecución de la autonomía política para Cataluña. Dos fueron los escenarios de estos primeros logros: por un lado, la universidad autónoma de Barcelona y, por otro, dos corporaciones médicas profesionales: la Societat de Cirurgia de Catalunya y la Associació de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana 25. Como es sabido, la denominada Universitat Autònoma de Barcelona, nacida gracias al Estatut de 1932, pretendió reformar el modelo tradicional de enseñanza universitaria y consiguió, entre otras cosas, introducir los estudios de doctorado, hasta entonces centralizados completamente en Madrid. En ese nuevo marco institucional cabe situar la programación del curso “Comentaris sobre història de la medicina” dirigido a alumnos de doctorado en medicina, que se debió impartir en la Academia de Medicina, en varias sesiones vespertinas, durante el mes de marzo de 1934 26. La persona responsable de la docencia en calidad de profesor auxiliar de historia (1935e), “Servet a Alemanya”, Butlletí del Sindicat de Metges de Catalunya, 16, 410-412. Tras su muerte, la comunidad catalana en el exilio mexicano consiguió publicar su extensa monografía de más de trescientas páginas sobre Servet, prologada —no por casualidad, como se verá cuando hablemos de su significación en la institucionalización universitaria de la historia de la medicina en la Barcelona republicana— por Jaume Pi-Sunyer Bayo: AIGUADER I MIRÓ, J. (1945), Miquel Servet, Mèxic, Catalònia. 25 En realidad, la misma asociación que hemos citado antes con el nombre de Associació General de Metges de Llengua Catalana, que a partir del año 1933 decidió incluir en su nombre oficial “y biólogos”, aunque desde el principio siempre había figurado entre sus objetivos asociativos abarcar también a farmacéuticos, veterinarios y otros científicos. 26 U NIVERSITAT A UTÒNOMA DE B ARCELONA (1933), Facultat de Medicina. Organització. Règim d’estudis. Programa de cursos per a l’any 1933-1934, Barcelona, Universitat Autònoma de Barcelona, p. 101.
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de la medicina fue Jaume Pi-Sunyer Bayo (1903-2000), hijo de August, el fisiólogo, y sobrino del historiador Carles Pi Sunyer 27. El programa incluía sólo seis temas, a saber: a) Paracelso, b) la circulación de la sangre, c) los orígenes del método experimental, d) el oxígeno y la respiración, e) la vacuna llevada a América, y f) Cervera y la medicina catalana. Obsérvese que sólo el último tema del programa estaba dedicado a la historiografía meramente local, aunque no cabe duda que en el tema dedicado a la circulación sanguínea la figura de Servet ocuparía un lugar destacado 28. En paralelo, se desarrolló una iniciativa cuyo objeto inequívoco era avanzar, si bien fuera del marco universitario, hacia la institucionalización de la historia de la medicina en Cataluña. La Societat de Cirurgia de Catalunya, a través de un comité instituido ad hoc 29, impulsó la conmemoración del segundo centenario del nacimiento de Gimbernat en el año 1934. Decidieron llevar a cabo un acto de homenaje en la Academia de Medicina —antigua sede del Real Colegio de Cirugía—, una exposición anexa de libros de cirugía escritos en catalán, ya fueran originales o traducidos y convocar un concurso para premiar diversos trabajos históricos dedicados a Gimbernat y a la cirugía catalana. Todo ello aprovechando el marco del octavo congreso de médicos y biólogos de lengua catalana, que se celebró en Barcelona, en junio de ese mismo año 30. El jurado del premio estaba forCAMARASA, J. M. (2000), “Jaume Pi-Sunyer i Bayo (Barcelona, 1903-Nova York, 2000)”, Ictineu, 13, 2-3. 28 Una prueba más de la eficacia consagradora del mito de Servet entre esa generación de médicos catalanistas con afanes histórico médicos es el papel central que le reservó Josep Trueta (1897-1977) en su Spirit of Catalonia, obra y autor emblemáticos del exilio científico catalán en Inglaterra: TRUETA, J. (1946), Spirit of Catalonia, London, Oxford University Press, pp. 138-151. 29 El comité organizador del homenaje a Gimbernat estaba integrado por tres personas: Joan Puig-Sureda (1881-1978) como presidente, Antoni Trias i Pujol (1891-1970) como vocal y Pere Gabarró (1899-1980) como secretario, que a su vez también lo era de la Societat. 30 No puede olvidarse tampoco que, en septiembre del mismo 1934, iba a tener lugar el III Congreso Internacional de Historia de la Ciencia. Desde mayo de 1933, después de que la Academia Internacional desestimara tras la llegada al poder de los nacionalsocialistas celebrar el congreso en Berlín, tal y como se había decidido en Londres en 1931 durante el segundo congreso, el encargo recaería en los miembros portugueses y españoles de la citada academia, presidida entonces por Karl Sudhoff, con Paul Diepgen como vicepresidente y Aldo Mieli como secretario. Sobre los conflictivos preparativos del congreso en tierras ibéricas: ROCA ROSELL, A. (1991), “El caso del Congreso Internacional de 1934: «Guerra» entre historiadores de la ciencia”. En VALERA, M., LÓPEZ FERNÁNDEZ, C. (eds.), Actas del V Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y las Técnicas, Murcia-Barcelona, DM Librero-Editor y PPU, vol. 2, pp. 1066-1084, y COBOS BUENO, J. M. (2003), La Asociación Española de Historiadores de la Ciencia: Francisco Vera Fernández de Córdoba, Llull, 26, 57-81. 27
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mado por los tres miembros del comité Gimbernat de la sociedad convocante, el presidente de la misma, Joaquim Trias i Pujol (1887-1964), Jaume Peyrí i Rocamora en representación de la Academia de Medicina de Barcelona, el historiador ‘noucentista’ Ferran Valls i Taberner (1888-1942) como representante de la sección de historia del Institut d’Estudis Catalans, y el médico y medievalista Daniel Girona i Llagostera (1869-1940), de la asociación de médicos de lengua catalana. Durante la celebración del congreso, se proclamó en el Casal del Metge el fallo del concurso, al que se habían presentado dieciocho trabajos; se adjudicaron cinco de los seis premios previstos, ya que uno de los premios quedó desierto 31. A finales de junio de 1936, con ocasión del noveno congreso de la citada asociación, celebrado en Perpiñán, la Societat de Cirurgia editó, con el patrocinio de los laboratorios Cusí, un libro con tres de los trabajos premiados: una biografía de Gimbernat, cuyo autor era precisamente Jaume PiSunyer i Bayo; un estudio sobre Bernat Serra y otros cirujanos del siglo XIV presentado por Ricard Carreras i Valls, que décadas más tarde alcanzaría notoriedad por ser ardiente defensor de la catalanidad no sólo de Colón sino también de toda la empresa del “Descubrimiento”; y el trabajo, de Antoni Cardoner i Planas (1902-1984), sobre el Real Colegio de Cirugía de Barcelona 32. Este último, que ocupó interinamente la cátedra de fisiología que August Pi i Sunyer dejó al verse obligado al exilio, sería años después autor de una considerable obra historicomédica, así como docente de historia de la medicina en la Universidad de Barcelona, en el efímero Departament d’Història de la Facultat de Medicina (1967-1971), dirigido por el psiquiatra Ramón Sarró (1899-1993) 33. En el prólogo del libro, Pere Gabarró apuntaba un dato sumamente interesante: que la publicación había sido posible gracias a las gestiones realizadas por el Comitè de Recerques i Investigacions Històriques, una entitad casi totalmente desconocida hasta el momento y sobre la que estamos trabajando en la actualidad. Por lo que puede saberse a partir del 31 El premio desierto correspondía al “mejor trabajo de historia general de la cirugía en Lenguadoc, Rosellón y Provenza”; se concedió, sin embargo, un accésit al trabajo presentado por un estudiante de Toulouse. 32 SOCIETAT DE CIRURGIA DE CATALUNYA (1936), Tres treballs premiats en el concurs d’homenatge a Gimbernat, Masnou, Laboratoris del Nord d’Espanya S. A. Las informaciones sobre el jurado y el veredicto, en pp. V-XI. 33 Basta recordar: CARDONER I PLANAS, A. (1973), Història de la medicina a la Corona d’Aragó (1162-1479), Barcelona, Scientia. Más detalles biográficos sobre Cardoner, en: DANÓN BRETOS, J. (1985), “Antoni Cardorner Planas (1902-1984)”, Asclepio, 37, 407-410.
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manuscrito que contiene las actas de la Associació de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana, el comité fue creado en el seno de dicha entidad precisamente a raíz del éxito del homenaje a Gimbernat de junio de 1934, con la misión de desarrollar “la historia y bibliografía médica catalanas” 34. Conviene mencionar que fue precisamente Pere Gabarró la persona designada para que encabezara la representación de la asociación en el X Congreso Internacional de Historia de la Medicina, que debía celebrarse en Madrid del 23 al 29 de septiembre. En las actas consta que García del Real, presidente del congreso y decidido partidario de ampliar la docencia universitaria de la historia de la medicina, envió una invitación a la asociación catalanista para participar en el congreso y que ésta se mostró dispuesta a aceptarla 35. El único miembro del comité que llegó a presentar una comunicación fue, precisamente, Antoni Cardoner 36. La guerra supuso un golpe mortal para estas iniciativas encaminadas a la institucionalización, dentro y fuera de la universidad, de la historia de la medicina en Cataluña. La Associació dejó de existir, el Institut d’Estudis Catalans pasó a la clandestinidad y la Universitat Autònoma fue clausurada, mientras que Gabarró y otros muchos tomaron el camino del exilio. Algunos para no volver jamás de un modo definitivo, como el citado Jau-
34 En la junta general extraordinaria del 30 de junio de 1934 se propone la creación del comité por “el deseo de continuar las investigaciones históricas referentes a la medicina catalana en todos sus aspectos, de forma similar a como se ha hecho con ocasión del homenaje a Gimbernat”. Se pretendía que el comité contara con un patronato formado por representantes de la asociación, de la facultad de medicina y del Institut d’Estudis Catalans. Un año más tarde, el 27 de mayo de 1935, se aprobó el comité formado por Cardoner, Gabarró, Girona i Llagostera, Jaume Peyrí, Miquel Torelló i Cendra (1899-1936) y Jaume Pi-Sunyer Bayo. Las actas pueden consultarse en la edición digital del manuscrito, con sus correspondientes transcripciones, en: MARTÍNEZ VIDAL, À., y PARDO TOMÁS, J. (coords.) (2004), Llibre d’Actes de l’Associació de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana (1915-1937), Barcelona, Institut d’Estudis Catalans - Secció de Ciències Biològiques. 35 GARCÍA DEL REAL, E. (1934-1935), “Necesidad de hacer obligatorio en las Universidades el estudio de la Historia de la Medicina”, Trabajos de la Cátedra de Historia crítica de la Medicina, 4, 495-511. García del Real hacía suya la propuesta que W. Szumowski había presentado en el VIII Congreso Internacional, celebrado en Roma, en 1930. Agradecemos a Jorge Molero la referencia a esta noticia. El mismo Szumowski presentó en el congreso internacional de Madrid una comunicación titulada “La Historia de la Medicina y la reforma de los estudios médicos”: X Congreso Internacional de Historia de la Medicina (1935), Libro de Actas, Madrid, vol. 1, pp. 181-183. Agradecemos a Juan Pimentel la ayuda facilitada para obtener la información sobre esta fuente. 36 CARDONER PLANAS, A. (1935), La Medicina árabe en Cataluña. En X Congreso Internacional de Historia de la Medicina, Libro de Actas, vol. 1, p. 22.
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me Pi-Sunyer Bayo, por cierto, miembro de la Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica desde la creación en 1993 hasta su muerte en el año 2000; o como otra joven promesa de la historia de la medicina y activo participante en el congreso internacional madrileño, Félix Martí Ibáñez (1910-1972). Pero ésa es otra historia que, en última instancia, viene a recordarnos la necesidad de no simplificar a base de unos pocos clichés nuestra mirada hacia el pasado de la historia de la disciplina 37.
Véanse, por ejemplo, los textos reunidos por MARTÍNEZ VIDAL, À., y HUGUET, T. (coords.) (2006), “Tendències historiogràfiques de la medicina a les portes del segle XXI ”. En http://www.recercat.net/handle/2072/1495. 37
FUENTES PARA LA HISTORIA DEL CATALANISMO MÉDICO. EL ARCHIVO INSTITUCIONAL DE LA ACADÈMIA DE CIÈNCIES MÈDIQUES DE CATALUNYA I DE BALEARS * José Pardo Tomás CSIC, Barcelona
Àlvar Martínez Vidal Universitat Autònoma de Barcelona
En una comunicación, presentada hace ahora tres años ante la Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica 1, dábamos a conocer lo que entonces era sólo un proyecto: la recuperación y catalogación de la documentación manuscrita anterior a la Guerra Civil (1872-1939) que había pervivido en las dependencias de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya i de Balears. Uno de los objetivos de esa iniciativa era contribuir a poner los fundamentos de una futura historia de la institución, que con el título de La medicina vertebrada hemos comenzado a elaborar y que esperamos poder concluir dentro de poco tiempo, con la inestimable colaboración de otros colegas historiadores de la medicina 2. Un segundo objetivo obedecía a la convicción del papel jugado por esta institución en la * Este trabajo ha sido elaborado en el marco del proyecto, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia, “Divulgación médica en la Cataluña noucentista: la Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques y la difusión de la medicina de laboratorio (1906-1939)” (BHA200204611-C03-01). 1 MARTÍNEZ VIDAL, À., PARDO TOMÁS, J. (2003), “La documentació manuscrita de l’Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya i de Balears”. En BATLLÓ, J., BERNAT, P., PUIG, R. (coords.), Actes de la VII Trobada d’Història de la Ciència i de la Tècnica, Barcelona, Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica, pp. 357-364. 2 Por el momento, hemos encontrado la respuesta positiva de Jon Arrizabalaga, Josep Bernabeu, Josep Danón, Carles Hervàs, Teresa Huguet, Enrique Perdiguero, Joaquim Ramis y Alfons Zarzoso.
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consolidación social y cultural de lo que hemos dado en llamar “catalanismo médico” 3, un movimiento que se nos antoja especialmente interesante como estudio de caso de “la construcción de los públicos de la medicina” en la época de los nacionalismos e internacionalismos científicos de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX 4. El tercer objetivo, explícitamente estratégico, era el de contribuir a la preservación, catalogación y puesta a disposición de los investigadores de una parte del rico patrimonio documental de la medicina catalana contemporánea que no se hallaba en las condiciones deseables para conseguir esos fines. En el tiempo transcurrido desde aquella primera comunicación se han alcanzado alguno de los objetivos entonces propuestos; si bien la precariedad material del archivo que entonces describíamos no ha mejorado de manera sustancial, podemos considerar que su preservación ha quedado asegurada 5. Los orígenes de la Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya i de Balears (por usar su denominación actual) se remontan a 1872, cuando un reducido grupo de estudiantes de medicina de Barcelona fundó una asociación no por casualidad denominada Sociedad Médica El Laboratorio, una denominación que era ya toda una declaración de principios sobre su orientación en aquella coyuntura. Fuera del rígido marco de la facultad de entonces, sus fundadores deseaban disponer de un espacio más estimulante donde poder practicar experimentos de fisiología con animales y ampliar y discutir sus conocimientos de acuerdo con el método experimental. Todo parece indicar que la iniciativa contaba con un cierto apoyo por parte de algunos profesores de la facultad que, cuatro años más tarde, crearon otra asociación con el nombre de Academia de Ciencias Médicas. Tras un complejo proceso, no exento de tensiones, ambas entidades confluyeron, en 3 MARTÍNEZ VIDAL, À., PARDO TOMÁS, J., PERDIGUERO GIL, E. (2006), “Per la Ciència i per la Pàtria”: “medical catalanism” (1898-1936). Comunicación presentada en las sesiones de la Health Network, dentro del Sixth European Social Science History Conference (Amsterdam, 2225 marzo 2006); consultable en: http://www2.iisg.nl/esshc/programme.asp. 4 CRAWFORD, E. (1992), Nationalism and Internationalism in Science, 1880-1930, Cambridge, Cambridge University Press; ENKINSON, J. (1993), Scottish Medical Societies 1731-1939. Their History and Records, Edinburgh, Edinburgh University Press; WEISZ, G. (1995), The Medical Mandarins. The French Academy of Medicine in the Nineteenth and Early Twentieth Centuries, New York-Oxford, Oxford University Press; ELZINGA, A.; LANDSTRÖM, C. (eds.) (1996), Internationalism and Science, London-Los Angeles, Taylor Graham. 5 Gracias, entre otras cosas, a la financiación del Ministerio de Educación y Ciencia dentro del proyecto “Divulgación médica en la Cataluña noucentista: la Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques y la difusión de la medicina de laboratorio (1906-1939)” ya citado, así como a la autorización para acceder a los originales por parte de la presidencia de la academia.
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1878, en la que se llamaría Academia y Laboratorio de Ciencias Médicas, hasta la catalanización oficial del nombre, en 1904. Hace unos años, Ada Pastor y uno de nosotros intentamos ofrecer una apretada “crónica” de los ciento veinticinco años de la Academia que, pese a su carácter divulgativo, trataba de asentar la institución en el contexto histórico social, político, científico y cultural catalán y europeo, a la vez que proponía una periodización razonable de su evolución 6. La primera etapa, denominada “el empuje fundacional (1872-1898)”, estaría definida por la consolidación de un proyecto asociativo que se remonta a la década marcada por el final del sexenio revolucionario y abarca la primera etapa del período restauracionista. El proyecto académico buscaba, más allá de las limitaciones del marco universitario, la apropiación de los modelos teóricos y de las nuevas prácticas experimentales que postulaba en toda Europa la medicina de laboratorio, en la línea formulada por Claude Bernard (1813-1878). Por eso, como señalábamos hace un momento, no es casualidad que la palabra “Laboratorio” figurara desde los inicios en el nombre —y en el espacio físico real— de la entidad. En la segunda etapa, la academia era presentada como “expresión del catalanismo médico (1898-1923)”, ya que se convirtió en protagonista indiscutible de dicho movimiento, sobre todo entre 1901 y 1923. La precoz adopción del catalán como lengua vehicular de la vida académica (1902) fue el primer síntoma del compromiso tangible en la consecución de una lengua ágil, moderna y expresiva para la medicina catalana, tanto en los cursos, conferencias y sesiones científicas, como en los escritos y actas, lo que culminó en 1907 con la aparición de la revista Annals de Medicina (cuya vida se prolongaría durante treinta años) y en 1913 con la celebración del primero de los congresos de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana. Durante la tercera etapa, entre la dictadura de Primo de Rivera y la segunda República (1923-1939), la academia vivió una época especialmente interesante, en parte porque supo vertebrar un fenómeno hasta entonces inédito y que marcaría definitivamente, en Cataluña y en todo el mundo, la evolución de los saberes y las prácticas médicas. Nos referimos 6 MARTÍNEZ VIDAL, À., y PASTOR CUBO, I. (2001), “Crònica de l’Acadèmia”. L’Informatiu, 2 (12), 18: PASTOR CUBO, I., MARTÍNEZ VIDAL, À. (2001-2002), “L’empenta fundacional (1872-98): l’Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques”, L’Informatiu, 2 (13), 25-28; “L’Acadèmia, expressió del catalanisme mèdic (1898-1923)”, 3 (14), 25-28; “L’Acadèmia entre la dictadura i la II República (1923-39): cap a una societat de societats”, 3 (15), 25-28; “L’Acadèmia sota el franquisme (1939-75): desfeta i redreçament”, 3 (16), 25-28.
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a la cristalización de las especialidades como consecuencia, por un lado, de la complejidad creciente de los saberes y de las técnicas diagnósticas y terapéuticas, y por otro lado, de la división social del trabajo en el seno de la profesión médica. De hecho, la Academia se configuraría como el catalizador más importante del especialismo médico en Cataluña y iniciaría su transformación en una auténtica “sociedad de sociedades” dentro de la profesión. El desastre de la guerra, el exilio y la penuria económica e intelectual de la larga posguerra marcaron el inicio de una cuarta etapa, en la que la academia, bajo el franquismo, intentó recobrar la normalidad, en más de un sentido continuista con la línea adoptada en los años treinta, significativamente representada por el cierre de los laboratorios, la apuesta decidida por la biblioteca y la coordinación de las actividades de las sociedades especialistas. Por otro lado, la publicación en 1974 de la primera edición del Vocabulari Mèdic, gracias al impulso de Oriol Casassas y Joaquim Ramis, con el decidido apoyo de Josep Laporte, presidente entonces de la entidad, simbolizan también el intento de continuismo con otra de las señas de identidad de la academia antes de la guerra: su apuesta por la normalización del catalán como lengua de expresión científica de la medicina 7. Finalmente, se dibujaba una quinta y última etapa (aún sin historiar, ni mucho ni poco) que tomaría como punto de partida la celebración en Perpiñán, en 1976, del décimo congreso de médicos y biólogos de lengua catalana, como símbolo de la recuperación de la academia como eje vertebrador del asociacionismo médico catalán y como una etapa de sostenida expansión del número de socios y de actividades organizadas o coordinadas por la academia, en el contexto de la transición democrática primero y del marco constitucional y autonómico después. Pese a esta larga trayectoria de más de ciento treinta años, la academia no ha merecido toda la atención que sería de esperar por parte de los historiadores. Se han hecho incursiones parciales, bien sobre temas muy específicos, bien sobre coyunturas singulares en la historia de la institución 8, 7 SANS SABRAFEN, J. (2002), L’evolució de l’ús del català en medicina a Catalunya durant el segle XX, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans-Secció de Ciències Biològiques. 8 CALBET I CAMARASA, J. M. (1996), “Entorn dels orígens de l’Acadèmia i Laboratori de Ciències Mèdiques de Catalunya i Balears”, Gimbernat, 26, 11-22; (1997a), “Les sessions científiques de la societat mèdica El Laboratori (1874-1877)”, Gimbernat, 26, 23-28; (1997b), “Els primers anys de l’Acadèmia de Ciències Mèdiques”, Gimbernat, 28, 147-56; (1997c), “L’Acadèmia de Ciències Mèdiques durant la guerra civil”, Gimbernat, 27, 193-204. Trabajos que luego reunió y amplió en: CALBET I CAMARASA, J. M. (2001), Notícia de l’Acadèmia de Ciències Mèdiques de Catalunya i de Balears, Barcelona, Seminari Pere Mata-UB.
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bien sobre personajes, períodos o acontecimientos de la medicina catalana directa o indirectamente relacionados con la institución 9. Y no han faltado las consabidas publicaciones conmemorativas, con motivo de los cincuenta, los setenta y cinco, y los cien años de la institución (por cierto no siempre contados a partir de la misma fecha), pero las insuficiencias de esta memoria institucional son, como suele ser habitual, bastante notables desde un punto de vista historiográfico 10. Así, habrá que concluir que, hoy por hoy, no hay una obra que abarque el conjunto de la trayectoria histórica de la academia, dando una visión sistemática de los diversos períodos que ha conocido su evolución y una interpretación satisfactoria de su pervivencia a través de sucesivas transformaciones, a veces evidentes, otras no tanto. Habría que preguntarse por las razones que explican la supervivencia de una institución privada, sostenida básicamente por el voluntarismo y las cuotas de los socios durante un período tan largo y tan lleno de cambios significativos, tanto en la medicina como en las demás manifestaciones sociales. Asimismo, habría que cuestionarse sobre las especificidades de una academia de ciencias médicas y sus relaciones con otras instituciones académicas de su entorno. Por no hablar de la necesidad de interpretar este caso concreto en comparación con otros proyectos y realidades de otros lugares de Europa. No es fácil elaborar una historia de este tipo. No sólo por la complejidad inherente a la empresa intelectual como tal, sino también por la existencia de dificultades que no pueden vencerse o eludirse fácilmente. La primera de estas dificultades deriva de la pérdida de una parte muy considerable de las fuentes institucionales: no queda apenas documentación académica, administrativa ni fotográfica, prácticamente nada se ha salvado de los instrumentos y materiales de los laboratorios, no hay (quitando algún caso excepcional) archivos de las sociedades y filiales que integraron e integran la academia. No tenemos al alcance, elaborada con 9 CASASSAS, O. (1970), La medicina catalana del segle XX, Barcelona, 62; CASASSAS, O. (1996), Josep Alsina i Bofill, l’exemple, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat; RAMIS, J. (ed.) (1996), Els congressos de metges i biòlegs de llengua catalana: gairebé un segle. Barcelona, Fundació Uriach; REVENTÓS, J. et al. (1990), Història de la medicina catalana sota el franquisme, Barcelona, Hacer; SOLÉ I SABATÉ, J. M., CAÑELLAS, C., TORÁN, R. (1994), El Col·legi de Metges de Barcelona i la societat catalana del seu temps (1894-1994), Barcelona, COMB. 10 A CADÈMIA DE C IÈNCIES M ÈDIQUES (1928), Annals de Medicina, 22 (4), pp. 163-296; (1953), Sesiones Científicas celebradas en su 75 aniversario (1878-1953), Barcelona, Academia de Ciencias Médicas; (1976), Tribuna Médica, número commemoratiu dedicat a l’Acadèmia; y (1978), L’Acadèmia i la Barcelona de fa cent anys, Barcelona, Élite Gràfic.
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criterios actuales, una Bibliografia Medical de Catalunya, por usar la denominación histórica del empeño realizado en 1917 y 1918 11 que nos permita conocer la producción impresa de los socios de la academia. Por si fuera poco, en fechas muy recientes, la biblioteca, que fue durante décadas la joya de la institución, ha sido sufrido una desafortunada transformación, que ha conllevado, entre otras cosas, la desaparición de los fondos hemerográficos y bibliográficos posteriores a 1900. La lamentable situación del patrimonio documental de la medicina catalana del primer tercio del siglo XX, por desgracia, no es ni mucho menos excepcional. La contemporaneidad de una documentación como ésta es un obstáculo añadido a la hora de garantizar su preservación, porque aún no existe una conciencia suficiente del problema y porque no se suelen dar respuestas efectivas a las pocas denuncias que se formulan en ese sentido. En diciembre de 1988, esta Sociedad Española de Historia de la Medicina, como algunos recordarán, organizó un simposio dedicado a “La defensa del patrimonio histórico-médico español”; la primera de las conclusiones relativas a la documentación contemporánea afirmaba “constatar las gravísimas pérdidas sufridas por el patrimonio documental históricomédico contemporáneo, tanto en la Administración pública como en otras corporaciones (Colegios profesionales, etc.)” 12. Han pasado casi veinte años desde que se escribieron estas líneas y la situación no parece haber cambiado mucho, lo que se traduce en un creciente aumento de las pérdidas de fondos documentales y el deterioro irreparable del patrimonio médico y científico. Ni las administraciones públicas, ni las corporaciones profesionales, ni las instituciones académicas o asistenciales, ni siquiera, muchas veces, los mismos protagonistas de la actividad científica y médica han tomado conciencia de las dimensiones del problema y, en consecuencia, las pocas iniciativas que tratan de poner fin a la situación difícilmente encuentran el apoyo necesario 13. 11 ASSOCIACIÓ GENERAL DE METGES DE LLENGUA CATALANA (1918), Bibliografia Medical de Catalunya. Inventari primer prés dels llibres antics i moderns presentats en l’exposició bibliogràfica anexa al segon congrés de metges de llengua catalana celebrat a Barcelona del 24 al 28 de juny de 1917, Barcelona, Impremta Elzeveriana. 12 OLAGÜE, G. et al. (1989), La defensa del patrimonio histórico-médico español, Granada, Universidad de Granada, p. 114. 13 SIERRA, C. (1989), “El programa «Guía de fuentes para el estudio de las enfermedades infecciosas»”. En OLAGÜE, G. et al., pp. 91-100; BALLESTER, R. (1989), “Discusión: Patrimonio documental histórico-médico contemporáneo”. En OLAGÜE, et al., (1989), pp. 101-111.
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Pese a todo, en nuestro entorno no faltan iniciativas encaminadas a la recuperación del patrimonio médico contemporáneo, tanto en lo que se refiere a la documentación puramente científica (cuadernos de laboratorio, manuscritos, agendas y diarios de investigación, cartas, etc.), como asistencial (historias clínicas, registros epidemiológicos, campañas sanitarias, etc.) y, sobre todo, administrativa e institucional (actas de reuniones, libros de cuentas, registros de miembros o socios, solicitudes de ingreso, correspondencia, etc.). Basta recordar el modelo del Contemporary Medical Archives Centre de Londres, creado en 1979 por el entonces Wellcome Institute for the History of Medicine. Partiendo del ambicioso propósito de recoger y catalogar los documentos y registros de los medicina británica del siglo XX, que incluían los de los personales y los derivados la práctica clínica, la investigación, la salud pública y las medicinas no oficiales, los responsables del centro acabaron reorientando el proyecto hacia el registro electrónico de fondos propios y ajenos, así como a ofrecer una labor de consultoría e información, dando a conocer la ubicación de fondos no reproducidos por ellos y aconsejando sobre su tratamiento y emplazamiento 14. Por otra parte, en el año 2001 se puso en marcha en Cataluña un Servei de Recuperació i Informació d’Arxius de Ciència (SAC), patrocinado por la Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica, financiado por el Institut d’Estudis Catalans, y coordinado por el Centre d’Estudis d’Història de les Ciències de la Universitat Autònoma de Barcelona, dirigido por Xavier Roqué. El Servei trabaja en la localización y conservación de archivos personales e institucionales de científicos catalanes, ejerciendo también una labor de consultoría a la hora de decidir el destino final de la documentación 15. Fueron estas reflexiones y los ejemplos citados los que nos convencieron de la conveniencia de poner en marcha el proyecto que ahora nos ocupa. Su finalidad inmediata era, como ya se ha apuntado, contribuir a la pre14 MARTÍNEZ VIDAL, À. (1998), “El patrimoni mèdic contemporani: una causa perduda? The Contemporary Medical Archives Centre, de Londres”, Biblioteca Informacions. Publicació del Servei de Biblioteques de la UAB, 19, 12-13. 15 ROQUÉ, X. (2002), “La memòria de la ciència contemporània: el Servei d’Arxius de Ciència”. En BERTOMEU, J. R., GARCÍA BELMAR, A. (eds.), Obrint les caixes negres: els instruments científics de la Universitat de València, València, Universitat de València, pp. 133-148; y ROQUÉ, X. (1999), “Scientific archives in Catalonia: New ‘Servei d’Arxius de Ciència”, CASE Newsletter, 4, consultable en: http://www.bath.ac.uk/ncuacs/case/casenl4.htm.
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servación (mediante la microfilmación y digitalización), catalogación y difusión (trascripción, análisis y publicación) de todo el fondo manuscrito que actualmente se conserva en la Acadèmia de Ciències Mèdiques, así como del material impreso cuya supervivencia se considerase frágil o precaria. Lo que hasta el momento se ha hecho, es lo siguiente. Se han microfilmado y digitalizado todas las series documentales anteriores a 1939 y se ha iniciado la trascripción de los libros de actas. Estas series documentales de lo que podríamos considerar como el archivo histórico de la academia comprenden unos cuarenta libros y libretas manuscritos —custodiados en el despacho de la presidencia— y una docena de cajas con documentos de muy diverso tipo, que se hallan en el almacén de depósito de la institución. Esta es una relación sumaria de las siete series en las que podríamos agrupar esta documentación: A. B. C. D. E. F.
G.
Actas y documentos de los primeros veinte años (1872-1892): siete libros. Actas de las juntas de gobierno (1893-1980): doce libros, que constituyen el grueso de la documentación conservada. Actas de las llamadas Sessions privades (1883-1938): seis libros. Contabilidad (1896-1946): ocho libros de caja y una carpeta con la etiqueta Documents i pressupostos, 1933-1938. Listas de socios: dos libros (1940-1944) y dos libretas (19501951). Biblioteca (1905-1992): dos cuadernos que contienen los dos primeros catálogos y dos carpetas con los movimientos anuales de la biblioteca entre 1935 y 1992. La docena de cajas con documentación diversa, que es lo que se ha salvado del viejo archivo de la institución, fichado y catalogado en los años anteriores a la Guerra Civil.
En efecto, entre los materiales conservados actualmente en la sede de la entidad tras el desmantelamiento de la biblioteca en el año 2000 con motivo de un nuevo traslado de sede, se hallaba un cedulario con el nombre Arxiu que reunía 360 fichas mecanoscritas referidas a documentación del período 1876-1937. La reconstrucción virtual del fichero a través de las fichas del cedulario nos permitió concluir que ese Arxiu reunió en algún momento hasta veintidós cajas de documentos con el archivo administrativo y la corres-
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pondencia de la institución hasta el estallido de la Guerra Civil. Aunque la catalogación de los documentos se hallaba en su fase inicial en el momento de escribir esta comunicación, puede afirmarse que esta documentación es la que parcialmente se conserva aún, sin la ordenación original reflejada en el cedulario, en la docena de cajas que se hallan en el depósito y cuyo contenido ha sido, como decíamos, microfilmado y digitalizado en su integridad. Lejos de nuestra intención soslayar la importancia que la constante actividad publicística de la academia y de su entorno posee a la hora de suministrar a los historiadores un imprescindible arsenal de fuentes impresas, muchas de las cuales ayudan a cubrir parcialmente las pérdidas de la documentación, administrativa, económica, institucional y, sobre todo, científica de la institución. Pero aquí y ahora es nuestra intención centrarnos en el problema de la documentación manuscrita, porque su singularidad y fragilidad son las que hicieron urgente una intervención que asegurara, mediante la reproducción con los recursos técnicos actuales, la preservación de ese patrimonio y evitara que cualquier accidente fatal supusiera su pérdida definitiva. De todos modos, está planteada una tercera fase del proyecto que prevé el tratamiento digital de las publicaciones propias de la institución, incluyendo las actas de las sesiones inaugurales que se imprimieron, la denominada literatura gris (folletos, programas, prospectos, catálogos, etc.) y, naturalmente, las colecciones completas anteriores a la Guerra Civil de las revistas Annals de Medicina (19071937) 16 y el Butlletí de l’Agrupament Escolar (1929-1937) 17, una vez comprobada la escasísima disponibilidad de colecciones completas de ambas
16 Pese su enorme interés, Annals carece aún de un estudio riguroso y completo. Solo se han realizado algunos escarceos de análisis, por ejemplo, en: RELLO, J. (1985), “Aportació dels «Annals de Medicina» al progrés de la cardiologia a Catalunya (1878-1936)”, Gimbernat, 4, 249257; ESCUDÉ I AIXELÀ, M. (1989), “Els Annals de Medicina i la Sanitat Pública (1878-1931)”, Gimbernat, 12, 107-116, y PARDO TOMÁS, J., MARTÍNEZ VIDAL, À. (2003), “Annals de Medicina: expressió de la medicina catalana ‘noucentista’”. En BATLLÓ, J.; BERNAT, P., PUIG, R. (coords.), Actes de la VII Trobada d’Història de la Ciència i de la Tècnica, Barcelona, Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica, pp. 333-336. 17 Esta interesante revista publicada por los estudiantes de medicina miembros del llamado Agrupament Escolar que albergaba la academia, tampoco ha suscitado hasta ahora el interés de los especialistas en historia de la medicina, con la excepción de CORBELLA, J., DOMÈNECH, E. (1994), “Notes sobre l’Agrupament Escolar de l’Acadèmia de Ciències Mèdiques i el seu Butlletí (1929)”, Gimbernat, 21, 109-116. Sus contenidos, sin embargo, sí han merecido, curiosamente, que el Butlletí sea considerado por los historiadores del arte como una de las publicaciones receptoras de la modernidad artística europea del momento: LAHUERTA, J. J., et al. (1996), Arte moderno y revistas españolas, 1898-1936, Madrid, Ministerio de Cultura.
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revistas. Para poder poner en marcha esta proyectada tercera fase será necesario contar con apoyo institucional y financiero, público y privado. Por último, el proyecto en su totalidad comprende también una cuarta fase, que se encuentra aún en el paso previo de la localización de documentación, en la que se aplicaría el mismo tratamiento a la que haya sobrevivido de las sociedades y filiales de la Acadèmia. Para finalizar, señalaremos la existencia en el mencionado fondo documental de un libro con las actas manuscritas de la Associació de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana entre los años 1915 y 1937. El manuscrito fue conservado por Manuel Criado Antona, trabajador de la Mutual Médica, desde la entrada de las tropas franquistas en el edificio del Casal del Metge, en enero de 1939, hasta el 16 de junio de 1975, en que se lo entregó al entonces presidente de la academia, Josep Alsina i Bofill, promotor de la reanudación de los congresos de médicos y biólogos de lengua catalana, tras el franquismo, como presidente del celebrado en Perpiñán, en 1976 18. La singularidad del manuscrito aconsejó la conveniencia de darlo a conocer de manera independiente del plan de publicación de los resultados del proyecto sobre la academia. Publicado en un soporte digital por la sección de ciencias biológicas del Institut d’Estudis Catalans, en el año 2004, nos ha parecido que podía ser de interés para los asistentes a este congreso de la Sociedad Española de Historia de la Medicina 19. Además del manuscrito digitalizado y su trascripción, el CD ofrece unos índices completos de personas, instituciones y localidades citadas. Aprovechando la flexibilidad que da una publicación de este tipo, se incluye una breve reseña de medio centenar de personajes e instituciones (redactadas por Núria Pérez y Teresa Huguet), así como una serie de fotografías, retratos y caricaturas de la época. Una introducción proporciona al lector algunas claves interpretativas y el marco histórico general para la comprensión del documento; como complemento, se añade una amplia bibliografía sobre la asociación y su entorno inmediato en la medicina catalana del primer tercio del siglo XX. 18 CRIADO, M. (1984), Història de mig segle del Casal del Metge (recordances de la meva vida, 1934-1984). Del Sindicat de Metges de Catalunya i Balears a la Mutual Mèdica de Catalunya i Balears, Llagostera, Impremta Nonell. 19 MARTÍNEZ VIDAL, À., PARDO TOMÁS, J. (coords.) (2004), Llibre d’actes de l’Associació de Metges i Biòlegs de Llengua Catalana (1915-1937), Barcelona, Institut d’Estudis Catalans-Secció de Ciències Biològiques. Es el CD que fue repartido a los congresistas de este XIII Congreso de la SEHM. Queremos expresar aquí nuestro agradecimiento a la Secció de Ciències Biològiques de l’IEC y a los organizadores del congreso.
CARLOS MARÍA CORTEZO PRIETO (1850-1933) Y EL TIFUS EXANTEMÁTICO: UN DESCUBRIMIENTO INEXISTENTE Esteban Rodríguez Ocaña Dpto. Historia de la Ciencia, Facultad de Medicina, Universidad de Granada
A la memoria de Eduardo García del Real (1870-1947)
Reflexiones iniciales El historiador de la ciencia danés Helge Kragh, en su útil y entretenida Introducción a la historia de la ciencia (Barcelona, Crítica, 1989; ed. orig. Cambridge, 1987) comenta los estragos que una interpretación antigua no revisada puede causar en la historiografía, a propósito de la relación entre Calvino y la nueva astronomía. Quien inició el relato de la oposición del primero a la segunda lo justificó con cierta cita textual, que, revisada varias decenas de años después, finalmente produjo su desacreditación: se trataba de una cita inexistente. Efectivamente, es difícil imaginar que cada generación de estudiosos deba rehacerlo todo, volver sobre todas las fuentes del pasado y reconstruir todos los relatos. Como programa resultaría insostenible. La profesionalidad de la historia garantiza un elevado grado de confianza en los trabajos anteriores y en los de nuestros contemporáneos que tratan de problemas sobre los que carecemos de experiencia personal. Y eso es así, en este como en cualquier otro quehacer científico, gracias a la ejecución y cumplimiento de determinadas reglas metodológicas. En los últimos años se ha vivido un cierto clima de crispación, debido a la discusión sobre modelos historiográficos y en busca de una identidad profesional malparada tras la eclosión de las ciencias sociales, las críticas
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contemporáneas a la ciencia y la omnipotencia del giro lingüístico. Esta discusión digamos “macrometodológica” ha podido hacer olvidar ciertos componentes técnicos elementales, sin el cumplimiento de los cuales es difícil escribir historia. Esta comunicación pretende llamar la atención sobre el manejo de fuentes, en particular sobre la crítica de las fuentes, como requisito indispensable sin el cual no puede apellidarse “historiográfico” ningún acercamiento al pasado. Al mismo tiempo y con la misma firmeza hay que decir que ninguna metodología garantiza la vida eterna. Esto es, que, en la medida en que nuestros temas de trabajo lo exigen, hemos de revisar necesariamente los relatos heredados, bien por la aparición de nuevas fuentes, bien por la exigencia de nuevos puntos de vista. Como explicaba un ansioso profesor británico, apócrifo por supuesto, en una de las novelas de P. D. James (No apta para mujeres, donde presenta a su heroína Cordelia Gray), (cito de memoria): “mucha gente piensa que la historia es importante porque es indispensable para entender el presente, cuando nosotros sabemos muy bien que lo cierto es lo contrario: es el presente el que nos ayuda a entender la historia”. La inclusión de este trabajo en una sesión dedicada a “Medicina e Ideología”, me obliga a aclarar el sentido en el que considero este último concepto. Ideología, en sentido marxista —don Carlos— es la falsa conciencia, puesto que se trata de ideas, creencias y valores que enmascaran el núcleo socioeconómico de la realidad. En su acepción más común, “ideología” se relaciona con la asunción de unos determinados principios morales o políticos, a modo de filtro inevitable entre el mundo y el sujeto que la posee (en los términos de Campoamor, “el color del cristal”). Digamos entonces que en la elaboración de este relato histórico-médico inexacto o directamente falso detecto la anteposición de consideraciones ajenas al acto central de la creatividad historiográfica (el manejo y crítica de fuentes). El resultado es ideología en todos los sentidos, pues deforma el mundo y lo adapta a unos valores personales apriorísticos. En el caso del que tratamos, además, existe el agravante de que Eduardo García del Real (1870-1947) ya había hecho público el análisis más riguroso de dichas fuentes, que ha sido despreciado por la posteridad. En este olvido sin duda pesa la manera española de institucionalización de la historia de la medicina, bajo el peso de Pedro Laín: sus discípulos directos parece que supusieron que el mayor honor de su maestro exigía el ningunear a su represaliado antecesor en la cátedra madrileña. Así que vaya por él este trabajo.
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Carlos M.a Cortezo, un prohombre de la sanidad española Carlos Cortezo nació en Madrid en 1850 y disfrutó de la vida hasta 1933, salvo por la pérdida de visión que sufrió a partir de 1914, tan grave como que le retiró de la práctica. Fue médico, publicista (redactor de El Siglo Médico desde 1874, y su propietario a partir de 1902) y político 1. Aquí me referiré brevemente sólo a su paso por la política sanitaria, por el que es justamente recordado. Fue Director General de Sanidad en dos ocasiones, por unos meses entre 1899 y 1900 y entre diciembre de 1902 y diciembre de 1903 (bajo Antonio Maura como ministro de Gobernación). En la primera de estas ocasiones se enfrentó a la amenaza de la peste que se había presentado en Oporto, con ocasión de la cual reactivó la figura del “inspector de epidemias”, concedió un nuevo reglamento a la Sanidad exterior y otorgó la dirección del reorganizado Instituto de Sueroterapia, Vacunación y Bacteriología a Santiago Ramón y Cajal: el que se convertiría en el Instituto Nacional de Higiene Alfonso XIII, el principal brazo de acción de la administración sanitaria del Estado en tareas periciales, docentes e investigadoras hasta la República. Durante su segundo mandato preparó la Instrucción general de Sanidad, decretada de forma provisional en julio de 1903 y definitiva en enero del año siguiente, que fue la pieza legal decisiva para la modernización de la Sanidad. Conviene recordar que en ella, además de regular la organización sanitaria y el ejercicio profesional, se disponía el régimen sanitario interior, con atención a los pormenores de la higiene municipal y escolar, incluyendo la práctica de la desinfección en casos de enfermedades infectocontagiosas. También en 1903 se produjo en Madrid un brote tífico, en torno al cual se ha construido una versión heroica de Cortezo como adelantado de la epi1 Homenaje al Dr. Don Carlos María Cortezo y Prieto con motivo de sus bodas de oro con el ejercicio de la profesión médica. Sesión del 30 de Mayo de 1920 (1920), Anales de la Real Academia de Medicina, 489-531; DOTTORE BALOARDO [F. J. Cortezo Collantes] (1933), Cronicón biográfico. Apunte para una bio-bibliografía del doctor don Carlos María Cortezo, El Siglo Médico, 92 (núm. 4 159, 25 de agosto), 219-241 ; RICO AVELLO, C. (1969), Historia de la Sanidad española (1900-1925), Madrid; PASTOR BAEZA, M. (1975), Figuras madrileñas : don Carlos M.a Cortezo, Villajoyosa; LÓPEZ PIÑERO, J. M.a (1983), “Cortezo”. En LÓPEZ PIÑERO, J. M.a et al. (eds.), Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Barcelona, Península, I, 260-262; SCHOENDORFF ORTEGA, J. (1988), El Dr. Carlos María Cortezo y su obra (1850-1933), Madrid (tesis doctoral UCM).
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demiología, aduciendo que descubrió el papel del piojo humano como vector del tifus exantemático, antes de que, en 1909, lo demostrara experimentalmente Charles Nicolle 2. El examen crítico de este asunto es lo que nos ha de ocupar a continuación.
Cortezo, los parásitos y el tifus A mediados de abril de 1903, justo cuando se iniciaba entre Madrid y Barcelona el Congreso Internacional de Medicina, se inició un brote epidémico en el Asilo de la Montaña, uno de los centros de acogida de pobres de la capital del Reino. A primeros de mayo se decidió nombrar un responsable gubernamental que coordinara los servicios de la Diputación, Gobierno Civil y Ayuntamiento, dada la carencia presupuestaria de la Dirección General de Sanidad para hacer frente a contingencias extraordinarias, puesto para el que fue designado Cortezo (R.O. 5 mayo 1903, Gaceta del 7). El grueso de su actividad consistió en programar el traslado y atención de los asilados al hospital para enfermos de viruela que la Diputación tenía instalado en el Cerro del Pimiento y en organizar la destrucción del viejo asilo. Entre octubre y noviembre del mismo 1903, Cortezo participó en la Conferencia sanitaria internacional de París. Unas palabras suyas, pronunciadas durante la discusión sobre la profilaxis de la fiebre amarilla, han proporcionado la base para esa versión de prioridad descubridora, y así, con mención de página de las Actas donde constan, fue recogido por las principales monografías españolas sobre el problema del tifus exantemático, comenzando por la de Manuel Martín Salazar, y señaladamente las de Manuel Tapia y Julio Blanco (1921) y la de Primitivo de la Quintana y Andrés Díaz de la Rada (1942). También es citado y contextualizado por Eduardo García del Real (1933 y 1942), si bien su análisis ha pasado desapercibido hasta la fecha 3. Los artículos remitidos por Cortezo desde París
2 http://www.diariomedico.com/medicinasiglo/nobel1928.html (consultada el 31 agosto 2005); FORSIUS, A. Pilkkukuumeen historiaa, http://www.saunalahti.fi/arnoldus/typh_exa.html (consultada el 31 agosto 2005); SCHOENDORFF, J. (2003), “100th Anniversary of a great victory over typhus”, Clinical Microbiology and Infection, 9 (12), 1256. 3 M ARTÍN S ALAZAR , M. (1916), “Profilaxis del tifus exantemático, I”. Siglo Médico, 63 (núm. 3 248 a 3251, 11,18, 25 de marzo y 1 de abril), 161-163, p. 163; II, 177-179; III, 194-196; IV, 209-213; TAPIA, M., y BLANCO, J. (1921), Tifus exantemático, Madrid, Saturnino Calleja, S. A., p. 9; MARTÍN SALAZAR, M. (1927), “Tifus exantemático”, Siglo Médico, 74 (núm. 3847), 221-223; QUINTANA, P. de la; DÍAZ DE LA RADA, A. (1942), Tifus exantemático. Etiología, epide-
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a El Siglo Médico, bajo el título “Alrededor de la Conferencia sanitaria de París”, sólo hacen referencia a la peste bubónica 4. En mi opinión, la adjudicación a Cortezo de la prioridad en relación con la trasmisión del tifus es una presunción infundada, que no sostienen ni las fuentes de 1903, ni la voz de Cortezo, ni la práctica sanitaria española anterior a 1910. El origen de la especie está en manifestaciones del propio Cortezo, proferidas a partir de 1916, y no antes —precisamente cuando la opinión médica internacional está reconociendo con admiración los saludables efectos de la práctica del despiojamiento para la salud de las tropas combatientes en los frentes de la Primera Guerra Mundial 5. Las afirmaciones de Cortezo tuvieron el rápido apoyo de Manuel Martín Salazar 6. Veamos lo ocurrido en la famosa Conferencia de París. Cortezo habló del tifus en la discusión sobre la fiebre amarilla, para rechazar la condición de “exclusivos” con que los delegados norteamericanos consideraban a los mosquitos de la especie stegomya como vectores. Planteó otras posibilidades, la intervención de mosquitos de más especies o la participación de moscas y parásitos —mouches et vermines— como suponía que ocurría en el tifus exantemático según su experiencia 7. En su primera exposición pública sobre este asunto, en 1916, Cortezo afirmó que habló de “pulgas y piojos” como agentes seguros de la transmisión del tifus exantemático y que se basó en dicha idea para combatir la epidemia que se presentó en Madrid en abril-mayo de 1903 8. Igualmente, dijo que en la elaboración de
miología y profilaxis, Madrid, Espasa Calpe, p. 73; GARCÍA DEL REAL, E. (1933), “Notas a propósito de la historia del tifus exantemático”, Siglo Médico, 91, 431-439, 460-465, 492-495; y (1942), Fiebre tifoidea: Paratifus. Tifus exantemático, Madrid, Morata. 4 DR. PRIETO (1903), “Alrededor de la Conferencia Sanitaria de París”, El Siglo Médico, 50, (núms. 2 603 a 2 606, de 1,8, 15 y 22 noviembre) 728-729, 741-744, 757-760, 774-777. 5 DR. PRIETO (1916), “Un dato para la etiología del tifus exantemático”, El Siglo Médico, 63 (núm. 3 239, 8 enero), 19-20; intervención personal ante la Academia Médico-Quirúrgica, el 26 de marzo y 17 de abril de 1917, LARREGLA, S. (1917), “Academia Médico Quirúrgica. Sesión del 26 de marzo de 1917”, El Siglo Médico, 64 (núm. 3 305, 31 marzo), 219-220; LARREGLA, S. (1917), “Los ectoparásitos en el tifus y las curas por el cloro] Academia Médico Quirúrgica. Sesión del día 17 de abril”, El Siglo Médico, 64 (núm. 3306, 21 abril), 282-283. 6 “Yo que soy entusiasta de las glorias de la Medicina patria, quiero recabar aquí para el Dr. Cortezo el honor de haber sido el primero en concebir y exponer la hipótesis de la trasmisión del tifus exantemático por el piojo”, MARTÍN SALAZAR (1916), p. 163. 7 Conférence sanitaire internationale de Paris. 10 octobre-3 décembre 1903. Procès verbaux, Paris, Ministère des Affaires Étrangères, 1904, p. 343. 8 DR. PRIETO [Cortezo] (1916).
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aquella idea le iluminaron los hechos derivados del cerco japonés de Port Arthur (cuando, como sabemos, la guerra ruso-japonesa comenzó en 1904, con posterioridad a la epidemia madrileña). ¿Cuál fue la práctica sanitaria llevada a cabo contra el tifus de Madrid en 1903? Según los relatos de Cortezo de 1903, publicados en su propia revista, la actuación consistió en separar a los individuos sanos de los enfermos, y, entre aquellos, a los que después de quince días no presentaron signos de enfermedad, se les bañó y se les cambió de ropa antes de dejarlos salir de la reclusión. Los enfermos recibieron laxantes suaves en un primer tiempo; después, baños fríos, tónicos generales y cardiacos y alimentación láctea 9. La única mención a causa se da en una referencia al contagio de siete casos entre el personal del Hospital de aislamiento: “[se trataba] en su mayor parte de asilados que se utilizaban como enfermeros, y que por consecuencia [...] habían estado sometidos a las mismas causas en el Asilo infectado” 10. En cambio, en 1916, se nos habla de baños reiterados para todos, destrucción o desinfección profunda de la ropa y repetición de lavados “siempre que había la sospecha de parasitismo”, cuando el artículo de 1903 no menciona para nada la intervención de vectores. ¿Cuál era la práctica sanitaria recomendada en dichos supuestos? La práctica habitual a comienzos del siglo XX en los casos de tifus exantemático (según el inspector sanitario de Madrid en 1901, Carlos de Vicente) consistía en desinfectar toda la superficie de la piel con agua jabonosa y vaselina timolizada, de forma repetida todos los días, así como la ropa que entrara en contacto con los enfermos 11. Esto obedecía a la consideración como “contagiosa” de dicha enfermedad, trasmisible por contacto con la piel del enfermo o con objetos que lo hubiesen estado previamente; por lo mismo, el aislamiento de los afectados, la ventilación de sus habitaciones y la limpieza eran medidas capitales de defensa 12. 9 X. [presumiblemente Cortezo] (1903), La epidemia de tifus, El Siglo Médico, 50 (núm 2579, 31 de mayo), 343-344. 10 X. (1903), “Más sobre la epidemia de tifus”, El Siglo Médico, 50 (núm. 2581, 14 de junio), 375-378. En declaraciones posteriores, precisa que solo dos de los afectados pertenecían a este grupo, además de dos médicos y tres monjas. 11 VICENTE Y CHARPENTIER, C. de (1901), Desinfección doméstica. Aislamiento y desinfección simplificados. Medios fáciles y económicos para prevenir el contagio y la propagación de las enfermedades siguientes: Fiebre tifoidea, Tos ferina, Tifus exantemático, Escarlatina, Viruela, Varioloide, Sudamina, Disentería, Difteria, Sarampión, Oftalmía purulenta, Parótida y Tuberculosis, Madrid, Imprenta de Fortanet. 12 VALLE Y ALDABALDE, R. del (1903), “Tifus exantemático”, Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 59 (núm. 791, de 21 de junio), 457-466.
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En efecto, la doctrina en vigor en el último tercio del Ochocientos es una transición entre la pura miasmática y el contagio animado, que, sin embargo, coinciden en las prácticas higiénicas. Por ejemplo, el artículo “Typhus” del Dictionaire Encyclopédique des Sciences Médicales fundado por A. Dechambre y dirigido por L. Lereboullet (Paris, 1885) afirmaba que “la infección tífica se trasmite a corta distancia, de una cama a otra... [y] se origina en un medio aéreo viciado pues se desprende del hacinamiento y de las diversas suciedades de las personas y de los objetos en contacto con ellas...” (p. 607), lo que justificaba la más escrupulosa limpieza como el preservativo ideal en la clase menesterosa, incluyendo los baños gratuitos y el suministro de ropa (p. 615). Cuando se impone la idea de que dicha “infección” es producto de la transmisión de un virus o parásito particular, a falta de una identificación precisa de este y a similitud con lo aplicado en otras enfermedades eruptivas, se supone que el portador de dicho agente sea “el polvillo producido por la descamación epitelial” 13. Supuesta la existencia, según las propias palabras de Cortezo de 1916, de aquella intuición etiológica ¿qué seguimiento o repercusión tuvo en la práctica sanitaria española? Desde luego, no se recogió en otros puntos de España, como Zaragoza, donde se sufrió en 1904 un brote tífico secundario al madrileño 14. Es más, la mención a los piojos u otros parásitos como vector tampoco se produjo en 1909, con ocasión de otro brote importante de la misma enfermedad en Madrid, ni en una intervención de Cortezo ante el Senado [sesión de 6 de febrero de 1909], ni en el “Boletín de la Semana” firmado por Decio Carlán (es decir, él mismo) en El Siglo Médico (núm. 2882); es más, en ambos se refirió a la transmisión del tifus como algo desconocido, planteando la necesidad de estudiar si se trasmitía de manera análoga a la fiebre tifoidea —con la intervención de “las moscas” como agentes contaminantes. Las Instrucciones circuladas por la DGS para hacer frente a la epidemia de 1909 insistían en que se trataba de una enfer13 NETTER (1896), “Typhus exanthématique. Typhus récurrent”. En BROUARDEL, P., GILBERT, A., GIRODE, J. (dirs.) (1901), Traité de médecine et thérapeutique, Paris, Lib. J.-B. Baillière et Fils, vol. 2, págs. 1-51; traducción española por José Núñez Granés, Tratado de Medicina y Terapéutica, vol. 2, Madrid, Hernando y Compañía. VICENTE, C. de (1903), Procedimiento y reglas de desinfección en los casos de Tifus exantemático. Lección extraordinaria del curso de Desinfectores y Desinfectoras técnicos a cargo del profesor de la Sección de Desinfección y Parque central sanitario del Instituto Nacional de Higiene Alfonso XIII... Madrid, Imprenta de Fortanet (firmado a 17 de mayo), p. 9. 14 HERNÁNDEZ IRIBARREN, A. (1905), Diagnóstico clínico y terapéutica del tifus exantemático. Memoria del Doctorado, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza.
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medad que se propagaba por contacto, para combatir la cual eran decisivos el aislamiento de los enfermos y la ventilación 15. La práctica del despiojamiento riguroso no se incorporó hasta que Gregorio Marañón la aplicó en su sala del Hospital General en 1910-11, siguiendo las experiencias de Nicolle y Conseil 16.
Hipótesis sobre una desorientación ¿Por qué, pues, se produjo a partir de 1916 esta mixtificación? La primera razón es, sin duda, el recuerdo orientado de Carlos Cortezo sobre su propia actuación. El impacto de las reglas profilácticas derivadas de la trasmisión del tifus por piojos fue tan impresionante durante la Gran Guerra, que Cortezo, a partir de la semejanza (que no identidad) de las nuevas prácticas antitíficas con las anteriores, se sintió llamado a reclamar una prioridad en la observación, procedente de un tiempo en el que las hipótesis se establecían a partir del paralelismo con los resultados empíricos en otros casos contrastados. Rápidamente, autores como Martín Salazar, con quien compartía honores académicos y políticos, no dejaron de pasar la oportunidad de reclamar para nuestro país parte de la gloria de la nueva ciencia [también el mismo Martín Salazar fue quien más apoyó, unos años después, la campaña de la vacuna alfa de Ferrán contra la tuberculosis para mayor honra de la patria]. A mi entender, lo que actúa aquí como agente de falsa conciencia no es sino un deseo implícito de afirmación nacional y autolegitimación profesional, además del gran prestigio social de que, por motivos otros que su estricta competencia profesional, gozaba Cortezo. Tapia y Blanco presentaron la aportación de Cortezo como una idea correctamente fundada, a la que cabría rendir el homenaje de la prioridad en su formulación como hipótesis científica, si bien —ellos escribieron 15 Instrucciones para prevenir el contagio del tifus exantemático publicadas por la Inspección general de Sanidad interior y destinadas a vulgarizar las precauciones más recomendables contra dicho padecimiento, Madrid, Est. Tipográfico de V. Tordesillas, 1909. 16 TAPIA BLANCO (1921), p. 123. Este dato les ha pasado por alto a los autores de la revisión de la obra médica de Marañón recientemente publicada: BOUZA, PEREA, PIZAZO DE LA GARZA y RODRÍGUEZ TORRES (2003), “Contribuciones e influencia de Gregorio Marañón en las enfermedades infecciosas”. En Revisión de la obra médica de Gregorio Marañón, Madrid, Fundación Gregorio Marañón, Comunidad de Madrid, Fundación Santander Central Hispano, Fundación Aventis, pp. 371-396.
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“por desgracia”—ningún autor español se puso a buscar su confirmación experimental. Aceptando explícitamente esta versión, García del Real, adujo, sin embargo, que otros autores habían proferido sugerencias semejantes; en concreto, cita las palabras de Tobias Cober, en sus Observaciones castrenses de 1606 17. Y no mencionado por García del Real, pero sin duda conocido por los médicos españoles del momento, en épocas más cercanas, Netter, en su obra ya citada, mencionó a Klebs como autor de la hipótesis de la participación de parásitos en la producción del tifus recurrente 18. Lo definitivo se encuentra en el análisis textual de las afirmaciones de Cortezo en 1903, 1909 y 1916. La celebración de la hipótesis se inició en 1916; en ningún momento anterior sintió Cortezo la necesidad de referirse a los piojos; todo lo más habló de contagio y recomendó aire y limpieza, algo perfectamente acorde con la recta práctica del momento. Cuando hizo alguna mención a transmisión, la cifró hipotéticamente en “moscas y parásitos” (1903) o en “moscas” (1909). Ni ante la Academia Nacional de Medicina ni ante la Médico Quirúrgica, en 1909, citó ni dio valor alguno a esa idea suya anterior, como recordó García del Real 19. Por lo demás, frente al tifus de 1903 no se hizo en Madrid sino lo que recomendaba la práctica sanitaria del momento, prácticas que no sufrieron variación alguna hasta que no se aplicaron las consecuencias del hallazgo experimental de Nicolle en 1910-1911.
17 GARCÍA DEL REAL (1942), p. 94. He identificado el libro Observationum medicarum Castrensium Hungaricarum decades tres, Helmstadii, sumpt. F. Luderwaldi, 1685 en la Bibliography de Garrison y Morton y en el Index Catalogue de la National Library of Medicine. Hay que recordar que García del Real tradujo al español la edición de 1917 de An introduction to the history of medicine, de Garrison. Cobler aparece reconocido como historiador de las epidemias húngaras en el capítulo dedicado al tifus del Dictionaire citado, pero no se da ninguna referencia bibliográfica. 18 1896 en la edición original y 1901 en la edición castellana, p. 50 y 55 respectivamente. 19 GARCÍA DEL REAL (1942), p. 98: “No se admite por la opinión general este acertado modo de pensar [la opinión de Cobler], y tenemos que llegar a 1903 para que el Dr. Cortezo en la Conferencia Internacional de París reitere este modo de pensar. Tampoco entonces prende de un modo inmediato la idea en la opinión, y así vemos que en las sesiones de la Real Academia y de la Academia Médico Quirúrgica en 1909, y refiriéndose a las epidemias de tifus sufridas en Madrid, no se alude para nada al modo de pensar de Cober y de Cortezo”.
BREVE ANÁLISIS DE LA HISTORIOGRAFÍA TRADICIONAL SOBRE LA SANIDAD ESPAÑOLA EN MARRUECOS (SIGLOS XIX y XX) Francisco Javier Martínez Antonio Becario Postdoctoral MEC. Laboratoire REHSEIS, París
Introducción La historiografía sobre la actuación española en Marruecos durante los siglos XIX y XX ha experimentado una significativa ampliación en su temática durante los años noventa. A los ya tradicionales análisis sobre la guerra del Rif y el desastre de Annual, sobre la organización política y económica del Protectorado español, sobre el movimiento africanista y el ejército forjado en la guerra contra los rifeños o sobre el movimiento nacionalista marroquí y rifeño, se ha añadido un creciente número de estudios sobre temas que hasta ahora habían permanecido en segundo plano o simplemente se habían ignorado. Entre ellos figuran, por ejemplo, el sistema de “intervenciones”, el cine, la antropología y los antropólogos, la figura y la obra del franciscano Padre Lerchundi, las representaciones del “moro”, la arquitectura, los ferrocarriles, el movimiento migratorio, las exploraciones científicas, las relaciones política-religión, los antiguos residentes del Protectorado, los traductores arabistas, las mujeres desde la perspectiva de los estudios de género, la aviación militar y la civil, los conflictos jurídicos, el orientalismo español, el discurso geográfico, la transformación socioeconómica del Rif, los intercambios comerciales, la intervención de las aduanas marroquíes o la literatura del período colonial. Además, han aparecido nuevas aportaciones sobre los temas “tradicionales”, resultado de investigaciones llevadas a cabo sobre los bombardeos
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con armas químicas durante la guerra del Rif, sobre la actitud de los marroquíes ante el “alzamiento” de Franco, sobre las implicaciones de la “guerra de África” en Cataluña, sobre la descolonización, sobre las tropas marroquíes en general y sobre su actuación concreta durante la Guerra Civil o sobre caudillos como El-Raisuni y Abd el-Krim. Por último, se han publicado reediciones o facsímiles de obras de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, relacionadas con la actuación española en Marruecos en diversos ámbitos, como parte de un esfuerzo de recuperación de documentos y testimonios de aquella época promovido fundamentalmente desde instituciones radicadas en Ceuta y Melilla. A pesar de este esfuerzo de renovación, determinados temas como la sanidad y la medicina españolas en el Marruecos contemporáneo sólo han comenzado a ser investigados críticamente en fechas muy recientes 1. Dada la práctica ausencia de publicaciones específicas al respecto en décadas previas, la elaboración de nuevos trabajos e incluso la mera aportación de 1 De las relaciones sanitarias entre España y Marruecos a mediados del siglo XIX se ha ocupado mi tesis doctoral MARTÍNEZ ANTONIO, F. J. (2005a), El proceso de sanitarización en los Imperios español y marroquí durante las décadas centrales del siglo XIX, Bellaterra, UAB. La investigación sistemática sobre medicina y sanidad españolas en Marruecos se inició en 1999, bajo la dirección del profesor Jorge Molero Mesa, a través de la ayuda concedida por el Ministerio de Ciencia y Tecnología en forma de dos proyectos de investigación. Los resultados de esta línea de trabajo son: MOLERO MESA, J.; JIMÉNEZ LUCENA, I., y MARTÍNEZ, F. J. (2002), “Salud, enfermedad y colonización en el Protectorado de España en Marruecos”, en RODRÍGUEZ MEDIANO, F., y DE FELIPE, H. (eds.), El Protectorado español en Marruecos. Gestión colonial e identidades, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pp. 181-216; MOLERO MESA (2003), “Militares, ‘moros’ y mosquitos: el paludismo en el Protectorado español en Marruecos”, en: RODRÍGUEZ OCAÑA, E. et al., La acción médico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX, Madrid, CSIC, pp. 323-380; MARTÍNEZ ANTONIO, F. J., JIMÉNEZ LUCENA, I., y MOLERO MESA, J. (2003), “La política sanitaria del protectorado de España en Marruecos: el Informe Delgado (1927)”, en AAVV, Actes de la VII Trobada d’Historia de la Ciència i de la Tècnica, Barcelona, Societat Catalana d’Història de la Ciència i de la Tècnica, pp. 661-670; MARTÍNEZ ANTONIO, F. J. (2003), “Aportació biográfica sobre el doctor Joan Solsona i Conillera, un metge militar entre el Marroc i Barcelona”, Gimbernat, 39, 259-277; MARTÍNEZ ANTONIO, F. J. (2004), “Medicina y sociedad en el Protectorado de España en Marruecos. Resistencia, hibridación y transformación metropolitana”, en MARTÍNEZ PÉREZ, J., PORRAS GALLO, M.a I.; SAMBLÁS TILVE, P., y DEL CURA GONZÁLEZ, M. (coords.), La Medicina ante el nuevo milenio: una perspectiva histórica, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla la Mancha, pp. 381-394; MARTÍNEZ ANTONIO, F. J. (2005b), “La sanidad en Marruecos a mediados del siglo XIX”, Medicina e Historia (4.a época), 2; MARTÍNEZ ANTONIO, F. J. (2005c), “Higienismo, regeneracionismo, africanismo. El doctor Felipe Ovilo Canales y la Escuela de Medicina y el dispensario de Tánger (1886-1899)”, en IZQUIERDO BRICHS, F., y Desrues, T. (coords.), Actas del Primer congreso del Foro de Investigadores sobre el Mundo Árabe y Musulmán (FIMAM) (Bellaterra-Barcelona 17-19 de marzo de 2005), Barcelona, FIMAM.
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datos y documentos sigue siendo muy necesaria 2. No obstante, también es imprescindible realizar un análisis crítico sobre las limitaciones del relato historiográfico fijado por la historiografía africanista franquista entre finales de los años cuarenta y principios de los sesenta, es decir, en los años inmediatamente previos y posteriores a la independencia marroquí, y que se han mantenido en buena medida hasta la actualidad. Antes de abordar brevemente este análisis, hay que llamar la atención sobre el olvido en que ha quedado la actividad médico-sanitaria española en Marruecos dentro de los estudios históricos sobre sanidad o salud pública en la España contemporánea que se vienen realizando durante los últimos treinta años. En este sentido, la atención preferente de los historiadores de la medicina a los aspectos relacionados con la medicina civil y la La bibliografía crítica específica sobre medicina y sanidad españolas en el Marruecos contemporáneo se limitaba hasta la aparición de los trabajos anteriormente citados a un pequeño número de publicaciones de contenido heterogéneo y valor desigual. Entre ellos se incluían dos artículos sobre la epidemia de cólera que afectó a las tropas españolas durante la guerra de África de 1860, SERRALLONGA URQUIDI, J. (1998a), “La guerra de África y el cólera (1859-60)”, Hispania, 198, 233-260; SERRALLONGA URQUIDI, J. (1998b), “La Guerra de África (1859-60). Una revisión”, Ayer, 29, 139-159. Una reedición facsímil del viaje del médico José Antonio Coll a la corte marroquí en 1800, JUSTEL CALABOZO, B. (1991), El Médico Coll en la corte del sultán de Marruecos: año 1800, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz/Instituto de Cooperación con el Mundo Árabe; un artículo sobre la labor del franciscano Padre Lerchundi en Tánger, LOURIDO DÍAZ, R. (1996), “Las instituciones médico-sanitarias creadas por iniciativa del P. Lerchundi”, Archivo Iberoamericano, 56, 223-234, 599-630; un capítulo de libro con una semblanza del médico militar Felipe Óvilo y Canales, destinado en la Legación de España en Tánger a finales del XIX, aunque centrada en sus publicaciones de carácter antropológico, LÓPEZ GARCÍA, B., y RAMÍREZ, Á. (2002), “Felipe Óvilo: testigo del cambio en el Marruecos de finales del siglo XIX”. En RAMÍREZ, A., LÓPEZ GARCÍA, B. (eds.), Antropología y antropólogos en Marruecos. Homenaje a David M. Hart, Barcelona, Bellaterra, pp. 157-170; comentarios puntuales sobre la actuación de médicos españoles antes del Protectorado en un artículo sobre medicina e imperialismo en Marruecos, PAUL, J. (1977), “Medicine and Imperialism in Morocco”, Middle East Research and Information Project Reports, 60, 3-12; dos breves capítulos sobre la sanidad militar en la guerra de 1859-60 y en las campañas del siglo XX dentro de la monografía Historia de la Sanidad Militar española, MASSONS, J. M. (1994), Historia de la Sanidad Militar española, Barcelona, Pomares Corredor, 4 vols.; comentarios puntuales sobre la labor sanitaria en el Protectorado español en monografías de investigadores marroquíes como AKHMISSE, M. (1992), Histoire de la médecine au Maroc. Des origines au protectorat, Rabat, El Beida; MOUSSAOUI, D., y ROUX-DESSARPS, M. (eds.) (1995), Histoire de la Médecine au Maroc et dans les Pays Arabes et Musulmans, Casablanca, Imp. Najah El Jadida y GHOTI, M. (1995), Histoire de la Médecine au Maroc. Le XXe Siècle (1896-1994), Casablanca, Imp. Idéale; un artículo y una breve nota sobre dos médicos militares que participaron en la batalla de Annual, PANDO, J. (1996), “La odisea de Vázquez Bernabeu”, Historia 16, 248, 28-30; ARCARAZO GARCÍA, L. A. (2000), “El teniente médico José Salarrullana Alabart, superviviente de Annual”, Medicina Militar, 56, 1, 47-55; una breve mención a los Hospitales de la Cruz Roja durante la guerra del Rif, CLEMENTE, J. C. (1990), 2
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sanidad civil “interior” (legislación sanitaria, administración sanitaria central, provincial y municipal, vacunación, campañas sanitarias, estrategias de especialización y profesionalización, beneficencia, medicina social, figuras destacadas del movimiento “higienista”, asistencia psiquiátrica, eugenesia, enseñanza universitaria, medicina y clase obrera, asociaciones científico-médicas, hospitales y otras instituciones asistenciales, prensa médica, epidemias, cuestiones de “género”, etc.) ha dejado un tanto al margen campos como la sanidad “exterior”, la sanidad militar y naval y la problemática médico-sanitaria relacionada con las posesiones ultramarinas Historia de la Cruz Roja española, 3.a ed., Madrid, Cruz Roja; un artículo sobre los hospitales militares de Ceuta desde el siglo XVI al XX, DIZ RODRÍGUEZ, M. R. et al. (1998), “Cinco siglos de historia en los hospitales militares de Ceuta”, Medicina Militar, 54, 237-244; y otro del mismo autor sobre la operación realizada por el cirujano militar Mariano Gómez Ulla a un jefe militar español en la guerra del Rif, DIZ RODRÍGUEZ, M. R. et al. (2003), “El teniente coronel González Tablas, héroe de Regulares, fue operado por Gómez Ulla tras ser herido en Tazarut (1922)”, Cuadernos del Archivo Municipal de Ceuta, 12, 277-283. Existe además una activa línea de investigación sobre la farmacia y la botánica españolas en Marruecos que se ha traducido en publicaciones como GONZÁLEZ BUENO, A. (1988), Les expedicions científiques de Pius Font i Quer al Nord d’África, Barcelona, Ajuntament de Barcelona; GONZÁLEZ BUENO, A. (2002), “En busca de recursos coloniales. El estudio de la flora Norte-africana (1860-1936)”, en DÍEZ TORRE, A. R. (ed.), Ciencia y memoria de África. Actas de las III Jornadas sobre “Expediciones científicas y africanismo español. 1898-1998”, Alcalá de Henares, Ateneo de Madrid-Universidad de Alcalá de Henares, pp. 277-294; GONZÁLEZ BUENO, A., y GOMIS BLANCO, A. (2001), Los naturalistas españoles en el África hispana (1860-1936), Madrid, Organismo Autónomo Parques Nacionales; GONZÁLEZ BUENO, A.; RODRÍGUEZ NOZAL, R., y JEREZ BASURCO, C. (1997), “Naturalistas en una sociedad militar: el estudio de la naturaleza en el Protectorado español en Marruecos (19081927)”, en AAVV, Actas del III Congreso Internacional de Historia Militar, Zaragoza, Institución Fernán González, pp. 589-595; RODRÍGUEZ NOZAL, R.; GONZÁLEZ BUENO, A., y JEREZ BASURCO, C. (1995), “La industria farmacéutica durante el Protectorado de España en Marruecos (1912-1936)”, en ACEVES PASTRANA, P. (ed.), Las ciencias químicas y biológicas en la formación de un Mundo Nuevo, México, Universidad Autónoma Metropolitana, pp. 385-393; GOMIS BLANCO, A. (2002), “Estudio de las colecciones recolectadas por los naturalistas españoles en los territorios hispanos de África (1860-1936)”, en DÍEZ TORRE, A. R. (ed.), Ciencia y memoria de África. Actas de las III Jornadas sobre “Expediciones científicas y africanismo español. 1898-1998”, Alcalá de Henares, Ateneo de Madrid-Universidad de Alcalá de Henares, pp. 295-316. En este sentido, se han estudiado también algunas expediciones científicas españolas llevadas a cabo en Marruecos y en el Sahara occidental por iniciativa de la Sociedad Española de Historia Natural desde finales del siglo XIX, MARTÍNEZ SANZ, J. L. (1982), Medio siglo de ciencia española: la Sociedad Española de Historia Natural, 1871-1921, Madrid, Universidad Complutense (Tesis doctoral); MARTÍNEZ SANZ, J. L. (1991-1992), “Ciencia y colonialismo español en el Magreb: el estudio científico de las colonias españolas y sus posibilidades económicas”, Estudios Africanos, 10-11, 109-139. Uno de los científicos que participaron en dichas expediciones fue Ángel Cabrera, al que recientemente se ha dedicado una monografía DE FELIPE, H.; LÓPEZ-OCON CABRERA, L., y MARÍN, M. (eds.) (2005), Ángel Cabrera: ciencia y proyecto colonial en Marruecos, Madrid, CSIC.
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del siglo XIX (Cuba, Filipinas, Puerto Rico) y con los territorios españoles en el norte de África (Marruecos, Guinea Ecuatorial, Sahara Occidental) 3. Dada la importancia que casi todos estos componentes sanitarios tuvieron en Marruecos, no es extraño que el estudio de las iniciativas españolas en el país vecino haya sido descuidado y su importancia no suficientemente valorada.
El relato historiográfico tradicional El relato tradicional (y único casi hasta la actualidad) sobre la actuación médico-sanitaria española en Marruecos surgió en el contexto de la literatura sobre las relaciones hispano-marroquíes que comenzó a publicarse desde el último tercio del siglo XIX. Concretamente, su origen se remonta a las publicaciones de médicos españoles destinados en la Legación de España en Tánger (Felipe Óvilo y Canales, Francisco Triviño Valdivia) y en dispensarios y hospitales del Protectorado, a las que se añadieron más adelante las de los primeros Inspectores de Sanidad de la Zona (Eduardo Delgado Delgado, Antonio Torres Roldán y Joan Solsona Conillera) 4. Estos primeros trabajos consistieron básicamente en una exposición de la labor realizada por médicos e higienistas individuales durante su estancia en Marruecos y en descripciones de la organización médico-sanitaria que fue poniéndose en marcha en la Zona marroquí asignada a España por el tratado franco-español de noviembre de 1912 5. No obstante, estos prece3 Una completa perspectiva sobre la “historia social de la medicina en España” con abundante información bibliográfica se encuentra en RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2000), “Social History of Medicine in Spain: Points of Departure and Directions for Research”, Social History of Medicine, 13 (3), 495-513. En ella se puede comprobar la ausencia de publicaciones sobre los campos mencionados. La escasa bibliografía específica sobre ellos irá apareciendo en otros puntos de este capítulo y de la memoria de doctorado en general. 4 Para más información sobre la trayectoria y la obra de Joan Solsona Conillera y Eduardo Delgado Delgado, ver MARTÍNEZ ANTONIO (2003); MARTÍNEZ ANTONIO, JIMÉNEZ LUCENA, MOLERO MESA (2004). Sobre Felipe Óvilo y Canales, ver LÓPEZ GARCÍA, RAMÍREZ (2002) y MARTÍNEZ ANTONIO (2005c). 5 Son representativas del primer tipo de publicaciones, por ejemplo, las de PERALTA Y JIMÉNEZ, J. (1894), Apuntes médicos de Marruecos: topografía médica de Tetuán y su zona, Madrid, Establecimiento de Felipe y Orovio; LAZO GARCÍA, S. (1913), La medicina militar española en el Rif, Los Progresos de la Clínica, 1, 193-248; VALDÉS LAMBEA, J. (1913), El dispensario indígena de Nador. 1.a memoria anual. Labor realizada y contribución al estudio de la Patología del Rif. Estadística, Melilla, Tipografía de La Gaceta; CARRASCO, P. (1918), “Labor realizada en el
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dentes, no fue hasta finales de los años cuarenta cuando comenzó a elaborarse un discurso histórico articulado sobre el conjunto de la actuación sanitaria española. De ello se encargaron tanto destacados africanistas “oficiales”, especialmente Tomás García Figueras, como marroquíes relacionados con las autoridades españolas, especialmente Mohammed Ibn Azzuz Hakim, que conocían a fondo la administración “protectora” 6. También, médicos y farmacéuticos que estuvieron vinculados más o menos directa-
Consultorio indígena de Yarf-el-Bas durante el año 1917”, Revista de Sanidad Militar, 8, 393398, 456-462, 489-499, 519-523; GONZÁLEZ BARRIO, N. (1918), Notas de Patología local de Tetuán, Madrid, Imp. Nicolás Moya; TRIVIÑO VALDIVIA, F. (1920), Del Marruecos español, Melilla: Tip. El Telegrama del Rif; BRAVO, J. (1928), “La Medicina indígena en Marruecos”, Medicina de los Países Cálidos, 1, 359-371; BRAVO, J. (1932), La medicina Española y la medicina indígena en Marruecos. Las Kábilas de Quebdana y Ulad Setut, Orense, La Industrial. En el segundo tipo de publicaciones se incluyen [DELGADO, E.] (1930), La sanidad en Marruecos, Ceuta, Revista África; TORRES ROLDÁN, A. (1937), La sanidad en el Protectorado español de Marruecos, Ceuta, Imp. Imperio; SOLSONA CONILLERA, J. (1939), Breves notas sobre la organización de los Servicios Sanitarios oficiales en la Zona de Protectorado español en Marruecos, Tetuán, Imp. Hispania; SOLSONA CONILLERA, J. (1940), “El impulso en la labor médica y sanitaria en el Protectorado español en Marruecos”, Boletín de Información estadística, demográfica y sanitaria, junio, pp. 1-6; SOLSONA CONILLERA, J. (1941), “Líneas generales de la organización y legislación de los Servicios Sanitarios en la Zona de Protectorado de España en Marruecos”, Boletín de Información estadística, demográfica y sanitaria, mayo, pp. 69-90. En realidad, una buena parte de las publicaciones generales sobre el protectorado hacían mención o referencia algo más detallada a la medicina y la sanidad, aunque solían limitarse a una breve presentación de cifras y estadísticas. Un ejemplo representativo en este sentido lo constituyeron las publicaciones que llevaron el título de Anuario Guía Oficial de Marruecos y del África española. 6 GARCÍA FIGUERAS, T. (1947), España en Marruecos (La obra social), Madrid, Instituto de Estudios Africanos; GARCÍA FIGUERAS, T. (1957), España y su Protectorado en Marruecos (19121956). Nervio y perfil de una obra, Madrid, Instituto de Estudios Africanos; BIN AZZUZ HAKIM, M. (1953), “La sanidad española en Marruecos”, Cuadernos de Estudios Africanos, 22, 33-50. La importancia de Tomás García Figueras en la fijación del relato africanista franquista sobre la “acción de España en Marruecos” en prácticamente todos los ámbitos de estudio posibles (incluido el de la medicina y la sanidad) es difícilmente cuestionable dado el número y espectro de sus publicaciones y su apoyo documental. En esto influyó decisivamente que García Figueras estuviera destinado en Marruecos como oficial del Ejército y que ocupara durante algunos años el cargo de Delegado de Asuntos Indígenas, del que dependía la Inspección de Sanidad de la Zona, así como de director del Centro de Estudios Marroquíes y de otras instituciones. Por su parte, Ibn Azzuz Hakim comenzó a mediados de los años treinta una larguísima y también diversificada trayectoria de publicaciones, que se prolonga hasta la actualidad, y para la cual se benefició también de los cargos que ocupó en la administración protectora española, en ocasiones relacionados con los asuntos sanitarios. En una conversación personal que mantuvimos con él en su librería de Tetuán, nos confirmó, por ejemplo, que había ocupado el cargo de Director de Personal de la Inspección de Sanidad de la Zona en los últimos meses en que Joan Solsona Conillera actuó como Inspector.
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mente a la sanidad de la Zona como Luis Herrero Muñoz, Joan Solsona Conillera, Valentín Matilla y José Lozana Méndez 7. Todos estos autores compartieron una serie de argumentos fundamentales en su análisis de la actuación médico-sanitaria española en Marruecos en los siglos XIX y XX. En su opinión, el norte de Marruecos (y Marruecos en general) careció de administración e instituciones médico-sanitarias porque “el Poder público antes del año 1912 no consideraba tener cometido alguno en relación con la salubridad e higiene públicas” 8. La obligación de remediar esta carencia constituyó uno de los aspectos del compromiso de “protección” adquirido por España en 1912 y fue interpretada como una “misión” de “trascendente alcance social” y con un “alto sentido de apostolado humano, civilizador y español” 9. El objetivo último de esta misión habría sido fomentar la “evolución sanitaria” de Marruecos, para sacarle del “atraso sanitario” en el que se encontraba e incorporarle al grupo de los “países civilizados” 10. La aprobación de una legislación sanitaria completa, la creación de la Inspección de Sanidad de la Zona, del Instituto de Higiene, de hospitales, dispensarios y consultorios; la realización de campañas sanitarias contra enfermedades epidémicas y endémicas como la viruela, la sífilis, el paludismo, la peste o la tuberculosis; la formación de
7 HERRERO MUÑOZ, L. (1959), “Acción Sanitaria Española en Marruecos”, Archivos del Instituto de Estudios Africanos, 12, 57-93; HERRERO MUÑOZ, L. (1962), “La sanidad española en Marruecos”, Archivos del Instituto de Estudios Africanos, 16, 37-55; SOLSONA CONILLERA, J. (1962), “Del maestro sangrador al médico. El trabajo y la generosidad de España en la evolución sanitaria de Marruecos”, Archivos del Instituto de Estudios Africanos, 26, 7-35; MATILLA, V. (1965), “Síntesis de la labor sanitaria de España en África”, Archivos del Instituto de Estudios Africanos, 18, 7-28. El relato elaborado por los farmacéuticos es semejante al de los médicos, como se puede comprobar en un folleto sobre la contribución de la Farmacia militar a la labor de España en Marruecos durante el Protectorado, LOZANA MÉNDEZ, J. (1958), Contribución de los farmacéuticos militares a la labor de España en el Norte de África, Madrid, IDEA. Por las mismas fechas, se publicó también una breve descripción del sistema de suministro de medicamentos a los presidios menores de África durante los siglos XVIII y XIX en el marco de varios artículos sobre la historia del Cuerpo de Farmacia militar en España, ROLDÁN Y GUERRERO, R. (1955a), “Historia del Cuerpo de Farmacia militar del Ejército español”, Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, 6, 283-344; ROLDÁN Y GUERRERO, R. (1955b), “Historia del Cuerpo de Farmacia militar del Ejército español”, tercera parte, Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, 7, 355-419, 485-535. R OLDÁN Y GUERRERO, R. (1958) “Historia del Cuerpo de Farmacia militar del Ejército español”, Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina y Antropología Médica, 10, 161-180, 275-293. 8 IBN AZZUZ HAKIM (1953), p. 35. 9 GARCÍA FIGUERAS (1947), p. 47. 10 SOLSONA CONILLERA (1962), pp. 7-8.
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personal sanitario marroquí; todo ello habría contribuido al “progreso sanitario” de Marruecos. La actuación española se habría desplegado, según estos autores, en diversas etapas bien caracterizadas. La primera comprendería los años previos al establecimiento del Protectorado y su inicio se remontaría hasta el último tercio del siglo XIX. Como hitos de la misma, destacarían el envío de médicos a los consulados españoles con funciones de asistencia a la población desde el final de la “guerra de África” y, sobre todo, la creación de la Escuela de Medicina (1886) y del Hospital Español (1888) en Tánger. Una segunda etapa, ya constituido el Protectorado, habría consistido en el despliegue de la organización sanitaria fundamentalmente a cargo del Ejército hasta 1927, aunque durante estos quince años las continuas hostilidades entre españoles y rifeños habrían dificultado en gran medida la puesta en práctica de las distintas medidas proyectadas por las autoridades y el propio desarrollo de la sanidad en el seno de la administración “protectora”. En tercer lugar, la “pacificación” alcanzada por Primo de Rivera permitió que en los últimos años de la década de los veinte se organizaran los servicios sanitarios de la Zona, se acelerara la creación de instituciones asistenciales y de salud pública, se potenciara la sanidad civil y se pusieran en marcha las primeras campañas sanitarias, por ejemplo, contra el paludismo. Por último, tras el paréntesis de “estancamiento” del período republicano, el “Alzamiento nacional” habría dado paso a una fase de “consolidación” de la medicina y la sanidad, con una fuerte expansión de su presupuesto y sus iniciativas, la unificación de las sanidades civil y militar y el desarrollo de nuevos servicios e instituciones 11. La historiografía africanista de los años cuarenta, cincuenta y sesenta fijó de esta forma un relato sobre la actuación médico-sanitaria española en Marruecos en el que no tuvieron cabida, entre otras cosas, análisis críticos de la actuación de los gobiernos republicanos, de la influencia del Protectorado francés, de las iniciativas modernizadoras de los Sultanes marroquíes o de la interacción con saberes, prácticas e instituciones específicos de Marruecos y del Rif. Dado que la medicina y la sanidad han sido temas his11 El siguiente comentario es representativo de la importancia concedida al período franquista: “Marruecos experimentó, a partir de 1939, un cambio brusco. Puede afirmarse que gracias a la Paz española la acción del Protectorado fue más rápida e intensa. Esa misma acción —traducida en sanidad, en cultura, en obras públicas y sociales, arte agricultura, industria, etc.— creció con ritmo de asombro hasta el año 1956”. INSTITUTO DE ESTUDIOS AFRICANOS (1964), Los veinticinco años de paz en la España africana, Madrid, IDEA. Cita de p. 3.
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toriográficos muy secundarios con respecto a otros como la política (relaciones entre España y Marruecos, “reivindicaciones africanas” de España, régimen de protectorado, africanismo), las campañas militares, la “acción material” (desarrollo económico, comercio, infraestructuras), la “acción cultural” (educación, respeto a judíos y árabes, iniciativas culturales hispanomarroquíes), Al-Andalus o Ceuta y Melilla 12; dado que esta tendencia que se ha mantenido desde los comienzos de la producción historiográfica sobre “España en Marruecos” hasta la actualidad, no es de extrañar la ausencia de una crítica elaborada del relato que acabamos de exponer e incluso la pervivencia del mismo en el marco de la historiografía crítica sobre este campo producida en las últimas décadas. Esto se comprueba en afirmaciones de algunos historiadores generales, como, por ejemplo, las siguientes: “No es cuestión de detenerse aquí en el estudio del cuadro lamentable que ofrecía la sociedad marroquí de esta época en el campo de la sanidad y de la higiene. De los tiempos clásicos en que la medicina había brillado a gran altura entre los musulmanes, con nombres universalmente conocidos, tal el de Avicena, se había caído en el desconocimiento total de la misma [...]. Cuando, desde finales del siglo XVIII, comienza la tímida instalación de pequeños grupos de europeos en el Marruecos costero, gracias a éstos aparecen también los primeros atisbos de preocupación por la cuestión sanitaria, lo que redundaría, fuera ello de forma muy indirecta, en beneficio de la población autóctona” 13. “¿Tuvo aspectos positivos para Marruecos la labor “civilizadora” española? Sin duda, aunque hay que añadir que fueron escasos y modestos. Posiblemente, los más importantes e incuestionables se refieran a la actuación en el campo sanitario” 14.
Las visiones críticas sobre el tema, elaboradas por historiadores y otros especialistas, además de escasas, han adolecido a partes iguales de falta de elaboración teórica y de insuficiente base empírica. Para Miguel Martín, uno de los primeros autores que ofreció una interpretación crítica de la pre12 Se puede comprobar fácilmente esta afirmación consultando las voces de entrada en el repertorio bibliográfico español más completo sobre la relación entre España y Marruecos, GIL GRIMAU, R. (1988), Aproximación a una bibliografía española sobre el norte de África 18501980, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores. 13 LOURIDO DÍAZ (1996), pp. 599-600. 14 MARTÍN CORRALES, E. (1999), “El protectorado español en Marruecos (1912-1956) Una perspectiva histórica”, en NOGUÉ, J., y VILLANOVA, J. (eds.), España en Marruecos (1912-1956). Discursos geográficos e intervención territorial, Barcelona, Milenio, pp. 143-158. Cita de p. 155.
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sencia española en Marruecos, “entre las dos zonas [española y francesa], después de casi medio siglo de protectorado, no existían más de 28 médicos marroquíes, y en la parte española se podían contar los hospitales con los dedos de una mano” 15. Recientemente, el antropólogo Josep Lluís Mateo Dieste, ha profundizado más en el análisis crítico de la actuación médico-sanitaria española en Marruecos. Por una parte, está en la línea de los autores anteriores cuando afirma que “la práctica [médico-sanitaria] real fue el establecimiento de pequeños dispensarios en las Intervenciones que en realidad sólo cubrían casos graves y al personal de la Intervención” 16. Pero, por otra, identifica el papel del médico como “misionero de la civilización”, su actuación como deslegitimador de “la acción de los expertos locales” y como “director de la conciencia” de los “indígenas” y su función de “atracción” de la población nativa hacia los colonizadores y de control de la misma 17. También señala la utilización del saber médico con objeto de establecer científicamente la inferioridad del “carácter del rifeño” o para definir a la mujer marroquí como “agente contaminante” y, a partir de ello, justificar la adopción de ciertas medidas médico-sanitarias 18. A pesar del gran interés de estas cuestiones, Mateo Dieste se limita a apuntarlas de forma deductiva, sin apoyo documental, por lo que no pasan de ser esbozos de hipótesis necesitadas de comprobación empírica y de un desarrollo más detallado. Recientemente se ha suscitado una controversia sobre los posibles efectos a largo plazo que en la salud de la población rifeña pudieron tener los bombardeos con armas químicas efectuados por la aviación española en el transcurso de la guerra del Rif 19. Se trata de un tema de indudable interés para el estudio de la labor sanitaria española en Marruecos en los años 15
MARTÍN, M. (1973), El colonialismo español en Marruecos, París, Ruedo Ibérico. Cita de
p. 8. MATEO DIESTE, J. L. (2002), “La oficina de intervención como espacio de interacción socio-política entre el mur?qib y la cabila: de la ideología colonial a las prácticas cotidianas”, en RODRÍGUEZ MEDIANO, F., y De FELIPE, H. (eds.), El Protectorado español en Marruecos. Gestión colonial e identidades, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pp. 139-180. Cita de p. 153. 17 MATEO DIESTE, J. L. (1997), El “moro” entre los primitivos, Barcelona, Fundación La Caixa. Cita de pp. 132-133. 18 Ibid., pp. 128-134. 19 KUNZ, R., y MÜLLER, R. D. (1990), Giftgas gegen Abd el Krim. Freiburg: Rombach; BALFOUR, S. (2002), Abrazo Mortal. De la guerra colonial a la Guerra Civil en España y Marruecos (1909-1939), Barcelona, Península; MADARIAGA, R. M., LÁZARO DÁVILA, C. (2003), Guerra Química en Rif., Historia 16, 324, 50-85. 16
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veinte y treinta, que requeriría una consulta detallada de la documentación de archivo (y que ésta se encontrara plenamente accesible). Sin embargo, el interés de los autores que han planteado el problema se ha centrado, de momento, más en demostrar la existencia de los bombardeos que en comprobar sus efectos médicos. Ni este debate reciente ni la bibliografía crítica específica sobre medicina y sanidad españolas en Marruecos a la que hicimos referencia anteriormente han modificado de forma sustancial el relato tradicional. Respecto a ésta bibliografía, aunque ha contribuido a aclarar aspectos puntuales, ha tenido un carácter predominantemente descriptivo, centrado en instituciones y personajes concretos o en los aspectos sanitarios de las campañas militares. Los trabajos más rigurosos como, por ejemplo, los del historiador Joan Serrallonga, se centran en las insuficiencias organizativas y científicas de la Sanidad militar española durante la “guerra de África” más que en la evolución de la presencia sanitaria española en el norte de Marruecos. Otros autores, como Mohammed Ghoti, cirujano e historiador de la medicina marroquí, resumen la herencia española en el ámbito sanitario como “modesta, salvo algunos hospitales dignos de este nombre en Tetuán, Nador y Alhucemas y algunas pequeñas formaciones en pequeños centros”. Ghoti considera además que la organización sanitaria y la formación de personal médico y auxiliar fueron “insignificantes” y que al llegar la independencia, España “interrumpió su acción sanitaria de golpe y totalmente, dejando el lugar como después de un desmantelamiento” 20. No obstante, su trabajo no aporta datos o referencias con los que justificar estas afirmaciones, que, por otra parte, son las únicas que dedica a la sanidad española en su obra.
Conclusión La historia de la medicina y la sanidad españolas en Marruecos sigue siendo un tema secundario en el campo de los estudios sobre las relaciones hispano-marroquíes a pesar de al ampliación del mismo en los últimos años. Este hecho explica la pervivencia de un relato tradicional fijado esencialmente por la historiografía franquista en los años cuarenta y cincuenta, 20
GHOTI (1995), p. 132.
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en el cual se ignoran las iniciativas sanitarias que las autoridades marroquíes desplegaron desde el siglo XIX, se distorsiona el peso de algunos períodos y actores y se considera acríticamente la medicina como único o principal “aspecto positivo” que habría justificado la colonización española. La insuficiente atención prestada a la sanidad exterior, la sanidad militar y la sanidad colonial por los historiadores de la medicina ha impedido valorar adecuadamente la relevancia de Marruecos para sanidad española y ha contribuido a su desconocimiento. Por todo ello, sigue siendo necesaria la elaboración de trabajos y la difusión de datos y documentos sobre la actuación sanitaria española en Marruecos, a pesar de los esfuerzos iniciados en fechas muy recientes. La centralidad de Marruecos para la sanidad española contemporánea no ha sido todavía suficientemente dibujada.
DISCURSOS Y ACTITUDES IDEOLÓGICAS
¿SOCIALISMO DOCTRINARIO O PRAXIS SOCIAL? PROFESIÓN Y ASISTENCIA MÉDICO-FARMACÉUTICA EN LOS ESCRITOS DE JAIME VERA (1859-1918) Pilar León Sanz Profesor Agregado de Historia de la Ciencia, Departamento de Humanidades Biomédicas, Facultad de Medicina, Universidad de Navarra, Pamplona
Introducción Este trabajo pretende dar a conocer el pensamiento del médico y político Jaime Vera y López (1859-1918) acerca de las profesiones médica y farmacéutica, así como de los sistemas asistenciales 1. Utilizaremos como fuentes el Informe que Jaime Vera presentó ante la Comisión de Reformas Sociales (Madrid, 1 de diciembre de 1884) y algunos de los artículos publicados posteriormente por este autor, sobre todo: “Farmacia y cooperación obrera” (El Socialista, 1, 10 y 22 de mayo de 1914) y “La locura en los niños. Camino del remedio” (El Liberal, 21 febrero 1916).
Un médico socialista, Jaime Vera López Jaime Vera y López 2 nace en 1859, en Salamanca. Estudia Medicina en Madrid. En el curso 1879-1880 obtiene el doctorado y en 1884 gana las 1 Un estudio más amplio sobre esta cuestión: LEÓN SANZ, P. (2006), “Profesión y asistencia médico-farmacéutica en los escritos de Jaime Vera (1859-1918)”, Dynamis, 26, pp. 169-193. 2 Sobre este autor MORATO, J. J. (1918), Jaime Vera y el socialismo, Madrid, Imprenta Torrent y Cía, reed. MORATO, J. J. (1972), Líderes del movimiento obrero español (1868-1921); selección y notas Víctor Manuel Arbeloa, Madrid, pp. 339-375; VERA, J. (1973), Ciencia y proletariado: escritos seleccionados de Jaime Vera, Prólogo y selección Juan José Castillo, Madrid,
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oposiciones a médico del Hospital General de Madrid, donde se encarga de la sala y clínica de enfermedades mentales y nerviosas. Atiende una consulta particular entre los años 1891 y 1893 y entre 1901 y 1908. Se hizo famoso por sus informes como perito en varios juicios que tuvieron gran repercusión en la prensa. Fallecería en Madrid en 1918. Se conocen varios escritos suyos de carácter médico 3. En 1879 participa en la fundación del Partido Socialista Obrero junto con otros tres médicos (Gonzalo Zubiaurre, Joaquín Campa y Alejandro Ocina) 4. En 1886, por diferencias con Pablo Iglesias, se retira temporalmente de la vida pública. Vera se manifestó colaborador de aquellos que defendieran objetivos similares, mientras que Pablo Iglesias y muchos otros tenían una idea más radical y de independencia del “sector burgués” 5. En 1890, a instancias del mismo Pablo Iglesias se presenta repetidamente a las elecciones a diputado (1891, 1893, 1896, 1899, 1905 y 1907), aunque no sería elegido. Asistió al cuarto Congreso de la Internacional Socialista Obrera, celebrado en Londres, en 1896 6. Es conocido por haber redactado el Informe de la Agrupación Socialista madrileña a la Comisión de Reformas Sociales (Madrid, 1 de diciembre de 1884) y por su colaboración en la prensa socialista, sobre todo con el periódico El Socialista. En los últimos años de su vida colaboró también en otros periódicos de orientación republicana (El Imparcial, El Liberal y El Heraldo de Madrid). Además, redactó un mensaje al primer Congreso de las Juventudes Socialistas y el manifiesto electoral del Partido para las Cuadernos para el Diálogo; REY GONZÁLEZ, A. (1983), “Vera y López, Jaime”, en LÓPEZ PIÑERO, J. M.; GLICK, T. F.; NAVARRO BROTONS, V., y PORTELA MARCO, E., Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, II, Barcelona, pp. 407-408. 3 Vera publicó su tesis doctoral: Estudio clínico de la parálisis general progresiva de los enajenados, Madrid, 1880. Otras obras son: La función de los conductos semicirculares. Estudio experimental, Madrid, 1882; “Nota sobre las funciones del cerebro”, Revista Clínica de los Hospitales, 1889, 1, 121-123. ÁLVAREZ-SIERRA, J. (1963), Diccionario de autoridades médicas, Madrid, Editora Nacional, p. 553 añade dos obras más (Nuevo concepto de la locura y El problema del histerismo). 4 Sobre la fundación y primeros años del Partido Socialista: TUÑÓN DE LARA, M. (1989), Historia del socialismo español, Barcelona, Conjunto Editorial S. A., I-II; MESA GARCÍA, E. P. (1998), Los orígenes del PSOE: mercancía, positivismo y socialdemocracia 1879-1891, Madrid, Universidad Autónoma. 5 JULIÁ, S. (1997), Los socialistas en la política española, 1879-1982, Madrid, Taurus, pp. 24, 59,71. 6 MORATO, J. J. (1976), El partido socialista obrero: génesis, doctrina, hombres, organización, desarrollo, acción, estado actual, Madrid, Ayuso, p. 142.
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elecciones legislativas de 1891; de 1912 es la conferencia: “La verdad social y la acción” (Madrid), etc. Su figura y sus escritos fueron apreciados por los correligionarios, aunque, en la práctica, tuvieron escasa influencia en las instancias políticas e ideológicas del Partido 7.
El ideario socialista según Vera Por parte de la Agrupación Socialista Madrileña intervendrán en la Comisión de Reformas Sociales 8, Antonio García Quejido, Pablo Iglesias y Jaime Vera. Los dos primeros 9 plantearon cuestiones de tipo político y de organización, mientras que Vera realizó una exposición de carácter doctrinal 10. El Informe es la obra más importante de Jaime Vera sobre aspectos sociales. En su día, el Informe “fue considerado como el más sólido trabajo teórico de introducción del marxismo en España” 11. Tuvo carácter programático para el recién constituido Partido Socialista Obrero Español 12. JULIÁ (1997), pp. 72-74. Sobre la Comisión de Reformas Sociales (1883-1903): CALLE, M. D. de la (1989), La Comisión de Reformas Sociales 1883-1903: política social y conflicto de intereses en la España de la Restauración, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; PALACIO MORENA, J. I. (1988), La institucionalización de la reforma social en España, 1883-1924: la Comisión y el Instituto de Reformas Sociales, Madrid, Centro de Publicaciones, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. 9 Las intervenciones de Iglesias y García Quejido están publicadas en IGLESIAS, P.; VERA, J., y GARCÍA QUEJIDO, A. (1970), La clase obrera española a finales del siglo XIX: información oral y escrita, practicada en virtud de la Real Orden del 5 de diciembre de 1883 en Madrid, Bilbao, Zero: 2 ed., 1973. Un comentario a estas intervenciones: CALLE (1989), pp. 165-177. 10 El Informe fue publicado por vez primera en 1885. Tres años más tarde, en el primer número del semanario El Socialista (14 de diciembre de 1888) se anunciaba el comienzo de una nueva edición por entregas con el título: “El Partido Socialista ante la Comisión de Reformas Sociales”, El Socialista, 14 de diciembre de 1888. Sobre el Informe: JIMÉNEZ ARAYA, T. (1972), “La introducción del marxismo en España: el Informe a la Comisión de Reformas Sociales de Jaime Vera”, Anales de Economía, 15, 107-149; FERNÁNDEZ GARCÍA, E. (1981), Marxismo y positivismo en el socialismo español, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, pp. 124-148. 11 VERA (1973), p. 21. También: NÚÑEZ DE ARENAS, M., TUÑÓN DE LARA, M. (1970), Historia del movimiento obrero español, Barcelona, Nova Terra, 1970, p. 132; HUERTAS GARCÍA-ALEJO, R. (1995), Organización sanitaria y crisis social en España: la discusión sobre el modelo de servicios sanitarios públicos en el primer tercio del siglo XX, Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, 5, p. 85. 12 La Base 1.a sobre la política editorial de El Socialista se lee: “defender las doctrinas consignadas en el programa del Partido Socialista Obrero, desarrolladas con más extensión en la respuesta dada por éste al cuestionario de la Comisión de Reformas Sociales...”. VERA (1973), pp. 63-66. 7 8
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Sin embargo, pronto se constata un distanciamiento de los postulados del Informe entre algunos hombres del Partido 13. Este Informe tiene, para la cuestión que pretendemos estudiar —profesión y asistencia médicofarmacéutica—, un sesgo derivado del carácter teórico, programático y revolucionario. Vera no considera posible en el Informe una solución a los problemas asistenciales dentro del sistema político, social o económico reinante 14. En su opinión, “los gobiernos no pueden proteger a la clase trabajadora, mejorar su condición”... Lo que pretenden es hacerla sencillamente más productiva 15. Considera un “hecho demostrado por experiencia que siempre que el Poder político interviene en las relaciones de patronos y obreros sea para someter a éstos a las condiciones de máxima explotación, si los peligros de orden público no lo impiden” 16. De ahí su crítica a las medidas protectoras y asistenciales promovidas en Alemania o Inglaterra. Refiriéndose a ellas dirá: “Toda legislación aparentemente encaminada a la protección del trabajo ha tenido por verdadero objeto la defensa de los intereses capitalistas colectivos y sólo se ha hecho efectiva cuando las reclamaciones obreras han amenazado graves compromisos para estos intereses” 17.
También interesa conocer la opinión del Informe sobre los profesionales que no son obreros, entre los que se encontrarían los médicos y los far13 En 1901, García Quejido da a entender que se ha producido una superación de los presupuestos doctrinales del Informe, según los nuevos planteamientos de las organizaciones socialistas GARCÍA QUEJIDO, A. (1901), La Nueva Era, 1, 231. Jiménez Araya considera que fue la escasa presencia del pensamiento marxista en los orígenes del movimiento obrero español lo que produjo la sobrevaloración del informe redactado por Vera. JIMÉNEZ ARAYA (1972), p. 112; también: OLÁBARRI GORTÁZAR, I. (1978), Relaciones laborales en Vizcaya: (1890-1936), Durango, Zugaza, p. 104. 14 VERA (1973), pp. 84-85. 15 Citaremos este documento a través de VERA, J. (1973), pp. 81-141, p. 131. Lo señalado estaría en la línea de quienes estiman que los iniciales sistemas de previsión social eran instrumentos para preservar el orden socioeconómico establecido. Cf. MAZA ZORRILLA, E. (1987), Pobreza y asistencia social en España, siglos XVI al XX: Aproximación histórica, Valladolid, Universidad, p. 133; HATZFELD, H. (1971), Du paupérisme a la sécurité sociales 1850-1940, París, Armand Colin; PESET, J. L. (1978), “Capitalismo y medicina: ensayo sobre el nacimiento de la seguridad social”, Estudios de historia social: revista del Instituto de Estudios Laborales y de Seguridad Social, 7, 185-216. 16 VERA (1973), p. 130. 17 VERA (1973), p. 134, también p. 132. Cf. GÓMEZ LLORENTE, L. (1972), Aproximación a la historia del socialismo español (hasta 1921), Madrid, Cuadernos para el Diálogo, p. 92.
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macéuticos. Vera plantea en el Informe un concepto amplio de “proletario” al tratar la cuestión de los intelectuales. A ellos les correspondería difundir la doctrina socialista 18. Además, justifica la integración de los intelectuales en las filas de los trabajadores, porque también están sometidos a una explotación, si bien de tipo intelectual 19; dependen de los burgueses y los capitalistas porque son éstos los que proporcionan cátedras y honores “a cambio de que sirvan a sus intereses” 20. Por otra parte, el trabajo intelectual y científico sería otra forma de producción que también se vería beneficiada —sería “más amplia, segura y siempre creciente”— por un régimen colectivizado 21. Vera otorga gran importancia a la ciencia por “su poder revolucionario” y por su “poder transformador” de la sociedad 22. Se aleja en este punto de la postura del Partido en aquel momento, ya que los estatutos de la Agrupación Socialista Madrileña establecían la exclusión de “los obreros intelectuales” de cualquier cargo y representación de tipo electivo 23. Vera mantuvo las ideas expuestas y el tono del Informe durante los años siguientes.
La farmacia en el contexto del mutualismo obrero A petición de Francisco Largo Caballero, Vera escribe tres artículos sobre el conflicto suscitado entre los farmacéuticos y la Mutualidad Obrera: “Farmacia y cooperación obrera” (El Socialista, 1, 10 y 22 de mayo de 1914) 24. VERA (1973), pp. 121 y ss. Apartado IX del Informe. VERA (1973), p. 122. 20 VERA (1973), p. 122. 21 VERA (1973), p. 122. 22 VERA, J. (1912), “Ciencia y proletariado. Productividad potencial e inversión de fuerzas”, El Liberal, 1 mayo. En VERA (1973), pp. 198-208, p. 199. 23 VERA (1973), p. 70. ARBELOA, V. M. (1972), Orígenes del partido socialista obrero español: 1873-1880, Algorta, Zero, incluye un extracto de las actas de las sesiones y el manifiestoprograma del Partido Socialista Obrero español. Sobre la cuestión de los intelectuales y el PSOE, JULIÁ (1997), pp. 24 y 72-74; GÓMEZ MOLLEDA, M. D. (1980), El socialismo español y los intelectuales: cartas de líderes del movimiento obrero a Miguel de Unamuno, Salamanca, Universidad de Salamanca. 24 Citaremos estos artículos a través de VERA, J. (1973), pp. 259-273. 18 19
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La Mutualidad Obrera 25 pretendía tener farmacia propia para sus mutualistas y los farmacéuticos protestaron ante tal perspectiva. Se trataba de un conflicto de tipo económico, que no era nuevo. De antiguo, mutuas y sociedades de socorros mutuos buscaban ser autorizadas para tener farmacia como un beneficio para sus afiliados.” 26 Así explica Vera el origen de estos artículos: “Tenía ya compuesto en la cabeza mi artículo para El Socialista, faltando solamente dictarlo (...); en esto llegó la carta de Largo Caballero, y no alcanzándome el tiempo para contestarla y trasladar mi artículo al papel, antepongo el político práctico al sociólogo de gabinete, y ahí le mando el original adjunto” 27.
Como él mismo señala, se propone analizar el problema suscitado desde la realidad social del momento. La cuestión es que los farmacéuticos temen perder poder adquisitivo, apreciación que a Vera le parece injustificada desde todo punto de vista, puesto que “los obreros, carentes de recursos para ser asistidos uno a uno, pueden constituir comunidades con potencia económica sobrada para retribuir ampliamente a sus médicos y farmacéuticos y proporcionarles medios de ejercer en condiciones de la más alta dignidad profesional” 28.
25 La Mutualidad Obrera era, en cuanto a número de afiliados, una de las dos Sociedades de Socorros Mutuos más importantes de Madrid. Cf. AZNAR EMBID, S. (1914), El riesgo-enfermedad y las Sociedades de Socorros Mutuos, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del S.C. de Jesús, p. 48; también MONTERO GARCÍA, F. (1988), Los seguros sociales en la España del siglo XX: orígenes y antecedentes de la previsión social, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, p. 97. 26 Sobre esta cuestión, JORDI I GONZÁLEZ, R. (1997), Aportació a la Història de la Farmàcia catalana (1285-1997), Barcelona, Fundació Uriach 1838, p. 489; PUERTO SARMIENTO, F. J., HUERTAS GARCÍA, M. J. (1984), “Las cooperativas obreras contra el oligopolio farmacéutico (1907-1931)”, Asclepio, 36, 159-184. 27 VERA (1973), p. 259. La carta de Largo Caballero (Acción Socialista, 1914) decía: “En esta campaña [contra la Mutualidad Obrera] se emplearon todos los procedimientos: la interpelación en el Parlamento; una serie de artículos, bien pagados, en los periódicos; el mitin, la injuria y la calumnia, no sólo contra la entidad. Sino contra los individuos que la dirigen”. En efecto, en el Diario de las sesiones de Cortes aparece la citada interpelación parlamentaria el 4 de mayo de 1914: el Sr. Riva Mateos interpela al ministro de la Gobernación, D. José Sánchez Guerra (1859-1935). Como no se haya presente, la “pregunta relacionada con la clase farmacéutica” sigue abierta en los debates de los días siguientes con intervenciones a favor y en contra de los farmacéuticos y de la Mutualidad Obrera. Diario de las sesiones de Cortes (1914), Madrid, Imprenta de J.A. García, pp. 452 y ss. 28 VERA (1973), p. 261.
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También insiste en que esta transformación no modifica uno de los aspectos más importantes para el farmacéutico como profesional: su responsabilidad sobre el fármaco 29. Vera describe los cambios que se han dado en la profesión farmacéutica para justificar la intervención de la Mutualidad Obrera en la distribución de los medicamentos. Hay que destacar la claridad del análisis de Vera acerca de los problemas de la profesión farmacéutica que intentaba compatibilizar los aspectos científicos y mercantiles: “además de construcción científica y de profesión, la farmacia es industria y comercio. Compra. Transforma y vende mercancías” 30. Vera estima que es indiferente que el capital sea propio o ajeno al farmacéutico. Por lo tanto, ¿por qué no iba a proceder de las mutuas cuando éstas son honradas y buscan obtener un bien general? 31 Por lo que nuestro autor toma partido claro en una de las reivindicaciones de la clase farmacéutica del momento: la cuestión de la “inviolabilidad de la propiedad farmacéutica”, que estaba asociada a las reclamaciones por mantener las formas tradicionales de la profesión 32. Las mutuas, en opinión de Vera, son necesarias, ya que “Hablar de la asistencia individual de los enfermos proletarios sería describir un infierno social” 33. Por otra parte, las mutuas, tenían un interés adicional para el Partido: asegurar la estabilidad de los afiliados que de otra manera, era muy variable, en función de las acciones reivindicativas y de sus resultados 34. De ahí el interés de la Mutualidad Obrera en ofrecer la atención farmacéutica. Además, Vera argumenta que “a un incremento progresivo del movimiento mutualista, bien dirigido, correspondería una demanda también creciente de trabajo médico y farmacéutico” 35. En la práctica, en el Boletín oficial del 26 de mayo de 1914, apareció una Real Orden del ministerio de la Gobernación por la que desestimaba la solicitud de la Mutualidad Obrera 36. VERA (1973), p. 264. VERA (1973), p. 264. 31 VERA (1973), p. 268. 32 VILLACORTA BAÑOS, F. (1989), Profesionales y burócratas: Estado y poder corporativo en la España del siglo XX 1890-1923, Madrid, Siglo XXI, p. 288. 33 VERA (1973), p. 261. 34 OLABÁRRI GORTÁZAR (1978), p. 435 señala que la acción mutualista de las centrales sindicales fue muy considerable por este motivo. 35 VERA (1973), p. 261. 36 Más adelante se pretendió de nuevo arreglar el conflicto entre farmacéuticos, por un lado, y mutuas y sociedades, por otro, con la aprobación del “Reglamento para la Elaboración y Ven29 30
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Los médicos y la asistencia médica El artículo “La locura en los niños. Camino del remedio” (El Liberal, 21 febrero 1916) 37 tiene por objeto denunciar la ausencia de un sistema dirigido a la atención de niños con enfermedades mentales: “En España nada hay especialmente organizado para defender de su propio mal a los niños locos, ni para defender a la sociedad de las consecuencias de tal abandono. Las familias se las arreglan como pueden, y los médicos, como Dios les da a entender” 38.
En este artículo reconocemos al profesional. Vera traslada aquí su experiencia en la práctica clínica. Lo cual puede explicar el enfoque que adopta. Vera acentúa el carácter de servicio de la profesión médica, dejando de lado cualquier referencia al desequilibrio de poder o a la producción intelectual. También subraya la responsabilidad moral del médico, al describir los valores tradicionales de la medicina. Además, estima como algo esencial que se creen nuevas cátedras porque es necesario el aumento de profesores y médicos eminentes, lo cual provocará que se abran nuevas “Clínicas especiales” y “las familias ricas no relegarán sus hijos al extranjero teniendo en España médicos e instituciones especiales no inferiores”. Por supuesto, esto facilitará al mismo tiempo que “las familias agobiadas por la escasez no verán su triste descendencia en el actual abandono despiadado” 39. Probablemente está refiriendo la experiencia profesional vivida en su consultorio y en el sanatorio del Dr. Esquerdo 40. Vera formula la neceta de Especialidades farmacéuticas” de 1924. Cf. JORDI I GONZÁLEZ, (1997), pp. 379 y 553-554. y RODRÍGUEZ NOZAL, R. (1999), “De la fórmula magistral a la especialidad farmacéutica: el cambio de actitud frente a las nuevas prácticas operatorias”. En PUERTO SARMIENTO, F. J.; ALEGRE PÉREZ, M. E., y REY BUENO, M., 1898. Sanidad y ciencia en España y Latinoamérica durante el cambio de siglo, Madrid, Universidad Complutense, p. 251. 37 Citaremos este artículo a través de VERA, J. (1973), 300-304. En p. 300, Castillo indica que este artículo fue reproducido en El Socialista, 21 febrero 1916; aunque la coincidencia de fechas resulta sorprendente. 38 V ERA (1973), p. 300. Sobre la asistencia psiquiátrica del momento, cf. C AMPOS , R.; VILLASANTE, O.; DIÉGUEZ, A., y HUERTAS GARCÍA-ALEJO, R. (1988), “Sobre algunos problemas historiográficos de la psiquiatría española del siglo XIX”, en PUERTO SARMIENTO; ALEGRE PÉREZ, y REY BUENO, (1999), pp. 137-154. 39 VERA (1973), p. 303. 40 Sobre esta institución y la psiquiatría madrileña del inicio del siglo XX, cf. HUERTAS GARCÍA-ALEJO, R. (2002), Organizar y persuadir: estrategias profesionales y retóricas de legitimación de la medicina mental española (1875-1936), Madrid, Frenia, pp. 67 ss.
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sidad de mejorar la asistencia médica a todos los niveles, tanto para el pobre como para el que goza de medios económicos. Planteamiento que difiere del Informe de 1884, en el que, como vimos, criticaba toda distinción entre burgueses y capitalistas por un lado y obreros, por otro. Pero a los médicos les corresponde el diseño y la dirección del planteamiento sanitario. Sigue en este aspecto la doctrina de la mayoría de los médicos del momento, sobre todo de los vinculados a las organizaciones corporativas: “la iniciativa —dice— corresponde a los médicos; porque nosotros sentimos la necesidad colectiva. Y es nuestro deber y nuestro interés satisfacerla” 41.
Conclusiones Los escritos aquí comentados, aunque están condicionados por su extensión y por la intencionalidad con que fueron escritos, resultan interesantes para conocer el pensamiento de Jaime Vera acerca de las profesiones sanitarias y de los sistemas de asistencia médica. Observamos que hay una solución de continuidad entre el Informe (1884) y los escritos de 1914 y 1916 a los que aquí nos hemos referimos, pero también se advierte una evolución en algunas opiniones, que no puede desvincularse del cambio ideológico y político que se da en la sociedad respecto a la concepción de la salud y de la asistencia médica 42. Del análisis pormenorizado de los textos, que aquí sólo se ha esbozado, se deduce que las principales diferencias entre los escritos donde trata de la medicina y la farmacia, con respecto al Informe, se refieren a una noción distinta del concepto de profesión; a la propuesta de retribución de médicos y farmacéuticos; a la admisión de un sistema asistencial diversificado; a la aprobación de la colaboración con el capital; y a la aceptación de la propiedad privada. 41 VERA (1973), p. 303; sobre esta cuestión: LEÓN SANZ, P. (2005), El poder de los médicos. Un análisis de El ejercicio profesional de la medicina en nuestros días (Madrid, 1906), Estudos do Século XX, 5, 223-241. 42 Sobre la evolución del concepto de salud que pasa a ser objetivo nacional y el desarrollo de la medicina social, cf. RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2002), “La medicina como instrumento social”. En La acción social de la Medicina y la construcción del sistema sanitario en la España contemporánea. Trabajo social y salud, 43, 19-35. También LABISCH, A. (1985), “Doctors, Workers and the Scientific Cosmology of the Industrial World: The Social Construction of Health and the Homo Hygienicus”, Journal of Contemporary History, 20, 599-615.
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No se puede dudar de que Vera seguía dentro de la ortodoxia del Partido Socialista Obrero Español. Estos artículos también muestran el cambio de estrategia en el Partido hacia una colaboración con las estructuras político-sociales establecidas, que será franca a partir de la década de 1920 43. En los escritos de 1914 y 1916 descubrimos en el autor al médico en ejercicio que se enfrenta a cuestiones de tipo profesional. Los textos de Vera sobre los médicos y los farmacéuticos revelan los intereses de grupo en el desempeño de su actividad. Aspecto en el que los profesionales actúan movidos por intereses corporativos y no sólo por vínculos doctrinales 44. Dada la significación médica y social del Dr. Vera, es indudable el interés de sus textos para el estudio de un período tan importante en la evolución de la práctica farmacéutica y el ejercicio de la medicina.
43 ANDRÉS-GALLEGO, J. (1977), El socialismo durante la dictadura, 1923-1930, Madrid, Tebas, p. 36; ASHFORD, D. E. (1989), La aparición de los Estados del bienestar, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; CAMPOS MARÍN, R. (1997), Alcoholismo, medicina y sociedad en España (1876-1923), Madrid, CSIC; HUERTAS GARCÍA-ALEJO, R. (2002), “Vivir y morir en Madrid: la vivienda como factor determinante del estado de salud de la población madrileña (1874-1923)”, Asclepio, 2, 253-276; OLABÁRRI GORTÁZAR, I. (1991), ¿Lucha de clases o conflictos de intereses?: ensayos de historia de las relaciones laborales en la edad contemporánea, Pamplona, Universidad de Navarra, pp. 103-148; RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1990), “La asistencia médica colectiva en España, hasta 1936”, en VVAA Historia de la acción social pública en España: Beneficencia y previsión, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, pp. 350-351. 44 Sobre esta cuestión, ROSEN, G. (1974), New York, Science History Publications, p. 2.
LA CONSIDERACIÓN EN LA LITERATURA ESPAÑOLA DEL MAGNETISMO ANIMAL Ángel González de Pablo Profesor Titular de Historia de la Ciencia, Unidad de Historia de Medicina, Facultad de Medicina, UCM
Introducción 1 Entre las aportaciones de la literatura a la historia de la medicina 2, dos tienen un particular interés para los fines del presente trabajo. Los textos literarios suponen, primero, un indicador del grado de popularización alcanzado por las doctrinas médicas en el momento de su publicación; y, segundo, reflejan la forma en la que éstas se aplicaban efectivamente, es decir, los usos sociales más extendidos de dichos sistemas. El magnetismo animal tuvo menciones aisladas en las letras españolas de comienzos del XIX 3, pero sólo en contadas obras constituyó el centro 1 Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto de investigación HUM2004-0077/HIST financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia. 2 Entre las obras recientemente publicadas sobre las relaciones entre literatura y medicina, son interesantes en relación con este trabajo: WESTFAHL, G., SLUSSER, G. (eds.) (2002), No Cure for the Future: Disease and Medicine in Science Fiction an Fantasy, Westport Greenwood Press; y BARKHOFF, J., (1995), Magnetische Fiktionen: Literarisierung des Mesmerismus in der Romantik, Stuttgart-Weimar, J. B. Metzler. La primera informa sobre los recursos que la literatura fantástica y de ciencia ficción aporta a la historia de la medicina y la segunda resulta especialmente provechosa para el conocimiento particular de las contribuciones de la literatura a la historia del magnetismo animal y el mesmerismo. 3 No sólo fueron pocas las referencias al magnetismo animal en la literatura española anterior a 1840, sino también bastante menospreciativas. Un ejemplo a este respecto lo constituye la mención que Mariano José de Larra (1809-1837) hizo al magnetismo animal en El duende satírico del día, en marzo de 1828, refiriéndose a él despectivamente como “una ciencia esa, por la cual a fuerza de sobos y de poner al paciente como una breva, éste sueña y dice durmiendo su mal y sus remedios”.
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argumental en los años previos a 1870, fecha en la que la literatura espiritista adquiere, con la publicación de Marietta 4, carta de naturaleza en nuestro país, haciendo pasar al magnetismo a un plano secundario dentro de la literatura dedicada a los fenómenos extraordinarios, al menos hasta que a finales de siglo, de la mano ya del hipnotismo, volviese a experimentar un renovado auge. Dos de estas escasas obras en la que el mesmerismo constituyó el núcleo de la trama fueron: la pieza teatral Frenología y magnetismo (1845), de Manuel Bretón de los Herreros (1796-1873) 5, y la opereta de Luis Cortés y Suaña titulada El magnetismo...¡animal! (1860) 6. Ambas serán las fuentes principales de esta contribución. A través de ellas valoraremos dos momentos cruciales en la aceptación del magnetismo animal en España y delimitaremos algunas utilizaciones del mesmerismo, así como las prevenciones sociales frente a él.
El magnetismo animal en España Antes de adentrarnos en el análisis de estas obras, vamos a establecer cuáles fueron las líneas maestras de la evolución del magnetismo animal en medicina y en la sociedad española. El magnetismo animal, desde 1786 (fecha de la aparición de las primeras publicaciones sobre la materia) hasta la década de1860 (en donde comienza a aparecer el hipnotismo en las publicaciones médicas y el movimiento espiritista empieza a gozar de progresiva presencia), atravesó en España una serie de etapas 7. La primera de ellas estuvo definida por un rechazo marcado, repercusión en gran medida de las conclusiones negativas sobre la efectividad del magnetismo animal a que llegaron las Comisiones Reales francesas de 1784 8. Una de las primeras muestras de este rechazo fue la Disertación SUÁREZ ARTAZU, D. (1870), Marietta, páginas de dos existencias, Zaragoza, Tipografía de Calisto Ariño. Sobre la literatura espiritista en España, véase: LITVAK, L. (1994), “Entre lo fantástico y la ciencia ficción: el cuento espiritista en el siglo XIX”, Anthropos, 154-155, 83-88. 5 BRETÓN DE LOS HERREROS, M. (2000), Frenología y magnetismo. En Teatro breve III, ed. de Miguel Ángel Muro, Logroño, Universidad de La Rioja, 111-170. 6 CORTÉS Y SUAÑA, L. (1860), El magnetismo...¡animal! Filfa cómico-lírica en un acto (música de Antonio Reparaz), Madrid, Imprenta de J. Barrera y Piedramillera. 7 Para una información y una bibliografía completa sobre estas etapas, véase GONZÁLEZ DE PABLO, Á. (2006), Animal magnetism in Spanish medicine (1786-1860), History of Psiquiatry, 17 (3), pp. 279-298. 8 Más detalles sobre los informes de las Comisiones Reales pueden obtenerse en: GAULD, A. (1992), A History of Hypnotism, Cambridge, Cambridge University Press, pp. 25-38; 4
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médica de el magnetismo animal, expuesta por Florencio Delgado ante la Real Sociedad de Medicina de Sevilla en 1786 y publicada al año siguiente. En ella, se llegaba a la misma conclusión que la emitida por los comisarios reales: que no podía probarse la existencia del supuesto fluido magnético y que los efectos curativos del magnetismo se debían a la imaginación de los pacientes 9. Este alejamiento del magnetismo se expuso también muy claramente en los diccionarios médicos aparecidos a principios del siglo XIX. Uno de los más renombrados fue el Diccionario de medicina y cirugía (1805-1807) de Antonio Ballano. En el artículo dedicado al mesmerismo presente en el volumen V, publicado en 1807, se afirmaba que “es evidente que Mesmer no ha hecho más que resucitar ideas quiméricas, ensalzadas en otros tiempos y olvidadas en nuestros días” 10. La desatención inicial del magnetismo tan solo empezó a cambiar en la segunda década del XIX, tras la Guerra de la Independencia (1808-114). Un indicador de este cambio fue la publicación en 1816 por el médico Ignacio Graells de sus Noticias del magnetismo, en donde se afirma que “esta doctrina va produciendo una fermentación general en esta corte [Madrid], que cuenta ya algunos partidarios [y] que las escenas magnéticas se repiten con frecuencia” 11. Poco duró, sin embargo, esta primera consideración. Con la “Década ominosa”, que abarcó de 1823 a 1833, el magnetismo, aureolado de doctrina liberal, fue reprimido y las prohibiciones gubernamentales de su práctica salpicaron por entonces la geografía española 12. Sólo a partir de 1840 el magnetismo empezó a producir un cierto ruido en nuestro país. Aparecieron entonces artículos sobre él en las revistas médicas, especialmente en el Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, y se realizaron las primeras traducciones españolas de tratados de mesmerismo: el de Jean Joseph Adolphe Ricard 13, el de Alphonse TesBARRUCAND, D. (1967), Histoire de l’hypnose en France, Paris, PUF, pp. 16-19, y RAUSKY, F. (1977), Mesmer ou la révolution thérapetique, Paris, Payot, pp.123-149. 9 DELGADO, F. (1787), “Disertación Médica de el Magnetismo Animal: si es remedio en algunas enfermedades, cuáles, y su modo de aplicación”, en Memorias de la Real Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla, vol. 5, Sevilla, J. Padrino y Solís, 231-267, pp. 265-266. 10 BALLANO, A. (1807), Diccionario de medicina y cirugía o Biblioteca manual médico-quirúrgica (1805-1807), vol. V, Madrid, Imprenta Real, p. 389. 11 GRAELS, I. (1816), Noticias del magnetismo y de sus efectos portentosos sobre la economía animal, Madrid, Fuentenebro, p. 23. 12 Cf. GOBIERNO MILITAR Y POLÍTICO DE MANRESA (1827), Prohibición de la práctica del magnetismo animal (Bando firmado por José María de Beza). 13 RICARD, J. J. A. (1844), Tratado teórico-práctico del magnetismo animal o método fácil de aprender a magnetizar, trad. esp., Barcelona, I. Estivill. La edición original francesa es de 1841.
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te 14, y el de Aubin Gauthier 15. Los traductores del manual de Teste fueron Mariano Cubí y Soler (1801-1875) y su discípulo Magín Pers y Ramona (1803-1888). Cubí fue, tras su vuelta a España en 1842 procedente de los Estados Unidos, el principal artífice del desarrollo de la frenología en España. La frenología sostenía que podían conocerse las facultades de los individuos por la inspección y palpación de sus protuberancias craneales, que supuestamente guardaban relación con las localizaciones encefálicas de dichas facultades. Esta doctrina gozó a partir de entonces de un cierto predicamento en España y, además, actuó como vehículo de transmisión del magnetismo. De hecho, Cubí incluyó en sus Elementos de frenología, publicado en 1849, un apéndice dedicado al magnetismo animal, al que denomina Magnetismo humano 16. Sólo a partir de comienzos de la década de 1840, por tanto, el magnetismo adquirió presencia médica y social en España, lo que explica que a partir de 1846 aparecieran ya trabajos médicos originales españoles sobre esta materia, como, por ejemplo, el breve de Telesforo Pérez 17 y el más extenso y elaborado de Ramón Comellas 18. Tras el interés despertado por el magnetismo animal en la década de 1840 y a comienzos de la década de 1850, a partir de 1856 se produjo un movimiento de balance crítico de esta doctrina. Muy representativo de este estado de opinión progresivamente más desconfiado fue Pedro Mata y Fontanet (1811-1877). Mata analizó el magnetismo animal en tres conferencias dadas en el Ateneo de Madrid entre 1856 y 1857 y posteriormente publicadas en 1864 en su Tratado de la razón humana en sus estados intermedios 19. En ellas manifestó su sospecha por los resultados terapéuticos de las 14 TESTE, A. (1845), Manual práctico de magnetismo animal, o exposición metódica de los procedimientos empleados para producir los fenómenos magnéticos y su aplicación al estudio y al tratamiento de las enfermedades, trad. esp., Barcelona, J. Verdaguer. La edición original francesa es de 1840. 15 GAUTHIER, A. (1846), Tratado práctico del magnetismo animal o sea, explicación del magnetismo y de todos los principales procederes empleados por los más célebres magnetizadores, trad. esp., Barcelona, J. Ribet. La edición original francesa es de 1845. 16 CUBÍ Y SOLER, M. (1849), “Magnetismo humano”, en CUBÍ Y SOLER, M., Elementos de frenología, fisonomía y magnetismo humano, en completa armonía con la espiritualidad, libertad e inmortalidad del alma, Barcelona, A. Gaspar, 159-192. 17 PÉREZ, T. (1846), “Cuatro palabras sobre el magnetismo”, Boletín de Medicina, Cirugía y Farmacia, 1 (3.a serie), 21-22. 18 COMELLAS, R. (1846), Reseña sobre el magnetismo animal dedicada a los médicos y al público español, Madrid, P. Madoz y L. Sagasti. 19 MATA, P. (1864), Tratado de la razón humana en sus estados intermedios. Lecciones dadas en el Ateneo Científico y Literario de Madrid [1856-1857], Madrid, C. Bailly-Bailliere, 336-358; 359-382; y 383-416.
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prácticas magnéticas a los que califica de dudosos. Pero sobre todo la finalidad de Mata —medico forense— no era probar su capacidad curativa sino intentar delimitar la responsabilidad penal del magnetizado y del magnetizador en los delitos cometidos por un sonámbulo bajo la influencia de su magnetizador. Y, dado que no llega a ninguna conclusión clara en este terreno, se inclina por recomendar la prohibición de su práctica: “Para que la legislación y la administración de justicia acabara de hacer desaparecer todas las dificultades de esta especie [en relación con la responsabilidad penal], yo creo que (...), haría bien el Código penal en prohibir esas prácticas, exigiendo la responsabilidad a los magnetizadores de todo lo que pudiese resultar de sus magnetizaciones con respecto a lo dispuesto por las leyes” 20.
Los inconvenientes de su práctica se empezaron, así, a considerar de más peso que sus posibles ventajas. Pueden distinguirse, así, en resumen, tres fases en la presencia del magnetismo en España. Un primera, desde 1786 a 1840, en la cual las curaciones magnéticas fueron consideradas ilusorias debido a que su supuesto medio causal —el fluido magnético— era tenido como quimérico. Una segunda, desde 1840 a 1856, en la que la llegada a España de la frenología hizo que el magnetismo alcanzara una cierta implantación social. En ella, las curaciones magnéticas dejaron de verse como algo ilusorio y pasaron a ser vistas como efecto directo del magnetismo animal. Y una tercera, que abarcó desde 1856 a 1860, de revisión critica de las prácticas magnéticas motivada por la importancia adquirida por entonces de la posible responsabilidad penal del magnetizado y del magnetizador, en la que —aunque sin discutir su realidad— primó la consideración de sus desventajas sobre sus posibles utilidades y que además coincidió con la aparición del espiritismo (que le comió terreno desde la vertiente inclinada a lo oculto y lo extraordinario) y con las primeras manifestaciones del hipnotismo (que también le comió terreno al magnetismo, pero desde la vertiente científica).
Frenología y magnetismo Frenología y magnetismo es una de las 103 obras de teatro que escribió Bretón de los Herreros, siempre dentro de la línea moratiniana: teatro 20
MATA (1864), p. 416.
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equilibrado, de trama sencilla, sin conflictos pasionales desmedidos, con una moral pragmática y burguesa, un tono satírico y una finalidad didáctica y reformadora 21. Tuvo por costumbre hacer en ellas frecuentes alusiones a la vida contemporánea y no perdió ocasión de parodiar tipos, sentimientos, ideas y modas de su época, como sucede en la pieza que nos ocupa con las prácticas frenológicas y mesmerianas. Frenología y magnetismo fue escrita en uno de los períodos más dulces de Bretón, quién entre 1843 y 1847 fue administrador de la Imprenta Nacional y director de la Gaceta de Madrid y, al cesar en esos cargos, fue nombrado Director y Bibliotecario Mayor de la Nacional, puesto que desempeñó hasta 1854. La obra fue escrita para ser representada en la función de la nochebuena de 1845 y, seguramente por las prisas para su estreno en el Teatro del Príncipe, recuerda mucho a otras dos comedias breves: Aviso a las coquetas y Por no decir la verdad. Tiene, como corresponde a las fechas de su estreno, un tono general amable y de burla ligera. Su argumento es elemental: la bella y joven Luisa, enamorada de Manuel, debe casarse, por una disposición testamentaria con don Lucas, un rico, maduro y extravagante frenólogo-magnetólogo. La boda parece inevitable, pero finalmente, Luisa, inducida por Manuel, se finge magnetizada y confiesa en su supuesto trance su verdadero amor por Manuel, ante lo cual D. Lucas se ve forzado a romper su compromiso y permitir que la joven entre en posesión de la herencia en litigio. La trama, a fin de cuentas, no es pues más que una trabazón que permite a don Lucas ir dejando constancia a lo largo de las distintas escenas de sus exámenes craneoscópicos y de sus habilidades magnéticas. Don Lucas lleva a cabo siete exploraciones frenológicas: a Ceferina, la criada de la casa, a Luisa, a tres candidatos a criados, al médico don Emeterio y a un notario. Los resultados son nefastos. Al médico le adivina frenológicamente con gran desatino su pertenencia al gremio militar 22. A los dos primeros candidatos a criados los rechaza tras el examen de sus correspondientes cráneos: a uno por detectarle orgullo y ambición desmedidas (cuando en realidad es humilde como un borrego) 23 y a otro, honrado a carta cabal, por estar convencido de sus tendencias al hurto, al palparle “un 21 ALBORG, J. L. (1980), Historia de la literatura española, IV: El romanticismo, Madrid, Gredos, p. 638. 22 BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 149. 23 BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 140.
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órgano adquisitivo atroz” y estar “en último grado de malicia y perversión” 24. En cambio, se queda con el tercero, al concluir su craneoscopia que sus “órganos perniciosos no están en sublevación”, así como su “fidelidad, adhesión y patriotismo” 25. Pero será este criado el que acabará robándole el reloj, robo del que don Lucas acusa a un notario tras palparle “el bulto acusador” 26. El magnetismo animal, en cambio, sale mucho mejor parado en la obra. Hay en ella dos escenas de magnetización. Una totalmente exitosa llevada a cabo sobre Mamerta, la solterona hermana de don Emeterio, el médico, a fin de curarse de su histerismo. Mamerta, una vez conducida por don Lucas al sueño magnético —“se acerca a ella, la mira fijamente, hace ademán de pasar sus pulgares por la frente y los párpados de la paciente, y otras figura recoger un gas impalpable e invisible y lo rocía sobre el rostro de doña Mamerta” 27— responde sonambúlicamente a varias preguntas, experimenta anestesia y acaba confesando su deseo más vehemente (“¡un marido!”), el abandono sufrido por su único novio y su secreto más celosamente guardado (su edad: 45 años) 28. La otra escena, la magnetización de Luisa, resulta por el contrario fallida. Pero el fracaso no se debe a la impericia de D. Lucas ni a la inutilidad del proceder mesmérico, sino al engaño de la propia Luisa, que, siguiendo las directrices de su novio Manuel, se finge magnetizada para así poder confesar su amor por Manuel y su desamor por D. Lucas, al que llama feo y ridículo 29. Sin embargo, este fracaso será explicado —y muy cabalmente, por cierto, pues es opinión hoy en día casi unánime que toda hipnosis es en realidad una autohipnosis— por el propio Manuel, quien argumenta que “sin mediar la voluntad y la fe del individuo” no puede haber magnetización 30. La comedia de Bretón contiene también una confrontación entre la consideración popular y la médica del magnetismo, representada la primera por Manuel y la segunda por don Emeterio. Manuel defiende abiertamente al magnetismo siempre que tiene ocasión: “Por lo que hace al magnetismo, probado está ya con hechos innegables que produce extraor24 25 26 27 28 29 30
BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 142. BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 143. BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 167. BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 155. BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), pp. 157-160. BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), pp. 162-164. BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 156.
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dinarios efectos ese fluido impalpable que se transmite de un cuerpo a otro 31; y, si bien repugna a mi razón el dar crédito a todas las maravillas que cuentan los extranjeros, casos he visto en Madrid que a los hombres más incrédulos han convencido” 32. En cambio, don Emeterio califica en un principio al magnetismo de “marañas” y de “idiotismo solemne” 33. Pero luego, tras ser testigo de la magnetización de su hermana Mamerta, acepta entusiasmado la doctrina mesmeriana: “¡Basta! Es usted un grande hombre y creo en el magnetismo. Arrancar a una mujer... ¡y como esa! sus más íntimos secretos, y sobre todo el de su fe de bautismo, es un triunfo, es un milagro, es el asombro del siglo” 34. Así pues, en resumen, Frenología y magnetismo es, primero, un exponente de esa época de moderada aceptación del magnetismo en España que comenzó en la década de 1840 y que en 1845 (fecha del estreno de la obra) alcanzó, con la visita de Cubí a la capital, una considerable popularidad. Además, la obra de Bretón refleja que esa aceptación se realizó primero en las capas populares (ejemplificadas en el personaje de Manuel) y que, sólo cuando esta consideración popular alcanzó una cierta importancia, la medicina española empezó a valorar el mesmerismo (don Emeterio, recuérdese, rechaza de entrada el magnetismo y sólo más adelante, ante las pruebas palmarias, acaba convencido). De hecho, como se señaló más arriba, las primeras obras originales en torno al magnetismo realizadas por médicos españoles surgen en este período a partir de 1846. Y, por último, la comedia bretoniana trasluce también el inevitable recelo que acompañó a esa aceptación. Desconfianza que se dirigía fundamentalmente a los no pocos advenedizos que la utilizaban a diestro y a siniestro (la figura del extravagante y engreído don Lucas es también un buen ejemplo de ello): “Más no faltan charlatanes —dirá Manuel a este respecto— que, sin estudio ni ingenio, en esta y otras materias se dan el aire de maestros, y el susodicho don Lucas pudiera ser uno de ellos” 35. 31 Bretón sigue aquí la teoría de la emanación, según la cual la voluntad del magnetizador posibilitaría la emanación primero y el transito después de su fluido magnético al organismo del paciente. Esta teoría estaba ya presente en Franz Anton Mesmer (1734-1815) y fue ampliada por Antoine Chastenet de Puységur (1752-1809), pero fue Joseph Deleuze (1753-1835) quien la acabó de perfilar [véase DELEUZE, J. P. F. (1813), Histoire critique du magnétisme animal, 2 vols., París, Mame, I, pp. 81-94]. 32 BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), pp. 136-137. 33 BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 147. 34 BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 159. 35 BRETÓN DE LOS HERREROS (2000), p. 37.
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El magnetismo... ¡animal! Esta segunda obra es una opereta —una filfa, una guasa, empleando el lenguaje de la época— escrita por un autor hoy olvidado, Luis Cortés y Suaña, con música de Antonio Reparaz y que fue estrenada, parece que con éxito, en el madrileño Teatro del Circo el 17 de noviembre de 1860. El argumento es el típico de enredo: Agapito cree que su esposa Emilia “padece de histérico”. Decide, como último recurso, someterla al tratamiento del magnetismo animal. Contacta para ello con Madama Nicotina, sonámbula de París, quien le enseña a magnetizar él mismo en una única lección por la que le cobra un duro. Agapito en persona magnetiza entonces a Emilia y en el transcurso de la sesión de magnetización —totalmente exitosa— se produce un malentendido con un postizo que pertenece a Carolina, la amiga de Emilia. Emilia, en estado sonámbulo, confiesa su infidelidad ante su marido y magnetizador, aunque en realidad es de Carolina de quien está hablando. Finalmente, el equívoco, como es de rigor, se aclara al final de la obra. La opereta contiene dos magnetizaciones, aunque la segunda tan sólo es sugerida 36. La primera, en cambio, es bastante más detallada. En ella, Emilia, magnetizada rápidamente y con éxito por el sorprendido Agapito, responde en estado sonambúlico a las preguntas que hace su esposo, el magnetizador amateur, experimenta anestesia y realiza predicciones acertadas (aunque referidas no a ella, como piensa Agapito, sino a su amiga Carolina, la verdadera esposa infiel) 37. De esta forma, El magnetismo...¡animal! es un producto de la tercera fase del magnetismo en España, esa en la cual, aun no discutiendo la realidad de los fenómenos magnéticos, se hizo cada vez más hincapié en sus inconvenientes que en sus ventajas. Esta circunstancia se hace notar sobre todo en el mayor recelo que, a pesar de la realidad de sus efectos, destilan las prácticas magnéticas: los magnetizadores son aquí, por un lado, muy de segunda fila (la sospechosa Madama Nicotina y el fulgurante aprendiz Agapito) y los resultados, por otro, producen más embrollos que soluciones. 36 37
CORTÉS Y SUAÑA (1860), p. 18. CORTÉS Y SUAÑA (1860), pp. 14-17.
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Conclusiones Las dos obras literarias analizadas nos proporcionan perfiles de dos momentos de la presencia del magnetismo animal en España: Frenología y magnetismo de la etapa de aceptación y El magnetismo...¡animal! de la fase de revisión crítica. Mediante la obra de Bretón se nos alecciona sobre cómo esa admisión del magnetismo caló primero en las capas populares y posteriormente en la clase médica. La obra de Cortés y Suaña nos muestra el mayor recelo despertado ya el magnetismo en la fase de revisión, el cual hizo que la atención se focalizara cada vez más en los inconvenientes de sus efectos en detrimento de sus ventajas. Es de reseñar, sin embargo, que en ninguna de las dos fases se puso en cuestión la realidad de las prácticas ni de los fenómenos magnéticos.
EL DISCURSO SOBRE LA MUJER EN LA OBRA DE JOSÉ MORENO FERNÁNDEZ (1823-1899) Encarnación Bernal Borrego Profesora Titular de Universidad
M.a Luisa Calero Delgado Profesora Asociada Departamento de Psiquiatría-Unidad Historia de la Medicina Universidad de Sevilla
Los estudios sobre la mujer durante las últimas décadas han suscitado gran interés historiográfico. Los trabajos realizados sobre la historia de la ciencia en general y sobre las mujeres en particular nos permiten afirmar que la ciencia como constructo social está íntimamente ligada a las circunstancias en que se desarrolla. El presente trabajo pretende contribuir en este sentido, analizando la visión existente sobre la mujer a finales del siglo XIX a través de tres ensayos publicados por el médico sevillano José Moreno Fernández en el año 1892; cuya edición llevaba por título Cuadros Biológicos 1. Se trata de un texto extenso —con 14 apartados y 448 páginas— que reúne en su seno a modo de capítulos, ensayos muy variopintos, sobre el canto, el rico, las alucinaciones, el loco, etc., y entre ellos consagra tres títulos a la mujer: La mujer, La madre de familia y La beata. Con ellos se intenta visualizar la presencia de los argumentos ideológicos vigentes en la sociedad sobre las mujeres y el uso de la ciencia como reafirmación social. En este sentido para el estudio hemos tenido en consideración la metodología usada en otros trabajos por distintos autores 2, MORENO FERNÁNDEZ, J. (1892), Cuadros Biológicos, Madrid-Sevilla, Imprenta Almudena. Cf. CARRILLO-LINARES, A. (2002), “Mujer y feminismo en la obra de Javier Lasso de la Vega y Cortezo (1855-1911)”, en RAMOS, M.a D., VERA, M.a T. (coords.), Discursos, Realidades, 1 2
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valorando ¿quién dice?, ¿qué dice? y ¿para qué lo dice? O, lo que es lo mismo, hemos de considerar las características personales del autor, de efectuar un análisis de los textos e igualmente en la medida de lo posible realizar un estudio de la intencionalidad de la publicación.
José Moreno Fernández: un conservador a ultranza Los distintos análisis efectuados en los últimos años, relacionados con los discursos que sobre las mujeres habían plasmado los médicos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, realizan un acercamiento al perfil de estos autores mostrando unas características comunes en la mayoría de ellos. Se trataba de médicos que pertenecían a la cúpula de la sociedad, que desempeñaron cargos de responsabilidad tanto en entidades públicas como privadas, catedráticos, directores de escuelas o centros hospitalarios, miembros de Academias y sociedades médicas, y en casi todos los casos con una destacada actividad clínica 3. En este sentido Moreno Fernández coincide plenamente con las características de otros profesionales, desempeñando diversos puestos de importancia tanto docentes como de gestión, formando parte no sólo de la elite de la sociedad, sino de la elite de la clase médica sevillana. Fue catedrático de fisiología en la Escuela Libre de Medicina, que fundara Federico Rubio, ocupando asimismo, los puestos de secretario y de director en esa misma institución. Profesor de filosofía en la Universidad de Sevilla y Catedrático de anatomía pictórica en la Escuela de Bellas Artes de la misma capital, subdelegado de medicina del tercer distrito judicial y médico forense del juzgado número 3. En 1856 fue nombrado secretario de gobierno del Colegio de Médicos, y varios años desUtopías: La construcción del sujeto femenino en los siglos XIX y XX, Barcelona, Anthropos, pp. 79-122. ORTIZ, T. (1993), “El discurso médico sobre las mujeres en la España del primer tercio del siglo veinte”. En LÓPEZ BELTRÁN M.a T. (coord.), Las mujeres en Andalucía Actas del 2.o encuentro interdisciplinar de estudios de la mujer en Andalucía, Málaga, Diputación provincial de Málaga, vol. I, pp. 109-138. 3 JAGOE, C. (1998), “Sexo y género en la medicina del siglo XIX”, en JAGOE, C.; BLANCO, A., y ENRIQUEZ DE SALAMANCA, C., La mujer en los discursos de género. Textos y contextos en el siglo XIX, Barcelona, Icaria-Antrazyt, pp. 305-368. ORTIZ, T. (1993), p. 111. CARRILLO-LNARES, A. (2002), pp. 83-92. RUÍZ, M.a J. (1994), “La legitimación de la ideología a través de la ciencia: la salud y la enfermedad de la mujer en el Siglo Médico”, en CANTERLA, C. (coord.), VII Encuentro de la ilustración al Romanticismo. La mujer en los siglos XVIII y XIX, Cádiz, Universidad de Cádiz. pp. 103-114.
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pués diputado 2.o; desde 1875 fue miembro de la Real Academia de Buenas Letras de la capital hispalense 4. Mantuvo asimismo una práctica clínica privada como médico de la burguesía sevillana que con toda seguridad, le permitió gozar de una posición económica destacada, actividad que compaginó con la asistencia pública, al ser médico titular de la Beneficencia municipal. Cuando escribió el texto contaba con 68 años y llevaba 46 de ejercicio profesional, gozando como hemos podido demostrar, de valorable reconocimiento social y solidez económica 5. En cuanto a su ideología se tiene conocimiento de que era de talante conservador y declarado católico, como así se pone de manifiesto en algunos de sus escritos cargados de prejuicios morales 6 y donde declara su condición de creyente condenando el ateismo y manteniéndose siempre fiel a las posturas sociales más tradicionales.
La construcción del discurso ¿Qué le llevó a Moreno Fernández a escribir sobre la mujer? Tres posibles respuestas pueden darse a esta interrogante, y aunque cualquiera de ellas, puede ser válida por sí misma, posiblemente sea la conjunción de las tres la que conduzca a la contestación más acertada. La primera, y quizás la de mayor importancia, es que el autor se podía ver legitimado social y 4 Sobre José Moreno Fernández véase la voz redactada por Juan Luis Carrillo para el Diccionario Biográfico Español en elaboración por la Real Academia de la Historia (en prensa). 5 Vivió en un sector acomodado de la ciudad en la calle Génova núm. 41. Perteneció a la elite de la clase médica, a la edad de 40 años contaba con un criado, dos sirvientas y tres convivientes como así se desprende de su asentamiento en el censo de población de 1865. Archivo Municipal de Sevilla (AMS) Sección administrativa. Padrones de vecindad. Libro 8 (3) Cf. CARRILLO, J. L. (1998), “Los profesionales sanitarios en Sevilla (1865): perfil sociológico de la elite médica”, en CASTELLANOS, J.; JIMÉNEZ, I.; RUÍZ, M.a J., y GARDETA, P. (coord.), La medicina en el siglo XX: estudios históricos sobre medicina, sociedad y estado, Málaga, Sociedad Española de Historia de la Medicina, pp. 569-576. 6 Cf. MORENO FERNÁNDEZ, J. (1890), “Unidad de plan que se descubre en las maravillas de la Creación”, en Discursos leídos ante la Real Academia Sevillana de Buenas Letras en las recepciones públicas de sus individuos, Sevilla Imp. de E. Rasco, vol. III, pp. 141-166. MORENO FERNÁNDEZ, J. (1889), “La tisis tuberculosa bajo la concepción social”, en Conferencias científicas leídas por los profesores en la Escuela de Medicina de Sevilla. Curso 1888 a 1889, Sevilla, Imp. Díaz y Carballo, pp. 5-43. [Edición parcial realizada por MOLERO, J. (1987), Estudios medicosociales sobre la tuberculosis en la España de la Restauración, Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, pp. 51-67].
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personalmente al estar en posesión de conocimientos científicos y filosóficos como para poder opinar sobre ello —es de reseñar que era catedrático de fisiología en la Escuela de Medicina y profesor de filosofía en la Universidad de Sevilla— y en la fecha de la publicación del libro era toda una autoridad al ocupar la dirección de la Escuela Provincial de Medicina de Sevilla. Otra de las razones es el tener una personalidad inquieta culturalmente, como así lo demuestra su variada formación, había cursado geografía, historia, filosofía, jurisprudencia... Y sin lugar a dudas, como tercer argumento, la influencia que pudo ejercer en este médico sevillano la proliferación de corrientes científicas y estudios sobre la mujer que en la época se venían sucediendo, así como los movimientos sociales feministas de las últimas décadas del siglo XIX, sobre los que posiblemente el autor no quiso quedar al margen de su pronunciamiento, al igual que otros muchos médicos contemporáneos 7. A pesar de dedicarle tres ensayos a la mujer no consideramos que el autor fuera un cultivador del tema, y que el estudio responde a un ejercicio de reflexión personal, con más o menos fortuna de un asunto de actualidad en la época. Aunque hay que tener presente que esta exposición podría tratarse de una reiteración mediática tremendamente útil para perpetuar el rol tradicional asignado socialmente al sexo femenino. Corrobora esta idea el propio autor cuando expresa: “Nada más provechoso á la humanidad que conocerse el hombre a sí mismo, no sólo en cuanto se refiere á su poder intelectual, sino más principalmente en el órden de sus sentimientos: de esta convicción nació mi deseo de escribir el año pasado á propósito de la amistad, y hoy, para descifrar uno de los tipos más notables, y que más influye en nuestra vida íntima y social, la mujer” 8.
A pesar de tratarse de tres ensayos perfectamente diferenciados, en el análisis de los textos, se revela que, lejos de ofrecer distintos discursos, podemos hablar de discurso en singular debido a que cada uno de ellos, no son más que la ejemplarización de marcados arquetipos sociales pertenecientes a una misma entidad biológica como es la mujer. Se trata pues en 7 ORTIZ (1993), pp. 112-117. DOCTOR RUDERICO [RUBIO, F.] (1902), La mujer gaditana. Apuntes de economía social, Madrid, Tip. Idamor Moreno. LASSO DE LA VEGA Y CORTEZO, J. (1904), [El feminismo] Discurso leído en la Universidad Literaria de Sevilla en el acto solemne de la apertura del año académico de 1904 a 1905, Sevilla, Papelería Sevillana. JAGOE, C. (1998), pp. 305-368. 8 MORENO FERNÁNDEZ, J. (1892), p. 125.
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su conjunto, de una disertación monocorde, retórica, desorganizada, cargada de divagaciones, que hacen difícil su lectura, siendo patente la integración en el mismo de los elementos sociales y los valores culturales asignados a la mujer 9. Más allá de las particularidades de cada relato, comparten un destacable elemento común: amparado en una falsa fachada defensora de la mujer se esconde una trastienda cargada de un discurso retórico, contradictorio y altamente androcéntrico. Retórico por el uso de un lenguaje confuso, carente de tecnicismos 10 que en nada sugiere un estudio científico, a no ser por las referencias a autores que enunciaron teorías sobre la mujer, como Descuret, Virey, Savigni o van Helmont, gozando más de las características de la narrativa que de un estudio especializado. Contradictorio, porque las ideas que se exponen no presentan una coherencia interna, y androcéntrico, porque la descripción femenina gira en torno al hombre. El ensayo La mujer se puede considerar como el eje central del discurso, donde admite la inferioridad y subordinación femenina, pero disfrazándola con el lenguaje conciliador que le caracteriza, que tanto recuerda al estilo adoptado por autores contemporáneos como Federico Rubio en La mujer gaditana o la disertación sobre el feminismo de Javier Lasso de la Vega 11. Este talante y estilo se mantendrá a lo largo de los otros dos ensayos, aunque el enmascaramiento de sus prejuicios, se le hará especialmente difícil en La beata, arquetipo de mujer tan ampliamente tratado como el de La madre de Familia, fruto de la mentalidad decimonónica, donde madre y esposa son los únicos modelos admisibles socialmente.
El ensayo sobre la mujer: ejemplo de una reiteración mediática El discurso sobre la mujer de Moreno Fernández ejemplifica el arraigo en medicina de la mentalidad burguesa del siglo XIX y el interés médico —suscitado desde el siglo XVIII— por esclarecer y justificar desde un punRUIZ (1994), p. 103. JAGOE (1998), p. 306. 11 JIMÉNEZ LUCENA, I., RUIZ SOMAVILLA, M.a J. (2003), “Discurso y práctica en Federico Rubio desde una perspectiva de género”, en CARRILLO MARTOS, J. L. (ed.), Medicina y sociedad en la segunda mitad del siglo XIX: Una aproximación a la obra de Federico Rubio y Galí (18271902), El Puerto de Santa María, Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, pp. 441-452. CARRILLO-LINARES (2002), pp. 79-122. 9
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to de vista científico las diferencias sociales entre hombres y mujeres. Esta disertación sobre la mujer se convierte en un excelente testimonio de la asunción de las normas de vida socialmente impuestas, propias de una sociedad jerarquizada y patriarcal, y donde la función social de la mujer está claramente definida. Moreno Fernández se observa como continuador de la teoría ilustrada de la diferencia entre hombres y mujeres enunciada por Rousseau, y receptor de la nueva orientación de principios del siglo XIX donde se detallan las diferencias físico-psíquicas de ambos sexos. Argumenta y repite como en tantísimos escritos médicos, contradiciéndose, que no hay diferencias entre niños y niñas más que los puramente anatómicos de los genitales, aunque admite como característica innata en la mujer la coquetería; señala explícitamente la igualdad de acciones, ideas, sentimientos, pasiones e instintos entre ellos, pero sostiene a su vez —vuelve a contradecirse— el desarrollo del instinto maternal en las niñas, reproduciendo idénticos ejemplos utilizados por multitud de autores 12. “Ya se descubre este sentimiento en la niña que engalana y acaricia y pasea y duerme su muñeca ó su niño llorón...” 13. El autor va configurando una imagen femenina de características idénticas a las generadas por otros muchos autores contemporáneos: sensibilidad exquisita, fácil excitabilidad, movilidad excesiva, necesidad de fuertes impresiones, volubilidad, atributos que hacían a la mujer ser reconocida y reconocerse como tal 14. El argumento científico utilizado por el autor —torna a ser coincidente— es la excesiva actividad de su sistema nervioso que se manifiesta en la pubertad y se mantiene en el período de tiempo en el que tiene las reglas, definiendo sus peculiaridades psíquicas, morales y sociales e incidiendo en que su personalidad empieza en ese momento, estableciéndose a partir de entonces, las marcadas diferencias sexuales. “Su sistema nervioso obra entonces quizás con parecida energía á la de un torpedo, y se manifiestan esos impremeditados hechos que todos admiramos. ... que se vé desde la pubertad á la edad crítica...” 15.
Utilizando una cita del francés Jean Baptiste Félix Descuret, donde aparece reflejada la idea de la debilidad de la mujer, enlaza de forma total12 13 14 15
JAGOE (1998), pp. 312-313. MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 136. RUIZ (1994), p. 109. MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 130.
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mente artificiosa, afirmando que hombres y mujeres pueden equipararse en fuerza física, a pesar de poseer las mujeres órganos más delicados; sin embargo, a medida que reflexiona sobre el asunto insiste en la debilidad anatómica femenina arguyendo —en este caso con una idea totalmente paradójica— que ello obedece no a su condición orgánica sino a los hábitos impuestos desde la niñez. Sus propias contradicciones personales le llevan a afirmar por una parte, que la fragilidad física de la mujer está motivada por los hábitos socialmente impuestos, sobre los que obviamente no se pronuncia, aunque aceptando por sus ideas conservadoras, el concepto de debilidad femenina como el rol natural de la mujer de clase media y alta, dentro de la sociedad jerarquizada en la que vive. Expresa: “la mujer europea tiene débil organización, poca fuerzas, escasa aptitud para el trabajo corporal que demanda grandes fatigas, aquí es apta solamente para ligeras ocupaciones” 16. Reproduciendo en latín la reiterada expresión atribuida a van Helmont “La mujer es lo que es únicamente por el útero”, retrata a un ser vinculado a su sexo, que marca de manera ineludible su vida moral, social e intelectual, de las cuales no podía escapar por naturaleza 17, afirmación ésta que a lo largo del trabajo se irá consolidando, aunque muestre el detalle singular de que es posible modificar la debilidad física. El discurso de la diferencia orgánica entre hombres y mujeres sigue manifestándose; afirma no obstante, que la mujer tiene mayor resistencia al cansancio muscular, utilizando la ya argüida justificación de la actividad del sistema nervioso, y que está acostumbrada a padecer por sus reglas; en concordancia con ello recurre a los tópicos sociales de la madre y defensora de la familia y defensora. De esta forma expone: “Constantemente tenemos dentro de nuestras propias casas pruebas inequívocas de esta verdad: la mujer trabaja uno y otro día sin buscar descanso, sin rendirse al cansancio, como se demuestra en la asistencia que presta á los enfermos, y cuando se ve instada por la necesidad de ganar la subsistencia de sus hijos” 18.
En este punto muestra una disconformidad con otros autores de la época que consideraban el sufrimiento menstrual como una clara manifestación de la inferioridad femenina 19. MORENO FERNÁNDEZ (1892), pp. 131-132. RUIZ (1994), pp. 109-110. 18 MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 129. 19 CANTIZANO MÁRQUEZ, B. (2004), “La mujer en la prensa femenina del XIX”, Ámbitos, 1112, 281-298. p. 282. 16 17
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El discurso de las diferencias biológicas fue apoyado por la obra de Darwin, de acuerdo con el consenso científico de que la mujer era una etapa evolutiva más primitiva que el varón. Asimismo la influencia de la pretendida inferioridad intelectual que mantenía la obra de Moebius fue asumida y difundida por numerosos médicos dentro y fuera de nuestras fronteras ejerciendo el adoctrinamiento pretendido 20. Moreno Fernández reconoce las aptitudes intelectuales de la mujer y sus logros en campos como la industria, comercio, arte, ciencia, y citando a Safo, Santa Teresa de Jesús, Madame Stael, Avellaneda, Fernán Caballero y la Roldana, y mantiene que no es despreciable la mujer como ser pensador. En este punto su discurso vuelve a ser confuso y contradictorio. Inicialmente, en contra de las teorías de la inferioridad intelectual del sexo femenino, el autor defiende que la mujer no es inferior al hombre intelectualmente, para terminar usando de nuevo una coartada biológica —la gran movilidad del sistema nervioso— que origina que ella tenga “menos firmeza en el juicio y sobre todo en las determinaciones” 21, lo cual desembocaba, como en el resto de los autores, en que a la esfera masculina corresponda el pensamiento, mientras que los sentimientos se adecuaban mejor a la naturaleza femenina, recalcándolo con frases de otros autores: “El hombre piensa, la mujer siente” 22. Otra imagen difundida por los autores médicos del momento es la superioridad moral femenina que coincide, igualmente, con el retrato de la feminidad definido en este ensayo, en que emplea una cita de Julien Joseph Virey donde este autor expresa la idea de que la combinación de la exquisita sensibilidad con la gran movilidad orgánica, convierten a la mujer en un ser que tiende a gobernarse únicamente por sus sentidos, Moreno Fernández adopta este perfil llegando a afirmar: “Obsérvese con qué ansia busca la mujer todo lo que puede afectarla, cómo desea los espectáculos, aunque sean dolorosos...”. “La mujer, por otra parte, necesita fuertes impresiones, nada de justo medio. Ver un entierro es para ella lo mismo que oír una banda militar: en ambos casos se excita fuertemente que es su deseo” 23.
20 JAGOE (1998), pp. 312-313. Cf. IGLESIAS APARICIO, P. (2003), Las pioneras de la medicina en Gran Bretaña, Málaga, Tesis Doctoral. Especialmente el capítulo III La construcción de la visión de la mujer en la época victoriana, pp. 81-100. 21 MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 133. 22 MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 133. 23 MORENO FERNÁNDEZ (1892), pp. 133-138.
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El tratamiento de este punto le conduce a afirmar que el amor es una cualidad inseparable del sexo femenino —de ahí su superioridad moral— llevándole a exteriorizar, una vez más, sus marcadas ideas conservadoras que no son más que la reiteración del papel que la sociedad tradicional decimonónica tenía reservado para la mujer, el matrimonio y la procreación. Al respecto, asevera: “Sólo el amor es su compañero inseparable; porque, en efecto, le es absolutamente necesario para llenar la misión que la Providencia la ha confiado, perpetuar la especie”. “Es incuestionable la utilidad y necesidad del matrimonio...” 24.
Esta capacidad emocional femenina tenía también unos aspectos negativos, que el autor articula con otra teoría muy extendida, que fue la de responsabilizar a la mujer, de una influencia nefasta y destructiva en el hombre pudiendo causar desgracias dentro de la familia 25. La justificación que aquí aporta el autor es utilizar una idea paternalista al considerar a la mujer como un ser carente de voluntad propia, desprendiéndola de toda responsabilidad y asegurando que la causa es no haber sido educada y guiada correctamente dentro de la virtud, por su padre, tutor o marido, pues el error no vendrá de su fisiología, ya que “ella no es orgánicamente mala”. En esta línea concluirá el ensayo diciendo: “Estúdiesela con más atención de lo que se hace; explótese lo infinitamente bueno que tiene, y véase el modo de corregir lo malo, lo cual, por razón de su condición orgánicovital, es más fácil que en el hombre” 26.
Madre de familia y beata: dos marcados arquetipos sociales En la Real Academia Sevillana de Buenas Letras para dar la bienvenida al nuevo académico numerario Vicente Rodríguez Peñalver, José Moreno Fernández leyó el 3 de abril de 1883 un discurso titulado La madre de familia 27. Esta primera disertación sobre la mujer fue casual, ya que el MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 141. GÓMEZ TRUEBA, T. (2002), Imágenes de la mujer en la España de finales del XIX: “santa, bruja o infeliz ser abandonado”, Ciberletras [Revista electrónica], 6, [consultado el 20 de octubre de 2005], http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v06/gomeztrueba.html 26 MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 145. 27 MORENO FERNÁNDEZ (1892), pp. 149-180. 24 25
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autor se limitó a responder, por encargo de la Academia, el discurso de la Influencia de la mujer en el progreso de la humanidad 28, con el que el catedrático del Instituto provincial coronó su ingreso en la Academia 29. Realidad que no quiere decir que José Moreno careciera de una percepción particular sobre la mujer y la maternidad, pues en este trabajo plasmó sus convicciones más profundas sobre lo que significaba en su tiempo y grupo social ser madre de familia. De hecho sorprende como los condicionantes fisiológicos y culturales del género femenino explicados en el ensayo La mujer, no sólo se filtran en este trabajo, sino que justifican el rol femenino de madre y esposa, al que posteriormente otorgaría una aparente envoltura científica. A lo largo de la disertación Moreno Fernández profundizó en tres ideas capitales: el don de la maternidad ha sido otorgado por Dios, la mujer tiene la obligación de perpetuar y perfeccionar la especie a través de su labor maternal, y su misma funcionalidad social ha causado grandes males a la humanidad. Premisas que desarrolló en base a una amalgama de nociones tradicionalistas, ideas religiosas y valores burgueses, que dibujaban nítidamente el discurso de la domesticidad 30, vigente en la segunda mitad del siglo XIX español; y que, aunque se encontraba presente en los tres ensayos referidos a la mujer, es en La madre de familia, donde adquiere su máxima expresión. El autor esgrimió los postulados ideológicos del catolicismo, defensores de la capacidad de ser madre como el rasgo más característico de la naturaleza femenina, lo cual le hacía apta para el cuidado de los hijos e incluso de la familia y se constituía como el valor social de la mujer. “Si 28 RODRÍGUEZ PEÑALVER (1883), Influencia de la mujer en el progreso de la humanidad [inédito]. 29 Los periódicos sevillanos recogieron el acto. El Posibilista, 1 de abril de 1883. Izquierda Liberal, 1 de abril de 1883. El Español, 5 de abril de 1883. No obstante, mientras que Posibilista e Izquierda Liberal, sólo consignaron que se iban a leer estos discursos, El Español realizó una descripción —en tono adulatoria— de ambas disertaciones, la importancia y proyección de sus autores, así como de los asistentes. Con respecto a este último aspecto se expresaba: “Presidió el acto el Ilmo. Señor Obispo de Milo; asistiendo en el mismo el excelentísimo señor Capitán general de este distrito, Señores Académicos preeminentes y numerarios, Catedráticos del Instituto y de la Universidad y personas de reconocida competencia en ciencias y letras”. Muestra evidente de la exclusión del conjunto social del evento, a la que posiblemente sólo le llegaron los ecos de la prensa sobre la lectura de La madre de familia en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. 30 Cf. ARESTI ESTEBAN, N. (2000), “El ángel del hogar y sus demonios. Ciencia, religión y género en la España del siglo XIX”, Historia Contemporánea, 21, 363-394.
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queréis encontrar su inapreciable valor, buscadla en el hogar, y allí veréis á la que sabe ser madre de familia...” 31. Asimismo en las disertaciones de los médicos se hizo patente la relación entre el pensamiento religioso y el burgués. El liberalismo español dejó una cierta impronta en la consideración social de la mujer y exportó a las concepciones religiosas el concepto de familia burguesa, donde la mujer era recluida en el hogar en base a la construcción del Estado compuesto por el conjunto de las familias 32. Visión que, por otra parte, la Iglesia concilió con el espíritu religioso, al ser imprescindible el vínculo del matrimonio para constituirse dicha familia. En este sentido el autor señala: “La conyugal es la primera en el orden histórico y tipo de las demás; el núcleo de donde todas parten y el molde á que en su sucesiva complicación y desenvolvimiento se ajustan las grandes colectividades; el patriarcado, la tribu, el Estado” 33.
Inscrito en esta línea la mujer se presentaba como: “reguladora incontrastable en esta grandiosa evolución, y el éxito ha dependido del valor social que se la ha concedido, de la moralidad que ha llevado al seno de la familia. Dadme una buena madre y os daré buenos hijos y buenos ciudadanos” 34.
A partir de estas bases ideológicas el autor emprendió el análisis sociedad-mujer en el transcurso de la historia. Fruto de su arraigado catolicismo, que le impedía admitir valores positivos distintos o anteriores a los cristianos, estableció como punto de inflexión la adopción del cristianismo por los pueblos, distinguiendo, por tanto, entre civilizaciones anteriores al cristianismo y civilizaciones cristianas, “se revelaba [la familia] por un despotismo político, lleno de odios y de rigor: no era la sociedad tierna, afectuosa y santa, como debe ser, y á la que ha podido llegarse, cambiando el valor y representación de la mujer por el influjo de la idea cristiana” 35.
MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 154. El ideario burgués sobre la familia y el papel asignado a la mujer dentro de ella es ampliamente tratado por CAINE, B., SLUGA, G. (2000), Género e Historia. Mujeres en el cambio sociocultural europeo, de 1780 a 1920, Madrid, Narcea, pp. 52-59. 33 MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 163. 34 MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 153. 35 MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 161. 31 32
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Y continúa: “La idea cristiana, joven purísima, ponía enfrente del egoísta sensualismo, de la avaricia y de la ambición, nobilísimos sentimientos: todo es amor, todo es caridad...Pero el cristianismo, que se sostiene en la razón, se difunde y arraiga en el sentimiento; por eso ha encarnado preferentemente y de un modo tan profundo en el corazón de la mujer” 36.
Conforme a la feminización de la religión en el siglo XIX, basada en la creencia de que el cristianismo arraigaba más férreamente en la naturaleza de la mujer, Moreno defendía un cambio profundo en los resortes femeninos que se traducía en el reconocimiento de su papel social y en beneficio de la misma sociedad. En oposición al arquetipo de madre y esposa Moreno presenta —en el tercer ensayo que nos ocupa— a La beata 37. Su descripción responde a la comunión entre la mentalidad decimonónica, contraria al descuido por parte de la mujer de su función social 38, y las profundas creencias religiosas del Dr. Moreno y de la Sevilla de su época, las cuales revelaban al autor que la mujer sólo se distraía de sus tareas por dedicar un excesivo tiempo a las prácticas devotas. Confluencia que justifica el ataque a la beata, pues su asistencia asidua a la Iglesia era entendida por José Moreno y su tiempo, como una vía de salida del hogar y su cuidado: MORENO FERNÁNDEZ (1892), p. 169. MORENO FERNÁNDEZ (1892), pp. 307-324. El arquetipo de la beata fue recurrente entre los literatos realistas, obras como la Regenta ilustran los prejuicios de la intelectualidad española con respecto a esta figura. Pérez Galdós, Azorín o Clarín sintieron curiosidad por ella, a este respecto Clarín publicó un artículo titulado “La beata” el 23 de octubre de 1875 en El Solfeo, muestras claras, por otra parte, de que el interés por la beata se circunscribía a un ámbito más artístico que científico. 38 CAINE, SLUGA (2000), pp. 26-30. La clase médica española se posicionó en contra del trabajo femenino fuera del hogar, incluso los sectores más progresistas de ella. Ilustrativa resulta la visión al respecto del médico republicano Federico Rubio y Galí quien, aunque contrario ideológicamente al conservadurismo de Moreno y opositor a prohibir el trabajo femenino, entendía qué suponía negar el derecho a la subsistencia de la mujer de clase baja y obrera; asumía, sin embargo, que la función natural de la mujer era el cuidado de la casa y la familia y que el trabajo femenino repercutía negativamente en el arreglo del hogar, la economía doméstica y hacía al marido vago, al mismo tiempo que señalaba explícitamente “seria muy contra mi gusto y consejo que hiciesen profesión, al menos si yo tuviera que elegir esposa, huiría como de la peste de semejantes profesionales...” DOCTOR RUDERICO (1902), pp. 185-192. En esta misma línea la oposición al ingreso de las mujeres en la profesión médica fue una constante en los escritos de los médicos decimonónicos españoles, especialmente tras constituirse en 1865 la enseñanza de dicha profesión para las mujeres en Londres. Cf. ÁLVAREZ RICART, M. C. (1969), “Algunas opiniones sobre el estudio de la medicina por la mujer durante el siglo XIX en España”, Asclepio, 21, 49-54. 36 37
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“La que es madre no ve lo roto, ni lo sucio en las ropas de sus hijos y de su marido, ni se cura de otra cosa que de que vayan temprano al Colegio, para tener lugar de practicar sus devotos ejercicios. La esposa (...) si es rica, el ama de llaves y la doncella cuidan la casa; más, para la que forzosamente ha de trabajar, ahí es ella. Se levanta antes de amanecer; se va á la iglesia (...) Allí se detiene más de lo que permiten las necesidades de su familia, y vuelve á casa, desolada y llena de pesar. Ve el reloj, conoce su falta, y quiere vencerlo todo con reduplicada actividad y diligencia” 39.
Las críticas a la beata se vierten a lo largo de todo el ensayo, donde se dedicó a describirla físicamente, psíquicamente, en cuanto a su indumentaria, actitudes, hábitos y comportamientos. El reiterado argumento de la excitabilidad del sistema nervioso es conjugado con el retrato físico de esta figura, como desencadenantes de sus particulares actitudes y de su conducta 40. Revestimiento científico a unos prejuicios personales previos, contrarios a la ostentación de las creencias religiosas en el ámbito público y al escapismo femenino, a la vez que defensores de una religiosidad privada 41 que permitiera a la mujer cumplir con sus deberes católicos y su función social. A modo de conclusión podemos afirmar que la obra de José Moreno Fernández sobre la mujer, no resulta en absoluta novedosa, sino que por el contrario fue una reiteración mediática del discurso científico o pseudocientífico aceptado y en boga a lo largo del siglo XIX. Basándose en fuentes anteriores su objetivo era perpetuar la jerarquización sexual de la población y el rol de la mujer como madre y esposa.
MORENO FERNÁNDEZ (1892), pp. 318-319. Planteamiento con el que vuelve a incidir en las teorías científicas de la segunda mitad del siglo XIX, afanadas en medir y clasificar las diferencias entre los seres humanos. 41 Esta idea se inscribe dentro del sentimiento de intimidad gestado por la sociedad burguesa y el cual consigue imponerse en el siglo XIX. Cf. ARIÈS, P., y DUBY, G. (1991), , Madrid, Taurus, vol. VIII. 39 40
CLASE SOCIAL, GÉNERO Y ENFERMEDAD: A PROPÓSITO DE LA “MILAGROSA” CURACIÓN DE JUANA CAÑAVERAL Juan L. Carrillo Unidad de Historia de la Medicina, Departamento de Psiquiatría, Facultad de Medicina, Sevilla
Oliver: Oh, you can tell Alice anything, she’s such a good egg she can understand anything. Irena: There are some things a woman doesn’t other women to understand Cat People [La mujer pantera] (1942) de Jacques Tourneur
María Juana Cañaveral Villena: mujer y burguesa La protagonista de nuestra historia es una mujer cuya existencia histórica se desarrolló básicamente en la Sevilla de la segunda mitad del siglo XIX y que como Irena Dubrovna, aunque por razones diferentes, tuvo muy serias dificultades para construir su feminidad. Había nacido hacia 1830, era hija de Rodrigo Cañaveral y de María de la Concepción Villena (ambos fallecidos con anterioridad a 1845) y tenemos constancia que de este matrimonio nacieron también José (n. c. 1822), Pedro (n. c. 1829) y María de la Concepción. Todos los hermanos solieron utilizar, en ocasiones, como segundo apellido “Manuel de Villena”. En su conjunto se trataba de una familia de hacendados y propietarios cuyos hijos varones se interesaron por adquirir estudios universitarios. Tanto José como Pedro estudiaron Jurisprudencia; en Granada y Sevilla el primero y en Sevilla y Madrid el segundo. Pedro llegó a tener una importante colección de obras de arte. Disponemos de varios testimonios sobre esta familia. Para Genaro Cavestany González-Nandín (1857-d. 1921) doña Juana Cañaveral era “una señora, perteneciente a una distinguidísima familia, casada con
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D. José Pareja, también miembro de otra conocidísima familia”. Para el sacerdote Francisco Mateos-Gago Fernández (1827-1890) era “profundamente cristiana y resignada a sufrir los padecimientos que Dios se sirviera mandarle”. Por el también sacerdote José Antonio Ortiz de Urruela (m. c. 1876) conocemos que doña Juana en 1872 era conducida espiritualmente por un jesuita 1. De “conocidísima” calificó Cavestany a la familia Pareja con la que entroncó doña María Juana; una familia que en Sevilla se la consideró respetable y honrada tanto por su posición socio-económica, como por sus estudios universitarios. En efecto, Juana Cañaveral contrajo matrimonio con José María Pareja Alva que pertenecía a una familia de la baja nobleza de Medina Sidonia. Sus padres, Francisco de Paula Pareja Cameros y María Pastora Alva Melián, que habían contraído matrimonio en Cádiz en 1813, debieron trasladarse a Sevilla hacia 1829 y allí nació José María en 1830. Tenemos constancia de la existencia de tres hijos varones más, Juan (n. 1814), Carlos (n. 1816) y Francisco de Paula (n. 1819) y todos ellos alcanzaron títulos universitarios en leyes. En el caso de José María en 1853 logró el título de licenciado en Jurisprudencia por la Universidad de Sevilla, siendo además poseedor de propiedades rústicas y urbanas. En 1868 formó parte del Ayuntamiento de Sevilla en el marco de la coalición formada por demócratas, republicanos y unionistas, partido este último al que debía pertenecer, pero en 1872 estaba claramente alineado con sectores políticos y religiosos ultraconservadores. Un carlista como Ventura Camacho y Carbajo, el director y propietario del periódico de igual signo El Oriente, lo calificaba públicamente aquel año de “nuestro especial amigo y apreciable correligionario religioso y político”. A lo largo de estos años fueron viviendo sucesivamente en Martínez Montañés 10, San Francisco Archivo Municipal de Sevilla (en adelante, AMS), Censo General de la Población de Sevilla. Año 1865, P/1563, calle Martínez Montañés 10 [José Cañaveral Villena]; Archivo Histórico Universitario de Sevilla (en adelante, AHUS), Expedientes académicos, leg. 41-23-241 [José Cañaveral Villena], leg. 37-2-128 [Pedro Cañaveral Villena]; GÓMEZ ZARZUELA, M. (1865), Guía de Sevilla, Sevilla, La Andalucía, p. C (en adelante, GS y año concreto); GS 1869, p. CXLIV; CAVESTANY, G. (1918), “El Perolito”, en Memorias de un sesentón sevillano, Sevilla, Tipografía Gironés, vol. II, pp. 113-123, p. 116; MATEOS-GAGO FERNÁNDEZ, F. (1881), “La Ciencia y la Manteca”, en Colección de Opúsculos, Sevilla, Imprenta y Librería de los Sres. A. Izquierdo y sobrino, vol. V, 11-135, pp. 99-100; ORTIZ DE URRUELA, J. A. (1872), “Carta al Sr. D. Francisco Mateos Gago”, El Oriente, 1022, Miércoles 27 de noviembre [también publicado en MATEOS-GAGO (1881), pp. 22-37, p. 25]; CAVESTANY, G. (1921), El bárbaro Morales. Novela histórica sevillana, Sevilla, Imprenta y Papelería de M. Carmona, p. 502. 1
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de Paula 10, Conde de Barajas 19, Santa Clara 7 y Santa Ana 45, siempre asistida la familia por un servicio doméstico que en ocasiones alcanzaba la cifra de cuatro personas y muy alto en relación al tamaño familiar: José Vázquez García (n. en Morón c. 1825), Rafaela Blanco Machuca (n. en Algeciras c. 1828), Dolores Durán Díaz (n. en Dos Hermanas c. 1850), Teresa Romero Martínez (n. en Alcalá del Río c. 1860). Este servicio doméstico fuertemente feminizado se caracterizaba por tratarse de personas analfabetas o con unos mínimos conocimientos de lectura y escritura y extraída del proletariado rural. Incultura, pobreza y desarraigo serán sus tres grandes problemas 2. Problemas muy distintos a los de su burguesa y adinerada “señora”. Doña María Juana vivía confortablemente, muy dedicaba a prácticas religiosas y al cuidado de su sobrina María Teresa (n. c. 1865), hija de su hermana María de la Concepción y de Manuel Suárez de Urbina y Cañaveral, primo de ambas. En efecto, está constatada su presencia en el domicilio de la familia Pareja-Cañaveral desde 1868 cuando contaba tres años de edad y por lo menos hasta 1880 cuando alcanzaba ya los dieciséis. Al parecer el cuidado de esta sobrina venía a rellenar el espacio que teóricamente debían ocupar sus hijos. Es evidente que no habían tenido descendencia y esta infertilidad de la pareja debió constituir el mayor problema de doña Juana.
La enfermedad y curación de Juana Cañaveral Desgraciadamente no disponemos de la historia clínica de la esposa de don José Pareja e incluso los testimonios de los médicos que la atendieron 2 AHUS, Pruebas de legitimidad y limpieza para la obtención de becas, años 1764-1771, S.o 43, fols. 416-499v; Pruebas de legitimidad para la obtención de Grados, años 1807-1811, libro 731, fols. 381-388 [Expediente informativo de legitimidad, limpieza y notoria Nobleza para graduarse en Leyes de D. Álvaro Pareja Cameros]; Expedientes académicos, libro 832, fols. 532538, libro 833, fols. 168-176 y libro 834, fols. 76-88; AMS Censo General de la Población de Sevilla, año 1868, P/1711, calle San Francisco de Paula 10, año 1877, P/2347, calle Santa Clara 7 y año 1880, P/2555, calle Santa Clara 7; Archivo Parroquial de Nuestra Señora del Rosario (Cádiz), Libro de matrimonios, 2, fol. 169v; JUNTA PROVINCIAL REVOLUCIONARIA(1868), Boletín Oficial de la Provincia de Sevilla, núm. 220, martes 22 de septiembre; TASSARA GONZÁLEZ, J. M.a (1919), Apuntes para la historia de la revolución de septiembre de 1868, en la ciudad de Sevilla, Sevilla, Oficina Tipográfica Gironés; “TIRSO” [Ventura Camacho y Carbajo], El Oriente, 1000, miércoles 30 de octubre [publicado también en MATEOS-GAGO (1881), 7-8, p. 7]; GS desde 1865 hasta 1900.
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son indirectos. A las dificultades que todo diagnóstico retrospectivo presenta 3, se unen en este caso las ya señaladas. Pareja, en carta dirigida el 29 de octubre de 1872 al periódico El Oriente, hizo público lo siguiente en relación con la enfermedad de su mujer: “Público y notorio es en esta ciudad, donde casi toda ella me conoce, que, desde hace más de cuatro años, venía mi mujer padeciendo una enfermedad, que yo, careciendo de conocimientos para ello, no puedo calificarla, pero era lo cierto que la imposibilitaba por completo el uso de las piernas, pues desde esa fecha no sólo no podía andar, pero ni aun ponerse en pie ni un solo día. En tan largo período se han empleado con ella cuantos recursos tiene la ciencia médica, entre ellos baños de diferentes clases, aguas minerales, en fin, cuanto humanamente hablando puede hacerse, y todo sin conseguir el más pequeño resultado, el más insignificante alivio; testigo de ello el facultativo de su asistencia Dr. D. Joaquín Palacios [Rodríguez], y otros profesores que la han visto en consulta, como los Sres. D. Antonio Marsella [Sierra] y D. Francisco Gómez [Montero de Espinosa] 4”.
Obviamente, este es el testimonio más extenso y con mayor calidad informativa del que se dispone, pero no el único. Francisco Mateos-Gago en enero de 1873 sostenía: “Padecía y aun padece esta señora una profunda y ya antigua afección al corazón: en los últimos cuatro años y medio la enferma estuvo completamente imposibilitada del uso de sus piernas; parapléjica, según facultativos tan respetables como los noveles doctores de la Época Médica, y aun algo más, como testigos de el hecho. Se interrogó a la ciencia por conducto de médicos reputados como los primeros de la ciudad; la enferma fue y vino, conducida siempre a brazos o sobre ruedas; y visitó todas las aguas posibles, e hizo cuanto humanamente hablando pudo sugerir la ciencia; pero todo en balde, hasta el punto de que la ciencia desesperó, y no había nada que recetar a la enferma. Muchos facultativos vieron a esta paciente, pero principalmente cuatro fueron los que más estudiaron su achaque; los tres que nombró el Sr. Pareja, y un cuarto que se le olvido citar” 5.
3 Cuando hablamos de diagnóstico retrospectivo es obvio que no se trata de proyectar mecánicamente una entidad clínica actual sobre el pasado, sino de establecer una hipótesis explicativa de un fenómeno clínico concreto en su propio contexto histórico. 4 PAREJA, J. (1872), “Sr. Director de El Oriente”, El Oriente (hoja suelta como suplemento), 1000, Miércoles 30 de octubre. 5 MATEOS-GAGO (1881), pp. 98-99. Los noveles doctores a que se refiere Mateos-Gago eran, además de Luís Góngora Joanico, el director de la revista, Vicente Chiralt Selma (18311911), Rafael Tuñón y Lara (n. c. 1843) y José Pascual Velarde Justi (1848-1892). Todos se declararon racionalistas y con ellos mantuvo una agria controversia el presbítero.
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Pero también nos informa Mateos-Gago de un quinto médico al que, sin duda, consideró como un hecho periférico en la atención médica de Doña María Juana; se trató del doctor Luís Góngora Joanico (1834-1901) 6, director de la revista La Época Médica. Al parecer y según su testimonio este médico en su calidad de Director de las aguas de Marmolejo, había visto a la enferma señora Cañaveral de Pareja en el verano último [1872], y no la reputó como incurable; pero no la curó. En su opinión si la enferma se sujetaba a los baños de ducha, y a un tratamiento eléctrico, no por quince o veinte días, como ya lo había hecho sin resultado, sino por un espacio de seis o siete meses, y por supuesto, dirigido el tratamiento por persona que estuviese a la altura de la ciencia, podría ser que adquiriese movimiento en sus piernas; pero este movimiento sería puramente automático en un principio” 7.
Pocos años después, en 1881, el propio Mateos-Gago volvía a insistir en los siguientes términos “... la Sra. doña María Juana Cañaveral de Pareja, impedida de mucho tiempo atrás e incurable...” y nos informa de la negativa del Dr. Palacios a extender un certificado médico que reiteradamente le solicitó el marido de la enferma con el pretexto de “sus temores de que pudiera ser uno de tantos fenómenos nerviosos inexplicables, y que en su virtud la enferma pudiera volver a encontrarse, antes de quince o veinte días, en el mismo o peor estado en que se había visto por espacio de cuatro años y medio” 8. Es muy posible que en ese momento estuviera pensando nuestro galeno en una esclerosis múltiple, enfermedad claramente somática y fácilmente confundible con las parálisis histéricas. Por último, disponemos del tardío testimonio de Cavestany que en 1918 señalaba: “Dicha señora estaba baldada hacía cuatro años y era paseada en un cochecito, constándole, con tal motivo, su enfermedad a Sevilla entera. La asistían los reputadísimos médicos D. Antonio Marsella, D. Joaquín Palacios y D. Francisco Gómez, los que según el esposo de la enferma, habían calificado la enfer-
6 Luís Góngora Joanico nació en Sant Gervasi de Cassoles (Barcelona) el 6 de octubre de 1834. Inició sus estudios de medicina en Barcelona y se licenció en Madrid en 1856. Este mismo año ingresó como médico de sanidad militar. En 1862 fue nombrado director del balneario de Marmolejo (Jaén). En 1871 era miembro de la Sociedad Antropológica de Sevilla, de la que llegó a ser su presidente. Era masón. En 1874 fue nombrado médico-director del balneario de Puda de Monserrat, instalándose definitivamente en Barcelona, donde gozó de gran prestigio médico y social. Allí murió en 1901. 7 MATEOS-GAGO (1881), p. 51. 8 MATEOS-GAGO (1881), p. 121.
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medad de ésta de parálisis progresiva, perpetua e incurable.... Hecha la aplicación de la manteca, no dio resultado alguno; pero tomados tres buches de la segunda, diciendo al primero Jesús, al segundo María y al tercero José, la enferma se sintió repentinamente buena y echó a correr, cuando hacía cuatro años que no podía levantarse de su asiento; y salió a la calle, en dirección de la iglesia de San Lorenzo, provocando tal hecho la conmoción del barrio entero, que la había visto aquella misma mañana conducida en su cochecito de mano” 9.
En efecto, la tarde de 25 de octubre de 1872 una amiga de María Juana se presentó en su domicilio portando manteca y agua pasadas por el conocido como perolito de san José que se le tenía por un objeto milagroso desde que el 14 de abril, miércoles de ceniza, de aquel mismo año se decía que el consabido Patriarca se había hecho presente en la casa de Francisco Oliva Alaja y María Adelaida Palomino Rodríguez, burgueses acomodados y ella presidenta de la “Asociación de Josefinos de Sevilla” 10. No se debe olvidar que el movimiento josefino estaba recogiendo cuantos hechos milagrosos pudieran atribuírsele al santo con el objetivo de enviarlos a Roma y todo ello dentro del marco de una eficaz movilización católica destinada a combatir la política religiosa y social del Sexenio Revolucionario 11. La sevillana calle de la Carne, lugar donde tenía la familia OlivaPalomino su domicilio, se convirtió en un centro de peregrinación de personas ansiosas por pasar por el perolito medicinas, agua, manteca e incluso hostias, acto este último que se situaba en un espacio casi sacrílego. El fenómeno pronto supero en estrecho marco de la ciudad de Sevilla para alcanzar una difusión geográfica nacional merced a la propaganda realizada por el movimiento josefino 12. CAVESTANY (1918), pp. 116-117. Una versión de estos hechos, la más cercana en el tiempo se la debemos al “comisionado que tenemos en Sevilla” según la revista propagandística El Propagador de la devoción a San José, órgano de expresión de la “Asociación espiritual de devotos del glorioso Patriarca” ubicada en Barcelona. Este comisionado era Joaquín García Pro. PEROLITO DE SEVILLA (1875), El Propagador de la devoción a San José, 11, 119-121. Otra versión algo diferente y más tardía procede de CAVESTANY (1918), p. 114. 11 Sobre estos aspectos véase RUIZ SÁNCHEZ, J. L., y ÁLVAREZ REY, L. (1990), “El impacto del sexenio: radicalismo y tolerancia”, en ROS, C. (dir.), Historia de la Iglesia de Sevilla, Sevilla, Castillejo, pp. 669-690. 12 PÉREZ GALDÓS, B. (1878), La familia de León Roch, Madrid, Imprenta y Litografía de La Guirnalda, pp. 187-188. La gestación, redacción y publicación de esta novela de Benito Pérez Galdós (1843-1920) coincidió con el momento de máximo apogeo del uso del perolito y el fenómeno fue criticado por el autor: “La especulación del perolito no podría existir en ningún país donde hubiera sentido común y policía [médica]”. 9
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Un intento de explicación de la enfermedad y curación Se trata, por tanto, de una mujer de 38 años, casada sin hijos, con recursos económicos suficientes para disponer de un “servicio doméstico” que se encargara de las tareas del hogar y muy dedicada a sus prácticas piadosas y devocionales, que al parecer de forma aguda se implanta una enfermedad que afecta al sistema nervioso lo que le impide “el uso de las piernas”, es decir, mantenerse en pie y deambular. Tras algo más de cuatro años de evolución parece ser que no se había producido una modificación de su inicial situación, ya que sometida a diversos tratamientos éstos no habían tenido un efecto favorable. Había sido diagnosticada de paraplegia y calificado su pronóstico de incurable. Sólo un médico, de entre los que la atendieron, hizo un mejor pronóstico. La asociación enfermedad cardiaca-paraplegia de la que nos habla Mateos-Gago es de imposible aceptación 13. El diagnóstico de “parálisis progresiva”, forma habitual de nombrar a la neurosífilis en el siglo XIX, resulta igualmente inaceptable 14. Es sobradamente conocido que el diagnóstico y el pronóstico médico están muy en relación con la tipología de quien asiste al enfermo. Evidentemente Joaquín Palacios Rodríguez (1815-1887) 15, su médico habitual, así como los consultores ocasionales Antonio Marsella Sierra (1808-1874) 16 y Francisco de PauMATEOS-GAGO (1881), pp. 99-100 y 121. CAVESTANY (1918), p. 116. 15 Joaquín Palacios Rodríguez nació en Sevilla el 11 de febrero de 1815. Realizó sus estudios médicos en la Universidad Literaria de Sevilla alcanzando sucesivamente los grados de bachiller (1831), licenciado (1836) y doctor (1836) en Medicina. En 1846 logró el título de licenciado en Letras y dos años después obtuvo el de licenciado en Medicina y Cirugía. En 1836 fue nombrado catedrático sustituto de Anatomía en la Facultad de Medicina de Sevilla y en 1843 se le confirmó como catedrático de “Anatomía descriptiva y fisiología” en el recién creado Colegio de Prácticos en el Arte de Curar. Tras la clausura de este último en 1845 se le nombró catedrático interino de Geografía y un año después Regente de 1ª clase de Geografía (e Historia desde 1850) llegando a ser director del Instituto de segunda enseñanza en 1860 y a lo largo de 26 años. Fue promotor del escaso y efímero periodismo médico que se editó en Sevilla en 1841 y 1842. Falleció en Sevilla el 12 de noviembre de 1887. 16 Antonio Marsella Sierra nació en Laredo (Santander) el 27 de septiembre de 1808. Estudio medicina en el Colegio Nacional de Medicina y Cirugía de Cádiz, licenciándose en 1838 y doctorándose tres años más tarde. En 1840 ocupó la cátedra de “Nosografía y Patología especial externa. Vendajes y operaciones” creada en la Universidad Literaria de Sevilla por la Junta revolucionaria en octubre de 1840 y suprimida por Espartero en 1842. Este mismo año fue elegido académico de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla y en 1844, tras el cierre de la Facultad de Medicina de Sevilla en 1843, se iniciaron clases de cirugía en su seno por iniciativa 13 14
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la Gómez y Montero de Espinosa 17 formaban parte de la elite médica sevillana 18, situación que en modo alguno les garantizaba una formación neurológica y psiquiátrica. Los tres ya habían alcanzado con creces los cincuenta años, hacía más de treinta que habían terminado sus respectivas carreras y ninguno tenía una práctica médica especializada; en el caso de Marsella fue un cirujano. Queremos con ello decir que se trataba de médicos que arrastraban tras de si una reputación que podía verse comprometida en casos como el de la Sra. Cañaveral, en el que, al parecer, pronosticaron la incurabilidad, sin entender lo que realmente ocurría a su paciente. En estas condiciones para los intereses profesionales era preferible admitir el carácter milagroso del suceso. Tan es así esto, que José Moreno Fernández (1823-1899) 19 otro médico integrante de la elite sevillana, que no trató a la enferma pero que conoció en caso por boca de su colega Francisco de Paula Gómez, dijo a sus interlocutores: “Verdaderamente, aunque este hecho extraordinario pudiera explicarse como un fenómeno natural, los médicos todos deberíamos sostener que es un milagro, por honor si quiera de nuestra facultad. Porque si esa enferma ha consumido un caudal en recetas, baños y viajes por espacio de cuatro años y medio; si la ciencia nada ha conseguido después de tanto esfuerzo y sacrificio, y luego viene una pobre mujer, y en dos minutos y sin costo alguno la hace andar por medios naturales de ella conocidos, nuestra profesión va a morir por el ridículo” 20.
Posiblemente si cualquiera de los tres hubiera leído la obra de Sigismond Jaccoud (1830-1913) Les Paraplégies et l’ataxie du mouvement de Marsella. En 1868 se le nombró catedrático de Patología quirúrgica de la Escuela Libre de Medicina y Cirugía de Sevilla, así como su presidente. Gozó de un alto bienestar económico llegando a ser considerado como “gran propietario”. Falleció en Sevilla el 28 de noviembre de 1874. 17 Francisco de Paula Gómez y Montero de Espinosa nació en Sevilla el 6 de abril de 1816. El título de licenciado en Medicina le fue expedido el 20 de septiembre de 1842 y el de doctor el 1 de julio de 1870. Fue médico del Hospital Central de Sevilla alcanzando en cargo de decano. En 1868 fue nombrado catedrático de “Preliminares clínicos y clínica médica” en la Escuela Libre de Medicina y Cirugía de Sevilla. Propietario de diversas fincas urbanas en Sevilla. Falleció en Sevilla el 6 de febrero de 1896. 18 CARRILLO, J. L. (1998), “Los profesionales sanitarios en Sevilla (1865): perfil sociológico de la elite médica”, en CASTELLANOS, J. et al. (coords.), La Medicina en el siglo XX. Estudios históricos sobre Medicina, Sociedad y Estado, Málaga, Sociedad Española de Historia de la Medicina, pp. 569-576, p. 571 19 Sobre José Moreno Fernández véase la voz redactada por mí para el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia (en prensa). 20 El testimonio nos lo trasmite MATEOS-GAGO (1881), pp. 48-49.
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publicada en París en 1864, cosa que al parecer no hicieron, seguramente hubieran incorporado a su acerbo diagnóstico la “ataxia por carencia de coordinación automática” 21, cuadro clínico que en la década de los ochenta se le conoció indistintamente como “incoordinación motora para la bipedestación y la marcha” 22, como “ataxia motriz histérica” 23, como “astasiaabasia” 24 o más comúnmente con el epónimo de “síndrome de Jaccoud”. Fue ésta una entidad clínica que inicialmente se le consideró orgánica y más tarde junto a los ataques histéricos y otras formas de parálisis histéricas constituyeron lo que genéricamente se puede denominar como histeria motora. Se caracteriza, ya lo hemos dicho, por pérdida de la capacidad para mantenerse en pie y deambular, así como por integridad de la fuerza muscular, la sensibilidad y la coordinación de otros movimientos de las extremidades inferiores. Aun cuando durante largo tiempo pudo ser confundida con las paraplejías y las ataxias de otro origen, un cuidadoso examen neurológico despejaba toda duda 25. Así como las parálisis fueron poco frecuentes antes del siglo XIX —a diferencia de los procesos convulsivos histéricos— a lo largo de este siglo se produjo una auténtica pandemia de parálisis que en las clases medias vinieron a sustituir a los ataques, hasta convertirse en la década de los setenta en la forma más habitual de la expresión histérica, especialmente en mujeres jóvenes. A este panorama habría que añadir los dolores en músculos y articulaciones del mismo origen. En definitiva procesos que convertían a estas mujeres en inválidas o discapacitadas 26. Son evidentes las dificultades que encontraron los médicos que atendieron a doña María Juana para hacer un diagnóstico clínico preciso y sería injusto solicitarles que además hubieran llegado a un encuadre etiológico 21 JACCOUD, S. (1864), Études de pathogénie et de sémiotique. Les paraplégies et l’ataxie du movement, Paris, A. Delahaye, pp. 653-654. 22 CHARCOT, J. M., RICHER, P. (1883), “Su di una forma speciale d’impotenza motrice degli orti inferiori per diffetto di coordinazione”, Medicina Contemporanea, 1 (1), p. 6. 23 M ITCHELL , S. W. (1885), Lectures on Diseases of the Nerveus System: Especially in Women, 2nd ed., Philadelphia, Lea Brothers, pp. 39-54. 24 BLOCQ, P. (1888), “Sur une affection caractérizée par de l’astasie et de l’abasie”, Archives de Neurologie, 15, 24-51; 187-211. 25 D IEULAFOY , G. (1894), Manuel de Pathologie Interne, 7ème ed., Paris, G. Masson, vol. II, pp. 268-270. 26 DUFFIN, L. (1978), “The Conspicous Consumptive: Woman as an Invalid”, en DELAMONT, S., DUFFIN, L. (eds.), The Nineteenth Century Woman: Her Cultural and Physical World, London, Croom Helm, 26-56; SHORTER, E. (1992), From Paralysis to Fatigue. A History of Psychosomatic Illness in the Modern Era, New York, The Free Press, pp. 108 y 112.
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entre otras razones porque en la práctica médica ordinaria del siglo XIX este hecho era muy inhabitual y más si de lo que se trataba era de diferenciar entre un proceso somatogénetico de otro psicogenético. En el período precharcotiano y prefreudiano de las neurosis era todo un imposible 27, pero desde nuestra óptica actual podemos decir algo más sobre su enfermedad y tratar de encontrar una respuesta a su “milagrosa curación”. ¿A que se debió esta pandemia de “discapacitados” —distintos tipos de parálisis, astasia-abasia, dolores articulares— en el siglo XIX? Desde luego que algunos casos podían tener un origen orgánico pero ello no justifica un incremento de tal magnitud a lo largo del siglo. Pronto se supo que existían una serie de situaciones que conducían a la incapacidad de movimientos en una persona: el shock psíquico (especialmente el horror), los traumatismos (parálisis histero-traumáticas) y la rigurosidad de ciertas convenciones sociales, especialmente las de carácter religioso 28. El movimiento tiene un profundo sentido antropológico, ya que expresa en primer lugar los afectos y las emociones en un marco de autonomía y voluntariedad: autonomía para acercarse o distanciarse de personas y objetos, es decir, para establecer relaciones con los mismos; voluntariedad porque, a diferencia de otras funciones, pueden ser voluntariamente manejados por el sujeto. Pero también el movimiento es la más genuina representación de los cambios y es evidente que a lo largo del siglo XIX se produjeron cambios sociales y culturales que afectaron a una estructura básica 27 Una excelente revisión historiográfica del problema de la histeria puede verse en MICAM. S. (1989), “Hysteria and its Historiography: a Review of Past and Present Writings”, History of Science, 27, 223-261, 319-351. Con posterioridad han aparecido algunos trabajos de interés como la revisión de HARSIN, J. (1992), “Gender, Class, and Madness in Nineteenth-Century France”, French Historical Studies, 17 (4), 1048-1070, pp. 1064-1067; GILMAN, S. L., et al. (1993), Hysteria Beyond Freud, Berkeley, University of California Press; GOETZ, C. G.; BONDUELLE, M., y GELFAND, T. (1995), “Hysteria” en Charcot. Constructing Neurology, New YorkOxford, Oxford University Press, pp. 172-216; MICALE, M. S. (1995), Approaching Hysteria: Disease and its Interpretations, Princeton, New York, Princeton University Press; CHAUVELOT, D. (2001), Historia de la histeria. Sexo y violencia en lo inconsciente, Madrid, Alianza; LÓPEZ PIÑERO, J. M.a (2002), Del hipnotismo a Freud. Orígenes históricos de la psicoterapia, Madrid, Alianza; EDELMAN, N. (2003), Les métamorphoses de l’hysterique. Du debut du XIX e siècle à la Grande Guerre, Paris, Le Découverte; HUERTAS, R. (2004), El siglo de la clínica. Para una teoría de práctica psiquiátrica, Madrid, Frenia, pp. 164-197. 28 SHORTER (1992), p. 112. Ya STRÜMPELL, A. (1884), Lehrbuch der speziellen Pathologie und Therapie der inneren Krankheiten, Leipzig, F. C. W. Vogel, vol. II, fasc. II, pp. 418-419 señalaba como causas psíquicas de la histeria el terror, los violentos ataques emocionales, la agitación mental, los “traumas psíquicos” y las influencias menores o insignificantes pero repetidas en el tiempo.
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de la sociedad como era la familia. Se sentimentalizaron los compromisos y relaciones matrimoniales que sin perder el carácter de “conveniencia”, en cuya negociación poco o nada tenía que decir la mujer, quedaba ésta enmascarada en una supuesta relación basada en los sentimientos y no en los intereses. Por otra parte a la mujer se la obligaba a vivir en una situación contradictoria, no siempre percibida, al considerársela por una parte como un ente débil y objeto de atenciones y por otra fuerte, sufridora y sacrificada. El espacio físico que “por naturaleza” correspondía a la mujer era el doméstico desde el que vigilaba un conjunto de actividades ejecutadas por sus sirvientes, compartía con éstos, en mayor o menor grado, el cuidado de los hijos y cumplía con sus “obligaciones” maritales. El sistema reproductor de valores —la educación, la propia familia— hacía de las mujeres seres pasivos y dependientes. Obviamente estas características eran mucho más visibles en el seno de la familia burguesa y católica, exaltada, especialmente la figura de la madre, hasta límites indecibles incluso por las propias mujeres 29. Paradójicamente se tomaba a la sagrada familia como un ideal a imitar y, sin embargo, la tradición cristiana la había presentado formada por un padre putativo y un hijo único. Por el contrario lo que ahora se nos propone es una familia numerosa matrimonial; una familia unida, devota, que debe compartir actividades religiosas como mecanismo que garantiza esta unión —“la familia que reza unida permanece unida” será un slogan muy popular— y fortalece el carácter indisoluble del vínculo matrimonial. En esta compleja trama de relaciones el papel de la mujer es fundamental y el cumplimiento de tantas exigencias religiosas la pueden convertir en una “beata” con grandes y permanentes escrúpulos de conciencia, auténticamente obsesivos, resultando incluso incomodas hasta para el propio clero que las atiende espiritualmente. El papel del director Nos pueden servir de ejemplos los testimonios de SINUÉS DE MARCO, M.a del P. (1872), Variedades, El Porvenir, 7212, Miércoles 27 de noviembre y CAMACHO Y CARBAJO, V. (1878), “La sociedad doméstica”, La Revista Católica, 1 (11), 163-166. Por tratarse de un testimonio femenino señalaremos que María del Pilar Sinués (señora de Marco) (1835-1893) era por estos años una fiel representante de las tendencias moralizantes y neocatólicas de la España isabelina, posición que compartía con otras escritoras del mismo período histórico. Como otras escritoras de este período renunció a su apellido materno y adoptó, no sólo en el trato cotidiano sino también a la hora de firmar sus trabajos, el apellido de su esposo, el dramaturgo y periodista José Marco y Sánchez (1830-1895), en un ejemplo más de la dependencia de la mujer a la figura del padre y el marido. Sobre algunos de estos aspectos véase SÁNCHEZ LLAMA, I. (1999), “María del Pilar Sinués de Marco y la cultura oficial peninsular del siglo XIX: del neocatolicismo a la estética realista”, Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 23 (2), 271-288. 29
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espiritual orientando estas conciencias convertía a las mujeres en “hijas de confesión”, y en tal sentido seguían vinculadas a la figura autoritaria del padre. Una señal social de vida honesta y pureza (valores burgueses en relación con la represión sexual e incluso la insatisfacción sexual) era la explosión del ataque histérico con todo su componente convulsivo y exhuberancia de la motilidad 30. Esta riqueza de movimientos tiene su máxima expresión en los voluptuosos y eróticos movimientos pelvianos. Desde el punto de vista psicoanalítico se trata de la dramatización de una fantasía de violación en la que la histérica representa a la violada y al violador. Pero existen otras dramatizaciones cada vez más frecuentes a medida que, como ya hemos dicho, avanza el siglo XIX. El temor a los cambios tiene como respuesta orgánica una parálisis. Para toda mujer, especialmente joven, sometida a muchas restricciones de comportamiento y movimiento socialmente impuestas en el marco de un mundo cambiante, la parálisis es una adecuada respuesta física. Se puede entender como una rebelión del cuerpo cuyo discurso sustituye a la palabra que no se puede expresar. La parálisis sería la metáfora de la insatisfacción del deseo en un doble sentido de querer y no poder y poder y no querer. ¿Qué pudo ocurrir para que doña Juana Cañaveral “decidiera” paralizar su vida de relación autónoma, hasta el punto de tener que ser transportada de forma permanente? ¿A que se debió este grito de su cuerpo? ¿Podría ser considerado (para la afectada) como un castigo divino por algún tipo de trasgresión moral o incumplimiento de sus obligaciones como católica? Desgraciadamente son escasos los datos psico-sociales, biográficos podríamos decir, que poseemos pero no por ello renunciamos a aventurar una hipótesis explicativa. Si aceptáramos que la fecha de comienzo de la enfermedad había sido en aquellos últimos días de septiembre de 1868, es decir, después de la revolución de aquel año, se podría pensar que este acontecimiento político fue el detonante que desencadenó la enfermedad. En este caso no sería más que una de tantas personas que estaban horrorizadas ante los sucesos presentes y los que presumiblemente estaban por llegar. Pero los datos que disponemos —más de cuatro años a 30 Esta idea está claramente expuesta por Emilia Pardo Bazán en Doña Milagros (1894). Sobre ello véase GARCÍA GUERRA, D. (1980), “Enfermedad y pecado en la novela realista española”, en ALBARRACIÓN TEULÓN, A.; LÓPEZ PIÑERO, J. M.a, y GRANJEL, L. S., Medicina e Historia, Madrid,Universidad Complutense, pp. 137-150, p. 149.
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finales de octubre de 1872 según el testimonio de su marido; cuatro años y medio en enero de 1873 según Mateos-Gago— hacen difícilmente aceptable que la enfermedad se iniciara en octubre de 1868. Tenemos, pues, que dirigir nuestra mirada hacía un conflicto de otra naturaleza. Sabemos que era muy religiosa, que disponía de un director espiritual jesuita y que no tenía hijos 31. En tal sentido la hipótesis más verosímil posible sería que la infertilidad vivida por doña María Juana —partimos del supuesto que, como buena católica, cumpliría con “sus deberes conyugales” y que su marido no era impotente, aunque sí podía ser infértil 32— le impedía cumplir con esa otra obligación moral de construir una familia semejante a la de Nazaret. El sentimiento de culpabilidad nos aparece de inmediato. Ya Robert Brudenell Carter (1828-1918) hablaba en 1853, aunque refiriéndose exclusivamente a las convulsiones histéricas, sobre una forma de histeria terciaria propia de mujeres jóvenes o de edad mediana, frustradas en sus deseos sexuales o ambiciones matrimoniales y maternales que desarrollaban una conducta reclamando los privilegios que el estatuto de enferma les confería 33. No debemos olvidar que desde el punto de vista psicoanalítico el deseo de ser madre no es un hecho natural sino algo necesitado de explicación. La infertilidad habría paralizado el proceso de construcción de su propia feminidad y el deseo insatisfecho de ser madre (“querer y no poder”) no sería más que una afirmación de esta feminidad y un indicador social de su hipotético goce. Pero a estas cuestiones más estrictamente personales se podría unir otra de carácter social: la posible crítica social —no 31 Por la relevancia de este dato he sido muy escrupuloso en su constatación y lo baso en las siguientes evidencias: 1) el hecho de no aparecer censados en el domicilio familiar ningún hijo o hija en fechas en que el matrimonio aun no podía tener hijos emancipados, 2) el estar censada de forma permanente una sobrina desde muy corta edad y 3) el hecho de no aparecer en las Guías de Sevilla (1868-1915) de Gómez Zarzuela ningún vecino con apellido Pareja Cañaveral (en este caso sólo evidenciaría la existencia de varones adultos emancipados). 32 Resulta interesante constatar que en 1875 y en España José María Vilches Entrena (m. 1897) defendía entre las causas que producían el histerismo “las que durante el matrimonio fueron estériles” en un contexto de relación con la esfera sexual (las mujeres que enviudaban jóvenes o las que se casaban con hombres próximos a la impotencia). VILCHES ENTRENA, J. M.a (1875), Manual de Patología y Clínica Médicas, Cádiz, Imprenta de D. Alejandro Guerrero, vol. II, p. 351. Opiniones parecidas eran igualmente sostenidas por ginecólogos tales como William Goodell (1829-1894) quien en 1879 trasladaba a sus estudiantes lo siguiente: “La histeria es fundamentalmente una enfermedad de solteras, de recién casadas y de estériles”. GOODELL, W. (1879), Lessons in Gynecology, Philadelphia, D. G. Brinton, p. 168. 33 CARTER, R. B. (1853), On the Pathology, and Treatment of Hysteria, London, John Churchill, pp. 52-54. Se trataría de un proceso que exigía un alto nivel de elaboración, ya que en la aparición del cuadro clínico había mucho de voluntariedad y de gratificación emocional.
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olvidar que se trataba de una familia muy conocida en Sevilla— resultante de cuestionarse ¿por qué Dios no le enviaba hijos? Si los matrimonios debían tener el número de hijos que Dios les enviase y éstos eran una bendición ¿a qué podía deberse el abandono de esta familia por parte de Dios? La sociedad podía colocarla en una situación de sospecha. La parálisis sería una profunda regresión a un estadio de la vida de la mujer que se caracteriza por tener movimientos en las extremidades (pataleo), no tener capacidad para mantenerse en pie o deambular y por supuesto ser fisiológicamente infértil, es decir, al primer año de la vida. La parálisis (“poder y no querer”) como fenómeno de “infantilización”, especie de huida hacia atrás 34. Con su curación milagrosa se podían disipar muchos interrogantes socialmente sospechosos y aplacar sus posibles sentimientos de culpa.
34 MONTIEL, L. (2003), “La novela del Doctor Klein. Relato de una terapia magnética en el romanticismo alemán”, en MONTIEL, L., y GONZÁLEZ DE PABLO, A, (coords.), En ningún lugar en parte alguna. Estudios sobre la historia del magnetismo animal y del hipnotismo, Madrid, Frenia, pp. 101-141, p. 140. Lotte es autora de su enfermedad y debe y tiene que ser autora de su curación.
IDEOLOGÍA EN LA NUTRICIÓN: LA EUTROFOLOGÍA DURANTE EL PRIMER TERCIO DEL XX Ximo Guillem-Llobat Becario predoctoral (beca FPI Generalitat Valenciana) Institut d’Història de la Ciència i Documentació López Piñero, CSIC
Introducción Fundamentalmente, a partir de la segunda mitad del siglo XIX el proceso de industrialización de la alimentación se aceleró en las naciones capitalistas occidentales. Se desarrollaron aditivos sintéticos como la sacarina, se introdujo con fuerza el uso de nuevas conservas, se sustituyó el producto artesanal, de granja, por el nuevo alimento producido en la fábrica (como en el caso de la margarina o los quesos industriales que aparecieron como sustitutos de los quesos y la mantequilla producidos en la granja), etc. 1 En este contexto la nutrición se convirtió en un nuevo ámbito científico que despertó un gran interés económico y social, particularmente en el seno de los Estados Occidentales. Unos Estados que se implicaron en el desarrollo de los estudios sobre fisiología de la nutrición y el control del estado nutricional de la población, de manera que tanto una cosa como la otra revertieron muy positivamente en el desarrollo de ese nuevo campo científico. La Oficina de Salud de la Sociedad de Naciones (Ginebra), la Organización Internacional del Trabajo (Ginebra) y el Instituto Internacional de Agricultura (Roma) crearon comisiones mixtas de expertos para impulsar investigaciones que afrontaran el problema de la nutrición y adecuaran los recursos agrícolas a las demandas de las poblaciones y las producciones agrícolas. En este sentido fue también muy importante la aparición de auto1
GOODY, J. (1995), Cocina, cuisine y clase, Barcelona, Gedisa, p. 201-227
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res como Liebig, Moleschott, Rubner, Gowland Hopkins, etc. que realizaron importantes contribuciones en el desarrollo de esta disciplina 2. Pero las contribuciones a la nueva ciencia de la nutrición que empezaba a configurarse en aquel momento no vino únicamente de científicos como los que acabamos de nombrar o de la presión de la industria. El movimiento obrero y sus reivindicaciones planteó puntos de vista diferentes, entre ellos el desarrollo del naturismo, que afectaba no sólo a la alimentación, sino también a una concepción general y holística de la salud, y que tuvo una gran influencia en amplios sectores de la población y estuvo presente en los debates y reformas sociales planteados por el movimiento libertario.
Naturismo El naturismo contemporáneo es, en palabras de Josep Maria Roselló, una filosofía o pensamiento que se origina a finales del siglo XIX como reacción o rechazo al artificialismo de la vida moderna, causante de la degeneración de la especie humana y la destrucción de la Naturaleza 3. Ahora bien, autores como Alejandro Artetxe, han situado en el primer tercio del XIX los antecedentes de este pensamiento. En este sentido se ha destacado la importancia que tuvo el desarrollo de la hidroterapia en la Europa central para la posterior aparición del naturismo moderno 4. En todo caso, parece que es ya a finales del XIX y sobretodo a principios del XX cuando empezó a calar este pensamiento en la península ibérica. Uno de los precursores más destacados del naturismo en estas tierras fue Santiveri. Primero comercializando en Barcelona las camisas higiénicas de Kneipp y después, en 1897, con la fundación de la Farmacia Kneipp, Santiveri introdujo el naturismo desde un planteamiento esencialmente comercial. Esta vinculación a intereses comerciales seria duramente criticada, años más tarde, por los sectores más avanzados del naturismo. Por otro lado, en seguida empezaron a surgir las primeras iniciativas asociativas y divulgativas dentro del incipiente naturismo ibérico. Así, en 2 KAMMINGA, H., y CUNNINGHAM, A. (1995), The Science and Culture of Nutrition (18401940), Amsterdam, Atlanta, p. 1. 3 ROSELLÓ, J. M. (2003), La vuelta a la naturaleza, Barcelona, Virus, p. 19 4 ARTEXE, A. (2000), Historia de la medicina naturista española, Madrid, Triacastela, p. 51.
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1903 se fundó la Sociedad Vegetariana Española y un año más tarde la revista mensual El Régimen Naturista, que actuó como órgano de difusión de la citada sociedad. En Cataluña, por su parte, también apareció una publicación naturista a los pocos años. En este caso la publicación recibió el nombre de La Revista Vegetariana y se fundó en 1908 como portavoz de la Lliga Vegetariana de Catalunya. En un primer momento este naturismo estuvo muy ligado a cierto sector de la comunidad médica. Pero alrededor de 1915 empezó a transformarse en un movimiento menos médico y más popular 5. Sobre todo de la mano de la revista valenciana Helios, el naturismo empezó a difundirse entre la clase trabajadora y fue entonces cuando tuvo lugar un auténtico boom del naturismo con el aumento considerable del número de publicaciones, sociedades y grupos. En este sentido, ya en 1925 la revista Helios publicaba una relación de los establecimientos naturistas existentes en el Estado español que resulta significativa para entender las dimensiones de este nuevo movimiento 6. En este contexto llegaron a la península los profesores 7 Capo y Castro provenientes de Uruguay y empezaron a promover la trofología con enorme éxito. Así se consolidó por estas tierras una nueva corriente dentro del naturismo: la trofología (que aspiraba a representar una nueva ciencia de la nutrición). Ahora bien, antes de entrar a analizar el caso de la trofología, en el cual me centraré en esta comunicación, hay que destacar que el naturismo ibérico no fue para nada homogéneo. De hecho, autores como Josep Maria Roselló han dividido este naturismo en diversas corrientes dentro de las cuales también hubo divergencias. Este autor habla de 5 corrientes diferentes, entre las que encontramos: el vegetarismo naturista, el vegetarismo social, el naturismo de la libre cultura o nudismo, el naARTEXE (2000), p.106. ROSELLÓ (2003), p. 27. La revista daba la siguiente relación de establecimientos: Sociedades 17; Grupos 38; Prensa 12; Consultorios médicos 28; Masajistas, comadronas 4; Pensiones, restaurantes 14; Bibliotecas públicas naturistas 6; Establecimientos de venta de pan integral 52; Establecimientos de productos de régimen 35. 7 El naturismo de aquella época quiso distinguir entre doctores (aquellos que habían cursado la licenciatura de medicina) y profesores (que no disponían de esta titulación). En este sentido hay que tener en cuenta que el termino “profesor” no corresponde a aquel que generalmente utilizamos en la actualidad y que más bien debe entenderse como divulgadores de la practica naturista sin formación académica en medicina. Sin embargo, mantendremos el término de “profesor” por ser así como eran entonces conocidos. 5 6
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turismo libertario y la trofología 8. Veamos a continuación esta última corriente.
Trofología La trofología se caracteriza por el papel central que juegan en ella las incompatibilidades alimenticias derivadas de las cargas eléctricas positivas y negativas de los alimentos. Uno de los objetivos centrales de esta corriente fue el de intentar evitar durante la digestión la presencia de alimentos de carga contraria que pudieran provocar malestar y a la larga hasta enfermedades 9. De esta manera, la nutrición tenía un papel especialmente relevante en esta tendencia del naturismo 10. Como ya hemos indicado, la trofología llegó a la península de la mano de los profesores Capo y Castro. Estos en un primer momento se instalaron en Barcelona e impulsaron conjuntamente la Escuela Naturo-Trofológica. Sin embargo, a los pocos meses Capo y Castro se enfrentaron seriamente y a partir de entonces cada uno siguió su propio camino. Mientras que Capo continuó su actividad en Barcelona el profesor Castro acabó instalándose en Torrent y desde este municipio empezó a difundir lo que a partir de aquel momento llamó la eutrofología (para distinguirse de su antiguo socio). La eutrofología, sin embargo, no parece presentar grandes cambios respecto de la trofología. En ella, la nutrición continua constituyendo el objeto de estudio central; no en balde, el mismo Castro la definió como el “estudio o ciencia de la buena nutrición” 11. Sin embargo, hay que destacar que pese a la importancia que la eutrofología concede a la regulación de la propia alimentación, Castro no sólo consideró la necesidad de conseguir la felicidad y el equilibrio fisiológico sino también de la necesidad del equilibrio mental y sociológico 12. De hecho, aunque dedicó mucho más espacio en sus publicaciones a cuestiones relacionadas con las propiedades y el ROSELLÓ (2003), p. 20. ROSELLÓ (2003), p. 86. 10 CASTRO, J. (1933), “Clasificación del Naturismo en sus distintos aspectos. Vegetalívoros, Vegetarianos, Trofólogos, Fisiatras y Naturistas”, Naturismo Eutrofológico, 2 (17), 65-70, p. 67. 11 CASTRO, J. (1932), “Las epidemias del intelecto en el campo naturista y sus funestas consecuencias”, Naturismo Eutrofológico, 1 (4), 49-54, p. 53 12 CASTRO, J. (1932), “Nuestro criterio del Naturismo Eutrofológico”, Naturismo Eutrofológico, 1 (1), 2-4, p. 4 8 9
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buen procesado y consumo de los alimentos, también hubo regularmente espacio para las cuestiones de carácter psicológico. Resultan interesantes los métodos de justificación y defensa de la propia disciplina que utilizaron los eutrofólogos. Por un lado se introducían elementos de carácter científico. En este sentido la explicación de las diferencias eléctricas de los alimentos, medidas con un galvanómetro, puede ser un buen ejemplo. Con la alusión a una materia científica como la electricidad, medida con un instrumento científico como el galvanómetro, se pretendía justificar la seriedad de los postulados. Por otro lado se utilizaron mitos como el de una comunidad de las Islas Marianas en que sus miembros solamente ingerían alimentos crudos y vivían 150 años sin sufrir enfermedad alguna 13. De esta manera se justificó el rechazo mostrado en ocasiones por los eutrofólogos a la cocción de los alimentos. Castro, en concreto, también utilizó como argumento para validar la eutrofología el hecho de haber comprobado primero en él mismo y los suyos y después en miles y miles de personas sanas, enfermas o muy enfermas la eficacia de esta disciplina. Sin embargo, en ningún momento se detalló estudio alguno. En todo caso las más eficaces tácticas utilizadas por los eutrofólogos, y sobretodo por Castro, fueron otras. Es el caso de la continua descalificación de sus oponentes, a los que después de insultarlos los retaba al debate público (cosa que durante un tiempo hizo de manera sistemática a través de una publicidad incluida en la revista 14, de hecho, Castro llegó a publicar una propuesta de debate bastante elaborada 15). El continuo autobombo que se daban en sus publicaciones y el habitual victimismo en el que caían fue otras de las tácticas más utilizadas. En este último sentido, Castro llegó a compararse con famosos personajes incomprendidos y perseguidos en sus respectivas épocas como Galileo o hasta Jesús. Por otro lado, muy posiblemente los guiños que los eutrofólogos dirigieron a las masas obreras politizadas a través de esporádicas alusiones a la revolución y al final del capitalismo también contribuyeron en gran medida a la aceptación social de la eutrofología 16. PUEYO, P. (1932), “La dietética racional”, Naturismo Eutrofológico, 1 (3), 41 CASTRO, J. (1933), “Invitación permanente”, Naturismo Eutrofológico, 2 (22), 153. 15 CASTRO, J. (1934), “Alrededor de una controversia”, Naturismo Eutrofológico, 3 (25), 196-200. 16 CASTRO, J. (1932), “Sociología Naturista. Civilización, socialización, naturalización y mentalización”, Naturismo Eutrofológico, 1 (3) 34-36, p. 35. 13 14
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José Castro El líder indiscutible de esta disciplina fue Castro. Nacido en Pontevedra, a los 14 años emigró a Argentina y después a Uruguay. Allá trabajó como confitero hasta caer enfermo. A partir de ese momento se interesó por la dietética, cursó estudios de naturopatía y poco a poco fue desarrollando su pensamiento naturista. Para ello se basó fundamentalmente en el pensamiento de importantes exponentes del naturismo como Juan Esteve Dulin o Z. O. Hanish. Llegado a la Península Ibérica en 1923, empezó de inmediato a difundir su pensamiento, primero junto al Profesor Capo y años después en solitario. Desde su llegada a Torrent instauró la Colonia Vegetariana Eutrofológica, se vinculó estrechamente a la Agrupación Trofológica Naturista de València, empezó a editar la revista Naturismo Eutrofológico e impartió numerosas charlas y sus cursos por correspondencia. La Colonia fue fundada el 1929 en las afueras de Torrent y estaba organizada en base al Mutuo-individualismo, según el mismo Castro. La Colonia estaba formada por una vivienda de carácter modernista, donde vivía Castro, y otras casas más modestas a su izquierda. Contenía también todo lo necesario para la práctica de la agricultura, para impartir prácticas de higiene, para el cultivo de los deportes al aire libre y para la práctica de las Bellas Artes 17. Para todo esto, la Colonia contaba con cultivos de agricultura biológica, en los cuales no se utilizaban abonos minerales, y con unos terrenos destinados a la práctica de deportes. Entre los cultivos existentes se encontraban árboles frutales, como los naranjos, y otros cultivos como los de cebollas, habas y guisantes. Fueron muchas las visitas que la Colonia recibió a lo largo de los años posteriores a su fundación. En los diversos números de Naturismo Eutrofológico se detallaron las variopintas visitas. Visitas que fueron normalmente de corto período y efectuadas por naturistas provenientes de lugares muy diversos. Con estas visitas Castro comió alimentos eutrofológicamente preparados, charló y dio largos paseos. La asociación naturista a la cual se vio más ligado Castro fue, como se ha comentado, la Agrupación Trofológica Naturista de València (presidida 17 PIÑANGO, J. (1932), “En la Colonia Vegetariana Eutrofológica”, Naturismo Eutrofológico, 1 (4), 58-60.
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por Vicent Pascual). Los socios de esta asociación recibían de manera gratuita la revista de Castro (Naturismo Eutrofológico) y cada 15 días podían asistir a una conferencia del mismo. Estas, normalmente eran improvisadas. Los asistentes podían preguntar aquello que desearan saber sobre la eutrofología y Castro respondía. Si se deseaba una mayor atención, también se le podía solicitar una sesión particular previo pago 18. La Agrupación también realizaba cada domingo una excursión al lugar decidido el sábado anterior. Contaba además con infraestructuras como el servicio de biblioteca y el servicio de librería, que permitía la compra de libros por correspondencia. El número de socios de esta parece ser que fue en aumento y prueba del éxito de esta asociación es la adquisición y habilitación, en 1936, de un nuevo y mejor local para impartir las conferencias periódicas 19. José Castro fue, al menos en aquella época, un hombre muy activo. Fruto de su incansable actividad apareció en 1932 la publicación mensual Naturismo Eutrofológico. La revista, con más de una veintena de páginas por número, tenía diferentes apartados desde los cuales se abordaban cuestiones muy diversas de la eutrofología y sobre todo se publicitaban los actos e iniciativas múltiples de los eutrofólogos. A los seis meses de la creación de Naturismo Eutrofológico se hablaba de 400 suscriptores y de la venta de centenares de números en los kioscos. De hecho, la publicación no contenía publicidad de comercio alguno (salvo en contadas excepciones, como en el caso de la publicidad de la Panadería La Catalana que apareció durante los primeros números) y según su director se sostenía exclusivamente a través de las suscripciones. Sin embargo, la revista finalmente dejó de publicarse al iniciarse la Guerra Civil. Respecto de los contenidos, muy rápidamente se puede decir que incluían: largas crónicas sobre las conferencias impartidas por Castro; numerosos artículos que hacían referencia a la polémica entre eutrofólogos y médicos naturistas como el Dr. Alfonso, el Dr. Remartínez, y fundamentalmente el Dr. Gimeno; cartas de apoyo al trabajo realizado por los eutrofólogos; una sección dedicada a los “nuevos apóstoles” (discípulos de Cas18 REDACCIÓN (1932), “Agrupación Trofológica Naturista de Valencia”, Naturismo Eutrofológico, 1 (1), 12-13. 19 REDACCIÓN (1936), “La actividad de la Agrupación Trofológica Naturista de Valencia. Su nuevo local”, Naturismo Eutrofológico, 5 (48), 570.
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tro); una sección de consejos alimentarios; y algún consultorio para suscriptores, donde podían preguntar aquello que les interesara. Los cursos de naturismo eutrofológico por correspondencia también contaron, aparentemente, con un gran éxito. De hecho los cursos fueron seguidos por alumnos provenientes de lugares muy diversos de Europa e incluso América. Por último, hay que destacar la gran cantidad de conferencias que Castro impartió por todo el Estado español. En Naturismo Eutrofológico se comentan en sus poco más de cuatro años de publicación mensual más de 100 charlas impartidas a lo largo de la Península en locales bien diferentes. Las conferencias tuvieron lugar tanto en locales del movimiento obrero como en sociedades de prestigio (como la Sociedad Económica de Amigos del País) o hasta en locales municipales con presencia de autoridades. En ellas se abordaron todo tipo de cuestiones relacionadas con la eutrofología. Algunas conferencias se repitieron en múltiples ocasiones como es el caso de “Las tres reformas fundamentales para la conquista del hombre perfecto” y, en general, presentaban títulos abstractos que permitían tratar de manera genérica los principios básicos de la eutrofología. Las charlas, según aparece en los resúmenes de Naturismo Eutrofológico fueron habitualmente muy multitudinarias, con gran afluencia femenina en algunas ocasiones, y con la asistencia de determinadas personalidades en otras ocasiones. Por otro lado, no anduvieron necesitadas de polémica, sobre todo en aquellas ocasiones en las que el Dr. Gimeno asistió con la voluntad de hacer oír sus críticas a la eutrofología y al mismo Castro. Un hecho a tener en cuenta sobre muchas de estas conferencias es su alto nivel de improvisación. Muchas de ellas ya se ofrecieron directamente como un tipo de consultorios en los cuales los asistentes empezaban desde el principio a preguntar y Castro iba contestando. Por otro lado, también podemos hacernos una idea sobre el nivel de improvisación de las conferencias si nos fijamos en escritos como aquel del anuncio que desde Naturismo Eutrofológico se hace de la futura visita de Castro a Andalucía en 1935. En este se incitaba a los lectores andaluces a organizarle charlas a Castro durante el tiempo que permanecería por aquellas tierras. En este anuncio podemos leer “... les participamos que el Doctor Castro no necesita preparar sus conferencias naturistas, sean éstas del tema que fueren, y que pueden, por lo tanto, preparar estas confe-
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rencias con los temas naturistas que mejor estimen y solamente con comunicar el tema en el acto de iniciar la conferencia es suficiente” 20.
Debate ideológico La ideología estuvo muy presente en las discusiones del naturismo ibérico de la época. Dentro del naturismo, junto a las discusiones personalistas, hubo también enfrentamientos importantes motivados por las divergencias ideológicas existentes. En este sentido podemos destacar la cruzada llevada a cabo por importantes miembros de la Sociedad Vegetariana Madrileña como Jaramillo, Ibarra y Alfonso. Una cruzada con la cual pretendían, según ellos mismos, conseguir un naturismo que no se mezclara con ninguna idea política, religiosa o social. El enemigo principal en toda esta disputa sería el anarquismo, que impregnaba gran parte de los grupos naturistas y constituía una de las principales familias del naturismo. En el caso de la eutrofología, en concreto, vemos que gran parte de los locales donde Castro impartió sus conferencias fueron ateneos o sedes de diferentes grupos del movimiento obrero. Sin embargo, tampoco vemos en Castro un discurso claramente afín a una ideología en concreto. A lo largo de sus escritos encontramos esporádicamente críticas a las desigualdades sociales, a la guerra y al papel ejercido en esta sociedad por políticos, médicos e Iglesia 21. Sin embargo, este discurso no es, ni de lejos, el más habitual. En general el discurso se centra en la búsqueda de la salud personal a través de una buena alimentación oral y cutánea y a través del equilibrio psicológico. Por otro lado, Castro tampoco ahorra críticas al naturismo libertario. Aún así, con el inicio de la Guerra y la revolución social, parece ser que derivó hacia posturas más cercanas al movimiento obrero 22.
20 REDACCIÓN (1935), “Aviso interesante a los lectores y suscriptores de Andalucía”, Naturismo Eutrofológico, 4 (39), 417. 21 CASTRO, J. (1933), “Los tres responsables directos de todas las desdichas humanas. Un pequeño análisis histórico y grandes responsabilidades”, Naturismo Eutrofológico, 2 (11) 161170, pp. 163-165. 22 NAVARRO NAVARRO, F. J. (2004), A la revolución por la cultura: prácticas culturales y sociabilidad libertarias en el País Valenciano (1931-1939), València, Universitat de València, p. 361.
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Conclusiones A través de la eutrofología vemos por un lado como la producción de conocimientos relativos a la nutrición sobrepasó el ámbito estrictamente académico para alcanzar todos los sectores de la sociedad. En esta producción de nuevos conocimientos sectores sociales populares organizados jugaron un papel muy importante tanto a la hora de crear conocimiento como de difundirlo. Como hemos tratado de demostrar en esta comunicación, un buen ejemplo en este sentido lo tenemos en la teoría alimenticia incluida en la eutrofología, la cual tuvo un nivel de elaboración considerable y llegó a la sociedad por múltiples vías. Por otro lado hay que destacar lo explicita que se hizo la ideología en la discusión científica en el período y lugar considerados en esta comunicación. La discusión ideológica estuvo siempre muy presente, en ocasiones siendo prueba de las motivaciones sociales de los productores de conocimiento y en otros casos como retórica publicitaria utilizada por personajes como el aquí estudiado. En todo caso, fuera por una u otra razón, los términos de la discusión vinieron así bien marcados por la cuestión ideológica.
CIENCIA A PARTIR DE CREENCIAS: MADRE E HIJO (1898) DE ENRIQUE SALCEDO GINESTAL José L. Fresquet Febrer Instituto de Historia de la Ciencia y Documentación (UV-CSIC)
Datos biográficos En esta ocasión queremos llamar la atención en una obra que se publicó en la transición de los siglos XIX y XX: Madre e Hijo. Doctrina científica y errores vulgares en obstetricia y pediatría, de Enrique Salcedo y Ginestal, de la que ofreceremos un primer acercamiento. El nombre del autor nos resulta familiar a los historiadores de la medicina porque publicó también algún texto historicomédico. Fue el que reunió, por ejemplo, las obras de Antonio de Gimbernat para la Biblioteca Clásica de la Medicina Española, que se publicó en Madrid en 1926. Sin embargo, las noticias que tenemos sobre su biografía son escasas. Sabemos que nació el 14 de octubre de 1848 en Valencia. Hijo de José Salcedo, de Santa Cruz, de profesión carpintero, y de Rosa Ginestal, de Godella. Realizó estudios secundarios en el Instituto de Segunda Enseñanza de Valencia entre 1863 y 1869; obtuvo el grado de bachiller el 22 de junio de ese año, con la calificación de aprobado. Ingresó en la Facultad de Medicina de Valencia en 1869. Sus estudios coincidieron con el desarrollo del Sexenio Democrático. Recordemos que el 11 de febrero de ese año se constituyeron las cortes que redactaron la Constitución de ese año que incluía los principios básicos del liberalismo democrático. Tuvo como profesores a Francisco de Paula Campá (obstetricia, ginecología y enfermedades de los niños), León Sánchez Quintanar y Enrique Ferrer Viñerta (cirugía) Juan Bautista Peset y Vidal, y Joaquín Serrano Cañete (medicina interna). Obtuvo el grado de licenciado en junio
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de 1873, tras realizar el examen teórico y práctico final 1. Ese mismo mes se constituían las Cortes y la presidencia de la República recaía en Pí i Margall, partidario del federalismo. Su proyecto no llegó a cuajar; la insurrección cantonal de Cartagena obligó a suspender las Cortes y Pí tuvo que dimitir. La República evolucionó hacia posturas más conservadoras, primero con Salmerón y después con Castelar. Por entonces el rector de la Universidad de Valencia era el profesor de derecho Pérez Pujol, de mentalidad reformista, y el decano de la Facultad de Medicina era el farmacólogo Fernando de Vida, un personaje sin relieve alguno. La Facultad de Medicina de Valencia iniciaba entonces un período de florecimiento circunstancial que se prolongaría hasta finales de siglo; la ciudad contaba con publicaciones periódicas de cierta altura, y el Instituto Médico Valenciano se encontraba, quizás, en el período más fructífero de su existencia. Todos estos factores influyeron, sin duda, en su trayectoria biográfica. La extracción social de Salcedo era humilde. Mientras estudió el bachillerato y la carrera universitaria estuvo vinculado a la Casa Hospicio de nuestra Señora de la Misericordia, que le dispensaba del pago de las tasas académicas. Recogió el título el día 12 de diciembre de 1774. Después marchó a Madrid para doctorarse. Obtuvo el título en 1876 después de defender su tesis sobre la cremación cadavérica. Ese mismo año, como sabemos, tras la Restauración se convocaron elecciones para las nuevas Cortes Constituyentes que aprobaron la Constitución en mayo. A partir de aquí los datos que poseemos los hallamos en sus obras o los deducimos de la información que contienen sus escritos. Parece que se estableció en Madrid donde ejerció la obstetricia y la ginecología, aunque no perdió los lazos con Valencia. Su obra —a menos que revisemos el periodismo español de su época y encontremos datos nuevos— no guarda relación con su especialidad. Igualmente llama la atención que, dedicado al ejercicio práctico, tuviera interés en dos áreas como la higiene y la historia, en un momento en el que la medicina vivía uno de sus períodos de grandes logros a consecuencia del extraordinario desarrollo de la medicina de laboratorio. Casi nos atreveríamos a decir que su interés en la historia le viene por su condición de valenciano. La historia de la medicina se cultivaba en Valencia por personas de prestigio y estaba presente tanto en el 1 Los datos biográficos de Salcedo proceden de su expediente personal que se conserva en el Archivo Histórico de la Universitat de València.
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periodismo, como en la Universidad y el Instituto Médico valenciano. Alguno de los que fueron sus profesores, como los casos de Juan Bautista Peset y Vidal y León Sánchez Quintanar, son un claro ejemplo de ese interés en la disciplina. Su obra, como hemos dicho, se reparte entre la higiene y la historia. En el primer grupo podríamos incluir su tesis de doctorado sobre la cremación cadavérica 2, su Estudio de higiene pedagógica. Las colonias escolares de vacaciones en España durante los años de 1887 a 1897 3; Qué debe entenderse por sanatorio desde el punto de vista higiénico, que le reportó el Premio Fernández Caro 4; Cartilla sanitaria: primeros socorros que pueden prestarse mutuamente los obreros en caso de accidentes del trabajo 5; El trabajo social de las mujeres y de los niños: estudio higiénico-social 6; y Estudios elementales de higiene industrial: directorio de los patrones en la higienización de las industrias 7. A estas obras habría que unir las Actas y Memorias del IX Congreso Internacional de Higiene y Demografía, que se celebró en Madrid en 1898; Salcedo redactó y dirigió la publicación de esas actas, que ocupan varios volúmenes 8. En el segundo grupo, es decir, el que constituyen las obras historicomédicas, podemos mencionar: Doctor Chinchilla: estudio biográfico, bibliográfico y crítico 9; Estudio bibliográfico de una obra de Juan de Vigo, SALCEDO GINESTRAL, E. (1878), Discurso sobre la cremación cadavérica leído en el acto de los ejercicios de doctor en la Facultad de Medicina de la Universidad Central el día 22 de junio de 1876, Valencia, Librería de Pascual Aguilar, 1876 (Imprenta de Ramón Ortega), 64 p. 3 SALCEDO GINESTRAL, E. (1900), Estudio de higiene pedagógica. Las colonias escolares de vacaciones en España durante los años de 1887 a 1897, Madrid, Ricardo de Rojas, 46 p. 4 SALCEDO GINESTRAL, E. (1899), “Premio Fernández-Caro, tema, qué debe entenderse por sanatorio desde el punto de vista higiénico”, Cartilla premiada en el concurso público de 1899, Madrid, Imprenta de Rojas, 38 p. 5 SALCEDO GINESTRAL, E. (1903), Cartilla sanitaria: primeros socorros que pueden prestarse mutuamente los obreros en caso de accidentes del trabajo, Madrid, Ricardo Rojas, 82 p. 6 SALCEDO GINESTRAL, E. (1904), El trabajo social de las mujeres y de los niños: estudio higiénico-social, Madrid, Imprenta de Rojas, 85 p. [Memoria premiada por el Instituto Médico Valenciano en el concurso público del año corriente]. 7 SALCEDO GINESTRAL, E. (1904), Estudios elementales de higiene industrial: directorio de los patrones en la higienización de las industrias, Madrid, Ricardo Rojas, 287 p. 8 SALCEDO GINESTRAL, E. (1900), Actas y Memorias del IX Congreso Internacional de Higiene y Demografía, celebrado en Madrid en los días 10 al 17 de abril de 1898... Publicación dirigida y redactada por el Dr. Enrique Salcedo y Ginestal, Madrid, Imprenta de Rojas [Obra en varios volúmenes]. 9 SALCEDO GINESTRAL, E. (1904), El Doctor Chinchilla: estudio biográfico, bibliográfico y crítico, Madrid, Ángel B. Velasco, 359 p. 2
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traducida por Miguel Juan Pascual... 10; El doctor Luis Simarro Lacabra 11; y, finalmente, los dos volúmenes de Obras de Don Antonio de Gimbernat precedidas de un estudio biobibliográfico del mismo 12. Salcedo perteneció a varias sociedades, muchas veces gracias a que sus trabajos fueron premiados por éstas (Real Academia de Medicina de Valencia, Real Academia de Medicina de Madrid, Academia de Higiene de Cataluña, Sociedad Ginecológica Española, Instituto Médico Valenciano, etc.). Parece que debió ser profesor ayudante de alguna asignatura de tipo clínico en la Universidad Central durante un breve período de tiempo. No tenemos noticia, en cambio, de que concurriera a alguna oposición para ocupar una plaza de tipo docente. Por Amalio Gimeno sabemos que dominaba el latín, dibujaba y practicaba la fotografía, y también la música. Conocía bien los clásicos y solía trabajar en la secretaría de la Real Academia de Medicina de Madrid. Escribía “por placer y no por comercio”.
Madre e hijo (1898) Madre e hijo se encuentra en la encrucijada de todas las áreas que cultivó Salcedo: obstetricia y ginecología, higiene e historia. Se trata de un libro muy extenso; casi las mil páginas. Está prologado por Amalio Gimeno Cabañas y dedicado a la Escuela Médica Valenciana. No contiene ilustraciones entre el texto. La iconografía se reservó para más de cien capitulares que realizaron los valencianos Blas y Juan Antonio Benlliure, Pinazo, Jaime Garnelo, Climent, Vivó, Benedito, Andreu, Soriano Fort, Jimeno, Borrás, Sancho, Porset, Torres Uriarte y Chacón. Se inspiran en las creencias populares que aparecen en el texto. Los fotograbados fueron realizados por los hermanos Laporta. El libro apareció en un momento importante en la historia de España; finalizaba un siglo de pervivencias, cambios y resistencias. 10 SALCEDO GINESTRAL, E. (1906), Estudio bibliográfico de una obra de Juan de Vigo, traducida por Miguel Juan Pascual..., extraído de la revista El Siglo Médico, Madrid, E. Teodoro, 18 p. 11 SALCEDO GINESTRAL, E. (1926), El doctor Luis Simarro Lacabra. Madrid, E. Teodoro, 4 p. 12 SALCEDO GINESTRAL, E. (1926-1927), Obras de Don Antonio de Gimbernat precedidas de un estudio biobibliográfico del mismo, 2 vols., Madrid, Real Academia de Medicina, José Cosano.
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El origen del tema está en el discurso que tuvo que pronunciar para inaugurar el curso en la Sociedad Ginecológica Española en 1896. Según él, optó por un asunto que surgía con insistencia en el ejercicio de la medicina: las ideas y creencias populares sobre el cuerpo, su funcionamiento, sobre la enfermedad, su tratamiento y prevención. La intención del libro no es etnográfica sino la de luchar contra una serie de creencias que, según él, habían ido arrastrándose a través de los siglos y que afectaban de modo especial a las mujeres y a los niños. “En el ejercicio de la profesión médica se observan repetidamente aquellas manifestaciones de la ignorancia; pero en estas especialidades de la Tocoginecología y Pediatría son más notorias; porque aquí, la trascendencia de la función vital próxima a realizarse en la mujer embarazada, la misma agudeza del estado en que se halla el niño enfermo, ofrecen a la charlatanería campo extenso para explotar la credulidad de gentes sin instrucción” 13.
Para Salcedo, de estas creencias formaban parte reminiscencias de la medicina clásica y de la religión. Si bien estaban muy arraigadas entre las gentes más pobres, también se hallaban entre las clases más adineradas y cultas. Muchas, según él, no tenían consecuencias de ningún tipo, pero en otros casos podían llegar a ser peligrosas. Menos tolerante se muestra con los curanderos, saludadores y otros intrusos que se lucraban de la ignorancia de la gente. La mentalidad de Salcedo se enmarca perfectamente en el pensamiento positivo de la época. El “orden y progreso” de Comte tuvo importantes repercusiones en la ciencia y la medicina. Irrumpía en España de la mano de José Perojo, Luis Simarro, Manuel Revilla, Pompeyo Gener, Pedro Estasén y José Ustáriz, con cierto retraso respecto de su aparición en Europa. Trató de fundamentar los presupuestos epistemológicos del conocimiento científico en sólidos criterios de verdad14. Dentro de esta tendencia, lo que hace Salcedo es concentrarse en una serie de problemas reales de la sociedad y tratar de resolverlos con el método científico o con los recursos de la medicina científica. Posiblemente, a falta del estudio de sus restantes obras, Salcedo también se incluiría en esa amplia corriente que apostaba por la “necesidad simultánea de orden y progreso”, de un positivismo que se configuró sobre la base de las ideas transformistas y neokanSALCEDO GINESTRAL, E. (1898), p. 4. BAHAMONDE, A., MARTÍNEZ, J. A. (1998), Historia de España, Siglo XIX, 2.a ed., Madrid, Cátedra, pp. 521-522. 13 14
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tianas, que daba lugar a una especie de evolucionismo crítico de inspiración spenceriana compatible con los presupuestos comtianos. Sin duda, el fracaso de la experiencia republicana saldado con el retorno de la dinastía borbónica influyó en el carácter moderado del positivismo español. El libro Madre e hijo está dirigido a médicos y también a profanos, lo que le confiere cierta singularidad. “Entendemos que es de gran utilidad clínica e indispensable para los profanos un tratado que, además de exponer nociones científicas de nuestra especialidad, abra los ojos a los incautos, y ridiculice las prácticas estrafalarias que afectan a tan queridos seres; pues si bien es cierto que algunas hacen asomar a los labios franca sonrisa o producen extrañeza, otras levantan el estómago por su asquerosa repugnancia” 15.
En un momento en el que la producción científica acaparaba las novedades de las ciencias básicas y clínicas, así como quirúrgicas, es raro encontrar un libro con un planteamiento diferente. Para la redacción de este texto utilizó fuentes bibliográficas (especialmente las de carácter médico), textos de carácter antropológico, religioso y teológico, y fuentes orales recogidas por sus colegas. Escribió cartas a todos los cirujanos, médicos y matronas titulados de los pueblos del Estado con el fin de que recogieran datos y se los proporcionaran. El porcentaje de respuestas, según cuenta Salcedo, no fue muy alto y que, poco después, Madoz hizo otro tanto para redactar su obra geográfica con resultados parecidos. Dio cabida, además, a los datos que le proporcionó Federico Olóriz y Aguilera (1855-1912) sobre los pueblos de la Alta Alpujarra, procedentes de una expedición científica-antropométrica que realizó a la zona en 1894. Recordemos que en 1883 Olóriz obtuvo la cátedra de anatomía descriptiva de la Facultad de Medicina de Madrid. Su Distribución geográfica del índice cefálico en España, representó, según Menéndez Pelayo, el mayor avance de la antropología española. Se basó en ocho mil observaciones y el modelo de investigación que utilizó mereció el premio Godard de la Académie des Sciences de París 16. El libro de Salcedo contiene referencias a un millar de autores y recoge en su bibliografía en torno a los dos centenares de obras. Uno de los hechos más interesantes para nosotros es que el índice se concibe desde la perspectiva del profano en medicina y la estructura de la SALCEDO GINESTRAL (1898), p. 4. Véase Diccionario Histórico de la Ciencia Moderna en España, Barcelona, Península, 1983, vol. 2, pp.127-128. 15 16
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obra se articula en torno a esta concepción así como en la de la medicina. La amplitud de los capítulos viene condicionada por la mayor o menor riqueza de creencias encontradas sobre el tema. Por ejemplo, todo lo relacionado con el sexo del nuevo ser o con el mal de ojo. Aparecen capítulos ausentes en las obras médicas de entonces, como los relativos a lo que hoy llamaríamos “enfermedades no de médicos”. El libro se divide en dos partes. La primera se ocupa de las “verdades y aberraciones en Obstetricia” y la segunda de las “verdades y aberraciones en Pediatría”. La primera contiene trece capítulos: Secretos de la generación Época de celo De la esterilidad De la menstruación Fecundación de los sexos a voluntad Del embarazo Predicción del sexo Fenómenos especiales consecutivos al embarazo Del aborto Del parto Del cordón feto-placentario De la placenta Del puerperio La segunda parte está dividida en dos grupos: a) Preocupaciones y prácticas diversas relativas al niño sano, con los siguientes capítulos: Cuidados imprescindibles Del bautismo De la lactancia De la dentición Miscelánea fisiológica y b) preocupaciones y prácticas diversas relativas al niño enfermo, que incluye: Consideraciones generales Estados morbosos generales Enfermedades del sistema nervioso
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Enfermedades del aparato digestivo Diagnósticos raros De las lombrices Hernias abdominales Salida del sieso (prolapso del recto) Enfermedades del aparato respiratorio Enfermedades del aparato urinario Enfermedades del aparato de la visión Enfermedades de la piel Diabluras. Mal de ojo Astrología judiciaria Los contenidos de cada capítulo se exponen siguiendo, casi siempre, una pauta: planteamiento del tema, lo que la medicina moderna sabe del mismo, errores que contienen las obras médicas del pasado desde la perspectiva actual, creencias y prácticas populares sobre el asunto tratado. La parte científica no es una mera transposición o trasplante de los contenidos de obras de médicas. Más bien se trata de una divulgación rigurosa muy bien resuelta, que no trata de acaparar el protagonismo de la obra. La exposición de los errores médicos del pasado obliga a veces a una reconstrucción histórica más o menos acertada de un tema determinado, como, por ejemplo, el relativo a las teorías embriológicas. La parte de cada capítulo consagrada a exponer las creencias y prácticas populares es, quizás, la más interesante, ya que recoge abundante información de toda la península de forma directa —por lo general— e indirecta, procedente de trabajos antropológicos o de publicaciones sobre folklore. Esta información la completa con datos sobre otros países cuando dispone de ellos. Está claro que el folklore ocupa un lugar destacado en la obra de Salcedo. Señala que los autores contemporáneos al recoger este tipo de hechos han formado una nueva rama del saber: Folk-Lore, o “ciencia del pueblo”. Gracias a ella pueden comprenderse “los hechizos, encantos, hábitos y costumbres, tradiciones referentes a la conservación de la salud y curación de las enfermedades, tanto en los tiempos antiguos como en modernos” 17. Menciona, cómo no, las opiniones de Rubio Gali 18 sobre esta nueva cienSALCEDO GINESTRAL (1898), p. 8. Véase PERDIGUERO GIL, E., Y BALLESTER AÑÓN, R. (2003), “Federico Rubio y el folklore médico” en CARRILLO MARTOS, J. L. (ed.), Medicina y sociedad en la España de la segunda 17 18
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cia y sintetiza en pocos párrafos su corta andadura. También cita a Olavarría y Huarte, secretario de la Sociedad Folklorista, “quien ha coleccionado muchas supersticiones castellanas con el seudónimo de L. Giner Arivau”, a Emilia Pardo Bazán; así como a López Dóriga y Díaz Villabelle. La exposición de esas ideas y prácticas tiene el objetivo del desprestigio y para Salcedo esto se consigue a través de argumentos que pueden tomarse de la ciencia o incluso del sentido común. Sin embargo, la descripción de las creencias y prácticas populares está realizada con detalle y bien documentada, demasiado si tenemos en cuenta que sólo se expone con la intención de desprestigiarlas. Salcedo afirma también que muchas de estas supersticiones se amparan en la ignorancia religiosa. Este hecho, presente a lo largo de toda la obra, supone un lastre para Salcedo, ya que trata de “salvar” las ideas religiosas que se justifican teológicamente de las que no, y busca apoyo en escritos teológicos y filosóficos. De esta manera va sorteando con mayor o menor fortuna las contradicciones, pero en el momento en el que las ideas religiosas tratan de anteponerse o contradecir a la ciencia, opta por esta última. Este es el caso, por ejemplo, de tomar partido en favor de la salvación de la vida de la madre cuando corre peligro en un embarazo. Hay que tener en cuenta que los aspectos religiosos tuvieron importancia en España en el cambio de siglo en muchas esferas. Hubo un anticlericalismo feroz y un renacimiento católico con sus diferentes visiones 19. Asimismo, mientras en Europa la educación era cada vez más del Estado, en España dos terceras partes de la enseñanza secundaria estaban en manos de las órdenes religiosas de enseñanza. Leyendo el texto de Salcedo, quizás para él, como señalaba Salmerón en el prólogo de la versión española de Historia de los conflictos entre la religión y la ciencia, de J. G. Draper (1876), no había contradicciones entre la ciencia y la religión, sino que serían consecuencia del estadio histórico en el que se encuentra cada una. Hay que recordar, no obstante, que en 1877 el 75,5 % y a finales de siglo el 66,5 % de los españoles, eran analfabetos 20. Esto, en cambio, no implica que establezcamos una relación biunívoca entre la falta de formación y las creencias de tipo mágico y religioso. mitad del siglo XIX: una aproximación a la obra de Federico Rubio y Gali (1872-1902), Puerto de Santa María, Ayuntamiento del Puerto de Santa Maria, Asociación para la Formación, Investigación y Asistencia Médica de Andalucía “Federico Rubio”, pp. 476-497. 19 Véase CARR, R. (1990), España, 1808-1975, 5.a ed., Barcelona, Ariel, pp. 443-451. 20 BERNECKER, W. L. (1999), España entre tradición y modernidad. Política, economía, sociedad (siglos XIX y XX), Madrid, Siglo XXI, p. 148.
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Así como Rubio buscó las peculiaridades de la medicina popular española con respecto a las de otros países, e insistió en la riqueza y variedad de las culturas en España 21, Salcedo describe, junto a las españolas, creencias y prácticas procedentes de otros países como Portugal, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, etc. Junto al material recogido Salcedo aportó también el que procede de artículos de la prensa médica tanto nacional como internacional y de la prensa general, lo que resulta muy interesante. También está claro que las ideas populares están impregnadas de los sistemas médicos del pasado que logran pervivir de esta forma. Por tanto, reconoce que existe un traspaso de información bidireccional entre el saber popular o vulgar y la ciencia. El libro no es de ninguna manera un cúmulo de datos aunque en ocasiones pudiera parecerlo. Los contenidos están bien urdidos y trenzados. Aunque la obra no debió tener mucha difusión, la intención de Salcedo parece clara. Su interés en la higiene y su convicción de que la educación basada en la ciencia es la única capaz de cambiar creencias y hábitos, nos lleva a pensar que puso todo el interés en la redacción de este extenso texto. Como antes he señalado, un libro singular en la época que fue redactado, que merece ser tenido en cuenta en la historiografía médica: impartir ciencia teniendo en cuenta las creencias.
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PERDIGUERO GIL, y BALLESTER (2003), p. 492.
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DESGRANANDO SIGNIFICADOS, RECOPILANDO TEXTOS: OBRAS MÉDICAS DE INTERÉS LEXICOGRÁFICO EN LA EUROPA MEDIEVAL 1 Bertha M. Gutiérrez Rodilla Profesora Titular de Historia de la Ciencia Facultad de Medicina Universidad de Salamanca
Introducción A lo largo del medievo se producen diferentes innovaciones, en lo que a las herramientas de trabajo intelectual se refiere, que, además de cambiar y determinar para siempre los métodos que tienen que ver con esa actividad que llamamos investigación, serán determinantes en el desarrollo de la lexicografía y de aquéllo en lo que ella se irá convirtiendo con el paso del tiempo. Innovaciones relacionadas con el nacimiento, especialmente durante los siglos XII y XIII, de instrumentos diversos como los vocabularios, synonyma, prontuarios, índices alfabéticos, concordancias..., que alcanzan un desarrollo extraordinario en el siglo XIV y cuya peculiaridad es que no están hechos para que se los lea de forma continuada y completa, sino para que se los consulte de manera puntual. Entre ellos, como decimos, se desarrollaron varios de interés lexicográfico. De los que alcanzaron una especial relevancia en el ámbito médico, vamos a presentar a continuación una visión panorámica, así como un intento de clasificación 2. Pero, antes de entrar en ello, hemos de señalar que son numerosísimas y de muy diversa naturaleza las obras con las que Trabajo realizado en el marco del proyecto de investigación HUM 2004-00736. Este trabajo forma parte de uno mucho más amplio que realizamos desde hace tiempo sobre todos estos repertorios, que consideramos clave para reconstruir la historia de la lexicografía médica medieval europea y que esperamos culmine en la publicación de una monografía. 1 2
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nos topamos, lo que dificulta bastante esa tarea clasificatoria. Estas obras no iban destinadas a los mismos públicos, ni respondían a las mismas preocupaciones, por parte de sus autores. Puesto que este hecho determinó, en buena medida, los resultados finales conseguidos, hemos considerado que podía ser un buen criterio por el que guiarnos, el analizar las intenciones iniciales de los autores, los móviles que les impulsaron a componer sus obras.
Repertorios que muestran un interés explícito por la lengua Siguiendo ese criterio, podríamos separar, en primer lugar, una serie de inventarios, propiamente lexicográficos, en el sentido de que en ellos había una preocupación explícita por la lengua, ya que su objeto de atención eran las palabras, los términos. Su finalidad era permitir el acceso a aquellos textos que planteaban dificultades de comprensión lingüística, ya fuera porque contuvieran términos muy técnicos, ya fuera porque estuvieran escritos en lenguas poco conocidas. Su aparición estuvo muy relacionada —en principio, aunque no exclusivamente— con las tareas de traducción de las principales obras de medicina y con las lenguas aptas para la transmisión del conocimiento especializado, en las diferentes épocas. Nos referimos, básicamente, a los glossaria, los hermeneumata y los synonyma, muchos de los cuales se servían del orden alfabético para estructurar su contenido. Un contenido, que no incluía explicaciones, ni citas de autoridades, ni ninguna otra clase de material informativo —aunque siempre sea posible encontrar alguna excepción—, siendo la parquedad su característica fundamental: había una entrada, que era el término o la palabra de que se tratase y, a continuación, su equivalente, en una o más lenguas. En la mayoría se utilizaba la formula id est (“esto es”), o su símbolo, detrás de cada entrada y antes de ofrecer el equivalente de la misma: aspaltu id est bitumen batos i.e. rubus De acuerdo con las lenguas que se utilizaron para transmitir los saberes médicos y sobre las que se llevaron a cabo las tareas de traducción de los textos más importantes del período medieval, podemos distinguir, tres fases en la evolución de estos repertorios: en la temprana Edad Media sur-
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gen los glossaria y los hermeneumata. Las dos lenguas en juego eran entonces el griego y el latín, lo que no excluye que ya en esa época apareciera algún glosario bilingüe en que una de las lenguas implicadas fuera una vernácula, como es el caso del glosario de anatomía latín-alemán que el abad del monasterio benedictino de Reichenau, Walafrido Estrabón (806-849), elaboró hacia el año 840 para los estudiantes de la escuela monástica que regentaba. Si en los glosarios no hay restricción temática de ningún tipo, por lo que pueden coleccionar voces pertenecientes a distintas áreas, ni hay tampoco restricción lingüística, pudiendo albergar cualquier combinación de lenguas, se reserva el término de hermeneumata para designar los glosarios bilingües grecolatinos limitados a una área temática concreta. Es decir, glosario es el término genérico y hermeneumata es una “especie” dentro de ese género, un tipo concreto de glosario. Si bien algunos hermeneumata allegaban ciertos nombres de enfermedades, de generalidades médicas, voces anatómicas, etc., los hermeneumata médicos más característicos fueron los que incluían los nombres de los simples con utilidad en medicina 3. La progresiva arabización del saber médico, que contó con las importantes tareas de traducción de diversos textos desde el árabe hacia el latín, propició la aparición en el siglo XII de los primeros synonyma, que ofrecían los equivalentes de los términos médicos árabes en otras lenguas, especialmente la latina. Aparecieron synonyma relacionados con los principales textos de la medicina musulmana, como el Canon de Avicena o la Practica de Serapion; pero, si bien inicialmente los synonyma se refirieron a obras concretas, después, en algunos casos, se fueron adaptando y completando, hasta hacerse independientes de cada texto y servir para varios de los textos de un mismo autor. Es decir, dejaron de ser glosarios por obras para convertirse en glosarios por autores. El ejemplo por excelencia de lo que estamos señalando lo constituyen los Synonyma Rasis, que se relacionan tanto con el Liber ad Almansorem de Razes, como con su Liber divisionum y su Antidotarius, cuyo origen se encontraría en varios glosarios independientes en los que se explicaran términos transliterados de cada 3 Sobre los hermeneumata, vid. MACKINNEY, L. (1938), “Medieval medical dictionaires and glossaries”, en CATE, J. L., y ANDERSON, E. N. (eds.), Medieval and historiographical Essays in honour of J. W. Thompson, Chicago, Chicago Univ. Press, pp. 240-268, 522-531 y 263, nota 62; OPSOMER, C. (1984), “Les ‘hermeneumata Bruxellensia’ et le problème des synonymies botaniques médiévales”, en Actes du XLVIè Congrès de la Fédération des Cercles d’Archéologie et d’Histoire de Belgique, Nivelles, FCAHB, p. 524.
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uno de estos textos que, posteriormente, los distintos copistas habrían ido recopilando y mezclando 4. Finalmente, la aparición en la última parte del medievo de los primeros textos médicos escritos en lenguas vernáculas desencadenó el surgimiento de los glosarios o synonyma plurilingües, en los que se recogían los equivalentes de los términos médicos árabes, latinos y, ocasionalmente, griegos, en alemán, catalán, castellano, provenzal, etc. Para el caso concreto de nuestro país, la obra más relevante en este sentido fue La sinonima delos nonbres delas medeçinas griegos e latynos e aravigos, compuesta por un autor anónimo en el siglo XIV 5.
Repertorios e instrumentos ligados a la adquisición de conocimiento En un segundo grupo situamos aquellos repertorios ligados a la adquisición de conocimiento y que, por su estructura, guardan alguna relación con el tema que nos ocupa. Tenían mucho que ver con las tareas de enseñanza y aprendizaje de la medicina, pues su finalidad era facilitar ese aprendizaje o la rememoración de lo aprendido; conocer las opiniones de los autores más relevantes sobre un asunto concreto, agrupadas bajo una entrada, que era el término con que se designaba el concepto o la idea de que se tratara. En ellos eran frecuentes las citas de autoridades y solían construirse a base de resúmenes de tratados clásicos. Nos referimos a algunas concordancias médicas, los llamados prontuarios, los florilegios, etc. Estas concordancias eran colecciones alfabéticas de resúmenes extractados de pasajes de las obras de distintos autores. El orden alfabético servía en ellas para facilitar la búsqueda, preservando al mismo tiempo la identidad de los autores de los resúmenes individuales. Si bien la primera vez que se usa el término “concordancia” en medicina, se remonta al siglo X, la concordancia médica más antigua que se conserva es del siglo XIII: fué la redactada por Juan de Santo Amando, profesor de medicina en París, como 4 JACQUART, D. (2001), “Note sur les Synonyma Rasis”, en HAMESSE, J., y JACQUART, D. (eds.), Lexiques bilingues dans les domaines philosophique et scientifique (Moyen âge-Renaissance), Turnhout, Brepols, pp. 113-121, 118-119. 5 Editada y estudiada por Guido Mensching [MENSCHING, G. (1994), La sinonima delos nonbres delas medeçinas griegos e latynos e aravigos (ed. crítica y estudio de G. Mensching), Madrid, Arco Libros].
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segunda parte de su obra, cuyo título, Revocativum memorie, es bastante ilustrativo de esto que decimos. Su confección parece estar muy relacionada con el método de enseñanza seguido entonces: el acercamiento a los textos por medio de su fragmentación en pasajes más pequeños que proporcionaban argumentos para la discusión; pasajes que, a su vez, se desmembraban en frases. El caso más extremo de esta última división —segmentar las frases de forma que se pudiera realizar un análisis palabra por palabra—, fue la base de esta especie de diccionarios médicos que son las concordancias. Las concordancias, por tanto, eran una especie de diccionarios que recogían palabras clave, dispuestas a modo de entradas alfabéticas, obtenidas a partir del resumen y análisis de las obras de la Antigüedad clásica, a los que se añadían opiniones y comentarios de autores posteriores, todo ello como fiel reflejo del método escolástico 6. Aunque proliferaron a lo largo del siglo XIV, ya en la última parte de ese siglo van desapareciendo del ámbito médico a la vez que van surgiendo nuevos títulos para los compendios que agrupan información, de manera temática o alfabética: dictionaria, thesauri, bibliotheca..., nombres que, fieles a la confusión mantenida a lo largo de la historia, se utilizaron tanto para referirse a listados brevísimos de medicamentos, como a verdaderos diccionarios médicos enciclopédicos con informaciones muy amplias. Similares a estas concordancias médicas, pero despojados de todo tipo de parafernalia doctrinal, fueron los llamados florilegios, las Collectiones doctorum, los excerpta..., que eran compilaciones de textos médicos y quirúrgicos, con una gran aceptación, tanto entre los estudiantes de medicina, como entre sus practicantes extrauniversitarios. Su éxito radicó en que ofrecían de forma sencilla y fácil de asimilar el contenido de esos textos dejando de lado el lastre que suponían los comentarios escolásticos. En ocasiones, en estas obras se disponía parte —o la totalidad— del contenido de forma alfabética, de acuerdo con ese propósito de favorecer el acceso al mismo, ofreciéndose verdaderos diccionarios médicos en su interior. Tal es el caso, por ejemplo, del Fasciculus medicinae que Juan Ketham compuso en la segunda mitad del siglo XV, cuyo embrión estuvo en unos apuntes de clase que el propio Ketham habría elaborado para sus alumnos 6 Vid., al respecto, JACQUART, D. (1994), “L’oeuvre de Jean de Saint-Amand et les méthodes d’enseignement à la Faculté de médecine de Paris à la fin du XIIIè siècle, en HAMESSE, J. (ed.), Manuels, programmes de cours et techniques d’enseignement dans les universités médiévales, Louvain-la-Neuve, Institut d’Études Médievales de l’Université Catholique de Louvain, pp. 257-275, 267.
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en Viena, y que posteriormente habría corregido y completado para ofrecerlos como libro 7. Incluimos igualmente aquí unos repertorios en los que se resumía y agrupaba información proveniente de fuentes diversas ordenada, en ocasiones, de acuerdo con el alfabeto. Se trata de las enciclopedias científicas, género desarrollado especialmente durante el siglo XIII por parte de miembros pertenecientes a diversas órdenes religiosas, con el fin de servir como instrumento auxiliar para la predicación, que conoció por entonces un éxito sin precedentes. Respondían a la necesidad de ordenar y organizar el cúmulo de ideas y de conocimientos nuevos surgidos en el Occidente cristiano, tras la llegada en masa de las fuentes grecoárabes, a partir del XII. Posteriormente, gozaron de gran aceptación —como lo atestigua su extraordinaria difusión en los siglos bajomedievales—, entre los miembros de la aristocracia civil y eclesiástica y por parte de numerosos burgueses cultivados, con curiosidad creciente hacia el conocimiento racional del mundo y sus criaturas proporcionado por los saberes que formaron la llamada filosofía natural. Las más difundidas fueron las de Bartolomé Ánglico, Vicente de Beauvais, Tomás de Cantimpré y, en nuestro país, la de Juan Gil de Zamora, de finales del XIII. Del éxito de que gozaban en nuestro país, todavía dos siglos después, hablan la traducción que el franciscano Vicente de Burgos hizo de la obra de Bartolomé Ánglico, publicada en 1494 con el título Libro de las propriedades de las cosas y el intento del dominico Lope de Barrientos, también en el siglo XV, de elaborar una Clavis sapientie, una “llave del saber” —que no terminó—, en la que planteaba todo un programa de divulgación de las cuestiones naturales abordadas desde el contexto aristotélico 8.
Repertorios e instrumentos relacionados con la práctica médica Hemos separado, por último, unos repertorios de tipo práctico, que se centraban en el complejo mundo de los medicamentos y su preparación. 7 Vid. H ERRERA , M. T. (1990), Johannes de Ketham. Compendio de la humana salud, Madrid, Arco. 8 GARCÍA BALLESTER, L. (2001), La búsqueda de la salud. Sanadores y enfermos en la España medieval, Barcelona, Península, pp. 259-265, 276-287. Vid. también BEYER DE RYKE, B. (2002), “Les encyclopédies médiévales, un état de question”, Pecia, Ressources en médiévistique, 1, 9-42.
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Unos, se ocupaban de los llamados simples medicinales, allegando información procedente de diferentes fuentes que solía disponerse de manera alfabética, constituyendo lo que se conoce como “alfabetos de simples”. La diferencia entre éstos y los synonyma, con los que se suelen confundir, es que, en estos últimos, como decíamos, sólo se ofrecía la equivalencia del nombre en una o varias lenguas; por ejemplo, “arthemisia id est matricaria mayor...”. En el alfabeto de simples, en cambio, se proporcionaba más información, extractada de diversos autores: para qué servía ese simple, cómo se utilizaba, cuáles eran sus acciones, etc.: “Tertius Abrotano legitur gradus esse caloris, et desiccandi semen ferventius herba est, unde iuvat nervos et causas pectoris omnes, illius elixi si sit decoctio sumpta...”. Sin duda alguna, el que mayor difusión consiguió fue el conocido como Circa Instans, elaborado por Mateo Plateario en el siglo XII. Atestigua su extraordinaria popularidad la gran cantidad de manuscritos existentes —de los siglos XIII al XV, siglo éste en que llegó a imprimirse— y su traducción a varias lenguas; una popularidad que queda demostrada igualmente por la huella que dejó sobre los grandes enciclopedistas del XIII, como Vicente de Beauvais o Tomás de Cantimpré, por ejemplo, y sobre todos los compendios de plantas medicinales posteriores 9. Por otro lado, estaban los repertorios dedicados a los medicamentos compuestos: los recetarios o colecciones de recetas de fácil comprensión y ejecución, elaboradas con ingredientes conocidos, asequibles... Y los antidotarios, en los que, como ocurría con las concordancias, se recopilaban conocimientos extraídos a partir de distintas obras y autores, por lo que buena parte de su información era teórica, con escasa aplicación práctica, ingredientes caros o difíciles de encontrar, etc. El más importante de entre ellos —sin duda, uno de los textos médicos más influyentes de la literatura medieval, y de obligado uso para médicos y boticarios— fue el conocido como Antidotarium Nicolai o Antidotarium Salernitanum, compilado por un salernitano desconocido del siglo XII, en el que se recogen unas 150 fórmulas para la preparación de los medicamentos, cuya origen se encuentra tanto en las recetas transmitidas por los autores griegos y latinos como en las adiciones y modificaciones provenientes de las fuentes árabes. Esta obra, de extraordinaria popularidad, de la que existen diferentes versiones Sobre él, vid. GUTIÉRREZ RODILLA, B. M., Explicar y ordenar palabras y conceptos: repertorios médicos de interés lexicográfico hasta la aparición de la imprenta y toda la bibliografía que allí se proporciona (en prensa). 9
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en numerosos manuscritos de los siglos XIII al XV y que fue objeto, además, de traducción a diferentes lenguas, se ha considerado como la base de la farmacopea occidental 10. Muchos de estos tratados, simplarios, antidotarios y recetarios, se acompañaban de unos instrumentos complementarios, absolutamente prácticos, como eran los llamados antebalumina, las tablas de grados de los simples y los repertorios de pesas y medidas. Estos últimos servían para calcular las dosis de los medicamentos y para establecer equivalencias entre unas unidades de peso y de medida y otras. Las tablas de los grados permitían seleccionar el simple oportuno para la confección del medicamento, de acuerdo con su grado de humedad, sequedad, etc. Los antebalumina, por su parte, también conocidos como quid pro quo o succedanea, eran unos curiosos repertorios que consistían en listados alfabéticos de sustitutos de los simples medicinales, para el caso de que éstos no se pudieran conseguir por la razón que fuera. En ellos había una breve entrada, que era el nombre del simple en cuestión, precedido por la partícula pro y seguido por el nombre del sustituto: pro abrotano, origanum... pro zinziber, pyrethrum.
Conclusión A la vista de los datos encontrados, no parece aventurado concluir que se equivocan aquellos historiadores de la lexicografía que van de puntillas sobre el medievo o pasan directamente desde la Antigüedad a contemplar extasiados la lexicografía del Renacimiento, ignorando por completo la época anterior. Solamente su desconocimiento puede hacerles perseverar en esa actitud, porque cuando se contempla sin ideas preconcebidas el período medieval, se comprende enseguida que el rico manjar de la lexicografía renacentista se preparó durante siglos en las cocinas medievales. Fue en ellas donde surgieron innumerables instrumentos y repertorios, que lo hicieron además, no porque fuera fácil o razonable su elaboración, pues no lo era, sino como consecuencia de una necesidad. Y, a pesar de que en muchas ocasiones se ha relacionado su origen con la aparición de la 10
Vid. GUTIÉRREZ RODILLA (en prensa) y la recopilación bibliográfica que allí se ofrece.
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imprenta, estaban plenamente afianzados mucho antes de que tal hecho se produjera. Es cierto que la uniformidad y la precisión de la imprenta fueron esenciales para que se desarrollaran todavía más, pero no lo es menos que muchos de los instrumentos y repertorios que formaron parte de las primeras ediciones renacentistas, fueron precisamente los medievales. Por otro lado, constrasta el celo y el entusiasmo con que los lexicógrafos y compiladores medievales acometieron su tarea con nuestro torpe empeño en confundir unos géneros lexicográficos con otros, mezclando repertorios que en nada se parecen y designándolos por nombres que intercambiamos, como si todos significaran lo mismo, incapaces de apreciar su extraordinaria riqueza. Como lo señala Olga Weijers, para rendir homenaje a los intelectuales medievales, que sentaron las bases de la forma de trabajar en numerosas disciplinas y, desde luego, en el dominio de la lexicografía, deberíamos esforzarnos en emplear los términos con el mismo cuidado con que ellos lo hacían, conscientes de que prestando atención a su manera de hablar de las cosas, nos acercamos a ellos y a su trabajo 11.
11 WEIJERS, O. (1991), Dictionnaires et répertoires au moyen âge [civicima], Turnhout, Brepols, p. 159.
PROPAGANDA E INFORMACIÓN SANITARIA EN LA LEGISLACIÓN MORTUORIA DE LA ILUSTRACIÓN Antonio Carreras Panchón Mercedes Granjel Historia de la Ciencia, Facultad de Medicina, Universidad de Salamanca
El debate sobre la necesidad de sacar los enterramientos de las iglesias e inhumar los cadáveres en cementerios alejados de las ciudades comenzó en España en el último tercio del siglo XVIII, aun cuando la definitiva aceptación de la propuesta no consiguiese imponerse hasta el segundo tercio del Ochocientos. El proceso se había iniciado en Francia donde el edicto de Paris de 1765 se constituyó como la disposición civil más importante en esta materia y el ejemplo a imitar por los ilustrados europeos. La epidemia de 1780 en Pasajes de San Juan (Guipúzcoa), con una mortalidad acusada fue el pretexto aducido para poner en funcionamiento la maquinaria administrativa del Estado y, a través de diversas iniciativas de la Sala de Gobierno del Consejo de Castilla, dar lugar en 1787 a la promulgación de la Real Cédula de 3 de abril para reintroducir la práctica antigua de enterrar los cuerpos en lugares al descubierto y alejados de los núcleos urbanos. Entre las dos fechas se sucedieron una serie de pareceres y dictámenes, con intervención de distintas corporaciones y particulares (obispos diocesanos, embajadores en las cortes europeas, Protomedicato, Academia de la Historia, fiscales del Consejo de Castilla, médicos y eclesiásticos), que constituyeron el fundamento doctrinal y jurídico del voluminoso expediente conservado. La importancia de la epidemia había llevado al Gobernador del Consejo de Castilla, Campomanes, a recabar, al margen de esta documentación específica, informes periódicos sobre la extensión y efectos de la enfermedad entre los intendentes de las demarcaciones de la España interior más afectadas. Esta situación impulsó con mayor urgencia la actuación
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de la lenta administración borbónica, que en el mes de diciembre de 1786 llevó al pleno del Consejo de Castilla la discusión sobre las medidas a tomar. El Consejo, dominado por un sector aristocrático muy conservador e implicado en las disputas internas que afectaron el final del reinado de Carlos III, informó en contra de la propuesta de creación de cementerios, pero la voluntad decidida del grupo de golillas instalado en el poder, sostenido por el interés en este asunto del propio monarca, consiguió finalmente la promulgación de la Real Cédula 1. Las resistencias a la reforma, tan agudamente manifestadas en la votación del pleno del Consejo, hicieron necesarias otras intervenciones dirigidas a modificar la mentalidad y los hábitos de la población en un asunto que afectaba no sólo a sus convicciones religiosas (preces en la iglesia e inmediatez de los cadáveres con las reliquias), sino también al estatuto social de individuos y familias (jerarquización de las sepulturas en el templo). La erección de cementerios tenía además consecuencias económicas, tanto entre el bajo clero (disminución de los derechos por sepelios y sepultura) como entre los cabildos (construcción de los nuevos cementerios con cargo a los diezmos), que requerían un concurso de voluntades no fácil de alcanzar. Con el fin de remover tan numerosos obstáculos la Administración buscó generar un estado de opinión favorable a la propuesta e intentó preparar a la población para la recepción de una disposición legislativa que se sabía impopular y que el crecimiento demográfico y urbano y la abundante mortalidad epidémica de esos años, no hicieron más que acelerar 2. Estas actuaciones, que podemos calificar de propagandísticas, se emplearon de manera tímida y rudimentaria, pero con el concurso tanto de la prensa más dependiente del poder como de las corporaciones e individuos en mejor sintonía con el proyecto carolino. Es sabido que los ilustrados en su afán reformador recurrieron frecuentemente a estas estrategias de difusión de su ideario en materias muy diversas, que van de la política exte1 La documentación del Consejo se encuentra en AHN, Consejos, leg. 1032,1-1 de la que una parte se imprimió en el Memorial ajustado (...) sobre establecimiento general de cementerios (1786), S. L. [Madrid], S. I. 2 Sobre la mortalidad epidémica en estos años y su relación con la Real Cédula PÉREZ MOREDA, V. (1980), Las crisis de mortalidad en la España interior (siglos XVI al XIX), Madrid, Siglo XXI. Documentación de archivo sobre este mismo asunto en RIERA, J. (1992), “Epidemias y comercio americano de la quina en la España del siglo XVIII”, en Capítulos de la medicina española ilustrada, Valladolid, Universidad de Valladolid, pp. 79-112 y RIERA, J. (1996), Epidemias de calenturas pútridas y malignas (1764-1783). Edición facsímil de la obra de José Masdevall, Valladolid, Universidad de Valladolid.
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rior a la educación popular, pero los cementerios constituyeron el primer problema de carácter sanitario en que estos procedimientos de persuasión ideológica se planificaron deliberadamente. La inoculación de la viruela, la otra gran novedad del momento, fue tratada con más reticencias y sin que las noticias implicasen una toma de postura definida. En el Setecientos el período comprendido entre 1780 y 1790 constituyó una etapa de gran actividad y significación en el ámbito de las publicaciones periódicas, donde ocuparon un lugar destacado la Gazeta de Madrid, y el Mercurio histórico y político (desde 1784 Mercurio de España), convertidas como señala Enciso en “instrumentos de una cultura dirigida”, cuya gestión y dirección recaían entre las responsabilidades asignadas al conde de Floridablanca, como primer secretario de Estado. Tanto Gazeta como Mercurio pretendieron más que adoctrinar, informar e instruir en sintonía con una cultura construida desde arriba convencida de que bastaba presentar los hechos en su desnuda realidad para persuadir a los súbditos de la bondad y necesidad de las reformas. Vinculado el privilegio de edición a la Corona muy tempranamente (el Mercurio en 1756 y la Gazeta en 1762) se constituyeron realmente en los medios de comunicación oficiosos del poder aunque todavía sin el refinamiento y la habilidad persuasiva que desarrollará posteriormente la prensa. Gazeta y Mercurio eran periódicos de carácter general donde las noticias políticas (alianzas y guerras en el mosaico de reinos de la Europa finisecular) constituían la parte fundamental de su contenido, completado con referencias dispersas a sucesos más o menos extraordinarios y a algunos descubrimientos e innovaciones que llamaban la atención. Tenían una tirada de 10.000 (Gazeta) y 5.000 (Mercurio) ejemplares pero, precisamente por su amenidad, el número de personas que los examinaban era mucho más elevado, entre 25 (Enciso) y 10-15 (Guinard) lectores por ejemplar, en una sociedad ansiosa de novedades pero donde las posibilidades económicas eran muy limitadas. Los testimonios coetáneos y la revisión historiográfica posterior coinciden en señalar su notable difusión entre todos los estamentos de la sociedad ilustrada 3. 3 El mejor estudio sobre las dos publicaciones oficiosas sigue siendo el de ENCISO RECIO, L. M. (1957), La Gaceta de Madrid y el Mercurio histórico y político, 1756-1781, Valladolid, Universidad de Valladolid, revisiones de conjunto en GUINARD, P. J. (1973), La presse espagnole de 1737 a 1791. Formation et signification d’un genre, Paris, Centre de Recherches Hispaniques, también ENCISO RECIO, L. M. (1987), “La prensa y la opinión pública”, en Historia de España. El Estado y la cultura (1759-1808), Madrid, Espasa-Calpe, pp. 59-128. Sobre su
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En medio de esta abigarrada y dispersa información y en una fecha tan temprana como 1772 el Mercurio empezó a ocuparse de un asunto que empezaba a generar preocupación en Europa. La primera noticia recogida —que en Milán se había promulgado una pragmática impulsando la construcción de cementerios— era el pretexto para la adopción de una postura que la publicación mantendría en adelante sin variación alguna: “Ha mucho tiempo que los ciudadanos inclinados al bien de la humanidad claman contra el antiguo y perjudicial abuso de enterrar los cadáveres en lo interior de los Pueblos, en donde forzosamente causan enfermedades a los vivos. El más superficial conocimiento de la Física es bastante a demostrar que los cuerpos muertos que se corrompen en los cimenterios públicos inmediatos a las casas de los habitantes, esparcen por el aire exhalaciones nocivas que vician la sanidad de él, y dejan en las personas la levadura (digámoslo así) de varias dolencias que no experimentarían si las sepulturas se alejasen de los parajes habitados para colocarlas en campos algo distantes de los muros que los cercan” (Mercurio, junio 1772).
Al año siguiente se resaltaban los aspectos más truculentos de una noticia que parecía acentuar la urgencia para sacar los enterramientos de los templos. En Saulieu (Borgoña), doscientas personas habrían fallecido al intoxicarse por los gases emanados de una sepultura que se abrió mientras varios niños se preparaban para la primera comunión. Para el redactor era éste un “terrible exemplo de la imprudencia que hay en infestar los templos, sepultando en ellos los cadáveres” (Mercurio, junio 1773). La información era también una advertencia a unos lectores habituados a presenciar los enterramientos en medio de otras celebraciones litúrgicas. La Gazeta comentó también la noticia en dos números y rectificó el número de víctimas (18 fallecidos a lo largo de varios días). Pero, sobre todo, la noticia sirvió también de pretexto para tomar postura ante un cambio en la práctica habitual: “Estos casos que el amor de la religión y de la humanidad nos obligan a referir, deben empeñar a los jefes de la jerarquía eclesiástica y de la administración política a reunirse para precaver semejantes infortunios” (Gazeta, junio y julio 1773). Desde 1772 y hasta abril de 1787 en que se promulgó la Real Cédula se sucedieron de manera dispersa, pero nunca interrumpida, las informaciones difusión LARRIBA, E. (1998), Le public de la presse en Espagne à la fin du XVIII e siècle (17811808), Paris, H. Campion. Sobre su interés en la difusión de conocimientos sanitarios, BURGOS DÍEZ, M., RIERA PALMERO, J. (1999), La medicina como noticia en la Gaceta de Madrid (17591787), Valladolid, Universidad de Valladolid.
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sobre enterramientos. Noticias sobre proyectos de cementerios en Milán (Mercurio, mayo 1772), se siguieron de otras sobre disposiciones legales y edictos en Modena (Gazeta, 9 agosto 1774), Altona (Mercurio, agosto 1775), París (Mercurio, febrero 1777), Florencia (Mercurio, abril, 1777 y abril 1784; Gaceta, 3 octubre 1783 y 6 abril 1784), Malta (Gazeta, 26 septiembre 1783), Nápoles (Mercurio, abril 1785) o Viena (Mercurio, febrero 1784). La intencionalidad de la información se traslucía en algunos comentarios que apenas si ocultaban la pretensión de generar una emulación parecida en España: “Aquí [Viena] se observa con el mayor rigor el Reglamento que prohíbe enterrar en poblado. Los herederos de un particular, cuyos bienes ascendían a más de 100.000 florines, ofrecieron poco ha 4.000 porque se les permitiese dar sepultura al cadáver en la bóveda de la parroquia; y, sin embargo, de su oferta, se les negó el permiso” (Mercurio, abril 1784). La Gaceta (6 y 20 febrero 1784) detallaba por su parte las disposiciones tomadas en Viena para determinar horarios, transporte y profundidad de la sepultura, y poco después la disciplina eclesiástica en los funerales que imponía el emperador José II, en la mejor tradición ordenancista del “Rey-Sacristán”.
Entre 1785 y 1787, cuando la publicación de la norma legal era ya inminente, las noticias sobre la situación en España se incrementaron en un intento que resultó fallido, para que cundiese el ejemplo entre las poblaciones e iniciasen la construcción de cementerios. Si el Mercurio debía fundamentalmente su información al Mercure de La Haya, cuyas noticias se ofrecían traducidas, la selección y aun el énfasis en temas como los enterramientos muestran la decidida intención propagandística de la publicación. Gazeta y Mercurio informaron de iniciativas casi irrelevantes, pero que por su valor simbólico y precursor intentaban conmover a la minoría lectora. Así, la construcción del cementerio del Real Sitio de San Ildefonso de la Granja en 1785 mereció una atención especial, no solo se informó de su inauguración y bendición por el arzobispo de Amida, sino que se reprodujeron también los nueve puntos de su Reglamento. En los meses siguientes se reseñaron las inauguraciones de cementerios fuera de poblado en algunas localidades dispersas de la Mancha (Yébenes, Villacañas), Andalucía (Cádiz, Lucena), Galicia (Viceso), o Extremadura (Bodonal). Se trataba en muchos casos de lugares con muy poco vecindario y sin ninguna significación (con la excepción de Cádiz y Cartagena) pero los únicos que se podían aducir para los fines que se buscaban 4. San Ildefonso (Gazeta, 22 noviembre 1785; Mercurio, febrero 1787); Yébenes (Gazeta, 7 marzo 1786); Villacañas (Mercurio, febrero 1987); Gazeta, 23 febrero 1787); Cádiz (Gazeta, 16 4
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Tenemos testimonios directos de que la información llegó a sus más significados destinatarios y que, por tanto, cumplieron los fines que los redactores y sus inspiradores buscaron. En las respuestas que los obispos diocesanos elaboraron entre 1781 y 1786 ante el requerimiento del Consejo de Castilla la mayoría se mostraban conocedores de las medidas que en Europa se estaban implantando y dos de ellos (el de Orense, el conservador Pedro Quevedo y Quintano y el de Solsona, el jansenista Rafael Lasala y Locela) hacían mención expresa de esa información periodística. En efecto, durante tres meses de enero a marzo de 1778 el Mercurio reprodujo la copiosa documentación generada en Turín donde tanto el rey Victor Amadeo, con el concurso del senado, como el arzobispo apoyaron en edictos y pastorales la creación de un cementerio. Mercurio y Gazeta vaciaron en sus páginas las minuciosas especificaciones establecidas (horario para la inhumación, características del carro de la conducción, actividad en la iglesia antes del entierro), en su afán por responder a las posibles preguntas de los lectores ante una reforma que afectaba tan profundamente al ritual y las costumbres funerarias 5. La significación propagandística de la Gazeta y el Mercurio, se hace todavía más evidente si la comparamos con el casi inexistente tratamiento informativo dado a este asunto por otras publicaciones independientes, que apenas contribuyeron con sus textos, en la década de 1780, a disponer la mentalidad de los contemporáneos para la reforma. Merece mención especial el Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, entre cuyas secciones fijas se encontraba un diario meteorológico y unas observaciones atmosféricas, médicas, quirúrgicas y epidemiológicas, que por su contenido no podían quedar al margen de los enterramientos en poblado. El Memorial se hizo eco en su sección de libros de la publicación de las obras de Azero y Bails, acompañándolas de una breve reseña de su contenido. Igualmente dio noticia pormenorizada de los concursos abiertos por la Academia de Bellas Artes para proyectos de cementerios entre 1784 y 1786, pero fue, sobre todo, después de la publicación de la Real Cédula cuando sus intervenciones en esta materia mostraron una mayor implicafebrero 1787); Lucena (Gazeta, 6 junio 1786), Viceso (Mercurio, febrero 1788, Gaceta, 8 febrero 1788); Bodonal (Mercurio, febrero 1787; Gazeta, 27 febrero 1787), Alcázar de San Juan (Mercurio, febrero 1787). 5 Sobre las posturas de los obispos ante la propuesta de reforma CARRERAS PANCHÓN, A., y GRANJEL, M. (2005), “Regalismo y policía sanitaria. El episcopado y la creación de cementerios en el reinado de Carlos III”, Hispania Sacra, 57 (116), 589-624.
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ción en la reforma. En esta línea se inscribe la publicación de un soneto adulatorio en honor de Carlos III conmemorativo de la publicación de la Real Cédula (octubre 1787). Así mismo publicó una amplia información sobre la inauguración del cementerio de Cardenote (Cuenca) resaltando que con este motivo se había podido enladrillar el suelo de la parroquia donde ya no se respiraba el hedor habitual (septiembre 1788). También reprodujo el Memorial (junio 1789) la Real Cédula de marzo de 1789 dirigida a recabar de los obispos americanos información sobre los enterramientos en sus diócesis, de manera análoga al procedimiento seguido en 1781, en la metrópoli. A pesar de su promulgación en los primeros meses del gobierno de Carlos IV, la Real Cédula tuvo su origen en documentación de la Secretaría de Indias reunida en el reinado anterior y puede considerarse en plena sintonía con las tesis miasmáticas que animaban a los legisladores de la década de los ochenta. Una publicación de tanta significación como el Correo de Madrid (o de los ciegos) permite desde su óptica más ajena a los intereses inmediatos del poder apreciar el lugar secundario que ocupaba en la atención del público el problema de los enterramientos 6. Su presencia en esta prensa más independiente es mucho más ocasional, y demuestra obviamente que la intención propagandística del poder y sus propias inquietudes e intereses llegaba aquí con mucha menos eficacia. Con todo el Correo reseñó la inauguración del emblemático cementerio de San Ildefonso y reprodujo un largo escrito de uno de sus corresponsales en que elogiaba la iniciativa del obispo de Seo de Urgel erigiendo un nuevo cementerio (Correo de Madrid, 10 de diciembre de 1788). El poder encontró en su pretensión por generar corrientes de opinión favorables a su propuesta inesperados apoyos. Así otra de las publicaciones periódicas el Diario curioso, erudito, económico, y comercial (28, 29 30 de mayo de 1787), en una larga carta en que se censuraba la antigua costumbre española de que las mujeres se sentasen sobre estrados o en el suelo y en que defendía la colocación de asientos en iglesias y teatros, llamaba la atención sobre el peligro de que las mujeres al sentarse sobre las sepulturas de las iglesias, percibiesen los efluvios de los cadáveres. El Diario llamaba a las mujeres “alquitaras vivientes [que] atraen y se apegan lo GUINARD (1973) pp. 413-479, recoge los temas (el papel de la nobleza, la educación de las mujeres, el cortejo a las damas, el clero, la actividad mercantil o industrial) que más atención merecieron a esta prensa más dirigida al ensayo que a la noticia o los avisos. 6
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más sutil y pernicioso de la tabes (sic) o podredumbre humana cuando está hirviendo en el cadáver”. Por supuesto el diarista se mostraba partidario de los cementerios en despoblado, pero lo significativo es que esa insólita denominación de “alquitaras vivientes” la repetía al mes siguiente el ya citado Correo de Madrid (7 y 14 de julio de 1787) en una evidente muestra de cómo la difusión de conceptos y sentimientos encontraba una recepción favorable en la prensa afín sin requerir una intervención directa del poder. Junto a esta utilización de la prensa periódica, la minoría de golillas más decididamente comprometidos en la reforma recurrió a la edición de publicaciones de muy diversa naturaleza y autoría para difundir la conveniencia de la construcción de cementerios. Aquí únicamente nos referiremos a su significación propagandística sin referirnos a sus contenidos doctrinales. La función propagandística de la información de Gazeta y Mercurio se reforzó desde el Informe dado al Consejo por la Real Academia de la Historia (Madrid, 1786) que empleaba las noticias de las inauguraciones de cementerios proporcionadas por la Gazeta, como testimonio de la aceptación en muchos lugares de la reforma en materia de enterramientos. Uno de los redactores del Informe fue el anticuario de la corporación José Guevara Vasconcelos que trabajaba desde 1780 como traductor para la Gazeta. El papel omnipresente de Campomanes, director de la Academia, impulsor de la medida y protector de algunos de los más decididos propagandistas de la reforma, cierra uno de tantos círculos en que información y propaganda, se entrecruzan y los textos se confirman mutuamente en la pretensión de alcanzar el mismo final. La edición impresa del Memorial ajustado (...) sobre establecimiento general de cementerios (Madrid, 1786) reunió casi toda la documentación recogida por el Consejo de Castilla y constituyó, en esta misma línea de actuaciones, el más riguroso intento para dar a conocer a quienes tendrían que imponer la norma —intendentes, corregidores, obispos— la fundamentación de la decisión real. La Noticia del establecimiento y uso del cementerio extramuros del Real Sitio de San Ildefonso (Madrid, 1787) se acompañaba del reglamento por el que se regían la conducción y los enterramientos, del plano del recinto y de un grabado rudimentario pero bastante fiel del entorno que rodeaba el cementerio. Las dos ediciones del breve folleto, en 1787 y 1790, y las noticias aparecidas en la prensa periódica muestran un interés propagandís-
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tico más que justificado: fue el propio Carlos III quien eligió el lugar de emplazamiento e intervino personalmente en la elaboración de su reglamento 7. En un nivel más alejado de los núcleos de poder —Secretarías de Estado, Padre Confesor, Consejo de Castilla— se encontraban personajes que por afinidad ideológica o doctrinal mostraban una mayor sensibilidad ante el problema de los enterramientos. Fue el caso del médico y sacerdote Bruno Fernández cuya Disertacion físico-legal de los sitios, y parages, que se deven destinar para las sepulturas (Madrid, 1783), redactada en 1776 mereció una dura crítica tanto del Protomedicato como de la Academia de la Historia que se opusieron a su publicación. Sólo en 1783 en un programa de actuaciones públicas dirigidas a crear una opinión favorable hacia un tema emocionalmente delicado el propio Floridablanca remitió a Campomanes como Gobernador del Consejo licencia para que se procediese a la publicación del libro de Fernández. La Disertación es, sin duda, la monografía más importante de las publicadas por un médico español relacionada con los cementerios, pero su contenido manifiesta las deficiencias de conocimientos y argumentación que le criticaron sus censores. Una situación análoga se produjo en torno al carmelita y catedrático de griego en Alcalá, Miguel de Azero y Aldovera. Azero quien pertenecía a una de las órdenes religiosas de más acusado regalismo y cuyo Tratado de los funerales y de las sepulturas, (Madrid, 1786) que dedicó a Floridablanca fue reseñado en la prensa periódica. Desde el derecho canónico y la liturgia Azero defendía los cementerios y su libro mereció también el refrendo elogioso del Informe de la Academia 8. En mayor cercanía con el poder ilustrado y en especial sintonía con el conde Campomanes se encuentran tres autores claves en el propósito de difundir la reforma en materia de enterramientos. El primero de ellos fue el matemático Benito Bails quien tradujo el libro de Ribeiro Sanches de 1756 con el título Tratado de la conservación de la salud de los pueblos y consideraciones sobre los terremotos (Madrid, 1781) y publicó poco después las Pruebas de ser contrario (...) á la salud de los vivos enterrar los difuntos en las iglesias y los poblados (Madrid, 1785), traducción a su vez del 7 El cementerio disponía de una capilla y se encontraba junto a la casa de pulimentos de cristales; se cerró en 1796 pero se volvió a abrir en 1830 y es uno de los escasos cementerios ilustrados que todavía se conserva. 8 En la portada figura por errata 1736 como el año de edición que ha de corregirse según las referencias internas del texto y las reseñas aparecidas en la prensa periódica.
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Essai seu les lieux et des sépultures, (Paris, 1778) de Vicq d’Azir y donde incluyó además algunas publicaciones españolas. Su obra ha sido analizada con bastante pormenor en algunos estudios recientes a los que remitimos 9. Bails se nos presenta, conforme avanzamos en el conocimiento de sus trayectoria, como una figura clave en el proceso de difusión de la información tendente a imponer el cambio en los hábitos funerarios; redactor del Mercurio (desde 1765 percibe una retribución como traductor) a él hay que atribuir la intensa atención de la publicación a los enterramientos. Algunos de los textos recogidos en el Mercurio, como la pastoral del obispo de Turín, los incorporó posteriormente a sus traducciones. Todas sus publicaciones fueron anunciadas en la prensa periódica gozando así de una publicidad a la que no fueron ajenas ni su vinculación al poder ilustrado ni su perfecta adaptación al entramado intelectual madrileño. En Antonio Ponz encontramos otro de los propagandistas más caracterizados de las reformas ilustradas. Su Viage de España (Madrid, 17721794) era un inventario de antigüedades pero también un elogio de todas las innovaciones en obras públicas, poblamientos y plantíos. Secretario de la Academia de Bellas Artes, donde tenía a Bails como subordinado, correspondiente de la Academia de la Historia, su vinculación ideológica y clientelar a Campomanes le mantuvo siempre en la mejor sintonía con el poder ilustrado En fecha tan temprana como 1776, en la primera división del tomo V de su Viage de España, mencionó Ponz las disposiciones que en Italia, Francia y Alemania se estaban tomando para llevar los enterramientos fuera de las iglesias. Pero la más decidida manifestación de Ponz a favor de los cementerios la hizo en el volumen XIV de su Viage aparecido al año siguiente de la promulgación de la Real Cédula donde incluía una “Carta de cierta persona a un amigo suyo sobre la erección de cementerios” que constituía todo un programa de actuaciones canónicas, urbanísticas, sanitarias, arquitectónicas y estéticas para construir cementerios que dejasen satisfechas todas las demandas de la población. El autor de esta carta no fue otro que Gaspar Melchor de Jovellanos, en esos años en la órbita política y amistosa de Campomanes, y uno de los redactores del Informe de la Academia de la Historia que resultó definitivo para la fundamentación 9 CALATRAVA, J. A. (1991), “El debate sobre la ubicación de los cementerios en la España de las Luces: la contribución de Benito Bails”, Espacio, Tiempo y Forma. Serie 7. Historia del Arte, 4, 349-366; GIMÉNEZ LÓPEZ, E. (1998-1999), “La exhalación de la muerte. La aportación del matemático Benito Bails a la polémica sobre los cementerios en el siglo XVIII”, Revista de Historia Moderna, 17, 113-146
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canónica e histórica de la reforma. El excepcional interés de su propuesta y las vicisitudes de su redacción no pueden ocultar la intención propagandística que representaba elegir el Viage de España como vehículo para la difusión de su proyecto 10. José Molina Lario y Navarro, obispo de Málaga, fue uno de los prelados del Setecientos más integrados en el proyecto de reformas y mejoras sociales y urbanísticas de la Ilustración. Obispo de Albarracín (1765), en 1774, promulgó una extensa pastoral que constituía un panegírico descarado del Discurso sobre el fomento de la industria popular de Campomanes y en 1776 fue promovido a la sede de Málaga, una de las más ricas de España. Su rapidez para asumir cuantas propuestas elaboraba el poder ilustrado se evidenciaba en su carta pastoral de 1781, donde rebatía las objeciones que pudiesen hacerse a la reforma y demostraba su habilidad para hacerse notar ante los gobernantes aun en iniciativas de las que no había sido protagonista 11. El carácter pionero de esta pastoral y la significación política del obispo malagueño, dieron al escrito una relevancia que trascendió los límites de su diócesis y distancia su escrito de la copia de pastorales y edictos promulgados desde la obsequiosidad episcopal con el poder tras la promulgación de la Real Cédula. Así, fue recogido en el Informe de la Academia de la Historia, potenciador de todas las iniciativas propagandísticas, y en la Nueva instancia a favor de los Cementerios contra las preocupaciones del vulgo (Pamplona, 1792) elaborada con los mismos fines divulgativos por el capuchino y socio de la Real Sociedad Aragonesa, Ramón de Huesca, un epígono tardío de la campaña propagandística que ante la reforma de los enterramientos alentó el gobierno ilustrado de Carlos III.
10 Sobre la propuesta de Jovellanos en esta materia, desconocida hasta ahora por la historiografía, remitimos a nuestro estudio “Jovellanos y Ponz: la definición del cementerio como espacio civil”, de próxima publicación. 11 MOLINA LARIO Y NAVARRO, J. (1781?), Carta Pastoral. A todos nuestros súbditos, tanto Eclesiásticos, como Seculares, S. L., S. A. Sobre su significación en el panorama eclesiástico CARRERAS PANCHÓN, Granjel (2005), pp. 618-619.
ANÁLISIS DE LOS REGISTROS OFICIALES DE LA EPIDEMIA DE CÓLERA DE 1885 EN TUDELA Pilar Sarrasqueta Sáenz Coordinadora, Unidad Docente de Medicina Familiar y Comunitaria de Navarra
Pilar León Sanz Profesor Agregado de Historia de la Ciencia, Departamento de Humanidades Biomédicas, Facultad de Medicina, Universidad de Navarra
Introducción Este trabajo forma parte de una investigación sobre la epidemia de cólera de 1885 en Navarra (25 de julio al 8 de noviembre) 1. Pretende analizar los registros de fallecidos e invadidos que se conservan de la epidemia de cólera sobrevenida en Tudela, con el fin de estimar su alcance y aclarar las divergencias que hemos encontrado en los diversos registros. En Tudela, al igual que en toda España, se propagaron rumores sobre ocultación y manipulación de las cifras 2. Para evitarlos, el Boletín Oficial de la Provincia de Navarra publicó una circular del ministro de la GoberSon escasos los estudios que tratan sobre la tercera epidemia de cólera en Navarra (1885). Entre ellos: ORTA RUBIO, E. (1986), “Centenario de una crisis demográfica: El cólera de 1885 en Navarra”, Príncipe de Viana. Anejo 4, 79-91; ANAUT BRAVO, S. (1985), “Siguiendo las huellas del último brote de cólera en Pamplona (1885)”, Estudios de Ciencias Sociales, UNED, Pamplona, 150-161; CAMPO VIDONDO, J. M., y GASTÓN AGUAS, J. M. (1993), El cólera en Navarra. Peralta, un ejemplo, Tafalla, Altaffaila Kultur Taldea, 98; MARTÍNEZ LACABE, E. (2004), Violencia y muerte en Navarra: guerras, epidemias y escasez de subsistencias en el siglo XIX, Pamplona, Universidad Pública de Navarra, p. 554. 2 Así, en el diario Lau-Buru de 2 de agosto 1885 leemos: “no ha podido menos de llamarnos la atención el que los periódicos de Tudela a lo menos uno de ellos que tenemos a la vista, al copiar los datos que nosotros publicamos de las invasiones y defunciones ocurridas en la provincia omite los relativos a aquella ciudad”. 1
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nación en la que encarecía que el seguimiento se hiciera con rigurosa exactitud 3. Sin embargo, no parece que se cumpliera ese mandato si atendemos a testimonios posteriores de la prensa local 4. Por su parte, la Memoria del Congreso Científico Médico Navarro celebrado en 1886 en Tafalla y dedicado a esta epidemia reconocía que “algunas de estas cifras se diferencian bastante de las del Estado Oficial. En Tudela, Ucar, Eneriz y algunos otros puntos, las cifras de mortalidad o de invasiones discreparon mucho, diferencias que en Tudela es nada menos que de 94 defunciones” 5. Al contrario de lo sucedido en epidemias anteriores, del año 1885 contamos con numerosos datos estadísticos. El análisis de los registros de Tudela tiene interés para calibrar las dimensiones de la tragedia ocurrida, valorar las acciones de lucha emprendidas contra ella; y, sobre todo, para explicar la disparidad de números que arrojan los registros. En el caso de Tudela, la epidemia se extendió entre el 25 de julio y el 26 de septiembre de 1885. El número de fallecidos a causa de la epidemia oscila de los 259 registrados por el Instituto Geográfico Estadístico, a los 364 de los impresos 1-E de la estadística diaria. Esta disparidad en cifras registradas también ha sido descrita en las epidemias de cólera de otras localidades como Santander 6, Valladolid 7, etc. 8
3 Boletín Oficial de la Provincia de Navarra (BOPN), 17 junio 1885 (147). Allí se determina que se harán públicos los partes oficiales de la epidemia en la Gaceta Sanitaria, a partir del 10 de julio: ”La publicidad de las alteraciones que sufra la Salud Pública hecha con rigurosa exactitud contribuirá a mantener la confianza de un lado y hacer imposibles de otros falsos rumores que difundan injustificados alarmas que puedan perturbar la conveniente serenidad de los ánimos y ocasionar alteraciones sensibles en los intereses que constituyen la vida y riqueza de la nación”. 4 Por ejemplo, Lau-Buru del 25 noviembre 1885, en un artículo titulado “El cólera del año próximo” afirmaba: “las invasiones por el cólera este año han sido contestadas con la muerte de cinco mil personas, oficialmente contadas, que en realidad deben ser lo menos ciento cincuenta mil”. 5 Congreso Médico-Regional de Navarra (1886), Memoria científico-descriptiva, Pamplona, Imprenta provincial, p. 84. 6 MAESTRE SÁNCHEZ, A. (1985), El cólera en Santander. La epidemia del año 1834, Santander, Ayuntamiento de Santander, Puertochico, p. 329. 7 LLORENTE DE LA FUENTE, A. (1993), La epidemia de cólera de 1885 en Valladolid, Salamanca, Universidad de Valladolid, pp. 59-60. 8 FERNÁNDEZ SANZ, J. J. (1990), 1885: El año de la vacunación Ferrán. Trasfondo político, médico, sociodemográfico y económico de una epidemia, Madrid, Centro de Estudios Ramón Areces, pp. 259-265.
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Los registros Hemos estudiado los registros específicos de la epidemia colérica en Tudela: los Partes Facultativos; el registro del Instituto Geográfico Estadístico (IGE); y los impresos 1-E de cumplimiento diario y 3-E, mensuales. Así como los registros administrativos civiles y religiosos ordinarios (los Partes judiciales de defunciones, el Registro municipal de defunciones y los Libros parroquiales de difuntos). En cambio, no hemos tenido en cuenta el Registro de Prestaciones que sólo consignó el nombre y apellidos de los varones pobres fallecidos en Tudela a consecuencia de la epidemia 9.
Los registros específicos de la epidemia La Circular enviada por Silvestre Goicoechea, presidente de la Excelentísima Diputación, el 7 de agosto de 1885, a los Sres. Alcaldes de la provincia, recomendaba la elaboración de una estadística sobre la epidemia, aunque reconocía las dificultades asociadas a la empresa: “Si la Estadística aplicada al estudio de determinados problemas sociales no ha dado casi nunca los resultados que se esperaban, quizás se debe en primer término a que las personas encargadas de recoger y ordenar los datos necesarios, o no son peritas en el asunto, o aunque lo sean, tienen forzosamente que prescindir de vivir sobre el terreno donde han de recogerse los elementos indispensables para que pueda resultar una verdad lo que se estudia. Figura en segundo término la indiferencia con que se mira esta clase de investigaciones...”.
Esta indiferencia también se advierte en el ámbito gubernativo navarro, ya que la formación de una estadística se requiere el día 7 de agosto, cuando la epidemia había sido declarada oficialmente trece días antes. Como veremos, los diversos registros específicos de la epidemia se complementan porque unos informan sobre fallecidos, otros sobre invadidos y otros terceros sobre ambos. Además, algunos recogieron los datos Se hizo para dar cumplimiento al Real Decreto de 21 de agosto de 1885, que reguló una suscripción popular a favor de las familias pobres de la provincia que quedaron en la indigencia por causa del cólera. 9
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durante la epidemia, mientras que otros se recopilaron meses después de que la epidemia estuviese erradicada. A este último grupo pertenece el registro del Instituto Geográfico Estadístico (IGE) al que prestaremos especial atención porque se refiere al número de invadidos y fallecidos; tuvo en cuenta los Partes de los facultativos; y fue incluido en las publicaciones oficiales posteriores de la Gaceta Sanitaria o el Boletín Estadístico Sanitario Demográfico 10.
Los Partes Facultativos Se han conservado todos los Partes emitidos por los facultativos que trabajaron desde el día 30 de julio, hasta el 26 de septiembre. Facilitan información diaria (nombre, apellidos, edad, profesión, calle y número) de los invadidos, atendidos en su domicilio. Los Partes Facultativos están encabezados por el siguiente texto: “El que suscribe profesor de Medicina y Cirugía da cuenta al Sr. Alcalde que durante las 24 horas últimas ha asistido a los siguientes sujetos invadidos del cólera morbo”. Van fechados y firmados. En algunos Partes, junto al nombre del afectado, figura entre paréntesis la inscripción “duplicado con” seguido del nombre de otro médico. También se dio el caso de que los facultativos anotaban al mismo paciente en diferentes días, apareciendo “duplicado Dr. ... día...”. Faltan los nombres de algunos invadidos anotándose el nombre del esposo (Sra. de), el del padre (niña de), o bien utilizando el apodo o el nombre familiar por el que era conocido. Se observan tachaduras y es frecuente que la información esté incompleta. Así, por ejemplo, en algunos se anota el nombre y parece que se desconoce el apellido, ya que figura un garabato; en otro consta únicamente “N”; en el parte del 5 de agosto figuran dos domicilios (Magdalena 12 y Caldereros 12) pero no los nombres. El número de invadidos contabilizados en los Partes, una vez depurados los duplicados y los triplicados alcanza los 843 sujetos. Gaceta Sanitaria, 7 de abril de 1886; Cólera morbo asiático en España durante el año 1885 (1887), Boletín Estadístico Sanitario Demográfico (IV), Apéndice, Madrid, Establecimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra. 10
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Estado diario modelo núm. 1-E Estadística de epidemias; modelo núm. 3Estadística Mensual de epidemias En 1858 se estableció la obligación de remitir al Ministerio de Interior la estadística quincenal del estado de la Salud Pública. Cuando se declaraba una epidemia, esta vigilancia se hacía a diario cumplimentando el impreso modelo l-E y el modelo núm. 3-E, de carácter mensual. Así consta en los impresos Estadísticas de epidemias: “Verificada la epidemia en la localidad, se remitirá diariamente el presente parte, sin excusa ni pretexto alguno, bajo la más severa y estrecha responsabilidad del Alcalde, al Gobierno de provincia, aun cuando en algunos días no haya casos ni defunciones que señalar, consignando entonces la palabra Nada, hasta que por la superioridad se ordene la suspensión de la formación del parte, por desaparición de la epidemia en toda la comarca. Del presente parte deberá quedar diariamente un ejemplar en la Secretaria del Ayuntamiento, como minuta de los datos comunicados durante las epidemias”.
El modelo 1-E informa del número, sexo y grupo de edad de los atacados; y, en el caso de los fallecidos, se añade la profesión. Va firmado por el Alcalde y el Secretario Municipal. Se conservan los originales del Estado diario modelo l-E desde el día 25 de julio hasta el 3 de octubre, salvo el correspondiente al 26 de julio. En los emitidos desde el 25 de julio hasta el 18 de agosto, coincide el número de atacados con el de fallecidos. A partir de esa fecha se corrige el error. La cifra final de atacados es de 438 y la de fallecidos, 364. El modelo 3-E, Estadística mensual de los atacados, se inició el 25 de julio y terminó el 27 de septiembre. Contabiliza los inscritos en los Partes Facultativos, aunque excluye los duplicados o triplicados. Después de la corrección de errores en las sumas de tres días (1, 3,10 de agosto) se alcanza la cifra de 843 invadidos. Contamos también con el borrador del impreso de Estadística mensual de fallecidos del período comprendido entre el 1 de agosto y el 19 de septiembre. Ignoramos las razones por las que no se cumplimentó este impreso durante todo el período que duró la epidemia. En total contabiliza 341 fallecidos.
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Registro del Instituto Geográfico Estadístico A finales de 1885, la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico, dependiente del Ministerio de Gobernación, acordó la creación de “una estadística comprensiva de las invasiones y defunciones ocasionadas por la última epidemia colérica en cada uno de los ayuntamientos en que ha sido declarada oficialmente”. Navarra encargó su realización a la sección de Trabajos Estadísticos. A través de Circulares publicadas en el Boletín Oficial de la Provincia de Navarra 11 se exhorta a los Sres. Alcaldes de los ayuntamientos que fueron invadidos por el cólera a: “1. Que remitan a esta oficina en el plazo marcado de ocho días el cuadro cuyo modelo se inserta; 2. Que procuren en cuanto sea posible la mayor cantidad de datos para su confección, bien oyendo a los Sres. Médicos o bien investigando entre el vecindario, los detalles y circunstancias que se reclaman y que este Centro comprende fue imposible de adquirir en los angustiosos momentos en que la epidemia se cebaba en las localidades en que entró; 3. Que la numeración que aparece en la primera casilla del estado de referencia se contrae al número de invasiones que hubo en cada día, debiéndose expresar en las restantes las demás condiciones pedidas, si es posible, o en su defecto indicar en la casilla de observaciones la imposibilidad de adquirirlas y sus causas”.
Se solicitaba la formación de un estado para los coléricos asistidos en sus domicilios y otro para cada uno de los hospitales. Con fecha 14 de diciembre de 1885, el Alcalde de Tudela convocó a los facultativos que habían visitado enfermos coléricos. Con los datos aportados (los Partes Facultativos) se elaboró un registro domiciliario. El registro mantiene el formato original de la circular publicada en el BOPN y consta de 8 páginas tamaño pliego, con interlineado, escritas a mano y a doble cara y se refiere a los atacados entre los días 30 de julio y 4 de octubre. Aporta los siguientes datos: fecha de invasión, edad, sexo, estado civil, profesión, la fecha de su curación o muerte y observaciones. La Circular del Boletín Oficial de la Provincia de Navarra no exigía el registro nominal de los casos, pero en Tudela y dado que se disponía de esta información se escribió el nombre y apellidos de los afectados en la casilla de observaciones. El estudio de este apartado revela que en cuatro invadidos se omitió el apellido, cinco mujeres y tres niños figuran como “esp. de” 11
BOPN, 9 de diciembre de 1885, (69).
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“Sra. de” o “N de” seguido del nombre del esposo o padre en lugar del suyo propio. De estos, se ha podido averiguar el nombre de tres de las fallecidas, por lo que se constató que se habían duplicado, puesto que también habían sido inscritas con su nombre; hay tachaduras y otros diez afectados se inscriben dos veces. La cifra total de invadidos asciende a 812; consta fecha de fallecimiento en 259 y de curación en 16. En Tudela no se confeccionó un registro hospitalario según las normas de la Circular. La ciudad contaba con tres hospitales (el ubicado en el antiguo convento de Dominicos, el de Ntra. Sra. de Gracia y el de Griseras), sin embargo, los enfermos de cólera ingresaron sólo en el de Dominicos 12. Se ha conservado únicamente un registro que lleva por título: “Estado de los enfermos que han ingresado en el Hospital de coléricos de esta ciudad” que consta de dos pliegos escritos a mano, la fecha de inicio del registro es el 26 de julio y termina el 18 de agosto. Informa del ingreso y salida (día, mes, año y razón), del paciente (nombre y apellidos), naturaleza (pueblo y provincia), edad, estado, profesión, nombre de los padres y su naturaleza (pueblo y provincia). Las inscripciones están completas salvo una del 6 de agosto, en la que no figura el apellido. Según estos registros, la cifra de ingresados por cólera asciende a 58; en 14 de ellos consta que fallecieron y en 12, que fueron “alta”.
Los registros administrativos Los registros administrativos civiles y religiosos ordinarios que se realizaron en Tudela en 1885 proporcionan una valiosa información sobre los fallecidos durante la epidemia de cólera.
Partes Judiciales El Juzgado Municipal de Tudela emitió, dirigido al Ayuntamiento, un parte diario que comprendía la relación nominal de defunciones ocasiona12 El Hospital Ntra. Sra. de Gracia se opuso al ingreso de coléricos y el de Griseras estaba en construcción y fue entregado el 8 de septiembre, cuando terminaba la epidemia.
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das por cólera desde las cinco de la tarde del día hasta igual hora del día siguiente. Se conservan todos los partes emitidos y firmados por el Juez, desde el 26 de julio hasta e1 18 de octubre. La cifra de fallecidos según estos partes es de 351.
Registro Municipal de Defunciones Las inscripciones del Registro Municipal de Defunciones informan sobre la fecha y hora del óbito; nombre y apellidos; edad; estado civil y el nombre del esposo/a en el caso de casados/as y viudos/as; profesión; la enfermedad que ha causado su muerte; testamento; domicilio (calle y número); lugar donde fue enterrado; nombres y apellidos de los padres y lugar de nacimiento; así como la profesión del padre. Hemos revisado todas las hechas desde el primer fallecido por cólera el 24 de julio hasta el último, a mediados de noviembre 13. En general está bien cumplimentado, aunque, en ocasiones, no hay correspondencia entre el orden de inscripción y el cronológico; y también hemos encontrado errores de infrarregistro: en tres fallecidos, no figura el diagnóstico y en 35 casos se inscribió como causa de muerte otras enfermedades como irritación enteral, o en el caso de los niños, erupción dentaria 14. En las fechas oficiales de la epidemia fueron inscritos en el Registro 352 tudelanos, fallecidos con el diagnóstico de cólera.
Libros parroquiales de difuntos Se han consultado los libros de difuntos correspondientes al año 1885 de las tres parroquias de Tudela: Santa María la Mayor Catedral, Santa María Magdalena y San Jorge 15. Están bien cumplimentados y aportan
13 En esa fecha hubo un rebrote que se cobró la vida de dos personas. El último registro corresponde a un soldado del batallón Numancia, que se albergaba en el Cuartel de Tudela. Falleció el 15 de noviembre. 14 Lorenza Emparanza fallecida el 24 de julio figura en el Libro parroquial de difuntos de San Jorge como segundo caso de cólera y se anota que es un caso judicial, etc. Situación similar es descrita en otras localidades. Cf. FERNÁNDEZ SANZ (1990), pp. 262-264. 15 De Santa María la Mayor Catedral: Difuntos, Libro 5 y 6471/3-4 y párvulos; Santa María Magdalena, Libro 5487/5; San Jorge, Libro 3453/6 y Libro 2 454/6.
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comentarios adicionales sobre la familia y posición social del fallecido. Del estudio se obtiene que la cifra de fallecidos durante las fechas de declaración oficial de la epidemia es de 346. El siguiente cuadro muestra los invadidos y fallecidos por la epidemia de cólera de 1885 en Tudela recogidos en los diversos registros aquí comentados: Registro
Invadidos
Fallecidos
Partes Facultativos
843
Mod. núm. 1-E, Estadística Diaria
438
364
Mod. núm. 1-E, Estadística Mensual
843
341
Instituto Geográfico Estadístico
812
259
58
14
Estado Hospitalario Partes Judiciales
351
Registro Municipal de Defunción
352
Libro Parroquial de Difuntos
346
Análisis de las diferencias encontradas en los registros La comparación entre los registros nominales ofrece algunas dificultades: en primer lugar, por la falta de uniformidad en la inscripción del nombre del afectado. Por ejemplo, hay una afectada que figura con los nombres de Petra, Ángela y Josefa Beltrán, según el registro; lo mismo ocurre con los nombres compuestos, que constan completos o incompletos (María Lerma o María Saleta Lerma); hay nombres que semejan apellidos (María Santos Zapater; Santos Zapater); otros se han registrado por el nombre del padre o del esposo; o bien aparecen inscritas tanto con el nombre por el que se les conocía en la vida religiosa (Sor Paulina del Rosario) o con el civil (Paulina lribertegui). Aunque no son muchos casos, hace que los datos finales varíen. Otra de las razones que justifican las diferencias en las cifras son las fechas consideradas en cada uno de ellos. Algunos se refieren a las fechas oficiales de la epidemia, mientras que en otros casos incluyen a todos los afectados.
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La falta de instrucciones claras sobre cómo debían cumplimentar los apartados solicitados también dio lugar a errores como el cometido en el modelo núm. 1-E, que iguala invadidos con fallecidos. Además, han sido observados fallos en la suma de los invadidos en los borradores del modelo 3-E. En los Partes Facultativos son frecuentes las duplicaciones y es fácil de suponer, aunque no de verificar, que se produjeran olvidos, achacables al gran número de atendidos a diario y a lo largo de varios días. Poco se puede decir en cuanto a la fiabilidad del diagnóstico de la causa de la muerte. A esta cuestión se referían los médicos en el Congreso de Tafalla: “más fácil nos es considerar que la época en que suele desarrollarse la epidemia, es abonadísima a los catarros gastro-intestinales, y que la parte moral del pueblo por un lado, y el criterio diagnóstico del facultativo por otro, vienen a dar por resultado final una estadística favorable o adversa. De aquí la desproporción considerable que se nota en la estadística de invasiones y defunciones y el que en el examen comparativo de unas localidades con otras, se pueda pensar que las invasiones coléricas revistieron en unas el carácter de la más ligera infección telúrica y en las otras el de la más terrible intoxicación, producida por el más mortífero de los venenos” 16.
Se han encontrado casos de fallecidos diagnosticados de cólera en un registro y de otra enfermedad o sin diagnóstico, en otros registros 17. Sin duda, el error de mayor trascendencia se cometió en la elaboración del registro del Instituto Geográfico Estadístico y se debió a que utilizaron como fuente única los Partes Facultativos que informaban sobre los coléricos que habían sido atendidos, sin contar los que fallecieron sin recibir asistencia, que aparecían en los registros de mortalidad. Además, el registro del IGE solicitaba la fecha de fallecimiento que no figuraba en los Partes Facultativos. Conforme a las exhortaciones de la Circular del 14 de noviembre de 1885, se “oyó” a los facultativos para compensar esta deficiencia. Tras la consulta, la cifra de fallecidos fue de 258 lo que contrasta con los 352 inscritos en el Registro Municipal de Defunciones. Esta diferencia se explica
Memoria del Congreso Médico-navarro (1886), p. 118. Ejemplo de lo aludido es el caso del parte facultativo emitido por el Dr. Francisco Salazar el 14 de agosto que dice: “Las dos últimas fueron entradas sin haber sido reconocidas por médico en vida de estar atacadas del cólera morbo”. 16 17
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también porque 57 de los fallecidos no habían recibido asistencia médica y, por tanto, no figuran en los Partes de facultativos y los otros 36 habían sido inscritos como invadidos, pero no constaba su fallecimiento. Podemos concluir que, aunque los datos puedan dar la impresión de que hubo una manipulación tendente a disminuir la mortalidad por cólera. Un análisis más pormenorizado demuestra que la diferencia en las cifras de los registros se debe más bien a los errores en la cumplimentación de los impresos. En ello influyeron diversos factores como la escasez de tiempo de la que dispusieron los facultativos y los funcionarios, la falta de una metodología y la heterogeneidad de datos que precisaba cada registro. El análisis minucioso de los registros conservados nos sugiere que la cifra de invadidos debió de ser cercana a los 866 (los 843 comunicados en los Partes Facultativos más los 23 del registro hospitalario, ya que consta que acudieron directamente a ingresar), siendo los fallecidos, alrededor de 350.
EUGENESIA Y MEDICINA SOCIAL EN DIEGO GUIGOU Y COSTA (1861-1936) 1 María José Betancor Gómez Profesora Titular, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX fueron testigos de un interés especial por la infancia y por la enorme mortalidad infantil. La idea de que la disminución de la población infantil era muy negativa, convirtió la protección de la salud de los niños en una cuestión que interesaba a toda la sociedad, y que reportaba beneficios, incluso económicos. En España, la medicina social de la infancia se había visto reforzada por los planteamientos regeneracionistas, tan en boga a partir de 1898, que en la cuestión demográfica eran decididamente poblacionistas. Unido a todo ello, la conciencia de “degeneración de la raza”, que fue lugar común entre los pediatras de principios del siglo XX. Los médicos, entre ellos de forma muy especial los pediatras, aparecían como legitimados para salvar la raza, muchos de ellos apoyando la “regeneración” médico-biológica que parecía ofrecer la doctrina eugénica. Así, la medicina social conecta con una actitud eugénica que se inclina a las acciones de control social de la higiene de la maternidad y del niño 2. Un reflejo importante de la gran conexión existente en España entre la medicina social y la eugenesia, es que entre las figuras de la intelectualidad española que aprueban, en enero de 1919, el Acta de Constitución del Ins1 Trabajo realizado en el marco del Proyecto BHA 2002-00588 financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología. 2 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1985), “Aspectos sociales de la pediatría española anteriores a la Guerra Civil (1936-1939)”, en PESET, J. L. (ed.), La Ciencia Moderna y el Nuevo Mundo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Sociedad Latinoamericana de Historia de las Ciencias y de la Tecnología, pp. 443-460, pp. 446-448.
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tituto Español de Medicina Social, está el eugenista y pedagogo Luis Huerta Navas; además, la primera publicación del Instituto, la Cartilla Popular de Medicina Social, fue redactada por Luis Huerta y por el promotor del Instituto, el Dr. Aguado Marinoni 3; por otro lado, el Instituto tuvo entre sus corresponsales americanos, a algunos de los más importantes eugenistas latinoamericanos 4. Dentro de nuestra línea de investigación de la eugenesia en Canarias, y como parte de ella, la introducción de las ideas evolucionistas y eugénicas, nos hemos propuesto estudiar si estas ideas influyeron en los médicos canarios dedicados a la atención de los niños. En este propósito, pretendemos evidenciar que las ideas sobre eugenesia del médico tinerfeño Diego Guigou y Costa (1861-1936), no estaban separadas de su preocupación por los problemas médico-sociales. El Dr. Guigou tenía preocupación por la “degeneración de la raza”, que como hemos afirmado, era frecuente entre los pediatras españoles de principios del siglo XX. Durante toda su vida profesional tuvo interés por la medicina social. Además de una obra divulgativa, dedicada a la higiene infantil, Los niños canarios. Ensayo de higiene regional infantil consagrado especialmente a las madres de familia 5, había publicado otros trabajos dedicados a temas de medicina social como alcoholismo, lactancia, trabajo infantil, mortalidad infantil, etc.; pero sería en 1916 cuando lee un Discurso sobre Eugenesia en la sesión inaugural de la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife 6; cuestión importante si tenemos en cuenta que el Primer Congreso Internacional de Eugenesia había tenido lugar en Londres sólo cuatro años antes, y que personalidades de la eugenesia española, como Andrés Martínez Vargas y Luis Huerta 3 ÁLVAREZ PELÁEZ, R. (1988a), “El Instituto de Medicina Social: primeros intentos de institucionalizar la eugenesia”, Asclepio, XL-1, 343-358, p. 343. El Instituto fue promovido en 1918 por dos médicos, Antonio Aguado Marinoni y Cesar Juarros; Aguado Marinoni escribió una carta abierta a Juarros en El Siglo Médico proponiendo su creación, idea muy bien aceptada por Juarros en una contestación publicada en el mismo medio. Véase ÁLVAREZ PELÁEZ, R. (1999), “La eugenesia española a lo largo del siglo XX”, en ROMEO CASABONA, C. M. (ed.), La eugenesia hoy, Bilbao-Granada, Cátedra Interuniversitaria, Fundación BBV, Diputación Foral de Bizkaia, de Derecho y Genoma Humano, pp. 87- 121, p. 110. 4 ÁLVAREZ PELÁEZ, R. (1999), p. 111. 5 GUIGOU Y COSTA, D. (1907), Los niños canarios. Ensayo de higiene regional infantil consagrado especialmente a las madres de familia, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta y Litografía de Ángel C. Romero. 6 GUIGOU Y COSTA, D. (1916), Discurso leído en la sesión inaugural del año 1916 por el Académico numerario Dr. D. Diego Guigou y Costa, Santa Cruz de Tenerife, El Comercio.
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Navas hacían públicos, en los mismos años, planteamientos similares a los de Guigou. Diego Guigou y Costa obtiene la Licenciatura en Medicina y Cirugía en 1887 en la Universidad de Cádiz 7. En 1889 pasó a formar parte del Cuerpo Nacional de Sanidad Militar, pero es en 1896, en razón de una licencia absoluta, cuando se instala definitivamente en Tenerife 8. En el ámbito científico canario el Dr. Guigou también tiene una actitud muy activa. En 1896, es decir, el mismo año que se establece definitivamente en Tenerife, participó en la primera publicación científica médica editada en Canarias, la Revista Médica de Canarias 9. En ella Diego Guigou refleja estar bastante al día de las nuevas publicaciones científicas 10. En la segunda etapa de esta Revista Médica de Canarias (1932-1936), época en la que ya era septuagenario, escribió un “Saludo” en el primer número. Por tanto, el Dr. Guigou fue el único médico isleño que firmó algún trabajo en las dos etapas de la Revista Médica de Canarias 11. Pero también, desde que se establece definitivamente en Tenerife, es decir, en 1896, empieza su labor divulgativa de temas sociales, con la publicación en un periódico local de un artículo sobre lactancia 12. Esta preocupación por la lactancia, y en general por la alimentación infantil, era muy frecuente a principios del siglo XX. Ya desde el último cuarto del siglo XIX, la cuestión de la nutrición cobró una gran importancia, favorecida por ciertas actitudes ideológicas, entre ellas la reivindicación de la lactancia materna, cuestión muy relacionada con la configuración burguesa de la vida familiar, y la crítica contra la llamada “industria de la lac7 HARDISSON PIZARROSO, R. (1946), “La música, la medicina y el Dr. Guigou”, en Sesión Literaria en homenaje a la memoria de su ilustre Presidente el Excmo. Sr. Dr. Don Diego Guigou y Costa, Santa Cruz de Tenerife, Real Academia de Medicina del Distrito de Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias), pp. 41-52, p. 48. 8 GARCÍA NIETO, V. M.; HERNÁNDEZ YANES, J. R., y CONCEPCIÓN ALONSO, S. (1991), La obra pediátrica de Diego Guigou y Costa, Santa Cruz de Tenerife, Canarias Futura Ingráfica, pp. 18-22. 9 El año 2001 vio la luz una edición facsimilar de la Revista Médica de Canarias. HERNÁNDEZ, J.; GARCÍA NIETO, y V., BETANCOR GÓMEZ, M. J. (2001) (eds.), La Revista Médica de Canarias (1896), Santa Cruz de Tenerife, Fundación Canaria Salud y Sanidad. 10 Consiste en una reseña bibliográfica. GUIGOU Y COSTA, D. (1896), “Revista crítica bibliográfica, Diagnóstico y tratamiento de las Mastoiditis por el Dr. Ricardo Botey (Reseña)”, Revista Médica de Canarias, I (10), 257-258 11 GARCÍA NIETO, V. (2001), “La medicina en Tenerife en el último tercio del siglo XIX”, en HERNÁNDEZ, J.; GARCÍA NIETO, y V., BETANCOR GÓMEZ (eds.), pp. 45-74, p. 70. 12 Higiene popular infantil: lactancia. En Diario de Tenerife, 13 de mayo de 1896.
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tancia mercenaria”. A lo que se sumó cierta demostración estadística del papel preponderante de las enfermedades gastrointestinales en la producción de mortalidad infantil 13. La mortalidad infantil comenzó a ser un fenómeno socialmente preocupante en España, en las últimas décadas del siglo XIX. En el caso de Canarias, Antonio Arbelo aporta la cifra de 254 por mil en medio urbano para el año 1901 14, y se mantuvieron cifras muy altas hasta épocas muy tardías. Todavía en 1954 y 1955. en Las Palmas de Gran Canaria, la mortalidad infantil era de 39,4 y 40, 6 por mil respectivamente 15. En el caso de Tenerife, la mortalidad infantil era un motivo de gran preocupación para el Dr. Diego Guigou, y ello lo reflejó el 26 de julio de 1900 cuando expuso públicamente la idea de crear el Hospital de Niños de Santa Cruz de Tenerife 16. Diez meses más tarde, en un artículo periodístico que daba la noticia de la inauguración del Hospital, se decía que la mortalidad infantil en Tenerife era un motivo de gran preocupación para el Dr. Guigou 17; por tanto, parece que la muy alta mortalidad infantil fue uno de los motivos que le llevó a la idea de crear dicho Hospital. En Canarias, con anterioridad a esa fecha, existían médicos que habían destacado por su atención a los niños, pero la fundación de este Hospital, en la que era entonces la capital provincial, además de constituir el inicio de la institucionalización de la pediatría, consideramos que fue un paso importante en la creación de Instituciones de Protección a la Infancia. Nos parece meritorio que el Hospital se inaugurara en tan poco tiempo; es decir, en menos de un año de la primera vez que se expuso públicamente la idea de crearlo; pues esta celeridad a la hora de poner en marcha Instituciones de Protección a la Infancia, no era lo más frecuente. Así, Raquel Álvarez afirma, que en España muchas de las Instituciones de Protección a la Infancia que se proyectaban, plantean soluciones y modelos muy interesantes
13 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1996), “Una medicina para la infancia”, en BORRÁS LLOP, J. M. (dir.), Historia de la Infancia en la España contemporánea (1854-1936), Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, pp. 149-192, p. 149. 14 ARBELO CURBELO, A. (1990), Población de Canarias, siglo XV al XX, y sus fenómenos demográficos sanitarios 1901-1981, Las Palmas de Gran Canaria, Fundación Mutua Guanarteme, p. 197. 15 BETANCOR GÓMEZ, M. J., MARSET CAMPOS, P. (1995), “Evolución de la mortalidad en la infancia en Las Palmas de Gran Canaria (1954-1963)”, Anuario de Estudios Atlánticos, 41, 175204, p. 201. 16 Diario de Tenerife, 27 de mayo de 1901. 17 Ídem.
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teóricamente, si bien con una respuesta económica insuficiente. Así, a lo largo del siglo XX, se van repitiendo declaraciones de intenciones, creación de Instituciones por decreto, que no comienzan a existir hasta bastante tiempo después 18. El 26 de mayo de 1901, se inauguró el Hospital. Nos parece elogiable que Santa Cruz de Tenerife, una ciudad pequeña y excéntrica a los núcleos científicos médicos más importantes en aquellos momentos, fuera una de las primeras ciudades españolas en tener un Hospital monográfico dedicado a los niños y con una importante actividad quirúrgica 19. Sin embargo, esto no significaba que los niveles de atención a la salud en Santa Cruz en esos momentos fueran los adecuados, como lo demuestra las declaraciones del Dr. Luis Comenge y Ferrer. El Dr. Comenge había llegada a Santa Cruz, el 18 de diciembre de 1906, comisionado por el Gobierno Central, para estudiar una epidemia 20. Durante su estancia en Santa Cruz denuncia las pésimas condiciones higiénicas de la ciudad, unidas a una situación de subalimentación y miseria que afectaba a gran parte de la población. Ante esta situación, entre otras cuestiones, fomentó la creación de un Instituto de Lactancia Artificial 21. Como vemos, Comenge con la indicación de la necesidad de un Instituto de Lactancia Artificial está, en la línea de los higienistas de la época, estimulando la creación de Instituciones de Protección a la Infancia. Los niños canarios. Ensayo de higiene regional infantil consagrado especialmente a las madres de familia 22, es una obra divulgativa, dedicada 18 ÁLVAREZ PELÁEZ, R. (2004), “La búsqueda de un modelo de institución de protección a la infancia: Institutos, Guarderías y Hogares Infantiles. España 1900-1940”, en PERDIGUERO GIL (comp.), Salvad al Niño, Valencia, Seminari d’Estudis sobre la Ciencia, pp. 155-193, p. 156. 19 La fundación del primer hospital infantil español no tuvo lugar hasta 1876 en Madrid, el Hospital del Niño Jesús; el segundo sería en Barcelona con la puesta en funcionamiento en 1892 del Hospital de Niños Pobres. Ya en la primera década del siglo XX se fundaron también hospitales infantiles en Baleares, Teruel y Zaragoza. Véase GRANJEL, L. S. (1980), Historia de la pediatría española, Barcelona, edición extraordinaria para el XVI Congreso Internacional de Pediatría (facsímil de la primera edición publicada en 1965), pp. 66 y 67. RODRÍGUEZ OCAÑA (1996), pp. 158 y 159. 20 CIORANESCU, A. (1979), Historia de Santa Cruz de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, Confederación Española de Cajas de Ahorros, vol. IV, pp. 96-97. RAMÍREZ MUÑOZ, M. (2001), El Lazareto de Gando, 1893-1998. De complejo sanitario a establecimiento aeronáutico, Las Palmas de G. C., Cabildo de Gran Canaria, p. 140. 21 CIORANESCU (1979), pp. 96-97. 22 GUIGOU Y COSTA (1907).
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a la higiene infantil, que ha sido reeditada recientemente 23. Como era de esperar Guigou adopta un tono muy conservador y paternalista, aunque en ocasiones con cierta sensibilidad social. Afirma que se han escrito libros como éste, “es decir, mejores”, pero que éste era necesario por las diferencias de Canarias respecto al clima y las costumbres 24. Así plantea que el objetivo del libro es: “dictar las reglas de la adaptación de la Higiene a la infancia de nuestra tierra canaria” 25. En varias ocasiones hace alusión a la “degeneración de la especie” 26. También hace referencia al artículo que sobre lactancia publicó en el Diario de Tenerife el año de su instalación definitiva en Santa Cruz en 1896 27. Esta obra refleja las convicciones que sobre el papel de las mujeres como madres y sus precariedades para llevarlo a buen término, existían en el discurso médico, a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. Un discurso construido sobre bases naturalmente científicas, en el contexto del higienismo y la nueva medicina social, pero matizado por intereses ideológicos y políticos 28. De hecho, aunque fuera publicada siete años antes de la celebración del Primer Congreso Nacional de Pediatría, que tuvo lugar en 1914, sus conceptos y recomendaciones sobre la maternidad y los cuidados del niño, coinciden mucho con las principales conclusiones de dicho Congreso 29; salvando las diferencias entre los objetivos de éste y de una obra de divulgación. Guigou dedica el libro a la Junta Directiva de la Asociación Caritativa de la Infancia. Se trataba del grupo de Señoras que formaban la “Junta fundadora” del Hospitalito. De hecho en el momento de la fundación del Hospital, cuando se empezó a hablar de su futura organización, y acorde con los planteamientos de la época, se dice explícitamente que la organización 23 GONZÁLEZ PÉREZ, T. (2004), “Estudio Introductoria”. En GUIGOU Y COSTA, D., Los niños canarios. Ensayo de Higiene Regional Infantil. Consagrado especialmente a las madres de familia, Tenerife, Idea, pp. 9-28. 24 GUIGOU Y COSTA (1907), p. 41. 25 GUIGOU Y COSTA (1907), p. 3. 26 GUIGOU Y COSTA (1907), p. 265. 27 GUIGOU Y COSTA (1907), p. 81. “Higiene popular infantil: lactancia”, Diario de Tenerife, 13 de mayo de 1896. 28 PALACIO LIS, I. (2003), Mujeres ignorantes: madres culpables. Adoctrinamiento y divulgación materno-infantil en la primera mitad del siglo XX, Valencia. Universidad de Valencia, p. 11. 29 Primer Congreso Español de Pediatría, 1914, Palma de Mallorca, Escuela-Tipográfica Provincial, Diputación Provincial de Baleares, pp. 551-555.
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y cuidado del Hospital debía estar a cargo de mujeres 30. Consideramos que la nueva conciencia social que representó “el descubrimiento de la infancia”, se acompañó del establecimiento de nuevos valores en relación con esa capa de población, la sentimentalización de la que hablan los historiadores de la familia, incluyendo el amor maternal y la glorificación de la maternidad 31. Además, el propio Guigou participa de esta sentimentalización del concepto de maternidad y de infancia en su obra, publicada seis años después de la inauguración del Hospital 32. Esta participación de los médicos en esa sentimentalización no nos debe extrañar, pues la medicina desempeñó un lugar importante en este proceso, contribuyendo a la naturalización de muchas de esas propuestas morales y ayudando a estructurar el nuevo mundo infantil 33. A lo largo de toda su vida, Guigou publica de forma simultánea obras “que podrías denominar científicas”, y libros, artículos y folletos de temas de medicina social, con una clara intención divulgativa. Sus publicaciones científicas, a medida que pasa el tiempo son dedicadas fundamentalmente a cirugía infantil. Sin embargo, pensemos que en España la cirugía pediátrica era una disciplina que estaba todavía empezando su andadura 34. Fue una persona bien relacionada con los ambientes médicos nacionales, teniendo una importante implicación social y política en la sociedad en la que vivió. Unido a ello están algunos de los aspectos, que hemos esbozado someramente, como su protagonismo en la creación del Hospital de Niños de Santa Cruz de Tenerife, su importante actividad científica y su preocupación por la “degeneración de la raza”. En relación a esta última cuestión, ya hemos comentado que durante toda su vida había publicado trabajos dedicados a temas de medicina social, pero esta labor divulgativa de la medicina social no se limitó a publicaciones, sino que la complementó impartiendo charlas, cursillos, etc. Por tanto, cuando en 1916 lee su DisDiario de Tenerife, 27 de mayo de 1901. RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2003), “La salud infantil, asunto ejemplar en la historiografía contemporánea”, Dynamis, 23, 27-36, pp. 27 y 28. 32 GUIGOU Y COSTA (1907). 33 RODRÍGUEZ OCAÑA (2003), p. 28. 34 Las dos primeras obras fueron las de José Ribera Sans y Sebastián Recasens y Girol, que se publicaron en 1887 y 1901 respectivamente. Véase MARÍ BALCELLS, V. J. (1998), “La cirugía pediátrica en Cataluña en el siglo XX”, en CASTELLANOS GUERRERO, J; JIMÉNEZ LUCENA, I; RUIZ SOMAVILLA, M. J.; GARDETA SABATER, P. (eds.), La medicina en el siglo XX. Estudios Históricos sobre Medicina, Sociedad y Estado, Málaga, Sociedad Española de Historia de la Medicina, 435442, p. 435. 30
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curso sobre eugenesia, lleva varias décadas dedicado a divulgar temas de medicina social, pero además, cuando plantea sus ideas sobre eugenesia, no lo hace desligadas a sus planteamientos de los problemas médico-sociales. El Discurso lo leyó dos años antes de que Martínez Vargas leyera el suyo en la Apertura del Año Académico 1918-1919, de la Universidad de Barcelona 35, en el que animaba a crear un Instituto Nipiológico “en cada aldea o en cada barrio” 36. En la creación de estos Institutos, recomienda desarrollar cuatro carteles, y al primero de ellos, lo denomina Sección Eugénica 37. En la descripción de los temas que él considera que debe abordar esta Sección, afirma que sobre este tipo de cosas hay que crear “ambiente social”, cuestión en la que coincide con Guigou cuando éste expone que ante “toda reforma que cambie los hábitos de un País”, se necesita lo que generalmente se llama hacer el ambiente 38. Por tanto, ambos consideraban que la labor de divulgación era muy importante. Guigou entiende las reservas de los que consideran la eugenesia como un atentado a la libertad individual, y aún una injuria a la dignidad humana, al intervenir en lo que se denomina: “la constitución del matrimonio y de la familia”. El Estado ejercería una fiscalización análoga a la del ganadero que hace la selección para el mejoramiento de las razas; pero dentro del concepto y de los límites que él pretende exponer en su Discurso considera que es una forma de proteger al más débil 39. Sin embargo, Martínez Vargas afirma: “Si queremos igualar por lo menos la especie humana á las especies zoológicas inferiores imitando á los ganaderos y agricultores, forzoso es prestar atención á la puericultura preconcepcional, perfectamente representada por la Eugénica” 40. Por tanto, Martínez Vargas no encuentra problemas para utilizar el símil de los ganaderos y agricultores. Además, considera como continuadora de la Eugénica a la “Euténica” a la que, según su opinión, podemos llamar: “higiene secular, que consiste en modificar el ser ya engendrado según las reglas en uso, por la nutrición y el 35 MARTÍNEZ VARGAS, A. (1918), Discurso Inaugural de apertura del curso académico 1918-1919 ante el Claustro de la Universidad de Barcelona, Barcelona, Tipografía La Académica de Serra y Russell. 36 ÁLVAREZ PELÁEZ (2004), p. 166. 37 MARTÍNEZ VARGAS (1918), p. 75. 38 GUIGOU Y COSTA (1916), p. 20. 39 GUIGOU Y COSTA (1916), p. 4. 40 MARTÍNEZ VARGAS, A. (1915), Discurso Inaugural. Primer Congreso Español de Pediatría, 1914, Palma de Mallorca, Escuela-Tipográfica Provincial, Diputación Provincial de Baleares, pp. 46-79, p. 61.
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ambiente social” 41. Como vemos, da gran importancia a los problemas médico-sociales, y los considera relacionados con la eugenesia. Aunque el Dr. Guigou era partidario del matrimonio eugénico, no sólo entiende las reservas de los que consideran la eugenesia como un atentado a la libertad individual, y aún una injuria a la dignidad humana, sino que plantea que el papel de los gobiernos es garantizar el respeto mutuo. Lo explica diciendo, que a medida que el concepto de Libertad es más amplio y que “las tendencias igualitarias de las Leyes han ido destruyendo privilegios”; a medida que el esfuerzo social se concentra en “evitar que existan opresores ni oprimidos” se va demostrando que a esa libertad no se llega por: “el reconocimiento del derecho individual absoluto e independiente, sino por el mutuo respeto al derecho de los demás, que es precisamente el único límite que la libertad puede tener, y la única razón que justifique la existencia de entidades gubernamentales” 42. Como vemos, en estos planteamientos hay una gran ambigüedad. Por un lado, percibimos unas ideas progresistas para la época, y por otro, era partidario del matrimonio eugénico, aunque lo denomina la “intervención de la Ley en el matrimonio”. Para justificar el matrimonio eugénico, hace un símil con la célula y afirma que en un organismo cuando una célula, o un grupo de ellas, deja de cumplir su cometido, las demás reaccionan a favor de reintegrarla, pero si ese objetivo no se alcanza, la expulsará, que es como condenarla a muerte; “reacción que en el organismo Sociedad tiene que limitarse a la supresión de los derechos sociales, a la muerte civil...”. Esto lo justifica diciendo que “los hombres no están unidos por el lazo VIDA ORGÁNICA, sino por el de VIDA SOCIAL” 43. Consideramos contradictorio el que por un lado, parece partidario de una “eugenesia suave”, pero por otro, defiende la identificación y expulsión de los no válidos porque dejan de cumplir su cometido. Pensemos que Galton ya había defendido en 1883 la idea de identificar, no sólo a los menos válidos, sino incluso a los más peligrosos de la sociedad 44. Además, la referencia a este símil de sociología organicista, está en consonancia con los conceptos sobre medicina social de la época. Así, el último cuarto del siglo XIX conoce la popularización de numerosas teorías basadas en la analogía sociedad-ser vivo, lo que dio lugar a concep41 42 43 44
p. 57.
MARTÍNEZ VARGAS, A. (1915), pp. 61 y 62. GUIGOU Y COSTA (1916), p. 4. GUIGOU Y COSTA (1916), pp. 4-5. ÁLVAREZ PELÁEZ, R. (1985), Sir Francis Galton, padre de la eugenesia, Madrid, CSIC,
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tos extraordinariamente plásticos como el básico de “organismo social”. Una patología social en estos términos hace referencia a condiciones de ruptura de la normalidad social, lo cual facultaba para muy distintos diagnósticos, en función de cual fuera el concepto de normalidad social que se quería defender 45. Esta defensa del matrimonio eugénico está absolutamente en concordancia con lo que podríamos llamar la “línea oficial” de los pediatras españoles en ese momento. Andrés Martínez Vargas, que como hemos afirmado, había sido Presidente del Primer Congreso Nacional de Pediatría, en el Discurso Inaugural de dicho Congreso, después de defender la eugenesia, plantea que los gobiernos están obligados a seguir las prescripciones de esta ciencia, implantando leyes con carácter obligatorio, y una de las medidas inmediatas debe ser la licencia médica del matrimonio, el matrimonio eugénico 46. Además, hizo que esa fuera una petición al Gobierno de los pediatras españoles, pues la segunda conclusión de ese Primer Congreso que Martínez Vargas presidía, consistía en la petición al Gobierno de la implantación del matrimonio eugénico 47. Pensemos que este Congreso se había celebrado sólo dos años antes, de que Guigou hiciera públicos estos planteamientos. También coinciden Andrés Martínez Vargas y Diego Guigou y Costa en que estas propuestas ya están realizándose en Estados Unidos de América 48. Guigou hace también referencia a Bélgica, afirmando que está extendida la costumbre de que los padres exijan al que solicita la mano de su hija, la presentación de la póliza de un seguro de vida, pues ésta es un “certificado indiscutible de salud” 49. Como vemos, ambos utilizan la información de las experiencias de otros países para justificar las bondades del matrimonio eugénico. Sin embargo, en España no llegó a aprobarse el matrimonio eugénico, a pesar de pedirse desde varios ámbitos su implantación. Ya con anterioridad al Primer Congreso Nacional de Pediatría de 1914, en el que se hacía la petición al Gobierno de la implantación del matrimonio eugénico, se
45 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1987), La constitución de la medicina social como disciplina en España (1882-1923), Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, p. 13. 46 MARTÍNEZ VARGAS (1915), p. 62. 47 Primer Congreso Español de Pediatría, 1914, p. 551. 48 MARTÍNEZ VARGAS (1915), p. 62. GUIGOU Y COSTA (1916), p. 20. 49 GUIGOU Y COSTA (1916), p. 20.
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publicó en 1905 el libro Higiene de los niños, del médico y Senador Real, Baldomero González Álvarez, en el que expresaba que los Gobiernos debían tomar medidas, “...leyes previsoras y coercitivas del matrimonio, prohibiendo el casamiento entre individuos que tuvieran cualquiera de las circunstancias impedientes que en ellas se expresarían...” 50. Diez años después, el 19 de noviembre de 1915, este mismo médico, presentó al Senado una proposición de ley sobre regulación higiénica del matrimonio, que no llegó a aprobarse. En 1932, el médico Francisco Haro, publicó Eugenesia y matrimonio, con un prólogo de Gregorio Marañón, y un proyecto de ley para establecer el Certificado prenupcial obligatorio, que no llegó a aprobarse por las Cortes 51. En sus conceptos sobre la herencia, Guigou afirma que las cualidades físicas se trasmiten, pero las morales, en muchas ocasiones no son trasmitidas, sino que son producto del medio en el que el nuevo ser se desarrolla y se educa 52. También en la línea de defender la influencia de medio, plantea que los hijos no están sometidos a las mismas circunstancias que sus padres: bienestar, condiciones higiénicas, clima, educación, profesión, etc.; y que, por tanto, estos factores condicionan la predisposición nativa, favoreciéndola o combatiéndola 53. Como vemos, sus planteamientos en esta cuestión distan mucho de los de Galton que siempre mantuvo el valor de la raza por encima de la educación y el ambiente, aun cuando estos últimos sean necesarios 54. Sin embargo, la mayoría de los eugenistas españoles, aun en el caso de darle primacía a la herencia, como es el caso de Diego Madrazo 55, casi siempre le concedían algún papel a la influencia del medio. Como conclusión podemos decir que el Dr. Guigou tenía preocupación por la “degeneración de la raza”, que, como hemos afirmado, era frecuente entre los pediatras españoles de principios del siglo XX. Además, a lo largo de toda su vida dedicó importantes esfuerzos en divulgar cuestiones relacionadas con la medicina social. En lo que se refiere al concepto de eugenesia, aunque entiende las reservas que algunos muestran hacía la eugenesia, era partidario del matrimonio eugénico, lo cual coincide con la 50 51 52 53 54 55
Citado por: ÁLVAREZ PELÁEZ (1999), p. 106. ÁLVAREZ PELÁEZ (1999), p. 114. GUIGOU Y COSTA, D. (1916), p. 6. GUIGOU Y COSTA, D. (1916), p. 12. ÁLVAREZ PELÁEZ, R. (1988 b), Prólogo a GALTON, F., Madrid, Alianza, pp. 9-29, p. 23. ÁLVAREZ PELÁEZ (1989), p. 99.
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“línea oficial” de los pediatras españoles del momento; también está en concordancia con esa “línea oficial”, tener una idea de la eugenesia muy ligada a los problemas médico-sociales. Por otra parte, el que dictara un discurso sobre Eugenesia en 1916, a pesar de desarrollar su labor profesional en una ciudad pequeña y alejada de las ideas médicas del momento, refleja que se trataba de un profesional que estaba muy al día de los temas en boga en ese momento. Consideramos que la fundación del Hospital de Niños de Santa Cruz de Tenerife, uno de los primeros españoles, además de constituir el primer paso para la institucionalización de la pediatría en Canarias, fue un paso importante en la creación de Instituciones de Protección a la Infancia. En el ámbito científico canario el Dr. Guigou también tiene una actitud muy activa. Unido a todo ello, tuvo una implicación política y social importante en la sociedad en la que vivió. En definitiva, cuando Guigou escribe sobre eugenesia, sobre lactancia o sobre los consejos a las madres de familia, en el fondo su objetivo no es distinto. Es un objetivo de naturaleza social, el requerir a las madres como agentes de progreso y “mejoramiento de la raza”. La maternidad representaba una vía privilegiada por la que transmitir y persuadir a la población de las ventajas de su regeneración física y moral, por la implantación de las “leyes higiénicas”.
DISCURSOS Y PRÁCTICAS ACERCA DE LA INTRODUCCIÓN DE LA MEDICINA DE LABORATORIO EN EL ESCENARIO ASISTENCIAL BARCELONÉS (1907-1923): EL CASO DE LA SERO-REACCIÓN DE WASSERMANN Teresa Huguet Termes Dpto. de Historia de la Ciencia Institució Milà i Fontanals. CSIC
Introducción La aparición de la medicina de laboratorio, como herramienta de comprobación diagnóstica de las enfermedades, es un proceso histórico particularmente interesante a analizar, en el transcurso de ese otro proceso longue durée que fue la medicalización del escenario asistencial y hospitalario 1. El interés del proceso radica en varios aspectos: En primer lugar, la aparición del laboratorio promovió una práctica médica, que se basó en pruebas indirectas recurriendo al análisis químico, microbiológico, o bien, basadas en los postulados de la fisiología experimental. En segundo lugar, cabe resaltar la fenomenología social del proceso, si se tiene en cuenta la participación del laboratorio como ‘cómplice’ de muchas otras instancias (profesionales, institucionales, gubernamentales, etc.), en el tránsito desde la medicina humoral a otro tipo de medicina, que, paulatinamente incorporó los avances de las otras ciencias experimentales 2. Dentro de este marco general la introducción en la práctica médica de la reacción de Wassermann para el diagnóstico de la sífilis es un caso inte1 JACYNA, L. S. (1988), “The laboratory and the clinic: the impact of pathology on surgical diagnosis in the Glasgow Western Infirmary, 1875-1910”, Bull. Hist. Med., 62, 384-406. 2 CUNNINGHAM, A, y WILLIAMS, P, (1992), The laboratory revolution in medicine, Cambridge, Cambridge University Press.
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resante a analizar. En primer lugar por la misma naturaleza reacción. A su vez, por el hecho sin parangón que significó su presentación, en 1906, ante la comunidad médica, por parte de August von Wassermann y sus colaboradores, como una eficiente, sino la única, herramienta de comprobación diagnóstica indirecta y “definitiva” de la sífilis; una enfermedad que ya desde el siglo XIX estaba causando estragos entre la población europea con terribles consecuencias sociales y económicas 3. Siete años más tarde, el joven médico catalán Hermenegild Arruga (1886-1972), hasta hoy considerado, sin análisis más profundos que la mera afirmación, el introductor de la sero-reacción de Wassermann en España 4, expresaba con estas palabras su visión acerca del debate ideológico que se estaba librando entre los partidarios de la clínica tradicional y los adeptos al laboratorio, en lo que al carácter diagnóstico de esta prueba concernía: “Con la reacción de Wassermann ha pasado y está pasando lo que ha pasado con casi la totalidad de medios de laboratorio diagnósticos modernamente aparecidos. Unos los consideran como los únicos indispensables para hacer el diagnóstico y tienen los síntomas clínicos como supeditados al laboratorio. Los otros consideran los signos clínicos como los únicos necesarios para formar criterio y tienen a los medios de laboratorio casi abandonados [...] en realidad no se trata de una cosa ni de la otra, y el criterio más perfecto es aquel que está basado en el valor exacto de la parte clínica y de laboratorio en cada caso particular [...] con la sífilis, más quizá que con ninguna otra enfermedad, se impone el acoplamiento de todos los datos con el fin de contribuir al esclarecimiento de una duda, ya que la evolución de la enfermedad y la existencia de los períodos latentes determinan a menudo las dudas sobre la existencia o ausencia de enfermedad” 5.
Las palabras de Arruga no hacen sino revelar la incertidumbre que la naturaleza misma de la reacción conllevaba en el contexto de los conoci3 FLECK, L. (1979), Genesis and development of a scientific fact, Chicago, Chicago University Press (1.a edición 1935); LÖWY, I. (1993), “Testing for a sexually transmissible disease, 1907-1970: The history of the Wassermann reaction”, en BERRIDGE, V., y STRONG, P. (eds.), AIDS and contemporary history, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 74-92, y LÖWY, I. (2004), “A river that is cutting its own bed”: the serology of syphilis between laboratory, society and the law, Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences, 35 (3), 509-524. 4 Calbet Camarasa, J. M., y CORBELLA CORBELLA, J. (1981), Diccionari biogràfic de metges catalans, Barcelona, Fundació Salvador Vives Casajuana, vol. 1, p. 55. 5 ARRUGA, H. (1913), [Sin título], Annals de Medicina, p. 10 (Arxiu de l’Hospital Clínic, 50 RF C/ARR). Texto original redactado en catalán.
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mientos diagnósticos y terapéuticos existentes en la época. No se debe olvidar que la reacción es altamente sensible pero no específica. Tal como ya ha sido puesto de relieve por otros investigadores, esta inespecificidad entraba en contradicción con las leyes básicas de la inmunología de la época, que desconocían aún las consecuencias de dicha problemática. Ello, sin embargo, no fue óbice para que la prueba disfrutase, desde sus inicios, una difusión y, también, una fortuna sin precedentes. Cabe preguntarse, por tanto: ¿Qué hizo que esta aparente contradicción con los principios teóricos del sero-diagnóstico no hiciese disminuir su impacto a nivel práctico? Tal cómo Fleck y Löwy apuntaron, en muchas ocasiones, se impusieron razonamientos de tipo sociológico a explicaciones estrictamente científicas. El concepto difundido a todos niveles de “sangre sifilítica”, el miedo, la prioridad concedida por las autoridades a la lucha antivenérea, la configuración histórica de la serología como nueva especialidad dentro de la bacteriología, y, en definitiva, una eficaz transferencia de conocimiento desde el laboratorio a la clínica tuvieron mucho que ver con todo estos mecanismos de implantación y de aceptación de la reacción, aún con reticencias 6. No es una casualidad, por tanto, que Arruga tome el ejemplo de la sífilis y, del procedimiento diagnóstico de la reacción de Wassermann en esta declaración de principios, antes expuesta, y que aluda también, particularmente, a las controversias ideológicas en esos momentos vigentes en Europa. El estudio de este caso, en el marco de sus singulares contribuciones en el contexto de la medicina catalana de la época, junto con la consulta de documentación procedente de escenarios asistenciales de la Barcelona del momento, permiten dibujar una primera aproximación, no sólo a los discursos y prácticas que acompañaron la implantación de la reacción de Wassermann en el escenario asistencial barcelonés, sino también a las estrategias o mecanismos de aculturación que los primeros conocedores y receptores de estos avances ponen en marcha en su entorno más cercano.
Discursos Cabe la posibilidad de que la posición de Arruga, tal como se ha visto, intermedia en el debate, estuviese influenciada por la manera a través de la 6
Véase los trabajos publicados referidos en nota 3.
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cual, éste había entrado en contacto con la novedad diagnóstica. Se trató de un proceso podríamos llamar indirecto gracias a sus estancias de aprendizaje en clínicas oftalmológicas parisinas, primero, y posteriormente en instituciones berlinesas entre los años 1908 y 1910. Él mismo lo recoge con estas palabras: “más al continuar nuestra instrucción oftalmológica en Berlín, nos ha sorprendido la frecuencia y el éxito con que son examinados por medio de esta reacción los enfermos dudosos de sífilis que asisten a las clínicas oftalmológicas de esta capital” 7, para insistir a continuación: “El suerodiagnóstico de la sífilis es una reacción de naturaleza íntima desconocida que nos da con absoluta seguridad el diagnóstico de esta enfermedad en la mayoría de casos en que existe” 8. Esta “naturaleza íntima desconocida” a la que alude Arruga, se convertía, no por casualidad, en la mayor baza que, los clínicos que rechazaban su utilidad, tenían a su favor. A pesar de su alta sensibilidad y tal cómo se ha mencionado, la reacción no era una prueba específica. Existían demasiados casos en que sueros de enfermos sanos reaccionaban con el antígeno sifilítico. También para los clínicos presentaba otra contradicción difícil de asumir: ¿cómo podía darse el caso de que una vez finalizados tratamientos enérgicos con sustancias tales como el Salvarsán o Neo-Salvarsán, que aliviaban los síntomas clínicos de la enfermedad, la reacción continuase siendo positiva e incluso en mayor grado? Eso era algo inasumible para un clínico tradicional y también algo a lo que bacteriólogos y serólogos debieron encontrar pronto respuesta. La única posible pasaba, precisamente, por disociar el efecto del Salvarsán del resultado de la reacción. Y, llegados a este punto, es interesante precisar cómo la noticia de esa contradicción, no quedó delimitada a un registro propio de discurso entre las elites. Por poner un ejemplo altamente significativo la explicación de esa inconsistencia llega incluso a la literatura de divulgación científica, en este caso de la mano de Narcís Serrallach: “Desde el momento que por el tratamiento o por otras causas que ignoramos todavía, el microbio se aletarga y el organismo por su parte abandona la lucha, no es extraño que durante ese período el examen de la sangre dé un resultado negativo. Sin embargo, esto no querrá decir que esté curada la enfermedad, sino que la dolencia pasa por una especia de armisticio en el cual cada bando conserva sus arrestos...pues bien este sue-
7 ARRUGA, H. (1910), “Serum-diagnóstic de la sífilis”, Annals de Medicina (marzo-abril), pp. 3-47, p. 3. 8 ARRUGA (1910), nota 7, p. 43.
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ño este marasmo los medicamentos antisifilíticos pueden interrumpirlo, obligando al microbio a reanudar la lucha , o sea a verter en la sangre los despojos del combate, por lo que un análisis de la sangre que antes era negativo, de resultas de este espuelazo puede convertirse en positivo, con lo que se demuestra que la infección vivía dormida” 9.
Arruga incluso llegaría a hablar de “provocación terapéutica de la reacción 10 —un síntoma casi patognomónico de la sífilis”—, con inyecciones de Salvarsan y Neo-salvarsan 11. En lo que a las utilidades de la reacción concierne, Arruga hace énfasis en la sífilis latente, la sífilis hereditaria aludiendo en consecuencia a “la importancia que tiene el examen previo de las madres en las maternidades y clínicas obstétricas” 12. El valor práctico, según él, es extensivo a todas las ramas de la medicina, ya que la sífilis tiene manifestaciones en todos los órganos. Es precisa en los campos de la psiquiatría, la prostitución, el examen de las nodrizas, en las compañías de seguros sobre la vida, en las personas que desean casarse, etc. 13 La última utilidad no es menos interesante: constituye un “medio de valor” en los individuos sifilófobos que creen sufrir sífilis y ruedan de una clínica a otra y repiten curas y más curas perdiendo la salud y atribuyendo a la sífilis los trastornos de naturaleza nerviosa. Estos individuos, dice Arruga, se quedan tranquilos después de practicárseles la sero-reacción un par de veces con resultado negativo, y, si el resultado es positivo “se podrá establecer con propiedad un tratamiento reglamentado”. Arruga considera que no hay que dar ninguna importancia a la anamnesis, “ya que sabemos el poco caso que debemos hacer de lo que el enfermo dice en la mayoría de los casos”. La reacción de Wassermann, concluye Arruga, es “un método diagnóstico que nos da éste con una certeza absoluta y que ninguna relación debe tener con las vaguedades de la anamnesis” 14.
Prácticas En lo que a aspectos prácticos concierne dice Arruga que en Alemania, en torno a 1910, “Determinados cofrades y principalmente en centros 9 10 11 12 13 14
SERRALLACH, N. (1923), Para evitar, conocer y curar la sífilis, Barcelona, Sintes, p. 30. ARRUGA (1913), nota 5, p. 19. ARRUGA (1910), nota 5, p. 17. ARRUGA (1910), nota 5, p. 18. ARRUGA (1910), nota 5, pp. 18-20. ARRUGA (1910), nota 5, p. 39.
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médicos y hospitales se dedican en parte a esta reacción examinado los sueros que reciben de otros cofrades” 15, para añadir a continuación: “En los grandes hospitales y centros de enseñanza médica debiérase instalar, como existe en todos los países, menos en España, un laboratorio a donde se remitieran todos los sueros a examinar y a cuyo frente estaría una persona dedicada a ello. Es mas probable que se haga bien si lo hace uno, que si muchos lo hacen, lo hagan todos bien” 16. Arruga, sin embargo, en 1910 manifiesta que “se está divulgando de un modo muy rápido en muchos lugares, principalmente en Alemania que es donde ha tenido origen. Solamente en nuestro país no ha dado ninguna manifestación de vida, como no sea en algún que otro trabajo traducido o analizado de la literatura extranjera” 17.
Cabe preguntarse entonces: ¿Desde cuándo se utiliza la reacción de Wassermann en el escenario asistencial barcelonés? La primera referencia a prácticas hospitalarias con la reacción se remonta a 1911 y según Arruga, gracias al material existente en el dispensario y clínica hospitalaria que el profesor de sifilografía Jaume Peyrí dirigía en el recientemente fundado Hospital Clínico de Barcelona 18. A pesar de la existencia, en Barcelona, de otro gran centro asistencial, el Hospital de la Santa Creu, no parece que la práctica diagnóstica estuviese todavía implantada, y menos aún, fuese corriente, si nos atenemos al consejo de Hermenegild Arruga en el sentido de que sus observaciones pudieran ser posibilitadas en cualquier centro asistencial. A través de la documentación analizada, no fue hasta 1914 en que las primeras referencias al uso de la reacción en un centro asistencial como el Hospital de Santa Creu, se encuentran documentadas 19. Se trata de anotaciones aisladas en los libros de entrada del dispensario para enfermedades ARRUGA (1910), nota 5, p. 20 ARRUGA, H., (1911), Experiencia personal sobre la reacción de Wassermann y consideraciones que bajo el punto de vista práctico de ella se desprenden, Barcelona, Imprenta de Henrich y Compañía, p. 5. [publicado en la Revista de Ciencias Médicas de Barcelona, 4 y 5 de 1911], p. 25. 17 ARRUGA (1910), nota 5, p. 3. 18 ARRUGA, (1911), nota 16, p. 5. 19 Arxiu de l’Hospital de la Santa Creu i de Sant Pau, (en adelante AHSCSP), Llibres de registre provinents del Departament de Dermatologia (octubre 1912-octubre 1921) (en proceso de catalogación). 15 16
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sifilíticas a cargo de Santiago Noguer-Moré, que ya denotan ciertas prácticas acordes con las primeras publicaciones sobre el tema. Sin embargo, resulta interesante que estas prácticas sean cronológicamente anteriores a la constatación documental de la existencia de un laboratorio de análisis serológicos en el Hospital de Santa Creu 20. ¿Cómo manejar esa inconsistencia? Una hipótesis plausible, es que, de la misma manera que en el Hospital clínico, la práctica diagnóstica fuese una iniciativa privada de los médicos no incluida de una forma programática en los objetivos asistenciales de la institución. Y las palabras de Álvaro Esquerdo en relación al origen de los reactivos que se utilizaban en su sección parecen apuntar en ese sentido: “Van anexos a la visita los medios necesarios para exploraciones otorrinolaringológicas y de laboratorio, que a parte de algunos reactivos que sirve la farmacia del hospital, se sostienen con medios particulares sin que su función resulte un gravamen para el benéfico establecimiento” 21.
Tal como se ha constatado, la existencia de un laboratorio en el Hospital de Santa Creu aplicado a la clínica se detecta en la documentación administrativa de la institución a partir de 1916. Desde sus orígenes estuvo bajo la responsabilidad de Ricardo Moragas y Gracia en condición de jefe y subordinado al departamento conocido como “laboratorios” cuyo director-profesor era Alberto Lleó y Formiguera, responsable a su vez, de otras dos subsecciones desde 1916: el laboratorio de análisis químico y el laboratorio de histopatología 22. A través de las estadísticas del laboratorio que empiezan a compilarse a partir de 1916 se constata que la reacción de Wassermann ocupa un lugar de notable consideración entre las demás pruebas llevadas a cabo pero, sin duda, la práctica asistencial no está desconectada de los debates que se suceden entre clínicos y bacteriolólogos en torno a su uso durante esa década (fig. 1).
20 En los volantes para pruebas de laboratorio de 1922, se constata la existencia de laboratorios en el Hospital de Santa Creu, que incluían una sección de bacteriología y serología. Los volantes fueron impresos “ex profeso” para recoger el resultado de la reacción de Wassermann y se han localizado dentro de los libros de registro del dispensario. Ver nota 19. 21 AHSCSP, Estadístiques de malalts. Carpeta 69. 22 AHSCSP, Estadístiques de malalts. Carpeta 69 (vol. VII, inventario IV). “Estadísticas del laboratorio de Análisis químico del Hospital de Santa Cruz. Estadísticas de Moragas”.
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Pruebas de Wassermann realizadas en el Hospital de Santa Creu, 1916-1917 60 50 40 30
RW Total
20 10
re
lio
RW
19
17
-oc
tub
-ju 17 19
19
17
-ab
ril
ero -en 17 19
tub -oc 16 19
19
16
-ju
re
lio
0
Fig. 1. Porcentaje de pruebas de Wassermann, respecto a las demás análisis realizados en el laboratorio del Hospital.
Una constatación de este hecho podría residir en el hecho de que en el anuario del Hospital de la Santa Creu y, concretamente, en el informe de la visita del Dr. Jaumandreu de 1919, la llamada por éste “Wassermann de la sangre”, aún no es considerada una prueba determinante y no es asociada específicamente con la sífilis, a pesar de la nomenclatura utilizada, sino que se presenta como un mero elemento auxiliar a pesar de haber prestado un insustituible auxilio en la resolución de diagnósticos dudosos 23. En el mismo anuario de 1919, Ricardo Moragas deja constancia de que: “el servicio para la reacción de Wassermann está montado para que en cualquier momento pueda efectuarse uno de estos análisis reputado como urgente. Se utilizan tres antígenos preparados en el laboratorio, uno de corazón de buey, otro de feto heredo sifilítico y otro de corazón de cobayo. El método seguido es uno de personal, cuantitativo, inactivando el suero y titulando antígeno y complemento en cada experiencia. Con la
23
AHSCSP, Anuario del Hospital de Santa Cruz y San Pablo (1919), p. 171.
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sangre de individuos ya tratados, se verifica simultáneamente otra Wassermann utilizando el suero sin inactivar, y aprovechando el complemento y hemolisina del mismo paciente, siguiendo una modificación del método de Hecht-Weinberg [...] para el gasto de material roto, reactivos y productos orgánicos (como sangre de carnero y buey, quistes hidatídicos, bilis de buey, etc.) el laboratorio tiene una subvención mensual que administra autonómicamente. Cuantas veces ha sido necesario adquirir nuevos aparatos, las solicitudes dirigidas a la Muy Ilustre Junta, han sido enseguida atendidas” 24.
A pesar de la aparente buena marcha del laboratorio, en 1919, Álvaro Esquerdo incidiría en la necesidad de aparatos de diagnóstico y tratamiento que sólo se podrían tener cuando se dispusiese de ingresos, de laboratorios dentro del Hospital: “Faltan laboratorios que puedan trabajar con holgura para asesorarnos en nuestro trabajo [...] para esto se necesita dinero”. Este aspecto deja constancia de que el laboratorio, a pesar de la intensa actividad que muestran sus estadísticas, era insuficiente en medios, y la prueba de Wassermann, una práctica no demasiado al alcance de todos 25. Téngase en cuenta que según las estadísticas de Miquel Horta, responsable del servicio clínico de sifilografía y dermatología del departamento de hombres, de un total de 320 ingresados durante todo el año de 1919 (167 diagnosticados de venéreo y 115 de sífilis), “se han obtenido del laboratorio del hospital 14 reacciones de Wassermann para confirmación diagnóstica” 26. Resulta también revelador, aquí, recabar los datos del dispensario. A lo largo de 1919 fueron atendidos 1969 enfermos de venéreo, 595 de sífilis. Menciona Horta que “del laboratorio de este hospital se han obtenido 34 reacciones de Wassermann para comprobación de diagnóstico” 27. Por otro lado, Luis de Mesa estaba a cargo durante ese año del servicio clínico de sifilografía y dermatología del departamento de mujeres. De 243 ingresadas, 39 fueron diagnosticadas de venéreo, y 186 de sífilis; “además se han remitido al laboratorio 20 tubos con sangre para verificar la sero-reacción de Wassermann”. Y, finalmente, en lo que a enfermas asistidas en el dispensario concierne, 884 fueron diagnosticadas de sífilis y 135 de venéreo; “durante el año se han remitido al laboratorio 60 tubos con sangre para la sero-reacción de Wassermann”. El hecho de que se llevasen a cabo tan reducido número de reacciones podría también responder al hecho de que la Wassermann original podría estar perdiendo peso frente a otras reaccio24 25 26 27
Ver nota 23, pp. 172 y 173. Ver nota 23, p. 65. Ver nota 23, p. 10. Ver nota 23, p. 146.
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nes más específicas o incluso al hecho de que la clientela hospitalaria presentaba síntomas demasiado aparentes y sin necesidad de comprobación, quedando los casos de latencia dentro de grupos sociales más atraídos por clínicas privadas. A estas razones se unen las de propio ahorro; en el Anuario de 1920 es interesante constatar por parte de Ricard Moragas que: “las reacciones de Wassermann se practican controladas siempre por la prueba de Hecht-Weinberg, utilizando el suero de los enfermos sin inactivar, a fin de aprovechar el complemento y hemolisina de los mismos pacientes” 28.
Referencias a la divulgación sobre el tema no aparecen hasta la década de los veinte ya sea mediante recetas que alientan a analizar la sangre o bien a través de, como se ha dicho, publicaciones de divulgación.
Conclusiones Esta primera aproximación al tema deja constancia de que a pesar de las dificultades económicas, técnicas y espaciales, la reacción de Wassermann consigue abrirse paso en el medio asistencial barcelonés a partir de 1914. Pero quizá, más interesante sea constatar que su introducción no fue el resultado de demasiadas evidentes alianzas médico-ideológicas, como en ocasiones se ha presupuesto. Arruga fue un simple clínico oculista, en ningún momento un bacteriólogo. Y tampoco existe constancia de que utilizase su práctica en torno a la sero-reacción con fines de lucro. También resulta difícil imaginar cómo se hubiese desarrollado esta historia si Arruga no hubiese contado con el patronazgo de otro clínico una generación mayor que la suya, el catedrático Jaime Peyrí. Es este un aspecto revelador en el sentido de que para elucidar los entresijos que promovieron la introducción de la medicina de laboratorio en la práctica asistencial habrá que indagar más allá del mundo de sus acérrimos partidarios y de sus acérrimos detractores; habrá que tener en cuenta la contribución de otros actores, como Arruga, Esquerdo y tantos otros que incluso de su condición de “clínicos” apostaron por la utilidad y la validez de determinadas pruebas indirectas de comprobación del diagnóstico, a pesar de la percepción que de estos experimentos pudiesen tener como procesos de naturaleza íntima desconocida. 28
AHSCSP, Anuario del Hospital de Santa Cruz y San Pablo (1920), p. 173.
LA INFLUENCIA DE LA TEORÍA DEL CONTAGIO ANIMADO EN LA ORIENTACIÓN DE LA EDUCACIÓN FÍSICA Y EL DEPORTE COMO PREVENCIÓN DE LA ENFERMEDAD. EL CASO VALENCIANO (1850-1936) María José Báguena Cervellera Profesora Titular de Universidad, Departamento de Historia de la Ciencia y Documentación, Universidad de Valencia
Introducción La educación física en la segunda mitad del siglo XIX y primer tercio del abarcaba ámbitos diversos: el médico, en el que se utilizó el ejercicio como terapia y desarrolló la gimnasia correctiva para el ajuste postural; el militar, dirigido a la instrucción del soldado; el civil, centrado en el gimnasio, y el educativo cuyos contenidos, en torno a la higiene y a la gimnasia, serán el objeto de nuestro estudio, con la finalidad de comprobar de qué manera la consolidación de la teoría microbiana influyó en sus formulaciones teóricas y en el modo de realizarse los ejercicios corporales, paseos, excursiones, actividades de las colonias escolares, etc., que constituyen su práctica. En la formulación del concepto de educación física ha influido la evolución del concepto de higiene y su inclusión en la enseñanza como respuesta a la demanda social de atender el cuerpo desde el patriotismo, la higiene y lo lúdico 1. Esta inclusión fue gradual y muy cambiante, apareciendo y desapareciendo de los planes de estudio y modificando su denominación: gimnástica, gimnasia, educación física integrando a ésta, etc. XX
1 ALMEIDA AGUIAR, A. S. (2004), Historia social, educación y deporte, Las Palmas, Universidad de Las Palmas de Gran Canarias; PASTOR PRADILLO, J. L. (1997), El espacio profesional de la educación física en España: génesis y formación (1883-1961), Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares.
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Sus raíces se pueden rastrear en diferentes propuestas y movimientos de finales del XVIII y principios del XIX, encabezados por Rousseau, quien consideraba a la educación física (en la que incluía los deportes, juegos y trabajos manuales) integrada en la educación general, indispensable para la educación moral y complemento de la intelectual; por Pestalozzi, que abogaba por ejercicios graduados acordes a cada edad; por Herbart, quien basaba la pedagogía en la psicología y encontraba que los aspectos somáticos definían la personalidad; por Fröebel, quien se ocupaba de la educación de los niños hasta los siete años y defendía reglamentar el juego, la primera necesidad del niño; por Spencer, que prefería el juego espontáneo y para quien la educación física capacitaba al niño para ganarse la vida, tanto mejor cuanto más robusto fuera; por Muths, que introdujo los aparatos gimnásticos a través de la escuela alemana y desarrolló la gimnasia “pedagógica”, mientras su compatriota Jahn se centraba en la “olímpica” y el inglés Arnold en los deportes. Para una primera aproximación a este tema se ha escogido Valencia, que contó con figuras responsables de la introducción de cambios significativos en la educación física como Francisco Amorós y José Esteban García Fraguas y que promovió tempranamente las colonias escolares bajo los auspicios de la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y el movimiento regeneracionista. En la investigación se han utilizado fuentes tanto médicas como pedagógicas: revistas, manuales, actas de congresos, discursos, cartillas de divulgación y folletos.
La evolución de la educación física escolar en España. El caso valenciano Las diferentes orientaciones de la educación física anteriormente mencionadas se introdujeron en España y dieron lugar a iniciativas tempranas como el Real Instituto Militar Pestalozziano (1806), dependiente del Estado y dirigido a hijos de oficiales. Siguió el método de Muths y el de Pestalozzi, incluyendo los cuidados externos del cuerpo, los ejercicios físicos y los paseos. Al año de abrirse pasó a dirigirlo Francisco Amorós, Marqués de Sotelo, valenciano, militar y secretario de Godoy, valedor del Instituto. Como novedad incluyó aparatos e instrumentos gimnásticos. Exiliado a París en 1814, fundó el Gimnasio Normal, Militar y Civil en 1819. Dividía la gimnasia en civil, militar, escénica y médica y esta última en higiénica o
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profiláctica, terapéutica, anafiláctica o fortificante y ortopédica. La gimnasia española civil y militar es deudora de Amorós y sus discípulos, mientras la médica prefirió la gimnasia sueca, debida a P. Ling y su hijo, la cual se convirtió en España en la gimnasia escolar, caracterizada por sus “tablas gimnásticas” 2. Los maestros que a partir de 1809 estudiaron en la primera Escuela Normal tenían como asignatura unos “Principios generales de educación moral, intelectual y física”, que consistían en unas instrucciones acerca de cómo conseguir robustecer la salud de los niños mediante la combinación de ejercicios gimnásticos con juegos. Seguía las ideas de Pablo Montesinos, médico e impulsor del Reglamento de Escuelas Públicas de Instrucción Primaria Elemental (1838), defensor de la educación física como soporte de la intelectual según el método de Pestalozzi. Se hacía especial hincapié en que el niño fuera el artífice de su propia formación, de manera intuitiva y no formalista, junto con el desarrollo de la agilidad y la fuerza. Combinó estas ideas con otras tomadas del método militarista de Amorós, como la ejecución de ejercicios rítmicos con los niños evolucionando en pelotones disciplinados con un monitor al frente, y aunó estos ejercicios con la enseñanza de buenos hábitos higiénicos. Cuando en 1847 se implantó la gimnasia en el sistema educativo español, se integró de forma optativa en la segunda enseñanza y apareció y desapareció varias veces hasta que en 1873 surgió como Gimnasia higiénica en el mismo nivel. La educación física, por tanto, en las primeras décadas del siglo y hasta la aparición de los movimientos de renovación pedagógica impulsados, sobre todo, por la ILE, tuvo unos objetivos marcadamente higiénicos: la conservación de la salud mediante la higiene y el desarrollo de los órganos del cuerpo mediante la gimnástica, una educación en suma basada en presupuestos naturales. En la década de los setenta, el movimiento higienista posibilitó la propagación de las ideas de Fröebel, quien sustituyó las escuelas de párvulos por Jardines de Infancia, en donde se prestaba especial atención a los ejercicios físicos, los juegos y las excursiones 3. Las 2 CALATAYUD MIQUEL, F. (2002), De la gimnasia de Amorós al deporte de masas (17701993): una aproximación histórica a la educación física y el deporte en España, Valencia, Ayuntamiento de Valencia. 3 BALLESTER, R., y PERDIGUERO, E. (1998), “‘Levántate temprano, acuéstate pronto y ocupa bien el día’. Medicina, higiene y moral en la escuela primaria en España (1857-1936)”, en BALLESTER, R. (ed.), La medicina en España y en Francia y sus relaciones con la ciencia, la tradición y los saberes tradicionales, Alicante, Inst. Juan Gil-Albert, pp. 171-196; MAYOR MAYOR,
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deficientes condiciones económicas, la escasa preparación de los maestros, la legislación cambiante, la ausencia de locales adecuados (aulas pequeñas con malas condiciones higiénicas en las que los alumnos se hacinaban, ausencia de patios) hicieron minoritaria una buena educación física y algunas propuestas innovadoras apenas perduraron. Entre éstas cabe destacar la llevada a cabo por la Quinta del Espíritu Santo, en Madrid (1873-1875), una escuela especial para la educación, enseñanza y tratamiento curativo de niños débiles, enfermizos, raquíticos, escrofulosos, pretuberculosos o retrasados mentales, la cual cerró por falta de medios y ayuda institucional. Las enseñanzas que recibieron los maestros en los contenidos de Higiene en los planes de estudio de las Escuelas Normales, así como los profesores de Gimnasia en las diferentes instituciones que de forma irregular se ocuparon de su formación también hicieron hincapié en los beneficios del movimiento al aire libre, sin impurezas, que ayudaba al fortalecimiento de las musculatura torácica, lo cual mejoraba la respiración. Por ello se insistía, sobre todo, en la gimnasia sueca y en la gimnasia respiratoria 4. El primer centro de formación de titulados fue la Escuela Central de Profesores y Profesoras de Gimnástica (1883-1892) 5. Surgió por iniciativa de los profesores privados de Gimnástica con el fin de que ésta fuera declarada materia escolar obligatoria. Preparaba profesores para los institutos de enseñanza media y de las Escuelas Normales. Su programa era teórico, seguidor de la escuela de Amorós, con mucha gimnasia de aparatos y de sala y pocos juegos y deportes, lejos de las nuevas formas de concebir la educación física escolar propiciada por la ILE, cuyos hombres habían respaldado la creación de la escuela. En ella se tituló el valenciano José Esteban García Fraguas, médico, catedrático de Gimnástica higiénica en el Instituto de Valencia, fundador de la revista La Regeneración física dedicada a la gimnasia, el deporte y los juegos corporales, tres actividades que defendía alternar en la escuela, oponiéndose a la gimnasia amorosiana y a A. (2002), Historia de la educación física infantil en España en el siglo XIX, Oviedo, Universidad de Oviedo. 4 La preparación de los maestros en educación física puede seguirse en BRAVO BERROCAL, R. (1995), La educación física en la legislación española: 1900-1980, Málaga, Agora Universidad; (1995-1996), “Historia de la educación física. Número monográfico”, Revista de Educación, 14-15; PASTOR PRADILLO (1997). 5 MARTÍNEZ NAVARRO, A. (1995-1996), “Datos para la historia de una iniciativa fallida: la Escuela Central de Gimnástica”, Historia de la Educación, 14-15, 125-149.
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los batallones escolares. Fue autor del Tratado racional de Gimnástica 6, que empezó a publicar al año de cerrar la escuela, hecho que criticó y denunció, ya que su presupuesto se destinó al hipódromo de Madrid. Una vez clausurada, el profesorado que debía impartir educación física se habilitaba con exámenes, no cursos, en la Facultad de Medicina de Madrid desde 1896. Este año se estableció la asignatura de educación física en Bachillerato de forma obligatoria y se habilitaron los criterios para ser profesor de educación física. Tres años después se autorizó a los médicos a impartir clases de Gimnástica, basadas en la Anatomía, la Fisiología y la Higiene. Los tratados de educación física para Magisterio son escritos muchas veces por médicos, como García Fraguas y Cortés Pastor (1915), médico y profesor de educación física de la Escuela Normal de Valencia, a cuyos alumnos va dirigida su obra prologada por Ramón Gómez Ferrer, catedrático de Pediatría, y cuyo contenido resume bien la orientación de la materia en ese momento: rechazo de la gimnasia atlética y por aparatos porque fatiga y solo desarrolla un grupo determinado de músculos, acabando muchos de sus practicantes, en opinión del autor, víctimas de la tisis. Defiende en cambio la gimnasia sueca, de fundamentos científicos, higiénica, cuyos ejercicios atienden especialmente a los grupos musculares que intervienen en las grandes funciones vitales como la respiración y afirma: “Para evitar los microbios y enfermedades la mejor profilaxia o procedimiento de previsión es una constitución vigorosa que se puede proporcionar al niño con ayuda de la gimnasia racional y los juegos al aire libre” 7. En 1919 se creó la Escuela Central de Gimnasia del Ejército en la Academia de Infantería de Toledo y en ella el personal civil también podía formarse en cursos especiales. En 1930 comenzó a funcionar como centro de enseñanza independiente y en 1939 se llamó Escuela Central de Educación Física. En 1933 se había creado también la Escuela de Educación Física en la Universidad de Madrid, adscrita a la Facultad de Filosofía y Letras. Ambas combinaban la enseñanza teórica de los fundamentos científicos de la educación física con la práctica de ejercicios, deportes y juegos.
6 GARCÍA FRAGUAS, J. (1893-1896), Tratado racional de gimnástica y de los ejercicios corporales, Madrid, E. Rubiños (vol. I); Vda. Hernando (vols. II y III). 7 CORTÉS PASTOR, A. (1915), La educación física en el Magisterio, Valencia, Imp. EMV, p. 150.
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La educación física y la Institución Libre de Enseñanza La educación física recibió un impulso considerable con las actividades de la Institución Libre de Enseñanza 8. Fue básica en su proyecto, ya que mejoraba el estado de salud general, contribuyendo a la regeneración de la raza y a la educación integral del individuo. Le dio una orientación higiénica (los ejercicios tenían que ser saludables) y fisiológica (se estudiaba su repercusión sobre los órganos y las consecuencias del ejercicio excesivo, proporcionando una base científica a la educación física) y sus contenidos fueron la gimnasia, los juegos al aire libre y las excursiones y paseos escolares. Poco a poco rechazó la gimnasia porque sus aparatos aumentaban la masa muscular y dificultaban el desarrollo óseo en los períodos de crecimiento, mientras que en los gimnasios los alumnos respiraban un aire impuro, de ahí que a partir de los años noventa se decantara por los juegos. Para Manuel Bartolomé Cossío, su director: “Los ejercicios corporales del juego libre, enteramente libre, en medio del campo, contribuyen a crear glóbulos rojos en la sangre del niño; fuerzas, salud y bienestar físico” 9. Las excursiones y paseos y, en general, el ejercicio al aire libre “daría excelentes resultados... lejos de los miasmas humanos... [en] la atmósfera de los campos cargada de ozono, impregnada de emanaciones salutíferas de las plantas y movida constantemente por los vientos” 10. En su órgano de expresión, el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (BILE), los artículos sobre los beneficios del ejercicio son numerosos. Se concretan sus efectos sobre los procesos fisiológicos, sobre todo, su acción higiénica sobre la función respiratoria, considerada de gran importancia dada la elevada incidencia de enfermedades pulmonares en la época, sobre todo, tuberculosis. También se refleja en la revista una opinión mayoritaria entre los miembros de la Institución: la causa principal de la degeneración de la raza era la escasez del ejercicio físico: “...el abandono del cuerpo durante una larga serie de generaciones conduce por la vía recta a la escrófula, al raquitismo, a la tisis...” 11. BALLESTER, R., y PERDIGUERO, E. (1998), “Instrucción primaria en el ideario regeneracionista de la Institución Libre de Enseñanza”, Dynamis, 18, 25-50; LÓPEZ SERRA, F. (1998), Historia de la educación física. La Institución Libre de Enseñanza, Madrid, Gymnos. 9 COSSIO, M. B. (1883), “El trabajo manual en la escuela primaria”, BILE, 7, 156-158, p.156. 10 BUYLLA, A. (1890), “Notas sobre los juegos corporales”, BILE, 14, 118-120, p. 119. 11 BUYLLA, A. (1889), “El libro de M. Daryl sobre la educación física” (fragmentos de un estudio), BILE, 13 161-168, p.167. 8
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En la misma línea, la ILE fomentó las colonias escolares 12. Los pensionados en Pedagogía por la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) que viajaron a Suiza visitaron las escuelas al aire libre y las colonias escolares, promovidas por Walter Bion en 1876, en donde los niños en contacto con la naturaleza se fortalecían por medio del ejercicio físico, una alimentación sana, baños y juegos. En 1887, el Museo Pedagógico Nacional a través de su director Cossío organizó la primera colonia escolar de vacaciones en España en San Vicente de la Barquera, con niños de Madrid. El entusiasmo con que la ILE sustentó la idea de Bion se explica porque respondía a una de sus principales preocupaciones, la mejora de la salud y las costumbres higiénicas del pueblo español. Giner de los Ríos repetía que para formar españoles de provecho hacía falta “no solo estudiar y aprender muchas cosas, sino también mucho juego corporal y gimnástico, mucho aire libre, mucho movimiento, poco libro y mucha agua y jabón” 13. La creación oficial de las colonias escolares para niños pobres se estableció por Real Decreto de 26 de julio de 1892 “pues la vida de las familias poco acomodadas en buhardillas y sótanos es tan favorable al desarrollo del escrofulismo y de la anemia como la de los barrios extremos, agregándose en los primeros la falta de dos agentes tan indispensables para el bienestar físico como son la luz y el aire puro” 14.
No hubo apoyo económico importante hasta 1911 y ciertas entidades privadas, como las Sociedades Económicas de Amigos del País sustentaron algunas: “La obra de proteger a los niños pobres, proporcionándoles unas vacaciones regeneradoras, no podía ser más digna... arrancándoles temporalmente a la miseria de sus familias, para devolvérselos... no con el pecho hundido y estrechos de espaldas, y sí conformados y sin tan perjudicial estrechez” 15.
12 MARÍN ECED, T. (1990), La renovación pedagógica en España (1907-1936). Los pensionados en Pedagogía por la Junta para la Ampliación de Estudios, Madrid, CSIC; PEREYRA, M. (1982), “Educación, salud y filantropía: el origen de las colonias escolares de vacaciones en España”, Historia de la Educación, 1, 145-168. 13 GINER DE LOS RÍOS, F. (1884), “Sobre los defectos actuales de la ‘Institución Libre’”, BILE, 8, 109-110. 14 Real Decreto de 26 de julio de 1892 (Gaceta de Madrid de 27 de julio). Recogido por PEREIRA (1982), p. 157. 15 SOCIEDAD ECONÓMICA DE AMIGOS DEL PAÍS DE SANTIAGO (1894), La Primera Colonia Escolar Compostelana, Santiago, J. M. Paredes, p. 5. Citado por PEREIRA (1982), p. 163.
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Colaboraron también con esta obra algunos ayuntamientos y asociaciones de protección a la infancia, así como personas a título individual como fue el caso de cuarenta becados de la JAE entre maestros, inspectores y profesores de las Escuelas Normales. Muchos escribieron además sobre su experiencia en estas colonias en revistas profesionales como Magisterio Valenciano, cuyo director Rafael Giner Daroca, acudió a ellas y colaboró con el movimiento de las Colonias escolares valencianas. En Valencia es visible la influencia del krausismo y de la ILE y su posterior desarrollo a través de instituciones como la Escuela Cossío, el Instituto Escuela, que tenía en su plan de estudios las asignaturas de “Gimnasia y juegos” y “Excursiones y visitas” y colonias de verano en la vecina población de Burjasot, o la Escuela Moderna, que contaba con las asignaturas de “Ejercicios corporales” y “Gimnasia sin aparatos” e incorporó las excursiones escolares. En la misma línea trabajó la Escuela Moderna del Casino Republicano Radical (1908) uno de cuyos directores, Benigno Ferrer, defendió en El Radical el nuevo concepto de Escuela Moderna frente a la escuela tradicional “infecciosa, absurda e inmoral” que atrofia y degenera a los niños 16. Como nombres destacados en la renovación pedagógica valenciana cabe citar a Angelina Carnicer, quien llegó a Valencia en 1914 como profesora de la Escuela Normal procedente de la Escuela Superior de Magisterio. Será la auténtica educadora en el espíritu de la ILE de varias promociones de maestros valencianos. Colaboró en la creación de la Escuela Cossío, en el efímero “Colegio al aire libre de la Glorieta” y fue miembro de la Junta Valenciana de Colonias. Destacó también María Carbonell, de la Escuela Normal, defensora de la utilidad pedagógica del ejercicio infantil 17. Las colonias escolares llegaron a Valencia en 1893 con una colonia en el Cabañal formada por niños valencianos y madrileños organizada por la 16 FERRER, B. (1908), “Para el Radical. Escuela Moderna. ¡Viva el desahogo!” El Radical, 5 de octubre, p. 1. Citado por LAZARO LORENTE, L. (1992), Las escuelas racionalistas en el País Valenciano (1906 -1931), Valencia, Nau Llibres. La ILE en Valencia ha sido estudiada, entre otros, por BUENO ORTUÑO, J. et al. (1979), La Institución Libre de Enseñanza y Valencia, Valencia, Real Sociedad Económica de Amigos del País y ESTEBAN MATEO, L. (1990), El krausismo, la Institución Libre de Enseñanza y Valencia, Valencia, Universidad de Valencia. 17 Véase la obra de ESTEBAN MATEO (1990) y también, GONZÁLEZ AGAPITO, J. (2002), Tradició i renovació pedagògica, 1898-1939. Història de l’educació. Catalunya, Illes Balears, País Valencià, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans. La Asociación para el Fomento de la Cultura e Higiene en España, a través de su órgano de expresión la revista Cultura e Higiene, dio cuenta de esta escuela que había fundado, situada en los jardines de la Glorieta, en el artículo: (1919), “Valencianos”, Cultura e Higiene, 11 de mayo, p. 2.
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Sociedad Protectora de Niños de Madrid18. En 1912, la Asociación para el Fomento de la Cultura y la Higiene, una entidad privada que agrupaba, sobre todo, a profesionales de la medicina y la enseñanza, estableció colonias en Buñol y Portaceli. En 1914 creó la Junta Valenciana de Colonias Escolares, a la que pertenecían médicos como Bartrina, Bartual Moret y Pérez Feliú y maestras como María Carbonell y Angelina Carnicer. Los niños eran seleccionados por médicos según criterios antropométricos y en la colonia realizaban durante dos semanas excursiones diarias completadas por gimnasia higiénica, deportes y baños de agua y sol. También se organizaron colonias permanentes para niños que por sus condiciones especiales necesitaban una estancia más prolongada. Fue el caso de la Colonia del Sanatorio Nacional Marítimo de la Malvarrosa, dirigido por Mariano Pérez Feliú y que posteriormente se trasladó a un edificio propio. Los niños realizaban ejercicios físicos y excursiones de forma regulada y se les practicaba un seguimiento mediante fichas antropométricas.
La tuberculosis en la escuela valenciana La aparición de la tuberculosis en la escuela constituyó un problema central en la época e implicó en la búsqueda de soluciones tanto a maestros como a médicos, quienes defendieron las bondades preventivas de la educación física. En el caso de Valencia, fue un tema abordado repetidamente en monografías y en artículos de la prensa profesional de ambos colectivos. Jesús Bartrina, catedrático de la Facultad de Medicina, vocal de la Junta Provincial de Protección a la Infancia y miembro de la Junta Valenciana de Colonias Escolares, denunció la pésima situación higiénica de las escuelas: “Cuando a los niños... se les hace rumiar en comandita el aire aquel tan cargado de microbios...podemos, sin esperanza de equivocarnos, asegurar que es enorme la cantidad de vida que con tales procederes se destruye” 19. Gómez Ferrer trató múltiples veces el tema, como en su comunicación al 18 CRUZ, J. I. (1991), Las colonias escolares valencianas (1906-1936): un ejemplo de renovación educativa, Valencia, Institut Valencià de la Joventut; FEO COLVES, M. D. (1986), Escuela y Salud en la Valencia de la Restauración, Valencia, Tesis de Licenciatura. Su evolución puede seguirse en MEMORIAS de la Junta Valenciana de Colonias Escolares. Años 1914-1933, Edición facsímil, prólogo de L. Esteban (1989), Valencia, Generalitat Valenciana. 19 BARTRINA, J. (1912), El problema de la primera enseñanza en Valencia, Valencia, Tip. Doménech, p. 14. Citado por FEO COLVES (1986), pp. 122-123.
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Primer Congreso Español Internacional de la Tuberculosis, en la que trató la educación física del niño tuberculoso 20. Fue también un fervoroso partidario de la implantación de la educación obligatoria del niño, una educación integral destinada a elevar el nivel intelectual, físico y moral de los españoles, con una intención claramente regeneracionista. En la misma línea estuvo su participación en el IX Congreso de Higiene y Demografía, en una de cuyas secciones, “Higiene infantil y escolar”, numerosos autores defendieron las ventajas de la gimnasia al aire libre y las colonias escolares 21. Otro de los médicos valencianos más activos en el tema de la educación y la salud infantil fue Mariano Pérez Feliú, pensionado de la ILE en el Instituto Rousseau, presidente de la Asociación para el Fomento de la Cultura e Higiene, quien al solicitar al Ayuntamiento valenciano una subvención para las colonias escolares, achacaba el lamentable estado físico de los niños que asistían a las escuelas nacionales a las deficiencias higiénicas en que se encontraban y las definió como “centros docentes donde la niñez se tuberculiza” 22. También los maestros, como se ha indicado, se interesaron por el problema de la tuberculosis. María Carbonell defendió la gimnasia escolar como medio de defensa contra el bacilo de Koch en 1910. Fue delegada del Magisterio valenciano en el IX Congreso de Higiene y Demografía e intervino en la mencionada sección de “Higiene infantil y escolar”. En un artículo de la revista La Escuela Moderna, de la que era colaboradora habitual, habló sobre la situación de la Escuela Normal valenciana en donde ejercía como maestra, denunciando la falta de espacio, un plan de estudios sin ningún contenido relacionado con el ejercicio físico y ausencia de excursiones y paseos, lo que provocaba que “Jóvenes que vienen al examen de ingreso (catorce años) sonrosadas y frescas... se van a los 2 o 3 años agotadas y marchitas, atacadas de anemia y tal vez en camino de la tuberculosis” 23. 20 GÓMEZ FERRER, R. (1910), La educación de los niños tuberculosos, Medicina Valenciana, 10, 294-304. Cf. Asimismo, MAYORDOMO, A., AGULLO, M. C. (eds.) (2002), La construcció social del sistema educatiu valencià, Gandía, CEIC Alfons el Vell. 21 Así quedó recogido en las conclusiones de los trabajos de esta sección: Actas y Memorias del IX Congreso Internacional de Higiene y Demografía (1900), Madrid, Imp. Ricardo Rojas, vol. VI, pp. 409-410. 22 “Carta del Dr. Pérez Feliú del 27/VII/1913”, Archivo Histórico Municipal de Valencia, Caja 1, Sección 3ª, Subcl. G. Citado por LÁZARO LORENTE, L. (1989), La Escuela Moderna de Valencia (1906-1914), una alternativa de educación popular, Valencia, Universidad de Valencia, p. 39. 23 CARBONELL, M. (1912), “La higiene en las Escuelas Normales de Maestras”, La Escuela Moderna, 12, 17-19, p. 18.
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Las diferentes revistas de pedagogía valencianas no dejaron de recoger los beneficios del ejercicio al aire libre sobre la tuberculosis: El Magisterio Valenciano, que incluyó las conclusiones de la Asamblea de Inspectores en 1922 24, la Tribuna del Magisterio, que recogió las “Impresiones de un viaje a Suiza” de Pérez Feliú cuando era pensionado de la ILE y en las que señalaba la importancia de los maestros en la vulgarización de las medidas profilácticas antituberculosas 25 y Cultura e Higiene, órgano de la Asociación para el Fomento de la Cultura e Higiene, que dedicó el número de 1913 a las colonias escolares. La colaboración de médicos y maestros fue también estrecha en los problemas de higiene escolar tras la creación de la Inspección médica escolar en 1911 y en los Congresos de higiene escolar, temas ampliamente estudiados por diversos autores 26.
Conclusiones La educación física tuvo una finalidad higiénica en el período estudiado y la tuberculosis fue el principal problema de salud que intentó prevenir. Poco a poco incorporó los paradigmas biológicos de la ciencia experimental y fundamentó sus contenidos teóricos y prácticos en las aportaciones de la anatomía, la fisiología y, posteriormente, la microbiología. Respecto a esta última, nuestros resultados concuerdan con los alcanzados por B. Gutiérrez en su trabajo sobre la lexicografía médica de divul-
24 CONCLUSIONES DE LA ASAMBLEA DE INSPECTORES (1922), El Magisterio Valenciano, 5 de enero, pp. 5-6. 25 PÉREZ FELIU, M. (1918), Curso de verano en Valencia, Tribuna del Magisterio, 31 de julio, p. 4. 26 BALLESTER, R., BALAGUER, E. (1998), “Renovación pedagógica e higiene escolar en la España del primer tercio del siglo XX”, en CASTELLANOS, J. et al. (eds.), La medicina en el siglo XX. Estudios históricos sobre medicina, sociedad y estado, Málaga, SEHM, pp. 241-253; BERNABEU, J.; ESPLUGUES, X., y GALIANA, M. E. (2004), “Higiene y Pedagogía: el Primer Congreso Español de Higiene Escolar”, en PERDIGUERO, E. (comp.), Salvad al niño, Valencia, SEC, pp. 251-269; RUIZ RODRIGO, C., y PALACIO LIS, I. (1999), Higienismo, educación ambiental y previsión escolar. Antecedentes y prácticas de educación social en España (1900-1936), Valencia, Universidad de Valencia; RUIZ SANTAMARÍA, J. A. (1978), Higiene escolar. La inspección médico-escolar del Estado. Creación e instauración en el Reino de Valencia, Valencia, Real Academia de Medicina de Valencia. Cf. asimismo el número monográfico de la revista Areas (2000) titulado Higienismo y educación (siglos XVIII-XX).
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gación 27 y E. Perdiguero en su estudio de los manuales de economía doméstica 28: se ha visto que la incorporación de los términos microbiológicos es progresiva desde finales del XIX, con persistencia de interpretaciones miasmáticas durante los primeros años del XX. La calidad del aire, la respiración correcta, el fortalecimiento del aparato respiratorio y todo ello fundamentalmente en relación con la prevención de la tuberculosis, se interpretarán de forma paulatina desde la teoría microbiana.
27 GUTIERREZ RODILLA, B. (2000), “La higiene en la lexicografía médica de divulgación de la España decimonónica”, Areas, 20, 51-60. 28 P ERDIGUERO , E. (1995), Popularización de la higiene en los manuales de economía doméstica en el tránsito de los siglos XIX al XX. En BARONA, J.L. (ed.), , Valencia, SEC, pp. 225-250.
¿POR QUÉ MUEREN LOS NIÑOS? EL DEBATE IDEOLÓGICO SOBRE LA SALUD INFANTIL EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA (1904-1939) Josep L. Barona Universitat de València
Introducción: el problema de la infancia, su construcción y dimensiones Durante la transición al siglo XX, la sociedad española fue escenario de un amplio debate en torno a la penosa situación en que se desenvolvía la vida de los niños. El debate estaba estrechamente vinculado, por una parte a la crisis de 1898 y a la sensación de decadencia que ésta provocó en los diversos sectores de la sociedad española 1 y, por otra parte, a un movimiento internacional que buscaba mejorar las condiciones de vida y supervivencia de la infancia 2. La opinión pública española acuñó así el problema de 1 Una amplia bibliografía se ha ocupado recientemente de revisar la crisis finisecular y su significado histórico, cultural y artístico. Aproximaciones generales a las corrientes intelectuales como las de JULIÁ, S., Historias de las dos Españas (2004), Madrid, Taurus, ÁLVAREZ JUNCO, J. (2003) Mater dolorosa. La idea de España en el siglo XIX, Madrid, Taurus, o JUARISTI, J. (1997) El bucle melancólico. Madrid, Espasa-Calpe, permiten contextualizar la compleja trama histórica y la crisis de la sociedad española. En el aspecto más estrictamente científico puede verse BARONA, J. L. (comp.) (2003), Ciencia, salud pública y exilio (España 1875-1939), Valencia, SEC, Universitat de València y BARONA, J. L., “Ciencia y revolución en la España de Martí Ibañez”, en MARTÍ, J. V., y Rey, A. (ed.) (2004), Actas del I Simposium Internacional Félix Martí Ibáñez: Medicina, Historia e Ideología, Valencia, Generalitat Valenciana, pp. 17-39. 2 La más completa y reciente actualización de las investigaciones sobre los estudios acerca de la protección a la infancia es el libro de PERDIGUERO GIL, E. (comp.) (2004), Salvad al niño. Estudios sobre la protección a la infancia en la Europa Mediterránea a comienzos del siglo XX, Valencia, SEC, Universitat de València. Además de una decena de capítulos consagrados a la sociedad española, incluye dos capítulos específicos sobre Francia e Italia. La contribución a este trabajo es la que ha permitido la reflexión que ahora ofrecemos. Otros ámbitos europeos han sido
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la infancia y su análisis y resolución se convirtieron en una de las piedras angulares del programa de modernización y regeneración social durante el primer tercio del siglo XX. Resolver la penosa situación de la infancia representaba uno de los retos principales para la transformación de la sociedad española. Por esas razones en las primeras décadas del siglo XX, el problema de la infancia alcanzó un amplio eco social y político. La dimensión sanitaria del problema fue analizada por higienistas y médicos comprometidos con la medicina social. La dimensión pedagógica fue impulsada por maestros y pedagogos que consideraban la educación como instrumento de modernización y progreso. Médicos y pedagogos fueron los dos principales arquitectos del diseño y la construcción del problema de la infancia. Desde esa inicial dimensión sanitaria y educativa —que ponía el acento en la formación, la salud y la mortalidad infantil— el problema de la infancia adquirió también una dimensión laboral, moral y delictiva en la transición al siglo XX, delimitándose en España alrededor de cuatro dimensiones principales. Una dimensión sanitaria sustentada en unos indicadores de mortalidad y morbilidad infantil escandalosos y en las profundas deficiencias en las condiciones de vida y la alimentación de los niños. Una dimensión educativa, caracterizada por un sistema de escolarización deficiente, tanto por las malas condiciones higiénicas de las escuelas como por los métodos docentes anticuados y la escasez de recursos materiales y didácticos. Y eso sucedía precisamente en unos momentos en que el debate sobre la escuela y su potencial regenerador eran ampliamente valorados y debatidos en la sociedad española, tanto en el seno de la Institución Libre de Enseñanza como en las reformas planteadas por Ferrer Guardia, el padre Manjón y otros representantes del reformismo pedagógico y la escuela moderna 3. Una tercera dimensión laboral abundaba en el carácter abusivo del trabajo infantil, que debilitaba la salud e impedía la escolarización. Era frecuente la explotación laboral de los niños en espectáculos públicos y las niñas eran analizados en monografías como JOHNSTON, J. R., y ROSEBY, V. (1997), In the name of the child, New York, Free Press o GIJSWITJ-HOFSTRA, M., y MARLAND, H. (2003), Cultures of Child Health in Britain and the Nederlands in the Twentieth Century, Amsterdam, Rodopi. 3 Véase la obra colectiva compilada por BORRÁS LLOP, J. M. (1996), Historia de la infancia en la España contemporánea, 1834-1936, Madrid, Fundación Sánchez Ruperez; SANTOLARIA, F. (1997), Marginación y educación. Historia de la educación social en la España moderna y contemporánea, Barcelona, Ariel, y PALACIO LIS, I., y RUIZ RODRIGO, C. (2002), Redimir la inocencia. Historia, marginación infantil y educación protectora. Valencia, Universitat de València.
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víctimas de abuso sexual. Finalmente, una cuarta dimensión delictiva se refería a la mendicidad, al abandono, la vagancia y el delito. Ello planteaba un problema de orden público que contribuyó a configurar el arquetipo marginal y psicopatológico del niño golfo. En el acto de presentación ante las Cortes del Proyecto de Ley de Protección a la Infancia y represión de la mendicidad de 12 de agosto de 1904, el Ministro de la Gobernación, J. Sánchez Guerra, planteaba los siguientes argumentos en la Declaración de motivos, que sintetizan las dimensiones del conflicto: “El problema infantil” se traduce en elevada mortalidad, merma de energías para la riqueza de la nación, omisiones vergonzosas y maniobras criminales. Muchedumbre de niños abandonados son explotados por el trabajo industrial prematuro o por los que hacen mercancía con la inocencia. El estado debe remediarlo como reclaman las masas obreras por razón de justicia y conveniencia social, y también porque la caridad exige atender al niño... La patria potestad a veces oculta la explotación y el abandono de los hijos por padres que los impulsan a la mendicidad industrial, la vagancia, la corrupción y el delito 4. La ley aportaba una novedad fundamental: la implicación y el compromiso del Estado. La cuestión es importante porque el Estado decimonónico no había ido en España más allá de asumir una función legislativa y en las políticas públicas (sanidad, asistencia social, educación) no se había comprometido en la financiación ni en la ejecución, delegando de forma subsidiaria en la administración periférica (diputaciones, ayuntamientos) o en la acción social de la Iglesia. Durante las dos primeras décadas del siglo XX esta actitud se transformó no sólo en relación con el problema de la infancia, sino también con respecto a la educación, la salud pública, la actividad científica y la asistencia social. El compromiso del Estado se convirtió así en un factor ideológico que permitió superar las limitaciones de la caridad pública en favor del reconocimiento del derecho a la educación y a la salud, y también al compromiso en afrontar la represión de la delincuencia. Una de las causas de ese cambio fue la internacionalización del movimiento sanitario y la influencia de la Sociedad de Naciones 5. No hay que 4 SÁNCHEZ GUERRA, J. (1904), “Discurso de presentación ante las Cortes Españolas” del Proyecto de Ley de Protección a la Infancia y represión de la mendicidad, Madrid, 12 de agosto de 1904. 5 Esta es la óptica desde la que se está llevando a cabo el proyecto de investigación financiado por le Plan Nacional de Ciencia y tecnología sobre Movimientos sociales y organismos
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olvidar que España se integró en la política internacional a través de las conferencias sanitarias internacionales que venían desarrollándose desde 18516 y también la existencia de una legislación protectora de la infancia en Austria (1824), Inglaterra (1872), Alemania (1874), Francia (1874), así como la fundación en Bruselas en 1911 de la Unión Internacional de Protección a la Infancia.
La Ley de Protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad (1904) y el triunfo del reformismo conservador La Ley de Protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad se publicó el 12 de agosto de 1904 (Gaceta de 17 de agosto de 1904) y hasta el 24 de enero de 1908 (Gaceta de 25 de enero de 1908) no se publicaba el Reglamento para su desarrollo. Las primeras versiones del texto se habían elaborado en la Sociedad Española de Higiene en 1900 y 1902 y posteriormente la propuesta de ley se había presentado y debatido en el Congreso Español de Deontología Médica (1903) 7. El principal impulsor de una política activa del estado para resolver el problema de la infancia fue el médico Manuel Tolosa Latour, quien, iniciaba el número fundacional del Boletín del Consejo Superior de Protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad con los siguientes argumentos 8: “La riqueza de las naciones se basa en una abundante población sana. Son aterradoras cifras de enfermedades infantiles y la elevada mortalidad que presenta la sociedad española. La principal causa es la incultura, los errores y las supersticiones populares. La protección a la infancia es imprescindible para la perfección física y moral de la mujer y el niño. Es obligación del Estado proteger a la madre abando-
internacionales. La sanidad española durante el período entreguerras, coordinado por J. Barona, con un equipo formado por J. Bernabeu, M. J. Báguena y J. Micó. En este mismo congreso hemos presentado una comunicación que se refiere a este asunto. 6 A la Conferencia Internacional de París se sucedieron las de Viena, Dresde, Ginebra, Budapest. Estas últimas, dedicadas a debatir las condiciones de salud y el modelo de organización sanitaria de las zonas rurales, se organizaron a propuesta del estado español. 7 PERDIGUERO, E., y E. ROBLES, E. (2004), “La protección a la infancia y la Sociedad Española de Higiene”, en PERDIGUERO GIL, E. (comp.) Salvad al niño. Estudios sobre la protección a la infancia en la Europa Mediterránea a comienzos del siglo XX, Valencia, SEC, Universitat de València, pp. 93-120. 8 TOLOSA LATOUR, M. (1999), “Pro Infantia”, Pro Infantia. Boletín del Consejo Superior de protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad, 1, 1.
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nada, vigilar las condiciones de la lactancia mercenaria, los asilos de acogida, los malos tratos y los abusos, dar cobijo a los niños abandonados, a los anormales y a los delincuentes.”
Las estrategias de acción social y sanitaria que puso en marcha el Consejo Superior de Protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad expresan la ideología social del reformismo conservador, representado por las autoridades económicas y políticas de la burguesía y la Iglesia católica. El movimiento obrero no tuvo ninguna participación 9.
Los hechos: las condiciones de vida y salud de la infancia en la sociedad española a comienzos del siglo XX Todos los testimonios acerca de las condiciones de vida y salud de la infancia en la sociedad española a comienzos del siglo XX indican la existencia de una profunda preocupación social. Tanto los testimonios políticos como los literarios, los eclesiásticos como los del movimiento obrero, los pedagógicos como los sanitarios, coinciden en denunciar las penosas condiciones de vida de una gran parte de la población infantil. La gran variedad de fuentes elimina cualquier duda sobre la dimensión de un problema relacionado no sólo con la incidencia de enfermedades infantiles y la muerte prematura de los niños, sino también con las deficientes condiciones higiénicas del medio urbano y rural, las lamentables condiciones de las escuelas, el abandono, la orfandad, la marginalidad y el vagabundeo, la explotación y el trabajo infantil, los abusos sexuales y la delincuencia. Los estudios epidemiológicos realizados por Marcelino Pascua desde el servicio de estadística de la Dirección General de Salud Pública para 1931 indican que las tasas de natalidad y mortalidad en el medio urbano y rural eran intolerables 10:
9 Los primeros años de actividad del Consejo Superior han sido analizados en BARONA, J. L., (2004), “El Consejo Superior de Protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad (1904-1919). Su ideología social y sanitaria”, en PERDIGUERO GIL (comp.), pp. 121-154. 10 PASCUA, M. (1934). La mortalidad infantil en España, Madrid, Dirección General de Sanidad.
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Indicadores epidemiológicos de la sociedad española Nacimientos Muertes (todas las causas, por mil) Mortinatalidad (por mil) Mortalidad infantil (por mil nacidos vivos)
Urbana
Rural
24,5 18,3 55,9 114
29,3 17,3 22,6 117
Fuente: Pascua (1934).
En el Primer Congreso Médico-Farmacéutico Regional (Valencia, 1891) Torrero leyó una ponencia sobre “Las deficiencias de la actual higiene infantil” 11, en la que cifraba el número de muertes de niños menores de cinco años en 26.525 durante el período 1880-1891. Eso representaba un 45,36 % de la mortalidad general. Denunciaba además las pésimas condiciones higiénicas de las inclusas, a las que atribuía una mortalidad entre el 50 y el 85 %. Estas cifras escalofriantes son coherentes con las que aportan otras fuentes históricas. La Junta Provincial de Protección a la Infancia de Madrid publicaba en 1909 un informe en la revista Pro Infantia en el que atribuía a la mortalidad de menores de 5 años una proporción del 49 % con respecto a la mortalidad general. De ella, el 15 % se daba en menores de 1 año y el 34 % de niños entre 1 y 4 años.12 Los datos sobre Madrid eran: Estadística de mortalidad en Madrid (1909) Grupo de edad
Total defunciones
< 1 3.315 (19.2 %) 1-4 años 5-19 años 20-39 años 40-59 años > 60 años
3.132 (18.4 %) 1.165 (9.6 %) 2.348 (13.3 %) 3.460 (19.6 %)
4.178 (23.6 %)
Fuente: Junta Provincial de Protección a la Infancia.
11 TORRERO, Dr. (1891). “Las deficiencias de la actual higiene infantil”, en F. Barberá (dir.), Primer Congreso Médico-Farmacéutico Regional celebrado en Valencia del 26 al 31 de julio de 1891, Valencia, Imp. Ferrer de Orga, pp. 172-179 12 Protección a la Infancia. Informe de la Junta provincial de Madrid. Pro Infantia. Boletín del Consejo Superior de protección a la Infancia y Represión de la Mendicidad, 1, (1909), pp. 80 ss.
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Muchas de las enfermedades estaban relacionadas con deficiencias graves en la alimentación, los espacios públicos, las viviendas y las condiciones laborales. En una primera etapa el problema llegó a ser especialmente dramático en los contextos urbanos e industriales, y menos en las áreas rurales, pero, desde finales del siglo XIX, se extendió entre la opinión pública la imagen de una sociedad rural poco higiénica y atrasada 13. El hacinamiento y la convivencia con animales e inmundicias, la falta de sistemas de eliminación de aguas sucias y de instalaciones higiénicas en las viviendas ponía en riesgo la vida de los niños, a los que Gil de Membrillera describía “con una costra de mugre sobre sus cabezas y el cuerpo cubierto de negros harapos, muchos pagan con su vida la falta de higiene y limpieza en que les crían sus padres, otros sobreviven por la acción microbicida del sol y por el aire puro de la ambiente campestre, pero en general esta suciedad es propicia para la propagación de pulgas, chinches, piojos y ladillas” 14.
El testimonio de los médicos acerca de las condiciones higiénicas de las escuelas es demoledor y aparece en la mayoría de las topografías médicas 15. En el medio rural los niños abandonaban la escuela a los diez años para ayudar en las faenas del campo y cuidar de los animales domésticos. Las niñas iniciaban entonces una lamentable carrera como niñeras y asistentas en el servicio doméstico de la burguesía urbana hasta que se casaban a los quince o dieciséis años. Las tasas de alfabetización eran muy bajas, alrededor del 50 %, y el analfabetismo era significativamente más alto entre las mujeres. Un aspecto novedoso del Real Decreto de 25 de mayo de 1900 es el establecimiento de escuelas para niños obreros en fábricas y talleres 16. El Decreto establecía que los patronos tenían la obligación de conceder una 13 Vid. BARONA, J. L.; BERNABEU-MESTRE, J., y PERDIGUERO-GIL, E. (2005), “Health Problems Health and Public Policies in Rural Spain (1854-1936)”, en BARONA, J. L., y CHERRY, S., Health and Medicine in Rural Europe, 1850-1945, Valencia, SEC, Universitat de València, pp. 63 ss. 14 GIL DE MEMBRILLERA, F. (1920), El problema sanitario de España (Crítica y alegato), Madrid, pp. 25-26. 15 Hemos hecho un análisis del testimonio que ofrecen las topografías médicas sobre poblaciones valencianas en BARONA, J. L. (2004), “Condicions de vida a l’horta valenciana”, Afers, 47, pp. 67-92. 16 (1909), Pro Infantia. Boletín del Consejo Superior de Protección a la Infancia y represión de la mendicidad, 1, pp. 301-303.
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hora diaria a los menores de 18 años para su instrucción. Además tenían que costear una escuela elemental en cada establecimiento industrial, dotada de personal competente y material indispensable para la instrucción de los niños y jóvenes obreros. En estos establecimientos se debía de enseñar lectura, escritura, gramática, aritmética y la doctrina cristiana. Al concluir, el obrero recibiría un certificado. En 1909, las Cortes aprobaron un Proyecto de Ley que establecía la enseñanza obligatoria entre los 6 y los 12 años. Los dos últimos años, la enseñanza se hacía compatible con el trabajo, ya que sólo eran obligatorios seis meses para los niños de 10 a 11 años que estuvieran escolarizados desde los 6 años, y tan solo 3 meses para los de 11 a 12 años. La inspección de centros escolares se organizó en 1910 mediante comisiones específicas de las juntas locales, con separación de niños y niñas, vigilancia de las condiciones higiénicas, regulación del contenido de las enseñanzas que incluían gimnasia y manualidades y la segregación de los anormales. No disponemos de cifras fiables sobre la gran proporción de población infantil acogida en asilos y orfanatos. Estas instituciones gestionadas por la iglesia, bajo la denominación de casas de misericordia, caridad o beneficencia, acogían a la población marginada o empobrecida, especialmente a niños abandonados y huérfanos, a mujeres viudas y ancianos. Desde la Ley de Beneficencia (1854) proliferaron espectacularmente merced a la iniciativa de instituciones religiosas y de los municipios. Ello indica la importancia demográfica y social del problema de la exclusión y de la respuesta a través de la caridad y la beneficencia, que se financiaba con fondos privados. La proliferación de asilos obedecía a las dos principales coordenadas de la Ley de 1904: la protección de los niños desvalidos y la represión de los vagabundos, rebeldes o delincuentes. Como se ha dicho, sus tasas de mortalidad eran escandalosas y la culpabilización de la víctima se manifestaba en propuestas de moralizar a la mujer para que no abandonase a sus hijos, porque “si se quiere encubrir su culpa, críe y eduque bien a su hijo; así conseguirá su redención” 17. La importancia del fenómeno de la mendicidad infantil provocó que la mayoría de las Juntas provinciales de protección a la infancia creadas a partir de 1909 pusieran en marcha de inmediato su sección de mendicidad y vagancia “por referirse a la solución del problema en su aspecto más 17
(1909), Pro Infantia.
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urgente y repugnante: a la extinción de esa plaga de niños huérfanos, con o sin padres, abandonados, mendigos, andrajosos, vagabundos, viciosos y delincuentes, ... oprobio y afrenta de nuestra moderna civilización” 18. La mendicidad, la delincuencia, el abandono y abuso de los niños presentaba una dimensión moral intolerable, porque: “Íntimamente unida... se halla la golfería femenina, mendicante una veces, vagabunda otras y siempre dedicada a sacar partido de la lujuria ajena. En los lugares más céntricos, en las horas del día en que están más frecuentadas las calles, en todo momento, en fin, se da el caso vergonzoso de que niñas y jóvenes se ofrezcan sin recato al transeúnte con los pretextos más diversos, formulando proposiciones de tal carácter, que causa asombro la depravación de aquellas infelices...” 19.
Las iniciativas sociales y políticas Al final de la primera década del 1900 el gobierno español realizó una intensa labor diplomática a través del Ministerio de Estado, con el objetivo de impulsar la creación de la Unión Internacional para la Protección de los Niños en la Primera Infancia 20. La iniciativa de crear un organismo internacional de protección a la infancia se adoptó en el Primer Congreso de Gotas de Leche celebrado en París en 1905 y el proyecto de estatutos en el Segundo Congreso (1907). El pediatra Martínez Vargas y J. Sarabia Pardo eran consejeros, y Ulecia Cardona era Vice-presidente. La asamblea celebrada en Bruselas en agosto de 1909 consolidó la iniciativa. La trama institucional era compleja. La Ley creaba un Consejo Superior de Protección a la Infancia en el Ministerio de la Gobernación, unas Juntas Provinciales presididas por el gobernador y unas Juntas locales presididas por el alcalde con participación de obispos, gobernadores, presidentes de audiencia, presidentes de diputaciones, inspectores de sanidad, representantes de academias científicas, culturales y literarias, sociedades civiles, ateneos y agrupaciones empresariales, maestros y otras asociaciones civiles. En cambio, los sindicatos obreros carecían de representación. 18 19 20
(1909), Pro Infantia, 2, 68. (1909), Pro Infantia, 2, 161. (1909), Pro Infantia, 2, 39.
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El Consejo Superior de Protección a la Infancia creó cinco secciones: 1. Puericultura y primera infancia, para era atender a las mujeres trabajadoras durante la gestación, el parto y el puerperio, y regular la lactancia mercenaria. 2. Higiene y Educación Protectora, para mejorar las condiciones de escuelas y asilos, elaborar estadísticas sanitarias, velar por la educación de los niños en las escuelas, crear dispensarios de salud infantil y casas de maternidad. 3. Mendicidad y Vagancia para investigar la situación de los niños abandonados, fomentar la asistencia al trabajo y el socorro a domicilio a los padres indigentes, registrar a los niños amparados y combatir la mendicidad y la vagancia. 4. Patronatos y corrección paternal, para denunciar los malos tratos y la corrupción de menores, proteger a los niños mártires y delincuentes, favorecer las instituciones benéficas, velar por el cumplimiento de las leyes laborales y combatir la desmoralización y la perversión de la infancia. 5. Sección jurídica y legislativa, encargada las reformas legislativas y la actualización bibliográfica 21. Además de las “gotas de leche” (1913) y la regulación de la lactancia mercenaria, se proyectó la creación de un Instituto Nacional de Maternología y Puericultura, se crearon dispensarios de salud materno-infantil y se organizaron colonias y comedores infantiles. Las reformas legislativas buscaban también regular el funcionamiento de asilos y orfanatos, para evitar el maltrato y la explotación y velar por la observancia de las disposiciones sanitarias y el buen orden una vez acogidos en casas-cuna, hospicios, asilos y talleres 22. Establecía medidas específicas para la protección de niños anormales y abría las puertas a la burguesía conservadora para desarrollar iniciativas contra la delincuencia infantil, especialmente mediante reformatorios. “La experiencia adquirida en esta clase de misiones nos confirma en la conveniencia de preferir para la regeneración de estos niños, recogidos del arroyo, la vida y el trabajo del campo a cualquiera otra profesión industrial o arte que deba ser ejercida en el mismo ambiente de la ciudad, escenario que fue de sus antiguas travesuras y maldades” 23.
Los niños, una vez explorados, se clasificaban en dos grupos: “niños abandonados viciosos o delincuentes, y simplemente abandonados.” Los primeros debían atenerse a un tratamiento educativo correccional hasta ser 21 22 23
Vid. BARONA (2004), pp. 125 ss. BARONA (2004), pp. 68-69. BARONA (2004).
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normalizados y después trasladados a alguna familia rural agrícola. Si transcurrida la etapa inicial de disciplinamiento, los menores delincuentes no estuvieran en condiciones de integrarse en una familia campesina, entonces eran remitidos a la Escuela de Reforma, donde permanecían “según sean los grados de deformidad moral de cada uno...” La disciplina militar era considerada otra buena solución y la Junta mediaba para su ingreso voluntario en el ejército. Porque “la causa de la criminalidad infantil es casi única; es el abandono material o moral, a veces material y moral, de los padres. La familia es indigna o incapaz: indigna cuando forma al niño en el vicio; incapaz cuando no puede impedir que caiga en él” 24. El componente represivo de la ley es el aspecto que se aplicó de manera más intensa, como se deduce de los informes que se acaban de señalar, como también de otros de las Juntas provinciales de Mallorca y Zaragoza, que incluso llegan a solicitar mejoras en los calabozos del hospicio y ampliaciones en los recintos carcelarios 25. Los ejemplos reiteradamente mencionados eran la Charity Organisation Society, de Londres y el Boureau Central des Oeuvres de Bienfaisance de París.
La pluralidad de discursos La ideología social que guiaba la Ley de 1904 era propia de un reformismo conservador y buscaba aunar la labor de los principales iconos del poder político, religioso, legislativo y social: obispos, alcaldes, presidentes de diputación, representantes de las oligarquías locales, de modo que los órganos creados por la ley eran representativos de las diversas instancias del poder. Los afectados eran excluidos. La Ley de 1904 es una ley conservadora, culpabilizadora y moralizadora contra obreros, mujeres y niños golfos. Contiene un discurso confesional que es ajeno al argumento de la igualdad de derechos y a la justicia social. Tuvo su génesis en el higienismo médico conservador, que representaban personajes como Nicasio Mariscal, para quien la mortalidad infantil era culpa de la clase obrera, la pobreza sinónimo de ignorancia y la única solución, la caridad. Los sectores más conservadores utilizaron la degradación de la infancia para criticar 24 (1910), Pro Infantia. Boletín del Consejo Superior de Protección a la Infancia y represión de la mendicidad, 3, 107. 25 (1910), Pro Infantia, p. 77.
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la desamortización, a la que culpaban del deterioro de la beneficencia, de la asistencia sanitaria y de las escuelas. Las constantes referencias de Tolosa a las reclamaciones de las “masas obreras” indican el temor que suscitaba entre los promotores de la ley el movimiento obrero revolucionario. El argumento social conservador consistía en asociar la degradación infantil a la desprotección y el abandono, de modo que la respuesta conservadora consistía en regresar al modelo antiguo de protección, sustentado en la iglesia y la beneficencia pública paternalista de las clases dominantes. Otro elemento del discurso conservador era la misoginia, la culpabilización de las madres por sus malos hábitos (sexualidad, lactancia, poca higiene, trabajo). El abandono de la maternidad como vocación natural era considerado otro de los factores importantes del problema. Se estableció así un modelo de acción social basado en la vigilancia y la tutela, dirigido la medicina, la iglesia y la filantropía de los grupos sociales dominantes. No obstante, el compromiso del Estado en movilizar a la acción a los sectores sociales dirigentes e implicarse en la financiación es una novedad importante, porque: “Es indudable que, sin medios económicos, no se puede realizar ninguna obra social, y mucho menos ésta de atender precisamente a los que carecen de recursos” 26. Junto a la perspectiva más conservadora, el problema de la infancia impulsó un discurso médico-social más comprometido con el socialismo. Revenga (1904) alentaba a buscar y solucionar la causa última del problema: la miseria, la penuria de los salarios de los obreros, la falta de alfabetización y consideraba que la única solución era “desarrollar la riqueza y procurar su distribución más justa”. Al mismo tiempo, un sector de la medicina reclamaba la acción del “experto” y el desarrollo de servicios médicos para la atención materno-infantil. Tanto en uno como en otro caso, el colectivo médico se convirtió en un grupo organizado de presión social (Sociedad Española de Higiene) y de mediación entre el poder conservador confesional y el movimiento obrero. El higienismo social reformista incorporó también el reformismo pedagógico. Las colonias escolares incorporaban una encrucijada de elementos de higienismo (alimentación, ambientalismo...), pedagogía y acción moralizadora. Por otra parte el movimiento obrero de ideología libertaria provocó un amplio debate social sobre el crecimiento demográfico y la eugenesia. Periódicos como El Nuevo Malthusiano estaban dedicados a difundir las 26
(1910), Pro Infantia, p. 166.
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actividades de la liga maltusiana y a difundir la idea fundamental de que la regeneración humana pasa por el control de la natalidad y de la evolución demográfica, la vida higiénica y la maternidad consciente. El debate eugénico se extendió por las páginas de publicaciones como Estudios y Generación Consciente donde médicos como Luis Huertas o Félix Martí Ibáñez desempeñaron una labor de agitación social 27. Sin embargo, la escasa duración del período republicano y la agudización de la crisis social durante la guerra civil apenas permitieron traducir estas ideas en programas políticos prácticos 28.
27 FERRIZ GARCÍA, L. (1929), “Reflexiones sobre el fundamental problema del niño”, Estudios. Revista ecléctica, 69, y “Enfermo, vicioso, subdesarrollado... ese es el futuro del país”, Estudios. Revista ecléctica, 69, 1-3; PUJO, M. (1936), “Del niño y de su educación actual”, Estudios. Revista ecléctica, año XIV, 149, pp. 24-26. También: “Crítica retórica y cursi de la deseducación de la escuela, etc.”, op. cit. 28 ÁLVAREZ PELÁEZ, R. (1988), “El Instituto de Medicina Social: primeros intentos de institucionalizar la eugenesia”, Asclepio, 40, 343-358 y (1995), “Penetración y difusión de la eugenesia en España”, en ARQUIOLA, E., y MARTÍNEZ-PÉREZ, J. (coord.), Madrid, Editorial Complutense.
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LA PROPAGANDA SANITARIA EN ESPAÑA EN LA II REPÚBLICA: LA SECCIÓN DE HIGIENE SOCIAL Y PROPAGANDA DE LA DIRECCIÓN GENERAL DE SANIDAD 1 Enrique Perdiguero Titular de Historia de la Ciencia (*)
Rosa Ballester Catedrática de Historia de la Ciencia (*)
Ramón Castejón Asociado de Historia de la Ciencia (*) (*) División de Historia de la Ciencia. Departamento de Salud Pública, Historia de la Ciencia y Ginecología, Universidad Miguel Hernández
La “extensión de la cultura sanitaria”: de las conferencias a los medios de comunicación de masas La necesidad de educar a la población sobre asuntos que tienen que ver con el manejo de la salud y la enfermedad no fue, desde luego, una novedad sobrevenida con la llegada del siglo XX, pero durante el primer tercio de este siglo se produjo la incorporación a esta tarea de medios de comunicación de masas como el cartelismo, el cine y la radio. Hasta entonces las conferencias, las charlas y los escritos habían sido los canales habituales. En el caso de estos últimos se puso especial énfasis a partir de la Ilustración 2 y fue una constante durante todo el siglo XIX 3. Con la llegada del nue1 Trabajo realizado en el marco del proyecto BHA2001-2979-C05-02 del Ministerio de Educación y Ciencia. 2 PERDIGUERO, E. (1992), “Popularizing Medicine during the Spanish Enlightenment”. En PORTER, R, (ed.), The Popularization of Medicine, 1650-1850, London, Routledge, pp. 160-193. 3 Ver, por ejemplo, PERDIGUERO, E. (1993), “La popularització dels coneixements científico-mèdics a la Restauració: el cas de la premsa periòdica d’Alacant”, en NAVARRO, V.; SALAVERT,
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vo siglo y la necesidad de regeneración que se instaló en la sociedad española hubo, como es bien sabido, variados intentos de organizar unos servicios sanitarios que tratasen de afrontar con éxito las deficientes condiciones de salud percibidas por las autoridades, profesionales sanitarios, y diferentes entidades 4. En este marco, en el que la Instrucción General de Sanidad de 1904 fue la norma más sobresaliente, casi todos los intentos de dinamizar el panorama sanitario español trataron de fomentar la educación sanitaria de la población. Así, por ejemplo, la Circular de 7 de mayo de 1901 5, sobre “Precauciones individuales sobre el paludismo” instaba a: “Que los alcaldes, médicos, curas y maestros de escuelas de los lugares pantanosos difundan esta sencillas y muy contadas advertencias entre sus paisanos, con bandos, consejos, pláticas y lecciones y estén seguros que contribuirán a velar eficazmente por la salud pública de la comarca, que es siempre la primeras de sus riquezas”.
En el mismo sentido la circular de 4 de octubre de 1901 de la Dirección General de Sanidad sobre lucha antituberculosa al insistir en la importante dimensión de la enfermedad señalaba:
V. L.; CORRELL, M.; MORENO, E., y ROSELLÓ, V., (eds.), II Trobades d’Història de la Ciència i de la Tècnica, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, pp. 171-180. PERDIGUERO, E. (1995), “Popularización de la Higiene en los manuales de economía doméstica en el tránsito de los siglos XIX al XX”, en BARONA, J. L. (ed.), Malaltia i cultura. València, Seminari d’Estudis sobre la Ciència, 225-250. PERDIGUERO GIL, E., y BERNABEU MESTRE, J. (1997), “Burlarse de lo cómico nacido de la tontería humana. El papel otorgado a la población por la divulgación higiénico-sanitaria durante la Restauración”, en MONTIEL, L., y PORRAS, I. (eds.), De la Responsabilidad Individual a la Culpabilización de la Víctima. El papel del paciente en la prevención de la enfermedad, Madrid, Doce Calles, pp. 55-66. 4 La bibliografía sobre el particular es hoy día abundante. Sobre el desarrollo de los servicios de salud pública en España se puede citar RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2002), “Los servicios de salud pública en la España contemporánea”, Trabajo Social y Salud, 2002, 43 [monográfico “La acción social de la medicina y la construcción del sistema sanitario en la España contemporánea”], pp. 91-116. RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2005), “La Salud pública en la España de la primera mitad del siglo XX”, en Salud Pública en España. Ciencia, profesión y política, siglos XVIII-XX, Granada, Universidad de Granada, pp. 87-112. Sobre la denuncia de la situación sanitaria de España se podrían aducir muchos ejemplos. Los discursos inaugurales de la Sociedad Española de Higiene, por ejemplo, insistieron prácticamente cada año en el tema desde su fundación en 1881: Ángel Fernández-Caro, “Los deberes de la sociedad ante los intereses de la higiene” (curso 1885-1886); Mariano Belmás, “La higiene fuera y dentro de España” (curso 1889-90); Angel Pulido, “Capacidad higiénica y sanitaria de España” (1906-1907), por citar tan solo alguno de los más destacados. 5 Publicada en la Gaceta de Madrid, de 10 de mayo de 1901.
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“Urge, ante todo, difundir los conocimientos elementales acerca del modo cómo el contagio se produce y los medios de evitarles, y para conseguir este objetivo, los folletos, los artículos en la prensa periódica, las conferencias públicas, son medios de popularización, a los que convendría recurrir sin descanso” 6.
El efímero cuerpo de Inspección de Sanidad del Campo insistió de nuevo en esta dimensión al señalar entre las tareas de los inspectores regionales unas enseñanzas y conferencias prácticas7. La preocupación por conectar con los profanos es muy evidente. Así, además de una serie de enseñanzas destinadas a los alumnos de las granjas-escuela, en las que se recomendaba huir de tecnicismos y centrarse en los aspectos más directamente relacionados con la prevención de las enfermedades, también debían impartirse conferencias públicas sobre el paludismo, las aguas potables, la alimentación y las enfermedades que podían asociarse a la adulteración de los alimentos. Se recomendaba insistir, sobre todo, en la parte práctica8. Similar interés en las conferencias se mostraba en otras normas como la que se ocupó de las funciones de los Inspectores provinciales de Sanidad9, y en algunas más10. Desde luego la aparición de este interés en la legislación no supone su traslación automática a la realidad, pero si nos informa del tipo de medios en los que se pensaba para la diseminación de conocimientos higiénicos: conferencias, charlas, folletos, es decir, los medios más tradicionales. Pero junto a ellos se fueron utilizando otros medios con el potencial de alcanzar a un mayor número de personas. Así tenemos constancia del comienzo del uso en el ámbito catalán del cartel como herramienta de propaganda sanitaria. En torno a 1918, Francisco de Asis Galí (1880-1965)11 realizó para el Laboratori provincial d’Higiene de Barce-
Publicado en la Gaceta de Madrid, de 6 de octubre de 1901. Capítulo X del Real Decreto de 18 de octubre de 1913 aprobando el Reglamento de los servicios y del cuerpo de inspectores de sanidad del campo. 8 Se reiteraba este interés por la enseñanza práctica en el Real Decreto de 8 de agosto de 1916 (Gaceta del 16) reorganizando los servicios y el cuerpo de Inspectores de Sanidad del Campo. 9 Real Orden de 26 de agosto de 1920 (Gaceta de 10 de septiembre) sobre Funciones de los Inspectores Provinciales de Sanidad. Artículo 34 10 Real Decreto de 4 de junio de 1924 de creación del Real Patronato de Lucha Antituberculosa. Artículos 7 y 14. 11 SATUÉ, E. (1997), El diseño gráfico en España. Historia de una forma comunicativa nueva, Madrid, Alianza Editorial, p. 317. 6 7
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lona12 el cartel titulado Per higiene, per estètica, per comoditat, per dignitat. Guerra a les mosques, una cromolitografía de 80 x 58 cm, que popularizaba y divulgaba los mensajes referentes al papel de las moscas como transmisoras de enfermedad. Este autor también realizó un cartel sobre higiene infantil como parte de la labor propagandística de la misma institución. En torno a esos años el ayuntamiento de Barcelona acordó la impresión de un cartel sanitario obra de la Academia de Higiene de Cataluña13 también en relación con la lucha contra las moscas. Y muy significativo fue el afán propagandístico del Servei de Sanitat que montó la Mancomunitat de Catalunya en los últimos cinco años de sus andadura (1920-1924), a partir de un incipiente servicio de estudios sobre paludismo, formado en el seno de la Secció de Ciències del Institut d’Estudis Catalans y dirigido por Gustavo Pittaluga, así como el de otros organismos de la misma institución. A pesar de lo limitado de la iniciativa todas las luchas sanitarias en las que se implicó la Mancomunitat contaban con un presupuesto dedicado a propaganda. Además de una serie de publicaciones, fundamentalmente centradas en el paludismo14, se editaron varios carteles15: uno aconsejando medidas higiénicas ante la epidemia de gripe, otro indicando medidas antipalúdicas, y otro anunciando el comienzo de la obra antituberculosa del Servei, obra de Ramón Casas 16. El cartel de octubre de 1918, editado por el Institut d’Estudis Catalans, ante la epidemia de gripe relataba las medidas higiénicas individuales a tomar, las medidas para que el paciente no fuera peligroso y las medidas a adoptar por las personas que cuidaban a los enfermos. Este ejemplo es muy significativo, puesto que las especiales circunstancias en las que se desarrolló la tarea sanitaria de la incipiente actuación autonó-
Sobre el laboratorio ver ROCA ROSELL, A. (1991), “La higiene urbana com a objectiu: notes sobre la història de l’Institut”, en Cent anys de Salut Pública a Barcelona. Institut Municipal de la Salut, Barcelona, Ajuntament de Barcelona, pp. 75-103. 13 Sobre esta institución véase BERNABEU-MESTRE, J. (2005), “State of Health of the Catalan Areas: the Work of the Academia d’Higiene in the Early 20th Century”, en BARONA, J. L., CHERRY, S. (eds.), Health and Medicine in Rural Europe (1850-1945), València, Seminari d’Estudis sobre la Ciència, 287-303. 14 Ver BERNABEU-MESTRE, J. (1998), “Cultura, ciencia y política: la lucha antipalúdica en la Cataluña de la Mancomunidad, 1914-1924”, Medicina e Historia (Tercera época), 73, 5-28. 15 MANCOMUNITAT DE CATALUNYA (1923), La obra realitzada. Anys 1914-1923, Barcelona, Palau de la Generalitat. 16 GIRALT MIRACLE, D. (2005), Ramón Casas y el cartel, Valencia, MUVIM. 12
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mica de la Mancomunitat hicieron que se tratara de complementar la actuación sanitaria y social del estado central 17, y la propaganda sanitaria se percibía como muy necesaria y muy poco desarrollada por aquél. No obstante, hay que señalar que en el marco de la lucha antipalúdica llevada a cabo en el conjunto de España también se utilizaron carteles, tal y como preveía la legislación 18. Carecemos de datos precisos sobre su producción, si bien sabemos que se repartió generosamente por todo el país. En el marco de esta lucha también se comenzó a utilizar otro medio de comunicación de masas que, junto con la radio, pasaría a tener gran importancia en el marco de la propaganda sanitaria: el cine. Se utilizaron dos cintas, una proveniente de la Fundación Rockefeller (Malaria, 1925 19), y otra producida por los propios alumnos del Instituto Antipalúdico de Navalmoral de la Mata, que no ha llegado hasta nosotros 20. Por tanto, los servicios sanitarios españoles fueron incorporando nuevos medios de transmitir los mensajes que querían hacer llegar a la población, siguiendo el mismo camino que transitaban otros países europeos y Norteamérica 21. Paradigmático de la importancia que en la propaganda sanitaria fueron teniendo otros medios diferentes a las tradicionales charlas 22 fue la aparición en 1930, en el marco de la Escuela Nacional de Sanidad 23, de
BALLCELLS, A.; PUJOL, E., y SABATER, J. (1996), La Mancomunitat de Catalunya i l’autonomia, Barcelona, Proa, pp. 369-371. 18 Real Decreto de 13 de diciembre de 1924 (Gaceta del 19) sobre Reglamento de la Lucha Antipalúdica. El artículo 30 señalaba: “La Comisión Central publicará carteles y láminas murales, con instrucciones acerca de las disposiciones y uso de las defensas y régimen del personal. Carteles idénticos al modelo oficial deberán ponerse en sitio visible en cada casa defendida”. 19 FEDUNKIW, M. (2003), “Malaria Films: Motion Pictures as a Public Health Tool”, American Journal of Public Health, 93, 1046-1054. 20 RODRÍGUEZ OCAÑA, E.; PERDIGUERO, E., y BALLESTER AÑÓN, R. (2003), “La labor dispensarial: observatorios contra el paludismo”, en RODRÍGUEZ OCAÑA, E., et al., La acción medico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX, Madrid, CSIC, p. 195. 21 LEDERER, S. E., y ROGERS, N. (2000), “Media”, en COTER, R., PICKSTONE, J. (eds.), Medicine in the Twentieth Century, Amsterdam, Harwood Academic Publishers, pp. 487-502. 22 De todos modos se seguía insistiendo en el papel de las charlas, en el marco de la reorganización sanitaria que trajo consigo la legislación provincial y municipal de 1925. Así, por ejemplo, la Real Orden de 30 de marzo de 1929 ampliando y desarrollando el ejercicio de las funciones de los Inspectores Provinciales de Sanidad establecía un número mínimo de 12 conferencias anuales a impartir en los municipios de la provincia. 23 BERNABEU-MESTRE, J. (1994), “El papel de la Escuela Nacional de Sanidad en el desarrollo de la Salud Pública en España”, Revista de Sanidad e Higiene Pública, 68, 65-89. 17
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una asignatura con el expresivo título: “Museo, iconografía, propaganda y extensión de la cultura sanitaria” 24. Hay que tener en cuanta que la Escuela Nacional de Sanidad tenía, como parte de su misión, la de: “Difundir los principios de higiene y divulgar sus prácticas, organizando sistemáticamente la propaganda con auxilio de las artes y recursos que la industria científica ofrece en la actualidad” 25. Con la inclusión de la citada asignatura en el plan de estudio de los futuros salubristas quedaba clara la importancia que se otorgaba a esta materia. Todo sanitario tenía que considerar, como parte de su trabajo, la necesidad de conectar con la población y hacerle llegar los mensajes sanitarios oportunos para prevenir la enfermedad y mejorar su salud.
La propaganda sanitaria en la lucha antivenérea Pero en realidad, la más temprana institucionalización, como tal, de la acción propagandística sanitaria se produjo con anterioridad a la aparición de la citada asignatura, en el ámbito de la lucha antivenérea 26. A partir de la inauguración del dispensario Azúa en 1924, donde se realizan conferencias venereológicas a cargo de los médicos del servicio y personalidades extranjeras y, sobre todo, desde la apertura en 1928 del dispensario Martínez Anido —ambos en Madrid—, se iniciaron actividades de propaganda antivenérea de manera organizada. En este dispensario, y
24 La asignatura se llamaba “Museo y Desinfección” pero al irse a cubrir la plaza de profesor la Comisión examinadora observó lo siguiente: “Considerando [...] en lo que respecta a la Cátedra de Museo y desinfección, propone que para que la labor docente de la Escuela alcance su máxima eficacia, se sustituya aquella denominación por la de Museo, Iconografía, propaganda y extensión de Cultura sanitaria, y que la Desinfección forme parte de la enseñanza de Higiene general, privada y pública, a la que, asimismo, propone la Comisión sea adjudicada junto con una enseñanza especial de Higiene rural”. Así se acordó y se otorgó la plaza de profesor a Víctor María Cortezo. Real Orden de 14 de octubre de 1930 (Gaceta de 21 de noviembre) por la que se resuelve el concurso para cubrir las plazas de Profesores de la Escuela Nacional de Sanidad. Sobre Víctor María Cortezo Collantes (1880-1964) ver MATILLA, V. (1987), 202 Biografías Médicas, Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, pp. 223-224. 25 Real Decreto de 9 de diciembre de 1924 (Gaceta del 11) creando la Escuela Nacional de Sanidad. Artículo 1. 26 CASTEJÓN, R. (2001), Moral sexual y enfermedad: la medicina española frente al peligro venéreo (1868-1936), Granada, Universidad de Granada-Instituto Alicantino de Cultura “Juan Gil-Albert”, pp. 176-207.
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bajo la dirección de Julio Bravo Sanfeliu (1894-1986), dermatólogo formado en varios países europeos y en Norteamérica 27, se centralizaron, en una oficina, todos los asuntos referentes a la propaganda de la lucha antivenérea 28. Para 1929, la oficina había editado y repartido 18.000 carteles, algunos de ellos diseñados por el propio Julio Bravo, y había realizado una exposición con carteles de otros países. Se produjo, así mismo, la película La Terrible Lección, un documental de ficción del que se han ocupado otros autores 29. Esta oficina, claro antecedente del servicio que se pondría en marcha durante el período republicano, fue la primera que conocemos dedicada específicamente a la propaganda sanitaria en nuestro país. No obstante, el Comité Ejecutivo Antivenéreo había repartido anteriormente carteles referentes a la lucha antivenérea, al menos desde 1927, fecha en la que convocó un concurso para seleccionar los más adecuados 30.
La propaganda en el período republicano: la sección de Higiene Social y Propaganda Como es sabido fue a principios de la década de los años treinta, con el triunfo republicano, cuando la consolidación de los servicios sanitarios públicos 31 trajo consigo un mayor énfasis en las campañas sanita-
27 Sobre Julio Bravo, que estudio Medicina en Zaragoza y Madrid, licenciándose en 1918 ver DOMÍNGUEZ LASIERRA, J. (1999), “Acerca de la vida y obra de Julio Bravo Sanfeliu”, en BRAVO, J., El contemplanubes y otros filósofos menores, Zaragoza, Institución Fernando el Católicos, pp. 9-34. BERNABEU-MESTRE, J. (2002), “María de Montblanc”, en BRAVO, J., María Bellesguard, Zaragoza, Prames, pp. 9-31. 28 COMITÉ EJECUTIVO ANTIVENÉREO (1928), “Algo de su labor en la lucha contra las enfermedades venéreas”, Dispensarios y Sifilocomios, Madrid, Imprenta Clásica Española. 29 MINGUET, J. M. (1997), “La terrible lección”, en PÉREZ PREUCHA, J. (ed.), Antología crítica del cine español, 1906-1995, Madrid, Cátedra. Filmoteca Española, pp. 68-70. CASTEJÓN (2001), pp. 188-192. ELENA, A. (2002), Ciencia, cine e historia. De Méliês a 2001, Madrid, Pirámide, pp. 65-69. 30 CASTEJÓN, R.; PERDIGUERO, E., y BALLESTER, R. (2006), “Los medios de comunicación de masas al servicio de la salud pública: el cartelismo sanitario en relación con la lucha antivenérea y la protección de la salud materno-infantil (1900-1936)”, Manguinhos, 13 (2), pp. 411-437. 31 De la abundante bibliografía sobre la sanidad en el período republicano se puede encontrar una síntesis en ATENZA, J., MARTÍNEZ PÉREZ, J. (eds.) (2001), El Centro secundario de Higiene rural de Talavera de la Reina y la sanidad española de su tiempo, Toledo, Junta de Comunidades
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rias 32. En este contexto El interés por la propaganda sanitaria más allá del ámbito venéreo cristalizó en la creación, el 13 de octubre de 1931, dentro de la Dirección General de Sanidad, de la Sección de Higiene Social y Propaganda 33, que aglutinó la acción propagandística que ya se estaba llevando a cabo en varias campañas sanitarias. El decreto señalaba que se precisaba de “un órgano apropiado, de asesoramiento por una parte, y de ejecución directa por otra, en materias que tanto afectan a la salud pública, como las comprendidas en la llamada higiene social, alcoholismo, enfermedades venéreas, sexuales, cáncer, etc. y la conveniencia científica y administrativa de encargar a dicho Departamento la propaganda de la higiene personal y pública, hoy por descuidada, casi inexistente, elemento de la máxima importancia en el desarrollo de un programa técnico-médico”.
Julio Bravo Sanfeliu ganó la plaza de Jefe Médico de este servicio, merced a su experiencia en la propaganda de la lucha antivenérea 34. Merece la pena llamar la atención sobre la figura de Julio Bravo, al que hasta ahora solo se ha prestado atención en su vertiente literaria 35. Ya hemos comentado su formación internacional que le llevó, por ejemplo, a formarse en la Escuela de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins. Pero lo que más nos interesa resaltar aquí es que se ocupó de la pro-
de Castilla-La Mancha. En este texto, además, se presta especial atención a la utilización de diapositivas como medio de educación sanitaria, a partir de la colección conservada en Talavera de la Reina, procedente del Museo alemán de Higiene de Dresde (ver pp. 15-20 y 275-304) 32 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2005), “La cruzada por la salud. Las campañas sanitarias del primer tercio del siglo XX en la construcción de la cultura de la salud [cofirmado con Jorge Molero Mesa]”, en Salud Pública en España. Ciencia, profesión y política, siglos XVIII-XX, Granada, Universidad de Granada, pp. 235-256. 33 Decreto de 13 de octubre de 1931 (Gaceta del 14). En otro decreto diferente pero también del 13 de octubre (y también publicado en la Gaceta del 14) se dotaba a la sección con 100.000 ptas. provenientes del exceso de la cantidad recaudada con el producto del sello sanitario. En otras normas posteriores el departamento aparece con el nombre de ‘Servicio de Propaganda Sanitaria’ (Decreto de 22 de diciembre de 1933 (Gaceta del 28) reorganizando la Dirección General de Sanidad. 34 En una Orden de 21 de abril de 1932 (Gaceta del 30 de abril) se disponía que se convocase concurso para la provisión de la plaza de Jefe Médico de la Sección de Higiene Social y Propaganda. Una Circular de 13 de febrero de 1933 convocaba el concurso, y la Orden Ministerial de 27 de abril de 1933 nombraba a Julio Bravo, Jefe de la Sección de Propaganda sanitaria de la Dirección General de Sanidad, al ser el único que se presentó. 35 DOMÍNGUEZ LASIERRA (1999), y DOMÍNGUEZ LASIERRA (2002).
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paganda sanitaria, primero solo en el marco de la lucha antivenérea 36, en períodos tan distintos como la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República 37 y el régimen franquista 38. Probablemente merezca un estudio más detenido que no nos es posible abordar aquí. La sección que dirigió en los años previos a la contienda civil impulsó varias iniciativas. Una de sus primeras acciones fue convocar un concurso de carteles dirigidos a luchar contra la mortalidad infantil 39. Los trabajos presentados fueron expuestos públicamente 40 y juzgados por un jurado compuesto por dos sanitarios: Juan Bravo Frías (Jefe de la Sección de Higiene Infantil), José G. del Diestro (Director de la Escuela Nacional de Puericultura), dos artistas: Daniel Vázquez Díaz (18821969) 41, profesor de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, y Luis Bagaria Bou (1882-1940) 42; y el crítico artístico Ricardo Gutiérrez Abas-
36 BRAVO, J. (1928), “Algunas consideraciones sobre propaganda sanitaria”, Ecos Españoles de Dermatología y Sifilografía, 4 (31), 487-496. 37 Además de dirigir la Sección de Propaganda de la Dirección General de Sanidad fue profesor auxiliar en la Escuela Nacional de Sanidad de la materia “Iconografía, propaganda sanitaria y extensión de la cultura sanitaria”, que es como pasó a llamarse la asignatura: DOMÍNGUEZ LASIERRA (1999), p. 12. José Estellés Salarich, nacido en1896, y que había ocupado varios puestos en el escalafón sanitario hasta llegar a Médico de Laboratorio del Hospital del Rey fue nombrado para el mismo cargo por Orden de 15 de junio de 1933 (Gaceta del 16). Ignoramos si coincidió con Julio Bravo o lo sustituyó. 38 Continuó al frente de la Sección de Propaganda de la Dirección General de Sanidad (YTURRIAGA, E. de (1943), “Plan de propaganda sanitaria maternal e infantil”, en Estudios oficiales de la Primera reunión anual de Médicos Puericultores del Estado, Madrid, Dirección General de Sanidad, p. 92), publicó diversos trabajos sobre el tema: BRAVO, J. (1951), Algunas consideraciones sobre propaganda en general y propaganda sanitaria en particular, Madrid, Dirección General de Sanidad; BRAVO SANFELIU, J. (1953), La técnica moderna en la didáctica y la difusión de los progresos médicos, Zaragoza, Institución Fernando el Católico; y también se ocupó del diseño de unas “aleluyas de higiene infantil”. 39 Orden del 4 de abril de 1933 (Gaceta del 7) disponiendo que por la Dirección General de Sanidad se convoque concurso, entre dibujantes españoles, para la confección de dos modelos de carteles de propaganda contra la mortalidad infantil. Uno de ellos debía llevar la leyenda “Lo mejor para evitar la muerte de los niños de pecho es la leche de la madre” y el otro “Si no puedes criar a tu hijo al pecho consulta al Médico antes de darle el biberón” 40 Circular de 6 de mayo de 1933 (Gaceta del 8) disponiendo que los trabajos presentados al concurso para la confección de dos carteles de propaganda contra la mortalidad infantil se expongan en la Sección de propaganda sanitaria, los días 9 al 16 del corriente mes. La sede de la sección se encontraba en la calle Martín de los Heros, 2 de Madrid. 41 Daniel Vázquez Díaz: 1882-1969 (2004), Madrid, Museo Nacional de Arte Reina Sofía. 42 ELORZA, A. (1988), Luis Bagaría: el humor y la política, Madrid, Anthropos. MARCOS VILLALÓN, E. (2004), Luis Bagaria entre el arte y la política, Madrid, Biblioteca Nueva.
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cal (1888-1963), Director del Museo de Arte Moderno 43. El concurso fue ganado 44 por Ricardo Summers Ysern (1908-1995) (figura 1), pintor e ilustrador muy popular por su participación en la sección Gente Menuda de la revista Blanco y Negro 45, y por Laureano Ruiz y Antonio Moyano (figura 2).
Figura 1. Uno de los carteles, obra de Ricardo Summer Ysern (Serny) ganadores del concurso convocado por la Sección de Higiene Social y Propaganda de la Dirección General de Sanidad en 1933.
Tuvo que exiliarse a México, donde murió. Orden de 6 de junio de 1933 (Gaceta del 7) resolviendo el concurso celebrado para la confección de dos modelos de carteles contra la mortalidad infantil, y adjudicando los premios de dicho concurso. 45 Un siglo de ilustración española en las páginas de Blanco y Negro (1992), Zaragoza, Ibercaja, pp. 95-102. 43 44
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Figura 2.
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El otro cartel ganador del concurso, obra de Laureano Ruiz y Antonio Moyano.
El compromiso de la sanidad republicana para reducir las cifras de mortalidad infantil 46 hizo que esta fuese el área en la que más esfuerzo propagandística se hizo, editándose toda una serie de materiales: sellos, postales, carteles, folletos, hojas de instrucciones en los que se trataba, sobre todo, de fomentar la lactancia materna y tratar de controlar el uso del biberón 47. Durante el período republicano también se publicaron car46 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2001), “La Higiene Infantil”, en ATENZA, y MARTÍNEZ (2001), pp. 214-233. 47 Con anterioridad ya se habían publicado carteles sobre el tema por iniciativa de las Escuelas Provinciales de Puericultura de Gijón y Valencia, ver C ASTEJÓN ; P ERDIGUERO , y BALLESTER, R., (2006).
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teles sobre otros temas, como la tuberculosis 48, la higiene mental, las enfermedades venéreas y la prevención de accidentes laborales, pero no podemos asegurar si fueron confeccionados debido a la iniciativa del Servicio de Propaganda Sanitaria de la Dirección General de Sanidad o de otros organismos. La otra área donde actuó el organismo que nos ocupa fue la cinematografía. Julio Bravo, además de su inclinación literaria, era un apasionado del cine y colaboró con Ezequiel de Selgas 49 en un documental de propaganda de la lotería de la Ciudad Universitaria de Madrid, realizado en 1932 50. Ese mismo año publicó un artículo sobre las bondades del cine sonoro como vehículo de propaganda sanitaria 51, en el que trataba de estimular la producción de este tipo de cintas. El Servicio de Propaganda Sanitaria impulsó la obligación de proyectar películas de propaganda sanitaria en las salas comerciales 52, ordenando que no se realizase en los descansos sino con las luces apagadas y como parte del programa proyectado 53. No hemos podido evaluar el alcance de esta medida, sino indirectamente, a través del testimonio de José Luis Pando Baura, un activista en pro de la educación sanitaria, que consideraba que el público estaba cansado de ver siempre las mismas películas de propaganda 54. Justo antes de la Guerra Civil, en 1936, se produjo una cinta en la que a través de Julio Bravo, participó de algún modo el Servicio de Propaganda Sanitaria. Con el patronazgo del Laboratorio Bayer se rodó “Vidas
48 Ver el material recogido en CAMIZO, C. (1999), La Gota de Leche y la Escuela de Enfermeras. Instituto de Puericultura de Gijón, Gijon, Gráficas Covadonga. 49 Ezequiel de Selgas puso a punto junto a Alberto Laffón el sistema de sonido cinematográfico Laffon-Selgas: SELGAS, E. de, LAFFÓN y SOTO, A. (1932), “Un nuevo sistema para la impresión fotoeléctrica del sonido”, Revista de Obras Públicas, LXXX (2611), 556-557. SELGAS, E. de; LAFFÓN, y SOTO, A. (1932) “Un nuevo sistema para la impresión fotoeléctrica del sonido”, Revista de Obras Públicas, LXXXI (2612) 1-3. 50 DOMÍNGUEZ LASIERRA (1999), p. 14, y DOMÍNGUEZ LASIERRA (2002), p. 17. 51 BRAVO, J. (1932), “Algunas consideración acerca del porvenir del ‘cine’ sonoro en propaganda sanitaria”, Revista de Sanidad e Higiene Pública, 7, 475-478. 52 Orden ministerial de 3 de octubre de 1933 (Gaceta del 8) obligando a las empresas cinematográficas a exhibir películas que les sean entregadas por la Subsecretaría de Sanidad y Beneficencia. 53 Orden ministerial de 10 de octubre de 1933 (Gaceta del 12). 54 PANDO-BAURA, J. L. (1934), “Pro-Sanidad”, La Medicina Íbera, 28, XXIX-XXXI. Desconocemos a que películas se refiere.
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Nuevas” un documental educativo sobre la salud infantil. El guión y la voz en off pertenecían, precisamente, a Julio Bravo, que contó con el asesoramiento del pediatra Miguel Echegaray, de la Escuela Provincial de Puericultura de Barcelona. La banda sonora, debida a J. R. Blanco Recio, incluía una parte de música original y otra, de adaptaciones de canciones populares infantiles. La fotografía corrió a cargo de Andrés Pérez y Arturo Porchet, este último un operador suizo que se trasladó a España en 1932 55 y cuyos hijos participaron muy activamente en el cine anarquista rodado durante la contienda civil 56. Curiosamente, la película aparece en un catálogo de 1964 con ocasión de la celebración de lo que el régimen franquista rotuló como “XXV años de paz”, atribuyéndose su producción al Ministerio de la Gobernación y fechándola erróneamente en los años cuarenta 57. “Vidas Nuevas”, que hemos analizado con mayor detenimiento en otro lugar 58, está organizada en una parte introductoria, otra consagrada al embarazo y la mas amplia, relativa a los cuidados del niño recién nacido y en período de lactancia. Los mensajes educativos, son emitidos en un tono que trata de ser neutro, con relativamente pocas concesiones al sentimentalismo y con una carga de pretendida racionalidad, sobre todo, en las segunda y tercera partes. El estreno de la película, unos días antes del estallido militar, recibió buenas críticas 59. Julio Bravo, que continuó al frente de la Sección de Propaganda de la Dirección General de Sanidad bajo el régimen franquista, siguió teniendo fe en el cine, y además de otra película “El Tren” (1941), que publicitaba este medio de transporte, dirigió otra sobre la tuberculosis 60, filmada el mismo año y que no hemos podido recuperar. Pero esto ya forma
Arturo Porchet dirigió “Hogueras de la noche” estrenada en 1937 y acogida con cálidamente por la crítica: SALA NOGUER, R. (1993), El cine en la España republicana durante la Guerra Civil, Bilbao, Mensajero, p. 26 56 SALA NOGUER, R. (1993), pp. 64-72. 57 Catálogo de documentales cinematográficos producidos o adquiridos por organismos oficiales del Estado Español (1964), Madrid, Ministerio de Información y Turismo. 58 PERDIGUERO, E.; BALLESTER, R., y CASTEJÓN, R. (2006), “Films in Spanish Health Education: The Case of Child Health (1928-1936)”, Hygeia Internationalis (en prensa). 59 DOMÍNGUEZ LASIERRA (1999), p. 13. 60 Las referencias hablan de un documental de 18 minutos: Catálogo de documentales cinematográficos producidos o adquiridos por organismos oficiales del Estado Español (1964), Madrid, Ministerio de Información y Turismo. 55
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parte de otro capítulo que queda fuera de este acercamiento al creciente papel que los medios de comunicación de masas tuvieron en la propaganda sanitaria española del primer tercio del siglo XX. En este contexto, y tras la experiencia desarrollada en el marco de la lucha antivenérea fue la sanidad republicana la que realmente puso en marcha un servicio enteramente dedicado a la propaganda sanitaria. Sirva este trabajo para dar breve noticia de su existencia.
SOBRE LA ENSEÑANZA Y LA PRÁCTICA DE LA MEDICINA DEL TRABAJO EN LA VALENCIA REPUBLICANA Felip Martínez Montsó Especialista en medicina familiar y comunitaria Agència Valenciana de Salut. Generalitat Valenciana Doctorado del Departament d’Història de la Ciencia Universitat de València
Introducción El 17 de enero de 1934 se fundaba en Madrid la Sociedad Española de Medicina del Trabajo, estableciendo su sede en la Clínica del Trabajo del Instituto Nacional de Previsión 1. Presidida por Antonio Oller 2, director de la Clínica y figura clave de la medicina laboral española de la época, la Sociedad no solo pretendía agrupar a los médicos dedicados a esta rama de la medicina social, sino que se atribuía también el papel de “cuerpo consultivo, inexistente también hasta la fecha” 3. Varios fueron los factores que se conjugaron durante los primeros años de la década de los treinta para que la medicina del trabajo llegase a este punto en su proceso de institucionalización. Uno de ellos fue la Ley de Accidentes del Trabajo de 1932, la cual influyó, sin duda, en la necesidad de contar con médicos especializados que realizaran con garantía
1 INFORMACIÓN (1934), “Información española. Medicina social. Sociedad Española de Medicina del Trabajo”, Revista Médico-Social, 1, 253-254; SOCIEDAD (S. A.), Sociedad Española de Medicina del Trabajo. Estatutos, Madrid, Imp. de G. Koehler, p. 3. 2 Sobre Antonio Oller ver BACHILLER, A. (1984), Historia de la medicina del trabajo en España. La obra del Prof. Antonio Oller Martínez, Valladolid, Universidad de Valladolid y BACHILLER, A. (1985), La medicina social en España (El Instituto de Reeducación y la Clínica del Trabajo 1922-1937), Valladolid, Universidad de Valladolid. 3 INFORMACIÓN (1934), “Información española. Medicina social. Sociedad Española de Medicina del Trabajo”, Anales del Instituto Nacional de Previsión, 26, 451.
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tareas asistenciales, periciales y preventivas en el campo de la patología laboral. Esta necesidad apareció en un momento, en el que una parte importante de profesionales de la medicina se enfrentaban a unas perspectivas laborales poco halagüeñas, por lo que muchos contemplaron la especialización en medicina del trabajo como una buena forma de mejorar su situación 4. Es en este contexto donde nos planteamos el estudio de la medicina laboral en el País Valenciano, centrándonos en tres aspectos: en primer lugar abordaremos el tema de la enseñanza, a través de la labor docente llevada a cabo por el Dr. López-Trigo. Posteriormente, analizaremos la asamblea que la Sociedad Española de Medicina del Trabajo celebró en Valencia a principios de 1936. Finalmente, nos acercaremos a la práctica de la medicina del trabajo a través de la actividad de la Mutua de Accidentes de Trabajo del Puerto de Valencia. Para la elaboración de este trabajo se han utilizado fuentes procedentes del Archivo de la Universidad de Valencia (AUV), así como de la Hemeroteca y del Museo Histórico-Médico de la Facultad de Medicina.
José Tomás y López-Trigo y la enseñanza de la medicina laboral Francisco Galán, médico de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, al hablar de la aportación valenciana a la medicina del trabajo, decía: “Tampoco fue escasa, si bien, desde luego, casi circunscrita a un solo centro y a un solo maestro. Hemos nombrado a López Trigo. Es en su policlínica del Hospital donde primero encontró preocupación esta materia; donde alboreó con sus pequeñas lecciones clínicas primero y cuajó después con sus cursillos anuales a los médicos de partido” 5.
En efecto, si bien es cierto que durante la carrera los estudiantes de medicina recibían algunas lecciones sobre accidentes de trabajo en la
4 MARTÍNEZ PÉREZ, J. (1992), “La salud laboral en la II República: la actitud de los médicos ante la Ley de Accidentes de Trabajo en la Industria”, en HUERTAS, R, y CAMPOS, R. (coords.), Medicina social y clase obrera en España (siglos XIX y XX), Madrid, Fundación de Investigaciones Marxistas, vol. I, 349-369, pp. 359-362. 5 GALÁN MARCO, F. (1935), Misión del médico en la prevención de accidentes de una factoría industrial, Valencia, Imp. Gavilà, p. 4.
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asignatura de medicina legal 6, la enseñanza de la medicina laboral en Valencia se organizó fundamentalmente alrededor de la figura de José Tomás y López-Trigo. Profesor auxiliar de la Facultad de Medicina, impartía clases de traumatología y ortopedia una vez por semana en forma de cátedra libre 7, pero su principal aportación docente a la medicina laboral la hizo como director del Servicio de Traumatología y Cirugía Ortopédica del Hospital Provincial de Valencia, ya que desde 1927 organizaba anualmente un “Cursillo Teórico-Práctico de Traumatología, Cirugía Ortopédica y Accidentes del Trabajo” junto con los doctores Francisco Ferrero Bolinches y Antonio Sánchez García, médicos ayudantes del servicio 8. De carácter gratuito, el número de admitidos osciló entre los veinticinco y los treinta según el año, destinándose a partir de 1932 la mitad de las plazas a médicos y la otra mitad a estudiantes. El curso constaba de lecciones teórico-prácticas y de conferencias, celebradas ambas en el Hospital Provincial. Las primeras estaban a cargo de López-Trigo y sus ayudantes, y eran de temática exclusivamente traumatológica. La estructura de las mismas era la siguiente: tras una primera parte teórica, los alumnos pasaban a realizar las prácticas, consistentes en sesiones clínicas y operatorias, proyección de radiografías e interpretación de las mismas, prácticas de vendajes, etc. En cuanto a las conferencias, estaban a cargo de profesores invitados, entre los que podemos mencionar a Peset Aleixandre, Corachán, Gómez Ulla, Jiménez Díaz y, por supuesto, Oller 9. En ellas, aunque seguía predominando la orientación quirúrgica, tuvieron cabida otras partes de la medicina laboral, como las relativas a las enfermedades profesionales o a la medicina legal de los accidentes del trabajo 10.
6 PESET ALEIXANDRE, J. (1934), Programa de medicina legal y toxicología, Valencia, García Muñoz, p. 5. 7 Archivo de la Universidad de Valencia, cajas M/688 y M/689. 8 RIBES IBORRA, J. (S. A.), Historia de la traumatología valenciana, Valencia, Faes Farma, pp. 96-97. 9 CURSILLO (1928), “Cursillo de Traumatología en el Hospital Provincial”, Crónica Médica, 32, IX; CURSILLO (1929), “III Cursillo Teórico-Práctico de Traumatología, Cirugía Ortopédica y Accidentes del Trabajo”, Policlínica, 12, 500-502; CURSILLO (1930), “IV Cursillo Teórico-Práctico de Traumatología, Cirugía Ortopédica y Accidentes del Trabajo”, Policlínica, 13, 168-170; CURSILLO (1931), “V Cursillo Teórico-Práctico de Traumatología, Cirugía Ortopédica y Accidentes del Trabajo”, Crónica Médica, 35, XIII-XVI; CURSILLO (1932), “VI Cursillo Teórico-Práctico de Traumatología, Cirugía Ortopédica y Accidentes del Trabajo”, Crónica Médica, 36, XVII-XIX. 10 PEYRÍ, J. (1931), “Dermitis artificiales de las manos”, Policlínica, 14, 155-164; ROYOVILLANOVA, R. (1933), “Las equimosis traumáticas. Valor médico-legal”, Policlínica, 16, 1-28;
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La buena acogida que tuvieron estos cursillos, hizo que hacia 1935 se plantearan organizar un curso más extenso, que durara todo el año “a fin de que los alumnos de los últimos cursos de Medicina puedan utilizarlo para hacer el aprendizaje de esta importante especialidad” 11. Sin embargo, la Guerra Civil frustró esta iniciativa.
La II Asamblea de la Sociedad Española de Medicina del Trabajo Al principio de esta comunicación veíamos como en 1934 se creó la Sociedad Española de Medicina del Trabajo. En sus estatutos se recogía la celebración de una asamblea general anual en la que solo se podía tratar de “asuntos científicos con relación en las actividades de esta Sociedad” 12. La primera de ellas tuvo lugar en Madrid los días 18 y 19 de enero de 1935, estando una de las ponencias y ocho de las comunicaciones a cargo de varios de los miembros valencianos de la Sociedad 13. Sin lugar a dudas, esta participación tan importante influyó de manera decisiva en que se tomara el acuerdo de celebrar la siguiente asamblea en Valencia, sin perder de vista el hecho de que López-Trigo formaba parte de la Junta Directiva de la Sociedad, siendo Valencia, además, uno de los pocos sitios del Estado donde se había estructurado un grupo de trabajo y docente más o menos organizado alrededor del, a partir de 1934, llamado Servicio de Traumatología, Cirugía Ortopédica y Accidentes del Trabajo del Hospital Provincial 14.
ANDRÉS BUENO, V. de (1934), “Las incapacidades parciales permanentes ante la nueva legislación”, Anales, 1, 3-41. Otros temas como la higiene industrial o la orientación profesional no fueron tratados en ninguno de los cursos revisados. 11 LÓPEZ TRIGO, E. T. (1935), “Estadística comentada del año 1934”, Anales, 2, 185-212, p. 186. 12 SOCIEDAD (S. A.), p. 7. 13 REUNIÓN (1935), “Primera reunión anual de la Sociedad Española de Medicina del Trabajo”, Revista Clínica Castellana, 4, 95-96. La ponencia fue presentada por el Dr. José T. LópezTrigo, mientras que las comunicaciones corrieron a cargo de su hijo Eugenio T. López-Trigo, que presentó tres comunicaciones; de José R. Rodríguez Roda, que defendió una, y de Francisco Galán que presentó cuatro. 14 LÓPEZ TRIGO (1935), p. 185; BACHILLER (1985), p. 89; Los otros centros de actividad docente y profesional en medicina del trabajo giraban en torno a Vicente de Andrés Bueno en Valladolid, Lorenzo García Tornel en Barcelona y, sobre todo, a Antonio Oller en Madrid. BACHILLER (1985), pp. 65-78.
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Esta segunda asamblea tuvo lugar a primeros de enero de 1936. Presidida por López-Trigo, actuaron como secretarios de la misma los doctores Galán y Malboysson 15. En ella, a parte de la presentación de las correspondientes comunicaciones y ponencias, se tomó la iniciativa de establecer un premio al mejor trabajo sobre los peligros de una industria tóxica en España. Además, se anunció también que la Caja Nacional del Seguro de Accidentes del Trabajo había establecido otro premio para el mejor trabajo sobre valoración de las incapacidades de la mano, tanto en su aspecto clínico como legal 16. En cuanto a los trabajos presentados, nos centraremos en los dos que pueden ayudarnos a valorar mejor el grado de madurez al que había llegado la medicina del trabajo en su proceso de institucionalización. En primer lugar analizaremos la ponencia que presentaron Leopoldo López Gómez y Vicente de Andrés Bueno titulada Forensías de trabajo 17, en la que los autores afirmaban que para realizar los peritajes en materia de patología laboral se necesitaban una serie de conocimientos que solamente podía tener el médico especialista en cuestiones de medicina del trabajo, tanto en su aspecto clínico como legal. Abogaban, además, por que esa especialización estuviera avalada por un título o diploma acreditativo, de tal forma que fueran estos forenses del trabajo los que intervinieran de modo casi exclusivo en las pruebas periciales médicas deriva-
15 INFORMACIÓN (1936), “Información española. Cuestiones sociales. Sociedad Española de Medicina del Trabajo”, Anales del Instituto Nacional de Previsión, 28, 70-71. Tanto Galán como Malboysson se encontraban entre los socios fundadores de la Sociedad. Este último, además, formaba parte de la primera promoción de médicos del trabajo formada en la Clínica del Trabajo. BACHILLER (1985), pp. 76, 87. 16 PREMIOS (1936), “Premios de Medicina del Trabajo”, Revista de Higiene y Tuberculosis, 29, 22. El tribunal que había de juzgar los trabajos debía estar formado por el catedrático de medicina legal de la Universidad Central, por el director del Instituto Nacional de Sanidad y por el presidente de la Sociedad Española de Medicina del Trabajo. El fallo tendría que haberse hecho público en la tercera asamblea prevista para 1937 en Barcelona, asamblea que nunca llegó a celebrarse. 17 LÓPEZ GÓMEZ, L., y ANDRÉS BUENO, V. de (1936), “Forensías de trabajo”, Anales, 3, 367378. López Gómez era catedrático de medicina legal en Zaragoza. Discípulo de Juan Peset, se incorporó en 1936 a la Sociedad Española de Medicina del Trabajo. AUV, legajo 95/4. En cuanto a Vicente de Andrés era profesor auxiliar de medicina legal en Valladolid, en cuya cátedra organizó varios cursillos de medicina laboral. MEDICINA (1932), Medicina profesional y social. Cursillo sobre “Aplicación a la agricultura de la Ley de Accidentes del Trabajo”, Clínica Castellana, 1, 351-357. NOTICIAS (1933), “Noticias”, Revista Clínica Castellana, 2, 246.
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das de la aplicación de las leyes de accidentes del trabajo 18, sugiriendo que la Sociedad Española de Medicina del Trabajo podía ser el organismo más idóneo para expedir dichos títulos, así como de retirárselo a aquellos profesionales que no actuaran “dentro de las normas de moralidad y decoro profesional que debe presidir nuestros actos” 19. El otro de los trabajos que creemos merece la pena reseñar llevaba por título Colaboración de la Sociedad Española de Medicina del Trabajo en la Legislación que se haga sobre Enfermedades profesionales 20, firmado también por el profesor de Andrés Bueno. Si en la ponencia anterior se reclamaba el control sobre la formación de los futuros especialistas en medicina del trabajo, aquí se iba un paso más allá, queriendo participar en la elaboración del marco legal que en esos momentos se estaba preparando sobre las enfermedades profesionales, haciendo aportaciones en dos puntos fundamentales: qué enfermedades o intoxicaciones debían comprenderse en la denominación de enfermedades profesionales y, en segundo lugar, qué modificaciones en la legislación sobre accidentes de trabajo convenía realizar para una mejor adaptación a la reparación de dichas enfermedades. En el primer caso creían conveniente añadir al listado de patologías la anquilostomiasis y la catarata profesional. Con respecto a la segunda cuestión, se proponían medidas tales como la obligatoriedad de declarar la enfermedad por parte del médico de la empresa, ordenar el reconocimiento previo de los obreros que fueran a trabajar en industrias tóxicas o la revisión periódica de los trabajadores que por padecer enfermedades profesionales estuvieran percibiendo una renta por presentar una incapacidad permanente 21.
La Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia Otro de los focos de interés de la medicina laboral valenciana en la época republicana se centró en el grupo de médicos de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia 22. LÓPEZ, y ANDRÉS (1936), p. 378. LÓPEZ, y ANDRÉS (1936), p. 377. 20 ANDRÉS BUENO, V. de (1935), “Colaboración de la Sociedad Española de Medicina del Trabajo en la Legislación que se haga sobre Enfermedades profesionales”, Anales, 2, 332-341. 21 ANDRÉS (1935), pp. 339-341. 22 GALÁN (1935), pp. 4-5. 18 19
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Fundada en abril de 1933, la Mutua no solamente atendía la patología relacionada con los accidentes de trabajo y las enfermedades profesionales, sino que ofertaba unos servicios de asistencia social, en virtud de los cuales prestaba asistencia médica y quirúrgica gratuita a los familiares de los obreros 23. Para ello disponía de un cuadro médico dividido en las siguientes secciones 24: — Análisis clínicos: servicio diario, tres horas por la mañana. — Aparato digestivo: servicio diario, dos horas por la tarde. — Cardiología y Respiratorio: servicio días alternos, una hora por la tarde. — Cirugía general: servicio diario, tres horas por la mañana y por la tarde. — Dermatología y Sifilografía: servicio diario, dos horas por la mañana. — Electro-Radiología: servicio diario, dos horas por la mañana y por la tarde. — Fisioterapia y mecanoterapia: servicio diario, durante la jornada laboral. — Medicina general y Nutrición: servicio diario, dos horas por la tarde. — Odontología: servicio diario, dos horas por la tarde. — Oftalmología: servicio diario, durante la jornada de trabajo. — Otorrinolaringología: servicio días alternos, tres horas por la tarde. — Pediatría: servicio diario, dos horas por la mañana. — Traumatología: servicio permanente. Para facilitar el acceso a estos servicios y evitar el fraude, la Mutua implantó entre los trabajadores que pertenecían a organizaciones asegu-
23 MEMORIA (1934), “Memoria de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia acerca del ejercicio económico 1 de abril 1933 - 31 de marzo 1934”, Revista Médica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia, 1, 33-36, p. 35-36. 24 SERVICIOS (1934), “Servicios médicos en la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia”, Revista Médica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia, 1, contraportada interior sin paginar.
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radas por ella el “carnet sanitario”, en el que constaban los nombres y fotografías del obrero y sus familiares 25. A todo obrero asegurado se le sometía a un reconocimiento médico completo, consignando en una ficha el resultado del mismo, de manera que si sufría un accidente, se podía individualizar el tratamiento en caso de padecer alguna enfermedad o lesión. Los detalles del accidente en cuanto a tratamiento y curación eran recogidos en una ficha aparte de la primera, donde también se dejaba constancia de las causas que lo habían producido, con el fin de determinar los riesgos de cada trabajo. Aparte de estas dos fichas, se manejaban otras tres, diferenciadas por colores, en las que se clasificaban los accidentes de cada trabajador por fechas, por las regiones del cuerpo afectadas y, por último, si era el primer accidente o no 26. La actividad asistencial se realizaba en un edificio que, situado al lado de las oficinas de la Mutua, poseía “todos los aparatos médicos y terapéuticos que se requieren en clínicas del Trabajo” 27. Disponía también de una sección de hospitalización, que pronto resultó escasa debido a las múltiples secciones médicas disponibles y a la población atendida. Por ello, se adquirió un local de la Asociación Naviera Valenciana para la ampliación de los servicios médicos, así como de las salas de hospitalización y convalecencia 28. Un año después, terminadas ya las obras, los gestores de la Mutua informaban orgullosos en la Memoria anual que estas mejoras habían permitido no solamente hospitalizar a los lesionados de la Mutua, sino también a los de otras compañías de seguros y mutualidades 29.
25 MONTESINOS, J., y FRAGUAS, J. (1936), “Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia. Memoria y Balance. Año 1935”, Revista Médica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia, 3, 43-53, pp. 52 26 MONTESINOS, J., y FRAGUAS (1936), pp. 47-48. 27 MEMORIA (1934), p. 34. El edificio estaba situado en el núm. 42 de la Avenida de la Libertad, en los poblados marítimos de Valencia. FENOLLOSA ARMENGOT, J. (1934), “Varia. Acto oficial”, Revista Médica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia, 1, 34. 28 MEMORIA (1934), pp. 34-35. 29 MUTUA (1935), “Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia. Balance y Memoria. Año 1934”, Revista Médica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia, 2, 39-46, p. 45.
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Figura 1.
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Clínica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia.
Aparte de las mejoras en las instalaciones, y como consecuencia, sobre todo, de la creación de una delegación de la Mutua en el puerto de Burriana, así como de facilitar la asistencia a los accidentados, en 1935 adquirieron una ambulancia, construida bajo la dirección técnica de uno de los médicos de la Mutua, el traumatólogo Joaquín Fenollosa 30.
30 AMBULANCIA (1936), “La ambulancia-automóvil de la Mutua”, Revista Médica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia, 3, 39-42, p. 39.
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Figura 2. Imagen de la ambulancia adquirida por la Mutua de Accidentes de Trabajo del Puerto de Valencia para el transporte de sus accidentados.
El vehículo tenía capacidad para dos enfermos en camilla y para otros tres sentados en un banco lateral 31, como se puede apreciar en la siguiente imagen.
Figura 3. Detalle del interior de la ambulancia adquirida por la Mutua de Accidentes de Trabajo del Puerto de Valencia.
31
AMBULANCIA (1936), p. 42.
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Para finalizar, y dejando de lado la práctica clínica, destacaremos dos hechos que podrían indicar que la actividad de los médicos que trabajaban en la Mutua iba más allá de tareas meramente asistenciales: la edición a partir de marzo de 1934 de la Revista Médica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia y, un año después, la formación de la única delegación valenciana en el Congreso Internacional de Accidentes del Trabajo celebrada en Bruselas 32.
Conclusión A lo largo de las páginas anteriores hemos intentado poner de manifiesto como en la medicina laboral valenciana se daban gran parte de los indicadores que suelen usarse para valorar el grado de madurez de una especialidad médica: enseñanza, presencia de organizaciones profesionales, reivindicación sobre una parcela de los saberes médicos, aparición de prensa especializada...Todo ello parece indicar que se estaba llegando a una etapa bastante avanzada en el proceso de institucionalización de la medicina del trabajo, proceso que se vería afectado de manera fehaciente con el advenimiento de la Guerra Civil.
FENOLLOSA ARMENGOT, J., y PALOP ASENSIO, A. (1935), “Crónica del VII Congreso Internacional de Accidentes del Trabajo”, Revista Médica de la Mutua de Accidentes del Trabajo del Puerto de Valencia, 2, 3-50. 32
LA REFORMA PSIQUIÁTRICA DURANTE LA SEGUNDA REPÚBLICA EN EL MANICOMIO NACIONAL DE LEGANÉS 1 Raquel Tierno Instituto Psiquiátrico José Germain SSM Leganés, UHB del Hospital Severo Ochoa, Madrid
Olga Villasante Instituto Psiquiátrico José Germán SSM Leganés, UHB del Hospital Severo Ochoa, Madrid
Paloma Vázquez de la Torre Psiquiatra de la Unidad de Salud Mental infanto-juvenil de Alcalá de San Juan
Introducción La reforma psiquiátrica durante el período republicano ha sido, sin duda, uno de los aspectos más ampliamente estudiados de la historia de la psiquiatría española como lo demuestra la abundante literatura sobre el tema 2, sin embargo, consideramos que, es escasa aún la bibliografía
Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología, BHA 2003-01664. 2 No resulta fácil enumerar la bibliografía aparecida en la últimas décadas, por lo que aún sabiendo de antemano que omitiremos gran parte de ella, citaremos alguna de la más significativa, ESPINO, J. A. (1980), “La Reforma de la legislación psiquiátrica en la Segunda República: su influencia asistencial”, Estudios de Historia Social, 14, 56-106; HUERTAS, R.; ROMERO, A. I., y ÁLVAREZ, R. (1987) (coords.), Perspectivas Psiquiátricas, Madrid, CSIC; ÁLVAREZ, R. (1995), “La Psiquiatría española en la época de la Segunda República”, VVAA (1995), Un siglo de Psiquiatría en España, Madrid, Extraeditorial; CAMPOS, R., y HUERTAS, R. (1998), “Estado y asistencia en España durante el primer tercio del siglo XX”, Revista AEN, XVIII, 65, 99-108; HUERTAS, R. (1998), “Mental Health and psychiatric care in the Second Spanish Republic”, History of Psychiatry, 9, 51-64. 1
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que examina la aplicación de esos cambios legislativos en la práctica asistencial de las instituciones manicomiales. Nos planteamos, por ello, con el presente trabajo, centrado en la Casa de Dementes de Santa Isabel (Leganés), aportar algunos datos sobre el alcance real que las reformas tuvieron en la asistencia a los enfermos mentales ingresados en este Hospital Psiquiátrico de carácter Nacional. Esta aportación sigue una línea de investigación historiográfica recientemente abierta, en la que una de las principales fuentes documentales ha sido la utilización de historias clínicas de pacientes ingresados en establecimientos psiquiátricos 3. Los estudios realizados por nuestro grupo, durante la última década, han permitido conocer ciertos aspectos del funcionamiento del Manicomio de Leganés desde su inauguración en 1852, datos clínicos sobre los pacientes ingresados o la introducción de innovaciones terapéuticas 4.
3 Rafael Huertas ha insistido sobre la importancia de las historias clínicas como fuente, HUERTAS, R. (2001a), “Las historias clínicas como fuente para la historia de la psiquiatría: posibles acercamientos metodológicos”, Frenia, 1 (2), 7-38. Un ejemplo de bibliografía anglosajona significativo es BEVERIDGE, A. (1995a), “Madness in Victorian Edinburgh. A study of patients admitted to the Royal Edinburgh Asylum under Thomas Clouston (18731908)”, History of psychiatry, 6, 21-54. BEVERIDGE, A. (1995b), “Madness in Victorian Edinburgh. A study of patients admitted to the Royal Edinburgh Asylum under Thomas Clouston (1873-1908)”, History of psychiatry, 6, 133-156. Sobre estudios publicados en España, se puede consultar ANGOSTO, T., GARCÍA ÁLVAREZ, M. X., GONZÁLEZ GARCÍA, A. (1998), “Historia del manicomio de Conxo: sus primeros médicos y sus clasificaciones diagnósticas”, Siso/Saude, 31, 17-23. 4 D ELGADO , M. (1986), “Los veinte primeros años del Manicomio de Leganés (18521871)”, Asclepio, 38, 273-297; MOLLEJO, E. (2001), Evolución de los criterios diagnósticos y terapéuticos en el Hospital Psiquiátrico de Leganés (1856-1936), Tesis doctoral, Salamanca; MORO, A., y VILLASANTE, O. (2001), “La etapa de Luis Simarro en el Manicomio de Leganés”, Frenia, 1 (1), 97-119; DEL CURA, M. (2003), “Niños en el Manicomio: La locura infantil en la casa de Santa Isabel de Leganés (1852-1936)”, en FUENTENEBRO, F.; HUERTAS, R., y VALIENTE, C., Historia de la psiquiatría en Europa. Temas y tendencias, Madrid, Frenia, 611-634; MOLLEJO, E.; DEL CURA, M., y HUERTAS, R. (2004), “La práctica clínica en el Manicomio de Leganés (1852-1936). Primera aproximación al estudio de sus historias clínicas”, en VVAA, La medicina ante el nuevo milenio: una perspectiva histórica, Murcia, Universidad de Castilla la Mancha, 149-162; VILLASANTE, O.; VÁZQUEZ DE LA TORRE, P., y TIERNO, R. (2005), “La Guerra Civil en el Manicomio de Leganés: Aproximación de un estudio a la población manicomial”, en MARTÍNEZ PÉREZ, J.; PORRAS, M.a I.; SAMBLÁS, P., y DEL CURA, M., La locura y su gestión: conocimiento, prácticas y escenarios, Universidad de Castilla-La Mancha, 191-227 (en prensa).
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El manicomio nacional de Leganés durante el período republicano El período que pretendemos analizar corresponde, como hemos señalado, con la Segunda República española 5, época convulsa que se caracterizó por un intento de romper con los viejos modelos médicoasistenciales 6. En el caso de la psiquiatría se concretó en un movimiento de reforma que se había gestado los años previos a la proclamación de la república, al cuestionar la psiquiatría decimonónica de carácter eminentemente asilar 7. Este período, a su vez, se corresponde en Europa con la llamada psiquiatría de entreguerras 8, una época de particular riqueza en el desarrollo de áreas como la histología, la neurología o neuropatología, que no siempre se tradujo en hallazgos etiológicos, diagnósticos o terapéuticos concluyentes en el terreno de la salud mental. Y además, en otros terrenos muy diferentes se habían consolidado las Sociedades Psicoanalíticas y se había desarrollado el
5 De referencia para conocer el contexto histórico de la II República española son los textos clásicos de TUÑÓN DE LARA, M. (1974), La España del siglo XX. De la Segunda República a la Guerra Civil (1931/1936), vol. 2, Barcelona, Laia y JACKSON, G. (1982), La República Española y la Guerra Civil, Barcelona, Crítica. 6 Una visión general de la evolución de los modelos médico-asistenciales se puede ver en RICO-AVELLÓ, C., (1969), Historia de la Sanidad española (1990-1925), Madrid, Edición del autor. Un análisis de la necesidad de los dispensarios y las campañas sanitarias se puede encontrar en RODRÍGUEZ OCAÑA, E., y MOLERO, J. (1993), “La cruzada Por la salud. Las campañas sanitarias del primer tercio del siglo XX en la construcción de a cultura de la salud”, en MONTIEL, L. (coord.), La salud en el Estado del Bienestar. Análisis histórico, Madrid, UCM, 133-148. 7 FERNÁNDEZ SANZ, E. (1921), “Reforma de los manicomios españoles”, Anales de la Real Academia Nacional de Medicina, 1, 12; SACRISTÁN, J. M. (1921), “Para la reforma de la asistencia a los enfermos mentales en España”, Archivos de Neurobiología, 2, 1-15; VALENCIANO GAYA, L. (1974), “Origen y desarrollo de la psiquiatría madrileña”, Revista de Psicología General y Aplicada, (XXIX), 126, 43-61; BERTOLÍN, J. M. (1993), “Dispositivos de asistencia psiquiátrica en la España contemporánea del período de entresiglos”, Asclepio, 45, 189-205; HUERTAS, R. (1995), “La psiquiatría española del siglo XIX. Primeros intentos de institucionalización”, en VVAA, Un siglo de psiquiatría española, Madrid, Extraeditorial, pp. 21-40. 8 La irrupción de la Primera Guerra Mundial, supuso cambios fundamentales en lo que hasta ese momento se venía desarrollando en materia de salud mental, favoreciendo la aparición de recursos extrahospitalarios o servicios abiertos, que son la base sobre la que se desarrolló posteriormente el Movimiento de Higiene Mental en Europa. Véase POSTEL, J., QUETEL, C. (2000), Nueva Historia de la Psiquiatría, México DF, Fondo de Cultura Económica.
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Movimiento de Higiene Mental con la organización de la Ligas de Higiene Mental 9. En España, durante las décadas previas los hombres de la llamada Generación de Archivos de Neurobiología 10, habían impulsado la renovación de los servicios psiquiátricos 11. Entre otras actividades, había tenido lugar la fundación, en 1924, de la Asociación Española de Neuropsiquiatría y la formación de la Liga de Higiene Mental, en 1926, que culminaron con la reforma legislativa concretada en julio de 1931, del “Decreto sobre asistencia de enfermos mentales” 12. Si bien este Decreto es ampliamente citado en la bibliografía histórica sobre la psiquiatría del primer tercio del siglo XX, existe una cierta laguna historiográfica sobre su puesta en práctica en las instituciones 13. Este decreto, punto de partida de un intento serio por parte del Estado de transformar la asistencia psiquiátrica 14, regulaba tanto la admisión como la salida de enfermos psíquicos en los establecimientos psiquiátricos, superando los impedimentos del Decreto de 1885 15. Uno de los objetivos de nuestra aportación,
9 Para dicho tema puede uno remitirse a la bibliografía de Ricardo Campos, véase, por ejemplo, CAMPOS, R. (1995), “Higiene mental y reforma de la asistencia psiquiátrica en España (1900-1931)”, Documentos de Psiquiatría Comunitaria, 7, 199-217 o CAMPOS, R. (1997), “Higiene mental y peligrosidad social en España (1920-1936)”, Asclepio, 49, (1), 39-59. 10 Por citar sólo algunos: Gonzalo Rodríguez Lafora (1886-1971), José Miguel Sacristán (1887-1957), B. Rodríguez Arias (1885-1977), José Germain (1897-1986) o Enrique Fernández Sanz (1872-1950). Para más información ver LÁZARO, J. (1995a), “La reunión fundacional de la AEN”, Revista AEN, XV, 53, 295-308 y LÁZARO, J. (1995b), “Archivos de Neurobiología: Los setenta y cinco años de la psiquiatría española”, Archivos de Neurobiología, 58, 13-30. 11 ESPINO, J. A. (1987), “La reforma psiquiátrica en la II República española”, en HUERTAS, R.; ROMERO, A. I., y ÁLVAREZ, R (coords.), Perspectivas Psiquiátricas, Madrid, CSIC; HUERTAS, R. (2002), Organizar y persuadir. Estrategias personales y retóricas de legitimación de la Medicina mental española (1875-1936), Madrid, Frenia. 12 Gaceta del 7 de Julio de 1931. Este texto se recoge nuevamente en un número monográfico de la Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, Decreto para la asistencia a los enfermos mentales (1931), (2000), Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, XX, 75, 181-188. 13 SALAS Y VACA, J. (1924), Frenocomios españoles. Bases para la reforma de nuestros servicios de alienados, Madrid, Tip. de la Rev. de Archivos, Bibliotecas y Museos; CAMPOS, R. (1997), y COMELLES, J. M. (1988), La razón y la sinrazón. Asistencia psiquiátrica y desarrollo del Estado en la España contemporánea, Barcelona, PPU. 14 APARICIO BASAURI, V., y SÁNCHEZ GUTIÉRREZ, A. (1997), “Norma y ley en la psiquiatría española (1822-1986)”, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 61, 125-145; ESPINO, J. A. (1980). 15 Sobre este reglamento y sus deficiencias, consúltese GALCERÁN, A. (1885), “Consideraciones críticas sobre el Real Decreto sobre la Reglamentación de los Manicomios”, Revista Fre-
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enmarcada en una investigación más amplia, es conocer la aplicación de esta legislación en la citada institución madrileña. La casa de Dementes de Santa Isabel, establecimiento de carácter nacional, fue fundada al amparo del Reglamento del 14 de Mayo de 1852 16, para la asistencia de dementes pobres, aunque desde el principio se permitió el ingreso de un número de pensionistas de condición modesta. A pesar de las expectativas puestas sobre este Manicomio, concebido como institución Modelo, la institución decimonónica presentaba graves déficits estructurales, que la habían convertido en un establecimiento psiquiátrico eminentemente asilar 17. La institución manicomial había incrementado su capacidad, no siempre paralelamente al aumento de espacio, partiendo desde los 44 pacientes hasta alcanzar, en la época que nos ocupa, un número aproximado de 250. De igual manera, el personal facultativo creció pasando de un único facultativo, el médico de la villa, a cinco facultativos, un número incluso mayor al especificado por el Reglamento Orgánico del Manicomio vigente durante la Segunda República, el de 1885 18. El personal adscrito a la institución se componía de un médico supernumerario residente, Aurelio Mendiguchía Carriche y tres médicos supernumerarios auxiliares residentes, Antonio Martín Vegué, José María Moreno Rubio y Enrique Fernández Méndez, encargado este último del laboratorio. Sus nóminas, firmadas por el administrador-depositario Tomás Brunete, oscilaban entre 2500-4500 pesetas/año según categoría 19. El resto del nopática Barcelonesa, 5, 125-132 y SACRISTÁN, J. M.; RODRÍGUEZ LAFORA, G., y ESCALAS, J. (1930), “Reforma del reglamento de 1885”, Higiene Mental, 3, 6-12. 16 PESET, J. L. (1995), “El manicomio Modelo en España”, en VVAA, Un siglo de psiquiatría es España, Madrid, Extraeditorial, pp. 43-51. 17 VILLASANTE, O. (1999), “El manicomio de Leganés: debates científicos y administrativos en trono a un proyecto frustrado”, Revista AEN, 19, 469-479; VILLASANTE, O. (2002a), “Las tres primeras décadas de la Casa de Dementes de Santa Isabel de Leganés: un frustrado ManicomioModelo”, Cuadernos de Psiquiatría Comunitaria, 2, 2, 139-162; VILLASANTE, O. (2003), “The unfulfilled project of the Model Mental Hospital in Spain: fifty years of the Santa Isabel Madhouse, Leganés (1851-1900)”, History of Psychiatry, 14 (1), 3-23. 18 Gaceta de Madrid, núm. 135, 448-450. Este reglamento estaba compuesto por 106 artículos agrupados en XVII capítulos más un capítulo adicional donde se recoge todo lo correspondiente al régimen y gobierno interior del establecimiento. La información relativa al personal del centro aparece en el capítulo III, artículo 6.o, especificando la necesidad de un Jefe Facultativo y un médico agregado. 19 Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, códigos de referencia (8)25 44/02506, (8)25 44/02511, (8)25 44/02514 y (8)25 44/02515, nóminas correspondientes a diversos meses de 1935.
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equipo estaba compuesto por 3 practicantes, 25 mozos enfermeros externos, 10 criadas lavanderas de servicio, y otras 18 mujeres encargadas del régimen y servicio interno del Manicomio. A este personal había que añadir, sin que consten en las nóminas, las 21 Hijas de la Caridad residentes en el Manicomio, que atendían a los enfermos, y Enrique Fernández Sanz 20. Este prestigioso psiquiatra, aún poco conocido, había comenzado a trabajar en el Manicomio Nacional, en 1919 y fue el director facultativo del centro, durante la República, permaneciendo allí hasta el comienzo de la Guerra Civil.
Los pacientes del manicomio Conocer las características generales, los datos sociodemográficos y, sobre todo, las variables clínico-terapéuticas de pacientes ingresados en una institución psiquiátrica no es fácil, tarea más complicada aún cuando se trata de depurar estos datos para intentar realizar un análisis estadístico. Para ello se ha realizado un estudio descriptivo retrospectivo de serie de casos, cuyo objeto principal han sido las historias clínicas de los pacientes ingresados en el Hospital Psiquiátrico de Leganés durante el período de la Segunda República española (14 abril 1931-18 julio 1936), con una muestra total de 93 historias 21. Además, se han utilizado otras fuentes documentales primarias y bibliografía secundaria para ampliar el conocimiento sobre el discurrir del Manicomio de Leganés durante dicho período y entender mejor el contexto histórico estudiado. Las variables recogidas para el estudio han sido sociodemográficas y clínico-terapéuticas hasta un total de 55, aunque muchas fueron desestimadas por aparecer escasamente reflejadas en las historias o por una 20 Enrique Fernández Sanz (1872-1950), médico neuropsiquiatra de formación francesa y alemana, trabajó desde sus comienzos en el ámbito de la beneficencia, donde ingresa por oposición. Además de su labor asistencial, desempeñó una importante labor como publicista médico, dedicado a la salud mental. Son numerosas las publicaciones del autor centradas en temas relacionados con la promoción de la Higiene Mental, la situación de los establecimientos manicomiales y la función del Estado en la organización de la asistencia a los alienados y en la profilaxis de la enfermedad mental. VALENCIANO GAYÁ, L. (1977), El Dr. Lafora y su época, Madrid, Morata. 21 Material clínico clasificado anualmente, conservado en el Archivo Histórico del Manicomio de Leganés, actualmente emplazado en la Biblioteca del Instituto Psiquiátrico y SSM José Germain de Leganés.
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información poco fiable. En general la recogida de datos va desde el momento del ingreso hasta el alta de cada paciente, sin embargo, a la hora de analizarlo, determinadas variables solo se han tenido en cuenta si se referían al período que nos ocupa. Así en lo relativo al alta de los pacientes, el tratamiento, el número de registros evolutivos que se realizaban, las descripciones clínicas o la presencia de determinados documentos administrativos (certificados médicos de ingreso y defunción y partes de evolución al juzgado) nos referimos al período estudiado, después de aplicar a los datos el programa informático SPSS12.0. Reconocemos ciertas limitaciones del estudio, ya que existen sesgos de información por tratarse de un estudio retrospectivo sobre historias clínicas realizadas por diversos médicos, que se añaden a las propias limitaciones del contexto político —la Guerra Civil que interrumpió la república provocó, entre otros desastres, que se perdiera documentación administrativa—. Realizaremos un fugaz recorrido por algunas de las variables sociodemográficas del casi centenar de pacientes ingresados durante el período en estudio. La media de edad de los pacientes ingresados durante este período es de 39,45 años, siendo el menor un varón de 15 años que ingresa sin diagnóstico de enfermedad mental (sordomudez) y la de mayor edad una mujer de 79 años 22. Se observa que los varones ingresados tienen menor edad que las mujeres (edad media en hombres, 35,85 años; en mujeres, 44,78 años), y que el número de hombres ingresados es ligeramente superior al de mujeres, 55 frente a 38. En cuanto al estado civil casi dos tercios del total de ingresos eran solteros 23. A pesar de tratarse de un establecimiento de carácter nacional, hasta un 73,1 % de los pacientes procedían de Madrid, siendo el resto de los enfermos originarios de 14 provincias diferentes. Se desconoce la procedencia del 24 % de los ingresos; del resto, 20 % provienen de establecimientos públicos, 24 % de instituciones privadas, la mayoría madrileñas y el 32 % de su domicilio.
22 En nuestra muestra, además aparecen otros dos pacientes menores de edad: un varón ingresado con diagnóstico de Epilepsia y una hembra ingresada con diagnóstico de Oligofrenia. Ambos diagnósticos son los más frecuentes en los niños ingresados a lo largo de toda la historia de la institución, tal como ha señalado DEL CURA (2003), 611-633 23 El mayor número de pacientes varones y solteros ingresados en el Manicomio de Leganés es una constante desde su apertura, como demuestran otros estudios sobre la institución, MOLLEJO; DEL CURA, y HUERTAS (2004), p. 150; VILLASANTE; VÁZQUEZ DE LA TORRE, y TIERNO (2005), pp. 185-190.
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La información médica de los pacientes se ha obtenido consultando la historia clínica, en la que el número y tipo de documentos hallados es variable, por lo que enumeraremos someramente aquellos que aparecen más frecuentemente. En todos los ingresos, excepto uno, encontramos la llamada Hoja de entrada y vicisitudes, un documento a doble folio donde se recogían los datos personales del paciente (acompañados frecuentemente de una fotografía), su diagnóstico, la situación clínica del enfermo al ingreso y se iniciaba el registro evolutivo que continuaba, si era necesario, en hojas adjuntas 24. Es preciso destacar que si bien las exploraciones clínicas al ingreso son relativamente ricas, muy frecuentemente son las únicas. De hecho un tercio de las historias presentan sólo una anotación clínica, la correspondiente al ingreso y algo menos de un tercio de los pacientes presentan dos anotaciones, la de ingreso y la del alta. Lo más frecuente era encontrar tres registros evolutivos en total y el máximo son ocho anotaciones, incluida la primera anotación de ingreso. Esta pobreza en los datos clínicos de los pacientes que, con frecuencia permanecían ingresados hasta su fallecimiento —el motivo más frecuente de alta era la defunción después varios años de hospitalización—, contrasta marcadamente con el Reglamento de Régimen interno que establecía como mínimo obligatorio dos anotaciones al mes 25. Resulta difícil pensar que en pacientes ingresados durante años no se apreciaran variaciones clínicas dignas de reseñar médicamente, hecho que nos hace sospechar que el carácter asilar de la institución descrito en el período decimonónico se mantuviese ya entrado el siglo XX. En más de la mitad de los casos encontramos un Cuestionario de cierta relevancia, compuesto por cuatro páginas sobre las costumbres del paciente y la familia y acerca de cuestiones de higiene y de orden moral.
Una muestra de dicho documento se puede encontrar publicada en VÁZQUEZ DE LA TORRE, y TIERNO (2005), p. 195. 25 Según el Reglamento orgánico de 1885 (Gaceta de Madrid, núm. 135, 448-450), el Jefe Facultativo tenía las siguientes obligaciones: Capítulo III, artículo13: Anotar los días 13 y último de cada mes en la hoja clínica las modificaciones y cambios que hubiere experimentado en su forma y curso la indisposición de cada alienado... Capítulo III, artículo14: Todos los días, a las 8 de la mañana en los meses de Abril, Mayo, Junio, Julio, Agosto y Septiembre, y a las 9 en los demás, pasará visita general a todos los acogidos... Capítulo III, artículo17: Será sustituido en sus visitas por el resto del personal facultativo en caso de ausencia o enfermedad. 24
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Este documento era, frecuentemente, contestado por un familiar y aparece en la mitad de las historias (52.7 %). La recopilación de antecedentes personales y familiares aparece en cerca del 90 % de las historias clínicas. La posibilidad de un internamiento voluntario fue, probablemente, uno de los aspectos más novedosos del Decreto de 1931, sin embargo, este tipo de ingreso sólo se halla en uno de los pacientes ingresados, aunque no se ha encontrado la firma del enfermo tal como se contemplaba en el decreto 26. La mayor parte de los pacientes, en nuestra muestra, ingresaban por indicación médica (80 %) y el 15 % por orden gubernativa o judicial 27. En ambos casos, el ingreso y su permanencia en la institución debía informarse al juzgado, pero sólo hemos hallado la notificación del ingreso en 18.3 % de las historias y los partes semestrales de evolución 28, en poco más de la mitad de los ingresados (59.1 %), que, en cualquier caso, no se realizaban con la frecuencia establecida legalmente. De hecho, se han encontrado cartas del juzgado dirigidas al director medico del centro, reclamando dichas notificaciones e instándole a cumplir lo establecido por ley 29. A pesar de que el de Leganés era un Manicomio de Estado, en cuyo reglamento se recogía que el porcentaje de ingresados en beneficencia debía ser superior al de pensionistas 30, en los estudios sobre historias clí-
26 Hasta la llegada de la nueva legislación en 1931, el Real Decreto de Romero Robledo regulaba el ingreso del loco en el manicomio, concibiéndose dos tipos de ingresos: de observación y de reclusión definitiva. El nuevo Decreto para la asistencia a los enfermos mentales de 1931 estableció tres tipos de ingresos: por propia voluntad, por indicación médica y por orden judicial. El ingreso voluntario exigía un certificado firmado por un médico colegiado y legalizado por el inspector médico del distrito o en su defecto un certificado del médico del establecimiento donde era ingresado el paciente y una declaración firmada por el propio enfermo donde indicaba su deseo de ser tratado en el centro. 27 En un 4 % de los pacientes no se recoge la indicación de ingreso. En cuanto a los ingresos por indicación médica, siempre con carácter de tratamiento y no como medida de privación de libertad correccional, se precisaba un certificado médico, una declaración firmada por el pariente más cercano, solicitando su ingreso al director médico del establecimiento. 28 A las 24h de la admisión, el director médico debía comunicar al gobernador de la provincia la admisión del enfermo y remitir al juez de primera instancia de la última residencia del paciente, un parte duplicado como notificación de ingreso, uno de los cuales debía ser devuelto al centro sellado. Después de la notificación de ingreso, el director debía seguir enviando partes semestrales sobre la situación clínica del enfermo y la necesidad de continuar su permanencia en el establecimiento. 29 Carta hallada en la historia clínica núm. 1054, conservada en el Archivo Histórico del Manicomio de Leganés, actualmente localizado en la Biblioteca del IPSSM José Germain de Leganés. 30 Gaceta de Madrid (1885), núm. 135, 448-450.
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nicas realizados desde su inauguración hasta 1936, sorprende encontrar que la categoría de beneficencia no es la predominante 31. Durante el período republicano el 79.6 % de los pacientes ingresados fueron pensionistas frente a un 20.4 % de pacientes en régimen de beneficencia, contradiciendo de este modo el Reglamento vigente; en cuyo Capítulo I (artículo 4.o), se especificaba que el número de pensionistas sería de 30, el de medio pensionistas 40 y el de pobres 130, entre uno y otro sexo. De hecho la proporción está totalmente invertida, ya casi el 80 % de los ingresados eran pacientes “de pago”, cuando éstos deberían sumar sólo un tercio del total de los ingresados.
De la demencia precoz a la esquizofrenia El análisis de los diagnósticos es, quizá, una de las variables más difíciles de codificar, ya que si tomamos de las historias clínicas los diagnósticos literales hay casi tantos diferentes como número de pacientes ingresados. El hecho de que, en algunos casos, los diagnósticos sean prácticamente una descripción de los síntomas propios de cada paciente, obliga a agruparlos para poder analizarlos o compararlos con otras épocas. La codificación se ha realizado en función de la clasificación kraeppeliniana, ya que el Consejo Superior Psiquiátrico estableció, durante este período, la obligación de realizar estadísticas psiquiátricas de acuerdo a la clasificación de Kraepelin 32. Durante la mayor parte del siglo XIX los diagnósticos se correspondían con la nosografía pineliana y esquiroliana, que progresivamente había ido cambiado desde las escuelas francesas hasta la nosografía germánica que estaba prácticamente implantada en los años treinta. Las historias clínicas de las que nos ocupamos en nuestro trabajo se abren unos meses antes del Decreto que obligaba a uti-
MOLLEJO; DEL CURA, y HUERTAS (2004), p. 152. El Decreto del 10 de noviembre de 1931 establecía como obligación la estadística nacional de enfermos mentales; en dos Órdenes posteriores, con fechas del 27 y 28 de noviembre de 1931, publicadas en la Gaceta de 2 de diciembre de 1931, se especifica más detalladamente las características y condiciones de la puesta en marcha de esta labor estadística. Una transcripción de ambas órdenes se encuentra en el Archivo Histórico del Manicomio de Leganés, formando parte de diverso material administrativo no clasificado. 31 32
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lizar el citado sistema clasificatorio, sin embargo, lo hemos utilizado con todas ellas para poder agrupar los diagnósticos de un modo uniforme. El diagnóstico principal en nuestra muestra es el agrupado en el apartado VIII, Demencia Precoz o el grupo de las esquizofrenias, con un 58,1 % de los pacientes, sin diferencias significativas en función del género. Destacamos, de manera constante durante todo el período, una alternancia entre el término Demencia Precoz y el de Esquizofrenia 33, con una mayor proporción del último. En las décadas anteriores se habían publicado obras fundamentales de psicopatología como la Allgemenie Psychopatologie de Jaspers (1883-1969), y, en 1911, la obra de Eugen Bleuler (1857-1940), Dementia Praecox oder Gruppen der Schizophrenia (Demencia precoz o el Grupo de las Esquizofrenias). La introducción del neologismo esquizofrenia, que progresivamente fue sustituyendo el concepto kraepeliniano de Demencia Precoz, supuso un hito en la historia de la psiquiatría. Dentro de este grupo VIII, ligado a las esquizofrenias, han sido consideradas de forma independiente las parafrenias por su marcada diferencia entre géneros (13 mujeres frente a 1 solo hombre) (ver tabla 1). El segundo diagnóstico más frecuente es el de Sífilis (6,5 % de los pacientes), diagnóstico encontrado exclusivamente del género masculino. Entre los diagnósticos hay algunos que no se ajustan a la clasificación kraepeliniana como el de dos pacientes con “Psiquiastenia”, término definido por Pierre Janet (1859-1947) para describir un conjunto de trastornos conocidos y clasificados, que abarcó las obsesiones, las manías mentales, la “locura de la duda”, las fobias, algunos delirios y, sobre todo, los “escrúpulos” 34.
33 Algunos de los primeros artículos publicados en España con el término de Esquizofrenia, en el título del trabajo, aparecen en 1920, firmados por Sacristán, Sanchís Banús y Villaverde y Larrar. Pueden consultarse SACRISTÁN, J. M. (1920), “Ataques epilépticos en la esquizofrenia”, Archivos de Neurobiología, 1, 7-22; SANCHÍS BANÚS, J. (1920), “¿Un caso de parafrenia expansiva? Acerca de la paranoia, la esquizofrenia paranoide y la parafrenia”, Archivos de Neurobiología, 1, 405-41 y VILLAVERDE, J. M. (1920), “La alucinosis de Plaut y los síndromes esquizofrénicos en los sifilíticos”, Archivos de Neurobiología, 1, 251-273. 34 POSTEL, QUETEL (2000), pp. 239-246. Antes que Janet lo definiera en Les obsessions et la psychasthénie ya se había hablado de “neuropatía cerebro-cardiaca” o enfermedad de Krishaber. Magnan lo llamaba la “locura de los degenerados” y Freud se refería a la “neurosis obsesiva”.
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TABLA1.
Diagnósticos según la clasificación de Kraepelin, en función del género
II. Encefalopatías orgánicas III. Intoxicaciones exógenas (alcohol) V. Sífilis VI. Arteriosclerosis y regresión VII. Epilepsia VIII.A. Demencia precoz VIII.B. Parafrenias IX.B. Psicosis maniacodepresiva X. Psicopatías XI.B. Estados nerviosos XII. Paranoia XIII. Oligofrenias NEM NC Total
Hombre
Mujer
Total
1 1,8 % 2 3,6 % 6 10,9 % 0 0% 4 7,3 % 31 56,4 % 1 1,8 % 2 3,6 % 1 1,8 % 0 0% 1 0% 3 5,5 % 1 1,8 % 3 5,5 % 55 100 %
0 0% 0 0% 0 0% 4 10,5 % 1 2,6 % 17 44,7 % 5 13,2 % 3 7,9 % 0 0% 1 2,6 % 5 13,2 % 2 5,3 % 0 0% 0 0% 38 100 %
1 1,1 % 2 2,2 % 6 6,5 % 4 4,3 % 5 5,4 % 48 51,6 % 6 6,5 % 5 5,4 % 1 1,1 % 1 1,1 % 5 5,4 % 5 5,4 % 1 1,1 % 3 3,2 % 93 100 %
Entre la laboterapia y la piretoterapia El siglo XX ligado al desarrollo de las neurociencias supuso, sin duda, un cambio en el panorama terapéutico que hizo brotar, ya desde las primeras décadas, una serie de tratamientos que fueron aplicados con mayor
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o menor éxito y que, incluso, alguno han permanecido hasta nuestros días. Limitaciones de espacio nos obligan sólo enumerar algunas de las técnicas, ya que nuestro objetivo se centra en detectar si fueron aplicados en el establecimiento psiquiátrico de Leganés. Al revisar las historias clínicas del período de la Segunda República hemos encontrado que, sólo en 13 de ellas se recogen datos relativos a aspectos terapéuticos, es decir, en un 14 % de los pacientes ingresados en ese período, si bien, en total se recogen más tratamientos, hasta un total de 24, ya que en varias historias aparecen simultáneamente más de un modo de abordaje. Contrariamente a lo que cabría esperar, este porcentaje es, incluso, inferior que en los pacientes ingresados en el siglo XIX, cercano al 20 % 35. Entre las intervenciones terapéuticas se recogen aún algunos de los viejos recursos como la hidroterapia, que había sido utilizada de forma profusa en los nosocomios decimonónicos en diferentes variantes como duchas frías o templadas, baños relajantes... En nuestra muestra aparecen dos pacientes en los que se recomienda “baño templado”, sin embargo, en uno de los casos no hay detalles sobre la frecuencia de aplicación o los resultados obtenidos después de dicho tratamiento. No obstante, hemos hallado una carta del Jefe Facultativo al administrador del Manicomio, informándole de las dificultades para aplicar “a los enfermos los necesarios tratamientos hidroterápicos, por la total carencia de agua suficiente para dotar estos servicios...” 36. Las dificultades para el abastecimiento de agua al establecimiento psiquiátrico fueron un problema desde la fundación de la institución en 1852 y, periódicamente, generaron demandas al Ayuntamiento de Leganés en diversas épocas 37. Esta deficiencia se pretendió subsanar entre noviembre de 1932 y agosto de 1934, época en la que se solicitó la adecuación del alcantarillado y el aporte de agua, suplida por un contrato de suministro de agua potable al Manicomio Nacional de Santa Isabel 38.
MOLLEJO; DEL CURA, y HUERTAS (2004), p. 160. Carta del Jefe Facultativo al Administrador del Manicomio de Leganés, con fecha del 11 de julio de 1934; conservada en el Archivo Histórico del Manicomio de Leganés, formando parte de diverso material no clasificado. 37 VILLASANTE (2002a), p. 146. 38 El día 1 de agosto de 1934 se realizó una cesión de sesenta metros cúbicos, según documentos hallados en el Archivo Histórico del Ayuntamiento de Leganés, año 1932; año 1933 (núm. 6 y núm. 12) y año 1934 (núm. 4 y núm. 11). 35 36
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Es interesante destacar que, a juzgar por la documentación hallada, la medida terapéutica más frecuente fue la laborterapia, que había cobrado especial relevancia tras la meritoria propaganda de las normas científicas dictadas por Hernann Simon (1867-1947), a partir de 1918. En los años veinte, tras aceptarse que la organización del trabajo podía mejorar tanto la patología crónica como las formas más agudas de enfermedad mental, este recurso terapéutico trató de instaurarse en gran parte de los nosocomios 39. Si bien sólo hemos localizado cinco referencias al tratamiento laborterápico reflejadas en las historias clínicas, se ha hallado una carta de Aurelio Mendiguchía dirigida al administrador sobre las dificultades para la implantación del trabajo como medida terapéutica en el Establecimiento: “de 126 enfermas trabajan 46. Treinta cosen la ropa de la casa, hacen encaje cuatro, flores una, ayudan a la limpieza de los departamentos con las Hermanas de la Caridad y al lavadero diez. Una se dedica a trabajos de malla” 40. El facultativo describió que la inadecuación de locales, así como la falta de personal cualificado impedía llevar a cabo trabajo industrial o agrícola, por lo que la elección del tratamiento da laborterapia se limitaba a los servicios domésticos. Esta discordancia entre el número de pacientes femeninas que prestaban servicios domésticos y el reflejo de dichas cuestiones en la historia médica, podría engendrarnos dudas sobre si se mantenían algunos de los principios básicos de la laborterapia. De acuerdo a las normas dictadas por Simon la medida debía indicarse exclusivamente por el facultativo y la actividad debía ser remunerada 41. Si bien no hemos encontrado ninguna alusión a la entrega de dinero a los pacientes, los facultativos contemplaron un sistema de premios para incentivar a aquellos que trabajasen como escuchar la radio, los juegos de bolos, entrega de cigarrillos, permisos de salida... 42 Merece la pena enumerar algunas medidas terapéuticas que se han encontrado en las historias clínicas de 4 pacientes, que se podían agrupar 39 Encontramos más información relativa a este tratamiento en REY ARDID (1932), “Organización de la terapéutica activa en los Manicomios españoles”, VI Reunión de la Asociación Española de Neuropsiquiatras, pp. 1-24. 40 Carta dirigida por el doctor Aurelio Mendiguchía, como médico encargado de los servicios de mujeres, tanto pensionistas como de beneficencia, al Jefe Facultativo, con fecha de 12 de Julio de 1933, conservado en el Archivo Histórico del Manicomio de Leganés. 41 REY ARDID (1932), pp. 3 y 21. 42 Carta fechada el 10 de octubre de 1932, que se encuentra en el ya citado Archivo Histórico del Hospital Psiquiátrico de Leganés.
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como recomendaciones higiénicas y dietéticas, consistentes en convivencia con enfermas tranquilas, retirada del café, vino o té, juegos de damas o cartas... Es preciso notar que no se ha hallado ninguna referencia a terapias de orientación psicológica, como el psicoanálisis, que había surgido con gran auge tras su introducción en los ambientes psiquiátricos de la mano de autores como Carl Gustav Jung (1875-1961), discípulo de Pierre Janet (1859-1947) y de Bleuler (1857-1940), Karl Abraham (18771925) o Ludwig Binswanger (1881-1966). La introducción de las nuevas terapéuticas somáticas fue, sin duda, el hecho más diferencial de estas primeras décadas del siglo XX, ya que sus propagadores gozaron de un amplio reconocimiento social y científico siendo, incluso galardonados por academias científicas 43. El caso más emblemático lo constituye el de Julios von Wagner-Jauregg (1857-1940), galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1927, por la aplicación de la malarioterapia a la parálisis general progresiva —sífilis parenquimatosa cerebral—, enfermedad que, durante el siglo XIX, inundó algunas las instituciones manicomiales europeas 44. A la luz de la bibliografía revisada, salvo en determinadas instituciones 45, las impuladaciones en España no alcanzaron las proporciones de los manicomios vieneses y, concretamente, en el período que nos ocupa, que coincidió con el auge de dicho arriesgado tratamiento, sólo dos pacientes de Leganés fueron sometidos a paludización, además de a otros métodos de piretoterapia. A pesar del gran riesgo en una institución cerrada, no hemos encontrado recogida ninguna medida de seguridad específica como el asilamiento, 43 BARONA, J. L., (1998) “Institutos de investigación, utopía científica y reduccionismo epistemológico”, en BARCIA, (ed.), Historia de la Psicofarmacología, Tres Cantos, You & Us, S. A., pp. 421-447. 44 Tras la observación de la mejoría de los enfermos mentales después de sufrir procesos infecciosos con fiebres elevadas, se empezaron a ensayar diversas formas de fiebre inducida, que alcanzaron su máxima expresión en los trabajos realizados por Wagner von Jauregg, en 1917. Este autor inoculó diversas sustancias en enfermos psiquiátricos graves, entre las que se hallaba la introducción de sangre de pacientes afectados de paludismo en paralíticos generales. Una reciente revisión sobre la piretoterapia malárica y su asimilación en España se puede ver en VILLASANTE, O. (2002b), “La malarioterapia en el tratamiento de la parálisis general progresiva: primeras experiencias en España”, en FUENTENEBRO, F.; HUERTAS, R., y VALIENTE, C., Historia de la psiquiatría en Europa. Temas y tendencias, Madrid, Frenia, pp. 175-188. 45 En el Manicomio de Ciempozuelos se realizaron numerosas terapias administrando sangre de enfermos de malaria. Puede consultarse la experiencia en VALLEJO-NÁJERA, A., y GONZÁLEZ PINTO, R. (1927), Nuestra experiencia clínica sobre la malarioterapia en la Parálisis General progresiva, Madrid, Imprenta del sucesor de Enrique Teodoro.
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una estrecha vigilancia médica o reflejada la dosis de quinina o el día que dicha prescripción se llevase a cabo. Además de los dos casos de malarioterapia, se han registrado tres pacientes más tratados por otros métodos de piretoterapia, inducción de fiebre en los pacientes con diferentes tipos de sustancias, a veces combinadas entre sí, con el fin de obtener mejoría de la clínica psiquiátrica después de los picos febriles 46. De los métodos piretoterápicos el más frecuentemente en nuestra investigación, es una sustancia denominada “Neo” 47, utilizada en los cinco casos de piretoterapia, que siempre fue aplicada a pacientes sifilíticos. El Sulfosin Leo, utilizado en cuatro ocasiones es un aceite azufrado estéril, que se inyectaba, generalmente, en 8-10 veces espaciadas entre sí varios días, que comenzaba con una dosis de 1cc y se incrementaba 1cc progresivamente, hasta alcanzar temperaturas superiores a 40.o C. Nos gustaría apuntar que, en una de las historias en las que se utilizó dicho compuesto se pidió autorización a la familia para el tratamiento, cuestión ciertamente novedosa en la época 48. Otra sustancia utilizada en el Manicomio para generar picos de fiebre fue el Bismuto utilizado en 3 pacientes. Del mismo modo que ocurría en la paludización tampoco existe un registro de la evolución del paciente durante estos tratamientos, recogiéndose, sólo en alguna ocasión, la información en medias cuartillas, sin siquiera el membrete oficial de la institución. También en los años treinta las terapias de sueño prolongado inducidas por barbitúricos ocuparon un lugar preferente, utilizados básicamente para la sedación y el control comportamental, destacando el uso del Veronal. Este compuesto, denominado ácido dietilbarbitúrico, fue el primer hipnótico de esta familia, a partir del cual se realizaron diversas modificaciones químicas, consiguiéndose, entre otros, el Luminal (al sustituir un grupo etílico por un radical fenilo) o el Somnifene. El Somnifene era una combinación de barbitúricos para inducir una narcosis prolongada, que contenía en igual proporción dietil y alilisopropil barbi46 Sobre los diversos métodos empleados, se puede consultar un texto de la época, PÉREZ L., y VILLAMIL, J. (1931), Esquizofrenia. La piretoterapia no malárica en diversas formas de Esquizofrenia. Estudio de las reacciones de la microglía a variados agentes piretoterápicos, Santiago, Establecimiento tipográfico Faro de Vigo. 47 No aparece especificado en el texto el fármaco al que se alude con dicha nomenclatura. Según la literatura consultada podría referirse a cualquiera de los siguientes, empleados en la época para la piretoterapia: neomicina, neoflogetán o neosaprovitán. 48 Se encuentra en la historia clínica núm. 1020.
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túrico y había sido puesta en práctica por Jacob Klaesi, en 1922, para el tratamiento de la esquizofrenia. En el registro de los tratamientos realizado en las historias clínicas se han detectado otras sustancias utilizadas, en general, con fines sedantes como el hidrato de cloral, diversos tipos de bromuros (el Bromuro potásico o la Bromidia, hipnótico compuesto por bromuro de potasio, cloral hidratado, extracto de cáñamo indio, extracto de beleño y agua destilada), el Solganal, un tipo de sales de oro, compuesta por aurotioglucosa o Tintura de valeriana. No se ha detectado en nuestra investigación, sin embargo, tratamientos como el choque insulínico descrito por Manfred Sakel (1900-1957) empleado como tratamiento en la esquizofrenia o el choque de cardiazol intravenoso, instaurado por el psiquiatra húngaro Ladislaus Joseph von Meduna (1896-1964) en 1933, utilizados ya en el manicomio de la posguerra.
A modo de conclusión
Û
Se han analizado las características sociodemográficas de 93 pacientes que ingresaron en el período entre el 14 abril 1931 y el 17 julio 1936, de los cuales, menos de un cuarto tenían una asistencia gratuita y mayoritariamente procedían de Madrid, a pesar de que el Manicomio de Leganés era un hospital de carácter nacional. El perfil más común era el de un varón, soltero, diagnosticado de esquizofrenia, ingresado por indicación médica y que permanecía durante años ingresado. En las historias clínicas se observa una detallada y sistemática recogida de datos, rica en descripción de desencadenantes y síntomas en el momento del ingreso que, sin embargo, se hacía paupérrima en los registros clínicos posteriores. Si bien se aprecia una muy tímida introducción de algunos nuevos tratamientos hay un deficiente seguimiento de éstos. Se percibe, además, un aumento del interés por parte del cuerpo facultativo para establecer el trabajo como una alternativa terapéutica, sin ninguna alusión a procedimientos psicoterapéuticos. La documentación hallada en las historias clínicas no se ajusta perfectamente a lo establecido en el Reglamento Orgánico del Manicomio, ni al Decreto de julio de 1931, por lo que la aplicación práctica de la legislación no fue inmediata, ni completa. El Hospital Psiquiátrico de Leganés que, hasta entonces, presentaban un carácter asilar, aún se hallaban lejos de la medicalización, a juzgar por la escasa utilización de alternativas terapéuticas y la nula valoración médica de su eficacia.
ACTUACIÓN POLÍTICA DE LOS MÉDICOS ALMERIENSES DURANTE LA II REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLAS (1931-1939) José Antonio García Ramos SEHM. Médico de Familia de la ZBS de Albox, Almería
Carlos Fernández Carballal Neurocirujano del Hospital Gregorio Marañón, Madrid
Introducción “El 14 de abril de 1939, una vez ocupada Almería por las tropas nacionales el 29 de marzo anterior y constituido el Colegio de Médicos de Almería presidido por Don Antonio Villaespesa Quintana, las primeras palabras de este fueron “de recuerdo para los compañeros martirizados por las hordas rojas, Juan Banqueri Salazar, Diego Flores Flores, Bartolomé Flores Torres, Enrique Enciso Gallurt, Antonio Rivera Fernández y Francisco Casanova Sos, todos ellos muertos por Dios y por España” 1.
La posición social del médico perteneciente a una clase burguesa más o menos acomodada o con cierto poder, pudiera hacernos pensar en que estos profesionales, durante la época estudiada (1931-1939) debieron haber pertenecido a facciones conservadoras o derechistas. Por el contrario, su labor en pro de los que sufren: indigentes, epidemiados, enfermos terminales y sujetos de la beneficencia, daría como resultado posicionarlos en una mayoría progresista o en posiciones ideológicas heredadas del positivismo y masonismo del siglo XIX 2. También hacer-
1 MARÍN MARTÍNEZ, P. (2001), El Colegio de médicos de Almería en su centenario (19012001, Almería, Colegio de Médicos de Almería, p. 201. 2 Para ésta cuestión, pueden verse PINTO MOLINA, M. (1990), La Masonería en Almería a finales del siglo XIX, Almería, Universidad de Granada, Instituto de Estudios Almerienses y GARCÍA RAMOS, J. A., Médicos almerienses del siglo XIX (en prensa).
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nos colegir que, por su formación intelectual, habrían de ser todos liberales o apolíticos. La realidad es que el profesional de la medicina, nunca fue ajeno a los avatares políticos de sus circunstancias histórico-sociales. Más bien y durante la convulsa época estudiada, una importante mayoría, toma partido, actúa a favor, o se muestra simpatizante de uno u otro bando y pasa a ser miembro (con mayor o menos participación) de una de las dos ideologías irreconciliables. Baste recordar como ejemplo los nombres de tres médicos de la época muy significados políticamente: el doctor Marañón liberal y republicano, el doctor Negrín, en posiciones de extrema izquierda y el doctor Albiñana fundador del partido de corte fascista: Partido Nacionalista Español. Por eso, hemos encontrado en Almería, a médicos situados en las más diversas posiciones ideológicas: ultraderecha, oligarquías caciquiles y católicas, derechas monárquicas, republicanismo de centro o de izquierda, masones, médicos de extrema izquierda (PSOE y Partido Comunista) y hasta miembros de organizaciones libertarias, proletarias y obreras (UGT, CNT y FAI). Pero dentro de este comportamiento global de la clase médica almeriense habría de distinguir entre actitudes, simple afiliación, ostentación de cargos políticos de responsabilidad, mera simpatía o la actuación directa en positivo o en negativo. La inclinación política global de la clase médica almeriense fue de una cierta moderación sustentada en un corporativismo implacable que mitiga en parte cualquier extremismo político.
Objetivos Nos hemos trazado como objetivo primordial de éste trabajo, el describir la posición ideológica de la clase médica almeriense en la época del máximo conflicto histórico de todo el siglo XX en España, perfilando estadísticamente el comportamiento político global de este grupo profesional no unificado ideológicamente, pero sí siempre corporativista. Intentaremos conseguir situar uno a uno en su posición ideológica, a todos los médicos que ejercen en Almería entre 1931 a 1939.
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Material y método Se ha procedido al examen y análisis de las diversas fuentes disponibles en: Colegio de Médicos de Almería (actas, listas de colegiados y fichas personales), archivos municipales, Archivo Histórico Provincial de Almería (Guerra Civil Española —1936-1939—, posguerra, exilio), archivos judiciales (en especial de tribunal de represión de la Masonería y el Comunismo) y Archivo Histórico Nacional (Sección Guerra Civil y Causa General). Se han manejado también todas las monografías sobre historia de la Segunda República y Guerra Civil en Almería 3 a través de las que podemos considerar a esta provincia como una de las más profusamente estudiadas para este período. Se han consultado monografías locales 4, artículos de revistas, prensa local de la época 5, expedientes de depuración, archivos particulares y fuentes orales (estas últimas de valor muy interesante para estas cuestiones). Tras este examen y análisis de esta documentación, hemos procedido al acopio de la mayor cantidad posible de datos biográficos (en su aspecto político) de todos los médicos colegiados en Almería entre los años de 1931 a 1939. Con la documentación bio-bibliográfica antes mencionada, se efectúa una fichamodelo de los datos conseguidos sobre la posición de los médicos,
3 Importantes obras al respecto, son QUIROSA-CHEIROUZE, R. (1998), Católicos, monárquicos y fascistas en Almería durante la Segunda República, Almería, IEA; QUIROSA-CHEIROUZE, R. (1996), Almería 1936-37. Sublevación militar y alteraciones en la retaguardia republicana, Almería. Servicio de publicaciones de la Universidad de Almería; QUIROSA-CHEIROUZE, R. (1986), Política y guerra civil en Almería, Almería, Cajal; QUIROSA-CHEIROUZE, R. (1997), Represión en la retaguardia republicana, Almería Grupo Editoiral Universitario. RODRÍGUEZ LÓPEZ, S. (2003), Mujeres en Guerra. Almería, 1936-1939, Almería, Arráez; PÉREZ MONTOYA, M. (1991), Las derechas almerienses durante la II República. El primer bienio (1931-1933), Almería, IEA. 4 Los principales trabajos de éste tipo son GRIMA CERVANTES, J. (1991), Memoria histórica, fotográfica y documental de Garrucha (1861-1936), vol. II, Almería; RUIZ FERNÁNDEZ, J. (1999), Berja, en el primer tercio del siglo XX (1902-1931) Almería, Arráez; RUIZ FERNÁNDEZ, J. (1999), De la II República a la Guerra Civil. Berja (1931-1939), Almería, Arráez; RUIZ FERNÁNDEZ, J. (2003): Berja durante la época de Franco (1939-1945), Almería, Arráez; RUIZ SÁNCHEZ, J. L. (1999), “La masonería en la comarca virgitana, 1883-1936”, Farua, 2, 79-116; SÁNCHEZ MARTÍNEZ, J. (2001), “Vida política de José Antonio García González, alcalde de Taberno, siglo XIX al XX”, Revista Velezana, 19, 51-66. VVAA (1998), Memorias del tiempo. La Historia de Almería (1900-1975), vol. II, Almería, La Voz de Almería. 5 La Independencia, El Heraldo de Almería, El Diario de Almería, La Unión Patriótica, La Crónica Meridional, Adelante, La Actualidad Médica Granadina, El Jueves Médico.
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considerando —aparte de nombre, apellidos, año de nacimiento, año de colegiación, año de baja en el Colegio y lugar de ejercicio— que éstos hubiesen sido: • • • • • • • • • •
•
• • •
Miembros o candidatos de corporaciones locales. Candidatos al congreso o al senado. Miembros de comisiones gestoras y consejos municipales. Militantes de partidos políticos. Adscritos a sindicatos, organizaciones patronales u obreras. Pertenecientes a organizaciones o asociaciones de índole oficial u oficiosa. Miembros de círculos católicos, cofradías religiosas, y adoración nocturna. Amigos de la república, Pertenecientes al Sindicato Católico Agrario (plataforma caciquil de ultraderecha). Miembros del Somatén (asociación ésta de carácter paramilitar donde sus miembros casi siempre son de tendencia conservadora y reaccionaria). Posesión de cargos en las juntas directivas del Colegio de Médicos. Esta corporación a lo largo de la Dictadura de Primo de Rivera y durante la República estaba fuertemente politizada. Fusilados durante la contienda. Represaliados, encarcelados o incautados de sus bienes por el bando republicano. Declarados desafectos, depurados, represaliados y encarcelados por las autoridades franquistas, una vez terminada la Guerra Civil.
Resultados Se han analizado y clasificado los datos biográficos de los 398 médicos colegiados entre 1931 y 1939 y de otros 11 no colegiados, en los aspectos más arriba mencionados: actuación y comportamiento políticos. Con el análisis de estos datos se ha conseguido situar uno a uno en su posición ideológica, a todos los médicos colegiados en Almería entre 1931 a 1939 década que abarca la Republica y el conflicto
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civil. Hemos conseguido con ello perfilar mas que “clasificar” estadísticamente su comportamiento político de forma porcentual, con las dificultades que esto conlleva por aquello de la evolución ideológica, ya que al proclamarse la República, algunos antes conservadores, se muestran progresistas y otros, al estallar el movimiento cambian hacia la izquierda. Al acabar la contienda, muchos giran a la derecha o ultraderecha. Los resultados se exponen en las siguientes gráficas:
TABLA I.
% 50 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0
Adscripción política de los médicos almerienses colegiados entre 1901 y 1910 (media de edad: 63 años) Adscripción política de los médicos almerienses colegiados entre 1901 y 1910, que ejercen durante 1931-1939. Un 80 % de los médicos mayores de sesenta años están adscritos a ideologías derechistas y ultraderechistas. Solo un 13% ocupan posiciones republicanas o izquierdistas De solo un 7 % no conocemos datos.
Ultraderecha Derecha
Sin datos República Izquierdas
TABLA II. Resultados del análisis de la adscripción política de los médicos almerienses colegiados entre 1911 y 1920 (media de edad: 52 años) Adscripción política de los médicos almerienses colegiados entre 1910 y 1920, que ejercen durante 1931-1939.Franja de edad entre 45 y 60 años. Un 66 % de los médicos son derechistas frente al 17 % con tendencias republicanas o de izquierda. Del otro 17 %, no conocemos datos.
30 25 20 15 10 5 0 Ultra
Derecha Sin datos República Izquierdas
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TABLA III.
Adscripción política de los médicos almerienses colegiados entre 1921 y 1930 (que ejercen entre 1931-1939) (media de edad: 40 años) Adscripción política de los médicos almerienses colegiados entre 1921 y 1930: Un 44 % de los médicos en la franja de edad comprendida entre los treinta y cinco y los cuarenta y cinco años muestran tendencias derechistas frente al 29 % con tendencias republicanas o de izquierda.
% 35 30 25 20 15 10 5 Ultraderecha Derecha
TABLA IV.
Sin datos Republicanos Izquierdas
Adscripción política de los médicos almerienses colegiados entre 1931 y 1939 (que ejercen entre 1931-1939) (Meida de edad: 30 años) Adscripción política de los médicos almerienses colegiados entre 1930 y 1939, que ejercen durante 1931-1939. Los médicos más jóvenes, menores de treinta y cinco años, observan comportamientos más progresistas con solo el 10 % de adscripciones a la ultraderecha el 30 % a la derecha y un 47 % global a partidos republicanos o de izquierdas. (31 % y 16 % respectivamente).
% 35 30 25 20 15 10 5 0
Ultraderecha Derecha Sin datos Republicanos Izquierdas
TABLA V.
Adscripción política de los médicos almerienses durante la II República y Guerra Civil (1931-1939) Adscripción política global de todos los médicos almerienses colegiados que ejercen durante 1931-1939. El comportamiento político global de los médicos almerienses durante la Segunda República y la Guerra Civil españolas (1931-1939) es como sigue: ultraderecha: 15,6 %; derecha: 37,2 %; sin datos sobre su afiliación 15,9 %; republicanos: 21 % y de partidos o formaciones de izquierdas: el 10 %.
% 40 35 30 25 20 15 10 5 0 Ultraderecha Derecha
Sin datos Republicanos Izquierdas
REPÚBLICA, GUERRA CIVIL, FRANQUISMO, TRANSICIÓN
TABLA VI. 45 40 35 30 25 20 15 10 5 0
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Comportamieno político en medio rural y en el urbano Comportamiento político de los médicos almerienses en el ámbito rural y en el urbano Solo es significativa una mayor afiliación a los partidos republicanos y de izquierdas en la capital (41 % frente al 26 %) y un mayor posicionamiento en la ultraderecha de los médicos rurales (el 18 % frente al 12 %).
Ultraderecha
Derecha
Sin datos Republicanos Izquierdas
Conclusiones La II Republica representa para muchos almerienses como para el resto de los españoles, sobre todo, de clase pobre, un período de esperanza. Luchan por sus derechos y los exigen de forma rápida. A este carro se suman muchos miembros de los sectores burgueses e intelectuales entre los que se encuentran los médicos, que demuestran las grandes inquietudes políticas de su clase en un período de grandes vicisitudes. Eran muchos los médicos con inquietud intelectual participativa. En contra de lo que deducen algunos autores para el resto de España 6, en Almería, el comportamiento político de los médicos durante el período estudiado y en especial durante la República es francamente conservador. Tal vez sea porque por su origen social una mayoría de ellos, proviene o pertenece a las clases burguesas de tradición conservadora (herederos del los partidos turnistas de Cánovas y Sagasta). Si bien, los adscritos a partidos antimonárquicos burgueses serán herederos del positivismo del siglo XIX que en Almería concretamente estaba muy vinculado al masonismo y al republicanismo. El verdadero posicionamiento político de todos los médicos, ocurre durante los años de la República, pues en períodos anteriores como la Dictadura de Primo de Rivera, son conservadores los más. Durante la República y la Guerra algunos se escoran hacia la izquierda y tras la contienda, muchos más giran hacia la ultraderecha. 6 GUERRA, F. (2003), La medicina en el exilio republicano, Madrid, Universidad de Alcalá de Henares.
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
Constatamos documentalmente que en el período estudiado, una buena parte del total de los médicos colegiados pertenecieron, estuvieron vinculados o simpatizaron con partidos o asociaciones y organizaciones de derechas. Bastantes menos a las republicanas, y solo una minoría se adscribe a partidos de izquierdas o de la extrema izquierda. Permanecen no pocos dentro de una franja neutral, bien por no haberse podido conocer su filiación, o porque verdaderamente no actuaron en política. Muchos facultativos de extracción social burguesa o de familia aristocrática, se comportan como ultraderechistas. Otros de la misma alta condición social, por su peculiar periplo biográfico o su obstinación ideológica giran desde un partido burgués republicano de centro hasta la más radical izquierda anarquizante 7. Por ser bienhechores se libran muchos de la represión tanto de un lado como en el otro a pesar de estar fuertemente comprometidos con sus ideas y haber actuado en hechos más o menos punibles. El corporativismo los rectifica en sus ideas. La mayoría de los médicos permanecen en sus puestos y continúan con su labor callada durante la Republica. Tan solo unos pocos fueron trasladados de pueblo por desavenencias con las autoridades locales de izquierdas. Médicos progresistas optan por Izquierda Republicana o partidos republicanos moderados burgueses. Pocos de éstos, optan por el comunismo y por el anarco sindicalismo. Dentro de la CEDA había sectores más afines al fascismo que monárquicos e incluso partidarios de la legalidad republicana. Muchos de tradición católica, se quedan en partidos conservadores o ultra, siendo la falange anterior al levantamiento militar poco proclive a la afiliación de los médicos, pues este partido se nutrió de otros elementos jóvenes estudiantiles y de militantes obreros de baja extracción social o clase media. Después de la guerra todos los médicos almerienses se sometieron a los dictados de la Jefatura provincial de Sanidad, ocupada por un médico a la vez alto cargo político afecto a la dictadura. También tienen que someterse a los dictados del Colegio de Médicos, siempre dominado por gentes de derecha o ultraderecha 8. 7 Tal ocurre con el médico y alcalde, Alberto Martínez Álvarez de Sotomayor, anarquista, condenado a muerte por Franco y no ejecutado. Véase PIERSON BERENGUER, J. (1986), El poeta Sotomayor en su marco: El final de un orden, Almería, IEA. 8 MARÍN MARTÍNEZ, P. (1990), El Preventorio Infantil del niño Jesús (Almería 1945-1965, Almería, IEA; MARÍN MARTÍNEZ, P. (2001).
REPÚBLICA, GUERRA CIVIL, FRANQUISMO, TRANSICIÓN
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Cuando el 18 de julio de 1936, se produce la sublevación militar contra la República, Almería queda en zona republicana. Todos los resortes del poder quedan en manos de los partidos republicanos y en especial del “Comité Central Revolucionario formado por una pandilla de desalmados que en nombre del anarquismo revolucionario se dedican a matar a elementos derechistas, comerciantes, letrados, terratenientes y eclesiásticos” (decenas de curas y dos obispos) 9. El Colegio de Médicos es incautado por cinco médicos miembros de la izquierda más radical 10: Rodolfo Soriano, Carlos Escobar, Gonzalo Ferry 11, Francisco López y Francisco Pérez Rodríguez. Durante el conflicto civil, seis colegiados fueron asesinados en la retaguardia republicana por miembros de los comités revolucionarios que deciden ejecuciones espontáneas del enemigo. Al acabar la contienda, más de cien fueron depurados encarcelados deportados, exiliados o amonestados. Durante los tres días siguientes al alzamiento tres médicos actuaron en auxilio de la rebelión franquista, de manera especial el capitán médico López Rodríguez 12, mientras otros tantos como Martínez Laro-
LÓPEZ MARTÍN, J. (1993), Tras las pisadas del buen pastor. Diego Ventaja Milán. Obispo Mártir BAC, Madrid; HARO SERRANO, R. (1993), Testigo de su fe. Biografía de Manuel Medina Olmos, Madrid, BAC; LÓPEZ MARTÍN, J. (1999), La Iglesia en Almería y sus obispos, 2 vol., Almeria, Instituto de Estudios Almerienses 10 Gaceta 1/8/36. El decreto 31/7/36 declara disueltas todas las Juntas Directivas de los Colegios de Médicos provinciales (sus funciones luego serán desarrolladas por miembros del Frente Popular. 11 FERRY FERNÁNDEZ, Gonzalo, miembro de Unión Republicana fue el primer presidente del Colegio durante la Guerra y médico del barco prisión Astoy Mendi. Tras la contienda fue represaliado, encarcelado y desterrado de Almería. 12 LÓPEZ RODRÍGUEZ, Cristobal (1899-1973). Médico militar. Durante los dos primeros días del alzamiento al inicio de la Guerra Civil en Almería, ostentaba el grado de Capitán médico interviniendo en unas acciones a favor de la sublevación militar que resultó fallida. El teniente coronel Huerta Topete, gobernador militar de la plaza de Almería prepara el estado de Guerra en la capital, a las 4 de la madrugada del día 21 de julio de 1936, recabando ayuda de algunos militares y de civiles partidarios de la sublevación. esperaban ansiosos los acontecimientos en la casa numero 26 del Parque Nicolás Salmerón. Sin embargo, aquella noche muy pocos pudieron ser localizados para unirse a los militares”. La sublevación fracasa y el teniente coronel Huerta Topete es fusilado. López Rodríguez ostenta durante la Guerra el cargo de Director del Hospital Militar instalado en el colegio de las Adoratrices. En marzo de 1938 es desposeído de su cargo y encarcelado por colaboracionista del bando nacional. Durante los últimos meses de la Guerra fue encarcelado por los rojos (1938). Fue Presidente del Ilustre Colegio Oficial de médicos de Almería 9
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ca 13, Rubio Ortiz, Company 14, etc., actúan con las armas en la mano para que la rebelión no triunfe. Pero la mayoría de los médicos permanecen en sus puestos, tanto los de la capital como los de los pueblos. A lo largo de la contienda, los médicos más jóvenes independientemente de su ideología, son movilizados. En total son sesenta y seis los médicos militarizados con la categoría de oficial provisional del ejército Republicano. Esto tuvo repercusiones en los posteriores expedientes de depuración. Casi todos estos jóvenes oficiales, son depurados favorablemente, pero haciendo constar su desagrado por haber servido en el ejercito rojo.
entre 1946 y 1950. Llegó a alcanzar el grado de General de Sanidad en la posguerra, siendo condecorado con numerosas cruces y nombrado miembro de varias academias. Escribió numerosos artículos en periódicos y revistas. 13 Este personaje ha sido biografiado en LENTISCO PUCHE, J. D. (2003), “La pasión política. Salvador Martínez Laroca y Vélez Rubio, 1931-1941”, Edith, Revista Velezana, Almería. MARTÍNEZ LARROCA, S. (1902-1984), Joven médico republicano de Vélez Rubio. Estudió Medicina en Madrid. Líder carismático de los desfavorecidos. Denominado “Padre de los pobres” por sus seguidores, los más necesitados, y el “cacique rojo “por sus escasos enemigos. Concejal y luego alcalde de Vélez Rubio durante la República, fue también Presidente de la Diputación Provincial. Tras la sublevación militar y el peligro de que el alzamiento triunfara en Almería acude con varios grupos de partidarios en camiones a la ciudad, para ponerse al servicio de las autoridades republicanas con el fin de atajar la insurrección militar. Durante la Guerra fue destituido de alcalde y pasa a un hospital de sangre en Valencia. Al acabar la contienda es condenado a 30 años de prisión de los que solo cumple cuatro. No volvió a ejercer la medicina. Fallece en el año de 1984. 14 Sobre Juan COMPANY GIMÉNEZ (1877-1951) ha tratado Porfirio Marín en dos trabajos: MARÍN MARTÍNEZ, P. (1999), “Juan Company. Médico y Republicano: el compromiso de una vida”, El Eco de Alhama, 7, (14) 4-15 y MARÍN MARTÍNEZ, P. (2002), “Juan Company, ideario y acción de un médico y republicano de izquierdas”, Revista de humanidades y ciencias sociales del IEA, 18, 183-207. Juan Company, nació en Bailén en 1877, hijo de un guardia Civil. Médico de Alhama de Almería (1901-1918) de cuyos baños fue médico director. Especialista de Pulmón y Corazón. Hombre de ideas muy progresistas. En 1926 se inscribe en logia masónica “Progreso”. En 1935 denuncia los malos tratos y la gran incidencia de muertes y enfermedades pulmonares en los mineros de Rodalquilar. Perteneció al partido Republicano Federal. Fue concejal del ayuntamiento de Almería, diputado en Cortes por dicho partido y posteriormente también diputado con Izquierda Republicana desde 1936 a 1939. Suspendido de sus derechos colegiales hasta que se recibieran normas para su depuración por su actuación contraria al Glorioso Movimiento Nacional, en sesión del colegio de médicos de Almería de 14 de abril de 1939. En 1939 pasa al exilio a Méjico. En 1944 figura en una relación de médicos para ser depurados donde se informa que “se ignora su paradero”. En 1949 regresa a España Nunca más ejerce la medicina al serle negada tanto su colegiación en Almería como el reingreso en el escalafón de médicos de Baños al que pertenecía.
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El 31 de marzo de 1938 la recientemente formada Agrupación Profesional de Médicos de Almería que sustituye al Colegio informa de sesenta y seis movilizados, veinte desaparecidos, uno trasladado a Valencia (Martínez Larica), once detenidos en cárceles rojas y campos de exterminio, ocho fallecidos de muerte natural (no se mencionan los muertos por la represión republicana marxista.) y tres de baja para el ejercicio profesional 15. Otros médicos han prestando sus servicios en organizaciones publicas o en hospitales de sangre. La posguerra en lo político y en especial en el medio rural fue el “retorno de los hijos de los viejos caciques, jóvenes con nuevos aires populistas y modernizadores, con un pié en el conservadurismo y otro en el filo-fascismo”. Fue una etapa de “frenado de las reformas, del giro a la derecha y del endurecimiento del orden público” a este carro se agarran aquellos profesionales que quieren conservar su prestigio profesional, o bien, alcanzarlo quien no lo tiene. Esto condiciona otros comportamientos y actuaciones como “cambio de chaqueta” o la afiliación masiva a la falange. “La depuración, las sanciones, el procesamiento, el encarcelamiento y en algunos casos la vida o la muerte de muchos compañeros, dependieron de los facultativos que regían los Colegios de Médicos” con directivas franquistas, y que tenían facultad de jurisdicción disciplinaria para la depuración político social de colegiados procedentes de Tribunales militares, civiles o el de Represión del marxismo y masonería 16. Los facultativos son a veces represaliados solo por haber ostentado cargos durante el período republicano o por haber actuado en “auxilio a la rebelión” en contra del alzamiento o servido a la “obra revolucionaria, marxista, judaica o anarquizante”. Esta facultad podía imponer penas de impedimento de la colegiación, sanción o inhabilitación para cargos públicos y privados, inhabilitación para ejercer en la provincia o en todo el territorio nacional desde tres meses a diez años o finalmente ser víctimas de procesos represivos. En la posguerra hasta los años sesenta tanto las directivas del Colegio de Médicos como la medicina pública en sus puestos claves o la privada de prestigio o de “ganar dinero” es copada por derechistas, ultraderechistas y advenedizos. De los médicos izquierdistas, unos son
15 16
Archivo del Colegio de médicos de Almería. Listado de colegiados de 1938. GUERRA (2003), pp. 111-112.
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encarcelados (Rodolfo Soriano 17, José Ramos Acosta 18, Juan Rubio Ortiz 19, etc.), otros sancionados gravemente, y otros confinados en los pueblos mas apartados e incluso suspendidos de su derecho de ejercer la medicina u ocupar puestos como facultativos titulares de la Seguridad Social creada en 1944. Solo diecinueve, del total de los médicos estudiados, fueron condenados judicialmente por los jueces franquistas 20. Sirva este estudio como homenaje aquellos médicos sencillos, que ejercen en tiempos difíciles anteponiendo la mayoría su vocación profesional a los intereses políticos. Sé que muchos de ellos fueron marcados por los acontecimientos de este período durante toda su vida posterior. Ya han fallecido todos (los dos últimos en 2003).
17 SORIANO GONZÁLEZ, Rodolfo (1900-1964). Nace en Cuevas de Vera. En 1914 estudiaba bachiller en el Colegio de los Jesuitas Orihuela. Termina la carrera el 28 de mayo de 1926.Reside en Vera donde es elegido concejal durante la República por el Partido Socialista Obrero Español. Un empleado agrícola de una finca suya, terminaba las notas dirigidas a Don Adolfo con el saludo” ¡Salud y República!!”. Junto a cinco médicos más es encargado de incautar el colegio de médicos de Almería en julio de 1936 cuando se produce un proceso de desaparición del Estado tanto en la capital como en la provincia. Al acabar la contienda es condenado a cadena perpetua. Sólo cumple cuatro años de cárcel. En 28 de agosto de 1944 ingresa en el Seguro de enfermedad como médico de zona en Pozo Alcón (Jaén) donde reside. En este tiempo estaba casado y tenía tres hijos. El cinco de febrero de 1945, se resuelve en el colegio de Médicos su expediente de depuración y resulta condenando una inhabilitación a perpetuidad para ocupar cargos directivos o de confianza en entidades u organizaciones de carácter profesional durante diez años en toda España y a perpetuidad en la provincia de Almería. También es condenado a tres años de inhabilitación para ejercer la medicina en nuestra provincia. Muere tras larga y penosa enfermedad en Vera en 1964. 18 RAMOS ACOSTA, José (1909-1980). Natural de Fines. Estudia Medicina en Valencia. De familia de Izquierda Republicana, durante el conflicto Civil marcha voluntario al frente, donde alcanza el grado de capitán médico. Se afilia el partido Comunista. Suspendido de sus derechos colegiales hasta que se recibieran normas para su depuración por su actuación contraria al Glorioso Movimiento Nacional, en sesión del colegio de médicos de 14 de abril de 1939. Al acabar la contienda es denunciado en su pueblo natal y condenado por el Tribunal de Represión de la Masonería a doce años y un día de cárcel, de los que cumple cuatro en la prisión de Almería. Tras su depuración es inhabilitado por el Colegio de Médicos para ejercer en la provincia y para el ejercicio de cargos públicos durante cinco años. Durante la Dictadura Franquista es “desterrado”en pueblos muy pequeños como Sierro y Lúcar. 19 G ONZÁLEZ A LCANTUD , J.A. (1990), Canteros y caciques en la lucha por el mármol. Macael. Etnología e historia oral, Almería, IEA En esta obra se ofrecen datos biográficos importantes sobre la actuación política de Juan Rubio Ortiz, médico y abogado que fue alcalde de Macael durante la República y la Guerra por partidos de Izquierda. Condenado a seis penas de muerte, se defiende él mismo, y sale condenado a cadena perpetua. Tras salir de la cárcel tras el indulto general, nunca más ejerce la Medicina. 20 RODRÍGUEZ PADILLA, E. (2005), La represión franquista en Almería, 1939-1945, Mojácar Arráez.
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Este trabajo orientado así, es único en España hasta hoy, ya que no se conoce otro de la misma naturaleza, para ninguna otra provincia Los aspectos aquí estudiados resultan de una cierta necesidad historiográfica siempre que se hicieran de una manera más amplia y profunda. Almería resulta un ejemplo válido para el resto de España por ser una de las pocas provincias españolas que permanece durante toda la contienda íntegramente en el bando republicano.
LA OCULTACIÓN POR PARTE DE LA MEDICINA FRANQUISTA MURCIANA DE LOS MÉDICOS MURCIANOS REPUBLICANOS Pedro Marset Campos Catedrático Historia de la Medicina
José Miguel Sáez Gómez Profesor Titular
José López González Médico Profesor Colaborador
Estela Álvarez Sánchez Alumno interno por oposición
Carlos Cárceles García Alumno interno por oposición
José Miguel Gómez Verdú Alumno interno por oposición
Antonio José Lorenzo Sánchez Alumno interno por oposición Unidad Docente de Historia de la Medicina y Documentación Médica, Facultad de Medicina, Universidad de Murcia
Introducción En el primer tercio del siglo XX se produce en la región de Murcia una modesta pero significativa recuperación 1 de la actividad científica en general y médica en particular que conecta con la dinámica más potente MARSET, P. (2005), “Ciencia y sociedad en Murcia”, en VALERA, M. (ed.), Dos siglos de actividad científica en la región de Murcia: Ciencia e instituciones científicas desde la Ilustración hasta la Guerra Civil, Murcia, Fundación Séneca. 1
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llevada a cabo por la ciencia española en esa época 2. Al igual que ocurre con la ciencia española, los médicos murcianos protagonistas de esta recuperación sufrirán las represalias del franquismo al acabar la Guerra Civil y, más aún, la medicina oficial y la sociedad (Colegio de Médicos, Real Academia de Medicina y Cirugía, prensa diaria) mantendrá hacia la mayoría de ellos un silencio ominoso. Sólo con la venida de la democracia se homenajeará como merece a algunos de estos médicos. El objetivo de esta comunicación es mostrar por una parte la potencialidad del fenómeno de la recuperación científico-médica murciana escogiendo algunas figuras significativas y por otra poner en evidencia la envergadura de la ocultación que la medicina franquista murciana hizo de estas figuras, unas exiliadas y otras que tuvieron que quedarse en España. Si en toda España las fuerzas de la tradición han constituido una losa para la instauración de una mentalidad racional y de progreso, en la región de Murcia, dado el atraso social, económico y político, ello ha sido más evidente. Ha sido una región sin núcleos económicos potentes en la agricultura, industria o servicios. De esta forma no ha poseído una Universidad que se erigiese en foco cultural, ni una burguesía autóctona que liderase esfuerzos sostenidos y de naturaleza creciente en la región 3. La dinamización que supuso la nueva política exterior volcada hacia el Mediterráneo de los Borbones en el siglo XVIII posibilitó que Cartagena se convirtiese en foco de pensamiento ilustrado, liberal 4. Sin embargo, por debajo de esa superficie de mentalidad religiosa tradicional, conformismo y atraso existían unas corrientes de rebeldía y contestación que se manifestaron en los momentos convulsos revolucionarios. Es así como se explica el caso de Benigno Risueño de Amador en el trienio liberal del reinado de Fernando VII, la casi legendaria evolución del librepensador Hernández-Ardieta en los años centrales del siglo XIX, una vez instaurado un régimen parlamentario monárquico con Isabel II, la fecundidad del Instituto de Enseñanza Secundaria instalado en la Región en 1845, que
2 Entre otros véase a S ÁNCHEZ R ON , J. M. (ed) (1988), Ciencia y sociedad en España, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, El Arquero. 3 PÉREZ PICAZO, M.a T., y LEMEUNIER, G. (1984), El proceso de modernización de la Región de Murcia (siglos XVI-XX), Murcia, Editora Regional de Murcia. 4 PÉREZ PICAZO, M.a T. (1985), “Prólogo”, en TORNEL, C.; GRANDAL, A., y RIVAS, A., Textos para la historia de Cartagena (siglos XVI-XX), Cartagena, Ayuntamiento.
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se convierte en uno de los mejores científica y didácticamente del país, en la segunda mitad del XIX, y que está en la base de la Universidad Libre creada bajo el impulso del Sexenio Revolucionario; lo mismo se puede decir del fenómeno cantonalista con personajes míticos como Antonete Gálvez.
Material y Método En relación con el primer objetivo nos ha parecido que el material más adecuado era el constituido por las publicaciones médicas existentes en la región de Murcia a lo largo de este período. Para el segundo objetivo, el más específico por mostrar la conducta de la medicina franquista murciana hacia las figuras más relevantes de la época republicana, el material se compone de las biografías de un conjunto de tales personalidades. Algunas de ellas estuvieron obligadas a exiliarse por su mayor compromiso con la defensa de la legalidad democrática republicana. Otras por una u otra razón no pudieron exiliarse o eligieron quedarse en el país al final de la contienda. Por último, la elección de estas personalidades se ha hecho por su condición de ser murcianos de nacimiento, aunque luego no hubiesen desarrollado en la región el grueso de sus actividades o por residir en Murcia en el momento de la Guerra Civil y franquismo aunque no hubiesen nacido en Murcia. En concreto las nueve personas elegidas han sido tres que se exiliaron, José Puche Álvarez, Rafael Méndez y Felix Martí Ibáñez, y seis que se quedaron, Luis Calandre, Casimiro Bonmatí, Román Alberca, Luis Valenciano, Diego Pérez Espejo y Antonio Pedro Rodríguez Pérez, aunque éste último optó por emigrar algunos años. Todos ellos tienen antes de la Guerra Civil, en mayor o menor grado, un compromiso con la legalidad republicana. El método seguido para llevar a cabo el primer objetivo ha consistido en señalar el número y periodicidad de las revistas médicas murcianas de este período. La comparación con el panorama de sequía en publicación de revistas de la postguerra es elocuente. El método para el segundo objetivo ha sido igualmente sencillo, llevar a cabo un recuento de las citas que merecieron los personajes elegidos antes y después de la guerra en las publicaciones oficiales del Colegio de Médicos y de la Real Academia de Medicina y Cirugía, y añadirle, ante la ausencia de
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tales publicaciones en muchos de los años consultados, las citas que merecieron en la prensa diaria general, igualmente antes y después de la Guerra Civil.
Resultados En relación con el primer objetivo los resultados son verdaderamente demostrativos. Frente a las 19 publicaciones de ciencias y profesiones sanitarias aparecidas entre 1900 y 1938, tras la Guerra Civil sólo se mantienen dos, las Memorias del Colegio de Médicos y los Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, y además con irregular periodicidad. El resto de publicaciones que había florecido, sobre todo, en el período de entreguerras simplemente desaparece, como ocurre con pequeñas variaciones en el resto de España. El cuadro ilustra este resultado. Algunas de las publicaciones sanitarias murcianas y las instituciones a las que representan. Anteriores a la Guerra Civil Revista
Inicio-fin
Institución
La Unión de las Ciencias Médicas
1881
Academia Médico-Farmacéutica de Cartagena
Boletín del Colegio Oficial 1900, Colegio Oficial de Médicos de la de Médicos de la ProvinProvincia de Murcia 1920-1925 cia de Murcia Estadística Sanitaria El Sanatorio
1901-1922
Servicios Municipales de Higiene y Salubridad del Ayuntamiento de Cartagena
1905
Sanatorio Oliva-Cuesta (Cartagena)
Revista de Medicina y FarColegios de Médicos y Farmacéuti1905-1912 macia cos de la Provincia de Murcia Murcia Médica Revista de Medicina
1915-1918 1917
Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia Asociación Médica de Cartagena
Revista de Tisiología y EsJunta Provincial Antituberculosa de 1919-1927 pecialidades Murcia
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Revista
Inicio-fin
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Institución
1920, 1924-1934 Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia Boletín Decenal de Estudios 1920 Médicos Estudios Médicos
Suplemento de Estudios Academia de Higiene de Cataluña 1924-1934 Médicos El Practicante Lorquino
1922
Colegio Local de Practicantes de Lorca
Radio-Cirugía
1922
Clínica Radio-quirúrgica HernándezRos (Murcia)
Noticias Médicas
Beneficencia Provincial de Murcia 1926-1936 Academia Médico-Quirúrgica de Cartagena
Boletín del Colegio Oficial Colegio Oficial de Veterinarios de 1927-1936 de Veterinarios Murcia El Practicante Titular de 1928-1930 España
Asociación Nacional de Practicantes Titulares Auxiliares de Inspectores Municipales de Sanidad
Levante Médico
1928-1932
Cuerpo Médico de la Beneficencia Municipal de Murcia
Boletín Oficial de los Practicantes de la Provincia de Murcia
1929
Practicantes de la Provincia de Murcia
Boletín del Instituto Provincial de Higiene de Murcia
1905
Instituto Provincial de Higiene de Murcia
En relación con el segundo objetivo, igualmente la comparación entre las citas que merecen las personalidades elegidas antes y después de la Guerra Civil es ilustrativa. La imposibilidad de tener una serie suficientemente larga tanto antes como después de la guerra a partir de la prensa médica por diversas razones, entre ellas la ausencia de fondos propios en las dos instituciones mencionadas, el Colegio de Médicos y la Real Academia de Medicina y Cirugía, nos ha obligado a llevar a cabo dicha comparación a partir de las citas recibidas en la prensa diaria. De todas formas en los escasos números de las dos fuentes, en las Memorias del Colegio de Médicos las citas existentes referidas a Alberca, Luis
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Valenciano, Diego Pérez Espejo, Casimiro Bonmatí y Antonio Pedro Rodríguez Pérez, son debidas a su condición de colegiados. Por su parte, en los Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía las citas se restringen a Alberca, Valenciano, Rodríguez Pérez y Bonmatí. La trayectoria profesional y ciudadana fulgurante de Alberca y Valenciano hace que sean numerosas las citas dedicadas a ellos, mientras que Rodríguez Pérez sólo recibe una en el volumen de 1953-55, y Bonmatí unas pocas más tarde, siendo éste Bibliotecario de la institución (1966). Por razones de la accesibilidad a las fuentes documentales en el Archivo del Ayuntamiento de Murcia en donde se encuentran las colecciones de la prensa diaria archivadas y digitalizadas, el período estudiado ha sido desde 1926 hasta 1976, ambos inclusive. De esta forma antes de la guerra han sido trece los años estudiados, desde 1926 hasta 1939, mientras que después de la guerra el espacio abarcado ha sido de 36 años, desde 1940 hasta 1976. Para los trece años del período prebélico los nueve médicos murcianos seleccionados han recibido 271 citas (un promedio de 20,8 por año), y para los 36 años del período postbélico, 670 (un promedio de 18,6 por año). Sin embargo, la específica personalidad de dos de los médicos que se mantuvieron en Murcia y que llegaron a ser las personalidades más prestigiadas de la región, Román Alberca y Luis Valenciano, nos obliga a rehacer los cálculos sin ellos para no deformar Citas recibidas Calandre José Puche Rodríguez Pérez Valenciano
Pérez Espejo Rafael Méndez Alberca Bonmatí
1.000 100 10 1 1920
1930
1940
1950
1960
1970
1980
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las conclusiones. De hecho, cuando no se toman en cuenta estos dos médicos las cifras resultantes son de 133 (10.1 por año) para el período prebélico, y de 63 (1.76 cada año) para el postbélico. De todas formas es interesante señalar que las cifras para estos dos doctores son, 116 antes de la guerra para Alberca y 107 tras la misma, mientras que Valenciano solo recibió 12 antes de la guerra y 500 en el período posbélico. Es verdad que muchas de estas referencias son debidas al espacio de publicidad sobre las consultas de los médicos que ha existido en el diario La Verdad tras la guerra.
Breves biografías Luis Calandre Ibañez, (Cartagena, 1890, Madrid, 1961). Estudió medicina en Madrid. La gran influencia recibida por la escuela de Cajal, sobre todo, por la obra de Achúcarro, le condujo a la investigación en el campo histológico, y dentro de él a la estructura del corazón. Fue importante su estancia en Alemania con Benda y Nicolai gracias a la JAE donde entra en contacto con las técnicas de electrocardiografía que, posteriormente, introduce en España. Director del Laboratorio de Anatomía Microscópica de la Residencia de Estudiantes, en 1920 funda con Pittaluga los Archivos de Cardiología y Hematología y participa en el Manual de Medicina Interna de Teófilo Hernando y Marañón. La venida de la II República alteró la vida de Calandre a causa de su adscripción progresista con frenética actividad científica y pública civil. La llegada de la Guerra Civil cambió dramáticamente su vida. En febrero de 1937 se hizo cargo, como médico civil, del hospital de enfermos y heridos de guerra, de la calle Joaquín Costa, 38. El final de la guerra supuso el final de trayectoria científica de Calandre. Si entre su primera publicación en 1912 y la última en plena Guerra Civil, 1938, en 27 años, ha publicado 80 trabajos (una media de tres por año), algunos de ellos en prestigiosas revistas internacionales, entre el final de la Guerra Civil, 1939, y su fallecimiento en 1961, en 22 años sólo publica tres. Fue sometido a dos consejos de guerra consecutivos, que se saldaron con prisión, la desposesión de todos sus cargos oficiales, la prohibición de ejercer la medicina en Madrid y provincia durante cinco años. Un año antes de morir, en 1960, decía que se enfrentaba a la muerte, con las palabras del poeta, “sin quejas enojosas, a mi destino fiel, / yo voy a donde van todas las cosas, / a donde van
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las hojas de las rosas, / a donde van las hojas del laurel”. El reconocimiento parcial a esta figura se da con el hecho de que actualmente tenga dedicada una calle en Cartagena, así como el nombre de un colegio de enseñanza primaria. José Puche y Álvarez (Lorca, 1895, México, 1979). De familia 5 de clase media acomodada que emigró pronto a Madrid y a Barcelona. Se formó en Barcelona. Fue discípulo en fisiología primero de Augusto Pi i Sunyer y de José María Bellido Golferichs (Institut d’Estudis Catalans) y después en Madrid de Juan Negrín (Residencia de Estudiantes y su Laboratorio de Fisiología). Realizó estancias en instituciones de investigación fisiológica de Europa (Bruselas con Demoor, Gante con Heymans, Utrecht con Noyens, en Lund con Thunberg). Catedrático de Fisiología en Valencia (1930) participa plenamente en la vida científica y cultural de esa Universidad (comité de redacción de la prestigiosa revista médica La Crónica Médica), y llegó a ser rector de su Universidad (1936-1938) y Director General de Sanidad en la Guerra Civil. Afiliado al Partido de Acción Republicana estuvo en todo momento al lado de su maestro Juan Negrín. Director del Instituto Nacional de Higiene de la Alimentación, para solventar el acuciante problema planteado de alimentar la población española en plena guerra, con la colaboración de Francisco Grande Covián. Exiliado en México tras la derrota de la República, llevó adelante el Comité Técnico de Ayuda a los Refugiados Españoles y colaboró intensamente en el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) y, posteriormente, desde 1943 se dedicó al impulso y desarrollo de la fisiología en México, ya desde el Instituto Politécnico Nacional o desde la Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma de México (desde 1947) hasta su jubilación en 1965. Sin embargo, siguió trabajando como colaborador del Departamento de Fisiología de la UNAM, y como miembro del Consejo de Profesores de Investigación de Ciencias Biomédicas. En el caso de José Puche no existe ningún recordatorio ni en su Lorca natal ni en el resto de la región de Murcia.
5 BARONA, J. L., y MANCEBO, M. F., José Puche Álvarez (1896-1979), Historia de un compromiso, Valencia, Generalitat Valenciana, 1989.
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Casimiro Bonmatí Azorín (Cartagena, 1902-1966). Procedente de una familia republicana 6, cursó estudios de medicina en Barcelona. A su regreso a Cartagena se incorporó a la vida médica y política, en conexión con la nacional a través de Gregorio Marañón y Luis Calandre. En 1929 fundó junto al doctor Más Gelabert el Patronato Antituberculoso de Cartagena. Participó en diciembre de 1930 desde su militancia en el partido radical-socialista en la intentona republicana de Galán y García Hernández. Por esta razón fue encarcelado. Ayudó a la creación de la Misiones Pedagógicas en Cartagena. Se convirtió en la conciencia moral de la República con artículos en los diarios republicanos República, Justicia, La Tierra. Con el bienio negro se retiró de la política activa, escribiendo un artículo dedicado a Luis Calandre. Ya en 1936 regresó a la vida pública con artículos médico-sociales y, tras las elecciones del Frente Popular, publicó su artículo “Acatar y respetar la República”, todo un manifiesto en pro de la democracia. Desde enero de 1937 se mantuvo alejado de la política, refugiándose en la actividad médica. Al acabar la guerra permaneció en Cartagena, siendo encarcelado y juzgado entre otras cosas por haber sido concejal republicano. Fue excarcelado pero apartado de toda actividad médica o cívica de carácter público. Se centró, por tanto, en la medicina particular. Este ostracismo duró hasta los años cincuenta en que conectó con su vertiente humanista en diversas facetas. Tuvo que venir la democracia para que en 1982 se le rindiese homenaje póstumo erigiendo un monumento en su memoria. En efecto, el silencio de la postguerra contrasta con la profusión de citas en la prensa diaria antes de la misma, silencio que sólo se interrumpe con la reanudación de su actividad humanista y publicista en los años cincuenta. Román Alberca Lorente (Alcázar de San Juan, 1903, Murcia, 1967) 7. Estudia medicina en Madrid. Discípulo de figuras señeras de la psiquiatría, como José Sanchis Banús, y de la escuela de Cajal en histología como Pío del Río Hortega, que le encaminan hacia la neuropsiquiatría. También recibió influencia de Pittaluga, Jiménez Díaz y Marañón. Aca6 FRANCO, F. J. (2004), “Casimiro Bonmatí, humanista cartagenero”, Cartagena histórica, 9, 4-11. 7 M ARÍN F ERNÁNDEZ , J. L. (1978), Aproximación a la obra de Román Alberca Lorente (1903-1967), Murcia, Universidad de Murcia (Tesis de Licenciatura).
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ba la carrera en 1925 con premio extraordinario y la JAE le concede una beca para trabajar en histopatología de la esquizofrenia en Londres con Mott, pero la petición que hizo Levaditi a Pío del Río Hortega le llevó a París para trabajar en la anatomía patológica de la encefalitis en 1926. De regreso a Madrid en 1927 intenta dedicarse en exclusiva a la investigación pero al ser imposible decide optar por la asistencia clínica. A los 25 años de edad gana la plaza de Director del Manicomio Provincial de Murcia en 1928, oposición, a la que también concurre quien sería más tarde su colaborador y amigo íntimo, Luis Valenciano. Colabora con el joven Rector de la Universidad murciana, Loustau, en todo tipo de actividades culturales y científicas, incluso políticas, y así suscribe con él y otros el Manifiesto por la República de 1930. Estaba afiliado al Partido de Izquierda Republicana aunque se dio de baja en 1934. Permanece en Murcia a lo largo de la Guerra Civil colaborando con la Brigadas Internacionales en tareas médicas. Al acabar la contienda se dedica a su cometido en el Manicomio de Murcia, pero cuando se le sugiere que se afilie a la Falange para seguir de Director del Manicomio responde: “si para continuar de director he de aceptar eso, me voy”. Dejó discípulos en la escuela de Valencia, de cuya Facultad era catedrático de Psiquiatría, y en la de Murcia. De la fecundidad de su vida baste señalar que desde su primer trabajo publicado cuando contaba 18 años y era estudiante de medicina, en 1921, hasta que muere en 1967, ha publicado un conjunto de setenta y seis trabajos. Si el promedio de toda su producción es de 1.6 trabajos por año, en el primer período, hasta 1936 el índice es de 1.4, en el segundo de guerra y postguerra desciende a 0.7, y en el tercero alcanza la máxima creatividad, con un promedio de 2.4, muriendo en plena actividad científica. Luis Valenciano Gayá (Murcia, 1905-1985). Procedente de una familia acomodada 8, estudia medicina en Madrid, bajo la influencia de Rodríguez Lafora, Marañón, Sanchis Banús, y Ortega y Gasset, involucrándose en el movimiento estudiantil progresista (FUE). Al acabar la carrera Lafora le incluye en su grupo, con Germain, en el sanatorio de Carabanchel Bajo. Pertenece a lo que se denomina “la escuela psiquiátrica de preguerra” o “generación de Archivos de Neurobiología”. Tras presentarse a la plaza de Director del Manicomio de Murcia en 1928 y quedar en 8
CERÓN GONZÁLEZ, C. (1996), Luis Valenciano, psiquiatra, Murcia, Universidad de Murcia.
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segundo lugar, se le ofrece la oportunidad de una plaza en la clínica Neuropsiquiátrica del Hospital de La Charité de Berlín, con Bonhöffer, Kramer y Zutt. Concluida su estancia en Berlín visita Viena donde conecta con Jauregg, Munich con Bumke, Constanza con Tuhm, Kreutzlingen con Binswanger y llega a Zurich donde estará con Bleuler, Maier y Boller. De regreso a Madrid consolida lo que se va a llamar la “escuela de Madrid” alrededor del Sanatorio de Esquerdo en Carabanchel. Precisamente a instancias del Consejo Superior Psiquiátrico publica en 1933 su libro La asistencia al enfermo mental. Manual del enfermero psiquiátrico que indica una de sus constantes a lo largo de su carrera, la organización y asistencia psiquiátrica. La Guerra Civil le sorprende en Madrid donde se hace cargo de la dirección del Sanatorio. Intenta sin éxito tramitar la salida de Lafora del país ante Juan Negrín. Es de destacar cómo su preocupación máxima no es su seguridad sino el bienestar de los enfermos hasta que consigue su traslado a Alicante y Murcia, en donde es nombrado Médico Interino de su Manicomio. Es movilizado en enero de 1938 y nombrado Teniente Médico del Ejercito Republicano como Jefe del Servicio Médico del Hospital Psiquiátrico de Almería, a donde va con su mujer e hijos y permanece hasta finales de 1939. La nueva situación tras la contienda es todo un mazazo para Valenciano. Al regreso de Lafora a España en 1947 colabora en algunas de sus iniciativas científicas y docentes, entre ellas la reedición de la prestigiada revista Archivos de Neurobiología. Había sido nombrado Presidente del Congreso de la Asociación Española de Neuropsiquiatría a celebrar en Murcia en 1967, y en el mismo es designado Presidente de la Asociación, como reconocimiento nacional a su obra y figura. Desde este cargo lucha con denuedo por la mejora de la asistencia psiquiátrica en toda España, como así lo confirma en la apertura del X Congreso de la Asociación en Barcelona en 1969. Coincide su jubilación con la transición democrática, 1975. Recibe todo tipo de honores en la democracia, entre ellos el de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia junto a Rafael Méndez Martínez, en 1982, apadrinado por uno de sus discípulos, José María Morales Meseguer. En los nueve años anteriores a la Guerra Civil publica 19 trabajos, a un promedio de 2,1 por año. En los 45 años transcurridos desde 1940 hasta su fallecimiento en 1985 publica 95 trabajos, igualmente una media de 2,1 por año.
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Rafael Méndez (Lorca, 1906, México, 1990) 9. Estudió medicina en Madrid. Su paso por la Residencia de Estudiantes fue decisivo. En ésta hizo amistad con Severo Ochoa, Salvador Dalí, Federico García Lorca y Luis Buñuel entre otros. Su relación discipular con Teófilo Hernando y Juan Negrín le encaminó hacia la farmacología que se reafirmó con su estancia en Edimburgo y Königsberg gracias a la JAE. Con 28 años ganó la cátedra de Farmacología de Sevilla. Su lealtad científica y política con Juan Negrín en defensa de la legalidad republicana, siendo subsecretario de Gobernación, explicada en su libro Caminos inversos (1987), le deparó su exilio. Estuvo primero, hasta 1946, en los Estados Unidos de Norteamérica, en las universidades de Harvard y Loyola. Desde 1947 radicó en México, como tantos otros, donde llegó a ser una de las figuras más prominentes desempeñando el cargo Director Investigador del Instituto Nacional de Cardiología y de Presidente de la Coordinación de los Institutos de Salud. Recuperada la democracia, España y la región de Murcia le brindaron su reconocimiento y agradecimiento, y la Universidad de Murcia le nombró Doctor Honoris Causa en 1982, se le otorgó la Gran Cruz al Mérito Civil y se le nombró en 1990 hijo predilecto por la Región de Murcia y por su ciudad natal, Lorca, denominándose al Hospital de esta ciudad con su nombre “Hospital Rafael Méndez”. Diego Pérez Espejo (Cartagena, 1909-1987). Estudió medicina en Valencia (1930), donde tuvo como profesor a José Puche en Fisiología. Fue alumno interno del profesor Rodríguez Fornos quien le consiguió una beca para ampliar estudios en la Clínica Mayo de Rochester (Minnesota). De estudiante estuvo afiliado a la FUE. En aquella época de Valencia trabó amistad entre otros con Pedro Laín Entralgo. Al finalizar los estudios tuvo que dedicarse a ejercer la profesión en Cartagena para ayudar económicamente a la familia. Ese mismo año se afilió al PSOE y a la Masonería (Logia “Pan, Trabajo y Justicia”). Tras la proclamación de la II República llevó a cabo una intensa actividad sociopolítica local, organizando e impartiendo conferencias para los trabajadores sobre higiene y puericultura así como sobre política y cultura. En la Guerra Civil le fue asignado el cargo de director del Dispensario Antituberculoso de Canteras (Cartagena), cargo que mantuvo hasta el final de la contienda. Se distinguió por su carácter filantrópico, atendiendo gratuitamente a las per9
MÉNDEZ, R. (1987), Caminos inversos, vivencias de ciencia y guerra, México, FCE.
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sonas necesitadas. Hizo amistad entre otros con Casimiro Bonmatí. Al acabar la guerra fue detenido y recluido en el Convento de “Las Angustias” de Murcia. Fue condenado en 1941 a la pena de “Inhabilitación absoluta y perpetua con separación de los cargos públicos del Estado, Provincia y Municipio”. Al terminar la Segunda Guerra Mundial participó en una conferencia secreta mantenida en su domicilio con oficiales británicos y norteamericanos destinada a sondear las posibilidades de ayuda militar a una hipotética sublevación civil en Cartagena. En la transición democrática participó en la Junta de Convergencia Democrática y en la reconstrucción del PSOE. En 1978 se le tributó un multitudinario homenaje, llegando a ser el primer presidente de la mesa de edad del Ente Preautonómico de la Región de Murcia y el primer Defensor del Ciudadano de la Comunidad Autónoma. Fue diputado a Cortes en la legislatura 1978-1981. En 1989 fue declarado, dos años después de su fallecimiento, “Hijo Predilecto de la Región de Murcia” 10. Félix Martí Ibáñez (Cartagena, 1911, Nueva York, 1972). Hijo del pedagogo valenciano Félix Martí Alpera, y sobrino del escritor Vicente Blasco Ibáñez 11. En 1921 se desplaza su familia a Barcelona. Acaba la carrera de medicina en 1933 contando entre sus profesores a Gregorio Marañón, Agustí Pedro Pons, y Augusto Pi i Sunyer. Instala su consultorio en el barrio de Gracia en 1935 como “médico psicólogo” y ya destaca por su altruismo en el ejercicio de la profesión y por su adscripción a la causa libertaria. Pero es con la guerra cuando lleva a cabo sus contribuciones sociales más importantes. Al entrar la CNT en el gobierno de la Generalitat es nombrado Director General de Sanidad y Asistencia Social y además de toda una reestructuración del sistema sanitario y social bajo la hegemonía de la acción pública, y de crear un Instituto de Ciencias Sexuales, donde desarrolló iniciativas públicas a favor de la erradicación de la prostitución y tratamiento social a la prostitutas creando los “liberatorios”. Dictó un decreto el 25 de diciembre de 1936 sobre “interrupción voluntaria del embarazo” que sirvió de modelo para el que firmó posteriormente la ministra de sanidad Federica Montseny. Llegó a ser
10 Todos los datos de la biografía de Diego Pérez Espejo han sido aportados por su hijo el neurocirujano Miguel Angel Pérez-Espejo. 11 MARTÍ BOSCÁ, J. V., y REY GONZÁLEZ, A. (2001), “Félix Martí Ibáñez: Contribución biográfica a su período español (1911-1939)”, Med. Hist., 2, 1-15
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subsecretario del Ministerio de Sanidad. Tras la derrota se exilió en 1939 a Estados Unidos, Nueva York, siendo profesor universitario y director del departamento de historia de la medicina del Colegio Médico de la Universidad de Nueva York. Se granjeó la amistad y el reconocimiento de la clase médica norteamericana fundando en 1956 la revista de humanidades y cultura médica más prestigiosa, Medical Doctor. The Medical News Magazine (MD). Mantuvo su ideología hasta el final como lo muestran estas afirmaciones suyas, llenas de idealismo y esperanza. “Estoy plenamente convencido de que el estudio de la historia de la medicina depara al estudiante de medicina, primero, y al médico, después, un instrumento extraordinario para conocer el pasado de su profesión, analizar sobre su base el presente de la misma y vislumbrar su futuro”.
En el caso de Félix Martí Ibáñez las citas recibidas por la prensa diaria murciana antes de la guerra son escasas debido a su juventud, sólo una, en 1938, en el diario de la UGT Nuestra Lucha, en dónde se reseña su esfuerzo en Estados Unidos de Norteamérica por recabar fondos y ayudar a la causa republicana. Lo que sorprende es que tras la guerra no reciba ni una sola a pesar del prestigio alcanzado en Estados Unidos y en todo el mundo. No hay que olvidar que publicó trabajos y libros conjuntamente con Henry Sigerist, la personalidad más influyente en Estados Unidos en aquellos momentos en el campo de la historia de la medicina y de las humanidades médicas. Por ello no está incluido en la gráfica. En este caso no existe ningún recordatorio en Cartagena ni en la región. Antonio Pedro Rodríguez Pérez (Cieza, 1912-1964) 12. Estudia medicina en Madrid. Desde primer curso se ve atraído por la histología. En segundo año obtiene un puesto en el Laboratorio de Histología y llega a ser alumno interno por oposición en la cátedra de Histología con Francisco Tello. En el curso 1930-31 entra como becario en el Instituto Cajal, a propuesta del propio Cajal y del Dr. de Castro, algo insólito para un estudiante. Con la II República se encuentra totalmente identificado y como estudiante progresista marxista entra en la FUE. Los primeros trabajos de investigación son del año 1932. Desde esta fecha hasta el final de sus 12
Sabio.
HOYOS, A. de (1977), Rodríguez-Pérez. Histólogo, Murcia, Academia Alfonso X el
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estudios publicó 18 trabajos sobre las terminaciones nerviosas y la microglía, publicados en la revista /Travaux du Laboratoire de Recherches de l’Université de Madrid/. También gana la plaza de alumno interno de la cátedra de Histología de la Facultad de Medicina de Madrid. Termina los estudios de medicina justo cuando se desencadena la Guerra Civil. La guerra truncó sus perspectivas. Se incorpora al frente de guerra como oficial médico, donde llegó a Jefe de Sanidad del Ejercito de Levante y más tarde Jefe de Sanidad de la Base Naval de Cartagena hasta marzo de 1939. En el año 1938 tuvo un accidente de automóvil y perdió un ojo. En 1938 publica junto al Dr. Goryan un libro sobre estrategia sanitaria con dibujos hechos por Antonio Buero Vallejo. La nueva situación tras la guerra fue realmente adversa para Rodríguez Pérez. Fue llevado a un campo de concentración en la sierra Ascoy (Murcia), más tarde a la prisión de Cieza y posteriormente a la de Cartagena. Es condenado en Consejo de Guerra a 20 años y un día. Sale de la prisión en 1943 en libertad condicional y marcha a Madrid donde intenta rehacer su vida profesional en un ambiente totalmente diferente y hostil. El Dr. Tamames le encontró un trabajo en los Laboratorios Abelló junto al Dr. Kroo, gran profesional húngaro, y con ello podía seguir con sus trabajos de investigación y su deseo de llegar a ser profesor o investigador. Las dificultades encontradas le llevaron a aceptar para el curso 1947-1948 el ofrecimiento de la Universidad de los Andes de Mérida (Venezuela) como director del laboratorio de investigaciones biológicas de su Facultad de Medicina. En 1949 se trasladó a Medellín (Colombia) como Director del Laboratorio de Histología y Neuroanatomía, alcanzando gran fama y prestigio. Cuando en 1953 le comunicaron que ya estaba en libertad definitiva decidió regresar a España. El curso siguiente, 1954-1955 fue nombrado profesor encargado de curso para la cátedra de Histología. A pesar de su buen hacer, eficacia y el reconocimiento de los estudiantes en el curso 1957-1958 no se le renovó y hubo de abandonar el puesto.
Conclusiones 1. a De los nueve médicos murcianos escogidos por su mayor o menor significación política en defensa de la II República y que tuvieron a su vez alguna impronta científica sólo dos recibieron reconocimiento tras la Guerra Civil, los doctores Román Alberca y Luis Valenciano. Son
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los dos que no tuvieron excesiva militancia partidaria en el transcurso de la II República ni en la Guerra Civil. 2.a La importante recuperación de la actividad periodística científicomédica anterior a la Guerra Civil, expresada en la publicación de 19 revistas dedicadas a la ciencias sanitarias, fue interrumpida tras la guerra. Sólo subsistieron las publicaciones de las corporaciones oficiales, Colegio de Médicos y Real Academia de Medicina y Cirugía, y además con bastante irregularidad en su aparición. 3.a La escasa prensa médica posterior a la Guerra Civil sólo recoge menciones de importancia a los doctores Alberca y Valenciano, y una residual a los doctores Antonio Pedro Rodríguez Pérez y Casimiro Bonmatí. El resto no merece ni una mención a lo largo de la dictadura franquista. 4.a La prensa diaria murciana, tan diversa y plural antes de la Guerra Civil, se reduce tras la misma, en la práctica, a dos publicaciones, La Verdad, la tradicional prensa católica, y el diario creado tras la guerra, Línea, el órgano de prensa del Movimiento. De los nueve médicos escogidos sólo dos tendrán una cobertura de citas de todo tipo tras la contienda, los doctores Alberca y Valenciano. Se advierten unas pocas citas por razones diversas a Calandre y a Rodríguez-Pérez, a partir de los años cincuenta una minúscula presencia de citas destinadas a Bonmatí y hacia el final, otras pocas al doctor Pérez Espejo. Llama poderosamente la atención que a lo largo de los años del franquismo no reciban ni una sola cita Rafael Méndez, José Puche, ni Félix Martí Ibáñez.
DE GIRÓN DE VELASCO A LLUCH LA CONSTITUCIÓN DEL MODELO ANGLO-CUBANO-FALANGISTA DE SEGURIDAD SOCIAL EN ESPAÑA Josep M. Comelles Departament d’Antropología, Filosofía i Treball Social Universitat Rovira i Virgili, Tarragona “El sector más importante, y, sin embargo, el menos conocido en la política sanitaria de las últimas décadas, es la Seguridad Social” (Jesús de MIGUEL, 1979-1995)
El precio de la Transición Entre los más sonados silencios de la Transición, está la desmemoria (probablemente voluntaria) sobre la evolución de las políticas públicas en Sanidad y Seguridad Social que hicieron escribir a Jesús de Miguel aquella boutade que Franco socializó la sanidad sin que nadie nunca, que yo sepa, le haya desmentido 1. Por eso, su frase sigue vigente hoy. La falta de revisión crítica de las políticas franquistas y de su influencia en la Las principales aportaciones de MIGUEL, J. de (1976), La Reforma Sanitaria en España, Madrid, Cambio 16; (1979), La sociedad enferma. Las bases sociales de la política sanitaria española, Madrid, Akal y (1983), Estructura del sector sanitario, Madrid, Tecnos, entre muchas otras eran fruto de su formación norteamericana y de las investigaciones comparativas que hizo para su Tesis de Doctorado norteamericana. Aún hoy son el único material crítico sobre las políticas públicas españolas de su tiempo, y están basados en un mismo núcleo de fuentes demográficas, estadísticas y documentales a las que aplicó un tratamiento metodológico y teórico influido por la sociología de la medicina norteamericana post-parsoniana. Sus análisis y reflexiones son de un valor extraordinario puesto que fue de los pocos en mantener una distancia crítica respecto a la producción teórica e ideológica del momento. Aunque tuvo momentos fecundos de lucidez predictiva, las más de sus sugerencias fueron ignoradas. En cualquier caso de trata de un material de indispensable revisión. 1
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construcción del Estado de bienestar en España, y su evolución posterior siguen sin hacerse, son parciales, o se quedan en evaluaciones más o menos políticamente correctas que no van al meollo del asunto 2. Por eso se hace indispensable analizar sus contradicciones y de-construir las narrativas elaboradas por los gabinetes de imagen de los partidos. Los límites de este texto me impiden ir más allá de propuestas y sugerencias, de plantear algunos problemas y discutir algunas fuentes.
El problema Franco no socializó la sanidad. Creó su gobierno en 1942-1943 una mutua (“Seguro Obligatorio de Enfermedad”) tan privada como la que más, pero no un sistema de seguro social. Su evolución hasta 1986, más allá de las cronologías hemerográficas ha sido escasamente estudiada y queda pendiente una larguísima serie de preguntas que afectan al conjunto del período planteado, pero muchas de las cuáles podrían hacerse extensivas al período anterior a 1942 3. Diecisiete años después, en 1960, apenas cubría al 50 % de la población. Su evolución en los sesenta 4, ya como “Seguridad Social” puede considerarse uno de los puntos de partida del estado de bienestar en España, pero las demoledoras críticas que recibió entre 1970 y 1980 deberían poner sordina a esa afirmación 5. Has2 Junto a la obra de Jesús de Miguel, pueden citarse en este punto GUILLÉN, A. (2000), La construcción política del sistema sanitario español: de la postguerra a la democracia, Madrid, Exlibris; ORTEGA, Francisco, y LAMATA, F. (1998), La década de la reforma sanitaria, Madrid, Exlibris, y SÁNCHEZ BAYLE, M. (coord.) (1996), El sistema sanitario en España. Evolución, situación actual, perspectivas y problemas, Madrid, Los libros de la Catarata. 3 Sobre su fundación ver el primer capítulo de MIGUEL, J. de (1979), un texto hoy superado basado en la revisión de revistas de ese tiempo y GARCÍA PADILLA, M. (1990), “Historia de la Acción Social: Seguridad social y asistencia, 1939-1975”, Historia de la acción social pública en España. Beneficencia y previsión, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 397-448. 4 El texto clave para este proceso es todavía, sin duda alguna, MIGUEL, J. de (1979), y para el período anterior es útil la compilación de artículos contenida en Historia de la acción social pública en España. Beneficencia y previsión, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, (1990). 5 Sobre las críticas me remito de nuevo a la bibliografía publicada en esos años por Jesús de Miguel (1976, 1979). Toda ella contiene referencias a la literatura crítica de su tiempo, a la que fue evaluando en distintas publicaciones posteriores. Buena parte de la literatura crítica está reseñada en GOL GURINA, J.; MIGUEL, J. DE; REVENTOS, J.; SEGURA, A., y SOLE SABARIS, F. (1978). La sanitat als països catalans, Barcelona, Edicions 62. Algunos ejemplos clásicos de esa litera-
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ta 1986 fue un sistema “propiedad” de empresarios y “productores” al margen del resto del sistema sanitario, y hay evidencia suficiente para afirmar que la integración real del sistema (con la excepción de la salud mental), no se produce realmente hasta 2001 con las últimas transferencias a las Comunidades autónomas del artículo 143 de la Constitución de 1978. Por eso, la velocidad de crucero de nuestro sistema se alcanza solamente en el siglo XXI y solo hoy, en 2006 se ha empezado a debatir la problemática de la dependencia y los servicios sociales. Si algunos estudios ya citados se han hecho eco de sus idearios fundacionales, no están claros cuáles fueron sus referentes decisivos: ¿el seguro social alemán, el modelo fascista italiano? ¿Por qué trajeron los falangistas a Lord Beveridge, un socialista, en los primeros cuarenta? ¿Por qué los clientes del SOE inicial correspondían a las antiguas masas proletarias de provincias traidoras como las vascas, las catalanas o Asturias? Y, aun más, cómo encaja ese SOE con el proceso anterior a 1936, o con la nacionalización sanitaria catalana entre 1936 y 1938. Tampoco la transición entre el SOE y la Seguridad Social de 1967, ha sido estudiada a fondo salvo por Jesús de Miguel. Suele reducírsela a un proceso más o menos lógico de “progreso” que se contextualiza como una consecuencia inevitables del “milagro español”, de la política de los “tecnócratas” del Opus Dei olvidando que la cruz del Seguro social español sigue siendo azul-azul y no de otro color... y que los más de sus críticos apostaban por una reforma revolucionaria que tenía el color rosa del National Health Service del labour británico, o la hoz y el martillo de la revolución cubana. Tampoco hay mucha literatura crítica sobre la retórica reformista o revolucionaria de los setenta ni una evaluación, no sospechosa de partidismo, sobre los debates que dieron lugar a la Ley de Sanidad de 1986 6. En 2005 mi presentación verbal de este documento dio lugar a reacciones airadas de la izquierda cuando hice notar que entre 1967 y 1986 hubo
tura, desde Cataluña fueron GOL GURINA, J. et al. (1977), Salut, Sanitat i Societat, Barcelona, Edicions 7x7. SOLE SABARIS, F. (1978), “Alternativas de la Seguridad Social en un plan de Reforma Sanitaria”. En MIGUEL, J. de (ed.) (1978), Planificación y Reforma Sanitaria, Madrid, CIS. ACARIN, N.; ESPASA, R.; PARDELL, H., y SANS, C., et al. (1976), La sanidad hoy. apuntes críticos y una alternativa, Barcelona, Avance, y ACARIN, N.; ESPASA, R., y SANS, C. et al. (1977), Servei Nacional de Salut. Una alternativa democràtica a la sanitat, Barcelona, Laia. 6 Ortega y Lamata (1998) contiene algunos testimonios de los actores principales que son de utilidad, aunque el propósito del libro es reivindicar la reforma socialista de la sanidad.
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tanta continuidad como ruptura 7, al centrarse la reforma en reforzar el dispositivo hospitalario diseñando antes, subalternizar la atención primaria a sus intereses y objetivos, dejar al margen la reforma de la salud mental y prescindir de los servicios sociales. No seré yo quien niegue los logros de la protección social española posterior a 1986. Pero lo hago sin ningún triunfalismo. En 1986 borramos el palo de la tercera clase (como hizo la RENFE), y remozamos los añejos coches de la sanidad, pero nuestro estado de bienestar no es de primera. Está muy lejos de sus referentes norte-europeos, aunque nuestro dispositivo hospitalario pueda comparársele y nuestros indicadores de salud sean excelentes. Tanto la atención primaria, como la salud mental, como las políticas de prevención, promoción y educación para la salud siguen siendo las cenicientas del sistema, y la prioridad y el racionamiento de los servicios no responde a menudo a las necesidades reales de la ciudadanía, sino a los intereses corporativos, políticos o económicos puestos en juego.
Desmemoria voluntaria, mala memoria o memoria culpable Aunque sea necesario de recuperar la memoria histórica sobre lo que significaron treinta y nueve años de franquismo, media docena de postfranquismo y ocho de reciente neofranquismo, todo apunta a que las revisiones actuales corresponden más al early francoism anterior a 1959, esto es, la fase más sórdida, por falangista y nacional católica del régimen —y más próxima a la Guerra Civil—, que al tardofranquismo y la Transición 8. Probablemente, la crisis de 1959 de la política económica fascis7 Con sus exageraciones y su carácter coyuntural y panfletario, NAVARRO, V. (2002), Bienestar insuficiente, democracia incompleta. Sobre lo que no se habla en nuestro país, Barcelona, Anagrama, utiliza cifras macro para establecer los límites económicos del estado de bienestar español. 8 Eso si con algunas excelentes aportaciones como MOLERO MESA, J. (2001), “Health and Public Policy in Spain du ring the Early Francoist Regime (1936-1951): The Tuberculosis Problem”, en LÖWY, I., y KRIGE, J., Images of Disease. Science, Public Policy and Health in Postwar Europe. Bruselas, European Communities, 141-166. RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2001), “The Politics of Public Health in the State-Managed schema of healthcare in Spain (1940-1990)”, en LÖWY, KRIGE, pp. 187-210; RODRÍGUEZ OCAÑA, E.; BALLESTER AÑÓN, R.; PERDIGUERO, E.; MEDINA, R., y MOLERO, J. (2003), La acción médico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial, Madrid, CSIC, y LELLEP FERNANDEZ, R. (1990), A simple matter of salt. An ethnography of nutritional deficiency in Spain, Berkeley, The University of California Press.
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tizante fue más significativa que la ruptura política de 1975-1978. La primera afectaba a un modelo de economía y a un modelo de protección social determinado, la segunda se limitaba a no tocar el modelo económico —y los privilegios de amplios sectores de la clase dirigente franquista—, a cambio de un modelo democrático de toma de decisiones políticas con numerosas limitaciones, fruto de las condiciones políticas en que se pactó la Transición. Son los déficits, las limitaciones y las debilidades del edificio democrático de 1978, los que explican los silencios más espesos, las renuncias y las complicidades más inquietantes respecto a la evolución de los procesos sociales, culturales o políticos iniciados tras 1959 —el presunto “milagro español”—. Silencios en términos de no analizar los cambios en la cúpula de las clases dirigentes, la emergencia de una nueva clase “entrepreneurial” enriquecida primero mediante el “estraperlo” 9, y más tarde con las dobles contabilidades, pero asimismo la ampliación y la diseminación en el conjunto del Estado de una capa notables de clases medias cuyos hijos accedieron a la formación superior. Por eso, los nacidos entre 1939 y 1958 se beneficiaron de las amplísimas expectativas de empleo público en Educación y sanidad durante la Transición y son los que han (hemos) sostenido el edificio político, intelectual y profesional del Estado, y cuya estabilidad en los cargos recuerda más el corporativismo preconizado por los regímenes que los ascensores sociales del keynesianismo. Es este panorama el que me mueve a intentar comprender, como científico social, nuestra incapacidad colectiva para abordar, desde perspectivas críticas, no solo las miserias de las “políticas sociales” del franquismo, sino también las evidentes miserias del edificio constitucional y democrático de 1978, que es como decir nuestras complicidades, nuestro papel y nuestros intereses en relación al mismo. Como suelo tener una vena calvinista —o masoquista—, que me lleva a culpabilizarme, me inquieta “nuestra” incapacidad generacional ante esto y los efectos deletéreos que ha tenido en las generaciones más jóvenes tanto en términos de conciencia social o ciudadana como de abordaje crítico de la realidad. 9 Ver para el caso de Cataluña RIQUER, B. DE, y CULLA, J. B. (1989), Història de Catalunya VII. El Franquisme i la transició democràtica (1939-1988), Barcelona, Edicions 62. MOLINERO RUIZ, C., YSÁS SOLANES, P. (comp.) (1998), Història, Política i Societat i Cultura dels Països Catalans. Volum 11. De la dictadura a la democracia 1960-1980, Barcelona, Fundació Enciclopedia Catalana, y MARÍN I CORBERA, M. (2000), Els ajuntaments franquistes a Catalunya. Política i administració municipal 1938-1979, Lleida, Pages.
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Las fuentes Fui muy crítico con las publicaciones sobre la reforma sanitaria producidas hasta 1986 —especialmente con la de Salud Mental—, puesto que su revisión evidenciaba una indudable voluntad personal y compromiso político, pero un escaso valor teórico y una casi nula perspectiva crítica en sus propuestas, las más de las veces adaptaciones más o menos mecánicas de experiencias que procedían de las épocas gloriosas de distintos estados del bienestar europeos o de experimentos revolucionarios en el Tercer Mundo 10. Sus limitaciones venían de carencias de la Universidad franquista, y de una escasa visión crítica sobre los intereses profesionales de la entonces llamada “clase médica”. Con la excepción de Jesús de Miguel, cuyo manejo de la literatura anglosajona era apabullante, sus bases teóricas fueron modestas hasta que los años ochenta alumbraron una generación de analistas y gestores cuya calidad viene hoy acreditada en publicaciones como Gaceta Sanitaria o los informes SESPAS 11. Eso no es obstáculo para que mucha de la literatura producida sea de la llamada “gris”, que falten trabajos de síntesis críticos o analíticos, y que aún dominen el cotarro evaluaciones funcionales o textos alentados por un espíritu reivindicativo, muy especialmente en salud mental 12. 10 COMELLES, J. M. (1981), El proceso de institucionalización en las sociedades complejas: el caso de la asistencia psiquiátrica en la Catalunya Contemporánea, Tesis de Doctorado, Barcelona, Universitat de Barcelona; (1986), La crisis de la psiquiatría española durante el Tardofranquismo y la Transición. El caso del Institut Mental de la Santa Creu (1971-1986), Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 6 (19) 619-636, y (1988), La razón y la sinrazón. Asistencia psiquiátrica y desarrollo del Estado en la España Contemporánea. Barcelona, PPU. 11 Para la última década los informes SESPAS constituyen documentos fundamentales, pero por sus características no llenan los vacíos bibliográficos a que hago referencia, puesto que su objetivo es mucho más el diagnóstico que el análisis procesal. 12 En el campo de la salud mental son indispensables COMELLES (1988), RENDUELES OLMEDO, G. (1997), “De la Coordinadora Psiquiátrica a la Asociación Española de Neuropsiquiatría: De conspiradores a burócratas”, en APARICIO BASAURI, V. (comp.), Orígenes y fundamentos de la psiquiatría en España, Madrid, Libro del Año, pp. 287-309. DESVIAT, M. (1994), La reforma psiquiátrica, Madrid, Dr. GARCÍA GONZÁLEZ, J. (1979), Psiquiatría y Cambio social. Análisis Socio histórico del fracaso de la reforma de la asistencia psiquiátrica en la España de Franco: el caso del Hospital Psiquiátrico de Oviedo (1962-1972). Tesis de Doctorado, Granada, Universidad de Granada. GONZÁLEZ DE CHÁVEZ, M. (comp.) (1980), La transformación de la asistencia psiquiátrica, Madrid, Mayoría. GARCÍA, R. (1995), Historia de una ruptura. El ayer y el hoy de la psiquiatría española. Barcelona, Virus.
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Sobre el período anterior a 1967, el del SOE las carencias son mayores. Por una parte parece ser difícil, cuando no imposible acceder a fuentes documentales catalogadas del SOE, y hay pocos testimonios escritos u orales, sobre la práctica médica o sanitaria de esa época 13, si excluimos algunos anecdotarios de médicos rurales 14. Un silencio tan ominoso es sospechoso. Los críticos de la SS franquista apuntaban que su implantación no estuvo libre de tensiones corporativas y quizás por ello muchos médicos consideraban al SOE el más “vergonzante” de los pluriempleos de la posguerra. Creo además que como su organización no era distinta a la de otras aseguradoras privadas que les alimentaban de clientela de clase media y baja dejaba sin sentido cualquier relato de naturaleza etnográfica sobre la presunta épica de esa práctica. O quizás el silencio venia de su inevitable complicidad con un sistema “de los falangistas”, cuyo control ejercían “inspectores”, de camisa vieja o nueva que conocí entre 1973 y 1976 en distintos “ambulatorios”, cuando firmábamos, para acceder a esos empleos o a la Universidad, nuestra adhesión inquebrantable a los principios fundamentales del meneamiento nacional. ¿Hasta qué punto, nuestro sistema sanitario —organización y cultura empresarial y organizacional—, han podido prescindir del falangismo corporativista fundacional y de sus efectos ideológicos y profesionales? ¿Hasta que punto en la transición legislativa y las prácticas ha habido una real ruptura o sólo un acomodamiento fruto del embodiment por los profesionales de las ventajas corporativas del modelo? ¿Hasta qué punto ese corporativismo tan fascista lastra las crisis permanentes de la atención primaria? Si mi intuición es cierta la articulación entre el modelo falangista y el que algunos chuscos llamaron el modelo anglo-cubano de SS en 13 Véase BRAVO, F.; MIGUEL, J. M. DE; POLO, R.; REVENTOS, J., y RODRÍGUEZ, J. (1979), Sociología de los Ambulatorios, Barcelona, Ariel, con un par de capítulos que describen con algún detalle la asistencia primaria del SOE en los cuarenta-sesenta y es aún hoy la mejor descripción disponible sobre el sector, junto al excelente retrato de la vida de la sanidad rural vista por la comadrona VIA, R. (1972), Com neixen els catalans, Barcelona, Club editor. Pueden añadirse algunos retazos en REVENTÓS, J. (1995), Sempre en el meu record. Personatges, Barcelona, Hacer, REVENTÓS, J.; GARCIA, A., y PIQUÉ, C. (1990), Historia de la Medicina Catalana sota el Franquisme i les seves conseqüències, Barcelona, Hacer, así como en COMELLES, J. M. (2004), “Fiebres, médicos y visitadores. Notas etnográficas sobre la práctica médica durante el franquismo”, en MARTÍNEZ-PÉREZ, J.; PORRAS GALLO, I.; SAMBLÁS TILVE, P., y CURA GONZÁLEZ, M. del (comps.) (2004), La medicina ante el nuevo Milenio: una perspectiva histórica, Albacete,Universidad Castilla-La Mancha, pp. 989-1018, y (2006), Stultifera Navis. La Locura, el poder y la ciudad, Lleida, Milenio. 14 PLA NAUDI, A. (2000), Memóries d’un metge, Andorra la Vella, DdA.
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la España de la Transición, explicaría que la reforma sanitaria española no fuese una verdadera reforma sanitaria sino una reforma hospitalaria fruto de intereses corporativos ya bien estructurados bajo el franquismo 15, incapaz de resolver los problemas que plantean en una sociedad desarrollada las nuevas demandas sanitarias, la diversidad cultural, la continuidad de los cuidados, las políticas de promoción de la salud y tantas otras.
¿El precio de una reforma revolucionaria? La escasa literatura sobre los orígenes y la evolución de la acción social en España pone de manifiesto una lenta transición entre el dispositivo del Antiguo Régimen y la beneficencia liberal durante el siglo XIX y una segunda, lentísima, iniciada a finales del XIX en torno al problema de las enfermedades profesionales y los accidentes de trabajo y que culminaría a principios del siglo XXI con la futura Ley de Dependencia. Si aceptamos esta cronología el caso español no se acomoda, ni a escala general ni a escala regional, a los modelos clásicos de Francia, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos. Las divergencias obedecerían a las peculiaridades del desarrollo del Estado Liberal en España, a los perfiles idiosincrásicos de una transición desigual al capitalismo en distintas regiones del país y al peso del autoritarismo conservador en la gestión política. Esas peculiaridades enmarcarían la desidia, el desinterés, la ausencia de políticas públicas de salud dignas de ese nombre, y que los efectos colaterales de la transición al capitalismo nunca tuviesen un papel realmente relevante como revulsivo de las mismas. La consciencia de la vulnerabilidad del proletariado capitalista y de su necesidad de integrarlo a un proyecto nacional, creo que no llegó a existir o lo hizo marginalmente, por su propia debilidad y por su regionalización diferencial. De ahí las contadas políticas públicas integrales de salud en un Estado muy débil, las respuestas parciales a las reivindicaciones del proletariado urbano —que no rural—, y que afectaron a obreros, empleados de cuello blanco o de pequeñas empresas u obradores artesanales, la ausencia de un proyecto “nacional” de integración social, y los pactos coyun15
Véase COMELLES (1988 y 2006).
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turales con las clases dirigentes locales para mantener modelos feudales de protección social bajo el paraguas del estado de guerra. Para más INRI el franquismo distorsionó el proceso puesto que su reparto de competencias entre la beneficencia en manos de la Iglesia nacional-católica y el del SOE y Auxilio Social en manos falangistas impidió un ordenamiento racional en el siglo XX, reforzó el corporativismo y la burocratización, y dio lugar a un modelo tercermundista con coberturas parciales, falta de integración de los servicios, separación entre lo asistencial y la salud pública y exclusión de la salud mental del dispositivo sanitario. En general, la descoordinación de las políticas públicas suponía un acceso desigual a los recursos, priorizar el control de las enfermedades infecto-contagiosas con riesgo epidémico, o el de endemias infecciosas como la tuberculosis o la sífilis, y la atención quirúrgica a procesos severos, pero no políticas de salud integrales. Este modelo favoreció el embodiment por la población de una cultura sanitaria basada en una ideología “microbiano-biológica” de la causalidad de cualquier enfermedad y la creencia, compartida por profesionales y ciudadanos, de la eficacia ilimitada de la farmacología, de la cirugía y de la tecnología biomédica. Los efectos culturales de este modelo, o sea el modo como la ciudadanía los incorporó a partir de su experiencia de generaciones, han contribuido a modelar las culturas profesionales y la dialéctica entre ciudadanos y profesionales hasta hoy mismo. El retraso en el proceso de reforma entre 1967 y 2006, implica que muchos de los elementos estructurales de la misma, la hegemonía biomédica y hospitalaria, la creencia ciega en los gadgets tecnológicos y el paternalismo y el populismo asistencialista correspondan mucho más a las características de un país tercermundista que a la décima economía mundial, sin que los intereses en juego, hayan permitido determinadas alternativas. Por eso pueden distinguirse algunos rasgos distintivos en las políticas de salud españolas. En primer lugar el hecho de que la emergencia de una amplia capa de clases medias durante el desarrollismo nunca fue contemplada como una variable en las retóricas de la reforma, en las cuales el concepto de “proletario” remitía mucho más a una retórica marxista elemental que a una observación medianamente atenta de la realidad. Por esa razón, el modelo de reforma de la atención se basó mucho más en ampliar la cobertura geográfica del modelo franquista dejando en manos de de las aseguradoras privadas —con escandalosa participación de MUFACE o del ISFAS—, a las clases medias (eso si con doble afilia-
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ción), no comprometiéndolas ni implicándolas con la reforma 16. La demagogia populista, cuyas raíces corporativistas y fascistas son evidentes, impidió también un debate sereno sobre la calidad asistencial y el modo como podría ofrecerse: por ejemplo, nunca se contempló que el National Health Service mantuvo y promovió a los general practitioners, se estimó preferible el modelo falangista (o bolchevique) del personal estatutario en ambulatorios (a los que se cambió el nombre), convirtiendo así en funcionarios a una generación entera sin ningún factor de corrección de los vicios del modelo, entre otros la nula posibilidad de una real carrera profesional, especialmente en atención primaria. Tampoco se contempló, el dispositivo de salud como un dispositivo global y transversal, a pesar de la retórica jacobina al uso. Por eso MUFACE se mantiene al margen, como un sistema de privilegio desigual, aunque se critica, desde ese mismo jacobinismo que las distintas comunidades autónomas establezcan modelos de gestión diversos: se mantienen sistemas paralelos en manos de administraciones distintas, entre otras cosas las absurdas diputaciones provinciales, con gran presencia de agentes privados (religiosos o no) que dan lugar a un mercado sanitario muy complejo, falto de coordinación y finalmente mal regulado por las administraciones públicas puesto que las agencias privadas religiosas o no actúan como “lobbystas” eficaces, mientras que los ciudadanos no tiene cauces reales para expresar sus necesidades a nivel local, regional o estatal. Este sistema de proveedores de servicios reforzó el carácter mutualista-asistencial de la Seguridad Social española y, su reticencia a aceptar el papel de las administraciones locales: autonómicas y locales en la toma de decisiones: tanto es así que el centralismo del sistema INSALUD se ha transportado a los 17 mini-INSALUD actuales, en muchos caso con modelos más bolcheviques y falangistas que antes, pero en los cuales la administración local y las políticas de proximidad son inexistentes y estas últimas han sido relegadas a casos singulares como los PADES en Cataluña. Este sistema ha heredado asimismo los peores rasgos de la cultura de la “cartilla del Seguro”: la dependencia inevitable de los profesionales, 16 Al que habría que añadir los distintos cuerpos de funcionarios del Estado. Sobre la evolución del dispositivo sanitario durante la transición ver SANCHEZ BAYLE (1996), y ORTEGA, LAMATA (1998). Los informes SESPAS http://www.sespas.es/fr_inf.html son una fuente indispensable para la problemática aludida.
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el temor a reclamar los derechos de ciudadanía ante una ventanilla que recuerda aun remozada la del viejo SOE con sus “celadores” por los pasillos, con sus funcionarios desabridos continuadores de una rancia tradición españolísima mantenedora de estilos de trato y de trabajo que nunca han cambiado demasiado y que se refleja en la arquitectura, incluso en la más moderna, y en un estilo de derivación de casos que sigue siendo decimonónico y obligan al paciente a largos peregrinajes espaciales y temporales para culminar un proceso diagnóstico. A pesar de la enorme incidencia de la inmigración en Cataluña o en el País Vasco entre 1955 y 1975, ni siquiera en estos contextos con lengua propia, el despliegue del dispositivo no motivó reflexión acerca de la patología de la emigración, si siquiera una respuesta en relación a lo que suponía la diversidad cultural. Ciertamente, en el contexto franquista ese tipo de debate era imposible, pero no es menos cierto que las condiciones económico-sociales de la época tendieron a favorecer una actitud en los profesionales en los que la diversidad cultural de sus pacientes, especialmente de los procedentes de otras zonas del Estado y con altas proporciones de analfabetismo, tendían a identificar la diversidad a partir de estereotipos culturales que se relacionan con la persistencia entre ellos de conceptos como las “supervivencias” o la ignorancia, o en el lenguaje coloquial “la falta de cultura del cartillero” 17. El despliegue durante tres décadas de este dispositivo, y a pesar de las críticas que sufrió, dio lugar a una cultura organizacional basada en el peso de las instituciones y del modelo para-funcionarial —estatutario—, de las profesiones sanitarias, de modo que la reforma de 1986, no cuestionó los elementos estructurales del modelo vinculados al modelo falangista —o bolchevique—: la jerarquización en instituciones, la persistencia del modelo para-funcionarial, el énfasis en lo asistencial, la falta de integración de la salud mental, la radicalización del modelo biomédico a partir de las distintas reformas de la educación de los profesionales —con matices en el caso de la enfermería— y el mantenimiento de la separación entre los problemas sanitarios y los sociales. Es bien cierto que el fin de 17 Aún en 1985, en una tesis dirigida por uno de los grandes historiadores de la medicina de la época, Luis Sánchez Granjel, ERKOREKA, A. (1985), Análisis de la medicina popular vasca. Bilbao, Instituto Labayru-CAV, seguía manejando las categorías analíticas del evolucionismo cultural tyloriano del siglo XIX, y que, en general el concepto de folkmedicina prevalente en algunos de los grupos más significativos de historiadores de la medicina —implicados en la educación médica—, era el mismo.
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los procesos migratorios internos relacionado con la crisis económica profunda que sufrió el país en los ochenta 18, no permitieron plantear, en un contexto ideológico de ciudadanía igualitaria el problema de la diversidad cultural 19. Por todo eso, la articulación del modelo falangista con el de la Transición no se planteó algunas de las cuestiones que, en los setenta, ya eran un hecho en el estado de bienestar europeos: la reificación de la enfermedad y el postergar las narrativas de los enfermos como fruto de la masificación de la demanda, la subalternidad de la prevención frente a la asistencia, la biologización del sufrimientos y en general la insatisfacción de los pacientes y la creciente de los profesionales. Por estas razones, en la España actual, la cultura organizacional resultante está mal adaptada para resolver una demanda de enfermedades crónicas basada en la continuidad de los cuidados. Esto llevaría a costos crecientes en farmacia, a uso inadecuado de un nuevo dispositivo hospitalario basado en la gestión intensiva de procesos agudos y que provoca la entrada y salida constante en los hospitales de enfermos crónicos que no disponen de otros espacios que los grandes hospitales para la atención a las crisis. Además a descoordinación entre los dispositivos sanitarios y sociales, la tendencia en atención primaria de orientarse hacia la patología somática o de favorecer la somatización de los problemas sociales, etc. Por eso entiendo que el modelo de estado de bienestar español es una síntesis entre el modelo organizacional falangista, un modelo de seguro social asistencial, y los referentes de derecho universal a la salud cuyos ejemplos más comúnmente manejados fueron el National Health Service beveridgeano británico (pero no los modelos holandés o escandinavos), con elementos del modelo cubano de salud, todo ello bajo la advocación de los términos que proponía en 1978 la conferencia de Alma-Ata de la OMS. Los chuscos hablaban del “modelo anglo-cubano”, quizás sea mejor llamarlo “anglo-cubano-falangista”.
18 En un período con inflaciones de dos cifras, con continuas reconversiones industriales y con cifras de paro entre el 10 y el 25 % de la población activa. 19 Aún al contrario, el Estado autonómico dio lugar a concepciones de las políticas públicas sanitarias: el “modelo catalán”, el “vasco” o el “andaluz” que corresponden mucho más a concepciones de “Estado” que adaptaciones al hecho diferencial puramente cultural.
LA EXPERIENCIA DE MONTÁNCHEZ COMO GÉRMEN DE LA REFORMA DE LA ATENCIÓN PRIMARIA EN ESPAÑA Angélica Fajardo Alcántara Médica de familia, Centro de salud “Laín Entralgo” Alcorcón, Madrid
Mi exposición trata del trabajo que el equipo de Montánchez realizó desde marzo de 1977 a febrero de 1979 en este pequeño pueblo cacereño. Montánchez fue una referencia obligada de la literatura médica sobre atención primaria a través de un artículo aparecido en Jano en 1979 1. Comenzaré explicando cuáles fueron sus métodos de trabajo y la orientación que les inspiró. Analizaré después las posibles influencias en la generación de sus ideas y el alcance del contexto político y social en un doble sentido: el papel que desempeñó éste en su forma de trabajar y el modo en que la trayectoria del grupo reflejó las relaciones de poder de la sociedad española. Finalmente mencionaré su proyección sobre la reforma sanitaria más allá del citado artículo. Para esta investigación he empleado una entrevista realizada a dos de sus artífices, José M.a Carro y Pilar Blanco (Madrid, 22 de abril de 1999) y el estudio de la intensa correspondencia que mantuvieron en aquella época y que ellos mismos me proporcionaron.
Principios sobre los que basaron su trabajo En marzo de 1977, antes de que se creara la especialidad de medicina de familia, antes de la omnipresente conferencia de Alma-Ata, un gru1 BLANCO PRIETO, P.; RODERO GARCÍA, F.; CARRO RAMOS, J. M.a; VÁZQUEZ GONZÁLEZ, J.; LÓPEZ ALIJO, T., y FERNÁNDEZ, C. (1979), “Experiencia sanitaria de Montánchez”, Jano, 33-46.
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po de cuatro médicos jóvenes decidieron ejercer en el pequeño pueblo cacereño de Montánchez, a los que posteriormente se les sumó un quinto y una bióloga, y ocasionalmente un psicólogo. Se hacían llamar Equipo sanitario de Montánchez o Equipo Extremeño para el estudio de la Salud. La experiencia tuvo un marcado carácter voluntarista pues sólo obtuvo la plaza uno de los miembros del grupo, José Carro Ramos, que compartió sus tareas y su sueldo con los demás. Quiero destacar la naturaleza innovadora de la organización del trabajo en equipo que sólo se había introducido recientemente en el medio hospitalario. Introdujeron el uso de historias clínicas, delimitaron la demanda, crearon una consulta administrativa, aumentaron el tiempo de consulta, disminuyeron el gasto farmacéutico, redujeron las bajas laborales, derivaciones e ingresos hospitalarios, incrementaron las vacunaciones, y desarrollaron actividades de protección maternoinfantil y planificación familiar. Crearon lo que llamaron “consultas comunitarias”, que dedicaban a grupos de pacientes de enfermedades de alta prevalencia (hipertensión, diabetes, bronquitis crónica...). Estas herramientas de trabajo eran igualmente novedosas y las que unos años más adelante conformarían el cuerpo doctrinal de la especialidad de medicina de familia 2. Instalaron un aparato de Rayos X, montaron un laboratorio, adquirieron un electrocardiógrafo, un oscilómetro, “y cuantos medios técnicos consideraron necesarios para proporcionar una digna asistencia (...) acabando así con la discriminación existente (...) entre el asegurado urbano y rural” 3. Desarrollaron una intensa labor de educación sanitaria en la que implicaron a médicos de pueblos vecinos. Partían del convencimiento de que la salud era cosa de todos, vecinos y sanitarios, y del protagonismo que debía desempeñar la prevención. Dieron charlas sobre la influencia de la alimentación, la vivienda, o el desempleo en el enfermar, así como la necesidad de detección precoz de enfermedades prevalentes, y sobre educación sexual y planificación familiar 4.
BLANCO PRIETO; RODERO GARCÍA; CARRO RAMOS; VÁZQUEZ GONZÁLEZ; LÓPEZ ALIJO, y FERNÁNDEZ (1979), p. 1. 3 Borrador para la colaboración en un periódico, inmediatamente posterior al cese. 4 Carta de la comisión de sanidad al obispo invitándole a la clausura de las jornadas junto con el gobernador civil y jefe provincial de sanidad, 20 de enero de 1978. 2
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El grupo a través del médico titular reclamó mejoras en las condiciones higiénicas de los establecimientos públicos y del basurero municipal 5, entre otros, y llegó a denunciar al alcalde por presunto delito contra la salud pública, por su negativa a clorar el agua 6. Promovieron la creación de una asociación de vecinos, la Comisión de Sanidad, que surgió de una reunión celebrada en octubre de 1977. Se consiguió, en palabras de los propios autores, “despertar una conciencia colectiva de necesidad de transformar un conjunto de condiciones que estaban afectando a su salud” 7. Y ese despertar se tradujo en reivindicaciones a las autoridades municipales. En ella se planteó la necesidad de un centro sanitario comarcal, un gimnasio de rehabilitación, programas de educación sanitaria, un local médico, otro para los ancianos, mejora de las carreteras... La comisión de sanidad se llevaba regularmente a los periódicos locales 8 y tenía una foro respetable (40 personas, y con oca-
En una carta de J. Carro a la delegación territorial del Ministerio de Sanidad se informa de los resultados de la inspección efectuada a los establecimientos públicos, 18 de julio de 1978. Las denuncias sobre la situación del basurero municipal fueron muy reiterativas: Carta de J. Carro dirigida a la dirección de salud de Cáceres, y al alcalde accidental denunciando la cercanía del basurero municipal y la presencia de cerdos y perros, 4 de agosto de 1978. 6 Informes sobre el análisis de agua de la Jefatura Provincial de Cáceres: 9 de mayo de 1977; 10 de junio de 1977; 26 de diciembre de 1977; 12 de diciembre de 1977; 28 de diciembre de 1977; 24 de abril de 1978; 31 de julio de 1978; 8 de octubre de 1978, y 30 de diciembre de 1978, todos ellos informan de la existencia de coliformes y de la ausencia de cloro; Carta dirigida al alcalde, D. Felipe Gómez, 15 de abril de 1978, en la que se denuncia el alto número de gastroenteritis atendidas por esta circunstancia que obligaron en algunos casos a la hospitalización por deshidratación; Ibidem, 29 de abril de 1978, en ella se dice expresamente que previamente a toda esta prolífica correspondencia estas solicitudes se hicieron verbalmente en repetidas ocasiones; Carta de J. Carro a la dirección de salud de Cáceres informando del alarmante ascenso de gastroenteritis y de la desidia del alcalde, 26 de julio de 1978; Carta de J. Carro dirigida a la dirección de salud de Cáceres, 4 de agosto de 1978; Carta dirigida al alcalde accidental Guillermo Lozano, 17 de agosto de 1978; Carta del delegado de sanidad dirigida los alcaldes, jefes locales de sanidad y farmacéuticos titulares, 31 de agosto de 1978, instándoles a tomar las medidas necesarias para mejorar la calidad del agua ante el incremento de procesos diarreicos; El 29 de enero de 1979 Carro informa al delegado territorial del Ministerio de Sanidad de Cáceres de la denuncia interpuesta en el Juzgado por el estado del agua y el 2 de febrero de 1979 le envía un largo inventario de personas afectadas por la falta de agua potable. 7 BLANCO PRIETO; RODERO GARCÍA; CARRO RAMOS; VÁZQUEZ GONZÁLEZ; LÓPEZ ALIJO, y FERNÁNDEZ (1979), p. 1. 8 Entrevista a Pilar Blanco Prieto y José M.a Carro Ramos, Madrid, 22 de abril de 1999. 5
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sión de solicitar el centro de salud comarcal, 1000) 9. Otros puntos de la provincia que reprodujeron el modelo 10. Pero el asunto tratado por la Comisión que tuvo más repercusión fue el del Hogar de los ancianos. Los ancianos se rebelaron porque el local que le están habilitando sin consultarles estaba en los pisos más altos. Entonces comenzaron una campaña de recogida de firmas: “No queremos subir escaleras”, era el eslogan 11. Esta insurrección precipitó la expulsión del equipo de salud. Génesis de sus ideas Como explican en un borrador de una colaboración destinada a ser publicada, “el grupo surgió del intento de unos profesionales para favorecer la promoción social, entendida globalmente de una comarca rural”. La intuición, la necesidad, la lógica natural y el deseo de justicia social aparecen frecuentemente en las fuentes empleadas como motores espontáneos de este proyecto que se iba dibujando con el tiempo. Efectivamente, llama la atención la ausencia de modelos explicativos de la orientación y organización de su trabajo. Tanto más cuando al estudiar el contexto en que éste se produjo encontramos otras experiencias contemporáneas en el marco de la salud pública y de la atención primaria en España con las que guarda una sorprendente similitud. Sorprendente, repito por la falta de flujo entre ellas en sus comienzos. Me refiero al centro de salud de Tirajana (1976-1979) 12 o al Plan de Salud de Vizcaya (1976-1979) 13, en los que se reprodujeron patrones similares en la organización del trabajo o la orientación social. Los contactos entre sus protagonistas sólo fueron posteriores a la expulsión del equipo de Montánchez y como veremos muy fructíferos. En ellos, a diferencia de Montánchez la presencia latinoamericana fue muy importante. 9 “El Hospital de Montánchez”, Hoy, 10 de diciembre de 1977. “Que se construya el centro comarcal de sanidad”, Hoy, 29 de abril de 1978. “Montánchez: Nueva reunión de la comisión para la salud”, Hoy, 3 de mayo de 1978. 10 Entrevista a Pilar Blanco Prieto y José M.a Carro Ramos, Madrid, 22 de abril de 1999. 11 Colección privada de Pilar Blanco Prieto y José M.a Carro Ramos. 12 O’SANAHAN, J. (1979). “Un centro de salud para el desarrollo. Tirajana 1976-1979”, Revista De Sanidad e Higiene Pública, 53, 1595-1630. 13 Circulares Informativas del colegio médico de Vizcaya de abril 1977, noviembre 1977, diciembre 1977 y junio 1978.
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Durante la década de los setenta se afianza el paradigma de la prevención y las causas sociales de enfermedad. El abanderamiento de esta tendencia por organismos internacionales como la OMS, desempeñó un importante papel. Posiblemente, la llegada de profesionales exiliados de Latinoamérica contribuyó también en alguna medida. Pero la situación política española de apertura democrática amplificó la receptividad de la sociedad a las tesis salubristas que abogaban por la prevención, la promoción de la salud, y la participación ciudadana. Algunos foros de debate y la unanimidad de las críticas al sistema sanitario vigente entonces, a través de libros de enorme difusión, crearon un clima de opinión favorable a los cambios en la atención a la salud. Estas propuestas transcendían, como en la más clásica tradición historiográfica de la medicina social, la esfera sanitaria, para abarcar la social y la política. Sin negar la originalidad de la experiencia de Montánchez, ésta, como sus contemporáneas, fueron fiel reflejo del clima de revolución social y política que vivía nuestro país en la década de los setenta. La ausencia de una red formal de comunicación entre ellas que justifique su similitud, permiten sospechar una sintonía invisible, sólo posible en un contexto histórico de entusiasmo y motivación por las transformaciones sociales. Esta interpretación es la única que aceptaban los entrevistados como fuerza inspiradora de su trabajo. Esta lectura permite así mismo comprender la adquisición novedosa de las estrategias de trabajo mencionadas en el apartado anterior. El trabajo en un equipo multidisciplinario traduciría la incorporación de elementos democráticos en el monopolio médico de la atención pues, en palabras del propio grupo, “debíamos romper el esquema habitual y caducado de la salud en manos de los médicos” 14. Una lectura parecida podemos hacer de la educación sanitaria o la participación ciudadana en sus problemas de salud.
La experiencia de Montánchez como escenario político
La experiencia de Montánchez ofrece un magnífico escenario donde se recogen con gran plasticidad las relaciones de poder vigentes en la
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Borrador para la colaboración en un periódico, inmediatamente posterior al cese.
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España del momento. La actitud permanentemente reivindicativa del equipo despertó la desconfianza de los sectores más conservadores, lo que condujo al desenlace que a continuación veremos. Ya desde el principio su forma de trabajo no gustó a las autoridades locales, quienes ni siquiera pusieron a disposición un local que sirviera como consultorio, cuya financiación, como la de parte del material, corrió a cargo de los profesionales y algunos vecinos. En una carta firmada por el grupo sin fecha con motivo del cese, los profesionales afirmaban que las autoridades municipales “no podían tolerar que en la consulta se atendiera igual a pobres que a ricos, y que estos no tuvieran un paso preferente” 15. Los entrevistados reconocían que a las autoridades “les sentaba mal que reunieran a la gente y que cualquier cambio era rechazado por ellos, porque lo veían como un atentado contra la situación que se había establecido” 16. La falta de apoyo de las autoridades municipales se materializó en amenazas reiteradas del cese del titular. Aprovechando la ilegalidad del reparto de la asistencia médica emitieron bandos invitando a los ciudadanos que no fueran atendidos por éste, a denunciar el caso 17. En un periódico local el médico titular lamentaba que se intentase “politizar” la actuación sanitaria en la villa, atribuyendo a los médicos el ser “comunistas” para desautorizar la promoción de la salud que se estaba realizando” 18. El 6/3/1979 se cesó al médico titular sin explicación alguna 19. Además de la incomodidad que producía el grupo en el pueblo, no fue quizá ajeno el hecho de que Carro figurase como el núm. 2 de la candidatura del PSOE. Tampoco fue ajeno el asunto del hogar de los ancianos 20, ya descrito, ni la enemistad que Carro se ganó del delegado provincial por las críticas a la creación del mapa sanitario de la provincia, tan alejado de la profunda reforma que la sanidad necesitaba y de la orientación de Alma-Ata 21.
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Carta firmada por el grupo sin fecha con motivo del cese. Entrevista a Pilar Blanco Prieto y José M.a Carro Ramos, Madrid, 22 de abril de 1999. Bando municipal, Montánchez de 31 de enero de 1979. Hoy, 29 de enero de 1978. Carta del delegado territorial de Cáceres a José M.a Carro Ramos, 5 de febrero de 1979. Carta firmada por el grupo sin fecha con motivo del cese. Carta de la junta comarcal firmada por J. Carro con fecha del 13 de diciembre de 1978.
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La movilización del pueblo en contra de la decisión municipal fue ejemplar. El grupo recogió 700 firmas pidiendo la continuidad del médico titular 22 y llevaron sus protestas al entonces consejero de Sanidad, Juan Carlos Rodríguez Ibarra 23 y al diario El País.
Proyección del grupo Los de Montánchez compatibilizaron su trabajo en el pueblo con una febril actividad divulgativa a través de los medios locales de comunicación y una intensa labor docente e investigadora, participando en congresos y mesas redondas 24. Pero el conocimiento del grupo más allá de las fronteras de la sierra extremeña, tuvo lugar precisamente a raíz de su expulsión con la publicación de unos artículos sobre su experiencia en Jano, Cambio 16, y Ajoblanco, que tuvieron bastante difusión. A partir de entonces los de Montánchez mantuvieron una prolífica correspondencia con interesados en su experiencia. De estos contactos quiero destacar dos: la fértil relación con algunos residentes de las primeras promociones de medicina de familia, asistiendo a sus asambleas y atendiendo consultas sobre el embrionario programa de la especialidad 25. Y la colaboración que surgió con algunos protagonistas del Plan de Salud de Vizcaya, que se materializó años más tarde, cuando José M.a Carro Ramos fue llamado al Ministerio para la puesta en marcha de la Reforma Sanitaria 26.
Conclusiones — En Montánchez un grupo de personas desarrollaron una experiencia que condensaba los principios fundamentales de la medicina de Carta firmada por el grupo sin fecha con motivo del cese. Carta del Equipo extremeño para el estudio de la salud, dirigida a J. C. Rodríguez Ibarra. 24 Colección privada de Pilar Blanco y José M.a Carro. 25 Carta de Pedro Miguel Martín de la Concha, residente de la especialidad del hospital Virgen del Rocío de Sevilla, 25 de enero de 1980, en la que se adjunta una propuesta hecha a la comisión nacional de medicina familiar y comunitaria del ministerio. Carta de Pedro Miguel Martín de la Concha, médico de familia de Sevilla, sin fecha. 26 Entrevista a Pilar Blanco Prieto y José M.a Carro Ramos, Madrid, 22 de abril de 1999. 22 23
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familia y la reforma de la atención primaria de salud, años antes de su puesta en marcha. Su repercusión no se limita a la cita bibliográfica de Jano. Otros vehículos de propagación contribuyeron a su proyección. — Esta experiencia es contemporánea a otras nacionales de similares características sin que mediara flujo de información alguno en el momento de su desarrollo. Sólo el contexto político y social puede explicar la emergencia simultánea de estos focos aisladamente que después convergieron para construir un modelo de atención.
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CURIOSIDAD ILUSTRADA: LAS CARTAS EDIFICANTES (1702-1776) COMO TESTIMONIO DEL ROL DE LA MEDICINA EN LA “POLÍTICA DE ADAPTACIÓN” DE LA MISIÓN JESUITA FRANCESA EN CHINA * Beatriz Puente Ballesteros Dep. H.a de la Ciencia, Historia de la Medicina, UCM, Investigadora visitante en el Instituto de Historia Natural de Beijing (Academia de las Ciencias de China) A los que supieron esperar: Carmela, Antonio, Catherine, Luis, Tian Miao, John, Gustavo, Teresa y Javier (...) Hace por lo menos un año que el padre Fraperie, al que el Emperador tiene en gran estima por su habilidad en la medicina y la cirugía, tuvo la suerte de bautizar a un nieto de este gran príncipe y que fuera al cielo, porque murió dos días después a la edad de tres o cuatro años.... Fouquet 1
Introducción En 1688 la Misión jesuita francesa llega a Beijing en una misión que Luis XIV definió como de “Ciencia, Dios y Francia” 2. La labor científica * Este artículo ha sido desarrollado durante mi estancia en Beijing gracias a la concesión de una beca por la Fundación ICO, Programa Asia-Pacifico (2005-2006). 1 QUERBEUF, Y. M. (1780-3), Lettres édifiàntes et curieuses écrites des missions étrangeres, Paris, J. G. Mérigot le Jeune, 17, p. 57. 2 En 1688 llegaron a China seis jesuitas franceses bajo el título de “Matemáticos del rey”. Dos de ellos, Jean François Gerbillon (1654-1730) y Joachim Bouvet (1656-1707) se convirtieron en profesores del emperador Kang Xi (1662-1723). En 1693 Jean de Fontaney (16431710) y Claude de Visdelou (1652-1737) llegaron a la corte donde trataron al emperador de unas fiebres que padecía con quinina. Este hecho unido al anterior acrecentó la reputación de los jesui-
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sería desarrollada en estrecha colaboración con la Academie des Sciences. La medicina va a aparecer como una de las curiosidades que los savants querían conocer de aquel país “distante y distinto”. Las Cartas Edificantes se convierten en uno de los pinceles que la Compañía utilizó para hacer llegar toda aquella información a Europa 3.
Las Cartas Edificantes como respuesta a la curiosidad de los savants Las Cartas Edificantes, comienzan a editarse en 1702, quince años después de la llegada de la misión jesuita a China 4. El éxito obtenido llevó a un ritmo de publicación aproximado de un volumen por año, no viéndose interrumpida la misma por la supresión de la Compañía en 1766 y en Francia con anterioridad en 1733. Los dos últimos volúmenes aparecen en 1776. De esta manera, las Cartas Edificantes se constituyen durante casi un siglo como una fuente histórica 5. Entre los contenidos tas a los ojos del emperador que no dudó en enviar de a Bouvet a Francia en 1693 para reclutar a más misioneros científicos. Es en este primer viaje del Amphitrite (1698-1700) cuando los anteriores junto con otros doce jesuitas franceses se establecen en la corte de Kang Xi. STANDAERT, N. (2002), Handbook of Christianity in China, Leiden, Brill, p. 314. 3 La mirada conjunta a la relación de los jesuitas, Luis XIV y la Académie des Sciences aparece desarrollada en JAMI, C. (1995), From Louis XIV’s Court to Kangxi’s Court: An Institutional analysis of French Jesuit Mission to China (1688-1722) y HAN QI (1995), “The role of the French Jesuits in China and the Académie Royale des Sciences in the development of the Seventeenth and Eighteenth-Centuries European Science”, en HASHIMOTO, K.; JAMI, C., y SKAR, L. (comp.), East Asian Science: Tradition and Beyond. Papers from the Seventh International Conference on the History of Science in East Asia, Kyoto 2-7 August 1993, Leiden, Brill, pp. 489501. Investigadores chinos también han contribuído al estudio de la Misión jesuita francesa en Palacio destacando el papel de la medicina en la aproximación de los jesuitas a Kangxi Kangxi y los jesuitas franceses de su entorno 3 . , 1994 , 4 Para la enumeración de las distintas ediciones de las Cartas Edificante se ha empleado la siguiente bibliografía: JUN LI, J. (1990), Lettres édifiantes et curieuses de Chine: De l’édification à la propagande, Harvard University, Thesis, p. 6 y VISSIÈRE, I. et J. L. (2001), Léttres édifiantes et curieuses des jésuites de Chine 1702-1776, Paris, Desjonquères, pp. 25-26. STANDAERT, N. (2002), pp. 168-169. 5 Las Cartas Edificantes van a encontrar su difusión científica en Francia y resto de Europa a través del Journal de Savans y de Mémoires de Trévoux. La primera, editada por la Académie des Sciences, se erigió como la voz de lo “científico” en la Francia de la época. El Journal, defensor de la “nueva ciencia” basada en supuestos cartesianos, proyectará una desaparición progresiva de los contenidos provenientes de médicos y cirujanos que no ajustándose a estos parámetros,
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que facilitan, hay que destacar las cartas de temática médica por lo elevado de su número. Las Cartas Edificantes supusieron un núcleo de información de China en Europa que alimentaba la “curiosidad” de los savants, o como los define Mungello, protosinólogos franceses, quiénes ya comenzasen su tradición con la China Illustrata de Athanasius Kircher. Esta curiosidad satisfecha, por otro lado, permitió la permanencia de la Misión jesuita en China 6. Los savants en 1684 dirigieron una larga lista de preguntas a los jesuitas que incluía 7: — Cual era el estado de las ciencias en China: matemáticas, astrología, filosofía, música, medicina, y toma del pulso. — Sobre el té, el ruibarbo y otras drogas y plantas curiosas — Si en China se utilizaba tabaco — Qué comían y bebían, si tenían pan, vino, mills, pavos, pigmeos... Las cartas enviadas por la misión jesuita, fueron dando respuesta a cada una de estas cuestiones, de manera que las mismas, se convirtieron en el vehículo que los jesuitas emplearon para la construcción de la imagen de China; al mismo tiempo que perfilaban la suya propia.
eran considerados como “pensamiento fantástico” enfrentándolo de esta manera al “pensamiento científico”. Las Mémoires de Trévoux era una publicación jesuita editada entre 1701-1767 y se convertiría en la voz alternativa a la anterior. ROGER, J. (1993), Les Sciences de la vie dans la pensée français au XVIIIe siècle, Paris, Albin Michel, pp. 179-82. 6 Para los savants del XVII, China representaba una incógnita que pedía una investigación detallada. De esta manera, la “curiosidad” construyó un puente de encuentro entre las propuestas culturales-científicas exportadas por los jesuitas y los protosinólogos europeos. MUNGELLO, D. E. (1989), Curious Land. Jesuits accommodation and the origins of sinology, Honolulu, University of Hawaii Press, p. 14 7 Con anterioridad a su partida, los “Matemáticos del Rey” visitaron en la Académie, no sólo al reputado astrónomo Cassini, sino también a Denis Dodart, especialista en Historia Natural, quienes les explicarían lo que esperaban que les enviasen en términos de información. La medicina aparecería como una de las temáticas. En este sentido, los savants en 1684 dirigieron a Philip Couplet una larga lista de preguntas que los Matemáticos del Rey” llevaron consigo a China. PINOT, V (1932), Documents inedits relatifs à la connaissance de la Chine en France de 16851740, Paris, Paul Geuthner, p. 7.
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Ciencia y conversión: La medicina y la “política de adaptación” en China La política de adaptación se describe como el uso de medios pacíficos para cristianizar a los nativos cuya esencia era el aprendizaje de la lengua indígena, aspecto que se acompañaba del conocimiento y adaptación a la cultura local. La posterior introducción de conocimientos científicos occidentales actuaría como agente legitimador de esta “política de adaptación” desde el reconocimiento de la validez científica de la civilización cristiana, que en último término, atraería al citado proceso de cristianización. Esta política era planteada en la idea de convertir “de las elites a las bases”, es decir, la conversión de los letrados y del emperador acarrearía consecuentemente la conversión del resto de la población aumentado la efectividad de la limitada misión jesuita en China 8. La política de adaptación es la respuesta de los jesuitas al imperativo cultural chino, a partir del cual el diálogo científico-religioso de los jesuitas, debía hacerse en lengua nativa y los contenidos transmitidos por los mismos tuvieron que encontrar un esquema previo científico-cultural presente en China como manera de “asegurar” que su entrada era posible. Este aspecto respondería a la máxima china Xi Xue Zhong Yuan , es decir, tan solo se prestaría atención a aquel conocimiento venido de Occi-
8 Los escasos éxitos obtenidos en Oriente a través del proceso de “portugalización”, mediante el que se pretendía imponer la cultura original a la nativa como primer eslabón hacia la evangelización, conllevan un proceso de inculturación a partir del cual desde la observancia de lo autóctono se procede a una adaptación de la doctrina cristiana. Esta política de adaptación comenzaría por la forma en la que los jesuitas plantearon la difusión del cristianismo en China. Los preceptos cristianos fueron adaptados a las máximas confucianas como manera de hacer más “familiar” la religión jesuita. Este hecho, determinante para la entrada del cristianismo en China, comenzaría dos siglos atrás de mano de San Francisco Javier que enunciaría esta política de adaptación, Valignano que la redactaría y de Mateo Ricci que la dotó de contenidos. Este hecho que en principio fue aceptado por la curia romana fue abocado a un proceso de rechazo progresivo en la denominada “controversia de los ritos ” ZHANG, Q. (1996), Cultural Accommodation or intelectual colonization? A reinterpretation of the jesuit approach to Confucianism during the late Sixteenth and Early Seventeenth Centuries, Thesis, London, Harvard University, pp. 1112. MUNGELLO, D. E. (ed.) (1994), The Chinese Rites of Controversy. Its History and Meaning. San Francisco, Steyler Verlag-Nettetal, p. 40. ST. CLAIR SEGURADO, E. M. (2000), Dios y Belial en un mismo altar. Los ritos chinos y malabares en la extinción de la Compañía de Jesús, Alicante, Universidad de Alicante, pp. 17-24.
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dente, del cual encontrarán un patrón anterior en la cultura china. De esta manera se daría por cierto el origen chino del mismo 9. La medicina va a desempeñar un papel en el marco de esta política de adaptación. En primer lugar participa de la acción legitimadora de las ciencias a través de su cuerpo de conocimiento médico que contribuiría al conjunto del conocimiento científico importado; en segundo lugar se convierte en una “política de adaptación” per se en la que los jesuitas adaptan el conjunto de practicas médicas traídas de Occidente a la idiosincrasia médica local. De esta manera se abre el abanico de conversiones, que por un lado responde a la máxima jesuita citada de conversión “de las elites a las bases”, pero por otro lado incide directamente en las bases a través del encuentro con toda aquella medicina popular 10. Las Cartas Edificantes aparecen como testimonio del rol de la medicina en esta política de adaptación participando de la legitimación por las ciencias. Ésta aparece reflejada a través de la figura de Kang Xi 11, que como beneficiario de los remedios de los jesuitas posibilitaría la permanen9 Durante el siglo XVIII cobró fuerza en China la corriente de pensamiento que enunciaba que la ciencia importada por los jesuitas tenia su origen en los clásicos chinos. Esta idea, promovida en principio por los letrados Ming, seria desarrollada por la figura de Mei Wending, el cual busco el relacionar la ciencia occidental con la ciencia china clásica de Shujing (Libro de los Clásicos) Kangxi promovió que aquel continuara en el desarrollo de esta tesis. De esta manera, los letrados Ming y el monarca manchú encuentran un punto de encuentro en su mirada a la ciencia Occidental. STANDAERT, N. (2001), p. 702. 10 Dong Shaoxin en su tesis acerca de la practica de la medicina por los misioneros en China, refiere el que la medicina se convirtió en un agente legitimador del jesuita en China en época de persecuciones. Todos aquellos jesuitas que supieran medicina podrían permanecer en la provincia china, el resto serian expulsados. . . (Los misioneros y el ejercicio de la medicina en China, Tesis , 2002 , pp. 87-88. 11 La sensibilidad que Kangxi demostró hacia la ciencia occidental, tuvo también su reflejo en la medicina. Este expresaría una especial inquietud por conocer la anatomía y la fitoterapia que importaron los jesuitas como aparece en los contenidos de las Cartas Edificantes. Este hecho se corrobora a través de la representación de la sensibilidad médica de este en la obra. “Los informes escritos en manchú durante el reinado de Kang Xi con las correcciones en bermellón”. En ellos Kangxi se pronuncia como medico recetando a los oficiales, corrigiendo a los propios médicos de Palacio y maldiciendo a aquellos médicos cuya terapéutica considera no ha sido la apropiada “ ”, : , 1996 . Por otro lado, son muchos los investigadores chinos que se preocupan del especifico encuentro de la misión jesuita francesa en la corte de Kangxi, destacando el interés que este mostró por la medicina como una de los determinantes de la permanencia de los jesuitas en Palacio : “ ” (Estudios acerca de los casos médicos en Palacio durante la Dinastía Qing) : , 1990 . :“ ” (las actividades médicas occidentales en la corte de Kangxi) “ ” 2004 1 .
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cia en Palacio de los mismos concediéndoles un espacio físico en la corte 12. Este hecho se ve rubricado con el acta que el Emperador les dedica a los jesuitas y que les consagra desde la ciencia, pero también como hacedores de fe: “(El Emperador dice) Estoy tan convencido de vuestra rectitud y buena fe que digo en voz alta que es necesario fiarse de vosotros y creeros. (D’ Entrecolles refiere) Él seguidamente habla de la manera en que su salud se reestableció por el cuidado de los europeos”. “Estas palabras expresadas por el Emperador en un acto público, ¿no parece que otorgan un lugar esperanza de su conversión? Podría ser que me adule con una vana esperanza” 13.
La medicina como política de adaptación per se: los itinerarios terapéuticos y la caridad en China Las Cartas Edificantes se erigen como testimonio del rol que la medicina desarrolla como política de adaptación per se. En este sentido dos temáticas son especialmente significativas por el número de cartas que las describen: los itinerarios terapéuticos en función de la eficacia y la caridad. Ambos representan dos esquemas de medicina preexistentes en China.
Itinerarios terapéuticos En China la vida y la muerte aparecen íntimamente relacionadas con cuatro factores: cuerpo físico, agentes cósmicos, demonología y ley del karma 14. Este hecho pone de manifiesto el que en la consideración de la Este hecho lo describe Fontaney en una de sus cartas. QUERBEUF, (1780-1783), 17, p. 307. QUERBEUF, Y. M. (1780-1783), 18, p. 92 14 Acerca de la doble consideración cuerpo-alma en la fisiología china y su remoto origen en los textos de Huang Di Nei Ping, la autora de la tesis doctoral, refiere cómo este doble componente era representado en cada una de sus facetas y no como una unidad en la enfermedad. LIU CHIU, M (1986), Mind, Body and illness in chinese medical tradition, Thesis, Harvard University. Véase también HARPER, D. (2001), Iatromancy, diagnosis, and prognosis in Early Chinese medicine. En HSU, E., Innovations in Chinese Medicine, Cambridge, Cambridge University Press, pp. 99-121. 12 13
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salud y la enfermedad, aparezca una doble causalidad, con un componente físico, pero también con un componente espiritual. A lo largo de la historia de China ha existido un proceso de racionalización progresiva que buscaba responder a las cuestiones planteadas por la fisiología de la enfermedad; esta búsqueda, precisamente por el componente global de la consideración de enfermedad, aparece relacionada con un conjunto de terapeutas chinos: taoístas, teóricos Yin-Yang y adivinadores de horóscopos que se constituyeron como elementos integrantes de la práctica ortodoxa de la medicina. De esta manera las prácticas que ante los ojos de Occidente podrían ser consideradas heterodoxas, la cultura china las reivindica como propias y efectivas, fruto de teorías protocientíficas, de años de práctica empírica, y una rica acumulación de creencias religiosas que dibujaron una realidad médica multifacética como intento de reaccionar ante la enfermedad. La profesionalización progresiva 15 de la medicina que se consuma con la D. Ming en el siglo XVII, no va a encontrar su reflejo en la población general la cual sigue valorando al amplio espectro de terapeutas en función de la efectividad 16. 15 La profesionalización de la medicina en China fue un proceso por el que se pretendía diferenciar la actividad de los médicos confucianos del resto de practicantes, y especialmente de una tradición médica que era denominada como los “médicos de tercera generación”. Éstos, con antecedentes familiares de médicos, contaban con un gran respeto en la población? que les observaba como máximo exponente de piedad filial en el sentido de benevolencia confuciana . Una máxima confuciana rezaba: “Uno no debería dejarse tratar si no es por un médico que provenga de tres generaciones de médicos”. YUAN-LING, Ch. (2000), “The ideal Physician in Late Imperial China: The question of Sanshi”, East Asian science, Technology and Medecine, 17, pp. 68-70. Sin embargo, el hablar de una profesionalización de la medicina en China es relativo en cuanto a la no existencia de una profesión médica en el sentido, en el que se entiende actualmente el término. En este sentido el prof. Cullen sustituye la denominación de “profesional médico” por el de “literate healers” (sanadores formados). CULLEN, C. (1993), “Patients and healers in Late Imperial China: Evidence from the Jinpingmei”, History of Science, 31 (92), pp. 102-103. Este aspecto es representativo de la progresiva asimilación de aspectos de la medicina considerados como heterodoxos, por el cuerpo científico ortodoxo. UNSCHULD, P. U. (1985), Medicine in China, Berkeley, University of California Press, p. 195. En el mismo capítulo véase un desarrollo de la influencia que la demonología tuvo en la medicina china y del número tan importante de pacientes que a ella recurrían. UNSCHULD, P. U. (1985), pp. 215-228. 16 La ausencia de regulación estatal en lo concerniente a la terapéutica delegaba en los pacientes la responsabilidad de elegir entre el amplio abanico de posibilidades terapéuticas que hemos descrito. La premisa fundamental sería la reputación del médico la cual era consecuencia directa de su efectividad. YUAN-LING, Ch. (2000), p. 89. En los anteriormente citados anales de Kangxi, aparece como participante de este pluralismo medico a través de la consulta terapeútica conjunta a distintos tipos de médicos. Por ejemplo, en el caso de la enfermedad de su abuela, llamó a Palacio a un médico chino, a un lama y a un médico occidental “ ”, 1996 p. 744.
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De esta manera, los jesuitas, conscientes de la diversidad terapéutica existente en China, desarrollaron un pluralismo médico del que las Cartas Edificantes son un claro testimonio. Los jesuitas participaban de estos itinerarios como médicos ortodoxos. D’Entrecolles describe: “Entre tanto, la enfermedad del Emperador, aumentaba cada día, le había producido un estado de debilidad por el que los médicos chinos no albergaban ninguna esperanza. Ellos habían desarrollado todas sus habilidades, así que decidieron recurrir a los europeos; habían oído decir que el padre Rhodes era un entendido en farmacia, y creían que podría aliviar al Emperador” 17.
Por otra parte, se significan en las cartas formando parte de rituales terapéuticos en los que a través del bautismo realizaban curaciones 18. Esta actuación como terapeutas del alma también se hacía extensible a los conversos. Chavagnac describe cómo una familia de no creyentes, atormentada por el demonio, después de haber intentado sin éxito ser ayudados por monjes taoístas, van a recurrir a los jesuitas: “Enseguida él sujeta el crucifijo, otro toma el agua bendita, y un tercero comienza a explicar el símbolo de los apóstoles. Después de la explicación le pide a los enfermos si creen todos los artículos de la fe cristiana, si ellos tenían esperanza en el poder de Dios y de Jesucristo crucificado; si estaban dispuestos a renunciar a todo aquello que podría desagradar al Dios Verdadero; si querían seguir sus mandamiento, vivir y morir en la práctica de su ley. Cuando respondieron que compartían estos sentimientos, él les realizó a todos el signo de la cruz y comenzó las oraciones junto con otros cristianos. El resto del día ninguno volvió a resentirse de su mal” 19.
QUERBEUF, Y. M. (1780-1783), 20, p. 419. Dong Shaoxin en la tesis anteriormente citada describe los distintos iconos de los que ha encontrado constancia que serían empleados por las órdenes religiosas en China formando pare de esta terapéutica por la fe. Entre ellas, el agua bendita, rosarios, la cruz, reliquias. De las anteriores, el autor destaca el “agua prodigiosa” elaborada a partir de las denominadas “recetas secretas” jesuitas en las que al agua bendecida se añadían sustancias curativas. En la farmacia del Hospital de San Polo en Macao se encuentran 37 de estas recetas (2002) , pp. 41-42. 19 QUERBEUF, Y. M. (1780-1783), 20, p. 419. 17 18
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La caridad Por otra parte, los jesuitas, ejercieron una labor específica a nivel popular a través de la caridad 20. Este aspecto desempeñó un importante papel durante epidemias y hambrunas. La caridad en China recordaba a un esquema propio previo de benevolencia confuciana y atención budista 21. Dos son los niveles en los que los jesuitas van a practicar la caridad, a nivel personal, en la actuación de cada jesuita como “médicos de caridad” 22; y, de forma organizada, en la colaboración con el desarrollo de hospitales. D´Entrecolles dibuja la labor de Rousset como “médico de caridad” de la siguiente manera: “El Padre Rousset cuenta con una gran reputación por su celo, habilidad y por el éxito de sus remedios, los cuales le han otorgado la denominación de por los que de Médico de Caridad: los infieles mismos no le conocen por su nombre, y la mayor parte se dirige a él bajo aquel nombre, ofreciéndole su total confianza” 23.
En lo referente a los hospitales, los jesuitas, sensibles a una realidad China como era el abandono de niños 24 en épocas de hambrunas, apoyan 20 Los jesuitas en 1641 reciben el permiso para practicar la medicina, pero sólo en aquellos lugares dónde no hubiera médicos disponibles. No podrían realizar intervenciones quirúrgicas y su trabajo debía centrarse en el ámbito de la caridad. JONES, C. (1993), “Charity before C. 1850”, en BYNUM, W. F., y PORTER, R., Companion Encyclopaedia of the History of Medicine, London, Rouledge, vol. 2, p. 1475. 21 Los cristianos conversos encuentra en la voluntad de Dios una manera de ejercer libremente el bien. Esta idea ya presente en el Budismo se relacionaba con la creencia de que hacer el bien conducía al mérito personal. El desarrollo del cristianismo en China se vería favorecido a través de la caridad, y más específicamente, a través de la organización de los mismos en fraternidades. Este aspecto heredero de las pius societies tenía como fin: alimentar al hambriento, atender al enfermo y enterrar los cuerpos abandonados. ZURHER, E. (1990), “The Jesuit Mission in Fujian in late Ming times: levels of response in Development and decline of Fukien Province in the 17 th and 18 th Centuries”, Sinica Leidensa, Leiden, E. J. Brill., 22, p. 442. 22 Diez fueron los jesuitas que recibieron en apelativo de médicos de la caridad, Gomes, Baudino, Bazin Rhodes (1645-1716), Frapperie (1664-1703), Etienne Rousset de Nevers (16891758), da Costa (1679-1749), Mattos (1725-1764), Jean Paramino (-1713) y Viera (1681-1761). VAN HEE, L. (1935), “Les anciens jésuites et la médecine en Chine”, Xaveriana, 12 (135), pp. 73-88. 23 QUERBEUF, Y. M. (1780-1783), 18, p. 344 24 Durante la D. Ming y Qing los esfuerzos estatales en pos de la caridad son suplementados por esfuerzos individuales de los habitantes. En 1630 un grupo de hombres de buena voluntad fundaron un orfanato, en el que amparaban a niños abandonados. Éstos daban una
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la participación de lo que ellos denominaban como “especies de hospitales” dónde se atiende a niños además de ancianos y enfermos. Los jesuitas, ayudados por los cristianos conversos, levantaron hospitales y orfanatos para los que los fondos partían de las propias comunidades cristianas chinas y de las ayudas que los jesuitas solicitaban a los aristócratas franceses. Premare describe en este sentido: “Entre las numerosas obras que serán necesarias y que ayudarían en gran medida al progreso del cristianismo, por el honor que estos suponen para la religión —y que muchos misioneros como yo que tenemos en el corazón—; sería que pudiéramos hacer en cinco o seis ciudades capitales, las más grandes provincias del imperio, una especie de hospitales para llevar a los niños abandonados de manera que podamos impedir que mueran y que sean separados de Dios para siempre” 25.
Conclusiones — La entrada de los jesuitas en China supone el desarrollo de toda una política de adaptación como respuesta al imperativo cultural chino, que lleva a las ciencias a la búsqueda de patrones preexistentes en China como única posible vía de entrada. — La medicina va a participar de esta política de adaptación por una doble vía: legitimación por las ciencias y adaptación per se. Este aspecto va a ser determinante por un lado, en la concesión del favor Imperial, desde la política de conversiones de las “elites a las bases”; y por otro lado, les va a permitir aumentar el abanico de receptores de fe, en la atención a través de la caridad, de los más bajos estratos sociales.
aportación mensual para el sostén de los mismos. Cada cuatro hombres se encargaban de un niño al que entregaban al cuidado de una mujer pobre durante tres anos. KING, G.(1990), “Christian Charity in seventeenth-century China”, Sino-Western cultural relations Journal, 12, pp. 16-17. Con la de Qing se continúa con esta función contando con el apoyo imperial y de las sociedades de benevolencia, grupos filantrópicos resultado de un incremento de la riqueza y estabilidad de parte de la población china. HANDLIN, J. (1987), “Benevolent Societies: The Reshaping of Charity during the Late Ming and Ealy Ch’ing”, Journal of Asian Studies, 46 (2), pp. 309-337. A las referencias anteriores sumar la obra monográfica acerca de la caridad en china, donde se desarrolla un estudio de la caridad durante las dinastías Ming y Qing. De esta obra cabe destacar el capitulo que concierne al abandono de niños y que corrobora las informaciones que los jesuitas enviaban a Europa para la descripción de esta realidad. :“ — ”, , 2001 , pp. 32-399. 25 QUERBEUF, Y. M. (1780-1783), 18, p. 344.
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— Las Cartas Edificantes, testimonio de primera mano de la actuación jesuita en China desde su labor informativa, pero también, en su inevitable papel como agente de propaganda, van a priorizar con las cartas de temática religiosa las de temática médica, destacando a la medicina, de entre el resto de ciencias, como una eficaz llave de entrada en el hermético “país del centro”.
MARCO LEGISLATIVO PARA LA PROPAGACIÓN DE LA VACUNA EN AMÉRICA (1800-1810) Susana María Ramírez Martín Dra. Historia de América, Universidad Carlos III
Introducción Liberar de viruela a los pueblos hispanos de Ultramar era un plan ambicioso en 1803. Si tenemos en cuenta que la vacuna se había descubierto en 1796 y sus primeras noticias se habían publicado en 1798, apenas habían pasado cinco años desde la publicación del descubrimiento, cuando se pone en marcha una de las expediciones más importantes financiadas por la monarquía española ilustrada. ¿Utopía? Los objetivos fueron muy generales. Primero, propagar la vacuna a la mayor cantidad de territorio posible. Segundo, instruir a los médicos y personas interesadas en la práctica de la vacuna. Tercero, crear “Juntas de Vacuna” que perpetúen el fluido en las capitales y principales ciudades de los territorios ultramarinos, con el fin de que se asegure la conservación del fluido vacuno activo con el paso del tiempo. Estos objetivos podían ser verificables si todo el aparato del Estado se ponía al servicio de la sociedad. Esta premisa aparentemente idealista es la que se utilizó para conseguir tan altos fines. El Estado supera y abarca a la sociedad y se caracteriza por la imposición coercitiva del derecho. El Estado de derecho puesto al servicio de la sociedad se convierte en un Estado social. A partir de este momento, el Estado no tiene como fin exclusivo la protección de los derechos individuales. Esta dinámica es la que se desencadena cuando la sociedad está en peligro. Ejemplo de ello son las epidemias de viruelas. Las epidemias de viruela en el territorio hispano son la cuestión sanitaria más grave con que se enfrenta la monarquía ilustrada a finales del si-
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glo XVIII. La viruela se manifiesta como una de las enfermedades más importantes. La salud es una preocupación para la Corona. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna se crea para propagar salud. Es una propuesta avanzada para su tiempo. La organización exige una financiación que permita el equipamiento en bienes y hombres, un derrotero que defina los medios de transporte que se van a utilizar y un cuerpo jurídico dotado del contenido, de los procedimientos y de las actitudes necesarias, que asegure el cumplimiento de lo dispuesto. Este aspecto es el protagonista de nuestro estudio.
Leyes para una expedición El derecho público es el conjunto de normas jurídicas que regulan las relaciones jurídicas entre los organismos del Estado y las relaciones jurídicas existentes entre los organismos del Estado con los ciudadanos. La ley es una norma dictada imperativamente por el poder legislativo y que es de cumplimiento ineludible. Siempre es una norma jurídica escrita que tiene como características propias la generalidad, la legalidad y la publicidad. Por generalidad entendemos que la ley es obligatoria para todos aquellos grupos del Estado a los que va dirigida. No se aplica a una persona individualizada, ni a una situación concreta, sino a todas las personas, todas las cosas y a todas las situaciones que se encuentren en el mismo supuesto previsto en esa norma jurídica. En consecuencia, la norma jurídica tiene una aplicación y una eficacia también general. Tanto la aplicación como la eficacia exigen una interpretación con objeto de conocer el sentido de la ley. Por legalidad entendemos que para que una ley sea válida ha de ser elaborada y ha de tener su origen en el poder legislativo del Estado, según el procedimiento legal establecido. Por publicidad entendemos que para que una ley sea válida tiene que ser conocida por todos los ciudadanos. En consecuencia, la legislación es un marco jurídico, en base a patrones de equidad y justicia, que sirve para encuadrar los comportamientos humanos y de las sociedades. El marco legislativo dota de normativa a un acto social del Estado. Esta normativa tiene como fin regular la conducta de los individuos para con los demás. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, como cualquier actividad creada por el Estado, generó una normativa asociada al hecho. Esta
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normativa era de carácter general, obligatorio, abstracta y estaba sancionada por la fuerza. Es de carácter general porque implicaba a todos los españoles, tanto peninsulares como ultramarinos de ambos hemisferios. Es de obligado cumplimiento. Es abstracta porque persigue un fin general y supremo como es la salud. Además el incumplimiento de la norma lleva asociado un castigo. La norma se puede y se debe imponer. Serán las justicias de cada territorio los encargados de velar por su cumplimiento. “Para asegurar el feliz éxito de las vacunaciones, y evitar en lo subcesivo las causas que han podido influir en el público alguna desconfianza, deberán todos los vacunados presentarse en la Casa de Vacunacion, para que los profesores comisionados los examinen y vean sus granos, para decidir si son de verdadera vacuna ; pero si no lo fuere por alguna de las muchas causas que pueden ocurrir, ó no hubiere prendido la inxercion, se les prevendrá la necesidad de repetir la operación si quieren ponerse á cubierto y gozar de sus benéficos y saludables efectos ; lo que se anotará en el libro general de vacunados. Y respecto á que esta sola inspeccion de los profesores decide el resultado de la operación, obligará el Corregidor á presentarse á los que se vacunaren, quando, por su propio bien, no lo executaren voluntariamente” 1.
Los miembros de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna tenían como función indirecta, primero, crear y nombrar “en nombre de S. M. Juntas de Vacuna en dichos países para la perpetua propagación del fluido”, y, después, formar y distribuir a las Juntas ya creadas “las convenientes instrucciones para su principal objeto: la propagación del fluido vacuno” 2. Será un derecho privativo del director de la Expedición Filantrópica, o en quien delegue, la creación de una normativa que permita verificar los objetivos generales que se proponen a la misma. Toda la normativa asociada a la vacuna será sancionada por el monarca (Carlos IV) a consultas de dos instituciones españolas: el Consejo de Indias y la Junta de Médicos y Cirujanos de la Real Cámara.
1 Artículo 7.o del Reglamento para que se propague y perpetúe en España el precioso descubrimiento de la Vacuna. AGI : Indiferente General, 1558-A. Reglamento de Vacunación formado por Francisco Xavier de Balmis de 10 p. Elabora este documento por pertenecer a la Comisión honorífica de la Vacuna, “que S. M. se dignó encargar á mi cuidado”. El documento está destinado al Exmo. Sr. Marqués Caballero, fechado en Madrid el 12 de febrero de 1807. 2 Informe sobre los servicios distinguidos prestados, firmado por Manuel Julián Grajales. Archivo General Militar, Segovia, Expedientes Personales, G-3848.
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Diversos tipos de leyes Según su naturaleza En la creación de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna podemos diferencias cuatro tipos de normas: de contenido, de procedimiento, de responsabilidad y de institucionalización. Las normas de contenido son las que definen el acto. Con ellas se contextualiza el hecho jurídico y se le dota de filosofía. Por ejemplo, cuando dice: “Excelentísimo Señor: Deseando el Rey ocurrir a los estragos que causan en sus dominios de Indias las epidemias frecuentes de viruelas, y proporcionar a aquellos sus amados vasallos los auxilios que dictan la humanidad y el bien del Estado, se ha servido resolver que se propague a ambas Américas, y si posible fuera a Filipinas, a costa del Real Erario, el precioso descubrimiento de la vacuna, acreditado en España y casi en toda Europa como preservativo de las viruelas naturales” 3.
Las normas de procedimiento son las que desarrollan el acto. En el caso de la Expedición de la Vacuna, versarían en normalizar quién tiene que vacunar, cómo vacunar, dónde vacunar... Estas normas estuvieron reglamentadas desde instituciones políticas: el Consejo de Indias y Juntas de médicos y cirujanos de la Real Cámara. El monarca siempre contó con el apoyo de estos colectivos. En esta Expedición, nada se dejó al azar. Todo estuvo perfectamente previsto, aun lo impredecible. Se hizo un presupuesto ajustado siempre a los intereses de la Corona 4. Se elaboró un derrotero que seguir. “Debería ir destinada a los quatro virreynatos de América é islas Filipinas, haciendo escala en Canarias y Puerto Rico, de donde pasaria a la Guayra y Caracas, y de aquí á La Habana, Yucatan, Campeche y Veracruz. Yntroducida la vacuna en este puerto, en Xalapa, la Puebla y México, se dividirán los individuos de la expedición, de acuerdo
3 Real Orden de 5 de junio de 1803, por la que se comunica la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en todos los territorios hispanos de Ultramar. AGI, Indiferente General, 1558-A. 4 El Rey ordena al Juez de Arribadas de La Coruña que arregle el contrato del barco bajo condiciones equitativas y ventajosas para la hacienda. Real Orden de 30 de agosto de 1803. Expediente 3, Extracto General de la Expedición Filantrópica de la Vacuna. AGI, Indiferente General, 1558-A.
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con el Virrey, a recorrer los varios distritos de Nueva-España, remitiendose despues en Mexico para pasar al Perú, y de aquí á Chile y Buenos-Aires 5. Dirigirá su rumbo en primer lugar a la Habana, haciendo escalas en las Islas de Tenerife, y Puerto Rico, para reponer algunos otros Niños, si hicieren falta : para introducir en ellas tan precioso descubrimiento ; y para comisionar algunos Individuos al Virreinato de Santa Fe, a las Provincias de Caracas, u otra parte de la tierra firme, según conviene : el resto de la expedición continuará su derrota a Veracruz, y haciendo el giro por Nueva España y el Perú, terminará la comisión en Buenos Ayres, después de haber enviado algunos de ellos a Filipinas en la Nao de Acapulco, o desde el Callao de Lima” 6.
Se planificaron los gastos de habilitación de los miembros de la expedición 7. Se garantizó la obtención de los niños en todos los territorios por los que se debía vacunar 8. Se favoreció el desarrollo del proyecto sin escatimar esfuerzos. “Hecho cargo por el papel de V. E. de junio último de las medidas tomadas por el Rey para introducir en la America Septentrional el uso de la vacuna y librar a los habitantes de aquellas regiones de los estragos que originan en ella las siguientes epidemias de viruelas ; debo manifestar a V. E. que no hay en la Armada otros buques de la especie que se señala, que los pocos destinados al correo, y que aun para este servicio escasean ya con los que se han ocupado para extraordinarios, lo que me hace opinar como muy preferente a beneficio de la Real Hacienda y de la misma Expedicion de la Vacuna que se hiciese en un marchante fletado para poder detenerse así sin costos el tiempo necesario en cada puerto en el concepto de que en todos los puertos comprendidos en el Plan hay siempre proporción de buques para pasar al otro sin necesidad de mantener un buque armado un año o más para la comunicación en todas las escalas, que no podría ser sin gran costo. Avisolo a V. E. en contestación” 9.
5 Informe de la Junta de Cirujanos, fechado en Madrid el 17 de marzo de 1803. AGI, Indiferente General, 1558-A. 6 Circular para la propagación de la Vacuna, fechada en San Ildefonso el 1 de septiembre de 1803. AGI, Indiferente General, 1558-A. 7 Lista de los empleados en la Expedición de la Vacuna y asignaciones que dejan a sus familias en España, con especificación de sus nombres, pueblos de su residencia en donde las han de percibir, firmada por Francisco Xavier Balmis en Madrid el 24 de agosto de 1803. AGI, Indiferente General, 1558-A. 8 Franqueasen al Director los niños que necesitasen, previo el consentimiento de sus padres, asegurandoles que serían bien tratados y recomendados a los Gefes de ultramar para que cuidasen de su educación y establecimiento. Expediente 10. Extracto General de la Expedición Filantrópica de la Vacuna. AGI, Indiferente General, 1558-A. 9 Carta de Fernando Llanos dirigida al Secretario del despacho de Gracia y Justicia, fechada en Palacio el 4 de julio de 1803. AGI, Indiferente General,1558-A.
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Las normas de responsabilidad son las derivadas de la obligación moral aneja a la actuación. Afectan a los protagonistas que participan en la Real Expedición: ¿quién participa? (protagonistas), ¿en calidad de qué? (cargos), ¿qué funciones desarrolla? (actuaciones). Primeramente se determinó el director de la Expedición. Se eligió a Francisco Xavier Balmis. Después se le dotó de plenos poderes para seleccionar el grupo de sanitarios que necesitase para poder verificar la labor encomendada. Se estructuró un organigrama de gobierno jerárquico, en el que se implicaban todos los sanitarios en función a su calidad de ayudantes, practicantes o enfermeros. Se determinaron claramente cuáles eran las funciones de cada cargo. La Junta de Cirujanos de Cámara da a Balmis una serie de recomendaciones para que la labor de los facultativos tenga éxito. Primera, “que lleve cuatro ayudantes”. Segunda, “que vayan siempre en las comisiones de dos en dos para asegurar el éxito”. Tercera, “siempre que sea posible que se implique a los facultativos del territorio por el que pasa la expedición”. Cuarta, “que vaya bien provisto de útiles mas necesarios como los Tratados sobre la Vacuna y cristales para conservar el fluido” 10. Los cargos de la Expedición están muy diferenciados, con funciones, obligaciones y responsabilidades específicas de cada uno de ellos 11. Esta diferencia se manifiesta hasta en el modo de vestir 12. Las normas de institucionalización son las relacionadas con la creación de instituciones que sirvan para la realización de una determinada actuación. Estas instituciones siguen una estructura orgánica y funcional además de jerarquizada. Estas instituciones necesitaban instrumentos de control y regulación de sus actividades. Todos estos documentos dejan constancia de las actividades en una determinada institución. Ejemplo de esto son: los reglamentos, los .dictámenes, las instrucciones, los registros y los informes. Todos sirven para articular la creación y el desarrollo de una institución. Una vez establecida la urdimbre sanitaria para la propagación y la perpetuación de la vacuna, se determina que todo debería girar en torno a las 10 Informe de la Junta de Cirujanos de Cámara compuesta por Antonia Gimbernat, Leonardo de Galli e Ignacio Lacaba, fechado en Aranjuez el 23 de junio de 1803. AGI, Indiferente General, 1558-A. 11 Las obligaciones específicas de cada cargo están reflejadas en el Expediente 1. Extracto General de la Expedición Filantrópica de la Vacuna. AGI, Indiferente General, 1558-A. 12 Para la mayor economía y decencia de los individuos de las expediciones, se permita a los Ayudantes usar el mismo uniforme que los de los hospitales del Exercito, y para los practicantes y enfermeros el de los porteros del Jardín Botánico. Expediente 1, Extracto General de la Expedición filantrópica de la Vacuna. AGI, Indiferente General, 1558-A.
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Juntas de Vacuna. Una de las labores esenciales de la Junta de Vacuna es la creación de documentos que sensibilizasen a la población hacia el uso de la vacunación. En este sentido la Junta de Madrid fue muy activa. En esta labor creadora destaca la figura de D. Ignacio María Ruiz de Luzuriaga, secretario de la Real Academia Médica durante los años 1800-1808. En estos años, y de una manera más insistente en los meses de mayo y junio del año 1804, la Real Academia Médica Matritense hace una serie de traducciones de los tratados sobre la vacuna que llegan de Londres “para ver si se puede aprovechar en la confección de un reglamento de vacunación en España” 13.
Según su finalidad Normas al servicio de la organización Dictámenes del Gobernador del Consejo de Indias. Abordan temas relacionados con el equipamiento, el gasto y la financiación. Cronológicamente se concentran en la primavera de 1803. Podemos decir que terminan el 26 de mayo de 1803, cuando se decida fletar una Real Expedición que lleve la Vacuna a Ultramar. Informes de la Junta de médicos y cirujanos de la Real Cámara. Abordan cuestiones técnicas referidas a la calidad de los sanitarios que tienen que participar en la Expedición Filantrópica. Podemos destacar tres informes por su carácter decisivo a la hora de definir la creación de la hazaña sanitaria. Son los emitidos en Madrid el 17 marzo de 1803, en Aranjuez el 12 de junio de 1803 y también en Aranjuez el 23 de junio de 1803.
Normas al servicio de la propagación Podemos destacar tres normas que se sancionan en 1803: la Real Orden de 5 de junio, la Circular de 4 de agosto y la Circular tipo de 1 de septiembre. Real Orden de 5 de junio de 1803 por la que se hace pública la creación de una Real Expedición Filantrópica para propagar la vacuna en América 13 Informe de la Academia Médica Matritense fechado en mayo de 1804. AGI, Indiferente General, 3163.
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y Filipinas. En esta comunicación, José Antonio Caballero, ministro de Gracia y Justicia, informa a Miguel Cayetano Soler, ministro de Estado, de lo resuelto sobre la Expedición. La ley continúa indicando el nombre de los componentes de la Expedición, así como la categoría que tienen y el sueldo que va a recibir cada uno. Podemos calificar esta circular como la primera que define la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. En la Circular de 4 de agosto de 1803 por primera vez se mandan noticias sobre el envío de la Expedición a los territorios ultramarinos. El acuse de recibo de esta circular es prácticamente inmediato. El que contesta antes es el Capitán General de Cuba (marqués de Someruelos), el día 16 de diciembre de 1803, y el que contesta el último es el Virrey del Perú (marqués de Avilés), el día 23 de marzo de 1804 14. Por lo tanto, en marzo de 1804 ya estaban enterados todos los territorios americanos de la creación de la Real Expedición de la Vacuna. La Circular tipo de 1 de septiembre de 1803 adapta la circular del 4 de agosto a las peculiaridades de cada territorio. Esta circular presenta diferencias según sea el territorio al que se destina 15.
Normas al servicio de la perpetuación Son normas de ámbito local con unas características muy concretas. Por un lado, se adaptan al territorio, en el que se tienen que ejercer. Por otro lado, se adaptan a las necesidades sociales de la comunidad en la que se tienen que implantar 16. Por último, en su creación participan las autoridades locales 17, tanto políticas, como militares o eclesiásticas. Su participación RAMÍREZ MARTÍN, S. M. (1999), La mayor hazaña médica de la colonia, Quito, AbyaYala, 205-206. 15 Expediente 10, Extracto General de la Expedición filantrópica de la Vacuna. AGI, Indiferente General, 1558-A, en RAMÍREZ MARTÍN (1999), 206-210. 16 La conservación de este precioso fluido debe ser todo el objeto de las Juntas Centrales por medio de una sucesión de vacunaciones de brazo á brazo. Artículo 8.o del Reglamento para perpetuar en las Indias la Vacuna, del establecimiento de una Junta Central y Casa de Vacunación pública, fechado en Madrid el 12 de febrero de 1807. AGI, Indiferente General, 1558-A. 17 Estará baxo la proteccion de los Corregidores de las capitales de Provincia y de Partido, auxiliados de un Médico y de un Cirujano. Artículo 1.o del Reglamento para que se propague y perpetúe en España el precioso descubrimiento de la Vacuna, fechado en Madrid el 12 de febrero de 1807. AGI, Indiferente General, 1558-A. 14
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abarca diferentes ámbitos de desarrollo. Las autoridades políticas ejercen fielmente lo mandado por la metrópoli. Las autoridades militares y judiciales son las encargadas de imponer la norma. Las autoridades eclesiásticas sensibilizan y adoctrinan a la población a acoger voluntariamente la práctica de la vacuna 18. Este conjunto de normas abordan temas de gestión en dos niveles. Por un lado, la gestión de la información, tanto clínica como docente. Por otro lado, la gestión de los documentos, tanto las Cartillas de Vacuna 19 como los registros.
Los reglamentos Los reglamentos sirvieron para las especificaciones de la ley. Acercaban un criterio general a las actuaciones concretas de cada territorio. En la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna se reglamentó todo. Como el objetivo era la propagación y la perpetuación de la vacuna, se creó una institución que tuviera un carácter político y científico para la consecución de este objetivo. Estos reglamentos podían ser generales, cuando abordaban temas desde un punto de vista global, y podían ser específicos, cuando abordaban aspectos concretos. Ejemplo de esto es el Reglamento para perpetuar en las Indias la Vacuna. Del establecimiento de una Junta Central y Casa de Vacunación pública, elaborado por Francisco Xavier Balmis y fechado en Madrid, 12 de febrero de 1807 20. El contenido del reglamento constaba de dos partes: una económica y otra facultativa. La económica determinaba que la casa debía estar abierta todo el año, habitada y aseada por una rectora y un portero que debían ser matrimonio. Debía estar prevista de cuatro camas donde pudiesen “morar 18 “Los españoles han hecho progresar la vacuna con un éxito asombroso en sus Estados de la América Meridional. Han sido secundados por sus eclesiásticos con un celo rayando en el entusiasmo”. Declaraciones del Dr. Caro, en la biblioteca británica de Londres, fechadas el 10 de junio de 1807, CASTILLO, y DOMPER, J., (1912), Real Expedición Filantrópica para propagar la Vacuna en América y Asia (1803) y Progresos de la Vacunación en nuestra Península en los primeros años que siguieron al descubrimiento de Jenner, Madrid, Imp. de Ricardo F. de Rojas, p. 10-11. 19 RAMÍREZ MARTÍN, S. M., (2003), “Un ejemplo de educación sanitaria: las cartillas de vacunar”, Comunicación presentada en el Simposio de Historia de la Educación en América, Asociación Española de Americanistas, Sigüenza del 2 al 4 de octubre de 2003. 20 AGI, Indiferente General, 1558-A.
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los días precisos las personas que vayan a vacunarse de todas las Islas”. También debía estar dotada de los utensilios necesarios para practicar las vacunaciones. La tesorería de la casa estaría a cargo del Cura Beneficiado de la población donde radicase la Junta de Vacuna. Este prelado estaría encargado de “llevar razón de cuantas inoculaciones se hagan, y de dar cuentas al comandante general y al Ayuntamiento”. La parte facultativa se encargaría de que “las vacunaciones sean periódicas, y en sólo tres o cuatro personas a la vez”. Como la maduración del pus vacuno se estimaba en nueve días, resulta que “en cada mes se executaran unicamente tres vacunaciones en 9 o 12 personas”. Los destinatarios de estas vacunaciones deberían ser los niños recién nacidos; pero, si escaseaban, se podía vacunar a niños y personas de más edad. El fluido se comunicaría de brazo a brazo además de conservarlo en vidrios. Junto a este control, los facultativos llevarían un diario con las novedades y posibles anomalías de cada individuo inoculado “con el fin de establecer precauciones para el futuro” 21. En estos reglamentos se crean unos instrumentos que sirven para controlar la actuación. Son dos: los registros y los informes. Todos los vacunados quedaban anotados en libros registros de vacuna. En ellos se llevaba el control del número de vacunados en cada pueblo. En cada registro se dejaba constancia de la filiación, la edad, la evolución del grano vacuno, la naturaleza (indio, mestizo, criollo, peninsular...) y la calidad (blanco o negro) 22. De todos estos registros quedaba constancia en el libro de Actas de la Junta de Vacuna. Las actas se levantaban de cada sesión que se celebraba una vez a la semana en la casa del teniente Justicia Mayor, o en la que de común acuerdo se tenga a bien 23. Cada uno de estos registros pasaba periódicamente a la Junta Central para dejar constancia de la actividad que desarrollaban. Los informes son necesarios para rendir cuentas del desarrollo de una determinada actividad. A lo largo de la Real Expedición de la Vacuna podemos diferenciar tres tipos de informes en función del contenido de los mis21 Informe de la Junta Superior de Medicina, fechado el 26 de mayo de 1804. AGI, Indiferente General, 3163. 22 Artículo 7.o del Plan para la creación de la Junta Subalterna de Vacuna de Puerto Príncipe, firmado por Tomás Romay, fechado en La Habana el 8 de agosto de 1806. AGI, Cuba, 1691. 23 Núm. 7, artículo 1.o del Reglamento que puede servir a la creación, forma y primeras funciones de la Junta Subalterna de Vacuna, fechado en Caracas el 12 de diciembre de 1807, en GRASES, P. (1979), Dos textos de Andrés Bello en la Junta Central de Vacuna de Caracas, 1807-1808, Caracas, La Casa de Andrés Bello, pp. 17-21.
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mos. En una primera etapa, los informes sirven para posicionarse frente al hecho de la creación de la Expedición. En una segunda etapa, los informes sirven para argumentar el desarrollo de la Expedición. En una tercera etapa, para comunicar cómo se ha verificado en la práctica lo planteado hipotéticamente. Estos informes son de todo tipo y son muy variados sus autores. Desde los médicos de la Real Cámara a los consejeros del Consejo de Indias. Desde los sanitarios expedicionarios a los sanitarios americanos. También dan su opinión las autoridades 24 políticas, eclesiásticas y militares en Ultramar.
A modo de conclusión Todas las normas estuvieron sancionadas por el Rey. El monarca siempre estuvo de acuerdo con todos los dictámenes del Consejo de Indias y de sus Médicos de la Real Cámara. En lo referente a la ruta, ordena que se tenga en cuenta la opinión de los Virreyes americanos. Como consecuencia, el Consejo impone una serie de condiciones. Son las siguientes: que a la salida de cada puerto se debía sacar más de un niño vacunado, para que, en el caso de la pérdida del niño, no se malograse el proyecto; que se colocara vacuna en vidrios durante la navegación para utilizarla si faltase la inoculada de brazo a brazo; y que se nombrase un subdirector para que, si moría el director, no fracasase la Expedición, o que se pudiese dividir, si llegara el caso 25. El éxito de la primera campaña de vacunación mundial fue consecuencia de la generalización de las medidas adoptadas para todo el territorio hispano y la meticulosidad de su organización. La Corona era consciente de que el proyecto necesitaba la implicación de las autoridades locales. En la metrópoli si tiene en cuenta la diferencia regional de América. Como hemos visto, en el caso de la Real Expedición Filantrópica se desarrollaron todos los tipos de normas. 24 Plan de Arbitrios de la Junta Central de Vacuna de Caracas. Archivo Municipal de Caracas, Libro de Acuerdos de la Junta Central de Vacuna, sesión celebrada el 16 de marzo de 1808, f. 104-108v. 25 Informe de la Junta de Cirujanos de Cámara compuesta por Antonio de Gimbernat, Leonardo de Galli e Ignacio Lacaba, fechado en Aranjuez el 23 de junio de 1803, se aprueba el Reglamento y el derrotero presentado por Balmis y se dan algunas recomendaciones para mantener el fluido fresco durante el viaje. AGI, Indiferente General, 1558-A.
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Un ejemplo del proceso de creación de una norma podría ser el siguiente. El 18 de marzo de 1804 se remitió a la Corte el reglamento para que lo evaluase la Junta de Cirujanos de Cámara 26. Los cirujanos regios evaluaron positivamente el 5 de abril de 1804 cuando afirmaron que “estaba extendido [el fluido vacuno] con mucho tino y prudencia y merecía la Real aprobación” 27. Finalmente, esta aprobación llegó con una Real Orden fechada el 21 de abril de 1804 28. Un mes más tarde, el 25 de mayo de 1804, la Junta Superior de Medicina determina que el reglamento canario debería generalizarse a todas las Capitales. El 17 de junio de 1804, una vez aprobado el reglamento, la Junta Superior de Medicina lo remite al Consejo de Castilla para “que lo impriman, circule y encargue su execución con intervención de ella, y que en casos de duda, y de anomalías la consulte para resolverlas” 29. Con el paso del tiempo, este matiz provocará enfrentamientos entre la Junta Superior de Cirugía y la Junta Superior de Medicina por no estar bien delimitadas sus competencias en los asuntos de vacuna. El último paso llegó con la Real Orden fechada en San Lorenzo el 1 de octubre de 1804 en la que se dice: “A ejemplo de lo que se ha hecho en Canarias al arribo de la expedición marítima destinada a propagar en sus Dominios de Indias el admirable descubrimiento de las vacunas. El Rey resuelve que en todos los hospitales se destine una sala para conservarlo y comunicarlo a cuantos concurran a disfrutar de este beneficio, y gratuitamente a los pobres, practicando hoy las operaciones por tandas periodicamente y en corto numero de personas proporcionado al de los que nazcan de ordinario en cada capital” 30.
Carta del Rey a Pedro Cevallos, en la que informa de la aprobación del reglamento de Canarias y el visto bueno para su impresión en la Imprenta Real, fechada en Aranjuez el 20 de abril de 1804. AGI, Indiferente General, 3163. 27 Informe de la Junta Superior de Medicina, fechado el 26 de mayo de 1804. AGI, Indiferente General, 3163. 28 Carta del Rey a Pedro Cevallos, en la que informa de la aprobación del reglamento de Canarias y el visto bueno para su impresión en la Imprenta Real, fechada en Aranjuez el 20 de abril de 1804. AGI, Indiferente General, 3163. 29 Informe de la Junta Superior de Medicina, fechado el 26 de mayo de 1804. AGI, Indiferente General, 3163. 30 Real Orden fechada en San Lorenzo el 1 de octubre de 1804. AGI, Indiferente General, 3163. 26
LA PARTICIPACIÓN ESPAÑOLA EN EL MOVIMIENTO SANITARIO INTERNACIONAL (1851-1945) 1 Josep Lluís Barona Vilar Catedrático de Historia de la Ciencia, Universitat de València
Josep Bernabeu Mestre Catedrático de Historia de la Ciencia, Universitat d’Alacant
La sanidad española y las conferencias internacionales (1851-1911) Las conferencias sanitarias internacionales surgieron durante el siglo XIX como reacción de las potencias coloniales occidentales ante el reto que planteaban los nuevos problemas sanitarios para sus intereses comerciales. La irrupción de la fiebre amarilla y el cólera morbo asiático, desconocidos en Europa hasta entonces, se agregaron a los tradicionales problemas planteados por la peste. Las nuevas epidemias sembraron el desconcierto en una etapa crucial para el comercio internacional. A mediados del siglo XIX se había quintuplicado el comercio marítimo. Las epidemias de cólera de 1848 y 1849 dispararon todas las alarmas. La legislación para el control de epidemias se mostraba anticuada y aunque Francia e Inglaterra habían introducido cambios legislativos, la ausencia de acuerdos 1 La presente comunicación es fruto del proyecto de investigación Movimientos sociales y organismos internacionales. La sanidad española durante el período entreguerras (1919-1945) [BHA2003-03003] financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Constituye una primera aproximación a una publicación más extensa que analizará este asunto con mucho mayor detalle.
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internacionales dificultaba el comercio y los intereses políticos de las grandes metrópolis europeas. La discrecionalidad en el sistema de cuarentenas y en las medidas aplicadas por los Estados podía convertirse —y de hecho se convirtió— en un instrumento político y en una batalla diplomática entre las potencias rivales. Todos estos problemas se sumaban a los riesgos intrínsecos que suponían las epidemias para la sanidad marítima 2. En Francia se había creado un buen caldo de cultivo para impulsar acuerdos internacionales. Ya en 1817 Foderé, en la extensa voz Laçaret del Dictionnaire des Sciences Médicales 3, abogaba por convocar un congreso internacional para impulsar resoluciones y acabar con el caos que representaban las múltiples legislaciones cuarentenarias nacionales frente a epidemias. Años después, fue Chervin (1833) quien volvió a plantear la cuestión 4. El problema no sólo se planteó en Francia e Inglaterra, también en España la Junta Suprema de Sanidad encargó a Mateo Seoane en 1838 la organización de una Conferencia Internacional en Mahón o en Barcelona, a la que estaba previsto invitar a un número importante de gobiernos extranjeros. Razones diplomáticas y comerciales abortaron el proyecto y la reunión no llegó a concretarse 5. Estaban muy vivos los conflictos entre Italia y Francia debido a la diseminación de la peste por puertos italianos tras la conquista de Argel por las tropas francesas. Pero la discrecionalidad normativa no beneficiaba a las grandes potencias, cuyo comercio marítimo se veía afectado por las incontrolables normas cuarentenarias de otros países y Francia impulsó la idea de unificar criterios. A propuesta de SegurDupeyron y Mellier el gobierno francés convocó la Primera Conferencia Sanitaria Internacional en Paris (1851-1852) 6. 2 BASCH, P. F. (1999), “International Health Before 1900 and The Organization of International Health Since 1900”, in Textbook of International Health, Oxford, Oxford University Press, pp. 11-72. 3 F ODÉRÉ , F. E. (1812-1822), Laçaret. En Dictionnaire des Sciences Médicales, Paris, Panckoucke Editeur. 4 Ambas referencias aparecen citadas en parte introductoria del texto: SAN MARTÍN, A. (1893), La Conferencia Sanitaria Internacional de Dresde. Memoria presentada al Exmo. Señor Ministro de la Gobernación por... delegado de este Ministerio en la expresada Conferencia, Madrid, Imp. Ricardo Rojas. 5 De acuerdo con la expresión de Alejandro San Martín en la obra ya citada (1893), “ante la oposición de poderosos gobiernos que anteponían el comercio a la salud pública se abortó la idea”. 6 SAN MARTÍN (1893). Cerdeña había planteado otra candidatura, en un trasfondo de tensiones políticas. La Conferencia Sanitaria Internacional de París se celebró entre el 23 julio de 1851 y el 19 de enero de 1852. Participaron representantes de Austria, Cerdeña, las Dos Sicilias, España, Estados Pontificios, Francia, Reino Unido, Grecia, Portugal, Rusia, Toscana y Turquía.
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La representación española estuvo integrada por el cónsul español en París, Antonio María Segovia y por el médico higienista Pedro Felipe Monlau. El carácter médico-científico de la reunión permitió pocas conclusiones prácticas, por lo que entre abril y agosto de 1859 tuvo lugar una segunda conferencia, con la única participación de personal diplomático. El delegado español fue Gaspar Muro, primer secretario de la embajada de España en París, que estuvo asesorado por P. F. Monlau. Las conferencias de París fracasaron hasta tal extremo que el convenio internacional que se proponía y el proyecto de reglamento sólo fueron aceptados por Cerdeña. La delegación española calificó de inadmisible la rebaja del período cuarentenario que se proponía para el cólera y la fiebre amarilla a sólo 5 días, incluyendo el viaje. Fracasaron así los planes del gobierno francés de rebajar radicalmente las cuarentenas en beneficio de su comercio exterior, y los resultados prácticos resultaron insignificantes 7. Sin duda, el fracaso en establecer un Convenio Internacional se debió al conflicto de intereses entre el comercio marítimo y la salud pública, entre la lógica comercial y la salubrista. De hecho, ante la actitud salubrista de las delegaciones gubernamentales, el gobierno francés promovió la Conferencia de Constantinopla (1865) intentando excluir la participación de sanitarios y restringiendo la representación a los diplomáticos. Más que prevenir la llegada a Europa de las epidemias, el objetivo de Francia en dicha Conferencia era adoptar medidas “que atacaran el cólera morbo asiático enérgicamente en los lugares donde tiene su nacimiento...”. A la Conferencia Sanitaria Internacional de Constantinopla (septiembre, 1866) asistieron 31 países. Los representantes españoles eran A.M. Segovia y P. F. Monlau. La primera parte de la Conferencia estuvo dedicada a analizar el origen y los mecanismos de transmisión del cólera. La actitud de Monlau fue a menudo abstencionista y crítica cuando se votaron 7 Como señalaba Francisco Méndez Álvaro al valorar los resultados de las Conferencias de París: “Así podía conseguirse la uniformidad aboliendo por completo las cuarentenas, conforme lo deseaba Inglaterra, como suprimiendo únicamente las opuestas al cólera morbo, según apetecían las naciones del Norte y del centro de Europa, adoptando el tan elástico y equilibrista como farisaico e inseguro sistema francés, o conservándolas todas con la tirantez y rigor que aún reclaman en España las opiniones vulgares”. (MÉNDEZ ÁLVARO, F. (1876), La Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Viena el año 1874. Sus antecedentes; su objeto, su historia, sus doctrinas y sus conclusiones. Crítica e impugnación del juicio crítico que D. Luis Planelles ha publicado acerca de la misma, Madrid, Imprenta de los Señores Rojas, p. 111).
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asuntos poco claros, como los mecanismos de propagación, el papel de barrera de los desiertos, la influencia de las aglomeraciones, o de la inmunidad de los familiarizados con el contagio. Las pruebas científicas eran escasas, la teoría microbiológica no aclaraba el asunto y la vía acuática o aérea de transmisión estaban aún en discusión. Las medidas sobre el comercio y la sanidad internacional se planteaban para preservar el continente europeo de epidemias desde la higiene y la prevención. Afectaban especialmente al tráfico marítimo, con referencias específicas a las peregrinaciones a la Meca y a la organización de un servicio sanitario sobre el litoral del Mar Rojo. Se planteaba también reforzar la vigilancia de las fronteras turco-persa y ruso-persa. En ese contexto, el sistema de cuarentenas fue sometido a debate en un tono de escepticismo sobre su eficacia, a pesar de que no había alternativas a las medidas de aislamiento. Ello provocó una controversia sobre la creación de lazaretos internacionales administrados por consejos mixtos y sobre la duración de las cuarentenas. Apenas unas resoluciones sobre las patentes de salud y el control sanitario de los puertos salvaron la Conferencia. Mayor controversia desencadenó en España la Conferencia Sanitaria Internacional de Viena (1874), debido a un juicio crítico publicado por Luis Planelles (1875), empleado de la Dirección General de Sanidad y responsable de la Sanidad Marítima. La Conferencia fue presidida por el Barón Maximiliano de Gagern, tuvo como vicepresidentes a Max von Pettenkofer, E. Lenz y A. Fauvel. España estuvo representada por Francisco Méndez Álvaro, Bartolomé Gómez Bustamante, consejero de Sanidad, jefe de sección del Ministerio de la Marina e inspector del Cuerpo de Sanidad de la Armada, y Bonifacio Montejo y Robledo, subinspector de primera clase de sanidad militar graduado. Ante la heterogeneidad de los criterios internacionales y las grandes limitaciones de los acuerdos de Paris (1851-185y Constantinopla (1865), la Conferencia de Viena proponía reducir la duración de las cuarentenas en beneficio del comercio y eso generó tensiones entre los responsables de la sanidad exterior o marítima y los cargos políticos. A la reunión asistieron 44 representantes de veintiún países. Planelles se oponía en su escrito a que los puertos españoles aceptasen los certificados de salud aportados desde otros servicios sanitarios, porque eso contravenía la legislación española 8. Asimismo, se mostraba muy crítico con la 8 MÉNDEZ ÁLVARO (1876), pp. 154-155. Como en Constantinopla, en Viena se ratificaron cuestiones científicas sobre el origen del cólera, sus vías de transmisión, el período de incuba-
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desinfección exclusiva de barcos de patente sucia y mostraba su escepticismo sobre la eficacia de las inspecciones médicas y las cuarentenas de observación. En el trasfondo de la polémica subyacía la idea de que los asistentes no habían realizado ningún informe oficial de la Conferencia y la acusación de que los acuerdos adoptados iban en contra de los intereses del país, sin que los representantes patrios defendiesen la postura española. Además de trasladar la discusión científica a un terreno ya plenamente bacteriológico, la Conferencia de Viena estableció la distinción entre cuarentena terrestre y marítima. En el primer caso sólo planteaba cordones en las fronteras y dejaba a cada país la adaptación de las medidas de aislamiento oportunas. Sin embargo, las cuarentenas marítimas recibieron gran atención en las regiones del Mar Caspio y el Mar Rojo, y en los puertos de Europa, donde se imponía un servicio de visitas e inspección médica, desinfecciones, cuarentenas de siete días en puertos infestados y de tres a siete en los sospechosos. Además, las disposiciones comunes a ambos sistemas indicaban que los capitanes, médicos y oficiales de a bordo estaban obligados a declarar a la autoridad sanitaria cuanto supieran en lo tocante a la sospecha de enfermedad 9. Durante las dos décadas siguientes se celebraron Conferencias Sanitarias Internacionales en Washington (1881), Roma (1885) y Venecia (1892), pero no hemos podido recoger informes ni testimonios directos de la participación española en esos eventos. Alejandro San Martín asistió como delegado español a la Conferencia Sanitaria Internacional de Dresde, que se inició el 11 de marzo de 1893 10. La nota diplomática del gobierno austro-húngaro que convocaba la reunión marcaba como objetivos de la Conferencia establecer acuerdos que evitasen trabas en el tráfico de viajeros y mercancías, que aportasen uniformidad a la observación sanitaria marítima, al tiempo que proponía la reforma del Consejo Sanitario de Constantinopla y la creación de un Consejo Sanición y el sistema de cuarentenas terrestres y marítimas dentro y fuera de Europa. Los acuerdos reforzaban los sistemas de inspección sanitaria y se establecían las categorías de puertos sucios, buques sospechosos e infestados. Se obligaba a los capitanes a declarar y se exigía la desinfección de los barcos. La propuesta más novedosa era el “Proyecto de creación en Viena de una Comisión Sanitaria Internacional permanente para estudiar las enfermedades epidémicas”. 9 MÉNDEZ ÁLVARO (1876), p. 220. 10 SAN MARTÍN (1893). Con representación diplomática y sanitaria de los gobiernos de Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, España, Gran Bretaña, Grecia, Italia, Países Bajos, Rumania y Suiza, y con representación exclusivamente diplomática de Dinamarca, Montenegro, Portugal, Rusia, Serbia y Suecia-Noruega.
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tario Internacional en Teherán, según el modelo reformado del de Egipto, además de establecer estaciones sanitarias internacionales de vigilancia en la frontera persa. Para preparar la Conferencia se elaboró un cuestionario dirigido a los países participantes que contenía 28 preguntas sobre medidas gubernamentales, criterios para declarar sospechosa una localidad, medios de prevención, criterios de exclusión y admisión de mercancías, restricciones a determinados objetos, condiciones y reglas de desinfección, retención de viajeros, revisión de empleados, régimen de cuarentenas y revisiones médicas, entre otras 11. La desinfección se restringía a ropas, objetos de equipaje y mobiliario, y sólo a las mercancías que la autoridad sanitaria considerase contaminadas, pero no podía afectar a cartas, correspondencia, libros, periódicos y otros elementos que no podían detenerse ni desinfectarse. Por otra parte, los gobiernos se reservaban medidas especiales frente a vagabundos, emigrantes o grupos que atravesasen las fronteras 12. 11 SAN MARTÍN (1893), p. 7. A la vista de esta convocatoria, el Real Consejo de Sanidad de España se pronunció en los siguientes términos: “En cumplimiento de lo dispuesto por la Superioridad, la Sección [segunda] ha examinado el interrogatorio o cuestionario que motiva la Conferencia sanitaria que ha de celebrarse en Dresde, y, en el que parece contenido el programa acordado para la dicha Conferencia por el Gobierno de Austria-Hungría, ampliando determinadas bases del convenio sanitario que últimamente ha tenido lugar en Venecia, a fin de que acerca del mismo exponga su criterio este Consejo y se den a nuestro Delegado las correspondientes instrucciones. Por uno y otro programa de discusión se aspira a obtener el desideratum de los higienistas y de los hombres de gobierno de todos los países, y que consiste en impedir la importación y desarrollo de los contagios exóticos, imponiendo las menores restricciones al libre tráfico...”. Como recoge Alejandro San Martín (1893, pp. 17-18): “Fruto de todos estos trabajos ha sido un convenio pactado entre los Soberanos y Jefes de Estado de Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo, Montenegro, Países Bajos, Rusia y Suiza, para establecer medidas comunes que resguarden la salud pública en tiempo de epidemia colérica, sin oponer trabas inútiles a las transacciones comerciales y al movimiento de viajeros. Este convenio durará cinco años a partir de la fecha de su ratificación... y será renovado de cinco en cinco años por tácita prórroga”. 12 SAN MARTÍN (1893), pp. 25-27. Desde un punto de vista científico, las conclusiones respecto al origen y forma de transmisión del cólera ya aparecían claramente formuladas: “El cólera morbo asiático es una enfermedad de transmisión humana, pero no contagiosa al modo de la viruela y demás fiebres exantemáticas, ni infecciosa como el paludismo, sino miasmático-contagiosa a la manera de los tifus y la fiebre amarilla. El cólera necesita para su desarrollo tres factores esenciales: primero, el germen, virus o microorganismo colerígeno; segundo, un terreno extrahumano apropiado para que la causa germine con virulencia, y tercero, una susceptibilidad orgánica individual capaz de concebir el daño. El germen colérico es el bacilus coma de Koch, según parece demostrado por la anatomía patológica y por la experimentación, aun cuando falta todavía la prueba humana directa, sólo encomendable al azar, por motivos morales que no requieren
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Los acuerdos que se tomaron en Dresde contradecían disposiciones internas españolas, particularmente en el tema de las cuarentenas, aunque según se desprende de del informe del delegado español, las terrestres habían dejado de aplicarse desde hacía años 13. San Martín concluía destacando la posibilidad de “que la situación creada con este convenio en Europa continúe algún tiempo sin afectar los grandes intereses del comercio central europeo, puesto que Dinamarca, España, Grecia, Portugal y Turquía influyen poco en el tráfico continental de Europa; pero por si el gobierno español fuera objeto de excitaciones diplomáticas para que atenuase el rigor de las medidas sanitarias marítimas, el que suscribe no vacila en proponer a VE el estudio de un sistema mixto que, conservando el cuarentenario vigente, reducido en su máximum a cinco días, ensayase en los cinco restantes la reforma convenida en Dresde, previa la preparación conveniente de algunos puertos, por lo menos los del Cantábrico, para una prueba de ese género” 14.
Consideraba que España tenía capacidad de adaptación a las nuevas normas internacionales. El sistema cuarentenario restaba sentido a la inspección médica y al eliminarse aquél, la inspección médica y la observación clínica se volvieron fundamentales, junto con las desinfecciones. Eso obligaba a una fuerte inversión en medios y en personal sanitario, dada la gran cantidad de puertos del litoral español 15. Para paliar estas carencias se proponían soluciones que resultaban polémicas: “la visita cotidiana del médico, que ha resultado difícil o imposible en los pueblos fronterizos y en las grandes poblaciones o en las de explicación. De todos modos, la técnica bacteriológica ha perdido importancia en los problemas sanitarios que ahora se ventilan. El criterio clínico prevalece como decisivo en estas cuestiones epidemiológicas”. En el informe que preparó Alejandro San Martín se analizaba la dificultad de definir foco colérico y la falta de acuerdo en la conferencia al respecto, aunque proponía como tal: “toda localidad donde se haya presentado en diferentes domicilios más de un caso cuya conexión con enfermos u objetos coléricos no pueda comprobarse.” Al mismo tiempo que consideraba de mayor compromiso la aprobación de todo un conjunto de proposiciones que conllevaban que “1.a Las medidas restrictivas se aplicarán solamente a las circunscripciones contaminadas. 2.a No se considerará como contaminada toda circunscripción en la cual haya existido un foco colérico, siempre que oficialmente se demuestre que no ha habido en ella defunciones ni nuevos casos de cólera en cinco días, a condición de que se hayan aplicado las medidas de desinfección necesarias y 3.a No se tomará medida restrictiva alguna contra las procedencias de una circunscripción contaminada que hayan salido de ella cinco días por lo menos antes del comienzo de la epidemia”. 13 SAN MARTÍN (1893), p. 28. 14 SAN MARTÍN (1893), pp. 29-30. 15 SAN MARTÍN (1893), p. 31.
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mucho tráfico internacional, aunque disten mucho de las fronteras o de las costas, podría conservarse, no como obligatoria, sino como discrecional, si se obligaran los cabezas de familia y dueños de hospederías a avisar cualquier novedad que ocurriese en su domicilio” 16. El último gran hito anterior a la creación de la Sociedad de Naciones fue la Conferencia Sanitaria Internacional celebrada en París en 1911. A la misma asistió Ángel Pulido como delegado plenipotenciario acompañado de F. de Reinoso. Su memoria contiene íntegro el Convenio Sanitario Internacional que se había iniciado en la Convención de 1903 y se aprobó en París el 17 de enero de 1912 17. La Conferencia de París (1911) constituyó tres subcomisiones técnicas dedicadas respectivamente a la fiebre amarilla, la peste y el cólera 18. En ellas se discutió el programa que había planteado a la Conferencia la Office International d’Hygiene acerca de los aspectos científicos relacionados con la etiología y los mecanismos de transmisión, el período de incubación, la sintomatología, las condiciones de su transmisión por los transportes marítimos y terrestres y los mecanismos de prevención y desinfección 19.
Expertos españoles en el Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones (1920-1945) En 1920, la Conferencia Sanitaria Internacional de Londres estableció las bases para la creación de una Organización Sanitaria Internacional en el seno de la Liga de Naciones. La puesta en marcha del Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones marcó un punto de inflexión y una nueva etapa en el ámbito de la salud internacional 20. En el caso de la administraSAN MARTÍN (1893), p. 33. PULIDO, A. (1913), La Conferencia Sanitaria Internacional de París en 1911, Madrid, Imp. Sucesores de Enrique Teodoro. Pulido dedicó su informe a Manuel M. Salazar, inspector general de sanidad exterior, y a Eloy Bejarano, inspector general de sanidad interior. Las naciones participantes fueron Alemania, Estados Unidos de América, Argentina, Austria-Hungría, Bélgica, Bolivia, Brasil, Bulgaria, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, Ecuador, España, Francia, Reino Unido, Grecia, Guatemala, Haití, Honduras, Italia, Luxemburgo, México, Montenegro, Noruega, Panamá, Países Bajos, Persia, Portugal, Rumania, Rusia, El Salvador, Servia, Siam, Suecia, Suiza, Turquía, Egipto y Uruguay. 18 PULIDO (1913), pp. 16 ss. 19 PULIDO (1913), pp. 24-25. 20 Sobre las circunstancias de su fundación, véase WEINDLING, P. (ed.) (1997), International health organisations and movements, 1918-1939, Cambridge, Cambridge University Press y 16
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ción española, los acuerdos de colaboración establecidos con la Fundación Rockefeller e iniciativas como la creación de la Escuela Nacional de Sanidad aportaron nuevos impulsos al compromiso del estado con la salud pública 21. Desde los comienzos de las actividades del comité de salud, expertos españoles tomaron parte en algunas de las comisiones, especialmente las destinadas a cuestiones de salud pública 22. A comienzos de los años 1930 formaban parte del mencionado Comité el ya citado Gustavo Pittaluga, catedrático de parasitología de la Universidad de Madrid y director de la Escuela Nacional de Salud, y A. Vila Rodríguez, de la Estación Sanitaria Marítima del Puerto de Cádiz, integrante del comité de expertos sobre la fumigación de barcos 23. La participación más relevante de la administración sanitaria española encabezada por Gustavo Pittaluga tuvo lugar con motivo de la Conferencia Europea sobre Higiene Rural 24. En septiembre de 1930 el gobierno español propuso al Comité de Salud de la Sociedad de Naciones la organización de una Conferencia de los Estados europeos para analizar la situación saniWEINDLING, P. (1993), “Public Health and Political Stabilisation: The Rockefeller Foundation in Central and Eastern Europe between the two World Wars”, Minerva, 31, 253-267. 21 Véase BERNABEU MESTRE, J. (1994), “El papel de la Escuela Nacional de Sanidad en el desarrollo de la salud Pública en España, 1924-1934”, Revista de Sanidad e Higiene Pública, 68, 65-89 y RODRÍGUEZ OCAÑA, E.; BERNABEU MESTRE, J., y BARONA, J. L. (1998), “La Fundación Rockefeller y España, 1914-1936. Un acuerdo para la modernización científica y sanitaria”, en GARCÍA HORCUADE, J. L.; MORENO YUSTE, J., y RUIZ HERNÁNDEZ, G. (eds.), Estudios de Historia de las Técnicas, la Arqueología Industrial y las Ciencias, Salamanca, Junta de Castilla y León, pp. 531-539. 22 Marcelino Pascua fue funcionario de la Sección de Higiene del Secretariado de la Sociedad de Naciones, entre 1928 y 1930. Así mismo, fueron miembros del Comité de Higiene Ángel Pulido, entre 1921 y 1923, y Gustavo Pittaluga entre 1924 y 1936. En el caso de Marcelino Pascua, entre las actividades que llevó a cabo, cabe mencionar su participación, como experto, en el informe sobre la reorganización sanitaria de Bolivia (MACKENZIE, M. D., y PASCUA MARTÍNEZ, M. (1930), Rapport sur la mission en Bolivie en vue de la réorganisation des services sanitarires de ce pays, 164 pp. Dicho informe aparece citado en Bibliografía de los trabajos técnicos de la Organización de Salud y de la Liga de Naciones 1920-1945 (1945). Bulletin of the Health Organisation, 11). 23 Report of the Health Organisation for the period January 1931 to September 1932. (1932), Quarterly Bulletin of the Health Organisation. League of Nations (Geneva), 1 (2), pp. 362-424 y Report of the Commission on the Fumigation of Ships (1932), Quarterly Bulletin of the Health Organisation. League of Nations (Geneva), 1 (2), pp. 208-232. 24 BARONA, J. L. (2005), “The European Conference of Rural Health (Geneva, 1931)”, en BARONA, J. L., CHERRY, S. (eds.), Health and Medicine in Rural Europe, 1850-1945, Valencia, Universitat de València, pp. 127-146.
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taria del medio rural y establecer criterios internacionales de asistencia y prevención. Más de cincuenta expertos prepararon el evento, que contó también con la colaboración de la OIT y el Instituto Internacional de Agricultura de Roma. La conferencia se celebró en Ginebra del 29 de junio al 7 julio de 1931, presidida por Gustavo Pittaluga. Veintitrés países europeos enviaron delegados y ocho no europeos asistieron como observadores. Junto a los representantes de la OIT y del Instituto Internacional de Agricultura, asistieron delegados de la Liga de Sociedades de Cruz Roja, de la Asociación Médica Internacional y de la International Association of Rural Health Insurance Funds. Del contenido y repercusiones de la Conferencia hemos dado cuenta en otro trabajo y sus conclusiones sirvieron para conocer los modelos europeos de asistencia sanitaria en el medio rural y establecer un modelo de organización que, en el caso de España, serviría de referencia para los sucesivos gobiernos republicanos 25. Los informes de la Comisión de expertos sobre paludismo indican una activa participación de especialistas españoles. De acuerdo con el tercer informe de 1933, la citada Comisión contó con una serie de expertos de apoyo, entre los que se encontraba un cualificado equipo de investigadores españoles que desarrollaban, bajo la coordinación de Sadí de Buen, los programas impulsados por la Fundación Rockefeller en determinadas comarcas españolas 26. La colaboración de los malariológos españoles con la Comisión de expertos del Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones se hizo habitual. En 1934 G. Pittaluga firmó el informe de la Comisión TécBARONA (2005). “Third General Report of the Malaria Commision” (1933), Quarterly Bulletin of the Health Organisation, II, 181-482. Entre los colaboradores de Sadí de Buen figuraban, además de Gustavo Pittaluga, C. Moraleda y P. de la Cámara. Los informes técnicos incluían una amplia bibliografía científica sobre estudios de laboratorio de muy diversa índole e informes técnicos realizados por especialistas españoles. Investigaciones de Sadí de Buen llevadas a cabo en 1929 (Expérience de traitement antipaludique par la plasmoquine et le quinetum dans des districts ruraux d’Espagne. League of Nations, Doc. C.H./Mal./126); 1932 (Nouvelles notes sur l’emploi de la plasmoquine composée dans le traitement de la fièvre tierce bénigne. League of Nations, Doc. C.H./Mal./171), la realizada por P. de la Cámara, en 1932 (Note sur l’efficacité du quiniostovarsol dans la prévention des récidives. League of Nations, Doc. C.H./Mal./175) o la que realizaron C. Moraleda y P. de la Cámara en 1931 (Observation du trente et un cas de paludisme traités par le quinistovarsol. League of Nations, Doc. C.H./Mal./151). Así mismo, la bibliografía citada (Report on Housing and Malaria (1933), Quarterly Bulletin of the Health Organisation, II, 355-482) incluía trabajos de Sadí de Buen sobre la biología del Anopheles claviger y del Anopheles maculipennis, y otros de J. Gil Collado, I. M. Astudillo, A. Díaz Flores y Gustavo Pittaluga, sobre “la habitación rural y el problema del paludismo”. 25 26
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nica de Paludismo, en cuya realización habían participado Sadí de Buen y Gil Collado 27. Las contribuciones españolas también se hicieron presentes en otras comisiones de expertos que se ocupaban de enfermedades infecciosas y en iniciativas como la encuesta sobre la mortalidad infantil y sus causas que se impulsó desde el Comité de Higiene. El responsable de la encuesta sobre la mortalidad infantil y sus causas era el profesor O.E.W. Olsen. En una carta dirigida a Marcelino Pacua agradece su colaboración en el proyecto y le felicita por el informe remitido 28. Dicho informe fue el origen de la conocida monografía de Pascua sobre la mortalidad infantil en España 29. Hay que indicar, sin embargo, que la participación española en las múltiples comisiones que se ocupaban de la estandardización de productos biológicos y hormonas, de las investigaciones sobre sueros o en las comisiones de expertos sobre el opio y el tráfico de drogas y mujeres, fue escasa. El gobierno español ni siquiera envió representantes a la Conferencia Internacional sobre Biological Standardisation que tuvo lugar en Ginebra en 1935. En agosto de 1934 tuvo lugar en Roma un congreso de especialistas para discutir el diagnóstico, tratamiento y epidemiología de la leishmaniosis visceral en la cuenca mediterránea. Entre los participantes se encontraba Gustavo Pittaluga, presidente de la reunión. En 1937, la entonces ministra de Sanidad, Federica Monseny, asistía acompañada por los médicos Cuatrecasas y Morata Cantón, a las Conferencia sobre profilaxis y vacunación contra la fiebre tifoidea. En el mismo sentido, conviene señalar que el volumen 10 del League of Nations Bulletin of the Health Organisation (1943) incluía un interesante estudio sobre “The present menace of typhus in Europe and the means of combating it”, que incluía una extensa bibliografía y datos históricos y contemporáneos sobre la situación española 30. 27 A brief guide to the varieties of “Anopheles maculipennis” (1934), League of Nations Quarterly Bulletin of the Health Organisation, III (4), 654-661. 28 Archivo de la Sociedad de Naciones, Documento 8F-7985-5848. 29 PASCUA MARTÍNEZ, M. (1934), La mortalidad infantil en España, Madrid, Dirección General de Sanidad. 30 The present menace of typhus in Europe and the means of combating it (1943), League of Nations Bulletin of the Health Organisation, X, 1-64. Aquel mismo año Gerardo Clavero, director del Instituto Nacional de Sanidad y Pérez Gallardo, profesor en dicho centro, publicaban en el Bulletin del Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones un artículo sobre la eficacia del test intradérmico de Giroud en la fiebre tifoidea, que habían publicado simultáneamente en la Revista de Sanidad e Higiene Pública. CLAVERO, G., y PÉREZ GALLARDO, F. (1943-1944), Giroud’s intradermic test in typhus fever infection. Personal Observations, techniques and possible applications, League of Nations Bulletin of the Health Organisation, X, 700-721. Las
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
Para finalizar esta primera aproximación a lo que fue la participación española en el Comité de Higiene de la Sociedad de Naciones y en sus múltiples actividades, queremos hacer referencia al segundo informe general sobre el funcionamiento de las escuelas nacionales de sanidad en diversos países europeos, entre los que se encontraba España 31. En su sesión de mayo de 1936, el Comité de Higiene había acordado organizar una reunión de los directores de las Escuelas Nacionales, que se celebró en 1937 con la participación de Gustavo Pittaluga. El informe analizaba inicialmente todos los factores que influían en las actividades de los institutos y escuelas de salud pública y su relación con los sistemas de seguro de enfermedad, al que seguía un amplio anexo referido a cada una de las escuelas en Ankara, Atenas, Budapest, Londres, Madrid, Nancy, Praga, Roma, Bucarest, Sofía, Varsovia o Belgrado. Pittaluga ofreció un exhaustivo informe sobre la Escuela de Madrid, cuya labor en el contexto internacional analizaremos en otra publicación 32.
enfermedades transmitidas por la mosca de la arena fueron analizadas por Luis Nágera, en un artículo aparecido en el Bulletin en 1945, cuando era Inspector Nacional de Sanidad y ejercía como director del Centro de Salud Puente de Vallecas. NAJERA, L. (1945-1946), “The Ecology of Sandflyes at the Larval Stage and the Epidemiology of the Diseases Transmitted by Them”, Bulletin of the Health Organisation, XII (3), 394-406. 31 Second general report on certain European schools and institutes of hygiene (1938), League of Nations Bulletin of the Health Organisation, VII, 191-427. 32 Estamos preparando un estudio monográfico sobre el funcionamiento de la Escuela y su labor en la salud pública española en el marco del proyecto de investigación Movimientos sociales y organismos internacionales. La sanidad española durante el período entreguerras (19191945) [BHA2003-03003] y, más específicamente, sobre su labor en los programas de nutrición comunitaria en el proyecto coordinado Nutrición y salud en la España contemporánea [HUM2005-04961-CO3].
LA GUERRA DE CUBA (1895-1898), COMO CASO PARADIGMÁTICO DE LAS ENFERMEDADES INFECTO-CONTAGIOSAS Bonifacio de Esteban Marfil Medicina Familiar y Comunitaria Área V de Atención Primaria, Madrid
La guerra de Cuba (1895-1898) podría decirse que fue en gran medida una “guerra sanitaria”; ya que a los problemas médicos derivados de una confrontación directa armada con su cúmulo de muertos y heridos, hay que sumar una de las situaciones higiénico-sanitarias más dramáticas a que se haya enfrentado un ejército colonial, debido en gran medida a las enfermedades infecto-contagiosas.
Las enfermedades infecciosas en el siglo XIX Aunque a finales del siglo XIX se había logrado identificar a muchos de los microorganismos productores de enfermedades de índole infecto-contagiosa, aún existían enfermedades cuyo origen y/o su mecanismo de transmisión seguían siendo desconocidos. Entre éstas, son dos las enfermedades que nos interesan en el presente estudio por su enorme repercusión en la población y sobre las tropas españolas destacadas en el Caribe: el paludismo 1 y la fiebre amarilla 2. 1 Laveran (1845-1922) demostró en 1880 que un protozoo, el Plasmodium malariae, era el agente productor del paludismo, pero la demostración de que el mosquito Anopheles era responsable de su vehiculización y transmisión no llegó hasta 1898. 2 Tampoco se había avanzado lo suficiente en la etiopatogenia de la fiebre amarilla a pesar de la insistencia de Finlay que consideraba un mosquito como el vector responsable (ya desde 1881). Finalmente sus teorías fueron probadas en 1901 por una comisión norteamericana.
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Datos para un estudio de epidemiología histórica de la guerra de Cuba Para dar la medida del alcance real de las enfermedades y los estragos que éstas produjeron en las tropas españolas, se analizan distintas fuentes de morbi-mortalidad realizando un estudio detallado de las distintas patologías que afectaron a las tropas españolas durante cada año de la guerra 3. A los datos y cifras manejadas les he aplicado un análisis estadístico a través de tasas, lo cual nos permite hacer comparaciones entre poblaciones distintas de diferentes años. Éstas han sido las tasas utilizadas: — — — —
Tasa bruta de mortalidad (TBM)4 Tasa de mortalidad específica por causa (TME)5 Tasa de mortalidad proporcional por causa (TMP)6 Tasa de mortalidad por casos (entre enfermos) o tasa de letalidad (TL)7 — Tasa de ataque de la enfermedad (TA)8
Isla de Cuba, año 1894 El año anterior a la guerra nos puede servir como orientación sobre la situación de la Isla en tiempos de paz. 3 Las fuentes consultadas han sido: Las Memorias-Resúmenes de la Estadística Sanitaria del Ejército Español, relativas a los años 1894, 1896 y 1897. — Las publicaciones del Dr. Ángel de Larra y Cerezo, médico militar que participó en esta guerra, y que durante los años 1896 a 1898 tuvo a su cargo el Negociado de Estadística del Ministerio de la Guerra (Sección Sanidad). — Las “planillas de defunción decenales”, que eran elaboradas por la Inspección de Sanidad Militar de la Isla de Cuba, relativas al año 1898. Que se conservan en el Archivo de Ultramar del Archivo Histórico Militar de Madrid. 4 Expresa por cada 1.000 habitantes vivos de una población, el número de éstos que falleció a lo largo del año considerado. 5 Indica cuántas personas fallecieron por una determinada causa por cada 1.000 individuos en un año. 6 Este índice nos muestra el porcentaje de muertes que dependen de la causa en concreto que estudiamos. 7 Nos indica la mortalidad de una enfermedad entre los sujetos afectados por ella. 8 Es una variante de la tasa de incidencia (número de casos nuevos de una enfermedad), que se mide cuando la población sólo está expuesta durante un período de tiempo limitado.
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SANIDAD INTERNACIONAL
Había destinados en la Isla 19.010 militares españoles, de los que fueron asistidos médicamente 11.404 hombres, de los que fallecieron 385 9. La tasa bruta de mortalidad fue de un 20 por mil. Aunque para este mismo período la tasa de mortalidad en la Península fue tan sólo de un 8 por mil. Enfermedades
Asistidos
Fallecidos
859
282
2.542
12
Tuberculosis
99
30
Fiebre tifoidea
25
9
Fiebre amarilla Paludismo
Enfermedades venéreas y sífilis Viruela
1.017 30
0
En el siguiente cuadro se reflejan las patologías más prevalentes en aquel año 10: Las enfermedades más frecuentes en la Isla de Cuba este año fueron por lo tanto el paludismo, seguido de la fiebre amarilla y la tuberculosis. Siendo la fiebre amarilla la causante de la mayor mortalidad, mientras que la mortalidad por paludismo fue muy baja en relación con el número de afectados. La fiebre amarilla fue causante del 73% de la mortalidad, seguida a mucha distancia por otras enfermedades infecciosas: tuberculosis, paludismo, fiebre tifoidea, etc.
Isla de Cuba, año 1895 Este año comenzó como un año más de paz en la Isla, las tropas destacadas apenas superaban los 20.000 hombres 11. 9 Memoria Resumen de la Estadística Sanitaria del Ejército Español, Año 1894 (1896), Madrid, Imprenta del Cuerpo Administrativo del Ejército, p. 16. 10 Ibídem, pp. 17-18. 11 Anuario Militar de España, Año 1895 (1895), Madrid, Imprenta y litografía Depósito de la Guerra, p. 882.
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
No obstante, la proclama de independencia cubana, el 24 de Febrero de 1895, cambia la situación y estalla una lucha armada de grandes proporciones que requiere el envío masivo de tropas desde la Península y el reclutamiento de voluntarios entre los habitantes de Cuba 12. Durante el año 1895 se puede considerar que las fuerzas de soldados españoles y voluntarios cubanos llegaron a una población global de unos 100.000 hombres susceptibles de enfermar. El Dr. Larra y Cerezo indica que durante el año de 1895 fallecieron 3.200 hombres en los hospitales y enfermerías militares de la Isla de Cuba, habiéndose producido 49.485 ingresos entre marzo y diciembre de 1895. Mientras que el número de hospitalidades subió a 900.000 13. Larra y Cerezo puntualiza que estas cifras se refieren sólo a los hospitales y enfermerías militares, faltarían los fallecidos e ingresados en hospitales civiles, campamentos, ciudades y pueblos sin hospital, ingenios, casas particulares o en el campo. Haciendo un balance de todos los muertos de marzo a diciembre de 1895 él considera que serían 4.360 el total de fallecidos 14. La tasa bruta de mortalidad fue del 43 por mil, es decir, fallecieron 43 de cada mil hombres, el doble que en los años precedentes. La fiebre amarilla afectó a más de 7.000 hombres, causando la muerte aproximadamente al 40 de los afectados 15. Más de la mitad de las defunciones este año fueron por fiebre amarilla.
12 Había sido enviado a Cuba el general Arsenio Martínez Campos, héroe de la anterior guerra cubana, pero la rebelión se extendió rápidamente por los campos cubanos desde la región más Oriental de la Isla, gracias a un audaz plan denominado “invasión de Occidente” que culminó con la llegada de las tropas del cabecilla Antonio Maceo hasta la población de Mantua en el punto más Occidental de la Isla. 13 El Dr. Ángel de Larra y Cerezo fue director de una interesante revista quincenal, La Medicina Militar Española y la Revista de Clínica, Terapéutica y Farmacia, cuya andadura se inicia en 1895 y se continúa durante toda la guerra. Marcha a Cuba en 1896, donde es Jefe de Clínica de los Hospitales de Madera y Alfonso XIII en La Habana, volviendo por enfermo a la Península en 1898. Durante los años 1896, 1897 y 1898 tuvo a su cargo el Negociado de Estadística del Ministerio de la Guerra (Sección de Sanidad). 14 LARRA Y CEREZO, A. (1898), Les Hôpitaux Militaires de L´Île de Cuba et notamment l´Hôpital D´Alphonse XIII de La Havane pedant la guerre actuelle, Madrid, Impremerie du depot de la guerre, pp. 9, 12, 13. 15 Memoria Resumen de la Estadística Sanitaria del Ejército Español, Año 1896. (1898), Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de Guerra, pp. 46-47.
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En el balance final del año 1895 se aprecia un aumento del doble en la mortalidad a expensas, sobre todo, de las enfermedades infecciosas como la fiebre amarilla.
Isla de Cuba, año 1896 La tasa bruta de mortalidad se elevó considerablemente en este año, llegando al 74 por mil. Cuando Weyler llegó a La Habana el 10 de Febrero de 1896, para sustituir al general Martínez Campos, se encontró con una situación crítica 16. El año de 1896 es sin lugar a dudas el mejor estudiado en el aspecto sanitario durante toda la guerra 17. La Memoria Resumen de 1896 y el Dr. Larra y Cerezo indican que al iniciarse 1896 había en Cuba 95.310 hombres de las fuerzas armadas. Se recoge textualmente en las citadas fuentes: “A dicho número (95.310) hay que agregar los voluntarios movilizados en dicho año y otros voluntarios de la clase civil que engrosaron el contingente armado. Como revistaron unos 90.000 hombres en 1 de enero de 1896, puede calcularse por los tres conceptos en 200.000 hombres el contingente en Cuba en gran parte del año” 18.
16 EL General Weyler se propuso llevar a cabo una guerra compartimentada desde Occidente hasta Oriente, para de este modo poder acumular grandes contingentes de tropa en zonas muy concretas. Así se llevó a cabo la construcción de la trocha de Mariel a Majana, de unos 30 km. de longitud, entre Febrero y Marzo de 1896. Al mismo tiempo se reconstruía la trocha de Júcaro a Morón, que cruza la Isla en su parte central más estrecha, unos 75 km. de costa a costa. 17 El Cuerpo de Sanidad Militar realizó un minucioso estudio sobre la morbi-mortalidad durante la guerra, que fue recogido en la Memoria Resumen de la Estadística Sanitaria del Ejército Español, Año 1896 Asimismo, el Doctor Larra y Cerezo presentó una comunicación con estos mismos datos pero mucho más ampliados en el IX Congreso de Higiene y Demografía que se desarrolló en Madrid en Abril de 1898. LARRA Y CEREZO, A. (1901) Datos para la historia de la campaña sanitaria en la guerra de Cuba (apuntes estadísticos relativos al año 1896), Madrid, Imprenta de Ricardo Rojas. 18 LARRA Y CEREZO, (1901), p. 4. Memoria Resumen de la Estadística Sanitaria del Ejército Español, Año 1896 (1898), p. 3. En el Anuario Militar de 1897 se indica la presencia de 21.266 voluntarios cubanos en el Estado de Fuerza del Ejército de la Isla de Cuba en Diciembre de 1896. Anuario Militar de España, Año 1897, (1897), Madrid, Imprenta y litografía del Depósito de la Guerra, pp. 750, 782-783
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
Bajas en general, Cuba 1896 19 Patologías
Fallecidos
% Fallecidos
Guerra y heridas
1.078
11,46
Fiebre amarilla
9.052
60,76
Enfermedades comunes
4.137
27,77
14.897
100,00
Total
El número total de enfermos ingresados en este año en los hospitales y enfermerías de la Isla de Cuba fue de 238.235 20. Durante este año hay recogidas 3.680.245 hospitalidades o días de estancia hospitalaria en total. Al haber recogidos 238.235 ingresos durante este año, la estancia hospitalaria media por ingreso sería de 15,44 días. Las enfermedades con mayor incidencia fueron el paludismo y la fiebre amarilla, seguidas de lejos por la fiebre tifoidea, la tuberculosis y la viruela. La fiebre amarilla tuvo, como ya se ha indicado, una gran elevación en el número de invasiones hasta niveles no alcanzados jamás, presentando una tasa de ataque del 128,48% del contingente. Igualmente e incluso en mayor medida ocurrió con el paludismo, que afectó al 170,07% de los hombres. La mayor mortalidad correspondió a la fiebre amarilla y la fiebre tifoidea, la tuberculosis, la disentería y la viruela, seguido muy de lejos por el paludismo.
Año 1896. Balance final • Tasa bruta de mortalidad: 74,48 %. • Tasa bruta de mortalidad hospitalaria: 53,22%.
LARRA Y CEREZO (1901), pp. 5-7. Memoria Resumen de la Estadística Sanitaria del Ejército Español, año 1898 (1898), pp. 32-35. 20 LARRA Y CEREZO (1901), pp. 19, 26-27. 19
SANIDAD INTERNACIONAL
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Isla de Cuba, año 1897 El general Weyler es destituido, sobre todo, debido a la presión internacional y el general Blanco Arenas le sustituye. La población susceptible de enfermar durante este año también podría ser de unos 200.000 soldados 21. Cuando se publica la Memoria Resumen de la Estadística Sanitaria del Ejército Español relativa al año 1897 22, dos años más tarde, ya se había perdido Cuba, por lo que se hace una mención muy sucinta de los datos sanitarios de la Isla. Durante el año 1897 el número de fallecidos fue 16.130, incrementándose, por tanto, la mortalidad respecto del año anterior 23. En la Memoria Resumen de este año se indica que “las enfermedades propias del aniquilamiento orgánico determinaron ese considerable aumento de mortalidad” 24. Los ingresos hospitalarios fueron por Medicina, aparece así en la fuente y se refiere a medicina interna, siendo los más frecuentes, seguidos del paludismo, la fiebre amarilla y la disentería. Es significativo que durante este año la fiebre amarilla sólo sea responsable del 31 % de la mortalidad global entre las tropas españolas. Se aprecia como la incidencia del paludismo llegó a afectar casi al 80 % de los hombres del contingente 25. Le seguían a continuación la fiebre amarilla, que presentó una disminución significativa en el número de invasiones; y la disentería y fiebre tifoidea. 21 En el Anuario Militar de 1897 se consignan 168.872 hombres a fecha de 1.o de diciembre de 1896; estos serían sólo los provenientes del ejército peninsular. El Anuario Militar de 1898, indica que a fecha de 1 de diciembre de 1897 había 159.485 hombres y eso sin contar los refuerzos que también llegaron de España durante 1897 que fueron de 15.316 hombres. Según Weyler en agosto de 1897 las fuerzas del ejército la constituían 165.427 hombres, y los voluntarios cubanos movilizados eran 21.783. Anuario Militar de España, año 1898, Madrid, Imprenta y litografía del Depósito de la guerra (1898), pp. 858-859. 22 Memoria Resumen de la Estadística Sanitaria del Ejército Español, año 1897 (1899), Madrid, Imprenta y Litografía del Depósito de la Guerra, 23 Ibídem, p. 43. 24 Ibídem, p. 44. 25 Ésta es una altísima cifra de invasiones, de modo que el propio autor de esta Memoria indica que se trata de una: “cifra enorme que no creo haya alcanzado ningún ejército, por dicho padecimiento, en la historia sanitaria de las grandes campañas de la humanidad”, ibídem, p. 44.
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
Isla de Cuba, año 1897 Mortalidad: 16.130
Paludismo 5%
Tuberculosis 2% Fiebre Tifoidea Otras 4% 4% Desconocida 44%
Disentería 10%
Fiebre amarilla 31%
De igual manera que en años anteriores la mayor mortalidad, conocida, correspondió a la fiebre amarilla, seguida por la fiebre tifoidea, que originaba un número nada despreciable de muertos, tuberculosis y disentería.
Año 1897. Balance final • Tasa bruta de mortalidad: 80,650. • Tasa de mortalidad entre enfermos: 25,800. A pesar de la disminución de la mortalidad por fiebre amarilla las enfermedades de índole infecto-contagioso continuaron incrementándose en las tropas españolas.
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SANIDAD INTERNACIONAL
Isla de Cuba, año 1898 26 Nuevamente se podría considerar en 200.000 el número de soldados que fueron susceptibles de enfermar a lo largo de este año 27. He llevado a cabo el recuento de fallecidos en el año 1898 a partir de las “planillas de defunción decenales” que eran elaboradas periódicamente por la Inspección de Sanidad Militar de la Isla de Cuba y que actualmente se conservan en el Archivo de Ultramar del Archivo Histórico Militar de Madrid. Soldados y oficiales fallecidos en Cuba durante 1898 Soldados y oficiales
Batalla
Heridas
Vómito
Enf. Común
Total
286
228
700
12.218
13.432
El total de hombres fallecidos este año fue de 13.432. En esta cifra están incluidos los voluntarios cubanos que lucharon junto al Ejército Español. Isla de Cuba, año 1898 Mortalidad: 13.432
Fiebre amarilla 700 %
Batalla 514 %
Enfermedad común 12.218 %
26 No existe ninguna Memoria Resumen de la Sanidad Militar Española publicada sobre este año. 27 En el Anuario Militar de 1898, a fecha de 1 de diciembre de 1897 había en Cuba 159.485 hombres del ejército regular. A los que habría que añadir unos 30.000 cubanos voluntarios movilizados. Durante este año llegaron a la Isla 16.924 hombres
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
Resulta altamente llamativa la drástica disminución en la mortalidad por fiebre amarilla (vómito) que se aprecia en este año. Tal y como se aprecia en este gráfico, las enfermedades comunes fueron responsables del 91 % de la mortalidad mientras que la fiebre amarilla ocasionó este año sólo el 5 % de las víctimas y las bajas en combate y heridas sumaron un 4 %. Tasa bruta de mortalidad: 67,16 %. En este año la tasa bruta de mortalidad se redujo considerablemente respecto de los dos años anteriores, aunque sigue siendo una tasa muy alta. Balance final de mortalidad entre las tropas españolas en la Guerra de Cuba. Cuadro resumen 1893-1898 Fallecidos
Tasa bruta mortalidad (%)
Año
Tropas
Asistidos
Hospitalidades
1893
20.376
289
14,20
1894
19.010
385
20,25
11.404
1895
100.000
4.360
43,6
49.485
900.000
1896
200.000
14.897
74,48
238.235
3.680.245
1897
200.000
16.130
80,65
625.165
8.750.381
1898
200.000
13.432
67,16
Las investigaciones actuales nos permiten afirmar que España mandó a la Isla de Cuba una cifra aproximada a 220.000 hombres entre los años 1895 y 1898 28. Haciendo suma del total de fallecidos que hubo en los 1895, 1896, 1897 y 1898 se obtiene la siguiente cifra: 48.819 hombres fallecieron. Esta cifra posiblemente podría elevarse en unos 2.000 hombres, ya se ha comentado que del año 1897 sólo tenemos los datos de los hospitales y enfermerías militares, y que la mortalidad en combate en el año 1898 está también infravalorada.
28 YAÑEZ GALLARDO, C. (1992), “La última invasión armada. Los contingentes militares españoles a las guerras de Cuba, siglo XIX, Revista de Indias, 52 (194), p. 110.
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SANIDAD INTERNACIONAL
Causas de mortalidad Año
Batalla
Heridos
1895
Vómito
Enfermedad Desconocida común
2.796
1896
1.708
1897 1898
286
1.564
Total
4.360
9.052
4.137
14.897
332
5.018
10.780
16.130
228
700
12.218
13.432
Total
2.554
17.566
27.135
1.564
% del total
5,23
35,98
55,58
3,20
48.819
Se puede observar como la fiebre amarilla sola fue capaz de causar un 35, 98 % de las muertes, lo cual supone que más de la tercera parte de los fallecidos en aquella campaña lo fueron por esta causa. Los muertos en combate o a consecuencia de heridas supusieron un 5,23 % de la mortalidad total. Las enfermedades comunes con un 55,58 % respecto de la mortalidad común fueron la principal causa de muerte en las tropas españolas. Fiebre amarilla. Cuadro resumen Año
Atacados
Muertos
T. Letalidad (%)
T. Ataque (%)
T. Mort. Esp. T. Mort. Prop. (%) (%)
1893
506
123
243,08
24,83
6,03
42,56
1894
859
282
328,28
45,18
14,83
70,14
1895
7.085
2.796
349,63
70,85
27,96
64,12
1896
25.697
9.052
352,25
128,48
45,29
60,76
1897
15.098
5.018
332,36
75,49
25,09
31,10
3,20
5,21
1898
700
Durante el año 1895 y 1896 se produjo un incremento importantísimo en la tasa de ataque de la enfermedad. Sin embargo, durante 1897 se produce una bajada de nuevo de la tasa de ataque que será de un 75,49 %.
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MEDICINA, IDEOLOGÍA E HISTORIA EN ESPAÑA (SIGLOS XVI-XXI)
Como ya se ha indicado finalmente fallecieron por esta enfermedad 17.566 hombres, lo que supone el 35,98 % de la mortalidad que hubo en esta guerra. Otro factor a tener en cuenta es la tasa de letalidad, esto es, cuántos murieron entre los afectados. Paludismo. Cuadro resumen Año
Enfermos
Muertos
T. Letalidad (%)
T. Ataque (%)
T. Mort. Esp. T. Mort. Prop. (%) (%)
1893
1.250
13
10,40
61,34
0,63
4,49
1894
2.542
12
4,72
133,71
0,63
2,98
1896
34.014
374
10,99
170,07
1,87
2,51
1897
157.336
817
5,19
786,68
4,08
5,06
1895
La tasa de ataque del paludismo siempre fue más alta que la de la fiebre amarilla, siendo del 170,070 en 1896 y nada menos que del 786,680 en 1897. Es decir, que el 80 % de los hombres fueron atendidos por paludismo.
Conclusiones Los datos obtenidos durante la elaboración de este trabajo permiten concluir que las enfermedades infecciosas constituyeron la principal causa de mortalidad y morbilidad en el Ejército Español durante la Guerra de Cuba. Las dos enfermedades más importantes fueron la fiebre amarilla, causante de la mayor mortalidad, y el paludismo, causante de la mayor morbilidad. Así la fiebre amarilla se convirtió en el verdadero modulador de la mortalidad, sobre todo, en los años 1895 y 1896. Mientras que el paludismo aunque producía una, relativamente, escasa mortalidad, incapacitaba a las tropas en gran medida para la lucha y llegó a afectar a las dos terceras partes del Ejército. La tasa de ataque de las distintas enfermedades infecciosas en el Ejército Español aumentó significativamente con respecto a los años previos a la guerra. Aunque la masificación de los hospitales y enfermerías no influyó en la tasa de letalidad de las enfermedades.
“SUEÑOS ROTOS”. LA POLÍTICA SANITARIA DE ESPAÑA EN MARRUECOS DESDE UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO 1 Isabel Jiménez-Lucena Profesora Titular, Historia de la Ciencia, Facultad de Medicina, Universidad de Málaga, Campus Teatinos “Los nacionalistas [marroquíes] que habían creído romper los sueños de los colonos, se encontraban sin recursos ni alternativas ante los de sus hijas” 2.
De la reflexión ante estas palabras de Fátima Mernisi surgieron las preguntas: ¿cuáles eran estos sueños de los colonizadores y qué papel jugaron en ellos las mujeres? En primer lugar, debo decir que me planteé, como no podía ser menos, la dificultad del análisis en el ámbito colonial, debido a la necesidad de abordar la problematización del lugar de enunciación y con ello de la posesión de los mecanismos materiales y simbólicos necesarios para la reflexión en materia colonial. Y he de decir que yo quería situarme en un lugar diferente al que el discurso patriarcal, de clase y racista dominante que pretende representarnos a la totalidad de los seres humanos y que continuamente nos dice de qué podemos y de qué no podemos hablar. Por tanto, no debía dejar que estrategias silenciadoras 3 fuesen las que valorasen la pertinencia/pertenencia o la no pertinencia/no pertenencia de los análisis y las 1 Esta investigación ha sido financiada por el Proyecto BHA2001-2979-C05-03 del Ministerio de Ciencia y Tecnología. 2 MERNISI, F. (2000), Marruecos a través de sus mujeres, Madrid, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, pp. 23-24. 3 Sobre las estrategias de silenciamiento que despliegan aquellos que pretenden poseer el punto de vista adecuado, correcto, véase MERNISI (2000), p. XXX.
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reflexiones que desde una voluntad opositora a lo hegemónico se quiera realizar, aún reconociendo nuestras limitaciones personales y epistemológicas. La validez de las preguntas y respuestas que forman parte de nuestros análisis sólo podrán ser valoradas en función de la respuesta que se dé a la cuestión ¿para qué tipo de proyectos son válidas? 4 En casos como los del trabajo que aquí presento la pregunta sería: ¿es válido para contribuir a la decodificación de los términos de las actuaciones que establece la diferencia colonial5? Mi intervención se centrará en las cuestiones ¿de qué manera las mujeres han sido protagonistas de y en las estrategias coloniales descritas, de qué manera las cuestiones de género constituyen un instrumento analítico que nos ayuda a profundizar en las relaciones sociales en espacios y tiempos determinados?; y quiere contribuir a las respuestas que pueden darse a las mismas. La pretensión no es otra que mostrar la importancia de introducir la perspectiva de género en las reflexiones en torno a la colonialidad, analizando el caso concreto de la política sanitaria que planteó España en Marruecos durante el período de Protectorado, debido a la importancia que ha tenido la intervención de la medicina y la sanidad en distintos procesos de colonización desarrollados en las sociedades modernas. Pero, primero he de señalar que el interés de la categoría género para los estudios postcoloniales tiene su complemento en el interés de los estudios postcoloniales para el desarrollo de la historia de las mujeres y los estudios de género, en tanto que la mirada a un espacio ajeno permite reconocer la ideología de género que impregna las relaciones entre mujeres y hombres en dicho espacio, que puede quedar oculta en el espacio propio por intereses de diversa índole. Las relaciones de género se definen en términos de relaciones de poder que pueden entenderse también mediante conceptos como “colonialidad del poder” 6, pues como sostiene Asunción Oliva Portoles
4 HARDING, S. G. (1998), Is science multicultural? Postcolonialisms, feminisms, and epistemologies, Bloomington, Indiana University Press, p. 163. 5 La “diferencia colonial” es el espacio físico e imaginario donde se producen y reproducen las relaciones de poder que conforman la “colonialidad del poder” que se constituiría en prácticas y discursos que justifican la diferencia colonial a la vez que operan desde ella. La elaboración y el desarrollo de estos conceptos, así como su potencial para el análisis pueden verse en MIGNOLO, W. D. (2003), Historias locales/diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo, Madrid, Akal. 6 MIGNOLO (2003).
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“la representación colonial de la cultura occidental tiene un parecido lejanísimo con los valores morales, políticos y culturales que realmente penetran la vida de las sociedades occidentales [...] Hay que tener en cuenta siempre que existen profundas similitudes entre los países colonizados y los ‘Otros’ que están dentro de la propia cultura occidental, debido a las brutales desigualdades económicas que hay entre sus miembros, la jerarquización de sus sistemas sociales y la desigualdad y el maltrato de las propias mujeres occidentales” 7.
Además la evolución de determinados aspectos clave en la historia de las mujeres encuentra algunas explicaciones en las políticas coloniales desarrolladas en la contemporaneidad. Pues bien, volviendo a la cuestión central, un aspecto que me parece muy relevante es el hecho de que en las políticas coloniales se ha establecido una tensión entre la diversidad y la universalidad ante la necesidad de, por una parte, mantener las distancias simbólicas y estructurales entre colonizados y colonizadores, imprescindible para la existencia del sistema colonial y, por otra parte, imponer un modelo universal, único, que gestione todos los aspectos de la vida humana 8. Así, el imperialismo cultural operaría mediante la “insistencia en la diferencia” y también mediante la “insistencia en la identidad”. La insistencia en la diferencia, a la que alude Uma Narayan 9 se produce especialmente en el contraste entre “Oriente” y “Occidente”, contraste que en buena medida es una mera fantasmagoría colonial que caracterizaría el “orientalismo” descrito y analizado por Edward Said 10. Por otra parte, los diseños globales 11 pretenden imponer un modelo universal, único, y por ello, debe elaborar un referente, un ideal.
7 OLIVA PORTOLÉS, A. (2004), “Feminismo postcolonial: la crítica al eurocentrismo del feminismo occidental”, Cuaderno de Trabajo, núm. 6 [consultado 27 de mayo de 2005]. Disponible en URL: http://www.ucm.es/info/instifem/cuadernos/cuaderno%206.doc 8 Sobre esta última cuestión puede verse GARCÍA CALVO, A. (1998), “Entrevista a Agustín García Calvo”, Cuaderno de Materiales, núm. 4. En URL, www.filosofia.net/materiales/ fnumeros.htm. La tensión señalada queda reflejada en MEMMI, A. (1971), Retrato del colonizado precedido por retrato del colonizador, Madrid, Cuadernos para el Diálogo. 9 NARAYAN, U. (2000), “Essence of Culture and a Sense of History: A Feminist Critique of Cultural Essentialism”, en HARDING, S., NARAYAN, U. (eds.), Decentering the Center. Phisosophy for a Multicultural, Postcolonial and Feminist Perspective, Bllomington-Indianapolis, Indiana University Press, p. 83. 10 SAID, E. W. (2002), Orientalismo, Barcelona, Debate. 11 Los diseños globales son perspectivas y enunciaciones locales que son desarrolladas en espacios y tiempos determinados, pero quieren ser universales; acerca de este concepto véase WALSH, C. (2003), “Las geopolíticas del conocimiento y colonialidad del poder. Entrevista a
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Cabe pensar que formando parte de estos diseños globales se encuentra el ideal de la feminidad: se pretende un modelo único de mujer, el occidental. En este proyecto se incluyen “esfuerzos de la sociedad por categorizar biológicamente las identidades de género” 12 , al igual que las identidades étnicas o “raciales”, y universalizar un patrón de género que todas las mujeres deben seguir. En este sentido, el discurso sobre “la mujer” es monotípico e inclusivo, monotípico porque no entiende la diversidad del ser humano en sus necesidades, opiniones, deseos, conocimientos, perspectivas..., inclusivo en tanto que intenta la “inclusión” en una cultura hegemónica (la occidental) 13. La “cuestión de la mujer” venía siendo considerada como uno de los aspectos más relevantes del atraso de los países colonizados; tan relevante que era clave en la imposibilidad que tenían las sociedades no-occidentales para aproximarse a la sociedad europea, es decir, a la modernidad y la civilización 14. En este sentido, las mujeres y las relaciones de género marroquíes fueron un argumento que legitimaba la diferencia colonial y la colonialidad del poder. Por ello, se construyó, de forma paralela, una imagen de lo que sería el estereotipo occidental de mujer marroquí frente a la representación de la mujer española15. Estos discursos no sólo legitimaban la intervención colonial, sino que también legitimaban las relaciones de género metropolitanas como modernas y civilizadas en relación a las descritas como propias del país colonizado. Una representante del modelo de “mujer europea” fue la mujer como proveedora de cuidados médico-sanitarios modernos; al tradicional papel de la mujer en relación a los cuidados de salud ahora se le añadía el califi-
Walter Mignolo”, Polis. Revista Académica Universidad Bolivariana, 1 (4). Disponible en: http://www.revistapolis.cl/4/wal.pdf 12 Sobre este asunto acerca de que la identidad de género es “menos un dato biológico entre hombres y mujeres que la invención de lo natural por los esfuerzos de la sociedad en categorizar biológicamente las identidades de género”, véase KAUFMANN, J. C., (2004), “L’invention du soi, Une théorie de l’identité, Armand Colin”, citado en VILANOVA, M., “Identidad de género y transformación social”, Historia, Antropología y Fuentes Orales, 33, 2005, 5-19, p. 7. 13 Sobre el significado de estos conceptos véase WALSH (2003). 14 Las publicaciones de los viajeros del siglo XIX y XX insistían en estas circunstancias. Véase AIXELÁ, Y. (2000), Mujeres en Marruecos. Un análisis desde el parentesco y el género, Barcelona, Bellaterra. 15 Sobre los estereotipos de mujer del “Tercer Mundo” y del “Primer Mundo” puede verse OLIVA (2004), p. 15.
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cativo que introduciría la diferencia entre las mujeres de los “pueblos civilizados” y las otras. Una de las actuaciones a que esto dio lugar fue la creación en Tetuán del Consultorio médico para mujeres y niños musulmanes. En él trabajaron la “médico femenino” María del Monte López Linares, primera mujer que ocupó una plaza en los cuerpos de sanidad del Estado español, y las sanitarias marroquíes Rahama Bent Alí, Yamina Bent Alí, Fátima Bent Mohamed y Erhimo Bent Mohamed. La vacunación antivariólica fue la principal tarea del personal de este Consultorio, formándose los llamados “equipos de vacunadoras”, aunque se atendían otros problemas médico-sanitarios. El argumento central para establecer centros en los que el personal era femenino fue el poder político de “atracción indígena” y de “colonización cultural” que podían ejercer, debido a la facilidad que tenían las mujeres de penetrar en el hogar marroquí frente a las dificultades que encontraban los sanitarios varones: “Conociendo el carácter musulmán y la reserva casi impenetrable que éste opone para que nadie pueda desgarrar el secreto de su hogar, se podrá presumir la influencia tanto política como sanitaria que ejerce la tebiba, la médico española, que se viene manifestando de una manera creciente y con resultados tan satisfactorios que constituye un éxito de la Administración” 16.
Estas actuaciones reflejaban la jerarquía colonizador/colonizado (personal cualificado/personal subalterno) y también contribuía a un enfrentamiento de la sanadora tradicional marroquí con, por una parte, “la tebiba, la médico española” y el personal sanitario femenino español formado en las Facultades de la península, y, por otra, las enfermeras musulmanas formadas en cursos especiales de la Inspección de Sanidad de la Zona 17, así como las “Comadronas marroquíes tituladas”, que, como se explicitó en documentos oficiales, tendrían como misión contrarrestar la acción nefas-
16 “La sanidad en las ciudades” (1931), Marruecos Sanitario, 64, 30 septiembre, pp. 9-18. A la creación del consultorio se hace mención en MOLERO MESA, J.; JIMÉNEZ LUCENA, I., y MARTÍNEZ ANTONIO, F. J. (2002), “Salud, enfermedad y colonización en el Protectorado Español en Marruecos”, en RODRÍGUEZ MEDIANO, F., y FELIPE, H. de (eds.), El Protectorado Español en Marruecos. Gestión colonial e identidades, Madrid, CSIC, pp. 181-216, y en MEDINA DOMEa NECH, y R. M. , MOLERO MESA, J. (2002), “Medicina y poder colonial en el África española. Un acercamiento preliminar a la perspectiva de género desde el marco legislativo colonial”, en MARTÍN CASARES, A.; VELASCO JUEZ, C., y GARCÍA GIL, F. (eds.), Las mujeres en el África subsahariana. Antropología, literatura, arte y medicina, Barcelona, Ediciones del Bronce, pp. 312-330. 17 SANIDAD (1931).
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ta de las “curanderas”, de la “celosa guardiana de una medicina empírica medieval” que se dedicaban a asistir los partos 18. Quedaban así trazados, por una parte, el ideal de “la nueva mujer moderna”, por otra, la organización de una práctica que pretendía la pérdida de conocimientos “locales” y de autonomía de los colonizados a partir de la ruptura de estrategias sanitarias no diseñadas por los colonizadores; de esta forma se fomentaba la expansión del diseño occidental. Así, la importancia del papel que las mujeres marroquíes jugaban, como agentes sanitarios y socializadores 19, y la situación de las mismas como pacientes repercutió tanto en la consideración de las mujeres marroquíes como en la situación que las mujeres europeas ocuparon en el ámbito colonial como agentes colonizadores. La subalternización de las mujeres marroquíes no sólo fue utilizada contra la cultura no-occidental sino que también sirvió a los intereses de los agentes coloniales. Aspectos sobre la reclusión de las mujeres marroquíes y la imposibilidad de acceder a ellas para asistirlas médicamente, muchas veces exagerados 20 y que tan central fueron en el discurso médico-sanitario, formó parte de una retórica colonizadora que pretendía utilizar estos argumentos como parte importante de las diferencias existentes entre colonizados y colonizadores 21. Se elaboraron esquemas de contrastes que mediante un sistema de oposiciones fueron empleados en la construcción de compartimentos sociales, y en esta tarea “sus” mujeres y las de los “otros” fueron centrales en la legitimación propia y el desprestigio del otro.
La obra de Salud Pública en Marruecos (sf.), s.l., p. 30 y DELEGACIÓN DE ASUNTOS INDÍDirección de Acción Social (1954), Memoria 1953-54, p. 134. 19 AMSTER, E. (2003), Medicine and Sainthood. Islamic Science, French Colonialism and the Politics of Healing in Morocco, 1877-1935, Dissertation in History for Degree of Doctor, University of Pennsylvania. 20 La existencia de múltiples documentos en los que se refiere la asistencia que distintos médicos españoles realizaron a mujeres marroquíes nos permite hacer esta afirmación; véanse como ejemplos: Carta del médico director del Dispensario Municipal de Tetuán al Cónsul Interventor Local General de Tetuán (1927), AGA (Archivo General de la Administración, Alcalá de Henares), Caja M1540; Carta de notables marroquíes al Alto Comisario, Carlos Asensio, Tetuán (1937), AGA, Caja M2176; IRIBARREN CUARTERO, I. (1942), Trabajos de un médico militar en el Rif (Beni Said). Memoria del Doctorado en Medicina, presentada a la Universidad Central de Madrid, en el mes de Mayo de 1940, Ceuta, Imp. Imperio, p. II 21 Este discurso se utilizó en distintos ámbitos coloniales; véase LAL, Maneesha (1994), “The Politics of Gender and Medicine in Colonial India: The Countess of Dufferin’s Fund, 18851888”, Bulletin of the History of Medicine, 68, 29-66. pp. 38-41. 18
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Por otro lado, a pesar de la retórica colonizadora que prometía el rescate y salvación que la cultura occidental supondría para la mujer marroquí 22, las actuaciones que se hicieron suponían que la mujer marroquí debía conformarse con una posición de subalternidad útil para las políticas coloniales; su incorporación como agente de la sanidad moderna occidental sólo se hizo en puestos auxiliares y peor pagadas que sus homólogas españolas 23. Así, el ideal de la “nueva mujer” que representaban las “médicos femeninos” constituyó un elemento propagandístico de primer orden en unas relaciones coloniales que en el diseño Occidental estarían caracterizadas por la superioridad de la “civilización” frente a las “costumbres viejas y bárbaras” 24 de las zonas “protegidas”. Por el contrario, la presencia de prostitutas españolas supuso un conflicto para el mundo colonial, porque desmentían los supuestos valores de superioridad de los colonizadores y destruían la representación de su autoridad moral con lo que el discurso legitimador colonial perdería su eficacia. Por ello, aunque las “meretrices indígenas” y las “meretrices europeas” constituían un mismo problema al que la Sanidad moderna debía dar solución, se trató de asignar a la prostitución una esencia étnica que la documentación de archivo desmentía al aparecer información relacionada tanto con prostitutas de procedencia marroquí como españolas 25. Aunque se reconoció que el principal problema que se había asociado a la prostitución, la sífilis, no tenía en la población marroquí una vinculación tan directa con esta práctica, pues se sostenía que los mecanismos de contagio eran diversos: intervenciones como la circuncisión, la sangría y los tatuajes, compartir pipas o cigarrillos en rituales, o bien compartir vasos en los actos de toma de té 26, la lucha contra la
22 ROBLES MENDO, C. (1953), Antropología de la Mujer Marroquí Musulmana, Tetuán, Editora Marroquí. 23 Expediente de Sohora Ben Abdeselam Hamaruchi (1940), AGA, Caja M-10511; Expediente de Sor Patrocinio Gonzalo (1941a) AGA, Caja 10511, y Expediente de M.a Asunción Veira Gómez (1941b), AGA, Caja 10511. 24 RoBLES (1953). 25 Algunos de los documentos relativos a este asunto son Cartas sobre la situación de mala higiene existente en las proximidades de una casa de prostitución (1927), AGA, Caja M1540; CARTA de Mariano Cajal del Dispensario Municipal de Tetuán al Cónsul Interventor (1927), AGA, Caja 1540; CARTA del Segundo Jefe de Vigilancia y policía gubernativa de Tetuán al Cónsul Interventor (1928), AGA, Caja 1540. 26 LACAPÈRE, G. (1923), La syphilis arabe (Maroc, Algérie, Tunisie), Paris, Gaston Doin, pp. 24-31. Y también BRAVO, J. (1932), La medicina Española y la medicina indígena en Marruecos. Las Kábilas de Quebdana y Ulad Setut, Orense, La Industrial, pp. 150-151.
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enfermedad, que constituía uno de los “pilares sobre los que se asentaba la labor de los médicos españoles entre los indígenas” y era “la base del predicamento obtenido por los médicos españoles” 27, se centró en la prostitución. Y en esta campaña se responsabilizó a las “meretrices moras” del aumento de los casos de blenorragia y sífilis, se omitió la mención explícita de las prostitutas españolas, y mientras éstas eran asistidas en un hospital general con lo que se aumentaba la dificultad para identificar a las prostitutas en función de su asistencia a este recinto, aquellas serían tratadas en un sifilicomio, espacio perfectamente identificado que permitía establecer una relación directa con las circunstancias de las mujeres que acudían a este centro 28. Todos estos discursos y acciones se constituyeron en un esfuerzo argumentativo que sostenía la conclusión: la sífilis, “uno de los más graves males que inexorablemente afectaba a los indígenas y repercutía en la colectividad española” 29; por tanto, eran los indígenas el reservorio, la causa, de la enfermedad y la población europea padecía pasivamente los males que le transmitía la población marroquí, en este caso las prostitutas marroquíes. Así, se pretendía esencializar los espacios de forma que la prostitución se caracterizara por la etnia, con lo que se podría salvar la cuestión de la superioridad intrínseca de todo lo relacionado con la metrópolis. Pero el sistema patriarcal, al igual que el racial, no estuvo ausente en las políticas coloniales; y un “universal” del patriarcado occidental ha sido la minusvalía intelectual de las mujeres. Por ello, a la vez que se confrontaba una “Eva moderna”, profesional e independiente 30, con una mujer marroquí, “recluida y aprisionada en el harén”, en la que la ignorancia era un hecho consustancial pues “de su existencia la mujer [marroquí] nada sabe, nada recuerda; ni sus años, ni el comienzo de su pubertad, ni dato alguno cronológico” 31, también se consideraba que las mujeres europeas eran portadoras de una “inteligencia no preparada”, y, por ello, había que protegerla de “la lectura de libros inadecuados, libros de Medicina, trata-
IRIBARREN (1942), p. 32. DELGADO, E. (1931), “La Sanidad en Marruecos. Un aspecto de la labor Sanitaria desarrollada. Profilaxis venérea”, Marruecos Sanitario, 51, 15 de febrero, 18-27, pp. 22-23 y 27. 29 DELGADO (1931). 30 CARABIAS, J. (1932), “Feministas en el Protectorado. María del Monte, médica de las mujeres musulmanas”, Estampa: revista gráfica y literaria de la actualidad española y mundial, 5 (210), 3-4 [Reproducida en (2000), Index de Enfermería, 9 (31), pp. 44-47]. 31 ROBLES (1953), pp. 31-37. 27 28
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dos de Higiene Sexual; libros propios de médicos especializados en partos” que les producirían “una verdadera indigestión de ideas que acarrea melancolías, tedios, pesadillas, insomnios ... etc., con grave perjuicio del psiquismo de la mujer” 32. Así ese ideal universal de mujer que servía para exaltar las relaciones de género occidentales, no pretendía acabar con las relaciones de dominación/subordinación de género, como nos muestra las quejas de cinco médicas españolas que pretendían tener un espacio para el ejercicio de la medicina y escribieron al Inspector de Sanidad de la Zona del Protectorado en los siguientes términos: “nosotras hubiéramos deseado hacer las oposiciones a Médicos del Protectorado de Marruecos, para contar con un sueldo fijo, pero estamos excluidas de ellas por razón del sexo y, repetimos, nuestra situación económica no nos permite resistir allí el tiempo necesario para poder desenvolvernos” 33. No hubo una intención, por parte del sistema patriarcal occidental, de modificar las relaciones de poder de género, sino más bien una adaptación funcionalista a las pretensiones coloniales, por ello existió una cierta relación en la consideración de la necesidad de “personal indígena”, marroquí, y la incorporación de mujeres españolas como profesionales de la medicina, no siendo casual que las fechas de ambas acciones fuese la misma: la enseñanza reglada para formar auxiliares marroquíes en la Facultad de Medicina de Cádiz se instauró en 1928 y en ese mismo año se incorporó M.a del Monte López Linares como primera mujer médica al Cuerpo de Médicos de la Zona del Protectorado de Marruecos 34. Por las mismas razones patriarcales, las alianzas entre varones no estuvieron ausentes en el ámbito colonial, y determinadas técnicas médicosanitarias tuvieron un papel relevante en este asunto. En este sentido, el laboratorio occidental moderno se instituyó en un instrumento útil para la política sexual androcéntrica, un instrumento de control, capaz de ofrecer al varón colonizado una herramienta que, aunque supusiera la aceptación de la superioridad del colonizador, resultaba interesante para usar en casos de divorcios y adulterios, evitando la autoridad de las mujeres en relación
MILLÁN SANTOS, J. (1947), Monitor de la futura madre, Tetuán, pp. 53-54. Carta al Inspector de Sanidad del Protectorado de Marruecos de 11 de febrero (1941), Madrid, AGA, caja M-2176. 34 Sobre estas actuaciones: MOLERO; JIMÉNEZ, y MARTÍNEZ (2002) y MEDINA, y MOLERO (2002). 32
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a embarazos, “niños dormidos” y control de la paternidad 35. Un desarrollo similar a éste se realizó con el reconocimiento de las prostitutas, en el que “la colaboración imprescindible del Laboratorio” permitiría “fijar con toda exactitud un rápido y seguro diagnóstico”, de manera que “no podrían las meretrices de mala fe recurrir a engaños y artificios que fácilmente pueden realizar en los prostíbulos exprimiendo el pus de sus glándulas contaminadas, haciéndolo desaparecer momentos antes de la llegada del médico reconocedor” 36; por tanto, sería un magnífico aliado de los varones frente a la “siempre peligrosa profesión” 37 de la prostitución. Ahora bien, es importante resaltar que estas actuaciones introdujeron contradicciones importantes en el discurso colonial y en el discurso de género. En el primero las deseadas alianzas con una parte del pueblo marroquí mostraban clasismo y androcentrismo a la vez que rompían con los esquemas de contrastes que pretendía establecer una nítida separación entre “nosotros” y “ellos”, tan importantes para la práctica colonialista. En lo concerniente al género, por una parte, desde supuestos menos etnocéntricos se podía apreciar cómo la situación de las mujeres en España durante el siglo XIX y primeras décadas del XX se parecía mucho a las descripciones que agentes coloniales habían hecho de la mujer marroquí: “relegada al rincón más escondido del hogar, es considerada como un objeto de lujo, un instrumento de placer o un motor de trabajo, y cuando más como un elemento indispensable para la conservación de la especie” 38, por lo que “la inferioridad de la mujer es en Marruecos un hecho cierto en el aspecto social y aun en el sagrado mismo del hogar” 39. Por otra parte, el no reconocimiento de papel alguno de las mujeres marroquíes era contradictorio con la importancia que se le adjudicaba en el cambio social. Sin duda, estas todas estas actuaciones y discursos contribuyeron a que las mujeres quisieran ocupar espacios que no fuesen sólo los que la cultura patriarcal dominante les asignara, y las mujeres marroquíes fueron clave en la resistencia contra los colonizadores, como ha puesto de manifiesto Yolanda Aixelá, y mantuvieron su autoridad en materia de asistencia
En relación a este asunto, véase AMSTER (2003). MINCE, L. (1929), “Fundamentos para la lucha antivenérea”, Marruecos Sanitario, (7), 714, p. 11. 37 MINCE (1929), p. 13. 38 OVILLO Y CANALES, F. (1886), La mujer marroquí, Estudio social, Madrid, Imprenta de Manuel G. Hernández, p. 56. 39 ROBLES (1953). 35 36
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sanitaria como muestra en su estudio Ellen Amster; por su parte, tras María del Monte López Linares, Cecilia García de la Cosa ingresó, en 1934, en el Cuerpo de Sanidad Nacional esta vez con ejercicio en la metrópolis. “Su malestar, su sed de justificación, exigen del usurpador que se ensalce a sí mismo por las nubes al mismo tiempo que hunde al usurpado en las simas de la tierra [...] tiene que explicar la distancia que la colonización abre entre él y el colonizado, pero para justificarse tiene que ampliar aún más esa distancia, contraponiendo irremediablemente las dos imágenes: la suya, tan gloriosa, y la del colonizado, tan despreciable” 40.
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MEMMI (1971), pp. 111-113.
REVISTAS ESPAÑOLAS DE MEDICINA TROPICAL C. Pérez Abadía y F. Sabaté Caselles Institut Català de la Salut, Castelldefels y Sabadell
Introducción Con la llegada a América en 1492, España se convirtió en la primera potencia colonial de la Edad Moderna. El desarrollo de la navegación transoceánica y la colonización de extensos territorios en los que no se ponía el sol, plantearon problemas sanitarios desconocidos hasta aquellos momentos. Para hacer frente a las nuevas contingencias sanitarias, se pusieron en marcha mecanismos e instituciones bastante adaptadas a las circunstancias. Entre las aportaciones científico-médicas más relevantes de España en este período, cabe señalar: el descubrimiento de las propiedades febrífugas de la corteza del árbol de la Quina 1, la introducción de plantas comestibles (como la patata, el tomate, etc.) que mejoraron notablemente los recursos nutritivos de Europa; o la descripción de la fiebre amarilla 2. La emancipación de las colonias americanas continentales coincidió con el inicio de la Edad Contemporánea. No obstante, en el siglo XIX continúa la labor sanitaria e investigadora de España en Ultramar. En 1802 se pone en marcha la Expedición de la Vacuna 3, que dará la vuelta al mundo 1 MONARDES, N. (1574), Primera, Segunda y Tercera Parte de la historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales que sirven en medicina, Sevilla, Alonso Escribano. 2 HERNANDO, T. (1965), “La descripción de la fiebre amarilla por fray Diego López Cogollado”, Finlay, V, pp. 45-58. 3 BALLESTER, R., y BALAGUER, E. (2003), En el nombre de los niños. La Real Expedición Filantrópica de Balmis, Madrid, Wyeth Farma, Monografía de la AEP, núm. 2.
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expandiendo el descubrimiento de Jenner y, propiciando la revolución demográfica por la disminución de la mortalidad infantil. Otra aportación significativa fue el descubrimiento, por Carlos Finlay en 1882, de la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito 4 del género Culex, haciendo el paso conceptual desde la teoría humoral a la parasitaria 5. La pérdida en 1898 de las últimas colonias insulares de América y Filipinas, tuvo un efecto ambivalente en la sociedad española, y despertó una viva polémica sobre el papel de la ciencia en España entre nihilistas y posibilistas. Santiago Ramón y Cajal es el representante del “Regeneracionismo científico español” en el cambio de siglo 6. Su creciente fama internacional, hace que sus opiniones sean escuchadas dentro de España. Cajal se incorporó al ejército en Cuba, en abril de 1874, recién licenciado en Medicina. Allí pudo contemplar y experimentar en carne propia las miserias de la guerra colonial, y enfermar gravemente de paludismo. El 30 de mayo de 1875 es declarado “inútil” por la enfermedad contraída en campaña. Su antaño juvenil impulso de sobresalir como individuo, es desplazado por un espíritu de afirmación patriótica. Cajal propugna abandonar las empresas bélicas y potenciar la educación y la investigación como objetivos nacionales, que permitan el progreso y bienestar de sus conciudadanos. Propone sustituir una forma de patriotismo que había llevado a España al desastre, por otra que la llevara a la grandeza 7. La derrota militar de 1898 y sus catastróficas consecuencias, pusieron de manifiesto la ineptitud e imprevisión de los gobernantes españoles de la Restauración 8. Cajal atribuye al esfuerzo científico de los Estados Unidos la victoria, mientras que la derrota española es consecuencia del secular desprecio por la ciencia original. Sólo por enfermedad murieron cerca de 58.000 soldados y oficiales, que junto a los 16.000 devueltos a la Península por inutilizados (de los cua-
4 DOMINGO, P. (1972), “La transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito, gran descubrimiento de la España colonial”, Asclepio, XXIV, pp. 109-119. 5 DELAPORTE, F. (1989), Historia de la Fiebre amarilla. Nacimiento de la medicina tropical, México. 6 DELRIO-HORTEGA, J. (1988), “Santiago Ramón y Cajal y su pensamiento ante el desastre colonial del 98”, El Médico, 683, 36-48. 7 GÓMEZ SÁNCHEZ, J. J. (1988), “Santiago Ramón y Cajal y el ejército español en Cuba”, Madrid, Servicio de Publicaciones del EME, en I Congreso historia militar, Zaragoza 1988, vol. 1, 683-708. 8 BLASCO IBÁÑEZ, V. (1978), Contra la Restauración. Periodismo político 1895-1904, Bilbao, Nuestra Cultura.
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les, la mayoría fallecidos en sus pueblos u hospicios), suman 74.000 bajas por enfermedad, muertos casi todos. Las enfermedades tropicales: paludismo y disentería causaron más estragos entre los soldados españoles que los enfrentamientos armados 9. En este ambiente catastrofista de final de siglo, las ideas regeneracionistas intentan hacerse presentes a principios del siglo XX. “De hablar de ciencia, se pasó a hacer ciencia”. Se pusieron en marcha iniciativas tan fructíferas como: la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, la Residencia de Estudiantes y el Instituto Cajal de investigación biológica. En este contexto aparece un joven, nacido en Florencia en 1876, llamado Gustavo Pittaluga, que entre 1902-1903 realiza una serie de “Estudios sobre el paludismo en España”. En el XI Congreso Internacional de Medicina, celebrado en Madrid en 1903, presenta una comunicación titulada: “Etiología y epidemiología del Paludismo”, basada en los hallazgos parasitológicos y no en la teoría humoral. En 1909 dirigió la “Expedición a las posesiones españolas del Golfo de Guinea para el estudio de la enfermedad del sueño”. A instancias de Cajal, en 1911 es nombrado Catedrático de Parasitología y Patología Tropical de la Universidad de Madrid. Sin abandonar los trabajos de campo y experimentales, crea una fecunda escuela de investigadores. Uno de sus alumnos, Manuel Vila de Tortosa, describe en 1912 la lehismaniasis o esplenomegalia parasitaria de los niños (kalazar infantil). En 1914 se le nombra responsable de la “Lucha Antipalúdica” de la Mancomunitat de Cataluña. En 1916 se menciona la existencia de una Asociación de Medicina Tropical, que dispone de un laboratorio y dispensario en Granada, a cargo del Dr. Sadí de Buen. Sucesivos intentos fueron hechos por G. Pittaluga para disponer de un Instituto de Medicina Tropical en Málaga o Granada, sin éxito por motivos múltiples. Con la creación de la Sociedad de Naciones, en los años veinte, G. Pittaluga fue nombrado miembro del Comité de Higiene, en reconocimiento a su justa fama internacional. En 1924 apareció la traducción española, de la séptima edición inglesa, del libro de F. H. Manson Bahr: Enfermedades Tropicales, publicado en Barcelona por la editorial Salvat. 9
Diario Oficial del Ministerio de la Guerra, Madrid, 1899.
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En 1932, en una conferencia en la Academia de Medicina de Barcelona , Pittaluga propone la creación de un instituto y una clínica de medicina tropical en los alrededores de Barcelona, con la triple finalidad de atender, enseñar e investigar en este campo. Tampoco aquí se materializo el proyecto, por falta de fondos económicos disponibles. Pero, a pesar de la incomprensión interna y las limitaciones económicas, la figura de Pittaluga tenía una gran proyección internacional, hasta el punto que fue encargado de organizar y presidir el III Congreso Internacional del Paludismo en Madrid, para el 12 al 18 de octubre del año 1936. Desgraciadamente, tuvo que aplazarse por el estallido de la Guerra Civil española, que destruyo tantos proyectos y realidades de todo tipo. 10
Material y resultados El primer intento de una publicación periódica de Medicina tropical en España, fueron los Anales de Parasitología y Hematología, con el subtítulo de “Trabajos del laboratorio de la cátedra de Parasitología y Patología Tropical de la Facultad de Medicina de Madrid”, aparecidos en 1919, bajo la dirección de G. Pittaluga, su catedrático. Sólo apareció un volumen con 204 páginas y tres trabajos de hematología: Uno del Dr. Sadí de Buen “La morfología de la sangre en la lepra”; otro del Dr. J. Jiménez de Azua “Funciones del Bazo”; y el último de G. Pittaluga “Las hemodistrofias y la clasificación de las hemopatías”. Después de un prólogo, que repasa la trayectoria de las dos primeras décadas de trabajo de este grupo, que justifican la aparición de una revista especializada, les siguen los tres documentados trabajos de investigación, con sus correspondientes gráficos y fotografías de calidad. Desafortunadamente, por causas desconocidas, no tuvo la continuidad esperada. Transcurrida una década, apareció en 1928 la Medicina de los países cálidos, con el subtítulo de: “Revista española de medicina e higiene colonial, patología tropical y parasitología”. Publicación bimestral, que duró hasta el 1936, dirigida por el Prof. Gustavo Pittaluga. En la salutación, hace referencia a la abundancia de revistas médicas generalistas y la falta de especializadas. Geográficamente se centra en las 10 PITTALUGA, G. (1932), “Proyecto de creación de un Instituto de Medicina Tropical en las cercanías de Barcelona”, Annals de l’Academia de Medicina de Barcelona, 398-400.
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3A: África, América y Asia. Pretende ser un exponente de los avances de la medicina tropical en el primer cuarto de siglo XX. Estructurada en las siguientes secciones: revista crítica de problemas actuales; memorias y trabajos originales; notas clínicas; notas epidemiológicas y demográficas; Informes; notas bibliográficas y análisis de revistas y publicaciones. Aparecieron 9 volúmenes, con un promedio de 600 páginas cada uno. El número de artículos originales osciló entre 20 y 40 por volumen. Entre los colaboradores, aparte de los miembros y discípulos de la Cátedra del Prof. Pittaluga como: Sadi de Buen o Jiménez de Azua, aparecen nombres como: L. Najera, A. Anguera, Prim Codina, etc. Como colaboradores extranjeros constan científicos tan relevantes como Chagas. La tipografía muy clara a dos columnas, viene acompañada por fotos en blanco y negro, láminas y cuadros estadísticos. Cabe mencionar aquí dos publicaciones de corta vida. En Ceuta, apareció en 1929, sin continuidad, la revista Marruecos sanitario, a imitación de otra publicada en Francés en Casablanca, titulada Maroc medical (1925-?). Posteriormente, entre 1935-36, se publicó en Melilla la Revista hispanoafricana de medicina y cirugía, que vio interrumpida su continuidad por el estallido de la Guerra Civil española. Terminada la contienda española y asentadas las nuevas autoridades académicas en las vacantes producidas, aparece un Instituto Español de Medicina Tropical, adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Dicho instituto estaba basado físicamente en la Cátedra de Higiene y Medicina Preventiva de la Facultad de Medicina de Madrid, regentada por un microbiólogo: el Prof. Valentin Matilla. Como órgano de expresión de dicho Instituto y dentro del cuadro de publicaciones especializadas del CSIC, apareció en 1943 la revista Medicina Colonial, que en 1958 cambió su nombre por el de Medicina Tropical, más acorde con el proceso descolonizador subsiguiente a la Segunda Guerra Mundial. La revista perduró hasta el año 1972, en que se jubiló el director y fundador de la misma. Apareció durante treinta años, 48 volúmenes, con una periodicidad bi o trimestral, y un número de páginas alrededor de 300 por volumen. La temática predominante es la microbiología y la parasitología. Muy pocas aportaciones de carácter clínico. Algunas fotografías en blanco y negro.
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Conclusiones El empuje colonial de España durante la Edad Moderna, se pierde en la Edad Contemporánea. El siglo XIX y el XX pasarán con más pena que gloria en el ámbito de la medicina colonial o tropical, frente al creciente interés mostrado por otros países colonizadores. En el tránsito del siglo XIX al XX, España pierde sus últimas colonias asiáticas y americanas, conservando sólo la africana, con poco valor económico o estratégico. Al mismo tiempo, otros países europeos emergentes o más ambiciosos toman el relevo, enfocando los problemas sanitarios de las colonias con rigor científico desde el positivismo médico, creando centros de investigación y tratamiento de las enfermedades tropicales. Nacen los Institutos y las clínicas de medicina tropical en Lisboa, Bruselas, Marsella, Ámsterdam, Hamburgo, Londres y Liverpool. Como órganos de expresión y comunicación de estas instituciones aparecen las revistas especializadas, en que se alterna la investigación básica con los trabajos clínicos o epidemiológicos. En 1894 aparecieron las Memorias del Instituto Colonial Internacional de Bruselas. En 1897 el Journal of Tropical Medicine and Higiene, publicado por la London School of Hygiene and Tropical Medicine; y en 1907 surgió el Bulletin de la Societé de Pathologie Exotique, del Institut Pasteur de París, etc. De las revistas españolas reseñadas, solo la Medicina de los países cálidos tiene un nivel científico equiparable a las otras revistas europeas del momento. Y ello es fruto del esfuerzo aislado del Prof. Pittaluga, frente al desinterés de las autoridades políticas, económicas o militares españolas del momento. En la valoración del siglo XX español, tenemos dos períodos claramente diferenciados. El primer tercio, caracterizado por un cierto interés y esfuerzo de un grupo de científicos y profesionales sanitarios, empeñados en el regeneracionismo científico y social de España en un contexto de indiferencia; y un segundo tercio caracterizado por el pragmatismo autoritario y economicista sin ambición científica11.
11 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2003), La acción médico-social contra el paludismo en la España metropolitana y colonial del siglo XX, Madrid, CSIC.
GLOBALIZACIÓN Y ORGANISMOS INTERNACIONALES SANITARIOS Pedro Marset Campos Catedrático de Historia de la Medicina, Universidad de Murcia
Introducción Los procesos de expansión social, sean estos de naturaleza económica, militar, política o cultural, producen profundas repercusiones en todos los campos, entre ellos en salud al modificar equilibrios biosociales e introducir nuevas pautas de conducta y nuevas concepciones. El actual proceso de globalización neoliberal, evidente y hegemónico desde 1990, desencadena en el campo de la salud tres consecuencias 1: a) el aumento de las desigualdades sociales; b) el enfrentamiento con la dimensión pública de la atención sanitaria del Estado del Bienestar, que garantizaba el acceso y cobertura universales de los cuidados sanitarios y, c) la tendencia a anular las organizaciones internacionales establecidas al final de la Segunda Guerra Mundial, entre ellas la ONU y la Organización Mundial de la Salud (OMS), de orientación racional, composición plural y multilateral, encaminadas a conseguir una mayor justicia e igualdad. Es objetivo de esta comunicación mostrar las consecuencias de este proceso de globalización neoliberal y sus repercusiones en los organismos internacionales encargados directa o indirectamente de la salud de la población mundial, la OMS, el UNICEF, el PNUD y la FAO. Las organizaciones sanitarias internacionales se crean y consolidan desde 1851, con la primera Conferencia Sanitaria Internacional de
1 VVAA, (2005), Globalización y salud, Madrid, FADSP. También véase WAITZKIN, H., (2005), “Global trade and public health”, Am. J. Pub. Health, 95, 23-34.
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1851 2 (París), alrededor del proceso industrializador. Una de las consecuencias de las sucesivas reuniones de esta Conferencia fue la creación en 1907 de la Oficina Internacional de Higiene Pública encargada no solamente de la estadística sanitaria y clasificación de enfermedades sino también de poner a punto las normas internacionales para la prevención de enfermedades contagiosas, así como de la normalización (estandarización) de las sustancias biológicas. La influencia positiva de la Fundación Rockefeller y de la Johns Hopkins School of Hygiene and Public Health lleva a que en 1902, se crea la Oficina Panamericana de Salud (OPS) en Washington 3. La incorporación de la organización de sanidad internacional a la Liga de la Sociedad de las Naciones se da en 1919, cuando se crea ésta al acabar la Primera Guerra Mundial. Lo mismo ocurre al acabar la Segunda Guerra Mundial (SGM) cuando en 1946 surge la OMS, dentro de la ONU. Terminada la SGM, el equilibrio tenso entre las dos grandes superpotencias conduce, a la fuerza, a establecer instituciones internacionales con varios cometidos: a) las de naturaleza política y jurídica encargadas de dirimir los posibles conflictos como la ONU y su Consejo de Seguridad y el Tribunal Internacional y defender la validez universal de los derechos humanos entre ellos el de la salud; b) las económicas y financieras como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) y, en lo que nos concierne, y c) las sanitarias, con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para los Niños (UNICEF), o la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo, UNCTAD, posteriormente el PNUD. En el campo sanitario dos hechos van a tener una impronta decisiva en la evolución de la OMS 4, la construcción en Gran Bretaña (1948), del Servicio Nacional de Salud (Plan Beveridge de Seguridad Social), bajo el paradigma keynesiano, y la existencia en la URSS de un sistema sanitario público eficaz, gratuito que, cuando se extiende y adopta por los sucesivos regímenes socialistas o nacionalistas recién independizados de Europa,
2 MARSET, P., y SÁEZ, J. M. (1998), “La evolución histórica de la salud pública” en MARTÍNAVARRO, F. (ed.), Salud Pública, Madrid, McGraw Hill Interamericana, 1998, pp. 1-24. 3 MARSET, y SÁEZ, (1998), pp. 17-18. 4 MARSET, P., “Globalización y organismos sanitarios internacionales”, en VVAA, Globalización y salud, op. cit., pp. 119-164.
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Asia y América, muestra éxitos importantes. Esta superioridad científica, ética y social de la intervención pública solidaria, lleva a la OMS a desarrollar programas mundiales de gran ambición y calado, a través de sus Oficinas regionales en el mundo, como el programa de erradicación de la viruela de 1967, bajo la dirección de Candau, conseguida en 1977, con el último caso en Somalia, o la Conferencia de Alma Ata (Kazajstán, URSS), en 1978, bajo el mandato de Mahler, con el objetivo de lograr “Salud para Todos en el año 2000” (SpT2000), a través de los servicios públicos, de la atención primaria de salud (APS) y de la participación de la población en el funcionamiento de los servicios sanitarios. Sin embargo, ésta dinámica racional y pública de la OMS entra en colisión, paulatinamente, con la desarrollada por el FMI y el BM, embarcadas en su lucha especial tanto contra el Estado del Bienestar (contra el keynesianismo) como contra el socialismo, y a favor de la primacía del mercado (neoliberalismo).
Evolución de la pugna entre los dos modelos. Primera etapa, 1945-1973 Desde la creación de este conjunto de instituciones internacionales al término de la Segunda Guerra Mundial se pueden diferenciar en esta evolución tensa y conflictiva cuatro etapas, separadas por momentos de profunda crisis. La primera etapa (1945-1973) de 28 años de duración, se caracteriza por la construcción del Estado del Bienestar y por la influencia de las ideas socialistas y comunistas. En 1949 se crea por la ONU la EPTA (Agencia para la ayuda técnica y económica a países subdesarrollados) que se transforma en 1966 en el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo). Desde el punto de vista sanitario hay que destacar en esta primera etapa el afianzamiento del modelo público sanitario “socialista”, con la integración de los tres componentes, el preventivo, el de atención primaria y el hospitalario. Este modelo Beveridge se adopta en Europa occidental a lo largo de esta etapa por gobiernos de izquierdas en Suecia, Finlandia, Noruega, etc., y con la colaboración de las organizaciones profesionales de sanitarios progresistas, mientras siguen los de tipo Bismarck en Francia, Alemania, España, Portugal, Italia, etc. En este marco global el funcionamiento de la OMS se caracteriza por: a) poner a punto los instrumentos de información y alerta (estadísticas vitales con la labor de Marce-
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lino Pascua 5); b) afianzar su estructura regional y, c) programar la estrategia de eliminación de las enfermedades infecciosas, evitables con medidas de prevención o con tratamientos no dispendiosos. De todas formas la iniciativa más ambiciosa lanzada es la de erradicar la viruela. Tras el primer Director General, el canadiense Brock Chisholm (1948-1953), el segundo, el brasileño Marcolino Gomes Candau, ocupa la casi totalidad de esta primera etapa, con cuatro mandatos consecutivos, hasta 1973, y le imprime carácter progresista y afianza su estructura regional 6. El UNICEF se crea en 1946. Agencia ad hoc de la ONU para paliar el hambre y las necesidades de la infancia europea por la Segunda Guerra Mundial, su eficacia hace que, a partir de 1953 pase a ser permanente y estable, y con mandato para todo el mundo. En 1959 se aprueba por la Asamblea de la ONU la Declaración de los Derechos de los Niños, poniendo énfasis en la necesidad de una alimentación adecuada y de una buena atención sanitaria. Por esta trayectoria en defensa de la infancia de su primer director, el norteamericano Maurice Pate, se le concede el Premio Nobel de la Paz de 1965, “por la promoción de la confraternidad entre las naciones”. Le siguió en el cargo, desde 1965 hasta 1979, el norteamericano Henry R. Labouisse, que procedía del Plan Marshall. La Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de gran trascendencia, es la más polémica por su forma de actuar. Iniciada en 1943 en Hot Springs (Virginia) con el compromiso de 44 gobiernos para desarrollar una organización internacional estable dedicada a la alimentación y la agricultura, se crea en 1945 en Quebec patrocinada por la ONU. Más tarde, en 1951, traslada su sede a Roma. Su primer director, el prestigioso nutricionista escocés Sir John Boyd Orr dimite en 1948 ante la insuficiencia de fondos para paliar los problemas mundiales y por la negativa norteamericana e inglesa a establecer un Consejo Mundial de la Alimentación. Recibe el Premio Nobel de la Paz en 1948. En los años sesenta B.R. Sen con la polémica “Revolución Verde” 7, aplicada a la India y exportada posteriormente a otros países, intenta aumentar la productividad de las tierras cultivadas para su exportación con la intensificación de la agricultura a base de la combinación de: uso intensivo de semillas, maquinaria, insecti5 GARCÍA BENAVIDES, F., (2000), “Epílogo para después de un paseo con Don Marcelino Pascua”, Rev. Esp. Salud Pública, 79, 95-98. 6 HUERTAS, R. (1998), Neoliberalismo y políticas de salud, Madrid, El Viejo Topo/FIM. 7 PENGUE, W. A. (2000), Cultivos transgénicos. ¿Hacia dónde vamos, Buenos Aires, Lugar.
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cidas, pesticidas, uso incrementado del agua y, sobre todo, incorporación de la masa de agricultores a la concesión de créditos. Se inicia el camino de privatización del sistema agrario, en sociedades previamente estables y autosuficientes. Esta experiencia fue llevada a cabo con la colaboración del BM y la agencia norteamericana USAID. Resulta claro que los suministradores de todos estos ingredientes proceden de Estados Unidos, con lo que se garantiza el control subsiguiente de estas iniciativas. Se califican estas “Revoluciones Verdes” de fracasos en las tres dimensiones. Fracaso económico al producir hundimientos y comportamientos erráticos de las rentas agrarias, terminando por dar un cuadro, en el que las desigualdades y las necesidades alimentarias son más urgentes. Fracaso social al no poder fijar la población en el ámbito rural desencadenando éxodos masivos. Fracaso medioambiental al no incluir la conservación del medio ambiente entre sus objetivos. Lo peor de esta influencia perversa de la FAO es que inicia un comportamiento en todo el mundo caracterizado por aumentar en cada continente la cantidad de tierras dedicadas a la exportación y no a la autosuficiencia. Está servido el drama del hambre en el mundo. Paradójicamente el estadounidense Norman Borlaug fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1970 8 precisamente por haber puesto en marcha la Revolución Verde. Trabajó en la Fundación Du Pont de Nemours dedicada a la fabricación de bactericidas y funguicidas, y en la elaboración de trigo transgénico. Se desarrolla el mercado de las semillas y resto de componentes controlados por las compañías multinacionales, se inicia el problema del control de las masas de agua y su privatización, se desarrolla la incorporación del campo del Tercer Mundo a los procesos de privatización, desmantelando los “monopolios” estatales que ayudaban a la agricultura, estimulando la inversión privada, y extendiendo el poder de las multinacionales de la alimentación al incorporar más y más terrenos al cultivo para la exportación a los países consumidores a través de sus redes de grandes superficies. El final de esta fase primera, 1973, es de clara confrontación. Golpe de Estado en Chile asesinando a Salvador Allende para así evitar el proceso de avance democrático hacia el socialismo, y para aplicar las normas neoliberales de la Escuela de Chicago de Milton Friedman. Por otra parte se muestra el agotamiento del modelo keynesiano 9. 8 9
HAYNES, L. (2004), “La agricultura transgénica no es sostenible”, Rebelión.org. 3 de junio. O’CONNOR, J. (1973), The Fiscal Crisis of the State, Nueva York, St. Martin Press.
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Segunda etapa, desde 1973 hasta 1990 De diecinueve años de duración, es de fuerte tensión entre el modelo keynesiano e ideas socialistas, y el modelo e ideas neoliberales. Termina con el triunfo del modelo neoliberal, y con el derrumbe del muro de Berlín y del bloque soviético en 1990. Margaret Thatcher (1979) desarrolla en Gran Bretaña su particular agresión contra el Servicio Nacional de Salud 10, el más eficaz y barato de todo el mundo occidental desarrollado. A lo largo de los últimos años de esta segunda etapa se aplican, obligados por el FMI y el BM, en numerosos países del Tercer Mundo, los Planes de Ajuste Estructural (PAE) 11, con el resultado de un dramático empobrecimiento y aumento de la morbilidad y mortalidad por el desmantelamiento de los servicios sanitarios públicos. Es la etapa en la que la OMS, bajo la dirección de Mahler, a pesar del ambiente general adverso, es capaz de revisar los fundamentos del modelo sanitario vigente, hospitalocéntrico, biomédico y medicalizado, y critica abiertamente la ausencia de relación, a partir de un cierto nivel, entre el incremento de las inversiones en el sector sanitario, en los países desarrollados y los indicadores de salubridad. Ello lleva a desaconsejar 12 la exportación de este modelo a los países subdesarrollados y a implantar un modelo sanitario basado en la APS y en la participación de la población (Alma Ata en 1978). La naturaleza del reto lanzado por la Crisis Fiscal del Estado es de envergadura. Supone un giro de 180 grados en la trayectoria del keynesianismo al proclamar que no son factibles sus políticas por haber terminado la posibilidad de seguir financiando el incremento de las prestaciones públicas de cualquier tipo a partir de unos presupuestos públicos en retroceso comparativo por el efecto combinado de la disminución proporcional de la recaudación a causa del paro estructural creciente unido al envejecimiento de la población e incremento de la inflación. Se impone, por tanto, según esa lógica, el recorte de gastos públicos. Se echa mano de reducir todos y cada uno de los capítulos que configuran el gasto público para, en
NAVARRO, V. (1997), Neoliberalimso y Estado del Bienestar, Barcelona, Ariel. TOUSSAINT, E. (1998), Deuda externa en el Tercer Mundo. Las finanzas contra los pueblo, Caracas, Nueva Sociedad. 12 Declaration of Alma-Ata. International Conference on Primary Health Care (1978), Ginebra, WHO. 10 11
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teoría, cuadrar los ingresos y los gastos (privatización de las empresas públicas para aumentar los ingresos, congelación de plantillas, contención y reducción de los salarios y de las pensiones públicas, reducción de los servicios públicos de todo tipo, etc.). El resultado global es el postmodernismo, que postula que no es posible mantener la racionalidad del progreso indefinido de los crecimientos en riqueza, productividad y beneficios, que permitían las políticas de pleno empleo y de servicios sociales y públicos, y ampliaba la gama de derechos humanos asegurados por el Estado. La quiebra del proyecto modernizador de la Ilustración basado en la razón, la igualdad, la libertad y la solidaridad, tiene consecuencias profundas. Se instaura la conciencia de inevitabilidad de un modelo, el neoliberal que, a través de sus tres expresiones, la económica, la política y la cultural, aparece como el único posible (pensamiento único). El núcleo económico neoliberal 13 consiste en aplicar la política de las tres des que limita toda intervención pública social, para que el mercado, con su oferta y demanda, regule el funcionamiento económico. La 1.a d, reducción del déficit público, a través de adelgazar la participación del Estado en toda la actividad económica. La 2.a d, desregulación laboral, que persigue una reducción drástica de la masa salarial, a base de fomentar el trabajo eventual, trabajo precario, trabajo sumergido, debilitamiento sindical, enfrentamiento de los trabajadores entre sí, utilizando tanto las diferencias entre unas regiones y otras en virtud de las diferencias existentes, o los flujos migratorios sin documentación. La 3.a d, deslocalización del capital, es la más significativa, elimina la soberanía del Estado en el control e imposición sobre los beneficios obtenidos en la actividad económica. Esta segunda etapa termina en 1990 con el hundimiento del bloque socialista de la URSS, pero para la Unión Europea se puede situar su final simbólico en 1992 con la aprobación del Tratado de Maastricht como respuesta europea neoliberal a la globalización, con la aceptación de este modelo por las fuerzas sociales políticas y sindicales de progreso, excepto las de orientación comunista. Los famosos cinco criterios de Maastricht de los Planes de Convergencia para adoptar la Moneda Única en 2001 son una réplica de lo dicho sobre el núcleo del neoliberalismo. En medio de este panorama destaca el valor del director general de la OMS, el danés Halfdan T. Mahler. Con una amplia experiencia en la OMS en la que ingresó en 1951, estuvo tres mandatos consecutivos, desde 1973 13
PETRELLA, R., (1997), El bien común, Madrid, Debate.
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hasta 1988. Lanza el plan más ambicioso de la OMS, bajo el lema “Salud para Todos en el año 2000” (SpT2000). Conecta a través de su expresión “la salud es política” con el espíritu de los grandes médicos progresistas del siglo XIX, como el socialista Rudolph Virchow cuando afirmó en 1848 que la “la política es la medicina aplicada a gran escala” 14. La preparación de la XXX Asamblea de la OMS (1977) en la que se aprueba este plan ambicioso es la antesala para su concreción, la Conferencia de Alma Ata, que se desarrolla en 1978. Se formulan las estrategias globales a través de esquemas públicos, con participación de la población, y una orientación centrada en la salud pública y en la promoción y prevención, más que en atender exclusivamente a la enfermedad. Se pasa de una orientación hospitalocéntrica y medicalizada a otra salubrista centrada en la APS. También tuvo el valor Mahler de defender, frente a los intereses de las grandes compañías farmacéuticas, la importancia de las medicinas genéricas, esenciales, como forma de abaratar su adquisición y así ayudar a los sistemas sanitarios de todo el mundo. Destaca la labor al frente de la oficina regional europea de la OMS para APS del Dr. Hannu Vuori 15. La reacción de las grandes compañías médicas y corporaciones de seguros voluntarios y de la medicina ante esa Asamblea de la OMS y la Conferencia de Alma Ata fue de guerra sin cuartel contra ambas iniciativas, la de SpT2000 y la de la APS. El UNICEF proclama 1979 “año internacional del niño” y el nuevo director, el norteamericano James P. Grant (1980-1995), toma problemáticas iniciativas 16. Aprueba en 1981, ante el descenso alarmante de la lactancia materna, un código sobre la misma por el que comercializan sucedáneos lácteos, cuando justamente la OMS está haciendo énfasis en la promoción de la lactancia materna al suministrar inmunidad suficiente contra muchas enfermedades. En 1982 emprende una lucha a gran escala para salvar los niños amenazados de deshidratación, diarreas e infecciones gastrointestinales que, casualmente favorece a las grandes multinacionales encareciendo el costo. En 1987, ante las negativas consecuencias de la aplicación por parte del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional
MARSET, y SÁEZ, (1998), pp. 12-13 ARTUNDO,C.; SAKELLARIDES, C., y VUORI, H. (1993), Reforma de los sistemas sanitarios en Europa, Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo, Secretaria General Técnica. 16 WERNER, D., y SANDERS, D., (2000), Cuestionando la solución. Las políticas de atención primaria de salud y supervivencia infantil, México, Healthwrightd. 14 15
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de los Planes de Ajuste Estructural (PAE), sobre todo, en la infancia y en las mujeres al reducir drásticamente los presupuestos públicos dedicados a la atención sanitaria, UNICEF lleva a cabo un estudio específico para evaluar tales daños y proponer medidas. La tercera agencia, la FAO, tiene como director en este período al polémico libanés Edouard Saouma 17. Ligado a los intereses armamentísticos y del capitalismo agrario, llevó dieciocho años (1976-1993) las riendas de esta organización de forma férrea promoviendo “revoluciones verdes”. A lo largo de este mandato se desarrolla la política de uso extensivo e intensivo de semillas transgénicas en todo el mundo, bajo control de Estados Unidos y el soporte del BM. Se desarrolla todo el apoyo ideológico sobre la urgencia en usar organismos genéticamente modificados para poder “salvar” a millones de personas del hambre. Con ello se esconde el fondo del problema, la naturaleza política y social de la causa de este panorama creciente de hambre y pobreza.
La tercera etapa transcurre entre 1990 y 2001 Es de tan solo once años de duración. Supone la plena vigencia del modelo neoliberal, con el paulatino deterioro progresivo del Estado del Bienestar y la aplicación con mayor intensidad de los PAE, esta vez como doctrina oficial consagrada en Europa por el Tratado de Maastricht y en el mundo por la OMC. Todo se mide por el criterio de eficacia y eficiencia que impone el mercado por encima del Parlamento o de las necesidades sociales. Junto con la marginación de la OMS aparecerá un discurso en su seno fundamentalmente economicista. Se crea la OMC en 1994, que se convierte en el gobierno mundial al incluir más y más aspectos en la mercantilización de la vida y del planeta. El BM se erige en instancia internacional de actuación sanitaria y suplanta a la OMS en la aprobación de estrategias para lograr mayores cotas de salud a través de la privatización de la prestación sanitaria. Precisamente uno de los puntos de desacuerdo en la V Conferencia de la OMC en Cancún en 2003 fue la del acceso a los medicamentos genéricos para combatir enfermedades graves como el SIDA o la malaria. Es sintomático el que en la segunda mitad de los noventa aparez17 N ICHOLAS H ILDYARD , (1992), “Open letter to Edouard Saouma”, The Ecologist, marzo/abril.
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can crisis profundas, debidas a la hegemonía del capital financiero especulativo que provocan desestabilizaciones (crisis financiera mexicana de 1994-95, crisis asiática de 1997, rusa y brasileña de 1998, argentina de 2000 y, la recesión en la tríada mundial, la japonesa desde 1997, la norteamericana desde 2001, y la alemana y europea desde 2003). Se da de forma aguda la confrontación entre la OMS y el BM y el FMI. El final de esta etapa tercera es realmente de crisis, el ataque terrorista a Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001. El ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 tiene rostro fundamentalista islámico frente al poder económico y militar norteamericano, e indica la ausencia, en esa década, de una respuesta global, eficaz que pueda, desde alternativas de progreso y racionales, incorporar a la población en la construcción de otro mundo posible, y muestra la impotencia y rabia que se incuba en parte importante de la población mundial que se siente frustrada y humillada por “Occidente”. Es en esta etapa cuando se produce la hegemonía de las instancias internacionales económicas y financieras y las de la salud privada en detrimento de la OMS. El Director General de la OMS entre 1988 y 1998, el japonés Hiroshi Nakajima 18, persona débil y cuestionada, sumisa a las presiones de Estados Unidos, condujo la OMS a un gran desprestigio. Abandonó la línea de Mahler de SpT2000, debilitó el énfasis en la APS y en los sistemas públicos, desdibujó las prioridades en materia de salud, llevó un liderazgo caracterizado por la indecisión, supuso la incompetencia financiera de la OMS. Se puede decir que cuando más tenía que prevalecer la influencia positiva de la OMS para hacer frente a las consecuencias del proceso globalizador neoliberal peor se condujo esta instancia internacional, permitiendo por ello que ocupase su lugar el Banco Mundial con sus programas privatizadores. Tanto los informes de la OMS 19, como los del PNUD 20, o del UNICEF 21, señalan para esta década el empeoramiento progresivo de todos los
NAKAJIMA, H, (2006), Biography, Ginebra, WHO, Director General Office, Emeriti. Los informes de la OMS de 1995, Bridging the gaps; de 1996, Fighting disease, fostering development, o el de 1997, Conquering, suffering, enriching humanity, ya señalan este empeoramiento. 20 Informes PNUD años noventa como el de 1992 (Global dimensions of Human Development), el de 1993 (People’s participation), el de 1996 (Economic growth and human development), el de 1997 (Human development to eradicate poverty), o el de 1999 (Globalization with a human face). 21 Informes UNICEF sobre la década de los noventa. 18 19
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indicadores, ya de salud, las desigualdades o la situación de la infancia. Las desigualdades crecientes llevan a flujos migratorios tremendos. Este panorama, impulsado por el Banco Mundial y por la OMC a la hora de aplicar las diferentes intervenciones tanto en los países que solicitan préstamos o renegociación de las deudas o en los foros internacionales al acordar las normas para que el mercado y el comercio, repercute en el ámbito de los servicios sanitarios. La OMS se ve impotente ante esta ofensiva auspiciada por las multinacionales del sector sanitario. El propio Mahler, ex-director de la OMS nos recuerda que desde 1993 el Banco Mundial está contra la OMS y contra la APS 22. David Werner y David Sanders 23 critican que el UNICEF, en su Informe del Estado Mundial de la Infancia de 1995 parece adoptar una postura más firme contra el modelo socioeconómico dominante y en favor de unas estructuras sociales más justas, igualitarias y participativas, pero en sus recomendaciones se atiene a la línea impuesta por el Banco Mundial. Señala el Informe, que “el 90 % de las tierras de América Latina está en manos del 10 % de los terratenientes”, o que “en África las tierras más productivas se dedican a la exportación mientras la mayoría pobre cultiva tierras de menor calidad”, denuncia que “el endeudamiento y el ajuste estructural han reducido los ingresos reales de más de 800 millones de personas”, y que “la reducción del gasto de servicios sociales esenciales ha dejado a los centros de salud sin medicamentos ni médicos”. También critica el modelo dominante del libre mercado, aunque con términos cuidadosos, “el reciente compromiso a favor de las políticas económicas de libre mercado no ha tenido suficientemente en cuenta sus repercusiones sobre los pobres y vulnerables o sobre el medio ambiente”, “en demasiados países, la política económica actúa como un amortiguador invertido, en virtud del cual los pobres son los primeros y más gravemente afectados en los malos tiempos y los últimos y menos favorecidos en los buenos”. La retórica es progresista, “se requerirán cambios más fundamentales” para un desarrollo sostenible, y “será preciso abordar los problemas de discriminación, la carencia de tierras y el desempleo mediante la reforma agraria, la inversión en los pequeños agricultores, la reestructuración del gasto gubernamental y de los programas de ayuda en favor de los más pobres, la reduc-
22 ESPINOSA DE RESTREPO, H., (2001), “Incremento de la capacidad comunitaria y del empoderamiento de las comunidades para promover la salud”, Rev. Fac .Nac .Salud Pública, 19 (1) 41-56. 23 WERNER, y SANDERS (2000).
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ción del gasto militar y un incremento significativo de los recursos disponibles para el desarrollo medioambientalmente sostenible”. Sin embargo, reconoce el Informe, “los intereses creados, de carácter económico y político, impiden seguir avanzando”. No se critican ni mencionan las consecuencias trágicas del plan global del Banco Mundial “Inversión en Salud” cuando propugna los programas de ajuste estructural, las desregulación del libre comercio y el “monopolio de unos pocos” en el mundo. Es algo parecido a cuando el BM 24 le da énfasis al “fomento de la autosuficiencia en el ámbito familiar”, es decir, al recorte del gasto gubernamental y al reparto de los costes entre los que los “disfrutan”. Un caso concreto sirve para desvelar la práctica subyacente de mantenimiento de las causas del subdesarrollo. Al analizar la iniciativa de intervención basada en la Terapia de Rehidratación Oral (TRO) del UNICEF 25 para la alta mortalidad por diarrea se demuestra como una tecnología que podía ser eficaz y autosuficiente se convierte en un medio para seguir explotando, desde la superioridad de Occidente a los más pobres. Con lo que “la solución sencilla y barata se ha hecho indebidamente compleja y costosa”.
A partir de ese momento se despliega la cuarta etapa La actual, desde 2001, inconclusa, se caracteriza por ser paralelos el fenómeno de la máxima tensión impuesta por los Estados Unidos y la UE en desarrollar el modelo neoliberal, y el nacimiento de una resistencia y alternativa a esta pretensión, la altermundialización. Esa tensión entre el neoliberalismo y la altermundialización surgida en ese mismo año de 2001 en Porto Alegre, con el Foro Social Mundial, está en la raíz de los fracasos de las reuniones de la OMC en Seattle (1999) y Cancún (2003) y son una señal al aparecer un grupo de países, el G-22, encabezados por Brasil, China, India y Sudáfrica que, representando el 51 % de la población mundial y el 75 % de la población agraria del mundo, cuestiona la hegemonía occidental. Es sintomático que en diciembre del año 2000 se celebre en Bangladesh 26 la Asamblea Popular de la Salud en la que se pone de relieve el 24 En un propio documento de la OMS, Alianzas estartégicas: el papel de la sociedad civil en el ámbito de la salud (2001). WHO/CSI/2001/DP1. 25 En WERNER, y SANDERS (2000). 26 La I Asamblea Popular de Salud tuvo lugar en Sava, Bangladesh, en diciembre 2000 como respuesta al reto de SpT2000 y la II en Cuenca, Ecuador, en julio 2005.
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rumbo dramático de la situación de salud en el mundo por la influencia perversa del neoliberalismo. Es en esta cuarta etapa cuando también se produce una reacción de la OMS al ataque que había sufrido en las anteriores etapas con el nuevo director, el coreano Lee Jong-wook 27. Precisamente, el Informe de la OMS de 2004 28, toma como objetivo luchar contra la pandemia del SIDA, “Cambiemos el rumbo de la historia”, lleva a recuperar el papel de los presupuestos y de las instituciones públicas. En esta cuarta fase es cuando empiezan a aparecer protestas sobre esta mundialización y sus consecuencias, tanto sociales por la pobreza general que extiende, medioambientales por la destrucción masiva de la naturaleza, culturales por el empobrecimiento que desarrolla el pensamiento único, pacifistas por la militarización de las relaciones internacionales y el desprecio a la legalidad internacional y a una ONU democratizada, etc. En esta dinámica de los Foros Sociales Mundiales y de los Europeos nuestro esfuerzo como Sociedad de Historia de la Medicina debe ser positivo y consciente.
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WHO (2005); LEE JONG WOOK, Biography, Ginebra, WHO/General Director office. Con el expresivo título de Changing history. WHO (2004). Geneva, WHO.
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LA MOXA EN TERAPÉUTICA, A TRAVÉS DE LA PRENSA MÉDICA EXISTENTE EN LA REAL ACADEMIA DE MEDICINA Y CIRUGÍA DE CÁDIZ Paloma Ruiz Vega Profesora Titular, Departamento de Historia de la Medicina, Facultad de Medicina, Universidad de Cádiz
Introducción El fuego aplicado al cuerpo humano previas modificaciones del arte ha sido eficaz en la curación de muchas enfermedades a lo largo de la Historia de la Medicina. Hipócrates consignó el testimonio de su poder en el aforismo 6.o de la sección VIII diciendo que quoscumque morbos medicamenta non sanant, ferrum sanant; quos ferrum non sanat, ignis sanat; quos vero ignis non sant, hos sanari non posse putato. Es bien sabido que no siempre se sostuvo su reputación. Reaparece en los últimos años del siglo XVIII, reemplazando ya en el siglo XIX a la cauterización 1. Los libros modernos recogen entre los medicamentos a las moxas, que se incluían en el grupo de los escaróticos, es decir, destinado a quemar o corroer la piel y las carnes fungosas formando una escara. Son preparaciones cónicas, cúbicas y piramidales. Sirven para abrir los bubones venéreos y los tumores escrofulosos y para introducirlos en las fístulas. Las moxas estaban compuestas de materias combustibles que aplicadas sobre la piel dejaban sentir su efecto 2. Se preparaban fundamentalmente a base de diversas especies
1 LASO DE LA VEGA, F. J. (1822), “Observaciones que comprueban la eficacia del moxa en la curación de muchas enfermedades”, Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz, III, 285-299, p. 285. 2 TROUSSEAU, A., y REVEIL, P. O. (1852), “Medicamentos escaróticos”, en TROUSSEAU, y REVEIL, P. O., Tratado completo del Arte de Recetar, que contiene nociones de Farmacia, la
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del género Artemisia (ajenjo, artemisa vulgar...), pero también de yesca, cáñamo, algodón y tallos de girasol. Se construía un rollo cónico ó torunda con estos materiales y se fijaba en la zona del cuerpo afectada. Se trataban por este medio tumores artríticos, reumáticos crónicos y gotosos, así como los dolores dorsales ocasionados por caídas. La dosis empleada era 3 moxas para las personas “endebles”; pudiéndose aplicar hasta 10, y hasta 20 para las personas “robustas” 3. Mi propósito en este trabajo es visualizar la aplicación de la moxa en tres casos concretos de enfermedades, según Francisco Javier Laso. Hacemos primeramente una revisión de la literatura biográfica de Laso. Francisco Javier Thomás Pérez Lasso de la Vega y Orcajada, conocido como Francisco Javier Laso. Nace en Cartagena el 19 de diciembre de 1785, hijo de un sargento de Marina destinado en dicho arsenal. Trasladado a Cádiz, ingresa en el Real Colegio de Cirugía de la Armada y en 1806 obtiene la licenciatura de Cirugía médica. En 1811 obtiene el título de bachiller en Medicina y el grado de doctor en 1825. Primer Socio Fundacional de la Sociedad Médica y su Presidente en 1816, 1822 y 1823; Vicepresidente en 1829 y Secretario en 1817, 1824, 1829 y 1831. Perteneció a las comisiones de Topografía Médica y Medicina Legal. Murió el 11 de noviembre en Trigueros (Huelva) 4. Destacó en la difusión de la vacuna 5 y en su dedicación a la Obstetricia y Ginecolo-
clasificación por familias de los medicamentos simples más usados, sus dosis, modo de administrarlos, etc... Un formulario magistral en que se indican las dosis para adultos y niños y un compendio de Toxicología, por Trousseau y Reveil. Nueva traducción enriquecida con muchas recetas de las farmacopeas y formularios españoles, por D. Antonio Sánchez de Bustamante, Madrid, Galería de San Felipe, núm. 2 y Casa de Monier, pp. 84-87, pp. 85-86. 3 PLENCK, J. J. (1805), “Medicamenta cálida. Remedios cálidos”, en PLENCK, J. J., Farmacología Quirúrgica, ó Ciencia de medicamentos externos é internos precisos para curar las enfermedades de cirugía; con un tratado de Farmacia relativo a la preparación y composición de los medicamentos, por el doctor en cirugía Joseph Jacobo Plenck. Traducido al castellano de la última edición, y aumentado por el doctor don Antonio Lavedan, Madrid, Imprenta Villalpando, Librería de Gómez, Calle de las Carretas, pp. 175-188, pp. 176-177. 4 RAMOS CONTRERAS, A. (1994), Una Institución Romántica Gaditana: La Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz (1815-1900), Cádiz, Tesis Doctoral, Facultad de Medicina, Universidad de Cádiz, pp. 322-323. 5 OROZCO ACUAVIVA, A. (1980 a), “Francisco Javier Laso de la Vega (1785-1836) propagandista de la vacuna”, Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, 16 (1), 75-85.
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gía 6. Laso de la Vega, clínico sobrio, amigo de la seguridad de los datos de la autopsia y activo publicista consagrado a la comunicación de novedades 7 . López Piñero, ilustra la trascendencia de Laso, en “Medicina Anatomoclínica” 8. De este eminente socio se conservan muchos trabajos literarios 9, unos manuscritos y otros publicados en el Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz, del cual fue un pilar imprescindible; y sin el cual la referida obra, no habría sido posible 10. Antes de abordar el tema considero necesario incidir en dos vertientes. En primer lugar, los orígenes de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz. La Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz tiene su origen 11 en la Sociedad Médica de Cádiz, en la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz y en la Real Academia Médico-Quirúrgica de Cádiz. El 30 de septiembre de 1815 fue aprobado el Reglamento de la Sociedad Médica 12 de Cádiz, sus Socios Fundadores fueron unos profesores del Real Colegio de Cirugía 13 de la Armada. El Reglamento de la Sociedad Médico-Quirúrgica 14 fue firmado por todos los socios el 18 de abril de
6 MUÑOZ FERRER, F. (1981), “La faceta obstétrico-ginecológica de Francisco Lasso de la Vega”, Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, 16 (2), 19-24. 7 LÓPEZ PIÑERO, J. M.a (1966), “El siglo XIX”, en SINGER, Ch., y UNDERWOD, E., Breve Historia de la Medicina, Madrid, Guadarrama, pp. 745-757, p. 746. 8 LÓPEZ PIÑERO, J.M.a (1976), “La escuela de Cádiz y la introducción en España de la medicina anatomoclínica”, en LÓPEZ PIÑERO, J. M., Medicina Moderna y Sociedad Española, siglos XVI-XIX, Valencia, Cátedra e Instituto de Historia de la Medicina, Cuadernos Valencianos de Historia de la Medicina y de la Ciencia, pp. 215-234, p. 217. 9 OROZCO ACUAVIVA, A. (1981 a), “Francisco Javier Laso de la Vega, historiador de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz”, Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, 12 (extraord.), 5-17. 10 RAMOS (1994), p. 161. 11 RAMOS (1994), pp. 23-61. 12 Archivo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, Reglamento de la Sociedad Médica de Cádiz, Corregida la portada y sustituida la palabra Médica por Médico-Chirúrgica, año de 1816, Manuscrito de 16 pp. portada en papel grueso de color azul, (295 210 mlm.), Legajo de Memorias LXIII-8. 13 OROZCO ACUAVIVA, A. (1980 b), “Francisco Javier Laso de la Vega (1785-1836) primer historiador del Real Colegio de Cirugía de Cádiz. Estudio de un manuscrito inédito de 1828”, Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, XVI (2), 63-91. 14 “Archivo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, Libro núm. 2: Reglamento de la Sociedad Médico-Chirúrgica de Cádiz, año de MDCCCXVIII (1818), Cádiz, En la
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1816 y ratificado el 27 de enero de 1818. De la Sociedad MédicoQuirúrgica tenemos abundantes noticias a través de su archivo 15. El 23 de septiembre de 1824, por Real Orden, todas las Academias de España son cerradas 16. El 16 de enero de 1828 vuelven a abrirse, por Real Orden todas las Academias que existían el 7 de marzo de 1820 17; la Real Junta Superior Gubernativa es la encargada de la reorganización de las corporaciones literarias bajo un nuevo Reglamento. Surge así la Real Academia Médico-Quirúrgica de Cádiz, nombre con el que será conocida hasta 1831. En 1828 la Real Junta Superior Gubernativa nombra a la Real Academia Médico-Quirúrgica 18 su Subdelegado en Cádiz. Tras la aprobación por Fernando VII del Reglamento para las Reales Academias 19, surge la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz. La labor literaria y publicista de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz tiene su base en el Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica 20, 21.
Imprenta de D. Manuel Bosch, XVI pp. (295 210 mlm.), Capítulo I, artículos 1.o, 2.o, 3.o, 4.o, 5.o y 6.o 15 O ROZCO A CUAVIVA , A. (1981 b), “Relación de las memorias y discursos leídos en la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz (1815-1831) y conservados en el archivo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, 17 (extraord.), 101-131. 16 “Archivo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, Legajo de Oficios XLI (1822-1824)-27. 17 “Archivo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, Legajo de Oficios XLII (1824-1828)-243. 18 “Archivo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, Legajo de Oficios XLII (1824-1828)-240. 19 “Archivo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, Reglamento para el régimen literario e interior de las Reales Academias de Medicina y Cirugía del Reino, formado por la Real Junta Superior Gubernativa de estas dos partes de la ciencia de curar, y aprobado por su Majestad, año de 1830, Madrid, Imprenta Real, 104 pp. 7 pp. (Instrucciones para los Subdelegados). 20 OROZCO ACUAVIVA, A. (1980 c), “El Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz (1815-1831)”, Boletín Informativo del Excelentísimo Colegio de Médicos de la Provincia de Cádiz, 2, 5-9. 21 M ARAVER E YZAGUIRRE , F. (1982), El Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica (1820-1831): Indización y Estudio Crítico, Cádiz, Tesis de Licenciatura, Facultad de Medicina, Universidad de Cádiz.
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Los trabajos literarios de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz son estudiados por Ruiz 22, 23, 24, 25. La creación del Periódico se anuncia ya en el Reglamento de 1816: “Deseando esta Sociedad que la instrucción se generalice y siendo los periódicos el medio de trasmitir más general y útilmente los adelantamientos que hacen de día en día las ciencias, publicará un periódico con el título de la Sociedad Médica (corregida Médica por Médico Chirúrgica) de Cádiz de cuyo tipo y circunstancias instruirá al público oportunamente. Cuando la Sociedad haya de ofrecer premios a las mejores memorias sobre tal punto dado, lo anunciará por medio del periódico. E invitará por él a todos sus socios y a todos los literatos a la observación y progresos de los objetos que crea necesario dando cuenta por este medio a todos de los trabajos de que se ocupa” 26.
Cuando se publica en 1819, el “prospecto” de la Sociedad MédicoQuirúrgica se informa de las ideas adoptadas, por la referida Sociedad, para la redacción y publicación en su Periódico de las obras, tanto nacionales como extranjeras, que le fuesen remitidas o que adquiriese para su biblioteca 27. El Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz es una obra compuesta por seis tomos. Los tomos I (1820), II (1821), III (1822) y IV (1824) aparecen bajo el nombre de Periódico de la Sociedad Médico-Qui-
22 RUIZ VEGA, P. (1998), “Ensayo físico, médico, filosófico sobre la topografía médica de Málaga a través de las memorias de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, en CASTELLANOS GUERRERO, J., et al. (coords.), La Medicina en el siglo XX: estudios históricos sobre medicina en el siglo XX, Málaga, Sociedad Española de Historia de la Medicina, pp. 639-650. 23 RUIZ VEGA, P. (2001), “Estudio de la electricidad y galvanismo a través de las Memorias de la Real Academia y Cirugía de Cádiz”, en Actas del Ciclo in memorian Dr. Orozco Acuaviva, Cádiz, 22, 23, 24 de noviembre de 2001, en prensa. 24 RUIZ VEGA, P. (2004), “El hierro como elemento de Historia Natural a través de la documentación existente en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, en MARTÍNEZ PÉREZ, J., et al. (coord.), La Medicina ante el nuevo milenio: una perspectiva histórica, Cuenca, Universidad Castilla-La Mancha, pp. 659-671. 25 RUIZ VEGA, (2005), “Topografía de Cuba, en el Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz”, en Actas del IX Congreso de la Sociedad Nacional de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, Cádiz, 27, 28, 29, 30 de septiembre de 2005, en prensa. 26 “Archivo de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz”, Reglamento de la Sociedad Médica de Cádiz, Corregida la portada y sustituida la palabra Médica por Médico-Chirúrgica, año de 1816, Manuscrito de 16 pp. portada en papel grueso de color azul (295 210 mlm.), Legajo de Memorias LXIII-8, Capitulo XII, artículos 10, 11 y 12. 27 AMELLER ROMERO, R. L. (1822), “Literatura Médica Extranjera”, Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz, III, pp. 36-65, p. 36.
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rúrgica de Cádiz. El tomo V (1829-1830) y el tomo VI (1831) aparecen con el nombre de Actas y Memorias de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz 28. La segunda vertiente que creo necesario tener en cuenta son las “Observaciones” del Real Colegio de Cirugía, de la Armada de Cádiz, por la relación de sus profesores con la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz. Durante la Ilustración, una de las formas de enseñanza clínica consistía en la “Observaciones”, sistema de enseñanza practicado en Europa en los grandes centros de educación médica y quirúrgica para la formación de cirujanos navales, así en el memorial que entregó Pedro Virgili, a Zenón de Somavilla, Marqués de la Ensenada, el 29 de mayo de 1748 29 con el fin de solicitar la fundación del Real Colegio de Cirugía, se propone el registro en “Observaciones” de aquellos casos más significativos del Hospital Real, con fines docentes. El 11 de noviembre de 1748, Fernando VI firma los Estatutos fundacionales del Real Colegio de Cirugía de Cádiz 30. Pedro Virgili se hizo cargo de la dirección del Real Colegio de Cirugía de la Armada durante la década comprendida entre los años (1748-1758), que fue llamada período de iniciación 31. Las “Observaciones” fueron realizadas, en su mayor parte, por cirujanos primeros y segundos de los distintos destinos de la Armada y por todos los maestros del Real Colegio de Cádiz, habiendo sido todas ellas leídas en las Asambleas Literarias que se celebraban en el Real Colegio de Cádiz 32.
RAMOS CONTRERAS (1994), p. 162. “Archivo de la Facultad de Medicina de Cádiz, Registro 8394”, Libro de las Reales Ordenes, y Decretos de Ministros é Intendentes de España a favor de el Real Hospital de Cirujía, Real Colegio Seminario de Cádiz, é individuos, que le componen, tomo 1, (1708-1763), Manuscrito de 588 pp. 3 h. (347 242 mm.), folio 73. 30 “Archivo de la Facultad de Medicina de Cádiz”, Registro 8394, Libro de las Reales Ordenes, y Decrtos de Ministros é Intendentes de España a favor de el Real Hospital de Cirujía, Real Colegio Seminario de Cádiz, é individuos, que le componen, tomo 1, (1708-1763), Manuscrito de 588 pp. 3 h. (347 242 mm.), folio 77. 31 FERRER, D. (1983), Historia del Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 2.a ed. facsímil, pp. 338-339. 32 MANZANO MARTÍN, M. V. (1991), La Materia Médica y las Farmacopeas del embarco en el Real Colegio de Cirugía de la Armada (1742-1789), Tesis Doctoral, Facultad de Medicina, Universidad de Cádiz, p. 82. 28 29
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La moxa en la Materia Médica a través de las observaciones del Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz En este apartado hacemos el estudio de una memoria 33 de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz, que aparece publicada en el Periódico de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz; siendo su autor Francisco Javier Laso. Comenzamos el estudio de la moxa en la materia médica con las palabras que pone Laso para presentar sus observaciones: “El conocimiento de la moxa, tomado de Chinos y Japoneses, y los felices sucesos que diariamente se recogen de la aplicación de aquella, han decidido aún a seres pusilánimes a someterse a su acción. En efecto, las obras más modernas como las Décadas de medicina y cirugía prácticas, nos participan de la curación de muchas enfermedades reputadas incurables; las amaurosis mas completas, las afonías más rebeldes, muchas flegmasías crónicas de pecho, parálisis &c. han sido desvanecidos por la moxibustión” 34.
Hepatitis Crónica. Observación I.a Hepatitis Crónica. Hemos recogido en los siguientes párrafos, la exposición de la actuación de Francisco Javier Laso en el caso de una Hepatitis Crónica: “Maria de los Reyes, de 59 años; había padecido en su infancia unas tercianas leves, quedando después en el mejor estado de salud, interrumpida por once partos y por la fiebre amarilla en 1800. El día 7 de agosto de 1821, después de haber sido atropellada, sintió un violento dolor en el hipocondrio derecho, que por la fiebre y demás síntomas concomitantes, se deduce fue una hepatitis aguda. Cuando la vi por primera vez el día 11 de septiembre observé con estos síntomas: palidez ictérica general, mucha sed, gusto amargoso, sueño interrumpido, decúbito supino, dolor en el epigastrio é hipocondrio derecho, vehemente al tacto, dureza correspondiente al hígado, cuyo borde anterior se marcaba muy inmediato al ombligo; vómito de las ingestas, constipación de vientre, tos seca, calor un poco elevado; pulso frecuente y pequeño. Se le sometió a una dieta a base de infusión de raíz de altea, substancia vegetal, píldoras de ruibarbo y carbonato de hierro, linimento alcalino. Este régimen moderó los síntomas por más de 36 horas.
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LASO DE LA VEGA (1822), pp. 285-299. LASO DE LA VEGA (1822), p. 286.
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Confiados en el estado de mejoría que aparentaba el estómago, los asistentes le hicieron tomar un caldo con yema de huevo, y recayó con gravedad. Entonces me decidí a la aplicación de la moxa que verifiqué en la mañana del día 12. La enferma tuvo una noche desasosegada, con algunos vómitos biliosos; atormentada de conatos para obrar, vomitaba cuanto tomaba, y considerándose incurable, esperaba resignadamente la muerte; Ante tal cuadro se le aplicó una moxa sobre el borde saliente del hígado entre las costillas y el ileon; seguidamente otro en el epigastrio. Por la tarde presentaba mejoría teniendo el gusto corregido. Pudo tomar algunas porciones de caldo, pulso débil, calor natural; se le administró una bebida mucilaginosa. Durmió bien. El día 13, siguió el mismo estado de alivio, pero con constipación de vientre; se le administró una disolución de maná. El día 20, se pronuncia la supuración en la circunferencia de las escaras. El día 23, presentaba debilidad; se cae la escara del costado. El día 25, las úlceras producidas por la caída de las costras comienzan a supurar. El día 29, presenta color más despejado, mejor apetito, dolor en el abdomen, buen sueño, decúbito fácil en todas las posiciones, lengua limpia, ninguna resistencia del estómago a los alimentos más recios, sólo al caldo, deposiciones naturales, pulso ordenado. El día 1 de Octubre sale a la calle y el pulso se manifiesta más fuerte. Las moxas siguen supurando hasta el día 15, en que se considera perfectamente restablecida” 35.
Laso concluye respecto a la observación expuesta que: “Los golpes, las caídas dadas sobre las partes que encubren a los órganos parenquimatosos, son causas de la inflamación de estos: así sucedió efectivamente en la historia de esta mujer. Fue atropellada en una función pública, y cree que fue pisada en el vientre. El carácter crónico más peligroso de esta hepatitis es la constancia del vomito; este fenómeno morboso se producía cuando le acercaban el caldo ó cualquier producto de substancias animales. Por fortuna este fue el síntoma sobre el que primero actuó la moxa, desde el momento de su aplicación cesó todo movimiento preternatural de los músculos abdominales y permaneció el estómago en sus funciones ordinarias. Desde entonces la mejoría fue progresiva, cedió la constipación del vientre y a las dos semanas pudo la enferma entregarse a sus cuidados domésticos” 36.
Observación 2.a Hepatitis Crónica. Hemos recogido la exposición de la actuación de Francisco Javier Laso en el caso de una Hepatitis crónica: “D. Francisco B... de edad de 39 años había padecido muchos achaques desde su juventud y todos con notable gravedad. A los 15 años sufrió un catarro epidémico, arrojan-
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LASO DE LA VEGA (1822), pp. 286-289. LASO DE LA VEGA (1822), pp. 289-290.
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do mucha sangre con la tos, y hallándose en notable riesgo. A los 28 le repitió esta flegmasía: apenas convalecido sufrió una fiebre intermitente terciana; y cumplidos los 35 le acometió un tabardillo (fiebre adinámica) con dolor de costado. El día 12 de junio de 1820, salió a la calle al mediodía, le invadió una apoplejía con los signos más perniciosos. Las consideraciones derivadas del temperamento de este individuo, de sus antiguos padeceres, entre estos una erisipela biliosa que le sobrevino algunas veces antes del accidente apopléctico, los vómitos que solía tener por las mañanas, la tos seca y frecuente, la dificultad de acostarse sobre el lado derecho, y aún sobre la espalda, y finalmente el volumen, dureza y contacto doloroso que se observaban en el hipocondrio derecho y epigastrio, eran signos más que suficientes para creer que la lesión esencial residía en el hígado. Se confirmó este juicio en una consulta por los Dres. D. Manuel Padilla y D. Ignacio Ameller, y acordaron la perseverancia de los cáusticos en dicha región y el uso interior de los ferruginosos con el jabón y ruibarbo. Su estado fue mejorando y a los pocos días disfrutaba de cierta libertad en la respiración y en los movimientos del tronco. A los pocos días empezó a cambiar la escena, la dureza del epigastrio descendía hasta el ombligo, en cuyo sitio el tacto producía ansiedad y aceleraba la respiración. En situación tan desesperada, se decidió el uso del fuego en la mañana del 7 de julio, con asistencia del citado Dr. Ameller. Se colocó una pirámide en el hipocondrio derecho cuya base era mayor que una pulgada, y otra menor en el epigastrio. El día 10 pudimos observar esta mutación en los síntomas: ojos más vivos, semblante mas animado, sueño tranquilo; entristecimiento por su situación, repugnancia a toda substancia animal, deseo de ácidos, abdomen algo mas blando, el tumor mas recogido y menos doloroso al tacto; tos menos frecuente, pero sangrienta; pulso regular, en tales condiciones se le administró gelatina de liquen, horchatas, substancia vegetal y agua con el acetato de potasa. A los 14 días cayeron las escaras, empezó a supurar abundantemente, y desde entonces desapareció el dolor. Adquirió buen apetito. A mediados de septiembre se observó el color verdoso, alguna vez vomitaba después de la comida. Él mismo pidió le repitiese la aplicación de la moxa para conseguir una cura radical, y aprovechando esta feliz disposición, en la mañana del día 20 le quemé dos casi sobre los mismos sitios. A los seis días se advertía en su semblante otra energía, y en los movimientos mayor agilidad. La convalecencia fue firme, volviéndose a ocupar de nuevo a sus ocupaciones” 37.
Laso, concluye en el siguiente párrafo, la efectividad de la moxa respecto a las dos observaciones de hepatitis crónica expuestas: “Las dos historias precedentes confirman con cuanta razón se ha lamentado Mr. Cazes, cirujano de Belmont, en una memoria que leyó a la Sociedad de medicina de Paris sobre la curación del escirro del hígado por medio del moxa, del estéril recurso que ofrecen al práctico aquellos medicamentos que con especioso título se denominan aperitivos, incisivos, fundentes, depurativos, &c. Se ve pues que dichos afectos, resistien-
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do a la acción de ellos, solo pudieron domarse por esta, de la que, según los resultados de su práctica y la de otros insignes profesores, juzgaba llegaría a considerarse tan útil en este caso, como el descubrimiento de Jenner con respecto a la viruela” 38.
Observación 3.a Paraplejia. Hemos recogido la exposición de la actuación de Francisco Javier Laso en el caso de una Paraplejia: “D. Antonio R..., de edad de 33 años, de buena estatura y organización, algún tanto obeso, estaba acostumbrado a sangrías periódicas. En 1816 padeció un reumatismo agudo, cuya prolongación le obligó a tomar en el de 1817 los baños de Alhama, con los cuales consiguió bastante alivio. Caminando a su paso natural en la tarde del 21 de octubre de 1821, resbaló y dio una caída de asiento, de la que se levantó tan poco lastimado, que continuó el ejercicio y anduvo sin molestia hasta las 10 de la noche. El 30 de Octubre no podía permanecer de pie, ni era dueño de sus movimientos. Fui llamado el 2 de noviembre, y además de lo expuesto, me notició que sentía sensación de peso en todo su cuerpo, y que solo se hallaba cómodo tendido en la cama, de donde ya no salía. Se quejaba también de cierta contracción muscular que empezaba en el perineo, y descendía por la cara interior de los muslos hasta las rodillas. Yo le observé además febricitante, y las masas musculares habían caído en tal flacidez que los muslos y pantorrillas parecían como una papilla; en la misma proporción estaban decaído el apetito, abatido el ánimo y lánguido el ejercicio de las demás funciones. Citaré el plan curativo que adopté primero; la infusión de arnica y otros tónico-nervinos, las fricciones alcohólicas y excitantes sobre las partes afectas cortaron los accesos febriles, mejoraron el apetito, permitieron algún sueño, que con dificultad conciliaba, y moderaron aquella sensibilidad viciada y aquellas contracciones vivas que hemos mencionado. El día 25 de noviembre, esto es, a los treinta y cinco de la caída y principio de la paraplejia, resolví la aplicación de dos moxâs, uno a cada lado de las vértebras lumbares: su base sería como de una pulgada escasa; ambos cauterizaron profundamente el tegumento y fueron bien sentidos por el enfermo que los soportó con valor, suspendí entonces todo medicamento. El 1.o de diciembre empezaron a supurar: el 8 y 11 cayeron sucesivamente las escaras. El día 19 ya notaba cierto vigor en las piernas; se desvaneció la contracción de los músculos del muslo, cesaron el hormigueo y la debilidad de los extremos superiores, tenía bastante apetito y el pulso estaba bastante fuerte y ordenado. Las supuraciones eran abundantes. El 23 salió de la cama y a los pocos días, aunque vacilante, pudo dar algunos paseos en su habitación, el día 9 de enero se le notaba ya robustecido, las carnes firmes, el color florido, con excelente apetito y ningún dolor. Gozaba entonces de un sueño tranquilo y prolongado, y demostraba agilidad y fuerza en los movimientos. Las úlceras se fueron estrechando y la supuración disminuía el 20 del mismo mes estaban ya casi agotadas, y el enfermo R... disfrutaba a partir del 4 de febre-
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ro de 1822 tal estado de salud, que decía no experimentaba hacía años. Es esta una de aquellas enfermedades que desde la más remota antigüedad se han combatido por medio del fuego. Hipócrates lo recomendaba según estas palabras: ad ejus lumbos ex utraque vertebrarum parte quatuor crustas inurito... si autem ustio probe ceserit, sanum reddes; est tamen morbus gravis. Sect. VI. de articulis. En tiempos más modernos Cameron, Pott, Latour, Percy, Morel, &c. lo han sacado del olvido, alcanzando por su medio curaciones que hasta entonces habían resistido a la urticación, a la chispa eléctrica, a las aguas minerales, y a otros remedios heroicos” 39.
Laso expone en el siguiente párrafo la efectividad de la moxa en la curación de la paraplejia respecto a la observación expuesta: “En corroboración del hecho últimamente referido, debe exponerse la historia que inserta el citado Mr. Morel, cirujano de los hospitales de Lyon en su tratado especial Memoire et observations sui l’ application du feu au traitement des maladies &c. Paris. 1813. f.o 147. Es como sigue: Un hombre fuerte y vigoroso, de veinte y ocho años, dio una caída y experimentó una rasgadura hacia la segunda vértebra dorsal. Al cabo de algunos meses, se advirtió cierta gibosidad sin alterarse notablemente la salud del enfermo. Al poco tiempo perdió del todo las fuerzas de las extremidades inferiores, y no pudiendo ya caminar, fue conducido al hospital y puesto bajo la dirección de Mr. Viricel, cirujano en jefe. Desde luego se decidió este profesor por la aplicación de la moxa, e hizo aplicar una a cada lado del tumor. Habiendo logrado el enfermo algún alivio, deseó poco tiempo después que se repitiese el mismo medio, así durante los nueve meses que permaneció en el hospital, se le quemaran sucesivamente hasta catorce moxas sobre el tumor, siempre pedidos por él, porque después de cada ustion notaba disminuirse sensiblemente la parálisis de las extremidades inferiores. Aunque el enfermo estaba ya casi restablecido Mr. Viricel juzgó conveniente que se trasladase a Aix, para tomar las aguas minerales, con las que adquirió más fuerza, y recobró enteramente el uso de las piernas, elogiando sin cesar el medio poderoso a que debía su salud. F. J. L. ” 40.
A modo de conclusiones 1. Las diversas acepciones de la voz moxa que manejaban los facultativos académicos se corresponden con las que se tenían en España y en el extranjero. 2. Los usos médicos de la moxa y sus preparaciones farmacéuticas entresacadas de la documentación estudiada estaban a la altura del resto de Europa. 39 40
LASO DE LA VEGA (1822), pp. 294-298. LASO DE LA VEGA (1822), pp. 298-299.
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3. La apertura de los facultativos de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Cádiz a la asimilación de las corrientes industriales, farmacéuticas y terapéuticas de la época. 4. La forma de enseñanza clínica consistente en las Observaciones practicada en los grandes centros de enseñanza médica y quirúrgica de Europa, como el Hospital de Lyon, se aplica también en el Real Colegio de Cirugía de la Armada de Cádiz. 5. En la Sociedad Médico-Quirúrgica de Cádiz, sus socios presentan y leen sus “Observaciones” y “Memorias” estando a la altura de los académicos pertenecientes a la Sociedad de Medicina de París.
EL IMPACTO DEL FLUIDO ELÉCTRICO EN EL REAL COLEGIO DE CIRUGÍA DE BARCELONA (1798-1806) Nuria Pérez Pérez Investigadora, Centre de Estudis d’Història de la Ciència (CEHIC), UAB, Observatori de la Comunicació Científica (OCC), UPF de Barcelona
Introducción A mediados del siglo XVIII, el abad y profesor de física experimental Jean-Antoine Nollet (1700-1770) definió la electricidad como algo de carácter a la vez irritante y estimulante, un agente penetrante, capaz de existir en dos formas distintas —positiva y negativa—, que determinadas substancias podían conducir. El fluido eléctrico y la electricidad estaban en relación análoga a como lo estaban la luz y el fuego, de manera que algunos científicos creyeron que la electricidad, el fuego y la luz deberían tener un origen común 1. Los experimentos realizados por Luigi Galvani (17371798) a finales del siglo XVIII abrieron las puertas al estudio del fenómeno eléctrico y al desarrollo de la fisiología animal, incluidos los importantes y decisivos trabajos de Alessandro Volta. En 1791, Galvani, profesor de Obstetricia en la universidad italiana de Bolonia, describió cómo el músculo de una rana preparada para disección era capaz de experimentar contracciones cuando el nervio crural de este batracio era conectado a un arco metálico, arco compuesto generalmente por dos metales distintos. En su teorización Galvani hacía la analogía entre la preparación nervio-músculo y la botella de Leyden. El nuevo fenómeno observado fue denominado “galvanismo”, 1 NOLLET, J. (1746), Essai sur l’electricité des corps, Paris, Freres Guerin. Obra traducida al castellano en 1747 por Joseph Vázquez y Morales.
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siendo el “fluido galvánico” su responsable, una sustancia que tendría la misma naturaleza que el “fluido nervioso”, descrito ya en el siglo XVII 2. Es importante destacar que el conocimiento poco preciso de la naturaleza de la electricidad, y de su modo de actuar, no fue obstáculo para que ésta fuera utilizada en determinadas circunstancias. A la Royal Society de Londres se habían presentado diversas disertaciones en las cuales se prescribía la electricidad para determinadas enfermedades, como por ejemplo, las parálisis, y se publicaron diversos artículos sobre este tema en las Phylosophical Transactions. Así también en España, Francisco Victorino Gómez en 1788, había presentado a la Real Regia Sociedad de Medicina de Sevilla una observación sobre los saludables beneficios de las emanaciones eléctricas 3, y el médico catalán Francesc Salvà i Campillo, miembro destacado de la Academia Medico-Práctica de Barcelona, le comentaba a un amigo en una carta la posibilidad de probar la electricidad en una mujer de difícil diagnóstico y, por tanto, de difícil tratamiento 4. Lo cierto es que a medida que se acercaba el cambio de siglo, la química, la botánica y en general las ciencias naturales aportaban al arte de curar nuevas posibilidades, nuevas metodologías para elucidar los misteriosos procesos fisiológicos que acontecían en el cuerpo humano en la salud y en la enfermedad. Las observaciones y disertaciones presentadas en las juntas literarias del Real Colegio de Cirugía de Barcelona son un testimonio de los temas, las inquietudes y los debates surgidos en su seno a lo largo de su historia. En este contexto, el presente trabajo tiene como principal objetivo poner de manifiesto el debate suscitado en torno al denominado “fluido eléctrico”, su posible participación en la animación vital, su utilización como alternativa terapéutica en determinadas enfermedades, así como destacar quienes fueron sus inspiradores, quienes sus defensores o quienes mantuvieron posiciones más o menos escépticas ante las posibles expectativas derivadas de su utilización.
2 MARTÍNEZ VIDAL, À. (1989), Neurociencias y Revolución Científica en España. La circulación neural, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientificas (CSIC). 3 GÓMEZ, F. V. (1790), En qué se manifiestan los útiles resultas para la salud de las emanaciones eléctricas, citado en la reseña que hace el Memorial Literario, de las Memorias Académicas de la Real Sociedad de Medicina de Sevilla (enero de 1790, parte 2.a) 102, 132. 4 SALVÀ Y CAMPILLO, F. (1799), Carta del Doctor en Medicina Francisco Salvá a un Amigo sobre el éstasis de la decantada Muger del Lugar de Llerona, Barcelona, Francisco Generas.
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Debates en torno a la electricidad en el colegio de cirugía de Barcelona La creación en España de los Reales Colegios de Cirugía se enmarca dentro del período conocido como Ilustración. Las Ordenanzas del colegio barcelonés estipulaban la obligatoriedad de celebrar Juntas Literarias. Consistían en unas reuniones periódicas semanales cuyos procedimientos venían estrechamente regulados por estas mismas Ordenanzas. En cada una de las sesiones, un profesor del colegio leía ante el público asistente una disertación o memoria el tema de la cual era considerado de interés académico. Estas sesiones semanales reunían a profesores y alumnos y, en principio, estaban abiertas a todo público que estuviere interesado 5. Como se desprende de algunas de las disertaciones leídas en estas sesiones públicas, la electrización fue también objeto de debate, a la vez que tema aleccionador para los alumnos del Real Colegio de Cirugía de Barcelona.
Disertación de Domènec Bover (1802) El profesor Domènec Bover, el año 1802, presentó la observación que lleva por título Sobre el galvanismo. En ella hacía una extensa revisión sobre el tema 6. Se refería al galvanismo en términos de eficacia terapéutica. Caracterizaba la electricidad como un “estimulante metálico” 7. Comparaba las expectativas que abría el galvanismo con las que había propiciado la “vilipendiada” 8 vacuna de Jenner. Nada tenía de insólita esta asociación. En París, en 1803, aparecieron, que se tenga noticias de ello, al menos dos volúmenes de una publicación periódica que llevaba por título Journal du Galvanisme, de Vaccine, etc. par une société de physiciens, chimistes et médecins, dirigida por el médico J. Nauche, presidente de la
5 USANDIZAGA SORALUCE, M. (1956), Las Juntas Literarias del Real Colegio de Cirugía de Barcelona, Barcelona; VICENTE GUILLÉN, V. (1982), Análisis de las memorias de las Juntas Literarias del Real Colegio de Cirugía de Barcelona, Tesis doctoral inédita, Universidad de Barcelona. 6 B OVER , D. (1802), Discurso sobre el galvanismo, Barcelona, 7 de octubre de 1802, Ms. 99, Legajo 11, Biblioteca de la Universidad de Barcelona (BUB). 7 BOVER, D. (1802). 8 BOVER, D. (1802).
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Société Galvanique y miembro de numerosas sociedades, academias y comités de la vacuna francesas 9. Bover, en su revisión, hace mención de las “metallic tractors”, conocidas en nuestro país como “agujas antigotosas”, un ingenio con finalidades terapéuticas que estaba basado en el magnetismo animal y en la electricidad. Invento ideado por el médico Elisha Perkins (1741-1827) de Connecticut (EUA) y llevado a la práctica por su hijo Benjamin Douglas Perkins (1744-1810) 10, quien patentó el invento en Inglaterra superando con ello el escepticismo que la novedad había suscitado en su país, concretamente en el seno de la Connecticut Medical Society. Partiendo de la base de las supuestas propiedades curativas del galvanismo, algunos autores han considerado que este descubrimiento, a menudo poco conocido, constituyó una de las grandes maravillas terapéuticas del cambio de siglo 11. Según Perkins, las “metallic tractors” tenían la peculiaridad de “draw off the noxious electrical fluid that lay at the root of suffering” 12. Por tanto, no es de extrañar que un catedrático del colegio de cirugía de Barcelona conociera este recurso terapéutico y que quisiera dejar constancia de su existencia y de su uso ante sus alumnos y ante sus iguales. Gracias a Bover se sabe que las agujas antigotosas eran agujas metálicas que se aplicaban por frotación más o menos fuerte, según la gravedad de los síntomas y la zona a tratar. Las respectivas manifestaciones producidas por el perkinismo y el galvanismo coincidían en que ambos procedimientos utilizaban metales, aunque se diferenciaban en la manera como éstos debían ser aplicados. La valoración que hace Bover de los experimentos de Galvani en los músculos de rana, le llevan a considerar dos tipos de muerte distintos: la muerte de la animalidad, en relación con los principios químicos que conforman los cuerpos vivientes, y la muerte de la vitalidad, relacionada ésta
9 Disponible en el catálogo de la Bakken Library de Minneapolis, Estado de Minnesota (EUA), quienes han tenido la amabilidad de facilitarme algunos de sus documentos. 10 PERKINS, B. D. (1800), The Efficacy of Perkin’s patent metallic tractors in topical diseases on the human body ans animals, Londres, L. Hansard, J. Johnson (del catálogo de la Bakken Library, Minneapolis, EUA). 11 MACKLIS, R. M. (1993), “Magnetic Healing, Quackery, and the Debate Abouth the Health Effects of Electromagnetic Fields”, Annals of Internal Medicine, vol. 118, 5, pp. 376-383. PERKINS, B. D. (1798), The influence of Perkin’s tractors of the human body..., Londres, J. Johnson (del catálogo de la Bakken Library, Minneapolis, EUA). 12 PERKINS, B. D. (1798), separando el fluído eléctrico nocivo que constituye el orígen del sufrimiento (traducción propia).
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última con los principios vitales que animan a los seres vivos. La electricidad estaría asociada íntimamente con la vitalidad 13. Para poder identificar los efectos de la electricidad sobre la economía animal, se utilizaron muy variadas especies de seres vivos 14, pero además, y a pesar de los problemas éticos y políticos que ello podía comportar, se había recurrido al empleo de cadáveres de convictos condenados a la pena capital —sirvan de ejemplo los casos documentados de Aldini 15 en 1803 o de Ure en 1818 16—. Una de las finalidades que perseguían este tipo de investigaciones era la de encontrar el modo de devolver la vida a personas ahogadas o asfixiadas. El cirujano Alfred Smee, en el hospital St. Bartholomew de Londres, había defendido la teoría de que los propios cuerpos podían regular la electricidad intrínseca que poseían, lo cual le llevó a tener que soportar severas críticas. La filóloga especializada en el romanticismo inglés Marilyn Butler es de la opinión que estos debates acontecidos, sobre todo, durante la primera década del siglo XIX, pudieron constituir una buena fuente de inspiración para Mary Shelley, autora de la famosa novela Frankenstein (1818) 17. Bover fue, asimismo, el profesor que ofreció la lección inaugural del curso 1801-1802. En él, arengaba a sus alumnos para que realizaran cuantas disecciones fueran necesarias para el buen conocimiento del arte, cerrando su discurso con las siguientes palabras: “Se muy bien que es penoso no poder estudiar los secretos de la vida sino es en el libro de la muerte. También se que es muy duro el mirarse y contemplar tristemente en un cadáver sometido a nuestras investigaciones, se igualmente que es muy cruel tener siempre delante las desolaciones del dolor, la imagen de la muerte y el espectáculo del sepulcro, pero se al mismo tiempo que dan el mayor consuelo los resultados de este tra-
BOVER, D., (1802). Ver, por ejemplo, los dos primeros capítulos de la obra de Alexander Humboldt publicada en alemán en 1797 y traducida al castellano con el título: Experimentos acerca del galvanismo y en general sobre la irritación de las fibras musculares y nerviosas, Madrid, 1803. 15 GIOVANNI ALDINI (1762-1834), científico, fisiólogo, sobrino y discípulo de Galvani. 16 CARDWELL, D. (2004), “Ure, Andrew (1778-1857)”, DNB, Oxford Dictionary of National Biography, Oxford University Press. ANDREW URE (1778-1857), científico, médico y cirujano, professor de filosofia natural i de química en el Andersonian Institute del Reino Unido. 17 MORUS, I. R. (1998), Frankenstein’s Children. Electricity, Exhibition, and Experiment in Early-Nineteenth-Century London, New Jersey, Princenton University Press, pp. 126-128, 147. J. L. Heilbron ha criticado algunos aspectos de esta obra en una reseña publicada en el Medical History, de enero del 2000, tomo 44, pp. 138-139. 13 14
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bajoso estudio, [...] Ocupando en algún modo, si es lícito decirlo así, el lugar del Criador, gozamos del placer inexplicable de restablecer la salud y aún la vida, por el análisis de sus reliquias” 18.
La disertación de Bover Sobre el galvanismo prosigue dando noticia de la batería eléctrica que el conde Alessandro Volta (1745-1827) había inventado no hacía mucho tiempo, concretamente en el año 1800. Bover la describe con detalle y destaca principalmente su utilidad y su principal ventaja: la de generar una cantidad continua de electricidad 19. Aplicada a la medicina, la electricidad actuaba como un poderoso estimulante de los cuerpos vivos organizados. El “galvanismo simple”, productor de fluido galvánico, se aplicaba localmente. La electricidad procedente de la batería galvánica se podía aplicar a todas las partes del cuerpo, siempre que éstas estuvieran suficientemente húmedas 20. A pesar de las ventajas que presentaba la batería de Volta para el arte de curar, Bover advertía que era preciso ser prudente a la hora de utilizarla ya que “se sabe muy poco de la naturaleza de este agente para aplicarlo a toda especie de casos” 21. De los experimentos realizados en diversas especies de animales se infería que la electricidad estaba contraindicada en todos los casos de enfermedad nerviosa, como por ejemplo, la epilepsia. La concepción que parece defender Bover a lo largo de toda su disertación es que la electricidad corresponde a algo procedente del exterior del organismo vivo, alguna cosa ajena a su naturaleza, un agente, principio o fuerza que el cuerpo es capaz de adquirir para paliar algunas enfermedades determinadas.
La controversia Galvani-Volta presente en el colegio barcelonés Observando los mismos fenómenos: la contracción muscular en ranas preparadas para su disección, ambos, Galvani y Volta, habían llegado a conclusiones distintas. Es lo que se conoce como la controversia Galvani18 Discurso inaugural que en la abertura de estudios del Real Colegio de Cirugía Médica de la ciudad de Barcelona leyó el profesor del propio Dr. Don Domingo Bover y Font, el día 1 de octubre de 1801, Ms. 2155/6, BUB. 19 BOVER (1802). 20 BOVER (1802). 21 BOVER (1802).
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Volta 22. Galvani, médico y fisiólogo, pensaba, y se empeñó toda su vida en demostrar, que existía la electricidad animal, que ésta era inherente a la organización de los seres vivos y que el equilibrio natural en que el fluido eléctrico se encontraba en estado fisiológico se podía alterar. La electricidad animal era la causa de la contracción muscular que observaba en los experimentos realizados en su laboratorio. En cambio, el físico Volta atribuía las contracciones inducidas experimentalmente al efecto de la electricidad generada por un aparato sobre las estructuras corporales con las que entraba en contacto, es decir, un efecto completamente externo a la organización animal, en el que la rana no era otra cosa que un objeto sensible 23. Galvani dejó anotado en su diario un detalle interesante: “una pequeña cantidad de fluido eléctrico es suficiente para obtener una mínima señal eléctrica y excitar las contracciones” 24. El hecho de no disponer de un electrómetro suficientemente sensible y el descubrimiento de la pila de Volta, hacían razonable creer en un origen externo del fenómeno 25. Bover, años más tarde, en una nueva disertación sobre la fibra muscular (1806) 26, parece reafirmarse todavía más en su posición próxima a Volta. En ésta disertación, a pesar de que hace mención de los “experimentos galvánicos”, al mismo tiempo elude el término “galvanismo”, y atribuye la contracción muscular a cambios en la conformación química de los músculos, análogamente al cambio de conformación de líquido a sólido que experimenta el agua según la temperatura. De paso, aprovecha la ocasión para advertir a su audiencia contra los principios explicativos basados en lo que Bover denomina “fuerzas ocultas” 27. A lo largo de la década que siguió al descubrimiento de Galvani, los principales debates se centraron alrededor de si el fluido galvánico podía
22 MARCHAMER, P.; PERA, M., y BALTAS, A. (2000), Scientific Controversies: philosophical and historical perspectives, Nova York, Oxford University Press. 23 PERA, M. (1986), La Rana ambigua: la controversia sull’elettricità animale tra Galvani e Volta, Torí, G. Einaudi. Traducido al inglés por J. Mandelbaun en (1992), The ambiguous Frog: the Galvani-Volta controversy of animal electricity, Princeton, Princeton Unviversity Press. 24 BRESADOLA, M. (2003), “At play with nature: Luigi Galvani’s experimental approach to muscular physiology”, pp. 67-92, p. 79, en HOLMES; FREDERIC, L.; RENN, Jürgen, y REINBERGER, Hans-Jörg (eds.) (2003), Reworking the Bench. Research Notebooks in the History of Science, Dordrecht, the Netherlands. 25 KIPNIS, N. (1987), “Luigi Galvani and the Debate on Animal Electricity, 1791-1800”, Annals of Science, 44, 107-142. 26 BOVER, D. (1806), Sobre la fibra muscular, Ms. 136, Legajo 15, BUB. 27 BOVER (1806).
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ser considerado de la misma naturaleza o no que la electricidad, sobre si su origen residía en los cuerpos vivos o se trataba de algo externo, o acerca de si el fluido galvánico era o no similar al fluido nervioso 28.
Luigi Galvani inspirador de Antonio Cibat Arnautó Las investigaciones de los efectos de la electricidad sobre los seres vivos, y por extensión, su efecto sobre los seres humanos, se habían iniciado en el Real Colegio de Cirugía de Barcelona ya con anterioridad a los manuscritos de Bover. El cirujano y médico Antoni Cibat Arnautó (17701812), profesor de Física Experimental, había presentado al menos dos disertaciones sobre la utilidad de la electricidad en el arte de curar, una en el año 1798 29 y otra al año siguiente, en 1799 30. Además, Cibat decía en sus Elementos de Física Experimental (1804) que el punto de partida para el estudio del galvanismo habían sido las juntas celebradas en el colegio de cirugía 31. En su opinión, gracias a los avances acontecidos en fisiología se habían podido desterrar las “causas ocultas” 32. Cibat alude a Galvani como su inspirador y afirma que gracias a los experimentos realizados en animales se sabía que la electricidad excitaba las fibras musculares y nerviosas provocando convulsiones tónicas y clónicas, como por ejemplo, se había visto en los músculos de rana. El fluido eléctrico hacía que aumentara la atracción de las fibras musculares, que de modo alternado se contraían según los estados eléctricos en que se encontraban. De manera análoga como la electricidad artificial había conseguido contraer los músculos e incitar los nervios, en el cuerpo humano tendrían lugar fenómenos similares, con la especial característica de que en el organismo la electricidad se podría acumular. En sus Elementos de Física Experimental, Cibat dedica todo el capítulo XLVII, más de 150 páginas, a
28 HUMBOLDT, A. (1803), Experimentos acerca del galvanismo y en general sobre a irritación de las fibras musculares y nerviosas, Traducido del alemán al francés, y del francés al castellano por DADLM, tomo II, Madrid. Véase, por ejemplo, el capítulo 3. 29 CIBAT, A. (1798), Memoria o sea ensayo el trismus traumático, Ms. 55, Legajo 7, BUB. 30 CIBAT, A. (1799), Solución a las objeciones que se hicieron a la memoria o ensayo sobre el trismus traumático..., Ms. 67, Legajo 8, BUB. 31 CIBAT, A., (1814-1815), Elementos de Física Experimental, Barcelona, Antonio Brusi, vol. 1, p. XXXI., la primera edición de esta obra fue en 1804. 32 CIBAT (1814-1815), vol. 1, p.357.
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la electricidad. Define el fluido eléctrico como una sustancia simple, invisible y etérea, que se encontraba en cada uno de los tres reinos naturales: animal, vegetal y mineral, así como también en el aire y en el mar; una de aquellas sustancias que el arte todavía no había podido descomponer, por lo que considera al fluido eléctrico uno de los principios constitutivos de los seres vivos 33. En otra de las disertaciones que presentó posteriormente, en el año 1806, Cibat confiesa llevar unos diez años presentando ante la junta los conocimientos y los experimentos que había realizado acerca de la electricidad. Está convencido que la “máquina eléctrica animal” contiene las mismas partes que las máquinas de “nuestros Gabinetes” y que la función de ambas es la misma. Siguiendo con su analogía, mientras que en 1798 había postulado que era el corazón el “disco” de la máquina animal, años más tarde, en 1806, dirá que ese disco corresponde al cerebro, siendo los nervios los conductores y comportándose los músculos como botellas de Leyden, cargándose y descargándose de fluido galvánico según su estado fisiológico. Y siguiendo en este estado de cosas, añade Cibat: “¡Qué muchedumbre de ideas tan útiles como importantes se me ofrecen en este instante!” 34.
El uso terapéutico de la electricidad Antoni Cibat, al igual que los profesores Junoy, Bover o el mismo Salvà, creía que la electricidad estaba especialmente indicada cuando “se han agotado los recursos de la Química y Farmacia” 35. Decía que la electricidad tonificaba y estimulaba la circulación de los líquidos, o todo lo contrario si ésta se hallaba por defecto. Explicaba el modo de aplicar la electrización positiva o negativa, según conviniera, especificando que ello debía formar parte de la materia médica ya que significaba una alternativa al tratamiento farmacológico. La terapia basada en la electricidad estaba indicada en múltiples patologías: inflamaciones de naturaleza reumatológica, neuralgias, epilepsias, infertilidad femenina, etc. De los paralíticos que se habían beneficiado de este tratamiento comentaba Cibat que
CIBAT (1814-1815). C IBAT , A. (1806), Continuación de los ensayos experimentales con convulsiones, Ms. 129, Legajo 15, BUB. 35 CIBAT (1814-1815), vol. 1, p. 262. 33
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“... vinieron en coche, birloche o calesa a nuestro gabinete, y corren en el día las calles de esta ciudad sostenidos en sus ágiles piernas” 36. Éxitos que constituían “hechos decisivos que he presentado, y están archivados en el real colegio de que tengo el honor de ser miembro” 37, y añade que los profesores que menospreciaban la electrización era porque o no la utilizaban, o no la conocían, o no la sabían utilizar. El interés que suscitó el tema de la electrización en el colegio hizo que la observación del año 1798 38, que censuró en su momento Josep Antoni Capdevila, fuera presentada de nuevo al cabo de un año. Cibat la volvió a presentar, esta vez actualizada, y en esa ocasión fue censurada por Domènec Bover 39, el mismo quien años más tarde presentaría la memoria sobre el galvanismo, comentada anteriormente. Cibat perseguía poder dar una respuesta a las objeciones que le habían hecho un año antes. Bover, en su censura, expresaba ya estar en desacuerdo con la causa y el tratamiento que Cibat proponía a propósito del trismus traumático. Cibat lo había intentado de nuevo, y lo siguió intentando, con la esperanza que su proyecto encontrara más adeptos: “me hallé con el disgusto de ver altamente despreciadas mis producciones”. Pero no se daba por vencido y su observación daba comienzo con la tesis que seguiría defendiendo: “El Trismus traumático es efecto de la preponderancia del fluido eléctrico en los músculos de la mandíbula inferior” 40 (subrayado en el original). En la memoria que presentó en 1806, seguía aludiendo a los problemas que había tenido para que se aceptaran sus teorías sobre la electricidad 41.
La electricidad como espectáculo en la Barcelona ilustrada La electricidad no tan sólo había llamado la atención de los ámbitos académicos y científicos del Real Colegio de Cirugía de Barcelona, sino que también había conquistado los escenarios de la ciudad de la Barcelona
CIBAT (1814-1815), vol. 1, p. 265. CIBAT (1814-1815), vol. 1, p. 265. 38 CAPDEVILA, J. A. (1798), Revista a la memoria o ensayo sobre el trismus traumático, Ms. 47, Legajo 7, BUB. 39 BOVER, D. (1799), Censura de la disertación sobre un trismus traumático leída por Don Antonio Cibat en 18 de junio de 1798, 18 de julio de 1799, Ms. 55-3 Legajo 7, BUB. 40 CIBAT (1799). 41 CIBAT (1806). 36 37
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de principios de siglo. La electricidad fue objeto de espectáculo y fascinación según se desprende del anuncio publicado en El Diario de Barcelona del sábado 29 de octubre de 1803. A través de este medio de comunicación se tiene noticia de las nueve sesiones que Francisco Bienvenu, presentado como físico experimental procedente de París, pensaba ofrecer en el teatro principal de la ciudad. La novena y última función tuvo lugar el 23 de noviembre de 1803. La recaudación de ese día se destinó al “Santo Hospital”, refiriéndose al Hospital de Santa Creu, siguiendo las prescripciones del gobierno 42. A lo largo de las nueves sesiones, además de los fenómenos relacionados con la electricidad, el público barcelonés había tenido ocasión de ver experimentos de óptica, de meteorología, de hidráulica y de física y química. El espectáculo, como rezaba la nota en el Diario de Barcelona, iba dirigido a todo tipo de público porque el objetivo que perseguían las actuaciones no era otro que el de distraer a un público generalista, y al mismo tiempo inspirar a públicos más ilustrados en física. Pero, no era la primera vez que Francisco Bienvenu visitaba nuestra ciudad, según el mismo medio, volvía con su espectáculo después de cinco años. Por lo tanto, había ofrecido su espectáculo por primera vez hacía el año 1798, coincidiendo con las primeras disertaciones que Cibat ofrecía en el colegio de cirugía de Barcelona sobre la electricidad.
Conclusiones Las Juntas Literarias celebradas periódicamente en los recién creados colegios de cirugía forman parte de una nueva concepción de docencia y de transmisión del conocimiento científico basada en la exposición de diversos puntos de vista sobre aquellos temas que suscitaron mayor interés y expectación, como por ejemplo, el caso del galvanismo. Se ha visto que la naturaleza del fluido eléctrico, nervioso o galvánico, así como el uso de la electrización como terapia en determinadas enfermedades, dio pie a diversas intervenciones que ocuparon al menos una década entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. La denominada controversia Galvani-Volta queda ejemplificada en las respectivas posiciones que adoptan los profesores Cibat y Bover, a lo largo de sus disertaciones leídas en las juntas literarias del colegio barcelonés. 42
Diario de Barcelona, 326, 22 de noviembre de 1803, pp. 1502-3.
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Todo ello pone de relieve que se tenía un conocimiento actualizado de los temas más candentes del momento: los trabajos de Galvani, Aldini, Volta o Humboldt. A pesar de que el Real Colegio de Cirugía de Barcelona podría considerarse una institución científica limítrofe a los principales centros de producción científica, los profesores del colegio de cirugía de Barcelona estaban al corriente de los principales debates científicos de su momento, por lo que respecta al galvanismo o al uso terapéutico de la electricidad. Por último, destacar que la actividad científica no era un hecho aislado realizado de espaldas a la sociedad. Las creaciones literarias propias del romanticismo o las actividades lúdicas celebradas en el teatro principal de la ciudad de Barcelona se hicieron eco también, como en tantas otras ciudades europeas, de este interés por la ciencia a través de su espectacularidad.
MANUEL TOLOSA LATOUR (1857-1919) Y EL DICCIONARIO TECNOLÓGICO MÉDICO HISPANO-AMERICANO (1903) * Guillermo Olagüe de Ros Catedrático de Historia de la Ciencia, Departamento de Anatomía Patológica e Historia de la Ciencia Facultad de Medicina
Introducción El cuarto centenario del descubrimiento del nuevo Mundo se acompañó en nuestra península de una catarata de celebraciones de toda índole. 1900 generó también algunos acontecimientos notables como resultas de la reciente pérdida de los últimos restos del imperio colonial español. Como si quisiéramos salir del ostracismo, en el que secularmente nos encontrábamos, en el primer cuarto del siglo XX multiplicamos nuestra presencia en los foros internacionales y, con la aquiescencia foránea, celebramos en nuestro país algunos eventos importantes, algunos de los cuales fueron aprovechados, también, para incrementar las relaciones culturales con el mundo americano. La presente comunicación aborda la propuesta de confección de un Diccionario Tecnológico-Médico Hispano-Americano que presentó Manuel Tolosa Latour (1857-1919), su promotor, en el curso de la Primera Asamblea de la Unión Médica Hispano-Americana (1903), una sociedad nacida en 1900 precisamente para reforzar dichas relaciones científicas y culturales. * Esta comunicación se ha realizado con cargo al Proyecto BHA2003-00525 de la Dirección General de Investigación del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Mi gratitud a Bertha Gutiérrez Rodilla por su inestimable ayuda. 1 ACTAS de la Primera Asamblea General Ordinaria de la Unión Médica Hispano-Ameri-
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La gestación de la Unión Médica Hispano-Americana (1900) El cambio de siglo convirtió a París en la capital de la cultura y del espectáculo mundial. Además de la sonada Exposición Internacional (1900), que contó con cincuenta millones de visitantes, en el curso de ese año se celebraron en la capital gala ciento veintisiete congresos internacionales, como el XIII Internacional de Medicina, y al que acudieron centenares de participantes de todo el mundo, de los cuales casi un millar procedían de España y de las antiguas colonias hispanas de América. Los resultados de tan magno acontecimiento se editaron en diecisiete densos volúmenes, cada uno dedicado a una rama diferente de la medicina. En el curso de las sesiones de dicho Congreso los oftalmólogos Juan Santos Fernández (1847-1922), de Cuba, y Manuel Menacho Peirón (1860-1934), de España, convocaron a sus colegas españoles y americanos para proponerles la constitución de una asociación médica que agrupara a los profesionales hispanoparlantes de ambos continentes. Unos estatutos provisionales, redactados por Julián Calleja, decano de la Facultad de medicina de Madrid, fueron sancionados días después por todos los médicos españoles y americanos asistentes a una nueva reunión. Nacía, pues, la Unión Médica Hispano-Americana que acordó, tal como establecían la Base 70 de sus estatutos, celebrar su primera reunión científica durante el desarrollo del siguiente congreso internacional de medicina, que tendría lugar en Madrid en la primavera 1903 1. El objetivo de la naciente sociedad era “favorecer el progreso de las ciencias médicas, mejorar las condiciones de éstas profesiones, y prestarse mutuo auxilio los asociados para extender y afianzar los lazos de fraternidad que deben existir entre los profesores que hablamos la lengua española” 2.
Los estatutos de la Unión de 1900 no pasaron de la provisionalidad. Apenas once artículos consagraban la fundación de este organismo. En su primer punto se establecía que una Junta Central, integrada por un “Presidente, un Vicepresidente, un Tesorero, dos secretarios y tantos vocales cana celebrada en Madrid, 1-2 de mayo de 1903, bajo el Patronato de S. M. el Rey Don Alfonso XIII y la Reina Madre (1904). Madrid, Ministerio de Estado, pp. 4-5. 2 ACTAS... (1904), p. 6. 3 REGLAMENTO Provisional de la Unión Médica Hispano-Americana (1900), Madrid,
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como países formen la Asociación”, se dedicaría a cimentar y desarrollar la normativa votada en París en agosto de 1900 3. En relación con España se invitaba a médicos, veterinarios y farmacéuticos a unirse a esta sociedad y se esperaba que los recientemente creados Colegios de Médicos de cada provincia actuaran como un imán para la captación de socios, pero nada se sugería acerca del modo de consolidar la Unión en las repúblicas americanas. En pocas palabras, un directorio complejo y abundante numéricamente, con apenas socios activos, y unas posibilidades de crecimiento fuera de España poco trabajadas.
El Congreso Constituyente de Madrid de mayo de 1903 Tres años después del congreso parisino se celebraba en Madrid, coincidiendo con el XIV Internacional de Medicina, tal como estaba establecido, la Primera Asamblea General Ordinaria de la Unión Médica HispanoAmericana en el paraninfo de la Facultad de Medicina de Madrid. Previamente, los gestores de la sociedad habían elaborado un cuidadoso Reglamento y Programa de cara al evento. El artículo 71 del mismo fijó los siete temas a tratar, y se invitó a los asociados a presentar comunicaciones a los mismos, para cuya exposición dispondrían de quince minutos 4. La presidencia, ocupada por el Ministro de Estado y destacadas figuras de la Unión, abrió paso a los discursos inaugurales de rigor —del Presidente y Secretario— y de varios representantes de la sociedad. El resultado de la reunión se publicó, gracias a la colaboración financiera del Gobierno, en 1904, como una monografía, en la que se recogieron las intervenciones protocolarias y algunos de los trabajos presentados a la misma 5. La de Manuel Tolosa Latour, apareció un año antes también como folleto independiente 6, Imp. de los Hijos de J. A. García. 4 ACTAS... (1904), pp. 2-4. 5 ACTAS... (1904). 6 TOLOSA LATOUR, M. (1903), Unión Médica Hispano-Americana. El Diccionario Tecnológico Médico Hispano-Americano, Madrid, Est. Tip. de Enrique Teodoro. Por su parte Julián Calleja y Joaquín Decref —secretario de la Unión— también editaron sus discursos conjuntamente, y de forma independiente, antes de la publicación de las Actas (DISCURSOS leídos el 11 de Mayo de 1903 por el Presidente y el Secretario de la Unión Médica Hispano-Americana en la sesión inaugural de la Primera Asamblea (1903), Madrid, Est. Tip. Hijos de A. García). Hay ciertas variaciones entre los textos recogidos en el libro de Actas y en el folleto del año anterior con las intervenciones de Julián Calleja y Joaquín Decref, por lo que citaré, según ocasión, una
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lo que interpreto en el sentido de que la financiación para la publicación del Libro de Actas se consiguió bastante después de concluidas las sesiones del mismo. Por primera vez se daba cuenta nominal de la Junta Central residente en Madrid, que la integraban reconocidas figuras de la clínica y de la investigación españolas. En total se inscribieron 188 congresistas, aunque el número de los participantes activos fue muy parco 7. Salvo siete trabajos de contenido más doctrinal, el resto de los documentos que conformaron las Actas de la reunión fueron de carácter organizativo y con una fuerte carga retórica. Los argumentos sobre el pasado y la lengua comunes, aderezados con fuertes dosis de regeneracionismo hispano, constituyeron los pilares ideológicos sobre los que se sustentó la reunión. Desde el punto de visa teórico primaron las aportaciones que defendían un corporativismo internacionalista de la clase médica —la de ambos lados del Atlántico— y el mantenimiento de ciertos privilegios. En resumen, pues, el fin último de la Asamblea, la constitución de un organismo hispano-americanista con un sólido programa de trabajo, apenas tuvo presencia real y nulo desarrollo posterior, como luego comentaré. Desde unos supuestos claramente positivistas, Julián Calleja, en el discurso de apertura, colocaba al ciencia, a pesar de su “inconstancia y vacilación en la marcha”, por encima de las luchas de “intereses morales y materiales”. Además, la ciencia, en su opinión, era fuente de cultura y “la cultura fortalece las inteligencias y trae las riquezas, que son los dos elementos en que se funda el verdadero poderío o dominio en la sociedad”. Llevado de su entusiasmo universalista por la ciencia Julián Calleja llegó a afirmar rotundamente: “... la ciencia no tiene patria, es verdad, como no la tiene el arte... como no la tiene ninguno de los sentimientos y virtudes anejos a la humanidad entera” 8. Este argumento, sin embargo, chocaba frontalmente con la creación de la Unión, un organismo que nacía para potenciar la ciencia en un ámbito geográfico y cultural muy delimitado y que, por tanto, rompía la idílica imagen de la ciencia apátrida. Por ello Julián Calleja se veía en la necesidad de hablar de la “ciencia patria” sustentada sobre la base de una “raza común” 9. u otra edición. 7 ACTAS... (1904), pp. IX-XI. 8 DISCURSOS leídos... (1903), p. 7. 9 “Y a semejanza de lo que acontece en el orden social, donde a nadie se oculta que cada familia, cada pueblo, cada comarca, gusta presentar su historia enaltecida con figuras brillantes de los pasados y presentes tiempos... no es de extrañar que nosotros renovemos y afiancemos los
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Frente al poderío de ciertas etnias —hoy muy poderosas por su saber— Julián Calleja proponía que los “latinos”, tan capacitados intelectualmente como las grandes potencias, debían aliarse para codearse con los privilegiados. No siendo menos inteligentes y laboriosos que las razas dominantes en el campo de la ciencia, los latinos podrían llegar a convertirse en una gran potencia. Tan sólo precisaban federarse y, para ello, la Unión Médica Hispano-Americana debía ser una pieza importante que podría vertebrar y canalizar todos esos anhelos. En nombre de algunas de las repúblicas hispanoamericanas tomaron la palabra distintos oradores, todos los cuales vinieron a recalcar el lazo común de la lengua como garantía de futuro. No está de más decir que algunos equivocaron el nombre de la reciente sociedad y la confundieron con la Unión Íbero-Americana, creada, como es sabido, en 1885. De todas estas intervenciones protocolarias, sin duda, la más interesante fue la de Manuel Menacho Peirón (1860-1934), al que ya conocemos como uno de los gestores de la Unión, que, precisamente, el mismo año de constitución de la Unión Médica fundaba, en el marco parisino del Congreso Internacional de Medicina, la Sociedad Oftalmológica Hispano-Americana. Menacho vino a enfatizar que la viabilidad de la Unión iba a depender de nuestra perseverancia en el trabajo y de la capacidad de imitación de las grandes potencias 10. Y, por supuesto, de una sustancial mejora en las relaciones económicas con el mundo americano, pues la riqueza económica de los pueblos era una de las condiciones básicas del progreso cultural y científico 11.
vínculos de raza” [DISCURSOS leídos... (1903), p. 8]. 10 GRANJEL, L. S. (1964), Historia de la Oftalmología Española, Salamanca,Universidad de Salamanca, pp. 108-109. Con Juan Santos Fernández Menacho había creado en 1901 los Archivos de Oftalmología Hispano-Americanos, revista que perduró hasta 1936. 11 El sutil énfasis de Calleja y Menacho en la necesidad de reforzar las relaciones comerciales con América no era baladí. Recuérdese el Congreso económico hispano-americano, ya citado en la nota 1, que, además, se preocupó de manera muy especial del tema de la lengua común. Otros estudiosos ya han advertido del componente economicista de muchas de las iniciativas españolas de carácter americanista, encubiertas con argumentos más o menos retóricos GUTIÉRREZ CUADRADO, J. (1989), “La lengua y las relaciones hispanoamericanas alrededor de 1900: Ideología y trabajo lingüístico”, en PESET, J. L. (coord.), Ciencia, Vida y Espacio en Iberoamérica, vol. I, Madrid, CSIC, pp. 465-497; RAMOS, J. (2001), “Hemispheric Domains; 1898 and the Origins of Latin Americanism”, J. Latin Am. Cult. Studies, 10, 237-251; LOUREIRO, A. G. (2003), “Spanish Nationalism and the Ghost of Empire”, J. Spanish Cultural Stud., 4, 65-76; ACOSTA RIZO, C.; CUVI, N., y ROQUÉ, X. (2003), Ciencia entre España e Hispanoamérica. Ecos del siglo XX, Barcelona, Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona. 12 RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1996), “Una medicina para la infancia”, en BORRÁS LLOP, J. M.
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Manuel Tolosa Latour (1857-1919) y el Diccionario Tecnológico Médico Hispano-Americano Sin duda, de las siete ponencias aportadas a la reunión, la más interesante, y más conforme con los fines de la neonata sociedad, la ofreció Manuel Tolosa Latour en la sesión del siguiente día. Tolosa, un notable pediatra muy preocupado por los problemas socio sanitarios de la infancia, es una figura no bien conocida que está demandando hace tiempo un estudio en profundidad sobre su vida y obra 12. A Tolosa se debe, entre otras realizaciones, la puesta en marcha en 1897 de un sanatorio marítimo en Chipiona (Cádiz), dirigido a niños tuberculosos o raquíticos; institución que contó, entre otros, con los favores económicos de Benito Pérez Galdós (1843-1920), buen amigo de Tolosa, con el que compartía algunos supuestos ideológicos interesantes desde el contexto que estamos analizando 13. En su discurso Tolosa Latour abordó la conveniencia de confeccionar un Diccionario Tecnológico Médico Hispano-Americano que sirviera para revitalizar y defender al español como lengua de comunicación científicomédica. Ya adelanté la doble impresión de su Ponencia, en el libro de Actas y como folleto independiente. En esta segunda publicación Tolosa dedicó su colaboración a la Unión Íbero-Americana, entidad hispano-americanista de larga tradición, a la que ya hice alusión anteriormente, quizás con la esperanza de que la naciente sociedad alcanzara la misma vida y logros que su hermana mayor 14. Para Latosa la lengua propia era el elemento que defi-
(dir.), Historia de la infancia en la España contemporánea (1834-1936), Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, pp. 149-226. 13 El personaje literario de Pérez Galdós, el doctor Augusto Miquis, que aparece en La Desheredada (1881) no era, sino el propio Latosa Latour [SCHMIDT, R. (1968), “Manuel Tolosa Latour: prototype of Augusto Miquis”, An. Galdosianos, 3, 91-93]. Rodgers ha analizado en profundidad algunos componentes ideológicos interesantes en Pérez Galdós que, no cabe duda, compartía con su amigo Tolosa: la defensa de la lengua española frente a los embates foráneos, un pan-iberismo y, hasta cierto punto, un hispanoamericanismo lingüístico, así como una necesidad de europeizar culturalmente a España [RODGERS, E. (2005), “Galdós, Europe and the Regeneration of Spain”, Bull. Spanish Stud., 82, 465-484]. 14 Un primer acercamiento a la propuesta del Diccionario de Tolosa, en el marco del creciente declive del español como idioma científico en los comienzos del siglo XX, frente a la pujanza del francés y del inglés, en GUTIÉRREZ RODILLA, B. (2004), “¿Ponerle puertas al mar? La transmisión de los conocimientos médicos en lengua española”, Eidon, 14, 18-23. Sobre la colonización del lenguaje médico portugués por extranjerismos, especialmente franceses, en torno a estas mismas fechas, véase GUTIÉRREZ RODILLA, B. (2001), “El plumero”, Panace@, 2, 111-113
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nía cultural, moral e intelectualmente a los pueblos. Cuando las palabras se aquilatan por su uso engruesan las voces del diccionario de ese idioma. En lo tocante a las ciencias, el diccionario era una herramienta de primer orden, pues conservaba las etimologías y sinonimias —de uso frecuente por el investigador— y las definiciones de los términos, imprescindibles al práctico. Tolosa se lamentaba de que por ignorancia de la lengua castellana, los científicos recurrieran a extranjerismos cuando dichas voces ya se estaban en nuestra habla. Consciente de los intentos que se estaban realizando por alcanzar un idioma universal para las ciencias, Tolosa pedía que, hasta que no se alcanzara el mismo, debíamos usar con corrección y precisión nuestro propio idioma 15. Era pues deber de todos preservar el castellano como vía de comunicación científica y todos debían poner su empeño en que no desapareciera. Pues “... si esto ocurriera algún día, creed firmemente, hermanos y colegas, que más nos valiera no haber nacido” 16. Estas reflexiones son las que utilizó Tolosa Latour para justificar la necesidad de un Diccionario Hispano-Americano que “... abarque cuantas palabras tengan relación más o menos directa con las ciencias naturales, constituyendo de este modo un copioso y bien depurado léxico, que ponga de relieve los tesoros filológicos con que pueden contar los que hablan en castellano, para mejor quererse y entenderse” 17. El programa de trabajo de Tolosa Latour era muy ambicioso y meditado. En síntesis ofrecía la confección de un diccionario, en el que tuvieran cabida términos técnicos y las diversas acepciones “vulgares” de cada uno. De toda palabra deberá ofrecerse la “etimología, la forma ortográfica, la expresión prosódica, la definición concisa y las principales acepciones” 18. Además, Tolosa entendía que debían excluirse los epónimos referidos a enfermedades. Para llevar a cabo esta empresa, proponía que las corporaciones de los distintos países fueran las encargadas de recoger las voces, que una comisión general depuraría. Las dudas las resolverían las Academias Nacionales de Medicina, de la Lengua y la de Ciencias. La impresión del diccionario, o los glosarios parciales que lo integrara, serían sufragados por los gobiernos de los países que, con los beneficios obtenidos, los inver-
(www.medtrad.org/panacea.htm). 15 TOLOSA LATOUR (1903), pp. 7-10. 16 TOLOSA LATOUR (1903), p. 15. 17 TOLOSA LATOUR (1903), p. 10. 18 TOLOSA LATOUR (1903), p. 11.
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tirían para nuevos glosarios y nuevas ediciones del diccionario general 19. La cuestión es que Tolosa ignoraba que, por esas fechas, la mayoría de los países hispanoamericanos carecían de instituciones científicas, del estilo de las academias mencionadas, por lo que difícilmente podía cumplirse el paso inicial de cara al a consecución del Diccionario.
La inviabilidad de un proyecto A pesar de los buenos augurios de Julián Calleja en el breve discurso con el que se cerraba esta Asamblea, lo cierto es que, tras su clausura, la Unión Médica dejó prácticamente de existir, con lo que todos los proyectos, incluido el del diccionario de Tolosa Latour, quedaron en meras buenas intenciones. Bien es cierto que Calleja advertía que para garantizar la continuidad de la Unión debía de conseguirse “la protección merecida de los Poderes de los Estados Asociados” que, obviamente, no se dio. Con arreglo a los estatutos, la próxima asamblea tendría lugar en el curso de XV Congreso Internacional de Medicina que debía de celebrarse en Portugal en la primavera de 1906. Una vez más, con un lenguaje muy retórico Calleja invitaba a los presentes en la sesión a acudir a Portugal, “pues visitar Portugal es como llegar a la misma familia”. Llevado de un optimismo desmesurado, concluía Calleja su intervención con estas palabras: “Es preciso que todos, todos los aquí reunidos volvamos a darnos allí el abrazo fraternal que ahora nos damos en esta separación temporal, que los recuerdos de lo pasado, las realidades del presente y las esperanzas del porvenir nos han de hacer breve y tranquila” 20.
Efectivamente, muchos de los asistentes se encontraron de nuevo en Lisboa en abril de 1906. Pero no hay ninguna constancia documental de que la Unión volviera a reunirse durante las sesiones del Congreso, tal como se esperaba. Tampoco hay conocimiento de que las iniciativas aprobadas en las sesiones de Madrid se volvieran a tratar en dicho reunión, incluida la de Tolosa Latour 21. La ausencia de sólidas estructuras organiza-
TOLOSA LATOUR (1903), p. 14. ACTAS de la Primera Asamblea... (1904), pp. 84-85. 21 FERNÁNDEZ-CARO, Á. (1907), El XV Congreso Internacional de Medicina de Lisboa. 19-20 de abril de 1906, Madrid, Imp. de J. Sastre. 19 20
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tivas en los países americanos que pudieran canalizar las aspiraciones de la Unión, fueron causa importante del fracaso. Pero también la propia reglamentación de la Unión, que sustituía la presencia real de los compromisarios hispanoamericanos por socios españoles que representaban teóricamente a aquellos países. No cabe duda que, tras esta peculiar manera de entender las relaciones bilaterales, se escondía un alto grado de paternalismo y una consideración de las ex-colonias americanas como una prolongación de España y, en última instancia, una falta de reconocimiento a la realidad y variedad de las diferentes naciones que conformaban la América hispana, a las que se seguía considerando en su conjunto como una parte más, geográfica y humanamente, de la península. Una última cuestión sobre la que quiero llamar la atención es acerca del hecho de que todos los participantes en la creación de la Unión y los ponentes de la Asamblea de Madrid eran renombrados especialistas médicos, en un momento en que las especialidades todavía no tenían un reconocimiento oficial. Interpreto este hecho como un intento por este grupo de especialistas de acrecentar su presencia en foros amplios y, así, contribuir a prestigiar aún más sus parcelas de especialización médica. Unos años después, el ingeniero Leonardo Torres Quevedo (18531936), y desde el marco institucional de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, proponía la elaboración de un diccionario tecnológico en lengua castellana, prácticamente desde los mismos presupuestos teóricos y de actuación que los de Tolosa Latour. Una nueva entidad, la Unión Internacional Hispano-Americana de Bibliografía y Tecnología Científicas (1910), mejor respaldada por las autoridades políticas, sería la encargada de canalizar la propuesta de Torres Quevedo. En forma de fascículos empezó a editarse en 1926, pero en 1930 suspendió su publicación. El Diccionario Tecnológico Hispano-Americano no vería su primera edición completa, finalmente, hasta 1983, con una segunda ampliada en 1990 22.
22 OLAGÜE DE ROS; G., MENÉNDEZ NAVARRO, A., y ASTRAIN GALLART, M. (1993), “La participación de Leonardo Torres Quevedo en el proyecto de creación de un Instituto latinoamericano de documentación e información científicas: la Unión Internacional Hispano-Americana de Bibliografía y Tecnología Científicas (1910)”, en GONZÁLEZ DE POSADA, F.; ALONSO JUARISTI, P., y GONZÁLEZ REDONDO, A. (eds.), Actas del II Simposio Leonardo Torres Quevedo: su vida, su tiempo su obra, Madrid, Amigos de la Cultura Científica, pp. 139-157.
LA INTRODUCCIÓN DE LA RADIOLOGÍA EN LA REGIÓN DE MURCIA José Miguel Sáez Gómez U. D. Historia de la Medicina
José López González U. D. Historia de la Medicina
Vicente García Medina U. D. Radiología
Pedro Marset Campos U. D. Historia de la Medicina Facultad de Medicina Universidad de Murcia
Introducción Este trabajo es el último producto de un largo proceso de investigación, pues el primer acercamiento al estudio de la introducción de la radiología en la Región de Murcia fue la Tesis de Licenciatura de uno de los autores de esta comunicación, García Medina 1, realizada a partir del análisis de la literatura médica local entonces disponible. Informaciones dispersas acerca de la incorporación de las técnicas radiológicas en algunos centros hospitalarios han sido consecuencia de la elaboración de Tesis de Doctorado dirigidas en el seno de nuestro grupo 2, 3. Nuevas contribuciones hay que 1 GARCÍA MEDINA, V. (1981), La institucionalización de la radiología en la Región de Murcia (1896-1950), Murcia, Departamento de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de Murcia, Tesis de Licenciatura. 2 MARTÍNEZ HERNÁNDEZ, A. (1983), Historia del Hospital Provincial de Murcia, Murcia, Universidad, Facultad de Medicina, Departamento de Historia de la Medicina, Tesis Doctoral. 3 SÁNCHEZ MARTÍNEZ, J. (1998), Historia del Santo y Real Hospital de la Caridad de Cartagena (1900-1936), Murcia, U. D. de Historia de la Medicina de la Facultad de Medicina de Murcia, Tesis Doctoral.
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agradecerlas a Villanueva y colaboradores 4, 5 por sus estudios sobre el trabajo de los médicos de la Armada. Con motivo de la conmemoración del centenario del descubrimiento de los rayos X, Ferrándiz 6 aportó al tema el estudio de otra publicación médica local. Finalmente, la Tesis de Licenciatura de otro de nosotros, López González 7, analizó la contribución del introductor de la técnica en la Región y de la publicación que fundó y dirigió. Era, por tanto, el momento de realizar un esfuerzo de visión conjunta de todos estos trabajos anteriores que integrara además la información más reciente.
Las primeras noticias de la radiología en Murcia La noticia del descubrimiento de los Rayos X llegó a Murcia con un mes de retraso sobre la comunicación pública del mismo y de la primera publicación española que la cita. Es un artículo en el Diario de Murcia de 28 de febrero de 1896 con el título “Los rayos X”, firmado por Echegaray, resumen del publicado el día anterior en El Liberal. También de Echegaray es el artículo de primera página del mismo periódico de 12 de abril, reproducción éste del publicado el 6 de abril en La Ilustración Española y Americana. Probablemente las primeras experiencias con rayos X se realizaron en el Instituto de Enseñanza Secundaria de la capital murciana. Este centro contaba, desde 1872, con un Carrete de Ruhmkorff, que posiblemente se utilizó después para producir rayos X con unos tubos adquiridos en 1897. No conocemos más detalles acerca de la utilización de estos instrumentos. Sin embargo, en cuanto a sus aplicaciones médicas, debemos llegar a 1899 para encontrar constancia documental de que los médicos murcianos asu-
4 VILLANUEVA, A. J; ROZÚA, L.; GARZÓN, M.; RAMÍREZ, J. M., y ESCATLLAR, T. (1999), “José de la Vega, un médico de la Armada autor del primer libro español de radiología”, Radiología, 41 (8): 547-51. 5 VILLANUEVA, A. J.; RAMÍREZ, J. M.; ACUÑA, I., y SÁNCHEZ, J. (2000), “Orígenes del servicio de radiodiagnóstico del Hospital Naval de Cartagena (1896-1909)”, Radiología, 42 (2): 73-7. 6 FERRÁNDIZ, C. (1996), “De Wurzburgo a Murcia en los albores de la Radiología”, Anales de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, pp. 144 ss. 7 LÓPEZ GONZÁLEZ, J. (2004), El Sanatorio, Revista de Medicina y Cirugía de Cartagena (1905) y su director Juan Julián Oliva Martínez, Murcia, Universidad de Murcia, Facultad de Medicina, Unidad Docente de Historia de la Medicina, Tesis de Licenciatura.
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men el descubrimiento, en la sesión inaugural de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, en la que Juan Antonio Martínez López dicta una conferencia sobre “El diagnóstico precoz de la tuberculosis pulmonar”, en la que se refiere a Koch, a la tuberculina y ¡por fin! a los rayos X (reseña en El Diario de Murcia de 12 de enero de 1899, p. 1).
Introducción de la radiología en la Región de Murcia: los gabinetes privados de Oliva, Oliva y de la Cuesta En este ambiente de aparente indiferencia, cuatro meses después de que en París se celebre el I Congreso Internacional de Electrología y Radiología Médicas, se abre por primera vez en Murcia un gabinete radiográfico. Concretamente el 10 de diciembre de 1900 en la C/ del Carmen, 57, de Cartagena, al frente del cual se pone Juan Julián Oliva Martínez (figura 1) junto a otros dos médicos, su primo y cuñado José Oliva Ruiz, y Miguel Ángel de la Cuesta. Con una de las primitivas máquinas electrostáticas, estos fueron los primeros médicos murcianos que aplicaron las técnicas de radiodiagnóstico y radioterapia. No existen demasiados datos acerca de estos personajes y de los motivos y del proceso que les llevó a esta empresa. Nada sabemos de Miguel Ángel de la Cuesta. De José Oliva sí es conocido 8 que, además de cierta actividad política, formó parte de la Junta de Gobierno de una de las Instituciones sanitarias más importantes de la Región, el Hospital de Caridad de Cartagena, desde el 30 de marzo de 1916 hasta su fallecimiento el 5 de marzo de 1932. Desde octubre de 1929 y también hasta su muerte ocupó, además, el puesto de Médico Jefe del centro. Aunque, suya es la firma que figura en la primera radiografía que se publica en la Región de Murcia, no existe, sin embargo, constancia de su relación con la radiología en el citado hospital. De Juan Julián Oliva, que asumió la dirección del gabinete radiográfico, sabemos que, como su primo, era miembro de una familia de la burguesía cartagenera, estudió medicina en Madrid, donde obtuvo su título en 1883. Después desaparece de los registros hasta que en agosto de 1891 se
8 SÁNCHEZ GONZÁLEZ, A. (1987), “Museo de Física”, en JIMÉNEZ MADRID, R. (coord.), El Instituto Alfonso X El Sabio: 150 años de historia, Murcia, Editora Regional de Murcia, pp. 289311. La fecha citada en el texto (p. 295) es 1879, rectificada en una fe de erratas distribuida en hoja separada y en la relación de material adquirido (núm. 135) en el mismo capítulo.
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inscribe en el Ayuntamiento de Cartagena. Pronto (1894) aparece vinculado a la Junta Municipal y un año después resulta elegido Regidor por el Partido Conservador, manteniéndose en el cargo hasta 1903. En 1896, J. J. Oliva da publicidad en la prensa a la apertura de su Clínica Médico-Quirúrgica y consulta de enfermedades de las mujeres y de los ojos, en C/ Beatas, 15, de Cartagena. Pero como hemos anunciado, no será hasta diciembre de 1900 cuando haga su instalación radiográfica también en Cartagena, en la calle del Carmen, 57; pocos meses después, en septiembre de 1901, los mismos médicos celebrarán la inauguración oficial del que posiblemente sea el primer sanatorio privado de la Región, el Sanatorio Oliva-Cuesta (figura 2), que poseerá la segunda instalación radiográfica de Cartagena y de la Región de Murcia. Juan Julián Oliva cesó como Regidor durante el tiempo que se extiende entre 1903 y 1909. El intermedio en su actividad política fue aprovechado para fundar en 1905 la revista mensual El Sanatorio. Si bien no llegó a publicar más que 12 números, su primer artículo (enero, pp. 1 a 6) firmado por el propio Juan Julián Oliva, lleva como título “Fractura de rótula: sutura metálica, curación” y presenta como ilustración (figura 3) la primera radiografía publicada en la Región de Murcia, firmada por José Oliva, que muestra una imagen de la articulación antes y después de su tratamiento quirúrgico. El segundo número (febrero, pp. 17-19) presentará el artículo “Aplicación de los rayos X al diagnóstico” también firmado por J. J. Oliva. El Sanatorio publicó un total de seis radiografías además de otros artículos de interés en el tema que nos ocupa.
Principios de la Institucionalización: la primera monografía y el Hospital Naval de Cartagena Los principios de la institucionalización están representados por la instalación, bien estudiada por Villanueva 9, de un gabinete radiográfico en el Hospital de Marina de Cartagena, en la línea de cómo se hizo en los hospitales militares, que estaba preparándose casi desde el mismo momento en que se dio a conocer el descubrimiento. El médico de la Armada José de la Vega Elorduy (Málaga, 1846-Cartagena, Murcia, 1902), tras diversos destinos en Cuba y Filipinas, estuvo en 9
SÁNCHEZ MARTÍNEZ (1988).
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Cartagena entre 1878 y 1893, de nuevo en Filipinas y por fin recaló en el Hospital Naval de Cartagena en 1897, como jefe de clínica. Inmediatamente solicitó una comisión de destino en Madrid para conocer sus instalaciones radiográficas, lo que obtuvo en mayo del año siguiente. Su estancia en Madrid se prolongó desde junio hasta noviembre de 1898. A su regreso en Cartagena emitió un informe, en marzo de 1899, que sería publicado en Cartagena en 1900 10 bajo el título de “Los rayos X. Memoria sobre radioscopia y radiografía”. Con 124 páginas se trata del primer libro originalmente español sobre la materia, que ya ha sido reseñado4 por Villanueva et al. Sin embargo, no llegó a conocer la instalación. El Médico Primero del hospital, Eustacio Torrecillas fue puesto al frente de los gabinetes radiográfico y fotográfico, que quedaron instalados entre el 26 y el 27 de octubre de 1903 y probados a partir del día siguiente.
Difusión y consolidación de la Radiología en la Región Tendremos que esperar hasta noviembre de 1903 (El liberal, 9 de noviembre de 1903) para que se abra una nueva instalación en la Región de Murcia, la primera de la capital. Se trata del “gabinete electroterápico” del “médico electricista” Antonio Cuadrado, en la calle Sociedad de Murcia. Además de tratar a sus pacientes privados, hay constancia de pagos del Hospital Provincial de Murcia 11 por estudios radiográficos realizados este mismo año por Antonio Cuadrado, que de esta manera se convierte en el radiólogo extraoficial del hospital de la capital, aunque claramente Cartagena va por delante de Murcia en la consolidación de la radiología, con nuevas instalaciones. El Hospital Provincial de Murcia tendrá su propio aparato de rayos X sólo a partir de 1911. De esa manera, la asistencia sanitaria pública en la capital dejará de depender para la realización de las exploraciones radiográficas del concierto con Antonio Cuadrado. A partir de estas fechas (1910-1911) se inicia en Murcia el proceso de profesionalización, de discusión científica de las posibilidades diagnósticas y terapéuticas de los nuevos procedimientos e, incluso, de la difusión
VILLANUEVA, et al., 1999 y 2000. DE LA VEGA, J. (1900), Los rayos X. Memoria sobre radioscopia y radiografía, Cartagena, Imprenta de H. García. 2 h., 124 p. 10 11
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popular de los conocimientos. La actividad de los médicos murcianos dejará de ser sólo de creación de nuevas instalaciones y empezarán a diversificar su actuación con la participación en Congresos, presentación de publicaciones y discusión de las posibilidades diagnósticas y terapéuticas de los rayos X. Hay que destacar los trabajos de Molina Niñirola quien abandonó su primitiva especialización en oftalmología y ginecología, abrió un gabinete radiológico (1912) con el primer aparato de bobina de la Región, leyó en 1914 su Tesis Doctoral sobre la aplicación de la radiología a los procesos abdominales 12 y se convirtió en uno de los fundadores de la Sociedad Española de Electrología y Radiología Médicas en 1916, junto al cartagenero Manuel Más Gilabert 13. Posiblemente fue Antonio Hernánez-Ros Codorníu, cirujano y ginecólogo, quien introdujo en Murcia las técnicas de radiumterapia, publicó varios trabajos sobre la materia y junto a su padre, Claudio Hernández-Ros fue responsable de la aparición de una revista especializada: se trata de Radio-cirugía, fundada en 1922. Por desgracia, hasta donde hemos podido averiguar, no se han conservado ejemplares y tan solo conocemos la referencia que de ella hizo el erudito local José María Ibáñez 14: “Revista sucursal de radiología y de cirugía, publicada por la Clínica Radio-quirúrgica de los doctores Hernández-Ros de Murcia. Contiene fondo congruente al novísimo tratamiento de la radium terapia, iden (sic) de cirugía (muy variado), bibliografía”. Entre las nuevas instalaciones que se abren hay que citar la que inauguran en Águilas (1919), los doctores Santamaría y Calero, que más tarde se dedicaría exclusivamente a la radiología 15 y, en el que trabajaría la que seguramente fue la primera mujer radióloga en nuestra región, Angelita Santamaría Jiménez, hija de uno de los fundadores (figura 4).
MARTÍNEZ HERNÁNDEZ (1999), p. 289. MOLINA NIÑIROLA, J. A. (1915), “Contribución al radiodiagnóstico de las afecciones del aparato digestivo”, Murcia Médica, 1 (2) 47-51. 1 (3) 90-93. 1 (4) 132-135. Es la reproducción de su Tesis Doctoral leída el 14 de octubre de 1914. El trabajo tenía una primera parte, publicada con seguridad en el primer número de la revista, que no ha sido posible localizar. 14 Manuel Más tuvo también una destacada actividad social como presidente de una organización de carácter corporativo, la Unión Médica de Cartagena y La Unión. 15 IBÁÑEZ GARCÍA, J. M. (1931), Serie cronológica de la prensa periódica en Murcia: fichas para una futura hemeroteca, Murcia, Tipografia San Francisco. 12 13
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Conclusiones Los Oliva y de la Cuesta pueden ser considerados, en toda regla, como los introductores de la Radiología en la Región de Murcia, no sólo por haber instalado el primer gabinete radiográfico, sino también por haber sido los primeros en mostrar interés en la difusión de las nuevas técnicas y haber publicado las primeras radiografías. Los servicios de su centro fueron los primeros en ofertarse en la Región tanto a pacientes privados como concertados con el Ayuntamiento. Son incógnitas aún por resolver de dónde procede el interés de estos personajes por la radiología, cuáles fueron sus primeros contactos con ella, y dónde y cómo se formaron como radiólogos, si es que tuvieron algún tipo de formación. Su actividad política desde 1894 (no hay ninguna nota en las actas municipales acerca de ausencias o viajes entre 1896 y 1900) y la publicidad de su clínica desde 1896 hace poco probable que Juan Julián Oliva tuviera tiempo para viajar a formarse, de modo que o bien fue José Oliva (aparentemente es menos probable que fuera de la Cuesta) quien asumió este cometido, o bien directamente se trató de una aventura en la que las nuevas técnicas fueron aprendidas directamente por ensayo y error. Por otra parte, por una circunstancia sujeta a la dinámica social y científica de la Región de Murcia, pero también dependiente del desarrollo de la institución militar, Cartagena se convirtió en el lugar de nacimiento del primer libro español sobre radiología y su autor, en cambio, ejercería el resto de su vida en esta ciudad y en su hospital Naval, sin relación directa con la radiología ya que el objetivo final del informe 16, estudiar los requisitos para hacer en el centro una instalación radiográfica, no llegará a cumplirse hasta el año siguiente al de su muerte. En el caso de la radiología, no parece confirmarse nuestra hipótesis de partida de que el aislamiento científico de Murcia y la ausencia de la institución universitaria supusieran un freno para la implantación de los nuevos
16 La Tarde de Lorca, días 5 y 6 de julio de 1920 (núms. 2959 y 2960): Consultorio y Clínica Médico-Quirúrgica. Rayos X. Águilas (Murcia) que incluye: Diatermia, alta tensión, Luz ultravioleta, Corrientes dinámicas, Ozono y demás electricidad curativa bajo todas sus formas de aplicación. Tratamientos eficaces contra la tuberculosis (tisis pulmonar y tumores blancos) por novísimos recursos médicos. Curación de afecciones crónicas del estómago e intestinos. Análisis de jugo gástrico, Orinas y sangre (método de Wasserman).Santamaría y Calero, AMMu.
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métodos. Otras instituciones, fundamentalmente la Armada, también el Instituto de Enseñanza Secundaria, sustituirían a la Universidad como catalizador de la actividad científica y ante la falta de cátedras de medicina o de física, el empuje de la iniciativa privada arrastraría a las instituciones públicas en la creación de instalaciones radiológicas.
Figura 1.
Juan Julián Oliva. Fuente: LÓPEZ GONZÁLEZ (2004), p. 58.
Figura 2. Sanatorio Oliva-Cuesta. Fuente: Publicidad del centro en la contraportada de El Sanatorio de enero de 1905.
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Figura 3.
OLIVA, J. J. (1905), “Fractura de rótula. Sutura metálica-Curación”, El Sanatorio, 1(1): 1-6.
Figura 4. Angelita Santamaría, “Nuestra doctora, Angelita Santamaría, trabajando con su aparato de Rayos X en un caso de la Beneficencia Municipal de su servicio que tan brillantemente desempeña”, “Amanecer” de Águilas, año 11, núm. 25, 1932. AMMu.
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MEDICINA, GUERRA Y REINTEGRACIÓN SOCIAL DEL INVÁLIDO DEL TRABAJO EN LA ESPAÑA DEL PRIMER CUARTO DEL SIGLO XX 1 M.a Isabel Porras Gallo Profesora Titular de Universidad, Área de Historia de la Ciencia, Facultad de Medicina de Albacete-Centro Regional de Investigaciones Biomédicas, Universidad de Castilla-La Mancha (Unidad Asociada, Instituto de Historia, CSIC, Madrid)
Introducción Como es sabido, tras algunas iniciativas anteriores infructuosas, se estableció en España el primer sistema de protección pública para los accidentados del trabajo con la ley de 1900 2. Esta ley, fundada como la francesa de 1898 sobre el principio del “riesgo profesional”, puso el énfasis en las prestaciones económicas compensatorias 3, la prevención y la asistencia
1 Este trabajo se ha efectuado en el marco del Proyecto del Ministerio de Ciencia y Tecnología (núm. de referencia: BHA2001-2979-C05-05) y de la Ayuda a Grupos Emergentes de la Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha (núm. de referencia: GC04004). 2 Proyecto de Ley aprobado (...) sobre accidentes del trabajo en los establecimientos industriales y mercantiles, Diario de las sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados, 108 (18 de enero de 1900), Apéndice 3.o, De utilidad sobre el proceso de gestación de la ley es el trabajo de MONTERO GARCÍA, F. (1988), Orígenes y antecedentes de la previsión social, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, pp. 119-146 ss. 3 Sobre este tema sigue siendo de interés la consulta de MONTERO GARCÍA (1988); CUESTA BUSTILLO, J. (1988), Hacia los seguros sociales obligatorios. La crisis de la Restauración, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, y SAMANIEGO BONEU, M. (1988), La unificación de los seguros sociales a debate. La Segundad República, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
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sanitaria 4, dejando de lado cualquier medida tendente a facilitar la reincorporación de los accidentados al mercado laboral 5. Esta situación se mantuvo hasta la ley de 1922, que incluyó la reeducación profesional de los inválidos del trabajo y ordenó la creación de un servicio especial para desarrollar dicha actividad: sería el Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo (IRPIT). El objetivo principal de este trabajo es indagar acerca del papel desempeñado por la Medicina en dicha transformación legislativa. Por otro lado, dado el peso que la Gran Guerra tuvo en el aumento de protagonismo social alcanzado por la reeducación profesional de los mutilados de guerra 6 y en 4 Acerca del papel de la Medicina española en la prevención de los accidentes del trabajo y en el abordaje de la siniestralidad laboral, pueden consultarse: BERNABEU MESTRE, J.; PERDIGUERO GIL, E., y ZARAGOZA FERRÁNDEZ, P. (2000), “Desarrollo histórico de la Salud laboral”, en BENAVIDES, F. G.; RUIZ-FRUTOS, C., y GARCÍA, A. M. (coords.), Salud Laboral. Conceptos y técnicas para la prevención de riesgos laborales, 2.a ed., Barcelona, pp. 71-81; MARTÍNEZ PÉREZ, J. (1994), “La Organización Científica del Trabajo y las estrategias médicas de seguridad laboral en España (1922-1936)”, Dynamis, 14, 131-158; MARTÍNEZ PÉREZ, J. (1998), “Moldeando el estilo de vida del trabajador: la educación para la Higiene y la Seguridad laborales en España (19221936)”, en MONTIEL, L., y PORRAS, I. (coords.) (1998), De la responsabilidad individual a la culpabilización de la víctima. El papel del paciente en la prevención de la enfermedad, AranjuezMadrid, Doce Calles, pp. 125-137; M ARTÍNEZ P ÉREZ , J. (2001), “Medicina del Trabajo y prevención de la siniestralidad laboral en España (1922-1936)”, en MARTÍNEZ PÉREZ, J., y ATENZA, J. (coords.), El Centro Secundario de Higiene Rural de Talavera de la Reina y la Sanidad Española de su tiempo, Toledo, JCCM, pp. 235-257; MEDINA, R. & RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1992), “La Medicina en la Organización Científica del Trabajo. El Instituto de Orientación Profesional (Psicotécnico) de Barcelona (1917-1936)”, en HUERTAS, R., y CAMPOS, R. (eds.), Medicina social y clase obrera en España (siglos XIX y XX), 2 vols. vol. 2, Madrid, FIM, pp. 459-490; MENÉNDEZNAVARRO, A., y RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (1992), “Aproximación al estudio de los recursos asistenciales sanitarios en los establecimientos minero-metalúrgicos españoles a comienzos del siglo XX”, en HUERTAS, R., y CAMPOS, R. (eds.), Medicina social y clase obrera en España (siglos XIX y XX), 2 vols. vol. 1, Madrid, FIM, pp. 263-293; MENÉNDEZ-NAVARRO, A., RODRÍGUEZ OCAÑA, E. (2003), “From ‘Accident Medicine’ to ‘Factory Medicine’: Spanish Occupational Medicine in the Twentieth Century”, en GRIECO, A.; FANO, D.; CARTER, T., e IAVICOLI, S. (eds.), Origins of Occupational Health Associations in the World, Amsterdam, Elsevier Science B.V., pp. 207-216. 5 Esta carencia la hemos señalado por primera vez en MARTÍNEZ PÉREZ, J., y PORRAS GALLO, M.a I., “Changing social perception of people with disabilities: occupational medicine and the problem of accidents in the work place in Spain (1900-1936)”, comunicación presentada al Congreso de la EAHMH (Oslo, 3-7 de septiembre), 2003. 6 Sobre la importancia que alcanzaron la reeducación y la reinserción social de los mutilados tras la Gran Guerra, resultan de interés: DORIGUZZI, P. (1994), L’Histoire politique du Handicap. De l’infirme au travailleur handicapé, Paris, Éd. L’Harmattan, pp. 89-121; STIKER, H. J. (1997), Corps infirmes et sociétés, Paris, Dunod (Edición revisada de la publicada en 1982 con igual título por Éds. Aubier Montaigne, Paris), p. 129; COOTER, R. (2000), “The Disabled Body”, en COOTER, R., PICKSTONE, J. (eds.), Medicine in the Twentieth Century, Amsterdam, Rodopi, 367-383, p. 372; HAMONET, C. (2004), Les personnes handicapées, Paris, PUF, p. 62.
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los intentos de hacer extensivas dichas medidas a los inválidos del trabajo en algunos países como Francia 7, trataré también de establecer si dicho conflicto bélico tuvo algún efecto en la situación de los accidentados laborales españoles, a pesar de que nuestro país no tomara parte en la contienda. Igualmente, intentaré poner de relieve en qué medida la guerra de Marruecos tuvo algún impacto en este mismo tema 8.
Primer intento de establecer la reeducación profesional de los inválidos del trabajo en España Como he adelantado, la ley de accidentes del trabajo de 1900 9, una de las primeras realizaciones de la Comisión de Reformas Sociales (CRS) 10, dejó fuera cualquier medida de reeducación funcional y/o profesional del accidentado laboral tendente a facilitar su reincorporación al trabajo anterior o la consecución de uno nuevo. Tampoco se incluyó la reeducación en el nuevo proyecto de ley de 1904 que elaboró el Instituto de Reformas Sociales (IRS) 11 —sucesor de la CRS— con el fin de corre7 PoRRAS GALLO, M.a I. (2004), “El papel de la medicina y los médicos franceses en la reeducación profesional de los inválidos del trabajo al término de la Primera Guerra Mundial: primeras propuestas legislativas”, en MARTÍNEZ PÉREZ, J.; PoRRAS GALLO, M.a I.; SAMBLÁS TILVE, P., y DEL CURA, M. (coords.), La Medicina ante el nuevo milenio: una perspectiva histórica, Cuenca, UCLM, pp. 511-533. 8 Sobre las relaciones entre Medicina y conflictos bélicos, puede consultarse COOTER, R. (1993), “War and Modern Medicine”, en BYNUM, W. F., y PORTER, R. (eds.), Companion Encyclopedia of the History of Medicine, 2 vols., vol. 2, London, Routledge, pp. 1536-1573. 9 Sobre las posibilidades que ofrecía la nueva ley para la Medicina y el médico, resulta de interés lo expuesto por SAN MARTÍN, A. (1903), Comentarios quirúrgicos a la ley de accidentes del trabajo. Conferencia dada el 23 de mayo de 1903 en la Real Academia de Jurisprudencia, Madrid, Imprenta de I. Calleja. 10 Información sobre esta institución creada en 1883 para atender a la denominada “cuestión social”, figura en ÁLVAREZ JUNCO, J. (1971), La Comuna en España, Madrid, Siglo XXI; ÁLVAREZ JUNCO, J. (1988), “La Comisión de Reformas Sociales: intentos y realizaciones”, en 4 siglos de acción social. De la beneficencia al bienestar social, Madrid, Siglo XXI, pp. 147-153; DE LA CALLE VELASCO, M.a D. (1989), La Comisión de Reformas Sociales, 1883-1903. Política social y conflicto de intereses en la España de la Restauración, Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social; PALACIO MORENA, J. I. (1988), La institucionalización de la reforma social en España (1883-1924). La Comisión y el Instituto de Reformas Sociales, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos sociales, pp. 23-51. 11 Fue creado en 1903, “Artículo 1.o del Real Decreto de 23 de abril de 1903”, Gaceta de Madrid, 29 de abril de 1903. Más información sobre el IRS, puede hallarse en PALACIO MORENA (1988), pp. 53-135.
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gir algunas de las imperfecciones de la ley de accidentes del trabajo de 1900 12. Este proyecto, con escasas modificaciones, se presentó al Parlamento en varias ocasiones a partir de 1910 13. Fue en el proyecto de 1919, presentado por el entonces Ministro de la Gobernación, Manuel de Burgos y Mazo 14, cuando por primera vez figuró la reeducación profesional de los inválidos del trabajo 15. Así, en el preámbulo de dicho proyecto se indicaba que “para completar la reparación por accidentes que produzcan incapacidad, se provee a la reeducación profesional de los inválidos, mediante aquellas normas que aconsejan los modernos métodos, y que habrán de practicarse en la Escuela especial de Inválidos del Trabajo, proyectada en el régimen de Asistencia social, que el Ministro que suscribe ha tenido el honor de someter al examen del Parlamento” 16.
Como vemos, la reeducación profesional de los inválidos del trabajo se incorporaba a la ley como una forma de modernizar el abordaje del problema de la siniestralidad laboral, y de completar con ello la reparación de la situación generada al obrero por el accidente. De hecho, como se decía al final del artículo 4º del capítulo I, “todo obrero víctima de alguna de las incapacidades definidas en el presente artículo, tendrá derecho a ingresar en las Escuelas de reeducación profesional que se establezcan por virtud de la ley”17. A pesar de que este proyecto no prosperó, me parecen destacables ambas citas por cuanto representan el momento en que por primera vez se va a tratar de incorporar la reeducación profesional de los inválidos labo-
12 Sobre el proceso de elaboración del proyecto de reforma de la ley de 1900 por el IRS, puede verse MONTERO GARCÍA (1988), pp. 161-164 y 175-189. 13 De todos estos proyectos, cabe mencionar los presentados en 1910 y 1916 por los entonces ministros de la Gobernación, Fernando Merino y Joaquín Ruiz Jiménez. Proyecto de Ley leído por el Sr. Ministro de la Gobernación reformando la de accidentes del trabajo, Diario de las sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados, [núm. 28 (18 de julio de 1910), Apéndice 4.o; 20 (5 de junio de 1916), Apéndice 3.o]. Por primera vez hicimos mención a estos documentos y a su presentación al Parlamento en MARTÍNEZ-PÉREZ, y PORRAS GALLO (2003). 14 Proyecto de Ley leído por el Sr. Ministro de la Gobernación modificando la de 30 de enero de 1900 sobre accidentes del trabajo, Diario de las sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados, 34 (18 de noviembre de 1919), Apéndice 3.o 15 Este tema ya lo hemos apuntado por primera vez en MARTÍNEZ-PÉREZ, y PORRAS GALLO (2003). 16 Proyecto de Ley (...) (1919), p. 1. 17 Proyecto de Ley (...) (1919), p. 3.
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rales (quizás un poco apresuradamente) como parte de las medidas recogidas en una nueva ley sobre los accidentes del trabajo, que buscaba modificar la situación establecida por la de 1900 y, con ello, dar respuesta a algunas de las demandas que habían sido formuladas desde su aprobación y puesta en marcha. En este sentido, cabe preguntarse acerca de las razones que motivaron la inclusión de la reeducación de los inválidos en este proyecto de ley de noviembre de 1919. En mi opinión, dado el momento de su presentación, habría que considerar el papel que pudo haber representado en ello la Gran Guerra y el protagonismo social alcanzado por la reeducación profesional de los mutilados de guerra y de los inválidos del trabajo. En efecto, esto fue lo ocurrido en Francia, en donde la experiencia adquirida con los mutilados de guerra trató de ser trasladada a los accidentados laborales en los años posteriores a la I Guerra Mundial. De hecho, en junio de 1919 se sometió al Senado francés un primer proyecto de ley para permitir el acceso de los inválidos del trabajo a las Escuelas de reeducación profesional de los mutilados de guerra; y un año más tarde se presentó una segunda proposición de ley más ambiciosa con la pretensión de establecer la reeducación profesional de los inválidos del trabajo (y de cualquier naturaleza) mediante la creación de una nueva especialidad médica 18. Aunque sólo prosperó la primera iniciativa (con parcial éxito) nos indican el estado de opinión alcanzado en nuestro vecino país tras la experiencia de la Gran Guerra acerca de la reeducación profesional de los mutilados e inválidos, y sobre el papel de dichos mutilados e inválidos en la sociedad francesa. A la vista de lo ocurrido en Francia, podemos interpretar la inclusión de la reeducación profesional de los inválidos laborales en el proyecto de ley español de 1919 como una expresión del influjo ejercido por ese estado de opinión galo, y del cambio de actitud frente a los problemas de los mutilados del trabajo y al rol de éstos que se habría registrado también en la sociedad española (al menos, en una parte) ante la situación generada por la contienda mundial en los países que participaron en ella. Un exponente de ello fue la demanda efectuada por el funcionario del INP, Álvaro López Núñez, sobre “la necesidad de completar el régimen reparador de accidentes del trabajo con la restauración de la capacidad profesional” y su propuesta de que fueran “los Poderes públicos quienes den el primer paso en
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Esto lo hemos señalado por primera vez en PORRAS GALLO (2004).
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este particular, estableciendo las necesarias escuelas de reeducación” 19. Además, aunque España no participó en la contienda, ante el gran número de inválidos de la Primera Guerra Mundial y el protagonismo social alcanzado por la reeducación profesional de dichos inválidos en otros países, se registró también entre los médicos españoles un cambio de actitud, tanto frente a los mutilados de la guerra como frente a los inválidos del trabajo y por cualquier otra causa 20. Este cambio de actitud se tradujo, como veremos, en la formulación de demandas concretas por algunos facultativos de la Sanidad Civil y Militar, que se sumaron a la solicitud que Joaquín Decref (1864-1939) había efectuado repetidas veces con anterioridad 21.
La reeducación de los inválidos del trabajo: una prioridad para Oller En efecto, el caso de Antonio Oller (1887-1937), figura en quien se cifra la creación e instauración de la especialidad de Medicina del Trabajo en España 22, refleja bien ese cambio de actitud. Este cirujano completó su formación y adquirió gran experiencia en el tratamiento de los accidentados del trabajo durante su estancia en Suiza, uno de los países que, como Alemania, Bélgica o Italia, se había ocupado de la reeducación de los mutilados laborales antes del desarrollo de la contienda y con tal fin había crea-
19 Estas palabras de Álvaro López Núñez forman parte de su intervención en el Ateneo de San Juan Despi sobre “la reeducación de los obreros inválidos del trabajo”. Relacionó su demanda con las enseñanzas de la Gran Guerra y las iniciativas de Francia. Cordialidad nacional y regional, Anales del INP, 10, 1918, 273-275, p. 274. 20 Este aumento de sensibilidad hacia los inválidos y su reeducación como consecuencia de la Gran Guerra, fue indicado por OLLER, A. (1918a), “Algunos comentarios a la ley de Accidentes del trabajo”, Los progresos de la Clínica, 12, 372-380, p. 380. DECREF, J. (1919), “Cirugía de guerra”, Anales de la Real Academia Nacional de Medicina, 39, 109-118, pp. 110-111; DECREF, Dr. (1924), La reeducación de inválidos para el trabajo, Madrid, Impr. del sucesor de E. Teodoro, pp. 5 y 17. Y nosotros lo hemos señalado por primera vez en MARTÍNEZ-PÉREZ, y PORRAS GALLO (2003). 21 Este autor era partidario de la creación de centros de reeducación similares a los alemanes desde su viaje a Alemania en 1903. CLIMENT BARBERÁ, J. M. (2001), Historia de la Rehabilitación médica, Barcelona, Edika Med, pp. 158-159. Información sobre Decref, figura en pp. 153-175. 22 Sobre la figura de Oller, puede consultarse BACHILLER BAEZA, Á. (1984), Historia de la medicina del trabajo en España: la obra científica del prof. Antonio Oller Martínez, Valladolid, ediciones de la Universidad.
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do centros especializados 23. Oller centró inicialmente su atención en los aspectos médico-legales de la labor del cirujano frente a los accidentados del trabajo en España y Suiza 24, y mantuvo una posición similar (resaltando también el rol del INP) en las páginas del diario El Sol en la primavera de 1918 25. Ahora bien, ese mismo año en una revista científica, Oller señaló (al final del artículo, como si fuera un añadido posterior) la importancia alcanzada por la reeducación de los mutilados, remarcó el valor otorgado a esta actividad que, según sus propias palabras, “bien dirigida” podía “[transformar] a un hombre inútil en un obrero apto” 26, denunció el desinterés mostrado por el Estado hasta ese momento y reclamó que el IRS se ocupara de ese tema sin más demora 27. En apoyo de dicha demanda, Oller daba cuenta del modo de proceder en estos centros especializados, de la sencillez y viabilidad del establecimiento de instituciones de estas características. Apeló al efecto de la Gran Guerra en el importante desarrollo alcanzado por la reeducación en otros países, indicando que: “Después de 1914, y con motivo de la guerra, aumentó el número de mutilados en proporción tan considerable que todos los gobiernos beligerantes han tenido forzosamente que dedicar una atención especialísima al problema de la reeducación. En Francia, por ejemplo, son varios los centros instalados para este objeto y la construcción de aparatos, sobre todo, de brazos artificiales y manos adecuadas a los diversos oficios ha llegado a un grado increíble de perfeccionamiento” 28.
23 De interés para este tema es la consulta de OLLER, A. (1923), “Estado actual de la reeducación profesional de los inválidos del trabajo en España y en el extranjero”, Los Progresos de la Clínica, 25 (134), 178-192, pp. 178-185; OLLER, A. (1924), La reeducación profesional de los inválidos del trabajo en España y en el extranjero, Revista médica de Barcelona, 22, 127-138, pp. 127-132; DECREF, (1924), p. 17. Una revisión posterior de esta cuestión, figura en VITORIA, M. (1974-75), “Escuela y talleres de aprendizaje para lisiados y tullidos”, Asclepio, 26-27, pp. 565-581. 24 OLLER, A. (1911), “De la incapacidad permanente adquirida por accidentes del trabajo”, Revista Clínica de Madrid, 21, pp. 323-343. 25 OLLER, A. (1918b), “Algunos comentarios a la ley de Accidentes del trabajo”, El Sol, 14 de mayo de 1918, p. 8. Este artículo fue también reproducido en Anales del INP, 10, 152-155. 26 OLLER, (1918a), p. 380. 27 OLLER, A. (1918a), p. 380. Esta demanda la señalamos por primera vez en MARTÍNEZPÉREZ, y PORRAS GALLO (2003). 28 OLLER (1918a), p. 380.
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E incluso, al objeto de respaldar su petición, añadía: “Antes de 1914, algunas naciones se habían preocupado de este asunto y habían fundado verdaderos centros de reeducación y nosotros dirigimos uno que la empresa arrendataria de la construcción del túnel de Lötschberg estableció en Suiza” 29.
Con estos argumentos no sólo reforzaba su demanda, sino que dejaba también entrever su grado de preparación, capacitación e idoneidad para, en el caso de que finalmente el Estado aceptara su solicitud y estableciera un centro de reeducación, ser él quien lo dirigiera, en vez de otros posibles candidatos. En este sentido cabe mencionar a Joaquín Decref, con gran experiencia en el tema de la reeducación —desde la óptica de la gimnasia, el masaje y la mecanoterapia 30—, partidario también de la creación de un centro especializado para reeducar inválidos (del trabajo y de cualquier naturaleza) y de ser él quien lo dirigiera —deseo que no se vio satisfecho— 31, y es preciso considerar también —como veremos seguidamente— las aspiraciones del cirujano militar, Manuel Bastos Ansart (1887-1973) 32. A tenor de lo que acabamos de comentar, podemos decir que el proyecto de ley de 1919 estaría en sintonía con las ideas y las demandas de Oller, así como con las efectuadas por algunos miembros del INP como López Núñez, y permite explicar este primer intento fallido de establecer la reeducación profesional de los inválidos del trabajo. Igualmente, refleja bien cómo los médicos españoles —a diferencia de sus colegas franceses— parecían dispuestos a aprovechar las nuevas condiciones generadas por el protagonismo social alcanzado por la reeducación profesional de los mutilados e inválidos de la Gran Guerra, que podía entrañar el desarrollo de nuevas especialidades (Traumatología, Ortopedia o Rehabilitación) 33. OLLER (1918a), p. 380. CLIMENT BARBERÁ, (2001), pp. 153-175. 31 Aunque participó activamente en el diseño del IRPIT y en la adquisición de su equipamiento, no obtuvo ningún cargo en él. CLIMENT BARBERÁ, (2001), p. 159. De interés para conocer sus ideas principales acerca de este tema es su obra DECREF, (1924). 32 Sobre este cirujano, puede verse BASTOS ANSART, M. (1969), De las guerras coloniales a la Guerra Civil. Memorias de un cirujano, Barcelona, Ariel; BENEYTO LLORIS, Á. (2004), El Hospital Sueco-Noruego de Alcoi durante la Guerra Civil española, Visual Producciones, pp. 105-121. 33 En este sentido, cabe decir que la valoración positiva que Oller hacía sobre el efecto favorable de la Gran Guerra en el desarrollo de estas terapéuticas especializadas no fue compartido por Decref, que se mostró más crítico sobre esta cuestión. OLLER, (1918a), p. 380; DECREF, (1919), pp. 111 y 118; DECREF, (1924), pp. 17-19. El historiador Cooter ha relativizado también 29 30
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El instituto de reconstrucción de inválidos de guerra, obreros y niños lisiados: una demanda de bastos De hecho, pocos años más tarde, con motivo del “Desastre De Annual” de la Guerra de Marruecos y del problema de los mutilados e inválidos de dicho conflicto bélico, la reeducación o “rehabilitación” de los inválidos del trabajo cobró renovada actualidad. En esta ocasión, la llamada de atención fue efectuada por Manuel Bastos, directamente implicado en el abordaje de nuestros mutilados de la guerra de Marruecos a través del puesto desempeñado en el Hospital de Málaga en 1921. En efecto, a lo largo de tres sueltos publicados en el diario El Sol en los primeros días de septiembre de 1921, bajo el encabezamiento general “problemas de la guerra”, que tuvieron también eco en la Revista de Sanidad Militar 34, el doctor Bastos se ocupó de la mejor manera de canalizar las iniciativas de ayuda para atender a los heridos de la guerra que se ofrecían con motivo del desastre, indicando cómo “la organización moderna del servicio sanitario obedece en todo al principio fisiológico de la división del trabajo”, y conforme a dicho principio, “se procura (...) especializar hasta el límite todos los problemas concernientes a la Sanidad de campaña” 35. De ahí, seguía diciendo, la necesidad de contar con distintos centros especializados. Pues bien, unas líneas más adelante precisaba que: “Uno de estos centros que han de crearse necesariamente es el ‘Instituto de rehabilitación de mutilados e inutilizados de la campaña’. Se trata de la implantación en nuestro país de una organización actualmente en pleno funcionamiento en los países que han sufrido la gran guerra, pues aunque nacido por las necesidades de la contienda, tiene por todas partes una eficaz perduración en la paz” 36.
Como vemos, al igual que había hecho Oller, Bastos apelaba a la situación de la Gran Guerra para justificar y apoyar su demanda, pero a la vez
el papel de este conflicto bélico en esta cuestión, mostrando también cómo los conflictos surgidos entre los ortopedas y el Real Colegio de Cirugía de Gran Bretaña frenó el proceso de constitución de la Ortopedia como especialidad. COOTER, (1993), pp. 1551-1552. 34 Revista de Sanidad Militar, 18, 15 de septiembre de 1921, p. 556. 35 BASTOS, Dr., “La rehabilitación de inutilizados”, El Sol, 8 de septiembre de 1921, p. 2. 36 Ibid.
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la conectaba con las necesidades en tiempo de paz. De hecho, esta idea la expresaba más claramente al término del suelto con las siguientes frases: “Véase que magníficas perspectivas ofrece lo que hoy se llama en todas partes la ‘Reconstrucción de los inhabilitados por la guerra’. Adivínese la enorme trascendencia de esta lucha, tanto para saldar las tristes consecuencias de la guerra como para emprender, más adelante, en la paz, la reconstrucción de los inutilizados por accidentes industriales (un renglón enorme con el que hay que contar cada vez más) o por enfermedades o vicios congénitos” 37.
Las palabras reproducidas reflejan bien las aspiraciones de Bastos de ocuparse no sólo de la reeducación de los mutilados de guerra, sino también de la de los inválidos del trabajo y por cualquier otra causa. Las características del centro que había que crear eran descritas en el segundo de los artículos y en el tercero 38. En este último se abordaba además el problema del personal del Instituto y el importante tema de la colocación posterior de los reeducados, hablando de las asociaciones y sociedades de protección. Se servía para ello de los ejemplos de otros países (Bélgica, Alemania...) y señalaba cómo la Gran Guerra había supuesto la multiplicación de estas iniciativas, derivándolas de lo que se fundó para los soldados inválidos. Tras ello insistía en señalar que “en España, esta obra está por hacer, y debe hacerse urgentemente”, repitiendo que “del Instituto de reconstrucción que necesiten nuestros inválidos de guerra ha de salir el Instituto de niños y obreros lisiados” 39. Como vemos, Bastos trataba de servirse del estado de ánimo y de la situación generada por los graves efectos de la guerra de Marruecos para lograr la creación de un “Instituto de Reconstrucción” a utilizar posteriormente para el resto de los inválidos, incluyendo muy especialmente a los accidentados del trabajo. De ahí que insistiera nuevamente en señalar las ventajas en estos casos, diciendo que “El Instituto hace por los obreros la mejor labor, acelerando la curación en los accidentes, y dándoles, en el caso peor, nuevas armas para la lucha por la vida” 40. Para mejor apreciar el valor de estas palabras, recordemos que la nueva ley de accidentes del tra-
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Ibid. BASTOS, Dr., “Los Institutos de reconstrucción”, El Sol, 9 de septiembre de 1921, p. 2. BASTOS, Dr., “La protección a los lisiados”, El Sol, 10 de septiembre de 1921, p. 2. Ibid.
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bajo de 1922 se hallaba en discusión en el Parlamento desde mediados de 1921. A tenor de las palabras reproducidas de Bastos se diría que, a la vista de lo ocurrido en otros países, este cirujano quería aprovechar la coyuntura de la guerra de Marruecos para lograr la modernización de España en el terreno de la atención a los inválidos con la creación de un “Instituto de reconstrucción” y el establecimiento de las vías para poder conseguir el desarrollo de las nuevas especialidades médicas relacionadas con la reeducación de los inválidos, que podrían implicar un beneficio socioprofesional para los médicos españoles 41. Ahora bien, era también consciente del escaso número de mutilados militares en nuestro país. De ahí que, como hemos visto, ligara desde el principio en sus planteamientos la labor a desarrollar en todos los casos de mutilación e invalidez, insistiendo, sobre todo, en el caso de los inválidos del trabajo por ser un colectivo numeroso en esos momentos. De hecho, como este mismo cirujano diría años más tarde, al objeto de poder aplicar y desarrollar en España la nueva “especialidad” de la reeducación, los médicos españoles habían tenido que “descubrir inválidos” a reeducar, y había sido “entre las víctimas de los accidentes del trabajo” 42, en donde los habían encontrado. Esta forma de presentar Bastos el tema de la reeducación y la reinserción social de los mutilados e inválidos —con inclusión de los laborales— nos muestra el efecto favorable que ejercieron la Gran Guerra y la Guerra de Marruecos a la hora de tratar de institucionalizar la reeducación profesional de los inválidos del trabajo en España. De modo que podría decirse que, junto a actitudes como la de Decref, las demandas de Oller y Bastos habrían sido determinantes de cara a lograr, a diferencia de Francia, la aprobación de la nueva ley de accidentes del trabajo de 1922 con la inclusión de la reeducación profesional de los inválidos laborales. Ahora bien, como veremos más adelante, los planteamientos de Bastos sugieren también la posible pugna entre la Sanidad Militar y la Civil por colocar bajo su palio el “Instituto de reconstrucción”
41 Uno de estos beneficios podía ser la posibilidad de disponer de consulta privada en la nueva especialidad, al igual que pasaba en Gran Bretaña. COOTER, R. (2004), “Orthopédie”, en LECOURT, D. (dir.), Dictionnaire de la pensée médicale, Paris, PUF, 822-827, p. 824. 42 BASTOS, M. (1936), “El problema de los inválidos visto a través de observaciones hechas en el Instituto Nacional de Reeducación”, Anales de la Academia Nacional de Medicina, 55, 209232, p. 211. Esto lo hemos señalado por primera vez en MARTÍNEZ-PÉREZ, y PORRAS GALLO (2003).
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demandado 43. En suma, por ostentar la primacía de la reeducación profesional de los inválidos (sobre todo, del trabajo) y los beneficios que ello podía entrañar institucional y personalmente.
Las primeras realizaciones en reeducación La Clínica de Cirugía ortopédica y reeducación del Hospital militar de Carabanchel (Madrid) De hecho, el estado de opinión descrito y las demandas efectuadas se materializaron en la creación de dos instituciones —la Clínica de Cirugía Ortopédica y Reeducación y el IRPIT—, sitas ambas en Carabanchel (Madrid) y que marcharon casi en paralelo en sus primeros años. Aunque, si nos fiamos del testimonio de Manuel Bastos, fue la Sanidad Militar la responsable “de crear en España el primer Instituto Ortopédico y de Restauración de Inválidos” 44, al poner en marcha la Clínica de Cirugía Ortopédica y Reeducación del Hospital Militar de Carabanchel en 1921, bajo su dirección 45. También según el citado autor, en todo ello tuvieron mucho que ver tanto su preparación especializada —especialmente, en “la rehabilitación de los heridos del aparato locomotor y de los inválidos de guerra”— y los conocimientos sobre la labor realizada en los países afectados por la Gran Guerra, como el interés suscitado por sus sueltos en el diario madrileño El Sol, que hemos comentado 46. La nueva Clínica de Cirugía Ortopédica y Reeducación (ilustración 1), ubicada en dos pabellones del Hospital Militar de Carabanchel (Madrid), “había de tener el carácter de un centro destinado principalmente a la rehabilitación de lisiados procedentes de las campañas de Marruecos, pero también a la cura quirúrgico-ortopédica de los heridos y lesionados de los
43 De hecho, Decref expuso claramente en 1924 que la reeducación e los accidentados del trabajo debía ser obra de la Sanidad Civil. DECREF, (1924), p. 22. 44 BASTOS ANSART, (1969), p. 154. 45 Referencias ocasionales a la actividad de esta Clínica puede encontrarse en la Revista de Sanidad Militar desde poco después de su puesta en marcha hasta 1934. Sobre esta cuestión, véase también TORRES MEDINA, J. M. (coord.) (1996), Gómez Ulla. Hospital Militar Central. Cien años de Historia 1896-1996, Madrid, Ministerio de Defensa, pp. 136-137. 46 BASTOS ANSART, (1969), p. 152.
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miembros” 47. Vemos nuevamente el interés de Bastos desde el inicio en abrir las puertas de la nueva institución militar a un público más amplio que los mutilados de guerra, así como en tratar de constituirse en un centro especializado y completo. De hecho, como refiere Bastos, uno de los pabellones estaba constituido por “cuatro grandes salas y varios cuartos aislados”, mientras que en el otro se instalaron “los servicios de terapéutica física, mecanoterapia, masaje, ejercicios de recuperación, gimnasia, talleres ocupacionales y de ortopedia indispensables para la labor reeducativa” 48. Con estos recursos, al igual que “las naciones implicadas en la pasada guerra”, habrían atendido a los dos aspectos fundamentales —quirúrgico y reeducativo— de esa labor especializada 49.
El Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo La segunda de las instituciones reeducadoras creada fue el Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo (IRPIT) (ilustración 2), fruto de la nueva Ley de Accidentes del trabajo de 1922 50. Su creación se justificó por la nueva orientación surgida años atrás, que entendía que “la reparación del accidente se extendiera hasta la posible reintegración del obrero a su máxima capacidad productora” 51. Y, siguiendo esa misma línea argumental, se apeló al desarrollo, perfeccionamiento y experiencia alcanzada por la Medicina en dicho tema durante la Gran Guerra y en los años siguientes para mostrar la idoneidad y oportunidad de una institución de estas características 52. Al IRPIT se le asignaron tres funciones —la readaptación funcional, la reeducación profesional y la tutela social de los inválidos—, de las que se encargaron respectivamente cada una de las tres secciones —médica, técnica y administrativa— de que constó, que tuvieron
Ibid. BASTOS ANSART, (1969), p. 154. Una detallada explicación sobre el equipamiento, su adquisición y su aplicación figura en las pp. 155-159. 49 Manuel Bastos insistía en la necesidad de ocuparse de ambos aspectos, requiriéndose para ello una formación especializada en Cirugía ortopédica. BASTOS ANSART, (1969), p. 155. 50 Ley sancionada por S. M. modificando la de Accidentes del Trabajo de 30 de enero de 1900, Diario de las Sesiones de Cortes. Congreso de los Diputados, 1, 1 de marzo de 1922, Apéndice 8.o 51 R. D., 5 de marzo de 1922, Gaceta de Madrid, 54, 5 de marzo de 1922, 976-978, p. 976. 52 Ibid. 47
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directores diferentes 53. Así, eran tareas de la sección médica las consultas clínicas, el laboratorio, la aplicación de las prótesis...; mientras que la sección técnica se ocupaba de la orientación profesional, de los cursos de reeducación profesional, y de los talleres y explotaciones agrícolas. Aunque las actividades del IRPIT no comenzaron hasta 1925 54, fue inaugurado en junio de 1924 55, siendo Antonio Oller el director de la sección médica y el ingeniero César Madariaga el de la sección técnica. Aunque con la información de que dispongo en estos momentos me resulta difícil establecer con claridad cuál fue la trayectoria de la Clínica de Bastos, parece que, como adelanté, hubo una cierta pugna competitiva con el IRPIT 56. Tanto la actividad de Bastos como la de su Clínica, al igual que la de Oller y la del IRPIT, adquirieron un progresivo e importante prestigio nacional e internacional 57. De hecho, Manuel Bastos pasó a dirigir el INRI (sucesor del IRPIT) en 1933 cuando, como consecuencia de la aplicación de la nueva Ley de Accidentes del Trabajo de 1932, Oller dejó la dirección para ocupar la de la recién creada Clínica del Trabajo del INP 58. El prestigio de Bastos le sirvió igualmente para ser reclamado a mediados de agosto de 1937 para hacerse cargo del Servicio de Cirugía del 53
OLLER (1923), pp. 10-15; OLLER (1924), pp. 132-138; INSTITUTO DE REEDUCACIÓN PRO-
FESIONAL (1932), El Instituto de Reeducación profesional y sus principales actividades. Desde la
reforma de la Ley de accidentes del trabajo en 1922 hasta la presentación a las Cortes de la nueva reforma en 1932, Madrid, Publicaciones del Instituto de Reeducación Profesional; BACHILLER BAEZA, Á. (1985), La Medicina social en España (El Instituto de Reeducación y la Clínica del trabajo 1922-1937), Valladolid, Universidad de Valladolid-Servicio de Publicaciones. 54 MALLART, J. (1928), La reeducación profesional de los inválidos del trabajo en España, Madrid, Talleres gráficos de E. Jiménez, pp. 5-15 55 Diario ABC, 18 de junio de 1924, pp. 1 y 13. 56 Esta idea se desprende del hecho de que, mientras el diario ABC o El Socialista se ocupaban de dar publicidad de la inauguración y visitas del IRPIT, ABC o El Sol hacían lo mismo con la Clínica de Bastos. LLIZO, J. (1924), “Los combatientes en las clínicas”, El Sol, (10 de mayo, p. 4; 16 de mayo, p. 2; 4 de julio, p. 2, y 12 de julio, p. 2); Mutilados en acción de guerra o en actos de servicio, ABC, 26 de junio de 1924, p. 12; TORRES FRAGUAS, J. (1924), “El Instituto de reeducación de inválidos y orientación profesional”, El Socialista, 20 de junio de 1924, p. 2. 57 Mención a la importante labor desplegada en la Clínica de Bastos, figura en MADARIAGA, C. (1931), La Reeducación Profesional, Madrid, M. Aguilar, pp. 377-378; NOGALES PUERTAS, B. (1939), Orientación y colocación de mutilados de guerra, Santiago de Compostela, Impr. Paredes, p. 157; BENEITO LLORIS (2004), p. 111. Acerca del prestigio alcanzado por el IRPIT, puede consultarse: “La vida del Instituto”, Memorias del Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo, 2, 86-97, 1925; “Crónica del Instituto-1928”, Memorias del Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo, 5-6, 375-381, 1929. 58 OLLER, A. (1935), Memoria de la Clínica del Trabajo del Instituto Nacional de Previsión, 1933-1934, Madrid, M. Minuesa.
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Hospital Sueco-Noruego, “montado en Alcoy por ciudadanos escandinavos como parte de la ayuda humanitaria que dispensaban al Gobierno de la República” 59.
A modo de conclusión A la vista de lo expuesto parece evidente el papel desempeñado por la Medicina, a través de las demandas concretas de los cirujanos Antonio Oller y Manuel Bastos, en la incorporación de la reeducación profesional de los inválidos laborales a la nueva Ley de Accidentes del Trabajo de 1922. También puede hablarse del efecto favorable que, en este sentido, tuvieron la situación generada por la I Guerra Mundial (aunque nuestro país no participó en ella) y por el recrudecimiento de la Guerra de Marruecos que ayudaron a modificar la actitud de la sociedad española (al menos en parte de ella, recordemos el caso de Álvaro López Núñez) frente a la manera de abordar la siniestralidad laboral, otorgando un lugar importante en ella a la reeducación.
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BENEITO LLORIS (2004), p. 115.
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Ilustración 1.
Clínica de Cirugía Ortopédica y Reeducación de Manuel Bastos. Hospital Militar de Carabanchel (Madrid).
Ilustración 2. Instituto de Reeducación Profesional de Inválidos del Trabajo. Clínicas. (Madariaga, 1931, Foto 17).
EL COMIENZO DE LA ASISTENCIA “OFICIAL” A LOS NIÑOS ANORMALES EN ESPAÑA: LA ESCUELA MUNICIPAL DE DEFICIENTES DE BARCELONA (1910-1936) Mercedes del Cura González Profesora Ayudante, Facultad de Medicina-CRIB. UCLM
La preocupación por la llamada “infancia anormal” comenzó a hacerse patente, en nuestro país, en el tránsito del siglo XIX al XX. Como había ocurrido con anterioridad en otros contextos europeos, la nueva categoría infantil despertó el interés de especialistas de diversa índole, sobre todo, de médicos y pedagogos. Estos profesionales desarrollaron un discurso teórico, deudor de ideas planteadas previamente por autores foráneos, que estuvo dirigido a diagnosticar, clasificar, y corregir, en la medida de lo posible, al anormal, pero que también fue utilizado para justificar, desde la ciencia, su segregación 1.
1 Dicho discurso ha sido analizado, entre otros, por VIAL, M. (1990), Les enfants anormaux à l’école. Aux origines de l’éducation spécialisée (1882-1909), Paris, Armand Colin; TRENT, J. W. (1994), Inventing the Feeble Mind. A history of Mental Retardation in the United States, Berkely-Los Angeles-London, University of California Press; JACKSON, M. (2000), The borderland of imbecility. Medicine, society and the fabrication of the feeble mind in late Victorian and Edwardian England, Manchester, Manchester University Press, y RUCHAT, M. (2003), Inventer les arriérés pour créer l’intelligence. L’arriéré scolaire et la classe spéciale. Histoire d’un concept et d’une innovation psychopédagogique (1874-1914), Bern, Peter Lang. En nuestro país, este tema ha sido abordado por HERRAIZ GASCUEÑA, M. G. (1995), Una aproximación a la educación especial española del primer tercio del siglo XX, Cuenca, UCLM; HUERTAS, R. (1998), Clasificar y educar. Historia natural y social de la deficiencia mental, Madrid, CSIC; y DEL CURA, M. (2004), “Los niños anormales en la España del primer tercio del siglo XX: la construcción psico-pedagógica de una nueva categoría infantil”, en PERDIGUERO GIL, E. (comp.), Salvad al niño. Estudios sobre la protección a la infancia en la Europa Mediterránea a comienzos del siglo XX, Valencia, Seminari d’Estudis sobre la Ciencia, 273-299.
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Además de realizar este esfuerzo epistemológico, un número importante de profesionales se embarcaron en la creación de sanatorios o institutos médico-pedagógicos en los que poner en práctica sus ideas respecto a la asistencia a este tipo de niños 2. Durante bastante tiempo, estas instituciones privadas fueron la única respuesta dada a la cuestión de la anormalidad infantil ya que la administración española hizo caso omiso de los llamamientos hechos por sociedades y particulares para dar una solución a dicho problema. Hubo que esperar al año 1910 para que la asistencia a los anormales adquiriera un carácter “oficial”, con la constitución del Patronato Nacional de Sordomudos, Ciegos y Anormales, y la creación de una Sección para anormales en la Escuela Municipal de Sordomudos y Ciegos de Barcelona, germen de lo que después sería la Escuela de Deficientes Vilajoana 3. Dicha institución fue, durante más de diez años, el único centro público de estas características, ya que la Escuela Central de Anormales de Madrid, no comenzó a funcionar hasta la década de los veinte 4. El carácter pionero de la Escuela, el contexto, en el que surge y se consolida —la Barcelona de la renovación pedagógica— 5, y el hecho de que haya sobrevivido hasta nuestros días, justifican, según nuestra opinión, un
Durante la última década del XIX y las primeras del XX, aparecieron en nuestro país diversos Institutos médico-pedagógicos para niños anormales promovidos por médicos y maestros: Agustín Rius y Borrell (1894), Augusto Vidal Perera (1906), Francisco Pereira (1907); José Córdoba Rodríguez & Nonell Camp (1915), Gonzalo Rodríguez Lafora (1925), Claudio Bassols & Lluis Folch (1928) y Emili Mira, Alfred Strauss, Jeroni Moragues & Adolf Azoy (1935). 3 Véanse POZO PARDO, A. (1980), “La educación de deficientes en España: los cincuenta primeros años de su desarrollo (1875-1925)”, Revista Española de Pedagogía, 148, 2-27; MOLINA, S. (1992), (coord), La educación de los niños deficientes mentales en España. Análisis histórico a través de un hilo conductor. (Libro homenaje a Maria Soriano), Madrid, CEPE, y HERRAIZ GASCUEÑA (1995). 4 Sobre la ECA pueden verse los trabajos de CABADA, J. M. (1992), “Institucionalización de la educación especial”, en MOLINA (coord.), pp. 75-145. Y de SAMBLÁS, P. (2004), “El doctor César Juarros (1879-1942) y la Escuela Central de Anormales”, en MARTÍNEZ PÉREZ, J., et al. (comp.), La medicina ante el nuevo milenio: una perspectiva histórica, Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, pp. 539-550. 5 GONZÁLEZ AGAPITO, J. (1978), Bibliografía de la renovació pedagògica i el seu context (1900-1936), Barcelona, Univesitat de Barcelona. Sobre la cronología más relevante del período puede verse ANÓNIMO (1972), A l’avantguarda de l’educació. Experiènces pedagógiques 19001938, Barcelona, Departament d’activitats culturals de la ETSIIB permanent del Congrés de la Formació. Sobre la historia de Cataluña en este período pueden verse, entre otros, los trabajos de BALCELLS, A. (1983), Historia contemporánea de Cataluña, Barcelona, Edhasa, y TERMES, J. (1987), De la Revolució de Setembre a la fi de la Guerra Civil (1868-1939), Barcelona, Edicions 62 (vol. VI de la Història de Catalunya dirigida por Pierre Vilar). 2
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estudio más detenido del que, hasta el momento, ha sido realizado. Vilajoana ha merecido, en el mejor de los casos, una breve mención en las obras dedicadas a la historia de la educación especial. Hasta donde sabemos, el único análisis detenido de la institución ha sido el ofrecido por Alexandre Galí en uno de los volúmenes de su Història de les institucions i del moviment cultural a Catalunya 6. Las fuentes para estudiar la Escuela de Deficientes se encuentran, fundamentalmente, en dos archivos de la Ciudad de Barcelona: el Archivo Municipal Administrativo donde se conservan informes, memorias, reglamentos y otros documentos administrativos de la institución fechados entre su aparición y la Guerra Civil 7. Y el Archivo del Instituto Municipal de Educación donde, además de documentos administrativos, se guarda un gran número de fichas de alumnos de la escuela y, de lo que podríamos llamar, sus “historias clínicas” o “médico-pedagógicas”. Una pequeña parte de estas historias se conserva, también, en la sede de la actual Escuela Vilajoana 8. Existen, además, documentos impresos relativos a la institución que fueron publicados, con una intención científica o divulgadora, por algunos de los responsables y colaboradores de la misma, o por el propio Ayuntamiento de Barcelona. La mayor parte de estas publicaciones ha sido localizada en la Biblioteca y Hemeroteca del Archivo Histórico de la Ciudad y en la Biblioteca de Cataluña. A lo largo de las próximas páginas analizaremos, someramente, la aparición y evolución de esta institución hasta 1936, año en que estalla la Guerra Civil española, así como algunos de los planteamientos teóricos que sustentaron dicha iniciativa.
6 GALÍ, A. (1979), Història de les institucions i del moviment cultural a Catalunya 19001936, Barcelona, Fundaxió Alexandre Galí, Llibre II (Ensenyament Primari, segona part), pp. 239-257. 7 Para citar los documentos de este archivo utilizaremos la abreviatura AMAB. 8 La sede de la Escuela Vilajoana se transformó en el Museo Vedaguer y se construyeron unos nuevos edificios, en la otra vertiente de la montaña, en el año 1973. Actualmente, estas instalaciones están siendo reformadas y la escuela se ha trasladado, temporalmente, a la calle Josep Serrano (núms. 59-71) dentro de la ciudad de Barcelona. La institución ha ido evolucionando al compás de los movimientos sociales y educativos y, en la actualidad, el Instituto Municipal de Educación Especial Villa Joana ofrece una atención educativa y terapéutica a niños y jóvenes que presentan dificultades en su evolución y desarrollo, ya sea por razones deficitarias o debido a problemas psicopatológicos. Para ello cuenta con tres servicios diferenciados: un Centro de Educación Especial, un Centro de Día y un Equipo de Atención Externa.
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Los inicios de la Escuela (1910) La sección para anormales que establecía el Ayuntamiento de Barcelona en la Escuela Municipal surgía con el objetivo de educar a aquellos deficientes que pudiesen convertirse en ciudadanos capaces de ganarse la vida total o parcialmente, librando, de este modo, a la ciudad de su sostenimiento 9. Este objetivo entrañaba, de modo implícito, la no admisión de otras dos categorías de niños: aquellos cuyas posibilidades de educación fueran prácticamente negativas [los conocidos en la literatura científica como grandes deficientes o anormales médicos o de asilo]; y los que se encontraban, por diversas causas, en situación de deficiencia susceptible de desaparecer mediante una educación adecuada (los denominados falsos anormales) 10. El Reglamento para la nueva sección, aprobado ese mismo año, establecía que, al ingresar en la escuela, los anormales “educables” fueran separados en dos grupos independientes: el de Deficientes y el de Inestables 11. Dos categorías que respondían a los dos tipos de anormalidad des-
AYUNTAMIENTO DE BARCELONA. DELEGACIÓN DE CULTURA (1926), X Congreso Internacional de Protección a la Infancia y a la Maternidad que se celebrará en Madrid durante los días 4 a 8 de abril de 1926, Barcelona, Imprenta Altés, p. 15. La sección surge al proponerse una reorganización de la Escuela Municipal de Ciegos y Sordomudos ya que, en ese momento, estaba bastante desorganizada y desatendida por parte del Ayuntamiento. La historia de la Escuela hasta la reorganización de 1917 es relatada por el director de la misma en NOGUÉS PONS, J. (1920), Escuela Municipal de Deficientes: su origen e historia. Juicio crítico sobre dicha escuela, Butlletí de la Escola Municipal de Deficients, 1, 10-16. También es referida brevemente por TORRÁS, F. (1916), Proyecto para una nueva organización de la Escuela Municipal de Ciegos, Sordomudos y Anormales de la ciudad de Barcelona, Barcelona, Imprenta Manuel Tasis, pp. 5-9 10 En nuestro país no se realizó nunca una estadística oficial para conocer el porcentaje de anormales entre la población infantil (como se había hecho, por ejemplo, en Francia). Tan sólo se ofrecían cálculos aproximados basados en los porcentajes extraídos de las encuestas extranjeras. Por ejemplo, Torrás, señalaba que, en 1910, la población escolar de Barcelona era de 82.237 niños y, de ellos, unos 2.055 eran anormales. Cfr. TORRÁS (1916), p. 12. Un poco más optimistas eran los cálculos ofrecidos en una Memoria presentada al Ayuntamiento en 1916, en ella y basándose en datos de lugares como Ginebra, Lille, Bourdeaux o; Bruxelles, se afirmaba que el número de anormales en Barcelona superaría el millar. Cfr. Memòria sobre la reorganització de l’escola municipal de Cecs, Sord-muts i Anormals (1916), AMAB, Ensenyament, 1/87/6023. 11 El Consistorio aprobaba, en sesión de 18 de agosto de 1910, un Reglamento para la sección de Anormales con la expresa condición de añadirlo al ya existente para la Escuela de Ciegos y Sordomudos (aprobado por el Ayuntamiento el 17 de mayo de 1910). Cfr. AYUNTAMIENTO DE BARCELONA (1912), Reglamento para la Escuela Municipal de Ciegos, Sordomudos y Anor9
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critos en el discurso médico-pedagógico del momento: la anormalidad intelectual y la anormalidad de carácter 12. La nueva disposición también establecía que, tras su ingreso en la institución, los alumnos fueran sometidos a un período de observación y educación destinado a establecer un pronóstico de “educabilidad”, determinante para elegir el lugar donde el niño debía ser ubicado. Dicho pronóstico se traducía en tres categorías: los ineducables eran devueltos a la familia o ingresados en un asilo especial; los estacionarios eran destinados a un trabajo manual apropiado a sus aptitudes; y los perfectibles eran remitidos a un segundo nivel donde continuar su educación. La dirección técnica de toda la Escuela, y, por tanto, de la sección de Anormales, era confiada a un Inspector Técnico que debía estar en posesión del título de doctor o licenciado en Medicina y Cirugía y tener experiencia en alguna especialidad del oído o de la vista 13. La adminis-
males de Barcelona, Barcelona, Imp. de la Escuela Municipal de Ciegos, Sordomudos y Anormales (folleto localizado en el AMAB, Ensenyament, 1/87/6018). El Reglamento insistía en la importancia de mantener aislada la sección de Instables de las otras secciones, hasta que no se dispusiera de un internado donde someter, a este tipo de niños, a un régimen disciplinario especial. 12 En numerosos trabajos de la época se afirmaba que las anomalías mentales podían manifestarse, en los escolares, bien a través de desarreglos intelectuales —que daban lugar a un déficit—, bien a través de trastornos del carácter que motivaban un comportamiento irregular. Cfr. PHILIPPE, J., y PAUL-BONCOUR, G. (1917), Educación de anormales. Principios de educación física, intelectual y moral, Barcelona, Librería y Tipografía médicas M. Roig, p. 5; RODRÍGUEZ LAFORA, G. (1917), Los niños mentalmente anormales, Madrid, La Lectura, p. 355; DESCOUEDRES, A. (1920), La educación de los niños anormales: observaciones psicológicas e indicaciones prácticas. Seguidas de un resumen de los test de Binet y Simon, Madrid, Francisco Beltrán, pp. 14-15; JUARROS, C. (1925), Educación de niños anormales: La Escuela Central de Anormales, Madrid, Imp. Torrent y Cía., p. 23. 13 Además el candidato debía demostrar públicamente sus conocimientos sobre la cuestión de la anormalidad, mediante artículos, conferencias, etc. El elegido quedaba obligado, además, a visitar todos los años, en período de vacaciones, algún establecimiento extranjero de anormales, sordomudos y ciegos, y proponer, a través de una memoria que debía presentar a la Comisión de Gobernación, las mejoras que estimase convenientes para la Escuela Municipal. En septiembre de ese mismo año el Ayuntamiento convocaba el concurso público para Inspector técnico de la Escuela, y en enero de 1911 tomaba posesión del cargo el médico Francisco Torrás Rabarté, miembro del Instituto Médico-Farmacéutico de Barcelona. La convocatoria del concurso fue publicada en el Boletín Oficial de la Provincia (sábado 24 de septiembre de 1910, núm. 229, p. 3). A pesar de que se presentaron al concurso sólo dos candidatos [Miguel Font y Francisco Torras (el que finalmente ganaría la plaza)] éste fue bastante conflictivo. Font denunció que Torrás había aducido méritos posteriores a la fecha de publicación del concurso y, además, había falsificado algunos datos. Su recurso fue desestimado y, finalmente, fue excluido del concurso por no tener los diez años de antigüedad requeridos. Recurso (varios documentos), AMAB, Ensenyament, 1/87/6023.
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tración ratificaba de este modo la idea de que la anormalidad era, ante todo una cuestión médica, un problema relacionado siempre con un proceso morboso que hacía del concurso del médico-especialista algo indispensable.
La memoria del año 1916 La falta de espacio derivada de la ampliación de la escuela —que intentó paliarse con dos traslados casi consecutivos (1912 y 1915)— y la carencia de un plan definido sumieron a la institución en un estado de desorganización y de “funcionarismo burocrático” 14. Ante esta situación, en el año 1916, el Ayuntamiento de Barcelona, a través de su recién creada Comisión de Cultura, encargaba a un grupo de expertos —integrado por Eugenio d’Ors, Juan Alzina i Melis y Lluis Torres Ullastres— la confección de una memoria donde se planteara la reorganización de la Escuela Municipal 15. Dicho informe puso de manifiesto que la instauración y el funcionamiento de la escuela habían estado presididos por tres planteamientos erróneos 16. El primer error había sido pensar la Escuela como un Centro Benéfico cuando en realidad debía ser una Clínica: un verdadero centro de investigación donde se trabajase en pro del movimiento científico general. Dicha actividad científica no sólo debía servir de instrumento didáctico para la educación de los niños “defectivos”; sino que también debía convertirse en herramienta para la formación de profesorado y de investigadores expertos. Para garantizar el cumplimiento de estos objetivos, se recomendaba la creación de: un Seminario pedagógico des-
NOGUÉS PONS (1920), p. 15. La creación de la Comisión de Cultura debe verse en el contexto de renovación cultural que va a vivir Cataluña bajo el gobierno de la Mancomunitat. Dicha Comisión asumía las atenciones municipales de enseñanza que, hasta ese momento, habían pertenecido al Negociado de Beneficencia, Instrucción Pública y Sanidad. Poco después de su constitución, Manuel Ainaud asumía el asesoramiento técnico de la misma. En cuanto a los miembros de la Comisión, Eugenio d’Ors era director de Instrucción Pública de la Mancomunitat, el médico Joan Alzina i Melis era el director del Manicomio de Santa Creu y el pedagogo Lluis Torres Ullastres el director de las escuelas del distrito VI. 16 Memòria sobre la reorganització de l’escola municipal de Cecs, Sord-muts i Anormals (1916), AMAB, Ensenyament, 1/87/6023. 14 15
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tinado a preparar al nuevo personal 17, varios Laboratorios, una Biblioteca y un Boletín que sirviese como instrumento de intercambio científico. El segundo error residía en que la Escuela había sido organizada como una empresa amorfa, sin diferenciar secciones, cuando en realidad necesitaba de una estructura especializada, planteada en dos niveles: en función de los tipos de alumnos y en función de las características individuales. El tercer y último error radicaba en que la Escuela se había situado alejada de talleres y centros profesionales, lo que impedía que se relacionase con núcleos de producción profesional y, lo que es más importante, que aspirase a convertirse en uno de ellos. Para lograr este punto, en el informe se proponía acondicionar un campo destinado a aprender labores agrícolas y crear diversos talleres. En cuanto a la Escuela de Deficientes, la Comisión recomendaba, siguiendo la tendencia existente en otros países, que adoptase la forma de semi-internado o asilo-escuela. Al ser éste el tipo de institución que mejor respondía a las dos características principales de este grupo de niños: su carácter de enfermos y su necesidad de una acción educativa continuada 18.
17 El seminario debía ser similar al que había propuesto el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes al reorganizar el Colegio Nacional de Ciegos, Sordomudos y Anormales, cfr. Reglamento para el régimen y gobierno de los Colegios Nacionales de Sordomudos, Ciegos y Anormales en su Instituto Nacional (Real Decreto de 8 de agosto de 1916), publicado en la Gaceta de 14 de agosto de 1916 y en el Boletín del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes de 22 de agosto de 1916 (núm. 67). La Comisión recomendaba una asistencia obligatoria durante dos años y limitar el número de alumnos a 10 o 15 por año. Las asignaturas del Seminario eran: a) Primer año para estudiantes procedentes de Magisterio: Psicología normal y aplicada a la educación; Psicología patológica; Anatomía y Fisiología del cerebro y de los órganos de los sentidos; Teoría y práctica de la educación física y de la higiene escolar; Sociología infantil; b) Primer año para estudiantes procedentes de Medicina: Psicología general y aplicada a la educación; Psiquiatría y psicología patológica; Pedagogía general; Teoría y práctica de la educación física; Higiene escolar, y c) Segundo año común para todos aquellos que quisiesen dedicarse a la enseñanza de Anormales: Prácticas de exploración y diagnóstico; Pedagogía especial de anormales; Sociología; Teoría y práctica de trabajos manuales. 18 La Comisión elegía este tipo de institución entre los tres existentes para el tratamiento de los anormales: 1) internados independientes; 2) clases especiales o clases anexas a las escuelas primarias, y 3) semiinternados o asilos-escuelas. La Comisión basaba su elección en la tendencia, existente en otros países, a adaptar a cada categoría de anormales una forma particular de asistencia. Según ésta, los internados eran el destino de los frenasténicos graves y los peligrosos o con propensiones criminales; las clases especiales el de los falsos anormales, y las escuelas autónomas se reservaban para los denominados débiles mentales. Además otros
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Las propuestas de los expertos se tuvieron en cuenta al reorganizar la Escuela. En las bases aprobadas por el Ayuntamiento en 1917, se establecía la división de la misma en tres centros independientes (de Ciegos, Sordomudos y Deficientes) y la creación de un Laboratorio de Estudios e Investigaciones sobre Defectivos que, además de funcionar como centro director y coordinador de la labor científica y pedagógica, iba a encargarse: 1) de desarrollar investigaciones sobre Antropología, Psicología y Pedagogía especial; 2) de analizar individualmente a cada alumno, en colaboración con sus maestros, bajo los aspectos clínico, psicológico y social, y 3) de preparar al futuro personal de las escuelas. Para facilitar su labor el laboratorio era dividido en cinco secciones 19. Al frente de esta estructura asistencial el Ayuntamiento decidía colocar, de nuevo, a un médico quien, además de dirigir el Laboratorio, asumía la dirección del resto de los organismos. También eran médicos los responsables de las secciones y de las escuelas anexas 20. La única excepción era, lógicamente, la plaza de Colaborador Pedagogo para la que fue designado uno de los artífices de la memoria del año 16, Lluís Torres Ullastres.
argumentos higiénicos y pedagógicos les llevaban a aconsejar, para estas escuelas, el tipo de Escuelas de Bosque o al Aire Libre. Sobre estas últimas escuelas destinadas a mejorar la salud de los niños débiles y enfermizos y su implantación en nuestro país puede verse B ERNAL MARTÍNEZ, J. M. (2000), “De las escuelas al aire libre a las aulas de la naturaleza”, Áreas, Revista de Ciencias Sociales, 20, 171-182, (Monográfico sobre Higienismo y Educación, siglos XVIII-XX). 19 Expediente de reorganización de la Escuela Municipal de Ciegos, Sordo-mudos y Deficientes (1917), AMAB, Ensenyament 1/87/6023 (Incluye las bases para la reorganización de la Escuela y la convocatoria de los concursos públicos para cubrir las plazas). Dichas bases son recogidas en la monografía AYUNTAMIENTO DE BARCELONA (1922), Les construccions escolars de Barcelona, Barcelona, Ayuntamiento de Barcelona, Asesoría Técnica de la Comisión de Cultura, pp. 249-251. Y en un texto mecanografiado, posiblemente de fecha posterior, localizado en el mismo archivo: Bases de reorganización de la Escuela Municipal de Ciegos, Sordo-mudos y Deficientes (S. A.), AMAB, Ensenyament 1/87/6019. 20 El fallo del concurso, aprobado el 27 de diciembre de 1917, designaba a Jesús María Bellido como director general, a José Córdoba como director de la sección de psicología, a Rosendo Carrasco como director de la sección de antropología, a Joan Alzina i Melis como director de la sección y la escuela de deficientes, y a los doctores Barnils y Arruga como directores de la sección y escuela de sordomudos y ciegos, respectivamente. Cfr. Documento por el que se aprueba el fallo del concurso para la provisión de las plazas del Laboratorio y de las Escuelas (1917), AMAB, Ensenyament, 1/87/6023.
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El traslado a la Quinta Juana La creación de tres escuelas independientes y, sobre todo, la magnitud de la estructura en la que se insertaban hicieron imprescindible el traslado a un inmueble de mayores dimensiones. En 1919, el Ayuntamiento compraba, una finca situada a las afueras de la ciudad de Barcelona, en los bosques de Vallvidrera, conocida como Quinta Juana o Vil·la Joana21. La finca contaba con terrenos rústicos y con un edificio de amplias dimensiones que, en diciembre de 1920 y tras ser acondicionado, se convirtió en sede de las nuevas escuelas 22 (figura 1). La organización definitiva de Vilajoana modificó, parcialmente, la estructura propuesta en el año 17: el laboratorio general dejaba de estar divido en secciones para pasar a coordinar 6 laboratorios “menores”, a los que se vinculaban las escuelas. La designación de los laboratorios especiales, anexos a las mismas, varió y, en el caso concreto de la Escuela de Deficientes, éste pasó a denominarse Laboratorio de Psiquiatría (figura 2). Su director, y por extensión el de la escuela, era otro de los artífices de la Memoria del año 16, el psiquiatra Joan Alzina i Melis.
21 En enero del año 1919 se hacían gestiones para alquilar una finca en Sarriá, conocida como “Casa Ribas”, pero no prosperaron, cfr. Expediente d’adquisició d’un edifici per a les Escoles de Cecs, Sordomuts i Deficients (enero, 1919), AMAB, Ensenyament, 1/87/6015. Por ello, el Ayuntamiento, en febrero de ese mismo año, y tras un dictamen conjunto de sus Comisiones de Fomento y Cultura, convocaba un concurso público para la adquisición de un inmueble con destino a las Escuelas y Laboratorios anexos. Éste debía estar situado en la ciudad o en términos municipales colindantes, pero siempre muy próximo a una línea de tranvías o ferrocarril. Debía estar compuesto de una finca urbana con habitaciones de amplias dimensiones y disponer, además, de terrenos rústicos con arbolado y jardines. La superficie total a ocupar no debía ser inferior a los 16.000 m 2. Cfr. Pliego de condiciones para la adquisición por concurso público de un inmueble con destino a las Escuelas municipales de ciegos, sordo-mudos y deficientes (febrero, 1919), AMAB. Ensenyament, 1/87/6015. La convocatoria fue aprobada en segunda convocatoria (30 de abril de 1919) y publicada en la Gaceta de Madrid y en el Boletín Oficial de la Provincia. 22 Sin embargo, la inauguración oficial no se produciría hasta marzo del año siguiente. Cfr. AJUNTAMENT DE BARCELONA (1921), Inaugural de les Escoles Vilajoana, Vallvidriera 12 de Març de 1921. Guiatge de la visita, Barcelona, Imp. de las Escuelas Vilajoana.
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Figura 1. Plano de Vilajoana (Vallvidrera). La Escuela, rodeada de bosques, contaba con zonas dedicadas a las labores agrícolas y con clases al aire libre 23.
Bajo su dirección, la Escuela de Deficientes perfeccionó los métodos clínicos utilizados para establecer el diagnóstico y apuntar el pronóstico de “educabilidad” positiva, indispensable para el ingreso de los niños en la escuela. Las historias médico-pedagógicas de los alumnos se fueron haciendo más completas: la anamnesis y el estudio de las funciones psíquicas y nerviosas se enriquecieron; el apartado dedicado a estudiar las condiciones sociales (materiales y morales) en las que vivían los alumnos se hizo más complejo; y, en el laboratorio, se trabajó en el diseño de un interrogatorio destinado a valorar aspectos que permitiesen profundizar, algo más, en la evaluación psíquica del sujeto. También se intentó, aunque sin mucho éxito, ya que su publicación duró sólo dos años, la creación de un Boletín (figura 3), en el que dar cabida a sus trabajos científicos. 23 AYUNTAMIENTO DE BARCELONA (1922), Rapports de l’Institut d’anormaux de Vilajoana présenté au Congrès d’Hygiène mentale de Paris, Barcelona.
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Figura 2. Organigrama elaborado a partir de la descripción hecha por el propio Ayuntamiento de Barcelona en un folleto publicado en el año 21 y titulado Inaugural de les Escoles Vilajoana.
Las reformas de la Dictadura Sin embargo, y a pesar de estos avances, el funcionamiento de la Institución fue puesto de nuevo en duda coincidiendo con la instauración de la dictadura del General Primo de Rivera. Es de sobra conocido, cómo la dictadura frenó o incluso acabó con parte de la obra cultural que habían desarrollado la Mancomunitat y el Ayuntamiento de Barcelona y, aunque no sabemos hasta qué punto el cambio de gobierno pudo influir en la trayectoria de las Escuelas, lo cierto es que, coincidiendo con él, el Ayuntamiento encargaba dos informes (1924 y 1925) sobre el funcionamiento de las mismas, alegando denuncias por mala gestión 24.
24 Informe Navarro (1924), AMAB, Ensenyament, 1/87/6022. Informe Garriga (1925), AMAB, Ensenyament, 1/ 87/ 6023.
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Figura 3. Portada del primer número del Butlletí de la Escuela Municipal de Deficientes. La publicación, que tuvo una vida muy breve (dejo de publicarse a finales de 1920), contaba con tres números anuales.
Ambos textos recomendaron el cierre de Vilajona basándose en la existencia de irregularidades en la gestión económica, de programas imposibles, de conflictos laborales, de exceso de personal y, lo que era aún más relevante, de una organización anacrónica. Hacía años —señalaba uno de los informes— que en países como Francia o Alemania habían desaparecido las instituciones con un régimen común para los tres grupos de “defectivos”. El mismo Kraepelin, que había visitado Vilajoana, se había manifestado contra el sistema unitario de las escuelas y había recomendado el régimen de internado para la de Deficientes 25. No hemos podido constatar
Kraepelin viajó a Barcelona a finales del año 1924. Durante su viaje visitó la Escuela, y otras instituciones, acompañado por los doctores Xercavins, Peyri y Rodríguez Arias. Su visita coincidió, además, con la Reunión Nacional de Neuropsiquiatras, celebrada en Barcelona los días 25
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que la situación reflejada en los informes respondiera a la verdad, pero lo cierto es que provocaron la separación física definitiva de las Escuelas y el cierre del Laboratorio general. Las instalaciones de Vilajoana fueron asignadas a la Escuela de Deficientes, y se comenzó a construir un internado con capacidad para 60 niños 26. No tenemos noticias de que dicho internado fuese finalmente inaugurado, ni de que hubiese ninguna otra reforma hasta el estallido de la Guerra Civil. Si sabemos, sin embargo, que la Generalitat fue consciente de las limitaciones que tenían Vilajoana y los escasos centros privados catalanes para atender al problema de la anormalidad, ya que, precisamente, en el año 1936, nombraba una Comisión de técnicos encargada de evaluar la posibilidad de crear un centro especializado que reforzase la asistencia a los niños anormales 27. Epílogo Este breve recorrido por la historia de Vilajoana nos permite ver algunos aspectos relevantes del discurso teórico sobre la anormalidad, como la dificultad para establecer sus límites, la indefinición terminológica, o la tendencia a separar las deficiencias físicas de las psíquicas. La evolución de la escuela es, además, un fiel reflejo del esfuerzo desarrollado por la medicina para crear mecanismos de diagnóstico y clasificaciones que facilitasen el proceso de selección, recuperación y posterior integración de estos niños en el engranaje social. Vilajoana pone, también, en evidencia la gran confianza depositada en la Ciencia (no sólo médica, sino también pedagógica) para solucionar la cuestión de la anormalidad y, sobre todo, el preeminente papel que, en los 29 y 30 de diciembre, en la que se aprobó la creación de la Asociación Española de Neuropsiquiatras. Según se recoge en la revista Archivos de Neurobiología, Kraepelin fue invitado a la segunda sesión de esta reunión. Cfr. ANÓNIMO (1925), “Sección Reuniones y Sociedades: Reunión Nacional de Neuropsiquiatras”, Archivos de Neurobiología, 5 (1-2), 79-84. Sobre la reunión fundacional de la Asociación y la intervención de Kraepelin puede verse LÁZARO, J. (2000), “Historia de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (1924-1999)”, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, XX, (75), 397-515, pp. 407-415. 26 Institut de Vilajoana. Acord relatiu a l’organització de l’internat al Pavelló que fou construït expressament per aquest objecto (16 de diciembre de 1932), AMAB, Ensenyament, 1/87/6017. 27 Infants anormals. Es nomenada una ponencia perqué formuli una proposta de solució a Catalunya del problema dels esmentats infants (1936), Arxiu General de la Diputació de Barcelona, Dep. de Cultura, Lligal núm. Q.21, Exp. 180.
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inicios de la institucionalización de la asistencia a los anormales, fue asignado por los poderes públicos a los profesionales de la medicina. Una primacía que, al menos en el terreno del discurso, fue contestada y cuestionada por el otro colectivo implicado en la asistencia a los anormales: el de los pedagogos. AGRADECIMIENTOS: A los miembros del Departamento de Historia de la Ciencia del Instituto Milà i Fontanals (CSIC), y especialmente a Jon Arrizabalaga por su acogida y apoyo durante mi estancia en Barcelona.
EL MANICOMIO NACIONAL DE LEGANÉS EN LA POSGUERRA. ASPECTOS ORGANIZATIVOS Y CLÍNICO-ASISTENCIALES 1 Ana Conseglieri Instituto Psiquiátrico José Germain SSM Leganés, Madrid
Olga Villasante Instituto Psiquiátrico José Germain SSM Leganés, Madrid
Isabel del Cura C. S. Mendiguchia Carriche, Leganés, Madrid
Introducción La historiografía en torno a la psiquiatría española de la posguerra se ha enriquecido en los últimos años con un número importante de publicaciones 2. La mayoría de estos trabajos han abordado aspectos diversos del
1 Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia HUM2005-04961-C03-02/HIST. 2 GONZÁLEZ DURO, E. (1996), Historia de la locura en España, III, Del reformismo del siglo XIX al franquismo, Madrid, Temas de hoy. GONZÁLEZ DURO, E. (1997), “Psiquiatría «nacional»”, en APARICIO BASAURI, V. (comp.), Orígenes y Fundamentos de la Psiquiatría en España, Madrid, ELA, pp. 245-264. CASCO SOLÍS, J. (1999), “Psiquiatría y franquismo. Período de institucionalización (1946-1960)”, en FUENTENEBRO, F.; BERRIOS, G. E.; ROMERO, I., y HUERTAS GARCÍA-ALEJO, R. (eds.), Psiquiatría y Cultura en España en un Tiempo de Silencio. Luis Martín Santos, Madrid, Necodisne. G RACIA G UILLÉN , D. (1990), “El enfermo mental y la psiquiatría española de la posguerra”, Informaciones Psiquiátricas, 120, 161-171. CASCO SOLÍS, J. (1995), “Autarquía y nacional-catolicismo”, en VVAA, Un siglo de psiquiatría en España, Madrid, Extra editorial, pp. 197-226. GONZÁLEZ DE PABLO, A. (1995), “La escuela de Heidelberg y el proceso de institucionalización de la psiquiatría española”, en VVAA, Un siglo de psiquiatría en España, Madrid, Extra editorial, pp. 229-249. JORDÁ MOSCARDO, E. (1997), “Las instituciones productoras del saber psiquiátrico durante el período franquista”, en APARICIO BASAURI, V. (comp.), Orígenes y fundamentos de la psiquiatría en España, Madrid, ELA, pp. 265-284. DUALDE BELTRÁN, F. (2004), La profilaxis de la enfermedad mental en la psiquiatría franquista: esquizofrenia, eugenesia y consejo matrimonial, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 92, 131-161.
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proceso de institucionalización, el análisis de la literatura psiquiátrica de la época o el estudio de determinadas figuras representativas de este período; sin embargo, aún son escasos los trabajos que abordan la vida institucional de los diferentes establecimientos psiquiátricos distribuidos por la geografía española durante el franquismo 3. El Hospital Psiquiátrico de Leganés ha sido objeto de estudios diversos a lo largo de las últimas décadas 4. A los trabajos de historia institucional, se han añadido recientemente otros que pretenden analizar la actividad clínica desarrollada en dicho establecimiento y que han incorporado el estudio de las historias clínicas conservadas en el archivo histórico de la institución 5. El objetivo de este trabajo es describir las características
3 Algunos ejemplos sobre el abordaje de las instituciones en esta época se pueden ver en JORDÁ MOSCARDO, E. (1997), “Instituciones psiquiátricas catalanas durante el franquismo a través de la Revista de Psiquiatría y Psicología Médica de Europa y América Latina (1953-1975)”, en REY GONZÁLEZ, A. (ed.), La locura y sus instituciones, Valencia, Diputación de Valencia, pp. 357-424. SIMÓN LORDA, D., y FERRER I BALSEBRE, L. (1999), “Asistencia psiquiátrica en el primer franquismo: Ourense (1939-1959)”, Anales de Psiquiatría, 15 (5), 202-222. SIMÓN LORDA, D.; GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, E., y RODRÍGUEZ LÓPEZ, A. (2003), “Un siglo de asistencia psiquiátrica en la periferia del Estado: Orense-Galicia-España (1875-1975)”, en FUENTENEBRO, F.; HUERTAS, R., y VALIENTE, C., Historia de la psiquiatría en Europa. Temas y tendencias, Madrid, Frenia, pp. 661-694. 4 PESET, J. L. (1995), “El manicomio modelo en España”, en VVAA, Un siglo de psiquiatría en España, Madrid, Extra editorial. VILLASANTE, O. (1999), “El manicomio de Leganés. Debates científicos y administrativos en torno a un proyecto frustrado”, Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 19 (71), 469-479. VILLASANTE, O. (2003), “The unfulfilled project of the model mental hospital in Spain: fifty years of the Santa Isabel Madhouse, Leganés (1851-1900)”, History of psychiatry, 14 (1), 3-23. 5 En los últimos años, diversos investigadores han utilizado la historia clínica como fuente de archivo, tal como se señala en HUERTAS, R. (2001), “Las historias clínicas como fuente para la historia de la psiquiatría: posibles acercamientos metodológicos”, Frenia, 1 (2), 7-37. En el estudio de las historias clínicas del manicomio de Leganés resulta pionero el trabajo de DELGADO, M. (1986), “Los veinte primeros años del Manicomio de Leganés (1852-1871)”, Asclepio, 38, 273-297. Posteriormente, desarrollan trabajos sobre dicha institución MORO, A., y VILLASANTE, O. (2001), “La etapa de Luis Simarro en el Manicomio de Leganés”, Frenia, 1 (1), 97-119; MOLLEJO APARICIO, E. (2001), Evolución de los criterios diagnósticos y terapéuticos en el Hospital Psiquiátrico de Leganés (1852-1936), Tesis doctoral, Universidad de Salamanca; DEL CURA, M. (2003), “Niños en el manicomio: la locura infantil en la casa de Santa Isabel de Leganés (1852-1936)”, en FUENTENEBRO, F.; HUERTAS, R., y VALIENTE, C., Historia de la psiquiatría en Europa. Temas y tendencias, Madrid, Frenia, pp. 611-634; VILLASANTE, O.; VÁZQUEZ DE LA TORRE, P., y TIERNO, R., “La Guerra Civil en el hospital psiquiátrico de Leganés: aproximación a la población manicomial”, en MARTÍNEZ-PÉREZ, J. et al. (eds.), La locura y su gestión: conocimiento, prácticas y escenarios, Universidad de Castilla-La Mancha (en prensa).
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sociodemográficas y el abordaje clínico-terapéutico de los pacientes ingresados en el Manicomio Nacional de Leganés durante los años cuarenta 6, momento que aún no ha sido contemplado por la historiografía dedicada a la institución. Para ello, se ha analizado el material encontrado en las historias clínicas abiertas durante ese período, así como otros documentos sobre el funcionamiento interno del manicomio.
El nuevo régimen interno del hospital psiquiátrico en la posguerra: reglamento orgánico de 1941 para el régimen y Gobierno Interior del manicomio de Santa Isabel de Leganés Desde la apertura del manicomio de Leganés, en 1852, sus responsables habían tratado de organizar la vida y el funcionamiento de la institución a través de diversos reglamentos internos 7. En el año 1941 entró en vigor un nuevo Reglamento Orgánico 8, que derogaba el anterior de 1885 elaborado por Romero Robledo 9. Dos son los aspectos más sobresalientes de este nuevo reglamento: el incremento del número de plazas y el del personal asignado a la institución. El incremento en el número de admitidos se duplica de 200 internos (distribuidos en 130 pobres, 30 pensionistas de primera y 40 medio pensionistas o de segunda) a 400 (hasta un máximo de 200 pobres, 75 pensionistas de primera y 125 pensionistas de segunda) 10.
6 Una visión general de los primeros años de la posguerra española puede encontrarse en obras como las de PAYNE, S. (1987), El régimen de Franco, Madrid, Alianza; TUSELL, J. (1996), La dictadura de Franco, Barcelona, Altaya; TUSELL, J. (2005), Dictadura franquista y democracia, Barcelona, Crítica. 7 La primera orden orgánica fue la redactada por el Gobernador de Madrid D. Melchor Ordóñez en Mayo de 1852. Pocos años después, en 1858, el Dr. Miranda de la Paz (médico del hospital), preparó un proyecto de reglamento, en el que se basó el Reglamento Orgánico de 1873. Véase MOLLEJO APARICIO, E. (2003), “Funcionamiento y régimen interno del Manicomio de Santa Isabel de Leganés (1852-1936)”, en FUENTENEBRO, F.; HUERTAS, R., y VALIENTE, C. Historia de la psiquiatría en Europa, Temas y tendencias, Madrid, Frenia, pp. 635-646. 8 Boletín Oficial del Estado, Orden 3 de noviembre de 1941, núm. 311, pp. 8697-8701. 9 Gaceta de Madrid, año CCXXIV, núm. 135, tomo II, pp. 447-450, 15 de mayo de 1885. 10 El manicomio de Leganés fue declarado de Beneficencia desde su apertura en 1852; sin embargo, si realizamos una revisión de los diferentes trabajos sobre el manicomio de Leganés vemos que, sistemáticamente, el número de pensionistas ingresados siempre es mayor que el de pobres, incumpliendo el Reglamento de 1941. Articulo 3.o: La población acogida será de pobres pero habrá también pensionistas. Articulo 4.o Los pensionistas de ambos sexos serán de dos clases;
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No obstante, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, el número de pacientes no se ajustaba al reglamento vigente, ya que en los años treinta sobrepasaba los 250 11. Paralelamente, también se establecía un incremento del personal de la institución, que pasaba de un médico-jefe facultativo, un médico agregado y un practicante —en el Reglamento de 1885—, a una plantilla formada por un médico-jefe facultativo, dos médicos supernumerarios residentes, un médico auxiliar, un médico del laboratorio de análisis y cuatro practicantes —en el Reglamento de 1941—. Sin embargo, al igual que el número de pacientes, el número de facultativos se había incrementado, durante los años treinta, muy por encima de lo estimado en el viejo reglamento 12. Merece la pena destacar que en 1944 fue nombrado director del establecimiento, con el cargo de jefe-facultativo, Manuel Peraita (1908-1950), neurólogo de formación germánica, que había escrito sus primeros trabajos junto a Severo Ochoa (1905-1933) y Francisco Grande Covián (19081995), continuando sus estudios en neurología gracias a una beca de la Junta de Ampliación de Estudios, con el profesor Ottfrid Foerster en Breslau (Alemania). Durante la Guerra Civil, Peraita desarrolló una labor clínica y asistencial en Madrid, que dio lugar a una serie de aportaciones de gran interés en el ámbito de las neuropatías carenciales, entre las que destaca la descripción del síndrome parestésico-causálgico o “complejo sintomático de Madrid” 13.
de primera y de segunda, pudiendo admitirse como máximo setenta y cinco en primera clase y ciento veinticinco en segunda. El número de pobres en uno y otro sexo no podrá exceder de doscientos. 11 En VILLASANTE; VÁZQUEZ DE LA TORRE, y TIERNO (2005), pp. 191-227, se estima que había 260 pacientes antes de estallar la guerra y, durante los tres años siguientes, ingresaron a 64 pacientes. 12 El equipo facultativo que se encontraba al servicio del manicomio en el momento de la contienda civil se componía de un médico residente, Aurelio Mendiguchía Carriche, que pocos días después de comenzar la guerra se ocupó de la dirección, ya que Enrique Fernández Sanz (director facultativo del establecimiento desde el año 1928) abandonó la institución. Además, trabajaban dos médicos auxiliares residentes (Martín Vegué y Moreno Rubio), un médico agregado y un médico de laboratorio. 13 GRANDE, F., y PERAITA, M. (1941), Vitaminas y sistema nervioso, Revista clínica española, II, 3, 210-232. PERAITA, M. (1946), “Deficiency neurophaties observed in Madrid during the civil war (1936-1939)”, The British Medical Journal, 23, 784. PERAITA, M. (1947), “El complejo sintomático de Madrid: síndrome parestésico-causálgico”, Revista clínica española, XXVI, 4, 225-234. Para más detalles sobre esta aportación se podrá consultar DEL CURA, I. y HUERTAS (2007), Alimentación y enfermedad en tiempos de hambre. España, 1937-1947, Madrid, CSIC.
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A mediados de la década de los cuarenta, como acabamos de indicar, Peraita se hizo cargo de la dirección del establecimiento psiquiátrico de Leganés hasta poco antes de su fallecimiento en 1949, actividad que simultaneó con su puesto de neurólogo en el Hospital de la Princesa. Peraita destacó fundamentalmente como neurólogo, aunque también realizó aportaciones estrictamente psiquiátricas que son menos conocidas 14. Sin embargo, lo que en este momento nos interesa destacar es su labor asistencial en el manicomio, en el que según apunta Gimeno 15, proyectó unos talleres de terapia ocupacional que contaban con las secciones de carpintería, sastrería, salas de tratamientos y ficheros para todos los pacientes; sin embargo, no hemos podido constatar si finalmente este plan fue puesto en práctica, puesto que solamente hemos encontrado los planos de dichas instalaciones, sin que quede constancia administrativa de su funcionamiento 16. Su interés en mejorar la institución se plasmó en la solicitud, en febrero de 1945 enviada a la Dirección General de Beneficencia, para instalar unos servicios de rayos X, laboratorios y quirófanos en las habitaciones destinadas al capellán del establecimiento 17.
Los enfermos mentales del manicomio de Leganés en la posguerra El estudio de los enfermos que ingresaron en el manicomio de Leganés ayuda a conocer la historia de una institución que, de algún modo, se va dibujando a medida que trazamos los retratos de aquellos que la poblaron durante décadas. Desde junio de 1939 a diciembre de 1952, ingresaron en Leganés 615 pacientes. Por primera vez en la historia de la institución, el
Como publicaciones de contenidos psiquiátricos, podemos citar: PERAITA, M. (1941), El tratamiento de la esquizofrenia por el coma insulínico, Acta Médica, I, 4. PERAITA, M., FERNÁNDEZ SANZ, A. (1946), “Sobre el tratamiento de la parálisis general progresiva mediante la administración intrarraquídea de penicilina”, Revista clínica española, II, XX, 2, 144-145. 15 Sobre los datos biográficos de Peraita: GIMENO ÁLAVA, A. (1986), “Neurología de ayer, Manuel Peraita Peraita (1908-1950)”, Revista Española de Neurología, I, 41-48. 16 Hemos revisado en el AGA los planos sobre papel que el arquitecto encargado de las obras de dicho Establecimiento realizó. En Archivo General de la Administración (AGA), Fondo del Ministerio del Interior (antes Ministerio de Gobernación): (08) 25.02 44 / 2848-2. 17 Documento fechado en 22 de febrero de 1945 y firmado por el Director General de Beneficencia y Obras Sociales del Ministerio de Gobernación, hallado en el Archivo histórico de Leganés. 14
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número de ingresos de mujeres fue mayor que el de hombres (un total de 317, lo que supone el 52 % de la población manicomial) 18. El 60 % de los ingresados estaban solteros. La distribución del estado civil por género es homogénea salvo en el caso de los viudos, donde son mayoría las mujeres, con un 19 %, frente al 4 % de varones 19. La edad media de los pacientes ingresados en la década de los cuarenta es de 42 años, con un rango entre 14 y 93 años. La edad más frecuente de ingreso en mujeres coincide con la media de edad de la población ingresada, mientras que en los varones la media de edad, a la que ingresan en la institución es notablemente inferior (26 años). El 38 % de las mujeres tienen recogida como profesión en su historia clínica “sus labores”. En el caso de los hombres no existe una profesión predominante, encontrándose un amplio espectro que va de profesiones (médico, farmacéutico, abogado) y oficios (carbonero, tranviero, calderero) tradicionales, a otras ligadas al mundo del espectáculo (representante de teatro, artista de circo). En los registros se incluía también como profesión la de “mutilado de guerra” en un total de tres internos. Aunque no hay que olvidar que la Casa de Dementes de Santa Isabel fue concebida como un Hospital Psiquiátrico Nacional, al describir la procedencia de los pacientes ingresados vemos cómo la mayoría de ellos procedían de Madrid 20. Los ingresos se realizaban mayoritariamente por indicación médica (95 %), y su procedencia era predominantemente del domicilio particular. Entre las instituciones que derivaron pacientes, desta-
18 El porcentaje de varones ingresados desde 1852, año de fundación del manicomio, hasta 1936 es de 61.6 %. En MOLLEJO APARICIO (1991). Durante los años de la Guerra Civil, el porcentaje en varones fue de 54.7%; puede consultarse en VILLASANTE, VÁZQUEZ DE LA TORRE y TIERNO (2005). 19 Para describir la población manicomial en el período estudiado se ha realizado un estudio descriptivo retrospectivo de serie de casos. Se han recogido variables sociodemográficas y clínico-terapéuticas. En los casos de pacientes reingresados el criterio seguido ha sido considerarlos como otro registro diferente aquellos en los que dicho reingreso tras un año del alta del anterior ingreso. En aquellos en los que el tiempo entre ingresos no sobrepasa los 12 meses, las variables que hemos recogido son la fecha del primer ingreso y el alta del segundo. En la mayor parte de las historias analizadas se han recogido los datos desde el momento del ingreso hasta el alta del paciente (en muchos de los pacientes posterior a la década estudiada), aunque para el análisis sólo se ha tenido en cuenta es período delimitado en nuestros objetivos). En el análisis estadístico, se ha realizado con el paquete estadístico SPSS 12.0. 20 DELGADO (1986), VILLASANTE (2002).
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can por el número de derivaciones el Hospital Provincial, el Manicomio de Ciempozuelos y el Sanatorio Esquerdo 21. En el período estudiado, 365 pacientes (60,5 %) fueron dados de alta: el 46 % fueron altas por defunción, el 26 % por no regresar de una salida temporal (llamada “licencia”, cuya duración máxima era de tres meses), y el 7 % a petición familiar. La causa principal de defunción agrupada por sistemas fueron la cardiológica, con un 25 % de los casos (sin diferencias significativas entre sexos) y, en segundo lugar, la neurológica, con un 19,4 % (73 % mujeres y 27 % varones). Las historias clínicas cuentan con varios tipos de documentos: la hoja de entrada y vicisitudes, un cuestionario, los partes de evolución semestral enviados al juez, el certificado médico previo al ingreso (encontrado en casi todas las historias), informes del laboratorio de análisis clínicos, y otros documentos como informes entre médicos, cartas de familiares y hasta dibujos o escritos de los pacientes a modo de diario. Destacamos tan sólo la “hoja de entrada y vicisitudes” 22, que es el documento que recoge los datos personales, el diagnóstico, la descripción clínica al ingreso y los registros evolutivos del paciente; se ha localizado en la mayoría de las historias con la excepción de cuatro pacientes. El cuestionario es un documento que recoge características generales del paciente y de la familia 23; a diferencia de los años anteriores a la guerra, donde aparecía con mayor frecuencia, en estos años tan sólo está en el 8 % de las historias. En un 81 % de los casos también se hallan recogidos los partes de evolución semestral que se debían enviar al juzgado de referencia cada seis meses. En la primea hoja de la historia clínica, junto a los datos de filiación, el paciente aparecía asignado a una de las tres categorías en las que era posible el ingreso: beneficencia, pensionistas de primera o pensionistas de segunda 24. En el período estudiado, el 43 % de los enfermos fueron pensio-
Sobre el papel que jugaron estas instituciones en el siglo XIX se puede consultar VILLAO. (2005), “Las instituciones psiquiátricas madrileñas en el período de entresiglos: asistencia pública frente a sanatorios privados”, Frenia, 5, pp. 66-99. 22 Este documento, que aparece en las historias clínicas desde el principio de la institución, ya ha sido mostrado en trabajos anteriores: DEL CURA (2003). 23 Este documento se halla reproducido en VILLASANTE, VÁZQUEZ DE LA TORRE y TIERNO (2005). 24 Esta institución fue concebida como Establecimiento General de Beneficencia, por Orden del 1 de noviembre de 1852, dependiendo desde ese momento del Ministerio de la Gobernación 21
SANTE,
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nistas de segunda categoría, mientras que el porcentaje de pensionistas de primera y pobres es muy similar (24,5 % y 22,5 % respectivamente) 25. Estas tres categorías estaban establecidas desde la apertura del manicomio, siendo la familia la que solicitaba su inclusión en alguna de las categorías de pensionista si estaban dispuestos a pagar los honorarios correspondientes 26. No obstante, es preciso destacar que no se respetaban las ratios asignados a cada categoría, tal como se hallaba contemplado en el artículo 4.o del Reglamento Orgánico para el Régimen y Gobierno Interior de 1941, que regulaba que la mitad de los pacientes debían ser “pobres”. Esta situación en la que los porcentajes se hallaban invertidos es común, en cualquier caso, desde la inauguración de la institución, siendo la Guerra Civil la única excepción 27.
La consolidación de los diagnósticos kraepelinianos La Asociación Española de Neuropsiquiatría, constituida en 1924, había impulsado, entre otras cuestiones, la implantación por parte del Instituto Geográfico y Estadístico de una clasificación moderna de enfermedades psiquiátricas, sugiriendo la clasificación diagnóstica de Kraepelin que, a partir de 1932, se estableció por decreto, ya que hasta entonces no existía uniformidad 28. Durante todo el período de estudio se enviaban par-
y de la Dirección General de Beneficencia y Sanidad. Sin embargo, resulta interesante comprobar cómo en los sucesivos reglamentos internos para el funcionamiento del manicomio se reservan cierto número de plazas para pensionistas. Véase PESET (1999) o VILLASANTE (2003). 25 En la distribución entre las mujeres el 44.9% son pensionistas de segunda, el 29.1% son pensionistas de primera, el 16.8% de beneficencia y en un 9,2% no constan. Respecto a los hombres, el 41% son pensionistas de segunda, el 19.7% de primera, el 28.1% pobres y en el 11,2% no consta. 26 Respecto a las cantidades a pagar por los pensionistas estaban reflejadas en el artículo 61.o de dicho reglamento: “(...) los enfermos pensionistas de ambos sexos pagarán: los de primera clase, diez pesetas diarias por estancia completa, los de segunda clase, pagarán por el mismo concepto de estancia completa, siete pesetas cincuenta céntimos diarios”. 27 Véase VILLASANTE, VÁZQUEZ DE LA TORRE y TIERNO (2005). 28 EDITORIAL (1925), Editorial, Archivos de Neurobiología, 5 (2), pp. 83-84. El 2 de diciembre de 1931 aparecía una Orden en la Gaceta donde en su apartado quinto acuerda que anualmente se hará la estadística especial de enfermedades mentales, con arreglo a la nomenclatura de Kraepelin (Dirección General de Sanidad, Sección de Psiquiatría e Higiene Mental). NAVARRO PÉREZ, J. (2001), “Las clasificaciones en psiquiatría. La aportación española” en ANGOSTO SAURA, T.;
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tes estadísticos mensuales y anuales de pacientes que ingresaban o eran dados de alta en el manicomio, distribuidos según categoría de ingreso, diagnóstico, o bien por el departamento al que pertenecían (agitados, sucios y tranquilos) 29. Las categorías diagnósticas se organizaban en una decena de grupos: Oligofrenia, psicosis maníaco-depresiva, esquizofrenia, parálisis general progresiva, psicopatía constitucional, demencia senil, paranoia, psicosis epiléptica, psicosis alcohólica y otras psicosis. Únicamente en los años 1942 y 1943 encontramos un documento oficial adicional sobre la estadística de enfermos existentes en el manicomio de Leganés, con una clasificación similar a la kraepeliniana 30, a la que se añaden tres nuevas categorías: Niños y jóvenes psicopáticos; Enfermedades nerviosas sin alteración psíquica; y No enfermos nerviosos ni psíquicos (casos para peritar) errores de ingreso. Sin embargo, en estos dos años consecutivos en los que es utilizado este documento, no aparece ningún caso registrado en estos nuevos apartados. La variedad de diagnósticos —aparecen un total de 146 diagnósticos diferentes para el total de pacientes ingresados—, nos ha obligado a elaborar un Thesaurus que agrupara los mismos bajo los epígrafes de la clasificación kraepeliniana. A pesar de que estas categorías eran aceptadas oficialmente, tal como se observa en los partes anuales enviados a los Servicios de Higiene Mental de la Dirección General de Sanidad del Ministerio de Gobernación, algunos diagnósticos recuerdan aún a la nosografía procedente de la clínica psiquiátrica francesa 31. Una vez agrupados, el diagnóstico que aparece con más frecuencia es el grupo de esquizofrenias, con un 43 % (esto es, 262 pacientes) sobre el total, siguiéndole el grupo de oligofrenias, con el 10,8 % (66 pacientes) y la psicosis maníaco-depresiva, con un 10,2 %. Las psicopatías, una categoría con poca frecuencia hasta entonces, llegan a un 7,6 %. Del total de ingresos, 83 pacientes poseen un
RODRÍGUEZ LÓPEZ, A., y SIMÓN LORDA, D. (eds.), Setenta y cinco años de historia de la psiquiatría (1924-1999), Orense, AEN-Asociación Galega de Saúde Mental. 29 Así se recoge en el artículo 67 del Reglamento interno de 1941: El asilo será dividido en cuarteles diferentes para los dos sexos: cada uno de aquellos cuarteles se subdividirá en departamentos independientes dedicados a observación, a pobres, a pensionistas, a alienados pacíficos, a turbulentos, a furiosos o sucios, a epilépticos y a convalecientes. 30 Estadística de enfermos existentes en el Establecimiento por orden ministerial de 24 de abril de 1942 de la Dirección General de Sanidad y Servicios de Higiene Mental del Ministerio de Gobernación. 31 Como es el caso de la locura circular de Falrret.
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FIGURA 1.
Diagnósticos según la clasificación kraepeliniana distribuidos por género
Mujeres Hombres
0
50
Esquizofrenia Arteriosclerosis Sífilis Encefalopatías
100
150
200
250
Oligofrenias Epilepsia Intoxicaciones Reacciones psicógenas
300
350 N609
PMD Psicopatías Paranoia No consta
segundo diagnóstico, y en 67 pacientes se realiza un cambio de diagnóstico durante su ingreso en el período abordado. Se han estudiado estas categorías diagnósticas distribuidas por género, no apreciándose diferencias significativas para la esquizofrenia, que se mantiene en un porcentaje similar para ambos sexos (51 % mujeres); sin embargo, en los casos de psicosis maníaco-depresivas, prevalece ampliamente el sexo femenino con un 83 %. Al analizar los pacientes que ingresaron en el período, en el que Manuel Peraita fue director de la institución, no se observan diferencias significativas en el primer diagnóstico, manteniéndose la esquizofrenia con un 40 %. En cambio, el segundo en frecuencia son las psicopatías, con un 14 % del total.
La introducción de nuevas medidas terapeúticas En los tratamientos administrados a los pacientes ingresados en el manicomio de Leganés durante la posguerra, se produce un salto tanto cuantitativo como cualitativo al compararlo con épocas previas. Hasta los años cuarenta, las descripciones en las historias clínicas de las cuestiones terapéuticas eran realmente pobres y escasas; así, en la investigación realizada por Mollejo Aparicio, sólo en el 15 % de los pacientes se recogía algún
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tipo de tratamiento. La escasez de publicaciones sobre terapéutica psiquiátrica durante esta década 32, unida a la dificultad de trabajar con historias clínicas, hacen que hasta el momento no existan muchos trabajos que hayan valorado, desde el punto de vista histórico, la introducción real de estos tratamientos en la práctica asistencial española. Sin embargo, el surgimiento de todo el arsenal terapéutico, que ya había comenzado en los años treinta con la malarioterapia, las terapias de sueño prolongado inducidas por barbitúricos, el choque insulínico, el choque de Cardiazol o el electroshock, nos hace pensar que esto podía también reflejarse en los hospitales psiquiátricos españoles 33. En Leganés, durante la época estudiada, el 28 % de los pacientes recibieron algún tipo de tratamiento, cifra significativamente más alta que la hallada en las muestras previas a la guerra 34. El tratamiento encontrado con mayor frecuencia es el electroshock, que, en 1938, Ugo Cerletti (18771963) había utilizado en Roma por primera vez, influido por las ideas de Von Meduna que sostenían la hipótesis del antagonismo entre la esquizofrenia y la epilepsia. En nuestra muestra es utilizado de forma aislada (41 %), conjuntamente con la cura de Sakel (9 %), con fármacos, o bien en otro tipo de asociaciones (tabla 1). Aunque desconocemos las razones, consideramos destacable la diferencia de aplicación de esta técnica según el sexo del paciente (26 % en hombres frente al 55 % en mujeres), siendo esquizofrénicos la mayoría (50 pacientes esquizofrénicos y 11 diagnosticados de psicosis maníaco-depresiva). En segundo lugar, con un porcentaje del 36,6 %, se pautaron tratamientos farmacológicos (el 27 % sin otra medida adicional), cuyo fin principal era la sedación de los pacientes. Los fármacos más utilizados fueron el Bromuro potásico y el Luminal, administrados conjuntamente, en un 17,2 % de los casos, o por separado. Los Bromuros habían sido fármacos indicados como tratamiento sedante de la epilepsia histérica y de pacientes adictos a morfina y cocaína; su rápida introducción se debió a motivos eco-
32 PLUMED DOMINGO, J., y DUALDE BELTRÁN, F. (2001), “El concepto de esquizofrenia en las publicaciones psiquiátricas españolas”, en ANGOSTO SAURA, T.; RODRÍGUEZ LÓPEZ, A., y SIMÓN LORDA, D. (eds.), Setenta y cinco años de historia de la psiquiatría (1924-1999), III Jornadas Nacionales de Historia de la Psiquiatría, Orense, AEN-Asociación Galega de Saúde Mental, pp. 141-150. 33 BARONA VILAR, J. L. (1998), “Institutos de investigación utopía científica y reduccionismo epistemológico”, en BARCIA, D. (ed.), Historia de la psicofarmacología, Madrid, pp. 421-448. 34 MOLLEJO APARICIO; DEL CURA, y HUERTAS (2002).
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TABLA 1.
Tipos de tratamientos distribuidos en función del género
Tipo de tratamiento
Varones
Mujeres
%
N
%
N
Aislado
36,4
32
16
15
Hábitos dietéticos
3,4
3
3,2
3
Leucotomía
0,0
0
1,1
1
Electrochoque
4,5
4
3,2
3
0,0
0
1,1
1
Electrochoque Sakel
0,0
0
1,1
1
Electrochoque Leucotomía
1,1
1
0,0
0
Piretoterapia
4,5
4
6,4
6
Electrochoque
25
22
52,1
49
Sakel
9,1
8
0,0
0
Electrochoque Sakel
6,8
6
10,5
10
Leucotomía
3,4
3
5,3
5
Psicoterapeútico
3,4
3
0,0
0
Laborterapia
2,3
2
0,0
0
Total (n 173)
100
88
100
94
Farmacológico Sakel
nómicos (incluso resultaba mucho más barato que otros medicamentos del momento, como el Cloral) 35. No obstante, por su toxicidad, fueron desterrados al entrar los barbitúricos, como el Veronal, en el mercado. La medida farmacológica que sigue en frecuencia es la administración del Cardiazol, introducida por el psiquiatra húngaro Ladislaus Joseph Von Meduna (1896-1964), al observar, en 1934, que los síntomas esquizofrénicos mejoraban después del cuadro convulsivo provocado por dicha medicación (también podía provocarse con Metrazol o alcanfor). Esta terapia fue utilizada en un 23,5 % de los pacientes, siendo tratados en su mayor 35 Se puede consultar SHORTER, E. (1997), A History of Psychiatry. From the era of the Asylum to the age of Prozac, USA, John Wiley & Sons, Inc.
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parte los esquizofrénicos (71,4 %), sin existir diferencias entre sexos, y posteriormente desterrada por la terapia electroconvulsiva 36. La piretoterapia, y más concretamente la malarioterapia, que había sido el tratamiento más novedoso para la parálisis general progresiva en los años treinta, entró en franco declive, ya que el antibiótico se fue instaurando como terapia de elección para la sífilis parenquimatosa cerebral a partir de la segunda mitad de los cuarenta. De hecho, se han registrado diez casos de piretoterapia entre 1940 y 1944, en los que se provocaba fiebre con abscesos de fijación mediante esencia de trementina, morfina, escopolamina, porfirina inyectable o tintura de opio en gotas. De estos diez casos, sólo uno de ellos fue una paludización 37, método que, por otra parte, había sido utilizado escasamente a lo largo de la historia de la institución 38. Paralelamente a la disminución del uso de los métodos piretoterápicos para los sifilíticos, se introdujo la penicilina intrarraquídea, administrada en seis casos (9 %). La malarioterapia, descrita por Wagner Von Jauregg en 1917, prácticamente desapareció como tratamiento psiquiátrico en el año 1951, cuando la American Academy of Dermatology propuso entre 6 y 12 millones de unidades de penicilina para todo tipo de neurosífilis. Es preciso destacar que la inducción de un coma insulínico para el alivio de los síntomas de la esquizofrenia fue otra de las opciones terapeúticas utilizada de forma significativa en el manicomio de Leganés. Esta técnica, empleada a partir de 1934 por el austriaco Manfred Sakel (1900-1957), se convirtió en 1944 en la primera elección para la esquizofrenia 39. En nuestra muestra aparecen un 15 % de pacientes tratados con la técnica de Sakel, realizada en la mayoría de esquizofrénicos junto al electroshock entre los años 1945-1948, y sin una diferencia significativa entre hombres y mujeres. A las variadas terapias somáticas implantadas durante esta década hay que añadir la leucotomía prefrontal 40, descrita en 1936 por Egas Moniz
36 BERRIOS, G. E. (1997), “The scientific origins of electroconvulsive therapy: a conceptual history”, History of psychiatry, 8, 105-119. 37 Paciente diagnosticado de sífilis, ingresado en noviembre de 1945 y dado de alta en marzo de 1947 por defunción, a causa de una hemorragia cerebral aracnoidea. 38 VILLASANTE, O. (2003), “La malarioterapia en el tratamiento de la parálisis general progresiva: primeras experiencias en España”, en FUENTENEBRO, F.; HUERTAS, R., y VALIENTE, C., Historia de la psiquiatría en Europa. Temas y tendencias, Madrid, Frenia, pp. 175-188. 39 JAMES, F. E. (1992), “Insulin treatment in psychiatry”, History of psychiatry, 3, 221-235. 40 BERRIOS, G. E. (1997), “The origins of psychosurgery: Shaw, Burkhardt and Moniz”, History of psychiatry, 8, 61-81.
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(1874-1955) y el neurocirujano Almeia Lima. Esta técnica de resección de los lóbulos frontales, conocida como lobotomía, y que había sido discutida en el Congreso de Nápoles en 1938, fue la técnica más arriesgada de cuantas se realizaron. En el período de estudio se practicaron un total de diez leucotomías, esto es un 5,8 %, siendo realizadas a seis esquizofrénicos, tres epilépticos y un oligofrénico. La laborterapia, utilizada en dos casos de oligofrenia, o las intervenciones psicoterapéuticas, prescritas en tres psicopatías, fueron prescritas únicamente en varones. Sin duda, estas florecientes terapias, no exentas de grandes riesgos, constituyeron la mayoría de los tratamientos administrados en el manicomio, que sólo en algunas ocasiones se combinaron con hábitos de tipo higiénico-dietéticos.
EL LABORATORIO MUNICIPAL DE OURENSE (1910-1930): ANTECEDENTES Y BREVES APUNTES HISTÓRICOS * David Simón Lorda Doctor en Medicina, Facultativo Especialista en Psiquiatría, Ourense
María Luisa Rúa Domínguez Licenciada en químicas, Facultativo Especialista en Bioquímica Clínica, Ourense
Introducción y justificación del trabajo El período de entresiglos (siglos XIX-XX) y primer tercio del siglo XX albergará la apertura en Ourense de una institución que, gracias a la tecnología utilizada en ese momento, supuso un salto cualitativo y cuantitativo en la mejora de la higiene pública y modernización de los Servicios de Beneficencia y Sanidad Municipal. Nos referimos al llamado “Laboratorio Municipal”, que funcionó autónomamente desde 1910 hasta 1930, momento en que se fusiona con el Instituto Provincial de Higiene 1. Además tuvo otra función fundamental: la lucha contra el fraude alimentario y la inspección de los productos y establecimientos fabriles. Analizaremos los antecedentes, y algún atisbo de la “microhistoria” que esta iniciativa tuvo en el municipio de Ourense en este período.
* Trabajo realizado en el marco del Proyecto de Investigación: PGIDIT05SAN03PR, Xunta de Galicia, 2005. 1 Para contextualizarlo y conocer más datos de la evolución de este Instituto, consultar SIMÓN LORDA, D. (2005), Locura, Medicina, Sociedad: Ourense (1875-1975), Ourense, Fundación Cabaleiro Goás/ Xunta de Galicia.
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Este trabajo pretende, por un lado, aportar información sobre aspectos poco conocidos de la historia de la ciudad y provincia, y por otro poner de relieve que el proceso de modernización del sistema sanitario ha estado estrechamente ligado con la capacidad de innovar y de asimilar nuevas tecnologías. Con este trabajo se pretende continuar ampliando y estudiando la Historia de la Medicina en Ourense, integrándolo en un proyecto 2 más amplio titulado “Medicina, Historia, Sociedad en Ourense (siglos XIX y XX)”. La creación de los Laboratorios Químicos Municipales se enmarca en el desarrollo que sufre el concepto y la praxis de la “Higiene pública” a partir de los años centrales del siglo XIX pasando a convertirse en una disciplina experimental, basada en los métodos estadísticos y en el desarrollo de la Bacteriología y de la Bioquímica. La Bioquímica no surgió como disciplina plenamente madura hasta principios del siglo XX como resultado del empleo de las técnicas químicas por biólogos y citólogos. Algunos autores 3 califican la etapa de fines del XIX en España como el Período de Revolución y de Restauración de la Bioquímica. El trabajo y la obra de los químicos españoles de la etapa anterior, fructificó durante este período en lo que se ha calificado como generación de los sabios. Destacar aquí la figura de José Rodríguez Carracido (Santiago de Compostela, 1856-Madrid, 1928) que a partir de 1898 como catedrático de Química Biológica constituye el bioquímico español más relevante siglo XIX y principios del XX. Escribió su “Tratado de Química Biológica” en 1903, que representa la primera obra de un autor español dedicado exclusivamente a la Bioquímica. Las preocupaciones de los estados europeos de la época por atajar las epidemias (cólera, tuberculosis, rabia, tétanos...), así como la internacionalización de los problemas sanitarios van a potenciar el estudio y desarrollo de las vacunas y sueros que se fabricarán en estos Laboratorios, convirtiendo a éstos en la piedra angular de la salud pública 4. La primera referencia legislativa española en la que aparecen los Laboratorios Municipales es en la Real Orden 4/I/1887 en la que se establecía la necesidad de estimular a los Ayuntamientos para que crearan Laboratorios
Una primera aproximación a este proyecto puede consultarse en SIMÓN LORDA, D. (2005). S. A. (2004), “La Bioquímica en España en el siglo XIX”, Boletín Termila, 17, diciembre 2003-enero 2004 (tomado de http://www.termila.com/). 4 E TXANIZ M AKAZAGA , J. M. (1998), “Del Laboratorio Químico Municipal al Instituto Municipal de Higiene”, Boletín de la RSBAP, LIV, 279-290. 2 3
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Municipales donde se analizaran los artículos destinados al consumo. Siguiendo modelos como el Instituto Municipal de Higiene de Munich y los establecidos en los municipios franceses, se fundaron durante el último tercio del siglo XIX, diferentes laboratorios municipales españoles, como el de Madrid (1877), Sevilla (1883), Vitoria (1885) Bilbao (1885), San Sebastián (1886), Barcelona (1887), Zaragoza (1887), Málaga (1887) y Pamplona (1888), entre otros. La génesis de los Laboratorios Municipales en España contó con el favor de la opinión pública. En la prensa de la época se denunciaban casos de abandono de la inspección de alimentos, problemas en las fuentes... y se abogaba por la apertura de este tipo de establecimientos. En la ciudad de Ourense podemos aportar a modo de ejemplo el relatado en “Álbum literario”, uno de los semanarios e que se editaban en la ciudad a finales del siglo XIX: “Los periódicos de Ciudad Real denuncian la venta que se hace de salchichón confeccionado con carne de burro en algunas tiendas de aquella población. No se asusten nuestros colegas, porque en Orense es mayor el abandono de nuestras autoridades locales. Aquí no podemos saber jamás si comemos carne de burro o de elefante en vista de que, ni aún por casualidad se giran visitas de inspección a las tiendas de comestibles” 5.
Posteriormente, ya entrado el siglo XX, se publicaron nuevos Reales Decretos (RD) y Decretos, recogiendo esta necesidad. Podemos citar el RD de 12 de enero de 1904, la Instrucción General de Sanidad de 1904, donde se fija la obligatoriedad de los Ayuntamientos de subvencionar el mantenimiento de los Laboratorios Municipales, fijando unos servicios mínimos como la desinfección, análisis de aguas y sustancias alimenticias y análisis de sustancias patológicas. Será en 1908, por el RD de 22 de diciembre, cuando esta obligatoriedad se fija en toda su extensión. Hubo nuevas Reales Órdenes posteriores (en 1918, 1924...) o Reglamentos como el de Sanidad Municipal de 1925 tratando de enmendar la falta de cumplimiento de las anteriores. Ya en el franquismo, en la Ley de Bases de Régimen Local de 1955, también se mencionan los laboratorios y sus funciones.
5 Álbum Literario. Revista semanal de Literatura, Ciencias y Artes, 5 de mayo de 1889, 66, 8. (Biblioteca Diputación Ourense).
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Situación en Ourense: antecedentes históricos Con anterioridad a la creación del Laboratorio Municipal de Higiene, ya había necesidad de recurrir a técnicas de laboratorio dentro del campo de la bromatología y la inspección de vinos y comestibles. En 1887, el Ayuntamiento encarga los análisis de los vinos inspeccionados al farmacéutico Carlos Valencia 6 y a Antonio Gaite Lloves 7, químico y profesor en el Instituto General y Técnico de Ourense 8. No es de extrañar que se recurriera al Gabinete de Física y Química del Instituto de Ourense en esos años del fin de siglo XIX pues existió gran inquietud por disponer en ese centro de enseñanza de los instrumentos punteros para aquella época 9. Asimismo resaltar que es lógica la existencia de una demanda de análisis de vinos en una provincia secularmente vitivinícola como la de Ourense 10 y donde se localizan actualmente cuatro de las cinco denominaciones de origen vitivinícolas gallegas, a saber, Ribeiro, Monterrei, Ribeira Sacra y Valdeorras. Al año siguiente, surge de nuevo la misma demanda. En una comunicación del Gobierno Civil a la alcaldía 11 se dice que “publicada la R. O. de Enero de 1888 12 en relación al tema de análisis de vinos, solicita los medios a la alcaldía para realizar los análisis pertinentes... bien en el Laboratorio Municipal si lo hubiere o bien en los Institutos”.
6 Pertenecía a la Junta Municipal de Sanidad en 1894. “Memoria 1894” Fondo Beneficencia. Caja 48. Archivo Municipal de Ourense (AMO). 7 Antonio Gaite. Natural de Cuenca; se licenció en Farmacia en 1873 en Santiago. “Expediente formado para la instalación de una Botica en la plaza del Hierro núm. 6 de Orense para D. Antonio Gaite”, 1883, Fondo Beneficencia, Caja 48, AMO. 8 Legajo “Antecedentes de análisis de vinos”, 1887, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 9 Para el caso del Instituto de Ourense ver el texto de GONZÁLEZ SUÁREZ, F. (2000), “O Seminario de Física y Química do Instituto Otero Pedrayo de Ourense”, en VVAA, Centenario do Instituto Otero Pedrayo (1896-1996), Santiago, Consellería de Educación e Ordenación Universitaria de la Xunta de Galicia. Para otras zonas de Galicia, como por ejemplo, Santiago de Compostela es muy interesante el folleto de BERNAL, M. A.; GARCÍA, C., y SISTO, R. (1996), Os Gabinetes de Ciencias do Instituto de Santiago, Santiago: Concello de Santiago. 10 YÁÑEZ, J. C. et al., Análisis de la situación actual y perspectivas de futuro de la denominación de origen Ribeiro, tomado de http://idegaweb.usc.es/cegal/comunicaciones/area04/ jcyanezce.pdf. La D. O. Ribeiro es de las más antiguas de España. 11 Legajo “Comunicación del Gobierno Civil a la Alcaldía”, 1888, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 12 Boletín Oficial de la Provincia de 3 febrero de 1888.
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En este mismo año, a iniciativa del ayuntamiento de Ourense, aunque también secundada por los ayuntamientos de Canedo, Carballeda de Valdeorras y Xinzo de Limia, se eleva una instancia al Ministro de Fomento en la que se solicita que se modifique la RO de 21 de Junio que establece la apertura de un Laboratorio Vinícola en Pontevedra, y se cambie su ubicación a la ciudad de Ourense 13. Esta solicitud no fue atendida y el problema persistía. “Cerca de dos meses van transcurridos desde que por una Real Orden se designó que los municipios se encargasen del Servicio de higiene pública, el cual se desempeñaba hasta la fecha de la citada Real Orden por los Gobiernos Civiles de la provincia y las Inspecciones de orden público y vigilancia... Parece ser que el Ayuntamiento de Orense nada tiene acordado hasta hoy para cumplir lo dispuesto por la superioridad y creemos censurable esta apatía...”
Poco después, el Ayuntamiento, contestando a un oficio del Gobernador Civil que pregunta por la posibilidad de realizar unos análisis de vinos, acuerda en sesión de 5 de noviembre de 1892 que los análisis de vinos y otros artículos se practiquen en el “Laboratorio de la Escuela de Artes y Oficios” 14, la cual se ofrecía para realizarlos gratuitamente, siendo de cuenta del ayuntamiento el abono de los reactivos que se precisaran15. Un año más tarde, al redactar la “Memoria para la Junta Municipal de Sanidad de Orense, 1894” 16, los autores de la misma, Ricardo Novoa (Alcalde) y José Antonio Queralt (Arquitecto y miembro de la Junta Provincial de Sanidad en 1889) señalan la falta de Laboratorio bacteriológico en la ciudad. 13 Legajos de los Ayuntamientos De Ourense, Carballeda de Valdeorras, Canedo y Xinzo de Limia.1888. Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. En 1987, después de un siglo de reivindicaciones, se creó la Estación de Viticultura y Enología de Galicia en Leiro (Ourense), MARTÍNEZ COUSELO (2005), “Enología en Leiro y Ribadumia”, El Correo Gallego, 4 de marzo de 2005. 14 La Escuela inicia su andadura en 1891. El profesor de Física y Química era Pompeyo Beltrán. Unos años más tarde cuando la Escuela se traslada al mismo local que el del Instituto, habrá un enfrentamiento entre Pompeyo Beltrán y Antonio Gaite motivado por la docencia de asignaturas del entorno de Física y Química. Dicho conflicto se extenderá a lo largo de varios años entre 1896-1901. PASCUAL CARBALLO, A. (1996), Más de cien años en la vida de Orense, Ourense, Diputación Provincial de Ourense, pp.102-109. 15 Boletín Oficial de la Provincia, 14 de enero de 1893 (AMO). 16 Realizada en base a la Real Orden de 20 de marzo de 1894 (Boletín Oficial de la Provincia de Ourense, 226, 24 de marzo de 1894) y aprobada en el pleno del Ayuntamiento de Ourense el 5 de mayo de 1894. Archivo Municipal de Ourense, CAJA 48, “Memoria 1894”, el texto íntegro de dicha Memoria está recogido en SIMÓN (2005).
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Hay también constancia de dificultades para el análisis de otros alimentos, como por ejemplo, el aceite, teniendo que recurrir a enviarlos a otras ciudades gallegas que ya disponían de Laboratorio. Así, en marzo de 1899 se envían muestras de aceites para análisis al Laboratorio Químico Municipal de Santiago dirigido por Luis Gigirey 17.
El papel del Colegio Médico-Farmacéutico: los Institutos de Vacunación en Ourense (1885-1889) Sin embargo, hay que señalar que entre 1885 a 1889 funcionaron en la ciudad instituciones que aportaron innovaciones tecnológicas en el ámbito de la higiene y salud pública: los Institutos de Vacunación. El Colegio Médico-Farmacéutico de Ourense creado en Ourense en la primavera de 1885 protagonizará desde su fundación un papel muy importante en la lucha contra las enfermedades infecciosas, ya que aparte de su colaboración en la epidemia de cólera 18 de ese año (1885), tendrá un papel decisivo en la modernización de la lucha antivariólica entre 1885 y 1888 al montar el “Instituto de Vacunación del Colegio Médico-Farmacéutico”. Dicho Instituto abrió a finales del verano de 1885, y estaba situado en la calle Alba (hoy Rúa Cardenal Quiroga), 11, bajo. De su gestión y dirección se encargaba muy directamente el Dr. Ramón Quesada Borrajo, que fue además el primer presidente del Colegio Médico-Farmacéutico 19. Ofrecía vacunación diaria contra la viruela y además había “vacunación directa desde terneras” 20 los domingos y lunes. Estuvo abierto hasta fina-
17 Legajo “Antecedentes de 1899”, 1899, Fondo Beneficencia, Caja 49, Archivo Municipal de Ourense, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 18 SIMÓN, D., y RÚA, M.a L. (2006), “El cólera de 1885 en Ourense”, Minius (Revista do Departamento de Historia, Arte e Xeografía da Universidade de Vigo), XIV, pp. 269-282. 19 Ramón Quesada obtiene el título de Medicina en octubre de 1857. Médico en el Hospital de Las Mercedes en la capital ourensana desde 1863 hasta la primera década del siglo XX. Fue durante años Decano Jefe de la Beneficencia Provincial de Ourense y director de la Cruz Roja. Fue también el primer presidente del Colegio Oficial de Médicos de Ourense, fundado en marzo de 1901 (SIMÓN, 2005). 20 La técnica de la “vacunación directa desde ternera” en la vacunación contra la viruela era conocida en Europa desde 1860 pero en España comienza a introducirse en Madrid en 1883 por el Dr. Balaguer. El procedimiento resultaba más seguro e higiénico que la vacunación de brazo pues preservaba a los vacunados del contagio de la sífilis. En 1887 se organiza el Servicio Municipal de Vacunación Directa en Madrid, dirigido por el Dr. Balaguer. CAMPOS MARÍN, R. (2001),
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les de 1888 aproximadamente, momento en el cual cierra sus puertas para poco meses después resurgir en la misma sede bajo la denominación de “Instituto de Vacunación Directa Quesada-Rivera”, luego llamado simplemente “Instituto de Vacunación”. Trabajaban en dicho centro tres facultativos: Quesada Borrajo, José María Rivera y Saturnino Gómez Sutyck. Es muy llamativo el apoyo que recibieron desde el periódico ourensano Álbum Literario. Revista semanal de Literatura, Ciencias y Artes todas las iniciativas tomadas en el campo de las vacunaciones y de higiene y salud pública en los años 1888-1889. El director del semanario citado, Luciano Cid Hermida escribe numerosas notas, da cabida a artículos y cartas apoyando las iniciativas y desde junio a octubre de 1889, en sus páginas figurará un anuncio publicitario del Instituto de Vacunación. En Vigo (Pontevedra), unos años más tarde, en 1895, y al poco tiempo de iniciar su actividad, el Colegio Médico-Farmacéutico de esa ciudad decide crear un Laboratorio Químico Municipal 21. Se aprueba las bases de contratación y normas para el reconocimiento de aguas, bebidas y alimentos. Su fundador fue el médico Luis Ozores Camino, que también había sido fundador del Colegio. Su sede estaba en la antigua calle Imperial (luego llamada de Joaquín Yánez). Este Laboratorio continúa su actividad hoy día tras pasar por varias sedes y fases de actividad.
El laboratorio municipal en los albores del siglo XX En los primeros años del siglo se suceden los intentos fallidos de dotarse de un laboratorio propio. En 1903, la Junta Provincial de Sanidad de la Diputación pretende conminar al ayuntamiento para que adquiera instrumentos y material para poder reconocer la pureza de los vinos, aceites y leches. El ayuntamiento nombra una comisión formada por tres concejales para su estudio y para que conferencie con la Comisión Provincial 22. Mien“La vacunación antivariólica en Madrid en el último tercio del siglo XIX. Entre el especialismo médico y el mercantilismo”, Medicina & Historia, 4, 1-15. Estos datos nos permiten etiquetar la técnica e iniciativa ourensana como precoz y novedosa respecto a otras zonas del Estado. 21 ÁLVAREZ SEOANE, G. (2003), “El Laboratorio Municipal de Vigo. Cien años de historia: 1902-2002”, Boletín del Instituto de Estudios Vigueses, 9 (3), 115-151. 22 Legajo “Antecedentes de suministros de aparatos para análisis de vinos y demás sustancias alimenticias”, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO.
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tras tanto, el Gobierno Civil nombra a Antonio Gaite para la realización de los análisis, quien parece que se ocupará de este cometido hasta 1909 en el laboratorio del Instituto General y Técnico, donde trabaja 23. En noviembre de 1909, la comisión de Beneficencia eleva a la alcaldía un informe, en el que detalla el equipamiento necesario y el presupuesto para la instalación del Laboratorio municipal 24. El 1 de marzo de 1910 se producen los nombramientos del personal 25 para realizar los trabajos preliminares: Un mozo jornalero y el Director Técnico del Laboratorio, el farmacéutico José Fernández Martínez. Aún entonces será necesario utilizar instalaciones y material de laboratorios ajenos. Así, se autoriza el uso del material del Laboratorio Agronómico de Fomento, en Abril de 1910 para el análisis de una partida de vinos fraudulenta y en Septiembre, para realizar la campaña anticolérica 26. Durante este año, se elabora el Reglamento del Laboratorio, que es aprobado por el ayuntamiento, con el visto bueno del Gobierno Civil, en Mayo de 1911 27.
José Fernández Martínez: acercamiento biográfico 28 Nace en Larouco (Ourense) en 1875. Estudió el Bachillerato en el Instituto de Ourense, graduándose en 1889, y la carrera de Farmacia en la Universidad de Santiago. Se licencia en 1894, ejerciendo posteriormente como farmacéutico titular en Larouco y en la ciudad de Ourense 29, en donde fue durante años el director del Laboratorio Municipal. Ocupó entre otros cargos el de farmacéutico del Hospital Provincial, subdirector del Instituto 23 Legajo “Informe del Instituto General y Técnico de Ourense acerca de 10 muestras de vino enviadas por la alcaldía”, 1909, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 24 Legajo “Informe de la Comisión de Beneficencia”, 1909, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 25 Legajo “Nombramientos...”, 1910, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 26 Legajos 1910, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 27 “Reglamento del Laboratorio de Higiene Municipal”, 1911, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 28 Tomado de SISTO EDREIRA, R. (1993), “Fernández Martínez, José”, en FRAGA VÁZQUEZ, X. A., y DOMÍNGUEZ, A. (coord.), Diccionario histórico das ciencias e das técnicas de Galicia. Autores, 1868-1936, A Coruña, Ed. do Castro, que a su vez toma el texto de la única fuente que es ROLDÁN GUERRERO, R. (1975), Diccionario biográfico y bibliográfico de autores farmacéuticos españoles, Madrid, Imprenta del PHOE), tomo II, pp.16-165. 29 Expediente de apertura de la farmacia de José Fernández Martínez, Caja 48, AMO.
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Provincial de Higiene y Delegado de Farmacia en la provincia de Ourense. Sus obras más importantes versan sobre Enología, iniciándose la serie con el trabajo “Prácticas vinícolas”, editado en Ourense en 1913.
Laboratorio Químico Micrográfico Municipal de Ourense (1910-1930) La labor desarrollada por Fernández en el Laboratorio Químico Micrográfico Municipal de Ourense —años más tarde cambiaría su denominación por la de Laboratorio Municipal de Higiene— fue recogida en diferentes memorias 30 en las que detallaba su actividad: análisis de aguas, alimentos y bebidas; vacunación y revacunación 31 tifoparatífica, jenneriana, antirrábica, así como el servicio de desinfección que tuvo gran protagonismo en la gripe de 1918 32.
La Inspección provincial de Sanidad y el Instituto Provincial de Higiene (1921-1939) El encargado de la Inspección Provincial de Sanidad entre 1921 y la Guerra Civil fue el Dr. José Luis García Boente. En ese período dependía del Ministerio de Gobernación, y una de sus más importantes sedes era el Instituto Provincial de Higiene. Creado en 1921, se dotó con mayores recursos a partir de 1923, con adquisición de material y construcción de un nuevo edificio. Se proveyeron las plazas de Jefes de Sección de Bacteriología y de Química. Se regía por el sistema de mancomunidad, sosteniéndose exclusivamente con las aportaciones de los Ayuntamientos de la pro30 Memoria-Resumen del Laboratorio Municipal, 1910-1911-1912-1913-1915-1922-1926, Fondo Beneficencia, Caja 49, AMO. 31 Legajo “Creación del servicio antirrábico 1922 e informe de actividad realizada 1924”, Caja 49, Fondo beneficencia y sanidad municipal, AMO. Legajo “Vacunación antecedentes de la misma, 1916”; Legajo “Antecedentes relativos al análisis practicado por el Laboratorio Municipal de las aguas de las fuentes públicas y medidas adoptadas para su saneamiento y limpieza”, 1914; Bando impreso original del Gobernador Civil acerca de la epidemia de viruela y la vacunación antivariólica, julio de 1919; Legajo “Asuntos varios: Instituto antirrábico (agosto de 1919), Vacunaciones en Rairo (1919)”, Caja 48, Fondo beneficencia y sanidad municipal, AMO. 32 SIMÓN LORDA, D. (2001), “La epidemia gripal de 1918 en Ourense”, Minius (Revista do Departamento de Historia, Arte e Xeografia da Universidade de Vigo), IX, 85-96.
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vincia (excepto el de la Capital). Se dedicaba principalmente a vacunaciones (antirrábica, antitífica, antivariólica...), análisis de aguas y bromatológicos (vinos, aceites...) y de orina, sangre... Desde este Instituto se va a articular y desarrollar toda la política sanitaria provincial en temas de salud pública en las décadas siguientes coordinando a veces con tensiones y desencuentros los diferentes niveles asistenciales. El Laboratorio Municipal, funcionó autónomamente desde 1910 hasta en torno al año 1930, momento en que se fusiona con el Instituto Provincial de Higiene.
Comentario final Aún está por hacer la historia de la actividad científica de los laboratorios municipales de las ciudades de Galicia, piezas claves en la mejora de la calidad higiénica y sanitaria de sus habitantes el período de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Valgan estas líneas como una tentativa de recuperación de una parte de los orígenes y la historia del Laboratorio Municipal de Ourense y de aproximación a la labor que diversos profesionales sanitarios ourensanos desenvolvieron de forma callada pero eficaz.
RAFAEL VARA LÓPEZ Y LA CASA DE SALUD VALDECILLA. UNA RELACIÓN TRUNCADA (1928-1936) José Manuel López Gómez Institución Fernán González, Burgos
En abril del año 2000, los herederos de Rafael Vara López ofrecieron de manera oficial su biblioteca y archivo a la ciudad de Burgos. El Ayuntamiento aceptó la donación 1, y determinó que el fondo documental fuese depositado en el Archivo Municipal, para su catalogación y estudio, labor que ha venido realizándose hasta la fecha. Una parte especialmente significativa de este conjunto, lo constituye el epistolario recibido por el Dr. Vara López hasta su muerte en 1982. Un total aproximado de 20.000 cartas, de las que 678 corresponden al período 1927-1936. Dieciocho de éstas guardan directa relación con la Casa de Salud Valdecilla, y más selectivamente con su primer director Wenceslao López Albo. Este inédito material documental constituye la principal aportación de este trabajo.
Los inicios de Rafael Vara López El futuro Dr. Vara López nació en Madrid el 20 de marzo de 1904, hijo de la burgalesa Magdalena López Cilla, y del farmacéutico zamorano Rafael Vara del Castillo. Un sanitario con inquietudes profesionales, que ocupó cargos de relieve en el Colegio de Boticarios madrileño, y que, sin duda, influyó en el futuro de su hijo.
1
Diario de Burgos, miércoles, 5 de abril de 2000, p. 10.
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Tras cursar el bachillerato en el Instituto de San Isidro, el joven Rafael inició en 1919 los estudios de medicina en la Universidad madrileña, finalizándolos con brillantez en 1926 2. En 1921 comienza a asistir todas las tardes al Laboratorio de Histología Normal y Patológica que, situado en la Residencia de Estudiantes y financiado por la Junta para Ampliación de Estudios, dirigía Pío del RíoHortega, al que siempre consideró su verdadero maestro en la investigación. Allí trabajó inicialmente con Román Alberca, Jiménez de Asúa y Collado, y también con Sánchez-Lucas, becario del Dr. Calandre; con quien publicaría en 1923 su primera investigación: “Sobre la existencia de cromoblastos en el epitelio esclero-corneal”, aparecido en el Boletín de la Sociedad Española de Biología. Años más tarde, a medida que el prestigio de Don Pío iba creciendo, se fueron integrando en el Laboratorio, figuras del relieve de Isaac Costero, Penfield, Pérez Lista, Ortiz Picón, Llombart, con los que Vara mantuvo una relación continuada 3. El haber ganado las plazas de alumno interno de la Facultad de Medicina y de la Beneficencia Provincial de Madrid, le permitieron formarse con el Dr. Cardenal y con Gregorio Marañón que, junto con del Río-Hortega, constituyeron los tres sólidos pilares de su futuro profesional. Ya antes de licenciarse, pasó el verano de 1924 en el sanatorio Schweizerhof, de Davos (Suiza), estudiando el tratamiento quirúrgico de la tuberculosis pulmonar. Inmediatamente después de su graduación, la propia Facultad de Medicina de Madrid le concedió una de las becas sufragadas por la Casa Schering para especializarse en Alemania, en concreto en la Clínica Quirúrgica Universitaria y en el Instituto Robert Koch de Berlín, junto a los profesores Bier y Feldt. A su regreso, a mediados de 1927, ganó una plaza de médico de guardia del Hospital Provincial de Madrid, y a finales de ese año la Academia Médico-Quirúrgica de Madrid le otorgó una nueva pensión para la realización de su tesis doctoral en Königsberg, en el servicio del Profesor Läwen. Estando allí, la Diputación Provincial de Burgos decidió sacar a oposición la vacante de médico-cirujano de los Establecimientos Provinciales de
2 Todos los datos sobre la trayectoria personal y formativa de Rafael Vara López expuestos en este apartado, proceden de LÓPEZ GÓMEZ, J. M. (2005), Rafael Vara López. Un cirujano cabal del siglo XX, Burgos, Institución Fernán González, Colección Academos, núm. 9. 3 VARA LÓPEZ, R. (1965), “Recuerdo”, Revista Española de Oncología, XII (2), 39-43, pp. 39-41.
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Beneficencia. Vara la firmó, y los últimos días de agosto de 1928 regresó a España para preparar los ejercicios. Estos tuvieron lugar en Madrid del 3 al 17 de noviembre, con un tribunal presidido por Rafael Mollá, y entre cuyos miembros estaba Laureano Olivares; que entre 10 opositores propuso por unanimidad a Rafael Vara López para la plaza 4, quien de inmediato se trasladó a Burgos, tomando posesión a primeros de diciembre.
La creación de la Casa de Salud Valdecilla y Wenceslao López Albo En los primeros años del siglo XX, sectores significativos de la sociedad cántabra, comprendieron la utilidad y la conveniencia de crear un centro asistencial moderno, que sustituyese al antiguo hospital de San Rafael, construido a finales del siglo XVIII, y poco acorde, ya, con las necesidades del momento. Tras diversas consideraciones, se redactó un proyecto inicial en 1918, para el que se trataron de allegar fondos sin demasiado éxito, quedando pronto estancado. A mediados de 1927, el marqués de Valdecilla, que ya había aportado el año anterior dos millones de pesetas para las obras, tomó la decisión de levantar el hospital a sus expensas. La idea, a pesar de contar con el apoyo de las autoridades centrales, no dejó de suscitar una importante oposición local; ésta no desanimó al marqués, que, sin tardanza, encargó los planos y el inicio de las obras al arquitecto Gonzalo Bringas, de la que pronto se iba a conocer como Casa de Salud Valdecilla 5. Una RO de 10 de abril de 1928 la dotó de personalidad jurídica independiente, siendo regida por un patronato, que en su primera sesión constitutiva, seis días después, nombró, a propuesta de su presidente, el marqués de Valdecilla, al Dr. Wenceslao López Albo director técnicoadministrativo; dejándole total libertad para estructurar el nuevo hospital 6. En el momento de su elección el Dr. López Albo era jefe del servicio de neurología y psiquiatría del Hospital de Basurto, y director médico del
Archivo de la Diputación Provincial de Burgos (ADPBu), sig. 809/3. SALMÓN, F.; GARCÍA BALLESTER, L., y ARRIZABALAGA, J. (1990), La Casa de Salud Valdecilla, Origen y antecedentes, Santander, Universidad de Cantabria, Asamblea Regional de Cantabria, p. 70. 6 Ibídem, p. 98. 4 5
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manicomio de Zaldívar (Vizcaya). Nacido en Santander en 1889, se había formado en neurosiquiatría con Nicolás Achúcarro y Luis Simarro; ampliando estudios en Berlín y París. Hasta esa fecha había publicado numerosos artículos de su especialidad, y traducido libros y revistas. Una de los aspectos que le correspondió abordar como tal director, fue la selección de los médicos que debían ocupar las diversas jefaturas de servicio del futuro centro asistencial. Esta tarea, a la que dedicó con su proverbial meticulosidad, los primeros meses de 1929, no era sencilla, pues, los elegidos debían unir a una probada competencia profesional, un perfil compatible con el ideario del nuevo proyecto. Es en este momento, en el que convergen las trayectorias de Rafael Vara López y Wenceslao López Albo.
Rafael Vara López y la Casa de Salud Valdecilla Tan sólo unos pocos días después de su toma de posesión como médicocirujano del Hospital Provincial de Burgos, Rafael Vara recibió de la Casa de Salud Valdecilla, una oferta laboral extremadamente tentadora. El 10 de diciembre de 1928 López Albo remitió desde Bilbao a Eugenio Rodríguez Pascual la siguiente propuesta: “El objetivo principal de esta carta es rogarle vea al Dr. Vara para que dé su consentimiento definitivo, a fin de proponerle para la Jefatura de Tisiología y Cirugía Torácica. En caso afirmativo, que haga el favor de entregarle la documentación con sus méritos. Ya creo se le dijo que sería de su competencia la cirugía vascular. Además, por lo que a mí respecta, no habría inconveniente si él deseara adquirir experiencia en cirugía general con la finalidad de opositar en el porvenir, a cátedras, en dejarle unas camas de beneficencia para ello. Sin embargo, yo creo que la tisiología, con las demás afecciones del aparato respiratorio, y la cirugía vascular y torácica, en una región en la que no hay especializados, representa un campo de acción muy amplio. Mucho celebraría que se decidiera pronto a ir a Santander. A partir de enero, yo propondría al Patronato que se le designara. Si el Dr. Vara no aceptara esta Jefatura, he pensado que haga la medicina pulmonar y la tisiología el Dr. Lamelas, y repartir la cirugía torácica y vascular entre los Dres. G. Aguilar y Ascarza. De ese modo de momento ahorrábamos una jefatura” 7.
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Archivo Municipal de Burgos (AMBu), Fondo Dr. Vara (DV), 313/2-8.
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De inmediato el marqués de Pelayo remitió esta carta a Vara, junto con una nota en la que le indicaba que al día siguiente López Albo pasaría por Burgos en el segundo express, con destino a Madrid; ocasión que deseaba aprovechar para entrevistarse con él en la estación 8. No sabemos si se llevó a efecto este cambio de impresiones, y en caso afirmativo la respuesta de Vara al ofrecimiento de López Albo; aunque si se puede afirmar con casi total seguridad que el plan clínico y docente que éste había proyectado para la futura Casa de Salud Valdecilla, coincidía en gran medida con las ideas que tenía Vara acerca de cómo debía de estructurarse un hospital moderno para obtener el máximo rendimiento asistencial y formativo. A juzgar por una carta que el futuro Jefe del Servicio de Dermatología de Valdecilla, Augusto Navarro Martín, dirigió a Vara el 25 de marzo de 1929; en esa fecha su inclusión en la plantilla de este centro seguía plenamente vigente. En este escrito, Navarro, después de pedir a Vara que acompañe y ayude al Dr. Strempel, Privatdozent del Prof. Hoffman, a su paso por Burgos unos días más tarde, concluye afirmando: “Me dice López Albo que viene usted a Valdecilla, puede imaginarse lo mucho que me ha agradado la noticia” 9. Si alguna duda u obstáculo se interponía entre Rafael Vara y Valdecilla, las semanas siguientes debieron de quedar despejados. Muy probablemente López Albo, aconsejado por Pío del Río-Hortega y Marañón, buenos conocedores de la valía de Vara, insistió y obtuvo su consentimiento para el nuevo cargo: “Amigo Vara (le escribe desde Bilbao el 12 de mayo de 1929): “Le participo que ha sido nombrado Profesor-Jefe del Servicio de Aparato Digestivo de la Casa de Salud Valdecilla. Contésteme a vuelta de correo, si usted irá a Santander antes del 16, en cuyo caso le entregaré el título. De lo contrario se lo remitiré el día 15, antes de mi viaje a Barcelona y los Estados Unidos” 10.
Se había, pues, producido su designación formal 11, pero para una jefatura de servicio distinta, y más acorde con sus gustos e intereses, a la pre-
AMBu, DV-313/2-9. Esta carta esta fechada en Madrid el 14 de diciembre de 1928. AMBu, DV-313/3-15. 10 AMBu, DV-313/3-18. 11 Probablemente en la reunión del Patronato celebrada el 9 de mayo de 1929 (SALMÓN, F.; GARCÍA BALLESTER, L., y ARRIZABALAGA (1990), p. 224, nota 328). 8 9
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vista en un principio. De la correspondencia posterior se desprende que las cosas no cambiaron en los meses inmediatos. En carta firmada el 9 de julio de 1929, Francisco Bálgoma Armesto, un antiguo condiscípulo de la Facultad de Medicina de Madrid, por entonces médico de la Beneficencia Municipal de Oviedo, le expone que va a presentarse al concurso de internos de la Casa de Salud Valdecilla, y le pide que le ayude en lo que buenamente pueda; dado que “por carta de Gil Clemente sé que te han nombrado gastroenterólogo de dicha Institución. Mi sincera enhorabuena” 12. Pocos días más tarde, el 21 de julio, Alejandro Miranda, “técnico especialista en electricidad médica”, con residencia en Santander, se dirige a Vara, que sigue desempeñando su trabajo en el Hospital Provincial de Burgos, para ofrecerle sus servicios: “He sabido por el Dr. Arce de la Casa de Salud Valdecilla, que ha sido V. nombrado jefe de dicha Casa de la especialidad de Digestivo, y que seguramente se establecerá en ésta con todos los adelantos de la Ciencia, porque indudablemente (según el Dr. Arce) trabajará muchísimo” 13.
No sabemos cuando Rafael Vara se descolgó de la plantilla fundacional de Valdecilla, pero en algún momento entre finales de julio y el 24 de octubre de 1929, en que se inauguraron las consultas externas del nuevo centro asistencial, presentó su renuncia formal a la plaza para la que había sido elegido, siendo sustituido por Abilio García Barón. Desconocemos de igual modo las causas profundas que motivaron esta decisión, probablemente hay que ver en ella un trasfondo de origen económico, pues, aunque el sueldo establecido para los jefes de servicio de la nueva Casa de Salud —8.000 ptas. anuales— era el doble del que percibía de la Diputación Provincial burgalesa; ya por entonces sus ingresos por el ejercicio privado de la cirugía eran considerables, circunstancia que, con casi total seguridad, no podía repetirse en Santander. Sean estas u otras las razones de la separación de Vara de la Casa de Salud Valdecilla, lo que si podemos asegurar es que este alejamiento no fue traumático; manteniendo ambas partes cordiales relaciones los años sucesivos, y también con Wenceslao López Albo, que tras algunas divergencias 12 13
AMBu, DV-313/3-25. AMBu, DV-313/3-26.
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profundas con el Patronato, presentaría su dimisión en septiembre del año siguiente 14. La correspondencia que vamos a analizar a continuación constituye una prueba clara al respecto. Su antiguo compañero de investigación Julio G. Sánchez-Lucas 15, nombrado jefe del servicio de Anatomía Patológica y Hematología de Valdecilla, le escribió desde Santander el 4 de noviembre de 1930, con ocasión del fallecimiento del padre de Vara, una extensa carta, con algunas reflexiones de interés: “Hace ya tiempo que estaba pensando escribirte un par de letras, ante todo para que vengas por aquí no tan rápidamente como lo hiciste este verano, pues creo que habrías de pasarlo bien entre nosotros un par de días, y nosotros mejor contigo. Alguna vez hemos hablado Aguilar 16 y yo acerca de ello, y te rogamos que prepares alguna cosa para presentarla aquí; nosotros tenemos sesión ahora todos los jueves (...). Yo estoy aquí muy satisfecho. Ganar no gano prácticamente nada fuera del sueldo. Claro que las traducciones suponen bastante. Pero dada la orientación que tomé en Alemania, de la que no me arrepiento, las condiciones en que trabajo son verdaderamente extraordinarias en relación con lo que hubiera encontrado en cualquier otra parte. Por esto, aunque pienso hacer las oposiciones a cátedras, será difícil que me vaya de aquí. No dejes de venir, te aseguro que lo pasarás muy bien, y bien sabes la satisfacción que yo particularmente tendré en charlar contigo y enseñarte todas estas cosas” 17.
Al año siguiente López Albo escribió a Vara una carta desde Bilbao para exponerle sus impresiones clínicas acerca de un enfermo, con una supuesta patología neurológica, que éste le había remitido, y que a su juicio no era un “enfermo cerebral orgánico, sino un psico-neurótico” 18. Este documento es una prueba palpable de que las relaciones entre ambos no habían quedado truncadas, sino que continuaban con toda normalidad. Pocos días más tarde, el 25 de junio de 1931, el Dr. González Aguilar, jefe del servicio de Huesos y Articulaciones de Valdecilla, invitó a Rafael Vara a pronunciar una conferencia en los cursos de verano que se estaban estructurando:
SALMÓN; GARCÍA BALLESTER, y ARRIZABALAGA (1990), p. 272. Sobre la biografía humana y asistencial de Sánchez-Lucas se puede consultar: CORBELLA, J. (1996), História de la Facultat de Medicina de Barcelona 1843-1985, Barcelona, Fundación Uriach, pp. 289-291. 16 Se refiere a José González Aguilar, jefe del servicio de Traumatología de Valdecilla. 17 AMBu, DV-313/4-81. 18 AMBu, DV-313/5-59. La carta está fechada el 1 de junio de 1931. 14 15
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“Mi querido amigo: Le mando un programa de los cursillos de verano que hemos organizado. Intercaladas con los cursillos, se celebrarán conferencias extraordinarias, una de las cuales deseamos esté a cargo de usted. Como era preciso hacer un avance de programa, me he permitido incluirle en él y elegir la fecha del 23 de julio para su conferencia. Si nos honra usted aceptando nuestra invitación, le agradeceré que cuanto antes me ponga unas letras con el título de su conferencia. Un abrazo de su buen amigo y compañero. Los otros conferenciantes son: Bastos, Bejarano, ambos Covisas, Cardenal, Goyanes, Partearroyo, Torre Blanco, Jiménez Díaz, del Río, Mogena, etc.” 19.
Pío del Río-Hortega, como director honorario del laboratorio de Anatomía Patológica y Cancerología de Valdecilla, se había comprometido con el Patronato a impartir todos los años durante el verano, un curso de su especialidad, por el que percibía 4.000 ptas. anuales 20. Don Pío cumplió escrupulosamente con su compromiso todos los años previos a la Guerra Civil. Rafael Vara solía aprovechar estas jornadas para trasladarse algún día a Santander para saludar a su maestro. El 2 de agosto Aguilar volvió a dirigirse a Vara para decirle que la fecha por él propuesta para su intervención, el 17 de agosto, estaba ya comprometida con Cardenal, y rogarle que acudiese el 6 anterior. Al mismo tiempo le pedía una separata de su tesis doctoral sobre osteitis fibrosa, que acababa de publicarse en los Archivos de Oncología 21. El intercambio epistolar entre Vara y los médicos y directivos de Valdecilla fue constante en los años anteriores a 1936. Abilio García Barón, su sucesor en el servicio de aparato digestivo, a finales de 1931, contestó a una carta previa de Vara, aportando detalles sobre un moderno instrumental quirúrgico sobre el que le pedía información 22. Pocas semanas después, ya en 1932, Emilio Díaz-Caneja, oftalmólogo de Valdecilla, y su director desde la renuncia de López Albo, se dirigió a Vara con una petición que demuestra bien a las claras la confianza que en él se tenía en la Casa de Salud:
AMBu, DV-313/5-67. RÍO-HORTEGA, P. del (1993), Epistolario y otros documentos inéditos. Primera parte (1902-1930) (Cronobiografía, edición e índices de Juan del Río-Hortega Bereciartu), Valladolid, Universidad de Valladolid, pp. 82-83 y 365. 21 AMBu, DV-313/5-74. 22 AMBu, DV-313/5-119. Carta fechada el 7 de diciembre de 1931. 19
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“Tengo noticia de que se ha de reunir en breve una Asamblea de médicos de hospitales provinciales. Siendo la Casa de Salud un hospital de patronato, que tiene un contrato de servicios con la Diputación, seguramente no será invitada a participar en aquella reunión. Como usted seguramente ha de acudir a ella, me permito rogarle que en caso de que en ella se plantease el tan debatido pleito de la constitución de la Casa de Salud Valdecilla, haga presente mi deseo de informar públicamente a la Asamblea sobre este asunto, antes de que ésta tome acuerdo alguno sobre el particular. Mi único propósito es que cuantos compañeros enjuicien sobre este caso, lo hagan con aquella documentación que es necesaria para una resolución justa” 23.
En esta carta los órganos rectores de Valdecilla eligen a Rafael Vara como intermediario y abogado defensor en uno de los asuntos que más les preocupó durante mucho tiempo, la financiación de sus actividades asistenciales y docentes; problema persistente, que las lastraría durante muchos años. En abril, Díaz-Caneja volvió a ponerse en contacto con Vara, para remitirle los prospectos de un nuevo fármaco —el Apicosán—, al mismo tiempo que le rogaba que en caso de experimentarlo, le comunicase su valoración 24. El envío de las impresiones clínicas de una paciente de Rafael Vara, residente en un pueblo próximo a Burgos, vista en consulta por López Albo en Bilbao, dio pie para reanudar la correspondencia entre ambos. Se trataba de una pérdida de masa muscular en las caras posterior y externa del muslo, que López Albo no sabe a que atribuir con precisión; pero que conceptúa benigna, “sin trascendencia alguna para la salud de la enferma”. Despachado este primer punto, en esta larga carta fechada el 26 de junio de 1932, pasa a abordar otros aspectos. Felicita a Vara por la inauguración del nuevo Pabellón de Cirugía del Hospital Provincial de Burgos, a la que han acudido Marañón y Pío del Río-Hortega; se ofrece a interceder ante el Gobernador Civil de Burgos, viejo amigo y correligionario político, para allanar las tensiones entre Vara y los gestores de la Diputación burgalesa; y finalmente expone un asunto que va a motivar varias misivas más en las semanas posteriores, y, en el que López Albo estaba muy interesado: “El día 2 de este mes di, invitado por el Colegio de Médicos de Logroño, una conferencia acerca de la coccidiosis encefálica, que, como usted sabe he observado en un enfermo de la provincia de Burgos, primeramente, y en otro de la de Logroño, después.
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AMBu, DV-313/6-18. La carta se remitió desde Santander el 30 de enero de 1932. AMBu, DV-313/6-37. Carta del 28 de abril de 1932.
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La finalidad era que los colegas, sobre todo, los de los pueblos, se enteraran de dicho proceso y ayudaran al posible descubrimiento de casos análogos. Y yo he pensado que acaso fuera de alguna utilidad exponer el asunto de la coccidiosis a los compañeros de esa provincia, puesto que de ella procedía el caso con verificación histopatológica y parasitológica. ¿Qué le parece a usted? Discurro que dicha parasitosis debe ocupar una zona en la parte oriental de la provincia, pues la enferma pertenecía al partido de Briviesca (pueblo de Busto de Bureba), y el enfermo procedía del partido limítrofe de Santo Domingo de la Calzada” 25.
De inmediato Vara inició las oportunas gestiones ante la Junta colegial, que se mostró de acuerdo, aunque iba a ser renovada poco tiempo después. Sólo quedaba determinar la fecha más conveniente, para lo cual escribió a López Albo con toda rapidez; éste contestó el 6 de julio, haciendo varias consideraciones para favorecer la mayor asistencia posible de público, y precisando que la conferencia llevaría por título “Coccidiosis encefálica. Acerca de una nueva enfermedad del cerebro humano producida por el coccidio, observada en las provincias de Burgos y Logroño” 26, finalmente pedía un aparato de proyección, para poder exponer las ilustraciones de que disponía 27. Tras todas estas consideraciones, la fecha quedó fijada para el sábado 6 de agosto a las doce de la mañana 28. Cuatro días antes, dada la inminencia del día señalado, sin tener confirmación de la nueva Junta del Colegio de Médicos de Burgos, López Albo se dirigió de nuevo a Vara preocupado 29; pero no hubo dificultades, la conferencia tuvo lugar según lo previsto con notable éxito. Un año después fue Rafael Vara quien intercedió ante López Albo, a favor de Luis Martínez, arquitecto director de las obras del Pabellón de Cirugía de Burgos, que había presentado un proyecto para el nuevo Hospital de San Sebastián. López Albo le contestó desde Bilbao el 11 de julio de 1933:
AMBu, DV-313/6-69. Exactamente con este título se publicó el contenido completo de la exposición, junto con 8 figuras, en Logroño Médico, 1, julio de 1932, 23 páginas. Un ejemplar de este texto se repartió a los asistentes a la conferencia de Burgos. 27 AMBu, DV-313/6-73. 28 AMBu, DV-313/6-75. Carta de López Albo fechada el 8 de julio de 1932. 29 AMBu, DV-313/6-92. 25 26
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“Amigo Vara: Contesto su atta. carta. Estudiaré con interés el proyecto delos Sres. Martínez y Barroso. Ya estaba enterado de que estos arquitectos presentaban uno de los veintiún proyectos que están en poder de la Junta Mixta del nuevo Hospital de San Sebastián. Celebraría que fuera el que mejor resolviera el problema funcional, que como sabe es lo más importante en un hospital moderno. Un abrazo de su amigo” 30.
Esta fue la última carta conservada, que se cruzó entre Rafael Vara López y los médicos y directivos de la Casa de Salud Valdecilla, en los años previos a la Guerra Civil.
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AMBu, DV-313/7-25.
LA PRÁCTICA MÉDICA EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA
ESCENAS Y ESCENARIOS DE LA PRÁCTICA MÉDICA EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA (SIGLOS XVI-XVIII) María Luz López Terrada CSIC, Valencia
Àlvar Martínez Vidal Universitat Autònoma de Barcelona
El propósito de este artículo es dejar constancia escrita de la mesa redonda que, con ese mismo título, se celebró en Madrid el 15 de septiembre de 2006, en el marco del XIII Congreso de la Sociedad Española de Historia de la Medicina, cuyos organizadores encargaron a María Luz López Terrada la preparación de una mesa que tuviera como marco cronológico la Edad Moderna. Así, ella y Àlvar Martínez Vidal, que moderaría la mesa y las intervenciones del público, formularon el tema concreto objeto de debate y propusieron al resto de los firmantes de este artículo la participación en la mesa redonda 1. El tema elegido para la discusión responde a una línea de trabajo colectivo que, iniciada a mediados de los años noventa, ha estado jalonada por dos encuentros, desarrollados ambos en el Instituto de Historia de la Ciencia “López Piñero” (Universitat de València-CSIC), el primero en junio de 1995 y el segundo en septiembre de 2001, así como por las correspondien-
1 Inicialmente, también participó en la organización Rosa Ballester Añón, pero por imposibilidad material se vio obligada a abandonar esta tarea. Aunque presentó su renuncia con suficiente antelación, el programa oficial del congreso no recogió ese detalle. Los organizadores de la mesa, no obstante, siguieron contando con su apoyo en todo momento, por lo que aprovechamos para agradecer aquí tanto ese apoyo como su presencia entre el público y su participación en el debate.
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tes publicaciones, en forma de secciones monográficas, aparecidas en la revista Dynamis 2. En efecto, los días 29 y 30 de junio de 1995 se reunieron en citado instituto de Valencia catorce investigadores y investigadoras procedentes de distintas universidades y centros de investigación para estudiar, de manera conjunta, la historia del Real Tribunal del Protomedicato, circunscribiéndola en esta ocasión al período comprendido entre los últimos años del reinado de Felipe II de Austria, concretamente el año de 1593, y el de 1808, final del reinado de Carlos IV. Heredado por los Borbones como parte del aparato del estado desarrollado por los Austrias, el Protomedicato no había recibido de los historiadores —ni ha recibido todavía— toda la atención que, por su envergadura y por su dilatada vigencia en el tiempo, se merecía 3. Las contribuciones que se presentaron en aquel encuentro se articularon en torno a tres ejes principales: el institucional, el territorial y el temático. Al primero se adscribieron el trabajo de María Soledad Campos Díez sobre el marco jurídico de la institución en la administración de la monarquía 4 y el de José Pardo Tomás y Àlvar Martínez Vidal sobre las carreras cortesanas que seguían los médicos reales hasta alcanzar los puestos de médicos de cámara y, los más cotizados, los de protomédicos 5. Al segundo eje, el territorial, correspondieron las contribuciones presentadas por Alfons Zarzoso sobre las relaciones entre boticarios y médicos en Barcelona, antes y después de los decretos de Nueva Planta 6; por Josep Danón acerca de los pro-
2 Se trata de LÓPEZ TERRADA, M. L., y MARTÍNEZ VIDAL, A. (eds.), “El Tribunal del Real Protomedicato en la Monarquía Hispánica, 1593-1808”, Dynamis, 16 (1996), 17-259, y BALLESTER, R.; LÓPEZ TERRADA, M. L., y MARTÍNEZ VIDAL, A. (eds.), “La realidad de la práctica médica: el pluralismo asistencial en la Monarquía Hispánica (siglos XV-XVIII)”, Dynamis, 22 (2002), 21-302. 3 Véase al respecto las consideraciones apuntadas en la presentación del monográfico y el artículo de LÓPEZ TERRADA, M. L. (1996), “Los estudios historicomédicos sobre el Tribunal del Protomedicato y las profesiones y ocupaciones sanitarias en la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI al XVIII”, Dynamis, 16, 21-42. 4 CAMPOS DÍEZ, M. S. (1996), “El Protomedicato en la administración central de la Monarquía hispánica”, Dynamis, 16, 43-42. Era este artículo una primicia de su tesis doctoral y de su libro: CAMPOS DÍEZ, M. S. (1999), El Real Tribunal del Protomedicato castellano (siglos XIV-XIX), Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha. 5 PARDO TOMÁS, J., y MARTÍNEZ VIDAL, À. (1996), “El Tribunal del Protomedicato y los médicos reales (1665-1724): entre la gracia real y la carrera profesional”, Dynamis, 16, 59-89. 6 ZARZOSO, A. (1996), “Protomedicato y boticarios en la Barcelona del siglo XVIII”, Dynamis, 16, 151-171.
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tomédicos catalanes y la tardía implantación del Protomedicato castellano en Cataluña 7; por Asunción Fernández Doctor sobre el control de la profesiones sanitarias en Aragón a través principalmente de los colegios de médicos y cirujanos 8; por Julio Sánchez Álvarez y Pedro Gil Sotres sobre el Protomedicato navarro y la Cofradía de Médicos, Cirujanos y Boticarios de Pamplona 9; por David Gentilcore sobre la figura del protomédico real en el Nápoles español y sus atribuciones en relación al intrusismo y el control de boticas 10; y por Pilar Gardeta Sabater sobre el Protomedicato americano, ajeno al tribunal castellano, y su dependencia de las Leyes de Indias 11. Al tercer eje, el temático, correspondieron el trabajo de Enrique Perdiguero sobre los curanderos y la diversidad de prácticas curativas en el Antiguo Régimen 12; el de Jon Arrizabalaga sobre el caso de Roldán Solimán, cirujano musulmán de origen magrebí, cuya cristianización ilustra el papel del Protomedicato en lo que se refiere al control de las minorías étnicas y religiosas a finales del siglo XVII 13; el de Teresa Ortiz acerca de la creciente subordinación, a lo largo el siglo XVIII, de las comadronas a los cirujanos en la atención a los partos 14; y el de Mikel Astrain sobre la consolidación de la cirugía, en el marco de la militarización impulsada por el centralismo borbónico, como una profesión de Estado a través de un sistema de formación alternativo a la universidad tradicional, lo que conllevó reformas profundas en el seno del propio tribunal 15. En conjunto, se plantearon numerosos interrogantes y se dejaron abiertas muchas cuestiones, pero aquellas contribuciones y los debates suscitados permitieron constatar, entre otros resultados,
DANON, J. (1996), “Protomédicos y Protomedicato en Cataluña”, Dynamis, 16, 205-217. FERNÁNDEZ DOCTOR, A. (1996), “El control de las profesiones sanitarias en Aragón: el Protomedicato y los Colegios”, Dynamis, 16, 173-185. 9 SÁNCHEZ ÁLVAREZ, J., y GIL SOTRES, P. (1996), “El Protomedicato navarro. Itinerario de una investigación”, Dynamis, 16, 187-204. 10 GENTILCORE, D. (1996), “Il Regio Promedicato nella Napoli Spagnola”, Dynamis, 16, 219-236. 11 GARDETA SABATER, P. (1996), “El nuevo modelo del Real Tribunal del Protomedicato en la América española: transformaciones ante las Leyes de Indias y el cuerpo legislativo posterior”, Dynamis, 16, 237-259. 12 PERDIGUERO, E. (1996), “Protomedicato y curanderismo”, Dynamis, 16, 91-108. 13 ARRIZABALAGA, J. (1996), “Protomedicato y minorías en la Castilla de finales del siglo XVII. El caso del cirujano Roldán Solimán”, Dynamis, 16, 121-134. 14 ORTIZ, T. (1996), “Protomedicato y matronas”, Dynamis, 16, 109-120. 15 ASTRAIN, M. (1996), “El Real Tribunal del Protomedicato y la profesión quirúrgica española en el siglo XVIII”, Dynamis, 16, 135-150. 7 8
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la complejidad y la diversidad del control del ejercicio médico y de los oficios relacionados con la salud y las enfermedades en la Monarquía Hispánica; la insuficiencia del marco normativo que la historiografía había utilizado con anterioridad para analizar esa realidad; la importancia de los contextos locales en lo que se refiere al control del ejercicio; y la persistencia del modelo colegial en los territorios forales, incluso bien entrado el siglo XVIII, cuando supuestamente la política centralizadora de los Borbones había extendido el ámbito de actuación del Protomedicato por Navarra y la antigua Corona de Aragón desplazando las instituciones preexistentes. Por otro lado, se confirmó el interés de trabajar en equipo y de seguir haciéndolo en el futuro, la necesidad de contar con estudios de casos concretos y la conveniencia y oportunidad de delimitar el período cronológico objeto de estudio entre el Renacimiento y la Ilustración. Seguramente, no fue una mera coincidencia el hecho de que, en el mes de marzo de 1995, tres de los participantes en el simposio de Valencia hubieran asistido a unas jornadas que tuvieron lugar en Oxford, en el Magdalen College, organizadas por Lawrence Brockliss y Andrew Wear con el significativo título de “The reality of medical practice in Early Modern Europe” 16. Como tampoco fue una casualidad que los debates allí mantenidos y las inquietudes que despertaron, así como los comentarios y las reflexiones planteadas por Rosa Ballester, animaran a María Luz López Terrada y a Àlvar Martínez Vidal a convocar, pocos años más tarde, una segunda reunión, ahora centrada en la realidad de la práctica médica en la España del Antiguo Régimen. Las cuestiones y enfoques apuntados en la convocatoria concernían aspectos tales como: la existencia de un pluralismo médico, protagonizado por sanadores de perfiles muy distintos, desde los médicos universitarios hasta los curanderos y los charlatanes, pasando por los médicos revalidados, las comadres y los cirujanos de diversa ralea y condición; la permeabilidad de los diferentes estamentos sociales a la hora de recurrir o servirse de las distintas ofertas asistenciales; la práctica de juntas de médicos —en las que en ocasiones también participaban cirujanos— como medio para dirimir situaciones en las que no había unanimidad en lo que se
16 Entre los participantes se hallaban, entre otros, Sandra Cavallo, Harold Cook, Anne Digby, Frank Huisman, Johanna Geyer-Kordesch, David Gentilcore, Colin Jones, Cay-Rudiger Prull y Maria Unkorskaya; y entre los asistentes, David Gentilcore, Enrique Perdiguero y Roy Porter. En ese marco, José Pardo Tomás y Àlvar Martínez Vidal presentaron la ponencia “Between the Regia Sociedad of Seville and the Spanish Inquisition: Dr Juan Muñoz y Peralta (ca. 16601746) and medical practice in early Eighteenth century Spain”.
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refiere al diagnóstico, el pronóstico y sobre todo el tratamiento; la mediación de los pacientes y de sus familiares a la hora de elegir los sanadores y las prácticas terapéuticas; la contraposición entre la ciudad y el campo, donde al parecer la oferta y la demanda eran mucho más limitadas; la existencia de redes epistolares consolidadas y efectivas, a través de las cuales algunos médicos extendían a lugares muy distantes su oferta asistencial; y, por último, las diferencias ligadas al género, tanto en lo que se refiere a los pacientes como a las personas que ofrecían sus servicios. Con todas estas perspectivas, se celebró los días 27 y 28 de septiembre de 2001 un nuevo encuentro en Valencia en la sede del Instituto “López Piñero”, que resultó tan afortunado y fructífero como el anterior. Entre las personas que participaron se hallaban algunas de las que ya habían asistido al simposio anterior, así como otras que se sumaron a la nueva convocatoria. Los artículos, publicados un año más tarde en Dynamis, como ya se ha dicho, superan la docena y tienen en común el análisis de la realidad de la práctica médica en la Monarquía Hispánica durante los siglos XVI al XVIII desde la perspectiva del pluralismo asistencial, según aparece explícitamente planteada en la introducción elaborada por Rosa Ballester, María Luz López Terrada y Àlvar Martínez Vidal 17. Abren el monográfico dos trabajos acerca de la medicina cortesana: el de Jon Arrizabalaga sobre Francisco López de Villalobos (c.1473-c.1549), que analiza las vicisitudes de este médico zamorano de linaje converso a partir de su correspondencia latina y castellana 18; y el de Soledad Campos Díez sobre las enfermerías de damas y criadas de la corte, basado principalmente en la documentación correspondiente que se conserva en el Archivo General de Palacio 19. Bajo la óptica del pluralismo asistencial, se analizan las múltiples prácticas médicas extraacadémicas en la Valencia del siglo XVI en el artículo de María Luz López Terrada, donde no faltan curaciones milagrosas avaladas con la autoridad de los médicos personales del arzobispo y patriarca Juan de Ribera 20;
17 BALLESTER, R.; LÓPEZ TERRADA, M. L., y MARTÍNEZ VIDAL, À. (2002), “La realidad de la práctica médica: el pluralismo asistencial en la monarquía hispánica (siglos XVI-XVIII). Introducción”, Dynamis, 22, 21-28. 18 ARRIZABALAGA, J. (2002), “Francisco López de Villalobos (c.1473-c.1549)”, Dynamis, 22, 29-58. 19 CAMPOS DÍEZ, S. (2002), “Las enfermerías de damas y criadas en la corte del siglo XVII”, Dynamis, 22, 59-83. 20 LÓPEZ TERRADA, M. L. (2002), “Las prácticas médicas extraacadémicas en la ciudad de Valencia durante los siglos XVI y XVII”, Dynamis, 22, 85-120.
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en el artículo de Enrique Perdiguero, se aborda todo el abanico de posibilidades que la sociedad alicantina del XVIII desarrollaba para hacer frente al hecho cierto de la enfermedad, desde la medicina universitaria hasta el curanderismo pasando por toda la gama de alternativas sanadoras empiricocreenciales 21; y, asimismo, en el de Isabel M. R. Mendes Drumond Braga, se contempla la variada oferta médica que, a través de las páginas de la Gazeta de Lisboa, se ofrecía en el largo reinado (1706-1759) de Joâo V de Portugal 22. Los contrastes, así como las intersecciones, entre el medio urbano y el rural en cuanto a la asistencia médica aparecen trazados en los artículos de Mercedes Granjel, que presenta la situación sanitaria y asistencial de la Extremadura de finales del siglo XVIII a partir de las respuestas al Interrogatorio de la Real Audiencia fechado en 1791 23; y el de Asunción Fernández Doctor y Luis A. Arcarazo García, que estudia la “conducta médica” en el medio rural aragonés de los siglos XVII y XVIII como sistema de contratación de profesionales sanitarios por parte de los municipios con el fin de ofrecer una cobertura asistencial a sus habitantes 24. Igualmente relativa al medio rural, en concreto a la población castellana de Brihuega, fue la contribución de Mikel Astrain, basada en el estudio de Memorial inédito de 1785, de Vicente Crespo 25. En el conjunto del monográfico, el artículo de José Luis Fresquet presenta la singularidad de reunir y analizar un sinfín de prácticas —docentes, laborales, terapéuticas, intelectuales, etc.— llevadas a cabo por los cirujanos españoles del siglo XVI, a partir de su reflejo en los textos quirúrgicos más notables 26. El de María José Ruiz Somavilla, por su lado, se centra en los procesos de popularización y apropiación de las normas de higiene y los consejos de carácter moral que se difundían desde los textos médicos publicados en los siglos XVI y
21 P ERDIGUERO , Enrique (2002), “«Con medios humanos y divinos»: la lucha contra la enfermedad y la muerte en el Alicante del siglo XVIII”, Dynamis, 22, 121-150. 22 BRAGA, Isabel M. R. Mendes Drumond (2002), “Medicina popular versus medicina universitaria en el Portugal de Juan V (1706-1750)”, Dynamis, 22, 209.233. 23 GRANJEL, L. S. (2002), “Médicos y cirujanos en Extremadura a finales del siglo XVIII”, Dynamis, 22, 151-187. 24 FERNÁNDEZ DOCTOR, A., y ARCARAZO GARCÍA, L. A. (2002), “Asistencia rural en los siglos XVII y XVIII: Los tipos de “conducción” de los profesionales sanitarios en Aragón”, Dynamis, 22, 189-208. 25 ASTRAIN, M., “La práctica médica en el medio rural castellano. El Memorial de Vicente Crespo (1785)”, Dynamis, 22, 461-472. 26 FRESQUET, J. L. (2002), “La práctica médica en los textos quirúrgicos españoles en el siglo XVIII”, Dynamis, 22, 251-277.
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XVII 27.
Finalmente, cierran el monográfico dos trabajos, en buena medida complementarios entre sí, dedicados a las juntas y consultas médicas, una práctica habitual ya entonces que se ha conservado vigente hasta bien entrado el siglo XX. El de Pilar León presenta una visión sistemática de los protocolos que tenían que seguir estas instancias, de acuerdo con los textos médicos impresos del siglo XVIII 28; el de José Pardo Tomás y Àlvar Martínez Vidal considera estas prácticas como espacios privilegiados de controversia y autoridad científica, ofreciendo una imagen algo distinta, acaso más cercana a la práctica real, por cuanto se basa en su mayor parte en cartas cruzadas entre médicos y pacientes, así como en otra literatura efímera de la época 29. La mesa redonda “Escenas y escenarios de la práctica médica” se inscribe, pues, en esa línea de trabajo iniciada hace más de diez años y constituye el preludio de un próximo proyecto dedicado al estudio de la práctica médica en las instituciones, siempre en el marco del Antiguo Régimen. Se pretende abordar el estudio de la realidad de la práctica médica en aquellos espacios en los que el confinamiento restringía la capacidad de los sujetos para decidir, en función de sus preferencias y posibilidades, entre distintos remedios y sanadores. El planteamiento inicial que servirá para convocar a los participantes parte de algunas de las ideas de Institutions of confinement, la obra de Norbert Finzsch y Robert Jütte 30, así como del trabajo de Ángel González de Pablo titulado “Los espacios asistenciales” y presentado en el anterior Congreso de la SEHM, celebrado en Albacete 31. Evidentemente, cabe considerar instituciones como los hospitales, los asilos y las cárceles, pero también conventos, cuarteles, barcos, factorías,
27 RUIZ SOMAVILLA, M. J. (2002), “Las normas de higiene y los consejos de carácter moral en la práctica médica de los siglos XVI y XVXII”, Dynamis, 22, 235-250. 28 LEÓN, P. (2002), “La consulta médica. Una práctica en la medicina en el siglo XVIII”, Dynamis, 22, 279-302. 29 PARDO TOMÁS, J., y MARTÍNEZ VIDAL, À. (2002), “Las consultas y juntas de médicos como escenarios de controversia científica y práctica médica en la época de los novatores (16871725)”, Dynamis, 22, 303-325. 30 FINZSCH, N., y JÜTTE, R. (eds.) (1996), Institutions of confinement: hospitals, asylums and prisons in Western Europe and North America, 1500-1950, Cambridge, Cambridge University Press. 31 GONZÁLEZ DE PABLO, Á. (2004), “Los espacios de la práctica médica”, en MARTÍNEZ PÉREZ, J.; PORRAS GALLO, M. I.; SAMBLÁS TILVE, P., y DEL CURA GONZÁLEZ, M. (coords.), La medicina ante el nuevo milenio: una perspectiva histórica, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, pp. 221-262.
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pupilajes y otros espacios asistenciales en los que la oferta médica se hallaba en gran medida determinada por la institución. Por eso se pensó que sería una buena idea plantear en el marco del congreso de la Sociedad Española de Historia de la Medicina esta mesa redonda como una presentación del futuro desarrollo de esta línea de trabajo. La invitación de los organizadores de la mesa madrileña suscitó la respuesta positiva de dos “veteranos” de los encuentros de Valencia (José Pardo y Mikel Astrain) y la de un nuevo colega, John Slater, que se sumó de este modo al equipo. En sus exposiciones, los participantes adoptaron un orden gradual desde lo más claro a lo más oscuro, de las escenas y los escenarios públicos a los espacios más privados y ocultos, del teatro y sus representaciones a los confines de la exclusión social.
LA ESCENIFICACIÓN TEATRAL DE LA PRÁCTICA MÉDICA EN EL SIGLO DE ORO John Slater University of Colorado
En 1918. Carlos María Cortezo planteó una opinión muy común cuando, en la Real Academia Española, preguntó: “¿Por qué siendo la Medicina una noble aspiración al bienestar humano, al remedio del dolor y la prolongación de la vida, la literatura y el arte se han encarnizado en satirizarla?” 1 Esta preocupación resulta comprensible si se tienen presentes los oscuros poemas satíricos de Quevedo en los que dice “que (Dios) nos libre / de conocer al doctor” 2 o la escalofriante revelación del cuerpo exangüe de Doña Mencia al final de El médico de su honra. No obstante, la pregunta de Cortezo es a la vez útil y restrictiva. La utilidad se debe al hecho de que el estudio de la caracterización negativa de los médicos es la única contribución efectiva que ha sido capaz de realizar la literatura a la historia de la medicina. Por otro lado, lo restrictivo ha sido que se ha centrado en los médicos y no en la medicina desde un punto de vista más amplio. Hoy me gustaría examinar algunas intersecciones entre el teatro y la medicina, y sugerir algunas de las formas en las que, en mi opinión, se podría orientar el estudio de ambos campos para que fuera de utilidad para la historia de la medicina. La forma más obvia de comenzar, dado que se trata de un tema que ha recibido una considerable atención, es la similitud entre los teatros anatómicos y los dramáticos. La idea de que el anatomista era un actor, que prac1 CORTEZO, C. M. (1918), Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública del... el día 9 de Junio de 1918, Madrid, Sucesor de Enrique Teodoro, p. 12. 2 Quevedo pinta a un doctor en medicina que se quería casar, véase RIVERS, E. L. (ed.) (1989), Poesía lírica del Siglo de Oro, Madrid, Cátedra, pp. 345-347.
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ticaba en privado las disecciones, y solo las realizaba en público cuando era un espectáculo muy bien ensayado, se remonta a Galeno. Heinrich von Staden ha demostrado que Galeno concibió la anatomía como una actividad básicamente persuasiva y retórica 3. Esta cuestión aún no se ha aclarado para el siglo XVI, pero Vesalio hizo un importante cambio: en lugar de concebir el acto de la disección como algo que podía confirmar una idea, poco más que un apoyo, Vesalio ayudó a popularizar la idea de que el anatomista debía leer el cuerpo. Bernardino Montaña de Monserrate en su Libro de Anathomia, publicado en 1551, enlaza de forma explícita la disección con la lectura, al definir la anatomía como un “alphabeto por donde ha de començar a estudiar los que quieren ser medico” 4. Esta transformación del cuerpo desde un objeto que podía ser entendido a través del lenguaje a un objeto susceptible de ser leído por sí mismo como un lenguaje, convierte al cadáver en el dramaturgo del espectáculo anatómico. A lo largo del siglo XVI, hubo crecientes referencias a partes del cuerpo en términos de copia y varietas, términos directamente prestados de la retórica. Aún fue más importante el cambio que experimentó la propia audiencia. Francisco Valles, por ejemplo, insistió en la necesidad de observar de primera mano y de forma cuidadosa y colectiva con el objeto de resolver una de las cuestiones de sus Controversiae: “Si convenía decidir algunas controversias gracias a la descripción anatómica, examiné los hechos con mis propios ojos no sólo una vez y sin testigos, sino muchas veces y con los alumnos presentes y advertidos de la finalidad de la investigación para que así hubiese menos margen de error” 5.
En otras palabras, el espectáculo de la disección deja de ser demostrativo para convertirse en experimental, por lo que la audiencia está presente no sólo para observar, sino para confirmar los hallazgos. Con lo que la investigación médica pasa a depender de la legitimación colectiva. De esta forma, la audiencia, a la que formalmente sólo se le permitía observar las disecciones, se convierte en esencial para la investigación, y 3 VON STADEN, H. (1995), “Anatomy as rhetoric: Galen on dissection and Persuasion”, Journal of the History of Medicine, 50, 47-66. 4 MONTAÑA DE MONSERRATE, B. (1551), Libro de Anothomia del hombre, Valladolid, Sebastián Martínez, 1551. 5 VALLES, F. (1988), Las Controversias (1556) de Francisco Valles y la medicina renacentista, José María López Piñero (ed), Francisco Calero (trad.), Madrid, CSIC, p. 75.
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los anatomistas estaban cada vez más interesados en las similitudes entre el entorno experimental y el escenario. Esta afirmación es especialmente cierta en Inglaterra, que, como España, tuvo una tradición especialmente vibrante de teatro a lo largo del siglo XVII. Robert Boyle estaba obsesionado en que se diferenciaran sus experimentos con el toque de la campana del teatro, y William Harvey advertía que los malos científicos eran como los malos actores: “And like bad poets, they call this deus ex machina on to their stage to explain their plot and catastrophe” 6. Dado que los médicos y los científicos estaban tan concienciados de las similitudes entre el drama y su propia experimentación, no debería resultar sorprendente que muchos intentaran aumentar el carácter de espectáculo de sus experimentos, como por ejemplo, hizo Santorio Santorio con su balanza. Mientras que los médicos de toda Europa tenían cada vez mayor interés en las similitudes entre su propio trabajo y las representaciones teatrales, los dramaturgos españoles estaban exponiendo ante sus audiencias una gigantesca cantidad de información médica. Por ejemplo, Calderón de la Barca pasó una gran parte de su carrera escribiendo y rescribiendo uno de sus primeros autos sacramentales, El veneno y la triaca. La imagen central de los sacramentos como curación para la enfermedad del pecado aparece repetidamente en obras como La cura y la enfermedad, La cena del rey Baltasar y El divino Orfeo. La importancia del teatro como un medio de difusión de los saberes médicos y popularización de la terminología médica no ha recibido por parte de los estudiosos la atención necesaria. Las obras de teatro, a diferencia los trabajos de teoría política o de teología neoescolástica donde también aparecen muchísimas imágenes médicas, eran un género esencialmente popular. Es sabido que en la práctica totalidad de localidades españolas había representaciones teatrales amateur los días de fiesta. Calderón no fue el único dramaturgo de la España del Siglo de Oro fascinado por el veneno. Así, las obras de Lope de Vega también muestran un marcado interés por la materia médica. Por ejemplo, Gonzalo exclama en Los Ponces de Barcelona: Yo conozco la andrachne, y el aconito, el absintio, el aneto, el apiastro, 6 Citado en BONO, J. J. (1995), The Word of God and the Languages of Man: Interpreting Nature in Early Modern Science and Medicine, Madison, University of Wisconsin Press.
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el carpofilo, el dictamo, el rodoro, la efimeron, la satureia, el silio, el polipodio, el frago, la mandragora, y otras de mil virtudes esquisitas! 7 Pero entre ideas populares sobre las plantas, Lope muestra con frecuencia un conocimiento mucho más culto sobre la res herbaria, como, por ejemplo, en esta referencia a Nicandro: Y dijo bien, según los aforismos de Nicandro; que son los celos mismos un veneno tan súbito, que apenas toca la lengua, cuando ya las venas y el corazón abrasan... 8 Todavía más intrigantes son las referencias al uso medicinal de plantas americanas, como por ejemplo, lo que el personaje Tapirazu, un indio, explica en El Nuevo Mundo, descubierto por Cristóbal Colón: Ansi destos agugeros mane un licor, arbol santo, mas que el linaloel, y acanto, y aromaticos maderos. Que sane qualquiera herida, o mal peligroso y fuerte, y que pueda de la muerte bolver a segunda vida 9. Yo sugeriría que hay dos formas de abordar esta información. Por un lado, Lope representa una enorme cantidad de saberes populares relativos a plantas y a sus usos medicinales, culinarios y agrícolas. Por otro, Lope 7 D E V EGA , L. (1617), Los Ponces de Barcelona, TESO, febrero, 2005, http://teso. chadwyck.com. 8 DE VEGA, L. (1634), El Nuevo Mundo, descubierto por Christoval Colon, 1614 TESO, febrero, 2005, http://teso.chadwyck.com. 9 VEGA (1634) Vega Carpio, Lope de. La Gatomaquia, Celina Sabor de Cortázar, Madrid, Castalia, 1982. CORDE, febrero, 2005, http://www.rae.es.
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nos permite considerar de otra forma la difusión de las ideas desde los textos médicos clásicos y modernos, es decir, si las ideas de Nicandro, Teofrasto, Galeno, Hipócrates y demás pueden aparecen en un escenario popular, entonces es que tenemos información de que esas ideas tenían una amplia difusión entre los no especialistas. Estoy cerca de terminar esta intervención y aún no he empezado a hablar de lo que es propiamente la escenificación de la práctica médica. Pienso que hay que hacer una importante distinción entre los frecuentemente estereotipados retratos satíricos de Quevedo y los de la mayor parte de los autores. La práctica médica recibe por lo general un tratamiento amable en el escenario, y encontramos representaciones de la mayor parte de las etapas del proceso terapéutico: desde el examen del enfermo, el diagnóstico, las consultas entre médicos, la prescripción de medicamentos y cambios en la dieta o el pronóstico. Estas escenas pueden ser cómicas, pero muy raramente son satíricas. Por ejemplo, en la obra de Tirso de Molina El amor médico aparece una preocupación por la adecuada formación de los médicos, así como por el control de su ejercicio, pero la crítica se hace sin sátira: ¿No es lástima que examinen a un albéitar herrador, a un peraile, a un tundidor, y que antes que determinen que pratique su ejercicio aprueben su suficiencia; y la medicina, ciencia que no tiene por oficio menos que el dar o quitar la vida que tanto importa, con una asistencia corta de escuelas, un platicar dos años a la gualdrapa de un dotor en ella experto...? 10
10 TÉLLEZ, G. (Tirso de Molina) (1635), El amor médico, TESO, febrero, 2005, http://teso. chadwyck.com.
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En la misma obra, la representación de un diagnóstico es especialmente detallada: Esta calidad morbosa, que de malas influencias aires y gente inficiona, produce melancolías y, aunque no enferme, congoja cualquiera disposición, si bien unas más que otras, porque aumenta el atrabilis, térrea, fría y que provoca a retiros intratables. Cito estos pasajes en toda su extensión para poder sugerir en qué medida debemos contar con el teatro como un lugar del que obtener información sobre el discurso médico, ya que no sólo participa de la espectacular función del teatro anatómico, sino también por difundir información médica durante una época en que los canales más oficiales eran a menudo frustrados por la censura. Para terminar, me gustaría sugerir que debería haber dos áreas en las que el teatro podría ser una fuente utilizada por los historiadores de la medicina. Una serie de autores han estudiado las afinidades entre los teatros anatómicos y los teatros de comedias, analizando los ejemplos en que los cuerpos disecados aparecen en las obras teatrales modernas. El estudio de Jonathan Sawday The Body Emblazoned 11 es significativo a este respecto. No obstante, no se hace una datación y comparación detallada de las actividades de la puesta en escena y de la adquisición de información en los teatros anatómicos y en los teatros. Esto es de particular interés en el caso español, en el que la multiplicación de los corrales de comedias se corresponde con la disminución de las disecciones anatómicas. Un segundo aspecto, en el que la representación de saberes médicos en el corral puede ser de utilidad para el historiador de la medicina es en el caso de la materia médica. Un modelo para este tipo de investigación
11 SAWDAY, J. (1995), The Body Emblazoned: Dissection and the Human Body in Renaissance Culture, New York, Routledge.
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existe en el trabajo de José Pardo Tomás y María Luz López Terrada Las primeras noticias sobre plantas americanas 12. En él, los autores muestran cómo, a través del cuidadoso análisis de lo que en la actualidad son considerados en gran medida textos “literarios”, se pueden dar a conocer contribuciones significativas para nuestra comprensión de los saberes botánicos.
PARDO TOMÁS, J., y LÓPEZ TERRADA, M. L. (1993), Las primeras noticias sobre plantas americanas en las Relaciones de Viajes y Crónicas de Indias (1493-1553), Valencia, Universitat de València-CSIC, 1993. 12
ESCENARIOS Y PRÁCTICA MÉDICA EN LA ANDALUCÍA ILUSTRADA Mikel Astrain Universitad de Granada 1
Los protagonistas de la práctica médica en el período moderno, especialmente en el escenario urbano, fueron fundamentalmente los médicos (universitarios y revalidados), los cirujanos en su diversa tipología (algunos de formación gremial, revalidados y otros, especialmente en Cádiz, de formación colegial) y los farmacéuticos o boticarios que en última instancia despachaban los medicamentos. Otros sanadores, empíricos, matronas, sangradores o flebotomistas cumplían tareas médicas pero su trabajo resulta bastante más difícil de rastrear en los distintos archivos consultados. El escenario que vamos a plantear en esta intervención es el escenario urbano andaluz, fundamentalmente Cádiz y Huelva, ciudades que vivieron de cara al mar y con una estrecha relación con la Real Armada en tiempos de los Borbones. De todos es sabida la polémica convivencia de estos sanadores en sus relaciones profesionales provocada por la difícil separación, en la práctica, de las tareas encomendadas a cada uno de ellos. Escenario primero: “a vueltas con la ordenación de las profesiones” El primer escenario que vamos a plantear se sitúa en la ciudad de Cádiz y se iniciaría con las continuas quejas del Cabildo sobre el “desorden” existente en la ciudad a causa de las actuaciones de los sanadores que no estaban revalidados por el Real Tribunal del Protomedicato, requisito imprescindible para el ejercicio. La otra queja, reiterada en la actas del Cabildo gaditano, incidía en el respeto a las competencias de cada uno de los sanadores, cuestión que se pretendía resolver con los continuos y recurrentes 1
Investigación financiada por el proyecto HUM2005-05233.
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llamamientos a la presentación de los respectivos títulos revalidados ante el tribunal en el propio concejo. En algunos casos, se trataba de médicos o cirujanos formados en el extranjero. No podemos obviar la capacidad de atracción que tuvo la ciudad de Cádiz durante el siglo XVIII como centro comercial y financiero (en torno a cien mil habitantes en 1791 de los cuales quince mil eran extranjeros, especialmente italianos y franceses). En otros casos se trataba de religiosos de la orden de San Juan de Dios que ejercían tanto la medicina como la cirugía sin tener la titulación correspondiente. Ante esta situación, el Cabildo nombró una serie de fiscales para la vigilancia y celo del ejercicio médico. Tanto en 1744 como en 1771 se promulgaron sendos bandos, obligando a todos los sanitarios que ejercían en la ciudad a presentar sus respectivos títulos acreditativos del ejercicio. La cuestión de la práctica farmacéutica fue otro foco de polémicas a los largo del siglo. El requisito de la limpieza de sangre, aplicable a cualquier oficio sanitario, fue el motivo para que a Don Antonio Valderrama (de padres judaizantes) se le abriera un proceso por falsedad de documentos y se le cerrara la botica que regentaba en la ciudad. Es constante la referencia a la necesidad de controlar el número de despachos de botica con objeto de velar por la conservación de los medicamentos; a mayor número de establecimientos menos clientela y, por lo tanto, menos ventas y mayor posibilidad de corrupción de las medicinas. Escenario segundo: la competencia El segundo escenario ejemplifica algunos de los problemas a los que se vieron sometidos cirujanos formados en la Real Armada, en el Colegio de Cirugía de Cádiz, por ejercer la cirugía exentos del examen del Protomedicato. En este sentido, debemos recordar que uno de los principales pilares de la renovación quirúrgica en los colegios fue su total independencia respecto al Real Tribunal. Don Antonio Estévez, formado en el colegio de Cádiz, una vez obtenido el título de cirujano, fue destinado (como era habitual) al servicio de la Armada embarcándose como cirujano segundo. Recordemos que los cirujanos eran los únicos sanitarios embarcados, por lo que eran los únicos responsables de la salud de la marinería y oficialidad a bordo, entendiendo tanto de medicina (afectos internos), como de cirugía (afectos externos) y de farmacia (ellos suministraban los medicamentos y eran responsables de las cajas de medicinas). Tras una enfermedad le fue concedida la jubilación por motivos de salud y fue destinado a Huelva para supervisar las matrícu-
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las (enrolamiento en Marina). Una vez en Huelva, firmó un convenio con el gremio de pescadores de ese puerto por el que cobraba entre 200 y 400 escudos anuales; este mismo contrato le obligaba a atender en sus enfermedades a los marineros y sus familiares. En este caso, según el propio Estévez, era habitual que, si no se podía seguir navegando, se continuara al servicio de Marina jubilado con los dos tercios del sueldo (35 escudos para los cirujanos primeros y 25 para los segundos), con la obligación de examinar a los marineros antes de enrolarse. Para completar su sueldo recurrían al ejercicio con la población civil (en este caso, con el gremio de pescadores). Ante la denuncia firmada por los dos médicos y los dos cirujanos titulares de la villa de Huelva, Estévez fue arrestado, llevado a Sevilla y encarcelado por ejercer sin reválida del Protomedicato. Esto provocó la respuesta inmediata de sus compañeros cirujanos destinados en otras provincias, del Cirujano Mayor de la Armada y del Intendente de Marina del Departamento de Cádiz (debemos tener en cuenta que el cirujano gozaba del fuero y jurisdicción de Marina) que recurrieron al rey solicitando “se les exima de tales vejaciones y parecerles repugnante que unos profesores a quienes la Monarquía fía en sus ejércitos de mar y tierra la curación de los generales, oficiales y demás personas... no puedan en los pueblos curar a un artesano y ni aún a los individuos de su misma jurisdicción militar”. La no reválida ante el Protomedicato tenía una doble razón de ser: por un lado la estratégica búsqueda de independencia del ramo de la cirugía respecto a la medicina y los médicos, y de otro, según el propio cirujano mayor, el impedimento de que estos profesionales una vez revalidados, con el título en la mano, desertaran o buscaran un empleo mejor remunerado y con más comodidades en tierra. El conflicto era legalmente complejo. Parece ser que con la creación y puesta en práctica de la división del Real Tribunal del Protomedicato desde 1780 se había activado una feroz persecución en los tres ámbitos sanitarios (especialmente dirigida a curanderos y charlatanes, pero también hacia aquellos que ejercían sin título). En el caso de Estévez y de aquellos otros cirujanos dependientes de Marina que estaban ejerciendo sin la reválida (indispensable para el ejercicio), estaban legalmente indefensos. Pero resultaba difícilmente defendible equiparar este tipo de cirujanos, formados en el ya prestigioso colegio gaditano con fondos públicos, a vulgares delincuentes. En primera instancia, el rey ordenó la puesta en libertad de Estévez “al que no consideraba culpable de la situación” y requirió información a las
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partes afectadas. Esto es al Protomedicato, al Colegio, al Primer Cirujano de Cámara y al Sumiller de Corps. Todos ellos enviaron memoriales al ministro de Marina, Valdés, opinando sobre el caso concreto de Estévez, pero aludiendo a la situación general de la cirugía en la Armada y sobre la cuestionada legalidad del ejercicio por parte de estos cirujanos en tierra. Resumiendo lo expuesto en los memoriales: el tribunal de cirugía del Protomedicato, o digámoslo bien el Protocirujanato, formado por cirujanos de formación universitaria, criticaba la enseñanza quirúrgica extrauniversitaria, exponía infinitas quejas contra cirujanos y colegiales de la Armada que intervenían en cuestiones de “medicina y cirugía sin estar revalidados”; criticaba además la docencia en Cádiz, la escasa formación que se daba en el Colegio y estimaba incompatible la homologación del nombramiento de cirujano para la Armada (primero o segundo) con la titulación que dispensaba (evidentemente cobrando los derechos) el Real Tribunal para ejerce en el reino: “el mérito de los colegiales que sirven en Marina es insuficiente para ejercer la cirugía fuera de sus destinos; que el nombramiento del cirujano mayor de la Armada para servir en ella o en los departamentos no puede ser de algún valor para ejercer en los pueblo a costa de la salud de los vecinos... Que como la conservación de la vida y de la salud son un objeto tan precioso como importante a todo el estado, es incompatible la pretensión de los cirujanos de Marina con las disposiciones legales, la práctica y la costumbre del reino...”
El dictamen del primer cirujano de cámara, Pedro Custodio Gutiérrez, incidía en parecidas tesis, cuestionando la formación en el colegio y que, en su condición de presidente de los colegios de Cádiz y Barcelona (según prerrogativa de las ordenanzas de 1764), había intentado mejorar su decadente estado y siempre encontró la oposición del Intendente, del cirujano mayor y maestros del colegio que se amparaban en las autoridades de Marina. El último en remitir el informe, conociendo los anteriores, fue José Selvaresa, protomédico de la Armada, quien lógicamente discrepaba de aquellas opiniones, a las que consideraba “intencionadamente parciales”: “en el espíritu de los escritos del Protomedicato y del Presidente se observa un viso de resentimiento y defendía la enseñanza del colegio” (Selvaresa fue colegial de Cádiz, pensionado en Leyden y revalidado en medicina). En cuanto al caso que le ocupaba, consideraba que el hecho de habilitar a los cirujanos de la Armada para el ejercicio en tierra no perjudicaba a la salud
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pública: “la población siempre acudiría a los mejores cirujanos” y por qué no se iba a encomendar la vida de artesanos y trabajadores a las mismas manos que se encomendaban la de los marineros y oficialidad. Proponía, pues, que se permitiera el ejercicio en tierra igual que ocurría con los cirujanos formados en el colegio catalán. El problema radicaba en el poder del Protomedicato castellano. En última instancia, proponía que se encargaran nuevas ordenanzas al Cirujano mayor Francisco Canivell y a su primer ayudante Lubet (síntesis de las de 1748 y 1764). Ante un problema de ejercicio se había desencadenado todo un cúmulo de tensiones, de competencias y enfrentamientos entre médicos y cirujanos, y entre cirujanos de la corte y de la Armada por otro. El 31 de enero de 1786 se expidió una real orden por la que se permitía a los cirujanos de Marina el ejercicio de su profesión en tierra mientras estuvieran al servicio de la Armada. Las consecuencias fueron las nuevas ordenanzas de Cádiz, redactadas ese mismo año aunque tuvieron que esperar a ser aprobadas hasta 1791. En ellas, se afianzaba definitivamente la profesión quirúrgica, reconociendo la situación de hecho de la curación por parte de los licenciados en Cádiz tanto de enfermedades médicas como quirúrgicas, especialmente en los hospitales de Marina.
LOS HOSPITALES RENACENTISTAS COMO ESCENARIOS DE LA PRÁCTICA MÉDICA (SIGLOS XV-XVII) María Luz López Terrada CSIC, Valencia
En el contexto de la historia hospitalaria, la práctica médica dentro de la institución ha sido uno de los aspectos más estudiados, olvidando muy a menudo que el hospital como institución ha variado de forma considerable sus funciones desde su aparición hasta la actualidad. Por ello, es necesario considerar al hospital dentro de cada momento histórico, especialmente en relación con la asistencia médica proporcionada y los pacientes atendidos. Así, se quiere dar una visión de en qué medida, y cómo, el hospital de los siglos XV al XVII se fue convirtiendo paulatinamente en uno de los escenarios más representativos de la práctica médica, para llegar a ser, desde el siglo pasado, la institución médica por excelencia, puesto que en la actualidad, nadie duda que el mejor lugar donde acudir si uno está seriamente enfermo es a un hospital y está reconocido socialmente como la institución central de la atención médica, independientemente del status social y económico del enfermo 1. Pero esto no fue siempre así, por lo que al hablar de hospitales en el período moderno, lo primero que hay que tener son cautelas, porque la institución, pese a la infinidad de modelos de hospital que coexistieron durante esta época, poco o nada tenía que ver con lo que era un hospital a partir
1 Existe una infinidad de trabajos sobre historia hospitalaria. GRANSHAW, L., y R. PORTER (eds.), (1989), The Hospital in History, London, Routledge; GRELL, O. P., y CUNNINGHAM, A. (eds.) (1997). Health care and poor relief in Protestant Europe, 1500-1700, London-New York, Routledge; GRELL, O. P.; CUNNINGHAM, A., y ARRIZABALAGA, J. (eds.) (1999), Health care and poor relief in Counter-Reformation Europe, 1500-1700, London-New York, Routledge, además de recoger la bibliografía al respecto, contienen diferentes trabajos que ofrecen una perspectiva similar a la aquí expuesta.
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de finales del siglo XVIII. Además, no existía ni geográfica ni cronológicamente un único tipo de centro, puesto que, tal y como señaló Rosen hace casi cuarenta años 2, la forma, funciones y estructura de los hospitales ha estado siempre íntimamente unida con las variantes condiciones económicas, políticas y culturales que configuran la vida humana. Por ello, para poder entender un hospital hay que verlo como parte de una sociedad, compartiendo sus características y cambiando a la vez que el resto de la sociedad, pero llevando siempre al futuro evidencias de su pasado. Esto hace necesario justificar para este período que estamos ante una institución médica, un escenario de la práctica médica. Para ello, se va a utilizar el ejemplo del Hospital General de Valencia. Evidentemente, este caso es un modelo más que, como mucho, encontramos en el ámbito del Mediterráneo occidental. Pero hay otro tipo de hospital común a una gran parte de la Europa continental de la época: los hospitales especiales para el morbo gálico que siempre fueron centros donde se practicaba la medicina. En primer lugar, creo necesario puntualizar que hay dos problemas distintos: la asistencia a los enfermos, y las medidas para atajar y tratar de controlar el creciente problema de la pobreza. Tema este último que, dado el cambio radical de la mentalidad colectiva en torno a la pobreza a lo largo del siglo XVI, experimentó una gran transformación. Hay que tener en cuenta que en el siglo XVI se inició el proceso de separación, a partir del hospital medieval, de dos instituciones diferenciadas: el hospital sensu stricto, destinado a la asistencia de enfermos, en general asociada a la recogida de huérfanos, y los albergues o asilos para pobres. No obstante, ambos problemas estuvieron, en cierta medida, muy unidos por el hecho de que ambos eran asuntos públicos de los que se hacían cargo, no en la teoría pero sí en la práctica, las autoridades urbanas, en un momento en el que el Estado Moderno estaba en construcción y no había asumido aún todas sus futuras competencias. Hay que tener en cuenta que, al igual que ocurrió en la Europa reformada, en la Corona de Aragón, al menos en las ciudades de Valencia y Barcelona, se estableció definitivamente la idea de que la asistencia a los pobres, incluyendo los cuidados médicos, era una responsabilidad de las autoridades civiles y no de la Iglesia. Por ello, las autoridades urbanas tomaron medidas similares para la eliminación de la mendicidad, la creación de instituciones asistenciales y la unificación de los recursos 2 ROSEN, G. (1963), “The Hospital. Historical sociology of a Community Institution”. En FREIDSON, E. (ed.), The Hospital in Modern Society, London, MacMillan, pp. 1-63.
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sanitarios en sus manos. En el caso de la Corona de Aragón, dada su estructura institucional y la pervivencia de un sistema político, en el que las ciudades tenían una considerable autonomía respecto del poder real, así como una fuerte capacidad de autogobierno, este tipo de medidas fueron tomadas casi exclusivamente por las autoridades urbanas. Todo ello pese a la visión más tradicional de implicación directa de la Iglesia en las nuevas instituciones de caridad en la Europa contrarreformista. Así, según la cronología e interpretación más estándar, el clima religioso y moral de la reforma católica dio lugar a diferentes iniciativas caritativas destinadas a las distintas categorías de necesitados desde finales del siglo XVI y principios del XVII. Aunque fueron grupos de laicos los creadores de la densa red de instituciones caritativas levantada a lo largo de doscientos años, su actividad se ha considerado que se realizaba por motivaciones religiosas. Sin embargo, podemos afirmar que en el caso de la ciudad de Valencia fueron los poderes laicos los que realizaron la necesaria remodelación del modelo asistencial hospitalario a principios del siglo XVI (en otras ciudades del entorno político económico, este proceso es casi un siglo anterior). Mientras, los hospitales castellanos del siglo XVI eran fundamentalmente instituciones pertenecientes al gran capítulo de la asistencia social, más que ser centros de actividad médica. Con todas estas premisas, voy a exponer, brevemente, cómo era en esta época el Hospital General de Valencia como escenario de la práctica médica. El hospital fue fundado en 1512 por las autoridades municipales a partir de la fusión de los servicios, rentas e ingresos de los numerosos y pequeños hospitales. Este tipo de proceso se había iniciado en Italia y comenzó también muy tempranamente en la Corona de Aragón. Sin duda alguna, se trata de un hecho muy complejo que, aunque según algunos autores se produjo a causa de la crisis demográfica derivada de las epidemias de peste, únicamente puede ser explicado en su totalidad si se tienen en cuenta los procesos previos de municipalización y laicización de la asistencia hospitalaria que se estaban llevando a cabo, como hemos dicho, en este ámbito geográfico desde el siglo XIV, así como el poder económico y político de la oligarquía urbana que los impulsó y el propio dinamismo socioeconómico e independencia política de la ciudad. El nuevo hospital unificado tenía como funciones acoger y curar a los pobres enfermos, resolver, en ocasiones, los problemas de alojamiento y enfermedad de los transeúntes, hacer frente a las situaciones de crisis sanitaria, tanto epidémicas como endémicas, y hacerse cargo de los niños expósitos y de los locos. De este modo,
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con el proceso de unificación, la ciudad de Valencia pasó de tener un sistema medieval de asistencia a uno plenamente moderno en 1512, centrándose la asistencia casi exclusivamente en el nuevo Hospital General. Además, a este carácter general, se añadió el hecho de que debía ser la única institución de la ciudad de Valencia que podía ejercer funciones médico asistenciales 3. Es decir, este centro estaba destinado, como cualquier institución hospitalaria de este período, a la acogida de “pobres”, a la asistencia médica de los estamentos inferiores de la sociedad. También, al incorporar el Hospital de Inocentes, tuvo como misión acoger a locos, intentar socorrer a estos indigentes y desvalidos y, cuando fuera posible, curarlos. En cualquier caso, el paso de todos estos pequeños centros, en su mayoría inoperantes, a un hospital general supuso una profunda reestructuración del sistema asistencial que, en grandes líneas, se mantuvo hasta bien entrado el siglo XIX, período en el que el hospital se transformó radicalmente, desde su estructura asistencial hasta la forma de gobierno, pasando por las ideas médicas en las que basaba su funcionamiento Era, pues, un hospital moderno al que se le puede aplicar no sólo la definición del de Santa Maria Nuova de Florencia (lo que pone de manifiesto su similitud con otros centros): “una institución organizada en torno a líneas terapéuticas y dedicado exclusivamente al cuidado de los enfermos”, sino también la que dio a principios del siglo XVI Luis Vives, uno de los grandes teóricos y renovadores de las nuevas concepciones renacentistas del la asistencia: “Doy el nombre de hospitales a aquellas instituciones donde los enfermos son mantenidos y curados, donde se sustentan un cierto número de necesitados; donde se educan los niños y las niñas; donde se crían los hijos de nadie; donde se encierran los locos y los ciegos pasan la vida. Sepan los regidores de la ciudad que todos estos cuidados son de su incumbencia”. El Hospital se dividió en una serie de secciones o salas de acuerdo con los saberes médicos de la época: la sala de fiebres (febres), la de morbo gallico (mal de siment) y la de heridos (nafrats), es decir, se separaban los enfermos de afecciones internas de los atendidos por los cirujanos. Además, se mantuvieron otras tres procedentes de los hospitales unificados: la sala de locos (dements), que correspondía al antiguo Hospital de los InoEl resumen aquí presentado está tomado de LÓPEZ TERRADA, M. L. (1986), El Hospital General de Valencia en el siglo XVI (1512-1600), Valencia, Universidad de València, Tesis doctoral. 3
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centes; la de niños expósitos (borts), y la de leprosos, correspondiente al antiguo lazareto. Este último fue el único edificio que no fue desalojado, puesto que la lepra se consideraba una enfermedad contagiosa, se creyó conveniente mantener a los enfermos en el antiguo lazareto, ubicado a las afueras de la ciudad. Las salas de fiebres, morbo gallico y locos estaban divididas a su vez en dependencias de hombres y mujeres. A finales del siglo XVI, el hospital tenía unas 279 camas de distinto tipo, algunas de las cuales estaban ocupadas por más de un enfermo. Además, era frecuente habilitar jergones por los suelos de las distintas enfermerías, cuando ingresaban muchos pacientes y no bastaban las camas existentes. Los locos estaban en dependencias aparte, separados sin ningún tipo de comunicación los hombres de las mujeres. De igual modo, los locos furiosos no convivían con los pacíficos. Los primeros estaban recluidos en pequeñas habitaciones o celdas, las denominadas gabies. Había varias y estaban situadas unas junto a otras, a lo largo de un corredor, separadas por tabiques de adobe. Cada celda era independiente y se accedía a ella por una puerta de barrotes de hierro que se cerraba con un candado. Los locos pacíficos tenían libertad de movimientos dentro del hospital e, incluso, colaboraban a la financiación del centro al salir por la ciudad a pedir limosna en determinadas fiestas. El tratamiento médico era recibido por todos los acogidos en la institución, incluyendo los niños expósitos si estaban enfermos. Según las concepciones médicas de la época, la alimentación desempeñaba un papel central en los cuidados que debían procurarse tanto las personas sanas para no enfermar, como los enfermos para sanar. No obstante, en líneas generales, la dieta estaba basada, de acuerdo con el sistema alimentario valenciano, en pan de trigo, carne de cordero y pollo, huevos y vino, verduras cultivadas en el huerto, además de pescado durante las abstinencias religiosas (de las que estaban exentos los locos por considerarse perjudicial para su salud). Los alimentos se consumían fundamentalmente cocidos y asados, así como gran cantidad de caldos y fruta cocida. El consumo de leche, dadas las ideas de los médicos sobre su uso, estuvo muy controlado y sólo se administraba como medicina. Por otro lado, los acogidos según la afección que padecieran, recibían tratamiento médico o quirúrgico en consonancia con lo que se adecuara a su enfermedad y fuera prescrito. El Hospital disponía de una botica que se ajustaba tanto a las normas del Colegio de Boticarios de la ciudad, como a los tratados de materia médica de la época. Todos los medicamentos exis-
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tentes en la botica tenían indicaciones terapéuticas precisas y, en gran medida, eran eficaces. Los locos, considerados como enfermos, también se beneficiaban de estos remedios. Además, se realizaban diferentes operaciones quirúrgicas, tanto para los ingresados como para personas que acudían a recibir este tratamiento por parte de los cirujanos de la institución. Por último, durante la primavera y el otoño, se administraban unciones mercuriales como tratamiento del morbo gallico. Creemos que, a partir de todo lo expuesto, se puede ver cómo el Hospital General de Valencia, al igual que el de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza y el de Santa Creu de Barcelona, era una institución destinada a la asistencia y tratamiento de enfermos pobres, con un marcado y claro carácter médico. Este hecho se demuestra, además, si se tiene presente que los acogidos en el Hospital eran, excepto los niños expósitos, enfermos; porque el tratamiento médico y quirúrgico que se daba indica que no solamente se recogía a los pobres enfermos para brindarles un techo, sino que el objeto fundamental era su curación. Es decir, la intención de los que gobernaban el Hospital era, ante todo, asistir médicamente a los allí internados, aunque en algunos casos este hecho supusiera apartarlos de la sociedad, cuando se consideraba conveniente para la misma, como en el caso de los locos o de los enfermos de morbo gallico. Para ello, se disponía de un elevado número de personal asistencial, que incluía a profesionales y a ocupaciones auxiliares. Además, entre estos últimos, existía una fuerte especialización. Por otro lado, el Hospital tuvo desde un principio una estrecha relación con la universidad municipal de la ciudad, el Studi General. Por una parte, los médicos fueron a la vez, en su mayoría, catedráticos y, por otra, hay constancia explícita de la utilización del Hospital para la enseñanza médica. Por último, el carácter médico del hospital se pone de relieve de forma explícita ante los problemas de planificación e higiene hospitalaria, llegándose a utilizar a finales del siglo XVI la expresión de pulisia del hospital ante problemas de higiene hospitalaria planteados en la construcción o reestructuración de nuevas salas. Además de todo esto, el Hospital desempeñaba una importante función en el conjunto de medidas sociosanitarias de tipo urbano. Concretamente, hubo dos situaciones con las que queda muy claro el papel del Hospital en los problemas de salud pública municipales. La primera fue la colaboración entre la ciudad y este centro en las epidemias de peste; la segunda, la participación de sus administradores en las expulsiones de vagabundos de la ciudad.
ESCENAS OCULTAS DE LA PRÁCTICA MÉDICA Y QUIRÚRGICA (SIGLOS XV-XVIII) José Pardo Tomás CSIC, Barcelona
La complicada situación de la minoría de origen judío en la España de los siglos XV al XVIII tuvo diversas implicaciones relacionadas con la práctica médica y quirúrgica, tanto desde el punto de vista de los pacientes como del de los médicos, cirujanos y otros sanadores. Algunas de estas implicaciones eran palmarias y se hallaban a la vista de todos; otras, sin embargo, se materializaban en la sombra, en prácticas rodeadas de secreto, en condiciones de clandestinidad o, cuanto menos, de discreción. Por diversas razones, algunas de estas escenas ocultas a la luz de los contemporáneos han dejado, paradójicamente, un interesante y utilísimo registro documental. Esta paradoja, que nos permite disponer de unas fuentes producidas en circunstancias excepcionales pero que resultan especialmente ricas en información sobre algunos aspectos de la realidad de la práctica médica y de la práctica quirúrgica de la época, nos obliga también a mantener una permanente alerta ante una documentación que, por su misma excepcionalidad, presenta considerables problemas interpretativos. Como ya he intentado exponer en otro lugar 1, un excelente ejemplo a este respecto lo constituyen las fuentes documentales originadas a partir del problema de la existencia o no de la práctica de la circuncisión clandes1 PARDO TOMÁS, J. (2003), “Physicians’ and Inquisitors’ Stories? Circumcision and CryptoJudaism in Sixteenth.Eigtheenth-Century Spain”, en EGMOND, F., y ZWIJNENBERG, R. (eds.), Bodily Extremities. Preocupations with the Human Body in Early Modern European Culture, Aldershot, Ashgate, pp. 168-194. Para todo lo referente a este apartado, se remite a las notas y referencias sobre fuentes y literatura secundaria que aparecen en el capítulo aquí citado.
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tina entre los descendientes de judeoconversos tras las conversiones forzosas de finales del siglo XV en los diversos reinos ibéricos. Encontramos una gran variedad de fuentes que nos hablan de la centralidad que la cuestión de la circuncisión —real o imaginada, intentada o deseada, provocada o sospechada, eso ahora tanto da— cobró en el seno de las complejas y tortuosas relaciones establecidas entre los que se consideraban —o aspiraban a ser considerados— cristianos viejos y los integrantes de la minoría de origen converso. En primer lugar, no faltan referencias y alusiones en los tratados de cirugía producidos por los cirujanos de la época, desde Hidalgo de Agüero a Juan Calvo, pasando por Fragoso, Arias de Benavides y otros; en general, se trata de una información muy codificada y estándar que arranca de los breves capítulos dedicados a la cuestión por Guy de Chauliac, comentados y glosados innumerables veces a lo largo de tres siglos; pero en algún caso el desarrollo del tema a partir de las décadas centrales del siglo XVI adquiere matices y derivaciones nuevas, de las que cabe hacer más de una lectura, incluyendo la dirigida a desvelar el discurso antisemita. El rastreo de los textos para perseguir la genealogía de algunos de los lugares comunes del antisemitismo cristiano construidos sobre bases procedentes de la medicina y la filosofía natural puede dar excelentes resultados y ayudar a interpretar algunos aspectos poco subrayados de los textos quirúrgicos de los siglos XVI y XVII, tanto de los hispánicos como de los de otros ámbitos, como muestran los casos de Falloppio y Fabrici d’Acquapendente. En segundo lugar, la erudición histórica ha ido sacando a la luz una serie de documentos notariales que ponen en evidencia la riqueza de los protocolos para esta cuestión de las prácticas quirúrgicas relacionadas con la circuncisión, como ocurre con tantas otras cuestiones del ámbito privado, o que permanecían ocultas —por unas u otras razones— al ámbito de lo público. Por azarosa, esporádica e ingrata que sea la búsqueda en los archivos notariales, la precisión de las descripciones, la singularidad de la información y la multiplicidad de voces que recoge —sin otra historia que la de su esporádica presencia ante notario— hace indispensable seguir buscando en las actas notariales. El pormenor de las descripciones de la práctica de determinadas operaciones quirúrgicas por motivos terapéuticos en los genitales externos masculinos, realizadas ante testigos y ante la mirada, la pluma y el papel del escribano público no es comparable a ninguna otra fuente de la época. Algunos ejemplos fueron dados a conocer, en su día, por Gustavo García Herrera o José Gómez Menor, por cierto en foros directa-
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mente relacionados con la SEHM y con sus congresos. Asimismo, han dado y dan a conocer otros muchos documentos notariales de parecido interés los historiadores especialistas en conversos, como Haim Beinart, Jaime Contreras, Encarnación Marín, Pilar Huerga o Michael Alpert, entre otros muchos. Por otro lado, la centralidad de la cuestión de la circuncisión está también en las fuentes rabínicas coetáneas y, sobre todo, en los textos escritos por los que decidieron abandonar Sefarad, dejar de ser “cristianos nuevos” para convertirse en “judíos nuevos” (en afortunada expresión de Yosef Kaplan) en los lugares de exilio y refugio que fueron abriéndose para ellos en ciertos territorios europeos a los largo del siglo XVII. Se trata de fuentes poco frecuentadas por la tradición historiográfica hispana, pero que esconden también más de una grata sorpresa para los que se interesen por la realidad de la práctica quirúrgica, no sólo en los reinos hispánicos, sino también en Holanda, en Livorno, en Burdeos, en Venecia, en Hamburgo o en Londres. Por eso es indispensable acudir una y otra vez a los buenos conocedores de la compleja historia social y cultural del éxodo sefardí, como el ya citado Kaplan, Yosef Hayim Yerushalmi o, en otro orden de cosas, a quienes han reflexionado en profundidad sobre las identidades judías, como Sander Gillman. Los testimonios acerca de la circuncisión clandestina en la península ibérica y la practicada en los adultos que lograban alcanzar el refugio en una judería al norte de los Pirineos son un buen contrapunto para no minimizar ni exagerar el alcance de la cuestión. Pero aún más interesante es la presencia inmanente del fantasma de la circuncisión en algunos textos producidos por médicos judíos sefarditas, como Isaac Cardoso o como Orobio de Castro, por citar los dos casos más sobresalientes. Por último —y, por supuesto—, están las fuentes inquisitoriales, reflejo paradigmático de la implacable dureza con la que se impuso la hegemonía cristiana vieja. Pero a la vez —conviene no olvidarlo— los documentos generados por el Santo Oficio son también reflejo del papel jugado por la institución como moldeadora y canalizadora de buena parte del imaginario colectivo elaborado en torno a los “retajados”. En la mecánica procesal del tribunal, que tanto rastro documental ha dejado, pueden hallarse numerosas intervenciones de los médicos y los cirujanos inquisitoriales, pero también otros que desfilan por los procesos como testigos, declarantes espontáneos o requeridos y aun como víctimas. El carácter supuestamente indeleble de la circuncisión, las técnicas de simulación, tanto de su ausencia como de su presencia, las supuestas pruebas para discernir una lesión
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ritual de una terapéutica o de una traumática abrían un abanico bastante amplio a la intervención del cirujano, que aparece unas veces como agente de la represión, otras como técnico experto en ambigüedades, incluso otras como cómplice de un particular don’t ask don’t tell entre algunos cirujanos y algunas familias de descendientes de judeoconversos. En conclusión, es evidente que, pese a la dificultad del objetivo, son muchas y muy variadas las fuentes que pueden permitir una aproximación a la realidad de la práctica médica o quirúrgica entre los siglos XV y XVIII. Incluso, a veces, se da la paradoja de que hay más fuentes y más ricas cuando dirigimos nuestra mirada a ámbitos que, en el contexto de la sociedad de la época, debían permanecer velados, ocultos en la clandestinidad o, cuanto menos, en la penumbra de la discreción. Por eso, dirigir nuestra mirada de historiadores hacia esos ámbitos puede reportar interesantes y novedosos puntos de vista sobre el tema que nos ha ocupado en esta mesa redonda.
HISTORIA DE LA MEDICINA, SALUD Y GÉNERO
RELACIONES ENTRE LA HISTORIA DE LA MEDICINA Y LA INVESTIGACIÓN EN SALUD Y GÉNERO Montserrat Cabré Profesora Titular de Historia de la Ciencia, Universidad de Cantabria
Teresa Ortiz Gómez Catedrática de Historia de la Ciencia, Universidad de Granada
Las comunicaciones de esta mesa tratan de contribuir al objetivo formulado por la organización del congreso de “poner de relieve la radical historicidad de todo cuanto ha sucedido y sucede en torno a la medicina, la salud y la enfermedad; sus condicionamientos económicos, ideológicos, científicos, etc. (para, de este modo) mostrar la eficacia de la reflexión histórica en la comprensión y en la crítica meliorativa de la situación actual.” Nos parecía que la investigación sobre historia de la salud y la medicina desde perspectivas feministas sería uno de los muchos y más completos ejemplos para contribuir a este propósito. Queríamos hacer un acercamiento multi e interdisciplinar que representara una realidad investigadora en la que el diálogo abierto y los préstamos entre disciplinas son la norma, y en la que aspirar a la transformación y la transferencia social es una necesidad. Invitamos para ello a cinco especialistas de diferentes disciplinas que han realizado una sólida contribución a diferentes aspectos relacionadas con la salud y la ciencia y que tienen una trayectoria de trabajo interdisciplinar en la que la investigación y las prácticas políticas están consciente e indisolublemente unidas. Sus contribuciones exploran, desde puntos de vista distintos, las relaciones entre la historia y las prácticas feministas de salud, las confluencias y divergencias teóricas y metodológicas y las posibilidades que abre la historia al conocimiento sobre el cuerpo, la salud y la enfermedad, al estudio
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de las desigualdades de género en salud y a la enseñanza de la medicina y la ciencia dentro y fuera de los niveles universitarios. Mónica Bolufer es profesora titular de historia moderna de la Universidad de Valencia y ha trabajado un abanico amplio de temas, especialmente la historia de las relaciones familiares, la historia del protofeminismo y la historia del pensamiento ilustrado sobre la diferencia sexual. Es una de las historiadoras españolas que, sin partir del campo disciplinar de la historia de la medicina, más se ha interesado por entender y explorar el cuerpo como sujeto de la historia. Su trabajo ejemplifica bien la voluntad por la interdisciplinariedad 1. En su comunicación, vincula el interés de la historia del pensamiento y las actividades relacionadas con la salud a las tendencias más actuales de la historiografía: una historia social y cultural que analiza las actitudes y comportamientos sociales, así como las prácticas de vida, los sentimientos y las formas de subjetividad. Una historia que presta, también, particular atención al papel que desempeñan los discursos (morales, científicos, religiosos, políticos...) y las formas de representación del cuerpo en la construcción y perpetuación de las desigualdades entre los sexos, sin olvidar el modo en que los individuos, mujeres y hombres, se inscriben en esos discursos. Se trata de un campo, en el que historia de las mujeres e historia de la medicina confluyen y se enriquecen mutuamente. Entre los logros historiográficos más importantes en este campo, Mónica señala, en primer lugar, el establecimiento de la historicidad de los conceptos de feminidad y masculinidad y de la diferencia y la desigualdad entre mujeres y varones; en segundo lugar, la capacidad de problematizar nociones como cuerpo, naturaleza y biología para perfilar una idea nueva del cuerpo entendido como “uno de los lugares donde de forma más poderosa se construyen, se negocian y se combaten las nociones sobre el orden social”. El tercer logro radica en considerar a las mujeres como sujetos activos en el terreno de la salud, y en estudiar las formas en que ellas han cuestionado y cuestionan los sistemas normativos, así como los mecanismos de resignificación y trasgresión de los discursos y las prácticas. 1 Ver BOLUFER, M. (2000), “«Ciencia de la salud» y «ciencia de las costumbres»: higienismo y educación en el siglo XVIII”, en Higienismo y educación (siglos XVIII-XX), monográfico de Áreas. Revista de Ciencias Sociales, 20, pp. 25-50; BOLUFER, M. (2004), “La realidad y el deseo. Formas de subjetividad femenina en la época moderna”, en DE LA PASCUA, M. J.; GARCÍA-DONCEL, M. R. y ESPIGADO, G. (eds.), Mujer y deseo. Representaciones y prácticas de vida, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, pp. 357-382.
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Sobre el papel que han jugado y juegan los conceptos de género y cuerpo en la construcción interdisciplinar de un nuevo conocimiento de base feminista sobre las mujeres y la salud, trata la contribución de Mari Luz Esteban, profesora titular de antropología social en la Universidad del País Vasco y una de las primeras investigadoras que en España se dedicó la antropología de la salud y el género. Su línea de investigación combina su interés por la salud, que la llevó inicialmente a estudiar la carrera de medicina, y su compromiso feminista, buscando en la antropología herramientas para explorar el cuerpo como cultura, un cuerpo que se constituye en sujeto de historia. En su comunicación, Mari Luz redefine, actualiza y pone en interacción estos dos conceptos —género y cuerpo— para proponer “un análisis corporal de género” que puede ser muy fructífero tanto en la investigación antropológica como histórico-médica. En su revisión de las aportaciones más recientes del feminismo teórico, señala la reformulación del concepto de género para otorgarle su actual carácter dinámico, performativo y material, que supera el estatismo y la dimensión estrictamente cultural de definiciones y usos anteriores. Respecto al cuerpo, propone considerarlo como “agente y nudo de estructura y acción”, con objeto de favorecer una lectura de la salud más amplia y compleja que la sostenida tradicionalmente en los estudios de género y salud, en los que la concepción médico-psicológica ha sido dominante. En el curso de las ponencias y comunicaciones sobre internacionalismo y medicina e ideología que antecedieron a nuestra mesa, pudimos percibir una perspectiva de análisis poco habitual en este foro profesional que es la SEHM. Una perspectiva crítica, inquisitiva y desveladora del proceso personal de investigar y conocer, en la que el testimonio propio, es decir, la subjetividad, se articulaba en los relatos historiográficos, enriqueciéndolos y dotándolos de un nuevo contenido. Esta perspectiva, que los estudios de las mujeres vienen proponiendo como método de conocimiento, la adoptaron explícitamente en nuestra mesa Consuelo Miqueo y Concha Colomer. Consuelo Miqueo es profesora titular de historia de la medicina en la Universidad de Zaragoza, donde trabaja en el Área de Historia de la Medicina y en el Seminario Interdisciplinar de Estudios de las Mujeres, en cuyo seno ha promovido la fundación del grupo de investigación interdisciplinar de mujeres y ciencia Genciana. Con sus compañeras de seminario organiza de forma periódica unas Jornadas sobre Género y Salud que
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desempeñan una necesaria labor de animación y mediación del diálogo entre expertas de diferentes disciplinas y con diferentes marcos teóricos de referencia feminista 2. Ha publicado, entre otros temas, sobre las relaciones entre feminismo y práctica asistencial, así como sobre la conceptualización científica de las diferencias biológicas entre los sexos, interesándose especialmente por las aportaciones teóricas del pensamiento de la diferencia sexual. En su comunicación, Consuelo parte de su experiencia investigadora, docente y divulgadora, a la que da un valor epistemológico en sintonía con las tendencias que proponen integrar la función social y cognitiva de las emociones 3. Discute básicamente sobre dos cuestiones: sobre las ventajas, contradicciones y desventajas de ser historiadora de la medicina y sobre las dificultades de la interdisciplinaridad, concretamente las que atañen a la divulgación y conexión con públicos femeninos no profesionales de la historia de la medicina. Lo hace después de situarse a si misma, de forma expresa, en una red de intercambio intelectual y de relaciones de autoridad que visibilizan el núcleo, para ella central, de su colegio invisible. Concha Colomer, médica experta en salud pública, especialista en pediatría y miembro de la Red de Investigación en Salud y Género, es actualmente la directora del Observatorio de Salud de la Mujer, un organismo recientemente creado en el Ministerio de Sanidad y Consumo. Su trayectoria profesional ha estado muy comprometida con la investigación, docencia y divulgación de temas relacionados con el impacto de las desigualdades de género en la salud de las mujeres y en las profesiones sanitarias 4. A principios de los noventa inició, junto con Rosa Ballester, la introducción de los estudios de las mujeres en los programas de doctorado de salud pública, tarea precursora que llevaron a cabo en la Universidad de Alicante. Asimismo, es una de las co-fundadoras de E-leusis, un emblemáDos libros imprescindibles resultantes de estas jornadas son: BARRAL, M. J. et al. (eds.) (1999), Interacciones ciencia y género. Discursos y prácticas científicas de mujeres. Barcelona, Icaria y MIQUEO, C. et al. (eds.) (2001), Perspectivas de género en salud. Fundamentos científicos y socioprofesionales de diferencias sexuales no previstas, Madrid, Minerva. 3 En una línea más etnográfica, Mari Luz Esteban (2001) tiene también una sugerente contribución: “Embodied anthropology: Anthropology from oneself”, AM-Revista della Società Italiana di Antropologia Medica, num. 11-12 , pp. 173-189. Accesible en castellano en: http://www.ehu.es/ CEIC/papeles/12.pdf 4 VIVES-CASES, C.; ÁLVAREZ-DARDET, C., y COLOMER, C. et al. (2005) “Una experiencia de defensa de la salud en violencia contra las mujeres”, Gaceta Sanitaria, 19, (3), 262-264; COLOMER REVUELTA, C., y PEIRO PÉREZ, R. (2002) “¿Techos de cristal y escaleras resbaladizas?: desigualdades de género y estrategias de cambio en SESPAS”, Gaceta Sanitaria, 16, (4), 358-360. 2
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tico boletín de noticias de mujeres en la red, donde la divulgación de temas de historia y salud es habitual. Nuestra invitada, que no pudo preparar su comunicación para esta publicación, planteó en la mesa, desde su experiencia clínica en pediatría y su dedicación a la investigación y la docencia, la idea de que la historia, la asistencia y la investigación son los mimbres sobre los que hay que construir la promoción de la salud de las mujeres. Según decía en el resumen de su comunicación “la historia nos proporciona modelos de hombres y mujeres profesionales, así como de las prácticas asistenciales y las políticas sociales y económicas que han determinado en positivo y en negativo la salud de nuestras antepasadas y la nuestra propia, [y] nos muestra la discriminación sufrida por las mujeres como profesionales sanitarias, como usuarias de unos servicios de salud diseñados por varones para varones y como investigadoras y objeto de investigación. La asistencia sanitaria y la investigación deberían leer su historia con mirada de género para comprender mejor dónde estamos y las causas de ello, de manera que podamos identificar mejor dónde se encuentran las claves para el cambio social hacia la equidad y la igualdad entre hombres y mujeres en la salud.” Ejemplificó su tesis con una significativa anécdota. Durante su formación como pediatra a comienzos de los años ochenta, aprendió que el nombre del test de Apgar, que se aplica de forma habitual y obligada a las criaturas recién nacidas para valorar su estado de bienestar y salud, era un acrónimo que respondía a las cinco variables que medía: Apariencia (color); Pulso (ritmo cardíaco); Gesto o mueca (respuesta a estimulación); Actividad (tono muscular); Respiración. Muchos años después averiguó que fue Virginia Apgar (1909-1974), la primera mujer catedrática de anestesiología y la primera catedrática de la Columbia University, quien ideó y propuso, en 1953, el test que lleva su nombre. Promociones enteras de pediatras españoles, en gran proporción mujeres, lo han ignorado y probablemente lo siguen ignorando todavía hoy. En este caso, la transmisión de genealogías que propone Esther Rubio en su comunicación no se ha realizado y la ingeniosa y algo rebuscada regla mnemotécnica ha ocultado, en el ámbito de la enseñanza médica especializada contemporánea, la autoría femenina. De este modo se ha contribuido a reforzar el paradigma androcéntrico en la construcción del pensamiento científico, así como la supuesta neutralidad sexual de la práctica médica. Esther Rubio, doctora en ciencias químicas y profesora de enseñanzas medias, se dedica desde hace años al desarrollo y gestión de programas
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educativos, actualmente desde el Ministerio de Educación y Ciencia. Ha sido una pionera en la elaboración de experiencias educativas para la coeducación y para el avance y la mejora de la educación científica de las niñas, así como en la reflexión sobre las relaciones, no siempre fluidas, entre ciencia, tecnología y feminismo 5. Desde estos ámbitos ha trabajado en historia de la ciencia con objetivos pedagógicos y divulgativos, reconociendo su valor inequívoco en la superación del androcentrismo. En su comunicación, Esther Rubio nos ofrece una reflexión sobre el papel que puede desempeñar la historia de la ciencia en la formación del alumnado de secundaria. Aun sin estar reconocida en los planes de estudio oficiales, su valor no ha escapado a algunas profesoras y profesores, que han desarrollado con éxito experiencias educativas para promover entre el alumnado una cultura científica que no excluya las aportaciones de las mujeres 6. Desde sus orígenes, el feminismo ha reconocido la capacidad de la historia de abrir espacios sociales y simbólicos, espacios que en la práctica educativa conllevan un enorme potencial de transformación. Con el ejemplo de dos mujeres que vivieron desde ámbitos muy diferentes el período que denominamos como revolución científica, muestra la posibilidad de realizar una mirada diferente a los hitos de la historia de la ciencia clásica. Las aportaciones a la mesa también se inscriben, en su conjunto, en el marco de algunas ponencias y comunicaciones presentadas en el congreso (como por ejemplo, las de Alfredo Menéndez, Joseph Bernabeu y Esteban Rodríguez Ocaña) que señalan el papel de la ideología en la construcción de la historiografía y advierten de sus usos políticos y de sus consecuentes resultados, errores u olvidos. Por ello, no queremos dejar de recordar que una reunión como la que hemos auspiciado, aunque inédita en la SEHM no es, estrictamente, una novedad. Desde finales del siglo XIX, médicas, historiadoras y feministas de distinto tipo han colaborado activamente para 5 Dos trabajos representativos de su trayectoria: RUBIO, E. (1991), Desafiando los límites de sexo/género en las Ciencias de la Naturaleza, Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia; RUBIO, E. (2006), El ciberespacio no es la mitad del cielo. Sobre mujeres, ciencia y tecnologías digitales, Alcalá, Ayuntamiento de Alcalá, en prensa. 6 SÁNCHEZ GONZÁLEZ, M. D. (1999), “Las biografías de las científicas en la enseñanza de las ciencias: mostrando una tradición”, en BARRAL, M. J. et al. (eds.) Interacciones ciencia y género. Discursos y prácticas científicas de mujeres. Barcelona, Icaria, pp. 259-290; SOLSONA, N. (2002), “Mujer y ciencia”, en Mujer y educación. Educar para la igualdad, educar desde la diferencia, Barcelona, Graó, pp. 47-57.
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construir una historia que contribuyera a transformar el conocimiento y a mejorar la salud de las personas de su tiempo. Los primeros trabajos sobre historia de las mujeres y la salud se publicaron en el último tercio del siglo XIX, cuando las primeras mujeres empezaron a acceder a la profesión médica. De este modo se sumaron al objetivo de elaborar en Occidente una historia propia de las mujeres 7. Autoras y autores como Sofia Jex-Blake (1872), Frances Hoggan (1884), Mary P. Jacobi (1891), Melanie Lipinska (1900) o Marcel Baudouin (1901) entre otros, publicaron sus trabajos sobre médicas y sanadoras del pasado con el doble objetivo de legitimar un lugar para las mujeres en la medicina y contribuir a transformar las condiciones de vida y la política sexual de su tiempo. En los años treinta, Kate Hurd-Mead diseñó y llevó a cabo un proyecto historiográfico exclusivamente femenino, vinculado al movimiento asociativo norteamericano e internacional de las médicas, que se mantuvo con altibajos hasta los años cincuenta y contó con aportaciones esporádicas tan interesantes como el artículo que dedicó, desde una perspectiva histórico-social, Richard Shryock en 1950. La interdisciplinaridad y los lazos de colaboración entre historiadoras, médicas y feministas se reforzaron en Estados Unidos dos décadas después de la mano de lo que se ha denominado segunda ola de la historiografía feminista, y se plasma en libros como Clio’s conciousness raised (editado por Hartman y Banner en 1974 a partir de trabajos presentados en el primer congreso internacional de historia de las mujeres celebrado en Berkshire, EEUU un año antes) 8, o como Women and health: the politics of sex in medicine, una recopilación de aportaciones del feminismo liberal, radical y marxista al sistema de salud y al quehacer historiográfico que editó en 1983 Elizabeth Fee 9. En esta larga trayectoria de colaboración inter y transdisciplinar, y en el marco de una historia social y cultural (o a la luz de las tendencias historiográficas actua7 SMITH, Bonnie G. (1998), The gender of history. Men, women and historical practice. Harvard University Press; SCOTT, Joan W. (1999) Gender and politics of history. New York, Columbia University Press. 8 Algunos de estos trabajos se publicaron 10 años después en España en NASH, M. (ed.) (1984), Presencia y protagonismo. Aspectos de la historia de la mujer, Barcelona, Serbal. 9 Sobre historia de historiografía de las mujeres y la salud: MORANTZ-SÁNCHEZ, R. (1990) “Physicians”, en APPLE, R. D. (ed.) Women, health and medicine in America, pp. 469-487, New Brunswick, Rutgers University Press, 469-487; CABRÉ I PAIRET, M. (2001) “Autoridad e historia. El proyecto historiográfico de las médicas norteamericanas, 1925-1940”, Asparkía, num. 12, pp. 113-124; ORTIZ, T. (2006) Historia género y medicina. 130 años de investigación feminista, Oviedo, KRK.
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les) hemos querido insertar nuestra iniciativa cuyos resultados ofrecemos en las páginas siguientes. Agradecemos a las participantes en esta mesa su generosa disponibilidad en todo el proceso de organización y edición. Esperamos que los textos revisados de sus intervenciones incidan en las líneas de reflexión que se iniciaron en el vivo debate que siguió a las presentaciones orales.
GÉNERO, HISTORIA E HISTORIA DE LA MEDICINA: DIÁLOGOS HISTORIOGRÁFICOS Mónica Bolufer Peruga Profesora Titular de Historia Moderna Universitat de València
Es bien sabido que la historia de la medicina (como, más generalmente, la historia de la ciencia) y la historia “general” han discurrido, en buena medida, por caminos separados, de forma particular en España. La responsabilidad por tal desencuentro cabe atribuirla, más allá de la tradición académica que ha separado esos dos campos de la historia como dos disciplinas diferenciadas, a algunos prejuicios habituales en la historiografía. En ésta la historia de la cultura ha ocupado con frecuencia un lugar secundario e incluso marginal con respecto a la historia económica, social o política, desde una concepción estrecha y positivista de lo “real” que dejaba fuera el mundo de las ideas como perteneciente a la esfera vaga e intangible del imaginario, ajena a la “verdadera” realidad histórica. Y por mucho que a partir de los años 1930 se afirmara la importancia de las mentalidades colectivas, o que, en un sentido algo distinto, la historia de las últimas décadas haya desarrollado un creciente interés por los aspectos culturales, desde la noción de que el lenguaje conforma la realidad social y las vivencias personales, estas orientaciones (representadas en la historia sociocultural de raigambre anglosajona o la historia de las representaciones de la tercera generación de los Annales) siguen teniendo una presencia limitada en nuestro país 1. 1 Las reflexiones contenidas, por ejemplo, en BARROS, C. (ed.) (1995), La historia a debate, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago, 1995, o el interesante acercamiento de SERNA, J., y PONS, A. (2005), La historia cultural. Autores, obras, lugares, Madrid, Akal, a la historia cultural en Europa y los Estados Unidos contrastan con la escasez de investigaciones desde esos enfoques en nuestro país.
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De forma más específica, en lo que concierne a la historia de la medicina y la ciencia, cuando los historiadores “generalistas” se dignan prestarles alguna atención, es todavía, en muchas ocasiones, presentándola como la historia del progresivo desvelamiento de teorías y prácticas científicas más avanzadas y racionales, es decir, estructurándola en torno a una narrativa lineal de progreso o modernidad 2. Pero además, la historia suele dejar fuera de su campo de interés el cuerpo (la enfermedad, la maternidad, la reproducción...) como aquello que cae del lado de lo biológico, lo natural, lo que resulta ajeno a la historia o tiene, en todo caso, una historia casi inmóvil, tejida de continuidades de larguísima duración 3. En este panorama (trazado a rasgos muy apresurados y, sin duda, algo excesivos), lo que se ha dado en llamar la historia de las mujeres o (con algunas diferencias) la historia del género, ha constituido, hasta cierto punto, una excepción, y viene manteniendo con la historia de la medicina una relación particular y algo más fluida. Debo precisar que me refiero no sólo a las investigaciones realizadas desde el área de Historia de la Ciencia, sino también, y fundamentalmente, al hecho de que las historiadoras e historiadores que han incorporado a sus trabajos las perspectivas abiertas por la historia de las mujeres hayan abordado, con mayor frecuencia de lo que resulta habitual en la disciplina, temas relacionados con la historia del cuerpo y las prácticas sanitarias. Ello les ha permitido beneficiarse, en mayor medida que sus colegas, de las aportaciones metodológicas y teóricas de la historiografía médica, a la vez que incorporar a ésta sus propias inquietudes, contribuyendo por ambas vías a enriquecer la Historia en general. ¿Por qué esa mayor apertura de la historia de las mujeres hacia temas que son también los propios de la historia de la medicina, y qué es lo que puede aportar a la Historia en su conjunto el diálogo establecido entre especialistas en historia de la medicina y en historia social o cultural hechas desde una perspectiva de género? 1. Vinculada en sus orígenes y su trayectoria al feminismo como movimiento social y pensamiento crítico, la historia de las mujeres ha sido 2 Las críticas a esta aproximación desarrolladas por la historiografía de la ciencia no han calado todavía de manera suficiente entre los historiadores “generales”, a diferencia de lo que sucede, por ejemplo, en la historiografía anglosajona. 3 De nuevo en este aspecto, cabe señalar la escasa incidencia en la historiografía española de reflexiones como las de PORTER, R. (1993), “Historia del cuerpo”, en BURKE, P., Formas de hacer historia, Madrid, Alianza, pp. 177-207. Queda por ver el impacto que pueda alcanzar la obra recientemente traducida de CORBIN, A. (dir.) (2005), Historia del cuerpo, Madrid, Taurus.
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muy consciente, de forma más temprana e intensa que otros enfoques de la Historia, del papel determinante que desempeñan las representaciones y los discursos, estructurando y condicionando las visiones del mundo, experiencias y prácticas de vida. Y ello porque muchas veces ha debido trabajar con documentos que, más que referir la realidad de las mujeres, expresan un imaginario social (y con frecuencia masculino) que las define, las idealiza o las denosta, lo que ha obligado a hacer un esfuerzo adicional en la interpretación de unas fuentes en cuya transparencia nunca hemos podido confiar. De ese modo, la historiografía feminista ha hecho suyos y ha contribuido a desarrollar (sobre todo, en Estados Unidos, y hasta cierto punto en Francia), los planteamientos de la nueva historia sociocultural, en particular el papel mediador del lenguaje en la construcción de la realidad social, y se ha interrogado con especial insistencia sobre la forma en que los discursos contribuyen a configurar las identidades personales y colectivas 4. Entre ellos, no cabe duda que el discurso científico ha tenido un papel clave, en especial a partir del siglo XVII, gracias a su creciente prestigio como saber, erigiéndose, tras la revolución epistemológica de la modernidad, en el discurso más autorizado para producir apariencia de verdad, apelando a la “naturaleza” como evidencia supuestamente incontrovertible. Las historiadoras vinculadas a las inquietudes del feminismo han sido, en este sentido, algo más curiosas u osadas de lo habitual entre los historiadores “generales”, poco inclinados, como se ha dicho, a abordar la historia de la ciencia, y también algo más desconfiadas: partiendo de lo que se ha dado en llamar una “epistemología de la sospecha”, no dieron por sentada la objetividad de esos discursos, sino que los entendieron como profundamente ideológicos 5. A ello contribuyó el hecho de que los discursos cien4 SMITH-ROSENBERG, C. (1981), “Writing History: Language, Class and Gender”, en DE LAURETIS, T. (ed.), Feminist Studies-Critical Studies, Bloomington, 1981, pp. 31-53. SCOTT, J. W. (1990), “El género, una categoría útil para el análisis histórico”, en AMELANG, J., y NASH, M. (comps.), Historia y género. Las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, pp. 23-56, y SCOTT, J.W. (1993), “La historia de las mujeres”, en BURKE, P. (ed.), Formas de hacer historia, Madrid, Alianza, pp. 59-88. FARGE, M., y PERROT, M. (1993), “Débat”, en DUBY, G., PERROT, M. (eds.), Femmes et Histoire, París, Plon, pp. 68-69. 5 Una visión más detallada de las aportaciones de la historia de las mujeres a la historia de la medicina, en BOLUFER, M. (1999), “Cos femení, cos social. Apunts d’historiografia sobre els sabers mèdics i la construcció cultural d’identitats sexuades (siglos XVI-XIX)”, Afers, 33/34, pp. 309-328, y ORTIZ, T. (2004), “Historia de la medicina e historia de las mujeres”, en DEL VAL V ALDIVIESO , M. I.; T OMÁS P ÉREZ , M. S.; D UEÑAS C EPEDA , M. J., y D E LA R OSA C UBO , C. (coords.), La historia de las mujeres: una revisión historiográfica, Valladolid, Universidad de Valladolid, pp. 105-120.
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tíficos, en particular médicos, se estudiasen no de forma aislada, sino en relación y comparación con otros (de carácter religioso, moral, literario o político) en los que la cuestión de la diferencia de los sexos ocupa también un lugar central. Ese cruce de fuentes ha permitido poner de relieve la profunda similitud de las inquietudes, las preguntas y las respuestas, subrayando algo obvio, pero sorprendentemente olvidado en muchas ocasiones: que las ideas, conceptos y teorías médicas participan, en buena medida, de los valores morales, sociales y religiosos de su tiempo, a la vez que contribuyen a configurarlos, desbordando los textos propiamente científicos para impregnar la mentalidad de la época. 2. Al mismo tiempo, la historiografía y la teoría feminista se han planteado desde sus inicios como objeto de análisis la relación que las mujeres mantienen con sus cuerpos, entendida como problemática y muy condicionada por los modelos y expectativas sociales, en particular por los deseos, ansiedades y temores de los hombres. Desterraban así la idea del cuerpo como lo más natural, primario e inmutable, un a priori histórico en tanto que mera realidad biológica, en favor de una noción del cuerpo como una construcción social y cultural. El punto de partida fue la consciencia de que el cuerpo de las mujeres ha sido históricamente un objeto privilegiado del discurso (fundamentalmente, aunque no de manera exclusiva, masculino), en tanto que ellas han sido definidas a lo largo de la historia y todavía en la actualidad, en mayor medida que los hombres, en relación estrecha y directa con lo material, lo corpóreo, con una biología de la cual se ha hecho un destino. Rousseau, buen conocedor de la literatura médica, a la vez que autor de profunda influencia sobre el pensamiento de su tiempo, incluido el de los médicos, quienes se refieren con frecuencia a él, expresó con claridad en su novela pedagógica Émile, ou de l’Éducation (1762) esa idea de larga vida: que las mujeres están determinadas por su sexo de un modo y hasta un punto que no lo están los hombres: “El varón es varón en algunos instantes; la mujer es mujer durante toda su vida, o por lo menos durante toda su juventud; todo la atrae hacia su sexo, y para desempeñar bien sus funciones precisa de una constitución que se refiera a él”. Desde esa conciencia, el feminismo ha desarrollado un discurso crítico sobre los mecanismos psicológicos y sociales por los cuales la desigualdad de los sexos condiciona la relación de las mujeres con su propio cuerpo, y la historia de las mujeres, desde sus orígenes en los años setenta, ha tomado la sexualidad, la maternidad o las prácticas sanitarias y
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estéticas de cuidado y modelado del cuerpo como objetos centrales de análisis 6. 3. Al mismo tiempo, al plantearse en sus principios como objetivo esencial restituir su ausencia como sujetos en la Historia tal y como ésta comúnmente se escribía, la historia de las mujeres tendió a desplazar su campo de atención de los temas y protagonistas habituales de la Historia hacia otros aspectos relevantes de la actividad humana, como la reproducción, la familia, la vida privada, la cultura popular, y hacia otros sujetos: curanderas, nodrizas, campesinas, brujas; desplazamiento acompañado, en el plano metodológico, por perspectivas próximas a los planteamientos de la microhistoria, con su atención al detalle, a las experiencias individuales y las historias de vida 7. Estos tres rasgos (la atención al papel de los discursos en la construcción de las identidades sociales, la consciencia del carácter cultural de las representaciones y las vivencias del cuerpo, y el interés por aspectos y sujetos tradicionalmente marginados por la Historia) han informado las que han sido las dos principales tendencias desarrolladas en los estudios sobre historia de las mujeres e historia de la ciencia. 1. Por una parte, los trabajos vinculados con la historia social y muchas veces influidos por la antropología y por los métodos microhistóricos, que, con el objetivo de hacer visibles los espacios, saberes y poderes que habían sido propios de las mujeres en el pasado, centran su interés en sus ocupaciones específicas en las sociedades tradicionales, entre ellas la maternidad (el parto, la crianza, la lactancia...), los saberes sobre el cuerpo y las prácticas sanitarias 8. Algunas historiadoras, como Arlette Farge o Catherine Fouquet, expresaron desde los orígenes de estos estudios cierta inquietud acerca de los riesgos posibles de una historia centrada en el cuerpo como objeto privilegiado: ¿no suponía quizás reproducir una de las dicotomías más arraigadas 6 FOUQUET, C. (1984), “Le détour obligé ou l’Histoire des femmes passe-t-elle par celle de leur corps?”, en PERROT, M. (ed.), Une histoire des femmes, est-elle possible?, París, Rivages, pp. 72-84. 7 FERRANTE, L.; PALAZZI, M., y POMATA, G. (eds.) (1988), Ragnatela de rapporti. Patronage e reti di relazioni nella storia delle donne, Turín, Rosenberg & Sellier. 8 Entre otros, EHRENREICH, B., y ENGLISH, D. (1973), Brujas, comadronas y enfermeras. Historia de las sanadoras, Barcelona, La Sal. GÉLIS, J. (1988), La sage femme ou le médecin. Une nouvelle conception de la vie, París, Fayard. PANCINO, C. (1984), Il bambino e l’acqua sporca. Storia dell’assistenza al parto delle mammane alle ostetriche, Milán, Franco Angeli. MARLAND, H. (ed.) (1993), The Art of Midwifery, Londres, Routledge.
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en el pensamiento occidental, y que precisamente el feminismo pretendía cuestionar, la que asocia a los hombres a la cultura y a las mujeres a la naturaleza, entendiendo a éstas como más determinadas por sus cuerpos sexuados y encerrándolas en la prisión de la biología? 9 ¿Acaso no conllevaba el peligro de escribir una historia de las mujeres casi inmóvil, que presentara esos saberes y prácticas vinculados con la vida y la muerte, la salud y la enfermedad, como un reducto de aquello más natural e instintivo (la reproducción) o como un ámbito de continuidades e inercias milenarias antes que de cambios, separándose así de la Historia con mayúsculas? El desarrollo de los estudios ha venido, a mi parecer, a demostrar que esas saludables advertencias marcaban un peligro que sólo amenazaba a quienes adoptasen perspectivas deterministas, lo que no ha sido en absoluto el caso más general. Por el contrario, el resultado de las investigaciones históricas sobre mujeres, prácticas sanitarias y experiencias del cuerpo ha despejado las dudas, demostrando que, como reconocía la propia Catherine Fouquet, “todo cambia a partir del momento en que se demuestra que el cuerpo femenino tiene en sí mismo una historia, incluso en sus funciones más humildes” 10. O, en palabras de Gisela Bock, “estudios centrados en la biología de la mujer (tales como la historia de la maternidad, el parto, las comadronas, las nodrizas...) han demostrado que la cultura y la historia conforman el cuerpo femenino (al igual que el masculino)” 11. Es decir, han puesto en evidencia que “la biología constituye, en sí misma, una categoría sociocultural que ha marcado y distorsionado la percepción y la relación de los sexos, al mismo tiempo que la de otros grupos” 12. Había otro peligro, quizá: el de reproducir de forma demasiado reiterativa y esquemática la identificación dicotómica entre, de un lado, las mujeres, la cultura popular y los saberes tradicionales sobre el cuerpo y, de otro, la medicina oficial-masculina, e incluso de idealizar un mundo pretérito, en el que ellas habrían ostentado unos poderes y saberes y ejercido unas funciones de las que habrían sido progresivamente excluidas por la medicina oficial (la idea de una cuasi-mítica Golden Age contra la que han advertido algunas historiadoras inglesas, o el “mundo que hemos perdido”, de las tradicionales evocadas, en un contexto historiográfico distinto, por Peter Las9 FOUQUET (1984). FARGE, A. (1991), “Cultura y saber de las mujeres: un ensayo de historiografía”, Historia Social, 9, 77-101. 10 FOUQUET (1984). 11 BOCK (1991), p. 64. 12 BOCK (1991), p. 62.
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lett) 13. Sin embargo, los estudios más interesantes sobre las prácticas y saberes curativos de las mujeres, como pueden ser el volumen recientemente editado por Montserrat Cabré y Teresa Ortiz o los trabajos de Gianna Pomata, revelan relaciones mucho más complejas entre las mujeres sanadoras, sus pacientes (hombres y mujeres), las autoridades civiles o religiosas, los médicos o cirujanos y otros profesionales de carácter empírico, así como una capacidad adaptativa de aquéllas a las cambiantes circunstancias de ejercicio de su profesión 14. 2. Junto a la maternidad y las prácticas sanitarias ejercidas por mujeres, otro objeto privilegiado de análisis, desde orientaciones más próximas a los planteamientos de la historia cultural, ha sido la forma en que la diferencia de los sexos se ha representado en los discursos médicos, adoptando en ellos la fuerza de las evidencias científicas, a través de la mirada sobre el cuerpo de las mujeres 15. Y es que en las distintas épocas y sociedades, los científicos (de manera particularmente influyente, los médicos) se han interrogado por el significado de la diferencia y la desigualdad de los sexos, proyectando sobre sus preguntas y sus respuestas, sobre los planteamientos y resultados de sus investigaciones y sus prácticas, las convenciones, expectativas y prejuicios propios de su tiempo. Muy especialmente, desde el siglo XVIII la Medicina ha venido ejerciendo un papel determinante en la construcción de normas sociales y modelos de comportamiento y subjetividad, a través de su influencia creciente sobre la sociedad y de la divulgación de sus principios mediante una amplia literatura de popularización (textos de higiene, educación física, “conservación de la infancia”) que desborda los cauces de los 13 VICKERY, A. (1993), “Golden Age to Separate Spheres: a review of the Categories and Chronology of English Women’s History”, The Historical Journal, 36, 383-414. LASLETT, P. (1987), El mundo que hemos perdido, explorado de nuevo, Madrid, Alianza. 14 CABRÉ, M., y ORTIZ, T. (2001), Sanadoras, matronas y médicas en Europa, siglos XIII-XIX, Barcelona, Icaria. CABRÉ, M. (2005), “Como una madre, como una hija: las mujeres y los cuidados de salud en la Baja Edad Media”, en MORANT, I., Historia de las mujeres en España y América Latina, vol. 1, De la Prehistoria a la Edad Media, Madrid, Cátedra, pp. 637-657; ORTIZ, T. (2006), “Las mujeres en las profesiones sanitarias (1800-1975)”, en MORANT (2006), vol. 3, pp. 523-546. POMATA, G. (1994), La promesa di guarigione. Malati e curatori in antico regime, Bolonia, Laterza. 15 Valgan como ejemplo, para épocas distintas, JACQUART, D., y THOMASSET, C. (1989), Sexualidad y saber médico en la Edad Media, Barcelona, Labor; BERRIOT-SALVADORE, E. (1991), “El discurso de la medicina y la ciencia”, en FARGE, A., y DAVIS, N. Z. (dirs.) (1992), Del Renacimiento a la Edad Moderna, vol. 3, de DUBY, G., y PERROT, M. (dirs.), Historia de las mujeres en Occidente, Madrid, pp. 371-413.
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escritos médicos para proyectarse en la prensa, la literatura moral o pedagógica y las obras de ficción, en particular la nueva novela sentimental 16. La autoridad intelectual y social de los médicos contribuyó así a asentar el nuevo modo de pensar la diferencia de los sexos propio de la modernidad: el paradigma esencialista o de la “diferencia inconmensurable”, que entendía lo masculino y femenino como esencias radicalmente distintas, en lo físico como en lo moral, haciendo corresponder su “naturaleza” con su función social, que se identificaba, en el caso de las mujeres, con el ámbito de la familia, la moral y las costumbres y, en el de los hombres, con el espacio público de la política, la vida intelectual o los negocios 17. Ni que decir tiene que al pretender revelar esa naturaleza, lo que se hacía era construirla, presentando como comportamientos más “naturales”, sanos y morales aquellos acordes con los nuevos patrones de utilidad, orden y respetabilidad. Y en el caso de las mujeres, de forma particularmente insistente, cuerpo individual y cuerpo social se representan como dos caras de una misma moneda: el cuidado de sí mismas aparece como una responsabilidad de su cuerpo ante otros, de forma que las conductas que, según se afirma, mejor aseguran su bienestar físico y moral parecen coincidir, casi providencialmente, con las que se consideran favorables a la propagación de la especie y al mantenimiento o transformación de las estructuras sociales. De ese modo, y con distintos matices, entre los siglos XVIII y XX el discurso médico contribuyó poderosamente a crear un nuevo sentido de la responsabilidad de las familias en la construcción de un orden moral y social. Y lo hizo subrayando especialmente las obligaciones morales e higiénicas de las madres, a las cuales los médicos se dirigieron con particular insistencia, ensalzando la importancia de su papel doméstico y buscando intervenir por su mediación en los hogares, primero entre las elites urbanas y más adelante, con el desarrollo de la medicina
16 Una aproximación a las confluencias entre literatura moral o de ficción y textos médicos, en BOLUFER, M. (2000), BOLUFER, M. (2002), “Literatura encarnada: modelos de corporalidad femenina en la Edad Moderna”, en MATTALÍA, S., y GIRONA, N. (eds.), Aún y más allá: mujeres y discursos, Caracas, EH Cultura, 2002, pp. 205-216. 17 K NIBIEHLER , Y. (1976), “Le discours médical sur la femme: constants et ruptures”, Romantisme, 13/14, 41-54. FRAISSE, G. (1992), La raison des femmes, París, Plon. LAQUEUR, T. (1994), La construcción del sexo. Cuerpo y género de los griegos a Freud, Madrid, Cátedra, pp. 257-328.
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social, en los medios obreros de las ciudades 18. Sin embargo, la paradoja de una naturaleza supuestamente evidente, pero que necesita ser proclamada de manera enfática y que se apoya en la educación y la persuasión se haría visible a los ojos de muchas y muchos contemporáneos, convirtiéndose en fuente constante de debates desde la Ilustración a nuestros días. Son éstos algunos ejemplos de cómo la interrelación entre historia de las mujeres, historia de la ciencia e historia social y cultural ha realizado aportaciones fundamentales a la Historia, a mi juicio, en tres sentidos. En primer lugar, cuestionando una idea poco histórica de la diferencia y la desigualdad entre hombres y mujeres, que de forma implícita se presentaba como una diferencia de naturaleza, universal e invariable. Por el contrario, al articular y desarrollar la idea de que es la cultura la que inviste de sentido a la diferencia natural, biológica, entre hombres y mujeres, produciendo significados sociales que son interiorizados y modelan las expectativas y las experiencias personales, se asume que las identidades femeninas (y masculinas) no son el efecto de adscripciones automáticas, sino el resultado de una construcción social que comprende oposiciones y negociaciones. Se viene a resaltar así, frente a la ilusión inmovilista, el carácter plenamente histórico y contingente (la “radical historicidad”, tomando prestadas las palabras de la declaración de objetivos de este congreso) de las categorías de feminidad y masculinidad, construidas por discursos y prácticas, a través de los ordenamientos legales, instituciones, costumbres, imágenes y símbolos de las sociedades del pasado. Y también su carácter relacional: feminidad y masculinidad se definen (de forma explícita o tácita) a través de un juego de oposiciones y relaciones, de modo que, al construir la “naturaleza” de las mujeres, es también la identidad masculina la que se dibuja, y, más ampliamente, la sociedad entera la que se revela en sus inquietudes y sus expectativas. En segundo lugar, la historia de las mujeres ha contribuido a asentar en los estudios históricos la idea de que el cuerpo constituye uno de los lugares donde de forma más poderosa se construyen, se negocian y se combaten las nociones sobre el orden social. Precisamente porque es una instancia básica que es sentida y vivida como propia y natural por los individuos, es en él don18 D ONZELOT , J. (1979), La policía de las familias, Valencia, Pre-Textos. B OLUFER , M. (1998), “La disciplina higiénica de los cuerpos”, en Mujeres e Ilustración. La construcción de la feminidad en la España del siglo XVIII, Valencia, Alfons el Magnànim, pp. 211-258. ARESTI, N. (2001), Médicos, donjuanes y mujeres modernas. Los ideales de feminidad y masculinidad en el primer tercio del siglo XX, Bilbao, Universidad del País Vasco.
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de la diferencia sexual se inscribe de forma más profunda, se “naturaliza”, labrándose en la carne, a través de lo que antropólogos como Marcel Mauss llaman “técnicas del cuerpo” 19. Y este proceso, que lógicamente afecta a ambos sexos, se materializa de forma particularmente intensa en las mujeres, puesto que históricamente su cuerpo ha sido dotado de una potente carga simbólica, encarnando, desde la mirada masculina, el enigma del “otro” y la reproducción de la vida, con todos los significados a ella asociados: la continuidad social, el misterio de la generación y de la finitud humanas. Así, desde distintas perspectivas, la historia de la medicina y la historia de las mujeres han contribuido a “problematizar” nociones como las de cuerpo/naturaleza/biología, haciendo patente que la forma en que los individuos, mujeres y hombres, vivimos la relación con nuestros cuerpos responde a expectativas y pautas de conducta y sentimiento variables en las distintas épocas y sociedades. Como afirma Laquear, “la biología —el cuerpo estable, ahistórico, sexuado— es el fundamento epistemológico de las afirmaciones normativas sobre el orden social” 20. De este modo, los trabajos sobre las nociones y experiencias del cuerpo y las prácticas de salud, muy en particular los que enfocan estas cuestiones desde una perspectiva de género, pueden dejar de considerarse como un campo secundario, específico o menor respecto de la Historia con mayúsculas, para comprenderse como aspectos cruciales para comprender la reproducción o transformación de las sociedades en el pasado. En tercer lugar, sin embargo, cabe señalar que esos modelos de feminidad y masculinidad han ido dejando de contemplarse exclusivamente como instrumentales desde un punto de vista ideológico, para poner de relieve de qué modo vivían las personas su relación con las normas, cómo adecuaban a ellas su comportamiento e incluso su subjetividad, mediante qué formas de apropiación las resignificaban y las adaptaban a otros fines propios, para acabar, en muchos casos, transformándolas 21. Así, contra cualquier determinismo que sobrevalore la capacidad de las autoridades sociales, políticas o religiosas para imponer su voluntad, y el poder de los discursos para infiltrarse en todos los espacios de la vida personal y colectiva, anulando toda capacidad de acción, cabe afirmar una visión que ponga de relieve el papel MAUSS, M. (1971), Sociología y Antropología, Madrid, Tecnos. LAQUEUR (1994), p. 25. 21 CANNING, K. (1999), “La historiografia feminista després del gir lingüístic. Historiar el discurs i l’experiència”, Afers, 33/34, 303-342. 19 20
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activo de los sujetos, a través de sus estrategias de vida, en los resquicios de los sistemas normativos. Así, por ejemplo, y volviendo a la época en la que se forjaron nuestros modernos modelos de representación de la diferencia de los sexos, los testimonios muestran que mujeres y hombres se identificaban con ellos tal como aparecían encarnados en personajes de las más populares novelas, o que buscaban la guía de médicos y pedagogos para regular su vida en familia. Pero los textos también hablan de disidencias. Mujeres como la inglesa Mary Wollstonecraft (Vindicación de los derechos de la mujer, 1792), que criticó la forma en que Rousseau construía a las mujeres (sus comportamientos, sus deseos y aun sus actitudes corporales) como objetos del deseo masculino; como la francesa Constante de Salm, quien denunció los versos de su Épître aux femmes (1797) el modo en que la anatomía y la fisiología daban pábulo a las ideas sobre la debilidad intelectual de las mujeres y su necesaria sumisión a los hombres 22. O como dos españolas: Josefa Amar (Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, 1790), quien sostuvo que la fragilidad física de las mujeres era producto del hábito y no de la naturaleza, e Inés Joyes (Apología de las mujeres, 1798), quien apreció la doble moral oculta bajo los consejos pretendidamente neutrales y bien intencionados de la literatura higiénica. Todas ellas entendieron y criticaron la forma en que la desigualdad social entre los sexos se justificaba teóricamente a partir de las diferencias corporales, y éstas a su vez se construían, en buena medida, a través de pautas de “educación física” que modelaban a hombres y mujeres para destinos diferenciados y desiguales. En el pensamiento y la vida de estas mujeres, así como en los de otras de distintos tiempos y lugares, se encierra una saludable advertencia para el presente y el futuro de la investigación histórica, en la cual todavía las aportaciones de una historia de las mujeres particularmente sensible a los temas propios de la historia de la medicina, o de una historia de la medina que incorpora la perspectiva de género, están lejos de ser lo suficientemente conocidas y aprovechadas para el avance de la disciplina. Hay que seguir trabajando para que el diálogo a tres bandas entre historia social y cultural, historia de las mujeres e historia de la medicina, que ha sido con frecuencia una conversación desigual, sea un intercambio verdaderamente fluido y provechoso. BOLUFER, M. (1997), “Ciencia, reforma social y construcción de identidades sexuales: la ‘naturaleza femenina’ en textos médicos del siglo XVIII”, Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, 4-5, 21-39. 22
RECONSTRUCCIÓN Y TRASMISIÓN DE GENEALOGÍAS DE MUJERES EN LA CIENCIA Y LA MEDICINA Esther Rubio Herráez Profesora de Física y Química, Ministerio de Educación y Ciencia
Conocemos cada vez más mujeres que han aprendido a leer y a escribir y han producido saber tanto teórico como práctico. Estas mujeres, en su mayoría, no han sido reconocidas por la historia oficial y, en el mejor de los casos, han sido catalogadas en las genealogías masculinas como excepciones. Esto es, cuando han sido reconocidas lo han sido considerándolas apartadas, separadas del resto de las mujeres, como poseedoras de algo que las aleja del común. Que esto suceda en la actualidad, a pesar de que las mujeres han dejado de ser excepción para ser regla, plantea preguntas que las propias mujeres han hecho. Una vez que han llegado a todos los campos del saber se han podido plantear esas preguntas en la búsqueda de respuestas explicativas de esta ausencia de sus antepasadas en la historia del saber. De este modo ha sido posible desvelar que esto ocurre así porque, comúnmente, la experiencia de las mujeres permanece oculta bajo un saber que establece que sólo la experiencia masculina tiene valor científico. Y con ese criterio se determina el marco, en el que se construye la historia del conocimiento. De aquí que para recuperar las genealogías femeninas, para encontrar y seguir ese hilo que teje el legado dejado por las que nos precedieron, se hayan hecho precisos nuevos instrumentos, nuevas herramientas y nuevas metodologías, con el fin de que emerja y adquiera sentido una experiencia no tenida en consideración y no valorada. En este proceso de recuperación de esa experiencia perdida en el marco androcéntrico el papel de la historiografía feminista ha sido decisivo. La investigación, que ha ido más allá de ese marco, ha permitido construir genealogías femeninas, en las que
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poder dar significado al papel jugado por las mujeres en la construcción y trasmisión del saber. Ha hecho posible, además, romper con la amenaza continua de estar permanentemente partiendo de cero, en lo que a la contribución de las mujeres se refiere. En la actualidad, gracias a la investigación feminista y a los estudios de las mujeres, la experiencia histórica de la mitad femenina de la humanidad está cada vez más documentada. Estos estudios no sólo han permitido sacar a la luz la acumulación de la sabiduría adquirida en los campos de la ciencia y de la medicina, han permitido también cambiar los métodos de investigación para orientarlos hacia la búsqueda de esa creatividad como una condición básica en la recuperación de prácticas y saberes de sexo femenino. Montserrat Cabré y Teresa Ortiz sostienen que esta recuperación “depende en buena medida, de que sepamos reconocer la originalidad de las formas en las que (la experiencia de las mujeres) se expresa” 1. Y esa originalidad tiene que ver con una realidad oculta que implica a las mujeres y que la historiografía tradicional no es capaz de hacer emerger. Para hacerla visible se precisa una búsqueda de lo nuevo. Lo que quiere decir que hay que tener presente las diferencias que enfrentan mujeres y hombres en la producción de saber, tales como: sus relaciones con los campos del conocimiento en los que se enseña y se investiga, los deseos en los que se sustentan los intereses que persiguen, las circunstancias personales, la disponibilidad de recursos, la posición social, los espacios y sus líneas de demarcación, entre otros elementos que impregnan la indagación y la práctica 2. El cuestionamiento del modelo androcéntrico dominante ha sido posible cuando las mujeres han logrado acceder a todos los niveles educativos y han conseguido la independencia económica. O, lo que es lo mismo, el protagonismo femenino ha ido creciendo en el mundo del saber, en la docencia y en la investigación, lo que ha hecho posible desvelar un modelo que se sostenía por el predominio de las genealogías masculinas y su carácter significante, dejando en la sombra el legado femenino. Sin embargo, estas innovaciones no han sido registradas institucionalmente o sólo lo 1 CABRÉ, M., y ORTIZ, T. (eds.) (2002), “Introducción”, en Sanadoras, matronas y médicas en Europa (siglos XII-XX), Barcelona, Icaria, pp. 9-24, p. 15. 2 Hablar de experiencia femenina genera, cuando menos, incomodidad, tal vez más en hombres, pero también en mujeres. No obstante, “todo el mundo reconoce, por mucha inquietud que le provoque, que la creatividad femenina no funciona exactamente igual [que la masculina]”. MIDGLEY, M. (2002), Delfines, sexo y utopías: doce ensayos para sacar la filosofía a la calle, Madrid, Turner, p. 67.
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han hecho parcialmente, a pesar de que afectan tanto a la mitad femenina de la humanidad, como a la otra mitad —los hombres—, porque su fin último es la construcción de la historia humana en su totalidad, en una búsqueda que se aproxime más a lo existente. Si bien, para las mujeres presenta un doble interés, puesto que además de reconstruir un pasado, permite la inserción de las mujeres del presente en el mismo. Es también un acto de reconocimiento de esa población femenina que, desde el pasado siglo, ha participado masivamente rompiendo barreras legales y socioculturales en la educación y en el ejercicio de las profesiones, haciendo realidad la exigencia de tantas mujeres que les precedieron. Por otra parte, a pesar de los cambios cuantitativos y cualitativos originados por esta afluencia masiva de las mujeres a los ámbitos del saber y al ejercicio de las profesiones, la persistencia del paradigma androcéntrico se deja sentir a la hora de interpretar y dar sentido a la presencia femenina en determinados ámbitos. Un ejemplo de esa persistencia es la valoración de la feminización que, con frecuencia, se hace en términos negativos. Esto es, al valorar las actuaciones de las mujeres en el mundo público con los parámetros clásicos, se mantienen los sesgos que reconducen a la infravaloración, dando lugar a una interpretación, que, a mi modo de ver, no desplaza los valores tradicionales. Y aquí conviene recordar que, paradójicamente, la experiencia femenina, el saber de las mujeres del pasado, que no ha sido reconocido por la historia del conocimiento oficial, por considerarlo carente de significado de acuerdo con los cánones dominantes, ha sido apropiado por el saber masculino, que ha acabado fagocitando muchas de las innovaciones femeninas. En la educación, concretamente, se intenta imponer la idea de que la feminización ha supuesto una pérdida de valor de la misma. Según esta versión, la pérdida del carácter de excepcionalidad de las mujeres y las niñas en la institución escolar, es decir, su entrada masiva en la misma, se interpreta como una descualificación de la educación, por así decirlo, una bajada de la calidad educativa, una pérdida de estatus de la profesión, en definitiva. Dicho de forma muy simple, es una interpretación que dice que las mujeres al venir de una situación de inferioridad, llevan consigo ésta como una obscura cualidad que acaba impregnando todo lo que toca. Es una percepción, cabe decir, que se queda fijada en una visión superficial de lo que acontece, que responde a una traducción convencional de acuerdo con la costumbre. Pero que, por la fuerza de la repetición, se consolida como una verdad inamovible. Por eso ha sido tan importante el pensamien-
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to feminista del siglo XX: se ha arriesgado a valorar la práctica femenina y a pensar las novedades que aportan las mujeres al mundo. Bien es cierto que pensar lo nuevo que se va configurando entraña riesgo y demanda asumir responsabilidades. Supone enfrentarse a lo establecido y chocar con sus muros, siempre resistentes a ser desplazados. Por lo que el feminismo se enfrenta, a veces, con la controversia. Siguiendo con el mundo de la educación, sabemos que las mujeres no han tenido acceso al mismo hasta épocas muy recientes. Históricamente han estado excluidas de las instituciones educativas y formativas —escuelas, universidades, academias—, donde se elabora el conocimiento. Sin embargo, esto no quiere decir que las mujeres no hayan enseñando y aprendido. Ellas lo han hecho de otra manera. Han tenido que utilizar los medios a su alcance en virtud del contexto histórico que les ha tocado vivir, de su propio estatus y de su situación familiar. Para ilustrarlo me referiré, aunque sea brevemente, a dos mujeres, pensando en una época histórica considerada emblemática en el desarrollo científico y en la historia de la ciencia: el largo y complejo proceso histórico conocido como revolución científica. En los inicios de esa revolución científica la historia de la ciencia nombra a Galileo Galilei (1564-1642) como uno de los padres de la misma. Su nombre es bien conocido no solo por sus aportaciones científicas sino también por el cuestionamiento de la autoridad religiosa. Por lo demás, poco sabemos de su vida familiar y, más concretamente, de la relación con su hija Virginia (Sor María Celeste en el convento). Galileo tuvo una relación amorosa con Marina Gamba de la cual nacieron dos hijas, Virginia y Livia, y un hijo, Vicenzio, extramatrimoniales. Las dos hijas no fueron reconocidas legalmente, por lo que debieron ingresar en el convento de San Mateo de Acetri, a la edad de 13 y 12 años, respectivamente. Allí pasaron el resto de su vida. En cambio el hijo fue legitimado y enviado a estudiar a la Universidad de Pisa. Es decir, las hijas no dispusieron de educación institucional alguna, mientras el hijo dispuso de todas las facilidades para llegar a la universidad. No obstante, Virginia Galilei (1600-1634), de inteligencia despierta e interesada en aprender, aunque no pudo asistir a ninguna institución educativa aprendió en el medio, en el que vivía, utilizando todos los recursos de los que disponía. Se formó como boticaria estudiando y trabajando en la botica del convento y llegó a ser una gran conocedora de la farmacopea de la zona. Pero no se conformó con esto. Se dedicó también a la experimen-
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tación y a ensayar nuevas recetas, algunas de las cuales recibieron el visto bueno de la Magistratura de Salud Pública de Florencia. Ejerció además una labor docente enseñando a las nuevas generaciones de monjas que se encargarían posteriormente de la atención sanitaria, no sólo del convento sino de las demandas del exterior. Por otra parte, su padre le hacía participe de sus estudios e investigaciones que éste le comunicaba por carta. Fue su confidente en la soledad en la que se encontraba ante los conflictos que le enfrentaban con los estamentos académicos y eclesiásticos por su nueva visión del mundo. Cuidaba de su salud y le reconfortaba en su enfrentamiento con la Inquisición. Virginia ha sido recuperada para la historia a través de las cartas que escribió a su padre. Cartas que formaban parte del legado de Galileo, pero que no se habían considerado relevantes, de acuerdo con los cánones tradicionales. Ha sido en el pasado siglo cuándo han salido a la luz, lo que ha permitido indagar en el significado de la relación entre el padre y la hija en la vida y en la obra de aquel, así como conocer la propia obra de Virginia y su contribución a la atención sanitaria 3. Desafortunadamente, las cartas de Galileo a Virginia han desaparecido, con lo que se ha perdido una fuente importante para la investigación. Estas cartas, guardadas en el convento de San Mateo, fueron, probablemente, destruidas por la priora del mismo ante el temor de la Inquisición, durante el proceso a Galileo Galilei. En este período la correspondencia entre Virginia y Galileo se intensificó. Aquella cuidaba de la salud de éste, agravada por la persecución de que era objeto, al tiempo que compartía sus inquietudes científicas y religiosas. En cuanto a la elaboración teórica, las mujeres también participaron en el debate originado por la nueva filosofía natural que se estaba configurando en los siglos XVI y XVII. Un debate que tenía lugar entre las filosofías animistas basadas en el naturalismo renacentista y un mecanicismo fundamentado en el dualismo cartesiano. De modo que la concepción orgánica del cosmos —un sistema filosófico que explicaba el mundo natural basándose en el vitalismo— dio paso a un modelo mecánico sustentado en la separación entre cuerpo y mente, que interpretaba la naturaleza como una máquina, donde prevalecía la idea de unidireccionalidad mecánica. Dicho con palabras de la historiadora inglesa Frances Yates: “durante esa época de hegemonía hermética hicieron su aparición los nuevos puntos de vista 3
Una recopilación de estas cartas en SOBEL, D. (1999), La hija de Galileo, Madrid, Debate.
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sobre el mundo, las nuevas actitudes y las nuevas motivaciones que debían impulsar el nacimiento de la ciencia moderna” 4, de manera que los cambios fundamentales en la concepción humana del cosmos señalan unas fronteras inciertas entre ciencia pura y hermetismo renacentista. En ese debate participó la inglesa Anne Conway (1631-1679). Una autora que, aunque ha sido estudiada en la actualidad desde distintas disciplinas académicas, desvelando la singularidad de sus contribuciones al debate de su tiempo, así como su autoría, ni su vida ni su pensamiento forman parte de la historia de la ciencia oficial. Su contribución aportó la originalidad de su experiencia, que no estaba determinada por una formación académica. Al no serle permitido asistir a la universidad, debido a la prohibición que pesaba sobre las mujeres, no tuvo acceso al conocimiento directo que allí se impartía y, por tanto, tampoco fue éste el cauce para su expresión. Esta situación, sin embargo, le dio una mayor libertad para pensar fuera de los cánones dominantes. Bien es cierto que contaba con la ventaja que le daba su posición social y pudo acceder a una cierta formación que fue fundamental para la elaboración de su pensamiento. Aprendió varias lenguas en su infancia, entre ellas latín, griego y hebreo, que serían de gran ayuda para sus estudios posteriores de filosofía, literatura, matemáticas y astronomía. Su casa se convirtió en un centro intelectual que giraba en torno a su singularidad y a su independencia en la forma de pensar. Ésta era frecuentada por platonistas de la Universidad de Cambridge, principalmente por Henry More que fue su tutor y amigo, así como por Francis M. van Helmont, médico práctico formado fuera del ámbito académico. Anne Conway se opuso públicamente a la filosofía de Descartes en lo que suponía de ruptura con la unidad de la naturaleza, así como a la desaparición de las relaciones entre lo espiritual y lo material y a su intento de reducir los organismos vivos a máquinas, pero no a otras argumentaciones cartesianas que ella consideraba válidas. La originalidad del pensamiento de Coway se muestra también en su discusión y oposición a Henry More, quien de ser inicialmente su tutor pasó a ser un competidor en el debate 5. En forma resumida cabe decir que el pensamiento de Anne Conway se centraba en una interpretación animista del universo muy relacionado con la filosofía naturalista del Renacimiento y concordante con su necesidad de YATES, F. (1983), Giordano Bruno y la tradición hermética, Barcelona, Ariel, p. 507. RUBIO, E. (2001), “Pensamientos femeninos en los albores de la nueva Filosofía Natural”, Asparkía, 12, 83-97. 4 5
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dar sentido a su vida. Una vida que ella consideraba parte integrante del cosmos, al que también concebía dotado de vitalidad. Es decir, su filosofía natural responde a una visión del mundo donde lo espiritual y lo material permanecen unidos formando una totalidad orgánica. Para ella cuerpo y espíritu representan un continuum, en oposición a la filosofía mecanicista que reduce la sustancia corpórea a materia inactiva desvinculada de la mente pensante porque la separación cuerpo-mente rompe la relación necesaria entre lo material y lo espiritual que es lo que da vida. Esta concepción del mundo está, con toda probabilidad, ligada a su experiencia personal. Desde pequeña sufrió una enfermedad que le producía fiebres periódicas y fuertes dolores de cabeza, por lo que durante mucho tiempo fue sometida a tratamientos muy drásticos, que llegaron a poner en peligro su vida. No obstante, siguió una intensa vida intelectual, aunque marcada hasta el final por un sufrimiento incesante. De aquí que resulte oportuno preguntarse si es esta experiencia una forma de autorización que la permitió desafiar la nueva filosofía natural que preconizaba la disociación cuerpo-mente. Estudiosas del pensamiento y la vida de Conway, han respondido afirmativamente, manteniendo que su filosofía es un ejemplo convincente de cómo las circunstancias individuales ayudan a configurar el pensamiento. Sarah Hutton, concretamente, sostiene que la experiencia de sufrimiento de Lady Conway fue significativa y tuvo un carácter determinante en el desarrollo de su filosofía 6. Conway se preguntaba cómo era posible que el espíritu sintiera dolor corporal si era considerado como una entidad separada del cuerpo. “¿Por qué [el espíritu] es dañado o herido, cuando el cuerpo es herido si cada uno tiene una naturaleza diferente?”. Los dualistas responderán que sólo el cuerpo siente dolor, lo que resulta una propuesta inconsistente y en clara contradicción con la creencia cartesiana de que el cuerpo en sí mismo no tiene vida ni sentimientos. En cambio, desde la percepción en la que cuerpo y espíritu forman una unidad “todas las dificultades mencionadas desaparecerán y será fácilmente concebible que cuerpo y alma estén unidos y que el alma mueva al cuerpo y que sufra por él y con él”.7 Además, esta 6 HUTTON, Sarah (1996), “Of Physics and Philosophy: Anne Conway, F. M. van Helmont and Seventeenth Century Medicine”, en GRELL, O. P., y CUNNINGHAM, A. (eds) (1996), Religio Medici. Medicine and Religion in Seventeenth-Century England, Aldershot, Scolar Press, pp. 228-246, pp. 229 y 243. 7 CONWAY, A. (1996), The Principles of the Most Ancient and Modern Philosophy, COUDERT, A. P., y CORSE, T. (ed. y trad.), Cambridge, Cambridge University Press, p. 214, cita tomada de HUTTON, S. (1996), p. 241.
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unión es la que hace posible el conocimiento, el sentido, el amor y otras diversas facultades y propiedades. Aunque Coway escribía todas sus reflexiones y pensamientos con los que contribuía al debate científico de la época, no los publicó. Estos manuscritos fueron recopilados por F. M. van Helmont, después de su muerte, y publicados bajo el título, Principia Philosophiae antiquissimae et recentissimae, en 1690. El libro fue traducido al inglés —The Principles of the Most Ancient and Modern Philosophy—, y publicado en 1692, con una introducción donde el traductor hace una alabanza de la autora. Sin embargo, y a pesar de ser reconocida su autoría en su época, más tarde en el siglo XIX, el libro fue atribuido a F. M. van Helmont, perdiéndose la autoría de Coway durante un siglo 8. La pérdida de la autoría de las mujeres es otro de los elementos que juegan en contra de las genealogías femeninas. Por eso es tan necesaria una investigación innovadora que vaya más allá de lo establecido para poder hacer visibles las contribuciones de las mujeres. Por otra parte, el estudio de ese período histórico, considerado emblemático en el desarrollo científico, al cambiar el foco de la indagación, saca a la luz no sólo la contribución de las mujeres, tanto teóricas como prácticas, sino otros aspectos nuevos. La reevaluación crítica de la revolución científica ha mostrado que no afectó de igual manera a las mujeres y a los hombres. Esto es, “la revolución científica no trajo [para las mujeres] la supuesta ilustración, objetividad y liberación de los antiguos prejuicios tradicionalmente aceptados” 9. Dio cauce, por el contrario, a la reafirmación del patriarcado y a la desautorización femenina. Un ejemplo muy elocuente es la interpretación de la naturaleza del cuerpo humano femenino y sus funciones, defendida por médicos y pensadores de la nueva filosofía natural, y su adaptación a los intereses de la política sexual de la época. Concretamente, William Harvey (1578-1657) —uno de los cuatro censores del Colegio Real de Médicos británico que actuaba persiguiendo la práctica de la matronería de las mujeres—, hacía una interpretación de la reproducción humana que supuso un retorno a la concepción aristotélica de la naturaleza femenina, en la que, como es sabido, las mujeres son relegadas a un papel pasivo, a meros recipientes, en la generación de vida. 8 MERCHANT, C. (1989), The Death of Nature. Women, Ecology and the Scientific Revolution, New York, Harper Collins, pp. 267 y 330, nota 1. 9 MERCHANT, C. (1989), p. 163.
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En resumen, he querido presentar estos ejemplos de mujeres, no por modélicos, sino porque pienso que tienen sentido histórico, porque hacen significativa una realidad escondida, que no se ve con la mirada puesta en los cánones del saber establecido. De ese modo, la mitad femenina de la humanidad queda excluida del horizonte de significado, perdiendo así el valor de esa experiencia y lo que puede tener de peculiar. Me refiero a una experiencia, entendida como experimentación, como innovación, que se pierde, tanto en términos teóricos como prácticos. Pero rescatar del olvido y de la insignificancia pensamientos y prácticas invisibles en la ciencia y la medicina oficiales no sería suficiente, puesto que quedaría en el ámbito restringido de la investigación especializada. Para evitarlo se hace necesario mantener la interconexión entre la reconstrucción del legado de las mujeres y su transmisión, alejando así el peligro que entraña dejar intacto el paradigma androcéntrico, en el que se produce la investigación y la docencia con carácter dominante dentro del orden sexual jerárquico. Así pues, la recuperación de las genealogías no sería suficiente sin su trasmisión. Y así lo han entendido las profesoras y profesores que, a pesar de que la historia de la ciencia no forma parte de los currículos escolares oficiales, han llevado a cabo experiencias innovadoras en los últimos años, introduciendo la contribución de las mujeres al desarrollo científico y médico a lo largo de la historia, con resultados motivadores y productivos, tanto para alumnas como para alumnos. Experiencias que suscitan debate después de la sorpresa inicial al descubrir la existencia de mujeres en campos impensables hasta entonces. Estos proyectos, además de sacar a la luz la contribución de las mujeres al saber científico y médico abarcando tanto la práctica como la teoría, proporcionan una oportunidad para incluir en el currículum educativo nuevas perspectivas que contextualizan los contenidos y son motivadoras para las y los estudiantes. Finalmente, pienso que estos dos ejemplos que hemos visto tienen, precisamente, la capacidad de desplazar la dicotomía tradicional que mantiene que la reflexión y el pensamiento corresponden a lo masculino, mientras que lo femenino queda fuera de estos ámbitos y debe limitarse a la aplicación practica y a la transmisión, más o menos pasiva, de los conocimientos elaborados en otra parte.
CÓMO SER HISTORIADORA Y DESCUBRIR EL ANDROCENTRISMO DE LA CIENCIA MÉDICA ACTUAL 1 Consuelo Miqueo Profesora Titular de Historia de la Ciencia, Universidad de Zaragoza
Cuando el pasado invierno me invitaron Teresa Ortiz y Montserrat Cabré a participar en esta mesa, me solicitaron una reflexión sobre el papel de la historia en los estudios sobre género y ciencias desde la experiencia del grupo de investigación Genciana; un grupo que en cierto modo lidero y que está constituido por una física (Carmen Magallón), una bióloga (Isabel Delgado), una profesora de anatomía (Maria José Barral) y una médica experta en neurociencias y trastornos del habla (Teresa Fernández), trabajando sobre “Hechos y valores de género en la producción y difusión científica” 2. La exposición que sigue, sin embargo, no muestra tanto esa reflexión grupal como la mía más personal, cuando trato de explicar —y explicarme— por qué seguir siendo una historiadora de la medicina al servicio intelectual de una ciencia y una comunidad científica o profesional que fue diseñada y confeccionada “a medida” de los hombres. Trabajo realizado en el marco de los Proyectos UZA 2000-SOC-12 y BHA 2001-2456. Genciana nació en el Seminario Interdisciplinar de Estudios la Mujer (SIEM) a partir de grupos de lectura de textos feministas, constituyéndose en un grupo de docencia e investigación y extendiendo su campo de análisis desde las ciencias experimentales a las ciencias y práctica sanitaria. Sus publicaciones colectivas han alcanzado cierta difusión: BARRAL, M. J. et al. (eds.) (1999) Interacciones ciencia y género. Discursos y prácticas científicas de mujeres, Barcelona, Icaria, 328 pp.; MIQUEO, C. et al. (eds.) (2001), Perspectivas de género en salud. Fundamentos científicos y socioprofesionales de diferencias sexuales no previstas, Madrid, Minerva, 255 pp.; MIQUEO, C. et al. (2003), “Del análisis crítico a la autoridad femenina en la ciencia”, Feminismo/s, 1 (1), 195-215. La última monografía es: DELGADO ECHEVARRÍA, I. (2006), El descubrimiento de los cromosomas sexuales. Un hito en la historia de la Biología, Madrid, CSIC (en prensa). 1 2
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Sobre los presupuestos epistémicos implícitos del sujeto investigador (desde mí) Me decía mi padre (desde el salón): “El hecho se conquista contra la ilusión del saber inmediato”, y aconsejaba convencido: “La vigilancia epistemológica se impone particularmente en el caso de las ciencias humanas, en las que la separación entre la opinión común y el discurso científico es más imprecisa que en otros casos”; para remachar triunfal: “El descubrimiento no se reduce nunca a una simple lectura de lo real, puesto que supone siempre la ruptura con lo real y las configuraciones que éste propone a la percepción”. Y repetía a modo de advertencia: “Es sabido que el acto de descubrir que conduce a la solución de un problema debe romper las relaciones más aparentes, que son las más familiares, para hacer surgir el nuevo sistema de relaciones entre los elementos”. Y resumía finalmente a modo de sentencia escolar: “una investigación seria conduce a reunir lo que vulgarmente se separa o a distinguir lo que vulgarmente se confunde”. Y mi madre me decía (en la cocina): “El conocimiento cuando es asimilado no deja la vida humana en el mismo estado en que la encontró, pues de ser así no sería necesario. La vida humana reclama siempre ser transformada, estar continuamente convirtiéndose en contacto con ciertas verdades. Verdades que no pueden ser ofrecidas sin persuasión, pues su esencia no es ser conocidas, sino ser aceptadas”. Y añadía enseñándome, como si me acompañara en el aprender: “Todo vivir es en el tiempo, y la experiencia no es sino el conocimiento que no ha querido ser objetivamente universal porque no ha querido dejar al tiempo solo”. Y advertía maestra: “La filosofía, como toda ciencia, se manifiesta en forma enunciativa, impersonal. No es propiamente hablando, comunicativa. La experiencia, si sale de su silencio, en cambio, es para comunicar. El que habla por experiencia, aunque indique, aunque calle lo más importante, comunica: y cuando calla lo hace como Sócrates, para que el otro sienta nacer dentro de sí lo que necesita y sea más suyo; para que lo sepa por experiencia también. La forma que tiene el saber de experiencia de manifestarse es por eso distinto en su raíz del filosófico y científico. Es comunicativo y enigmático, sin contradicción”. Y desde su habitación propia, mi tía la estudiosa, aleccionaba a su vez llamando mi atención a una contradicción no aparente del saber académico que yo admiraba: “En ningún caso se considera significativa la concien-
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cia del sentimiento ni de la emoción entre las razones o causas de las acciones y creencias de las personas, ni como elemento de la estructura social y, sin embargo, esa conciencia de los sentimientos parece un elemento evidente e importante de nuestras propias creencias y conductas y de las de las demás”. Quizá no haga falta desvelar quiénes son (podrían ser tantos otros...) estos parientes intelectuales, que no biológicos, con los que he crecido y que he elegido hoy. El primero es el sociólogo Pierre Bourdieu, que me fue presentado por mi maestro historiador de la medicina Francesc Bujosa, que me trasmitió pasión por la epistemología. La segunda es la filósofa María Zambrano, de quien me prendé al escucharla en la radio postfranquista, guardando un tiempo aquel descubrimiento como si fuera un tesoro personal (¿se puede ser más encantadoramente ignorante?) Y la última citada es la epistemóloga feminista Sandra Harding, una líder entre las estudiosas de género de los años noventa y citadísima entre nosotras 3. Entre estos discursos-afectos, tironeada por unos y otros, ha discurrido mi quehacer intelectual de los últimos 25 años; unos discursos que traducen un orden simbólico tan dispar que parecen conducirnos a mundos irreconciliables. Tanto que si sólo fueran teorías (epistemológicas) podríamos hablar como Popper de su “incomensurabilidad”, es decir, de la imposibilidad de elegir entre ellos con criterio racional o científico. Pero se trata de algo más que de teorías científicas o epistemológicas (incluso de algo más que de paraguas paradigmáticos), por lo que sólo muy recientemente empiezo a convivir con estos discursos contradictorios vislumbrando puentes, bridas o síntesis que me parece estar tejiendo pacientemente entre muchas de las mujeres que hemos decidido no dejar la falda a la entrada de la universidad, el laboratorio o la consulta (lo que quizá hayamos decidido por hacerles el sitio a las siguientes, por reconciliarnos con las anteriores y por atender a las necesidades de todas). Partir de la vida de las mujeres 3 BOURDIEU, P.; CHAMBOREDON, J. C., y PASSERON, J. C. (1975), El oficio de sociólogo. Presupuestos epistemológicos, Buenos Aires, Siglo XXI, p. 49; ZAMBRANO, M. (1987), “La ‘Guía’, forma del pensamiento”, en Hacia un saber sobre el alma, Madrid, Alianza, pp. 63-64; HARDING, S. (1996), Ciencia y feminismo, Madrid, Morata (de la 5.a ed. americana de 1993). Respecto al autor del Homo Academicus, conviene añadir que no observamos conciencia de la parcialidad masculina del saber académico en sus estudios “reflexivos”, ni en el texto de 1975 sobre el oficio de sociólogo, ni en su último curso publicado: BOURDIEU, P. (2003), El oficio de científico. Ciencia de la ciencia y reflexividad, Madrid, Anagrama-Argumentos. Sorprende el constante androcentrismo de quien ignora, incluso, sus propias tesis tan bien difundidas hace tan poco: BOURDIEU, P. (2000), La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2000.
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concretas está siendo finalmente mi norte y lema: investigar desde el orden simbólico de la madre, evitar privilegiar a los hombres, neutralizar la tendencia natural a desvalorizar lo femenino, desenmascarar el predominio simbólico de lo masculino. Para descubrir y elaborar un sistema de signos del androcentrismo en ese admirable y admirado cuerpo del saber académico que he tenido la fortuna —y la obligación— de conocer y de enseñar. Y para mí queda el dilema: ¿cómo cuestionar de raíz, radicalmente, lo que amo, la ciencia? ¿Cómo ser fiel a lo femenino desde mi saber históricomédico tan androcéntrico? ¿Cómo autorizar o legitimar intelectualmente a las mujeres que eligen ser científicas o médicas? Investigar y enseñar desde el grupo Genciana ha tenido las dificultades propias de hacerlo en un equipo multidisciplinar, y la ventaja de la cohesión que proporciona compartir presupuestos epistémicos, en este caso feministas. Pero ha sido el propio recorrido que ha ido obligando a definirlos, discutiéndonos los fundamentos de cada quién, o el enfoque y sentido de cada problema de estudio o de una sola palabra, en un espectro que ha oscilado —y oscila— entre el empirismo social y el feminismo postmodernista, el feminismo del punto de vista situado y el enfoque psicodinámico, por “nombrar” las diferencias epistémico-políticas con palabras de clasificar habituales en estudios de género. Básicamente hemos trabajado con los siguientes supuestos o hipótesis: 1) la introyección de prejuicios sexistas en la construcción de cualquier teoría científica y el papel del sujeto sexuado; 2) la sistemática utilización (no explícita) por los científicos y científicas de alguna de las teorías sobre la diferencia sexual y el papel de los sexos que se han propuesto como alternativas en la historia occidental; 3) el cambio de paradigma sexual isomófico al dimórfico de la ciencia biomédica contemporánea, mediante mecanismos distinguibles: maximización de las diferencias biológicas, generización de las teorías estequiológicas y fisiologización de las facultades morales e intelectuales, y 4) la feminización reactiva de las teorías científicas ligadas a cuestiones de género que suelen formularse inicialmente en términos de “primacía masculina”. Los resultados más relevantes de nuestras investigaciones se refieren al valor de la “diferencia sexual” en la ciencia, en particular en la biología y la medicina, habiendo analizado seis problemas específicos: a) el peso de la perspectiva de género en la producción y difusión de la ciencia; b) la diferencia sexual en el sujeto del conocimiento: las mujeres como sujeto del quehacer y conocimiento científico; c) la diferencia sexual en la muestra de estudio: la exclusión/inclusión de las mujeres; d) la extensión de la diferencia sexual a
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campos neutros en el mundo contemporáneo; e) la valoración y argumentaciones acerca de las diferencias sexuales en la construcción de la ciencia médica contemporánea y actual, y f) el papel de la difusión de la ciencia con respecto a los sesgos de género y androcentrismo 4. En la síntesis o puente que he tenido que ir tendiendo entre las tradiciones más convencionales y masculinas —en las que me he socializado formalmente—, y las menos androcéntricas y femeninas —que he adquirido a hurtadillas, a veces— ha sido clave, precisamente, mi dedicación profesional a la historia de la medicina; ha sido un “factor protector”, podríamos decir en lenguaje epidemiológico. Creo que la Historia de la Medicina es una profesión y un oficio intelectual que previene contra ciertos males como el racionalismo, el dogmatismo, la tendencia a la especulación interesada, o la frivolidad ética de que adolecen ciertos discursos filosóficos y sociológicos en los que me educado; ha sido un buen antídoto contra la irritante desmesura crítica de ciertos movimientos feministas a los que mi razón política dice pertenecer desde hace más de treinta años; y oxigena y alimenta la miseria cultural debida al radical biologicismo matemático y mercantil del medio profesional médico, en el que vivo de cotidiano. Sirva, pues, este “mi caso”, expresado de un modo altamente subjetivo, acorde con las nuevas epistemologías que integran la función social y cognitiva de las emociones y el valor de la experiencia (“partir de sí”) 5, para situar la cuestión que perseguía: cuál es el papel epistémico de la historia en el deconstrucción del androcentrismo. En este proceso de tender puentes entre lo masculino y lo femenino —en realidad, toda una metamorfosis— creo que han sido trascendentales los hilos tejidos por algunas historiadoras próximas. Entre las que más han determinado este quehacer debo citar, realizando un ejercicio de genealogía, (o sea, de antecedentes e influencias ideológicas que constituye una de nuestras más rutinarias técnicas de análisis histórico), las siguientes cuatro claves sucesivas: 1) la autoridad científica de Rosa Ballester Añón (un factor clave cuyo mecanismo de acción analicé en un trabajo ya publicado sobre el papel de los modelos en la integración de las mujeres en el ámbi4 Un desarrollo de estos presupuestos y los resultados referidos a la construcción del saber sobre patología puede verse en: MIQUEO, C. (2005), “El valor epistemológico de la diferencia sexual en los tratados de Patología Médica”, en BLÁZQUEZ GRAF, N., y FLORES, J., Ciencia, tecnología y género en Iberoamérica, México, Plaza y Valdés, pp. 377-404. 5 DIOTIMA (1996), Objeto y objetividad a la luz de la diferencia sexual, Barcelona, Icaria; HIPATIA (1998), Autoridad científica, autoridad femenina, Madrid, Horas y Horas.
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to académico tradicionalmente masculino 6); 2) las pioneras aportaciones teóricas y la actividad práctica profesional sostenida desde mediados de los años ochenta de Teresa Ortiz Gómez, cuyas contribuciones intelectuales están creando escuela 7; 3) el magisterio que ha representado (para mí) María-Milagros Rivera desde mediados de los años noventa con su pretensión de “nombrar el mundo en femenino”, significando el valor añadido de la experiencia de ser mujeres, lo que designa como “orden simbólico de la madre”, y desenmascarando, incluso, las trampas o el espejismo del éxito y brillo del saber académico 8, y 4) el respaldo, sentido de la medida y exigencia moral más cotidiana de la compañera genciana Carmen Magallón (física y líder pacifista) y creadora en los años ochenta de un concepto —la “plusvalía afectiva”— que yo estimé mucho, siendo entonces como era una convencida marxista, por su poder simbólico o fertilidad evidente y por tratarse de una afortunada transferencia transdisciplinar, que tanto me gustan. Más lejos quedan otras aportaciones y presupuestos epistemológicos que mis trabajos en género y salud reflejan explícitamente, y cuya reconstrucción genealógica o estudio de influencias puede realizar cualquiera objetivamente, desde “fuera de mí”. Pero no sólo veo y siento las ventajas de esta colocación profesional como historiadora de la medicina. Creo que nuestra disciplina, además de aportar nuevos temas de estudio, perspectiva de análisis, metodología sencilla, y valiosos datos que avalan de diversas maneras la tesis del androcentrismo (lo que revela cualquier análisis de la inmensa literatura producida en los ultimas décadas), tiene unas limitaciones. Básicamente de dos tipos. 6 MIQUEO, C., (1999), “Contrastar experiencias: diversidad de modelos para las científicas. Una mesa redonda”, en BARRAL, pp. 291-324. 7 Suelen ser de lectura básica y obligada en nuestros cursos de género los siguientes: ORTIZ GÓMEZ, T. (1993), “El discurso médico sobre las mujeres en la España del primer tercio del siglo XX”, en LÓPEZ BELTRÁN, M. T. (ed.), Las mujeres en Andalucía. II Encuentro Interdisciplinar de Estudios de la Mujer en Andalucía, Málaga, Diputación Provincial, pp. 107-138; ORTIZ GÓMEZ, T. (1999), “Feminismo, ciencias naturales biomédicas: debates, encuentros, desencuentros”, en CARRERA SUAREZ, I. et al. (eds.) (1999), Cambiando el conocimiento: Universidad, sociedad y feminismo, Oviedo, KRK, pp. 223-245. ORTIZ GÓMEZ, T. (1999), “El género, organizador de profesiones sanitarias”, en MIQUEO (2001), pp. 53-75; ORTIZ GÓMEZ, T. (2002), “El papel del género en la construcción histórica del conocimiento científico sobre la mujer”, en RAMOS, E. (ed.), La salud de las mujeres: hacia la igualdad de género en salud, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales-Instituto de la Mujer, pp. 29-42. 8 RIVERA GARRETAS, M. M. (1995), Nombrar el mundo en femenino, Barcelona, Icaria; RIVERA, M. M. (1997), El fraude la Igualdad, Barcelona, Planeta; RIVERA GARRETAS, M. M. (2005), La diferencia sexual en la historia, Valencia, Publicacions Universitat de València.
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Unas, las derivadas de su peculiar e intenso androcentrismo, que provoca confusiones, distorsiones y decepciones y, en definitiva, una cierta incomunicación con los estimados colegas que siguen inocentes de este sesgo radicalmente invalidante para quienes lo percibimos; un “desencuentro” al que no me acostumbro del todo. Pero este androcentrismo es un sesgo cognitivo grave que comparte la historia con otras ciencias sociales y cuyas señales han sido destacadas reiteradamente por la literatura de género y estudios de las mujeres. A saber: 1) que ha soslayado o desdeñado campos o temas importantes (p. ej. el papel social de las emociones frente al valor de la racionalidad, o el papel de los expertos en el mantenimiento de la estructura social patriarcal): 2) que se ha centrado en personajes y situaciones célebres, espectaculares, institucionales, desdeñando lo informal, lo privado y los procesos, privilegiando siempre los resultados exitosos, invisibilizando así a las mujeres y sus prácticas sanadoras y su saber doméstico; 3) partir del supuesto de la sociedad única y neutra, indiferente desde el punto de vista de género siendo que incluso en sociedad mixtas los hombres y las mujeres habitan mundos distintos, bien sean los profesionales o los enfermos; 4) no considerar el género sexual como un factor social determinante o configurador del binomio salud/enfermedad, limitándose a considerarlo en muchos casos una variable de confusión y confundiendo, además, sexo y género, y 5) no tener en cuenta el género sexual del investigador, lo que puede estar impidiendo (involuntariamente) que se manifiesten o visibilicen cierto tipo de informaciones aun cuando puedan considerarse relevantes para explicar el fenómeno de estudio (hombres que investigan sobre asuntos de mujeres en los estudios actuales o en los pasados, o mujeres que analizan la vida, las teorías o las organizaciones científicas o sanitarias de los hombres; un posible sesgo que todavía no ha sido descubierto) 9.
9 Es una insensatez pretender ofrecer una selección bibliográfica sobre lo que constituye el núcleo de toda una especialidad, pero seguimos consideramos obras de referencia clásicas en nuestra biblioteca: AMORÓS, C. (1995), Diez palabras clave sobre mujer, Estella, Verbo Divino; KELLER, E. F. (1991), Reflexiones sobre ciencia y género, Valencia, Alfons el Magnànim; HARAWAY, D. (1995), Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Valencia, CátedraFeminismos; H ARDING , S. (1996), Ciencia y feminismo, Madrid, Morata; H IPATÍA (1998); LAQUEUR, T. (1994), La construcción del sexo, Madrid, Feminismos; MURARO, L. (1991), El orden simbólico de la madre, Madrid, Horas y Horas; RIVERA, M. (1995), Nombrar el mundo en femenino, Barcelona, Icaria; SHIEBINGER, L. (2004), ¿Tiene sexo la mente?, Valencia, CátedraFeminismos.
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Sobre las fronteras disciplinares y el investigar “en relación” con las médicas El otro tipo de límite que percibo, y padezco sobremanera, es compartido con casi cualquier otra disciplina especializada dificultando el necesario diálogo entre especialistas. Se refiere a eso de la traducción transdisciplinar (otra transferencia afortunada que yo aprendí hace más de 10 años de Mari Luz Esteban) y que ha resultado imprescindible en el propio desarrollo de esta nueva área de Estudios de Género. Consiste en aprender a entenderse con quienes tienen presupuestos epistémicos, técnicas de análisis de la realidad, y objetivos profesionales muy distintos de los míos y, además, hemos sido socializados en el “nacionalismo disciplinar”. Y resulta costoso a pesar de que quizá no haya profesión tan promiscua, por multidisciplinar, como la médica. Pero la frontera y el abismo entre Ciencias y Letras, entre la biología y la cultura, entre lo natural y lo social puede ser sentida en carne propia en ese diálogo con las médicas clínicas, mucho más que con las epidemiólogas, salubristas o preventivistas; un campo de interés histórico, el de la medicina práctica clínica, que no abandono desde hace 25 años. Es a estas dificultades a las que me gustaría referirme ahora. Para referirme a estas dificultades transculturales (podríamos decir), relataré un caso, que es el último producido en diálogo con este público dedicado a la investigación en salud y género como es la “Red de Médicas y Profesionales Sanitarias” y la revista Mujeres y Salud; un público tan distinto del feminista, del de filosofía de la ciencia, o del historia de la medicina. Se trata de un diálogo que podría decir que es rutinario, pues es próximo al que experimento cada año con el público asistente a las diversos lecciones de Género y Salud (de licenciatura o de postgrado que imparto en la Universidad de Zaragoza o en otros centros nacionales), pero que no deja de plantearme una tensión intelectual y afectiva que roza la trama de las relaciones interpersonales y pedagógicas. A una simple petición de colaboración con un artículo en la revista Mujeres y Salud (MyS) 10 me vi respondiendo este mismo año de 2005 con la propuesta de crear toda una sección fija de Historia de la Medicina. La La revista Mujeres y Salud, editada por el Centro de Análisis y Programas Sanitarios de Barcelona (CAPS) y dirigida por Leonor Taboada y Carme Valls, se publica semestralmente dirigiéndose conjuntamente al público de profesionales y usuarias del sistema sanitario. 10
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justificación, que transcribo literalmente, es elocuente de esa desmesura, de ese diálogo necesario que comentaré después. “Con motivo de la dificultad de resumir los 15 folios de cualquier trabajo histórico a los 3 que demanda MyS, imaginando que va ser publicado en ¡tres columnas!, y después de haber escrito cuatro trabajos diferentes y ninguno redondo, he decidido curar mi insatisfacción reconociendo tanto la dificultad esencial como su solución: crear una Sección fija para expresar con matices ese extenso saber (que la autora humildemente considera de algún valor). Lo que expongo para vuestra consideración crítica”. A ello seguía un Proyecto Editorial cuyo objetivo definí como “Crear y coordinar una sección fija de Lecciones de historia en clave de género, que podría llamarse “El contrapeso de la tradición”, cuyas funciones definía a continuación, para terminar con la relación de mis siete temas o “lecciones”. Las funciones de la historia de la medicina que definí hace unos meses en relación con las médicas y profesionales sanitarias, y que sigo proponiendo ahora, son las siguientes: 1. Contribuir a una semiología del androcentrismo de las ciencias biomédicas actuales; 2. Favorecer la recuperación y valoración del saber femenino tradicional en materia de salud y enfermedad; 3. Estimular la acción colectiva de significar las aportaciones de mujeres concretas a nuestro saber actual sobre salud y enfermedad (genealogía femenina en salud); 4. Contribuir simbólicamente a neutralizar obstáculos para la integración paritaria de las mujeres en una profesión masculina y milenaria como es la médica, y 5. Investigar la acción de prejuicios, misoginia y sesgos de género o cultura patriarcal anacrónica en los discursos didácticos, legislativos e informes institucionales actuales y pasados 11. De El contrapeso de la tradición, el escueto título que inventé para la sección histórica de una revista feminista de salud, me gusta su sonoridad y la imagen del balancín inestable de infancia. También me gusta porque resume bien mi tesis principal, el núcleo teórico del papel epistémico de la historia en ciencias biomédicas. Defiendo que la historia tiene un papel 11 Respecto a los contenidos, consideré adecuados para ese público los siguientes temas históricos: I. La variable sexo en los tratados de Patología médica. II. Sobre la “atopía” de la morbilidad diferencial en el mundo contemporánea; III. Por la paridad en la dotación de camas para la docencia (1785-1855); IV. Tránsitos paradigmáticos: del isomorfismo a la polarización sexual entre la ilustración y el romanticismo; V. Tránsitos paradigmáticos: de la neutralidad a la diferencia sexual en Medicina Interna en la actualidad; VI. Progresividad del programa Salud y Género: indicadores bibliométricos, y VII. Semiología del androcentrismo: signos y síntomas de textos y contextos médicos.
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epistémico porque es la disciplina o especialidad que permite del modo más económico y seguro identificar o diagnosticar las anomalías genéticas de orden cultural heredadas de nuestros antepasados patriarcales y que son patológicas en la actualidad; una anomalía, porque influir, influyen. Quiere esto decir que sostengo la hipótesis (bastante vulgar y para la que no hacían falta muchas titulaciones académicas) de que, cual genes o moléculas de AGTC, ciertos patrones culturales que han sido aprendidos y trasmitidos de un modo laborioso y eficaz en el largo proceso de socialización familiar, social y profesional, produciendo complejas cadenas de reacciones químico-cognitivas (inconscientes), son inadecuados a los objetivos racionales, conscientes y voluntariamente elegidos para garantizar la mejor calidad de vida que constitucionalmente hemos elegido. Y no sólo eso, sino que estas “anomalías” culturales son anacrónicas y contradictorias con el núcleo epistémico convencional de la ciencia, su condición de saber neutro, universal y objetivo, por lo tanto distópicas, un error en el sistema. En relación con las médicas y médicos, he formulado además otra hipótesis que es consecuencia de la anterior, y que me gustaría triunfara porque parece potente y legitima la política investigadora que yo propondría. Esta hipótesis es deudora de mi simultánea dedicación profesional a la documentación y sociología del conocimiento científico (más que a la historia de la medicina), y ha sido considerada clave en el informe final del proyecto de investigación del grupo Genciana (“Hechos y valores de género en la producción y difusión científica”), y fue presentada en el IV Congreso Iberoamericano de Género, Ciencia y Tecnología y en la 18th Internactional Conference of Alzheimer`s Disease en 2002. Esta hipótesis afirma que el “Programa de Investigación” que considera la diferencia sexual en medicina y no es androcéntrico tiene superior capacidad de generar progreso científico por unidad de tiempo (Indice de Progresividad de Laudan 12) que el programa alternativo y convencional de la neutralidad sexual porque: 1) resuelve un problema simbólico (rechazo a las desigualdades y/o subordi12 En Progress and its problems, Larry Laudan planteó en 1977 una teoría que permitiría comparar en términos cuantitativos la capacidad de progreso de teorías alternativas dentro de la unidad de una análisis como son las tradiciones de investigación, comparando la diferencia entre los problemas resueltos y los generados por unidad de tiempo. Laudan distinguió tres tipos básicos de problemas: simbólicos, científicos y materiales: LAUDAN, L. (1986), El progreso y sus problemas. Hacia una teoría del crecimiento científico, Madrid, Encuentro. Acerca de su superioridad sobre los modelos de Khun, Popper, Lakatos y otros, véase BUJOSA HOMAR, F. (1986), “Los modelos de cambio y progreso científico”, en CARRERAS, A., La ciencia actual: Aproximación interdisciplinar, Zaragoza, Universidad de Zaragoza.
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nación de las mujeres a los hombres); 2) es un programa aplicable en toda la patología médica, en todas las enfermedades; 3) es aplicable en todos los niveles asistenciales, y por todos sus actores o agentes sanitarios; 4) los resultados negativos son tan valiosos como los positivos. Quiere eso decir que formular la hipótesis o sospecha fundamentada de haber sesgos, discriminaciones o desigualdades de género en el conocimiento disponible o en la práctica asistencial sanitaria es hoy un “Problema” a investigar, un tema de investigación justificado socialmente porque corroborarlo es tan importante, urgente y costoso (económicamente) como desmentirlo 13. Cuando trato de mostrar los resultados de mi trabajo histórico sobre género y salud a las colegas sanitarias de la red o a los médicos de cualquier otra especialidad (y las experiencias han sido interesantes), tengo dificultades para simplificar: para encontrar las palabras e ideas que provoquen en ellas o ellos resonancias cognitivas, frases que no resulten ásperas, duras, pedantes, incomprensibles, demasiado alejadas de su lenguaje escueto, descriptivo, de oraciones simples sin subordinadas ni matices. ¿Pero debo renunciar a mis queridas subordinadas? ¿Y a cuántos eslabones de la cadena etiopatogénica (sociosimbólica) del androcentrismo debo limitarme para obtener lo que deseo: su certera comprensión, y posterior asimilación y transferencia a su quehacer? Ellas y ellos, los médicos, siempre hablan de asuntos ultramicroscópicos si comparamos la parcela de la realidad que analizan con la mía, con la complejidad y enormidad de mis minucias históricas. Pero no sólo las unidades de análisis de las ciencias sociales y biomédicas son inconmensurables. Ellos/ellas dedican cientos, si no miles, de artículos analíticos para finalmente “alegar que X sugiere Y”, para proporcionarnos un conocimiento descriptivo de una realidad atomizada que a nosotros (los de ciencias humanas y sociales) nos ocupa media línea. Y después... ¿cómo somos leídos en el sentido semiótico de la palabra? Es siempre un placer averiguarlo. Aunque decepcione 14. 13 Hemos cuantificado la emergencia actual de estos estudios revisando la bibliografía internacional sobre género y salud (6.855 artículos circulantes entre 1982-2002), así como monografías y manuales universitarios “centinela”, valorando su significado cultural, especialmente su vinculación con la progresiva feminización de la comunidad científica y profesional médica: MIQUEO (2004), pp. 49-53. 14 Una tarea grata en este sentido relacional con las médicas (y enfermeras y psicólogas) ha sido traducir junto a María Jesús Murria un libro feminista italiano que partía del supuesto de ser el paciente —la paciente— “sujeto de saber”, y cuestionaba de otro modo el paternalismo (patriarcal) de la relación terapéutica, reclamando mayor cientifismo de la medicina: HIPATÍA (2004), Dos para saber, dos para curar, Madrid, Horas y horas.
DESAFÍOS TEÓRICO-METODOLÓGICOS DEL CUERPO. NUEVAS APROXIMACIONES DESDE EL FEMINISMO 1
Mari Luz Esteban Galarza Profesora de Antropología Social, Universidad del País Vasco-Euskal Herriko Unibertsitatea
En la última década se han producido algunas reformulaciones feministas del concepto de género que se han ido articulando con nuevas propuestas teórico-metodológicas en torno al estudio del cuerpo. Este proceso de retroalimentación está permitiendo el avance en el análisis de la conformación y el cambio de las identidades y prácticas de género, y en el desarrollo de la teoría feminista en general. En este texto se defiende que un estudio del cuerpo como el que se está haciendo hoy día dentro de la llamada teoría social del cuerpo (antropología, sociología, estudios culturales, artísticos...) nos está llevando a lecturas más complejas y alternativas de la experiencia múltiple, abierta y cambiante de “ser mujer” o “ser hombre”, apoyadas a su vez en una visión performativa y dinámica del género. Y viceversa, que un concepto de género entendido más como lo que se hace que como lo que se es facilita un abordaje diferente del cuerpo generizado. En este sentido, se parte de la idea de que el género, un concepto en continua evolución y revisión dentro del feminismo, sigue siendo necesario para el análisis de las desigualdades en la salud de hombres y mujeres, así como para entender cómo se generan algunas diferencias dentro de los colectivos masculino y femenino. Pero, hablar de salud conlleva siempre 1 Esta comunicación intenta avanzar en algunos contenidos de dos publicaciones anteriores de la autora: ESTEBAN, M. L. (2004), Antropología del cuerpo. Género, itinerarios corporales, identidad y cambio (2004), Barcelona, Bellaterra; y ESTEBAN, M. L., “El estudio de la salud y el género. Las ventajas de un enfoque antropológico y feminista”, Salud Colectiva, enero-abril, vol. 2 (1), pp. 9-20.
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una manera concreta de conceptualizar el cuerpo humano, aunque no siempre seamos conscientes de esto en nuestros estudios. Al mismo tiempo, las transformaciones históricas que se producen en las maneras de enfermar o sanar tienen una influencia directa en las corporalidades; pero también al revés, los cuerpos son sujetos de transformación individual, social e histórica, o así se entiende desde la teoría social actual del cuerpo 2. El concepto de género: potencialidades, revisiones y nuevas propuestas Como es bien conocido por todas/os, a finales de los años setenta las feministas anglosajonas comenzaron a definir y divulgar el concepto de género, que proviene del término inglés gender 3; de esta forma, el término “sexo” designaría en adelante las diferencias físicas, anatómicas y fisiológicas de hombres y mujeres asociadas a su capacidad de procreación, mientras que “género” suponía un nivel de abstracción distinto, mediante el que se aludía a la jerarquización y diferenciación de espacios, funciones sociales y acceso al poder entre hombres y mujeres, concretadas tanto en representaciones como en prácticas sociales e individuales. Esta nueva noción, la de género, permitía y sigue permitiendo hacer una crítica política radical del esencialismo y del determinismo biológico, desde los que la ciencia y la medicina han analizado a las mujeres. Pero, a nivel general, esta distinción entre sexo y género ha comportado algunos problemas que han ido siendo resueltos por las feministas 4. Uno de los principales es que se ha reforzado la visión esencial, estática y ”pre-cultural” del sexo (biología); como si las diferencias sexuales e incluso la sexualidad fueran “hechos naturales”. Esquema que está siendo ampliamente revisado en la actualidad, sobre todo, desde la antropología física y social y la historia 5. 2 A este respecto es significativo, por ejemplo, el libro de COMAROFF, J. (1991), Etnography and Historical Imagination, Boulder, Westview Press. 3 Término utilizado por primera vez en la década de los cincuenta por médicos y psicólogos que atendían casos de hermafroditismo. 4 Un análisis del proceso de definición y revisión del concepto de género puede encontrarse en STOLCKE, V. (2003), “La mujer es puro cuento: la cultura del género”, Quaderns de l’Institut Català d’Antropologia, núm. 19, 69-95; así como en DEL VALLE, T. (coord.), APAOLAZA, J. M.; ARBE, F.; CUCÓ, J.; DÍEZ, C.; ESTEBAN, M. L.; ETXEBERRIA, F., y MAQUIEIRA. V., (2002) Modelos emergentes en los sistemas y las relaciones de género, Madrid, Narcea, capítulo primero. 5 A este respecto pueden consultarse, por ejemplo, las siguientes publicaciones: LAQUEUR, T. (1994[1991]), La construcción del sexo, Madrid, Cátedra-Feminismos. MATHIEU, N. C.
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Respecto al concepto de género, los problemas más habituales han sido y siguen siendo: sustituir mecánicamente sexo por género; equiparar de manera reduccionista género a “mujer/mujeres”; y utilizar un concepto de género absolutamente dualizado, a-histórico y a-crítico (género masculino y femenino), desde la idea de que ser mujer u hombre es algo estable, uniforme y universal. Todo esto provoca que muchas veces se describan las diferencias entre hombres y mujeres sin mostrar la construcción social que hay detrás, es decir, sin abordar el cómo y el porqué de la desigualdad. Además, ya a finales de los años ochenta, algunas feministas habían subrayado la necesidad de tener en cuenta la dimensión relacional del género, de entender lo “femenino” y lo “masculino” como ámbitos que se constituyen y se retroalimentan mutuamente y que están en proceso de continuo cambio. En esta misma línea, actualmente se considera que el género no habla sólo de las diferencias entre hombres y mujeres, sino que nos debe llevar a entender las diferencias en las realidades e intereses dentro de los colectivos masculinos y femeninos 6. En la última década del siglo XX se dio un paso más en esta re-definición del concepto de género, por la confluencia del anti-esencialismo —una constante del trabajo feminista—, y la llamada teoría social de la práctica, que pone todo el énfasis en el estudio de la agency, la acción social e individual y la interacción entre las estructuras sociales y lo que hacen los actores. Surgen así nuevas teorías, como la performativa de auto(1991), “Les transgressions du sexe et du genre à la lumière de données ethnographiques”, en HURTIG, M. C.; KAIL, M., y ROUCH, H. (eds.), Sexe et genre. De la hiérarchie entre les sexes, Paris, Editions du Centre National de la Recherche Scientifique, pp. 69-80. PEYRE, E.; WIELS, J., FONTON, M. (1991), “Sexe biologique et sexe social”, en HURTIG, M. C.; KAIL, M., y ROUCH, H. (eds.), Sexe et genre. De la hiérarchie entre les sexes, Paris, Editions du Centre National de la Recherche Scientifique, pp. 27-50. HERDT, G. (ed.) (1996), Third Sex. Third Gender. Beyond Sexual Dimorphism in Culture and History, New York, Zone Books. NIETO, J. A. (ed.) (1998), Transexualidad, transgenerismo y cultura. Antropología, identidad y género, Madrid, Talasa. FAUSTO-STERLING, A. (2000), Sexing the body: Gender Politics and the Construction of Sexuality, New York, Basic Books. BARRAL, M. J. (2001), “Genes, género y cultura”, en MIQUEO, C. et al., Perspectivas de género en salud. Fundamentos científicos y socioprofesionales de diferencias sexuales no previstas, Madrid, Minerva, pp. 135-162. CLEMINSON, R., y MEDINA DOMÉNECH, R. M. (2004), “Hermafroditismo, medicina e identidad sexual en España, 1860-1925”, Dynamis, 24, 53-91. 6 Para una visión general de los planteamientos antropológicos actuales a este respecto se pueden consultar: MOORE, H. L. (1991), Antropología y feminismo, Madrid, Cátedra-Feminismos, y MAQUIEIRA, V. (2001), “Género, diferencia y desigualdad”, en BELTRÁN, E., y MAQUIEIRA, V. (eds.), Feminismos. Debates teóricos contemporáneos, Madrid, Alianza editorial, pp. 127-190.
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ras como Judith Butler 7, desde donde se generan lecturas alternativas del proceso de definirse como hombre/mujer que desafían la noción estática de la identidad de género, cuya conformación no es vista ya como un proceso estable o uniforme sino dinámico y, en el que se pueden ir produciendo nuevos significados: “El género se convierte en algo que se hace en vez de ser algo que se es” 8. Esta última visión del género, dinámica, procesal, performativa, material, sería la que interactúa con un enfoque que toma al cuerpo como agente, como veremos en el apartado siguiente.
Aproximaciones feministas al estudio del cuerpo Si nos fijamos ahora en la teorización que el feminismo ha generado respecto al cuerpo a lo largo del siglo XX, se puede constatar la existencia de distintas aproximaciones que podríamos agrupar en cinco grandes posicionamientos, que pueden darse a la vez pero que presentan también una cierta cronología. El primero sería el representado por algunas teóricas feministas de la igualdad (Simone de Beauvoir, por ejemplo), que se puede traducir en la idea de que el cuerpo es una limitación para el acceso de las mujeres a los derechos y privilegios que la sociedad otorga a los hombres; una visión negativa del cuerpo femenino y de su “especificidad” (ciclicidad, menstruación, embarazo, maternidad, lactancia...). Este planteamiento se encuentra en muchos trabajos feministas pero también en una gran mayoría de mujeres, que transmiten esta visión de su propia experiencia. Una segunda forma, que surge en los años sesenta/setenta, sería la utilizada en el llamado feminismo de la diferencia, dentro del cual el cuerpo es central en el análisis de la existencia social y psicológica de las mujeres, y no es considerado un objeto a-histórico ni biológicamente dado, sino “un cuerpo constituido en el orden del deseo, de la significación, del poder”. Esta aproximación parte de la diferencia sexual como “El” elemento clave en la construcción social de los sujetos que limita, en mi opinión, el análisis; pero la re-lectura de muchas de sus publicaciones son ahora ineludibles para una antropología del cuerpo vivido, experimentado, agente, como la que voy a defender en estas páginas. 7 8
BUTLER, J. (2001[1990]), El género en disputa, México, Paidós. STOLCKE (2003).
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En tercer lugar, tenemos el constructivismo feminista, perspectiva mayoritaria dentro de los estudios feministas en torno al cuerpo. Aquí, el cuerpo ya no es un obstáculo en la consecución de la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, por lo que se entiende de otra manera la opresión de las mujeres; pero se sigue estableciendo la separación entre mente y cuerpo, y no se cuestiona la visión más o menos naturalista, precultural del cuerpo: ahora se entendería que es el sistema social el que organiza y da sentido a la biología, de manera que el cambio vendría de relecturas, de la búsqueda de nuevos significados y valores asociados al cuerpo. Pero sigue habiendo una distinción entre el yo y el cuerpo, y se privilegia el estudio del cuerpo como “objeto de representación”, mientras que el cuerpo como materia, como experiencia, queda ausente del análisis social, que ha estado y sigue estando absolutamente descorporeizado, como han subrayado autores como Robert Connell 9. Un cuarto enfoque sería el postestructuralista (años noventa), con autoras como Donna Haraway y su noción del cuerpo como cyborg 10, donde ya hay todo un intento práctico de poner en discusión las dicotomías occidentales: mente/cuerpo, masculino/femenino, razón/emoción, y donde se ofrecen metáforas y lecturas del cuerpo que rompen radicalmente con la visión reproductivista y esencialista de la vida humana, también dentro del feminismo. A esta clasificación, tomada de Elizabeth Grosz 11, habría que añadir desde mi punto de vista un quinto enfoque, que puede denominarse “el cuerpo como agente” 12, inspirado tanto en la teoría feminista de la práctica, citada anteriormente, como en el trabajo de autores como Pierre Bourdieu, Anthony Giddens o Bryan Turner, y los planteamientos gramscianos en torno al eje hegemonía/subalternidad. Una perspectiva estrechamente ligada también a la teoría performativa, a la que también he aludido anteriormente. Otro autor significativo a este respecto es el mismo Connell 13, con su propuesta del análisis de las prácticas reflexivo-corporales en torno 9 CONNELL, R. W. (1995), “Men’s Bodies”, Masculinities, Oxford/Cambridge, Polity Press, pp. 45-67. 10 HARAWAY, D. (1995[1991]), Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Cátedra-Feminismos. 11 GROSZ, E. (1994), Volatile Bodies. Toward a Corporeal Feminism, Indiana University Press. 12 Véase ESTEBAN (2004). 13 Véase en concreto el capítulo “Men’s bodies” de su libro Masculinities (1995, pp. 45-67).
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al género. Para Connell, la masculinidad (o la feminidad) es material, quinética, performativa, se actúa en el cuerpo, y existe en la interacción social y a través de estructuras sociales concretas, permitiendo el cambio. El cuerpo no se contempla ya en términos pasivos, no culturales, a-históricos, sino que es visto como “el lugar de la vivencia, el deseo, la reflexión, la resistencia, la contestación y el cambio social, en diferentes encrucijadas económicas, políticas, sexuales, estéticas e intelectuales” 14. Como apuntaba anteriormente, estas cinco grandes perspectivas o maneras de conceptualizar el cuerpo desde el feminismo de la igualdad (negativo-alien), el feminismo de la diferencia (positivo/agente, pero diferenciado sexualmente), el constructivismo (significado/dicotomizado), el postestructuralismo (desencializado), y el “cuerpo como agente” (agente/múltiple/sujeto de transformación), no deben entenderse como totalmente excluyentes, sino que pueden darse a la vez incluso por parte de las mismas autoras. Desde mi punto de vista, algunas aproximaciones actuales de la antropología y de la teoría social del cuerpo y, sobre todo, la perspectiva del “cuerpo como agente”, un cuerpo que no sólo refleja y expresa, sino que al mismo tiempo produce una/s determinada/s identidad/es y prácticas de género, está abriendo el camino, en su articulación y retroalimentación con las revisiones del concepto de género incluidas en el apartado anterior, a un análisis de la experiencia humana, del género y de la salud, que no quiere ser ni biologicista ni totalmente constructivista, ya que intenta superar tanto el determinismo biológico como el determinismo social, incorporando la fenomenología, la agencia y la práctica corporal como algo central en la teorización feminista.
Ventajas de un análisis corporal del género y la salud En este último apartado, voy a comentar de forma resumida algunas aportaciones de este análisis corporal para el estudio de la salud y el género: — En primer lugar, nos permite, como ya se ha señalado, una conceptualización alternativa de la identidad de género, del ser o sentirse hombre o mujer (o como quiera que se viva esta identidad), como 14
ESTEBAN (2004), pp. 54.
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un proceso sustancialmente corporal, aunque siempre bien contextualizado y situado en el espacio y en el tiempo. Desde esta premisa, la identidad no sería algo exclusivamente social, como suele habitualmente entenderse en los escritos feministas, consecuencia mecánica de ideologías y prácticas sociales o institucionales; ni los cuerpos meras “superficies neutras”, “depósitos” de ideas, representaciones, símbolos, como son asumidos en general en las ciencias sociales y la historia; sino que estaríamos hablando de experiencias absolutamente encarnadas, donde ser mujer/hombre/... forma parte de procesos inscritos en los cuerpos pero al mismo tiempo producidos por dichos cuerpos. Y esto nos permite, por tanto, corporeizar la investigación social e histórica 15. — Por otra parte, nos ayuda a completar más el análisis del concepto de género. Distintas autoras (una de las más importantes es Joan Scott 16) han ido definiendo los diferentes contenidos y niveles del género 17, hablando de la importancia de los símbolos, las normas sociales, las instituciones, las ideologías, las subjetividades... elementos todos ellos absolutamente interrelacionados. Ahora podemos añadir un nivel más, que sería el de la “interacción corporal reflexiva” o “prácticas corporales reflexivas”, siguiendo a Connell 18. Nos socializamos y vivimos en un contexto determinado, con unas instituciones concretas (ciencia, medicina, empresa, deporte...) y unas ideologías de género concretas; establecemos dentro de esos contextos unas determinadas relaciones de género y constituimos nuestra identidad de género ahí, condicionadas/os por todos esos elementos. Elementos que, además, pueden presentar contradicciones o tensiones entre sí. Pero, en ese análisis suele olviTomo los conceptos de encarnación/encarnado-a como equivalentes a embodiment/ embodied en inglés, don los que se quiere subrayar la idea de la cultura como “proceso material de interacción social” de acuerdo con CSORDAS, T. (ed.) (1994), Embodiment and experience. The existential ground of culture and self, Cambridge, Cambridge, University Press, pp. 1-24, y subrayar la dimensión potencial, intencional, intersubjetiva, activa y relacional del cuerpo: ESTEBAN (2004), p. 21. 16 SCOTT, J. W. (1990[1986]), “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en AMELANG, J. S., NASH, M. (eds.), Historia y género: las mujeres en la Europa Moderna y Contemporánea, Valencia, Edicions Alfons el Magnànim-Institució Valenciana d’Estudis i Investigació, pp. 23-56. 17 Véase también MAQUIEIRA (2001). 18 CONNELL (1995). 15
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darse que somos cuerpos, cuerpos que sentimos, gozamos, sufrimos, nos movemos, hablamos, nos tocamos, interactuamos... de maneras concretas que responden pero que también contestan a convenciones históricas y culturales sobre la reproducción, la sexualidad, el trabajo, el poder... que están en continuo cambio; y este nivel de materialidad corporal está en interacción estrecha con todo lo demás. Entender estos procesos de reproducción pero también de transformación de representaciones y prácticas sociales implica tener en cuenta todos esos niveles y dimensiones, completando los circuitos que se establecen entre ellos. De manera que el cuerpo debe ser tomado como un nudo de estructura y acción social. — Nos permite también abordar el estudio de la subjetividad y del individuo de maneras alternativas y que discuten con las que nos ofrecen otras ciencias, como la psicología, por ejemplo. Si hiciéramos un breve repaso a cómo las ciencias sociales han percibido y estudiado al individuo, veríamos que salvo algunas corrientes fenomenológicas o antropológicas, como la antropología psicológica, ha habido un énfasis mucho mayor en lo colectivo, lo social, lo cultural, más en el grupo que en el individuo, que ha quedado, sobre todo, para la psicología, la medicina... El estudio del cuerpo como agente modifica también esto en la medida en que estamos describiendo cuerpos individuales pero que nos remiten siempre a colectivos; individuos perfectamente situados en los contextos sociales, culturales e históricos en los que viven y donde cuerpo, biografía individual y condicionamientos familiares, sociales, culturales... se tejen a la vez. Y este nivel de lo individual como objeto de estudio es también un reto no sólo para la antropología, sino también para la historia y la historia de la medicina. — Por otra parte, nos lleva a un análisis del cambio social, de las transformaciones individuales o sociales, que al ser material/corporal, pretende también trascender una visión dicotomizada y restrictiva aunque mayoritaria en el estudio de las acciones humanas según la cual los cambios, o son intencionales/racionales o son irracionales/pasivos; dicho de otra manera, superar la idea de que o somos actores sociales conscientes de nuestros problemas y ponemos en marcha reivindicaciones y estrategias conscientes de cambio (por ejemplo, las mujeres, las feministas), o somos víctimas y, por tan-
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to, meras/os seguidoras/es de los mandatos culturales. Como señala Dolores Juliano 19, todos los sectores en posición de subalternidad, sea cual sea su situación, intentan modificar o, al menos, compensar la inferioridad o marginación social que sufren, y no verlo así es un problema de los instrumentos teóricos o metodológicos que estamos utilizando. Ahora tenemos la posibilidad de un análisis más complejo de las acciones y transformaciones sociales e individuales, desde la idea de que los cuerpos, bajo unas circunstancias determinadas que habrá que ir identificando/explorando en profundidad, reproducen pero también producen modificaciones en su experiencia respecto a, por ejemplo, las desigualdades de género; transformaciones que pueden ser significativas o no para el sistema social en su conjunto. Sin que se trate siempre de procesos conscientes. Pero para ello nos interesan también las contradicciones, los claroscuros de estas acciones, además de fijarnos tanto en las prácticas de seguimiento de la cultura como en las de resistencia y contestación. — Por último, y pasando ahora a la relación entre planteamientos teóricos y formas de acción feministas, la reflexión sobre las diferentes posturas feministas respecto al cuerpo nos podría ayudar también a ver cómo estos posicionamientos se corresponden o no con distintas maneras de entender la vindicación (más o menos igualitaristas, diferencialistas, desnaturalizadoras...) y a la inversa; y a pensar sobre qué acciones tendrían más que ver con la idea del cuerpo como agente 20. En este sentido, las feministas no hemos actuado en conjunto de la misma manera en torno al cuerpo reproductivo y sexual, que es el “cuerpo político” principal de finales del siglo XX, y donde hemos mantenido una mirada bastante compleja y diversificadora a la hora de identificar discriminaciones y reivindicar derechos para las mujeres, que cuando se ha tratado del “cuerpo de la estética”, que sería el cuerpo político actual por excelencia, en el sentido de cómo se está normativizando culturalmente a las mujeres. A este respecto, hemos mantenido posturas mucho más victimizadoras y 19 JULIANO, D. (1992), El juego de las astucias, Madrid, Horas y Horas; y JULIANO, D. (1998), Las que saben. Subculturas de mujeres, Madrid, Horas y Horas. 20 Quiero agradecer a Fernando Salmón que me haya hecho recapacitar sobre la importancia de este aspecto a partir de una pregunta que me hizo en el debate de la mesa.
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restrictivas. Es decir, que la corporeización del análisis podría tener también una impronta en el terreno de la política. En conclusión, que a comienzos del siglo XXI estamos en condiciones de abordar las desigualdades de género de formas alternativas, que nos permitan responder a algunos de los interrogantes y desafíos que han ido surgiendo en estas tres décadas/casi cuatro de trabajo feminista intenso. Esto no quiere decir que nos tengamos que poner ahora todas/os a hacer etnografías corporales, ni mucho menos, pero sí a reflexionar, primero, sobre cuál es nuestro marco teórico de referencia respecto al género, el cuerpo, la salud... y pensar en las potencialidades y límites de cada marco; y segundo, a indagar en cómo las nuevas propuestas de las otras disciplinas o enfoques afectan y, por tanto, desafían nuestro propio trabajo de investigación y nos obligan a introducir algunas modificaciones. Es decir, contribuir a un conocimiento interdisciplinar más complejo que descubra nuevas vías para el cambio social.
ISBN: 978-84-0008-603-9
9 788400 086039