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Spanish Pages [67] Year 1926
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LOS COMECHINGONES
EDICIÓN DE TRESCIENTOS EJEMPLARES
-L OS COMECHINGONES
APUNTES PARA SU ESTUDIO
POR
ANTONI O F. CAFFERAT A
ROSA RIO :Papelería y Talleres Gráficos "ha Velocidad " 980 - Gen.eral Mitre - 982
1926
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Las. páginas que contiene este o.púsculo fueron publicadas en la Revista "Hacienda y Administración" de la Facultad de Ciencias Econónvicas de la Universidad .del Litoral, en los números 3 y 4 correspondientes a los .rneses de Mayo y Julio de 1924. Fragmentos de un trabajo más completo en preparación pero que ha de tardar en aparecer, tienen ya la vida permanente de la letra impresa y su autor responsable; aunque confundidos en el montón hetereogéneo de los temas de una revista, carecen de esa persone/
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ría que evidentemente les da una
presentac~ón
propia.
Por esta razón y considerándolos de interés para los que se dedican a la investigación de nuestro pasado pre-colombiano, porque descubren el rastro q,ue ha de ~
guiarlos en lo que se refiere al conocimiento de los misteriosos Comechingones, he creído conveniente editarlos . en la forma que ahora los entrego al público.
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I
Origen de las razas indias que po1blaron el territonio. argentino. Opiniones enoontradas de López y Lozano. Los lpcas. desconoeiiero,n la existencia de los pueblos indios situados al SurEste de la altiplanicie boliviana. - ,El argumento de· la no menclatura quíchua para demostrar lo contrario es eq·uivocado. - 1La implantación del quíchua como idioma ofici'al por los Incas y los con,q uistadores es el motivo determinante de ese error. - La to.ponimia quíchua del territorio argentino es posterior a la conqu1ista es,pañola.
El origen de· las razas indias que poblaron el territorio argentino con anterioridad a la c.onquista española no está bien determinado todavía, y muchas son ry hasta contradictorias las opiniones vertidas por los historiadores y hombres de , ciencia sobre este punto tan capital e interesante de nuestr o pasado ·p rehistórico. Bien podemos afirmia r, sin embargo, que los descubrimientos y estudios r ealizados en estos últimos tiem·pos, nos van llevando, poc.o a poco, al {'on.v enicimiento1 de que nuestros autóctonos, si bien no llegaron a constituir un tipo étnico distinto y per fectamente diferenciado de los otr os pueblos que habitaron el Continente A·m ericano, presentan características pr opias que hacen ·p ensar en la existencia, dentr o de nuestro territorio, de agrupaciones independientes de aquéllos, en cuanto .al ,g rado de civilización, sentünientos ideol6gicos, organización política, usos y costumbres, idioma y demás rasgios q ue definen y pr ecisan lia fisonom.í a de una colectividad. 1
8Y este concepto a parece claro, no ~ólo en lo que se refiere a los indígenas a rgentinos con relaci~n a los de los otros pueib los de Amér ica; sino ,q ue, tamlbi!é n, entr e _ los propios y exclusivos de nuestro territorio, la i111·v estig aición y el análisis van de-s cuhrien1do1 aspectos y caract erísticas reg ionales que n os dan derecho a consider a rlos como d ifer entes entr e sí y a estudiarlos en particular, para encontr a r los elementos ·q ue nos permitan demostrar la verd ad de tal suposición. Nosotros pretendemos llegar a esa demostr ación, presentando a 11qs mist eriosos comechingones, cuy.as peculiar_idades inconfundibles tratar emos de de~eiubrir aquí, agr upando en estos a puntes los element os dis·p ersos que hemos enicontrado y que h an de f acjlitar , seguramente, la tar ea de los más capacitados que vendrán después. Con viene, sin em1bargo, antes de dedicar nos especialmente a ellos, exponer brevemente las distintas opi- niones d e nuestr os p r incipales historiador es solbre el origen o pr ocedencia de las tribus indias que habitaron nues·t r o s uelo en e'l per íodo p r e-hispano, po.r,q ue de su conoci·m ien to y cr ítica hemos de deducir consecuencias favorables a la tesis que sustentamos.
el
Comenza r emos por el doctor Vicente Fi:del L:ópez, quien r efiriéndose a la ig .eografía lhist6r ica del territorio a r 1g entino, ( 1) sienta una teoTía ci0n respecto al origen y pr9cedencia d e nuestros indios, que de ninguna maner a puede s.e r aceptada en la actualidad. Para él, las r azas indígenas del territorio aTgentino, pertenecen y deben ser c-om\p r endidas en sólo dos grupos, perfectam ente distintos y hasta antag6nicos entre sí: el primero, for mado por todos los pueblos que existieron d esde el norte d e J uju~ hasta el Sur de 1C órdoba, per tenecientes a la r1a·z a quichua y f orm1ando parte integrante del imperio incásico ; y el .s egundo, CiQinstituído por las razas bárbar as o barba r izadas de la Prumipa, ocupantes del terri1
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"Histor·iia de da RepúlbUca Arg¡eintin.a" . To·m o I , ·Ca¡pÍltuilo VI.
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torio que se ~xtendía desde Córdoba hacia Buenos Aires Estos últimos en un estado y el sur patagónico. (2) pri1m itivo de civilización, pero aquellos organizados "en los centros de vida civil con que el imperio peruano había civilizado el país y constituído ya una sociedad adlminis·trativa y .agrícola, que por su propio organismo y su cultura se prestaba fáicilmente al predominio de la raza con- ·q uistadora europea; pues .estaiba ya docilizada y sujeta a trabajar sedentariamente bajo el imperio de la ley y del ovganismo p.úblioo dominante". Al argumentar así y sentar tales afirmaciones, parecería que López hubiera dispuesto de un gran material de investigación y tenido por delante todo ese conjunto de elementos : documentación oficial, antecedentes históricos, restos de monumentos, objetos de la épocia, etc., etc., que son indispensables al historiador· para poder llegar, a base del estudio y observación de los mismos, a deducciones y consecuencias tan amplias y _ completas sobre un origen étnico y un grado de civilización tan adelantado como es .el que atribuye a los pueblos indios que habitaron el territorio argentino. Sin embargo, fuera del argumento de las palaibras quichuas que encuentra diseminadas en la topografía de nuestro suelo, no nos aporta ningún otrro elemento de convi0ción y de j uiüio que nos lleve a aceptar "CJomo verdadera su teoría; mientras que los conoci,m ientos que holy poseemos nos inducen a pensar todo lo eontrario. P·o r la s-ola afirmación de un sacerdote, por más respetable que ella sea, de que en una colina situada a ocho leguas de la ciudad de Córdoba los Incas tuvieron un templo - que nadie ha visto, por otra ·p arte - no P'Uede deducirse, como consecuencia, de que e1 templo existió, que fué' de los Incas y consagrado al 1Sol y que ta.J hecho significa la existencia, también allí, de una ciudad quichua; es de·c ir, "el m1unicipio civil y religioso que formaha el /
(2)
O'bira ciitaJda, tomo1 le;>., 1ptfug·. 97.
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núcleo vital de 1a collÜinia y de la asociación p,oJítiica, con asiento bien dotado de poder, para p roseguir sin contras.tes sus victorias y su propaganda." (3) De esta deducción a aquella otra que da·b a por existente El Di0rado y la ciudad de los César es, no hay más que un paso, cuando el historiador prescinde de los hechos positivos para dar rienda suelta a su i maginación o a sus entusiasmos patriótic!Os. Los descubrimientos y estudios de lo1s arqueólogos y las investigaciones de los icronistas, nos están deinostran ... do, en cambio, que si bien pudo existir la dominación é influencia quichua en una pequeña parte del territorio a rgentino, ella no fué nunca tan amplia y completa como para suiponerl1a la raza originaria que lo poblara, ni menos que funda r a en él toda una civilización perfectamente caracterizada como lo afirma López . .con mucha anterioridad a la entrada de las huestes del Inca por el valle de H umahuaca, existieron en nuestr o terriltoriio n.aici10111es y tribus de indios en un grado reliativo de civilización que, en alg.unos aspectos, no sólo resiste con ventaja la compar ación con aquella otr a que fund~on y propagaron los hijos del Siol, sino que es, también, perfectamente distinta : en el aspecto físico, en el idioma, en las a r tes. en su incipiente orgianización .social y política. Contraria a l,a .opinión de López es la del ilustre padre Lozano, quien r efir iéndose al antiguo Tucumán, sostiene que nunca fueron señores los Incas de esta provincia, sino de sus extr emos que mir ain al Perú, n i en la mayor parte de ella tenían noticias del i·m perio peruano, como gente bárbara y de poco ü ningún com~ercio con los . vecinos. Para este autor, tan bien infi01rmado y tan prolijo en sus investigaiciones, de quien dice Adán Quiroga que es la única fu ente, inagotable y r ica, en que podemos be1
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en
0\bira. cit1ada, tomo 1?., 1piág·. 102 y
103.
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ber los contaµipiorá neos, el sok~ Tucumán pre-hispano comprendía varias provincias : las d'e los J uries y Di.aguitas, la del 1Chaco, la de Calichaquí, la de los .c ·o mechingo-· nes, todas fértiles, abundantes y de muchas comodidades. ( 4) Por su parte P .r escott, hablando de la conquista in-cásica, (15) nos dice que el faimoso Topa Inca Yu;p anqui, · abuelo del monaTca que ocupaba el trono cuando llegaron los españole~ .al Perú, Tecién a mediador del siglo XV atravesó con sus ej.é rcitos el territorio desierto de Atacama y · penetrando en la región ·m eridional de Cihile, fijó los límites pern1anente s 14 tde 1la Faciu.ltad de Filosofía y Letras. -- Buenos Aires 1914.
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I
II
11..os Comechingones tienen características propi as y forman un grupo aparte de la gran familia diaguito-cal'c haquí. Su no _m bre es un vocablo compuesto y . de origen español, exp·licación de su significado. - La S·UpQ¡s.ioión de que era un raza de p1igmeos es equivocada. Los comechingones eran hombres barbados, según lo afitrman los primeros conquistadores del Tucumán.
Desechada la npinión de que pertenecieron a la raza quichua las tribus que habitar on el noroeste y centro argentinos, interesa averiguar en qué .g rupo de los ~utóctonos deben .ser .c omprendidos los 1 Comechingones o sí, a su vez, corresponde considerarlos coim o independientes también de éstos, a base de las características propias que perimitan singularizarlos. Tampoco están de acuerdo sobre este ·p articular arqueólogos y cronistas, por lo que estima mos necesario exponer algunas de las distintas opiniones al respecto. Pocas son las noticias que nos dan los auto.res sobre el origen de los indios de Córdoba, siendo la orpinión más generalizada, aunque equivocada a nuestro entender, aquella que los consideria 0omo ·p ertenecientes a la gran familia diaguito-calichaq uí; no siendo escasos, tarrrupoco:> los que ni siquiera los recuerdan al ha blar de los aborígenes de nuestro territorio. El Deán Funes, nuestr o primer historiador de la época independiente, sólo menci·o na de paso a li0s Comechingones, para decirnos que eran los indios que habitaban la serranía de ·C'ó rdoba y que sus ·m oradas eran cuevas subterráneas de las que no se encuentra ningún 1
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v estigio ( 1) . Luis L. Dom ínguez no es m ás extenso, tampoco, aunque ya se aventur a a emitir una opinión sobre s u or igen, diciéndonos que •c uando Rojas y sus compañerios llegar on a la ·s ierra de Cór doba, 'la habitaban unos indios de pequeña estatur a llamad os Comechingon es, que er a tal vez una r aza .m estiza de Quech úas y Guar anís (2). Y por s u par te, Mar tín de Moussy, los consider a com!O la r ama Calchaquí que poblaJha la s mismas sierras (3). J -osé Cor oleu, al hablar ., pág. 43, se menciona un pueblo llatmado Chingana, dependiente de la jur isdicción de "Santa M·a ría de las Nieves", ciudad de la Gobernación de Yahuarzongo y Pacamurus ren el reino de Quito. Otr a de las particularidades que la historia cons igna con r espeto a los indios de C.órdoba, es aquella que les atribuye una estatur a inferior a la de los de.más ha.bitantes del territorio, llegando algunos a afirmar que ·eran verdaderos ·p ig1meos. Sin embargo, fuera de la circunstancia del sistema de sus habitaciones - cuevas o ·casas .a flor de tierra - y que podrían hacer supon~r c>0 m 0 constr uídas por hombres pequeños no existe ningún ~elemento de juicio que nos lleve a pensa r de que ·p udo ser ver dad esa r efer encia de algunos cronistas. · P-or de pr onto, el padre Losano, tan meti culoso y tan bien informado de todas las ie-osas de indios, nada nos dice sobre el particular, 1mientr as que los hechos que nos (cuenta sobr e su espír itu de independencia y sobre su resistencia armada a la conquista, nos inducen a consi1
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"Hilstor.ia deil LPa1raigua,y , R..1 o de J-a Plata y ciJón Pedro ide _i\ngeUs. Tomo 2º, .plá.g. 717.
Tuic1Umfá.n". Edi·
rLlamlélJmos "Edü1oiórn Pie.dro de Arugieiliis", 1p ara aib.r eiviar, a todas liais 01briais 1q¡ue se erncu enitiran p 1ubafüoa;das en 1La "Co11 ecoi•ón die Oll>ras :y Do·CJwrnem.tO's ., ptág. 1151. 1M aJdrid 18815.
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juicio de que la tradición indígena recogida por ellos y los restos de algunos monume ntos, como en Méjico, nos hablen de ·una antigua raza bar.b ada en las épocas primitivas. Federico Ratzel (13), refiriénd ose a las caracter es físi cos que son comunes entr e los indios de América , nos di.ce que la barba es por naturale za tan escasa que es proverbi al la afir mación de que un indio barbudo no es de pura sangre; por esto los jóvenes y los homQres JtlO sólo no las cuidan sino que procuran extirpar la arrancuando los pelos. Las tribus de l·os "barlbad os" que algunos mapas antiguos consigna n pertenec ientes, por eJem'"" plo, a.l Brasil, no apar ecen en parte alguna. 1
Per o sea de esto lo que fuere, es evidente que con respecto a los aborígen es del territorio ar gentino, tal sin.gularida d es exclusiva de los Comechi ngones. 1
:En la informac ión de mérit0is y servi cios del conquistado r Pedro Gónzález del Prado, soldado que f ué de la expedició n de Diego de Rojas y que con Francisc o de :rvI,endoza y Nicolás de Heredia entró de los primeros al país de los Comechi ngones, encontra mos referenc ias interesan tísimas que no dejan lugar a dudas sobre el particular (14). 1
Producid a esa inforim ación, con todas las prevenci ones y recaudos necesario s, en la ciudad del Cuzco, en el mes de Julio de 1 5418, ante el Licencia do Andrés de Cian'"' cias, Oidor de la Real Audienci a, ·p r esenta para mí, por las pers·o nas que en ena intervien en y por la época en que tiene lugar - 25 años antes de la fundació n de Cór1
(13)
"Las Riazais 1Huimarna1s" . Ediaión Esipañofa, lde Montaner y S':irrI?JOOi, 18 8·91. 1Tomo 2°., 1plá4g. 18. 1
(14)
Colliecci ón 1dle PIUJbiltClaJo:iones FListhricas .de ,Ja Bifbrlioit eca diell Co1n¡g1reso 1Argent:ino. - OolbierinaicJión .del Tu.cium1án. ''P.rolbanzru s de m 1ériDtos y 1ser vioio1s ·die /l os ·COIIllqui·s baidoiries". Document os del Aircfüivo de ! nidias. Tomo l?., iplág. una y siguientes. 1
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recedéinitemente, 1 n. Part.e, :P'áJg. 115•0, y 2 ~. Pa•rte, 1plág s. 9'2 'Y 138. o(:5.) '~Geog rrufí a de la Pro1\'incia de ·ó rc1aba", tomo l?., .pág. 372. 0
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bJada por diver sas t r ibus de Sanavir ones por la parte del N arte. Puelches hacia el extremo Sur y el resto, o sea el centro, por los designados c-on el nombre común de los Comechingones. Esta distribución sólo debe ent enderse com·o refiriéndose a la par te montañosa de la ·provincia y no a la totalidad ,del territorio que forma el Est3ido Federal, por que a sus g r andes llanuras del Este y a sus pampas del Sur nunca llegaron los Sanavirones y Comechingones. 1
El P r esbít erro P1a sc ual P. 8'oprano, exiponiendo el cuadrü geográfico-histór ico del antiguo Tucumán, nos dice que más allá y al Este de las salinas, estaban esparcidas muchas tribus, muy numerosas y belicosas, bajo el nombre general de Coonechingones, el centr o de los cuales era Córdoba; y que entre el rí o Salado y La Rioja, hasta los confines de . C6rdoba , vivían los J rnr ies, nación gra.nde pero menos belicosa. Y más adelante, haciéndose eco de lo referido por algunos cro~istas sobre la existencia en territor io argentino de una r aza de gigantes, agr ega que estas tribus se extendier on desde el Sur al N or . .Oeste, hasta el Carca rañá y más adentro hasta Córdoba, a no muchas leguas de ésta ( 6). 1
Como se ve, este autor compr ende en una sola deno¡minación a sanavir·o nes y comechingones, opinión que compa rto tam1b ién, y les asigna el territor io afectado por las ·c adenas de nuestro sistema orográfico central. Del mismo modo de pensar es Adán Quir oga (7) cuando nos dice que Córdoba es la nación de los Comechingon es, y el sitio en que se encuentra la actual ciudad del rnis1mo n ombre, constituía el centro de esta vasta nación indígena, que comenzaba en nuestras grande salinas. " Historia de 1lo1s tenribiles Cakhaiq1u í e1s, Q u i1lme1s", ·p ágs. 61J, 71 ry '72. ( 7) " Cal ch a quí" , pfá¡g. 94. (6)
"hiri¡guanos y Jos
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y por su parte el Padre Tomás Falker ( 8), ha_b lando de los territorios ocupados por los indios Tehuel- · ches; sostiene que por la parte Norte llegaban hasta la · j uri~dicción de Córdoba, a las orillas de los ríos Cuarto, Ter.cero y Segundo. La nomenclatu ra geográfica de Córdoba en lengua f.anavirona , diseminada en lo qué pudiéram-os llamar los cuatro puntos cardinales del territorio Comeching ón, demuestra que está muy próxima a la verdad esta apreciación isobre la zona que ocupar on dichos indígenas. Y además, coinciden, más o menos, con los antecedente s F1!p untados, los lím·i tes establecido s por don Gerónimo Luis de Cabrera a la nueva provincia conquistada . Concluída la fundación de Córdoba, se hacía necesario· fijarle los términos de la jurisdicción que habría de correspond erle y a tal fin, el gobernador designó a Don Lorenzo Suárez de Figueroa para que reconociera el territorio vecino y marcar a los límites de aquélla. De 1as diversas expedicione s i ealizadas con ese objeto, sólo nos interesa saber para nuestr o propósito, que regresando el Capitán Figueroa de su entrada al litoral, siguió el curso del río Camalochit a penetrando en la sierra y descubriend o hasta la parte del Sur, hasta distancia de cincuenta leguas de la ciudad, donde se pusierün los términos de ella por aquel rumbo, hasta donde se poblaban los Comeching ones en la sierra de Charaba, en que había mayor número de gente ('9) . Luego retrocedió y caminando hacia el Norte discurriero n sin oposición por los pueblos inter~medios hasta llegar a las encomienda s de Izacate y Quiyoanüra que señaló por términos linderos de esta j rnrisdicción a distancia de más de cuarenta leguas. Por la parte del poniente, hacia Chile, le dió otras tantas, quedando la parte del Eis te sometida a la decisión del pleito con los españoles que habían poblado el .Río de la Plata. 1
(8) j}ái.g. 37.
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"Desiorií1pció1n
de la Pa ta.gonia' 1 • IDdicd16n
P 1e idro de Angelis, .
Lozano, 01bra citada, t.o•mo Jo . pláte;. 282 'Y to.mo le;>., pág. 1S9 . .
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E sto coinc ide con lo que y a nos h abía ex pre ado -el in ismo a utor al habla r nos de la funda ción de Córd oba por Cabre r a, la que nos dice f ué en la provi ncia que Uama:ban de los Come ching ones, la cual cor Tía por el N orte desde Suma mtPa 50 legua s de la ciuda d, hasta lin d a r ·p or el Srnr con la jurisd ic·é ión de la ·ciuda d de La Punt a, en la provi ncia de Cuyo , donde da princ ipio la er ranía que Córd oba tiene a ·dista ncia de tres legua a l ponie nte, la cual, como l'ama que es de la cordi llera de] Perú, corre hasta encad enars e con aquel mons truoso cuerp o for mand o valles bien fér tiles, si se labrair a el ter r eno. Pa.r te térmi nos, tamb ién por el Sur, con las jurisdic cione s de Santa Fe y Buen os Air es, a 6ü legua s de d istan cia, y a 30 legua s por el Orien te ·c on la mism a de Sant a F.e, y por el ponie nte, pasad a su serra nía, con la jurisdíicción de La Rioja a dista ncia de 4.0 legua s. Conju ntaim ente con este traba jo de irecon ocimi ento .Y f ijació n de lím·ite s, la exped ición de Figue roa realiz ó .e l de empa drona mien to de los indíg enas, ascen diend o a u:n núme r o aprox imad o de sesen ta mil según datos r ecogid os por Lozano. No es ésta, sin emba r go, la opini ón_de otros ·cr onist as,' que consi der an much o más reduc ido e ] u úmer o de aqu éllos en la época de la funda ción de · C 6rdob a. El curio so r elator anóni mo comp añer o de Cabre ra y seg uram ent e, uno de los que fo r mar on par te de la e .rpedi ción prelim inar de Figueri0a, sino este mism o, no -d ice que caiminando por tierra de Come ching ones, unas d ncuen ta leg uas de longi tud hacia el Sur, se encon tr aron más de seisci entos puebl os de indio s disem inado s en las s er ranía s y valles inter med ios, con un núme r o apr ox i1·m ado de t r eint a mil habit a ntes ( liO) ; lo que hace supo-r'l er que no es exage rada la aprec iación de L ozano, s i se 1
G e( 1·0) " R elaci ón e ·sum ia, «1e La tierra ·e 1poibil azone·s q1ue don Jrunies r ón i mo Luis die OaJbre ra G olbierniaJdor d e Jia•s .pr01vi nci.as 1de ilos u na ad Il1JélJjlest ba 1des.c1U1b ie1rto donlde via a ¡polb1lar en nomfb111e de su 140. -ciud ad " , en R e1aJclon e1s G eognálfü1ca s de !IIJdí as, tomo 2º .. ¡p¡áJgdna
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tiene en cuenta que Figueroa en su primera expedición,. sólo llegó hasta las orillas del Suquia, o sea el Río Primero actual, quedando así, sin comprenderse en aquel número de treinta mil, t odos los pueblos existentes a} Sur del mismo y que recién fueron reconocidos y ap.reciado. por Figueroa después d.e la fundación de Córdoba. Contri.b uye, también, a suponer más exacta la apre-. ciación de Lozano, el hecho de que el sólo Gobernador Cabrera, en sµ cédula personal de encomienda, dada en Córdoba .c on feeha 24 de Noviembre de 1573 (11), ·se c·oncede ·cincuenta y tantos pueblos de indios Comechingones, agrupados, sin embargo, en una pequeña extensión del territorio .c onquistado, o sea: uno alrededor de~ valle de Camicosquin, llamado por los españoles "Bue~ ~a Vista' y situado a seis leguas, más o menos, .de la ciudad c :a pital y los otros teniendo ·c omo núcleo ·cent1~a1 el · valle de Quilino o Quilinoni con sus tributarios los de· ][brama:m pa, Jeques, Calasite y algunos más, todos a pocas leguas de aquél.1
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Esto quiere decir que quedaban todavía una gr.an cantidad de parcialidades diseminadas en el resto del territorio - cincuenta leguas a los cuatro rumbos de la. ciudad de Córdoba, como hemos visto - y que seguramente fueron encomendadas a ]os .otros ·c onquistadores en cumplilmiento de la promesa de Cabrera, corno lo habrán de revela r algún día los documentos que aun permanecen ignorados en los archivos de España y América .. No debem.os olvidar, tampoco, a las otras tribus más guerreras que se opusier on a la. conquista, impidiendo su e1mpadronamiento y encomienda, pero que también pertenecían a los Comechingones. Por otra parte, es necesar io tener presente que lo . empadronamientos en la época de la Colonia no tenían /Pa¡peil1es •die 1 os Goibernnrudo.ves d.e l Tuciuim\án, ya cita.dos, 27, Parte, pá¡g;inas 24 y 29•. 1P1ubilicaCJ~ón diri1gida por Rolberto Levillier. (11)
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los propósitos y fines de los de hoy (los censos actuales) sinó simplemente el de conocer el número de persona que estaban en condición de servir o prestar su tributo al rey. Por eso, cuando se trata de- apreciar el número de habitantes que tenía una región indígena, no podemos partir de la base de los empadronamientos de que . nos hablan los cronistas y los documentos ·o ficiales de la época? porque ellos sólo se refieren a los hombres en condicionec< de servir al irey. De inanera que si los empadrionamientos nos hablan de treinta mil indios, por ejemplo, bien podemos calcular unos ochenta o cien unil ha'bitantes en realidad, porque en aquéllos no están comprendidos las mujeres y los n1e nores de ambos sexi0s que ni .servían ni pagaban tributo al rey. Si pocas son las noticias que nos proporcionan los cronistas sobre el grado de civilización de los primitivo"' habitantes del antiguo Tucumán, mas escasas son, todavía las que se refieren a los pr·o pios indios de Córdoba. Trataremos de reunirlas y coordinarlas, sin embargo 1 como un compiemento necesario de estos apuntes. Ya hemos visto cuál era el territorio que ocuparon las diversas tribus de inda:mas y sanavirones que los con quistadores agruparon bajo la deno1ninación común de comechingones. '8abemos también cón10 era su estructu·ra física, bastante proporcionada y en p.ada distinta a la de los otros pueblos de América, a pesar de la errónea suposición de algunos cronistas sobre su condición, de pigmeos ; y conocemos, asimismo, el rasgo peculiar de su f isonomía: "hombres harbados como nosotros", según la gráfica ex presión de los com pañeros de I-Ieredia. Agregaremos, ahora, los otros aspectos que hemos · podido descubrir sobre su sistema de habitación, r ecur.sos de vida, religión, costwmbres, etc., etc. De dos ·c lases eran las viviendas usadas por los com echingones. #
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Los que ha1b~taban en la sierra misma, adoptaban para ello las grutas o cuevas naturales que ex ·sten en ·las montañas del sistema or ográfico de Cór·d oba, en muchas de las cuales se descubren aún hoy pinturas y . grabados de procedencia indígena que demuestran haber si · do ocupadas po:r aquéllos. En las inmediaciones de 1Capilla del Mk>rte y Río _Seco, por Ja parte N arte, en las proximidades de "Los Gigantes" por la parte central, y en los departamentos de San Javier y San Alberto, al Oeste y Sur de la cadena principal, existen restos evidentes de esa ocupación que todavía permanecen ignorados para la ciencia y que quién sabe cuántos secretos nos ocultan todavía sobre las características de las tribus que estudiamos. Hemos visto anteriormente que el Dean Funes, fundándose en el ningún vestigio que él había encontrado de esas cuevas, niega que éste fu era el sistema de habitación de dichos indios; pero, fue r a de que tal consecuencia . . . . no se impone como· necesaria, porque aunque no existieran en su tiempo· sabido es que las construcciones naturales o artificiales de esta índole son las más fáciles de destruirse o de desaparecer con el tiempo y el desuso, es evidente que cuevas y socavones existen con abundancia en la sierra; como existen también los comederos de tierra salitrosa, que quizás fueran los preferidos de nuestros geófagos. Por otra parte, la referencia que hace el padre Lozano no deja lugar a dudas sobre la manera que tenían estos indios dé construir sus habitaciones. Hablando de la expedición de Ná.colás de Heredia nos dice "que habiendo entrado por la provincia de los comechingones, que así llamaban a la mayor par te de esta jurisdicción de Córdoba, llegaron al distr ito de las cuevas, que es h oy la Sierra de Achala, y tenía entonces aquel nombre porque sus casas, eran ciertas cuevas subterráneas que sobresalían poco a la superficie de la tier ra ( 12) . 1
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Obra ci1a.da,
tomo 4':>..
pág.
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Ruiz ·Diaz de Guzntán afirma también que los in.dios de C6ridoba "viven bajo tierra, en cuevas, que apena ~aparecen sus casas pO'r fuera'', y Guevara confirma l°" mismo, agregando que de tal ·c ircunstancia se deriva, precisamente, el nombre de estos indígenas, según lo dej amo consignado anteriormente. . Otro célebre jesuita, el padre Gharlevoix, hahland.() .de los habitantes del Tuiernmán, ( 13) nos dice que hay naciones en esta provincia que no tienen otra morada que cuevas cavadas bajo tierra, donde casi nµnca ven la luz del cielo·; agregando en la n ota el padre M\uriel que "dícese esto de los ieomechingones en las montañas de Córdoba, nación que, . coono var ias otras que se mencionan en esta histor ia, ha ·p er edido totalmente, o por haber sido exterminada o por la mezcla de la sangre que ha prevalecido" . El padr e Mur iel escr ibió a mediados del siglo.
XVIII. Per o no todas las t r ibus comechingonas habitaban en la mont aña; las había también que r esidían en lo valles, donde las gr utas o cuevas no existían, teeiendo ne·cesidad, por consiguiente, de fabricar se sus viviendas de ·o tra maner a a~nque en fo r ma semejante a las de aquéHos.
Y así lo hicier on, construyendo ese tipo especial