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Spanish; Castilian Pages 244 Year 2019
Isabel Galaor, Daniela Gloner, Bernd Hausberger, Michael Höflein, Gerlinde Probst, Rita Scheffel, Susanne Thamm, Ngozi Violetta Voel (eds.) Las minas hispanoamericanas a mediados del siglo XVIII
B E R L I N E R
L A T E I N A M E R I K A - F O R S C H U N G E N
Herausgegeben von Dietrich Briesemeister, Reinhard Liehr, Carlos Rincön, Renate Rott und Ursula Thiemer-Sachse Band 10
VERÖFFENTLICHUNGEN A U S DEM DEUTSCHEN B E R G B A U - M U S E U M
Nr. 65
BOCHUM
BERLINER LATEINAMERIKA-FORSCHUNGEN
Isabel Galaor, Daniela Gloner, Bernd Hausberger, Michael Höflein, Gerlinde Probst, Rita Scheffel, Susanne Thamm, Ngozi Violetta Voel (eds.)
Las minas hispanoamericanas a mediados del siglo XVIII Informes enviados al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid
VERVUERT • IBEROAMERICANA • 1998
Gedruckt mit Unterstützung der Deutschen
Forschungsgemeinschaft,
des Deutschen Bergbau-Museums Bochum und d e s V e r e i n s der Freunde und Förderer der T e c h n i s c h e n Universität B e r g a k a d e m i e Freiberg e.V.
Die Deutsche Bibliothek - CIP-Einheitsaufnahme Las minas hispanoamericanas a mediados del siglo XVIII : informes enviados al Real Gabinete de Historia Natural de Madrid / Isabel Galaor ... (ed.). - Frankfurt am Main : V e r v u e r t ; M a d r i d : Iberoamericana, 1998 ( B e r l i n e r L a t e i n a m e r i k a - F o r s c h u n g e n ; Bd. 10) ( V e r ö f f e n t l i c h u n g e n aus d e m Deutschen B e r g b a u - M u s e u m B o c h u m ; Nr. 65) ISBN 3-89354-160-8 (Vervuert) ISBN 84-95107-02-3
(Iberoamericana)
© Vervuert Verlag, Frankfurt am Main 1998 © Iberoamericana, Madrid 1998 Reservados todos los derechos Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico blanqueado sin cloro. Impreso en Alemania
5
INDICE
GENERAL
Indice general
5
Indice de m a p a s
7
Nota preliminar
9
I
Introducción
11
1.
Las ciencias españolas en el siglo XVIII y el proyecto del Gabinete Real de Historia Natural de Madrid de 1752
13
El Gabinete Real de Historia Natural de 1752 y los informes recopilados sobre la minería hispanoamericana
25
3.
Sobre la presente edición
45
II.
Documentos
49
1.
A t a c a m a la B a j a
51
2.
1.1.
Esbozo histórico de la minería atacameña
51
1.2.
Documento
53
2.
Porco
57
2.1.
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Porco
57
2.2.
Documento
58
3.
Potosí
61
3.1.
Esbozo histórico de la minería en Potosí
61
3.2.
Documentos
68
4.
Oruro
91
4.1.
Esbozo histórico de la minería en Oruro
91
4.2.
Documento
93
6 5.
Omasuyos
95
5.1.
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Omasuyos
95
5.2.
Documento
96
6.
Larecaja
99
6.1.
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Larecaja
6.2.
Documento
109
7.
Carabaya
112
7.1.
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Carabaya
112
7.2.
Documento
119
8.
Azángaro
125
8.1.
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Azángaro
125
8.2.
Documento
128
9.
Paucarcolla
130
9.1.
Esbozo histórico de la minería en e! corregimiento de Paucarcolla
130
9.2.
Documento
139
10.
Chucuito
158
10.1.
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Chucuito
158
10.2.
Documento
162
11.
Colesuyos
171
11.1.
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Colesuyos
171
11.2.
Documentos
172
12.
Cotabamba
184
12.1.
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Cotabamba
184
12.2.
Documento
184
13.
Bolaños
186
13.1.
Esbozo histórico de la minería en Bolaños
186
13.2.
Documentos
187
99
Glosario
201
Lista de abreviaturas
219
Bibliografía
221
7
I N D I C E DE M A P A S
Mapa 1: Los corregimientos del virreinato de Perú que enviaron informes al proyectado Gabinete de Historia Natural de Madrid
32
Mapa 2: Reales de minas novohispanos que enviaron informes al proyectado Gabinete de Historia Natural de Madrid
33
Mapa 3: La zona aurífera de Larecaja, Carabaya y Azángaro
102
Mapa 4: La zona argentífera de Puno, Chucuito y Moquegua
130
9
NOTA
PRELIMINAR
Este libro es una edición de fuentes, no un estudio exhaustivo sobre la minería colonial de los diversos distritos descritos en los documentos presentados. El trabajo es el resultado de un curso de paleografía en el Instituto de América Latina de la Universidad Libre de Berlín. Todos los participantes han aportado sus mejores esfuerzos, así que todos tenemos la misma responsabilidad sobre el resultado final. Recibimos valiosas sugerencias de Marianne Klemun, de la Universidad de Viena, de Peter Masson, del Instituto Iberoamericano de Berlín, de Eduardo Flores Clair, del Centro de Investigaciones Históricas del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, y sobre todo de Carmen SalazarSoler, del Centre National de Recherche Scientifique, París, que leyó pacientemente una versión preliminar del manuscrito y nos hizo una serie de lúcidas críticas. Agradecemos al Archivo General de Indias de Sevilla por la autorización de la publicación de los documentos recopilados en sus fondos.
INTRODUCCIÓN Bernd Hausberger
13
"El incentivo mayor de las Naciones ha sido en todos tiempos las riquezas y metales preciosos, que son los medios de adquirir las demás cosas" (Ulloa 1772: 218). "L'Amérique méridionale donne de l'or & de l'argent, de l'or en lingots, en paille, en pépins, & en poudre: de l'argent en barres & en piastres" (Encyclopédie 1751,1: 356).
1.
Las ciencias españolas en el siglo XVIII y el proyecto del Gabinete Real de Historia Natural de Madrid de 1752
En 1752, s i g u i e n d o el e j e m p l o de otros países europeos, en E s p a ñ a se c o n c i b i ó la idea de crear un G a b i n e t e de Historia N a t u r a l para f o m e n t a r el p r o g r e s o de las ciencias. H a s t a este entonces, en la península ibérica habían existido sólo colecciones de curiosidades, con las cuales la n o b l e z a en t o d a E u r o p a imitaba los e j e m p l o s italianos renacentistas ( L i g h t b o w n
1985). T a m b i é n el rey Felipe V
había f o r m a d o un g a b i n e t e p r i v a d o para el recreo de la familia real. El n u e v o proyecto f u e i m p u l s a d o por el célebre naturalista y viajero A n t o n i o de Ulloa 1 y por el m a r q u é s de la Ensenada, 2 el m i n i s t r o de H a c i e n d a , Marina, G u e r r a e Indias. P u e d e considerarse c o m o típico p r o d u c t o de la política ilustrada en b o g a en esta é p o c a , q u e m e d i a n t e un g o b i e r n o m o d e r n o y r e f o r m i s t a pretendía aum e n t a r la e f i c i e n c i a del E s t a d o español y su imperio ultramarino. Era o b v i o q u e E s p a ñ a se había atrasado f r e n t e a sus c o m p e t i d o r e s e u r o p e o s d e s d e el siglo X V I . " E n f e r m a s están de m u e r t e A m é r i c a y E s p a ñ a " , d i a g n o s t i c ó en 1743 el e n t o n c e s ministro J o s é del C a m p i l l o y C o s í o ( 1 7 8 9 [1743]: 15), p e r o a h o r a se quería poner el r e m e d i o a los m a l e s contraídos. El m a r q u é s de la E n s e n a d a f u e uno de
1
Antonio de Ulloa (1716-1795), científico y funcionario administrativo español. Participó, junto con Jorge Juan y Santacilia (1713-1773), en la célebre expedición geodésica a la América ecuatorial que fue organizada por la Academia de Ciencias de París y realizada por Charles Marie de La Condamine (1701-1774), Pierre Bouger (1698-1758) y Louis Godin (1704-1760) (Bleiberg 1968-69, II: 589-590, III: 833; Lafuente 1983; Lafuente/Mazuecos 1987). Sobre los diversos aspectos de la biografía de Ulloa, véanse sobre todo Losada/Varela (1995).
2
Zenón Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1702-1781). Sobre su vida, véase Bleiberg (1968-69. III: 688-689); las biografías más exhaustas, pero antigua la una y apologética la otra, son de Rodríguez Villa (1878) y Abad León (1985).
14
los primeros impulsores de la política de reforma. 3 Para llevarla a cabo, el empleo de las ciencias modernas y la sistematización de los conocimientos acumulados a través de los tiempos representaban un recurso importante. En cuanto a las colonias, los esfuerzos reformistas que España emprendió durante el siglo XVIII han sido tratados desde muchos puntos de vista. Algunos los han denominado una nueva conquista o una reconquista (Brading 1971: 53), con la cual España pretendía recuperar el control sobre sus posesiones americanas, mermado en el siglo anterior por los intereses de las élites criollas y de las potencias extranjeras más fuertes. Según Burkholder y Chandler (1977), en 1750, desde la perspectiva de la metrópoli, la 'era de la impotencia' había terminado y empezaba la 'era de la autoridad'. Inviniendo las famosas palabras de Clausewitz sobre la relación entre guerra y política, podríamos afirmar que la política borbona fue la reanudación de la conquista con nuevos métodos, con los que la metrópoli intentaba mejorar y asegurar la explotación de los recursos coloniales. De esos, los conquistadores se habían apoderado a sangre y fuego, mientras que la gente de espíritu científico conquistaba la riqueza anhelada con su ingenio. Sirva de ejemplo el inventor de un nuevo método de beneficio de los minerales argentíferos que, según el erudito padre benedictino Gerónimo Feijóo, se hizo merecedor de una gloria "sin comparación mayor" que la ganada por los viejos guerreros (Feijóo 1773 [1745]: 260). También el padre Feijóo fue protegido del marqués de la Ensenada (Peset 1988: 15-16). Saber es poder y, por lo tanto, la ciencia es un instrumento para adquirir tanto lo uno como lo otro, como lo subrayaron entre otros Nietzsche y Foucault (FinkEitel 1989: 67-68). La política científica ilustrada ha sido un buen ejemplo en este sentido. Las diversas ciencias se prestaban para mejorar el aprovechamiento de los recursos naturales, desarrollar formas más eficaces de administración, acrecentar la fuerza de los ejércitos terrestres y navales y de sus armamentos, perfeccionar la construcción de fortalezas y para aumentar el prestigio de los que realizaban, fomentaban o aplicaban la labor científica. Esta última función ya la habían tenido los tradicionales gabinetes de curiosidades y seguramente seguía desempeñando un papel importante para los financieros de las colecciones científicas del siglo XVIII. De las ciencias se podía sacar, por lo tanto, un provecho muy práctico. Algunos autores adornaron su utilidad todavía con argumentos metafísicos, como antaño había sido usual. En este estilo el padre Feijóo exclamó que el beneficio más grande de las ciencias era explorar las obras de Dios en el examen del mundo físico (Feijóo 1773 [1745]: 219); esta idea la repitió de paso también Antonio de Ulloa en la introducción de sus Noticias
3
Sobre el gobierno del marqués de la Ensenada, véase por ejemplo Lynch (1989: 158190); para su política científica, Gómez Molleda (1955: 77) o Domínguez Ortiz (1976: 293-298); sobre su política americana, Mijares Pérez (1976).
15
Americanas de 1772, mas en el mismo lugar estableció de manera clara el lazo entre ciencia y poder: "Las noticias del Mundo, y de lo que contiene en sí, no se adquieren sin el de las partes que lo componen, pues una sola no da idea de lo que encierra en todo el resto. Este desvelo es el que adelanta las gentes al término de elevarse sobre los que saben menos, y por grados va subiendo de punto desde lo ínfimo hasta los términos más altos a donde puede llegar la comprehensión. Los que más se aplican a ello son los que consiguen la superioridad, mediante las luces que el entendimiento les ministra para hallar los recursos que no pueden conseguir los limitados. Si los Indios hubiesen sido igualmente instruidos que los Españoles,
no hubieran sido sojuzgados con tanta
facilidad, ni se les hubiera hecho estraño ver gentes blancas, y con barbas, ni otras muchas cosas que les sorprendieron. Esta comparación es como de lo máximo a lo mínimo, entre cuyos términos caben otros muchísimos, y en todos ellos es principio seguro, que el que tiene la superioridad en las luces del entendimiento, la tiene igualmente en el modo de pensar y discurrir con sujeción a la razón" (Ulloa 1772: Introducción).
Al mismo tiempo, el trabajo científico y la interpretación de la naturaleza poco a poco se liberaron de la influencia de las creencias religiosas, con lo que desapareció uno de los obstáculos principales para su avance. 4 En la vida política la nueva sabiduría servía en primer lugar para conservar o aumentar el poder de los diversos participantes en el juego de la competencia entre los estados europeos de la época. La eficacia del empleo político de las ciencias se incrementaba todavía más en tanto que desarrollaban una visión del mundo cada vez más antropocéntrica y, como consecuencia de esto, utilitarista. "Miradas las cosas a la luz de la razón, lo más útil al público es lo más honorable, y tanto más honorable, quanto más útil", escribió el padre Feijóo (1779 [1739]: 390) sobre los diversos oficios que había en la sociedad de su época. Sobre todo la naturaleza fue calificada desde el punto de vista de su utilidad (Kallweit 1994: 26-28). Esto no se vio afectado por el hecho de que especialmente entre los ilustrados tardíos estaba muy difundido el vitalismo, corriente filosófica que veía hombre y naturaleza como partes de una unidad inseparable (Reill 1994). Independientemente de tales ideas, las nuevas ciencias naturales consideraron las partes de la naturaleza desde el aspecto de su utilidad práctica - o de su peligrosidad- para el bienestar del hombre o, más específicamente, desde el ángulo de su valor de uso. Los políticos reformistas, a la vez, empezaron a darse cuenta del provecho que podían sacar de la aplicación sistemática de los nuevos conocimientos; así las ciencias se convirtieron en objeto de la misma mirada utilitarista que ellas aplicaban a sus objetos de estudio. La obra de Antonio de Ulloa está impregnada
4
Sobre este desarrollo, véanse, por ejemplo, Capel (1985) o Cabello Carro (1989: 15).
16
de este espíritu (Puig-Samper 1995: 120-122); además se expresa también en sentencias como la de Johann Beckmann, uno de los escritores alemanes de la época, que definió a la mineralogía, química, botánica y partes de la matemática como las principales ciencias auxiliares de la economía (Bayerl 1994: 39). De esta manera, la nueva mirada científica sentó la base para una economía de explotación metódica de la naturaleza, que se desarrollaría plenamente en las sociedades industrializadas del siglo XIX y XX. También se estableció un estrecho lazo entre la investigación y las diversas políticas de expansión y explotación colonial (McClellan III 1992; Bayerl 1994). No cabe duda de que este desarrollo no se dio sin precedentes, los que se remontan hasta el siglo XVI (Gerbi 1978: p.e. 333-337; Alvarez Peláez 1993). Pero en el transcurso del siglo XVIII, el carácter utilitarista del empleo de las ciencias naturales se convirtió en el rasgo dominante. Pudieron cumplir con tal función porque fueron aliviadas del peso que significaba su subordinación a la religión, recibían un fuerte apoyo por parte de un Estado reformista, decidido a acrecentar el rendimiento de sus territorios, y podían apoyarse en las mejoras que se estaban introduciendo en las teorías de la ciencias y en las técnicas de observación. Así que la idea del Gabinete de Historia Natural no fue una iniciativa aislada, sino formaba parte de un desarrollo más amplio que abarcaba las más diversas ciencias. Sólo se pueden mencionar aquí algunos de los pasos que marcaron su avance. 5 Los primeros de ellos constituyeron eventos sin relación entre sí, como la fundación de la Academia de Guardiamarinas de Cádiz en 1717 o de la Academia Médica de Madrid en 1734, pero avanzando el siglo y especialmente en sus últimas décadas se hicieron cada vez más numerosos y sistemáticos. Para mediados del siglo quedó conformada una red de instituciones de enseñanza, muchas de ellas dominadas por el sector militar, en las que se formó una nueva generación de personas que iban a ser el capital humano de las iniciativas venideras (Lafuente/Peset 1988: 32-35; Puerto Sarmiento 1989). Esas llegaron a su apogeo durante el gobierno de Carlos III (1759-1788), tanto en el campo político-administrativo como en el de las ciencias. Gran parte, en casi todos los proyectos mencionados en estas páginas, pertenecía a la marina española, la que también se encargó de la formación de muchos de los científicos y viajeros españoles de la época, por ejemplo del mencionado Antonio de Ulloa (Higueras 1987). Una de las disciplinas más promovidas fue la geografía. Esta había servido desde el inicio de la expansión ibérica en la costas occidentales de Africa al
5
Un resumen del desarrollo de las ciencias en la España del siglo XVIII, en Heni l 958: 37-57). La mayoría de los temas mencionados en estas páginas reciben un tratamiento amplio en Sellés et al. (1988). También Anes Alvarez de Castrillón (1993: 49-59).
17 colonialismo europeo. En primer lugar, hay que mencionar el trabajo cartográfico de estas épocas. En el siglo XVI, los españoles reunieron sistemáticamente relaciones geográficas de sus nuevos territorios, para mejorar las posibilidades de su administración y explotación.6 Durante la Ilustración, esta función de la geografía recibió un nuevo empuje. En 1743, un amplio cuestionario fue repartido entre las autoridades locales en la Nueva España para que informasen sobre la situación de sus distritos, ante todo sobre el estado de su población. Sus informes representan el primer conjunto sistemático de relaciones geográficas del siglo XVIII, y sirvieron para la elaboración del Teatro Americano de José Antonio Villaseñor y Sánchez (1952 [1746-48]). En el virreinato del Perú, un proyecto análogo dio origen a la obra de Cosme Bueno,7 redactada entre 1764 y 1778, aunque no publicada en su época (Bueno 1951). En estas mismas décadas se experimentó un gran auge en publicaciones de diccionarios geográficos; en parte traducidos de idiomas extranjeros, en parte trabajos originales, cuyo ejemplo más destacado sería la obra de José de Alcedo 8 (1967 [1786-89]; Capel 1981). También los proyectos de cartografiar los territorios españoles y asentar en un catastro las poblaciones fueron impulsados por el marqués de la Ensenada (Bermejo Bermejo 1996: 476); para su realización hizo elaborar a Antonio de Ulloa y Jorge Juan un conjunto de reglas y comprar instrumentos en París y Londres (Rodríguez Villa 1878: 161-162). El provecho práctico para la administración (sobre todo la fiscal), defensa y posible expansión de sus territorios que el Estado quiso sacar de la profundización del conocimiento geográfico queda claro y no requiere más comentario. Este mismo motivo está también detrás de la elaboración de un atlas topográfico de España y otro más de las posesiones españolas americanas, encargados al geógrafo Tomás López; el tamaño de las obras fue tan pequeño que los funcionarios pudieron llevarlas siempre consigo cómodamente (López 1992 [1758]). Pero no fue sólo la geografía la que el Estado ilustrado fomentaba. El mismo Antonio de Ulloa dirigió en 1752, en Madrid, un laboratorio metalúrgico, llamado vulgarmente "Casa del Platino", que fue la primera instalación de su clase que existió en España (López Piñero 1988: 271). En la botánica, estimada desde antaño por su relación con la farmacia, el evento clave lo constituyó la fundación del Real Jardín Botánico en Madrid en 1755 (Añón 1987; Puig Samper 1987; González Bueno/Puerto Sarmiento 1988). Además hay que citar el gran auge de
6 7
8
Estas fueron publicadas por Jiménez de la Espada (1965 [ 1881 -97]), Acuña (1982-88) y Ponce Leiva (1991-92). Cosme Bueno (1711-1798), erudito peruano, de origen aragonés. Sobre los años de redacción de los diversos capítulos de su descripción geográfica, véanse Bueno (1951: 9) y Ten (1988: 191-193). José de Alcedo (1735-1812), geógrafo español, oriundo de Quito.
18
las expediciones científicas que se enviaron al Nuevo Mundo, empezando con la expedición francesa de 1735 a 1744,9 en la que participó el joven Antonio de Ulloa. Viajes de este tipo se intensificaron a partir de los años setenta del siglo. Entre las más conocidas de estas empresas se encuentran la expedición dirigida por Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón a Perú y Chile, de 1777 a 1788, la de José Celestino Mutis a Nueva Granada, iniciada en 1783, y la expedición botánica de Martín de Sessé a la Nueva España, la que permaneció en el país entre 1785 y 1800 y motivó la creación de un Real Jardín Botánico en la ciudad de México. La empresa culminante, por último, fue la gran expedición a América y al Pacífico, de 1789 a 1794, al mando de Alejandro de Malaspina. 10 De esta manera, el proyecto del Gabinete de Historia Natural de 1752 precedió a la época de máximo esplendor de la política científica ilustrada de España; sin embargo, tampoco representó un evento aislado, ni en el ámbito nacional" ni en el internacional, donde las ciencias estaban experimentando un auge sin precedente. La fundación del gabinete de Madrid fue, por ejemplo, posterior sólo por un año a la aparición del primer volumen de la Encyclopédie francesa, evento trascendental para la historia de la cultura occidental (Encyclopédie 1751). En 1748 había sido publicado De l'esprit des lois de Montesquieu. En 1753, el marqués de la Ensenada promovió una "Sociedad Real de Ciencias" y en la redacción de su reglamento participaron Jorge Juan y Luis Godin, los viejos compañeros de Antonio de Ulloa, en ese momento residentes en Cádiz (Fernández Pérez 1988: 221). La iniciativa española para crear un Gabinete de Historia Natural como colección científica se ubica en los albores de la idea museística en Europa, que en otros países ya había dado sus primeros espléndidos resultados, los que no escaparon a la atención de los reformistas y modernizadores españoles. Existía un museo de historia natural en París desde hacía más de un siglo, y el famoso Museo Británico, formado a base de colecciones ya existentes, abrió sus puertas en la misma década de los años cincuenta del siglo XVIII (Bahescu 1972; Alexander 1993). También Antonio de Ulloa conocía estos ejemplos. Después de su regreso de América, había estudiado las instituciones científicas francesas durante una larga estadía en París (Lafuente/Peset 1981). Pero anteriormente, su entusiasmo por una gran colección científica puesta al servicio del público ilustrado ya se 9
Debe mencionarse que los diferentes integrantes de la expedición no regresaron a Europa en el mismo año. 10 Engstrand 1981; Guirao de Vierna 1987; Cerezo Martínez 1988-90. A la exploración botánica, la revista Asclepio ha dedicado últimamente un número completo (Asclepio 47/2). 11 Según un testigo de la época, en 1752 la Corte de Fernando VI "hierve" de proyectos e ideas, lo que puede servir de indicio del ambiente intelectual que se respiraba en estos años (Alvarez de Miranda 1986: 142).
19
encuentra expresado en su Relación histórica del viage a la América Meridional. En ella el autor describe su viaje y su estancia en el Nuevo Mundo entre 1735 y 1745. Debido a las guerras de la época, a su regreso, fiie tomado prisionero por la armada británica y se vio obligado a pasar por Londres, donde fue tratado, sin embargo, con gran distinción e incluso honrado con la calidad de socio en la Royal Society, en diciembre de 1746 (Whitaker 1967). Como el mismo Ulloa cuenta, el presidente de esta distinguida institución, Martin Folkes, se portó con él muy atentamente: "(•••) me acompañó a ver los célebres Gavinetes, donde pueden competirse la curiosidad de aquellos Sabios, que con tanta solicitud, y cuidado los forman; y la admiración de los que con alguna atención, y conocimiento los registran; y donde transplantada loda la Naturaleza, se ve una historia viva, general, y completa de quanto encubren las Ondas, produce la Tierra, y se cría viviente, vegetable, y particular en todas las Regiones, y Elementos: allí no se echan menos aquellas cosas, que por raras parecen imposibles de adquirirse; se notan en sí propios los Racionales monstruosos, que en varias ocasiones suele producir el extravío, o fecundidad de la Naturaleza, y quanto puede apetecer en ella, y sus efectos el humano juicio" (Juan/Ulloa 1748, IV: 541-542).
El texto citado documenta bien cómo la ciencia española de la época buscaba para su modernización instruirse en los ejemplos ilustres de los países extranjeros más avanzados. Para esto se dirigía la mirada, en primer lugar, hacia Francia e Inglaterra y, después, sobre todo en el campo de la minería, hacia Alemania, Hungría y Escandinavia. 12 Numerosos científicos españoles visitaron durante esta época los diferentes países europeos para inspirarse en los logros allí realizados. Estos viajes tenían siempre un carácter de misiones de espionaje, y en ellos ciencia, política y economía se entremezclaban estrecha y pacíficamente (Lafuente/Peset 1981; Balaguer Prigüell 1986; Pelayo 1990: 456-459; Helguera Quijada 1995). Pero a pesar de una serie de éxitos reconocidos en el terreno internacional y algunos logros institucionales duraderos, la ciencia española de la segunda mitad del siglo XVIII sufría gravemente de inconstancia y falta de continuidad. Como todas las reformas borbónicas, las iniciativas en el campo de la ciencia tampoco seguían un programa coherente. No eran el producto del desarrollo general de la sociedad española, sino en su gran mayoría, una imposición derivada de los proyectos de los políticos propugnadores del despotismo
12 "Todo lo referido podemos remediar inmediatamente, valiéndonos de las medidas, usos y medios que emplean las Naciones Europeas para adelantar el beneficio de sus minas, como son los ingenios de fuego, y otras máquinas que para sacarlas se usan, y están en Hungría con el mayor primor y delicadeza. La fundición y arte de separar los metales de la tierra y piedras, en parte alguna se executa mejor que en Saxonia; pero en punto de economía nada iguala a Suecia" (Campillo y Cosío 1789 [1743]: 164165).
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ilustrado; un cambio en el liderazgo de la política de Estado podía significar la reformulación o el fin de las medidas tomadas con anterioridad (Lafuente 1991). En suma, los esfuerzos ilustrados no lograron superar el atraso de España frente a las potencias europeas más avanzadas. Un ejemplo de la inconstancia de la política científica española fue también el proyecto del primer Gabinete de Historia Natural. Para su instalación fue alquilada una casa en la calle la Magdalena en Madrid, 13 y para su trabajo se contrató a varios científicos, extranjeros y españoles. El más famoso entre ellos fue quizás el irlandés Guillermo Bowles, 14 a quien Ulloa había conocido e invitado a esta tarea durante su estancia en París (Puig-Samper 1995: 115-116). Al mismo tiempo se envió una instrucción a los virreinatos americanos para que los funcionarios coloniales surtiesen al gabinete con objetos de interés. Las respuestas obtenidas serán el tema de la presente edición. El proyecto se concentró sobre todo en la sistematización de los conocimientos de los recursos mineros,' 5 tal y como correspondía a la realidad económica del Imperio. A lo mejor habría que contemplar también en el contexto de esta novedosa empresa el viaje que el botánico sueco Pehr LOfling, alumno del célebre Cari von Linné, emprendió a Venezuela de 1754 a 1756, año en que murió. A pesar de estas actividades, la nueva institución no prosperó y la casa, donde se instaló, no llegó a ser mucho más que un almacén donde se depositaban los diversos objetos e instrumentos reunidos para su instalación. Pronto el proyecto empezó a estancarse, probablemente como consecuencia de la caída política del marqués de la Ensenada en julio de 1754. En mayo del mismo año se había levantado la calumnia contra el ministro de ser adepto a la masonería, prohibida en España desde 1751, y tratar en sus círculos intensamente a jesuítas y a extranjeros, detalle que ilustra los prejuicios que existían en muchas partes frente a los proyectos modernizantes (Ferrer Benimeli 1974: 80-82, 195-196, 419-420). Privado del apoyo oficial,
13 "El rey ha resuelto que los cajones de piedras minerales que han llegado de Cádiz y envió el virrey de Nueva España para poner en el Gabinete de la Historia Natural, se pasen a la casa llamada de la Geografía que está tomada de cuenta de la Real Hacienda en la calle de la Magdalena de esta corte, a disposición de don Juan Pedro de Saura, a fin de que se reconozcan, y lo aviso a Vuestra Señoría de orden de Su Majestad para que dé la conveniente a su cumplimiento" (Carta al conde de Valdeparaíso, 10 de diciembre de 1754, AGI Indif., leg. 38). También Rodríguez Villa (1878: 358), Barreiro (1992: 55-57), Calatayud Arinero (1986: 9-33) y Cabello Carro (1989: 28-30). 14 Guillermo Bowles, científico irlandés; en 1774 publicó la célebre Introducción Historia Natural y a la Geografía física de España.
a la
15 Hay que señalar que ya con anterioridad se habían enviado ocasionalmente interesantes minerales de América a España, como lo documenta, por ejemplo, un despacho del virrey conde de Superunda al marqués de la Ensenada, del 25 de octubre de 1749 (Documentos 1974,1: 531-532).
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Antonio de Ulloa, el primer director del Gabinete y estrecho seguidor del derrocado ministro (Gómez Molledo 1955: 84), dimitió en 1755 y en 1758 cruzó el Atlántico para ocupar el cargo de gobernador y superintendente de Huancavelica, sitio de las famosas minas de azogue (Whitaker 1941: 32-51; Brown 1995: 77-78). El Gabinete de Historia Natural no desapareció con esto y el mismo Ulloa, en su testamento, enumeraría su establecimiento en 1752 entre los méritos de su vida (Orozco Acuaviva 1995: 254). Pero durante veinte años tuvo una existencia más bien aletargada (López Piñero 1995: 41-42). El almacén parece que incluso perdió su nombre y, como Casa de Geografía (designación original del edificio en que estaba instalado), 16 se dedicaba en primer lugar a la administración de las remesas de cacao, vainilla y otros frutos de América que el rey recibía para obsequiar con ellos a las coronas amigas (Corella Suárez 1987: 218). En los años setenta, durante el régimen de Carlos III, los planes de instalar un Gabinete de Historia Natural moderno en Madrid se renovaron gracias a la iniciativa del sabio americano Pedro Franco Dávila, originario de Guayaquil, que tenía su propio y afamado gabinete en París, donde residía desde hacía varios años. Este regaló su colección y su biblioteca al rey, a manera de fundamento de la nueva institución científica. C o m o fecha de su fundación definitiva se suele citar el año de 1771 (Amorós 1963; Martínez Ruiz 1972: 17-18, 29-30; Solano 1979: xvi-xvii, lii-lv; Calatayud Arinero 1987, I: 82-84; Calatayud [Arinero] 1988). Con el fin de aumentar las colecciones, en 1776 se volvió a exigir la colaboración de los funcionarios en la colonias, a los que se envió un cuestionario. Fue más amplio que el de veinte años atrás y no se centró tanto en la minería, sino dio mucho espacio a la botánica y la zoología, instruyendo, por ejemplo, a los funcionarios en las nuevas ciencias; además se les explicaban asuntos prácticos, como la caza y conservación de mariposas de día y noche y su posterior preparación para el envío a Madrid (Castillo 1959; Lemoine Villicaña 1961). 17 La instrucción de 1776 demuestra el avance en la sistematización científica, cuyo retraso se considera como una de las deficiencias centrales de las ciencias de antes de mediados del siglo XVIII.' 8 También puede tomarse como
16 Véase nota 13. 17 Parece que Antonio de Ulloa influyó también en la confección del cuestionario de 1776. Al año siguiente elaboró él mismo un Cuestionario para la formación del completo conocimiento de la geografía, física, antigüedades, mineralogía y metalurgia de este reino de Nueva España e instrucción sobre el modo de formarlas, impreso en México (Puig-Samper 1995: 123-124). 18 "(...) the general impression is not of poor observation but of lack of system. This was no doubt a characteristic of the science of the day" (Knight 1975: 105). Compárese el señalamiento del célebre mineralogista alemán Abraham Gottlob Werner (1774: 1420) sobre la falta de una adecuada sistematización de los minerales, sustituida hasta su época por una confusa proliferación de diferentes sistemas. Véase también Coquett
22 una expresión del creciente interés en la materia viva, que con la influencia del vitalismo distinguía la ilustración tardía frente a los conceptos clásicos newtonianos (Reill 1995: 49-50). Pero quizás la diversificación del interés científico también correspondiera a un c a m b i o en las doctrinas económicas en boga en este entonces. Por un lado, seguramente por influencia de ideas fisiócratas, se consideraba cada vez más trascendente el fomento de la agricultura y de la industria para la prosperidad e c o n ó m i c a de un país. Por otro lado, en cuanto a los territorios americanos, los propugnadores de una política metropolitana de tipo mercantilista buscaban ampliar la g a m a de materias primas exportables y no solamente perpetuar el comercio centrado en los metales preciosos. Las dos corrientes, aunque en competencia entre sí en aspectos centrales, intentaban echar m a n o de las nuevas ciencias. Esto y especialmente los intentos de convertir a las colonias en abastecedoras de materias primas diversificadas explican en buena parte la intensiva exploración botánica que se promovía en este entonces en los territorios h i s p a n o a m e r i c a n o s . " Un elemento típico de las actividades coleccionistas de estas épocas era que los restos arqueológicos de las culturas indígenas, cuyo envío se exigió en las instrucciones de 1752 y de 1776, se incluían en el campo de la historia natural. De hecho, en a m b a s ocasiones llegaron varios objetos de este índole a Madrid, los que finalmente se integraron al definitivo Real Gabinete (Cabello 1988: 5758). Es de observarse que la separación entre las colecciones de curiosidades de tipo antiguo y las colecciones científicas modernas aún no se había efectuado completamente. Estaba, sin embargo, totalmente ausente el interés por los indios vivos. Esto sorprende un tanto, porque el mismo Antonio de Ulloa daba m u c h o espacio al tema de los indígenas. Los consideraba muy inferiores a las gentes de cultura ilustrada, incluso equiparó a las etnias todavía no sometidas con los animales, n o obstante consideró útil su estudio: "El conocimiento que se adquiere de las Naciones rústicas incultas da reglas para comprehender lo que se debe a la instrucción, y que sin ella se carecería de los principios que distinguen sensiblemente a los h o m b r e s de los brutos" (Ulloa 1772: Introducción). El conocimiento de otras culturas servía, de esta manera, para la reafirmación de los valores propios, m o d o s de pensar e incluso de los conceptos estéticos, ya que a los bárbaros Ulloa los tenía por incapaces de percibir la hermosura del m u n d o .
(1792: 195-196); José Coquett y Fajardo, el primer director del Tribunal de Minería de Lima (Mendiburu 1935-38, IV: 217), intentó establecer equivalencias entre la terminología tradicional peruana y el sistema del químico inglés Richard Kirwan, que había publicado su libro Elements of Mineralogy en 1784. 19 Lluch/Aremí i d'Abadal 1983; Estrella 1988: 331-332; González Bueno 1992. Véase también el discurso "Honra, y provecho de la Agricultura" del padre Feijóo (1779 [1739]: 390-426).
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Todo esto se expresa también en los prejuicios etnocentristas que caracterizan las ideas de Ulloa sobre los pueblos indígenas americanos. Sólo con el surgimiento de la etnología la mirada a los indígenas cambió, pues la existencia de un 'otro' cultural y social a partir de ese momento serviría para historizar, relativizar y agudizar la vista del observador europeo sobre sí mismo. Mientras tanto, en el Viejo Mundo no se sabía mucho acerca de la verdadera vida de los indios, como de repente se dieron cuenta. Cuando el régimen colonial ya había entrado en agonía, las Cortes de Cádiz, integradas por los modernos de la época, enviaron un nuevo cuestionario a América. Ese documento demuestra un interés casi ingenuo por los indios, su forma de vida y hasta de sus sentimientos, y deja percibir entre líneas qué idea abstracta se había tenido hasta este entonces de la población aborigen americana. 20 Junto con el Jardín Botánico de Madrid, el Gabinete de Historia Natural, fundado definitivamente en 1776, patrocinó en los años siguientes muchas de las expediciones científicas del fin de la época, mencionadas más arriba. De esta manera, se hizo cada vez más común que diversos personajes integraran colecciones científicas en América, lo que engrandeció los diversos museos de historia natural en España y en sus países vecinos. Además de las expediciones mencionadas, podrían citarse otros ejemplos, como la colección de minerales andinos reunidos por Antonio Zacharías Helms, la que Helms ofreció a la venta por 800 ducados en Alemania en 1798 (Helms 1798: 269-300). 2 ' El enorme auge de las actividades coleccionistas en la ciencia de la época lo ilustra también la expedición de los hermanos Heuland a Chile, organizada por el Gabinete de Historia Natural en Madrid, la que se dedicó específicamente a los campos de la mineralogía y minería. Se encargó a los naturalistas, en el artículo 5 o de la instrucción de 1795, enviar varios ejemplares de cada mineral interesante, "pues todos los Naturalistas de Europa anhelan por los minerales de América, y debe haber cantidad suficiente de ellos para surtir al Gabinete del Rey, y para hacer
20 Carrocera 1967 (con un ejemplo de una respuesta venezolana a este sondeo); también Vilar (1971: 402-404), Solano (1988: 201-204) y, sobre todo, Castillo Meléndez et al. (1994: 13-16). Las actitudes tomadas por los europeos y criollos frente al indio americano entre el siglo XVI y el siglo XIX son un tema muy extenso, que no puede retomarse aquí; véanse por ejemplo Gerbi (1982) o Walker (1996b). 21 Helms (1798: 299) loó su colección como única en el mundo, como ni siquiera existente en Madrid, "ya que por la corte de allí se ha coleccionado en México, pero todavía no en Perú". Esto, sin embargo, era falso (véase, por ejemplo, Documentos 1974, II: 21, 50, 148-149). Sobre el envío de minerales sacados de las minas mexicanas a España, véase: Lista de las muestras de minerales que se han empapelado para remitir a España, s.l. s.f. [1796], AGN Minería, vol. 109, exp. 3, f. 87r-94v.
24 c a m b i o s c o n otros G a b i n e t e s q u e puedan suministrar p r o d u c c i o n e s de A l e m a n i a , Inglaterra, Francia, Rusia, Italia y otros Payses". 2 2 Falta m e n c i o n a r q u e para A n t o n i o de U l l o a el G a b i n e t e d e Historia Natural s ó l o constituía u n o d e los e l e m e n t o s de una c o n c e p c i ó n m á s a m p l i a para p r o m o ver el e n t e n d i m i e n t o del m u n d o . Y parece que un p o c o m á s tarde, pero t o d a v í a antes d e la f u n d a c i ó n d e f i n i t i v a del g a b i n e t e m a d r i l e ñ o , v i o i n c l u s o c o n irritación q u e s e estaba d e d i c a n d o d e m a s i a d o energía a las a c t i v i d a d e s m e r a m e n t e c o l e c cionistas: " M u c h o s hombres sabios y curiosos se han dedicado con aplicación al conocimiento del M u n d o , por el de sus produciones; con cuyo designio han formado Gavinetes prolijos y abundantes de quanto se produce en sus distintas Regiones, y se cría en los particulares Territorios de ellas: cuyo trabajo da sólo conocimiento de una parte de lo raro, sin extenderse a dar luz de las principales particularidades, que consisten en la física de la corteza, o parte exterior del Globo, que es en la que reside la propiedad y causa primitiva de las produciones. (...) Los Gavinetes de Historia Natural son sin duda los Archivos 2 3 de la naturaleza, en donde la curiosidad registra lo admirable, y lo raro que se encuentra en diversas partes del Mundo: esta especulación no es suficiente para dexar satisfechos los designios del entendimiento en el empeño de conocer fundamentalmente la causa de la variedad. La naturaleza es admirable en sus produciones, y tal se reconoce generalmente; pero el confesarlo así, no lo hace más comprehensible. Descúbrense los efectos en la diversidad sin alcanzarse el origen; y hay infinidad de maravillas que las perciven los sentidos, sin que el entendimiento se detenga a considerarlas: del mismo m o d o en otras cosas se detiene poco la reflexión, por no poder encontrar lo que encierran de raro, o de particular: naciendo de esto, que continuamente se trabaja en investigaciones, por cuyo medio se adelantan los descubrimientos, aunque sin llegar a ver el fin" (Ulloa 1772: 6-7). A q u í U l l o a aborda l o s límites d e la historia natural del s i g l o XVIII, q u e se d e d i c a b a sobre t o d o a describir, c l a s i f i c a r y categorizar la naturaleza s e g ú n sus características p e r c e p t i b l e s ( F o u c a u l t 1 9 9 5 [ 1 9 6 6 ] : 1 6 8 - 1 8 0 , 2 0 3 - 2 1 0 ) , sin que hubiera p o d i d o p r o p o n e r el c a m i n o a seguir m á s adelante. Para terminar, p u e d e resumirse q u e a pesar de los c o n s i d e r a b l e s resultados que E s p a ñ a l o g r ó e n la e x p l o r a c i ó n d e sus c o l o n i a s m e d i a n t e las c i e n c i a s m o d e r n a s , sus e s f u e r z o s s e vieron truncados c o n las r e v o l u c i o n e s europeas, las guerras
22 Instrucción a que deberán arreglarse don Cristiano y don Conrado Heuland, San Ildefonso, 17 de septiembre de 1794. En: Barreiro 1929: 7. 23 Obsérvase que el siglo XVIII fue también la época del surgimiento de los archivos históricos (Foucault 1995 [1966]: 172-173). En 1786, por ejemplo, empezó a funcionar el Archivo General de Indias en Sevilla (Solano 1988). El establecimiento de un sistema archivístico ya había sido pedido por el marqués de la Ensenada (Rodríguez Villa 1878: 163).
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napoleónicas y la independencia de los territorios americanos. La derrota política de España no pudo atajarse con el programa reformista de los Borbones. Este se había mostrado incapaz de cambiar la sociedad española en sus fundamentos, y probablemente ni siquiera había sido su objetivo. Así, no obstante algunas innovaciones introducidas, los males de España no se remediaron (Hernández Benítez 1988: 22). El fracaso político influyó radicalmente en el desarrollo de las ciencias. En el siglo XIX, la investigación científica en el Nuevo Mundo se intensificó, pero esta vez no fue patrocinada desde Madrid, sino desde las nuevas capitales republicanas o, sobre todo, desde Londres y París.
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El Gabinete Real de Historia Natural de 1752 y los informes recopilados sobre la minería hispanoamericana
Del primer intento de creación del Gabinete de Historia Natural en 1752 no quedó más que acaso el recuerdo y unos objetos coleccionados, aunque en algunos momentos se le dedicaron enérgicos esfuerzos. Mas, sobre todo, dio origen a un conjunto de importantes fuentes sobre la minería hispanoamericana a mediados del siglo XVIII. Atendiendo a la riqueza del Nuevo Mundo en oro y plata y a las experiencias americanas de Antonio de Ulloa, no puede sorprender que uno de los campos cuyo conocimiento se deseaba sistematizar fuese la minería. Ciertamente, se esperaba poder elevar el rendimiento de las minas americanas mediante el empleo de las ciencias modernas, cuyo valor se empezaba a apreciar cada vez más por su utilidad práctica y material. 24 Además, la inmensa cantidad de minerales de plata fue sin duda una de las cosas más insólitas que ofrecía la naturaleza del Nuevo Mundo y, por lo tanto, más digna de estudiar (Ulloa 1772: 8). Para lograr los objetivos establecidos, con orden del 6 de junio de 1752, se envió un catálogo de 15 instrucciones a los virreyes en América, quienes lo hicieron llegar a los corregidores o alcaldes mayores de los distritos mineros de sus virreinatos. Según los requerimientos de este cuestionario, los funcionarios debían informarse sobre la historia y la situación de la minería en su jurisdicción, adquirir muestras de los minerales de la zona y enviar todo a Europa. De este documento, que fue distribuido en forma impresa, se conservan muchos ejemplares. Fue publicado por Alvaro López Miramontes
24 "Cada ciencia tiene su valor; sólo se distinguen en que una es de mayor provecho, con más relaciones a la vida común, que la otra. Una de mayor utilidad para el bien común y ciencia casi imprescindible para la sociedad civil es la historia natural de los minerales" (Wemer 1774: 13) (la traducción es nuestra).
26 (1975: 9-10). 25 Aquí nos limitamos a reproducirlo en forma ligeramente abreviada (una versión algo modificada se encuentra al principio de los informes de Moquegua). Al principio del documento se explicaba a los virreyes el deseo real: 1. "Los virreyes habrán de expedir órdenes circulares a todos los dueños de minas sean de oro, plata o cinabrio, como a las de cobre, plomo, estaño, u otros cualesquier metales o piedras preciosas transparentes, como las esmeraldas, rubíes, granates, topacios, etc., para que de todas las especies de minerales más o menos ricos les envíen una porción de piedras según abajo se explicará, y con cada una de las especies, acompañen una relación en que especifiquen la mina y sitio o paraje de ésta, de donde se hubieren sacado las piedras, la provincia en donde estuviere, la jurisdicción o corregimiento adonde pertenece, el día en que las tales piedras se hubieren sacado y el nombre del minero a quien pertenece." Después van listados en detalle los puntos sobre los que los mineros tenían que informar: 2. "Qué tiempo hace [que] se descubrió cada mina según las noticias que en ellas subsistieren, quiénes fueron los primeros españoles que trabajaron en ellas; a cómo acudía el metal puro por cajón en los principios y a cuánto acude al presente; de qué medios se sirven para separar el metal de la tierra, piedras y escorias, si de la amalgama con el mercurio, si de la colpa o del lavado o de la succión; cómo practican cada operación respectiva, y a cuánto sale el costo intrínseco de cada marco de plata sin comprehender en el interés del dinero." 3. "Los metales perfectos, como el oro y la plata, con qué semimetales, betunes u otras materias minerales, como sales y áccidos [s/'c], están ligados; de qué medio se sirven para separarlos, y qué ley dan a los metales perfectos, después de separados de los otros en cada mina." 4. "Qué cantidad de mineral de cada mina en particular se saca cada año, qué número de gente trabaja en ella, con distinción de oficios."
25 Su título completo es: Memoria que debe enviarse a los virreyes de Lima, México y Nuevo Reino de Granada, para que, arreglándose a ella, hagan recoxer toda suerte de minerales, para formar el Gavinete Real de Historia Natural de las Minas que se hallan en los Dominios de su Magestad en las dos Américas. Este documento podría compararse con los cuestionarios que durante toda la época colonial (pero sobre todo en el siglo XVI y en la segunda mitad del siglo XVIII) se enviaron desde España a las Indias para la formación de las relaciones geográficas; estos casi siempre tocaron en extenso el tema de la minería (Solano 1988: 107-109, 127-130, 182,215-218).
27 5. "Qué cantidad de agua hay en cada mina; cuáles tienen desagües y el efecto de ellos." Del punto 6 al 14 se especificaban las cantidades de piedras y minerales que tenían que mandarse a Madrid, así como el modo de envío: 26 6. "De cada mineral de plata se han de enviar al virrey tres quintales de mineral en bruto según se saca de la veta, el primero del mineral más rico que haya en la mina, el segundo del mediano, y el tercero del menos rico o más pobre, y cada especie en cajón separado con número y la marca o señal particular de la mina correspondiente a la que trujere la memoria que le corresponde." 7. "Cada quintal ha de ser compuesto de varios pedazos, unos de doce libras, otros de seis, otros de a tres y así en disminución hasta de media libra, pero si en alguna mina, como suele suceder, se encontrare algún pedazo de mineral exquisito por su riqueza y por su tamaño, éste se enviará en cajón separado, acompañado de una noticia correspondiente arreglada a los artículos primero y segundo." 8. "Por lo tocante a los minerales de oro, bastará enviar arroba y media solamente, media de cada una de las especies, a excepción del oro en polvo y en pepitas de cuyas dos especies bastará enviar media libra de cada uno, pero la arroba y media (...) del mineral en bruto, sea de lavadero o de mina perfecta, para que así se tenga de todo." 9. "Si se encontrare alguna pepita particular de oro o piedra que por su riqueza y magnitud sea especial, se enviará asimismo al virrey, teniéndose presente, lo que queda prevenido en el artículo séptimo." 10. "Será conveniente que los virreyes dispongan se satisfaga a cada dueño de mina el importe del metal que dieren y el de los fletes hasta la capital por su valor intrínseco; lo que en minerales ordinarios no puede montar a mucho, por ser corta la cantidad de metal perfecto que contienen, siendo lo más quijo, lo que podrá enviar a más con los pedazos especiales, ya sea de minerales ricos de plata o oro, ya de pepitas exquisitas." 11. "Por lo tocante a los semimetales, como son cinabrio o piedra de azogue, cobre, hierro, estaño y otros, se observará el enviar de cada uno la cantidad de tres quintales, como queda prevenido en el artículo sexto." 12. "En cuanto a los minerales de piedras preciosas opacas, puede enviarse un quintal de cada especie en varios pedazos; en estas piedras se entienden los mármoles, jaspes, piedras suecas de gallinazo, alabastros, piedras verdes u otros colores, ágatas, pórfidos y todas las que no brillan, aunque sean algo transparentes."
26 Efectivamente se logró reunir una considerable cantidad de minerales en Madrid (Amorós 1963: 19).
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13. "De las piedras preciosas diáfanas y con brillo basta enviar tres o cuatro pedazos en bruto del porte regular que se encuentran en cada mina." 14. "Será conveniente que al presidente de Panamá se le encargue que de la pesquería de perlas que se hace en aquel golfo procure enviar una docena de conchas enteras con las perlas, según se crían en ellas sin desunirlas, y para que la ostra no se corrompa, que las haga desecar por algún boticario sin dañarla, y no siendo del caso para el asunto que las perlas sean de las mayores y más perfectas, como en los gabinetes de historia natural tiene lo raro su mérito particular, que encargue, el que si encuentra alguna perla extraordinaria se le entregue sin despegarla de la concha para remitirla a España en la misma conformidad." Y la instrucción termina con algunas observaciones: 15. "Ultimamente, que cada virrey o gobernador vaya enviando a España a medida que estas cosas se le vayan remitiendo, las que fuere recibiendo en todas las ocasiones que se le proporcionen, dirigiendo los cajones cerrados y sellados a Su Majestad por mano del excelentísimo señor marqués de la Ensenada, y que en las mismas ocasiones procure enviar todas las cosas curiosas que pueda juntar del tiempo de la gentilidad, ya sean modelos o vasijas de oro de los que suelen encontrarse en los entierros o tolas de los indios y adornos de los que usaban, de cualesquier metal o materia que sean, ya instrumentos u otras cosas (...)." Al menos, los responsables de 19 distritos mineros elaboraron las relaciones requeridas, pero éstas no están evocadas en las historias modernas del Gabinete y su sucesor, el Museo de Historia Natural de Madrid. Siguen permaneciendo en el olvido, aunque en 1975 el historiador mexicano Alvaro López Miramontes publicó una serie de estos informes proporcionados por siete asientos mineros novohispanos, que había encontrado en el Archivo General de la Nación de México. 27 Extrañado por el hecho de no haber hallado más respuestas a los encargos reales, se preguntaba si los funcionarios responsables de los otros distritos no habían cumplido con las órdenes recibidas o si sus escritos sólo se encontraban escondidos en otros fondos del archivo. Veinte años más tarde, en la sección del Indiferente General del Archivo General de Indias de Sevilla hallé un legajo con documentos que hacían referencia al Gabinete de Historia Natural, y, efectivamente, de entre la mayoría de los papeles escritos a partir de la década de los setenta del siglo XVIII, se encontraban algunas relaciones escritas como respuesta al cuestionario de 1752. 28 En total, aparecieron los informes de doce
27 AGN Minería, vol. 183, f. 153-364. 28 AGI Indif., leg. 1549.
29 zonas mineras. Esta vez, en su gran mayoría, se trataba de relaciones enviadas desde los Andes bolivianos y peruanos; una procede del territorio actual de Chile y otra, el informe de Bolaños (ya publicado por López Miramontes), de México. Finalmente, conocemos hasta ahora las relaciones sobre las siguientes zonas mineras (a las zonas se les ha puesto el nombre de su corregimiento colonial y el país al que actualmente pertenecen se ha colocado entre paréntesis): 29 1. Atacama la Baja (Chile): Informe del corregidor Manuel Fernández Valdivieso sobre las minas de cobre en Conchi y en Santa Bárbara, San Francisco de Chiuchiu, 17 de abril de 1754. 2. Porco (Bolivia): Informe de Pedro Agustín de Agreda sobre la mina en el cerro de Andacaba, provincia de Porco, Potosí, 16 de marzo de 1754. 3. Potosí (Bolivia): Informe de Nicolás Francisco de Vallejo y Salado sobre la mina "Nuestra Señora del Rosario, alias Alcabarreno", Potosí, 19 de febrero de 1754. Informe de Francisco de Ortiz Velarde sobre la mina "Nuestra Señora de la Concepción, alias Mazo Cruz", Potosí, 4 de marzo de 1754. Informe de José de Montes García sobre la mina "La Concepción", Potosí, 4 de marzo de 1754. Informe de Domingo Serrano sobre la mina "Brisuela Grande", Potosí, 8 de marzo de 1754. Informe de Pedro Prudencio Pérez sobre las minas "Nuestra Señora del Rosario" y "Amoladera", Potosí, 9 de marzo de 1754. Informe de Esteban Gutiérrez Escalante sobre las minas "Chinchilla" y "Flamencos Chiquito", Potosí, 12 de marzo de 1754. Informe de Miguel Polo de Yriarte sobre la mina "Medina", Potosí, 19 de mayo de 1754. Informe de la marquesa de Santa María de Otavi sobre la mina "Amoladera Chica, alias Arenas", Potosí, 25 de mayo de 1754. Informe del conde de Casa Real de Moneda sobre la mina "Pimentel", Potosí, 10 de junio de 1754. Informe de Joaquín Bravo de Bobadilla sobre la mina "Brisuela Chica", Potosí, 5 de agosto de 1754.
29 Unicamente se mencionan aquí los documentos que responden a los puntos del cuestionario enviado desde Madrid y no a los documentos que sólo dan fe del trámite burocrático para reunir la información requerida.
30 4. Oruro (Bolivia): Carta de Martín de Espeleta y Villanueva sobre el envío de una piedra bezoar, Oruro, 4 de diciembre de 1753. 5. Omasuyos (Bolivia): Informe del corregidor Martín Antonio de Vértiz Verea sobre unos hallazgos de minas en las inmediaciones del cerro de Carabuco y del pueblo de Guarina, Achacachi, 2 de diciembre 1753. 6. Larecaja (Bolivia): Informe del corregidor Agustín Pérez de Vargas sobre el mineral de San Juan de los Suches y los placeres de oro en el río de Tipuani, Sorata, I o de diciembre de 1753. 7. Carabaya (Perú): Informe del corregidor Fernando José de Bustos sobre los cerros de Llulluchani y Alcamarini, el asiento de Nuestra Señora de los Reyes de Aporoma y los aventaderos de Acocunca, Coriminas y San Juan de Buenavista, Carabaya, 2 de junio de 1754. 8. Azángaro (Perú): Informe de Miguel Sánchez de Toro sobre los minerales de Ananea y Poto, Azángaro, 20 de marzo de 1754. 9. Paucarcolla (Perú): Informe del corregidor Manuel del Portillo Haedo sobre los asientos y cerros de Cancharani, Laicacota la Baja, Laicacota la Alta, Pomperia y Llallahuani, San José, Chiaraque y Cuevas, Pataqueña, alias Nueva Vizcaya, y de Chuallani, s.l. [Puno], 3 de noviembre de 1753. 10. Chucuito (Perú): Informe de Pedro Miguel de Meneses Montalvo Bravo de Saravia, justicia mayor y alcalde mayor de minas y registros, sobre los asientos mineros de Pichicani, San Antonio de Esquilache, Ipabeco, Huacollani, Sacata y Cacachara, Chucuito, 29 de octubre de 1753. 11. Colesuyos (Perú): Informe de Melchor Esteban de Sotomayor y Oblitas sobre las minas en el mineral de San Bartolomé de Tasa, Arequipa, I o de diciembre de 1753 (Aparte hay copias del largo e inútil papeleo iniciado por el corregidor de Moquegua para recibir informaciones más completas sobre las minas de su distrito). 12. Cotabambas (Perú): Carta de Pedro de Ibarrena y Prado, corregidor de la provincia de Cotabambas, sobre el envío de una piedra de colores y de un "monito", Tambobamba, 6 de diciembre de 1753.
31 13. Bolaños (México): Informe de Francisco Javier de Urribarren sobre las minas "La Zapopan" y "La Concepción", Bolaños, 26 de abril de 1753. Informe de José García de Malavear sobre la mina "Nuestra Señora de Zapopan, alias Conquista o Barranco", Bolaños, 16 de mayo de 1753. Informe de Domingo Antonio de Ibarrola y Marcelino Angulo sobre la mina "El Parián", Bolaños, 14 de julio de 1753. 14. Taxco (México): Informe de José Martínez de Viedma sobre la mina "La Divina Pastora, alias Nuestra Señora del Refugio", Taxco, 28 de junio de 1753. Informe de Antonio Alvarez de Coria sobre las minas "El Señor de San Joaquín" y "Santa Prisca", Taxco, s. f.. Informe de Francisco Antonio de Alamán sobre la mina "El Camote", Taxco, 19 de septiembre de 1753. Informe de José de la Borda sobre la mina "La Asunción de Nuestra Señora de la Virgen" en Tehuilotepc, jurisdicción de Taxco, Tehuilotepec, 20 de febrero de 1753. Informe de Nicolás de Juanes sobre la mina "Mora", Taxco, 12 de septiembre de 1753. 15. Tetela del Río (México): Informe de Andrés de Segura, administrador de las minas "La Gran Coronilla", "Señor San José, alias el Tajo" y "La Pura Concepción", Tetela del Río, 5 de junio de 1753. 16. Real de Escanela (México): Informe de Gaspar Fernández de Rama, Juan de la Cuesta y Bartolomé Muñoz sobre las minas "Santo Domingo", "Santa Gertrudis" y "San Ildefonso", Real de Escanela (jurisdicción de la villa de Cadereita), 29 de enero de 1753. 17. Tetela de Xonatia (México): Unicamente se hallaron las notificaciones que el 22 de enero de 1753 entregó el alcalde mayor Martín Eizaguirre a nueve mineros del lugar. Estos no dieron respuestas nunca o se han perdido. 18. Real del Mezquita! del Oro (México): Informe del teniente de justicia mayor Juan de Noriega y Escalante sobre las minas de su jurisdicción, San Juan Bautista del Mezquital del Oro, 22 de febrero de 1753.
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Mapa 1: Los corregimientos del virreinato de Perú que enviaron informes al proyectado Gabinete de Historia Natural de Madrid
33 Mapa 2: Reales de minas novohispanos que enviaron informes al proyectado Gabinete de Historia Natural de Madrid
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19. San Felipe el Real de Chihuahua y Santa Eulalia (México): Informe de Antonio Gutiérrez Castillo sobre las minas "Dolores" y "Dulce Nombre", San Felipe el Real de Chihuahua, 31 de diciembre de 1753. Informe de Juan de Silva sobre las minas "Las Animas", Santa Eulalia, 15 de enero de 1754. Informe del corregidor Antonio Gutiérrez de Noriega sobre las minas "Aránzazu", "Señor San José", "San Miguel Arcángel", "Nuestra Señora de Guadalupe", "San Matías", "Las Animas, alias la Cocinera", "Dolores", "Santo Domingo", "Señor San José", "San Judas Tadeo" y "El Rosario", San Felipe el Real de Chihuahua, 20 de febrero de 1754. Relación del corregidor Antonio Gutiérrez de Noriega sobre la historia del distrito minero de Chihuahua, San Felipe el Real de Chihuahua, 23 de septiembre de 1754. Los informes que van del número 13 al 19 los publicó Alvaro López Miramontes. Los documentos del 1 al 12 son los que presentamos en esta publicación; el informe de Francisco Javier de Urribarren de Bolaños (punto 13) se vuelve a publicar según la copia conservada en el Archivo General de Indias. Finalmente, nos volvemos a hacer la pregunta de si esta vez se han hallado todas las relaciones elaboradas en América para colaborar con el deseo de la Corona en la creación del Gabinete de Historia Natural en 1752. Vale apuntar que están ausentes las relaciones de varios de los más grandes centros mineros de la época, como de Guanajuato, Zacatecas o Real del Monte en la Nueva España, y de Cailloma, Cerro de Pasco o Huancavelica 30 en el Perú. Un indicio que lleva a pensar sobre la existencia de más informes de los que se han descubierto hasta ahora sería la carta que se escribió desde Oruro, en la que se hace referencia al envío de minerales efectuado por el corregidor del lugar; 31 la relación, con la que sin duda iba acompañado, sin embargo, no la conocemos. Como se han encontrado respuestas tanto en México como en Sevilla, es de suponer que existen otras en Lima o en Bogotá, las sedes de los virreyes del Perú y de Nueva Granada. Su hallazgo sería de gran interés para la historia minera del Nuevo Mundo. La instrucción real para el envío de relaciones y minerales para el Gabinete de Historia Natural llegó al Nuevo Mundo en un momento significativo de la
30 Según Documentos (1974, II: 222), en el AGI Lima, leg. 1326, existe un informe del exgobernador de Huancavelica Gerónimo de Sola al marqués de Ensenada, hecho en Madrid el 5 de julio de 1752, con el que completó un plano enviado anteriormente, junto con algunos "pedazos de mineral". A lo mejor este documento está relacionado con el proyecto del Gabinete de Historia Natural del mismo arto. 31 Carta de Martín de Espeleta y Villanueva, Oruro, 12 de febrero de 1754 (publicada en este volumen).
35 historia de la minería colonial. La mexicana había crecido durante toda la primera mitad del siglo XVIII, auge al que contribuyó una serie de nuevos descubrimientos, de los cuales el más espectacular fue el de Bolaflos. En los afíos cincuenta, sin embargo, la minería novohispana estaba acercándose al fin de este ciclo de bonanzas, el que terminó en la depresión de los años sesenta. Después, basándose en las reformas borbónicas que se iniciaron con la reducción del precio del azogue en 1767, la producción fue elevándose hasta llegar a su último y más esplendoroso auge, el que iba a mantenerse hasta las vísperas de la Independencia. En el espacio andino, la producción minera provenía predominadamente de Potosí. Este era el centro minero más importante del Nuevo Mundo, su época de máximo esplendor, sin embargo, data de las primeras décadas del siglo XVII. Desde entonces sufrió una constante y catastrófica baja de producción. Pero en el momento de la redacción de los informes se dio una cesura crucial en el desarrollo de Potosí, ya que en este mismo entonces se logró frenar la caída de la producción, la que tenía mucho tiempo de imperar, y comenzó un nuevo auge. Volveremos a este tema más adelante, en la introducción a los documentos procedentes de Potosí que se editan en este volumen. Los documentos que aquí publicamos proporcionan un amplio panorama de la minería andina del momento. Aparte del Cerro Rico de Potosí, prestan mucho espacio a los asientos mineros secundarios que se encontraban en el sur andino. De tal suerte, informan sobre algunas realidades regionales a las cuales, en vista del predominio de Potosí, nunca se ha prestado mucha atención. Tampoco hubo un cambio al descubrir la historiografía la importancia de las minas peruanas de finales de la época colonial, cuando el Alto Peni, la región andina de mayor prestigio minero, se había separado de Lima para formar parte del nuevo virreinato de La Plata. Pues, la atención de los historiadores que se han interesado en las minas propiamente peruanas a partir de aquel entonces está centrada casi exclusivamente en los yacimientos que se explotaban con gran éxito más al norte, por ejemplo, en Cerro de Pasco o en Hualgayoc (Fisher 1977; Contreras 1995). De muchas de las minas sobre las que aquí se informa nunca salió suficiente plata como para dejar una huella profunda en la producción total, sólo en conjunto alcanzaron alguna consideración. Algunas de ellas fueron fuertemente afectadas por las rebeliones andinas de 1780/81 (Cornblit 1995: 92-109). Pero hay que subrayar que como núcleos de la economía de mercado eran de importancia fundamental para la formación del sistema colonial en el amplio espacio americano, un proceso que nunca podrá entenderse en su totalidad si seguimos limitándonos a los centros productivos más espectaculares."
32 Sobre el gran número de minas tanto en México como en el Perú, véase Gamboa (1761: 502-510); Informe de Fausto de Elhuyar, 17 de febrero de 1794. En: Tamayo
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A d e m á s hay que señalar que también la minería de cobre y de estaño se había convertido en un factor e c o n ó m i c o de alguna importancia en el virreinato de Perú, especialmente desde m e d i a d o s del siglo XVIII (Vicuña Mackenna 1978: 544). Los virreyes estaban encargados de enviar cobre y estaño a España para la fundición de artillería, y de hecho miles de quintales de estos metales, producidos en primer lugar en Oruro y en diversas minas chilenas, fueron remitidos cada año a Europa para este p r o p ó s i t o . " Humboldt (1966 [1811-12]: 485, 590) informa q u e a finales del siglo XVIII el cobre chileno no sólo se exportaba a Cádiz (a 21 pesos por quintal), 3 4 sino también a Acapulco; y naturalmente también se usaba en el m i s m o Perú: "De él f u n d e n en Lima la m e j o r artillería y campanas que coronan los m u r o s y las ciudadelas y castillos de las fortalezas" (Llanos y Zapata 1904 [1761]: 126-127). 3 5 Un desarrollo similar se daba en la minería de cobre y estaño de México, que de la m i s m a manera destinaba su producción tanto al uso interno c o m o al externo: las fundiciones en España y las Islas Filipinas, d o n d e llegaba también cobre peruano (Barrett 1987: 2-3, 43-50, 91-101). En lo sustancial, el contenido de los informes abarca tres campos: las tecnologías aplicadas en los diversos contextos geológicos y mineralógicos de América, la organización del trabajo y los costos de producción. En lo tocante al primer punto, las relaciones describen detalladamente los métodos de extracción y de beneficio de los minerales tal c o m o se usaban en las diferentes zonas. 3 6 N o sólo se informa sobre minas de plata, sino, en el caso de Chiuchiu, también sobre yacimientos de cobre; de s u m o interés parecen las relaciones sobre la producción de oro en Carabaya, Larecaja, Ananea y Poto que documentan la sorprendente dimensión de los procesos de producción (con las respectivas destrucciones ecológicas). 3 7 Respecto al beneficio de la plata, el predominio de la amalgamación en las minas andinas queda bien demostrado, aunque t a m p o c o faltan indicios del uso,
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1943: 287-319; Relación de gobierno del virrey frey Francisco Gil de Taboada y Lemos, Lima, 6 de junio de 1796. En: Memorias 1859, VI: 153. Rodríguez Casado/Pérez Embid 1947: 268-270; García-Baquero González 1976, II: 239-247; Documentos 1974,1: 61, 63, 72-75, 520, 532, 540, 549, 551-552, 589, 616617; 11:73, 149, 181, 185, 561-562, 565; Campillo y Cosío 1789 [1743]: 168. Otros informes del precio del cobre y del estaño en Rodríguez Casado/Pérez Embid (1947: 268-270). Véanse también Documentos (1974, II: 553) y Cobo (1956 [1653], I: 151-153). Sobre este tema, véanse Bargalló (1955) o González Tascón (1992,1: 305-351). Alguna información sobre la producción del oro en la segunda mitad del siglo XVIII en Rodríguez Casado/Pérez Embid (1947: 267).
37 si bien limitado, de la fundición en los Andes. 3 8 La elección del beneficio dependía de la calidad de los minerales, como señaló Alvaro Alonso Barba (1967 [1640]: 67): "Dar al azogue el metal que requiere fuego, es perderlo; echar en el h o m o lo que no es para fundir, es estorbar, dañar y no hacer nada." En la primera mitad del siglo XVII, cuando Alonso Barba escribió su famoso libro, la fundición todavía se usaba ampliamente (ibid.: 53, 65, 123-163). Disminuía cada vez más, pero nunca desapareció del todo, como lo dejan ver algunas noticias dispersas. Por ejemplo, Cosme Bueno (1951 [1768]: 115) cuenta de una mina de plomo en Asillo cuyo producto "se comercia para las fundiciones de plata a otras provincias." En una relación atribuida a Tadeo Haenke y redactada alrededor de 1800, se lee: "Hay metales que necesitan del beneficio por fundición, para lo cual se tienen en los reales de minas los hornos convenientes. (...) pero siendo poca la extracción de estos metales no nos detendremos más sobre este punto" (Haenke 1901: 130). Y todavía en 1826, Mariano Eduardo de Rivero y Ustáriz (1857, II: 19-20), que vino al departamento de Puno como 'Director General de Minería', describió la fundición usada en Pomasi, provincia de Lampa. El problema principal parece haberlo constituido la extrema escasez de combustibles en las alturas donde se ubicaban la mayoría de las minas andinas (Ulloa 1772: 233-234; Temple 1830, I: 357). En México, este método gozaba de más estimación, si bien se daban fuertes diferencias en su uso de lugar en lugar (Hausberger 1997: 52-57). Un centro de fundición fue, por ejemplo, Santa Eulalia en Chihuahua, como lo demuestra el informe que de allí se envió al Real Gabinete de Historia Natural (López Miramontes 1975: 81-82). Pero en suma, el predominio de la amalgamación en la producción de plata en los Andes fue casi completo. Sin embargo, esto no significa que el beneficio de los minerales se hubiera hecho en todas partes de la misma forma. Las respuestas enviadas a Madrid proporcionan un panorama de las diversas tradiciones tecnológicas locales, de gran importancia para el aprovechamiento de la riqueza minera, ya que en ellas se recogían las experiencias acumuladas a través del tiempo que, en su época, cumplían el papel de los conocimientos que proporcionaría más tarde la ciencia. El papel trascendental de estas tradiciones precientíficas y la conciencia de su importancia queda bien descrito en un comentario hecho por dos reconocidos mineros mexicanos, José de la Borda y Juan Lucas de Lazaga, en 1767: "El saber labrar una Mina, logrando todo lo que tienen de útil, y dejando en su firmeza la montaña, seguir la dirección de una veta que se emborrasca o se extravía; dar un
38 Informe de Pedro Agustín de Agreda sobre el cerro de Andacaba, provincia de Porco, Potosí, 16 de marzo de 1754; Informe de Manuel del Portillo Haedo, s. 1. [Puno], 3 de noviembre de 1753; Informe de Fernando José de Bustos sobre los cerros de Llulluchani (...), Carabaya, 2 de junio de 1754 (publicados en este volumen).
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tiro, un socavón, o contra Mina, y sobre todo distinguir lo Metálico de lo no Metálico y lo útil de lo inútil, es un arte que se ha de aprender por una larga experiencia, para que se puedan conseguir en él algunos conocimientos seguros. Y ¿qué diremos del beneficio de los Metales, esto es el proceso de operaciones con que se experimentan las piedras? (...) En la América, después de doscientos años, tenemos cada día, nuevos motivos para la admiración y desengaño: el perito en un Real de Minas no puede lisonjearse de que tendrá la misma felicidad en otro; aun en una propia Mina, se experimenta una maravillosa variedad y semejantes artes sólo se aprenden por imitación y se conservan tradicionalmente" (Langue 1993 [1767]: 281-282).
Si en una zona minera se detenía la explotación y las generaciones venideras no se dedicaban al trabajo minero, podía significar la pérdida de estos conocimientos: "(...) los padres, despechados de su ingrata profesión, aplican a los hijos a otro oficio, y por lo menos, en los nietos de los más peritos, ya no se encuentra la menor noticia de la Minería, como puntualmente se está verificando en los Minerales abandonados. De suerte que si alguna vez, se pretende instaurar en ellos el trabajo de alguna Mina, es necesario llevar Gente de otra parte, con sumo costo y dificultad. Esto es un gran mal" (ibid.: 182).
En estas palabras se expresa claramente la importancia práctica de conservar las descripciones exactas de las diversas tradiciones tecnológicas locales. Por esta razón, nunca faltaron intentos por sistematizar estos conocimientos y hacerlos conocidos fuera del estrecho ámbito de los que los aprovechaban por tradición local o regional. 39 Un ejemplo europeo de estos esfuerzos, y tal vez el más famoso, es el libro De re metálico de Georgius Agrícola (Agrícola 1994). Fue publicado originalmente en 1556 y experimentó una larga serie de reediciones y traducciones que también se usaron en las minas americanas. Un ejemplar de la obra se ha encontrado, por ejemplo, en una biblioteca de Zacatecas, con notas hechas en los márgenes por un lector del siglo XVII (Bakewell 1976: 187). De las publicaciones americanas destaca El arte de los metales de Alvaro Alonso Barba, de 1640, libro muy estimado posteriormente (Alonso Barba 1967). En el siglo XVIII los intentos de regir el ejercicio de la minería científicamente se intensificaron. El primer paso para lograr una mejora en los procesos productivos fue reunir sistemáticamente tanto los conocimientos tradicionales dispersados como tomar en cuenta los primeros logros de la ciencia europea ilustrada. Aunque este afán todavía no podía contar con el apoyo perseverante del Estado, como lo hemos visto con el fracaso del Gabinete de Historia Natural, no puede pasarse por alto que muchos individuos en los dos lados del Atlántico se esforzaban en este sentido. Como ejemplos sirvan el mencionado pionero del
39 Sobre las tempranas colecciones geológicas, véase Torrens (1985).
39 Gabinete, Antonio de Ulloa (especialmente 1772: 267-268), o el reconocido escritor novohispano Francisco Javier de Gamboa que en 1761 publicó sus famosos Comentarios a las ordenanzas de minas (Gamboa 1761). Parece significativo que también en uno de los informes publicados a continuación aparezca un personaje olvidado por la historia, el potosino Pedro Prudencio Pérez. Este narra cómo había intentado aprovechar, por iniciativa personal, sus complicados contactos con Europa para enterarse de los progresos de las ciencias mineras en Francia, Holanda y Hungría, pero nunca recibió respuesta; por lo tanto, reaccionó con entusiasmo a la preocupación que en 1753 la Corona manifestó de repente por el tema. 40 Este detalle es de sumo interés porque se anticipó en más de veinte años a la política oficial española que fue practicada posteriormente, cuando se buscó la modernización técnica en el extranjero europeo y se enviaron las famosas expediciones mineras, guiadas por los hermanos Fausto y Juan José de Elhuyar y el barón de Nordenflycht, a las diversas partes de América (Whitaker 1951; Gicklhorn 1963; Helmer 1987; Pelayo 1990; Contreras 1995: 121-150). 4 ' La actitud de Pedro Prudencio Pérez tampoco constituía un evento aislado, es decir, también hubo otros habitantes de las colonias americanas que expresaron anhelos similares en tiempos anteriores a las acciones del Gobierno español. Por ejemplo, en 1757 el corregidor de Potosí, Ventura de Santelices y Venero, estableció una "junta o escuela" minera que, sin embargo, parece haber funcionado más como un laboratorio para buscar mejoramientos en el beneficio de los metales que como una institución escolar (Ovando-Sanz 1975: 5-12, 7678); y en 1758 volvió advertirse la necesidad de una escuela de minería en Perú (López M. et al. 1986: 33-34). En 1769 un tal Rafael Fluxa pidió licencia para viajar desde Lima a Alemania con el fin de conocer los métodos de fundición de metales y poderlos aplicar después en Perú, y hacia 1773 otra persona, llamada Pedro Jiménez de Morales, solicitó el envío a Perú de dos expertos en los métodos de fundir metales de Hungría o Sajonia (Documentos 1974, II: 50). De esta manera, parece poco legítimo considerar las actividades posteriores del Gobierno español como una mera iniciativa de la metrópoli ilustrada frente a una sociedad colonial indiferente, hostil o meramente receptiva a la política modernizadora promovida por Madrid. Una mención especial en este contexto la merecen las amplias listas de los diversos tipos de minerales que se hallaban en los sitios mineros descritos. Para el mejor entendimiento del vocabulario usado hemos elaborado un corto glosario
40 Informe de Pedro Prudencio Pérez, Potosí, 9 de marzo de 1754 (publicado en este volumen). 41 Cabe señalar que también en España se habían expresado estas ideas anteriormente, por jemplo por el antecesor del marqués de la Ensenada, José del Campillo y Cosío (1789 (1743]: 160-161).
40 al final del volumen. Las voces y los conceptos usados en los documentos nacen de una tradición extremadamente rica y heterogénea. Es por esta razón que nos topamos con palabras de origen griego o romano, árabe, náhuatl, quechua y aymara. Cabe mencionar en este contexto la marcada presencia de la terminología nativa en los Andes, bastante más arraigada que en México, debido en primer lugar a la existencia y continuidad de tradiciones prehispánicas más fuertes en la minería andina (Bakewell 1993: xiii). La traducción de las voces usadas en la época a la terminología científica moderna no carece de problemas. Lo que los usuarios de estas palabras se imaginaban cuando empleaban estas voces probablemente provenía más de visiones alquimistas o indígenas precoloniales que de una comprensión "científica moderna" de la naturaleza. Es aquí donde los esfuerzos por crear nuevas categorías y sistemas, descritos más arriba c o m o típicos para el desarrollo de las ciencias del siglo XVIII, encontraban un amplio campo de trabajo. Porque no sólo se trataba de introducir las terminologías modernas, sino también de establecer las correspondencias con el vocabulario tradicional. 42 En cuanto a la organización laboral de las minas, los informes ilustran las múltiples tareas que exigía la producción de metales. La mano de obra minera no formaba un grupo homogéneo, sino estaba compuesta de diversos grupos de trabajadores, especializados y sin ninguna calificación particular (Velasco Avila 1986). Esto hay que tomarlo en cuenta en cualquier investigación sobre la historia social de las regiones mineras. Sobre todo queremos llamar la atención sobre las referencias al trabajo infantil que encontramos tanto en Puno, donde los operarios adolescentes se llamaban "pollos", 43 así como en Bolaflos. Allí los llamados "pepes" acompañaban a los barreteros, pero también se cuenta que entraban niños, los llamados "zorras", a las minas a riesgo personal para recoger los desperdicios con que podían contribuir al sustento de sus familias. Los empresarios los toleraban porque de esta manera los niños se acostumbraban al trabajo subterráneo y se convertían con el tiempo en pepes y finalmente en barreteros. 44 Esto constituye un curioso ejemplo de la formación de una clase de trabajadores altamente especializados en un ambiente que carecía totalmente de un sistema de aprendizaje institucionalizado. Tampoco falta información sobre 42 Un ejemplo de tal empresa sería Coquett ( 1792). 43 Informe de Manuel del Portillo Haedo, s. 1. [Puno], 3 de noviembre de 1753 (publicado en este volumen). 44 Informe de Francisco Javier de Uribarren, Bolaños, 26 de abril de 1753 (publicado en este volumen; también en López Miramontes 1975: 18-19). Compárese un informe sobre la región aurífera de Tipuani, en Bolivia, de 1958, cuyo autor lamenta la absoluta falta de sistemas educativos para los niños de la zona: "Ya el niño, desde sus 4 años, camina listo con su batea a la espalda, para lavar, en sus momentos libres, oro en el rio. Conoce la chispa con una experiencia única" (Pick 1958: 73).
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los peligros del trabajo minero, como los gases subterráneos que podían asfixiar a los operarios, 45 o el polvo en las minas que provocaba enfermedades mortales, como "la tisis y pulmonía que comúnmente contraen, y todos mueren de ello con frecuencia". 46 Además, se encuentran algunas noticias interesantes sobre el empleo del trabajo forzado en las minas andinas. Por ejemplo, el cerro de Cancharani en el distrito de Puno llegó a gozar de una mita propia, adjudicada poco antes de la redacción de nuestros informes, en perjuicio del aventadero de oro de Aporoma en la provincia de Carabaya. 47 El trabajo forzado existía no sólo en Potosí sino que también estaba difundido en la minería del sur andino. Lo que los empresarios mexicanos y andinos tenían en común era la inclinación generalizada de quejarse siempre sobre su mano de obra. Casi todos lamentan su escasez y, respecto a los trabajadores que había, el descuidado cumplimiento de su oficio. 48 En los documentos, los azogueros de Potosí alegan que no les llegaba el número completo de mitayos fijado por las disposiciones reales;49 los de Chucuito y de Puno señalan que no contaban con suficiente gente en su región para trabajar en las minas, pues ésta tenía que acudir en número exagerado a la mita del Cerro Rico de Potosí. 50 Desde Tetela del Río, México, se escribe que sólo se lograba reclutar operarios mediante la concesión de adelantos salariales exorbitantes, circunstancia que era especialmente molesta si los beneficiados se ausentaban apenas al haber llegado sin cumplir con sus obligaciones. 51 Algo similar se lee en el informe sobre el cerro de Pomperia y Llallahuani, donde los mineros lamentaban tener que mantener a sus operarios "a fuerza de dádivas y socorros aunque no tengan que trabajar". 52
45 Informe de Domingo Serrano, Potosí, 8 de marzo de 1754 (publicado en este volumen). Véase también el informe de Tetela del Río en López Miramontes (1975: 58). 46 Informe de José Martínez de Viedma, Taxco, 28 de junio de 1753. En: López Miramontes 1975: 36. 47 Informe de Manuel del Portillo Haedo, s. 1. [Puno], 3 de noviembre de 1753 (publicado en este volumen). Sobre la mita de Cailloma, véase Brown (1986: 63-64). 48 Informe de Joaquín Bravo de Bobadilla, Potosí, 5 de agosto de 1754 (publicado en este volumen). 49 Informe de la marquesa de Santa María de Otavi, Potosí, 25 de mayo de 1754 (publicado en este volumen). 50 Informe de Pedro Miguel de Meneses Montalvo Bravo de Saravia, Chucuito, 29 de octubre de 1753. Informe de Manuel del Portillo Haedo, s. 1. [Puno], 3 de noviembre de 1753 (publicados en este volumen). 51 Informe de Andrés de Segura, Tetela del Río, 5 de junio de 1753. En: López Miramontes 1975: 58. 52 Informe de Manuel del Portillo Haedo, s. 1. [Puno], 3 de noviembre de 1753 (publicado en este volumen).
42 Los informes publicados aquí junto con los editados por Alvaro López Miramontes, hacen evidente la gran heterogeneidad entre las minas americanas. Existen explotaciones minúsculas al lado de grandes empresas. Los documentos demuestran sobre todo que ya a mediados del siglo XVIII, propiamente antes del inicio de la época de las reformas borbónicas, las minas mexicanas y andinas diferían profundamente. Esto se refiere menos a su tamaño, ya que también las minas de Potosí tenían tiros, socavones, y galerías muy largas y profundas, sino sobre todo al número de los operarios empleados. La mina Amoladera Chica, alias Arenas, la más poblada de Potosí, contaba con cerca de 300 operarios. En las otras minas potosinas trabajaban entre 30 y 200 personas, lo que podría llevar a hablar de una situación más o menos equivalente a la documentada en la mayoría de las minas mexicanas. Pero en la mina de la Asunción, propiedad de José de la Borda, en Tehuilotepec, cerca de Taxco, trabajaban 500 personas, más otras 570 que se ocupaban en la adjunta hacienda de beneficio." A esto hay que añadir que no disponemos de los informes de los más famosos centros mineros novohispanos, Guanajuato, Zacatecas, Sombrerete o Real del Monte; pero sabemos, por ejemplo, que en 1762, en los diversos niveles de la Veta Vizcaína en Real del Monte podían trabajar simultáneamente hasta 530 barreteros por turno, acompañados de sus respectivos peones (Cantería y Martín Tovar 1975: 35; Ramos 1992). Esto permite suponer que aproximadamente mil personas bajaban por cada tumo. Queda patente que la diferencia entre el tamaño de las grandes empresas en México y en los Andes era en realidad mucho más pronunciada de lo que aparece en los informes aquí tratados y, asimismo, que esta diferencia había empezado mucho antes del auge de las reformas borbónicas, en la segunda mitad del siglo XVIII. No es tarea de esta edición explicar esa diversificación. En términos generales, se percibe que la minería andina se realizaba en un entorno natural sumamente difícil. También en la Nueva España el clima podía provocar considerables problemas, la falta de agua y pasto en el árido norte (donde se encontraban la mayoría de las vetas argentíferas) eran algunos de ellos. Pero las dificultades que padecía la producción en la mayoría de los asientos de los Andes, donde la altura, el frío y, en muchas partes, también la escasez de agua y de combustible eran extremas, probablemente pesaban más. Por ejemplo, en el cerro de Llulluchani, corregimiento de Carabaya, había que suspender los trabajos durante ocho meses del año debido al frío extremo. 54 En suma, los problemas (minerales de baja ley, crecientes costos de desagüe o escasez de mano de obra) parecen haber
53 Informe de José de la Borda, Tehuilotepec, 20 de febrero de 1753. En: López Miramontes 1975: 49. 54 Informe de Fernando José de Bustos, Carabaya, 2 de junio de 1754 (publicado en este volumen).
43 sido los mismos en casi todas partes, mas la capacidad para enfrentarlos era diferente debido a las desiguales condiciones en que se realizaba la producción. Sin duda, la desventaja de los peruanos tenía su origen también en un disímil acceso al capital de inversión. Sin embargo, el problema del capital no hay que considerarlo necesariamente como causa, sino también puede considerarse como consecuencia de otras circunstancias. Probablemente, el problema reside en los costos de producción y el valor de la plata en el mercado. Si bien requiere un gran cuidado interpretar las fuentes aquí reproducidas al respecto, éstas ofrecen algunas noticias. Por lo menos en el Cerro Rico del Potosí la ley del mineral había llegado a bajar tanto que apenas permitía una producción costeable. 55 Para enfrentar este problema, en esta época, se instaló en Potosí el famoso banco de rescate. Este garantizaba a los mineros que querían vender su plata un mejor precio que el que recibían sus colegas mexicanos. El Banco de Rescate de San Carlos pagaba a los mineros 7 pesos 4 reales en efectivo por cada marco de plata, mientras que los mineros mexicanos recibían sólo 7 pesos (Taxco), 6 pesos 6 reales (Zacatecas) o 6 pesos 5 reales (Chihuahua) y no en moneda sino en mercancía o libranzas (Hausberger 1990: 443, 457-458). De esta manera, la ventaja en los costos de producción que gozaban los mexicanos quedaba en parte nulificada. Sin embargo, la producción más barata dejaba una gama de ganancia a los inversores externos en la minería mexicana, inversores que por lo general procedían del sector de los comerciantes que necesitaban el metálico para sus intercambios. 56 De tal suerte, podía contarse con una constante (si bien generalmente muy cautelosa) disposición del lado del capital mercantil para invertir en la minería mexicana. Los mecanismos crediticios les arrebataron a los mineros mexicanos parte de su beneficio, el que, cerrando las cuentas, no siempre hubiera sido más elevado que el que podía lograrse en Potosí. Pero, por el otro lado, los proveían con capital para expandir sus operaciones, capital que no recibían de la misma manera los empresarios potosinos, porque el Banco de San
55 Mientras los rendimientos habituales durante el auge de fines del siglo XVI y comienzos del XVII habían sido del orden de los 50 marcos de plata pura por cada "cajón" de 50 quintales de mineral refinado, y los del resto del siglo XVII oscilaron en torno de los 12 ó 13 marcos, las fuentes son unánimes en ubicar la ley del mineral procesado durante el siglo XVIII en un nivel aun más bajo, entre los 4 y los 8 marcos por "cajón" (Tandeter 1992: 23). 56 El banco de rescates de Potosí se fundó expresamente con el fin de desviar la ganancia minera de las bolsas de los comerciantes a las de los mineros; compárese: "(...) fuese utilidad de ellos la que era de individuos particulares del comercio" (Relación que escribe el conde de Superunda, virrey del Perú, 23 de junio de 1752. En: Moreno Cebrián 1983: 316).
44 Carlos nunca llegó a tener la solvencia y la efectividad que tenía el crédito privado a través del avío en México. Cabe mencionar que los mineros, por lo general, estaban disconformes con su situación crediticia, así que buscaban otros modos para salir de los aprietos financieros. Muy frecuentemente se dio la formación de compañías con el fin de organizar en forma grupal los medios que en forma individual no se lograban. Esta estrategia la encontramos ampliamente documentada en el distrito de Puno. 57 En México también se llevó a cabo, como lo demuestran los famosos ejemplos de Zacatecas (Gamer 1980; Langue 1992: 143-148). Que los proveedores de créditos les guardaran una profunda desconfianza a los mineros no puede sorprender, dado los riesgos naturales de la minería como empresa, los frecuentes intentos de persuadirles a que invirtieran en negocios perdidos y los timos y estafas de las que fueron víctimas por algunos expertos en sacar dinero. Por ejemplo, se enterraba mineral comprado en un pozo de mina para aparentar el descubrimiento de una veta (Ulloa 1772: 2 2 4 - 2 2 6 ; Philippi 1860: 1 14-115). Vale la pena mencionar algunas manifestaciones de la desigual situación entre la minería andina y la mexicana. En los informes andinos aparecen varias noticias sobre indígenas que actuaban como empresarios mineros, y esto no sólo fue circunstancial sino que fue una práctica por varias generaciones. Para un historiador mexicano esto constituye un hecho insólito, pero para los Andes no es tan sorprendente como podría parecer. Los indígenas en cuestión fueron todos caciques, por ejemplo, Juan Basilio Catacora en el distrito de Chucuito. 58 El papel de los caciques en el sistema colonial andino ha sido muy estudiado, así que su actividad en la minería viene a agregar un detalle más a algo ya conocido. Sin embargo, éste parece ser otro síntoma de la precaria situación de la minería andina, que hizo desistir a los españoles de apoderarse de ella del todo, prefiriendo en algunos casos dejar la producción directa en manos de los indios y adquirir la plata a través del comercio. Además de contribuir a estos grandes temas (tecnología, mano de obra, estructura financiera), los informes contienen también otros detalles de interés. Por ejemplo, proporcionan indicios, si bien se quedan en meras alusiones, sobre la minería prehispánica. 59 De algún interés pueden también ser las historias que se cuentan sobre el principio de la minería en las diferentes zonas, algunas veces
57 Informe de Manuel del Portillo Haedo, s. 1. [Puno], 3 de noviembre de 1753 (publicado en este volumen). 58 Informe de Pedro Miguel de Meneses Montalvo Bravo de Saravia, Chucuito, 29 de octubre de 1753 (publicado en este volumen). 59 Informe de Pedro Agustín de Agreda sobre el cerro de Andacaba, provincia de Porco. Potosí, 16 de marzo de 1754; Informe del corregidor Manuel Fernández Valdivieso, San Francisco de Chiuchiu, 17 de abril de 1754 (publicados en este volumen).
45 son recuerdos alrededor de eventos históricos, otras veces leyendas, las cuales abundaban en las regiones mineras. Tratan del descubrimiento de minas posteriormente famosas, de la esfumación de inagotables riquezas o de tesoros encantados. 6 0 A los preámbulos de los diferentes informes hemos incorporado algunos ejemplos más de estas historias. En esta edición hay también informes que no aportan ningún dato sobre la minería americana, por ejemplo, el que se envió desde Tambobamba sobre la provincia de Cotabambas 6 1 o el que escribió un tal Martín de Espeleta y Villanueva desde Oruro. 62 Gran parte de los papeles enviados del distrito de Moquegua no hacen nada más que documentar los frustrados esfuerzos de los funcionarios responsables para reunir la información requerida. Estos documentos no los hemos eliminado de la edición, porque parecen ilustrar de buena manera la variedad de las respuestas posibles a las exigencias de la Corona. Mientras que unos preferían hacerse los desentendidos y no contestar nada, otros respondieron aunque no tenían nada que decir, probablemente sólo para ganarse las simpatías de las autoridades que podrían serles de utilidad algún día, esperanza que el citado Espeleta y Villanueva expresa abiertamente.
3.
Sobre la presente edición
La lectura y la comprensión de los documentos reunidos no resultan fáciles. Frecuentemente se dificultan debido a los términos técnicos anticuados que se emplean y al lenguaje y la estructura poco usuales para un lector de nuestros días, además de los problemas de ilegibilidad y la carencia, por aquel entonces, de reglas ortográficas. También debe tomarse en cuenta que la mayoría de sus autores era gente sin mucha cultura literaria y poco acostumbrada a escribir textos largos, como para describir de forma clara situaciones complejas. En cuanto a esto el virrey de México hizo advertencias cuando envió los informes recibidos a España: "(...) es menester que la prudencia y discreción supla el poco cultivo con que los justicias de los minerales y los mineros de ellos han procurado cumplir con el real man-
60 Por ejemplo: Informe de Manuel del Portillo Haedo, s.l. [Puno], 3 de noviembre de 1753 (publicado en este volumen). Véase también Llanos y Zapata (1904 [1761]: 113). 61 Carta de Pedro de Ibarrena y Prado, Tambobamba, 6 de diciembre de 1753 (publicado en este volumen). 62 Carta de Martín de Espeleta y Villanueva, Oruro, 12 de febrero de 1754 (publicado en este volumen).
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dato, cuya incuria y lo desacostumbrado que están aquellos individuos a formalizar diligencias jurídicas y desentrañar con términos comprehensibles lo que debían evacuar con la correspondiente claridad, causa, en su sencillez y retiro de tales asuntos, la obscuridad de su explicación como lo advertirá Vuestra Excelencia por los autos y respuestas que van testimoniadas." 63 De esta manera, la redacción de los textos se asemeja muchas veces a una narración oral, representando m á s bien una cadena bastante libre de asociaciones e ideas. En algunos lugares el contenido queda poco claro. Tal vez por este motivo, la instrucción compuesta en 1776, mencionada m á s arriba, para el renovado proyecto del Gabinete de Historia Natural, ya no exigió relaciones escritas de los funcionarios o empresarios americanos, sino m á s bien ofreció orientaciones y a p o y o s teóricos y prácticos para que pudiesen cumplir mejor con la recolección de objetos interesantes. Esto tal vez marque el cambio del papel del lenguaje en la descripción del mundo; frente al surgimiento de un nuevo lenguaje científico, las descripciones hechas en el habla de la gente común y corriente ya no satisfacían las exigencias de la expresión científica moderna y, por lo tanto, interesaban cada v e z menos al mundo culto (Foucault 1995 [1966]: 204-210). Con el fin de aliviar la lectura en la presente edición, se determinó dividir los textos en párrafos e introducir una nueva puntuación. Igualmente se decidió modernizar
la ortografía, conservando
los arcaísmos que aparecen
todavía
registrados en el diccionario de la Real A c a d e m i a Española, tales c o m o 'mesmo', en vez de 'mismo', 'desfrutar', en vez de 'disfrutar'. L a s abreviaturas usadas en el texto original se disolvieron. De vez en cuando se proponen lecturas alternativas al manuscrito con el fin de facilitar la comprensión. Para señalarlas se usan los siguientes signos tipográficos: [
] para señalar letras o palabras que intercalamos;
< >
para señalar letras o palabras del texto que proponemos eliminar; nos parecen superfluas y complican la lectura;
(?)
para denotar dudas en la transcripción realizada.
En cuanto a las fuentes impresas y publicadas, citadas ampliamente a lo largo de este texto, hemos conservado su ortografía original, modernizando únicamente la acentuación, para lograr un mínimo de homogeneidad en la presentación del texto.
63 Carta del virrey conde de Revillagigedo al marqués de la Ensenada, México, 22 de septiembre de 1753, AGI Indif., leg. 1549. Para formarse una imagen de la incapacidad de algunos mineros de redactar un texto según reglas establecidas, léase en este libro el informe de Domingo Serrano, Potosí, 8 de marzo de 1754.
47
Sobre los términos mineros poco usuales hoy en día que se emplean en los documentos, hemos agregado un glosario basado principalmente en el valioso libro de Frédérique Langue y Carmen Salazar-Soler (1993). Para contextualizar los documentos reunidos, cada distrito está acompañado de una pequeña introducción histórica. Esta tarea ha tropezado en muchos casos con serias dificultades, ya que para la mayoría de los distritos en cuestión no existe ningún estudio monográfico. En este afán, hemos reunido una gran cantidad de información obtenida en diversas fuentes publicadas, como las viejas crónicas coloniales, así como las relaciones de viaje escritas entre los siglos XVII y XIX.
DOCUMENTOS
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1.
A T A C A M A LA B A J A
(CHIUCHIU)
1.1. Esbozo histórico de la minería atacameña La provincia de Atacama f o r m a b a parte de la civilización andina, salvo en algunas partes de la costa y las zonas secas del desierto de Atacama, espacio que f u n c i o n a b a c o m o "una verdadera frontera cultural" (Difrieri 1980: 184). Con la conquista española la región pasó a f o r m a r parte del área administrativa de la Audiencia de Charcas. Estaba dividida en dos corregimientos: A t a c a m a la Baja, con Chiuchiu c o m o centro, lugar que existía c o m o parroquia ya en 1611, y A t a c a m a la Alta o Atacama la Grande, con San Pedro de A t a c a m a (Casassos C a n t ó 1967; Arestizábal 1970; Téllez Lúgaro/Silva Galdames 1989). C o m o señala también el d o c u m e n t o aquí publicado, en la zona se labraban minas de cobre desde la época prehispánica (Bargalló 1955: 38; Barnadas 1973: 351; G r a f f a m et al. 1994). El cronista G e r ó n i m o de Vivar, en 1558, i n f o r m ó extensamente sobre la existencia de yacimientos de plata, cobre, estaño y otros metales (Vivar 1979: 20, 27, 37, 59). En una relación, redactada en Potosí, el 8 de n o v i e m b r e de 1581, su autor, Juan Lozano Machuca, dedica algún espacio a la riqueza minera de la provincia de Atacama, sosteniendo que "(...) se podrían labrar m u c h a s minas de cobre que hay en aquella comarca, en especial en el m i s m o puerto de Atacama, a la lengua del agua y partes donde con cinceles se podrá cortar el cobre fino. (...) sería de gran provecho a Su Majestad por estar tan j u n t o al puerto y poderse llevar cobre por todo el reino y a España por el Estrecho" (Jiménez de Espada 1965, II: 61). Siempre h u b o informaciones de este tipo. Por ejemplo, en el célebre libro de Alvaro Alonso Barba (1967 [1640]: 50) se lee que en Atacama había caudalosas vetas de cobre, de las cuales "algunas descabezan en la mar en farellones grandes de este metal macizo". Durante la época colonial, sin embargo, la actividad minera en la zona f u e modesta. Algunos de los geógrafos de la época no informaron nada sobre minas en Atacama, subrayando sólo la importancia de la pesca (Juan/Ulloa 1748: III, 208; L ó p e z 1992 [1758]: 102). Antonio de Alcedo (1967 [1786-89], I: 113) no n e g ó la existencia de yacimientos de oro y plata, pero n o había "labor formal de ellas". Los estudios m o d e r n o s apenas mencionan la minería colonial (Hidalgo L. 1978; Téllez Lúgaro/Silva Galdames 1989: 65-66). Casassos Cantó (1974: 979 9 ) ubica el auge de la minería atacameña en el siglo XIX, si bien considera probable "que en m u y pequeña escala" se realizaban trabajos de minería ya en el siglo XVII. El escaso aprovechamiento de la riqueza minera de la zona se ha atribuido a la situación marginal de la provincia por su cercanía al desierto, que
52
fue impedimento para que el sistema colonial y sus instituciones - e n primer lugar, la e n c o m i e n d a - pudieran instituirse firmemente. Cuando los atacameños se dedicaron a la minería, lo hicieron sobre todo en zonas vecinas y no en la región misma (Difrieri 1980: 184-185). Sólo más al norte, ya en el corregimiento de Arica y cerca de Iquique, se sacaban de las minas de plata de Huantajaya cantidades de consideración. 1 Sin embargo, como lo demuestra también el documento aquí publicado, la minería no faltaba del todo en la provincia de Atacama. El cobre producido no está incluido en las cantidades exportadas referidas en la introducción de este libro, ya que tenía como principal cliente la Casa de Moneda de Potosí, que lo necesitaba para lograr la ley exacta de la acuñación de plata (Cajias de la Vega 1975: 338). El mineral de Conchi, referido también en el documento publicado a continuación, es mencionado también en un informe de 1785, sosteniendo que de allí se abastecían los ingenios potosinos con almadanetas, por la vía de un comercio regular (Pino Manrique 1971 [1785]: 36). Un ilustrativo resumen sobre la situación que se daba hacia finales del siglo XVIII lo ofrece Pedro Vicente Cañete y D o m í n g u e z : "No pongo duda en que rendirían mucha riqueza en trabajándose con método y con inteligencia; pero estas gentes jamás se mueven al examen de las minas, ni se atreven a emplear su caudal sino cuando hay mido de alguna boya, en que se puede sacar a cincel el oro y la plata; por esto es que las de Atacama, se hallan entregadas al juqueo2 de cuatro indios infelices, que no son capaces de hacer ningún progreso a su ventaja ni en beneficio del Estado. (...) El mineral de Conchi (que es de cobre) es donde más se trabaja en la granalla. Con todo, están poco aprovechadas aquellas riquezas naturales, porque no tienen ningún establecimiento de industria en qué dar valor a sus producciones" (Cañete y Domínguez 1952 [1791]: 266).
En los primeros años de la Independencia, siendo la Atacama una provincia boliviana, se dio un leve aumento de la producción, centrado en las zonas de Cobija y Copiapó. También se menciona el hoy en día famoso Chuquicamata, no muy lejos de Calama y Chiuchiu, pero aún no tenía gran importancia. La zona de Chiuchiu, en cambio, en esta época sólo destacaba por sus posibilidades agrícolas y por su importante ubicación en el camino entre la costa y el altiplano boliviano (Cajias de la Vega 1975: 338-344, 384-385). Uno de los primeros interesados en la explotación del cobre fue Gaspar Aramayo, quien vino como gobernador a la provincia de Atacama en 1827 (ibid. 339); de esta manera,
1
Ulloa 1772: 251-253; Cañete y Domínguez 1952 [1791]: 652; Humboldt 1966 [181112]: 406; Bermúdez 1973: 42-47; Villalobos R. 1979: 117-157; Brown/Craig 1994.
2
"Así llaman en el país el trabajo corto de los que andan a la solicitud de dos o tres onzas de oro, sin emplear labores formales" [nota de Cañete].
53 aparece allí uno de los legendarios apellidos de la minería boliviana de las épocas venideras. Después de la violenta anexión de la provincia por Chile en la Guerra del Pacífico (1879-1883), la explotación de las minas de la región atacameña entró en una nueva fase, cuyos inicios se encuentran documentados ya en los informes de Rudolph Amandus Philippi. Este alemán al servicio del gobierno chileno visitó la zona entre 1853 y 1854; asegura, por ejemplo, que las minas de San Bartolo, entre Chiuchiu y San Pedro de Atacama, habían sido trabajadas por las incas, olvidadas con la llegada de los españoles y redescubiertas en 1848; Chuquicamata, en este momento, se encontraba abandonada (Philippi 1860: 70-74).
1.2.
Documento
[Informe de Manuel Fernández Valdivieso, San Francisco de Chiuchiu, 17 de abril 1754] Triplicado En el pueblo de San Francisco de Chiuchiu, en cuatro días del mes del diciembre de mil setecientos cincuenta y tres años yo, don Manuel Fernández Valdivieso, corregidor y justicia mayor de esta provincia de Atacama (por Su Majestad que Dios guarde), en cumplimiento del orden de Su Excelencia, el excelentísimo señor virrey de estos reinos, y [de] lo que por su carta e instrucción, su fecha diez de julio del presente, me ordena y manda, pasé a las minas de cobre que se hallan en el lugar nombrado Santa Bárbara, en esta jurisdicción, quince leguas de este pueblo de San Francisco, a quienes notifiqué e hice saber el contenido de dicha carta e instrucción para la consecución de los metales de cobre que se hallan trabajando, como haberme informado de unas piedras que asimismo se hallan en dicho paraje y de algún aprecio para la vista, las únicas que se han podido conseguir. Y mediante ser necesario dar noticia con individualidad de los sujetos que se han dedicado a ello, se pondrán con separación en esta [relación] para su inteligencia, y son en esta manera siguiente: Primeramente, en cumplimiento del orden de Su Excelencia, por la notificación que hice a José Rodrigo Galleguillos, vecino de este dicho pueblo, dueño de la mina nombrada Nuestra Señora del Carmen en el lugar de Conchi, 3 jurisdicción de este corregimiento de Atacama, Provincia Baja, declara tenerla en posesión poco menos de un año, la que halló trabajada desde el tiempo de la
3
"Conche" en el manuscrito.
54
gentilidad. Y , por noticias que tiene, dice que el descubridor de dicho cerro fue Juan Barbosa, vecino de esta Provincia Alta, con la ocasión de tener en su servicio a Andrés Cayo, indio de la ciudad de Pica, quien, aunque no [la] trabajó, dio noticia a Dionisio Salvatierra, quien con un hermano suyo empezaron a trabajar en socavones de los gentiles. Y habiendo entregado el referido José Rodrigo Galleguillos dos quintales de metal, el uno de ellos de rosicler, cuya saca es de algún más costo por su dureza, cuya guía se pierde en partes y en otras se embolsa, acude éste por cajón (que hacen cincuenta quintales de metal) a treinta arrobas por cajón, cuando se acierta con el beneficio. Del metal de liga se le echan en siete quintales de metal tres quintales de liga en cada fundición, y sólo de esta suerte corre el metal. Y para esta diligencia de fundirlo se quebrajea [s/c] en pedacitos menudos, así el metal como la liga, a [lo] que se agregafn] los costos de bajarlos a la fundición, la que se hace con carbón; y se padece el riesgo de que se pasme el homo o se abra, en lo que se pierde la fundición, lo que no tiene más beneficio que el que va referido; y sólo si se va cargando de poco en poco el metal y la liga entreverado hasta el cumplimiento de los siete quintales, con lo que se abre la sangradera, por donde sale la escoria por doce veces, y después de esta diligencia se abre la otra sangradera por donde sale el metal y queda hecho una plancha. Y por lo que mira a la saca que tienen cada año, no se sabe con certeza por razón de que suelen faltarles los avíos, así por el poco consumo de las obras, como porque no son vetas fijas y [por] acontecer ordinariamente perderse, en que es necesario seguirla y causar muchos costos; y sólo siendo vetas fijas y de algún cuerpo, se sacan a la semana con buenos avíos de gente y mantenimientos treinta quintales a la semana. Y si es de poco fundamento y que no lleva la fijeza de las demás, se sacan sólo siete quintales, de lo que resulta en gravísimo atraso del minero. El número de gente que suele trabajar en veta descubierta son dos barreteros y un apiri. Y si es la veta de las que se reparten en varios trozos, es necesario aumentar el número de barreteros y apiris, con cuya diligencia pasan a hacer sus obras y piden los acreedores, o bien las llevan a despender a la villa de Potosí, cuyo tiempo dedicado para este trabajo es sólo por el más templado del año. 2 o . Y dicho metal referido en ésta, [que es el] inferior del que va un quintal, rinde por cajón la mitad del superior que son quince arrobas. Tiene el mismo costo y el número de liga y con las mismas circunstancias referidas en ésta, y sólo la diferencia que en el superior concurre más ley.
55 Van en dos sacos, el metal superior [con el ] número uno - 1 - y con la marca del margen; 4 el metal inferior con el número dos - 2 - y la marca del margen. Y se sacaron estos dos quintales el día diez y ocho de octubre del presente año de mil setecientos cincuenta y tres. Entregó Basilio Barbosa dos quintales de superior y [s/c] inferior y son en esta manera: un saco, con el número tres - 3 - y marca del margen, rinde de siete quintales de metal, salen cinco o seis arrobas de cobre; a éstas les correspondefn] tres quintales de liga y en lo demás se remite a esta declaración antecedente, y va por cabeza. Y se sacaron estos metales el día veinte de octubre de mil setecientos cincuenta y tres años, y se pusieron en este pueblo de San Francisco en cuatro de diciembre de dicho año. Item, un saquito número 4, con dicha marca, de metal inferior; va un quintal, rinde la mitad del superior y la liga correspondiente, según y como va declarado a la vuelta; y [lo] entregó el referido Basilio Barbosa. Item, el saquito número V [que] entregó Silvestre Morejón; [es] metal superior; un quintal rinde lo que consta en los metales superiores y la liga correspondiente, según consta del número tres, a la vuelta. En el pueblo de San Francisco de Chiuchiu, en ocho días del mes de diciembre de mil setecientos y cincuenta y tres años, yo, don Manuel Fernández Valdivieso, corregidor actual de esta provincia, en cumplimiento de lo mandado por Su Excelencia, el excelentísimo señor virrey, notifiqué a don Dionisio Salvatierra para que sacase las piedras, que van en un saquito de cuero con el número VI y marca del margen, las que dice el referido se hallan [cerca] de la población de su casa, nombrada Santa Bárbara, [en] una legua de distancia en el Cerro Colorado, las que se crian en unos peñones de piedras brutas, y éstas son de reventazones. [Van] once piedras forradas en costal de lana. Y en el mismo saquito número VI [van unas] piedras redondas; se crían en el lugar de Conchi, donde tienen sus fundiciones los mineros de aquel lugar; se sacaron estas piedras el día cinco de diciembre; [van] ocho piedras en costal de lana. Item, en el mismo saquito número VI van unas piedras que por su naturaleza están labradas; y las sacó Bartolomé Chávez, y fue a buscar de mi orden y [las] halló en la sierra o cerros, cuatro leguas de las minas de cobre para esta parte, en derechera 5 para el pueblo de Calama, por donde suelen enderezar para el mineral de Conchi; está la reventazón de ellas como una cuadra de ancho y otra de largo; y habiéndose hallado presente Basilio Barbosa, dice éste haber visto dicha reventazón de las referidas piedras, y en el medio de ella va una veta de ancho de tres o cuatro dedos, cuyo metal es verde al haz de la tierra y de tal suavidad que
4
En el documento no aperecen las marcas del margen.
5
"deregera" en el manuscrito.
56
se rayaba con cuchillo; y esto es lo que declara; y remito cien piedras entre grandes y pequeñas. San Francisco de Chiuchiu y abril diez y siete de mil setecientos cincuenta y cuatro años. [sin firma]
57
2.
2.1.
PORCO (ANDACABA)
Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Porco
Las minas de Porco, al sur de Potosí, fueron labradas por los incas. Sus menas son principalmente pirargrita o plata roja, que los peruanos llamaban cochizo o rosicler. En 1538, Porco fue conquistado por Gonzalo Pizarro, el que junto con su hermano Hernando no tardó en reanudar la explotación minera del lugar (Bamadas 1973: 34-36; Bargalló 1955: 72-73). Cieza de León (1984-85 [ca. 1553], I: 131) consideraba interminable la riqueza de Porco. Pero después del descubrimiento de Potosí su fama se desvaneció frente a la prosperidad del Cerro Rico, mas todavía durante mucho tiempo siguió produciendo considerables porciones de plata. A principios del siglo XVII, el monje español, Diego de Ocaña estuvo en Porco, donde contó "treinta vecinos españoles, señores de minas". Loaba sobremanera la riqueza del lugar: "(...) tienen estas minas unas bolsas que tienen la plata machacada, que es decir que no tiene necesidad de fundición, porque es toda plata limpia, sino que dan luego las minas en agua y así no se pueden labrar. (...) las minas de plata, tan ricas que en todo este reino no ha habido cosa semejante, las cuales duran poco por la razón dicha, que dan luego en agua, respecto de que están en tierra baja. De esta plata, que es toda ley y más blanca que la de Potosí, hacía el Inca el carro y andas en que andaba y todas las demás cosas de su servicio, que toda era plata y oro. A las cuales minas yo subí y entré en ellas por ver todo lo que había, y vi un cerro muy cavado a tajo abierto y partido por en medio de una parte a otra, porque la veta corría de norte a sur, derecha, y el tajo me pareció que tendría de ancho como doce varas desde una orilla a la otra; y tan profundo que, mirando hacia abajo, no tiene dónde reparar la vista según está de hondo. Y dijéronme que todo lo que de allí faltaba, había sido plata. (...) La plata que de aquí se saca el día de hoy es de más ley, más fina y más blanca que la de Potosí" (Ocaña 1969 [1600]: 182 y 184).
Pero para ese entonces las minas sufrían de las constantes filtraciones de agua, que serían el problema principal en los tiempos venideros (Lizarraga 1968 [ca. 1605]: 94). En 1669, el famoso minero potosino Antonio López de Quiroga empezó la reactivación del cerro de Porco, en este momento bastante decaído. Para 1681 había invertido 300000 pesos sin ninguna ganancia espectacular, aunque parece que habían cubierto los gastos. Un evento de gran trascendencia ocurrió en 1674 en esta empresa: el primer empleo documentado de la pólvora
58 en la minería de plata americana (hay noticias de su empleo en las minas de azogue de Huancavelica ya en los años treinta de ese siglo, inmediatamente después de su primera mención en Schemnitz, hoy Banská Stiavnica en Eslovaquia). Desde Porco, el uso de la pólvora, que iba a abaratar considerablemente los costos de extracción, se extendió a Potosí, y sólo más tarde su uso se documenta también en España y en México (Bakewell 1988: 73-76). Estas noticias son repetidas con ligeras variaciones por los escritores posteriores (Juan/Ulloa 1748, III: 190; Alcedo 1967 [1786-89], III: 227). En la segunda mitad del siglo XVIII, las minas de Porco, donde un observador contó hasta cinco mil bocaminas y 35 socavones reales (López 1794: 70), se abandonaron todas por inundadas. Algunos detalles más sobre la situación de Porco en aquel entonces se encuentran en una relación de 1785 del intendente Juan del Pino Manrique, que dijo: "(...) hoy gime en la mayor decadencia; no hay en él minero que con propiedad merezca el nombre de tal; los indios y algún español que lo habitan, son pucheros, que sólo subsisten recogiendo desperdicios de la antigüedad" (Pino Manrique
1971
[1785]: 28).
Aparte del cerro de Porco, había otros yacimientos de plata en la zona, como, por ejemplo, Tomahave o el cerro de Andacaba, referido en el documento publicado a continuación. Ya Alonso Barba (1967 [1640]: 47) mencionó sus minas, "cuyas labores también antiguas, admiran con su profundidad, disposición y reparos a los más experimentados mineros". En 1750, un tal Joaquín de Herboso tenía arrendada una estaca perteneciente al rey en el cerro de Andacaba {Documentos 1974, II: 154). Al llegar la independencia del Alto Perú, las minas de Porco estaban todas abandonadas (Pentland 1975 [1827]: 78), pero no tardó mucho en que se reanudaran los labores en diversos depósitos minerales del distrito, como en Huanchaca y también en Andacaba (Anuario 1920 [1919]: 489). Hoy en día continúa la explotación con nuevos métodos; en 1996 se produjo un gran escándalo en la zona, cuando se rompió un dique y las aguas contaminadas de la empresa inundaron los campos de los campesinos.
2.2.
Documento
[Informe de Pedro Agustín de Agreda, Potosf, 16 de marzo de 1754] En cumplimiento del orden verbal del señor don Ventura de Santelices y Venero, superintendente de la real mita, visitador de estas reales cajas, corregidor y justicia mayor de esta Villa Imperial de Potosí, sobre que se le dé razón instruida de la calidad, ley, lugar y tiempo de los metales que cada interesado tiene en su
59 labor o labores de este cerro y otros de este reino, la cual se da en la manera siguiente: 1. Primeramente, los cajones número 19 y 20 son de metales negrillos, soroches y chumbes, entendiéndose que el soroche es metal más noble que el negrillo y el negrillo, más que el chumbe; y así se debe entender su graduación de primera, segunda e ínfima cualidad; y [es] su ley, del primero, de a 20 marcos, el segundo de a 12 y el tercero de a 5.
Se sacó de la mina este metal el día 21 de febrero de [1]754. Agreda
2. Item, este metal se trabaja en el cerro de Andacaba, 6 leguas de esta villa, de la provincia de Porco; es veta que llaman Real, su rumbo del este a oeste; y es tradición que la trabajaron en su antigüedad los reyes ingas y después los españoles; que en más de 3 leguas que se descubre la veta ha tenido muchos interesados y así tiene diferentes labores, y por dar en agua a los 50 estados la han desamparado. 3. Item, hasta que el año de 1747 don Pedro Agustín de Agreda pidió un barreno, que halló principiado con 60 varas, por despoblado, y se le concedió licencia, adjudicándosele todos sus intereses en juicio y según leyes y ordenanzas sobre este asunto; y con esta propiedad siguió dicho barreno, y a los 3 años de su trabajo cortó la veta, que está en profundidad de 80 estados, poco más o menos. Hoy continúa trabajándola por sus costados y frontones, porque sus chiles o piques, que [así] llaman, le impiden las aguas, que por sus tajos le entran en el tiempo de las lluvias; y como esta veta la trabajaron los antiguos por la cima del monte a tajo abierto, no es fácil agotar el agua que se le comunica a sus planes, si no por diferentes barrenos y a costa de muchos pesos. 4. Item, hoy mantiene 8 barreteros y 20 cargadores que sacan este metal, su minero, que es español, su ayudante, herrero y palliris, que todos éstos ganan 120 pesos en cada una semana, fuera del consumo de pólvora, velas [y] herramienta que se regula a 20 pesos. Su saca es de 2 a 3 cajones; y por su baja a 9 pesos cada uno, [lo] que hasta el ingenio son [en total] 160 pesos. Y por el beneficio de cada uno de dichos cajones se ha regulado el [costo] de a 36 pesos, que hacen 216' pesos; su producto es de 60 marcos a 7 pesos 5 reales, montan 444 pesos que, rebajados de sus costos, quedan [en] 68 pesos; y de éstos se rebajan los 60 por pérdida y consumo de azogue, y quedan 8 pesos y el dueño, si tiene familia moderada, no se puede mantener con menos que de 25 pesos, con que sale la consecuencia de que en este género de metal viene a perder más de 1 mil pesos en cada un año.
1
Tendrían que ser 196 pesos.
60 5. Item, después de sacado este metal del centro del cerro se escoge en la cancha o patio por indios peritos, que llaman palliris, separando la guía, de las cajas y quijos que sacan, y asimismo el chumbe, por ser de distinta ley, y lo demás que se considera tener plata[, que] se llama broza, y así se distinguen las 3 cualidades que se llevan dichas. 6. Item, así separado o escogido por los prácticos se muelen en los ingenios y, cernido por cedazos de alambre bien sutiles, se queman en hornos de tostadillo hasta que el soroche o chumbe se amortigüe y tome color verdoso o color de cáscara de almendra; [es] misturada esta quema con lamas de otro metal cualquiera y parte de otros metales abronzados, para que quite la frialdad del fierro y consuma el plomo que abunda en esta especie de metal; y así reparado se seca al buitrón y hormiguilladas estas harinas con sal a quintal en cada cuerpo, que se separan en cuatro por cajón, e i n c o r p o r á n d o l o s con 10 libras de azogue cada uno se repasan por los indios con sus pies, bien ordenada la masa, por tiempo de 15 días en que da la ley; y reconocido su beneficio por el práctico se prepara para lavarlos con un poco de cal, porque este metal no lleva más material que lo dicho, y en esta forma se beneficia[n] las dos últimas especies de este metal, teniéndose entendido que la broza tiene cortísima quema. 7. Item, también se benefician éstos por fundición con ligas, que es metal de plomo; y asentándole dicha liga, es este metal su soroche de 50 marcos, sus chumbes de 20 y su broza de 10; y por no habérsele hallado dichas ligas, se beneficia por azogue; y [practicándo la fundición] por menor con plomo virgen se tiene hecha la experiencia de la ley que se lleva referida. Y para que conste lo firmé en esta Villa de Potosí, en 16 de marzo de 1754 años. Pedro Agustín de Agreda
61
"Suddenly appeared before me, in the distance, a high mountain of a reddish brown colour, in the shape of a perfect cone, and altogether distinct in its appearance from any thing of the kind I had ever seen" (Temple 1830, I: 283).
3.
POTOSÍ
3.1. Esbozo histórico de la minería en Potosí Los yacimientos argentíferos del Cerro Rico de Potosí, descubiertos en 1545, son sin duda las minas más célebres de toda la historia y se han vuelto un símbolo tanto de la extrema riqueza en metales preciosos de las posesiones españolas en el Nuevo Mundo como de la brutal explotación a que el régimen colonial sometía a la población indígena americana. 1 Como cualquier otra leyenda, también aquella que surgió alrededor de Potosí se elaboró a partir de un núcleo de hechos verdaderos, aunque pondere los detalles que describe. De todas maneras, el sistema económico establecido para la explotación del Cerro Rico siempre fue materia de opiniones divergentes y arduas discusiones. "Esta es la octava maravilla del mundo y la mayor de todas; pues es todo este cerro de plata", escribió Diego de Ocafla (1969: 185), quien llegó a Potosí en 1601, sobre el Cerro Rico, pero muchas otras partes de su diario revelan el impacto contradictorio que causó la realidad potosina en muchos de los visitantes del lugar: "Es un retrato del infierno entrar dentro, porque ver tantas cuevas y tan hondas, y tantas luces por tan diversas partes, y oír tantos golpes de los que están barreteando, es cosa que pierde el hombre el tino y aun el sentido. Hay unos socavones grandes por donde se comunican y labran las vetas; y dentro, en los cruceros, hay unas plazas tan anchas y después unas partes tan estrechas, unas veces derechas y otras veces hacia abajo, que si acierta a morirse la vela al indio, se despeña" (Ocafla 1969 [1601]: 187). "Tienen unas bocas por las cuales se entra, y después dentro van culebreando unas por una parte y otras por otra, de manera que allá se encuentran unas con otras, y en-
1
Sobre la situación geológica del cerro, véanse Howard/Serrano (1995: 239-261).
62 tran por una y pueden salir por otra. Y tiene algunas partes tan estrechas, que si no es extendido a la larga, no se puede entrar dentro, y muchas veces se quedan los pedazos del sayo en las piedras; de manera que pasan como culebras cuando van mudando el cuero, por una parte muy estrecha; y si se desmorona alguna tierra o piedras que caen y tapan aquella boca, quedan los indios enterrados, sin remedio de poderlos sacar, y de esta suerte perecen muchos" (ibid.: 186).
Esta imagen del interior del Cerro Rico es repetida más de dos siglos después casi sin cambio alguno por Edmond Temple, quien había llegado a Potosí en 1826 como representante de una compañía británica (Temple 1830, I: 302). Pero regresemos a la relación del P. Ocaña. "Los miércoles y los viernes, suben las indias a llevar comida a sus maridos, y son tantas que cubren el cerro, que no parecen sino procesiones; y si son doce mil indios (...) los que están trabajando, (...) a mi parecer serán diez mil u once mil [mujeres], pocas más o menos. (...) Y luego como come allí a la boca de la mina el miércoles y está sentado allí un rato con la mujer, luego vuelve a entrar a la mina y hasta el sábado no vuelve a salir. Y lleva una taleguilla de maíz tostado y agua y un poco de ají o pimientos; y allá duerme y allá se provee de las necesidades corporales; y de esta causa, en el cerro allá dentro, en muchas partes hay mal olor" (Ocaña 1969: 190, 202). "Y el sábado en la noche, desde que tocan a la oración, comienzan a bajar los indios todos del cerro y con velas encendidas todos, que no parecen sino procesiones de disciplinantes; y dura el bajar [de los] indios al pueblo toda la noche hasta el domingo por la mañana, según de hondas las minas en que trabajan, que se les va toda la noche en subir arriba y en salir fuera" (ibid., 190).
Y tampoco la explotación que sufrían los obreros indígenas se escapó del comentario del P. Ocaña: "Y los mineros hacen trabajar demasiado a los indios, y no los dejan dormir de noche las horas que les tienen ordenadas; y como los miserables están de continuo allá dentro barreteando, ni saben cuándo amanece ni cuándo anochece. Y así pasa esta gente gran trabajo y mueren muchos indios de enfermedad, otros despeñados, otros ahogados, y otros descalabrados de las piernas, que caen; y otros se quedan allá dentro enterrados, de suerte que apenas hay día sin que haya alguna cosa de éstas. Y como son tantos, (...) los que barretean y los que sacan los metales, en una parte o en otra hay de continuo alguna desgracia. A mí me quebraba el corazón de ver cuando los indios salían los miércoles a comer a las bocas de las minas, a recibir la comida que les llevan las mujeres, los lloros y lágrimas de ellas, de ver sus maridos salir llenos de polvo y flacos y amarillos y enfermos y cansados; y sobre todo esto azotados de los mineros y aporreados porque no cumplieron los montones de metal que está tasado que ha de sacar cada día; y no hay consideración a que la veta es dura, que suele el pobre del indio encontrar con una piedra dura, que está medio día haciéndose pedazos y no puede quebrarla, sino que sea dura la veta, que sea blanda, le hacen que saque cinco
63 montoncillos de metal cada día, que tendrán ocho o diez arrobas los cinco montones" (ibid.: 202-203).
El rendimiento del Cerro Rico dio origen a un polo económico de primer rango, tanto a nivel regional como internacional (Assadourian 1979). Esto hizo que el complejo minero de Potosí sea uno de los casos mejor estudiados de América. Gran atención se prestó siempre al sistema laboral que se organizaba para el fomento de la explotación de la plata con la intervención del gobierno colonial (Bakewell 1984; Colé 1985; Tandeter 1992). Este consistía en una mezcla de formas de trabajo libre y forzado, pero su centro fue el intensivo empleo de la población campesina indígena como mano de obra forzada, cuyo funcionamiento fue institucionalizado en e! sistema de la mita. A través de la mita, casi todo el altiplano surandino quedó subordinado a los intereses mineros de Potosí, ya que la minería representaba el sector de exportación más importante, es decir, la razón de ser y el motor del sistema colonial. La mita potosina fue establecida en 1572 y al mismo tiempo se introdujo también la amalgamación como nueva tecnología de beneficio, cuyo uso predominó durante toda la época colonial. Gracias a estas innovaciones la producción del Cerro Rico alcanzó alturas imprevistas en la primera década del siglo XVII, pero después empezó a decaer, primero gradualmente, después de manera casi catastrófica (Bakewell 1975). El desarrollo negativo siguió continuamente durante más de un siglo, si bien, con todo y eso, Potosí permaneció como uno de los centros mineros más importantes de América. Esto se percibe claramente en un informe del virrey conde de Superunda, redactado en 1752: "(...) aunque consumidas las principales vetas, son hoy de poca entidad las que se labran, son tantos los que se dedican a buscar su subsistencia por este medio, ayudados de los indios mitayos, que todavía se sacan muchos marcos, y es el mineral que más produce, y con algunas minas, que en las inmediaciones se labran, llega a suma considerable el número de barras que se funde anualmente en la callana de aquella caja; y c o m o se ocupa multitud de gentes en este trabajo y carece el pueblo de otros frutos, concurren desde bastantes distancia [si'c] a conducir bastimentos muchas personas de todas castas, que hacen muy populoso el lugar, y su gobierno de consideración." 2
Cuando, en 1753, la orden de informar al nuevo Gabinete de Historia Natural y el adjunto cuestionario enviados desde Madrid llegaron a Potosí, la decadencia de sus minas había llegado a su punto más bajo. Pero fue precisamente en los años cincuenta del siglo XVIII cuando se inició un modesta pero constante recuperación que, sin llegar a la productividad de comienzos de la centuria anterior, duró por el resto del periodo colonial.
2
Relación que escribe el conde de Superunda, virrey del Perú, 23 de junio de 1752. En: Moreno Cebrián 1983: 312.
64 El responsable de la respuesta del cuestionario destinado a Potosí fue el corregidor Ventura de Santelices y Venero, un personaje clave en el desarrollo de la minería potosina a mediados del siglo XVIII. Durante su gobierno se crearon muchas de las condiciones para que la ciudad recuperara algo de su esplendor. Ya en 1751 informó que a su llegada sólo había dos o tres labores de minas de alguna consideración, durante su gobierno aumentaron a ocho (Documentos 1974, I: 533). Los motivos de este cambio son múltiples. A comienzos de los años cincuenta Potosí experimenta una mejora de las leyes del mineral extraído, sin embargo, esto ocurrió, fundamentalmente, en sólo cinco de las labores del cerro en las que se trabajaba roca virgen. Una de ellas pertenecía a Francisco Velarde, que figura también entre los autores de los informes aquí publicados (Tandeter 1992: 131). Pero la minería no sólo se aprovechó de los nuevos hallazgos de minerales de buena ley, sino también de algunas mejoras infrastructurales emprendidas por Santelices, como la reparación de los depósitos de agua que suministraron con energía hidráulica a los ingenios y molinos (Rodríguez Casado/Pérez Embid 1947: 260-261). Además, en esta época se lanzaron una serie de reformas institucionales. En este entonces el virrey conde de Superunda sentía que había demasiadas autoridades en la villa, con los correspondientes pleitos de competencia que afectaban muy negativamente el funcionamiento y el progreso de la minería; opinión a la que se adhirieron también las instancias en Madrid. Santelices, que antes había sido oidor en la Casa de Contratación en Cádiz, ftie nombrado como corregidor, superintendente de la mita y contador. No es de sorprender que su posterior actuación provocara críticas de varios tipos tanto entre los vecinos de Potosí como en Lima, mas era una persona con muy buenas relaciones, así que ni siquiera el virrey parece haberse atrevido a actuar abiertamente en su contra. 3 Veinte aflos más tarde, el personaje de Santelices mantenía todavía impactada a la gente de Potosí, como lo da a entender en una relación el intendente al ministro de Indias: "Cansada la corte de oír quejas y noticias de Potosí, pensó en nombrar persona de mayor representación, que atajase los daños y diese a estos negocios la dirección conveniente. Para ello nombró al señor D. Ventura de Santelices, hombre austero, irreprensible en sus costumbres, tenaz en lo que concebía, filósofo, si es filosofía el desaliño y desprecio de sí mismo: docto sin presunción y no de luces superiores a su tiempo. En medio de una general contradicción, y arrostrando a todos los superiores del reino, mancomunados contra sus providencias, gobernó dos años con tanta firme-
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El virrey apuntó sobre el descontento de los vecinos: "[sus] quejas se han procurado atender, sin desairar un ministro recomendado muy particularmente" (Relación que escribe el conde de Superunda, virrey del Perú, 23 de junio de 1752. En: Moreno Cebrián 1983: 312-313).
65 za y posesión de sí mismo, que se hizo temible, y en Lima espantaban los muchachos con su nombre" (Pino Manrique 1971 [1785]: 21). Para la reforma de la economía potosina, la amplia autoridad que se había concedido a Santelices fue sin duda de gran importancia. Además de los cargos arriba mencionados, Santelices fue nombrado también como superintendente de la Casa de Moneda de Potosí, y estando en esa función pasó definitivamente la ceca al control del Estado, medida realizada en México ya en 1733 (Soria Muri11o 1994). Las actividades de particulares en la amonedación se suspendieron definitivamente en 1752. Para este propósito se le encargó también la construcción de un nuevo edificio donde se realizaría la acuñación. 4 Uno de los grandes proyectos de Santelices fue la instalación de un banco de rescate para el fomento de la minería local, idea que no tuvo un éxito inmediato, pero que iba a aliviar decisivamente la situación financiera de los mineros en las décadas que quedaban del régimen colonial (Buechler 1980; Tandeter 1992: 163-166). Esto liberó a la Corona de la necesidad de apoyar con riesgosos créditos a los empresarios para que salieran de la crisis económica, lo que - c o m o lo expresó el virrey conde de Superunda- "nunca conviene", 5 y, sobre todo, sentó la base para el aumento que experimentaba la producción potosina en este periodo. Por último, en el tiempo de Santelices se intentaron también algunas innovaciones en el régimen de la mita. Ya en una cédula de 1732 había sido ordenado extender a los indios forasteros la obligación de mitar. Pero esto parece que no se realizó por tratarse de una materia demasiado delicada. Pero para 1750, el virrey, presionado por los azogueros, quiso hacer efectivo el arreglo que llevaba 18 años sin cumplirse, mas limitó la medida a los indios forasteros avecindados que disponían de tierras propias. C o m o era de esperar esto no les bastó a los mineros y se levantó una tempestad de protestas. En consecuencia, el virrey extendió la obligación de la mita también a los indios forasteros sin tierra; al mismo tiempo ordenó que se averiguase sobre las tierras baldías en los pueblos, con el propósito de distribuirlas a los forasteros avecindados y sentar base para que se realizasen nuevos padrones de la población. Nada de esto se realizó, los forasteros siguieron sin participar en la mita potosina y el virrey conde de Superunda quedó insatisfecho con la colaboración que Santelices le había prestado en este asunto. 6 El problema de la mano de obra no sólo abarcaba el tema de los mitayos. Había uno más que se trató con gran escándalo durante el gobierno de Santelices.
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Moreno Cebrián 1983: 90-91;Relación que escribe el conde de Superunda, virrey del Perú, 23 de junio de 1752. En: Moreno Cebrián 1983: 377-378. Relación que escribe el conde de Superunda, virrey del Perú, 23 de junio de 1752. En: Moreno Cebrián 1983: 317. Moreno Cebrián 1983: 105, 238-240; Tandeter 1992: 59-63.
66 En Potosí, la mano de obra gozaba de la costumbre del kajcheo. Esta consistía en que los trabajadores tenían el derecho de entrar a las minas del cerro durante el fin de semana para extraer mineral a cuenta propia, el que era beneficiado por los pequeños trapiches que había en la ciudad. Tanto los kajchas como los trapicheros eran mal vistos por los dueños de las minas, porque los consideraban ladrones de metales que por derecho les pertenecían. En 1751, se formó una alianza entre los empresarios para abolir esta práctica. Uno de los líderes de esta iniciativa fue el ya mencionado Francisco Velarde, autor de una de las relaciones editadas a continuación. Los resultados fueron protestas, huelgas y muertos. Finalmente, el kajcheo y los trapiches no se pudieron erradicar, aunque en 1751 se dio una brusca, pero sólo momentánea, baja de su producción (Tandeter 1992: 101-149; Rodríguez Casado/Pérez Embid 1947: 261-263). Con la energía acostumbrada, el corregidor Santelices también reunió los informes deseados desde Madrid para el planeado Gabinete de Historia Natural. Los autores de los diez informes sobre Potosí parecen haber sido miembros destacados del gremio de azogueros de la villa; en tres de sus juntas, entre el 30 de enero de 1753 y el 4 de agosto de 1754, figuran todos los informantes, salvo Domingo Serrano. 7 Pero tampoco se logró reunir informaciones de todos los mineros del lugar. Aunque no disponemos de su número exacto, basta observar que en las tres juntas del gremio de azogueros aparecen doce personas de las que no se conocen repuestas a la orden real. Más tarde, Santelices todavía se mostró interesado en el progreso técnico de la minería, cuando intentó institucionalizar la investigación minera en Potosí en 1757 (Ovando-Sanz 1975: 5-12, 76-78). En tiempos posteriores, gracias fundamentalmente a la mano de obra barata y a la labor del banco de rescate (Pino Manrique 1971 [1785]: 24), las minas de Potosí experimentaron un constante aumento que sólo terminó un poco antes de la independencia. Posteriormente nunca más pudo acercarse a su esplendor colonial, aunque después del derrumbe del dominio español algunos inversionistas ingleses pensaron que estaban en el momento adecuado para apoderarse de la riqueza minera americana que antes se había reservado España para sí (Ovando-Sanz 1965). Se desató con eso una verdadera histeria especulativa. Como lo explicó uno de los interesados: "One of the nine hundred and ninetynine speculations of the all-speculating year 1825 was the 'Potosi, La Paz and Peruvian Mining Association' " (Temple 1830, I: 1). Esta compañía quiso aprovechar las nuevas posibilidades de inversión en la ahora independiente Bolivia. Compró varias minas potosinas a sus propietarios españoles al precio de 10000 libras esterlinas, pero después de altas inversiones, al cabo de un año fracasó con una pérdida total de 80000 libras (Pentland 1975 [1827]: 93-95; Temple 1830, II: 264-265). Una compañía bonairense parece que tuvo mayores éxitos, pero
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AHP BSC, vol. 387, f. 70r, y vol. 389, f. 2r, 4v-5r.
67 ésta se limitó sobre todo a negocios especulativos que no animaban la producción (Lofstrom 1982: 31-45). La sobreexplotación del cerro en los siglos anteriores no había dejado la suficiente plata como para hacer verdaderos los sueños fantásticos que los extranjeros se habían formado, confiando ciegamente en su supuesta superioridad tecnológica sobre los mineros nativos (Andrews 1971 [1827], I: xxv). Un texto anónimo del mismo año resume la situación con expresivas palabras: "El atraso del departamento de Potosí es una consecuencia natural del consumo inmenso que se ha hecho y se hace de sus riquezas. (...) después de una explotación continua de metales por el espacio de tres siglos, ¿en qué estado se hallarán los cerros minerales? Bien lo da a conocer el de la misma capital. Su gran cerro ya no es más que un cascabel que pudiera sumirse si no fuera por la multitud de puntales que lo sostienen" (Lema 1994 [1826]: 76). A principios de 1827, se registraron alrededor de cinco mil bocaminas (Temple 1830, I: 302; Miller 1975 [1828], II: 193-196, 206-208), pero sólo seis minas activas en el cerro, y había 15 ingenios en la ciudad y sus alrededores, en los que se produjeron en 1826 un poco más de 53000 marcos. Según el cónsul británico en Bolivia, casi la misma cantidad se obtuvo de los minerales hurtados, lo que hace mención a la persistencia del kajcheo todavía en estas épocas (Pentland 1975 [1827]: 75-76). 8 Sólo en la segunda mitad del siglo XIX, el Cerro Rico recobró cierta importancia basada en la explotación conjunta de plata y estaño (Stelzner 1897: 43-52). Con este segundo metal iba a empezar una nueva época para la historia de Bolivia, la que duró hasta los años ochenta de este siglo, pero esto ya no puede ser tema de estas páginas. 9 Hoy en día se ha vuelto una preocupación general la conservación del famoso Cerro Rico. A pesar de que está declarado como patrimonio cultural de la humanidad por la U N E S C O , se están haciendo proyectos de demoler el cerro para su mejor explotación. Tales planes, sin embargo, no son del todo nuevos, si bien nunca significaron la destrucción total de su estructura. A principios del siglo XIX, el agente británico Joseph Andrews, por ejemplo, quisó volar la cima con una gigantesca explosión de pólvora para facilitar el acceso a las vetas:
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Entre 1830 y 1850, en Potosí y alrededores los kajchas aportaban el 34.4% de la plata entregada al banco de rescate (Rodríguez Ostria 1991: 33); véase también Platt (1996). Todavía en 1897 se estimó que cerca del 25% de la plata producida en Oruro había estado en poder de ladrones (Stelzner 1897: 79). Sobre la época del estaño en Bolivia, véase sobre todo Mitre (1993a y 1993b). Ya en el tiempo del descubrimiento del Cerro Rico, una de sus vetas principales se llamaba la "veta del estaño (...) porque la plata es sobre estaño" (Lizarraga 1968 [ca. 1605]: 87). Véase también Cieza de León (1984-85 [ca. 1553], 1: 132-233), que estuvo en Potosí en 1549.
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"I had projected (...) the reduction of the peak of the mountain downwards. (...) The crater at the top is open, ready to receive two or three thousand barrels of gunpowder, which would send the peak into the air, and possibly open the hill to the galleries of the upermost mines. (...) I have often thought what a sight it would be from the city heights to witness such an explosion!" (Andrews 1971 [1827], II: 123-124)
Afortunadamente, este sueño no se realizó.
3.2. Documentos Informes hechos de orden de Su Majestad por los azogueros de la Imperial Villa del Potosí sobre la calidad de sus metales y el modo que tienen de beneficiarlos [Informe de Nicolás Francisco de Vallejo y Salado, "' Potosí, 19 de febrero de 1754] Potosí, y febrero 19 de 1754. Este metal paco llaman guía; su ley es de 25 marcos, poco más, el cajón por no estar repallado. Su beneficio, por azogue: se incorpora mezclado el azogue con estaño y sus preparativos o materiales de sal y una chúa de cal. Es de la labor o mina del coronel don Nicolás Francisco de Vallejo y Salado, nombrado el socavón de Nuestra Señora del Rosario, alias Alcabarreno; está en este Rico Cerro a la parte del sombrío. No hay memoria de quien lo hubiese comenzado en sus principios. El dicho coronel lo descubrió por noticia que le dio un indio llamado Siñani; y comenzó a limpiarlo, por el año pasado de 1740, hasta su último frontón, que estaba a las 600 varas con el rumbo de oeste al este; y lo va continuando y corriendo a cortar las vetas de este Rico Cerro que llevan el rumbo de norte a sur, y hasta hoy día de la fecha lo tiene corrido hasta 730 varas, pocas más. Y en el discurso de estos años hasta el presente ha fructificado a Su Majestad, que Dios guarde, en sus reales diezmos 12 mil y más marcos sólo en este real ramo, fuera de lo que habrá lucrado respectivamente en el real [ramo] de aumento y real [ramo] de señoreaje en esta Real Casa de Moneda. Nicolás Francisco de Vallejo y Salado
10 El 30 de enero de 1753 figura como alcalde ordinario del cabildo de Potosí y diputado del gremio azogueros (AHP BSC, vol. 387, f. 69v-71r).
69 ¡Informe de Francisco de Ortiz VelardePotosí,
4 de marzo de 1754]
En cumplimiento de lo mandado por el señor don Ventura de Santelices y Venero, del Consejo de Su Majestad, corregidor y justicia mayor, visitador de estas reales cajas, superintendente de la Real Casa de Moneda y juez privativo de la mita y otras comisiones del real servicio, según el orden que le tiene comunicado el excelentísimo señor virrey de estos reinos para que demos razón de los puntos contenidos en la instrucción que a Vuestra Señoría le remitió y nos ha hecho saber, debo exponer lo siguiente: La mina que trabajo en el Cerro Rico de esta Imperial Villa de Potosí con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción (que comúnmente llaman Mazo Cruz) se halla en la parte del sombrío de dicho cerro, la que hube por compra en socavón, sin que sea dable poder dar noticia del primero que lo empezó, con sesenta y nueve varas corridas del rumbo oeste para el este; el que seguí ciento sesenta y una varas más por el espacio de dos años y un mes, sin sacar metales algunos, habiendo impendido en el enunciado tiempo veinte y ocho mil y más pesos, así en la prosecución del referido socavón como en la lumbrera precisa que le di, junto con el reconocimiento de varios cortes inútiles y demás reparos de que necesitaba. Y después de dicho tiempo y varas citadas, corté el año de mil setecientos y cincuenta en el mes de octubre una veta y mantos, cuyos metales en sus principios lavé de diez y seis y diez y ocho marcos el cajón a toda broza y al presente, de cinco y medio y seis marcos; y teniendo hasta el día de hoy corridas en el referido socavón cuatrocientas cuarenta varas, en cuya distancia he cortado varias vetas en metales de baja ley. El medio que practico para reparar el metal de la tierra es en esta forma: Después de pallado o escogido con gente destinada para este fin, se conduce a los ingenios en los que se muele bajo de almadanetas; 12 y cernida su harina por telas de alambre, se pone en los buitrones con el peso de cincuenta quintales, que son los que componen un cajón, el que se divide en dos cuerpos; y en este estado se hace una masa con agua y seis quintales de sal molida; y para reparar la grasa y maleza del metal le pongo diez y seis libras de cal; y después de bien repasado se incorpora con treinta libras de azogue, el que va mezclado con una libra de estaño bien derretido, siguiéndose su beneficio el espacio del cuatro semanas con continuado repaso; y al tiempo que se conoce haber dado toda la ley, lo reparo con cuatro libras más de azogue cada cajón y en estos términos se lava. El costo
11 Probablemente sea el Francisco Velarde, "personaje de pasado tormentoso", que en 1751 figura como protagonista radical del movimiento entre los mineros potosinos que se habían propuesto erradicar el kachjeo (Tandeter 1992: 131-132). 12 Sobre la molienda del mineral en Potosí, véase Bakewell (1994).
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que me tiene cada marco es siete pesos con poca deferencia, sin comprehender el interés del dinero. La cantidad de cajones que saco cada un año, poco más o menos, son dos mil. Los operarios que regularmente traigo en el trabajo de dicha mina son ciento noventa y cinco o doscientos: los setenta y cinco barreteros; los ciento y cinco apiris o cargadores, que sacan el metal a la cancha o bocamina; quince o veinte palliris, que escogen el referido metal; y, fuera de este número de gente de trabajo, mantengo cuatro sujetos, los tres para la dirección y gobierno de la referida labor y el otro para el cuidado de los metales que se sacan a la cancha." Los tres quintales de metal que se previene y es sacado de dicha labor el día veinte y dos de febrero de este presente año son los que encierran los cajones número 5 y 6, con advertencia que en el primero, del hueco grande, va la broza superior, y en el que divide a este pequeño, la mediana que corresponde al otro pequeño [hueco] del segundo [cajón], y en el hueco grande de éste la inferior; y el no exponer la ley de cada broza, es porque no los beneficio con separación, sino todas juntas. Es cuanto tengo que decir sobre la declaración ingenua que se me pide. Potosí, y marzo 4 de 1754 años. Francisco de Ortiz Velarde
[Informe de José de Montes García,14 Potosí, 4 de marzo de 1754/ En cumplimiento de lo mandado por el señor don Ventura [de] Santelices y Venero del Consejo de Su Majestad, corregidor y justicia mayor, visitador de estas reales cajas, superintendente de la Real Casa de Moneda y juez privativo de la mita y otras comisiones del real servicio, según el orden que le tiene comunicado el excelentísimo señor virrey de estos reinos para que demos razón de los puntos contenidos en la instrucción que a Vuestra Señoría le remitió y nos ha hecho saber, debo exponer lo siguiente:
13 Compárese Tandeter (1992: 132): "No sólo contrató doce guardas, número poco frecuente en Potosí, sino que los remuneró especialmente y les dio órdenes de tirar a matar a los kajchas. Ante esa situación el corregidor Ventura de Santelices previno a Velarde de que los guardas sólo debían usar sus armas en caso de extremo peligro y más tarde le intimó a vender o dar en arriendo su mina." El 31 de enero de 1751 murió la primera persona a causa de los tiros de uno de las guardias. 14 "El mariscal José Montes García compró en 1750 por 55000 pesos las dos cabezas del ingenio de Cantomarca, y hacia 1773 adquirió el ingenio de Guaillaguasi en 45000 pesos" (Tandeter 1992: 177).
71 La mina que trabajo en el Cerro Rico de esta Imperial Villa de Potosí, a la banda del sol, se llama la Concepción. La hube con otras muchas por el derecho de los ingenios que compré a mi señora, doña María Angela de Orozco y Peralta, mujer legítima del señor don José de Borda, contador mayor del Tribunal y Audiencia Real de Cuentas, que reside en la cuidad de Lima. De dicha mina son los metales que beneficio en mis ingenios; [son] de tan corta ley que en diez meses, que ha que entiendo en este ejercicio, no he logrado lavarlos de cuatro marcos cabales, sino es de menos, y algunas lavas he hecho de menos de tres, viéndome precisado a seguir con esta ruina por la esperanza que me ofrece el paraje don[de] está situada esta labor, en la que estoy siguiendo un barreno que me promete alguna felicidad; y en diferentes partes de este cerro, como a Vuestra Señoría le consta, me hallo siguiendo varias obras, en las cuales, si no en una en otra, tengo esperanza de resarcir lo perdido y el actual gasto que tengo en todas estas diligencias. La cantidad de cajones que saco cada semana de la mina serán treinta, poco más o menos, y el corriente que llevo en mi ingenio es de veinte. La gente que ocupo en cerro e ingenio serán doscientos hombres. El modo de beneficiar cada cajón, que se compone de cincuenta quintales, es molerlo entre almadanetas. Sacándolo al buitrón y haciendo dos cuerpos de cada cajón, a cada uno de ellos se le echa una poca de cal, seis libras de azogue y cuatro onzas de estaño; y se repasa por el espacio de cuatro semanas, días más o días menos, en el cual tiempo, si pide algo más de alguno de estos materiales, se le añade, y si no, cuando se reconoce haber dado toda la ley, se lava. Los tres quintales de metal que entregué de orden de Vuestra Señoría en esta real caja - y van en los cajones 23 y 2 4 - no tienen las tres layas de broza que se previenen, porque siendo de tan escasa ley estos metales se hizo imposible la separación. Y siendo cuanto debo informar a Vuestra Señoría sobre la razón que se le mandar [s/c], lo ejecuto con la ingenuidad que profeso. Potosí, 4 de marzo de 1754 años. Don José de Montes García
[Informe de Domingo Serrano, Potosí, 8 de marzo de 17S4J En cumplimento de lo mandado por el señor don Ventura [de] Santelices y Venero del Consejo de Su Majestad, corregidor, justicia mayor y visitador de estas reales cajas, superintendente de la Real Casa de Moneda y juez privativo de la real mita y otras comisiones del real servicio, como la que se dé cuenta de los metales y sus minas, situación de ellas y juntamente su ley y nombres de las vetasf, debo exponer lo siguiente]:
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La bocamina que trabajo en este Cerro Rico de la Villa Imperial de Potosí está al sombrío, la cual está a la parte del oeste, y dicha bocamina nombrada Brisuela Grande y con la15 de San Vicente Ferrer tiene su situación de las tres partes de altura; en las dos, en la que se halla dicha boca, y entrando por ella por socavón cortándose vetas, en distancia de 300 varas de barreno hasta el encuentro y corte de la veta, nombrada San Juan Grande, en donde actualmente trabajo. [Declaro] que los cuales metales van en tres cajones, que es la guía 2, la broza 3, y la rebroza 4, que están al número dichos cajones y se distingue[n] dichos metales en 3 partes, como digo: el de la guía, entre rosado y blanco; el de la broza, mulatos o holliñado; la rebroza, del mesmo color, en piedras amoladeras, cuya ley es de 6 y 7 de marcos. [Estoy] trabajando en ella con 30 indios o 40 en la profundidad de más de 150 varas desde la bocamina, con los piques en otras vetas y barrenos; hasta dicho encuentro [hay] varios mantos, de cuyo metal se halla variación en la ley respecto de los migajones que se encuentran para la más [o] menos ley de dicho metal, siendo esto común y general en todo mineraje; distinguiendo de lo que hasta aquí descubierto, se hallan en la copia de vetas cruceros, aspas, torreones, bolsones [y] criaderos, que se encuentran, y en ellos [hay] metales de mejor ley en cada nudo que hace[n] y de estos ramos que cruzan las vetas que , en lo común y general, están distantes unas de otras [a] 6, 7 [u] 8 varas. [Declaro] que cogido el cerro por su plan de circunferencia, en su cuerpo por línea recta tiene 2 leguas, se llega al conocimiento de la multitud de [vetas] que tiene, [y de] los muchos interesados que también pueden trabajar; su falda se halla fajada así de mantos como de vetas, pues así la experiencia lo tiene enseñado y los mineros [están] especulando en sus experiencias. Y equipara en este cerro la ley de 7, 8, 10 marcos a tanto cuanto en otros minerales de 150 o 200 marcos, por la multitud de cajones que cada interesado saca en el logro del trabajo; agregándose a esta multitud de vetas, aspas, cruceros, torreones, bolsones [y] clavos otra tanta multitud de mantos que dicho cerro encierra desde la cumbre hasta el plan y chiles, que parecen una librea adornada de la multitud de libros; hallándose asimesmo dichos mantos en distancia unos sobre otros, que son de una vara, y de 6, 7 varas, son de ley según el terruño, panizo o criadero, en donde por más humedad que se encuentra hace más crecida ley que corrido un manto en sequedad; [si] se encuentra en el curso del trabajo panizo bueno de humedad, hace metal de ley, siendo ésta experimentada por todos los azogueros y soldados mineros, dueños de ingenios menores. Y respecto de dicho socavón de adonde hago la remesa de dichos minerales, fue trabajado de los antiguos, y su antecesor [dueño] fue don Pedro Hasconaga,
15 "el" en el documento.
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de este dicho socavón, que consta de más de 150 años; como asimesmo por muerte y fin por derecho tocó al 24, don José Carlos Manrique. Aunque se han ido siguiendo de sus herederos, como ahora de mí el presente y otros muchos intereses de minas y socavones, no se labran en las entrañas del cerro por el impedimento del agua y asimesmo del humbe y corrupción de dichos metales, que contaminan dicho metal, por no poder lidiar correspondencia de viento o aire que corra para que pueda[n] arder las luces sin embargo de la pudrición y vapores de estos referidos metales. Siendo copia crecida de diezmos la que ha correspondido a Su Real Majestad desde aquellos tiempos hasta el presente, sin poder excusar el decir que, aunque a más de 250 años que está descubierto este cerro, se hallan sus chiles por desentrañar y que en ellos, según su duración, hay para los venideros y dominios de la Majestad católica muchas riquezas que descubrir de las entrañas y planes de este cerro. Es cuanto se ofrece decir bajo de la protesta que hago y que declaro en cumplimiento de lo mandado. Potosí y marzo 8 de 1754 años. Domingo Serrano
/Informe de Pedro Prudencio Pérez,16 Potosí, 9 de marzo de 1754¡ Señor don Ventura de Santelices y Venero, del Consejo de Su Majestad, corregidor y justicia mayor de esta villa, visitador de sus reales cajas, superintendente de la Real Casa de Moneda y juez privativo de la real mita y las comisiones del real servicio. Señor: en virtud de la [instrucción] que tiene a Vuestra Señoría cometida al excelentísimo señor virrey de este reino, dimanada de la que de orden de Su Majestad le ministró el excelentísimo señor marqués de la Ensenada, ministro y secretario del Despacho Universalf, debo exponer lo siguiente]: Respondiendo al asunto, quisiera dar mi dictamen conforme a la real mente para que tuviera el buen éxito el gabinete histórico que desea Su Majestad formar, porque conozco evidentemente que de su efecto podrán resultar supercrecidos beneficios a la Real Corona y universal bien a sus vasallos, debiendo 16 Mercader de plata que actuaba en Potosí desde comienzos de la década de 1730 y que luego se instaló en el puerto de Buenos Aires; yerno de Juan de Peñarrubia, uno de los azogueros más ricos de la segunda mitad del siglo XVIII (Tandeter 1992: 157, 191). El 29 de julio de 1752, el corregidor Santelices le caracterizó como uno de los azogueros más íntegros y digno de alguna remuneración (Documentos 1974, I: 535). El 30 de enero de 1753 figura como "diputado del gremio azogueros" (AHP BSC, vol. 387, f. 69v-71r).
74 aplaudir todos el sutilísimo pensamiento y ardua empresa, que es mayor de la que el vulgar pueda comprehender por su importancia y especialmente para las Américas, en donde es constante que por falta de operarios inteligentes, que tengan conocimiento de la cualidad de los metales y sus agregados de que se componen o están compuestos, no tienen la suficiente disposición para con su beneficio sacarles la plata que tienen y les dió su alcuña. Antes de ahora, fui de parecer que se debiera[n] haber formado en la América cátedras o escuelas para los que viesen de tener el empleo de beneficiadores de metales y que imbuidos en la inteligencia de sus compuestos pudieran seguir el beneficio, reparando las contras que hallasen en ellos, para que preparado el metal legítimo se le echase el azogue, agente principalísimo de recoger la plata, con lo que se evitaría[n] las grandes pérdidas que se experimentan de dicho azogue en el beneficio independiente del consumo, sobre cuyo punto no hay aquí ninguno de éstos que se llaman beneficiadores con quien se pueda tratar. Y es circunstancia que merece la mayor atención y reflexión, porque esto de que tantos cuantos marcos se sacan del metal haya de haber tanta falta de azogue, que llaman el consumo, no lo puedo entender ni me lo han podido hacer entender las gentes de aquí que se precian de la mayor inteligencia por los muchos años que dicen tienen de práctica y experiencia. Les pregunto que sí el metal tiene plata o no, o sí sólo tiene la actividad o disposición de convertir el azogue en plata, pues se ve (como va dicho) que tanta cuanta plata se saca tanto se experimenta de falta de azogue. Ejemplo. Beneficio diez cajones de metal y a éstos les echo docientas libras de azogue; lavo dichos diez cajones y recojo las mismas docientas libras de azogue, y quedo muy satisfecho en que no he tenido pérdida ninguna en el beneficio; es así que este azogue lo he recogido con aquella plata que tenía el metal, que purificado hallo cuarenta marcos de plata líquida; luego es constante que he perdido veinte libras de azogue. Habiendo entrado a ser mercader de plata en esta villa, conocí el desbarato con que se caminaba en este ejercicio tan proficuo a todo el mundo y en que desde sus principios se debieron haber dado las providencias arregladas para su manutención. Y con el celo de leal vasallo y amor a la causa pública, escribí a don Juan Angel de Cheverría, paisano mío y con quien tenía amistad, por constarme que el excelentísimo señor don José Patiño17 hacía aprecio de sus dictámenes, 17 José Patiño (1666-1736), de origen italiano, tuvo varias funciones durante el reinado de Felipe V, entre otras, a partir de 1717 como presidente del Tribunal de Contratación de Sevilla, y a partir de 1726 como ministro de Estado, Marina, Indias, Hacienda y, brevemente, Guerra (Bleiberg 1968-69, III: 1984). Durante su administración se organizó la expedición científica francesa, con la que Antonio de Ulloa, Jorge Juan, Louis Godin y otros llegaron a América (Lafuente 1983: 557-558; Lafuente/Mazuecos 1987: 86-90).
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que sentía que ese cuerpo que llaman universidad de cargadores a Indias no pensasen en más que en [que] vayan flotas, vayan galeones, vayan registros y venga la plata sin hacerse cargo de dónde se saca ésta, y que, por las malas providencias y ningunos auxilios para fomentar a los mineros, no se sacaba la décima parte de la plata que se pudiera sacar, [y añadí] que ahí tenían un librito traducido de[l] francés a[l] español por el señor don Juan Francisco Javier de Goyeneche, 1 8 decano del Consejo de Indias, hijo del famoso don Juan de Goyeneche, que tan proficuo fue a la Real Corona y celoso al bien de la España, en que verían el gran régimen que tienen los holandeses en su comercio de las Indias Orientales. Pero con su muerte no tuve la respuesta que deseaba. A don Luis Godin, 19 matemático de la Academia de París, que me dicen se halla hoy en Cádiz de director del cuerpo de caballeros guardias marinas, cuando pasó por esta villa para su regreso a Europa, impuse en cuanto me fue posible, haciéndole patente lo mucho que había que remediar sobre estos referidos asuntos, persuadido que en la Corte serían bien recibidos sus informes y que se librarían las providencias necesarias y las principales para el acierto del beneficio de los metales, diciéndole que respecto de que en la Hungría 20 se benefician con perfección (si es que cabe darle este término a esta facultad), debería el rey enviar a aquel reino hasta veinte y cuatro mozos, hijos de padres honrados, a que aprendiesen dicha facultad y, conseguido, destinase los doce para este reino y los 18 Francisco Javier de Goyeneche y Balanza, primer marqués de Belzunce (1691-1748), hijo de Juan Francisco de Goyeneche y María Francisca de Balanza. Tradujo Comercio de Holanda ó el gran tesoro historial y político del floreciente comercio que los holandeses tienen en todos los Estados y Señoríos del mundo, Madrid 1717, reimpreso en 1746. 19 Louis Godin (1704-1760), matématico francés e iniciador de la famosa expedición geodésica francesa a Quito. En 1735, llegó a Perú junto con sus paisanos Pierre Bouger y Charles Marie de La Condamine y los españoles Antonio de Ulloa y Jorge Juan y Santacilia (véase pág. 13, nota 1). Al terminar la expedición, Godin permaneció en Lima como profesor de matemáticas en la Universidad de San Marcos hasta 1748. A finales de aquel año, cuando quiso volver a Europa y se puso en camino a Buenos Aires, pasó por Potosí, como menciona Pedro Prudencio Pérez. Su compañero de viaje, el naturalista Joseph de Jussieu, se separó de él en el camino y vivió de 1750 a 1755 como médico en Potosí, donde también se ocupó con problemas mineros. Godin falleció en Cádiz, donde había aceptado una cátedra (Dictionnaire 1985, XIII: 469470; Lafuente 1983: 551, 616-619; Lafuente/Mazuecos 1987: 60, 150-152; Ten 1988: 190-193; Pelayo/Puig-Samper 1993). Godin se ocupó en las obras de reconstrucción después del terrible terremoto que asoló a la zona de Lima en 1746. Sobre todo trazó el plan de la nueva ciudadela que defendía el puerto de Callao, cuya realización se inició en 1747, igualmente participó en posición prominente en la reconstrucción de la catedral de Lima (Moreno Cebrián 1983: 76-78). 20 La zona minera en cuestión es Schemnitz, hoy Banská Stiavnica en Eslovaquia, que hasta 1918 fue territorio de la corona de Hungría.
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otros d o c e para la N u e v a España, en d o n d e considero que tendrán la m i s m a dificultad en el acierto del beneficio, d á n d o l e por ejemplar, p a r a esta acertada d e t e r m i n a c i ó n , la gran m á x i m a del moscovita, 2 1 que envió hijos de caballeros de su reino a las principales Cortes de E u r o p a a aprender los m o d a l e s , facultades y ciencias, de q u e se le han seguido tan felices progresos a la M o s c o v i a . L o m i s m o hice con don Martín Delgar, 2 2 q u e con principios de m a t e m á t i c a y q u í m i c a se aplicó en este reino a querer averiguar las reglas q u e estos beneficiadores llevaba[n] en el b e n e f i c i o de los metales y no halló n i n g u n a ; y d e s e o s o de conseguir u n a cosa tan importantísima, h a b i é n d o s e restituido a Europa, m e escribe con f e c h a de 7 de n o v i e m b r e del a ñ o de [1]751 de B a y o n a , de Francia, su tierra, q u e p a s a b a a París, en d o n d e se detendría m u y p o c o con el á n i m o de ir a la H u n g r í a a a v e r i g u a r el m o d o con que beneficiaban los metales en aquel reino y que, si c o n s e g u í a el feliz éxito de su deseo, formaría una cartilla con los p r o p r i o s t é r m i n o s para la inteligencia de este país y la daría a la imprenta; [fue] e s t i m u l a d o a esto por un autor h o l a n d é s llamado Bourrab 2 3 q u e escribe de artes m e t á l i c o s y su b e n e f i c i o con la m á s prolija q u í m i c a m o d e r n a y, citando éste a otro autor de la H u n g r í a , dice q u e escribe con tanta perfección en el b e n e f i c i o de los m e t a l e s q u e cualquiera q u e cogiere el libro los beneficiará p e r f e c t a m e n t e . M e avisan q u e d i c h o d o n Martín Delgar se casó en París. Y o n o he tenido carta de él ni sé si p a s ó a la Hungría. T a m p o c o la he tenido de don Luis G o d i n . Y de a m b o s e s p e r a b a m e remitiesen el libro citado, advertidos de q u e m e lo habían de enviar en los i d i o m a s español, latín, f r a n c é s o inglés, p o r q u e de las d e m á s lenguas con dificultad se hallará aquí quien las entienda, y m e p e r s u a d o [de] que, si m e lo han e n v i a d o , se h a b r á p e r d i d o con sus cartas en los navios q u e han padecido naufragio. S i e m p r e he estado con el incesante a n h e l o de ver c ó m o p u d i e r a adelantar en este ejercicio de m i n e r o , así en la saca de metales, habilitando m i n a s y e r m a s y despobladas, a b a n d o n a d a s de los antiguos, c o m o en el a u m e n t o de las moliendas, e x p e n d i e n d o en u n o y otro e m p e ñ o m u c h o caudal, c o m o es público y
21 Se refiere a Pedro I el Grande (1672-1725), zar ruso que intentaba una política de modernización parecida a la de los borbones españoles. Sobre su legendaria fama también en Esparta, véase el elogio del P. Feijóo (1774 [1750], III: 200-216). 22 Martín Delgar, médico cirujano francés que vino a Perú en 1744; se ocupó en la industria minera y se hizo de una buena reputación por haber introducido nuevos métodos de cirugía en el virreinato (Mendiburu 1931-35, IV: 368). En el ANB Colección Rück, núm. 556, se conserva un manuscrito, de 98 páginas, sobre plantas y otras sustancias medicinales que se usaban en los Andes. Al final (pág. 97) dice: "Manifiesto a todos lo más electo de la medicina, que por espacio de cincuenta y seis años me manifestó la práctica", lo que hace suponer que regresó a América con posterioridad a este informe. 23 No hemos podido identificar a este autor.
77 notorio, habiendo construido dos ingenios nuevos desde sus cimientos -este que tengo en la ribera de esta villa y otro en el asiento de Huarihuari, 24 ambos los mejores de toda la América en su construcción y firmeza- prometiendo su existencia y duración cual otro ninguno, no que por ser tan patente lo pronuncio. Y [añado] que el ingenio de Huarihuari lo hice construir para hacer ver que cuando no se hallen los ejes necesarios precisos para la máquina del ingenio, que hasta aquí se construyeron de una pieza, se puede formar éste con diferentes piezas como está el expresado eje de mi ingenio en el dicho asiento de Huarihuari, cuya hacienda me pertenece; en donde, por no haber la suficiente agua ni disposición para construir vasos [o] lagunas en donde se encierre ésta para el tiempo de seca, se logra25 [la molienda] con menos agua, esto es con la cuarta parte menos de agua que necesitan los ingenios de esta ribera de Potosí, para que las ruedas tengan el regular curso para las moliendas de los metales; en aquel [asiento] se logra el mismo efecto con la cuarta parte menos de agua. Todo consta a Vuestra Señoría, pues, con su celosa aplicación, pasó a verlo a dicho asiento, manifestando como en todo cuanto está a su cargo su gran justificación y deseo de adelantar el real herario, providenciando cuanto conduce a este fin; siéndome permitido el que pretenda yo ser reputado con el mismo celo a favor del real haber y bien de la causa pública, porque siempre me he esmerado en esto con mis mayores esfuerzos y lo acreditan los informes que tengo hechos a Su Majestad como diputado de este ilustre gremio de azogueros y de la real compañía, persuadido a que habrán merecido alguna atención, pues han sido dictados con lo que la práctica me ha enseñado, sujeto a conciencia y como que el vasallo debe hablar con su soberano con la verdad sabida y la fe. Los metales 26 que de orden de Vuestra Señoría he entregado a los diputados nombrados por Vuestra Señoría y están acomodados para su transporte en los cajones números 9 y 10, son de mi labor nombrada Nuestra Señora del Rosario, en el paraje que comúnmente llaman de Sivicos en este cerro, situada su boca al oeste en la medianía de dicho cerro en su perpendicular, la que estaba yerma y despoblada y abandonada de los antiguos, sin saber quién fue el que abrió dicha boca ni quién trabajó últimamente en dicha labor por más diligencias que se hicieron, como consta de los instrumentos jurídicos que tengo y de la adjudicación de ella con todas las circunstancias prevenidas por reales ordenanzas, aprobadas por el superior gobierno, habiéndome empeñado a esta empresa Domingo Serrano de Mora, azoguero actual en esta ribera, el año de [1]735. Y dicha labor la encontré ciega e impedida, y gasté muchos pesos en limpiar el barreno o socavón, o como lo quisieren llamar, hasta que encontré el frontón de
24 "Guariguari" en el manuscrito. 25 "logre" en el documento. 26 "El metal" en el documento.
78 dicho barreno al rumbo del leste a distancia de más de trescientas y cincuenta varas y proseguí trabajándolo hasta el año de [1]743, haciendo diferentes cortes de vetas en los que por no haber hallado metales de ley están intactos. Y [en] dicho año, a distancia de setecientas cincuenta y siete varas de dicha bocamina al expresado rumbo del leste, corté una veta manteada, a la que le puse por nombre San Vicente Ferrer, de la que saqué metales en compañía con don Antonio Rodríguez, ya difunto, por convenio, como consta de escriptura que se otorgó a dicha compañía, la que ha proseguido y prosigue con sus herederos, la señora marquesa de Casa Palacio y doña Antonia de la Quintana, 2 7 mujer legítima del señor doctor don José de Giraldes, 28 oidor de la Real Audiencia de la Plata, habiendo conseguido dar muchísimos marcos de diezmos a Su Majestad, como consta de las certificaciones dadas en todos los correos por los mercaderes de plata para remitir al superior gobierno, como está mandado y puesto en práctica por la gran gruesa que hemos traído en el trabajo, como es público y notorio, sin embargo de que la ley de los metales en tal cual punta llegaría a lavarse en diez marcos, pero en el total de la expresada gruesa a cinco marcos por cajón. Debiendo asegurar con la realidad que acostumbro, [declaro] que después de un empeño en tanta máquina, me hallo bien atrasado, porque los gastos para las sacas de ciento y treinta ayllus que regularmente se consiguen en cada semana cuestan muy cerca de 700 pesos, sus bajas 260 y el beneficiar dichos metales en los ingenios, a saber en moliendas, repaso, sal, cal y otros ingredientes con que se beneficia, entrando el consumo y pérdida de azogue, se puede regular [en] 960 pesos que con las dos partidas antecedentes suman 2 020 pesos; y que de los expresados ciento y treinta ayllus queden en sesenta cajones (porque siempre se experimenta algún desperdicio), los cuales a razón de cinco marcos, regulados por el precio que ha tenido hasta aquí la plata de siete pesos y dos reales marco, valen 2 175 pesos; [y así] parece que se viene a adelantar 155 pesos para todos los interesados. Pero si se lava por menos de los expresados cinco marcos el cajón (como nos está sucediendo actualmente), perdemos mucha plata en cada semana y, sin embargo, proseguimos trabajando la expresada labor con el mismo esfuerzo y empeño. Y la tenemos corrida al dicho rumbo del leste, que llaman a cuerpo de cerro, desde la expresada bocamina hasta 1 300 varas, habiendo cortado diferentes vetas en este trecho desde la referida veta nombrada
27 Sobrina de Antonio Rodríguez de Guzmán, mercader de plata y arrendatario de ingenios, del cual, junto con Bárbara de la Quintana, heredó en la década de los cincuenta del siglo XVIII, el ingenio de Laguacayo (Tandeter 1992: 179). 28 José Esteban de Giraldes y Pino, nacido en la ciudad de la Plata, hoy Sucre, en 1709; fue oidor de la Audiencia de Charcas en 1742. En 1750, contrajo matrimonio con Juana Antonia de la Quintana, marquesa de Casa Palacio (Burkholder/Chandler 1982: 137-138).
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de San Vicente, todas manteadas, en las que trabajamos cerro arriba, que llaman al rumbo del sur, y cerro abajo, al norte, habiendo hecho los registros de dichas vetas y mantos c o m o está dispuesto por reales ordenanzas. Su beneficio es la práctica regular. Molido el metal y puestas las harinas en el buitrón en dos o tres cuerpos el cajón, que se compone de cincuenta quintales, se repasa con un poco de cal para quitarle las grasas que se considera tiene. Después se le echa el azogue que se considera prudentemente, como v[erbi] g[ratia] diez y seis libras al cajón, y si pide más, se le añade[n] dos o cuatro libras con aquella prudente consideración del que corre con el beneficio, hasta que persuadido éste de que no dará más, hace la lava a Dios te la depare buena, porque c o m o llevo dicho a tientas se corre con ello por no tener conocimiento de la cualidad y ley de los metales ni reglas ningunas para beneficiarlo. Y el pobre del interesado paga todos estos defectos y vive aniquilado y destruido sin créditos, como me sucede a mí que distribuyendo más de dos mil pesos en cada una semana en gastos de cerro e ingenio no tengo con que poder comer el domingo. Los metales que asimismo he entregado y se han acomodado en los cajones números 27 y 28 son de la labor de Amoladera; su especie son vilaciques con quijos. Esta labor, está su boca al mismo rumbo del oeste encima de mi labor de Sevicos, con alguna guiñada al sur como cosa de cuarenta varas, y [hay] de distancia de una a otra boca como docientas varas. Es una labor muy trabajada y muy comida de los antiguos, una de las principales de nombre en este cerro, de la que fue dueño un fulano Bóveda 2 " y después el famoso y feliz don Antonio López de Quiroga, 3 0 en la que logró su primer fortuna, con la que habiendo hecho varias empresas así en este cerro como en el asiento de Lipes, 31 provincia de Chayanta, 3 2 en la provincia de Chichas, 33 y otros minerales de estos contornos, dió a Su Majestad más de veinte millones de quintos.
29 Probablemente se trata del gallego Lorenzo de Bóveda, padre de Felipa de Bóveda y Saravia, la esposa de Antonio López de Quiroga (Bakewell 1988: 13-15). 30 Sobre las actividades de este importante personaje del siglo XVII, véase Bakewell (1988; sobre sus empresas en la labor de Amoladera a partir de 1661, pág. 60-63 y 135-139). 31 Sobre las labores de López de Quiroga en Lipes, en el asiento de San Antonio del Nuevo Mundo, a partir de 1672, véase Bakewell (1988: 81-99). 32 Las actividades de López de Quiroga en Chayanta se iniciaron al principio de los años setenta del siglo XVII (Bakewell 1988: 77-81). Chayanta ya había sido lugar de minería prehispánica de plata (Bargalló 1955: 38; Juan/Ulloa 1748, III: 202; Alcedo 1967, I: 287). 33 Véase también Alcedo (1967,1: 296).
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En esta labor y sus ingenios correspondientes, por muerte de sus legítimos dueños, los Gambartes, 3 4 estoy trabajando desde julio del año próximo pasado por orden y disposición de Vuestra Señoría, quien cogió este arbitrio con su gran justificación, conociendo en mí el esmerado empeño en el trabajo, persuadido con su celo se conseguiría el adelantamiento de los reales diezmos. Pero, señor, aunque es cierto que trabajo en dicha labor e ingenios como Vuestra Señoría creyó, he tenido la desgracia de no haber conseguido ninguna lava de cuarto marcos, porque las más han sido de tres marcos por cajón y en estas cuatro últimas semanas a diez y ocho y veinte onzas cajón, y prudentemente considero que he perdido en esta empresa más de diez mil pesos, suplicando a Vuestra Señoría que con su prudente justificación tenga presente este hecho, que es averiguable, y que, sin embargo, le vivo sumamente agradecido y reconocido, porque su deliberación para darme estas haciendas en arrendamiento, prefiriéndome a otros, fue por auxiliarme con los indios de cédula que tiene de mita dicha hacienda, viendo en estos dos ingenios nuevos - q u e , como va expresado, he construido- [que] no tienen esta adjudicación, la que en justicia merecen, se les conceda por lo penoso y muy dificultoso que es el trabajar con gente mingada, gente tan entregada al vicio que voluntariamente no quieren trabajar y muchos aunque se les adelante la paga; que bien reflectado el caso merece atención por lo interesado que es el real haber y causa pública y la recompensa que merecen mis méritos. Este metal se beneficia, echándole el azogue tocado con estaño o plomo y con las demás circunstancias que van prevenidas arriba, con la general práctica como todos los demás de este cerro. Potosí y marzo 9 de 1754. Pedro Prudencio Pérez
[Informe de Esteban Gutiérrez Escalante,35 Potosí, 12 de marzo de 1754] En cumplimento de lo mandado por el señor don Ventura de Santelices y Venero del Consejo de Su Majestad, visitador de estas reales cajas, superintendente de la Real Casa de Moneda, juez privativo de la real mita y otras comisiones del real
34 Tal vez descendientes de Miguel de Gambarte, yerno de Antonio López de Quiroga (Bakewell 1988: 123-125). 35 En la polémica sobre el kajcheo, se opuso a la política radical de Francisco Velarde a quien responsabilizó de las inquietudes acaecidas en febrero de 1751 (Tandeter 1992: 136-137). El 30 de enero de 1753 figura como alcalde ordinario del cabildo de Potosí (AHP BSC, vol. 387, f. 69v-71r).
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servicio, como de la que se dé cuenta de los metales y sus minas, situación de ellas, su ley y vetas, de su labranza, es del tenor siguiente: La bocamina en que trabajo en este Cerro Rico de la Villa Imperial de Potosí está por frente del nacimiento del sol, llamada Chinchilla. Tiene su situación de las tres partes de altura; en las dos, en que se halla dicha boca, y entrando por ella por socavón, cortando sus vetas en distancia de 170 y más varas, con los retazos de barrenos hasta el encuentro y corte de la veta de Mendieta, en donde actualmente traigo la gente. Se distingue su metal en los dos cajones número 25 y 26 de otro, que después diré, en su color pardo y de quijirria, el que se sacó de dicha mina en el día 7 de marzo del presente año, cuya ley es de 6 marcos poco más y también menos. Se trabaja en ella con 40 y 50 indios en la profundidad de más de 600 para 700 varas desde la bocamina, con los piques en otras vetas y barrenos, hasta dicho encuentro de la veta de Mendieta, de cuyo metal se halla variación en la ley respecto de los migajones que se atraviesa para la más o menos ley de dicho metal, siendo esto común y general en todo mineraje; distingüese éste de los que hasta aquí descubiertos en la copia de vetas, cruceros y aspas que se encuentran y [se hallan] en ellos metales de mejor ley en cada nudo que hace de estos ramos que cruzan las vetas; y dichas vetas en lo común y general [están] distantes de unas y otras 6, 8 [o] 10 varas; que cogido el cerro por su plan de su circunvalación y - p o r línea recta concibo tener tres cuartos de legua- llegándose al conocimiento de la multitud de vetas que comprehende, llevando el rumbo de norte-sur, [quedan patentes] los muchos interesados que pueden trabajar, pues también su falda se halla guarnecida de vetas como la experiencia lo tiene así manifestado. Y [declaro] que equivale en este cerro la ley de 8, de 10, de 12 marcos a tanto cuanto otros minerales de 200 o 300 marcos por cajón, por la copia de ellos que cada interesado saca, sin intermisión en el trabajo; agregándose a este raudal de vetas, aspas y cruceros la multitud de mantos que comprehende desde la cima del cerro hasta sus chiles, los que lo van fajando como las hojas de un libro, distantes unos de otros ocho [o] diez varas en la misma conformidad que las vetas y en la ley [que], según sus situaciones y panizos y humedad, se hace más crecida , siendo esta generalidad por toda la redondez del cerro así a la parte del sol como del sombrío. La mina de Flamencos Chiquito, que asimesmo me pertenece, se halla en el mesmo paralelo de la que llevo deducido; esto es en la parte del sombrío, sacada una línea de la del sol a la citada del sombrío. Entrase por socavón de más de 280 varas y con el corte con que se termina con veta en mano, comida de los antiguos; se camina para los chiles y por ellos por barrenos a los cortes y recortes de muchas vetas, y siguiendo hasta la de mi Padre San Pedro Alcántara, en donde actualmente traigo la gente; [ésta] se halla en distancia de 700 y más varas. Su metal, que se sacó en 7 de marzo, y va en los dos cajones número 25 y
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26, distingüese del antecedente en que es colorado con ojos blancos y de migajón, que llamamos en el país vilacique; [y añado] que, para que mejor se conozca, por si acaso se halla mezclado con el antecedente, roseándolo todo con un poco de agua, se hallará en su color carmesí encendido. Es de ley de 6 marcos poco menos o más, comprehendiéndose la mesma variación que antecedentemente llevo dicho en la ley. Trabájase en ella con treinta a 40 indios, y saca de cajones [de] 10 [a] 12 en cada semana. Su autor de estas minas fue don Antonio de Verasátegui 36 de más de 130 años a esta parte. Y aunque comprehendo en este derecho otros muchos intereses, no se labran en las entrañas del cerro por el impedimento del agua; y otras, del humbe, que son los vapores podridos que levantan las antimonias que asimismo contaminan el metal, y por falta de correspondencia a que juegue el aire; pues en esto consiste poderse trabajar y que ardan luces sin embargo de la pudrición que vaporizan los metales. Es copia crecida de diezmos la que [se] ha impendido [en] la Real Hacienda desde aquellos tiempos hasta el presente, como debe de ello constar en estas reales cajas y asimesmo en el superior gobierno de estos reinos por las certificaciones [que] en cada correo van. Sin que [se] omita decir que habiendo más de 220 años haberse descubierto este cerro, están sus chiles por desentrañar y [hay] en los comedios mucho que comer, [así] que según su duración hay para los venideros en sus planes y chiles mucho que desfrutar de su riqueza, lo que así tengo hecho juicio, haciéndose digno este país de la atención de la Real Majestad respecto de los fundamentos dichos. Y [espero] que [con] el aventajado celo como integèrrimo en todo el señor don Ventura [de] Santelices y Venero no omitirá los informes correspondientes a esta mi realidad por ceder en beneficio de la Real Hacienda y común de todos los dominios de la Real Majestad; es cuanto se me ofrece decir sobre el asiento de las minas, situación y ley de metales en que al presente están, y para que consten lo firmé de mi nombre en Potosí y marzo 12 de 1754. Don Esteban Gutiérrez Escalante
36 Antonio de Verasátegui, natural de Vitoria, Alava, llegó como joven a Potosí, donde tenía parientes; la familia destacó prominentemente durante la llamada guerra de los vascongados y los vicuñas, en la segunda década del siglo XVII (Crespo Rodas 1956; AHN Ordnenes Militares, vol. 148, exp. 8807).
83 [Informe de Miguel Polo de Yriarte, Potosí, 19 de mayo de 1754] Señor don Ventura de Santelices y Venero, juez superintendente de la real mita, Casa de Moneda y otras comisiones: En virtud de la [instrucción] que tiene a Vuestra Señoría cometida el excelentísimo señor virrey de estos reinos, dimanada de la que de orden de Su Majestad le ministró el excelentísimo señor marqués de la Ensenada, secretario del Despacho Universal[,declaro lo siguiente]: Respondiendo al asunto, quisiera dar mi dictamen conforme a la real mente para que tuviese el buen éxito deseado, para que con él resultaran recrecidos beneficios a la Real Corona y universal bien de sus vasallos. Los metales 37 que de orden de Vuestra Señoría he puesto y van en los cajones número 11 y 12 son de mi mina que comúnmente llaman Medina, que está en este cerro y paraje que llaman la Vitoria, cerca de la cumbre, su boca al norte, la que según noticias que he podido adquirir trabajó Ambrosio Ruiz de Villodas38 por los años de 1675 y sacó metales de mucha ley (que ignoro de cuantos marcos cajón); y por el año de 1747, habiendo entrado al ejercicio de azoguero, la hallé cuasi imposibilitada de poder trabajar por estar derrumbada y ciega, y la limpié y pirqué, siguiéndola en limpia hasta trescientas y cincuenta varas, [hasta] que encontré metal que es el que estoy trabajando y va en dichos cajones. Su ley es de la que llaman guía, seis marcos por cajón, la broza de cuatro y medio, y la rebroza de tres. Los gastos de cerro y dos ingenios para la saca de setenta ayllus, que hacen treinta y cinco cajones que es el corriente que se consigue, son mil pesos cada semana en todo gasto de saca de metales, bajas, molienda y beneficio, entrando el consumo y pérdida de azogue. Su beneficio es como se sigue: Se ponen en el buitrón cincuenta quintales de metal molido y cernido en dos montones que llamamos cuerpos. Estos se hacen barro y se le echa a cada cuerpo dos quintales de sal y, después de repasado, se le echa su azogue correspondiente a la ley con cuatro onzas de estaño; y se repasa por tiempo de cuatro semanas, siguiendo el beneficio, si calientan mucho, con cal y, si fríos, con cobre, que es relave quemado; y a las cuatro semanas se le echa más azogue para [que] recoja las lises y haga cuerpo; y después [de] que quedan bien recogidas se sacan los cuerpos al lavadero o troja donde se lavan y [se] recoge la plata en caldo, que es
37 "El metal" en el documento. 38 Ambrosio Ruiz de Villodas empezó su carrera en Potosí como mayordomo de Antonio López de Quiroga en los años sesenta del siglo XVII; en 1672 fue nombrado veedor de la minas del Cerro Rico, y unos años después azoguero y dueño de minas (Bakewell 1988: 66).
84 mezclada con el azogue, y echándola en un cotense bien tupido, cae el azogue y queda la pella o plata en pasta en dicho lienzo. Potosí y m a y o 19 de 1754. Miguel Polo de Yriarte
[Informe de la marquesa de Santa María de Otavi,19 Potosí, 25 de mayo de 1754] En cumplimiento de lo mandado por el señor don Ventura de Santelices y V e n e r o del C o n s e j o de Su Majestad, corregidor y j u s t i c i a mayor, visitador de estas reales cajas, superintendente de la Real Casa de M o n e d a y j u e z privativo de la mita y otras misiones del real servicio, según el orden que le tiene c o m u n i c a d o el e x c e l e n t í s i m o señor virrey de estos reinos, para que d e m o s razón de los puntos contenidos en la instrucción que a Vuestra Señoría le remitió y nos ha h e c h o saber, debo e x p o n e r lo siguiente: L a mina que trabajo está en este cerro de la Villa de Potosí con el n o m b r e de A m o l a d e r a C h i c a y por otro nombre Arenas, la que está a la parte del sombrío de dicho cerro. Y ésta la hube por herencia de mis abuelos que fueron don J o s é de Quirós 4 0 y doña Sebastiana de M o n e a d a y sus antecesores. No ha sido dable saber quiénes fueron [sus descubridores] ni quién [la] trabajó primero. Y dicha mina tiene desde la b o c a hasta los parajes donde trabaja la gente con distintos rumbos setecientas varas, y esta variedad de rumbos es por las travesías que hay en los apartamientos de las vetas, por cuyo motivo no se puede decir el rumbo fijo, y a s i m e s m o por los mantos de metal que cruzan de una parte a otra. Y estos metales no tienen ley fija, porque unas veces los lavo de nueve y diez marcos, otras de siete y o c h o y ahora actualmente los estoy lavando de cinco m a r c o s y medio y seis; esto es a toda broza. El medio que practico para reparar el metal de la tierra o semimetales es en la forma siguiente: Después de pallado y separado el metal del que no lo es, para cuyo e f e c t o pongo gente destinada que son veinte o veinte y c i n c o hombres, se conduce a los ingenios en los que [los metales] se muelen bajo de almadanetas; y cernida su harina por telas de cedazos de alambre se pone en los buitrones con el peso de
39 Sobre los marqueses de Santa María de Otavi, véase Tandeter (1992: 188-190); la marquesa María Josefa Alvarez de Quirós, viuda de Juan de Santelices, primer marqués de Santa María de Otavi, contrajo matrimonio, en 1758, con el "inmigrante aventurero, Juan José Garrido, quien administrará las propiedades dilapidando buena parte de ellas" (Tandeter 1992: 188). 40 El gallego José de Quirós fue uno de los mineros más importantes al principio del siglo XVIII (Bakewell 1988: 177).
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cincuenta quintales, que son los que componen un cajón, el cual se divide en dos cuerpos de a veinte y cinco quintales; y en este estado se hace una masa con agua y seis [u] ocho arrobas de sal, y tampoco hay en esto regla cierta, porque muchas veces se le pone más por ser necesario para reparar la grasa y otros acompañados que tienen los metales; y se añade a esto veinte libras de cal y, después de bien repasado, se incorpora con veinte o veinte y cinco libras de azogue; y de esta manera se va siguiendo el beneficio [por] el espacio de cuatro semanas con continuo repaso, para cuyo efecto se aplican treinta hombres o más; y al tiempo que se reconoce haber dado toda la ley, lo reparo con cinco libras más de azogue cada cajón, y en estos términos se lava. El costo que me tiene cada marco es [de] siete pesos, con poca diferencia. Esto es actualmente, [aun]que hay ocasión [en] que tiene más, y esto es sin comprehenderse el interés del dinero. La cantidad de cajones que saco cada un año, poco más o menos, son dos mil y ciento. Los operarios que regularmente traigo en el trabajo de dicha mina son doscientos y más, los setenta y seis barreteros, los demás apiris o cargadores que sacan el metal a la cancha o bocamina; esto es sin otros veinte o treinta que llaman perdidos, porque no sacan metal y sólo se ocupan en poner pircas para la seguridad de la labor y asimesmo [en] seguir barrenos para lumbreras y [en] buscar otras vetas; y también se agregan otros que llaman cumuris, que son los que conducen el metal en carneros del cerro a los ingenios, para cuya administración mantengo cinco sujetos, los tres para la dirección y gobierno de la referida labor y los otros para el cuidado de los metales que se sacan a la cancha. Los indios cédulas, que por repartimiento del señor virrey conde de la Monclova 4 ' tienen los ingenios que poseo de dos cabezas, son o deben ser doscientos y cuarenta para [que sean] ochenta de semana, quedando los ciento y sesenta de descansos, [los] que hacen [en conjunto] las tres puntas. Y con las continuas revisitas que se han hecho de orden del superior gobierno de estos reinos, sólo me han quedado ciento cuarenta y uno de gruesa, [así] que, trabajando éstos en las dichas tres puntas, corresponden a cada semana sólo cuarenta y siete indios, con cuya falta se padece grande minoración en el aumento de marcos, siendo esta relación cierta que [va] con vista del capitán mayor de la mita, quien, como práctico y que entriega a cada interesado los indios que le tocan por sus repartimientos, podrá confirmar la verdad de esta relación. Los tres quintales del metal que se previene y es sacado de la dicha mi labor el día veinte de febrero de este presente año de mil setecientos cincuenta y cuatro,
41 El virrey conde de la Monclova, en 1692, aumentó el número de mitayos a 4 145, número que para la época que estudiamos se redujo a 2 9 1 9 . L a informante, por lo tanto, se refiere a una situación pasada hacía mucho tiempo (Moreno Cebrián 1983: 105; Tandeter 1992: 5 4 - 6 0 ) .
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son los que encierran los cajones número 15 y 16, donde van las tres calidades que se pide[n], como consta de sus brevetes inclusos en los dichos cajones. Y la razón de no exponer la ley de cada metal es porque no los beneficio con separación, sino todos juntos. Y es cuanto tengo que decir en el particular de la declaración ingenua que se me pide. Potosí y mayo 25 de 1754. La marquesa de Santa María de Otavi
[Informe del conde de Casa Real de Moneda,*2 Potosí, 10 de junio de 1754] [De] la mina nombrada Pimentel, que en este Cerro Rico trabaja el conde de Casa Real de Moneda en la Villa de Potosí, que está al sombrío, se ignora quien fue en la antigüedad su primer descubridor; y su actual poseedor la hubo por compra que hizo de doña Antonia de Velasco y su hijo don Antonio de Ortega y Velasco, 43 por el año pasado de setecientos cuarenta y ocho. Y por noticia que le han dado sabe que el año de setecientos diez y seis, don Santiago de Ortega siguió un barreno en esta mina y habiéndolo trabajado diez años no encontró metal de ley, hasta que por el año pasado de setecientos veinte y seis o veinte y siete halló metales de doce a catorce marcos de ley en cada cajón, los que descaecieron de esta [ley] después; y en este estado, por el ya expresado año, pasó dicha mina y barreno a poder del predicho conde, quien desde entonces ha trabajado con variedad en cuanto a la ley, la que en los anteriores tiempos ha sido de cuatro o cinco marcos por cajón, perdiendo mucho dinero en su beneficio; y de un año a esta parte, poco más, ha subido a seis marcos en unas lavas y en otras a siete marcos por cajón. Y componiéndose éste de dos ayllus y teniendo de costo cada ayllu puesto en el ingenio que se compone de veinte y cinco quintales, doce pesos y en las semanas quebradas trece y catorce pesos, por la suma distancia que hay de más de mil y doscientos varas a los frontones desde la bocamina, es muy corta y las más veces ninguna la utilidad; y aunque otros pudieran reportarla por no tener sus labores en esta distancia, se le agregan los demás costos que se impenden hasta sacar los marcos de plata que son los siguientes:
42 Juan de Lizarazu (1710-1783), a partir de 1753, primer conde de la Casa Real de Moneda; sobre la familia de los Lizarazu, presente en el Alto Perú desde 1633, véase Tandeter (1992: 175-177). 43 "Entre 1740 y 1783 compró de Antonio Ortega y su madre Antonia Velasco los ingenios de San Marcos y San Diego, con 4 cabezas, 3 de las cuales dotadas de mita" (Tandeter 1992: 176).
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Primero, los ya expresados 24 pesos de la saca de un cajón de metal hasta su baja al ingenio - 3 pesos de molienda - 3 pesos de repaso - 2 pesos 4 reales de sal - 2 pesos [de] almadanetas - 4 reales de azadones - en telas para cemir el metal, tachuelas, clavos, cadenas, mazos, sobarbos, cal, estaño o plomo, carbón para requemar la pella, 1 peso - en el consumo, 3 pesos por tres libras de azoque en el cajón de seis marcos; en la pérdida al tiempo de lavar los cuerpos, media libra de azoque que son 4 reales, y si son de siete marcos el cajón por las tres y media libras de azoque de consumo, corresponden 3 pesos 4 reales Por 169 pesos que contribuyo cada semana, en esta forma: - 102 pesos por la compra de dichos ingenios - 16 pesos al administrador - 14 pesos al beneficiador - 10 pesos al carpintero por las cuatro cabezas - 8 pesos al mayordomo de las dos cabezas y 7 pesos al de las otras dos - 6 pesos a los dos servires o sobreestantes de los cuatro morterados - 6 pesos a los dos indios capitanes de ambos ingenios que hacen los dichos 169 pesos, y compartidos en sesenta ayllus de metal que hacen treinta cajones que en cada una semana resultan de la mina, corresponde repartido este costo a 5 pesos 5 reales a cada cajón, [más] 15 pesos a los doce indios lavadores de dichos treinta cajones en cada una semana que resultan 4 reales. Item, por los leguajes que pago a los indios cédulas en cada un año corresponden 1 peso 4 reales en cada uno de los treinta cajones de costo y todos estos montan 47 pesos 1 real que tiene de gasto cada cajón, que siendo de seis marcos corresponde a cada un marco a 7 pesos 7 reales, poco menos, el costo, y siendo de siete marcos corresponde a 6 pesos 6 reales, poco menos, sin traer a consideración los costos y menoscabos que necesariamente resultan en este ejercicio, como son los de las obras mayores en la facción de ruedas, precisión de ejes, canales y chiflones en que se gastan muchos pesos. Y desde el mes de agosto hasta el mes de enero en que toman vigor los pastos se experimenta considerable pérdida en la baja del metal, porque los cumuris, así por no maltratar sus carneros de la tierra como por la debilidad que éstos padecen, 44 debiendo bajar el
44 Compárese Ocafla (1969: 205) que observó en 1601: "Estos indios andan con los carneros de la tierra, que son criados con su flema; y tienen tanta, que si un carnero de aquéllos se echa con la carga, no se quiere levantar aunque el indio le dé mil palos ni
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metal de cinco arrobas veinte libras y de seis arrobas, lo bajan sólo de cuatro arrobas y libras 45 contribuyéndoseles de uno y otro modo los dos pesos que por la baja de cada ayllu apercibe, no siendo de menor consideración el atraso que [se] padece en las semanas quebradas, que se llaman así por mediar día de precepto para los indios, en las que sólo trabajan tres o cuatro pallas, debiendo ser cinco las de la semana entera, y cuanto descaece en estas semanas - q u e no son pocas al cabo del a ñ o - la saca del metal, sube el costo a trece y catorce pesos el ayllu; [a]demás de ios atrasos que [se] ha[n] padecido en los años de pocas lluvias, porque o se deja de moler en varias semanas o, siendo la [5/c] agua que se echa a la ribera escasa, resulta el atraso de la poca molienda y consiguientemente la pérdida de los puestos, ocasionando estas contingencias con la corta ley de los metales general ruina en los que se destinan a este ejercicio como me sucede, pues después de haber gastado todo mi crecido caudal sólo prosigo con la esperanza de que mejoren en su ley los metales. Los operarios que trabajan en el cerro son entre cédulas y mingas, que son los libres, ciento cincuenta indios, pocos más o menos, de los cuales los unos sirven de barreteros, que son los que destrozan de la veta el metal, y los otros de apires, que son los que lo cargan y lo sacan desde los frontones hasta la bocamina; fuera de veinte y cinco o treinta pallires, que son los que escogen el metal del que no lo es en la cancha de la bocamina, teniendo para este trajín destinados dos mineros, un guarda y un cancha minero, que es el que cuida de que pallen o rebrocen bien el metal en la cancha, separándole de los siques o cajas. En las cuatro cabezas de ingenios, son los que repasan los cajones que están ya en masa en los buitrones incorporados con azoque, sesenta indios, fuera de treinta y seis que se destinan en cada día en los cuatro morterados para moler y cernir, y otros treinta y seis de noche para el mesmo uso. Con los sobreestantes y mayordomos, ya arriba mencionados, hacen trescientos siete indios, que con los lavadores de los cuerpos, servires y capitanes y cumuris, que son los que bajan el metal al ingenio, pasan de trescientos y cuarenta.
aunque lo maten; y por mucho que le tuerzan la cola y le apriete los compañones, no se levanta. Y el indio se asienta en el camino junto al carnero, y así se le está mirando dos o tres horas hasta que el mismo carnero se levanta. (...) y por esto no andan españoles con ellos, sino indios, porque ha acontecido, viniendo algunos españoles con estos carneros, echarse en el camino de cansados, que es muy ordinario, y querer levantarlos el español y matarlos a palos y dejárselos por aquellos caminos muertos; y por esto no andan con ellos sino indios, que son flemáticos." Véanse también los interesante párrafos de Ulloa (1772: 126-127). 45 Compárese una descripción de la provincia de Chucuito de 1782: "De las llamas se valen los indios para cargar cuatro o cinco arrobas en cada uno, y con ellos viajan hasta la Paz y Oruro con sus efectos (...)" (Miño Grijalva 1984: 631).
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Y con esta proeza, que es de las mayores en esta ribera, saco diez y ocho mil marcos con poca diferencia en cada un año, que aunque no corresponden éstos a la saca de los cajones de metal ni a su ley, pero teniendo grueso trajín en la compra de los relaves que resultan de los lavaderos o cochas de los trapicheros, con dos hornos que llevo corrientes para la quema de dichos relaves, resulta de éstos el aumento de la saca de marcos. Los metales son pocos que no necesitan de quema, los que se benefician por crudo con diez libras de azogue cada cuerpo de primero incorporo con ocho onzas de plomo, y después [de] que en las cuatro semanas de repaso se han recogido las lises de plata y se han ablandado los plomos, llevándose sobre caliente el azogue, se limpian con un balde de agua de cal y con tres libras más de yapa o baño en cada cuerpo, para que acabe de recoger toda la lis de plata y la que suele irse en las lamas. Ajustada la lava, se echan veinte y veinte y cinco cuerpos a la troje del lavadero, con ciento y cincuenta libras de azogue por último rebaño. Dicha mina se halla en los conmedios del cerro, aunque [es] tan lata que del sombrío se ha pasado al sol con el continuo trabajo; pero no tiene agua. Y los metales de dicha labor de Pimentel son los que están en los cajones del número trece y catorce; y se advierte que en el costo de cada marco antecedentemente expresado no se trae a consideración el interés del dinero. Esta es la razón más expresiva que en este asunto puedo dar y lo firmé en Potosí en diez días de junio de mil setecientos cincuenta y cuatro aflos. El conde de Casa Real de Moneda
[Informe de Joaquín Bravo de Bobadilla,46 Potosí, 5 de agosto de 1754] En cumplimento de lo mandado por el señor ministro don Ventura de Santelices y Venero, por carta orden del superior gobierno, debo decir que la mina que actualmente poseo, llamada Brisuela Chiquita, es herencia de mi padre, la que está muy trabajada; y no se sabe de su origen, quien fuese su [primer] dueño; [añado] que ha quince años a esta parte la estoy poseyendo a fuerza de diligencias y caudal. Y los parajes en que trabajaba dicho mi padre quedaron imposibilitados por hundimientos y humbes; 4 7 y de tres años a esta parte, en distancia de 320 varas de la bocamina, en los parajes de afuera, con barreno que he dado, he hallado los metales que remito en los cajones que van con los números 21 y 22, los que
46 Propietario del ingenio de Alantaña; fallecido en 1791 (Tandeter 1992. 182-183). 47 "jumbes" en el manuscrito.
90 actualmente los hallo de ley de 4 marcos 2 onzas, poco más o menos, por cajón, el que se regula de 50 quintales con el beneficio siguiente: A un cajón de dicho metal se [le] incorpora con 3 quintales de sal y 10 libras de azogue, juntos con 114 libra de plomo derretido que se pone al azogue y a dicho cajón; y se repasa o se pisa 18 o 20 días; y en el término de ellos, se le aplican los materiales que necesita, como es la cal, si sale violento en calor, y si sale frío, con un magistral que comúnmente llamamos cobre; [así] lo habilitamos a que se ponga en términos de que dé la ley, y apagándole el azogue que pide hasta su definición, aunque en estos términos se conoce de no sacarle toda la ley que tiene, por el motivo de los indios que al cernir dichos metales, introducen más de la tercia parte de metal en granzilla o harina gruesa, por más cuidado que se ponga, poniendo cedazos tupidos de alambre de cobre. Los dichos indios lo[s] punzan con clavos o alesnas, por lo que es probable no se le saque todo el jugo del metal. Y en la actual providencia estoy entendiendo, con nuevo modo, ver si hallo más ley, de lo que daré parte a dicho señor ministro, logrado mi discurso, para que dé noticia a Su Majestad (que Dios guarde). Potosí, agosto 5 de 1754. Joaquín Bravo de Bobadilla
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4.
4.1.
ORURO
Esbozo histórico de la minería en Oruro
Las minas de Oruro se descubrieron en 1595 y alcanzaron durante algún tiempo considerables niveles de producción, que incluso pudieron competir pasajeramente con la legendaria riqueza de Potosí (Bargalló 1955: 215; Descripción 1958 [ca. 1615-20]: 98). Como en todas las bonanzas mineras, la vida de los negocios de esta época se caracterizó por una febril actividad. El P. Bernabé Cobo (1956 [1653], I: 137) escribió que, hallándose en Oruro en 1617, había visto personalmente como se vendían "a mil y a dos mil pesos la vara de mina, y acabar uno de descubrir una mina y venderla en cincuenta mil pesos de contado". Pero después de algunas décadas la extracción de plata empezó a bajar, aunque Oruro nunca dejó de ser uno de los asientos mineros más importantes, después de Potosí, gracias a lo cual es una de las minas relativamente bien estudiadas del área andina colonial. Como la mayoría de los otros centros mineros secundarios, no disponía de un suministro de trabajo forzado indígena tal como se había establecido en favor del Cerro Rico de Potosí (Zuwalski 1985 y 1995). A mediados del siglo XVIII Oruro experimentó una pequeña recuperación, sin alcanzar el nivel del siglo anterior. Sobre la situación de Oruro en la década anterior a los informes aquí reunidos, puede citarse la descripción de Antonio de Ulloa: "Hay allí mucha abundancia de Minas de Oro, y de Plata: las primeras, aunque descubiertas desde el tiempo de los Ingas, se han trabajado muy poco; las de Plata han sido y son tan famosas, que toda la Provincia se ha hecho bien conocida por la riqueza, que de ellas se ha sacado: al presente tienen alguna decadencia, y no corta, porque muchas han dado en Agua, sin haver aprovechado, para ponerlas corrientes, todas las diligencias de varios Mineros, que han intentado desaguarlas; y assí las que al presente se trabajan con más provecho, son las de Popó, Cerros que distan como 12. leguas de la Villa. La capacidad de ésta es grande, y muy poblada por el crecido Comercio, que las Minas han atraído" (JuanAJlloa 1748, III: 200-201).
El documento que a continuación reproducimos desafortunadamente no contiene ninguna información sobre la minería local. Es únicamente una breve carta que acompañó a una piedra bezoar' que el informante quiso regalar al rey. Menciona la realización de un envío más amplio de informes y minerales efectuado por el
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Sobre las piedras bezoares, véase Amorós (1963: 14-15).
92 corregidor del lugar, que no había querido integrar en él la piedra estomacal referida. Esto nos puede servir como indicio de que hubo un informe más interesante, pero como no se ha localizado no se puede decir más al respecto. Si el informe presente no nos dice nada sobre la minería, demuestra como los habitantes de la colonia intentaban a veces hacerse de méritos y sacar provecho, respondiendo a los deseos reales, aunque sea con un pobre contenido. A partir de los años treinta del siglo XVIII, en Oruro se dieron fuertes tensiones y conflictos dentro de la élite local, los que tuvieron su último auge precisamente en el año de 1753, alrededor del conflictivo corregidor Miguel de Landaeta (Torres Sejas 1994: 129-159). Uno de los personajes más importantes entre sus opositores era Martín de Espeleta y Villanueva, el autor de nuestro informe, que había sido corregidor de Oruro de 1738 a 1745. Las discordias del año 1753 aparentemente han influido el documento, ya que Martín de Espeleta y Villanueva aprovechó el tema de la creación del Gabinete de Historia Natural como pretexto para atacar el modo de gobernar del entonces corregidor. Este, sin embargo, ya en ese entonces había perdido el apoyo de las autoridades virreinales y, a principios de 1754, fue sustituido por su padre, Juan de Landaeta, el que ya anteriormente en la misma función se había mostrado apto para calmar los ánimos exaltados. En 1755 le sucedió por segunda ocasión en el cargo de corregidor Martín de Espeleta.2 Tal vez el envío del pequeño regalo al rey haya contribuido a su buen prestigio. La bonanza de Oruro de mediados del siglo XVIII no duró mucho y su fin ya parece haberse anunciado en 1779.3 La catástrofe iba a ser la rebelión de Tupac Amaru, que redujo la producción en aproximadamente la tercera parte de lo que había sido con anterioridad. Aunque la recuperación se inició inmediatamente, Oruro nunca alcanzó su antiguo rango (Cornblit 1995: 98-110). Más tarde el estado de la producción volvió a empeorar, cuando las guerras de independencia causaron irreparables daños en las instalaciones de producción (Temple 1830, II: 29). Así un informe anónimo de 1826 pinta la triste imagen del lugar: "Me causa un dolor siquiera el bosquejo de la situación. La ciudad capital es un retrato de las ruinas de Palmira. (...) La población de Oruro no es ahora una tercia parte de lo que había antes. (...) A excepción de un español superior a todo elogio que más por filantropía que por interés personal ha querido reanimar la minería, no hay en
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Documentos 1974, I: 503; Moreno Cebrián 1983: 324-326; Vázquez-Machicado 1989: 233; Comblit 1995: 37-91, 85-91, 211-213. Posiblemente se trata del mismo Martín de Espeleta a quien más tarde el rey le confirió el corregimiento de Santa Cruz de la Sierra, mas el conde de Superunda (que ya le había dado el cargo a otra persona) lo trasladó a Pilaya y Paspaya, donde murió (Moreno Cebrián 1983: 324, 448).
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Informe del contador mayor Juan Francisco Navarro al visitador general José Antonio Areche, Potosí, 25 de junio de 1779. En: Acevedo 1960-61: 278-279.
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Oruro un capitalista que pueda dedicarse a este penoso ejercicio" (Lema 1994 [1826]: 77-78). En 1827 se descubrió un veta muy prometedora, pero la gran profundidad de las mejores minas, los correspondientes problemas de desagüe, así como la falta de capitales impedían albergar grandes esperanzas sobre una pronta recuperación de la minería del lugar. El único producto minero de consideración en esta época lo constituía el estaño que se explotaba en las cercanías en las minas de Huanuni; en 1824 se produjeron 500 toneladas, pero entre 1825 y 1826 la cantidad no pasó de las 350 toneladas; su comercialización estuvo en manos francesas (Pentland 1975 [1827]: 56-57,71-72, 122). Durante las décadas siguientes, la minería de Oruro no pudo alcanzar proporciones considerables. En 1867, se instaló en la ciudad una compañía francesa, y a partir de 1870 la producción empezó a recuperarse. Inicialmente este desarrollo tenía como base la plata, pero hacia finales del siglo, fomentado por la construcción de ferrocarriles, el estaño empezó su gran auge en Oruro, Huanuni y en toda Bolivia (Stelzner 1897: 34-39).
4.2.
Documento
Copia de la carta escrita por don Martín de Espeleta y Villanueva, en la que remite una piedra bezoar con peso de tres libras y trece onzas. Excelentísimo Señor: Aunque ha más de trece años que conservo en mi poder la piedra bezoar que acompaña a esta [carta] con peso de tres libras y trece onzas (extraída de un animal, especie de tigre o gato montés, llamado comúnmente anta), 4 en el gobierno de Santa Cruz de la Sierra, con el ánimo serio de llevarla personalmente a Su Magestad (que Dios guarde), hallándome desfraudado [sic] por la suma miseria que padezco y [por] haber perdido las esperanzas de pasar [a] aquellos reinos, con la ocasión del orden circular, que de el de V.E. se ha publicado en esta villa, para que todos los sujetos que labraren minas o tuvieren otras alhajas o monumentos dignos de aprecio, concurra[n] con ellos al corregidor del partido, para que en los próximos navios se despachen a España, para el fin de adornar y enriquecer el Gabinete de Historia Natural, que se está para construir en la corte
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anta (alce, en América también tapir). Posiblemente falta del copista por onza, que equivale a jaguar. Sobre las piedras bezoares, véase por ejemplo Cobo (1956 [1653], I: 128-131).
94 de Madrid, hago a Vuestra Excelencia remisión de dicha piedra por lo precioso y singular de ella, teniendo por cierto que entre otras muchas preciosidades que pueda contribuir este reino, no será la de menor aprecio, mayormente para el destinado efecto, motivo que me ha alentado a su remesa. Habiéndola manifestado anteriormente al corregidor 5 de esta villa, para que la nomine entre las demás piedras y metales que de ella se remitieren, y aunque su desaliño va manifestando lo desnudo de su naturaleza, esta misma arguye mi total indigencia que, a no ser notoria y extrema, la hubiera remitido con aquel engaste, que cuando no fuese proporcionado a la grandeza de tan gran monarca, a lo menos hubiera ofrecido más completo el corto sacrificio, con que deseo llegue reverente a sus reales plantas por mano de Vuestra Excelencia. Y siendo éste un índice de mi lealtad, espero que por ella tendré el merecido galardón de su aprecio, que es lo único a que puede aspirar mi reconocimiento. Dios, nuestro señor, guarde la importante persona de Vuestra Excelencia muchos y felices años como estos reinos necesitan para su mayor aumento, Oruro y diciembre 4 de 1753. Excelentísimo señor, beso los pies de Vuestra Excelencia. Su más rendido servidor, Martín [de] Espeleta y Villanueva Es copia de la carta original que queda en la secretaría de cámara de S.E. de mi cargo. Lima, 12 de febrero de 1754. Diego de Hesles6
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Miguel de Landaeta. Secretario del virrey conde de Superunda (Lohmann Villena 1959: 443; Moreno Cebrián 1983: 135).
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5.
OMASUYOS
(ACHACACHI)
5.1. Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Omasuyos A mediados del siglo XVIII, la población colonial de Achacachi, situada al oriente del lago Titicaca, era sede del corregidor de la provincia de Omasuyos. El toponímico aymara omasuyu tiene su origen en una división de la región del lago en dos mitades (suyus), definidas según conceptos ecológicos, cuya línea divisoria atravesaba el lago de Titicaca en dirección norte-sur. La parte occidental se llamaba urcosuyu, la parte oriental omasuyu (Río 1995). Esta última designación ha sobrevivido como nombre de un corregimiento colonial y, también, de una provincia moderna, que forma parte del departamento de La Paz. Su sede administrativa sigue siendo Achacachi. La minería nunca ha sido de gran importancia en la región. No obstante, hay varias noticias sobre su presencia e incluso se ha llegado a hablar de una tradición minera desde épocas prehispánicas. Los indígenas de la zona participaban probablemente también en la explotación de los yacimientos auríferos de los valles vecinos de Larecaja y Carabaya.' En Huarina, al sur de Achacachi, donde Gonzalo Pizarro y sus seguidores vencieron a las tropas reales en 1547, había, según Alvaro Alonso Barba (1967 [1640]: 56), unas minas de azogue sin explotar;2 también las menciona el autor del documento publicado a continuación. A mediados del siglo XVIII apuntó Bueno (1951 [1770]: 121): "Hay en esta provincia minas de oro; pero no se trabajan. También en tiempos antiguos se hallaron algunas de plata que se trabajaron con utilidad." Como tantas otras veces, Alcedo (1967 [1786-89], III: 57) reprodujo esta información casi textualmente. En el documento publicado a continuación se menciona también Carabuco, lugar que en épocas coloniales alcanzó cierta fama gracias a la iglesia de Santa Cruz de Carabuco por su relación con la supuesta presencia de San Bartolomé, del que se decía que había intentado evangelizar a los habitantes de Perú ya antes de la llegada de los españoles (Poma de Ayala 1980 [ca. 1615]: 93-95; Ocaña
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Informe sobre las minas de Carabaya y Larecaja, levantado por el visitador general Francisco de Cáceres, Carabuco, II de junio de 1573. En: Jiménez de Espada 1965, II: 68-71. Compárese Bargalló (1955: 265), que al parecer interpreta mal la frase de Alonso Barba. Sobre la población indígena de Huarina, véase Buechler/Buechler 1971.
96 1969 [1603]: 234-236; Bueno 1951 [1770]: 120-121). En los alrededores de Carabuco había un yacimiento de estaño que se menciona en nuestro informe. Fue descrito ya en la primera mitad del siglo XVII por Alvaro Alonso Barba, que conocía la zona personalmente: "(...) hay también labores de este metal [= estaño], que los indios trabajaron en tiempo de sus incas, y después han proseguido los españoles. Son las vetas caudalosas y ricos los metales en su género: sácanse también entre ellos algunos de mucha plata, y todos participan de algún cobre, por cuya mezcla es este estaño más vistoso y duro. La fama de la riqueza de estas vetas me llevó a verlas, además de la curiosidad que he tenido en ver y experimentar los minerales de todas estas provincias" (Alonso Barba 1967 [1640]: 54). 3
5.2. Documento [Carta de Martín Antonio de Vértiz Verea al rey, Achacachi,4 2 de diciembre de 1753]5 Señor: Luego que el conde de Superunda, vuestro virrey de estos reinos, me dirigió con carta de diez de agosto de este año la instrucción que le incluyó en otra de orden de Vuestra Majestad el marqués de la Ensenada, secretario del Despacho Universal, para que arreglándose a ella, los corregidores y gobernadores hagan recoger en sus jurisdicciones toda suerte de metales, de oro y plata, y otros inferiores, y de piedras preciosas de cualquiera calidad, en la cantidad y con la puntual noticia que se expresa en los diez y siete capítulos de dicha instrucción, solicitando también cuantas alhajas curiosas de la antigüedad sean dignas para el fin de la formación del Real Gabinete de Historia Natural, que ha sido del real ánimo de Vuestra Majestad, para que se remitan en la primera ocasión, que será en los navios de registro que regresen por el Cabo de Hornos o al fin de este dicho año, [estoy] anticipando esta diligencia para que no se pierda esta oportunidad, según la prevención de vuestro virrey. Y en medio del insosegable afán personal a que estoy estrechado en este provincia de Omasuyo, en que me hallo ejerciendo el empleo de corregidor de ella, así en la administración de justicia como en la
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Para alguna información sobre el siglo XIX, véase Stelzner (1897: 31). "Hachacache" en el manuscrito. En el AGI Indif., leg. 1549, se encuentra la copia de una carta prácticamente idéntica, dirigida al virrey conde de Superunda, la que no reproducimos aquí.
97 recaudación de los reales tributos de Vuestra Majestad y ejecución de repetidas órdenes de vuestro virrey, [de la] Audiencia Real de la Plata y encargos de oficios reales para la administración de otros ramos de vuestro real haber, he dedicado mis más eficaces desvelos y diligencias para averiguar en toda la jurisdicción de esta provincia los minerales que se hayan trabajado de todas calidades de dichos metales, solicitando las alhajas preciosas y curiosas de la antigüedad; y no me ha sido posible conseguir la menor noticia de éstas ni de aquéllas, ni quién me dé razón alguna individual por lo corto y desertado que se halla esta provincia de vecinos antiguos, por haber finado todos, de todas naturalezas, con el estrago de la epidemia general del año mil setecientos y veinte, no pudiendo los pocos que han llegado a poblar participar de la menor circunstancia por su menor edad. Ofreciéndose sólo poner en noticia de Vuestra Majestad que 6 habrá tiempo de año y medio que hice traer de provincias distantes a ésta dos mineros, con la [noticia] de que algunos cerros (según tradiciones remotas) tenían oro y plata, para que los cateasen, como lo están haciendo, a costa de más de cuatro mil pesos que ya llevo gastados, así en la paga de dichos cateadores y otros mineros, compañeros que necesitan, y en los continuos avíos y herramientas precisas, emprendiendo esta obra así para que a Vuestra Majestad y a su real haber le reporte sus reales intereses, como por ceder en beneficio del bien común de esta provincia, que se halla sumamente aniquilada. Y estando en dichos cáteos, los dichos cateadores y mineros hallaron en un cerro de la jurisdicción del cerro de Carabuco, dos leguas distante de él, una veta trabajada antiguamente de estaño, con hondura de más de sesenta varas, con una cuarta de guía, de que hice sacar diez arrobas [y] diez libras de metales, los que remito a Vuestra Majestad en esta ocasión encajonados, precintados y marcados, rotulados a vuestra real persona, entregándolos al correo de la ciudad de la Paz, don Pedro Fernández de San Martín, costeados hasta la ciudad del Cuzco, que van en carta cuenta, para que de allí pasen a la ciudad de los Reyes a poder de dicho vuestro virrey, para que los remita a las reales manos de Vuestra Majestad; y prosiguiendo en los cáteos, los dichos cateadores y mineros hallaron asimesmo en un cerro de la jurisdicción del pueblo de Huarina 7 una boca de mina, con hondura de quince varas y guía de más de dos varas, que reconocida vieron ser de azogue de lo más rico que se ha visto en este reino; y según lo que he indagado es que ahora muchísimos años [la] trabajaron por la de plata; de la cual dicha boca de mina hice también sacar dos cajones de dichos metales de azogue, con peso de nueve arrobas ambos cajones, encajonados y precintados y rotulados a Vuestra Majestad, costeados
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"quien" en el manuscrito; seguimos a la escritura más lógica de la carta al virrey, mencionada en la nota antecedente. "Guarina" en el manuscrito.
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asimismo hasta la ciudad del Cuzco, entregados a dicho correo, para que vayan también en carta cuenta a manos de vuestro virrey para su remisión. Y [la] boca de dicha mina la mandé tapar con piedras, imponiendo pena de la vida y otras graves al que se atreviere a abrir. Y estando escribiendo ésta, me trajeron la noticia los dichos mineros y cateadores haber hallado en un cerro tres vetas de azogue en virgen en la jurisdicción del dicho pueblo de Huarina. Vuestra Majestad se sirva dar el orden que fuere de su real agrado que ejecute prontamente mi veneración, dignándose a un tiempo recibir este corto servicio de mi rendida lealtad, que quisiera descubrir y remitir cuanto contiene dicha instrucción para ponerlos a los reales pies de Vuestra Majestad, que fuera mayor gloria, para que su real beneficencia lograra el más crecido aumento de felicidades, que bien necesita en estos calamitosos tiempos su dilatada monarquía, como deseamos sus fieles, amantes vasallos; a cuyo fin queda en mi poder la dicha instrucción, para repetir mi anhelo en el cumplimiento del real orden de Vuestra Majestad, cuya real persona guarde Dios dilatados años en su mayor prosperidad, como han menester sus dominios. Achacachi, y diciembre 2 de 1753. Martín Antonio de Vértiz Verea
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6.
LARECAJA
6.1. Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Larecaja La zona de Larecaja, 1 al este del lago Titicaca, formaba parte de la región del Collao. Dependiente de alguna manera de los incas de Cuzco desde las míticas tempranas épocas de su imperio, fue integrado definitivamente al Tawantinsuyu no antes de la segunda mitad del siglo XV. 2 Después de la conquista de Cuzco por los españoles, no tardó mucho en que expediciones de conquistadores y los primeros misioneros llegaran también a la región alrededor del lago Titicaca. Partiendo de la vieja capital incaica, atravesaron las montañas de Carabaya y Larecaja para llegar a Chunchos y Moxos, más al oriente (Torres Luna 1968: 138-143; Renard-Casevitz et al. 1988, I: 233-260; López Córdova 1991: 3-6). C u a n d o en 1559 se creó la Audiencia de Charcas para la mejor administración del sur andino, llamado originalmente N u e v o Toledo, la zona quedó en su jurisdicción. En 1586, la Corona estableció el corregimiento de Larecaja, cuya cabecera, en el siglo XVIII, era Sorata. A partir de 1608 la provincia perteneció al nuevo obispado de La Paz, donde estaba instalada también su real caja (Vázquez de Espinosa [1628-29] 1948: 721; Alcedo 1967 [1786-89], IV: 254; Saignes 1986). La zona aurífera del Collao comprende todo el territorio que en épocas coloniales abarcaban los corregimientos de Larecaja, Carabaya y partes de Azángaro, donde estaban ubicados los asientos de Ananea y Poto. Mucho de lo que se dice aquí puede servir también para la introducción de los documentos de las otras provincias. El inicio de la producción se remonta a épocas muy anteriores al nacimiento y la expansión del Tawantinsuyo. Cuando alrededor de 1480 conquistaron la zona, los incas no hicieron nada más que intensificar el trabajo en algunas minas mediante el empleo de las técnicas más eficientes que los indígenas conocían. De esta manera, la producción del oro se dividió en dos categorías: las minas directamente controladas por el inca, con un nivel técnico y organiza-
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En la literatura, el nombre original de la provincia se registra de diferentes formas: Larecaxa, Larexagua, Arecaxa, La Recaxa o Aricaxa. Basándose en criterios lingüísticos, López Córdova (1991: 9) opina que la forma original aymara fue Aricaxa, lo que significa algo así como "lugar agreste". Vázquez de Espinosa 1948 [ 1628-29]: 531; Condarco Morales 1985: 27; Murra 1988; Renard-Casevitz et al. 1988,1: 57-78, 150-158.
100 tivo más sofisticado, y las minas pertenecientes a las comunidades indígenas de la región, cuya explotación organizaban los kurakas de manera más primitiva. Los yacimientos del inca estaban concentrados en unas zonas bien definidas (Aporoma, Vilcabamba, el Río Grande de Callana e Hipara); consistían en algunos casos, por ejemplo en Aporoma, en galerías subterráneas. Los sitios explotados por las comunidades se encontraban dispersos a lo largo de varios ríos y arroyos. Estos diferentes métodos de producir exigían también diferentes ritmos estacionales: a los simples lavaderos, los indígenas acudían durante los meses secos, entre mayo y septiembre, cuando la agricultura los desocupaba. En los sitios donde se usaban depósitos de agua artificiales y acequias para el lavado, se trabajaba de lo que iba de octubre a fines de marzo, cuando había suficiente agua y los trabajadores no sufrían tanto el frío (Berthelot 1986: 7382). 3 Salta a la vista que los métodos de producción descritos para las épocas de la conquista no se distingen mucho de la imagen que proporcionan los documentos aquí presentados o de la de las relaciones hechas por observadores que visitaron los lavaderos durante el siglo XIX (Weddell 1853: 389-393; Raimondi 1883: 24-30). C o m o la más conocida provincia vecina de Carabaya y la zona de Ananea y Poto, Larecaja continuó destacando por su producción de oro en épocas coloniales (López Córdova 1991: 43-44; Bargalló 1955: 221, 247; Saignes 1985: 56). Con la conquista parece que apenas se interrumpió el trabajo en los placeres. Fue el mismo Atahualpa, prisionero de los españoles, quien relató a Francisco Pizarro el origen del oro de los incas en las zonas auríferas del Collao. Para verificar la información, el conquistador envió dos emisarios, cuyas observaciones se encuentran resumidas en el informe del secretario de Pizarro, Pedro Sancho de la Hoz, del 15 de febrero de 1534 (Hoz 1917 [1534]; Olivari Ortega 1993: 65-66). En él se lee: "Las ricas minas de aquella provincia del Collao están más allá de este lago que se llama Chuchiabo. 4 Están las minas en la caja de un río, a la mitad de la altura, hechas a modo de cuevas, a cuya boca entran a escarbar la tierra y la escarvan con cuernos de ciervo y la sacan fuera con ciertos cueros cocidos en forma de sacos o de odres de
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Para un resumen sobre la situación de la minería prehispánica en Carabaya y Larecaja, escrito cuarenta años después de la conquista, véase: Informe sobre las minas de Carabaya y Larecaja, levantado por el visitador general Francisco de Cáceres, Carabuco, 11 de junio de 1573. En: Jiménez de Espada 1965, II: 69. Algunas observaciones sobre la explotación indígena, sus galerías, sus herramientas, y los peligros de su modo de producir, en Weddell (1853: 411-412).
4
Para Olivari Ortega (1993: 68) las minas de Chuquiabo son las de Ananea; para Berthelot (1986: 69), unos yacimientos cerca de La Paz, al sureste del lago Titicaca. Véase también Cieza de León (1984-85 [1553], I: 130,213).
101 pieles de ovejas. El modo con que las lavan es que sacan del mismo río una [acequia?] de agua, y en la orilla tienen puestas ciertas losas muy lisas, sobre las cuales echan la tierra y echada sacan por una canaleja el agua de la [acequia?] que viene a caer encima y el agua se lleva poco a poco la tierra, y se queda el oro en las mismas losas y de esta suerte lo recogen. Las minas entran mucho dentro de la tierra, unas diez brazas y otras veinte: y la mina mayor que se llama de Guarnacabo entra cuarenta brazas. No tiene luz ninguna, ni más anchura que para que pueda entrar una persona agachada, y hasta queste [= que éste] no sale no puede entrar ningún otro. Las gentes que aquí sacan oro podrán ser hasta cincuenta entre hombres y mujeres, y éstos son de toda esta tierra, de un cacique veinte, y de otro cincuenta, y de otro treinta; y de otro más o menos, según que tienen, y lo sacan para el señor principal (...). Hay otras minas adelante de éstas, y otras hay esparcida[sj por toda la tierra a manera de pozos profundos como de la altura de un hombre, en cuanto puede el de abajo dar la tierra al de arriba; y cuando los cavan tanto que ya el de arriba no puede alcanzarla, lo dejan así y se van a hacer otros pozos. Pero las más ricas y de donde se saca más oro son las primeras que no tienen el gravamen de lavar la tierra; y por causa del frío no lo sacan de aquella[s] minas, sino cuatro meses del año desde la hora del mediodía hasta cerca de ponerse el sol. (...) Los españoles sacaron de aquellas minas una carga de tierra y la trajeron al Cuzco sin hacer otra cosa, la cual fue lavada por la mano del gobernador, habiendo tomado antes juramento a los españoles de si habían puesto en ella oro, o si habían hecho otra cosa que sacarla de la mina como lo sacaban los Indios que las lavaban, y lavada se sacaron de ella tres pesos de oro. Todos los que entienden de minas y de sacar oro, informados del modo con que lo sacan los naturales de esta tierra, dicen ser toda la tierra y los campos minas de oro, que si los españoles dieran herramientas e industria a los indios del modo con que se ha de sacar, se sacaría mucho oro, y se cree que llegado este tiempo no habrá año que no se saque de aquí un millón en oro" (Hoz 1917: 197-199). 5
S
Hemos modernizado la ortografía del texto, una traducción del italiano (la única versión conservada de esta importante fuente), realizada hacia 1917.
102
Mapa 3: La zona aurífera de Larecaja, Carabaya y Azángaro
Aunque se abrió una nueva frontera de oro en la zona surandina durante los años cuarenta del siglo XVII, los españoles no consiguieron dominar con firmeza la zona aurífera. En Carabaya, su poder quedó bien establecido desde aquellas épocas tempranas, pero en Larecaja la conquista resultó más difícil. Cuando veinte años después de la visita de Pedro Sancho de la Hoz, un corregidor de La Paz, que era también encomendero de Larecaja, intentó reabrir las minas de oro de Tipuani y otros sitios de la zona, fue expulsado por los indígenas (RenardCasevitz et al. 1988, I: 236-238). De esta suerte, parece que allí la minería no
103 tuvo grandes posibilidades de desarrollo por mucho tiempo, lo que se percibe también en el libro de Alvaro Alonso Barba, el que describió la situación de la siguiente manera: "Confina con Carabaya la provincia de Larecaja, abundante de minerales de oro. Hállase en algunos de sus arroyos, en forma y color de perdigones de plomo parduscos, que derretidos toman su color rubio con poca merma de la mezcla y capa con que se mostraban. No conoció esto por oro el que lo descubrió al principio, hasta que le desengañó un amigo, a quien yo dije lo que era" (Alonso Barba 1967 [1640]: 45). En el siglo XVII, se realizaron repetidamente expediciones a las zonas auríferas, cuyos jefes intentaron apoderarse de las regiones exploradas a través de títulos reales. Uno de ellos fue, por ejemplo, Pedro Leigue Urquiza, el que en 1615 pidió el título de "gobernador, capitán general y poblador de las provincias del Reino de Tipuani, Chunchos y Paititi" (López Córdova 1991: 7-19). Una de las cortas bonanzas de los diversos placeres se dio a principios de los años ochenta del siglo XVII en el cerro del Ilimani. 6 Pero en Larecaja parece que tuvo que esperarse hasta el siglo XVIII para que la producción de oro tomara proporciones importantes. Hacia mediados de ese siglo la provincia gozaba ya de cierta fama, c o m o se puede leer en Antonio de Ulloa: "Todo el País de esta Provincia es muy rico en Minas de Oro, el qual tiene tan sobresaliente calidad, que es su ley de 23. quilates, y tres granos. Hállase en ella el famoso Monte de Sunchuli, en que avrá cosa de 50. años, se descubrió una abundante Mina de Oro, que dio a aquellos Reynos gran suma de este Metal, todo de la ley, que queda expressada; y aunque ha viendo dado después en Agua se intentó poner corriente por medio de un Socabón, y en él se llegaron a consumir crecidas sumas, no se logró el fin por haverse errado la obra" (Juan/Ulloa 1748, III: 214). El virrey Amat consideraba a la provincia de Larecaja c o m o la más productiva en oro del virreinato de Perú (Rodríguez Casado/Pérez Embid 1947: 267, 452), y casi al m i s m o tiempo apuntó Alonso Carrió de la Bandera: "De la provincia de Laricaja y otras, se puede asegurar que entran en La Paz anualmente cinco mil marcos de oro, en tiempos regulares. Dos mil cuatrocientos pasan a Lima por los correos de cada año, según las cuentas que reconoció el visitador de más de siete, y aunque sólo caminen por particulares otros tantos y sólo se extravíen y gasten en alhajas doscientos, tenemos completo el cálculo de cinco mil, que valen seiscientos veinticinco mil pesos, independiente de los muchos zurrones de plata que entran en la ciudad del valor de la coca, que aunque actualmente está a precio bajo,
6
Documentos 1974, I: 145, 418; Pentland 1975 [1827]: 68. Véase también ANB Minas, 102, 866, sobre todo exp. 132r-152r.
104 rinde muchos miles a los hacendados de esta ciudad, porque hacen todos los años tres cosechas, que llaman mitas" (Carrió de la Vandera 1985 [1775]: 130). 7 S e g ú n parece comprobar el d o c u m e n t o aquí publicado, a m e d i a d o s del siglo XVIII la e x p l o t a c i ó n m á s importante del corregimiento se efectuaba en el asiento y mineral de San Juan de los Suches. 8 El lugar no ha p o d i d o ser identificado c o n certeza. Pero probablemente se trata de los y a c i m i e n t o s auríferos de "Súchez", situados cerca del río h o m ó n i m o y de los diversos lagos glaciales en la frontera boliviana c o n Perú, al norte del lago Titicaca, que m e n c i o n a M u ñ o z
Reyes
( 1 9 3 1 : 5 7 - 5 8 ) o del pueblo llamado "Suches", cerca de Pelechuco, que describió A l c i d e s d'Orbigny: "Esta aldea (...) es una de esas numerosas colonias, cuya fundación, tanto entre los Incas como entre los conquistadores, sólo pudo ser determinada por la sed insaciable del oro. Su colocación en medio de los escombros de antiguos e innumerable lavaderos, manifiesta efectivamente que no ha debido su creación sino a esos laboreos mineralógicos, que han dado tantísimos productos, y que hoy mismo bastan para que más de treinta y dos familias de indios quichuas, acostumbradas a este género de faenas, puedan procurarse el sustento necesario. El excesivo frío que reina constantemente en aquel parage, y la aridez de las montañas, no dan a ninguno especie de cultivo, así es que la única industria de sus habitantes consiste en saber descubrir y arrancar de las entrañas de la tierra el preciado mineral" (Orbigny 1845: 27-28). 9 M u c h o m á s c o n o c i d o s que este sitio se tornaron los y a c i m i e n t o s a lo largo del cauce del río de Tipuani, hacia las m i s i o n e s agustinas del "Gran Paititi". 10 Es m e n c i o n a d o c o m o "Tipoyane" ya en un informe de
1573;" otra ilustrativa
referencia se encuentra en el libro de A l o n s o Barba ( 1 9 6 7 [1640]: 45): "Junto a Larecaja hasta Tipuani, tierra de indios de guerra, a que se h i z o entrada más ha de veinte años desde la ciudad de La Paz, estando y o en ella. Lo m u c h o que se dice de la riqueza de oro que sus ríos tienen, pusiera su crédito en duda, a no
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Una estimación de la producción de oro de toda la zona entre 1769 y 1818, en López Córdova (1991: 43-45). 8 Suches: tipo de pescado que se encuentra y consume en la zona; véanse, por ejemplo, Juan/Ulloa (1748,111: 215) y Bayer (1776: 291). 9 Compárese también: "Se encuentran muchos lavaderos o aventaderos [de oro] en los alrededores de Suches, en donde los antiguos incas lo explotaban y en donde los actuales habitantes continúan explotándolo; pero la falta de agua enerva este género de trabajo" (Orbigny 1958 [1844]: 910). 10 Bueno 1951 [1770]: 121-122: Alcedo 1967 [1786-89], II: 301 y IV, 77; Villarejo 1965:219-223,312-316. 11 Informe sobre las minas de Carabaya y Larecaja, levantado por el visitador general Francisco de Cáceres, Carabuco, 11 de junio de 1573. En: Jiménez de Espada 1965, II: 69.
105 haber tantos testigos de vista que lo afirman." 1 2 La explotación intensiva del oro del río Tipuani, sin embargo, parece que no se había iniciado todavía en los tiempos del documento aquí publicado. En este entonces, sólo los indígenas de las comarcas vecinas lavaban las arenas del río con métodos sumamente primitivos. Tampoco los planes posteriores para iniciar la explotación del oro de Tipuani en gran estilo llegaron a realizarse con pleno éxito, pero aun así el rendimiento de la zona no era despreciable.' 3 La rebelión de Tupac Amaru devastó gravemente Sorata y otras partes de la provincia (López Córdova 1991: 21-24), no obstante, la producción del oro parece haberse intensificado hacia finales del siglo, pues en este entonces se hallaron diversas noticias sobre la riqueza de la zona. Por ejemplo, la fama de Tipuani encontró eco en el escrito del potosino Pedro Vicente Cañete y Domínguez (1952 [1791]: 653), el que propuso cambiar la caja del río para poder explotar con más eficacia los "inmensos tesoros en las capas inferiores de las tierras del fondo". Aproximadamente al mismo tiempo, Zacharias Helms apuntó en su diario, estando de paso por La Paz: "La provincia de Tipuani, a 40 leguas de La Paz, es incluso más rica que la misma La Paz, en cuanto a sus cerros de oro; y allí hasta el indio más vil sería, gracias a la facilidad de encontrar el oro, el más rico en las otras provincias" (Helms 1798: 133). 14 Finalmente, puede citarse a otro viajero europeo, al bohemio Tadeo Haenke; en una carta que escribió a sus padres el 28 de mayo de 1795, desde Potosí, se lee: "Desde La Paz (...) emprendí a fines de junio de 1794 un viaje a la Provincia de Tipuani. Desde allí subí con mis compañeros a las montañas que, con todo derecho y debido a su gran riqueza de oro, pueden llamarse los Montes de Oro, porque aquí el oro se obtiene de la manera más simple en gran cantidad; y a sus habitantes los podemos llamar los más ricos del virreinato de Buenos Aires, y, no obstante, hay tanta barbaridad, pues cuelgan inmediatamente al pobre trabajador indio desnudo, cuando le descubren algunos reales, para la consternación de toda humanidad" (Kiihnel 1960: 232)."
El mismo Haenke dejó también un "Plan topográfico del asiento de Tipoani y sus labores", elaborado en septiembre de 1794. 16
12 Véanse también Juan/Ulloa (1748, III: 199). 13 Compárese también Bayer (1776: 306). 14 La traducción es nuestra. 15 La traducción es nuestra. Sobre la autenticidad de esta carta, véase Destefani/Cutter (1966: 104). 16 Conservado en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y publicado en GicklhomWien (1966: Tabla 29).
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C o m o en Carabaya, la riqueza aurífera de la zona no se agotó en la época colonial. Inmediatamente después de la independencia, los lavaderos de Tipuani experimentaron un boom debido a las fuertes inversiones británicas. Ya alrededor de 1820, "un descendiente de los primeros españoles explotadores de Tipuani", llamado Ildefonso Villamil, había reanudado el trabajo en el río, ganando en seis años 150000 onzas (Muñoz Reyes 1931: 59). De éste, alrededor de 1825, la firma "Cochrane, Robertson y Co.", con sede en Lima, compró media acción de algunos grandes lavaderos por 56000 libras esterlinas. Adelantaron 15000 libras, pero después nunca se cumplió el contrato, y el dinero invertido por los británicos se perdió. Al mismo tiempo, la compañía "Begg y Co." de Lima y Arica, que además invirtió en los yacimientos en el cerro del Ilimani, adquirió a un precio moderado en la zona de Tipuani una propiedad de grandes lavaderos y plantaciones de coca, la que el cónsul británico en Bolivia, Joseph Barclay Pentland, consideró muy prometedora. Sólo en 1826 la zona produjo 420000 dólares, de los cuales entre una cuarta y una tercera parte quedó como ganancia para los empresarios; para 1827 se esperaba una producción de 800000 dólares. El trabajo seguía las pautas estacionales acostumbradas y las actividades se suspendían de noviembre a abril. C o m o mano de obra se trajeron indígenas de otros lugares y, además, se emplearon algunos esclavos negros (Pentland 1975 [1827]: 66-67, 95-96). Las intensivas operaciones empresariales de estas épocas en el río Tipuani las confirma también un informe del cónsul británico en Perú, Charles Milner Ricketts, del 16 de septiembre de 1826 (Bonilla 1975, I: 12; también Miller 1975 [1828], II: 208). En los años treinta del siglo XIX, el viajero francés Alcides d'Orbigny (1958 [1844]: 574), que estaba en La Paz en 1830 y en 1833, señaló la fama de "las famosas minas de oro de Tipoani", y, en la década siguiente, su paisano Francis de Castelnau (1850-51, V: 204-205) consideró los lavaderos del río Tipuani como las más importantes fuentes de oro de Perú y Bolivia. El papel dominante en la zona lo seguía desempeñando el mencionado Ildefonso Villamil. En el transcurso de los años acumuló influencia política y grandes riquezas, que, más tarde y pasajeramente exiliado en Perú, invirtió al igual que su hijo, el reconocido escritor, aventurero y político Emeterio Villamil de Rada, entre otras cosas en el boom de la cascarilla o quina. 17 Pero no obstante las vicisitudes políticas, la familia no abandonó sus intereses en el oro de Tipuani, en cuya zona todavía en la época de la visita de Weddell seguía desempeñando un papel dominante (Weddell 1853: 417-418). Se dice que para el año de 1852 Ildefonso Villamil extrajo de Tipuani una producción de 32769 onzas (López Córdova 1991: 43-45, 80-81).
17 Witt 1992, II: 135; Orbigny 1958 [1844]: 909; Aranzaes 1915: 784; Diez de Medina 1963.
107 Como todas las zonas auríferas de los Andes orientales, Tipuani era una región de dificilísimas condiciones de comunicación. Sobre estas ya hallamos lamentos en un informe de 1573," y tres siglos más tarde la situación no había cambiado. Weddell, que visitó la comarca en 1851, calificó el camino entre Sorata y Tipuani como el más fatigoso de toda Bolivia. El transporte era tan difícil que las muías de la zona se cargaban sólo con cinco a seis arrobas, entre ocho y nueve arrobas menos que en otras regiones. El mejor medio de transporte eran de esta suerte los indios cargadores, sin embargo, no siempre podían ser conseguidos en la medida necesaria. Eso le ocurrió a Weddell, pues llegó en la época de la siembra, así que los indígenas no se mostraron dispuestos a servirle. Como también el trabajo en los placeres seguía siendo hecho por los indios, su arraigo a la agricultura comunal determinaba también el modo de producción en las minas de oro. La temporada estaba subordinada a las necesidades de los trabajos del campo y los indígenas laboraban para las minas únicamente con el fin de ganar el dinero para pagar el tributo. Por lo tanto no solían trabajar toda la temporada sino sólo 16 días (en los que no se incluían las penosas jornadas de ida y vuelta a los placeres, los que podían alcanzar diez a doce días). 19 Recibían por adelantado diez pesos como salario de este periodo, o sea, el jornal equivalía a cinco reales (Weddell 1853:305-306,310-311). A principios del siglo XX se seguían teniendo grandes esperanzas en el futuro de la explotación del oro boliviano. 20 Mientras tanto, la región había pasado por un nuevo boom de la cascarilla, reemplazado por un boom del caucho que duró de 1880 a 1930 (Gamarra T./Kent 1992). En 1931, Tipuani se catalogó como uno de los más ricos yacimientos auríferos de Bolivia; en este tiempo, gran parte del yacimiento había entrado en posesión de una compañía americana llamada "The Bolivia Gold Exploration Company" (Muñoz Reyes 1931: 59). También la empresa minera Aramayo tenía explotaciones en la zona, sin que se supiera con certeza cuánto oro producía y exportaba sin pagar impuestos; en la provincia quedaba sólo la depredación ecológica (López Córdova 1991: 44-45). En 1958, después de la nacionalización de la industria minera de Bolivia, Jorge Pick describió la zona de Tipuani, "por sus condiciones climáticas especiales (...) hasta ahora tierra incógnita" (Pick 1958: 76), en términos que merecen ser 18 "(...) la dificultad que tienen es la falta de caminos" (Informe sobre las minas de Carabaya y Larecaja, levantado por el visitador general Francisco de Cáceres, Carabuco, 11 de junio de 1573. En: Jiménez de Espada 1965, II: 69). 19 "(...) c'est-à-dire, juste le temps nécessaire pour gagner de quoi payer cette taxe" (Weddell 1853: 310). 20 "En un futuro no lejano, es de esperar que las empresas que se organicen con fuertes capitales, trayendo las maquinarias modernas y adecuadas a la explotación del oro, vendrán a poner este país, acaso en una prominente escala, como productor de oro" (Anuario 1920 [1919]: 496-497).
108 reproducidos aquí, c o m o contraste a la situación colonial, pero también por los múltiples rasgos de continuidad que parecen haberse conservado: "Desde el comienzo de la nacionalización de las minas de las tres grandes exempresas, numerosa gente se dirigió a Tipuani, región situada detrás de la Cordillera Real, con esperanza de volverse ilimitadamente rica. La mayor parte de ella, después de una vida sacrificada en el clima hostil del trópico, se quedó pobre, azotada por enfermedades, carente de medios para regresar o trasladarse a lugares más salubres. La educación de los niños, abandonada, sin posibilidades de mejorar tal condición: crecen analfabetos, y, físicamente quebrantados, por los parásitos intestinales y la anemia. Finalmente, explotada por unos pocos que monopolizaron el aprovisionamiento, debido a la casi inaccesibilidad del lugar. Estas condiciones de vida, han creado un estado de inconsciencia tal, que las madres no recuerdan la fecha del nacimiento de sus hijos, a los que los padres no conocen por su nombre" (Pick 1958: 73). "Cabe observar, también, las costumbres y vicios que se han establecido en aquella zona. Una de aquellas es la de la 'bolsada', creada por las cooperativas comunales. Consiste, en principio, en la participación que el trabajador de la mina tenía en los tiempos de la colonia. La bolsada es el derecho que se otorga al trabajador o cooperativizado a tomar para sí, dos veces por semana, un saco con un contenido de tres paladas, - m á s o menos 12 a 13 kilos- de tierra aurífera. Lógicamente, gran parte del tiempo de trabajo se emplea en la preparación de una bolsada, lo más rica posible. Dirigentes comprensivos de la zona, aprecian la disminución de la producción, por esa costumbre, en más de un 30%. Al robo dentro de la mina se le llama 'chispeo': el oro, muchas veces, aparece a la vista. Cuando esto sucede el minero busca prolijamente las chispas de oro, y las oculta en la baca [sic], y olvida su obligación de producir para la comunidad. Otro de los abusos, de los muchos que existen, lo comete la persona que transporta la carga de la mina, al echarla, de vez en vez, a la barranca, sin que pase por la canaleta. Al pie de aquella esperan los cómplices ('barranquilleros') que lavan el oro de la carga" (ibid.: 75). La producción de este entonces no pudo alcanzar los niveles que se sospechaba que había tenido en la época de las grandes compañías. Se ha afirmado que la razón radica en que, al tiempo de dictarse la nacionalización de las minas, la empresa Aramayo instruyó a sus técnicos a que ahogaran algunas bocaminas y socavones para evitar que fuesen aprovechados por terceros (López Córdova 1991: 45). 21 El oro de la zona continúa, sin embargo, atrayendo el interés de inversores hasta la actualidad (Heuschmidt/Miranda M. 1993: 103-107).
21 Como veremos más abajo, la misma acusación se le hizo al descubridor de Laicacota en Puno, a quien el virrey conde de Lemos le quitó sus minas en 1668.
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6.2.
Documento
Razón que se le da al excelentísimo señor conde de Superunda, virrey, gobernador y capitán general de estos reinos, por el corregidor de la provincia de Larecaja, del oro en polvo y pepitas que remite a Su Excelencia, modo de beneficio j> saca de él, ¡y] es como se sigue: I o . En el asiento y mineral de San Juan de los Suches, que se halla en los confines de esta provincia de Larecaja, que deslinda con la de Carabaya; es su territorio de tierra movediza, compuesta de seis mineros que las trabajan abriendo caños o callejones de latitud de más de trescientas varas y de longitud de ocho a diez varas, en el que entran de veinte a treinta indios y mestizos con barretas a socavonear dichas tierras, abriendo el centro de ellas, el de cinco a seis estados. Y a mano de dichos trabajadores cargan piedras amurallándolas así de latitud como de longitud; y después de haber impendido este trabajo, que empieza desde el mes de octubre hasta fines de marzo, empiezan a beneficiar dichas tierras con continuadas cochas de agua que para este fin tienen los mineros, lagunas en las que se recogen las nevadas que caen; aquéllas [son] creadas de la providencia divina, unas de más de cuatrocientas varas de largo y de ancho más de cien varas, y otras con corta diferencia; éstas están retiradas de los caños de arriba en alto más de cuatrocientas varas, y por conducto de vara y media de ancho hacen traer los mineros el agua por dichos caños, en los que su fuerza de más de veinte riegos se va llevando todas las piedrecitas pequeñas o cascajo que tiene dicha tierra, para cuyo fin los referidos trabajadores con las barretas que tienen en mano mueven la tierra y con los pies la levantan para que corra[n] abajo de dicho caño las enunciadas piedrecitas o cascajo. Con la continuación de estas cochas de agua, que sólo corren desde las nueve del día hasta las cuatro y media de la tarde, porque antes y después se congela el agua, de modo que está hecha pedernal, porque su habitación del predicho asiento de Suches le rodea la Cordillera Real que atraviesa todo este reino, se purifican las tierras dejándolas limpias en alguna manera de aquel cascajo o piedras menudas. Y los indios y mestizos trabajadores sacan dichas tierras fuera del caño, distancia de veinte varas, haciendo de la tierra quintos que llaman, de alto de ocho a doce varas y en cuadro veinte y cuatro a treinta, de modo que dicho quinto se halla compuesto a la m o d a de un cerro bien delineado. Cerca de él tienen los mineros, distante de dos varas, una cequia de una cuarta de ancho que baja de dichas lagunas para lavar las tierras; y en el paraje donde lavan tienen puesto por asiento o cama unas chambas que llaman poraca. Estas se componen de unas hierbas o grama áspera que se halla reconcentrada con la tierra tan latigosa [J/C] y pegajo-
110 sa que no es capaz el agua [de] desunirla. El tamaño de esta torta es de dos varas de largo y vara y media de ancho, que se pone en el paraje donde viene dicha acequia pequeña, y en ella, para que golpee el agua sobre dicha chamba o lama, [hay] una tabla del alto de una cuarta y vara y media de largo, en donde se sienta un indio; y con dos lajas de piedras en las manos, delgadas y muy ligeras, está meneando toda la tierra que cae en aquella torta o lama por donde pasa el agua, llevándose la tierra líquida y cascajo de piedras menudas, que otro indio recoge, en unas bateítas pequeñas a modo de cubos con las bocas anchas, con las que avientan fuera el cascajo o piedrecitas, quedándose el oro en polvo en aquellas chambas o lamas agarrado, cuyo laboreo dura desde las nueve del día hasta las cuatro o cinco de la tarde. Y a esta hora o poco antes se hace retirar el agua que corre por encima de la chamba o lama, la que sacan dos indios a mano; y en otra batea, que tienen los mineros, del alto de media vara y de boca de vara y media que viene de mayor a menor, sacuden dicha chamba o lama donde cae todo el oro que se haya recogido. Unas veces lavan por día seis onzas, otras cuatro y otras dos, durando este trabajo de dichos mineros desde [el] primero de abril hasta mediados de junio, que [es cuando] se les secan las lagunas de agua, que les sirve de azogue. Y acabado por este tiempo su trabajo, unos mineros sacan diez libras, otros diez y seis, y otros [diez y?] ocho; quedándose los caños solos con indias que llaman chichiquiadoras, lavando aquellos relaves, de donde con bateítas pequeñas lavan y sacan un real o dos de plata de oro, lo que dura hasta el mes de noviembre, que [es cuando] son las primeras aguas. Con cuyo continuo laboreo de dichas indias y muchachos para su manutención lo venden en el asiento, donde hay varios rescatires: [estoy] persuadido que este trabajo alcanzará a seis onzas todos los días. Siendo éste el modo con que se saca el oro en polvo en el asiento de San Juan de los Suches, provincia de Larecaja. 2 o . El oro granado que se saca del río de Tipuani, que está en el principio de la conversión de los religiosos de Nuestro Padre San Agustín de los indios léeos;22 es [río] muy caudaloso desde el mes de octubre, que son sus primeras avenidas, hasta el mes de abril, que cesan, siendo su corriente por unas quebradas montuosas, en unas partes hace playas y en otras sierra, sin poder adquirir noticias de su origen, y sólo sí de venir bañando la Cordillera Real caminando tierra adentro de dicha conversión hasta la de los reverendos padres de la Compañía de Jesús y pueblo de los Reyes, en donde, según he oído, en balsas se transita por lo dilatado de longitud. En este dicho río de Tipuani 23
22 Grupo étnico de identificación imprecisa; fueron considerados por los misioneros del siglo XVII como indígenas prófugos andinos llegados del Perú o del Collao (RenardCasevitz et al. 1988,1: 152, 280). 23 "Tipuane" en el manuscrito.
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entran por el mes de abril toda la gente pobre de mestizos e indios de los pueblos de Hilabaya, Sorata y Combaya de esta provincia de Larecaja, y desnudos, todos distantes unos de otros, entran a las orillas de este río de medio estado de hondura, y [en] otros parajes demás de él, y con los pies mueven y apartan el cascajo de piedras que pueden y con una batea pequeña del alto de una cuarta y tres de boca, echan con un pie toda la tierra menuda que pueden hasta llenarla, zambullendo al centro del suelo; y la surgen a mano, y a las orillas del río lavan toda la tierra hasta que les queda el oro granado, lo que ejecutan tres o cuatro veces al día, y el demás tiempo descansan. Unas veces sacan dos adarmes, otras uno y otras el importe de cuatro reales de plata, y otras veces nada. Este es el modo de sacar el oro granado del río de Tipuani, jurisdicción de esta provincia de Larecaja. Sorata, y diciembre I o de 1753. Agustín Pérez de Vargas
112
7.
CARABAYA
7.1. Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Carabaya La minas de oro de Carabaya gozaron de una gran fama durante la época colonial. "No hay quien no haya oído el nombre de Carabaya, famosa tierra por la abundancia y pureza de su oro, pues es tan fino como el celebrado de Arabia, tiene veintitrés quilates y tres grados de ley", escribió Alvaro Alonso Barba (1967 [1640]: 45) en la primera mitad del siglo XVII, basándose tal vez en la apología del padre José de Acosta (1962 [1590]: 146). El elogio de la pureza del oro de Carabaya después puede encontrarse referido una y otra vez en los textos coloniales.' Cerca de 120 años más tarde apuntó Cosme Bueno (1951 [1768]: 111): "Ha sido [esta provincia] la más opulenta de oro de toda la América. Hasta el presente pasan de 33 millones de pesos lo que ha dado en oro, fuera de lo que ocultamente se ha extraído."
Y en la segunda mitad del siglo XIX apuntó Antonio Raimondi (1883: 22): "El oro de las minas de la provincia (...) es de muy buena calidad; su color es amarillo vivo y su ley no baja de 23 quilates."
Como en Larecaja, el inicio de la minería de oro data de la época prehispánica. Las minas de San Juan del Oro, 2 donde se fundó una villa en 1557, y San Cristóbal parecen ser los primeros descubrimientos hechos por los españoles (Berthelot 1986: 72); el primero, según Cosme Bueno (1951 [1768]: 111), fue una fundación de "los españoles fugitivos de los partidos de Pizarras y Almagras", que habían penetrado las quebradas y bosques de los Andes orientales y una vez enriquecidos consiguieron el indulto del virrey Antonio de Mendoza. Poco después se fundó también el sitio de Aporoma, situado en una loma entre los ríos Machicamai y Pulipuli. Sus descubridores fueron, según la tradición conservada por Antonio Raimondi (1883: 8), "dos mulatos esclavos, que habían huido de la Villa de San Juan del Oro en la época de su apogeo", pero el documento que
1
Véase por ejemplo Descripción
(1958 [ca. 1615-20]: 97), que describe "las minas de
Carchaya", probablemente una falta de descripción. 2
Posiblemente el San Juan de Buenavista del documento aquí publicado.
113
aquí editamos ofrece otra versión, y en realidad el lugar había sido escenario de una intensiva explotación incaica.3 Según Cieza de León (1984-85 [ca. 1553], II: 122), en 1538 se organizó un incursión española a la región de Carabaya. Ya desde 1542 se sabe de una explotación intensiva del oro, siendo sus promotores los encomenderos de Cuzco. Uno de ellos, en ese mismo año, pensó en la ventaja de enviar 70 esclavos a "gold rush area of Carabaya" (Lockhart 1968: 178), otros siguieron este ejemplo (Barnadas 1973: 349)." La mayoría de los encomenderos no emprendieron personalmente la explotación, sino exigían que los indios pagasen su tributo en oro, de manera que éstos se veían obligados a lavar el oro en las quebradas de la sierra para poder cumplir con sus obligaciones. De este modo, según Cieza de León, que escribió a mediados del siglo XVI, se habían sacado de los placeres de Carabaya hasta ese momento más de 1 700 000 pesos de oro (Cieza de León 1984-85 [1553], I: 127). Para su lavado se construyeron acequias de hasta seis kilómetros, construcciones también mencionadas por el P. Bernabé Cobo (1956 [1653], l: 146) y que aún se acostumbraban en la época del documento aquí publicado. Después del descubrimiento de las minas de plata de Potosí en 1545, sin embargo, las minas de Carabaya empezaron a despoblarse (Zárate 1995 [1555]: 299). Los encomenderos cambiaron su estrategia y exigieron a los indígenas cubrir su tributo con productos alimenticios por su alta cotización para este entonces en la Villa Imperial. Mas no sólo alimentos se enviaban al Cerro Rico, sino también mano de obra; así, en 1573 se quejaron los caciques de la zona de que no podían labrar las minas en las circunstancias en que se hallaban. Pidieron que se les posibilitara a sus indios lavar el oro de los ríos, como en aquel entonces sólo lo seguían haciendo los de Hunacané y Vilque, con lo que tendrían suficiente dinero tanto para pagar sus tributo como para comprarse todo lo necesario que no producía la agricultura de sus tierras.5 Al mismo tiempo, "los mineros y beneficiadores de las minas de Carabaya o Callahuaya, y constructores de las grandes acequias para conducir el agua de los lavaderos, Pedro Ortiz de Orrutia, Juan de Quiñones, Alonso López, Pedro Fernández y Frey Sancho" informaron que la villa de San Juan del Oro, fundada por orden del virrey 3
La versión de Raimondi sobre el descubrimiento de Aporoma coincide más con la leyenda que nuestro documento da del descubrimiento de San Juan Buenavista.
4
Véase también Documentos (1974, II: 576). Según Muñoz Reyes (1931: 59), los españoles empezaron a explotar las minas de oro de Carabaya en 1564, usando explosivos desde 1571, lo que es poco probable y, si fuera cierto, constituiría el primer uso de la pólvora en la minería mundialmente.
5
Informe sobre las minas de Carabaya y Larecaja, levantado por el visitador general Francisco de Cáceres, Carabuco, 11 de junio de 1573. En: Jiménez de Espada 1965, II: 68-70.
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marqués de Cañete, se encontraba muy decaída y solicitaron que se les concediesen mil indios de mita para el aumento de sus empresas. 6 En este contexto, resulta interesante saber que los caciques siguieron controlando el lavado del oro en las arenas de los ríos como en épocas prehispánicas, 7 mientras que los españoles tenían en su poder las grandes explotaciones, las que en parte eran las mismas que antes habían sido poseídas por los incas. Cuando el virrey Francisco de Toledo llegó a Perú, los yacimientos de oro de Carabaya se encontraban prácticamente abandonados. Para reanudar la producción, estableció un propio sistema de mita, es decir, un reclutamiento forzado rotatorio de mano de obra entre la población indígena de algunos distritos de la zona. 8 En su reglamentación aparecen los poblado de Hunacané, Vilque y Pucará, mencionados también en el documento que aquí editamos. 9 Toledo también hizo poner una caja marca en la región para asegurar el pago del quinto. Al mismo tiempo, reiteró la orden de que los indios entregasen parte de su tributo en oro, para aumentar su tendencia al trabajo en los yacimientos auríferos. Parece, sin embargo, que esto ya lo habían hecho antes por iniciativa propia. El desarrollo posterior de Carabaya no está muy bien documentado. A principios del siglo XVII, la producción de oro parece haber caído, como Renigaldo de Lizarraga (1968 [ca. 1605]: 72) argumentó, porque el clima de la zona era poco sano; 10 Lizarraga afirma además que estaba prohibido por esta razón el empleo del trabajo indígena en la zona, tanto el forzado como el voluntario, lo que es poco verídico. Medio siglo después de las reformas de Francisco de Toledo, el virrey príncipe de Esquilache les quitó la caja a los lavaderos, y, más tarde, fue sentenciado en su juicio de residencia a pagar 500 pesos, pues se le acusaba a él
6
Resumen de un documento sin fecha, en Jiménez de Espada ( 1965, II: 70-71 ).
7
"(...) todo el oro que se cogía en las dichas minas era traído con la corriente de los ríos e arroyos; que cuando lo querían sacar, echaban las corrientes por otra parte y tomaban de la tierra que quedaba mojada y la lavaban en las bateas y de allí sacaban el oro que tienen dicho. E [a]quel de Larecaxa, aunque también es oro de pepita, no es tan grueso como el de Carabaya" (Informe sobre las minas de Carabaya y Larecaja, levantado por el visitador general Francisco de Cáceres, Carabuco, 11 de junio de 1573. En: Jiménez de Espada 1965, II: 69).
8
Memoria del virrey Francisco de Toledo a Su Majestad, s.f. [1578?]. En: Hanke 1978-1980, II: 145-147.
9
Asignación de indios y régimen de trabajo en la explotación de las minas de Carabaya y Apurima, realizada por el virrey Francisco de Toledo, Arequipa, 10 de octubre de 1575. En: Lohmann Villena/Sarrabia Viejo 1986-1989, II: 117-123. Sólo de Huancané, parecen haberse asignado 120 obreros para las minas de oro de Carabaya; adicionalmente, a partir de 1660 se obligó a este pueblo a enviar a 84 indios a San Antonio de Esquilache y Cailloma, lo que dio lugar a fuertes protestas (Documentos 1974, I: 204, 463-464).
10 Compárese también Cieza de León (1984-84 [1553], I: 127).
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y al corregidor del lugar de haberse enriquecido con esta maniobra." La caja no tardó mucho en restablecerse y en el siglo XVIII su sede estaba en el asiento de Poto, corregimiento de Azángaro. En 1614 y en 1628, se realizaron extensas visitas a las minas de Aporoma, que prestaron especial atención al empleo de la mita en la zona.12 Alvaro Alonso Barba (1967 [1640]: 45) señaló que "(...) aunque es increíble la cantidad que se ha sacado y hoy se saca, están por comenzar a labrarse muchas vetas de este rico metal; porque hasta ahora solamente se ha entendido en recoger algo de lo robado de las aguas". En 1640, informó el virrey conde de Chinchón que en Carabaya "se saca el más acendrado oro del Perú", lamentando, al mismo tiempo, que la mayor parte de la producción no contribuyera al fisco. En este tiempo había 300 indios mitayos en los lavaderos.13 En 1655 el número de mitayos ascendió a 330, las entradas anuales por el concepto del quinto fueron entre 500 y 550 pesos.14 No debe sorprender que la riqueza de Carabaya se documente también en varias anécdotas, por ejemplo, sobre gigantescos trozos de oro que se habían encontrado en la provincia. Uno de ellos, con figura de cabeza de caballo, pesaba más de cuatro arrobas y se envió al emperador Carlos V; otro más, con forma de cabeza de un hombre, a Felipe II. Pero ambos se perdieron, el último junto con muchas otras riquezas en un naufragio en el canal de Bahama (Bueno 1951 [1768]: 111). De esta manera, corrieron la misma suerte que un grano de oro de una arroba y siete libras de peso encontrado en la zona del Caribe, del que había contado Fernández de Oviedo (1995 [1526]: 144) ya a principios del siglo XVI. Modesto Basadre (1892: 198-199) refiere otra historia, según la cual, en Aporoma, se hallaron una pepita de oro de setenta y ocho libras y otra de cuatro libras, mandadas al Museo de Historia Natural de Madrid. Desafortunadamente, en la época de las guerras napoleónicas, el general francés y posterior rey de Nápoles, Joachim Murat, se las llevó y nunca más fueron vistas. Así se perdieron las pruebas de estos hallazgos fabulosos, y quedó intacto el misterio que circunda a muchos tesoros, los que aparecen en la leyenda como maldecidos.15 En el siglo XVIII, la explotación del oro siguió los caminos ya conocidos, como puede leerse en los documentos aquí reproducidos o en la Relación histó11 Sentencia, 7 de enero de 1626. En: Hanke 1978-1980, II: 231. 12 Visita que licenciado Diego Muñoz de Cuéllar tomó del asiento de Aporoma, ANB Minas 123 núm. 1091, f. 363r-404v. Visita que Alonso del Moral tomó de los asientos de minas de Aporoma y Santiago de Buenavista, ANB, Minas, núm. 123, exp. 1093, f. 405r-576r. 13 Relación del estado en que el conde de Chinchón dejó el gobierno del Perú, Lima, 26 de enero de 1640. En: Hanke 1978-1980, III: 51. 14 Relación del estado en que deja el gobierno de este reino de Perú el conde de Salvatierra, Lima, 22 de marzo de 1655. En: Hanke 1978-1980, IV: 41, 61. 15 Otros ejemplos, en Cobo (1956 [1653], I: 138-139).
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rica del viage a la América Meridional de Antonio de Ulloa (cuya descripción incluye también los sitios de explotación en el corregimiento vecino de Azángaro): "Todo el País de este Corregimiento es muy abundante de Minas de Oro, y aquí son los famosos Lavaderos, que nombran San Juan del Oro, y Pablo Coya, como también el nombrado Monte de Ananea, que dista dos leguas del Assiento de Poto, donde residen Oficiales de la Real Hacienda, y Caxas Reales para la recaudación de los Quintos, que pertenecen al Rey. Hay un Río en esta Provincia, que le pone términos por la parte de la Montaña de los Indios Gentiles,
el qual abunda tanto de Oro, que en cier-
tos tiempos del año disponen los Caziques, que los Indios de los Pueblos, que ellos goviernan, vayan en quadrillas a las orillas de él, y haciendo unas pequeñas Pozas, lavan después las Arenas, que se juntan, y sacan el Oro, que necessitan para pagar los Tributos Reales: a cuya especie de junta para este fin llaman ellos Chichina.
(...) Hay
en esta Jurisdicción, además de los antecedentes, un famoso Mineral de Oro, nombrado Aporoma,
en el qual abunda mucho el Metal, y el que se saca es de 23. quilates de
ley" (Juan/Ulloa 1748, III: 179).
Veinte años más tarde, sin embargo, Cosme Bueno pinta una imagen bastante desoladora. No obstante la reconocida riqueza aurífera del subsuelo de la región, los crecidos costos habían hecho decaer los ánimos de los interesados, en aquel entonces se extrajeron sólo 200 libras de oro al año. La famosa villa de San Juan del Oro, que antiguamente había tenido tres mil vecinos, apenas llegaba "a seis familias de indios y otras tantas de españoles" (Bueno 1951 [1768]: 111-112). Se dice que a partir del año 1767 la minería de Carabaya empezó a padecer por las crecientes irrupciones de indios indómitos en la frontera, lo que provocó el éxodo de muchas familias mineras (Romero 1928: 448). Para esta época las minas estaban ya tan trabajadas que la explotación del oro se hacía con dificultad y poco provecho. El lugar de Aporoma, que en los tiempos de su máximo esplendor tenía más de dos mil edificios, se había ido poco a poco despoblando, hasta que para principios del siglo XIX este gran centro de riquezas se hallaba, como San Juan del Oro, completamente abandonado. Ya en 1752, se habían suprimido los mitayos de Huancané, Vilque, Pucará y Angara, enviados hasta ese entonces a Aporoma, como informan las relaciones de Carabaya y de Puno que aquí publicamos. Hacia finales del siglo XVIII, la decadencia de la producción era evidente (Bargalló 1955: 301), aunque Alcedo menciona todavía la "célebre mina de oro de la más fina calidad" de Aporoma y la persistente costumbre de los indígenas de sacar oro de las arenas de los ríos para pagar su tributo (Alcedo 1967 [17861789], I: 90, 221-222). En 1779, el contador mayor Juan Francisco Navarro consideró superflua la caja de Carabaya, porque se habían agotado los yaci-
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mientos de oro tanto en Carabaya como en Poto y Ananea, en el corregimiento vecino de Azángaro. 16 Los levantamientos de los indígenas andinos de inmediatamente después y los disturbios de las guerras de independencia hicieron decaer la producción a un nivel mínimo, como comenta Romero (1928: 448), "a tal punto que llegó a olvidarse su explotación". Antonio Raimondi visitó el lugar en 1864 y encontró sólo ruinas, los restos de las acequias y numerosas bocaminas abandonadas, vestigios de su riqueza pasada: "(•••) el lugar de Aporoma dio muchísimo oro y la prueba de ello se puede deducir de los inmensos gastos que se hicieron para la construcción del camino, de una acequia de más de dos leguas de largo, cortada la mayor parte en la peña viva, y estanques para recoger el agua necesaria para lavar las tierras auríferas; cuyas obras costaron sumas fabulosas, calculándose que tan sólo en la construcción de la acequia se gastaron 9 9 7 0 0 0 castellanos de oro" (Raimondi 1883: 8). 17
Pasó medio siglo para que la explotación del oro de Carabaya recibiera un nuevo impulso. En la primera mitad del siglo XIX, los valles de los Andes orientales fueron escenario de uno los típicos y fugaces booms que se produjeron en la Latinoamérica independiente, el de la quina. Para satisfacer a la creciente demanda externa, desde Colombia hasta Bolivia empezó a coleccionarse la cascarilla, materia prima del medicamento contra la malaria, destruyendo los árboles y no haciendo nada por su reproducción. 18 En 1848, un cascarillero del pueblo de Coaza, llamado Poblete, envió a unos peones a la recolección, los que encontraron en un lugar llamado Quinsahuasi un poco de oro, y al año siguiente pasó lo mismo en la quebrada de Challuma, donde se descubrieron unos grandes depósitos de terrenos auríferos. Estos hallazgos dieron origen a una nueva fiebre de oro, que reemplazó al boom de la cascarilla (Raimondi 1883: 10-12; Romero 1928:449). El principal problema de la región seguía consistiendo en el acceso extremamente difícil a las zonas de explotación. Ya en 1826, el 'Director General de Minas' de la joven república de Perú, Mariano Eduardo Rivero y Ustáriz, había propuesto la mejora de los caminos como medida urgente en el fomento de la producción de oro, lo que se realizó en cierta medida para los nuevos lavaderos
16 Informe del contador mayor Juan Francisco Navarro al visitador general José Antonio Areche, Potosí, 25 de junio de 1779. En: Acevedo 1960-1961: 271. 17 Raimondi se basa en "una memoria manuscrita que conservo": Descripción y noticia del mineral y asiento de Nuestra Señora de los Reyes de Aporoma y provincia de Carabaya hecha por el maestro de campo de aquella frontera, D. Luis Calisto Echave Lujan, vecino y natural de ella, s.f. Quizás el autor de esta memoria sea Lucas Calixto Luján, mencionado en el documento aquí reproducido. 18 Pentland 1975 [1827]: 122-123; Sandoval B./Echandía C. 1985-1986; Lofstrom 1982: 74-75; Jarcho 1993.
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que se descubrieron entre 1848 y 1850 (Rivero y Ustáriz 1857, II: 23). En otras zonas, como por ejemplo en Aporoma, esto no llegó a hacerse hasta mucho más tarde, lo que imposibilitaba el transporte de la maquinaria indispensable tanto para lavar las tierras auríferas como para la molienda de los minerales encontrados en las vetas del lugar. Además, en Aporoma había que cubrir los elevados gastos para conseguir el agua necesaria para lavar la tierra aurífera. Como apuntó Antonio Raimondi, el remedio a estas dificultades sólo hubiera podido darse mediante la formación de "una compañía de fuertes capitales (...) que emplee todos los métodos perfeccionados que se usan hoy día en los trabajos de esta clase" (Raimondi 1883: 31). Como esto no ocurriera, el terreno quedaba reservado, como siempre, para los pobres lavadores, quienes sacaban su sustento de las arenas fluviales con sus bateas y otros métodos simples (Raimondi 1883: 283 0 ) . " Todavía en 1928, la perseverancia de las viejas formas de producción se encuentra documentado: "[En la provincia de Sandia], los indios se dedican a la extracción del oro durante los meses de mayo a setiembre, lavando las arenas de los ríos en depósitos de madera, bateas, o construyendo en las orillas empedrados que las aguas cubren en tiempo de creciente y donde se deposita el oro que extraen cuando bajan éstas, deshaciendo el empedrado y lavando lo que queda en los intersticios de las piedras. También sirviéndose de las aguas que represan durante la estación de las lluvias, los indios trabajan depósitos detríticos o placeres secos, vendiendo el producto que obtienen a los rescatadores. Extraen aproximadamente 4000 onzas o sean 28.75 gramos por onza" (Romero 1928: 446). Raimondi terminó sus consideraciones sobre el futuro de Carabaya con el optimismo positivista del siglo XIX: "Sin embargo, aunque el terreno ofrece verdaderas dificultades, hoy día nada es imposible, tratándose de caminos; pues todo se reduce a cuestión de plata. (...) Yo no dudo, un instante, que con la apertura de buenos caminos, un estudio prolijo del territorio de la provincia de Sandia y el empleo de máquinas, como las que se usan actualmente en California, Australia, etc, aquella apartada y rica región volverá a dar, y por muchas generaciones, grandes cantidades de oro, como las que han hecho tan célebre el nombre de Carabaya" (Raimondi 1883: 31-32). Y si no se han cumplido del todo estas esperanzas, eso sí, la explotación minera de la región ha seguido adelante hasta la actualidad (Romero 1928: 445-448;
19 "(...) no hacen más que lavar la tierra por medio de grandes bateas (...) esta operación se llama chichiqueo; la acción de buscar el oro de este modo chichiquear y los individuos que la practican chichiqueadores" (Raimondi 1883: 28).
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Guevara Velasco 1954-1955, 111: 875).20 Los lugares de producción no se han enriquecido con la abundancia del oro en su subsuelo, sin embargo, otras zonas han podido sacar provecho. De esta manera, la ciudad de Arequipa, en la última década del siglo XIX, de una corta fiebre de oro que se dio en Carabaya en una mina llamada Santo Domingo, recibió las suficientes entradas para "el establecimiento de la luz eléctrica, gracias a la cual, esta ciudad, desde el I o . de noviembre de 1898, goza de una iluminación relativamente buena", como lo informó el cónsul británico Alfred St. John a Londres (Bonilla 1975,1: 316). Finalmente, puede mencionarse que en la provincia de Carabaya no había sólo minas de oro, sino también una reconocida mina de plata que se descubrió alrededor de 1710,21 en un cerro llamado Ucuntaya. Como muchas veces, su riqueza tomó dimensiones grandiosas en la memoria histórica, según la cual sus minerales daban 3000 (Basadre 1892: 202) y hasta 4700 marcos de plata por cajón (Bueno 1951 [1768]: 111-112; Vargas Ugarte 1966, IV: 83). Su riqueza se acabó después de un breve lapso de tiempo transcurrido entre pleitos y alborotos y, cuando la mina se derrumbó una noche, no hubo nadie de quien naciera la iniciativa o tuviera los medios para volverla a ponerla en función (Juan/Ulloa 1748, III: 179; Bueno 1951 [1768]: 111-112). Sobre las minas de plata en el cerro de Llulluchani, descritas en el documento que publicamos aquí, sin embargo, no hemos encontrado más información.
7.2. Documento Observancia del corregidor de Car[ab]aya al real precepto e instrucción que por el gobierno superior de estos reinos se le despachó, para la saca de metales de su provincia, con carta de 10 de agosto de 1753, en la manera siguiente: Los cajones número 10 y 20 con la marca contienen tres quintales de metal, soroche de plata, sacados del cerro nombrado Llulluchani, distantes 3 leguas del
20 La situación de la producción del oro en la provincia de Sandia de finales del siglo XIX se encuentra resumida también en los informes de los cónsules británicos C. E. Mansfield, enviado al marqués de Salisbury, Lima, 7 de abril de 1890 (Bonilla 1975, I: 225-229), y Alfred St. John, de 1896 (ibid. I: 258-262) y 1897 (ibid. I: 283-284). 21 El descubrimiento de Ucuntaya se hizo en 1713 según Juan/Ulloa (1748, III: 179) y Alcedo (1967 [1786-1789], I: 221-222), y en 1709 según Bueno (1951 [1768]: 1 l i l i 2). De 1713 data también un informe virreinal al rey, en el que se daba cuenta sobre el descubrimiento y el consiguiente litigio que sobre su propiedad se había originado entre el descubridor Hermenegildo de Torres y el corregidor de Carabaya {Documentos 1974, I: 300).
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pueblo del Crucero, provincia de Carabaya. Se descubrió el año de 1678 por don José Bedoya, natural de los reinos de España, quien [lo] trabajó por 2 bocas minas [JZ'C] hasta su fallecimiento, con la ley de 20 marcos (por cajón que se compone de 50 quintales de plata líquida); y luego las entró poseyendo don Juan García Cotacallapa, cacique de la doctrina de Coaza y pueblo del Crucero; y por su muerte las posee en el tiempo presente su hijo, don Manuel García Cotacallapa, actual cacique de dicho pueblo, quien ha reconocido que, de 12 años a esta parte, bajaron los metales a la ley de 13 a 14 marcos, con alguna variación. 22 Todo el cerro está aspado de vetas, las que no van sucesivas sino por manchas u ojos, y para haber de encontrar metales se pasan 20 o 25 días, y otras veces más o menos, con el trabajo de un minero, seis barreteros y seis peones, siguiendo en esta intermediación con cajas brutas y señales de veta; y si se encuentran metales de ley, se sacará en 6 días (con las citadas personas) un cajón compuesto de 50 quintales. N o puede trabajarse en este paraje sino 4 meses al año, en tiempo seco, por la fuerza de nevadas que ahí caen y llenarse los callejones y veta[s] de agua por las concavidades del cerro y cajas. No se ha podido dar socavón por no haber suficiente decaída, [así] como por la poca ley de los metales y escasez de gente en esta provincia, y la que hay, [está] poco aficionada a laboreo de minas. El beneficio que hasta el tiempo presente se ha descubierto a dichos metales, ha sido: [primero son] puestos en el horno de fundición (sin ingrediente alguno), dándoles continuado fuego por 3 días con sus noches, cuidando el beneficiador de ir sacando la escoria, dejando el metal en líquido con el plomo que le acompaña, y luego se saca del dicho horno y se pone en otro más mediano de refinación, con la misma forma de fuego, por 2 días con sus noches, que es su último beneficio, quedando la plata líquida en plancha. No se ha reconocido en estos dichos metales [que] estén ligados con otros -ácidos, sales ni betumes- que sólo el plomo, que manifiesta la fundición, y la almártaga, que sale con la escoria o malicia del metal en la refinación. Y en cuanto al costo de cada cajón de metales, cargándole el de 12 personas que ganan a 4 Vi reales, un minero que gana 12 pesos a la semana, fundidor, 2 oficiales, baja de metales del cerro al horno, barretas, fierros de fundición, leña y velas, llega a 74 pesos, que corresponden a 5 pesos el marco de plata blanca, poco más o menos, según la variación de dichos metales. Sacáronse los dichos 3 quintales de metal el día viernes, 4 de enero de 1754, hasta el día sábado, 5 del citado mes y año. Los cajones número 30 y 40, con la misma marca J V , contienen 3 quintales de metal de cobre del cerro nombrado Alcamarini, distante 2 leguas del Crucero; y es cerro de bastante lactitud [s/'c] que tendrá desde el pie a la cumbre (de donde
22 Todavía en 1849 la explotación del oro de Carabaya fue organizada por un vecino de Coaza, "un cascarillero apellidado Poblete" (Romero 1928: 445, 449).
121
el corregidor, por noticias que tuvo, hizo sacar los dichos 3 quintales de metal, con parecer de algunos mineros de plata, los que dicen a los 3 o 4 estados puede mudar en metal de mejor especie, según las señales que demuestra dicho cerro) más de media legua y de travesía del leste a oeste más de tres cuartos de legua, corriendo las vetas de oriente a poniente, incorporándose a otros cerros, y ninguno de ellos ha sido trabajado hasta el tiempo presente. Hizo sacar dicho corregidor, con asistencia personal, de la cumbre de dicho cerro los dichos 3 quintales de metal desde el día lunes, 7 de enero de 1754, hasta el día sábado, 12 de dicho mes y año. Son metales dóciles, por experiencia que hizo el corregidor en la fragua, [ya] que a poca diligencia corre el metal; y [se] ha reconocido necesita de algunas ligas, y por falta de hombres que entiendan de este beneficio no se puede dar más razón. El cajón número 50, con la marca J V , contiene 9 talegas de tierras de aventadero de oro; a saber las 3 talegas, con el número 1 y marca F J } , son de la mina y aventadero nombrado Pablo Coya, asiento de Nuestra Señora de los Reyes de Aporoma, provincia de Carabaya. Su descubrimiento (según tradición y noticias adquiridas por el corregidor) fue por 2 hombres nombrados por sus apellidos González y Medrano, 5 años antes que fuese descubierto el cerro de Potosí, en cuya posesión se han seguido sus descendientes, que al presente se nombran don Gabriel de Ochoa y Turmendi y don Antonio de Ochoa y Turmendi, doña Juana de Ochoa y Turmendi, doña Ana de Ochoa y Turmendi, hermanos legítimos, quienes continúan el trabajo de dicha mina y aventadero. Y ha sido de tanta ley que se pasaron las cajas [reales] de Carabaya al referido asiento de Aporoma, porque en los principios se sacaban 400 y 500 libras de oro por año, a fuerza de trabajadores, sacando acequias con larga distancia, teniendo la principal 5 leguas traída por las eminencias y despeñaderos de cerros, por ser muy peligrosos aquellos parajes [e] impenetrables, haciendo estanques para recoger las aguas de sus vertientes para el laboreo y trabajo preciso, siendo notorio haber gastado en dicha cequia 97 mil y más castellanos de oro, cuyos dueños consiguieron real mita de indios de los pueblos de Huancané 23 y Vilque de la provincia de Paucarcolla, para que no cesase trabajo tan benéfico al real interés y el de lo público, que hasta el presente año se está trabajando. Y aunque por la suspensión de la mita de indios en el año de 1752 de los dichos pueblos Huancané y Vilque, como va deducido, se impidió el trabajo de esta mina, informado el corregidor de la calidad de aquel cerro y de lo mucho que puede dar cultivado, así de reales quintos como para el beneficio y utilidad pública, llevado del celo con que propendido al mayor aumento de la Real Hacienda, ha puesto todo su conato en el fomento de la dicha mina, precisando a los indios
23 En el manuscrito "Guancané".
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pobres que no pueden satisfacer sus tributos vayan a aquel trabajo, donde ganan 4'A reales al día, y devengan sus tributos, quedándoles para su manutención. Y mediante esta diligencia se ha conseguido, no cese el trabajo de dicha labor. El beneficio que tienen estas tierras de aventadero de oro es a fuerza de hombres, barreteros y peones, que siguen con socavones, internándose desde lo más profundo del cerro, 20 o 30 varas más o menos, según su dureza, y después los van comunicando de travesía unos con otros, dejando el cerro sobre estribos débiles, [así] que introducida el agua por dichos socavones y comunicaciones, con la flaqueza de los pies y la humedad toda aquella parte que se contemplaba al aire se rinde al suelo, cayendo inmensidad de tierras, las que después van gastando a fuerza de[l] agua que tienen represada en unos estanques, qué llaman cochas, la que saliendo en abundancia con violencia por la compuerta que abren, va lavando las tierras y arrastrando piedras grandes y pequeñas, al tiempo de pasar aquella porción de agua dirigida a una angostura que forman los trabajadores, poniendo paredes de un lado para que al otro gaste las tierras del cerro y con más violencia pueda llevar la bazofia y piedras en forma de avenida de un río caudaloso. Y para que no lleve el oro, le tienen puestas tuellas, empedrados o trampas, [por]que, como más solido, conforme se introduce el agua en las tierras, busca el centro en donde se queda; y las piedras y bazofia, que el agua mueve, con el impulso precipita un salto que formó [la] naturaleza a fin de que no se impida el trabajo, siendo este trabajo continuado todo el tiempo que duran las aguas, que son desde el mes de octubre hasta fin de mayo; y desde este mes se empiezan a mover las tuellas, empedrados o trampas y van purificando las tierras a fuerza de cochas. Y hecha esta diligencia, las sacan a los lavaderos que se componen de 3 tablas en forma de pila o triángulo, teniéndola de la cabecera una vara de largo y las dos de los lados a 1 '/í varas de mayor a menor. Y en este cajón o pila se pone en el plan una jerga o costal y encima de éste se pone un emprado, digo empedrado, y de no, se ponen unos turrones que ocupan aquel cerquito de la pila o cajón sin costal, y que éstos tengan hierba bastante corta para que allí se detenga el oro. Y estando en esta conformidad, va un hombre lavando las tierras, moviéndolas encima de los empedrados o turrones con poca agua, y luego se saca el oro que ha quedado sentado en dicha tramoya, mezclado con alguna tierra y arenilla prieta, en unas bateas de media vara de ancho en la boca, redondas de mucha angostura en el plan. Y se acaba de lavar el oro, sacándolo en limpio, [pero] mezclado con dicha arenilla prieta. Se pone a secar y luego se sopla encima de unos papeles, y cuando el oro es sutil, se le pone azogue para que lo recoja, y después de recogido se hace una bola y se quema para que salga el azogue. Este es su último beneficio. Se sacaron las dichas 3 talegas de tierra el día lunes, 14 de enero de 1754, hasta el día miércoles, 16 del citado mes y año.
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Otras 3 talegas, número 1 a número 3, marca L C , contiene el mismo cajón y son del mismo cerro, distante media legua cerro abajo de la labor de Pablo Coya, que la abundancia de lluvias con el tiempo ha descubierto. Se va principiando a sacar acequias en distancia de 3 leguas, haciendo cochas y estanques para dar principio a la labor y derribar tierras, en que se espera gran utilidad a los reales quintos de Su Majestad y el bien público. Trabaja esta labor don Lucas Calixto Luján, 2 4 criollo, vecino antiguo y natural de dicho asiento de Aporoma. Fueron sacadas estas tierras [el] jueves, 17 de enero de 1754, hasta el día sábado, 19 de dicho mes y año. Su beneficio es en la misma forma que las de arriba. Otras 3 talegas desde número 1, 2, 3, que contiene el mismo cajón, con la marca JB , son tierras de aventadero, de un paraje nombrado Acocunca, provincia de Carabaya, de poca ley; y aunque ha muchos años que los indios de esta provincia las descubrieron, no for[ma]lizaron trabajo alguno por no costearse y ser el oro de ley de 18 quilates. No hay en los libros de la real caja de Carabaya tradición de haberse quintado ninguno de este dicho oro, hasta que el año pasado de 1753 quintó el corregidor poco más de 3 libras. Fueron sacadas estas tierras [el] viernes, 18 de enero de 1754. Su beneficio es de la misma forma que las de Pablo Coya. Contiene dicho cajón, número 50, VA arrobas de metal de oro de una mina aguada nombrada Coriminas, de la provincia de Carabaya. Fue trabajada por don Juan Garaycochea de los reinos de España. Principió su trabajo a más de 30 años, según se ha tomado noticia por el corregidor, por la orilla del río, distancia de 14 a 15 estados; lo lanzó (?) el agua, y no pudo continuar el trabajo, y de una haz (?) de la dicha veta se sacó la VA arrobas de metal a costa del corregidor para remitirla. Su beneficio es por azogue, moliendo los metales con agua en un trapiche, introduciendo el azogue en unos a[g]ujeros o ladroneras hechos en la solera para recoger el oro, que con el movimiento de la voladora hace salir el metal; y luego se saca el relave y el azogue con el oro que ha recogido en los a[g]ujeros o ladroneras, en unas bateas en donde se lava; y hecho pella se quema para que salga el azogue. Sacáronse estos metales el día 18 de enero del año de 1754.
24 Tal vez sea Lucas Luján, mencionado por Carrió de la Bandera (1985 [1775]: 130) para demostrar la longevidad de los habitantes de la sierra de Carabaya: "Don Lucas Luján, minero de Aporoma, de la provincia de Carabaya, de edad de 130 años, camina actualmente con zuecos y sube con ellos a su mina, lee y escribe con bastante acierto. De estos ejemplares pudiéramos referir muchísimos en unos países que todos generalmente gradúan por insanos."
124 Otro cajón mediano, número 8, contiene 3 talegas de tierras de aventadero, desde número 1 a 3, con la marca t P i T B , de San Juan de Buenavista, 25 provincia de Carabaya, descubierto por unos mulatos, vecinos de aquel paraje. Y en tiempo del señor emperador don Carlos quinto, de gloriosa memoria, éstos la vendieron a otros vecinos de la patria, nominados los Cecenarros, quienes la vendieron a don Julián de la Paliza, y habiendo muerto éste intestado, quedó despoblada más de 14 años. Y siendo corregidor don Gerónimo Fernández de Castro, la pidió por despoblada don Domingo Jiménez, de los reinos de España y vecino de la ciudad de Lima, y por su fallecimiento la posee al presente su mujer (que fue) doña Ana Duque de Estrada. El beneficio de estas tierras es como las de Pablo Coya. Sacáronse [el] lunes, 21 de enero de 1754. Y no encontrándose en esta provincia de Carabaya otras piedras preciosas, transparentes, diáfanas, esmeraldas, rubíes, granates, topacios, mármoles, jaspes, piedras suecas de gallinazo, alabastros verdes o de otros colores, ni teniendo noticia las haiga, como ni tampoco ídolos de oro, ni cosas exquis[it]as y curiosas de las que previene la instrucción, aunque ha interpuesto el corregidor sus más eficaces diligencias, no envía la cantidad prevenida en dicha instrucción. Hay diferentes minas aguadas y dejadas de muchos años a esta parte, por no haber sujetos en esta provincia que emprendan los gastos tan crecidos que se necesitan para conseguir su habilitación. Habiendo cumplido el corregidor con la observancia del real orden de Su Majestad y superior precepto de Su Excelencia, el excelentísimo señor virrey de estos reinos, queda su leal celo a practicar las demás solicitudes que se le previenen y a dar cuenta al gobierno superior de lo que resultase. Carabaya, junio 2 de 1754. Fernando José de Bustos
25 Guevara Velasco (1954-1955, III: 875) menciona la mina de Buenavista como una de las más importantes en el distrito de Sandia, provincia de Sandia. En 1628 se menciona el asiento de minas de Santiago de Buenavista (Visita que Alonso del Moral tomó de los asientos de minas de Aporoma y Santiago de Buenavista, ANB Minas, núm. 123, exp. 1093, f. 405r-576r).
125
8.
A Z Á N G A R O ( A N A N E A Y POTO)
8.1. Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Azángaro En el antiguo corregimiento de Azángaro se encontraban dos de los más conocidos sitios de explotación de oro del virreinato de Perú: Ananea y Poto. Su historia prehispánica y colonial se inscribe en el marco que ya hemos expuesto sobre los corregimientos de Larecaja y de Carabaya. Junto con este último, el distrito donde se encuentran Poto y Ananea pertenece desde 1875 a la nueva provincia de Sandia (Basadre 1892: 196). En el resto del distrito de Azángaro, hasta la actualidad nunca ha estado del todo ausente la minería de plata, plomo, cobre, oro y otros minerales, pero la producción jamás llegó a superar modestos niveles. 1 Las minas de oro de Ananea se hallan a 5210 metros sobre el nivel del mar, lo que servirá para dar una idea de las dificultades con las que siempre ha tropezado la minería del lugar. Antonio Raimondi, que visitó la zona en 1864, lo consideró como el lugar con la población más elevada del globo. Se ubica en la falda de una alta montaña nevada a tres leguas de Poto y estaba completamente abandonado ya desde finales del siglo XVIII. "Vi las ruinas de su iglesia", apuntó Raimondi (1965, I: 191), "recorrí sus estrechas callejuelas, y observé muchas bocaminas llenas de agua y de grandes y transparentes estalactitas de hielo." En épocas anteriores, el cerro de Ananea había sido por mucho tiempo el único lugar de los Andes orientales donde, además de los lavaderos de las arenas auríferas, se explotaba también el oro depositado en vetas. Los minerales extraídos se beneficiaban, según Raimondi, en la hacienda del Trapiche situada a tres leguas de distancia; con el agotamiento de las minas ésta se había convertido en una hacienda de ganado, aunque el viajero italiano todavía observó "un gran número de piedras trabajadas, tanto soleras como voladoras, de los trapiches en donde se molía el mineral y al mismo tiempo se amalgaba el oro" (Raimondi 1883: 23). El intenso frío, debido a la gran altura, y la escasez de agua habían dificultado en tal medida la producción hasta que por fin se suspendió (Basadre 1892: 196). Raimondi visitó también al asiento de Poto, cuya altura determinó con 4717 metros por encima del mar. Proporciona una de las versiones sobre el inicio de la
1
Salas 1966: 138. Para más información sobre las minas de Azángaro, véase ANB Minas, núm. 106, exp. 925-928, f. lr-191r.
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explotación del oro del lugar, la que reproducimos aquí; aunque, como en el caso de todas las leyendas acerca del descubrimiento de minas, siempre puede dudarse de la autenticidad de su contenido. Salta a la vista que la moraleja del relato es la misma que tiene el relato de Cosme Bueno sobre el origen de San José del Oro en Carabaya, que hemos citado más arriba: "Según tradición recogida de boca de sus habitantes, el descubrimiento del oro en Poto se debe a algunos individuos condenados a muerte, que se escaparon de la cárcel de Azángaro y refugiados en este frígido lugar, descubrieron por una rara casualidad algunas pepitas de oro, y en poco tiempo reunieron lo suficiente para llenar dos pequeñas ollas. Con este tesoro volvieron a Azángaro donde, merced a la influencia que ejerce este precioso metal, obtuvieron el perdón y rescataron su vida. ¡Portentoso poder del oro que borra los más graves delitos!" (Raimondi 1965,1: 190-191) En el siglo XVIII todavía se elogiaba en general la riqueza aurífera del distrito de Ananea y Poto, donde se encontraba establecida también la real caja de Carabaya (Juan/Ulloa 1748, III: 179; Alcedo 1967, III: 234). Sin embargo, las pocas minas de plata que se conocían en la región apenas se trabajaban (Juan/ Ulloa 1748, III: 314). La caja de Carabaya, que ya se ha mencionado varias veces, dependía de la de Cuzco, de donde se enviaba un teniente a Poto para la recaudación de los tributos y otros impuestos reales, principalmente por aquellos que se cobraron a la producción de oro, y con el cual siempre se habían dado muchas irregularidades. Esto sucedió así hasta que el virrey conde de Superunda separó la caja de la jurisdicción de Cuzco y formó un nuevo distrito fiscal con las provincias de Carabaya, Azángaro y Lampa (Rodríguez Casado/Pérez Embid 1947: 267, 445, 448). Vale repetir que ya en 1779 el contador mayor Juan Francisco Navarro consideraba superflua la pequeña caja, "(...) porque ya no existe la causa que motivó su creación, que fue el que se celase que no se extraviase y para ello se quintase en ella el mucho oro que por algunos años produjeron los minerales de Poto y Anauca [Í/C] 2 que hoy contribuyen poco o nada." 3 Esto coincide con la desoladora imagen transmitida por una fuente de 1826, que sostiene que en los placeres de oro en Azángaro se hacían las anuales lavados de oro solamente por el mes de febrero y se llegó a producir metal por valor de 2500 pesos (Rivero y Ustáriz 1857, II: 21-22).
2
3
Cabe señalar que en los textos coloniales a veces se mencionan también las minas de Anauco, Ananco o Ananca (Bueno 1951 [1768]: 115; Alcedo 1967 [1786-1789], I: 64, 221-222; Humboldt 1966 [1811-1812]: 409). La existencia de estos nombres parece originarse en una falta de transcripción de Ananea, la que después se repitió de autor en autor. Informe del contador mayor Juan Francisco Navarro al visitador general José Antonio Areche, Potosí, 25 de junio de 1779. En: Acevedo 1960-1961: 271.
127 El auge del oro de Carabaya, después del descubrimiento de Challuma en 1849, parece haber aportado una cierta recuperación al distrito de Poto, aunque la escasez de agua seguía constituyendo una fuerte limitación, a la que el método de explotación de los terrenos de aluvión tenía que adaptarse. Antonio Raimondi describe c o m o se realizaba esto: "(...) [hay] una acequia que sale de una lagunita situada al pie del nevado llamado Comuni, a tres leguas de distancia, y se reúne en un depósito denominado Cocha de Pampa Blanca. Este depósito, por medio de acequias, provee de agua a otros dos depósitos o Cochas, (...) que sirven para lavar la tierra aurífera. Siendo el agua muy escasa tratan de economizarla cuanto es posible, y por eso no se la echa como un torrente sobre el terreno aurífero, sino que para facilitar la caída de la tierra en el caño donde se lava, practican un gran número de socavones a la distancia de una vara o vara y media uno de otro; en seguida hacen un gran agujero en los pilares que separan los socavones, de manera que comuniquen uno con otro, disminuyendo de este modo los puntos de apoyo; por último, para que caiga el terreno, cortan los pilares o puentes, operación que llaman cortar los pies y que espresan con la palabra quechua Chaquipaqui. A medida que la tierra va cayendo en el caño por donde corre el agua, los operarios van deshaciéndola para que sea arrastrada por el agua, quedando en el piso del caño la parte más pesada que contiene el oro y las piedras. Al cabo de cierto tiempo cascajean el depósito que queda en el caño y sacan la tierra con el oro, que también en este lugar llaman quinto. Esta tierra se lava en el Ingenio, que en Poto es más sencillo que en Challuma. Para esto se hace una especie de cajón de madera de forma triangular, abierto por el vértice de un ángulo, y se dispone de modo que la abertura se continúe con una pequeña acequia. El cajón queda enterrado para que el fondo se halle al mismo nivel del piso de la acequia, y tanto el fondo de dicho cajón como el de la acequia se cubre de champa4 recortada y bien ajustada, de manera que no queden hendiduras entre una champa y otra. El último trecho de la acequia se reviste con bayeta para recoger el oro muy menudo que el agua arrastra lejos. Para la operación de la lava echan la tierra del quinto en el cajón y por medio de una corriente de agua toda la tierra es arrastrada, quedando el oro en la champa, el que se separa después sacudiendo las champas en el agua" (Raimondi 1883: 27-28). En los años noventa del siglo XIX, el distrito de Poto tenía 150 habitantes, residentes de los diversos lavaderos de oro. Por este entonces, el placer pertenecía a un tal señor Peña, residente en Lima, que había introducido en esas labores los sistemas de producción probados en California. En las inmediaciones había otras pequeñas labores pertenecientes a particulares, que mediante las formas de trabajo tradicionales conseguían pequeñas cantidades de oro (Basadre
4
1892:
"Variedad de turba que se saca de los lugares pantanosos de la región de la Cordillera" (nota de Raimondi).
128
196-197). Sin embargo, la explotación de los inmensos depósitos de tierras auríferas de la región continúa hasta la actualidad con satisfactorios resultados.5
8.2. Documento Razón que se da arreglada al fsicj instrucción remitida por el superior de estos Reinos acerca de los minerales de oro de los asientos de Poto y Ananea en la forma siguiente: El mineral de Ananea está en la jurisdicción de la provincia de Azángaro sobre un cerro nevado muy alto y tan frío que casi es inhabitable. Y el dueño de la mina que hoy se trabaja es don José Marán, y aunque también hay otras, éstas por haberse aguado no se pueden trabajar. Y es mineral tan antiguo que no se encuentran noticia[s] de su descubrimiento. Créese sin duda que en sus principios serían sus metales de mucha cuenta, pero hoy acude sólo el cajón de cincuenta quintales de metal de mina perfecta de los frontones bajos a cuatro onzas de oro y de los frontones altos a ocho onzas, cuando se consigue que el agua que los inunda salga por el socavón que se le tiene dado. El metal de esta mina no tiene más beneficio que molerlo e incorporarlo con el azogue y recoger el oro. Al año se hacen tres quiebras, que unas con otras se regulan por cuarenta cajones. Y el motivo de no haberse desamparado esta mina es por tener el dueño costeado el trapiche, la cual mantiene veinte [y] siete barreteros, veinte [y] seis apiris, cinco muchachos, un minero mayor, cuatro ayudantes, dos herreros, un portero y un administrador. Hoy se halla dicha mina muy aguada y aunque se le dio un socavón, ya está [el agua] muy alto y con gran trabajo y costo se le da el rebaje para que, quedando superiores sus frontones, se pueda sacar el metal. Remítese a Su Majestad una piedra de dicha mena de oro, con una arroba y diez y siete libras, de cuya calidad es todo el metal, y asimismo un tejito de oro fundido, con cuarenta y ocho castellanos y seis tomines de ley de veinte [y] tres quilates. Por lo que mira a la mina de Poto, ésta se halla por ahora toda derrumbiada [Í/C], por cuyo defecto está imposibilitada de sacar metal de los veneros, porque es aventadero de oro y no se podrá conseguir sin un formirable [Í/'C] trabajo y
5
Romero 1928: 446; Guevara Velasco 1954-1955, III: 835; Exploraciones 1987; Kihien Collado 1990; Luque Mogrovejo 1990; Olivari Ortega 1993: 70.
129 mucho costo, cuando se venza la discordia que inhibe entre el vendedor y comprador, 6 y siempre que llegue este caso, se tendrá presente el superior mandato para su puntual cumplimiento. Y aunque se han hecho exquisitas diligencias entre indios y españoles en solicitud de alhajas, piedras u otras curiosidades de la antigüedad, no ha sido posible encontrar algunas, lo que también se tendrá presente para, si se consiguieren en adelante, remitirlas. Azángaro, 20 de marzo de 1754. Miguel Sánchez de Toro
6
El pleito mencionado se estaba llevando entre Juan de Ordóñez y el Fernando José de Bustos, corregidor de Carabaya (ANB Minas, núm. 104, exp. 911 y 912).
130
9.
PAUCARCOLLA(PUNO)
9.1. Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Paucarcolla En la región de la posterior provincia de Paucarcolla, en la orilla occidental del lago Titicaca, se encontraban los límites entre las zonas pobladas por los colla, los lupaca y los uro, quienes estaban dominados por los incas de Cuzco a la llegada de los españoles. En épocas coloniales la provincia estaba subordinada a la Audiencia de Charcas y pertenecía al obispado de La Paz, fundado en 1608. El poblado de Paucarcolla servía originalmente de sede al corregidor, así fue como se originó el nombre de la provincia entera. Posteriormente, el centro administrativo cambió varias veces de sitio; después de Paucarcolla estuvo en Huancané, a partir de 1657 en San Luis de Alva, cerca de Laicacota, y a partir de 1668 finalmente en Puno (Bueno 1951 [1770]: 123; Alcedo 1967 [1786-89], III: 146; Núñez Mendiguri 1993). Mapa 4: La zona argentífera de Puno, Chucuito y Moquegua
RIO TAMBO
•
Moquegua
131 A partir de mediados del siglo XVII, varios descubrimientos de plata produjeron un auge minero regional e hicieron famosa la provincia. Entre las minas más importantes se contaban las de Cancharani, San José y Laicacota, descritas también en el documento aquí reproducido. La primera bonanza de consideración se dio, sin embargo, en San Antonio de Esquilache, en la provincia vecina de Chucuito, en cuya capital se estableció una caja real en los años cincuenta del siglo XVII. A esta se entregaban también los impuestos producidos en Paucarcolla. Sus ingresos, según los datos proporcionados por John TePaske (1982: 73), estuvieron altamente dominados por los ingresos mineros. En la segunda mitad del siglo XVII, constituían alrededor del 73% del ingreso total, con un monto anual de 180000 pesos en promedio. A continuación hay que mencionar algo más sobre las minas de Cancharani, Laicacota y San José. Estas estaban ubicadas en extrema vecindad y formaban un solo distrito minero.' El descubrimiento de las minas de Laicacota en 1657, por los hermanos José y Gaspar Salcedo, ha inspirado la fantasía de muchos gracias a la fabulosa riqueza de sus vetas y al dramático fin del asiento. 2 No sorprende, por lo tanto, que varias leyendas se hayan originado alrededor de Laicacota, especialmente sobre el hallazgo de la mina. Una versión de las circunstancias del descubrimiento se encuentra en el documento aquí publicado, otra, algo posterior, en la obra del geógrafo Cosme Bueno: 3 "Fue esta provincia opulentísima de plata, especialmente desde el año de 1657, en que se descubrió Laycacota, que es lo mismo que laguna encantada; por tener una parte superior, formada por los indios antiguos con el fin de ocultar su riqueza. El maestro de campo don José Salcedo, llevado de algunas noticias vagas, y disgustado de habérsele debilitado las labores que tenía en el cerro de San José, mandó a su gente que fuesen a trabajar al de Laycacota. Quebraron un crestón, y reconociendo metales buenos, dieron un barreno a la laguna con lo que se hizo patente la veta, y en ella una inmensa cantidad de plata blanca, que se sacaba a poca costa. Se abrieron otras bocaminas, la de las Animas y Laycacota la baja, en menos de una cuadra, igualmente ricas" (Bueno 1951 [1770]: 123).
1
"The hills of Cancharani, Laycacota, and San José, are one continuous range" (Temple 1830,1: 352). Una vasta documentación sobre las minas de la zona que desafortunadamente no hemos podido aprovechar para esta edición se encuentra en A N B Minas, núm. 110, 111 y 147 exp. 2 y exp. 7.
2
Encinas 1924: 6-28; Romero 1928: 296, 454; Basadre 1945: 99-104; Bargalló 1955: 217-218; Torres Luna 1968: 155; Andrien 1985: 174-175, 178; Tauro 1987, V: 1865.
3
El mismo relato también en Middendorf (1974 [ 1895]: 244).
132
En 1 8 2 6 , M a r i a n o Eduardo d e R i v e r o y Ustáriz ( 1 8 5 7 [ 1 8 2 6 ] , II: 2 7 ) , registró una historia a l g o distinta; la v e r s i ó n p o é t i c a del d e s c u b r i m i e n t o d e Laicacota, finalmente,
ha s i d o editada por el viajero francés Francis d e Castelnau:
"Voici, d'après la tradition, comment eut lieu la découverte de cette mine. Salsedo. déserteur des troupes espagnoles, étant devenu l'amant d'une j e u n e Indienne des environs de Puno, lui annonça, après avoir vécu quelque temps avec elle, qu'il allait la quitter pour se mettre à la recherche d'une de ces mines dont on racontait alors de si merveilleuses histoires. L'Indienne lui dit que s'il ne désirait rien plus, elle pouvait lui indiquer une mine dont la richesse surpassait ses désirs, mais que, le secret ne lui appartenant pas, elle ne puvait lui montrer directement ce trésor; qu'il n'avait donc qu'à la suivre le lendemain lorsqu'elle conduirait ses moutons au pâturage et à remarquer l'endroit où elle satisferait certain besoin naturel: c'était là qu'il fallait fouiller" (Castelnau 1850-51, III: 407). A e s t o c o m e n t ó E m i l i o R o m e r o ( 1 9 2 8 : 4 5 4 - 4 5 5 ) : "(...) f u e el o r i g e n p o c o n o b l e del f a m o s o mineral que a n u n c i a b a bajo mal augurio su fin." U n v a t i c i n i o m á s trascendental d e la m a l a fortuna del lugar había s i d o s e ñ a l a d o ya m u c h o antes por el escritor p o t o s i n o , B a r t o l o m é A r z á n s d e Orsúa y V e l a , que ubica el d e s c u b r i m i e n t o en el a ñ o d e 1656: "(...) el mismo día que se descubrió aquella monstruosa riqueza apareció en el aire un cometa muy amarillo y encendido a la parte de poniente, que así se vio en esta Villa, en aquel asiento y en todo el Perú. Muchos dijeron que significaba guerras, y aunque las echaban a otros reinos no se pasaron muchos días sin que se experimentasen en aquel asiento" (Arzáns de Orsúa y Vela 1965 [ca. 1705-20], II: 169). Y sobre la o p u l e n c i a d e L a i c a c o t a e s c r i b i ó el m i s m o autor: "La riqueza de aquel asiento fue sin segunda en este reino, porque la veta principal en partes tuvo de anchura seis varas y en otras más y menos, pero cuanto mayor su grandeza fue menos su duración, que no pasó desde su primer descubrimiento 10 años cabales, y de éstos sólo los cinco se sacó la admirable y mayor riqueza. Pudiera si durara ésta competir con la de nuestro gran Potosí, pero la quitó Dios por las graves maldades y derramamiento de sangre que en aquel asiento hubo (...)" (ibid. II: 234). Sobre la verdadera riqueza d e las m i n a s d e los h e r m a n o s S a l c e d o hay d i v e r s a s e s t i m a c i o n e s ; por e j e m p l o , s e ha s o s t e n i d o un p r o d u c c i ó n anual p r o m e d i o d e c i n c o m i l l o n e s d e p e s o s ; otros m e n c i o n a n que los S a l c e d o sacaron en una s o l a n o c h e c i e n m i l p e s o s d e plata d e su mina, pero p r o b a b l e m e n t e las historias tendían c a d a v e z a la e x a g e r a c i ó n en tanto q u e la p o l é m i c a sobre e s a s m i n a s iba en a u m e n t o . 4
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Bueno 1951 [1770]: 123-124; Temple 1830, I: 354; Basadre 1945: 105; Bargalló 1 9 5 5 : 2 1 8 ; Acosta 1 9 8 1 : 4 1 .
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Pero también existen noticias más realistas. En 1662, por ejemplo, informó el virrey conde de Alba que con el descubrimiento de las nuevas minas en Puno el consumo de azogue que se distribuía por la caja de San Antonio de Esquilache (Chucuito) había crecido de 1000 a 3000 quintales por año. 5 En 1663, según los libros de la caja de Puno, que por suerte sobrevivieron las destrucciones de la rebelión de Túpac Amaro, se registraron 163569 marcos 3 onzas de plata, por los cuales se pagaron 179990 pesos ó'/z reales por concepto del quinto. 6 En 1669, un contemporáneo estimó el caudal acumulado por los dos hermanos Salcedo en cuatro millones de pesos (Solano 1992: 258). Las minas de.Laicacota tuvieron una historia turbulenta y breve. Su fin lo provocaron las fuertes tensiones y discordias sobre el control de las minas, que a principios de los años sesenta estallaron en luchas francas y abiertas entre diversas fracciones de sus pobladores. El gran papel del paisanaje en la formación de los partidos opuestos dieron a la contienda el carácter de una guerra étnica, sin embargo, su principal impulso lo constituían los conflictos económicos y sociales del lugar. Cuando los disturbios de Laicacota amenazaron extenderse a otros regiones, el nuevo virrey del Perú, el conde de Lemos, asumiendo una reacción enérgica, fue personalmente a la zona, en 1668, a resolver el conflicto. José Salcedo fue enviado como prisionero a Lima y ejecutado; a su hermano Gaspar se le expulsó del distrito y los bienes de toda la familia se embargaron; el asentamiento de San Luis de Alva en Laicacota, compuesto supuestamente por más de tres mil casas, fue destruido, trasladándose la sede del corregidor al cercano San Carlos de Puno. 7 Fue en 1678 cuando se rehabilitó a los Salcedo. Sus bienes fueron librados y el rey le perdonó a Gaspar el destierro. En 1703, finalmente, se le concedió a un descendiente de la familia el título de marqués de la Villarrica de Salcedo (Bargalló 1955: 218; Torres Luna 1968: 163). Aunque de esta manera quedó restablecida la paz, los acontecimientos referidos significaron un grave golpe para las minas de Laicacota, las que nunca más llegarían a tener su viejo esplendor. En 1826, el joven republicano Rivero y Ustáriz escribió que con la llegada del conde de Lemos el mismo Salcedo había destruido los tornos que tenía en la mina y tapado las labores, sin que hasta ese día se supiera cuál era su ubicación exacta. Heinrich Witt, de Altona cerca de Hamburgo, quien visitó el distrito más o menos al mismo tiempo, relató la
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Relación del virrey conde de Alba, Lima, 9 de enero de 1662. En: Hanke 1978-80, IV: 95. Certificación de los administradores del tesoro público, José Victoriano de la Riva y Mariano Luna, Puno, 17 de noviembre de 1826. En: Rivero y Ustáriz 1957, II: 34-35. Encinas 1924: 9-23; Romero 1928: 294-297; Basadre 1945: 99-135; Lohmann Villena 1946: 151-227; Bargalló 1955: 218; Torres Luna 1968: 155-162; Acosta 1981.
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fortuna de la mina de Salcedo después de la intervención del conde de Lemos de manera un poco diferente: "Fue entonces que los indios que siempre lo habían visto como su amigo y protector, destruyeron la entrada de la mina e hicieron que se inundara, de manera que hasta la fecha, 1861, la veta más rica de la mina de Salcedo no ha sido redescubierta" (Witt 1992,1: 118). Sin embargo, los problemas que habían causado la desaparición de sus antiguos dueños y la consiguiente decadencia de Laicacota trataron de ser remediados. El conde Lemos encargó, todavía en 1669, al famoso minero potosino Antonio López de Quiroga que se ocupara con la rehabilitación de las minas de los Salcedo y, en 1672, por la paga de 500 pesos, le dio también otro socavón, con las minas adyacentes, que antes habían pertenecido a Antonio Saavedra de Andrade, mencionado en nuestro documento. López de Quiroga, mediante un encargado, trabajó en Puno al menos durante un decenio, pero en 1689 lamentó haber invertido 70000 pesos en esta empresa sin resultado alguno (Bakewell 1988: 72-73). La suspensión del desagüe había sido suficientemente prolongada como para que se llenara la mina "de tanta agua, que no bastaron los mayores esfuerzos para habilitarla, cuando el Virrey mandó que la volviesen a trabajar. Muchos lo atribuyeron a castigo de Dios (...); otros juzgaron que era efecto puramente natural." Así explicó Diego Vicente Cañete y Domínguez (1952 [ 1791 ]: 650) estos fracasos. En los años cuarenta del siglo XVIII parece que la minería de la zona había decaído casi por completo (Juan/Ulloa 1748, III: 218). Pero siempre se hicieron intentos de redescubrir las legendarias vetas del pasado. El jesuíta alemán Wolfgang Bayer, por ejemplo, que estuvo entre 1752 y 1766 en el pueblo de Juli, recuerda, más tarde, en su libro una espectacular bonanza en unas minas llamadas Harumbamba (Bayer 1776: 287). El documento que aquí reproducimos proporciona un panorama detallado de las amplias actividades para reactivar la minería del distrito a principios de la segunda mitad del siglo. 8 Con la iniciativa del asturiano Miguel de San Román y Zevallos empezó una nueva etapa de la minería regional, la que, sin embargo, no se centraba en Laicacota sino en las minas vecinas, en primer lugar en las del cerro de Cancharani. 9 La manera en que se organizaron los medios necesarios para reactivar la decaída minería de la región fue a través de la formación de una compañía, en 1744. Parece que los
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Sin embargo, no confirma la información proporcionada por Diego Vicente Cañete y Domínguez (1952 [1791]: 650-651), según la cual, para el año de 1740, un minero acaudalado de la región llamado Diego Baena invirtió grandes sumas en la empresa del desagüe, sin lograr el éxito que se había esperado. Probablemente puede ponerse en duda la veracidad de esta noticia.
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Una leyenda romántica del descubrimiento de las minas de Cancharani es relatada por el jesuita Bayer (1776: 277-279).
135 socios gozaban de buenas relaciones con la administración virreinal, porque lograron que se les concediesen los 46 indios mitayos que los pueblos de Huancané, Vilque, Pucará y Angara habían tenido que enviar hasta este entonces a las minas de Aporoma, en Carabaya. La riqueza que esas empresas proporcionaron convirtió a San Román y Zevallos en el personaje más prestigiado de la época en la región de Puno, como lo testifican los elogios de Antonio de Alcedo (1967 [1786-89], III: 251) o de Alonso Carrió de la Vandera en su Lazarillo de ciegos caminantes: "La villa [de Puno] es de mucho vecindario (...) y hubiera excedido en doce años a Potosí si no se hubiera aguado la gran mina de la compañía y descaecido el trabajo con la muerte del magnánimo asturiano San Román. Hubo ocasión que este administrador y principal compañero, falto de moneda sellada, envió a Arequipa sesenta barras de plata, que valían más de 130000 pesos, para que le enviasen 60000, de modo que su apoderado fiaba las barras de plata a los mercaderes que antes las compraban adelantando el dinero, y en aquella ocasión, al que tenía mil pesos en moneda sellada, le daban una barra que importaba más de dos, a pagar el resto cuando vendiese o cobrase, y así pudo juntar don Lorenzo Oyanguren los 6 0 0 0 0 pesos que le pidió San Román en plata sellada. Este gran hombre en su línea, ya fuese por su fortuna o por su talento, sacó en su tiempo tanta copia de metales que, además de pagar sus suertes, a los compañeros les dio a más de 50000 pesos a cada uno. Dejó las canchas llenas de poderosos metales, para que se aprovechasen de ellos en el caso de una escasez u obras precisas para los desagües, y dejó una magnífica iglesia de cantería labrada para que sirviese de parroquia, hasta la última cornisa, con lo que fue Dios servido acabase sus días este buen hombre, que todavía llora aquella villa. Desde la muerte de éste fue cayendo la mina hasta que se disolvió la compañía, por falta de fondos" (Carrió de la Vandera 1985: 135-136).
Aunque la nueva bonanza de las minas fue sólo pasajera, la familia de los San Román continuó perteneciendo a la élite política del sur peruano por mucho tiempo. Uno de los hijos del fundador de la dinastía, Miguel Antonio San Román, se casó con María Antonieta Cuentas y Bravo, con toda probabilidad pariente de Juan Antonio Bravo de Saravia y de Silvestre de las Cuentas, referidos en el documento aquí presentado como socios en la compañía explotadora del cerro de Cancharani. Otro miembro de la familia, Miguel Pascual San Román, luchó por la independencia de Perú y fue fusilado en 1815, después de la victoria de las tropas realistas en la batalla de Umachiri. Su hijo, Miguel de San Román (1802-1863), llegó incluso a la presidencia de la República en 1862 y haciéndosele homenaje, en 1926, su nombre se le puso a una nueva provincia del departamento de Puno (Torres Luna 1968 [1925]: 164-165, 242-244, 256; Torres Juárez 1973; Milla Batres 1986: VIII, 207-208). El auge de la minería de Puno en la época de Miguel de San Román se refleja en muchas fuentes. Cosme Bueno (1951 [1770]: 124) asegura que la explotación
136 de los cerros de Cancharani y San José nunca cesó y que todavía en esa época se sacaban más de 50000 marcos al año del de Cancharani, dato que repite también Alcedo (1967 [1786-89], III: 146). Uno de los mineros posteriores fue Francisco de Mendívil; dio nombre a una de las vetas del cerro, mencionado por los viajeros del siglo XIX (Documentos 1974, I: 506). Pero la producción de la región nunca alcanzó los niveles de la bonanza del siglo XVII. En aquel entonces el distrito, incluyendo las minas de Chucuito, gastaba hasta tres mil quintales de azogue al año, lo que para el periodo de 1759 a 1763 había bajado a un promedio de 566 quintales, con lo que siempre ocupó el tercer lugar en consumo de todos los distritos mineros de los Andes, detrás de Potosí y Oruro y por delante de Cerro de Pasco (Ulloa 1772: 242) Hacia finales del siglo XVIII, la situación se había vuelto lamentable. Zacharías Helms (1798: 139-140) sostuvo en su diario que las minas de Puno estaban todas aguadas y, para los mismos años, Pedro Vicente Cañete y Domínguez (1952 [1791]: 650-651) tenía como única esperanza para que mejorara la situación la introducción de las modernas formas de producción empleadas en Europa. Por este entonces, intentos de este tipo ya se estaban realizando a través de la expedición del barón de Nordenflycht en el Perú, empresa a la que pertenecía también el mencionado Helms; mas ninguno de los expertos europeos parece haberse dedicado a la mejora de la minería de Puno. Así, su modernización sólo se realizó con los inversionistas extranjeros, sobre todo británicos, al llegar la independencia hispanoamericana. 10 En esos momentos la producción minera de Paucarcolla sin duda había disminuido mucho, aunque algunas vetas seguían explotándose (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 28, 32; Miller 1975 [1828], II: 166-168; Paz Soldán 1877: 146). En 1818, en el cerro de Cancharani existían sólo tres minas activas con un total de 66 obreros." Después de la independencia, en 1826, entre Laicacota y Cancharani se contaron "innumerables" bocaminas, prácticamente todas abandonadas, a excepción de las de Animas, Cancharani y Tamayos. La mina de Cancharani, en ese momento estaba aguada, y un tal Pedro Iriarte y otros individuos estaban planeando desaguarla por medio de máquinas, con poca perspectiva de éxito. El mismo Iriarte trabajaba en la mina de Animas, pero tampoco de ella se sacaron grandes ganancias (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 27-29).
10 Sobre el interés británico en las minas de Puno, véase el informe del cónsul Charles Milner Ricketts a George Canning, Lima, 16 de septiembre de 1826 (Bonilla 1975, I: 11). Un resumen sobre la situación de la minería en el departamento de Puno (que abarca los corregimientos de Puno, Chucuito, Azángaro, Carabaya y Lampa) se encuentra en Deustua (1986: 86-96). 11 Certificación de los administradores del tesoro público, José Victoriano de la Riva y Mariano Luna, Puno, 17 de noviembre de 1826. En: Rivero y Ustáriz 1957, II: 33.
137 Algunas minas en el distrito de Cancharani y Laicacota, ya en 1824, habían pasado a manos de una compañía inglesa que tenía ambiciosos proyectos en la zona (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 26-28). Cuando en diciembre de 1826 Heinrich Witt visitó Puno, encontró allí a un tal Charles Crawley, el que supervisaba el trabajo de varias minas en los cerros de Cancharani, Laicacota y San José por cuenta de los empresarios ingleses John Begg y el Coronel O'Brien. En este tiempo se estaba haciendo un socavón de 900 varas de largo, con el cual pensó resolver el problema de desagüe (Witt 1992 [1826], I: 118). La firma "Begg y Co." fue una de las numerosas compañías inglesas de la época que buscaron suerte en la minería latinoamericana después de la independencia. Tenía su sede en Arica y Lima, y ya la hemos encontrado activa en los lavaderos de oro del río Tipuani y en el cerro de Illimani; aparte había comprado las minas de cobre de Corocoro, en la provincia de Pacajes (Pentland 1975 [1827]: 95-96). En Puno, también la poco afortunada "Potosí, La Paz and Peruvian Mining Association" intentaba comprar algunas minas (Temple 1830, I: 350), mas tampoco esa empresa dio resultado, como todas las actividades de aquella compañía. El socavón que "Begg y Co." hicieron fue el llamado "Socavón de la Veracruz", principiado según la tradición local por los hermanos Salcedo, y en 1826 medía ya 500 varas (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 25). En el presente manuscrito se menciona únicamente el socavón de Santa Cruz, podría ser que se trate del mismo. En la época de la estancia de Francis de Castelnau en Puno, servía para el desagüe y la extracción del mineral. En el socavón, que tenía dos metros de ancho, sin embargo, no fluía toda el agua libremente, sino que en un trecho de 900 varas estaba retenida aproximadamente a un pie de profundidad, lo que permitía el transporte del mineral en chalanas de seis y siete metros de longitud. Para nivelar el declive de la galería se habían construido tres esclusas de unos 35 centímetros cada una. Este ingenioso arreglo, introducido por el ya mencionado John Begg hacia 1832, ahorraba considerable tiempo y costos de transporte. Cada cien varas había una lumbrera para ventilar la mina, cuyas salidas todavía podían observarse en 1928. El final del socavón de Veracruz topaba con una nueva galería, muy tortuosa, pero más elevada y seca. Allí se cargaban las chalanas mediante una grúa. En la nueva galería, en un trecho de 300 varas podía transportarse el mineral en unos carritos movidos por dos muías, sobre carriles de hierro. Hasta el plan de la mina restaban todavía 1300 varas, en las que el mineral era cargado por braceros (Castelnau 1850-51, III: 408-413; Romero 1928: 455-456). A pesar de que Begg, que también había introducido una máquina de vapor, parece haber encontrado vetas de buena calidad, murió pobre y con deudas debido a los grandes costos de sus obras de modernización. Después se continuaron los trabajos por cuenta de otras compañías, pero tampoco llegaron a obtener las grandes ganancias proyectadas (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 28 nota 2).
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Otra construcción para desaguar las minas de los cerros de Cancharani y Laicacota fue el socavón de los Apóstoles, a 200 varas distante del de Veracruz y 50 varas más alto. Probablemente se trate del socavón real del Glorioso Apóstol San Judas Tadeo, en el que trabajaba la compañía formada por Miguel de San Román y Zevallos y descrito extensamente en nuestro documento. También Rivero y Ustáriz lo describió detalladamente: "Está trabajado en veta y se dice haberlo comenzado Andrade 1 2 por haberse llenado de agua su famosa mina de Cancharani. Duró su trabajo nueve años, y tiene hasta la espresada mina como 1500 varas de longitud, dos y media de ancho y vara y media de alto: está dividido en cañón y contra-cañón. En este socavón la compañía de Andrade, compuesta de ocho acciones, logró desaguar la mina, siendo tal su riqueza que se hizo poderosa; los minerales eran plata nativa y rosicler, y se asegura dieron de quintos, por lo menos, 40 a 43 mil pesos. (...) A beneficio del socavón se logrará profundizar 72 varas más abajo, poniendo tornos para sacar el agua que filtre" (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 26).
Cabe mencionar que tampoco Heinrich Witt perdió la ocasión de visitar una de las minas de la zona, durante su estancia en 1826: "Después de m u c h o caminar y subir encontré, por fin, la entrada de la mina en el Cerro de Lay[c]acota, trabajada bajo la dirección de Don Crawley y llamada San José. Siempre inclinado y algunas veces casi gateando, llegué al final de un largo, estrecho y sucio pasaje de 350 varas de longitud; en este momento, el m a y o r d o m o me aseguró que se estaban acercando al oro; antes no habían encontrado ninguno. Esta fue mi primera experiencia en una mina y me decepcionó mucho; fue una j o m a d a muy agotadora; todo lo que vi fue oscuridad completa y de rato en rato [a] un indio que llevaba una pequeña lámpara en su mano, y en la espalda una carga de fango que arrojaba en la entrada y pesaba más de 2'A arrobas, según me dijeron" (Witt 1992,1: 121-122).
Como ya hemos apuntado más arriba, la productividad de las minas de Puno en la primera mitad del siglo XIX nunca llegó a niveles considerables a pesar de los esfuerzos de diversos empresarios extranjeros o peruanos. En los años cuarenta, el viajero Francis de Castelnau advirtió más de 200 bocas de minas en el cerro de Cancharani, el que estaba completamente perforado por las minas. Mas sólo se ocupaban treinta obreros indios, entre ellos diez barreteros, que trabajaban doce horas diarias ganando cinco reales; los apires percibían cuatro reales al día; diariamente se produjeron entre seis y ocho quintales de mineral (Castelnau 1850-51, III: 407-413). En los años sesenta, cuando, junto con Antonio Raimondi, pasó el arqueólogo George E. Squier por Puno, apuntó que "las únicas actividades mineras actuales consisten en extraer la plata de los minerales rechazados
12 Probablemente, Antonio de Saavedra y Andrade o uno de sus antepasados, mencionado en el documento aquí publicado.
139 en el pasado" (Squier 1974 [1877]: 193). El recuerdo de la riqueza de antaño siguió, sin embargo, vigente todavía por mucho tiempo (Middendorf (1974 [1895]: 244).
9.2.
Documento
¡Informe del corregidor don Manuel del Portillo Haedo, s.L, 3 de noviembre de 1753¡ Relación que yo, don Manuel del Portillo Haedo, corregidor, justicia mayor y alcalde mayor de minas y registros de esta provincia de Paucarcolla y asiento de minas nombrado Villa de la Concepción y San Carlos de Puno, hago de mandato del excelentísimo señor conde de Superunda, caballero del orden de Santiago, de[l] Consejo de Su Majestad, su virrey, gobernador y capitán general de estos reinos y provincias del Perú en carta orden de 3 de julio de este presente año de 1753, de las minas, labores y sus dueños, con calidad de metales, sus beneficios y ley; correspondiente a informes y razón de los mineros que se hallan presentes como don Juan Antonio Bravo de Saravia, don Silvestre de las Cuentas y otros, a quienes por las grandes experiencias que les asiste[n] acreditan la notoriedad de su mayor inteligencia; con remisión de los metales que éstos sacan de sus minas y benefician en sus ingenios como de los del asiento y cerro de Cancharani en la veta nombrada la Santísima Trinidad, que es la que registró la compañía formada en el socavón real del Glorioso Apóstol San Judas Tadeo, dirigido al corte y desagües de las vetas de Santa Cruz, Laicacota la Baja y más concernientes a ella; arreglada a la instrucción que Su Excelencia, el señor virrey, me da para este efecto y el que se cumpla la intención de la católica Majestad del señor don Fernando Sexto, mi señor, que Dios guarde, de formar el Gabinete Real y de Historia Natural que pretende, de que se da individual noticia por lo que toca a esta provincia. Cerro de Cancharani En cumplimiento del párrafo I o de la instrucción remito tres quintales de metal en bruto sacados de la mina y veta nombrada la Santísima Trinidad, en el cerro de Cancharani, el día 9 de este presente año; el primer quintal del más rico en 7 pedazos, que se liaman corpas, que hace en la veta una aspa, que es junta con otra nombrada la del Glorioso Patriarca San José, [y es] en la distancia de 15 varas de dicha junta en que se encuentran de este referido metal corpa, unos ojos y bolsones de él, como parece, cuya ley
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aseguran ser de 500 marcos; y el segundo quintal con que corre dicha veta, de menos entidad, en 6 pedazos, que llaman metales corrientes, cuya ley es de 80 marcos; y el tercer quintal menos rico o pobre, que se llama brozas, en 3 pedazos, cuya ley es de 20 marcos. 13
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Q
^yl de t o d o se necesita para los reparos al a z o g u e , que se inhabilita por m u c h a calor o m u c h o frío, con q u e les tiene de costo a los m i n e r o s cada marco, según m e tienen dicho, sobre m á s de seis pesos, sin q u e se h a g a cuenta de los i n s t r u m e n t o s y h e r r a m i e n t a s con q u e se t r a b a j a para el beneficio. Y sólo el corriente g r u e s o que llevan les p u e d e m a n t e n e r sin los atrasos y pérdidas que m u c h o s experimentan. En este ingenio hay sobre 6 0 indios trabajadores, voluntarios los más, q u e vienen de las otras provincias y pueblos vecinos. En este cerro de C a n c h a r a n i y Laicacota Alta y Baja, q u e dista una legua de esta villa de Puno, se halla t r a b a j a n d o la c o m p a ñ í a en la prosecución del s o c a v ó n real del G l o r i o s o A p ó s t o l San J u d a s T a d e o , con el e m p e ñ o que se tiene dicho, a n i m a d o s a hacer los cortes a las vetas de Santa Cruz, que en su primitiva la d e s c u b r i ó y registró el e n u n c i a d o T o m á s Flores, la de San Nicolás, San Francisc o Solano, San F r a n c i s c o Javier y otras principales, q u e [por] las m e m o r i a s de la f a m a en su o p u l e n c i a viven con el crédito de que f u e r o n de metales m u y ricos y p o d e r o s o s , q u e están en sus p r o f u n d i d a d e s con el i m p e d i m e n t o del agua.
Cerro de Laicacota la Baja Y con este m i s m o s o c a v ó n pretenden seguir a los cortes de Nuestra S e ñ o r a de la C o n c e p c i ó n de Laicacota la Baja, que la registró en su primitiva el maestre de c a m p o G a s p a r de Salcedo, h a b i e n d o e n c o n t r a d o metales tan poderosos, c o m o se asienta por cierto, q u e f u e r o n n o m e n o s en su principal guía que de plata blanca a barra, que en partes se cortaba a cincel, d e m á s de los cachizos, polvorillas, p a v o n a d o s [y] rosicleres q u e le a c o m p a ñ a b a f n ] en criaderos de cachis, alabastros y cobrizos, en que, h a b i e n d o sido m u c h o s los interesados en ella, t r a b a j a r o n y d e s f r u t a r o n hasta d o n d e les permitió el p o d e r o s o e n e m i g o del agua, c u y a a b u n dancia les e m b a r a z ó seguir a sus m a y o r e s p r o f u n d i d a d e s , en que se saben corren los metales. Y p o r eso la d i c h a c o m p a ñ í a , c o m o en el dilatado t i e m p o d e m á s de 6 0 a ñ o s n o se t r a b a j a p o r n i n g u n o , la pidió por y e r m a y d e s p o b l a d a y se le a d j u d i c ó para dar los barrenos y cortes por la p r o f u n d i d a d de cien estados y echar el a g u a por su s o c a v ó n , a q u e se agrega[n] a sus contigüidades otras vetas
se entran a proveer los indios que andan por las calles; y aquellos excrementos los enjugan y los secan con el sol y luego los juntan y amontonan y por cada costal de aquelllo dan ocho reales, para quemar el metal negrillo, para poder beneficiarle y resolverle con el metal opaco." En los afios setenta del siglo XIX, incluso los pequeños barcos de vapor que circulaban en el Lago de Titicaca, usaban la taquia para sus máquinas (Wiener 1993 [1880]: 410).
147 de igual crédito de riqueza, que son la[s] de las Animas, San Miguel y Nuestra Señora del Rosario, [de las] que no teniéndose noticia quienes las descubrieron y registraron, sólo consta están desfrutadas < y que> - s u s vestigios y desmontes avisan haber sido de metales ricos- [y] que todas se pueden cortar con el citado socavón real en travesía, si prosigue dicha compañía y tiene bastante gente operaría para darle las lumbreras de que obra tan dilatada necesitase. Cerro de Laicacota la Alta A éstas se sigue la famosa veta de Laicacota la Alta nombrada Santa Teresa, que la descubrió ahora más de 100 años Juan Durán, el viejo, dueño que fue del ingenio de San Juan de Uncalliri y de minas en el asiento de San Antonio de Esquilache de la provincia de Chucuito, por habérsela manifestado una india cacica comadre suya, quien, no pudiendo asistir al reconocimiento formal de ella por tener puesta su mayor atención en sus minas de San Antonio, 21 teniendo íntima amistad con José Salcedo, hermano del predicho maestre de campo Gaspar, le enseñó esta famosa veta, pidiéndole que, en su nombre y a su costa, diese una cata profunda en la parte que le señaló y le avisase para hacer el registro, en que se interesarían los dos; y habiendo ejecutado dicho José Salcedo lo que le previno el expresado Juan Durán, halló en las primeras varas de profundo la grandeza de que tenía metales tan ricos que eran no menos que barra maciza de plata blanca y plomo ronco; con cuya vista, faltando a la confianza, sin dar noticia dicho José Salcedo al referido Juan Durán, pasó a hacer registro de ella para sí solo, de que se sabe con las memorias del tiempo la opulencia de plata que sacó en tanto número que llegó a causar los alborotos de muertes y sediciones que sucedieron, habiéndose mezclado dicho Salcedo en los pensamientos de infidelidad a la católica Majestad de nuestro rey y señor, por los que el excelentísimo señor conde de Lemos, virrey que fue en la sazón, vino a este asiento y le dio el condigno premio de mandarle quitar la vida con justificadas causas que le substanció. Y habiendo sido muchísimos los interesados y mineros en esta veta, se reconoce trabajaron y desfrutaron cuanto pudieron y les permitió el agua, por lo que dieron un socavón, con que facilitaron entrar a más profundidades y sacar los metales hasta que totalmente los lanzó la mayor fuerza del agua, y se sabe por papeles e instrumentos antiguos que corren los metales a sus profundidades sin decadencia, aunque causando los más lamentables sentimientos por la imposibi-
21 Al principio del siglo XIX, las minas de San Antonio, San Pedro y San Pablo pertenecían a Casimiro Bravo; su socavón era demasiado alto; daban metales plomizos que se beneficiaban en el trapiche de San Miguel, tres leguas de Puno, a 30 marcos por cajón (Riveroy Ustáriz 1857, II: 29).
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lidad de poderlos sacar y aprovecharse [de ellos] con el logro del mayor aumento del real haber y beneficio público, mayormente cuando se asienta por papeles jurídicos que una sola mina de 60 varas en esta famosa veta dio un millón de pesos de quintos a la Real Hacienda. A este cerro y vetas, que tienen sus rumbos de leste oeste, se dispuso, ahora 80 y más años, dar un socavón real pro [s/'c] la profundidad de más de 130 estados, que se principió y corrió muchas varas por un Antonio de Saavedra y Andrade y sus antepasados, con el fin de hacer el corte y desaguar esta veta, la de las Animas Grandes, el tajo del inga y Laicacota la Baja, que constará de más de mil varas de longitud, obra muy costosa con sus lumbreras, pasando en corte de travesía los mantos del Rosario, San Pedro y San Pablo 22 y San Vicente, que también fueron descubiertos y trabajados defsde] la antigüedad de muy buenos metales; y por muerte de dicho Andrade se quedó suspenso sin proseguir. Esta obra y socavón real han pedido en el real y superior gobierno de estos reinos los referidos de la compañía de Cancharani para poderlo proseguir y concluir, y se ha mandado adjudicar[sele], practicadas las diligencias de despoblado dispuestas por derecho, con que quedan entendiendo en solicitud de gente en la[s] circunvecinas provincias y pueblos para dar[le] principio, por no hab e r l a ] totalmente en esta [provincia] por los anuales despachos que se hacen a la mita de Potosí, que asóla los pueblos en los pocos indios que tiene[n]. Y si encuentran la necesaria gente y logran el laboreo del citado socavón, será una de las mayores obras del reino, hechos que sean los cortes. En la citada veta de Santa Teresa, Laicacota la Alta, se halla trabajando actualmente don Silvestre de las Cuentas, azoguero y dueño del ingenio de Itapalluni, en las minas viejas, que le pertenece (a dicho ingenio y al de San Pedro de Alcántara en la ribera de Uncalliri, proprio de doña Marcelina de Valverde y Perales) y tuvo desde la antigüedad, limpiando y habilitando los derrumbes y comidos antiguos, con el fin de llegar y penetrar a los planes de la profundidad y agua en que quedó. Tiene esta obra hasta hoy día en 74 estados de perpendicular, con su lumbrera de viento fresco. En dicha Laicacota la Alta y veta nombrada las Animas Grandes, que está contigua a la antecedente de Santa Teresa, se halla trabajando don Juan Ordóñez de Lara y Villaquirán 23 la mina vieja, que fue de don Claudio de Mosquera difunto, con el fin igualmente de llegar a los últimos planes y lengua del agua y reconocer el estado en que quedó. Esta mina la tiene en profundidad de 70 estados, sin haber encontrado más que derrumbos y piedras de los comidos
22 Véase nota 21. 23 Este minero sostenía al mismo tiempo una larga disputa sobre la venta de una mina de oro en el asiento de Poto, corregimiento de Azángaro (ANB Minas, núm. 104, exp. 911 y 912).
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antiguos, en que está el plan del primer socavón que dieron los antiguos; y [está] debiéndose a la expresada compañía de Cancharani el que este cerro, después de más de 50 años que se hallaba despoblado, yermo y desamparado, por sus valerosos ánimos se halle poblado, con ciertas esperanzas, de que serán autores, [de que] vuelva así éste como el de Laicacota Alta y Baja y sus vetas a aquella opulencia antigua por la infatigable constancia con que trabajan, sin reparo de gastos con el fin de lograr las empresas que se tienen dichas. Se sigue otro mineral que está distante un cuarto de legua de éste de Cancharani y Laicacota que se llama Pomperia. Cerro de Pomperia y Llallahuani 24 Este es mineral más antiguo que los Laicacotas y Cancharani. No se sabe con evidencia quien fue su primer descubridor. Sólo se dice remotamente que un pobre m o z o viandante por casualidad halló una veta de plata blanca a la parte del norte, que las reverberaciones del sol, al pasar por su cénit, le hacían dar resplandores como ascuas de fuego, que es lo que significa en lengua índica aymara 'pumpisquihua', y corrupto 'pomperia'. Y siendo esto en tiempo que los corregidores tenían su habitación en el pueblo de Paucarcolla, distante cuatro leguas, que era la capital, pasó a manifestarle y lo hizo ante su teniente general, quien, visto al reconocimiento y vista la grandeza del Altísimo y la hermosura de la naturaleza inclinado a su interés particular por interpósita persona, despojó al legítimo dueño de lo que Dios y Fortuna le deparó, retirándolo del lugar más arriba o más abajo en la mesma veta con persuasión de que aquel paraje era más adecuado para lo que le inducía su inclinación, con que el mozo, legítimo dueño, se hincó y clamó al cielo, de que sucedió que sacada aquella primera vista se volvió visiblemente la plata en bazofias. 2 5 Con esta noticia vinieron muchos y fueron reconociendo el cerro, que es una lomadita a la falda de otro grande, que se llama Llallahuani, en una llanada o pampa como centro de este dicho Llallahuani, Cancharani y Laicacota, que por lo más levanta 25 estados de alto. Y hallaron - d e s p u é s de la [historia] del susodicho primer descubridor [habían] pasados algunos a ñ o s - una veta, que en parte se hallaba encapada de tierra y en partes descubierta, muy caudalosa y ancha de 40 varas de latitud con el rumbo
24 En el manuscrito "Llallaguani". 25 C o m p á r e s e una relación de Renigaldo de Lizarraga: "En el pueblo de Juli, digo, en su término, no lejos, descubrió un indio una veta de plata rica; quiérensela quitar, diciendo q u e el indio no puede tener mina de plata; el procurador del indio apeló para la Real Audiencia de la ciudad de la Plata (yo estaba a la sazón en ella); quítansela; perdióse la veta hasta hoy; no sé en qué se pueda fundar que yo, en mi tierra, como el extraño, no pueda tener mina, principalmente descubriéndola yo" (Lizarraga 1968 [ca. 1605]: 68).
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de norte sur, la que descubrieron y registraron los Duranes en distintas guías sucesivas unas a otras con sus entrecajas, que la llam[ab]an San Antonio de Padua, que trabajadas, por lo muy vicioso de sus metales, no le correspondieron a más ley por cada cajón que de 5 a 6 marcos, con que dentraron hasta la profundidad de 20 estados, desfrutando estos metales hasta que dieron en agua bastantemente copiosa que no pudieron mantenerla, lo que les motivó al desamparo. Y en este estado hallaron otra veta en la misma lomada, a distancia en travesía de 100 y más varas, de mejor calidad y caudal, de más de una vara, que la registraron y pusieron por nombre Nuestra Señora de la Soledad, en que se interesaron muchos, tomando estacas de a 60 varas después de la del rey y descubridora, trabajando y desfrutandofla] con logro considerable, por ser sus metales con abundante saca y blandura, de 20 a 30 marcos cada cajón; y aprofundararon de 70 a 80 estados sin considerable impedimento de agua, porque está en cortas cantidades, sólo experimentaron hasta los treinta estados y tuvieron modo de recogerlas en calderas, desaguando de ellas en baldes y odres en hombros y brazos de indios. Y en este estado descubrieron otra contigua y [la] registraron con el nombre de San Juan Bautista; [tenía] metales de 14 a 16 marcos, con abundancia de saca; y [la] desfrutaron en la misma conformidad que la antecedente hasta 90 a 100 estados. Y consiguientemente descubrieron otra veta entre las referidas y la dicha primera de San Antonio [de Padua], que la registraron con el nombre de la Gloriosa Santa Rosa, en que igualmente trabajaron muchísimo, con metales de 16 y 15 marcos y en partes de 40, hasta que con el tiempo la porosidad de sus cajas les motivó ocurriese abundancia de agua, que les obligó a desampararla]; y se fue apoderando dicha agua de todos los huecos, con ayuda de la que por las lluvias se introducía desde el haz de la tierra por las bocaminas, y así se fue despoblando, aunque no del todo, lo primero por muerte de sus principales dueños, y lo segundo porque a sus herederos les pareció imposible sacar el agua, hasta los años pasados de [1]736 y [17]37, en los que volvieron a trabajar don Miguel de San Román y Zevallos, don Juan Antonio Bravo de Saravia y don Silvestre de las Cuentas y otros muchos, haciendo obras de perpendicular por entrecajas, con regular apartamiento de las vetas, especialmente en la de Santa Rosa, hasta 80 estados y por debajo, [para] barrenar y dar corte a los metales, dejando en alto las aguas, lo que consiguieron; y hallaron buenos metales y varias vetillas extrañas de ley considerable de 40, 50 y 80 marcos, en cuyo estado trasminaron las aguas detenidas en los altos, y les anegó hasta la profundidad de 130 estados y más de 100, que tenían sus planes con los dichos metales ricos, sin poderlo remediar hasta el día de hoy en las referidas tres vetas principales, donde quedaron los metales todos en circos y vistos, con cuyo suceso - e l más lamentable y desgraciado, y lo más, porque no se puede dar socavón por ninguna parte, por estar en llanada- se ha despoblado del todo.
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Y sólo permanecen hoy en el trabajo dicho don Juan Antonio Bravo de Saravia y doña Marcelina de Valverde y Perales, sacando metales de la referida primera veta de San Antonio de Padua, que son de 5 marcos por cajón de los 20 estados, hasta donde entra a encontrarse con el agua, de la que se remite al superior gobierno de estos reinos tres quintales de metal en 52 pedazos, con los números 4, 5 [y] 6, cuya ley se tiene dicho es de 5 marcos, componiendo dichos metales las especies de caliches, panizos y medios cachizos en pacos, que todo va entreverado como se crían y se ven, siendo sus semimetales esmeriles, alcaparrosas y parte de fierro, que es lo que la inteligencia de los referidos dueños le[s] ha averiguado y reconocido, siendo sus criaderos de alcohol y bol imperfectos, de que es formado el cerrito o lomada en que están estas dichas vetas, con algunas partes de lemnia y eritrea color ceniciento, y muchas venas o vetillas del dicho cache blanco alabastro. Y trabajan en ellas de 40 a 50 personas de todas clases voluntarias. Entre estas vetas sucede que se hallan unos ramos o venas de carbón al parecer formal que llaman los mineros carboncillo, que es el antimonio general que le[s] acompaña a los metales ya referidos, cuyos beneficios, después de andadas todas las estaciones que se refieren con los de Cancharani, son en la misma conformidad, excepto los términos de quema que si aquéllos son en la media, éstos son en la entera, que se llama maestra, que es cuando la ceja queda igual con el cuerpo del relave o chacorrusca, todo en un mismo color, con el producto de cinco marcos de ley por cada cajón, con que sus dueños, sacados costos y gastos, pérdidas de azogues y consumos, medianamente se costean, con muy corta ganancia, [por]que el grueso del corriente de saca de 25 o 30 cajones de metal en cada semana hace por mantener sin descaecimiento sus ingenios y haciendas, y [porjque la gente operaría, que tiene, ya [está] connaturalizada, que llegará en el un ingenio a 70 personas de todas clases y en el otro a 40; y [para] que no se les ausente muchas veces la mantienen a fuerza de dádivas y socorros aunque no tengan que trabajar. Dicho don Juan Antonio Bravo de Saravia se halla trabajando en este mineral de Pomperia un frontón o socavón, con el rumbo de nordeste y encampa[na]miento de 10 estados desde la pampa o llanada, de la parte del norte a la veta de Nuestra Señora de la Soledad en travesía a meterse a todo el cuerpo del cerro ya dicho Llallahuani, a buscar si éste tiene algunas otras vetas y metales, [por]que todos los antiguos y modernos no han tenido esta curiosidad, ni han hecho semejante obra, que según su inteligencia y práctica de minero, por los criaderos y panizos que el cerro demuestra, asienta por evidencia tendrá otras vetas; y tiene cortada en esta dicha obra o rasgo una a las 60 varas de distancia, que por lo somera se le ha averiguado ser de ley de ocho marcos el cajón, del que remito un quintal en 7 pedazos, formado en tres guías, que siendo el perfecto metal que parece al medio, sus colaterales o guardas son sus semimetales, que se
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llaman panizo blancarte, que también éste tiene tres marcos por cajón, y el otro ceniciento, la más, que es de un marco y sus criaderos o tierras, las mismas que se tiene advertido, cuyo buen norte le anima más a seguir con mayor empeño hasta la longitud de un mil varas, que demandarán tres minas lumbreras en el discurso para el viento fresco; y se trabaja con relejerías y arquerías de piedras, conducidas y traídas a todo costo para sujetar los sueltos que motiva la obra, en que se ha ejercitado el tiempo de un año de continuo trabajo con 24 indios diestros y un minero, cuyo efecto se espera el más favorable al aumento del real haber y beneficio público; siendo su modo de sacar la plata el beneficio ordinario que se tiene advertido de los metales de este cerro. [Se] saca de este metal y guía en cada una semana un cajón y medio, por ser todavía su caudal, como se ve, corto, y tiene de gastos para él y lo demás de la obra en los 24 indios y un minero 102 pesos de jornales, sin entrar herramientas, velas y piedras para los relejes, que cuesta cada 100 piedras un peso, que las ponen varios indios que se llaman pedreros, conduciéndolas de la distancia de una legua en carneros de la tierra, y cada semana se gastan en dichos relejes 1500 a 2000 piedras. Cerro de San José En el cerro nombrado del Patriarca y Señor San José, mineral antiguo desde el tiempo o antes de Laicacota, [del] que no se sabe de cierto quién fue el primero que le [s/c] descubrió y registró, que dista un cuarto de legua de esta dicha villa, se notan muchas vetas y bocaminas viejas, que los de su primitiva trabajaron y desfrutaron; y según los desmontes de sus rodaderos, que los modernos han recogido y llampeado, fueron de metales muy ricos de plata blanca, [aun]que parece no aprofundaron mucho, así porque a los 20 estados se les atravesaron varios mantos o padrastros [lo] que les ocultó y desvaneció las vetas, como por la mucha agua que les ocurrió por ser el cerro muy húmedo y poroso con muchos manantiales que brotan al haz de la tierra, [lo] que les impidió pasar los ya dichos mantos y padrastros. Se ha formado una compañía real por escritura, que se otorgó el día 23 de febrero del año próximo pasado de 1752, por los siguientes: don don don don don don
Juan Antonio Bravo de Saravia, Miguel de San Román y Zevallos, Joaquín Antonio de Guendica, Silvestre de las Cuentas, Miguel José García de la Riba, Pedro de Villar y Zubiaur,
don don don don don don
Juan de Infanzón y Tineo, José García Infanzón, Juan Ordóñez de Lara y Villaquirán, Nicolás del Puerto y Lirimonte, Fernando Márquez de la Plata, Pedro Femando de Loa,
153 todos los que son para dar un socavón real pro [s/c] mucha profundidad, con encampanamiento en travesía a todas las vetas y aguas, de más de 100 estados y hacer que corran éstas por su pie; habiéndose aprobado [esta compañía] por el real y superior gobierno de estos reinos, se dio principio al trabajo inmediatamente con limpiar y habilitar una de las minas y bocas antiguas, la que pareció más proporcionada para fundamentar la consabida obra del socavón; y habiendo entrado hasta 15 estados de profundidad, se han encontrado los citados mantos y padrastros, [lo] que desanimó a los antiguos, con abundancia de aguas, que se sacan en odres o pipas de cuero a hombros de operarios con muchísimos gastos; y entre los dichos mantos, padrastros o bancos [hay] varias hebras o ramitos de metales ricos, que se tienen por humos o vapores de los de la profundidad, que exhalan por entre las concavidades de los padrastros o bancos, [los] que, como se tiene dicho, desvanecieron 26 las vetas y metal, cuyos rumbos corren de norte a sur en criaderos de tierra eritrea, con mezclas de cardenillo, cobrizo que [así] llaman, que es en todo lo que arma este cerro seflal cierta de que hay riqueza por su jugosidad. Y habiéndose sacado para ensayes por mayor algunos cajones, los primeros sin separar las tierras o piedras de su mezcla, correspondieron a 23 marcos cada uno y los demás a 14, a 8 y 9 [s/c] marcos, con el nombre de brozas, con que se va continuando el examen y reconocimiento de la mayor profundidad para poner por efecto el socavón real, en que trabajan; hay 34 personas con dos mineros, a cargo y cuidado de uno de los compañeros, don Juan Antonio Bravo de Saravia, y por su defecto, don Silvestre de las Cuentas, con gastos todas las semanas de 180 a 200 pesos, según el más o menos número de gente que se pone, entrando velas, herramientas y pólvora, cuero para odres, piedras para sus relejes y [para] sostener el cerro por la blandura que motivan los mantos llamados comúnmente llujos, siendo lo que se saca de estos metales o brozas en cada una semana un cajón y medio. El modo de beneficiar y sacar la plata de estas brozas es, después de andadas todas las estaciones de los demás, en cocimiento de relaves muy caldeados en el homo como para los demás metales, echar la harina y por tostadillo en el horno, que es a dos moyas o revueltas con la chacorrusca; se saca por las tres ventanas con mucha ligereza fuera y se deja enfriar y se conduce al buitrón para el incorporo con sal, azogue y magistral, que llaman cobre; y a los ocho días con los regulares reparo[s] se lavan y se concluye el beneficio con los gastos que son sabidos de los otros metales. De este metal se remite un quintal en 14 pedazos, que es el número ocho.
26 "desvaneció" en el manuscrito.
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Chiaraque y Cuevas A las 5 leguas distante de este referido mineral de Señor San José está otro, nombrado Nuestra Señora del Rosario de Chiaraque y Santo Domingo de la[s] Cuevas, que descubrió y registró sus vetas, nombradas San Francisco de Asís y San Pedro de Alcántara, José Ramos de Valdarrago; la de Santa Cruz, Cristóbal de Valencia; la de Nuestra Señora de la Candelaria, 27 Pedro Fernández de Sanabria; la de la Santísima Trinidad, Miguel Ramos de Valdarrago, ahora 40 y más años. Y últimamente, ahora 7 años, descubrió otra veta Fernando Fernández, en que se interesaron muchos, habiendo encontrado metales de más de 300 marcos por cajón, que hicieron considerables sacas, de que resultó la desgracia de habérsele introducido un manto o contraveta de antimonios y malezas contrarias que le desvaneció toda la ley y plata que tenía. Y en este estado, al querer penetrar y pasar este manto o maleza, que es general en todas las vetas, les reventó porción de agua sin permitirles trabajar, con que se qued[ar]o[n] despobladas y desamparadas del todo, como están hasta el día de hoy, sin que persona alguna se anime a trabajar, así por la escasez de gente, como porque no se exponen a hacer un considerable desembolso de plata para dar socavón a los desagües. Pataqueña 2 8 [Está] sucediendo lo mesmo con el mineral de Pataqueña o Nueva Vizcaya, que está distante de este asiento o villa de Puno siete leguas, cuyo descubrimiento se dice lo hicieron unos vizcaínos en la antigüedad; y por defecto de lo muy aguado del cerro no pudieron penetrar en la saca de sus metales en distintas vetas que encontraron más que hasta 12 o 14 estados; y lo dejaron desamparado, siendo sus metales de 14 a 15 marcos de ley por cada cajón, y en partes y donde hacía aspas y buenos jugos sus criaderos y terruños se encontraban metales de 50 a 100 marcos cada cajón, lo que se acreditó por los años de [1]746 y [17J47, que, habiendo puesto barretas don Miguel de San Román y Zevallos, don Juan Antonio Bravo de Saravia y don Silvestre de las Cuentas, hallaron estos mismos metales; a fuerza de industrias, inmenso trabajo y costos mantuvieron el tiempo de dos años las aguas y sacaron en rumbo todo lo que pudieron, sin poder
27 A ésta, quizás se refiere Castelnau (1850-51, III: 408) señalando equivocadamente: "La mine de Laicacota parait être la même que celle connue sous le nom de Veta de la Candelaria". 28 "La mina Pataqueña que en un tiempo esplotó la Empresa Guinasi, producía pavonados y otros minerales argentíferos, con gangas básicas. De estas minas se extrajeron cantidades de plata con una ley de 15 kilogramos máximo de plata por tonelada. Igual condición demuestra la mina llamada Pomería [= Pomperia?]" (Romero 1928: 456).
155 penetrar a las profundidades por la fuerza del agua, habiendo estado sobre dos años en aquel lugar; y dicen, fueron sus metales sobre quijos muy duros y blancos a modo de alabastro con sus bronces dorados acompañado de semimetal, margajita en criaderos de tierra samia muy jugosa. Y hoy se halla del todo desamparada por el defecto del agua. Cerro de Chuallani 2 9 A que se sigue a la una legua distante de este Pataqueña o Nueva Vizcaya el cerro de Chuallani, [en] que este presente año de 1753 descubrió y registró en él una veta de metal de plata Juan Chura, indio originario del pueblo de San Francisco de Tiquillaca de esta provincia, que habiéndose hecho la adjudicación según lo dispuesto por reales ordenanzas se han interesado en ella: Cerro arriba doña Brígida de Ayala, don Silvestre de las Cuentas, Manuel Calisaya, don Juan Antonio Bravo de Saravia, don Gabriel de Orejón y Aparicio, don Diego Martínez de Arrazola, Julian Martínez de Arrazola,
don Juan Antonio de Olamendi, don Juan Ordóñez de Lara y Villaquirán, Agustín Cayetano Reinoso, Francisco Javier Pérez de Varrios, don Pedro Fernando de Loa, don Ignacio de la Barra;
Cerro abajo doña Isabel de Sagastizarra, don José Tomás del Portillo, don Valentín Calderón de la Barca, don Francisco Javier Michel,
Elias Fernández de Avila, don Bernardo Quinteros, don Miguel Alfonso Martín del Campo, Mateo de Almanza,
a quienes se les tiene señaladas a cada uno una mina y estaca de 60 varas, que aunque éstos todavía en los pozos de ordenanza, que están dando, no han encontrado el metal, por estar el cerro encapado. Su descubridor Juan Chura se halla sacando en poca cantidad por estar a los principios, con sola [s/c] la profundidad de cuatro estados en una boca, constando el caudal del metal en media vara de ancho, de los que remito dos quintales; el uno del acendrado, que llaman corpa, y dicen son de 50 marcos por cada cajón, y el otro del menos acendrado, que aseguran ser de ley de 12 marcos con el acompañado o semimetal de la margajita
29 Chuallani, en 1818, era una mina activa con 24 obreros (Certificación de los administradores del tesoro público, José Victoriano de la Riva y Mariano Luna, Puno, 17 de noviembre de 1826. En: Rivero y Ustáriz 1957, II: 33).
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en criaderos de jaboncillo o tierra eritrea color ceniciento, en 90 pedazos, número 9 y 10. Su beneficio es por crudo sin cocimiento ni quema; molido el metal y cernido hecho harina, puesto en el buitrón, se incorpora con sal, azogue y agua; y bien repasado, se deja a que el azogue vaya absorbiendo la plata, y así se repiten repasos hasta que dio [s/c] toda la ley como los demás metales. Dicen por este metal que hace mejor ley por fundición de fuego, según han experimentado, pero se necesitan de abundantes ligas para humedecerle y dar curso a la separación de la plata del metal, quijo y piedras que tiene consigo, por la rara sequedad en que se halla; dicha liga es el metal de plomo dulce que van a buscarlo 70 leguas distante de esta jurisdicción a los cerros de Corihuichinca 3 0 en la provincia de Azángaro, lo que no se ha experimentado por mayor, por estar a los principios de su descubrimiento; si se verifica esto, se ahorrarán las grandes pérdidas y consumos de azogues, aunque al fin, si no es excedente la ley, de un beneficio a otro sale cuasi lo mismo el costo que tienen y a lo que corresponden los marcos. En esta provincia y sus minerales no se trabajan los semimetales, como son cinabrio, piedras de azogue, 31 cobre, fierro, estaño y otros, por lo que no se trata de ellos ni se remite[n] en cumplimiento del párrafo 13 de la instrucción. Y de la misma manera de los minerales de piedras preciosas opacas por que no hay ninguna, como también de minerales de oro y aventaderos de pepitas. Las cosas curiosas que se manda se soliciten, en el párrafo 16 de la instrucción, no se han podido conseguir, aunque se han interpuesto las más exhaustas diligencias en el corto tiempo en que se hace esta relación, no sólo en esta provincia, que es muy corta, sino en las circunvecinas. Si se encontrasen algunas, se remitirán con anticipación.
30 En el manuscrito "Coriguichinca". 31 Compárese, sin embargo: "Termina por la parte del norte de los referidos cerros [de Cancharani y de San José], el que llaman del Azogue, por tener vetas de este metal, que en tiempo del conde de Alva se benefició, excediendo su calidad y abundancia al de Huancavelica. Pero por motivos que habría para ello, mandó el superior gobierno que cesasen sus labores" (Bueno 1951: 124).
157 Todo lo referido es cierto y verdadero y los metales que acompaña[n] a esta relación son los mismos y sacados conforme se expresa en ella y para que conste, lo firmo por triplicado, en 3 de noviembre de 1753 años. Manuel del Portillo Haedo Los 10 zurrones desde número 1 hasta 10 llevan la marca
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10.
CHUCUITO
10.1. Esbozo histórico de la minería en ei corregimiento de Chucuito A mediados del siglo XVIII, la provincia de Chucuito colindaba al norte con Paucarcolla, al sur con Pacajes y al oeste con el lago Titicaca, en aquel entonces llamado laguna de Chucuito. Formaba parte del virreinato del Perú, pero estaba subordinada a la Audiencia de Charcas, lo que tal vez estaba motivado por la orientación económica de la provincia hacia la región minera del altiplano boliviano. Para finales de la época colonial, la organización administrativa, tanto civil como eclesiástica de la zona, experimentó varios cambios a los que aquí no se les puede dedicar más espacio. Hoy en día pertenece al departamento peruano de Puno. En épocas precoloniales, la región de Chucuito formaba uno de los llamados reinos aymaras, cuya estructura socioeconómica, fundamentada en diversas variaciones del famoso sistema de 'control vertical de pisos ecológicos', ha sido relativamente bien documentado por la etnohistoria (Murra 1975). Después la región fue integrada al Tawantinsuyo, sin embargo, es muy difícil reconstruir la historia exacta de la expansión incaica al sureste andino, debido a la a veces contradictoria tradición oral en que se basaron los diferentes cronistas españoles. En vísperas de la conquista española, Chucuito constituía el centro de la región de Lupaqa y era conocido por su riqueza en llamas, situación que se documenta también en los documentos coloniales (por ejemplo, Diez de San Miguel 1964 [1567]). Después de la conquista se introdujo en la región el sistema de la encomienda, mediante el cual los españoles querían aprovechar los ricos recursos naturales de la zona. A partir de la política del virrey Francisco de Toledo la población indígena de Chucuito fue también obligada a participar en la mita potosina, es decir, cada año había que remitir un considerable número de individuos a las minas e ingenios del Cerro Rico de Potosí. Para llegar a su destino, situado aproximadamente a 480 kilómetros del lugar de sus viviendas, necesitaban alrededor de dos meses. Otro lazo entre Chucuito y el sistema económico centrado alrededor de Potosí lo constituía el comercio, pues gracias a la abundancia de llamas y otros animales de transporte los indígenas participaban como arrieros y trajinantes en el suministro de la Villa Imperial. La minería de la región de Chucuito sólo alcanzó importancia durante algunas épocas de manera pasajera. La literatura geográfica del siglo XVIII (Bueno 1951
159
[1770]: 127; Alcedo 1967 [1786-89], I: 328) hace mención de varios asientos mineros en la zona, así como del pueblo de Pichicani, 1 de los asientos de Sacata y de Huacullani, que aparecen también en el documento aquí reproducido. El asiento minero más importante del corregimiento fue sin duda San Antonio de Esquilache, situado a 4750 metros sobre el nivel del mar. El descubrimiento de sus minas y la fundación del poblado acaecieron en 1619 o 1620 (Torres Luna 1968: 154). Recibió su nombre como homenaje al virrey de aquel entonces, Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache. De la historia del descubrimiento hay varias versiones, una de las cuales puede leerse en el documento aquí publicado. Otra se encuentra en un informe de principios del siglo XIX, según la cual las minas fueron descubiertas por Juan Durán, compañero de José Salcedo, el desgraciado dueño de las minas de Laicacota (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 30); 2 tal vez la fama de las minas de Laicacota haya opacado el recuerdo de la minería anterior de la comarca. 3 Las minas de San Antonio de Esquilache se convirtieron muy rápido en un polo de atracción minero. En 1634, los empresarios del lugar solicitaron que se les concediese una cuota anual de 200 quintales de azoque, los que estaban dispuestos a pagar al contado en la caja de Arica (Documentos 1974, I: 453). Durante el gobierno del virrey conde de Salvatierra, San Antonio de Esquilache estaba en plena bonanza, por lo tanto, el virrey estableció allí una caja real. 4 La minería de la región gozaba en este entonces de la concesión de pagar únicamente el sexto (el 16.67%) en vez del quinto (el 20%) como contribución fiscal, hasta que el virrey conde de Lemos abolió este privilegio hacia 1668. 5 A pesar de que para finales del siglo XVII se inició su decadencia, el asiento no se abandonó y siguió gozando de alguna reputación en el contexto regional. Los autores de la época siempre señalaron la riqueza de sus vetas (si bien, se citan unos a otros). Especialmente la mina llamada "La Fragua" se convirtió en leyenda por el alto arrendamiento que su dueño cobró a los interesados en
1
Sobre al asiento de Pichicani, véase también A N B Minas, núm. 107, exp. 936, f. 219r-253v, y exp. 938 y 939, f. 310r-468r.
2
Esta relación la reproduce también Samamé Boggio (1979, I: 67). Que los Salcedo también tenían fuertes intereses en San Antonio de Esquilache está demostrado en A N B Minas, núm. 108, exp. 943, f. 350r-574v.
3
Más información sobre San Antonio de Esquilache en A N B Minas, núm. 106, exp. 930, f. 243r-515r; núm. 107, exp. 931-935, f. lr-167r, y exp. 937, f. 254r-309v; 108, exp. 940-942, f. lr-349v.
4
Relación del estado en que deja el gobierno de este reino de Perú el conde de Salvatierra, Lima, 22 de marzo de 1655. En: Hanke 1978-80, IV: 63.
5
Rafael de Soprani a Jácome de Sopranis, Chucuito, 15 de marzo de 1669. En: Solano 1992: 258.
160 trabajarla. El monto varía, sin embargo, de referencia en referencia, 6 y en nuestro documento esta mina ni siquiera se menciona. Pero también se señalan siempre los problemas a los que estaba sometida su explotación, y no como último factor el duro clima de la gran altura. 7 Hacia mediados del siglo XVIII, las dificultadas se habían agudizado hasta que finalmente la minería sucumbió en la decadencia generalizada (Juan/Ulloa 1748, III: 215). El documento que aquí se reproduce demuestra que el estancamiento no fue total, pero fuentes posteriores tampoco documentan una imagen mejor de la minería de la zona. Cosme Bueno describe la situación de la siguiente manera: "(...) el antiguo y poderoso mineral de plata de San Antonio de Esquilache, situado casi al oeste de la ciudad de Chucuito, en la fría y doblada cordillera, que corre desde los límites de la provincia de Paucarcolla hasta la de Pacages. Este mineral dio inmensas riquezas; y aún pudiera dar muchas si hubiera gente y ánimos para empeñarse en sus labores. (...) En estos tiempos aún se saca de estas minas no poca plata, lavándose a 10, 12, y 20 marcos por cajón. Y si se desaguaran algunas de ellas dieran de 120 a 500 marcos" (Bueno 1951 [1770]: 125).
Como en todo el sur peruano, la minería decayó en la segunda mitad del siglo XVIII o, al menos, no pudo alcanzar el mismo nivel de crecimiento como la reactivada explotación de Potosí y los nuevos centro del norte, como Cerro de Pasco o Hualgayoc. En 1779, se dice de las minas de Chucuito, lo que probablemente incluía también al corregimiento vecino de Puno, que están "en estado de abandonarse". 8 Inmediatamente después la zona se convirtió en escenario de feroces luchas durante la rebelión de Tupac Amaro y los hermanos Katari, en cuyo transcurso la ciudad de Chucuito fue incendiada. Por lo tanto, en 1782, la minería estaba en mal estado, como lo refiere una relación anónima de este año (que menciona los mismos yacimientos argentíferos que el documento aquí publicado): "Se han trabajado en lo antiguo metales de quinientos marcos por cajón; pero en lo general, siendo mui raras las que dan de quince a beinte marcos. Los minerales antiguos de San Antonio de Esquilache, donde está la rica mina de la Fragua (...). Los de Ipaveco, Zaacatay Guacullani todos ellos ricos, y abundantes, se hallan oy sin trabajo en sus más poderosas minas, porque haviendo encontrado con el agua al tiempo mejor
6
Bueno 1951 [1770]: 125; Alcedo 1967 [1786-89], II: 54; Miño Grijalva 1984 [1782]: 632; Torres Luna 1968: 1654.
7
"(...) su temperamento por lo general es frío, y muy penoso para la vida, porque la mitad del año es de Yelos, y la otra mitad de Nieve, y Granizo" (Juan/Ulloa 1748, III: 214).
8
Informe del contador mayor Juan Francisco Navarro al visitador general José Antonio Areche, Potosí, 25 de junio de 1779. En: Acevedo 1960-1961: 278-279.
161 de sacar los ricos metales, han abandonado el trabajo por no tener los dueños fondos para los desagües." 9
Como remedio a los problemas, el autor de la relación propuso que la Corona se responsabilizara del desagüe, mediante la construcción de socavones, y, sobre todo, que se organizara de nueva cuenta el trabajo forzado indígena en la provincia: "Una de ellas, y que clama de justicia por su execución es la de asignarse a este mineral, y los demás que aún se trabajan en esta Provincia los indios mitas que anualmente se despachan de ella a Potosí. N o puede verse sin lástima salgan éstos a distancia de muchas leguas a trabajar ajenas minas, y se dejen por falta de gente sin beneficio, las que Dios crió ricas en su propia patria. Sería también útil providencia que el Governador pudiese sacar de los pueblos y dar a los mineros quantos indios pidiesen para sus labores, pagándoles a ellos mismos sus jómales en propia mano, semana por semana, pues aunque esta Provincia se halla poblada de mucha indiada, como el Governador no pueda obligarles a que salgan al travajo, y por otra parte la naturaleza del indio apetesca la ociosidad carecen los mineros de trabajadores."10
En 1818 se hallaban en San Antonio de Esquilache nueve minas en explotación con un total 162 operarios y una producción de 6249 marcos de plata. En el distrito de Huacullani, en 1826 había cuatro minas con 60 obreros y mil marcos de producción." Ocho años después, San Antonio de Esquilache era sólo una miserable aldea poblada por cerca de 200 mineros pobres. Toda la zona estaba cubierta con un sinnúmero de bocaminas abandonadas. Había once vetas conocidas, pero solamente una, la de Victoria, se trabajaba a través de dos socavones. Uno de ellos había sido obra de un minero llamado Orellana, dueño de la mina de Jesús María, ya alrededor de 1775. Por su prolongada explotación, la mina de Victoria se había convertido también en la más profunda del cerro, pues desde la boca de la lumbrera principal, en la cúspide del cerro, hasta los últimos planes medía como sesenta pies. En aquel entonces, la mina había sido dividida en ocho acciones y arrendada a una compañía formada por Pedro José Valdivia, Manuel Pino, Domingo Infantas, Atanasio Hernández y otros. Por cada acción se pagaban cuatro mil y quinientos pesos de arriendo, que debían pagarse cada seis meses. Trabajaban en la mina Victoria cerca de sesenta barreteros, ganando por cabeza cuatro reales diarios; semanalmente se sacaban, por equipos de seis hombres cada uno, seis y medio cajones de metal de a cincuenta quintales. Cada jornada consumía media arroba de pólvora, poniéndose cuatro onzas por tiro.
9
Descripción de la provincia de Chucuito, 1782. En: Miño Grijalva 1984: 632.
10 Ibid.: 632. 11 Certificación de los administradores del tesoro público, José Victoriano de la Riva y Mariano Luna, Puno, 17 de noviembre de 1826. En: Rivero y Ustáriz 1957, II: 33.
162 Para el alumbrado los empresarios daban a cada obrero cuatro onzas de sebo. En total, se invertían entre seiscientos y setecientos pesos por semana. Por cada cajón de corpa, puesto en la cancha, los dueños gastaban en promedio entre ochenta y noventa pesos, y por el cajón de broza, veinticinco. La extracción de metales era de seis a ocho cajones. Los metales se beneficiaban en el trapiche de Santa Rosa, a cinco leguas de la mina, y el mineral producía de sesenta a setenta marcos por cajón (y según los experimentos de Rivero y Ustáriz hasta ochenta marcos) (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 30-32). Para el siglo XX, la explotación de las minas de San Antonio de Esquilache no cesó del todo. En 1928, Emilio Romero apuntó (1928: 456) que a esa fecha de los filones se extraían minerales plomosos con contenido de plata y oro. La mina, sin embargo, se encontraba agotada en sus partes superiores, por lo que fue necesario abrir un profundo socavón que cortara la veta a los 1700 metros. 25 años más tarde la mina más importante del lugar, llamada San Antonio, era propiedad de la firma de Mauricio Hochschild. "Su campamento es de construcción moderna bastante grande y con todo el confort necesario para empleados como para obreros" (Guevara Velasco 1954-1955, III: 803).12
10.2. Documento [Informe de Pedro Miguel de Meneses Montalvo Bravo de Saravia, Chucuito, 29 de octubre de 1753J Relación que yo, don Pedro Miguel de Meneses Montalvo Bravo de Saravia, gobernador, justicia mayor, teniente de capitán general y alcalde mayor de minas y registros de la provincia de Chucuito y asientos de minas que en ella existen, hago de superior orden del excelentísimo señor conde de Superunda, caballero en el orden de Santiago, del Consejo de Su Majestad, su virrey, gobernador y capitán general de estos reinos del Perú y los de Chile, en carta de diez de agosto de este presente año de mil setecientos cincuenta y tres sobre las minas, labores y sus dueños, con calidad de metales, ley, modo de sus beneficios, correspondiente a informes y razón de los mineros que hay en esta dicha provincia. Y están presentes don Francisco León de Yturria, gobernador que fue de ella, don Pedro Antonio de Velasco, don José Lino de Urbicáin' 3 y su compañero don Francisco 12 Sobre Mauricio Hochschild, véase Waszkis (1993: 127-129). 13 José Lino de Urbicáin, hijo de Francisco de Urbicáin e Iriarte y nieto de José de Jáuregui y Almandoz; los tres trabajaron varias minas en San Antonio de Esquilache. Su hija era María de Urbicáin y Múzquiz, esposa de Mateo Cosío y Pedraza (Representación del cabildo, justicia y régimen de la ciudad de Arequipa sobre los
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de Heredia, doña Polonia Fernández Hidalgo, viuda del cacique y gobernador don Juan Basilio Catacora, 14 que fue del pueblo de Acora de esta gobernación, [y] doña Manuela Bulnes de Miranda, quienes asistiéndoles notoria inteligencia del beneficio de los metales que sacan de sus minas y conducen a sus trapiches e ingenios, desde los asientos de Nuestra Señora de los Desamparados de Pichicani, de San Antonio de Esquilache, del mineral llamado Ipabeco y el del asiento de Huacullani. 15 Arreglado a la instrucción que el excelentísimo señor virrey me imparte para este efecto, en cumplimiento de la real intención de Su Majestad católica, el señor don Fernando sexto (que Dios guarde), para formar su Real Gabinete de Historia Natural, que manda, de que se da puntual noticia por lo que pertenece a esta provincia[, expongo]: En cumplimiento del capítulo primero de la instrucción remito dos quintales de metal sacados de la mina y veta del cerro nombrado Tarucachi, alias San Juan de Dios del asiento de Pichicani, el día de diez y ocho de septiembre de este presente año de [mil] setecientos cincuenta y tres, que trabaja el referido gobernador que fue, don Francisco León de Yturria, desde el haz de la tierra y tiene en setenta estados de profundidad. El primer quintal [es] del más rico, que llaman corpas, en siete trozos; el segundo quintal de brozas, en crecido número de pedazos, no remitiendo de esta veta el quintal del más pobre, porque es tierra líquida sin brizna de plata. Su ley: él de la corpa es de ocho a diez marcos por cajón, y él de la broza de a tres marcos. Su beneficio: se saca por quema [de] sus harinas, y se incorpora con azogue y sal a prudente conocimiento. Tiene de costo cada cajón, desde la mina hasta la piña, cincuenta pesos, aunque a veces, encontrando dureza, pasa de sesenta y cinco, por lo que no puede haber punto fijo en pérdida ni ganancia. Y con diez peones a jornal de cuatro reales al día, se saca a la semana
méritos del teniente coronel Mateo Cosío y Pedraza, Arequipa, 17 de marzo de 1777, AGI Lima, leg. 891, según Documentos 1974, II: 55.)También se menciona como minero en Ichuña, en la relación enviada desde Moquegua. 14 Los Catacora fueron una de las familias importantes de caciques del mundo andino colonial. Se encuentran varias referencias a sus actividades. Por ejemplo, en 1718, Juan Basilio Catacora Cabrera y Sotomayor, cacique del pueblo de Acora, presentó un memorial para que se le confirmara el título de alcalde provisional de la Santa Hermandad (Vázquez-Machicado 1989: 182). Ya en 1623 y 1625 figura Cristóbal de Catacora como "cacique principal y gobernador del pueblo de Acora" (AHP E.N., vol. 54, f. 802v-803v; vol. 59, f. 3299r-3299v; vol. 61 A, f. 229v-232r); salta a la vista que sabía firmar de forma fluida. En 1619, fue capitán de los mitayos enviados a Potosí desde la provincia de Chucuito (AHP C.R., vol. 183, f. 69r-70r). 15 "Guamllani" en el manuscrito.
164 un cajón de metal, a mitad supremo e ínfimo, por no haber del más pobre, como va referido, cuyas dos especies van enzurrop, junados con el número primero y marca del margen. Üu¿J. f- uVC. Y aunque dicho don Francisco León de Yturria ha trabajado en otras varias partes, como es público y notorio, muchas minas aguadas, en que ha desembolsado crecidos miles de pesos por las noticias de haber quedado en metales de mucha ley, no ha podido alcanzar su desagüe en medio de haber corrido varios socavones que ha suspendido por la falta de peones o indios de que se carece en esta provincia, originada del crecido número de los que van anualmente de cuatrocientos ochenta y tantos a trabajar en las labores de Potosí, donde se quedan aun en medio de las estrechas órdenes que tienen dadas los excelentísimos señores virreyes que han sido de estos reinos y con especialísimo celo el actual excelentísimo señor conde de Superunda, a fin de que se observe lo prevenido y mandado por Su Majestad del buen trato de los indios y el regreso a sus orígenes, que no [están] venerando el niervo [s/'c] o cuerpo de azogueros de Potosí. Solicitando su lucro y utilidades, no reflectan la [utilidad] de los reales intereses que se atrasa[n] con la pérdida de los indios, que desertan con el horror, que generalmente exponen, [de cómo] los tratan, y parece verificarse, porque, cuando salen a servir dicha mita, van con sus carneros y algunas conveniencias, y cuando se vuelven a sus parcialidades los pocos que se hallan en aptitud a poderlo practicar, es pidiendo limosna, cuando debían regresar con algún alivio respecto a tenerles asignado la católica clemencia de Su Majestad cuatro reales al día y medio real por legua de donde salen hasta la mina que les está asignada para trabajarla, cuya cantidad de plata jamás se ha verificado en esta provincia, [que se] hayan remitido para entregar a los miserables indios a su salida y el otro medio [real] de las leguas de su vuelta. Se quejan continuamente y sus capitanes enteradores no son satisfechos ni aun de la mitad, cuyo todo hace que se extravíen y ahuyenten a parajes no conocidos, que sus caciques y gobernadores no puedan soportar la pérdida que con el tiempo se experimentará en el real haber de ocho pesos que tributa a Su Majestad cada individuo de éstos, y que estos azogueros o mineros se imposibiliten cada día más de hallar gente para sus labores, que cultivadas podrían subvenir a iguales quintos o diezmos que el que produce el cerro de Potosí a Su Majestad, no siendo menos cuantiosos los [cerros] que existen en esta provincia; pues tienen acreditada su riqueza en el siglo pasado y todavía se advierten vírgenes. [También remito metales] del cerro nombrado Nuestra Señora de las Mercedes y veta de San Cristóbal, situado en el asiento y mineral de San Antonio de Esquilache, cuya mina, llamada la del Tucumán, trabaja en dicho cerro don Pedro Antonio de Velasco [h]a cerca de veinte años y a costa de crecido número de pesos, que ha expendido en seguir un dila-
165 tado socavón, llamado asimismo San Cristóbal, para [el] beneficio de dicha su mina. Remito de su veta dos quintales de metal y de una vetilla, que hace ramo en la mesma veta, aunque con corta separación, otro quintal, con la marca antecedente y número dos, enzurronados y sacados el día veinte de septiembre de este referido año; el primer quintal [es] de corpa, su ley de cuarenta marcos. Su beneficio es por quema después de caldear en el horno la mesma parte de relaves, que es la tierra de otros metales que ya están beneficiados y a fuego fuerte se le pone dos birques de cobre, que es una tierra llamada así, que traen de otras provincias para el beneficio a ésta; y estos dos dichos birques componen una arroba, cuyo metal caliente ayuda el beneficio de este metal frígido; y entrando éste al horno con igual parte del relave calcinado, se le da media quema, en cuyo estado queda la ceja del metal viva, y puesto en beneficio con azogue y sal rinde dichos cuarenta marcos por cajón. La broza, con el mesmo número y marca, se beneficia en la mesma forma y produce la ley de diez marcos, no dejando tercera especie de metal más pobre por ser el que queda de tierra infructífera. El zurrón de la vetilla ya dicha, ramo de esta veta principal, va con la propia marca y número, a cuya tierra dan el nombre de llampos. Su beneficio, por ser caliente este metal, es caldear primero relaves de otro frío, sobre el que carga al horno igual parte del de este llamado llampos; y sin otra circunstancia rinde la ley de quince marcos por cajón, cuyos metales tienen de costo seis pesos y dos reales cada marco, sin incluirse herramientas, velas, composturas de trapiche e ingenios y otras necesarias y precisas a este ministerio. Se saca[n] a la semana dos cajones de metal. La situación de esta veta corre de sol a sombrío con rumbo de sur cuarta al sudoeste. Se ha desfrutado su metal a cuanto alcanzó el beneficio de dicho socavón y al presente se saca con imponderable trabajo por desagüe con tornos, trayendo de operarios [a] cincuenta hombres, que con dificultad encuentran y solicitan en la provincia de Moquegua y otras, con notable perjuicio y suspensión del trabajo de estos azogueros, por lo que dicen no poder dar puntual razón del costo que les tiene el cajón de metales y [tampoco del] beneficio que les queda y que las más veces experimentan el de estrechez. Dicho mineral de San Antonio de Esquilache fue descubierto, según voz y fama, por un portugués, que llegando perdido a un rancho de un indio que habitaba este paraje, en ocasión de estar pariendo su mujer; [éste] lo recogió y hizo su compadre. Y lamentándose [el portugués] al indio de sus calamidades, consolándolo lo llevó a un cerro inmediato de bastante eminencia lleno de farellones. Le dijo quebrase de ellos y trabajase allí, que no sólo sería rico, pero que enriquecería a todo el orbe; y de facto [eso] se empezó a experimentar con la concurrencia de innumerable gente, pues llegó a haber situados en este asiento
166 más de doscientos trapiches e ingenios y a importar la cuarta funeral 16 al señor obispo de La Paz catorce mil pesos, según toda tradición y algunos papeles antiguos, que aunque muy mal tratados paran en este archivo. Fue su descubrimiento el siglo pasado y tiempo que gobernaba el señor virrey príncipe de Esquilache y, por la devoción a San Antonio del portugués y apellido de este príncipe, le pusieron asiento de San Antonio de Esquilache; y [por] la suerte de los tiempos y calamidad de lo despoblada que se advierte esta provincia y los ningunos sujetos que por esta circunstancia paran en ella ha venido a una total decadencia, cuando este mineral sólo era capaz de sufragar inmensos millones a la Majestad católica, sin otros [minerales] de igual magnitud que tiene, que con individuos e indios operarios se pudieran laborar y desaguar las minas, [de las] que la que menos quedó en caudal [es] de setenta, ochenta y cien marcos [por cajón], según toda tradición y noticias sucesivas de unos a otros. La mina del referido don Pedro Antonio de Velasco la hubo y compró de Su Majestad con la hacienda llamada Jesús y María, después de cincuenta años de despoblada; tiene dicho asiento varios cerros poderosos, cuyas minas [están] llenas de agua e incapaces de su mensura por lo muy profundas y llenas hasta la boca. Haciendo compañías sujetos de caudal, pueden habilitarse con socavones y se experimentaría un aborto de riqueza por estar al pie la cordillera grande y ser todas sus vetas reales que corren miles de leguas. [Remito dos quintales] del mineral y cerro nombrado Ipabeco,' 7 perteneciente[s] sus labores a doña Polonia Fernández Hidalgo, viuda, albacea y heredera de su difunto marido, don Juan Basilio Catacora, cacique y gobernador que fue del pueblo de Acora de esta jurisdicción, cuyo descubrimiento hizo don Blas Ignacio Catacora, su abuelo, el siglo pasado, en el que se experimentó dar sus vetas de ochenta a noventa marcos por cajón; y al presente se sacan de sus corpas cinco marcos y seis onzas, y del segundo que llaman brozas a dos marcos, no quedando a los llampos o metal más pobre cantidad alguna de plata, por lo que no se beneficia y por cuyo motivo no remito el quintal de este último. Y van enzurronados los dos: el primer quintal de dicha corpa , Q en seis pedazos, con el número tres y marca del margen; el sev¿cJ. V.lJ[/l? gundo de su broza, con la propia marca y dicho número, en más cantidad de trozos, sacados de la veta y bocamina llamada La Cordillera y Nuestra Señora de la Soledad, el día veinte y
16 El mismo dato en Bueno (1951 [1770]: 125), y Alcedo (1967 [1786-89], II: 54). La "cuarta funeral" constituía el derecho del obispo de La Paz a cobrar una parte de todas las obvenciones de los funerales y misas de sus feligreses que fallecieran y se enterraran en otra parroquia. 17 Alguna información más sobre este mineral en ANB Minas, núm. 147, exp. 12, f. 2r7r.
167 uno de septiembre de este presente año de [mil] setecientos cincuenta y tres. Y el medio de que se valen para separar el metal de la tierra es pallaquearlo o hacerlo menudos pedazos, separando el más rico y la broza a otra parte, lo pasan al ingenio o trapiche a moler, y después de pasado por cedazo de alambre, queman esta harina en el horno hasta que se apaga lo brillante de la ceja del metal de dicha harina; ponen montones de a treinta arrobas, los que llaman cuerpos, y [que se] hormiguillan o incorporan con sal, azogue y cobre, cuyo metal es una veta de tierra verdión que traen de otras provincias, la que se quema muy bien en el horno y sirve para que caliente el azogue y tenga actividad de recoger toda la plata que tiene el metal, al18 que, a medida que se va secando, se le añade más azogue, hasta que salga su lis o flor encima de dichos cuerpos, a cuyo tiempo se lava en la tina, que es un pretil redondo bien empedrado su suelo, de donde forma una canaleta que sigue largo trecho, cubierta de cueros, y de distancia en distancia forman cochuelas o fosas para que en ellos quede la pella que la violencia del agua se lleva. La cantidad de estos metales que, poco más o menos, sacan al año son doscientos quince cajones; cede sólo a los barrenos y tiros de la pólvora. Cada cajón se compone de cincuenta quintales. La gente que se trae en su trabajo son setenta hombres, los que [se] reparten en siete oficios: barreteros, apires, pallires, cargadores, morteros, horneros y repasires. Los barreteros sacan el metal de la veta; los apires lo sacan de la mina; los pallires apartan el metal puro; los cargadores lo bajan al trapiche; los morteros cuidan de que se muela en el ingenio o trapiche; los horneros queman la harina; los repasires son los que con los pies incorporan y repasan los cuerpos; cuyos oficios son precisamente necesarios en este ejercicio, [así] que, con la escasez de gente de esta provincia, [los dueños de minas] se hallan [en] varias temporadas sin poder continuar y adelantar las labores, [si no] valiéndose de gente forastera, que con gran dificultad y excesivo salario consiguen. En este cerro y mineral hay varias minas aguadas, [con lo] que con dificultad tiene remedio su beneficio, respecto de no tener decaída la falda del cerro y ser [demasiado] tendido para poder emprenderle socavón. El costo de cada marco, con corta diferencia, es el de seis pesos y dos reales. Remito del asiento y mineral de Huacullani de la única azoguera que en él trabaja, doña Manuela Bulnes de Miranda, dos zurrones de a quintal cada uno, con el número cuatro y marca del margen, de la mina y veta llamada el Espíritu Santo, cuyo metal se sacó el día veinte y cinco de septiembre de este presente año referido; aunque hasta de un año a esta parte dio la ley de cinco marcos por cajón, sin particularidad de corpa, bro-
t±fliM
18 "el" en el manuscrito.
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zas e ínfimo por ser igual su naturaleza, llamada pacos y pobre de ley, ha decaído a la tenue, de no llegar a dos por cajón. Su beneficio es, después de molida la harina y cernida, incorporarle dos onzas de azogue y dos arrobas de sal, lo que basta para tres quintales de este metal; y con dos repasos seguidos y dos días de descanso, al tercero o cuatro repaso sueltan el azogue sin otra cosa más que la referida; y sólo [por] lo dócil de la veta y su saca puede soportarse [que] continúe el trabajo que apenas se costea, con la esperanza de ver si mejora en ley, sacándose a la semana de cinco a seis cajones, con veinte y cuatro hombres indios y mestizos voluntarios, a quienes se paga cuatro reales al día, saliéndole de costo el marco cinco pesos tres reales, con corta diferencia, sin incluirse herramientas, velas y otros gastos precisos concernientes al ejercicio. Fue este mineral bastantemente opulento por dos cerros que tiene, llamados Suncacollo y la Gabia, [en] cuyos criaderos, a trechos largos, se ha experimentado encontrarse bolsones y aspas de plata, que forman en quijo blanco, a manera de piedra de alabastro; pero como no son vetas sucesivas, se han arruinado varios interesados que han arriesgado emplear su caudal en estas labores; sólo la contingencia o felicidad de tal cual individuo ha manifestado tener en sus entrañas dichos cerros lo asombroso de sus piedras. Y permitió la omnipotencia divina las viese por los años de treinta y siete y treinta y ocho, siendo gobernador de esta provincia don Pablo Ruizcano, marqués de Sotoflorido, con casualidad un arriero, llamado Diego Villavicencio, quien paseando 19 en el recinto de dicho cerro Suncacollo, siendo aficionado a minas, encontró una vetilla, que manifestó; y a corta profundidad de trabajo halló una aspa de pura plata, cuyas piedras portentosas solicitaban con gran empeño para remitir a varias partes. Y al presente en esta provincia no se encuentra ninguna, [aun]que [las] he solicitado con eficaz actividad, en cumplimiento del capítulo y precepto doce. De la compañía que hicieron don José Lino de Urbicáin y don Francisco José de Heredia para trabajar en el asiento de San Antonio de Esquilache, dando un barreno y correr un socavón para cortar la veta de Copacabana, que coge el cerro de Mercedes, en que impendieron más de diez y seis mil pesos de gasto, con lo que lograron el corte de dicha veta, remito dos zurrones de un quintal cada uno, con la marca del margen y ni, P^» número cinco, sacados el día veinte y ocho de septiembre de LAíc.UuJS • este presente año de mil setecientos cincuenta y tres; el primero de la guía o corpa [es] de ochenta y cien marcos por cajón; el
19 "pascando" en el manuscrito.
169 segundo de sus brozas, de a doce marcos, no dando esta veta el tercero, que llaman ínfimo o más pobre. Y de un ramo que hace una vetilla, que tira a otro rumbo, incluyo otro zurrón, con el mismo número y marca que los dos antecedentes, cuya corpa es de cuarenta marcos por cajón, sin cuasi brozas, cuyos metales tienen un propio beneficio, que es por quema de medio pavón, hasta que se apague la ceja de bronce, que se ve en las harinas del metal. Después se le pone[n] cinco chúas o platillos de ensaye de cobre, que es la tierra que va ya referida anteriormente en los demás beneficios, y se incorpora con azogue y sal a prudente reflexión del operario, quién a medida que van secándose los cuerpos, añadirá azogue y sal, hasta que advierta, en los repasos que vaya dando a dichos cuerpos en los días de descanso, sale encima de ellos la lis o flor del azogue. Traen de trabajo en la mina de dicho asiento o trapiche e ingenio, que tiene[n] en la hacienda del Juncal, 20 dos leguas de este asiento, cien personas, [a las] que pagan a cuatro reales cada día. Tiéneles de costo cada cajón, desde la mina a la pifia, de sesenta a setenta pesos. Sacan a la semana cerca de cinco cajones, por mitad corpa y brozas. Hubo esta hacienda y minas el padre del referido don José Lino de Urbicáin por dote que la dieron a su mujer. Y se dice siempre correspondió la veta a los mesmos marcos que al presente, y en tiempos anteriores no se sabe el dueño o dueños que fueron de estos intereses. Se halla en esta jurisdicción un mineral llamado Sacata, 21 cuyo descubrimiento fue de los primeros, y al presente esta totalmente despoblado y sólo habitado de algunas rancherías de indios; sus minas se hallan enteramente derrumbadas, ciegas y aguadas por lo poroso y frágil de sus cerros, [así] que siendo de tierra sin ninguna solidez se ha experimentado inútil el trabajo de sus labores y costosísimo el de relejería o pirquería, único [medio] con que se podía emprender, [de manera] que no soportaría el usufruto a los gastos. Asimismo hay otro mineral de muy crecido ingreso, llamado Cacachara, 22 el cual fue descubierto [h]a más de siglo por un español, natural de las Montañas, [de] cuyo nombre no hay sujeto que dé razón. Este, después de haber desfrutado las minas que dieron en agua, emprendió dar un socavón real para su desagite, que hoy se hallan hasta la boca e incapaces de medirse por no estar perpendicu20 "El famoso sitio de Juncal, distante dos leguas de San Antonio, perteneciente a la casa de Recabarren, tiene minas muy buenas, que fueron trabajadas por los portugueses; mas hoy no se benefician sino los escombros que se dice son criaderos, por razón de que los metales que no producían plata, ahora años, la dan en el día" (Rivero y Ustáriz 1857 [1826], II: 32). 21 "Zaacata" en el manuscrito. 22 "Los de Cacachara en cuio Serró y Meseta se juntan dose vetas, en una sola, conocida por el Nombre de Apóstoles, formando un tronco de serca de tres baras" (Miño Grijalva 1984 [1782]: 632).
170 lares como los pozos de España; no se tiene tradición por qué se despobló este mineral, sólo sí, que después lo pidió por despoblado el bisabuelo del referido en este informe, don Juan Basilio Catacora, que corrió algún tiempo dicho socavón, prosiguiéndole] su hijo, don Blas Ignacio Catacora, que por su muerte doña María de Cabrera, su mujer, quedó por tutora y curadora de su hijo menor, don Juan Basilio Catacora. Con este motivo el padre de ésta, don Juan de Cabrera, pretendió alzarse con este mineral, de lo que ha resultado hallarse despoblado y yermo y suspenso la prosecución del socavón tan importante al real haber y bien común, [en] cuya consideración y deseando el cumplimiento de mi obligación como gobernador de esta provincia y leal vasallo de Su Majestad he procurado esforzar a algunos sujetos de ella y a otros, de otra provincia inmediata, a que siguiesen esta obra, habiendo logrado haigan formado una compañía para proseguirla, laborando dicho socavón y sus intereses, que han pedido por despoblados, de que se queda practicando las diligencias dispuestas por reales ordenanzas y, hechas [estas diligencias], ocurrir por su confirmación al real y superior gobierno de estos reinos, de lo que espero tenga crecido aumento el real haber y mucho alivio esta decaída provincia en adelante. En los minerales de esta provincia no se sabe, ni se trabaja[n] semimetales, como son cinabrio, piedra de azogue, hierro, estaño, cobre y otros, por lo que no se trata de ellos, ni se remite[n] como se manda en el párrafo trece de la instrucción, y del mismo modo, de los minerales de piedras preciosas y opacas, porque no hay ninguna, como también de minerales de oro, pepitas ni aventaderos. Para la consecución de las cosas curiosas, que se manda se solicite[n] en la instrucción del capítulo diez y seis, aun en medio de haberlo hecho publicar por bando en todos los pueblos y asientos de esta jurisdicción, para que llegase a noticia de todos y concurriesen con las cosas curiosas y preseas antiguas de que usaban en la gentilidad, según lo contenido en el referido capítulo, no se han podido conseguir; y aunque se han interpuesto las más vivas diligencias, hasta el presente no han surtido el efecto de hallarse alguna cosa de lo que se manda. Si se encontrasen después, se remitirán con la mayor anticipación. Todo lo referido es cierto y verdadero y los metales que acompaña[n] a esta relación son los mismos y sacados conforme se expresa en ella. Y para que conste, lo firmo por triplicado en la ciudad de Chucuito, en veinte y nueve del mes de octubre de mil setecientos cincuenta y tres años. Pedro Miguel de Meneses Montalvo Bravo de Saravia
171
11.
COLESUYOS (MOQUEGUA)
11.1. Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Colesuyos La provincia colonial de Colesuyos, habitada por indios uros y aymaras, constituía parte del Imperio inca cuando fue conquistado por los españoles en 1540. Estos fundaron la ciudad de Moquegua al año siguiente y dividieron a la población indígena en varias encomiendas, entre las que figuraban Ornate y Ubinas, que también se mencionan en el documento aquí editado. Estos pueblos, así como el lugar de Ichuña, persisten hasta hoy día. La capital de la provincia y sede del corregidor fue Moquegua (Kuon Cabello 1981). Tanto Bueno (1951 [1765]: 89) como Alcedo (1967 [1786-89], II: 481; IV, 138) señalaron la gran actividad volcánica de la zona, destacando la desastrosa erupción del año de 1600. Aunque se ha atribuido una considerable riqueza mineral a las montañas de la provincia (Kuon Cabello 1981: 448), la minería no parece haber sido muy importante en tiempos coloniales. Alvaro Alonso Barba (1967 [1640]: 48) y un documento de 1732 (Documentos 1974,1: 295-296) mencionan algunas minas, y Cosme Bueno (1951 [1765]: 88), un siglo más tarde, señala la existencia de "algunas minas de plata que se trabajan, pero de poco provecho". En Alcedo ni siquiera se encuentra este modesto indicio, solamente repite la hipótesis de Bueno acerca de la riqueza pasada de un mineral en el distrito de Ubinas, deducida del esplendor de "(...) una iglesia de bastante adorno y no de vulgar fábrica, que está en un paraje nombrado Ichuña, que es un trapiche de moler metales de plata de un mineral inmediato, el cual, aunque hoy da poco, pero las circunstancias del templo manifiestan haber sido bastantemente rico" (Bueno 1951 [1765]: 90; Alcedo 1967 [1786-89], IV: 138). Tampoco Antonio de UUoa (Juan/Ulloa 1748, III: 186) comenta nada sobre las minas en el corregimiento, pero algunas fuentes posteriores sí las mencionan (Documentos 1974, I: 578). En una relación de principios del siglo XIX, atribuida probablemente de manera equivocada al naturalista Tadeo Haenke, puede leerse finalmente: "No hay minas de oro, y sí se hallan seis de plata, que producen al año 2500 marcos de este metal" (Haenke 1901: 279). De esta manera, no puede sorprender que las respuestas a la solicitud de información para el planeado Gabinete de Historia Natural hayan sido muy pobres en cuanto al tema de las minas. El único informe que documenta algo más que el aburrido seguir de los trámites burocráticos fue escrito por Melchor Esteban de
172 Sotomayor y Oblitas sobre el mineral de plata de San Bartolomé de Tasa. Sobre su historia no puede decirse mucho. Parece que se trata de un lugar con este nombre que figura en algunos mapas del siglo pasado. Tal vez sea el asiento de Tasna que menciona Alvaro Alonso Barba (1967 [1640]: 48). En (este?) Tasna, cerca de Ubinas, se explotó sobre todo bismuto a partir de los años sesenta del siglo XIX (Stelzner 1897: 55-58). Quizás el Tasa de nuestro documento tenga su origen en una falta de transcripción.
11.2. Documentos [El virrey conde de Superunda al corregidor Felipe de Bustamante y Benavides, Lima, 7 de julio de 1753J Estando Su Majestad, que Dios guarde, en la intensión de formar un Gabinete de Historia Natural, me manda en carta que de su orden me escribe el señor marqués de la Ensenada, secretario del Despacho Universa!, dé providencia para que cada gobernador o corregidor de las provincias del distrito de este gobierno remita los metales de oro o plata y otros inferiores y de piedras preciosas de cualquiera calidad en la cantida[d] y con la puntual noticia que entenderéis, señor, por los capítulos de la instrucción que os incluye, a fin de que con la mayor exactitud tenga el debido cumplimiento el real ánimo de Su Majestad. Como también solicitaréis cuantas alhajas curiosas y monumentos de la antigüedad sean dignos del Real Gabinete y sirvan de adorno, para ejercicio, al estudio y a la curiosidad. Y de todo se pagarán con vuestro aviso los correspondientes costos. Y para el mejor logro de este asunto pediréis razón a los dueños de minas y tomaréis ley (?) de los sujetos aplicados y en quienes se reconociere particular conocimiento e instrucción, teniendo entendido que, habiéndose de remitir las especies y noticias que deben acompañarlas en primera ocasión, que será en los navios de registro que regresen por el Cabo de Hornos, o al fin de este año, debéis anticipar vuestra diligencia, de modo que no se pierda esta oportunidad. Dios Guarde etc. Lima, siete de julio de mil setecientos cincuenta y tres. El conde de Superunda al corregidor de Moquegua
Instrucción Instrucción de lo que deben avisar los corregidores y gobernadores del distrito del virreinato del Perú para que arreglándose a ella hagan recoger toda suerte de
173 minerales y alhajas curiosas de la antigüedad de estos dominios para formar el Real Gabinete de Historia Natural. De todas especies de minas, sean de oro o plata o zinabro [s/'c], como de cobre, plomo, estaño y de piedras preciosas transparentes u opacas, se han de remitir la cantidad de metal que se diera abajo. A esta remisión ha de acompañar una relación del sitio de la mina, la jurisdicción y corregimiento a que pertenece y el día en que las piedras se sacaren. [Debe expresar] el nombre del minero [y] dueño de la mina, cuánto tiempo tiene su descubrimiento, quiénes fueron los primeros españoles que la trabajaron, a cómo les acudía el metal puro por cajón en los principios y cómo acude al presente; de qué medio se valen para separar el metal de la tierra, piedra y escorias, si de la amalgama con el mercurio, del lavado o fundición, cómo practican cada operación respectiva y cuánto sale el costo de cada marco sin comprender el costo del interés del dinero; [respecto a] los metales perfectos, como el oro y la plata, con qué semimetales, betunes u otras materias minerales como sales y áccidos [s/c] están ligados, de qué medio se sirven para separarlos, y qué ley dan a los metales perfectos después de separados de todos estos otros en cada mina, qué cantidad se saca cada año de cada mina en particular, qué número de gente trabaja en ella con distinción de oficios, qué cantidad de agua hay en cada mina, cuáles tienefn] desagües y el efecto de ellos. [Además se ordena] que de cada mineral de plata se le envíen a este superior gobierno tres quintales de metal en bruto según se saca de la veta, el primero de mineral más rico que hay en la mina, el segundo del mediano y el tercero del menos rico o más pobre; cada especie de metal ha de venir en cajón separado, con el número y con la marca o seña particular de la mina correspondiente a la que trajere la memoria que los acompañe; cada quintal ha de ser compuesto de varios pedazos, unos de doce libras, otros de tres y así en diminución hasta media libra. Por lo tocante a los minerales de oro bastará enviar arroba y media de metal, media de cada una de las especies suprema, media e ínfima, bien sea de lavadero o de mina perfecta para que se tenga de todo, y del oro en polvo y pepitas bastará enviar media libra de cada uno. Si en alguna mina, como suele suceder, se encontrare algún pedazo de metal exquisito por su riqueza y otra circunstancia recomendable o pepita particular de oro o piedra de igual especialidad se inviará con separación y con noticia correspondiente a los artículos segundo y tercero. Por lo tocante a los semimetales, como son zinabro [s/'c], piedra de azogue, cobre, hierro, estaño y otros, se observará enviar de cada uno la cantidad de tres quintales, con la distinción prevenida en los metales perfectos de oro y plata. De las piedras preciosas transparentes, diáfanas y con brillo, como son esmeraldas, rubíes, granates, topacios, etc., bastará enviar tres o cuatro pedazos en
174 bruto del porte regular que se encuentran en cada mina. De los minerales de piedras preciosas opacas puede inviarse un quintal de cada especie en varios pedazos, y en éstas se entienden los mármoles y jaspes, piedras suecas de gallinazo, alabastros, piedras verdes o de otros colores, ágatas, pórfidos y todas las que no brillan aunque sean algo transparentes. Se solicitarán con suma diligencia todas las cosas curiosas que pueden juntarse del tiempo de la gentilidad, ya sean modelas, vasijas de oro, ídolos que suelen encontrarse en los entierros o tolas de los indios, ya adornos de los que usaban de cualesquiera metales o materias que sean, ya instrumentos o [j/'c] otras cosas exquisitas y curiosas. La noticia individual que va prevenida ha de venir de suma y clara letra y remitirse por triplicado con la mayor anticipación para que pase prontamente en la primera ocasión a las reales manos de Su Majestad.
Auto [del corregidor Felipe de Bustamantey Benavides, villa de Moquegua, 14 de agosto de 1753J En la villa de Moquegua, en catorce días del mes de agosto de mil setecientos y cincuenta y tres años, el señor general don Felipe de Bustamante y Benavides, corregidor y justicia mayor por Su Majestad de dicha villa y su provincia, dijo, que por cuanto ha recibido orden del real y superior gobierno de estos reinos, con fecha de siete de julio de este presente año, en que se le incluye una instrucción que contiene diez y siete capítulos, siendo los más principales el que de las minas corrientes de esta jurisdicción se remitan a la Ciudad de los Reyes 1 tres quintales de metales de cada uno de la ley suprema, mediana e ínfima, de cada una un quintales [JIC], con relación del modo que los mineros tienen y han observado en el beneficio de ellos, cantidad de azogues y otros metales y áccidos [s/c] de que se valen para reducirlos a plata, número de indios que cada mineral tiene y otras varias circunstancias que contiene la dicha instrucción. Y para que lo susodicho tenga cumplido efecto y pueda satisfacerse el real orden, manda Su Merced se notifique al maestro de campo don José Lino de Urbicáin, 2 dueño de minas en el asiento de Ichuña, el maestro de campo don Melchor de Sotomayor [y Oblitas], en el asiento de Umadisca, y don Simón González Pacheco en el asiento de Tasa, [que] comparezcan ante Su Merced en el pueblo de Mollebaya 3 de esta jurisdicción en el día diez y nueve de septiembre, cada uno con tres
1 2 3
Lima. También trabajaba minas en San Antonio de Esquilache; véanse págs. 162-163, nota 13. "Mollibaia" en el manuscrito.
175 quintales de metal separado uno de otro, un quintal del más supremo y otro quintal del menor y otro del ínfimo, compuesto todo de piedras y pedazos que el menor componga media libra, conduciéndolo precisamente por sus personas para declarar conforme a la instrucción, con apercibimiento de que pasado el citado día y no ejecutándolo dentro de ocho días de como les fuere notificado este auto se despachará persona con días y salario a costa de lo[s] susodichos y con la comisión necesaria para que haga las dichas diligencias. Y para la notificación de dicho auto da comisión bastante a Diego de Ynojosa, quien pondrá por diligencia la dicha notificación y devolverá luego este auto para que constando las notificaciones y visto que los dichos mineros no comparezcan dentro del término citado con los metales referidos, se proceda a librar otra providencia que convenga contra ellos y, por su desobediencia, se despache juez comisionario a costa de los susudichos con días y salarios. Así lo proveo, mando y firmo, don Felipe de Bustamante. Ante mí, Tomás de Valencia, escribano de Su Majestad
Diligencia [de Diego de Ynojosa, San Miguel de Umadisca, 10 de noviembre de 17S3¡ En los trapiches de San Miguel de Umadisca, en diez días del mes de noviembre de mil setecientos cincuenta y tres años, yo, Diego de Ynojosa, en virtud del auto de suso y comisión a mí cometida por el señor general don Felipe de Bustamante [y Benavides], corregidor y justicia mayor de la villa de Moquegua y provincia de Colesuyos por Su Majestad, hice saber su contenido al maestro de campo don Melchor Esteban de Sotomayor y Oblitas, minero y azoguero de Su Majestad, quien dijo en respuesta que obedecía dicha orden en el más debido rendimiento, y para que así conste lo puse por diligencia y lo firmé ante el alcalde ordinario don Juan Coaguila, quien, por no saber escribir, rogó a Esteban Barrasco a que firmase por él. Diego de Ynojosa A ruego y por testigo, Esteban Barrasco
176 [Diligencia de Diego de Ynojosa, Nuestra Señora de la Presentación de Sibaia, 10 de noviembre de 1753] En el trapiche de Nuestra Señora de la Presentación de Sibaia, en diez días del mes de noviembre de mil setecientos cincuenta y tres años, yo, Diego de Ynojosa, en virtud del auto de suso y comisión a mi cometida por el señor general don Felipe de Bustamante [y Benavides], corregidor y justicia mayor de la villa de Moquegua y provincia de Colesuyos por Su Majestad, hice saber su contenido a don Simón González y Pacheco, minero y azoguero de Su Majestad, quien dijo obedecía como vasallo leal la dicha orden. Y para que conste lo puse por diligencia y lo firmé ante el alcalde ordinario don Juan Coaguila, quien, por no saber firmar, rogó a Ascencio Meneses a que firmase por él. Diego de Ynojosa A ruego y por testigo, Ascencio Meneses
Auto [del corregidor Felipe de Bustamante y Benavides, Mollebaya, 29 de noviembre de 1753] En el pueblo de Mollebaya, provincia de la villa de Moquegua, en veinte y nueve días del mes de noviembre de mil setecientos y cincuenta y tres años, el señor general don Felipe de Bustamante y Benavides, corregidor y justicia mayor de dicha provincia por Su Majestad, habiendo visto las diligencias fechas sobre el cumplimiento del superior orden del excelentísimo señor virrey de estos reinos, en razón del reconocimiento de metales de las minas de esta jurisdicción, para cuyo efecto se han citados [s/c] a los mineros de ella, y atento al perjuicio que a éstos se le[s] sigue en removerlos de su ocupación y [a] que Su Merced, dicho señor corregidor, se haya -por enfermo- impedido de pasar a dichos minerales y [a] que en la persona de don Bernardo Vicente Muñoz concurren las aptitudes e inteligencia necesaria para el entero cumplimiento de dicho superior orden, por tanto dijo que le da comisión bastante y cuanta es necesaria para que pase a las dichas haciendas y trapiches y de cada interesado reciba los quintales de metales con distinción y separación, guardando [la] instrucción en todos sus capítulos, para lo que se le entregan original y fechas; y actuadas las diligencias, las conducirá con dichos metales a este pueblo, para todo lo cual se le confiere plena facultad y comisión. Así lo proveo y mando y firmo, don Felipe de Bustamante. Ante mí, Tomás de Valencia, escribano de Su Majestad
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Auto ¡del corregidor Felipe de Bustamante y Benavides, villa de Moquegua, 29 de diciembre de 1753/ En la villa de Moquegua, en veinte y nueve días del mes de diciembre de mil setecientos y cincuenta y tres años, el señor general don Felipe de Bustamante y Benavides, corregidor y justicia mayor de dicha villa y su provincia por Su Majestad, dijo que, por cuanto deseando Su Merced dar cumplimiento al superior orden del excelentísimo señor virrey de estos reinos sobre la remisión de metales de los dos minerales corrientes que hay en esta jurisdicción -el uno que pertenece a don Melchor de Sotomayor y Oblitas y el otro a don Simón González Pacheco, en los términos del pueblo de Ubinas de esta provincia-, ha dado Su Merced varias providencias y librado varias comisiones, atento a que por sus continuadas enfermedades no ha podido practicarlo en persona; y que el día catorce de agosto proveyó auto para que se notificase a dichos minerales compareciesen en el pueblo de Mollebaya con los metales correspondientes a dar razón al tenor de los capítulos de la instrucción. Y aunque fueron notificados, no se ha podido verificar la comparecencia con la perfección que se deseaba correspondiente a este asunto, por cuya causa proveyó Su Merced otro auto en veinte y nueve días del mes de noviembre de este presente año en que libró plena comisión a don Bernardo Vicente Muñoz, persona inteligente en labor de minas, para que cumpliese con toda exactitud con los capítulos contenidos en el dicho superior orden. Y cuando se esperaba cumplido lo referido, se le han devuelto a Su Merced los autos sin haberse practicado diligencia alguna a causa de que el dicho don Bernardo Vicente Muñoz, con notable desobediencia, se ha negado a su cumplimiento por consejo del dicho don Melchor de Sotomayor [y Oblitas], de quien es su doméstico familiar, por cuyas razones se ha postergado la dicha diligencia. Y para que pueda ejecutarse con la mayor prontitud, dijo Su Merced que libraba y libró nueva comisión bastante a don Andrés Moreno para que acompañado de mí, el presente escribano, pase a cumplir los capítulos de instrucción del superior gobierno, según y como en ellos se contiene y con la distinción y claridad que se expresan, remitiendo los cajones de metales a la real caja de la ciudad de Arequipa, con carta de los oficiales reales de dicha ciudad, y dando todas las demás providencias que tuviere por convenientes y lo ejecute, pena de doscientos pesos a disposición del real y superior gobierno de estos reinos, a cuyo arbitrio se deja la [pena] que debe imponérseles a los dichos mineros y al dicho don Bernardo Vicente Muñoz por su inobediencia. Así lo proveo y mando y firmo, don Felipe de Bustamante. Ante mí, Juan José de Leiva, escribano de Su Majestad y público
178 Obedecimiento [de Andrés Moreno, Ornate, 9 de enero de 1754/ En el pueblo de Ornate, en nueve días del mes de enero de mil setecientos cincuenta y cuatro años, don Andrés Moreno, juez comisionado nombrado por el señor general don Felipe de Bustamante y Benavides, teniente de capitán general, corregidor y justicia mayor de la villa de Moquegua y esta provincia de Colesuyo por Su Majestad, para lo contenido en el auto y comisión antecedente, habiendo visto el real y superior despacho de estos reinos que le acompaña, dijo que la obedece con todo respeto y veneración y que está pronto a su cumplimiento con la exactitud que se requiere. Así lo proveo y firmo, Andrés Moreno.
Ante mí, Juan José de Leiva, escribano de Su Majestad y público
Auto [de Andrés Moreno, Ubinas, 11 de enero de 1754] En el pueblo de Ubinas, en once días del mes de enero de mil setecientos y cincuenta y cuatro años, don Andrés Moreno, juez comisionado nombrado por el señor general don Felipe Bustamante y Benavides, teniente de capitán general, corregidor y justicia mayor de la villa de Moquegua y esta provincia de Colesuyo por Su Majestad, dijo que, por cuanto acaba de llegar a este dicho pueblo al cumplimiento de lo contenido en el auto y comisión de la foja antecedente por tanto para que tenga efecto lo referido, mando se le notifique a don Simón González Pacheco, dueño de minas en el asiento de Tasa, que luego y sin la menor dilación ponga en la real caja de la ciudad de Arequipa tres quintales de metales, uno del más supremo y otro del menor y otro del más ínfimo, compuesto todo en cajones bien acondicionados de piedras y pedazos, [de] que el menor haga media libra, poco más o menos, y marcados con marca señalada; y asimismo [mando] que comparezca ante dicho juez comisionado a declarar conforme a la instrucción remitida por el real y superior gobierno de estos reinos. Y respecto de que don Melchor de Sotomayor y Oblitas, el más principal minero, se halla en dicha ciudad de Arequipa, muchos días ha, y ser precisa su persona en este dicho pueblo, en cuya jurisdicción se hallan sus minas, para el cumplimiento de lo expresado, mando se le escriba carta citándole el día quince del corriente para que en él precisa y necesariamente se halle en este pueblo, con el apercibimiento de que se le hará cargo de su omisión, y [a] ambos mineros les parará el perjuicio que hubiere lugar en derecho, dándose otra[s] providencias conducentes al cumplimiento de dicha comisión y órdenes superiores. Así lo proveo y firmo, Andrés Moreno. Ante mí, Juan Joseph de Leiva, escribano de Su Majestad y público
179 Deligencia [de José de Leiva, Vbinas, 11 de enero de 1754] Despachóse la carta contenida en el auto de arriba, hoy día de la fecha, Ubinas y enero once de mil setecientos cincuenta y cuatro años, Juan Joseph de Leiva, escribano de Su Majestad y público.
Notificación [de José de Leiva a Simón González Pacheco, Ubinas, 12 de enero de 1754] En el pueblo de Ubinas, jurisdicción de la villa de Moquegua, en doce días del mes de enero de mil setecientos cincuenta y cuatro años, yo, el presente escribano, leí, notifiqué e hice saber el auto de la vuelta según y como en él se contiene a don Simón González Pacheco, dueño de minas en el asiento de Tasa, en su persona que lo oyó y entendió, de que doy fe, Juan Joseph de Leiva, escribano de Su Majestad y público.
Recibo Recibo en seis trozos de pellejo doce arrobas, doce libras y media, que dice ser de metal que despachó el teniente de Ubinas, Simón González [Pacheco], de orden del corregidor de Moquegua, y por este mismo papel entregaré dichos seis trozos y lo firmé en Arequipa y enero tres.
Relación del mineral de plata de San Bartolomé de Tasa en la jurisdicción de la provincia de Colesuyos, corregimiento de la villa de Moquegua, que yo, don Melchor Esteban de Sotomayor y Oblitas, como minero y azoguero de Su Majestad remito según lo mandado por el excelentísimo señor virrey de estos reinos del Perú. En cumplimiento de lo mandado por el excelentísimo señor don José Manso de Velasco, caballero del orden de Santiago, conde de Superunda, del Consejo de Su Majestad, teniente general en sus reales ejércitos, virrey, gobernador y capitán general de estos reinos y provincias del Perú y Chile y presidente de la Real Audiencia de la Ciudad de los Reyes, por su carta fecha en Lima, en siete de julio de este presente año de mil setecientos cincuenta y tres, yo, don Melchor Esteban de Sotomayor y Oblitas, minero [y] azoguero de Su Majestad (que Dios guarde), dueño de minas y socavones reales en el asiento de San Bartolomé de Tasa y haciendas de trapiches de la ribera de San Miguel de Uma[d]isca, provin-
180 cia de Colesuyos, jurisdicción de la villa de Moquegua, efectuando lo mandado por la instrucción que se remitió para este fin, hago la relación al tenor de los capítulos de dicha instrucción en esta forma: 2 o . Primeramente, debo expresar acerca del capítulo segundo de dicha instrucción, cómo el día veinte y cinco de noviembre de este presente año de mil setecientos cincuenta y tres se sacaron tres quintales de metal de las vetas nombradas San Antonio en el cerro y mineral de San Bartolomé de Tasa de las tres calidades, suprema, mediana e ínfima, en esta forma: la suprema de la labor de San Antonio, la que tiene catorce estados de laboreo, la mediana de la de Jesús Nazareno, que se halla en ocho estados, y la ínfima de San Francisco, que está en veinte y seis estados, y todas tres [son] sin agua. [Fueron sacados los dichos quintales] por los indios barreteros, acompañad o ^ ] del capitán Bernardo Muñoz, mi minero, quienes son los que entienden de este trabajo. 3 o . Al tercer capítulo de dicha instrucción debo expresar que yo, el dicho don Melchor, soy dueño de dichas vetas y labores de San Antonio, la[s] que hube por compra. Jesús Nazareno y San Francisco de Asís se descubrieron en los siglos pasados, sin que se tenga noticia quienes fueron los primeros descubridores, sino tan solamente que don Miguel de Sotomayor y Galdo, mi padre, en su juventud las pidió por despobladas; y habiéndosele adjudicado con arreglamiento a reales ordenanzas de minerales, las trabajó muchos años, hasta que por su avanzada edad y crecidos gastos que le ocasionaron sus labores y [por] quedar sin precisos auxilios, las desamparó por el año pasado de mil setecientos veinte y nueve, a causa de ser mayores las impensas que la retribución de sus intereses, como así acaeció en las demás labores en que gastó todo su caudal, por lo que no puedo dar razón de lo que le acudían aquellos metales por cajón. Después de cuyo suceso, tomé yo a mi cuidado el ingreso con el trabajo de dichas vetas y labores por el año pasado de mil setecientos y treinta, empezando a beneficiar sus metales en veinte y ocho de diciembre del año pasado de mil setecientos treinta y dos, [así] que el día veinte y ocho de diciembre de este presente año de mil setecientos cincuenta y tres se cuentan veinte [y] un años, los [j/c] que a costa de muchos miles que he gastado se hallan corrientes; y descubiertas dichas vetas y labores en dicho mineral he proseguido continuamente trabajando y amparándolas]. Y en los referidos veinte y un años, según mi libro de caja y fundiciones que he hecho en la real [caja] de la ciudad de Chucuito, ha fructificado dicho mineral veinte y tres mil ciento cuarenta y siete marcos y una onza, salvo yerro; y por lo que hace a expresar lo que acude a cada cajón, respecto de la calidad de dichos metales y la variedad de ellos, porque son criaderos, ojos y mantos que unas veces dan más y otras menos en referido tiempo, hago juicio que cada cajón de los que he beneficiado de dichas
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labores de Jesús Nazareno [y] San Francisco rinden unas veces tres marcos, otras cinco y otras tan poco que no se costea el lasto y sólo tienen a favor el que se trabajan con poca gente. 4 o . Al cuarto capítulo de dicha instrucción debo expresar que para beneficiar los metales de dicho mineral de Tasa y sacarles la plata, se bajan en cameros de la tierra a los trapiches, que distan dos leguas de dicho mineral, moliéndose en ellos los dichos metales, y después de molidos, cerniéndose con el particular cuidado de que las harinas salgan delgadas; y de ellas se forman los cuerpos haciendo el hormiguillo, que así se llama; esto es echando agua y sal, la necesaria para que queden en buena masa, y hecha esta diligencia se le echa el azogue, [lo] que se llama incorporo; y para seguir el beneficio con los repasos continuos que diariamente se dan a los cuerpos, se ponen en el buitrón; si se calientan, sirve para enfriarlos la cal, el cieno, el estiércol de carneros de Castilla, las cenizas y tal vez el plomo; y cuando se enfrían para calentarlos sirve el magistral, que llamamos cobre que se hace de metal cálido a fuerza de mucho fuego en hornos para dicho efecto, y también sirve la colpa o alcaparrosa. Y éste es el modo de beneficiar los metales de las dichas labores de Jesús Nazareno y San Francisco. Porque la labor de San Antonio, según se han hecho experiencias, se beneficia por quema que se hace de las harinas en hornos y para quitarles las malezas que tienen dichos metales. Después de quemadas, las harinas se bombean con aguas. Y porque consumen mucho azogue y se necesita de mucha gente para su beneficio, no se trabaja sino sólo cuando abunda gente; y cuando ha llegado el caso de trabajar, se ha reconocido según ensayes, que estos metales pueden dar por cajón hasta cincuenta marcos, con crecida pérdida de azogue por los muchos mixtos y malezas que tienen. En orden a su beneficio, no se ha podido hallar su perfección, a que se agrega que esta labor de San Antonio pide mucho precipicio porque es el camino fragoso y dificultoso y necesita para habilitarlo tan solamente mucho número de jornaleros, por lo que tengo dado un socavón a dicha labor, para con facilidad sacar dichos metales, como lo expresaré cuando llegue a relatar los cuatro socavones reales que estoy siguiendo. De suerte que siendo varios los ojos y criaderos de los metales que se sacan de dicho mineral de Tasa con diversas malezas, como son piedra lipe, copaquira, alcohol, esmeril y pizarra, son varios sus beneficios y costeos, tantos que el beneficiador cotidianamente se ejercita en hacer experiencias y ensayes para sacar de dichos metales la plata que puede a costa de su ingenio y estudio; y con todo cada día tiene más que entender por su variedad y circunstancias. Y cuando dicho beneficiador halla que dichos cuerpos de metales han dado su ley, se lavan y reducen a pella, y ésta a pasta. Y fecho [esto] se lleva a fundir a la real caja de Chucuito, a donde le pertenece, y allí
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se paga a Su Majestad sus reales derechos. Y siendo infinitos los costos y tan diversos los metales como sus beneficios, no se puede[n] a punto fijo saber los costos que puede tener cada marco de plata. Sólo debo expresar que por mi inclinación a minas, me contento con tener para comer y vestir con escasez, sujeto a los rigores de aquel mineral y ribera, y haberme dedicado a este ejercicio con particular inclinación y amor desde mi niñez, com o por herencia por haber sido mis ascendientes mineros y azogueros en distintos minerales de este reino, quienes dieron muchos quintos a Su Majestad en aquellos tiempos en que eran más poderosos y ricos los minerales. 5o.
Al quinto capítulo de dicha instrucción debo expresar que la ley que se la da a dicha plata que se saca de dicho mineral de Tasa es la que el fundidor y ensayador de dichas reales cajas de la ciudad de Chucuito les da a las barras que he fundido en ellas, que es de 11 dineros y 22 granos.
6o.
Al sexto capítulo de dicha instrucción debo expresar que en los dichos veinte y tres 4 años he sacado de dicho mineral de Tasa seis mil quinientos noventa y un cajones (y no puedo expresar en particular lo que cada año he sacado) y de ellos los marcos que llevo referidos en esta relación de dicho capítulo tercero de dicha instrucción, y que trabajo en dicho mineral de Tasa unas semanas con veinte jornaleros, fuera del minero y ayudantes, otras con diez y seis y otras con catorce. Esto es en dicho mineral de Tasa, y ésto[s] se consiguen a costa de muchos pasos [si'c] y dinero, porque los jornaleros, por la soledad y retiro de dicho mineral, no quieren trabajar en él, menos de que sean solicitados y que se les adelante la paga. Y de esto resulta el que los más se van huidos, llevándose el dinero en atraso mío; y esto dimana de no haber podido conseguir el que se me asignen indios de mita de aquella provincia de Colesuyos, como se acostumbra en otros minerales y provincias de este reino, de lo que resultarían a Su Majestad muchos diezmos, los que pudieran acrecentar en dicho mineral de Tasa, si se me dieran bastantes indios de mita para trabajar. Y los cuatro socavones reales que se dirigen a cortar varias vetas, guías, cruceros, aspas y mantos, que se manifiestan según se ve en dicho cerro; por no desampararlo, estoy siguiendo con dos, tres jornaleros por la escasez que hay de éstos en dicho mineral, en que tengo gastados muchos pesos sin haber encontrado metales que me puedan ayudar al costo, sólo con la esperanza de cortar dichas vetas, cruceros, aspas y mantos. Pues conseguido esto, resultarán a Su Majestad, por lo que entiendo, mucho adelantamiento a su Real Hacienda y por consiguiente al bien público, como también si se trabaj[ar]an las muchas minas que en diferentes vetas de dicho cerro y mineral de Tasa tengo registradas y reconocidas a costa de mucho caudal, mío y ajeno, a mi crédito.
4
Tiene que ser "veinte y un años".
183 Y en los tres trapiches que poseo en dicha ribera de Uma[d]isca, los que he fabricado a todo costo, y en los dos que están corrientes se ejercitan en moler los metales, cernirlos, incorporarlos, repasarlos y lavarlos, unas semanas quince jornaleros, otras doce, otras diez y otras seis o menos, por la razón que llevo referida de escasez de gente, sin que se comprehenda en este número el administrador, el maestro herr[er]o, el mayordomo, el beneficiador y sus ayudantes, que unos y otros llevan crecidos salarios por sujetarse [a] aquel destierro y soledad. Y el otro trapiche no muele por falta de gente. 7 o . Al séptimo capítulo de dicha instrucción debo expresar que en uno de dichos cuatro socavones hay bastante agua y ésta no cesará hasta que se consiga el fin de cortar las vetas a que van dirigidos [los socavones], 8 o . Al octavo capítulo de dicha instrucción debo expresar que tengo aprontados en esta dicha ciudad los tres quintales de metal de las tres calidades que tengo referidas en esta relación, al segundo capítulo de dicha instrucción. 9 o . Al noveno capítulo de dicha instrucción debo expresar que en el zurrón de cuero número 1, está el metal que me parece ser el más superior de la mina de San Antonio; en el del número 2, el de mediana calidad, que es de la veta de Jesús Nazareno; y en el del número 3, el de ínfima calidad de la veta de San Francisco de Asís. Y todos tres zurrones van marcados con la del margen. 10°. Al décimo capítulo de dicha instrucción debo expresar que dichos tres quintales de metales van en pedazos y según se quebraron y sacaron de las labores [de] San Antonio, Jesús Nacareno [y] San Francisco [de Asís], de dicho mineral de San Bartolomé de Tasa. Y respecto de que a lo contenido en los demás capítulos de dicha instrucción, no tengo que relatar, cumpliendo con lo mandado por dicho superior gobierno, hago esta relación bien y fielmente; y para que conste, lo firmé en la ciudad de Arequipa, en primero diciembre de mil setecientas cincuenta y tres.
¡Má
Don Melchor Esteban de Sotomayor y Oblitas
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12.
COTABAMBA
12.1. Esbozo histórico de la minería en el corregimiento de Cotabamba En el área administrativa de la Audiencia de Lima estaba situada la provincia de Cotabambas, cuyo corregidor residía en Tambobamba. La actividad minera de la zona era insignificante a mediados del siglo XVIII, aunque se reportan algunos lugares de explotación, que tiempos atrás supuestamente habían sido más ricos (Juan/Ulloa 1748, III: 177; Bargalló 1955: 221). Quien más espacio ha dedicado al tema ha sido Bueno, escribiendo: "Aunque hay memoria de haberse trabajado algunas minas de plata y oro en esta provincia por ahora no se trabaja alguna, siendo así que sus cerros dan muestras no sólo de uno y otro metal, pero también de cobres. En un corto espacio del río de Ocsabamba, hacia donde corre el agua con gran rapidez, se hallan ojuelitas de plata como afrecho que arrastran el agua de la peñolería de los inmediatos montes" (Bueno 1951 [1768]: 99).
C o m o fue su costumbre, Alcedo (1967 [1786-89], I: 384) repitió esta información casi textualmente y ésta también se encuentra en la relación atribuida a Tadeo Haenke (1901: 296) de principios del siglo XIX.
12.2. Documento Copia de la carta escrita por don Pedro de Ibarrena Prado, corregidor de ¡a provincia de Cotabambas, en que remite una piedrecita de colores >> un monito de la antigüedad engastados de oro Excelentísimo Señor: Señor, por más diligencias que mi corto desvelo ha actuado en esta su provincia de Vuestra Excelencia en solicitud de algunas curiosidades de los antiguos, que su benignidad se digna mandarme, sólo he podido conseguir una piedrecita de los colores que expresa el recibo del correo que va incluso, con más un monito que sólo por el tamaño y no por el valor pudiera enviarlo, los que van engastados en oro con el peso que refiere dicho correo en su recibo. Vuestra Excelencia me perdone la cortedad que mi pequeñez ha podido adquirir, que si en esta ocasión
185 pudiera yo lograr la dicha de tener las joyas preciosas y apreciables riquezas del mundo, fuera mi mayor gloria rendirlas a los pies de Vuestra Excelencia. Nuestra Señor guarde muchos y felices años la muy necesaria vida de Vuestra Excelencia en todas prosperidades, para alivio de estos reinos. Tambobamba, y diciembre 6 de 1753. Señor, está a los pies de Vuestra Excelencia su más rendido subdito y humilde esclavo. Pedro de Ibarrena y Prado Es copia de la carta original que queda en la secretaria de cámara de Su Excelencia de mi cargo. Lima, 12 de febrero de 1754. Don Diego de Hesles1
1
Véase pág. 94, nota 6.
186
13.
BOLAÑOS
13.1. Esbozo histórico de la minería en Bolaños Mientras el primer distrito minero tratado en este libro, Chiuchiu en Atacama la Baja, estaba situado en la frontera sur de la cultura andina, el real de Bolaños se encontraba en la frontera norte del área mesoamericana (Cabrero G. 1991). Actualmente se ubica en el norte del estado de Jalisco, colindando con Nayarit, en una quebrada del rio Bolaños, aproximadamente a mil metros del nivel del mar. Fue uno de los asientos mineros novohispanos más productivos del siglo XVIII. En sus alrededores se explotaban algunas vetas argentíferas de modesto rendimiento desde más o menos 1550. Pero fue sólo en 1744 cuando el descubrimiento de un rico filón dio origen a una espectacular bonanza. En la época del documento aquí publicado estaba todavía en pleno auge. En 1752 se estableció una caja propia en el sitio y en 1754 se le convirtió en sede de un nuevo corregimiento. En este año la población del lugar ya era de doce mil personas y para 1760 ascendió a 16000 (López Miramontes 1975: 12-13).' En 1760 las minas de Bolaños entraron en crisis, sobre todo debido a los problemas de desagüe. Sólo en 1773, se logró una cierta recuperación gracias a las inversiones de Antonio de Vivanco. 2 Este empresario sacó considerables ganancias, pero frente a los crecientes problemas de las inundaciones se retiró en 1786 (Brading 1969). Aunque la producción no cesó del todo, la época de esplendor había pasado. En 1787, un incendio hizo abandonar el laboreo de las minas, y pasaron cinco años hasta que se reanudaron las obras de desagüe (Humboldt 1966 [1811-12]: 359). A principios del siglo XIX, las dificultades del desagüe se acrecentaron y como consecuencia de la crisis empezó a escasear la mano de obra y el aprovisionamiento del azogue. Como la producción no podía recuperarse en estas circunstancias, la caja real dejó de tener sentido y fue cerrada en 1806, con lo que definitivamente terminó la época colonial de oro de Bolaños (López Miramontes 1975: 13).
1
2
Sobre esta época, véanse también los informes del virrey conde de Revillagigedo en Torre Villar (1991, II: 847-864). Amplias informaciones sobre las fuentes, en López Miramontes (1975: 13-14). Una amplia descripción de las minas del destrito de esta época se encuentra en López Miramontes/Urrutia de Stebelski (1980: 41-58).
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La fama de su riqueza, sin embargo, persistió y después de la independencia de México atrajo la atención de inversionistas extranjeros. En los años veinte se fundó "The Bolaños Company", que en 1826 firmó un contrato de arriendo por treinta años con la familia de los Fagoaga, prominentes empresarios mineros novohispanos y, en aquel entonces, propietarios de las minas de Bolaños; el convenio garantizaba a los Fagoaga seis mil libras esterlinas, más una participación en las ganancias (Burkart 1838, II: 195). Hasta 1839, la compañía obtuvo considerables ganancias por sus inversiones en la Veta Grande de Zacatecas, pero no tuvo el mismo éxito en el mismo Bolaños, y se disolvió en 1849 (Randall 1972: 28, 44-45). Había intentado desaguar las minas mediante una rueda hidráulica, para cuyo funcionamiento se construyó un canal de 5647 metros, de los cuales 2783 metros tenían que ir bajo tierra mediante la excavación de un túnel (Ward 1982 [1828]: 365). Pero una vez terminada, esta costosa empresa se mostró inadecuada para resolver el problema del drenaje; finalmente se importaron dos máquinas de vapor de Inglaterra que aliviaron en algo las dificultades (Burkart 1838, II: 196-197). De este fracaso, el distrito minero de Bolaños nunca más se recuperó. Hacia 1880, en la zona sólo se contaban cuatro minas trabajadas, pero ninguna era de gran importancia (Ramírez 1884: 492).
13.2. Documentos Testimonio de los informes hechos en virtud de real orden para formar Gabinete de Historia Natural por los mineros del real de Bolaños3
el
Duplicado. S.io (?) el escribano don Juan Martínez de Soria [Informe de Francisco Javier de Uribarren, Bolaños, 26 de abril de 1753] Cuaderno en que se da noticia de la[s] mina[s] de Zapopan y Concepción que se hallan en este real de Bolaños, en el reino de la Nueva Galicia, de la alcaldía de la villa de Jerez. Año de mil setecientos cincuenta y tres
3
Este informe fue publicado por López Miramontes (1975: 15-23), utilizando un documento del AGN en México (véanse págs. 28-29). La copia aqui usada, del AGI, difiere de la versión mexicana en muchísimos detalles. N o se han señalado estas diferencias, salvo en los casos donde los dos textos discrepan demasiado. El libro citado de López Miramontes (1975: 23-27) contiene todavía dos informes más, del 16 de mayo y del 14 de julio de 1753, que no hemos encontrado en el AGI.
188 La noticia que he podido adquirir es que ha veinte y tres años que trabajó [la] mina don José de Lomas, oriundo de estos reinos, quien dio parte al general don Antonio de Argtielles, natural del principado de Asturias; y éste le [s/c] vendió a don José de Echevarría, de este reino, y a don Pedro Alvarez Cantón, asimismo natural del principado de Asturias. Y su nombre de la mina primera es el Socavón,4 el [s/'c] que se halla yerma y despoblada; y fue el origen [de] que otras muchas se trabajaran por haber venido crecido número de gente de seis años a esta parte, que es [la época] en que ha florecido y se ha restablecido por las buenas leyes de las minas, de donde se derivó el establecimiento de este real, yendo en incremento así en el laborío y descubrimiento de minas como en fábrica y construcción de haciendas de beneficio de sacar plata y en casas particulares como de asesorías,' concurrencia de comercios y de bienes,6 etc. Inscripción de la mina de Zapopan, de sus dueños, situación, laborío y los [s/c] artes, su profundidad y los ministerios en que los hombres se ocupan en el exterior e interior, de los metales que produce y su benefìcio Capítulo primero: Del tiempo que ha que se registró, y los dueños y [de] cada uno la parte que tiene. Se registró la mina de Zapopan el día quince de enero de mil setecientos cuarenta y ocho [por] don Pedro Alvarez Cantón. Y de veinte y cuatro barras de que se compone una mina, hizo donación a don Juan de Echazarreta, difunto, de doce barras, que hoy [les] pertenecen y lo [sic] gozan sus herederos de dicho difunto, como las doce restantes [poseen] don José Luis Jiménez, cuatro barras, y don Francisco Javier de Uribarren, ocho, por compra que hicieron al expresado don Pedro Alvarez Cantón. Capítulo segundo: Del sitio en que se halla la expresada mina. Hállase abierta su boca, estaca fija o ubicación a la falda o media ladera a orillas de una cañada y un cerro elevado para la parte del oriente o el viento lest. Se cortó su veta en este primer origen o boca de mina a las cincuenta y siete varas perpendiculares para debajo de tierra; y cortada que fue la veta o vena, se fue labrando y laboreando, dejando sus pilares o macizos en los parajes que corresponden para la consistencia y estabilidad de los respaldos altos o cielos que se van dejando sobre la cabeza, como también se nombra respaldo bajo a lo que se 4 5 6
"el Sarabón" en López Miramontes (1975: 15). "accesorias" en López Miramontes (1975: 16). "víveres" en López Miramontes (1975: 16).
189 deja a los pies, con cuyos nombres se entienden los mineros. Y habiendo caminado en lo subterráneo, labrando como dicho es, con pozos para la profundidad y frontones para los hilos, que es la latitud, hallábase necesitado el expresado laborío de correspondencia de aires y [saca de] aguas que empezaron a ocurrir, por lo que [se] obligó a dar un tiro o pozo en demanda de comunicar con los planes o a los1 pozos más profundos que tenía esta mina, cuyo fin se consiguió con el expresado tiro, que contiene ciento y diez y ocho varas desde la superficie hasta la profundidad en que se hallan la[s] labores; y por ello se beneficia en saca de aguas, fructos y lo infructuoso y demás faenas que ofrece una mina. Capitulo tercero: De los [sic] artes que usamos para sacar fructos, aguas y lo infructuoso. En este construido tiro tenemos dos malacates a distancia de veinte y dos varas, [el uno] para el norte desde el brocal del pozo o tiro, y la otra [s/c] para la parte del sur a la misma distancia, en la que se tienen unos calabrotes, con los dos extremos de calabrotes por unas rondanas que están en el claro del tiro perpendicular para que suban y bajen 8 al interior de la mina, en cuyos extremos con unas botas de cuero de res entero9 se sacan las aguas y los fructos en otro cuero, como también lo infructuoso. Mueven dichos artes dos caballos o muías, y en cada uno se ocupan dos hombres de arreadores y otros dos a la orilla o brocal para recibir lo que del interior al exterior sale, como también del exterior al interior se necesita, como son palos, carbón, agua que han de beber los operarios y demás que se ofrece, cuyos dos artes cubre una galera de sesenta y siete varas y media de largo y diez y seis de ancho. Y en su correspondencia [hay] una sala de veinte y dós varas de largo y seis de ancho, en que se depositan los fructos; como también en las testeras de la expresada galera se tienen las caballerizas 10 suficientes para las muías y caballos, y otras dos oficinas para la paja y maíz para la manutención de dichos caballos. Segregada de estas oficinas, en la primera boca o estaca fija, [hay otra] por donde entran y salen los operarios; está cubierto [s/c] con paredes de altitud de cinco varas con su cubierta de azotea y en ella su respiración con una puerta a una sala de veinte varas de largo y seis y media de ancho, con su puerta a la calle; a su continuación tiene otra pieza de once varas de largo y seis y media de ancho, en que está la fragua con la herramienta necesaria para poner acero a los instrumentos con que trabajan y
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Las palabras en cursiva no aparecen en López Miramontes (1975: 16).
8
"Con los dos extremos de los calabrotes por unas rondanas perpendiculares al claro del tiro suben y bajan (...)" en López Miramontes (1975: 16).
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Falta en López Miramontes (1975: 16).
10 "Caballerías" en López Miramontes (1975: 16).
190 despegan el metal. Y experimentando que con dos artes expresados no dan abasto a poder sacar la mucha agua que ha ocurrido al laborío y que conforme se va profundando se aumenta, hemos determinado dar o construir otro tiro de mayor profundidad, pues está demarcado en doscientas varas y tiene andadas setenta y cinco varas. Capítulo cuarto: De los sujetos que se ocupan en el exterior y sus nombres. El principal sujeto a quien encargan el cuidado de lo exterior y su mando los dueños se llama en este real quitapepena y en otros reales administrador, cuyo cuidado principal es a que no defrauden ni le roben los operarios inferiores el fructo o metal que produce la mina para sus dueños; y [aquéllos], después de su salario de cuatro reales que se les da a los barreteros, tienen cuarta parte del metal que despegan de la veta en el discurso del día; a este [quitapepena] le hacen manifiesto y les da aquella cuarta parte que corresponde a dichos barreteros, como asimismo a los cuñeros y barrenadores, y las tres partes que corresponden a los dueños la[s] guarda, para en el discurso de la semana remitirlas] a ellos respective las cargas que [se] producefn] de metales, según la parte que cada dueño tiene, segregando del superior el mediano, y del mediano el inferior, dividiendo en tres clases, y juntamente quitando lo infructuoso, inútil y nocivo que suele haber para el beneficio; siendo también de su cuidado el comprar - o mandar que remitan de casa de los dueños- velas de cebo, pólvora, barras de fierro, acero, picos y demás necesario que conduce al beneficio y laborío de dichas minas, manutención de caballos y muías, y demás gastos, etc. Este tiene un sujeto para el ejercicio de la pluma, a quien le encarga apuntar y llevar memoria semanariamente de todos los gastos que se ofrecen y de los operarios que trabajan de todas clases, y ajustar lo que importa a cada uno," según la parte que tiene, cuánto le corresponde, como asimismo, según las cargas de metal que produce, ver a cada uno lo que le pertenece como dicho es. Asimismo se ocupa otro sujeto en pesar con la romana las cargas de metal para remitir a las haciendas, para que igualmente lleve cada uno de los interesados lo que le corresponde, como también cuide a los operarios más inferiores a que no defrauden; y éste se nomina mandón. Y con el mismo ejercicio se tiene otro para de parte de noche para la vigilancia de que no se duerman los que andan los artes ya expresados. También se ocupa otro en la puerta por donde entran y salen al interior de la mina y tiene obligación de registrarles todo el cuerpo al tiempo de salir, para que los operarios no defrauden de las piedras más electas, sin hacer manifiesto al administrador; y no suele valer el escudriñarles para las astucias y
11 "dueño" en López Miramontes (1975: 17).
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habilidades que tienen para libertarse de su inapta12 propensión; y a éste le nombran portero. Otro hay que se ejercita en que después que el operario ha hecho manifiesto ante el administrador el metal que ha despegado, aparta para los dueños las tres partes y una le da al operario; a éste se le nombra partidor. En segregar lo nocivo, dividir el electo del mediano y de éste el inferior, se ocupan tres o cuatro hombres; éstos se nombran quebradores. Capítulo quinto: De los sujetos principales que gobiernan, mandan y laborean en el interior de la mina. Con acuerdo de los interesados o del sujeto de la mayor parte en la mina, se solicita al que consideran más perito e inteligente así para el gobierno de la gente como para labrar y laborear en el interior, debajo de cuyo mando están sujetos todos los demás trabajadores en el discurso desde la mañana hasta la noche; se nombra minero mayor. De iguales circunstancias y con el mismo fin, se ocupa a otro para de parte de noche hasta la mañana; y se nombra sotaminero. Uno y otro tienen obligación de labrar la mina conforme previene la ordenanza. Esto es sabiendo dejar el pilar o macizo adonde corresponde para la contención del cielo que se va dejando a la cabeza, llamado respaldo alto, para que no haiga ruina en la gente, ni imposibilitación en la mina; sabiendo, asimismo, adonde deba formar los pozos para la profundidad sobre la misma veta de que nos entendemos al echado de la veta, que regularmente llevan recuesto, que también se dice y nos entendemos labrando en los referidos pozos, trabajar de plan. Cuando se labra o se abre para la longitud, llamamos frontones y caminar o abrir al hilo de la veta, con la consideración de colados o caminados diez varas, dejando del bordo u orilla del pilar cinco varas de macizo, en las cinco restantes se forma su pozo, como dicho es; y suele no ser regla o pauta el labrar una veta a otra, porque una es angosta y otra suele ser cuantiosa, por lo que deben gobernarse los diestros mineros de inteligentes. Es también de su cuidado repartir la gente operaría a las labores que va[n] labrando y adonde han de despegar el metal, y en que no haiga desorden. Y para el alivio de esta vigilancia lleva consigo uno o dos hombres, llamándose a éstos mandones. Capítulo sexto: De los operarios que despegan el metal de la veta y sus nombres. A los primeros se nombran barreteros, y trabajan con una barra redonda de fierro de dos varas, cuyas dos puntas tiene aceradas con el mejor y la punta muy aguda, con el que despegan o arrancan el metal de la veta en los parajes que el minero
12 Así transcribe López Miramontes ( 1 9 7 5 : 17).
192 les manda, los que tienen de estipendio cuatro reales al día y cuarta parte del metal que despegan. Llevan consigo un muchacho de diez a doce años, para que los alumbre en su trabajo y recoja lo que despega o tumba y también para que vaya a la fragua con la barra luego que se le embota la punta para que de nuevo le saque, [lo] que llaman aguzar; y a los muchachos se nombran pepes. A otros se nombran cuñeros, quienes también trabajan en el despegue del metal con un fierro o pedazo de barra de una cuarta de largo, con un extremo bien aguzado con acero de buena calidad y en el otro, aunque con acero, con su asiento adonde pueda dar con el pico que usan de cinco a seis libras, a cuyo golpe despegan el metal, siéndoles también preciso el que les acompañe el muchacho ya expresado, corriendo en igual grado en el salario y estipendio de metales. Otros se nombran barrenadores, y necesitan a otro [para] que entre los dos puedan trabajar, y [a éste] le llaman piqueador, lo[s] que ganan por lo regular cada uno de siete y medio reales hasta diez; y cuando no se les raya esta cantidad, les da la mina y sus dueños pólvora, velas y herramienta; y del metal que tumban tienen cuarta parte, cuya herramienta se reduce a un barretón de fierro de tres cuartas de largo, con su acero en un extremo, en el que hace una horquetilla bien templada y aguzada; el otro extremo redondo adonde descarga el golpe del pico. Otro [barretón] llevan de una tercia, con los extremos ya dichos; y con éste empiezan a hacer el taladro en la veta a fuerza del golpe del pico, y le [s/c] llaman barrenar, hasta que consiguen el hacer dicho taladro de media vara, poco más o poco menos, conforme requiere la piedra y sus circunstancias, en cuyo taladro meten tres y media onzas de pólvora pendiente de una cañuela asimismo de pólvora; lo atacan con tierra con una baqueta de fierro a fuerza de golpe de pico, en cuyo extremo de cañuela por medio de la mecha, que le ponen, le dan fuego para disparar y para que también dé lugar al que la pega de retirar[se] a paraje donde no le ofenda. Y es el modo de trabajar de estos operarios. Se ocupan también, conforme requiere la mina y su corriente, ocho o diez hombres en conducir los metales que despegan, como también [las] borrascas, a[l] paraje de donde por el [arte]13 [los] saquen al exterior, que se nombran tanateros, cuya gente necesita de sujeto fidedigno y de confianza para que éstos no roben el metal y para que también anden diestros en su trabajo, a quien le nombran colero. Lo que éstos acarrean en el interior, de donde con el arte sacan al exterior, [se deposita en un lugar] -llaman al sitio despacho-, en que hay dos hombres para ello, nómbranse manteras, como al que llena las botas para la conducción del agua, botero. Para la conducción de las aguas al claro y plan del tiro de los varios pozos que tiene esta mina, se ocupan veinte y siete y aun treinta hombres, que se nombran charqueadores.
13 Así transcribe López Miramontes (1975: 18).
193 Otros pequeñuelos desde siete a diez u once años bajan, sin que sea más su salario que aprovechar los desperdicios de los que trabajan, de tierras y piedrecitas, con que suelen mantenerse a sí y a su madre, con cuya continuación pierden el miedo, y con la edad vienen a ser barreteros, cuñeros o barrenadores. A éstos se llaman zorras. Se ocupan asimismo en el interior de la mina, dos o tres maestros o inteligentes en poner maderas, con operarios correspondientes, que se necesitan para el fin de recibir los cielos o respaldo alto a fuerza de maderas en aquellos parajes donde la necesidad pide y amenaza ruina, poniendo estos palos a modo de cimbria, que se llama ademar y a los maestros, ademadores, y a los sujetos que consigo llevan, paleros; que es como nos entendemos. En el interior de la mina se tiene una fragua, para el fin de componer las herramientas con que trabajan, luego que se les embota[n] o entorpecen las puntas, a cuya compostura llaman aguzar. Con cuyo manejo y gastos en cada semana importa la memoria ochocientos y cincuenta pesos, poco más o menos, y suele salir la carga de seis a siete pesos; y la expresada carga compone tres quintales, y [a] cada quintal le corresponden diez y siete reales. Capítulo siete: En que explica el beneficio y modo de sacar la plata a los metales. Trasportado el metal a la hacienda, a las galeras u oficinas en las que se tienen morteros o mortero, se desquebraja y se pone en partes menudas del tamaño de una avellana con unos fierros, que tienen puestos en un palo de roble o encino de cuatro varas de largo, y un jeme no cabal en cuadro, cuyo peso del fierro es de cuatro arrobas; lláma[n]se almadanetas, cuyo movimiento es de una rueda grande de setenta y cuatro a setenta y seis puntos por lo regular, con diámetro de cinco varas; se pone horizontal en un palo grueso, llámase el peón, y con una linternilla o rueda más pequeña perpendicular, con dos anillos y sus brazuelos de anillo a anillo,14 se pone en un extremo de un palo de nueve a diez varas, llámase eje, y en el otro extremo se le pone[n] unos triángulos para elevar y mover las almadanetas referidas, [de las] que en cada arte se tienen nueve; y en la parte inferior o debajo, adonde descargan el golpe las almadanetas, se tiene una plancha de fierro del grosor de cerca de jeme, en lo ancho un[a] cuarta, que pesa en lo regular de catorce a quince arrobas, llámase chapa, puesta sobre un madero grueso de mezquite, a cuyo palo llaman mortero, bien asegurada la referida chapa con clavos gruesos. A esto se le agrega en la inmediación de un jeme, así
14 Transcripción de López Miramontes (1975: 19); en el documento del AGI se lee: "(...) de anillo, anillo".
194 en la parte de abajo de la chapa, uno[s] cedazos de alambre, por donde se cierne el polvo, que se tira a reducir el metal, cuya tela 15 tiene de ancho seis dedos y en lo largo le corresponde vara y media clavada en dos tablas o bastidores; con cuyo arte de molinos se [mu]ele[n] 16 en el discurso de la madrugada hasta las ocho de la noche de diez y ocho a veinte quintales de polvo y veinte y cinco quintales de granzas, que de porte de la avellana para las moliendas de tahonas, de que trataremos. Asimismo necesita para mover en el tiempo expresado doce muías, que hacen cuatro paradas de a tres muías en cada parada o remuda. Sírvese de cuatro peones 17 en cada arte: uno para arrear las muías, llamádose arreador, y tres para que el metal pongan sobre la chapa y debajo de las almadanetas, a cuyo golpe pueda desquebrajar el metal y aun reducir a polvo, como dicho es. Otro género de molienda hay, y se ejecuta en un círculo de dos varas y media de diámetro, correspondiente su circunferencia con bordo de una tercia o media vara del suelo, que se procura empedrar con piedra grande de seis a ocho arrobas cada una, procurando acomodar lo mejor que se pudiere. En medio o centro de éste se pone un madero cuadrado de una tercia en cuadro, con su guijo 18 y tejuelo; tiene dos escopladuras en las que se atraviesan dos palos de menos grosor que una viga, que contienen una sexma, en las que se amarran por unas argollas cuatro piedras grandes que se ponen en la expresada circunferencia. Arriba de estas escopleaduras tienen otra en que se pone un espeque o palanca por donde tiran dos muías; y necesita dicho arte en el discurso del día de seis muías; y en cada arte de la ya expresada se cargan o se echan siete quintales de metal menudo, y con una proporcionada agua que se le agrega para la facilitación de moler se va reduciendo a lodo sutil; y en esta conformidad se saca a que se seque de modo que se pueda incorporar, de [lo] que se hablará en el capítulo subsecuente. En cada arte se tiene un operario, y así se llama[n] en este real de Bolaflos tahoneros, y [la tahona] en otros reales, arrastres y a los operarios, arrastreros. Capítulo octavo: Del modo de sacar la plata, con qué agentes y qué
operarios.
Ya puesto el metal en la disposición expresada de polvo en el molino o mortero y en las tahonas en lodo sutil, una y otra cantidad se colocan o se presentan en un sitio o plano conforme requiere la entidad de la hacienda o su molienda, conforme se compone de artes y requieren las facultades de cada individuo. Este polvo
15 16 17 18
"teja" en López Miramontes (1975: 19). Así transcribe López Miramontes (1975: 19). "operarios" en López Miramontes (1975: 19). "grujo" en López Miramontes (1975: 19).
195 echándole la [s/c] agua proporcionada, cuando se quiere examinar solo, y cuando no, se junta la molienda de las tahonas que es con agua y la de los molinos en seco, y por eso en polvo se juntan uno con otro, en que quedan en una ocretud, [así] que se pueda difundir en ella sal, magistral y azogue, lo que desmenuzaré adelante. Lo regular de cada pieza en que se divide esta materia de metal, en la disposición ya escrita, es de veinte y un quintales cada bulto en este real, a cuya cantidad en primer lugar se le echa o agrega media fanega de sal, más que menos, con cuyo ingrediente el primer día que se le incorpora se le estraga con los pies del indio a la agitación o golpeo. [Esto] se llama repasar y al indio que ejercita, repasador. Al día subsecuente se le echa magistral proporcionado por el inteligente, según su actividad y conoce la calidad de metales, el peso de dos arrobas, poco más o menos, con el que se procura agitar o revolvérsele esta materia lo mejor que se pueda, con cuyo calor dispone [tanto] al metal como al azogue que se le echa que le rompa la tela sutil que tiene y reduzca a partículas y a la unión de la plata. Y hecha esta diligencia con toda exactitud, el prudente maestro manda dar varias vueltas a esta masa de metal, sal y azogue, para que se incorporen unos con otros en el discurso de medio día; [esto] deja [la masa] en los grados que necesita para que vaya siguiendo su curso o beneficio. Al día siguiente o a los dos días vuelve a ensayar y ver en el estado que halla al ya dicho montón o montones, y vuelve a mover y a estragar o repasar y, según la experiencia le enseña y el ensaye le manifiesta, bien le agrega más azogue o el material del magistral. Y así va repitiendo todos los días hasta tanto que ve el signo por ensaye de que ya no tiene más plata que dar, cuya demostración se manifiesta por la lis y partículas muy menudas de azogue, sin que se le perciba masa ninguna de plata. En este estado se considera dio la ley que se tenía [en] el metal de plata, y así trata el maestro de disponer para lavar. Si tiene más calor del magistral de lo necesario, según que conoce, así le aumenta una porción de media arroba de cal, más o menos, o ceniza, y también para recoger en parte aquellas partículas de azogue que andan dispersas a que hagan cuerpo o unión. En este estado el montón o bulto, se tiene una tina de madera de dos varas y tercia de hondor y dos y tercia de diámetro y su correspondiente en círculo, cuyo movimiento es con una rueda movedora de tres varas de diámetro con sesenta y cuatro puntos o dientes, con que mueve a una lintemilla de diez puntos, que está en un peón en medio o punto de la tina; y dicho peón tiene abajo a modo de escarmenador puestos en dos cruces que atraviesan por dos escopleaduras a modo de rodezno, llámase aquí molinete, y se mueve con una muía o con dos, según la gravedad del peso o ligereza del arte, cuya tina, asimismo tiene dos bitoques, uno en la altitud de una tercia del fondo y otro en la parte superior o alto; y ya en la expresada tina se presenta el montón o pieza y piezas que se
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hallan desahuciados de no tener más plata, y llena de agua y con el movimiento del arte, se va desliendo esta masa; y en este estado, a cosa de una hora, se le suelta el agua por los bitoques, cosa de la mitad, y se vuelve a llenar de agua para que, adelgazando aquellas heces o tierra inútil, salga por el conducto y, con la gravedad de su peso, el azogue y [la] plata se queden en el asiento o fondo de la tina; concluida esta operación, no quedando todavía libre de alguna tierra o especies de metal, se vuelve a sacar a una pila de cal y canto que se tiene llena de agua, y en ella a mano se vuelve a purificar. De aquí se lleva a una oficina, llámase azoguería, en el [s/'c] que [se] tiene una pieza de madera o de piedra, para que en ella, agregándole cantidad de azogue, más o menos, se limpia de toda tierra o bascosidad u horruras; y después se pasa ya en este estado por un lienzo de bramante, para que suelte lo superabundante y líquido del azogue y quede la masa de plata y el azogue en estado de manejar con las manos por el cuerpo que hace y poner[la] en unas ollas de barro u otras que usan de cobre, para segregar o apartar el azogue de la plata a fuerza de calor del fuego, que en la circunferencia se le pone a la olla en que va dicha pella, recibiendo el azogue en la parte inferior, [de] que también se tiene otra olla colocada, cuyo engrudo para tapar las dos ollas, que boca con boca se ponen, es con ceniza; y en el tiempo que se considera dar dicho fuego para la segregación, apartándole la lumbre se deja reposar y enfriar; y en este estado se concluyen las operaciones y manipulaciones de sacar la plata. En cuya estación tiene de costo el quintal catorce reales, y en ocasiones sube a veinte reales por la escasez de la sal o magistral, maíz y otras cosas de que penden estos ministerios, y agregado el primer costo que está expresado a lo último del capítulo seis, y poniendo a seis pesos y medio [la] carga, que se compone de tres quintales, le corresponde[n] diez y siete reales [ a cada] quintal, y catorce del beneficio, hacen treinta y un reales, sin que concuerde una semana a otra en los costos; pues éstos se aumentan todos los días más, así por lo que van aprofundando [las labores] y por las aguas que ocurren más y por infinitos adminículos de que pende el laborío y trabajo y usufructo de las minas, por lo que se sacrifican los hombres y sus caudales, por ser ejercicio arriesgoso por la poca estabilidad y fijeza de las leyes de los metales. Produce cada quintal de metal, el más acendrado, diez onzas y diez adarmes de plata; el mediano acude a seis onzas por quintal; el inferior produce a cuatro onzas por quintal, siendo su costo, como dicho está, treinta y un reales. Es lo que experimentamos el día de hoy, veinte y nueve de abril del presente año de cincuenta y tres, en que también encajono las piedras que pide en el escrito Su Majestad con la distinción de las tres clases separadas y demarcadas con el nombre de esta mina. Los agregados que se le experimentan de metales
197 inferiores son de plomo y antimonias [s/c] o marmajitas, 19 [de los] que se ignora su calidad por no haber habido quien se haiga aplicado a examinar ni indagar qué especie sea verdaderamente. Las leyes que antes de ahora han salido de esta mina con variedad, [ascienden] en ocasiones a catorce onzas y aun dos marcos el electo por quintal; el mediano, hasta nueve onzas; el inferior de seis y siete onzas. Y también lo contrario, que ha habido tiempo que el más electo ha tenido seis onzas, como que de un día a otro no hay estabilidad en leyes. La cantidad de agua que produce esta mina con las dos artes que tiene apenas y con gran trabajo puede tener a mano y sin que se eleve. Capítulo nueve: De los ingredientes con que se saca la plata. El primero agente, como saben todos, es el azogue, el que recoge en sí la plata que está en disposición. El segundo es el magistral y éste dispone al azogue y metal, metiéndolos en calor, cuyo mineral antes de reverberar o calcinar en polvo se llama ya tepesala, al que le agregan marmajitas 20 y sal en iguales cantidades para que avive su actividad; y en otros minerales este magistral se compone de metal de cobre en polvo y se le aumenta a cada quintal quince libras de sal, que hace la misma operación. El tercer ingrediente es la sal, cuyo destino, como está dicho, es de quitar el velo 21 con que encubre[n] la plata las heces 22 de la tierra en que se cría; y destruyéndolo] pone mostrando lo que es y en disposición de la unión del azogue. Las cargas de a tres quintales [que la mina] produce cada semana de metal electo son en lo regular ciento y treinta; del mediano, veinte; del inferior, veinte, sin que esto sea regla sentada. Con que queda el real rescripto cumplido por lo respectivo de los capítulos a este real de Bolaflos, por no haberse descubierto hasta la presente metales de oro ni otra calidad de piedras, etc. Zapopan: Cajón número uno: metal electo, 6 arrobas. Cajón número dos: mediano, 6 arrobas. Cajón número tres: inferior, 6 arrobas.
19 20 21 22
López Miramontes (1975: 21) transcribe "margaritas". López Miramontes (1975: 21) transcribe "nargalitas". "vello" en el manuscrito. López Miramontes (1975: 21) transcribe "los ejes".
198
Inscripción de la mina de la Concepción, sita en este real de Bolaños, de sus dueños y situación, en que se halla Capítulo
primero:
Denunciaron esta mina don Pedro Alvarez Cantón y don Pedro Gutiérrez de la Torre, el día veinte de diciembre del año de cuarenta y cuatro, quienes trabajaron a mitad de gastos, sin que diese fructo ninguno, como asimismo le sucedió a sus antecesores don Juan Sánchez del Pozo y a don Juan de Azpilcueta; y a la presente, por compra que hizo a don Pedro Alvarez Cantón, don Francisco Javier de Uribarren se halla trabájando[la] con parte de diez y seis barras, y [de] ocho don José Luis Jiménez, por donación que le hizo el expresado don Francisco Javier de Uribarren. Capítulo segundo: Del sitio en que se halla. Hállase abierta su boca en una loma alta de la parte del este, una bufa sumamente elevada. Corren los hilos de la veta de norte a sur con diferencia de medio viento, del norte para el nordeste y del sur al sudoeste; su echado o recuesto, al oeste. Su laborío en este tiempo se le ha profundado noventa y cinco varas perpendiculares y para los hilos setenta y dos, dejando sus pilares en las partes convenientes en lo que se ha labrado, a la contención y estabilidad de la mina. Y estando a c t u a l m e n t e ] los expresados don Francisco Javier y don José Luis sin utilidad gastando de su propio caudal, por la corta ley que les ofrecen los metales y los crecidos gastos que ocasionaba en el largo acarreo de ellos y la borrasca a fuerza de hombros de tanateros, discurrieron [sobre] cómo aliviar los gastos crecidos semanarios de cuatrocientos y ochenta hasta quinientos pesos. Lo que pusieron [fue] darle una obra al descenso del cerro a orillas de una cañada, un socavón o barreno a comunicar con el laborío de la mina y a sus planes; va dirigido con diferencia corta, según la medida en que está demarcado, a ciento y una vara y una tercia el mencionado socavón, el que tiene caminados cincuenta y dos varas a la fecha de hoy, diez y siete de marzo de cincuenta y tres; y construido que sea, [se podrá] laborear y trabajar con menos costos, desentrañando dicha veta o vena para la profundidad, y ver si en ella hace término favorable. Ha producido por bulto o pieza de veinte y un quintales de metal, seis marcos y cuatro onzas con los beneficios explicados en la instrucción de la mina de Zapopan, [así] que corresponde[n a] cada quintal dos onzas, tres adarmes y siete octavos y medio; teniendo de costo doce reales [el] quintal de primer costo en sacar de la mina, y catorce reales del beneficio, hacen las dos cantidades veinte y seis reales [el] quintal, cuya pérdida se ve conocidamente, por lo que tenemos
199 suspendido por ahora el laborío de dicha mina hasta tanto que construigamos [s/c] la ya expresada obra del socavón. Y sólo se remiten las arrobas que se nos piden, cuya relación y noticia expuesta a impulsos del soberano precepto de nuestro católico monarca hace el más humilde, reverente vasallo, a quien la real piedad ha concedido mediante su corta diligencia la facultad de llamarse dueño de ocho barras en esta mina y [de] diez y seis en la de la Concepción, que todas con su persona, como derecho natural, pone a los pies de Su Majestad como verdadero señor y dueño de todo, queriendo que correspondiese lo verdadero de esta relación en erudicción y perfecta instrucción, de lo que se preceptúa al celoso debido anhelo que le asiste de cumplir en todo la real voluntad, y en cumplimiento de que abrazó entre los demás parcioneros la ejecución del apetecible soberano mandato, y que dirige por mano del excelentísimo señor virrey de la Nueva España, conde de Revillagigedo, a cuya celosa conducta debe este real de Bolaños, en donde están estas minas, sus mayores progresos, siendo sus expeditas, convenientes y prontas providencias el juego nutritivo, cuya circulación ha hecho a estos vegetables en lo que es las segundas causas que produzcan las riquezas que son notorias, y con que ha logrado el real herario mucho aumento, los dueños mucho consuelo y el común su remedio en la dilatada calamidad con que años ha por la escasez de los demás minerales ha padecido, y por [lo] que damos a Dios nuestro señor las debidas gracias, pidiéndole a Su Majestad, prospere la importante vida de nuestro católico monarca los años que puede y la cristiandad ha menester para amparo de sus vasallos. Bolaños, y abril veinte y seis de mil setecientos cincuenta y tres. Concepción: Cajón número uno: metal, 6 arrobas. Francisco Javier de Uribarren
Consulta [al virrey conde de Revilagigedo] Excelentísimo Señor: En puntual ejecución del real rescripto que por mano de Vuestra Excelencia se dirigió a este real y sus diputados, paso a poner en manos de Vuestra Excelencia la adjunta descripción con los metales correspondientes a las minas a mí pertenecientes, inteligenciando a la superioridad de Vuestra Excelencia que en obedecimiento he procurado cumplir no sólo en lo particular, que como minero me comprehende en el expresado real precepto, sino también como diputado de esta minería, promoviendo a su cumplimiento a todos los que respectivamente in-
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cluye este ejercicio; y porque también en él se nos previene, sea por conducta de Vuestra Excelencia la remesa, no recela mi pequeñez tomar con todo rendimiento la práctica del orden, sin presunción de atrevimiento. Dios guarde la importante vida de Vuestra Excelencia los años que puede, y todos sus subditos deseamos. Bolaftos, y mayo veinte 23 de mil setecientos cincuenta y tres. Excelentísimo Seflor, a los pies de Vuestra Excelencia, Francisco Javier de Urribaren
Razón En primero de octubre de mil setecientos cincuenta y tres, se sacó testimonio de este cuaderno integro, para dar cuenta a Su Majestad. Concuerda con sus originales que quedan en el oficio de gobierno y guerra de mi cargo, a que me remito, y para que conste adonde convenga en virtud de orden versal del excelentísmo señor virrey de este reino, doy el presente. México, veinte de noviembre de mil setecientos cincuenta y tres. Juan Martínez de Soria Damos fe que el seflor don Juan Martínez de Soria, de quien se halla firmado este testimonio, es secretario del rey, nuestro señor, y mayor de la gobernación y guerra de esta Nueva España, y como tal lo usa y ejerce, y a todo lo que autoriza se le ha dado y da entera fe y crédito, judicial y extrajudicialmente y para que conste donde convenga damos la presente. México, veinte de noviembre de mil setecientos cincuenta y tres. José Carvallo, escribano real Joaquín Antonio Guerrero y Tagle, escribano real Manuel Rodríguez, escribano
23 "veintiséis" en López Miramontes (1975: 23).
201 "(...) usan de un lenguage particular de Minas, que tiene la virtud de apartar de la imaginación todo otro asunto, y de recrearla" (Ulloa 1772: 225).
GLOSARIO1 abronzado: viejo nombre que se dio a diversos minerales cobrizos. acendrados: minerales de selecta calidad. acendrar: en las minas andinas, se llamaba "acendrar los minerales" a la separación de las diferentes clases de minerales antes de someter a cada una al beneficio adecuado. adarme (del árabe ad-qirham, la dracma): véase marco. ademe (del árabe ad-da'm, el sostén, el apoyo): cubierta o forro de madera con el que se aseguran y resguardan los tiros, pilares o galerías subterráneos. ademar: colocar ademes. ademador: operario que hace o pone los ademes. aguador: en el cerro de Cancharani, los operarios que sacaban el agua de los planes de las minas en odres o pipas (normalmente, los operarios ocupados en oficios de este tipo se llamaban desaguadores). alcaparrosa (caparrosa; del francés couperose, y éste del alemán Kupferasche): sulfatos de diferentes clases que se podían utilizar para acelarar el proceso de amalgamación, pero también sustancias agregadas a los minerales que entorpecían el beneficio. alcohol (del árabe al-kuhl, el colirio): mineral plomoso, normalmente llamado galena; también es sinónimo del antimonio. Originalmente significaba polvo fino (Schneider 1962: 62). "Il signifie une matiere, quelle qu'elle soit, réduite en parties extrêmement fines ou rendues extrêmement subtiles; ainsi on dit alkool de corail, pour dire du corail réduit en poudre fine (...)" (Encyclopédie 1751,1: 277). almadaneta (de almádana o almádena, del árabe al-mi'dana, el instrumento para piedras): mazo de hierro empleado en la molienda de los minerales. El 1
El siguiente glosario está basado principalmente en Diccionario (1992) y, sobre todo, en Langue/Salazar-Soler (1993), obra que contiene explicaciones mucho más amplias y detalladas de las que podemos dar aquí. Sólo se indican las referencias a otras fuentes.
202 metal era triturado por la almadaneta al caer con fuerza sobre un bloque fijo de hierro llamado chapa que tenía un fuerte marco de madera apoyado en el suelo; el conjunto de chapa y marco constituía el mortero, almártaga (del árabe al-martak): litargirio u óxido de plomo. amoladera: así se llamaba en Potosí a un tipo de mineral de reducida ley, por su semejanza a piedras de amolar, antimonio: metal blanco azulado, brillante, de estructura laminosa; en la época colonial se usa como nombre genérico de ciertas impurezas que contenían los minerales argentíferos y que dificultaban su beneficio, apiri (apire, término híbrido, derivado del quechua apani, llevar, con terminación aymara): operario que transporta, por lo general en su espalda, el mineral de los planes de la mina a la superficie; también cargador. En la Nueva España se llamaba tenatero o tanatero. arrastre: en México, molino donde se pulverizan los minerales de plata que se benefician por amalgacion, sinónimo de tahona, arrastreo: operario que manejaba un arrastre. arreador: en algunas zonas, sinónimo de arriero, es decir, el hombre que trajinaba con las muías o caballos que se empleaban en las distintas faenas mineras; en los Andes fue un empleado que vigilaba a los operarios para que cumpliesen con sus oficios, arroba (del árabe al-rub', la cuarta parte): medida de peso, ca. 11.5 kilogramos; equivalía a 25 libras. aspa (del germánico haspa): punto donde se divide una veta en dos ramas o donde se cortan dos vetas en forma de una aspa; el punto de encuentro se llamaba también crucero. aventadero: en algunas zonas de los Andes, el nombre popular de los placeres o aluviones de oro."Los Aventaderos de la América meridional y sus Lavaderos son los Seufen-Werckes de los Húngaros y Transilvanos; pero tienen la circunstancia de ser incomparablemente más ricos" (Coquett 1792: 209). ayllu (del quechua ayllu, el género o especie de las cosas; parcialidad, parentesco, linaje): en el mundo andino, grupo social unido por relaciones de origen común y de parentesco. En Potosí se usaba también como medida de peso para el mineral extraído de las minas; equivalía a 25 quintales o medio cajón. azadón: herramienta para romper y cavar tierras duras, compuesta de una especie de plancha férrea y un astil para manejarla; su hechura variaba regionalmente.
203 azoguero (de azogue y éste del árabe az-za'uq, el mercurio): en Potosí se llamaba así a cualquier minero que tenía ingenio para beneficiar minerales con azogue, mientras que en México es el especialista encargado del proceso de amalgamación, empleado por el dueño de la hacienda de beneficio. balde: bota de cuero que se utilizaba para sacar las aguas de los planes de una mina. baldiri (baldire, término híbrido, derivado de la palabra castellana balde, con terminación aymara): en el cerro de Cancharani, el operario ocupado en sacar el agua con baldes de los planes de las minas. banco (del germánico bank): macizo de mineral que presenta dos caras descubiertas, una horizontal superior y otra vertical, o, en términos más generales, endurecimiento extraordinario de la roca que desvía el curso de la veta y dificulta de esta manera la explotación. barra: lingote o plancha de metal fundido. Significaba también herramienta de hierro, sinónimo de barreta, con que trabajaba el barretero. Además, servía para expresar la participación que tenía un minero en una mina; ésta se solía dividir en 12 barras, las que eran adquiridas por los interesados en diferentes proporciones cuando querían formar una compañía para explotarla. barrena: sinónimo de barreta. barrenador: en México, operario que, junto con el piqueador, preparaba los barrenos (lo que se llamo barrenar) para colocar los explosivos. barreno: agujero perforado en la peña para poner el explosivo. También se usaba para nombrar una galería o socavón estrecho. barreta: barra o palanca de hierro que usaban los barreteros para romper las piedras. barretero: operario minero que rompe el mineral de la veta, usando como herramienta una barreta. barretón: herramienta muy parecida a la barra o barreta. beneficiador: especialista encargado con el beneficio de los metales; en la Nueva España se llamaba azoguero (si el método empleado era la amalgamación). betún (betume, betumen): carbón de mina, pero también el nombre genérico de varias substancias compuestas principalmente de carbono e hidrógeno. birque: medida que equivale a media arroba. bocamina: la abertura en la superficie de la tierra por la cual se entra a la mina y las galerías.
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bol (del latín bolus): arcilla rojiza, usada en medicina, en pintura y como aparejo en el arte de dorar. También era usado por los alquimistas (Schneider 1992: 68). bolsón: parte de una mina, de forma redonda, donde el mineral estaba reunido en mayor abundancia. En México y Guatemala, los bolsones fueron yacimientos de minerales superficiales, a diferencia de las vetas. botero: en Bolafios, el operario que llenaba las botas de los malacates con el agua acarreada por los charqueadores desde los planes más profundos de las labores al despacho, bozofia (del italiano bozzoffia): escombros de tierra que no contienen metal, broza: minerales pobres o trozos pequeños de mineral, también desechos y escombros. a toda broza: sin distinción de las diferentes calidades del mineral. buitrón: receptáculo de madera o piedra en que se amalgamaban los minerales molidos; en los primeros tiempos de la explotación de Potosí se le daba fuego por debajo, lo que pronto cayó en desuso debido al reducido efecto que tenía y los costos de combustible, cabeza: en los ingenios, eje de una rueda hidraúlica vertical que proporcionaba la fuerza motriz a las instalaciones de molienda; con frecuencia se medía la capacidad de un ingenio por el número de cabezas, cachi (cache; palabra quechua, la sal): significa sal común, pero los mineros la solían aplicabar a toda clase de rocas blancas (p.e. "quijo alabastro" 2 ), en las cuales se encontraban incluidas las vetas. cajas: rocas o tierras no mineralizadas dentro de las cuales corre la veta, cajón: recipiente para refinar los minerales argentíferos por medio de la amalgamación; era una división del buitrón, el que se fraccionaba mediante tablas; el cajón tenía en Potosí y otros lugares de Suramérica la capacidad de 50 quintales. 3 calabrote (del griego kocto43oXti acto de bajar): cuerda del malacate, calcinado: tostado; de calcín (horno para tostar o calcinar minerales), caliche: nitrato de sodio; también clase de mineral argentífero ("descomposiciones piritosas, o eflorecencias con aparencia de cal, que contienen plata"; Coquett 1792:217).
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Relación de Manuel del Portillo Haedo, Puno, 3 de noviembre de 1753 (publicada en este volumen). 200 arrobas en el cerro de Cancharani; Relación de Manuel del Portillo Haedo, Puno, 3 de noviembre de 1753 (publicada en este volumen).
205 caliente: calidad intrínseca de la materia, según los conceptos de la época; por ejemplo, si la torta durante la amalgamación se calentaba demasiado, se remediaba con cal. cancha (del quechua cancha, patio o corral): en Potosí, patio o corral delante de la bocamina donde se depositaba el mineral acarreado por los apiris y en donde los palliris separaban los trozos argentíferos de los escombros antes de transportarlos a los ingenios. cancha minero: operario que vigilaba los trabajos de los palliris en la cancha. caparrosa: véase alcaparrosa. caperuza: cilindro de metal o de barro que se colocaba sobre la pella durante la destilación del azogue. cardenillo: minerales de cobre, con contenido de plata. cargador: operario que transportaba, por lo general en su espalda, el mineral de los planes de la mina a la superficie; comúnmente se llamaba apiri en Suramérica y tenatero o tanatero en México. carnero (de la tierra): en los Andes, llama. carrillero: operario que atiende un carrillo para subir el agua del fondo de una mina. castellano: la cincuentava parte de un marco de oro. catear: realizar el cateo, es decir, reconocer o explorar los terrenos en busca de alguna veta minera superficial. ceja: cresta de metal. cielo: en Bolaflos, el techo de una galería, también se decía respaldo alto. clavo: filón de mineral que se extiende verticalmente; a veces se aplicaba a cualquier nudo aislado de mineral. cocha (del quechua ccocha, laguna): poza en que se lavaba la amalgama para quitarle la tierra y las piedras con que todavía estaba mezclada. cochizo: mineral de plata de elevada ley. colero: en algunas labores de minas, ayudante del capataz que vigilaba los trabajos; en Bolaflos, el que controlaba a los tanateros. colorados: minerales de plata ricos en óxidos de hierro que les dan el color rojizo. colpa (del quechua ccollpa, acije): una mezcla natural de sales de hierro que se usaba a veces como magistral, o en vez del magistral cobrizo. comer: comer una mina, significaba explotarla; una mina "muy comida" era una mina agotada.
206 consumo: la cantidad de azogue que se pierde ("se consume") en el proceso de la amalgamación. copaquira: caparrosa o vitriolo azúl; también piedra lipes. corpa: mineral de muy elevada ley de plata; también pedazo grande de mineral, especialmente el que los operarios de minas podían llevarse al salir de la mina como parte de su salario. corte: el primer pozo que se excava en búsqueda de minerales. criadero: depósito de mineral en forma de una o varias bolsas que no forman una veta continua. crucero: punto donde se cruzan dos vetas; en Potosí, se le consideraba como lugar de abundante riqueza metalífera. cuerpo: masa de mineral molido, de 25 quintales (medio cajón), preparada para la amalgamación. cumuri: (del aymara khumu, carga que lleva el animal): en los Andes, el operario encargado del transporte del mineral de la cancha al ingenio, para lo que se servían de llamas o burros. cuña: en las minas mexicanas tipo de cincel. cuñero: operario que desprende el mineral de la roca, usando como herramienta una cuña. chacorrusca (del quechua chhacruscca, cosa mezclada): mezcla de diferentes tipos de minerales que se efectuaba para lograr con éxito el proceso de beneficio. chamba (champa, del quechua chhamppa, césped de tierra con raíces): especie de turba fresca que se halla en lugares pantanosos en los Andes, con que se cubría el fondo de las acequias para que no se filtrara el agua. También se usaba en los canales que se hacían en los placeres de oro, para que corriera el agua por encima de la chamba y se depositaran las partículas metálicas en ella; de vez de cuando se sacaba y se lavaba en unas bateas para extraer el oro. chapa: plancha pesada de hierro colocada en los morteros sobre la cual caían las almadanetas para quebrantar el mineral. charqueador: en Bolaños, el operario que acarreaba el agua, que se acumulaba en los pozos en el interior de las minas, hasta el plan del tiro donde estaba instalado un malacate. chasquiris (chasquires, del quechua chazqui, indio que sirve de correo o mensajero): operarios que colocados en fila se pasaban los baldes de agua de mano en mano para desaguar una mina. En el cerro de Cancharani fueron los que llevaron los minerales o escombros producidos por los barreteros en
207 los frontones a un lugar donde no estorbaran y de donde los apiris los podían más fácilmente transportar a la superficie. 4 chichiquidora (del quechua chichicuni, recoger y juntar el oro en polvo, o de chichiccori, oro en polvo): en Larecaja, india que relavaba los residuos de tierra que los mineros habían dejado en las acequias. chiflón: canal por el cual cae el agua que impulsa a la rueda hidráulica. chiles (del aymara chilli, lo más hondo del suelo, los confines del mundo): el plan de una mina; también se llamaban piques. chúa (del quechua chuwa, plato hecho de arcilla cocida): platillo aplanado y redondo que se usaba para los ensayes durante el proceso de la amalgamación; también se usaba como medida. chumbe (del quechua chumpi, color castaño oscuro o pardo): mineral argentífero de color castaño, probablemente por su contenido de hierro. 5 despacho: en Bolaños, el sitio al pie del malacate, en donde los tanateros depositaban el mineral para que de allí se transportara a la superficie. escopladura (escopleadura): corte o aguajero realizado con escoplo. espeque (del holandés speek, palanca): palanca de madera a la que se enganchaban los caballos o muías que movían los malacates o molinos de piedra. estaca: divisiones hechas en las minas; también unidad de medida minera que correpondía al derecho de explotación que tenía una persona; variaba entre 60 y 100 varas cuadradas (que se marcaban con unas estacas que se clavaban en la tierra). estado: medida longitudinal tomada de la estatura regular del hombre, que se usaba para apreciar profundidades o alturas; ca. 1.7 metros. farellón (farallón): roca grande; crestón o parte de una veta que sobresale del suelo. frío: según los conceptos de la época, calidad de los minerales que dificultaba la amalgamación; como remedio se agregaba el magistral cobrizo, al que se atribuía la calidad caliente. frontón: pared terminal de una galería donde trabajan los mineros para avanzar horizontalmente en la excavación de la mina. fundición: método de beneficiar los minerales argentíferos, fundiéndolos con plomo y minerales plomosos.
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Relación de Manuel del Portillo Haedo, Puno, 3 de noviembre de 1753 (publicada en este volumen). Véase también Coquett (1792: 215).
208 galera: en México, cobertizo que cubre las instalaciones de una hacienda de beneficio o la entrada de una mina y el malacate instalado allí. También patio de amalgamación techado. galería: camino súbterrano que se hace en las minas para disfrute, ventilación, comunicación y desagüe. ganga (del alemán Gang): sustancias no metálicas que acompañan a los minerales. grano: véase marco. grasa: nombre genérico que daban los mineros a ciertas impurezas contenidas en los metales argentíferos. guarda minero: operario que vigilaba la salida de la mina para que no fuera robado el mineral que los apiris sacaban; en México era llamado, por lo general, guardamina o velador. guía: la parte de la veta o el mineral de mejor calidad; también el indicio de la existencia de metal, sobre el cual hay que seguir buscando o trabajando una veta. guijo: en México, perno de hierro, sobre el que estribaba el mortero; también eje de una rueda hidráulica. hacienda de beneficio: en la Nueva España, instalación donde se beneficiaban los minerales de plata; en Suramérica, se llamaba comúnmente ingenio. hebra: trozo de mineral. hormiguillar: mezclar o repasar la harina de mineral con los ingredientes necesarios para la ejecución de la amalgamación. hormiguillo: la actividad de hormiguillar. hornero: operario encargado del servicio de un horno. horno de reverberación (horno de reverbero): horno en que se calentaba el mineral sin mezclarlo con combustible, el que se quemaba en un hogar especial. Había varios tipos en los que se tostaba el mineral antes de someterlo a la amalgamación o la fundición. humedad: la "humedad" del mineral era considerada como una cualidad favorable a la presencia de metales y su aptitud para el beneficio. humpe (umpé, jumpe, umpé, humpé, jumpé; del quechua humpi, el calor del cuerpo al trabajar o al andar, que produce sudores): gases que por la falta de ventilación se acumulan en el interior de las minas y que por su gran contenido de monóxido de carbono son sumamente peligrosos para los operarios.6
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Véase también Coquett (1792: 199, 228-229).
209 incorporo: el mezclar la masa del metal molido con azogue. indios cédulas: los mitayos de Potosí (indios que por real cédula debían trabajar en las minas); también indios de cédula. ingenio: originalmente la construcción de molienda de los minerales; así llegó a llamarse en Suramérica a cualquier lugar donde se beneficiaban los minerales de plata; en la Nueva España, se llamaba comúnmente hacienda de beneficio. jaboncillo: tipo de mineral poco consistente que se deshace fácilmente. lamas: mineral muy molido. Significaba también la mezcla lodosa de tierra, plata y azogue que se depositaba en los canales y las tinas del lavadero. lavadero: instalaciones para el lavado o preparación de los minerales. lava: el proceso de lavar la amalgama; en Potosí también se usaba como sinónimo de beneficio. lavar: limpiar con agua la amalgama de plata y azogue para quitarle las impurezas. En los documentos aquí publicados se usa generalmente con el sentido de beneficiar. legua (del celtolatín leuca): medida de longitud; ca. 4190 metros. leguaje: viático que debía pagarse a los mitayos para sus viajes de ida y vuelta entre Potosí y sus provincias de origen (las quejas de los mismos sobre la omisión de estos pagos fueron generalizadas). lemnia: véase tierra lemnia. libra: medida de peso, ca de 0.46 kilogramos, equivalía a 16 onzas. liga: cualquier mineral que puede ser usado como fundente para el beneficio por fuego (fundición); normalmente era de plomo. lis (de plata) (del francés lis): plata menuda que durante el beneficio no se incorporaba con la pella; en cuanto era reconocida por su brillo durante las pruebas del beneficio, se agregaba más azogue para terminar el refinamiento del mineral. lumbrera: pozo para ventilar las labores subterráneas. Ilampear (término híbrido): recoger el llampo esparcido en las minas. llampo (llampu, palabra quechua, blando al tacto o cosa lisa o suave): mineral muy menudo o terroso.
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llujos (posiblemente del quechua llullu, toda cosa tierna que nace o crece antes de endurecerse): mantos blandos que requerían la construcción de relejes con el fin de fortificar las galerías subterráneas. 7 magistral: reactivo utilizado en el proceso de amalgamación; normalmente fueron sales de cobre que se tostaban y se molían antes de mezclarlas con los minerales argentíferos igualmente pulverizados. También había magistrales de hierro. malacate (del náhuatl malácatl, huso): tipo de grúa que, instalado en un pozo y accionado por muías o caballos, se usaba en las minas mexicanas para sacar el mineral, escombros o agua de los planes de las minas. maleza: impurezas contenidas en los minerales que estorban la eficiencia de su beneficio. mandón: capataz de mina. manga: una bolsa cónica, cuya parte superior era de cuero y la inferior de tela resistente, en que se exprimía la pella para extraer el azogue líquido no amalgamado con la plata. manta: en México, cestos de cuero grueso en que se transportaban los minerales o escombros que se sacaban con los malacates; también costales de fibra fuerte. mantero: en Bolaños, el operario que cargaba las mantas de los malacates con los minerales que los tanateros traían al despacho. manto: capa de roca con o sin mineral; en Potosí, se llamaban así a las vetas con mucho declive. marco: medida de peso que se usaba para el oro y la plata; aproximadamente 230.2 gramos. Un marco de plata consiste en 8 onzas, 64 ochavos, 128 adarmes y 4608 granos. margajita (marcasita; del árabe, de origen persa marqasita): mineral de cobre que se usaba como magistral para facilitar el proceso de amalgamación. marmajita: tal vez derivación de marmaja, acompañaba a veces la plata.
mineral de cobre o hierro que
mineraje: trabajo relacionado con las minas y el beneficio de minerales. minero mayor: en Bolaños, encargado de la vigilancia de los trabajos subterráneos que se efectuaban durante el turno de día; compárese sotaminero.
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Relación de Manuel del Portillo Haedo, Puno, 3 de noviembre de 1753 (publicada en este volumen).
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minga (del quechua minccani, alquilar persona, invitar o convocar al trabajo): operario minero en las minas andinas contratado mediante el pago de un salario; se usaban las derivaciones mingar o mingado. mita (del quechua mita, tumo, semana de trabajo): forma de trabajo obligatorio, organizado en turnos anuales en las comunidades indígenas, principalmente en favor de las minas de Potosí. Con la mita se retomó una tradición prehispánica de servicios personales obligatorios al imperio inca. Pero sobre todo fue una de las formas típicas de trabajo forzado que se establecieron en la Hispanoamérica colonial y se distinguió del repartimiento novohispano sólo en algunos detalles de organización. Fue introducido en 1572 por el virrey Francisco de Toledo. Las comunidades incorporadas al sistema de la mita debían enviar anualmente la séptima parte de la población varonil de entre 18 y 50 años a Potosí, para que allí las autoridades locales los repartiesen a los empresarios. Los mitayos tenían que permanecer durante un año en la Villa Imperial, alternando cada semana de trabajo obligatorio con dos de descanso o de trabajo libre. A partir de la introducción de la mita hasta finales de la época colonial, los mitayos efectuaron principalmente los trabajos no calificados que requería la industria minera de Potosí, mientras que un número más o menos igual de trabajadores libres, los mingas, formaron el cuerpo de la mano de obra especializada. Conforme decaía la población indígena andina, el número de los mitayos bajó de 13 000 a menos de 3 000 a finales del siglo XVIII. Existía una compleja reglamentación para regular el funcionamiento de la mita e impedir abusos; mas ésta en ningún momento puso un remedio eficaz a la explotación de los indios. mitayo (del quechua mitayoc, tumo, periodo): en Suramérica, hombre que los pueblos indígenas tenían que proporcionar a los españoles como fuerza de trabajo forzada; véase mita. morterado: en Potosí se llamaba así al lugar del ingenio donde se molían los minerales. mortero: base firme sobre la cual golpean los almadanetas o pisones para moler el mineral, o, en general, lugar de la hacienda de beneficio donde se realizaba la molienda del mineral. En nuestros documentos la palabra se aplica también a los operarios que trabajaban en la molienda, comúnmente denominados mortiris. mortiri (palabra híbrida): en Potosí, los operarios, por lo general mitayos, que trabajaban en los morterados. moyar: remover la harina en los hornos en que se tostaba el mineral. negrillo: diferentes minerales argentíferos; su nombre se debe a su color oscuro. ochavo: véase marco.
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ojo: mancha o depósito pequeño de mineral, dentro de una veta. onza: véase marco y libra. paco (del quechua ppacu, rojizo, bermejo): mineral de plata con diferentes gangas, principalmente óxido de hierro, que es el que le da el color. Según Alonso Barba (1967 [1640]: 65): "Paco, en la lengua general de esta tierra, quiere decir bermejo, color que más o menos encendido es el ordinario de las piedras que llaman Metal Paco, aunque también a metales verdes cobrizos llaman en Berenguela de Pacajes Pacos, y en estas provincias a los de cualquier color, a diferencia de los acerados y espejados, y otros que llaman Negrillos." padrastro: veta estéril que cruza a otra y estorba la explotación. palero: en Bolaños, los ayudantes de los ademadores, o más generalmente, carpintero de minas. palla: cuota de mineral que tenían que trabajar las operarios en los diferentes fases de la producción. pallar (del quechua pallani, recojer del suelo, cosechar): escoger y separar la parte métalica o más rica de los minerales extraídos de las minas; o igualmente, rebuscar en los desmontes y juntar lo aprovechable; también pallaquear. palliri (pallire): operario comisionado para pallar el mineral en la cancha de la mina; frecuentemente este trabajo fue encargado a mujeres. panizo: roca madre por donde se extiende una veta. partidor: en la Nueva España, el encargado de separar en partes los minerales que se sacaban de una mina y que correspondían al dueño (o a los dueños) y al barretero. patio: área empedrada en la cual se amontaba el mineral molido para realizar la amalgamación fría, el llamado método de patio. pavonado: minerales que llevaban este nombre porque su brillo multicolor evocaba las plumas de un pavo. Solían ser de muy elevada ley, especialmente en la zona de Puno. pella: masa de amalgama de plata; se obtiene al beneficiar con azogue minerales argentíferos molidos. Acabado el proceso de amalgamación, éstas se lavan y exprimen para limpiarlas de arenas no metálicas y del mercurio suelto. También se llamaba pifia. peón: operario no especializado, muchas veces se denominaban así a los apiris. También el eje de madera fuerte de la rueda que movía a un trapiche o molino.
213 pepe: en Bolaños, muchachos de diez a doce aflos que ayudaban a los barreteros en sus trabajos subterráneos, pepena (del náhuatl pepena, elegir): la cantidad de mineral que en las minas novohispanas los barreteros y otros operarios especializados en la extracción podían llevarse como su parte en la producción; también se llamaba partido. perdidos: así se llamaban en Potosí a los operarios que "sólo se ocupan en poner pircas para la seguridad de la labor y asimesmo [en] seguir barrenos para lumbreras y [en] buscar otras vetas", 8 con lo que estaban "perdidos" para la producción. peso: unidad monetaria, existían varios tipos de pesos de plata y de oro. En el siglo XVIII, el peso más frecuente fue el peso de plata de 8 reales, piedra lipes: vitriolio azul (sulfato de cobre); también copaquira, piña: la pella, hecha "piña" en moldes, antes de ser desazogada, pique: fondo o suelo de una mina; también se llamaba chiles, piqueador: en Bolaños, el operario que junto con el barrenador preparó el barreno para colocar los explosivos en el trabajo subterráneo, pirca (del quechua pircca, pared): paredes de piedra en las minas, construidas para fortalecer las galerías. pircar: fortificar una mina mediante la construcción de pircas; también pirqueador, pirquería. plan: nivel del fondo de una mina; en Potosí se llamó también chile. plata blanca: plata nativa. plomo dulce: plomo refinado. plomo ronco: argentita, mineral de plomo. 9 pollo: en el cerro de Cancharani, se llamaba así al adolescente que trabajaba en las minas y que recibía un salario según su capacidad física para cargar mineral o escombros. polvorilla: mineral argentífero. "Nuestros mineros lo califican entre los pacos, y lo confundan muchas veces con las polvorillas de cobre, plomo y fierro" (Coquett 1792:216). pongo (del quechua puncu, puerta o portada): portero de las minas, o por lo común, operarios encargados de los oficios de vigilancia.
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Informe de la marquesa de Santa María de Otavi, Potosí, 25 de mayo de 1754 (publicado en este volumen). Véase también Coquett (1792: 213).
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poraca: en Larecaja, nombre de la chamba. portero: en Bolaños, el encargado de registrar a los operarios que salían de las minas para que no se llevasen clandestinamente algo del mineral. potro: estanque de piedras labradas para lavar la pella. 10 pozo: perforación vertical que sirve de comunicación con los planes profundos de una mina; en la Nueva España se solía llamar tiro, punta: la tercera parte del total de mitayos asignado a una empresa minera. quebrador: en la Nueva España, operario encargado de separar las partes metálicas y los escombros del mineral extraído de las minas antes de someterlo al beneficio, quema: el tostado de los minerales en vías de preparación para la amalgamación, quijirria: posiblemente derivación de quijo. quijo (del aymara, kisu kala, la piedra, entre la cual está el metal, o la caja del mismo metal que está en la mina"): ganga de cuarzo que tiene inclusiones de plata, considerada como mineral relativamente pobre; por lo general se llamaba "quixo a todas las piedras que sirven de matriz, o ganga a los metales y Minerales metálicos" (Coquett 1792: 198). quintal: medida de peso, ca. 46 kilogramos; equivalía a 4 arrobas, quinto: en las minas andinas, un lugar dentro de la mina donde se depositaban los minerales o escombros para ser luego sacados a la superficie. Más usualmente, el nombre del impuesto equivalente a la quinta parte de la producción que los mineros debían pagar a la Corona; en el siglo XVIII se hizo común la reducción de la carga fiscal a la décima parte de la producción (el diezmo), no obstante se siguió usando con frecuencia el viejo término del "quinto". quitapepena (de pepena): en la Nueva España, el encargado, a la salida de una mina, de controlar que los operarios no se robasen los minerales extraídos; también se le llamaba administrador, real de minas: en México, pueblo en cuyo distrito hay minas de plata. rebroza: minerales de tan poca calidad, que contienen incluso menos plata que la broza. rebrozar: sinónimo de pallar.
10 Relación de Manuel del Portillo Haedo, Puno, 3 de noviembre de 1753 (publicada en este volumen). 11 Bertoni 1984 [1612], I: 299. Sobre la incierta etimología de la palabra, véase Corominas/Pascual (1981, IV: 726).
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relave: residuo o material que quedaba después de lavar la torta; podía contener todavía abundante plata, releje: trabajo para reforzar o sostener labores mineras subterráneas; también relejería. repallar: volver a pallar. repasador: operario que repasa la torta; en Suramérica se llamaba repasiri. repasar: revolver el mineral molido mezclado con azogue, magistral y otros catalizadores para acelerar la amalgamación, lo que realizaban los operarios (en algunos lugares también muías o caballos) pisando la mezcla con sus pies. repasiri (término híbrido): operario que repasa la torta; en la Nueva España se llamaba repasador. requemar: destilar el mercurio de la pella. rescatador: comprador que acudía a las minas para adquirir directamente la plata de los mineros u operarios. rescatiri: palabra híbrida, equivalente a rescatador. respaldo alto: en Bolaños, el techo de una galería; también se decía cielo. respaldo bajo: en Bolaños, el suelo de una galería. reverberar: calcinar o tostar el mineral en un horno de reverberación. rosicler (del francés rose y clair): diversos tipos de minerales de plata o de cobre, que llevan este nombre por su color rosado, semimetales: impurezas que contiene el mineral argentífero, serviri (servire, término híbrido): así se llamaban en Potosí a los operarios encargados de vigilar los trabajos en el morterado. sique (del quechua sik'iy, extraer): piedra no mineralizada que se saca de la mina junto con el mineral. sobarbo: diente o gancho conectado con la rueda hidráulica y que levantaba los brazos de las cabezas en las quebradoras de mineral, socavón: en Suramérica, cualquier entrada profunda excavada en la tierra, con la intención de convertirla en mina; también galería. En la Nueva España, el nombre se aplicaba exclusivamente a los túneles de desagüe; también contramina. soldado: en Potosí, nombre de los mineros que no tenían su propia hacienda de beneficio (los que la tenían eran los azogueros). solera: piso de un trapiche.
216 soroche (del quechua suruchej, que chorrea): mineral de plomo argentífero; se llamaba también galena. 12 En los Andes, denomina también la falta de respiración que se sufre en la grandes alturas. sotaminero: en Bolaflos, encargado de la vigilancia de los trabajos subterráneos que se efectuaban durante el tumo de noche; compárese minero mayor. suyo: ramo de una veta; también se aplicaba para expresar el lugar específico que ocupaba un operario al trabajar en la mina o en la cancha. tahona (del árabe tahuna, molino de cereales): molino donde se trituraba muy finamente el mineral entre dos ruedas pesadas en movimiento circular, impulsadas por fuerza humana, animal o hidráulica; en la Nueva España también se llamaba arrastre. tahonero: operario que trabajaba en las tahonas. taladro: normalmente instrumento agudo y punzante con que se agujerea la madera u otra cosa; en Bolaños, se usaba como sinónimo de barreno. talega (del árabe ta'liqa, saco o bolsa colgada): saco o bolsa de tela gruesa. tanatero (del náhuatl tánatl, mochila, zurrón de cuero o de palma): en las minas mexicanas, los operarios que con un tanate, que cargarban en la espalda, sacaban el mineral o los escombros de las minas o los llevaban al plan del tiro principal, donde se cargaban las mantas para transportarlas al malacate. Más común era la voz tenatero. También se llamaban cargadores o, en los Andes, apiris. taquia (del quechua takia, estiércol): estiércol seco de llamas u ovejas que se usaba como combustible; también se llamaba ucha. tejo (de oro): lingote de oro. En algunos lugares se llamaba tejo a la plancha de hierro colocada en los morteros sobre la cual caían las almadanetas para quebrantar el mineral. tenatero: véase tanatero. tepesala: en Bolaños, se denominaba así al mineral que se usaba como magistral para el beneficio de la plata. tierra eritria: especie de arcilla blanca o gris; su nombre se deriva de Eretria, lugar en la isla griega de Euboia (Plinius Secundus 1978: 275; Rulandus 1612: 466). Compárese también "eritrina" o flores de cobalto, minerales que se encuentran también en forma de polvo o tierra (Samamé Boggio 1982: 267-268).
12 Véase también Coquett (1792: 214-215).
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tierra lemnia: especie de arcilla rojiza o blanca, que se encuentra originalmente en la isla de Lemnia, en el mar Egeo; en forma de pastilla se usaba como un caro medicamento (Rulandus 1612:464-465; Schneider 1962: 90). tierra samia: especie de arcilla de la isla griega de Samos (Plinius Secundus 1978: 134-135; Rulandus 1612:466). tiro: en la Nueva España, pozo perpendicular y recto que va de la superficie a los planes de una mina. tornero: operario que atiende un tomo para subir el agua del fondo de una mina. torta: montón de mineral molido mezclado con azogue, sal, magistral y otras sustancias para que se efectúe la amalgamación. trampa: canal con una palanca de madera que deja pasar o no la corriente de agua. trapiche: originalmente es un molino usado en los ingenios de azúcar; el término llegó a usarse también en el ambiente minero, donde significaba un molino que consistía en dos piedras, una horizontal y una vertical que corría en círculo sobre la otra. trapichero: asi se llamaban en Suramérica a los individuos que beneficiaban minerales en establecimientos simples (al contrario de los azogueros). tuella: sistema de barreras o rejas que se ponían en las acequias construidas para lavar el oro, en las cuales caía y se asentaba el metal al hacer correr el agua. ucha (del quechua uccha, estiércol): estiércol seco de llamas u ovejas que se usaba como combustible; también se llamaba taquia. vara: medida de longitud; ca 84 cm. venero: lugar donde se descubren las venas de los metales; en términos generales, yacimiento de sustancias métalicas útiles, por lo tanto se usaba también como sinónimo de mina, veta o depósito de aluvión subterráneo de oro. vilacique (del aymara wila, sangre, y del quechua ciqui, el trasero o extremidad de algo): mineral argentífero que "es colorado con ojos blancos y de migajón, que llamamos en el país vilasiqui, que (...) roseándolo con un poco de agua, se hallará en su color carmesí encendido."13 voladora: piedra de un molino. yapa (llapa, del quechua yapani, dar más o añadir): cantidad de azogue que, al considerarse necesario, se añade adicionalmente a la torta durante el proceso de amalgamación.
13 Relación de Gutiérrez Escalante, Potosí, 12 de marzo de 1754 (publicada en este volumen).
218 zorra: en Bolaños, niños de entre siete y once años que bajaban a las minas, "sin que sea más su salario que aprovechar los desperdicios de los que trabajan, de tierras y piedrecitas, con que suelen mantenerse a si y a su madre, con cuya continuación pierden el miedo, y con la edad vienen a ser barreteros, cufieros o barrenadores"; 14 en otros sitios fue sinónimo de pepe.
14 Relación de Francisco Javier de Urribaren, Bolaños, 20 de mayo de 1753 (publicada en este volumen).
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L I S T A DE A B R E V I A T U R A S
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