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Spanish Pages 220 [232] Year 2010
ANEJOS AESPA
LIV 2010
Luis Caballero Zoreda Eduardo Rodríguez Trobajo José Ignacio Murillo Fragero Rafael Martín Talaverano (planimetría)
ANEJOS DE AESPA
LIV
LAS IGLESIAS ASTURIANAS DE PRAVIA Y TUÑÓN. ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA
ISBN 978 - 84 - 00 - 09128 - 6
ARCHIVO ESPAÑOL DE
ARQVEOLOGÍA INSTITUTO DE HISTORIA
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Anejos de AEspA LIV
Anejos de AEspA LIV
ÍNDICE
ANEJOS DE ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA LIV
LAS IGLESIAS ASTURIANAS DE PRAVIA Y TUÑÓN. ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
ANEJOS SERIE
DE
Anejos de AEspA LIV
AESPA
PUBLICADA POR EL INSTITUTO DE
HISTORIA
Director: Prof. Dr. D. Francisco Pina Polo, Universidad de Zaragoza. Consejo de redacción: Prof. Dr. Manuel Bendala, Universidad Autónoma de Madrid; Dr. Luis Caballero Zoreda, Instituto de Historia, CCHS, CSIC, Madrid; Dra. M.a Paz García-Bellido, Instituto de Historia, CCHS, CSIC, Madrid; Dra. Guadalupe López Monteagudo, Instituto de Historia, CSIC, Madrid; Dr. Pedro Mateos, Instituto de Arqueología de Mérida, J. Ext., CCMM. y CSIC; Prof. Dr. Manuel Molinos, Universidad de Jaén; Prof. Dr. Ángel Morillo, Universidad Complutense de Madrid; Dra. Almudena Orejas, Instituto de Historia, CSIC, Madrid; Prof. Dr. Joaquín Ruiz de Arbulo, Universidad de Tarragona. Consejo asesor: Dr. Michel Amandry, Bibliotèque Nationale de France, Paris; Dr. Xavier Aquilué, Conjunto Monumental de Ampurias, Girona; Prof. Dr. Javier Arce, Université de Lille; Prof. Dr. Gian Pietro Brogiolo, Università di Padova; Prof. Dr. Francisco Burillo, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de Teruel; Prof. Dr. Monique Clavel-Lévêque, Université Franche-Comté, Besançon; Prof.a Dra. Teresa Chapa, Universidad Complutense de Madrid; Prof. Dr. Adolfo Domínguez Monedero, Universidad Autónoma de Madrid; Prof. Dr. Carlos Fabião, Universidade de Lisboa; Prof. a Dra. Carmen Fernández Ochoa, Universidad Autónoma de Madrid; Dr. Pierre Moret, Casa de Velázquez, Madrid; Prof. Dr. Domingo Plácido, Universidad Complutense de Madrid; Prof. Dr. Sebastián Ramallo, Universidad de Murcia; Prof.a Dra. Isabel Rodà, Universitat Autónoma de Barcelona; Prof. Dr. Th. G. Schattner, Instituto Arqueológico Alemán, Madrid; Prof. Dr. Armin Stylow, profesor emerito, München Universität. Secretario: Dr. Carlos Jesús Morán, Instituto de Arqueología de Mérida.
Anejos de AEspA LIV
LUIS CABALLERO ZOREDA EDUARDO RODRÍGUEZ TROBAJO
ÍNDICE
JOSÉ IGNACIO MURILLO FRAGERO RAFAEL MARTÍN TALAVERANO (PLANIMETRÍA)
LAS IGLESIAS ASTURIANAS DE PRAVIA Y TUÑÓN. ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS MADRID, 2010
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Reservados todos los derechos por la legislación en materia de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrónico, químico, óptico, informático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial. Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, sólo se hace responsable del interés científico de sus publicaciones.
Imagen de cubierta: sección de Santo Adriano de Tuñón y alzado de Santianes de Pravia. Lectura estratigráfica. Imagen de contracubierta: Santo Adriano de Tuñón, según López Fernández 1900, vol. 3, 176-177.
Catálogo general de publicaciones oficiales: http://publicaciones.060.es
© CSIC © De los autores NIPO: ISBN: 978-84- H,6%1 Impreso en España, Printed in Spain En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible. Imprenta TARAVILLA. Mesón de Paños, 6. 28013 MADRID
Anejos de AEspA LIV
Se reúnen en este volumen los resultados del análisis arqueológico de las iglesias de San Juan Evangelista de Santianes de Pravia y de Santo Adriano de Tuñón, incluyendo la datación de las maderas de la primera de ellas. Estos trabajos se han efectuado dentro del proyecto de investigación Análisis arqueológico de la arquitectura altomedieval en Asturias (Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica 2004-2007, I+D, HUM2007-61417), dirigido como investigador principal por Luis Caballero Zoreda, y con permiso de la Consejería de Cultura, Comunicación Social y Turismo del Gobierno del Principado de Asturias, quien además ayudó en la realización del proyecto financiando la documentación planimétrica de base. El estudio dendrocronológico y de datación de las maderas de Santo Adriano de Tuñón se efectuó mediante un convenio de colaboración entre el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA) y la Consejería de Cultura y Turismo del Gobierno del Principado de Asturias, bajo la dirección como investigador responsable de Eduardo Rodríguez Trobajo. Además se incluye la datación de dos maderos del ábside de San Miguel de Lillo, trabajo que se encuadra en un proyecto de investigación anterior, Arqueología de la Arquitectura Altomedieval de Extremadura, Asturias y Portugal (Plan Nacional BHA2003-02086), dirigido por Luis Caballero Zoreda, y que por error no se incluyó en la publicación de su memoria correspondiente.
ÍNDICE 1. SAN JUAN EVANGELISTA DE SANTIANES DE PRAVIA. LA OBRA DEL REY SILO, UNA IGLESIA CONSTRUIDA Y DECORADA HACIA EL AÑO 900 ........................................................................................................ Luis Caballero Zoreda José Ignacio Murillo Fragero (planimetría)
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EQUIPO ....................................................................................................................
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I. DOCUMENTACIÓN HISTÓRICA E HISTORIOGRAFÍA TRADICIONAL .......................... Fuentes e inscripciones ............................................................................... Historiografía .............................................................................................. II. SECUENCIA ESTRATIGRÁFICA DE LA IGLESIA ..................................................... Etapa I. Iglesia originaria .......................................................................... Etapa II. Reformas medievales ................................................................... Etapa III. La reforma del segundo tercio del s. XVII (1637-1666) ........... Etapa IV. Reformas intermedias entre el s. XVII y el XIX ........................... Etapa V. La reforma del s. XIX .................................................................... Etapa VI. La «restauración» de 1975/1980. José Menéndez-Pidal y Álvarez ..........................................................................................................
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III. CATÁLOGO DE PIEZAS ...................................................................................... 1. Arcos, basas y capiteles ....................................................................... 2. Ventanas ................................................................................................ 3. El altar .................................................................................................. 4. Canceles ................................................................................................ 5. Púlpito ................................................................................................... 6. La placa del castillo ............................................................................. 7. Candelero ..............................................................................................
43 43 44 45 47 50 50 50
IV. CONCLUSIONES
.................................................
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Bibliografía .................................................................................................. Apéndice. Listado de Unidades y Actividades Estratigráficas ................ Figuras fuera de texto ..................................................................................
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SANTO ADRIANO DE TUÑÓN Y SU ENTRAMADO DE MADERA ....... Luis Caballero Zoreda Rafael Martín Talaverano (planimetría)
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EQUIPO ....................................................................................................................
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I. HISTORIOGRAFÍA ............................................................................................. Historiografía y estudios sobre Santo Adriano ......................................... Planimetría contemporánea ........................................................................ Historia de Santo Adriano y sus reformas más importantes ...................
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II. LECTURA ESTRATIGRÁFICA ............................................................................... Etapa I. Edificio originario ........................................................................ – Los ábsides ................................................................................................ – Una unidad de medida grabada en la pared ........................................... – Altares, canceles y pavimento. Problemas de originalidad ...................
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2.
SOBRE LA IGLESIA ORIGINARIA
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
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– El tablero de cancel de Tuñón y su relación con otros talleres decorativos ........................................................................................................... – La cámara supraabsidal y los espacios bajocubierta laterales .............. – Arquerías del aula .................................................................................... – Los muros perimetrales del aula y la habitación meridional ................ – ¿Un vestíbulo originario? ........................................................................ – Aparejo ...................................................................................................... – Entramados de madera ............................................................................. – Conclusiones ............................................................................................. Etapa II. Ruina ............................................................................................ – Otras ruinas ............................................................................................... Etapa III. Reforma románica ...................................................................... Etapa IV. Obras pleno y bajomedievales .................................................. Etapa V. Obras de época moderna e inicios de contemporánea ............. – Va. Fase siglo XVIII ................................................................................... – Vb. Fase inicios del siglo XIX .................................................................. – Vc. Fase siglo XIX ..................................................................................... Etapa VI. Restauraciones contemporáneas ............................................... – VIa. Luis Menéndez Pidal y Álvarez (1946/1954) ................................ – VIb. Año 1980 ..........................................................................................
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III. A MODO DE CONCLUSIONES ............................................................................. Bibliografía .................................................................................................. Apéndice. Listado de Actividades y Unidades Estratigráficas ................ Figuras fuera de texto ..................................................................................
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3. DATACIÓN DE MADERA ESTRUCTURAL EN LA IGLESIA DE SANTO ADRIANO DE TUÑÓN (ASTURIAS) .............................................................. Eduardo Rodríguez Trobajo. 1. Introducción ................................................................................................. 2. El material .................................................................................................... 2.1. Identificación, uso, procedencia ....................................................... 2.2. Uso constructivo ................................................................................ 2.2.1. Elementos lígneos de refuerzo ........................................... 2.2.2. Dinteles de madera .............................................................. 2.2.3. Armadura de cubierta .......................................................... 3. Cronología .................................................................................................... 3.1. Estudio dendrocronológico ............................................................... 3.2. Análisis Carbono-14 .......................................................................... 4. Interpretación arqueológica ........................................................................ 5. Conclusiones ................................................................................................ Referencias ........................................................................................................... 4.
155 155 155 155 156 156 159 160 167 167 170 173 175 176
DATACIÓN DE DOS PUNTALES DE MADERA EN LA IGLESIA DE SAN MIGUEL DE LILLO (ASTURIAS) .......................................................... Eduardo Rodríguez Trobajo. Análisis dendrocronológico ................................................................................. Datación carbono-14 ............................................................................................ Significado cronológico del material .................................................................. Referencias ...........................................................................................................
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ÍNDICE DE FIGURAS Y LÁMINAS ....................................................................................... Láminas (planos color) ........................................................................................
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1. SAN JUAN EVANGELISTA DE SANTIANES DE PRAVIA. UNA SUPUESTA IGLESIA DEL REY SILO, CONSTRUIDA Y DECORADA HACIA EL AÑO 900 POR
LUIS CABALLERO ZOREDA JOSÉ IGNACIO MURILLO FRAGERO (planimetría) Instituto de Historia. CCHS, CSIC. Madrid
EQUIPO Dr. Luis Caballero Zoreda, dirección, lectura y redacción. Fotografías. Dra. M.ª de los Ángeles Utrero Agudo, lectura. José Ignacio Murillo Fragero, lectura y puesta a limpio de planimetría. Fernando Arce Sainz, lectura. Francisco José Moreno Martín, lectura. Empresa Metria, planimetría (ortofoto). Agradecemos la ayuda prestada por el Principado de Asturias para la financiación de la planimetría. Los trabajos se han efectuado con su permiso. Especialmente valioso ha sido el apoyo técnico, pero también el diálogo científico que siempre ha ofrecido el Dr. César García de Castro, técnico arqueólogo del Principado de Asturias. También agradecemos la ayuda al párroco Francisco Donate López; Catherine Phillips de la empresa EPIC Diseño Gráfico, en la obtención de fotografías antiguas; María del Mar Junco Fernández, gerente de la Fundación Selgas-Fagalde, que nos facilitó el estudio y fotografía de las piezas de El Pito; y Paloma García Díaz, directora de los Museos Arqueológicos de Gijón, por los datos sobre intervenciones en el edificio. Agradecemos a M.ª de los Ángeles Utrero la lectura atenta del manuscrito y la ayuda en la discusión y redacción de muchos de sus detalles. También a Francisco José Moreno Martín. Los trabajos de campo se realizaron durante el mes de febrero del año 2009.
La basílica de Pravia, supuestamente mandada construir por el rey Silo en la segunda mitad del s. VIII, fue dada a conocer con detalle por Fortunato de Selgas en 1902. Este autor, además de describirla, historiarla e intentar su reconstrucción, nos informa de las noticias antiguas, así como de las obras de reforma que se efectuaron en ella en los siglos XVII (lo que dio lugar a un pleito con el rey) y XIX y que provocaron su destrucción («este mutilado monumento» como le denomina). Las noticias anteriores al s. XVII describían una iglesia de cabecera tripartita, crucero, tres naves y pórtico, esquema aceptado por Selgas,
quien supuso, además, que la torre y espadaña de la restauración del s. XIX ocultaban parte de un coro alto originario. Entre 1975 y 1980, el arquitecto José Menéndez-Pidal intervino de nuevo en la iglesia levantando el suelo hasta descubrir el originario de opus signinum, comprobando por las cimentaciones que la planta del cuerpo de la iglesia actual era básicamente similar a la originaria, excepto en la cabecera donde, de modo imprevisto, descubrió un único ábside semicircular. Apoyado en estos descubrimientos pretendió recuperar el volumen primitivo que creyó que aún conservaban en alzado sus paredes al confundir elementos constructivos de época moderna con los primitivos. De este modo, aunque confirmó la planta de la iglesia originaria, construyó una tribuna inexistente y destruyó gran parte de las restauraciones históricas y de los restos arqueológicos bajo su suelo sobreelevado. Se conservan un gran número de piezas constructivas y decorativas en su mayoría del edificio primitivo. Un conjunto de placas de canceles se consideran de una cronología unitaria, pertenecientes a un taller del s. X, lo que, unido a la tipología de la planta con crucero tripartito, supone replantear la fecha definitiva de la iglesia frente a la cronología tradicionalmente otorgada al reinado de Silo. I.
DOCUMENTACIÓN
HISTÓRICA E HISTORIOGRAFÍA
TRADICIONAL
La iglesia, como advierte Banzes y Valdés (1806, 1911: 265), «... se titula de San Juan Evangelista, y de sancti Joannis en latín; antes, se dice comúnmente, era Santibáñez, Santiañez, Santianes, que se pronuncia hoy con más cultura». Aunque tautológico, es lógico denominarla San Juan Evangelista de Santianes de Pravia.
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Fuentes e inscripciones Su construcción se ha considerado tradicional y unánimemente patrocinio del rey Silo tanto por la inscripción «laberíntica» de este rey, que se encontraba en una de sus paredes, como por las citas de la documentación histórica. Pero debemos tener en cuenta que esta documentación depende de manipulaciones tardías, del s. XII, o de falsos documentales o, simplemente, no se refiere a la iglesia, sino al asentamiento regio de Pravia. Así ocurre en especial con la cita pelagiana añadida a la Crónica de Alfonso III (Selgas 1902: 6, n. 3; García de Castro 1995: 81-83 y 447; crítica a las fuentes en Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: n. 12 y 13): «El príncipe Silo trajo consigo la arqueta con las reliquias de Santa Eulalia a Asturias, al territorio de Pravia, y la colocó en la iglesia de San Juan Apóstol y Evangelista y de los apóstoles Pedro y Pablo y Andrés, que él mismo había fundado».
También se considera que la Crónica Albendense lo confirma, pero su cita sólo se refiere a que Silo, aceptado el reino, instaló la corte en Pravia (Arias 1993: 35). En la misma Crónica de Alfonso III se hace referencia al enterramiento en la iglesia de Silo, de su esposa Adosinda y Mauregato; y a que Adosinda residió ya viuda en el monasterio y presidió en 785 una reunión sobre la doctrina de Elipando entre Fidel, abad, y su discípulo, Beato, abad de Liébana, y Eterio, obispo de Osma. A pesar de que estas noticias proceden de la redacción pelagiana de la Crónica, se acepta la datación de la iglesia en época de Silo, que vendría reforzada por su advocación a S. Juan Evangelista cuya misa debió componerse en relación con la polémica adopcionista y por tanto con Adosinda (García de Castro 1995: 447). Según el supuesto Testamento de Alfonso III (falso diplomático), este rey donaría la iglesia en 905 a la catedral de Oviedo, documentando a la vez ser lugar de enterramiento del rey Silo. A las citas documentales se añaden tres inscripciones pertenecientes a la iglesia y llegadas a nosotros incompletas.1 1. Laberíntica. Es la más famosa (fig. 18; García de Castro 1995: 81-83, nº 35, fundacional, laberinto, fot. 34). Hoy se conserva un fragmento de 18,5 x 16,5 x 12 cm recortado como si se quisiera reutilizar para losa. El original decía en todas direcciones: SILO PRINCEPS FECIT 1 Las tres inscripciones se encuentran depositadas en el Centro de Interpretación, inmediato a la iglesia.
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A comienzos del s. XVI estaba «sobre el alto de un arco que entra al medio de la dicha Iglesia» que se acepta era básicamente la iglesia originaria (Tirso de Avilés 1517: 210). El padre Carvallo (1613, edit. 1695: 149) confirma su situación, «sobre el arco por donde entran del cuerpo de la Iglesia para el crucero», diferenciado del arco de triunfo de la capilla donde coloca la segunda. Este arco pudo ser el central de «los tres arcos pequeños questán en medio» (de la iglesia) citados en el pleito de 1638 y que pudiera ser un iconostasio o el elemento de separación entre el crucero y las naves, como exponemos más adelante. Se suele considerar que esta inscripción es la que se denunció que se había destruido por su carácter documental durante los acontecimientos habidos en la iglesia a partir de 1637 y que supusieron su primera reforma. Desde luego en este momento pudo removerse debido a las propias obras, sin perjuicio de que años después, en 1662 (Selgas 1902: 15), se dañase a intento. Pero tanto Jovellanos como Cadiñanos se refieren a una lápida votiva o fundacional, que podría convenir con la segunda o la tercera inscripción mejor que con esta (Jovellanos, en Selgas 1902: 24, «no existía la inscripción votiva... había desaparecido con cautela dicha inscripción al derribarse la capilla mayor»; Cadiñanos 2006: 84, «se despedazaba la lápida fundacional»). García de Castro (1995: 82, n.181bis) da la noticia de que según Jovellanos podía haberse situado en «un hueco cuadrado en la torre, bajo la ventana», deduciendo que por torre podría entenderse el cimborrio o el crucero. En 1806 Banzes y Valdés (1911: 267) la daba por desaparecida, pero en 1852 el historiador Modesto Lafuente se hizo con uno de sus fragmentos aparecido con motivo de las obras de ese momento, en que se realizó una copia que se conservaba en la iglesia (Bances 1895: 307-308; Selgas 1902: 14-15; García de Castro 1995: 82, se recuperó en 1836). El fragmento hoy conservado apareció con las obras de José Menéndez-Pidal en 1975, «casi al principio, al remover los escombros del presbiterio» (Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: 324-325, según el párroco, 338. Menéndez-Pidal 1980: 291, esquema II, fig. 19, no indica dónde apareció). J. Menéndez-Pidal calculó las dimensiones de la pieza originaria, 52,96 de ancho por 42,15 cm de alto.2 Arbeiter y Noak (1999: 103) la comparan con paralelos tardoantiguos en piedra (basílica de Chlef en Orléansville) y otros en pergamino de Oriente (s. V), merovingios 2 De acuerdo con sus medidas, 4x6 cuadros igual a 11,15x16,86 cm, cada cuadro equivaldría a 1x1 uncias, con ~ 2,8 cm, en un sistema del pie de un valor medio de 2,7987 ~ 33,58 y el codo de 50,38 cm.
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SAN JUAN EVANGELISTA DE SANTIANES DE PRAVIA
y con el Codex Ovetensis (Alfonso III, Biblioteca de El Escorial). García de Castro (1995: 82-83) señala su excepcionalidad y cómo su característica laberíntica se mantiene en los códices españoles del s. X, aunque parece pueden señalarse algunos antecedentes africanos. Concluye diciendo: «Nos falta el nexo hacia esta continuidad con la miniatura de fines del IX-siglo X, por lo que tampoco cabe hablar de causa respecto a ella». Según él, se diferencia su epigrafía de módulo más cuadrado de las otras dos, de módulo más esbelto. 2. Votiva. (fig. 19; García de Castro 1995: 107108, nº 51, votiva, fot. 62). Según el P. Carvallo (1613, edit. 1695: 149) en ella «consta su fundación y dotación, está sobre el arco por donde se entra a la capilla mayor», aunque no llegó a leerla por verse mal y estar pintada de negro. Posteriormente cambió una o varias veces de ubicación, sin que estén claros los cambios. Jovellanos (en Selgas 1902: 24) sitúa «la mitad de una inscripción», quizás esta, en la pared norte de «la capilla del santo Cristo» (lado sur de la iglesia), que consigue transcribir sin entenderla. Banzes y Valdés la presenta como incompleta, duda de su verdadero contenido y la coloca en la capilla del Cristo. Bances la confunde con la tercera; una situada en la nave sur «cerca de la pila bautismal», incompleta y del s. X, y otra copiada por Tirso, votiva, pintada, perdida y de época posterior. Selgas supone que es un «importante fragmento» que coloca, al contrario que los anteriores, en la nave norte (Carvallo, 1613, edit. 1695: 149; Banzes y Valdés 1806, edit. 1911: 267-268; Bances 1895: 309, n. 2; Selgas 1902: 15, n. 2, 24). Hübner supuso que pertenecería al siglo X-XI (IHC, 85, appendix, 264. Supp., 125, nº 508). Hoy está incompleta y por ello no es posible asegurar si se refería a la fundación de Silo, aunque García de Castro (1995: 108) opina que «no hay razón para dudar de su fecha: reinando Silo». Ha sido estudiada además por López de la Torre (1975) y Fernández Conde y Santos del Valle (1987a: 339-340). Las dos primeras líneas parecen borradas a propósito, lo que podría justificar que fuera la que se intentó hacer desaparecer en el s. XVII.
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... COMLA/M ... XPI ECLESIA ... OLVS GRATIAM AD . AD ... EI IVGIS A CRISTO ... RNOS DICTATA3 DOMVS ...TAMVS FAMVLI DEI ... VT NOS ADTOLLAT SION (García de Castro)
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DICTATA, no DITATA, con la C ligada a la T.
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3. Dedicatoria (fig. 20-22; García de Castro 1995: 108-109, nº 52, dedicatoria, 256). Recogida por Tirso de Avilés (1517: 210), «sobre una claraboya antigua que está en la dicha iglesia», esto es, escrita en el marco de una ventana. Movida en época moderna, confundida con la inscripción anterior como ya hemos visto y desaparecida. De las noticias de Selgas no queda claro si éste llegó a verla (1902: 16). Se encontraron finalmente cinco fragmentos (conocemos sólo cuatro) durante las obras efectuadas por el párroco antes de la intervención de J. MenéndezPidal en 1975 (Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: 339). IN HONORE : IO(A)NNES : APOS(TO)LI : ET EVAN G(ELISTE HEC D)OMVS S(ITA CO)NSISTI(T) (García de Castro)
Historiografía Banzes y Valdés (1806, edit. 1911: 262) supone que la parroquia de Santianes y la Magdalena de la Llera son la Pola de la Villa de Pravia. Tradicionalmente se sitúa el palacio real, utilizado por Silo y Mauregato, en el cercano monte de Llaneces donde en realidad habría estado la iglesia primitiva de Santa María Magdalena de la Llera, supuestamente donada por Alfonso II a la catedral de Oviedo a la vez que Santianes. Pero, según Selgas sería más probable que estuviera alrededor de la iglesia o en el inmediato valle de Posada, en el lugar llamado «Palacio, donde se encuentran montones de escombros» que coincide con el denominado «Palaz del Rey» a mediados del s. XIV, construido al parecer sobre las ruinas de una villa romana descubierta al trazar el cercano ferrocarril (Selgas 1902: 22-23, y notas; Banzes y Valdés 1806, edit. 1911: 273, Palacio; Bances 1895: 308). Según Selgas (1902: 6 y 7), la iglesia tenía monasterio que sería suprimido en el s. XII convirtiéndose en parroquia. Está citada como capellanía del obispo Gutierre de Oviedo en 1385-1386 (Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: 322; García de Castro 1995: 447, n. 4). También detalla Selgas (1902: 8-9, 11, fig. 1) la controversia sobre los sepulcros de los reyes, noticia que depende de documentos manipulados o falsos. Mantiene como cierta la noticia del obispo Pelayo cuando imagina tajante que estaban en el vestíbulo, «espaciosa cámara casi cuadrada, dedicada a enterramiento de los Reyes», con dos tumbas a cada lado, semejante al panteón ovetense (iglesia de Santa María), de donde deduce que igual ocurriría en las iglesias visigodas. Uno de estos sarcófagos cree
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
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Fig. 1. Pravia. Planta de la basílica restaurada. Estado actual según Selgas (1902: 8).
haberlo descubierto utilizado primero como fuente y luego como umbral de puerta. Por lo tanto, cree incierta la crónica del maestro Custodio cuando afirma que los restos habían sido trasladados al monasterio de San Pelayo de Oviedo, cubiertos con una losa cuyas «letras abreviaturas» demostraban que en
realidad se trataba de una inscripción romana. Pero también desconfía de la opinión de Ambrosio de Morales que rechaza la información que le dan las monjas de San Pelayo y creía que estaban en la parroquial de Santianes, en sepulcros «lisos y sin adornos; en la iglesia parroquial… por defuera en la entrada»,
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SAN JUAN EVANGELISTA DE SANTIANES DE PRAVIA
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Fig. 2. Pravia. Planta de la primitiva basílica (propuesta), según Selgas (1902: 10).
igual que luego el P. Yepes. Al contrario, supone que estarían destruidos de antiguo, dado además los testimonios del P. Carvallo, Jovellanos y Bances.4 4 Resumen y análisis de esta controversia en García de Castro 1995: 400.
En 1637 una intervención señorial en la iglesia va a dar lugar a un largo pleito en que se incluyen importantes noticias sobre la situación y transformación del edificio. La única descripción de interés sobre la situación de la iglesia antes de este pleito la ofrece de un modo muy sencillo el P. Carvallo (1613, edit. 1695).
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Fig. 3. Pravia. Sección longitudinal a norte de la primitiva basílica (propuesta según Selgas 1902: 11).
Antes del citado año de 1637, Fernando de Salas, señor de Salas, inició importantes obras de reforma de la iglesia con la pretensión de tener en ella «enterramiento para sí y los suyos y silla para asistir a los Oficios divinos» (Banzes y Valdés 1806, edit. 1911: 268-269; Selgas 1902: 9, 15; Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: n.18). Otra familia, la de los Miranda, con los vecinos se opusieron sin éxito e iniciaron un pleito basándose en que la iglesia era de jurisdicción real, como se había admitido en 1628, de acuerdo con la inscripción votiva, embargándose la obra (una buena síntesis del pleito por Jovellanos, en el anexo I de Selgas 1902: 23-24. Cadiñanos 2006: 8284, AHN, Consejo, leg. 15989). En 1637 el obispo, familiar de los Salas, defendió las obras de derribo de la capilla mayor por «ser muy indecente e incapaz de contener al vecindario», consiguiendo que se continuaran las obras con la condición de que no se enterraran allí miembros de ninguna familia y se dejaran «en ella armas reales y entierros para que en todo tiempo se conozca y entienda ser la capilla fundación real». En 1638 se derribó el santuario para hacer el actual mayor, con este motivo se trasladó el altar a la capilla de San Esteban, levantándose acta de su hallazgo. En 1662 continuaban las obras cuando de nuevo se intentaron detener así como «la regalía de sepulcro y banco». En un juicio celebrado en este año se denunció la desaparición de la inscripción votiva al demolerse la capilla mayor antigua (a partir de Selgas se supone que la inscripción laberíntica de Silo, pero pudo ser esta y/o la votiva). Aún en 1666 continuaba el pleito. A través de Cadiñanos conocemos las condiciones impuestas por el obispo para ampliar el espacio útil de la iglesia, ampliar su puerta y conseguir una capilla mayor más amplia, de testero recto de modo que se pudiera adosar a él el altar mayor. De esta información se deduce también que las sepulturas o cenotafios reales estaban en el ábside mayor y no en el pórtico.
A comienzos del siglo XX, Selgas (1902) introduce la iglesia en la historiografía contemporánea, e inicia con ello la corriente explicativa continuista y visigotista que casi sin excepciones, aunque con variantes, se mantiene hasta nuestros días. Un imaginativo análisis de la iglesia le permite no sólo describirla sino proponer su reconstrucción (fig. 2-3). Basándose en su convicción de que se trata de la basílica de Silo, las descripciones históricas, los restos que considera originales de la iglesia restaurada y parecidos con otras iglesias asturianas y mozárabes (como desvela Schlunk), regulariza la planta actual (Íd.: plantas y sección), de forma tripartita, en ábsides, crucero y naves, incluyendo el pórtico probablemente a partir de una correcta interpretación de los machones occidentales originarios.5 Un segundo piso existente en su momento en la zona occidental, cuya forma exacta desconocemos y que él pone en relación con el campanario, le hace proponer de modo indeciso un «coro alto, como (el) que existía en igual sitio en la iglesia del Rey Casto» (Santa María de Oviedo). Todas sus características serían visigodas (orientación, basilical, abovedamiento sólo de la cabecera) y, de no ser posible la comparación, Pravia demostraría cómo eran las desaparecidas visigodas (enterramiento en el pórtico) o cómo se produciría el proceso de aculturación (crucero tomado de los francos por los visigodos). Pero sobre todo relaciona por primera vez los canceles descubiertos en su época con los de Lena y el conjunto lo supone bizantino visigodo: «Idénticos caracteres artísticos que se ven en los escasos fragmentos que de la época visigoda se encuentran en Toledo, Mérida y Córdoba» (Íd.: 19-20). Schlunk mantiene, por una parte, el paradigma continuista y visigotista decorativo (1947: 267 y 3285 En la «Planta de la primitiva basílica», p. 10, señala con trama cruzada los machones, muros colaterales y testeros traseros, marcando así, creemos, su carácter de originarios.
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329, antes del descubrimiento del ábside circular), basado en su fecha (Silo) y en la consideración de visigoda o epígono visigoda. Los canceles corresponden a la fase toledana de la segunda mitad del s. VII (Segóbriga, Lena y Baños), procedentes de una supuesta iglesia visigoda construida en Asturias y aprovechados en el s. VIII. Pero, por otra parte, los caracteres de su arquitectura se lo impiden, buscando un camino intermedio visigótico-carolingio, que Arbeiter (1989: 161) denomina teoría «carolingio/receptivista», una tradición visigoda y un temprano influjo carolingio (la triple cabecera, la planta, el crucero, el porche, el aparejo, el arco de medio punto, el ladrillo, los pilares y la cubierta de madera), una novedad precursora del arte asturiano. La cabecera tripartita es una innovación sobre lo visigodo, que habría venido de Europa occidental donde sólo aparece a partir de 750. Pero «otro» Schlunk, coetáneo al anterior (conferencia dictada en 1942, publicada en 19496) descubre mejor sus indecisiones íntimas ante el camino a seguir para explicar esta iglesia. Junto al planteamiento visto, en este otro discurso no deja de bascular entre su carácter de precedente y las dudas indirectas sobre su posible mozarabismo. Recuerda la opinión de Gómez Moreno (1913) que cita la iglesia en un primer estudio del arte mozárabe. Duda del plano de Selgas que explica por su fuerte dependencia de la arquitectura mozárabe, de la que sería un precedente (Lourosa, Escalada, Bobastro, Bamba, Lebeña), tanto que llega a suponer que este autor, al proponer una planta en realidad desconocida, se pudo inspirar en una iglesia mozárabe, como Escalada. La autoridad de Beenken (1930: 223 y 226) le hace dudar de que la iglesia fuera del s. VIII por los pilares y el crucero, desconocidos en esa fecha (Íd.: n. 88). Parece que Schlunk no terminó de resolver esta sospecha. En 1974 (p. 122), las dudas se amplían por primera vez a la escultura decorativa, cuyos restos recién descubiertos, aún inéditos, considera que son del s. X, lo que le obliga a suponer una importante reconstrucción (mozárabe) del edificio originario. En 1980 (pp. 139-140, figs. 3 y 4, lám. 1), en el mismo Congreso en que J. Menéndez-Pidal da a conocer sus trabajos en Pravia, la breve introducción a un largo El texto de Schlunk referido a Santianes está trastocado por la composición de imprenta, de modo que el orden correcto es este: la última línea de la p. 431 continúa en la línea 27 de la p. 432; a este párrafo le sigue el último de esta página, línea 35; la segunda línea de este párrafo, la final de la página, continúa en la primera de la misma página; sigue así este párrafo y el inicio del siguiente hasta la línea 26 de la misma página que continúa en la primera de la siguiente; y ya el resto correctamente. 6
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texto sobre Santullano le hace caer en una contradicción. Su empeño por englobar en un mismo grupo visigodo piezas escogidas de Pravia, Guimarães, catedral de Oviedo, Lillo y Lena, reutilizadas o imitadas «sin alteraciones de estilo» en la producción asturiana, se convierte, a nuestro modo de ver, en la clave para la consideración visigotista de una parte importante de la escultura asturiana, en lo que los argumentos de Jorge Aragoneses debieron ser decisivos para su toma de postura. No extraña que, conociendo los recientes hallazgos de Pravia, se excuse de citarlos (pero, ¿qué opinaría del ábside curvo?), aunque ello no le impide seguir refiriéndose, «junto a fragmentos de decoración de la construcción del rey Silo», a arcos de herradura y decoraciones mozárabes, dividiendo el conjunto que a nosotros nos parece unitario en dos grupos, uno epígono visigodo y otro mozárabe. Su dilema explicativo le impedía o abandonar definitivamente o aceptar por completo la referencia mozarabista. El arquitecto José Menéndez-Pidal da a conocer de inmediato sus trabajos de excavación y restauración efectuados en la segunda mitad del siglo XX (1975-1979, publicados en 1980). Frente a la postura de Schlunk aparentemente firme, pero ribeteada de dudas, esta va a ser la nueva postura, segura tanto de la construcción por Silo de esta «residencia real» y posterior «enterramiento y monasterio», como de su visigotismo, a pesar de sus anomalías. Como veremos, el arquitecto descubre lo que queda del edificio originario, pero quizás su similitud con la propuesta de Selgas, le anima a llevarla hasta sus últimas consecuencias: engañarse, creyendo haber descubierto su estructura volumétrica, y consecuentemente transformar por completo el edificio en aras a recuperar un purismo inconsistente. Los hallazgos de J. Menéndez-Pidal supusieron un choque en su momento. Índice de ello es el comentario de Cid (1978: 151-152, nn. 3 y 4), quien asegura que los nuevos elementos son «de tiempos de Silo, de otra fase posterior y de Alfonso III además de un ábside románico y añadidos modernos». Olaguer-Feliú (1989: 163-165) sigue esta interpretación que plantea una solución «lógica» a las aparentes contradicciones: «El templo originario (con cabecera de tres capillas) sufrió algunas reformas a finales del siglo IX (indudablemente en época de A I el Magno, en la que se debieron abrir algunos vanos en arcos de herradura, recientemente aparecidos, añadidos durante el románico (momento en que se añadió un ábside semicircular propio de aquel estilo) [...] siguiendo todavía tradiciones peninsulares, apunta ya diferencias con lo puramente visigodo —como las bóvedas de mampostería— y muestra plasmación de corrientes más allá de los Pirineos...»
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Fernández Conde (y Santos del Valle 1987a y 1987b) retoma el modelo explicativo visigotista, rechazando las referencias europeistas y carolingias. Consciente de las dudas pendientes en Pravia, continúa las excavaciones (Íd. y otros 1992: 189) que no puede terminar, manteniéndose los problemas, «Santianes... tiene algunos problemas estructurales no resueltos, relacionados... con la forma primitiva y las dimensiones del ábside y presbiterio». Su paradigma es el visigotismo toledano restituido por Alfonso II en la corte ovetense. Mantiene, sin duda, la construcción en época de Silo, por la evidencia de la inscripción laberíntica y las fuentes escritas que, aunque de evidente carácter falsario o tardío del s. XII, recogen una tradición válida. Ahora ya no es sólo la escultura, sino también la arquitectura quienes responden a claros influjos visigodos, especialmente tardo visigodos, transformados a la vez como precedentes de elementos típicamente asturianos. Planta basilical, tribuna, pórtico, arquerías y ventanas, ábside semicircular abovedado, altar, decoración (roleos, cruces y corazones) tienen sus paralelos en lo paleocristiano hispano o balear y en lo visigodo (Tarragona, Recópolis, Baños, La Nave, Quintanilla, Lena visigoda) y son precedente de lo asturiano (especialmente el aparejo, Santullano, San Tirso, Lena asturiana) y, en algún caso, de lo mozárabe (Mazote). Incluso el candelero esmaltado (evidentemente románico) lo considera de «tradición artística hispanovisigoda», igual que la lápida del palacio (en realidad moderna), ambas piezas descubiertas por J. Menéndez-Pidal. Terminamos con el trabajo de García de Castro (19957), quien utiliza una argumentación más rigurosa que le obliga a defender la continuidad o el cambio según las piezas estudiadas. Aunque su conclusión (Íd.: 537) se incluye en la tradición continuista, subraya las relaciones de carácter arcaizante (tradición paleocristiana y visigoda) y obvia las innovadoras (pues carece de toda relación con lo asturiano posterior). El análisis del edificio le obliga a rechazar las reconstrucciones de Selgas y Schlunk y a enfrentarse a la obra de restauración de J. Menéndez-Pidal, especialmente en la zona occidental: «Con esto expreso mi incapacidad para reconstruir el edificio primitivo en lo referente al remate occidental. Hay razones para dudar de la solución dada por el arquitecto restaurador, e indicios igualmente para sospechar que su reconstrucción 7 Agradecemos la ayuda inestimable de este valioso estudio que nos ha desbrozado todo un duro camino para la realización del nuestro. Así como el asesoramiento personal de su autor, siempre dispuesto a la colaboración.
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se apoyó en ideas preconcebidas sobre la existencia de pórticos y tribunas occidentales...» (Íd.: 451 y n. 29b). La iglesia es de época de Silo y sus caracteres se remontan a tradiciones paleocristianas y visigodas, quizás de carácter local, o más plausiblemente importadas por el mecenazgo del rey. El contraste entre características paleocristianas e hispanovisigodas «... es el resultado de la conjunción de tradiciones diferentes, convocadas por el carácter cortesano del mecenazgo» (Íd.: 451). Mecenazgo real que está asegurado por la lápida de dedicación, considerando así la laberíntica. «No hay razones para no atribuir su erección al reinado de Silo, conforme la lápida fundacional testimonia», proponiendo para su consagración el domingo 29 de diciembre de 782 (Íd.: 452). Su destino funerario es hipotético, aunque podrían corresponder a él, aunque de modo sólo verosímil, las sepulturas del tramo sur del transepto. Tanto la planta del edificio (de un solo ábside curvo y de «... carácter basilical compacto y... proporciones cortas y anchas». Íd.: 451), como su epigrafía y los paralelos del altar (en este caso también asturianos en Deva y Socueva. Íd.: 213) suponen precedentes paleocristianos e incluso visigodos. Sólo las piezas decoradas y la pila bautismal plantean ciertos problemas. Las piezas decoradas las divide en dos grupos, las encontradas por Selgas (círculos secantes), para las que acepta los paralelos de Schlunk, aunque señalando el rasgo asturiano de la incorporación en la misma pieza de placa y barrotera; rechazando en cambio el carácter seudovisigodo de las segundas (con paralelos en Lena, el epitafio de Arogonti de 1003 y los capiteles mozárabes del s. X) y aunque termina concluyendo que se han de «atribuir... al momento fundacional del templo (reinado de Silo, 774-783) o a época posterior» (Íd.: 235236). La «pila» bautismal supone un interrogante dada la desaparición de piscinas en el s. VII, lo que le obliga a suponerla un eslabón con las nuevas exentas (Íd.: 242-243). En resumen, iglesia y decoración son unitarias, con la evidente «presencia» del «canal omeya», aunque con «una pluralidad de manos en su construcción y equipamiento decorativo» (García de Castro 2007: 121 y 123). En el reciente trabajo de Utrero se hace un sintético pero muy preciso resumen de la historiografía de este edificio (2006: 467-468), con estado de la cuestión y bibliografía completa. Su análisis también cuestiona el carácter originario del alzado del edificio que considera en su mayor parte obra del arquitecto J. Menéndez-Pidal, como la aparición de una basa en el crucero, la tribuna occidental o los muros de las arquerías de las naves (Íd.: 69, 89 nn.123 y 132).
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Fig. 4. Diagrama de actividades estratigráficas.
II.
SECUENCIA
ESTRATIGRÁFICA DE LA IGLESIA
La lectura estratigráfica de la iglesia (fig. 4, lám. 1) descubre la existencia de tres momentos principales además del originario (Etapa I), las reformas históricas de los siglos XVII (Etapa III) y XIX (Etapa V) y la historicista del s. XX (Etapa VI) que han supuesto la sustitución y destrucción de partes muy importantes de los edificios anteriores. Esto supone la existencia de lagunas estratigráficas o hiatos que obligan para su explicación a hacer referencias cruzadas de unas a otras Etapas dificultando la descripción y comprensión de cada una de ellas. Los planos estratigráficos corresponden a las láminas en color 2-13. Etapa I. Iglesia originaria A100 (UE1006, 1024, 1034, 1035, 1038, 1040, 1050, 1051, 1059).8 Hoy sólo se pueden distinguir como restos pertenecientes al edificio originario, una parte mínima del cimiento del ábside; partes bajas de los muros, de los frentes orientales del crucero, de los colaterales del aula, de los testeros occidentales de las naves laterales y central, de los machones occidentales y de los laterales del pórtico; y zonas del suelo de opus signinum distribuidas por toda la iglesia (lám. 2). De los muros, sólo el lateral de la nave norte sube hasta una altura aproximada de 2,50 m en su cara interior y 1,40 en la exterior, mientras que el resto no 8 Al inicio de cada Etapa colocamos las Actividades Estratigráficas —A— y, entre paréntesis, las Unidades Estratigráficas —UE— que les corresponden. Una síntesis de las UE y A y de sus relaciones se encuentra en el Listado del Apéndice.
supera los 0,60 aéreos y 0,80 m de cimiento visto. Todos estos restos así como los cimientos, al parecer, de las arquerías de las naves y del crucero, los descubrió J. Menéndez-Pidal al levantar el suelo de época moderna. Posteriormente recreció los cimientos, los del ábside, las arquerías y el crucero, hasta el nivel del suelo, y los de los muros de cierre como muros aéreos, de modo que apenas se conserva visible nada de la obra primitiva que, además, salvo excepciones, desconocemos esté documentado fotográficamente. En la cabecera, al levantar el suelo moderno, J. Menéndez-Pidal (1980: 287) descubrió el cimiento de un ábside semicircular y su suelo de opus signinum (UE1038; fig. 40-41). Posteriormente suponemos que lo recreció (sino lo reconstruyó) hasta la altura del suelo de opus signinum que dio por definitiva. Nuestra inspección sólo admite como originarios tres o cuatro de los mampuestos visibles que se encuentran en su extremo NO y dan cara al interior del ábside, en una longitud máxima de 1,50 m. Justamente estos coinciden con el opus signinum cuya superficie se adosa a ellos y dobla hacia arriba marcando así el probable inicio del enfoscado. Todo lo que les rodea (incluido el mampuesto más occidental que pertenece a la obra contemporánea; el segundo es dudoso) ha sido colocado por J. Menéndez-Pidal, con un ancho de muro de 0,70 m hasta llegar más adelante a los 0,87. A partir de ese punto la restauración con losa dibuja la forma del ábside semicircular peraltado. Los demás restos conservados de la iglesia originaria, descubiertos tras el vaciado, delimitan básicamente el perímetro rectangular de la iglesia y el pórtico (figs. 9 y 10; Íd. 1980: 286, esquemas I y III). Los cimientos y arranques de los muros del crucero tienen situación y orientación distintas a los de la actual
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iglesia, cuya cabecera gira hacia el norte y su crucero rebasa hacia los extremos y hacia los pies el tamaño del antiguo; mientras que primitivamente llevaban la misma alineación los testeros del crucero y los muros laterales del aula (fig. 6). Los muros de los frentes orientales, al interior del crucero (UE1034, 1035), ocupan todo el espacio desde las esquinas al arranque de los actuales arcos modernos (figs. 42, 47, 48). La altura máxima conservada es de 36 cm en el lado sur y 29 en el norte y la mínima de 9 cm en el centro del lado norte. Ambos muros conservan un enfoscado grueso de entre 3 y 5 cm, hoy de tono blanquecino (quizás por las sales, aunque al descubrirse eran de color rojo), que oculta en su mayoría el muro que está formado por lajas formando hiladas trabadas con mortero de tono amarillento. Se confirman ambas esquinas, por el giro del enfoscado en la sur (de modo que el muro nuevo de J. Menéndez-Pidal sobremonta lo conservado del antiguo sin ocultarlo, fig. 48) y por la presencia de un sillar en ángulo en la norte (fig. 47). También se ha podido observar la cara exterior del muro norte (UE1059, dentro de la habitación delantera norte) con una altura de entre 74 y 78 cm desde la roca cortada para cajear la fosa de cimentación. Su parte inferior forma una zarpa sobresaliente, construida con lajas de mayor tamaño que las del muro de encima, de menor tamaño, con mortero de abundante arena. Las esquinas eran de sillería, si nos fiamos de la noticia de J. Menéndez-Pidal, porque hoy sólo se observa un sillar perteneciente a la esquina primitiva noreste.9 Los restos de estos muros, sin huecos de acceso al crucero, aseguran la inexistencia de ábsides laterales abiertos al crucero, al menos en el momento originario (Íd.: 286 y 287). Lo mejor conservado de este momento es el muro lateral de la nave norte (UE1024) que incluye el umbral de la puerta y, en cierto modo, la única ventana conservada in situ (fig. 30, 51). J. Menéndez-Pidal (1980: 288) ya observó también que esta parte del muro tenía que ser original, basándose en la tipología de la ventana que desmontó para restaurar y recolocar en su sitio. Esta ventana (fig. 88) está formada al exterior por una laja recortada en arco de herradura cerrado y dos piezas de jamba (altura total 61,50 cm; placa del ojo, 47,5 x 43; diámetro 21; imposta 6 y 6,5 9 1980: 286: «se encontraron los viejos esquinales que remataban la escuadra del exterior... por el lado Este»; 288: «Al reconocer las cimentaciones de las cuatro esquinas..., tanto de la cabecera como de los pies del templo en su contorno exterior, fueron encontrados los sillares de ángulo que definen perfectamente la forma y dimensión del templo...». De aparecer, los ocultó su restauración. Ello no resta seguridad a la planta del edificio conocida hoy por las caras interiores de los muros.
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de altura y 11,2 de luz; ancho de la placa 8,5; jambas, 18,5 de alto; en cm) y al interior por cuatro lajas, la superior horizontal y las otras tres abocinadas (en la cara del muro, altura 80 cm, ancho 83 cm; junto a la laja interior, alto 54 cm, ancho 26 cm). La manipulación del arquitecto dio lugar a que el muro originario se conserve exteriormente sólo hasta por debajo de la ventana, mientras que por dentro sube hasta el dintel de la ventana por su lado oriental. El desmonte y posterior reposición de la jamba oeste del abocinado de la ventana por el interior también obligó a cortar el muro por esa cara y lado a una altura aproximadamente igual a la del exterior (1,36 m al exterior; 1,60 al interior; altura máxima interior, 2,54). El aparejo se puede observar por fuera, de lajas de pizarra y caliza grisácea, tendente a formar hiladas regulares, aunque la regularidad se interrumpe con pequeños saltos y cuñas. Los mampuestos oscilan entre 5 y 80 cm de longitud y 4 y 12 de altura, con dos grandes mampuestos de hasta 30 y 57 cm de altura en la hilada visible inferior. La argamasa es arenosa y granulosa, de color amarillento. Sólo se ha documentado un aislado mechinal en la parte inferior, cerca del vano. Interiormente, la parte baja del extremo oriental del muro continúa hasta unir con el umbral de la puerta que debemos considerar también originario; pieza que debió ser enteriza y que hoy está restaurada por su cara exterior, con mocheta y canal para encastrar los espigones de la puerta (longitud máxima, 1,36 m; ancho, restaurada, 0,96; alto 0,17). Este muro debe considerarse originario por conservar estucado que además en algunos puntos está en relación con el suelo de opus signinum. El muro frontero, esto es, el muro lateral de la nave sur (UE1006; fig. 34), debía mantener un esquema similar al visto norte, pues según J. MenéndezPidal (1980: 288, fig. 11,12), antes de su intervención, el párroco de la iglesia lo había desmontado, guardando las piezas de la ventana que era de forma similar a la norte y que el arquitecto restituyó «con absoluta seguridad, y en su posición primitiva» (altura total 89; placa del ojo, 66,5 x 58; diámetro 27; altura de las jambas 22,5; en cm; fig. 89). Por el interior no es fácil diferenciar el muro originario que, por el indicio del estuco conservado, no llegaría a más de 30 cm, y bajaría hacia el Este hasta conservarse una sola laja (fig. 61). El aparejo es de lajas de pizarra gris o negra y piedra de color rojo. El muro está cubierto de una gruesa capa de estuco, a la que se adosa el suelo de opus signinum en más de un metro de longitud desde la esquina. También se observa parte de la unidad originaria en la parte baja del muro por su exterior.
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En el testero occidental de la nave sur, el suelo de opus signinum y los restos de muros en la nave central y pórtico confirman que el trazado originario debía ser similar al de los muros actuales construidos por J. Menéndez-Pidal, esto es, la fachada de la nave central adelantada sobre la de las laterales y más ancha que el pórtico, de modo que de este modo se diferencian las esquinas de su cuerpo (fig. 60, 65, lám. 2). Los restos de suelo aseguran el trazado de los muros en las naves laterales: en la norte, el suelo remata con el muro a lo largo de 95 cm desde la esquina oeste y asegura la relación de coetaneidad entre el cimiento del muro sur, el trazado del oeste y el machón SO; en la norte, ocurre lo mismo con la pila bautismal, que se sitúa centrada en el extremo de la nave, el machón NO, el muro sur y el trazado del oeste. Según J. Menéndez-Pidal, en el lado oeste se conservaba el hueco de la puerta que comunicaba con la, para él, coetánea o inmediatamente posterior habitación trasera.10 En el testero de la nave central ocurre al contrario, no se conserva suelo de opus signinum, pero sí las partes inferiores de los muros con una altura que varía entre los 25 y los 40 cm, cubierto con enfoscado (fig. 63). El aparejo no es posible describirlo por estar rejuntado y afectado por las sales del mortero de cemento utilizado por J. Menéndez-Pidal. Aunque cada parte del muro, a los lados de la puerta, pierden altura hacia el centro, llegan a contactar con el umbral de la puerta también originario, de dos metros de largo y un espacio libre de paso de 1,40 m, con mocheta hacia el pórtico que indica que existían hojas de madera que abrían hacia el interior del edificio. Su ancho es de 62 cm de los que 14 pertenecen a la mocheta.11 En el pórtico (sin puertas laterales) hoy sólo se pueden observar restos de muros que consideramos originarios en las caras internas de los laterales norte y sur, muy afectadas por humedades y verdín (fig. 65). Desde los ángulos orientales, la longitud conservada llega a los 3,56 m en el lado norte (UE1050) y a los 3,42 en el sur (UE1051). El aparejo es de lajas y mampuestos de entre 18 y 60 cm de longitud y 5 y 12 cm de altura. Restos del suelo de opus signinum 10 1980: 290: «... el umbral de la pequeña puerta de acceso desde el templo a la estancia lateral apareció bien definida al registrar la cimentación». 11 1980: 284: «... umbral de dos metros de longitud, de una pieza, con batiente y quicialeras separadas 1,05 metros que determina la anchura de la puerta, de dos hojas, que se abrían hacia dentro de la iglesia». La fig. 6 de Menéndez-Pidal, aunque bien ubicada, no define con claridad este muro ni el que se le adosó después por el exterior (no «por su interior»), sobre todo por no distinguirse el conocido umbral (¿removido?).
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se asocian a los extremos oeste y este del muro norte que también conserva enfoscado. El muro sur no conserva enfoscado ni se relaciona con el opus signinum. Aunque no existe relación directa con los muros del aula, ocultos por muros posteriores adosados, sus características, así como las del suelo invitan a considerar estos restos como originarios. Del testimonio de J. Menéndez-Pidal (1980: 285) se desprende que las esquinas estaban construidas con «sillería de grandes dimensiones, colocados a soga y tizón». Finalmente nos referimos a los machones occidentales de las arquerías que separaban las naves de la iglesia. El machón norte conserva su planta completa (UE1040; fig. 55-56). Como el testero de la nave central está adelantado con respecto a los de las naves laterales, el machón es asimétrico, midiendo de longitud 1,10 m en la cara sur, proximal, y 0,77 en la cara norte, distal, con un ancho de 0,51/53 m. El machón sur fue alargado en la restauración posterior (1,26 y 0,86 m respectivamente; fig. 63-64). El norte conserva además adosado a su cara oriental una basa de pilastra, de caliza local, con las esquinas superiores biseladas, de 34 cm de salida y 44 de ancho y una cara de asiento para el fuste de 29x33 cm. (fig. 56; Menéndez-Pidal 1980: 285, esquemas I y III; García de Castro 1995: lám. 84, plano de Menéndez-Pidal 1975). A pesar de estar adosada al machón, consideramos que esta basa puede estar colocada en su lugar originario y no recolocada, dada la inexistencia de elementos intermedios posteriores (como un mortero moderno o cuñas), correspondiendo a una plausible utilización originaria, situada a su cota y sin ningún otro elemento decorado en los cimientos. Al contrario, lo que se ve de los cimientos actuales no corresponde a los originarios por estar visibles por encima del nivel del suelo originario y, en este caso concreto, por superar la altura de utilización de la basa misma. La obra dada como originaria del machón norte está formada por dos sillares superpuestos de 53 y 39 cm de altura, asegurada por la ausencia de pequeños calzos de pizarra entre ellos (al contrario de lo que ocurre en los sillares reutilizados en el resto del machón en un momento posterior) y por la presencia en sus caras norte y sur de enfoscado similar al del resto de los muros de la iglesia, que llega hasta las esquinas y tiene una altura máxima de 52 cm en la de la nave central. El machón sur (UE1006), en lo conservado (74 cm en la cara proximal y 30 en la distal, 50 cm de altura máxima en el lado norte y 67 en la sur), está construido con lajas, indicando que es el extremo que le falta el que se construía con sillares que se suplementaban con mampostería hasta
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unir a las esquinas de los muros de testero. En la cara sur, el estuco conserva 40 cm de altura, con un grosor que oscila entre 1,5 y 3,5 cm. En el extremo de la nave sur y centrada con el cimiento de la arquería, y los muros lateral y de testero, se encuentra la «pila bautismal» descubierta con los vaciados de J. Menéndez-Pidal (1980: 293-294; Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: 399; fig. 59-60). Está construida con un bloque de piedra caliza que forma su suelo y cuatro sillares tallados a inglete para sus bordillos. Llama la atención la conservación de la pila y de los suelos a su alrededor sin que hayan sido destruidos por intervenciones posteriores, por ejemplo por enterramientos. El hueco prismático tallado en la pieza del fondo tiene unas dimensiones de 56 cm E-O por 60 N-S, con una profundidad casi uniforme de 14,5 cm. La pérdida del bordillo oriental permite observar que esta pieza es una gran losa prismática cuya dimensión debía ser algo mayor que la dimensión actual de la pila con sus bordillos pues el borde que es visible por la pérdida sobresale 3 cm más (19,5) sobre el ancho uniforme de ellos (16,5), pudiendo suponerse que tenía unos 99 x 95 cm de planta por unos 30 cm de altura si la parte no tallada se corresponde con la altura del hueco tallado (valores cercanos a dos codos de lado por un pie de alto). Aproximadamente en su centro (algo descentrado hacia SE) posee un desagüe cilíndrico de 6,5 cm de diámetro. Sobre los bordes de esta pieza se asientan los cuatro bordillos, alineados con la cara interior del hueco inferior, de modo que debían ser similares dos a dos, dada su forma rectangular. Los tres conservados, aunque partidos, están prácticamente enteros. Los norte y sur tienen una longitud exterior máxima de 88,5 y 88 cm, interior de 56,5 y 59,5 cm y una altura interior de 17 y 19 cm. La pieza occidental tiene una longitud exterior 90 cm, interior de 60,5 y la altura interior de 17; las alturas incompletas. Una vez colocada la pieza inferior y los bordillos, se vertió el suelo de opus signinum, de modo que los bordillos sobresalían sobre él entre 7,5 y 8 cm y la pila tenía un tamaño de 93x88,5 cm y una profundidad desde la superficie de los bordillos de 30,5/32 cm. Los suelos de opus signinum están a distinta altura en cada nave, de acuerdo con el esquema adjunto. Aunque las cotas se refieren a los restos conservados del opus signinum, desconocemos cómo se salvaban originariamente las distintas alturas, lo que hoy se hace, por decisión de J. Menéndez-Pidal, mediante escalones que forman las cabezas restauradas de los cimientos corridos de los arcos y arquerías y que varían entre 8 y 24 cm de desnivel. Además existen
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dos escalones para salvar el ábside del tramo central del crucero, de 12 y 10 cm de altura, y el umbral, con su mocheta, de la puerta en la fachada de la nave central que da paso al pórtico. El suelo actual está formado por un mortero compacto de cal con fragmentos de ladrillo y de pizarra negra que le da un aspecto marmóreo.12
Crucero norte - 14 Nave norte - 26/27
Ábside mayor Cota ± 0 Crucero centro - 22 Nave central - 40 Pórtico - 43
Crucero sur - 22 Nave sur - 46/52
Cotas de los suelos de opus signinum (en centímetros)
Noticias y discusión sobre el edificio originario La lectura de paramentos ofrece los restos que se pueden considerar como pertenecientes con seguridad al edificio originario, que, aunque con dudas, aseguran los espacios en que se divide, dibujan el perímetro de su planta y el recorrido de sus cimientos corridos internos y nos aseguran la casi completa ausencia de alzados. Pero podemos contrastar estos datos con las noticias que aportan fuentes e historiografía e intentar obtener así alguna información más. No pretendemos repasar de nuevo todas ellas, sino sólo aquellas que pueden añadir nuevos datos a lo ya sabido. Sobre la forma en que se encontraba la iglesia en el siglo XVII tenemos dos descripciones que, con cautela, pueden ayudarnos a comprender su forma originaria. La primera es la de Carvallo, quien llegó a ver la iglesia antes de la profunda transformación que dio lugar al pleito con el Rey (Antigüedades, 1613, edit. 1695: 150): «Permanece esta Iglesia hasta nuestros tiempos en la misma traça y manera y figura que entonces le dieron; y aunque toda ella es muy pequeña, tiene su capilla mayor, dos colaterales, cruzero, y tres naves, todo de arcos, y sobrepilares de sillería, y muestra mucha proporción y correspondencia. Noté asimismo otra antigualla y es, que tiene el altar mayor en medio de la capilla, de modo que se puede andar alrededor de el por todas partes». 12 Selgas (1902: 17-18) describe el suelo de opus signinum, que supone destruido en el s. XIII a causa de los enterramientos: «El pavimento... era de un fortísimo hormigón, compuesto de menudos fragmentos de caliza y ladrillo unidos por duro cemento, del que se ven algunos restos en el panteón». Suponemos que no se veía el suelo in situ, lo que sería imposible por estar enlosado el suelo desde el s. XVII; puede referirse a fragmentos sueltos depositados en el pórtico.
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Cadiñanos (2006: 82-84 AHN) recoge más detalles del pleito que se produjo a partir de 1638, algunos de interés para reconocer cómo era entonces la iglesia. Según este autor, en esa fecha ya había desaparecido parte del panteón y de la capilla mayor. Las condiciones impuestas por el obispo para reformar la iglesia eran estas (completado con nuestra lectura del expediente): «Que se quiten los tres arcos pequeños questán en medio de ella y se aga uno grande en el medio lugar que sea bien levantado… Ytem que se quiten las dos piedras labradas que están arrimadas a los pilares del arco de la capilla mayor para que quede más ancha la entrada della y se quite el poyo que les corresponde que está dentro de la dicha capilla. Ytem que se alargue la capilla mayor dándola doçe pies de largo más de que aora tiene açiendo que las paredes colaterales salgan derechas. Y que l altar mayor quede arrimado a la pared testera que se yçiere, la qual no a de quedar en forma de media naranja, como aora está, sino lisa y cuadrada a forma de la que tiene la iglesia de Muros y se ará ventana al lado de la epístola, cerca del altar para que de buena luz. Ytem se a de acer mayor la puerta de dicha yglesia… […] y se quiten los mármoles del medio de la iglesia que son tres arcos que estan ... frente del altar mayor».
Debemos tener en cuenta que en el s. XVII, la iglesia ya tenía que haber sufrido transformaciones que evidentemente no fueron percibidas por estos testigos. Cabecera y crucero Los escasos restos hoy conservados y observables del muro del ábside primitivo impiden asegurar cómo era en realidad (fig. 39, 40). Tampoco nos lo permiten los restos del suelo de tipo opus signinum del ábside que a dos tercios de su curva se interrumpen en una línea aproximadamente recta, transversal al eje de la iglesia. Por lo tanto sólo podemos fiarnos de la información que nos aporta el pleito de 1638, «en forma de media naranja», y J. Menéndez-Pidal quien asegura que el muro descubierto es semicircular tanto interior como exteriormente tras efectuar un segundo reconocimiento en busca de un hipotético ábside rectangular originario por debajo del descubierto: «El reconocimiento de la cabecera semicircular peraltada... no ha aportado evidencias de la existencia, debajo de ella, de otra de contorno rectangular, lo que hubiera permitido fecharla como una reforma tardía de época románica» (1980: 293) .13 13 Es posible que la faja regular sin opus signinum alrededor del muro que sigue la curva del ábside, excepto en la zona donde se conserva parte del muro conservado, se deba al «reconocimiento» del arquitecto en busca del remate del cimiento.
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Por la información de J. Menéndez-Pidal (1980: 287), sabemos que el ábside estaba cubierto con «bóveda de horno a juzgar por la gran cantidad de sillares de piedra toba encontrados». Y por la documentación del pleito, que su entrada se definía con pilares y se cerraba con canceles: «las dos piedras labradas que están arrimadas a los pilares del arco de la capilla mayor». Debemos observar que, según el plano de J. Menéndez-Pidal (Íd.: esquema I; fig. 9), el ábside está descentrado con respecto a la iglesia, de modo que su arranque norte (único sitio donde hoy se pueden observar restos originales) está fuera de línea con respecto al arco que separaría los tramos central y norte del crucero, movido hacia el eje del edificio, frente a la situación aparentemente más correcta del arranque meridional. Pero se explica esta observación por la distinta orientación del edificio moderno frente al originario y que, como veremos, le obligó a J. Menéndez-Pidal a corregir la situación del arco de triunfo (García de Castro 1995: lám. 84; nuestra fig. 6). Nada sabemos de la situación de las ventanas originarias, salvo de las dos pequeñas aparecidas en los muros laterales de las naves. La forma circular del ábside provoca una contradicción con la ventana probablemente trifora (la de la inscripción 3, dedicatoria, fig. 20-22) si se sitúa en él, pues al ser recta necesitaba que su fachada exterior también lo fuera, como ya advierte J. Menéndez-Pidal (1980: 292). A pesar de esta advertencia, Fernández Conde (y Santos del Valle 1987a: 333-334; 1987b: 398 y n. 18;) supone que el ábside tenía que ser recto exteriormente, opinión que posteriormente matiza, aunque, tras su excavación de la habitación delantera norte, advierte que no se ha solucionado este problema (Íd. y otros 1992: 189). García de Castro lo pretende resolver aceptando que el ábside fue curvo exteriormente y trasladando la ventana a otro lugar, suponiendo que se situaría en el testero occidental de la nave central, por encima de la cubierta del pórtico (1995: 256, 450 n.28, 451). Si fue así, debemos pensar en la existencia de otro tipo de ventanas en el ábside de las que no ha llegado a nosotros ningún indicio. Otra referencia que admite cierta seguridad a la hora de adscribir ventanas es la de Banzes y Valdés (1806, edit. 1911: 274): «hay unas claraboyas, ó ventanillas con una columna, en el medio, de piedra blanca y tierra como la de Oviedo». Si esas ventanas, bíforas, aún existían en su lugar originario éste tenía que ser el crucero, único lugar, como veremos, que aún debía quedar intacto en el s. XIX. Selgas (1902: 20) informa de que conoció a los que habían hecho las obras (¿en 1836?) que le informa-
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ron de que las ventanas que iluminaban el antiguo crucero estaban ricamente ornamentadas. Por otra parte, el descubrimiento de este ábside circular contradijo el modelo aceptado tradicionalmente de una iglesia de triple cabecera y que se suponía certificada por el testimonio que ya citamos del P. Carvallo, previo a la intervención del s. XVII (1613, «tiene su capilla mayor, dos colaterales»). Sin embargo, hemos de tener en cuenta que Carvallo no informa, lógicamente, si estas «capillas» son ábsides, ni si son coetáneas, ni si la forma de la capilla mayor que él veía era curva. Todo esto ya lo indica J. Menéndez-Pidal (1980: 286-287) quien supone que pudieron situarse en los espacios laterales del crucero:
una puerta ni en esta zona ni en el tramo correspondiente del crucero. Pero también pudo ocurrir que, de existir capillas «colaterales» al ábside, con acceso desde el crucero, fueran construidas cuando su suelo y el del crucero ya estuvieran sobreelevados por encima de los restos de los muros originarios que hemos encontrado en los testeros orientales del crucero, que certifican que a su altura no se abrió ningún hueco de paso, y que fueron arrasadas con las obras del s. XVII. A propósito del panteón de los reyes, rechazamos su existencia en el pórtico como se lleva afirmando desde Selgas, influido por la discusión moderna. Volvemos sobre él en la Etapa II.
«… los ángulos —norte y sur—… del frente del presbiterio conservan abundantes vestigios del antiguo pavimento y buena parte de los muros estucados en rojo, comprobándose con ello que el… templo del siglo VIII nunca tuvo capillas laterales a ambos lados del ábside central. […] no han podido existir —las capillas laterales— puesto que en el lugar donde… deberían abrir sus arcos triunfales correspondientes, el muro de fondo es ciego, estucado en rojo y sin señales de reforma alguna… —nuestras figs. 42, 47 y 48—. «A eje con la semicolumna -cuya basa a su parecer, se descubrió in situ en el arranque oriental del arco sur del crucero-, y en época muy inmediata a su construcción, se levantó, ocultándola, un muro perpendicular al de la cabecera, que fue también estucado en rojo…, reforma que… pudo dar origen a la formación de capillas a ambos lados del crucero, interpretadas como ábsides laterales, según el... padre Carballo».
– Crucero La noticia de Carvallo señala también la existencia de un «cruzero» al que parece corresponder una estructura «todo de arcos» a que se refiere a continuación. Los testimonios sobre la inscripción de Silo, como hemos visto, indican su situación en «un arco que entra al medio» de la iglesia (Tirso de Avilés 1517) o más explícitamente «por donde entran del cuerpo de la iglesia para el crucero» (Carvallo 1613) o «en la torre, bajo la ventana» (Jovellanos) que García de Castro supone pueda ser el arco de entrada al cimborrio (1995: 82, n. 181bis). Este crucero debe darse como seguro en el edificio originario por las noticias de J. Menéndez-Pidal (1980: 286, 291, 293, esquema I; aunque duda o de su existencia15 o de su carácter tripartito y a pesar de la ausencia de documentación fotográfica), especialmente por su planta, donde los cimientos, que deben corresponder a arquerías (según J. Menéndez-Pidal) o a arcos, separan entre sí los tres tramos rectangulares del crucero, apaisado el central y verticales los laterales, y estos de las naves. Lo mismo asegura las distintas alturas de los suelos de opus signinum conservados en cada tramo. En relación con la basa (UE1036), que según J. Menéndez-Pidal (1980: 286-287, fig. 13) «apareció in situ… adosada al muro de cabecera y al lado de la Epístola, correspondiente a las arquerías que continuaban la alineación de las naves», para dividir el crucero en tres partes, «... estucada y decorada en rojo...», nosotros consideramos su actual ubicación perteneciente a la etapa V (siglo XIX) pues no se puede asegurar que esté en situación originaria, sino reco-
García de Castro (1995: 449, 452) acepta esta propuesta y llega a suponer que en ella estuviera el panteón real, en un momento cercano al originario, anterior al s. XII. Efectivamente, allí J. MenéndezPidal había descubierto «dos sepulcros idénticos en su construcción y simétricamente situados», que justificarían «el cierre posterior de este tramo del crucero, para convertirle en capilla...» (1980: 293, esquema I; no llegó a considerarlos reales; fig. 9). La triple dedicación documentada por el obispo Pelayo, a S. Juan Evangelista, Santos Pedro y Pablo y San Andrés, sólo certificaría la existencia de tres altares, sin que se pueda asegurar la existencia de tres capillas.14 El análisis estratigráfico admite como probable una solución en esta línea, pues no se ha descubierto muro originario adyacente al lado norte del ábside y tampoco se puede aceptar la presencia de 14 García de Castro (1995: 452, n. 43) también observa la diferente adscripción que hace Selgas del ábside central a San Juan Evangelista, el norte a Sta Eulalia y el sur a San Esteban y que luego Cabal (1943: 83) adscribe a los altares. Debe tratarse de las advocaciones modernas. La capilla de San Esteban está documentada en el pleito de 1638, donde se hizo la visita del altar una vez desmontado y trasladado «a la capilla que llaman de santistevan».
15 Debe tenerse en cuenta que en 1975, cuando, según su plano (García de Castro 1995: lám. 84; nuestra fig. 4), acaba de descubrir el arranque de los cimientos intermedios entre los tramos del crucero, no comprende aún su función y los considera «muro posterior».
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locada con motivo de la construcción del cimiento UE1037 y de la pilastra UE1030 que consideramos de ese momento (figs. 48-49).16 Nada nos ha llegado tampoco (ni siquiera documentación fotográfica que conozcamos) del supuesto muro que se adosaría a la columna de esta basa, «en época muy inmediata» a la construcción de la iglesia (Íd. 1980: 287), al parecer cerrando el espacio sur del crucero y al que ya nos hemos referido al considerarlo una posible capilla lateral. Es posible que la basa fuera recolocada o reutilizada y el cimiento reconstruido durante estas obras, pero en la situación actual no se puede asegurar; habría que reexcavar la zona para observar el cimiento en su alzado. En el plano previo de J. Menéndez-Pidal (fig. 6, 1975; García de Castro 1995: lám. 84) aparece representado este cimiento con la basa, así como el cimiento paralelo del lado norte, ambos en blanco como obra moderna o de restauración, y el primero rotulado como «MURO POSTERIOR». Ambos son además más gruesos que los de las arquerías de las naves y no siguen la misma dirección de las arquerías, sino que giran ligeramente hacia el norte. El pleito de 1638 documenta además «tres arcos pequeños questán en medio» (de la iglesia) y que, como lo demás que ordena demoler o quitar el obispo, debían entorpecer el uso de la iglesia. Estos tres arcos podrían considerarse los del cierre occidental del crucero y por lo tanto correspondientes uno a cada nave y a la organización tripartita del crucero; pero su carácter de «pequeños» y su situación «en medio» de la iglesia podría corresponder mejor a un iconostasio de tres arcos cerrando la nave central. De ser así, el crucero se asemejaría por ejemplo al de S. Miguel de Escalada (León), lo que explicaría a la vez la existencia de otros canceles, los «mármoles», en el edificio. Enseguida volvemos sobre este punto, pero antes debemos referirnos a las naves. – Naves y Crucero Carvallo describe el edificio como de «tres naves, todo de arcos» (incluyendo el crucero), «y sobrepilares de sillería». La existencia de las arquerías que separaban las naves se confirma por los restos que se conservan de los machones occidentales, sus enfoscados y sus relaciones con los restos del suelo de opus signinum. Aunque los arcos actuales y sus muros no son originarios sino que corresponden, como veremos, a la restauración del s. XVII, sus pilares reutilizan piezas originarias, sobremontadas para formar 16 Apareció otra basa gemela que el arquitecto colocó simétricamente en el tramo norte del crucero (fig. 47).
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las actuales (UE1048; fig. 50, 52-54, 57-59). Esto lo demuestran los cortes que tuvieron que sufrir algunas de sus piezas para ser reutilizadas. Los fustes de los pilares están conformados por tambores prismáticos, de sección cuadrada y esquinas achaflanadas. Para la transición originaria entre los fustes achaflanados y las plantas cuadradas de basas y capiteles, el extremo de los chaflanes remataba en formas piramidales. Por ello, al reutilizar un tambor extremo, primitivo, en la parte central del nuevo pilar del lado norte fue necesario cortar esos remates piramidales para conseguir la continuación del chaflán (fig. 5354). También en el pilar meridional hubo que retallar nuevos remates al recortar lateralmente la nueva pieza de tambor inferior. Las basas y los capiteles de los pilares originarios están tallados en las piezas de fuste, las primeras con rudimentarios cuartos de bocel que rematan en plintos de mayor tamaño que la sección del fuste y los capiteles con dos escalones y su faja, en un esquema similar al de las basas de columnas hoy situadas en los extremos orientales del crucero (Infra Catálogo de Piezas, 1.C. Pilares). Mientras que en el pilar norte se conserva entera la basa, en el sur se han recortado lateralmente las molduras como evidenciaba también la zona de fuste. Desconocemos si la pieza de tambor del pilar norte al que hubo que recortar los remates, y que por lo tanto estaba en un extremo, poseía también el capitel o la basa incorporada, pero es probable que no fuera así dado el esfuerzo inútil que hubiera supuesto cortarla; por lo tanto, podemos suponer que en ocasiones el fuste remataba sin incorporar basa o capitel. Esto puede explicar la existencia y la situación de una basa adosada al machón noroeste, sobre el cimiento de la arquería, preparada para recibir el fuste directamente. Debemos tener en cuenta que desconocemos si la pieza está in situ o no y que su forma es distinta a la de los pilares conservados, con planos oblicuos a modo de chaflán en tres de sus lados, en vez de los cuartos de bocel.17 La existencia en la iglesia de tres tipos de basas distintas, dos de pilares y una de columna, debe corresponder a finalidades diferenciadas, las dos primeras en las arquerías y la tercera quizás en el crucero, en el iconostasio o en el arco de triunfo del ábside. Desconocemos el número de pilares que tendrían las arquerías primitivas, al menos tres (uno más que 17 Menéndez-Pidal (1980: 285) también duda de si se encuentra en su lugar o es una «pieza reaprovechada», pero además la incluye con otras dos en una especie de grada o escalón que serviría para salvar el desnivel entre las naves norte y central, lo que, de ser así, abogaría por su reutilización.
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los dos actuales por la reutilización de un fuste con sus remates recortados), pero con nuestros datos cualquier cálculo sería hipotético. La basa citada podría corresponder a una pilastra adosada al machón lo que obligaría a suponer la existencia de otra adosada al suroeste. Del mismo modo podríamos suponer otros machones similares en los extremos orientales, donde hoy se encuentran los pilares cruciformes del crucero. Si fue así, la distancia entre los machones y sus pilastras adosadas sería muy similar a la distancia actual entre los arranques de los arcos. Pero también es posible que las arquerías siguieran uniformes hasta rematar en el frente oriental, de modo que la distinción del crucero se creara sólo por los arcos transversales; o que, con el mismo número de vanos, no tuvieran pilastras adosadas de arranque. Una vez vistos estos datos sobre las naves, podemos volver sobre el sistema de articulación entre el tramo central del crucero con la nave central. Según dibuja J. Menéndez-Pidal (fig. 9, su esquema I), las arquerías de las naves rematarían en este punto con otros machones similares a los de su remate occidental y que hoy estarían subsumidos o que ocuparían el lugar que hoy ocupan los pilares cruciformes actuales (obra del s. XIX). A la vez, el arco toral de ingreso al crucero tendría también otros machones similares que reducirían su luz de los 5,60 m del ancho de nave a 3,65 m o 3,20 m, según las referencias que se pueden tomar en el plano. De esta manera, el sistema de enlace lo formarían dos especie de pilares con alas largas en forma de «L».18 El arquitecto no da ninguna información más sobre estos elementos que no tienen parangón en la arquitectura asturiana y alto medieval y por lo tanto queda la duda de si documenta restos constructivos encontrados en su excavación y si efectivamente eran originarios o si, aunque los representa como elementos originarios, no son nada más que una hipótesis; sospecha que se acrecienta si comparamos su plano con el de Selgas (1902: 10; fig. 2), quien supone machones similares en los arcos de acceso al crucero y al ábside. De esta manera la pregunta se traslada a Selgas quien quizás pudo suponer los machones del arco toral del crucero a través de quienes intervinieron en la obra del s. XIX. Más abajo, al analizar las arquerías de las naves en la Etapa III (siglo XVII) veremos cómo por un argumento indirecto llegamos a defen18 Los denominamos en «L», aunque serían cruciformes con dos brazos alargados, que es lo que le da esa apariencia, uno hacia la nave central y otro hacia los pies. A nuestro parecer ocurre algo parecido en Lourosa, donde los pilares alargan al menos los brazos longitudinales.
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der la posible existencia de los machones orientales de las arquerías al rematar en el transepto («espacio intermedio», infra p. 33, columna derecha). Se podría suponer que las dovelas descubiertas por J. Menéndez-Pidal como material constructivo (1980: 291; infra, Catálogo de Piezas, 1A. Arcos) de dos arcos de medio punto, de 70 cm de grueso y 115 de luz, fueran de los arquillos laterales del supuesto iconostasio entre la nave central y el crucero. De ser así y si realmente existieron las estructuras en «L», el supuesto iconostasio estaría en el cierre de este paso y los tres arcos serían sensiblemente similares una vez reservado espacio para los soportes intermedios. Si, en cambio, suponemos que la información de J. Menéndez-Pidal no es correcta y que sólo existían machones en línea con las arquerías (de modo similar a como ocurre en la iglesia portuguesa de Lourosa, donde también se ha cortado el iconostasio pero se mantienen los machones alargados en la dirección longitudinal donde enganchaban; Gómez Moreno 1919: p. 103 y fig. 54; Utrero 2006: 129, 603604, los denomina «cruciformes», aunque también «pilares/muro»), el arco central debería contar alrededor de 2,50 m de luz, de acuerdo con el ancho de la nave de 5,60 m y una vez descontados los soportes intermedios. Pero, en cualquier caso, al desconocer estas dovelas, hemos de considerar estas propuestas muy débiles e improbables. Etapa II. Reformas medievales A101 (UE1007), A102 (UE1052), A103 A104 (UE1061), A105 (UE1062), A106 107 (UE1071), A108 (UE1063), A109 A110 (UE1001), A111 (UE1025), A112
(UE1060), (UE1070), (UE1069), (UE1008).
Una serie de unidades estratigráficas se tienen que datar como obras de época medieval por sus relaciones que las hacen anteriores a la gran reforma del s. XVII. Son un indicio de la actividad que la iglesia hubo de tener en esta larga etapa y que es desconocida a causa de las destrucciones que sufrió el edificio desde el siglo XVII hasta mediados del XX. Es posible que una re-excavación meticulosa del subsuelo pueda añadir algunos indicios más a los pocos que hoy se reconocen. Se agrupan en dos zonas principales, la habitación delantera septentrional y la habitación trasera meridional. Esta se relaciona a la vez con el muro perimetral de la nave sur y en paralelo con el equivalente de la nave norte. Es posible que existieran otras UE simétricas por tanto con la transformada delantera sur y con la desaparecida trasera norte.
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ocurrir lo mismo en Pravia para el entierro de los señores de Salas. Pero nuestro caso se distingue en que el supuesto panteón regio ya estaría situado en ese lugar previamente, como un precedente de la moda señorial desarrollada en el s. XVII. Puede parecer exagerada una destrucción de los «entierros» reales para que fueran sustituidos por los de un linaje local, pero así está documentado.20
1m Fig. 5. Planta de la excavación efectuada por Fernández Conde en la sacristía norte (1992: 190).
– La capilla mayor y las sepulturas reales Ya adelantamos que las sepulturas reales no estuvieron en el pórtico. Las noticias del pleito, en 1638, las colocan en la capilla mayor, donde «estaban puestas las armas de Castilla y León, armas reales y entierros», con las sepulturas de Silo y su esposa, quizás cenotafios de época medieval o moderna que ya habían desaparecido con las obras (Cadiñano 2006: 83). Bances (1895: 308, n. 1, archivo de la casa de Salas) confirma que a principios del s. XVII el sepulcro de Adosinda estaba en la capilla mayor. García de Castro (2006: 93-96), al estudiar la iglesia de Teverga, afirma que las obras en su capilla mayor, a partir de 1642, se debieron a la colocación de panteones señoriales, de modo similar a como ocurrió en otras iglesias asturianas.19 Por lo tanto, en 1638 pudo 19 Agradecemos a García de Castro que nos llamara la atención sobre este tipo de panteones. Por otra parte, si se rechaza que el porche fuera panteón, hay que desechar su paralelo funcional con el porche/mausoleo de la iglesia tardoantigua de El Gatillo (Cáceres) como proponíamos en Caballero y Sáez 2009: 169 n. 19.
– Habitación delantera norte Tras la excavación de esta habitación por Fernández Conde (y otros 1992), se puede distinguir en ella una estratigrafía muraria que ordena esta etapa en tres fases (fig. 5, 66-67 y lám. 13), indicando por tanto la posible riqueza de intervenciones en la iglesia, de las que apenas nos ha llegado información. Procuramos referir estas unidades paramentales a las de la excavación de Fernández Conde, aunque no podemos incluir en la secuencia las sepulturas por su lamentable estado de conservación. Esta habitación había sido excavada previamente por J. Menéndez-Pidal y aún antes que él, a finales del siglo XIX, como documenta Selgas (Fernández Conde y Santos del Valle 1987b: n. 18; Selgas 1902: 22, «no hace mucho tiempo»), de modo que se justifican las apreciaciones de Fernández Conde sobre la pérdida de relaciones estratigráficas y las destrucciones parciales de los elementos descubiertos. Fase 1.—Primero se adosa al exterior del muro frontal del tramo norte del crucero (A100, Fernández Conde M-13) un grupo de mampuestos medianos (A104, FC M-7), asentados sobre un lecho de argamasa y directamente colocados sobre el geológico. Lo poco conservado impide decidir si se trata del resto de un muro (que estaría adosado al originario) o si se trata del asiento de otro elemento o, quizás lo más probable, si es el resto de un enlosado perimetral. Quizás esté en relación con la única sepultura del grupo más moderno de sepulturas, sepultura T-1 de lajas, posterior a la estructura analizada.21 20 Se podría pensar que los fragmentos de losa decorados con un castillo pertenecieran a las armas reales de modo que su cronología indicara en qué momento ocurrió la transformación de la capilla mayor en panteón regio, a no ser que fueran de las armas obligadas a restituir tras las obras. Esto entraría en contradicción con la situación de las sepulturas reales en el tramo meridional del crucero, que pertenecerían a inhumaciones ocurridas en otros momentos respondiendo a otras intenciones. Pero no parece aceptable que la iconografía de esta losa corresponda a armas reales; habría que demostrarlo antes. 21 Para García de Castro (1995: 537), las tumbas excavadas en roca antropomorfas fecharían la iglesia como anterior a los siglos IX y X. Pero esta pudo ser inmediatamente anterior a ellas, prácticamente coetánea y por lo tanto del s. X.
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Fase 2.—A un segundo momento, por debajo del muro meridional de la actual habitación delantera, pertenecen dos restos de muros (A103y106, FC M43), probablemente unitarios, aunque el primero se diferencia por su mayor desplome, situados a la misma altura. Ambos asientan sobre el geológico, sin fosa de cimentación al menos hoy conservada, de mampostería heterogénea y con mortero con abundante arena y pobre en cal. Posteriormente, en un tercer momento que parece una restauración del anterior, se superponen otros dos muros (A105y107, FC M-42), quizás también unitarios, ligeramente retranqueados con respecto a los anteriores, con mampuestos de mayor tamaño, mortero con nódulos de cal y sus caras enfoscadas. No es posible distinguir si estos dos o cuatro muros (es más lógico pensar sólo en dos momentos) forman un espacio en el mismo lugar de la actual habitación delantera (del que desconoceríamos los cierres este y norte), ya que no consideramos que estén en relación con el muro del ábside del que quedan demasiado alejados como para poder actuar, por ejemplo, como un refuerzo exterior, que además no sería propio de este momento. Fase 3.—Finalmente, en un cuarto momento, se adosa una habitación más pequeña que la actual, de la que se conservan dos restos de muros similares (A108, FC M-5y6), construidos con grandes mampuestos en la primera hilada y el resto con grandes lajas, con mortero de tierra y grumos de cal. El resto de dirección norte, situado más al Este, se adosa a las unidades anteriores y conserva enfoscado terso en la cara oriental pintado en color rojizo; mientras que el de dirección este, situado más al Oeste, se adosa al muro originario (UE1059). El espacio conseguido es pequeño, largo y estrecho, aproximadamente de 3,00x1,90 m, «escasamente 6 m2», que podría comprenderse como una pequeña capilla añadida (la «colateral» de Carvallo) si no fuera porque necesitaría un suelo más alto que el originario para poder abrir al crucero sin cortar los restos de muros originarios, teniendo en cuenta además que su nivel de corte está a la altura de la obra del s. XVII que es cuando suponemos que se elevó el nivel de suelo. Pero pudo abrirse directamente al ábside. Este fragmento de muro se superpone a las sepulturas de nivel B, inferior, de Fernández Conde, especialmente a la T-3 de cabecera antropomorfa. No podemos decidir con qué muros previos debió de funcionar; en cualquier caso, su etapa final (antes de ser desmontada a la misma altura) funcionaría coetáneamente con el muro meridional más alto (A107) y con el muro originario occidental, aunque de este modo la pintura conservada quedaría en la cara oriental exterior.
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– Habitación delantera sur Incluimos también en esta etapa restos de un suelo de cantos rodados (A109, fig. 68) de la habitación delantera sur, aproximadamente a la altura del suelo originario en la nave sur, aunque no tiene su misma factura. No se relaciona con ningún muro. Es posible que pertenezca a los dos muros que J. Menéndez-Pidal debió descubrir en esta sacristía y que dibujan una habitación más estrecha y corta que la actual, con un contrafuerte en la esquina hacia sur, y de la que sólo conocemos la reconstrucción efectuada por el arquitecto en su suelo (UE1039). Podría ser coetánea a la fase 3 de la habitación norte y por tanto la otra colateral de Carvallo. – Zona trasera meridional El lateral trasero meridional de la iglesia sufrió una ruina que obligó a rehacer como una obra unitaria la nave y la habitación trasera. Es difícil diferenciarla debido a los cortes efectuados por J. Menéndez-Pidal en los puntos de contacto y en las zonas intermedias (puertas y esquinas existentes o creadas ex novo, todas A124). En el muro lateral de la nave sur (A101; fig. 34; lám. 4) existe un estrecho filete vertical entre la puerta rebajada a su altura actual por J. Menéndez-Pidal (UE1003) y el hueco efectuado por el párroco (UE1000) y otro igual de estrecho entre este mismo hueco y el corte de J. Menéndez-Pidal para recrear la esquina de la nave (UE1005). La unidad continúa por la parte baja del muro de la habitación trasera y su esquina llegando hasta la fachada occidental donde se abría una puerta estrecha y alta (0,75 x 2,00 m), de jambas rectas, a la altura del suelo originario, de la que queda, también como un filete estrecho, la jamba norte, habiendo desaparecido lo demás de nuevo por un corte de J. Menéndez-Pidal, en este caso para rehacer la esquina del pórtico (UE1014; fig. 37; lám. 5). Si esto fue así debemos pensar que la ventana recuperada por el párroco estaba reutilizada en una restauración muy primitiva.22 En la cara interior del muro meridional de la habitación trasera debió haber tres ventanas o nichos (que no hemos diferenciado como unidades estratigráficas porque sólo se distinguen por sus rellenos de época contemporánea) que no se observan en las caras exteriores y que lo mismo 22 Es difícil diferenciar esta UE1007 de la UE1006 originaria con la que apenas tiene contacto en la cara interior de la nave sur. A pesar de la similitud de aparejos nos vemos obligados a diferenciarla pues, de otro modo, tendríamos que suponer originaria también la habitación trasera. Sin embargo, ni las relaciones son claras, ni el resultado parece coherente.
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pudieron pertenecer a la A101 o abrirse en ella o en la A112. La obra es de mampostería mediana, irregular, calzada y organizada en bancos regulares horizontales con piezas alargadas de regularización. La esquina se construyó con mampuestos de tamaño mayor. Mortero poroso y blando con pocos degrasantes. Esta unidad se debe datar como antigua (anterior a la reforma del s. XVII que elevó los suelos) por utilizar el nivel de suelo originario como se demuestra en la puerta occidental.23 En un segundo momento de la larga etapa II, toda la zona posterior sufrió otra ruina en la parte superior de los muros, que obligó a sanear y recrecer de nuevo las partes altas. Aunque hemos diferenciado estas actuaciones en cada zona, es posible que todas se puedan asimilar (fig. 30, 35-37): – En la nave sur (A110), de mampuestos no uniformes y redondeados, de tipo diferente a la utilizada hasta entonces, sin aparejar en hiladas y probablemente con mortero de barro (rejuntados contemporáneos). – En la habitación trasera meridional (A112), sólo diferenciada en las caras exteriores debido a los enfoscados interiores, que pretende corregir el vencimiento del muro previo (A101), con sillería en la esquina, aparejo irregular y mortero terroso. – A esta obra parecen pertenecer dos ventanas, una en la cara sur, más alta y otra en la occidental, más baja, con sillares para las jambas achaflanadas (Menéndez-Pidal 1980: 289-290). – En la nave norte (A111), de aparejo de mampostería muy irregular, reutilizando fragmentos de piedra toba (que deben indicar la ruina de partes originarias, quizás una bóveda), con mortero de barro. – Pórtico Dentro del pórtico se distinguen dos muros (A102) que se adosaban a la fachada del testero del aula y llegan a hacerlo por sus testas a los restos de los muros originarios laterales, posteriores por tanto a la obra prerrománica y anteriores a la reforma del s. XVII por estar cortados por debajo de la altura del suelo de época moderna (altura máxima de 0,50 m) y por mantener la abertura de la puerta originaria, cuando sabemos que el muro de fachada del aula fue arrasado para prolongar la nave principal (fig. 65). De 23 Menéndez-Pidal (1980: 285) considera esta habitación trasera meridional originaria o muy inmediata.
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0,60 m de grueso, están realizados con grandes mampuestos alargados de arenisca, calzados, con mortero duro, blanco, de pequeña granulometría.24 El capitel que suponemos gótico habría de encontrársele utilidad en este momento si aceptamos que proceda de la iglesia y su cronología tardo medieval (infra Catálogo de Piezas, B. Columnas, núm. 2). Etapa III. La reforma del segundo tercio del s. XVII (1637-1666) A113 (UE1002, 1020, 1021, 1041 a 1046, 1048), A114 (UE1017), A115 (UE1026), A117 (UE1054), A118 (UE1015, 1055), A119 (UE1066). Como ya hemos repetidamente citado, sabemos que en 1637 se iniciaron unas obras en la iglesia que van a cambiar profundamente su aspecto y van a dar lugar al pleito. Cadiñanos (2006: 82-84) recoge sus detalles. Según este autor, en esa fecha ya había desaparecido parte del panteón y de la capilla mayor. En el pleito se citan las condiciones impuestas por el obispo para reformar la iglesia y que son las que conforman esta tercera etapa. Por ello las repetimos de nuevo: «Que se quiten los tres arcos pequeños questán en medio de ella y se aga uno grande en el medio lugar que sea bien levantado… ... Ytem que se alargue la capilla mayor dándola doçe pies de largo más de que aora tiene açiendo que las paredes colaterales salgan derechas. Y que l altar mayor quede arrimado a la pared testera que se yçiere, la qual no a de quedar en forma de media naranja, como aora está, sino lisa y cuadrada a forma de la que tiene la iglesia de Muros y se ará ventana al lado de la epístola, cerca del altar para que de buena luz. Ytem se a de acer mayor la puerta de dicha yglesia…»
24 Menéndez-Pidal (1980: 284) supone que estos muros aseguraban «una espadaña o cuerpo de campanas» a que se refiere Selgas, pero estos muros están cortados por el suelo del s. XVII por lo que no es posible que soportaran algo documentado en 1902. Los pone en relación con otras obras en la puerta del aula: «... superponiéndose al viejo umbral escalones para dar al interior un nivel de piso más alto, lo que supuso alterar la disposición de su puerta, de manera muy tosca, a la que se le dio amplio derrame a ambos lados, y nuevas y toscas quicialeras a nivel del improvisado pavimento». Después asegura contradictoriamente que enlosado, muro y enterramientos son coetáneos, Íd.: 285: «Sobre este viejo pavimento —de opus signinum— un enlosado irregular se asentó, cuando la reforma del muro de fondo, todo ello también quizá en los finales del siglo XVI, cuando se alteró el nivel primitivo del templo para organizar los enterramientos...» En nuestra opinión, el suelo del pórtico se elevaría en un momento posterior al del resto de la iglesia necesitando para ello de escalones de acceso; y la portada interior sufriría una reforma en un momento anterior al s. XVII (no posterior).
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De este programa se deduce: 1. sustitución del ábside primitivo de planta semicircular por uno nuevo de planta rectangular, mayor, con una ventana en el lado meridional, y el cambio consiguiente del altar; 2. reforma del acceso desde la nave al crucero con la sustitución de los tres arcos pequeños existentes por uno nuevo; 3. ampliación de la entrada a la iglesia. No podemos comprobar la existencia del arco nuevo en el acceso al crucero, ya que, si la referencia es a él y efectivamente se hizo, fue sustituido por otro nuevo en el s. XIX. Veremos que además se realizaron otras obras que no están explícitamente referidas en el programa y que por tanto pueden plantear la duda de si fueron coetáneas o anteriores o posteriores a él: 4. demolición del pórtico, agregando su espacio al aula y prolongando las naves laterales; 5. reforma completa de las arquerías de las naves y sus muros superpuestos; 6. ampliación del crucero por sus testeros; 7. elevación del suelo de toda la iglesia y consecuentemente del cimiento de las arquerías y de las puertas; 8. construcción de la actual habitación delantera norte. El punto 4 puede comprenderse como una derivación del punto 3, ampliación de la entrada de la iglesia, pero de por sí no hubiera obligado a sustituir los tramos de las arquerías, hecho en el que pudo influir la necesidad de elevar los suelos, como propone J. Menéndez-Pidal (1980: 282). Ahora bien, estas obras pudieron efectuarse en otros momentos distintos; por ejemplo, como pretende J. Menéndez-Pidal, las obras 5 y 7 en el s. XVI y la 4 en el XIX. – Cabecera actual y habitación delantera norte La actual cabecera (UE 1020) supera en ancho y largo al ábside antiguo, lo que supone que se desmontó este y las habitaciones o ábsides laterales que hubiera por completo. El nuevo ábside utiliza como cimiento los muros meridionales aparecidos en la excavación de la habitación delantera norte (UE1062, 1063, 1071) que por lo tanto se debe considerar que entonces fue demolida. Su aparejo es de mampuestos alargados distribuidos en bancos y trabados con mortero de cal abundante en arena. Las esquinas tienen encadenados de sillares abujardados y con guía. Está cubierto con una bóveda de arista con espacio
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bajocubierta. La cubierta vuela merced a una cornisa formada por tres hiladas de tejas en volado sucesivo, semejante a la de la habitación delantera norte que suponemos coetánea (se debe tener en cuenta que fueron imitadas por J. Menéndez-Pidal). Todo su perímetro exterior está recorrido por un zócalo, con cimiento en zapata, que remata con una sencilla moldura ataludada pero que no existió en el interior de la habitación norte. La mampostería ha tenido varios momentos de enfoscado en el exterior, aunque le falta actualmente en la mitad inferior de la cara oriental; enlucido por completo al interior. En esta Etapa tuvo una sola ventana en el centro del lado meridional (UE1021), alta y estrecha, con marco de piedra, dintel y alfeizar monolíticos y derrames en las jambas; y una puerta situada en el muro lateral norte, cercana a su embocadura, a Occidente. Se puede observar que esta puerta, por su cara aparentemente exterior, está preparada para un interior, de modo que se debe aceptar que daba paso a una habitación lateral. En esta cara tiene un arco rebajado (quizás de ladrillo) y jambas abocinadas. El muro oriental de la actual habitación delantera norte (A119) no evidencia una relación de coetaneidad con el ábside, adosándose en lo que es posible observar a su cuerpo. (El extremo occidental del muro norte fue cortado como veremos por J. Menéndez-Pidal para corregir la situación del testero norte del crucero.) Pero que el zócalo del ábside se interrumpa a su altura y la forma interior de su ventana (norte), abocinada y con arco rebajado interior (fig. 66), similar a la de la puerta que consideramos original de este momento, obligan a pensar que pertenece a la obra del s. XVII y ello a pesar de que la tipología del marco exterior de piedra de su ventana es similar a los de las ventanas que consideramos del s. XIX. Por otra parte, la observación obliga a aceptar que esta ventana es solidaria con su muro. Su aparejo es similar al del ábside, con encadenado de sillería en la esquina. Poseía una puerta en el muro oriental, documentada en la planta de Selgas, con escalera de acceso, documentada por J. MenéndezPidal, y que suponemos coetánea a la habitación aunque no lo podemos asegurar (sin número de UE por ello). El arquitecto la desmontó y cerró. La habitación delantera sur actual es posterior al ábside mayor, no sabemos si se pudo mantener una anterior (la dibujada por J. Menéndez-Pidal en su suelo UE1039) o si existió otra intermedia. – Crucero El crucero actual pertenece en su casi totalidad a la obra del s. XIX y a la refacción de la segunda
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mitad del XX (fig. 42-46). Sin embargo aún se pueden observar restos de obras anteriores a estas obras y posteriores a las originarias que por ello colocamos en esta etapa. A pesar de que los testimonios de época moderna parecen indicar que el crucero se mantenía como el originario y que sólo fue reformado en el s. XIX, la información del pleito del s. XVII nos dice el interés por sustituir «los tres arcos pequeños» que se encontraban «en medio» de la iglesia por un arco único. Estos arcos, que consideramos pudieran ser un iconostasio, no se vuelven a citar, de modo que podemos suponer que efectivamente fueron sustituidos. Es posible por lo tanto que, con motivo de esta obra, el crucero sufriera alguna otra reforma, en concreto la ampliación de sus testeros a la que pertenecerían los restos que vemos a continuación. En la parte baja de la cara exterior y cortado por el actual testero norte, que no pertenece a la ampliación decimonónica sino al remetido por J. MenéndezPidal para ajustar su trazado al originario, se observa un resto de mampostería muy heterogénea (A117), de lajas de caliza y pizarra, con mortero muy duro y parte de una cara hacia oriente, que consideramos núcleo del muro occidental de dirección norte-sur del crucero (también podría corresponder a la obra decimonónica demolida por J. Menéndez-Pidal). En el testero contrario, meridional, parte de su esquina oeste pertenece a un estrato previo (A114; fig. 33) que se mantiene desde el suelo hasta la décima hilada del encadenado. Al contrario que en el indicio anterior, en este es estratigráficamente seguro que la obra se sitúa entre la obra prerrománica (en el interior de la iglesia, en una alineación acusada en la esquina SE) y la obra decimonónica (en contacto con esta obra y, en este caso, mantenida por J. Menéndez-Pidal que se conformó con rellenar el espacio interior para conseguir la alineación originaria). La obra se asienta sobre una zapata con sillares reutilizados con cola de milano para grapas de madera, posiblemente procedentes de una obra prerrománica donde pudieron utilizarse como propios o, a su vez, reutilizarse de otra obra romana (otros sillares con cajas similares reutilizadas en la UE1057, etapa V, y en la UE1014, etapa VI. Fernández Ochoa 1997: 234; Utrero2006: 63, lám. 44; fig. 122-123). El encadenado se compone de diez sillares, la mayoría de piedra de Boñar y tres de ellos de arenisca, todos tallados con puntero y posiblemente también reutilizados. La mampostería correspondiente es irregular con mezcla de material de caliza, pizarras y cuarcitas, algún fragmento de teja y mortero pobre en cal.
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Las arquerías de las naves. Problemas del muro de las arquerías, crucero y pórtico En la actualidad se conserva perteneciente a esta obra, la refacción de la pareja de machones originarios occidentales, una pareja de pilares intermedios y los arcos y muros correspondientes (figs. 39, 50 y 57). También debe pertenecer a esta obra otra pareja más de arcos volteados a occidente que ocupaban el espacio del pórtico y que remataban en otros machones que entestaban en el muro de su fachada o, más sencillamente, puertas abiertas en muros (Selgas 1902: plano p. 8, nuestra fig. 1; García de Castro 1995: lám. 84, plano de J. Menéndez-Pidal de 1975, «puertas», nuestra fig. 6). No podemos concretar el proceso de reforma del pórtico que terminó siendo demolido por J. Menéndez-Pidal. Como veremos, las noticias del siglo XIX se refieren sólo a la reforma de su fachada y a la colocación de la espadaña. Sin embargo, según J. Menéndez-Pidal (1980: 282, 292), esta ampliación de las naves hacia Oeste sería obra del s. XIX al construir la espadaña, como afirma en la inscripción que colocó en la habitación delantera sur cuando la trasladó allí: «... se construyo —la espadaña— en 1868 cuando para ampliar el templo con una arcada mas a los pies de las naves fue destruido el venerable portico de la fachada principal...». Nosotros creemos, en cambio, que, dadas las características unitarias de lo poco que se conserva (en concreto los arranques de los desaparecidos arcos occidentales), fue obra coetánea a las arquerías y por tanto del s. XVII y que en el XIX sólo se reharía la fachada para sobremontar la espadaña, aunque veremos que esta propuesta no está exenta de problemas. Lógicamente, las naves laterales se tuvieron que adecuar a la nueva longitud conseguida hasta la fachada del antiguo pórtico, probablemente reformando el espacio ampliado de antemano con habitaciones adosadas. Es lógico que con motivo de estas obras se desmontara la fachada primitiva del pórtico, o que se reformara profundamente, igual que sus muros laterales, pues los nuevos muros construidos seguían la alineación de las arquerías y por lo tanto se adosarían por fuera a los del pórtico.25 El plano de 1975 25 El propio Menéndez-Pidal (1980: 284) documenta indirectamente que los muros del pórtico fueron cortados al colocar el nuevo suelo: «... se levantó el enlosado moderno en los pies de la iglesia, apareciendo inmediatamente debajo de él las cimentaciones y parte de los muros del mismo... Los muros laterales, conservados en una altura de unos 0,50 metros...».
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de J. Menéndez-Pidal (fig. 6), una vez levantado el suelo del s. XVII, documenta esta situación aunque equivoca sus relaciones. Ello no obsta para que las obras de 1868 demolieran la fachada del s. XVII con lo que pudiera quedar de la primitiva, para elevar otra nueva que soportara la espadaña. El que se rehiciera por completo toda la obra de las arquerías, y no sólo se desmontara el muro de testero del aula con su puerta de acceso y el pórtico para ampliar la capacidad de la iglesia, nos indica que quizás la obra originaria no se encontraba en buenas condiciones y que se prefirió remozar por completo todo el cuerpo de la iglesia. Parece exagerado basar sólo en la elevación del suelo toda esta amplia obra como pretende J. Menéndez-Pidal. Nada nos señala, por otra parte dos momentos distintos de obra, uno anterior con la elevación del suelo «a partir de la segunda mitad del siglo XVI» (Menéndez-Pidal 1980: 282, 284, 285) y otra en el siglo XVII; las relaciones estratigráficas conservadas no permiten diferenciar dos momentos, sino sólo uno (pilares e inmediata huella del suelo) que suponemos es el documentado en el XVII. Los antiguos machones occidentales de las naves (UE1041-1044; fig. 55, 62-64) se reconstruyen sobre los sillares inferiores in situ y reutilizando otros sillares también originarios (talla a pico), mayores, en el frente oriental, tendiendo a alternarlos a soga y tizón, y construyendo una nueva cara a occidente, en la jarja del machón con el muro de fachada del aula, que se desmonta, y donde se utilizan sillares de tamaño menor, estrechos y colocados verticales (25/30 cm de ancho por 26 y 34/48 de alto), abujardados y con guías, calzados con pequeñas lajas de pizarra, rematando ambos frentes en altura con sendas piezas pequeñas resaltadas de imposta en faja (Menéndez-Pidal 1980: fig. 5, se observa el frente occidental del machón sur, antes de que mordiera sus sillares para entestar su nueva fachada). Para el relleno se reutilizan trozos de sillares así como mampuestos regulares, grandes y pequeños, bien aparejado, con codos para intentar conseguir hiladas. El frente oriental del machón sur tuvo que ser cimentado en este momento hasta la altura del nuevo suelo sobreelevado (UE1045, con una altura sobre el suelo actual de 66/ 72 cm en la nave sur y 52/59 en la nave central; figs. 63-64), cimiento que luego sería recortado por J. Menéndez-Pidal al rebajarlo.26 Esta cimentación nue26 Una de las deducciones que saca García de Castro (1995: 448-449) del examen de la cimentación de pilares y machones no la creemos acertada: «En todos los pilares y machones, ... los tres de la arquería S. y los O. y central de la arquería N., se aprecia una línea de contacto con pavimen-
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va dio lugar a que este machón sea más largo que su compañero norte que utilizó el cimiento y el arranque del machón originario y por lo tanto mantuvo su salida primitiva.27 Quedan restos de un recubrimiento con una capa de estuco (UE1046) gruesa, que formaría probablemente una placa resaltada, pintada en rojo, posteriormente pintada en negro (etapa V) y picada por J. Menéndez-Pidal. A la vez se rehacían la pareja de pilares (UE1048; fig. 52, 58) reutilizando para ello, de nuevo, las piezas de los originarios ya descritos, en una obra que se puede considerar de algún modo como anastilosis. Ahora es cuando fue necesario recortar los motivos piramidales en los tambores de remate de los fustes reutilizados (figs. 53-54). Para recolocar los pilares hubo que rehacer los muros corridos de cimiento, manteniéndolos aproximadamente a su misma altura, que es la que hoy tienen. No hemos efectuado su lectura estratigráfica (en planta; pues en alzado es imposible al estar ocultos por los suelos actuales) por no tenerlos documentados, pero se puede afirmar que en la práctica es imposible distinguir obra originaria en ellos, quizás reforzados en el s. XVII y desde luego restaurados por J. Menéndez-Pidal quien los realzó para que hicieran la función de bordillo/escalón y salvaran las distintas alturas de los suelos que dio como definitivos. Los pilares reconstruidos se adecuaron a la vez a la nueva altura de suelo, sobreelevado 47 cm en la nave norte y 62 en la central sobre el suelo actual que coincide con el originario, y de la que queda también su huella en los machones occidentales. Los pilares se cimentaron con trozos de sillares reutilizados, de modo que sus basas se colocaran a la altura nueva requerida. Los arcos nuevos son de medio punto (figs. 50 y 57), con su arranque, enjutas y riñones de mampostería o con sillares reutilizados y recortados y la rosca to de opus signinum, en la pieza destinada a basa, ... esta línea se halla a una misma cota, que es la de la nave central y pórtico definida líneas arriba —originaria, a 12 cm sobre el nivel de la piscina—. Ello parece indicar el plano de pavimento de opus signinum, coincidente con los testigos conservados». La nave central está entre 6 y 12 cm por encima de la sur, luego esta marca debe coincidir con la del actual suelo. No observamos otra huella que la del suelo desmontado por Menéndez-Pidal que se encuentra en cualquier caso por encima del suelo actual construido por este arquitecto a la altura del de opus signinum. 27 Menéndez-Pidal (1980: 285-286) parece opinar que los pilares y pilastras sin capiteles originarios eran de 2,50 m de altura, de modo que las arcadas eran más deprimidas que las actuales; que, a fines del s. XVI, el pilar norte se «suplementó en altura» 77 cm, la pilastra norte se «recalzó», el pilar sur se «remontó», se desmontó para volverlo a montar igual y se «recalzó» 57 cm; que el pilar norte del crucero quizás sea originario; y que el pilar sur del crucero reutiliza sillares primitivos.
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de ladrillo de tipo baldosa (posiblemente originarios y también reutilizados). El muro sobre ellos es de mampostería con una sola ventana en el muro sur. La ventana es grande, de jambas abocinadas y platabanda en ligero arco como la de la puerta del ábside y la ventana de la habitación delantera norte. Del mismo modo, se cierra al exterior con un marco de sillería de esquinas achaflanadas que recuerda los marcos que se utilizan en el s. XIX (fig. 32). Los extremos de estos dos muros altos (UE1015; fig. 31-32; lám. 3 y 4), norte y sur, sobre las arquerías, son los que presentan problemas de comprensión que afecta también a la obra decimonónica del crucero y del pórtico. Ambos rematan exteriormente en sendas esquinas de sillería a Este y Oeste. Son las orientales las que plantean mayor problema. Su vertical coincide con la cara oriental de los actuales pilares cruciformes del crucero lo que, según la planta de J. Menéndez-Pidal, equivale aproximadamente a la salida del crucero originario (cara occidental). Podemos suponer que la obra del XVII avanzó hasta topar con el frente del crucero primitivo (fuera cual fuera la altura a que se encontraran ambos), pero de modo que los arcos por debajo quedan retrasados más de un metro con respecto al avance del muro por encima. Esto obliga: – Primero, a explicar por qué las nuevas arquerías del s. XVII no avanzaban hasta ese límite supuesto del crucero originario descubierto por J. MenéndezPidal, quedándose a más de un metro de él, y por tanto a preguntarnos qué es lo que ocupaba ese espacio intermedio. Puede suponerse que fuera el arranque del supuesto iconostasio, que quizás enjarjara en unos machones como los occidentales (aunque no simétricos), pero esto supone una explicación forzada, sin argumentos ni indicios.28 – Segundo, a defender que en el s. XIX, cuando ampliaron el crucero hacia Oeste, mantuvieron este extremo alto del muro, hasta la esquina, mientras que por debajo desmontaban o transformaban lo que ocupara ese «espacio intermedio» para construír los pilares cruciformes y al menos los arranques de los nuevos arcos (UE1030), adosando luego, por encima, los muros laterales del cimborrio hasta las esquinas y remontándolos hasta llegar a su nuevo frente occidental. Esto podemos considerarlo, además, como una obra difícil si no imposible. Sin embargo, no se distingue ningún corte intermedio que pueda hacer estas esquinas del XIX; tampoco es posible asimilar ambas obras, diferen28 Ver supra p. 26, Etapa I, donde suponemos esta solución similar a la de la iglesia de Lourosa.
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tes, la de la arquería y la del crucero, a un mismo momento cronológico, fuera el XVII o el XIX (desde luego tampoco al s. XX); y, ni aunque alguna de las dos soluciones anteriores se aceptara, se entendería qué función cumplían esquinales tan avanzados; y tampoco se descubre ningún resto de obra antigua en el que llamamos «espacio intermedio» ocupado por los pilares cruciformes decimonónicos. Algo parecido ocurre en los extremos occidentales de estos muros, que rematan en su parte alta en sendos encadenados similares que coinciden con la línea de fachada primitiva del aula y por lo tanto con el arranque del pórtico, y de modo que estas esquinas o encadenados debían pisar sobre los arranques de los estrechos arcos (o puertas) que avan-zaban hacia Oeste. J. Menéndez-Pidal consideraba estas esquinas obra originaria, que describe de este modo, «... en la vertical de los desaparecidos esquinales correspondientes a la nave mayor, aparecieron, en la parte alta de los muros, los antiguos esquinales, constituidos por los cuatro últimos sillares de coronación de la fachada...» (1980: 289, fig. 1,4,5). Pero ni dice ni documenta lo qué ocurría desde estos sillares «en la parte alta» hasta el suelo que sabemos que desmontó en su parte más baja (1980: fig. 6). Hoy se distingue perfectamente los cuatro sillares en lo alto de la esquina norte y tres sillares en el lado sur, y que el resto de ambas esquinas hasta el suelo pertenece a la obra de J. Menéndez-Pidal (UE1014; 1980: fig. 8, una vez restaurado). Un indicio ayuda a comprender la situación en esta zona occidental. En la foto que ofrece J. Menéndez-Pidal de la cadena meridional, uno de los sillares sobresale de la esquina para servir de jarja al muro que continuaba a occidente (coro alto), de modo que, si no existió algún otro movimiento posterior que no podemos percibir, obliga a considerar ambas obras coetáneas (Íd.: fig. 5), o sea que debemos suponer que al menos la parte alta (el segundo piso) de la antigua zona del pórtico es también del s. XVII. Esta solución no se puede suponer en los extremos orientales donde no se observan enjarjes y donde la documentación nos dice que la obra del crucero es del s. XIX. Llama la atención que J. Menéndez-Pidal sólo haya tenido en cuenta estas esquinas occidentales para su interpretación del edificio originario, olvidándose de las orientales que le hubieran ayudado a desechar su explicación originaria. A falta, quizás, de información más correcta por tener una observación parcial y lejana, desde el suelo, sin los paramentos ocultos por las cubiertas y desmontados por J. Menéndez-Pidal, no podemos nada más que dejar expuestas estas posibles explicaciones.
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La elevación del suelo, enlosado (Menéndez-Pidal 1980: 284, 285, en los pies de la iglesia a una altura de 67,5 cm), obligó a la vez a elevar las puertas originarias, que J. Menéndez-Pidal, al volver a rebajar el suelo, se vio obligado a bajar de nuevo recuperando los umbrales primitivos conservados en su lugar originario. De esta obra sólo conservamos el indicio de la puerta sur, pues en la norte, el hueco por encima de la puerta actual pertenece al corte efectuado por el arquitecto. En la sur (UE1002; fig. 61), en cambio, conservó la platabanda interior de la puerta y su correspondiente muro exterior; platabanda que dibuja un ligero arco rebajado, al Este con tres mampuestos grandes y regulares de la jamba original y el salmer grande; siete dovelas a cada lado y clave triangular y salmer pequeño y dos mampuestos de la jamba occidental. La mampostería es en el interior de tamaño pequeño, con hiladas bien aparejadas, acuñada para formar los asientos y bancos muy bajos, y en el exterior de mampuestos grandes, similar al interior, y con restos del enfoscado original ocre. En el muro lateral de la nave norte también hemos diferenciado una reparación posiblemente perteneciente a este momento (A115; fig. 30, 51), una zona irregular que ocupa la parte superior oeste del actual muro, con mampuestos de tamaño medio bien aparejados, que quizás recuperaban la verticalidad del muro originario volcado al exterior, quizás retocado por J. Menéndez-Pidal. La obra tuvo que rematar con la colocación de una nueva cubierta de la que el único indicio que tenemos es una huella (UE1055; fig. 26, 30) longitudinal visible en el muro exterior de las arquerías (nave central) a medio metro por encima de la cumbrera de la cubierta de la nave norte y que coincide, lógicamente, con el desmonte para su rebaje efectuado por J. Menéndez-Pidal. Etapa IV. Reformas intermedias entre el s. XVII y el XIX A116 (UE1023, 1068), A126 (UE1072). Las relaciones estratigráficas obligan a colocar una Etapa intermedia entre las III y V. En este momento se abre una puerta en el ábside (UE1068), en el muro sur y enfrentada a la original del muro norte, descentrada a Oeste. Es posterior a la obra del s. XVII por cortar el zócalo exterior del ábside que se rehace con la obra nueva reutilizando sillería. Sus jambas, derramadas hacia el exterior, indican que en este momento existía una sacristía a este lado, rehecha o construida ex novo. Posteriormente se cerró, quizás
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al abrir en el s. XIX las nuevas puertas centradas en los muros. Su talla es con hacha y sin guía, una técnica diferente a la atestiguada en las arquerías del XVII y quizás en la ventana que consideramos original del ábside. El hueco tapiado se utiliza hoy como nicho con estanterías. Por ajustarse a la misma forma y técnica se coloca en esta etapa intermedia la ventana abierta en el muro occidental de la habitación trasera meridional (UE1023).29 También colocamos en este Etapa la construcción de un altar exterior adosado al zócalo en el testero del ábside (fig. 27). Aunque, en realidad, su cronología varía entre la construcción del ábside, del que pudo ser una etapa de obra, y el desmonte realizado por J. Menéndez-Pidal. En este momento hay que suponer la colocación del púlpito (fig. 72). El capitel (vide infra, Catálogo de piezas, columnas núm. 1) decorado con gallones como esta pieza, podría haber pertenecido a un momento coetáneo (fig. 80). De pertenecer a la iglesia, también se tuvo que utilizar ahora la moldura con orejeras barroca (canceles núm. 8, fig. 118), ¿quizás en una puerta del crucero o del ábside?
Etapa V. La reforma del siglo XIX A120 (UE1013), A121 (UE1036, 1037), A122 (UE1030, 1047, 1057, 1058, 1064, 1065), A123 (UE1067) Según las noticias bibliográficas, las obras efectuadas en el s. XIX consistieron en la reforma del crucero (1836/1838), la reforma de la fachada y la construcción de una torre y espadaña (1868, según Selgas, aunque debería ser anterior a 1806 por estar citada por Banzes y Valdés que escribe su obra en esta fecha, a no ser que su cita sea un añadido al texto reeditado en 1911), y la renovación del retablo y el altar mayor (1893/1894). De todas ellas sólo quedan indicios evidentes de la obra del crucero, a la que añadimos el cegado de las puertas antiguas y la apertura de otras nuevas en el ábside, la restauración de la decoración de las naves y el adosamiento de una casa en el lateral sudoeste de la iglesia. 29 En esta Etapa se puede incluir la capilla del Santo Cristo que «... está emparejando con la torre, donde remata la nave del lado de la Epístola, y el retablo en su testera haciendo espalda á la fachada de la iglesia» (Banzes y Valdés, 1806, edit.1911: 267). Tampoco sabemos a qué momento pertenece la prolongación occidental de la nave norte, quizás a esta Etapa, que fue demolida por Menéndez-Pidal.
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– Ábside y habitaciones delanteras En la capilla mayor se ciegan las puertas occidentales o descentradas y se abren nuevas puertas y ventanas altas centradas con sus muros (UE1064). La puerta NO se cegó tanto por su cara interior como exterior; la exterior se puede observar hoy con todo tipo de mampuestos y fragmentos de teja, ordenado, y con mortero con abundante cal. Al cerrarse unas puertas, por interdependencia se abren otras. La apertura de la puerta NE se documenta por el corte en el muro observable en la cara exterior (en la capilla delantera) y la de la SE se confirma por la rotura del zócalo y su restauración. Las ventanas altas se suponen también por emparejarse con las puertas. Puertas y ventanas con jambas con sillares tallados con guía y a gradina, adinteladas. También se restaura en este momento la parte inferior, interior, de la ventana original del muro norte de la sacristía norte (UE1067). Según Bances (1895: 308), en 1893 se sustituyó el retablo por otro más suntuoso, siendo entonces cuando se redescubren las piezas del altar originario y las de cancel que habían sido incorporadas a su altar (Selgas 1902: 18y19). La donación del retablo por D. Eusebio Miranda en 1894 está fechada en la parte baja del banco. – Crucero El crucero se rehizo en 1836 según Selgas (1902: 9) o en 1838 según J. Menéndez-Pidal (1980: 282). Mientras que para este sólo «se remozan y alteran los brazos del viejo crucero», según Selgas se debió remozar todo el crucero ya que entre lo demolido están las citadas ventanas decoradas. Se documenta la obra general de todo el interior del crucero, cubiertas y arcos, los tres del crucero y los dos entre los espacios laterales y las naves, con excepción del arco de triunfo del ábside que, aunque construido ahora, luego fue desmontado y vuelto a remontar por J. Menéndez-Pidal (figs. 39, 43-46). Los arcos y sus soportes (UE1030) están construidos con sillería de piedra caliza grisácea bien recortada y aparejada, con guía y talla con cincel de filo estrecho y plana, mientras que el resto de las caras se hace con gradina fina. Los asientos están ajustados aunque a veces se utilizan lajitas de pizarra o cuñas de madera. El mortero es de gran dureza y grano fino. Los soportes exentos adoptan planta cruciforme irregular y los adosados a los muros, de pilastras, con zapatas de cimentación (a la vista por el rebaje del suelo efectuado por J. Menéndez-Pidal) formados con bloques del mismo tipo de piedra y mampostería. Arcos de medio punto, a diferente altura y diferente
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diámetro según sirvan a la nave central, a la nave de crucero o a las naves laterales, se apoyan en impostas sencillas, en faja, resaltadas. Sobre ellos, los muros son de mampostería irregular con algunos fragmentos de ladrillo. Exteriomente se adosan a las esquinas en que rematan los muros laterales de la nave central que creemos construcción del s. XVII y cuya problemática con respecto a esta obra del s. XIX ya adelantamos en su lugar. Los espacios definidos estaban preparados para ser cubiertos con bóvedas de arista (que arrancan de sencillas ménsulas que continúan las impostas de los arcos más altos), de las que sólo existe la del tramo central, enfoscada, probablemente restaurada por J. Menéndez-Pidal. En los tramos laterales quedan las huellas curvas (UE1058) de los enjarjes de las bóvedas en mampostería y sus ménsulas interiores, cortadas por J. Menéndez-Pidal para ajustar la obra al supuesto trazado originario (figs. 43, 45-46). En la base de la pilastra oriental, entre el espacio central y el meridional, se encuentra una basa originaria (UE1036; figs. 48-49) que se suele suponer que se encuentra in situ, pero que está calzada, ligeramente girada y separada del muro en vez de empotrado su cuerpo trasero preparado para ello, lo que obliga a aceptar que está removida sirviendo de asiento a la obra del s. XIX (opinión ya propuesta por Utrero 2006: 70, lám. 60). Por ello sólo puede darse como una suposición que proceda de una situación cercana y sirviera para una columna del crucero originario. Debido a la dura intervención de J. MenéndezPidal, desmontando y moviendo el testero norte y forrando interiormente el sur, sólo conocemos en el exterior el muro sur (UE1057; fig. 33; lám. 4) que envuelve la esquina occidental y eleva el muro abriendo en su parte alta una ventana con marco de sillería. En su centro debía poseer una puerta desmontada también por J. Menéndez-Pidal y por lo cual desconocemos su forma y tipología. El muro está construido con cadenas de sillares de arenisca grisácea (como la de los arcos del crucero) con guías y caras con gradina. Mampostería cuyos bancos se ajustan a los sillares de las esquinas, bien aparejada y con mortero terroso con nódulos de cal. – Naves En los antiguos machones occidentales de las naves, restaurados en el s. XVII, quedan indicios de una restauración de la decoración de las placas, entonces decoradas en rojo y ahora suplementadas y pintadas en grisalla (UE1047).
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– Torre y espadaña Banzes y Valdés (1806, edit. 1911: 266, 267) describe una torre, un elemento de importancia que relaciona con la espadaña: «La torre da á entender más autoridad; y no es más que quadrada de dos altos y una espadaña... en la parte posterior» (de la iglesia). La cita resulta confusa pues nada de lo documentado asemeja una torre, la cubierta de la nave central se mantenía a la misma altura en todo su recorrido hasta rematar en la espadaña y lo único que distinguía su zona occidental era una habitación alta de la que sólo tenemos constancia por una foto durante el desmonte de J. Menéndez-Pidal (nuestra fig. 74). Selgas (1902: 12-13) sale al paso de esta duda informando que «en 1868 desapareció el vestíbulo y la fachada principal sustituidos por una mezquina torre coronada de una prosaica espadaña...» (de lo que se hace eco J. Menéndez-Pidal, 1980: 282) y explicando que la torre se trata de un cuerpo adosado a la espadaña para desde él tocar las campanas, ya demolido cuando él escribe: «El uso que tenía no era otro que para subir á tocar las campanas, emplazadas en una espadaña de dos vanos, que se alzaba sobre el muro interior, en idéntica situación á la de Santa María del Naranco, y de ahí el nombre de torre con que se la conoció hasta su reciente demolición... de la misma altura y vertiente que el —techo— de la nave central».
– Cuerpo sudoeste Este cuerpo se adosa a la iglesia y de él resta, tras la demolición de J. Menéndez-Pidal, parte de la fachada oeste, con una ventana, y la esquina con el arranque del muro sur (UE1013; fig. 24, 38). Tuvo muros gruesos, de mampostería regular con abundantes cuñas y tejas, irregular; y ventana con marco de sillería con guía y abujardada, jambas interiores abocinadas y dintel de madera que determinan su cronología contemporánea. J. Menéndez-Pidal (1980: 284) lo describe así: «... una habitación alargada, adosada por el mediodía al cuerpo de la iglesia, ocupa totalmente la longitud de las naves y crucero hasta intestar en la sacristía correspondiente. Esta habitación, aún no reconocida —1976—, pudo haber servido de pórtico, ya que alguno de sus muros parcialmente estudiado tiene características de antigüedad».
Los huecos cegados por J. Menéndez-Pidal en el testero meridional del crucero (UE1016; fig. 33; lám. 4) y en el muro lateral de la nave sur (UE1000; fig. 36) de la iglesia pertenecieron a puertas que la comunicaban con este cuerpo que debió servir como casa parroquial. En una foto (fig. 79) aún se ve el enfoscado de sus muros y los huecos para la cubierta
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de madera por debajo de la ventana del testero del crucero (UE1057), lo que nos asegura su posterioridad a la A121 y por lo tanto de una segunda fase del s. XIX como se señala en el diagrama. También se puede explicar el que J. Menéndez-Pidal no demoliera el testero sur del crucero frenado por la supuesta importancia de esta habitación. Según J. Menéndez-Pidal (1980: 285; fig. 73-76), la habitación noroeste (lado del Evangelio), también demolida por él, sería de este momento, «casi carece de cimientos... parece del siglo pasado, cuando se construyó allí la capilla del Santo Cristo». Aunque debe equivocar entre sí las del lado norte y sur, pues la del Santo Cristo se encontraba en el lado sur. Etapa VI. La «restauración» de 1975/1980. José Menéndez-Pidal y Álvarez A124 (UE1000, 1003 a 1005, 1009 a 1012, 1014, 1016, 1019, 1022, 1027 a 1029, 1031 a 1033, 1039, 1049, 1053, 1056, 1073), A125 (UE1018). Esta Etapa se centra en la fuerte intervención efectuada en la iglesia por J. Menéndez-Pidal. Antes de su intervención (1980: 283), «el párroco... hizo pequeñas obras en los muros de la sacristía del lado de la Epístola, crucero y nave baja del mismo lado, en las que sacó... fragmentos de ventanas y un trozo de cancel...» En el tercer cuarto del siglo pasado, José Menéndez-Pidal y Álvarez (1980: especialmente 284-290; un resumen del proceso de su trabajo en Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: 324-326) decidió restaurar la iglesia de Pravia de modo que recuperara lo más posible su aspecto original prerrománico. Dos son sus argumentos básicos: – que se conservaba el perímetro de la iglesia, descubierto al levantar el suelo moderno y vaciar su relleno hasta el suelo primitivo (fig. 7); y – que, al convertirse la iglesia en lugar de enterramiento, según él en el s. XVI, se vieron obligados a «adaptar sus formas a las nuevas alturas de sus naves, que se recrecen en vertical» (Menéndez-Pidal 1980: 282), esto es, sin variar sus formas en altura, o de modo que se conservaba el edificio en altura. Analicemos su texto (Menéndez-Pidal 1980: 289): – (punto de partida): «un cuidadoso levantado de enlucidos —figs. 73-76 y 79—... (puso) de manifiesto los enjarjes de los muros desaparecidos en los tres tramos
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del imafronte de la fachada principal..., señalados con claridad en las caras internas y externas de sus muros y pilastras correspondientes». – (primer hallazgo): «en la vertical de los desaparecidos esquinales correspondientes a la nave mayor —fachada de los pies—, aparecieron, en la parte alta de los muros, los antiguos esquinales, constituidos por los cuatro últimos sillares de coronación de la fachada...» – (segundo hallazgo): «en la habitación agregada al pórtico por el lado de la Epístola, reapareció... una imposta rematada en el esquinal en forma de ménsula — lado sur, fig. 32, hoy nueva—, que creemos que junto con el hallazgo de las cabezuelas molduradas que por el interior de las naves bajas, nos muestran la altura de la correa de madera sobre la que apoyó la primitiva cumbrera, permiten determinar la coronación de las naves laterales...» – (explicación): «al subirse el pavimento del templo y sus pilares y arquerías, se recreció en la misma proporción la altura originaria de sus muros perimetrales, y así aparece también remontada la actual cubierta de madera en las tres naves...» – (conclusión): «Con las dimensiones en altura..., que nos parecen exactas, podemos formarnos una idea clara de los volúmenes y composición general de la iglesia».
Las dimensiones a que se refiere son las siguientes: Cota ± 0,00 el «pavimento moderno de la iglesia»; + 7,18 m, altura de «los antiguos esquinales... de coronación de la fachada» oeste de la nave central; + 5,80 m, altura del más bajo de los sillares de los esquinales anteriores, correspondiente a «la altura del pórtico de acceso al templo»; + 3,53 m, «coronación de las naves laterales». Nada de esto se puede confirmar porque o no queda en la actualidad o el arquitecto lo confundía con restos constructivos de época moderna. El cuerpo occidental de la iglesia, incluyendo el cierre de las naves (UE1014), es en su totalidad obra suya (salvo los cimientos de las naves central y sur) que sustituye a lo existente anteriormente, como se documenta además por fotografías tomadas durante la obra (fig. 75-78). Los «esquinales» occidentales de la nave central (UE1015) se reconocen hoy, pero pertenecen a la obra que consideramos del s. XVII, etapa III (fig. 24-25, 31-32, 75 y 77). Las esquinas por debajo de estos sillares de esquina son ya obra del arquitecto quien no nos dice qué existía allí antes. Llama la atención que, si consideraba estos «antiguos esquinales», no considerara también «antiguos» los orientales que tienen la misma apariencia y aparejo. De este modo, al creer reconocer los esquinales occidentales de la nave central y las alturas de cada cuerpo, se siente obligado a recuperar el edificio asturiano uniendo los arranques de los muros, en el
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suelo, con los restos supervivientes en las partes más altas de los alzados, creyendo que de este modo recupera el volumen completo de la iglesia primitiva. Seguro de su acción no le importa vaciar, cortar, romper, desmontar y, finalmente, construir una iglesia nueva (fig. 74-79). De hecho es la actividad más rica de la actual estratigrafía de la iglesia. Al levantar el suelo del s. XVII le debió parecer que la planta descubierta se asemejaba a la premonitoria de Selgas. Los laterales del crucero continuaban las naves del aula y la planta del pórtico era similar aunque las naves laterales se interrumpían dejándolo aislado. Tenía que buscar por tanto la cabecera que excavó en su totalidad, capilla mayor y laterales, encontrándose con la sorpresa de una estructura completamente distinta. Esto posiblemente «salvó» la cabecera, frente a la condena que sufrieron tanto el crucero, cuyo testero norte desmonta y el sur forra interiormente, como los pies, donde demuele el primer tramo de las naves central y norte, en todos los casos para reconstruir los elementos pretendidamente originales, pero creando en realidad pastiches. – Suelos Como hemos dicho, levanta el suelo del s. XVII, vacía su relleno (por sus noticias, convertido en necrópolis) y llega al suelo originario. Descubre la pila bautismal en la nave sur. Desconocemos, excepto en el ábside, dónde y hasta qué punto profundizó por debajo del suelo originario. Completa este suelo, a sus diversos niveles, con otro de mortero de cemento con abundante árido, y poca cantidad de fragmentos de cerámica y piedra negra (UE1039). En el centro de la nave central coloca, embutido en el suelo nuevo, una losa con una cruz tallada cuyo significado ignoramos. En el tramo meridional del crucero construye un hueco para preservar las dos sepulturas descubiertas (fig. 9; J. Menéndez-Pidal 1980: 293, esquema I) que cubre con losas de arenisca gris (fig. 43 en primer término). A la vez consolida las cabeceras de los muros de cimiento de las arquerías y crucero y la ruina del muro del ábside (fig. 40), en ocasiones imitando el muro, lo que dificulta reconocer la parte originaria, y en otras, suponemos que cuando el muro está muy destruido en altura, rehaciendo con losa su trazado. Lo mismo hace en la habitación sur donde su vaciado ha descubierto muros y suelo (A109; fig. 68) pertenecientes a una habitación previa de la que sólo conocemos la reconstrucción de su trazado. Sólo deja inacabado el suelo de la habitación norte, donde había empezado a colocar un forjado de suelo adecuado para dejar en hueco y quizás accesible la zona vaciada (fig. 66).
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Fig. 6. Pravia. Primera planta de J. Menéndez-Pidal, 1975 (García de Castro, 1995: lám. 84).
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Fig. 7. Pravia. Sección longitudinal de la primera propuesta de restauración de J. Menéndez-Pidal, 1975 (García de Castro 1995: lám. 85).
Fig. 8. Pravia. Alzado de la fachada occidental de la primera propuesta de restauración de J. Menéndez-Pidal, 1975 (García de Castro 1995: lám. 82).
– Habitaciones delanteras En la habitación delantera norte se ve obligado a rehacer la esquina noroeste (UE1032; fig. 26) al cortar el muro para trasladar el vecino testero del crucero, que antes iba en línea con el muro norte de esta habitación hacia dentro de la iglesia. Primero rehace esta esquina y luego, en una acción posterior, las del crucero, como veremos. También desmonta la puerta oriental y su escalera y cierra su hueco (UE1053; fig. 23). La esquina es de sillería encadenada a soga y tizón y la mampostería de piedra nueva y reutilizada de todo tipo, juntas gruesas y mortero de cemento, terroso y duro.
La habitación delantera sur (UE1019; figs. 79, 2728) también hubo de ser desmontada totalmente y vuelta a construir en 1980 por J. Menéndez-Pidal cuando se remontó en su testero oriental la espadaña construida en el s. XIX y que remataba su fachada. El arquitecto documenta estos hechos en una lápida que colocó debajo de la ventana oriental, aunque no menciona que rehiciera por completo la habitación, lo que parece evidente por presentar toda la obra el mismo tipo de aparejo. La construcción contemporánea de esta habitación y su enjarje con la esquina previa, sudeste del crucero, provocó una carga vertical y por lo tanto la apertura de una grieta que rompe
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Fig. 9 y 10. Pravia. Esquemas I y III, planta definitiva de la iglesia originaria y comparación entre planta originaria y la actual, según J. Menéndez-Pidal (1980: 284-285).
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los sillares encadenados de su esquina (UE1018; lám. 4). La habitación es de planta aproximadamente cuadrada, resaltando un saliente en la esquina hacia el sur, necesario para soportar la espadaña, más larga que el muro. Tiene sendas ventanas en las caras oriental y sur, adinteladas, con marcos de sillería reutilizados, y una minúscula ventana de ventilación para el servicio interior en la occidental. La sillería es reutilizada en parte y encadenada en las esquinas y los muros de mampostería. La inscripción dice: ESTA ESPADAÑA O CAMPANARIO SE CONS TRUYO EN 1868 CUANDO PARA AMPLIAR EL TEMPLO CON UNA ARCADA MAS A LOS PIES DE LAS NAVES FUE DESTRUIDO EL VENERABLE PORTICO DE LA FACHADA PRINCIPAL, AHORA SE REMONTA EN ESTE NUEVO EMPLAZAMIENTO COMO CONSECUENCIA DE LA REMODELACION DE AQUELLA FACHADA AÑO DE Gª DE 1980
Como sabemos, la prolongación de las naves ocurrió a nuestro parecer en el siglo XVII. Se desmontó también el altar adosado al exterior del testero del ábside mayor, dejando el hueco sin enfoscar y restaurando con cemento el escalón del cimiento (UE1073; fig. 27). – Crucero y arco de triunfo del ábside J. Menéndez-Pidal, para recuperar el volumen originario de la iglesia, debía conseguir que tuvieran la misma alineación los muros laterales de las naves y el crucero, siguiendo los restos que había descubierto de los originarios (comparar las fig. 1 y 10 con el plano planta). Por ello desmontó el testero norte del crucero decimonónico (UE1027) y lo «trasladó» sobre el muro originario. No se atrevió a hacer la misma operación con el testero meridional, pero, dispuesto a conseguir su propósito, lo forró con otro muro interiormente (UE1056), marcando en su extremo occidental unas jarjas quizás indicio de dónde debía situarse la pilastra y el arranque del arco supuestos del crucero (fig. 42 al fondo). Conseguía así lo pretendido, pero impedía la observación completa de los arranques de muros descubiertos que sólo él disfrutó pues no dio a conocer su documentación, si llegó a hacerla. Previamente cerró un hueco en el testero meridional del crucero, como se ve en la cara exterior, probablemente tras desmontar una puerta cegada pues no está documentado ni en el plano de Selgas ni en los suyos propios, o quizás sólo un paso de obra (UE1016; fig. 79). En solidaridad con estas obras también desmontó los frentes orientales por completo y los occidentales sobre los arcos de ambos tramos de crucero y con ellos sus cubiertas, bóvedas de crucería, rehaciéndolo todo de nuevo (fig. 46). Con estas obras procuraba corre-
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gir la orientación de la desviada iglesia moderna (que gira de cabeza hacia el norte) para hacerla coincidir con la de la originaria. Por ello, finalmente, se vio obligado también a desmontar por completo el arco de triunfo del ábside mayor y su muro superpuesto y volverlo a montar, corrido unos 15 cm como se aprecia en la cara oeste, con sillares escantillados, alguna dovela recortada y rellenos de mortero de cemento, para corregir su torcida orientación y que no resaltara del resto de la obra (UE1033; fig. 44). Finalmente tuvo que recortar y rehacer el hueco provocado en los cimientos de los pilares dístales del crucero, en la pilastra que separa la nave central de la meridional (UE1031), y en el machón sur a los pies de la nave central (UE1014). Hoy se debe considerar que el crucero no es ni originario ni decimonónico, sino recreación propia de un arquitecto de la segunda mitad del siglo XX en busca de un objetivo equivocado. – Naves La gran reforma en las naves ocurrió en su tramo de pies que por ello separamos en otro apartado final. En el cuerpo de las naves, la reforma más importante fue la de rebajar los huecos de las puertas laterales. Otras reformas hacen referencia al remate de los muros y arreglos menores. Al rebajar el nivel de suelo y recuperar el originario, se ve obligado a rebajar los huecos de las puertas laterales (unos 49 cm en el lado norte) para evitar escalones de subida y bajada y, aparentemente, recuperar su imagen primitiva pues demuestra que se trata de las originarias al encontrar sus umbrales in situ (fig. 30, 33, 51, 61; lám. 3, 4, 6 y 9). En el muro norte (UE1027), el corte le afecta de arriba abajo, diferenciándose de la obra realizada al Oeste por el mismo arquitecto pero no de la oriental, del crucero, con la que forma una misma etapa de obra. Es posible que la obra demoliera los restos de jambas primitivas, al menos en la zona inferior donde el recrecido anterior de la puerta no tuvo por qué haber intervenido. En el sur (UE1003), mantiene el dintel interior y gran parte de las jambas que completa con algún sillar nuevo a la altura del umbral intermedio. Es posible que también desmontara parte de las jambas antiguas para mantener el ancho del vano. En el muro sur abrió un gran boquete (UE1000; fig. 36, 61) similar a lo ya observado en el testero oriental de la habitación delantera norte y en el testero del crucero, que fue cerrado de nuevo incluyendo en él una ventana en herradura de un solo vano. Según la información de J. Menéndez-Pidal corresponde a una obra realizada por el párroco previamente a su intervención para la construcción de un confesiona-
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rio (1980: fig.10), de modo que sólo tuvo que recolocar la ventana en el lugar que ocupaba previamente. El aparejo incluye materiales de distinta procedencia, teja, cuñas de pizarra y fragmentos de sillares con traza de bujarda, con mortero de cemento muy arenoso. En la cara exterior del muro norte ya sabemos que desmontó la ventana originaria (UE1028) para restaurar la placa de su ojo, así como en el interior, la jamba del lado oeste (UE1029), todo ello además rejuntado de modo que es difícil definir lo que está afectado por la reparación. – Zona de los pies Coherente con el principio básico de su intervención, la labor principal ejecutada por J. MenéndezPidal en esta zona consistió en demoler por completo toda la obra considerada moderna de los pies, salvando sólo la habitación meridional al creerla originaria (lo que no impidió que la cortara en parte), para construir a continuación una interpretación personal de lo que él consideraba la obra prerrománica que, en planta, podía considerarse apoyada en los restos encontrados (aunque de esta manera impedía su perfecta observación) pero de la que en alzado no tenía ningún indicio seguro. Construyó los muros del perímetro originario, esto es, por completo, las tres fachadas occidentales del aula y los muros del pórtico (UE1014, 1980: fig. 8; nuestras fig. 76-77), la central de doble altura y con una tribuna alta sobre el pórtico, abierta a la nave central con un triple vano con arcos de ladrillo y pilares de sillería. Aunque argumente su obra en la existencia de dos ventanas en la habitación trasera meridional, que por su tipología en forma de tronera considera primitivas y que por su situación a distinta altura le justifican la existencia de la escalera (1980: 290-292; nuestra fig. 8), en realidad no tiene ningún elemento que lo certifique; lo que le anima a ello debe ser la opinión similar de Selgas (1902: 12-13), quien, tras describir la habitación superior sobre el pórtico/cámara sepulcral, advierte: «Es extraño que esta cuadra no sirviera de coro alto á la Basílica, como la que en igual sitio existía en la iglesia del rey Casto». Las puertas en la nave central y sur son ligeramente abocinadas, adinteladas con arco de descarga interior; en el pórtico, con arco de medio punto de ladrillo, jambas de sillería y otra puerta alta para acceder a la tribuna y escalera de madera. En las arquerías destruye los machones y arcos o puertas más occidentales (que suponemos fueron obra del s. XVII), parándose en los siguientes machones donde ya hay obra originaria reconstruida en su mayor parte en el XVII, desmontando y remontando el frente occidental del machón norte,
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mordiendo los sillares de los frentes occidentales de ambos machones quizás para enjarjar con los muros de fachada y rejuntando todo con mortero rico en cemento (fig. 63). Para construir las fachadas de las naves laterales hubo de cortar parte de las fachadas distales de modo que pudiera reconstruir las esquinas de sillares encadenados (UE1005, 1980: figs. 1 y 3). Los sillares inferiores de las esquinas occidentales de la nave central, por encima de los tejados, parecen originales (siglo XVII), pero se debe pensar que fueron desmontados y recolocados para que no quedaran volados. Finalmente remató los muros con un durmiente para apoyo de la viguería de la cubierta nueva (UE1004). La mampostería es de tamaño medio, con material variado, fundamentalmente arenisca gris, regularizado cada tres o cuatro hiladas con una fila de mampuestos más estrechos, con juntas gruesas de mortero rico en cemento, duro, aunque con nódulos de cal. Como justificación y recuerdo de su obra colocó en la jamba del arco de entrada al pórtico una inscripción, similar a la de la espadaña colocada en la habitación delantera sur, que dice: REINANDO EN ESPAÑA DON JUAN CARLOS Iº Y DOÑA SOFIA DE GRECIA, SE RENOVO ESTA FACHADA Y PORTICO APROVECHANDO LAS VIEJAS CIMENTACIONES Y LOS TESTIMONIOS DE SUS ALTURAS RESPECTIVAS QUE PERMANE CIERON A PESAR DE LAS OBRAS ANTERIORES AÑO DE Gª DE 1977
La habitación trasera meridional la mantuvo en su casi integridad ya que consideró que era originaria o al menos obra cercana a la etapa más primitiva. A pesar de ello cortó un tramo vertical (UE1014; Íd. 1980: fig. 8; nuestras figs. 37, 75-76 y lám. 5) en el lugar de adosamiento al pórtico para poder hacer la obra de éste; reconstruyó la cornisa (UE1012) de doble fila de ladrillos de canto (antes era de tejas en voladizo) a la vez que colocaba la cubierta nueva; reparó o desmontó y cegó de nuevo varios huecos en la pared meridional (UE 1009, 1010, 1011 y 1049); y rehizo la jamba sur de la ventana de la fachada oeste (UE1022), marcándola con una R de «restauración», lo que, a pesar de su irónica excepcionalidad, consideramos obra del mismo arquitecto. – Un proyecto no realizado Si lo realizado denota la falta de respeto por los restos históricos de la iglesia y el afán purista del arquitecto José J. Menéndez-Pidal, en realidad la obra se quedó a medias de la intención que en algún momento llegó a abrigar. Una sección de proyecto dada a conocer por García de Castro (1995: lám. 85; nuestra fig. 7), sin fecha pero probablemente coinciden-
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te con la planta de 1975 (Íd. 1995: lám. 84; nuestra fig. 6), por lo tanto en la fase inicial de sus trabajos, plantea una profunda reforma del edificio. En la capilla mayor dejaría un foso alrededor del muro del ábside curvo, lo que le obligaría a ampliar las sacristías y a rebajar sus puertas; reconstruiría con un falso techo, en bóveda de cañón, la altura supuesta del ábside asturiano; colocaría en su sitio una reproducción del altar exento; y abriría una ventana de tipología asturiana en el testero actual. En el crucero recuperaría la cubierta de madera del tramo central, siguiendo la traza de la de la nave central, y colocaría en los testeros la ventana bífora, para lo que posiblemente había reparado la encontrada y la había duplicado con una copia. En la nave central abriría parejas de ventanas encima de las arquerías y colocaría un marco de sillería con su arco de descarga de ladrillo en las puertas de las naves laterales. Finalmente, en el pórtico mantiene las puertas laterales por considerarlas originarias, aunque en realidad corresponden a la obra del s. XVII (indicio para suponer este alzado coetáneo a la planta de 1975 donde incurre en el mismo error) y ya dibuja la tribuna con una amplia ventana abierta en la fachada. Los expedientes de obra quizás puedan aportar luz sobre la verdadera historia de esta intención; si se trataba de un proyecto de ideas corregido por los hallazgos o si el freno a sus intenciones llegó del juicio o del presupuesto de la Administración para la que trabajaba. III.
CATÁLOGO
DE PIEZAS
1. Arcos, basas y capiteles A. Arcos Según J. Menéndez-Pidal (1980: 291) aparecieron, «... aprovechadas como material de construcción,... doce dovelas de arco de medio punto y sus impostas de arranque correspondientes... que componen dos arcos iguales de 0,70 metros de espesor, sin batientes, y de 1,15 metros de luz cada uno...»
Estas piezas no se conservan en la iglesia de Santianes, por lo que quizás deben darse por perdidas. B. Columnas 1 y 2. Dos capiteles decorados de columna (García de Castro 1995: 300, 2.2.7, A y B, fot. 317 y 316), reutilizados como pilas de agua bendita, uno con estrías oblicuas (fig. 80) y el otro con hojas estilizadas talladas en rehundido (figs. 81-83). Sin paralelos en la arquitectura asturiana. Selgas (1902: 17) cita uno de ellos que, frente a quien lo supone asturiano, él con-
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sidera obra del s. XVIII. A nuestro parecer el segundo podría considerarse gótico y el primero ya de época moderna. 1,28 cm, Ø 39 cm; 2,26 cm, Ø 31,5 y 35 cm. 3 y 4. Dos basas de columna similares, entregas, con fuste incorporado (García de Castro 1995: 309, A. 1 y 2, fot. 339. Menéndez-Pidal 1980: 294, fig. 13; figs. 47-49), una fotografiada por Schlunk, recuperada y colocada por J. Menéndez-Pidal en el extremo E del arco norte del transepto; la otra hallada en el extremo oriental del arco sur del transepto, donde hoy se encuentra. Caliza local. Tienen podio cuadrado, plinto cilíndrico y tres filetes escalonados. Sobresale el semifuste sobre un fondo liso para empotrar en el muro. Su molduraje hace juego con el de los capiteles de los pilares. Respectivamente 38 x 55 x 45 cm, Ø 37 cm; y 26,5 x 47 x 38 cm, Ø 34 cm. 5. Basa de columna con fuste (García de Castro 1995: 309, B.1, fot. 340. Selgas 1902: 17, fig. 3; fig. 84), de fuerte éntasis. Moldura similar a un ligero talón inverso con sus filetes. 49 x 31 x 28 cm, Ø 28 cm. 6. Basa de columna con fuste (García de Castro 1995: 309, B.2, fot. 316; fig. 81-83), con plinto, cuarto de bocel inverso y filete. Sostiene la pila bautismal tallada en el capitel 2. 45 x 45 x 17 cm; Ø 35 cm. 7 y 8. Dos fragmentos de fuste, delgados, uno de ellos con fuerte éntasis (Selgas 1902: fig. 4 y 5; fig. 11, 80). El que sostiene el capitel 1: 62 cm, Ø 31 cm. C. Pilares y pilastras Pilares prismáticos de las arquerías, de sección cuadrada, con las esquinas achaflanadas y remates piramidales para su transición a basas y capiteles de planta cuadrada (fig. 52, 58). Basas y capiteles forman parte del fuste y fueron recortados para formar los pilares actuales (García de Castro 1995: 309 C, cita genéricamente pilastras y pilares de las arquerías). 1 y 2. Dos capiteles de pilar formados por faja y dos filetes escalonados y arranque de fuste con sus remates piramidales. Pilar norte: altura de la pieza: 81; capitel, 20,5 x 60 x 54; fuste: 43,5 x 43,5 cm. Pilar sur: altura de la pieza, 123; capitel, 21 x 61 x 53,5; fuste, 42 x 42,5 cm. 3 y 4. Dos fragmentos de capiteles de pilar formados por faja y dos filetes escalonados. Sin fuste (fig. 85 y 86). 5 y 6. Dos basas de pilar formadas por plinto y cuarto de bocel inverso con arranque de fuste con sus remates piramidales. La sur recortada por dos de sus caras. Basa norte: altura de la pieza, 72 (incluyendo lo que estaría enterrado); basa, 54 de ancho (largo recortado).
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Basa sur: altura de la pieza: 119 (incluyendo lo que estaría enterrado); basa, 59 de ancho (largo recortado); fuste, 43,5 x 43 cm. 7. Basa de pilastra adosada (machón noroeste). Formada por plinto y rebaje oblicuo o chaflán en tres de sus lados (fig. 56). Salida 34, ancho 44, altura 35 cm; planta del asiento 29 x 33 cm. 8. Fuste de pilar (actual pilar norte). Pieza prismática de sección cuadrada biselada. Tiene recortados sus remates piramidales, lo que significa que corresponde a otra pieza más de basa o capitel, quizás cortada de ella (figs. 53-54). Altura de la pieza, 88; sección, 41 x 42,2 cm.
2.
Ventanas Banzes y Valdés (1806, edit.1911: 274): «... hay unas claraboyas, ó ventanillas con una columna, en el medio, de piedra blanca y tierra como la de Oviedo; y en la capilla mayor por afuera se ven varios pedazos de la misma calidad, que serían de la antigua» iglesia. No dice dónde estaban colocadas las primeras.
Selgas (1902: 20): «... sabiéndose por referencias de los que vieron el antiguo crucero, que las ventanas que le daban luz estaban ricamente ornamentadas».
Según J. Menéndez-Pidal (1980: 288), todas las piezas fueron encontradas por el párroco antes de su intervención, con excepción de la ventana de un vano que se encontraba in situ en la nave norte. 1. De tres vanos (García de Castro 1995: 108109 y 256, nº 2.7, fot. 63 y 64. Menéndez-Pidal 1980: 287-288, fig. 18; figs. 20-22). Cuatro fragmentos de ajimez con parte de los arcos y la tercera inscripción, dedicatoria, en el alfiz. Según J. MenéndezPidal, se descubrieron cinco fragmentos durante las obras realizadas por el párroco. García de Castro asimila a esta ventana un capitel y otro fragmentado, un fragmento de basa y un fragmento de fuste decorado con incisiones horizontales. No se puede asegurar que los fustes pertenezcan a esta ventana al estar alguno de ellos adosado a una moldura formada por una doble incisión que no parece demostrarse en el lateral del primer fragmento del alfiz (Menéndez-Pidal 1980: fig. 18 y Fernández Conde y Santos del Valle 1997a: figs. 26 y 27). Al parecer, el ajimez correspondería a un solo bloque. El alfiz está delimitado solamente por una incisión en su parte superior y otras en los laterales, enmarcando
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la inscripción con otras incisiones. Los arcos de las ventanas se definen por un plano rebajado. Se distingue por su sencillez y en ello se diferencia del resto de ventanas ajimezadas asturianas. 1,44 x 21 x 16 cm; 2,31 x 24 x 15,5 cm; 3 y 4, 30,5 x 24,5 x 26 cm. Ø de cada vano, 32 cm. García de Castro supone una longitud de 1,30 m. 2. De dos vanos (García de Castro 1995: 249, nº 1.7.1, fot. 176. Menéndez-Pidal 1980: 288, fig. 14; fig. 87). Ajimez fragmentado e incompleto, recortado en una placa con arcos de herradura muy cerrados y con arranque en nacela; pilarcillo monolítico de fuste ochavado, también incompleto y fragmentado, con su capitel de una fila de hojas lisas de esquina, lisas; y jamba formada por una pieza prismática, fragmentada. No sabemos qué razones impulsaron a J. Menéndez-Pidal a unificar todos estos fragmentos en una pieza, por más que el pilarcillo juega bien con el ajimez. Además hizo una reproducción de esta ventana, que no utilizó en el edificio, y da noticia de que aparecieron dos ventanas (1980: 288 n. 8: «Ambos ventanales —los de un vano—, y otros dos sueltos, pero de dos ojos» 94 x 94 cm. 3 y 4. De un vano. (García de Castro 1995: 249, nº 1.7.2 y 3, fot. 178 y 177. Menéndez-Pidal 1980: 288, fig. 9 a 12; figs. 88-89). Aparecidas en los muros perimetrales de las naves norte y sur, aproximadamente centradas con el tramo occidental. Ajimez fragmentado, recortado en una placa con un arco herradura muy cerrado. La ventana interiormente se construye en mampostería, abierta en aspillera y con una pieza de dintel. Ambas fueron desmontadas para volver a montarse aparentemente en el mismo lugar de hallazgo. Norte, 47 x 62 cm, Ø 21 cm. 5 y 6. Dos capitelillos enteros de una fila de hojas aristadas, lisas, de esquina; con ábaco incluido, decorado con grupos de tres o cuatro incisiones verticales en el primer ejemplar y liso en el segundo; y con fuste cilíndrico (figs. 90-92). Similares en tamaño y forma alargada. (Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: figs. 24 y 25). 7. Capitelillo similar a los anteriores, aunque de formato más bajo y cuadrado, con dos líneas para delimitar el contorno de las hojas y tres líneas horizontales para diferenciar el ábaco (fig. 93). 8 y 9. Dos capitelillos gemelos, fragmentados, cúbicos, de una fila de hojas de esquina lisas, con astrágalo geometrizado y delimitado con las hojas por dos líneas incisas (figs. 94-95). Ábaco perdido. Similares al de la ventana 2. (Fragmentos en Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: figs. 24 y 25). Suponemos el fuste octogonal e independiente de las piezas.
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10. Imposta que conviene a la planta del capitel 5, decorada con dobles líneas en zig-zag pintadas en negro (fig. 96). 11 y 12. Dos fragmentos de posibles impostas lisas (Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: fig. 24; fig. 97). 13. Una pequeña ménsula (fig. 98). 14 y 15. Dos fustes cilíndricos lisos, entregos, regruesados en su extremo porque quizás pertenecen a la zona de la basa (fig. 99). 16 y 17. Dos fragmentos de fustes cilíndricos decorados con series de incisiones horizontales (figs. 100-101). Uno de ellos entrego a un cuerpo vertical, a modo de pilastra, decorado también con incisiones verticales. Entre otros varios fragmentos más, uno está ligeramente regruesado en su extremo, quizás perteneciente a su basa (Ménendez-Pidal 1980: fig. 18; Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: figs. 26 y 27). 18 y 19. Dos fragmentos de fuste de sección octogonal o achaflanada, rematando en su extremo para formar la base (Menéndez-Pidal 1980: fig. 14, imitada en la ventana reproducida; Fernández Conde y Santos del Valle 1987a: fig. 27). 20 a 23. Cuatro fragmentos, entre otros muchos, de jambas, prismáticas de sección aproximadamente cuadrada (Menéndez-Pidal 1980: fig. 14, también en su ventana reproducida; fig. 87, 104). 24 a 27. Cuatro placas recortadas pertenecientes a ventanas de doble vano. Al menos hay otra placa más del mismo tipo (figs. 100, 105). 28. Una placa recortada para ventana de un vano que conserva el plano de asiento, la nacela, facetada, y un tercio de su arco. Se conservan al menos trece fragmentos más cuya correspondencia es dudosa entre vanos de uno o dos vanos (fig. 106). Todas, piezas que por su tamaño pueden corresponder a ventanas de tipo «ajimez». 3.
El altar Carvallo (1613, edit.1695: 150): «... tiene el Altar mayor en medio de la Capilla, de modo que se puede andar alrededor de el por todas partes, que todos por aquellos tiempos se hazian de esta manera...».
Según Selgas (1902: 18-19, fig. 6), en 1638, al demolerse la capilla mayor, el altar se trasladó a una de las naves con toda solemnidad. En realidad se trasladó a la capilla de San Esteban, donde se hizo la visita por un delegado del obispo y se levantaron
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las reliquias. La descripción que de la visita se hace en el expediente del pleito coincide con el Acta levantada a instancia del obispo por el escribano Juan Menéndez, recogida en el apéndice III de Selgas (Íd.: 24-25, de Jovellanos). La visita no recoge la existencia de una caja de plata dentro de la de madera. Es posible que el dibujo que parece de una caja en Selgas, junto al dibujo del altar (Íd.: 17, nº 7 y 6; nuestra fig. 117), sea un detalle del loculus del ara, sin referencia en el texto. El altar originario se incluyó en el nuevo altar, como demostró el volverse a descubrir cuando se desmontó el retablo y el altar barroco en 1894, como describe Selgas (1902: 18): «En 1894 se sustituyó el retablo por otro más suntuoso y al deshacerlo apareció el primitivo altar y otros importantes restos ornamentales, ocultos allí cerca de tres siglos. Sigue la descripción. En la cara horizontal sobre que descansa la mesa se ve un hueco cuadrado muy profundo, en donde existía una caja de madera, y dentro de ella, una arqueta pequeña de plata, de forma rectangular, cerrada la tapa con un pasador pendiente de una cadenita, sin ornatos ni inscripciones en sus frentes... Conservase á dicha esta arqueta, pero no las reliquias, que desaparecieron en el siglo XVII, cuando se levantó el viejo retablo...».
El segundo descubrimiento de 1894 lo certifica también la carta de Benito Canella a su tío Fermín Canella (1899) recogida por García de Castro (1995: 212), que confirma que además del viejo altar «había otras dos piedras más pequeñas, y con algunos dibujos, ... y algunas otras piedras... todo lo llevó D. Fortunato Selgas». Selgas efectivamente llevó las piezas a la cripta de la iglesia del Pito, donde hoy se conservan las dos piezas del altar y otras dos piezas decoradas de cancel con barrotera (fig. 107). Aparecieron además otros fragmentos decorados que se dan por desaparecidos, pero que quizás quedaron en la iglesia y sean los encontrados con las obras del s. XX. Ara. Pilar de planta cuadrada y esquinas biseladas, con un hueco para las reliquias en la cara superior. Reutilizado para este uso como se deduce de su excesiva longitud y estar fragmentado por la cara inferior. Según Selgas (fig. 11), 1,50 de alto y empotrada en el suelo 0,80 m (hoy descubierto 74 cm). Sección 43 x 41 cm. Tablero. Con tres escalones en degradación en su cara inferior. 151 x 100 x 22 cm. Posee cuatro dibujos similares grabados en su cara superior que parecen de facistol.
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AHN primer cuaderno, 22v, año 1638 (visita) «= otrossi digo que al tiempo que se quitó la piedra del altar mayor que toda era de una pieza ... debajo de ella en hueco ( ) sobre que asentaba ay un hueco del ( ) de un palmo en cuadro cubierto con un pargamino hoja de lata el cual suena hueco y no le e querido abrir sin licencia y la mande abrir ... ... y pasando ( ) de la nave llego a la capilla que llaman de santistevan y allo en ella una coluna que sirvia de pedestal de la piedra que era mesa del altar y allo en dicha coluna un hueco cubierto con una tablilla delgada la qual al parecer no se avia avierto y ( ) abrio y allo en ella una cajuela de madera de seis dedos de alto y dentro della envuelto en un pañico un lienço delgado con quatro pedaçicos de reliquias con sus letreros y ( ) ley uno que deçia llynumcrucis. Y los demás no se pudieron leer por ser letra antigua = Y ansi mismo en otra caxuela estaba un envoltorio en una corr(e)a que parecía gorguera y dentro del muchos pedaçicos de reliquias con sus letreros que no se pudieron leer por ser letra ( ). Uno dixo ( ) era de San Lorenzo y lo dio a los circunstanses para que las viesen adorasen y oliesen las quales tenían muy buen olor.» Se ordena al sacerdote que guarde las reliquias en el Tabernáculo y que luego vuelva a ponerlas como estaban.
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Acta 10 de Mayo de 1638 (Según Jovellanos, Selgas 1902: 24-25 anexo III):
«Que en la capilla de San Esteban y á un lado de ella estaba una columna de piedra que dijeron ser pedestal de la piedra del altar, que era de la capilla mayor, y en lo alto de ella estaba un sepulcro de cosa de dos palmos en cuadro, cubierto con una tabla que al parecer había mucho tiempo que no se había abierto, la cual quitó su señoría y debajo, en el hueco de la piedra se halló una cajuela de madera de seis dedos de alto, la abrió en presencia de todos, y dentro una caja de plata, y en ella, en un pañico blanco, delgado, cuatro pedazos de reliquias con los letreros, y su señoría leyó uno que decía: De Ligno Crucis, y los demás no se pudieron leer por ser letra antigua, y asimismo en dicha cajuela, estaba un envoltorio con una cosa de seda que parecía por fuera, y dentro de él pedacitos de reliquias, que no se pudieron leer por ser la letra antigua y chiquita. Sólo uno dijo ser una escritura de San Lorenzo.» El sacerdote guarda las reliquias y promete volver a ponerlas como estaban.
Fig. 11. Altar, posible loculus del ara y columnas, según Selgas (1902: 17; columnas 5, 7 y 8).
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J. Menéndez-Pidal (1980: 290) afirma haber hallado
Canceles
El pleito de 1638 hace referencia a canceles en el arco de triunfo de la capilla mayor y, con dudas, en los tres arcos de entrada al crucero (Cadiñanos 2006: 82-84): «Que se quiten los tres arcos pequeños questán en medio de ella... Ytem que se quiten las dos piedras labradas que están arrimadas a los pilares del arco de la capilla mayor para que quede más ancha la entrada della... … y se quiten los mármoles del medio de la iglesia que son tres arcos que estan...».
Piezas de los canceles se incluyeron con el altar originario en el nuevo altar y con él fueron descubiertas en 1894. Selgas (1902: 20): «Cuando se descubrió el altar halláronse a su lado losas bellamente esculpidas, que fueron destrozadas, de las cuales solo se han podido recoger algunos fragmentos. Todavía existen englobados en los muros exteriores del ábside, empleados allí como material de construcción, piedras decoradas, cubiertas por espesa capa de cal...».
Confirmado por la noticia de Canella recogida por García de Castro, «había otras dos piedras más pequeñas, y con algunos dibujos, ... y algunas otras piedras... todo lo llevó D. Fortunato Selgas». El altar y dos piezas de cancel, núms. 1 y 2, se conservan en la iglesia y el palacio de El Pito, llevadas allí por Selgas (fig. 12, 107).
«... otros fragmentos del mismo cancel encontrado por el señor Ibáñez —el párroco—, varias barroteras de cancel que, como el anterior, tienen marcado carácter visigodo; restos de cimacios, molduras de utilización más imprecisa por el momento...».
García Díaz (1988) estudia siete fragmentos que asimila a su pieza 1 (Íd.: fig. 2; fig. 13), que, como indica García de Castro (1995: 234), fue un barrote vertical o larguero (barrotera o pilastrilla) de cancel y no un umbral o barrotera de suelo (lecho de cancel), y a su pieza 2 (Íd.: fig. 3; fig. 14), que reconstruye como una placa de cancel con dos campos verticales de círculos y cuadrados separados por una estrecha banda de decoración desconocida. El fragmento 6 (Íd.: fig. 1) de esta autora debe pertenecer a otra pieza diferenciada por el sentido contrario del roleo, probablemente con círculos por el indicio que se ve en la esquina del campo. Arbeiter y NoackHaley (1999: 108-109, abb. 54; fig. 15) proponen una reconstrucción que nos parece más lógica de la pieza 2 de García Díaz, también con una banda central, ocupada por el tema de las inclusiones opuestas, y dos bandas de círculos tangentes. Llama la atención que las placas no estén machihembradas lateralmente, obligando a suponer que sólo se sujetarían por su extremo inferior.
Fig. 12. Placas de cancel, según Selgas (1902: 19. Canceles 1 y 2).
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Fig. 13 y 14. Pravia. Reconstrucción de larguero (barrotera vertical) y placa de cancel, según García Díaz (1988: fig. 2. Canceles 3 y 4).
Catálogo (García de Castro 1995: 233-235, nº 15). CGC: César García de Castro. PGD: Paloma García Díaz. 1. Pieza 1 (barrotera a la derecha; fig. 12, 108). 91,5 x 47 x 16,5 cm. Pieza 2 (barrotera a la izquierda; fig. 12, 109). 90 x 49 x 17 cm. Gemelas y especulares. Placas (círculos secantes) con larguero y travesaño (roleos) incluidos en la pieza, el travesaño con la decoración perdida. Machihembradas groseramente por el borde superior del travesaño para su reutilización, invertidas, anterior al s. XVII. Los largueros (barroteras verticales) son más anchos, 15 y 15,5 cm, que los travesaños (horizontales), 14 y 13,5 cm. Las placas varían entre 77,5 x 32 y 76,5 x 33,5 cm.
2.A. Pieza 3. CGC y PGD frgts. 1, 2 y 3 (fig. 13, 110-112). Larguero con círculos y corazones separándolos. (-) x (14,4) x 19 cm. El motivo de separación del fragmento 3 es un vegetal como en la pieza 4, que podría corresponder a un segundo larguero o al borde de una placa de cancel con carrilera machihembrada. 2.B. Pieza 4. CGC frgts. 4.1 y 4.2, 5 y 7 (figs. 14-15, 113-116). PGD frgt. 4, 5 y 7. Placa con friso de roleos y campos de cuadros y círculos. PGD reconstruye (116) x 84 x 15 cm. Arbeiter y Noack-Haley, sólo campos de círculos, de (97,90) x 84 cm, que quizás podría llegar a (120,20) cm de altura si tuviera cuatro círculos en cada campo en vez de tres. Pieza 5. CGC y PGD frgt. 6 (fig. 15, 117). Placa similar a las dos anteriores con friso de roleo de dirección inversa.
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Fig. 15. Pravia. Reconstrucción de placa de cancel, según Arbeiter y Noak-Haley (1999: abb. 54. Cancel 4).
Pieza 6. CGC frgts. 8 y 9. Placa similar a la pieza 2, pero de menor grosor (6/8 cm en vez de 11/13). 2.C. Pieza 7. CGC frgt. 10; JFC 1989: fig. 32. Por el grosor, 8 cm, debe considerarse una placa. Rombos con círculo. Desconocemos si estaba machihembrada. No la encontramos en el almacén de la sacristía de la iglesia. — Pieza 8. García de Castro (fragt. 11, fig. 118) recoge otro supuesto larguero de esquina con ranuras «para barrotera y tablero(s)», en caras contiguas, lisa. Debe referirse a un marco de ventana moldurado, con orejeras, de tipología barroca, segunda mitad del s. XVIII, que hoy sirve como soporte de mesa auxiliar en el lado norte del ábside. Selgas (1902: 19) opina que las piezas 1 y 2 se unían en el centro, «dos losas de igual tamaño, que se juntan en el centro», y que tenían «un largo tizón en la parte inferior para asegurarse en el suelo, que ha sido destruido, acaso al arrancarlo de la tierra», en realidad machihembradas en la parte originalmente superior. El friso con roleos del larguero continua-
ba en el travesaño y no existía en la parte inferior, de modo que, frente a la presentación de Schlunk (1947: fig. 342) que recorta la parte superior, se encuentran la opinión de Fernández Conde (y Santos del Valle 1987a: 337 n.58), que considera que debían estar tumbadas, y las de Arbeiter y Noack-Haley (1999: taf.9c) y Arias (2007: I: 381-382), que las invierten; Selgas las dibuja y las orienta bien, con los racimos colgando, y las describe invertidas o en su posición de reutilización, aunque en la iglesia de El Pito se colocaran tumbadas probablemente por facilidad de montaje. La rotura actual de los travesaños corresponde, por tanto, a la burda talla de un machihembrado para recolocar las piezas, invertidas, en un momento histórico anterior al s. XVII. Hoy se encuentran, colocadas sobre soportes metálicos, en la sala de reuniones del palacio de El Pito. Se distinguen tres sistemas de utilización distintos: Primer sistema, placas y barrotes (larguero y travesaño) unidos en la misma pieza: 2 piezas, núms. 1 y 2. Quizás estaban machihem-
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
bradas en su cara inferior lo que obligaría a la existencia de umbrales o barroteras de suelo. Segundo sistema, placas independientes, sin machihembrado: 3/4 placas, núms. 4 a 6 y ¿7? Tercer sistema, largueros independientes, machihembrados: 1 pieza, núm. 3 decorada. 5.
Púlpito
Abandonado en el exterior de la iglesia, al Norte, se encuentra la base de un púlpito formada por una pieza de piedra caliza, convexa, que no llega a formar una semiesfera por su parte inferior y plana por la superior, su suelo, con un remate cúbico para el arranque de la escalera. Su parte inferior se decora con gallones que rematan en un fuerte toro y un listel (fig. 72, 119). Época moderna, probablemente del s. XVII. 6. La placa del castillo Tres fragmentos que corresponden posiblemente a una lauda sepulcral, tardía (Menéndez-Pidal 1980: 291), a no ser que sea una de las «armas reales» a que se hace reiterada referencia en el pleito del s. XVII. En cualquier caso, a mi parecer, una pieza tardomedieval o moderna. Fernández Conde (y Santos del Valle 1987a: 342-343), yo mismo (Caballero 1994/95: 343), García de Castro (1995: 335-336, fot.414) y Arbeiter y Noack-Haley (1999: 109, taf.9f) la hemos considerado asturiana altomedieval. 1. Fragmento recortado para su reutilización como losa. Representación de un castillo como una torre, con parte de dos pisos y cubierta y copa de un árbol (fig. 120). 48x46x15,5 cm. 2 y 3. Dos fragmentos que no unen, respectivamente con la parte inferior de la misma torre con tronera y puerta, sobre rocas y con tronco de árbol; y con rocas, las garras de un animal de frente, otro pasante a la izquierda (¿oso?) y posible representación de un río y de tronco de árbol a la izquierda (fig. 121). Ambas recortadas. 36x28,5x15,5 y 51,5x29x15,5 cm. 7.
Candelero
Pequeño candelero de bronce esmaltado y dorado a fuego. Encontrado «... en el ángulo que por el lado de la iglesia forma la escuadra (norte) del pór-
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tico en la nave central... » (Menéndez-Pidal 1980: 290). Románico. Considerado asturiano por Fernández Conde (y Santos del Valle 1987a: 344). Recientemente restaurado. IV. CONCLUSIONES
SOBRE LA IGLESIA ORIGINARIA
La iglesia originaria de Santianes se caracteriza por haber llegado a nosotros prácticamente arrasada por encima del arranque de sus muros (50/60 cm), salvo una parte de su muro norte, debido a los procesos de destrucción y reconstrucción que sufrió en los siglos XVII, XIX y XX. Ello supone la pérdida irremisible de su alzado. 3,95 x 3,40 3,90 x 2,50 3,90 x 5,70
3,90 x 2,50
7,25 x 2,50 7,60 x 5,70
7,25 x 2,50
4,35 x 4,25 Aula exterior, 13,00 m de lado. Longitud exterior, 23,65 m. Muro del ábside, 1,45 m; de la iglesia, 0,58 m. Cuadro de dimensiones (longitud por ancho; aproximadas; interiores).
Nos podemos preguntar si estamos ante un edificio unitario o si fue posible que, aún en época de la monarquía asturiana, el edificio ya sufriera alguna restauración. No podemos desechar la idea de que algunas de las acciones reunidas en la Etapa II (reformas medievales) pertenecieran a época asturiana. La argumentación sobre el ábside ya trataba este tema. La zona trasera meridional parece adecuada para que perteneciera al momento originario o cercano a él, dada la altura del umbral de su puerta occidental (nivel del suelo originario, fig. 37, no observado por J. Menéndez-Pidal, fig. 5 y 7 a 9) que no se contradice con la información estratigráfica. Aunque parece más lógico pensar en una ampliación primitiva posterior a la construcción de la iglesia (que no interfiriera en el acto bautismal), este extremo occidental también pudo ser coetáneo a la propia iglesia; faltan relaciones y los indicios supervivientes no son definitivos. En el resto del edificio ninguna otra información ni indicio da pie para defender la posible existencia de otras reformas de la iglesia en época asturiana. Tampoco la escultura decorativa, pues desde nuestra consideración no se puede dividir en dos grupos de distinta cronología, sino, como veremos, se agrupa en uno solo cuya utilización lógica debe ser coetánea al edificio originario.
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Fig. 16. Plantas de la iglesia originaria, según J. Menéndez-Pidal (1980: esquema I, 284-285), Arbeiter y Noak-Haley (1999: 49) y Arias (2007: I, 384).
La planta se ordena en un cuerpo cuadrado, dividido interiormente en un aula de tres naves longitudinales y un crucero también de tres tramos, al que se adosa a oriente el ábside y a occidente el pórtico. Debemos aceptar un único ábside de planta curva, al menos en su interior, y un crucero tripartito que no sabemos cómo se unía con las arquerías de las que, del mismo modo, tampoco podemos asegurar el número de sus arcos. Es posible la existencia de un iconostasio que podía disponer de los tres arcos a que se refiere el pleito del s. XVII, aunque no tenemos ningún otro indicio sobre él. Su cuerpo de planta cuadrada (o casi, 12,90x13 m para Arias 2007: II, 796) supone un rasgo de su proyecto modular, característico de la arquitectura asturiana, presente en las iglesias de Nora (¿1ª/2 s. IX?), Tuñón (891), Valdediós (893) y Priesca (921). El resultado de su hipotético análisis actuaría de discriminante con respecto a la traza llegada a nosotros y propuesta por J. Menéndez-Pidal y, con mayor o menor seguridad, podría concluir con un planteamiento de alzado (Arias 2008). Es un análisis que queda por realizar. Con respecto a la cabecera de la iglesia, no podemos pasar por alto el problema que plantea la noticia de Carvallo sobre la existencia de, además de la «capilla mayor», «dos capillas colaterales», como sabemos imposibles al nivel del suelo originario al no existir accesos en los frentes de los tramos laterales del crucero.30 Por lo tanto, los muros más antiguos aparecidos en la excavación de las actuales
sacristías (Etapa II) no podemos adscribirlos a capillas laterales pues de haberlo sido, sus entradas tendrían que haber estado por encima del nivel de corte de los muros originarios, nivel equivalente al del suelo sobreelevado en el s. XVII. Esto hace la información de Carvallo contradictoria y equívoca. Otra posible solución sería que las capillas, en vez de «colaterales», estuvieran adelantadas a la capilla mayor, en los tramos laterales del crucero, como propone J. Menéndez-Pidal (basándose en el descubrimiento que él hizo de un muro, hoy perdido, perteneciente a un segundo momento, pero inmediato a la construcción de la iglesia por estar estucado) y acepta García de Castro. Por otra parte, el ábside, a pesar de su planta circular peraltada y sin descarga de contrafuertes, elementos adosados o forma exterior rectangular, debió estar abovedada como permitía el grosor de sus muros de cerca de metro y medio (según la planta de J. Menéndez-Pidal) y su bóveda ligera, de toba (documentada por J. Menéndez-Pidal). Es cierto que las habitaciones o capillas laterales podrían haber servido de contrafuerte contra estos empujes, pero ya vemos que no es fácil acordar las noticias escritas con los indicios arqueológicos y los requerimientos técnicos. A pesar de todo, no debemos olvidar dos hechos, primero que el muro del 30 Esta solución, que consideramos imposible por las razones dichas, tendría soluciones similares en las iglesias tardoantiguas de Casa Herrera, Torre de Palma, S. Pedro de Alcántara y Rocafort y en las altomedievales de Bobastro.
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
ábside y el suelo de opus signinum son coetáneos, de modo que cualquier variación cronológica del primero arrastraría consigo al segundo y quedarían sin apoyo otros elementos importantes de la estructura arquitectónica como el crucero; y segundo que el ábside semicircular está documentado en el siglo XVII (pleito) y que la causa de su demolición no fue un mal estado de conservación, sino la necesidad de ampliarlo. Finalmente, se puede suponer que J. Menéndez-Pidal no supo detectar una capilla mayor anterior o de tipología distinta (rectangular exteriormente), que él buscó pero que no podría haber distinguido por reducirse a indicios de imposible contraste para sus medios (por ejemplo, fosas de robo). Pero por más que esta sea una solución posible, mientras que no se demuestre, no deja de ser forzada. Como repetidamente se ha señalado, el ábside circular es un único en el panorama asturiano y de reconquista (en el grupo de las iglesias tradicionalmente consideradas visigodas). Sólo recuerda las plantas tardorromanas (ábsides de villas romanas como Bruñel; o de iglesias como Marialba, las de ábsides contrapuestos o basilicales como Santa Eulalia de Mérida o El Tolmo) pero nada tiene que ver con ellas. Un caso cercano es el de la asturiana de Veranes (con contrafuertes ¿añadidos?), que se supone un aula tardorromana reconvertida en iglesia (Utrero 2006: 477; Nieto ya la puso en relación con Pravia, 1989: 28). Al contrario, quizás se debe poner en relación con los ábsides circulares mozárabes, a pesar de que sean rectos en su exterior, pues podríamos estar ante un primer intento de solucionar el abovedamiento de la planta circular.31 Además, la especializada utilización de toba en su cubierta la relaciona con los grupos asturianos (Bendones, El Naranco, Lillo, Lena, Valdediós y Tuñón, García de Castro 1995: 388, 479, 409-410, 377 y 427), castellano, riojano y vasco (desde Quintanilla de las Viñas en Burgos a Tobillas en Álava, fechada ante quem 822, y Ventas Blancas en Logroño; Caballero 2001) o incluso mozárabe en pleno s. X (Palaz del Rey, Gómez Moreno 1919: 254, o Mazote, Utrero 2006: 128). Con respecto al crucero, la existencia de los restos de suelo de opus signinum, distribuidos en los tres tramos propuestos por J. Menéndez-Pidal, además con el meridional a un nivel inferior, obliga a considerar que su traza es originaria. El trazado que dibuja el 31 ¿Acaso podríamos relacionar el ábside de una iglesia de Pravia fechada circa 775 con los de la «enigmática y misteriosa» de Germigny des Près construida por Teodulfo en 806? Fontaine, 1977: 212-213, 383-384, en un ejercicio de paralelos, la relaciona con Silos, el Cristo de la Luz y Mixós, suponiendo una posible filiación sirio omeya.
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arquitecto del crucero tripartito no coincide con el de la iglesia actual (del s. XIX). En su plano de 1975 (García de Castro 1995: lám. 84; fig. 6), los cimientos, en proceso de descubrimiento, siguen la dirección del edificio originario, ajustándose al arranque del ábside y diferenciándose de la dirección inclinada que tomó la cabecera del edificio en el s. XVII. Estos indicios son favorables a la certeza del trazado. Sin embargo hemos de señalar en contra que desconocemos documentación fotográfica de los cimientos originales, que sus remates hoy visibles son obra del arquitecto y que los cimientos en sí son más anchos que los de las arquerías y sus alineaciones no son acordes con los distintos elementos constructivos. Además, aun admitiendo que la traza general sea la originaria, debemos preguntarnos si el sistema de engarce de las naves con el crucero que presenta J. Menéndez-Pidal es también original, como ya hemos discutido en su lugar (supra p. 26). Según su planta (1980: esquema I; fig. 9), cada pilar de unión del crucero con las arcadas estaría formado por dos machones en «L», uno situado en la arcada y otro en el límite occidental, elementos a los que nunca se refiere en su texto escrito. Los machones orientales de las arcadas, aunque gemelos de los de remate occidental que son con seguridad originarios, no pudo observarlos a no ser que se conservaran intactos como cimientos de la obra del s. XIX por debajo del suelo actual. Los del cierre occidental (igual que los del arco de triunfo) le permiten reducir el vano a cubrir (de 5,70 m a 3,50 m, aproximado) de modo que es más asumible para un arco toral de obra asturiana. Por lo tanto, queda la duda de si el arquitecto realmente observó estos elementos o los supuso fundándose en estas razones. De acuerdo con esta argumentación, tampoco podemos asegurar si las arquerías eran de dos arcos o de tres, según remataran al Este en machones o no (dos vanos de 2,50 m o tres de 2,10 m a ejes de pilares, aproximado). Recordemos, sin embargo que nosotros hemos argumentado a favor de la existencia de los machones orientales en las arquerías lo que podría dar lugar a una tercera solución de los pilares, con machones sólo en la dirección de las arquerías, una vez que podemos cerrar el ancho de la nave central con un supuesto iconostasio de tres arcos. El crucero plantea el problema de su cubierta. Suponemos probable su organización tripartita, pero dudamos, razonablemente, de la existencia de un arco de cierre occidental con machones, aunque en su lugar podría existir un iconostasio que cumpliera la función de entibo. La «torre» citada por Jovellanos al situar la inscripción de Silo, que García de Castro supone un cimborrio, podría estar en consonancia con
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Fig. 17. Pravia. Plantas de las iglesias de Santullano (Oviedo, 812-842) según Arias 1993; Bobastro (Málaga, 898-917) según Puertas 2000; Mazote (Valladolid, circa 900) según Gómez Moreno 1919; Lourosa (Coimbra, Portugal, ¿912?) según Vilaça 1931; Escalada (León, ¿913?) según Gómez Moreno 1919; Nazaré (Portugal) según Schlunk y Hauschild 1978; y Santianes de Pravia según Menéndez Pidal 1980. Sacadas de Utrero 2006.
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las «ventanas» en «el antiguo crucero» a que se refiere Selgas. A pesar de lo escueto de las citas, parecería que el crucero no sólo se marcaba en planta sino también en alzado. Sin embargo, la planta del tramo central, exageradamente apaisada, y el ancho de su nave central, de más de cinco metros y medio, obligan a pensar como más lógico en una cubierta de madera que continúe la de la nave, aun en el caso de que existiera el cierre occidental con machones. Esto coincide con las iglesias de crucero tripartito que debieron cubrirse con madera a inicios del s. X (fig. 17): Bobastro (en territorio andalusí, 898-917); Lourosa, Escalada e incluso Mazote (Gómez Moreno 1919: 179). Y queda desechada la cubierta abovedada, como en El Trampal, Viñas y La Nave o Bamba y Lebeña, las dos últimas, del segundo tercio del s. X. Esto demostraría que Pravia es una más del grupo con solución mozárabe (Utrero 2006: 127-130). El único crucero o transepto conservado en la arquitectura asturiana es el seguido de Santullano, pues los de San Tirso y San Salvador y Santa María de Oviedo pertenecen a plantas supuestas.32 En el caso de que, obligados por las noticias históricas, aceptemos la presencia de la «torre» o cimborrio cubierta de carpintería y más alta que la nave central, se necesitaría el muro de cierre y por tanto los machones que, como hemos dicho, por hoy no se pueden asegurar en Pravia, de un modo similar a lo que plantea el caso de Mazote (Utrero 2006: 128, 524). Algo parecido se propone para Lourosa, obligados por restos de ventanas: una torre (hoy desaparecida) decorada con frisos de ventanas similares a los de Montelios y alminares cordobeses (Real 1995: 65, fig. 41-42. Fernandes 2002: 308, 311-316, fig. 147 y alzados; Íd. 2008: 29, fig. 1933). Forma, tamaño y fecha abogan por una solución similar a la del grupo mozárabe con cubierta de madera. Nazaré (visigoda para unos, postvisigoda para nosotros, Utrero 2006: 613) ofrece una variante del crucero tripartito, de segura cubierta de madera al nivel de la nave central, y otras soluciones que se nos escapan en Pravia ante la ausencia de indicios, como el iconostasio abierto en un muro (como en Santullano) o las arcadas de dos vanos separando 32 Selgas debió utilizar un mismo cliché para proponer similar reconstrucción de Pravia y de Santa María de Oviedo (1908), con cruceros tripartitos. Si no fuera porque Menéndez-Pidal corrige el formato del crucero, esta razón hubiera bastado para rechazar su existencia en Pravia. 33 Fernandes (2008) propone una corriente clasicista neovisigotista que en época de Alfonso III imitaría edificios antiguos, la mayoría de época de Alfonso II, además de Pravia. Dejando al margen iglesias de fechas y formas controvertidas, Pravia se acomoda mejor como un coetáneo que como un modelo precedente de Lourosa. Lógicamente, Fernandes no podía suponer su adelanto cronológico.
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los tramos (como parece proponer J. Menéndez-Pidal en Pravia). También presentan iconostasio las citadas Lourosa (perdido) y Escalada, además del constructivo de La Nave, aunque ello no quiere decir que fuera exclusivo de ellas. Llama la atención la abundancia de distintas piezas correspondientes a pilares y pilastras (correspondientes a tres pilares de las arquerías, dos fragmentos de basa de pilares, una basa de pilastra en el machón NO y un pilar achaflanado utilizado para ara/tenante del altar) y columnas (dos basas de columnas entregas, dos basas de columnas con fuste diferentes y dos fustes) que pertenecerían a distintas zonas del edificio (como propone J. Menéndez-Pidal y acepta García de Castro), pero que, en algunos casos, pueden corresponder también a cronologías distintas como nosotros opinamos de dos capiteles (Columnas, 1 y 2) y quizás se pueda suponer para alguna otra basa o fuste. La asimetría de los arcos de las naves indica de por sí su carácter restaurado, lo que coincide con la inexistencia de arquerías asturianas de sólo dos vanos y con supervivencia de al menos tres pilares en los hoy reutilizados. Un estudio de modulación quizás permitiría una propuesta sobre su número. En cambio son seguros los machones occidentales, en realidad pilastras exageradas por el escalón debido a la falta de alienación entre las fachadas de la nave central y las laterales, que, a su vez, provoca, con el estrechamiento del pórtico, esquinas sobresalientes al exterior. Estrictamente no hay una solución semejante pues las que podrían asimilarse son simplemente pórticos o cabeceras más estrechas que sus cuerpos vecinos (Las Tapias, Melque, Bande, Ventas Blancas o Valdediós). Los machones de remate occidental sí representan un indicio, evidentemente obviando las pilastras de remate de las arquerías cuyos paralelos son tantos que pierden su valor. Juego de machones encontramos en dos posiciones distintas, ambas que pueden ser propuestas para Pravia: Santullano y Lourosa. En los tres edificios existen en el extremo occidental, mientras que varían en la articulación con el crucero. Su presencia está en relación con la articulación de las naves con el crucero y con la situación del iconostasio (de muro), en el caso de Santullano (¿otro modelo imitado por Selgas para Pravia?) convirtiéndose en elemento del iconostasio y machón para reducir la luz a cubrir por el arco toral. En Lourosa, al parecer, el machón sigue la dirección de la arquería como un elemento necesario para el encastre del iconostasio con función de cierre occidental del tramo central del crucero. Como ya hemos dicho, en Pravia es dudosa cualquiera de las soluciones o incluso una suma de ambas. El último elemento
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de interés en las naves son los pilares, como ya se sabe elemento típico de la arquitectura asturiana, aunque no por ello inexistente en otros ejemplos como en los lejanos de las iglesias tardorromanas de las Baleares, Gerena y Bovalar o en La Nave (García de Castro 1995: 312). Los pilares asturianos son o enterizos (Valdediós, Gobiendes) o construidos de pequeños sillares o sillarejo (Santullano, Nora y Priesca).34 En La Nave puede que estuvieran construidos de tambores, prismáticos (aunque la ruina histórica pudo reutilizar fustes enterizos partiéndolos), igual que los pilares de sección rectangular de El Trampal. Sólo los de Valdediós tienen en común con los de Pravia un detalle de taller, sus esquinas achaflanadas y con remates piramidales (observado por García de Castro 1995: 357, «al modo de las piezas de Santianes», fot. 357), sistema que aparece también como elemento decorativo en el ara/soporte de altar de Deva (Íd.: 160, 207, fot. 114, datado por inscripción en una fecha tardía, 990-1006). Los mal llamados «ajimeces» (Gómez Moreno 1919: 13 n.4 y 403), tableros o sillares que actúan de dinteles en los que se recortan vanos arcuados de ventanas, simples, dobles o triples, son típicos de la arquitectura altomedieval cristiana, con sus variaciones que dependen más de su fecha que de su zona geográfica. Así se deduce de los trabajos dedicados a este tipo de ventanas (Rivas 1971, Galicia; García Camino y otros 1987, Vizcaya; Barroca 1990, norte de Portugal; y García de Castro 1995, Asturias). En Pravia hubo ventanas de los tres tipos de huecos (de tres vanos con inscripción; al menos cuatro de dos vanos; y un número indeterminado de un vano, dos recolocados en su sitio). Mientras que las ventanas de uno y dos vanos son similares, el desconocimiento de la forma del arco de tres vanos impide asegurar si se asimilaba a las otras. Sin embargo, su posible diferencia no tendría por qué ser indicio, por sí sola, de pertenencia a grupo productivo o momento distinto, dadas las variedades de tamaño e importancia simbólica. García de Castro equipara las ventanas de un vano con la de la torre de San Tirso (Íd. 1995: 249, nº 1.6, fot. 165; a la que debe referirse MenéndezPidal 1980: 288, n. 8) que supone pertenece a la iglesia de Alfonso II (791-842 por su paralelo con Pravia). Se distinguen por estar recortadas en una placa y por el vuelo del arranque del arco que es lo que le recuerda las estelas romanas leonesas y burgalesas a J. Menéndez-Pidal (Ibidem). El característico arranque volado en nacela (distinguible en la placa 15 de 34 Nos queda la duda de Deva, según García de Castro 1995: 302, 3.2, «de sillería».
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nuestro catálogo), típico de los arcos califales, se da también en otras piezas bíforas y de formato más complicado, como las de S. Martín de Salas o la de S. Pedro de Ese (García de Castro 1995: 251, nº 1.13, fot. 179 y nº 1.12, fot. 191), las primeras que consideramos coetáneas al resto del grupo, por tanto de mediados del s. X, así como otras portuguesas de Ponte de Lima, Barcelos, Montelios y Guimarães (Barroca 1990: fig. 5, 9, 10 y 16). García de Castro sugiere que la serie se crea en Asturias y se expande por todo el norte peninsular, primero en vanos sencillos (entre Pravia, en el tercer cuarto del s. VIII, y S. Tirso de Oviedo, en la primera mitad del s. IX) para luego complicar su número y tender a la simplificación y a cerrarse (García de Castro 2007: 92-94), como constata García Camino en fecha posterior al s. X. Sin embargo este aparente y cerrado modelo explicativo se rompe con el descubrimiento de un lote uniforme y amplio en El Tolmo de Minateda (Albacete) cuyas piezas, tipológicamente similares a las de Pravia, de uno y dos vanos, aparecidos en contextos de ruina o reutilización emirales (siglos VIII y primera mitad del IX; Gutiérrez Lloret 2000: 111-113; Sarabia 2003: 14514635; Gutiérrez Lloret y Sarabia 2007: 324-327, fig. 15-16) se explican como de utilización del siglo VII, quizás avanzado, al parecer formando parte de la basílica o de su palacio adjunto. El que uno de los dinteles reutilice una placa decorada de la basílica se explica por su cronología avanzada del s. VII, de no haber sido reutilizada de modo coetáneo a la construcción de la basílica a comienzos de ese siglo. Si comparamos esta datación del s. VII con la adelantada que vamos a proponer para Pravia, cercana al año 1000, no parece aceptable que talleres tan alejados geográfica y cronológicamente coincidan tan exactamente en las formas de sus producciones. Si eludimos los casos de El Tolmo y Pravia, el arranque de las ventanas monolíticas no se daría antes del Naranco (842-850), para sistematizarse a partir de Valdediós (fines del IX). De esta manera, además, se interdatan las ventanas de Pravia, sin tener que caer en la contradicción de desmembrar su unidad para datar unas en la segunda mitad del s. VIII y las demás a partir de fines del s. IX (Arbeiter y Noack-Halley: 110, siguiendo a Schlunk, basan en esta razón una reconstrucción de la iglesia en el s. X). Como dice Barroca, los precedentes que él presenta (1990: 128129) de Soure, Guimarães, Montelios (similares en 35 Las piezas son claramente de época visigoda y aparecen «en los niveles de destrucción de la iglesia visigoda, siendo poco probable que pertenecieran a una remodelación posterior al 711».
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Lourosa), Mérida, Córdoba, Niebla y Toledo, así como los de La Nave (de dos y tres vanos, que no estructuran el paramento) «invitan a una revisión de su encuadramiento cronológico-cultural». Efectivamente, así creemos que ocurre con Soure, Guimarães, Montelios y la Nave, cuya cronología tardía convendría con la que proponemos para estas ventanas. A las placas arcuadas y con arranque en nacela debemos añadir los capitelillos, de los que hay restos de seis ejemplares. Evidentemente podríamos adscribirlos a otra función, como por ejemplo tenantes de altar, pero creemos lógico que ante la existencia de al menos una ventana de tres vanos y cinco ventanas de dos vanos, correspondan a ellas. Quizás los dos capitelillos de mejor trazado (núm. 5 y 6) pertenecieron a la ventana de triple vano. Otro problema es si forman parte o no de un mismo conjunto coetáneo. Aunque se distinguen dos grupos, uno de trazado más clásico y esbelto (núm. 5 y 6 de nuestro catálogo) y otro más esquemático (núm. 2, 8 y 9), intermedio queda otro (núm. 7), argumento para suponer todos ellos pertenecientes al mismo taller aunque producto de manos diferentes. Además, todos se caracterizan por una misma arquitectura, con una fila de hojas lisas, de esquina, que dejan libre los frentes, y el astrágalo (el junquillo entre el fuste y el capitel) de planta cuadrada, volado en las esquinas, que consideramos típico de su taller. Esta manera de tallar el astrágalo, podemos suponer que deriva de la geometrización debida a la presencia de los fustes de sección octogonal, pero se presenta también en los capitelillos correspondientes a fustes cilíndricos. Nos sentimos tentados de relacionar estos astrágalos cuadrados con el arranque volado o en nacela de los arquillos. No es fácil encontrar paralelos para estos capiteles que han pasado desapercibidos en los catálogos de capiteles altomedievales. A nuestro modo de ver, nada tienen que ver con los capitelillos de época y tradición «visigoda», normalmente de tipología corintia (con volutas) y con el arranque de las hojas unidas en el centro de cada frente 36 y tampoco es posible relacionarlos con éxito con los capiteles mayores de hojas lisas ya sean visigodos (Toledo), islámicos o mozárabes (Escalada). Su esquema se asemeja a los capiteles típicos asturianos especialmente a partir de la serie de Valdediós («troncopiramidal, grandes hojas de esquina, ábaco recto», a partir de 893) donde, aunque con las hojas decoradas y no lisas, encontramos el mayor parecido, incluso con fustes octogonales, aunque nunca llegan a presentar el per36 Compárese por ejemplo con una columnilla de fuste octogonal del Cristo de La Vega (Toledo), Barroso y Morín de Pablos 2007: núm. 284.
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sonal astrágalo cuadrado (García de Castro: 293-295, ventanas fig. 233 a 237, pórtico fig. 292, iglesia fig. 294-295 y pórtico fig. 296-298). También podemos relacionarlos con el capitel de Busto de Bureba, a su vez relacionado con los de Valdediós por NoackHaley (1991: 92, taf. 22, después de 961), aunque, aparte de razones técnicas, las relaciones son más lejanas. El rasgo clasicista de simplificar ovas y perlas por series de incisiones en el ábaco es típico de los capiteles mozárabes, especialmente de Sahagún y Escalada (Noack-Haley 1991: taf. 19c, d y 30-31). Gómez Moreno (1919: 37, fig. 14 y 18) ya recoge tres paralelos para los fustes decorados con anillos al estudiar la columna única de la arquería de la iglesia mozárabe de San Juan de la Peña (Huesca, que supone de hacia 850; nuestra fig. 102A), relacionada con un «rudo fragmento» del Museo de Oviedo y con los fustes del pórtico de Monkwearmouth. El fragmento de Oviedo es un fuste decorado con baquetones horizontales, estrechos y juntos, excepto el inferior, más alto para definir una posible basa. Juego con él hace otro fragmento de columnilla entrega, con capitel, de igual decoración y con inscripción, procedente de Lillo (Luis 1961: respectivamente 55, nº 73, lám. 29a, procedencia desconocida, y 50, nº 55, lám. 9c; nuestra fig. 102 B y C). Para Luis podrían pertenecer el primero a un cancel, por su acanaladura vertical, y el segundo a un ajimez, pero probablemente ambos tendrían una función similar (quizás una amplia ventana con celosía y probablemente la misma procedencia). A los fustes de St. Peter de Monkwearmouth se pueden añadir los de otras iglesias sajonas, St. Paul de Jarrow (ambos Durham, Cramp 1994), fundadas en la segunda mitad del s. VII, y los de St. Peter de Barton-upon-Humber (Liconlnshire, Rodwell y Rodwell 1982) y All Saints de Earls Barton (Northamptonshire, Audouy y otros 1995), datadas a fines del s. X (Wilson 1976; fig. 86). Los de La Peña, como los sajones, se diferencian de los asturianos en que son exentos y los sajones en el éntasis o el «almohadillado» de cada sección del fuste. Pero sus anillos son similares a los de Pravia, mientras que se diferencian en las piezas de Lillo. El altar de Pravia ha sido un caso excepcional en el contexto asturiano, lo que obligó a considerarle visigodo.37 Sin embargo, ya se conocen otros restos que permiten aceptar la existencia de un altar alto 37 Según Sastre 2009: 91-92, para Lampérez, el más antiguo de España; para Íñiguez Almech y Fontaine, visigodo; y para Quevedo-Chigas, de la segunda mitad del s. VII. En realidad Íñiguez, 1955: 72, elude considerarlo visigodo y Fontaine, 1973: 262, se pregunta, quizás retóricamente, si esa y otras piezas son reutilizadas o realmente asturianas.
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medieval con una sencilla ara que actúa de soporte del tablero. Sus piezas las clasifica recientemente Sastre (2009, sus variante 2 de su tipo A2b de ara, de tradición romana sin decoración, y variante 2 del tipo T3c de tablero, de gran grosor, sin decoración y con hueco para su encaje38). Utilizan piedra local, el ara mantiene como única decoración sus esquinas achaflanadas y el tablero aumenta considerablemente su grosor que en Pravia se resuelve con el escalonado de su cara inferior. Pero el ara/soporte de Pravia plantea un problema que se obvia reiteradamente, su altura de 1,50 m, documentada por Selgas (1902: 17, fig. 6), imposible para un altar, aún más si su tablero se engrosa a 40 cm. Por ello no extraña que esté enterrado 80 cm. Se debe considerar que el ara reutiliza un elemento constructivo del propio edificio y que, por tanto, el altar no es el originario sino una restauración, aunque el tablero sí puede serlo. Los paralelos para el pilar/ara de las piezas de Socueva (Cantabria) y Deva (citado por los remates decorados de los chaflanes) ya los presenta García de Castro (1995: 212-213). Para el tablero recordemos el de Tobillas (Álava), apiramidado en su cara inferior y fechado a inicios del s. IX (Azkarate 1995: 318). En la alta Edad Media hispana ya se distinguen piscinas bautismales de características propias, de escaso fondo y situadas dentro de la iglesia, que aún guardan cierto recuerdo de las tardoantiguas. La de Pravia es la mejor documentada y más segura, construida de sillería y situada al fondo de la nave meridional. La de la iglesia de Revenga (Burgos, Castillo 1972: 10 y 16, lám. V y pl.) es similar a ella, fechada hacia el año 900, aunque de forma cilíndrica y tallada en la roca, situada hacia los pies del aula, de 30 cm de profundidad y con pretil bajo. También se pueden incluir en el grupo las posibles de Castro de Buradón (Álava, Unzueta y Martínez 1994: 52), cercana a los pies de la nave, de planta rectangular, con un pretil de sillería y fondo rehundido de mortero, que aunque con fecha prolongada entre el s. IV y el XII se puede considerar alto medieval; Vallejo de Santillán (supuesta Sta. María de los Reyes Godos, Burgos, Lecanda 2000: 197-199, fig. 5) en una habitación al Oeste de la iglesia, planta cuadrada, escasa profundidad y con un escalón de acceso por el lado oeste; y La Nave (Caballero 2004: 89, 108-110, fig. 4 y 15), en una habitación junto a su esquina noroeste, rectangular o cuadrada, de mampostería, rehundida 45 cm y con un bordillo, de dudosa fun38 Básicamente, I, para el ara p. 158-159, para el tablero 206-207 y para la cronología 289-293. Pravia, AS41, II, 8992, fig. 67; Quinzanas, II, AS36, 86-87, fig. 66; Socueva, C1, II, 95-96, fig. 68; Tobillas, PV13, II, 382-383, fig. 262.
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ción bautismal. El hallazgo de Lourosa creemos que debe asimilarse al de Pravia, en una situación parecida, al fondo de la nave norte, aunque de tamaño algo menor y con un hueco de forma cilíndrica tallado en la roca, con conducción de agua (Fernandes 2002: 257-25939). Dados los problemas de datación de las tres iglesias anteriores se puede plantear para este tipo de instalación bautismal un modelo avanzado tardo antiguo u otro alternativo alto medieval por el que nosotros apostamos. Efectivamente, las iglesias tardo antiguas presentan piscinas con vano central y escaleras de acceso que, en ocasiones, para adecuarse a las normativas litúrgicas alto medievales, pierden las escaleras y reducen el tamaño de la piscina. Así ocurre en la piscina de la basílica de El Tolmo de Minateda (Albacete), reducida a una cubeta cuadrada de escasa profundidad y rodeada de un pretil o murete, fechada en pleno s. VIII (Abad, Gutiérrez Lloret y Gamo 2000: 202-219) y en la de Gerena (Sevilla), convertida en una piscina circular lobulada de escaso fondo (Fernández Gómez y otros 1984: 112, 188-189). Es dudosa la aparecida en el patio de Banderas de los Reales Alcázares de Sevilla, supuesta basílica de San Vicente, cuya última evolución adopta una forma octogonal de superficie ligeramente inclinada, con fecha propuesta por sus excavadores en los siglos IX y X (Bendala y Negueruela 1980; en contra, Tarradellas 2000). Con respecto a las piezas decoradas hoy conocidas se debe afirmar ante todo que forman parte de un mismo conjunto. Las piezas principales (1/2, 3 y 4) tienen en común el motivo de corazón. Además (piezas 1/2 y 4), los roleos, aunque son distintos, están trazados del mismo modo a regla y compás y se repiten dibujos geométricos romboidales (círculos secantes y roseta y pequeñas puntas de diamante invertidas en las hojas de los roleos en la pieza 4) que se pueden considerar marca de taller. Finalmente, el material local, los listeles y molduras que enmarcan los campos y la talla son similares en todas las piezas. Son obra de un mismo taller que se puede denominar de Pravia. Al no haber indicios que aseguren dos momentos distintos en edificio y decoración, se debe proponer que ambos fueron sincrónicos. Sin embargo, sabemos que historiográficamente estas piezas se han catalogado, en conjunto o parcial39 El irregular hueco conservado tiene 68 x 55 cm y unos 25 cm de profundidad (el de Pravia se calcula, sin sillería, en unos 95 x 95 x 40 cm) que es excesivo para apoyar una pila exenta, aunque quizás pequeño para forrarlo de sillería, pero podría estarlo por el suelo de opus signinum. Ni la piscina de Pravia ni el hueco de Lourosa sostendrían una pila. Agradecemos a Paulo A. Fernandes el volumen de su tesis y los datos aportados sobre la piscina.
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mente, como visigodas o epígonos o copias visigodas (Schlunk 1947 y 1980; Jorge 1957: 226, n. 21), a la vez que de época de Silo (García de Castro 1995: 234-235, Arbeiter y Noack-Haley 1999: 107-110), de clara influencia sirio omeya (Caballero 1994-95), precedentes de tipos mozárabes o mozárabes mismas (Schlunk 1974 y 1980) e incluso tardías del siglo X u XI (Real 2007: 169). Como conjunto de taller nada tiene que ver con las piezas de segura época visigoda de Mérida, Toledo o Córdoba, aunque haya algunos rasgos que recuerden o incluso sean similares a los de estos lugares. En este sentido, sus círculos secantes, rosetas y roleos no son motivos visigodos. Temas aislados, como las hojas trifoliadas y los racimos (piezas 1/2) tienen paralelos en motivos visigodos especialmente del grupo de Guarrazar y La Mata o Baños (para las hojas, Balmaseda 2007: fig. 5, 7-10 y Palol 1988: fig. p. 62-63; para los racimos, Hoppe 2004: 349-350, no son marca de taller y repercusiones), pero faltan, por ejemplo, los que Schlunk denomina «palmetas bizantinas o bizantinotoledanas», el estilo general es diferente y en Pravia aparecen otros motivos nuevos como los remates enrollados de los zarcillos.40 Por ello tampoco es argumento para suponerlas visigodas que aparezcan motivos, de nuevo aislados, que se puedan asimilar a otros especialmente emeritenses (que nos indicarían el camino de formación del taller de Pravia), pues, por sus caracteres y su excepcionalidad, nos planteamos que, con los anteriores, los emeritenses se deban segregar de la cronología plenamente visigoda, indicando su posterioridad (Caballero 1994-95: 340-342). Pero, incluso en estos casos, las variantes de Pravia son excepcionales: – Orlas de círculos con incisiones (piezas 1/2): un reducido grupo de piezas se decora con círculos tangentes de inspiración, a mi parecer omeya, cuyas orlas se suelen decorar con series de puntos en relieve (también Córdoba) y excepcionalmente con dibujos incisos, series de ángulos en un dintel de Mérida (Cruz 1985: lám. s/n 7); y placas del taller de Santa Eulalia de Mérida y El Trampal donde alternan con hederas y «omegas» (Íd.: 156-157; Caballero y Sáez 1999: lám. 111). En estas piezas conviven las orlas de series incisas con otras de botones en relieve. – Hojas inclusas (pieza 4). Así llamo a la «inclusión» de Hoppe, pero en el caso de Pravia la forma 40 Esta argumentación no permite, a la contra, afirmar que otras piezas como la placa del grifo de Lillo sea visigoda, porque sus «palmetas bizantinas» se emplean de otro modo y el carácter general de la pieza nada tiene que ver con la plástica del s. VII y sí genéricamente con la «mozárabe».
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acorazonada que encierra la palmeta trifoliada remata en dos hojas de roleo que retroceden para ocupar los vanos laterales. Parece que el motivo se repite formando parejas contrapuestas por su base. Esta variante es única y se diferencia de la más repetida que se reduce al borde acorazonado y la palmeta de relleno y cuyas parejas se enfrentan por la punta (dintel de Mérida y placas de Sta. Eulalia citadas; la serie y sus repercusiones en Hoppe 2004: 363-365). En Pravia, tanto estas inclusiones como los motivos de relleno en los ángulos que quedan entre los círculos, son únicos con respecto al repertorio propiamente visigodo y recuerdan los prototipos de Jirbat al Mafyar (Hamilton 1959: fig. 87e, 94a, 114, 185, 199, 212, 218b; Caballero 199495: fig. 1, filas 1 y 2). Sin embargo, sí aparecen en el repertorio asturiano como luego veremos. – Corazones. Las «alas de mariposa» de Jirbat al Mafyar toman en las piezas alto medievales una forma más geometrizada de corazón con una línea divisoria (serie en Caballero 1994-95: 341, mezquita de Córdoba, Escalona, Saamasas y Oviedo). Estos motivos en Pravia son únicos, de tamaño proporcionalmente mayor, y no tienen la línea divisoria, convirtiéndose en una variante propia de los prototipos palestinos y andalusíes. – Roleos de traza geométrica. No equivalen estrictamente a la serie de los «seudo roleos» que, a mi parecer, se inicia en Villajoyosa, sigue en Guimarães y Oviedo, y remata en La Nave. Las ondas de roleos no llegan a cerrar en círculo o mantienen su forma ondulada (Caballero 1994-95: 343). – Hojas digitadas con «puntas de diamante» en rehundido (pieza 4, roleos), que recuerdan el grupo de El Trampal, donde no siempre aparece un botón en relieve junto a las hojillas (Caballero 1994-95: 343; Caballero y Sáez 1999: fig. 63, pieza 21). ¿De dónde procede este botón? El proceso de simplificación iniciado en los estucos de Villajoyosa, al desaparecer el cruce de los tallos secundarios, obliga a la presencia de dos puntos, de los que el residual, en un paso siguiente de disolución, se adosa a la hojilla (Caballero 2000: fig. 7 y 5). En este sentido, los roleos de El Trampal y Pravia se encuentran en el mismo momento evolutivo. Pero en Pravia, el punto en relieve, característico de Mérida y Toledo (Santa Eulalia, El Trampal, Melque) se sustituye por una punta rehundida, marca de taller. Los motivos que rellenan los espacios triangulares dejados entre los círculos y el marco (pieza 4) remiten a prototipos de Jirbat al Mafyar (Hamilton 1959: fig. 211-212) y se asemejan a piezas del taller de Lisboa procedentes del monasterio de Chelas y de la Rua dos Bacalhoeiros (Almeida 1958: fig. 3, 11,
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13). Estas piezas se relacionan también con las de Saamasas (Lugo) y con la placa del grifo de Lillo. Todas ellas las considera Real (1995: 56 y 67-68 y 2000: 50-53; también en Santarem, fig. 5k) posteriores al s. IX, en contra de nuestra opinión que las haría más antiguas (Caballero 1994-95: 336). Se pueden datar entre mediados del s. IX y la primera mitad del s. X. Como indica García de Castro (1995: 234), una característica asturiana de Pravia es la unión en la misma pieza de barrotera y placa (piezas 1/2), teniendo en cuenta que esta manera se mantiene en talleres mozárabes, como Escalada.41 Los motivos decorativos entroncan del mismo modo, sin dejar de perder su personalidad de taller, con los repertorios asturianos y mozárabes. Variantes de «inclusión» del tipo de Pravia aparecen en el taller de capiteles de Valdediós (en un material distinto que incide en su calidad, Noack-Haley 1991: 45f y 47a, junto a inclusiones sencillas) y en los procedentes de Deva (con «alas de mosca», García de Castro 1995: 279, fot. 249, capiteles con modelos bizantinos; Arias: 2007, I, 146-147). Las inclusiones más sencillas, emparejadas por su punta, que consideramos una variación distinta, aparecen, además de en los capiteles de Valdediós, en otras piezas de Asturias que en ocasiones se suelen relacionar con Pravia: Bendones (con remates en las puntas y en dos manos diferentes, Hoppe 2000: 350, de introducción islámica, pero con paralelos bizantinos; García de Castro 2007: 87, fig. 11-12; y Arias 2007, II, 515-516) y Salas (emparejados, con corazones en los vanos, Arias 1998: 37, 40-42 y 47, piezas 4 y 6; García de Castro 1995: 96, fot. 53, en relación con Valdediós y Hornija). El ciclo se cierra con su presencia en Escalada y Hornija. Un capitel de Hornija presenta el tema muy similar aunque invertido (Gómez Moreno 1919: 190-191, fig. 85, lám. LXVII,2; Noack-Haley 1991: Hornija 4, 45, taf. 2a/c). Dos placas de Escalada presentan el motivo más evolucionado, repetido y formando un «árbol de la Vida» de eje vertical (Gómez Moreno 1919: fig. 68, lám. LIII).42 Queda por comparar con las series andalusíes donde es un tema corriente y de donde se admite que procede. Finalmente nos tenemos que referir a la sistemática y llamativa comparación que se hace de las piezas de Pravia, a la vez, con el repertorio visigodo y con el del taller de Lena, lo que, junto a razones epigrá41 A pesar de la duda que le plantea la pieza de Lugo de Llanera que por mi parte considero asturiana (García de Castro 1995: 224, fig. 123). Arbeiter y Noack-Haley (1999: 107) confunden el característico marco a nivel de las placas Lisboa con la barrotera incluida de las piezas asturianas. 42 En Pravia la serie no remata en una palmeta específica; luego quizás no formaba aún un «árbol».
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ficas, lleva a considerar el segundo como visigodo (García de Castro 1995: 154-155). Este argumento se debe basar principalmente en los círculos con bandas en aspa o en cruz decoradas con incisiones y cuyos rellenos convierten los corazones en gallones. Pero fuera de este tema, muy evolucionado en Lena, nada es similar a Pravia, ni en vocabulario ni en sintaxis. No vamos a entrar aquí en los problemas que plantea la iglesia de Lena y su cancel, pero nuestra opinión es que su decoración conviene con un taller relacionado con el de Pravia, pero derivado y alejado ya de su fuente, no previo a él.43 Referencias y aparentes secuencias estilísticas no aseguran una correcta asignación cronológica, a lo más un encuadre amplio; las semejanzas, mejor que los paralelos, son peligrosas y más si a ello añadimos las distintas maneras de «ver» las mismas características según cada momento historiográfico. Algo parecido se puede afirmar de las noticias escritas cuyas referencias cronológicas, si han llegado completas a nosotros, suelen ofrecer dudas sobre su asignación a una obra concreta. Si a todo esto unimos que apenas nos queda la traza de unos cimientos y los problemas para reconstruir cuatro edificios (el original y los de los siglos XVII, XIX y XX), se comprenderá la dificultad, sino la duda de las conclusiones a que lleguemos. Así es que, lógicamente, la cronología de Pravia se ha venido basando en la inscripción laberíntica del rey Silo, suponiendo que lo que «hizo» fue la iglesia de Santianes. Pero sus tipos arquitectónico y decorativo, que se asimilan a las producciones avanzadas asturianas y a las mozárabes, lo contradicen y nos obligan a dudar de la directa y correcta relación entre ellas. Arquitectónicamente, Santullano (812-842), Bobastro (898-917), Mazote (c. 900), Lourosa (¿912?), Escalada (¿913?), Nazaré; y decorativamente, Valdediós (893), Deva (991-1006), Escalada, Hornija (900-930); y otras asturianas avanzadas o tardías, Bendones (791-842), Salas (951) y Lena indican la cronología de la iglesia de Pravia. Santullano es, aparte del propio edificio de Pravia, la excepción, aunque ya planteó Collins corregir su cronología por la de Alfonso III, lo que conseguiría homogeneizar el grupo (1989: 11-13). Sus argumentos eran varios: 43 Hay consenso en que el cancel es posterior a la construcción de la iglesia y que reutiliza las piezas decorativas (no coincidían el larguero con las placas, cortadas). El mármol hubo de ser foráneo, pero la decoración pudo hacerse para el edificio (García de Castro 2007: 113) y reutilizarse al restaurarlo. Disentimos del carácter visigodo de su epigrafía (Id.: 114), coincidiendo en esto con la opinión de Real (2007: 168) quien, apoyándose en la cronología del s. XI para la epigrafía «en reserva», en relieve, lleva el cancel a los ss. X-XI. Supongo la talla de las placas decoradas al menos en el siglo X y su reaprovechamiento en una fecha más tardía.
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la contradicción entre la información de la fuente escrita (la crónica de Alfonso III), de la que se deduce una estructura binaria, y el propio edificio, de cabecera tripartita; no aparecer citada en la crónica de Albelda; la adscripción tipológicamente más correcta de su decoración pintada, anicónica y con la Cruz de la Victoria, y su arquitectura a la época de Alfonso III; y la dificultad añadida que supone tener que considerarla un precedente de época de Alfonso II mantenido a través de la revolución que supuso la arquitectura ramiriense, lo que se puede considerar un «criterio de taller». Observamos cierto paralelismo entre estos argumentos propuestos para cambiar Santullano y los que nosotros proponemos para hacerlo con Pravia. Esta contradicción entre la inscripción de Silo y las formas de la iglesia ha sido puesta en evidencia por Real (2007: 169) que propuso «una solución lógica para conjugar la elevada antigüedad de la construcción original de Santianes, con la fecha de algunas ampliaciones que aún hoy son evidentes en la iglesia». De hecho esta es la posición repetida por la mayoría de los autores, Schlunk, Cid, Olaguer-Feliú, García de Castro, Arbeiter y Noack-Haley, entre otros, que acudieron a una, evidenciada o no, restauración histórica asturiana que resolviera las aparentes contradicciones entre la forzada adscripción a Silo, que no se quiere abandonar, y el ábside semicircular (arcaizante), el crucero (visigodo y/o avanzado) y la escultura (visigoda y/o tardo asturiana). Una propuesta «lógica»; pero a nuestro parecer no existen indicios para poder encajar en Pravia un segundo edificio asturiano. Al contrario, las indicaciones del estudio efectuado obligan a considerar unitarios tanto el edificio como su decoración, sin restauraciones de época que afecten a la estructura de la iglesia de la que se conserva la planta, y ambos de una fecha más avanzada. Aunque la personalidad de la decoración de Pravia (que nos recuerda modelos omeyas, como ya se acepta) frene este adelanto de la cronología de su creación dejándolo a las puertas del s. X,44 desde luego no parece lógico mantenerlo encadenado a la inscripción de Silo. Así se explican las aparentes incoherencias del ábside, de la «torre» y de la decoración que se acomodan a las series mozárabes. La pregunta sobre el supuesto conjunto palaciego y sobre la obra de Silo no ha sido bien planteada. Para obtener una respuesta adecuada se necesita 44 Las escasas relaciones con algunas producciones decorativas excepcionales emeritenses, cordobesas y toledanas, que creemos de cronología postvisigoda, no son de coetaneidad, sino que se refieren a la derivación de un modelo común.
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un plan diferente. La singularidad de la inscripción laberíntica no es razón suficiente para datar el conjunto hoy conocido, ofreciendo un caso más de aparente armonía entre la fuente escrita y el objeto material que deshace el análisis. Aunque nos gustaría saber si la inscripción (o las inscripciones), incorporada al edificio creado hacia el año 900 para encarecer su valor, lo fue como el respetado resto de un antiguo conjunto, o como un signo de la directa correspondencia entre ambos. La verdadera cronología quizás la ofrezca (si hacemos caso a la necesidad de profundizar en el estudio epigráfico de las tres inscripciones) la segunda inscripción, ciertamente votiva. BIBLIOGRAFÍA Abad Casal, L.; Gutiérrez Lloret, S. y Gamo Parras, B. 2000: La basílica y el baptisterio del Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete), Archivo Español de Arqueología, 73, 193-221. Almeida, F. de. 1958: Pedras visigodas de Lisboa, Revista de Guimarães, 68, 117-137. Arbeiter, A. 1989: Sobre los precedentes de la arquitectura eclesiástica asturiana de la época de Alfonso II, III Congreso de Arqueología Medieval Española, Oviedo, II, 161-173. Arbeiter, A. y Noack-Haley, S. 1999: Christliche Denkmäler des frühen Mittelalters vom 8. bis ins 11. Jahrhundert, Mainz am Rhein. Arias, L. 1993: Prerrománico Asturiano. El arte de la Monarquía Asturiana, Ediciones Trea, Gijón. Arias, L. 1998: El prerrománico de San Martín de Salas, Ayuntamiento de Salas. Arias, L. 2007: Asturias, «Enciclopedia del Prerrománico en Asturias», vol. I y II, Aguilar de Campoo. Arias, L. 2008: Geometría y proporción en la arquitectura prerrománica asturiana, «Anejos de AEspA», XLIX, Madrid. Audouy, M.; Dix, B. y Parsons, D. 1995: The Tower of All Saints’Church, Earls Barton, Northamptonshire: its construction and context, The Archaeology Journal, 152, 73-94. Azkarate, A. 1995: Iglesia de San Román (Tobillas), Arkeoikuska 95, Centro de Patrimonio Cultural Vasco, Dirección de Patrimonio Cultural, 312-339. Balmaseda Muncharaz, L. J. 2006: Algunos problemas de la escultura visigoda toledana, Escultura decorativa tardorromana y alto medieval en la Península Ibérica, «Anejos de AespA», XLI, 275299.
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APÉNDICE
LISTADO DE UNIDADES Y ACTIVIDADES ESTRATIGRÁFICAS El listado resume la información recogida en la lectura y documentada en las fichas analíticas, de modo que cada línea del listado sintetiza la información de una ficha. Con la ayuda de su Índice se puede buscar en la Lista una Actividad o una Unidad determinada. En el Listado se puede conocer qué Unidades Estratigráficas componen cada Actividad y las relaciones que mantienen con otras UE y AE, así como buscar su ubicación en los Planos. Con esta información delante se puede comprobar la lectura efectuada en el edificio. A UE Perd. Nº A Nº UE Ant. a A Post. a A Ant. a UE Post. a UE
Actividad Unidad Estratigráfica Periodo Número de Actividad Número de Unidad Estratigráfica Anterior a la o las Actividades Posterior a la Actividad o las Actividades Anterior a la Unidad o las Unidades Estratigráficas Posterior a la Unidad o las Unidades Estratigráficas
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22 Fig. 18. Pravia. Fragmento de la inscripción laberíntica de Silo; 19. Pravia. Fragmento de la inscripción votiva; 20-22. Pravia. Fragmentos de la ventana de tres vanos con la inscripción dedicatoria.
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25 Fig. 23. Pravia. Vista general desde Noreste con la casa de los señores de Salas; 24. Pravia. Vista general desde Suroeste; 25. Pravia. Vista exterior desde Noroeste.
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29 Fig. 26. Pravia. Vista exterior desde Norte; 27. Pravia. Vista exterior desde Sureste; 28. Pravia. Vista exterior desde Sur; 29. Pravia. Vista exterior desde Oeste.
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32 Fig. 30. Pravia. Detalle de la cara exterior de la nave norte; 31. Pravia. Detalle de la cara exterior del muro norte de la nave central; 32. Pravia. Detalle de la cara exterior del muro sur de la nave central.
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38 Fig. 33. Pravia. Detalle de la esquina suroeste exterior del brazo sur del crucero; 34. Pravia. Detalle de la cara exterior de la nave sur; 35. Pravia. Detalle de la cara exterior sur de la habitación suroeste; 36. Pravia. Detalle de la unión exterior entre la nave sur y la habitación suroeste; 37. Pravia. Detalle de la cara exterior oeste de la habitación suroeste; 38. Pravia. Detalle del muro adosado a la esquina suroeste de la iglesia.
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41 Fig. 39. Pravia. General interior desde el coro; 40. Pravia. Suelo del ábside; 41. Pravia. Detalle del muro conservado del ábside, extremo NO.
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43 Fig. 42. Pravia. Vista del crucero desde el Norte; 43. Pravia. Vista del crucero desde el Sur; 44. Pravia. Esquina NE del crucero.
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47 Fig. 45. Pravia. Bóveda del tramo central del crucero; 46. Pravia. Cierre occidental del tramo sur del crucero; 47. Pravia. Muro oriental del tramo norte del crucero con la basa (Columnas. 3).
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51 Fig. 48. Pravia. Muro oriental del tramo sur del crucero; 49. Pravia. Detalle de la basa entre los tramos central y meridional del crucero (Columnas. 4); 50. Pravia. Arquería norte; 51. Pravia. Muro lateral de la nave norte.
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55 Fig. 52. Pravia. Pilar de la arquería norte; 53 y 54. Pravia. Detalle de los cortes de los remates piramidales en el pilar de la arquería norte; 55 y 56. Pravia. Machón noroeste, desde norte y sur (Pilar, 7).
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60 Fig. 57. Pravia. Arquería sur; 58. Pravia. Pilar de la arquería sur; 59. Pravia. Nave sur; 60. Pravia. Pila bautismal, al fondo de la nave sur.
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64 Fig. 61. Pravia. Muro lateral de la nave sur; 62. Pravia. Fondo de las naves sur y central; 63 y 64. Pravia. Machón de la arquería sur, desde norte y sur; 65. Pravia. Pórtico, interior, esquina sureste.
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69 Fig. 66. Pravia. Habitación delantera norte, muro oeste; 67. Pravia. Habitación delantera norte, muro este; 68. Pravia. Habitación delantera sur; 69. Pravia. Habitación sobre el pórtico.
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77 Fig. 70. Pravia. Vista exterior de la iglesia según Bellmunt y Canella 1895; 71. Pravia. Vista interior, arquería sur, según Schlunk 1949; 72. Pravia. Vista interior, arquería norte, según Pita 1963; 73. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Inicio (Empresa EPIC); 74. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Demolición de la fachada (Empresa EPIC); 75 a 77. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Construcción del pórtico (Empresa EPIC).
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86 Fig. 78. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Nave norte (Empresa EPIC); 79. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Sacristía sur y traslado de la espadaña (Empresa EPIC); 80. Pravia. Capitel agallonado y fuste (Columnas. 1 y 7); 81 a 83. Pravia. Capitel con decoración vegetal y basa con fuste (Columnas. 2 y 6); 84. Pravia. Basa de columna (Columnas. 5); 85 y 86. Pravia. Dos fragmentos de capitel de pilar (Pilares. 3 y 4).
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Fig. 87. Pravia. Ventana reconstruida por J. Menéndez-Pidal con elementos originarios (Ventanas. 2); 88 y 89. Pravia. Ventanas de un vano de los muros colaterales norte y sur (Ventanas. 3 y 4); 90 a 92. Pravia. Dos capitelillos probablemente pertenecientes a ventanas de tipo «ajimez» (Ventanas. 5 y 6); 93. Pravia. Capitelillo probablemente perteneciente a ventana de tipo «ajimez» (Ventanas. 7); 94 y 95. Pravia. Fragmentos correspondientes a dos capitelillos probablemente pertenecientes a ventanas de tipo «ajimez» (Ventanas. 8 y 9).
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Fig. 96. Pravia. Imposta probablemente perteneciente a los capitelillos de ventana, puede corresponder al núm. 5 (Ventanas. 10); 97. Pravia. Dos fragmentos de posibles impostas lisas (Ventanas. 11 y 12); 98. Pravia. Ménsula (Ventanas. 13); 99. Pravia. Dos fustes cilíndricos lisos, entregos (Ventanas. 14 y 15); 100 y 101. Pravia. Dos fragmentos de fuste decorados con series de líneas incisas horizontales y un fragmento de placa arcuada de ventana de doble vano (Ventanas. 16, 17 y 23); 102. A. Columna de San Juan de La Peña (Huesca. Según Gómez Moreno 1919: fig. 18). B y C. Fuste con capitel, procedente de S. Miguel de Lillo, y fuste, sin procedencia (Museo de Oviedo. Según De Luis 1961: lám. 9c y lám. 29a); 103. A. St. Peter de Monkwearmouth (Durham); B. St. Peter de Barton-upon-Humber (Lincolnshire); C. All Saints de Earls Barton (Northamptonshire). Negativos de J. I. Murillo Fragero.
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Fig. 104. Pravia. Cuatro fragmentos de jambas prismáticas (Ventanas. 18 y 19); 105. Pravia. Tres placas correspondientes a ventanas de tipo «ajimez» de doble vano (Ventanas. 11 a 13); 106. Pravia. Fragmento de placa arcuada correspondiente a ventana de tipo «ajimez» de un vano (Ventanas. 15); 107. Pravia. Altar y reproducciones de canceles. Cripta de la iglesia de El Pito. Fundación Selgas y Fagalde (Altar; canceles. 1 y 2); 108 y 109. Pravia. Placas de cancel con barroteras incluidas (Canceles. 1 y 2).
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114 Figs. 110 a 112. Pravia. Fragmentos de larguero (barrotera vertical) de cancel (Canceles. 3); 113 a 116. Pravia. Fragmentos de placa de cancel (Canceles. 4); 117. Pravia. Fragmento de placa de cancel con roleo de sentido inverso (Canceles. 5).
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Fig. 118. Pravia. Fragmento de marco con moldura de orejeras, barroca (Canceles. 8); 119. Pravia. Suelo de púlpito (Púlpito); 120 y 121. Pravia. Tres fragmentos de una placa con castillo y paisaje con animales (Placa del castillo); 122 y 123. Pravia. Sillares con huecos para encaje de grapas.
2. SANTO ADRIANO DE TUÑÓN Y SU ENTRAMADO DE MADERA POR
LUIS CABALLERO ZOREDA Instituto de Historia. CCHS, CSIC. Madrid
RAFAEL MARTÍN TALAVERANO (planimetría) Arquitecto
EQUIPO Lectura de paramentos: Dr. Luis Caballero Zoreda. IH. CCHS. CSIC. Investigador principal. Memoria arqueológica. Fotografías. Fernando Arce Sainz. IH. CCHS. CSIC. Técnico arqueólogo. José Ignacio Murillo Fragero. IH. CCHS. CSIC. Contratado arqueólogo. Revisión de planimetría. Francisco José Moreno Martín. Universidad Complutense de MadrÍd. Becario predoctoral. Carlos Tejerizo García. Universidad de Salamanca. IH. CCHS. CSIC. Becario de introducción. Redactor del borrador de Historiografía. Estudio de las maderas: Eduardo Rodríguez Trobajo, INIA. Dendrocrónologo. Planimetría: Carlos Ignacio Marqués Rodríguez, sobre la ortofotografías de la empresa Metria, por encargo de la Consejería de Cultura, Comunicación Social y Turismo del Gobierno del Principado de Asturias. Planimetría base. Rafael Martín Talaverano. Arquitecto. Tratamiento de la planimetría base y modelo 3D. Seguimiento y excavación arqueológica: Alejandro García Álvarez e Iván Muñiz López, arqueólogos. Los trabajos de campo se efectuaron durante septiembre de 2008. Debemos agradecer especialmente la ayuda prestada para la realización de estos trabajos al Dr. César García de Castro, arqueólogo territorial de Asturias, que propuso el trabajo y procuró los permisos de la Consejería de Cultura y Turismo del Principado de Asturias y contactos para poderlo realizar. Se efectuó coincidiendo con los trabajos de intervención restauradora del edificio y que consistieron en el retajado de las cubiertas y en la limpieza y enfoscado de sus paramentos, dirigidos por el arquitecto Carlos Ignacio Marqués Rodríguez y el aparejador Eduardo Bárcena (Marqués 2009). También agradecemos la comprensión y facilidades ofrecidas por Sarah Rodríguez Arango, responsable del Departamento de Obras de la empresa encargada de las labores de restauración, Esfer Construcciones y Proyectos S.L. Alejandro García Álvarez nos prestó su ayuda durante los trabajos, nos facilitó fotografías y una copia de la memoria arqueológica correspondiente a la intervención arqueológica de 2008 dirigida por él e Iván Muñiz López, que nos ha servido para com-
pletar datos documentales desconocidos por nosotros. El Dr. Lorenzo Arias nos facilitó fotos suyas y del fotográfo Armán. La Dra. M.ª Ángeles Utrero Agudo, igualmente fotos y nos hizo atinadas observaciones sobre el texto final. Jesús Caballero García, geólogo, nos hizo observaciones sobre la geología del lugar y la utilización de la madera. A todos ellos nuestro agradecimiento. El estudio estratigráfico se encontró con dos problemas derivados, paradójicamente, de la misma oportunidad que tuvimos de efectuarle. Inexcusablemente los trabajos de análisis debían coincidir con los trabajos de intervención restauradora. Esto nos facilitó el uso de andamios y de otras ayudas que nos permitían acceder a todos los puntos de sus muros y de sus cubiertas, pero que se convertían en un problema a la hora de abarcar y comprender como una unidad las fachadas del edificio. La necesidad de actuar previamente a la intervención restauradora nos obligó a realizar la lectura antes de que se limpiaran los muros que de inmediato han sido enfoscados de modo que sólo hemos podido comprobar parcialmente los muros limpios en sus caras exteriores. También la intervención ha permitido que comprobáramos el descubrimiento de entramados en los espacios bajocubierta de los ábsides laterales pero bajo fuertes condicionantes y sin tiempo para poder efectuar una documentación rigurosa como este espectacular descubrimiento hubiera merecido. La valoración de las maderas descubiertas dio lugar a que el Principado de Asturias encargara su estudio dendrocronológico a Eduardo Rodríguez Trobajo, mediante un convenio con el INIA.
I.
HISTORIOGRAFÍA
Historiografía y estudios sobre Santo Adriano Dentro de la historiografía de los edificios prerrománicos asturianos, la iglesia de Santo Adriano de Tuñón ha ocupado un lugar secundario tanto en la que se ocupa de la documentación escrita como de la artística y arqueológica, dado que los expertos en prerrománico asturiano, por razones estilísticas e históricas, prefirieron centrarse en edificios más significativos. Las primeras menciones a ella apenas hacen referencia a su fundación por Alfonso III y su esposa
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Jimena en 891 y su posterior donación a la catedral de Oviedo (Risco 1789: 217-218) o a su estado ruinoso (Quadrado 1885). La primera descripción del edificio la hace Miguel Vigil (1887: 527-529) que no duda en calificarlo de «templo histórico, harto ruinoso y mal conservado», estudiando y transcribiendo la lápida del obispo Pelayo, que documenta la consagración en 1108 de tres altares en ella, y haciendo una recopilación sumaria de los documentos que mencionan a Santo Adriano a partir del manuscrito de su fundación. En 1900 (pp. 176 y 177) López Fernández hace una interesante descripción de la iglesia, pero con algunas informaciones incomprensibles de modo que la hace dudosa y no fiable. Antes, al historiarla, ha citado la restauración de la abandonada iglesia efectuada por el obispo de Oviedo en 1407 añadiéndole el vestíbulo, obra con la desapareció «la portada y ménsulas». Una comprensión radical de las fuentes le hace considerar que el edificio conservado pertenece prácticamente en su totalidad a la restauración del obispo Pelayo. Sólo algunas piezas, como las columnas del ábside y de la cámara supraabsidal, «con tosca ornamentación de follajes», pertenecen al perdido edificio original, así como «... diferentes molduras de ménsulas y otros ornamentos, que se tropiezan confundidos entre la mampostería de los muros de la actual fábrica... Hállanse sus lados apoyados por machones de mampostería revestidos de argamasa...» Continúa una descripción correcta del edificio «... de tres naves que dividen triples arcadas... El presbiterio y dos capillas... son de baja bóveda de cañón seguido... », las ventanas, «... y la nave central por tres (ventanas) en cada flanco de forma cuadrada abiertas una sobre cada arco (nota: No prestan estas ventanas en la actualidad servicio alguno, por haberse levantado el techo y los muros de las naves laterales hasta tomar las aguas seguidamente desde la cumbre, quedando dentro del edificio, con lo que perdió el gusto de su estilo)... De su planta en forma de cella y cuadrada, arranca por la espalda pesado y circular ábside coronado por recargada cornisa atalusada y sostenida por repisas que rematan en cabezas de vigas también atalusadas, todo ello de piedra toba… Doble arco concéntrico de medio punto divídele de su única nave. La portada a los pies de ésta, desapareció con una agregación en el primer tercio del siglo que corre, asegurando los operarios que guardaba semejanza con el arco toral; que en ella, como ocurre en éste, el capitel corría por ambos lados hasta rematar con los ángulos laterales a manera de imposta atalusada, siendo muy angosta con relación a su altura; que sobre esta se abría gracioso tragaluz de arco de medio punto o semicírculo soportado por cornisa asimismo atalusada, bajo la cual corrían modillones del mismo gusto; y se dice que este tragaluz sirvió mucho tiempo de campanario. El techo de la nave es moderno… y el del ábside es abovedado en forma de concha. Con el antiguo techo de la nave, creemos haya desaparecido una cornisa que coronaba los muros de esta, pues, rodando por el campo, repetidas veces
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hemos tropezado trozos y aun ménsulas enteras iguales a las que exornan el ábside. […] La ligera luz que recibe el cuerpo primitivo es por tres ventanas muy angostas y largas..., rasgándose algún tanto por el interior, abiertas una en cada flanco y otra sobre el arco toral, todas tres tocándose en el techo. Consérvanse pintadas en el testero de su presbiterio imágenes de santos, que por sus trazas creémoslas hijas de los siglos XI o XII,... No del todo arrimada a la espalda del hemiciclo hay una mesa-altar de mampostería ordinaria cubierta totalmente por una grande tapa enteriza de piedra toba, no pudiendo precisar si tiene alguna inscripción… por impedirlo el moderno retablo churrigueresco. Dos sepulcros de mucho mérito arqueológico y epigráfico enriquecían la entrada del presbiterio, colocados debajo del arco de triunfo, uno al lado del Evangelio y otro al de la Epístola, sin contar otros de menor mérito en el resto de la nave central, más en el día, un párroco… mandó con sus preciosas tapas, hacer una mesa altar en el campo adyacente».
Entre otros datos, llaman la atención por su aparente contradicción los siguientes: – Las «molduras de ménsulas y otros ornamentos» reaprovechados en los muros, no confirmados, a no ser que se trate de los dos fragmentos de cancel recuperados con la restauración de M. Pidal. – El ábside «circular», «abovedado en forma de concha», cuarto de esfera, y «hemiciclo», que contradice su propia información y el «doble arco concéntrico» que debe corresponder a la embocadura del ábside central, contra la realidad. – Las cornisas, modillones y cimacios atalusados y de piedra toba que coronan el ábside y rematan la nave, tampoco confirmados por datos o hallazgos actuales. Las demás informaciones de interés se pueden resumir en: – Restauración, construcción del vestíbulo occidental y desmonte de la portada, en 1407. – Unificación de la cubierta de las naves laterales y la nave central, lo que anula el servicio de las ventanas de la nave central. – La forma de la portada de los pies recordaba la del arco de triunfo («arco toral»). Es probable que la descripción que nos ofrece del arco de acceso al ábside esté corrompida por la que le hacen los obreros de la desaparecida «portada»: «doble arco concéntrico de medio punto», estrecha y alta, con «imposta» sencilla corrida. – Relación de la portada con un hipotético campanario. Esta noticia indirecta, la existencia de
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campanas, fechadas en 1500, 1523 y 1627, y el grosor del muro de la portada pueden indicar la existencia de una espadaña sobre la portada. Esta portada fue destruida en el primer tercio del s. XIX, en contradicción con su propia noticia de que se desmontó en 1407. Existencia de pinturas figurativas en el ábside central, que debían ser visibles a pesar de la existencia de un retablo. Retablo churrigueresco. Sarcófagos en el acceso al ábside y en la nave centrales.
Será a partir de las obras de restauración emprendidas por Luis Menéndez Pidal y Álvarez (citado a partir de ahora M. Pidal), entre los años 1946 y 1954, cuando nuevos hallazgos obliguen a considerar el interés de la iglesia. Explica sus trabajos en la «Noticia» publicada en 1954, donde describe el edificio, sin entrar en interpretaciones, comenta su restauración y presenta una extensa planimetría, previa y de proyecto. Su principal logro fue descubrir las pinturas del ábside central «con motivos mozárabes, donde intervienen, conjuntamente, la almena cordobesa con la cruz del tipo oriental de brazos iguales, tan prodigada en todos nuestros Monumentos» (1954: 74).
Desde este momento, las pinturas murales, también por su singularidad, se convierten en objeto de estudio de Santo Adriano. El clásico trabajo de Schlunk y Berenguer (1957: 118-125) proporciona su minuciosa descripción y un primer elemento de datación arqueológico y tipológico y no meramente documental, concluyendo que su labor pertenecería probablemente a «artistas mozárabes» y que por lo tanto sería la primera obra del norte peninsular donde se constatase la influencia árabe, confirmando por una parte, pero a la vez planteando la posibilidad de una fecha algo más tardía, quizás influenciados por el recelo de Gómez Moreno sobre el documento de 891 o por dejar abierto que la decoración fuera posterior a su construcción (Pita 1963: 33). Otras obras de restauración, dirigidas por García Pola en 1986, dieron lugar a nuevos descubrimientos consecuencia de las excavaciones efectuadas en su entorno por Adán y Cabo (1989, 1991). Al rebajar hasta el nivel original, descubrieron la zapata de cimentación y su sistema de impermeabilización y la necrópolis externa del edificio que datan en plena Edad Media. Este estudio se completa con un estudio geológico del entorno y de los materiales constructivos utilizados en su edificación.
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Alejados de estos enfoques descriptivos y tipológicos quedan dos importantes trabajos de Fernández Conde y Pedregal (1995/96 y 1998). Aunque ninguno de ellos hace ningún tipo de análisis arquitectónico del edificio, sin embargo ofrecen datos de importancia para la contextualización del edificio originario. Debemos añadir los estudios generales sobre el arte y la arqueología asturiana publicados a partir de la década de los años noventa, especialmente el de García de Castro (1995) que, junto a un catálogo exhaustivo y su análisis perspicaz, recoge información inédita procedente de archivos. Sin que unos y otros lleguen a plantear una problemática general del edificio, presentan algunos temas que apuntan un índice de esa problemática. El primero de los trabajos de Fernández Conde y Pedregal (1995-96) es un análisis diplomático del documento fundacional de Santo Adriano de 891 (24 de enero) y la confirmación de 894 (25 de enero) cuya conclusión es que «los dos documentos alfonsinos relativos a Santo Adriano y Natalia de Tuñón, tal como llegaron a nosotros, son el resultado de una profunda elaboración posterior» en que se utilizaron «instrumentos precedentes... Opinamos que existió, realmente, una dotación fundacional del cenobio o abadía rural de Santo Adriano, situada en el valle del mismo nombre, cerca del río Trubia» (p. 1061).Al mismo tiempo, García de Castro también analiza los documentos fundacionales (1995: 147-149, quizás incompleto y descolocado) llegando a la conclusión de que el documento de 891 «es una falsificación compuesta sobre una verosímil dotación inicial», proponiendo que la fecha (24 de enero) corresponde a la dotación y que la de la suscripción puede ser cierta y su fecha (12 de septiembre) la de consagración, lo que supondría un tiempo de siete meses y medio para construir la basílica o, al menos, para habilitar el edificio para el culto. El documento de 894 lo considera «innecesario» y falso. Fernández Conde y Pedregal, por su parte, suponen «muy extraña» la «confirmación de la consagración», fechada el año siguiente (sólo con el año, 892) y que habría sido incluida en una copia del s. XI-XII (1995-96: 100-101 y 108). El segundo de los trabajos de Fernández Conde y Pedregal (1998) es un análisis con metodología de arqueología del territorio de Santo Adriano, delimitando sus fronteras desde su génesis hasta los siglos plenomedievales en los que la iglesia se convierte en un «foco dinamizador del valle medio del Trubia, con 1 Con la bibliografía previa. Collins 1989: 4, considera los textos falsificaciones.
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un territorio definido». La iglesia de los santos Adriano y Natalia, y San Pedro, S. Pablo y Santiago, al parecer un monasterio, abadía o canónica (Íd. 1995/96: 79), habría sido construida en una heredad de los reyes Alfonso III y Jimena, quizás una villa (Íd. 1998: 157), en un territorio bastante poblado, del que donan unos núcleos (cuatro villae con iglesias, un castro con dos iglesias y dos núcleos menores sin iglesias, quizás complementados con cuevas) al monasterio en 891 (Íd. 1998: 163-166). Hay dos propuestas sobre la motivación simbólica de la fundación de la iglesia y su monasterio. Para Nieto es posible que la dedicación a Adriano y su esposa Natalia tuviera que ver con la revalorización de su culto debido a la llegada de una reliquia a S. Claudio de León a finales del s. IX (1989: 197, a partir de Réau, 2000: 23). García de Castro señala las fundaciones con igual advocación en iglesias datadas entre 921 y 1050 (1995: 423, n. 231).2 Este hecho se puede relacionar con el legendario traslado de las reliquias de ambos santos desde Roma, como regalo del papa Juan VIII a Alfonso III a través de la embajada del conde Guisvado Braóliz y que daría lugar a la construcción de la iglesia de igual dedicación en Boñar (León, 920/929; Rollán 19973). Por otra parte, para Fernández Conde y Pedregal (1998: 167, n. 76 y 169) pudo haber influido su cercanía al lugar, identificado por ellos, de la decisiva batalla de Valdolayés contra Munuza, de modo que, de ser cierto, la iglesia «debería ser interpretada como una especie de memorial a la significación histórica de aquel lugar relacionado con los hechos políticos de Pelayo». La modestia del edificio ha sido considerada por algunos autores como signo de edificio rural y popular. Nieto (1989: 199) subraya su «simplificación elemental» y su «adaptación a nuevas exigencias a través de una reducción de sus componentes», evidente en la «rusticidad» de su interior. García de Castro (1995: 423, n.228; 2004: 76) rechaza con razón esta postura señalando que la fundación regia es «obra de entidad arquitectónica», que nada tiene que ver con una iglesia rural. La interpretación de las pinturas también ofrece puntos de vista distintos. La evidente relación con 2 García Rodríguez (1966: 199-201) supone que la fecha de la fiesta mozárabe, el 16 de junio, puede depender de una posible consagración o deposición de reliquias en alguna basílica española, quizás un monasterio toledano del s. VII, lo que justificaría su aparición en los libros litúrgicos, pero sin que tenga seguridad de su generalización en ese siglo. García de Castro la da de segura tradición visigoda. 3 Recoge las citas de Yepes, Prudencio de Sandoval, Risco y Ambrosio de Morales. Pone en relación la escultura decorativa de Lillo, Valdediós, Tuñón, Lena, Escalada y Boñar.
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temas islámicos es justificada por la presencia de comunidades mozárabes o de una corriente mozárabe de acuerdo con el planteamiento de Schlunk. Arias (2007: 395-400) sigue esta explicación relacionando el significado de las almenas (decoradas con un tema vegetal que supone un «arco trilobulado» y ventana) con la Jerusalén celestial, insinuando su relación con la última versión del Comentario al Apocalipsis (año 786) y su «inspiración o mimetismo» con las representaciones islámicas de mezquitas/fortaleza. Al contrario, García de Castro (2004: 76) defiende la posible participación directa de un taller islámico: «operarios y maestros conocedores de los repertorios andalusíes, sin necesidad forzosa de que hubieran de compartir la creencia cristiana». El análisis del edificio plantea dos problemas concretos sobre su morfología: la existencia o no de habitaciones auxiliares o sacristías y de un nartex de tres cuerpos y tribuna. Prácticamente todos los autores aceptan una probable sacristía en el lado norte del edificio, en paralelo a la que se conserva en el lado sur (M. Pidal 1954: 724; Manzanares 1964: 32; Nieto 1989: 199; Adán, Cabo y Jordá 1991: 364; Gil López 1996: 95; Arias 1993: 240). Para García de Castro (1995: 422), las habitaciones son probables pero le despiertan sospechas (la sur por el descentramiento de la puerta y la norte por la ausencia de enjarjes) abogando por su confirmación arqueológica. Manzanares (1986: 80) cree distinguir en el muro norte «sendas fajas verticales» que corresponderían a los enjarjes de los muros de la desaparecida habitación norte. Tampoco se llega a dar una respuesta satisfactoria con respecto al pórtico occidental, que todos los autores suponen probable, aunque desaparecido por las obras modernas. M. Pidal (1954: 73) es el primero que considera la existencia del nartex tripartito que habría sido aprovechado por el cuerpo moderno, aunque Schlunk y Berenguer (1957: 119) observan que «la disposición exacta de la parte oeste antigua no fue posible determinarla en la restauración llevada a cabo hace poco». Manzanares, que asegura que se conservan los muros laterales del pórtico originario (1986: 80), se refiere a la supuesta tribuna, «cuya parte central comunicaría con la nave por una ventana de arco que se conserva en el muro de los pies», para rechazarla (1964: 32). Gil López (1996: 95) la supone indicativa del patrocinio regio. 4 Aunque la confunde con el nártex por un defecto de redacción: «vestíbulo con sus habitaciones laterales, de las cuales hoy sólo se conserva la adosada al costado lateral de la Epístola, habiendo desparecido su opuesta, sin duda al construir el Cementerio».
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Fig. 1. Tuñón. Lámina de Arredondo publicada en Amador de los Ríos, Monumentos Arquitectónicos de España, 1877 (según facsímil Oviedo, 1988).
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Fig. 2. Tuñón. Alzado Este, Menéndez Pidal y Álvarez, 1940 (según García de Castro 1995: lám. 61).
Fig. 3. Tuñón. Sección a Este, Menéndez Pidal y Álvarez, 1940 (según García de Castro 1995: lám. 60).
Planimetría contemporánea Las distintas planimetrías publicadas son muy expresivas de la última evolución del edificio y de las interpretaciones contemporáneas. La primera es la presentada en una lámina suelta de Monumentos arquitectónicos de España (Amador de los Ríos 1877; fig. 1) dibujada por Arredondo y fechada entre 1875 y 1877. A pesar de las dudas que plantea su ideali-
zación, presenta algunos datos de interés. Los altares ofrecen una situación parecida a la que en 1940 reproduce M. Pidal, adosados al testero y el central aislado de las paredes laterales. Pero no parece existir más suelo de madera (al que se refiere M. Pidal como levantado por él) que dos plataformas en relación con el altar central. También en la planta de M. Pidal de 1940 (fig. 7.1) se ven perfectamente estas plataformas y las basas de las columnas del arco de triunfo,
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Fig. 4. Tuñón. Alzado Sur, Menéndez Pidal y Álvarez, 1940 (según García de Castro 1995: lám. 64).
Fig. 5. Tuñón. Sección a Sur, Menéndez Pidal y Álvarez, 1940 (según García de Castro 1995: lám. 65).
de modo que no parece existir entre estas fechas un suelo de madera que cubriera toda la iglesia como podría pensarse de lo que dice el arquitecto. En los planos de Arredondo tampoco están señaladas ni la ventana occidental de la cámara supraabsidal ni el coro, planteando la duda de si no fueron representados por el carácter ideal de los planos o porque no existían. Pero en cambio, en la nave meridional se documenta el movimiento de su muro lateral, la puerta de la habitación aneja y otra puerta abierta en el testero occidental que nosotros hemos documentado con nuestra lectura. Quizás para facilitar el paso desde esta puerta al añadido meridional, se observa que en
el cuerpo occidental no existe el muro de su brazo meridional que hoy se adosa a la esquina SO de la iglesia, y en cambio aparece otro situado más a norte, continuación del de la nave. En esta zona se supone la existencia de sendos contrafuertes paralelos a los de la cabecera, lo que viene a significar que aún no se pensaba en la existencia de un pórtico originario a los pies. La cubierta es única para las tres naves, de modo que las ventanas de la nave central quedan bajo cubierta. Los planos siguientes son los de M. Pidal, una planimetría completa de 1940 con el estado previo a su restauración, la planta de proyecto de 1954 y una
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Fig. 6. Tuñón. Planos de armaduras de cubierta de M. Pidal, 1940 (según García Álvarez y Muñiz 2009: 60).
planta suelta de estudio sin fecha segura. En el de 1940 (fig. 2/6) se observan los anejos meridionales, con el porche, y el occidental con su brazo sur reformado después de 1877, similar al que hoy conocemos. Llama la atención que no figuren las credencias orientales del ábside central que en cambio si están en el plano de 1877, quizás ahora cegadas. Otros detalles son de menor importancia: está cegada la ventana de la capilla norte; en la central se conserva el retablo y está abierta la ventana; en la cámara, la ventana occidental abierta; en la sur hay un sarcófago; en la nave central, el coro; la cubierta única de la iglesia y sus anejos meridionales; y en el cuerpo
oeste, una ventana y un nicho. En la planta de proyecto de 1954 se han colocado los altares exentos; se ha reconstruido la habitación meridional y se reconstruye con líneas de punto la habitación norte. Nada indica, sin embargo, que el cuerpo occidental esconda un nartex originario. La tercera planta de este arquitecto es muy interesante. Está publicada por Schlunk y Berenguer en 1957 (fig. 126) y en 1963 por Pita (su fig. 18, en ambos explícitamente como de L. Menéndez Pidal; fig. 7.3), pero la debemos considerar un esquema de estudio, quizás de fecha anterior a la de 1954: no está reconstruida la habitación meridional y el cuerpo y
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Fig. 7. Tuñón, plantas. 1. M. Pidal 1940 (según García de Castro 1995: lám. 63); 2. M. Pidal 1954 (según García de Castro 1995: lám. 62); 3. M. Pidal ¿anterior 1954? (según Schlunk y Berenguer 1957: fig. 126; también en Pita 1963: fig. 18); 4. Manzanares 1957 (dib. 5); 5. Arias 1993 (pág. 238); 6. Arias 1999 (Arbeiter y Noak-Haley: abb.132); 7. Marqués 2007 (según García de Castro 2008).
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los testeros occidentales han sido borrados y sustituidos por interrogaciones que explicitan las dudas que esta parte provoca en ese momento (¿cuándo?) al arquitecto. Nos preguntamos si hubo algo que le hizo cambiar de opinión o si fue sólo el modelo explicativo el que le obligó a aceptar en 1954 la posible existencia del nartex. Las siguientes plantas, de Manzanares (1964: dib. 5; fig. 7.5) y Arias (1993) son muy similares, ambas rigurosas aunque presentan una «planta modelo», quitando las ventanas de las naves laterales, añadiendo la habitación auxiliar norte y el cuerpo occidental y las distintas puertas necesarias. Arias en 1999 (fig. 7.6) propone una planta diferente que supone un análisis del edificio, al suprimir la habitación norte, marcar lo restaurado en la sur y suprimir el cuerpo occidental aceptando la duda de su existencia (Arbeiter y Noak 1999: abb. 132, aunque Noak-Haley, p. 203, defiende aún la habitación norte). Con la última planta (del arquitecto Marqués, publicada por García de Castro 2008), el de mayor calidad, se vuelve a la objetividad técnica (fig. 7.7). Historia de Santo Adriano y sus reformas más importantes Conocemos bastante bien, como hemos visto, cómo se generó la iglesia de Santo Adriano y sus acontecimientos más recientes, pero sin embargo, la escasez de documentación escrita y arqueológica entre medias hace que gran parte de la historia del edificio sea aún desconocida.5 891: privilegio de Alfonso III y su mujer Jimena, por el cual dotan el monasterio de Tuñón (24 de enero). Su iglesia se consagra a Santo Adriano y Natalia, Santos Pedro y Pablo y Santiago por los obispos Naustro de Coimbra, Sisnando de Iria y Ranulfo de Astorga (12 de septiembre según García de Castro 1995: 423). 894 (25 de enero): Privilegio de Alfonso III, por el cual se confirmaría la fundación y se dotaría al monasterio la villa de San Martino de la Falaminosa (documento falso según García de Castro 1995: 149). 923: Información testifical referente al monasterio de Santo Adriano. 1096: Donación de Alfonso VI de la iglesia de Tuñón a la de San Salvador de Oviedo. En 1108 (11 de agosto), el obispo Pelayo consagra de nuevo la iglesia y renueva los tres altares, 5 García Larragueta, 1962, 48 y ss., doc. 13, 14 y 117, recoge la documentación de la catedral de Oviedo.
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siendo Eulalio abad presidente del monasterio. Este hecho queda reflejado en la placa de mármol, del que se extrae la cita, que todavía se conserva en la iglesia. Aunque en la documentación no se especifica que Pelayo hiciera ninguna reforma, se considera generalmente que la nueva consagración fuera acompañada de una reforma y remodelación de la iglesia. 1373: Notaría del concejo de Quirós y del coto de Santo Adriano proveída por el prelado ovetense. Adán, Cabo y Jordá (1991, 363) afirman una remodelación de la iglesia en 1407, noticia tomada de López Fernández (1900: 176) quien adscribe al obispo Guillén de Verdemonte la restauración de la iglesia abandonada y la agregación del «vestíbulo que le antecede… desapareciendo la portada y ménsulas». 1500, 1523 y 1627, fechas de las tres campanas documentadas en 1900 por López Fernández (1900: 178). También se acepta que se llevan a efecto nuevas reformas entre los siglos XVII y XVIII, sin especificarse ninguna fecha concreta ni concretarse las que se realizaran. Arias supone que la inscripción del intradós del primer arco del lado de la Epístola, que reproduce parte del texto del siglo XII, debió ser contemporánea a estas reformas (2007: 237). García de Castro coloca en este momento la ampliación oeste. 1796: memorial dirigido a la Diputación del Principado por el párroco de Santo Adriano exponiendo el estado lastimoso de la población. García Álvarez y Muñiz (2009: 9 n. 14) suponen que el antecuerpo de la iglesia o cuerpo occidental se construye en el primer tercio del s. XIX de acuerdo con los datos de López Fernández (1900: 177). García de Castro (1995: 422) supone que en el siglo XIX se pudo ampliar la habitación sur, adosar la escuela y construir el pórtico. En 1875/1877, Arredondo efectúa la planimetría de la iglesia, de la que se puede deducir que la habitación auxiliar ya se había ampliado hacia oeste, pero todavía no se habían construido las escuelas ni el pórtico. En 1904 se efectúa la «reparación en una de las capillas laterales de esta iglesia» (suponemos que de la cabecera, pero podría ser del cuerpo occidental) según noticia de Valeriano López (López Fernández), maestro de Tuñón (García de Castro 1995: 194, nº 44, y 213). Durante ellas se encontraron «debajo de la vieja piedra del ara, tres piedras de la forma de tres ladrillos que vienen a ser fragmentos de otras tantas lápidas», que supone pertenecientes al templo originario. García de Castro, por su parte, considera que pueden avalar la reconsagración de 1108. Nosotros no llegamos a entender qué quiso decir con la expresión «vieja piedra del ara» pues los tableros coloca-
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dos actualmente en los ábsides laterales no presentan hueco o loculus para encastrar la loseta del ara, como en cambio sí tiene el tablero central. Quizás se refiera al propio tablero. No podemos llegar a otras conclusiones. 1931 (3 de junio) es declarada Monumento Nacional. Entre 1946/1949 y 1950/1954 se realizó la reforma de Luis M. Pidal (1954: 72-77). El primer proyecto de 1940 (fecha que tienen los planos de estado anterior) no debió realizarse. Según García de Castro, en 1951 (junio) firma otro proyecto de restauración en que ya se cita como realizados el derribo de los anejos y la reconstrucción de la habitación auxiliar. Las obras estaban terminadas en 1954 (García de Castro 1995: 213, n. 76; 235, n. 279; y 421, n. 218). García Cuetos señala como principales objetivos de estas obras la «restauración total del monumento», utilizando las mismas palabras del arquitecto, y recuperar su «ambiente primitivo» (1997: 133). Esta restauración, según la información del arquitecto y de García de Castro consistió en las siguientes actividades: 1. Demolición de los anejos y construcciones modernas, descubriendo cimientos ocultos y dos fragmentos de una placa de cancel originaria. 2. Excavación de los terrenos recrecidos. 3. Desmonte del coro y construcción de un nuevo coro y traslado de los retablos al cuerpo occidental que se habilita como nueva iglesia. 4. Desmonte de los suelos de madera y restauración de los de hormigón. 5. Reconstrucción de los tres altares según las huellas encontradas en el suelo de hormigón.
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6. Levantamiento de revocos y limpieza y nuevo enfoscado de paramentos, descubriendo las pinturas del ábside central. 7. Reparación y apertura de las ventanas e instalación de nuevas celosías. 8. Refacción de la cubierta de madera, rebajando la de las naves laterales. 9. Descubrimiento de carreras de madera en los muros de las arquerías. 10. Demolición de una bóveda en la nave sur. 1968: Impermeabilización de la cubierta (García de Castro 1995: 422). 1979/1983: Proyecto de retejado por la arquitecto M.ª del Mar Benito Pallares (García Álvarez y Muñiz 2009: 11). Tras proyectos de 1985 y 1986. En 1987/1988 (García de Castro 1995: 422; García Álvarez y Muñiz 2009: 11-12) se llevó a cabo otra restauración, más limitada, dirigida por los arquitectos García Pola, Marqués y Palacios. A la vez se efectuaron excavaciones arqueológicas que dieron lugar al descubrimiento de la necrópolis medieval y, en una zanja perimetral, de la zapata de cimentación (Adán y Cabo 1989 y Adán y otros 1991). Después de una serie de inspecciones e informes sobre el estado de la iglesia y su entorno, en 2006 se aprueba el gasto para la intervención de 2008, última intervención restauradora, dirigida por el arquitecto Carlos Marqués Rodríguez, acompañada de un seguimiento arqueológico, efectuado por García Álvarez y Muñiz López, de la retirada de enfoscados y de los rebajes del nivel del suelo, a la vez de completar la lectura de paramentos efectuada por el segundo de ellos en 2006 y la documentación de la cubierta del edificio (García Álvarez y Muñiz 2009: 15).
Fig. 8. Tuñón. Diagrama de Actividades Estratigráficas.
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II.
Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
LECTURA
ESTRATIGRÁFICA
Etapa I. Edificio originario A: 100. UE: 1000, 1040, 1053.6 La iglesia de Santo Adriano de Tuñón presenta, como se sabe, planta basilical, de tres naves, separadas por sendas arquerías de tres arcos sobre pilastras, y tres ábsides rectangulares. Sobre el ábside principal posee una cámara a la que se accede desde el exterior. La nave central es aproximadamente el doble de ancha que las laterales. En altura sobresale por encima de los cuerpos laterales lo que permite por una parte, abrir ventanas, que en la actualidad ocupan en altura el espacio libre del muro, y por otra colocar la cámara sobre el ábside central a la que se accede por una ventana desde el exterior. Sólo los ábsides están cubiertos con bóvedas, mientras que el resto del edificio se cubre con armaduras de madera, incluso la cámara supraabsidal. También se cubren con armadura los trasdoses de las bóvedas de los ábsides laterales creando un espacio bajocubierta que se apoya en los muros recrecidos de los ábsides laterales. La lectura del edificio pretende responder ante todo a la forma y a las características constructivas del edificio, aunque es difícil la observación de su aparejo dado el enfoscado de sus paredes provocado por la restauración de Menéndez Pidal y Álvarez. Destaca especialmente el descubrimiento, con motivo de la intervención actual, del entramado de madera que arma sus muros y que comenzó a descubrir M. Pidal durante su restauración. El edificio plantea, como ya avanzamos, otros dos problemas: la existencia o no de habitaciones laterales y de un vestíbulo con o sin tribuna. La conclusión de la lectura es que la iglesia sólo conserva en su integridad el cuerpo de cabecera y las arquerías. Los muros laterales del cuerpo del edificio y el de testero de los pies o han desaparecido o han sufrido fuertes ruinas. Las posteriores restauraciones y especialmente el añadido de un cuerpo a Occidente en época contemporánea, impiden comprobar la existencia de un vestíbulo a los pies. En cambio, parece que la habitación meridional existía ya en el momento originario, aunque, de acuerdo con la ruina generalizada sufrida por los muros exteriores de la iglesia, es muy poco lo que de ella ha pervivido en nuestros días. 6 Ordenamos la lectura por Etapas, colocando a su inicio las Unidades Estratigráficas (UE) y Actividades Estratigráficas (A) que se adscriben a ellas. La información se complementa con el diagrama (fig. 7; lám. 14), el Índice de UE y A y sus relaciones, colocado al final del texto, y la planimetría.
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• Los ábsides Los ábsides son rectangulares, rematando la cabecera en testero recto con sendos contrafuertes (fig. 26), aparentemente en línea con la separación de los ábsides, aunque, en realidad, son más estrechos que los muros y se alinean con sus caras distales. Mientras que el ábside central es el doble de ancho que los ábsides laterales, no ocurre lo mismo con las naves, ya que la nave central es algo más ancha que el doble de las laterales (lám. 15). Esto es debido a que los muros que separan los ábsides son más anchos de lo normal, algo más de 80 cm frente a algo más de 60 cm que es el grueso general de todos los muros del edificio. Esta excepción en el grosor de los muros que separan los ábsides hemos de achacarla al abovedamiento de los tres ábsides de la cabecera y quizás a la mayor anchura del ábside central, dado que los muros exteriores (de los ábsides laterales) no están regruesados, aunque poseían contrafuertes que hasta ahora eran desconocidos. En realidad, sólo conocemos la huella dejada por el contrafuerte de la cara externa del ábside meridional, degollado en época histórica [UE1068, A141, Etapa IV], que estaba sensiblemente centrado, cuyo ancho debía equivaler a los 60 cm del grueso de los muros y en altura se interrumpía a la del riñón de la bóveda (fig. 51-53; García Álvarez y Muñiz 2009: 31, documentan su posible cimiento). Hay que suponer que en el ábside norte existe o existía otro contrafuerte similar, hoy oculto por un mausoleo del cementerio adosado a la iglesia. La bóveda del ábside principal es de cañón, ligeramente remetida en su arranque del plano de los muros, de modo que el escalón que se define podría servir para apoyar su cimbra (fig. 29). 7 El arco de triunfo está realizado con salmeres y dovelas de piedra toba hasta un cuarto de su desarrollo en los riñones de cada lado, cerrando en la mitad superior con ladrillos colocados radialmente. Las jambas del arco tienen embutidas en la línea de imposta losas de piedra caliza gris que se empotran hasta la esquina de la nave central y que vuelan hacia el centro de la iglesia actuando como impostas de las columnas, adosadas a las jambas de las pilastras y acogidas por las losas (figs. 28, 29). La parte sobresaliente de las losas está retallada y recortada, regularizando y reduciendo ligeramente su ancho. Las columnas por tanto no tienen función constructiva. Las impostas, 7 Noak-Haley indica la presencia de tres anillos en la clave de la bóveda que pudieron servir para colgar una lámpara, cruz o corona votiva. Arbeiter y Noak-Haley 1999: 204.
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al estar completamente empotradas en el muro son el único elemento que sirve para sujetarlas, ya que, en lo que se ve, basas, fustes y capiteles están cortados, aunque es posible que en ciertos puntos estén ligeramente embutidos en los muros, lo que no se puede comprobar completamente por estar cubierta la zona de contacto en su mayoría con enfoscado. García de Castro supone que las impostas voladas pudieron soportar una trabe para cortinas litúrgicas (1995: 421). La existencia de sendos huecos abiertos en los muros de las arcadas, por encima de la altura de la clave del arco de triunfo, tuvieron también la misma finalidad, aunque la hemos supuesto, sin verdadero argumento, pertenecientes a un momento más tardío (lám. 23). Pero la solución constructiva dada a las columnas de la embocadura es normal en la alta Edad Media de modo que semejan pero en realidad no soportan la estructura constructiva. El modelo más representativo es Santa Lucía del Trampal, pero ocurre también en San Pedro de la Nave. El arranque volado de los arcos de herradura evitaría visualizar esta falta de relación constructiva, aunque en la embocadura de los ábsides en El Trampal, como la herradura apenas sobresale, la solución final debía parecerse a la de Tuñón (Caballero y Sáez 1999: 96-97 y 162-163, fig. 48, lám. 68-69). En cualquier caso es evidente que todas las piezas de las columnas están reutilizadas y recortadas. El capitel del lado norte está cortado por su cara trasera e inferior, le falta la cartela del frente y se ha retallado la hoja de la esquina NE. El capitel del lado sur, diferente a su compañero, está al menos recortado por su cara trasera (fig. 31,32; Domínguez Perela, 1987: 391b, considera los dos capiteles del s. VII, el norte de ascendencia oriental. Noak-Haley 1991: 60, n. 304, ambos visigodos expoliados, el sur en relación con la pareja exterior de Bande, y otros de Santa María de Brozas. García de Castro 1995: 300-301. Íd. 2006: 111 y 112, el capitel sur de fines del VI, inicios del VII, procedente de Galicia, asociado al capitel 2 de la iglesia de Santullano). Los fustes, de granito rosa, están recortados también por sus caras de asiento y por la cara trasera, partido el del lado sur, y no coinciden con los diámetros de los capiteles y basas. Las basas, gemelas, deben estar recortadas también por sus caras traseras y están golpeadas en el proceso de reutilización. Finalmente los plintos de arenisca también están reutilizados, cortados por la cara trasera en que se adosan a las jambas, la norte cajeada para ajustar la basa, y ambas con las esquinas (proximales exteriores) talladas en oblicuo, huellas de difícil explicación en el uso del edificio que deben pertenecer al primitivo de donde procedan. Los áb-
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sides laterales siguen una organización constructiva similar pero sencilla, con la bóveda de cañón, sin resaltes aparentes en los muros y con un sencillo arco de triunfo de medio punto sobre pilastras poco resaltadas (fig. 19,35). La ventana del ábside principal fue cegada y cortada en época histórica por su parte superior para prolongar en altura una nueva ventana por haber quedado el umbral de la primera muy bajo con respecto al suelo sobreelevado del exterior y por la necesidad que pudiera derivarse del retablo [UE1023, A122, Etapa Va] (fig. 13,14,17, lám. 18; alzado de M. Pidal; Pita 1963: lám. 36; Arias 2007: II, 786). El arco actual pertenece a la restauración de M. Pidal que cerró la ventana posterior y abrió de nuevo la originaria [UE1002]. Las ventanas de los ábsides laterales rematan en arcos de medio punto con dovelas de pequeño tamaño talladas en piedra toba. En los muros laterales del ábside principal se abren sendas parejas de credencias, gemelas (fig. 29 y 30, lám. 22 y 23). Todo el ábside está enfoscado y pintado (Schlunk y Berenguer 1957), pinturas que cubren los paramentos y evidencian como originarias las cuatro credencias, aunque posteriormente restauradas. • Una unidad de medida grabada en la pared A unos 11 cm por debajo de las credencias del lado norte y a cuatro centímetros y medio de la esquina oeste, hay, inciso a punzón sobre el enfoscado fresco y por lo tanto coetáneo a él, un trazo recto de 194,5 cm de longitud, horizontal, marcado su inicio y su final con sendos trazos verticales (7 y 7,5 cm de altura; fig. 30). A dos tercios de su inicio por el lado de la izquierda se sitúa otro trazo vertical (8 cm de altura), sólo por arriba del trazo horizontal sin llegar a cortarle, y que está trazado algo después, cuando el enfoscado ya comenzaba a secarse según demuestra la huella menos neta que ha dejado. La parte de la izquierda mide 130 cm, mientras que la de la derecha, 64,5 cm. Por sus dimensiones se puede deducir que corresponden a una unidad de medida del pes drusianus o pie de rey: Dimensión en cm Longitud total Tramo izquierdo Tramo derecho
Número de unidades (pes drusianus)
194,5 130,0 64,5
Valor medio de la unidad: 32,388 cm
6 4 2
Valor de la unidad en cm 32,416 32,5 32,25
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La aproximación de los valores al pes drusianus encajan bien en una unidad algo mayor de 32 cm, que oscila entre 32,3 y 32,4. El intento de ajustar estas dimensiones a otros valores no consigue una aproximación válida. El valor de este pie de Tuñón es el menor de su grupo, aunque muy cercano a los de San Pedro de La Nave (32,43 cm), Santa María de Bendones (32,48 cm) y Santa Cristina de Lena y Santiago de Gobiendes (32,6 cm. Arias 2008: 63 y 75, cuadros). Esta unidad, grabada en el enfoscado fresco del ábside, se explica como perteneciente al taller de pintura que estaría actuando a la vez que se extendía el enfoscado y que posiblemente lo utilizara como referencia para la composición del dibujo. Se diferencia así del taller constructivo que utiliza para el trazado de la iglesia el pes romanus de 30,925 cm, como demuestra Arias (2008: 297300, cuadros 2 y 4). El estudio de las dimensiones de las pinturas podrá comprobar o desmentir esta hipótesis.8 • Altares, canceles y pavimento. Problemas de originalidad Los altares se sitúan en la actualidad en el centro de los tres ábsides (el central dedicado a Adriano y Natalia, el norte a Santiago y el sur a Pedro y Pablo; figs. 28, 35) adonde los desplazó M. Pidal, 9 según indica él mismo, que levantó el suelo moderno «de madera y tierra» y restauró «los pavimentos de hormigón» [UE1040] completándolos con otros nuevos [UE1004]. En estos suelos «se manifestaban perfectamente las huellas de los primitivos altares, exentos», restaurándolos de acuerdo con los datos obtenidos como podios, sobre los que «fueron montadas las antiguas losas, que también habían sido rescatadas en los modernos altares adosados al fondo de los tres ábsides» (1954: 76. García de Castro 1995: 422). Su situación bajo el suelo moderno y la presencia de las huellas certificaban el carácter originario de altares y suelo. En las fotos obtenidas por Armán durante las obras se observa la coetaneidad de la huella del altar con el suelo en el ábside sur y quizás en el norte (figs. 18, 19). Se puede asegurar por tanto que los altares originarios tipológicamente correspondían a altares de bloque. 8 Eduardo Rodríguez Trobajo, en el estudio dedicado a la madera en este mismo volumen, plantea la existencia de dimensiones de las maderas del edificio originario coincidentes con el sistema del pie y el codo drusiano. 9 Agradecemos al Dr. Isaac Sastre los comentarios sobre los altares y el suelo.
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Sus dimensiones (García de Castro 1995: 214, con ligeras variaciones) son las siguientes: Altar norte Podio Tablero
68 x 67 x (88) cm 107 x 74 x 9,5 cm
Altar central
Altar sur
113 x 87 x (89) cm 67 x 68 x (87) cm 167 x 92,5 x 12 cm 110 x 73,5 x 10 cm
(entre paréntesis la altura dada al podio por M. Pidal)
Los tableros norte y sur son de lados verticales sin moldurar; el norte, rota y restaurada la esquina NO. El tablero central tiene en sus lados una faja superior vertical y otra inferior inclinada hacia adentro y en su cara superior un hueco para el ara moderna. Dado que, como dice M. Pidal, fueron recuperados de los altares modernos adosados, allí tuvieron que estar suplementados lateralmente para lograr el ancho de los ábsides. El suelo considerado como más antiguo10 (fig. 18, lám. 15) cubre en la actualidad los tres ábsides por completo; continúa con una estrecha faja por delante de ellos que, ante el ábside central, se alarga hasta la altura de la mitad del primer intercolumnio; y con otra adosada al muro perimetral norte y su esquina NO. Otra estrecha faja se conserva adosada al testero occidental de la nave sur. Las fajas laterales están rehundidas al parecer por el movimiento de los muros. Este suelo originario está formado de cal hidráulica y pequeños cantos, sin que se descubra ningún indicio de cerámica o teja en su composición. Un ligero e irregular escalón de 1 a 6 cm diferencia la altura del suelo en los ábsides, más alta que en el aula. En este suelo no se descubren huellas de canceles, lo que puede interpretarse como signo de que no es el suelo originario, siempre que se acepte que la placa de cancel decorada, encontrada por M. Pidal, pertenecía a la iglesia originaria y se encontraba situada en el ingreso al ábside, pues de encontrarse más adelantada, a la altura de la primera pareja de pilares, no se habrían conservado sus huellas. Podemos suponer que la pérdida del suelo en la nave meridional 10 Adán, Cabo y Jordá (1991: 383), en su estudio geológico, afirman que el suelo es muy posterior a la construcción de la iglesia «constituido por cemento portland... construido por el arquitecto Menéndez Pidal. No se conserva en ningún punto de la iglesia restos del pavimento original de ésta». La misma opinión mantienen García Álvarez y Muñiz 2009: 7, n. 5, análisis realizados por Empresa Estabisol, 1987-88, y 43, «Menéndez Pidal... llevó a cabo una sustitución del antiguo pavimento... por un nuevo solado de hormigón que imitaba al original». Esta rotunda aseveración choca con nuestra observación, que distingue un suelo antiguo de cal y pequeños cantos rodados, sin cerámicas, y otro el de restauración de M. Pidal y Álvarez, concorde con las observaciones de este mismo (fig. 88).
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ocurrió con la ruina de su muro perimetral, aunque se conserva parte en la esquina SO. En el resto de su superficie no podemos aventurar ninguna causa para su pérdida. M. Pidal tampoco informa de hallazgos en la zona perdida, por ejemplo sepulturas.11 Aunque suponemos que este fue el suelo original, se puede argumentar que pertenezca a la segunda etapa, lo que obligaría a justificar la retirada de los canceles y, por tanto, la restauración del suelo, quizás con los altares, y la ausencia de huellas para canceles.12 • El tablero de cancel de Tuñón y su relación con otros talleres decorativos Como ya dijimos, durante las obras de restauración de Tuñón «aparecieron dos fragmentos de la antigua losa-cancel» (M. Pidal 1954: 77), de mármol gris, uno de ellos perdido (fig. 9). Representa, incompleto, un tema a eje, un árbol esquemático. El tronco arranca abierto en un pequeño ángulo. A los lados surgen, por orden, simétricas palmetas estilizadas de doble hoja y ondas de roleos que acogen «palmetas bizantinas», hojitas triangulares con espirales incisas en su base, que nacen directamente del tronco. El tema está limitado a su derecha por un listel que parece que remata la pieza. Sus dimensiones eran de (46x31)x6 cm según Jorge (1957: 264). Jorge Aragoneses (Id.) observó la relación estilística de esta pieza con otras dos similares procedentes de Lillo, con la trasera retallada y reutilizada de la célebre placa del grifo y con ambas caras de otra segunda placa (dimensiones 64,5 x 42 x 5,5 y 64 x 40 x 5 cm según Jorge 1957: 260 y 264; fig. 10, 11). Efectivamente, además del paralelo estilístico, las palmetas de Tuñón son casi idénticas a las de la cara delantera de la segunda placa de Lillo donde aparece además otra hojita similar. Dada esta relación, la cara delantera de la placa del grifo, que es anterior al 11 La observación de Adán y otros (1991: 364) de que «se perdieron dos sepulcros que había a la entrada del presbiterio y que se destruyeron para construir la mesa del altar» se refiere a la noticia de López Fernández (1900: 178) y el altar para que se utilizaron sus cubiertas estaba fuera de la iglesia. 12 García de Castro nos llama la atención sobre la relación suelo/altares/restauración: «La actuación de Pelayo tiene que ver con la aplicación de la reforma litúrgica romana, y su inscripción cita exclusivamente la colocación de aras (tres aras novas posuit) sobre los tres altares (super tria predicta altaria), es decir, distingue perfectamente el soporte del ara». De acuerdo con esta observación los soportes de los altares, los bloques, seguirían siendo los originales y sólo se habrían incluido nuevas aras en o sobre los tableros según un nuevo concepto o sistema, diferente al de la antigua ara/tenante de tradición visigoda.
Fig. 9. Tuñón. Las dos piezas de la placa de cancel aparecida durante las obras de restauración de M. Pidal (según Manzanares 1957: lám. VI, foto 17).
estar reutilizada, tenía que ser visigoda de finales del s. VII o inicios del VIII, lo que certificaba, según él, sus paralelos directos con Quintanilla de las Viñas (Burgos) y Chellas (Lisboa) y otros secundarios con Saamasas (Lugo), San Pedro de la Nave (Zamora), Guarrazar y la Vega Baja de Toledo13 y las piezas del supuesto palacio de Alfonso II en Oviedo, que habrían de ser también visigodas. 14 La cara trasera de la primera y las dos caras de la segunda placa de igual estilo, por su relación con la pieza de Tuñón, debían datarse en época de Alfonso III (891). Casi al mismo tiempo, Schlunk, que acaba de conocer la pieza de Tuñón por Jorge, relaciona las tres piezas tipológicamente similares con los capiteles del pórtico de Valdediós (año 893) y los canceles de San Miguel de Escalada (año 913; Schlunk y Beren13 La relación con Toledo se da a través de las llamadas «palmetas bizantinas» que también aparecen en la cara delantera del grifo. Existe una evidente filiación entre estos talleres que no se reduce a este tema. 14 A las conocidas de Oviedo hay que añadir otra publicada por primera vez por García de Castro 1995: 236, 18.A.2.
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Figs. 10 y 11. S. Miguel de Lillo. Anversos y reversos de las placas de cancel «del grifo» y de la de decoración similar a la de Tuñón (según Luis 1961: lám. 3 y 4. Catálogo de García de Castro 1995, 11.B.1. y 11.B.2).
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guer 1957: 119-12015), llegando a plantear por ello la posibilidad de que Tuñón pudiera ser algo posterior al 891. Mas tarde, con respecto a uno de los motivos del otro repertorio decorativo de la delantera del grifo, que yo denomino «seudo roleos», se ve obligado a suponer que «determinadas formas ornamentales que nos son conocidas por iglesias del s. VII, se repiten sin alteraciones de estilo, en los siglos VIII y IX» (1980: 140, fig. 5-9). A las del VII añade los frisos de São Torcato de Guimarães (Braga) y Sta. María de Arosa; del s. VIII serían las del palacio de Oviedo de Alfonso II; y del IX las de Lillo de Ramiro I, incluyendo el friso del arco de su tribuna. Esta propuesta es imposible para nosotros pues contradice el principio de identidad tipológica. En los años 1994 y 1995, Real y yo mismo volvimos a analizar la delantera del grifo llegando a la conclusión de que no era visigoda, sino que tanto ella como todo su grupo era postvisigodo. Por mi parte (Caballero 1994-95: 344-345 y 111-112), consideré que las piezas decoradas de Saamasas, Montelios y Guimarães y Oviedo (incluyendo la del grifo de Lillo) formaban un grupo unitario que debía fecharse a mediados del s. IX, con relaciones por derivación, a través de los seudoroleos, de los estucos de Jirbat al Mafyar (Jordania) y Villajoyosa (Alicante) y, a su vez, precedente de los frisos de San Pedro de la Nave (Caballero 2000: 219-225).16 Real (1995: 67-68, n. 143, fig. 23, 24, 31 y 32) considera que formarían parte del arte «portugués», mozárabe del s. X, y que la placa del grifo llegaría a Oviedo gracias a las estrechas relaciones entre la condesa Mumadona y Ramiro II (926-951) y, por lo tanto, que sería posterior a los reinados de Ramiro I/Alfonso III (842-850/866-910). A pesar de mi aceptación inicial (Caballero 2000: 217-219), hoy no creo posible esta propuesta cronológica mientras se acepten las relaciones «estratigráfica», entre la delantera y la trasera de la placa del grifo, y «tipológica», entre la trasera y la placa de Tuñón, a añadir a la argumentación de García de Castro (2006: 100, n. 23). Además, estas piezas hay que considerarlas procedentes de un taller asturiano ubicado en Oviedo. Así lo defiende García de Castro para quien son asturianas las dos caras de la placa del grifo, asimi15 Ver a este respecto Rollán 1997: 68-69 y figs. 1, 2, 5 y 8. 16 García de Castro, 1995: 230 n. 230b, n. 230b, supone que el modelo para el friso de seudoroleos de la cara del grifo es una pieza visigoda del teatro de Mérida, en la que yo no he reparado. En la fotografía parece formar seudoroleos, tipológicamente similares a los de Oviedo, aunque en la descripción, Cruz describe círculos concéntricos, 1985: 73, nº 108.
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lando la del grifo al taller de la catedral (2006: 114, n. 47).17 Nuestro reciente estudio de la iglesia de Lillo (Caballero y otros 2008: 20, 27) ha permitido contextualizar al menos dos grupos decorativos, pertenecientes a las dos etapas de obra del edificio originario, la segunda para incluir en el edificio la tribuna.18 A ellos se podría añadir otro tercero si se acepta que fue necesario para restaurar la ruina «anterior a mediados del s. XI». Tanto si el edificio de Lillo se construyó durante el reinado de Ramiro I (842-850, García de Castro 1995: 420, aunque con dudas por «las ambiguas y oscuras» indicaciones de las fuentes alto medievales), como si lo fue algo después, a inicios del de Alfonso III (Collins 1989: 17), si aceptamos la unidad de taller entre la trasera de la placa del grifo, la segunda placa de Lillo y el fragmento de Tuñón, podemos proponer que las placas de Lillo se realizaran para restaurar esta ruina hacia 891 o, como proponía Schlunk, poco después. A partir de los resultados de la lectura y de esta propuesta podemos intentar completar y matizar la propuesta de tres grupos tipológicos (o tres «talleres») hecha por García de Castro para Lillo (2006: 98-101). – Al primer grupo (originario, 844/850) pertenecerían las molduras con decoración cordada, las impostas con decoración de cestería o «billeteada», las basas de las columnas y las placas de las jambas de la puerta, con decoración figurada y otras placas decoradas con roleos y pájaros (García de Castro 1995: 231, 11.A.6/8, ¿quizás marcos de celosías?), piezas en su mayoría de arenisca. – Al segundo grupo (de reforma; a pesar de la aparente contradicción, posterior al primero aunque ambos sean «coetáneos», 844-850) pertenecerían la delantera del grifo y la decoración necesaria para la inclusión de la tribuna: el arco de su embocadura, las placas de los frentes de sus muros, realizado en caliza, los tondos y los arcos monolíticos y, además, un fragmento de placa de cancel (Íd. 1995: 231, 11.B.3), realizado en arenisca. Debemos incluir en este grupo también las barroteras de cancel de remate curvo, alguna decorada con seudoroleos, y talladas unas en mármol gris y otras en arenisca (Íd. 1995: 11.A.1/5 17 Más difícil aún nos parece aceptar la última propuesta de Real 2006: 170, según la cual, considerar del s. X la cara de la placa del grifo obliga a avanzar aún más la trasera, lo que le hace considerarla del s. XII, perteneciente a la restauración de 1108. Recordemos la relación que el tema de las hojas de Lillo/Tuñón tiene con Escalada (914) lo que significa un límite para su cronología. V. supra n. 3. 18 Efectivamente, los análisis estilísticos se deben convertir en tipológicos teniendo «en cuenta el principio de asociación contextual», como pide García de Castro, 2006: 100, n. 23, y nosotros procuramos siempre que podemos.
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y ¿11.B.7? entre otras) y los lechos o umbrales de cancel decorados con jinetes y animales (Íd. 1995: 231-233, 11.C.1 y ¿14?) y la del león (Íd. 1995: 334335; Llano 1917: fig. 16; Luis 1961: nº 21, lám. 24b). – En el grupo tercero (de restauración, circa 891) entrarían la trasera de la placa del grifo y la segunda placa de cancel, además de otros dos fragmentos recogidos por García de Castro (1995: 231, 11.B.5/6). Conocemos el contexto constructivo de algunas de las piezas que forman el grupo del grifo, en la iglesia de Guimarães, sus compañeras en la de Montelios (que no son estrictamente seudoroleos, sino imbricaciones con trifolias) y las del arco de la tribuna de Lillo; sin embargo desconocemos cuál era el de las aparecidas en la catedral de Oviedo. El edificio que permite un acercamiento cronológico más seguro es Lillo que por ello es el elegido. El taller de estas piezas no pertenece a época de Alfonso II, como querían Jorge y Schlunk, sino de Ramiro I (842850) y en este momento debemos situar las demás piezas y las arquitecturas portuguesas en que se integran, concordando con la opinión de García de Castro. También creemos que esto obliga a acercar a esta cronología las piezas o los talleres considerados modelos o previos, de donde quizás procederían los artesanos que llegan a Oviedo: la de Mérida, si es que tiene seudoroleos, y los estucos de Villajoyosa. También creemos que los grupos con palmetas bizantinas (hojitas con espirales en su base) de Guarrazar y Toledo y también de La Mata (Balmaseda 2006) deben acercar su cronología a pleno siglo VIII. Al contrario, la decoración derivada, como los frisos de La Nave, tiene que fecharse en cualquier caso a partir de mediados del s. IX. Somos conscientes de que esta argumentación puede parecer demasiado lineal y que se debe permitir la existencia de líneas paralelas y derivaciones asincrónicas, pero por hoy debemos exponer la comprensión que tenemos de los contextos y los objetos conocidos. • La cámara supraabsidal y los espacios bajocubierta laterales La cámara sobre el ábside central tiene la entrada en el testero oriental, por un ajimez o ventana doble dividida por una columna central, con dos arcos de medio punto logrados con ladrillos de juntas en cuña y enjuta común (figs. 13, 14, 24, 26, 73/77, láms. 19 y 25). Sobre la rosca se insinúa una verdugada de una hilada de ladrillo. Otros fragmentos de ladrillos se utilizan en el paramento exterior. Para la columna de la ventana monolítica se ha utilizado arenisca, que
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no se emplea en la construcción de la iglesia, elegida por su facilidad de talla (fig. 74). El capitel es troncopiramidal, con finas molduras que dibujan un esquema romboidal invertido en cada cara, la línea superior curvada imitando una guirnalda (en este sentido recuerda el esquema del capitel norte del arco del ábside central), con grandes «ovas» en las esquinas que determinan el ochavado de la pieza y del fuste. La basa esta formada por un toro resaltado y un sencillo plinto. El vano es de jambas rectas, con mochetas, función que cumple también el doble arco (figs. 75, 76). El dintel está formado por dos vigas de madera que consideramos del momento originario, apoyadas sobre las jambas con el intermedio de una o dos hiladas de ladrillo. En las jambas rectas, formadas por sillares de piedra toba, está tallada una hendidura, en «L» tumbada, en la norte y un hueco circular en la sur, preparados para un cierre de tranca. Además, en las esquinas exteriores de los cargaderos, las vecinas al arco, están vaciados los quicios cilíndricos para encajar los espigones de las hojas de cierre. Pero en la situación actual no es posible colocar una puerta pues faltan los quicios inferiores y además la piedra central del umbral del arco resalta de su línea lo que impediría que se cerrara la hoja del lado norte. El umbral está formado por tres piezas de caliza grisácea de las que la central es la que resalta por su cara interior y que están unidas por su cara superior por un mortero fino de color rosado que recuerda el color del mortero hidráulico histórico (figs. 75, 76). El aspecto de los dos pequeños sillares laterales es nuevo frente al del sillar central, pisado por la columna del ajimez e incompleto, sin terminar de tallar o roto, por su parte interior. M. Pidal informa que durante la restauración «fue cerrada la solera del ajimez alto del ábside central, colocando el sillar que faltaba» (1954: 73). Las fotos antiguas (figs. 13, 14), anteriores a la restauración, permiten suponer que en realidad eran los dos sillares laterales los que habían desaparecido y en su lugar estaban otros de menor altura que fueron los sustituidos por el restaurador contemporáneo [UE1084] (García de Castro 1995: 257). Las piezas originarias perdidas hubieron de tener los huecos de quicio y formar un escalón con la central, aunque en las jambas no es posible observar el remate de este escalón. Quizás la forma irregular del sillar central, originario, aunque da la sensación de que está sin terminar de tallar, pertenezca a la acción de rotura del umbral y desmonte de la puerta. No lejos, el sillar inferior de la jamba norte, de piedra toba, no se ha terminado de cortar, resaltando de su esquina.
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SANTO ADRIANO DE TUÑÓN Y SU ENTRAMADO DE MADERA
La cubierta de la cámara conserva vigas del momento originario del edificio, reutilizadas como cargaderos laterales y diferenciadas claramente por los círculos concéntricos grabados y por los cajeados que otras piezas presentan (Arredondo; fig. 1, 85/87). Sobre el testero occidental de la cámara quedan, a cada lado, sendas cabezas de vigas sobresalientes, colocadas en su caja abierta en el muro, actualmente sin uso, quizás correas de una armadura antigua sino la original (figs. 78, 85). M. Pidal advierte que él no restauró la cubierta de la cámara con lo que hemos de aceptar que estas piezas fueron reutilizadas allí en un momento anterior, de época moderna. Otras piezas, también cajeadas, se usaron de pares en los bajocubierta de los ábsides laterales. Su decoración de círculos concéntricos incisos es similar a la de las vigas documentadas en Santullano (Arias y Adán 1991).19 El suelo de la cámara está «encapotado», esto es, cubierto con una capa de cal blanca, compacta y dura, en cuya composición entra arena de piedra toba, que se abomba en el centro ajustándose a la curva de la bóveda y se inclina hacia los lados, formando sendos regueros hacia las esquinas externas para recoger el agua que pudiera filtrarse de la cubierta hasta darla salida por los desagües, originarios, situados a los lados de la ventana y que están formados por sendas tejas que atraviesan el muro de fachada (figs. 80/83, láms. 25, 28 y 29). García Álvarez y Muñiz (2009: 57-58) documentan que López Fernández, en carta a Canella a comienzos del s. XX, se refiere a los conductos «que saldrían dos por encima de la bóveda del presbiterio y otros dos arrimados a las paredes de las capillas laterales». Nosotros aún hemos podido encontrar la pareja de desagües del bajocubierta norte, a los que nos referimos más adelante, pero no la del sur. Cerca de las esquinas orientales pero en los muros laterales, se ven otros huecos en el suelo del encapotado que en un primer momento consideramos eran también desagües que vertían hacia los trasdoses de las bóvedas más bajas de los ábsides laterales (figs. 80, 81). Por ello solicitamos de la obra y obtuvimos que se levantaran los tablones de sus cubiertas para poder observarlos y poder comprobar, a 19 La aparición de estas maderas permitió el encargo al dendroconólogo Eduardo Rodríguez Trobajo por parte del Principado de Asturias de su estudio. Pero es de lamentar que no se aprovechara el «momento» de la intervención para un estudio más detallado de toda la cubierta pues es seguro que sus materiales guardan o guardaban la tipología de al menos tres momentos secuenciados: originario, medieval y contemporáneo, con maderas sucesivamente reutilizadas y completadas (fig. 72).
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la vez, si la bóveda meridional era original o había sido afectada por la fuerte restauración de la esquina SE de su ábside y si estaban también cubiertas de mortero (fig. 61). La observación confirmó que las bóvedas laterales habían sido tratadas del mismo modo, aunque se conservan en bastante peor estado, la del lado sur picada y arrancada en casi su totalidad, dejando ver el trasdós de sus dovelas de piedra toba (figs. 70, 71). Los huecos que habíamos observado en las esquinas interiores de la cámara no pertenecían a desagües, sino a las vigas desaparecidas de un entramado al que nos referimos más adelante. El encapotado del ábside norte conserva su horizontalidad por el lado del ábside central y se inclina ligeramente para verter el agua al exterior por las esquinas este y oeste donde tiene sendos desagües, perdidos en el ábside sur (figs. 63-66).20 Los muros laterales de los ábsides y otro tercero construido sobre el arco de triunfo (todos muy restaurados) forman por tanto sendos espacios de bajocubierta, con los oriental y occidental inclinados en medio frontón para dar la forma de la cubierta (figs. 63/65, 70, 71). Como habíamos observado en el interior de la cámara central, los muros proximales, esto es, los que son comunes con la cámara supraabsidal, tienen también una sección escalonada, de modo que los pares de la cubierta apoyaban en el escalón. Es posible que con estos escalones interiores y exteriores, los muros del ábside recuperen su grosor normal para enlazar con la cima de los de las arquerías. Hoy la cámara sobre el ábside central presenta otra ventana abierta en el testero occidental hacia la nave central (figs. 15, 28, 77/79, láms. 22, 23 y 25), así como un nicho encima de la ventana oriental. Ambos no son elementos originarios, sino de cronología moderna o contemporánea, como veremos. Schlunk (1980: 163-164, contestando a Fontaine) atestigua que también la cámara de Santullano se podía cerrar desde el interior, quizás para encerrarse una persona, un penitente, o quizás para alguna finalidad litúrgica como propone Fontaine, aunque su piso no es plano por lo que duda de ellas, y desde luego rechaza que sirviera como tesoro. José M. Pidal recuerda que en Santullano hay desagües por lo que servirían de «cámara de aire» para proteger de las humedades. Schlunk acepta esta finalidad y la de que sirviera para «proporcionar» el edificio, como en Valdediós que tiene además bajocubierta laterales. Este «coloquio» nos recuerda que Santullano, Ben20 García Álvarez y Muñiz (2009: 41) suponen que pudo servir como desagüe un rebaje o rotura situado en la esquina noroeste del suelo del bajocubierta norte (fig. 70) que nosotros no sabemos a qué achacar.
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
dones, Nora, Valdediós y Priesca tienen cámaras y también bajocubierta con desagües. San Tirso de Oviedo también parece que tenía puerta para cerrar la ventana de la cámara aunque en este caso los quicios estaban volados en ménsulas (Arias 1993: 97). Al estudiar la iglesia de La Nave, propusimos para su cámara una finalidad constructiva, para contrarrestar los empujes de la bóveda del ábside, solución que ya no es tan necesaria en las iglesias asturianas donde los empujes están contrarrestados por las bóvedas de los ábsides laterales. Evidentemente tanto la cámara del ábside central como las camaretas de los laterales «proporcionan» o completan los volúmenes de las naves ofreciendo una imagen continua y unitaria de la iglesia. • Arquerías del aula Cada arquería (figs. 28,33) está formada por tres arcos de medio punto (luz entre 1,75 y 1,80 m) que arrancan de pilares intermedios (entre 85/89 cm de largo por 60/64 de ancho) y entregos en sus extremos (más cortos los orientales, 58/64, que los occidentales, 95 cm). El pilar occidental de la arquería meridional arranca sobre un plinto resaltado de unos 30 cm, quizás un sillar que quedó sin retallar in situ. Los pilares presentan un ligero escalón, como vimos en la bóveda del ábside principal, en la línea de imposta para el arranque de los arcos. Los muros suben en altura hasta finalizar con las ventanas colocadas a eje de cada arco. Hoy el remate del muro es moderno, probablemente saneado por la obra de M. Pidal [UE1007], con cargaderos de madera encima de los cuales se sitúan los durmientes para la cubierta (1954: 75). Dentro de los muros, por encima de las roscas de los arcos, corren una o varias vigas formando carrera dentro de cada muro, que estudiamos más abajo. Fueron descubiertas por M. Pidal al retirar el coro medieval. En los paramentos parecen adivinarse uniones horizontales que pudieran coincidir con bancos, uno de ellos a la altura de la viga dicha. Otro por encima quizás pudiera señalar la existencia de otra carrera. • Los muros perimetrales del aula y la habitación meridional Los muros perimetrales son los que más han sufrido de todo el edificio originario. Consideramos que su ruina provocó la restauración medieval del edificio (Etapa II).
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El muro perimetral sur ha desaparecido por completo en su tercio oriental (fig. 38/40, lám. 16 y 24). El frente del arco de acceso al ábside meridional ofrece claramente, en la esquina SE de la nave, el corte del muro originario (fig. 38). Es posible que el muro se abriera aprovechando la unión con este arco y con el muro oriental de la habitación sur. Igual debió ocurrir en la esquina del muro occidental de la habitación meridional, de modo que ambas ruinas actuaron conjuntamente. El resto del muro hasta la esquina SO de la nave lateral, debe conservar parte del muro originario, pero es imposible distinguirlo bajo los enfoscados de M. Pidal. Por su cara externa, liberado de enfoscados, todo él ofrece un aspecto unitario que no pertenece a obra originaria. Pero, en el interior, el remate oriental de esta parte del muro aparece como una esquina [UE 1027], con algunas piedras cortadas y otras ligeramente sobresalientes, lo que hace sospechar que se trate de un corte dado a la ruina del muro originario para sanearla (fig. 40, láms. 16, 19 y 24). En su parte alta, la esquina pertenece a otra obra [UE 1028] que terminó de rematar el corte efectuado en la parte baja. La tipología de las ventanas (para nosotros sólo visible al exterior la occidental) indica que al menos la parte alta y occidental del muro pertenece a un momento medieval. Aunque la lógica de la lectura pide que se conserve parte de la zona occidental de la cara interior del muro originario, no debemos despreciar la posibilidad de que este haya desaparecido por completo y por lo tanto, el corte del tramo occidental afecte fundamentalmente a una restauración posterior. La habitación meridional hay que considerar que ya existía en el momento originario dado que la parte baja de su muro oriental, hasta su esquina SE, enlaza con el muro del ábside (fig. 54/56, lám 16 y 18). No es argumento en contra el descentramiento a Oeste de la puerta de entrada, pues el muro donde se abre, y la misma puerta, que luego sufriría más avatares, pertenecen a un momento posterior de restauración ([UE1048] García de Castro 1995: 422). Algo similar, con sus variantes, ocurrió en el muro perimetral norte que sólo se conserva en alzado hasta por debajo de las ventanas, a cuya altura se observa claramente una superficie de corte [UE1027] (figs. 37, 49, láms. 16, 17 y 21). Pero el muro enlaza en sus esquinas con el resto del edificio, de modo que asegura su identidad con la fábrica del ábside norte y permite considerar originario también el testero occidental de la nave. Sin embargo, al exterior, de modo similar a como vimos en la cara interior del muro sur, el muro originario y su corte superior sólo se observan desde la esquina oeste hasta la ventana interme-
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dia, desapareciendo ambos desde ella hacia oriente, ocultos por un forrado que pertenece a la misma obra del recrecido y sus ventanas [UE1042] de un momento posterior (fig. 49, lám. 17). Todo el muro en lo conservado está fuertemente inclinado hacia el exterior y alabeado, además de probablemente hundido como parece indicar la rotura e inclinación del suelo hidráulico por el interior, junto al muro. También las grietas verticales existentes en el paramento oeste, junto a la pilastra de la arquería, son las únicas que están vivas, demostrando que sigue activo el movimiento de toda la esquina hacia el exterior. No se puede demostrar la existencia de una habitación septentrional gemela a la sur pues no quedan indicios de sus muros al exterior (aunque podrían haber desaparecido con la restauración de la UE1042) ni al interior de su necesaria puerta. Frente a los demás autores, García de Castro ya reconoce este hecho (1995: 421). Sin embargo Manzanares (1986: 80) asegura «distinguirse con claridad, del resto del paramento, sendas fajas verticales que fueron las correspondientes zonas de enjarje de aquellos —los muros perpendiculares del recinto saliente del lado Norte— antes de ser cortados de arriba abajo». Nosotros no hemos observado tales fajas. El resto del cierre occidental ha desaparecido casi por completo, esto es los testeros occidentales de la nave central y de la nave sur. El actual de la nave central pertenece a una obra no originaria aunque fue realizado con técnicas similares a las prerrománicas, como demuestra su uso de piedra toba, y en época moderna cortado de nuevo para colocar el actual arco de paso (figs. 34, 43; láms. 16, 25 y 27). No existe una argumentación estrictamente estratigráfica para considerarlo no originario porque es imposible observar las superficies de contacto entre las distintas unidades, tapadas por la obra moderna [UE1013] y sus enfoscados [UE1015] hacia el occidente y por las arquerías originarias por el interior de la iglesia. Sólo se puede observar que el muro de testero se adosa claramente a las pilastras entregas de las arquerías demostrando su posterioridad. Otros argumentos ayudan a desechar su carácter de originario. El actual testero occidental ofrece un grosor extraordinario (90 cm) con respecto al resto de los muros de la iglesia (alrededor de 60 cm), incluso algo más ancho que el de los muros comunes a los ábsides que no llegan a los 90 cm, pero sin que en éste exista una razón estructural para este aumento de grosor. Además no hay ningún paralelo asturiano al hecho de un muro de testero regruesado sólo en la nave central y en el que se abra una ventana de este tipo.
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Por su parte, el testero de la nave meridional ofrece un corte para una puerta [UE1059] que abarca casi por completo lo que se puede observar de él por su cara exterior, posteriormente cerrado [UE1058] (figs. 41, 45). Por el interior sólo es posible observar la diferencia de los enfoscados, el inferior perteneciente al cierre del hueco. La parte superior suponemos que pertenece a la unidad originaria, mejor que a la fábrica del muro de remate de la nave central pues no conservaría el ancho de los muros originarios sino el ancho regruesado del nuevo muro de cierre central, lo que hubiera obligado además a reformar la esquina del cuerpo aéreo por encima de la cubierta de la nave lateral y a no conservar las esquinas originarias. Los resultados del estudio de las maderas efectuado por Eduardo Rodríguez Trobajo (que se publican en este mismo volumen; que fueron conocidos por nosotros después de haber escrito lo anterior), incluyendo análisis de carbono 14, confirman una datación originaria tanto para una de las soleras del muro de testero occidental o hastial de la nave central, en 808-914 (solera 2), como para otra del muro norte de la habitación meridional, en 824-1000 (solera 15B), ambas realizadas en madera de tejo. Son argumentos a tener en cuenta con respecto a la datación de estos muros que nosotros suponemos restaurados a comienzos del s. XI (Etapa III), con ciertas dudas (por la ausencia de relaciones estratigráficas terminantes) para el hastial de la nave central y con certeza absoluta para el muro de la habitación meridional que está cortado desde la esquina SE de la nave lateral a la que abre y cuya restauración pertenece a la Etapa III o a la IV ya que se sitúa en la interfaz entre las A [102] y [113]. • ¿Un vestíbulo originario? La existencia de un pórtico a los pies de la iglesia, de época moderna, que se ensancha al llegar a la iglesia formando dos capillas laterales, ha hecho pensar en la existencia de un vestíbulo originario que incluso tendría tribuna en un segundo piso y que habría servido de base para la construcción del actual cuerpo occidental (fig. 7; M. Pidal 1956: 73, su plano en García de Castro 1995: lám. 62; Manzanares 1964: 32, aunque no cree en la existencia de tribuna, dib. 5; Arias 1993: 238-239; y García de Castro 1995: 421 y 422 y 2004: 12,74). Efectivamente, otros edificios asturianos tienen vestíbulos sencillos (Pravia, Santullano, Lena) o triples (Bendones, Valdediós, Priesca, Gobiendes), en ocasiones con tribunas (Pravia, Lena, Valdediós) que, en el caso de Valdediós, de época de Alfonso III como
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Tuñón, equilibra los volúmenes de la iglesia con la cámara supraabsidal. Ninguna evidencia puede asegurar la existencia ni del nartex ni de la tribuna en Tuñón. Los restos existentes en alzado a oeste de la iglesia pertenecen sin duda a la obra del cuerpo moderno [UE1013], aunque éste se construyó sobre restos anteriores [UE1041] que a su vez se adosan a la obra originaria demostrando que, por lo tanto, tampoco pertenecieron a un vestíbulo coetáneo a la primera iglesia (figs. 22, 23, 48; láms. 16 y 17). La estructura del cuerpo contemporáneo, a pesar de estar enfoscado [UE1015], indica con claridad que nada tiene que ver con la originaria. Las pilastras de sus brazos no están alineadas ni son simétricas con las arquerías de la iglesia. Sólo la excavación arqueológica (como advierte García de Castro 1995: 421) podría demostrar su existencia, pero, sin embargo, M. Pidal, que suponemos fue quien colocó el suelo actual de hormigón, tampoco informa de que encontrara algo que lo demostrara. Es más, en uno de sus planos (fig. 7.3), publicado por Schlunk y Berenguer (1957: fig. 126) y por Pita (1963: fig. 18), ya plantea la duda sobre el vestíbulo, cortando los pies de la iglesia a la altura de las pilastras traseras de las arcadas y por lo tanto suprimiendo los testeros de las naves laterales y la mitad transversal del de la nave central. Con sus expresivos interrogantes, M. Pidal parece advertir que no tenía argumentos para considerar una posible existencia del vestíbulo ni para considerar originario el testero de la iglesia, aunque más tarde volviera a plantear su existencia. • Aparejo Los muros de la iglesia están construidos de doble hoja de mampostería preferentemente de caliza («caliza de montaña» grisácea o rosada por su alteración a dolomía). Se emplean pequeños calzos para ajustar los mampuestos y, como hemos dicho, en ocasiones se utiliza el ladrillo, bien como calzos, como dovelas, en la parte central del arco del ábside principal, sesquipedalis de 44x44 cm (Fernández Mier y Quirós 2001: 379), y en el doble arco de la ventana de la cámara (aproximadamente 24 x 25 / 26 x 3/4 cm, bessalis; fig. 73), y excepcionalmente como jamba de la ventana SO de la nave central y para iniciar alguna verdugada sencilla. Se debe señalar la importancia del ladrillo, presente en prácticamente todos los edificios asturianos y con un amplio abanico de medidas (op. cit., en todos los edificios salvo en Pravia, Naranco y Lena; Priesca tiene bóveda de ladrillo).
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La parte alta de la cabecera de la iglesia, los contrafuertes y los encadenados de esquina, las jambas de las ventanas, las pilastras y los muros de las arquerías y las dovelas enterizas de los arcos, salvo las excepciones dichas, se construyeron con sillería de «toba calcárea» («caliza travertínica»; mejor que «travertino», que alude a la precipitada a partir de aguas sobresaturadas en carbonato en surgencias de aguas termales, o «toba», que se reserva a la roca volcánica generada a partir de cenizas). Esta toba calcárea parece cortada con sierra, sin ayuda de escuadra, en forma de sillarejos o adoquines, medianos y pequeños, como se observa en el interior de la cámara supraabsidal. Todas estas piedras se encuentran en las cercanías de la iglesia (datos tomados de Adán, Cabo y Jordá, 1991: 382-384). Incluso la toba calcárea procedería de las inmediaciones, aunque se desconozca su ubicación exacta (Álvarez y Muñiz 2009: 5, relativamente cerca, en el área de Banduxu, Proaza) porque, como indican Álvarez y Esbert para Lena (2005: 82), su génesis es muy localizada y por su composición es fácilmente alterable generando rápidamente suelo que cubre el afloramiento. Se genera en entornos fluviales (como el de Tuñón) o lacustres en las proximidades de surgencias kársticas. La abundancia en Tuñón reforzaría su cercanía y desecharía el transporte que se puede defender mejor para los casos en que sólo se utiliza en el abovedamiento. Tiene un interés especial la observación de Adán, Cabo y Jordá (1991: 383-384) para quienes el uso de la toba calcárea en Tuñón supone una singularidad dentro de la arquitectura asturiana. Evidentemente suponemos que se refieren a su utilización como sillería en los muros pues es conocida en los abovedamientos de la arquitectura asturiana, prácticamente en todos sus edificios (datos de García de Castro 1995 y Utrero 2006a; en todas las iglesias, salvo Santullano, Nora y Priesca que son de ladrillo). No es raro que los paramentos ofrezcan un aspecto irregular y burdo, como ocurre en el interior del ábside principal, observable aún por debajo de la gruesa capa del enfoscado de la pintura. Los enjarjes de los muros en esquina deben ser muy débiles como demuestra la rotura vista de la esquina SE de la nave meridional [UE1027]. El mortero es de cal, duro y muy blanco, utilizado también para cubrir de modo incompleto la superficie con paletadas. Así se conserva en el interior de la cámara supraabsidal, aunque al exterior y en las caras vistas se cubría a continuación con enfoscado. Para la construcción de los muros se han utilizado andamios de madera sujetos a los muros por medio de mechinales, que atraviesan de lado a lado el
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muro, y de mampuestos sobresalientes. Aunque no es fácil observarlo, debido al enfoscado de las superficies de los muros, los mechinales deben coincidir con el arranque de los bancos, con una altura cercana al metro (frente oriental; arquería norte, por encima de los trasdoses de los arcos; interior de la cámara supraabsidal) y aprovechando para compaginarse con los huecos de los vanos. García Álvarez y Muñiz (2009: 46-49) documentan los cimientos de los contrafuertes del testero de la cabecera y contrafuerte lateral y esquina del ábside sur, siempre mediante piedras de caliza de superficie plana y forma cuadrangular que sobresalen de la superficie del elemento que soportan • Entramados de madera M. Pidal, al desmontar el coro alto situado al fondo de la nave central, descubrió, en los huecos dejados por la viga delantera en que se apoyaba su tablero [UE1012], sendos maderos centrados y colocados a la larga de los muros de cada arquería (fig. 32, lám. 22 y 23). Supuso que servirían para el apoyo de los pares de la cubierta de las naves laterales: «restos del originario entramado de las cubiertas de las naves laterales del templo, con su durmiente inclinado». Además encontró «dos órdenes de huecos» suponemos que en el muro de la arquería de la nave sur y un «retallo» en el testero occidental de la misma nave (figs. 20, 35, 36, 42; láms. 21 y 24). Por estos datos consideró «haber tenido en su origen el Monumento las cubiertas de las dos naves laterales posición más baja que la actual…; antes se ceñían… a los dos niveles que ahora se han manifestado… apoyando la cubierta del tejado en el entramado aparecido» (M. Pidal 1954: 75; García de Castro 1995: 422, nota 223). Esto es, sobre las carreras aparecidas, insertas en los muros longitudinales, se apoyaban o ensamblaban los tirantes de las cubiertas laterales. M. Pidal sustituye la cubierta histórica a dos aguas, documentada por Arredondo y que cubría toda la iglesia, por la actual, con las cubiertas de las naves laterales más bajas que la de la central. Durante las obras actuales se han descubierto otros maderos. El primero de ellos en realidad se había encontrado al abrir la ventana que comunica la cámara supraabsidal con la nave central [UE1024 Etapa VI], en su umbral, pero ha sido ahora cuando se da a conocer (fig. 79; láms. 22, 23, 28 y 29). Se trata de un tablón de 21,5 x 10 cm de sección (datos de Rodríguez Trobajo), también incluido en el centro del muro, en este caso transversal a la iglesia, y coloca-
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do a su larga y que, situado a la altura del trasdós de la bóveda del ábside principal, viene a coincidir con el umbral buscado para la ventana. Los otros maderos aparecieron en los espacios bajocubierta de los ábsides laterales, en las caras distales de los muros que las separan del ábside central y su cámara. Como ya hemos dicho, observamos que en los muros laterales de la cámara supraabsidal, cerca de las esquinas orientales, había sendos huecos en el suelo que supusimos en ese momento desagües laterales (figs. 80, 81). Por ello solicitamos que se nos dejara inspeccionar los bajocubierta laterales. Entonces se pudo comprobar que no se trataba de desagües sino de los huecos dejados en el suelo de la cámara por la desaparición de otros maderos que armaban sus muros laterales. Donde mejor se observan los detalles de esta armadura es en el bajocubierta norte (fig. 62, lám. 28). Sobre dos grupos de durmientes, formados por tablones y distribuidos longitudinalmente a cada lado del muro, apoyan tres traviesas. Los costados de los tablones y las testas de los maderos quedan vistos en el paramento exterior. Los extremos proximales de los maderos más orientales de ambas armaduras, al desaparecer y dejar en hueco el espacio que ocupaban, provocaron la rotura del encapotado de la cámara supraabsidal y los huecos que nosotros consideramos en un principio como desagües. Esto quiere decir también que la longitud de estos maderos es superior al ancho de los muros, lo cual veremos que efectivamente es así. En la cara exterior del muro de separación del bajocubierta norte, comenzando desde oriente, el durmiente está formado por una o dos series de tablones superpuestos, la inferior interrumpida en el centro de modo que los de la fila superior quedaban solos en el tramo central, entre los colocados a oriente y a occidente de la fila inferior (figs. 63, 64; láms. 28 y 29). El tablón inferior oriental (o los tablones continuos), de 0,08 m de grueso, debió tener de largo entre 1,045 y 1,275 m, de los que 0,49 los tenía incluidos en el grueso del muro de fachada.21 El inferior occidental, de 0,06 m de grueso, arranca 0,43 m antes de llegar a su esquina correspondiente.22 El tablón o los tablones superiores, de 0,06/7 m de grue21 La urgencia en la visita a los hallazgos y en la toma de datos hizo que no se pudieran comprobar las medidas, de modo que hay ligeras variaciones con las tomadas por el arqueólogo Alejandro García Álvarez (García Álvarez y Muñiz 2009: 39). Damos sus tomas en las siguientes notas. El tablón mediría entre 0,975 y 1,105 m. La diferencia entre las parejas de dimensiones resulta por el corte oblicuo que presenta el extremo del tablón inferior, de 0,13 m de largo. 22 Para García Álvarez, 0,44 m hasta la esquina.
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so, alcanzarían de longitud 3,20 m.23 Los tablones tienen de tabla o ancho, el exterior 0,24 m y el interior 0,23 en el extremo este y 0,20 en el oeste. Con respecto a los maderos colocados atravesados, el primero, más oriental, está situado a 0,325 m de su esquina24 y mide 1,38 m de largo con una sección de 0,18 x 0,28 m; el segundo, central, se separa del primero 0,895 m25 y mide 1,29 m de largo por 0,18 x 0,26 m; y el tercero, el occidental, se separa del segundo 1,14 m y mide 1,35 m de largo por 0,18 x 0,26 cm, quedando a 0,08 m de la esquina occidental del bajocubierta.26 El muro mide 1,02 m de ancho, de los que 18 cm a cada lado pertenecen a sendos escalones o regruesamientos, de modo que, por encima de ellos, debe medir 66 cm muy cerca de los 60/65 cm que son propios de los muros de la iglesia. Estos escalones, que por las caras distales de los muros llegan hasta el arranque de los pares, deben relacionarse con la construcción de las bóvedas, reforzando sus riñones y posibilitando que la armadura de madera enganchara con el trasdós de la bóveda central. Por ello las traviesas son más largas que el ancho del muro regruesado, prolongándose por debajo del encapotado de la bóveda principal, en el relleno de sus riñones (lám. 29). La traviesa más oriental se prolonga 36 cm (equivalente a la rotura de su encapotado), la central 25 cm y la occidental 33. En el bajocubierta sur ocurría algo similar aunque su observación es mucho peor porque la pérdida de la madera dio lugar (en ese momento o posteriormente) a una rotura del frente del muro en toda la altura del muro desde el encapotado de la bóveda a la fila de pares de la cubierta (figs. 67/70, lám. 29). Pero en el frente del muro, junto a las esquinas NE y NO, es posible observar, entre los huecos de los mampuestos, a 53 cm sobre el encapotado, el hueco correspondiente al durmiente del entramado que se prolonga a ambos lados como en el bajocubierta norte. En esta zona es posible observar otro detalle de interés, la existencia del hueco de otra traviesa (o madero transversal) situado desde la altura de la inserción de los pares en el muro hacia abajo. Su situación, oculto por la restauración del muro, nos impidió documentarlo. Dentro de la cámara se puede ver también la rotura del encapotado correspondiente a la traviesa más oriental, cerca de la esquina SE, aunque la rotura aquí es sólo de pocos centímetros de longitud.
Llaman la atención dos cuestiones de estos entramados. Una es que los maderos den cara y no estén remetidos completamente dentro del muro. Sólo se nos ocurre que la existencia de los bajocubierta pueda explicar este hecho, y que se decidiera dejarlos a la vista suponiendo que así estaban protegidos por las cubiertas y que no era necesario ocultarlos por cuestiones de estética. La otra cuestión es cómo es posible que haya desaparecido por completo la madera sin dejar rastro de su existencia, ni siquiera de viruta, salvo sus huecos vacíos. Consideramos imposible que se robaran los maderos una vez construidos los muros, tanto por el poco espacio para maniobrar y hacer fuerza, como por el perfecto encaje que formaban con los muros, como se ve en la huella lisa provocada por el molde de la madera. A ello se sumaría que la madera, como es lógico, al estar ligeramente revirada o cortada de modo que no tuviera un ancho regular, impediría arrancarla sin romper el muro. Pero además es imposible sacar los durmientes interiores y los extremos de los exteriores que se embuten longitudinalmente en los muros oriental y occidental. Tampoco entendemos qué necesidad habría de reutilizar unos maderos que necesitarían un esfuerzo extra para conseguirlos. Debemos observar que en el bajocubierta norte, se ha acuñado con piedras sueltas el espacio dejado en hueco por los tablones del durmiente y no los huecos de los maderos que no están rellenos como si aún se mantuvieran en su sitio estas traviesas, pero no creemos que este detalle obligue a pensar que la madera fue arrancada para reutilizarla (fig. 63, 64). Acusaríamos a los agentes atmosféricos (mejor que a los insectos xilófagos) de la desaparición por completo de la madera hasta el interior, aunque entonces deberíamos explicarnos, al contrario, por qué no han desaparecido también los cargaderos o dinteles de la ventana originaria o la del umbral de la occidental de la cámara supraabsidal o las vigas de la cubierta, reutilizadas, pero que se conservan perfectamente. Quizás la solución la da Choisy al advertir que «la madera privada de aire se degrada con rapidez y se pudre» (1883: 118). Hernández (1975: 49) observa también la descomposición en ocasiones total de la madera en el alminar de Córdoba.27 Recordemos que, además de los cargaderos de la ventana oriental de la cámara, también debía haberlos en las ventanas de la nave central, sobre los
Para García Álvarez, 3,15 m. Para García Álvarez, 0,35 m. 25 Para García Álvarez, 0,90 m. 26 Para García Álvarez se separa del central 0,85 m, mide de ancho 0,22, y se separa de la esquina occidental 0,05 m.
27 En su estudio de las maderas, infra, Rodríguez Trobajo tampoco se explica cómo se pudieron arrancar estos maderos, aunque asegura que se expoliaron, proponiendo que podrían pertenecer a ellos las piezas de armadura 11A y 12A de la cámara suprabsidal.
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cuales corrían los durmientes de la cubierta de la nave central, aunque los actuales pertenezcan verosímilmente a una restauración histórica y a la de M. Pidal (lám. 30). Los entramados de los ábsides están situados, por tanto, inmediatamente por debajo del suelo encapotado de la cámara supraabsidal (lám. 29). Aunque este suelo está ondulado para guiar la evacuación de las aguas, se puede afirmar que los entramados se sitúan a la altura del tablón descubierto en el umbral de la ventana del muro occidental de la cámara. Por ello se puede suponer que los entramados laterales formaban un sistema, relacionados entre sí al menos por el tablón de la ventana. El hueco más alto del bajocubierta meridional, que corresponde a la testa de otra traviesa situada a la altura donde rematan los escalones del muro y a partir del cual el muro recupera su anchura normal, donde se apoyan los pares de la cubierta, puede corresponder a otro nivel de entramado del que sólo conociéramos este resto. Podemos suponer que sólo se dejó vista la testa de esta traviesa, mientras que el resto del entramado, de existir, estaría oculto con el aparejo. En cualquier caso, la sola existencia de un madero a mayor altura (en el bajocubierta sur) no permite afirmar otro entramado que no es posible demostrar. Del mismo modo, podemos pensar que las carreras intramurales de las arquerías podrían relacionarse con los entramados inferiores de los ábsides que podrían apoyar en ellas.28 También se observan maderos embutidos a lo largo del muro de cierre o testero occidental de la nave central [UE 1014], que suponemos pertenecen a la restauración de comienzo del s. XII, en este caso dando cara al interior de la nave, al Este, y situados a la altura de los umbrales de las ventanas (fig. 34). M. Pidal (1954: 77) supuso este «cargadero de madera, sin duda para descarga del peso de las fábricas existentes sobre estas partes». Poco antes había citado la apertura del «arco moderno», con el que quizás quería ponerlo en relación, aunque no explicita esta relación, ni nada hace suponer que considerara que el muro de testero no fuera originario. Nosotros no podemos relacionar estos maderos, que formarían parte de la Etapa tercera del edificio, con ningún otro entramado originario (por ejemplo, a la altura de los pares de las naves laterales y de la traviesa alta del bajocubierta meridional). 28 Rodríguez Trobajo, infra, está en contra de esta apreciación considerando que los maderos sobre las arquerías de las naves están 20 o 30 cm por encima de los tablones durmientes del muro occidental de la cámara supraabsidal.
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Se suele explicar la utilización de madera intramural en la construcción como encadenados que sujetan los muros o las bóvedas para prevención de los daños producidos por los terremotos. Así comienza enfatizando Choisy su uso en la arquitectura bizantina (1883: 117-119). Su utilización se remontaría a la arquitectura romana, como demuestran las citas de Vitruvio en el siglo primero y de Filón de Bizancio en el segundo. Éste se refiere a su uso militar, pues procura que el daño en una zona del muro no provoque su corte y ruina. De hecho, Choisy corrige a continuación indicando una doble finalidad: «Un muro cortado transversalmente por verdugadas de madera resistía, mejor que un muro sólo de fábrica, tanto las deformaciones por asiento, como las bruscas sacudidas del suelo; desgraciadamente estas delgadas plataformas eran poco duraderas».
En el caso de los muros, no se trata sólo de encadenados que evitan su desgaje, como de verdugadas que distribuyen su asiento. I. Arce (1996) también titula su estudio de los encadenados de madera como «sistemas antisísmicos», aunque matiza, como es lógico, «que gran parte de las soluciones recogidas tienen un buen comportamiento ante otro tipo de solicitaciones lo que hace que no puedan ni deban entenderse como métodos con una finalidad única y exclusivamente antisísmica», entre ellos asegurar «continuidad y elasticidad a la fábrica»; contribuir «a la solidez y estabilidad general de la estructura» tendiendo «a distribuir uniformemente las cargas verticales»; las «carreras sirven a la vez para atar los forjados a los muros de carga, arriostrándolos»; y carreras y emparrillados de madera sirven en las cimentaciones «para mejorar la trasmisión de cargas al terreno y evitar asientos diferenciales» (Íd. 40, 43 y 46). Efectivamente, el caso de Tuñón enseña que no se pueden explicar carreras y entramados por un peligro sísmico; al contrario, que estas técnicas se utilizan por sus objetivos constructivos generales y no por esa finalidad específica. Utrero (2006b: 3437) recoge la utilización de madera constructiva en la arquitectura bizantina (Sta. Irene y Santa Sofía, Constantinopla, s. VI) y carolingia (Aquisgrán, c. 800) y su función para minimizar las tensiones en las bases de la bóvedas o como medio para tramar el muro mientras fragua el mortero. Wilcox (1981) demuestra la generalización del uso de los maderos incluidos en los muros en Occidente, desde las fortificaciones romanas a la arquitectura eclesiástica y militar medieval. Hace un resumen de su uso para torres militares o campanarios eclesiásticos, puertas, muros de edificios de planta rectangular, murallas y refuerzo de cimentaciones entre los
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Fig. 12. Alminar de la mezquita mayor de Córdoba. Abderramán III. Encadenados de madera (según Hernández 1975: fig. 6 y lám. III).
siglos IX y XV (Íd. pp. 30-31). Pero a pesar de las citas de los siglos IX y X (torre de S. Ambrosio de Milán; Sta. Sofía en Ohrid, Macedonia; Ala Kilisse, Anatolia; cimientos de Old Minster, Winchester), en realidad, la mayoría de sus ejemplos se refieren a edificios del s. XI en adelante. Este autor (Íd.: 31-34) propone clasificar los refuerzos de madera intramurales de acuerdo a sus funciones. En cimentaciones sirven para terrenos inestables como los pantanosos o para construcciones situadas al borde de pendientes, terraplenes o fosos o sobre cerros artificiales, utilizando bien carreras sencillas o dobles con o sin traviesas o bien entramados (como en el castillo de Gormaz). También se utilizan entramados para conseguir un nivel de cimentación seguro cuando se reutilizan cimientos de una construcción anterior y de este modo conseguir la homogeneidad del asiento entre ambas fábricas evitando asientos diferenciales. En muros aéreos, las maderas intramurales tienen la función genérica de atados o zunchos: para enlazar dos estructuras adosadas y asegurar esquinas; para asegurar las armaduras y evitar el pandeo o la contracción de las vigas; durante el lento fraguado de los muros evitando que los muros se abrieran donde era más fácil, esto es a la altura de las ventanas (como en Pla de Nadal), pero también al nivel de los suelos; y con frecuencia para asegurar la estabilidad longitudinal de los muros, esto es para evitar el pandeo de los muros. En Tuñón los maderos tendrían la misión de prevenir los pandeos de los muros de las arquerías, sirviendo además las cubiertas de las naves laterales para arriostrar sus muros laterales, algo que no consiguieron. En las bóvedas de la cabecera debieron colocarse para prevenir que se abrieran los riñones de la bóveda central, atando por lo tanto los muros de la cámara con el trasdos de la bóveda central. No debemos dejar de pensar en la posible existencia de
otras maderas que reforzaran los encuentros de los muros, las esquinas del edificio. Es posible que existieran otras carreras intramurales en los testeros de fachada y que ello se reprodujera en la restauración medieval del testero de la nave central. La presencia de entramados en la iglesia de Tuñón plantea de inmediato la pregunta de si debemos considerarlos una excepción o si en realidad formarían parte de un sistema lígnico (Rodríguez Trobajo 2000) típico de un modo de hacer de la arquitectura asturiana. Pero no tenemos, que conozcamos nosotros, ningún otro caso en que aparezcan entramados o maderas intramurales en iglesias asturianas. Hemos de tener en cuenta, sin embargo, que Tuñón forma parte del grupo constructivo principal de la arquitectura asturiana cuyo modelo es San Julián de los Prados. Simplificando, son iglesias de tres naves, con la nave central más alta que las laterales y ventanas de vano rectangular que ocupan el espacio libre de los muros de las arquerías entre ambas cubiertas, de modo que sus cargaderos rematan los muros y sobre ellos se apoyan los durmientes de la cubierta de la nave central (o ellos mismos forman parte de la carrera del durmiente, como parece que ocurre en Bendones). Este grupo está formado, además de Santullano y Bendones, por Nora, Tuñón, Priesca y Gobiendes. Dado que en Tuñón las carreras de las arquerías sirven para «arriostrar» los tirantes de las cubiertas de las naves laterales, es posible plantear que lo mismo ocurriera en algunas o en todas las iglesias pertenecientes a este mismo grupo. Tampoco tenemos más argumento que la existencia de cámara y bajocubierta laterales en las iglesias de Santullano, Bendones, Nora, Valdediós, Tuñón, Priesca y verosimilmente Gobiendes, para plantear una hipótesis arriesgada sobre la existencia de los refuerzos de madera en las bóvedas de sus ábsides centrales. Esta hipótesis propone un proyecto de investigación.
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SANTO ADRIANO DE TUÑÓN Y SU ENTRAMADO DE MADERA
Cuadro de maderas constructivas altomedievales en España (a partir de Caballero y Utrero 2005).
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• Conclusiones El edificio conserva de su construcción originaria la cabecera con sus tres ábsides, la cámara supraabsidal y las arquerías (lám. 16/20). Un problema estructural quizás provocado por problemas del terreno en que está cimentado le ha hecho perder gran parte de los muros perimetrales. Ha perdido el muro perimetral y la habitación meridionales; gran parte de los muros de testero occidental, por completo el central; y el remate del septentrional. Lógicamente ha perdido los remates de los muros con las cubiertas, aunque conserva vigas originarias en la cubierta de la cámara supraabsidal, reutilizadas, que ya fueron observadas por Arredondo, y posiblemente existen aún otras escondidas y supervivientes de las distintas reparaciones que las cubiertas han sufrido hasta en nuestros días. Según nuestra lectura, se puede afirmar que sólo tuvo una habitación auxiliar abierta a la nave sur y hoy rehecha en su casi totalidad. No existió o no podemos demostrar que existiera habitación en el lado norte. Tampoco se puede asegurar que tuviera tribuna, ni pórtico o nartex sencillo o de tres espacios a los pies. Todo ello todavía merece comprobarse en el subsuelo. Pero ninguno de estos casos, aun siendo raro, llega a ser absolutamente excepcional. En Santullano la habitación meridional actúa de pórtico (García de Castro 1995: 457). Lillo no tiene pórtico, aunque sus circunstancias permiten suponer que quizás estaba preparada para tenerlo (Caballero y otros 2008: 24) y al parecer Nora tampoco lo tuvo, lo que se considera también excepcional (García de Castro 1995: 439, 449-451. Consideramos que Pravia sí lo tuvo). Se han podido estudiar los encapotados de sus bóvedas situados como suelos de la cámara supraabsidal y los bajocubierta laterales, perfectamente conservado el central, bastante bien el norte y prácticamente perdido el sur, con sus desagües. El análisis de estas cámaras ha permitido avanzar en el conocimiento de los entramados de madera que reforzaban sus muros intermedios atándolos con los riñones de la bóveda central. A estos entramados hay que añadir el tablón que se observa en la ventana occidental de la cámara, las maderas que corren dentro de los muros de las arcadas de las aulas, descubiertos por M. Pidal, los dinteles o cargaderos del ajimez de la cámara central y de las ventanas del aula que posiblemente formaban parte del sistema de las armaduras con sus durmientes (lám. 28). Se ha encontrado grabada la unidad de medida en el enfoscado de la pintura del ábside central que ponemos en relación
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con el taller de pintura y que corresponde a un pes drusianus o pie de rey (32,39 cm), distinto al pes romanus (30,925 cm) utilizado en la construcción del edificio, diferenciándose así dos talleres especializados trabajando de forma independiente en el mismo edificio, uno para la construcción y otro para la decoración pictórica (fig. 30). Para la construcción se han utilizado tres tipos de piedra locales: toba calcárea para la sillería, caliza de montaña para la mampostería y excepcionalmente arenisca. El ladrillo se utiliza excepcionalmente en los arcos. Además se reutilizan materiales trabajados en mármol procedentes de expolio: fustes, basas y capiteles. El edificio nos da información sobre el trabajo concertado de distintos talleres cada uno con una finalidad determinada. Canteros (una profesión que en ese momento está madurando) y albañiles preparan la fábrica del edificio junto con carpinteros de armar que no sólo actúan para la cubierta. Además hay caleros dada la necesidad de cal en abundancia tanto durante la obra como después, a la hora de decorarla. Y se acopia ladrillos quizás uno de los materiales que, dado su relativo escaso número, no se preparan a pie de obra (a no ser que fueran necesarios para otros edificios que podían existir en el asentamiento monástico). No podemos asegurar si el taller de escultura trabajaba a pie de obra, en el mismo Tuñón, o fuera, trasladando las piezas una vez realizadas en el taller de Oviedo. Pintores y carpinteros (según demuestra Rodríguez Trobajo para una solera de armadura, infra, su fig. 4) utilizan una unidad de medida diferente a la de los constructores, indicando la independencia de sus talleres y posiblemente de sus proyectos. La iglesia sigue el modelo constructivo cortesano, iniciado por la iglesia palatina de Santullano, aunque se ha simplificado tanto con respecto a ella como a las demás que forman el grupo (Arias 2008: 298-309). Excepcionalmente parece que se ha decidido dejar una sola habitación auxiliar y prescindir del pórtico. Del mismo modo, los canteros van a evitar el esfuerzo de trasladar la sillería desde canteras alejadas y economizan utilizando de modo excepcional una piedra local, la toba calcárea, para construir los muros. Siguen una experiencia ya asentada en el momento de acopiar y tratar este material, pues todos los edificios asturianos lo utilizan pero exclusivamente para la construcción de las bóvedas, aprovechándolo para una finalidad que no le es propia. Todo parece evidenciar la presencia de la autoridad regia para poner en marcha el esfuerzo necesario de los talleres, orientado y vinculado a un proceso de organización y ocupación del territorio del valle del Trubia del que pasa a ser centro, pero esta
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SANTO ADRIANO DE TUÑÓN Y SU ENTRAMADO DE MADERA
propuesta debe ser explicada con más argumentos que terminen de asegurarla o permitan defender la actuación de otro tipo de promotor. El análisis de las pinturas de la iglesia ha planteado la necesaria presencia de artesanos islámicos o mozárabes. Podríamos añadir a ello la influencia, para nosotros evidente, de modelos del «primer mozárabe» en la escultura decorativa, tanto en el taller del grifo (estucos de Villajoyosa, Toledo, quizás Mérida), que no se relaciona directamente con Tuñón, como en su placa de cancel y las piezas probablemente utilizadas en la restauración de Lillo. La evolución de la sillería, relacionada con las construcciones de Alfonso III y quizás con el empleo de la toba en Tuñón, puede entenderse también como procedente del sur. Todos estos indicios creemos que no deben adscribirse concretamente a grupos mozárabes huidos de tierras meridionales sino a talleres con funciones distintas, donde convergían artesanos y por lo tanto formaciones y influencias plurales y, además, que en gran parte, derivan de situaciones y planteamientos previos (de acuerdo con García de Castro 2006: 121-123). Una solución distinta, tanto sobre la función de los entramados como sobre su cronología, parece concluirse de la utilización de maderas intramurales. Por una parte, Rodríguez Trobajo (infra) llega a la conclusión de que estos sistemas y el de la cubierta se relacionan directamente con la tradición romana y obras bizantinas coetáneas. Pero también se utilizan en obras andalusíes, como el alminar de Córdoba, heredera de lo omeya oriental, que podría ayudar a reforzar nuestra idea (fig. 12). Los paralelos occidentales que ofrece Wilcox son posteriores y supondrían una utilización sistemática de la madera en el edificio que no parece demostrarse exactamente en Tuñón. La datación del edificio parece bien asegurada en el año 891 por la crítica documental como vimos al analizar la historiografía del edificio. Los paralelos estilísticos propuestos por Schlunk para la placa de cancel permitirían atrasar, a su entender, su fecha en uno o dos decenios. Pero esta fecha límite es aceptable para los paralelos, manteniendo la fecha documental de la construcción, dado que no son iguales sino sólo parecidos y se explican por la propia variación del taller escultórico (capiteles del pórtico de Valdediós). Las dataciones ofrecidas por los análisis dendrocronológicos y de carbono 14 de las maderas encajan con la fecha documental de 891, a pesar de sus variaciones y aunque presentan una ligera tendencia a hacerse más antiguas; pero es perfectamente admisible integrar esta fecha en el lapso que ofrecen,
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aunque tienda a situarse hacia su límite más moderno, sobre todo si tenemos en cuenta el posible plazo de espera para la preparación de la madera una vez cortada. Sin tener por qué repetir lo que explica mejor y con el detalle preciso Rodríguez Trobajo (infra), recordemos que estas dataciones son la de post quem 819-909 cal AD (o 865 + 26,6 -1s-), para el grupo principal de maderas 1S, 803-923 cal AD, para el dintel 5A de la cámara suprabsidal, y 808-914 cal AD, para la solera 2M del testero occidental del aula. El tirante 17A, reutilizado en la cámara suprabsidal, fechado en 884-1033 correspondería a una utilización de la madera «al menos 100 años más tarde» que la de los anteriores, con lo que se separa de la Etapa I originaria pero no llega a la Etapa III que suponemos corresponde a la restauración de 1108, lo que obligaría a pensar en una restauración intermedia de la que por hoy no tenemos otra constancia documental o arqueológica. Otro problema distinto presentan las dataciones de dos soleras de tejo. Son la 808-914, de la ya citada solera 2M del testero occidental de la nave central, y la 824-1000 post quem, de la solera 15B situada en el muro septentrional de la habitación meridional. Aunque estas dataciones pueden hacer cambiar la adscripción de las unidades a que pertenecen a la Etapa I, sin embargo la contextualización estratigráfica conseguida para ellas nos impide efectuar estos cambios, como ya hemos explicado. Podemos aventurar que las maderas procedan de los propios muros restaurados y pasaran a situarse, por lo tanto, en situaciones similares a las originarias. En el caso de la primera, con la diferencia de que ahora ofrece la cara a ras del paramento en vez de estar oculta en el interior del muro. Es evidente que estas dataciones deberán tenerse en cuenta cuando las circunstancias de la observación cambien decididamente y pueda efectuarse una revisión de nuestra lectura estratigráfica. Etapa II. Ruina A: 101. UE: 1027. Ruina de la obra asturiana. Suponemos que por ella hubo de efectuarse la restauración románica a comienzos del s. XII. A la ruina debemos añadir el desmonte y saneado que se hizo necesario en el edificio. Asignamos a esta ruina al menos la pérdida o daños producidos en los muros perimetrales meridional y septentrional y el testero occidental de la nave central. Podríamos suponer una causa de esta ruina el «canal de desagüe» descubierto en las excavaciones
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de Adán y Cabo con motivo de los trabajos de restauración de 1986 (1989: 208-209; no citado en el trabajo más amplio de Adán, Cabo y Jorda 1991). De la explicación de las autores se deduce que no es tanto un canal sino las consecuencias de la protección con argamasa de la parte superior de la zapata de cimentación de la iglesia que longitudinalmente estaba rodeada de arcillas impermeables, por decirlo con semejantes palabras a las utilizadas por ellas. La impermeabilización y la abundancia de agua obligó a ésta a buscar una salida: «el agua que se fue filtrando por las arcillas de la zanja de cimentación, al llegar a un punto que no encuentran salida, por haber piedras y arcillas impermeables «construye» un canal que le permite discurrir a lo largo de la zapata». Este hecho, advertido en la zanja perimetral abierta en «toda la zona del ábside», debió afectar sin embargo a toda la iglesia: «Es posible que esta circulación del agua..., afectase a toda la construcción del templo, ya que el canal tendría que haber encontrado alguna salida». Es evidente que la excavación en zanja debió limitar la comprensión completa de este fenómeno; por ello no podemos asegurar que fuera decisivo en la ruina que comentamos y que, sin embargo, consideramos que ocurrió por un fallo en los cimientos. Las autoras citan un sistema similar de impermeabilización en los templos de Cornellana y Valdediós. • Otras ruinas Se podían haber incluido en esta etapa ruinas de otras partes del edificio, pero no tenemos indicios para secuenciarlas con seguridad. Por ello una de esas acciones ha quedado sin definir, la ruina de la habitación meridional posiblemente de esta etapa (ya que adscribimos a ella el corte del muro perimetral meridional) pero que es probable que volviera a arruinarse con posterioridad y que su restauración histórica proceda de esa u otras posteriores ruinas. Del mismo modo, el corte del suelo [UE1061] (Etapa IV) pudo estar vinculado a la ruina del muro perimetral sur. También se podía haber incluido en esta etapa la de la esquina del ábside meridional, con UE de corte definida [1066] (Etapa IV), pero su restauración no presenta las mismas características de la restauración unitaria (Etapa III) que arregló la ruina de esta etapa.29 Estas ruinas y sus restauraciones, pueden 29 Estas obras fue posible observarlas una vez limpias las caras de los muros de los enfoscados modernos. Antes de ello la única UE advertida fue la 1034, diferenciada por sus caracteres diferenciales y que se suponía afectaba sólo a dos hiladas de la cara sur en relación con la esquina.
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haber ocurrido entre las Etapas II y IV o aún más acá en el tiempo. Etapa III. Reforma románica A: 102, 103, 106, 107. UE: 1005, 1009, 1010, 1014, 1028, 1042, 1051, 1052. Proponemos esta etapa como la perteneciente a las obras necesarias para la nueva dedicación del templo el 11 de agosto de 1108 por el obispo Pelayo, siendo abad Eulalio, aunque no hay constancia de que la nueva dedicación y las obras fueran simultáneas [UE1008] (Manzanares 1964: 32; Schlunk y Berenguer 1957: 118: «Con ella debió estar relacionada una amplia restauración que afectó ante todo a la nave central y a la parte oeste»; Pita 1963: 31; García de Castro 1995: 146-147). Se restaura la ruina de la etapa anterior, los muros perimetrales meridional y septentrional y la fachada de la nave central. La etapa se unifica por la restauración de una ruina de la obra originaria que por sus características parece sincrónica, provocada por problemas estructurales, y por la utilización sistemática de piedra de toba, utilizada con cierta impericia. Como ya hemos dicho, a ella se debió unir la de la habitación meridional aunque la restauración actual creemos que pertenece a un momento posterior. Recordemos que López Fernández (1900: 177, que considera la iglesia obra de Don Pelayo), a través de una comparación equívoca con el «arco toral» del presbiterio, describe la forma de la «portada» de la iglesia de «doble arco concéntrico de medio punto», estrecha y alta y decorada con «imposta» de moldura sencilla corrida, características que podrían convenir a la obra románica y explicar el grosor de su muro. El nuevo muro occidental (figs. 34, 43, láms. 16, 25 y 27) es de 95 cm de grosor, notablemente superior al de los muros originarios de 60 cm (salvo los de separación de los ábsides, justificados por tener que soportar los empujes). Al superar el grosor del muro originario y alinearse con la cara exterior primitiva, estratigráficamente se adosa por el interior a los pilares occidentales de las arcadas, demostrando su posterioridad, y ocultando a la vez la superficie de corte de la fachada primitiva. Por el exterior, la superficie de corte está oculta por la restauración barroca [UE1013]. El muro se construye con mampostería, aunque no es posible observar sus caracteres por las capas de enfoscado que le cubren. En la cara interior (oriental), a la altura del umbral de las ventanas del aula, da cara una carrera de madera que
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corre de lado a lado del muro, interrumpida por el óculo moderno [UE1031] y que no se repite en la cara exterior. Por debajo y descentrado unos 20 cm hacia norte, se abre una ventana de 70 cm de ancho, de jambas paralelas y rematada en arco de medio punto adovelado con piedra toba. No se conserva en su altura original pues fue cortada por el arco de paso actual, moderno. A esta misma obra tiene que pertenecer al menos parte de la cara interior del muro perimetral sur que coincide con un arco de entibo o diafragma que cruza la nave desde la rotura del muro primitivo hasta el pilar oriental de la arcada meridional (figs.19, 38/42; láms. 16, 24 y 25). El análisis de la rotura occidental del muro, donde apoya el arco, diferencia la parte inferior que debe corresponder al muro originario, cortado y saneado para hacer esquina, y la parte superior, construida de nuevo y coetánea a la construcción del arco entibo. Sus constructores no fueron demasiado expertos: el arco, fabricado con pequeñas dovelas no enterizas, de distintas formas y tamaños, trasdosadas, se ha deformado, sus arranques están a distinta altura, se pretendía de medio punto aunque hoy aparezca como rebajado y esté ligeramente torcido. El muro de la arcada debió ser cuidadosamente cortado para encajar dos piezas gemelas, mayores de lo normal, que actúan de salmer. En el lado sur, en cambio se ha dejado un escalón en el muro donde descansa el arco. Los riñones están rellenos, dejando en el lado sur una caja para el asiento de la viga de la cubierta. Las características de la bóveda demolida por M. Pidal (1954: 76) que arrancaba de este arco, parecen pertenecer a momento más moderno: «En la nave lateral de la Epístola, por amenazar desprenderse, fueron demolidos unos restos de bóveda que apoyaba ciñéndose al arco que se ha dejado...; esta bóveda parece era de cañón seguido de generatriz paralela a la nave, y estaba construida con material menudo y barro, totalmente diferente al resto de las fábricas originarias del Monumento».30
Suponemos que la cara interior del muro debe pertenecer al menos en parte a esta obra, cuyas características no se pueden observar por los enfoscados, diferente a la cara externa [UE1039] que sí pudimos observar y que es uniforme y no pertenece a la obra originaria. La ventana occidental más alta, visible por ambas caras, de piedra toba, moldurada y con doble derrame, pertenece a este momento. No incluimos ahora la restauración de la habitación meridional pero sí la reconstrucción del muro 30 Quizás también se desmontara una pilastra situada en el arranque meridional del arco y que está documentada sólo en los planos de M. Pidal.
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de paso a ella [UE1052], retranqueado y adosado al corte de ruina junto al arco de acceso al ábside sur [UE1027, A101] (fig. 39; láms. 16 y 24). Esta Unidad la hemos incorporado a la Actividad [102] justamente para diferenciarla temporalmente del momento de la ruina y corte precedente [A101], pero puede ser coetánea a la primera y por lo tanto pertenecer a la Etapa II. De este muro sólo se conserva una parte inferior y oriental, arruinado de nuevo y de nuevo remontado por otro muro encima [UE1048, A113, Etapa IV] y más tarde por una puerta. Su enlucido blanco sobre una base de barro (medieval, que en otros lugares cubre la obra originaria, la rotura y la reforma románica, al menos) sirve para diferenciarle de la restauración superior. Dentro de la habitación meridional, además, un madero se sitúa horizontalmente en la interfaz entre ambas unidades, pudiendo dar la falsa impresión de ser un cargadero de puerta (tejo, 90 cm de largo visto x 15 cm de ancho; datos de Rodríguez Trobajo, su solera 15B). Vemos que la dificultad de observación de estos muros ocultos por los enfoscados, pueden suponer otras lecturas alternativas. Por ejemplo, por debajo del arranque sur del arco de entibo, la restauración de la falsa esquina de ruina [UE1027, A101, restaurada por UE1028, A102] puede pertenecer a otro momento intermedio, anterior o posterior (fig. 40, láms. 16 y 24). Ya hemos visto que lo mismo ocurre con todo el tramo occidental del muro perimetral. Aceptar estas posibilidades supondría multiplicar etapas intermedias de dudosa puesta en fase. Por ello hemos incluido en una misma Actividad [A102], unidades que de hecho pudieron pertenecer a momentos diferentes: el nuevo muro retranqueado de acceso a la habitación meridional [UE1052]; el nuevo muro perimetral con su ventanita occidental [UE1081]; y el arreglo de la falsa esquina occidental de ruina y el arco de entibo [UE1028]. La restauración del muro perimetral norte presenta una solución similar a la que suponemos para el muro sur, aunque se puede observar mejor (fig. 36, 37, 49, lám. 16, 17 y 21). Interiormente se recrece dejando un escalón que lo diferencia del muro originario, abriendo tres ventanas estrechas, y en la cara exterior, se recrece en la mitad occidental mientras que en la oriental, aproximadamente a partir de la ventana central, el muro de restauración sustituye por completo a la hoja exterior originaria, recuperando el plomo. Desconocemos lo que ocurra en la zona que corresponde al ábside por la presencia de un mausoleo y la cerca del cementerio. El aparejo es de mampostería irregular tanto en el material (principalmente caliza y toba) como en su forma, con abundancia de
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ripios y fragmentos de teja. La argamasa es de arena pobre en cal. Las ventanas tienen marcos de toba independientes en cada cara. Rematan con un dintel con un arquito al exterior y recto al interior y se derraman al interior. Incluimos un fragmento de pintura mural de pigmento rojo sobre enlucido blanco que representa a un caballero [UE1010, A103] (M. Pidal 1954: 74, «un caballero sobre su caballo que... parece ser obra románica»), anterior a la inclusión de la inscripción de dedicación románica (lám. 23). En relación con esta pintura podrían estar las figurativas del ábside principal de que da noticia López Fernández (1900: 177178). También, otras reformas de carácter litúrgico. Primero, el cierre con dobles puertecillas de las credencias del lado sur del ábside principal y una sola puerta en la credencia más oriental de la pared norte (láms. 22, 23). Su amortización es anterior a una reparación histórica de los huecos, rellenos y pintados encima [UE1006]. Y la apertura de una pareja de huecos altos (40 x 15 cm, a 3,70 m sobre el suelo) en los muros de las arquerías, junto al muro de cabecera de la nave, para incluir una trabe para colgar cortinas litúrgicas [UE1009] (lám. 23; paralelos en Baños, La Nave y Bande, Caballero y Feijoo 1998: 220, figs. 10 y 11; Caballero y F. Arce 2004: 162, figs. 18 y 19; Caballero y otros 2004: figs. 11 y 12). Podemos plantearnos si esta trabe y su cortina pertenecían en realidad a la Etapa primera y a la vez dudar por ello de si la colocación avanzada de las columnas hubiera servido también a esta función. Etapa IV. Obras pleno y bajomedievales A: 104, 105, 108, 110, 111, 112, 113, 114, 115, 116, 118, 133, 137, 141. UE: 1006, 1008, 1032, 1033, 1034, 1035, 1037, 1038, 1041, 1048, 1056, 1059, 1061, 1062, 1066, 1067, 1068, 1069. Ábside meridional.—Su contrafuerte lateral fue cortado [UE1068] en toda su altura, incluso uno de sus sillares que no fue arrancado, situado a su mitad y profundamente atizonado en el muro (figs. 51/53; láms. 16, 19). Incluimos en la misma etapa la restauración de este corte [UE1069] hoy conservada sólo en la parte superior, efectuada con fragmentos de toba y arenisca y con mortero de tierra sin carga de cal. La esquina del mismo ábside sufrió una fuerte ruina que hubo de ser restaurada de inmediato pero que no afecta nada más que a la cara externa de su muro [UE1066] quedando a unos 20 cm del contrafuerte (figs. 52, 53; láms. 16, 19; documentada también en
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García Álvarez y Muñiz 2009: 33). Por el lado sur arranca a 80 cm del suelo actual para subir paralela al contrafuerte hasta el remate del muro; por el este, sube hasta el trasdós del arco de la ventana, a la que no parece afectar, para rodearla y seguir hasta el remate del muro, cerca de la esquina. La restauración [UE1034/1067] está realizada con mampuestos de toba y arenisca y abundantes ripios de teja, trabado con mortero de barro con gruesas chinas y nódulos de cal. La esquina está rehecha con sillares de toba que debemos suponer reutilizados de la obra originaria. Estas ruinas pueden proceder de la propia estructura del edificio y de los empujes de las bóvedas sobre la cara externa del muro que buza. Casos similares se producen, por ejemplo, en los edificios de Lillo y en todas las fachadas del cuerpo de Santa Comba de Bande (Caballero y otros 2008: 33; Caballero y otros 2004: 279 y 300). Habitación sur.—De su restauración se conservan los muros norte [UE1048], común con la iglesia, este y sur [UE1037] (figs. 54, 55; láms. 16, 18, 19, 24). Ambos se adosan a los muros y cortes anteriores, aunque no tenemos la seguridad de que pertenezcan a un mismo momento, sobre todo el muro norte por estar enfoscado. Éste está retranqueado con respecto a la situación primitiva, lo que hace pensar si existió antes una restauración del muro originario. La puerta correspondiente a este momento se colocó descentrada con respecto a la habitación, aunque desconocemos sus características al haber sido desmontada en la Fase Vb para ser elevada. Los muros son de mampostería con toba en poca proporción. La esquina SE es de sillería de piedra caliza. Los muros este y sur de la habitación presentan ventanas de diferente tipología que son coetáneas a sus muros; ambas con sus marcos de toba, la sur con dintel arcuado, abocinada y derramada hacia el exterior y reja [UE1038]. Cuerpo oeste.—En este momento se debió construir el primer cuerpo occidental que, por tanto, nada tiene que ver con el edificio originario: es un argumento a favor de que no existió un nartex primitivo y de que el actual, perteneciente a la Fase Vb, no pudo acomodarse a una forma «asturiana» con dos habitaciones laterales. Al cuerpo que ahora se construye pertenece gran parte del muro septentrional [UE1041] que se adosa a la esquina NO originaria del edificio, de mampostería desordenada (fig. 48; láms. 16,17). La apertura del testero de la nave meridional [UE1059] también atestigua la presencia del cuerpo occidental así como la necesidad de comunicarse con la iglesia (fig. 41, 45, lám. 16, 27). Estratigráficamen-
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te este hueco tenemos que adelantarlo a esta etapa ya que su cierre lo consideramos de época moderna [UE1058, Fase Vb]. Coetáneo a él pudo ser el pequeño hueco [UE1032] abierto en el testero de la nave norte y que permitiría comunicarse entre ambos espacios. También hemos colocado en esta etapa el hueco en codo [UE1033], abierto en la esquina NO de la nave norte, aunque debió funcionar en relación con un espacio adosado del que no tenemos noticia o con el cementerio reordenado en época barroca. Estas obras podían estar en relación con las que supone López Fernández (1900: 176) de restauración de la iglesia y la agregación del «vestíbulo» efectuadas en 1407 por orden del obispo Guillén de Verdemonte. Como consecuencia de ello se desmontaría la portada románica; pero se contradice al asegurar además que ese desmonte se efectuó en el primer tercio del siglo XIX, lo que nos parece más lógico, a no ser que hubiera otra portada intermedia entre la románica y la neoclásica. También podría suponerse, de acuerdo con los indicios apuntados por este informante, en este momento o poco más tarde (antes de 1500, fecha de la campana más antigua), un recrecido de la portada para construir una primera espadaña. Otras obras.—Suponemos que en este momento se ha trasladado la inscripción de dedicación de la iglesia de comienzos del s. XII [UE1008, A105], a lo que quizás se deba el que esté partida (lám. 23). García de Castro ya supone este traslado y por ende su dificultad de lectura (1995: 146).31 Una placa de mármol para la que se ha abierto un hueco en el muro originario de la arquería meridional en la primera enjuta oriental, con un dintel de madera y molduras sogueadas. Quizás la colocación cortó la pintura [UE1056], con dos líneas verticales y paralelas a la inscripción, aunque la hemos considerado coetánea a ella por parecer su marco pintado, pero pudo cortarse después al reparar el mortero que sujeta la inscripción. También hemos colocado en este momento la amortización y la restauración de los huecos abiertos en las credencias de los muros sur, secuenciados tras la utilización originaria sin puertas y la colocación de las puertas (Etapa III), repintando una cenefa de círculos concéntricos trazados a compás. Finalmente, las zapatas de la cubierta actual, que por estilo debe ser tardomedieval o de comienzos de la época moderna, y la cubierta de la cámara supraabsidal [UE1062]. 31 Miguel, 1887: 528, da noticia de que la rotura «procede de haberla derribado al suelo tratando de buscar un tesoro que la tradición suponía oculto detrás de ella, cuya operación se practicó clandestinamente».
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Etapa V. Obras de época moderna e inicios de contemporanea Va. Fase siglo XVIII A: 117. UE: 1039. Muro perimetral de la nave sur.- El muro perimetral sur [UE1039, A117] es anterior al cuerpo occidental [UE1013, fase Vb] que se adosa sin duda a su paramento (láms. 16, 19). La relación entre estas unidades obliga a diferenciar una fase anterior que hemos denominado «siglo XVIII» por presentar características similares a la obra contemporánea de inicios del s. XIX que se le adosa. Por ello, se puede considerar que perteneció a una fase inmediata y previa a la obra del cuerpo occidental. Este muro, indescifrable al interior por la presencia de enfoscados reforzados por la restauración contemporánea, es unitario al exterior o al menos no se puede diferenciar en él ni cortes estratigráficos ni variables tipológicas que permitan distinguir momentos distintos, a pesar de que posee dos ventanas de colocación y tipología distintas; ventanas que tampoco presentan cortes que evidenciaran haber sido incluidas en una obra previa. La única solución es suponer que la cara externa del muro fue renovada en un momento moderno manteniendo el más antiguo de estos elementos singulares que ya presentaba. La esquina es de sillería encadenada de caliza, con guía y de superficie tratada a punzón (de tipo similar a la de inicio del s. XIX) y el muro de mampostería irregular, de materiales heterogéneos, entre los que destacan sillares de toba cortados para reutilizarlos. La ventana más alta y occidental, de tipología medieval, tiene doble marco y abocinado, exterior e interior, y pequeñas curvas en las líneas de su dintel y umbral que semejan arquillos. La ventana más baja y oriental está formada con sillares irregulares, macizada [UE 1065, M. Pidal] y no se distingue en la cara interna. Se puede considerar que la reforma de la nave sur fue una fase inmediatamente anterior a la construcción del cuerpo oeste. Vb. Fase inicios del siglo XIX A: 109, 120, 121, 122, 123, 124, 125, 126, 127, 143, 144. UE: 1001, 1012, 1013, 1023, 1025, 1031, 1036, 1044, 1049, 1057, 1073, 1074, 1075, 1077, 1078, 1079, 1080. Esta fase se identifica con la obra de reforma moderna, que se viene datando en los ss. XVII-XVIII
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(García de Castro 1995: 421 y 422, «fecha desconocida, en los siglos XVII-XVIII»), pórtico, cementerio, coro, el arco de paso a la nave central, retablos y habitación meridional. Pero García Álvarez y Muñiz (2009: 9, n. 14) suponen que el «añadido de los pies» pudo haberse efectuado en el primer tercio del s. XIX, a la vez que la destrucción de la portada de medio punto del «imafronte» y la colocación de la nueva espadaña doble, de acuerdo con la información de López Fernández (1900: 177). Esta explicación es coherente con los similares caracteres tipológicos y estilísticos (neoclásico) del actual arco de ingreso a la iglesia y del cuerpo occidental, a pesar de la aparente contradicción del informante con las obras de 1407 a que ya nos hemos referido. Ello no impide que las otras obras menores aquí incluidas se puedan haber efectuado en otros momentos de esta etapa, en la Fase Va, o en la posterior Etapa VI. Cuerpo occidental, espadaña y cerca cementerial.—El cuerpo occidental [UE1013] está formado por una nave larga ligeramente más ancha que la nave central, rematada en dos capillas laterales que se ensanchan para adosarse a la fachada de la iglesia consiguiendo su ancho (figs. 44, 45, 48, 57, 58; láms. 16, 17, 19, 20, 22, 23, 27). Ligeras diferencias hacen que el cuerpo añadido no sea exactamente simétrico, en concreto la habitación sur se diferencia de la norte en que su muro lateral se retranquea con respecto a la esquina de la iglesia y que la esquina interior de su embocadura no presenta una pilastra resaltada. También presenta una planta asimétrica el nuevo arco de paso a la nave de la iglesia. Sin embargo la observación de sus paramentos exteriores (por dentro está enfoscado completamente) hace todo el cuerpo unitario, salvo en la reutilización de un paramento anterior en el muro de la habitación norte [UE1041, A111] (fig. 48; lám. 16, 17). Los aparejos reutilizan material, tanto sillares de toba calcárea como de caliza de montaña (sin listeles en sus esquinas) para la parte baja de las esquinas de las habitaciones, como sillares y sillarejos partidos para la mampostería de los muros, cuidando siempre de reservar el material nuevo y de mejor talla para las partes principales, la fachada y la espadaña. La abundancia de material reutilizado aboga por una ruina o un desmonte inmediato que no se distingue en la iglesia, quizás de algún edificio vecino. Los sillares, nuevos, de piedra caliza presentan lísteles en las aristas y el campo picado con cincel de filo estrecho a 45º. Los muros son de mampostería heterogénea, bien colocada pero sin bancos, sin mechinales y sólo sillarejos sobresalientes para el apoyo de los andamios en la cara N,
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porque allí no se debieron cortar una vez desmontados. La puerta principal está formada por piezas grandes, tanto para las jambas con parejas de piezas verticales y una horizontal, imposta recta y arco con salmeres, una pareja de dovelas y clave, todo cuidadosamente tallado (fig. 47; lám. 20). El arco presenta claros indicios de haberse movido lo que necesitó reparaciones del restaurador contemporáneo, evidenciando quizás que no habían cesado los movimientos que dieron lugar a la ruina del edificio originario. La espadaña, en la misma fachada, se organiza sobre aletones curvos, con dos vanos de arco de medio punto, sin clave, sobre pilastras y frontón, todo con molduras rectas sencillas (fig. 58). Sólo hay una ventana en el muro sur, que reutiliza piezas de toba calcárea sencillas, las dos laterales quizás procedentes de dinteles arcuados. La tapia del cementerio [UE1044], aunque está adosada, presenta las mismas características, adaptadas a la puerta adintelada con tejaroz de su lado oeste, que denotan su coetaneidad (fig. 21; lám. 20). Esta obra debe corresponder a la «agregación» citada por López Álvarez. En el arco de paso al aula de la iglesia se desmontó la puerta de la fachada románica para ampliar el vano lo más posible y de este modo prolongar la nave central y aumentar su capacidad (figs. 34, 43; láms. 16, 17, 27). El nuevo arco supuso una arriesgada obra que cortó la fachada románica [UE1014] de lado a lado, a la altura de las impostas del nuevo arco, hubo de desmontar su puerta e incluyó las nuevas jambas y el arco desmontando también el umbral de la antigua ventana. Posiblemente un madero incrustado en la fábrica (cara Oeste del muro Sur) pertenezca al apeo del muro románico. Las características de la obra son similares a lo mejor realizado del cuerpo occidental, con piedra caliza bien tallada en grandes piezas que alternan verticales y horizontales en las jambas, incluso con una pieza cortada en codo para funcionar como arranque de la jamba y pieza de umbral. Impostas corridas, rectas, muy voladas y ocho dovelas enterizas sin clave, alguna de las cuales se ha partido por movimiento de asiento. El coro alto [UE1012] se colocó en el último tramo de la nave apoyado en dos vigas empotradas en los muros de las arcadas, uno pegado al muro de testero, y otro madero algo más alto de barandilla (figs. 6, 15, 33; láms. 22, 23). La entrada se hacía por una puerta abierta en el muro sur, entre la ventana originaria y la esquina, que evidencia la necesidad de una escalera, documentada por una de las fotos de Armán (fig. 15; también 20, 60, 61; láms. 19, 23, 24) pero de la que no hemos observado ningún otro indicio. Para utilizar el coro hubo que cerrar la venta-
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na románica, probablemente en el momento de ampliar la puerta de acceso. Suponemos que a la vez que se cerraba esta ventana se sustituyó por el óculo [UE1031] situado por encima, a pesar de su cercanía a la cubierta del cuerpo occidental. Sólo conocemos de él su forma circular, abocinado al interior y que su apertura obligó a cortar la carrera de madera de la obra románica que aparece por la cara interior del muro. Estos elementos no dejan de provocar problemas. No parece lógico que el óculo se abriera por debajo de la cubierta, lo que, de aceptarlo, obligaría a colocarlo en un momento anterior a la construcción del cuerpo occidental. López Fernández no hace referencia a la existencia del coro, pero es evidente que ya se tenía que haber recrecido la cubierta de las naves laterales, que él documenta (1900: 177 y lám; fig. 12bis), para poder levantar su escalera de acceso. Por otra parte, el coro no aparece en el plano de Arredondo fechado entre 1875 y 1878, pero debe estar idealizado de modo que no refleja exactamente la realidad de lo que había. Si lo aceptamos, habría que retrasar el coro a la Etapa VI. Retablo y reforma de la ventana del ábside central.—En el ábside central se instaló un retablo en el testero del fondo [UE1001], que dejó una estrecha franja de color gris de una anterior pintura, lo que obligó a cerrar la ventana originaria (que además había quedado pegada al suelo recrecido del exterior) y a adosar los altares que estaban exentos (fig. 3). Por la documentación antigua (alzados exteriores y planos de M. Pidal en García de Castro 1995: lám. 60; fig. 14) sabemos cómo eran estos elementos que se reflejan en las huellas dejadas en el ábside y en el corte de su testero. López Fernández (1900: 177) define este retablo como churrigueresco, lo que de ser estrictamente así habría que llevarlo al primero o el segundo cuarto del s. XVIII. Puerta de la habitación sur.—La restauración de la habitación meridional, efectuada en etapas anteriores y quizás la elevación del suelo de la iglesia obligaron a la elevación de la puerta de entrada desde la iglesia [UE1057] (fig. 39; lám. 24). El muro presenta claramente el corte en el muro de la iglesia para colocar la nueva puerta, manteniendo debajo del umbral actual restos del primitivo. La nueva puerta ofrece características semejantes al resto de la obra moderna, tanto en la forma de las jambas como en la talla de los sillares. Bajocubierta de los ábsides laterales.—Incluimos en esta etapa de profundas reformas las labores de
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«mantenimiento» efectuadas en los bajocubierta de los ábsides laterales, provocadas por la desaparición de la madera del entarimado de sus muros [UE1074, 1078] a que ya nos referimos en la Etapa primera, aunque estas acciones probablemente se produjeron en un proceso alargado en el tiempo y no puntual (fig. 63/ 70). El picado del encapotado en el bajocubierta norte [UE1073] y el desmonte prácticamente total en el meridional [UE1077], con una finalidad que no comprendemos; el acuñado de los huecos producidos en el bajocubierta norte [UEUE1075] y la restauración por completo del muro en la sur [UE1079] con un aparejo de mampuestos en seco, sin ningún tipo de mortero. Finalmente, el relleno parcial con tierra sucia, mejor que con escombro, del bajocubierta meridional [UE1080] que se introdujo entre los intersticios dejados por los mampuestos del muro de restauración como indicio de ello pues posteriormente fue retirado como veremos en la Etapa VI [UE1081]. Hemos incluido también las inscripciones pintadas en la jamba sur del arco de ingreso al ábside sur [UE1049]: [...]/ [APO]STOLORVM / PETRI [signo] / PAVL[I], con renglones pintados en negro y letras en rojo y un signo o decoración que recuerda tres «V» enlazadas. Y la inscripción en el intradós del primer tramo de la arquería sur [UE1025], también pintada en rojo y que copia la inscripción de mármol de inicio del s. XII [UE1008] (M. Pidal 1954: 64). Vc. Fase siglo XIX A 119, 128, 129, 130, 131, 132, 134, 136, 140, 142, 145. UE 1011, 1018, 1019, 1020, 1021, 1024, 1026, 1029, 1045, 1054, 1058, 1060, 1063, 1072, 1081. Ábsides laterales.—Huellas de los altares adosados en los ábsides laterales [UE1026] y los nichos abiertos a los lados de la ventana del norte [UE1029], así como sus pinturas y la huella del suelo (figs. 1, 3, 7.1, 18, 35; láms. 21, 24, 26). Los dos altares no son exactamente iguales, el sur, más alto, con escalón en el suelo y repisa sobre el tablero. Espacio supraabsidal.—Apertura de la ventana en su muro occidental [UE1024], esto es en el hastial de acceso al ábside central, y de un nicho [UE1054] sobre la ventana del ajimez oriental, enfoscado del corte y enlucido blanco con la inscripción en negro recuadrada: ALONSO III EL MAGNO (figs. 77, 78; láms. 22, 23, 25, 26). Ambas actuaciones deben ser coetáneas, de modo que desde la puerta de paso entre el aula y el cuerpo occidental se pudiera ver el
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nicho posiblemente con una estatuilla del rey. Esta actividad [A130] puede ser posterior a 1875/1878, fecha de los dibujos de Arredondo donde no aparece reflejada. En el mismo momento se pintaría el exterior de la ventana citada imitando columnitas y un arco dovelado, así como los marcos de los arcos de la iglesia (fig. 15). En los muros meridional y occidental del espacio supraabsidal hay unos grafitos a carboncillo. En el muro S, una inscripción que no conseguimos leer, está precedida de una cruz de brazos desiguales con ápices de remate y alfa y omega invertidas, por debajo corre la línea de inscripción y más abajo hay un círculo con cinco puntos inclusos (fig. 84). En el muro O, un dibujo en forma de ¿cruz? con pintura amarilla por encima. Los creemos coetáneos a la ventana y el nicho, de la segunda mitad del s. XIX o la primera mitad del s. XX. En la parte baja de las paredes se observaba una marca horizontal a pocos centímetros del suelo [UE1060], en el que la cal de los enfoscados resalta por no estar manchado por el polvo como el resto de los paramentos. Indica la existencia de un relleno de tierra o basura que pudo ser retirado con motivo de la obra de la ventana y nicho.
su enfoscado histórico y no se ha vuelto a cubrir en época contemporánea. Sus caracteres excepcionales le hacen de fecha contemporánea. Además el hueco de paso aparece representado en el plano de Arredondo (1875; fig. 1), quizás como recién cerrado. Cuerpo occidental.—Apertura de ventana [UE 1063] en el muro sur, que sólo se observa en la cara exterior, junto al rincón oriental, en su parte alta (fig. 4; lám. 19). Inscripción [UE1072] incluida en la cara meridional de la esquina SO: Domus / Dei: /BT?. Ro con letras mayúsculas y minúsculas, dos puntos, dos trazos verticales incluidos bajo el brazo de la T y punto de abreviatura (fig. 57). Ambas unidades las ponemos en relación con la construcción del pórtico meridional que documenta M. Pidal (García de Castro 1955: láms. 63 y 64). En la planta de Arredondo (1875/1878) no aparece el brazo meridional del cuerpo occidental. De ser cierta esta información debemos suponer que el cuerpo occidental tomó su forma actual entre este momento y antes de la documentación de M. Pidal que documenta además el pórtico. Durante la restauración de 2008 apareció lo que debe ser el cimiento de un altar adosado en el brazo septentrional del cuerpo occidental o «antecuerpo» de la iglesia, documentado por García Álvarez y Muñiz 2009: 44.
Bajocubierta sur.—Rejuntado [UE1081] del murete de restauración [1079] con una rebaba que marca la altura del relleno de escombro [UE1080] (figs. 68/ 71). Proponemos que el muro se rejuntara para consolidarle y, quizás, después se retirara el escombro, al repasar la cubierta en un momento que pudo coincidir con la obra de la cámara supraabsidal.
Movimientos y grietas.—Hemos situado en este momento grietas [UE1011] que pueden haberse abierto antes, sobre todo teniendo en cuenta las ruinas altomedievales. Pero otras partes modernas también se movieron, como el arco de la portada del cuerpo occidental [UE1045].
Nave y ábside central.—En el muro de la arquería norte, el hueco [UE1021] de colocar una inscripción de cinc citada por M. Pidal (1955: 74). En el arco de triunfo, tacos de madera y clavos [UE1018/1020] quizás para colocar una lámpara en la cara exterior de la clave y sus cables.
Etapa VI. Restauraciones contemporáneas
Cierre del testero de la nave sur.—El cierre de este testero [UE1058] por su cara exterior, ya que por la interior no se puede observar al estar cubierto por el enfoscado de restauración contemporánea, está remetido con respecto al corte del muro originario en su cara superior; es de mampostería de caliza gris o blanca homogénea, sin presencia de caliza coloreada ni de toba calcárea, con cuñas, con dos hiladas inferiores de material más claro y diferenciadas del resto del aparejo, con mortero de cal y arena, duro (fig. 45; láms. 16, 25, 27). Excepcionalmente se le ha picado
Trabajos realizados entre los años 1946 y 1954 (supra Historiografía). Reposición de celosías, restauración del umbral del ajimez de la cámara supraabsidal, desmonte y construcción de nuevos altares, apertura de la ventana del ábside norte y restauración de la del ábside central, restauración de la habitación meridional y de su puerta a la nave sur, colocación del sarcófago en la nave sur (el único superviviente de los citados por López Fernández 1900: 178, sendos en la entrada al presbiterio y otros en la nave central), remoción del coro histórico de la nave
VIa. Luis Menéndez Pidal y Álvarez (1946/1954) A135. UE 1002, 1004, 1007, 1016, 1017, 1022, 1030, 1046, 1047, 1050, 1064, 1065, 1070, 1076, 1082, 1083, 1084.
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central e introducción del nuevo coro en el cuerpo occidental, cegado del óculo y apertura de la ventana románica en el muro divisorio entre el cuerpo occidental y el aula, cegado de ventanas del muro sur del cuerpo occidental, apertura del óculo en la fachada del cuerpo occidental, restauración y recrecido de cabeceras de muros y restauración de las cubiertas (desmontando las cubiertas que documenta López Fernández en 1900: 177 y lámina; fig. 12bis), restauración de suelos, rejuntados de grietas y reparaciones, enfoscados y morteros. Rebaje del terreno alrededor de la iglesia. VIb. Año 1980 A138, 139. UE 1003, 1015, 1043. Colocación de cristales en ventanas; enfoscados; cementerio. III.
A
MODO DE CONCLUSIONES
Poco podemos añadir a las conclusiones principales dadas como remate de la primera Etapa. El núcleo de la iglesia, si consideramos el cuerpo de cabecera y las arcadas, se conserva prácticamente intacto, mientras que se han perdido en gran parte los muros perimetrales que cerraban el cuerpo de la iglesia y, lógicamente las armaduras de cubierta, aunque de ellas han llegado a nosotros algunas vigas decoradas y es posible que entre el maderamen actual todavía se hallen algunas más, supervivientes de los distintos retejados, incluido el último de nuestros días. Una iglesia dentro de las características típicas de su momento, aunque con excepciones, la ausencia de habitación norte y de pórtico a los pies. Ambas propuestas deberían poderse comprobar en el futuro cuando una ocasión propicie investigar en esos puntos el subsuelo. Las otras características, aparentemente individuales, son el empleo de piedra toba como material constructivo generalizado y no reducido a las bóvedas y los entramados de atado de sus muros. Esta segunda característica abre un horizonte sobre los sistemas constructivos asturianos y altomedievales, donde ya se conocen datos aislados de sistemas constructivos pero salvo excepciones, como el alminar de la mezquita de Córdoba, nunca tan completo. Igual que ocurre con la utilización del ladrillo, el estudio de la madera alto medieval espera la realización de proyectos de investigación dirigidos a su conocimiento. El fragmento de cancel superviviente de su decoración cultual permite contextualizar su
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taller escultórico que debió trabajar en la restauración de una ruina de Lillo, en fecha cercana como suponía Jorge Aragoneses, y que luego pervive en el repertorio de la iglesia leonesa de Escalada. El descubrimiento de una unidad de medida permite suponer la utilización alternativa de los dos sistemas de medida ya confirmados por Arias en la arquitectura asturiana, el pie romano en la construcción de la iglesia y el pie de rey o drusiano que debemos considerar utilizado por sus carpinteros y por sus decoradores pintores, algo que queda por comprobar. La iglesia en su historia ha sufrido tres momentos principales de restauración. La primera la suponemos románica coincidiendo con la reconsagración por el obispo Pelayo en 1108 y a la que suponemos pertenece la portada. A finales de la Edad Media, entre 1407, como documenta López Fernández, o antes de 1500, fecha de la campana más antigua, debió tener otra reforma en que quizás se construyó un primer cuerpo occidental y una primera espadaña aprovechando la portada románica. Durante época moderna no es posible determinar actuaciones, que se concentran inmediatamente iniciada la contemporánea, como vuelve a documentar López Fernández, en el primer tercio del s. XIX, rehaciendo el cuerpo occidental, trasladando la espadaña y ampliando el arco de acceso a la iglesia. El último momento de restauración lo inicia Menéndez Pidal con su restauración de 1950/54 y que se prolonga hasta nuestros días con breves intervenciones. Estamos agradecidos a la última intervención restauradora que ha posibilitado nuestro análisis y el descubrimiento del sistema lígnico constructivo, pero debemos ser sinceros con respecto a las condiciones en que se ha efectuado y que consideramos que no son las más adecuadas para la colaboración entre un equipo de investigación y el equipo de restauración, ni probablemente las más propias de la finalidad que debe tener la restauración de un edificio histórico, esto es, un edificio cuya personalidad es justamente su carácter de pluriestratificado. El agobio del equipo de restauración por los inflexibles plazos de entrega se nos traspasó a nuestro equipo que tuvo que soportar su inexorabilidad por una parte y por otra la inadecuación de las necesidades de la intervención y de la investigación. La experiencia no por repetida deja de ser aleccionadora. El estudio de las maderas debería haberse completado con el estudio de las armaduras aprovechando que se estaban repasando y por ser evidente que en ella se reutilizan (como en todas las cubiertas históricas) materiales procedentes de la primera cubierta y de las siguientes reposiciones. Llama la atención la falta de atención por el equipo
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de intervención a las consecuencias del hallazgo de estos entramados que pueden afectar de modo importante a la conservación y estabilidad del edificio y que sin embargo se deben conservar y facilitar su accesibilidad por su importancia única en el conjunto de la arquitectura asturiana. La lectura de paramentos se debe coordinar con su trabajo de limpieza. La utilización de los andamios, que facilita la lectura, es un estorbo insalvable a la hora de su documentación como es evidente en nuestra documentación gráfica. Se debe lamentar, además, el tratamiento final de los paramentos que provocó la desaparición de estratos clave en la vida del edificio, como los enfoscados, de difícil documentación en estas circunstancias, y, además, con su enmascarador enfoscado anuló la visión histórica del edificio pluriestratificado, avanzando de nuevo en la recuperación de la falsa imagen de edificio original y modelo que se ha mantenido inalterable a pesar del paso del tiempo. BIBLIOGRAFÍA Adán, G. y Cabo, C. 1989: La necrópolis medieval de Santo Adriano de Tuñón (Santo Adriano, Asturias). Análisis de una solución arquitectónica prerrománica, III Congreso de Arqueología Medieval de España, Tomo II, Oviedo, 207-209. Adán, G.; Cabo, C. y Jordá, J. 1991: Excavaciones arqueológicas en Santo Adriano de Tuñón (Santo Adriano, Asturias, Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 137, 358-395. Alonso Mathías, F.; Caballero Zoreda, L. y Rodríguez Trobajo, E. 1997: Cronología constructiva de la iglesia mozárabe de S. Baudelio de Berlanga (Soria): primeros resultados de dendrocronología y carbono-14, Boletín de Arqueología Medieval, 11, 249-263. Álvarez, S.; Esbert R. M. y al. 2005: Santa Cristian de Lena, un monumento enigmático del prerrománico asturiano: piedras, deterioro y sugerencias de conservación, Loggia. Arquitectura y restauración, 18, 70-87. Amador de los Ríos, J. 1877: Monumentos arquitectónicos de España: Principado de Asturias. Madrid (facsímil Oviedo, 1988). Aparicio, J. A. y Fuente, A. de la. 1996: Estudio arqueológico e intervención arquitectónica en la iglesia de la Asunción de San Vicente del Valle, Numantia, 6, 153-172. Arbeiter, A. y Noak-Haley, S. 1999: Christliche Denkmäler des frühen Mittelalters vom 8. bis 11. Jahrhundert, Mainz am Rhein.
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APÉNDICE
LISTADO DE UNIDADES Y ACTIVIDADES ESTRATIGRÁFICAS El listado resume la información recogida en la lectura y documentada en las fichas analíticas, de modo que cada línea del listado sintetiza la información de una ficha. Con la ayuda de su Índice se puede buscar en la Lista una Actividad o una Unidad determinada. En el Listado se puede conocer qué Unidades Estratigráficas componen cada Actividad y las relaciones que mantienen con otras UE y AE, así como buscar su ubicación en los Planos. Con esta información delante se puede comprobar la lectura efectuada en el edificio. A UE Perd. Nº A Nº UE Ant. a A Post. a A Ant. a UE Post. a UE M S
Actividad Unidad Estratigráfica Periodo Número de Actividad Número de Unidad Estratigráfica Anterior a la o las Actividades Posterior a la Actividad o las Actividades Anterior a la Unidad o las Unidades Estratigráficas Posterior a la Unidad o las Unidades Estratigráficas Lám. 16, planta de muros Lám. 15, planta de suelos
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15 Figura 12 bis. Tuñón. Vista general desde el este (publicada en López Fernández 1900: vol. 3, 176-177. Neg. O. Bellmunt, Gijón); 13. Tuñón. Fachada oriental (publicada en Pita 1963: lám. 36 arriba. Citada por García de Castro 1995: 421, n. 216. © Archivo Mas, copia procedente del CCHS, CSIC); 14. Tuñón. Fachada oriental del ábside meridional (publicada en Arias 2007: vol. 2, 786. Copia procedente del CCHS, CSIC, sin autor, fondo general); 15. Tuñón. Interior hacia el Este (publicada en Pita 1963: lám. 36 y Schlunk 1947. Citada por García de Castro 1995: 421, n. 216. © Archivo Mas, copia procedente del CCHS, CSIC).
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22 Figura 16. Tuñón. Ábside central durante las obras de Luis Menéndez Pidal; se observa el hueco del altar removido del suelo (negativo Armán, c. 1950); 17. Tuñón. Ventana del ábside central una vez desmontado el cierre y el marco del segundo vano (neg. Armán, c. 1950); 18. Tuñón. Ábside sur durante las obras de M. Pidal, con el hueco del altar originario removido del suelo y la huella del desmonte del moderno en la pared de testero (neg. Armán, c. 1950); 19. Tuñón. Entibado del arco de ingreso al ábside norte durante las obras de L. Menéndez Pidal (neg. Armán, c. 1950); 20. Tuñón. Extremo occidental de la nave sur, con la escalera de acceso al coro alto de la nave central. Se observa en el testero el recrecido moderno y en el muro de las arquerías el hueco de una viga de la cubierta originaria (neg. Armán, c. 1950); 22. Tuñón. Vista general desde sur (neg. M.ª Á. Utrero, c. 2002).
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24 Figura 21. Tuñón. Vista general desde noroeste (neg. M.ª Á. Utrero 2002); 23. Tuñón. Detalle de la iglesia desde suroeste (neg. M.ª Á. Utrero 2002); 24. Tuñón. Detalle del remate del exterior del testero de la nave norte (neg. M.ª Á. Utrero 2002).
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27 Figura 25. Tuñón. Vista general de la actual ubicación (neg. L. Arias 2009); 26. Tuñón. Vista desde sureste después de la restauración (neg. L. Arias 2009); 27. Tuñón. Vista desde sur después de la restauración (neg. L. Arias 2009).
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Figura 28. Tuñón. Interior hacia el este; 29. Tuñón. Lateral meridional del ábside central; 30. Tuñón. Credencias del lado norte del ábside central y unidad de medida de seis pies prusianos; 31 y 32. Tuñón. Capiteles norte y sur del ábside central.
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37 Figura 33. Tuñón. Arcada meridional de la nave central, desde oeste; 34. Tuñón. Testero occidental de la nave central; 35. Tuñón. Nave norte hacia el ábside; 36. Tuñón. Nave norte hacia oeste; 37. Tuñón. Nave norte, muro perimetral.
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42 Figura 38. Tuñón. Nave sur, detalle de la esquina entre el ábside y el muro perimetral; 39. Tuñón. Nave sur, entrada a la habitación auxiliar; 40. Tuñón. Nave sur, interfaz en el muro perimetral, puerta de acceso a la habitación auxiliar y arco; 41. Tuñón. Nave sur hacia oeste; 42. Tuñón. Nave sur, detalle del arco desde oeste; 43. Tuñón. Cuerpo adosado occidental, entrada a la iglesia.
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48 Figuras 44 y 45. Tuñón. Cuerpo adosado occidental, exterior del testero de la iglesia en los brazos norte y sur; 46. Tuñón. Cuerpo adosado occidental, vista a oeste con el coro de M. Pidal; 47. Tuñón. Vista de la iglesia desde suroeste durante las obras de 2008; 48. Tuñón. Fachada norte con la unión entre la iglesia y el cuerpo adosado occidental; 49. Tuñón. Fachada septentrional.
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Figura 50. Tuñón. Detalle del exterior de la ventana del ábside meridional; 51 a 53. Tuñón. Detalle del corte del contrafuerte meridional; 54. Tuñón. Fachada oriental de la habitación auxiliar sur; 55. Tuñón. Fachada meridional de la habitación auxiliar sur.
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Figura 56. Tuñón. Fachada occidental de la habitación meridional, obra de M. Pidal; 57. Tuñón. Fachada meridional del cuerpo adosado occidental; 58. Tuñón. Espadaña del cuerpo adosado occidental desde el SE; 59. Tuñón. El exterior de la nave central desde suroeste; 60. Tuñón. Extremo occidental de la nave central con el hueco de acceso al coro moderno cegado por M. Pidal.
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63 Figura 61. Tuñón. Remate exterior de la nave central desde nordeste; 62. Tuñón. Bajocubierta norte; 63. Tuñón. Bajocubierta norte, huecos del entramado de madera.
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66 Figura 64. Tuñón. Bajocubierta norte, desde el norte (neg. A. García Álvarez); 65. Tuñón. Bajocubierta norte, muro occidental; 66. Tuñón. Bajocubierta norte, muro oriental.
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69 Figura 67. Tuñón. Vista general del bajocubierta sur, desde oeste; 68 y 69. Tuñón. Bajocubierta sur, muro septentrional común con la cámara supraabsidal.
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72 Figuras 70 y 71. Tuñón. Bajocubierta sur, muros oeste y este; 72. Tuñón. Bajocubierta sur, detalle de los pares reutilizados.
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76 Figura 73. Tuñón. Exterior de la ventana ajimezada de la cámara supraabsidal; 74. Tuñón. Detalle de la columnita de la ventana de acceso a la cámara supraabsidal; 75 y 76. Tuñón. Cámara supraabsidal. Jambas norte y sur de la ventana oriental.
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81 Figura 77. Tuñón. Interior de la cámara supraabsidal, muro oriental con la ventana de acceso; 78. Tuñón. Interior de la cámara supraabsidal, muro occidental con la ventana contemporánea; 79. Tuñón. Detalle de la ventana occidental abierta en época contemporánea; 80 y 81. Tuñón. Esquinas NE y SE de la cámara supraabsidal con los huecos de desagüe y los producidos por la desaparición de las traviesas de los enmaderados.
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84 87 Figuras 82 y 83. Tuñón. Exterior de uno de los desagües de la cámara supraabsidal antes y después de limpiarlo (neg. fig. 83, A. García Álvarez); 84. Tuñón. Cruz de inicio de la inscripción pintada en la pared meridional de la cámara supraabsidal; 85 y 86. Tuñón. Detalles de la cubierta de la cámara supraabsidal hacia norte; 87. Tuñón. Lado meridional de la cubierta de la cámara supraabsidal.
3. DATACIÓN DE MADERA ESTRUCTURAL EN LA IGLESIA DE SANTO ADRIANO DE TUÑÓN (ASTURIAS) POR
EDUARDO RODRÍGUEZ TROBAJO Laboratorio de Dendrocronología Centro de Investigación Forestal INIA. Madrid
Se estudian la madera de refuerzo y cargaderos incluidos en la fábrica del edificio, así como varios elementos reutilizados, entre los que se encuentran dos piezas de solera de la armadura originaria del edificio, todos ellos datados por carbono-14 en 819-909 cal AD post quem. El edificio originario se cubría con armadura decorada de roble formada por cuchillos espaciados 3 pies de rey (1 m) y tirantes de 1 pie (33 cm) de canto que soportaban directamente la tablazón, sin correas intermedias. Esta tipología se repite en las supuestas armaduras primitivas de S. Julián de los Prados y en S. Salvador de Priesca. Se datan también otros elementos lígneos pertenecientes a distintas actividades constructivas, cuyos resultados han sido contrastados con la lectura estratigráfica del edificio.
1.
INTRODUCCIÓN
Una cuestión crítica en la arquitectura altomedieval es la escasez de restos lígneos en contextos integrados tan sólo por sustituciones o reutilizaciones de madera. Sin embargo, Sto. Adriano de Tuñón se presenta como excepción, ya que junto a restos descontextualizados conserva también elementos in situ que son originales. La historia constructiva de este edificio parece cerrada en sí misma, apartada de los ciclos de transformación histórica, al igual que otros edificios altomedievales de Asturias (García de Castro 1997: 149). En su cámara supraabsidal se han hallado piezas que concuerdan en tipo con la madera conservada en la misma cámara de S. Salvador de Priesca (García et al. 2001), así como con los restos de la primitiva armadura de Santullano (Selgas, 1916). Las cubiertas de madera fueron a lo largo del siglo IX una alternativa al abovedamiento en la arquitectura asturiana. Estas armaduras hunden sus raíces en la carpintería clásica (Nuere, 2008b), pero muestran caracteres locales que las singularizan en el ámbito de la carpintería histórica española.
Un hallazgo excepcional han sido los distintos refuerzos lígneos incorporados a la fábrica del edificio, hasta ahora desconocidos en la arquitectura asturiana, que aprovechan la capacidad de la madera para soportar esfuerzos de tracción y flexión. Es bien conocido que la madera, salvo en armaduras de cubierta, ha tenido utilización limitada en edificios altomedievales hispánicos. En esta misma publicación, Caballero presenta una relación de usos constructivos de la madera, que incluye las principales funciones de refuerzo en fábricas, bien con carácter permanente, o bien durante el proceso de construcción y fraguado de las mismas. El objetivo principal del presente trabajo es utilizar la madera de Tuñón como indicador cronológico del estudio arqueológico realizado en el edificio (incluido en esta misma publicación), pero asimismo se pretende la datación de algunas técnicas y tipologías constructivas altomedievales (Caballero y Utrero 2005: 172-174). La cronología absoluta será establecida únicamente mediante datación carbono-14, pues no será posible aplicar la dendrocronología al carecer de referencias absolutas para las especies y región en estudio. Sin embargo, se ensayará el análisis dendrocronológico relativo entre elementos in situ y descontextualizados, con el fin de verificar si los restos reutilizados formaron parte del edificio originario. 2. 2.1.
EL MATERIAL IDENTIFICACIÓN,
USO, PROCEDENCIA
En dinteles, durmientes, tirantes y otros elementos reutilizados, se ha utilizado madera de roble, que pertenece a una de tres especies posibles: Quercus robur L. (carbayo), Quercus petraea (Matts.) Liebl.
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(roble albar) o Quercus pyrenaica Willd. (rebollo o melojo). La madera de estas especies no es fácil diferenciar, si bien todas las muestras han presentado el mismo patrón de anillo, una o dos líneas de vasos y gran proporción de madera final, lo que permite excluir con cierta seguridad a la madera de carbayo (Feuillet et al. 1997). Su elección parece obedecer a un criterio de calidad, pues esta madera supera en densidad y dureza a la madera de carbayo, por lo que constituye un material muy idóneo para la carpintería de armar. Sin embargo, debemos reparar en que el carbayo ocupa de forma natural áreas más próximas a Sto. Adriano que el roble albar, por lo que a priori su madera debería haber sido la madera elegida. Actualmente, en el valle del Trubia se extiende un mosaico irregular de prados y fragas de carbayos, castaños, fresnos y tilos; con presencia ocasional de rebollos y hayas. Por el contrario, el roble albar ocupa niveles superiores, los pisos colino superior y montano de la región (Ruiz de la Torre 2000), por lo que sus masas actuales se encuentran bastante alejadas de Sto. Adriano de Tuñón. En Asturias ha perdurado un bosque mixto de robles albar y carbayo que se localiza en las sierras meridionales; pero cabe suponer que hace un milenio y con una presión antrópica mucho menor, el roble albar y también el rebollo pudieron ocupar áreas más próximas a Tuñón. En las armaduras actuales de la iglesia y en algunas piezas aisladas, se ha utilizado madera de castaño (Castanea sativa L.). Sus cualidades resistentes son inferiores a las del roble, pero por tratarse de un cultivo forestal y por su aptitud para proporcionar grandes escuadrías, ha sustituido progresivamente al roble en la carpintería tradicional asturiana, como se constata en la construcción de hórreos y paneras. Tal como ya se ha indicado, el castaño está presente en áreas silícicas del entorno de Tuñón y es acompañante habitual en los bosques mixtos y robledales. La madera de tejo está también presente en Sto. Adriano de Tuñón, pero su uso se ha reducido a varias soleras de muros. Esta madera es dura y resistente, si bien su mayor cualidad es la elasticidad que explica su tradicional uso en arcos, ejes, etc. Debemos mencionar su utilización como dintel en los accesos a las capillas laterales de Santiago de Peñalba (León), así como puntales enclavados en un arco de S. Miguel de Lillo (cuyo estudio se incluye en esta publicación). Su uso como solera no guarda especial relación con sus propiedades y parece más justificable por su eventual disponibilidad. El tejo crece aislado o en pequeños grupos en el
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seno de diferentes bosques, como robledales o bosques mixtos. Actualmente, se ha inventariado en teselas de la Sierra del Aramo (Quirós; Mapa Forestal de Asturias) y Montes de Carroceda (Teverga; Ruiz de la Torre 2000), a distancias apreciables de Tuñón, pero se localizan pies aislados en toda la región, sobre todo en enclaves rocosos. Debemos también referirnos a los ejemplares singulares que tradicionalmente se plantaban en el entorno de las iglesias, entre las que se encontraba Sto. Adriano, que todavía conservaba su tejo a mediados del siglo XX (Menéndez Pidal 1954: 73). 2.2. 2.2.1.
ESTUDIO
CONSTRUCTIVO
Elementos lígneos de refuerzo
En la fábrica del edificio se han encontrado hasta tres tipos diferentes de refuerzos de madera al servicio de la estabilidad estructural del edificio. No se conocen paralelos de ninguno de ellos en la arquitectura altomedieval asturiana; tal vez sean numerosos pero, al tratarse de refuerzos intramurales, su hallazgo depende de una previa rotura o ruina de la fábrica, tal como ha sucedido en Sto. Adriano de Tuñón. Se trata, sin duda, de una tradición constructiva que nos plantea la cuestión de su origen. Utrero (2006) ha estudiado una variedad de sistemas de refuerzo y atado con madera en muros, arcos y bóvedas en edificios altomedievales hispánicos. Sería preciso considerar diferentes vías de transmisión posibles de estas técnicas en la arquitectura altomedieval, pues un mismo problema constructivo ha podido tener soluciones paralelas (Utrero 2006: 3441-3442). Durmientes del aula La apertura de un vano sobre el arco de triunfo y el desmontaje del coro barroco dejaron al descubierto parte de un sistema de durmientes intramurales localizados en los muros norte, este y sur del aula (figura 1). Desconocemos si el muro oeste incluye también algún durmiente de este tipo, si bien su aparejo es diferente e incorpora un tipo de solera visible en la cara del muro, que será considerada más adelante. Los maderos descubiertos son de roble, medias tozas sin albura, y tienen escuadrías diferentes: 14 x 28 (canto) cm, en los muros norte y sur, 10 x 21,5 (canto) cm, en el muro este. Aparentemente recorren el muro completo y su posición es centrada y a 75 cm sobre la clave de los arcos, por lo que el madero sobre el arco de triunfo está 20-30 cm más alto que los laterales.
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DATACIÓN DE MADERA EN LA IGLESIA DE SANTO ADRIANO DE TUÑÓN
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Fig. 1. Tuñón. Localización de la madera estructural en Sto. Adriano de Tuñón (sobre plano de Rafael Martín).
Por consiguiente, estos durmientes tienen disposición perimetral pero sin formar un anillo continuo, como los hallados en construcciones altomedievales (alminar de la Mezquita de Córdoba, ábside de Sta. María de los Arcos de Tricio, etc.; Caballero y Utrero 2005: 174), ni llegan a unirse en las esquinas atando los muros, tal como se hizo en la torre del Salvador de Toledo (s. IX; Rodríguez 2006: 10). Por el contrario, es obvio que la función de estos durmientes guarda relación directa con los arcos subyacentes, dada la proximidad e idéntica distancia que les separa de los mismos. Utrero (2006: 3436-37) recoge algunos tipos de refuerzo en muros en conexión directa con arcos y bóvedas, como barras de hierro en la bóveda del nártex de S. Salvador de Valdediós, o la viga de atado dispuesta sobre el arco toral de S. Pedro de la Nave (Alonso et al. 2004). No obstante, consideramos que estos elementos no son equiparables y que la función encomendada a los durmientes de Tuñón no pudo reducirse a asegurar los arcos en el momento en que se retiraron las cimbras (Utrero 2006: 3436). También pensamos que es descartable la interpretación de Menéndez Pidal (1954: 75) según la cual los durmientes servían de apoyo a los tirantes de las naves laterales. Selgas (1916: 47-48) encontró que los tirantes de las naves laterales de Santullano atravesaban el muro de la nave central y estaban asegurados con cuñas, pero nada indica sobre la presencia de durmientes intramurales asociados a los mismos.
Los refuerzos intramurales han sido usados sistemáticamente en la arquitectura bizantina (Choisy 1883). Según Ousterhoud (1999: 194, 211), los talleres bizantinos reforzaban sus fábricas mixtas de sillares y ladrillos con soleras de madera dispuestas regularmente a diferentes alturas. Su función principal era garantizar la estabilidad de los muros durante el fraguado de sus gruesos morteros, aunque también aportaban flexibilidad al muro evitando la aparición de grietas durante el asentamiento. En el caso de Tuñón, no parece consistente que un cordón simple y estrecho de madera tuviera como misión garantizar la estabilidad durante el secado del mortero, pero parece obvio que se buscaba incrementar la cohesión interna del mampuesto previniendo la formación de grietas en torno a los arcos inferiores. Por otra parte, Crescente y Cacciavillani (2001: 301) describen el uso de soleras de madera en fábricas de ladrillo en la iglesia bizantina de Católica en Stillo, Calabria (s. IX-XIII), cuya función sería el reparto de cargas sobre los muros inferiores. En muros de mampostería ha sido documentado en edificios mozárabes, como en la base de la capilla de la tribuna de S. Baudelio de Berlanga (s. XI; Rodríguez 2000). Es posible que la madera intramural utilizada en fábricas de sillares y mixtas de algunos castillos omeyas del desierto de Siria (Creswell 1989), estuviera también relacionada con la transmisión de cargas (Qasr al-Hair ash-Sharqi y Qasr al-Hair al-
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Fig. 2. Tuñón. Emparrillado de madera que estaba incluido en los muros de la bóveda central del ábside (sobre plano de Rafael Martín).
Gharbi, s. VIII; cit. Utrero 2006: 3438). En el altomedievo europeo, Wilcox (1981: 6) ha citado el uso de madera intramural en iglesias de los siglos IX y X, al igual que Viollet-le-Duc (1856: construction-principles) lo asoció también a construcciones merovíngeas y carolíngeas. En Sto. Adriano de Tuñón, los durmientes se disponen a tan sólo 75 cm sobre la cima de los arcos y proporcionan, por tanto, un reparto uniforme de cargas sobre los mismos. Emparrillado del ábside central En lo alto de los muros intermedios entre las bóvedas de la cabecera, se ha hallado un sistema de huecos alargados y cruzados entre sí con forma de emparrillado, cuyas paredes conservan la huella de la madera que incluía en el momento de construcción de los muros. La falta total de restos de madera en los huecos nos obliga a pensar que fueron expoliados, si bien no llegamos a comprender cómo pudieron extraerse las piezas interiores. En la figura 2 se recoge la hipotética construcción de estos armazones que se repiten en los dos muros, cada uno de ellos formado por dos largueros paralelos al eje de la bóveda y tres travesaños en dirección perpendicular. Los largueros son un simple tablón de 23-24 cm de ancho por 6-8 cm de grueso, que adquieren doble gro-
sor en los extremos de los largueros distales. Por el contrario, los travesaños tienen gran escuadría (26 x 18 cm de canto), mayor incluso que la de los durmientes del aula. Suponemos que al igual que en estos últimos, se utilizó madera de roble sin albura y labrada en verde para aminorar la aparición de fendas de contracción. Es probable que las piezas se ensamblaran con clavijas cuadradas, con cajas pasantes como la que tiene la pieza reutilizada de la cámara supraabsidal (figura 3). Es posible también que esta pieza de 17 x 13 cm de sección hubiese formado parte del emparrillado, es decir, dos de estas piezas sobrepuestas formarían cada travesaño, adoptando así un despiece acertado para el roble. Choisy (1883: 118-121) describe el uso de encadenados de madera en muros bizantinos y cómo sirvieron para atirantar bóvedas de cañón. Según Viollet-le-Duc (1856: construction-principles), una técnica habitual en Francia hasta finales del siglo XII era la inclusión de durmientes en los muros con el fin de soportar el empuje de las grandes bóvedas de Cluny, Vézelay y Charité-sur-Loire (s. XI y XII). Sin embargo, mientras que estos elementos participan en la propia estructura de la bóveda, los emparrillados de Tuñón parecen tener sólo una función de armado al cohesionar y atar el aparejo del muro. En efecto, los
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DATACIÓN DE MADERA EN LA IGLESIA DE SANTO ADRIANO DE TUÑÓN
Fig. 3. Tuñón. Elemento 12A que fue reutilizado como apoyo en la armadura de la cámara supraabsidal.
largueros actúan como una grapa de los muros que soportan la bóveda y sus prolongaciones sirven para atar a éstos a los muros de testero y de cierre del aula. A partir de este bastidor bien anclado, los travesaños se prolongan y penetran en los riñones de la bóveda central atándola a los muros perimetrales. La altura de los emparrillados es aproximadamente la misma que la de los durmientes laterales del aula, si bien desconocemos si llega a establecerse una conexión entre ambas estructuras. Soleras de otros muros El análisis estratigráfico sitúa al testero oeste de la nave central en una etapa posterior (A102) a la originaria (A100). Este muro difiere netamente de los otros muros del aula, ya que fue construido con mampuesto de piedra toba y tiene mayor grosor (95 cm frente a 60 cm del resto). En su construcción se incorporaron soleras de madera de tejo con misión distinta de la de los elementos lígneos anteriormente vistos. Sobre la cara interior del muro se han localizado dos soleras de madera, una situada a la altura del umbral de las ventanas del aula que recorre todo el muro (figura 1), si bien fue cortada posteriormente en el medio con la apertura de un óculo; la otra se sitúa a 3,1 m del suelo y se reduce a solo 42 cm desde el extremo norte del muro, ya que fue cortada al abrirse el arco de paso actual. Las dos soleras tienen 13-14 cm en la cara visible y superan los 18 cm en su base, pero desconocemos si existen o han existido otros maderos a lo ancho del muro,
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cuya observación no ha sido posible por el enfoscado del muro. Se trata de un refuerzo frecuentemente utilizado en fábricas islámicas, mozárabes y mudéjares con objeto de servir de asentamiento y atado de los muros mas gruesos que tardan bastante en secarse. El procedimiento consistía en intercalar soleras a espacios regulares que permitían proseguir la construcción con rapidez antes de que el mortero se hubiese secado. Es posible que un madero enclavado en el muro hastial de S. Miguel de Escalada (s. X) corresponda a una solera de este tipo. Su uso fue particularmente eficaz en torres construidas con encofrados o tapial. Merino (2005: 719) hace referencia a soleras perimetrales dispuestas cada 2 metros en los muros de hormigón de cal de la torre mozárabe de S. Millán de Segovia (s. XI). La misma técnica se ha aplicado en torres refugio de la cuenca del Rituerto (Lorenzo 1994: 427) y se ha utilizado también con hormigones de yeso, como en las torres de Sta. María y S. Pedro de Teruel (s. XIII). Otro madero de tejo ha sido localizado en la habitación sur, a 1,72 m de altura en el muro de separación con la iglesia que, de acuerdo a la lectura estratigráfica, forma parte de una actividad (A113) incluida en la etapa 4 de obras pleno y bajomedievales. El madero presenta una cara vista de 69 x 16 cm al interior de la habitación, su profundidad supera los 13 cm, y ocupa sólo la mitad este del muro debido, posiblemente, a que fue cortado más tarde por la jamba del acceso actual a la habitación. Presenta características comunes con las soleras descritas anteriormente, si bien el enfoscado del muro nos ha impedido estudiar en detalle su posible función. 2.2.2.
Dinteles de madera
Se utilizó también madera en cargaderos o dinteles de los vanos del edificio, aunque la mayoría de los actuales no son los primitivos. Este es el caso de los vanos de la nave central, cuyos dinteles se renovaron en la restauración de 1954 (Menéndez Pidal 1954: 76), si bien se reutilizaron algunas piezas primitivas, tal como se verá más adelante. Asimismo el dintel del acceso a la habitación sur fue colocado en época barroca, por lo que no ha sido incluido en el estudio. Por el contrario, los dinteles adosados al arco geminado de la cámara supraabsidal (figura 1) forman parte de la etapa originaria según la lectura estratigráfica (A100). Son dos piezas escuadradas de
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duramen de roble con 19-20 cm de canto x 15-19 de alto y en la pieza contigua al arco se tallaron los quicios de una doble hoja que abría hacia el interior. En cámaras supraabsidales de otros edificios del grupo se utilizaron también dinteles de madera trasdosados a los arcos geminados, como en Santullano (Arias 1999: 38) y los dos que aún se conservan en S. Salvador de Priesca (García et al. 2001: 22-27). 2.2.3.
Armadura de cubierta
Recuperación de elementos de una armadura anterior Entre la madera reutilizada en la cámara supraabsidal se hallan dos piezas cuya labra las identifi-
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ca como parte de una solera de armadura. En la figura 4 se recoge el croquis de una de estas piezas con tres cajas destinadas al apoyo de los tirantes. Al reutilizarse las piezas como estribos en un momento posterior, fueron practicadas nuevas cajas (en gris) con el fin de ajustar las piezas sobre tirantes de menor grosor. Este tipo de solera pudo formar parte de la armadura primitiva de Tuñón y es similar a las soleras de las supuestas armaduras originales de Santullano y S. Salvador de Priesca. Las importantes intervenciones de Selgas y Menéndez Pidal en estos edificios se realizaron con el criterio de conservar o restituir la cubierta que consideraban originaria. El modelo más tempranamente y mejor recuperado fue Santullano, que reconstruyó Selgas (1916) dándole la forma y altura que debió tener la armadura primitiva, conser-
Fig. 4. Tuñón. Pieza reutilizada como estribo norte en la armadura de la cámara supraabsidal que formó parte de una solera de armadura.
Fig. 5. Tuñón. Sección este-oeste hacia sur de San Julián de los Prados (tomado de Arias, 1999).
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DATACIÓN DE MADERA EN LA IGLESIA DE SANTO ADRIANO DE TUÑÓN
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Fig. 6. Tuñón. Hipótesis de armadura originaria de Sto. Adriano de Tuñón a partir de los fragmentos de solera conservados (dibujo original de Rafael Martín).
vando in situ tres tirantes del transepto.1 Por su parte, Menéndez Pidal (1939) rehizo la cubierta de Priesca tomando de modelo los restos de la cámara supraabsidal y las huellas de entregas todavía visibles tras el incendio de 1936. En 1957 reconstruyó también la armadura de Nora basándose en restos de una armadura «del tipo de la de Priesca» que según él había visto Ferrant (Menéndez Pidal 1954: 41, nota 21) y, posteriormente, aplicará el mismo modelo en Bendones, esta vez sin ninguna base arqueológica o documental. Por el contrario, no optó por reproducir este modelo ideal en Tuñón (Menéndez Pidal 1954: 76), limitándose a reformar la armadura anterior, tal como veremos más adelante. Nuere (2008b) sugiere que la tipología de armadura que observamos en Santullano podría corresponder a un modo constructivo conservado desde la antigüe1 En realidad se distinguen visualmente cinco tirantes decorados con círculos en el transepto, que son dibujados con esta decoración en las láminas de Senén Rivero (Selgas, 1916). Asimismo, Arias (1999: 14-15) detalla la misma decoración en un tramo de la solera del extremo NO del transepto, sobre la que se apoyan tres de los tirantes decorados.
dad clásica. En la figura 5 se observa cómo la armadura se apoya en una solera estrecha que se sobrepone a los dinteles de los vanos de la nave central que, de este modo, asumen también la función de nudillos de armadura (Arias 1999: 18). En la figura se representa la sección hacia sur de la cubierta del transepto formada por simples cuchillos (1 tirante + 2 pares) que cargan sobre una solera única o doble en la coronación del muro (60-70 cm de grueso). Los tirantes se prolongan al exterior formando los canecillos del alero (35-40 cm de vuelo) y tan sólo son sustituidos por modillones de piedra en los extremos de la nave. Consideramos que una construcción similar es plausible para la armadura original de Tuñón, tal como se presenta en la figura 6. A nuestro juicio, este modelo es más verosímil que la variante adoptada por Menéndez Pidal (1939) en Priesca, con el alero inclinado formado por la prolongación de los pares e incorporando dos jabalcones de refuerzo en cada cuchillo, todo lo cual suponemos que han sido modificaciones posteriores de la estructura originaria. Las armaduras de Santullano (Arias 1999) y Priesca (García et al. 2001) pueden servir de referencia para
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dimensionar la hipotética armadura de Tuñón. Los dinteles de ventanas son mayores en Santullano que en Tuñón en la misma proporción que la anchura de sus vanos, 1 y 0,7 m, respectivamente. Por el contrario, las soleras serían más gruesas en Tuñón, seguidas por Priesca y Santullano (16/15/13 cm). El espaciado de cuchillos es de 1 m, es decir, 2 codos (Caballero, com. personal), tanto en el transepto de Santullano, como en las naves centrales de Tuñón y Priesca, pese a las diferencias de sus respectivas luces (6,9/4/4,8 m). La mayor divergencia se observa en las secciones de los tirantes, pues las soleras de Tuñón marcan un canto de 1 pie de rey (33 cm), que es aún mayor en Priesca (35 cm), mientras en el transepto de Santullano es sólo medio pie (18 cm). La relación tabla/canto sería similar en Santullano (1,5) y en Priesca (1,4), que aplicada la última al tirante de Tuñón da 46 cm de alto. Estas relaciones se ajustan al óptimo resistente (Nuere, 2008a: 56) y garantizan la ausencia de flexión con luces tan discretas. No sucede lo mismo con la relación luz/sección que en Santullano es muy alta (141), superando a los tirantes de las grandes basílicas paleocristianas (Adam 2002: 229), mientras que en Priesca y Tuñón los tirantes tienen relaciones de 28 y 25, respectivamente, es decir, 5 veces menos eficaces que los de Santullano. Otro aspecto constructivo a destacar es la escasa pendiente de las cubiertas de Santullano (18º), Tuñón y Priesca (25º), que se repiten en las iglesias ovetenses del momento (Selgas 1916: 46-47). Una inclinación poco acorde con la pluviosidad de la región que recuerda la pendiente de las cubiertas basilicales roma-
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nas (Choisy 1873: 132; Viollet-le-Duc 1856: charpentre) y que es inferior a la mayoría de armaduras españolas, cuya inclinación está entre 30 y 45º, siendo 36º la más común (Candelas y Ariza 2005: 204). Con lo expuesto no se agotan las similitudes observadas entre las armaduras de las tres iglesias, como las posibles concordancias en la modulación de la techumbre en relación con arcadas y armaduras de las naves laterales (Selgas 1916: 47-48). Por consiguiente, si las estructuras que describimos son realmente primitivas, se constata la persistencia del mismo tipo de techumbre durante más de un siglo, pese a que las armaduras más modernas, Tuñón y Priesca, fueron sobredimensionadas respecto a Santullano sin aparente justificación. El modelo refleja el peso de la tradición en la carpintería asturiana, la misma que Gómez Moreno (1919: 75) apreciaba en su arquitectura: «... con tal fuerza de rutina que apenas hay diferencias entre construcciones de Alfonso el Casto, las de comienzos del siglo XI y otras aún posteriores». Podemos afirmar, por tanto, que la datación de la solera de armadura conservada de Tuñón, a la par que determine si esta pieza formaba parte de la techumbre primitiva, proporcionará la cronología de esta tipología de cubierta. Una carpintería decorada Un aspecto de especial significación es la decoración que recubría la armadura. En una de las soleras conservadas es visible el grabado de semielipses concéntricas (casi círculos) que alternan entre sí (figura 7), similar al que aparece en otras piezas descontextualizadas de la iglesia. En el dintel del vano del
Fig. 7. Tuñón. Decoración geométrica del fragmento de solera que fue reutilizada en la cámara supraabsidal.
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extremo NO de la nave central, se reutiliza un fragmento (Arias y Adán 1991: 44), con círculos alternos no simétricos que indican un ancho de 22-23 cm del madero original. Carece de entalles propios de solera y su grueso de 10 cm se ajusta al del resto de dintel, lo que permite descartarlo como tabla. Otros 3 fragmentos decorados más están depositados en la sacristía y por sus medidas (135-190 x 11,5-14 x 912 cm) no logramos saber a qué tipo de elemento pertenecieron. Finalmente, conocemos tres piezas decoradas, dos estrechas y otra más ancha consignada como tabla, que se representan en Los Monumentos Antiguos de España (Amador de los Ríos 1887; figura 8). En una de las secciones de esta lámina, se observa también un durmiente con decoración similar sobre los pies de los pares de la armadura. En Santullano (Selgas 1916) y en S. Salvador de Priesca (García et al. 2001) ha sido hallada madera decorada con los mismos motivos utilizados en Tuñón. En Santullano se han descrito piezas diversas (tirantes, pares, parecillos y tablas) con círculos y semicírculos, simples o concéntricos, secantes o tangentes, con restos de color blanco, rojo y negro (Schunk y Berenguer 1957: 36-37). En la cámara supraabsidal de S. Salvador de Priesca (García et al. 2001: 22-27) se conservan varias piezas con círculos concéntricos alternados y sin restos de policromía: un durmiente, decorado en su cara vista, un tirante, decorado en tres caras y un par decorado sólo en una cara. Por otra parte, existen referencias documentales del uso de techumbres decoradas en edificios de época de Alfonso II (basílica de Sta. María, antigua catedral de S. Salvador de Oviedo y, posiblemente, la iglesia de S. Tirso), en las que según Selgas (1908) se aplicaron motivos coloreados de círculos y estrellas. En consecuencia, podemos afirmar que la datación de la solera decorada que se conserva en Tuñón, nos permitirá fijar la cronología de esta carpintería decorada y su supuesta originalidad. En opinión de García et al. (2001: 22-27), los motivos geométricos de círculos y semicírculos concéntricos forman parte del repertorio secular que está presente en el arte prerromano y romano, tanto en piezas muebles, como en mosaicos y epígrafes. Citan las estelas altomedievales de la catedral de Oviedo y del monasterio de S. Pelayo, por ejemplo, la lápida de Aragonti confessa (926 d.C.). Por otra parte, se constata la persistencia de estos motivos en la carpintería popular, tal como se observa en hórreos pintados de estilo Villaviciosa localizados en las cuencas del Alier, Nalón, Teverga y Trubia (Graña y López 1986: 474). En sus linios decorados se in-
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cluyen motivos de semicírculos secantes formados por series de triangulillos coloreados en blanco, rojo y azul (hórreos de Bandujo, Proaza, y Bermiego, Quirós; Ibáñez 2005: 89). En otro ámbito geográfico, L‘Orange y Torp (1977: 138-139) han documentado la decoración geométrica de una viga del Tempietto longobardo de Cividale, cuya cronología más aceptada es la segunda mitad del siglo VIII (Conant 2007: 107), que relacionan directamente con la decoración de Santullano. Por otra parte, Haupt (1936:187) recrea la construcción primitiva del mismo dotándole de una armadura decorada con motivos geométricos similares a los de Santullano. Sin la diafanidad propia de los espacios abovedados, una armadura de cerchas tiene siempre una formalidad difícil, por cuanto una sucesión de tirantes muy juntos perturba la visión estética de la techumbre. En Tuñón, con un espaciado mínimo entre sus gruesos tirantes, este efecto negativo sería máximo, por lo que el recurso a la decoración multicolor tenía pleno sentido. Con lógica parecida, pensamos en la hipótesis de una techumbre plana, con paneles dispuestos entre los tirantes que ocultarían el resto de la estructura, al igual que en las basílicas del siglo IV, como S. Pablo Extramuros (Choisy 1883: 133), o en la arquitectura carolingia. Sin embargo, tanto en Santullano como en Priesca se conservan pares con decoración y al menos en Santullano hay que descartar el techo plano pues no se ven restos de ensambles en la cara superior de los tirantes (Selgas 1916: 47) y además la decoración se extiende por los frontones de la nave central y del transepto. No obstante, en los muros de Santullano se repiten los templos de armadura triangulada y techumbre plana (Arias 1999: 76) y una franja de modillones en lo alto de los muros recorre la nave central y el transepto. Además es oportuno considerar también referencias coetáneas como la techumbre de la Mezquita de Córdoba. Las escasas piezas conservadas en Tuñón nada nos dicen a favor o en contra de esta hipótesis y, por otro lado, sus tirantes están separados tan sólo dos veces su ancho, es decir, a calle y cuerda, coincidiendo con lo que sería el espaciado ideal de un forjado (Nuere 2008: 54). La solución constructiva asturiana frente a otras armaduras de cerchas Desde un punto de vista estructural, la cubierta que describimos es una solución intermedia entre dos tipologías (armaduras de cerchas / armaduras de pares; Nuere 2008a: 93), pues carece de estribos, lo que la diferencia de las armaduras de pares y, por otra parte, aunque se compone de cuchillos o cerchas ele-
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mentales, se prescinde de correas y cumbrera. La ausencia de estos elementos es sorprendente, pues cerchas con correas son representadas repetidas veces en los muros de Santullano (Arias 1999: 64-65). La singularidad de esta solución se basa en un espaciado mínimo entre cuchillos (1 - 1,5 m frente a los 2,5 m o más habituales en otras armaduras de cerchas), de modo que se puede prescindir de los elementos longitudinales, asentando la tablazón directamente sobre los pares. Con esta estructura, el entablado adquiere una función crítica pues asume el arriostrado de la armadura y, por tanto, la eventual degradación de la tablazón afectaría directamente a la estabilidad de la armadura. Otra peculiaridad del modelo es el uso de fuertes escuadrías con luces inferiores a 6 m. Con semejantes secciones y luces tan reducidas, hubiera sido posible aplicar una solución adintelada, es decir, con sólo trasmisión vertical de cargas, al modo de la primitiva armadura de S. Clemente de Tahull (cit. Rafold 1926: 8, fig. 1), o algunas armaduras de Grecia y Asia Menor (Adam 2002: 224; Choisy 1873: 149150). Sin embargo, en la carpintería asturiana se optó por una forma triangulada o cercha simple que es propia de la carpintería romana, tal vez la transtra cum capreoli (tirantes con pares) descrita en De Architectura de Vitrubio (libro IV, cap. 2). En continuidad con la tradición romana, las armaduras de cerchas siguen utilizándose en todo el Mediterráneo, si bien su evolución entre los siglos IV y X es todavía para nosotros una incógnita. No obstante, han subsistido armaduras elementales que se asemejan a las armaduras asturianas. Choisy (1883: 152) describe el uso de cuchillos muy próximos entre sí en la arquitectura bizantina (Monasterio de Lavra y Pórtico de Simopetra, Atos). Sin embargo, estas soluciones no se ajustan al modelo asturiano, pues los cuchillos se acercan con el fin de reducir su escuadría, pero se precisa de refuerzos longitudinales para arriostrar la estructura. Por el contrario, la armadura de cerchas es extraña a la arquitectura islámica en la que predominan las cubiertas planas; tal vez la única excepción sea la Mezquita de Bagdad con su cubierta de cerchas de pendiente acusada, apoyadas en ménsulas y provistas de diagonales y pendolón (Wolff 2005: 1125). Por otra parte, debemos destacar la falta de nexos evolutivos con las cubiertas románicas europeas. Viollet-le-Duc (1875, t.3: Charpentre) describe armaduras de cerchas que siguen la tradición romana hasta finales del siglo XII, pero son cerchas dotadas de péndolas y tornapuntas que permiten reducir su escuadría. Subsisten, no obstante, las armaduras de cu-
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chillos en el grupo de grandes iglesias de Sicilia (Siracusa, Cefalú, Monreale; siglo XII), así como en la basílica bizantina de Aegostenes (Porto Germeno, Ática). Estas armaduras comparten con las asturianas grandes escuadrías y modestas luces (9,8 m en la catedral de Siracusa; 3,4 m en la basílica de Aegostenes), pero difieren por el uso de correas, cumbreras, zapatas, etc., así como en el mayor distanciamiento de los cuchillos (Adam 2002: 227). La evolución de las armaduras europeas tienen en común el progresivo distanciamiento de sus cerchas, incluso en las de cuchillos, como en la catedral de Messina (s. XIII; Viollet-le-Duc 1856: Charpentre), cuya armadura de clara influencia islámica, presenta fuertes escuadrías pero, junto con un gran espaciado de cuchillos (2,5 m) incorpora dobles correas muy juntas, lo que la separa claramente del modelo asturiano. A la vista de lo expuesto, podemos caracterizar el tipo de cubierta asturiana como un modelo sin continuidad, que acaba por abandonarse a favor de otras estructuras que requieren menor cantidad de material y/o utilizan escuadrías más pequeñas. Se constata, por una parte, que las armaduras de cuchillos simples adquieren amplio uso en el noroeste peninsular, en iglesias rurales (Fernández Cabo 1996: 183, fig. 4; Nuere 2008a: 97) y en la arquitectura tradicional, como la de tapial y adobe del páramo leonés (Ortiz et al. 2000: 10-11), pero siempre los cuchillos están más espaciados y se usan correas y cumbrera. Por otra parte, se difunde en Asturias la armadura mudéjar de pares, con sus claras ventajas de usar piezas de menor escuadría y también un menor número de tirantes. La mayor parte de las armaduras que son renovadas en las iglesias altomedievales adoptan esta tipología, entre las que se incluye la cubierta de madera que llegó a tener Santa Cristina de Lena (dibujo de Frassinelli en 1847; Amador de los Ríos 1988: 12). Paralelamente a este cambio irreversible de tipología se constata la progresiva sustitución de la madera de roble por especies de más fácil aprovechamiento como es el caso del castaño. Podemos concluir, por tanto, que solamente una gran disponibilidad de madera de roble a lo largo de siglo y medio podría explicar el éxito alcanzado por un modelo de armadura tan robusto y elemental. Las armaduras de restauración En Monumentos Antiguos de España (Amador de los Ríos 1877) se incluye una lámina sobre Sto. Adriano de Tuñón, que muestra dos secciones de la armadura de la iglesia (figura 8). Esta armadura era
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Fig. 8. Tuñón. Secciones norte-sur y este-oeste de la armadura de Sto. Adriano de Tuñón según Los monumentos de España (Amador de los Ríos, 1877).
Fig. 9. Tuñón. Secciones norte-sur y este-oeste de la armadura de Sto. Adriano de Tuñón con la lectura estratigráfica realizada del edificio (tomado de la Lectura de Paramentos incluida en esta publicación).
en apariencia estribada, pues tenía 4 gruesos tirantes (25 x 19 cm), asentados sobre zapatas (17 x 21,5 x 22 cm) y espaciados 2,7 m, entre los que se disponían pares separados 53 cm. Sin embargo, algunos detalles no son claros, como el ensamble de los pares sobre la hilera, que parece más una cumbrera que sirve de apoyo a los pares, lo que sería una función imposible para un madero con 8,5 m de largo y sin
apoyos intermedios. También es confuso el ensamble de tirantes y estribo que están dibujados al mismo nivel. Sobre ambos se dispone una tabla decorada con círculos secantes, cuya única misión parece ser ocultar el ensamble de pares y estribo. La cubierta se hizo única cubriendo las naves laterales, para lo que se recrecieron los muros exteriores, dejando las ventanas de la nave central bajo cubierta y sin sus
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Fig. 10. Tuñón. Vertiente norte de la armadura de la cámara supraabsidal.
dinteles, en cuya posición se dispuso el estribamiento. Una remodelación de similares características debió realizarse también en S. Pedro de Nora (Gómez Moreno 1919: fig. 44). Esta armadura fue reconstruida por Menéndez Pidal (1954) que intenta recuperar o volver al modelo de cerchas supuestamente original (figura 9). Se conservan tan sólo las zapatas y tirantes de castaño de la armadura anterior sobre los que se montan tijeras (Menéndez Pidal 1954: 76). Una cumbrera continua sirve de apoyo al resto de pares que son espaciados algo menos (0,44 m) que en la armadura anterior (0,53 m). Se recolocan los dinteles en los vanos, que en el exterior del muro aparecen formando un durmiente continuo sobrepuesto a las zapatas también visibles al exterior. De este modo, se alteró la disposición de la madera vista sobre los muros que es característica de las iglesias del grupo, siendo la solera de la cámara supraabsidal la que todavía conserva el nivel original que tuvo también en el aula. Las transformaciones históricas de la armadura de la cámara supraabsidal tienen una interpretación más problemática (figura 10). Menéndez Pidal (1954: 76) no modificó esta armadura por estimar que contenía elementos primitivos, reparando tan sólo algunos
elementos, entre los que pudo incluirse las soleras que son de madera nueva. Sin embargo, existen notorias diferencias entre la armadura actual que tiene dos tirantes y la de la lámina de 1887 con sólo uno (figura 8), lo que nos hace dudar de la fidelidad de esta última, ya que tampoco refleja los dinteles de la ventana geminada, ni los maderos insertos en el muro oeste. En cualquier caso, la techumbre actual tiene apariencia arcaica y tosca y está compuesta tanto por piezas de castaño (tirante oeste, estribo sur y varias tablas), como de roble (tirante este, estribo norte, pares, algunas tablas y dos vigas adicionales de apoyo). Pese a su aspecto, esta armadura no parece ser la originaria ya que sus estribos son dos piezas reutilizadas que, tal como hemos tratado anteriormente, tuvieron la función de soleras en la supuesta techumbre originaria. Otro detalle significativo es que los estribos fueron cajeados al igual que los tirantes. Con ello se trataba de mantener el mismo nivel del tejado que tendría la armadura a la que sustituyó, una estructura que sería, por tanto, de diferente tipología. Por consiguiente, es plausible que la armadura primitiva de la cámara fuera de cuchillos simples dispuestos sobre soleras, al igual que en el modelo hipotético general.
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Con todo lo anterior, el problema cronológico que plantea esta estructura es que, pese a que se trata de una estructura de aspecto arcaico, está compuesta de elementos reutilizados de una armadura anterior y adopta además una tipología de armadura estribada que no se conoce en época altomedieval. En consecuencia, su datación empírica será decisiva para conocer tanto su cronología como la de la supuesta etapa originaria. 3. CRONOLOGÍA 3.1.
ESTUDIO
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Se han obtenido 18 muestras, 17 calas radiales sobre 14 elementos y una sección de una pieza reutilizada (véase tabla 1). Tal como se ha indicado, se han encontrado en el edificio maderas de tres especies distintas: Quercus petraea (Matts.) Liebl./Quercus pyrenaica Willd. (roble albar/rebollo), Taxus baccata L. (tejo) y Castanea sativa Mill. (castaño). El estudio de cada especie debe ser abordado por separado, si bien se ensayará la heteroconexión entre las piezas de roble y tejo, dado que se trata de especies interdatables.
DENDROCRONOLÓGICO
Sincronización del material de roble En el presente estudio no será posible abordar la datación absoluta del material, ya que no disponemos actualmente de cronologías de referencia de roble adecuadas para Asturias y el periodo correspondiente a las maderas de Sto. Adriano de Tuñón. Por tanto, el estudio dendrocronológico se limitará a la datación relativa, es decir, intentará establecer las relaciones cronológicas internas existentes entre los elementos lígneos del edificio.
Todas las piezas fueron labradas íntegramente en madera de duramen y están constituidas por secuencias medias, entre 50 y 110 anillos. En los ensayos de sincronización la muestra 12A ha resultado ser clave para la interdatación del conjunto: en la tabla 2 se indica los valores de similitud entre 12A y otras series, cuyas curvas interanuales y grafo de acreción son representados en la figura 11.
Tabla 1: Relación de muestras dendrocronológicas.
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Tabla 2: resultados del test «t», «t*» (variación trianual) y «W».
Fig. 11. Tuñón. Sincronización de series filtradas correspondiente a las piezas de roble que integran el grupo 1S (derecha) y grafo de acreción de las mismas (izquierda).
Fig. 12. Tuñón. Agrupamiento según los ciclos plurianuales de las series que integran el grupo 1S.
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Paralelamente, la variación plurianual muestra también diferentes grados de afinidad entre las series. Por un lado, las series 11A, 1A y 3A tienen sensibilidad mayor que 12A y 13A (figura 11). Por otro lado, estas mismas 3 series presentan tendencias y ciclos casi coincidentes entre sí, pero que difieren netamente de los de 13A, mientras 12A muestra ciclos intermedios con los anteriores (figura 12). Por consiguiente, podemos deducir de todas estas relaciones que las piezas 1A, 3A y 11A tuvieron que ser aprovechadas en el mismo lugar y que la alta similitud entre 11A y 12A avala también el mismo origen. Por el contrario, no encontramos prueba significativa de que 13A tuviera el mismo origen que las restantes piezas. Varias piezas de roble o castaño con secuencias muy cortas no llegan a interdatar significativamente con el grupo anterior, si bien las series 4M (36 anillos) y 7A (23 anillos) tienen una posible sincronización visual con la media 1S del grupo anterior. La serie 4M (solera del muro sur) muestra baja similitud (t= 3,8) y, conforme a esta hipotética sincronización, el madero debió extraerse de la zona superior del tronco, pues la serie arranca de la médula y se aproxima a la corteza más que el resto de piezas. Por el contrario, la serie 7A (estribo reutilizado) presenta crecimientos muy superiores a las demás (pues sólo tiene 23 anillos) y su similitud con 1S no puede considerarse significativa. Finalmente, los dos dinteles de la ventana de la cámara supraabsidal (5A y
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6A) no presentan posiciones de sincronización aceptables respecto al grupo anterior. Sincronización del material de tejo Se han localizado tres soleras de madera de tejo en el edificio, dos situadas en el hastial del aula original (2M y 16A) y la tercera en el muro de acceso a la habitación sur (15M). Se trata de elementos con despiezo enterizo y tosca labra que eliminó la parte de albura, salvo en la solera superior del hastial (2M), en la que se conservan 3-7 anillos de albura. Las tres series tienen 74 (15M), 86 (16A) y 101 (2M) anillos y se caracterizan por fuertes ciclos y varias caídas de crecimiento (figura 13). Esta variación es netamente individual, tal como se constata en los dobles muestreos de las piezas 2A/2B y 15A/15B, de modo que no sirven de apoyo a la sincronización, supuesto un mismo lugar de procedencia para todo el material. En la figura 13 se presentan en posición arbitraria las curvas brutas y filtradas trianuales de las tres piezas, no habiéndose encontrado ninguna similitud significativa entre las mismas. Por consiguiente, el análisis dendrocronológico de las tres series no ha proporcionado ningún resultado de cronología relativa para el material de tejo. En cuanto a su comparación con material externo, se ha ensayado su sincronización con series de
Fig. 13. Tuñón. Representación de las series brutas y filtradas de los elementos de madera de tejo.
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tejo procedentes de las iglesias de S. Miguel de Lillo y Santiago de Peñalba (León). Hay que destacar la fuerte variación plurianual de las series de Lillo que inducen varias posiciones de sincronización con Tuñón que, no obstante, no han sido confirmadas por los algoritmos convencionales. Tampoco los datos cronológicos previos de Lillo (1030-1100 cal AD) avalan estas hipótesis de sincronización. En cuanto al material de Peñalba, su crecimiento radial es netamente diferenciado, su variación plurianual es mínima y los datos cronológicos previos (689-779 cal AD) hacen también improbable el posible solapamiento cronológico con el material de Tuñón.
–
– 3.2.
ANÁLISIS
CARBONO-14
La falta de datación absoluta mediante la dendrocronología ha justificado un estudio paralelo mediante carbono-14. En la tabla 3 se incluyen todas las medidas realizadas. Se ha planteado una estrategia basada en la información aportada por la dendrocronología relativa, la estratigrafía y las fuentes documentales. En una primera fase, se procesaron 6 muestras que representaban a distintas etapas constructivas del edificio. Los criterios de selección y resultados fueron los siguientes: – La muestra 3A fue extraída del durmiente del muro norte del aula, uno de los 5 elementos (grupo 1S) interdatados por dendrocronología y que se suponen forman parte de la etapa primitiva de construcción. Asumiendo la hipótesis de construcción en torno al 891, se eligió un
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intervalo de 10 anillos situado a –10 del último anillo del grupo 1S buscando así la calibración más favorable. El resultado obtenido fue 668-961 (99,7%) cal AD. La muestra 5A procede del dintel interior de la ventana de la cámara supraabsidal, elemento que no ha podido ser interdatado con el grupo anterior. Este madero presenta doble gorronera, elemento significativo en relación al uso de dicha cámara, por lo que representa otra posible aproximación a la cronología original. La muestra se tomó a –5 anillos del borde duramenalbura y se obtuvo: 665-944 (99,7%) cal AD que es coincidente con el resultado de 3A. La muestra 2A fue tomada en la solera de tejo situada en el hastial del aula que, conforme con la lectura estratigráfica, podría estar asociada a una etapa de reconstrucción en 1106. A partir de esta hipótesis, se eligió un intervalo de 3 anillos situado a –83 años del último anillo que debería situarse en un tramo favorable de calibración. El resultado ha sido: 659-951 (99,7%) cal AD, muy alejado de la cronología esperada y que es casi coincidente con las dos medidas anteriores. La muestra 15B fue extraída de otra solera de tejo situada en el muro norte de la habitación sur, no interdatada con la solera del hastial y que podría ser, por tanto, de diferente cronología. El resultado: 670-971 (99,7%) cal AD confirma que ambas soleras pueden ser coetáneas. La muestra 17A fue tomada en el tirante oeste de la armadura de castaño de la cámara supraabsidal. El análisis estratigráfico incluye la armadura en una etapa no original y, por otra
Tabla 3: relación de medidas individuales carbono-14.
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parte, en esta estructura se reutilizan elementos de la supuesta etapa original, por lo que puede servir para datar una etapa de reconstrucción del edificio. El resultado ha sido: 878-1042 (99,7%) cal AD. – Finalmente, la muestra 20A fue tomada en una zapata de madera de castaño, que habiendo formado parte de la armadura plenomedieval que tuvo el aula, se conservan en la cubierta actual. El resultado obtenido: 1448-1675 (97,2%) cal AD retrasa la datación de la armadura. En una segunda fase, se trató de mejorar la precisión de los resultados, ya que se localizaban en un tramo de calibración muy desfavorable. Se planteó, por tanto, realizar nuevas medidas en puntos distantes de las secuencias de anillos. Por un lado, se tomó una muestra en el elemento 11A del grupo 1S (roble) a –93 del último anillo del grupo y el resultado fue: 650886 (99,7%) cal AD. Por otro lado, se eligió la muestra 2A´ en la misma solera de tejo del hastial, pero en posición alejada +66 años de la anterior (2A) y se ha obtenido el resultado: 680-971 (99,7%) cal AD. Se procedió a mejorar la calibración de las medidas individuales formando dos secuencias determi-
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nadas aplicando la técnica wiggle matching. En la figura 14 se representan la calibración de las dos secuencias: grupo 1S (11A+3A) y solera 2 (2A+2A´) por el método implementado en el programa GaussWM (Weninger et al. 2004). Los resultados mejoran notablemente: 779-869 (99%) cal AD (grupo 1S) y 783-889 (99%) cal AD (solera 2) y se observa un ligero desfase en sus estimas a 1 s: 825 ± 26,6 (68,2%) cal AD (grupo 1S) y 836 ± 29,8 (68,2%) cal AD (solera 2). Dado el carácter uniforme de sus respectivos intervalos, no es posible precisar la posición y separación de ambos grupos dentro del amplio periodo 800-900 d.C. Hemos comprobado por simulación que nuevas medidas dentro del tramo casi plano de la curva de calibración, 800-900 d.C., no aportaría una mejora adicional del resultado. Solamente se podría mejorar la datación con medidas externas al tramo, pero este recurso ha sido ya explotado al máximo muestreando en los extremos de las secuencias de anillos. Por otra parte, la extensión de los intervalos de calibración no favorece el reensayo de la datación dendrocronológica relativa entre las series de roble y tejo, que en caso de conseguir una secuencia conjunta tampoco mejoraría la datación absoluta de las muestras.
Fig. 14. Tuñón. Calibración wiggle matching de secuencias del grupo 1S (izquierda) y de la solera 2 (derecha).
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Una última opción de combinación de los resultados carbono-14 para mejorar la datación, incorpora tanto la dendrocronología relativa como el análisis estratigráfico. Las muestras carbono-14 forman la secuencia ordenada:
Se observa que 11A y 3A distan 93 años en la secuencia dendrocronológica y la lectura estratigráfica indica que 5A y 3A pertenecen a la misma etapa primitiva, por lo que la muestra 5A será coetánea
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o algo posterior a la 3A, dada su mayor proximidad al borde duramen respectivo. Por otro lado, 2A´ pertenece a una unidad estratigráfica posterior a las dos anteriores, si bien el lapso de tiempo entre ambas fases es desconocido. Finalmente se establece la misma relación, coetánea o posterior, sucesivamente para las muestras 15B y 17A. Con la incorporación de toda esta información es posible realizar nuevas estimaciones de edades calibradas para las distintas muestras mediante el programa Oxcal 4.1 (figura 15; Bronk Ramsey 2009). Se observa una clara mejora de los resultados individuales de 5A (768-888 cal AD), 15B (799-975 cal AD) y 17A (880-1029 cal AD) (confianza: 99,7%).
Fig. 15. Tuñón. Calibración de una secuencia de seis elementos a partir de la información previa proporcionada por los resultados dendrocronológicos y estratigráficos.
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DATACIÓN DE MADERA EN LA IGLESIA DE SANTO ADRIANO DE TUÑÓN
Finalmente, los resultados anteriores permiten realizar una estima de las fechas de corte de madera considerando la madera perdida en dos posibles casos. Si la pieza conserva el borde de duramen, sólo se añade la albura perdida (que se ha estimado en 30 años para el roble y 15 años para el tejo). Si la pieza no tiene borde de duramen, se añade también la albura, pero habría que añadir un número desconocido de anillos de duramen, lo que se indica adjuntando el término post quem al resultado: Grupo 1S: Solera 2: Dintel 5A: Solera 15B: Tirante 17A: Zapata 20A:
4.
post quem 819-909 cal AD (99%) o 865 ± 26,6 cal AD (68,2%). 808-914 cal AD (99%) o 861 ± 29,8 cal AD (68,2%). 803-923 cal AD (99,7%). post quem 824-1000 cal AD (99,7%). post quem 884-1033 cal AD (99,7%). post quem 1498-1725 cal AD (97,2%).
INTERPRETACIÓN ARQUEOLÓGICA
El análisis dendrocronológico ha proporcionado el grupo 1S de maderas coetáneas integrado por los siguientes elementos: 1A (durmiente intramural sobre el arco del triunfo), 3A (durmiente intramural en el muro norte del aula), 11A (apoyo de armadura de la cámara supraabsidal, faldón sur), 12A (apoyo de armadura de la cámara supraabsidal, faldón norte) y 13A (estribo norte de armadura de la cámara supraabsidal). Facies de aprovechamiento En primer lugar, consideremos las características o facies de aprovechamiento de la madera de roble que integra el gupo 1S. Tal como se indica en los resultados, al menos tres piezas (1A, 3A y 11A, tabla I) proceden de la misma masa forestal y, por otra parte, las secuencias de anillos muestra un acusado solapamiento (figura 11). Aunque no conocemos el número de anillos que se perdieron con la labra de cada pieza, estas coincidencias en origen e intervalos hacen plausible que toda la madera se cortara al mismo tiempo o con un desfase mínimo. En consecuencia, aceptaremos la hipótesis de que todas las piezas datadas forman una misma unidad de aprovechamiento.
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Los resultados carbono-14 de este grupo 1S determinan un amplio intervalo (779-896 cal AD), al que hay que añadir los anillos perdidos por el labrado, que incluye la albura (25-35 años) y la parte externa desprendida del duramen. Por consiguiente, se estima que el corte de madera se produjo dentro del intervalo: 819-909 cal AD post quem y su estima central es: 865 ± 26,6 cal AD post quem (1ó). Por otra parte, a pesar de que no existe sincronización entre este grupo y el cargadero de la ventana geminada del ábside (5A), la datación carbono-14 de éste último (803-923 cal AD) indica, pese a la imprecisión del resultado, un aprovechamiento compatible con el del grupo 1S, sin que podamos considerar probada su total coincidencia. La procedencia de la madera de roble es desconocida y tal como hemos indicado las formaciones naturales de roble albar se encuentran actualmente más alejadas de Tuñón que las masas de carbayo. Tanto el roble albar como el rebollo tienen un carácter más xérico que el carbayo y muestran marcadas diferencias de facies, pues el carbayo prefiere fondos de valle y suelos francos, arcillosos y compactos, mientras el roble albar se localiza en laderas de cierta pendiente, sobre suelos silíceos, sueltos y bien aireados (Costa 1998: 109-111). En consecuencia, es presumible que las formaciones de roble albar o de rebollo que se aprovecharon, procedan de las áreas de laderas más pobres y soleadas de la región. Un lugar de procedencia más cercano pudo tener la madera de tejo, a tenor de la tendencia de esta especie a formar parte de bosques mixtos y robledales y su preferencia por los ambientes rupícolas. Sin embargo, pese al notable solapamiento de intervalos de datación entre la solera 2M (tejo) y el grupo 1S (roble), debemos suponer la existencia de un desfase mínimo entre los respectivos aprovechamientos, resultando el corte de madera de tejo algo más tardío. Una vez añadidas las porciones de albura perdidas, la datación del apeo de esta madera sería: 808914 cal AD. Como ya hemos indicado, el aprovechamiento de madera de castaño se produjo en el entorno próximo de la iglesia y pudo tratarse tanto de un aprovechamiento de cultivo forestal, es decir en un soto o castañar, o bien de una formación natural mixta con robles y otros caducifolios sobre terreno silícico del entorno próximo a Tuñón. La datación del tirante oeste de la armadura de la cámara supraabsidal (17A) muestra un desfase neto con los resultados anteriores. Añadiendo los anillos de madera perdida, podemos tomar como estima post quem de esta troza: 884-1033 cal AD, es decir, fue aprovechada al me-
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
nos 100 años más tarde que el grupo 1S de madera originaria. Finalmente, la datación carbono-14 de la zapata de la armadura de la nave central (20A) indica un amplio periodo, que añadiendo la madera perdida estimamos en 1498-1725 cal AD post quem. Al coincidir esta medida simple en un tramo de pendiente invertida de la curva de calibración, se originan dos máximos de probabilidad distanciados más de cien años, indicando que la fecha de corte más probable se situaría bien a finales del siglo XVI o a comienzos del XVIII. Facies de elaboración En relación al proceso de elaboración y sus facies registradas en el material de roble, debemos diferenciar los elementos que presentan una sola labra (soleras del aula, piezas reutilizadas y dinteles de la cámara supraabsidal) y los dos elementos que muestran labrado y ensambles que no se ajustan a su función actual como estribos de la armadura del ábside central. Tal como hemos visto, las piezas de roble forman parte del mismo aprovechamiento, en un momento en el que fueron labrados al menos tres tipos diferentes de elementos. Por consiguiente, debemos considerar muy improbable que esta variedad de piezas destinadas a distintas partes del maderamen del edificio en construcción, hubiesen sido tomadas de las ruinas de un edificio anterior. Aceptamos por tanto la hipótesis de que esta madera no fue reutilizada y que ha recibidos un único labrado. Asimismo hay que considerar que la madera de roble, debido a su fuerte contracción, es conveniente despiezarla en verde en medias tozas o cuartizos para así evitar la formación de grandes fendas de secado. Se aplicó sistemáticamente este despiezo y se procuró además eliminar la albura, lo cual nos evidencia que la madera fue labrada en verde para su puesta en servicio de inmediato. Por otro lado, la solera de tejo (2M) situada en lo alto del hastial muestra labra tosca e incompleta que interpretamos como la única que pudo recibir la pieza. No podemos afirmar con seguridad lo mismo de las otras dos soleras de tejo, una enclavada en el mismo muro (16A) y otras en la habitación sur (15M). En relación con las facies de elaboración del castaño utilizado en dos momentos distantes en el tiempo, observamos que se mantienen las habituales en la carpintería de esta madera, con labrado no tan intenso como en el roble y, en el caso de grandes piezas, despiezos enterizos, tal como muestran los tirantes y zapatas que se han conservado.
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Facies de contexto Finalmente, debemos considerar los aspectos de inserción de las piezas en sus respectivos estratos y discutir las facies relativas al primer uso o reutilización de cada elemento. El grupo 1S está integrado por piezas labradas en verde y ex profeso para distintas funciones, descartándose la posibilidad de que hubiesen sido aprovechadas de un edificio anterior. Algunos elementos (1A y 3A) forman parte del sistema de refuerzo de los muros del aula, que conforme al análisis estratigráfico pertenecen a la etapa originaria de construcción. Por consiguiente, la datación del momento de aprovechamiento de estas maderas, 865 ± 26,6 (1s) post quem, fecha el inicio de la construcción del edificio. El resto de piezas del grupo 1S se encuentran descontextualizadas, empleadas en funciones diferentes a las originales. En primer lugar, los dos estribos (7A y 13A) tuvieron la función de soleras de una armadura de cubierta. Si bien las piezas no sincronizan entre sí (7A tiene tan sólo 24 anillos), la solera 13A forma parte de la unidad de aprovechamiento 1S, lo que prueba que perteneció a la armadura originaria del edificio. En la misma armadura del ábside se reutilizaron dos piezas de apoyo (11A y 12A) que muestran el mismo despiece de su anterior uso, si bien han sido colocadas giradas entre sí. Considerando sus medidas, despiece, ensamble y degradación superficial, se plantea la hipótesis de que formaron parte del emparrillado que armaba las bóvedas del ábside. Ambas piezas pertenecen a la unidad de aprovechamiento 1S de la etapa originaria, lo que hace posible esta hipótesis, según la cual el emparrillado estaría construido con tablones sobrepuestos que se unían mediante clavijas de madera. Conforme al análisis estratigráfico, las piezas de madera de tejo están asociadas a actividades cronológicamente distanciadas, si bien las dos piezas datadas por carbono-14 (2M y 15B, tabla I) muestran cronologías muy próximas, 808-914 y 824-1000 post quem, respectivamente. Por un lado, el muro oeste del aula (A102), en cuya parte superior se enclava la solera 2M, ha sido incluido en la etapa de reforma románica referenciada documentalmente en 1108. Por otro lado, el madero 15M se inserta en el muro de acceso a la habitación sur formando parte de la actividad A113 que se desarrolla en la etapa pleno o bajomedieval. Se produce así un claro desfase temporal entre aprovechamiento y uso del material que implicaría la reutilización en dos momentos distintos de materiales de parecida edad. De haberse
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producido una reutilización, nos parece más plausible que ambas maderas fueran tomadas de los propios muros en ruina de la iglesia. En particular, la solera del hastial (2M) no presenta signos de haber sido relabrada y, a la vista de su longitud y pequeña escuadría, debió tener una función similar a la actual. La armadura de la cámara supraabsidal de tosca ejecución está constituida por maderas de distinta cronología. Tal como se indicó anteriormente, sus estribos fueron rebajados con el fin que mantener la altura de la cubierta, lo que indica que sustituyó a otra cubierta de tipología diferente, que presumiblemente sería de cuchillos simples e idéntica a la que cubrió la nave central. Junto a piezas reutilizadas (7A y 13A) que hemos asociado a la etapa primitiva, se incorpora un tirante de castaño (17A) datado en 8841033 post quem que debemos considerar también reutilizado, ya que de ser original la edad de la armadura antecedería con mucho a las primeras ejecuciones conocidas de armaduras de pares con estribos (Wulff 2005: 1125-1126). La fecha del tirante indica un momento anterior a la restauración documentada en 1108 (García de Castro 1995: 420) y podría estar relacionada con una destrucción temprana de la armadura primitiva, cuya causa sería accidental, como la ruina del edificio o el incendio de la techumbre (Adán et al., 1991: 370).2 Enlazando con una hipótesis anterior, se plantea la posibilidad de que en el momento en que se reconstruyó la armadura del ábside, fuese expoliada la madera de los emparrillados y se reutilizaran dos piezas (11A y 12A) como apoyos auxiliares de la nueva armadura de la cámara. Finalmente, se ha datado una zapata de castaño que formó parte de la techumbre de restauración reproducida en Amador de los Ríos (1988) y que fue uno de los escasos elementos conservados en la última reconstrucción (Menéndez Pidal 1954: 76). La datación carbono-14 de la pieza es muy imprecisa: 1498-1725 post quem. Sin embargo, su homogeneidad con el resto de piezas conservadas, nos permite descartar que sea una sustitución posterior y podemos aceptarla como datación de la armadura, que retrasa algo la cronología propuesta por la lectura estratigráfica (A115), haciéndola converger con las actividades de remodelación general de la iglesia que se desarrollaron en la etapa barroca. 2 Sobre las losas de una tumba de la necrópolis primitiva de la iglesia, situada próxima al ábside sur, aparecieron clavos, tejas y grandes trozos de madera quemada. La cerámica ha fechado este nivel entre los siglos XI y XII.
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CONCLUSIONES
Las maderas de refuerzo incluidas en los muros del aula han permitido datar el edificio originario en 819-909 cal AD post quem. Esta datación carbono14, aunque bastante imprecisa, es compatible con la fecha documental de 891, si bien no constituye una prueba de la misma. Evidentemente, se data también el uso de una técnica de refuerzo de la fábrica con madera que era desconocida en la arquitectura altomedieval asturiana. Los dinteles de la ventana geminada de la cámara supraabsidal pertenecen asimismo a la etapa primitiva (803-923), en la que se incorporan también dos piezas reutilizadas, cuyos caracteres y cronología hacen plausible su pertenencia a los emparrillados de madera que armaban las bóvedas de los ábsides. El edificio originario se cubrió con armadura de roble formada por cuchillos simples espaciados 3 pies de rey (1 m) y tirantes de 1 pie (33 cm) de canto. Sobre los cuchillos se disponía directamente la tablazón, sin correas intermedias, conformando un tipo de armadura singular que se utilizó también en S. Julián de los Prados y S. Salvador de Priesca. Las tres techumbres estaban decoradas con motivos geométricos similares a base de círculos concéntricos y secantes. Todo el material indicado procede de un mismo aprovechamiento de madera de calidad, que se ha identificado como roble albar [Quercus petraea (Matts.) Liebl.] o rebollo (Quercus pyrenaica Willd.), descartándose la madera de carbayo (Quercus robur L.). Este resultado es significativo a la vista de que las masas actuales de estas especies se encuentran lejos de Tuñón. Similar cronología tiene el uso de madera de tejo (Taxus baccata L.) y castaño (Castanea sativa Mill.), si bien fueron destinadas a funciones distintas. Se constata que la armadura de roble fue sustituida por otra de castaño en época moderna. En la historia constructiva del edificio, algunas actividades estratigráficas no han podido ser datadas con seguridad a partir de sus maderas. Este es el caso del muro oeste del aula incluido en la etapa románica, cuya solera superior se ha datado en 808-914, y también el muro de acceso a la habitación sur considerado de etapa pleno o bajomedieval, que incluye una madera datada en 824-1000 post quem. Otra actividad sin cronología clara es la armadura de la cámara supraabsidal, cuyo tirante oeste la data en 884-1033 post quem, pero su tipo de par hilera atirantada indica una cronología posterior. Esta misma tipología se adoptó en la construcción de una cubierta única sobre las naves, que en el análisis estratigrá-
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fico se ubica en etapa plenomedieval o moderna y que ha sido datada a partir de una de sus zapatas en 14981725 post quem. Finalmente, con la metodológica utilizada en el estudio de la madera estructural de Sto. Adriano de Tuñón se ha logrado una primera aproximación a la cronología empírica de varias técnicas constructivas. Pensamos que su aplicación a las maderas que se conservan en otros edificios del grupo, como Priesca, Santullano, etc., podría servir de base para definir una cronotipología de armaduras asturianas y mejorar el conocimiento de su arquitectura altomedieval. REFERENCIAS Adam, J. P. 2002: La construcción romana. Materiales y técnicas, León. Adán, G.; Cabo, C. y Jordá, J. 1991: Excavaciones arqueológicas en Santo Adriano de Tuñón (Santo Adriano, Asturias), Boletín del Real Institto de Estudios Asturianos, 45 (137), 357-396. Alonso, F., Rodríguez, E., Rubinos, A. 2004: Datación de madera constructiva en San Pedro de la Nave (Zamora) y su interdatación con San Juan de Baños (Palencia). En Caballero (ed.): La Iglesia de San Pedro de la Nave, Zamora, pp. 209-237. Amador de los Ríos, J. 1988: Monumentos arquitectónicos de España: Principado de Asturias. Oviedo (facsímil de la edición de Madrid 1877). Arias Páramo, L. y Adán Álvarez, G. 1991: Iglesia prerrománica de San Julián de los Prados: decoración figurativa inédita, Revista de Arqueología, 122, 44-48. Arias Páramo, L. 1999: La pintura mural en el reino de Asturias en los siglos IX y X. Librería Cervantes, Oviedo. Bronk Ramsey, C. 2009: Bayesian analysis of radiocarbon dates. Radiocarbon, 51 (1), 337-360. Caballero Zoreda, L. y Utrero Agudo, M. A. 2005: Una aproximación a las técnicas constructivas de la Alta Edad Media en la Península Ibérica. Entre visigodos y omeyas. Arqueología de la Arquitectura, 4, 169-192. Candelas Gutiérrez, A. L. y Ariza López, I. 2005: Funcionamiento estructural de las armaduras de par y nudillo. Metodología de análisis. En: Huerta (ed.): Actas del IV Congreso Nacional de Historia de la construcción, 204-211. Choisy, A. 1873: El arte de construir en Roma (ed. Instituto Juan de Herrera, 1999). Choisy, A. 1883: El arte de construir en Bizancio (ed. Instituto Juan de Herrera, 1997).
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4. DATACIÓN DE DOS PUNTALES DE MADERA EN LA IGLESIA DE SAN MIGUEL DE LILLO (ASTURIAS) POR
EDUARDO RODRÍGUEZ TROBAJO Laboratorio de Dendrocronología Centro de Investigación Forestal INIA. Madrid
El estudio de las cubiertas de San Miguel de Lillo realizado en 1991 permitió conocer el abovedamiento del edificio primitivo construido con piedra toba de escaso espesor (5-8 cm). Por el contrario, la bóveda de la cabecera que conserva la iglesia difería netamente del resto de cubiertas por su gran espesor (50 cm) y construcción a base de lajas de caliza amarilla más compacta y pesada (García de Castro 1994: 715 y 716). En la cumbrera de esta bóveda se localizaron dos sillares prismáticos a modo de claves, y en su proximidad dos puntales de madera atravesaban la bóveda asomando bajo la capa de enlucido del intradós. Estas dos piezas fueron analizadas en el Laboratorio de Dendrocronología del INIA y datadas por carbono-14 en la Universidad de Granada, y sus resultados sirvieron de base a García de Castro (1995: 413) para situar el momento de construcción del ábside en la segunda mitad del siglo XI o principios del XII. Esta rudimentaria cabecera se relaciona con la importante ruina que afectó a la parte oriental del edificio original; pero sobre el momento de su construcción no hay acuerdo y se han propuesto cronologías que van del siglo X al XVIII. A estas hipótesis se añade el análisis estratigráfico recientemente realizado (Caballero et al. 2006), según el cual la construcción del ábside se registra como una actividad (A105) dentro de una secuencia estratigráfica bien definida del edificio, que se sitúa entre otras dos (A104 y A106) que pertenecen a momentos distintos, tal como indican sus diferentes aparejos. La cronológica propuesta para el ábside es bastante avanzada, finales de la Edad Media o de plena Edad Moderna, y toma como base la tipología del ábside y la ausencia de elementos constructivos o decorativos de época románica. A la vista de la contraposición existente entre los resultados anteriores, nos parece oportuno reconside-
rar el estudio del material lígneo que fue realizado en 1992. Con esto no queremos expresar nuestra duda sobre la validez del mismo, ni tampoco pretendemos lograr una cronológica definitiva a nivel estratigráfico. Esta nota tiene por objeto revisar algunos aspectos del estudio previo e indicar la significación cronológica que a nuestro juicio tienen los resultados. En particular, las dos edades carbono-14 que se obtuvieron son muy heterogéneas si ambas piezas son consideradas coetáneas y, en relación con esto, sería importante controlar la posición de las muestras en las secuencias de anillos; por todo lo cual hemos juzgado conveniente realizar una nueva medición carbono-14. Por otro lado, nuestra información actual sobre el uso de madera de igual especie y de cronología similar ha mejorado algo y esto justificaba un nuevo examen dendrocronológico del material. Se analizaron los cortes transversales (8 x 5,5 cm) de dos puntales con sección circular y perfil claviforme (García de Castro 1994: 716). Su madera fue identificada como tejo (Taxus baccata L.) y en ambas piezas se observó el duramen oscuro rodeado de albura estrecha e irregular que se conservaba completa en algunas partes. La posición de la médula es excéntrica y el crecimiento anular muy fino, asimétrico e irregular, lo que indica que las piezas fueron extraídas, bien de ejemplares de porte arbustivo, bien de alguna rama con disposición horizontal (lo que explicaría la excentricidad). Estos caracteres son propios de un asentamiento en suelo rocoso, probablemente de ejemplares aislados o en pequeños grupos, y que estarían incluidos en alguna formación natural de bosque caducifolio del entorno de la iglesia. Al tratarse de piezas de escaso grosor y carentes prácticamente de labra, es plausible que se utilizaran de inmediato tras el corte. La madera de tejo se caracteriza por ser dura y resistente, pero sobre todo
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por su elasticidad que justifica su uso en la elaboración de arcos, lanzas, ejes, etc. No obstante, es también madera idónea para labrar elementos resistentes de mayor escuadría, tal como hemos documentado en la iglesia de Santiago de Peñalba (León), en una región no alejada y madera fechada en 689 - 779 cal AD, donde se emplearon cargaderos de tejo en los accesos a las dos capillas laterales. En el caso de Lillo, no logramos entender cuál podría ser la función que realizaban los dos puntales empotrados en la bóveda, pero es posible conjeturar su empleo como elementos de poco grosor en las pequeñas cubiertas (García de Castro 1994: 715) o en el cimbrado de las bóvedas para lo que se presta bien esta madera por su flexibilidad y capacidad de curvado. En cualquier caso, pensamos que tanto en Lillo como en Peñalba el uso de tejo estuvo motivado realmente por la disponibilidad local de esta madera. ANÁLISIS
DENDROCRONOLÓGICO
Las muestras 1 y 2 presentan espesores medios de anillos de 494 y 456 μ y coeficientes de sensibilidad de 0,45 y 0,39, respectivamente. Estos valores indican condiciones limitantes del crecimiento que tiene una respuesta hipersensible (Corona 1986). Un efecto directo de esto es la notable variabilidad del espesor de los anillos y la abundancia de anomalías.
Anejos de AEspA LIV
En algunos radios se han localizado hasta 5 anillos sucesivos parcialmente ausentes y el número total de estos anillos alcanza el 12% del total en ambas muestras. En consecuencia, se tuvieron que realizar numerosas mediciones con el fin de corregir estas anomalías. Se obtuvieron dos series de 149 anillos (muestra 1) y 117 anillos (muestra 2) y se ensayó su sincronización (Aniol, 1983) resultando una posición que marca su datación relativa:
Tal como se muestra en la figura 1, la sincronización es firme pese a detectarse en la muestra 1 una anomalía de 2 anillos ausentes. No obstante, no puede descartarse que falten todavía anillos simultáneamente en ambas muestras. La alta similitud de las dos series prueba que las dos piezas proceden del mismo árbol, ocupando la pieza 1 una posición más inferior en el tronco, ya que su médula antecede 28 años a la de la pieza 2. Se ensayaron sincronizaciones con referencias de distintas procedencias y diferentes especies, ya que ha sido bien probada la heteroconexión del tejo con abetos y pinos (Beber y Corona 1986), sabinas (Kuniholm 1998) e incluso robles (Moir 1999). Se ob-
Fig. 1. Lillo. A una de las piezas le faltaban dos anillos sucesivos en un tramo de crecimiento mínimo. No obstante, la interdatación de los dos puntales es segura e indica que las dos piezas se cortaron en el mismo momento y del mismo árbol.
Anejos de AEspA LIV
DATACIÓN DE DOS PUNTALES ... EN LA IGLESIA DE SAN MIGUEL DE LILLO
tuvieron resultados con valores discretos de similitud con algunas series: E245001S (Taxus baccata, 689 – 779 cal AD, Santiago de Peñalba), Q2450030 (Quercus faginea, 759 – 961, S. Miguel de Escalada) y E455011S (Pinus pinaster, 796 – 904 cal AD, El Salvador de Toledo), pero la falta de apoyo en las dataciones carbono-14 obtenidas en estos materiales, nos ha llevado a rechazar todas las hipótesis de datación consideradas. DATACIÓN
CARBONO -14
Han sido realizadas en total 3 mediciones carbono-14 de ambas piezas, cuyos resultados se incluyen en la tabla adjunta. Las dos primeras mediciones fueron hechas en la Universidad de Granada en 1991, mientras la última fue realizada en 2007 por el Laboratorio de Geocronología del Instituto Rocasolano del CSIC. Si bien solo conocemos la localización precisa de la última muestra, podemos considerar un incremento de 60 años que debe sumarse a la estima de la edad calibrada de las muestras para obtener la fecha de aprovechamiento de la madera.
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References - Atmospheric data from Stuiver et al. (1998); OxCal v3.9 Bronk Ramsey (2003); cub r:4 sd:12 prob sp[chron]
Dado que las 3 muestras tienen una misma edad real, es oportuno realizar la recombinación de sus medidas con objeto de mejorar la estimación. Si partimos de la recombinación de las medidas realizada en 1991, encontramos que el X2-test de recombinación (OxCal v3.9, Bronk Ramsey 2003) nos indica una dispersión altamente significativa (df=1, T=5,305; 5% 3,8) entre ambas medidas. Los resultados una vez calibrados (figura 2) e incrementados en 60 años estiman la fecha de corte de la madera en: 1080 – 1270 cal AD (95,4%). Considerando la imprecisión y el problema de heterogeneidad de estas medidas se optó por reali-
Fig. 2. Lillo. Se obtiene un intervalo de casi 200 años en la calibración de las medidas recombinadas UGRA 417 y UGRA 418, que tienen además una alta heterogeneidad entre sí.
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Anejos de AEspA LIV
Fig. 3. Lillo. En el gráfico se pone de manifiesto la desviación de UGRA 418 (segmento vertical inferior), a lo que se añade el tramo de escasa pendiente de la curva de calibración que produce la fragmentación en intervalos de la datación (abscisas).
Fig. 4. Lillo. Con la recombinación de sólo dos medidas (UGRA 417 y CSIC 2051) se obtiene un intervalo menor que con 3 medidas que es, sobre todo, más fiable puesto que ha desaparecido la heterogeneidad.
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DATACIÓN DE DOS PUNTALES ... EN LA IGLESIA DE SAN MIGUEL DE LILLO
zar una nueva medida de la pieza 2 cuyo resultado fue recombinado con las medidas anteriores. En esta ocasión, el X2-test de recombinación (OxCal v3.9, Bronk Ramsey 2003) sigue indicando una dispersión significativa al 5% (df=2, T=8.628; 5% 6.0), que podemos atribuir a la diferencia entre UGRA 418 y las otras dos medidas. Si pese a ello recombinamos las 3 medidas, resulta la edad carbono conjunta: 991 ± 23 BP, que una vez calibrada (OxCal v3.9) dará finalmente para la edad de corte de la madera: 1050 - 1110 cal AD (56,6%) y 1140 - 1220 cal AD (30,6%). Si utilizamos otro procedimiento de calibración (CalPal, Weninger et al. 2004) se obtiene una estimación similar, compuesta también por intervalos disjuntos (figura 3). El corte de la madera se sitúa entre 1062 – 1215 cal AD (99%), con una estimación puntual en 1129 ± 56 cal AD (99,5%), que corresponde a una posición intermedia entre los intervalos anteriores. Por todo lo expuesto, tomamos la decisión de no considerar la medida UGRA 418 a causa de su fuerte desviación y recombinar solamente UGRA 417 y CSIC 2051. La edad carbono obtenida es: 1028 ± 26 BP y en su calibración (figura 4) se obtiene un intervalo, 970 – 1040 cal AD, con el 93,6% de probabilidad (OxCal v3.9, Bronk Ramsey, 2003). En este punto debemos observar que en las calibraciones se utiliza la curva decadal de Stuiver et al. (1998), mientras que las muestras de madera contienen intervalos de edad superiores a 100 años. Por ello, debemos considerar una ligera corrección del resultado, teniendo en cuenta el necesario suavizado de la curva de calibración, que puede variar el intervalo de edad en alguna década. En conclusión, la estima de la edad del corte de la madera que proponemos es la siguiente: 1030 - 1100 cal AD (93,6%), resultado que es coincidente con la fecha propuesta por García de Castro (1995: 413). SIGNIFICADO
CRONOLÓGICO DEL MATERIAL
Tal como hemos señalado, los caracteres de poco grosor y escasa labra de las piezas indican que las maderas tuvieron un primer uso inmediato tras el corte en un entorno próximo a la iglesia. Por el contrario, consideramos improbable que las piezas fueran obtenidas del expolio de otra construcción más o menos distante. En consecuencia, podemos aceptar que los puntales datan su primera utilización en una actividad constructiva de la iglesia que conforme a los resultados carbono-14 se produciría entre 1030 y 1100.
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La datación de esta actividad posterior a la construcción original constituye a nuestro juicio el resultado más firme y significativo que proporciona el material. Debemos indicar que lo expuesto hasta aquí se refiere a la datación de los artefactos y fecha únicamente el momento de su elaboración e inmediato uso constructivo. Sin embargo, si pretendemos avanzar un paso más, nos encontramos con la dificultad de articular una interpretación única sobre la inserción estratigráfica de las piezas. La conclusión de García de Castro (1995: 413): «... su corta fue efectuada ex profeso para la obra del ábside, y no se trata de piezas reaprovechadas.» no puede tomarse como prueba inequívoca por cuanto el ábside no era una construcción aislada, sino que fue adosada a un edificio en ruina. Podemos observar, por ejemplo, que los puntales tenían la forma y dimensiones adecuadas para haber servido como rollizos en las cubiertas del edificio arruinado. Por consiguiente, junto a la hipótesis que data el ábside a partir de los puntales, debemos admitir también la posibilidad de que estas maderas fueran reutilizadas al igual que lo fue el material pétreo. Por otro lado, el estudio estratigráfico del edificio ha puesto de manifiesto una notable falta o pérdida de relaciones estratigráficas, así como la contradicción entre elementos, que impiden saber si se produjo una interrupción en la obra original y cuál ha sido la secuencia de ruinas posteriores (Caballero et al., 2006). Se evidencia así la existencia de un gran hiato en la historia de Lillo para el que se formula la hipótesis de una ruina temprana y la construcción de una primera cabecera, y sólo después de otras fases de ruina sería construido el ábside actual, ya en época bajomedieval o moderna. Constatamos, por tanto, que la secuencia de actividades en que se incluye el ábside: cegado de arcos diafragma (A104), construcción del ábside (A105) y cierre del testero de la nave central (A106), está afectada por un déficit de datos tipológicos y documentales. En particular, las piezas reutilizadas proporcionan solo la evidencia de que se produjo una o varias fases de ruina del edificio original. Por consiguiente, los dos puntales de madera se convierten en los únicos artefactos que son portadores de una datación absoluta, y en estas condiciones nos parece forzado dirimir si se trata de material nuevo o reutilizado, pues carecemos de elementos y datos de comparación necesarios para analizar en rigor su coherencia cronológica. De este modo, llegamos a nuestra conclusión de que son posibles dos lecturas para la relación cronológica entre las maderas y el edificio. En una prime-
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ra interpretación, el intervalo 1030 – 1100 dataría el ábside y sería también datación ante quem de una importante ruina del edificio. En la opción alternativa, las maderas serían testigos de alguna obra realizada en la iglesia y la fecha operaría como terminus post quem de una fase de ruina y de la construcción del ábside actual; pero no servirían para probar si se produjo una ruina anterior en la historia del edificio. REFERENCIAS Aniol, R.W. 1983: Tree-ring analysis using CATRAS. Dendrochronologia, 1, pp. 45-55. Beber, A.; Corona, E. 1986: Nota Dendrocronologica su una trave di tasso (Taxus baccata L.). Dendrochronologia, 4, pp. 115-125. Bronk Ramsey, C. 2003: Oxcal Program v 3.9. Radiocarbon Accelerator Unit, University of Oxford. Caballero, L.; Utrero, M. A.; Arce, F.; Murillo, J. I. 2006: La iglesia de San Miguel de Lillo (Asturias).
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Lectura de paramentos. 2006. Territorio, Sociedad y Poder: Revista de Estudios Medievales, Anejos 1. Corona, P. 1986: Metodologie dendrochronologiche. Monti e Boschi, 2 pp. 39-44. GARCÍA DE CASTRO VALDÉS, C. 1994: Las bóvedas de la iglesia de San Miguel de Lillo (Oviedo): campaña de 1991. Avance preliminar, IV Congreso de Arqueología Medieval Española (1993), Alicante, t. III, 713-720. GARCÍA DE CASTRO VALDÉS, C. 1995: Arqueología cristiana de la Alta Edad Media en Asturias, Oviedo. Kuniholm, P. 1998: «New crossdates to the east and west». http://www.arts.cornell.edu/dendro/98news/ 98adplet.html Moir, A. K. 1999: The dendrochronological potential of the yew (Taxus baccata): with special reference to yew from Hampton Court Palace, UK. New Phytologist, 144, 479-488. Weninger, B.; Jöris, O.; Danzeglocke, U. 2004: Program CalPal. http://www.calpal.de
ÍNDICE DE FIGURAS Y LÁMINAS
1.
PRAVIA
FIGURAS
EN TEXTO
Figura 1. Pravia. Planta de la basílica «restaurada» (estado actual) según Selgas (1902: 8). Figura 2. Pravia. Planta de la «primitiva» basílica (propuesta) según Selgas (1902: 10). Figura 3. Pravia. Sección longitudinal a norte de la «primitiva» basílica (propuesta) según Selgas (1902: 11). Figura 4. Pravia. Diagrama de Actividades Estratigráficas. Figura 5. Pravia. Planta de la excavación efectuada por Javier Fernández Conde en la sacristía norte (1992: 190). Figura 6. Pravia. Primera planta de J. Menéndez-Pidal, 1975 (García de Castro 1995: lám. 84). Figura 7. Pravia. Sección longitudinal de la primera propuesta de restauración de J. Menéndez-Pidal, 1975 (García de Castro 1995: lám. 85). Figura 8. Pravia. Alzado de la fachada occidental de la primera propuesta de restauración de J. Menéndez-Pidal, 1975 (García de Castro 1995: lám. 82). Figuras 9 y 10. Pravia. Esquema I y III, planta definitiva de la iglesia originaria y comparación entre la planta originaria y la actual, según J. Menéndez-Pidal (1980: 284-285). Figura 11. Pravia. Altar, posible loculus del ara y columnas según Selgas (1902: 17. Altar; columnas. 5, 7 y 8). Figura 12. Pravia. Placas de cancel con barroteras incluidas, según Selgas (1902: 19. Canceles. 1 y 2). Figura 13. Pravia. Reconstrucción de larguero (barrotera vertical), según García Díaz (1988: fig. 2. Canceles, 3). Figura 14. Pravia. Reconstrucción de placa de cancel, según García Díaz (1988: fig. 3. Canceles, 4). Figura 15. Pravia. Reconstrucción de placa de cancel, según Arbeiter y Noak-Haley (1999: abb. 54. Canceles, 4). Figura 16. Pravia. Plantas de la iglesia originaria según J. Menéndez-Pidal (1980: esquema I, 284-285), Arbeiter y Noak-Haley (1999: 49) y Arias (2007: I, 384). Figura 17. Plantas de las iglesias de Santullano (Oviedo, 812842) según Arias 1993; Bobastro (Málaga, 898-917) según Puertas 2000; Mazote (Valladolid, circa 900) según Gómez Moreno 1919; Lourosa (Coimbra, Portugal, ¿912?) según Vilaça 1931; Escalada (León, ¿913?) según Gómez Moreno 1919; Nazaré (Portugal) según Schlunk y Hauschild 1978; y Santianes de Pravia según Menéndez Pidal 1980. Sacadas de Utrero 2006. FIGURAS
FUERA DE TEXTO
Figura 18. Pravia. Fragmento de la inscripción laberíntica de Silo. Figura 19. Pravia. Fragmento de la inscripción votiva. Figuras 20-22. Pravia. Fragmentos de la ventana de tres vanos con la inscripción dedicatoria. Figura 23. Pravia. Vista general desde Noreste con la casa de los señores de Salas. Figura 24. Pravia. Vista general desde Suroeste. Figura 25. Pravia. Vista exterior desde Noroeste. Figura 26. Pravia. Vista exterior desde Norte. Figura 27. Pravia. Vista exterior desde Sureste.
Figura 28. Pravia. Vista exterior desde Sur. Figura 29. Pravia. Vista exterior desde Oeste. Figura 30. Pravia. Detalle de la cara exterior de la nave norte. Figura 31. Pravia. Detalle de la cara exterior del muro norte de la nave central. Figura 32. Pravia. Detalle de la cara exterior del muro sur de la nave central. Figura 33. Pravia. Detalle de la esquina suroeste exterior del brazo sur del crucero. Figura 34. Pravia. Detalle de la cara exterior de la nave sur. Figura 35. Pravia. Detalle de la cara exterior sur de la habitación suroeste. Figura 36. Pravia. Detalle de la unión exterior entre la nave sur y la habitación suroeste. Figura 37. Pravia. Detalle de la cara exterior oeste de la habitación suroeste. Figura 38. Pravia. Detalle del muro adosado a la esquina suroeste de la iglesia. Figura 39. Pravia. General interior desde el coro. Figura 40. Pravia. Suelo del ábside. Figura 41. Pravia. Detalle del muro conservado del ábside, extremo NO. Figura 42. Pravia. Vista del crucero desde el Norte. Figura 43. Pravia. Vista del crucero desde el Sur. Figura 44. Pravia. Esquina NE del crucero. Figura 45. Pravia. Bóveda del tramo central del crucero. Figura 46. Pravia. Cierre occidental del tramo sur del crucero. Figura 47. Pravia. Muro oriental del tramo norte del crucero con la basa (Columnas. 3). Figura 48. Pravia. Muro oriental del tramo sur del crucero. Figura 49. Pravia. Detalle de la basa entre los tramos central y meridional del crucero (Columnas. 4). Figura 50. Pravia. Arquería norte. Figura 51. Pravia. Muro lateral de la nave norte. Figura 52. Pravia. Pilar de la arquería norte. Figuras 53 y 54. Pravia. Detalle de los cortes de los remates piramidales en el pilar de la arquería norte. Figuras 55 y 56. Pravia. Machón noroeste, desde norte y sur. (Pilar, 7). Figura 57. Pravia. Arquería sur. Figura 58. Pravia. Pilar de la arquería sur. Figura 59. Pravia. Nave sur. Figura 60. Pravia. Pila bautismal, al fondo de la nave sur. Figura 61. Pravia. Muro lateral de la nave sur. Figura 62. Pravia. Fondo de las naves sur y central. Figuras 63 y 64. Pravia. Machón de la arquería sur, desde norte y sur. Figura 65. Pravia. Pórtico, interior, esquina sureste. Figura 66. Pravia. Habitación delantera norte, muro oeste. Figura 67. Pravia. Habitación delantera norte, muro este. Figura 68. Pravia. Habitación delantera sur. Figura 69. Pravia. Habitación sobre el pórtico. Figura 70. Pravia. Vista exterior de la iglesia según Bellmunt y Canella 1895. Figura 71. Pravia. Vista interior, arquería sur, según Schlunk 1949. Figura 72. Pravia. Vista interior, arquería norte, según Pita 1963.
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Figura 73. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Inicio. (Empresa EPIC). Figura 74. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Demolición de la fachada. (Empresa EPIC). Figuras 75 a 77. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Construcción del pórtico. (Empresa EPIC). Figura 78. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Nave norte. (Empresa EPIC). Figura 79. Pravia. Obra de J. Menéndez-Pidal. Sacristía sur y traslado de la espadaña. (Empresa EPIC). Figura 80. Pravia. Capitel agallonado y fuste (Columnas.1 y 7). Figuras 81 a 83. Pravia. Capitel con decoración vegetal y basa con fuste (Columnas. 2 y 6). Figura 84. Pravia. Basa de columna (Columnas. 5). Figuras 85 y 86. Pravia. Dos fragmentos de capitel de pilar (Pilares. 3 y 4). Figura 87. Pravia. Ventana reconstruida por J. Menéndez-Pidal con elementos originarios (Ventanas. 2). Figura 88 y 89. Pravia. Ventanas de un vano de los muros colaterales norte y sur (Ventanas. 3 y 4). Figuras 90 a 92. Pravia. Dos capitelillos probablemente pertenecientes a ventanas de tipo «ajimez» (Ventanas. 5 y 6). Figura 93. Pravia. Capitelillo probablemente perteneciente a ventana de tipo «ajimez» (Ventanas. 7). Figuras 94 a 95. Pravia. Fragmentos correspondientes a dos capitelillos probablemente pertenecientes a ventanas de tipo «ajimez» (Ventanas. 8 y 9). Figura 96. Pravia. Imposta probablemente perteneciente a los capitelillos de ventana, puede corresponder al núm. 5 (Ventanas. 10). Figura 97. Pravia. Dos fragmentos de posibles impostas lisas (Ventanas. 11 y 12). Figura 98. Pravia. Ménsula (Ventanas. 13). Figura 99. Pravia. Dos fustes cilíndricos lisos, entregos (Ventanas. 14 y 15). Figuras 100 y 101. Pravia. Dos fragmentos de fuste decorados con series de líneas incisas horizontales y un fragmento de placa arcuada de ventana de doble vano (Ventanas. 16, 17 y 23). Figura 102. A. Columna de San Juan de La Peña (Huesca. Según Gómez Moreno 1919: fig. 18). B y C. Fuste con capitel, procedente de S. Miguel de Lillo, y fuste, sin procedencia (Museo de Oviedo. Según De Luis 1961: lám. 9c y lám. 29a). Figura 103. A. St. Peter de Monkwearmouth (Durham); B. St. Peter de Barton-upon-Humber (Liconlnshire); C. All Saints de Earls Barton (Northamptonshire). Negativos de José Ignacio Murillo Fragero. Figura 104. Pravia. Cuatro fragmentos de jambas prismáticas (Ventanas. 18 y 19). Figura 105. Pravia. Tres placas correspondientes a ventanas de tipo «ajimez» de doble vano (Ventanas. 11 a 13). Figura 106. Pravia. Fragmento de placa arcuada correspondiente a ventana de tipo «ajimez» de un vano (Ventanas. 15). Figura 107. Pravia. Altar y reproducciones de canceles. Cripta de la iglesia de El Pito. Fundación Selgas y Fagalde (Altar; canceles. 1 y 2). Figuras 108 y 109. Pravia. Placas de cancel con barroteras incluidas (Canceles. 1 y 2). Figuras 110 a 112. Pravia. Fragmentos de larguero (barrotera vertical) de cancel (Canceles. 3). Figuras 113 a 116. Pravia. Fragmentos de placa de cancel (Canceles. 4). Figura 117. Pravia. Fragmento de placa de cancel con roleo de sentido inverso (Canceles. 5). Figura 118. Pravia. Fragmento de marco con moldura de orejeras, barroca (Canceles. 8).
Anejos de AEspA LIV
Figura 119. Pravia. Suelo de púlpito (Púlpito). Figuras 120 y 121. Pravia. Tres fragmentos de una placa con castillo y paisaje con animales (Placa del castillo). Figuras 122 y 123. Pravia. Sillares con huecos para encaje de grapas. 2.
TUÑÓN
FIGURAS
EN TEXTO
Figura 1. Tuñón. Lámina de Arredondo publicada en Amador de los Ríos, Monumentos Arquitectónicos de España, 1877 (según facsímil Oviedo, 1988). Figura 2. Tuñón. Alzado Este, Menéndez Pidal y Álvarez, 1940 (según García de Castro 1995: lám. 61). Figura 3. Tuñón. Sección a Este, Menéndez Pidal y Álvarez, 1940 (según García de Castro 1995: lám. 60). Figura 4. Tuñón. Alzado Sur, Menéndez Pidal y Álvarez, 1940 (según García de Castro 1995: lám. 64). Figura 5. Tuñón. Sección a Sur, Menéndez Pidal y Álvarez, 1940 (según García de Castro 1995: lám. 65). Figura 6. Tuñón. Planos de armaduras de cubierta de M. Pidal, 1940 (según García Álvarez y Muñiz 2009: 60). Figura 7. Tuñón, plantas. 1. M. Pidal 1940 (según García de Castro 1995: lám. 63); 2. M. Pidal 1954 (según García de Castro 1995: lám. 62); 3. M. Pidal ¿anterior 1954? (según Schlunk y Berenguer 1957: fig. 126; también en Pita 1963: fig. 18); 4. Manzanares 1957 (dib. 5); 5. Arias 1993 (pág. 238); 6. Arias 1999 (Arbeiter y Noak-Haley: abb.132); 7. Marqués 2007 (según Garcia de Castro 2008). Figura 8. Tuñón. Diagrama de Actividades Estratigráficas. Figura 9 Tuñón. Las dos piezas de la placa de cancel aparecida durante las obras de restauración de M. Pidal (según Manzanares 1957: lám. VI, foto 17). Figuras 10 y 11. S. Miguel de Lillo. Anversos y reversos de las placas de cancel «del grifo» y de la de decoración similar a la de Tuñón (según Luis 1961: lám. 3 y 4. Catálogo de García de Castro 1995, 11.B.1. y 11.B.2). Figura 12.- Alminar de la mezquita mayor de Córdoba. Abderramán III. Encadenados de madera (según Hernández 1975: fig. 6 y lám. III). FIGURAS
FUERA DE TEXTO
Figura 12 bis. Tuñón. Vista general desde Este (publicada en López Fernández 1900: vol. 3, 176-177. Neg. O. Bellmunt, Gijón). Figura 13. Tuñón. Fachada oriental (publicada en Pita 1963: lám. 36 arriba. Citada por García de Castro 1995: 421, n.216. © Archivo Mas, copia procedente del CCHS, CSIC). Figura 14. Tuñón. Fachada oriental del ábside meridional (publicada en Arias 2007: vol. 2, 786. Copia procedente del CCHS, CSIC, sin autor, fondo general). Figura 15. Tuñón. Interior hacia el Este (publicada en Pita 1963: lám. 36 y Schlunk 1947. Citada por García de Castro 1995: 421, n. 216. © Archivo Mas, copia procedente del CCHS, CSIC). Figura 16. Tuñón. Ábside central durante la obras de Luis Menéndez Pidal, se observa el hueco del altar removido del suelo (negativo Armán, c. 1950). Figura 17. Tuñón. Ventana del ábside central una vez desmontado el cierre y el marco del segundo vano (neg. Armán, c. 1950). Figura 18. Tuñón. Ábside sur durante las obras de M. Pidal, con el hueco del altar originario removido del suelo y la huella del desmonte del moderno en la pared de testero (neg. Armán, c. 1950).
Anejos de AEspA LIV Figura 19. Tuñón. Entibado del arco de ingreso al ábside norte durante las obras de L. Menéndez Pidal (neg. Armán, c. 1950). Figura 20. Tuñón. Extremo occidental de la nave sur, con la escalera de acceso al coro alto de la nave central. Se observa en el testero el recrecido moderno y en el muro de las arquerías el hueco de una viga de la cubierta originaria (neg. Armán, c. 1950). Figura 21. Tuñón. Vista general desde noroeste (neg. M.ª Á. Utrero 2002). Figura 22. Tuñón. Vista general desde sur (neg. M.ª Á. Utrero, c. 2002). Figura 23. Tuñón. Detalle de la iglesia desde suroeste (neg. M.ª Á. Utrero 2002). Figura 24. Tuñón. Detalle del remate del exterior del testero de la nave norte (neg. M.ª Á. Utrero 2002). Figura 25. Tuñón. Vista general de la actual ubicación (neg. L. Arias 2009). Figura 26. Tuñón. Vista desde Sureste después de la restauración (neg. L. Arias 2009). Figura 27. Tuñón. Vista desde Sur después de la restauración (neg. L. Arias 2009). Figura 28. Tuñón. Interior hacia el Este. Figura 29. Tuñón. Lateral meridional del ábside central. Figura 30. Tuñón. Credencias del lado norte del ábside central y unidad de medida de seis pies prusianos. Figuras 31 y 32. Tuñón. Capiteles norte y sur del ábside central. Figura 33. Tuñón. Arcada meridional de la nave central, desde Oeste. Figura 34. Tuñón. Testero occidental de la nave central. Figura 35. Tuñón. Nave norte hacia el ábside. Figura 36. Tuñón. Nave norte hacia Oeste. Figura 37. Tuñón. Nave norte, muro perimetral. Figura 38. Tuñón. Nave sur, detalle de la esquina entre el ábside y el muro perimetral. Figura 39. Tuñón. Nave sur, entrada a la habitación auxiliar. Figura 40. Tuñón. Nave sur, interfaz en el muro perimetral, puerta de acceso a la habitación auxiliar y arco. Figura 41. Tuñón. Nave sur hacia Oeste. Figura 42. Tuñón. Nave sur, detalle del arco desde oeste. Figura 43. Tuñón. Cuerpo adosado occidental, entrada a la iglesia. Figuras 44 y 45. Tuñón. Cuerpo adosado occidental, exterior del testero de la iglesia en los brazos norte y sur. Figura 46. Tuñón. Cuerpo adosado occidental, vista a oeste con el coro de M. Pidal. Figura 47. Tuñón. Vista de la iglesia desde suroeste durante las obras de 2008. Figura 48. Tuñón. Fachada norte con la unión entre la iglesia y el cuerpo adosado occidental. Figura 49. Tuñón. Fachada septentrional. Figura 50. Tuñón. Detalle del exterior de la ventana del ábside meridional. Figuras 51 a 53. Tuñón. Detalle del corte del contrafuerte meridional. Figura 54. Tuñón. Fachada oriental de la habitación auxiliar sur. Figura 55. Tuñón. Fachada meridional de la habitación auxiliar sur. Figura 56. Tuñón. Fachada occidental de la habitación meridional, obra de M. Pidal. Figura 57. Tuñón. Fachada meridional del cuerpo adosado occidental. Figura 58. Tuñón. Espadaña del cuerpo adosado occidental desde el SE. Figura 59. Tuñón. El exterior de la nave central desde suroeste. Figura 60. Tuñón. Extremo occidental de la nave central con el hueco de acceso al coro moderno cegado por M. Pidal.
ÍNDICE DE FIGURAS Y LÁMINAS
187
Figura 61. Tuñón. Remate exterior de la nave central desde nordeste. Figura 62. Tuñón. Bajocubierta norte. Figura 63. Tuñón. Bajocubierta norte, huecos del entramado de madera. Figura 64. Tuñón. Bajocubierta norte, desde el norte (neg. A. García Álvarez). Figura 65. Tuñón. Bajocubierta norte, muro occidental. Figura 66. Tuñón. Bajocubierta norte, muro oriental. Figura 67. Tuñón. Vista general del bajocubierta sur, desde Oeste. Figuras 68 y 69. Tuñón. Bajocubierta sur, muro septentrional común con la cámara supraabsidal. Figuras 70 y 71. Tuñón. Bajocubierta sur, muros oeste y este. Figura 72. Tuñón. Bajocubierta sur, detalle de los pares reutilizados. Figura 73. Tuñón. Exterior de la ventana ajimezada de la cámara supraabsidal. Figura 74. Tuñón. Detalle de la columnita de la ventana de acceso a la cámara supraabsidal. Figuras 75 y 76. Tuñón. Cámara supraabsidal. Jambas norte y sur de la ventana oriental. Figura 77. Tuñón. Interior de la cámara supraabsidal, muro oriental con la ventana de acceso. Figura 78. Tuñón. Interior de la cámara supraabsidal, muro occidental con la ventana contemporánea. Figura 79. Tuñón. Detalle de la ventana occidental abierta en época contemporánea. Figuras 80 y 81. Tuñón. Esquinas NE y SE de la cámara supraabsidal con los huecos de desagüe y los producidos por la desaparición de las traviesas de los enmaderados. Figuras 82 y 83. Tuñón. Exterior de uno de los desagües de la cámara supraabsidal antes y después de limpiarlo (neg. fig. 83, A. García Álvarez). Figura 84. Tuñón. Cruz de inicio de la inscripción pintada en la pared meridional de la cámara supraabsidal. Figuras 85 y 86. Tuñón. Detalles de la cubierta de la cámara supraabsidal hacia norte. Figura 87. Tuñón. Lado meridional de la cubierta de la cámara supraabsidal. 3.
TUÑÓN MADERAS
Figuras en texto Figura 1. Tuñón. Localización de la madera estructural en Sto. Adriano de Tuñón (sobre plano de Rafael Martín). Figura 2. Tuñón. Emparrillado de madera que estaba incluido en los muros de la bóveda central del ábside (sobre plano de Rafael Martín). Figura 3. Tuñón. Elemento 12A que fue reutilizado como apoyo en la armadura de la cámara supraabsidal. Figura 4. Tuñón. Pieza reutilizada como estribo norte en la armadura de la cámara supraabsidal que formó parte de una solera de armadura. Figura 5. Tuñón. Sección este-oeste hacia sur de San Julián de los Prados (tomado de Arias, 1999). Figura 6. Tuñón. Hipótesis de armadura originaria de Sto. Adriano de Tuñón a partir de los fragmentos de solera conservados (dibujo original de Rafael Martín). Figura 7. Tuñón. Decoración geométrica del fragmento de solera que fue reutilizada en la cámara supraabsidal. Figura 8. Tuñón. Secciones norte-sur y este-oeste de la armadura de Sto. Adriano de Tuñón según Los monumentos de España (Amador de los Ríos, 1877). Figura 9. Tuñón. Secciones norte-sur y este-oeste de la armadura de Sto. Adriano de Tuñón con la lectura estratigráfica realizada del edificio (tomado de la Lectura de Paramentos incluida en esta publicación).
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Anejos de AEspA LIV
Figura 10. Tuñón. Vertiente norte de la armadura de la cámara supraabsidal. Figura 11. Tuñón. Sincronización de series filtradas correspondiente a las piezas de roble que integran el grupo 1S (derecha) y grafo de acreción de las mismas (izquierda). Figura 12. Tuñón. Agrupamiento según los ciclos plurianuales de las series que integran el grupo 1S. Figura 13. Tuñón. Representación de las series brutas y filtradas de los elementos de madera de tejo. Figura 14. Tuñón. Calibración wiggle matching de secuencias del grupo 1S (izquierda) y de la solera 2 (derecha). Figura 15. Tuñón. Calibración de una secuencia de seis elementos a partir de la información previa proporcionada por los resultados dendrocronológicos y estratigráficos.
Lámina 5. Pravia. Alzado exterior Oeste. Lámina 6. Pravia. Sección por la nave norte a Norte. Lámina 7. Pravia. Sección por el eje del edificio a Norte. Lámina 8. Pravia. Sección por el eje del edificio a Sur. Lámina 9. Pravia. Sección por la nave sur a Sur. Lámina 10. Pravia. Sección transversal por el crucero a Este. Lámina 11. Pravia. Sección transversal por los arcos orientales, a Este. Lámina 12. Pravia. Sección transversal por el pie de las naves, a Oeste. Lámina 13. Pravia. Secciones de la habitación delantera norte.
4.
Lámina 14. Tuñón. Diagrama de Actividades Estratigráficas. Lámina 15. Tuñón. Planta con lectura estratigráfica de suelos. Lámina 16. Tuñón. Planta con lectura estratigráfica de muros. Lámina 17. Tuñón. Alzado norte con lectura estratigráfica, pl. 1. Lámina 18. Tuñón. Alzado este con lectura estratigráfica, pl. 2. Lámina 19. Tuñón. Alzado sur con lectura estratigráfica, pl. 3. Lámina 20. Tuñón. Alzado oeste con lectura estratigráfica, pl. 4. Lámina 21. Tuñón. Secciones longitudinales por la nave norte, con lectura estratigráfica, pl. 5 y 6. Lámina 22. Tuñón. Sección longitudinal a norte por la nave central, con lectura estratigráfica, pl. 7. Lámina 23. Tuñón. Sección longitudinal a sur por la nave central, con lectura estratigráfica, pl. 8. Lámina 24. Tuñón. Secciones longitudinales por la nave sur, con lectura estratigráfica, pl. 9 y 10. Lámina 25. Tuñón. Secciones transversales por los ábsides y habitación sur, con lectura estratigráfica, pl. 11, 12 y 14. Lámina 26. Tuñón. Secciones transversales por la habitación sur y el aula, con lectura estratigráfica, pl. 13 y 15. Lámina 27. Tuñón. Secciones transversales por los ábsides y el cuerpo oeste, con lectura estratigráfica, pl. 17 y 18. Lámina 28. Tuñón. Planta, sección y perspectiva de la cámara supraabsidal y espacios bajocubierta. Lámina 29. Tuñón. Perspectiva de los entramados de madera. Lámina 30. Tuñón. Esquemas y perspectivas de hipótesis de cubierta.
LILLO MADERAS
FIGURAS
EN TEXTO
Figura 1. Lillo. A una de las piezas le faltaban dos anillos sucesivos en un tramo de crecimiento mínimo. No obstante, la interdatación de los dos puntales es segura e indica que las dos piezas se cortaron en el mismo momento y del mismo árbol. Figura 2. Lillo. Se obtiene un intervalo de casi 200 años en la calibración de las medidas recombinadas UGRA 417 y UGRA 418 que tienen además una alta heterogeneidad entre sí. Figura 3. Lillo. En el gráfico se pone de manifiesto la desviación de UGRA 418 (segmento vertical inferior), a lo que se añade el tramo de escasa pendiente de la curva de calibración que produce la fragmentación en intervalos de la datación (abscisas). Figura 4. Lillo. Con la recombinación de sólo dos medidas (UGRA 417 y CSIC 2051) se obtiene un intervalo menor que con 3 medidas que es, sobre todo, más fiable puesto que ha desaparecido la heterogeneidad. LÁMINAS (planos color) 1.
PRAVIA
Lámina 1. Pravia. Diagrama de Actividades estratigráficas. Lámina 2. Pravia. Planta del edificio señalando los restos de la Etapa I. Lámina 3. Pravia. Alzado exterior Norte. Lámina 4. Pravia. Alzado exterior Sur.
2.
TUÑÓN
LÁMINAS (Planos color)
PRAVIA
Lám. 1. Pravia. Diagrama de Actividades Estratigráficas.
Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Anejos de AEspA LIV
Lám. 2. Pravia. Planta del edificio señalando los restos de la Etapa I.
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LÁMINAS
Lám. 3. Pravia. Alzado exterior Norte.
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Anejos de AEspA LIV
Lám. 4. Pravia. Alzado exterior Sur.
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LÁMINAS
Lám. 5. Pravia. Alzado exterior Oeste.
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Anejos de AEspA LIV
Lám. 6. Pravia. Sección por la nave norte a Norte.
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LÁMINAS
Lám. 7. Pravia. Sección por el eje del edificio a Norte.
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Anejos de AEspA LIV
Lám. 8. Pravia. Sección por el eje del edificio a Sur.
198
LÁMINAS
Lám. 9. Pravia. Sección por la nave sur a Sur.
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Anejos de AEspA LIV
Lám. 10. Pravia. Sección transversal por el crucero a Este.
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LÁMINAS
Lám. 11. Pravia. Sección transversal por los arcos orientales, a Este.
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Anejos de AEspA LIV
Lám. 12. Pravia. Sección transversal por el pie de las naves, a Oeste.
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LÁMINAS
Lám. 13. Pravia. Secciones de la habitación delantera norte.
Anejos de AEspA LIV 203
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
TUÑÓN
Lám. 14. Tuñón. Diagrama de Actividades Estratigráficas.
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LÁMINAS
Lám. 15. Tuñón. Planta con lectura estratigráfica de suelos.
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Anejos de AEspA LIV
Lám. 16. Tuñón. Planta con lectura estratigráfica de muros.
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LÁMINAS
Lám. 17. Tuñón. Alzado norte con lectura estratigráfica, pl. 1.
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Anejos de AEspA LIV
Lám. 18. Tuñón. Alzado este con lectura estratigráfica, pl. 2.
208
LÁMINAS
Lám. 19. Tuñón. Alzado sur con lectura estratigráfica, pl. 3.
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Anejos de AEspA LIV
Lám. 20. Tuñón. Alzado oeste con lectura estratigráfica, pl. 4.
210
LÁMINAS
Lám. 21. Tuñón. Secciones longitudinales por la nave norte, con lectura estratigráfica, pl. 5 y 6.
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Lám. 22. Tuñón. Sección longitudinal a norte por la nave central, con lectura estratigráfica, pl. 7.
212 Anejos de AEspA LIV
LÁMINAS
Lám. 23. Tuñón. Sección longitudinal a sur por la nave central, con lectura estratigráfica, pl. 8.
Anejos de AEspA LIV 213
Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Lám. 24. Tuñón. Secciones longitudinales por la nave sur, con lectura estratigráfica, pl. 9 y 10.
214 Anejos de AEspA LIV
LÁMINAS
Lám. 25. Tuñón. Secciones transversales por los ábsides y habitación sur, con lectura estratigráfica, pl. 11, 12 y 14.
Anejos de AEspA LIV 215
Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Lám. 26. Tuñón. Secciones transversales por la habitación sur y el aula, con lectura estratigráfica, pl. 13 y 15.
216 Anejos de AEspA LIV
LÁMINAS
Lám. 27. Tuñón. Secciones transversales por los ábsides y el cuerpo oeste, con lectura estratigráfica, pl. 17 y 18.
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Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura
Lám. 28. Tuñón. Planta, sección y perspectiva de la cámara supraabsidal y espacios bajocubierta.
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LÁMINAS
Lám. 29. Tuñón. Perspectiva de los entramados de madera.
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Anejos de AEspA LIV
Lám. 30. Tuñón. Esquemas y perspectivas de hipótesis de cubierta.
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6.
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F. LÓPEZ CUEVILLAS: Las joyas castreñas. Madrid, 1951, 124 págs., 66 figs.—ISBN 84-00-01391-3 (agotado). A. BALIL: Las murallas romanas de Barcelona. Madrid, 1961, 140 págs., 75 figs.— ISBN 84-00-01489-8 (agotado). A. GARCÍA Y BELLIDO y J. MENÉNDEZ PIDAL: El distylo sepulcral romano de Iulipa (Zalamea). Madrid, 1963, 88 págs., 42 figs.—ISBN 84-00-01392-1. A. GARCÍA Y BELLIDO: Excavaciones y exploraciones arqueológicas en Cantabria. Madrid, 1970, 72 págs., 88 figs.— ISBN 84-00-01950-4. A. GARCÍA Y BELLIDO: Los hallazgos cerámicos del área del templo romano de Córdoba. Madrid, 1970, 84 págs., 92 figs.—ISBN 84-00-01947-4. G. ALFÖLDY: Flamines Provinciae Hispaniae Citerioris. Madrid, 1973, 114 págs., más 2 encartes.—ISBN 84-0003876-2. Homenaje a D. Pío Beltrán Villagrasa. Madrid, 1974, 160 págs., 32 figs.—ISBN 84-7078-377-7 (agotado). J. ARCE: Estudios sobre el Emperador FL. CL. Juliano (Fuentes Literarias. Epigrafía. Numismática). Madrid, 1984, 258 págs.—ISBN 84-00-05667-1. Estudios sobre la Tabula Siarensis (eds. J. GONZÁLEZ y J. ARCE). Madrid, 1988, 332 págs.—ISBN 84-00-06876-9. G. LÓPEZ MONTEAGUDO: Esculturas zoomorfas celtas de la Península Ibérica. Madrid, 1989, 203 págs., 6 mapas y 88 láminas.—ISBN 84-00-06994-3. R. JÁRREGA DOMÍNGUEZ: Cerámicas finas tardorromanas africanas y del Mediterráneo oriental en España. Estado de la cuestión. Madrid, 1991.—ISBN 84-00-07152-2. Teseo y la copa de Aison (coord. R. OLMOS ROMERA), Actas del Coloquio celebrado en Madrid en octubre de 1990. Madrid, 1992, 226 págs.—ISBN 84-00-07254-5. A. GARCÍA Y BELLIDO (edit.): Álbum de dibujos de la colección de bronces antiguos de Antonio Vives Escudero (M. P. GARCÍA-BELLIDO, texto). Madrid, 1993, 300 págs., 190 láminas.—ISBN 84-00-07364-9. M. P. GARCÍA-BELLIDO y R. M. SOBRAL CENTENO (eds.): La moneda hispánica. Ciudad y territorio. Actas del I Encuentro Peninsular de Numismática Antigua. Madrid, 1995, XVI + 428 págs., 210 ilustr.—ISBN 84-00-07538-2. A. OREJAS SACO DEL VALLE: Estructura social y territorio. El impacto romano en la cuenca Noroccidental del Duero. Madrid, 1996, 255 págs., 75 figs., 11 láms.—ISBN 84-00-07606-0. A. NÜNNERICH-ASMUS: El arco cuadrifronte de Cáparra (Cáceres). Madrid, 1997 (en coedición con el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid), 116 págs., 73 figs.—ISBN 84-00-07625-7. A. CEPAS PALANCA: Crisis y continuidad en la Hispania del s. III. Madrid, 1997, 328 págs.—ISBN 84-00-07703-2. G. MORA: Historias de mármol. La arqueología clásica española en el siglo XVIII. Madrid, 1998 (en coedición con Ed. Polifemo), 176 págs., 16 figs.—ISBN 84-00-07762-8. P. MATEOS CRUZ: La basílica de Santa Eulalia de Mérida: Arqueología y Urbanismo. Madrid, 1999 (en coedición con el Consorcio Monumental de la Ciudad de Mérida), 253 págs., 75 figs., 22 láms. y 1 plano.—ISBN 84-00-07807-1. R. M. S. CENTENO, M.a P. GARCÍA-BELLIDO y G. MORA (eds.): Rutas, ciudades y moneda en Hispania. Actas del II EPNA (Oporto, 1998). Madrid, 1999 (en coedición con la Universidade do Porto), 476 págs., figs.—ISBN 84-0007838-1. J. C. SAQUETE: Las vírgenes vestales. Un sacerdocio femenino en la religión pública romana. Madrid, 2000 (en coedición con la Fundación de Estudios Romanos), 165 págs.—ISBN 84-00-07986-8. M.a P. GARCÍA-BELLIDO y L. CALLEGARIN (coords.): Los cartagineses y la monetización del Mediterráneo occidental. Madrid, 2000 (en coedición con la Casa de Velázquez). 192 pp. y figs. ISBN: 84-00-07888-8. L. CABALLERO ZOREDA y P. MATEOS CRUZ (coords.): Visigodos y Omeyas. Un debate entre la Antigüedad tardía y la alta Edad Media. Madrid, 2000 (en coedición con el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida). 480 pp. y figs. ISBN: 84-00-07915-9. M.a MARINÉ ISIDRO: Fíbulas romanas en Hispania: la Meseta. Madrid, 2001. 508 págs. + 37 figs. + 187 láms.—ISBN 84-00-07941-8. I. SASTRE PRATS: Onomástica y relaciones políticas en la epigrafía del Conventus Asturum durante el Alto Imperio. Madrid, 2002.- ISBN84-00-08030-0. C. FERNÁNDEZ, M. ZARZALEJOS, C. BURKHALTER, P. HEVIA y G. ESTEBAN: Arqueominería del sector central de Sierra Morena. Introducción al estudio del Área Sisaponense. Madrid, 2002. 125 págs. + figs. en texto y fuera de texto.ISBN 84-00-08109-9. P. PAVÓN TORREJÓN: La cárcel y el encarcelamiento en la antigua Roma. Madrid, 2003. 299 págs. + 18 figs. En texto, apéndices e índices. -ISBN: 84-00-08186-2. L. CABALLERO, P. MATEOS y M. RETUERCE (eds.): Cerámicas Tardorromanas y Altomedievales en la Península Ibérica. Instituto de Historia e Instituto de Arqueología de Mérida. Madrid, 2003. 553 págs. + 277 figs.- ISBN 84-00-08202-8. P. MATEOS, L. CABALLERO (eds.): Repertorio de arquitectura cristiana: época tardoantigua y altomedieval. Mérida, 2003. 348 págs. + figs en texto. ISBN 84-00-08179-X. T. TORTOSA ROCAMORA (coord.): El yacimiento de la Alcudia: pasado y presente de un enclave ibérico. Instituto de Historia. Madrid, 2004., 264 págs. + figs. en texto.- ISBN 84-00-08265-6.
ANEJOS DE «ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍA» (Continuación) V. MAYORAL HERRERA: Paisajes agrarios y cambio social en Andalucía Oriental entre los períodos ibérico y romano. Instituto de Arqueología de Mérida, 2004, 340 págs. + figs. en texto.- ISBN 84-00-08289-3. XXXII A. PEREA, I. MONTERO Y O. GARCÍA-VUELTA (eds.): Tecnología del oro antiguo: Europa y América. Ancient Gold Technology: America and Europe. Instituto de Historia. Madrid, 2004. 440 págs. + figs. en texto.- ISBN: 84-0008293-1. XXXIII F. CHAVES Y F. J. GARCÍA (eds.): Moneta Qua Scripta. La Moneda como Soporte de Escritura. Instituto de Historia. Sevilla, 2004. 431 págs. + figs., láms. y mapas en texto.- ISBN: 84-00-08296-6. XXXIV M. BENDALA, C. FERNÁNDEZ OCHOA, R. DURÁN CABELLO Y Á. MORILLO (EDS.): La arqueología clásica peninsular ante el tercer milenio. En el centenario de A. García y Bellido (1903-1972). Instituto de Historia. Madrid, 2005. 217 págs. + figs. En texto. ISBN 84-00-08386-5. XXXV S. CELESTINO PÉREZ Y J. JIMÉNEZ ÁVILA (edits.): El Periodo Orientalizante. Actas del III Simposio Internacional de Mérida: Protohistoria del Mediterráneo Occidental. Mérida 2005, dos volúmenes, 1440 págs. + figs., láms., gráficos y mapas en texto. ISBN 84-00-08345-8. XXXVI M.ª RUIZ DEL ÁRBOL MORO: La Arqueología de los espacios cultivados. Terrazas y explotación agraria romana en un área de montaña: la Sierra de Francia. Instituto de Historia. Madrid, 2005. 123 págs. + 30 figs. en texto. ISBN 84-00-08413-6. XXXVII V. GARCÍA-ENTERO: Los balnea domésticos -ámbito rural y urbano- en la Hispania romana. Instituto de Historia. Madrid, 2005. 931 págs. + 236 figs. en texto. ISBN 84-00-08431-4. XXXVIII T. TORTOSA ROCAMORA: Los estilos y grupos pictóricos de la cerámica ibérica figurada de la Contestania. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2006. 280 págs. ISBN 84-00-08435-1. XXXIX A. CHAVARRÍA, J. ARCE Y G. P. BROGIOLO (eds.): Villas Tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental. Instituto de Historia. Madrid. 2006. 273 págs. + figs. en texto. ISBN 84-00-08466-7. XL M.ª ÁNGELES UTRERO AGUDO: Iglesias tardoantiguas y altomedievales en la Península Ibérica. Análisis arqueológico y sistemas de abovedamiento. Instituto de Historia. Madrid 2006. 646 págs. + figs. en texto + 290 láms. ISBN 97884-00-8510-0. XLI L. CABALLERO y P. MATEOS (eds.): Escultura decorativa tardo romana y alto medieval en la Península Ibérica. Actas de la Reunión Científica «Visigodos y Omeyas» III, 2004. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida 2007. 422 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08543-8. XLII P. MATEOS CRUZ: El «Foro Provincial» de Augusta Emerita: un conjunto monumental de culto imperial. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2006. 439 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08525-4. XLIII A. JIMÉNEZ DÍEZ: Imagines Hibridae. Instituto de Historia. Madrid 2008. 410 págs. +150 figs. en texto ISBN 97884-00-08617- 6. XLIV F. PRADOS MARTÍNEZ: Arquitectura púnica, Instituto de Historia. Madrid 2008. 332 págs. +328 figs. en texto ISBN 978-84-00-08619-0. XLV P. MATEOS, S. CELESTINO, A. PIZZO Y T. TORTOSA (eds.): Santuarios, oppida y ciudades: arquitectura sacra en el origen y desarrollo urbano del Mediterráneo occidental. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2009. 464 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08827-3 XLVI J. JIMÉNEZ ÁVILA (ed.): Sidereum Ana I. El río Guadiana en época post-orientalizante. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2008. 480 págs. + 230 figs. en texto. ISBN 978-84-00-08646-6 XLVII M.P. GARCÍA BELLIDO, A. MOSTALAC Y A. JIMÉNEZ (eds.): Del imperivm de Pompeyo a la auctoritas de Augusto. Homenaje A Michael Grant. Instituto de Historia. Madrid. 2008. 318 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-0008740-1 XLVIII Espacios, usos y formas de la epigrafía hispana en épocas antigua y tardoantigua. Homenaje al doctor Armin U. Stylow. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2009. 408 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08798-2 XLIX L. ARIAS PÁRAMO: Geometría y proporción en la Arquitectura Prerrománica Asturiana. Instituto de Historia. Madrid. 2008. 400 págs. + 234 figs. + 57 fotos + 26 cuadros. ISBN 978-84-00-08728-9 L S. CAMPOREALE, H. DESSALES y A. PIZZO (eds.): Arqueología de la construcción I. Los procesos constructivos en el mundo romano: Italia y provincias occidentales. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2008. 360 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08789-0 LI L. CABALLERO, P. MATEOS y M.A. UTRERO (eds.): El siglo VII frente al siglo VII. Arquitectura. Instituto de Arqueología de Mérida - Instituto de Historia. Madrid. 2009. 348 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-00-08805-7 LII A. GORGUES: Économie et société dans le nord-est du domaine ibérique (IIIe – Ier s. av. J.-C.). Instituto de Historia. Madrid. 2010. 504 págs. + 143 figs. en texto. ISBN 978-84-00-08936-8 LIII R. AYERBE, T. BARRIENTOS y F. PALMA (eds.): El foro de Avgvsta Emerita. Génesis y evolución de sus recintos monumentales VII. Instituto de Arqueología de Mérida. Mérida. 2009. 868 págs. + figs. en texto. ISBN 978-84-0008934-4 LIV LUIS CABALLERO ZOREDA (coord.), EDUARDO RODRÍGUEZ TROBAJO, JOSÉ IGNACIO MURILLO FRAGERO y RAFAEL MARTÍN TALAVERANO: Las iglesias asturianas de Pravia y Tuñón. Arqueología de la arquitectura. 220 págs. + figs. en texto y láminas en color. ISBN 978-84-....... XXXI
HISPANIA ANTIQVA EPIGRAPHICA (HispAntEpigr.) Fascículos 1-3 (1950-1952), 4-5 (1953-1954), 6-7 (1955-1956), 8-11 (1957-1960) y 12-16 (1961-1965).
ITALICA Cuadernos de Trabajos de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma (18 vols.). Monografías de la Escuela (22 vols.).
CORPVS VASORVM HISPANORVM J. CABRÉ AGUILÓ: Cerámica de Azaila. Madrid, 1944.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. XI + 101 págs. con 83 figs. + 63 láms., 32 × 26 cm. (agotado). I. BALLESTER, D. FLETCHER, E. PLA, F. JORDÁ y J. ALCACER. Prólogo de L. PERICOT: Cerámica del Cerro de San Miguel, Liria. Madrid, 1954.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. y Dipu-tación Provincial de Valencia.—XXXV + 148 págs., 704 figs., LXXV láms., 32 × 26 cm.—ISBN 84-00-01394-8 (agotado).
ANEJOS DE GLADIUS CSIC y Ediciones Polifemo M.ª Paz García-Bellido: Las legiones hispánicas en Germania. Moneda y ejército. Instituto de Historia. 2004. 354 págs. + 120 figs. ISBN 84-00-08230-3. M.ª Paz García-Bellido (coord.): Los campamentos romanos en Hispania (27 a.C.-192d.C.). El abastecimiento de moneda. Instituto Histórico Hoffmeyer. Instituto de Historia. Ediciones Polifemo. 2006. 2 vols. + CD Rom. ISBN (10) 84-00-08440-3; (13) 978-84-00-08440-0.
TABVLA IMPERII ROMANI (TIR) Unión Académica Internacional Editada por el C.S.I.C., Instituto Geográfico Nacional y Ministerio de Cultura Hoja K-29: Porto. CONIMBRIGA, BRACCARA, LVCVS, ASTVRICA, edits. A. BALIL ILLANA, G. PEREIRA MENAUT y F. J. SÁNCHEZPALENCIA. Madrid, 1991. ISBN 84-7819-034-1. Hoja K-30: Madrid. CAESARAVGVSTA, CLVNIA, edits. G. FATÁS CABEZA, L. CABALLERO ZOREDA, C. GARCÍA MERINO y A. CEPAS. Madrid, 1993. ISBN 84-7819-047-3. Hoja J-29: Lisboa. EMERITA, SCALLABIS, PAX IVLIA, GADES, edits. J. DE ALARCÃO, J. M. ÁLVAREZ, A. CEPAS, R. CORZO. Madrid, 1995. ISBN 84-7819-065-1. Hoja K-J31: Pyrénées Orientales-Baleares. TARRACO, BALEARES, edits. A. CEPAS PALANCA, J. GUITART I DURÁN. G. FATÁS CABEZA. Madrid, 1997. ISBN 84-7819-080-5. Fall K-J31: Pyrénées Orientales-Baleares (edición en catalán). ISBN 89-7819-081-3.
VARIA A. GARCÍA Y BELLIDO: Esculturas romanas de España y Portugal. Madrid, 1949, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2 volúmenes de 28 × 20 cm.: I, Texto, XXVII + 494 págs.—II, Láminas, 352 láms. (agotado). C. PEMÁN: El pasaje tartéssico de Avieno. Madrid, 1941, 115 págs., 26 × 18 cm. (agotado).
A. SCHULTEN: Geografía y Etnografía de la Península Ibérica. Vol. I. Madrid, 1959. Instituto Español de Arqueología (C.S.I.C.), 412 págs., 22 × 16 cm.—Contenido: Las fuentes antiguas. Bibliografía moderna y mapas. Orografía de la meseta y tierras bajas. Las costas (agotado). Vol. II. Madrid, 1963, 546 págs., 22 × 16 cm.—Contenido: Hidrografía. Mares limítrofes. El estrecho de Gibraltar. El clima. Minerología. Metales. Plantas. Animales (agotado).
M. PONSICH: Implantation rurale antique sur le Bas-Guadalquivir (II) (Publications de la Casa de Velázquez, série «Archéologie»: fasc. III).—Publié avec le concours de l’Instituto Español de Arqueología (C.S.I.C.) et du Conseil Oléicole International.— París, 1979 (27,5 × 21,5 cm.), 247 págs. con 85 figs. + LXXXI láms.—ISBN 84-600-1300-6.
HOMENAJE A A. GARCÍA Y BELLIDO Vol. I Madrid, 1976. Revista de Vol. II Madrid, 1976. Revista de Vol. III Madrid, 1977. Revista de Vol. IV Madrid, 1979. Revista de
la la la la
Universidad Universidad Universidad Universidad
Complutense Complutense Complutense Complutense
de de de de
Madrid, Madrid, Madrid, Madrid,
XXV, 101. XXV, 104. XXVI, 109. XXVIII, 118.
VV.AA.: Producción y Comercio del Aceite en la Antigüedad. Primer Congreso Internacional.—Universidad Complutense.— Madrid, 1980 (24 × 17 cm.), 322 págs.—ISBN 84-7491-025-0. VV.AA.: La Religión Romana en Hispania. Simposio organizado por el Instituto de Arqueología «Rodrigo Caro» del C.S.I.C. (17-19 diciembre 1979).—Subdirección General de Arqueología del Ministerio de Cultura.—Madrid, 1981 (28,5 × 21 cm.), 446 págs.—ISBN 84-7483-238-1. VV.AA.: Homenaje a Sáenz de Buruaga.—Diputación Provincial de Badajoz: Institución Cultural «Pedro de Valencia».—Madrid, 1982 (28 × 19,5 cm.), 438 págs.—ISBN 84-500-7836-9. VV.AA.: Producción y Comercio del Aceite en la Antigüedad. Segundo Congreso Internacional.—Universidad Complutense.— Madrid, 1983 (24 × 17 cm.), 616 págs.—ISBN 84-7491-107-9. VV.AA.: Actas del Congreso Internacional de Historiografía de la Arqueología y de la Historia Antigua en España (siglos XVIII-XX), 13-16 de diciembre de 1988, C.S.I.C., Ministerio de Cultura, 1991.—ISBN 84-7483-758-8. VV.AA.: Ciudad y comunidad cívica en Hispania (siglos II y III d.C.). Cité et communauté civique en Hispania. Actes du Colloque organisé par la Casa de Velázquez et par le Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid, 25-27 janvier 1990. Collection de la Casa de Velázquez, 38. Serie Rencontres. Madrid, 1992, 220 pp.—ISBN 84-86839-46-7.
BIBLIOTHECA ARCHAEOLOGICA ISSN 0519-9603 I II III IV V VI VII
A. BLANCO FREIJEIRO: Arte griego. Madrid, 1982, 396 págs., 238 figs., 19 × 13 cm. (8.a edición, corregida y aumentada).— ISBN 84-00-04227-1. Cf. en Textos Universitarios. A. GARCÍA Y BELLIDO: Colonia Aelia Augusta Italica. Madrid, 1960, 168 págs., 64 figuras en el texto y 48 láms., y un plano, 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01393-X (agotado). A. BALIL: Pintura helenística y romana. Madrid, 1962, 334 págs:, 104 figs. y 2 lám. 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-005732 (agotado). A. BALIL: Colonia Julia Augusta Paterna Faventia Barcino. Madrid, 1964, 180 págs., 69 figs. y un plano, 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01454-5. 2.a ed. 84-00-01431-6 (agotado). A. GARCÍA Y BELLIDO: Urbanística de las grandes ciudades del mundo antiguo. Madrid, 1985, XXVIII + 384 págs., 194 figs. en el texto, XXII láms. y 2 cartas, 19 × 13 cm. (2.a ed. acrecida, agotada).—ISBN 84-00-05908-5. A. M. DE GUADÁN: Numismática ibérica e iberorromana. Madrid, 1969, XX + 288 págs., 24 figs. y varios mapas en el texto y 56 láms., 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-01981-4 (agotado). M. VIGIL: El vidrio en el mundo antiguo. Madrid, 1969, XII + 182 págs., 160 figs., 19 × 13 cm.—ISBN 84-00-019822. 2.a ed. 84-00-01432-4 (agotado).
TEXTOS UNIVERSITARIOS 1.
A. GARCÍA Y BELLIDO: Arte romano.—C.S.I.C. (8.a ed.).—Madrid, 1990 (28 × 20 cm.), XX + 836 págs. con 1.409 figs.— ISBN 84-00-070777-1. A. BLANCO FREIJEIRO: Arte griego.—C.S.I.C. (8.a ed.).—Madrid, 1990 (21 × 15 cm.), IX + 396 págs. con 238 figs.— ISBN 84-00-07055-0. M.P. GARCÍA-BELLIDO y C. BLÁZQUEZ: Diccionario de cecas y pueblos hispánicos. Vol. I: Introducción. Madrid, 2001, 234 pp. y figs. ISBN: 84-00-08016-5. M.P. GARCÍA-BELLIDO y C. BLÁZQUEZ: Diccionario de cecas y pueblos hispánicos. Vol. II: Catálogo de cecas y pueblos. Madrid, 2001, 404 pp. y figs. ISBN: 84-00-08017-3. A. GARCÍA Y BELLIDO: Urbanística de las grandes ciudades del mundo antiguo, est. prelim. de Manuel Bendala Galán, Madrid, 2009 (3.a ed., renovada), 412 págs. y figs., 25 x 18 cm. ISBN: 978-84-00-08878-1.
2. 35. 36. 45.
CORPVS DE MOSAICOS DE ESPAÑA I II III IV V VI VII VIII IX X XI XII
A. BLANCO FREIJEIRO: Mosaicos romanos de Mérida.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1978 (28 × 21 cm.), 66 págs. con 12 figs. + 108 láms.—ISBN 84-00-04303-0 (agotado). A. BLANCO FREIJEIRO: Mosaicos romanos de Itálica (I).—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1978 (28 × 21 cm.), 66 págs. con 11 figs. + 77 láms.—ISBN 84-00-04361-8. J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Mosaicos romanos de Córdoba, Jaén y Málaga.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1981 (28 × 21 cm.), 236 págs. con 32 figs. + 95 láms.—ISBN 84-00-04937-3. J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Mosaicos romanos de Sevilla, Granada, Cádiz y Murcia.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1982 (28 × 21 cm.), 106 págs. con 25 figs. + 47 láms.—ISBN 84-00-05243-9. J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ: Mosaicos romanos de la Real Academia de la Historia, Ciudad Real, Toledo, Madrid y Cuenca.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.—Madrid, 1982 (28 × 21 cm.), 108 págs. con 42 figs. + 50 láms.—ISBN 84-00-05232-40. J. M. BLÁZQUEZ MARTÍNEZ y T. ORTEGO: Mosaicos romanos de Soria.—Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C.— Madrid, 1983 (28 × 21 cm.), 150 págs., con 22 figs. + 38 láms.—ISBN 84-00-05448-2. J. M. BLÁZQUEZ y M. A. MEZQUÍRIZ (con la colaboración de M. L. NEIRA y M. NIETO): Mosaicos romanos de Navarra.— Instituto Español de Arqueología del C.S.I.C. Madrid, 1985 (28 × 21 cm.), 198 págs. con 31 figs. + 62 láms.—ISBN 84-00-06114-4. J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, M. L. NEIRA y M. P. SAN NICOLÁS: Mosaicos romanos de Lérida y Albacete. Madrid, 1989. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm.), 60 págs., 19 figs. y 44 láms.—ISBN 84-00-06983-8. J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, M. L. NEIRA y M. P. SAN NICOLÁS: Mosaicos romanos del Museo Arqueológico Nacional. Madrid, 1989. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm.), 70 págs., 18 figs. y 48 láms.—ISBN 84-00-06991-9. J. M. BLÁZQUEZ, G. LÓPEZ MONTEAGUDO, T. MAÑANES y C. FERNÁNDEZ OCHOA: Mosaicos romanos de León y Asturias. Madrid, 1993. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 116 págs., 19 figs. y 35láms.— ISBN 84-00-05219-6. M. L. NEIRA y T. MAÑANES: Mosaicos romanos de Valladolid. Madrid, 1998. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 128 págs., 10 figs. y 40 láms.—ISBN 84-00-07716-4. G. LÓPEZ MONTEAGUDO, R. NAVARRO SÁEZ y P. DE PALOL SALELLAS: Mosaicos romanos de Burgos. Madrid, 1998. Departamento de Historia Antigua y Arqueología del C.S.I.C. (28 × 21 cm), 170 págs., 26 figs. y 168 láms.—ISBN 84-00-07721-0.
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LAS IGLESIAS ASTURIANAS DE PRAVIA Y TUÑÓN. ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA
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