Más que negocios: Simón Ruiz, un banquero español del siglo XVI entre las penínsulas ibérica e italiana 9783954876846

Miles de cartas se intercambiaron durante la segunda mitad del siglo XVI entre la península italiana y la casa de negoci

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Spanish; Castilian Pages 400 [374] Year 2017

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Table of contents :
Índice
Agradecimientos
Presentación
Simón Ruiz: bosquejo biográfico
Del azar al archivo: Simón Ruiz en el Histórico Provincial de Valladolid
Medina del Campo: de mercado internacional de capitales a mercado comarcal de productos agrarios
Las cartas desde Roma: la importancia de las redes familiares
Honores y negocios. Los caballeros de la Orden de San Juan en el entorno de Simón Ruiz
Confianza e interdependencia en el sistema de crédito hispánico a finales del siglo XVI: un análisis a través de las cartas de Génova del Archivo Simón Ruiz
La correspondencia de Simón Ruiz con la plaza veneciana
Finanzas y tejidos en la correspondencia milanesa del Archivo Simón Ruiz
La penetración de los portugueses en la economía española durante la segunda mitad del siglo XVI
El laboratorio virtual “casasimonruiz.com”
Bibliografía
Los autores
Índice onomástico
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Más que negocios: Simón Ruiz, un banquero español del siglo XVI entre las penínsulas ibérica e italiana
 9783954876846

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Juan Ignacio Pulido Serrano (ed.) MÁS QUE NEGOCIOS

Tiempo emulado Historia de América y España 57 La cita de Cervantes que convierte a la historia en «madre de la verdad, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir», cita que Borges reproduce para ejemplificar la reescritura polémica de su «Pierre Menard, autor del Quijote», nos sirve para dar nombre a esta colección de estudios históricos de uno y otro lado del Atlántico, en la seguridad de que son complementarias, que se precisan, se estimulan y se explican mutuamente las historias paralelas de América y España. Consejo editorial de la colección: Walther L. Bernecker (Universität Erlangen-Nürnberg) Arndt Brendecke (Ludwig-Maximilians-Universität München) Jorge Cañizares Esguerra (The University of Texas at Austin) Jaime Contreras (Universidad de Alcalá de Henares) Pedro Guibovich Pérez (Pontificia Universidad Católica del Perú) Elena Hernández Sandoica (Universidad Complutense de Madrid) Clara E. Lida (El Colegio de México) Rosa María Martínez de Codes (Universidad Complutense de Madrid) Pedro Pérez Herrero (Universidad de Alcalá de Henares) Jean Piel (Université Paris VII) Barbara Potthast (Universität zu Köln) Hilda Sabato (Universidad de Buenos Aires)

Juan Ignacio Pulido Serrano (ed.)

MÁS QUE NEGOCIOS Simón Ruiz, un banquero español del siglo xvi entre las penínsulas ibérica e italiana

Este libro ha contado con la ayuda de los siguientes proyectos, financiados por el Ministerio de Economía y Competitividad: “Redes comerciales europeas en la Edad Moderna: la banca de Simón Ruiz (1556-1627)” y “Movimientos migratorios y procesos de asimilación de los portugueses en la Monarquía hispánica: realidades sociales y sus representaciones”.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;  91 702 19 70 / 93 272 04 47)

© Iberoamericana, 2017 Amor de Dios, 1 – E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 - Fax: +34 91 429 53 97 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es © Vervuert, 2017 Elisabethenstr. 3-9 - D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 - Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.iberoamericana-vervuert.es ISBN 978-84-16922-43-7 (Iberoamericana) ISBN 978-3-95487-656-3 (Vervuert) ISBN 978-3-95487-684-6 (eBook) Diseño de cubierta: Rubén Salgueiros Imagen cubierta: La quema de Medina, © Carlos Velázquez Iglesias Depósito legal: M-16579-2017 The paper on which this book is printed meets the requirements of ISO 9706 Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro Impreso en España

Índice

Agradecimientos ........................................................................................

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Presentación ...............................................................................................

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Simón Ruiz: bosquejo biográfico Juan Ignacio Pulido Serrano .................................................................

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Del azar al archivo: Simón Ruiz en el Histórico Provincial de Valladolid Ángel Laso Ballesteros ...........................................................................

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Medina del Campo: de mercado internacional de capitales a mercado comarcal de productos agrarios Alberto Marcos Martín ..........................................................................

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Las cartas desde Roma: la importancia de las redes familiares Isabella Iannuzzi........................................................................................

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Honores y negocios. Los caballeros de la Orden de San Juan en el entorno de Simón Ruiz Juan Ignacio Pulido Serrano ................................................................. 123 Confianza e interdependencia en el sistema de crédito hispánico a finales del siglo XVI: un análisis a través de las cartas de Génova del Archivo Simón Ruiz Yasmina Rocío Ben Yessef Garfia .......................................................... 167 La correspondencia de Simón Ruiz con la plaza veneciana Federica Ruspio .......................................................................................... 209 Finanzas y tejidos en la correspondencia milanesa del Archivo Simón Ruiz Gabriele Galli............................................................................................ 239

La penetración de los portugueses en la economía española durante la segunda mitad del siglo XVI Juan Ignacio Pulido Serrano ................................................................. 267 El laboratorio virtual “casasimonruiz.com” Alicia Pérez y José Luis Arcas ................................................................ 313 Bibliografía ................................................................................................ 339 Los autores .................................................................................................. 365 Índice onomástico ..................................................................................... 369

Agradecimientos

A António A. Marques de Almeida y a António Borges Coelho, impulsores de este proyecto. A Carmen Sanz Ayán, amparo y partícipe del mismo. A Alfonso Dávila Oliveda, eficaz apoyo.

Presentación

Todo libro tiene su singularidad. La de este es haber nacido como fruto de un trabajo colectivo, el que ha sido realizado por un grupo de investigadores, archiveros e informáticos durante los cuatro años transcurridos entre 2013 y 2016. Nuestro objetivo e interés común han sido el estudio del rico fondo documental contenido en el Archivo Simón Ruiz, legado de extraordinario valor informativo que nos dejó este regidor de la villa de Medina del Campo, uno de los hombres de negocios más sobresalientes que vivieron en tierras de Castilla durante la Edad Moderna. Así, el conjunto de textos que hemos reunido en este volumen procede de un esfuerzo compartido por los integrantes de este equipo de investigación. En ello queremos insistir, pues del trabajo de todos estos años solo quedan a la vista del lector las presentes páginas, firmadas por sus respectivos autores, en las que se encierran, sin embargo, muchas jornadas de tarea de análisis con los documentos, de discusión entre los miembros del grupo, de diálogo con los historiadores que nos han precedido en este tema de estudio a través de las publicaciones que nos dejaron y, también, por qué no decirlo, de intentos que no siempre han conseguido cristalizar en algo concreto y mostrable al lector. En resumen, este es un libro de investigación, ensayada en el campo de la Historia, con un proyecto preciso planificado a partir de algunas hipótesis, tal vez muy libres y abiertas, con un método de por medio con el que llevarlo a cabo y con unos objetivos ya alcanzados. Ejercicio de investigación, a fin de cuentas,

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MÁS QUE NEGOCIOS

que, en nuestro caso, debemos advertirlo de entrada, ha sido muy experimental en la forma de abordarlo. Creemos que la mejor manera de presentar este proyecto es explicar su sentido experimental. Es bien sabido que el Archivo Simón Ruiz constituye un fondo documental excepcional para el estudio del mundo económico de la Edad Moderna, ya que no existe ningún otro igual en España y que son muy pocos, acaso dos, los que se le equiparan en Europa. A este carácter de rareza casi única que nos ha legado el pasado, se le une la extraordinaria dimensión documental de sus fondos, una fuente inagotable de información para el historiador. No resulta extraño que, tanto por su excepcionalidad como por su riqueza, el archivo despertara un interés inmediato entre los investigadores una vez fue rescatado del olvido y se dio a conocer a la comunidad científica, a mediados del siglo xx, recién terminada la Segunda Guerra Mundial. Se entiende, además, que, desde Francia, pionera entonces en la investigación, uno de sus más importantes historiadores, Fernand Braudel, pusiera en marcha un ambicioso proyecto para desentrañar los fondos de este archivo y contara para ello con un grupo de investigadores que se convertirían, con el paso de los años, en reconocidos especialistas, como han sido Henri Lapeyre, Felipe Ruiz Martín, Valentín Vázquez de Prada o Jose Gentil da Silva. El empeño de estos historiadores fue intenso, prolongándose a lo largo de más de dos décadas —entre 1947 y 1970—, y de aquella primera iniciativa en equipo resultaron siete gruesos volúmenes publicados en París, en los que se recogieron sus respectivos estudios económicos, así como la transcripción de casi 3.000 cartas comerciales existentes en el archivo, con sus índices correspondientes, onomástico y topográfico. La talla de los historiadores comprometidos en esta primera experiencia, los muchos años que dedicaron al proyecto y los resultados alcanzados —limitados, pese a su innegable valor, pues todavía hoy rinden un alto provecho en tantos estudios que se están haciendo— nos advierten de la dificultad que supone trabajar con el fondo documental de este archivo. Cualquiera que se adentre entre sus papeles siente la sensación que produce estar sumergido en un inmenso océano de información, donde pronto se pierde la orientación y el sentido, sin saber bien por dónde debe continuar uno, aunque no por ello se deje de ser consciente de la riqueza que todo ese maremágnum encierra para el conocimiento de distintos aspectos de nuestro

PRESENTACIÓN

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pasado, no solo del económico. Una cifra superior a 50.000 cartas procedentes de medio millar de ciudades de España y Europa, un buen número de libros de contabilidad y de ferias, además de miles de letras de cambio, componen la parte del Archivo Simón Ruiz relativa a su casa de negocios, a lo que hay que sumar el fondo referido al hospital que fundó en Medina del Campo y, por último, el procedente del archivo familiar. En resumen, un volumen de documentación enorme que produce cierto vértigo. Algo parecido debió sentir Fernand Braudel cuando visitó el archivo en 1951 y se entregó a su prospección durante varias semanas entre los meses de marzo y abril, o Henri Lapeyre, que trabajó en su ordenación junto a los archiveros y demás personal del Archivo Histórico Provincial de Valladolid durante los años de 1948 a 1951, razón por la cual uno y otro idearon distintas maneras de abordar la investigación en este fondo. Aquellas experiencias primeras, cuyas dificultades y limitaciones materiales podemos imaginar bien, y los frutos resultantes que, pese a ello, consiguieron poner a disposición de todos, han estado siempre muy presentes en nosotros. En la actualidad algunas cosas han cambiado, facilitando con ello la investigación que se puede realizar ahora, lo que, por otro lado, hace inexcusable dar continuidad a aquellas iniciativas pioneras. Por lo pronto, en el año 2008 —coincidiendo con la inauguración del AVE entre Madrid y Valladolid, ciudad de residencia del Archivo Simón Ruiz—, Ángel Laso Ballesteros, director del Archivo Histórico Provincial desde 1994, editó una guía-inventario del Archivo Simón Ruiz con la que ponía a disposición de los investigadores una herramienta valiosísima, la cual era fruto de la labor continuada e incansable realizada durante 60 años por quienes habían dirigido e integrado esta institución vallisoletana. De los avatares de esta empresa archivística nos habla Ángel Laso en el capítulo con el que contribuye a este libro. La publicación de la guía-inventario mencionada es un verdadero homenaje a su profesión, además de un regalo para el historiador con vocación por los archivos. Con ella resulta más sencillo entrar en el archivo, recorrer sus recovecos y salir después fuera para elaborar nuevas hipótesis y posibilidades a partir de los datos recogidos. Por último, a lo anterior hay que sumar el sorprendente desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación que estamos viviendo en nuestros días, verdadero fenómeno revolucionario, el cual

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afecta también, de forma muy directa, a la manera como concebimos los proyectos de investigación en el campo de la Historia, así como a los métodos que podemos aplicar en el ejercicio de nuestro oficio. Por esta razón, nosotros decidimos concentrar nuestro esfuerzo en ensayar un método de trabajo novedoso aplicando los avances que nos ofrece la informática en el campo de la información y de la comunicación. Así, nuestro objetivo principal ha sido construir un laboratorio virtual que nos permitiera trabajar a todos de manera conjunta en un espacio común, teniendo en cuenta, además, que el equipo de investigación ha estado formado por investigadores procedentes de distintas ciudades y que, por otro lado, la documentación con la que todos hemos trabajado está conservada en Valladolid. Por esta última razón, en este laboratorio virtual hemos alojado una parte de la correspondencia comercial procedente de la casa de negocios del Archivo Simón Ruiz —una reproducción digital de la misma, se entiende—, para lo cual hemos seleccionado las cartas recibidas por Simón Ruiz desde diversas ciudades del ámbito italiano (Roma, Malta, Génova, Venecia, Milán, Pisa y Turín), además de las copias de sus cartas enviadas desde Medina del Campo a todos estos lugares. Nuestra tarea, de este modo, ha consistido en explicar el sentido que tuvo la relación de esta casa de negocios con el ámbito italiano durante la segunda mitad del siglo xvi a partir del estudio de toda esta documentación epistolar, asunto del que hasta la fecha sabíamos poco más de lo que Felipe Ruiz Martín escribiera en 1965, cuando publicó sus conclusiones tras trabajar con la correspondencia entre Simón Ruiz y sus principales corresponsales en la ciudad de Florencia. En este sentido, el laboratorio virtual diseñado y construido por Alicia Pérez y José Luis Arcas, tal como explican en el capítulo con el que contribuyen en este libro, es uno de los resultados principales de nuestro proyecto, ya que nos ha permitido abordar de manera conjunta y simultánea una correspondencia que se explica mejor cuando se comprende en su totalidad, pero que, por su volumen y localización, resulta imposible de abordar toda ella a partir de un trabajo individual. Hemos preferido denominar a este espacio “laboratorio virtual”, y no “plataforma” o “repositorio”, pues en él no solo ha buscado y encontrado el investigador la documentación digitalizada que hemos ido alojando previamente, sino que, además, ha podido incorporar los resultados de su trabajo de análisis en beneficio del resto de los investigadores.

PRESENTACIÓN

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Esto resulta especialmente importante y enriquecedor en el estudio de un archivo como el reunido por Simón Ruiz, instrumento imprescindible para el funcionamiento de su casa de negocios, pues cada uno de estos documentos —y, sobre todo, cada una de las 50.000 cartas— son pequeñas piezas de un gran puzle que solo consiguen entenderse en su integridad y cobran su verdadero valor cuando son puestas en relación unas con otras, y cada una de ellas con el conjunto total que conforma el fondo archivístico. Se ha insistido en el sistema de red —en el mundo anglosajón se habla de network— que fue creado por la casa de negocios de Simón Ruiz con el conjunto de sus correspondientes, el cual actuaba en distintas ciudades de España, Portugal, Francia, los Países Bajos o Italia. Se nos advierte, también, de la naturaleza reticular del tejido de esta red, la cual conformaba un todo, con el que se explica la lógica de su funcionamiento y también de su éxito, como ejemplo ilustrativo de las formas adoptadas por las empresas en el mundo de los negocios de este primer capitalismo. La complejidad de tal red, y lo voluminoso de la correspondencia que produjo su constante y prolongada actividad durante más de medio siglo, ha obligado a que la mayor parte de los estudios que se han realizado sobre la misma concentren su atención en análisis parciales, concretados cada uno de ellos en la relación bilateral de Simón Ruiz con tal o cual ciudad o, en una escala todavía menor, con este o aquel socio. Sin embargo, como es bien conocido, este sistema en red funcionaba en base a relaciones múltiples y, en el caso que nos ocupa, a partir de las relaciones establecidas entre Medina del Campo, residencia habitual de Simón Ruiz, y un conjunto muy amplio de ciudades y personas repartidas por Europa. Sabemos, además, que esta multiplicidad de contactos tenía lugar con una cierta simultaneidad, lo que nos obliga —si queremos entender mejor la lógica de este sistema— a realizar estudios que comprendan tales espacios en su conjunto. Ha sido esta la razón por la que hemos ideado una investigación, un tanto experimental, insistimos, a partir de un laboratorio virtual que nos sirviera como un espacio común en el que todos los investigadores pudiéramos trabajar de manera simultánea, intercambiando así nuestros avances, haciéndolo, además, sobre un mismo ámbito geográfico, de mayor amplitud o escala que aquellos sobre los que se vienen realizando frecuentemente los estudios relativos a los negocios de Simón Ruiz.

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Como queda dicho, las relaciones entre Medina del Campo y las ciudades del ámbito italiano han sido el tema principal de nuestro estudio y sobre ello trata la parte fundamental de este libro. Acerca de la villa medinense, Alberto Marcos ha escrito un capítulo, con el que contribuye a este libro, en el cual nos muestra la evolución de esta localidad, centro neurálgico en el mundo de los negocios durante los siglos xv y xvi. Nos explica, de forma clara y novedosa, las razones de su orto y ocaso, acercándonos de esta manera al escenario principal en el cual vivió y negoció Simón Ruiz, en un momento singular en el que la villa abandonaba el cénit de su esplendor. A continuación, escribe Isabella Iannuzzi sobre Roma, ciudad que reúne el mayor número de las cartas intercambiadas con el mundo italiano. Con su capítulo, la autora nos introduce en el complejo y extraordinario campo de asuntos varios que pasaron por las manos de Simón Ruiz en ámbitos tales como el político, eclesiástico, religioso y económico, razón por la cual tuvo que mantener relaciones con sus agentes, parientes y asociados en la capital de la cristiandad. Los asuntos referidos a Malta y los caballeros de la Orden de San Juan, con capital en esta isla del Mediterráneo, son abordados en el capítulo que firma Juan Ignacio Pulido Serrano, en el que se nos avisa de lo estrecha que era la relación entre Castilla, Malta y distintas ciudades de Italia, de ahí que hayamos incluido la correspondencia maltesa en el ámbito geográfico italiano. Al norte, la ciudad de Génova, enclave fundamental para el Imperio español en tiempos de Felipe II, es abordada por Yasmina Rocío Ben Yessef, con un texto en el que la autora nos explica el papel que Simón Ruiz tuvo en esta localidad —eje en la conexión entre Castilla y Flandes—, así como las razones de los genoveses para negociar con el medinense. Venecia, y las relaciones que la casa de Simón Ruiz mantuvo con esta localidad, son el tema del ensayo que ha escrito Federica Ruspio, en el cual destaca la singularidad que representa el caso de esta ciudad —competidora en tantas cosas con el mundo hispano— en las estrategias desarrolladas por nuestro hombre de negocios para el conjunto de Italia. Gabriele Galli, por su parte, ha estudiado el conjunto, menor en número, de cartas intercambiadas con Milán, mostrándonos un aspecto importante, que el autor conoce bien por su trayectoria investigadora, como fue el referido al consumo de la familia Ruiz de tejidos de lujo procedentes de esta ciudad, vinculada ya entonces al mundo del vestido. Por último, con el capítulo de

PRESENTACIÓN

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Juan Ignacio Pulido Serrano dedicado a las cartas portuguesas intercambiadas entre Simón Ruiz y los hombres de negocios de Portugal, lisboetas sobre todo, se examinan las relaciones de nuestro hombre de negocios con el mundo lusitano, clave para el éxito de sus actividades, sin las cuales resultaría difícil entender, incluso, sus negocios realizados en el ámbito italiano. Los capítulos a los que se ha hecho alusión anteriormente, el de Ángel Laso Ballesteros, sobre la historia del Archivo Simón Ruiz, y el de Alicia Pérez y José Luis Arcas, sobre el laboratorio virtual que ambos han construido para hacer posible todos los estudios mencionados, completan este libro. Además, se ha incluido, al comienzo del volumen, un breve bosquejo biográfico sobre Simón Ruiz, personaje central en los estudios sucesivos, cuya finalidad única es facilitar al lector un acercamiento a nuestro hombre, a partir de obras ya publicadas y bien conocidas, y, de esta manera, permitir una mejor comprensión de los ensayos aquí reunidos. Sabemos que, tras lo realizado, no hemos agotado el tema que nos propusimos estudiar en el inicio de nuestro proyecto y que incluso, entre la correspondencia italiana, hay todavía un extenso campo virgen por explorar. Queda pendiente la abundante correspondencia cruzada con la importante plaza financiera de Piacenza, la cual está a la espera de un examen en profundidad. En la mantenida con Florencia, casi ausente en nuestro volumen, hay aspectos nuevos que se pueden tratar, pese al ejemplar y exhaustivo estudio realizado por Felipe Ruiz Martín. De Roma y Génova todavía quedan muchas cuestiones importantes que abordar a partir de las cartas reunidas, lo que justificaría nuevos trabajos sobre Simón Ruiz y sus relaciones con el mundo italiano. Pero, al menos, con este libro colectivo que aquí presentamos, nos sentimos satisfechos por haber alcanzado un primer logro, del cual los lectores darán la exacta medida de su valor.

Simón Ruiz: bosquejo biográfico Juan Ignacio Pulido Serrano

Con este breve bosquejo biográfico no se pretende decir nada nuevo de Simón Ruiz más allá de lo que escribieron en su día —hace ya medio siglo— los historiadores Felipe Ruiz Martín y Henri Lapeyre. Así, nuestra intención es ofrecer al lector de este libro unas pocas notas que le sirvan para hacer memoria de este hombre de negocios de la España del siglo xvi y que le ayuden a comprender mejor los capítulos que vienen a continuación, pues todos ellos giran alrededor de este personaje. Simón Ruiz nació entre 1525 y 1526 en Belorado, localidad cercana a Burgos, en el camino que conduce a Logroño, en el seno de una familia acomodada, de las que habían proliferado en las ricas tierras burgalesas durante el siglo xv y principios del siglo xvi, de claro perfil burgués —se nos dice—, con la vista puesta en un esperado ennoblecimiento. Tercero de una familia de seis hermanos, siguió la senda de la mercadería que le abrieron sus mayores, dando continuidad a la actividad profesional de su familia con un extraordinario éxito. Se ha dicho que su casa de negocios, radicada en la villa de Medina del Campo, era una de las cinco o seis principales de toda Castilla, no muy distinta de las mejores veinte casas que los genoveses —señores del comercio y de las finanzas en aquel tiempo— habían levantado en España. Pero lo más excepcional de su caso es que podemos saber de él y de sus empresas con mucho detalle, más de lo imaginado, porque su archivo ha llegado, milagrosamente, hasta nuestros días, salvándose de la destrucción y desaparición acontecida con el resto de los archivos de otras familias de mercaderes.

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La razón de ello fue la creación de un hospital en su villa, a cuya fundación Simón Ruiz se entregó con absoluta determinación en los últimos años de su vida —en la década final del siglo xvi—, lugar donde fueron guardados todos sus papeles, los personales y los de sus empresas, y allí se quedaron, cuidados junto a los enfermos, hasta mediado el siglo xx. Cuando el hospital cerró para siempre, su legado archivístico fue salvado al trasladarse a Valladolid en 1947. Simón Ruiz empezó su andadura como mercader poco antes de 1547, y en este año, cumplidos los 21 de edad, pudo emanciparse para iniciar su propia carrera en el mundo del comercio y de los negocios. Lo hizo, al principio, al calor del mayor de sus hermanos, Andrés, quien se había asentado en la ciudad francesa de Nantes, donde alcanzó un lugar muy destacado como mercader dedicado a la exportación e importación de distintos productos. Simón Ruiz comenzó redistribuyendo por las tierras castellanas balas de telas que le enviaban desde Francia y, siguiendo los pasos de su hermano Vítores, se instaló en la villa de Medina del Campo, la principal plaza mercantil y financiera del espacio peninsular, en pleno esplendor tras un siglo de crecimiento continuado. En Medina del Campo, de inmediato, Simón Ruiz tomó contacto con las mercaderías llegadas de las distintas partes de la península, de Europa y también de ultramar, pero, sobre todo, entabló relación con las gentes del trato que, de distinta nacionalidad, habitaban de continuo en la villa o acudían a ella para asistir a las ferias que todos los años se celebraban por mayo y octubre. Su casa, en la calle Ávila, a unos pasos de la plaza Mayor, centro neurálgico de la actividad económica, se convirtió pronto en la sede de una destacada empresa familiar —como entonces eran las formas empresariales que dieron origen al capitalismo mercantil y financiero que enriqueció a Europa—, alcanzando su nombre una gran fama en todos los lugares donde se realizaban negocios de envergadura. Por fuera, la vivienda estaba lejos de parecerse en algo a las casas señoriales de otros ricos mercaderes de su tiempo, de menos fortuna pero con viviendas más ostentosas; nada que ver, tampoco, con el gran edificio que levantó en la villa, de espléndida y herreriana arquitectura, para albergar el hospital que fundó. Pero quienes pudieran atravesar el umbral de su puerta, a la que se acercaban cientos atraídos por asuntos muy diversos, disfrutarían de unos espacios en los que no faltaban las comodidades e, incluso, el lujo, visible en un

SIMÓN RUIZ: BOSQUEJO BIOGRÁFICO

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rico mobiliario y adorno, con piezas y objetos procedentes de las cuatro partes del mundo conocido entonces. Su guardarropa nada tenía que envidiar al de los nobles más poderosos de su tiempo. La casa tenía un patio central rodeado por distintas estancias, con cuadras, en las que se guardaba el lujoso coche y los animales de tiro que lo trasladaban cuando tenía que salir de viaje; y no faltaban las bodegas y despensas, en las que había siempre gran variedad de vinos, vinagres y especias, no solo para el consumo familiar, sino también para su venta y redistribución por los distintos mercados peninsulares. Hasta allí llegaban para buscarlas, a menudo, carreteros y comerciantes enviados por mercaderes de diferentes ciudades, quienes se cruzarían dentro de la casa con mujeres del servicio doméstico, con los empleados de la empresa y con algún que otro esclavo de los que Simón Ruiz era propietario. Además, la casa tenía dos oratorios domésticos, repartidos entre ambas plantas, los cuales estaban decorados con imágenes y cuadros religiosos, así como con numerosos objetos sagrados. En ellos, la familia realizaba a diario sus devociones, las propias de hombres de profunda y viva piedad, a quienes les gustaba vivir la fe en la intimidad familiar, y no solo en la iglesia parroquial, a la que acudían periódicamente. La fe intensa y las continuas obras, en especial las de caridad, a la vista de todos en el enorme hospital que fundó en Medina del Campo, caracterizaron la religiosidad de Simón Ruiz, un sincero cristiano. En aquel lugar se enterraron los Ruiz, bajo el suelo de su iglesia, dedicada a san Diego de Alcalá, el franciscano humilde y limosnero, y, en un lugar bien visible de ella, junto al altar mayor, mandó colocar unas bellas estatuas orantes que les representaban a él y a sus dos esposas. La primera de ellas, María de Montalvo, con quien estuvo casado diez años, entre 1561 y 1571 —de los 35 a los 45 años de edad—, era una mujer perteneciente a una de las principales familias de Arévalo, los Montalvo, bien relacionada en Castilla y en Italia, vinculada a nobles y prelados de enorme poder e influencia política. La segunda mujer, Mariana de Paz, con quien contrajo matrimonio en 1574, le enlazó a los Paz, familia principal en la ciudad de Salamanca, a la que estuvo muy unido, también afectivamente, la cual había conseguido extenderse por los mejores lugares de Castilla, entroncando con los linajes salmantinos de los Miranda y los Anaya, entre otros.

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Si Belorado había sido su patria chica, sobre la que desplegó un fuerte patrocinio a lo largo de su vida, Medina del Campo fue la villa en la que pasó el mayor tiempo de sus de 71 años, donde llegó a ser un destacado miembro de su gobierno municipal, ostentando el título de regidor. También estuvo largas temporadas en la ciudad de Valladolid, especialmente entre los años de 1581 y 1593, asistiendo a los muchos pleitos que mantuvo en el alto tribunal de justicia que allí existía —la Real Chancillería de Valladolid—. Unos eran por asuntos tocantes a sus negocios y otros por cuestiones familiares, como el largo y penoso litigio que emprendió contra los asesinos de su sobrino, Pero Ruiz Envito, muerto de varias estocadas en una mañana primaveral de 1581, cerca de las huertas que la familia tenía en Poyal de las Gallinas, a donde se había encaminado tras asistir a la misa dominical. Faltándole este sobrino —hombre ya bien curtido en el oficio de mercader—, y sin hijos propios pese a sus dos matrimonios, no le quedó a Simón Ruiz más remedio que poner sus esperanzas en otro de ellos, Cosme Ruiz Envito, para que le sucediera en la dirección de la casa comercial cuando él faltara. Así se hizo, primero bajo la firma conjunta de ambos, “Simón y Cosme Ruiz”, operativa desde 1592, con sede en Medina del Campo; después, a partir de 1594, Cosme continuaría en solitario desde Madrid, pues a esa altura del siglo la capital había sustituido a Medina como el primer centro de las grandes finanzas de la monarquía. En Madrid seguiría actuando la empresa Ruiz hasta 1606, año en el que quebró, desapareciendo de manera definitiva. Simón Ruiz, muerto diez años atrás, en 1597, y apartado de los negocios desde 1593 para poder entregarse de pleno a su fundación caritativa, se ahorró así ver el desastre final de su extraordinaria obra empresarial, la cual, bajo la dirección de su sobrino, no pudo superar las graves convulsiones económicas que desembocaron en la bancarrota de 1607, durante el reinado de Felipe III. La de Simón Ruiz fue una de las casas de negocios principales en la España del siglo xvi, protagonista del primer capitalismo ibérico que estaba emergiendo en la Europa de la temprana modernidad. Durante la década de 1550 y 1560, sus primeros negocios, que le consolidaron en la plaza financiera de Medina del Campo, se centraron en el comercio de exportación e importación de productos textiles entre Francia y España, los cuales recorrían las rutas que unían Nantes, Bilbao, Burgos y Medina del Campo. Junto a los tejidos, negociaba además

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con otros productos básicos, preferentemente con granos y sal, y, de manera creciente, con las cotizadas especias de ultramar. Con Amberes, capital financiera de Europa, la casa de Simón Ruiz mantuvo una relación intensa y continuada desde muy temprano, y no cesó hasta el final de su existencia. Sevilla y el comercio atlántico también tentaron a Simón Ruiz, ocasionándole algún sonoro descalabro, aunque este ámbito jamás concentró el grueso de sus actividades, pues siempre tomó parte en él con profunda desconfianza, ya que los usos del sur no encajaban bien en su pronunciado carácter castellano, juicioso y cauto. Su lema en los negocios, clave de su éxito, era la prudencia, pisar siempre sobre seguro y huir de los riesgos excesivos. En la década de 1570, y de manera progresiva a partir de entonces, Simón Ruiz se volcó sobre el mundo portugués, o dejó seducirse por él, haciendo de ello la base de su encumbramiento en los negocios. Primero entabló relación con las principales familias de Elvas, luego, con muchas de Lisboa —almacén del mundo— y, finalmente, también con algunas de Oporto. Además del lucrativo comercio de mercaderías, Simón Ruiz fue decantándose paulatinamente por los negocios financieros, haciendo fortuna en el trato con las letras de cambio que llegaban a sus manos, en Medina del Campo, desde las principales plazas europeas (Amberes, Lyon, Ruan, Besanzón, Florencia, Piacenza, Roma, Lisboa...), las cuales venían firmadas por los hombres de negocios que descollaban en el capitalismo cosmopolita de aquel siglo. El prestigio y crédito de los que gozaba Simón Ruiz en el terreno de las grandes finanzas le permitió alcanzar un lugar destacado en Medina del Campo, la primera plaza de cambios en todo el territorio peninsular. Así, mercaderes de distintas nacionalidades le confiaron a él sus asuntos —grandes cantidades de letras de cambio, sobre todo, pero también otras formas de crédito, negocios y seguros—. De todo ello supo sacar, por su inteligencia y buen oficio, grandes ganancias en forma de comisiones, participaciones y especulaciones. Con mucha paciencia y llaneza, y actuando siempre con cautela —los rasgos que en él coinciden en destacar sus biógrafos—, Simón Ruiz fue construyendo, a lo largo de casi medio siglo de actividad ininterrumpida, un complejo entramado de relaciones e intereses que cruzaban el mundo ibérico y una parte de Europa, con Francia, Países Bajos, Portugal e Italia como áreas fundamentales. El reconocimiento también le llegó desde el Gobierno de Felipe II, el príncipe más poderoso de entonces, que acudió a él para que

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participara en la financiación de su hacienda. A estos servicios fue llamado Simón Ruiz en la década de 1570, cuando los ministros del rey, a raíz de la bancarrota de 1575, buscaron posibles formas con las que romper el monopolio que los banqueros genoveses mantenían sobre el crédito al monarca. Entonces, Simón Ruiz, buen vasallo de su católico señor, entusiasta entonces con su política de grandeza universal, de la que tomaría distancia en los años finales de su vida, se prestó a servirle como banquero. Ese era, sin duda, el mayor de los méritos —y también la mayor de las oportunidades— que le cabía esperar a cualquiera de los hombres de negocios de su tiempo. A la cabeza de un grupo de portugueses, bien situados en Lisboa y en Amberes, se presentó como una opción fiable y sólida para dar algo de oxígeno —en forma de ducados, entiéndase— a la maltrecha hacienda regia, y aliviar así el apretado dogal genovés ayudando a mantener abierto el flujo de dinero que sostenía los ejércitos en Flandes. Simón Ruiz consiguió amasar un extraordinario patrimonio. A su muerte, en 1597, dejaba una fortuna que ascendía a 141.964.000 maravedís, cantidad exorbitante. Su herencia estaba constituida por ricos y abundantes bienes: títulos de renta que generaban cuantiosos ingresos (juros, situados sobre las alcabalas de Salamanca, Palencia y Arévalo, y censos, unos sobre la propia ciudad de Medina del Campo, otros sobre las casas ducales de Béjar y Alburquerque y del marquesado de Denia, y los últimos, también, sobre las tercias de Zamora); deuda del Estado y de particulares; dos mayorazgos fundados a favor de sus sobrinos Vítores y Cosme, y dinero en metálico—21 millones de maravedís—, que dejó para la construcción del hospital de Medina del Campo. En definitiva, el de Simón Ruiz es uno de los mejores retratos de un burgués castellano del siglo xvi, hombre de alta dignidad y grave prestancia, que “manifestó una caridad ostentosa y fría” con los pobres —como nos dice Felipe Ruiz Martín—, para quienes fundó aquel hospital, la mayor obra de su vida. Siempre estuvo dispuesto a ayudar a los religiosos, “casi con postración” y actitud reverencial. Era de apariencia y pose noble, visible en sus gestos y gustos, pero vivió entregado sin respiro al trabajo intenso de un banquero-mercader, en el que consumía sus días, con casi todas sus horas, sin más tiempo que el necesario para sus devociones y oraciones diarias —como en alguna ocasión se le escapó decir—, postergando el premio a tanto sacrificio en la confianza de su ansiada salvación eterna.

Del azar al archivo: Simón Ruiz en el Histórico Provincial de Valladolid Ángel Laso Ballesteros

No por sabido conviene dejar de recordar que Johann Gustav Droysen estableció, en el siglo xix, que “el objeto del historiador no es la ‘historia’ comprendida como el pasado, porque los acontecimientos pasados no permiten un acceso inmediato a ellos”. Antes bien, “el primer paso para un conocimiento histórico es reconocer que con lo que se trata es con un presente de materiales”. Con presente o presencia de materiales, Droysen se refiere a los documentos y monumentos que el historiador tiene delante y de los que solo sabe que provienen de tiempos pasados.1 En el caso de los documentos reunidos y generados por el mercader Simón Ruiz, tanto en el ejercicio de sus actividades financieras y comerciales dentro del marco de las ferias de Medina del Campo como en sus relaciones personales y familiares durante la segunda mitad del siglo xvi, es conveniente —y, seguramente, necesario— un acercamiento a las vicisitudes que permitieron convertirlos en material de estudio para las sucesivas generaciones de historiadores y en yacimiento de información para dar cuerpo y profundidad al conocimiento social de un periodo tan decisivo como el siglo xvi español y europeo.

1.

Rohbeck (2015: 106).

Vista de Valladolid, Civitates Orbis Terrarum, I, George Brown y Frans Hogenberg (Colonia, 1572) (The Hebrew University of Jerusalem and The Jewish National and University Museum)

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En las olas del azar Si ese conjunto de documentos hubiese seguido vinculado a la empresa mercantil o a la familia Ruiz, su destino hubiese sido el mismo que el de los documentos de los grandes mercaderes castellanos del siglo xvi: la desaparición, en un breve plazo de tiempo. Cuando murió Simón Ruiz en el año 1597, los documentos y la casa comercial pasaron a su sobrino Cosme Ruiz. Poco después, la empresa y su archivo se trasladaron a Madrid, donde Cosme quebró en 1606. En Madrid permanecieron los documentos hasta que, tras la muerte de Andrés de Otalora, uno de los últimos hombres de confianza de la casa Ruiz y responsable de la ordenación primera del archivo, fray Cosme Ruiz, sobrino-nieto de Simón Ruiz y administrador del gran hospital que fundó su antepasado, gestionó su vuelta a Medina del Campo en 1632. Fue en ese momento cuando se elaboró el primer inventario del archivo. Desde entonces, los documentos pasaron a ubicarse en el mismo hospital que Simón Ruiz había fundado en 1591 y empezado a construir en 1593, quedando a disposición de los sucesivos administradores del hospital y de los herederos del mayorazgo. Se inicia así un largo periodo de eclipse. Cuando Antonio Ponz visitó Medina a finales del siglo xviii, la memoria de Simón Ruiz todavía se mantenía, pero nadie repara en el archivo: El edificio antiguo es el Hospital, que fundó Simón Ruiz Embito, comerciante de Medina, quando se hallaba en su opulencia. El principal comercio del fundador era en el cambio de letras, y hay la tradición que habiendo ganado doce mil ducados en una mañana, al volver a su casa le dixo a su mujer que estuviese alegre y de buen ánimo, pues Dios prosperaba su piadoso proyecto, habiéndoles dado en aquel día ganancia tan crecida. He practicado diligencias para rectificar esta especie, pero no he hallado documentos en que afianzarla.2

Décadas después, el olvido es similar. Tras comentar que “es un dolor el ver cómo están los archivos de estas villas, las más antiguas y célebres de toda Castilla”, Pascual Gayangos solo destaca de su visita a Medina el archivo del Ayuntamiento:

2.

Valdeón Baruque (1987: 116).

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Puedo asegurar a V. que todo el archivo de Medina se contiene hoy en un armario de regulares dimensiones y que los únicos documentos apreciables que en él se encuentran son un fragmento roído de ratones de la Crónica fabulosa de don Rodrigo [...] y un libro que contiene las Ordenanzas Municipales [...]. Dentro de las mismas Casas Consistoriales hay un cuarto cerrado y tapiado en que se conservan, según dicen, los papeles de los Regidores perpetuos.3

En el año 1908, Julián Paz y Cristóbal Espejo publicaron el libro Las antiguas ferias de Medina del Campo, cuya elaboración fue posible tras la consulta de documentos del Archivo Municipal de Medina, el Archivo General de Simancas y el de la Real Chancillería de Valladolid. El descubrimiento del Archivo Ruiz debió posponerse hasta 1924, año en que Saturnino Rivera Manescau, funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, fue designado por la Junta Facultativa para la inspección e informe de los archivos de las entidades privadas de la provincia de Valladolid.4 Rivera Manescau elaboró una detallada memoria refiriendo la existencia y el estado de dicho archivo, así como su clasificación en dos grandes bloques: 1. Fondos de la casa de comercio de Simón y Cosme Ruiz. 2. Fondos del Hospital de Simón Ruiz. La primera parte estaba clasificada de antiguo en dos grupos: libros y papeles; y este último, en dos secciones: cartas y letras de cambio. Cada uno de los legajos tenía en su parte exterior una cartela donde se indicaba el periodo cronológico que comprendía.5 No fueron esos unos años favorables para el patrimonio cultural. En su visita a Medina del Campo en 1920, José Gutiérrez Solana nos cuenta:

3. 4.

5.

Álvarez Ramos y Álvarez Millán (2007: 212). Saturnino Rivera Manescau fue designado el 7 de abril de 1924 por la Junta Facultativa de Archivos, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública. Véase Pérez Boyero (2016: 584). La labor de Rivera Manescau en los archivos municipales y no incorporados de la provincia de Valladolid fue destacada por la Junta Facultativa en su reunión del 23 de octubre de 1926. Pérez Boyero (2016: 617).

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Entro en una iglesia desierta; están desarmando unos altares barrocos. Los vecinos de Medina no tardarán en ver nuevos altares de estilo gótico de bazar, en que brillarán el blanco y la purpurina, para colocar un Sagrado Corazón y una Purísima comprados en la calle Mayor de Madrid.6

El historiador norteamericano Earl J. Hamilton, que realizaba investigaciones en los archivos hospitalarios de España con el fin de descubrir datos sobre el movimiento de los precios desde 1501 a 1650, visitó el hospital de Medina del Campo acompañado de Ángel de la Plaza, entonces director del Archivo General de Simancas desde el año 1930. Ese mismo año, Miguel Bordonau Mas, también archivero en Simancas, trabajó para Hamilton revisando el archivo y, luego, localizando y fotografiando documentos para su investigación.7 Hamilton, que quedó satisfecho, destacaría “la excepcional inteligencia, buen juicio y capacidad” de Bordonau; además, “su arrolladora personalidad hizo posible allanar dificultades obvias en el manejo de colecciones privadas de documentos de diversas instituciones”.8 Cuando, en 1934, la Universidad de Harvard publicó su trabajo, Hamilton nos informaría de [...] la enorme masa de documentos sin catalogar de Simón y Cosme Ruiz depositados en el Hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo. Que yo sepa, este dato es el primero que se publica procedente de esta inapreciable colección. Mientras los investigadores no utilicen los libros, las cuentas y los miles de cartas de los factores de los centros comerciales y financieros más importantes de Europa, nuestro conocimiento de las celebradas ferias de Medina del Campo seguirá siendo fragmentario y la historia de la actividad bancaria y comercial de Castilla, oscura e incompleta.9

Esta rápida y publicitada revalorización de un conjunto patrimonial hasta entonces arrinconado provocó una primera consecuencia de carácter negativo: el expolio. Sin duda, en él participaron personas de

6. 7.

8. 9.

Gutiérrez Solana (1972: 75). Esta labor tuvo su respaldo oficial. A finales de 1930, el gobernador civil y presidente de la Junta Provincial de Beneficencia y el secretario de la Real Academia de la Historia solicitaron a la Junta Facultativa que designase un funcionario técnico para catalogar y ordenar los documentos históricos del archivo del Hospital de Simón Ruiz. Pérez Boyero (2016: 650). Hamilton (1975: 12, n. 10). Hamilton (1975: 105). Su colega Usher (1943) alude a los documentos que fueron fotografiados por Bordonau.

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todo nivel social y cultural, pero, utilizando las palabras de Josep Plá, “los que han hecho más daño, los que más se han distinguido en esta inicua labor, son personas de gran cultura, de tradición en el país, de buena casa. Al menos así son consideradas por sus amistades y por la gente en general”.10 En los años de 1930 a 1935, cinco atados de documentos fueron desgajados e ingresaron en la Real Academia de la Historia. En este proceso centrífugo, Segovia jugó un papel protagonista. En 1970 se recuperó un lote de documentos que estaba en manos de un vecino de esta ciudad. En el año 2008 se identificaron 160 documentos en el Archivo Histórico de la Nobleza: cartas, letras de cambio, pagarés y recibos de los años 1558 a 1604, y es verosímil la hipótesis de que “algún titular del vizcondado de Altamira de Vivero pudo haber comprado esta documentación” en Segovia o Medina del Campo.11 En cualquier caso, entre los años 1930 y 1947 se produjo no solo una merma del fondo documental, sino también una progresiva y descuidada manipulación que causó la desorganización de los legajos que pudo observar Rivera Manescau. Además, el conocimiento público que se tuvo de la existencia de este archivo no supuso que se facilitara la labor a todos los estudiosos que solo querían consultar sus documentos con fines científicos. Así lo pudo comprobar, en 1942, el catedrático y futuro doctor honoris causa por la Universidad de Valladolid Ramón Carande; quizá por su pertenencia a círculos intelectuales y políticos de corte liberal antes de la Guerra Civil,12 el director del Hospital le expulsó de su despacho sin contemplaciones, prohibiéndole la consulta, por lo que “tuvo que limitarse a contemplar, furtivamente, innumerables mazos de papeles polvorientos y algunas hileras de libros de comercio en las estanterías de una cámara de la planta baja del hospital”.13 Aquellos fueron “los largos años en que el archivo del Hospital de Simón Ruiz, en el que se guardaban los papeles de la empresa privada más importante de España en el siglo xvi, y una de las más importantes de Europa, permaneció cerrado y casi vetado a la investigación”.14 10. 11. 12. 13. 14.

Plá (1979: 76). Peña Barroso y Pinto Jiménez (2015: 27). Guimerá Ravina (1987: 350). Carande (1954: 13). Gallego (1988: 52).

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La transición En cualquier caso, Carande advirtió de la importancia del archivo a Fernand Braudel, director de la École des Hautes Études de París, quien envió a su discípulo Henri Lapeyre para hacer la primera tentativa de explotación sistemática del Archivo Ruiz. Esta vez, el historiador se hizo respaldar en su intento por las recomendaciones de Maurice Legendre, hispanista filofranquista y director de la Casa de Velázquez de Madrid, centro dependiente del Ministerio de Educación de Francia. Henri Lapeyre también necesitó del “apoyo de dos eminentes personalidades”: Alejandro Fernández de Araoz, nacido en Medina del Campo en una familia de banqueros y abogado del Estado, y Cayetano Alcázar, catedrático de Historia de España en la Universidad Central de Madrid y, desde 1946, director general de Enseñanza Universitaria.15 Estas influencias, junto con el humor y tacto de Lapeyre, consiguieron que Leonardo de la Peña, catedrático de Medicina, alcalde de Medina y director del Hospital, le franquease en 1946 el acceso a los documentos. En febrero de 1947, Lapeyre nos cuenta que “tropezamos con un mare magnum de papeles de los que, a excepción de algunos legajos que concernían al hospital, no existía inventario... quedaban sin embargo por clasificar muchísimos documentos de toda clase y diferentes fechas”.16 Por ello, Lapeyre debió comenzar por la ordenación del archivo, intentando establecer una clasificación sumaria que reconstituyese parcialmente la antigua disposición de los legajos. En pocos meses se le hizo evidente que solo en un centro archivístico se conseguiría una organización más completa, una mejor conservación y una consulta más productiva. El traslado del archivo se realizó gracias al interés del entonces gobernador civil de Valladolid y presidente de la Junta Provincial de Beneficencia, Tomás Romojaro Sánchez,17 y, sobre todo, gracias a Cayetano de Mergelina, rector de la Universidad de Valladolid desde el año

15. Autor, en 1920, de la Historia del correo en América y, en 1928, de Los orígenes del Correo moderno en España. 16. Lapeyre (1948). 17. El año anterior había recibido la Medalla de Honor de la Universidad de Valladolid, la primera medalla concedida.

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1937.18 Este catedrático de Arqueología demostró un constante interés por las cuestiones archivísticas: en 1940, consiguió que el Ministerio de Educación Nacional autorizase que el Archivo Histórico Provincial fuese considerado como servicio docente universitario; en el año 1943, instaló adecuadamente el Archivo Universitario y el Histórico Provincial; en 1944, mejoró sus instalaciones, de forma que el director del archivo podía informar que este “se halla con decoro, seguridad, calefacción y servicios de higiene, todo ello realizado a expensas de la Universidad, gracias al interés que por el Archivo, como por los demás establecimientos de nuestro Cuerpo, tiene el Exmo. Sr. Rector”.19 El rector fue quien pidió, en julio de 1947, a Miguel Bordonau, director general de Archivos y Bibliotecas desde el mes de mayo, que aceptase que en el Archivo Histórico Provincial ingresasen los documentos de Simón Ruiz en calidad de depósito: “A fin de que a la mayor brevedad pueda efectuarse el traslado, organizar estos fondos y lograr poner con las garantías necesarias que las ordenanzas y reglamentos determinen, en manos de cuantos quieran dedicarse a estos estudios de investigación”. Recuerda que [...] no significa esto una novedad dentro de la aspiración universitaria. Vamos consiguiendo guardar en este gran Archivo Universitario, Provincial y de Protocolos toda aquella valiosa documentación desperdigada en otros lugares de nuestra provincia, a veces sin la debida guarda, y siempre con las dificultades inherentes que ocasionan desplazamientos y hasta falta de medios de organización.

Una vez expedida la autorización de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas, Mergelina gestionó el permiso de la Junta Provincial de Beneficencia y de la Dirección General de Beneficencia. Así pudo obtenerse la Orden del Ministerio de Educación Nacional que autorizó el depósito, “teniendo en cuenta los beneficios que esta medida supone para la investigación y la conveniencia de que tan interesante documentación esté confiada al cuidado y servicio del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos”. En octubre

18. Serrahima (1962). En este mismo libro, Esteban García Chico publicó “El hospital de Simón Ruiz de Medina del Campo”, en que transcribe un documento del archivo. 19. Archivo Histórico Provincial de Valladolid (AHPVa), Archivo de gestión, 8/9.

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se obtuvo la Resolución de la Dirección General de Beneficencia. El 10 de noviembre, Saturnino Rivera Manescau, como jefe de los Servicios de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Universidad, procedió a trasladar en un camión los documentos desde Medina del Campo al archivo de Valladolid. En esos momentos, el Archivo Histórico Provincial estaba formado por los protocolos notariales y por el fondo universitario. En el Libro de Actas de Visitas de Inspección, Miguel Bordonau nos indica el 3 de agosto de 1946: “La competencia reconocida del señor director del Archivo se manifiesta en la buena ordenación del Archivo y en sus índices metódicamente clasificados y redactados”.20 Desde el año 1938 era director Ángel de la Plaza, quien también estaba encargado del Archivo de la Delegación de Hacienda. Su actitud ante el ingreso de un fondo en avanzado estado de desorganización no pudo ser más favorable, manifestando la mejor disposición posible para contribuir a que esta documentación prestara el mejor servicio a “la cultura y al buen nombre de la Patria”. En la memoria de actividades del año 1947, Ángel de la Plaza estima que [...] parece ser una colección documental única en España y solamente comparable a las que se conservan en algunas ciudades italianas y alemanas... Esta incomparable adquisición ha sido debida al incansable celo por el acrecentamiento de todo lo relacionado con la Universidad que tiene el actual Rector de ella, don Cayetano Mergelina, muy merecedor de una calurosa felicitación por este triunfo, obtenido no sin prolongadas y molestas gestiones.21

Un puerto seguro La presencia del fondo documental de Simón Ruiz supuso un cambio radical para el Archivo Provincial: trabajos, prioridades y usuarios cambiaron. Si Ángel de la Plaza dedicó el año 1946 a organizar y describir protocolos de Olmedo y el año 1947 a protocolos de Medina de Rioseco, el 1948 ya se dedicará íntegramente a la colocación y ordenación sumaria de los documentos de la casa de comercio de los Ruiz,

20. AHPVa, Archivo de gestión, 56. 21. AHPVa, Archivo de gestión, 56.

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contando para ello con la aportación de dos auxiliares proporcionadas por Cayetano Mergelina: Josefina Román del Bosque y Pilar López Barrientos, y también con el apoyo de Henri Lapeyre, que por fin pudo dedicarse a estudiar la correspondencia con Francia y Flandes, más algunos libros contables. Ángel de la Plaza explicó así la labor realizada en este año 1948: El archivo de Simón Ruiz, ingresado a fines del año 1947 está integrado por dos series, que en alguna parte tienen estrecha conexión: el fondo constituido por los libros de contabilidad, correspondencia, letras de cambio y demás documentos del hombre de negocios medinense Simón Ruiz Embito y de sus colaboradores y sucesores (segunda mitad del siglo xvi y primeros años del xvii); y el fondo del Hospital fundado por el citado Simón Ruiz. La primera serie, que está formada por 196 legajos y 155 libros se ha enlegajado y numerado con carácter provisional, siguiendo el inventario redactado en Medina por el investigador francés Mr. Henri Lapeyre. De esta serie se ha comenzado la catalogación y ordenación por procedencias de la correspondencia de los agentes del citado hombre de negocios en diversos países de Europa y diferentes poblaciones de España. Esta labor se ha realizado con la correspondencia de los años 1564 a 1575, ambos inclusive, formando esta correspondencia clasificada en 16 legajos de buenas dimensiones. La segunda serie no ha sido numerada enteramente, sino simplemente colocada en las estanterías, la parte que ha sido posible, siguiendo el orden del inventario redactado en Medina.22

Durante el año siguiente, se consolida el método archivístico a aplicar: He continuado desdoblando los legajos de correspondencia y al propio tiempo ordenándola por procedencias y dentro de cada una de estas por riguroso orden cronológico, redactando un índice de las poblaciones de procedencia de las cartas y foliando todas las hojas que forman la correspondencia de cada año. Queda, después de este arreglo la correspondencia de cada año formando un conjunto orgánico, cuya permanencia está asegurada por la foliación correlativa del conjunto, y sistematizada en dos series alfabéticas de poblaciones de procedencia: una de las poblaciones españolas y otra de países extranjeros, y dentro de cada país de poblaciones. Creo que este método de organización, que no es perfecto, permite una fácil utilización de los documentos al mismo tiempo que asegura su conservación y deja abiertos todos los caminos para futuros trabajos más 22. AHPVa, Archivo de gestión, 8/9. Septiembre de 1948.

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detenidos que puedan hacerse con esta documentación. Esta ordenación se ha realizado con la correspondencia de los años 1577 a 1586, ambos inclusive, documentación que formaba los legajos 128 a 157 del inventario con que se maneja este archivo.23

Este método no mantenía el orden dado a los documentos por Cosme y Simón Ruiz, y seguido por sus empleados, a pesar de que el director Ángel de la Plaza ya era consciente en estos años de que [...] ante un archivo de esta naturaleza [formado de antiguo], la prudencia más elemental y la técnica más depurada aconsejan no cambiar un papel de sitio sin previo estudio detenido de su contenido, de los demás papeles del atado o legajo e incluso de los restantes legajos de la serie, para conocer a fondo la documentación entre la cual se halla y poder aplicar este conocimiento a la mejor catalogación y clasificación del documento o expediente de que se trate.24

Ángel de la Plaza no podía mantener estos criterios porque debió enfrentarse a una documentación informe que había perdido su orden originario. A partir de entonces, la labor sobre el Archivo Ruiz monopolizó todo el trabajo técnico del Archivo Provincial durante los años 1948, 1949, 1950 y 1951, años en los que Henri Lapeyre asistió de continuo a su sala de consulta. El recuerdo de esta experiencia lo plasmó en la dedicatoria de un ejemplar del libro que publicó en 1953 con el título Simón Ruiz et les asientos de Philippe II: “Al Archivo Histórico Provincial donde he pasado horas tan gratas con los papeles de Simón Ruiz. En testimonio de agradecimiento al personal del Archivo, H. Lapeyre”. A finales del año 1950, Ángel de la Plaza es sustituido como director del archivo por Filemón Arribas Arranz, del Cuerpo Facultativo y, desde 1947, catedrático de Paleografía y Diplomática. A la altura del año 1953, aunque el estado de organización y descripción del Archivo Ruiz no había alcanzado la perfección, sus documentos, según se explica en un informe interno, “están encarpetados según el sistema clásico de dos hojas de cartón grueso y una carátula de la misma materia para frente de los legajos”. Además, se continúa diciendo en

23. AHPVa, Archivo de gestión. Memoria del año 1949. 24. Arribas Arranz (1951: 318).

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este informe, parte del archivo está “deficientemente enlegajado, pero este estado se va mejorando a medida que se examinan y ordenan los fondos”. La labor de los años anteriores y el inventario sumario elaborado por Lapeyre en 1947 permiten que en el año 1952 el fondo ya sea consultado por Valentín Vázquez de Prada, Manuel Basas Fernández, Emilio Girón, Hermann Kellenbenz, Federico Melis, Marie HelmerRiber y el mismo Henri Lapeyre, ya catedrático; a ellos se unió en 1953 el portugués José Gentil da Silva. Ante la evidencia de que este fondo era uno de los más consultados por los investigadores nacionales y extranjeros que visitaban el Archivo Provincial, Filemón Arribas decidió realizar las siguientes tareas en 1954: [...] efectuar un estudio detenido de sus papeles para ordenarlos en cuanto sea posible del modo más lógico, y proceder más tarde a su sellado, foliación y catalogación. Con tal fin se inició la oportuna labor que durante el año 1954 consistió en la revisión de 93 mazos antiguos, pudiendo ordenarse provisionalmente con ellos 16 legajos de la serie ‘Papeles de Simón Ruiz’ y otros 27 (números 17 a 43) de la serie ‘Papeles de Cosme Ruiz’, de todos los cuales se han redactado papeletas comprensivas de la clase de documentación y su fecha.25

Durante ese año y los siguientes, semejante labor fue realizada por las archiveras auxiliares Mª Soledad Arribas y Mª Jesús Urquijo. En el año 1955 se realizan el estudio, la clasificación y la signaturación de los libros de contabilidad (un total de 149), redactándose papeletas individualizadas de la clase de libro y fechas extremas de sus asientos. Además, se siguió el inventario de los legajos de correspondencia y, en el segundo semestre, se redactaron 10.050 cédulas del fichero alfabético de corresponsales de Simón Ruiz, que aparecen en los legajos 1 a 125. Finalmente, comenzó a revisarse la documentación del Hospital. Filemón Arribas, conociendo que “quelques dizaines de documents qui, choisis sans doute par un collectionnneur d’autographes, si ce n’est de signatures, ont, en fin de compte, échoué à l’Academia de la Historia de Madrid”,26 gestionó su reintegración al Archivo Ruiz sin obtener éxito, aunque llegó a manejar los cinco atados de cartas y letras de cambio.

25. AHPVa, Archivo de gestión, 8/11. 26. Ruiz Martín (1965: V).

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En 1956, se continuó la catalogación de las cartas, con 1556 cédulas de corresponsales, “cada una de ellas contiene las cartas de su titular que se conservan en diversas cajas, expresándose su número, las fechas y la signatura de caja y folio”, además se revisó totalmente la documentación del Hospital, “formándose 136 legajos que fueron inventariados someramente pero lo suficiente para conocer su contenido y poder servirse de ellos”, y también se acometió una renovación del continente: a medida que las cartas se catalogaban, numeraban y sellaban, se guardaban en cajas de cartón, “sistema que garantiza una conservación larga y perfecta”. Asentada la metodología archivística, su ejecución avanzó a buen ritmo. En 1957, continuó el sellado, foliado y catalogación de las cajas 56 a 104, con 13.998 cartas. En 1958, fueron 7.115 cartas de las cajas 105 a 130, aunque entonces las auxiliares fueron Mª Teresa Triguero y Mª Francisca Sánchez, las cuales, para atender la petición del presidente de la Junta Provincial de Beneficencia, dedicaron el año 1959 a inventariar todos los papeles del Hospital. Tras dos años dedicados al fondo de la Universidad, en el año 1963 se catalogaron 3.107 cartas de las cajas 131 a 141.27 En el año 1964, se realizaron nuevas tareas: se catalogaron las siguientes trece cajas de cartas; por otro lado, la serie de libros de contabilidad “ha sido revisada en su catalogación y numeración, encarpetando con cartón los cuadernos carentes de encuadernación o con ésta deteriorada y separando aquellos que estaban reunidos bajo el mismo número”. Además, se configuró una nueva serie: “Gran cantidad de letras de cambio, extraídas de los legajos en fechas indeterminadas, han sido ordenadas y empaquetadas por años y colocadas en dos cajas”; y, por último, “un grupo de pergaminos de los siglos xv y xvi, referentes a asuntos familiares de los Ruiz, al Hospital fundado por Simón Ruiz y a otros hospitales de Medina del Campo refundidos en el anterior, han sido ordenados, catalogados y colocados en una carpeta especialmente confeccionada para este fin”. En el año siguiente, se prosiguió con el foliado, sellado y catalogación de las cartas correspondientes a las cajas 155 a 173, incrementándose el fichero de correspondencia de Simón

27. Filemón Arribas acabó con el mito de una carta de Santa Teresa dirigida a Simón Ruiz, en realidad fueron dos cartas de Andrés Ruiz a su hermano sobre la profesión de Isabel Ruiz, sobrina de ambos, en el Carmelo reformado.

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Ruiz. Cuando muere Filemón Arribas, en agosto de 1968, casi todas las cartas recibidas por Simón Ruiz están catalogadas. Poco después de hacerse cargo del Archivo Provincial, Amalia Prieto Cantero gestionó la compra a un vecino de Segovia, Mariano Hernández Bueno, de un lote de documentos desgajados en Medina del Archivo Ruiz, formado por 500 letras de cambio y dos legajos de cartas y cuentas. La Orden Ministerial de 13 de junio de 1970 autorizó su compra por 6.000 pesetas. Ese mismo año 1970 fue el de la reanudación del trabajo de organización y descripción del fondo, con el mismo criterio y método que estableció Filemón Arribas: Con esta finalidad se han ordenado cronológicamente las cartas contenidas en los voluminosos legajos 119 a 125; seguidamente se han clasificado por naciones y ciudades, y dentro de estas por personas. Realizada esta ordenación, se han foliado, redactándose fichas de las personas de quienes procedía tal correspondencia, con indicación de la fecha, localidad y signatura. Estas cartas así clasificadas han sido colocadas en cajas por lo cual se han dado de baja los legajos citados y han sido dadas de alta las cajas 174 a 188. Al hacer este trabajo se ha aprovechado la oportunidad para poner al final de las cartas contenidas en los legajos citados, un grupo de cartas de América que se hallaban en el apartado VI del legajo 177, entre documentación heterogénea, y las cartas que ingresaron en el pasado mes de agosto, adquiridas —con otros documentos— por la Dirección General, como antes se ha dicho. Finalmente, se revisaron diversos legajos de documentación diversa, aún no catalogados, y se han extraído de ellos las cartas existentes, con el fin de que la correspondencia dirigida a los Ruiz estuviera toda reunida en legajos sucesivos, y debidamente catalogada, tal como había proyectado el anterior director de este Archivo señor Arribas (q.e.p.d.). El número de fichas redactadas para el fichero topográfico ha sido de 804, que responde a otro número igual de cartas foliadas. Para el índice alfabético [de corresponsales] se han redactado 112 nuevas papeletas y se han hecho 421 anotaciones en otras tantas fichas ya existentes, siguiendo el mismo método establecido de consignar en la cédula de cada persona, en ordenación rigurosamente cronológica, las cartas existentes de cada una de ellas, de manera sumamente concreta y eficiente, indicando solamente el año, la localidad donde están fechadas, el número de cartas y hojas, y la signatura, datos que pueden contenerse en un solo renglón, con lo que la correspondencia de cada persona queda reseñada en espacio breve y con gran precisión y claridad.28 28. AHPVa, Archivo de gestión, 9/4.

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El año 1970 fue el último en el que el trabajo archivístico del centro estuvo dedicado a Simón Ruiz en su totalidad, aunque se le siguieron asignando recursos para su conservación, organización y difusión. En el año 1971, se catalogaron las cajas 189 a 191, elaborándose fichas topográficas y alfabéticas, pero no de cartas recibidas, sino de las copias y minutas de las cartas de Simón Ruiz —muchas veces autógrafas— dirigidas a sus factores, amigos y familiares, con lo que se completa el trabajo de catalogación de las cartas originales que recibía. En 1972, Amalia Prieto redactó un amplio informe sobre el origen y características del Archivo Ruiz: organización, descripción y consulta, además de un listado de investigadores que ya lo habían manejado, y lo envió al director del Archivo de la Corona de Aragón, Federico Udina, con vistas a la ponencia que elaboraba sobre Documentación Económica para el IV Congreso Nacional de Archivos. Ante la imposibilidad de reintegrar los documentos que custodiaba la Real Academia de la Historia, Amalia Prieto consiguió en 1972 que se le entregaran al menos las fotocopias de los cinco legajos. Eso sí, hubo que pagarlas, y se hizo gracias a una subvención de 5.000 pesetas de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Valladolid. A continuación, en el año 1973, “se ha ordenado, numerado y colocado en carpetas individuales cada una de las cartas y documentos en xerocopia ingresados en el Archivo. En total, han sido 330 reproducciones xerocópicas, correspondientes a 154 cartas y documentos, de los cuales se han redactado las correspondientes fichas alfabéticas y topográficas”. Durante los siguientes diez años, apenas se introducen mejoras en el fondo de los Ruiz. El Archivo Provincial debe dedicar sus recursos a atender los ingresos de nuevos y voluminosos fondos: Delegación de Hacienda, Catastro de Ensenada, Hospital de la Resurrección, Organización Sindical y Sección Femenina, entre otros, además de incrementar el fondo notarial y el universitario. Esto fue posible mediante el paulatino incremento de la superficie de los depósitos, que en 1979 llegaron a los 1.200 metros cuadrados, en los cuales, además, la Universidad hizo mejoras, como sustituir las estanterías de madera por otras metálicas en 1975 y 1976. En 1984, se reanudó el proceso de mejora del Archivo Ruiz, esta vez de la mano de María Jesús Urquijo, directora que sustituyó a Amalia Prieto en 1981. En aquel año se inició la elaboración de un

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fichero geográfico de los corresponsales, con un total aproximado de 2.000 fichas. En 1985 se realizaron otras 656 fichas. Las letras de cambio centraron la campaña de 1987: “En el archivo de Simón Ruiz había una gran cantidad de letras de cambio, ordenadas por años, pero sin sellar ni numerar, por lo que su control era difícil. Se ha procedido a realizar estas tareas y se han sellado y numerado 11.357 letras de los años 1558 a 1606”. Además, se volvieron a catalogar los veinte pergaminos que ya había localizado Filemón Arribas en el año 1964.

Culminación y decepción Por iniciativa de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León, que acababa de hacerse cargo de la gestión del Archivo Provincial por transferencia desde el Ministerio de Cultura, se decidió organizar una exposición sobre la figura de Simón Ruiz. Por ello, en ese mismo año de 1987, justo cuarenta años después de la llegada del Archivo Ruiz, María Jesús Urquijo seleccionó y catalogó 107 libros y documentos, más 32 publicaciones de los más destacados autores que habían investigado en este fondo, mandó realizar las reproducciones de aquellos documentos que debían aparecer en el catálogo de la exposición y localizó los cuadros atribuidos a Pantoja de la Cruz con los retratos de Simón Ruiz y su segunda esposa. La iniciativa se realizó con el apoyo de la Caja de Ahorros de Salamanca, que “ha colaborado con los gastos generales de la exposición y cubierto totalmente los de traslado, custodia y seguros”, y también con la ayuda de la Universidad de Valladolid (no olvidemos que el Archivo Ruiz ha sido estudiado por cinco de sus doctores honoris causa), que cedió una sala del Palacio de Santa Cruz para el evento.29 En febrero de 1988, se inauguró la exposición con el título “Simón Ruiz, un hombre de negocios del siglo xvi”, integrada por 111 documentos en pergamino y papel, diez libros de cuentas, cuatro objetos, nueve naipes, documentación de la “IV Exposición filatélica conmemorativa de la letra de cambio” y 25 libros sobre su figura y actividades,

29. Además, el laboratorio fotográfico de la Facultad de Filosofía y Letras realizó las fotografías, de las que seleccionaron 14 a todo color para ilustrar el catálogo, que tuvo una edición de 1.000 ejemplares.

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además de los retratos ya mencionados. Tras el paso de 667 visitantes en Valladolid, la exposición se trasladó a Salamanca y, finalmente, a Medina del Campo, motivo por el que María Jesús Urquijo dictó una conferencia en el salón de sesiones del Ayuntamiento medinense, siendo, a continuación, obsequiada por el alcalde. En mayo, los documentos retornaron a sus estanterías en la plaza de la Universidad. Fue la primera exposición que organizó el Archivo Provincial. Además de la exposición, el Archivo Ruiz se benefició en 1988 con la continuación del índice cronológico de las letras de cambio desde 1558 al año 1606, habiéndose numerado 6.715. Durante el año siguiente, se ordenaron cronológicamente las cajas de contestaciones de cartas, del número 189 a 201, elaborándose un índice de personas a las que se dirigen las misivas. Con motivo de la Cumbre HispanoFrancesa que se celebró en el universitario Palacio de Santa Cruz, en el mes de octubre se llevaron tres documentos a la exposición que se preparó en la Biblioteca. Al año siguiente, en 1989, se continuó ordenando la serie de copias o minutas de cartas enviadas desde el escritorio de los Ruiz, llegándose a la caja 211, y se elaboraron las correspondientes fichas alfabéticas y geográficas de los destinatarios. En el año 1991, se decidió repensar el ya voluminoso conjunto de información archivística generada por los archiveros desde el lejano año de 1947. María Jesús Urquijo nos dice que [...] ante la dispersión y no mucha claridad de los elementos de descripción, se ha redactado una especie de guía en la que se recogen los inventarios de libros y su clasificación, cajas y legajos de la Casa de Comercio, inventarios de las letras de cambio, de pergaminos, y se da cuenta de los ficheros de corresponsales y localidades de destino de la correspondencia; también se incluye el inventario del Hospital de Simón Ruiz.

Al año siguiente de la jubilación de María Jesús Urquijo, en 1995, Margarita Candau, archivera recién incorporada al Archivo Provincial, procedió a describir un conjunto de 39 legajos que tenían una descripción muy somera. Fueron signaturados con los números 217 a 257, conteniendo letras de cambio, cartas de poder, memoriales, pleitos y otros tipos documentales de los años 1556 a 1619. Esta intervención no debería haber sido la última de la que se beneficiase un fondo de tanta singularidad y proyección como el de Simón

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Ruiz. Al acabar el año 1995, era sin duda el fondo del Archivo Provincial descrito de forma más detallada y sistemática, pero se podía mejorar. Sobre todo, en un momento en el que estaban en plena implantación las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, así como la aplicación de las primeras normas internacionales de descripción archivística. Pero no se hizo, y las razones no hay que buscarlas entre los actores que hasta ahora han actuado ante nosotros: los archiveros y los historiadores. Desde el año 1995, los distintos alcaldes de Medina del Campo dejaban caer que el Archivo Ruiz estaba fuera de su solar solo con carácter de depósito y que, como presidentes natos de la fundación benéfica Simón Ruiz, algún día reclamarían al Ministerio de Cultura su levantamiento.30 Esa espada de Damocles hizo que el director de un centro archivístico de recursos tan limitados, como era y es el Archivo Histórico Provincial de Valladolid, decidiera dedicarlos a la organización y descripción de fondos documentales cuya permanencia en el centro estuviese garantizada. Por supuesto, no dedicar los principales esfuerzos en nuevas mejoras no supuso arrinconar un fondo de interés constante para la comunidad científica como es el de Simón Ruiz. Durante los años siguientes, se siguió realizando el trabajo necesario para asegurar el mantenimiento del estado de conservación y organización, comenzando por algo tan importante como instalarlo en un magnífico depósito documental, en la entreplanta del Palacio de los Vivero, nueva sede del Archivo Provincial desde mayo de 1996. Aunque forzosamente dejó de estar entre las prioridades, el Archivo Ruiz se ha beneficiado de algunas mejoras. Así, en el año 2006, el Centro de Restauración de Bienes Culturales, dependiente de la Junta de Castilla y León, procedía a restaurar todos los pergaminos de este archivo. También se ha favorecido la difusión del conocimiento de este fondo entre la ciudadanía, promoviendo su presencia en diferentes exposiciones, como es el caso de la organizada por la Fundación ICO en Madrid bajo el título “El oro y la plata de las Indias en la época de

30. En los nuevos estatutos de la Fundación del año 1993, se creó una Junta de Conservación, Promoción y Difusión del Patrimonio; entre sus vocales debería haber un archivero del Cuerpo Nacional de Bibliotecas, Archivos y Museos conocedor del Archivo Ruiz. Se nombró a María Jesús Urquijo.

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los Austrias”, celebrada en 1999, en la que se expusieron seis libros de cuentas y una docena de documentos. La última actuación significativa nació como una reacción. Fue consecuencia de la actitud de un museo local de reciente creación, el cual en 2007 se presentaba a sí mismo ante otras entidades como “la única institución española que, de manera estable y continuada, desarrolla proyectos de investigación, difusión y conservación del patrimonio de la Fundación Simón Ruiz”. Fue el aldabonazo que hizo ver la falta de reconocimiento, fuera de la comunidad científica, a la labor realizada en el Archivo Provincial, y, por ello, se decidió publicar la síntesis realizada en el año 1991, más las descripciones elaboradas por Margarita Candau en 1995. Con el apoyo de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León, en el año 2008 vio la luz el Inventario del Archivo de Simón Ruiz, en una edición de 500 ejemplares, obra que se abre con sendos textos de Filemón Arribas y María Jesús Urquijo, tanto por su valor informativo como para hacer patente el homenaje a las personas que durante décadas dedicaron una parte considerable de sus talentos y esfuerzos a la conservación, organización y difusión de los documentos de Simón Ruiz. Henri Lapeyre manifestó hace más de 60 años que “un hasard heureux nous a conservé la correspondance du grand négociant de Medina del Campo”.31 En 1947, salió del surco voluble de la fortuna para empezar a ser objeto de un trabajo sistemático de organización por parte de los archiveros, y también de estudio por parte de los historiadores, en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid. Desde entonces, ha transcurrido un periodo fructífero para el patrimonio documental, la investigación histórica y el conjunto de la sociedad española y europea; periodo que se cerró en el año 2015.

31. Lapeyre (1953 : 102).

Vista de Medina del Campo, dibujo de Anton van den Wyngaerde, 1565 (Fundación Museo de las Ferias)

Medina del Campo: de mercado internacional de capitales a mercado comarcal de productos agrarios* Alberto Marcos Martín

No se puede entrar sin desconsuelo a hablar de la villa de Medina del Campo, y más quien tiene idea de lo que fue antiguamente, residencia de muchos monarcas, teatro de grandes sucesos y población de catorce mil vecinos. Hoy está reducida a poco más de mil. Desaparecieron sus famosas ferias, sus muchas riquezas, la comodidad y limpieza de calles y casas, y solo queda la apariencia de destrucción y ruina...

Quien esto escribe, dolorido sin duda por la realidad que contempla, es Antonio Ponz, el viajero ilustrado que dejó fiel testimonio de su paso por la villa en el tomo duodécimo de su Viage de España, aparecido por primera vez en 1783 y reeditado en 1788.1 Bien informado del pasado de la villa y conocedor de lo que otros viajes escritos por diferentes autores habían dicho de ella, Ponz no puede por menos que traer a colación, como demostración esclarecedora de lo que fue “antiguamente” Medina y contrapunto rotundo de lo que es “hoy”, el relato de Andrés de Navagero, quien, estando en Valladolid con la corte hacia 1527, se determinó a ir a Medina del Campo para, según él mismo refiere, “ver qué eran las ferias en España”.2

*

1. 2.

Este trabajo se ha realizado en el marco de los proyectos de investigación HAR2012-33810, “Mortalidad y crecimiento agrario en España (siglos xvi-xx)”, y HAR2014-52414-C2-1-P, “Hispanofilia III: la influencia ibérica en su contexto político, siglos xvi-xx”, y en el seno del Grupo de Investigación Reconocido (GIR) de la Universidad de Valladolid “Grupo de estudios sobre la familia, cultura material y formas de poder en la España Moderna”. Utilizo la edición facsímil de Ponz (1993). Viaje por España, en García Mercadal (1952: 868).

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La narración del veneciano es utilizada por Antonio Ponz para descubrir a sus lectores que la villa era entonces, cuando apenas se había iniciado el segundo cuarto del siglo xvi, una buena tierra (“un buen lugar”), llena de buenas casas y abundante en todos los mantenimientos, “aunque con motivo de las muchas ferias que se hacen cada año y el gran concurso [de gente] de toda España” —añade, en observación no menos reveladora— costaban más las cosas de lo que sin esto habrían costado (“se hacen pagar las cosas más de lo justo”). Destaca, asimismo, Ponz que las ferias eran en aquel tiempo “abundantes de muchas cosas, particularmente de especerías que venían de Portugal”, si bien señala, como también lo hiciera en su día Navagero, a quien desde luego no se le pudo pasar por alto semejante circunstancia, que “los mayores negocios que en ellas se hacían eran letras de cambio”.3 Cuenta, no obstante, Antonio Ponz, rectificando en esto a su lejano interlocutor, que los paños segovianos y otras industrias de la nación “eran los géneros más principales de aquellas famosas ferias”; estas, por lo demás, “faltaron desde mediado del siglo diez y seis [sic]”, momento en que se inauguró el proceso que desembocaría en la situación que, más de dos siglos después, él contempla desolado, pues “faltando con ellas la riqueza —insiste— se disminuyó tanto la población, sobraron muchísimas casas, que se fueron arruinando poco a poco, quedando grandes trozos despoblados, como se ve por el recinto de los muros”.4 En contra de lo que los anteriores comentarios parecen indicar, no cabe atribuir a Antonio Ponz la paternidad de la que podríamos calificar como visión melancólica del pasado histórico de Medina del Campo. Dicha visión, que en su expresión más corriente suele concretarse en la utilización de parejas de antónimos tales como “esplendor” y “decadencia”, “auge” y “declive” u otros similares, la encontramos plenamente conformada en los diversos memoriales remitidos por la villa a la administración central en el último cuarto del siglo xvi y primeros años del siglo xvii, en las que reclamaba la adopción de medidas que favorecieran el pronto restablecimiento del monopolio de las operaciones de cambio, monopolio que había perdido como consecuencia, sobre todo, de los acontecimientos que siguieron a la subida de las

3. 4.

Véase nota 1, pp. 145-146. Idem.

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alcabalas y la suspensión de consignaciones de 1575.5 Y está presente, igualmente, dicha visión en algunos escritos pensados y redactados con esa misma finalidad por personajes particulares durante el primer tercio del siglo xvii. De la caída y menoscabo de Medina del Campo, así como de otras cosas “causadoras de mover lástima y compasión” a todos los que como él la conocieron en su grandeza anterior (y, por extensión, a todos los que con posterioridad leyesen su crónica), se ocupa, entre otros, Juan López Ossorio hacia 1615.6 La contraposición entre la Medina que había sido y la Medina que ahora es (una Medina, esta última, cuya contemplación no le produce más que tristeza y melancolía) constituye la idea que estructura y recorre de principio a fin su discurso: Esta república ha tenido gran nombre en todo el mundo por la gran fama de su antigüedad y nobleza y su gran contratación, tan llena de vecindad y haciendas poderosas, que cada día se iba ensanchando y abriendo calles de nuevo, edificando en ellas muchas y muy ricas casas y edificios que la ilustraban. Ver al presente tantos barrios y calles del todo deshechos, sin haber en ellos una sola casa; ver en las calles más principales las casas cerradas, que si el ayuntamiento de ella no lo hubiera remediado, lo más de la villa estuviera deshecho y las casas derribadas, porque viendo los propietarios que no tenían provecho de ellas por falta de no haber gente que las ocupase dejábanlas a los señores de los censos y ellos, por aprovecharse de algo, vendían los despojos, y de esta manera se han deshecho gran suma de casas [...]. Faltan hoy en Medina al pie de dos mil quinientas casas.7

Para López Ossorio, la “disminución y caída” de Medina del Campo es un hecho fácil de historiar, ya que, como su ruina había acontecido hacía poco tiempo, “no ha sido menester —asegura— buscar

5.

6.

7.

Dan cuenta de algunos de estos memoriales Espejo y Paz (1908). Al mismo grupo de documentos pertenece la “Relación de la antigüedad y sitio de Medina del Campo y sus ferias, y de la contratación de ellas, y del estado que tienen hasta hoy 18 de octubre de 1606”, publicado en CODOIN, tomo XVII, pp. 541-574. Principio, grandezas y caída de la noble villa de Medina del Campo, de su fundación y nombre que ha tenido hasta el tiempo presente, manuscrito de la Real Academia de la Historia publicado por Rodríguez y Fernández (1903-1904: 5-348). Ibidem: 171-172.

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papeles ni otras cosas sino abrir los ojos y ver llorar tal destrucción”.8 Sus testimonios, como testigo ocular de los hechos que narra, tienen, sin duda, un valor excepcional; pero presentan el inconveniente de provenir de un hombre golpeado sicológicamente por las dramáticas dimensiones que esos mismos hechos habían llegado a alcanzar, una circunstancia que le lleva a incurrir en frecuentes exageraciones que no podemos aceptar sin efectuar las correcciones oportunas. Apenas dos décadas más tarde, y teniendo, asimismo, delante de los ojos la realidad de la decadencia (ahora, si cabe, más acentuada), el anónimo autor del Memorial Histórico de Medina del Campo (casi con toda seguridad Juan Montalvo) articula su exposición a partir de la contraposición del “estado que Medina llegó a tener” con el “estado en que al presente se halla” para poner de patente una y otra vez lo mucho (en todos los terrenos) que se había perdido en el entretanto. Es más, en ese juego de idas y vueltas continuas, en el que lo imaginado y lo fabuloso encuentran su sitio junto a lo real y lo constatable, incurre en la exageración laudatoria de comparar al conde-duque de Olivares con Cristo, pues, del mismo modo que este vino al mundo para redimirlo, solo aquel podía, como “mano poderosa del rey nuestro señor” y tendiendo a su vez la suya a la villa (es decir, merced a su intercesión salvadora), sacarla “de lo ínfimo de su enfermedad a la felicidad que solía”.9 Evidentemente, detrás de la utilización de muchas de estas palabras y de las imágenes mentales que con ellas se construyen, asoma un propósito ético, moralizador, que en realidad no se esconde. Y es que si, como Montalvo proclama con insistencia, la felicidad se ha tornado en enfermedad, si la “gran prosperidad y acrecentamiento” de ayer han devenido en la “declinación y ruina” de hoy (las referencias binarias a la hora de definir el pasado y presente de la villa ocupan una parte importante de su relato), tal evolución obedece a unas razones concretas, a unas causas de “perdición”, que son, a la postre, más de tipo moral que propiamente social y económico y que, por ello mismo, deben encontrar conveniente y debida reparación en ese plano, como si los autores que así escriben (y no solo Montalvo) estuvieran invitando a la 8. 9.

Ibidem: 9. Publica también el Memorial Histórico de Medina del Campo Rodríguez y Fernández (1903-1904: 349-438), la cita, en p. 352. Existe una copia manuscrita en la Biblioteca Nacional, Mss. 5908.

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población a protagonizar una suerte de expiación colectiva como paso previo a la recuperación material. De todas maneras, el azar y la fatalidad son también mencionados por dichos autores como otras tantas causas susceptibles de explicar tan mudable trayectoria histórica. Es decir, ese movimiento de doble ladera en que se resume la historia de Medina del Campo de los siglos xvi y xvii habría sido también, según las interpretaciones que comentamos, una consecuencia de los caprichosos movimientos de la fortuna; ante lo cual, ciertamente, no quedaría otra opción que la resignación, si bien cabía esperar que las penurias que ahora se padecían, de igual modo que habían sobrevenido, también algún día, en un nuevo giro de la incierta e inconstante fortuna, habrían de terminar.10 La visión melancólica vuelve a ser el punto de vista prevaleciente en el tratamiento de la historia de Medina del Campo por parte de la historiografía romántica y liberal del siglo xix. Alimentaba esa visión el hecho de que en ningún momento del ya arrumbado Antiguo Régimen se hubiese producido la pronosticada recuperación de la villa (como si la propia fortuna hubiese renunciado a mostrarse cambiante con ella) o el que Medina aún no hubiese definido la función que había de desempeñar en el nuevo orden capitalista que se estaba afirmando. Reflejan muy bien lo que decimos las palabras iniciales del capítulo que José Mª Quadrado dedicara a Medina del Campo en el tomo IX de Recuerdos y bellezas de España, aparecido en 1861,11 antes, por tanto, de que empezaran a notarse los efectos benéficos de la apertura del tramo de ferrocarril Medina-Valladolid correspondiente a la línea Madrid-Hendaya, inaugurado el 15 de septiembre del año anterior: ¡Qué solitaria yace la villa de las ferias, el emporio del comercio de Castilla! ¡Qué silencioso el recinto donde tantas veces se congregaron las asambleas del Reino! ¡Qué abatida la mansión frecuente y no siempre tranquila de los Monarcas, la residencia querida y última de Isabel la Católica, la denodada sostenedora del pendón comunero al través de las llamas y el estrago! Sus 14.000 vecinos se han reducido a 700, sus 15 parroquias a siete y sobra aún la mitad; a cada paso se tropieza con ruinas de conventos, con recuerdos de suntuosos hospitales. Barrios enteros han desaparecido cual si los hubiese devorado la tierra; y a larga distancia del centro permanecen 10. Ibidem: 410. 11. Está disponible en Internet en la dirección: (consultado el 29/12/2015).

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en medio de aquel nuevo Herculano ya un arco, ya una torre, señalando la vasta redondez de su destruida cerca. Los campos la han invadido por todas partes, y lo que fueron calles han tornado a sementeras.

Palabras cuya transcripción ahorra otros comentarios y que tienen continuación unas líneas más abajo: Apenas hay ejemplo en pueblo alguno interior de aumento tan improviso y de tan rápida decadencia. Diríase que las nombradas ferias, que cuatro veces al año celebraba, le habían formado un puerto en el seno de las llanuras o abierto hasta allí canales navegables desde los extremos de la península. Colocada entre los focos industriales y agrícolas de Ávila, Segovia, Valladolid, Toro, Zamora y Salamanca, era el gran mercado donde afluían los productos y manufacturas de todas, distribuyéndolas por el Norte y Occidente de España [...]. Duró la pujanza de Medina hasta muy entrado el siglo xvi, en que la vida de la nación con el descubrimiento del Nuevo Mundo huyó del centro a las extremidades, dejando poco menos que yerto el corazón de Castilla.

Se convendrá en que estas obras, al margen de su sintaxis retorcidamente barroca, de su tono lastimero y de sus frecuentes inexactitudes y exageraciones (tanto al recalcar el crecimiento primero como —y, sobre todo— al agrandar las dimensiones de la recesión posterior), se ocuparon de cuestiones de relevancia y pertinencia historiográficas verdaderamente trascendentes; y que lo hicieron, además, desde planteamientos que hoy se nos antojan de gran actualidad. A fin de cuentas, sus autores, aun cuando contemplaran las cosas desde el punto de vista siempre magnificador de la melancolía, se fijaron con preferencia en lo que fue la “grandeza” y la “decadencia” de Medina del Campo, en su “auge” y posterior “declive”, y en cómo y por qué se pasó en tan poco tiempo de una situación a la otra. Es decir, esbozaron hipótesis explicativas y manejaron argumentos en cierto modo similares a los que alientan el debate actual sobre la decadencia de España (o de Castilla). Una diferencia si acaso distingue esos planteamientos de antaño de los que sostienen los autores contemporáneos, pues hoy se piensa que la evolución por la que atravesó la villa de las ferias en los siglos xvi y xvii se corresponde, grosso modo, con la que siguió Castilla entera (e, incluso, la propia monarquía hispánica), hasta el punto de considerar que los factores que propiciaron uno y otro proceso —aquel, particular y este, más general— son sustancialmente idénticos. Diríase

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que el punto de vista melancólico se mantiene como una manera de conocimiento; no en balde, nos permite ver de las cosas lo que verdaderamente fueron. * * * La producción historiográfica sobre Medina del Campo ha coincidido siempre en resaltar el carácter esencialmente mercantil y financiero de la villa como sede que fuera de las más concurridas ferias de Castilla y uno de los principales mercados financieros de Europa. Situada en el centro de la Submeseta Norte, que al mediar el siglo xv se había convertido en una de las regiones demográfica y económicamente más pujantes de la península, si no en la más pujante, desde muy pronto —antes incluso de esa fecha— Medina supo sacar provecho de la red caminera en la que se insertaba, esa que enlazaba los más importantes núcleos urbanos de la cuenca del Duero, y que, llegado el siglo xvi, se había de convertir en la de mayor densidad viaria de todo el país,12 siendo este de las comunicaciones, por tanto, uno de los factores que más decisivamente contribuyó a afirmar su vocación comercial. Durante casi dos centurias —la que cierra el Medioevo y la que abre las puertas a los tiempos modernos, por atender a divisiones cronológicas convencionales—, Medina del Campo vivió de y para sus ferias: el volumen de su población, su estructura ocupacional, su fisonomía y tejido urbanos, y tantos otros aspectos de su quehacer y bullir cotidianos, mantuvieron una estrecha relación con el mercado de las ferias, el cual, sin abandonar en ningún momento la faceta propiamente mercantil que le caracterizó desde sus orígenes, fue basculando cada vez más, a medida que transcurría el tiempo, hacia las operaciones estrictamente financieras, por ser estas, al cabo, las que generaban un mayor volumen de negocio (y también de beneficio). Tan íntima dependencia, empero, acabaría revelándose fatal para la villa una vez que las ferias comenzaron a declinar13 como consecuencia 12. Como ponen de patente los repertorios de caminos de Juan Villuga (Repertorio de todos los caminos de España, Medina del Campo, 1546) y Alonso de Meneses (Repertorio de caminos, Madrid, 1576), o los mapas que a partir de ellos trazara Menéndez Pidal (1951). 13. Pues, como acertadamente señala López Ossorio, la “permanencia y aumento [de Medina] pendía de la contratación” (Rodríguez y Fernández 1903-1904: 322).

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de las sucesivas prórrogas de los pagos, de las dificultades crecientes de la Hacienda regia (con su incidencia perturbadora sobre el crédito y la contratación privada) y del desplazamiento del centro de gravedad económico de la península hacia Madrid y la periferia. A partir de entonces, en efecto, anticipándose a otros núcleos urbanos en ese discurrir (o sea, cuando en otras partes de Castilla todavía no habían comenzado a apagarse los brillos del “bello siglo xvi”), Medina del Campo inicia un proceso de decadencia de muy larga duración, cuyas manifestaciones más visibles las encontramos en el descenso rápido de su población, en los cambios ocurridos en la estructura socioprofesional de su vecindario y en el deterioro físico de su espacio urbano (que experimentará, por otra parte, una contracción significativa en beneficio de los campos circundantes). Más aún, a raíz de dicho viraje, que se concretará definitivamente en el tránsito del siglo xvi al xvii, pero que no hará sino agudizarse después, Medina se ruraliza y se vuelca a la tierra como única posibilidad de subsistencia: de ciudad cosmopolita, abierta y eminentemente comercial y financiera, se convierte en núcleo cerrado y rentista, manteniéndose en lo sucesivo gracias, sobre todo, a la absorción de una parte importante del excedente agrario producido en su entorno circundante. Las primeras noticias sobre el tamaño de la población de Medina del Campo a las que cabe conceder algún crédito (prescindiendo de otras anteriores que no lo merecen en absoluto por rayar en la más pura de las fantasías)14 se refieren a 1530 y hablan de que en el casco de la villa y en sus arrabales residían, por esa fecha, 3872 vecinos pecheros. Proceden tales noticias de la publicación que Tomás González hiciera del censo de 1591, aunque, a decir verdad, no sabemos de dónde pudo obtener el ilustre archivero de Simancas ese dato, ya que en los resúmenes del censo de 1528-1536 realizados por la Contaduría de Rentas consta expresamente que “no se sabe qué vecinos tienen [además de a Medina del Campo, la nota concernía también a Valladolid y Medina de Rioseco] porque no quisieron dar padrones”.15 En cualquier caso, a 14. Como la de 16.000 vecinos que, según Montalvo, “llegó a tener” (ibidem: 400) o la de 14.000 vecinos que, al decir de Antonio Ponz, tuvo “antiguamente” (sin mayores precisiones en ambos casos). 15. González (1829: 22). Los resúmenes del censo de 1528-1536 en CODOIN, tomo XIII, p. 22. Frases similares (“Dicen tener privilegio de franquicia y se negaron a presentar los padrones”) se recogen en el documento original de dicho recuento

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esta cifra habría que agregar la representada por la población no pechera, esto es, la constituida por hidalgos y eclesiásticos, grupos que en Medina suponían, según el referido censo de 1591, el 31,8%, casi una tercera parte de la población total. Todo indica, sin embargo, que las cifras de población privilegiada contempladas en dicho recuento vecinal, conocido también por el nombre de censo de los millones, están infladas (y, en particular, las relativas a los hidalgos, que en número de 700 vecinos equivaldrían al 25,36% de todo el vecindario), circunstancia que invalida en la práctica las extrapolaciones de este tipo que pudieran hacerse, las cuales nos llevarían a una cifra, para la Medina de finales del primer tercio del Quinientos, de 5.679 vecinos, la cual, ciertamente, parece excesiva. Más cauto, Ramón Carande calculó en su día la población de la villa hacia 1530, siguiendo, en principio, dicho procedimiento y, a falta únicamente de cuantificar los eclesiásticos, en 4136 vecinos, cifra que da por buena, asimismo, Gerardo Moraleja Pinilla, el último cronista contemporáneo de la villa.16 No nos empeñemos, sin embargo, en encontrar exactitudes donde no las hay, donde no podía haberlas. A lo más que nos es dado llegar, respaldados, eso sí, por testimonios diversos que apuntan siempre en la misma dirección, es de suponer que la población de Medina del Campo pudo aproximarse a los 5.000 vecinos (o sea, unos 20.000 habitantes) cuando se cumplía el tercer decenio del siglo xvi. Para entonces, en efecto, ya se habían superado muchos de los quebrantos producidos por el movimiento de las Comunidades (que en la villa causaron particular sufrimiento), y sus ferias, con más de un siglo de existencia destacada, atravesaban por momentos de auge y estabilidad. De ello es una buena demostración el relato arriba citado de Andrés Navagero, pero también lo que se cuenta al respecto en un manuscrito anónimo que, aunque sin fecha, parece haber sido escrito poco después de la elección de Carlos I como emperador, en el que se hace una descripción histórico-geográfica de Europa y de sus ciudades más importantes.17 Al hablar de Medina del Campo, su autor confirma, en efecto, que es referidas a 1526. AGS Contadurías Generales leg. 768. También Carretero Zamora (2008: I, 169; II, 449). 16. Carande (1965: I, 60) y Moraleja Pinilla (1971: 137). Ambos autores hablan en realidad de 20.680 habitantes, contando cada vecino a razón de cinco habitantes, coeficiente que, por lo que hoy sabemos, resulta bastante elevado. 17. Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, Códices, M-I-16.

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[...] gentil logar e de muchos mercaderes. En este se hazen dos ferias en cada un año, que son las mejores y más nombradas que ay en España. E a estas acuden todos los mercaderes de Europa porque son muy nombradas. En esta [feria] ay más aposientos e mejores para las gentes que en ningunt otro logar de España [...].

Curiosamente, 5.000 son también los vecinos que el cambista Juan de Dueñas declaró que había en Medina del Campo en 1551 cuando se le preguntó, al igual que a otros testigos, acerca de este punto en el curso de un pleito sobre el remate del servicio del aceite.18 Ciertamente, la cifra resulta demasiado redonda para que podamos admitirla sin reservas; pero, al menos, nos transmite la percepción que un contemporáneo tenía del tamaño demográfico, todavía considerable, de la localidad en la que vivía. Y es que todo apunta a que la población de Medina comenzó a descender una vez mediada la centuria. Primero, de modo lento, aunque continuado; y, a partir de 1570-1575, de manera aceleradamente acentuada. La crisis que venía afectando a sus ferias desde hacía algunos años, y que se agudizará tras el crecimiento de las alcabalas y la declaración de la segunda “bancarrota” del reinado de Felipe II en 1575, en la medida en que dislocó la contratación financiera y contrajo los intercambios, está en la base de dicha evolución y marca con su diferente intensidad los tiempos de esta. Los 3.297 vecinos que arroja el vecindario de 1561, seguramente el mejor de todos los que se confeccionaron en el transcurso de la centuria, constituyen, a falta de contabilizar únicamente los eclesiásticos que vivían en comunidades (frailes y monjas),19 la prueba fehaciente de que por esas fechas no se alcanzaban ya los niveles de población a los que presumiblemente había llegado la villa durante la primera mitad del siglo xvi. Corrobora este extremo la información enviada por su corregidor con motivo de las averiguaciones realizadas para proceder al repartimiento por Castilla de los moriscos deportados del reino de Granada tras la guerra de las Alpujarras de 1568-1570. Según dicha información, Medina del Campo contaba en 1570 con 3.050 vecinos,20 esto es, un volumen de población bastante alejado ya de aquellos 5.000 que hemos barajado para tiempos anteriores. 18. Moraleja Pinilla (1971: 137). 19. AGS Expedientes de Hacienda leg. 125. 20. AGS Cámara de Castilla leg. 2160, fol. 8.

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Sin embargo, aún no había sobrevenido el desplome demográfico que tendrá lugar en el último cuarto del siglo. Felipe Ruiz Martín, basándose en la relación original del llamado “censo de los obispos” de 1587, dio para esa fecha una cifra de 2.582 vecinos, que, sin duda, se encuentra más próxima a la realidad que la de 3.000 que Tomás González, tomándola supuestamente de la misma fuente, recogió en su publicación del censo de 1591.21 En cualquier caso, ninguna de las dos cifras resulta creíble, como tampoco lo es la de 2.760 vecinos (de ellos, 1.882 pecheros, 700 hidalgos, 136 eclesiásticos y el resto, clérigos regulares, contados a 10 religiosos por un vecino, excepto los franciscanos, que en número de 50 se consignaron aparte) que ofrece el tantas veces citado recuento de 1591,22 que, en muchas partes de Castilla (y también, con toda seguridad, en Medina del Campo), peca por exceso, como reiteradamente se ha podido comprobar. Y es que, si no fuera así, no se entendería que, apenas seis años después, el vecindario de 1597 (que, por el contrario, merece todo el crédito que se puede otorgar a un recuento de la época preestadística) contabilizase únicamente 1.897 vecinos.23 Este último dato supone que, en solo 36 años (el vecindario de 1561 arriba citado constituye un magnífico punto de referencia al haber sido realizado con los mismos criterios que este de 1597), la población de la villa había experimentado un retroceso del 42,5%, que es, más o menos, el mismo orden de magnitud que se desprende de la comparación de las cifras de población de algunos padrones parroquiales (o de feligresía) que se han conservado. Atrás quedaban los tiempos (aunque no muy atrás, a decir verdad) en que el vecindario de Medina se situaba en torno a los 5.000 vecinos, respecto de los cuales estos otros de finales del siglo equivalían a una merma de nada menos que del 62%. Y todavía no se había llegado, se recalcará, a lo más profundo de una evolución que, durante buena parte de la centuria siguiente, iba a continuar siendo persistentemente negativa.

21. “Demografía eclesiástica hasta el siglo xix”, en Aldea Vaquero (1972: II, 729) y González (1829: 22). Además, para estas fechas contamos con las series de bautismos de algunas parroquias medinenses, cuya evolución refleja la trayectoria de la población. Véase Marcos Martín (1978: 92 y ss.). 22. AGS Dirección General del Tesoro invent. 24 leg. 1301. 23. AGS Expedientes de Hacienda leg. 125.

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Bien mirado, el caso de Medina del Campo resulta ejemplar de la trayectoria de la población de una región, de todo un país incluso, y, con más claridad aún, de la mayoría de sus núcleos urbanos. La desaceleración del crecimiento demográfico, primero, y la inversión de esa misma tendencia positiva, después (una tendencia que, en muchas partes, había empezado a cobrar fuerza ya a mediados del siglo xv —si no antes—, pero que no llegará a extenderse a todo el siglo xvi),24 constituyen, junto con los fenómenos de intensa desurbanización, contrapuestos asimismo a los procesos de fuerte urbanización precedentes,25 los rasgos definidores de esa trayectoria de la población en los últimos decenios del Quinientos. La singularidad de Medina del Campo, en todo caso, radicaría no tanto en la intensidad de su caída demográfica, que ciertamente fue importante, cuanto en su misma precocidad, característica que comparte con otra ciudad viejocastellana con la que mantenía estrechas relaciones: Burgos, la cabeza de Castilla y del llamado “comercio del norte”.26 Pero esa especificidad de la villa de las ferias tiene que ver, en último término, con la evolución y el desenvolvimiento de sus actividades económicas, en particular con aquellas más directamente relacionadas con la contratación (de mercaderías y de dinero); o, por decirlo de otra manera, con la forma y los tiempos en que pudo cumplir con las funciones que le competían dentro del sistema urbano de la Submeseta Norte en el que se integraba. En efecto, en el bien trabado reparto de funciones que ese sistema urbano fue creando,27 a Medina del Campo le cupo desempeñar aquella para la que, por su posición geográfica en el centro del sistema, estaba mejor preparada y dispuesta,28 máxime después de que Valladolid 24. Una visión general en Marcos Martín (2000: 321-346 y 454-474) y, más recientemente, con una importante aportación de series de bautismos, en Llopis Agelán y Sebastián Amarilla (2007: 77-135). 25. Gelabert (1990), Marcos Martín (1995), Fortea Pérez (1995) y Pérez Moreda y Reher (1997). 26. González Prieto (2005). 27. Sobre este punto, véase, especialmente, Vela Santamaría (1997). 28. Extremo este que no pasó desapercibido a López Ossorio al destacar, entre las grandezas de la villa, “el sitio tan bueno que tiene”. Se refería el cronista a la vecindad de Medina respecto de ciudades tan ilustres como Segovia, Ávila, Salamanca y Zamora, todas situadas a una distancia de 14 leguas, “que parece que se fundaron con artificio”; pero también a su proximidad a otras como Toro (9 leguas), Valladolid (8 leguas), Palencia (16 leguas), Medina de Rioseco (11 leguas)

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se convirtiera en residencia habitual del rey y de la corte y de que sus dos ferias anuales se oscurecieran progresivamente en la segunda mitad del siglo xv:29 la función comercial, o sea, la de ser punto de confluencia de mercaderes y tratantes que acudían allí a comprar y vender y que, poco a poco, fueron constituyendo feria, utilizando para ello determinadas fechas del año —los meses de mayo y octubre— coincidentes con momentos claves del ciclo agrícola, tan determinante de las actividades económicas en general.30 Dichas reuniones, que en principio tuvieron un carácter comarcal o regional, como tantas otras en la Castilla medieval, ya en el siglo xv devinieron nacionales, para terminar siendo también ferias internacionales como resultado no solo de la intensificación de los intercambios interiores, sino también del aumento de las relaciones mercantiles con los países de la fachada atlántica, y, singularmente, con los Países Bajos, tráfico este precisado en no menor medida de unos centros geográficos concretos en donde efectuar las contrataciones y de unas fechas fijas en que poder ajustar las liquidaciones posteriores (lo que en la jerga del mundo de los negocios del momento se denominaba hacer los pagos), fechas, en fin, que habían de corresponderse en el calendario con las de celebración de otras ferias europeas (Amberes, Lyon,

y de diversas villas en un contorno de cuatro o cinco leguas (Olmedo, Arévalo, Madrigal, Tordesillas, Alaejos, etc.). Para todas estas localidades, en efecto, Medina era un sitio “acomodadísimo” adonde venir a comprar las mercaderías que con tanta abundancia ofrecía, por lo que acudían a ella “como a una aduana”. Pero lo mismo se podía decir de la imperial Toledo, de la gran ciudad de Burgos, de León, de Ciudad Rodrigo..., “que las unas y las otras tenían en esta villa mucho concurso al año a comprar y vender, así en las ferias que en ella había y a los pagamentos de ellas como en el demás tiempo del año”. Rodríguez y Fernández (1902-1903: 121). 29. Rucquoi (1987: II, 397-403). 30. No existe un documento que dé cuenta del nacimiento exacto de las ferias de Medina del Campo. Por eso algunas veces se ha considerado como acta fundacional de las mismas las Ordenanzas de 1421 dadas por doña Leonor, viuda del infante don Fernando de Antequera, que tenían por objeto regular el aposentamiento y distribución por calles de los mercaderes que acudían a ellas. Pero, precisamente, lo que tal documento enseña es que las ferias se encontraban ya en pie por esas fechas. Asimismo, hay que descartar, como también se ha apuntado más de una vez, que fueran fundadas por el citado don Fernando, quien ejerció la regencia de Castilla entre 1406 y 1412. En realidad, las ferias venían funcionando desde antes, sin que precediera para ello otro acto legislativo que no fuera la costumbre, la cual en algún momento hubo de plasmarse en unas antiguas ordenanzas a las que hacen mención las de 1421. Espejo y Paz (1908: 23 y ss.).

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Besanzón). Y, como en los susodichos pagos intervenían monedas y divisas de diferentes países, esa correspondencia de unas ferias con otras impondría asimismo la necesidad de mantener una cotización recíproca entre ellas, unos cambios mutuos, que puntualmente habían de determinarse, pero que dependían a la postre de unos condicionantes que escapaban a menudo a la voluntad de los contratantes.31 Con estas palabras describían los autores de la Relación de la antigüedad y sitio de Medina del Campo esa ampliación progresiva del radio de actuación de las ferias, fundamento, se recalcará, de su florecimiento: [...] porque con las guerras de los señores reyes D. Pedro y D. Enrique II y D. Juan I se abrió gran puerta a la comunicación con las provincias de Francia e Inglaterra, mayor de la que antes se había comenzado con la cruzada contra los moros, y después se acrecentó en Italia y Sicilia con la unión de los reinos de Aragón. Y últimamente vino al mayor crecimiento con el descubrimiento de las Indias Orientales y con el que en el tiempo de los dichos señores Reyes Católicos se hizo de las Indias Occidentales, que abrieron puerta a el gasto de la contratación de las mercaderías que a ellas se han llevado, que se puede decir que fue el fundamento de su conquista, y consta de las armadas y de la entrada de tanto oro y plata como de ellas se ha traído.32

Es decir, Medina del Campo no tuvo la misma vocación de Segovia y, a otra escala, de Palencia o de Ávila, núcleos en los que progresaron las actividades industriales ligadas a la manufactura de la lana, las cuales ofrecían múltiples oportunidades de trabajo a los que llegaban de fuera y contribuían a fijar población; tampoco llegaría a ser una Valladolid, capital política de la monarquía en distintos momentos hasta 1559 (como también después, entre 1601 y 1606), o una Salamanca, asiento de la primera universidad de los reinos de Castilla, y ambas, a su vez, importantes centros productores de servicios administrativos y jurídicos. Medina ni tan siquiera podía parangonarse con Burgos, donde residían de forma permanente numerosas dinastías de mercaderes y hombres de negocios, cuyos miembros, organizados corporativamente en torno al Consulado erigido en 1494, acaparaban una gran parte del comercio de Castilla con la Europa atlántica y controlaban el negocio 31. Ruiz Martín (1971, 1975). 32. CODOIN, tomo XVII, p. 548.

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de exportación de la lana. Por no tener, Medina no tenía catedral, ni era ciudad cabecera de una diócesis o de una provincia —aunque sí lo era de un corregimiento—, ni hablaba por sí misma en las Cortes (al contrario que algunas ciudades próximas, bastante más pequeñas que ella, como Soria, Toro o Zamora)... Medina era solo la sede de las más importantes ferias de la corona de Castilla; y, aunque esto la convertía a lo largo de buena parte del año (más allá de los meses de mayo y octubre, límites pronto rebasados) en la capital comercial y financiera de los reinos de Castilla, una especialización económica tan marcada como la suya (y tan expuesta a los vaivenes de la coyuntura) no era la más efectiva ni segura para congregar y retener de forma permanente a una población numerosa. Y lo sería cada vez menos a medida que las ferias fueron perdiendo su carácter de ferias de mercaderías en favor de su otra condición de ferias de pagos y de cambios, donde lo que se negociaba fundamentalmente, a juzgar por las sumas que en virtud de tales operaciones se cruzaban, eran deudas y alcances pendientes, al tiempo que se hacían giros y se especulaba con los cambios y toda suerte de efectos mercantiles y bancarios. Esta transformación de las ferias de Medina del Campo venía de lejos. Aunque Fra Luca Pacioli, el matemático y contable italiano autor de la primera explicación detallada del método de la partida doble, no incluye a Medina entre las plazas de cambio europeas en el momento en que escribe (finales del siglo xv), como bien recuerda Henri Lapeyre, quien recalca asimismo que hay que esperar a 1511 para encontrar en una disposición de gobierno una alusión expresa al cambium per litteras en Castilla,33 lo cierto es que la condición de ferias de pagos —de ferias de pagos internacionales, se precisará— les fue conferida por la Corona a las ferias de Medina del Campo entre 1495 y 1505, al igual que a la feria de agosto de Medina de Rioseco y a la de cuaresma de Villalón, si bien tal condición no habría de asentarse del todo hasta pasada la guerra de las Comunidades. De ahí que, en 1527, Andrés Navagero pudiera constatar que “los principales negocios que en ellas [las ferias de Medina] se hacen son cambios”, y que en términos muy parecidos se expresase Pedro de Medina veinte años más tarde,34 antes 33. Lapeyre (2008: 246) [Ed. original en francés, 1955]. Dicha disposición es una cédula de la reina Juana que citan Espejo y Paz (1908: 87-88). 34. Pedro de Medina, Libro de las grandezas y cosas memorables de España, Sevilla, 1548 (cito por la edición de 1566, impresa en Alcalá de Henares).

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de que al cabo de otros veinte años fray Tomás de Mercado certificara definitivamente que “a estas ferias [de Medina del Campo] van de todas las naciones, de Sevilla, de Lisboa, de Burgos, de Barcelona, de Flandes y Florençia, a pagar seguros o a tomar cambios; [...] es una fragua de cédulas, que casi no se ve blanca, sino todo letras”.35 A consolidar esta mutación de las ferias de Medina contribuyó de manera decisiva, como nos enseñó el siempre recordado Felipe Ruiz Martín, el levantamiento, en 1551, de la prohibición de exportar metales preciosos. Hasta ese preciso momento, al igual que entre 1560 y 1566, y luego, esporádicamente, en algunos años concretos, tal circunstancia había obligado a los asentistas extranjeros de la corona a adquirir bienes en Castilla (materias primas principalmente) con destino a la exportación como una forma (había otras) de poder reembolsarse (en los países adonde enviaban dichos bienes) de aquellas cantidades anticipadas al monarca español en Italia, Francia o los Países Bajos. Esta forma de proceder del “capitalismo cosmopolita” hubo de provocar necesariamente una intensificación de la actividad comercial dentro de la península (y, por ende, de la contratación en las ferias), actividad que se vio frenada, lógicamente, una vez que las sacas de oro y plata se regularizaron y las exportaciones de antaño se hicieron innecesarias.36 La sublevación de los Países Bajos y las desavenencias con Inglaterra, que dificultaron sobremanera la navegación directa por el Atlántico tras 1568-1569, influyeron asimismo en la pérdida de importancia de las ferias de Medina del Campo como ferias de mercaderías, antes, por tanto, de la anulación, en 1575, de las franquicias de que habían disfrutado hasta ese preciso año. Tales hechos, en efecto, no solo dislocaron el sistema comercial organizado en torno al eje Burgos-BilbaoAmberes, sino que afectaron a otras localidades conectadas a dicho sistema, y, entre ellas, a la propia Medina; y provocaron que el tráfico mercantil exterior se desplazase hacia el sur y hacia los puertos, tanto del Cantábrico y del Atlántico como del Mediterráneo, en detrimento, lógicamente, de la contratación que otrora se realizaba en la villa durante los periodos de ferias. 35. Tomás de Mercado, Suma de tratos y contratos de mercaderes, Sevilla, 1571, f. 14 vº. Una primera versión de esta obra, con el título de Tratos y contratos de mercaderes y tratantes, se publicó en Salamanca en 1569, de la que se ha hecho una reciente edición facsímil. 36. Ruiz Martín (1990b: 21-27).

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De todas maneras, la preeminencia de los efectos escriturados y del papel negociable sobre las mercancías y el dinero contante y sonante, del trato del dinero sobre el trato de las mercaderías, en definitiva, era algo que se veía venir desde el momento —allá por los años veinte del siglo xvi— en que la Corona escogiera las ferias de Medina del Campo (y, en menor medida, las de Medina de Rioseco y Villalón, las cuales, precisamente por esta razón, conservarán mejor su básica dimensión mercantil) como lugar donde tratar con los hombres de negocios los anticipos que precisaba (los cuales, desde allí, se hacían girar fuera), efectuar sus propios pagos y compensar a los asentistas que le habían prestado dineros —extranjeros, fundamentalmente, antes que españoles—, los cuales, una vez resarcidos, aprovechaban la ocasión para liquidar allí mismo las obligaciones que pudieran tener con otros.37 Pero, como muchas de esas obligaciones estaban en el exterior, es decir, en aquellas ferias y plazas donde previamente habían conseguido reunir las cantidades que ellos adelantaban al monarca español, lo que hacían sobre todo —al menos, mientras estuvo vigente la prohibición de la saca de la moneda y como una segunda vía para repatriar los capitales con que eran reembolsados en Castilla (la primera, ya lo hemos visto, consistía en adquirir mercancías en Castilla para expedirlas fuera)— era comprar en el mercado de Medina cuantas letras de cambio hubiese sobre tales plazas, entregando por ellas libranzas recibidas de la Corona.38 Este cambio de un tipo de papel por otro, aparte de atraer capitales, de inmovilizarlos y de restar, en consecuencia, posibilidades a la inversión productiva, repercutía negativamente también sobre el comercio exterior. De hecho, muchas veces el producto de las exportaciones castellanas no se repatriaba; de mano en mano se convertía, como en su día supieron ver Felipe Ruiz Martín y Henri Lapeyre,39 en libranzas 37. También los representantes del monarca portugués negociaron préstamos y concluyeron asientos en el mercado del dinero medinense, al menos desde mediados de la centuria. De este modo, a los mercaderes y hombres de negocios (que basaban en el crédito, no se olvide, las operaciones comerciales y financieras en las que se embarcaban), se sumaban, como demandantes de capital en las ferias, los soberanos y, tras ellos, algunos de los más conspicuos representantes de la nobleza castellana, que en un primer momento parecen haber acudido a los préstamos a corto plazo con preferencia a los censos consignativos. Véase Abed Al-Hussein (1986a). 38. Ruiz Martín (1990b: 21-27). 39. En dos libros que siguen siendo capitales para entender el sistema de las ferias y la dinámica de los cambios: Ruiz Martín (1990b) y Lapeyre (2008).

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sobre uno de los bancos de las ferias de Medina. En lo sucesivo, por tanto, todo —o casi todo— dependía de la prontitud con que esos valores pudiesen convertirse en dinero al contado; o sea, de la diligencia con que la Corona fuese capaz de hacer frente a sus obligaciones, y de que lo hiciese, además, en los plazos convenidos. Y, al decir “todo”, no nos referimos exclusivamente a la posibilidad de financiar importaciones, asegurando mediante los retornos la reproducción ampliada del capital mercantil autóctono, sino a las disponibilidades para concluir otras operaciones, bien comerciales, bien financieras, tanto en el interior como en el exterior; operaciones, por lo demás, estrechamente ligadas entre sí por el sistema de pagos aplazados y dependientes en último término (o desde un principio, según se mire) de la situación financiera de la Hacienda regia, de su mayor o menor liquidez, a la postre cada vez más supeditada a la llegada puntual, y acorde con las expectativas creadas, de los tesoros americanos.40 Semejante esquema explicativo es válido también, al menos en cuanto a su pieza principal —la necesidad de que la inyección de dinero representada por los pagos de la monarquía se produjera a su debido tiempo—, después de 1551, o de 1566, cuando el levantamiento de la prohibición de exportar metales preciosos, si bien facilitó a los asentistas extranjeros (a estas alturas, casi todos ellos genoveses) la repatriación sin trabas de sus capitales, motivó el apartamiento de estos de la actividad mercantil propiamente dicha y creó dentro del país (además de las consecuencias negativas que para su economía se derivaban de ese drenaje continuo de oro y plata, manifestadas en la elevación del precio del dinero y en las dificultades para promover actividades comerciales) nuevas sumisiones y dependencias (cuando no, una paralizante desorientación) entre los comerciantes y hombres de negocios nacionales. El desorden de las ferias, expresión que aparece repetidamente en la documentación de la época y que ha sido utilizada por los historiadores

40. Quienes arrendaban rentas reales y se encargaban de hacer la cobranza de ellas se obligaban igualmente a pagar el precio del arrendamiento en los pagos de las ferias, y a ellos acudían también los juristas para ser pagados de los intereses de los títulos respaldados por dichas rentas. No pocos compradores de bienes y efectos que la Corona enajenaba se obligaban asimismo a hacer los pagos de lo que habían adquirido en las ferias de Medina del Campo, siempre con preferencia a las de Medina de Rioseco y Villalón.

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para designar el periodo comprendido entre 1559 y 1578,41 demuestra hasta qué punto el edificio ferial se cimentaba sobre bases poco sólidas. Dicho desorden iba a estar provocado precisamente por los incumplimientos reiterados de los términos y plazos de las ferias, bien se tratase de retrasos o aplazamientos en su convocatoria, bien de dilataciones o prórrogas en su conclusión; aplazamientos o prórrogas que estaban a su vez causadas —pero no solamente— por la incapacidad de la Corona, el primero y más importante deudor de todos, para hacer frente a sus compromisos de pago en los tiempos convenidos. El fenómeno no era nuevo, desde luego, pues había ocurrido otras veces y por diversas razones,42 aunque se generalizará y alcanzará proporciones no conocidas después de 1562, llegando a afectar muy seriamente al reglamento general de créditos y débitos que sostenía todo el tinglado ferial. Desde ese momento, las quiebras de los hombres de negocios, que habían sido ya numerosas tras la primera suspensión de consignaciones de 1557, se suceden, y la suerte de unos arrastra como en un torbellino a la de otros.43 Paralelamente, los grandes financieros extranjeros pierden la confianza en las ferias: en 1567, sin ir más lejos, la República de Génova toma la decisión de prohibir los cambios con España y, poco después, en 1571, se decide lo mismo en Lyon.44 Por entonces, además, ya se habían comenzado a librar letras de cambio con vencimiento a fecha fija (y no sobre periodos de ferias) sobre Madrid en conexión con Alcalá 41. Y señaladamente por Lapeyre, que titula de esa manera —“El gran desorden de las ferias (1559-1578)”— uno de los apartados del capítulo IV de su libro sobre los Ruiz, el dedicado en concreto a las ferias de Castilla (Henri Lapeyre 2008: 435444). 42. A algunas de estas prórrogas y a sus causas se refieren Espejo, Cristóbal y Paz (1908: 261 y ss.). 43. Amén de los trabajos de Espejo y Paz, Lapeyre, Felipe Ruiz y otros autores, que dan cuenta de muchos de estos episodios, tomados frecuentemente de la correspondencia mercantil, tan proclive a difundir noticias de este tipo, véase el estudio de Abed Al-Hussein (1986b: II, 221-266), en donde se analizan algunas de las bancarrotas documentadas en los protocolos notariales de Medina durante los años 1548 a 1575. El propio Abed Al-Hussein, en otro capítulo de esta misma obra (“Los cambios y el mercado del dinero medinense”, p. 70), proporciona el interesante dato de que, de 10.150 letras de cambio protestadas formalmente ante los escribanos de Medina entre 1509 y 1574, solo 1.985 lo fueron en los años 15091550, mientras que las 8.165 restantes están fechadas en el tercer cuarto del siglo (1551-1574), que conoció las dificultades económicas coyunturales que estamos comentando. 44. Lapeyre (2008: 440).

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de Henares, lo que amenazaba la supervivencia de los cambios de Medina y auguraba la decadencia de sus ferias de pagos y, por ende, de la localidad que las acogía.45 Lo peor, sin embargo, estaba por llegar. Después de unos años en que los retrasos se acumularon y los pagos se celebraron desconcertadamente, superponiéndose unas ferias sobre otras, el decreto de 1 de septiembre de 1575, por el que Felipe II suspendía los pagos de la monarquía y anunciaba la revisión de los asientos hechos desde 1560, quebrantó todavía más el crédito e hirió de muerte a las ferias de Medina del Campo. De hecho, estas no volvieron a celebrarse hasta finales de 1578, meses después de la conclusión, el 9 de diciembre de 1577, del medio general por el que se restablecía a los genoveses en la posición de la que se les había querido desplazar dos años antes.46 Pese al éxito inicial de las reformas de 1578 y 1583 y a que una relativa regularidad presidió desde entonces su celebración, las ferias de Medina no volvieron a recobrar su antiguo esplendor. Si bien Henri Lapeyre se muestra optimista y piensa que “hasta 1594 las ferias de Medina del Campo funcionaron con bastante brillantez”,47 y, aunque es evidente que muchos de los negocios emprendidos por Simón Ruiz durante estos años, ya más en calidad de financiero que en la de comerciante, corrieron pingües,48 lo cierto es que el volumen global de la contratación bajó muchísimo y que la competencia de Madrid y de Alcalá asomaba como una realidad amenazadora que las providencias dadas en 28 de julio de 1571 y 7 de diciembre de 1578 no consiguieron modificar. Con tales medidas se había querido prohibir, en efecto, de forma que no cabe calificar sino de voluntarista, el cambiar del extranjero para Castilla sobre otro lugar que no fuesen las ferias de Medina y, en general, los llamados cambios al uso a pagar fuera de feria,49 cuando lo cierto es que semejantes propósitos tropezaban con la opinión general de los hombres de negocios, partidarios más bien de la libertad 45. A su vez, los pagos de Medina de Rioseco y Villalón habían dejado de existir desde 1567-1568, aunque subsistirán sus ferias de mercancías. 46. Ruiz Martín (1990b: 16-30; 1968). Además, Lovett (1980a, 1980b). Interpretaciones recientes (y no precisamente coincidentes) de estos hechos en Carlos Morales (2008); Álvarez Nogal y Chamley (2013), y Drelichman y Voth (2014). También Marcos Martín (2015). 47. Lapeyre (2008: 450): p. 450. 48. Casado Alonso (2008). 49. Espejo y Paz (1908: 298) y CODOIN, tomo XVII, pp. 555-556.

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de los cambios. Es más, la real cédula de 7 de julio de 1583 terminó por reconocer la libertad de cambiar desde el exterior para otras plazas del interior siempre que no fuese durante los cien días que duraban las ferias de Medina. En la práctica, ello significaba el fin del monopolio de los cambios de Medina del Campo y el reconocimiento de la emergencia de Madrid como gran mercado financiero, en donde desde hacía algunos años venían concluyéndose los asientos de la monarquía. Aunque por esta última razón la Corona se abstuvo progresivamente de intervenir en las ferias, con lo cual estas dejaron de experimentar muchas de las interferencias perturbadoras de antaño y se garantizó el funcionamiento más o menos regular de los pagos, ese desplazamiento hacia la corte de la negociación del crédito de la monarquía (y de la actividad financiera en general, habida cuenta de su íntima conexión con las finanzas regias y con las oportunidades que deparaban los tesoros americanos) no podía dejar de tener importantes consecuencias para su porvenir, al quedar privadas de buena parte del lubricante que antes las animaba. El decreto de suspensión de pagos de 1596, en virtud del cual Felipe II retomó nuevamente para sí las rentas asignadas a sus acreedores, propinó un golpe prácticamente mortal a las ferias de Medina, que desde 1594 venían arrastrando nuevos problemas. De hecho, hasta octubre de 1598, casi un año después de la publicación del medio general de 1 de noviembre de 1597, no volvió a celebrarse ninguna feria. En 1602, como consecuencia de la reorganización, a escala regional, de las funciones urbanas que siguió al establecimiento de la corte en Valladolid, las ferias fueron trasladadas a Burgos para volver en 1604 de nuevo a Medina, que, en el entretanto, se había podido beneficiar de la presencia de la Chancillería.50 Sin embargo, después de esa fecha, la contratación, lejos de recuperarse, 50. Los efectos económicos positivos de la presencia de la Chancillería, una gran empresa de servicios jurídicos, si se me permite la expresión, que atraía a numerosas personas y contaba con un plantel de jueces, ministros y oficiales también numeroso, no se le escaparon a López Ossorio, que escribe al respecto: “Fue en una gran ocasión, porque la contratación y los negocios del Reino que sustentaban a Medina iban ya acabando y degenerando, y con la gran merced que S. M. la hizo, la resucitó y la dio nueva vida”; para concluir un poco más adelante de esta manera: “Saliendo de aquí la Real Audiencia, quedó este pueblo del todo acabado, porque sin ella y sin contratación, que es la que siempre la tuvo en pie, considere el discreto [lector] cuál puede ser esta república” (Rodríguez y Fernández 19031904: 320).

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continuó languideciendo hasta prácticamente desaparecer. Da buena cuenta de ello la varias veces citada Relación de la antigüedad y sitio de Medina del Campo y sus ferias de 1606,51 que no es sino un memorial enviado por la villa a Su Majestad una vez que la corte se hubo asentado de manera definitiva en Madrid, en el que los munícipes medinenses reclamaban medidas (“una orden”) que permitiesen la restauración pronta de sus ferias, y que, como algunos similares enviados en el pasado y otros varios que se remitirán en el futuro, constituye un auténtico prontuario de las causas que habían llevado a aquellas desde la grandeza y esplendor de hacía relativamente poco tiempo a la postración y ruina de estos primeros años del siglo xvii. Las ferias, empero, no desaparecieron entonces. Al menos formalmente continuaron existiendo durante todo el siglo xvii; es más, año tras año, siguieron haciéndose las cotizaciones de los cambios, determinándose el precio a pagar en maravedíes por escudo en otras plazas de contratación,52 unas operaciones, por cierto, que se realizaban en las salas del ayuntamiento y que pueden seguirse a través de los libros de actas municipales de la villa, donde han quedado registradas. Eran estas, no obstante, ceremonias en buena medida rituales, de escasa o ninguna efectividad práctica, ecos en definitiva de un pasado que a propios y extraños debía parecer cada vez más lejano. Así describe Juan Montalvo, por ejemplo, este curioso hecho:53 Tenía privilegio Medina para que se fueran a hacer allí los pagos y precios de cambiar dineros para diferentes reinos, y hoy [1633 o 1634], para cumplir con esto ceremoniosamente, envían allí los hombres de negocios tres o cuatro criados, cada uno con poder de muchos, y estos hacen el cuento que llaman de cambiar, siendo todo propter forma y no como deben, en que recibe infinito perjuicio Medina del Campo, y aunque ha replicado diferentes veces y pedido cumplimiento de sus privilegios y antiguas ordenanzas y restitución de sus concursos, no lo ha podido conseguir.

Será finalmente la Junta de Incorporación, creada a comienzos del siglo xviii para, entre otras cosas, proceder a la revisión de los títulos 51. CODOIN, tomo XVII, pp. 541-574. 52. Lapeyre (2008: 452). 53. Rodríguez y Fernández (1902-1903: 413-414). Sobre la virtualidad de estas cotizaciones en las “casas de feria” de Valencia durante todo el siglo xvii y principios del xviii, véase Ruiz Martín (1992).

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de todos aquellos bienes y efectos enajenados de la Corona, la que selló definitivamente la desaparición de las antiguas ferias de Medina del Campo. La villa, en efecto, no pudo exhibir ningún título de pertenencia que respaldase su derecho a celebrar ferias, sencillamente porque no lo tenía. Pero, por lo que sabemos, tampoco los regidores de su ayuntamiento hicieron demasiados esfuerzos para remediar semejante carencia y recuperar lo que de facto hacía tiempo había dejado de existir. Regresemos a 1575, porque en ese año tuvo lugar otro acontecimiento que afectó de forma no menos decisiva a las ferias, y, en particular, a lo que estas tenían de ferias de mercaderías. Nos referimos al aumento del encabezamiento general de las alcabalas, que en el caso de Medina supuso además la supresión automática de las franquicias de que había gozado hasta ese momento, dos circunstancias que provocarían la desbandada de mercaderes y el menoscabo de la contratación, y que terminarían por afectar también, lógicamente, a las actividades productivas urbanas. Consistían dichas franquicias en la exención del pago de la alcabala durante los cien días que duraban las ferias, repartidos entre la de mayo y la de octubre, así como durante los siete mercados que se celebraban los jueves de cada semana, desde el Jueves Santo hasta el del Corpus Christi. La exención, en realidad, no era total: las mercancías que se vendían en las ferias de mayo y octubre, por ejemplo, pagaban el once al millar, o sea, el 1,1% ad valorem, y los ganados que concurrían a los siete mercados dichos, el diecisiete al millar, esto es, el 1,7%. Pero se trataba, qué duda cabe, de tarifas reducidas y asumibles (“eran de poco daño en la feria respecto de la grande utilidad que el mucho concurso de gente halla[ba] en concurrir a ella”), sobre todo en comparación con la de ciento al millar con que se gravaba rigurosamente a las mercancías que se vendían fuera de feria,54 es decir, el 10% que, en teoría, se aplicaba a las localidades y ramos alcabalatorios no exentos. Como es sabido, la Real Hacienda no solía recaudar directamente las alcabalas, sino que las arrendaba o, todavía más a menudo, las encabezaba en un tanto alzado, generalmente junto con las tercias. Las ventajas que este régimen de cobranza reportaba a aquellas ciudades, villas y lugares cuya población en cifras absolutas aumentaba o se 54. CODOIN, tomo XVII, pp. 546-547.

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mantenía estable eran manifiestas. No ocurría lo mismo, sin embargo, con aquellas otras cuyo vecindario disminuía, pues la cantidad en la que se habían concertado, una vez producido el descenso de población, habían de distribuirla entre un menor número de contribuyentes, amén de verse obligadas a gravar unas actividades económicas que presumiblemente no estaban atravesando por sus mejores momentos. Pues bien, la Medina del Campo de la segunda mitad del siglo xvi constituye un claro ejemplo de hasta qué punto esta segunda posibilidad podía hacerse realidad y, sobre todo, de cómo podía llegar a afectar a sus fundamentos económicos. En concreto, las vicisitudes por las que atravesó la villa a la hora de concertar su participación en el encabezamiento general y, en otras ocasiones, su negativa a aceptar las cantidades que se le asignaban, situación esta que abría la puerta a que se le impusieran otras formas de recaudación más gravosas, como la administración directa a cargo de oficiales de la Real Hacienda, son aspectos bien ilustrativos de ese devenir, particularmente por lo que hace a la trayectoria de su población y a la evolución de las ferias. Durante la primera mitad del Quinientos, Medina del Campo mantuvo encabezadas sus alcabalas y tercias junto con los lugares de su Tierra, entrando a formar parte de los encabezamientos generales negociados para todo el reino.55 La cuota pagada apenas varió a lo largo de dicho periodo, oscilando entre los 8.510.000 maravedíes anuales con que contribuyó en el decenio 1537-1546 y los 8.530.000 maravedíes aceptados para los diez años siguientes. Con la llegada al trono de Felipe II, empero, la situación cambió radicalmente. En 1564, Medina y su distrito aceptaron entrar en el encabezamiento general aprobado por las Cortes para el periodo 1562-1576, comprometiéndose a contribuir con 12.400.000 maravedíes cada año. La subida, por el momento, no era excesiva, como ocurrió asimismo a escala de todo el reino, tanto más si se tiene en cuenta el alza paralela de los precios, una circunstancia que, durante la primera mitad de la centuria, había propiciado incluso que la carga fiscal por este concepto disminuyera en términos relativos. Sin embargo, las dificultades crecientes de la Hacienda regia llevaron a la Corona a solicitar un nuevo aumento del encabezamiento, el cual había de entrar en vigor el 1 de enero de 1575, es decir, dos años

55. Para lo que sigue, mientras no se indique otra cosa, AGS Expedientes de Hacienda leg. 125; y Moraleja Pinilla (1971: 183 y ss.).

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antes de que expirase el plazo anterior. En esta ocasión la subida sí fue importante, tanto por su cuantía como por la brusquedad con la que se produjo, pues no hubo tiempo material para reaccionar; y, aunque es cierto que el Consejo de Hacienda trató de justificar dicha medida con el argumento de que el monarca no estaba cobrando todo el gravamen al que tenía derecho (el teórico 10%), es evidente que tanto las actividades manufactureras urbanas como el tráfico mercantil iban a sufrir las consecuencias de un golpe tan repentino. Medina del Campo, para quien las nuevas exigencias tributarias comportaban, como se ha dicho, la abrogación de sus franquicias y exenciones, rechazó entrar en el encabezamiento general que le asignaba, junto con los lugares de su Tierra, una cantidad de 40 millones de maravedíes. Obviamente, no le resultó fácil tomar una decisión así, por lo mucho que suponía de pérdida de control sobre sus propias contribuciones; con ella, en efecto, su concejo, justicia y regimiento renunciaban voluntariamente a las ventajas derivadas de mantener en sus manos la cobranza y gestión del impuesto, renuncia que no hacía sino mostrar la gravedad de la situación por la que en esos momentos atravesaba la villa. El resultado fue que las villas y lugares de la Tierra se encabezaron aparte por un valor de 3.168.000 maravedíes, y para un periodo de diez años,56 mientras que las alcabalas de Medina se administraron directamente por el Consejo de Hacienda a través del contador Luis Peralta, quien, pese a exigir la totalidad del gravamen, no consiguió recaudar los 20 millones que la villa, en alguna de las negociaciones previas, había llegado a ofrecer. López Ossorio destaca en su crónica, escrita hacia 1615, la trascendencia que tuvieron estos hechos para la historia posterior de la villa cuando señala que “el principio que tuvo Medina para caer de su grandeza y gran contratación fue desde el año 1575 que vino el nuevo crecimiento de alcabalas”, pues, aunque es verdad que ya no estaba con la pujanza antigua —su testimonio nos permite asimismo

56. Es decir, Medina del Campo desistió asimismo de la posibilidad de transferir a los lugares de su partido parte de la carga fiscal que le hubiera correspondido pagar, algo que seguramente había practicado con anterioridad y que está en la base de la segregación protagonizada —antes y después de 1575— por algunos lugares de su jurisdicción tras adquirir, a título oneroso, el correspondiente privilegio de villazgo. Véase a nivel general Marcos Martín (2014), y, para el caso particular de Medina del Campo y su Tierra, González Díaz (1986).

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enmarcar coyunturalmente el episodio en cuestión—, “a lo menos estaba para sustentarse, que no hubiera caído sino antes aumentádose”.57 Cuenta nuestro cronista que, a la sazón, residían en Medina, con muchas mercaderías, comerciantes de Toledo, Segovia, Cuenca, Torrecilla, Ávila y de otras partes donde se fabricaban paños y sedas, así como de Bilbao, San Sebastián, Laredo y otros puertos. Había también en la villa muchas lonjas con abundancia de mercaderías de Francia, Flandes, Florencia y Portugal, que se reponían constantemente, de suerte que “esto era una rueda viva que nunca paraba”. A Medina acudían, a su vez, gentes de todo el reino a comprar esas y otras mercaderías, “que venían a ella como a una aduana”, siempre al fiado, “y como los créditos en aquel tiempo eran tan grandes, ninguno venía a esta villa que no [se] fuera cargado de mercaderías...”. Pues bien, todo este edificio se resquebrajó a causa de las molestias que el tal Luis Peralta y sus ministros empezaron a hacer con los mercaderes, pues les llevaban, de diez, uno, cosa que las mercaderías, acostumbradas a un mejor trato fiscal, no lo pudieron soportar. O, simplemente, no quisieron hacerlo. De hecho, los mercaderes, viendo que no les rendía cuenta pagar tantos derechos, dieron orden a sus agentes para que vendiesen lo que tenían de más perentorio en las lonjas y se volviesen a sus casas. El comentario final de López Ossorio no tiene desperdicio y merece reproducirse:58 Hízose así de suerte y manera que en lugar de encabezar a Medina la descabezaron y totalmente acabaron, porque este fue su principio respecto de cómo las lonjas se cerraron y no había las mercaderías que solían venir a comprar los mercaderes y villas del Reino ordinariamente, y como vieron la villa tan desierta de mercaderes y mercaderías fueles forzoso irlas a buscar a las partes donde se fabrican, que jamás solían pasar de esta villa, por hallar en ella todas las mercaderías que habían menester...

El relato que nos ha dejado López Ossorio de estos acontecimientos guarda muchas semejanzas con el de la Relación de 1606, sin duda porque nuestro cronista pudo acceder a ella y consultarla. Ambos escritos ponen asimismo el acento en el desplazamiento del tráfico comercial lejos de Medina como otra de las consecuencias que trajo 57. Rodríguez y Fernández (1902-1903: 314). 58. Rodríguez y Fernández (1902-1903: 315).

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consigo la decisión de crecer las alcabalas y que más determinante se habría de revelar para su inmediato porvenir. Lo hace la citada Relación con estas palabras:59 Lo cual fue causa de que las mercaderías de fuera del reino se quedasen en los puertos de Vizcaya, donde no pagan alcabala, y que se pierda la primera venta de Medina. Y las villas y lugares del reino, gravando los obrajes de mercaderías que en ellas hay, con la nueva carga del crecimiento de las alcabalas sobre su valor, estorbaron el espidiente de ellas en feria, pues aunque las llevasen a ella, no gozaban de la franqueza, porque no se las dejaban sacar libres como lo dispone la ley sino con la carga de la alcabala, la cual no se debe por el obraje, sino por razón de la venta, y así a un mismo tiempo se halló Medina desamparada de las mercaderías del reino y de las de fuera de él, y estas en los puertos de Vizcaya que son libres de alcabala...

Y López Ossorio incide en la misma idea:60 [...] se desasendereó de esta villa la gente que venía a comprar, y no hallando mercaderías resolvieron irlas a buscar a su nacimiento, porque antes, de cuatro navíos que venían a los puertos, tres se vendían en Medina del Campo; y esto cesó por las molestias que el administrador hacía a los mercaderes que traían a ella sus mercaderías, que era Medina aduana adonde todo el Reino acudía a proveerse. De no bajar la mercadería como solía e irla a buscar a los puertos ha resultado el sacar la moneda del Reino y que los que van a comprar a los puertos anden por acá buscando escudos doblados y reales de a ocho, porque los extranjeros no quieren menor moneda.

Hay que matizar, sin duda, unos diagnósticos tan pesimistas como estos, pues está claro que la contratación mercantil no se hundió tan rápidamente como en ellos se presume. Pero tal reconocimiento no debe servir para negar las evidencias y caer en el extremo opuesto. Por lo pronto, en ninguno de los años siguientes las alcabalas de Medina rindieron los 40 cuentos que se había presumido que podía pagar (y se le habían imputado) en 1575, manteniéndose las recaudaciones, no obstante el rigor recaudatorio aplicado, más o menos en torno a la mitad de esa cifra: 17.280.175 maravedíes en 1576, 20.032.848 en

59. CODOIN, tomo XVII, p. 561. 60. Rodríguez y Fernández (1902-1903: 318).

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1577, 18.964.744 en 1578, 19.762.603 en 1579 y 21.639.735 en 1580.61 En 1582 y 1583, la villa accedió a encabezarse de nuevo, en este caso por un precio de 17.500.000 maravedíes,62 que aunque lo juzgó elevado a tenor de la situación económica por la que atravesaba, le permitía escapar de la severidad de la administración directa;63 incluso aceptaría más tarde una prórroga de dicho encabezamiento hasta 1588. En este año, consiguió una nueva rebaja en la cuantía del encabezamiento, que quedó fijada en 16.061.365 maravedíes;64 sin embargo, Medina no pudo sostener más de dos años lo pactado entonces, pues en 1590 su concejo rechazó la prórroga prevista para los seis años siguientes y hubo de solicitar una vez más el cobro directo de las alcabalas por parte de la administración, que, pese al rigor con que se llevó a cabo, no sobrepasó los 11.500.000 maravedíes. Los regidores de Medina encontraron en este hecho un buen argumento para solicitar una nueva rebaja, cosa que consiguieron en 1592 y en 1593, encabezándose durante estos años en un precio de 12.000.000 de maravedíes,65 cantidad que, sin embargo, hubieron de rehusar enseguida al considerarla excesiva, por lo que pidieron una nueva administración para los años 1594 y 1595. En 1596, con motivo de la prórroga del encabezamiento general, el concejo de Medina, previo informe de los distintos miembros contribuyentes, rechazó una vez más el encabezamiento, lo que abrió un nuevo periodo de administración que se extendió hasta 1599,66 año en que se consiguió uno de 61. Lapeyre (2008: 443). AGS Consejo y Juntas de Hacienda leg. 193. 62. Véase el poder que el 22 de enero de 1582 dio el concejo de Medina al señor Fernando de Frías Ceballos, regidor y vecino de ella, para que pudiese comparecer ante el Consejo de Hacienda a encabezar a la villa por dos años, este de 1582 y el de 1583. AGS Consejo y Juntas de Hacienda leg. 193. 63. En una carta sin fecha (pero posterior a otra de Juan Vázquez de Salazar, secretario del Consejo de la Cámara, a la villa, de 25 de julio de 1582), Medina del Campo pedía que en el próximo encabezamiento general se le hiciese merced (esto es, se le rebajase su cuota) “para que pueda volver y restaurar algo de lo tanto que ha perdido y padecido en los años de atrás que ha estado en administración, con tanto rigor que le fue fuerza encabezarse por más precio del que podía servir”. AGS Diversos de Castilla leg. 10-44. 64. AGS Consejo y Juntas de Hacienda leg. 561. Rodríguez y Fernández (1903-1904: 629), el encabezamiento en los años 1588 y 1589 ascendió a 15.825.000 maravedíes, o sea, una cantidad ligeramente inferior. 65. AGS Consejo y Juntas de Hacienda leg. 561. 66. Según Ulloa (1977: 226), se recaudaron las cantidades siguientes: 8.106.904 maravedíes en 1596, 9.949.264 en 1597 y 9.088.422 en 1598.

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6.400.000 maravedíes para los diez años siguientes,67 precio que era, se recalcará, justamente la mitad del concertado por el conjunto formado por la villa y su Tierra para cada una de las anualidades del periodo 1562-1576, o sea, antes de la fuerte subida de 1575, cuando Medina disfrutaba todavía de sus franquicias y exenciones; o, si se prefiere, más de tres veces inferior a la recaudación obtenida en administración en los años inmediatamente posteriores a ese fatídico año, que era, a su vez, la mitad de lo que se había exigido a la villa en un principio. Y esto, se advertirá, en términos puramente nominales, pues el alza de precios de la segunda mitad del siglo xvi no había hecho otra cosa que menoscabar el valor real de dicha cantidad. El panorama, en cualquier caso, lejos de mejorar en el transcurso de los años siguientes, continuó empeorando. En una nota al margen de unos papeles de 1619 relacionados con la baja solicitada en el precio de su encabezamiento por la ciudad de Burgos, ciudad que atravesaba por una situación de falta de vecindad, tratos y caudales similar a la de Medina del Campo, su autor, presumiblemente un contador de la Contaduría Mayor de Hacienda, después de consignar cuál había sido la evolución de las alcabalas de la villa en los últimos veinte años, describía su situación respecto del citado impuesto de la siguiente manera: “Oy, por su poca sustancia, se administra”.68 Poca sustancia... Sí, es decir, pocos tratos y comercios... y pocos contribuyentes. Pues bien, entre esos parámetros de poquedad, tan distintos de los que habían imperado a mediados del siglo xvi, discurrirá la historia de la villa de las ferias hasta por lo menos mediados del siglo xix, en que, convertida en nudo ferroviario y centro de comunicaciones, empezó a descollar de nuevo como importante centro comarcal de distribución de productos y como incipiente núcleo industrial. Los últimos años del siglo xvi y primeros del siglo xvii conocieron la aparición y propagación de una violenta epidemia de peste que tuvo graves consecuencias para Castilla. Sin embargo, en Medina del Campo la enfermedad pestífera no alcanzó, según todos los datos de que disponemos, la misma virulencia que en otras localidades más o menos próximas. Sería erróneo, por tanto, achacar el descenso de su población a una extensión del contagio, aunque es evidente que la peste

67. AGS Consejo y Juntas de Hacienda leg. 561. 68. Idem.

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contribuyó a acentuar un proceso que se había iniciado algunos decenios antes y que había estado propiciado, básicamente, por el abandono progresivo de la villa de una porción considerable de su vecindario. Mayores consecuencias, en todo caso, para el futuro demográfico de Medina tuvo el decreto de expulsión de los moriscos de 1609. El vecindario de 1597 registra la presencia de 90 vecinos con la mención de moriscos, o sea, el 4,7% del total, una cifra que no refleja, sin embargo, la entera realidad cuantitativa de este sector de la población.69 En efecto, en los momentos previos a la expulsión, según la información recopilada por el Consejo de Estado, había en Medina 140 fuegos de moriscos, de los cuales 15 pertenecían a moriscos antiguos o mudéjares. Es más, si nos atenemos a las listas oficiales de expulsados, salieron de Medina 123 vecinos moriscos, equivalentes a 549 personas,70 lo que para una población en continuo descenso hubo de suponer una pérdida importante. La hemorragia demográfica, pues, no cesaba. Poco después de la expulsión de los moriscos, en la sesión del concejo de 20 de marzo de 1611 en la que se trató de la conveniencia de entrar en el nuevo encabezamiento, los regidores se hicieron cargo de la “gran deminución en que está [la villa] de un año a esta parte”, pues “no tiene de 800 vecinos arriba”; en consecuencia, se negaron a aceptar el encabezamiento que, según ellos, “sería causa para que los pocos vecinos que han quedado se fueran desta villa por la gran ruina...”.71 Es muy probable que los munícipes medinenses exagerasen una vez más, pero no tanto como en principio pudiera suponerse. En 1625, con motivo del reparto del donativo pedido por Felipe IV a sus vasallos, se confeccionó un nuevo recuento de la población, que arrojó un total de 870 vecinos. No se computaron, empero, los eclesiásticos ni los hidalgos (aunque se mencionan 39 hacendados y 12 viudas de señores), ni tampoco la población ociosa (sin profesión) y dependiente. Lo más probable, por tanto, una vez sumados estos grupos, es que la población de Medina del Campo anduviese entonces por encima de los mil vecinos, siendo la cifra de 1194 dada por Moraleja Pinilla para 1626 la que mejor se aviene con nuestras estimaciones.72 69. 70. 71. 72.

AGS Expedientes de Hacienda leg. 125. Lapeyre (1959: 198). Cit. por Moraleja Pinilla (1971: 175). Ibidem: 233 y 378-379.

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Sin embargo, Medina todavía no había llegado a la postración en la que iba a sumirse en los años siguientes. La desgracia del convento de San Agustín en 1629, mortalidad de tipo accidental pero catastrófica en cuanto a sus efectos,73 y la crisis de 1628-1632, a la vez epidémica y de subsistencias (y bastante más mortífera que la de 1598-1602),74 vinieron a reducir aún más el vecindario de la villa y a comprometer sus posibilidades de crecimiento para los años siguientes. Al decir de Juan Montalvo, testigo presencial de los hechos que relatamos, Medina del Campo, que a comienzos de 1631 no superaba ya el listón de los mil vecinos, tenía, en 1633, únicamente 700, habiéndole faltado 350 familias entre ambas fechas.75 Estos datos concuerdan con la cifra de 800 vecinos que otorga a Medina el llamado “censo de la sal” de 1631,76 por lo que todo indica (aun considerando las deficiencias que pudieran tener los recuentos de los que proceden) que Medina del Campo se encontraba ya, en estos primeros años de la década de los treinta del siglo xvii, por debajo de aquel umbral del millar de vecinos. Rebajada, pues, a la categoría de una pequeña localidad por el número de sus habitantes, Medina iba a ver incrementado su desconsuelo al comprobar cómo la concesión, tras la desgracia del hundimiento de San Agustín, de un mercado franco los lunes de cada semana (merced por la que se había mostrado dispuesta a servir a Su Majestad con 5.000 ducados) le era contestada no ya por algunas localidades vecinas, sino por el propio fiscal del Consejo de Hacienda. Precisamente los últimos capítulos del Memorial Histórico constituyen el alegato que Juan Montalvo escribió en defensa de los derechos de la villa en el pleito que sobre este asunto pendía en el Consejo de Hacienda. Todos los argumentos por él aducidos se encaminaban a demostrar que, del sobredicho mercado franco de Medina, ni la Hacienda regia ni la 73. “Entre las pérdidas grandes que Medina ha tenido, la que más pena comunicó a los corazones de todos fue aquella tan sabida como lastimosa desgracia del año 1629, cuando desprendiéndose las bóvedas de la iglesia de San Agustín, un viernes santo, en el sermón de la Soledad, se vio un riguroso castigo de Dios, ejecutado por sus secretos juicios en más de doscientas treinta personas, que de improviso perdieron la vida, con tanta atrocidad que por iglesia, claustro y calles solo se veían cuerpos hechos pedazos y arroyos de sangre, y después murieron otras muchas de las heridas allí recibidas” (Rodríguez y Fernández 1902-1903: 415). 74. Marcos Martín (1978: 225-237). 75. Rodríguez y Fernández (1902-1903: 416). 76. AGS Dirección General del Tesoro invent. 24 leg. 1169, fol. 153r.

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comarca podían recibir quiebra, sino solo acrecentamiento. Al fin y al cabo, según manifestaba en sus conclusiones, [...] el mercado de Medina, una vez establecido, podrá ser malo o medianamente bueno. Si es malo, ya queda a V. M. el encabezamiento perpetuo; si es medianamente bueno, atraerá regular concurso sin menoscabo apreciable de los otros mercados; y si fuere bueno en grado superior, proporcional al aumento de población y comercio, será el [aumento] de las rentas de la Real Hacienda, y este aumento de la contratación ya refluiría en provecho también de los mercados colindantes, por ventajas de cercanía para los cambios comerciales.

Medina pagaba en estos momentos solo 3.500.000 maravedíes por el encabezamiento de sus alcabalas, o sea, casi la mitad menos que en el periodo 1600-1610 (y, además, cosa a tener muy en cuenta, no en plata como antaño, sino en vellón), lo que constituye una buena demostración del hundimiento económico y demográfico que padecía. Y es que, si a la villa no se le despachaba finalmente el privilegio del mercado franco que solicitaba y se perdía totalmente, lo único que cabía esperar es que, en lo sucesivo, pagase todavía menos; en cambio, si conseguía levantarse, “pagará tanto o más que antes”. Para Montalvo, los mercados francos en lugares de patrimonio real en manera alguna podían considerarse perjudiciales (sí lo eran, por el contrario, los radicados en localidades de señorío al desplazarse hacia ellas el comercio “por vivir con bajos encabezamientos y no tener alcabalas S.M.”, como podía comprobarse por los que se habían vendido recientemente a algunos señores), e insistía en que “dar el mercado a Medina es darle aun parte pequeña de lo mucho que solía tener”. Es más, si no alcanzaba esa pretensión y no se ponía remedio a la crítica situación por la que atravesaba, Medina verá arrasados sus edificios; los vecinos y oficiales que en ella viven, defraudada esta esperanza, se irán y quedará hecho páramo y desierto lo que ayer fue lugar de tantas calidades; y los templos, que han sido relicarios de Dios y sepultura de personas reales, llegarán a ser albergue de brutos o ruinas, como muchos de los que hay ya ejemplos.

De nuevo, pues, la nostalgia ocupando el centro de la narración, esa tristeza melancólica causada por el recuerdo de un tiempo perdido, por el contraste entre el pasado y el presente, que se acrecentaba además al

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considerar las incertidumbres tan poco halagüeñas del tiempo por venir.77 Ciertamente, es muy probable, hemos insistido en ello, que quienes dejaron constancia escrita de ese sentimiento, esto es, los Montalvo, los López Ossorio y tantos otros, exagerasen u ofreciesen una visión distorsionada de la realidad. Y, sin embargo, los datos que nos han llegado sugieren que no andaban muy desencaminados, que tenían, en resumidas cuentas, bastante razón. Medina del Campo se había vaciado de gente, de modo que “solo con los sitios despoblados de muros adentro [decía el propio Juan Montalvo hacia 1633-1634] hay capacidad para sembrar y coger más de veinte mil fanegas de trigo”.78 Tal era, en efecto, la imagen de cascarón vacío que transmitía una localidad que en 1646 contabilizaba únicamente 650 vecinos.79 Que no fuera exactamente esa la población de Medina, pues hay que dudar de la veracidad de un recuento confeccionado a escala de la Corona de Castilla para proceder a la venta forzosa de juros y que bien pudo dejar fuera a quienes carecían completamente de medios para adquirirlos; o que esa población alcanzase en realidad los 818 vecinos, como se desprende de un padrón realizado calle por calle en 1648, del que proporciona alguna noticia Moraleja Pinilla,80 es una disyuntiva que no cambia para nada el hecho fundamental que hay que destacar: que a mediados del siglo xvii, el vecindario de la villa era seis, siete u ocho veces inferior al de los mejores momentos de la centuria anterior. En el transcurso de la segunda mitad del siglo xvi, la población de Medina del Campo aumentó en cifras absolutas, evolución que se vio favorecida por la reactivación de la corriente inmigratoria procedente del norte cantábrico y galaico. Es posible, sin embargo, que en estos primeros compases del segundo tramo del siglo el número de vecinos continuara disminuyendo. Así se deduce de algunos testimonios documentales, harto reveladores por otra parte de la verdadera situación económica por la que entonces atravesaba la villa. En 1662, por ejemplo, Medina solicitó y obtuvo una rebaja de 317.000 maravedíes sobre los 1.517.000 maravedíes que había venido pagando hasta entonces en concepto de quiebras de millones, contribución que, a partir de ese momento, quedó fijada en 1.200.000 maravedíes. También le fue 77. 78. 79. 80.

Rodríguez y Fernández (1902-1903: 432-436). Ibidem: 431. AGS Diversos de Castilla leg. 23. Moraleja Pinilla (1971: 233).

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condonada una parte de los 2.479.782 maravedíes que debía de atrasos de dicho tributo, dándosele asimismo la oportunidad de renegociar el pago de la restante cantidad. Para conseguir lo uno y lo otro, Medina había alegado su “corta vecindad”: según ella, solo tenía 556 vecinos, de los cuales 78 eran pobres de solemnidad, 55 clérigos y 18 soldados, y el resto, la mayor parte oficiales y labradores, “siendo pocos los que moderadamente se hallan acomodados”, información que, por cierto, el Consejo de Hacienda en Sala de Millones, tras realizar las oportunas comprobaciones, dio por buena, por lo que propuso al monarca, en consulta del 6 de agosto, la referida baja.81 Disfrutaba Medina por el mismo motivo de rebajas en el pago del servicio ordinario y extraordinario. Hasta 1614, se le repartieron por este concepto en cada trienio 826.066 maravedíes, habida cuenta de los 1882 vecinos pecheros que tenía en 1591; empero, desde el trienio que cumplió en 1617 y hasta el que finalizó en 1653, se le hicieron diferentes bajas “en consideración de su necesidad y falta de vecindad a que se allaua reduçida”, restándosele de aquella cantidad 376.076 maravedíes. En 1656, pretendió la villa que se le continuase haciendo la misma gracia para el trienio anterior y el siguiente, de manera que se hicieron nuevos informes y diligencias con el fin de reconocer su situación. De ellos resultó que, en dicho año, su vecindad no pasaba de 550 vecinos “de todos estados”, y que, por haber faltado los tratos y comercios que había en ella y conocido otras ruinas, habían quedado sus vecinos en “suma pobreza”. Es decir, no se trataba solo de que su vecindario hubiese menguado considerablemente, de que calles enteras estuviesen desiertas y arruinadas las casas o de que siete de sus antiguas parroquias se hubiesen resumido en otras por haber perdido sus feligreses. Ocurría también —y sobre todo— que las actividades económicas se habían ruralizado y que muchos de los activos agrarios de antaño habían devenido en simples jornaleros que se sustentaban de cultivar las haciendas de 18 conventos de religiosos y religiosas. La única granjería que le había quedado a Medina era la de la cosecha del vino, pero la mayor parte de esta hacienda estaba también en manos de eclesiásticos e hidalgos.82

81. AGS Consejo y Juntas de Hacienda leg. 1153. 82. AGS Consejo y Juntas de Hacienda leg. 1264.

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Medina del Campo supo explotar su pobre situación para obtener prórrogas sucesivas de dicha gracia, las cuales eran concedidas por el Consejo de Hacienda después de comprobar, a través de los libros de la Contaduría de Rentas, que las representaciones hechas por la villa en cada ocasión eran ciertas.83 Todavía en 1700 el Consejo de Hacienda daba cuenta al monarca, en consulta de 27 de julio, de la pretensión de la villa de Medina del Campo de que, en atención a su falta de vecindad y caudales y a las cortas cosechas que había tenido en los años pasados, se le prorrogase la susodicha baja de 376.066 maravedíes del servicio ordinario y extraordinario por dos trienios más, siendo de parecer los consejeros que, por el momento, se hiciera tal cosa únicamente por el trienio que había comenzado a correr en enero de 1699.84 Semejante cautela quizá obedeciera a que el Consejo de Hacienda tenía noticias de que el vecindario de Medina del Campo se estaba recuperando, como en efecto así había sucedido en las últimas décadas y la evolución de los bautismos (además del cálculo de las tasas de natalidad) confirma fehacientemente. De hecho, el censo de 1694 otorga a la villa la cifra de 942 vecinos,85 que, si la relacionamos con las de 1646, 1656 o 1662, representa un incremento importante, aunque es algo más baja que la de 990 vecinos referida a 1683 y publicada por H. Kamen.86 Por consiguiente, no hay que descartar que el vecindario de Medina hubiese superado de nuevo a finales de la centuria el umbral de los mil vecinos, sobre todo si partimos del hecho de que tanto el censo de 1694 como ese cálculo de 1683 pecan por defecto; aunque tampoco es improbable que se quedase a un paso de alcanzar semejante magnitud. De esta coyuntura de leve mejoría forma parte también la concesión a Medina del Campo, por privilegio de Carlos II de 30 de junio de 1693, del mercado franco por el que había estado suspirando desde comienzos del siglo xvii, una vez perdidas las esperanzas de que las ferias pudieran volver a su antiguo ser, a cambio de un servicio de 4.000 ducados.87 Lo concedido finalmente, luego de que hubieran fracasado otras iniciativas similares anteriores, no era, sin embargo, como para 83. Algunas de estas prórrogas en AGS Consejo y Juntas de Hacienda legs. 1264 (consulta de 2/9/1669) y 1327 (consulta de 7/3/1673). 84. AGS Consejo y Juntas de Hacienda leg. 1703. 85. González (1829: 22). 86. Kamen (1981: 73). 87. AGS Mercedes y Privilegios leg. 304, fol. 12.

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echar las campanas al vuelo: ciertamente, todos los que fuesen a dicho mercado el día señalado a vender y contratar cualesquier mercaderías y mantenimientos, tanto por grueso como por menudo, estarían “libres, francos y exentos” de pagar alcabalas u otros derechos reales, pero tal cosa, aparte de no garantizar por sí misma la concurrencia de tratantes y mercaderes, no excusaba a la villa de tener que seguir pagando enteramente el precio del encabezamiento anual de dichas alcabalas y unos por ciento, así como el de todos los que en adelante se compusieren. Por otra parte, la operación no le salió gratis a Medina: la merced recibida lo fue a título oneroso y, aparte del servicio pecuniario realizado, la villa se obligó a seguir pagando cada 15 años (quindenios) la media annata del privilegio. Cabían serias dudas, pues, acerca de que una inversión como la referida resultara a la postre verdaderamente rentable. En cualquier caso, lo que sí es seguro es que aquel movimiento de recuperación demográfica de la segunda mitad del siglo xvii no acabó de consolidarse del todo ni garantizó un aumento constante y sostenido del vecindario de la villa durante la centuria siguiente. Dicho con otras palabras, Medina del Campo no participó del aumento general de la población que tuvo lugar, con ritmos e intensidades diferentes según las regiones, a lo largo del siglo xviii; es más, ni siquiera conseguirá mantener las cifras de población a las que había llegado tras el crecimiento de la segunda mitad del siglo xvii. Así, por ejemplo, en ningún momento del siglo xviii volvieron a alcanzarse los niveles de bautismos que ya se habían conseguido durante el último tercio del siglo anterior, de la misma manera que ninguno de los censos generales que se confeccionaron en aquella centuria contabilizó una población superior a los mil vecinos. Si bien las Respuestas Generales del catastro de Ensenada hablan, en 1752, de que la población de la villa se componía “como de mil vecinos”,88 el recuento pormenorizado de familias llevado a cabo sobre el libro correspondiente de las Respuestas Particulares arroja un total de 929 familias de todas las clases, equivalentes a 3441 habitantes, cifras que, puestas en relación, hacen una media de 3,7 personas por familia.89 Es verdad que a ellas habría que adicionar las familias

88. AGS Dirección General de Rentas 1ª remesa, libro 647. 89. Archivo Histórico Provincial de Valladolid, Catastro, libro 142.

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de una cincuentena, aproximadamente, de clérigos, pero tampoco esta operación nos permite llegar al referido listón de los mil vecinos. Además, los datos disponibles apuntan a que la población de la villa cayó incluso por debajo de dichas cifras. Así lo indica la evolución de los bautismos, y así lo sugiere también la información proporcionada por el Censo de Floridablanca (1787), que cuenta para Medina únicamente 3.454 habitantes, incluidos los eclesiásticos seculares y sus familiares, así como los religiosos y las religiosas que vivían en comunidades.90 Y es que, podemos decirlo así, la población y la riqueza habían huido definitivamente de Medina del Campo antes de que concluyera el siglo xvi. Lo malo es que tampoco se benefició del contexto de crecimiento económico general del siglo xviii y que, una vez cerrado este, o sea, entrado ya el siglo xix, todavía tendría que esperar bastantes años para salir de su secular postración. Marcan muy bien el contraste entre estas dos situaciones algunas de las contestaciones dadas por la villa al Interrogatorio General del Catastro de Ensenada (1752). Así, a la pregunta 29, que pedía información acerca de las ferias y mercados que se celebraban en la localidad, la comisión nombrada al efecto no pudo contestar otra cosa que la villa tenía real privilegio para celebrar mercado en cada uno de los miércoles del año, si bien (y de estas palabras se deduce, asimismo, el alcance que tuvo dicha concesión) estaba reducido al presente a “mui corto comercio y jéneros”, sin que, por otro lado, el ayuntamiento tuviese en él útil ni aprovechamiento. Y a la 31, que preguntaba acerca de si había algún cambista, mercader al por mayor o quien beneficie su caudal por mano de corredor, oficios que en el siglo xvi habían contado con un número relativamente elevado de representantes, la citada comisión tuvo que limitarse a responder: “No hay nada de lo que comprende” la referida pregunta.91 * * *

90. Biblioteca de la Real Academia de la Historia, leg. 9/6.176. La información del Censo de Aranda (1768) en notoriamente incompleta en el caso de Medina del Campo. 91. AGS Dirección General de Rentas 1ª remesa, libro 647.

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Debo concluir. Es evidente que las ferias dieron vida a la villa de Medina del Campo durante los siglos xv y xvi y la colocaron en un lugar preeminente dentro del naciente capitalismo nacional e internacional. Pero también es verdad que, al mantener la actividad económica en la esfera de la circulación y de la especulación financiera, apenas contribuyeron, mediante inversiones productivas fecundas, a la creación de riqueza y, por lo mismo, tampoco modificaron las viejas relaciones de producción y distribución de lo producido, las cuales salieron reforzadas después de que los tratos y los cambios languidecieran. Aunque muy disminuida en población y riqueza, Medina subsistirá en el curso de las centurias siguientes como una ciudad básicamente rentista, como sede de unas cuantas instituciones eclesiásticas y lugar de residencia de unos pocos privilegiados perceptores de excedente, es decir, de una parte sustancial del producto del trabajo de la mayoría, en un área que excedía el de su término municipal y comprendía también los pueblos de su Tierra. La lógica profunda del sistema socioeconómico en que Medina se hallaba inmersa (una lógica que tenía más de feudal que de capitalista) acabó por imponerse y condicionó la evolución posterior de la villa (como la de la propia Castilla), no solo impidiendo su recuperación tras el declive de las ferias, sino también recortando seriamente sus opciones de crecimiento de cara al futuro, incluso si el análisis lo circunscribimos a la única alternativa viable que le quedaba: la agraria. Pero la decadencia de Medina, que, como hemos visto, es en primer lugar —y ante todo— la de sus ferias, nos ilustra igualmente acerca de las responsabilidades que en este hecho particular (y, en general, en el cambio de la coyuntura económica del siglo xvi) cupo a una determinada política dinástica y a los dispendios sin cuento que la misma traía aparejados. Porque fueron los avatares de las finanzas estatales y el incesante crecimiento de la deuda pública, junto con el incremento de la presión del fisco regio, los factores que, a la postre, dieron al traste con el sistema ferial. El crédito público, en su progresión desordenada, se impuso en los territorios de la corona de Castilla durante el siglo xvi, con lo que ello suponía de absorción de capitales privados y de extensión de la fiscalidad, y terminó sometiendo a sus designios al crédito privado,92 ese que, en su desenvolvimiento ordenado, había facilitado, 92. Ruiz Martín (1975).

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si no propiciado, la fase de crecimiento económico iniciada en Castilla a mediados del siglo xv y cuyo concurso inexcusable se convirtió en el fundamento de la actividad ferial. Por consiguiente, la ruina de las ferias de Medina del Campo (y, con ella, la de la propia villa) viene a ser también una manifestación más de cómo los intereses del país y de la economía en general fueron supeditados a los de la Real Hacienda y a la voluntad de los Habsburgo españoles de conservar hasta la extenuación sus posiciones en el exterior.

Vista de Roma, Civitates Orbis Terrarum, I, George Brown y Frans Hogenberg (Colonia, 1572) (The Hebrew University of Jerusalem and The Jewish National and University Museum)

Las cartas desde Roma: la importancia de las redes familiares Isabella Iannuzzi

Roma ocupa un lugar peculiar dentro del gran conjunto de la correspondencia italiana (que se compone, aproximadamente, de un total de 6.000 cartas), pues contiene el mayor número de misivas. De hecho, estamos hablando de unas 1.118 cartas.1 Pero su peculiaridad no se debe solo a la cantidad, sino a la calidad de la información que guardan: en ellas, más que hablarse de temas financieros, se tratan acontecimientos y cuestiones referidas a la realidad política romana y europea. Esto está estrechamente relacionado con la singularidad misma que representaba Roma, ciudad papal donde la presencia extranjera era muy relevante, pues en ella habitaba más población foránea que local. Como afirmaba Marcello Alberini: “Che la minor parte di questo popolo sono romani, perchè qui vi hanno rifugio tutte le nationi, come a comune domicilio del mondo”.2 La gran cantidad de extranjeros se hacía patente en las muchas iglesias, instituciones y colegios ligados a las diversas naciones que se habían ido creando desde la época medieval para aglutinar a los grupos provenientes de las diversas regiones italianas y europeas. Constituidos en asentamientos seculares, cobraron cada vez mayor 1.

2.

Quiero agradecer la preciosa ayuda informática de Pablo Pereda Díaz para organizar y manejar todo este material. Gracias a su apoyo, he podido seguir con mayor facilidad el hilo de las cartas y los personajes que las pueblan. Fosi (2011: 11), que contiene una amplia bibliografía sobre la presencia de extranjeros en Roma. También, recién publicados, Koller y Kubersky-Piredda (ed.) (2016) y Molnár, Pizzorusso y Sanfilippo (2017). Sobre la presencia extranjera en Italia, véase Calabi y Lanaro (ed.) (1998).

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importancia, sobre todo, gracias al impulso que les dieron las grandes monarquías y dinastías, las cuales intentaron controlar o unificar todas estas instituciones para potenciar así su presencia y relevancia en Roma. Todo ello, además, se fue mezclando con los colegios nacionales y con las instituciones religiosas que vieron la luz bajo el impulso tridentino y por la acción universalista de los papas, en particular Gregorio XIII.3 A ello contribuyó, también, la importancia creciente que el papado asumió en la política internacional, sobre todo al final del siglo xvi, hasta el punto de que Roma llegó a ser un lugar que toda monarquía quería controlar y monitorizar.4 No se trataba solo de tener el control sobre los asuntos diplomáticos y de naturaleza estrictamente espiritual que iba elaborando la curia papal, sino de tomar el complejo entramado de relaciones políticas, económicas y religiosas que implicaban el legado político y espiritual del papado, dentro y fuera de Europa, en razón también del desarrollo de la expansión y descubrimiento de nuevos territorios y nuevas rutas comerciales.5 En fin, Roma formaba un entramado multiforme de relaciones y noticias que hacía primordial, para los hombres de negocios y los financieros, tener múltiples contactos y agentes dentro de la curia romana, en sus diversos centros de poder. Para conseguirlo, Simón Ruiz utilizó sus redes, sus hombres de confianza y los contactos que estos podían ir garantizando y creando. Con el fin de adentrarse en este complejo entramado, que no pasaba solo por Roma, sino también por varias ciudades y lugares dentro y fuera de Italia, resulta de gran utilidad metodológica lo que nos proporciona el Laboratorio Virtual Casa Simón Ruiz: la posibilidad de acceder a la totalidad de las cartas italianas existentes en el Archivo Simón Ruiz —y a una buena cantidad de las españolas— y seguir así los hilos que se extienden desde Roma. Gracias a ello, se pueden rastrear las diversas conexiones de estas relaciones. Son hilos, a veces, imperceptibles, pero que, luego, leyendo carta tras carta, salen fuera, como urdimbres de un entramado que une a individuos volcados en negocios y asuntos políticos, familiares o religiosos, lo que nos permite observarles en su día a día. Así podemos seguir, en tiempo real, los entresijos de la vida romana, de la compleja realidad dibujada por todas estas cartas.

3. 4. 5.

Bellini (2007: 113). A este propósito, véanse los ensayos presentes en Visceglia (2013). Marcocci (2012) y Iannuzzi (2017).

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Felipe Ruiz Martín, llevando a cabo su estudio sobre las cartas enviadas desde Florencia, ojeó también las de Roma y afirmó que [...] no hay que hacerse ilusiones de las mil y pico cartas de Roma. Menudencias, anécdotas personales, acontecimientos pequeños... Pero claro es, acumulando estas incidencias y clasificándolas con tino, a buen seguro que resultarán —pintura puntillista— la silueta auténtica de una figura cuya influencia no era escasa: lo eclesiástico; ese estamento que se infiltra por todos los resquicios, que tiene una jerarquía y una disciplina, y una obediencia al puesto de mando de la Santa Sede, y a su disposición resortes que repercutían por doquier.6

Felipe Ruiz Martín acertaba en sus valoraciones, pues pueden parecer menudencias; pero, descendiendo a un análisis pormenorizado de las primeras cartas, a saber, las que abarcan el periodo de entre 1567 y 1581, nos damos cuenta de que hay algo más. Como veremos, contienen más información de lo que aparentan, ya que arrojan luz, más que sobre lo eclesiástico, en torno a temas de interés político y social para Simón Ruiz. A su vez, alumbran el complejo entramado familiar y económico de los Montalvo, familia de su primera esposa y eje sobre el que giran los asuntos políticos y eclesiásticos tratados en las informaciones que se quieren captar y utilizar en Roma. Las cartas de Roma dan información sobre los eventos políticos, religiosos y económicos que allí ocurrían, sobre cuál era la red de contactos y personajes utilizada por los agentes de Simón Ruiz para recibir información. A la vez, permiten ver cómo se organizaba una red familiar para desarrollar su actividad económica en la península ibérica (a pesar de que buena parte de la familia se encontraba viviendo en Italia) y de cómo una precisa política matrimonial permitía asentar agentes en lugares estratégicos, como fue el caso de Baltasar Suárez en Florencia, según veremos más adelante. En esto hay que recordar el papel fundamental que jugaba la capacidad de integración de estas familias y su búsqueda de ascenso social en el ámbito italiano, particularmente en Toscana, donde ingresaban en las órdenes caballerescas.

6.

Ruiz Martín (1965); el importante ensayo de Ruiz Martín que acompaña este volumen de cartas del Archivo Simón Ruiz enviadas desde Florencia ha sido posteriormente traducido al castellano y publicado en el volumen Ruiz Martín (1990b: 208-209).

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En este sentido, los estudios de Marcella Aglietti7 sobre la Orden de San Esteban explican y definen claramente cómo algunas familias españolas de mercaderes y financieros encontraron el favor del poder político —el cual vio en ellos un magnífico recurso económico— para poder ennoblecerse y gozar así de los privilegios de ciudadanía y enfeudamiento, ambos muy ventajosos a la hora de desarrollar sus actividades mercantiles, siendo, además, parte activa del tejido social y de su clase dirigente. El elemento original que se detecta en las relaciones familiares contenidas en la correspondencia de Simón Ruiz es que se trata de movimientos entre España e Italia que no iban en un único sentido. Al contrario, era una especie de conexiones recíprocas en vaivén, con la movilidad de cada componente familiar relevante, como tendremos ocasión de analizar. Es una correspondencia sorprendentemente fluida, si tomamos en consideración las distancias y las dificultades de conexión de la época, y nos permite comprobar hasta qué punto el negocio de Simón Ruiz tuvo en la correspondencia una herramienta fundamental de éxito. Por esta razón, estas cartas deben contemplarse con ojos diferentes, con una mirada capaz de seguir, de alguna forma, las diversas sugerencias metodológicas propuestas por los trabajos que se han ido desarrollando en los últimos años sobre las transformaciones económicas del siglo xvi, sobre los grupos que regían el comercio y la actividad financiera, sobre su composición y su capacidad de relación e interconexión a corto y largo plazo.8 Los primeros remitentes romanos: los Montalvo Analizando las cartas de Roma, se puede comprender la importancia del matrimonio de Simón Ruiz con María de Montalvo, originaria de Arévalo. Como veremos, este enlace permitió a la poderosa familia

7.

8.

Aglietti (2001, 2007, 2009). Son relevantes las referencias archivísticas y bibliográficas que esta autora proporciona para reconstruir la presencia e importancia de las familias de origen castellano que se instalaron en Toscana a partir del siglo xv. Sobre este debate, véase, sobre todo, Trivellato (2009: 1-20), libro sugerente que contiene una rica bibliografía y que acaba de ser publicado también en italiano. También Sanz Ayán (2015) y los ensayos presentes en Caracausi y Jeggle (2014).

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Montalvo contar con un apoyo fundamental en la administración y la defensa de sus beneficios eclesiásticos y, también, en el envío de las rentas de España a Italia. A Simón Ruiz, por su parte, la boda le abrió la puerta a un exclusivo y muy valioso canal de información de cuanto acontecía en Roma por medio de accesos privilegiados a distintos lugares de Italia y a la curia romana. Además, a través de Antonio de Montalvo, pudo asentar rápidamente a su agente Baltasar Suárez en los negocios de Florencia. En definitiva, se intercambiaron negocios por informaciones, y viceversa. Veamos la red de contactos que permitió esta doble relación, describiendo a los primeros protagonistas de esta correspondencia. En las cartas que van de 1567 a 1573, lo que destaca a primera vista es su carácter familiar, ya que los remitentes son Bernardino de Montalvo y Francisco Ramírez y Montalvo, primos de María de Montalvo, mujer entonces de Simón Ruiz. Las misivas hacen referencia a los problemas de los Montalvo a la hora de defender y cobrar las rentas de los beneficios eclesiásticos que tenían en España y, a su vez, nos proporcionan un marco muy valioso para comprender la amplitud de su red familiar, entre España e Italia, así como su alcance, consiguiendo penetrar en los mecanismos del poder. Bernardino de Montalvo era criado del cardenal Juan de Médici, como se puede comprobar por la interesante carta que el propio cardenal escribe el 29 de noviembre de 1560 al cardenal de Burgos, Francisco Pacheco: La santità di Nostro Signore a intercession del Signor Duca mio padre ha fatto grazia a Bernardino di Montalvo mio Camerieri delli benefizj vacati per morte di D. Pietro Fernandez d’Avila, scrittore Apostolico; & già, secondo s’intende, Familiare di V.S. Illma: E perche vien detto, che sopra li detti benefizi quello abbia l’indulto, o altra ragione, io vengo con questa confidentemente a pregarla, che per amor mio le piaccia condonar al detto Bernardino quella ragione che v’abbia.9

9.

“La santidad de Nuestro Señor por intercesión del Señor Duque, mi padre, ha hecho merced a Bernardino de Montalvo, mi Camarero, de los beneficios vacantes por la muerte de D. Pietro Fernandez d’Ávila, escribano Apostólico; Y fue, según parece, familiar de vuestra Ilustrísima: Y porque se dice que sobre estos beneficios aquél tenga el indulto, u otra razón, yo quiero con ésta [carta] solicitarle, que por amor mío guste de perdonar al dicho Bernardino la razón que usted tenga”. Catena (1752: 266).

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Bernardino, tras la muerte de Juan de Médici en 1562, pasó a servir a su hermano, el joven cardenal Fernando de Médici. Bernardino era hijo de Juan Ramírez y María de Montalvo, hija a su vez del licenciado Gómez de Montalvo, regidor perpetuo de Arévalo (veáse árbol genealógico al final del presente artículo). Bernardino tenía otros hermanos en Italia: uno en Roma, Francisco Ramírez y Montalvo, criado también de un cardenal, Francisco Pacheco; otro en Florencia, Antonio de Montalvo, mayordomo del duque de Toscana Cosme I de Médici; y un tercero, Diego Ramírez,10 castellano de Livorno y, luego, del castillo de San Miniato, cerca de Florencia. Bernardino de Montalvo abre la correspondencia que se conserva de Roma solicitando a Simón Ruiz su intercesión para el cobro de las deudas que Gaspar de Astudillo y su primo, el canónigo Brizeño, tenían con él por razón de los beneficios eclesiásticos de los que gozaba en Sevilla. De hecho, en la primera carta que se conserva de Bernardino, del 20 de enero de 1570, explica que, al abandonar Sevilla, dejó encargada su hacienda a dicho primo. Tras año y medio sin noticias suyas, decidió revocarle los poderes y otorgárselos a Gaspar de Astudillo. Ya que tampoco así lograba obtener sus rentas, decidió revocar nuevamente los poderes dados y le solicitó a Simón Ruiz su intervención: “Pues tiene en Sevilla quien por v. md. holgara tomar este cuidado de encargarse del beneficio de Marchena y mandar cobrar de Astudillo y del canónigo Brizeño todo lo que por mis poderes huvieren cobrado”.11 Efectivamente, Simón Ruiz tenía en Sevilla a alguien de su total confianza: su hermano fray Diego de Miranda, citado en la mayoría de las cartas simplemente como “el señor abad”.12 La deuda de Gaspar de Astudillo —y, sobre todo, las reticencias que ponía para pagarla— fue motivo de grandes preocupaciones en la

10. Las referencias que aparecen en las cartas a Diego Ramírez hacen pensar que podría ser fruto de un matrimonio anterior del padre, Juan Ramírez, pues afirman que no debía tener parte de la herencia de Bernardino de Montalvo por ser “medio hermano”, y en repetidas ocasiones se refieren a él como “el viejo”, luego debía ser el mayor de los hijos. ASR Caja 15 (8): carta de Roma, 1571. 11. ASR Caja 12 (224): carta de Roma, 1570. 12. Entre 1568 y 1574, fray Diego de Miranda es el abad del monasterio de San Benito, en Sevilla. Basas Fernández (1970: 8).

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familia Montalvo, siendo considerada en Italia, además, un agravio,13 ya que en Florencia se encontraba Lesmes de Astudillo —quien, más adelante, también haría negocios con Simón Ruiz y con su agente en Florencia, Baltasar Suárez— y, según afirma el propio Bernardino, “no querrán perder con el señor Antonio de Montalvo mi hermano a quien cada ora an menester”.14 Antonio de Montalvo era, sin duda alguna, el referente principal de la familia en Italia.15 Había llegado a Florencia en el séquito del cardenal Juan Álvarez de Toledo con motivo del matrimonio de Cosme I de Médici con Leonor de Toledo, hija del virrey de Nápoles, Pedro de Toledo.16 Allí, pasó a servir a Leonor y luego, directamente, a Cosme I como primer mayordomo. Estuvo junto a él en la guerra contra Siena y tuvo un papel destacado en todos los acontecimientos importantes que pueblan la biografía del primer gran duque de Toscana: desde la creación en 1562 de la Orden de San Esteban en la que fue el segundo caballero nombrado con el cargo de oratore ante el gran maestre y, más tarde, como embajador; incluso se vio involucrado en actos de índole más privada, como el apadrinar en 1567 a Juan, el hijo ilegítimo de Cosme, fruto de su relación con Leonora degli Albizzi.17 En 1563, como pago por sus leales servicios, Cosme le otorgó el feudo de Sassetta. En una carta de Francisco Ramírez y Montalvo, fechada en mayo de 1570, se destaca su participación en la ceremonia de coronación de Cosme I como gran duque de Toscana:18 “El nuestro señor de la Saseta y hermano a stado muy bueno [...] grandes amores le a hecho el papa y estos sus privados no sabian donde ponelle. No se a ofreçido cosa que pedir con deseallo el papa que viniese: v.m. tenga algun ezpia alguna cosa buena y venga a Florencia que no se nos ira”.19 La relevancia alcanzada por Antonio de 13. El 4 de enero de 1572, Francisco Ramírez se desahoga por carta con Simón Ruiz en estos términos: “El Astudillo de Sevilla deseo ver desollado por la paga por su mal prozeder”. ASR Caja 17 (238): carta de Roma, 1572. 14. ASR Caja 12 (224): carta de Roma, 1570. 15. Sobre Antonio de Montalvo y su familia, véase Del Gratta (1996); en el mismo volumen, Aglietti (1996); De Scisciolo (2006); Aglietti (2001; 2007: 365-367) y Matteucci (2015). 16. Hernando Sánchez (1994: 120-123; 2009) y Arrighi (1993). 17. ASF Manoscritti 128, c. 390, citado por De Scisciolo (2006: 278). 18. Sobre esta ceremonia, Visceglia (1997) y De Scisciolo (2006: 279-280). 19. ASR Caja 12 (231): carta de Roma, 1570.

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Montalvo en distintos ámbitos y su carisma se pueden comprobar por varios documentos, entre los cuales destacamos este testimonio de aprecio expresado por Giorgio Vasari: Ho ancora fra mano che spero finirlo presto, un gran quadro, cosa capricciosissima, che deve servire per il signore Antonio Montalvo, signore della Sassetta, degnamente primo cameriere e più intrinseco al duca nostro, e tanto a me amicissimo e dolce domestico amico, per non dir superiore, che, se la mano mi servirà alla voglia ch’io tengo di lasciargli di mia mano un pegno della affezione, che io gli porto, si conoscerà quanto io lo onori, ed abbia caro che la memoria di siì onorato e fedel signore, amato da me, viva ne’ posteri, poichè egli volentieri si affatica e favorisce tutti i begli ingegni di questo mestiero, o che si dilettino del disegno.20

Vasari, además del retrato al que hace referencia, se encargó del diseño y de la decoración en grafito de la fachada del palacio que Antonio de Montalvo adquirió en los años sesenta en Florencia, en Borgo degli Albizi, y que remodeló con el arquitecto Bartolomeo Ammannati.21 Su carisma y relevancia se demuestran también por el hecho de que Simón Ruiz se sirviera de él para facilitar la llegada y el asentamiento en Florencia de su agente Baltasar Suárez. Así lo expresa el propio Baltasar en la primera carta que se conserva de las que envió a Simón Ruiz desde Florencia, fechada el 24 de febrero de 1564: [...] el qual [Antonio de Montalvo] con toda su casa está muy bueno y besa a v. m. las manos y muestra voluntad de hazerme merçed en lo que se me ofreziere y pues es por respeto de v. m. y de mi señora doña María suplico a v. m. quando se le escriba se le agradezca que zierto es un hombre

20. “Tengo ahora entre manos, que espero terminarlo pronto, un gran cuadro, cosa caprichosísima, que debe servir al señor Antonio de Montalvo, señor de Sassetta, digno primer camarero y más cercano a nuestro duque, y tan cercano amigo mío y dulce amigo doméstico, por no decir más, que, si la mano responderá a la voluntad que tengo de dejarle de mi mano un pago por la afición que le tengo, se conocerá cuánto yo le honoro, y se hará de modo que la memoria de tan honrado y fiel señor, amado por mí, viva en la posteridad, porque él voluntariosamente se fatiga y favorece a todos los que se ocupan de nuestro oficio, o que se deleitan con el dibujo”. Vasari (1832-1838: 1138). 21. González Talavera (2013) y De Scisciolo (2006: 270-272).

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de mucho valor y muy buen caballero y junto al duque nadie puede lo que él y todo es poco para su valor y merezimiento.22

Años más tarde, tuvo lugar una nueva muestra de la influencia de Antonio de Montalvo al facilitar, en 1572, la boda entre Baltasar Suárez y Maria Martelli, hermana de la segunda mujer del gran duque. El propio Baltasar lo reconocía así en una carta a Simón Ruiz, afirmando que se pudo casar gracias al “señor Antonio de Montalvo a quien seré esclavo toda mi vida y me será gran merced con las demas que v. m. quando le escriviere se acuerde de se lo agradeçer”.23 También Francisco Ramírez, desde Roma, destacaba la intermediación de su hermano Antonio al darle la noticia a Simón Ruiz, pero sin el tono triunfalista que expresaba el esposo en su carta: “El Suarez esta contentisimo que gran negozio un gran duque por cuñado. Allá pensaran que es algo, aca no ai quien hable en ello”.24 La importancia de este enlace está certificada por la copia de una carta de Simón Ruiz a Antonio de Montalvo —posiblemente, destinada a Florencia, pero catalogada en Roma—25, en la que le agradece, de parte de la familia de Baltasar Suárez, su papel en el enlace y le confiesa que “ya aqui abiamos sabido el buen suzeso del casamiento del señor Baltasar Suarez”, pero nadie creía la noticia “hasta que yo rezebi la de v. m. que fue de mucho efeto para que aqui se creyese la verdad”. Es una carta llamativa: en ella detectamos la relevancia y el poder que tenía Antonio de Montalvo y, a la vez, la fuerte atracción que ejercía para un burgués como Baltasar Suárez y

22. ASR Caja 2 (338): carta de Florencia, 1564. También Felipe Ruiz Martín subraya el ascendiente de Antonio de Montalvo sobre Cosme de Médici, Ruiz Martín (1990b: 73), destacado también por Aglietti (2007: 366). 23. También Ruiz Martín (1990b: 74, n. 42). 24. ASR Caja 17(250): carta de Roma, 1572. 25. ASR Caja 201 (202): carta de Roma, 1596. Esta carta es, en realidad, una copia de la enviada por Simón Ruiz a Antonio de Montalvo el 9 de noviembre de 1572. El motivo de que se conserve podría ser el párrafo final, que fue tachado, por lo que es de suponer que fue enviada sin esa mención. Por fortuna, el tachado permite leer su contenido: anuncia a Antonio de Montalvo que envía la respuesta del “doctor Mercado” con el paje portador de la misiva, “de palabra, que es harto trabajo negoziar con él porque más de 10 vezes han hido allá mis criados y si para cosas mias fuera ubiera enviado a otro por no le esperar”. Probablemente se refiere al dominico fray Tomás de Mercado, teólogo de la Escuela de Salamanca que se ocupó en sus tratados de la teoría cuantitativa del dinero. Sobre la figura de Mercado, véase Carande (1983).

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para su familia —así como para Simón Ruiz— este “acrecentamiento de honor”,26 pese a que era también motivo de preocupación por las consecuencias que ello pudiera tener en la marcha de los negocios. Así lo expresaba Baltasar Suárez en la carta enviada a Simón Ruiz el 22 de septiembre de 1572, en la que tranquilizaba a sus deudos, pues “podrian pensar que no asistire tan bien a mis negocios en lo que se engañaran y v. m. por me hacer merced se lo puede certificar que yo he de hacer mis negocios como de antes y con mas asistenzia y cuidado”.27 La correspondencia de Francisco Ramírez y Montalvo La gestión de los beneficios familiares en España y el cobro de la deuda de los Astudillo se complicaron con la muerte de Bernardino de Montalvo, ocurrida en Pisa el 29 de octubre de 1570.28 Al no tener herederos directos, ni tampoco testamento, se hizo incierto el destino de los beneficios de los que gozaba.29 En un primer momento, el cardenal Fernando de Médici30 actuó de acuerdo con lo que le pidieron los hermanos del difunto y tomó posesión de los beneficios, para evitar con ello que se pudiera perder el de Marchena —que dependía de la revocación del indulto que había sobre el de Sevilla, “y no lo hiziera por nadie el Papa sino por el cardenal”31—. Francisco confiaba en que el cardenal le iba a otorgar dichos beneficios. No obstante, por precaución, envió, junto a la carta en la que comunicaba a Simón Ruiz la muerte de Bernardino, los poderes necesarios para que el hermano de este, fray Diego de Miranda, pudiera reivindicar en su nombre el 26. ASR Caja 201 (202): carta de Roma, 1596. Sobre este tema escribe Juan Ignacio Pulido Serrano en su ensayo en este volumen. 27. ASR Caja 17 (236): carta de Florencia, 1572. 28. Francisco Ramírez informa a Simón Ruiz de su fallecimiento en Pisa “por la calentura pestífera” en una carta de 7 de noviembre de 1570. ASR Caja 12 (235): carta de Roma, 1570. 29. Bernardino de Montalvo era titular de numerosos beneficios en España obtenidos gracias a la intercesión de su hermano Antonio y del cardenal Juan de Médici desde 1560, como ya se ha visto en el texto, al obtener los vacantes por la muerte de Pietro Fernández de Ávila. Catena (1752: 265-266). 30. La bibliografía sobre Fernando de Médici es muy amplia. Para un esbozo biográfico sobre este personaje, con un buen apartado bibliográfico, véase Fasano Guarini (1996, 1998). También Calonaci (1996, 2000). 31. ASR Caja 12 (235): carta de Roma, 1570.

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beneficio eclesiástico de Marchena. Francisco no andaba desencaminado, pues, efectivamente, se desató una carrera entre él y el cardenal por hacerse con la codiciada renta. Las cartas escritas por Francisco a Simón Ruiz en los meses siguientes muestran la incertidumbre que esta carrera le ocasionaba y su plena confianza en el buen hacer de fray Diego.32 Finalmente, los poderes de Francisco llegaron a Sevilla, pero cuando el beneficio ya había sido designado: el cardenal arzobispo de Sevilla, Gaspar de Zúñiga y Avellaneda, se lo había otorgado a su propio hermano. Pero aquello no supuso un serio revés para Francisco, que aconsejaba mantener en secreto sus pretensiones mientras “el de Medicis y el intruso pleitearen y despues con el que quedare apretalle las correas”.33 Mientras tanto, en Florencia, Antonio de Montalvo hacía todo lo posible para apaciguar la codicia del cardenal, quien, por abril de 1571, parecía estar desistiendo de su pretensión: “El cardenalete va caiendo en la quenta. Sus cosas en Florencia van muy de otra manera que solian. Esta casi desengañado que a menester al señor Antonio y me an dicho que va de secreto buscando la via para tornar a lo viexo. Desengañado y aun corrido de averse creido de lixero todo, espero nos lo a de dar”.34 La frase muestra claramente la autoridad y el poder, tanto político como económico, de Antonio de Montalvo: tras seis meses sin gozar de su amistad, logró que Fernando de Médici se viera obligado a desistir de su empeño. La herencia de Bernardino revela también la existencia de nuevos familiares. Francisco Ramírez de Montalvo, quien llevaba el peso de la correspondencia de Roma con Simón Ruiz, se encargó de darle las indicaciones necesarias acerca de quién tenía derecho a heredar y quién no.35 Así, consideraba que todo lo que se sacara de los beneficios 32. ASR Caja 12 (236-237): cartas de Roma, 1570; ASR Cajas 15, 10, 11, 14: cartas de 1571. 33. ASR Caja 15 (9): carta de Roma, 1571. 34. ASR Caja 15 (14): carta de Roma, 1571. 35. En complicidad con Simón Ruiz, Francisco excluye a Diego Ramírez de la herencia diciendo que “quanto a que vaia poder del señor Diego Ramírez no ai para que porque el advirtio que no avia para que dallo por ser medio hermano no le toca nada y por pesarme a mi dello lo procuré entender y es asi que no tiene parte en la erenzia”. Más adelante, en la misma carta, insiste en que es fácil demostrar que Diego Ramírez no tiene derecho sobre la herencia: “Qualquier letrado lo vera que la lei es bien clara no sera impedimento y si en Sevilla se pleitea haganse luego

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eclesiásticos, aunque estuviera a su nombre, debería ser dividido en tres partes: una, para él; otra, para Antonio de Montalvo, y la tercera, para doña Úrsula, a quien Francisco consideraba su hermana, aunque, en realidad, era su cuñada.36 Una vez más, queda patente la fuerte conexión familiar que unía a los Montalvo, los de la península italiana con los de la ibérica y viceversa. Las mujeres de la familia Montalvo La facilidad para navegar entre las cartas de distinta procedencia que nos proporciona el laboratorio virtual diseñado en el transcurso de este proyecto de investigación nos ha permitido reconstruir estos importantes lazos familiares, que testifican, a la vez, la amplitud que alcanzaron estas relaciones: así ha ocurrido con el hallazgo de la correspondencia que doña Úrsula del Águila mantuvo con Simón Ruiz desde el monasterio de Guadalupe.37 Doña Úrsula era la viuda del licenciado Juan Ramírez de Montalvo, otro hermano de Antonio, de Bernardino y de Francisco.38 Sus primeras cartas datan de 1571 y están relacionadas con las instrucciones que Francisco le envía desde Roma sobre la herencia de su hermano. Tenía dos hijos a su cargo, los cuales pasaban parte del año estudiando en Salamanca, motivo por el cual Francisco quería ayudarla económicamente. En 1578, uno de ellos partió a Bolonia, en un viaje organizado por su tío Francisco, y de allí fue a Nápoles. Se trataba de Bernardino Ramírez de Montalvo, quien

todas cautelas que aquel oporna quanto podra a tiempo”. ASR Caja 15 (13): carta de Roma, 1571. Simón Ruiz se muestra conforme con lo establecido por Francisco, pero toma sus precauciones al decirle que, en cuanto cobre lo del beneficio, “remitire el dinero a v. m. y al señor Antonio de Montalvo y sera bien que vs. ms. me enbien quitanza dello y segno de que estara bien pagado y que por parte de los herederos del señor Juan de Montalvo ni del señor Diego Ramirez no me sera pedido a mi ni al padre fray Diego de Miranda mi hermano cosa ninguna dello que por muerte o por vida como v. m. vee es justo que se haga”. ASR Caja 201 (199200): carta de Roma, 1596. 36. ASR Caja 15 (19): carta de Roma, 1571. 37. Se trata de las nueve cartas escritas entre 1571 y 1578. ASR Caja 13 (124, 125 y 126): cartas de Guadalupe, 1571; ASR Caja 15 (293, 294 y 295): cartas de 1572; ASR Caja 18 (240): carta de 1573; ASR Caja 35 (253): carta de 1572 y ASR Caja 40 (297): carta de 1578. 38. Matteucci (2015: 10).

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luego sería el primer marqués de San Giuliano.39 En las cartas de doña Úrsula, encontramos noticias sobre otros parientes: uno de ellos es el licenciado Gómez de Montalvo, personaje bien situado en la corte de Felipe II; otro es Jerónimo de Montalvo, que se escribía con Simón Ruiz desde Madrid en 1566, y otra es doña Ana de Montalvo. Ana de Montalvo escribió 33 cartas desde Cáceres —entre 1570 y 1590— informando a Simón Ruiz de los problemas que le causaban los hermanos de su difunto esposo. También ella era viuda y tenía a su cargo un hijo, Paulo. Para hacer frente a los pleitos que sus cuñados le habían puesto en Granada, buscó la protección de Simón Ruiz, a quien otorgó poderes para que se ocupara de su hacienda y también de su defensa. Varias veces expresó su deseo de acudir a Medina del Campo, sobre todo tras la muerte de María de Montalvo, a quien dice considerar “como hermana” en la carta de pésame que envió a Simón Ruiz —por lo que su parentesco con la difunta debía ser de otro tipo—,40 pero le ataban en Cáceres las obligaciones con su hacienda, así como la corta edad de su hijo Paulo: No osaria yo poner aora a mi hijo en tan largo camino porque para yr el solo en bestia de por si es chiquito y para llevalle otro es grande y seria demenuçalle. Demas desto los arrendamientos de la açienda cumplen mucha parte de qui a un año y lo demas de qui a año y medio y aria yo grandisima falta en no estar presente porque como se arriendan las aciendas de aqui no solo a menester criados mas su dueño.41

Finalmente, se decidió a viajar a Medina del Campo en abril de 1579, por lo que solicitó, con cierta urgencia, “a mi señora doña Isabel para que enbie al señor don Juan por mi con la mayor brevedad posible”, pues “estas mis quñadas monjas que me an trastornado a mi hijo de tal manera que de un cordero me le an buelto un león”.42 Volvió a Cáceres en mayo de 1581.43 En 1586 informaba a Simón Ruiz de que, finalmente, se había resuelto en favor de su hijo el pleito sobre el mayorazgo 39. Capaccio (1634: 611-612) y Matteucci (2015: 19-30). 40. “[...] que yo queria al angel de la señora doña Maria como a ermana que con tanto amor y ermandad nos aviamos criado juntas”. ASR Caja 13 (102): carta de Cáceres, 1571; ASR Caja 13 (102). 41. ASR Caja 15 (282): carta de Cáceres, 1572. 42. ASR Caja 48 (160): carta de Cáceres, 1579. 43. ASR Caja 65 (1): carta de Cáceres, 1581.

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y que esperaba que sus cuñados desistieran en su empeño.44 Pero no fue así, pues todavía en 1590 seguía el litigio.45 Ana de Montalvo le anunciaba en sus cartas con regularidad el envío de dinero —de hecho, sus cuñados la acusaban de mandar a los cambios de Medina el dinero que le correspondía a su hijo Paulo—46 y, en cierta ocasión, incluso le informaba de la posibilidad de comprar unos juros que vendía allí —“uno de Zafra”—, por lo que le pedía su parecer.47 Nos detenemos en estos detalles porque merece la pena destacar que tanto Úrsula como Ana de Montalvo administraban sus haciendas directamente, tomando decisiones en las cuestiones económicas y escribiendo ellas mismas sus propias cartas. Esto es evidente en el caso de Ana, quien, aun estando enferma, llegó a dictar una carta en la que decía que “de mi poca salud bastara dar cuenta la mano ajena”.48 Como podemos comprobar, la familia Montalvo mostró un profundo interés por la educación de las mujeres, pues una nieta de Antonio de Montalvo, Eleonora Ramírez de Montalvo, fundaría en 1645 una orden religiosa en Italia —Ancelle della Santissima Vergine dell’Incarnazione, conocida como Signore Montalve— dedicada a la educación de niñas.49 La relevancia de los intereses económicos y de varia naturaleza que unían a los Montalvo con Simón Ruiz era de tal importancia que llevaron a Francisco Ramírez a proponerle, en septiembre de 1572 —es decir, cumplido un año de la muerte de María de Montalvo—, la posibilidad de que se casara con una sobrina suya, llamada también María de Montalvo.50 La propuesta no prosperó y Simón Ruiz, finalmente, se casó con Mariana de Paz, lo que no supuso cambio alguno en el grado de su implicación con los Montalvo: tanto las deudas de Astudillo como la asistencia económica a doña Úrsula o el apoyo dado a doña Ana continuaron ocupándole durante años. Francisco Ramírez y Montalvo dejaba de escribir desde Roma en noviembre de 1573, probablemente porque acompañó a su señor, el 44. ASR Caja 107 (232): carta de Cáceres, 1586. 45. ASR Caja 139 (54): carta de Cáceres, 1590. En este caso, es directamente Paulo Enríquez Mayoralgo quien escribe a Simón Ruiz informando de una resolución del pleito de Granada contraria y dando indicaciones a este para defenderse. 46. ASR Caja 25 (1): carta de Cáceres, 1575. 47. ASR Caja 15 (283): carta de Cáceres, 1572. 48. ASR Caja 21 (195): carta de Cáceres, 1574. 49. Matteucci (2015: 25). 50. ASR Caja 17 (250): carta de Roma, 1572.

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cardenal Pacheco, en su viaje de regreso a España. Vuelve a haber noticias suyas en 1575, desde Madrid, solicitando a Simón Ruiz una retención que debía hacer en un pago a su nombre.51 La correspondencia de doña Úrsula nos informa también de que le iban a nombrar canónigo de Sevilla.52 Otra carta, de Gaspar Romo desde La Hinojosa en enero de 1580, nos confirma este nombramiento al referirse a él como “el señor canónigo Francisco Ramírez y Montalvo”.53 Beneficios económicos de Simón Ruiz en Italia Como se ha podido ver, el matrimonio de Simón Ruiz con María de Montalvo resultó muy ventajoso para los Montalvo, pero también benefició a Simón Ruiz con importantes contrapartidas. Sobre todo, este pudo sacar provecho del estrecho lazo que unía a la familia Montalvo con los Álvarez de Toledo. Antonio de Montalvo, recordemos, había conseguido ganarse la confianza de Cosme I de Médici cuando pasó a servir a su mujer, Leonor de Toledo, después de hacerlo para el cardenal Juan Álvarez de Toledo. Por otra parte, Francisco Ramírez y Montalvo era criado de otro miembro de esta destacada familia, Francisco Pacheco. Tampoco resultaba desdeñable la relación familiar que mantenían con los Médici: el propio Antonio de Montalvo parecía ser uña y carne con el gran duque, y su hermano, Bernardino de Montalvo, pasó de servir al cardenal Juan de Médici a hacerlo en favor del sucesor de este en la curia romana, el joven Fernando de Médici, a quien más adelante también serviría Alonso de Montalvo, un hijo de Antonio de Montalvo.54 Es de suponer que estas relaciones de la rama italiana de la familia eran conocidas en Medina del Campo en el momento en el que Simón Ruiz estaba negociando su matrimonio. En fin, aquel fue un enlace muy ventajoso para el banquero, tanto social como políticamente. ¿Y económicamente? Es de suponer que Simón Ruiz también obtuvo ventajas favorables para la creación de su red de negocios en Italia. Como se ha visto, Antonio de Montalvo fue de 51. ASR Caja 187 (57): carta de Madrid, 1575. 52. ASR Caja 15 (295): carta de Cáceres, 1572. Ya en 1576 era canónigo de Burgos: véase Flórez (1771: 435). 53. ASR Caja 57 (63): carta de La Hinojosa, 1580. 54. Matteucci (2015: 19).

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fundamental importancia para el asentamiento en Florencia de Baltasar Suárez, agente sobre el cual girarían los negocios de Simón Ruiz en Italia —como bien puede verse en el artículo de Federica Ruspio sobre Venecia que aparece en este mismo volumen—. Así pues, aunque el tema principal de la correspondencia conservada gire aparentemente en torno a los problemas de los Montalvo, no es de extrañar que en las cartas se traten otros temas, sobre todo los relacionados con las actividades del cardenal Pacheco en Roma. Leyéndolas, se puede percibir el interés de Simón Ruiz por estar informado de todo lo que sucedía en esa ciudad y la ventaja que suponía estar cerca de la curia para obtener tanto noticias como indulgencias, dispensas matrimoniales o beneficios eclesiásticos vacantes. De manera especial, tanto Bernardino como Francisco, así como cuantos le escribían desde Roma, se ofrecían a Simón Ruiz para servirle en la obtención de las vacantes: le solicitaban reiteradamente que les informase de las que se produjeran en España y del nombre del candidato que debía obtenerla, y que lo hiciera por la vía más rápida y segura —normalmente, la de Lyon— para tener así ventaja en la curia y conseguir su adjudicación.55 Respecto a las indulgencias y dispensas matrimoniales, era Francisco Ramírez y Montalvo quien estaba mejor conectado con la curia romana. Se ocupaba de dirigirse al cardenal adecuado, dependiendo del tema del que se trataba: unas veces, al poderoso Rusticucci —secretario personal de Antonio Michele Ghislieri, papa Pío V desde 1566—.56 En varias cartas de 1570, informaba a Simón Ruiz —en ocasiones, con comentarios salaces sobre el papa, que “es terrible en cosas de religión”—57 del compromiso del cardenal Rusticucci de insistir al papa para obtener una dispensa matrimonial, algo que finalmente conseguiría en abril de 1571.58 En cambio, para atender al “negocio de 55. Llama la atención a este respecto la primera carta de Gonzalo de Río Mejía, donde da indicaciones sobre cómo obtener la necesaria ventaja: “[...] ay se podrían ofreçer cosas de vacantes. La via de Leon es buena y v. m. me podría hazer merçed de avisar. Para esto es menester un poco de cuidado con saber Fulano tiene esto y muriendo en mes del papa vaca y qual es el valor y tanbien podrá v. m. escrivirme avisando al señor comendador que de alli vienen bien las cartas ni por eso se a de dexar de avisar por lo de Leon”. ASR Caja 17 (255): carta de Roma, 1572. 56. Eubel y Gulik (1960). 57. ASR Caja 12 (230): carta de Roma, 1570. 58. A este asunto se refiere repetidamente como “el negocio de doña María”. ASR Caja 12 (230, 233, 234 y 237): cartas de Roma, 1570; ASR Caja 15 (11 y 12): cartas de 1571.

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Francisco de la Presa” se apoyó en el cardenal Alciati,59 que trabajaba en la Dataría y era el hombre de confianza de Carlo Borromeo en la curia romana cuando este, en 1566, se marchó a la diócesis de Milán. Pidieron la ayuda de Alciati para que mediase ante el papa por una dispensa. En este caso, el asunto fue más lento, por lo que Francisco se excusaba: “Es el dicho cardenal un poco largo no se puede más porque tocan a él estas cosas de penitenciaria”; además, debía de adaptarse al memorial que había preparado “el confesor de mi amo, persona dota”.60 La resolución se retrasó más de lo debido por la muerte de Pío V y posterior elección de Gregorio XIII: “Como se encomiençe abrir negoçios procurare de haver la dispensa yn totum del señor Francisco de la Presa”, decía en la carta del 2 de junio de 1572.61

El cardenal Pacheco Los servicios realizados por los remitentes de las cartas de Roma no se limitaban solo a la obtención de dispensas o a participar en las carreras por alcanzar las vacantes, también consistían en informar detalladamente de los acontecimientos romanos. Así, vemos cómo Francisco daba cuenta puntualmente a Simón Ruiz de los asuntos en los que estaba involucrado su señor, el cardenal Pacheco, en Italia. La cosa cobra mayor interés por el relieve del personaje, una de las figuras más notables de la política española en Italia a mediados del siglo xvi, y, además, por lo particular de la situación de la diplomacia española entre los años sesenta y setenta ante la curia romana, obligada a conseguir complicados equilibrios. De Pacheco solo destacaremos lo siguiente: alcanzó el capelo cardenalicio en 1561, fue nombrado miembro del Santo Oficio por Paulo IV en 1567 y, desde 1564 hasta su regreso a

59. Alciati fue también referendario de la Signatura y, a partir del 1562, tomó parte en la reforma de los beneficios impulsada por Pío IV. En 1566 es nombrado cardenal. Fue también cardenal viceprotector del reino de Portugal, protector del de Irlanda y, cuando Carlo Borromeo se marchó de Roma, fue quien asumió todo el trabajo de sus protectorados, el de Portugal y sobre las órdenes religiosas carmelitanas, franciscanas y de los humillados. Para más informaciones sobre su biografía, véase Raponi (1960). 60. ASR Caja 17 (238): carta de Roma, 1572. 61. ASR Caja 15 (22 y 23): cartas de Roma, 1571; ASR Caja 17 (238, 239, 241, 243, 244 y 248): cartas de 1572.

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España en 1574,62 ocupó el importante cargo de cardenal protector de Castilla.63 En resumidas cuentas, Pacheco fue una personalidad central de la política española en Italia, como puede verse siguiendo las informaciones de sus criados.64 En su primera carta, fechada el 18 de agosto de 1567, Francisco Ramírez y Montalvo le refería a Simón Ruiz dos noticias importantes sobre su señor: la primera, que desde el 8 de agosto ya le pertenecían los frutos del obispado de Burgos, pues en ese día se pasó por el consistorio su nombramiento, haciéndose efectivo. La segunda noticia era que se tendrían que quedar residiendo en Roma hasta que se terminara el proceso del arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza, lo que Francisco vaticinaba sería por Navidad: [...] porque es el mixor cavallero y clerigo [Pacheco] que a salido de España y asi lo pareze pues no ai italiano a quien no aia dado contento su provision a las 8 deste se paso en el consistorio el obispado y desde entonzes goza de frutos y todo lo que vacare por indulto. Solo ai un ax y es que creo que iremos a residir presto más de lo que querriamos. El papa quiere que se entretenga hasta que la causa del arzobispo de Toledo se acabe como xuez della hasta navidad dizen que durara porque le den gran priesa despues no faltara alguna dicha que como le deseamos los criados desta casa.65

Tenemos que recordar que Pacheco había sido nombrado por el recién elegido papa Pío V consultor suyo para juzgar la causa de 62. Hay una carta enviada el 2 de noviembre de 1574 por Francisco I de Médici al caballero de la Orden de San Esteban que viene encargado de acompañar el cardenal Pacheco y sus familiares en el viaje de vuelta en galeras a España. Contini y Volpini (ed) (2007: 375). 63. Ramos Iglesias (2009); Flórez (1771: t. XXVI, 432-436), y Wodka (1938: 79). 64. Hay muchas referencias sobre este relevante prelado, pero falta un trabajo monográfico sobre su figura. Fue nombrado cardenal en 1561 por Pío IV con el título de Santa Susana. Según Flórez en su España Sagrada, el capelo cardenalicio se debió a las peticiones de doña Leonor de Toledo y de Cosme de Médici (Flórez 1771: 433). Siempre según Flórez, llegó a Italia en 1545 siguiendo a su tío, el cardenal Diego Pacheco. En 1567 fue nombrado obispo de Burgos. Sobre el papel de Francisco de Pacheco en la curia romana, véase Bonora (2007: 134, 144, 205). También Dandelet (2001), que destaca el papel de este cardenal en el ámbito romano, como en particular hace en las pp. 133-134, a pesar de algunas imprecisiones sobre la duración de su estancia en Roma y la duración de su cargo como cardenal protector. Ver también Visceglia (2015) y García Sánchez (1986). 65. ASR Caja 6 (92): carta de Roma, 1567.

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Carranza, junto a los cardenales Scipione Rebiba, Juan Francisco Gambara —ambos, además de Pacheco, formaban también parte del Santo Oficio— y Juan Pablo Chiesa, prefecto de la Signatura de Justicia.66 Por lo que se lee en sus cartas, deducimos que Simón Ruiz estaba interesado en este asunto, el cual parecía a punto de resolverse en dos ocasiones, en 1567 y 1570, aunque la resolución final no tendría lugar hasta 1576: [...] en el negocio del Arçobispo a grandes dias que se tiene por acavado, porque no se habla palabra en ello. Lo que comunmente por Roma se dize, entre los que dessean su libertad es, que esta libre, y assi publican que lo a dicho el Papa, el qual dizen que espera un correo que se embio a dar cuenta a su Majestad del termino en que estava este negocio con cuya respuesta dizen se acabara de espedir la causa. Differente es esto de la coadjutoria que v. m. dize.67

Efectivamente, como atestiguan las informaciones sobre el proceso romano del arzobispo Carranza, recopiladas por Tellechea Idígoras, en estas fechas el papa tenía intención de cerrar la causa y conminar la sentencia.68 Pero no pudo ser así, sobre todo a raíz de las presiones diplomáticas ejercidas en Roma por parte del embajador de Felipe II, Juan de Zúñiga, quien pretendía evitar la absolución que quería dictar el papa. A la tensión diplomática que aquello produjo se unieron las gestiones realizadas para formar la Liga Santa, en la que participaba Pacheco también: él, Juan de Zúñiga y el cardenal Granvelle habían sido nombrados en mayo de 1570 por el cardenal Espinosa como plenipotenciarios para negociar la alianza con Roma y Venecia que debía

66. Tellechea Idígoras (1988: 10). Pío V ordenó que el proceso y Carranza se trasladasen a Roma, para así finalmente dictar sentencia. El arzobispo de Toledo llegó en mayo de 1567. Como acertadamente señala Tellechea Idígoras: “El problema del lugar donde había de sentenciarse la causa (en Roma o en España), planteado desde el principio, fue haciéndose cada vez más vivo, sobre todo a raíz de la aprobación del Catecismo de Carranza por la comisión del Índice del Concilio de Trento (1562) y de la súplica dirigida por los padres conciliares a Pío IV para que se ocupase directamente del obispo prisionero”, en Tellechea Idígoras (1972: 359). 67. ASR Caja 12 (234): carta de Roma, 1570. 68. Tellechea Idígoras (1988: 31-40; 1994). Este autor detalla detenidamente la batalla que se libra entre Roma y Madrid.

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frenar la expansión otomana.69 Sobre este tema también fue informado Simón Ruiz en agosto de 1570: [...] aunque vuestra merced esta tan incierto de la yda del Cardenal tenemos por muy cierto sera al tiempo que è dicho si esta Liga con venecianos no haze algun impedimento esta encomendada al embajador y al Cardenal Granvela y al Cardenal mi señor los quales, con otros cardenales por parte del Papa y el embajador de Venecia hazen continuas congregationes aunque tambien se dize que es casi concluyda.70

La creación y desarrollo de la Liga Santa estuvo estrechamente relacionada con los conflictos internos de la Monarquía Hispánica sobre el tipo de política exterior que se quería desarrollar en el Mediterráneo,71 en contraposición con la visión confesional y de cruzada promocionada por Pío V.72 Fueron conflictos de gran envergadura, que hacen patente la poca propensión de Felipe II a aceptar el talante universalista que el papado quería recuperar e imponer, a menudo en menoscabo de las prerrogativas de la monarquía en materia eclesiástica y jurisdiccional. En aquella lucha también estaban involucrados los jesuitas, con su general Francisco de Borja, quien acompañaba —como informa Francisco Ramírez y Montalvo a Simón Ruiz—73 a Michele Bonelli, el cardenal Alejandrino legado del papa Pío V, en el viaje que hizo a España para tratar de estos temas con Felipe II en la segunda mitad de

69. Rivero Rodríguez (1996), en particular, sobre el tema de los plenipotenciarios nombrados, ver p. 597. 70. ASR Caja 12 (234): carta de Roma, 1570. 71. Angiolini (2007). Este ensayo y su amplia bibliografía explica y resume bien intereses y estrategias elaborados por la corona española a partir de la mitad del siglo xvi sobre su política de control naval del Mediterráneo. 72. A este propósito, véase Rivero Rodríguez (1996: 592-599), donde se analizan las diversas y complejas posturas políticas, en particular la contraposición entre el duque de Alba, Ruy Gómez de Silva y el cardenal Espinosa sobre fines y estrategias de las negociaciones sobre la Liga Santa y las estrategias que había que seguir con el papado. La bibliografía sobre estos temas es muy amplia, para un primer acercamiento se puede hacer referencia a lo indicado en este ensayo de Rivero Rodríguez. 73. “[...] el cardenal Alejandrino parte presto por legado, va a Francia y España y Portugal, lleva consigo al padre Francisco de Gandía de manera que los teatino [jesuitas] harán allá sus negotios”. Carta de Francisco de Montalvo desde Roma a Simón Ruiz, 11 de junio 1571. ASR Caja 15 (16): carta de Roma, 1571.

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1571.74 Por esta razón, resulta llamativo ver involucrado al cardenal Pacheco en dos acontecimientos tan relevantes como fueron el proceso a Carranza y la Liga Santa, dos momentos clave en el desarrollo del conflicto entre la Corona hispánica y el papado. Merece la pena destacar la implicación de otro poderoso cardenal español en estos acontecimientos: Diego de Espinosa,75 inquisidor general y presidente del Consejo Real, el cual aparece también relacionado con Simón Ruiz y su red de contactos. Rasgos de esta conexión se nos muestran en varias cartas: por ejemplo, en una escrita por Bernardino de Montalvo el 20 de enero de 1570 desde Roma, donde se hace referencia a la relación con este cardenal para solucionar problemas de cierta deuda que conciernen a un “hombre” de Espinosa: Juan de Ovando. La importancia que tenía este enlace se nos revela por el hecho de ser el propio Simón Ruiz quien escribía, desde Medina del Campo, a Gonzalo de Ríos Mejía —recién llegado a Roma— el 29 de septiembre de 1572, solo unos días después de la misteriosa muerte del cardenal Espinosa, obispo de Sigüenza: [...] Muy presto tendrá vuestra merced con que poder pasar en esta tierra que quien a tan buen señor sirve no será mucho que se vea presto este acrezentamiento. Aunque la bida es tan brebe que viendo cosas que vemos cada día quita los bríos de acrezentamientos y de haziendas que envió el cardenal de Zigüenza en tanta cumbre y a sus deudos tan con pensamientos de pasar adelante y en corte que no se pensaba su muerte. Se acabó todo y quedan sus deudos todos tan arrinconados que es lástima que por ninguno hizo más que dar palabras. Son cosas que Dios hordena y así le hemos de dar gracias por todo y vivir como si oy no ubiesemos de morir que esto es lo que más haze al caso.76

Resulta llamativo también el modo en que Antonio de Montalvo le comentaba a Simón Ruiz este episodio: “[...] que verdaderamente la pérdida del cardenal que v.m. dize a sido gran daño porque viviendo no podia faltar a los sobrinos de vuestra merced y mios, pero pues no ay remedio echemos a parte este negotio y encomendemoslo a Dios que Él lo remediará todo”.77 74. 75. 76. 77.

Prosperi (1969). Gómez Rivero (2009); Escudero (2001) y González Novalín (1967). ASR Caja 189 (126): carta de Roma, 1572. ASR Caja 17 (235): carta de Florencia, 1572.

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Simón Ruiz también escribía sobre los asuntos romanos a otro criado del cardenal Pacheco: el ya citado Gonzalo de Ríos Mejía. Había llegado a Roma en el verano de 1572 y desde allí escribiría seis cartas hasta 1573, dos de ellas para Lope de Arciniega, estrecho colaborador de Simón Ruiz.78 En ellas informaba por extenso sobre el tema de mayor interés político del momento: los eventos bélicos contra el turco.79 Él se encargó de informar a Simón Ruiz, en una carta del 7 de abril de 1573, de la reacción del papa y del papel de su señor, el cardenal Pacheco, cuando el día anterior el embajador veneciano Tiépolo le comunicó que ellos se despedían de la Liga porque “tienense hechas paçes con el turco”. Describía muy explícitamente la reacción intempestiva del papa: “Rescibió gran pena y no quiso que el embaxador le hablase diçiendole se quitase de su presençia que era un traydor y cismatico, como toda Venecia y otras palabras muy feas y afrentosas”.80 En la carta se cuenta también cómo el papa citó al cardenal Pacheco y al embajador Juan de Zúñiga para después de un consistorio convocado por Su Santidad en mitad de la noche y celebrado de madrugada.81 Unos días más tarde, Gonzalo de Ríos Mejía volvía a escribir sobre este tema a Lope de Arciniega. La única carta que se conserva de Francisco Ramírez haciendo referencia a esta cuestión tiene fecha de 7 de abril. Debía tenerla escrita a falta del saludo final. La carta trata en realidad de otros temas y, solo al terminar, con letra algo más movida, añadió un escueto comentario: “Buenas nos la an hecho venezianos Dios los dará el pago. Nuestro papa lo siente de manera que le acabara la vida este negoçio que Dios no lo quiera”.82 Este interés por los quehaceres del cardenal Pacheco no se debía solo al deseo de estar bien informado. Simón Ruiz, desde Medina del Campo, se ocupaba de financiar los gastos del cardenal mandando dinero a los Montalvo. En repetidas ocasiones, Francisco Ramírez y

78. ASR Caja 17 (255, 256 y 257): cartas de Roma, 1572; ASR Caja 20 (212, 213 y 214): cartas de 1573. Las de Lope de Arciniega son: ASR Caja 17 (257): carta de Roma, 1572 y ASR Caja 20 (214): carta de 1573. 79. ASR Caja 17 (256): carta de Roma, 1572; ASR Caja 20 (212): carta de 1573. 80. ASR Caja 20 (213): carta de Roma, 1573. 81. Véase también Rivero Rodríguez (1996: 608). 82. ASR Caja 20 (207): carta de Roma, 1573.

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Montalvo solicitaba estos envíos para cubrir las deudas que le generaban sus servicios al cardenal. En febrero de 1571, ocupado en saldar las deudas que había dejado su hermano Bernardino al morir, Francisco se lamentaba con Simón Ruiz del cambio abusivo que le quería imponer Bendinelli de Negroni por una póliza de 100.000 maravedís que había recibido del pago que Simón Ruiz había hecho a Litta,83 en Medina del Campo, en septiembre del año anterior. Los lamentos de Francisco se repiten, porque la póliza que tenía de Litta le obligaba a retirar el dinero a través de Bendinelli de Negroni, un banquero genovés que pretendía imponerle un cambio abusivo, a no ser que quisiera esperar a la siguiente feria. Pero Francisco, apremiado por los acreedores de Bernardino y por los intereses que se acumulaban con el paso del tiempo, no podía esperar, de modo que se vio obligado a negociar con Bendinelli el cobro, al menos, de una parte: 1.200 reales. El resto —decía— no lo quería tocar, “aunque se coma todo de intereses”, y pedía a Simón Ruiz que Litta le enviara otra póliza, “a razón de tanto”, y que le dijera también “lo mal queste lo a hecho y aca le quitare que el cardenal no tenga mas dinero en su casa”.84 Simón Ruiz confirmaba esto que aparece en una de las minutas que se conservan: Yo entendi que quando pague aqui la zedula de los 200 ducados a Juan Baptista Lita del señor Bernardino de Montalvo que los abia recibido ay primero. Pesarme ha mucho que no se ubiesen ay cobrado que pues yo el mismo dia que se cumplio el termino lo pague. Abisarme ha v. m. si se a cobrado.85

Las últimas cartas de Roma que se conservan de Francisco Ramírez y Montalvo son de 1573. En ellas sigue a vueltas con la deuda de Astudillo, se le ve organizando la política matrimonial de la familia e informando a Simón Ruiz de nuevos movimientos de dinero que se habían de hacer: el obispo de Cefalú, Vadillo —quien, significativamente, también formaba parte del proceso contra Carranza en calidad de consultor

83. Giambattista Litta era el agente de los Olgiatti en España. Carretero Zamora (2013). También Villanueva Morte (2009). 84. ASR Caja 15 (10): carta de Roma, 1571. 85. ASR Caja 201 (199-200): cartas de Roma, 1596.

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del papa—86 deseaba enviar dinero a su hermana, doña Paulina Vadillo Brizeño, 500 ducados a 11 reales y medio por ducado.87 Tanto en las cartas de Francisco como en las de Gonzalo de Ríos, datadas en ese mismo año, se nos informa acerca de la voluntad del cardenal Pacheco de volver a España, sobre todo una vez disuelta la Liga Santa,88 y, con él, sus criados. De hecho, suena a despedida familiar una reunión mantenida en Florencia por los hermanos Montalvo, a la que Francisco se refiere de pasada en la carta que escribió a Simón Ruiz en noviembre de 1573: “Por la prisa del correo no daré quenta a v. m. particular del viaxe de Florençia. A sido de gusto para todos los hermanos. Nos emos holgado mucho que todos tienen salud para servir a v. m.”.89 Como si intuyera que estaba cerrando un capítulo, en su siguiente carta, del 17 de noviembre, Francisco parecía estar zanjando los asuntos principales que le habían ocupado en su correspondencia con Simón Ruiz: “El illustrísimo de Medizis me a resinado nuestros beneficios y el señor Antonio de Montalvo queda con gusto por aver acabado este negoçio”.90 Francisco procedía, con ello, a repartir los beneficios heredados de su hermano: [...] y doy a Marchena a su hijo segundo [de Antonio de Montalvo] y lo de Córdova quédame lo de Madrigal y Blasconuño y todos los frutos de todo que están caidos por todo este año que ia esta cumplido y para espedizión de bulas es este dinero. Esto es lo que siempre pensé porque mi hermano lo a travaxado y es muy justo que quien tiene tantos hijos los remedie desta manera. El señor Antonio de Montalvo está muy bien y sus cosas tan en orden que aunque su amo le falte estará muy bien, mas el príncipe a jurado al cardenal mi señor que se servirá del y le hara tanta merced como su padre y es de creer porque ai pocos çerca de su alteza como Antonio de Montalvo. Tiene mi hermano muy buena hazienda y muy sana y sus casas muy en horden.91

86. Tellechea Idígoras (1988: 10). 87. ASR Caja 20 (209, 210 y 211): cartas de Roma, 1573. 88. Gonzalo de Río a Lope de Arciniega: “Deseo si Dios fuese servido ser de vuelta y creo será porque el Cardenal mi señor me desea hazer merced y tiene de más desto gana de irse a su yglesia y haralo pues las paçes que veneçianos an hecho tan en su perjuizio y de la Liga no le haran resida en Roma”. ASR Caja 20 (214): carta de 1573. 89. ASR Caja 20 (209): carta de Roma, 1573. 90. ASR Caja 20 (210): carta de Roma, 1573. 91. ASR Caja 20 (210): carta de Roma, 1573.

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El fin de la correspondencia de Roma con los Montalvo deja un vacío en las cartas conservadas. Entre 1573 y 1577 encontramos tan solo seis cartas. Cuatro de ellas tratan los asuntos de Hernando de Morales.92 Las dos de 1577 forman parte ya del epistolario del nuevo corresponsal de Simón Ruiz en Roma: Vítores Ruiz Envito, su sobrino. Vítores Ruiz Envito En la correspondencia de Francisco Ramírez y Montalvo ya existen referencias de su voluntad de servir y ayudar al sobrino de Simón Ruiz, Vítores, por entonces estudiante en Salamanca. En 1571, le solicitaba a Simón Ruiz: “No dexe v. m. de avisarme del nombre del sobrino estudiante, de la edad o si es de corona que se podría ofrezer en que emplealle en cosa de iglesia y mandalle que tenga mucha amistad con nuestros sobrinos. Io tengo escrito a Salamanca que le sirvan”. Los sobrinos de los que habla Francisco podrían ser los hijos de doña Úrsula, de quienes hemos hablado anteriormente. Que el “sobrino estudiante” era Vítores lo confirma la minuta que se conserva de la respuesta de Simón Ruiz, fechada en 10 de marzo: Beso a v. m. las manos por la merçed y buen ofrezimiento que me haze para quando se ofreziere ocasion de acordarse del sobrino que tengo en Salamanca que bien se que en lo que v. m. pudiere me hará merçed y así lo debe v. m. a mi deseo de servirle. Llámase Vitores Ruiz, hijo de Vitores Ruiz y de doña María de Portillo. Es de prima corona y de edad de 20 años y va para 21. Soplico a v. m. haga memoria dello por si se ofreziere alguna ocasion y si se ofreziere tal pieza que a v. m. le parezca bien para la pension dentro desa zibdad se daran las fianzas a contento para la paga porque haré que Bonvisis de Leon escriva a quien lo haga y andando el tiempo como se pueda hazer lizitamente para la conzienzia se redimira. Yo remito esto al mejor parezer de v. m. Él estudia en Salamanca y este año oye theologia. Creo que conoze a sus sobrinos de v. m. porque el me ha dicho mill bienes dellos y yo le escribiré les procure servir en todo lo que pudiere.93

92. ASR Caja 23 (271-272): cartas de Roma, 1574; ASR Caja 28 (3): carta de 1575, y ASR Caja 33 (240): carta de 1576. 93. ASR Caja 201 (199-200): carta de Roma, 1596.

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Más adelante, en la carta que debía tener preparada Francisco Ramírez y Montalvo para su envío el 7 de abril de 1573, comentaba a Simón Ruiz que “no me pareze mal si no muy bien que el señor Vítores Ruiz acabados sus estudios venga a ser cortesano aviendo de hazer profesion de prete será muy azertado”.94 Como se puede ver, para Simón Ruiz, la atenta educación de su sobrino y la preparación que recibía en la prestigiosa Universidad de Salamanca debía culminar con su paso por Roma. Así, en octubre de 1577, Vítores Ruiz ya aparece como remitente desde Roma. Y así seguiría hasta su vuelta a España, en 1581, tras la muerte de su hermano Pero Ruiz.95 Sus primeras impresiones sobre el ambiente de la ciudad no fueron muy positivas y, en la primera carta que conservamos de él, de octubre de 1577, se lamentaba de ello: “[...] según en este pueblo se usa esto de no guardar palabra tampoco me marabillare mucho que en esto veo milagro cada día con unos y con otros [...] y aqui es lo mismo el si y el no y aun en el mismo papa mejor. Y esto a bueltas de que está el más perdido pueblo en todo vicio que ay en lo criado, que crea v. m. es toda España un monasterio de cartujos en su comparación”.96 La fortuna que Vítores tuvo en sus andanzas romanas parece refrendar sus primeras impresiones. El objetivo de su viaje se puede discernir claramente siguiendo su correspondencia: obtener del papa un nombramiento como camarero apostólico.97 Para ello, contaba con el apoyo de las cartas del rey de Francia, Enrique III, y de importantes personajes franceses, obtenido gracias a la influencia de su tío Andrés Ruiz en Nantes.98 Con esas cartas, esperaba obtener la ayuda del cardenal Luigi d’Este y tener así acceso al papa para solicitarle la camarería. Era un negocio que, ya desde el principio, discurría con mucha lentitud y que, además, estuvo plagado de reveses. El primero de ellos, determinante, lo relataba Vítores en una misiva de febrero de 1578, en la que decía que el cardenal Luigi d’Este, al ver las cartas que tenía del rey de Francia para el papa, 94. 95. 96. 97.

ASR Caja 20 (207): carta de Roma, 1573. Lapeyre (2008: 76). ASR Caja 39 (10): carta de Roma, 1577. ASR Caja 45 (155, 157 y 167): cartas de Roma, 1578. También Lapeyre (2008: 76 y 77). 98. Lapeyre (2008: 76).

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[...] respondiome que las cartas pasadas que le dí en nombre del rey de Francia no eran suyas, sino contrahechas y que ansí el no podía llevarme a dar las que tenía para el papa que no creya fuesen del rey. Y dijome más, que las que había dado al embaxador de Francia y a los demás cardenales tampoco eran del rey y que ansí se lo avian dicho ellos.99

Aquel fue un golpe demoledor, dado que Luigi d’Este era el cardenal protector de Francia.100 Desde ese momento, presumiblemente, Vítores perdió toda credibilidad en Roma. Es evidente que aquello supuso un gran disgusto para Simón Ruiz, pues, en la carta del 6 de mayo de 1578, Vítores trataba de disculparse: Pesame mucho v. m. aya avido desgusto sobre lo que escrivi que avia pasado con el cardenal de Este que aunque fue azahar como la culpa este de parte de ellos no ay de que tener pena principalmente que espero en Dios se remediara muy en brebe digo el salir con mi honra, y el embaxador de Françia no a hecho ningun mal offiçio por mi, antes dandole yo parte de esto se maravilló mucho y me dijo si quería ablase al cardenal sobre ello. Yo no quise por esperar satisfacelle muy a mi gusto con que quedará desengañado si el quisiere.101

Vítores no supo aprovechar sus oportunidades. Al rechazar la ayuda del embajador francés, quedó en una agónica e inútil espera de las nuevas cartas del rey de Francia que había solicitado a su tío Andrés Ruiz102 para confirmar las anteriores y, con ello, al menos, salvar su honra.103 El 24 de marzo de 1578, por fin, recibía un correo de su primo Andrés Ruiz104 con las cartas de favor del rey de Francia para el papa y para el datario —que en aquel momento era Matteo Contarelli—;105 sin embargo, parece que no tuvieron ningún efecto, por lo que se quedó a

99. ASR Caja 45 (156): carta de Roma, 1578. Llama la atención la jugada del cardenal d’Este, pues desde 1576 mantenía relación con Andrés Ruiz por el arrendamiento de los impôts et billets de Bretaña. Lapeyre (2008: 29). 100. Portone (1993). 101. ASR Caja 45 (164): carta de Roma, 1578. 102. ASR Caja 45 (156): carta de Roma, 1578. 103. ASR Caja 45 (165): carta de Roma, 1578. 104. ASR Caja 45 (160): carta de Roma, 1578. 105. Sobre Contarelli, véase Fragnito (1983). Llama la atención que Contarelli participó también en el viaje a España, Francia y Portugal del cardenal Michele Bonelli en 1571 durante las negociaciones para la Liga Santa y otros asuntos.

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la espera de otras que convencieran al cardenal de su error, aunque este le consolaba diciéndole que aquello no tenía importancia.106 Solo el cardenal Rambouillet siguió ofreciendo a Vítores la posibilidad de conseguir una audiencia con el papa.107 De hecho, el 22 de octubre de 1579, se encargó de propiciar un primer encuentro, que Vítores narra en una nota al margen, datada del mismo día en que tuvo lugar: Acabando de firmar esta me ynbió a llamar el cardenal Ramboglet que yba a visitar al papa y me metió a besar el pie a su sanctidad y le dijo grandes cosas de mi ultimamente. El papa dijo que vería en acerptarme por su camarero. El cardenal me prometió la primera vez que le ablase hecharía el resto.108

Con la misma fecha envió otra carta, más pausada, relatando el encuentro: “[...] me llebó al papa en su coche y le dijo de mi lo que pidiera de su hermano y más y le suplicó me hiziese su camarero. El papa haçe esto muy de mala gana y se escusó mucho. En fin, quedó la cosa entablada para otra visita”.109 La ingenuidad de Vítores y su incapacidad de percibir los humores y el lenguaje de la curia romana, algo imprescindible para sobrevivir en aquel ambiente, quedan patentes en sus misivas. Por ejemplo, como consideraba que con el apoyo de Rambouillet tenía el respaldado suficiente para optar a las vacantes que llegaban de España, decidió solicitar a Simón Ruiz que le enviara los avisos que merecieran la pena y de los que se pudiera beneficiar. De este modo, se presentó por la vacante del arcedianazgo de Alba y, según le contaba a su tío, se metió a concurso “[...] y salí primero aprobado [pero] el embaxador de España pudo tanto por otra parte que me le quitó. Solo me queda el consuelo que el mismo a quien le dieron dize la sinrazón grande que me an hecho y con él toda la corte”.110 Parece que este episodio le abrió los ojos a Vítores, haciéndole comprender que, en realidad, no tenía a nadie que le apoyase en Roma; pues, cuando acudió a solicitar el apoyo del cardenal Rambouillet, este le respondió que no podía inmiscuirse en las vacantes españolas,

106. ASR Caja 45 (166): carta de Roma, 1578. 107. ASR Caja 45 (157): carta de Roma, 1578. 108. ASR Caja 45 (167): carta de Roma, 1578. 109. ASR Caja 45 (168): carta de Roma, 1578. 110. ASR Caja 53 (189): carta de Roma, 1579.

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[...] que aviendome hecho las mayores carizias del mundo el cardenal Rambogleto ofreziendoseme para todo quanto quisiese del. Y yo fiado en esto suppliqué a v. m. me la hiziese de me ynbiar un aviso, fui con el que tube de Salamanca a su casa y dijome que no podia meterse en cosas de benefiçios por españoles.111

De hecho, solo el cardenal d’Este le había apoyado, “aunque friamente de suerte que al final no hizimos nada”. Al pie de la carta, desengañado, solicitaba a Simón Ruiz que no le enviara más avisos de vacantes, “que no quiero tentar más a Dios pues aquí no tengo hombre”.112 Y es que, en verdad, Rambouillet era quien estaba utilizando a Vítores para conseguir que Simón Ruiz favoreciese a su hermano, que se encontraba en Madrid, en una embajada personal del rey de Francia ante Felipe II. De hecho, Vítores, con cada buena acción del cardenal, solicitaba a su tío que le hiciera regalos y le favoreciera.113 Vítores buscó nuevas salidas a su situación: propuso a Simón Ruiz que indagara discretamente en Medina del Campo sobre sus posibilidades para suceder al abad de la villa,114 pues sabía que este pretendía dejar la abadía por su avanzada edad. El abad, que se encontraba en Roma siguiendo los pleitos que mantenía con el obispado de Salamanca por asuntos de jurisdicción, también se escribía con Simón Ruiz. El pleito principal, cuyo inicio se remontaba a finales del siglo xv, estaba, tras varias vicisitudes, en la Rota. En sus cartas, el abad daba cuenta a Simón Ruiz de la sentencia favorable que había obtenido de dicho tribunal, así como de los nuevos recursos e impedimentos que a ella siguieron. De hecho, aquel pleito no se resolvería hasta 1595, con la creación del obispado de Valladolid.115 El abad era Juan Antolínez Breciano de la Ribera, el cual firmaba también como obispo de Giovinazzo, pese a haber dejado el obispado en 1574. Septuagenario, 111. ASR Caja 53 (189): carta de Roma, 1579. 112. ASR Caja 53 (189): carta de Roma, 1579. 113. ASR Caja 45 (167-168): cartas de Roma, 1578. 114. En realidad, es una idea que le ha inculcado discretamente el propio abad. Vítores expone sus razones sin rodeos a su tío: “[...] es ocasión donde v.m. puede favorezerme granjeando de secreto a esos señores de cabildo como v.m. mejor sabrá”. Y un poco más adelante: “Pues al rey se le pueden poner justas causas para ello diziendo soy hombre de 36 años letrado y como al presente resido en esta corte como lo e hecho a algunos años que son causas tan bastantes que no las tiene ninguno de los que ay en el cabildo”. ASR Caja 53 (192): carta de Roma, 1579. 115. Barrio Gozalo (2010: 34).

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informaba a Simón Ruiz de las vicisitudes del pleito116 para que este, a su vez, informara a los señores del ayuntamiento. A menudo, se aprovechaba también de la ingenuidad de Vítores, utilizando su correspondencia para ocultar sus misivas a los adversarios, cosa que Simón Ruiz le recriminaba a Vítores, porque les encarecía el correo.117 El obispo de Cuenca Vítores recibió también la oferta de su hermano, Pero Ruiz, para ir a servir al obispo de Cuenca, Rodrigo de Castro Osorio, propuesta que trasladó a Simón Ruiz para someterla a su decisión. Como deseaba salir de Roma, trató veladamente de influir en él, recordándole lo difícil que le resultaba obtener algún beneficio: “[...] Lo que yo mas aqui abre sera un canonicato de 600 o 700 ducados con la pinsion que me quisieren hechar [...] y el que gastando mucho dinero y hacienda y lo demas que aqui se usa lleba un canonicato de Sevilla o Toledo vea v. m. con que pinsion y cómo y vera ser verdad lo que digo”.118 A este argumento económico, por si no fuera suficiente para convencer a Simón Ruiz, Vítores añadía el referido a su preparación universitaria: [...] Y su señoria [el obispo de Cuenca] esta a punto de una presidencia de inquisicion y facilmente me podria hacer inquisidor que mas mi 116. Según contaba a Simón Ruiz, el pleito se había iniciado en 1497, y él había tomado parte en Roma desde 1546. Sostenía que, gracias a sus gestiones, había conseguido que el proceso se trasladase a la Rota, donde había logrado aquella victoria de la cual le informaba. Afirmaba también que, a punto de cumplir 73 años, pensaba resignar el cargo de abad para que el rey nombrara a su sustituto, pero, al saber que Felipe II pretendía enviarle de nuevo a residir a Giovinazzo por la muerte de quien le había sucedido, se resistía a ello, aduciendo que el clima de ese pueblo le iba muy mal para la gota que padecía. Su resistencia fue tal que, en 1580, Vítores contaba a su tío que “aún el Virrey de Nápoles [Juan de Zúñiga y Requesens] estando aquí por embaxador procuró arto echalle a su residencia y no pudo”. ASR Caja 62 (113): carta de Roma, 1580. La correspondencia del abad de Medina se encuentra en ASR Caja 45 (144-154): cartas de Roma, 1578; ASR Caja 53 (182185): cartas de 1579; ASR Caja 70 (70-71): cartas de 1581. 117. “[...] En lo por venir procuraré no bayan cartas ajenas que mi intención no es desservir en nada a v.m. mas a veces no es posible dejar unas cartas más yo atenderé sea menos veces”. ASR Caja 45 (160): carta de Roma, 1578. 118. ASR Caja 45 (160): carta de Roma, 1578.

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facultad que la de canones es para ello [...] y el aber venido a Roma es me de mucha ynportancia para todo en lo que me pusiere dar mejor quenta que otra que aqui e deprendido muchas cosas que aun ymaginallas fuera ymposible no viendo lo que aqui pasa, que no se tenga por hombre de bonete quien no a visto los de italia y tratado muy en particular de las cosas de esta corte.119

Previamente, ya había informado a su tío de que el agente en Roma de Rodrigo de Castro Osorio, cuando todavía era obispo de Zamora, tenía previsto volver a España y, por tal motivo, el obispo iba a necesitar a alguien que se ocupara de sus negocios en la ciudad italiana. Pero, en este caso, Vítores tampoco logró aclarar sus ideas. Si en un principio se propuso a sí mismo para recibir dicho encargo, más tarde solicitaría a Simón Ruiz que mediase con el obispo para que se lo otorgara a su compañero y amigo Francisco de Torquemada. Mencionaba también a un tercer pretendiente, el doctor Simón de Gaztelu, hermano del secretario del rey —Martín de Gaztelu—, pero lo descartaba porque sabía que pronto volvería a España, dejando sus negocios en manos de un criado que, a juicio de Vítores, era poco de fiar.120 Finalmente, y para su sorpresa, el obispo —ahora ya de Cuenca— decidió confiar sus negocios a Gaztelu, por lo que a Vítores no le quedó otra cosa más que desahogarse con su tío por aquel nuevo revés: Veo lo que v. m. me dice como el señor obispo de Cuenca tiene ya dados sus negocios al doctor Gaztelu que bien pensé su señoría me la hiziera de encomendarmelos a mi para que le sirviera y aunque están encomendados a gusto de su señoría no tan bien quanto por ventura piensa, que cierto los dio a un hombre de menos substancia que ay en esta corte, pues solo tiene [...] hermano secretario de Su Majestad y este tiene los negocios no para hacellos el, que ni sabe de esto ni de otra cosa, sino para dallos a un su criado que se dice Juan de Anguiano, hermano de un Anguiano que está en ese pueblo casado con una alojera que vive en la rua a quien an

119. ASR Caja 45 (160): carta de Roma, 1578. 120. Ya Vítores había dado cuenta de la presencia de Gaztelu en Roma con cierta envidia, sobre todo, por tener cartas de Felipe II y contar con el apoyo de muchos cardenales “es muy favorido porque aqui tienen estos cardenales necessidad del secretario para sus pensiones que ay de España, y es tanto esto que el cardenal de Medicis, hermano del duque de Florencia, ymbió el otro día una imagen a su muger del secretario”, mientras que él, con cartas del rey de Francia, no conseguía más que golpes a su honor. ASR Caja 45 (159): carta de Roma, 1578.

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afrontado en este pueblo y está en posesión pública, tanto que lo sabe el papa, del mayor bellaco que aqui ay.121

Pese a lo anterior, probablemente por haberse ofrecido tan abiertamente a servir al obispo, o quizás por la insistencia de Simón Ruiz, Vítores recibió cartas del prelado solicitándole que hablara con Gaztelu, por lo que, finalmente, sería él quien se ocupara de los negocios del obispo en Roma. Es de imaginar que esto se debió al interés de Simón Ruiz, menos inclinado a que su sobrino volviera a España para servir al obispo que a hacerlo desde Roma. Así podía mantener tan importante contacto con este poderoso prelado dentro de la corte de Felipe II, lo que nos recuerda mucho, por las cartas vistas antes, al mecanismo que había creado en vida del cardenal Espinosa. En las cartas que Vítores escribió a Simón Ruiz en 1579, hay continuas referencias a los encargos que le hizo el obispo de Cuenca. En marzo de 1579, se veía en la necesidad de excusarse ante su tío: El señor Pero Ruiz me escribio en este dia como el obispo de Cuenca se quejaba no tenía respuesta de mis cartas. Yo le tengo escrito cartas más que de su señoría e recibido. Quanto a los negocios que aqui me a encomendado no tengo hecho ninguno porque an sido cosas imposibles [...] y para hacer todo esto no imbia más que cartas pues aquí no se negocia sino derramando dinero [...]. De todo esto doy larga quenta a v.m. porque sospecho recibira cuydado en saber no se haga todo muy a gusto del obispo.122

La carga de trabajo que le provocaban los negocios del obispo de Cuenca era tal que acabó por escribir a su tío, el 15 de junio de 1579, una advertencia: El obispo de Cuenca no hace sino cargarme de negocios por si y por sus criados y para todo ello no imbia blanca sino piensa se hace aqui por arte de encantamiento [...] y el obispo escribe tan descomedido que piensa soy su criado [...] v.m. se lo escriba o le envie esta carta, que si no muda estilo no recibiré sus cartas que no es ninguna honra hacer aquí sus negocios. Principalmente que escribe aquí a otras gentes que no son más que yo, más comedido.123

121. ASR Caja 45 (164): carta de Roma, 1578. 122. ASR Caja 53 (193): carta de Roma, 1579. 123. ASR Caja 53 (195): carta de Roma, 1579.

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Vítores se desahogaba. Sus palabras describen bien su incapacidad para entender los negocios romanos: se lamentaba de la habilidad de Gaztelu para hacerse con todos los beneficios, pero, en realidad, era él quien no sabía aprovechar las ocasiones que se le proporcionaban ni sacar partido de la oportunidad que le brindaba el trabajar en Roma para un prelado tan bien situado en la corte de Felipe II como lo era Rodrigo de Castro Osorio. Era el hombre de confianza del monarca que, además, había estado en Roma a principios de los años sesenta para llevar a cabo asuntos tan delicados como fueron los primeros trámites con el papa para procesar al arzobispo de Toledo Bartolomé Carranza. Como se ha visto, cuando Vítores escribía sus cartas, Castro Osorio acababa de ser nombrado obispo de Cuenca; poco más tarde, en 1582, accedía al arzobispado de Sevilla y, finalmente, en 1583, Gregorio XIII lo nombró cardenal por expreso deseo de Felipe II.124 Se entiende que las quejas de Vítores no debieron sentar bien a Simón Ruiz, y es de suponer que así se lo hizo saber, por lo que a Vítores no le quedó más remedio que seguir adelante, como lo muestra esta respuesta: Disimularé con el obispo de Cuenca pues v.m. lo manda que yo no quiero más interese que acertar a servir v. m. y dalle gusto que cierto le he servido en cuanto he podido y le he expedido unas bulas de cierta pinsiones suyas que ni el doctor Castello [sic. Gaztelu] se las pudo expedir ni se han despachado en este pontificado de la suerte que ellas estaban embrolladas y otras y así se lo he escrito su señoría.125

Los continuos fracasos de Vítores en el tema de las vacantes, su frustrado intento de obtener el cargo de camarero del papa y el ambiente de la corte romana convirtieron su estancia en Roma en una agonía. Además, los grandes gastos que suponía la vida en esta ciudad aumentaban su angustia y, también, la de sus hermanos.126 Así, ya en 124. Orive (1972). 125. ASR Caja 53 (196): carta de Roma, 1579. Así continúa esta interesante misiva: “Seguro esté v. m. que este papa no le haga cardenal que está muy mal con él porque prendió a un criado del nuncio que iba a tomar la possesión que tenía don Dionís del arcidianazgo de Alarcón y a dicho el papa artas cosas contra su señoría ya le tengo avisado de todo”. Como se puede ver, la escasa capacidad de Vítores para entender los entresijos de la vida romana queda patente con este juicio sobre las posibilidades del obispo de Cuenca de llegar a ser cardenal, previsión desmentida, como ya hemos visto. 126. “[...] que desde Francia me escribió mi hermano en beinte renglones beinte y una vez no gasteis de letra grande”. ASR Caja 39 (11): carta de Roma, 1577.

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las primeras cartas de 1577, propuso a su tío la compra de algún oficio del papa que le permitiera tener ciertos ingresos, evitándole gastar de su hacienda de forma desmedida, y que, por añadidura, le facilitara el acceso al propio papa. Pese a la negativa de Simón Ruiz, que consideraba el negocio demasiado costoso, Vítores insistía año tras año, hasta el punto de pedirle, en cierta ocasión, su parecer ante el acuerdo al que había llegado con un agente de monseñor Pinto para obtener el secretariato que este vendía por 7.000 ducados. Vítores argüía que podría pagarlo de sus propias rentas en España y renunciando en favor de monseñor Pinto a la herencia que le correspondía de sus padres. El susto de Simón Ruiz debió ser menor al leer que no había querido hacer escrituras de nada hasta no tener su beneplácito.127 Como ya se ha visto, en las cartas de Vítores se puede intuir que su tío no estaba satisfecho con él. A pesar de las potencialidades de la red familiar, los asuntos no funcionaban y Vítores parecía no estar a la altura del puesto al que le habían destinado. De hecho, en alguna ocasión, Simón Ruiz le debió acusar de no hacer lo suficiente para alcanzar sus objetivos: “[...] Digo esto porque v. m. tiene tanto cuydado en me hacer merced que le parece según me escribio este día sería raçon mis favores me hubieran aprobechado. No crea v. m. queda por mi culpa sino por mi ventura que es poca”.128 En 1580 volvía a defenderse de estas reprimendas: “V. m. no me haga tanto agravio como pensar no hago lo que es raçon pues no puedo más y algún día será Dios servido diga más largo en presencia de v. m. lo que ay en esto, que quien no ve las marañas de esta tierra podrá ymaginar qualquier cosa. Dios me saque de ella presto y sea como fuere servido”.129 En alguna otra ocasión, más que defenderse, lanzaba algún reproche velado al lamentarse de cómo había quedado expuesto al recibir aquellas cartas del rey de Francia, mientras “casi qualquiera las tiene del rey de España que son de más momento, ansi que los que en este lugar an algo por favor es por la via dicha que son favores vigentes los demás anlo tan poco a poco como pareçe”.130 Las cartas de Vítores, al igual que las de los anteriores remitentes, también contienen noticias de la vida y de la política romana, como las 127. ASR Caja 62 (112): carta de Roma, 1580. 128. ASR Caja 45 (159): carta de Roma, 1578. 129. ASR Caja 62 (116): carta de Roma, 1580. 130. ASR Caja 45 (159): carta de Roma, 1578.

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que refieren las sabrosas afirmaciones hechas por el papa durante un consistorio: [...] Pidió el embaxador de España al papa, en nombre de su rey, que declarase a los señores de flandes y a sus secaçes por hereticos desamparadores de la religión. Respondió [el papa] que el no los tenía por tales, sino por comuneros y que esto no tocaba a la iglesia. Salió el embajador un poco colerico. A se dicho que dijo el papa a ciertos cardenales ahora veremos que hacen estos leones de España.131

Es evidente que Vítores no estaba preparado para enfrentarse a los “leones” de la curia, a un ambiente como el romano, tan duro y competitivo. En las últimas cartas de Vítores, cobra importancia una figura que sería la causante de su precipitada salida de Roma: Pero Ruiz Envito, su hermano. A mediados de 1580, ya aparecen algunas referencias a las desavenencias que este tuvo con su tío, las cuales culminaron con un pleito contra Simón Ruiz. Parece que Pero Ruiz también tuvo problemas con el propio Vítores a causa de unos dineros que le pretendía y que Vítores quería invertir en juros de por vida. Al final, tal como nos informa la carta del abad de Medina del 5 de mayo de 1581, Vítores abandonó la ciudad, siguiendo las instrucciones de Simón Ruiz, tras la muerte en duelo de su hermano.132 En junio, Baltasar Suárez informaba a Simón Ruiz de que su sobrino ya se había embarcado en Génova con destino a Barcelona y se ofrecía para saldar las deudas que le hubieran quedado en Roma.133 Vítores no tuvo capacidad para vivir la dura realidad romana, pero, probablemente, no toda la culpa es achacable a su descuidado proceder en la curia. El entramado familiar que Francisco Ramírez y Montalvo había ofrecido a Simón Ruiz para ayudar a su sobrino cuando se estableció en Roma parecía haberse perdido con la vuelta de Pacheco a España. Tampoco había rastro de Antonio de Montalvo ni de su influencia sobre los Médici. A lo largo de los cuatro años transcurridos entre la salida de Francisco Ramírez y Montalvo de Roma y la llegada de Vítores a la ciudad, es probable que hubieran cambiado los 131. ASR Caja 45 (165): carta de Roma, 1578. 132. ASR Caja 70 (70): carta de Roma, 1581. 133. ASR Caja 70 (40): carta de Florencia, 1581.

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equilibrios en la curia romana y que los que antes parecían dispuestos a apoyar a Simón Ruiz ahora no tenían tanto interés en hacerlo o, directamente, ya no querían. Quizás a ello se sumaba la repentina muerte del cardenal Espinosa, contingencia que debió dañar irremediablemente la capacidad de maniobra de Simón Ruiz en la ciudad papal. Es evidente que el apoyo ofrecido por ciertos personajes, especialmente por los poderosos cardenales en Roma o por los residentes en España, conseguía abrir o cerrar muchas puertas. En fin, la correspondencia de Roma nos permite entender la complejidad de estas redes formadas por agentes y contactos que movían la vida política y económica en la curia romana: redes múltiples y paralelas, que iban más allá del espacio geográfico abarcado por dicha ciudad y que nos permiten percibir la extraordinaria movilidad de sus protagonistas. Leyendo las cartas de Vítores tenemos la impresión de que, una vez en Roma, gracias al respaldo del rey de Francia, debió pensar que ya no necesitaría más que presentarse en la curia para obtener lo que se proponía. Sin embargo, su amarga experiencia en esta ciudad, el daño irreparable que le ocasionó el cardenal d’Este pronunciando una simple frase, nos demuestra que en la curia era más eficaz disponer de una tupida red de intereses familiares y económicos —y, sobre todo, tener la capacidad de saber estar y de saber leer los acontecimientos que se vivían— que poseer una carta de presentación firmada por un rey. Y es que, lo que en la curia había estado al alcance de la mano de Simón Ruiz a través de los Montalvo, ahora —solo cuatro años después— resultaba prácticamente imposible de conseguir. Sobre la pérdida de influencia sufrida por los Montalvo en Roma, puede aventurarse que estuviera relacionada con la vuelta del cardenal Pacheco a España, tras lo cual no quedó en la ciudad ningún contacto estable de la familia. Quienes escribían desde Roma a Simón Ruiz antes de 1574, como se ha visto, eran los criados del cardenal, miembros de este linaje. Antonio de Montalvo tampoco pudo mantener su influencia más allá de ese tiempo. En abril de 1574, moría Cosme I y le sucedió al frente del Gran Ducado su primogénito Francesco, con quien no tenía la misma relación.134 Sin duda alguna, el ciclo se cerró 134. Pese a la promesa hecha al cardenal Pacheco, el nuevo gran duque destituyó del cargo de mayordomo mayor y de embajador de la Orden de San Esteban a Antonio de Montalvo. Además, se abría un periodo de un año en que Antonio debía rendir pleitesía al nuevo gran duque para que este le confirmara su señorío sobre

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cuando se desvaneció aquel grupo formado por individuos unidos gracias a la importante red familiar, hombres bien curtidos en la vida romana, abiertos a juegos y conexiones trasnacionales de gran relevancia, bien conectados a las realidades socio-económicas dentro y fuera de la curia. Conclusiones En esta investigación nos hemos limitado a analizar, de forma detenida y profunda, solo una parte de las cartas. El nuestro ha sido, por lo tanto, un análisis parcial no solo en lo referido al número de cartas utilizadas, sino también al contenido de las mismas. En este trabajo se han utilizado las primeras cartas de Roma, las que llegan hasta 1581. Sobre el contenido, hay que advertir que en ellas se tratan otros muchos temas, quizás no de manera tan asidua, pero que nos pueden proporcionar mucha más información sobre los intereses, no solo económicos, de Simón Ruiz. Además, nos hemos centrado solo en determinados episodios a través de los cuales se puede demostrar que, por medio de una atenta y completa lectura de los datos epistolares, resulta posible dibujar el complejo entramado utilizado por un financiero como Simón Ruiz para percibir lo que ocurría en Roma y cómo se desarrollaba allí la acción papal. No debemos olvidar que la suya era una mirada que discurría por cauces paralelos a las vías tradicionales de la diplomacia, que utilizaba la corona para desarrollar su acción política. De hecho, hemos de tener muy presente la fuerte conexión de Simón Ruiz con Felipe II y, en consecuencia, el fluido canal de información del que disponía al estar en contacto con la corte y residir, tan a menudo, en Valladolid. La información que Simón Ruiz recibía directamente de Roma la podía cotejar, confrontar y completar con cuanto escuchaba

Sassetta. No lo hizo confiando en que, al haber designado Cosme ese feudo como antico en el momento de otorgarlo, no tenía esta obligación. Se inició así un periodo de pleitos, que terminó sin necesidad de juicio en agosto de 1575 con Antonio reconociendo su negligencia al no rendir pleitesía al gran duque y este reconociéndole su feudo en los mismos términos que su padre (Matteucci 2015: 18). Tras esto, lo único que Antonio de Montalvo perdió de lo obtenido de Cosme I fue la confianza y su influencia sobre la familia Médici.

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o le comentaban en la corte. Además, no hay que olvidar las valiosas informaciones que le llegaban por otros canales de información o de otras plazas europeas desde donde también le enviaban cartas. Por esta razón, nos parece de gran interés lo que estas misivas van contando y lo que este proyecto ha querido desarrollar: no solo nos dejan ver a Simón Ruiz y su manera singular de operar, sino que, además, nos permiten entender, a través de los ojos de un financiero de alto nivel internacional, el funcionamiento de la curia romana. Roma, y cómo en ella actuaba lo eclesiástico, interesaba mucho a todos: de hecho, en la ciudad papal, como nos han explicado muchos trabajos —y aquí solo quiero destacar el libro fundamental de Delumeau135 sobre la vida económica y social romana y los trabajos de Carretero Zamora sobre las colectorías de España—, se movía mucho dinero. Por medio de la emisión de una gran cantidad de letras de cambio en las ferias castellanas, el dinero de Castilla lograba viajar a Roma, donde las casas bancarias italianas liquidaban el valor de estas letras a la Cámara Apostólica, financiando así al papado.136 Puede decirse que Roma, en comparación con las cartas de Simón Ruiz que provienen de otros lugares, era una plaza peculiar, ya que la información financiera sobre tasas de cambio o transacciones económicas tiene poco espacio en ellas. Por lo que nos dicen, lo que se buscaba era, sobre todo, controlar los movimientos del papa, de su curia y de las potencias que se movían a su alrededor. En resumen, se buscaba obtener información de gran calidad sobre lo que ocurría en aquel mundo, una información que pudiera facilitar los movimientos económicos y financieros que Simón Ruiz desplegaba en otras plazas. Las posibilidades que nos brindan todas estas cartas son muy valiosas, ya que nos abren un acceso a la realidad de las relaciones personales establecidas entre los protagonistas que gestionaban asuntos de diversa naturaleza. Roma era una plaza compleja y, gracias al Laboratorio Virtual, tenemos la posibilidad de adentrarnos en esa complejidad y seguir el hilo de los juegos y relaciones que allí actuaban. Hablamos, y no debe olvidarse nunca, de una ciudad donde los extranjeros y los forasteros formaban la mayoría de la población y, mucho más que en otras ciudades, todos ellos debían relacionarse entre

135. Delumeau (1959). 136. Carretero Zamora (2012, 2013).

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sí, y con el exterior, para poder desarrollar sus actividades personales y profesionales. Es precisamente esta compleja imbricación de temáticas privadas, políticas, religiosas y económicas, presentes todas ellas en las cartas, la que nos permite reconstruir el funcionamiento de las redes que movían la vida romana y que, en ciertos aspectos, escapaban a las tradicionales visiones nacionales y diplomáticas. Para lograr sus beneficios, Simón Ruiz acudía a donde le resultaba más conveniente: bien al gran duque de Toscana, bien a los cardenales italianos, españoles y franceses. Los equilibrios políticos y económicos dictaban las reglas de un juego que sobrepasaba los tradicionales canales diplomáticos, que Simón Ruiz también utilizaba, aunque se valiera mayormente de las redes familiares existentes, para las cuales creó otras conexiones, eficaces algunas e inútiles otras, pero todas funcionales ante las nuevas realidades que vivía la curia romana. A finales del siglo xvi, la curia romana cuidaba el particulare de su vida política y redefinía lo universal de su legado papal, en un momento en el que las fronteras del mundo se dilataban en busca de nuevos medios y lugares para comerciar, de sistemas y organizaciones más eficaces para cristianizar: Simón Ruiz fue leyendo todo esto gracias al entramado de papeles que pasaba por sus manos, interpretándolo y transformándolo en medidas adecuadas a la necesidad del momento.

Luisa Ramírez de Montalvo

doña María de Montalvo § Simón Ruiz

Fuentes: Elaboración propia con las informaciones obtenidas de las cartas; Montalvo (1928); Matteucci (2015); Aglietti (2001).

- Existen dudas sobre el parentesco

Leonor Ramírez de Montalvo

–––

Jerónimo Ramírez de Montalvo

Licenciado Gómez de Montalvo § doña Isabel de Anaya

- Matrimonio

Juan Ramírez de Montalvo

Licenciado Juan de Montalvo

§

Paulo Enriquez Mayoralgo

doña Ana de Montalvo § Francisco Mayoralgo

don Juan de Montalvo § doña Isabel de Río

Ana Ramírez de Montalvo

María Ramírez de Montalvo

Diego Ramírez de Montalvo

Licenciado Gómez de Montalvo § Francisca Verdugo

Isabel Ramírez de Montalvo

Antonio Ramírez de Montalvo § doña Juana Guijosa de Guevara

Árbol genealógico de la familia Ramírez de Montalvo

Hernando Ramírez de Montalvo

Bernardino Ramírez de Montalvo

Licenciado Juan Ramírez de Montalvo § doña Úrsula del Águila

Francisco Ramírez de Montalvo

García Ramírez de Montalvo Bernardino Ramírez de Montalvo

Alonso Ramírez de Montalvo

Francisco Ramírez y Montalvo

doña María de Montalvo § don Juan Ramírez

Honores y negocios. Los caballeros de la Orden de San Juan en el entorno de Simón Ruiz Juan Ignacio Pulido Serrano

De la documentación: las cartas maltesas (cantidad, naturaleza y su ordenación de archivo) Para hacernos una idea del significado y la dimensión del problema que nos planteamos en estas páginas, debemos realizar una primera pregunta, la cual es muy fácil de formular, pero cuya respuesta, de momento, solo puede ser aproximada: ¿cuántas son las cartas de Malta que existen entre la correspondencia del Archivo Simón Ruiz? En las reflexiones que Felipe Ruiz Martín dedicó a ellas —apenas un par de páginas de su libro Pequeño capitalismo, gran capitalismo—, nos explicaba que eran doscientas en total las cartas existentes en el Archivo Simón Ruiz entre el hombre de negocios y los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén desplazados en la isla.1 El recuento que realizó incluye tanto las misivas llegadas a Simón Ruiz desde Malta como las copias de las que él escribió a este destino. Sin embargo, nosotros solo hemos trabajado con la mitad de ellas, 88 cartas concretamente, siendo una muestra suficiente para alcanzar nuestro propósito de ahondar en el significado que tuvieron las relaciones entre el medinense y los caballeros de la Orden de San Juan durante la segunda mitad 1.

“[...] Los dos centenares de cartas que en el archivo de los Ruiz hay procedentes de Malta o expedidas a Malta [...] son misivas de o para caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, conocidos o clientes del mercader Simón Ruiz, al que enorgullecen estas amistades”. Ruiz Martín (1965: xx-xxii): estas páginas se corresponden con las reeditadas en castellano en Ruiz Martín (1990b: 217-218).

Vista de Malta, Civitates Orbis Terrarum, I, George Brown y Frans Hogenberg (Colonia, 1572) (The Hebrew University of Jerusalem and The Jewish National and University Museum)

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del siglo xvi. Como el mismo Felipe Ruiz Martín confesó, el examen que hizo fue muy rápido, y, aunque acierta en señalar lo fundamental de lo contenido en el fondo documental, muchos de los temas encerrados en este epistolario están todavía por desentrañar. Es necesario, además, hacer una advertencia sobre el uso de este tipo de fuente documental. No solo las cartas maltesas explican las razones y el sentido último de la relación entre Simón Ruiz y los miembros de la Orden militar de San Juan de Jerusalén. Cuando, a mediados del siglo xx, el Archivo Simón Ruiz fue rescatado en Valladolid de la progresiva destrucción que estaba sufriendo, se procedió a la ordenación del inmenso epistolario siguiendo un criterio cronológico y topográfico, lo que hace difícil poner en relación las cartas de unas ciudades con las de otras.2 El resultado de ello es que, cuando tratamos de ver determinadas cuestiones a través de este magnífico epistolario, los árboles nos impiden ver el bosque. Pero, salvada esta primera dificultad, ante nosotros aparecen muchas otras cartas que, aun siendo procedentes de otras ciudades, también nos informan sobre las cuestiones maltesas en las que Simón Ruiz estuvo interesado. De aquí se desprende una primera observación a tener en cuenta: además de las maltesas, existen muchas otras cartas de distintas ciudades españolas e italianas que complementan, aclaran y profundizan en los temas tratados en el epistolario estrictamente maltés. Son cartas escritas desde Madrid, Valladolid, Salamanca, Mérida o Fregenal de la Sierra, o copias de las que se remitieron a estas ciudades; hay otras que se intercambian con Roma, Florencia, Nápoles, Venecia, Génova o Turín. La información que se recoge en todas ellas nos permite entender lo que leemos en las cartas de Malta. La razón de esta dispersión de la información en pequeños pedazos sueltos resulta obvia una vez que se conoce quiénes fueron los corresponsales. Los caballeros de la Orden de Malta que escriben o reciben cartas se movían, y a veces mucho, de una ciudad a otra siguiendo, en ocasiones, el curso de sus negocios particulares y, en otras, el de aquellos a los que estaban obligados en el cumplimiento de sus oficios dentro la orden militar. De ahí que las cartas que estos caballeros redactaron

2.

Ruiz Martín (1965: vi, n. 1; 1990b: 191-192, n. 2). El autor explica el trabajo de archivo realizado bajo la dirección del facultativo Filemón Arribas Arranz y los criterios seguidos. Véase el capítulo de Ángel Laso Ballesteros en este volumen.

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y firmaron, una vez fueron ordenadas por años y por ciudades en el archivo vallisoletano, se encuentren hoy diseminadas entre las más de 50.000 misivas que contiene este riquísimo fondo. Las conexiones entre unas cartas y otras, pinceladas todas ellas de un mismo cuadro, resultan difíciles de ver en muchas ocasiones. Son piezas muy pequeñas de un gigante rompecabezas, el cual cobrará su significado cabal cuando pueda recomponerse en su total integridad. La herramienta construida por los informáticos que vienen trabajando en este proyecto de investigación colectivo tiene como objetivo precisamente salvar esta primera dificultad y facilitar con ello el camino que nos debería conducir a una comprensión global del fondo documental. Hay una segunda razón que también nos exige contemplar el epistolario en su conjunto si queremos penetrar de una manera más profunda en los problemas que en él se plantean. Tomando como ejemplo el caso maltés, si así lo podemos denominar, nos preguntamos sobre la naturaleza de las relaciones que mantuvo Simón Ruiz con los caballeros de la Orden de San Juan. ¿Cuáles fueron los motivos de estas relaciones y en qué consistieron exactamente? Solo poniendo sobre la mesa un conjunto más amplio de correspondencia que aquella que se reduce a las misivas de Malta, podremos responder a esta pregunta y alcanzar una idea más completa y exacta de las actividades desempeñadas entre Simón Ruiz como banquero-mercader, de un lado, y los nobles caballeros, del otro. Es cierto que la impresión obtenida por Felipe Ruiz Martín captó lo sustancial de aquellas relaciones: [...] Los caballeros repiten monótonamente la propia cantinela: piden dinero anticipado, y para conseguirlo, sin duda, dan palique al mercader, contándole hazañas por ellos realizadas en el mar contra los turcos, o, confidencialmente, sus intrigas para obtener prebendas —equivalente a garantías, de ser conseguidas— en el haber de la Orden. Simón Ruiz no dejaba de saborear, complacido, cada epístola de los de San Juan de Jerusalén, seres, en su creer, en su conciencia, de distinta especie, mejor, más egregia. Y gustoso se mezclaba el mercader en las querellas intestinas de los caballeros favoreciendo como podía a éste contra aquél, cuando ambos abrigaban la misma pretensión, y facilitaba a su candidato noticias y dineros para que tomando la delantera en el viaje a Malta, para solicitar cerca del gran maestre y su consejo asesor se anticipe al émulo.3

3.

Ruiz Martín (1990b: 217-218).

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Efectivamente, Simón Ruiz hizo a Malta frecuentes envíos de información y, sobre todo, de dinero. En la mayor parte de las veces, fue a través de Florencia, pero también de otras ciudades como Mesina. La cantinela se repite con monotonía en la letra de las misivas: peticiones y envíos de dinero que una y otra vez van de España a Italia, y viceversa. En este sentido, Simón Ruiz ejerció de banquero, ofreciendo su apoyo financiero en favor de los caballeros que acudían a Malta, donde se localizaba la cabecera de la Orden de San Juan, con su gran maestre, tesoro y armada. Unos fueron a Malta a mejorar sus patrimonios apelando a la gracia y justicia del gran maestre, otros lo hicieron para rendir cuentas con el tesoro de la orden; y también hubo quien viajó para cumplir allí con sus obligaciones militares, participando de las caravanas de galeras que la orden militar desplegaba por el Mediterráneo para la defensa de la cristiandad frente al islam. Es cierto que aquí reside una de las razones principales de la relación que se expresa en esta correspondencia: los nobles de la Orden de San Juan que aparecen en ella eran, en palabras del historiador Felipe Ruiz Martín, “caballeros clientes” de Simón Ruiz, a quien solicitaban préstamos de dinero con atosigante rutina. Por lo tanto, lo que estos caballeros recibían de Medina del Campo era un servicio financiero, acorde al rol que quiso adoptar Simón Ruiz en su proyección sobre las tierras italianas, prefiriendo realizar en estos escenarios operaciones financieras y no comerciales. De tal manera, Malta entraba también en la misma estrategia que nuestro hombre de negocios desarrolló en las ciudades italianas.4 Paisanaje y parentesco entre Simón Ruiz y los nobles caballeros de Malta Pero Malta, tan lejos y, a la vez, tan cerca de Medina del Campo, nos conduce hasta las principales ciudades de Castilla y, también, hasta algunos de sus pequeños núcleos rurales productores de cereal. La información surge de la correspondencia a borbotones y la imagen de conjunto se aclara cuando ponemos en conexión las cartas de las 4.

“Desde el principio se ha de sentar esta particularidad sustancial: no como comerciante, sí como financiero, piensa y procede Simón Ruiz en Italia”. Ruiz Martín (1965: vii; 1990b: 193).

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distintas ciudades italianas y españolas que nos hablan de Malta, de sus caballeros y de sus inquietudes. Pues, como se ha dicho ya, Malta, con sus nobles cruzados, no estaba en realidad tan apartada de Medina del Campo o de Valladolid, pese a la evidente distancia geográfica. Por otro lado, tampoco existía demasiada distancia social entre Simón Ruiz y los caballeros con quienes frecuentaba la correspondencia, si es que acaso hubo alguna. En puridad, y de acuerdo con lo que nos revela la correspondencia estudiada, el estatus social de Simón Ruiz y el de los caballeros de San Juan tendía a igualarse. Además, cada uno, desde el lugar que ocupaba en el entramado socio-económico, participaba de intereses interrelacionados, los cuales giraban, de manera muy especial, pero no solo, en torno a la economía, el patrimonio y el rendimiento de las numerosas encomiendas que la Orden de San Juan tenía en las tierras de Castilla. Retengamos este dato aproximativo porque es clave en la explicación de este asunto: el Gran Priorato de Castilla contaba con alrededor de 27 encomiendas y 2 bailiajes, que se repartían por territorios de los reinos de Galicia, Castilla y León.5 Los comendadores, bailíos y priores de San Juan con quienes Simón Ruiz entabló relación eran naturales y vecinos de localidades próximas y muy vinculadas a Medina del Campo y Valladolid. Entre ellas destacan Salamanca, Arévalo o Alba de Tormes. De Salamanca era el linaje de los Texeda y también el de los Paz, familias ambas pertenecientes a la nobleza principal de la ciudad, entrelazadas entre sí, con quienes Simón Ruiz tuvo vínculos muy estrechos.6 El comendador Alonso de Texeda fue el corresponsal más frecuente de Simón Ruiz en su epistolario con Malta, y al linaje de los Paz pertenecía la segunda esposa de Simón Ruiz, Mariana de Paz y Miranda. Ello explica que Simón Ruiz mantuviera una correspondencia tan intensa y prolongada con muchos de los miembros de esta última familia, algunos de 5.

6.

El cálculo del número de bailías y encomiendas está recogido en Urrea Fernández (2009: 158). El autor toma el dato de Suárez de Tangil y Angulo (1912). Sin embargo, en la lista que nos da Jesús Urrea se echan en falta algunas de las encomiendas de las que tenemos noticias por la correspondencia (por ejemplo, no aparece en el listado la encomienda de Rubiales). Sánchez Vaquero (2001). Publicación realizada a partir del manuscrito existente en el Archivo de la Catedral de Salamanca, redactado en el siglo xviii con el fin de dejar constancia de los linajes salmantinos desde el siglo xv. Pese a errores u omisiones contenidas en el manuscrito, la información que nos ofrece es de un valor extraordinario.

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ellos caballeros también desplazados en la isla de Malta. Por su parte, el célebre caballero Diego Brochero procedía de Alba de Tormes. Era sobrino del comendador Alonso de Texeda y primo de doña Mariana de Paz, la mujer de Simón Ruiz, razón que explica su ininterrumpida correspondencia durante décadas. Por otro lado, el comendador Cristóbal Briceño, uno de los caballeros que más trato mantuvo con Simón Ruiz, era natural de Arévalo y pertenecía a unos de los linajes principales de esta localidad. Y es que Simón Ruiz siempre estuvo muy vinculado a este lugar, especialmente a su nobleza local. Recuérdese que de allí procedía su primera mujer, doña María de Montalvo, fémina de uno de sus más antiguos linajes.7 El parentesco de estos correspondientes nacía de este paisanaje. La cercanía, vecindad e, incluso, familiaridad entre Simón Ruiz y los caballeros de San Juan con quienes se escribía tal vez pudiera explicar las razones por las que soportaba con paciencia la supuesta condición de pésimos pagadores con que se caracterizó a estos nobles castellanos, escurridizos en la devolución de los préstamos y de las ayudas recibidas desde Medina del Campo. Las demoras y atrasos habituales causaron el malestar de Simón Ruiz en ciertas ocasiones, aunque —como nos dijera Felipe Ruiz Martín— solo se quejara de ello a sus iguales burgueses, con quienes se atrevía a desahogarse. Pero pronto se le pasaba el enfado y, enseguida, “volvía a ser un devoto de aquellos, para él, dioses”, a quienes no dejaba de proteger, amparar y tener a su merced.8 Las psicologías diferenciadas del burgués y del noble, los distintos comportamientos ante el dinero de uno y de otro y la posición tan distante que tomaron ante la concepción del negocio son rasgos que ya señaló Felipe Ruiz Martín con brevedad y agudeza en su trabajo. Todo ello lo entresacó de la lectura de estos diálogos epistolares malteses. Su valoración nos ayuda, y mucho, a caracterizar a los hombres de Castilla en el siglo xvi, a dotarlos de su singular personalidad. Pero nuestra tarea nos obliga a realizar un esfuerzo en la identificación de todos

7.

8.

Montalvo (1928: I, 283-287; I, 308-317), sobre el linaje de los Briceño y el de los Montalvo, respectivamente. Sobre la estrecha relación de Arévalo con la Orden de San Juan, nos informa el documento recogido en este libro con el título “Noticias de la Orden de Caballeros Hospitalarios, de Rodas o de San Juan de Jerusalén, a la que pertenecieron gran número de individuos de la nobleza acreditada en Arévalo y su tierra”, pp. 359-365. Ruiz Martín (1965: xxii; 1990b: 218).

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estos caballeros para intentar darles una dimensión real y humana, la cual se distancia a veces de la categoría teórica que se les atribuye. Por otro lado, el dinero que Simón Ruiz enviaba con tanta frecuencia a estos hombres cuando se encontraban en la isla de Malta, o en algún otro lugar de Italia, era solo uno de los distintos servicios que les hizo por entonces. Un servicio que, sin duda, resultaba fundamental para el noble castellano desplazado en Malta, necesitado siempre de un apoyo financiero puntual con el que poder llevar a cabo sus empresas. Pero este servicio era el resultado de una colaboración mucho más estrecha entre estos hombres, y siempre anterior; además, en nuestra opinión, los servicios previos sobre los que se asientan estas peticiones de préstamos de dinero son en realidad lo más importante de tales relaciones. La colaboración entre aquellos individuos, y esto es lo que consideramos fundamental, se basaba en la gestión que Simón Ruiz hacía de los patrimonios de los comendadores de la Orden de San Juan y en el apoyo regular que les prestó para el cumplimiento de sus funciones como miembros de esta. Veámoslo con mayor detalle. La naturaleza de los servicios de Simón Ruiz al comendador Alonso de Texeda Entre Medina del Campo y Malta quedaba Salamanca. Esta afirmación puede parecer un error de estimación geográfica, aunque, en realidad, es lo que se desprende de las misivas de Alonso de Texeda, el caballero salmantino que mayor número de cartas intercambió con Simón Ruiz desde Malta. Él fue, sin duda, quien mantuvo una relación más prolongada y frecuente con el medinense, y de ahí que su presencia en el epistolario maltés sea la más abundante. Más de la mitad de las cartas procedentes de esta ciudad que hemos reunido están firmadas por él y datan de sus años de estancia en la isla, entre 1585 y 1591, donde llegó empujado por varias razones. La principal de ellas fue la de rendir cuentas al tesoro de la orden tras ocupar el cargo de recibidor en la Lengua de Castilla, como se llamaba en el lenguaje de la época a los territorios de la orden comprendidos en los reinos de Castilla y León. Cerradas las cuentas en 1587, se quedó en Malta cinco años más, tiempo que dedicó al mejoramiento de los bienes que gozaba de la orden. Había llegado a Malta en 1585 como señor de la encomienda

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de Fregenal de la Sierra (Extremadura), en la que nos vamos a detener más adelante; fracasó, recién arribado en la isla, en su primer intento de hacerse con la rica encomienda y bailiaje de Yébenes.9 Pero, una vez bien asentado allí, manejando con precisión los entresijos de la corte maltesa, consiguió mejorarse. El balance final resultó muy provechoso: como premio a los méritos que presentó ante el gran maestre, obtuvo primero el bailiaje de Negroponte (1587) y, después, la encomienda de Rubiales (1591). También fuera de Malta encontramos cartas del comendador Alonso de Texeda a Simón Ruiz. Alguna hay procedente de Florencia, pero las más numerosas fueron escritas por el comendador desde la ciudad de Roma entre 1591 y 1593. Allí había llegado ocupando el oficio de embajador de la orden ante el papa, un cargo de mucha honra, pero que le ocasionaba grandes gastos. Lo aprovechó bien, aunque lo quería dejar pronto para volver a España, pues intuía que le rondaba la muerte: “Yo ando con grandísimo deseo de dejar esta tierra y recogerme a la muerte, que me siento ya viejo”.10 Acertó en su vaticinio, ya que murió a los pocos días de poner los pies en Madrid, el 28 de enero de 1594, enfermo de malaria y molido por el viaje tan penoso que tuvo que hacer de regreso a su país. Fue durante los años que pasó en Roma cuando Alonso de Texeda ayudó a Simón Ruiz para que pudiera llevar adelante la fundación del hospital que iba a levantar en Medina del Campo. El oficio de embajador le abrió las puertas de la ciudad italiana y le allanó el camino para conseguir las bulas fundacionales necesarias para el hospital. En este negocio, al que Simón Ruiz y su mujer Mariana de Paz se entregaron en los últimos años de sus vidas, fueron de vital importancia los servicios que les prestó su pariente el comendador, aunque a veces solo fuera apoyando a su sobrino, Francisco de Paz y Miranda, a quien Simón Ruiz había comisionado en Roma para este complicado trabajo. La fundación del hospital fue en verdad una empresa familiar, en la que hay que incluir a los Paz y a los Texeda. En la corte papal era necesario saber qué tecla tocar, a qué cardenal dirigirse, y la experiencia del comendador como embajador de la Orden de Malta fue decisiva “porque en los negocios de Roma, aunque es el todo, el papa es el que menos hace”.11

9. A este asunto se refiere Ruiz Martín (1965: xxi-xxii; 1990b: 217-218). 10. ASR Caja 163 (236): carta de Roma, 19/1/1593. 11. ASR Caja 163 (238): carta de Roma, 10/5/1593.

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Para entender bien el contenido de todas estas cartas maltesas e italianas intercambiadas entre Simón Ruiz y el caballero Alonso de Texeda, debemos preguntarnos por las relaciones que ambos hombres mantuvieron en Castilla durante los años anteriores. Ese tiempo que precedió a la marcha de este último a Italia nos permite entender mejor el significado de las cartas que escribió una vez llegó allí en el año de 1585. Los negocios de las encomiendas castellanas habían unido estrechamente a ambos hombres desde hacía mucho. Pero, además de los negocios, existían fuertes lazos de parentesco. Alonso de Texeda era tío de doña Mariana de Paz y Miranda, mujer de Simón Ruiz desde 1574, y, al igual que este, estaba muy vinculado a esta ilustre familia, una de las principales en Salamanca.12 Su trato con los padres de doña Mariana —Esteban de Paz y María de Miranda— era muy estrecho;13 incluso llegó a representarles ante el alto tribunal de Valladolid a raíz de un grave conflicto que por esos días tuvieron con su hijo, Lope de Paz, tocante al patrimonio familiar, asunto feo que les había obligado a litigar en la Real Chancillería y a trasladarse durante algunos meses a Valladolid, donde estaba la sede del tribunal.14 Entonces, además de consejo, Alonso de Texeda tuvo que ofrecerles consuelo para sobrellevar el doloroso desencuentro doméstico. La ayuda que les prestó en este triste y largo episodio demuestra que tenía con ellos un fuerte compromiso familiar. Igual puede decirse de Simón Ruiz y de la ayuda que en esta misma ocasión brindó a sus suegros, Esteban de Paz y María de Miranda. Durante los meses del año de 1584, cuando estaban todos reunidos en Valladolid para poder seguir de cerca el proceso judicial, o en el incesante intercambio de cartas que unos y otros mantuvieron antes y después de aquellos días, demostraban poseer un profundo sentido de pertenencia y cohesión familiar. Durante 12. Veáse el cuadro 1: árbol genealógico de la familia Paz. 13. Esteban Fernández de Paz, suegro de Simón Ruiz, pertenecía a uno de los linajes principales de Salamanca. Era tercer señor de Pedraza, caballero de la Orden de Santiago, visitador general de ella, gentil hombre del rey Felipe II y regidor de Salamanca. Entre su familia hubo varios caballeros y comendadores de la Orden de San Juan. María de Miranda, su esposa, era hija del comendador Francisco de Miranda y de doña Inés de Herrera. Sánchez Vaquero (2001: 75-87). 14. ASR Caja 93 (130 y 131): carta de Valladolid, 14/3/1584, y billete con instrucciones que mencionan a Alonso de Texeda como apoderado del matrimonio de Esteban de Paz y doña María de Paz en el pleito ante la Real Chancillería con su hijo Lope de Paz.

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la marcha del pleito, Alonso de Texeda y Simón Ruiz aparecían como reconocidos patronos de la familia, ejerciendo de forma coordinada una mediación con la que procurar el cuidado y armonía entre la extensa parentela, haciendo valer su autoridad y edad en el intento de recomponer las relaciones familiares rotas por el pleito.15 Con la misma familiaridad trató Alonso de Texeda a sus sobrinos: Mariana (la esposa de Simón Ruiz), Francisco, Rodrigo, Lope y García Fernández de Paz. A Francisco de Paz, arcediano de Alba de Tormes, le acompañó durante años en Valladolid, Madrid y Roma, viajando y viviendo junto a él, ejerciendo de padrino benefactor. Simón Ruiz hacía lo propio y no dejaba de asistir al arcediano en los momentos más importantes de su carrera eclesiástica, como hizo cuando aspiraba a la canonjía de la catedral de Salamanca, cuando intentaba entrar en la cámara del príncipe cardenal Alberto o cuando buscaba algún oficio eclesiástico en Roma para sufragarse allí la costosísima estancia. Como todo buen patrón, Simón Ruiz escribía a alguna persona de relieve, mandaba dinero o movía sus contactos en lugares fundamentales para hacer progresar las aspiraciones de su cuñado. En la pretensión de la canonjía de Salamanca había intervenido directamente la madre del arcediano, doña María de Miranda, pues era un negocio que afectaba a los intereses y honra de toda la familia. No cesó de escribir y de rogar ayuda a su yerno, Simón Ruiz, para que mediase directamente en Roma. En los días de 1594, doña María de Miranda le avisaba del empeoramiento de la salud del canónigo García de Texeda y de la proximidad de su muerte: que ya “está oleado”, le apremiaba, para que pusiera urgentemente en Roma el aviso de la vacante que se iba a producir en breve; aquello era inminente, pues al moribundo canónigo le habían administrado ya el sacramento de la extremaunción.16 El episodio, como tantos otros de esta misma naturaleza, nos muestra al banquero ejerciendo el patrocinio a favor de estos nobles salmantinos, de cuya familia se sentía un miembro más. No sin cierto rubor, doña María de Miranda insistía a su yerno sobre lo importante que era el asunto para toda la familia y sobre la necesidad de que Simón Ruiz actuara con la mayor diligencia posible, pues 15. ASR Caja 93 (183, 184 y 185): cartas de Alonso de Texeda a Simón Ruiz (Valladolid, 16/2/1584, 23/6/1584 y 4/7/1584). 16. ASR Caja 166 (229 y 230): cartas de doña María de Miranda a Simón Ruiz (Salamanca, 26/11/1594 y 29/11/1594).

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si él se adelantaba con sus gestiones en Roma, le explicaba, nadie en Salamanca se atrevería a solicitar aquella canonjía, tan cuantiosa en las rentas que producía.17 Los lazos familiares entre los caballeros de Malta y Simón Ruiz se van estrechando conforme se avanza en la lectura del epistolario. El célebre Diego Brochero, otro de los caballeros de San Juan que intercambió gran cantidad de cartas con Simón Ruiz, era sobrino de su mujer, Mariana de Paz, y también lo era del comendador Alonso de Texeda. Se entiende, por ello, que Alonso de Texeda no cesara de mandar información a Medina del Campo sobre las andanzas, la salud y las necesidades de su inquieto sobrino, noticias sabrosas acerca de sus mil correrías como lobo de mar y cruzado corsario, siempre al filo de la vida y de la muerte. Los lazos afectivos entre todos ellos eran muy estrechos, y la distancia, en vez de enfriarlos, los iba reforzando. Por este motivo, las noticias puntuales e incesantes que llegaban desde Malta a Mariana de Paz y a su esposo trataban de satisfacer los afectos familiares en la casa de Medina del Campo. Otras veces, las noticias sobre Brochero llegaban desde Venecia, Roma o Florencia de la mano de otros corresponsales que seguían atentos los pasos del aguerrido militar. Por esa misma razón, el socorro para Italia siempre salía rápido, ya fuera en forma de dinero o con cualquier otro tipo de ayuda.18 Era, en realidad, un auxilio entre familiares. Los miembros del linaje Brochero, procedente de Alba de Tormes, se llevaban cruzando con los Texeda y con los Paz desde el siglo xv por medio de sucesivos matrimonios. Cien años después, los lazos sanguíneos eran múltiples y estaban enmarañados, lo que hace tan difícil seguirlos hoy con precisión. Entre ellos no faltaban títulos de comendadores de San Juan ni regidores del gobierno de la ciudad de Salamanca o de otras localidades vecinas.19 En este sentido, la relación que mantiene Simón Ruiz, regidor de Medina del Campo, con todos estos caballeros salva cualquier distancia social que pudiera haber entre el burgués banquero y el noble comendador. El parentesco los aproximaba más de lo que se ha imaginado. También les acerca, como tendremos oportunidad de ver, el oficio que desempeña cada uno. 17. Idem. 18. “Suplico a vuesa merced que a mi hermana doña Leonor Brochero le mande vuesa merced dar treinta escudos por mi cuenta”. ASR Caja 138 (5): carta 23/7/1589. 19. Sánchez Vaquero (2001).

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Algunos datos biográficos nos ayudan a entender esta cuestión. Como queda dicho, el comendador Alonso de Texeda pertenecía a un linaje principal de Salamanca. Había nacido alrededor de 1527 y, por lo tanto, era de la misma generación que Simón Ruiz, nacido en 1526. Los dos murieron también con el siglo, en 1594, el primero y, en 1597, el segundo. De tal manera, ambos pertenecían al mismo grupo generacional, y así lo creían, por el modo como se referían el uno al otro. Pese a la distancia formal del lenguaje de la época, su diálogo epistolar intimaba. Se sentían familiares, muy parejos en edad, y su proximidad aumentaba conforme el tiempo y la vida se les iba terminando: “Porque todo este invierno no quisiera que vuesa merced saliera de la alcobilla al fuego, y que allí le regalará mi señora doña Mariana, que los que ya no somos mozos, hemos menester de ello con industria”. “Nosotros los viejos”, le repite una y otra vez Alonso de Texeda a Simón Ruiz en sus cartas, dándole al nosotros un profundo sentido de pertenencia. Aunque no hemos encontrado las pruebas de ingreso en la Orden de Malta, Alonso de Texeda ya se intitula comendador de Fregenal en 1580:20 así firma un protocolo en Valladolid en 1583.21 Pasaba ya de los cincuenta años de edad y su perfil se ajustaba al de los comendadores más veteranos de la Orden de San Juan en el siglo xvi. En la década de los años de 1580, aparece como un experimentado señor de vasallos, pues tenía ya realizada una parte importante de su carrera. En los inicios de su cursus honorum, había tenido que superar las pruebas de ingreso en la orden para ser nombrado caballero: era hijo de legítimo matrimonio, limpio de sangre e hidalgo conocido en Salamanca. Demostró además poseer prestigio social y gran poder económico, requisitos imprescindibles para iniciar la carrera en esta orden militar, y, tras el año de noviciado, y una vez realizados los votos, recibió su hábito

20. Javierre Mur (1948). En el índice onomástico aparece el caballero Alonso de Tejada, vecino de Salamanca, que debe corresponderse seguramente con nuestro Alonso de Texeda, del cual se dice no conservarse el expediente. Tampoco hemos encontrado las pruebas de ingreso en la obra en Pardo y Manuel de Villena y Suárez de Tangil y Angulo (1911, 1912). 21. AHPVa, Caja 14029, fol. 38r. En 1576 aparece como señor de la encomienda de Itero de la Vega, en Palencia, en el pleito que mantuvo con este pueblo por la venta de las piedras de una casa demolida. El comendador, se dice, estaba entonces en Sevilla. ARCHV, Registro de Ejecutorias, caja 1430, 5 (la ejecutoria tiene fecha de 1580).

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de San Juan de Jerusalén en una fecha que nos resulta desconocida.22 Tampoco sabemos cuándo hizo su primer viaje a Malta para inscribir su nombre en el libro del Tesoro y realizar allí las cuatro caravanas en las galeras de la orden, que le daban derecho a ser comendador. Superada esta fase, solo le restaba esperar a recibir la deseada encomienda.23 Y, una vez conseguida, ya fuera por vía de justicia o por vía de gracia, comenzaban los trabajos de explotación económica de esta y las tareas propias del comendador en el desempeño de sus obligaciones, en todos los lugares del señorío y frente a los vasallos que en ellos vivían.24 Simón Ruiz y el negocio de las encomiendas Alonso de Texeda, estando en Roma en 1592, escribía a Simón Ruiz una carta entre cuyas líneas intercalaba una frase corta pero muy significativa: “No resta sino que vuesa merced nos envíe muy buenas vacantes, que acá nos daremos muy buena maña a pedirlas a nuestro señor”.25 Se refería al negocio de las encomiendas de la Orden de San Juan, en el que Simón Ruiz tenía una participación destacada, semejante a la que tuvo en el campo de las vacantes eclesiásticas. Por ello, su colaboración con el comendador Alonso de Texeda (y no solo con él) es un asunto mucho más complejo, rico y prolongado de lo que pudiera parecer a primera vista. Nos muestra un perfil poco conocido del banquero-mercader, así como del sentido que cobraron sus relaciones con estos hombres de la nobleza, titulares de encomiendas y señores de vasallos en tierras de Castilla. ¿En qué consistía exactamente el negocio de las encomiendas y en qué medida Simón Ruiz iba de la mano del comendador? En un primer nivel, y como queda expresado en la frase entresacada de la carta citada arriba, Simón Ruiz proveía al comendador de una información imprescindible para que este pudiese llevar a cabo en Malta, ante el gran maestre, su propósito más importante: la adquisición de las

22. Los votos eran de obediencia, pobreza y castidad, aunque estos dos últimos —tener patrimonio que poder testar y casarse— eran prescindibles con licencia del gran maestre. Ojeda Nieto (1997: 109, n. 39). 23. Ibidem: 105-110. 24. Ibidem: 119-162. 25. ASR Caja 157 (70): carta 8/6/1592.

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encomiendas que aspiraba a disfrutar por la vía de gracia o por la vía de mejoramiento. Aunque sea una obviedad, debemos recordar que, de acuerdo a las constituciones, la propietaria de las encomiendas era la Orden de San Juan y que los comendadores eran tan solo sus usufructuarios mientras vivieran.26 Cuando, por la muerte de un comendador, se producía una vacante en alguna de las encomiendas que la orden tenía en su Lengua de Castilla, la noticia cobraba un valor extraordinario, ya que, una vez puesto el aviso en Malta delante del gran maestre, podía suponer el acceso a su sucesión y, en consecuencia, al disfrute de sus pingües beneficios. Cuántas veces la rapidez en hacer valer la información sobre una vacante ante la gracia del gran maestre resultó decisiva. Por tal razón, bien conocida por todos, los pretendientes a una vacante se esforzaron en acortar los tiempos entre la muerte acaecida en Castilla y la solicitud hecha en Malta.27 Felipe Ruiz Martín, en el breve repaso que hace en su obra de las cartas maltesas, nos dio noticia puntual de la carrera que sostuvieron Alonso de Texeda y su rival, el comendador Martín Nieto de Paz, para ver quién llegaba antes a Malta y conseguía llevarse como premio la encomienda de Yébenes, que había quedado vacante recientemente.28 En aquella ocasión, Alonso de Texeda perdió la partida porque la noticia que le envió Simón Ruiz le llegó un poco tarde, cuando todavía andaba por Génova esperando pasaje para Malta. Pero, una vez estuvo bien instalado en la isla, entre los años de 1585 y 1591, la cosa se hizo mucho más sencilla para él. Simón Ruiz, al corriente de todo cuanto ocurría en Castilla, estaba al tanto de la edad y salud de todos 26. Guerrero Ventas (1969: 161-173). 27. No todas las encomiendas se conseguían por la gracia del gran maestre, ya que hay una parte de ellas que se repartían bien por sorteo entre los comendadores sin encomienda —son las encomiendas de justicia o cabimiento—, o bien por la gracia del prior de Castilla o del capítulo provincial: Ojeda Nieto (1997: 106). Además de las encomiendas de justicia (cabimiento) y gracia, existían las encomiendas de mejoramiento, que se repartían en virtud de los méritos o mejoras realizadas por el comendador en las encomiendas disfrutadas anteriormente: Guerrero Ventas (1969: 162). A las “encomiendas de gracia” se refiere Alonso de Texeda en sus cartas desde Malta tras algunos años de experiencia allí: “Esto de las encomiendas de gracia no es negocio para pretenderlo todos, porque habiendo de desembolsar de la encomienda y no gozar nada hasta que pasen tres años, sobre sesenta y cuatro de edad estoy determinado de no pretender nada por este camino”. ASR Caja 129 (270): carta de Alonso de Texeda a Simón Ruiz (Malta, 30/9/1588). 28. Ruiz Martín (1965: xxi-xxii; 1990b: 217-218).

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los comendadores castellanos a quienes tenía listados y, en cuanto se producía la enfermedad o muerte de alguno de ellos, la información se enviaba de forma inmediata a Alonso de Texeda en Malta, quien, a su vez, presionaba sobre las fuentes directas del patronazgo maltés, anticipándose a cualquier otro candidato. Así se explican los comentarios breves que, como aliño pintoresco, salpican los textos de las cartas, los cuales no eran alimento para la curiosidad ociosa, sino que tales notas de sociedad encerraban en verdad un trasfondo mucho más valioso de lo imaginado en un principio.29 Fue de esta manera como Antonio de Texeda consiguió hacerse con la rica encomienda de Rubiales en 1591. Pero no terminaba aquí el servicio que Simón Ruiz prestaba al comendador, sino que era a partir de ese momento cuando comenzaba verdaderamente su trabajo, mucho más intenso y difícil, el cual consistía en ayudarle en las tareas propias en su nueva encomienda. Por las largas cartas que Alonso de Texeda le escribió a Simón Ruiz desde Malta y Roma en esos años, sabemos cuál era la naturaleza de este trabajo. No está de más decir que esta cooperación se asentaba en una confianza absoluta entre ambos hombres. De hecho, Alonso de Texeda dio numerosos poderes a Simón Ruiz para que actuara en su nombre en todo lo relacionado con la encomienda de Rubiales, un espacio de extraordinaria complejidad, pero que producía unos altos rendimientos económicos en especie y en dinero.30 Claro que las encomiendas también provocaban enormes problemas de gestión, unos de naturaleza política y otros de carácter financiero. Pensemos que la encomienda de Rubiales, la última disfrutada por 29. “Acá ha llegado la muerte del comendador de Tosina; tenemos por cierto que el gran maestre la proveerá de su gracia. Yo estoy muy fuera de pretender nada della porque el que la ha de llevar ha de pagar 4.000 ducados antemano, y yo estando primero a mejorar, y con 64 años a cuestas, y haber de tardar 4 años en cobrar lo que se pagare, no me parece que es negocio para meterme en él, y así se lo dejo a estos señores que lo procuren para sí, esperando a que Martín Nieto o Antonio Maldonado se quieran ir al cielo”. ASR Caja 129 (271): carta 26/10/1588. “Lo que vuesa merced me avisa de la encomienda de Tosina no me está bien trocalla por Fregenal aunque me la diesen, porque quedando primero a mejorar no tomaría permuta”. ASR Caja 129 (272): carta 20/11/1588. 30. Ojeda Nieto (1997: 119-130). Tomando como base de su estudio las encomiendas del partido de Valdeguareña (tierras entre Zamora y Valladolid), el autor hace un resumen muy detallado sobre las fuentes y sustancia de los rendimientos económicos que disfrutan los comendadores y que tienen como base fundamental los diezmos de estas encomiendas.

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nuestro caballero, reunía alrededor de 44 lugares y heredades en varias provincias del noroeste de Castilla, en tierras de Salamanca, Zamora y León, lo que multiplicaba de manera extraordinaria la dificultad de su gestión y la consecución de sus rentas.31 Junto a los poderes que Alonso de Texeda envió a Simón Ruiz, iban también algunas instrucciones puntuales que muestran con claridad y detalle lo variado y complejo del trabajo que debía llevarse a cabo. Entre todos estos poderes, había primero uno para que Simón Ruiz, o quien él nombrare, tomara la posesión de la encomienda in situ. También le enviaba poderes para que reclamase al recibidor de la orden los bienes pertenecientes a la encomienda que fueron secuestrados cuando quedó vacante a la muerte de su titular anterior. Lo primero que se hacía en la toma de una nueva encomienda era “echar fuera a los que estaban dentro”, expresión muy gráfica con la que se aludía a la siempre delicada cuestión de remover a los cargos anteriores por otros nuevos de la confianza o del interés del nuevo comendador o de su gestor directo.32 Otros poderes enviados por Alonso de Texeda tenían como propósito que Simón Ruiz pudiera nombrar los oficios de justicia correspondientes en todos los lugares de la encomienda. Además, eran necesarios otros poderes especiales de Roma para que Simón Ruiz pudiera presentar los candidatos a los oficios eclesiásticos en todas las iglesias de la encomienda, los cuales, entre capellanes, clérigos, beneficios y priores, suponían un número muy alto de religiosos.33 No faltaban tampoco los poderes necesarios para

31. Los lugares son los siguientes: Benavente, Villabraceros, Maire, Saludes, Altobar, San Pedro de Areque, Uña, Dornillas, Utrera, Carbajales, Lanseros, Valdesantamaría, Otero de Bodas, Santa Croya, Arrabalde, Alcubilla, Morales de Rey, Vecilla de la Polvorosa, Villa Quejida, Villaester, Fuentes de Ropel, Rubiales, San Cristóbal, Castro Gonzalo, Requejo, Cepines, Valle, Santobenia, Fontanillas, Castrotorafe, Montamarta, Villalba, Villaellín, Otero de Seriego, Vidayanes, Manzanares de Abajo, Guimanes, Campazas, San Miguel del Valle, Jecinas, Ribarroya, Fuenteencalada, Villarrín de Campos, Revellinos. Esta lista de lugares y heredades pertenecientes a la encomienda de Rubiales aparece en una memoria que Alonso de Texeda envió a Simón Ruiz en 1591: “Memorial sacado de los mejoramientos que hizo el bailío Martín de Duero el año 1578 de todos los lugares y heredades que la encomienda de Rubiales tiene”. ASR Caja 151 (102): carta de Malta, 15/2/1591. En cursiva aparecen los lugares que no hemos podido localizar en la actualidad. 32. Ibidem: 111-112. 33. A este respecto, Alonso de Texeda le dice: “Tiene la encomienda muchas iglesias que las provee el comendador y son a su presentación y colación; irá el poder

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que Simón Ruiz acudiera en nombre del comendador ante las justicias correspondientes, incluida la Real Chancillería. Allí debía seguir con los pleitos que ya estaban en curso y, además, atender a los que a buen seguro surgirían a consecuencia de los relevos realizados entre los oficios y ministerios de la encomienda. Para esta última cuestión, Alonso de Texeda le aconsejaba que contratara buenos letrados, cuyos salarios debía cargarlos a la cuenta de la encomienda.34 En resumen, por lo que se desprende de estos poderes y por el contenido de las instrucciones dadas en estas cartas, no le iba a faltar trabajo a Simón Ruiz en la ayuda prestada al comendador. Suponía, como muestran tantos preparativos, un esfuerzo que iba mucho más allá de los servicios propios de contabilidad y gestión de las rentas de la encomienda. Es cierto que, bajo el poder y la autoridad de Simón Ruiz, colaboraba todo un grupo de personas desempeñando tareas específicas (mayordomos, arrendadores, empleados, letrados, etc.), y que el propio comendador, aunque ausente durante muchos años de Castilla, estuvo siempre atento a lo principal. Lo hacía valiéndose de la comunicación epistolar con Simón Ruiz, pero también con la correspondencia que mantenía con otros de sus agentes. Pese a ello, no deja de sorprendernos la complejidad, variedad y volumen de los problemas a los que Simón Ruiz tuvo que hacer frente en este negocio de las encomiendas. Finalmente, y una vez resueltas estas cuestiones, el asunto capital era cerrar la contabilidad de todo el negocio y transferir el dinero resultante a Malta o a Italia para que Alonso de Texeda pudiera sufragar los cuantiosos gastos que le exigía su cargo. Durante su estancia en Roma como embajador de la orden, Alonso de Texeda vivía angustiado por esta razón. Sus gastos allí eran desorbitados por los altísimos precios de las cosas: por el alquiler de una casa ajustada a su noble condición, por la compra de un coche de caballos, por el pago de los salarios y del mantenimiento de seis pajes, cuatro lacayos y demás ayudantes que tenía a su servicio. Se resistía a tomar grandes cantidades de dinero prestado por los elevados intereses de los créditos en aquella ciudad, y de ahí sus constantes palabras de agobio y apremio a Simón Ruiz para que agilizara sus trabajos en las especial para que vuesa merced pueda presentar a persona suficiente”. ASR Caja 151 (102): carta de Malta, 15/2/1591. 34. ASR Caja 151 (102): carta 15/2/1591; Caja 151 (103): carta 22/2/1591; Caja 151 (104): carta 6/3/1591.

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encomiendas y en los envíos del dinero que le adeudaban. Cuando no le quedaba más remedio, Texeda acudía a los hombres de Simón Ruiz en Florencia, Baltasar Suárez y Camilo Suárez, con quienes tenía crédito o a quienes les pedía anticipos de lo que Simón Ruiz le debía. Pero todo resultaba siempre poco.35 La encomienda de Rubiales mejoraba en mucho la que Alonso de Texeda tenía desde años atrás en Fregenal de la Sierra. Esta encomienda de Extremadura, situada en un cruce de jurisdicciones (el reino de Sevilla, el obispado de Badajoz y la Orden de San Juan), era mucho más costosa de gestionar. Además, generaba rentas menores. Los problemas que ocasionaba el cobro de sus frutos acabaron con la paciencia del comendador, que se despachaba con palabras gruesas contra sus arrendatarios. Por ello, Simón Ruiz le ayudó a buscar una encomienda mejor por la que cambiarla. En 1590, le proponía la solución a sus apuros: Yo me holgaría que vuesa merced saliese con la encomienda de Rubiales, ya que no hay por acá de presente otra cosa mejor vaca, por no tener más trampas con los de Fregenal; y a vuesa merced le estará bien tener su encomienda por aquí cerca para que venido pueda ir a ella y gozarla y cobrar su hacienda con poca costa.36

Un año después, Alonso de Texeda era ya comendador de Rubiales, pero todavía tendría que esperar algún año para cobrar todo lo que le debían los arrendatarios que explotaban su anterior encomienda de Fregenal.37 En 1585, antes de dejar España para viajar a Italia, Alonso de Texeda había dado poderes muy extensos para que Simón Ruiz le sustituyera y se encargara de la encomienda extremeña. En sus manos lo dejó todo, a la espera solo de los envíos del dinero resultante de su explotación. “En lo que toca a Fregenal no quiero tratar, que vuesa merced 35. ASR Caja 151 (107). 36. ASR Caja 198 (276): copia de carta de Simón Ruiz a Alonso de Texeda (1590). Poco antes de esta carta, Simón Ruiz apremiaba a Alonso de Texeda para que se decidiese en este punto: “No me escribe vuesa señoría la determinación que ha tomado en lo de la encomienda de Rubiales... [estando] vuesa señoría con necesidad de mejorarse en mejor encomienda de la que tiene”. ASR Caja 198 (275): copia de la carta de Simón Ruiz a Alonso de Texeda (1589). 37. Sobre la encomienda de Fregenal de la Sierra, véase Borrero Fernández (1978).

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tiene más cuidado de lo que yo podría tener”38 —escribe Alonso de Texeda recién llegado a Malta—; y, un año después, le repite lo mismo: “En los negocios de mi encomienda no digo nada mas de remitirme en todo a que haga vuesa merced lo que le pareciere como en sus negocios propios”.39 Simón Ruiz actuó en Fregenal de la Sierra como apoderado, gestor y administrador, y, finalmente, también como financiero de la empresa. Asumió todas las obligaciones propias del comendador, de las que este se desprendió, como dejó dicho en su correspondencia de forma expresa y clara. No obstante, Alonso de Texeda no se desentendió del todo de Fregenal y se mantuvo siempre bien informado, dando su opinión a Simón Ruiz sobre este o aquel problema con breves comentarios que leemos repetidamente en su correspondencia. Pero, finalmente, siempre se retrajo en la toma de las últimas decisiones. Simón Ruiz tuvo que enfrentarse durante años a los arrendadores locales de estas tierras de labor y de ricas dehesas dedicadas al pasto, sustancia principal de la encomienda de Fregenal. Aquellos hombres eran, en su opinión, “la más mala gente del mundo”; y, pese a su larga experiencia en los negocios, fue vencido por ellos tras años de esfuerzos intentando cobrar los atrasos que debían al comendador. A la cabeza de este consorcio de arrendadores extremeños estaba un tal Martín Martínez de Bustos. Las cartas que Simón Ruiz recibió desde Mérida, Fregenal de la Sierra y Badajoz dan buena cuenta de todo este intrincado negocio. En cierta ocasión, uno de los hombres que envió para tratar con los arrendadores en Fregenal le hizo un informe detallado de lo complicada que era la situación. Visitó al arrendador Martín Martínez de Bustos en el convento donde se escondía, en la villa de Segura, perteneciente a la encomienda del marqués de Santa Cruz. La justicia lo perseguía, y los jueces habían secuestrado parte de los bienes que había puesto como fiador de ciertos ganaderos socios suyos. Andaban huidos con su ganado en Portugal, tras haber dado de palos al alguacil mayor de su localidad. En fin, había pleitos de por medio que afectaban a los frutos de la encomienda, retenidos en manos de la justicia. La situación parecía bastante embarullada, y el enviado de Simón Ruiz le decía que no iba a ser fácil encontrar alguna

38. ASR Caja 104 (207): carta 28/9/1585. 39. ASR Caja 112 (246): carta 25/7/1586.

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otra persona de allí que se atreviera a arrendar en los años siguientes las tierras del comendador.40 Simón Ruiz tuvo que enviar a distintos agentes suyos para presionar a los arrendadores, pero estos sabían cómo darles largas una y otra vez. Pagaban mal y tarde: “Los de Fregenal tengo por gente tramposa y como están lejos no puede hombre apretarles a menudo como querría”.41 Al primero que llegó a Fregenal para cobrar en nombre de Simón Ruiz en el verano de 1585 no le pagaron todo lo debido. El arrendador, Martín Martínez de Bustos, se disculpaba en una larga carta que escribió a Simón Ruiz llena de adulaciones y excusas: el recaudador había llegado mediado julio, “en el hervor de la cosecha del pan”, cuando faltaba el dinero y la venta de vino era muy escasa. Se disculpaba porque, debido a estas circunstancias, no le habían podido dar todo el dinero, en moneda buena de oro, como les había exigido con todo el rigor posible. Con cierto descaro le reprochaba que no usara con ellos la templanza habitual del comendador. Además, el recaudador de Simón Ruiz les había ocasionado nuevos gastos, los de escribanía y los guardas que le habían puesto para su seguridad personal, pues estaban aquellas tierras llenas de soldados y malhechores. Prometía que, más adelante, haría los envíos del dinero debido a Medina del Campo o a Valladolid, de manera puntual; lo haría así, le decía a Simón Ruiz, para evitarle gastos y todos los problemas que conllevaba el enviar a Fregenal a alguno de sus criados. Las transferencias a Medina del dinero adeudado eran el sistema ordinario en este tipo de negocios; pero solo cuando estos marchaban bien, y este no era el caso de la encomienda extremeña. Al año siguiente, en 1586, Simón Ruiz tuvo que mandar nuevos recaudadores a Extremadura. Uno de ellos era Jerónimo Morcillo, estrecho colaborador suyo y criado del comendador, experimentado en semejantes tareas e informado de todo este difícil negocio. Pero las deudas se siguieron acumulando y los atrasos eran cada vez mayores. Simón Ruiz se valió también de alguno de sus agentes en Mérida, como era Tristán de Morales, hermano de Hernando de Morales, uno de los socios más antiguos, quien tenía mucha mano en la región extremeña. Pero Tristán de Morales, que presionó cuanto pudo, no

40. ASR Caja 115 (148): carta de Fregenal, 17/6/1587. 41. ASR Caja 198 (276): copia de carta de Simón Ruiz a Alonso de Texeda (1589).

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consiguió mucho. Simón Ruiz tuvo que mandar nuevos hombres a Fregenal, esta vez con cartas ejecutivas de la justicia para obligar a pagar a los deudores, pero todo resultaba lento y muy costoso. El grupo de arrendadores de Extremadura estaba sumergido en distintos pleitos que se enredaban en la Audiencia de Sevilla, los cuales afectaban a los bienes de la encomienda. Además, la fuerza de estos hombres en el ámbito local era suficiente como para eliminar posibles competidores que quisieran tomar en su lugar el arriendo de las tierras de la encomienda, lo que condenaba a Simón Ruiz a seguir con ellos. El panorama era muy oscuro. Simón Ruiz recurría una y otra vez a la influencia que Tristán de Morales tenía en aquellas tierras para que le buscara arrendadores alternativos; y este, fiel servidor suyo durante décadas, hizo pregonar los arriendos por distintos lugares, se informó bien de la calidad de los interesados y le aconsejó sobre posibles soluciones al negocio.42 Incluso, con esta mediación, nada se consiguió. Aquel negocio pintaba muy mal.43 Todo este farragoso asunto, tan cansado de seguir incluso para el lector más sacrificado, nos muestra con detalle el trabajo desempeñado por Simón Ruiz en el negocio de las encomiendas de los caballeros de Malta. Eran negocios complicados y muy costosos, aptos solo para hombres de negocios muy experimentados y bien relacionados, con suficiente poder en los distintos ámbitos locales del país. En cualquier caso, el ejemplo nos muestra aspectos no imaginados de sus actividades en relación con los caballeros malteses. Como podrá verse, sus servicios iban mucho más allá de lo que se podría pensar en un principio y se alejan de la idea de un papel reducido a los envíos de dinero a Malta o a otras partes de Italia. También prestó estas ayudas financieras, sin duda, pero como una tarea más entre muchas otras dentro de un complejo entramado de actuaciones y responsabilidades. Este ejemplo, además, nos muestra una relación entre el mercader y el caballero comendador en la que las dependencias a veces se invierten

42. ASR Caja 133 (184): carta de Tristán de Morales a Simón Ruiz (Mérida, 18/12/1589); Caja 140 (281): carta de Tristán de Morales a Simón Ruiz (Mérida, 4/1/1590); Caja 140 (282): carta de Tristán de Morales a Simón Ruiz (Mérida, 24/1/1590). 43. En 1597, Tristán de Morales reconocía, con vergüenza, que la deuda seguía pendiente. ASR Caja 181 (53): carta de Tristán de Morales a Simón Ruiz (Mérida, 15/10/1597).

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y las obligaciones de uno con otro tienden a equilibrarse. El conflicto entre Alonso de Texeda y Simón Ruiz, causado por los impagos de los arrendadores de Fregenal de la Sierra entre 1585 y 1592, da prueba clara de ello. En 1589, el comendador estaba profundamente disgustado por la falta de dinero que tenía. Cruzó entonces algunas duras palabras con Simón Ruiz. Le reprochaba el poco dinero que le enviaba de sus rentas y el trato condescendiente que estaba dando a los arrendadores de Fregenal. Ruegos y reproches se suceden en una y otra carta durante varios años. Lo peor llegó en 1592, cuando Alonso de Texeda le hacía responsable a Simón Ruiz de no haber podido aceptar el alto cargo que le ofrecían —general de las galeras de la Orden de San Juan—, ya que carecía de dinero con el que hacer frente al oficio: “Yo había en mi pensado embarcarme en las galeras de la Religión, que es la última honra que aquí se puede tener después de ser gran Maestre, y por solo estar falto de dineros, y con la necesidad que vuesa merced me ha hecho y hace pasar, la han dado a otro caballero”.44 En otra carta insiste en esta misma queja, con una acusación todavía más directa: “Yo ya había pensado embarcarme en estas galeras y no lo he podido hacer por la falta que vuesa merced me ha hecho en tener más misericordia de los arrendadores que de mi, y así las han dado a otro”.45 “Son ya dos años que no me ha enviado vuesa merced ni un real”. La cantinela se hace monótona y no por repetida pierde su tono tenso y de profundo disgusto. La dureza del comendador había despertado una profunda preocupación en Simón Ruiz, que seguía trabajando en el problema de Fregenal sin decidirse a lanzar contra los morosos las nuevas cartas de ejecución que tenía en su poder. Pero, frente a la constante presión del comendador, mantuvo siempre la frialdad que contemplamos en su rostro serio del cuadro que nos ha quedado de él. En el copiador de cartas de Simón Ruiz encontramos sus palabras claras y firmes: “Ha me pesado mucho del disgusto con que vuesa señoría quedaba por no le haber dado las galeras por falta de no tener dineros que gastar... —empezaba Simón Ruiz una de sus respuestas— [pero] algunas veces las cosas que tenemos por peor suelen ser de mejor”. Le recordaba al comendador que se encontraba sin liquidez y que el cargo que le ofrecían le hubiera obligado a empeñarse en mucho, haciéndole

44. ASR Caja 138 (7): carta 26/10/1589. 45. ASR Caja 138 (5): carta 23/7/1589.

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después largo y costoso su desempeño. No era, se atrevía a decir, una buena elección desde el punto de vista económico, por honrosa que pudiera parecer. La racionalidad práctica del banquero primaba sobre los valores del caballero aguerrido lanzado a la busca de la honra. Además, le recordaba que su encomienda no rendía los frutos deseados, y de ahí que ningún dinero le pudiera enviar. Con seca brevedad se defendía de la acusación que le había lanzado en varias ocasiones: “Mal se podría proveer a vuesa señoría de lo que no tenía”.46 Este tenso diálogo nos resulta muy revelador cuando indagamos en las personalidades y actitudes de ambos personajes, en la del mercader y en la del caballero. La distancia social existente entre ambos —expresada en la utilización recurrente que Alonso de Texeda hace del “vuesa merced” al comienzo de las cartas que dirige al banquero, frente al uso que Simón Ruiz hace del “vuesa señoría” como reconocimiento de la superioridad del comendador— queda recortada por la firmeza de este último cuando se resiste a los ruegos y reproches del primero. Pese al largo y fuerte desencuentro, las relaciones entre ellos continuaron en años sucesivos, y volvieron a ser afables y cercanas, más aún en los últimos años de sus vidas. A principios de la década de 1590, Alonso Texeda ayudó cuanto pudo a que Simón Ruiz consiguiera en Roma las bulas que necesitaba para fundar el hospital de Medina del Campo. Se ha dicho ya. El comendador fue embajador de la Orden de San Juan ante el papa entre 1591 y 1593, años de cambio en la silla de San Pedro, y utilizó todas sus influencias para sacar adelante la empresa en la que Simón Ruiz concentró sus años finales. Antes de dejar Roma para volver a Castilla, escribía una carta a Simón Ruiz llena de afecto: “Yo espero en Dios con mucha brevedad ser con vuesa merced en Medina del Campo”, y rezaba para que la peste que azotaba Malta no se lo impidiese: “Que es la cosa que en este mundo yo más deseo ir a servir a vuesa merced en Castilla”.47 No pudo ser, pues cayó muerto en Madrid recién llegado de Italia a principios de 1594, teniendo entre sus manos las reliquias que traía para Simón Ruiz y Mariana de Paz, su sobrina, para que las tuvieran en el hospital que levantaban en Medina del Campo.

46. ASR Caja 198 (274): copia de la carta de Simón Ruiz a Alonso de Texeda (16/10/1589). 47. ASR Caja 163 (239): carta de Alonso de Texeda a Simón Ruiz (Roma, 5/7/1593).

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RECIBIDOR de la Orden de San Juan y los servicios de Simón Ruiz a su ministerio Entre 1582 y 1585, el comendador Alonso de Texeda fue recibidor de la Orden de San Juan en la Lengua de Castilla, cargo de gran prestigio y honra, pero de compleja y meticulosa tarea, consistente principalmente en la recaudación de los bienes que debían enviarse anualmente al tesoro de la orden en Malta. De acuerdo con las constituciones de esta, todos los comendadores tenían la obligación de mandar cada año a Malta una ayuda económica procedente de los rendimientos de sus encomiendas. Estas aportaciones obligatorias podían oscilar entre el 10 y el 25% del valor bruto de las rentas producidas por la encomienda, aunque la cifra dependía de las necesidades financieras de la orden en cada momento.48 La finalidad de tal dinero era contribuir a la financiación de la defensa militar que la Orden de Jerusalén desplegaba en el Mediterráneo por medio de sus galeras —las llamadas “galeras de la religión”—, de los caballeros y de las edificaciones, siendo las fortalezas que se estaban construyendo en la isla de Malta las que mayor gasto ocasionaban. A lo largo del siglo xvi, época de fuerte tensión bélica en el Mediterráneo, las responsiones salían puntualmente desde Castilla hacia Malta y, para que así pudiera ser, el oficio de recibidor, encargado de la recaudación, contabilidad y envío de las ayudas económicas, cobró un valor fundamental. La tarea del comendador que desempeñaba tal cargo fue tan intensa como vital para la orden.49 El oficio de recibidor de la Lengua de Castilla, por lo que sabemos, estuvo centralizado en la ciudad de Valladolid durante la Edad Moderna.50 Exigía a quien lo desempeñaba que concentrara su trabajo en unas tareas bastante complejas. Que sepamos, el recibidor debía defender el patrimonio que pertenecía a la orden, incluso ante los tribunales. Esto explica que encontremos tantas ejecutorias, emanadas de la Real Chancillería de Valladolid, tocantes a pleitos en los que había entrado el recibidor en defensa de bienes y dineros pertenecientes a la Orden de San Juan y localizados en Castilla. Unas veces, eran los 48. Este es el cálculo que establece José Ojeda Nieto en su estudio para la encomienda de Valdeguareña. Ojeda Nieto (1997: 416). 49. García Martín (2002). Sobre las responsiones o tributos y su finalidad para el sufragio de la defensa militar del Mediterráneo, véase p. 154. 50. Urrea Fernández (2009: 157-168).

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bienes y frutos que rendían las encomiendas vacantes y que, hasta ser adjudicadas a un nuevo comendador, pertenecían a la orden. Otras veces, los pleitos afectaban a los bienes patrimoniales que quedaban en el aire tras la muerte de un comendador, los cuales pasaban de manera inmediata a la religión, de acuerdo al voto de pobreza que los caballeros hacían al ingresar en la orden.51 Además, el recibidor debía tratar con todos los comendadores, priores y bailíos que la orden tenía en Castilla, bien fuera para recaudar de sus haciendas las correspondientes responsiones anuales o para liquidar cualquier otro asunto de naturaleza económica. A consecuencia de todas estas obligaciones, el comendador debía llevar una contabilidad detallada de su actividad para, finalmente, realizar los envíos periódicos de dinero a las autoridades de Malta. Una vez cumplido el tiempo de su oficio, estaba obligado a viajar a la isla y rendir cuentas allí ante los ministros del Tesoro. A cambio de todos estos trabajos, el cargo reportaba importantes beneficios. Sin duda, era un oficio que otorgaba honra a su poseedor y, junto a ella, una buena reputación dentro de Castilla y también en la corte de Malta. Sus réditos se recogían de múltiples maneras, pero la mejor ocasión para ello llegaba cuando, en los capítulos anuales de la Lengua de Castilla, en presencia del gran prior, o en la corte maltesa del gran maestre, se procedía al mejoramiento de los caballeros y se administraba entre ellos el patronazgo compensador de sus méritos. Además —y poco podemos concretar a partir del contenido de las cartas—, el oficio de recibidor tuvo que generar otros beneficios económicos sustanciosos. Por una carta del comendador Gaspar de Sámano escrita desde Malta a Simón Ruiz, sabemos del interés que tales beneficios despertaban en los comendadores, aunque no se nos indique con exactitud de dónde y de qué procedían estos. Entre 1582 y 1583, don Gaspar de Sámano aspiraba a quedarse con este oficio una vez quedó vacante:

51. En esos casos, dos caballeros de la orden, junto a un escribano, acudían a la casa del comendador fallecido para levantar un inventario de todos los bienes que le habían pertenecido y que heredaba la orden. Un ejemplo de este procedimiento, en ARCHV, Registro de Ejecutorias, Caja 1408, 55. Ejecutoria del pleito litigado por el comendador frey Pedro Boninseni, recibidor de la Orden de San Juan, con Martín Nieto de Paz, vecino de Ledesma, sobre la devolución de diversos bienes y cantidades de dinero pertenecientes a la orden, que Martín Nieto se llevó de la casa del comendador Gonzalo Díez de Villafuerte, vecino de Ledesma, con el permiso de este último, antes de morir (1580).

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Si vuesa merced me hiciese merced de enviarme fianza de 50.000 ducados o más, quedándome el oficio de recibidor yo daría buena cuenta de él, obligándose vuesa merced en forma como he escrito entiendo saldría con él; vuesa merced me haga esta merced, que yo haré en lo que toca al oficio lo que habíamos tratado, y respóndame vuesa merced en este particular.52

Como tantos otros oficios de responsabilidad económica, se exigían fianzas y avales suficientes a quienes aspiraban a conseguirlos y, en el presente caso, Simón Ruiz aparecía como fiador del pretendiente. En la carta se hace además alusión a ciertas compensaciones que se han prometido al fiador: “Que yo haré en lo que toca lo que habíamos tratado”. ¿A qué se refería Gaspar de Sámano? Por razones obvias, no se suelen explicitar en estas cartas los detalles que nos ayudarían a conocer lo que hubo detrás de la colaboración de Simón Ruiz con estos caballeros de San Juan. Hay que deducirlos, o buscarlos en otra documentación complementaria. Alonso de Texeda fue quien, finalmente, sucedió al comendador don Pedro de Boninseni, quien, muerto en 1582, dejó el oficio vacante, quedándose Gaspar de Sámano con las ganas.53 Tiempo atrás también había sido recibidor frey Martín de Duero, cuyo enterramiento estuvo en el arcosolio sepulcral de la iglesia de San Pablo de Valladolid, del que todavía hoy quedan unos llamativos frescos que nos evocan el recuerdo de la orden y de su huella en la ciudad. Más evocador aún resulta contemplar las esculturas tumularias de uno y de otro, de Pedro de Boninseni y de Martín Duero, con sus cruces y sus armaduras, las que seguramente llevaron en las galeras de la orden cuando realizaron sus caravanas. Todos estos recibidores eran hombres de una nobleza destacada y de mucha influencia en la orden militar maltesa.54

52. ASR Caja 86 (125): carta de Gaspar de Sámano (30/3/1583). 53. Urrea Fernández (2009: 158). 54. En el trabajo de Jesús Urrea Fernández, aparecen las ilustraciones de ambas sepulturas, además de una información puntual sobre la relación entre los recibidores de la orden y la ciudad de Valladolid. El monumento mortuorio del recibidor Boninseni puede verse en el altar mayor de la iglesia de Santa Clara, en Valladolid: de una belleza extraordinaria, con la armadura y cruz de San Juan, la sepultura está dentro de un arcosolio doble, junto a la escultura tumularia de su mujer, de la misma factura y calidad. En la leyenda grabada junto al sepulcro, se leen todos sus cargos: recibidor, embajador de la orden en España y Portugal y comendador de Fuentelapeña.

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En 1582, en las cartas que le llegan a Simón Ruiz de Baltasar, su agente en la ciudad de Florencia, aparece ya nombrado Alonso de Texeda como “recibidor de la religión”.55 Estas cartas tienen un cierto interés porque tratan con detalle una deuda que pesaba sobre los bienes de un comendador fallecido, y cuyo patrimonio fue heredado por la Orden de San Juan, quedando, de momento, en poder del recibidor en Valladolid. Baltasar Suárez explicaba el origen de esta deuda y pedía ayuda a Simón Ruiz para que mediase ante el nuevo recibidor, Alonso de Texeda, ya que le correspondía a él realizar la devolución de dicha deuda, pues tenía en su poder los bienes del difunto. Baltasar explicaba que él había pagado tiempo atrás el dinero necesario para rescatar al caballero Diego de Brochero cuando cayó preso en manos de los turcos. Le sacó de su esclavitud a petición del comendador difunto, familiar directo de Brochero: “A vuesa merced suplico que en lo que pudiere le ayude, para que el señor Alonso de Texeda, recibidor de la religión, le pague una cosa tan justa y debida de haberle librado de la esclavitud, que al señor don Diego he escrito también lo remedie”.56 Efectivamente, el recibidor tenía como una de sus principales obligaciones apropiarse, en nombre de la orden y de manera inmediata, de los bienes de todo comendador fallecido. A la orden, como propietaria, pertenecían las encomiendas y todos los bienes de los comendadores, bailíos y priores resultantes de ellas, pues estos últimos solo los disfrutaban como usufructuarios. Así, la tarea del recibidor en este asunto no era sencilla, ya que, cuando le llegaba la noticia de una defunción, debía encargarse de reclamar todos estos bienes y tomar posesión inmediata de ellos. En no pocas ocasiones se los disputaron otros interesados, desatándose entonces pleitos que le obligaban a litigar. Entre algunos de los protocolos realizados en 1583 en la ciudad de Valladolid, encontramos el testimonio escrito de este tipo de actividades desempeñadas por Alonso de Texeda como “recibidor general de la religión de San Juan”. En uno de los protocolos firmaba la recepción de los bienes de don Miguel de Trejo, de la villa de Arévalo: “Dos acémilas y un cuartago, y toda la plata de platos, jarros y saleros,

55. Ruiz Martín (1965: 153-154; 170-171 y 195-196): carta 194 (Florencia, 8/2/1582); carta 213 (Florencia, 4/5/1582), y carta 247 (Florencia, 2/10/1582), respectivamente. 56. Ruiz Martín (1965: 154): carta 194 (Florencia, 8/2/1582).

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y dieciocho botones de oro que estaban en una cuera, y de un esclavo, y todos los otros bienes muebles que quedaron del comendador”.57 Pero había otras obligaciones que, aunque más complejas, podían resultar más beneficiosas, como era el hacerse cargo de la gestión de aquellas encomiendas durante el tiempo que estaban vacantes, hasta que, finalmente, fueran asignadas a un nuevo comendador. De acuerdo a lo dispuesto en los estatutos, tras la muerte de un comendador su encomienda pasaba a manos de la orden y no se podía volver a asignar hasta el año siguiente, quedando, mientras tanto, en régimen de annata, vacante o mortuorio.58 Era un tiempo importante y fructificador, que, además, podía hacer coincidir en varias encomiendas esta misma situación, dando ocasión así a que se completasen los ciclos anuales de las cosechas en una buena cantidad de explotaciones. Por tal razón, el recibidor debía hacer inversiones y gastos en estas encomiendas durante todo ese tiempo productivo, además de administrar todos los rendimientos generados, ya fueran en frutos o en dinero. En ese periodo, el recibidor era quien se hacía cargo de la gestión económica de aquellas encomiendas en nombre de la orden y, para ello, debía tener acceso a todo el historial de las mismas, obligándose después a transferir lo resultante a Malta, pero disfrutando de la oportunidad de manejar buenas cantidades de frutos y de dineros mientras tanto. En resumen, el trabajo resultante era voluminoso y complejo, lleno de complicaciones, y, para acometerlo en condiciones óptimas, se necesitaba siempre de un apoyo profesional cualificado. Sin duda, este fue uno de los servicios fundamentales que Simón Ruiz prestó a Alonso de Texeda en Valladolid entre 1582 y 1585, cuando se hizo cargo de la recibiduría que la orden tenía en la ciudad de manera permanente.59 Posteriormente, en 1585, Alonso de Texeda tuvo que viajar a Malta para rendir cuentas de su oficio ante el Tesoro de la orden. Terminó de hacerlo dos años después, en 1587, con un alcance de más de 4.000

57. AHPVa, Protocolos, Caja 14029, fol. 38r (Valladolid, 23/1/1583). 58. El régimen de vacante consistía “en que la encomienda no se podía proveer desde el día de la muerte del Comendador hasta el día de la fiesta de San Juan Bautista, próxima siguiente, y el mortuorio o annata, propiamente dicha, en que no se podía proveer desde el día de la muerte hasta la misma fecha del año siguiente”. Guerrero Ventas (1969: 164). 59. No sabemos si la Orden de San Juan empleaba algunos de los edificios que poseía en Valladolid para albergar este oficio. Urrea Fernández (2009: 164).

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ducados que debía satisfacer.60 Posteriormente, en 1588, se volvieron a revisar sus cuentas porque aparecieron algunas dudas sobre ciertos apuntes contables: “Después de haber dado mis cuentas han resultado ciertas dudas de las cuales me han dado término para satisfacer a ellas que me faltan seis meses”.61 La forma en la que Alonso de Texeda resolvió este problema con el Tesoro de la orden nos muestra algunos detalles interesantes acerca de la gestión de su oficio y del papel que Simón Ruiz jugó ayudándole a su desempeño. Alonso de Texeda le explicaba en una carta que necesitaba justificar y dar fe de ciertas intervenciones realizadas en distintos lugares de Castilla. En una memoria que adjuntaba, le enumeraba todas ellas y le daba instrucciones sobre cómo se debía proceder en cada caso. Alonso de Texeda tenía dos personas en Castilla que podrían ayudar a Simón Ruiz a acometer estas gestiones: un tal Francisco de García y Jerónimo Morcillo, uno de los hombres de confianza del comendador. Pero todo lo que hiciera uno u otro, dice Alonso de Texeda, debía estar bajo la dirección de Simón Ruiz; y, finalmente, sería él quien reuniese toda la documentación, copias de escrituras y diversas certificaciones, para enviarlas después a Malta. De la encomienda de Fuentelapeña62 quedaron el año del mortuorio del comendador Boninseni ciertas cubas de vino que se perdieron al derramarse, y de ello debían dar testimonio jurado algunos testigos; eran necesarios otros certificados del pago que Alonso de Texeda hizo al bailío de Lora por deudas de su antecesor Boninseni; se precisaban copias de las cuentas del mortuorio de la encomienda de Castronuño,63 que, durante ese tiempo, se dejó a cargo de un tal Pedro de Valdivieso; de la encomienda de Castronuño también se necesitaba certificar el arrendamiento que

60. ASR Caja 112 (254): carta de Alonso de Texeda a Simón Ruiz (12/2/1587). 61. ASR Caja 129 (270): carta de Alonso de Texeda a Simón Ruiz (30/9/1588). 62. Fuentelapeña es un municipio y localidad de la provincia de Zamora situado en la comarca de La Guareña, territorio caracterizado por ser una altiplanicie a 800 m de altura con pequeñas elevaciones y un valle por el que discurre el río Guareña, rodeado de campos agrícolas que se dedicaban al cultivo de cereal de secano y viñedos. Wikipedia: (consultado el 23/12/2106). 63. La rica tierra de Castronuño —la Gran Florida, como era denominada—, está situada en la provincia de Valladolid, en la cuenca del Duero. En la localidad de este nombre existe todavía una iglesia sanjuanista del siglo xii, desde la que se contempla la riqueza de sus campos de cereal y viñedos.

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se hizo en Medina del Campo de su año de vacante y de las cuentas tomadas en esa villa a su arrendatario, Tomé de Mercado.64 Es muy probable que Simón Ruiz tuviese metidas sus manos en algunas de estas cuestiones, tal vez en esta última. Si el recibidor fue responsable del arriendo de las encomiendas vacantes, annatas y mortuorios, como puede verse, Simón Ruiz pudo encontrar grandes beneficios en los servicios que le prestaba. No solo disfrutaba de un acceso privilegiado en la adjudicación de estos arrendamientos, sino que también pudo aspirar al aprovechamiento de las cosechas y de los otros frutos que se produjeron en su tiempo de vacante. Por otro lado, la complejidad del trabajo de tomar y rendir cuentas debe avisarnos de la necesidad que tuvo Alonso de Texeda de recurrir a los servicios de un hombre tan experimentado como era Simón Ruiz en tales cuestiones. Sería necesario sumergirse en el fondo de su archivo y buscar qué rastro documental ha podido quedar de aquella relación entre sus libros de cuentas.65 En la correspondencia solo encontramos menciones breves, pero precisas, relativas a puntos concretos de estas cuentas, lo que nos indica que ambos participaban en comandita y de forma estrecha en este trabajo. Puede resultar extraño captar en los comentarios del comendador Alonso de Texeda, un noble caballero, a fin de cuentas, el conocimiento certero y un compromiso firme en relación con los negocios de sus encomiendas y oficios. Sin embargo, de acuerdo con lo que deja escrito a Simón Ruiz, estaba al tanto de las cosas que pasaban en sus negocios, por insignificantes que pudieran parecer: el destino final de un cáliz de plata perteneciente a la iglesia del pueblo de Arroyo, el cual envió a Malta y tuvo que restituir por ello a la iglesia; las aceñas que se dañaron en Castronuño por la crecida del río, o la pérdida de las cubas de vino de Fuentelapeña citadas arriba. El comendador opinaba y aconsejaba a Simón Ruiz sobre cómo proceder en cuestiones concretas y hacía memoria de los problemas surgidos en el transcurso de su oficio. Aunque es verdad que, con él, estaban los hombres que le asistían y le ayudaban, cualificados

64. La escritura de este arrendamiento cerrado en Medina del Campo se realizó ante Íñigo de Argandoña, escribano de Medina del Campo entre 1552 y 1591. Entre 1593 y 1625, hubo en Medina del Campo otro escribano con el mismo apellido: Juan de Argandoña. 65. Rodríguez González (1991).

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y atentos en el servicio que le daban, no parece que se desentendiera de sus obligaciones o que supiera poco de su significación. Las cartas de Turín entre el comendador don Cristóbal de Briceño y Simón Ruiz Complemento de la correspondencia de Malta son las cartas procedentes de las ciudades de Turín, una decena en total, las cuales fueron enviadas por don Cristóbal de Briceño, caballero de la Orden de San Juan.66 Sobre el contenido y significado de estas cartas también ha escrito Felipe Ruiz Martín en su trabajo sobre Florencia.67 Andaba don Cristóbal Briceño de Valderrábano en Turín por el año de 1582, acompañando a la infanta Catalina Micaela, ya que el rey Felipe II le había nombrado su mayordomo.68 A Felipe Ruiz Martín le interesa el servicio que el comendador Briceño hizo desde Turín a Simón Ruiz, ayudándole a resolver ciertos problemas de finanzas que tenían sus socios de Lyon, los Bonvisi, en la ciudad de París. Las cartas hablan de “favores graciosos”, que no “gratuitos”, intercambiados entre unos y otros, en este caso, entre mercaderes y caballeros.69 Pero nosotros queremos preguntarnos, como hemos hecho en el caso del comendador Alonso de Texeda, por otros detalles de la relación entre el caballero de la Orden de Jerusalén y el banqueromercader. Ya en la primera carta escrita por Briceño desde Turín aparece una mención breve del estado de sus cuentas en Zamora y de los 1200 ducados que le deben los vasallos de su encomienda: “Querría 66. En nuestra plataforma son sólo siete cartas –todas escritas desde Turín a Simón Ruiz– y no diez como dice Felipe Ruiz Martín, quien incluye en su cuenta también las copias de cartas enviadas por Simón Ruiz a Turín. 67. Ruiz Martín (1990b: 216-217). Ruiz Martín (1965: xx-xxi). 68. Río Barredo, María José del (2003): “De Madrid a Turín: el ceremonial de las reinas españolas en la corte ducal de Catalina Micaela de Saboya”, pp. 97-122. Sobre el comendador Cristóbal Briceño, pp. 117-118. 69. Ruiz Martín (1990: 217). Ruiz Martín, Felipe (1965: xxi). A esta cadena de favores intercambiados entre unos y otros puede sumarse el que Cristóbal Briceño pide a Simón Ruiz en una de esas mismas cartas de Turín, para que éste medie entre los ministros del Consejo de Indias a favor de su hermano, aspirante al Obispado de Cuzco, que estaba entonces vacante y que el rey se disponía a proveer. ASR Caja 112 (227): carta de Cristóbal de Briceño a Simón Ruiz (Turín, 31/3/1586).

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hubiesen pagado los de Zamora; vuesa merced será servido mandarme avisar si lo han hecho”.70 También alude a ciertas deudas que le reclama el recibidor don García de Mendoza, quien sustituyó a Alonso de Texeda en el cargo, “dos medias añadas”, que él ya entregó en su día, por lo que le mandaba a Simón Ruiz copia del pago con el ruego de que se lo mostrara a su demandante. En fin, desde estos primeros renglones descubrimos de nuevo a Simón Ruiz como encargado de la gestión de los bienes del comendador Briceño, pendiente de las rentas de sus encomiendas y respondiendo por sus obligaciones anuales ante el recibidor de la orden. Lo hace, como en tantas otras ocasiones, supervisando los trabajos de Francisco de Bobadilla, un colaborador en Castilla del comendador y, muy especialmente, de Simón Ruiz, a quien Briceño dejó al cargo de sus negocios en Zamora y Valladolid antes de salir a toda prisa para Italia junto al séquito de la infanta.71 Es muy posible que aquellos vasallos de Zamora a los que se refiere el comendador Briceño en su carta sean los campesinos de su encomienda de la Torrecilla (Torrecilla de la Orden), tierra vallisoletana limítrofe con las provincias de Zamora y Valladolid.72 Briceño tuvo mucho tiempo en su poder esta encomienda, perteneciente al partido de Valdeguareña, en cuya gestión intervino Simón Ruiz, a decir por algunos apuntes que aparecen en sus libros de cuentas. En uno de 1577, este anotaba el ingreso de ciertas cantidades de dinero procedentes de la encomienda de la Torrecilla, de las que descontaba los gastos que en ella había tenido que hacer, además del salario del hombre que mandó a la localidad para realizar dichos cobros y de algún anticipo dado a Briceño a través de sus agentes en Madrid, más lo que costaron unas telas de damasco leonado.73 El apunte contable es muy revelador y nos

70. ASR Caja 104 (281): carta de Cristóbal Briceño a Simón Ruiz (Turín, 12/11/1585). 71. “Y me he holgado mucho de que Francisco de Bobadilla haya procedido con satisfacción en los negocios, y tengo para mi cada día la tendrá vuesa merced más de su persona, por las buenas partes que tiene, y en mis negocios tengo por cierto lo que vuesa merced dice, que tiene particular cuidado, y cierto según fue mi partida de Barcelona para esta tierra, tan sin pensar; me hubiera dado mucho cuidado buscar de quien fiar lo poco que allá tengo, y con estar a su cargo me parece que en cuanto a esto mi ausencia no hace falta”. ASR Caja 104 (282): carta de Cristóbal de Briceño a Simón Ruiz (Turín, 18/12/1585). 72. Sobre la encomienda de la Torrecilla, en tierras de Valdeguareña, véase Ojeda Nieto (1997: 55-56). 73. ASR libro 89 Abecedario del libro mayor de ferias (1575-1579), fol. 186r.

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indica que, tras un examen más detenido de la contabilidad de Simón Ruiz, podríamos obtener valiosa información sobre la relación entre él y el comendador. Don Cristóbal de Briceño y Valderrábano era originario de Arévalo y pertenecía a uno de los linajes más antiguos y reputados de aquella villa.74 La relación de Simón Ruiz con las gentes nobles de Arévalo era muy estrecha, siendo su primera esposa, María de Montalvo, el mejor fruto de estos vínculos.75 Su relación con Briceño también venía de tiempo atrás y era más profunda de lo que pudiera parecer a primera vista. La correspondencia de Simón Ruiz procedente de Madrid de los años de 1560 da buen testimonio de ello. El comendador Briceño gozaba de una alta posición en la Orden de San Juan dentro de Castilla. En 1576, le vemos como embajador de esta y metido en numerosas comisiones políticas y militares. Además, en los años de la década de 1560 ayudada al gran prior de Castilla, don Hernando de Toledo, en la administración de sus encomiendas, que eran de las más valiosas de la orden.76 A través de los servicios a Cristóbal Briceño, Simón Ruiz entró en las encomiendas del gran prior y también en otros de sus asuntos financieros. En 1566 Cristóbal Briceño escribía a Simón Ruiz desde Madrid dándole una información muy detallada de la marcha de la cosecha en las tierras del prior. Su carta arranca así: “Pensé detenerme muy poco en el priorazgo y no pude excusar de estar todo lo que he estado por haber halládome presente a las cuentas de los mayordomos del pan”. Las informaciones sobre la cosecha del trigo a ras de tierra resultaban fundamentales para los comendadores y también para Simón Ruiz. Por ello, es de lo primero y de lo que más le habla: “El año en el priorazgo va muy ruin y tanto que casi no se coge pan porque en todo

74. Véase cuadro 2: árbol genealógico de la familia Briceño. Existen las pruebas de ingreso en la orden de un familiar de don Cristóbal, en las cuales se ofrece mucha información sobre este linaje. AHN (Archivo Histórico Nacional), OOMM (Órdenes Militares), San Juan de Jerusalén, expte. 23021: Pruebas de Briceño Montalvo de Arévalo Valderrábano y Arévalo, Antonio (Arévalo. Año de 1547). 75. Véase cuadro 3: árbol genealógico de la familia Montalvo. 76. Sobre el Gran Priorato de Castilla y las encomiendas que comprendía, nos remitimos a Guerrero Ventas (1969: 162-163). La figura de Hernando de Toledo, de la casa de Alba, como gran prior de la Orden de San Juan de Jerusalén es abordada de manera detallada por Fernández Conti (2001).

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mayo no ha llovido y ha corrido solanos que lo ha abrasado todo, y así acordé de no vender, y escribilo al Señor mi Prior”. Mientras el gran prior andaba por Italia, entre Génova y Sicilia, Briceño atendía el negocio de las encomiendas que le había dejado a su cargo, lo que le obligaba a recorrer los caminos de Castilla y pasar los días entre las ciudades de Madrid, Valladolid y Medina del Campo. Pero Briceño se entregaba a todos estos servicios con la ayuda de Simón Ruiz. Unas veces, lo hacía tomando las cuentas de los mayordomos del prior en sus encomiendas; y, otras veces, en las capitales del dinero, resolviendo cuestiones de orden financiero. Siempre desanudando pleitos y problemas con las deudas. Y en Medina del Campo pasaba largas jornadas junto a Simón Ruiz, cerrando todos estos asuntos. No es extraño que hubiera quienes escribían a este último preguntando si con él estaba el comendador, para que le hicieran llegar allí las cartas y avisos que le buscaban. Simón Ruiz aparecía a la cabeza de las grandes cuestiones, sin perder de vista los detalles menudos, pero responsable en última instancia de los grandes movimientos del capital. Como cuando, en 1576, Simón Ruiz dio poder al gran prior, Hernando de Toledo, y a Cristóbal Briceño de Valderrábano, “caballero y embajador de la Orden de Señor Sant Juan”, para que cobraran a Nicolás de Grimaldo, príncipe de Salerno, lo que a él debía: algo más de un millón y seiscientos mil maravedíes.77 Años atrás, en 1564, era el propio gran prior quien escribía a Simón Ruiz desde Madrid para pedirle dinero prestado con el que realizar distintos pagos en las ferias de Medina del Campo, y se excusaba diciéndole que el comendador Briceño no lo hacía por estar fuera de Castilla —el viejo señor de la casa de Alba estaba acostumbrado a delegar tales asuntos en este—. La devolución del dinero prestado, le decía, se haría de su hacienda; y acababa su carta recordándole que quedaba a su servicio: “Si se ofreciere algo en esta corte que toque al

77. ASR Caja 247 (89): escrituras diversas (1566-1604). Entre estos documentos sueltos, aparece esta “revocación del comendador Briceño” con la escritura hecha en Madrid el 2 de abril de 1576 ante el escribano Cristóbal de Valenzuela. El poder dado por Simón Ruiz en Medina del Campo se realizó ante el escribano de esa villa, Agustín de Tapia (Medina del Campo, 10/1/1576). Briceño puso “sus bienes espirituales y temporales y del dicho señor prior mi parte habidos y por haber” como aval del préstamo.

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contentamiento de vuesa merced hay muchas cosas para que yo lo haga y así holgaré de verme empleado en ellas”.78 Conclusiones: los intercambios de servicios entre Simón Ruiz y los nobles caballeros No todas las relaciones personales fueron siempre interesadas, aunque no por ello dejaron de generar intereses para unos y otros. Simón Ruiz, Alonso de Texeda o Cristóbal Briceño mantuvieron durante varias décadas un intenso y estrecho trato, del que sus cartas dan buen testimonio. Sus contactos nacieron al calor del paisanaje, primero, y del entroncamiento familiar, después, y se fueron afianzando alrededor de las necesidades recíprocas de unos hacia otros. Cristóbal Briceño de Valderrábano, caballero procedente del noble linaje de Arévalo, orbitaba en el ámbito familiar y vecinal del linaje de los Montalvo, de donde procedía la primera mujer de Simón Ruiz, María de Montalvo, esposa entre 1561 y 1571, grupos todos ellos de quienes sabemos poco. El parentesco entre el comendador Alonso de Texeda y Simón Ruiz lo hemos podido documentar mejor a través de la familia de Mariana de Paz, segunda mujer del banquero entre 1574 y 1597, procedente del linaje salmantino de los Paz. Por lo tanto, las ayudas y los servicios que se prestaron unos a otros pueden entenderse como una lógica cooperación intrafamiliar, propia de este tipo de familias extensas, cuyos miembros se desplegaban ampliamente por el territorio geográfico castellano y, también, por un ámbito social nobiliario. En este sentido, las relaciones entre nuestro banquero-mercader y los nobles castellanos, caballeros y comendadores de la Orden de San Juan de Jerusalén, no estuvieron determinadas por una distancia social tan marcada como pudiera entenderse cuando se alude a las diferencias que hubo entre los nobles y los burgueses castellanos de aquellos siglos. El caso de Simón Ruiz responde al modelo descrito por esos burgueses que adoptaron un cierto estatus nobiliario, como explicó Alberto Marcos Martín en su trabajo sobre la sociedad y economía española en la Edad Moderna; el caso de los comendadores de la Orden

78. ASR Caja 2 (187): carta del prior don Hernando de Toledo a Simón Ruiz (Madrid, 28/8/1564).

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de Malta se asemeja, por su parte, a la fracción de la nobleza que se entrometió en actividades económicas más propias de la burguesía urbana.79 El negocio de las encomiendas castellanas de la Orden de San Juan, en torno al cual todos estos individuos establecieron una estrecha cooperación, es muy ilustrativo de este fenómeno. Los frutos y rendimientos de las encomiendas interesaban a todos: eran rentas señoriales y también productos con altos beneficios en los mercados. El trigo del priorazgo del gran prior se hizo accesible a Simón Ruiz merced a esta relación personal y a los servicios que prestaba a los comendadores, como también lo estaba el grano procedente de las cosechas de las encomiendas de Cristóbal Briceño o de Alonso de Texeda. Sobre el trigo, pero también sobre otros frutos agropecuarios, había levantado Simón Ruiz su empresa mercantil, la cual se fundamentó en la importación y exportación de aquellos productos que eran demandados en los distintos mercados y que ofrecían un mayor margen de ganancia. No resulta extraño, por ello, que la correspondencia esté plagada de informaciones sobre el estado de las cosechas en las encomiendas, la disponibilidad de granos, sus precios y calidades, la situación de los mercados locales que se disputaban estos productos básicos y las cuestiones relativas al clima, si ha llovido mucho o poco, si hay heladas o nieve. A veces eran detalles curiosos, como cuando Alonso de Texeda avisaba que en la nueva encomienda que iba a tomar, la de Rubiales, tenía Simón Ruiz a su entera disposición mucho lino y buenas truchas con que dar satisfacción tanto a sus negocios como a su mesa en la casa de Medina del Campo. Simón Ruiz también sirvió a sus familiares, caballeros de la Orden de Malta, ejerciendo sobre ellos un notable patrocinio en sus aspiraciones de promoción dentro de la orden o fuera de ella. Algún ejemplo se ha visto ya en las páginas precedentes. Son también una buena muestra de estos servicios las sucesivas peticiones de ayuda que don García Fernández Paz, otro de los miembros del linaje salmantino de los Paz, le hizo en 1584. Sus primeras peticiones de ayuda tenían como fin mejorar las encomiendas que poseía en la orden; posteriormente, miraba más alto y le pedía ayuda para enrolarse como almirante en la armada de las Indias. De los años que García Fernández de Paz pasó en Malta nos han llegado diversas cartas fechadas entre 1575 y 1578, 79. Marcos Martín (2000: 268; 2007).

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las cuales fueron enviadas tanto a Simón Ruiz como a su esposa, Mariana de Paz. Unas veces les daba noticias sobre la suerte que corría en las “caravanas de las galeras de la religión”, en las que participaba como guerrero, luchando contra los turcos y contra los ejércitos franceses. Les ponía también al corriente de los avances que la peste y la guerra iban haciendo en los diferentes escenarios del Mediterráneo, plagas de las que él se mantenía a salvo. Siempre insistía en las peticiones de dinero, pues decía no tener ni para un par de botas, razón por la cual les rogaba que intercediesen por él ante sus padres. Eran, de nuevo, asuntos tocantes a la familia, de los que todos participaban como miembros de la misma. En 1584, tras la experiencia maltesa y una vez de vuelta en Salamanca, don García Fernández de Paz pedía a Simón Ruiz su mediación en cosas de mayor calado. Con detalles precisos sobre como debía proceder, le rogaba que escribiera al comendador Cristóbal Briceño, que seguía junto al gran prior de Castilla, y también al comendador don García de Mendoza, o que les hablara de viva voz, para que, cuando se reunieran en el capítulo que la orden iba a celebrar ese mismo verano, se acordaran de él en el reparto de las encomiendas vacantes y lo mejorasen. En su ruego precisaba que la cosa debía parecer una petición personal de Simón Ruiz, porque solo de esta manera era seguro que concediesen aquella gracia. Y así fue, lo que demuestra el poder de la palabra de Simón Ruiz; pero, sobre todo, este detalle nos revela lo que sus familiares esperaban de él y el valor que daban a su influencia. Pasado el verano, don García Fernández de Paz ya andaba metido en las tareas de su nueva encomienda de Salamanca, razón por la cual no pudo ir a Medina del Campo a besar las manos de Simón Ruiz como hubiera querido, y, de paso, decía, para ver la feria “tan alabada” de octubre. A renglón seguido, el comendador aprovechaba para pedir a Simón Ruiz que volviera a desplegar su capacidad de influencia. Esta vez debía hacerlo en la corte, ante el presidente del Consejo de Indias, para solicitarle el cargo de almirante de la armada de Indias. Le recordaba sus méritos como caballero y su larga experiencia como marinero, y le aconsejaba que así se los hiciera saber al presidente del Consejo: [...] Dígale vuesa merced como yo he navegado doce años, porque todo el tiempo que estuve en Malta no hice otra cosa, y también hace mucho al caso ser del hábito de San Juan, porque tiene muy buena opinión

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de marineros como lo usamos en Malta tanto, y así le diga vuesa merced como en dieciséis años que ando de hábito, los doce como digo los he andado por la mar, y sobre todo suplico a vuesa merced me haga merced de que vaya la carta pidiéndoselo encarecidamente porque tengo grandes esperanzas que con la merced que vuesa merced me hace a de haber buen suceso.80

Confesaba no tener duda alguna de que le harían aquella gracia por el gran amor que los ministros del rey profesaban a Simón Ruiz. En este caso, el hombre de negocios aparecía como patrón del noble caballero. En fin, las relaciones entre Simón Ruiz y los nobles caballeros de Malta fueron muy diversas, según queda expresado en la correspondencia. Las cartas de Malta hacen referencia a unos aspectos muy concretos de estas relaciones y, ciertamente, están llenas de peticiones de dinero que Simón Ruiz transfería hasta allí a través de sus agentes en Florencia o Mesina. También rebosan de noticias sobre las correrías y los trabajos de los caballeros en la isla y en el Mediterráneo. Pero las cartas de Malta ponen de manifiesto solo una parte de aquellas relaciones, las cuales son comprensibles en su totalidad cuando se ponen en diálogo con las procedentes de otras ciudades italianas y españolas. Entonces, la realidad que arroja el conjunto epistolar nos habla de unas relaciones que fueron más allá y que se fundamentaron en los intereses familiares propios de distintos linajes de la nobleza castellana. Los Paz y los Texeda, de Salamanca; los Montalvo o Briceño, de Arévalo; los Brochero, de Alba de Tormes. Intereses de importancia, que estuvieron vinculados al patrimonio de la Orden de San Juan en las tierras de Castilla, a sus encomiendas y demás oficios, a los que estas familias aspiraban y que disfrutaron durante el siglo xvi. Simón Ruiz, miembro destacado de estas familias de la nobleza castellana, sirvió a estos caballeros enviándoles dinero a Malta, pero, sobre todo, ofreciéndoles ayuda en la gestión, administración y explotación de sus encomiendas, un negocio con altos rendimientos pero muy complejo. También, como se ha visto, les ayudó a la hora de adquirir nuevas encomiendas, mejores, y otros oficios de la orden que también reportaban buenos beneficios. Pero sus servicios fueron más 80. ASR Caja 92 (63): carta de García Fernández de Paz a Simón Ruiz (Salamanca, 2/10/1584).

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allá del mero apoyo profesional cualificado, ya fuera dando asesoramiento o cuidando de la administración y de la contabilidad. Su servicio, como el hombre de negocios bien situado que era y de enorme experiencia en estas tareas, fue integral, y atendía a todos los detalles del mismo. De esta manera se explica la prolongada y estrecha relación mantenida con el comendador Alonso de Texeda. Podría decirse que sus servicios adquirieron la forma de una cooperación permanente, de una colaboración solidaria, realizada en un plano de cierta igualdad con los directos interesados. En ciertos momentos, cuando las cosas se torcían, incluso era él quien tomaba las riendas de los negocios. Si reparamos en su firme compromiso y en lo cercano de su trato, comprendemos que realmente estamos ante una empresa familiar, en la que cada uno adoptó su función particular y obtuvo su beneficio concreto, pero en la que todos trabajaron en común. Por último, los servicios que hizo Simón Ruiz a los nobles caballeros a veces tomaron la forma de un claro patronazgo. En estos casos, las relaciones entre el hombre de negocios y el noble se invertían. Hemos visto como el comendador Cristóbal Briceño, servidor del gran prior don Hernando de Toledo, le pedía a Simón Ruiz desde Turín que intercediera por él y por su hermano para conseguir el obispado de Cuzco en el Perú; por su lado, García Fernández de Paz le pedía ayuda para un almirantazgo en la armada de Indias. Otras veces, lo que se le pedía era su mediación en conflictos entre distintas partes encontradas, ya fueran miembros de compañías comerciales o familiares de una misma parentela. Así ocurrió cuando sus suegros, Esteban de Paz y María de Miranda, rompieron su relación con su hijo Lope, sucesor al mayorazgo familiar. Entonces, Simón Ruiz aparecía en Medina del Campo revestido de autoridad y de poder, ejerciendo de patrón con esta nobleza local castellana y desplegando sobre ellos su patronazgo.

MARIANA DE PAZ

DOÑA ANDREA

RODRIGO DE PAZ

LOPE DE PAZ

ESTEFANIA DE PAZ

GARCÍA FERNÁNDEZ DE PAZ

FRANCISCO DE PAZ Y MIRANDA Arcediano de Alba Canónigo de Salamanca Compañero de Alonso de Texeda

FRANCISCO DE MIRANDA Y GRADO

SIMÓN RUIZ

MARIA DE MIRANDA Vecina de Salamanca

Fuente: Elaboración del autor a partir de la correspondencia de Simón Ruiz, del testamento de Mariana de Paz y del libro de Sánchez Vaquero, José (2001): Linajes de Salamanca. Salamanca: Universidad Pontifica.

MARIANA DE PAZ

ESTEVAN DE PAZ Vecino de Salamanca

Cuadro 1: familia Paz

Y

CATALINA DE PAZ

ISABEL MALDONADO DE BARRIONUEVO

DIEGO BROCHERO Y ANAYA

X

DON DIEGO OSORIO

DOÑA MARÍA

DON CRISTÓBAL BRICEÑO Caballero de la Orden de San Juan

DOÑA CATALINA Vecina de Arévalo

Fuente: Elaboración del autor a partir del libro de Juan José de Montalvo (1928): De la Historia de Arévalo y sus sexmos. Valladolid: Imprenta Castellana. Vol. I (linaje de los Briceño).

DON SANCHO Caballero de la Orden de San Juan Recibidor de la Orden Comendador de Valdemimbre Embajador de la Orden

DON FERNANDO ALTAMIRANO FONTIVEROS Vecino de Arévalo Regidor Perpetuo de Arévalo Gentilhombre de Felipe II

Cuadro 2: familia Briceño

DOÑA ANA DE MONTALVO

JUAN DE MONTALVO Capellán de la Capilla Real de Granada

GÓMEZ DE MONTALVO ISABEL ANAYA DE MONTALVO Señor de Botalorno Consejo y Cámara de Carlos I y de Felipe II

SIMÓN RUIZ

DOÑA ISABEL DE RÍO

Fuente: Juan José de Montalvo, De la Historia de Arévalo y de sus sexmos, vol. I, Valladolid: Imprenta Castellana, 1928, “Vínculo Montalvo Moncaraz (siglos xv al xix)” y testamento de María de Montalvo.

MARÍA DE MONTALVO

DON JUAN DE MONTALVO Regidor Perpetuo de Arévalo

Cuadro 3: familia Montalvo

Vista de Génova, Civitates Orbis Terrarum, I, George Brown y Frans Hogenberg (Colonia, 1572) (The Hebrew University of Jerusalem and The Jewish National and University Museum)

Confianza e interdependencia en el sistema de crédito hispánico a finales del siglo xvi: un análisis a través de las cartas de Génova del Archivo Simón Ruiz 1

Yasmina Rocío Ben Yessef Garfia

La correspondencia de Génova del Archivo Simón Ruiz: algunas cuestiones preliminares El papel destacado que desempeña la correspondencia en el archivo del mercader castellano Simón Ruiz es síntoma de la importancia que los hombres de negocios atribuían al intercambio y a la conservación de las cartas para el buen rumbo de sus actividades económicas.2 Las misivas no solo constituían un vehículo fundamental para obtener información esencial que guiara las decisiones económicas, sino también un modo de consolidar las redes de confianza y de servicio mutuo entre socios lejanos y, a veces, pertenecientes a ámbitos culturales muy diferentes.3

1.

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El presente trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación “El modelo policéntrico de soberanía compartida (siglos xvi-xviii). Una vía alternativa a la construcción del Estado moderno” (HAR2013-45357-P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO) con fondos FEDER de la Unión Europea y dirigido por Manuel Herrero Sánchez (Universidad Pablo de Olavide de Sevilla). La importancia de los hombres de negocios en la transferencia de noticias ha sido objeto de numerosas investigaciones. Al respecto, véanse Melis (ed.) (1976), (1983); De Zanche (2000); Bottin (2002); Jeannin (2001); Marsilio (2005); Kaiser y Buti (2007); Casado Alonso (2008), y Marzagalli (2010); Montojo Montojo (2013). Trivellato (2007a: 145-148).

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YASMINA ROCÍO BEN YESSEF GARFIA

El interés histórico de la correspondencia de Simón Ruiz con Francia, Amberes, Florencia, Lisboa, Bilbao, Burgos, Sevilla, América o Laredo se ha materializado en numerosas publicaciones, que han contribuido a arrojar luz sobre la red de negocios del mercader medinense y sobre el funcionamiento del crédito en la Monarquía Hispánica.4 Sin embargo, es significativo que, a día de hoy, aún no existan trabajos sobre la abundante correspondencia enviada a Simón Ruiz desde Génova, sobre todo, si se tiene en cuenta la relevancia de la República y de los genoveses en la logística del sistema imperial hispánico y en el desarrollo de los negocios de Ruiz,5 especialmente después de que se produjera el traslado de las ferias de Besanzón a Piacenza en 1579. Al margen de si la decisión del soberano católico de suspender los pagos en 1575 pretendía o no desbancar a los genoveses de los asientos,6 parece obvio que no lo consiguió, visto la espectacular remontada de estos italianos en las finanzas de la Monarquía Hispánica a finales del siglo xvi. El éxito de los genoveses se basaba en el dominio de una red de informadores privilegiados situados en puntos estratégicos. Pero no cualquier tipo de informadores. El know-how genovés se apoyaba en “[...] informatori esperti, dotati di una eccellente professionalità nel campo mercantile e finanziario, con una profonda e non occasionale comprensione dell’ambiente economico nel quale operavano, con solide relazioni sociali”.7 4.

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Sobre las cartas de Francia, consúltese Lapeyre (1955). Para las cartas de Amberes, destaca el trabajo de Vázquez de Prada (1960). La correspondencia de Florencia ha sido analizada por Ruiz Martín (1965). Para los tratos de Simón Ruiz con Lisboa, véanse Gentil da Silva (1956); Lucas Villanueva (2001). Las cartas de Bilbao han sido estudiadas por Priotti (2005). Para las cartas de Burgos, destacaremos el trabajo de Basas Fernández (1963). Para la importancia de Sevilla y América en la correspondencia de Simón Ruiz, véanse Bennassar (1957); Lorenzo Sanz (1986). Un estudio a través del análisis de la correspondencia con Laredo, en Lucas Villanueva (2009). El potencial de las cartas de Génova y Piacenza ya fue apuntado por Ruiz Martín (1990b: 206-208). Una reinterpretación de la suspensión de pagos de 1575 en relación a los intentos de la Corona de imponer nuevos techos de deuda a las ciudades, en Álvarez Nogal y Chamley (2014). Un estado de la cuestión sobre las suspensiones de pagos de la Monarquía Hispánica, en Carlos Morales (2013). “Informadores expertos dotados de una excelente profesionalidad en el ámbito mercantil y financiero, con una comprensión profunda y no ocasional del entorno económico en el que operaban mediante sólidas relaciones sociales”. La

CONFIANZA E INTERDEPENDENCIA

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No sorprende, por tanto, que Simón Ruiz entrara en tratos con algunas de las compañías genovesas más importantes del momento, capaces de proporcionarle información predominantemente financiera y fundamental para el buen ritmo de los negocios (la información eminentemente comercial brilla por su ausencia en las cartas analizadas), como las tasas de cambios, los asientos firmados en Madrid y en Amberes, las remesas recibidas en las ferias de cambio, los protestos, las consignaciones, el mercado de juros, el transporte de plata en galeras y las operaciones de transformación de plata en oro.8 Fenómeno que es indicativo tanto de la irrupción de Ruiz en las finanzas del rey a partir de 1575 como del rol financiero que desempeñaba la plaza genovesa en los negocios del castellano. En este sentido, las cartas de Génova contrastan enormemente con las procedentes de otras plazas con las que Ruiz mantenía contactos. Así, el análisis de las cartas de Roma efectuado por Isabella Iannuzzi ha demostrado las funciones cruciales de este centro en lo que respecta al acceso de los Ruiz al patronazgo,9 revelando el papel específico, bien distinto al que poseía la plaza de Génova, desempeñado por el enclave romano en la promoción y la construcción social del medinense. A pesar del poder alcanzado por los genoveses en estos años, la relación entre los hombres de negocios presentes en la República y Simón Ruiz estuvo lejos de ser unilateral. De hecho, las cartas demuestran la necesidad que tenían los primeros de la influencia y de la mediación de Simón Ruiz y de sus representantes en la corte para la obtención de las mejores consignaciones y de información sobre cómo transcurrían las negociaciones de asientos con la Real Hacienda. Sin embargo, los servicios mutuos que se dispensaban los operadores de Génova y Simón Ruiz no son indicativos de la existencia de una confianza directa entre las partes, sino mediatizada por los hombres de negocios ubicados en Amberes en los que Ruiz confiaba y que, a su

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traducción es mía, como también lo son las que aparecerán de aquí en adelante en este trabajo. En Doria (1986: 78). El acceso de los genoveses a la información se vio también facilitado gracias al dominio que ejercieron estos italianos sobre los oficios de Correo Mayor cedidos a privados por la familia Tassis, sus legítimos propietarios. Al respecto, véase Green (1947) y Ben Yessef Garfia (2011). No podemos dejar de mencionar el análisis de algunos de estos aspectos económicos realizado por Carande a partir del estudio de diecisiete cartas de Simón Ruiz: Carande (1944). Al respecto, véase el trabajo de Isabella Iannuzzi presente en este volumen.

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vez, se hallaban asociados a los financieros que operaban en la República y que escribían a Ruiz. La correspondencia de Génova no solo evidencia la interdependencia que existía entre Madrid, Génova y Amberes, sino también el protagonismo y la influencia ejercida por otros enclaves como Sevilla, Lyon o Barcelona en las decisiones de los hombres de negocios. Las crisis o los acontecimientos desarrollados en cada uno de estos emplazamientos provocaban la definición de nuevas relaciones y, en consecuencia, la necesaria adaptación por parte de los mercaderes y de la política de la Corona en los distintos territorios. Así, los cambios que afectaron a la jerarquía de centros europeos a finales del siglo xvi y que condujeron al protagonismo de los genoveses y de las ferias de Piacenza por encima de las de Lyon, en clara decadencia, o a la recuperación de Amberes por parte del ejército hispánico en 1585 intensificaron la correspondencia entre Simón Ruiz y sus colaboradores de Génova, auténticos eslabones entre centros como Madrid y Amberes. En el mismo momento en el que las redes económicas parecían confluir cada vez más en la República, se verificaron los primeros intentos de control del sistema financiero por parte del monarca hispánico. Prueba de ello fueron la centralización de los pagos de los asientos en Madrid a partir de 1588 o los intentos de ofrecer alternativas específicas a la venta de reales en Génova, donde, en ocasiones, se tardaban meses en obtener contantes.10 Las conexiones existentes entre los distintos centros que se observan a partir del análisis de las cartas de Génova ponen de manifiesto la capacidad de autoorganización de las redes mercantiles que los unían11 y las lábiles fronteras que caracterizaban la estructura imperial hispánica, a todas luces policéntrica, y cuya logística y gobernabilidad dependían estrechamente de la interacción entre los diversos núcleos urbanos y mercantiles, no siempre situados necesariamente bajo la soberanía del soberano católico.12 10. A este respecto, destaca la relación de autoría y fecha desconocida (aunque, probablemente, en 1586) enviada al Consejo de Estado, en la que se proponía el transporte del dinero a Livorno en vez de a Génova, donde el cambio era menor y donde el gran duque podría ofrecerse a adelantar las partidas de escudos de oro necesarias en Flandes sin tener que esperar a que se produjera la venta de reales. En AGS Estado leg. 1418, doc. 169. 11. Antunes y Polónia (2016). 12. Sobre la caracterización de los estados de la Edad Moderna como estados policéntricos, complementando así categorías precedentes como estado compuesto, existe

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La correspondencia enviada desde Génova a Simón Ruiz está compuesta por un total de 565 documentos, que abarcan el período que va de 1577 a 1603, aunque con algunos vacíos documentales de 1577 a 1581 y de 1599 a 1603. Cada documento contiene, al menos, una copia de la carta enviada precedentemente y una o más cartas originales. Las cuestiones que se señalarán en este artículo son el resultado de la clasificación, la descripción y el análisis pormenorizado de los cien primeros documentos de la correspondencia de Génova presentes en el laboratorio virtual www.casasimonruiz.com (véase la Tabla 1). Para garantizar una mayor solidez sobre las cuestiones planteadas, se ha procedido también a la lectura de los doscientos documentos sucesivos presentes en el laboratorio virtual, redactados entre 1589 y 1592, sobre los que se espera volver en un futuro con el objetivo de completar su análisis y descripción en la plataforma. El análisis de los documentos recogidos en la Tabla 1 pone de manifiesto el interés por parte de algunas de las compañías genovesas y luquesas más señeras del momento (presentes en la Tabla 2) por mantener una frecuente correspondencia con Simón Ruiz. Aunque el presente artículo constituye tan solo un estudio preliminar que no puede conducir a conclusiones definitivas acerca del volumen de negocios que estas compañías compartían con Ruiz, sí que puede erigirse en una primera fotografía que ilustre los servicios mutuos y la interdependencia entre los operadores de Génova y el hombre de negocios medinense, la interconexión entre las distintas plazas financieras europeas y la importancia de Génova en el sistema de asientos flamencos a finales del siglo xvi.

actualmente un intenso debate que ha generado una nutrida bibliografía: Cardim, Herzog, Ruiz Ibáñez y Sabatini (2012); Grafe (2014). Algunos ejemplos de cómo el estudio de las redes al servicio del monarca hispánico pueden contribuir a la comprensión de los sistemas policéntricos: Ben Yessef Garfia (2016); Herrero Sánchez (2016), y Herrero Sánchez y Kaps (2017).

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TABLA 1 Documentos clasificados y descritos en el laboratorio www.casasimonruiz.com Caja 39, doc. 6 Caja 194, docs. 780-781 (constituyen una unidad documental) Caja 70, doc. 76 Caja 78, docs. 117 y 118 Caja 86, docs. 123 y 124 Caja 95, docs. 149 y 150 Caja 104, docs. 167-172 Caja 112, docs. 136-139 Caja 122, docs. 112-118 Caja 129, docs. 128-171

Caja 137, docs. 47-76

Años

1577 ¿1581? 1581 1582 1583 1584 1585 1586 y 1587 1587 1588 (la mayor parte) y 1589 1589, excepto un documento que es de 1595

Número de documentos examinados por caja 1 1 1 2 2 2 6 4 7 44

30

TOTAL: 100

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Autor/es

TABLA 213 Año/s

Battista Burone Benedetto, Nicolò Bonvisi y compañía Benedetto, Bernardino Bonvisi y compañía Fernando de Leyvas Alonso de Texeda Francesco Lamberti Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati y compañía Gio. Francesco Balbi y hermanos Filippo y Giaco [Giacomo] Cattaneo Gio. Abellán de Alicante Gio. Francesco, Bartolomeo y Geronimo Balbi Ambrogio Bargagli Diego Brochero

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1577 1581

Número de documentos 1 1

1582-1587

18

1583 1585 1586 1587, 1588 y

1 1 1 17

1589 1588-1590 1588-1589

21 30

1588 1595

1 1

1589 1589

1 4

13

13. En negrita, aquellas compañías con mayor número de cartas enviadas a Simón Ruiz. La presente tabla se ha elaborado solo a partir de los cien documentos consultados y citados en la tabla 1. Como se puede observar, entre los remitentes se encuentran también, de manera más esporádica, Alonso de Texeda (el comendador de la Orden de San Juan que, como nos ilustra Juan Ignacio Pulido Serrano en su trabajo, mantuvo una larga correspondencia con Simón Ruiz); Francesco Lamberti (agente de los Bonvisi); Juan Abellán (agente procedente de Alicante); Ambrogio Bargagli (primo del genovés Geronimo Scorza); Diego Brochero (caballero de Malta, primo de la segunda mujer de Simón Ruiz, Mariana de Paz, y sobrino del comendador Texeda); Bernardino de Bobadilla (o Bovadilla, como aparece en la documentación), y el genovés Giovanni Durazzo, quondam Giacomo. La lectura de los doscientos documentos sucesivos ha permitido determinar la existencia de otros remitentes genoveses como Gio. Francesco, Gio. Battista y Bartolomeo Balbi; Gio. Battista Saluzzo y Giacomo Ayrolo; Geronimo Scorza; Filippo Cattaneo y Ambrogio Gentile; Gio. Battista Sauli y Francesco Bussotti, y, por último, Gio. Francesco, Bartolomeo y Geronimo Balbi.

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El sistema de crédito hispánico a finales del siglo xvi: el protagonismo genovés La irrupción de Simón Ruiz junto a otros banqueros castellanos en el sistema de crédito hispánico se produjo tras la suspensión de pagos decretada por el monarca el 1 de septiembre de 1575,14 momento en el que Ruiz comenzó a participar en sus primeros asientos de dineros, que contribuyeron a impulsar sus contactos con algunos de los gigantes de la finanza europea, como los Fugger, los Lomellino o los Spinola.15 Como se puede observar en la Tabla 1, los cien primeros documentos analizados se concentran principalmente en los últimos años de la década de 1580, período que Lapeyre ha tildado de “pequeño bache” en la faceta financiera de Simón Ruiz.16 De hecho, estos años fueron en cierta manera críticos para los banqueros castellanos. Las ferias de Medina, profundamente afectadas por los ciclos de “estrecheza” que también sufrían otras plazas europeas,17 tuvieron que afrontar los efectos de la competencia de las ferias genovesas y de la real cédula de 7 de julio 1583, con la que se concedía licencia para cambiar con otras plazas, siempre y cuando no fuera durante los cien días que duraban las ferias de Medina.18 Asimismo, la guerra de Portugal, en cuya financiación habían participado activamente Ruiz, los Maluenda y Juan Ortega de la Torre, 14. Carlos Morales (2006: 338-339). La suspensión debe ponerse en relación con la voluntad de la Corona de reducir su dependencia del capital genovés mediante un proyecto de constitución de erarios públicos, que nunca llegó a aplicarse: Dubet (2003). 15. No hay que olvidar que en la entrada de Ruiz en los asientos de dineros del monarca hispánico fueron fundamentales las relaciones que el medinense ya mantenía con las plazas de Lisboa, Lyon y Amberes. En Lapeyre (1953: 21). 16. Ibidem: 41. 17. Ruiz Martín (1990b: 98). La correspondencia de Génova informa continuamente sobre los períodos de estrecheza (escasez de moneda) y de “largueza” (abundancia de moneda) que afectaban a algunas plazas financieras europeas, así como sobre las estrategias que los hombres de negocios seguían para obtener beneficios de dichos períodos mediante el giro de cambios entre las distintas ferias o el control de los canales de circulación del dinero o de los movimientos de la bolsa de Amberes. En Vázquez de Prada (1986: 247). 18. Carlos Morales (2016: 59). Disponible en (consultado el 11/12/2016).

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se dio por terminada con la incorporación del territorio luso a la Monarquía Hispánica en las Cortes de Tomar de abril de 1581.19 En su lugar, nuevos conflictos hicieron su aparición en el escenario europeo: la guerra con Francia en 158620 y los preparativos para la Gran Armada contra Inglaterra,21 así como el conflicto en los Países Bajos,22 obligaron a aumentar el ritmo de los asientos de dineros, que alcanzaron proporciones hasta entonces desconocidas. Coyuntura que la nueva generación de genoveses de la corte no dudó en aprovechar, regresando con mayor fuerza después de un breve impasse tras el decreto de 1575. El Medio General de 1577 supuso la aceptación por parte de los genoveses decretados de un nuevo programa de financiación y de extinción de débitos en condiciones no siempre ventajosas o fáciles de asumir por los banqueros castellanos, pero que se materializó en importantes concesiones para los ligures, como el restablecimiento de las licencias de saca de plata y otras adehalas.23 La reanudación de los tratos con los genoveses no respondía solo a la urgencia de capitales requerida por el soberano hispánico, sino también a la necesidad de

19. Elliott (1984: 296). 20. Ruiz Ibáñez (2006). 21. Los hombres de negocios seguían muy de cerca el desarrollo de los conflictos europeos por las repercusiones que podían tener sobre sus actividades. En este sentido, no es de extrañar que la Gran Armada fuera objeto de comentarios por parte de los operadores de Génova que escribían a Ruiz. Así, la compañía de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati comunicaba a Ruiz que ya había salido la Gran Armada del católico y que esperaban que “Nostro Signore la conduca por todas partes a buon salvamiento y sea causa los trabajos de Flandes se acaven”. En ASR Caja 129 (161): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 10/06/1588. Unos meses más tarde, los Diodati informaron a Ruiz de que sabían del poco éxito que había tenido la expedición y de la llegada a las costas hispánicas de algunas de las naves que componían la armada. Puesto que sabían que se estaba preparando una flota mayor para Año Nuevo, esperaban que corriera mejor suerte. En ASR Caja 129 (170): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 3/12/1588. 22. Sobre el conflicto de Flandes, véase Herrero Sánchez (1999). Sobre las implicaciones financieras de la guerra en Flandes, Marcos Martín (2001). 23. El acuerdo establecido entre los banqueros y la Corona después de la suspensión expiraba en 1585, momento en el que Ruiz esperaba contar con mayor libertad para negociar nuevos asientos. La competencia de los genoveses aparece bien reflejada en una de las cartas enviadas por Ruiz a los Bonvisi el 26 de junio de 1587: “[...] Que estos genoveses por salir de algunas deudas rezagas hacen algunos asientos de poco provecho y estos son causa de no se poder hazer aca cosa de provecho”. En Lapeyre (1953: 46).

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consolidar el cuadro político genovés después de la guerra civil que vio enfrentados a la nobleza nueva y vieja de la República entre 1575 y 1576.24 Tras el Medio General, la incorporación de individuos de la facción nueva genovesa a los asientos de dineros, sector dominado hasta 1575 por la nobleza vieja, dotaba a la Corona de una importante arma para asegurar la estabilidad política de la República, de la que dependía el correcto funcionamiento de los circuitos financieros.25 Es sintomático de ello que, en 1585, se produjera por primera vez la participación en los asientos de dineros de los Balbi, nobles nuevos genoveses, tradicionalmente vinculados al comercio de seda en Flandes, y que, a partir de 1588, empezaron a colaborar con Simón Ruiz, lo que explica la frecuente correspondencia mantenida desde Génova con la compañía Gio. Francesco Balbi y Hermanos a partir de ese año.26 Además, la mayor inserción de los genoveses en los negocios de la Real Hacienda se vio favorecida por el traslado, en 1579, de las ferias de cambio de Besanzón a Piacenza, en las que los genoveses ejercían un dominio absoluto que impedía a banqueros como Ruiz prescindir de sus servicios.27 La reafirmación de Piacenza como centro de cambios fundamental para las finanzas europeas debe también ponerse en relación con el debilitamiento de las ferias de Lyon a finales de la década de 1580; circunstancia que se vio agravada por la precaria situación política de Francia tras el asesinato del duque de Guisa en diciembre de 1588.28 De hecho, Ruiz no tardó en manifestar un interés menor 24. Doria (1977) y Pacini (2005). 25. Sobre la introducción de los nuevos en las finanzas hispánicas y el interés del católico al respecto, véase una carta de 30 de mayo de 1589 del embajador español en Génova, Pedro de Mendoza, en la que informaba a Felipe II de que los hombres de negocios genoveses interesados en los asientos, principalmente pertenecientes al pórtico de San Pietro (por tanto, nuevos) “van discurriendo entre ellos de que puede haber habido arte en quererlos interesar como a los demás por este camino [los asientos] en los Estados de V.M. si les dieren su pagamento en juros”. En AGS Estado leg. 1421, doc. 42: carta de Pedro de Mendoza, embajador en Génova, al rey, 30/5/1589. 26. Véase la Tabla 2. Sobre los Balbi y sus negocios con Ruiz, Grendi (1997: 27 y 28). Como veremos, la participación inicial de los Balbi en los asientos de Flandes fue a través de otros hombres de negocios de Amberes, y no como titulares. 27. Al respecto, véase Marsilio (2008: 63-64). 28. Sobre la crisis de Lyon, véase Lapeyre (2008: 425-429). Una reflexión sobre las teorías que han explicado la crisis de dicha plaza financiera, en Pinto Costa) (2012: 101). Piacenza tampoco se libraría de los inconvenientes derivados de la inseguridad que sufrían los hombres de negocios que se dirigían a las ferias, y que se

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por colaborar con los Bonvisi,29 sus socios tradicionales en Lyon, donde, entre 1586 y 1587, eran evidentes las dificultades para hallar los escudos de oro que se reclamaban en Flandes30 Por otro lado, la interdependencia entre Flandes y las ferias genovesas era evidente, ya que los adelantos de dinero de los asentistas de Flandes se basaban en peticiones de préstamos que estos se comprometían a devolver en las ferias de Piacenza mediante una letra de cambio dirigida a alguna de las compañías in loco con las que estaban asociados. Tal y como ponen de manifiesto las cartas de Génova, las cantidades que satisfacían las deudas de los asentistas de Flandes provenían de la venta efectuada por estas compañías del metal precioso que se embarcaba en los puertos españoles31 y que llegaba a Génova concretaban en asaltos frecuentes. Así, el embajador español en Génova refería al rey en julio de 1588 que “han pasado a La Spezia esta feria de ‘Agosto’ por huir de los peligros de bandidos que suele haber en los confines de Piacenza y Milán, y entretanto irán viendo cual será lugar más cómodo para todos”. En AGS Estado leg. 1420, doc. 75, carta del embajador de España en Génova, Pedro de Mendoza, al rey, 31/7/1588, fol. 160v. Del traslado de la feria de agosto a La Spezia también se hicieron eco los Cattaneo, situados en Génova y en contacto con Simón Ruiz: ASR Caja 129 (144): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 16/7/1588. 29. Aunque los negocios de esta familia estaban centrados en Lyon, poseían representantes en París, Besanzón y Amberes a mediados del siglo xvi. En el último cuarto de dicho siglo, abrieron nuevas sedes en Venecia (1578), Génova (1581), Lucca (1598), Milán (1598) y Hamburgo. En Vázquez de Prada (1960: 199-200). Sobre el dominio absoluto de esta familia luquesa en la plaza de Lyon, véase Bayard (1971). 30. Según Gascón, los Bonvisi pasaron de unos ingresos de 90.000 escudos en 1587 a 50.000 escudos en 1590 y 10.000 en 1591. Citado por Vieira Ribeiro (2011: 112113). Sobre las reticencias de Ruiz a valerse de los Bonvisi de Lyon en dicho período, Lapeyre (1953: 47 y 48). 31. Álvarez Nogal (2005a). La correspondencia de Génova presente en el Archivo Simón Ruiz es también una fuente ideal para la reconstrucción de los puertos desde los que zarpaban las galeras (Cartagena, Barcelona o Vinaroz, entre los más mencionados) con cargamentos de plata, del valor cambiante del precio de los reales en Génova y de los sujetos designados por Ruiz para acompañar la preciada carga hasta su destino. Pero las galeras no solo transportaban contantes, sino también personas, ya fueran soldados, ministros del rey o princesas. También, sobre estos temas, la correspondencia de Génova aporta detalles singulares. Algunos ejemplos en ASR Caja 112 (136): carta de Francesco Lamberti a Simón Ruiz, 8/6/1586, donde informa a Ruiz que las galeras de Génova transportarán a su destino al virrey de Cerdeña, actualmente en la República; ASR Caja 129 (153): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 3/12/1588, misiva en la que los Cattaneo afirman que saben que las galeras están esperando en la costa de Cataluña la llegada de cierta infantería de Galicia, por lo que imaginan que pronto

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en las galeras.32 La ganancia obtenida mediante dicha venta se giraba a las ferias con una letra de cambio.33 Por tanto, era la plata que llegaba a la República y las operaciones de clearing realizadas en las ferias de Piacenza las que permitían extinguir los débitos de los hombres de negocios de Flandes y, en consecuencia, el mantenimiento de la financiación a la Monarquía Hispánica en estos años. La conexión estrecha entre los asientos de dineros y las galeras genovesas que transportaban el metal precioso hasta la República34 explica que un retraso en la llegada de las galeras pudiera provocar una crisis en el envío de capitales a Flandes.35 Las cartas provenientes

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33. 34.

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llegarán a Génova; ASR Caja 129 (162): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 3/7/1588, en la que los Diodati informan a Ruiz de que las galeras pasarán antes por Génova y, posteriormente, por Livorno, donde se embarcará Pedro de Médici; ASR Caja 137 (62): carta de Diego Brochero a Simón Ruiz, 5/6/1589, en la que Brochero le avisaba de que en el mes de agosto las galeras de Génova pasarían por España para llevar a 3.000 hombres, “que se hacen en Florencia”, y de que las galeras de Nápoles transportarían otros 3.000. Por último, destacamos la carta de los Cattaneo en la que anunciaban a Ruiz que las galeras de Génova y de San Esteban saldrían de Marsella para ir a recoger a la próxima “sposa di Firenze”, sin duda, Cristina de Lorena. En ASR Caja 137 (67): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/3/1589. El metal precioso se vendía a banqueros florentinos, milaneses y, sobre todo, venecianos que precisaban de plata para sus operaciones en Levante y Oriente. Al respecto, véase Spooner (1962). Sobre el papel estratégico de las ferias de Besanzón en la ruta de la plata con destino a Levante y de oro con destino a Flandes, veáse Pezzolo y Tattara (2008). Álvarez Nogal (2006: 212). Sobre las operaciones de clearing llevadas a cabo en las ferias, Marsilio (2011: 88-89). Un caso de estudio sobre dicha conexión ha sido analizado por Álvarez Nogal, Marsilio y Lo Basso (2004). Algunas de estas cuestiones están siendo analizadas por Benoît Maréchaux, que actualmente se encuentra realizando su tesis de doctorado bajo la dirección de Carlos Álvarez Nogal sobre los sistemas navales de Génova y Venecia en el marco de las finanzas internacionales de la Edad Moderna en los siglos xvi y xvii. Los embajadores españoles situados en Génova eran perfectamente conscientes de la importancia de procurar que el transporte de plata en las galeras genovesas transcurriera sin obstáculos y regularmente. La sección Estado del Archivo General de Simancas nos proporciona numerosos ejemplos de ello. Al respecto, son indicativas las palabras con las que el embajador español en Génova, Pedro de Mendoza, explicaba al rey la necesidad que tienen los hombres de negocios de Génova de recibir el dinero por sus asientos en Flandes y lo urgente que es pagarlos para que estos puedan seguir proporcionando capitales al duque de Parma: “[...] Estos mercaderes dicen que ellos no pueden cumplir los partidos que hacen en Flandes sin el dinero de V.; y vehese por experiencia ser esta verdad en los que

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de Génova y dirigidas a Simón Ruiz ilustran a la perfección los lazos entre ambas facetas y permiten conocer aspectos específicos de esta relación, que raramente hallan reflejo en la documentación presente en los archivos públicos. Así, las misivas remitidas a Ruiz desvelan, en ciertas ocasiones, el destinatario del metal precioso en Génova36 o la voluntad de los operadores ligures de que sus partidas de plata se cargaran en las embarcaciones de un asentista de galeras concreto, preferiblemente genovés. En lo que se refiere a la preferencia de unas galeras sobre otras, en una carta enviada a Ruiz por Gio. Francesco Balbi y hermanos, recomendaban a su socio castellano que cargara el dinero que les correspondía en las galeras de los capitanes genoveses, preferiblemente en las de Cosme Centurione.37 La preferencia de asentistas de galeras connacionales por parte de los hombres de negocios de la República es más que comprensible, puesto que era lógico que el asentista de galeras genovés ejerciera, al mismo tiempo, una actividad financiera como asentista de dineros38 y, por tanto, que estuviera interesado en desembarcar sus contantes (y los de otros genoveses que así se lo requerían) en Génova, donde se hallaban sus correspondientes.39

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39.

ahora han hecho a que no pueden satisfacer sin él [...]”. Las dos galeras con el dinero aún no habrían llegado a Génova, pues se hallaban refugiadas en Córcega por el mal tiempo. En AGS Estado leg. 1420, doc. 1, carta de Pedro de Mendoza, embajador español en Génova, al rey, 3/1/1588. Así, por ejemplo, Ambrogio Bargagli refería a Ruiz en una carta del 26 julio de 1589 que habían llegado a Génova las cinco galeras con contantes de Agostino Spinola, de los cuales 37 529¾ reales estaban destinados a Giorgio Gentile. En ASR Caja 137 (59): carta de Ambrogio Bargagli a Simón Ruiz, 26/7/1589. En ASR Caja 129 (132): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 9/8/1588. En estos años, destacamos el caso de Agostino Spinola, quondam Francesco, hermano de Ambrogio, financiero y asentista de galeras. Quondam (en adelante, “q.”) Francesco, entendido como “hijo del difunto Francesco”. Agradezco las precisiones sobre dicho Agostino Spinola realizadas por Benoît Maréchaux, que me han permitido diferenciar las actividades de los contemporáneos Agostino Spinola q. Francesco y de Agostino Spinola q. Ambrogio, hermano de Lorenzo: si bien ambos eran financieros, solo el primero era asentista de galeras. Más adelante, nos detendremos sobre las operaciones de transporte de plata protagonizadas por el segundo. Al respecto, es interesante la información que ofrece una carta de la compañía Diodati fechada en julio de 1588. Dicha compañía precisaba a Ruiz que las galeras de la República cargadas con contantes tenían que pasar por Génova, puesto que el dinero que transportaban pertenecía principalmente a genoveses, y especificaba que, en el caso de que los contantes se hubieran embarcado en las galeras de

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Además, el control de las galeras permitía incidir en el precio de los reales de plata que se transportaban a la República, puesto que un retraso en la llegada de los contantes suponía un aumento de su precio, concediendo, de esta manera, a los hombres de negocios los beneficios derivados de la especulación. Las cartas analizadas son elocuentes respecto a la enorme influencia que tenía la arribada de las galeras en el sistema financiero. Así, por ejemplo, el 18 de junio de 1587, la compañía Bonvisi informaba a Ruiz de que la escasez de moneda que afectaba a toda Italia podía procurar grandes ganancias en el caso de que Ruiz consiguiera cargar partidas en las galeras, ya que los contantes se venderían a precios altos.40 La misiva citada es solo una de las muchas consultadas que ponen de manifiesto el papel fundamental de Ruiz en el suministro de plata a las galeras genovesas. Para ello, este contaba con excelentes contactos en la corte, como Francisco de Bobadilla, que, como se verá, se encargaba de obtener las mejores consignaciones en plata para los financieros de Flandes en tratos con Simón Ruiz. O bien en las galeras, como Diego Brochero, caballero de la Orden de Malta, beneficiado en 1589 con una plaza de 60 ducados con cuatro raciones en la Real gracias a la mediación del príncipe Doria.41 Es interesante detenerse en el papel

Florencia, darían orden a sus correspondientes de Livorno, donde estas atracarían, para que recibiesen el cargamento. En ASR Caja 129 (162): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 3/7/1588. 40. ASR Caja 122 (114): carta de Benedetto, Bernardino Bonvisi y Compañía a Simón Ruiz, 18/6/1587. La situación de estrecheza o largueza en Génova no solo dependía de la llegada de las galeras, sino también de las extracciones de moneda. Así lo precisa la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo que en septiembre de 1589 informaba a Ruiz de que la moneda se estaba manteniendo en su precio gracias a las extracciones que se habían realizado para la financiación de las guerras de Flandes y Francia. Hecho que, en opinión de la compañía genovesa, favorecía las operaciones financieras de las próximas ferias. En ASR Caja 137 (76): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo, 20/9/1589. Como se verá más adelante, en el precio de los reales castellanos, además de las condiciones de estrecheza o largueza en las que se hallaba Génova, incidía también la calidad de los reales enviados por Ruiz. Se volverá sobre ello cuando analicemos el papel de este en la obtención de las consignaciones de los asentistas de dineros de Flandes. 41. En ASR Caja 37 (60): carta de Diego Brochero a Simón Ruiz, 24/2/1589, donde Brochero afirma “que es la mejor plaza que anda en la Armada fuera de las generales”. El término real podría referirse a la galera más importante de la flota, por lo que servir en ella debía de ser todo un honor, reservado muy probablemente a los hombres al servicio de Doria. Agradezco a Benoît Maréchaux las sugerencias y

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que desempeñó Brochero en el embarque en las galeras de plata que, en 1589, Simón Ruiz había recibido de la corte en nombre de algunos asentistas de Flandes, como el portugués Felipe Jorge.42 Fue Brochero quien aseguró a Ruiz que la galera capitana del príncipe Doria, a cuyo mando se hallaba Prospero Doria, habría transportado dineros de Ruiz. De este modo, Ruiz conseguía esquivar el privilegio que el rey había concedido al genovés Agostino Spinola, consistente en el derecho exclusivo a transportar su plata en dicha capitana.43 Según Brochero, el mismo príncipe Doria, con el que mantenía buenas relaciones, vista la plaza que le había ayudado a obtener en la Real, le había garantizado que no habría de qué preocuparse, puesto que ya había dado órdenes aclaraciones al respecto. Un análisis sobre las relaciones de Ruiz con los caballeros de la Orden de Malta, en Juan Ignacio Pulido Serrano en este mismo volumen. Como refiere Pulido Serrano en su trabajo, Brochero era primo de Mariana de Paz, mujer de Ruiz. Entre los servicios que Ruiz desempeñaba para Brochero, la correspondencia de Génova nos descubre que le garantizaba el cobro de sus pensiones y se encargaba de su envío al destino especificado; tarea que Brochero solicitaba a Ruiz durante su estancia en Génova, donde acababa de instalarse y donde decía encontrarse con mucha necesidad. Son significativas las palabras de Brochero al respecto: “Y assi suplico a vm. [Ruiz] solicite que venga este dinero porque estoy en tierra donde lo habre bien menester y para los que entramos nuevos en servicio de el rey importa mucho para pasar adelante tratarse bien; cuanto más quien ha puesto de nuevo casa en lugar tan caro como este”. En ASR Caja 137 (63): carta de Diego Brochero a Simón Ruiz, 10/7/1589. Se trata de una afirmación que incidía sobre la necesidad de ostentar el propio prestigio, así como sobre los enormes costes que suponía la residencia en Génova, donde las familias más potentes del patriciado se embarcaron a finales del xvi en un proyecto de remodelación urbana que incluía la inversión en la construcción de palacios y la apertura de nuevas calles, propiciando, de esta manera, la introducción en la República de las nuevas corrientes artísticas postridentinas. Véase al respecto, Doria (1995). 42. Jorge era un representante importante de la comunidad portuguesa de Flandes, como demuestra el hecho de que fuera cónsul de la nación en Amberes, donde residía desde 1572. Los tratos entre Ruiz y Jorge se iniciaron en 1577, se regularizaron en 1580 y duraron hasta 1592. El portugués mantenía correspondientes en Florencia, Sevilla y Génova. Sus negocios incluían el tráfico de esclavos y la realización de asientos financieros de poca entidad en Flandes. En Lapeyre (1953: 52) y Vázquez de Prada (1960: 211-212). 43. Todo parece indicar que las operaciones de transporte de plata en las galeras en el año 1589 son atribuibles al financiero Agostino Spinola q. Ambrogio y no al homónimo Agostino Spinola q. Francesco, que, como ya se refirió en una nota anterior, además de asentista de dineros lo era de galeras. Así lo testimonian algunos de los documentos consultados: ASR Caja 137 (49): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 31/5/1589; ASR Caja 137 (75): carta de la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/8/1589.

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expresas a Prospero.44 Al mismo tiempo que Brochero comunicaba a Ruiz la intención del príncipe Doria de favorecer sus intereses, la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo, operadores en Génova en nombre de Felipe Jorge, recomendaban a Ruiz que se pusiera en contacto con Agostino Spinola, ya que este le habría permitido cargar los reales de plata pertenecientes a Jorge al mismo precio que él pagaba.45 No podemos saber si fueron los contactos de los Cattaneo con Agostino Spinola o las buenas relaciones de Brochero con el príncipe Doria los que determinaron el éxito de la estrategia.46 Sin duda, se trataba de dos vías complementarias, que ponen de manifiesto la relación de competencia existente entre los propios genoveses, lo que justificaba que, ante la situación privilegiada obtenida por uno de estos italianos, se desplegaran diversos medios para intentar beneficiarse de la misma: ya fueran consorcios con el hombre de negocios favorecido, como hicieron los Cattaneo; la mediación a través de redes de amistad, como demuestra la correspondencia entre Brochero y Doria, o bien el desarrollo de una oposición rotunda al beneficiado. De hecho, la gracia concedida por el rey a Agostino Spinola no fue bien recibida por otros genoveses, que intentaron impedir que Spinola pudiera valerse del privilegio, negándose a asegurarle los contantes transportados.47 A la luz de los hechos explicados, conviene relativizar el término bache utilizado por Lapeyre para referirse a las actividades económicas de Simón Ruiz en la década de 1580. Si bien es cierto que el papel de Ruiz como titular de asientos se redujo en estos años,48 la

44. En ASR Caja 137 (62): carta de Diego Brochero a Simón Ruiz, 5/6/1589. 45. ASR Caja 137 (72): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 2/5/1589. 46. En cualquier caso, el 16 de julio de 1589, Agostino Spinola se lamentaba al rey por la retención que hizo el príncipe Doria en Génova de 560.000 reales de plata que transportaba en la capitana, comandada por Prospero Doria, “con pretexto que dice de haberse de servir de ellos por servicio de V.M [...]” y a pesar del privilegio que Spinola había obtenido del monarca hispánico. En AGS Estado leg. 1421, doc. 119, carta de Agostino Spinola al rey, 16/7/1589. La decisión de Doria se produce en el contexto de la rivalidad entre la familia Spinola y Doria por el dominio político de la República, y por servir al monarca hispánico, detectado a finales del siglo xvi y principios del xvii. En Bitossi (2003: 422). 47. Motivo por el cual Spinola decidió distribuir la plata en otras tres galeras, para así repartir el riesgo. En Lapeyre (1953: 65). 48. Para conocer los asientos de Ruiz en la década de 1580, véase Lapeyre (1953: 43) y Vázquez de Prada (1960: 219-222 y 339). La correspondencia de Génova también se hace eco de algunos de estos asientos: ASR Caja 112 (139): carta de Benedetto,

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competencia de los genoveses, la inestabilidad de las ferias y los cambios importantes introducidos en la política financiera de la Corona (a los que nos referiremos en el siguiente apartado) motivaron que Ruiz diversificara sus ámbitos de acción49 y asumiera nuevas funciones en la corte, que le aseguraron el reconocimiento de los asentistas de Flandes y de los operadores de Génova. El análisis de estas funciones a través del estudio de la correspondencia de Génova contribuye a la comprensión del funcionamiento del triángulo Amberes-Génova-Madrid en torno al que se organizaba el sistema financiero hispánico de finales del siglo xvi. La interdependencia entre Simón Ruiz y los operadores de Génova en el triángulo Amberes-Génova-Madrid La correspondencia analizada se ubica en el período que Vázquez de Prada ha denominado la época dorada de los asentistas de Flandes.50 Tras la recuperación de Amberes, los asientos de dineros concretados con el gobernador suponían el pago de un adelanto inicial en Flandes de la siguiente forma: 1/6 en forma de paños para los soldados, mientras que los 5/6 restantes se pagaban la mitad en contante y la otra mitad, una vez que Madrid hubiera aceptado el asiento. La ratificación del asiento por parte del Consejo de Hacienda venía acompañada del establecimiento de las compensaciones y las licencias de exportación del numerario. Estaba previsto que el reembolso se produjera en Italia, normalmente en Milán o Génova, en escudos de las cinco estampas o en reales de plata que venían de España en las galeras genovesas o florentinas.51 Este mecanismo tenía ciertas ventajas para los hombres Bernardino Bonvisi y Compañía a Simón Ruiz, 18/8/1587 y 14/9/1587, y ASR Caja 112 (114): carta de Benedetto, Bernardino Bonvisi y Compañía a Simón Ruiz, 12/6/1587. 49. Sobre la entidad de la red de negocios de Simón Ruiz entre 1588 y 1595, véase Vieira Ribeiro (2011: 110-124). 50. Vázquez de Prada sitúa dicha época dorada entre 1585 y 1596. En Vázquez de Prada (1960: 146). 51. En Vázquez de Prada (1960, 1986: 258) y en Lapeyre (1953: 18-19). Encontramos referencias a este mecanismo en las cartas de los operadores de Génova: en 1587, la compañía Bonvisi informa a Ruiz de que los Balbani habían efectuado en Amberes varios asientos con Farnese en los que participaba Ruiz. El último concretado, por valor de 600.000 escudos, debía recaudarse en Milán y Génova. En ASR Caja

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de negocios de Flandes, que podían negociar directamente los asientos con el gobernador sin pasar por Madrid, pero, a su vez, podía generar problemas con los ministros hispánicos, como el embajador español en Génova, que podía negarse a pagar a los acreedores del gobernador Alejandro Farnesio.52 Como se puede ver en la Tabla 1, la correspondencia enviada desde Génova a Simón Ruiz crece sustancialmente a partir de 1588. La fecha no es casual, puesto que este fue el año en el que el monarca hispánico decretó que el reembolso de los asientos de Flandes se produjera en Madrid (y no en Italia) y que el pago de las cantidades estipuladas entre el gobernador y los asentistas se realizara en Flandes en distintas mesadas.53 Como se ha señalado, en este ámbito Génova era fundamental porque eran los hombres de negocios situados en la República los que se encargaban de saldar los débitos de los asentistas de Flandes. Pero la decisión de centralizar el pago de las consignaciones en la corte hizo más que necesario contar con buenos contactos en Madrid y explica que, a partir de 1588, aumentara el volumen de cartas que los operadores de Génova mandaban a Simón Ruiz. Se trataba de una medida que, además de influir de manera decisiva en la posición de Ruiz en el sistema financiero y en su relación con aquellos, contribuyó a intensificar la competencia entre los genoveses presentes en la corte de Madrid. Con esta decisión, la Corona pretendía, por un lado, ejercer un mayor control sobre sus recursos en un momento en el que los frentes militares se multiplicaban y, por otro, evitar las conocidas maniobras especulativas de los genoveses en las ferias. Sin embargo, es muy probable que, detrás de este cambio en la política financiera, se encuentre también el creciente protagonismo asumido por los genoveses de Madrid, en estrecho contacto con la sede de la compañía comercial en Génova y, naturalmente, con sus procuradores en las ferias de Piacenza.54 112 (139): carta de Benedetto, Bernardino Bonvisi y Compañía a Simón Ruiz, 18/8/1587 y 14/9/1587. 52. Lapeyre (1953: 52-54). Además, tal y como refiere Lapeyre, los asientos de Flandes, a diferencia de los de Madrid, se concluían con mayor urgencia, permitiendo a los hombres de negocios mayores márgenes de beneficio. Ibidem: 12-19. 53. Ibidem: 58 y 60. 54. Sobre la progresiva importancia adquirida por la sede de Madrid para los genoveses, por encima incluso de otros enclaves de singular importancia como Sevilla, véase Álvarez Nogal (2000: 67-90).

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La medida acentuó, aún más si cabe, la rivalidad entre los hombres de negocios genoveses de Madrid, en continua competición para asegurar las mejores consignaciones a sus socios de Flandes y a sí mismos como asentistas de dineros en la corte; sin olvidar que el reembolso en Madrid de los asientos de Flandes promovía el desarrollo de nuevos asientos en la corte para conseguir devolver las cantidades que debía la Corona en los Países Bajos,55 Este último fenómeno suponía incrementar el poder de negociación de los financieros de Madrid y la consolidación de un sistema piramidal de crédito, estrategia con la que la Corona pretendía mitigar la falta de correspondencia entre el volumen total del crédito negociado y el efectivo verdaderamente disponible para compensar los préstamos.56 Si bien los hombres de negocios de Madrid podían beneficiarse enormemente de la nueva situación, los asentistas de Flandes y los operadores de Génova veían con desconfianza la medida y temían que esta los hiciera excesivamente dependientes de las decisiones de la corte. De hecho, aunque Madrid concedía a los asentistas un 1% por cada mes de retraso en la entrega de sus consignaciones, no faltan misivas en las que los operadores de Génova se lamentaban a Ruiz de los inconvenientes que los atrasos acumulados podrían causarles, sobre todo, teniendo en cuenta la imparable firma de asientos en Flandes.57 En lo que respecta a Simón Ruiz, la decisión de 1588 determinó su transformación en un destacado intermediario en la corte que actuaba

55. Ruiz Martín (1978). 56. Sanz Ayán (2013: 28). 57. Sirva de ejemplo la carta enviada por los Cattaneo a Ruiz en diciembre de 1588, en la que le solicitaban la pronta remisión de las consignaciones atrasadas, vista la reciente llegada de la flota de Indias. Aunque Ruiz había recordado a los Cattaneo el 1% de interés al mes que les pagaría la corte por el retraso, estos no se daban por satisfechos y referían a Ruiz que “è anche di gran consequenza il non star’ suggetto lungamente alla corte” (‘es de la máxima importancia no estar sujeto por mucho tiempo a la corte’), máxime si se consideraba la posibilidad de que estos intereses se acumularan debido a la continua suscripción de asientos con el duque de Parma (“massime con lo novi negozi che di continuo vengono fatti col duca di Parma”). En ASR Caja 129 (154): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 17/12/1588. Con una carta precedente, los Cattaneo informaban a Ruiz de que los participantes en el asiento de 670.000 ducados al gobernador de Flandes tendían a evitar tratar con la corte, para, en su lugar, someterse al duque de Parma. En ASR Caja 129 (148): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 24/9/1588.

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por cuenta de los asentistas de Flandes y de sus socios de Génova. Recordemos que fue precisamente en 1588 cuando comenzó la colaboración entre Ruiz y los Balbi, por la cual Ruiz debía cobrar en España las cantidades que correspondían a sus aliados. Así debe entenderse también el continuo envío de cartas a Ruiz por parte de los Cattaneo de Génova a partir de ese mismo año. El primer asiento establecido con las nuevas condiciones se firmó en Flandes con los Balbani, los Bonvisi y Felipe Jorge como titulares el 1 de abril de 1588. La cantidad total estipulada se repartió de la siguiente manera: 240.000 ducados fueron aportados por los Balbani; 75.000, por los Bonvisi, y 25.000, por Felipe Jorge. Los titulares recibieron el apoyo de otros hombres de negocios. Así, Simón Ruiz participó con 8.125 ducados junto a los Bonvisi; la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo lo hizo con 3.000 ducados junto a Felipe Jorge, y los Balbi, con 33.000 ducados junto a los Balbani.58 A partir de este momento, Ruiz actuará en Madrid a comisión y a favor de los asentistas de Flandes para asegurar el cobro de sus compensaciones;59

58. Lapeyre (1953: 59-63). En el asiento mencionado, nos limitamos a referir en texto la participación de los Balbi y de la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo por ser los sujetos que destacan como autores de la correspondencia analizada. Sin embargo, junto a los Balbani intervinieron también Gerolamo Scorza, con 27.000 ducados; Juan Ortega de la Torre, con 60.000 ducados, y Pedro de Álava, con 30.000. Este último también aportó 12.000 ducados a la cantidad estipulada por los Bonvisi. Sin embargo, en lo que se refiere a la suma prometida por Jorge, los Cattaneo fueron los únicos que colaboraron con el portugués. En Vázquez de Prada (1960: 340-341). 59. A las funciones de intermediación de Ruiz, reforzadas a partir de este momento, se añadirían las mercantiles, que, según Pinto Costa, experimentaron un considerable auge a finales de la década de 1580, por encima de los negocios financieros. En Pinto Costa (2012: 38). Es posible que en dicho cambio influyera también la sustitución en Flandes de Camillo Balbani, socio de Ruiz y afecto de fiebre cerebral desde principios de 1587, por Francesco Balbani. En Lapeyre (1953: 55). Sin embargo, y aunque Ruiz se muestra claramente desinteresado en participar regularmente en los asientos de Flandes, no abandonó por completo dicha actividad. De hecho, Vázquez de Prada refiere su participación con 10.000 ducados en un asiento por valor de 70.000 ducados firmado en Amberes el 7 de abril de 1589; asiento que, posteriormente, el rey no ratificó, por lo que no siguió adelante. En Vázquez de Prada (1960: 345). Una posible referencia a dicho asiento en la correspondencia analizada, en ASR Caja 137 (55): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Ruiz, 17/11/1589. En esta carta, los Balbi se refieren a los 34.000 ducados con los que ellos participaron en el asiento y por los que esperaban conocer las situaciones de juro que les habían correspondido.

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encargo para el que era esencial mantener una estrecha correspondencia con los operadores de Génova que se hallaban en tratos con los asentistas de Flandes, ya que los agentes en la República ligur eran los autores de las letras de cambio que se enviaban a los Países Bajos y los artífices de las operaciones de clearing y de venta de reales de plata ya referidas. Entre ellos destacaban las compañías genovesas de Filippo y Giacomo Cattaneo60 y de Gio. Francesco Balbi y hermanos, ambas con sede en Génova, pero con correspondientes en Flandes,61 así como la sociedad luquesa de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati.62 Todas

60. La compañía firma con su nombre completo en todos los casos analizados. Sin embargo, era usual que uno de los componentes se encontrara en Amberes y otro, en la sede de la compañía, Génova en este caso. En una carta de abril de 1589, nos hace pensar que fuera Giacomo Cattaneo el residente en Génova, mientras que en Amberes se hallaba Filippo, que, junto a la compañía de Aurelio Cattaneo, Battista Spinola y Gerolamo Lomellino, colaboraba en la realización de asientos con el gobernador de Flandes. En concreto, en la carta mencionada la compañía informaba a Ruiz de la negociación de 60.000 ducados por parte de Battista Spinola, y del “nostro Filippo” en Amberes y por cuenta de su compañía. Sin embargo, cabe también la posibilidad de que dicho Filippo fuera “Felipe Jorge”, en cuyos asientos participó la compañía Filippo y Giacomo Cattaneo y en nombre del cual esta sociedad actuaba en Génova. En ASR Caja 137 (71): carta de la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 22/4/1589. Sobre la colaboración entre la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo, con sede en Génova, y la de Battista Spinola, Aurelio Cattaneo y Gerolamo Lomellini, con sede en Amberes: ASR Caja 137 (68): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 7/4/1589; ASR Caja 137 (74): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 18/6/1589. Sobre la presencia de la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo en Amberes, Vázquez de Prada (1960: 191). 61. Gio. Francesco Balbi, el primogénito, es seguramente el autor de las cartas recibidas por Ruiz en estos años y firmadas con el nombre de “Gio. Francesco Balbi y hermanos”. Así lo afirman Grendi (1997: 28); Vázquez de Prada (1960: 192 y 193). Según Grendi, la participación de los Balbi en los asientos de Flandes no se produjo nunca directamente como titulares hasta 1598, sino que se aliaban a figuras como los Balbani, Nicolò Sivori, Gerolamo Scorza o Francisco Maluenda. En Grendi (1997: 30). De hecho, en una de las cartas analizadas, la compañía de Gio. Francesco Balbi y hermanos declaraba que habían participado junto a los Balbani en un asiento por valor de 33.000 ducados. En ASR Caja 129 (128): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 7/5/1588. Probablemente se trataba de Francesco Balbani, que en abril de 1588 había abandonado Lyon para administrar los intereses de la familia en Amberes. En Vázquez de Prada (1960: 198). Ruiz había entrado en contacto con los Balbani de Amberes, también luqueses, gracias a sus socios Bonvisi. En Lapeyre (2008: 50). 62. En lo que respecta a la compañía Diodati, Vázquez de Prada sitúa en Génova a Alessandro y a Ottaviano Diodati, que actuaban en dicha sede en representación

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estas cartas son fundamentales para entender la estrecha unión entre las plazas de Amberes, Génova y Madrid; para descubrir la participación de los operadores de Génova en los asientos de Flandes y los servicios que desempeñaban para los financieros del gobernador de los Países Bajos,63 y, por último, para aclarar la posición de Simón Ruiz ante la nueva coyuntura financiera. Además de las funciones de recaudación de las partidas asignadas a los asentistas de Flandes, Ruiz y, principalmente, Francisco de Bobadilla, su agente en Madrid, debían procurar las mejores consignaciones disponibles, tarea difícil que requería largas negociaciones, una buena reputación ante los ministros del rey y, cuando no hubiera otro remedio, la capacidad de alcanzar compromisos con otros hombres de negocios para superar la competencia. La rivalidad que Ruiz y sus colaboradores debían afrontar en la corte hacía difícil la completa satisfacción de las expectativas de los operadores de Génova, que no dudaban en mostrar su desencanto cuando descubrían que habían obtenido beneficios menores que los concedidos a otros asentistas. Un desengaño que no carecía de importancia, puesto que, como se verá, podía conducir a una crisis en la confianza con graves consecuencias para el desarrollo de los negocios. Así, por ejemplo, la compañía de Gio. Francesco Balbi y hermanos mostraba su preocupación por la intención de los ministros del rey de pagarles por un asiento de 33.000 ducados realizado en Amberes solo una tercera parte en contantes, además de algunos lugares. Aconsejaban a Ruiz que se mostrara renuente con los ministros del rey, porque sabían que esta actitud a veces contribuía a mejorar las condiciones.64 Un mes más tarde, descubrían los resultados de las negociaciones de Ruiz y se mostraban

de los Bonvisi de Amberes, la compañía Bernardino, Stefano, Antonio Bonvisi y Compañía, con los que se hallaban emparentados. En Vázquez de Prada (1960: 199-200). 63. Las cartas desvelan numerosos detalles sobre los asientos de Flandes, como las cantidades por las que participaban en ellos los operadores de Génova. Algunas de las cartas que recogen dicha información, en ASR Caja 137 (64): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 14/1/1589; ASR Caja 137 (65), carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz , 11/2/1589; ASR Caja 137 (66): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/2/1589; ASR Caja 137 (58): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 4/1/1590. 64. En ASR Caja 129 (130): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 18/6/1588.

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decepcionados. La compañía afirmaba conocer las condiciones que había obtenido Gio. Battista Lomellino, es decir, un tercio en contantes y tierras baldías a cambio de una cantidad honesta a pagar los meses de septiembre, noviembre y diciembre. La compañía continuaba diciendo, quizás no tan inocentemente como parece, que “entienden que ellos tienen las mismas condiciones [que Lomellino] pero que se olvidó de decírselo”.65 Del mismo modo, la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo escribió a Ruiz en agosto de 1589 para informarle de que querían como consignaciones 2.000 ducados sobre las rentas de Nápoles, tal y como había obtenido Agostino Spinola q. Ambrogio.66 El análisis de la correspondencia procedente de Génova también permite conocer las consignaciones más apreciadas por los operadores de la República. Las cartas analizadas confirman que las de plata eran las más codiciadas, sobre todo si las piezas provenían de las cecas de Sevilla y México, mientras que las más rechazadas eran las procedentes de Perú y del ingenio de la moneda de Segovia, denominadas de las malas estampas.67 Es elocuente al respecto la carta de la compañía de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati de mayo de 1588, en la que se lamentaban con Ruiz de lo difícil que fue vender los reales que les mandó en las galeras porque eran de las “malas estampas”, y aprovechaban para solicitarle que, la próxima vez, les enviara solo reales de a cuatro o de a ocho de Sevilla o México.68 El problema ya había sido 65. En ASR Caja 129 (131): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 14/7/1588. En efecto, Bobadilla había obtenido para los Balbi la misma situación de privilegio, gracias a su asociación con Gio. Battista Lomellino, agente de los Maluenda en Madrid. Condiciones que habían provocado la indignación del resto de interesados y que Lomellino y Bobadilla habían obtenido después de una ardua negociación. En Vázquez de Prada (1960: 146-147) y Lapeyre (1953: 63). 66. ASR Caja 137 (75): carta de la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/8/1589. 67. Según Santiago Hernández, las irregularidades detectadas en las cecas potosinas incidían en la falta de confianza que provocaban las piezas de esta proveniencia. Asimismo, se sabía que en el ingenio segoviano las monedas se acuñaban con una ley más baja que la estipulada legalmente. En Santiago Hernández (2008: 320323). 68. ASR Caja 129 (159): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 22/5/1588. Sobre lo preciados que eran los reales de a ocho: García Guerra (2006). Los Diodati no fueron los únicos en recibir reales de las malas estampas en dicho período: los Cattaneo escribieron a Ruiz un mes después para confirmarle que las galeras llegaron sanas y salvas a Génova con las partidas que correspondían a Felipe Jorge, su socio en Flandes, y constituidas por reales de Segovia y

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señalado por el embajador español en Génova años antes y se traducía en un daño serio para la Corona, ya que retrasaba la venta de dicha moneda y, con ello, el pago de las deudas contraídas con los asentistas de Flandes, que podían mostrarse reticentes a ofrecer nuevas partidas al gobernador antes de ver satisfechos sus atrasos;69 sin olvidar las repercusiones políticas que el fenómeno podía originar en la alianza hispano-genovesa. En este sentido, el embajador Mendoza comunicaba al rey en julio de 1588 las discusiones que habían tenido lugar en el Senado genovés sobre la posibilidad de prohibir los reales españoles por las desconfianzas que estaban generando en el patriciado.70 Más adelante, el embajador Mendoza atribuyó la medida propuesta a la moneda que se acuñaba en Segovia, que no respetaba la aleación de los reales precedentes, contribuyendo con ello al aumento del precio del oro.71 La cuestión no es en absoluto baladí, sobre todo si se tienen en cuenta las tensiones por las que atravesaba el agregado hispano-genovés a finales del siglo xvi, como la originada por la ocupación en 1571 del marquesado de Finale por parte de los ejércitos de la Monarquía Hispánica, enclave sobre el que Génova se atribuía antiguos derechos de sucesión.72 La importancia de las ferias genovesas se hacía evidente en este sistema cuando las condiciones para la venta de reales no eran las mejores, bien por la abundancia de moneda, que bajaba su valor y, por tanto, reducía las perspectivas de beneficio, bien porque se sabía que

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de Toledo. En ASR Caja 129 (144): carta de la compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 31/7/1588. En una carta del embajador español en Génova al rey, precisaba el problema que suponía para el monarca el envío de dinero de las malas estampas y advertía de que “[...] si essa partida de plata fuera nueva y de las stampa de Sevilla y mezclada con la vieja de México que son las dos buenas y las necesidades de Flandes no apretaran a usar de brevedad fuera de mucho beneficio a la hacienda de V.M. [...]”. En AGS Estado leg. 1418, doc. 148, carta del embajador español en Génova, Pedro de Mendoza, al rey, 28/1/1586, fol. 320. A la propuesta se habrían opuesto los oficiales de San Giorgio, que impidieron que saliera adelante sugiriendo que “[...] si los reales han subido de precio le manden moderar sin llegar a bandirlos no soliéndose hacer esto de la buena moneda si no de la ruin [...]”. En AGS Estado leg. 1420, doc. 70, carta de Pedro de Mendoza a Felipe II, 17/7/1588. AGS Estado leg. 1420, doc. 112, carta del embajador español en Génova, Pedro de Mendoza, al rey, 20/11/1588, fols. 239r y vto. Calcagno (2011).

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la Corona habría dado consignaciones de las malas estampas, difíciles de colocar en el mercado. En ese momento, entraba en juego la remesa en ferias,73 que podía originar grandes beneficios,74 no solo derivados del cambio ventajoso, sino también de la venta de las licencias de saca de plata, que, obviamente, resultaban innecesarias cuando se optaba por el envío del dinero de un punto a otro mediante letras de cambio.75 Las otras consignaciones que Ruiz podía obtener para los asentistas de Flandes y sus colaboradores en Génova eran las rentas pertenecientes a la hacienda del rey.76 Evidentemente, las más solicitadas eran las que se pagaban en plata, como las de la cruzada.77 Después de estas, las más deseadas eran, salvo casos específicos,78 los juros de a 14 73. Se trataba del envío de una letra de cambio por el valor de la consignación y pagadera en determinadas ferias. Sobre este método, Lapeyre (1953: 20). 74. La alternativa de la remesa al envío de la plata en las galeras es especificada por la compañía Cattaneo en una carta a Ruiz de agosto de 1589. En ella precisaba a Ruiz que, si el precio lo hacía conveniente, prefería que se hiciera remesa de las consignaciones en Piacenza, en la convocatoria de “Santi”. De lo contrario, solicitaba que le mandara la recaudación en las galeras. En ASR Caja 137 (75): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/8/1589. Otro ejemplo anterior, en ASR Caja 129 (153): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 3/12/1588, donde la compañía detallaba que por esta operación pagarían a Ruiz el precio habitual (1/3). Naturalmente, las remesas podían realizarse en otras ferias de cambio distintas de las de Piacenza. Todo dependía de que el precio del cambio fuera conveniente y de la presencia de correspondientes propios en dicha feria. En una carta de los Cattaneo a Ruiz de mayo de 1588, solicitaban en contantes las consignaciones de Felipe Jorge por el asiento de 670.000 ducados en el que ellos intervenían con 3.000 ducados, pero, si ello no fuera posible, le indican que quieren que les haga remesa en ferias “de Besanzón” (Piacenza), Lyon o en Amberes (a sus correspondientes Spinola, Cattaneo y Lomellino). En ASR Caja 129 (138): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 8/5/1588. 75. Sobre esta posibilidad, ASR Caja 137 (75): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/8/1589. 76. Sobre el papel de Ruiz en la negociación de juros, véase Lapeyre (1953: 71 y 72). 77. La compañía de Filippo y Giacomo Cattaneo refería en varias ocasiones su preferencia por las consignaciones sobre la cruzada. Algunos ejemplos, en ASR Caja 137 (72): cartas de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 27/4/1589 y 2/5/1589; ASR Caja 137 (75): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/8/1589; ASR Caja 137 (76): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 20/9/1589. Estas preferencias sugieren que el cobro de esta renta en estos años se realizaba aún en plata. Sin embargo, la bula de cruzada experimentó importantes cambios en el siglo xvii, época en la que su recaudación comenzó a realizarse cada vez más frecuentemente en vellón. En Marcos Martín (2002: 227-236). 78. Un caso especial son los Balbi, que, aunque también se mostraban interesados en los juros de a 14, en varias ocasiones transmitieron a Ruiz su deseo de recibir

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(preferiblemente vitalicios), es decir, juros al 7,14% de interés, que, con las situaciones adecuadas, podían colocarse fácilmente en el mercado. Los Cattaneo son taxativos al respecto: lo importante era obtener contantes rápidamente para saldar los atrasos lo antes posible y así poder continuar con negocios similares; objetivo que podía conseguirse mediante la venta de las rentas asignadas a completo riesgo de sus compradores.79 Para esta tarea, los Cattaneo aconsejaron a Ruiz que los juros de a 14 recibidos los vendiera “più o meno” a 13, es decir, por debajo de su valor nominal, lo cual debía incentivar a los compradores a adquirirlos y, por tanto, garantizaba un acceso rápido a contantes.80 Otra alternativa a la venta de juros era la de conservarlos. En noviembre de 1589, los Balbi, que en estos años se mostraban menos consignaciones sobre las tratte di lana de Granada. Para ello, los Balbi, muy vinculados en el comercio de dicha materia prima, pedían a Ruiz que atendiera a las órdenes de los Maggiolo, parientes de los Balbi y residentes en dicha ciudad. Sobre estos asuntos: ASR Caja 137 (50): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 12/8/1589; ASR Caja 137 (56): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 1/12/1589; ASR Caja 137 (57): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 16/12/1589. Junto a los Maggiolo, también es mencionado como contacto en Granada Pietro Antonio Moneglia: ASR Caja 150 (178): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 22/5/1591. Sobre la relación entre los Balbi con los Maggiolo y Pietro Antonio Moneglia, véase Grendi (1997: 24 y 47). Sobre la implicación de los Maggiolo en el comercio de la lana granadina, véase Girón Pascual (2011). 79. ASR Caja 137 (68): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 7/4/1589. Por “negocios similares” seguramente los Cattaneo se referían a los asientos, visto que estas consignaciones, por las que Ruiz debía obtener contantes o juros bien situados de a 14, eran por cuenta del asiento de 60.000 ducados realizado por la compañía Spinola, Cattaneo y Lomellino en Amberes el 21 de abril de 1589. Véase también ASR Caja 137 (71): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 22/4/1589. Sobre el asiento de la compañía Spinola, Cattaneo y Lomellino, Vázquez de Prada (1960: 344-345). 80. Implicaba que, por el mismo principal, los compradores obtuvieran un interés anual mayor: un 7,69% en vez de un 7,14%. En ASR Caja 137 (74): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 2/7/1589. Prueba de la práctica de esta maniobra en la venta de juros del Medio General de 14 de febrero de 1598 por parte del banco público genovés de Jácome Mortedo en Sevilla, en Ben Yessef Garfia (2012/2013). En agosto de 1589, los Cattaneo cambiaron de idea y especificaron a Ruiz que, si la Corona diera juros vitalicios, preferían quedárselos, así como en el caso de que se dieran consignaciones sobre las rentas de Nápoles. En ASR Caja 137 (75): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/8/1589. Como refiere Vázquez de Prada, el asiento de los Cattaneo terminó pagándose en ducados de 375 mrs. en España: 3/4 del asiento se pagaron en juros de a 14 y 1/4, con plata de las flotas de 1590. Vázquez de Prada (1960: 345).

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convencidos que los Cattaneo a embarcarse en la aventura de los asientos de Flandes, solicitaban a Ruiz que les procurara aquellos juros que se vendieran más fácilmente o que fueran de tan buenas situaciones que ello les empujara a mantenerlos.81 Una vez que Bobadilla concluyó la negociación de las consignaciones, los Balbi volvieron a escribir para pedir que se les mandara la lista de los juros que les había asignado e insistían de nuevo en que no se procediera a su venta, sino que se pusieran a nombre de Gio. Durazzo, socio de los Balbi;82 síntoma no solo de que seguramente ya sabían por otros medios que las situaciones obtenidas por Bobadilla eran buenas y que, por tanto, Ruiz y sus agentes habían cumplido con sus expectativas, sino también de la desconfianza que aún suscitaban los asientos de Flandes a los Balbi, en los que no se implicaron como titulares hasta 1598. Los aspectos hasta aquí narrados evidencian la imposibilidad en estos años de prescindir de las ferias genovesas y de los operadores financieros situados en la República ligur, que eran esenciales para el desarrollo de los asientos flamencos y para el acceso a noticias fundamentales para el buen rumbo de los negocios, gracias a la tupida red de informadores que poseían en las distintas plazas y a sus contactos con los asentistas de galeras o con otros financieros de la corte. El protagonismo de los Balbi y de los Cattaneo en este tipo de operaciones al servicio de los asentistas de Flandes obliga a relativizar la afirmación de Lapeyre según la cual el papel de los genoveses implicados en los asientos de Flandes fue mucho menos importante que el que ejercieron en los de España. Una afirmación que parte de la consideración de 81. Los juros solicitados debían ser obtenidos por Ruiz como consignación por una partida de 34.000 ducados prestada por los Balbi en Amberes. En concreto, los Balbi especificaban que dichos juros debían ser “[...] di qualità tale che volendo li nostri ritenere si possi sino al tempo calcolare facile l’imborzo del Redito, se vorranno venderli siano da compratori ben venduti [...]”; es decir, los juros debían ser de tal calidad que, en el caso de que sus socios quisieran mantenerlos, pudieran obtener el reembolso de lo que han prestado. O bien que, en caso de que sus socios decidieran deshacerse de ellos, pudieran encontrar compradores para hacer una buena venta. En ASR Caja 137 (55): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 17/11/1589. Una carta precedente sobre este tema, en ASR Caja 137 (52): carta 20/10/1589. 82. ASR Caja 137 (57): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 16/12/1589. La carta de Gio. Durazzo donde daba permiso a Ruiz para situar dichos juros de a 14 sobre él, en ASR Caja 143 (277): carta de Giovanni Durazzo q. Giacomo a Simón Ruiz, 25/8/1590.

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los genoveses únicamente como titulares de dichos asientos y no de las funciones que ejercían en la logística que conllevaba la firma de estos contratos (asientos de galeras, letras de cambio, anticipaciones de capital, venta de reales...).83 El análisis de la correspondencia de Génova pone también de manifiesto la importancia asumida por Ruiz a partir de 1588 en la nueva política financiera, sobre todo, en un momento en el que en la corte se respiraba cada vez más el rechazo general a los asientos flamencos. Como señala Lapeyre, a pesar de ello, y gracias a la mediación de Ruiz, Felipe Jorge obtuvo la ratificación de tres asientos de Flandes por valor de 57.978, 60.000 y 30.000 ducados. En algunos de ellos, como hemos visto en la correspondencia analizada, participaban los Cattaneo de Génova,84 por lo que la mediación de Ruiz en la corte a favor de los negocios de los asentistas de Flandes beneficiaba a los operadores de Génova que colaboraban con estos. Si bien está clara la interdependencia entre los operadores de Génova y Simón Ruiz, esta interconexión no explica por sí sola la naturaleza de su relación, para cuya dilucidación se hace necesaria la reflexión sobre cuestiones como la confianza y el conflicto. Confianza, reciprocidad y conflicto en las relaciones de los operadores de Génova con Simón Ruiz Como han apuntado diversas investigaciones sobre comunidades mercantiles implicadas en el comercio a larga distancia, la correspondencia constituía el método más eficaz para construir y reforzar la confianza, una cualidad esencial para el buen desarrollo de los negocios.85 Esta no dependería tanto de los lazos culturales, familiares o religiosos existentes entre los socios,86 sino, más bien, de la reputación de los integrantes

83. En Lapeyre (1983: 158). 84. En Lapeyre (1953: 70). 85. Sobre estos aspectos existe actualmente una vasta literatura. Nos limitaremos a mencionar solo algunos trabajos: Court (2004, 2008); Trivellato (2007b, 2009) y Lamikiz (2017). 86. Tal y como ha demostrado claramente Trivellato a partir del análisis de la correspondencia de la comunidad judía de Livorno. En Trivellato (2009). La religión tampoco parece ser un factor que determinara la confianza en el caso de Simón Ruiz, ya que los agentes portugueses conversos se hallaban entre sus principales colaboradores. En Vieira Ribeiro (2011: 182).

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de la red, la alineación de intereses, el cumplimiento de las expectativas del colaborador y el conocimiento, la aceptación y la comprensión de un cuadro normativo común que permitiera operar con cierta tranquilidad y, en el caso de que fuera necesario, la resolución privada de los conflictos, evitando así la intromisión de las instituciones.87 Los factores que definían la confianza eran aspectos que ambas partes estaban interesadas en tantear, conocer y actualizar continuamente mediante el intercambio de misivas, tal y como demuestran las numerosas cartas enviadas por los operadores de Génova a Simón Ruiz.88 A pesar del protagonismo absoluto asumido en las finanzas por los genoveses, cabría preguntarse por los motivos que explican la colaboración entre estos y Simón Ruiz. Es difícil (por no decir imposible) conocer la confianza que Ruiz depositaba en los genoveses únicamente mediante el análisis de las cartas que recibió de los operadores de la República, y que son objeto de este artículo. Sin embargo, los estudios existentes parecen coincidir en que Ruiz nunca se fío completamente de los genoveses,89 ya fuera por la imagen negativa de este que comenzaba a difundirse en estos años,90 por la dudosa ética que la nación ligur demostraba en los negocios91 y que, en el pasado, ya había generado 87. Sin embargo, no hay que olvidar que, en caso de que dichas normas no fueran suficientes, las cartas intercambiadas y archivadas cuidadosamente por los hombres de negocios constituían poderosos documentos legales que podían hacerse valer en los tribunales. 88. Un estudio sobre la confianza en los negocios de Simón a partir del análisis de redes, en Vieira Ribeiro (2011: 176-190). Conviene considerar la provisionalidad de las consideraciones que se realizarán a continuación, sobre todo, teniendo en cuenta que, para el análisis de la confianza, utilizaremos solo una parte de la correspondencia proveniente de Génova, que, por tanto, refleja solo el punto de vista de una de las partes, la de los operadores situados en la República. Por tanto, en este epígrafe se pretende solo realizar un acercamiento a las situaciones de confianza y quiebra de la misma que se pueden observar en dicha correspondencia, para, posteriormente, esbozar algunas hipótesis sobre las bases que sustentaban dicha confianza. Sobre las limitaciones que deben tenerse en cuenta en el análisis de la correspondencia mercantil, Arroyo Ruiz e Imizcoz Beunza (2011). 89. Lapeyre (2008: 54). 90. La percepción negativa del genovés se hizo evidente en la literatura del siglo xvii, tal y como demuestra Pike (1963). 91. Sabemos, por ejemplo, que la venta de consignaciones que encomendaron en 1588 a Ruiz los financieros de Flandes —Felipe Jorge, Geronimo Scorza (genovés) y Pedro de Álava— provocó las sospechas de Ruiz que no la consideraba una práctica lícita. En Lapeyre (1953: 64). En la correspondencia de Génova hasta ahora consultada, una carta enviada por Filippo Cattaneo y Ambrogio Gentile nos da

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algún que otro dilema moral a Ruiz con los Bonvisi de Lyon,92 o bien por la escasa alineación de intereses entre Ruiz y los genoveses;93 sobre todo, teniendo en cuenta el desinterés de Ruiz por invertir sus a entender la desconfianza que suscitaban en Ruiz las maniobras financieras llevadas a cabo por los genoveses en las ferias de cambio. En concreto, Cattaneo y Gentile se lamentaban de que Ruiz no requiriera últimamente sus servicios en Piacenza debido a que, por entonces, los negocios en dichas ferias no transcurrían con la largueza deseable. Sobre todo, sienten mucho que Ruiz considere culpables de ello a los hombres de la nación genovesa por su tendencia a la manipulación de los precios. Cattaneo y Gentile se defendían de tales recriminaciones atribuyendo la culpa a otras naciones: “[...] Per quanto tocca a noi vorriamo che ogn’uno restasse sodisfatissimo ma V.S. in particolare, alla quale desideraremo sempre di dar’ogni gusto e sappi V.S. che la colpa non dipende però ni tal effetto dalla nation nostra, ma bensì dalle altre che tutte giunte avanzano il numero della genovese, e questo li serva per discarrico di essa” (‘En lo que respecta a nosotros, querríamos que todos estuvieran satisfechos, y especialmente Vuestra Señoría, a la que siempre queremos dar gusto, y sepa Vuestra Señoría que la culpa no depende de nuestra nación, sino más bien de todas las demás que unidas superan en número a la genovesa, y que esto le sirva para exculparla’). En ASR Caja 150 (191): carta de Filippo Cattaneo y Ambrogio Gentile a Simón Ruiz, 18/7/1591. Sobre la consideración de los genoveses como poco escrupulosos en materia de religión, véase Lapeyre (2008: 110). Un análisis sobre la difícil relación entre los mercaderes y los principios religiosos, en Todeschini (2002). 92. El 1 de abril de 1588 fue el último asiento en el que Ruiz participó en colaboración con los Bonvisi. Se podría aludir a la crisis de las ferias de Lyon, ya referidas, o a la falta de intereses compartidos. Además, Lapeyre apunta a la posible crisis de conciencia que generaba en Ruiz el mecanismo de los asientos de Flandes, en el que era prevista la entrega de una parte del asiento estipulado en forma de paños vendidos por los hombres de negocios por encima de su valor. En Lapeyre (1953: 66 y 67; 2008: 110). La cuestión causaba inquietud en otros hombres de negocios, tal y como refiere el embajador español en Génova al rey en abril de 1589: “[Los hombres de negocios] van agora buscando aqui teólogos que les aseguren la conciencia dando por bueno lo hecho, y el obispo de Ginebra que es muy inteligente y algunos padres de la compañía de Jesús les han resuelto que no solo no son lícitos los dichos partidos pero que son diabólicos y están obligados a restitución, pues dejado que ganan en el cambio más de lo que corre en las plazas, dan la tercera parte en paños ganado en ellos más de la mitad con notable daño de la gente de guerra y no contento con esto quieren que no cumpliéndose aquí las cédulas del dicho duque [de Parma] vuelvan a recambiarse para Flandes a 12 por ciento, interés excesivo e ilícito como confiesan otros mercaderes y que no le debe poder ejecutar el Duque pues pasa por él”. En AGS Estado leg. 1421, 21, carta de Pedro de Mendoza, embajador español en Génova, al rey, 8/4/1589. 93. Según Court, la confianza no dependía de que el socio tratara los intereses de su aliado como si fueran propios, sino de que el mercader con el que se cooperaba persiguiera lo mejor posible la satisfacción de sus intereses y que estos se encontrasen alineados con los del socio. Court (2008: 77).

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capitales en los asientos a partir de la década de 1580, limitándose a actuar en la corte a comisión y por cuenta de otros banqueros. Es obvio que, aunque Ruiz privilegiara otros negocios a los financieros, el contacto con las ferias de cambio y, por tanto, con los operadores de Génova, fuera fundamental para extinguir deudas y recibir pagos. Pero cabría preguntarse por el modo en el que Ruiz podía mantener la relación con unos operadores en cuyos métodos, aparentemente, no confiaba y cuyos negocios estaban lejos de ser compartidos. Asimismo, los operadores de la República, como hemos visto, requerían de un contacto en la corte en buenas relaciones con los ministros hispánicos. Pero conviene recordar que, especialmente los genoveses, a pesar de valorar muy positivamente la posición de Ruiz y de Bobadilla en Madrid, no contaban solo con ellos para gestionar sus negocios en la corte. Recordemos los contactos de los Cattaneo con Agostino Spinola, que se había ofrecido a llevar en sus galeras una parte de los contantes que correspondían a los Cattaneo por el mismo precio que él pagaba. O bien la carta que los Cattaneo mandaron a Ruiz en agosto de 1589, donde le aconsejaban que se confrontara sobre sus asuntos con Lazaro Spinola, al que calificaban de amigo y que, en ese momento, estaba a punto de embarcarse en Génova para dirigirse a la corte.94 A la luz de las reflexiones realizadas, cabe hipotetizar que la clave para interpretar la relación de los genoveses situados en la República con Simón Ruiz no era únicamente la de la interdependencia, sino la de la existencia de una confianza entre ambas partes que no era directa, sino mediada por los asentistas de Flandes (Felipe Jorge y los Balbani). De esta manera, si bien los negocios de Ruiz no se hallaban completamente alineados con los de los financieros de Génova ni los intereses de estos genoveses dependían en exclusiva de la mediación de Ruiz en la corte, la colaboración y la confianza entre ambas partes se sostenían gracias a los hombres de negocios de Flandes. Es decir, la confianza que Ruiz y los genoveses de la República depositaban en los asentistas de Flandes definía una reciprocidad indirecta entre los dos primeros enormemente vinculada a la reputación de los miembros de la red. Reputación que, en el caso de ser positiva, como la de los financieros de Flandes, podía extenderse al colaborador de una de las partes

94. ASR Caja 137 (75): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 25/8/1589.

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(los genoveses de la República y Simón Ruiz, en este caso) y, con ello, propiciar nuevas formas de cooperación.95 Los tres casos de reciprocidad indirecta que se describirán representan especificidades y definen circunstancias bien distintas de colaboración y dependientes de diversos factores. Los Cattaneo, pertenecientes a la nobleza vieja genovesa, no dudaban en participar como titulares de los asientos de Flandes en algunas ocasiones, pero su relación con Ruiz se explica por los servicios que desarrollaban en la República para Felipe Jorge, colaborador de Ruiz en Amberes desde 1578. Los Cattaneo no escribían a Ruiz en español96 y sus misivas consistían principalmente en instrucciones sobre las consignaciones deseadas por Felipe Jorge y por ellos mismos por cuenta de sus asientos, sin que hicieran referencia en ninguna de las cien primeras cartas analizadas a negocios comunes con Simón Ruiz. Aunque confiaban en Ruiz, cuya opinión consideraban fondatissima, sus informadores no se reducían a él, lo que no impedía que sometieran al juicio de Ruiz las noticias que estos les brindaban.97

95. El concepto de reciprocidad indirecta al que se refiere Vieira Ribeiro “[...] implies that cooperation derived not only from relationships between direct cooperators, it was promoted as well by attracting neighbors of each one neighbor to interact with him, evolving to a mechanism of network reciprocity. Indirect reciprocity was only possible because reputation was an important factor for fostering cooperation. If an agent collaborated with someone else, he was willing to have a positive reputation”. En Vieira Ribeiro (2011: 194 y 195). 96. Aunque Ruiz leía adecuadamente el italiano, no hay duda de que, en ocasiones, no entendía lo que sus colaboradores de Génova le pedían. Así lo demuestra una carta mandada por los Cattaneo el 19 de diciembre de 1589, en la que prometían a Ruiz “[...] aver risguardo di scriver a V.S. piu chiaro che posibel sarà en ytallano gia che di presente non se a persona che escrivia yn lingua spagnola, ylche ne spiace [...]” (‘tener la consideración de escribir a Vuestra Señoría lo más claro posible en italiano, ya que actualmente no contamos con una persona que escriba en lengua española, lo cual sentimos’). En ASR Caja 137 (83): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 19/12/1589. Insisten el 23 de agosto de 1590, asegurando a Ruiz que “[...] ne spiace assai non haver in casa persone che sappino scriver spagnolo per dar intiero gusto a v.s. et essequir quanto comanda pure d’hora avanti se li scriverà tanto chiaro dà potter intender’ con facilità, e v.s. ne scusi il fastidio che puó ricever’ne” (‘sentimos mucho no tener en casa personas que sepan escribir en español para satisfacer completamente a Vuestra Señoría y seguir sus órdenes. De ahora en adelante se le escribirá lo más claro posible para que pueda entender con facilidad. Vuestra Señoría nos perdone el fastidio que pueda recibir’). En ASR Caja 143 (256): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 23/8/1590. 97. Así, por ejemplo, en septiembre de 1589, los Cattaneo preguntaron a Ruiz su parecer sobre los asuntos de la corte porque, aunque reconocían que ya tenían

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Caso bien distinto es el de los Balbi, de la nobleza nueva genovesa, que, como hemos referido, en estos años privilegian más el ámbito mercantil que el financiero. Tanto es así que, a diferencia de los Cattaneo, se mostraban reacios a invertir en los asientos de Flandes con nombre propio, aunque comenzaron a participar con algunas sumas junto a otros financieros, entre los que destacaban los Balbani, tradicionalmente vinculados a los negocios de Simón Ruiz. Entre las misivas que mandó la compañía de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Ruiz, solo algunas estaban escritas en español, predominando las redactadas en lengua italiana. Esta tónica será mantenida por la sociedad que la sucederá en Génova a partir de 1590, denominada Gio. Francesco, Bartolomeo y Gerolamo Balbi.98 Aunque Ruiz era capaz de leer en italiano, el idioma le generó algún que otro percance con los Balbi de Amberes, que, a pesar de haberle indicado en 1589 su voluntad de conservar los juros que Bobadilla había conseguido para ellos por un asiento, Ruiz decidió venderlos en enero de 1590 por un error de interpretación. Según Grendi, el malentendido provocó que los Balbi de Amberes comenzaran a escribirle en español, cosa que, sin embargo, los Balbi de Génova no adoptaron como norma, como se deriva de la lectura de los documentos consultados.99 Al margen del problema de los juros que debieron afrontar los Balbi de Amberes con Ruiz, en este período los desacuerdos de la compañía Gio. Francesco Balbi y Hermanos, de Génova, con el hombre de negocios castellano se limitaron principalmente a cuestiones vinculadas al transporte de plata en las galeras, como los seguros, los fletes o la presencia en las embarcaciones de comisarios para la tutela del cargamento. Es decir, factores que encarecían el gasto del transporte marítimo100 y que,

noticia de ello, valoraban muy positivamente su opinión. En ASR Caja 137 (76): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 9/9/1589. 98. Vázquez de Prada (1960: 192 y 193). 99. Se trataba de los juros de a 14 citados anteriormente y que los Balbi de Génova habían pedido a Ruiz que fueran situados en cabeza de Giovanni Durazzo. Sobre el incidente, Grendi (1997: 34). 100. Álvarez Nogal (2005a: 391). Sirva como ejemplo la declaración de la compañía de Gio. Francesco Balbi y hermanos de julio de 1588, en la que afirmaban haber recibido la plata de las galeras, pero que de esta tuvieron que descontar un 2% en concepto de fletes y otros gastos. En ASR Caja 129 (131): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 31/7/1588. Sobre los fletes en los negocios de Simón Ruiz, Lapeyre (2008: 193-198).

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por regla general, los genoveses estaban interesados en reducir. En lo que se refiere a los seguros, seguramente la implicación de la Monarquía Hispánica en la guerra contra Inglaterra y los Países Bajos supuso una menor protección del Mediterráneo, que fue aprovechada por corsarios norteafricanos, neerlandeses e ingleses para poner en peligro los preciados cargamentos transportados en las galeras.101 De hecho, los documentos de la época demuestran que la amenaza era muy real, tal y como informa el embajador español en Génova, Pedro de Mendoza, cuando en julio de 1589 advertía de que “[...] será necesario naveguen con mucho cuidado las cinco galeras que se esperan aquí de Barcelona con dineros si no quieren correr riesgo de dar en manos de bajeles enemigos que al olor de la mercancía se van entreteniendo por la Ribera;”102 motivo por el cual Ruiz parecía más inclinado que sus colaboradores genoveses a suscribir seguros en Castilla que pudieran proteger los reales destinados a la República.103 Aunque los operadores de Génova normalmente declaraban aceptar el criterio de Ruiz sobre los seguros, no faltaron ocasiones en las que prefirieron sugerirle opciones menos costosas104 o que directamente evitara establecer un seguro.105 El objetivo de reducir los costes del transporte motivó que los Balbi también cuestionaran el proceder de 101. Sobre la atlantización de la guerra a finales del siglo xvi, Thompson (2006). 102. AGS Estado leg. 1421, doc. 57, carta de Pedro de Mendoza, embajador español en Génova, al rey, 1/7/1589. Las referencias a la existencia de corsarios son numerosas en la correspondencia que los operadores de Génova mantuvieron con Simón Ruiz. Algunos ejemplos detectados, en ASR Caja 129 (144): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 31/7/1588, donde los Cattaneo temían posibles daños a las galeras florentinas infligidos por los corsarios del rey de Argelia; o bien ASR Caja 137 (54): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 18/6/1589 y 2/7/1589. 103. Sobre la importancia de los seguros en los negocios de Simón Ruiz y su funcionamiento, Lapeyre (2008: 198-206). 104. Así, por ejemplo, en septiembre de 1579, los Cattaneo preguntaron a Ruiz si deseaba que fueran ellos los que suscribieran los seguros necesarios para mandar los próximos contantes en las galeras en Génova, puesto que en dicha ciudad había personas fiables (“persone bonysime”) y los precios eran convenientes (“gustevoli”). Sin embargo, en el caso de que fuera Ruiz el que se ocupara de hacer los seguros en España, le solicitaban solo que los mantuviera informados. En ASR Caja 137 (76): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 9/9/1589. 105. En marzo de 1589, la compañía de Gio. Francesco Balbi y hermanos sugería a Ruiz que mandara los contantes sin asegurar, afirmando que, actualmente, no existían grandes amenazas. Sin embargo, le solicitaba que, en el caso de que considerara necesaria la suscripción de un seguro, se lo indicara. En ASR Caja 137 (47): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 17/3/1589.

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Ruiz en lo que se refería al envío de agentes o comisarios sobre las galeras para acompañar los cargamentos de reales. Una cautela que, probablemente, nos habla de la falta de confianza de Ruiz en los patrones de las galeras. En el caso de los Balbi, su negativa a que se embarcaran agentes de Ruiz en las galeras pudo deberse a que tenían contactos propios en las mismas (amigos u otros socios genoveses), que gozaban de mayor confianza y que podían comprometerse a la protección del cargamento por un salario menor.106 Era habitual que en las galeras en las que Ruiz embarcaba el dinero se encontrara Luis Hurtado, cuya pensión y gastos debían ser pagados en parte por los destinatarios de la plata en Génova.107 Se trataba de un gasto innecesario a juicio de los Balbi, por lo que no perdieron la ocasión de solicitar a Ruiz que evitara mandar un agente sobre las galeras.108 No obstante, y a pesar de la disconformidad entre los Balbi de Génova y Ruiz en ciertos asuntos, ninguno de estos desacuerdos generó grandes tensiones.

106. Recordemos al respecto la preferencia de los Balbi por que sus contantes se cargaran en las galeras de Cosme Centurione. En ASR Caja 129 (132): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 9/8/1588. 107. A finales de junio de 1588, los Cattaneo informaban a Ruiz de que, del dinero que venía con las galeras, tuvieron que dar a Luis Hurtado el 2%. De este 2%, un 0,5% correspondía al precio del flete, por lo que podemos hipotetizar que el 1,5% restante fuera en concepto de gastos en los que había incurrido Ruiz por el envío de la plata, entre los que cabe considerar el salario de Hurtado. En ASR Caja 129 (145): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 30/7/1588. Es muy probable que en el estipendio de Hurtado se incluyeran los días que, después de la llegada de las galeras, permanecía en Génova, donde era habitual que llegara indispuesto o enfermo, tal y como reiteraban los operadores de Génova. En ASR Caja 129 (131): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 30/7/1588, donde comunicaban que Hurtado se encontraba con fiebres tercianas; ASR Caja 129 (163): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 31/7/1588, donde confirmaban que Hurtado seguía en la cama con fiebre y aseguraban que ellos se encargarían de pagarle lo que se le debía, y ASR Caja 129 (148): carta de Filippo y Giacomo Cattaneo a Simón Ruiz, 24/9/1588, donde informaban de que Hurtado continuaba indispuesto. 108. ASR Caja 129 (137): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 31/12/1588. En concreto, los Balbi aseguraban a Ruiz que bastaría con que entregase la plata a los agentes del general de las galeras de la República o a sus diputados. Repitieron su petición en marzo de 1589, refiriéndose esta vez específicamente a Luis Hurtado y a los gastos que generaba. Sin embargo, confirmaban a Ruiz que, si de todas maneras consideraba imprescindibles los servicios de Hurtado, aceptarían su decisión. En ASR Caja 137 (47): carta de Gio. Francesco Balbi y hermanos a Simón Ruiz, 17/3/1589.

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Los casos de reciprocidad indirecta que representan los Cattaneo y los Balbi divergen enormemente del caso de los luqueses con sede en Génova: los Bonvisi y, principalmente sus sucesores y parientes, los Diodati,109 que, como se vio más arriba, se encargaban en la República, entre otras cosas, de la recepción y de la venta de los reales castellanos destinados a la compañía Bonvisi, que participaba en los asientos en Flandes. Mientras que la relación de los Cattaneo y los Balbi con Ruiz tenía como mediadores principalmente a los asentistas de Amberes, los lazos de los Bonvisi y de los Diodati de Génova con Ruiz parecían depender de los contactos que los primeros mantenían con la compañía Bonvisi de Amberes y, sobre todo, con la sociedad Bonvisi de Lyon. De hecho, tanto la compañía Bonvisi de Amberes como los Diodati de Génova constituían firmas derivadas de los Bonvisi de Lyon, con los que Ruiz llevaba colaborando fielmente desde sus inicios. Quizás por ello en las cartas que los Diodati enviaban a Simón Ruiz, redactadas en gran parte en español,110 se atisba una mayor atención por cultivar la relación con Ruiz, al que definían como “uno de sus principales socios” y cuyos negocios prometían tratar “con el amor y ventaja que merecen”.111 Su 109. La compañía de Benedetto y Bernardino Bonvisi, con sede en Génova, escribió en agosto de 1587 a Simón Ruiz para comunicarle que daban por terminados los negocios con Simón Ruiz, pero que sus correspondientes en Piacenza tratarían con él la renovación. ASR Caja 122 (115): carta de Benedetto y Bernardino Bonvisi y Compañía a Simón Ruiz, 2/8/1587. En efecto, poco después, la compañía de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati escribió a Ruiz como sucesora de los Bonvisi en Génova. En ASR Caja 122 (118): carta de Alessandro, Nicolò, Ottaviano Diodati y Compañía a Simón Ruiz, 5/12/1587. 110. La premura de los Diodati queda ejemplificada en una carta en italiano que enviaron a su socio en mayo de 1587, en la que indicaban a Ruiz que Francesco Lamberti (también luqués y representante de los Bonvisi y Diodati en Burgos) tendría que traducirla. Afirmaban que no habían querido escribir su misiva en castellano “poiche non avendo occasione di esercitarla dubiteriamo di farci dentro molti errori” (‘ya que, no teniendo ocasión de practicarla, cometerían muchos errores’). En ASR Caja 122 (112): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 18/5/1587. Tres años más tarde, la compañía se expresaba sobre la preferencia de Ruiz por recibir cartas en español y sobre los esfuerzos que hacía para traducirlas: “Vemos lo que nos dice sobre el escrivirle en castellano y ya se savia su deseo y por esto casi siempre se le ha escrivido en dicha manera aunque no se save mucho haçer y por adelante haremos el mismo, y aquella carta de los 8 de octubre sigo en ytalian porque estava ausente el escriptor desta”. En ASR Caja 143 (264): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 4/1/1590. 111. ASR Caja 122 (118): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati y compañía a Simón Ruiz, 5/12/1587.

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relación con Ruiz se diría más cercana respecto a la que mantuvieron con el medinense los Cattaneo y los Balbi, aunque no por ello estuvo exenta de litigios. Es más, mientras que en las cartas analizadas para los Cattaneo y los Balbi prácticamente no parecen existir grandes tensiones, en la correspondencia de los Diodati, que es numéricamente inferior a la enviada por los genoveses citados, se detectan varios episodios de conflicto, en ocasiones bastante encendidos. En concreto, en febrero de 1588 los Diodati comenzaban corrigiendo a Ruiz sobre el valor de los reales y afirmaban que, si este se valiera de personas informadas, sabría cuál era su precio actual.112 Dos meses después, los Diodati se sintieron de nuevo molestos por la actitud de Simón Ruiz, que no había dudado en pedirles una rebaja en la comisión (scomienda, commenda) que les pagaba por la realización de operaciones de cambio en las ferias. A pesar de que los Diodati de Génova constituían una casa autónoma, decidieron al final concederle el descuento, ya que los Bonvisi de Lyon habían aceptado, ejemplo claro de reciprocidad indirecta y de cómo la relación de Ruiz con un socio de confianza, como los Bonvisi de Lyon, podía fomentar la cooperación y la resolución de conflictos.113 La desconfianza hacia el proceder de Ruiz en los negocios parece transmitirse también a su colaborador en Madrid, Bobadilla: los Diodati se maravillaban de que este último hubiera asegurado a Ruiz que los reales que mandó a Génova eran principalmente de Sevilla (por tanto, de las buenas estampas), cuando no era así en absoluto.114 No es de extrañar que, vistos los episodios descritos, en enero de 1589 la tensión alcanzara sus más altos niveles y estallara cuando los Diodati descubrieron que Ruiz se había lamentado de su proceder ante los Bonvisi de Lyon. El de Ruiz era un comportamiento que ponía en peligro no solo la reciprocidad indirecta 112. ASR Caja 129 (157): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 15/2/1588. 113. La rebaja consistía en el pago de 1/3, en vez de 1/2, como era habitual. En ASR Caja 129 (158): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati, 26/4/1588. Sobre el episodio nos habla también Lapeyre (2008: 270-271). Sobre las ventajas de resolver los conflictos entre mercaderes a través de mecanismos informales y sin recurrir a las instituciones, Gelderblom, (consultado el 12/12/2016). La versión definitiva de este trabajo se puede consultar en Ma y Luiten van Zanden (2011: 246-276). 114. Los Diodati continuaron lamentándose del envío de reales de plata de Toledo, que, aunque Ruiz o Bobadilla afirmaran que eran buenos, en su opinión “son de los mas cativos”. ASR Caja 129 (160): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 4/6/1588.

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que regulaba la relación entre ambos socios,115 sino también la reputación de la casa de negocios Diodati de Génova, vistas las gravísimas acusaciones que Ruiz vertía contra esta: el haber perdido despachos que los Diodati decían haber recibido. A juicio de la compañía Diodati, Ruiz había llegado demasiado lejos, por lo que le pedía que reconociera su error, puesto que podía tolerar que se le tachara de ignorante, pero nunca de negligente, sobre todo en lo que se refiere a negocios de amigos tan importantes como Simón Ruiz.116 Las diferencias halladas entre la relación de los Diodati con Simón Ruiz y la que este último mantenía con los Cattaneo y los Balbi (la primera, aparentemente más conflictiva, a pesar del menor número de cartas intercambiadas) no deben atribuirse únicamente a una teórica menor compartición de ámbitos de acción por parte de los Ruiz y los genoveses, y tampoco a problemas lingüísticos, puesto que, como se ha visto, las mayores tensiones se verificaron con aquellos socios que escribían frecuentemente en español. Es muy probable que la existencia de menores contratiempos entre los genoveses y Simón Ruiz, que emerge de la lectura de un total de 300 documentos, se debió a las mayores posibilidades con que contaban los genoveses para acceder a información alternativa y actualizada, gracias a una abigarrada red de contactos distribuidos entre las principales plazas europeas. Una información que permitía verificar y prever problemas, dar instrucciones y respuestas bien fundamentadas a sus agentes, controlar el proceder de sus colaboradores, resolver los conflictos y cuadrar posibles pérdidas derivadas del incumplimiento de las expectativas de alguna de las partes.117

115. De hecho, los Bonvisi de Lyon no dudaron en pedir explicaciones a Ottaviano Diodati, correspondiente de la familia en dicha ciudad. En ASR Caja 129 (156): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 2/1/1589. 116. “[...] Sé béné a mé scrittore si puol dare del’Ignorante non comporterò però che mi sia dato tara di negligente per quanto portase mio talento, massime in le cose d’amici tanto principali [...]”. En ASR Caja 129 (156): carta de Alessandro, Nicolò y Ottaviano Diodati a Simón Ruiz, 2/1/1589. 117. Sobre el know how genovés y su capacidad para acceder a la información, véase Doria (1986).

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Conclusiones generales Los aspectos apuntados en este trabajo evidencian las inmensas posibilidades que ofrece la correspondencia de Génova para la comprensión del crédito de la Monarquía Hispánica a finales del siglo xvi. La interdependencia entre Simón Ruiz y los operadores de Génova y el papel fundamental de los hombres de negocios de Flandes en el mantenimiento de sus relaciones contribuyen a redimensionar el papel de Madrid en estos años. A pesar de que la corte, a partir de 1588, sería un centro decisivo para determinar el destino de las consignaciones, el engranaje de los asientos dependía, como hemos visto, de las circunstancias económicas y políticas existentes en otros lugares (Amberes, Lyon, Génova, Livorno, Venecia, Milán, Nápoles, por citar solo algunos de los enclaves mencionados en este trabajo) y de decisiones negociadas continuamente en las que intervenían diversos agentes (banqueros, consejeros de hacienda, el embajador español de Génova, el gobernador de Flandes, asentistas de galeras, recaudadores de rentas...). La concatenación de asientos de Flandes y Madrid, donde se suscribían otros asientos para pagar a los acreedores del gobernador de los Países Bajos, el papel crucial de Génova para la transformación de la plata en oro o en letras de cambio para la financiación de la guerra en Flandes, así como las tareas de mediación ejercidas por Bobadilla y otros hombres de negocios de la corte para la obtención de consignaciones en nombre de los financieros de Flandes evidencian la interdependencia entre Amberes, Génova y Madrid. Un triángulo que se ampliaba a otros espacios si consideramos el papel de otros emplazamientos, como Sevilla, donde llegaba la flota con la plata; de las diversas cecas castellanas, donde se acuñaban los reales con distintas aleaciones; o de Barcelona, Cartagena o Vinaroz, puertos desde los que partían las galeras cargadas de plata y donde se llevaban a cabo nuevas negociaciones que conducían al embarque de este metal de unos pocos, los mejor posicionados en la red de crédito internacional descrita. En este entramado de puntos interconectados, Madrid figura, más que como un centro de toma de decisiones unilaterales y unidireccionales, como un espacio de mediación y negociación continua extremadamente dependiente de lo que acaecía en otros centros. Asimismo, las negociaciones llevadas a cabo en Madrid por Bobadilla a favor de los Cattaneo y los Balbi de Génova ponen de manifiesto

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los distintos intereses, redes y estrategias de los genoveses de la República: los Cattaneo, más interesados en las finanzas y en recibir contantes, fundamentales para proseguir realizando asientos; mientras que los Balbi, más dedicados a su faceta mercantil en estos años, se mostraban aún reticentes ante los asientos y más inclinados a conservar las consignaciones en juros o en obtener partidas de lana. Los diferentes objetivos que perseguían los genoveses y los cambios en la política y en el contexto financiero a finales del siglo xvi se tradujeron en una feroz competencia entre los individuos de la misma nación radicados en Madrid, tal y como evidencian las difíciles negociaciones efectuadas por Bobadilla, que, en ocasiones, se veía obligado a unirse a aquellos hombres de negocios más potentes para satisfacer las expectativas de sus representados. Aspectos que impiden la caracterización de los genoveses como un lobby homogéneo y para cuya comprensión se revela fundamental el recurso a los estudios de caso mediante el análisis de la correspondencia privada, como la que enviaban los genoveses a Simón Ruiz. La comparación establecida entre las cartas enviadas a Ruiz por los distintos operadores de Génova no solo permite observar las diferencias en los intereses y en la composición de las redes de cada compañía, sino también la diversa relación que establecían con el hombre de negocios medinense. Una relación que, como hemos visto, se caracterizaba por la existencia de una reciprocidad indirecta, cuya estabilidad estaba sujeta a la densidad y al alcance de las redes de la compañía, que determinaban el grado de dependencia de la relación con Ruiz. De esta manera, un mayor índice de conflictividad, como en el caso de los Diodati, podría deberse no tanto a cuestiones lingüísticas o a la existencia de intereses divergentes, sino a la presencia de un tejido relacional menos diversificado del exhibido por otros hombres de negocios, como los Cattaneo o los Balbi, que se traducía en una mayor dependencia de determinados socios y, por tanto, en mayores tensiones en el caso de que no se cumplieran las expectativas. Así, los genoveses podían confiar en Ruiz, no solo por su cuidada reputación y su fama de hombre prudente, sino también porque tenían otros medios, informadores y filiales a los que recurrir en caso de problemas. Es decir, la confianza se generaba cuando existían recursos para conocer la actuación del otro o cuando los lazos de comunicación eran lo suficientemente densos para permitir la difusión de información sobre los colaboradores.

CONFIANZA E INTERDEPENDENCIA

207

Los aspectos apuntados en este trabajo permiten delinear nuevas perspectivas para el estudio de redes financieras a través del análisis de fuentes hasta ahora poco utilizadas, como la correspondencia de Génova del Archivo Simón Ruiz. Asimismo, evidencian la imposibilidad de estudiar los entramados de hombres de negocios que operaban al servicio de la Monarquía Hispánica sin considerar la configuración policéntrica del sistema imperial hispánico y la interacción entre los distintos emplazamientos. Características que justificaban el despliegue de redes que abrazasen los centros más estratégicos para el desarrollo de los negocios, que contribuyesen a conocer y superar los imprevistos y que favorecieran el control de las partes y, con ello, la extensión de la confianza a nuevos socios.

Vista de Venecia, Civitates Orbis Terrarum, I, George Brown y Frans Hogenberg (Colonia, 1572) (The Hebrew University of Jerusalem and The Jewish National and University Museum)

La correspondencia de Simón Ruiz con la plaza veneciana Federica Ruspio

En este artículo se expondrán algunas reflexiones sobre los resultados del análisis de las cartas enviadas desde Venecia a la casa de negocios de Simón Ruiz en Medina del Campo. Previamente, dichas cartas han sido confrontadas con la documentación notarial veneciana, estudiada al detalle en la investigación que en su día realizamos sobre la presencia de mercaderes portugueses en la ciudad durante la segunda mitad del siglo xvi y el siglo xvii.1 El dato más destacable en este epistolario es el predominio de corresponsales pertenecientes a las grandes compañías comerciales lusitanas que, durante el último cuarto del siglo xvi, tenían su base en Lisboa o en Amberes. En un segundo plano del epistolario, aparecen también los agentes de las compañías toscanas, las cuales se establecieron en Venecia entre finales de los años setenta y mediados de los ochenta, actuando en nombre de importantes casas localizadas en Florencia, particularmente la de Baltasar Suárez. No es casual la forma en que se combinaron ambos grupos, sobre todo si tenemos en cuenta estos dos factores: por un lado, el papel preeminente dado a los comerciantes toscanos en las redes de circulación financiera internacional de Simón Ruiz; por otro, el crecimiento y la gran movilidad que en el último cuarto del siglo xvi alcanzaron los mercaderes portugueses —a menudo, de origen cristiano nuevo— en unas plazas italianas que resultaban estratégicas dentro de los circuitos

1.

Ruspio (2007).

FEDERICA RUSPIO

210

comerciales del espacio mediterráneo. Debido a la complejidad estructural de estas redes mercantiles y financieras, nos hemos visto obligados a complementar la escasa correspondencia veneciana con una muestra de la procedente de otras plazas italianas —particularmente, de las toscanas Florencia y Pisa—, fácilmente accesible gracias al Laboratorio Virtual Casa Simón Ruiz. Debe advertirse, además, que el objeto de nuestra observación no ha sido la plaza veneciana en sí, sino la compañía comercial medinense y su relación con el tejido socioeconómico local y con los distintos espacios internacionales. Hay que subrayar también que, para una mejor comprensión del tema, hubiera sido necesario acceder a la correspondencia de Lyon o Amberes, lugares donde la mayor parte de los comerciantes que encontramos en este estudio tuvieron sus negocios antes de instalarse en Venecia o la Toscana. Pese a todo, y reconociendo incluso la exigüidad del muestrario analizado, queda evidente que la pequeña cantidad de cartas llegadas desde Venecia a Medina del Campo no obedece —como defendía en su momento Felipe Ruiz Martín—2 a la falta de interés por parte de la casa de negocios de Simón Ruiz hacia una plaza que ya estaba en decadencia, sino que es resultado del modo en que funcionaba su red de negocios, para la cual la circulación financiera tuvo un papel predominante. Por dicha razón, su actividad se desarrolló a través de compañías que operaban en puntos estratégicos, y su acceso a lugares aparentemente marginales, como era el caso de Venecia, se realizaba de forma indirecta por medio de los agentes de las compañías principales. Algunos datos La correspondencia de Simón Ruiz con Venecia, conservada en la casa de comercio del Archivo Simón Ruiz,3 consiste en 94 documentos, de los que 864 son cartas procedentes de Venecia y los otros 8 corresponden a fragmentos de algunas de las minutas enviadas por la casa española a Venecia. 2. 3. 4.

Ruiz Martín (1990b: 191-192). Laso Ballesteros (2008, 2009) y Galli (2010-2011). Dos cartas tienen signatura distinta, pero son la misma carta. ASR Caja 200 (344345).

LA CORRESPONDENCIA VENECIANA

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Las cartas cubren un breve periodo de 14 años, de 1578 a 1592, y cuentan con diez corresponsales: dos toscanos (la casa de los Bonvisi, de Lucca, y la florentina de los Strozzi); dos españoles (Antonio Valderrama, de la casa española de Baltasar Suárez, establecida en Florencia, y don Diego Brochero), y, los demás, portugueses (incluido Muzio Cappelletti, que representaba a la casa Ximenes en Venecia en los años ochenta del siglo xvi). Las informaciones de estas cartas son principalmente de carácter financiero y mercantil, y son raras las referencias a noticias políticas, bélicas o de otra naturaleza. No es posible formular una valoración conjunta de los contenidos de las cartas porque, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, cambia mucho la tipología según quién escribe. Al considerar la cifra de casi 5.000 cartas procedentes de Italia entre los años 1577 y 1606, localizables todas ellas en el Archivo Simón Ruiz, se hace evidente lo exiguo de la correspondencia veneciana.5 La Serenísima está al margen de los circuitos empresariales de Simón Ruiz: las 94 cartas venecianas son poca cosa comparadas con la correspondencia toscana y sus más de 900 documentos; la romana, que ronda el millar, o la genovesa, que supera los 500. La consistencia de esta correspondencia y la cadencia de las cartas muestran un interés esporádico por parte de la compañía española, ligado a negocios puntuales y no derivado de una relación continuada con la plaza veneciana. Aun sopesando la existencia de posibles lagunas, se trata de una correspondencia sin una periodicidad anual constante.6

5.

6.

La composición original de la correspondencia de Simón Ruiz con Italia contaba con 6.000 cartas. Actualmente, consta de 3.500 cartas originales y unas 1.350 en copia. A excepción de un centenar, casi todas provenientes de Roma, la correspondencia se hace regular a partir de 1577, se intensifica en los años ochenta y prosigue hasta 1606, siendo continuada por Cosme Ruiz tras la muerte de su tío. Ruiz Martín (1990b). La tabla tiene en cuenta la corrección de algunas fechas atribuidas a las cartas: en algunos casos el corresponsal se atenía a la datación veneciana (more veneto), según la cual el año nuevo se iniciaba el 1 de marzo, pero en la mansio se señalaba el año corriente efectivo. ASR Caja 78 (139); Caja 86 (179); Caja 95 (206); Caja 104 (284); Caja 104 (285).

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Año

Cartas

1578

4

1579

21

1580

6

1581

10

1582

2

1583

19

1584

2

1585

1

1586

10

1590

2

1591

5

1592

4

Año 1579 1581 1589 1592

Minutas 3 2 1 2

El cariz de ocasionalidad se hace todavía más evidente al observar el número de cartas emitido por cada corresponsal, tal como refleja la siguiente tabla, elaborada según el orden cronológico de la aparición de los remitentes:

LA CORRESPONDENCIA VENECIANA

Corresponsales de Venecia Compañía de Benedetto, Lorenzo e Bernardino Bonvisi Diego López Alemán y Méndez de Saa Muzio Cappelletti (agente de Ximenes en Lisboa y Amberes) Antonio Valderrama Diego Brochero Compañía de Lorenzo, Roberto y Filippo Strozzi Belchior y Baltasar Saravia Felipe Denis17 Manuel Núñez Fernando Díaz 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

213

Periodo 1578final de 1581 1581-1583

Cartas 387

1582-1586

199

1583-1584 1583 1585

710 311 112

1586 1590-1591 1591 1592

113 514 315 216

58

17

Para subsanar estas estadísticas, es fundamental arrancar de dos consideraciones de orden general. Primero, en casi la mitad de las cartas se solicitaba expresamente al escribiente —o, en ocasiones, a mercaderes de la plaza veneciana cuyos nombres no aparecen citados— el reenvío de otra correspondencia adjunta, principalmente a

7. 8. 9. 10.

11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.

ASR Caja 45 (170-173): carta de 1578; Caja 53 (199-219): carta de 1579; Caja 62 (117-122): carta de 1580; Caja 70 (78-84): carta de 1581. ASR Caja 70 (85-87): carta de 1581; Caja 85 (180-181): carta de 1583. ASR Caja 78 (139-141): carta de 1582; Caja 82 (172-179): carta de 1583; Caja 104 (284): carta de 1585; Caja 112 (229-236): carta de 1586. Antonio Valderrama aparece como escribano también en las cartas de la compañía Bonvisi desde 1579. El dato, en este caso, se refiere a las cartas escritas en primera persona. ASR Caja 86 (182-187): carta de 1583; Caja 95 (207): carta de 1584. ASR Caja 86 (169-171): carta de 1583. ASR Caja 95 (206): carta de 1585. ASR Caja 112 (236): carta de 1586. ASR Caja 143 (452-453): carta de 1590; Caja 151 (97-99): carta de 1591. ASR Caja 151 (100-101): carta de 1591. ASR Caja 157 (77-79): carta de 1592. El apellido Denis aparece escrito de diferentes formas en las fuentes venecianas: “Di Nis”, “De Nis”, “De Nies”. Seguimos aquí utilizada en los trabajos de Felipe Ruiz Martín y de José Gentil da Silva dedicados a la correspondencia de Simón Ruiz citados en la bibliografía final.

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otros socios en Lisboa. Ya se ha indicado en otros estudios18 que la casa de Simón Ruiz funcionaba como un servicio postal mercantil alternativo al ordinario, como un centro de clasificación y reenvío de misivas con destino a la península ibérica. Así, tras las partes formales habituales, las cartas para Simón Ruiz se limitan a un escueto mensaje de acompañamiento en el que se incluye la copia de la última misiva enviada y se renueva la solicitud de reenvío de los paquetes de cartas con las informaciones sustanciales sobre los negocios llevados a cabo en la plaza veneciana. Raras veces se hace referencia al contenido de esos adjuntos. En cambio, la indicación explícita del destinatario final suele ser frecuente. Con esto podemos afirmar que, pese a la exigua y fragmentada entidad del correo, las cartas a Simón Ruiz desde Venecia se deben considerar como indicios de una correspondencia más abundante y con contenidos más significativos, no solo respecto a la relación del comerciante con la plaza veneciana, sino también en lo referente al flujo de información e intercambio del mundo mercantil y financiero de la península ibérica en su relación con Venecia. En segundo lugar, no debe olvidarse cierto efecto distorsionador producido por la acción archivística a la hora de clasificar los documentos. El largo y fatigoso trabajo de reordenación, iniciado con el depósito del conjunto de la documentación en el Archivo Histórico Provincial de Valladolid en 1947, y que se prolongó hasta los años setenta, estableció una subdivisión de las cartas en cajas según criterios geográficos —primero, por nación; después, por ciudades en orden alfabético— y, posteriormente, clasificando los fascículos por corresponsal.19 Desde la perspectiva bidireccional, esta opción facilita el estudio de la relación entre Ruiz y cada localidad; sin embargo, complica la reconstrucción multidireccional y diacrónica de la expansión de las redes económicas y sociales que sustentaban el circuito de negocios de Ruiz, involucrando a actores de diversas compañías que estaban desplazados en distintos lugares —a menudo, interconectados— y que, en el largo plazo cubierto por la documentación, cambiaban de sede varias veces.

18. Alonso García (2004); Laso Ballesteros (2009: 191-192) y Pulido Serrano y García Puente (2014: 223-224). 19. Laso Ballesteros (2009).

LA CORRESPONDENCIA VENECIANA

215

Para superar este condicionamiento geográfico de las cartas de cada corresponsal, son necesarias las llaves de acceso transversales, como la indexación de los nombres de los corresponsales y de las personas citadas en las cartas, así como la extracción de las temáticas para así obtener instrumentos que permitan una contextualización respecto a las redes socioeconómicas del circuito de negocios de Simón Ruiz. Una ventana demasiado estrecha Un primer examen de la correspondencia veneciana revaloriza lo que en su momento destacó Felipe Ruiz Martín.20 la posición marcadamente marginal de la Serenísima respecto al circuito de negocios de Simón Ruiz. Según él, en los años ochenta del siglo xvi, la plaza veneciana, aun manteniendo un puerto activo, había completado una transformación estructural que la desclasaba de centro comercial a centro para la manufactura textil. La demanda de lana española de baja calidad y de colorantes textiles para la producción de su pannina resultaba poco atractivo como para provocar el establecimiento de mercaderes españoles.21 Felipe Ruiz Martín describe una Venecia que se estaba cerrando en sí misma, cada vez más reacia a acoger a los extranjeros. Entre los años ochenta y noventa del siglo xvi, la ciudad que ejercía mayor atracción era Florencia, donde Simón Ruiz había establecido importantes relaciones con interlocutores del mundo de las transacciones financieras, a menudo de origen español o que, por posición social o influencia política, convenían más a sus intereses. La fuerte relación económica del mercader con la ciudad toscana se manifiesta a través de una correspondencia cualitativa y cuantitativamente más rica que con el resto de ciudades italianas, incluso con Roma, pues, siempre según Ruiz Martín, el alto número de misivas intercambiadas con esta —más de mil— contiene principalmente noticias de pequeños sucesos o de anécdotas y hechos privados. Es una relación que resalta el carácter

20. Ruiz Martín (1990b: 209-212). 21. Ruiz Martín (1990b: 209). Más recientemente, la tesis de la transformación estructural de una economía mercantil orientada a las rutas internacionales a otra economía ligada a la manufactura textil y, por tanto, al tejido productivo de la Terraferma veneciana, ha sido acreditada desde el siglo xvii: Rapp (1986) y Panciera (1996).

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marcadamente financiero de los negocios de Ruiz, aunque no faltaba, por parte de la compañía española, la participación en exportaciones e importaciones hacia puertos italianos como Génova y Livorno. La breve relación con la compañía luquesa de Benedetto, Lorenzo y Bernardino Bonvisi parece confirmar la interpretación de Ruiz Martín. Tras la bancarrota española de 1575 y la crisis de Amberes de 1576, Benedetto Bonvisi dispuso la apertura de nuevas sedes de la compañía familiar:22 la primera en funcionar fue la que llevaba el nombre de Benedetto, Lorenzo y Bernardino Bonvisi, abierta en Venecia el 1 de octubre de 1578. Como socios también, contaba con Paolo Bonvisi, Stefano Balbani y Baltasar Suárez, “mercante spagnolo in Firenze”. Los administradores de la compañía eran Lorenzo Bonvisi y Stefano Balbani, acompañados por Antonio Valderrama, emisario de Suárez. Heredó la actividad de los luqueses Balbani, pero aspiraba, sobre todo, a introducirse en el tráfico mercantil portugués e ibérico en general. La compañía no tuvo éxito y quedó sin actividad a principios de los ochenta. De la correspondencia se desprende que, por parte de Simón Ruiz y sus socios en Lisboa, los Bonvisi se ocuparon de la venta de cargamentos de especias, azúcar y colorante textil (cochinilla y añil) en Venecia, procedentes de los puertos de Lisboa y Sevilla. Las cartas dan noticias sobre la cotización de estas mercancías en Venecia, sobre sus condiciones de venta y sobre los condicionantes locales e internacionales que influían en ella; aportan noticias también sobre la llegada al puerto veneciano de las naves de las rutas occidentales y se mencionan dos encargados: Diego Pérez y Gonzalo Alfonso. Solo en un caso se hace mención al negocio de una pannina en venta en la plaza veneciana como propuesta de exportación. Esporádicamente, al final de las cartas, se encuentra información sobre el cambio de divisas. Menos frecuentes aún son las referencias a las letras de cambio. Los corresponsales citados en las solicitudes de reenvío de los paquetes de cartas que acompañaban a las misivas son Antonio y Luis Gomes de Elvas (Delbez), Manuel Gomes, Fernando de Morales y Juan Rodrigues de Elvas (Delbez): todos ellos nombres de destacadas

22. Sobre Benedetto Bonvisi, hijo de Martino di Benedetto y de Caterina di Stefano Spada (Lucca 1520-1587), Luzzati (ed.) (1972). Sobre la relación con la compañía Bonvisi en Venecia, véase Galli (2015: 144).

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casas portuguesas que contaban con importantes intereses comerciales en la escena internacional, principalmente en el tráfico de especias.23 En cambio, parecen estar ligados a Antonio Valderrama (al servicio de los Bonvisi en Venecia) los nombres de María de Corral y Fernando de Frías, de Lisboa. También aparecen mencionados en las cartas Stefano Balbani y las compañías de los Micheli y Arnolfini, de Lyon. Entre finales de los años setenta y principios de los ochenta, la correspondencia dirigida a Simón Ruiz se puede atribuir, en casi su totalidad, a la sucursal veneciana de los Bonvisi. Ello se debe interpretar bajo la óptica de la relación que tenía Simón Ruiz con las compañías toscanas, que tenían también bases en Lyon y Amberes, y del trato preferente con Florencia, donde se carteaba con las familias Capponi, Strozzi, Manelli y, sobre todo, con la empresa de Baltasar Suárez, una relación que se prolongó con los herederos Diego Suárez y Antonio Valderrama y, tras 1596, con Camillo y Sebastiano Suárez. Con todo, la correspondencia de Simón Ruiz con Venecia es una ventana demasiado estrecha para poder analizar las redes socioeconómicas del mundo mercantil y financiero de dicha plaza y sostener su marginalidad en un circuito de negocios que, aunque muy representativo, tenía sus características específicas. Un análisis restringido a los datos estadísticos y sectoriales divididos por el origen geográfico no permite detectar el valor de algunos contenidos de este reducido número de cartas. En cambio, enmarcados los contenidos en el contexto de los años ochenta del siglo xvi, sí es posible ir más allá de la imagen estática y superficial que denotan a primera vista. No se puede prescindir de las consideraciones de orden historiográfico, en concreto, las relativas a la decadencia económica veneciana de los siglos xvi y xvii y a la breve recuperación del último cuarto del xvi. Tampoco se deben obviar aquellas que son de orden metodológico, a saber, las inherentes al funcionamiento de las redes comerciales. Por lo tanto, una perspectiva dinámica y no estática requiere, en este caso, diversificar la escala de observación y tomar en consideración la existencia de dos niveles: uno local, el del propio tejido urbano, y uno superior, que lo trasciende y que tiene que ver con las relaciones internacionales de los corresponsales.

23. Véase sobre este asunto el trabajo de Juan Ignacio Pulido Serrano es este mismo libro que dedica las relaciones de Simón Ruiz con los portugueses.

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La plaza veneciana en el último cuarto del siglo xvi y la formación de la nación portuguesa Los estudios de las últimas décadas han puesto de relieve el paulatino proceso que rigió, a partir del 1500 y en diferentes planos y tiempos, la decadencia económica veneciana respecto a los circuitos comerciales mediterráneos y noreuropeos en lo referente a distintas mercancías.24 Este proceso siguió fases alternas y, en el último cuarto del siglo xvi, Venecia vivió cierta recuperación, que, aunque precaria, atrajo a los mercaderes extranjeros. Tal recuperación sufrió un frenazo a principios del siglo xvii y solo entonces, entre 1602 y 1604, el Gobierno veneciano optó por un giro proteccionista.25 El dato que prevalece en la correspondencia veneciana de Simón Ruiz es la preponderancia de nombres portugueses, ya sea como remitentes, mediadores o destinatarios de transacciones u otras misivas.26 No debe sorprender semejante afinidad en la Venecia de aquel periodo, dado que la presencia de portugueses se fue acrecentando precisamente entre los años setenta y ochenta, no solo por los intereses comerciales que tenían, basados en el tráfico de productos coloniales, sino también por su particular condición social y religiosa, pues muchos de ellos eran cristianos nuevos. La presencia de mercaderes portugueses en Venecia se atestigua desde finales de la primera mitad del siglo xvi, pero es a partir de los años setenta cuando se hace más consistente. Así lo reflejan tanto el aumento de sus apariciones en las fuentes notariales, relacionándolos con sus negocios comerciales,27 como el incremento de las denuncias 24. Beutin (1961: 92 y 98-100); Sella (1968: 94-96; 1994); Marino (1978), y Rapp (1986). 25. Fusaro (1996); Ruspio (2007) y Van Gelder (2009). 26. En este mismo volumen, véase el capítulo de Juan Ignacio Pulido Serrano sobre la correspondencia portuguesa. 27. Los datos presentados a continuación provienen del estudio sobre la nación portuguesa en Venecia entre la segunda mitad del siglo xvi y el siglo xvii, basado principalmente en los archivos notariales venecianos (actos inter vivos y testamentos): Ruspio (2007). Para los años de la correspondencia entre Simón Ruiz y Venecia, se hace referencia concretamente al análisis de los registros de los notarios Giovanni Battista da Monte y Luca Gabrieli. ASV, Notarile atti, Giovanni Battista da Monte, bb. 8244-8274 (1568-1578); Luca Gabrieli, bb. 6515-6564 (1568-1618). Sobre la presencia portuguesa en los archivos notariales venecianos de finales del xvi, Brulez (1965).

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ante la Inquisición veneciana, delatando que en la ciudad se habían asentado mercaderes de origen portugués sospechosos de marranismo.28 Se trata de familias y compañías que, tras un largo peregrinar, llegan de Amberes29 —Vaz Mondego, López, Vaz do Porto, Núñez Bernardes, Pais—, de la plaza financiera de Lyon —los Ribeira—30, de Roma o de las ciudades toscanas31 —Enriques, Valasco,32 Simón López y los Antunes—, centros donde mantenían importantes lazos familiares y económicos. A este primer grupo se unen, en los años ochenta y noventa, otras familias que se quedarán en la ciudad de la laguna por lo menos hasta finales de la primera década del siglo xvii: los hermanos Rui y Diego López, los hermanos Pimentel, los Gonzales de Orta, los Denis, los de Marcena, los hermanos Fernando Díaz y Giorgio Francesco Díaz, los Cardoso, los Díaz de Cea. En torno a ellos aparecen otros actores, afines por procedencia o por intereses profesionales, que figuran en las fuentes venecianas con breves apariciones. La pequeña comunidad lusitana que se va constituyendo llega a obtener de la Corona española y de las instituciones venecianas el reconocimiento de nación portuguesa con su propio cónsul,33 gracias a la confluencia de diversos factores. La comprensión de estos orígenes no se puede desligar de la historia de la diáspora sefardita, del papel de puerta del Levante que Venecia ejerció durante la segunda mitad del siglo xvi ni de la particular coyuntura económica que llevó a la Serenísima a adoptar decisiones cruciales sobre su papel en el tráfico mediterráneo e internacional.

28. Una estadística de los tipos de delito perseguidos por los tribunales inquisitoriales de la península italiana en la Edad Moderna destaca que ni los judíos ni los judaizantes eran objetivos prioritarios. No obstante, en el caso veneciano se ha encontrado un número de procesos mayor respecto al supuesto clima de tolerancia y a la situación de otras sedes. Concretamente, de los 78 casos encontrados entre 1547 y 1720, casi la mitad se concentra en los primeros cuarenta años de la actividad inquisitorial. Monter y Tedeschi (1986: 96-97). Respecto a las denuncias y procesos de los años setenta y ochenta del siglo xvi, Ioly Zorattini (1980-1999); Ruspio (2002). 29. Révah (1963). 30. Pullan (1979). 31. Frattarelli Fischer (2008). 32. Así aparece en las fuentes venecianas, como una vulgarización de Velasques o Velázquez. 33. Ruspio (2007: 188-226).

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En el marco del progresivo debilitamiento de la posición veneciana en el Mediterráneo, el dilema de la aceptación de los sefarditas, tanto levantinos —judíos de origen ibérico que se hicieron súbditos del Imperio otomano— como ponentinos —cuyos orígenes, converso y cristiano nuevo, eran conocidos—, se convirtió en un tema crucial en relación con el final del monopolio veneciano en Levante. La expansión del Imperio otomano condicionaba la vida de la República de Venecia directamente, debilitando su posición dominante en el tráfico con el Mediterráneo oriental, e, indirectamente, exponiéndola a las presiones cada vez mayores de la Monarquía Hispánica y de la Santa Sede, unidas contra la amenaza turca. Considerando la fuerte competencia con los puertos de Ancona y Ragusa, parte de la clase política veneciana veía en la apertura a los mercados judíos una solución a la recesión del tráfico y al declinar de la clase mercantil local.34 Tras la importante concesión de 1541 a los judíos levantinos viandantes, con la que se consentía a los sefarditas súbditos del turco habitar en Venecia, se produjo un giro fundamental en 1573 cuando, tras Lepanto y gracias a que prevaleció la facción antiespañola y antipapal, el Gobierno de la Serenísima lanzó una primera invitación a los ponentinos, es decir, los judíos españoles y portugueses que vivían en Occidente, para establecerse en Venecia. Se tomó así el tortuoso camino que llevó a la concesión de la condotta de 1589, privilegio que ofrecía a las familias de origen sefardí ventajosas garantías de naturaleza comercial y aduanera, además de la inmunidad ante la persecución por apostasía.35 Los acontecimientos internacionales —como el recrudecimiento de la actividad inquisitorial en Portugal, las calamidades que golpearon a Amberes entre 1566 y 158036 y la unificación de las dos coronas ibéricas en 1580—, así como los asuntos propiamente italianos —en especial, la crisis de la comunidad de Ferrara en los años ochenta—,37 favorecieron el aumento de la presencia ponentina, con un importante contingente de la península ibérica, formado por cristianos nuevos que habían pasado de Portugal a las comunidades lusitanas del norte de Europa y de las

34. 35. 36. 37.

Tucci (1981) y Cozzi (1987); Arbel (2001). Ravid (1987, 1992). Révah (1963: 125-128); Kellenbenz (1989) e Israel (1987: 95-96). Leoni (1998); Segre (1992, 1996) y Bonazzoli (1987).

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regiones mediterráneas. Fue durante este periodo cuando se consolidó la comunidad hispano-portuguesa, tanto en Venecia como en Pisa, Livorno, Florencia y Ancona.38 La decisión de conceder la condotta de 1589 se fraguó en el seno de una facción de la clase política veneciana que buscaba dar un nuevo impulso a la clase mercantil local. Al mismo tiempo, fue una reacción ante las presiones de la Corona española, que pretendía imponer su hegemonía sobre la República.39 No fue casualidad que el cambio de postura en el debate sobre la acogida de los ponentinos se produjera después del rechazo frontal por parte del Gobierno veneciano a la propuesta de Felipe II de España de 1583 sobre la gestión de la venta de las especias de Poniente. Pese a la mayor dificultad de aprovisionamiento de las especias de Levante a causa de la expansión turca y de la competencia de las especias de Poniente, Venecia conservó una posición privilegiada en la distribución a los mercados europeos gracias al control de las vías transalpinas. Un control valioso si se tiene en cuenta que el conflicto entre España y las Provincias Unidas impedía la circulación por las rutas del norte de Europa, cosa que afectaba principalmente a la plaza de Amberes.40 Los cristianos nuevos que se establecieron en Venecia entre los años setenta y ochenta del siglo xvi eran socios de mercaderes del calibre de Héctor Méndez, Luis Gomes de Elvas, Jorge Rodrigues Solís, Tomás y Andrés Ximenes, los Caldeira, los Rodrigues de Évora, los Rodrigues Solís y los Furtado,41 con grandes intereses en la importación de especias y de otros productos coloniales por las rutas de poniente a través de los puertos ibéricos donde, tras la unificación de 1580, se fue verificando la penetración masiva de mercaderes cristianos nuevos.42 En la fase más intensa de la guerra de Flandes, la ruta mediterránea que unía los puertos ibéricos con la plaza veneciana, para luego hacer llegar la mercancía al centro y norte de Europa, representó una vía alternativa a las rutas septentrionales; a su vez, supuso un alivio en la crisis

38. 39. 40. 41. 42.

Favero y Trivellato (2004). Cozzi (1994: 59-60) y Tenenti (1995). Braudel (1983: 598-603; 1993: 197-198); Lane (1982: 339-340). Kellenbenz (1987). Domínguez Ortiz (1996).

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de los comerciantes venecianos.43 Por último, el debilitamiento del papel veneciano en Levante hizo difícil el aprovisionamiento de productos muy solicitados en Venecia: la presencia de cristianos nuevos, ya incentivada por la política de tolerancia de 1589 y confirmada con la condotta del mismo año, fue conseguida, además, por las facilidades arancelarias que la República aplicó para atraer mercancías y nuevos operadores, como las del azúcar (1592) o la lana española (1597).44 La oferta de 1583 por parte de la Monarquía Hispánica a la Serenísima muestra la creciente relevancia de las rutas de poniente y de la introducción de las mercancías coloniales en los mercados mediterráneos. El incremento de cristianos nuevos portugueses en Venecia durante estos años hace pensar que su presencia respondía, más que a la voluntad de convertir al hebraísmo a la ciudad o a todo el Levante, a la perspectiva de un cambio en el equilibrio del tráfico veneciano y a la importancia que la plaza de Venecia mantenía como nudo para los mercados de la Europa central y septentrional, posición que mantuvo hasta 1629-1630.45 No llegó a buen puerto la propuesta española sobre el comercio de las especias de Poniente y el encargo pasó al Gran Ducado de Toscana, adonde se trasladaron los miembros influyentes de las potentes casas portuguesas involucradas, como los Méndez y los Ximenes.46 Pero la presencia portuguesa en Venecia no disminuyó: unas 15 familias, cristianas al menos formalmente, vivieron y operaron en la ciudad entre los años setenta del xvi y la primera década del xvii, uniéndose como nación, con su propio cónsul, y, en torno a ellas, también lo hicieron varias figuras afines, ya fuera por origen, dedicación profesional o condición sociorreligiosa. El decaimiento de estos actores a principios del xvii parece ligado, más que a decisiones políticas locales y a un mercado en recesión, a los efectos positivos que la tregua en Flandes, firmada en 1609, tuvo sobre las rutas septentrionales y, también, a la mayor atracción que ejercieron las nacientes comunidades sefardíes del norte de Europa. Pero aquella situación sería compensada por la creciente 43. Durante el conflicto del norte de Europa, hasta la tregua de 1609, la plaza veneciana ejerció la importante función de centro de distribución de los productos coloniales hacia el centro y norte del continente. Kellenbenz (1961). 44. Braudel (1983: 688) y Lane (1991: 350). 45. Lanaro Sartori (1985). 46. Frattarelli Fischer (2008: 17-85).

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importancia que la comunidad judía ponentina tuvo hasta, al menos, el estallido de la guerra de los Treinta Años (1618) y la de Candía (1640). Los corresponsales portugueses de Simón Ruiz en la plaza veneciana A principios de los años ochenta, la oportunidad que se presentó ante la Serenísima de tener un renovado protagonismo en la distribución de las especias llegadas de los puertos ibéricos a causa de la crisis política y económica que afectaba a los mercados y rutas del norte de Europa atrajo a numerosos mercaderes portugueses que huían de Amberes. El análisis de las fuentes notariales del Archivio di Stato di Venezia arroja una imagen bien distinta a la obtenida en la correspondencia de Simón Ruiz. En esta documentación aparecen los nombres de sus corresponsales y los de sus principales socios portugueses en Lisboa, Lyon, Amberes y las ciudades toscanas: una presencia que, pese a estar todavía definiéndose, era más consistente y activa de lo que parece indicar el epistolario. Exceptuando un grupo de cartas relacionadas con los asuntos del corsario Diego Brochero (1583-1584), de quien se hablará más adelante, y una breve misiva de Francesco Cantucci en nombre de la compañía de Lorenzo, Roberto y Filippo Strozzi, toda la correspondencia con Venecia tiene que ver con la relación entre Simón Ruiz y las importantes casas de mercaderes portugueses en Lisboa y Amberes. Son misivas que, esencialmente, solicitan el reenvío de paquetes de cartas a otros destinos y, en menor cantidad, dan cuenta de giros financieros hacia otras plazas. Destaca el nombre de la familia Ximenes, seguido, aunque menos citados, por nombres de las familias Núñez, Rodrigues de Évora y Rodrigues de Elvas. En este sentido, es significativo el número de cartas (19) enviadas a Simón Ruiz entre 1582 y 1586 por Muzio Cappelletti, agente de la casa Ximenes en Venecia. A él se refiere el historiador Herman Kellenbenz al mostrar los intereses de la potente casa portuguesa en la plaza veneciana en relación con la importación de productos coloniales destinados a los mercados del centro y norte de Europa.47

47. Kellenbenz (1987: 143-153).

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Cappelletti aparece activo en Venecia ya en los primeros años de los ochenta: acompañado desde el principio por el mercader portugués Aires López48 y, a partir de 1585, por Diego López Romero, que actuaba en nombre de la familia Rodrigues de Évora. Se puede seguir la pista de sus operaciones en el archivo notarial veneciano hasta los inicios del siglo xvii. En el caso de López Romero, sus apariciones se intensifican a raíz de las actividades comerciales que sostuvo tanto con la familia Marcena, que tenía la concesión de la importación de azúcar de Berbería, como con la actividad del mercader Francisco Díaz de Cea.49 Si bien la correspondencia con Simón Ruiz termina en 1586, Cappelletti y Romero siguieron representando a la familia Ximenes hasta 1614 por lo menos.50 También a principios de los ochenta se establece en Venecia la compañía de Diego López Alemán y Fernando Méndez de Saa, ambos al servicio de Ximenes: a finales de los setenta, la casa portuguesa mantenía correspondencia con Simón Ruiz desde Florencia;51 pero, en septiembre de 1581, decidió trasladarse a Venecia, delegando la gestión de

48. Aires López estaba a su vez relacionado con Ludovico López, futuro cónsul de la Nación portuguesa. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6538, cc. 248v-249r, 17 agosto 1591. 49. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6545, cc. 317v-318r, 26 settembre 1598; ibid., cc. 316v-317r, 26 ottobre 1598; b. 6547, c. 38r-v, 29 febbraio 1600; b. 6548, c. 144rv, 10 aprile 1601; ibid., cc. 349v-350r, 26 settembre 1601; b. 6549, cc. 149r-150r, 18 maggio 1602; ibid., c. 196r-v, 2 giugno 1602; ibid., cc. 196v-197r, 22 giugno 1602; b. 6552, cc. 152r-153r, 16 settembre 1605; ibid., cc. 198r-199r, 10 dicembre 1605; b. 6553, c. 29r-v, 21 febbraio 1606; ibid., c. 35r-v, 6 marzo 1606. Sobre la relación con Francisco Díaz de Cea, cabe señalar sus contratos de seguro, que fueron registrados por Alberto Tenenti en las actas notariales de Giovanni Andrea Catti (1577-1609) y Andrea Spinelli (1591-1609). Cfr. Tenenti (1959: 229, 231-232, 237, 255-256, 259, 263, 264, 270, 281-282, 291, 294-295, 511-512, 514-515, 547). 50. Muzio Cappelletti y Diego López Romero asumieron el encargo de recibir en nombre de Fernando Ximenes las mercancías enviadas desde Brasil por Manoel Carvaglio y Enrico Bernardo en la nave flamenca Il Paradiso. El cargamento, llegado a Venecia en el mes de marzo de 1596, consistía en azúcar, madera del Brasil, perlas y rubíes, y supuso un litigio entre Ximenes y el mercader Nicolò Peres de Amberes, que terminó en 1618. Según las actas conclusivas de la disputa, los dos agentes habían dejado de representar a los Ximenes en 1614. Brulez (ed.) (1965: 219, 229-230, 414, 445, 456, 456-457, 514) y Brulez y Devos (1986: 434, 662). 51. Las misivas de la compañía a Ruiz referían los envíos por parte de los mercaderes Felipe Jorge, Antonio Suárez, Juan Rodríguez León de Lisboa y Juan Luis de Vitoria. ASR Caja 53 (158-163): carta de 1579; Caja 62 (82): carta de 1580; Caja 70 (16): carta de 1981.

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sus asuntos en la ciudad toscana en la compañía de los Manelli.52 También en este sentido, los archivos notariales venecianos muestran su permanencia en la Serenísima más allá de 1583, año que corresponde a las dos últimas cartas destinadas a Medina del Campo. De hecho, en 1585, Diego López Alemanus y Fernando Madus enviaron una orden de cobro al florentino Giulio de Rivis.53 Entre mediados de los ochenta y principios de los noventa aparecen, dentro del epistolario de Simón Ruiz, los nombres de Belchior y Baltasar Saravia (una carta de 1586), de Felipe Denis (cinco cartas), de Manuel Núñez (tres cartas) y Fernando Díaz (dos cartas). Nombres ligados a circuitos comerciales basados en Lisboa y Amberes y relacionados con las familias Furtado, Jorge y la de Héctor Méndez. Aunque sobre Saravia y Manuel Núñez no se ha encontrado rastro en las fuentes venecianas de aquellos años, resulta de gran interés el cuadro que se puede reconstruir de los otros dos corresponsales. Felipe Denis Felipe Denis, mercader originario de Oporto, había llegado a Venecia hacia 1582 desde Amberes,54 pasando por Colonia,55 con su mujer Filippa Furtado, sus hijos Anna y Álvaro Denis y su sobrino Filippo Denis, hijo de su hermano Tommaso Denis. En 1585 Denis terminó ante el tribunal de la Inquisición veneciana acusado de marranismo por el párroco de San Leonardo, el barrio donde el portugués residía, no muy lejos del gueto. Fue encarcelado con su sobrino y dos criados, Francesco y la mora Luna, también ellos

52. Con fecha 20 de septiembre de 1581, la compañía Manelli informaba a Simón Ruiz que “[...] come harete inteso questi magnifici senores Diego López Aleman e Fernando Mendes de Saa portughesi hanno resoluto di qui partirsi e transferirsi a Venezia per il quale loco partirono pochi giorni fa [...]”; de modo que explicaba que había efectuado los envíos en nombre de Ximenes por orden suya. ASR Caja 70 (23). Diego López Alemán y Fernando Méndez de Saa ofrecieron sus servicios a Ruiz desde la plaza veneciana el 13 de octubre siguiente. ASR Caja 70 (85). 53. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6533, c. 326r, 22 noviembre 1585. 54. Sobre la presencia de la familia Denis en Amberes en los años 1571-1572, cfr. Révah (1963: 133 y 136). 55. Sobre Felipe Denis en Colonia en 1578, véase Kellenbenz (1989: 27).

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considerados judaizantes. Su mujer y sus hijos se habían refugiado en la isla de Scopelo, en la casa del pariente judío David Marco. El nombre de la familia Denis no era nuevo para la Inquisición. En 1582 ya había tomado testimonio a la joven María López contra algunos marranos portugueses en Venecia y Florencia. La joven era hija de Diego López, un mercader lusitano de Amberes que se había trasladado años antes a la ciudad toscana, donde había contraído matrimonio con Caterina Méndez, hija de Fernando Méndez. En 1580, María López, que hasta entonces había vivido en un convento de Flandes, fue llevada a Colonia por un mercader flamenco, quien la dejó a cargo de un médico portugués que se estaba trasladando a Venecia, para que, desde allí, se pudiese reunir con su padre. María López acusó al médico y a sus familiares de ser judaizantes: se trataba de Tommaso Denis, alias Isaach Marco, hermano de Felipe Denis; su mujer, Isabella Soares, y los dos hijos de ambos, Tommaso, alias David Marco, y Anna, alias Sara Marco. Tras un año de investigaciones e interrogatorios, Felipe Denis confesó finalmente su historia. Dijo tener 55 años y ser originario de Oporto, en Portugal. Sus padres habían muerto como cristianos: su padre, que se llamaba Thomaso De Nis, murió en Lisboa y era médico del infante don Luis. Su madre se llamaba Anna Manrich (Manriques); murió en Salamanca y fue sepultada en el monasterio carmelita de San Andrés. Denis había sido bautizado en la ciudad de Oporto y desde allí, a los seis o siete años, marchó a Lisboa con su familia, donde estuvo hasta la edad de 20 años, comenzando desde entonces a viajar, por los tratos comerciales de su padre, a las Azores (Terceira) y a Santo Tomé. Aquí conoció a Álvaro Furtado, natural de Lamego, en Portugal, casándose con su hermana Filippa Furtado y mudándose en 1570 a Amberes, donde tuvieron dos hijos, Álvaro y Anna. Después de ocho años, se fueron a Colonia y, finalmente, tres años antes de su encarcelamiento, se trasladó a Venecia con su casa.56

56. “Io ho 55 anni in circa et son nato nella città di Porto in Portogallo. Mio padre et mia madre li quali son morti christiani, mio padre si chiamava Thomaso de Nis il qual morse in Lisbona medico dell’Infante don Loys, mia madre se chiamava Anna Manrich la qual morse in Salamancha et è sepolta nel monastero de Santo Andrea del ordine dei Carmeliti. Fui battizato piccolo nela cità de Porto dove steti fino all’età d’anni 6 o 7 in circa, doppoi andai con detti padre et madre in Lisbona, dove habitai con mio padre sino all’età de 20 anni circa. Et doppoi mio padre me

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Felipe Denis confesó haber cometido apostasía y que parte de su familia había ido al Levante, volviendo al judaísmo con el apellido Marco. El proceso terminó en otoño de 1586 con su abjuración y la condena a prisión perpetua. Tras reiteradas súplicas, la pena fue conmutada por arresto domiciliario para permitirle atender sus negocios. En 1589, el año en que fue promulgada la condotta a favor del asentamiento de los judíos sefarditas de Poniente, Felipe Denis mantuvo la promesa de hacer volver a su familia a Venecia para que pudieran abjurar y ser educados cristianamente. Obtuvo así la suspensión de la pena.57 Si se exceptúa el vacío en las fuentes notariales, que coincide más o menos con los años de su encarcelación (1585-1592), la documentación nos revela que Felipe Denis, ya desde su llegada, así como en todos los años noventa del siglo xvi, fue un miembro activo en la comunidad de cristianos nuevos asentados en Venecia,58 con cuyos miembros compartía intereses comunes relativos a la importación de azúcar procedente de las colonias transoceánicas. Tenía, además, lazos parentales y negocios con Duarte Furtado, como se puede ver tanto por sus declaraciones ante la Inquisición como por el registro de la póliza de un cargamento en Lisboa en la nave Scrova, datado en 1584. En esa nave viajaban también las mercancías de los portugueses Bernardo Núñez y Michele Vas do Porto, ambos instalados en Venecia a finales de los años setenta.59 mandò alle Terciere con alcuni pochi danari per far mercantie [...]. Doppo partì da le Terciere et tornai a Lisbona dove steti doi o 3 mesi et me ne andai all’isola di San Thomé mandato da mio padre, dove steti 7 anni e attesi alle mercantie et me partì da ditta isola et tornai in Lisbona [...]. Et tornai un’altra volta nell’isola di San Thomé et ve habitai da 6 o 7 altri anni, dove contratai con Alvaro Furtado mio cognato, naturale di Lamego di Portogallo che stava nella ditta isola, di pigliare Philippa Frutata sua sorella per moglie [...]. Et de lì me partì io solo et me ne andai in Fiandra in Anversa de la fine del 1570, dove ho habitato 7 o 8 anni in circa in Anversa et feci venir lì mia mogliera. E in Anversa de ditta moglie me nacque un figliolo e una figliola, il maschio chiamato Alvaro et la figliola Anna [...]. Doppoi andai ad habitar in Colonia, dove ho habitato da 5 anni in circa con deta mia moglie et figlioli tornando qualche volta in Anversa [...]. Et da Colonia veni ad habitar a Venetia che sono 3 anni in circa con detta mia moglie et figlioli et con Philippo de Nis mio nepote”. Ioly Zorattini (1980-1999: 131-132) y Pullan (1985: 336-340). 57. Ioly Zorattini (1980-1999: VII; 116-118, 145-146, 148-149, 151-153, 159-167). 58. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6539, cc. 188v-189r, 19 giugno 1592; ibid., cc. 211v-213v, 3 agosto 1592. 59. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6531, cc. 123r-v, 12 aprile 1584; ibid., cc. 137v138v, 18 aprile 1584; ibid., c. 207r, 22 giugno 1584.

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El último rastro de Felipe Denis en las fuentes venecianas data de 1601, cuando hizo redactar un poder como socio de la compañía de Philippo e Álvaro de Nies y Diego Gonzales de Lima.60 Más tarde, su hijo, Álvaro, se mudó a Hamburgo, dejando la gestión de los negocios en Venecia a Diego Gonzales de Lima, rico mercader originario de Lisboa que ya había sido denunciado a la Inquisición por marranismo en 1599.61 En la naciente comunidad sefardita de Hamburgo, Álvaro Denis volvió al judaísmo y se casó con Beatriz Enríquez de Milão, hija del lisboeta Enrique Díaz Milão. Una hermana, casada con Enrique de Lima, le acompañó en 1608 y Anna Denis, citada en el proceso de 1585, también llegó a Hamburgo junto a su marido, Antonio Faleiro, alias Abraam Aboab. Un documento de 1617, que recoge las firmas de los mayores exponentes de la comunidad sefardita de Hamburgo, incluye sus nombres junto a Diego Gonzales de Lima y Alonso Núñez de Herrera, heredero este de la compañía de Marcena, que había tenido sucursal en Venecia con ocasión del privilegio de exención aduanera para la importación de azúcar entre los años noventa del siglo xvi y principios del xvii.62 Fernando Díaz En los años ochenta del siglo xvi, Fernando Díaz había ejercido como banquero en Lyon junto a Diego Méndez, hermano de Héctor Méndez de Lisboa.63 Tras la disolución de la compañía, Fernando se fue al Gran Ducado de Toscana y de ahí pasó a Venecia: en enero de 1591, Baltasar Suárez contaba a Simón Ruiz que “[...] una parte de los hermanos de Eitor Mendez havea ydo a Venecia y el Fernandiez se fue a vivir a Pisa adonde está con su casa y familia de asiento [...]”, y donde se unió a otros portugueses que se habían establecido allí.64 Entre 1591 60. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6548, cc. 80v-81r, 8 marzo 1601. 61. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6548, c. 237r-v, 11 luglio 1601; b. 6549, c. 106r-v, 17 aprile 1602. Sobre la denuncia contra Diego Gonzales de Lima ante la Inquisición en 1599, Ioly Zorattini (1980-1999: X; 243-274). 62. Leoni y Salomon (2001: 271-72, 74, 79-84); Israel (1987: 107-108) y Kellenbenz (1989: 27, 37-38). 63. Sobre la presencia de los banqueros mercaderes Diego Méndez y Fernando Díaz en Lyon, cfr. Lapeyre (1955: 283-285, 309). 64. ASV Caja 150 (167). Sobre el asentamiento portugués en Pisa, Luzzati (1985).

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y 1594, Fernando Díaz se carteaba con la casa Ruiz sobre letras de cambio y pagos destinados a socios de Amberes, los Jorge, y a Héctor Méndez de Lisboa, tanto desde las ciudades toscanas, en 1591 y 1593, como desde Venecia, en 1592.65 De la primera estancia de Fernando Díaz en Venecia existen también indicios en la documentación notarial de la ciudad: en 1592, participó como juez en la resolución de un conflicto por motivos de herencia entre Grazia Ulloa, viuda de Giorgio Fernández Richo, residente en Portugal, y Beatriz Lopes, madre del difunto, afincada en Pisa.66 Su presencia en Venecia se hizo estable a mitad de los años noventa del siglo xvi, como demuestran los mandatos que emitía, ejerciendo de emisario de Diego Méndez, para cobrar los créditos de la antigua compañía lionesa en España y Portugal67 sobre Florencia y Lyon.68 En el Gran Ducado, sus negocios siguieron bajo la representación de su sobrino Nuno Díaz.69 Desde inicios del siglo xvii, le acompañaba su hermano Giorgio Francesco Díaz, con quien estaba ligado en la compañía y continuaba ejerciendo la actividad de mercader-banquero,70 contando entre sus corresponsales no solo con cristianos nuevos de Lisboa y Amberes,71 sino también con judíos de

65. ASR Caja 150 (135-138); Caja 150 (243-244): carta de Florencia; Caja 163 (118): carta de Pisa; Caja 157 (77-79): cartas de Fernando Díaz desde Venecia, 1592. 66. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6539, cc. 188v-189r, 19 giugno 1592; ibid., cc. 211v-213v, 3 agosto 1592. 67. El poder estaba dirigido a los Faleiro de Lisboa y Amberes. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6552, cc. 78r-79v, 6 maggio 1605. 68. Los poderes tenían la función de recuperar los créditos ante la compañía florentina de los Manelli y socios de Lyon: el primero, para Gerónimo Rodríguez, residente en Lyon y hermano de los mercaderes y banqueros Rui López y Diego Rodríguez; los otros, otorgados a la compañía de Antonio y Diego Valderrama y Camilo Suárez, de Florencia, y luego al florentino Camillo Magalotti. Fernando Díaz recibió el encargo de recuperar los créditos en nombre de Héctor Méndez de Lisboa. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6542, cc. 78v-79v, 17 marzo 1595; b. 6547, cc. 163v-165r, 27 luglio 1600; b. 6550, cc. 102v-103r, 5 marzo 1603; b. 6551, cc. 35v-36v, 3 febbraio 1604; b.6553, cc. 114v-115v, 24 luglio 1606; b. 6554, cc. 14 r-16r, 2 febbraio 1608; ibid., c. 157r-v, 15 dicembre 1609. 69. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6549, cc. 135r-138r, 8 maggio 1602; b. 6553, cc. 90v-91r, 29 maggio 1607; b. 6555, c. 25v, 23 marzo 1610. 70. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6548, cc. 192v-193v, 29 maggio 1601. 71. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6552, cc. 78r-79v, 6 maggio 1605; b. 6553, cc. 68v- 69v, 20 aprile 1606; ibid., cc. 10v-11r, 12 gennaio 1607; ibid., cc. 90v-91v, 29 maggio 1607; b. 6556, cc. 49v-50r, 19 luglio 1612.

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la plaza veneciana y de las comunidades levantinas, en particular, la familia Abendana.72 A este propósito, resulta oportuno señalar que también en el caso de Fernando Díaz aparece el tema del marranismo, ya que, como la mayor parte de los componentes de la nación portuguesa en Venecia en estos años, era sospechoso de ser un criptojudío. De hecho, en 1599, la Inquisición había recogido una larga declaración de Francesco Gões contra varias familias de cristianos nuevos establecidos en Venecia y en las ciudades del Gran Ducado. Entre ellos, se señalaba a los parientes de Héctor Méndez de Lisboa, concretamente a su hermano Diego Méndez, banquero judío establecido en Venecia con el nombre de Vendana, y a Fernando Díaz, ligado a él, de quien se dice que también frecuentaba el gueto veneciano.73 En 1607, el embajador español Íñigo de Cárdenas alertó al Consejo de Estado de una negociación en Venecia para la acogida de más de 2.000 casas provenientes de los dominios españoles, sobre todo de Portugal.74 El embajador, para dar a entender la importancia de estas casas y lo indeterminado de su condición, puso como ejemplo a la familia del mercader Fernando Díaz Méndez, sobrino de Héctor Méndez de Lisboa: [...] Este Fernando Diaz es un portugués aquí esistente que profesa ser christiano pero veese en el geto y entre los judíos ordinario. Es hombre de opinión de cinquenta mill ducados en de Veneçia dicen me su tío se llama en Lisboa Hector Mendez y que es de mucho más caudal que

72. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6549, cc. 266v-269r, 4 settembre 1602; ibid., cc. 351v- 352v, 29 novembre 1602; b. 6550, c. 36r-v, 15 gennaio 1603; b. 6555, cc. 10r-11r, 2 settembre 1610; b. 6556, c. 147r-v, 13 ottobre 1611; b. 6557, c. 1rv, 3 gennaio 1613; ASV Notarile testamenti, Andrea Catti, b. 348, testamento dell’ebrea Sara Abendana, n. 180, 15 marzo 1600. 73. Posteriormente, en Pisa, se llevaría a cabo una investigación en 1601 que citaría nuevamente en causa a Francesco Díaz Méndez, llegado a la ciudad toscana en torno a los años noventa y acusado de vivir como marrano en Venecia. Ioly Zorattini (1980-1999: Appendici; 258, 277-301). 74. El embajador expuso las circunstancias favorables para el proyecto de acogida y lo preocupante que sería no solo por la riqueza de las casas, sino también por la cantidad ingente de individuos que habría llevado a la República: se calculó, de hecho, que cada familia estaba compuesta de un mínimo de tres componentes. En un mensaje posterior, el embajador redimensionó el problema reduciendo el grupo a un centenar de familias, pero insistía en la cantidad de riqueza que se habría perdido al trasladarse a Venecia. AGS Estado legajo 1352 (30/06/1607); ibid. (4/08/1607).

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él y que tyene en Madrid un hijo. Este Fernando Diaz y Hector Mendez an tenido aquí un hermano judío en el geto [...].75

Finalmente, en 1621, la Inquisición golpeó a los Díaz Méndez en Venecia, acusando a Giorgio Francesco Díaz, más conocido entonces por el nombre de Rafael Abendana, de haberse pasado al judaísmo con toda su familia durante el periodo de su estancia en Ragusa (Dubrovnik). Pero, para entonces, Fernando Díaz ya había dejado la ciudad, probablemente con destino a alguna de las comunidades sefarditas del norte de Europa: un poder suyo de 1616 —para recibir un cargamento de especias de propiedad de Héctor Méndez en Hamburgo— evidencia que, ya entonces, su hijo Francisco Díaz Méndez estaba establecido en la ciudad alemana. A principios de la década de los veinte del siglo xvii, también residía en la misma un tal Fernando Díaz Méndez, alias David Abendana.76 Giorgio Francesco Díaz, expulsado de Venecia tras la denuncia de 1621, se reunió con él: en un poder de 1627, Luis Méndez, mercader sefardita en Venecia bajo el alias de Josef Abendana, cuenta con él entre sus corresponsales en Hamburgo para la recepción de un cargamento de telas.77 La plaza veneciana en la red financiera de Simón Ruiz Partiendo del conjunto de estudios sobre la historia económica veneciana de las últimas décadas, principalmente de aquellos que han aflorado en torno a los mercaderes portugueses asentados en el último cuarto del siglo xvi, las conclusiones de Felipe Ruiz Martín —en lo referente a la exigüidad de la correspondencia de Simón Ruiz con Venecia— deben ser entendidas, sin lugar a dudas, como relativas a un circuito específico de negocios: las cartas que documentan su interacción con Venecia parecen, en realidad, la punta de un iceberg que oculta una trama de relaciones mucho más densa y amplia respecto al contexto local e internacional.

75. Ibid. (4/08/1607). 76. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6557, cc. 49v-50v, 5 maggio 1616. Sobre la familia de Fernando y Francesco Díaz Méndez en Hamburgo, Kellenbenz (1989: 33); Leoni y Salomon (2001: 279) y Samuel (1989: 104-112). 77. ASV Notarile atti, Giovanni Piccini, b. 10774, 55r-56v, 12 febbario 1627.

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El análisis de las fuentes notariales venecianas permite detectar que los corresponsales de Simón Ruiz en Venecia formaban parte de un grupo creciente que, precisamente en el último cuarto del siglo xvi, ya se definía como nación mercantil. Durante los años ochenta, y, sobre todo, tras la condotta de 1589, el asentamiento lusitano llegó a tener la configuración de comunidad, por el número de sus componentes y por la intensidad de sus lazos.78 El proceso de definición de esta comunidad iba acompañado de un cambio en la configuración de sus relaciones: se limitaban los vínculos con otros mercaderes por la necesidad de mantener el contacto con el mercado veneciano; disminuían las relaciones con mercaderes judíos y de otras nacionalidades, mientras se hacían más frecuentes las iniciativas comerciales con cristianos nuevos de la plaza veneciana y de otros centros italianos, ibéricos y nórdicos. Los poderes, las actas de expedición de mercancías o las del cobro de créditos tenían que ver principalmente con el Mediterráneo occidental, los puertos ibéricos y marroquíes y el norte de Europa, conectados todos por la importación de productos coloniales, sobre todo, el azúcar y las especias, y por la exportación a Poniente de manufacturas y mercancías del emporio realtino. Lazos de parentela e intereses comerciales se entrelazaban en compañías de carácter familiar y se expandían gracias a la diáspora de los mercaderes cristiano-nuevos. Su movilidad no se debía tan solo a las políticas de atracción o de rechazo por parte de las instituciones venecianas; más bien seguía las direcciones de un circuito de tráfico cuyo beneficio parecía cada vez más centrado en Occidente. A principios del siglo xvii, para confirmar la madurez del grupo como comunidad, el cristiano nuevo Ludovico López obtuvo el consulado portugués.79 La designación de un cónsul al servicio exclusivo de la nación lusitana nació de las presiones de las ricas compañías establecidas en Venecia, que, desde los años ochenta, estaban enfrentadas con el cónsul español y querían separarse de los mercaderes españoles. La concesión ratifica la existencia de una forma de organización basada en una configuración más estable y, en su dimensión oficial, indica el reconocimiento de la nación portuguesa por parte del Gobierno veneciano y de la Corona española.

78. Ruspio (2007: 62-100). 79. Szàszdi León-Borja (1997).

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Así, mientras la correspondencia de Simón Ruiz con Venecia se limita al breve intervalo de 1578-1592, las vicisitudes de los portugueses en la plaza veneciana, sus principales corresponsales, se prolongan más en el tiempo y con mayor entidad de la que aparentan las cartas. Cabe, por lo tanto, preguntarse cuáles fueron los motivos que hicieron menos apetecible la plaza veneciana respecto a las otras italianas. Para responder, es necesario resaltar un elemento: en la documentación consultada en los archivos venecianos, las transacciones consistían esencialmente en operaciones comerciales, no financieras. Los documentos relativos a la participación en las ferias de cambio o a la compensación de los movimientos de mercancías son mucho menores. Se trata de un dato que invita a la reflexión si se considera lo sostenido por Ruiz Martín sobre el interés principal de Simón Ruiz en lo referido al mundo financiero y al crédito internacional. Desde este punto de vista, y tras la comparación de las cartas de Venecia con los epistolarios de las otras ciudades italianas, lo que se deduce es que Simón Ruiz eligió Florencia como plaza de referencia para sus transacciones financieras y para la regulación del mercado de pagos de sus negocios italianos; una actividad que está documentada fragmentariamente y con poca consistencia por los corresponsales en Venecia. Es posible que, más que por la supuesta decadencia económica de la Serenísima a finales del xvi, el menor interés de la casa de negocios española se debiera a la posición de aislamiento que Venecia mantuvo en ese periodo respecto al circuito ferial de Besanzón y de Piacenza, que llevó a la consolidación de la letra de cambio, no solo como instrumento de crédito para apoyar el tráfico mercantil internacional, sino también como inversión financiera. Respecto a Génova y Florencia, Venecia parece haber sufrido menos la atracción por la nueva circulación internacional del crédito y haber mostrado un cierto rechazo a aceptar la letra de cambio como instrumento de crédito en sí mismo, sin vinculación con las transacciones mercantiles, por lo menos hasta inicios del siglo xvii. Un estudio reciente, basado en el análisis de una muestra de las fuentes notariales venecianas entre 1590-1596 (periodo precedente de la bancarrota de Felipe II en 1597) y de otras fuentes complementarias contemporáneas, ha demostrado que, de la población de comerciantes de la plaza

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veneciana que recurría al crédito de las ferias placentinas, el componente florentino era el más importante y consistente.80 En virtud de la fuerte implicación con el circuito del crédito y de esta posición preeminente, es posible hipotetizar que las casas toscanas y sus redes representasen un canal preferente en el circuito financiero y mercantil de Simón Ruiz en la península italiana. Cabe preguntarse si, considerada esta afinidad, no terminaran por convertirse en lugares de referencia y de intermediación respecto a las otras plazas. El análisis de una muestra de la correspondencia de Baltasar Suárez, el principal socio de los Ruiz, parece confirmar esta impresión, dado que las largas misivas documentan operaciones comerciales y financieras que tienen que ver con otros centros, incluido el veneciano.81 Antonio Valderrama, agente de Baltasar Suárez en Venecia En la primera mitad de los años ochenta del siglo xvi, quien informaba a Baltasar Suárez de la llegada de los cargamentos al puerto de Venecia, y de otras noticias importantes, era Antonio Valderrama, su representante ante la compañía de Benedetto, Lorenzo y Bernardino Bonvisi.82 En las fuentes venecianas, se puede encontrar al español Antonio Valderrama di Martino conectado, desde 1576, con los mercaderes portugueses, y no solo por el tráfico comercial.83 En 1579, fue llamado a declarar ante la Inquisición en el proceso por marranismo contra lusitanos que se llevó a cabo contra los miembros más influyentes de la comunidad de cristianos nuevos, por la asiduidad de su contacto con ellos.84 Su presencia en Venecia se puede confirmar por lo menos hasta 1585.85 A partir de los años noventa, tras su traslado a Florencia, su nombre aparece en los poderes de representación, cobro y expedición más relevantes de los mercaderes Francisco Díaz de Cea, los banqueros Rui López y Diego Rodríguez y otros miembros de la

80. 81. 82. 83.

Cecchini (2006). ASR Caja 70 (17-18), (44), (46); Caja 86 (104-108), (111), (114-116), (118-119). ASR Caja 53 (208); Caja 70 (17-18), (44), (46): cartas de Florencia. ASV Notarile atti, Giovanni Battista da Monte, b. 8268, fasc. III, cc. 38v-39v, 13 aprile 1576. 84. Ioly Zorattini (1980-1999: IV; 137, 146, 147). 85. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6532, cc. 319v-320r, 15 novembre 1585.

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nación lusitana, dirigidos a la compañía Camilo Suárez e Diego e Antonio Valderrama y socios de Florencia, y, más tarde, a la de Camillo e Sebastiano Suárez e Antonio Valderrama.86 Respecto a las redes económicas y sociales de Simón Ruiz, el papel de enlace que desempeñaba Antonio Valderrama entre lo que sucedía en la plaza veneciana y la casa de Suárez queda bien demostrado en el asunto de la captura de don Diego Brochero, “cavallero de la Orden de San Juan” y “pariente de Vuestra Merced”. Diego Brochero de la Paz y Anaya (Salamanca ¿1535?-Madrid, 30 de julio de 1625) es conocido por haber sido marinero, militar, superintendente de la Armada Real, gran prior de Castilla, bailío de Lora y embajador de la Orden de Malta en España. Hay noticias suyas desde 1570, cuando, con 35 años y navegando con las galeras de Malta en Chipre, su nave Santa Ana fue capturada por el turco Uluch Alí. Fue esclavizado y puesto al remo durante cinco años. Una vez rescatado, con el patrocinio del gran maestre de la Orden de Malta y, probablemente, también de Simón Ruiz, construyó un galeón con el que se dedicó a la actividad de corsario.87 Primo de Mariana de Paz, segunda mujer de Simón Ruiz, y sobrino de Alonso de Texeda, uno de sus más fieles corresponsales desde la isla de Malta, Diego Brochero estaba ligado a Simón Ruiz por una relación de patronazgo; así lo demuestran algunas cartas de Baltasar Suárez con órdenes de pago a favor del corsario.88 En mayo de 1583, Diego Brochero fue capturado por la flota veneciana en el puerto de San Nicolò della Vlemona, en Cerigo. Le fueron confiscados el galeón y un riquísimo botín obtenido de sus ataques a los turcos, mientras que la tripulación —la nave tenía bandera inglesa— fue llevada ante la Inquisición. El primero en avisar a Simón Ruiz de lo sucedido fue Baltasar Suárez: el 26 de mayo de 1583, notificaba haber recibido noticias desde la plaza veneciana de la llegada de un cargamento de su interés y, al mismo tiempo, aludía a la captura

86. ASV Notarile atti, Luca Gabrieli, b. 6541, c. 34v, 19 febbraio 1594; b. 6542, cc. 78v-79v, 17 marzo 1595; b. 6546, cc. 40r-41r, 29 febbraio 1599; ibid., c. 208r-v, 5 agosto 1599; b. 6553, cc. 107v-108r, 11 luglio 1606. 87. Tenenti (1961) y Williams (2001). 88. ASR Caja 78 (98-99). Véase el capítulo de Juan Ignacio Pulido Serrano en este mismo libro dedicado a la correspondencia entre Simón Ruiz y los caballeros de la Orden de Malta.

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del corsario.89 Pocos días más tarde, Antonio Valderrama describía el episodio de manera más exhaustiva, avisado por Suárez del interés de Simón Ruiz por Brochero: a su carta del 6 de junio seguía otra de Suárez, en la que le repetía los detalles de la captura, y aseguraba a Simón Ruiz que le tendría puntualmente informado de lo que sucediera y que haría todo lo posible por solucionar el problema.90 Diego Brochero pasó los meses siguientes prisionero en Candía. Suárez se ocupó de tranquilizar a Simón Ruiz, diciéndole que no había novedades sobre su suerte y manteniendo siempre el contacto con su agente en Venecia, el cual trabajaba para la resolución, incluso por la vía diplomática.91 Finalmente, a inicios de noviembre, Valderrama daba la noticia de la llegada del prisionero a Venecia, donde —aseguraba— se le estaba tratando con gran atención y con el respeto debido a la calidad de su persona. De esos mismos días son dos cartas que Brochero envió a Simón Ruiz deplorando la actitud veneciana por haberle encarcelado y por no querer enfrentarse a los turcos, en detrimento de su misión de defensa de la cristiandad.92 Fue también Antonio Valderrama quien se encargó de hacer llegar a Simón Ruiz las cartas escritas por Brochero desde la cárcel veneciana; y fue por trámite suyo y de Baltasar Suárez como Brochero solicitó apoyo económico a Simón Ruiz, marido de su prima Mariana de Paz. Así lo detalla el corsario el 25 de noviembre de 1583: [...] Luego como llegué aquí de Candía scriví a Vuestra Merced por la via de Leon encomendando las cartas a Antonio de Valderrama. Han allegado a tan buena co[n]yntura la merced que Vuestra Merced me ha hecho mandar me dar los 100 escudos de oro que puedo decir que stava la agua a la boca y como hombre saqueado y desvalizado que creo cierto en lo que tocava al saquearme no hizieran mas turcos, avieran me metido en una prisión luego come llegué a aquí con tanto recato y guardias que dudé de la vida [...] con la merced que Su Merced me ha hecho por mano del señor Salazar que me an sacado de la estrecha prisión que tenía, vien fuera de pensarlo nadie que por muchos días se determinaran a hacerlo no les pidiendo más de que me alargasen de la prisión que tenía por ser tan bellaca [...]. Estoy procurando la restitución del galeón y de la gente y presa

89. 90. 91. 92.

ASR Caja 86 (104). ASR Caja 86 (105) y Caja 86 (182). ASR Caja 86 (106-107), (110-115), (117) y Caja 86 (183). ASR Caja 86 (169-170).

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que avia hecho de Turcos, han me dado esperanza que me lo volverán más la presa resolutamente me an dicho que no me la darán si Su Magestad no vuelbe por su authoridad pues lo es tanto miran por los insultos y agravios que sus vasallos se les haze [...] scribo en la necessidad que estoy con la mayor brevedad que se pueda me provea porque estoy con estrema necessidad y a Vuestra Merced supplico sea mi medianero dando la comisión a Baltasar Suarez en Florencia para que el de allí me provea [...].93

A pesar de las reticencias del Gobierno veneciano, que temía represalias turcas si no castigaba adecuadamente al corsario, Diego Brochero fue liberado al final del mes de noviembre. La noticia la dio Antonio Valderrama, refiriendo la intercesión de don Cristóbal de Salazar, embajador del rey de España en Venecia, del legado pontificio y del representante diplomático de la Orden de Malta, el recibidor de la religión,94 para resolver el caso. La noticia, por la importancia que tenía para Simón Ruiz, iba acompañada de una carta de Suárez que incluía una copia del mensaje de su agente.95 Tras la excarcelación, Brochero intentó rescatar a su tripulación, la nave y el botín que le habían confiscado; pero, al no encontrar respuesta, dejó Venecia tras un periodo de enfermedad que le llevó al borde de la muerte.96 En 1584, fue hospedado por Baltasar Suárez en Florencia y luego se trasladó a Roma.97 No consiguió nunca la liberación de su tripulación, que terminó en la hoguera inquisitorial. En el mes de septiembre de 1584, ya estaba nuevamente en Malta.98

93. ASR Caja 86 (171). 94. El recibidor era una especie de cónsul, encargado de mantener las relaciones diplomáticas y de recaudar los derechos e ingresos que correspondían al tesoro maltés; era elegido por el gran maestre y el Consejo de la orden. En los años de la prisión de Brochero, el recibidor era Ranieri Lalatta, en el cargo de 1577 a 1595. En el ámbito de esta investigación, no ha sido posible profundizar sobre este tema en los registros de las instituciones venecianas para comprender tanto la posición del Gobierno de la Serenísima respecto al prisionero como los argumentos esgrimidos para su excarcelación. Documentación sobre el tema debería encontrarse en la serie de registros de las Esposizioni Roma del fondo del Collegio dell’Archivio di Stato di Venezia. Scarpa (2006). 95. ASR Caja 86 (185); Caja 86 (119): carta de Florencia. 96. ASR Caja 86 (186-187); Caja 95 (207). 97. ASR Caja 95 (104); Caja 95 (175): carta de Roma. 98. ASR Caja 95 (203).

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Conclusiones Venecia tuvo, efectivamente, un papel marginal en el circuito de negocios de Simón Ruiz. Ello a pesar de que, precisamente en los años ochenta, se había convertido en la sede de una comunidad portuguesa estrechamente conectada con los socios de Simón Ruiz en Lisboa y en las comunidades del norte de Europa. A través del análisis, se observa que tal marginalidad no es achacable tanto a la decadencia económica veneciana como a la posición de aislamiento que la ciudad mantuvo respecto a la nueva práctica del crédito internacional; práctica que se adecuaba más a los intereses del circuito financiero de Simón Ruiz y en la que, por entonces, destacaban los mercados florentino y genovés. Esto no significa que Venecia fuera ajena a la casa de negocios de Medina del Campo y su red de actividad e información. Tomando como unidad de observación las compañías, con una perspectiva diacrónica y relacional, y trascendiendo, por tanto, los límites de las localidades analizadas singularmente, emergen con claridad los límites de todo análisis que tome como base el criterio geográfico. La necesidad de superar estos límites hace evidente el potencial de una metodología como la propuesta por el proyecto en el que se ha realizado este trabajo y que ha permitido, a través del Laboratorio Virtual Casa Simón Ruiz, compartir la correspondencia digitalizada del Archivo Simón Ruiz con un grupo de trabajo internacional. Pese a que, actualmente, el criterio de organización de las cartas digitalizadas refleja el orden archivístico de base geográfica, la indexación de los nombres de los corresponsales y de las personas citadas en ellas, la de los nombres de los lugares, el resumen de los contenidos y la creación de un tesauro que permita la identificación de los temas tratados proporcionará la llave de acceso para poder superar la limitante visión por localidad. Con ello, sin duda, se podrá llevar a cabo la reconstrucción de las compañías que operaban en las diversas plazas y que estaban incluidas en la red de negocios de Simón Ruiz, lo que nos facilitará, a su vez, una comprensión de las dinámicas y de los diversos niveles en los que intervino.

Finanzas y tejidos en la correspondencia milanesa del Archivo Simón Ruiz Gabriele Galli

“Artos mal tiempos corren para los negociantes, pero el prezio accomoda il tutto” Don Felipe Ruiz Martín, en el programático apéndice de Pequeño capitalismo, gran capitalismo, advertía a los futuros investigadores que, en la correspondencia italiana del Archivo Simón Ruiz, “las discontinuidades son inmensas”;1 no obstante, y como si se tratara de unas teselas de un mosaico del siglo xvi en gran parte desaparecido, los fragmentos hallados, de vez en cuando combinándose entre ellos y, otras veces, como piezas aisladas, permiten acceder a una amplia variedad de informaciones. En la correspondencia enviada a Simón Ruiz desde Milán, la ciudad aparece como plaza financiera y mercado de tejidos ricos, profundamente insertada en los intereses de la Monarquía Hispánica y estrechamente vinculada con la red de las ferias de pago europeas. En algunos casos, las citadas teselas son aisladas o muy alejadas: una carta de Juan Pedro Visconde de 1567, otra de Domingo de Orbea de 1593; en la única misiva del capitán Juan de Muñatones, del año 1580, aparece el nombre de Cesar Negrolo, el cual escribe a Simón una carta el mismo año (pero sobre otros asuntos), otra, al año siguiente y una tercera, en el 1587.2 En otros casos, las teselas son cercanas o 1. 2.

Ruiz Martín (1990b: 192). Sobre Muñatones y Negrollo, véase Ruiz Martín (1990b: 213-215) y, sobre Cassina y Canobio, Ibidem: 215-216.

Vista de Milán, Civitates Orbis Terrarum, I, George Brown y Frans Hogenberg (Colonia, 1572) (The Hebrew University of Jerusalem and The Jewish National and University Museum)

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contiguas: 9 cartas del año 1587 de Cassina y Canobio (6 entre enero y febrero, tres casi idénticas) y 26 del bienio 93-94 procedentes de los Balbani (el primer año, Antonio, que escribió otras tres en 1592, el segundo año, Juan —junto con Francisco Cristóbal Luis—, a las que añadir 9 cartas en el bienio sucesivo). Cassina y Canobio escribirán otras 16 cartas entre 1590 y 1595, años en los cuales, a Simón, destinatario habitual de la correspondencia en Medina o Valladolid, se unía su sobrino Cosme; a este último —y a su residencia de Madrid— son enviadas otras 5 cartas, procedentes de los hermanos Morán y fechadas entre 1600 y 1602. Se recuerda que algunos de los personajes citados aparecen como remitentes de cartas conservadas en el Archivo Simón Ruiz procedentes de otras ciudades, como Cassina y Canobio, que escriben desde Piacenza, donde se desplazan por la feria, o Negrolo, desde Asti; además, algunos de estos personajes tienen familiares en otras ciudades europeas y los Ruiz están contemporáneamente en contacto con las dos partes —por ejemplo, Camillo y Horacio Balbani, de Lyon—. Las páginas que siguen exponen una de las vías posibles para una investigación entre las cartas de Milán: se han aislado las dos correspondencias más abundantes, o sea, aquella entre los Ruiz y los Balbani (Antonio y Juan), en la que emergen negocios textiles y otros asuntos comerciales, y aquella con Cassina y Canobio sobre algunos negocios financieros. Entre las vías sugeridas por las fuentes pero no seguidas —sin contar otros órdenes posibles con las citadas teselas, enteramente o en parte, y también en comparación con otras fuentes del mismo archivo o de otros— están, por ejemplo, los precios de los cambios del dinero en varias plazas reportados al pie de muchas de las cartas analizadas, el sistema europeo de las ferias de pago o las distintas maneras del comunicar —y comunicarse— y de besar las manos, de agradecer y de criticar, de ofrecer servicios o de pedir perdón por un error. Una primera consideración sobre las dos correspondencias que se analizarán a continuación puede hacerse a partir de las fechas de las cartas (y sin olvidar que no todas han sido conservadas, como se entiende por estas mismas misivas): Antonio Balbani escribe una (o más de una, o añade postillas más o menos amplias) en todos los meses a partir de diciembre de 1592, y así hasta septiembre del año siguiente, excepto mayo y octubre (cuando en Medina del Campo había feria, la segunda coincidente con la de Resurrección en Amberes); Juan escribe

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todos los meses entre febrero y septiembre de 1593 (sus cartas de los años sucesivos son excesivamente aisladas entre sí por ofrecer indicaciones valiosas). Cassina y Canobio envían cartas en todos los meses excepto, precisamente, mayo y octubre, y de manera prevalente o más abundante en proximidad de una feria: en enero (la feria de Aparición de la Virgen es en febrero), marzo y abril (feria de Pascua en Piacenza) y noviembre (después de la feria de Medina). En la gran cantidad de papeles de negocios presentes en el Archivo Simón Ruiz se encuentran algunos documentos, sueltos y no directamente vinculados a los que se presentan, que confirman que, dentro de la extensa actividad comercial efectuada por la familia, el mercado textil de Milán fue frecuentado en repetidas ocasiones.3 Algunos mercaderes (simplemente definidos como los “nuestros amigos de Milan”) envían a Medina, en 1588, “300 libras de ylo de oro y plata de Milan” envueltas “en madexas” y repartidas en tres “caxuelas” parecidas: una para los Bonvisi de Lyon (familia que volverá a aparecer otras veces más adelante) y dos para los “amigos de Espana” (Cosme Ruiz y Lope de Arciniega, por un lado, y Simón Ruiz, por el otro). En otro documento enviado a Simón, la “copia di un capitolo del amico nuestro di Milano”, es debatida la sutileza de algunos tipos de tejidos ricos con hilo de oro y plata que serán elaborados para la exportación (“sottili straordinari, soprafini, brocati hordinary”): el “amico” declara que los tejedores milaneses, si son pagados suficientemente, pueden hacerlos de cualquier manera (“di tutta quella sottigliezza che vorrano porque il prezio accomoda il tutto”). El Archivo Simón Ruiz sugiere que, además de las compraventas de grandes cantidades dirigidas al comercio, existía otra razón para la conexión entre los castellanos más acaudalados y el mercado textil de Milán: las compras al detalle; un ejemplo es una “memoria del coste de la ropa bordada de raso que se ha echo traer de Milan para mi senora dona Mariana de Paz”, mujer de Simón, que comprende “32 bracos y medio de raso negro bordados y guarnecidos” (el saldo es inferior a los 100 escudos, pero, tal y como si de un negocio al por mayor se tratara, se realiza en una feria de pago y comprende la encomienda y los gastos de envío). En las últimas dos décadas del siglo xvi, la ciudad de Milán aparece, en la correspondencia analizada y utilizando las acertadas palabras de 3.

Galli (2015: 332-350).

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Felipe Ruiz Martín, como “núcleo especializado en labores de telas ricas, hiladas con seda, entremezclada con plata y oro”, como “cuartel de los ejércitos que se preparan para luchar en los Países Bajos”, como “arca de depósitos metálicos de la Monarquía Hispánica” y como “simple prolongación” de las ferias de pago. Por otro lado, las elecciones de la Corona a nivel político-económico, entre los deseos, las reales posibilidades y las contingencias —y entre los “pequeños capitalismos nacionales” y las “monumentales” operaciones de los genoveses—, hicieron que la “circunvalación” de los asientos fuera “muy distinta según las épocas” y que Milán, “en especial en el bienio 158687”, se convirtiera en “un punto clave” de la finanza monárquica.4 Los negocios financieros con Cassina y Canobio Los Cassina eran ricos hombres de negocios arraigados en Milán (hasta las cumbres de la Universitas Mercatorum), pero en contacto, no únicamente por razones comerciales, con los mayores centros de Europa (Amberes, Roma, Sevilla, Lisboa...).5 Se aplicaron en la exportación de tejidos lujosos y, sucesivamente, empezaron una caudalosa colaboración con los banqueros milaneses y florentinos. Entre los primeros, los Negrolo, que en su trayectoria de negocios y contactos llegaron a frecuentar las cortes de Bruselas y del príncipe obispo de Lieja —en la casa de Amberes, además, fue aprendiz un Cassina—.6 La colaboración entre los Cassina y los banqueros toscanos, destacando los Balbani y los Bonvisi, va creciendo de intensidad a partir de la mitad de los años 80. La espiral expansiva de los intereses de la familia comprenderá el mercado internacional de los asientos, ricos negocios con los portugueses y el rol de procurador en las ferias de Piacenza por cuenta de grandes banqueros (Spinola, Pallavicini, los mismos Bonvisi). Las pocas informaciones encontradas sobre los Canobio, sus socios, los

4. 5. 6.

Ruiz Martín (1990b: 213-216). Crivelli (2015: 356-363, 360-377), sobre Cassina y Canobio y los Núñez, respectivamente. La etapa de mayor éxito de la familia Negrolo fue alcanzada en las décadas centrales del siglo xvi e interrumpida en el año 1586, cuando Cesare Negrolo, que era en aquel entonces uno de los mayores banqueros de la ciudad de Milán, quebró. Véase Crivelli (2015), artículo que cita también el libro de Pierre Jodogne (2002).

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describen como mercaderes de tejidos con licencia para importar armas en Milán, que, una vez enriquecidos, accedieron al mundo de los negocios financieros. Las primeras cartas escritas por los dos socios que se conservan en el Archivo Simón Ruiz indican que las relaciones entre ambos, a principios del año 1587, eran muy sólidas, sea por la calidad del negocio (la participación en un asiento de 80.000 escudos), por el volumen de dinero (una portione de 3.000 escudos) o por el número de cartas (tres en la segunda mitad de enero, otras tantas en la primera mitad de marzo).7 Cassina y Canobio comunican que recibieron la “gratissima” carta con la cual Simón les había encargado, en el noviembre del año anterior, de seguir “la participatione sua” en parte de un cuantioso préstamo de 80.000 escudos que los Balbani de Flandes habían hecho anteriormente, junto con otros banqueros y hombres de negocios, al rey. La primera parte del préstamo, poco más de la mitad, fue reembolsada en los últimos meses de 1586, y en los primeros meses del año sucesivo fueron saldados los restantes 35.000 escudos (todo a 125 sueldos imperiali por escudo, con un 10% de interés más algunos pequeños gastos). La cantidad global invertida por Simón, unos 7.500 escudos, indica el papel del hombre de negocios en el asiento: el medinés actúa como colaborador en un préstamo que, a pesar de la cantidad invertida, y si se considera la otra parte implicada, permanece relativamente pequeño; este préstamo, como confirma la localidad del promotor de la operación crediticia realizada, es lo que Ruiz Martín define como un “asiento de segundo grado”, utilizado para distribuir geográficamente los asientos más grandes en Flandes y en Italia a través de las ferias de pago.8 Los 4.464 escudos, 16 sueldos y 7 dineros que tocan a Simón por la primera parte de su negocio serán enviados “per ordine” de los Balbani de Lyon a los Bonvisi en la feria de la Aparición de la Virgen de Piacenza. Sobre la segunda parte del negocio, “il resto di detta partita”, que, “maturata”, tendría que haberse librado en aquellos días, Cassina comunica una demora en su finalización (“no abiamo potuto fare per riscoterli”): habrá que esperar algunos días más, hasta que el

7. 8.

ASR Caja 112 (119), Caja 112 (120, 121). Ruiz Martín (1990b: 125).

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“comissario de Su Magestad”, que lleva ocho días en Génova, reciba el dinero necesario (“le paghe de’ partiti di Spagna”). Los 35.000 escudos “de li partiti vechi” negociados el año anterior rendirán a los inversores 38.815 escudos; a Simón, unos 3.282 escudos, 12 sueldos y 9 dineros, y a Cassina y Canobio, contando “rata di spese, correo espresso, donativi, conçesioni, procure e altro”, unos 44 escudos, 7 sueldos y 3 dineros (el “1 y 1/3 por ciento” de la cantidad que gana Simón). Otros detalles acerca de la segunda parte del negocio aparecen en otras tres cartas consecutivas y superpuestas (una es simple traslado al español) escritas entre el último día de febrero y el 13 de marzo de 1587.9 La “parte” o “participazione” en el “asiento de los senores Balbani” se concreta: Simón, que “anda creditore” de más de 20.000 “denari imperiali”, recibirá la suma que le corresponde, procedente de Benedetto y Bernardino Bonvisi de Lyon y pagada “por orden de los senores Balbani de Lyon”, en la feria de Reyes de Piacenza. Cassina y Canobio encargaron además un “correro” (palabra entre el español correo y el italiano corriere) a Génova para avisar a “detto pagatore e al scrivano” de preparar las “carte di pago et altre spese”. En las mismas misivas se aprende de un pequeño error (“yerro”) cometido, con “nuestro danno”, por los dos milaneses “en la comision” que se hicieron “en el negocio con los senores” Bonvisi: algún error de cálculo o de transcripción dejó a estos últimos 56 libras, 4 sueldos y 6 dineros imperiales más de lo debido; los acreedores piden a Simón de “ordenar” a los Bonvisi que la cantidad sea arreglada (“agiustino”) en breve tiempo (o “con la prima hoccasione” o “en feria”). Aparecen otros dos asientos de segundo grado —y un asentista de primero— en las tres cartas de julio 1587: uno de 75.000 escudos (del que, avisa Cassina, “recibimos recaudos”) y otro de 60.000 (“librados” pero “no remitidos”).10 El primero de los dos produce dos parciales saldos consecutivos de 9.500 escudos “en fin de mayo” y de 19.000 “en fin de junio”, suma que produce ganancias, para Simón, de poco más de 2.920 escudos (menos 8 escudos que se restan “por la falta que se hizo en las postreras remessas”), los cuales ya han sido “remettidos” a la feria de Piacenza a los Bonvisi “a quenta de la parte de vuestra merced”. Los hombres de negocios milaneses informan a Simón que

9. ASR Caja 122 (122-124). 10. ASR Caja 122 (125-127).

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el “pagador” encargado por parte del rey está en Génova, “a cobrar el asiento de Agostino Spinola”, y que su intención, escribió, es la de “querer pagar en esso lugar”, razón por la cual Cassina y Canobio comunican a continuación que han enviado “los recaudos” a los citados Bonvisi para que estos puedan entregar la “quenta” a Simón. “Tocante a li 60.000 escudos librados” —así empieza un párrafo de una de estas cartas—, Cassina y Canobio piden perdón al destinatario por no haber remitido el dinero a la feria de Piacenza, pero, añaden, no había “comodedad” y era “al più vantaggio” hacer la “remesa” a la ciudad de Lyon a los Bonvisi. El reembolso de este negocio, en el cual la “participazione” de Simón era del 10%, podrá hacerse a través de la misma familia de banqueros, concluye Cassina, empeñándose en escribirles para que “hagan bueno a vuestra merced dichas remesas”. Otras líneas en la carta, siempre conectadas con asientos y asentistas, son dedicadas a Camillo Balbani —con él y con sus familiares milaneses Simón estaba constantemente en contacto—: por un lado, el banquero no ha enviado todavía a Cassina otros “recapiti de asienti”, pero, por otro lado, les había advertido que había firmado algunos y que tenía que recibir, en la feria de Piacenza, algunos “pagamenti d’argento”. En otras dos cartas, de abril y junio de 1590, se añaden, a las habituales remesas de dinero en ferias de pago, otras informaciones relativas a posibles compraventas de mercaderías.11 En el preámbulo de la primera carta (resumen hecho por el escribiente de las misivas recibidas precedentemente) se aprende que en el mes de marzo Simón había avisado de haber “paghato” 4.917 escudos, 5 sueldos y 9 dineros en Piacenza (“in p[asa]ta f[eri]a d[e] App[aricio]ne”) en la cuenta de los Balbani de Amberes. En las dos cartas está, además, una referencia a la feria de Pascua (definida antes “prossima” y, después, “pasada”), a los habituales negocios financieros (“li spaci si attendono”) y a sus escalonados y no siempre regulares movimientos (“va ineluso il secondo spaccio de nostri”). Sobre los negocios no financieros, Cassina y Canobio informan que la “cociniglia” permanece (“si tiene”) a 11,5 ducados por arroba, precio inferior a su valor antecedente (y también al sucesivo, considerando otras cartas de Milán); el precio de las demás “mercanzias”, por 11. ASR Caja 143 (294, 295).

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otro lado, está “senza variazione” —la “causa” señalada es “el pocofarsi in ogni sorte di negocij”. Los dos milaneses recuerdan y confirman su disponibilidad, además, para negociar los célebres productos textiles de la ciudad (“ori e argenti filati, lavor de oro ed argento, tele d’oro e d’argento, drappi di seda et altro”), declarando que tendrán “bonissimo comodo” en ayudar el medinés y ya estarían “prontissimi a servirla” (especificando, pocas líneas después, “a ben servirla, con ogni vantaggio” y prometiendo “ogni sodisfatione”). La única carta de 1591, fechada a principios de noviembre y vinculada con las de enero y marzo del año posterior, introduce una figura recurrente en los negocios —y en las cartas— de los años sucesivos: Marcos Nunes Peres, banquero de Lisboa estrechamente vinculado con los Cassina y con otros grandes hombres de negocios y asentistas entre Lisboa, Sevilla y Amberes.12 “Per conto” del portugués, Cassina y Canobio remiten, desde la feria de Agosto de “Bisenzone”, 3.000 escudos de Simón a la feria de octubre; el dinero llegará a Luis de Vitoria, que tiene “ordine di seguirne” la voluntad de Simón (“in falta” de una comunicación del medinés sobre un nuevo envío de la suma, los escudos “si torneranno a voi”). La carta de enero de 1592 advierte de la “ricevuta” de un “spacio” de 7.000 escudos “per i nostri” en la próxima feria de la Aparición de la Virgen de febrero; el dinero —del cual, como siempre, solo una parte corresponde a Simón— será remitido por “quenta” de Marcos Nunes Peres y, “a suo tempo”, producirá la ganancia esperada (“il consuetto”). Dos meses después, Cassina y Canobio comunican que han remitido, por vía de Núñez y en la feria de Santos de Piacenza, poco más de 996 escudos —razón de “sadisfatione” para Simón—, y, tres semanas después, añaden una referencia a otra “carta di pagamento” para la feria de febrero. En esta última carta, se comunican también informaciones financieras: la “bonissima nova” de la llegada de una flota (“le zabre”) con dinero suficiente para abastecer “tutte queste piazze d’Italia” (“assai largheza”). La improvisa subida de los precios, debida a la futura abundancia de dinero, desaconsejaría los negocios, “pero” —concluye Cassina— “se sopravenisse qualche hocasione o algunos sborsi de consideratione”, Simón será puntualmente informado; el precio de la 12. ASR Caja 156 (227, 228). Sobre el portugués, véase Crivelli (2015).

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cochinilla sube de los 11,5 ducados de una nota anterior a 12,1 ducados, y seguirá aumentando hasta los 15 de dos y tres meses después. Los dos milaneses vuelven también a publicitar su disponibilidad, sea para los negocios de “ori et argenti filati e passamani d’oro” o para otras mercaderías tratadas o elaborados “di qua”: si a Simón, siempre interesado en los tejidos de calidad, “ocorrera bisogno”, ellos afirman su “bonissimo mezo et inteligencia” para proporcionar “ogni vantaggio”. En marzo de 1593, es comunicada otra doble remesa financiera: por un lado, 1.200 escudos (“li spachi nostri”) para Simón, que serán enviados desde la feria de Pascua de Piacenza (restando la comisión “p[ara] n[uest]re spese a 1/3 p[or] c[iento]”); por el otro, una cantidad no definida en espera del “orden” del medinés para partir (“pagamenti di abril”).13 Después de la citada feria, se confirma el envío de los 1.200 escudos y se informa de otros banqueros y hombres de negocios de nacionalidad italiana e ibérica cuyas remesas, superiores a los 4.000 escudos, serán efectuadas en feria de junio por Marcos Nunes Peres de Lisboa o por su familiar Francisco (los nombres que aparecen son los siguientes: Diego Alonso di Santo Vítores, don Francisco Fernández de Salamanca, Mucio Paravicino, Gerónimo Resta y Deifebo Roqui). Las últimas cuatro cartas, escritas entre septiembre de 1594 y mayo del año siguiente, son mucho más breves, pero con contenido parecido, a partir de una remesa de 2.000 escudos a Simón (se da noticia de la suma en la primera carta, pero hasta la última el pago no ha sido efectuado todavía “para falta di scontri”).14 En las citadas cartas, aparecen referencias a algunos “pagamentos”, “negozj” y “spachi”, y a varias ferias de cambio (octubre, Aparición de la Virgen en febrero y Pascua), que conectan hombres de negocios (Ruiz, Cassina y Canobio, los hermanos Núñez Pérez, el señor Baron, los Strozzi) entre ciudades de Castilla y media Europa (Milán, Piacenza, Florencia, Lisboa y Amberes).

13. ASR Caja 163 (111-115). 14. ASR Caja 169 (13-14).

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Los negocios textiles con Antonio Balbani En la base de datos de la correspondencia del Archivo Simón Ruiz, se hallan más de 650 cartas enviadas por varios exponentes de la familia Balbani a partir del año 1579 y procedentes, sobre todo, de Flandes y Francia; estos eran grandes hombres de negocios y banqueros, originarios de Luca pero desplazados en los mayores centros europeos.15 La parte más amplia de esta correspondencia, fechada entre 1579 y 1590 en Lyon y Amberes (y, algunas veces, en Beveren y Bruselas), comprende más de 450 cartas, escritas por Camillo (y, a partir de 1588, por sus herederos), Horacio (sobre todo, hasta 1582) o Cristóbal (a partir de 1585). A veces aparecen uno o dos de los tres, a veces dos más el nombre de la “compania” familiar —Cristóbal, casi 400 veces; Camillo, más de 275; sus herederos, más de 80, y Horacio, casi 100—. Siguen unas 150 cartas de Tomás Balbani, enviadas entre 1579 y 1584 desde Maastricht, Namur, Mons y Tournai, y aparecen, con cantidades más reducidas, otros Balbani: Julio, desde París (en 1579, 1580 y 1581, con 21 cartas); Antonio, desde Milán (en 1592 y 1593, con 17 cartas), y, desde la misma ciudad, Juan junto con Francisco Cristóbal Luis (entre 1593 y 1596, con 22 cartas); la base de datos indica también una única carta de 1591 escrita desde Madrid por un cierto Luis Balbani. La primera noticia de un negocio textil efectuado por los Ruiz en la correspondencia de Milán está en una letra de los Balbani del mes de diciembre de 1592, aunque, dos años y medio atrás, Cassina y Canobio habían informado a Simón de la producción textil de la ciudad (“ori e argenti filati, lavor de oro ed argento, tele d’oro e d’argento, drappi di seda et altro”) y de su disponibilidad (“prontissimi [...] a ben servirla con ogni vantaggio y ogni sodisfatione”).16 Cassina y Canobio volvieron a comunicar a Medina su disponibilidad sobre los mismos negocios también algunos meses después de la carta de diciembre,

15. La citada base de datos informatizada, que se halla en el Museo de las Ferias de Medina del Campo, no comprende la totalidad de las cartas del Archivo Simón Ruiz, excluyendo, por ejemplo, la correspondencia recibida por Cosme y algunas de las cartas sueltas que han sido utilizadas en el presente trabajo. Algunas informaciones sobre varios personajes de la familia, en el Dizionario Biografico Treccani, ad voces “Balbani, Turco”, “Balbani, Niccolò”, “Balbani, Tommaso” y “Balbani, Camillo” (también online, en ). 16. ASR Caja 156 (223-225); Cassina y Canobio: ASR Caja 143 (295): carta 1/6/1590.

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quizás informados de los que Simón estaba haciendo con Balbani o por las quejas del castellano (que, en parte, se reflejan en las respuestas de los milaneses): en la correspondencia de Balbani aparece una clara referencia a un error (cometido por Antonio o por un traductor), y, además, parte de la producción destinada al envío (y precisamente la parte olvidada por error) se cumple lentamente —o, simplemente, menos rápidamente de lo anunciado—. Otro elemento de la correspondencia de Cassina y Canobio que sugiere cierta fluidez en las comunicaciones —sobre todo, aquellas orales en las tiendas de Milán— es, en la segunda oferta que ellos le hacen, la puntual referencia a “ori et argenti filati e passamani d’oro”: exactamente, las mercaderías que Simón está tratando con los Balbani.17 Las primeras líneas de la carta del 13 de diciembre de 1592 indican que el negocio textil movió sus primeros pasos sobre el eje MedinaLyon (posiblemente, teniendo una génesis más compleja): fueron “los senores Balbani de Leon”, contactados por Simón y por su “quenta”, a “dar orden” con una carta al familiar Antonio de la compra de “alguna quantidad de oro ylado y passamanes de oro y plata”. En ocho días, hipotetiza el hombre de negocios, agradeciéndole a Simón su elección, “todo estará en punto para enviar a Genova”, puerto en el que las mercaderías serán cargadas en un barco para Alicante. Las nueve cartas sucesivas, fechadas entre el 28 de diciembre y el 5 de abril del año siguiente, recogen varios detalles sobre el negocio u otro género: características de las mercaderías, informaciones sobre los envíos, las personas implicadas, los papeleos y los gastos.18 El día 28 de diciembre de 1592, Antonio comunica haber enviado a Génova, a Francisco Saminati (o Saminiati o Samminiati), una “caxetta” con 100 libras de “oro y plata ylado” algunos días atrás (el 23 de diciembre), mientras que enviará, siempre al mismo colaborador, otra “de 500 onzas de passamanos”, una parte, en el día de “oy o manana” y otra parte —que todavía “se va haziendo”—, en “5 o 6 dias”; la “orden” dada a Francisco es “de embiarle en Alicante con la premera nao que partiere” y de hacer “consinar” la mercadería, una vez llegada, a Juan y Esteban Avellán (o Avellanos), con los cuales Simón estaba en contacto. Solo el 11 de enero, Antonio, por culpa de un retraso en

17. ASR Caja 156 (227 y siguientes). 18. ASR Caja 156 (224, 225), Caja 163 (97 a 103).

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la consigna de la segunda parte de los pasamanes (“que no he podido rezevir antes”), comunica que enviará “el cumplimento de todo” aquel mismo día o el siguiente.19 A esta carta el mercader de Milán adjunta la “carta de cargo de la caxetta [de] oro ylado” para Génova y la “quenta de las costas”, y “plega” como consuelo “a Dios traerla con bien”; a las cartas sucesivas se adjuntarán “los gastos hechos a Genova por la premera caxetta” y la copia de la “carta de cargo”. La segunda carta de enero, de 11 días después, contiene la “quenta del oro y plata ylado y passamanes” y las modalidades del pago: Antonio indica como “deudor” a Simón “en quenta corriente” por poco más de 14.000 ducados y comunica que “por valer[s]e dellos” ha sacado a sus familiares de Lyon, en feria de Reyes, la suma de 2464 escudos, 19 sueldos y 4 dineros (a 114 sueldos por escudo). Simón “mandará assentar esta quenta” una vez “halla[d]a en conformedad” y “dará” una “orden” para el “cumplimiento de lo sacado en Leon”.20 Antonio, que esperará “con mucho desseo d’entender” la buena llegada de los tejidos y que confiará el agradecimiento por parte del de Medina, afirma que “en la bontad y en el precio” ha “procurado mas que en cosa propia”, y que “lo mesmo” se hará “siempre en todo lo que vs. ms. serán servidas mandarme” (en otra carta de febrero, añade: “Me manden en todo quanto se les offreziere pues ningunos les servira con mas affecion y cuydado”). En el párrafo aparece una rara nota sobre el alza de los precios, en general, y de estas mercaderías, en la ciudad: “El oro y plata ylada y passamanes valen aora dos sueldos por onca mas que no valian de seys meses atras”, hecho vinculado a “la falta que se tiene aca de plata y reales” y a cierta inflación (“por valer precios mas altos”); estas informaciones, concluye el milanés, serán útiles al mercader español para planear otros negocios y transferencias con la ciudad. La primera “caxetta” —llamada también “caxa n. 1” —tiene “100 libras de oro y plata ylado” y “11 piezas [de] passamanes”, la segunda —o “n. 2”—, enviada sucesivamente, “20 piezas de passamanes”. La “quenta” indica unos 13.500 ducados por los tejidos y pasamanos que tocan al vendedor, Jerónimo Lavaña, por “80 libras de oro ylado a [11] onças y 0/4 de oro por libra”, con precio de 4.680 ducados; “20

19. ASR Caja 163 (97). 20. ASR Caja 163 (98).

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libras de plata ylado como arriba”, a 1.657,10 ducados; “31 piezas de passamanos de oro y plata”, a 7.647,9 ducados, más 80 “por la hechura y gastos de costas”. Por el otro lado, las “costas” (inferiores a los 600 ducados): la “encomienda” de Balbani (269), el “dacio” (299) y las “dos caxettas y emballajio” (17). El total, por el que Simón es convertido en “deudor” en la “quenta corriente”, es, “como se vee” en la carta, de 14.050 ducados, 6 sueldos y 3 dineros, o sea, poco menos de los 2.500 escudos citados el 11 de enero, comprensivos de un seguro parcial (como “dessea” Simón, que “corerá” el “riesgo” sobre parte del negocio —600 ducados—). Dos cartas consecutivas, del 5 y 12 de abril, añaden informaciones, procedentes de Francisco y escritas a Antonio, sobre el “derecho” de Génova: el primero dice que se “obligó de entregar” un documento de Simón, que todavía está esperando para no “pagar mucho derecho” para el envío desde la ciudad marítima.21 Entre finales de junio y principios de septiembre, se verifica otro envío parecido: ”Ya he dado orden” —comunica Antonio el 22 de junio— “para que se hagan los lavores d’oro ylado”; en este caso, pero, “como per ordinario no se halla cosa buena hecha”, el milanés escribe que “mejor es, por ser” el exigente Simón “bien servido”, esperar que algunos tejedores elaboren los hilados —operación que requerirá “algunos dias”—. Aunque las cartas de Medina, que expresan la voluntad del comprador, llegaron solo “antes de ayer”, Antonio declara que intentará apresurar la realización “para que se hagan con brevidad; lo mas presto que se puedan recevir” —concluye el milanés— “sará en obra de 15 dias”.22 Para acelerar el envío, Antonio, “entretanto”, dice haber escrito a sus contactos de Génova buscando barcos libres (“para entender sy abran naos para Alicante”) y derechos descontados (“para que procuren conzentarse con alguna ventaja para los derecchos que como vsms dize son mucchos”). En la misma carta se notifica de un “descuido” por el cual Simón había acusado anteriormente a Antonio, y del cual el milanés busca y explica la génesis. Simón quiso “ordenar” —y, posiblemente, así escribió— el tejido “de oro y plata”, sea en libras enteras, sea “en medias onças y quartas”, pero Antonio no le contestó sobre la segunda parte del envío —parte que, además, parece, había que enviar antes de la otra

21. ASR Caja 163 (102, 103). 22. ASR Caja 163 (104).

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también, como muestra de la calidad—. El milanés cuenta que sintió miedo al pensar que podría haber sido un fallo suyo (“me espante mucho pensando haver heccho el yerro”), pero, una vez “visto copia de la carta” española procedente “de Lleon”, declara que ha encontrado al culpable: en aquella carta, dice, “no hallo ninguna mencion de medias onças y quartas sy no solo estas mismas palabras” escritas por el mismo Simón: “cien libras de oro con un punto de plata que sea muy bien cubierto y delgado”. Parece, así, que el “yerro” —confiando en la buena fe de Balbani— fue debido a un olvido del medinés (que, por otro lado, solía copiar o hacer copiar las cartas enviadas en un cuaderno) o, más probablemente, “en quien hize la copia en Leon”: Antonio, interesado en demostrar su inocencia (y en mantener su rico contacto en Medina), zanja su eventual acusación con palabras firmes (“crean que yo no soy tampoco pontual que haga yerros semejantes”) y luego añade ulteriores elementos —defensivos pero también ofensivos— acerca de su actuación (“tengo memoria que no haziendo vs. ms. mencion della qualidad no sabia como resolverme y lo hize en la manera pues en el mismo tiempo tuve otra comision de amigo de ay que lo pedio assy”); concluyendo que “sobre esto no ay que tratar mas”, vuelve finalmente a prometer su completa disponibilidad (“me manden en todo lo que se les offreziere con siguridad que accuidieré a servirles con mucha affezion y ventaja como conosceran por las obras”). En la carta del 9 de julio, Antonio comunica el envío inminente de la primera parte y, en una postilla fechada el día siguiente, confirma: “Oy he enviado a Genova una caxetta con obra de mill onzas de lavores de oro” (poco más de 60 libras). De allí, dice haber entendido, “habra comodedad de nao para Alicante”: la primera parte se irá cuanto antes, la segunda se enviará al puerto, “parece”, en “ocho dias”, y la tercera (“todos los demas lavores”), que requerirá más tiempo por su corte (“como se haze la mitad en medyas onças y quartas es menester mucho tiempo”), estará hecha en un par de semanas (entre los 10 y los 15 días, a pesar de su explícita petición —“doy mucha priesa para que se hagan con brevedad”—). Las cartas sucesivas, fechadas entre el 20 de julio y el 4 de septiembre, añaden varias informaciones sobre la evolución del negocio (de vez en cuando, complicándolas) y, como si se tratara de una cuenta atrás, anuncian, en paulatino descenso, los días que faltan para el

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envío.23 La cantidad de los hilados preciosos del primer envío no es clara, variando en las pocas fuentes: 1.000 libras (posiblemente errado por onzas), 1.000 onzas (posiblemente, correcto; esta cantidad equivale a 60 libras), 80 libras (posiblemente, correcto, o error por 60). De cualquier manera, el 20 de julio Antonio dice haber enviado a Génova la primera “caxetta” (“con obra de 80 libras de lavores”) y haber recibido de allí la “carta de cargo”, dice enviar “oy” otra “con todos los lavores”, y dice enviará “de 6 o 8 dyas” la última (“el oro y platta que por haver la mitad en medyas onças y quartas es menester mucho tiempo”). El 25 de julio, los días antes del envío han bajado a “5 o 6”, y el 29 se comunica la expedición de Milán a Génova. La cuenta, que Simón tendrá que “assentar hallandola buena”, es comunicada en una carta de pocos días después: por “el oro y plata y lavores de oro enviados a Genova en tres caxettas” montan 16.783 ducados, 5 dineros y 3 sueldos, suma por la cual Antonio dice haber sacado “a los nuestros” de Piacenza 2.562 escudos, 6 dineros y 8 sueldos de marcos, cambiados a 131 sueldos por escudo. El precio es parecido a la suma del envío precedente, pero las cantidades exactas “que se han puesto en cada caxetta” no son reportadas en la misiva, sino en otro documento desaparecido. Para que “vuestras mercedes” de Medina puedan “quedar mejor servidas”, o sea, para que Simón pueda juzgar por el “prezio y la bondad” (y “dezir: ‘La tal pieza nos gusta, y la otra no’”), Antonio comunica haber numerado los varios materiales enviados (y “detenido aquy” una “muenstra de la qualidad”). A finales de agosto, junto con el “duplicado de la quenta del oro y plata”, Antonio envía —esta vez, desde Piacenza— a Simón la “carta de cargo de la caxetta n°2”; la otra caja, “de n°3”, ya llegada a Génova, partirá “en breve” para España. A principios de septiembre, “la caxetta” estaba cargada en un “navio” para Alicante, pero —último pequeño problema de próxima resolución— el contacto genovés de Balbani había olvidado comunicarle el “nombre” del barco.

23. ASR Caja 163 (107 a 110).

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Las informaciones comerciales de Antonio Balbani Estas mismas cartas, centradas en los dos negocios textiles, tienen otras informaciones, primeramente, sobre el estado del dinero en la ciudad y en las ferias de pago, entre estrecheza y largueza, remesas y posibles negocios, datos objetivos (coste de mercaderías y cambios) y opiniones (elaboradas personalmente como fruto de conversaciones mantenidas en la ciudad y letras intercambiadas con los familiares en Europa). Sobre el coste del oro y de la plata en Milán (y, en consecuencia, del dinero y de los tejidos con hilos preciosos), es elocuente una carta de marzo de 1593 en la que Antonio escribe que “los precios” de los dos metales preciosos son “muy altos”, pero enseguida tacha y corrige: “El oro y plata son a los precios qui di costumbre”; los “reales”, añade, valen “11 sueldos cada uno y mas 6,5% que nula [sic] ha valido tanto el dinero”. En otra carta de los últimos meses del año anterior, había responsabilizado del alto coste de las mercaderías de Milán a “la falta que se tiene aca de plata y reales y por valer precios mas altos” (noticia que será “de aviso” a Simón para negocios sean en entrada sean en salida). En junio, “tiempo de muccha estrecheza”, los “beneficios” serán reducidos y el estado no mejorará “hasta que de ay lleguen contados”: el Ducado de Milán necesita, afirma Balbani, que la monarquía le haga una inyección de dinero —de 50.000 escudos por lo menos, “que sy no fuera mayor summa no hara efecto de consideracion”—. Es necesaria —y está en el aire— la llegada de la flota con metales preciosos desde las Américas (“las zabras a Sevilla”): “solo con la voz” de los navíos cargados de metales el dinero “ha allargado mucho” y, cuando los “contados” estarán en Génova, puerto obligado para Milán y principal de todo el noroeste, la largueza crecerá todavía más (“lo hara mucho mas”). Por lo que concierne a las ferias de pago (y la estrecheza y largueza de las plazas de Italia), la situación no siempre coincide con aquella de la ciudad de Milán, y es más móvil. A mediados de diciembre, por ejemplo, en dos semanas Balbani nota y comunica que “el dinero ha estrechado de alguna cosa” (en la carta anterior era “largo”). Antonio comunica con adelanto su asistencia a las ferias (“manana partire para Placencia”, o “yremos al 28 deste mes”, o “de 8 dias a esta parte partire para feria de Reyes...”) y, además de cuidar los “despachos de vs. ms.”

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y de “servirle siempre”, añade opiniones (personales, pero fruto de fundamentados intercambios) sobre el estado del dinero —entre finales de 1592 y principios de 1593, por ejemplo, dice: “Creo que no sera tan largo como fue en la feria passada pues pocos contados se hallaron en ella”; en otra sucesiva, posiblemente fruto de comunicaciones con otros hombres de negocios, el pronóstico es más duro: “Yo creo que no tenremos tanta largueza como fue en feria passada [...] el dinero entiendo sera raçonable que muy pocos contados se hallaran en ella”—. En febrero, todo ha cambiado: “somos aqui con el dinero muy largo”, escribe, y en marzo (entre despachos de feria y “pagos” de Lisboa) Antonio confiesa que, visto “el precio tan baxo hecho para letras”, había pensado en una remesa ventajosa (“di mas beneficio”) a Simón a través de las “plazas” italianas —pero, “como vs. ms. ordenaron”, el dinero se envió a Medina cuanto antes y “a qualquier prezios”—. En abril, se confirma la abundancia de dinero (“tenemos largo para encaminar”) y se explica la razón por el envío tan rápido: mover dinero para aprovechar de (o no sufrir por) la estrecheza en la feria de febrero (“huelgome que fue azertado el remettirlos”), fenómeno superior a lo que se había pronosticado (“parezeme que el dinero habra sydo mas estrecho que no se penso”). En junio, cuando “deven de hazerse pagos”, el nivel del dinero baja a “raçonable”, aunque “la remessa de feria no fue mala” y tampoco “lo sara [sic] la de ay para feria de octubre” —a pesar de un retraso en la llegada de la flota y de las inevitables especulaciones de los genoveses—. Sobre estas “zabras”, Antonio escribe haber oído “de un requentro suzedido entre la Armada que partio de Lisboa para Sevilla y la de ingleses con dano de los corsarios”: por un lado, “sy assy fuere es buena nueva”, porque los metales están en viaje y superaron el último riesgo; por el otro, “esto podra retardar la llegada a Sevilla” —la semana siguiente, escribe en otra carta Antonio, “no se entiende hayan llegado las zabras” y, en consecuencia, el dinero sigue “raçonable”—. En agosto, “la estrechezza de feria fue muy grande”, aunque “en algunas plaças de Italia y en particular en esta y Genova” fue un poco “mejor”; la situación seguirá negativa “hasta que llegue contados de ay”, razón por la cual en el noroeste de Italia “se aguarda con harto desseo la llegada de las zabras”. A principios de septiembre, se confirman “las zabras a Sevilla con el oro y plata”, y Antonio está cierto de que, con la largueza, “los negocios d’essas partes suzederan bien”; en la cercana

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feria de Piacenza, dice tener entendido, “no tenemos tanta estrecheza como en la passada pues no faltaran contados”. Además, y “solo con la voz de haver llegado las zabras” —continúa Balbani— “el dinero, que en todas las plaças de Ytalia ha sydo hasta aora razonable, ha allargado —y lo hara mucho mas” —añade— cuando llegarán “contados” a Génova. La largueza permite, resume Antonio en una sentencia en otra carta precedente, que en las ferias y en los demás negocios haya, por parte de los hombres del trato, un mayor grado de libertad de acción: “no se haze lo que conviene syno lo que gusta”. Entre julio y agosto de 1593, aparece la figura de Juan Bautista de Ugalde: este nombre surge, en la documentación de los Ruiz, en otro negocio con Milán (cuyas cartas se presentarán a continuación), en un fragmento suelto y no fechado, en el que compra 25 onzas de pasamanos y algunas varas de distintos tejidos (raso, terciopelo, lienzo, seda...) a 10.000 maravedís.24 El nombre aparece además entre los beneficiarios del testamento de Simón de 1597 (como “criado” del hombre de negocios), y también —pero sin Batista— en unas compraventas de telas de Bretaña de los años 50.25 Antonio comunica, poniendo a Simón al día, sobre los “ylados”, la posibilidad “de hazer officio” con el citado mercader “y otros amigos suyos”: estos negociantes, posiblemente españoles, “mandan comprar aqui d’esta mercaderia” para la exportación y utilizan a Balbani como comisionista. Antonio le propone a Simón que entre en el negocio, o como intermediario financiero o para aumentar la cantidad pedida, reducir los gastos de adquisición y transporte y mejorar “las comisiones” del intermediario milanés —que “quedaria con mucha obligacion” hacia Simón—. Parece que el mercader de Medina entró en la parte financiera del negocio: cuando Antonio le comenta que había “rezevido el secundo despacho para Plazencia”, señala que “se ha hecho bueno a Juan Bautista de Ugalde” la cantidad de 4.148,5 escudos para pagar la compra —en la cifra están “comprendidos” 1.000 escudos enviados “por letra” por los Maluenda (socios en el negocio o intermediarios financieros), y, paralelamente, de la cifra habrá que restar la cantidad que Simón “yva a pagar a Bonvisis”.

24. ASR Caja 247 (708). 25. Galli (2015: 126 y 157).

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Los negocios textiles con Juan Balbani y Francisco Cristóbal Luis La correspondencia entre los Balbani de Milán y los Ruiz, empezada, por lo menos, en el año 1592, sigue hasta 1596; a Antonio Balbani, que escribe su última carta a Simón y Cosme en septiembre de 1593, le sustituyen, con pleno acuerdo, Juan Balbani (hijo o familiar de Antonio) y su socio Francisco Cristóbal Luis —los dos definen a Antonio como “nuestro senor”—. Estas cartas, aunque sean escritas con manos y estilos diferentes, son del mismo tenor que las precedentes y tratan asuntos muy parecidos: centradas en dos envíos de tejidos “ylados” (cuatro cajas de Génova a Alicante), presentan también varias consideraciones, opiniones e informaciones sobre asuntos de ferias, remesas de dinero, política económica... La primera carta de Juan y Francisco, fechada el 11 de febrero, repite en parte una precedente, perdida, y declara, en las primeras líneas, como los dos habían “abierto negocyos aquy” y ofrecen a los Ruiz su completa disponibilidad en continuidad con la obra hecha por Antonio (“offrezemos a vs. ms. esta casa en todo lo que nos mandaren que les serviremos de muy buena voluntad”).26 Los dos escriben a continuación el precio de su “encomienda” (“1/3 por ciento”) y la recompensa sobre las comisiones (“los 2/5”), y, en otra carta sucesiva, indican posibles negocios alternativos y mejor remunerados para Simón (“el hazer lavores de oro es de más beneficio a estos mercaderes” de Milán en comparación con el “oro y plata ylado”: si los Ruiz comisionarán, los primeros “rezibirán ventaja en los precios”). En la carta siguiente, enviada menos de cuatro semanas después, se recogen algunos elementos sobre el negocio anterior, conducido por Antonio (del cual Simón había escrito sus opiniones), y sobre el negocio actual —“que ya tenemos dado la orden”, escriben los dos, “para que se haga” el tejido pedido—. Simón había dicho a Antonio que “el oro y plata y lavores que se les embiaron” le habían proporcionado “poco beneficio”, y no por culpa de “la estreccheza de dinero que entonces havia”, como posiblemente le había escrito el milanés, sino por un precio de compra exagerado en comparación con la calidad del producto (“en lo que toca al peso de los lavores nos meravigliamos 26. ASR Caja 169 (1).

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que haya salido tan malo como vs. ms. dizen”). En el “pesanos” que Balbani y Luis escriben se excluye la estafa (“pareze que no ay yerro ninguno y malicia no puede haver”): por un lado, dicen que el tejido “es el mismo” que se elabora “de 10 anos a esta parte”; por otro lado, garantizan que el “mercader que nos lo vendió”, con el cual, de cualquier forma, “hemos nos queziado” por el producto, es “hombre muy honrrado”. Para disculparse, además de prometer su plena colaboración en el futuro (“miraremos adelante como en cosa propria”), los dos mercaderes tendrán más cuidado con el negocio ya empezado (que “salira de mas beneficio que el postrero”) y cancelarán el “enterés” previsto por la próxima comisión. Sobre las 150 libras de “oro y plata ylado” (“la tercera parte en medias onças y quartos”, lo demás, en “onças”), los dos milaneses prometen proceder al envío “en 15 o 20 dias” (en la carta de 21 de marzo, 14 días después, han bajado a “4 o 5”) y, “como tenemos largueza de dinero”, prometen procurar un precio de “toda ventaja”; el pago será efectuado “sobre los nuestros” en la feria de Piacenza, “pues para Leon feria de Reys no ay mas lugar”. El 3 de abril, Balbani y Luis comunican, adjuntando la cuenta, que “a Genova se envio el oro y plata en una caxa a Francisco Saminati para enviarla en Alicante”, y que el contacto tendrá que ocuparse del “seguro”; los dos calculan, informados por Antonio, que podría ser “para 900 o 1.000 escudos” y no por todo el precio de las mercaderías (“pues entendemos que vs. ms. gusteran de correr el riesgo de lo demas como suelen”), pero, “para no hazer yerro”, esperan que Simón se lo confirme a ellos o a Saminati.27 La “quenta del oro y plata” monta 1.357 escudos, 4 dineros y 8 sueldos (cambiados a 133 sueldos por escudo), suma que ha sido sacada en la feria de Pascua de Piacenza “a los nuestros”. “En el prezio” —continúa Juan— se ha “ventajado” Simón “de alguna cosa”, y también en el “cambio”; gracias a cuestiones financieras globales y a la red de los Balbani, el medinés recibirá “mucho mas beneficio que no en el postrero que se les envio” (se repite, además, la invitación para pedir, para “otro negocio, tambien de alguna cantidad de lavores pues con ellos se reziben mas ventajas en el prezio”). En una carta siguiente, se recoge que al precio de los tejidos han de añadirse 32 escudos de encomienda para 27. ASR Caja 169 (4 y 5).

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los dos milaneses, y, sobre todo, que la cantidad total, disponible en la cuenta de los Balbani de Lyon en la feria de Pascua, no se había tomado por un olvido (“nos escordamos de sacar”); el dinero será recuperado en la feria de agosto, y, además, gracias a la diferencia de los cambios, Simón hasta recibirá un “meyor retorno”.28 En una postilla del 4 de abril, el día siguiente, Balbani y Luis hablan de “algunas novedades suzedidas en la mar” —posiblemente, un ataque de los corsarios—, sugiriendo la oportunidad de subir un poco el seguro, y comunican la recepción de una carta de Saminati en espera de la “caxa”: el genovés intentará reducir los costes (“hara todo lo que fuere en su mano para rezebir ventaja en las costas”) y procederá al envío cuanto antes (“en rezibiendo la caxa se enviaria con nao que estava para partir”). El contacto elegido para la recepción en Alicante, informan Balbani y Luis después de haber enviado la mercancía, no es, como ocurrió en el negocio anterior, los Avellanos, sino Simón Mayoli; los milaneses comunican enseguida haber entendido la novedad y haber escrito al contacto de Génova “para que” este, “si aun no obiere enviada la postrera caxa a Alicante”, corrigiera el nombre del destinatario (en la carta sucesiva se comunica que es demasiado tarde, y que Simón tendrá que escribir a los Avellanos).29 En la misma carta se informa de otro negocio que acaba de empezar: “100 libras de oro ylado” para enviar a Simón Ruiz “por quenta de Juan Bautista de Ugalde”; los dos aseguran “cumplir con toda puntualidad” y preguntan a Simón, vistas las novedades marítimas, qué cantidad de seguro se prefiere (finalmente, se decidirá por 1.000 escudos sobre 1.300 de mercaderías). Si el 27 de abril el negocio con Ugalde está dando sus primeros pasos, el 30 de mayo las mercaderías ya están listas (“aparecchiadas”); Balbani y Luis solo tienen que hacer “la caxa dello” y, al día siguiente, la enviarán a Saminati a Génova, con orden de cargarla “en el primer vassel que partiesse para Alicante” —en dos postillas escritas en las semanas siguientes, se certifica la llegada al puerto de los tejidos y su cargo en el barco—.30

28. ASR Caja 169 (10). 29. ASR Caja 169 (6). 30. ASR Caja 169 (7-9).

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La única carta de enero de 1595, muchos meses después de la precedente, sugiere que los negocios de “oro y plata ylado” están parados: Balbani y Luis comentan a Simón, que se había quejado anteriormente “del poco despacho que tiene” en Castilla aquel género de tejido rico, que en Milán este “se mantiene en mucha reputacion sin haver hecho en los precyos alguna variacion de mucchos dyas aca”.31 Pocos meses antes, los dos hombres de negocios, felicitándose por la llegada a Medina de las dos órdenes con los “ylados”, habían comentado aún con mayor firmeza el estado de este tráfico con Castilla: “Bien se vee el ruyn despacho que tiene ay esta mercaderia pues se envian y piden muy poca[s]”.32 En febrero, por el contrario, Simón ordena 120 “libras de oro y plata ylado della marca del Pellicano” y, a mediados de abril, los dos milaneses comunican que “dentro de 4 o 5 dias” las citadas libras “estarán acavadas” —como de costumbre, se enviarán a Saminati “para que las cargue sobre la primera nao” y se procurará reducir el gasto por los derechos “a los menos que fuere possible”; el pago se cumplirá “en la proxima feria” de Piacenza (la de Pascua) con “los nuestros” y otra vez con el intento de “ventajar todo lo possible” al medinés.33 Un mes después, los dos envían la “poliza de cargazon” y la “quenta” por los tejidos “de oro y plata ylado”: a las 120 libras indicadas precedentemente, ahora definidas como “de oro soprafino”, se han añadido 20 libras “de plata”, todas compradas “de Geronimo Lavagna a contado” por un precio de 1.285 escudos, 15 sueldos y 6 dineros (más el “2% por provision”, una cantidad poco inferior de “dacio” y alguna moneda más por “emballadura”).34 La “nao” en el que viajarán las mercaderías se llama “Santo Estevan”, y la caja será recibida en Alicante por los Avellani; al contrario que en los envíos precedentes, y quizá faltando avisos sobre corsarios, Simón decide no “azer asegurar” la caja —en este caso, sirve aún más la omnipresente invocación a Dios para auspiciar el éxito del transporte—. En agosto, Simón tuvo que quejarse de la citada cuenta, porque, a principios de septiembre, Balbani y Luis se ven obligados a explicar las “causas” por las cuales “no se podio aventajar mas” en el importe 31. 32. 33. 34.

ASR Caja 175 (1). ASR Caja 169 (11). ASR Caja 175 (3). ASR Caja 175 (4).

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total a Simón: por un lado, ha subido el precio de las “sedas de que se lavoran estas mercaderias”, que “son estadas muy caras el ano passado”, tocando los 50 o 60 escudos “por balla”; por otro lado, también “el oro ha subido algo” por la “falta que se ha tenido dello”.35 En octubre, los dos milaneses tienen que volver a defenderse, esta vez sobre los “gastos hechos en Genova”, que son vistos como excesivos —o no suficientemente reducidos— por parte de Simón: el contacto de Balbani, Francisco Saminati, responsable de aquella parte, es definido por ellos como “hombre muy de bien” y digno de confianza. Simón, por su parte, comunica que ha encontrado a alguien que podría “enventajarlos en los derechos” de las dos ciudades italianas, pero los milaneses creen que el descuento ofrecido solo podría ser por medio de la evasión fiscal (“sy no es con no pagarlos enteramiente nada que esto no lo queremos hazer ny creemos que vsms lo quieren [...] y ademas desto es cargo de consensia a quien tal hazen”).36 En la misma carta se informa de una segunda “caxetta” con mercaderías parecidas, sin seguro (en otra carta, se dice que lo habrá y será “cerca del tercio del valor”) y con idéntico trayecto, pero que no ha sido cargada todavía “por falta de naos”; en la postilla del día 30, las mercaderías habían sido cargadas, y en otra carta se conocen tanto el nombre del barco —“La Pavese”— como los “dyas” necesarios —“10 o 12”—. El importe final es de 2.132 escudos y 6 dineros, “sacados” —dice Balbani— “en feria de Santos a los nuestros”, y no 2.113, como habían comunicado precedentemente, “pues que la mercaderia de oro y plata se paga en la misma moneda de canvio”. La cifra sirve para pagar “110 libras de oro ylado soprafino” (o “sobrefino”) y “30 libras de plata de dicha suerte”, más la “fattura” (o “hechura”), más 24 “piecas de passamanos” pesados en 1.000 “onzas” (18, “de oro y plata a telar de diversas suertes” y 6, “de oro como arriba”), todo comprado por “los herederos de Hieronimo Lavagna a contados”; a esta cantidad hay que añadir los gastos usuales: la “provision a 2 por ciento”, el “dazio” (con “aggio de moneda”) y la “emballadura”.37

35. ASR Caja 175 (6). 36. ASR Caja 180 (52). 37. ASR Caja 180 (52 y 53).

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Las informaciones comerciales de Juan Balbani y Francisco Cristóbal Luis En estas cartas centradas en el negocio de telas aparecen, igual que en las precedentes escritas por Antonio, varias informaciones comerciales de otra naturaleza —sean observaciones directas, noticias mediadas o hipótesis—, primeramente dedicadas al estado del dinero (largueza y estrecheza entre Milán, Italia y las ferias de pago) y a los factores que influyen en su curso (finanzas de la monarquía, flota de Américas, asientos, licencias de saca...). El 11 de febrero de 1594, por ejemplo, a la constatación sobre el estado del dinero en Milán (“muy largo”), Balbani y Luis añaden la opinión de que esto tendría que “continuar algun tiempo”; en la carta del mes siguiente, no solo se confirma la abundancia de dinero, sino que se imagina que “lo sera mayormente”, también gracias a 700.000 ducados “del Rey” que, de Génova, donde están, “vernan ”quí” —pero “para remitir en Flandres”—.38 La remesa del dinero a Amberes, “que no dejara de ser negocio de algun beneficio”, es realizada por los distintos Balbani en cooperación con Lázaro Espinola, de célebre familia genovesa, y será reembolsada por la Corona en tres partes iguales “en 15 y fin de mayo y fin de junio”. En junio, los dos dan noticia de que “200.000 escudos an venido” a Milán (por la habitual vía “de Genova”) por cuenta de “su Majestad” para el saldo de una “simil soma” que la Corona había “negociado en Flandes” precedentemente. La situación está en constante movimiento, primeramente, por la propia política monetaria real y su vinculación a los metales coloniales, y, un par de semanas después, los dos comunican que “aqui la moneda tenemos estrecha” —comentando, a continuación, que es “a causa de la necesedades que de continuo tiene esta corte”—. Por otro lado, Balbani confía a Simón que su familia ha aprovechado de las dichas “necesedades” entrando en un negocio de 80.000 escudos (“la mayor parte”, tratados por “amigos”), pagados “prontamente los 2/3 dellos de contado” en Milán; Juan ofrece detalles de interés particular y general sobre el reembolso (“por el medio del mes de agosto con licenzia de saca”), evalúa como provechosa la

38. ASR Caja 169 (1 y siguientes).

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ganancia (“sera raçonable negocio”) y pronostica que “en adelante no faltaran semeyantes occaxiones”, también para Simón. En julio, la “moneda” sigue “estrecha” y estrechará “aun mas”, otra vez por razones vinculadas a las finanzas reales (en este caso, “pagar aqui un partido de 500.000 escudos que havia hecho en Madrid Ottavio de Marin”); el interés sobre el reembolso del asiento, se lee en una postilla, proporcionó “muy poco” por “la mucha estrecheza que tenemos”, situación que continuará en la sucesiva feria de Piacenza “por falta de contados”. A mediados de septiembre, la situación del dinero en Milán cambia rápidamente: la “mucha estrecheza” que “hemos tenido estos dyas atras se ha moderado” primeramente y después ha mejorado mucho (“aora tenemos el dinero largo”); en la misma carta, se informa de que “en Madrid no quisieron pagar el assiento que hizimos con el condestable”, pero que esto está siendo reembolsado en Milán “conforme lo que concertamos y con todos los yntereses” —un “12% de beneficio”—. Con el retraso en el pago, cuyas razones profundas están en las constantes contingencias de la monarquía, Balbani comunica que no tiene disponibilidad para comprometerse en más negocios (“no tenemos por bien de hazer otro”) e indica como culpables “estos senores de la hazienda” y lo que, desde su perspectiva, es el deseo de control de la Corona (“no quieren que aca se negozie syno que todo passe por sus manos”). A finales de diciembre, la moneda está “razonable” en toda Italia y, por lo menos, “por algunos dias”, estará “sin variacion”. En las semanas precedentes, añaden Balbani y Luis, “a faltado en esta plaza” el hombre de negocios Juan Pedro Embersago, “con devito de 120.000 escudos”: a los dos, “Dyos gracias”, no les debía nada, y tampoco a Simón, por lo menos, directamente. Las voces de la plaza, escribe, siempre atentas a las cadenas de quiebras, reducen los miedos al contagio (“dizen que no dara danio o poco que assi esperamos que sera meno mal”), y el remitente concluye el párrafo con un esperanzador epigrama: “Dyos nos guarde todos de semeyantes encuentros que artos mal tiempos corren para los negociantes”. A principios del año siguiente, se informa de otros negociantes “que havian faltado” en corresponder a sus deudas (no se descubren vínculos con el asunto precedente): las familias de los Salazar, Carmona, Castro Gago y Lago (todos nombres conocidos en la correspondencia de los Ruiz, los últimos dos

FINANZAS Y TEJIDOS EN LA CORRESPONDENCIA MILANESA 265

vinculados también a los Balbani de Amberes) se encuentran con la imposibilidad de pagar, pero tienen créditos pendientes y cumplirán “puntualmente [...] a lo mas tarde a la venida de la flota”, razón suplementaria para querer que “sea Dyos servido de traer dicha flota con bien”, por cuanto los metales de América permitirán que los negocios —y, obviamente, el dinero— de “tornar a alargarse”. La situación del dinero en las ferias, finalmente, que aparece también en estas cartas y que no se analizará con detalle, algunas veces coincide con aquella de la ciudad de Milán (junio de 1594: “Aqui moneda larga y en feria dinero bueno”) y otras veces es lo contrario (septiembre: “Aqui mucha estrecheza y en feria mucha largueza”). Si la “llegada de la flota” es siempre razón de “largueza” y alegría entre los mercaderes, por otro lado, el efecto que la “largueza” provoca depende de los intereses de cada compañía, de sus inversiones y previsiones, y del precio del dinero auspiciado y real (“mucha largueza [...] caminan mal las cosas, o el dono que han padezido esta feria los debitos [por la largueza] ha sido muy notable, o el dinero es bueno y asi lo es y sera faltando contados en toda Italia”). En conclusión, estos fragmentos extraídos de las cartas de Milán, pertenecientes a la inmensa correspondencia que los Ruiz intercambiaron con media Europa, transmiten toda una serie de elementos, sugieren otros, indican la presencia y la interacción de realidades económicas en constante movimiento y conectadas a varios niveles. A pesar de las continuas quejas, cautelas y preocupaciones de los hombres de negocios —y de algunos errores, inconvenientes y problemas—, los protagonistas de estas cartas comerciales intercambian constantemente informaciones de distinto género, calidad y procedencia, planean posibles negocios y, finalmente —e invocando constantemente el favor de Dios—, concretizan remesas, compraventas y ganancias. Los negocios atestiguados permiten apreciar actores con vínculos de sangre (las dos generaciones de los Ruiz, con Cosme que se agrega a Simón, y las dos de los Balbani) o con acuerdos comerciales, eventualmente superpuestos —el apéndice francés de los Balbani sugiere, además, un paralelo con Andrés Ruiz en Nantes—. Entre las asociaciones estables de mercaderes aparecen aquellas internacionales —de origen familiar (Balbani y Balbani) o con finalidad comercial (Ruiz y Balbani, Ruiz y Cassina-Canobio)— o aquellas locales (Cassina y Canobio, Balbani y Luis); entre los acuerdos menos estrechos —pero

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por esto no menos vinculantes e igualmente fundamentales para los negocios—, se señalan los intermediarios por letra (como los banqueros italianos de Lyon) y aquellos físicos (Saminati, por un lado y la sucesión Avellanos-Mayoli, en la otra orilla). En el abigarrado panorama, sugestiva muestra de ejemplos y sujetos, se destaca, finalmente, el papel de las finanzas de la monarquía (entre las inyecciones americanas y las extracciones de los prestamistas), de la red europea de ferias de pagos (vinculada con la deuda de Felipe II, pero también con un gran número de actores económicos y especuladores) y del comercio internacional de tejidos de lujo (en un marco que comprende, además de los personajes directamente empleados en la elaboración y el comercio, la dialéctica sociocultural entre la búsqueda de emulación y distinción).

La penetración de los portugueses en la economía española durante la segunda mitad del siglo xvi Juan Ignacio Pulido Serrano

Los tiempos de la penetración portuguesa en la economía española A mediados del siglo xvii, la financiación de una buena parte de las necesidades de la Monarquía Hispánica corría a cargo de un pequeño grupo de hombres de negocios portugueses. Carmen Sanz Ayán lo ha explicado con todo detalle en su estudio dedicado a examinar la grave crisis financiera de la década de 1640.1 De acuerdo a lo que la autora nos dice, a mediados de siglo se impuso con absoluta claridad la hegemonía de los banqueros portugueses como proveedores de crédito al Estado. Por otra parte, la quiebra de la Hacienda regia en 1647 no significó el final del control ejercido por los portugueses, sino que, muy al contrario, tal hegemonía se mantuvo e, incluso, se reforzó tras la citada bancarrota. Por lo que se nos explica en el citado estudio, lo que se produjo a partir de esta fecha fue un relevo generacional dentro del grupo de banqueros formado por los hombres de negocios portugueses;2 un relevo que permitió a los de esta nación mantener su

1.

2.

Sanz Ayán (2013). Sobre los financieros portugueses durante el reinado de Felipe IV, la bibliografía es abundante, por lo que damos aquí referencia solo de algunos de los trabajos más destacados: Domínguez Ortiz (1960), Boyajian (1983), Ruiz Martín (1990a), Álvarez Nogal (1997) y Gelabert (1997). Sanz Ayán (2013: 285).

Vista de Lisboa, Civitates Orbis Terrarum, I, George Brown y Frans Hogenberg (Colonia, 1572) (The Hebrew University of Jerusalem and The Jewish National and University Museum)

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primacía, lo cual queda constatado para el reinado de Carlos II (16651700).3 Hasta la fecha se ha venido explicando que la irrupción de los hombres de negocios portugueses en el terreno de las grandes finanzas fue posible gracias a una iniciativa del conde-duque de Olivares. Así se nos dice en los distintos estudios dedicados a este asunto: el valido de Felipe IV utilizó a estos hombres para abordar la bancarrota de 1627.4 La idea de Olivares era tan sencilla de plantear como compleja de acometer. La larga hegemonía de los banqueros genoveses en la financiación del Estado, la cual se había convertido en una imposición cada vez menos soportable, fue contrarrestada utilizando a los portugueses como sus competidores o, si fuera el caso, como el reemplazo a su larga primacía. De tal manera, una vez iniciado el reinado de Felipe IV, el proyecto reformista integral de la monarquía que se puso en marcha tenía como uno de sus principales objetivos poner fin al control absoluto e indiscutible del crédito genovés y, con ello, eliminar los perjuicios que resultaban de este monopolio financiero. Así, nada más comenzar este reinado, entre 1621 y 1626, se entablaron unas largas negociaciones con los hombres de negocios portugueses que prepararon la bancarrota de 1627, la cual serviría para presentarles como alternativa real a los banqueros genoveses, a quienes se intentaba sustituir, aunque, en principio, fuera solo parcialmente.5 Sin embargo, para explicar cómo fue posible la culminación de este proceso, debemos retroceder en el tiempo. Sabemos que mucho antes de que los portugueses alcanzaran la cumbre en el mundo de los negocios con la Monarquía (la firma de asientos con el rey para la financiación de las provisiones generales de Estado), ya habían conseguido introducirse en otros ámbitos económicos de la Monarquía Hispánica: primero, entraron en importantes espacios del comercio castellano —y también peninsular—, y, tras ello, se hicieron con el arrendamiento de algunas de las principales rentas del rey. En este sentido, el camino que los portugueses recorrieron para introducirse en la economía española pasó de forma sucesiva por las tres etapas siguientes: en la segunda mitad del siglo xvi, consiguieron una sólida presencia en los mercados,

3. 4. 5.

Sanz Ayán (1988) y Sánchez Belén (1996). Domínguez Ortiz (1960: 31 y 123). Boyajian (1983: 17-41).

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donde se comercializaban productos fundamentales; posteriormente, a partir de las últimas décadas del reinado de Felipe II y, sobre todo, durante el reinado de Felipe III, fueron alcanzando una participación creciente en la administración de las rentas reales (sin despreciar por ello la administración de las rentas señoriales y eclesiásticas); y, por último, ya en el reinado de Felipe IV, se lanzaron con decisión sobre las finanzas del estado, hasta conseguir su control mediado el siglo. Aquel fue un largo proceso, un siglo portugués en la economía española, del que conocemos, sobre todo, su esplendor, vivido durante las décadas centrales del siglo xvii, pero que debe explicarse también en sus momentos iniciales, aquellos que lo hicieron posible, de los cuales todavía sabemos bastante poco. Sin lugar a dudas, si los portugueses no hubieran ascendido por estos peldaños previos a lo largo del siglo xvi y principios del siglo xvii, les hubiese resultado muy difícil alcanzar la cumbre de las finanzas estatales. Ildefonso Pulido Bueno, en sus estudios sobre la Hacienda Real en tiempos de Felipe III (1598-1621), explicó que los años de este reinado fueron decisivos para la penetración portuguesa. Los de esta nación consolidaron entonces sus negocios con la monarquía, no tanto como asentistas o banqueros, sino como arrendadores de rentas reales, en especial de aquellas que tenían que ver con el entramado aduanero español y con su comercio exterior. Hasta entonces, según nos dice el autor, los portugueses habían desarrollado, sobre todo, actividades comerciales en los territorios de la monarquía hispana, con gran éxito en muchas ocasiones, lo que les había proporcionado prosperidad y riqueza. También les dotó de una rica experiencia y de un gran conocimiento sobre el complejo mundo de la fiscalidad y de las finanzas castellanas, tan estrechamente ligado al ámbito del comercio.6 Fueron, sin duda, tiempos de rodaje y de formación para las primeras generaciones de portugueses presentes en la economía española, sobre cuya experiencia y fortuna las generaciones siguientes levantarían su hegemonía financiera. Efectivamente, antes de que entraran en gran número y con fuerza en la firma de asientos con el rey para financiar sus necesidades, los portugueses se habían curtido en el espacio del comercio y de los arrendamientos de las rentas reales. Las primeras incursiones en el negocio 6.

Pulido Bueno (1996: 197).

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de los arrendamientos aparecen ya de manera temprana durante los últimos años del reinado de Felipe II, en la década de 1590, siendo un buen ejemplo de ello el hombre de negocios portugués Pedro de Baeça, quien cambió su domicilio de Lisboa a Madrid para convertirse por esos años en el administrador general de la renta de los puertos secos entre Castilla y Portugal.7 Su sobrino, Jorge de Paz Silveira, sería el poderoso banquero que firmó los principales asientos con Felipe IV en la década de 1640.8 Con Pedro de Baeça llegaron otros de su misma nación, y así, en los primeros años del reinado de Felipe III, se generalizaron los arrendamientos de rentas reales por parte de estas gentes, adquiriendo este fenómeno una dimensión notable y poniendo buena parte del sistema aduanero peninsular en sus manos. Así, en 1604, los informes internos de la hacienda española los mostraba muy bien situados en este tipo de negocios: por manos de los portugueses corría entonces la administración de los almojarifazgos sevillanos, los diezmos del mar de Castilla o aduanas del norte, los puertos secos entre Castilla y los reinos de sus Coronas vecinas, la aduana de la seda de Granada, los derechos sobre la saca de lana y los derechos de avería que gravaba los transportes navieros.9 A lo largo del reinado de Felipe III, esta tendencia no haría sino aumentar, hasta el punto de que, con el advenimiento en 1621 de Felipe IV al trono, los hombres de negocios portugueses tenían ya un predominio indiscutible en este terreno. Además de la experiencia adquirida en el complejo terreno de los negocios con la hacienda del rey, los arrendamientos de las rentas reales reportaron a los portugueses una base sólida desde la que seguir avanzando en su camino. Para los asentistas de Felipe IV (1621-1665), encargados de anticipar los capitales necesarios para las provisiones generales de la monarquía, resultaba fundamental mantener un control suficiente sobre determinadas rentas reales, ya que la consignación o devolución de sus créditos era realizada por el rey sobre los rendimientos de algunas de sus rentas.10 Por lo tanto, controlar estas rentas reales, actuando como sus administradores, recaudadores y tesoreros, garantizaba que el cobro de tales consignaciones se hiciera de una manera rápida y segura, pues los rendimientos de estas rentas 7. 8. 9. 10.

Pulido Serrano (2013b). Sanz Ayán (2013: 28-239). AGS CJH leg. 488/24-2, en Pulido Bueno (1996: 159-160). Sanz Ayán (2013: 130-133).

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pasaban directamente por sus manos. Por otro lado, y esto no era menos importante, la recaudación efectiva de tales rentas les permitía ir acumulando unos capitales corrientes y unos recursos complementarios que, posteriormente, podían poner a disposición del rey en forma de créditos a través de los asientos que con él firmaban. De este modo, la interrelación entre una actividad y otra, entre los arrendamientos de rentas reales y los asientos contratados con el rey para proveerle de crédito, les resultaba tan beneficiosa como necesaria. Por ello, resulta comprensible que, hasta que los portugueses no estuvieron suficientemente seguros en el control de las principales rentas reales, no se vieran en condiciones de lanzarse a la conquista de la cumbre en el mundo de los grandes negocios financieros. No obstante, todavía deberíamos retroceder un poco más en el tiempo para fijar nuestro examen en determinadas circunstancias que hicieron posible la consecución de este logro, pues, antes de acceder a la administración de las rentas reales, los portugueses se habían adentrado previamente en el campo del comercio castellano. Fue desde estas actividades comerciales desde donde solían saltar a la arena de los arrendamientos de las rentas, ya fueran señoriales, eclesiásticas o reales. Lisboa estaba en el origen de este fenómeno. En esta ciudad se fueron acumulando grandes cantidades de capitales durante el siglo xvi, especialmente los que producía el creciente comercio transoceánico. Pero no solo era dinero y productos importados desde las conquistas lo que se reunía a orillas del Tajo. En diversos lugares de la ciudad y, en especial, en la Rua Nova, se estaba formando un buen número de casas de negocios que demostraron tener un gran dinamismo y un potencial extraordinario. Pocas ciudades en Europa contaban entonces con tanta riqueza, con tantos mercaderes y con una experiencia tan profunda en el mundo mercantil y financiero como las que atesoraba Lisboa.11 Así, la acumulación progresiva de dinero, hombres y conocimientos permitió a muchas de estas casas de negocios lanzarse a la conquista de nuevos mercados y negocios, entre los que destacaban, por su gran potencial y atractivo, los existentes en Castilla. En ellos se invertirían 11. Marques de Almeida (2009). Esta obra colectiva, resultado de un proyecto de investigación desarrollado por la Cátedra de Estudios Sefarditas de la Universidad de Lisboa bajo la dirección de António Marques de Almeida, aporta la información más actualizada y exhaustiva del conjunto de mercaderes y casas de negocios existentes en la ciudad de Lisboa durante la Edad Moderna.

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parte de los capitales que se estaban acumulando en Lisboa; pero, además, sobre estos espacios del interior peninsular también se lanzaron considerables contingentes humanos, bien experimentados, lo cual no era menos importante, pues ellos asegurarían en los tiempos siguientes la continuidad de las empresas que entonces se estaban levantando. En un estudio muy revelador, Alberto Angulo Morales explicaba que la presencia de los portugueses en distintos lugares de las provincias vascongadas hacia el año de 1600, y, sobre todo, el control que ejercían en distintos ámbitos económicos de estos territorios, acabó por despertar una fuerte reacción entre diversos grupos del poder local. El estudio de este investigador es muy sugerente y transcribe alguna documentación de enorme interés, en la cual se expresa la presencia portuguesa en aquellas tierras como un fenómeno generalizado, que, para esas fechas, se encontraba ya en un grado muy avanzado de desarrollo. Se les podía ver realizando importantes operaciones financieras con el rey, con quien habían firmado un asiento para abastecer la escuadra que defendía el golfo de Vizcaya; tenían, además, una notable participación en el tráfico naviero y terrestre de la zona, e incluso habían conseguido alcanzar una importante presencia en el comercio al menudeo, abriendo pequeñas tiendas que se esparcían por las localidades del territorio.12 Ciertamente, la reacción local que se levantó contra los portugueses en las tierras vascongadas, con un marcado tinte antijudío, exageraba bastante las cosas, pero no por ello dejaba de constatar una realidad evidente, que también existía en otras partes de los reinos de la Corona de Castilla y León. Huellas y fuentes de la presencia portuguesa en Castilla durante el siglo xvi Los fondos documentales procedentes del archivo de la casa de negocios de Simón Ruiz nos ofrecen la oportunidad de adentrarnos en este proceso protagonizado por los portugueses durante la segunda mitad del siglo xvi. En ellos ha quedado registrada con bastante nitidez su progresiva penetración en los espacios del comercio castellano. En este sentido, es especialmente rica la correspondencia comercial

12. Angulo Morales (2001).

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que la casa de los Ruiz mantuvo con diversas ciudades de Portugal. Se conservan miles de cartas de este país, en su mayoría intercambiadas con Lisboa, la ciudad con la que Simón Ruiz, sin duda, mantuvo un contacto más intenso a lo largo de su vida. A través de esta correspondencia, es posible examinar algunos de los rasgos fundamentales que caracterizaron la presencia de los hombres de negocios portugueses en el ámbito comercial castellano entre 1560 y 1606 y descubrir muchos de los detalles que explican cómo tuvo lugar este interesante proceso. Las intenciones de unos y otros, los medios que fueron utilizados o las estrategias desarrolladas se expresan con meridiana claridad en este enorme fondo epistolar. No creo que exista una fuente documental tan elocuente para el examen de este asunto como la que este archivo reúne. Por medio de ella, estamos en disposición de conocer cuáles fueron los rasgos principales y la lógica que explica los momentos iniciales del siglo de los portugueses, las etapas previas a su encumbramiento en el mundo de las grandes finanzas. Curiosamente, la presencia de los portugueses en la España del siglo xvi ha sido abordada mayormente por los estudios inquisitoriales dedicados a explicar la persecución que los tribunales españoles llevaron a cabo contra los judaizantes de origen luso. Fue con estos trabajos con los que se destacó la existencia de numerosos grupos de portugueses diseminados por la geografía castellana, asentados muchas veces en pequeños ámbitos locales, que, a no ser por las pesquisas inquisitoriales, difícilmente hubieran sido detectados. En los años 1987 y 1992, el historiador Rafael Carrasco publicó los resultados de sus investigaciones sobre la actividad inquisitorial desarrollada por los tribunales de Cuenca y Toledo durante la segunda mitad del siglo xvi, concluyendo que un buen número de sus reos eran portugueses residentes en pequeñas localidades del interior de Castilla.13 En este sentido, debemos reconocer que han sido los inquisidores quienes han aportado a los historiadores alguna luz con la que descubrir la temprana presencia de estas gentes. Sin embargo, la visión inquisitorial ha provocado un efecto pernicioso, pues la imagen de esta población ha quedado determinada por juicios y prejuicios religiosos. Así, en la ma-

13. Carrasco (1987, 1992). Jean Pierre Dedieu, en el trabajo ejemplar que realizó sobre el Tribunal de Toledo, también encontró a los portugueses diseminados por diversas localidades de este extenso distrito inquisitorial. Dedieu (1989).

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yoría de los estudios que han ido apareciendo hasta ahora, el siglo de los portugueses hace referencia, antes que nada, al papel desempeñado por estas gentes en la actividad procesal acometida por la Inquisición contra los herejes judaizantes. Otra huella de la presencia lusa en tierras españolas durante el siglo xvi es la existencia de cofradías de la nación portuguesa en diferentes ciudades. Tomaron casi siempre el nombre de San Antonio, el santo franciscano nacido en Lisboa, patrón de los portugueses que se asentaron fuera de Portugal, en España o en otros lugares de Europa, donde fundaron sus hermandades bajo esta advocación.14 El propósito perseguido con la fundación de estas cofradías era, en principio, hermanar a los portugueses radicados en esta o aquella ciudad donde formaban grupos de alguna consideración, dotándose para ello de un espacio propio y de determinados mecanismos útiles para favorecer su sociabilidad e integración. Mejor documentadas para el siglo xvii, aquellas cofradías portuguesas de San Antonio que ya existían en el siglo xvi han dejado muy pocos rastros, de forma especial en alguna de las principales ciudades del sur de España. Pero ninguna fuente documental de las conocidas hasta ahora es tan rica y extensa en información sobre el tema que nos interesa aquí como la existente en el archivo de Simón Ruiz. De su extraordinario valor nos han venido advirtiendo distintos especialistas desde mediados del siglo xx, cuando se salvó de su irreversible destrucción gracias a su traslado desde Medina del Campo, donde los papeles yacían descuidados en el hospital que Simón Ruiz fundó allí, hasta la Universidad de Valladolid, lugar en el que fueron recuperados y organizados para su investigación. Especial valor tiene la masa documental formada por la correspondencia, con un número de cartas que ronda las 50.000, fechadas entre 1558 y 1624.15 De ellas, alrededor de 11.000 son misivas intercambiadas con Portugal, lo que nos da una idea de lo importante que fue para Simón Ruiz, y también para su sobrino, Cosme Ruiz Envito, la relación con los portugueses. A estas cartas habría que 14. Pulido Serrano (2006a, 2010). 15. Esta estimación del número de cartas la realizó Arribas Arranz (1958) y lo recoge Laso Ballesteros (2008: 15-16). Este inventario resulta una herramienta fundamental para adentrase en este rico fondo, y un rápido examen del mismo ya nos da una idea clara de las dimensiones y posibilidades que ofrece el archivo para el estudio del tema que aquí planteamos.

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añadir todavía más, pues muchas de las intercambiadas con ciudades europeas y españolas corrían por las manos de los portugueses que estaban fuera de su país. Este dato es en sí mismo muy revelador, pues nos dice que el éxito de Simón Ruiz, en gran medida, se explica por el creciente nivel de operaciones que mantuvo entre 1560 y 1590 con las principales casas de negocios portuguesas. También la quiebra de la firma familiar, ocurrida en 1606, fue fruto de los estrechos lazos establecidos con algunos hombres de negocios de esta nación, con quienes Cosme Ruiz Envito intensificaría su relación en 1595, cuando la firma familiar abrió, bajo su cargo, una casa de negocios en Madrid.16 Como es bien sabido, los trabajos con los fondos de este archivo vienen de lejos y han sido expuestos en diversas ocasiones.17 Henri Lapeyre, uno de los pioneros en su estudio sistemático, ya destacó la importancia que tuvo el mundo portugués en los negocios de Simón Ruiz, aunque él dirigió su interés al estudio de las relaciones comerciales y financieras con Francia.18 A la par que el historiador francés, Jose Gentil da Silva dio a la imprenta una serie de libros en los que reunió alrededor de un millar de cartas trascritas, una parte sustanciosa de la correspondencia entre varios de los hombres de negocios de Lisboa que trataron con Simón Ruiz, a las que acompañó con unas reveladoras reflexiones introductorias.19 Por su parte, Valentín Vázquez de Prada recogió abundante información sobre los portugueses en los estudios que dedicó a las relaciones entre la plaza de Medina del Campo y la de Amberes. Entre la multitud de cartas intercambiadas entre ambas ciudades, de las que Vázquez de Prada publicó un buen número reunido en cuatro volúmenes, hay un conjunto importante de misivas enviadas por hombres de negocios portugueses asentados en la ciudad del río Escalda, donde formaban una notable y dinámica comunidad 16. Lapeyre (1955). En las citas seguimos la traducción de esta obra al español, Lapeyre (2008: 79-82). La noticia del traslado de la casa de negocios a Madrid se hizo pública en el verano de 1595 y podemos encontrarla recogida en distintas cartas. Francisco Nunes Peres nos la da en una carta escrita desde Lisboa a Simón y Cosme Ruiz (Lisboa, 12/8/1595): “Soy avisado como Vuesas Mercedes ponían casa en Madrid y que iba a asistir a los negocios de ella el Señor Cosme Ruiz”. ASR Caja 176 (89). 17. Esta cuestión la trata con detalle Ángel Laso Ballesteros en su contribución a este libro. 18. Lapeyre (1955). 19. Gentil da Silva (1956, 1959 y 1961).

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bien conectada con su país de origen.20 Esta correspondencia forma parte, no hay que olvidarlo, de un mismo cuadro, y encuentra su verdadero sentido al ponerla en relación con el conjunto, y, de manera muy especial, con las cartas procedentes de Portugal.21 Años iniciales en las relaciones entre Simón Ruiz y los hombres de negocios portugueses (1558-1573) La estrecha relación de Simón Ruiz con los hombres de negocios portugueses fue una de las fuentes fundamentales de sus beneficios económicos.22 Así se explica que el mayor volumen de su correspondencia, como se ha dicho, lo mantuviera con gentes de esta nación. Aunque solo sea de forma aproximativa, a través de este fondo epistolar es posible datar el inicio de estas relaciones y su posterior evolución en el tiempo, así como la naturaleza de los intercambios comerciales y financieros que mantuvieron las casas de negocios portuguesas con la familia Ruiz. Dos de las primeras cartas llegadas a Medina del Campo desde Lisboa que pueden encontrarse en el archivo están fechadas en el año de 1558 y tratan sobre envíos de grandes cantidades de trigo a la ciudad del Tajo. Las siguientes son ya del año 1563.23 Aquellos fueron tiempos iniciales en la carrera de Simón Ruiz como hombre de negocios. Sus tratos entonces se orientaban principalmente al ámbito francés, donde desarrolló las actividades que le convertirían en un mercader destacado en el campo de la importación y la exportación, circunstancia que, a la postre, le resultaría de gran valor para ganarse la confianza de los portugueses.24 Como explicó Henri Lapeyre, los contactos y el conocimiento de Simón Ruiz del espacio económico francés fue uno de los principales servicios que ofreció a los portugueses, poniéndose a su disposición como mediador en las principales plazas financieras 20. 21. 22. 23.

Vázquez de Prada (1960). Polonia, Pinto y Ribeiro (2014) y Lucas Villanueva (2001). Lapeyre (2008: 47-51 y 271-272). ASR Caja 1: en la carpeta de Lisboa se contienen dos cartas de Lisboa fechadas en 1558. ASR Caja 2: en la carpeta de Lisboa hay otras cartas, una de Antonio Gomes, fechada en 1563, que refiere noticias acerca de los envíos de trigo de Simón Ruiz a Lisboa, y otras ocho cartas del año 1564. 24. Lapeyre y Ruiz Martín (1971: 19-28).

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francesas. Especial valor tenía para ellos el centro financiero de Lyon, uno de los más importantes de Europa occidental, en el que los portugueses estaban intentando mejorar su participación. Simón Ruiz pudo ofrecerles allí su red de contactos, con la que lograr este propósito.25 La larga relación entre Simón Ruiz y los portugueses se fundamentó en la reciprocidad. Si él les ayudó a introducirse paulatinamente en algunas plazas donde estaba bien situado, ellos, por su parte, le abrieron las puertas de Lisboa. Fueron dos casas portuguesas originarias de la ciudad de Elvas —los Gomes y los Morales— las que se convirtieron en la llave que permitió a Simón Ruiz consolidar sus negocios en la ciudad del Tajo. En un principio, su principal negocio con Portugal consistía en la exportación de trigo, enviado desde Nantes hasta el puerto de Lisboa para el aprovisionamiento de esta plaza; aprovechando el retorno de las naves, también hacía envíos de sal portuguesa a Francia. No cabe duda de que estas dos casas portuguesas (Gomes y Morales) fueron la punta de lanza que le abrió el camino en las relaciones crecientes con el mundo portugués. Antonio Gomes fue su primer gran socio en Portugal y, con él, su hijo Luís Gomes: “La casa de mi señor Antonio Gomes y la mía es toda suya”.26 Aunque Antonio Gomes de Elvas había mantenido relaciones previas con algunos otros hombres de negocios de Medina de Campo, no por ello dejó de estrecharlas con Simón Ruiz.27 Sabemos que, años atrás, había realizado negocios con Francisco de la Presa, uno de los principales socios

25. Lapeyre (2008: 47): “Lisboa, al no disponer más que de un mercado muy reducido y no tener relaciones directas con Lyon ni con las grandes plazas de Italia, debía recurrir a los intermediarios españoles”. 26. ASR Caja 6 (100): carta de Luís Gomes a Simón Ruiz (Lisboa, 1/7/1567). 27. Antonio Gomes le dice a Simón Ruiz en una carta fechada en 1565 que su persona de contacto en Medina del Campo era Blas de Medina, pero que, a pesar de ello, podrían mantener relaciones comerciales sin necesidad de pedirle autorización a este: “Dize vuesa merced que no tuvo atrevimiento de pasar esta letra sin licencia del sr. Blas de Medina que desto tengo yo razón de me agraviar y me agravio de vuesa merced de tener tan poca confianza en mi que haya menester licencia de ninguna persona, que aunque el señor Blas de Medina es mi amo, en vuesa merced no se entiende y, como he escrito a vuesa merced, aunque no quiera aceptar negocios como no quiero, los de vuesa merced me hace mucha merced en me los cometer y muy sencillamente me puede mandar en lo que fuere servido y no tiene que pedir licencia excepto cuando fuere para me echar crédito que para débito no”. ASR Caja 3 (274): carta de Antonio Gomes a Simón Ruiz (Lisboa, 2/4/1565). Carta transcrita por Gentil da Silva (1959: 5).

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de Simón Ruiz; también los tuvo con Blas de Medina, regidor de la villa, quien venía organizando distintas compañías para comerciar con Lisboa.28 A este último, Antonio Gomes lo consideraba como un hermano, por la antigua amistad que con él tenía.29 De otro lado, el hermano mayor de Simón Ruiz, Vítores Ruiz, muerto en 1566, había mantenido distintos tratos con el portugués Hernando de Morales, como queda demostrado por la liquidación que se hizo de su compañía tras fallecer.30 Los contactos entre Elvas, Lisboa y Medina del Campo venían de lejos, y fue a partir de esta experiencia previa sobre la que Simón Ruiz levantó su sólida relación con los portugueses.31 La vinculación con la familia Ruiz de los hermanos Morales —Tristán y Hernando—, originarios de la localidad portuguesa de Elvas, fue tan larga como intensa. Sus primeras cartas aparecen datadas en 1565 y las últimas rondan el año 1597. Después, perdemos el rastro. Fueron más de treinta años de cartas ininterrumpidas que cruzaron con incansable rutina muchas localidades de la península ibérica. Nos dan testimonio de una relación muy estrecha, no solo en lo referido a los negocios, sino también en lo personal. Valga el dato recordado por Simón Ruiz en su testamento: la cama donde él y Mariana de Paz dormían, en la casa de Medina del Campo, era el regalo de bodas que Hernando de Morales trajo para ella desde las lejanas Indias portuguesas.32 Los hermanos Morales pertenecían a una de esas familias en las que la mezcla entre lo portugués y lo castellano se encontraba ya en un estado muy avanzado.33 Mantuvieron siempre en la memoria el recuerdo del origen portugués de la familia: “Mi país de Ielves [Elvas]”, escribía Hernando de Morales, e hicieron de las casas de Elvas el centro de las reuniones familiares, a donde regresaban de tiempo en tiempo. Tristán de Morales era vecino de Mérida, desde donde dirigía los múltiples 28. “Compañía entre Blas de Medina y Gaspar de Medina, sobre mercancías de Francia, Flandes y Lisboa”, AHPVa, legajo 6834, en Rojo Vega (2004: 23). 29. ASR Caja 8 (93): carta de Antonio Gomes a Simón Ruiz (Lisboa, 1/12/1568). 30. “Síguense todas las cuentas del debe del libro de caja de Vítores Ruiz, que haya gloria, de las personas que por él deben dineros, a él y a su compañía, como aquí se va siguiendo”, AHPVa, legajo 7.057 (806), (1567), en Rojo Vega (2004: 28-31). 31. Val Valdivieso (1987) y Medrano Fernández (2010: 197-205). 32. Lapeyre (2008: 57). 33. Sobre ellos nos ha dejado dos breves páginas y más de 80 cartas transcritas Gentil da Silva (1959: xii-xiii y 3-200).

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negocios que mantenían en Extremadura; y su hermano Hernando de Morales iba y venía de Portugal a España de forma constante.34 Hablaban tanto el portugués como el castellano, manejando ambas lenguas con naturalidad, como queda bien claro en los centenares de cartas que de ellos se conservan. Sus intereses económicos también se entrecruzaban a ambos lados de la frontera. En Extremadura se dedicaban a la cría de ganado, al que alimentaban con los pastos de las ricas dehesas que arrendaban a sus propietarios, para después vender por todo el país los animales, cerdos y terneros, sobre todo. Eran en verdad grandes ganaderos, y Hernando de Morales, aunque ocupado siempre en las tareas propias del mercader, confesaba que seguía disfrutando de pasar el día en el campo herrando becerros.35 Medina del Campo era un centro fundamental en los negocios de Hernando de Morales y de su hermano Tristán, razón por la cual acabaron estableciendo con esta villa una relación muy especial. En su casa de Mérida acogieron a algún mozo medinense para formarle como mercader, haciendo de su casa de negocios la escuela donde algunos jóvenes aprendieron el oficio. Hernando de Morales pasó, además, largas temporadas en Medina del Campo. Allí realizó numerosos tratos durante las ferias de mayo y octubre y, sobre todo, estrechó sus lazos con la familia de los Ruiz, hasta convertirse en uno de los más cercanos a esta casa. Luego volvía a los caminos, con dirección a Lisboa, pasando por Mérida y Elvas, etapas obligadas en su vida de hombre de negocios itinerante. En la ciudad del Tajo atendía los negocios de Simón Ruiz y llevaba sus cuentas. A principios de enero de 1575, recién llegado de Elvas, donde había pasado las Navidades en familia, lo encontramos allí sometido al frenesí de la actividad mercantil: “Porque afirmo a Vuesa Merced que desde el día que vine, una sola tarde he salido de casa, porque noche y mañana son tantas las visitas que no me han dado lugar, y a las noches quiérelas el señor Antonio Gomes, que tenemos dos camas en su pieza y parlamos toda la noche”.36 Además del trigo, la sal y los tejidos, Hernando de Morales trató con especias traídas de ultramar; para ello, formó diversas compañías, 34. ASR Caja 28 (47): carta de Hernando de Morales a Simón Ruiz (Lisboa, 14/1/1575). Carta transcrita por Gentil da Silva (1961: 3). 35. ASR Caja 59 (3): carta de Hernando de Morales a Simón Ruiz (Mérida, 10/1/1580). 36. ASR Caja 28 (47): carta de Hernando de Morales a Simón Ruiz (Lisboa, 14/1/1575). Gentil da Silva (1961: 3).

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algunas con Simón Ruiz, cuyo propósito era distribuir por distintas partes de España y Europa la pimienta que desde la India llegaba hasta el puerto de Lisboa. Asomado al río, esperaba las noticias sobre la arribada de las naos de la India y, cuando sabía de ellas, informaba a Medina del Campo para estudiar posibles negocios. Las compañías solían ser de dos o tres socios y se creaban para un periodo corto de tiempo, el suficiente para realizar una operación comercial y liquidar las cuentas resultantes. Los libros de contabilidad de Simón Ruiz están repletos con apuntes que recogen este tipo de operaciones. En 1577, Hernando de Morales y Simón Ruiz hacían una compañía para enviar un cargamento de pimienta y azúcar desde Lisboa a Ruan.37 Antonio Gomes de Elvas y sus hijos, Luís y Manuel, también constituyeron numerosas compañías para redistribuir las especias por distintas ciudades de España y Europa. En algunas de ellas participó Simón Ruiz, según consta en sus libros de cuentas y también en sus cartas, tomando a veces un tercio de la empresa que se formaba en Lisboa a través de los socios habituales. Los barcos salían de Lisboa, una vez cargaban la pimienta y otras especias en la Casa da India, y tomaban rumbo con destino a Bilbao, Nantes, Ruan, Amberes, Alicante, Valencia o Venecia.38 Participara o no en la compañía, Simón Ruiz y Medina del Campo solían aparecer en medio de estas operaciones mercantiles: intermediaban muchas veces entre la compañía, formada en Lisboa o en Medina, y aquellos hombres de negocios que recibirían las especias en su destino para su posterior distribución; facilitaban los pagos de la especiería recibiendo letras de cambio en las ferias de la villa, y, finalmente, llevaban una minuciosa contabilidad de las operaciones, para, después, liquidar las cuentas con los interesados.39

37. ASR Libro 89: “Abecedario del libro mayor de ferias (1575 a 1579)”, fol. 404r. “La pimienta enviada por mi a Ruan por mi cuenta de Lisboa en compañía de Hernando de Morales y Antonio de Quintana”. 38. ASR Libro 89. Envíos de pimienta a Ruan (fol. 404r), a Nantes (fol. 214 y 268), a Alicante (fol. 215), a Valencia (fol. 264), a Bilbao (fol. 266) y a Venecia (fol. 266). 39. Rodríguez González (1991).

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Años de maduración: internamiento portugués en el comercio castellano (1573-1580) Tras los Gomes de Elvas y los Morales, otros de su misma nación fueron acercándose a Simón Ruiz en la década de 1570.40 La primera experiencia entre la casa de este y aquel pequeño grupo de portugueses se había consolidado tras una década larga de operaciones conjuntas. A partir de entonces, la cosa no hizo sino crecer a un ritmo extraordinario. El fondo epistolar del archivo de Simón Ruiz ha registrado esta evolución numérica con bastante precisión. Si entre 1558 y 1573 las cartas que recibe Simón Ruiz desde Portugal no superan la docena en el mejor de los años, a partir de entonces el número de misivas aumenta en una progresión constante. Las pérdidas que haya podido sufrir el archivo no desmienten esta tendencia. Aumentan las cartas y también la nómina de los hombres de negocios portugueses que entablan relación con la casa de Simón Ruiz. La continuidad en el trato de casi todos ellos, que se mantiene firme en las tres décadas siguientes, expresa unas relaciones caracterizadas por una notable fidelidad. Valgan de prueba algunos números. En 1571 hay 7 cartas de Portugal; 4, en 1572, y 13, en 1573. En el año de 1574 eran ya 37 cartas las que llegaron a Medina del Campo y, desde ese año en adelante, la cantidad no para de crecer: 83 cartas llegaron en 1575; 148, en el año de 1576; 136, en 1577, y el año siguiente ya son más de 300. En el año 1579, fueron alrededor de 400. Después de 1580, el número de cartas llegadas al escritorio de Simón Ruiz sigue aumentando sin cesar, y no es raro el año en el que se alcanzan las 500 e incluso 600. Se entiende bien el comentario que hace Simón Ruiz a su hermano Andrés sobre el poco tiempo que le deja, apenas lo justo para ir a misa, su obligación diaria de leer y escribir cartas. Hernando de Morales y la familia de Gomes de Elvas, Antonio y su hijo Luís, habían sido la semilla de la que fructificó la espléndida pléyade de correspondientes portugueses. Primero fueron miembros consanguíneos del linaje encabezado por Antonio Gomes: sus hijos, el citado Luís Gomes de Elvas y Manuel Gomes, y, enseguida, su hermano Carlos Nunes; también aparece pronto su sobrino Luís Gomes Ángel, de larga trayectoria en sus relaciones con la casa de los Ruiz. Poco después, fueron los miembros de 40. Gentil da Silva (1959: xi-xii).

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la familia política de los Gomes de Elvas los que se sumarían a estos tratos. Entre ellos destacaron varios de los cuñados de Luís Gomes de Elvas: Tomás Ximenes, dando entrada así a esta prolífica familia de hombres de negocios lisboeta; Juan Rodrigues de Elvas, perteneciente a otra extensa familia de grandes hombres de negocios; Antonio Fernandes de Elvas, y Francisco Rodrigues. Los asientos que firmó Simón Ruiz con Felipe II tras la bancarrota de 1575, su celebrado debut en las grandes finanzas del Estado, fueron en realidad préstamos al rey realizados con el dinero de estos portugueses, aunque negociado por Simón Ruiz, según ha sostenido Felipe Ruiz Martín.41 Antonio Gomes y, sobre todo, su hijo Luís Gomes de Elvas fueron las personas que en los primeros meses de 1576 hicieron de enlace en Portugal con el reducido grupo de hombres de negocios que participó en estos primeros asientos con Felipe II. Luís Gomes le habló a su cuñado Antonio Fernandes sobre el negocio y este le propuso que se lo comunicaran a su yerno, Tomás Ximenes, que, a su vez, quiso meter en el asunto a Rodrigo Lopes de Évora.42 Cada uno se comprometía a poner una quinta parte de un préstamo total de 40.000 escudos y pagarlo en Amberes sobre los socios que allí tenían. Tras el primer asiento, firmado en el mes de junio, vino una nueva oportunidad, y en septiembre se cerraba un segundo envío de dinero a los Países Bajos en el que se repite esta destacada participación portuguesa.43 La buena respuesta que Simón Ruiz obtuvo a su iniciativa de financiar al rey demuestra el prestigio que había conseguido entre los principales hombres de negocios portugueses. Esto explica, además, que, tras los consanguíneos y la familia política de Antonio Gomes, muchos otros mercaderes llamaran a la puerta de Simón Ruiz a partir de esas fechas. También nos muestra la decidida voluntad de Simón Ruiz de ampliar su campo de negocios con el mundo portugués, ya que, a partir 41. Ruiz Martín (1971: xliii): “Nunca hizo, me parece, directamente un asiento con Su Majestad; esto es, un adelanto puesto fuera de España, a entregar en monedas no españolas, preferentemente en oro, en escudos, para ser compensado en Castilla y en monedas castellanas, preferentemente en plata, en reales. Cuando se habla de Simón Ruiz y los asientos de Felipe II —según reza el título de una monografía señera de Henri Lapeyre— se alude a su mediación en nombre de mandatarios, en su mayoría portugueses, de Lisboa, que le encomendaban las gestiones y le conferían un porcentaje de participación”. 42. ASR Caja 34 (14): carta de Antonio Fernández a Simón Ruiz (Lisboa, 30/3/1576). 43. Lapeyre (1953: 22-24).

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de entonces, no se limitaría al selecto grupo con el que había trabajado en sus inicios. Por su parte, y así queda evidenciado en la correspondencia, los círculos mercantiles de Lisboa estaban también decididos a lanzarse sobre el ámbito castellano. El interés y la fuerte atracción eran mutuos. Es bien conocida la necesidad que los portugueses tenían de contar con la plaza de Medina del Campo para realizar sus operaciones, cambios y pagos internacionales, los cuales no podían realizarse en Portugal o resultaban demasiado dificultosos. También es sabido su deseo de participar a través de Medina del Campo en los circuitos de la especulación de capitales que giraban sobre un reducido grupo de plazas financieras europeas. Sin duda, estas fueron las razones fundamentales que llevaron a los portugueses a buscar la mediación de Simón Ruiz y, en consecuencia, este es el tipo de servicios que él les prestó durante décadas, actividad por la cual obtuvo unas ganancias extraordinarias en concepto, sobre todo, de comisiones.44 No obstante, la relación entre los grupos mercantiles portugueses y la casa de Simón Ruiz pretendía ir mucho más allá, pues, para aquellos, el objetivo era avanzar en su penetración dentro del ámbito comercial español; estaban decididos a esta nueva aventura. A ello responde la creciente correspondencia que llegaba a Medina del Campo en la década de 1570 y, aún más, la explosión de cartas que durante los primeros años de la década de 1580 cruzan la península entre Lisboa y Medina del Campo, con más de 600 y 700 misivas para los años 1581 y 1582. Una cifra, sin duda, sorprendente, que deja en clara evidencia cómo la unión de las Coronas bajo el rey Felipe II en 1580 fue una empresa en la que los hombres de negocios portugueses apostaron con decisión y que, una vez conseguida, despertó en ellos un extraordinario

44. Lucas Villanueva (2001), Ruiz Martín (1971: xl-xlvi) y Lapeyre (2008: 47-51). El motivo de esta práctica nos lo explicó Henri Lapeyre en la obra citada, p. 271: “La razón estriba en que Lisboa, plaza comercial de primerísimo orden, no disponía de un mercado de cambios tan bien organizado como los de Lyon, Amberes o incluso los de las ferias de Castilla: prácticamente no se cambiaba más que para Amberes, Sevilla o Castilla. Ahora bien, sabemos que Lisboa rebosaba de capitales y vivía una persistente largueza. Era por tanto tentador para los ricos negociantes portugueses, que eran bastante numerosos, el participar en las especulaciones con los cambios en toda la Europa occidental, utilizando la etapa de Medina del Campo. Sin duda es a operaciones de este género a las que se refieren los enormes paquetes de cartas de Lisboa que encierra el archivo de Simón Ruiz; cartas que provienen de un gran número de personajes diferentes”.

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júbilo, bien reflejado en la extraordinaria multiplicación de contactos y operaciones realizadas con Medina del Campo. El historiador Vitorino Magalhaes Godinho explicó que la unión definitiva de los reinos peninsulares bajo un mismo rey, la conocida como unión dinástica de 1580, respondía a los intereses y proyectos de los grupos dominantes de la sociedad portuguesa, y, muy especialmente, a los de la burguesía mercantil, deseosa de infiltrarse por el reino vecino de Castilla.45 Estaba interesada en acceder a la plata americana que llegaba a Sevilla, para utilizarla en sus intercambios con las Indias Orientales; aspiraba, además, a los grandes negocios que se contrataban con el Estado —la deuda pública, las rentas reales y los monopolios estatales—; confiaba en la capacidad española para garantizar la defensa militar de los espacios económicos en los que operaba, y, por último, pero no menos importante, buscaba entrar en los mercados españoles peninsulares.46 En ellos esperaba introducirse para vender sus mercaderías ultramarinas, para diseminar en forma de inversiones los capitales acumulados en Lisboa y, por último, para abonar el terreno en el que debían arraigar las migraciones venideras. Consolidación de la presencia de los portugueses en los circuitos comerciales castellanos (1580-1598) Fueron estas relaciones con los grandes mercaderes portugueses lo que explica que la casa de negocios de los Ruiz se consolidase como una de las más importantes de toda España en su época. Estaba, según apreciaciones de Henri Lapeyre, entre las diez primeras del país. En 1581, Simón Ruiz confesaba el secreto de su éxito con los portugueses: “Los de Lisboa es gente que donde va uno, suelen ir todos, especialmente que topan persona de quien tienen satisfacción, y así entiendo que, habiendo comenzado, los demás seguirán”.47 La confianza que Simón Ruiz se ganó con los primeros hombres de negocios portugueses con los que trató fue la clave que explica su posterior ascendiente sobre todos ellos. Las principales casas de negocios de Lisboa, primero, y de Oporto, después, fueron confiando 45. Magalhaes Godinho (1978 y 1984). 46. Magalhaes Godinho (1984: 308). 47. Lapeyre (2008: 47, n. 142).

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paulatinamente sus asuntos a Simón Ruiz, aconsejados por familiares, amigos y socios, y por estar convencidos del buen trato que recibirían. Se sentían seguros y confiados en su forma de proceder y en su capacidad para meter las manos en sus negocios; y así se lo decían unos a otros en repetidas ocasiones. En aquel tiempo, el mundo de los tratos encerraba un riesgo muy alto, pero poco o nada se podía hacer en él sin poner la suerte de uno en las manos de terceras personas. Así se explica que, en la alianza entre la casa de los Ruiz y los portugueses, el tiempo de tanteo entre unos y otros se prolongase durante muchos años. En 1567 Antonio Gomes de Elvas era quien asesoraba a Simón Ruiz sobre este asunto: “Y hablando en general, aunque los portugueses son algo desconfiados, se les puede llevar en cuenta porque son muy comedidos”.48 La confianza debía ser recíproca en ambas partes para que aquellas relaciones, de un marcado carácter simbiótico, se pudieran consolidar y prolongar en el tiempo. Los portugueses iban a mediar a favor de la casa de Simón Ruiz en los negocios que este emprendía una y otra vez en Portugal; por su parte, él haría lo mismo desde Medina del Campo en beneficio de ellos, facilitando la creciente circulación de mercancías, capitales y hombres enviados desde Lisboa a los mercados españoles. A consecuencia del rico comercio ultramarino, el dinero se acumulaba a veces en Lisboa en tales cantidades, “tiempos de largueza”, se decía, que resultaba difícil encontrar un lugar donde colocarlo y mantenerlo no ya productivo, sino, al menos, seguro: “Corre en esta plaza tanta largueza y hay tanta falta de tomadores que nos ha sido fuerza recoger el dinero en casa”. Ni los bancos de la ciudad lo querían tomar en sus manos en aquella ocasión. Por ello, Francisco Nunes Peres pidió a Simón Ruiz y a su sobrino Cosme que le ayudasen a encontrar un destino provechoso para su dinero: “Holgaríamos hallar con quién negociar”.49 Como en esta ocasión, la función del banquero medinense fue la de un cualificado asesor en asuntos comerciales y financieros, incluso, también, la de un mediador, que puso a los mercaderes portugueses en contacto con negocios y personas provechosas en el ámbito económico castellano, en las que colocar los excedentes de dinero. 48. Gentil da Silva (1959: 8). ASR Caja 6 (96): carta de Antonio Gomes a Simón Ruiz (Lisboa, 17/6/1567). 49. ASR Caja 176 (92): carta de Francisco Nunes Peres a Simón Ruiz y Cosme Ruiz Envito (Lisboa, 31/12/1594).

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Además, la casa de Simón Ruiz guardó en Medina del Campo muchos de estos capitales conseguidos por los hombres de negocios de Lisboa en sus operaciones internacionales, cuyos pagos eran trasferidos a las ferias de esta plaza financiera por medio de letras de cambio que llegaban a la villa desde distintos lugares de Europa. Parece, también, que debió ser una práctica frecuente que Simón Ruiz utilizara parte de estos capitales depositados en sus manos para realizar préstamos a mercaderes portugueses que acudían a la villa, obedeciendo con ello las instrucciones que le daban los titulares de las cuentas abiertas en su casa de negocios. Así hizo, por ejemplo, con Heitor Mendes, uno de los hombres más ricos de Lisboa, con quien mantuvo un trato estrecho desde 1578 por lo menos, según nos consta en su correspondencia. En 1581, Simón Ruiz realizó pagos a dos portugueses en concepto de créditos otorgados por Heitor Mendes sobre la cuenta que tenía abierta con Simón Ruiz: uno era para su hermano Nuño Días y otro para su sobrino Francisco Días, vecinos los dos de Trancoso, en Portugal. Las cantidades entregadas a crédito eran bastante elevadas, entre 1.000 y 3.000 ducados, y debieron servir para que ambos financiaran los tratos que tenían entre manos en tierras castellanas.50 Lo mismo hizo Tomás Ximenes, dando cartas de crédito a distintos mercaderes sobre el dinero que le guardaba Simón Ruiz en la villa de Medina del Campo como resultado de sus operaciones internacionales. Como eran muchos los créditos que se veía obligado a prometer, y no quería que todos se pagasen, Tomás Ximenes había ideado una clave en la redacción de las cartas de crédito para que Simón Ruiz supiera cuáles debía hacer efectivas y cuáles no.51 En Lisboa se estaban acumulando también capitales humanos de extraordinario valor; un capital que se reproducía a buen ritmo en el seno de unas familias en su mayoría bastante prolijas, cuyos numerosos miembros, además, pudieron conseguir una buena formación en el oficio de mercader, ejercitándose durante años en alguna de las abundantes casas de negocios que en la ciudad estaban asentadas. Estas 50. Simón Ruiz escrituró estos pagos con el escribano Íñigo de Argandoña dando los detalles referidos: AHPVa Protocolo 7068, fol. 789-190 y 791-792. La orden se la da Heitor Mendes a Simón Ruiz en las cartas que le escribió en ese año. ASR Caja 71 (64): carta de Heitor Mendes a Simón Ruiz (Lisboa, 5/2/1581). Heitor Mendes extendió su crédito hasta 3.000 ducados. 51. ASR Caja 55 (334): carta de Tomás Ximenes a Simón Ruiz (Lisboa, 23/4/1579).

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casas de negocios, muchas de ellas vecinas en la Rua Nova dos Mercadores, junto al Terreiro do Paço, estaban conformando un capital humano en notable crecimiento y, sobre todo, muy bien dotado en los conocimientos y capacidades necesarias para lanzar empresas mercantiles y financieras a gran escala.52 En este sentido, Simón Ruiz y su casa de negocios ayudaron de una manera destacada a que tal potencial se internara desde Portugal por tierras españolas. Si él, a través de sus socios portugueses, participó de la floreciente expansión empresarial lisboeta, hacia 1580 su casa de negocios se había convertido en una puerta de acceso a los mercados castellanos, abierta a todo tipo de capitales acumulados en la ciudad del Tajo. Así, el entramado de relaciones que estaba creando Simón Ruiz en el conjunto de España y en distintas partes de Italia, Francia y Flandes aparecía a la vista de estos portugueses como una extraordinaria oportunidad para consolidar su creciente presencia en todos estos espacios geográficos; oportunidad que aprovecharon de manera óptima. Por otro lado, desde el despacho de su casa, ya fuera en la de Medina del Campo, Valladolid o Madrid, los Ruiz facilitaron a los mercaderes portugueses la distribución por España y Europa de los productos que llegaban al puerto de Lisboa desde las distintas partes del mundo. Efectivamente, la ciudad de Lisboa, además de dinero y mercaderes, rebosaba de mercaderías ultramarinas, siendo el primer y mayor bazar del mundo de algunos de los productos más demandados en los distintos mercados europeos. Entre todos los productos, la especiería tuvo una importancia extraordinaria como es bien sabido, especialmente la pimienta y el añil. Dinero, individuos y especias se dieron la mano para irse abriendo camino de manera conjunta por las tierras de España. Cada vez resultaba más frecuente ver a los portugueses por las localidades españolas con dineros y productos procedentes de su país, hasta que su presencia llegó a hacerse muy familiar. Y todo parece indicar que tanto la casa de Simón Ruiz como la plaza de Medina del Campo fueron unos de los ejes principales que facilitaron este singular y extraordinario proceso de penetración lusa en la economía española. Desde muy temprano, la familia Ruiz se había interesado por las especias que llegaban a Lisboa desde las Indias Orientales. Interés especial mostraron por la pimienta, producto cuyo consumo se 52. Marques de Almeida (2009).

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expandió de manera extraordinaria en las sociedades europeas durante el siglo xvi. También se interesaron, y mucho, por el añil, tinte cada vez más demandado por la creciente industria textil castellana. Ya desde los años de 1560, las cartas de Simón Ruiz enviadas a las ciudades de Elvas y de Lisboa preguntan por estas especias, por las cantidades que llegarán con la arribada de las naos de la India, por su calidad y su precio. Ya hemos visto como Simón Ruiz creó continuas compañías con Antonio Gomes de Elvas y con su hijo Luís Gomes para exportar estos productos a distintos lugares de Europa y, también, de España. Pero, pese a su fidelidad con la familia de los Gomes de Elvas, Simón Ruiz se abrió a otros portugueses metidos en el gran negocio de las especias. Sin duda, la redistribución de especiería por los mercados españoles fue uno de los negocios principales de la casa de los Ruiz en su etapa de madurez. Tal era así que, en 1578, Manuel Caldeira, uno de los principales mercaderes de Lisboa por entonces, merced a sus negocios en la trata de esclavos, ofreció a Simón Ruiz que se quedase con todo el asiento de las especias pertenecientes al monarca de Portugal.53 Él, le explicaba con todo detalle, podía mediar ante el rey para favorecerlo, y el negocio, si se tomaba todo por entero en una sola mano, podría reportarle unos beneficios enormes. El asunto merece alguna atención. Manuel Caldeira formaba parte del estrecho círculo de amigos de Manuel Gomes de Elvas y fue a través de él como entró en contacto con Simón Ruiz por el año 1578.54 Tiempo atrás había firmado asientos con Felipe II para meter en la América española esclavos traídos de África, convirtiéndose en uno de los negreros más potentados de su tiempo. Tenía buena mano en la corte de Felipe II, y también en la del rey de Portugal, don Sebastián, y del cardenal Enrique. En cierta ocasión, pidió a Simón Ruiz que le prestara el dinero que hiciera falta para que un sobrino suyo comprara en Madrid dos buenas mulas, las mejores que hubiera, para regalárselas al arzobispo de Lisboa.55 Fue por el verano de 1578 cuando Manuel Caldeira, que entonces andaba por Madrid, le propuso a Simón Ruiz que contratara con el rey 53. Mateus Ventura (1999), especialmente al capítulo IV: “Itinerário biográfico de um negreiro portugués: Manuel Caldeira (1513-1593)”, pp. 73-117. 54. ASR Caja 55 (11): carta de Manuel Caldeira a Simón Ruiz (Lisboa, 8/4/1579). 55. ASR Caja 55 (12): carta de Manuel Caldeira a Simón Ruiz con una nota de Manuel Gomes de Elvas (Lisboa, 27/6/1579).

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de Portugal el asiento de la especiería: “Negocio es este que todo en una mano, y tan seguro y llano, podría estar bien a vuesa merced y a algunos señores de su tierra, para lo cual yo seré buen tercero y tendré mano para encaminarlo”.56 Como es sabido, el arrendamiento de la pimienta era uno de los grandes negocios en Portugal, en el que estaban interesados todos los hombres negocios de Europa de una manera u otra, pues, una vez el producto se descargaba en la Casa da India, dentro del puerto de Lisboa, se repartía por todos los rincones del continente, rindiendo beneficios muy altos. La pimienta era una propiedad estancada en las manos del rey, pero este había renunciado a su administración directa en 1570, prefiriendo arrendarla a grandes hombres de negocios. Unas veces el arrendamiento cayó en manos de grupos de extranjeros, como el encabezado por Conrado Rott (15701585) o por el milanés Juan Bautista Robeslasca (1586-1591), aunque, más tarde, entre 1591 y 1596, pasaría a estar bajo el control de un consorcio de portugueses, en el que entraron a formar parte algunos de los más asiduos corresponsales de Simón Ruiz.57 En agosto de 1578, Manuel Caldeira explicaba a Simón Ruiz que el asiento, firmado por seis años, tendría un rendimiento de más de un millón de ducados anuales, y que, además de pimienta, comprendía otras drogas como eran el clavo, la canela, el jengibre, la maza y la nuez. La oferta era, sin duda, muy tentadora para cualquier hombre de negocios, y más aún para él, muy experimentado e interesado en este tipo de tratos. Sin embargo, Simón Ruiz se mostró cauto y declinó la propuesta. Le explicó sus motivos a Hernando de Morales, su socio y viejo amigo de Elvas, en una carta de la que se conserva su copia. Aunque en Madrid, decía, le habían intentado convencer de los grandes beneficios que le podía reportar quedarse con el asiento de la especiería, él hizo gala de la prudencia que le caracterizó siempre y lo rechazó: entendía, le escribe, que este “era negocio para los que residen en la ciudad [de Lisboa], y que los de por acá, ni lo entendíamos ni nos estaba bien tratar de ello”.58 Prefería mantenerse en el gran negocio de las especias cediendo el control, y también el riesgo, a sus amigos de Lisboa, mucho más 56. ASR Caja 55 (11): carta de Manuel Caldeira a Simón Ruiz (Madrid, 13/8/1578). 57. Lucio de Azevedo (1973: 137-146). 58. ASR Caja 190 (23): copia de la carta de Simón Ruiz a Hernando de Morales (Medina del Campo, 27/8/1578).

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experimentados en un negocio tan complejo y voluble.59 Pese a esta renuncia, Simón Ruiz continuó participando en la comercialización de las especias por España y Europa junto con algunos de estos portugueses, con quienes venía asociándose desde tiempo atrás en distintas compañías. A partir de entonces, también lo haría con algunos nuevos socios, como fueron varios de los miembros del extenso linaje de los Ximenes.60 Estamos, sin duda, ante una de las familias más importantes en el mundo de los negocios durante el siglo xvi y xvii, tanto en Portugal como en la Europa occidental. Los primeros miembros de esta familia que entraron en contacto con Simón Ruiz lo hicieron de la mano de los Gomes de Elvas, con ocasión del asiento firmado con Felipe II en 1575, como se ha visto anteriormente. Las primeras cartas de los Ximenes desde Lisboa, las firmadas por los hermanos Tomás y Jerónimo Duarte, datan de 1576 y 1578 respectivamente, y en ellas se evidencia de inmediato la importancia que para esta familia tuvo el triángulo que Medina del Campo formaba con Lisboa y Amberes.61 En estas dos últimas ciudades estaban asentados diferentes miembros de la familia Ximenes, donde tenían sus propias casas de negocios y donde se destacaron como potentados mercaderes dedicados al comercio internacional y también al mundo de las finanzas: en la ciudad del Tajo organizaban la llegada de las especias venidas desde Asia —sobre todo, pimienta y añil—, donde tenían desplazados algunos miembros de la familia, y desde la ciudad del río Escalda, en los Países Bajos, las distribuían por diferentes partes de Europa.62 Posteriormente, abrirían casas de negocios también en Madrid y en Florencia, desde donde intensificaron los contactos con la casa de los Ruiz en Medina; en cierta ocasión, incluso, pidieron a Simón Ruiz que les ayudase a conseguir del rey la licencia necesaria para desplazar a uno de sus familiares a México, para hacer progresar allí los intereses del clan familiar. En verdad, la suma de todas estas casas de negocios que

59. Disney (1981). 60. Marques de Almeida (2009: 735-741). 61. ASR Caja 34 (hay una decena de cartas datadas en el año de 1576 escritas por Tomás Ximenes a Simón Ruiz). En la caja 46, en la carpeta de cartas de Lisboa del año de 1578, hay, junto a las cartas de Tomás Ximenes, otras 17 cartas de Jerónimo Duarte Ximenes a Simón Ruiz. A partir de esas fechas, la correspondencia entre distintos miembros de la familia y Simón Ruiz es creciente e ininterrumpida. 62. Marques de Almeida (2009: 735), Vázquez de Prada (1960) y Veiga Frade (2006).

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los distintos miembros de la familia tenían repartidas por el mundo formaba un complejo comercial y financiero de extraordinario poder económico y admirable dinamismo. Gran parte de este clan mercantil participaba de lleno en el gran negocio de las especias, llegando incluso a firmar con el rey contratos para hacerse con el control de su comercio. En 1587, Jerónimo Duarte Ximenes, junto a algunos otros de sus socios en la ciudad de Lisboa, recibía de Felipe II el monopolio de todo el añil importado desde Asia.63 Entre 1592 y 1597, era Tomás Ximenes quien hacía lo propio con la pimienta de la India que llegaba a la ciudad por la ruta del Cabo.64 Entre los socios que se sumaron a la firma de estos asientos encontramos a los mercaderes más asiduos en la correspondencia mantenida por Simón Ruiz en los años 1580 y 1590, y, sin duda, los más ricos de Lisboa: Luís Gomes de Elvas, Heitor Mendes, Duarte Furtado, Francisco Rodrigues de Elvas, Jácome Gomes, Manuel Caldeira y su hijo Andrés.65 Simón Ruiz, desde Medina del Campo, Valladolid o Madrid, colaboró con todos estos poderosos mercaderes portugueses en la distribución de las especias por los mercados españoles. Se asoció repetidas veces con algunos de ellos, con los Elvas, los Morales, los Caldeira o los Ximenes, y con ellos formó compañías comerciales cuyo objetivo era exportar grandes cargamentos de pimienta y añil desde Lisboa hasta los grandes puntos de su redistribución, como eran Madrid, Medina del Campo o los puertos de Bilbao, Valencia y Alicante. Su casa de negocios gestionaba a veces buena parte de estas complejas operaciones, incluidos los fletes, seguros y pagos aduaneros, y hacía también la correspondiente aportación de capital a la compañía, además de encargarse de la posterior recepción de las mercancías, de su distribución y, también, en no pocas ocasiones, de su venta. En sus libros de contabilidad llevaba la cuenta puntual de todas estas operaciones. Además, para el desempeño de esta complicada actividad, contaba con un nutrido grupo de socios y agentes repartidos por todo el territorio. Al margen de esto, otras veces colaboraba con las casas portuguesas que se fueron asentando en las distintas ciudades de España, donde 63. Marques de Almeida (2009: 738-739) y Borges Coelho (2001). 64. Lúcio de Azevedo (1973: 139-140), Boyajian, (1993: 26-28) y Marques de Almeida (2009: 741). 65. Lúcio de Azevedo (1973: 137-146).

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abrieron sus lonjas; en ellas recibían las especias foráneas y después las comercializaban por los mercados locales. Incluso, a un nivel todavía más bajo, Simón Ruiz prestó los servicios de su casa, y también los de sus agentes, a las pequeñas compañías creadas en Lisboa y que, de manera repetitiva, se lanzaban sobre el territorio español, con sus mercaderías ultramarinas transportadas sobre carretas. El triángulo formado por Lisboa, Medina del Campo y la próspera ciudad de Segovia cobró un enorme relieve en lo referido al añil y a los hombres que traficaron con este producto tintóreo: sobre todo, los Ximenes, pero también muchos otros portugueses relacionados con Simón Ruiz. La industria textil segoviana, que vivió un ciclo expansivo entre los siglos xv y xvi, había fomentado la aparición en la ciudad de muchos telares dedicados a la fabricación de tejidos de lana de calidad, finos y superfinos, que los “mercaderes hacedores de paños” exportaban a distintos lugares de dentro y fuera de España.66 La industria segoviana, todavía floreciente en la segunda mitad del siglo xvi, movilizaba muchos otros sectores económicos de la ciudad y también de sus alrededores. Así ocurría con el medio centenar de talleres tintoreros que se localizaban junto a la parte baja del acueducto, entre los caseríos de los arrabales, donde resultaba fácil acceder a la abundante agua que requería el proceso de coloración de los 16.000 paños que anualmente pasaban por ellos.67 Pero, además de agua, eran necesarias grandes cantidades de especias tintóreas, sobre todo, de añil, que eran traídas de Lisboa por distintos medios, generando una lucrativa e intensa actividad comercial. Simón Méndez, un gran mercader portugués asentado en la ciudad de Segovia, tenía una lonja en la que vendía el añil que le enviaban los Ximenes desde Lisboa con la mediación, en muchas ocasiones, de Simón Ruiz. Se lo vendía en buena parte a los tintoreros de la ciudad, pero también a otros mercaderes que lo distribuían por medianas y pequeñas localidades, algunas muy alejadas de Segovia, por donde se diseminaba la industria textil ruralizada propia de aquel tiempo. La comercialización del añil por Castilla, realizada en buena medida por mano de mercaderes portugueses, era una actividad muy abierta y dinámica. El negocio en Segovia atraía a la ciudad a muchos de estos

66. García-Sanz (1986: 205-222). 67. García-Sanz (2006).

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hombres. En Lisboa creaban pequeñas compañías que adoptaban las formas tradicionales, las llamadas comanditas, que se adaptaban con facilidad a las circunstancias cambiantes. Allí firmaban ante el escribano público de turno las condiciones de la empresa: uno compraba el añil llegado en las naos de las Indias y el otro lo transportaba hasta Segovia para venderlo. La compañía perduraba solo el tiempo necesario hasta que se cerraba la operación de compra-venta del añil y, tras ello, se echaban cuentas y, de nuevo ante un escribano, se firmaba la liquidación correspondiente. Si la experiencia resultaba satisfactoria para todas las partes implicadas, se podía volver a probar suerte con una nueva compañía y otra operación comercial. En un principio, los dos o tres miembros de estas pequeñas compañías en comandita solían ser portugueses, aunque de forma paulatina, y cada vez en mayor número, fueron apareciendo las compañías mixtas, en las que se asociaban portugueses y castellanos. Muchos ejemplos de esto se pueden encontrar entre la masa de contratos firmados ante los escribanos de Segovia. Una de estas compañías mixtas fue la formada en 1593 por tres portugueses vecinos de Lisboa (Fernán Gomes y los hermanos Enrique Soares Brandao y Diego Brandao) y por el segoviano Lázaro Bonifaz, cuyo objetivo era vender en Segovia 46 barriles de “añil de Portugal”. El destino final de aquel añil quedaba lejos, en los tintes de la industria pañera existentes por las localidades serranas de Torrecilla en Cameros y Viguera, en el interior de La Rioja.68 A diferencia de este tipo de empresas de corta vida, varios miembros de la familia Ximenes, en Lisboa, el citado Simón Méndez, en Segovia, y la casa de los Ruiz, en Medina del Campo, mantuvieron una relación estable, y también de mayor envergadura, durante las dos últimas décadas del siglo xvi. Simón Méndez, desde su casa-lonja en la parroquia de Santa Coloma, junto a los tintes que había alrededor del acueducto, estuvo vendiendo añil hasta los primeros años del siglo xvii. Sus clientes eran los tintoreros de la ciudad, pero también muchos comerciantes que, posteriormente, lo llevaban a distintos lugares del país. Lo más habitual era que Andrés, Manuel, Jorge o Duarte Ximenes, por separado o de manera conjunta, enviaran desde Lisboa grandes cargamentos de añil a Segovia, de forma directa o a través de Medina del Campo, para que Simón Méndez lo vendiera allí a los 68. AHPS Protocolos Libro 518, fols. 651r-652vto.

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tintoreros, a los fabricantes de paños o a los mercaderes portugueses o castellanos que acudían a su lonja.69 Simón Méndez hacía, pues, de intermediario y, en nombre de los Ximenes, cobraba el fruto de sus ventas, unas veces en dinero y otras en paños segovianos, enviándolos de retorno a Lisboa para ser reexportados desde allí. Pero Simón Méndez, que había castellanizado su nombre y su apellido, a veces prefería actuar con mayor autonomía y se lanzaba a operaciones de gran envergadura, ya fuera con estos o con otros grandes exportadores portugueses.70 En 1601, por ejemplo, compró a Jorge Ximenes y a su hermano Duarte Ximenes, hijos del difunto Jerónimo Duarte, una gran partida compuesta por “añil de Guatemala” procedente de Sevilla, donde esta familia tenía ya asentado a alguno de sus miembros, y por “añil de Portugal”, con un valor total de más de siete millones de maravedíes. Era mucho dinero, y Simón Méndez se comprometía a pagarlo en los siguientes años, poniendo como aval sus bienes muebles y raíces, “habidos y por haber”, y también los de su mujer, Isabel Méndez.71 El contrato es un claro testimonio de algo tan expresivo como fue el proceso de arraigamiento de muchos de estos portugueses asentados en tierras castellanas, quienes estaban invirtiendo los beneficios de sus negocios en bienes raíces, tierras y casas, como las que este mercader compró en Valladolid, cuando la corte del rey se trasladó a ella.72 Simón Méndez ayudó a apuntalar en Segovia los negocios de las casas de los Ximenes y, para ello, desde esta ciudad mantuvo abierta la conexión con Medina del Campo. En esta villa, la casa de Simón Ruiz se había convertido en un almacén donde se guardaban las mercaderías que los Ximenes, entre otros, enviaban de forma periódica desde Lisboa para su distribución por Castilla. Son numerosas las cartas fechadas entre 1593 y 1594 en las que Duarte y Manuel Ximenes piden a Simón Ruiz que entregara diferentes cargas de pimienta y añil, “que

69. AHPS Protocolos Libro 520 fol. 321 y fol. 435 (1594); Libro 521 fol. 1099 (1595); Libro 524 fol. 67 (1598). 70. En 1598 Simón Méndez se asoció con el mercader segoviano Pedro de Vallejo y ambos firmaron un contrato con Duarte Peres Brandao, vecino de Lisboa, para venderle todo su añil “al contado, al fiado o a trueco de paños” segovianos que debían enviarle de retorno a Portugal. AHPS Protocolos Libro 524 fol. 1099. 71. AHPS Protocolos Libro 723 fols. 230r-233vto. 72. AHPS Protocolos Libro 724 fol. 1069.

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tiene nuestro en su poder”, a los mercaderes que acudían por ellas.73 Simón Méndez fue uno de los que más trató con Simón Ruiz por esas fechas con este objetivo. En 1593 le pidió que entregara cinco cargas de pimienta a los arrieros que había enviado desde Segovia y, al año siguiente, le escribía en nombre de Andrés y Manuel Ximenes de nuevo para pedirle que le diera ciertos barriles de añil.74 Simón Ruiz llevaba cuenta de todas estas operaciones y, de manera periódica, mandaba a los participantes en el negocio las memorias de las cargas y barriles de añil o pimienta, debidamente numerados y descritos en su peso, calidad y precio. También Madrid fue entrando paulatinamente en este recorrido de las especias, mercaderes y dinero. Ya lo venía siendo desde años atrás, pero en la década de 1590, una vez que los Ruiz y los Ximenes abrieron sus respectivas casas de negocios en la ciudad, esta plaza se afianzó como centro para la distribución y venta de sus especias. Pero Simón Méndez no solo vendía en su lonja de Segovia especias y drogas procedentes de las Indias Orientales y Occidentales. Igual que hicieran otros portugueses de su entorno, comenzó a alternar su actividad comercial con el negocio de los arrendamientos, primero con las rentas señoriales y, después, con las del rey. En 1602 era “administrador general del Estado y rentas del duque de Medinaceli”, una de las casas de la nobleza más ricas de la monarquía.75 De tal manera se nombra él mismo en algunos documentos que firmó ese mismo año, antes de abandonar Segovia y cerrar su lonja de productos tintóreos junto al acueducto. Estaba liquidando sus negocios de mercader en aquella ciudad de la industria pañera, pues había decidido saltar a la corte del rey y dedicarse en ella a los grandes negocios con la Hacienda regia. Dio un poder a Gabriel de Carvajal, residente en Sevilla, para que cobrara en su nombre las rentas que pertenecían al duque de Medinaceli en el Puerto de Santa María; entre otras, la rica

73. ASR Caja 164 (88), (91), (97), (98), (102), (103), (104), (105), (106): cartas de Duarte y Manuel Ximenes a Simón y Cosme Ruiz (1593). 74. ASR Caja 164 (141): carta de Simón Méndez a Simón Ruiz (Segovia, 22/2/1593), ASR Caja 169 (265): carta de Simón Méndez y de Francisco Brandao a Simón Ruiz (Segovia, 16/7/1594) y ASR Caja 170: carta de Simón Méndez a Simón Ruiz (Segovia, 26/3/1594). Algunas de las copias de las cartas enviadas por Simón Ruiz a los Ximenes en relación con estas cuestiones pueden verse en ASR Caja 201 (113-114). 75. AHPS Protocolo Libro 724 fol. 1075.

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aduana portuaria ubicada en esta localidad.76 Luego dio las cartas y poderes necesarios para que terceras personas cobraran en su nombre las deudas pendientes y para que también pagaran las suyas, en especial las que tenía con los Ximenes, con los recaudadores de la alcabala en Segovia y con los administradores de las aduanas entre Castilla y Portugal.77 Del comercio a la administración de las rentas reales (1590-1606) En 1603, Simón Méndez se encontraba ya en Valladolid. Sabemos de sus andanzas en la corte porque se vio implicado junto a Miguel de Cervantes en el turbio asesinato del capitán Ezpeleta, quien fue herido junto a la casa del escritor y expiró en el cuarto que ocupaban sus hermanas. Simón Méndez era ese misterioso amigo de Cervantes que aparece mencionado en los papeles de su proceso criminal y que, según se nos dice en ellos, entraba con tanta frecuencia en su casa a conversar. Una de las vecinas le acusó de mantener trato carnal con la joven hija de Cervantes, lo que dio, y ha seguido dando, pie a especulaciones de todo tipo, aunque con poco fundamento. Lo que sí sabemos, por el contrario, es que Cervantes trabajó para él ayudándole a buscar en distintas localidades de Toledo las fianzas y avales que necesitaba para tomar del rey el arriendo de las aduanas del norte de Castilla, los llamados diezmos del mar, una renta muy cuantiosa que gravaba las exportaciones y las importaciones efectuadas con Europa por el Cantábrico. Esto es lo que declararon sus hermanas cuando el juez les 76. Poder otorgado por Simón Méndez, “como administrador general que soy de la casa y estado del duque de Medinaceli”, a Gabriel de Carvajal, “administrador por mi nombrado en el gran Puerto de Santa María” (Segovia, 26 de junio de 1602), AHPS Libro 724 fols. 1.075r-vto. Carta de poder de Simón Méndez a favor de Gabriel de Carvajal (Segovia, 31 de julio de 1602), AHPS Libro 724 fols. 1.109 r-vto. 77. AHPS Protocolo Libro 724 fol. 507: “Carta de pago de Simón Méndez a favor de Isabel Pérez de Pineda, viuda, vecina de Segovia, por los alquileres de las casas en que ha vivido Simón Méndez y de una lonja”; fol. 655: “Liquidación de deudas de drogas para boticarios enviadas desde Sevilla”; fol. 665: “Liquidación de las deudas por los puertos secos entre Castilla y Portugal”; fol. 678: “Liquidación de las deudas con Juan de Lisboa, portugués, vecino de Valladolid”, y fol. 734: “Liquidación con el arrendador de la alcabala de Segovia de lo debido por la venta de añil y pastel en años pasados”.

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preguntó: Miguel de Cervantes recibía en su casa a Simón Méndez por las noches para tratar con él de aquellos negocios que les unían. No le fue bien a Simón Méndez con esta primera experiencia en el arrendamiento de las rentas reales, pues, tras conseguir firmar el contrato con el rey en 1604, quebró al poco tiempo, siendo sus cuentas intervenidas por los ministros de la Hacienda regia.78 El itinerario seguido por Simón Méndez lo repitieron otros portugueses que, como él, tras acumular experiencia, contactos y abundante capital gracias al desempeño de la actividad comercial, consiguieron posteriormente tomar en sus manos el arrendamiento de distintas rentas señoriales o reales. Por su parte, algunos de los miembros de la familia Ximenes también progresaron en un sentido muy parecido. En Portugal ya habían servido a la casa de Braganza, la primera entre la nobleza portuguesa, como administradores de algunas de sus rentas señoriales y con Felipe II firmaron distintos asientos para administrar los monopolios de la pimienta y el añil en las décadas de 1580 y 1590, como se ha podido ver anteriormente. Una vez que la riqueza del comercio transoceánico les abrió las puertas de los mercados y del comercio castellano, los Ximenes realizaron repetidos contratos con la Hacienda española. Para hacer más fácil esta nueva actividad económica, algunos de los miembros de la familia dejaron Lisboa y hacia 1590 se trasladaron a la corte del rey, donde comenzaron a participar en la financiación del Estado. Jerónimo Duarte Ximenes, una de las principales cabezas de este gran linaje empresarial, quien mantenía desde 1578 una estrecha relación con Simón Ruiz, había muerto al poco de llegar a Madrid, en el año 1590. Su sobrino, Antonio Ximenes, que viajó con él sirviéndole como cajero, tuvo que hacerse cargo aquí de su propia casa de negocios, y todo indica que lo hizo con mucho éxito. En poco tiempo, al comenzar el reinado de Felipe III, se había convertido en el pagador general de las “Guardas de Castilla, de la Artillería y de la Gente de Guerra del Reino de Navarra”, cargo que le dio suficiente prestigio, riqueza e influencias como para afianzarse en la corte. Pudo, además, mantenerse en el oficio durante muchos años y, finalmente, se lo dejó a su hijo, Diego Ximenes de Vargas, quien lo retuvo hasta finales del reinado Felipe IV.79

78. Pulido Serrano (2013a). 79. Martínez Ruiz y De Pazzis (2012: 233-235).

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Una trayectoria semejante a las anteriores fue la que experimentó Pedro de Baeça, tío de uno de los principales banqueros de Felipe IV, el poderoso Jorge de Paz Silveira, líder entre los portugueses que tuvieron que financiar al rey en la difícil década de 1640.80 Pero, para entender cómo fue posible el éxito de estos banqueros portugueses de la generación de Paz Silveira, es necesario explicar primero la incursión que en el negocio de las rentas reales acometieron las generaciones anteriores, las formadas por los coetáneos a su tío Pedro de Baeça. Este pasó los últimos veinte años de su vida en la corte, entre 1592 y 1612, y su intensa actividad económica en Madrid y Valladolid representa un ejemplo claro de lo avanzada que estaba ya por ese tiempo la penetración portuguesa en la economía española. Formado como mercader en las Indias Orientales durante su juventud, una vez de vuelta a Lisboa, en los años de 1580, se convirtió en proveedor del ejército del rey y firmó grandes contratos con la Corona en asociación con algunos de los hombres más importantes de la ciudad.81 El traslado de su casa a Madrid a principios de la década de 1590 tuvo como objetivo el hacerse con algunas de las principales rentas del rey; vino, sin duda, para ello. Le interesaban, sobre todo, las rentas que estaban íntimamente relacionadas con el comercio de importación y exportación. Primero, contrató la administración de los puertos secos o aduanas que había a lo largo de los 1.200 kilómetros de frontera entre Castilla y Portugal. Pagó 40 millones de maravedíes por cada uno de los seis años (1594-1599) que duró este asiento. Un año después, firmó otro asiento para los siguientes nueve años (1595-1604), merced al cual se quedó con la administración de otra suculenta renta regia, la saca de lanas, la cual gravaba con un 10% la exportación de esta materia prima en concepto de derechos pertenecientes a la Hacienda del rey. En 1601 se convirtió en administrador de los puertos secos entre Castilla, Navarra, Aragón y Valencia; y, al año siguiente, entró a formar parte del consorcio que administraba la alfândega de Lisboa, una de las aduanas que mayor rendimiento aportaba a la Hacienda Real en aquel tiempo, en torno a los 200 millones de maravedíes anuales. Incansable, Pedro de Baeça firmó un nuevo contrato en 1604 para quedarse como el administrador único de esta última renta. Una

80. Sanz Ayán (2013: 228-239). 81. Marques de Almeida (2009: 79-81 y 524-525).

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carrera, en verdad, sorprendente, que denota, además de una enorme capacidad empresarial, la voluntad decidida de participar con fuerza en este negocio y hacerlo asumiendo el liderato empresarial.82 Pedro de Baeça, una vez se trasladó a la corte, entabló de inmediato relación con la casa de los Ruiz; fue especialmente estrecha con Cosme Ruiz Envito, el sobrino de Simón Ruiz, que a partir de 1595 dio continuidad a los negocios familiares desde la casa de negocios abierta en Madrid. Pedro de Baeça acudió a él con permanentes peticiones de ayuda; en algunas ocasiones, incluso, por asuntos personales. A veces le enviaba a su criado en busca de dinero para gastos imprevistos o con un billete para que pagase tal o cual cosa. En febrero de 1600, le pidió prestados 60 botones esmaltados de oro y engastados con perlas para que los pudiera lucir su hija, Maria de Baeça, en una fiesta cortesana a la que habían sido convidados. En el verano de ese mismo año, con ocasión de un sarao que se iba a celebrar en la huerta de un ministro de Hacienda, le pidió el coche y, además, 1.000 reales, por si tenía que ser pródigo. Pero, aparte de estos detalles, que denotan unos lazos muy familiares entre ambos, la relación de Cosme Ruiz y Pedro de Baeça se basó fundamentalmente en los negocios que compartieron. En unas ocasiones, lo hacían como socios de diversas empresas y, en otras, como estrechos colaboradores, intercambiándose servicios profesionales de carácter financiero y mercantil. Cosme Ruiz pagó muchas letras de cambio que se giraron sobre Madrid a nombre de Pedro de Baeça, como hiciera en el pasado su tío Simón desde Medina del Campo con tantos otros portugueses.83 Además, le llevó las cuentas de la administración de la renta de la saca de lanas que había contratado con el rey en 1595 para los siguientes nueve años. Un negocio muy complejo, como se desprende de los libros de cuentas de Cosme, que le obligaba a realizar cobros y pagos a través de todo el territorio peninsular por medio de letras de cambio.84 Para ello, Cosme Ruiz había

82. Pulido Serrano (2013: 193-232). 83. ASR Caja 238 (106-108): relación de letras pagadas por Cosme Ruiz Envito a distintas personas por orden de Pedro de Baeça (1599). ASR Caja 238 (184): relación de letras pagadas por Cosme Ruiz Envito a distintas personas por orden de Pedro de Baeça (1601-1602). 84. ASR Caja 238 (110-118): cuentas entre Cosme Ruiz Envito y Pedro de Baeça (1599-1601).

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recibido de Pedro de Baeça los poderes necesarios que le permitían actuar con bastante libertad en la administración de esta renta.85 Todos estos trabajos, además de las comisiones y otras remuneraciones que le reportaban, le ofrecían la oportunidad de mejorar sus beneficios en el comercio de la lana, en el que Cosme Ruiz participaba comprando grandes cantidades de esta materia prima por todo el país, que después encaminaba para su exportación.86 Como exportador que era, su estrecha relación con el administrador de la renta le ofrecía, sin duda, muy buenas posibilidades. Cuando, a finales de 1604, Pedro de Baeça se marchó a Lisboa para intentar hacerse con la administración de la aduana de aquella ciudad, dejó a Cosme Ruiz al cargo de sus asuntos en Madrid. En su viaje le siguieron su hija y el marido de esta, Pedro Fernández de Alarcón, regidor de Madrid y, desde hacía muchos años, un fiel ayudante en sus negocios. Había nacido en Medina del Campo, en una familia castellana dedicada al comercio, y, cuando todavía era muy joven, fue enviado a Lisboa para formarse en la casa de Pedro de Baeça. Las relaciones económicas entre los de Medina del Campo y los de Lisboa se reforzaron a través de este tipo de lazos familiares. En este caso, Pedro de Baeça casó a su hija con Pedro Fernández de Alarcón y ahora este, en su condición de yerno, le ayudaba a conducir la empresa familiar. Por tal razón, Fernández de Alarcón también mantuvo una estrecha relación con su paisano Cosme Ruiz Envito. Una prueba de ello fue la ayuda financiera que le pidió antes de emprender su viaje a Lisboa, con la que sacar adelante el negocio de la aduana en el que andaba metido con su suegro. Como prenda del préstamo recibido, Fernández de Alarcón le dejó su título de regidor de Madrid, y así, cuando en 1606 se disponía a volver a la corte, rogó a Cosme que se lo devolviera, pues no le parecía honroso entrar en la ciudad sin portar tal distinción.87 Desde sus casas en la corte del rey, Pedro de Baeça estuvo dirigiendo durante alrededor de veinte años negocios relacionados con 85. ASR Caja 238 (117): carta de poder de Pedro de Baeça a Cosme Ruiz Envito (Madrid, 17/10/1600). 86. ASR Caja 238 (109): relación de la lana comprada por orden de Cosme Ruiz Envito (1599). 87. ASR Caja 186 (93): carta de Pedro Fernández de Alarcón a Cosme Ruiz Envito (Lisboa, 4/3/1606).

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el vasto sistema aduanero español, el cual se encontraba diseminado por todo el territorio peninsular. La administración de este tipo de rentas era una empresa extremadamente complicada, que suponía un alto riesgo para quien la tomaba en sus manos, además de mucho trabajo. A cambio, los beneficios podían ser enormes. A Pedro de Baeça le hicieron muy rico, más de lo que era cuando llegó a Madrid en 1592, y en su éxito colaboró, en alguna medida, la casa de los Ruiz, con la que tuvo una estrecha colaboración durante los últimos quince años de su existencia. El portugués Pedro Gomes Reinel fue otro de los mercaderes vinculados a la casa Ruiz que también tuvo intereses en la administración de las rentas reales. Como Simón Méndez y Pedro de Baeça, Reinel se inclinó, sobre todo, por las aduanas, y así, en el año 1604, contrató con el rey la administración del almojarifazgo mayor de Sevilla y el de Indias para los siguientes diez años, una de las rentas más importantes que Su Majestad tenía en toda la Monarquía, por la que Reinel se comprometió a pagar cada año 243 millones de maravedíes y 107 millones, respectivamente.88 Los tratos de Pedro Gomes Reinel con los Ruiz venían de tiempo atrás, cuando el mercader portugués se dedicaba al tráfico de esclavos entre África y la América española.89 Valiéndose de la mediación de Manuel Gomes de Elvas, uno de los hijos de Antonio Gomes, consiguió entrar en contacto con Simón Ruiz en 1583 por primera vez. En una carta que ha llegado hasta nosotros, escrita toda ella en lengua portuguesa, le pedía que asegurase para él en Burgos un cargamento de esclavos para la isla de Santo Domingo, ya que, según le decía, los seguros en Lisboa resultaban más caros de contratar.90 Después de esa fecha, no hemos encontrado rastro de Reinel en el epistolario de Simón Ruiz, pero, veinte años más tarde, se había convertido ya en uno de los más estrechos colaboradores de su sobrino, Cosme Ruiz Envito. Además, esta relación sería determinante para la suerte de los Ruiz, pues el descalabro que sufrió Reinel en sus negocios aduaneros

88. Gelabert (1997: 127-130). Según cálculos del autor, los ingresos de esta renta suponían en torno al año 1600 alrededor del 7% de los ingresos de la Real Hacienda. 89. Vila Villar (1977: 104-106) y Lapeyre (1967). 90. ASR Caja 87 (136): carta de Pedro Gomes Reinel a Simón Ruiz (Lisboa, 24/5/1583). El 28 de mayo Manuel Gomes escribía a Simón Ruiz y en su carta le pedía que aceptase el encargo de Reinel. ASR Caja 87 (18): carta de Manuel Gomes a Simón Ruiz (Lisboa, 28/5/1583).

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fue lo que provocó la quiebra de la casa en 1606 y, como consecuencia de ella, su definitiva desaparición.91 Cosme Ruiz Envito había actuado como banquero de Reinel, ayudándole a financiar algunos de sus negocios con la Corona. En 1604, como resultado de ello, Reinel debía a la casa de los Ruiz dos millones de maravedíes, los cuales se comprometió a devolver con la cesión de uno de los títulos de deuda pública que el rey puso a su nombre: un juro sobre las alcabalas recaudadas en Mérida, que rendía cada año 160.000 maravedíes.92 Ese mismo año, Reinel volvió a recurrir a su ayuda para tomar la administración de las aduanas sevillanas, pagándole con otro juro, este situado sobre las alcabalas de Alcaraz, que rentaba 1.000 ducados al año y que le cedía “por siempre jamás”.93 Una retribución generosa, sin duda, pero proporcional al alto riesgo y al mucho trabajo que Cosme Ruiz Envito tendría que soportar al hacerse cargo de las cuentas de Reinel en este negocio. El mayor de los riesgos sería, sin duda, el que asumiría pagando las letras de cambio que llegasen a Madrid a nombre del portugués desde distintos lugares de España y Europa. En el contrato que firmaron, Reinel lo reconocía por escrito y le ponía un límite a este riesgo de 56 millones de maravedíes, cantidad máxima que Cosme Ruiz se comprometía a pagar durante el primer año del asiento por las obligaciones y demás deudas de su cliente. La apuesta que hizo Pedro Gomes Reinel tomando la administración de estas rentas era muy ambiciosa; no lo hacía en solitario, sino a la cabeza de un pequeño consorcio de hombres de negocios portugueses. En esto coincidía con lo que estaban haciendo otros mercaderes portugueses, con quienes le vemos asociarse, en unas ocasiones, y competir, en otras. Con Pedro de Baeça mantuvo una larga colaboración y también algún pleito a causa de las deudas. Los dos se habían asentado en Madrid en la década de 1590 para lanzarse desde aquí sobre distintas rentas reales. Reinel, según contó él mismo, había llegado a la corte en 1594 con la intención de pujar en la subasta del asiento de esclavos, lo que le llevó a pelear con otro importante consorcio de mercaderes portugueses que también aspiraba a quedarse con el

91. Lapeyre (2008: 80-81). 92. ASR Caja 249 (297): escritura entre Pedro Gomes Reinel y Cosme Ruiz Envito (Valladolid, 19/8/1604). 93. Idem.

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negocio.94 Al año siguiente, Pedro de Baeça testificaba en su favor ante el Consejo de Indias, diciendo que conocía bien a Reinel, el cual estaba cualificado de sobra para contratar dicho asiento, porque era “hombre muy rico y hacendado, de manera que puede tomar cualquier renta de la hacienda de Su Majestad aunque sea por más de nueve años [...] y que es hombre de grandes negocios y contrataciones”.95 Pero, diez años después, aquella colaboración se tornó en grave desencuentro y ambos acabaron ante los tribunales de justicia. La causa, unas joyas que Pedro de Baeza había dejado a Reinel como prenda por una deuda que con él contrajo de casi siete millones de maravedíes. Pedro Gomes Reinel era uno de aquellos hombres de negocios originarios de Lisboa que habían irrumpido con extraordinaria fuerza en el arrendamiento de las rentas reales durante los últimos años del reinado de Felipe II. A partir de 1598, con un nuevo rey en el trono, Reinel redobló su apuesta y se lanzó como hemos visto sobre los almojarifazgos de Sevilla e Indias, sin escatimar recursos para alcanzar sus objetivos. Recurrió, incluso, al soborno, una práctica a la que el nuevo Gobierno de Felipe III, encabezado por el duque de Lerma, se entregó de manera un tanto obscena. Sobre ello tuvo que declarar en 1607, cuando los principales hombres del régimen de Lerma fueron procesados. Entonces, ante el juez que le interrogó, dio todos los detalles de las negociaciones que había mantenido en la corte años atrás para conseguir los contratos de las aduanas de Sevilla.96 Explicó que en 1603 había acompañado al rey y a la corte en su visita a la ciudad de Valencia y que, en el transcurso del viaje, había derrochado dádivas y dinero en metálico sobre algunos de los ministros por cuyas manos pasaban los contratos con la Hacienda del rey. Un criado suyo, que también fue llamado a declarar, recordaba cómo un día acompañó al cochero de Reinel, quien llevaba una mula cargada con dos sacos llenos de distintas monedas —5.000 ducados en total—, que entregaron a unos criados del ministro Franqueza en la casa donde este posaba en Valencia. Además de dinero al contado, Reinel firmó una escritura para quedarse con la administración de los señoríos que Franqueza 94. AHPM Tomo 1144 fols. 1041r-1046vto. Concierto entre Pedro Gomes Reinel y Jerónimo Castaño (Valladolid, 3/8/1601). 95. AGI Indiferente 743 (20): testificación de Pedro de Baeça a favor de Pedro Gomes Reinel (Madrid, 12/12/1594). 96. Pulido Serrano (2006b).

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tenía en el reino de Valencia, el condado de Villalonga y la baronía de Villamarchant. Le pagó por ello lo que no valía, una cantidad desorbitada a decir por los testigos, pero confesó a los jueces que poco le importaba el despilfarro si con ello se ganaba el favor del ministro y conseguía el contrato de los almojarifazgos de Sevilla y de Indias. Y así fue: por mediación de Franqueza, en 1604, Reinel se quedaba con la administración de esta suculenta renta.97 Tras los administradores de cada una de estas rentas aduaneras, portugueses la mayor parte de ellos en tiempos de Felipe III, llegaron muchos otros de sus paisanos para ocupar los distintos cargos y oficios que dependían de ellas. Alcanzaban casi el número de doscientas las localidades por las que se diseminaba el conjunto aduanero español, en cuyas oficinas se reunía un nutrido cuerpo de oficiales de todo tipo. Por ellas, además, pasaba buena parte del comercio interior peninsular y también el que se mantenía con los territorios de afuera, lo que nos da una idea del grado de penetración en la economía española de estas gentes procedentes de Portugal. Su presencia iba en aumento, primero, en las rutas y espacios del comercio, y, después, en los centros donde se regulaba y fiscalizaba la actividad mercantil. Así era observado por los hombres de la época, a veces con cierta alarma. En Sevilla, a finales de 1604, Bernardino de Escalante, el célebre ministro de Felipe II, lo denunciaba en un memorial que envió a su sucesor en el trono: el poder y el número de portugueses habían crecido mucho en la ciudad, especialmente desde que el almojarifazgo se remató en Pedro Gomes Reinel —decía, pues este había dado los oficios de las aduanas a la gente de su reino.98 Arraigamiento en Castilla: en torno al decreto de libertad de movimientos de 1601 Durante buena parte del siglo xvi y xvii, las leyes de Portugal prohibían que los cristianos nuevos portugueses abandonaran el reino

97. AGS Cámara de Castilla Leg. 2796 (9) fols. 153r-154vto: declaración de Pedro Gomes Reinel (11/2/1607). AGS Cámara de Castilla leg. 2794 (5) fols. 775r-778r: declaraciones de Pedro Gomes Reinel sobre los arrendamientos que hizo de los estados del conde de Villalonga (1/3/1607 y 11/3/1607); fols. 778r-779vto: declaración de Alonso Pérez, lacayo de Pedro Gomes Reinel (6/3/1607). 98. Casado Soto (1995: 235-263).

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llevando sus bienes consigo. Hubo, bien es cierto, periodos excepcionales en los que se abolió tal prohibición y se les dio libertad de movimientos, pero estos paréntesis solían durar poco tiempo a causa de la fuerte oposición que despertaban entre las autoridades de aquel reino. De tal manera, mientras se mantuvieron las leyes prohibitivas, a los mercaderes portugueses, en su mayoría cristianos nuevos, les resultó difícil trasladarse a Castilla y, más aún, asentarse allí de manera definitiva. Por ello, bajo este marco legal, las incursiones de los mercaderes portugueses en Castilla debían limitarse a estancias temporales, a viajes de ida y vuelta con el objetivo de acometer empresas puntuales. Poco o nada hizo Felipe II por cambiar esta situación, y en las Cortes celebradas en Tomar en 1581, donde fue proclamado rey de los portugueses, así como en las Cortes posteriores celebradas en Lisboa de 1583, juró respetar el orden legal vigente, incluidas tales restricciones.99 Además, una ley aprobada pocos años después, en 1587, confirmaba la prohibición, y así siguió todo hasta 1601, cuando el nuevo rey, Felipe III, decidió eliminar esta traba permitiendo a los cristianos nuevos vender sus bienes raíces y abandonar con sus familias el reino de Portugal. Aquella fue una gran conquista de los mercaderes de Lisboa, una victoria política de consecuencias económicas muy positivas, que, sin duda, repercutirían en beneficio suyo. Ciertamente, la libertad para emigrar fue un privilegio conseguido por las presiones que un pequeño grupo de hombres de negocios ejerció sobre los ministros del nuevo rey.100 Entre ellos se encontraban algunos de los correspondientes de Simón Ruiz y de su sobrino Cosme Ruiz Envito: Heitor Mendes, Francisco Lopes, Diego Nunes Caldeira, Antonio Nunes Caldeira y Rodrigo de Andrade, uno de los “procuradores de los cristianos nuevos portugueses” ante el rey en este asunto.101 Esta nueva medida les resultaba de enorme valor, ya que les allanaba el camino en su propósito de participar de los espacios económicos castellanos y mejoraba mucho su posición en ellos. Salvada esta traba legal, que les penalizaba por su condición conversa, podrían ahora trasladarse a Castilla de forma definitiva y hacerlo, además, acompañados de sus familias y

99. Borges Coelho (2015: 35-36). 100. Veríssimo Serrâo (1979: 33). 101. Pulido Serrano (2006b: 345-176).

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del dinero conseguido por las ventas de sus patrimonios raíces en los lugares de origen. Ya no era necesario recurrir al subterfugio ni a la ilegalidad. No obstante, sabemos que, antes de que la ley de 1601 fuera proclamada, algunas de estas familias ya se habían asentado en Castilla, lo que demuestra que hubo una corriente migratoria anterior que, aprovechando el relajamiento de las autoridades, estaba discurriendo a la sombra de la legalidad. Este fue el caso de los hombres de negocio de los que hemos hablado, como Pedro de Baeça, quien, a principios de la década de 1590, se trasladó desde Lisboa hasta Madrid con su mujer, su hija y su yerno. Pese a su condición conversa, parece que no encontró obstáculo alguno para llevar a cabo sus planes de mudanza. Es cierto que mantuvo buena parte de sus bienes en Lisboa, incluidas las casas familiares que tenía en la ciudad, aunque estaba decidido a arraigarse en la corte, donde compró varias casas en la calle de los Preciados y otras junto a la iglesia de San Ginés, muy cerca del Alcázar Real. Por su parte, Pedro Gomes Reinel, el contratista del asiento de esclavos y de los almojarifazgos de Sevilla, también compró unas casas en la corte de Madrid al poco tiempo de llegar allí, a principios de la década de 1590, lo que indica su intención de instalarse en la ciudad de manera estable para dirigir sus negocios desde ella.102 Semejante plan tenía Jerónimo Duarte Ximenes, fallecido en Madrid en 1590, al dejar allí a su joven sobrino, Antonio Ximenes, que le había acompañado en su viaje desde Lisboa, el cual acabaría estableciendo su casa en la corte, dando así origen a la rama madrileña de esta saga de grandes hombres de negocios portugueses.103 Otro de los más antiguos socios de Simón Ruiz, Manuel Gomes de Elvas, también vivía por esos mismos años en la calle de los Preciados, junto a la Puerta del Sol, donde los mercaderes tenían abiertas sus lonjas y sus negocios.104

102. Así lo declaró durante el pleito que mantuvo con Jorge Rodrigues Solís, otro de los hombres de negocios portugués que se trasladó a la corte para contratar con el rey: ARCHV Pleitos Civiles, Zarandona y Balboa (Olv.) Caja 1194, 5 s/f. Declaración de Pedro Gomes Reinel (11/8/1605). 103. ASR Caja 171 (168): carta de Francisco de Bobadilla a Simón Ruiz (14/1/1595). “Este [Antonio Ximenes] viene a poner aquí casa expresamente para hacer todos sus negocios”. 104. AGI Indiferente Archivo General de Indias, Indiferente 743 (20): relación de los portugueses que testifican a favor de Pedro Gomes Reynel.

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El salto que algunos de los mercaderes principales de Lisboa estaban dando a Madrid, y la apertura de sus respectivas casas de negocios en la corte, caracterizó estos años de la década de 1590. Francisco de Bobadilla, el agente que Simón Ruiz tenía trabajando en Madrid, sintió zozobra por las consecuencias que este fenómeno podía provocar en sus intereses y así se lo expresó en varias ocasiones a Simón Ruiz. Una vez instalados en Madrid, le decía, iba a resultar muy difícil competir con ellos en lo referido a los negocios con Portugal. Muchos de los tratos que hasta entonces estaban haciendo los de Lisboa con él ahora pasarían, irreversiblemente, a manos de las nuevas casas portuguesas abiertas aquí; y esto, sin duda, les perjudicaría. “Ya ha venido aquí un hijo de Francisco Rodrigues de Elvas de Lisboa a poner casa, y así me parece que entre él y Antonio Ximenes se llevarán los mejores negocios de Lisboa, que ya he visto yo hartas letras que vienen a Antonio Ximenes de las que solían venir a mí”.105 Las quejas del agente de Simón Ruiz eran testimonio claro de esta nueva fase en el proceso de penetración portuguesa en la economía española, caracterizada por el arraigamiento de algunas de las principales casas de negocios en el suelo castellano: “Cuanto al enviar aquí los portugueses a poner casas no hay que dudar sino que todos los negocios de los parientes se han de llevar, que eran los mejores negocios [...]. Maldita la pena me da”.106 La decisión tomada por Simón Ruiz y su sobrino Cosme Ruiz Envito en el verano de 1595 de trasladar su casa de negocios a Madrid estuvo motivada, sin duda, por este proceso experimentado por algunas de las principales casas lisboetas, y todo parece indicar que esta fue la fórmula con la que Simón Ruiz, ya viejo, trató de adaptar sus negocios a los nuevos tiempos, confiando el futuro de ellos a su sobrino Cosme Ruiz Envito. Para entonces, además, Madrid había desplazado a Medina del Campo como centro principal en la negociación financiera realizada dentro de los confines de la monarquía, circunstancia determinante que ha explicado Alberto Marco Martín en este mismo libro. Sin embargo, aquella solución no valió de mucho, pues, poco más de una década después, la marea portuguesa había engullido a la casa medinense, que desapareció para siempre. 105. ASR Caja 171 (196): carta de Francisco de Bobadilla a Simón Ruiz (Madrid, 10/5/1595). Gentil da Silva (1956: 14, n. 47). 106. ASR Caja 171 (200): carta de Francisco de Bobadilla a Simón Ruiz (Madrid, 17/5/1595).

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De otro lado, mercaderes portugueses de origen converso estaban siguiendo un camino parecido y se fueron trasladando a Castilla con la idea de arraigarse allí. Conforme corrió el tiempo, el fenómeno se fue haciendo más numeroso, por lo que resulta comprensible que, en los últimos años del reinado de Felipe II, se pensara en presionar al rey para que modificase aquel marco legal que estaba dificultando este flujo migratorio. Perjudicaba, en especial, a los hombres metidos en negocios, determinados a ir tomando asiento en tierras y localidades castellanas para poder conducir desde aquí sus empresas comerciales y financieras, a caballo entre la mercadería y la administración de las rentas del rey. La participación creciente de estas familias portuguesas en el comercio castellano les aconsejaba establecer asentamientos de carácter permanente; pero encargarse de la administración de las rentas reales, por el nivel de complejidad y de exigencia que imponía desempeñar este tipo de actividad, les obligaba a fijar sus casas en las localidades castellanas. Resultaba lógico, por lo tanto, que se intentara ajustar, como así ocurrió, el orden legal a la nueva realidad económica que se estaba generando. Este es el sentido del decreto de 1601, por el cual se daba libertad de movimientos a los cristianos nuevos portugueses. Pensado para los mercaderes y los hombres de negocios, conversos en su gran mayoría, y solicitado y negociado por ellos en la corte del rey, buscaba normalizar la situación de hecho y facilitar su desenvolvimiento para los tiempos siguientes. El decreto y su gestación expresan, en definitiva, la voluntad que tenían muchos de estos hombres de deslocalizar sus casas y sus negocios, sus familias y sus patrimonios, e instalarlas en distintos lugares de Castilla. De esta manera, se entiende que, en las nuevas negociaciones que con el rey se mantuvieron a partir de 1601, se abriera una fractura grave entre los mismos mercaderes portugueses. Se trataba en esta nueva ocasión de buscar un perdón general para aquellos que tuvieran problemas pendientes con los tribunales de la Inquisición por delitos de herejía. Un proceso de fe, bajo la acusación de judaísmo, suponía para estas familias un duro golpe a sus negocios, a veces su destrucción, ya fuera por la prisión del mercader o por el secuestro y la confiscación de sus patrimonios. Por ello, un tropiezo inquisitorial resultaba ser la peor de las suertes que podía correr un hombre de negocios en sus empresas económicas; peor, mucho peor, que el naufragio de la nave en la que transportaran sus mercaderías, para cuyo remedio existían

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los seguros; peor que una mala cosecha o que el cierre de las ferias donde se cobraban y se pagaban sus letras de cambio. En cualquiera de estos casos se podía perder lo que se ponía en juego, pero el castigo inquisitorial amenazaba con destruir una empresa para siempre, pues afectaba a todo el patrimonio familiar. Por esta razón, algunos hombres de negocios pretendieron que Felipe III les gestionara un perdón general del papa que borrara sus posibles delitos heréticos; y estaban dispuestos a pagar lo que fuera necesario por ello. El dinero que les costara, por mucho que fuera, sería en realidad una inversión en beneficio de la seguridad jurídica de sus negocios, prorrateada, además, entre miles de personas. No es extraño que detrás de la iniciativa estuviera, según dijeron algunos, Heitor Mendes, el Rico, y, con él, algunos de los hombres más acaudalados de Lisboa.107 Sin embargo, contra esta pretensión se levantaron más de medio centenar de mercaderes de Lisboa; acudieron a la Inquisición portuguesa y, con el apoyo de esta, se dirigieron al rey para manifestar su oposición a quienes negociaban el perdón general. La fractura en el mundo de los negocios lisboeta fue profunda. Entre los firmantes de la protesta estaban algunos de los que habían apoyado la libertad de movimientos que se había concedido en 1601. Uno de ellos era el hombre de negocios lisboeta Francisco Lopes de Elvas, correspondiente de Simón Ruiz y Cosme Ruiz Envito en la década de 1590, quienes se hacían cargo de sus pagos y de sus letras de cambio en las ferias castellanas. Otro era Diego Nunes Caldeira, perteneciente a una de las familias concertadas con los Ruiz desde hacía tiempo. Por su parte, los procuradores enviados desde Lisboa a la corte para presentar la protesta al rey eran también dos de los hombres más estrechamente relacionados con la casa Ruiz: Rodrigo Lopes de Évora y Luís Gomes de Elvas. Del documento con la protesta y firmas correspondientes se hicieron cuatro copias: dos se dejaron en Lisboa, una en el tribunal de la Inquisición y otra en manos del inquisidor general de Portugal; las dos copias restantes de la certificación se llevaron a la corte del rey, una para el presidente del Consejo de Portugal y la otra para su secretario. Además, un traslado del documento se mandó al papa. Al medio centenar de firmas que aparecían al pie del mismo —la sustancia principal del 107. Marques de Almeida (2009: 133-135).

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mundo de los negocios—, se sumaron las de Andrés Ximenes, Manuel Gomes de Elvas y Antonio Gomes de Elvas, avecindados por entonces en Valladolid. Todos ellos también rechazaban la petición de un perdón general porque nada tenían que temer —decían— en lo relativo a la fe. El detalle es muy revelador y nos deja ver el sentir y la voluntad del grueso de los grandes mercaderes portugueses. Todos, aunque fuera por vías encontradas o en uniones más o menos permanentes en el tiempo, se habían lanzado sobre la economía española, trasvasando a ella hombres, dineros y empresas que estaba consiguiendo arraigar con fuerza, echando raíces, sólidas y bien extendidas, por el conjunto del solar ibérico. Conclusiones Pocos fondos documentales son tan elocuentes como el existente en el Archivo de Simón Ruiz a la hora de explicar la creciente penetración de los portugueses, cristianos nuevos o no, en los ámbitos económicos españoles, fenómeno ocurrido durante la segunda mitad del siglo xvi y primeros años del siglo xvii. Como queda dicho, los primeros contactos entre Simón Ruiz y los portugueses que aparecen documentados en su epistolario están datados en 1558.108 A partir de entonces, y siguiendo el nutrido fondo epistolar de su archivo, podemos comprobar que estas relaciones fueron aumentando de manera notable hasta la desaparición de la casa medinense en 1606. En Medina de Campo y en las personas de Simón Ruiz y de su sobrino Cosme Ruiz Envito, todos estos portugueses encontraron un buen acicate para asegurar sus negocios euroatlánticos. Pero, además, esta relación les facilitó su propósito de ir conquistando paulatinamente nuevos espacios comerciales del ámbito español, donde pudieron invertir sus excedentes de capital humano y de capitales financieros y donde pudieron también explotar la extraordinaria experiencia que habían acumulado en todo lo referido al mundo de los negocios. Constituyeron una marea formada por numerosas tentativas individuales, respaldadas en el apoyo familiar y en las alianzas entre grupos y espoleadas por una competencia constante entre unos y otros

108. Lapeyre (2008: 47).

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en busca del beneficio. Empresas individuales, familiares o colectivas, pero todas ellas dentro de una misma corriente, bombeada sin cesar desde Portugal, y, dentro del reino, desde su corazón, localizado en Lisboa. Empresas humanas de distinta dimensión, pequeña en comparación con las compañías comerciales que estaban por venir, pero abiertas siempre al contacto con otras iniciativas, con otras casas o familias, ya fueran castellanas, italianas, flamencas o de cualquier otra nación. Este es el ejemplo que se muestra, con tanto detalle, a través de la experiencia compartida durante medio siglo entre los portugueses y la casa de los Ruiz, tan fielmente registrada en el archivo que de ella nos ha llegado. Además de penetrar, estos grandes mercaderes consiguieron alcanzar, pasado el tiempo, posiciones de mayor relieve. Como se ha dicho, desde las actividades comerciales a las que se entregaron en Castilla, dieron el salto a la contratación de todo tipo de arrendamientos de rentas, ya fueran señoriales, municipales o reales; y, desde la administración de estas, una vez atesoraron mayores capitales y experiencia, y reunida además una influencia suficiente sobre los ámbitos de decisión política, estuvieron en disposición de lanzarse a la aventura en el terreno de los grandes contratos con el rey. Entraron entonces, con fuerza y en buen número, a participar en la financiación de las necesidades del Estado, las llamadas provisiones generales. Esto es lo que ocurrió entre 1627 y 1647, para establecer desde esa fecha su claro liderato entre los banqueros del rey.109

109. Sanz Ayán (2013: 227-228).

El laboratorio virtual “casasimonruiz.com” Alicia Pérez y José Luis Arcas

A principios de 2013, varios investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares mantuvieron un primer contacto con nosotros en nuestra condición de técnicos informáticos. El objetivo de esta reunión fue abordar la idea de crear un laboratorio virtual en el que se pudiera llevar a cabo un trabajo experimental de investigación utilizando la correspondencia procedente del Archivo Simón Ruiz, datada en el siglo xvi, de acuerdo a lo expuesto en el proyecto de investigación financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad bajo el título “Redes comerciales europeas en la Edad Moderna: la banca de Simón Ruiz”. El volumen de la correspondencia comercial existente en el Archivo Simón Ruiz, que cuenta con más de 50.000 cartas, así como la complejidad de esta documentación, nos llevó a pensar en la necesidad de crear algunas herramientas nuevas que, aprovechando los avances en el ámbito de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación),1 pudieran facilitar el trabajo de los investigadores y, a la vez, mejorar el rendimiento de su investigación. 1.

Los profesionales de TIC combinan correctamente los conocimientos, prácticas y experiencias para atender tanto a la infraestructura de tecnología de información de una organización como a las personas que la utilizan. Asumen la responsabilidad de la selección de productos de hardware y software adecuados para una organización. Se integran los productos con las necesidades y la infraestructura organizativa, la instalación, la adaptación y el mantenimiento de los sistemas de información, proporcionando así un entorno seguro y eficaz que apoye las actividades de los usuarios del sistema de una organización. En TIC, la programación a menudo implica escribir pequeños programas que normalmente se conectan a otros programas existentes.

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En este sentido, el laboratorio virtual se pensó como un espacio abierto de forma permanente al que accediesen los investigadores, archiveros e informáticos de manera simultánea para acometer sus trabajos y en el cual todos ellos pudieran interactuar. En este espacio, disponible a través de la red, deberían encontrarse los materiales documentales primarios y las herramientas necesarias para proceder a la investigación; y en él, además, se deberían ir depositando los resultados del trabajo realizado tanto a nivel individual como colectivo. El experimento debería mostrar qué posibilidades se abren a la investigación trabajando con este método y en qué medida mejoran los rendimientos del trabajo en equipo. Análisis y primer acercamiento al problema (junio 2013) Debido a la distancia que existe entre las distintas disciplinas que han participado de este proyecto —historia, archivística e informática—, los contactos iniciales con los investigadores de la Universidad de Alcalá se limitaron a establecer una primera aproximación en dos aspectos básicos del proyecto: • La recogida de información acerca del fondo archivístico con el que se iba a trabajar: o o o o

Volumen (de la documentación). Tipología documental. Datos disponibles y herramientas de descripción (físicas y lógicas). Formatos digitales utilizados en la conversión digital del fondo.

• El establecimiento de un lenguaje común en el que pudiésemos concretar las funcionalidades y los requerimientos del proyecto. Desde el primer momento se establecieron cuáles eran los objetivos concretos relativos a las funcionalidades del laboratorio virtual. Se entendía que este debía de funcionar a partir de tres ejes:

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1. Como un espacio de conversación, en el cual los investigadores, archiveros e informáticos pudieran mantener un diálogo permanente y un foro de debate sobre el trabajo que se estuviera realizando. 2. Como un espacio de publicación, en el cual debería ser alojado el material documental con el que posteriormente trabajarían los miembros del equipo. El material documental está compuesto por las reproducciones digitales de la correspondencia original procedente del archivo Simón Ruiz. 3. Como un espacio de bibliografía, en el cual se debería de alojar distintas obras de referencia en formato electrónico para su uso por parte de los miembros del equipo de investigación, así como todos aquellos trabajos que fueran producidos por ellos mismos, con el fin de compartirlos con el resto de los miembros del grupo. Además, el laboratorio virtual tenía que proporcionar un acceso flexible a los investigadores, cualquiera que fuera el lugar donde se encontraran sus puestos de trabajo, y configurable, permitiendo o no a un determinado usuario acceder a la totalidad o parte de la documentación del laboratorio. En definitiva, se trataba de crear un espacio virtual que permitiera al equipo abordar la tarea de la investigación (sobre el fondo documental compuesto por la correspondencia del Archivo Simón Ruiz), organizando el trabajo de una forma distinta a la que tradicionalmente se viene realizando en el campo de las humanidades. Solo de esta manera resultaba posible que un equipo de trabajo formado por investigadores diseminados por distintas ciudades de España y de Europa pudiera acometer el proyecto propuesto. Así, para que el trabajo en equipo fuera viable, era necesario dotar a todos los investigadores de la capacidad de acceso al laboratorio y, además, de unas herramientas de trabajo que se pudiesen adaptar a las necesidades de cada uno de ellos en el momento en el que las requiriesen. Todo esto nos situaba ante un reto que resulta característico de las llamadas recientemente “humanidades digitales”, entendidas estas como el área de investigación, enseñanza y creación en el que convergen las humanidades y la informática. Por esta razón, no está de más traer aquí algunos breves comentarios acerca de lo que han significado

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las experiencias pioneras en el ámbito de las humanidades digitales (digital humanities).2 Entre los objetos de estudio comprendidos por las humanidades digitales podemos encontrar cosas tan distintas como el diseño y mantenimiento de colecciones digitales y de bases de datos, la visualización de datos, la recuperación de la información, la minería de datos o la estadística. En este amplio abanico de objetos se incluyen tanto material y patrimonio digitalizado como artefactos originados en el medio digital, los cuales combinan las metodologías propias de las disciplinas humanísticas tradicionales con el uso de herramientas informáticas actuales. Se ha considerado que el origen de las humanidades digitales tuvo lugar a raíz del gran proyecto que abordó el jesuita italiano Roberto Busa (1913-2011) en el año 1949, en el cual, por primera vez, se aplicaba el uso de la computación en el quehacer humanístico. El padre Busa se planteó la entonces poco frecuente tarea de elaborar un índice de concordancias de las obras completas de santo Tomás de Aquino y de los autores relacionados con él. Con el apoyo obtenido del fundador de IBM, Thomas J. Watson (Estados Unidos), y de su nueva máquina, la computadora, se trasladaron los textos completos de santo Tomás a tarjetas perforadas. Las concordancias serían realizadas posteriormente por un programa informático escrito para tal fin. En 1974 se publicaban los primeros tomos bajo el título Index Thomisticus, con más de 11 millones de palabras en latín medieval; el trabajo final llegó a sumar un total de 56 volúmenes impresos. En 1992 apareció una versión en CD-ROM de esta obra completa, a la que siguió otra en DVD. En 1998, para reconocer la labor del jesuita italiano, la Alliance of Digital Humanities Organizations (ADHO) creó un premio que lleva su nombre y que se concede cada tres años a las mejores trayectorias de las humanidades digitales. En 2005 el Index Thomisticus se publicó en Internet gracias a la colaboración de los profesores Enrique Alarcón y Eduardo Bernot y al soporte de la Universidad de Navarra. Un año más tarde, Marco Passarotti inició la anotación sintáctica del corpus. 2.

Sobre este campo de trabajo, abierto recientemente, pueden consultarse las informaciones reunidas en Wikipedia, donde se ofrece, además, una abundante bibliografía al respecto: ; (consulta: 07/02/2016).

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Durante los años noventa, la mayoría de proyectos digitales tuvieron lugar en Estados Unidos y en Inglaterra (por ejemplo, el Women Writers Project, el Rossetti Archive y el William Blake Project), aunque en el ámbito hispánico también se pueden encontrar algunos ejemplos de proyectos tempranos (ADMYTE, BIDISO, PhiloBiblon o TESO), y, más recientemente, el Laboratorio de Innovación en Humanidades Digitales (LINHD), de la UNED,3 o el proyecto Humanidades Digitales Hispánicas.4 Resumiendo, y de acuerdo a lo que nos muestran todas estas experiencias precedentes, los objetivos fundamentales que se recogen en las humanidades digitales son, a grandes rasgos, los siguientes: 1. Crear bases de datos con recursos digitales relevantes para las humanidades. Esto incluye la captura, la estructuración, la documentación, la preservación y la diseminación de los datos. 2. Desarrollar metodologías que permitan generar nuevos elementos derivados de estos datos. 3. Generar investigación y conocimiento para incrementar nuestra comprensión en las humanidades. 4. Romper las barreras existentes en la investigación actual, ya sea por las diferencias propias entre las distintas disciplinas o por razones de distancia geográfica entre los investigadores. Análisis (septiembre-octubre 2013) Volviendo al proyecto que nos ocupa, una vez emprendimos el propósito de crear el laboratorio virtual aludido anteriormente, el punto de partida en nuestro trabajo comenzó cuando tuvimos en nuestras manos los objetos digitales que habrían de ser analizados, contextualizados y modelados. Dichos objetos digitales eran las reproducciones de 5741 cartas originales procedentes del fondo epistolar del archivo de Simón Ruiz. 3. 4.

(consulta: 07/02/2016). (consulta: 07/02/2016). La Sociedad Internacional (Humanidades Digitales Hispánicas) está inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones de España desde el 28 de agosto de 2012 con el número 600632).

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Tales objetos digitales eran el fruto del trabajo realizado por la empresa Vinfra SA en la conversión digital de una parte concreta de la correspondencia de Simón Ruiz, localizada y seleccionada previamente por los archiveros e investigadores participantes en el proyecto. La correspondencia digitalizada se nos entregó en un disco duro que contenía 21.654 imágenes en total, con una resolución de captura de 300 puntos por pulgada y una profundidad de color de 24 bits por píxel, toda ella reunida en ficheros TIFF sin compresión. Estas imágenes estaban organizadas en el disco duro mencionado en 5.741 carpetas, correspondiendo a cada carpeta una carta de las digitalizadas. Las imágenes se nombraron de tal modo que el propio nombre de cada fichero-imagen proporciona información de localidad, fecha, caja de archivo y número de la carta que contiene en su interior (por ejemplo, “BADAJOZ_1576_C28_122.ext”). Esta colección final de objetos digitales contiene cartas originales recibidas por Simón Ruiz, que proceden de distintas ciudades de Italia y también de algunas de España, a las cuales hay que sumar una serie de copias de cartas que fueron enviadas por Simón Ruiz a sus corresponsales en Italia y Malta. El formato de fichero que decidimos utilizar en nuestro trabajo fue el PDF (Portable Document Format5). Este tipo de formato, inicialmente desarrollado por la empresa Adobe Systems, se lanzó oficialmente como un estándar abierto el 1 de julio de 2008 y fue publicado por la Organización Internacional de Estandarización (ISO) como ISO 32000-1. Todos estos ficheros PDF se nos entregaron con el conjunto de objetos digitales mencionados anteriormente, los cuales estaban grabados en una carpeta aparte, incluida en el mismo disco duro. Estos ficheros PDF tienen un tamaño medio en disco de 6 Mb y uno máximo de 28 Mb; el tamaño total de las 5.741 cartas en el disco duro supera los 30 Gb. Además, disponíamos de una base de datos fuente, denominada Listado Original, que nos fue proporcionada por Ángel Laso Ballesteros, director del Archivo Histórico Provincial de Valladolid, la cual contiene 17.297 registros, y que nos sirvió de repositorio de referencia.

5.

Formato de Documento Portátil es un formato compuesto (imagen vectorial, mapa de bits y texto) de almacenamiento para documentos digitales independiente de plataformas de software o hardware.

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Levantamiento de información (septiembre-octubre 2013) Una vez recibimos todo este material, las primeras labores que llevamos a cabo en lo referido al tratamiento de la información pasaron por realizar un indexado del contenido del disco duro en el que estaban contenidos todos los ficheros y, también, unos primeros cruces de datos. Al mismo tiempo, sobre la base de datos fuente se llevó a cabo una primera labor de análisis y limpieza de los datos. Posteriormente, procedimos a realizar un cruce de datos entre el indexado del contenido del disco duro recibido y el Listado Original, que recoge la base de datos mencionada. A primera vista resultó evidente que los 17.297 registros del repositorio de referencia Listado Original superan en mucho las 5.741 cartas indexadas que, finalmente, se deberían incorporar al laboratorio virtual. El Listado Original contiene registros de cartas pertenecientes a 163 cajas de archivo Simón Ruiz, mientras que las cartas que se incorporan al laboratorio virtual pertenecen únicamente a 140 cajas. Este cruce ha tenido por finalidad asegurar que la totalidad de las imágenes y ficheros PDF de las cartas que se han recibido están registrados con anterioridad en el repositorio de referencia, descartando así posibles errores cometidos durante el proceso de conversión digital de los fondos mientras los operarios de la empresa Vinfra SA trabajaban con ellos en el archivo. Es interesante señalar que, en este punto, analizando detenidamente el qué, el cómo y el dónde se introduce un registro en una base de datos para identificar exactamente el objeto digital referenciado es donde resulta más fácil reconocer las diferencias metodológicas entre las diferentes disciplinas implicadas en el contexto de las humanidades digitales. Por ejemplo, hasta ahora no ha sido necesario para nosotros abrir ni un solo fichero PDF, ya que todos estos trabajos los hemos realizado dando por sentado que el contenido iconográfico de las imágenes de las cartas de los ficheros PDF se corresponde exactamente con el nombrado del propio fichero PDF. En definitiva, hemos asumido por nuestra parte que la empresa que ha llevado a cabo la conversión digital de la documentación no ha cometido fallo alguno en las distintas fases de su trabajo: ya sea en el nombrado de las imágenes (localidad, fecha, caja, número), en la ordenación de las mismas en el disco duro (introduciendo, por ejemplo, imágenes en carpetas que no se corresponden), en la generación de los ficheros PDF o en cualquier otra fase. Hemos

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asumido también que, en el caso de que se hubiese producido algún error, habría sido corregido en el proceso de control de calidad previo a la entrega del trabajo de digitalización una vez finalizado. Partiendo de lo expuesto anteriormente, realizamos una serie de consultas sobre la base de datos que contiene la tabla de indexado del disco duro, para llevar a cabo la compleción automática de los campos extraíbles desde el nombre del fichero “BADAJOZ_1576_C28_122.ext = localidad_fecha_caja_numerodecarta”, y que conformarán los datos básicos sobre cada carta en la tabla-maestra. Esta tabla-maestra resultante será la tabla principal de la base de datos de trabajo del futuro laboratorio virtual. En ese momento se dispone ya de la tabla-maestra y se lleva a cabo una nueva labor de detección de incoherencias y limpieza de los datos. Esta es una labor necesaria con la que garantizar que para todas y cada una de las cartas existe una misma cantidad de información disponible de una calidad aceptable. También aquí encontramos otro ejemplo de cómo las diferentes disciplinas tienen distintos enfoques a la hora de abordar el estudio de un mismo objeto. Por lo general, cuando el historiador trabaja sobre una carta de un año concreto de su interés, no reparará en el formato de fecha presentado: 1.575, 1575, mil quinientos setenta y cinco, etc. Para él, la información sobre la datación de una carta es independiente de su forma, siempre y cuando esta sea correcta; mientras que, para el informático, esa información puede ser requerida o prescindible, ha de ser tipada (caracterizada como un determinado tipo de dato de entre los distintos tipos admitidos por un campo de una tabla en una base datos) y formateada con el fin de determinar qué uso podrá hacer de la misma en la construcción de la propia base datos: si podrá hacer que dicho campo sea un índice en sí mismo o parte de otro, si mantiene relaciones de integridad referencial con otro campo de otra u otras tablas en la misma base de datos, etc. Sirva como ejemplo de esta labor de limpieza de los datos generados y recopilados desde las distintas fuentes la detección de lo que sigue: 1 carta sin número (dato de interés para los custodios de la documentación original), 6 cartas sin información sobre la localidad de emisión de las mismas (dato obligatorio e inherente a un fondo epistolar), 27 cartas sin información sobre la localidad ni la fecha de emisión de las mismas (datos obligatorios e inherentes a un fondo epistolar) y, además de todo lo anterior, algunos errores menores que fueron corregidos.

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Diseño y arquitectura del laboratorio virtual y diseño web (octubre 2013) Una vez que todos estos elementos básicos estaban listos, nos encontramos con un condicionante principal que resultaba determinante a la hora de elegir la plataforma sobre la que se iba a desarrollar el laboratorio virtual: el tamaño total de los ficheros PDF (>30 Gb) estaba muy por encima de la ocupación de las aplicaciones web habituales. En primer lugar, teníamos que buscar un servicio en la nube,6 ya que uno de los principales requisitos del proyecto era la disponibilidad de acceso al mismo independientemente del lugar y del dispositivo usado. En este tipo de computación, todo lo que permite hacer un sistema informático se ofrece como servicio, de modo que los usuarios puedan tener acceso en la nube de Internet sin conocimientos, o al menos sin ser expertos, en la gestión de los recursos que usan.7 La computación en la nube son servidores encargados de atender desde Internet las peticiones en cualquier momento. Se puede tener acceso a su información o su servicio mediante una conexión a Internet desde cualquier dispositivo móvil o fijo ubicado en cualquier lugar. Sirven a sus usuarios desde varios proveedores de alojamiento repartidos por todo el mundo. Esta medida reduce los costes, permite un mejor tiempo de actividad y, además, garantiza que los sitios web sean menos vulnerables. La novedad que ofrece la computación desde la nube es que permite aumentar el número de servicios basados en la red. Esto genera beneficios tanto para los proveedores, quienes pueden ofrecer un mayor número de servicios de forma más rápida y eficiente, como para los usuarios, que tienen la posibilidad de acceder a ellos disfrutando de la transparencia e inmediatez del sistema y de un modelo de pago por consumo. Además, el consumidor se ahorra los costes salariales o los costes en inversión económica (locales, material especializado, etc.).

6.

7.

La computación en la nube, conocida también como servicios en la nube, informática en la nube, nube de cómputo o nube de conceptos (del inglés, cloud computing), es un paradigma que permite ofrecer servicios de computación a través de una red, que usualmente es Internet. Según el IEEE Computer Society, es un paradigma en el que la información se almacena de manera permanente en servidores de Internet y se envía a cachés temporales del cliente, lo que incluye equipos de escritorio, centros de ocio, portátiles, etc.

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Estas ventajas se consiguen porque la computación desde la nube se apoya en una infraestructura tecnológica dinámica que se caracteriza, entre otras cosas, por un alto grado de automatización, una rápida movilización de los recursos requeridos, una elevada capacidad de adaptación para atender a una demanda variable, una virtualización avanzada y un precio flexible en función del consumo realizado, evitándose, además, el uso fraudulento del software y la piratería. Aunque el concepto de nube informática es muy amplio, abarcando casi todos los posibles tipos de servicio en línea, cuando las empresas ofrecen una utilidad alojada en la nube se refieren, por lo general, a alguna de estas tres modalidades: software como servicio (por sus siglas en inglés SaaS —Software as a Service—), plataforma como servicio (PaaS) e infraestructura como servicio (IaaS). • Software como servicio (SaaS) es un modelo de distribución de software en el que las aplicaciones están alojadas por una compañía o proveedor de servicio y puestas a disposición de los usuarios a través de una red, generalmente Internet. • Plataforma como servicio (PaaS) es un conjunto de utilitarios para abastecer al usuario de sistemas operativos y servicios asociados a través de Internet, sin necesidad de descargas o instalación alguna. • Infraestructura como servicio (IaaS) se refiere a la tercerización de los equipos utilizados para apoyar las operaciones, incluido el almacenamiento, hardware, servidores y componentes de red, la solución adoptada para el laboratorio virtual. La computación en nube presenta las siguientes características clave: • Agilidad: capacidad de mejora para ofrecer recursos tecnológicos al usuario por parte del proveedor. • Costo: los proveedores de computación en la nube afirman que los costos se reducen. Un modelo de prestación pública en la nube convierte los gastos de capital en gastos de funcionamiento. Ello reduce las barreras de entrada, ya que la infraestructura se proporciona típicamente por una tercera parte y no tiene que ser adquirida de una sola vez o para tareas informáticas intensivas poco frecuentes. • Escalabilidad y elasticidad: aprovisionamiento de recursos sobre una base de autoservicio casi en tiempo real, sin que los usuarios necesiten cargas de alta duración.

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• Independencia entre el dispositivo y la ubicación: permite a los usuarios acceder a los sistemas utilizando un navegador web, independientemente de su ubicación o del dispositivo que utilice (por ejemplo, PC, teléfono móvil). La tecnología de virtualización permite compartir servidores y dispositivos de almacenamiento y una mayor utilización. Las aplicaciones pueden ser fácilmente migradas de un servidor físico a otro. • Rendimiento: los sistemas en la nube controlan y optimizan el uso de los recursos de manera automática. Esta característica permite realizar un mejor seguimiento, control y notificación del mismo. Esta capacidad aporta transparencia tanto para el consumidor como para el proveedor de servicio. • Seguridad: esta se puede mejorar debido a la centralización de los datos. La seguridad es a menudo tan buena o incluso mejor que en otros sistemas tradicionales. Esto es así debido a que los proveedores tienen una mayor capacidad de dedicar recursos a la solución de los problemas de seguridad que muchos de sus clientes, los cuales no pueden permitirse afrontar los costes que suponen estas tareas. • Mantenimiento: en el caso de las aplicaciones de computación en la nube, su mantenimiento resulta más sencillo, ya que no necesitan que sean instalados en el ordenador de cada usuario. Tras estudiar algunas de las ofertas comerciales de los principales proveedores de servicios en la nube con soluciones capaces de ofrecer almacenamiento suficiente para albergar los 5.741 ficheros PDF, decidimos utilizar los servicios de servidores virtuales provistos por la empresa Arsys. Diseño y arquitectura, HOSTING WEB y entorno local (diciembre 2013) Una vez realizada la contratación con la empresa Arsys de un servidor virtual con unas prestaciones adecuadas para nuestro propósito (una unidad central de proceso virtual, 1 Gb de memoria RAM y 50 Gb de capacidad de almacenamiento en disco duro de estado sólido), procedimos a configurar el servidor de manera remota, instalando:

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• Un Sistema Operativo CentOS 6.3, • herramientas de desarrollo: o Una plataforma XAMPP • y un servidor FTP ProFTPD para la transferencia de ficheros. En todos los casos se ha mantenido el criterio de utilizar un software libre o de código abierto. El término ‘software libre’ se refiere al conjunto de software que, por decisión manifiesta de su autor, puede ser copiado, estudiado, modificado, utilizado libremente con cualquier fin y redistribuido con o sin cambios o mejoras. La acuñación de esta denominación está asociada al nacimiento del movimiento de software libre, encabezado por Richard Stallman, y la consecuente fundación en 1985 de la Free Software Foundation, que hace de la libertad del usuario informático su propósito ético fundamental. Un programa informático es software libre si otorga a los usuarios todas estas libertades de manera adecuada; de lo contrario, no es libre. El software libre suele estar disponible gratuitamente o a un precio equivalente al coste que supone su distribución a través de otros medios. Sin embargo, no siempre es así, razón por la cual no hay que asociar software libre a software gratuito (denominado usualmente freeware), ya que, conservando su carácter de libre, puede ser distribuido comercialmente.8 Detalle de los productos usados • CentOS (Community ENTerprise Operating System), el sistema operativo que hemos elegido, es una bifurcación a nivel binario de la distribución Linux Red Hat Enterprise Linux RHEL, compilado por voluntarios a partir del código fuente publicado por Red Hat. Es un sistema operativo de código abierto, basado en la distribución Red Hat Enterprise Linux, que opera de manera similar, y cuyo objetivo es ofrecer al usuario un software de clase empresarial gratuito. Se define como robusto, estable, fácil de instalar y de utilizar. Desde 8.

Análogamente, el software gratis o gratuito incluye en ocasiones el código fuente; no obstante, este tipo de software no es libre en el mismo sentido que el software libre, a menos que se garanticen los derechos de modificación y redistribución de dichas versiones modificadas del programa.

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la versión 5, cada lanzamiento recibe soporte durante diez años, por lo que la versión 6.3 (la actual versión es la 7) que nosotros hemos utilizado recibirá actualizaciones de seguridad hasta el 10 de julio de 2022. Red Hat Enterprise Linux se compone de software libre y código abierto, pero su compilación se distribuye a través de medios (CDROM o DVD-ROM) solamente para suscriptores de pago. Red Hat libera todo el código fuente del producto de forma pública bajo los términos de la Licencia Pública General de GNU y otras licencias. Los desarrolladores de CentOS usan ese código fuente para crear un producto final que es muy similar a Red Hat Enterprise Linux, y está disponible libremente para ser descargado y usado por el público, pero sin que sea mantenido directamente por Red Hat. CentOS es una de las distribuciones consideradas clones de Red Hat Enterprise Linux. • XAMPP, elegido para este proyecto por ser el entorno más popular de desarrollo con PHP. Es una distribución del servidor web Apache completamente gratuita y fácil de instalar, que contiene MariaDB, PHP y Perl. El paquete de instalación de XAMPP ha sido diseñado para ser fácilmente instalado y usado. • El servidor HTTP Apache que hemos utilizado es un servidor web HTTP de código abierto, disponible para plataformas Unix (BSD, GNU/Linux, etc.), Microsoft Windows, Macintosh y otras, que implementa el protocolo HTTP/1.12 y la noción de sitio virtual. El servidor Apache ha sido desarrollado y mantenido por una comunidad de usuarios bajo la supervisión de la Apache Software Foundation dentro del proyecto HTTP Server (httpd). Desde 1996 tiene una amplísima aceptación en la red, y jugó un papel fundamental en el desarrollo de la World Wide Web (www). Apache es el servidor HTTP más usado hoy en día y alcanzó su máxima cuota de mercado en 2005, siendo el empleado en el 70% de los sitios web en el mundo. • MariaDB es un sistema de gestión de bases de datos (SGBD) derivado de MySQL y con licencia GPL. Está desarrollado por Michael Widenius, fundador de MySQL, y la comunidad de desarrolladores de software libre. Introduce dos motores de almacenamiento nuevos, uno llamado Aria —que reemplaza con ventajas

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a MyISAM— y otro llamado XtraDB —en sustitución de InnoDB—. Tiene una alta compatibilidad con MySQL, ya que posee las mismas órdenes, interfaces, APIs y bibliotecas, siendo su objetivo poder cambiar un servidor por otro directamente. Este SGBD surge a raíz de la compra de Sun Microsystems —compañía que había comprado previamente MySQL AB2— por parte de Oracle. MariaDB es un fork directo de MySQL que asegura la permanencia de una versión de este producto con licencia GPL. • PHP es un lenguaje de programación de uso general de código del lado del servidor, originalmente diseñado para el desarrollo web de contenido dinámico. Fue uno de los primeros lenguajes de programación del lado del servidor que se podían incorporar directamente en el documento HTML en lugar de llamar a un archivo externo que procesase los datos. El código es interpretado por un servidor web (Apache) con un módulo de procesador de PHP, que genera la página web resultante. PHP ha evolucionado, por lo que ahora incluye también una interfaz de línea de comandos que puede ser usada en aplicaciones gráficas independientes. Puede ser usado en la mayoría de los servidores web, al igual que en casi todos los sistemas operativos y plataformas, sin ningún costo. Fue creado originalmente por Rasmus Lerdorf en 1995. Actualmente el lenguaje sigue siendo desarrollado con nuevas funciones por el grupo PHP. Este lenguaje forma parte del software libre publicado bajo la licencia PHP, que es incompatible con la Licencia Pública General de GNU debido a las restricciones de uso del término PHP. • ProFTPd es un servidor FTP altamente configurable con licencia GPL. Un servidor FTP es un programa especial que se ejecuta en un equipo servidor normalmente conectado a Internet (aunque puede estar conectado a otros tipos de redes: LAN, MAN, etc.). Su función es permitir el intercambio de datos entre diferentes servidores y ordenadores. Por lo general, los programas servidores FTP no suelen encontrarse en los ordenadores personales, por lo que un usuario normalmente utilizará el FTP para conectarse remotamente a uno y así intercambiar información con él. Las aplicaciones más comunes de los servidores FTP suelen ser el alojamiento web o el funcionar como servidor de backup (copia de seguridad) de los archivos importantes que pueda tener una empresa.

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Una vez en funcionamiento el servidor, instalamos el software elegido para soportar el laboratorio virtual, Coppermine Photo Gallery y MyBB: • Coppermine Photo Gallery (CPG) es una aplicación web foto-galería con capacidades multimedia gratuita y de código abierto. Está programado en el lenguaje PHP y soportado por bases de datos MySQL. Utiliza las bibliotecas de gráficos ImageMagick o GD. • MyBB (abreviatura de MyBulletinBoard) es un sistema de gestión de foros gratuito y de código abierto. Está programado en el lenguaje PHP y soportado por bases de datos MySQL. Para las tareas de desarrollo, creamos una réplica del entorno de producción (el alojado en el servidor virtual de Arsys) en un equipo local. Fue en ese equipo de desarrollo donde procedimos a integrar los productos, los recursos digitales y las herramientas elegidas para el proyecto. La intención era agrupar estos elementos con el fin de que formasen un todo en el escritorio del investigador, facilitándole así el acceso unificado a los mismos y permitiéndole compartirlos y reutilizarlos. Para esto, se llevaron a cabo las siguientes tareas: • Se instaló una pasarela de datos que permitiera el acceso a cualquiera de los productos con un único nombre de usuario y contraseña. • Se adaptó la apariencia de ambos productos para lograr una experiencia de usuario homogénea en toda la plataforma. • Se procedió a la subida de los ficheros PDF a los dos servidores. • Se procedió a la incorporación de los ficheros en la aplicación dentro de una estructura previamente definida por medio de los procedimientos establecidos a tal efecto por los desarrolladores de las mismas. • Se completó la configuración y se inició la adaptación de los productos a los requisitos del laboratorio virtual. Programación y prueba, preproducción (enero 2014) Una vez realizado todo lo anterior, fue necesario registrar el nombre de dominio “casasimonruiz.com”, que sería el punto de acceso en Internet para entrar en el laboratorio virtual. Una vez los dos servidores

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estuvieron listos, comenzamos las pruebas de uso. Para cumplir con los requisitos iniciales se establecieron las rutas “casasimonruiz.com/ foro”, que proporciona acceso a la instalación de MyBB y que haría posible las funciones de un espacio de conversación, y “casasimonruiz. com/cartas”, que desempeñaría las funciones de espacio de publicación y de espacio de bibliografía, como puede verse en la siguiente imagen:

Contábamos así con una versión inicial del laboratorio virtual, disponible en la dirección de Internet “http://www.casasimonruiz.com”, donde el investigador podía acceder a todos los ficheros PDF con las cartas del Archivo Simón Ruiz digitalizadas, agrupadas todas en categorías y con una breve descripción para cada una de ellas. El paso siguiente fue elaborar una metodología y unos protocolos de trabajo propios de las humanidades digitales que fueran aplicables a nuestro proyecto. Por otro parte, como podrá verse en la imagen que se añade a continuación, los espacios de publicación y de bibliografía se han unificado en un único espacio, el cual lo hemos dividido en tres categorías distintas: las dos primeras pertenecen al espacio de publicación y la tercera, al espacio de bibliografía. Con ello hemos intentado facilitar

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al investigador un acceso rápido y sencillo a la documentación de su interés, tanto la relativa al fondo documental epistolar digitalizado como a la documentación con él relacionada.

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• CATEGORÍA: CARTAS o

Este es el espacio principal de la plataforma. Se estructura en 45 álbumes, y cada uno de ellos lleva el nombre de la ciudad correspondiente a las cartas digitalizadas que en él se contienen y que son procedentes del fondo epistolar del archivo de Simón Ruiz. Se ha prescindido de realizar agrupaciones de nivel superior (por ejemplo, las referidas a países). Las cartas reunidas en cada uno de estos 45 álbumes son mostradas a modo de galería, indicando su nombre y un resumen. Una vez se hace clic sobre el icono correspondiente a cualquiera de las cartas, se accede a una pantalla que muestra una breve información sobre la misma.

• CATEGORÍA: COPIAS DE CARTAS o

Es un espacio anexo de la plataforma. Contiene copias de las cartas enviadas por Simón Ruiz a sus corresponsales, que, aunque están disponibles a la consulta, se mantienen apartadas en esta categoría hasta su ordenación definitiva. Debe indicarse que las copias de las cartas escritas por Simón Ruiz tienen un formato distinto al de la carta original que recibía de sus corresponsales, razón por la cual, en muchos casos, hace difícil identificar en estas copias la fecha, el destinatario y la ciudad a la que se envían. Hasta que estas informaciones no se clarifiquen, no podrán ser trasladas a su álbum correspondiente.

• CATEGORÍA: BIBLIOTECA o

Este espacio está dedicado a reunir en la plataforma una bibliografía útil para el investigador. Se subdivide en dos álbumes (Publicaciones y Bibliografía), donde los investigadores podrán consultar y publicar documentos referidos al fondo epistolar o temas relacionados. Se publica en el mismo formato que las cartas: ficheros PDF (en este caso, generados por los miembros del equipo o por terceros).

Por otro lado, ha de tenerse en cuenta que, a pesar de la facilidad de acceso y de uso de la plataforma, cuando el investigador llega a la pantalla descriptiva de una carta, no verá de forma inmediata el contenido iconográfico de la misma (la carta digitalizada). Para conseguir esto,

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una vez se llega a dicha pantalla descriptiva, deberá hacerse clic sobre el icono del fichero PDF, con lo que se accederá de manera inmediata a otra pantalla en la que se abrirá el contenido (la carta digitalizada) en el navegador del investigador. A modo de ejemplo, la imagen que mostramos a continuación muestra la pantalla descriptiva de una carta. Haciendo clic sobre el icono PDF, aparecerá inmediatamente el contenido digitalizado de la carta original en la pantalla.

Una cuestión contemplada desde los momentos iniciales del diseño del laboratorio virtual era el dotar al investigador de la posibilidad de ir adjuntando dentro de la plataforma una trascripción completa de cada carta; pero esta posibilidad fue descartada en un principio debido a la extraordinaria amplitud del fondo epistolar existente en el Archivo Simón Ruiz y a la limitación de tiempo disponible por el equipo de investigación

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para el desarrollo del proyecto. No obstante, se decidió que, en uno de los campos descriptivos de cada carta, en el llamado descripción, se adjuntaría un breve resumen del contenido de la misma; de tal modo, no sería necesario descargar y abrir el fichero PDF para conocer su contenido. De esta manera se aprovecharía el trabajo de cada investigador, quien, tras la lectura de una carta, podría dejar grabado un resumen de la misma, útil para él y para el resto de los investigadores. Se evitarían así lecturas innecesarias de las cartas y se ayudaría a los otros miembros del equipo a determinar si en ellas se contienen datos de su interés. Llegados a este punto, se comenzaron las tareas de análisis de los contenidos y compleción de datos en una fase de pruebas, eligiéndose para ello las cartas de Madrid. En este momento del trabajo, tuvimos que estar especialmente atentos a los mensajes de incidencias, tanto a aquellos que se emitían en los foros del espacio de conversación como en los comunicados a través del correo electrónico disponible en la plataforma o por medio del teléfono. Solo de esta manera se pudieron atender y resolver de la forma más rápida y eficiente posible las dudas y las incidencias que fueron surgiendo mientras se definía un protocolo de trabajo. Para tal efecto, configuramos tres foros distintos dentro del espacio de conversación que existe en el laboratorio virtual. Con ello pretendíamos facilitar al investigador la tarea de encontrar o crear un hilo de conversación con los miembros del equipo en el lugar adecuado. Los tres foros configurados fueron los siguientes: • FORO: “Proyecto Casa Simón Ruiz”. Este primer foro contiene un espacio para anuncios y otro para publicaciones. o

Espacio de anuncios y de publicaciones, de interés general para todos los miembros del equipo, relativos al proyecto en sí mismo: modificaciones, consultas sobre necesidades, etc. Aquí la dirección de las comunicaciones es de coordinación hacia investigadores (coordinación -> investigadores).

• FORO: “Correspondencia del archivo privado de Simón Ruiz”. o

Este es el espacio principal de conversación entre los participantes en el proyecto. Se estructura en un foro específico para cada ciudad contenida en la correspondencia total. En este caso, la dirección de las comunicaciones es múltiple:

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     

o

fig 4

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investigador -> investigador, investigador -> investigadores, investigadores -> investigadores, coordinación -> investigadores, investigadores -> coordinación, etc.

Acordamos que, para iniciar una nueva conversación sobre una determinada carta, el usuario que iniciase dicha conversación debería crear un nuevo hilo temático, el cual estaría dentro del foro con el nombre de la ciudad de origen de la misma. Asimismo, para facilitar la localización de las distintas conversaciones, el asunto de dicho hilo de conversación debería comenzar con el nombre de la carta (los foros principales, entre los que se encuentran los de todas las ciudades del proyecto, están creados desde el inicio y la configuración de la plataforma).

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• FORO: En este espacio se reportarían todas las incidencias que se fueran encontrando a lo largo del proyecto. Se dividió en dos subforos diferenciados. Aquí la dirección de las comunicaciones es: investigadores -> coordinación. o o

Problemas con la documentación: errores detectados en la documentación, la digitalización o la descripción. Problemas con la plataforma: problemas encontrados con el uso o las funcionalidades de la plataforma.

En cada uno de estos foros, todos los investigadores podrían comenzar un nuevo hilo de conversación visible para el resto del equipo. Los investigadores dispondrían también de un buzón de correo personal y de un sistema de mensajería privada. Tanto la herramienta de conversación como la herramienta de publicación disponían de motores de búsqueda que permitían a los usuarios realizar distintas indagaciones, tanto en los foros como en las descripciones de las cartas. Producción, mejoras y mantenimiento (marzo 2014) El 5 de marzo de 2014 se organizó un seminario bajo el título “Herramientas para la investigación en la red: la Plataforma Virtual Casa Simón Ruiz. Proceso de construcción de la Plataforma Virtual Casa Simón Ruiz y pautas para su utilización”, en el que participaron todos los miembros del equipo de investigación. A partir de ese momento se inició la fase de producción del laboratorio virtual. Las dudas que se expresaron en este seminario fueron las propias en el comienzo de cualquier proyecto de esta naturaleza y hacían referencia a cosas tales como la forma de acceso al laboratorio y a su uso, las capacidades de la plataforma, la ubicación y utilización de las herramientas disponibles, la compatibilidad de los navegadores, etc. A medida que los investigadores comenzaron a hacer un uso normal de la plataforma, fuimos detectando diferentes necesidades de adaptación y mejora de la misma. Entre las múltiples modificaciones realizadas cabe destacar, a modo de ejemplo, las siguientes:

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• La necesidad de redefinir los límites de almacenamiento de los principales campos descriptivos: los campos descripción o resumen (limitado a 1.024 caracteres), palabras clave (limitado a 255 caracteres) y onomástico (limitado a 255 caracteres). Todos ellos fueron redefinidos para poder albergar hasta 65.000 caracteres. • La necesidad de resolver circunstancias excepcionales, como las que afectan a la datación de las cartas de Venecia. En aquella época, en la ciudad de Venecia, el año empezaba el 1 marzo y acababa al finalizar el mes de febrero. En dichas cartas hubo que comprobar la fecha y añadir un año más a aquellas afectadas. Para resolver dicha circunstancia, se sugirió uniformar las fechas de dichas cartas poniendo la fecha correspondiente de acuerdo al año europeo y, entre paréntesis la fecha que aparece en la carta original. • La necesidad de corregir errores de ubicación de algunas cartas. Por ejemplo, la primera de las cartas del álbum de Florencia (“FLORENCIA_1564_C02_ 337”) era en realidad una carta de Plasencia, razón por la cual debía de ser trasladada al álbum correcto. Este era un ejemplo evidente de un error cometido en el proceso de conversión digital, como se ha mencionado al comienzo de estas páginas. La detección de dichos errores requiere necesariamente acceder al contenido iconográfico de la carta y a su lectura, tarea que es competencia de los investigadores y no de los técnicos informáticos. Al mismo tiempo, hemos ido atendiendo a los investigadores, resolviendo sus necesidades y sugerencias, y nos hemos asegurado de mantener actualizadas las copias de seguridad. Con cada copia de seguridad se recoge y se salvaguarda cada hora de trabajo, cada unidad de información y cada apreciación realizada en la plataforma por los miembros del equipo de investigación. Una cuestión aparte, pero de gran importancia para el trabajo que se ha venido realizando, ha sido todo lo relacionado con la seguridad. El hecho de conectar una red a un entorno externo encierra la posibilidad de que algún atacante pueda entrar en ella y, con esto, se cometan robos de información o se altere el funcionamiento de la red. En este sentido, hemos tenido que realizar labores de segurización del servidor durante todo el proyecto para evitar y contrarrestar con ello las amenazas a la integridad de la plataforma y a la información que en ella se contiene.

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Producción, mejoras y mantenimiento (2015) Tras varios meses de uso experimental en la plataforma por parte de un equipo formado por 12 investigadores, 3 usuarios técnicos y 1 usuario coordinador, hemos realizado una valoración del uso que se ha hecho de la misma. CARTAS TOTAL

5741

CARTAS VISTAS TOTAL • CIUDADES CON CARTAS VISTAS

2356 45

(41%) (100%)

CARTAS NO VISTAS TOTAL

3385

(59%)

MAYOR NÚMERO DE VISTAS DE UNA CARTA

22

CARTAS CON REMITENTE • REMITENTES (distintos)

255 1029

(4,44%)

COMENTARIOS

309

(5,38%)

CARTAS CON COMENTARIOS

307

(5,34%)

DESCRIPCIONES AÑADIDAS

688

(11,98%)

CARTAS CON ONOMÁSTICOS • ONOMÁSTICOS LOCALIZADOS • ONOMÁSTICOS DISTINTOS • ONOMÁSTICO MÁS USADO

177 (3,08%) 879 534 25 (VÍTORES RUIZ)

CARTAS CON TOPOGRÁFICO • TOPOGRÁFICOS LOCALIZADOS • TOPOGRÁFICOS DISTINTOS • TOPOGRÁFICO MÁS USADO

156 (2,71%) 374 133 25 (SEVILLA)

CARTAS CON PALABRAS CLAVE • PALABRAS CLAVE LOCALIZADAS • PALABRAS CLAVE DISTINTAS • PALABRA CLAVE MÁS USADA

182 (3,17%) 569 413 16 (JUSTICIA)

DOCUMENTOS ANEXOS

12

TEMAS EN EL FORO

40

DISCUSIONES

19

MENSAJES

108

9.

Probablemente, bastantes menos. No se ha tratado el contenido de los registros y hay diversas formas aceptadas de nombre.

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A día de hoy, no se ha abordado una labor sistemática de análisis de datos sobre la información recogida, puesto que esto no estaba entre los objetivos del proyecto. La única labor de reutilización de la información recogida reseñable es la generación de una nube de etiquetas que se actualiza en tiempo real, la cual recoge la información que los investigadores introducen en un campo nombrado “palabras clave” y destinado para tal fin.

Esta nube de etiquetas permite al investigador, desde la herramienta de búsqueda del espacio de publicación, localizar términos y determinar la relevancia de los mismos (cuantas más apariciones existen de una palabra, mayor es el tamaño de la fuente con la que se representa

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dicha palabra). Hay que señalar que el contenido de dichas palabras clave no ha sido normalizado ni ha tomado como base ningún tesauro. Además, lo que resulta más importante todavía, solo es representativo del porcentaje de las cartas en las que se ha rellenado esta información (3,17%).

Bibliografía

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Valdeón Baruque, Julio (ed.) (1987): Castilla y León en el siglo XVIII a través de los viajes de Antonio Ponz. Valladolid: Ámbito. Van Gelder, Maartje (2009): Trading Places. The Netherlandish Merchants in Early Modern Venice. Leiden/Boston: Brill. Vasari, Giorgio (1832-1838): Le opere di Giorgio Vasari, pittore e architetto aretino, parte seconda. Firenze: David Passigli e Soci. Vázquez de Prada, Valentín (1960): Lettres marchandes d’Anvers, 4 vols. Paris: EHESS. — (1986): “Gli uomini d’affari e i loro rapporti con la Corona spagnola nelle Fiandre (1567-1597)”, en Aldo De Maddalena y Hermann Kellenbenz (eds.): La repubblica internazionale del denaro tra XV e XVII secolo. Bologna: Il Mulino, pp. 243-273. Veiga Frade, Florbela (2006): As relaçoes económicas e sociais das comunidades sefarditas portuguesas. O trato e a familia. Tesis doctoral. Facultad de Letras de la Universidad de Lisboa. Vela Santamaría, Francisco J. (1997): “El sistema urbano del Norte de Castilla en la segunda mitad del siglo xvi”, en Luis A. Ribot y Luigi De Rosa (ed.): Ciudad y mundo urbano en la Época Moderna. Madrid: Ed. Actas, pp. 15-43. Veríssimo Serrao, Joaquim (1979): História de Portugal. Vol IV. Governo dos reis espanhóis (1580-1640). Lisboa: Verbo. Vieira Ribeiro, Ana Sofia (2011): Mechanism and Criteria of Cooperation in Trading Networks of the First Global Age. The Case Study of Simon Ruiz Network (1557-1597). Tesis doctoral. Universidade do Porto. Vila Villar, Enriqueta (1977): Hispanoamérica y el comercio de esclavos. Sevilla: Escuela de Estudios Hispanoamericanos. Villanueva Morte, Concepción (2009): “La empresa familiar de los Litta: negocios e intereses entre Milán y España desde mediados del siglo xv”, en Edad Media Revista de Historia, 10, pp. 307-341. Visceglia, Maria Antonietta (1997): “Il cerimoniale come linguaggio politico. Su alcuni conflitti de precedenza alla corte di Roma tra Cinquecento e Seicento”, en Maria Antonietta Visceglia y Cathrine Brice (eds.): Cérémonial et rituel à Rome (XVIe-XIXe siècle). Roma: École Française de Rome, pp. 120-122. — (ed.) (2013): Papato e politica internazionale nella prima età moderna. Roma: Viella. — (2015): “Política internazionale, fazioni e partiti nella curia romana del tardo Cinquecento”, en Rivista Storica Italiana, Anno CXXVII, Fasciolo III, pp. 721-770.

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Los autores

José Luis Arcas Hernández es técnico superior de Actividades Técnicas y Profesionales desde 1995 hasta hoy en el Archivo General de la Administración. Entre los años de 1994 y 1995 trabajó en el Archivo Histórico Nacional en la microfilmación de documentación histórica para su preservación y difusión. Desde 1995 hasta la fecha ha trabajado en el Archivo General de la Administración participando en distintos equipos y proyectos dedicados a la digitalización de documentación histórica así como a la gestión de imágenes digitales y bases de datos. También ha participado en proyectos de desarrollo de software para la edición y gestión de archivos de imágenes digitales. Yasmina Rocío Ben Yessef Garfia es doctora internacional en Historia por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla donde defendió su tesis en 2015, dirigida por Manuel Herrero Sánchez, sobre la red internacional de Battista Serra (1575-1643), importante banquero genovés al servicio de la Monarquía Hispánica y de la República. Entre sus ámbitos de investigación se encuentran la historia de la familia, el estudio de los patrimonios y de los perfiles de promoción de las élites mercantiles y el análisis de las redes de hombres de negocios a caballo entre los distintos sistemas políticos. Para sus investigaciones entre España e Italia ha recibido diversas becas que le han permitido realizar numerosas estancias en diversos centros como la Università di Pisa, Università degli Studi di Genova, Istituto Italiano per gli Studi

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Storici “Benedetto Croce” de Nápoles, Archivio Banco di NapoliFondazione y Società Napoletana di Storia Patria. Actualmente es becaria post doctoral en la Università degli Studi di Napoli Federico II.

Gabriele Galli es doctor en Historia Económica por la Scuola Superiore di Studi Storici, Geografici e Antropologici (Università di Padova, Venezia “Cà Foscari”, Verona) y doctor en Historia por la Universidad de Valladolid con la tesis “La famiglia Ruiz di Medina del Campo. Persone, tessuti e vestiti nella Castiglia del ‘Siglo de Oro’ (1566-1600)” defendida en 2016. Su investigación se ha centrado en la historia de la red familiar y comercial de los Ruiz, en los estilos de vida, el vestido y los tejidos de su tiempo. Los resultados científicos de su investigación han sido presentados en España (FEHM, AEHE, Museo del Traje...), Italia, Inglaterra y Dinamarca. Actualmente está escribiendo un libro sobre los Ruiz (“Mercaderes de lino vestidos de seda”) y sigue investigando con una beca de “The Joint Centre for History and Economics” (Harvard University y University of Cambridge). Isabella Iannuzzi se ha licenciado en la Università di Roma “La Sapienza” y es doctora en Historia por la Universidad de Alcalá. Actualmente es docente de “Storia della cultura spagnola” en la Università di Roma LUMSA y colabora con el Dipartimento di Storia, Culture e Religioni de “La Sapienza”, Università di Roma. Ha publicado el libro El poder de la palabra en el siglo XV: fray Hernando de Talavera (2009), sobre la vida cultural, religiosa y política en los años de los Reyes Católicos, además de varios ensayos aparecidos en revistas españolas e internacionales. Sus investigaciones en la actualidad se centran en las relaciones políticas, económicas y culturales entre el mundo ibérico y la curia romana y en las problemáticas referentes al fenómeno de la conversión. Ángel Laso Ballesteros se licenció en Geografía e Historia en 1989 por la Universidad Complutense de Madrid. Ha sido funcionario del Cuerpo de Ayudantes de Archivos del Estado desde 1990, con destino en el Archivo Histórico Provincial de Burgos y, desde 1995, es funcionario del Cuerpo Facultativo Superior (Archiveros) de Castilla y León, con destino actual en el Archivo Histórico Provincial

LOS AUTORES

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de Valladolid, del que es su director. Es autor del libro Los archivos provinciales: qué son y cómo se tratan, publicado en 2009 por la editorial Trea. Autor también de más de una veintena de artículos y comunicaciones referidos a fondos documentales custodiados en los dos archivos históricos provinciales mencionados. Ha impartido diversos cursos de archivística para funcionarios organizados por el INAP, la Consejería de Educación y Cultura, el Ayuntamiento de Valladolid y la Diputación Foral de Vizcaya. En octubre de 2010 fue ponente en el Seminario Internacional “Archivos y documentos para una vida mejor: los valores estratégicos de los archivos de arquitectura”, organizado por el Consejo Internacional de Archivos y la Junta de Andalucía.

Alberto Marcos Martín es catedrático de Historia Moderna en la Universidad de Valladolid, miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia y académico de número de la Institución “Tello Téllez de Meneses”. Ha sido premio de investigación histórica “Ramón Carande”, director del Instituto Universitario de Historia Simancas de la Universidad de Valladolid y profesor invitado en calidad de maître de conférences en la EHESS (París). Su labor investigadora se ha materializado hasta la fecha en más de un centenar de títulos. Entre sus últimas obras destacan España en los siglos XVI, XVII y XVIII. Economía y Sociedad (2000) y Finanze e fiscalità regia nella Castiglia di antico regime (secc. XVI-XVII) (2010) y, como editor y coautor, Hacer historia desde Simancas. Homenaje a José Luis Rodríguez de Diego (2011). Sus investigaciones actuales se centran, por un lado, en el estudio de la fiscalidad y las finanzas públicas de la Corona de Castilla, y por otro, en el esclarecimiento del proceso de enajenaciones del patrimonio regio impulsado por los Habsburgo españoles durante los siglos xvi y xvii, tema de su próximo libro, que se titulará España en almoneda. Alicia Pérez es licenciada en informática por la Universidad Politécnica de Madrid (1989). Ha sido programadora, analista-programadora y técnico de sistemas en Telefónica durante más de diez años, donde estuvo a cargo de diversos proyectos desarrollados para el grupo de empresas de dicha entidad. Ha sido también técnico de sistemas en el Archivo Histórico Nacional (Ministerio de Cultura) y desde el año 2005 hasta hoy viene desarrollando su trabajo como jefa

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de Sección de Sistemas Informáticos del Archivo General de la Administración. En este centro ha participado en diferentes proyectos de desarrollo de software para mejorar la difusión de los distintos fondos documentales existentes en este archivo.

Juan Ignacio Pulido Serrano es profesor titular de Historia Moderna en la Universidad de Alcalá. Es autor de los libros Injurias a Cristo: política, religión y antijudaísmo en el siglo XVII (2002), Los conversos en España y Portugal (2003), Os Judeus e a Inquisiçao no tempo dos Filipes (2007), Historia de la Inquisición (2015) y coeditor del libro The Conversos and Moriscos in Late Medieval Spain and Beyond. Displaced Persons (2015). Ha sido investigador principal del proyecto “Redes comerciales europeas en la Edad Moderna: la banca de Simón Ruiz (1556-1627)”, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (2013-2016). En la actualidad dirige un proyecto de investigación “Movimientos migratorios y procesos de asimilación de los portugueses en la Monarquía Hispánica: realidades sociales y sus representaciones” (2016-2018), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad-“Programa Estatal de Fomento de las Investigación Científica y Técnica de Excelencia” y en el cual participan universidades de España, Italia, Chile, Brasil y Perú. Federica Ruspio es graduada en Historia Moderna por la Università Ca’ Foscari de Venecia (Facultad de Letras, Departamento de Historia), y tuvo por relator al profesor Giovanni Levi. Es doctora en Historia Económica-Social del Medioevo a la Edad Contemporánea por esta misma universidad. Publicó su tesis doctoral sobre los cristianos nuevos portugueses en Venecia (siglos xvi-xvii) en 2008 (La Nazione portoghese. Ebrei ponentini e nuovi cristiani, 2008). En 2011 consiguió el título de la Scuola di Archivistica, Paleografia e Diplomatica del Archivo di Stato di Venezia. Ha trabajado en los archivos de las comunidades judías de Venecia y Padua en proyectos promovidos y financiados por la Soprintendenza Archivistica per il Veneto e il Trentino Alto Adige. Actualmente colabora con la fundación de estudios musicales Archivio Luigi Nono ONLUS en Venecia.

Índice onomástico

Abellán, Alicante Gio. de 173 Abellán, Esteban (Avellán) 250 Abellán, Juan (Avellán) 250 Abendana (familia) 230 Abendana, David. Véase Díaz Méndez, Fernando Abendana, Josef. Véase Méndez, Luis Abendana, Rafael 231 Abendana, Sara 230 Aboab, Abraam. Véase Faleiro, Antonio Águila, doña Úrsula del 94, 122 Álava, Pedro de 186,195 Alba, duque de 102 Alberini, Marcello 83 Alberto, príncipe-cardenal 133 Albizzi, Leonora degli 89 Alcalá, Diego de 19 Alcázar, Cayetano 29 Alciati, cardenal 99 Alfonso, Gonzalo 216 Alí, Uluch 235 Álvarez de Toledo, cardenal Juan 89, 97 Ammannati, Bartolomeo 90 Anaya (familia) 19 Andrade, Rodrigo de 306 Anguiano, Juan de 113 Antolínez Breciano de la Ribera, Juan (obispo de Giovinazzo) 111 Antunes (familia) 219 Arciniega, Lope de 104,106, 242 Argandoña, Íñigo de 153, 287 Argandoña, Juan de 153 Arnolfini (también Micheli y Arnolfini de Lyon / casa de negocios) 217 Arribas Arranz, Filemón 33, 125, 275

Astudillo, Gaspar de 88, 89, 96, 105 Astudillo, Lesmes de 89 Avellanos, hermanos (véase también Abellán) 250, 260, 266 Ayrolo, Giacomo 173 Baeça, Maria de 300 Baeça, Pedro de 271, 299, 300, 301, 302, 303, 304, 307 Balbani (familia / casa de negocios) 183, 186, 187, 197, 199, 216, 241, 243, 244, 245, 246, 249, 250, 252, 253, 254, 258, 259, 260, 265 Balbani, Antonio 241, 249, 255, 258 Balbani, Camillo 186, 241, 246, 249 Balbani, Francesco 186, 187 Balbani, Horacio 241, 249 Balbani, Juan 24, 249, 258, 259, 263 Balbani, Julio 249 Balbani, Luis 249 Balbani, Stefano 216, 217 Balbani, Tomás 249 Balbi, Bartolomeo 173, 199 Balbi, Gerolamo 199 Balbi, Geronimo 173 Balbi, Gio. Francesco 173, 176, 179, 187, 188, 199 Bargagli, Ambrogio 173, 179 Bernardo, Enrico 224 Bobadilla, Bernardino de 173 Bobadilla, Francisco de 155, 180, 188, 189, 193, 197, 199, 203, 205, 206, 308 Bonelli, cardenal Michele 102, 109 Bonifaz, Lázaro 294 Boninseni, Pedro de 148, 149, 152

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Bonvisi, Antonio 188 Bonvisi, Benedetto 173, 202, 213, 216, 234, 245 Bonvisi, Bernardino 173, 188, 202, 213, 216, 234, 245 Bonvisi, Lorenzo 213, 216, 234 Bonvisi, Martino, hijo de Benedetto 216 Bonvisi, Nicolò 173 Bonvisi, Paolo 216 Bonvisi, Stefano 188, 216 Bordonau Mas, Miguel 27, 30, 31 Borja, Francisco de 102 Borromeo, Carlo 99 Bragança, casa de 298 Brandao, Diego 294 Briceño de Valderrábano, Cristóbal 129, 154-160, 162, 164 Briceño Montalvo de Arévalo Valderrábano 156 Brizeño, canónigo 129, 156, 161, 164 Brochero (familia) 134, 161 Brochero de la Paz y Ananya, Diego 129, 134, 150, 163, 173, 178, 180182, 211, 213, 223, 235-237 Brochero, Leonor 134 Burone, Battista 173 Bussotti, Francesco 173 Caldeira (familia / casa de negocios) 221, 292 Caldeira, Andrés 292 Caldeira, Manuel 289, 290, 292 Candau, Margarita 39, 41 Cantucci, Francesco 223 Cappelletti, Muzio 211, 213, 223, 224 Capponi (familia / casa de negocios) 217 Cárdenas, Íñigo de 230 Cardoso (familia) 219 Carlos II 269 Carmona 264 Carranza, Bartolomé 100, 101, 103, 105, 115 Carvaglio, Manoel 224 Carvajal, Gabriel de 296, 297 Castaño, Jerónimo 304 Castro Gago 264 Castro Osorio, Rodrigo de (obispo de Cuenca y obispo de Zamora) 112, 113, 115

Cattaneo, Aurelio 187 Cattaneo, Filippo 173, 177, 178, 180182, 185-187, 189, 191, 192, 195, 198, 200, 201 Cattaneo, Giaco [Giacomo] 173, 177, 178, 180-182, 185-187, 189, 191, 192, 198, 200, 201 Catti, Giovanni Andrea 224 Centurione, Cosme 179, 201 Cervantes, Miguel de 297, 298 Chiesa, Juan Pablo 101 Contarelli, Matteo 109 Corral, María (de) 217 d’Este, cardenal Luigi 108, 109, 111, 118 De Nies (familia). Véase Denis De Nis (familia). Véase Denis Denis (familia) 213, 219, 226 Denis, “Thomaso” (padre de Felipe Denis) 226 Denis, Álvaro (hijo de Felipe Denis) 225, 228 Denis, Anna (hija de Felipe Denis) 225, 228 Denis, Felipe 213, 225-228 Denis, Filippo (sobrino de Felipe Denis) 225 Denis, Tommaso, 226 Días, Francisco 287 Días, Nuño 287 Díaz de Cea (familia) 219 Díaz de Cea, Francisco 224, 234 Díaz Méndez (familia) 231 Díaz Méndez, Fernando (alias Abendana, David) 230, 231 Díaz Méndez, Francisco 230, 231 Díaz Milão, Enrique 228 Díez de Villafuerte, comendador Gonzalo 148 Diodati, Alessandro 173, 175, 178, 180, 187, 189, 201-204, 206 Diodati, Nicolò 173, 175, 178, 180, 187, 189, 201-204, 206 Diodati, Ottaviano 173, 175, 178, 180, 187, 189, 201-204, 206 Doria, príncipe 180, 181, 182 Doria, Prospero 181, 182 Duero, frey Martín de 139, 149

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Durazzo, Giovanni q. Giacomo 173, 193, 199 Embersago, Juan Pedro 264 Enrique, cardenal 289 Enriques 219 Enríquez de Milão, Beatriz 228 Enríquez Mayoralgo, Paulo 96 Espejo, Cristóbal 26, 45, 61 Espinola, Lázaro 263 Espinosa, cardenal Diego de 101-103, 114, 118 Ezpeleta, capitán 297 Faleiro (familia) 229 Faleiro, Antonio (también Aboab, Abraam) 228 Farnesio, Alejandro 184 Felipe II 14, 21, 52, 62, 63, 66, 95, 101, 102, 111-115, 119, 132, 154, 164, 165, 176, 221, 233, 266, 270, 271, 283, 284, 289, 291, 292, 298, 304306, 309 Felipe III 20, 270, 271, 298, 304-306, 310 Felipe IV 72, 267, 269-271, 298, 299 Fernandes de Elvas, Antonio 283 Fernández de Alarcón, Pedro 301 Fernández de Araoz, Alejandro 29 Fernández de Ávila, don Pietro 87, 92 Fernández de Paz, Esteban 132 Fernández de Paz, García 133, 159, 160, 162, 163 Fernández de Salamanca, don Francisco 248 Fernández Richo, Giorgio 229 Francisca Sánchez, María 35 Franqueza, Pedro (conde de Villalonga y barón de Villamarchant) 304, 305 Frías Ceballos, Fernando de 70 Fugger 174 Furtado (familia) 221, 225 Furtado, Álvaro 226, 227 Furtado, Duarte 227, 292 Furtado, Filippa 225, 226 Gabrieli, Luca 218 Gambara, cardenal Juan Francisco 101 Gandía, padre Francisco de 102 García, Francisco de 152 Gayangos, Pascual 25

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Gaztelu, doctor Simón de 113-115 Gaztelu, Martín de 113 Gentile, Ambrogio 173, 195, 196 Gentile, Giorgio 179 Gomes Ángel, Luís 282 Gomes de Elvas, Antonio 277-283, 286, 289, 291, 302, 311 Gomes de Elvas, Luis 282, 283, 289, 291, 292, 310 Gomes de Elvas, Manuel 216, 282, 289, 302, 307, 311 Gomes Reinel, Pedro 302-305, 307 Gomes, Fernán 294 Gomes, Jácome 292 Gómez de Silva, Ruy 102 Gonzales de Lima, Diego 228 Gonzales de Orta (familia) 219 González, Tomás 50, 53 Granvelle, cardenal (Granvela) 101, 102 Gregorio XIII, papa 84, 99, 115 Grimaldo, Nicolás de (príncipe de Salerno) 157 Gutiérrez Solana, José 26 Herrera, Inés de 132 Hurtado, Luis 201 Jorge (familia) 225, 229 Jorge, Felipe 181, 182, 186, 187, 189, 191, 194, 195, 197, 198, 224 Lago 264 Lalatta, Ranieri 237 Lamberti, Francisco 173, 177, 202 Lavaña, Jerónimo (Hieronimo Lavagna) 251 Legendre, Maurice 29 Lerma, duque de 304 Leyvas, Fernando de 173 Lima, Enrique de 228 Litta, Juan Bautista (Juan Baptista Lita) 105 Lomellino, Gerolamo (Lomellini) 187 Lomellino, Gio. Battista 187, 189 Lopes de Elvas, Francisco 310 Lopes de Évora, Rodrigo 283, 310 Lopes, Beatriz 229 Lopes, Francisco 310 López (familia) López Alemán, Diego (también López Alemanus, Diego) 213, 224, 225

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López Barrientos, Pilar 32 López Ossorio, Juan 45, 49, 54, 63, 67-69 López, Ludovico 232 López, María 226 López, Rui 219, 229, 234 López, Simón 219 Luis, Francisco Cristóbal (también Cristóbal Luis, Francisco) 24, 249, 258, 263 Madus, Fernando (También Méndez, Fernando) 224-226 Magalotti, Camillo 229 Maggiolo 192 Maldonado, Antonio 138 Maluenda, Francisco 187 Manelli (familia) 217, 225, 229 Manrich, Anna (también Manriques, Anna) 226 Marcena (familia) 219, 224, 228 Marco David véase Denis, Tommaso (hijo de Felipe Denis) Marco Josef véase Denis, Tommaso (hijo de Thomaso Denis y hermano de Felipe Denis) Marco, Anna (alias Sara) 226 Marin, Ottavio de 264 Martelli, Maria 91 Martínez de Bustos, Martín 142, 143 Mayoli, Simón 260 Médici, cardenal Fernando de 88, 92, 93, 97 Médici, cardenal Juan de 87, 88, 92, 97 Médici, Cosme I de (duque de Toscana) 88, 89, 91, 97, 100, 118, 119 Médici, Francisco I de 100 Médici, Pedro de 178 Medina, Blas de 278, 279 Medina, Gaspar de 279 Medina, Pedro de 57 Medinaceli, duque de 296, 297 Mendes de Saa, Fernando 225 Mendes, Heitor (también Méndez, Héctor y Méndez, Heitor) 221, 225, 228-231, 287, 292, 306, 310 Méndez, Caterina 226 Méndez, Diego 228-230 Méndez, Isabel 295 Méndez, Luis. Véase Abendana, Josef

Méndez, Simón 293-298, 302 Mendoza, García de 155, 160 Mendoza, Pedro de (embajador en Génova) 178, 200 Mercado, fray Tomás de 58, 91 Mercado, Tomé de 153 Mergelina, Cayetano de 29 Micaela, infanta Catalina 154 Micheli. Véase Micheli y Arnolfini (casa de negocios) Miranda (familia) 19 Miranda, Francisco de 132 Miranda, fray Diego de 88, 92, 94 Miranda, María de 132, 133, 162, 163 Moneglia, Pietro Antonio 192 Montalvo, Alonso de 97 Montalvo, Antonio de (señor de Sassetta) 87-91, 93, 94, 96, 97, 103, 106, 117-119 Montalvo, doña Ana de 95, 96 Montalvo (familia) 19, 75, 85-87, 89, 94, 96-98, 104, 106, 118, 122, 156, 158, 161, 165 Montalvo, Gómez de 88, 95 Montalvo, Jerónimo de 95 Montalvo, Juan 46, 50, 64, 73, 74, 94 Montalvo, María de 19, 86-88, 95-97, 129, 156, 158 Monte, Giovanni Battista da 218 Morales, Hernando de (también Morales, Fernando) 107, 143, 216, 279282, 290 Morales, Tristán de 143, 144, 279 Morán (hermanos) 241 Morcillo, Jerónimo 143, 152 Mortedo, Jácome 192 Muñatones, Juan de 239 Navagero, Andrés de 43 Negrolo, Cesar 239 Negrone, Bendinelli de 105 Nieto de Paz, Martín 137, 138, 148 Nunes Caldeira, Antonio 306 Nunes Caldeira, Diego 306, 310 Nunes Peres, Francisco (también Núñez Pérez) 248, 276, 286 Nunes Peres, Marcos (también Núñez Pérez) 247, 248 Nunes, Carlos 282

ÍNDICE ONOMÁSTICO

Núñez Bernardes (familia) 219 Núñez de Herrera, Alonso 228 Núñez, Bernardo 227 Núñez, Manuel 213, 225 Olivares, conde-duque de 46, 269 Orbea, Domingo de 239 Ortega de la Torre, Juan 174, 186 Otalora, Andrés de 25 Ovando, Juan de 103 Pacheco, Diego 100 Pacheco, Francisco 87, 88, 97 Pacioli, Fra Luca 57 Pais (familia) 219 Pallavicini 243 Paravicino, Mucio 248 Paulo IV, papa 99 Paz Silveira, Jorge de 271, 299 Paz y Miranda, Francisco de 131, 163 Paz y Miranda, Mariana de 128, 132 Paz, Esteban de 132, 162 Paz (familia) 19, 128, 131, 132, 158, 159, 161, 163 Paz, Francisco de 133, 163 Paz, Julián 26 Paz, Lope de 132, 163 Paz, Mariana de 19, 96, 128, 129, 131, 134, 146, 158, 160, 163, 173, 181, 235, 236, 242, 279 Paz, Rodrigo de 163 Peña, Leonardo de la 29 Peralta, Luis 67, 68 Peres Brandao, Duarte 295 Peres, Nicolò 224 Pérez, Diego 216 Pimentel (familia) 219 Pinto, monseñor 116 Pío IV, papa 99-101 Pío V, papa, Antonio Michele Ghislieri 98-102 Plaza, Ángel de la 27, 31-33 Ponz, Antonio 25, 43, 44, 50 Portillo, doña María de 107 Presa, Francisco de la 99, 278 Prieto Cantero, Amalia 36, 37 Quadrado, José María 47 Quintana, Antonio de 281 Rambouillet, cardenal (también Ramboglet y Rambogleto) 110, 111

373

Ramírez de Montalvo, Bernardino (marqués de San Giuliano) 87, 88, 92, 94, 97, 103, 105 Ramírez de Montalvo, Eleonora 96 Ramírez de Montalvo, Juan 88, 94, 122 Ramírez y Montalvo, Francisco (también Ramírez de Montalvo, Francisco) 87-89, 91-93, 96-98, 100, 102, 104, 105, 107, 108, 117, 122 Ramírez, Diego 88, 93, 94, 219 Rebiba, cardenal Scipione 101 Resta, Gerónimo 248 Ribeira (familia) 219 Río Mejía, Gonzalo de (también Ríos Mejía, Gonzalo de) 93, 103, 104, 106 Rivera Manescau, Saturnino 26, 31 Rivis, Giulio de 225 Robeslasca, Juan Bautista 290 Rodrigues de Elvas, Francisco 292, 308 Rodrigues de Elvas, Juan 216, 283 Rodrigues de Évora (familia) 221, 223, 224 Rodrigues Solís, Jorge 221, 307 Rodrigues, Francisco 283, 292, 308 Rodríguez León de Lisboa, Juan 224 Rodríguez, Diego 229, 234 Rodríguez, Gerónimo 229 Román del Bosque, Josefina 32 Romo, Gaspar 97 Romojaro Sánchez, Tomás 29 Roqui, Deifebo 248 Rott, Conrado 290 Ruiz Envito, Cosme 20, 25-27, 34, 211, 242, 275, 276, 286, 296, 300-303, 306, 308, 310, 311 Ruiz Envito, Pero 20, 108, 112, 114, 117 Ruiz, Andrés 35, 108, 109, 265 Ruiz, Vítores 107, 108, 279 Rusticucci, cardenal 98 Salazar, Cristóbal de 236, 237 Saluzzo, Gio. Battista 173 Sámano, comendador Gaspar de 148, 149 Saminati, Francisco 250, 259, 262 Santa Cruz, marqués de 142 Santo Vítores, Diego Alonso di 248

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MÁS QUE NEGOCIOS

Saravia, Baltasar 213, 225 Saravia, Belchior 213, 225 Sauli, Gio. Battista 173 Scorza, Gerolamo 186, 187 Scorza, Geronimo 173, 195 Sebastián, rey de Portugal 289 Sivori, Nicolò 187 Soares Brandao, Enrique 294 Soares, Isabella 226 Soledad Arribas, María 34 Spinelli, Andrea 224 Spinola, Agostino 179, 181, 182, 197, 146 Spinola, Agostino quondam Ambrogio 179, 181, 189 Spinola, Agostino quondam Francesco 179, 181 Spinola, Battista 187 Stefano Spada, Caterina di 216 Strozzi (familia) 211, 217, 248 Strozzi, Filippo 213, 223 Strozzi, Lorenzo 213, 223 Strozzi, Roberto 213, 223 Suárez, Antonio 224 Suárez, Baltasar 85, 87, 89-92, 98, 117, 141, 209, 211, 216, 217, 228, 234237 Suárez, Camillo 141, 217, 229, 235 Suárez, Diego 217 Suárez, Sebastiano 217, 235 Tapia, Agustín de 157 Tassis (familia) 169 Texeda (familia) 128, 131, 134, 163 Texeda, Alonso de 128-143, 145-147, 149-155, 158, 159, 161-163, 173, 235 Texeda, canónigo García de 133 Toledo, don Hernando de (Gran Prior de Castilla) 156, 157, 162 Toledo, Leonor de 89, 97, 100 Toledo, Pedro de (virrey de Nápoles) 89

Torquemada, Francisco de 113 Trejo, Miguel de 150 Triguero, María Teresa 35 Udina, Federico 37 Ugalde, Juan Bautista de 257, 260 Ulloa, Grazia 229 Urquijo, María Jesús 34, 37-41 Vadillo Brizeño, doña Paulina 106 Vadillo, obispo de Cefalú 105 Valasco (familia) 219 Valderrama, Antonio 211, 213, 216, 217, 234-237 Valderrama, Diego 229 Valdivieso, Pedro de 152 Vallejo, Pedro de 295 Vas do Porto, Michele 227 Vasari, Giorgio 90 Vaz do Porto (familia) 219 Vaz Mondego (familia) 219 Vendana (también Abendana) 230, 231 Villuga, Juan 49 Visconde, Juan Pedro 239 Vitoria, Juan Luis de 224 Vitoria, Luis de 247 Ximenes (familia / casa de negocios) 211, 213, 222-225, 291-298 Ximenes, Andrés 221, 296, 311 Ximenes, Antonio 298, 307, 308 Ximenes, Duarte 294, 295 Ximenes, Fernando 224 Ximenes, Jerónimo Duarte 291, 292, 295, 298, 307 Ximenes, Jorge 295 Ximenes, Manuel 295, 296 Ximenes, Tomás 221, 283, 287, 291, 292 Zúñiga y Avellaneda, Gaspar de (cardenal arzobispo de Sevilla) 93 Zúñiga y Requesens, Juan de (virrey de Nápoles) 112 Zúñiga, Juan de 101, 104