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Spanish; Castilian Pages 2158 [762] Year 2014
MATEO ALEMÁN La obra completa 1
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JUITO M CONSEBÌtA Di ÉCO«OMi\ NNOWVIÓ«. COCIA 1EWUM
Junta de Andalucía
Iberoamericana/Vervuert
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Universidad de Sevilla
PROYECTO DE INVESTIGACIÓN DE EXCELENCIA «LA OBRA COMPLETA DE MATEO ALEMÁN» P09- HUM-5101
Secretaría General de Universidades, Investigación y Tecnología, Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía. Universidad de Sevilla Investigador responsable del proyecto: Pedro M. Piñero Ramírez Universidad de Sevilla Investigadores: Katharina Niemeyer Universidad de Colonia Marc Vitse Universidad de Toulouse Manuel García Fernández Universidad de Sevilla Francisco Ramírez Santacruz Benemérita Universidad Autónoma de Puebla David Mañero Lozano Universidad de Jaén Documentalista: Marciala Domínguez García Wells College. Study Program in Spain
MATEO ALEMÁN La obra completa Pedro M. Piñero Ramírez y Katharina Niemeyer (directores)
1
Introducción Obra varia Estudios, ediciones y notas de Marciala Domínguez García Manuel García Fernández, Pedro M. Piñero Ramírez y Francisco Ramírez Santacruz
Iberoamericana - Vervuert Junta de Andalucía - Universidad de Sevilla - 2014
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Universität zu Köln
Esta publicación ha sido financiada por la Secretaría General de Universidades, Investigación y Tecnología de la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo de la Junta de Andalucía, y por la Universidad de Sevilla. Ha contado también con la generosa colaboración de la Cátedra Extraordinaria "Luis Cernuda", la Diputación de Sevilla. Servicio de Archivo y Publicaciones y el Seminario de Románicas de la Universidad de Colonia.
Derechos reservados © Iberoamericana, 2014 Amor de Dios, 1 - E-28014 Madrid Tel.: +34 91 429 35 22 Fax: +34 91 429 53 97 © Vervuert, 2014 Elisabethenstr. 3-9 — D-60594 Frankfurt am Main Tel.: +49 69 597 46 17 Fax: +49 69 597 87 43 [email protected] www.ibero-americana.net ISBN ISBN ISBN ISBN ISBN
978-84-8489-842-9 978-84-8489-858-0 978-84-8489-859-7 978-84-8489-860-3 978-3-95487-387-6
(Obra completa) (Iberoamericana) (voi. 1) (Iberoamericana) (voi. 2) (Iberoamericana) (voi. 3) (Iberoamericana) (Vervuert)
Depósito Legal: M-29362-2014 Impreso en España Diseño de cubierta: Ruth Vervuert Este libro está impreso íntegramente en papel ecológico sin cloro.
A Michel Cavillac •y
en memoria de
Francisco Marquez Villanueva y Henri Guerreiro
s
INDICE La primera edición de La obra completa de Mateo Alemán
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INTRODUCCIÓN
Los RETRATOS DE M A T E O ALEMÁN Pedro M. Pinero Ramírez XXI Un retrato para toda la vida, y para más XXIII Con una imagen, cuando está bien lograda, es suficiente XXXI Un retrato «desafiante». El blasón familiar: águila bicéfala alemana y león castellano XXXIV Un retrato «jeroglífico». El emblema inquietante de la araña y la culebra XXXIX Un libro. Cornelio Tácito XLIII Además, un lema que hace de exlibris LI Otros retratos para los que ya no posó. Un Mateo Alemán que conserva su prestigio con el paso del tiempo LV Alemán, de nazareno. La memoria de un buen cristiano ¿integrado? LX Bibliografía. Obras y estudios citados LXXV C R O N O L O G Í A DE LA VIDA DE M A T E O ALEMÁN Marciala Domínguez García y Pedro M. Pinero Ramírez LXXIX B I B L I O G R A F Í A GENERAL Marciala Domínguez García CXI
OBRA VARIA Pedro M. Pinero Ramírez • Odas de Horacio traducidas por Mateo Alemán • Un Soneto de Alemán en respuesta a otro de Vicente Espinel • Dos cartas de Mateo Alemán a un amigo • «Prólogo» a los Proverbios morales de Alonso de Barros • «Elogio» de la Vida de Ignacio de Loyola de Luis de Belmonte Bermúdez • Bilbiografía
ESCRITOS MENORES
3
5 14 19 36 40 49
REGLA DE LA COFRADÍA Manuel
García
Fernández
Mateo Alemán y la Hermandad de Jesús Nazareno Sobre esta edición • REGLA DE LA COFRADÍA DEL DULCÍSIMO JESÚS NAZARENO, 1 5 7 8
53 65 ..
Bibliografía INFORME SECRETO Marciala Domínguez
71
102 García y Pedro M. Pinero
Ramírez El Informe secreto de Mateo Alemán
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• L A INFORMACIÓN HECHA POR EL CONTADOR MATEO A L E M Á N
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Glosario de términos de los trabajos y de la vida de la mina de Almadén Relación alfabética de nombres propios citados índice de topónimos Bibliografía
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ORTOGRAFÍA CASTELLANA Francisco Ramírez
Santacruz
Mateo Alemán y la Ortografía castellana La Ortografía soy y o Mateo Alemán ante la tradición ortográfica Una ortografía desde el Nuevo Mundo para un mundo nuevo Presentación textual Esta edición Convenciones Ediciones y abreviaturas empleadas Obras de referencia citadas abreviadamente • ORTOGRAFÍA CASTELLANA
Preliminares Capítulo I. En qué manera es música la ortografía y de sus efetos . . . Capítulo II. De la inorancia de los maestros pasados y cuánto importe la emienda en los presentes, facilitando el escrebir ortógrafámente Capítulo III. Qué cosa sean ortografía, sílaba, dición y voz Capítulo IIII. De la división de las letras Capítulo V. De la confusión de algunas letras Capítulo VI. De las letras que no están en el alfabeto Capítulo VII. De la falta que tiene la lengua castellana de una letra y su remedio
271 271 274 279 285 285 287 292 293 297
299 317
331 343 353 361 370 376
Capítulo VIII. De la introdución de la misma o con las más letras del alfabeto
383
Capítulo IX. De las letras, en singular de cada una, comenzando de las vocales a,e,i,o,u
394
Capítulo X. De las letras consonantes, comenzando desde la b que llamamos be
405
[Capítulo XI]
439
[Problema]
442
Reproducción facsimilar del Problema
453
Bibliografía
466
S U C E S O S DE D O N FRAY G A R C Í A G U E R R A y O R A C I Ó N F Ú N E B R E
Francisco Ramírez
Santacruz
Mateo Alemán y los Sucesos de don fray García Guerra y Oración fú481
nebre Itinerario de un viaje: las «malogradas esperanzas»
481
Itinerario del cuerpo: autopsia, embalsamamiento y (des)entierros ..
487
Itinerario de una publicación: los pleitos mexicanos de Mateo Alemán . 492 Itinerario de la voz: el planto
final
Presentación textual
497 501
Criterios de edición
501
Ediciones de los Sucesos
501
Nota sobre las ediciones anteriores
503
Obras de referencia citadas abreviadamente
504
• S U C E S O S DE D O N FRAY G A R C Í A G U E R R A , A R Z O B I S P O D E M É X I C O , A CUYO C A R G O ESTUVO EL G O B I E R N O DE LA N U E V A ESPAÑA • O R A C I Ó N FÚNEBRE
Bibliografía Í N D I C E D E TÉRMINOS, TEMAS Y N O M B R E S PROPIOS
507 553
574 579
LA PRIMERA E D I C I Ó N DE LA OBRA COMPLETA DE MATEO A L E M Á N En 2009 presenté a la Secretaría General de Universidades, Investigación y Tecnología de la Junta de Andalucía la memoria de investigación que tenía como finalidad llevar a cabo la «Primera edición de la obra completa de Mateo Alemán». Apoyado por el Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Sevilla, se me concedió su financiación entre los proyectos de excelencia que se aprobaron en 2010. El resultado de esta investigación, realizada a lo largo de los cuatro últimos años, se hace realidad ahora con la publicación de esta obra en tres volúmenes, justamente en el año en que se celebra el cuarto centenario de la muerte del escritor sevillano en la capital de México. Este proyecto comenzó a fraguarse en noviembre de 1999 cuando conseguí reunir, en un simposio internacional que se celebró en la Universidad hispalense, a un buen número de especialistas para celebrar el cuarto centenario de la aparición de la Primera parte del Guzmán de Alfarache (Madrid, Várez de Castro, 1599). Participaron algunos de los más destacados alemanistas de las últimas décadas del siglo pasado, y publiqué sus ponencias en un libro que ha tenido muy buena difusión, Atalayas del Guzmán de Alfarache (Sevilla, 2002). En aquellas jornadas, Michel Cavillac me propuso que me responsabilizara de seguir convocando a los alemanistas organizando otros encuentros de esta clase; no ha podido ser. Pero sí he atendido, con esta investigación y la obra que ahora presentamos, a las sugerencias que me hicieron también otros colegas, entre ellos Claudio Guillén y Francisco Márquez Villanueva, de que emprendiera la tarea de editar las obras completas del escritor sevillano. Era una labor que estaba por hacer y que ya no podía demorarse más. Pasó el tiempo, y hace unos años se frustró el encargo que José Lara Garrido me hizo de esta edición para la colección de obras de autores andaluces que él dirigía. Ahora, con los apoyos ya citados se ha podido llevar a buen término, por fin, la primera edición de todos los escritos de Mateo Alemán.
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Mateo Alemán / La obra completa
N o cabe duda alguna de que su Guzmán de Alfaracbe, en el transcurso de estos cuatro siglos, no ha dejado de interesar - y mucho- a los historiadores de la literatura española y occidental; el Picaro -título con el que empezó a divulgarse bien p r o n t o - sigue siendo motivo de atención máxima por parte de la crítica del hispanismo nacional e internacional, y sus ediciones se suceden a buen ritmo; la última de Luis Gómez Canseco es, desde su aparición en 2012, una obra de referencia obligada. La cuestión está en que Mateo Alemán no es solo el Guzmán, sino en que todavía en nuestros años esta obra cumbre de la narrativa del Siglo de Oro sigue condicionando la imagen de su propio autor y ensombreciendo, cuando no condenando al olvido, sus otros escritos, hasta ahora nunca reunidos y en algunos casos ni siquiera editados en los tiempos modernos a pesar de haber sido, en sus primeros años de difusión, muy bien atendidos por el público, como ha ocurrido con la Vida de san Antonio de Padua. Con este trabajo se da a conocer su producción completa, reuniendo sus escritos en esta publicación con la que se logra una más acertada comprensión total de la compleja personalidad de Alemán. Se ofrece, de este modo, la posibilidad de la lectura de cada una de estas obras, que dentro de un marco integrador, se enriquecen en la valoración y en la confrontación de unas con otras. El lector estará así mejor dispuesto, con más sólidos fundamentos, para conocer el pensamiento de Alemán, su visión de la vida, su comportamiento y su modo de proceder; sus trabajos, sus días y su agustioso vivir. Su escritura. Una uniformidad de pensamiento -autor singular, sin duda- recorre sus escritos desde el primero al último. Y el Guzmán, su libro cimero, ensanchará sus horizontes, matizará su comprensión y enriquecerá su interpretación con el apoyo de los demás escritos. Se pretendía una vez más, y esperemos que se haya conseguido, colocar, de manera definitiva e incontestable, a Mateo Alemán en el debido lugar (de privilegio) que le corresponde en la historia de la literatura española - c o m o han hecho, en el último siglo, otros destacados alemanistas en no pocos estudios-, al tiempo que se resalta su difícil personalidad y su adscripción al grupo - p o c o extenso, por cierto- de los escritores que, en su época, empezaron a abrir las puertas de la modernidad a la intelectualidad española encaminándola hacia el mundo de la Ilustración. Conocer mejor a Mateo Alemán y su obra es conocer mejor aquel período de la cultura española, atendiendo a parcelas poco visitadas porque se hallaban situadas fuera de los habituales cánones - e n distintos campos- de la ortodoxia reinante. Su obra se escapa de
Presentación
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los módulos establecidos, cuando no se rebela claramente contra ellos. Ensaya, transita por diferentes caminos, descubre nuevos lectores, se proyecta hacia la modernidad. Abre las puertas de la novela realista moderna. A partir de la aparición del Guzmán las cosas iban a cambiar radicalmente en el mundo de las letras; y Cervantes fue el primero que se dio cuenta de ello. Esta edición siempre ha sido, desde sus mismos comienzos, obra de equipo, integrado por los profesores Katharina Niemeyer (Universidad de Colonia), Marc Vitse (Universidad de Toulouse), Manuel García Fernández (Universidad de Sevilla), Francisco Ramírez Santacruz (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla), David Mañero Lozano (Universidad de Jaén), Marciala Domínguez García (Wells College Study Program in Spain). También comenzaron a trabajar con nosotros los doctores Philippe Rabaté (Universidad de Nanterre, París) y Jaime Covarsí Carbonero (Universidad de Sevilla), que por motivos personales tuvieron que abandonar el grupo. Desde el pórtico mismo de esta obra quiero reconocer, profundamente agradecido, a todos ellos su excelente trabajo y su ya constrastada capacidad para llevar a cabo, con todo rigor filológico, la edición que ahora publicamos sin perder nunca de vista que se trataba de un proyecto común, con unas líneas maestras que siempre han respetado; líneas maestras, por lo demás, fijadas por todos en reuniones de trabajo. Lo que no quiere decir esto que cada uno de los editores no haya puesto su impronta personal en la labor realizada. Es, pues, una obra de equipo, que no borra las peculiaridades de cada uno de los investigadores, sobre todo en lo que se refiere a sus propias interpretaciones de la vida y de la obra de Alemán. De este modo, se ofrece al lector una propuesta de lectura variada, muy enriquecida por las perspectivas que se le muestra y los enfoques diversos logrados desde ópticas y análisis diferentes. En consonancia con la tendencia que en la actualidad una buena parte de la filología española sigue de editar las obras del Siglo de Oro acercando, lo más posible, la lengua de aquellos escritores a la actual, decidimos, dando un paso más, modernizar sin concesiones los textos de Mateo Alemán. Se buscaba, además, facilitar el conocimiento de su gran obra por medio de una lectura fluida. En esto hemos coincidido todos, por lo que se ofrece aquí, como decimos, una edición totalmente modernizada, con dos excepciones: la de la Regla de la Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno, que, por ser documento básicamente histórico y probablemente de consulta reducida a estudiosos de este campo, hemos mantenido su texto muy fiel al original, buscando asimismo
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Mateo Alemán / La obra completa
mostrar al lector no especialista un ejemplo de esta clase de escritura de la época dorada; y la de la Ortografía castellana, que, por la especificidad de la obra, no podía - n i debía- ser sometida a esta modernización del texto. En ambos casos, los responsables de las ediciones -los doctores García Fernández y Ramírez Santacruz respectivamente- exponen y razonan, en sus escritos preliminares, los criterios que han seguido. La modernización que se ha aplicado al resto de las obras aquí publicadas queda explicada por sus autores en los estudios que anteceden a cada una de ellas, justificando, cuando las ha habido, las variantes introducidas en sus ediciones con detenida exposición del criterio adoptado. Todas las obras se presentan con estudios introductorios en los que se analizan y se valoran, al tiempo que se da cuenta de las ediciones antiguas o los manuscritos originales que han servido de base para fijar los textos. Asimismo se les ha añadido una bibliografía propia en la que se expone las obras de referencia, con sus respectivas abreviaturas y siglas, las fuentes primarias y los estudios citados, que, en el caso de los volúmenes 2 y 3, incluyen también los específicos sobre Mateo Alemán, aunque aparecen reunidos en la Bibliografía general que se publica en el primero, en cuyas ediciones, como es lógico, no se repiten estos títulos. De este modo el lector tiene siempre a mano la información bibliográfica completa utilizada y citada expresamente en cada edición. Para facilitar la lectura de una obra tan rica y compleja como la de Mateo Alemán, los textos van anotados buscando aclarar, siempre, el sentido literal de lugares oscuros y de usos lingüísticos particulares, con especial atención a las voces de difícil significación, bien porque estén en desuso, bien porque la acepción correcta no sea frecuente o por su antigüedad o por el contenido semántico que es dudoso dado el contexto en el que aparecen. Se atiende también a locuciones y frases proverbiales, juegos de palabras, etc., provenientes del ámbito folclòrico, y a cultismos no usuales en la actualidad. Se hace alusión a doctrinas, saberes, ideologías, con explicaciones breves referenciadas a los textos coetáneos al autor, al tiempo que se dan aclaraciones de tipo cultural, geográfico, histórico, mitológico, religioso, etc., y también de tipo histórico-literario con conexiones intertextuales. En el caso en que la lectura del texto sea difícil por razones sintácticas propias del estilo del autor sevillano, los anotadores han propuesto mínimas interpretaciones; y siempre que se ha podido se han reducido las anotaciones eruditas, evitando, las más de las veces, referencias a la crítica ac-
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tual y aligerando, lo más posible, las que se estudian en la bibliografía -bastante extensa, por cierto- de Mateo Alemán. Todas las citas de sus obras se hacen a los textos aquí publicados, salvo cuando se dé expresa indicación del uso de otras ediciones. Cada volumen presenta, al final, los índices de términos, nombres propios y temas de las obras que contiene; en el primero se reúnen en uno solo, señalando los diversos textos de donde proceden. Se ha seguido criterio diferente en el Informe secreto, al tratarse de una obra en la que los términos se repiten en cada una de las preguntas y respuestas en las declaraciones que conforman la investigación llevada a cabo en las minas de Almadén; por ello se ha optado por presentar un sumario de voces y varios índices colocados al final del texto. En el caso del segundo volumen, ocupado en su totalidad por la Vida de san Antonio de Padua, Marc Vitse, su editor, ha añadido otros índices, como el de citas bíblicas. Una obra de esta clase no hubiera sido posible sin la colaboración de otros estudiosos y sin la generosa ayuda de varias instituciones y centros. Debemos empezar nuestro agradecimiento por Luis Gómez Canseco, que siempre ha atendido, con la mejor disposición, a las numerosas consultas que se le ha hecho a lo largo de este trabajo. De Francisco Márquez Villanueva, en los últimos años de su vida, Francisco Ramírez y yo hemos recibido indicaciones magistrales para los estudios que aquí incluimos como introducciones a nuestras colaboraciones en esta publicación; con él hemos tratado, largamente, de cuestiones ideológicas de primer nivel. Nuestro reconocimiento al amigo y maestro debe figurar - c o m o así es- en el pórtico de esta obra. Amigo y maestro, ya fallecido también, ha sido Henri Guerreiro, que dejó trabajos de largo alcance de manera especial sobre el San Antonio, guía impagable para la edición de este libro llevada a cabo por Marc Vitse. Todos nosotros reconocemos el valor de su herencia. N o olvidamos los sabios consejos, en cuestiones puntuales, de Klaus Meyer-Minnemann. Y hemos querido dejar bien claro el lugar de preferencia que ocupa entre los alemanistas de las últimas décadas, y de siempre, nuestro amigo Michel Cavillac. Estos testimonios de agradecimiento, que hago en nombre de todos los que componemos este grupo de investigación, van también dirigidos a los colegas y amigos que han atendido a nuestras consultas y han resuelto no pocos problemas que aparecen en tan largo y difícil trabajo, al tiempo que nos han hecho sugerencias pertinentes que hemos tenido en cuenta: Vicente Picón García (Universidad Autónoma
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Mateo Alemán / La obra completa
de Madrid), Jesús Ponce Cárdenas (Universidad Complutense de Madrid), José Manuel Pedrosa (Universidad de Alcalá de Henares), Fernando Navarro Antolín (Universidad de Huelva), Juan Ignacio Laguna Fernández y Frédéric Serralta (Université de Toulouse Jean Jaurès), Philippe Rabaté (Univesité de Paris Nanterre), fray Luciano Bertazzo (Centro Studi Antoniani di Padua), Gabriel Verd y Gustavo Illades Aguiar (Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa). Trinidad Durán Medina, que ha leído mis trabajos, me ha hecho valiosas observaciones que he aprovechado y agradezco, y a Ángela M. Morón Ramos que siempre ha estado dispuesta a resolver mis dudas y lagunas bíblicas. Nuestro reconocimiento, asimismo, a los responsables de las bibliotecas y los archivos nacionales e internacionales que nos han dado toda clase de facilidades para consultar sus fondos: Archivo Histórico Nacional (Madrid), Biblioteca Nacional de España, Bibliothèque Nationale de France, Houghton Library, Harvard University, Yale University Library y El Colegio de México. Queremos manifestar también que sin la financiación concedida por la Secretaría General de Universidades, Investigación y Tecnología de la Junta de Andalucía para este proyecto, no hubiera sido posible su realización. Las atenciones recibidas por el Vicerrectorado de Investigación de la Universidad de Sevilla nos han facilitado los trabajos en estos años. Asimismo nos complace reconocer, agradecidos, a la Junta de gobierno de la Hermandad del Silencio de Sevilla, Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, que haya puesto a nuestra disposición toda la documentación que sobre Alemán guarda en sus archivos. Del mismo modo queremos destacar la colaboración del Seminario de Románicas de la Universidad de Colonia, que tiene mucho que ver con la puesta en marcha de este proyecto. Los apoyos de la Cátedra Extraordinaria Luis Cernuda (Universidad de Sevilla-UNAM), dirigida por el profesor José Manuel Camacho Delgado, y del Servicio de Archivo y Publicaciones de la Diputación de Sevilla han participado en la financiación para llevar a término esta publicación. A todos estos amigos y a todas las instituciones citadas expresamos nuestro más sincero agradecimiento. Sevilla, octubre de 2014 Pedro M. Piñero Ramírez
INTRODUCCIÓN
LOS RETRATOS DE MATEO ALEMÁN PEDRO M . PINERO RAMÍREZ
LOS RETRATOS DE MATEO A L E M Á N U N A C E R C A M I E N T O A SU C O M P L E J A P E R S O N A L I D A D
Una de las cosas que más debe de dar contento a un hombre virtuoso y eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y en estampa\
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U N RETRATO PARA TODA LA VIDA, Y PARA MÁS Entre sus preliminares, la princeps del primer Guzmán ofreció a los lectores, grabado en cobre por Pedro Perret, el conocido retrato de Alemán que, a partir de entonces, aparecería en las ediciones legítimas de sus obras. Para los especialistas, fue este uno de los retratos más logrados del grabador holandés, afincado ya por aquellos años en Madrid y bien valorado en el mundo del arte 2 . Este es el único documento iconográfico fidedigno que se ha conservado del escritor sevillano, del que se hizo una copia en madera, que resultó de menor calidad artística que la de cobre. Ambas planchas tienen el tamaño apropiado para Quijote, II, m, p. 648. Pierre Perret, nacido en Amberes hacia 1555, se hallaba en Roma a principios de la década de 1580, donde estudió el arte del grabado con Cornelius Cort y, contratado, en 1584, por Juan de Herrera, comenzó a trabajar bajo su dirección en el Monasterio del Escorial. Establecido en Madrid, centró su labor en el mundo del libro, propocionando a los impresores marcas tipográficas, portadas, pequeños ornatos y retratos de autores; se conocen cerca de cuarenta libros salidos de los talleres madrileños de aquellos años con trabajos suyos en diferentes modalidades. Destacó, sobre todo, en el arte del retrato, y sus grabados fueron muy alabados por su alto nivel de calidad. Muy admirado fue el de san Ignacio de Loyola incluido en Obras del padre Ribadeneyra (1597), en el que estampó su firma con el título de tallador real. A él se debe también, entre otros, el grabado de Pérez de Herrera y el que hizo a Lope de Vega, publicado en los Triunfos divinos (1625), que fue, para no pocos especialistas, el más logrado de los conservados del Fénix. 1
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Mateo Alemán / La obra completa
un libro en cuarto. No sabemos si Perret lo tomó de una pintura previa o si el escritor posó directamente para él; es muy probable que fuera esto último, ya que Perret solía declarar, en la mayoría de los casos, el pintor del que tomaba el modelo3. El retrato del autor de una obra impresa forma parte de las prácticas editoriales frecuentes del Siglo de Oro, si bien comenzó a aparecer ya en los paratextos preliminares, e incluso portadas, de algunas obras de finales del siglo xv. El uso del retrato en las ediciones de la época áurea obedece, en parte, a motivos comerciales, pero no solo a eso. Con él se persiguen otros objetivos que apuntan hacia un concepto nuevo de autoría que se abrirá paso en los tiempos modernos: con su imagen el escritor busca marcar la singularidad, presentar la originalidad y proteger la autenticidad de su obra. Garantiza la paternidad de lo escrito y editado4. A lo dicho hay que añadir que con un ropaje ahidalgado, con un blasón más o menos auténtico, los autores estampaban su bien cuidada figura en el comienzo de sus obras con el deseo de ennoblecer su persona5. El Mateo Alemán que nos mira desde esa imagen se acerca a los cincuenta y dos años, o los acaba de cumplir. Está en la edad de una madurez aceptablemente llevada. Muy proporcionada la geometría del cráneo, muestra la frente espaciosa; el pelo, muy corto con un discreto copete al uso de aquellos años, resalta la oreja derecha. La nariz fuerte, larga, bien perfilada; el cumplido bigote, cuidado, pero sin llegar a la insolencia de las guías llamativas que abundaban tanto en las estampas de hombres ilustres - y no tan ilustres- de la época6, oculta en parte unos labios finos; la barba, en perilla y terminada en punta, prolonga el mentón al tiempo que alarga el rostro circunspecto, pero no severo, del personaje. El 15 de marzo de 1582, en la declaración de limpieza de sangre que hace al solicitar el permiso para viajar a Indias, cuando tiene ya cumplidos treinta y cuatro años, él mismo se describe como «alto de cuerpo, la nariz larga, barbitaheño oscuro, y tengo sobre el dedo pulgar de la mano izquierda una pequeña herida junto a la muñeca, que son las
Véase Lafuente Ferrari, Los retratos de Lope de Vega (1935), p. 68. Véase Civil, «De l'image au texte: portrait de l'auteur dans le livre espagnol» (1992), p. 57; Rodríguez Mansilla, «"Como es uso y costumbre": el retrato autorial» (2008), p. 283; Gómez Canseco, «El rostro en las letras» (2012), p. 53. 5 Cavillac, «Bajo el signo de San Juan Bautista» (2010), p. 143. 6 Téngase en cuenta que el bigote levantado y engomado era signo evidente de fanfarronería característico de valentones y gente del hampa. 3 4
Los retratos de Mateo Alemán
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huellas de mi persona» 7 . Este «retrato hablado» - o écfrasis- coincide, como no podía ser de otra manera, con el que le hizo un testigo, el algebrista Alonso de Cuenca, que declara a su favor abonando su «limpieza de sangre»: «El dicho Mateo Alemán será al presente -el documento está fechado el 8 de junio de 1607- de edad de sesenta años, alto de cuerpo, cano y con una señal pequeña sobre el dedo pulgar de la mano izquierda». De aspecto muy cuidado, vestido con elegancia, luce un traje de corte (ni de letrado ni de predicador, señala Francisco Márquez Villanueva)8 que cierra sus mangas con vistosos puños rizados; la capa se recoge dejando libre el brazo derecho para descansar sobre el izquierdo. El vestido, con su cuello de lechuguilla y sus mangas rematadas con esos puños floreados, sigue la tendencia de entonces. Envarado en su gola, nada excesiva para la moda que se impondrá de inmediato, desde los primeros años del reinado de Felipe III, dirige hacia el lector su mirada heladora; con ojos fijos, enmarcados en unas cuencas ligeramente señaladas, mira al espectador de manera penetrante. Con el índice de su mano derecha, que llama la atención por su bello puño orlado, señala el turbador emblema de la araña y la serpiente situado en el ángulo superior derecho, desde la mirada del lector. Con la otra mano el personaje sujeta, con fuerza y decisión -como para que no se le pierda-, un libro cerrado y abrochado. Conviene detenerse en dos elementos que forman parte de la configuración de la imagen del escritor sevillano para lograr una interpretación más precisa de su personalidad y de su aceptación en la sociedad en la que vive. N o s referimos al «copete» del retrato que le hizo Perret y al color «barbitaheño oscuro», del que él mismo habla en su declaración documental citada. Fue Guzmán quien, en la presentación que hace de su padre, ilustra la moda de llevar copete los hombres en aquellos años de las últimas décadas del Quinientos; moda con la que se muestra bastante crítico, ya que su uso, como el de otros tipos de peinados y arreglos de los que se valen los hombres para acicalarse, los acerca a las fronteras de lo afeminado. Estas son sus palabras: Era blanco, rubio, colorado, rizo, y creo, de naturaleza, tenía los ojos grandes, turquesados. Traía copete y sienes ensortijadas. Si esto
7 Todas las referencias documentales remiten a la «Cronología de la vida de Mateo Alemán» (infra, pp. LXXXI-CX), salvo que se indique otra cosa. 8 «Sobre el lanzamiento y recepción del Guzmán» (1990), p. 562.
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Mateo Alemán / L a obra completa
era propio, no fuera justo, dándoselo Dios, que se tiznara la cara ni arrojara en la calle semejantes prendas. Pero si es verdad, como dices, que se valía de untos y artificios de sebillos, que los dientes y manos, que tanto le loaban, era a poder de polvillos, hieles, jabonetes y otras porquerías, confesarete cuanto de él dijeres y seré su capital enemigo y de todos los que de cosa semejante tratan; pues demás que son actos de afeminados maricas, dan ocasión para que de ellos murmuren y se sospeche toda vileza, viéndolos embarrados y compuestos con las cosas tan solamente a mujeres permitidas, que, por no tener bastante hermosura, se ayudan de pinturas y barnices, a costa de su salud y dinero 9 .
A la vista está que la crítica que hace de su padre se refiere y se sustenta en todos los elementos que configuran su retrato, pero ya el copete con que lucía su cabeza tenía, por sí solo, una consideración crítica de rechazo. Covarrubias, que era hombre serio y formal, en la entrada que hace de copete en su Tesoro escribe: «El cabello que las damas traen levantado sobre la frente llamamos copete. Unas veces es del propio cabello y otras postizo [...]. Por nuestros pecados hoy usan los hombres copete». Hablando Cervantes de Loaysa, ese joven sevillano atrevido que asalta la casa y la honra del viejo extremeño, lo presenta como modelo de los mocitos de barrio, «gente ociosa y holgazana [...], baldía, atildada y meliflua», y entre las señas identificadoras del retrato de estos mozos presumidos se cuenta que llevan «sobre todo, copete rizado y alguna vez ungido con algalia» 10 . Sobre el copete y otros tocados y arreglos con diversos acicalamientos y mejunjes que se hacían los jóvenes, y no tan jóvenes, de aquellos años, no pocos autores se despachan largamente. Esto escribe Vélez de Guevara: «Mira aquel preciado de lindo, o aquel lindo de los más preciados, cómo duerme con bigotera, torcidas de papel en las guedejas y el copete» 11 . Tal fue la cosa que las autoridades llegaron a prohibir, con poco éxito, el uso del copete y las guedejas, primero en 1617 y luego en 1639, lanzando un pregón cuyo largo título lo dice todo: Pregón en que su Magestad manda, que por qvanto el abvso de las guedejas y copetes con que andan algunos hombres, y los rizos con que componen el cabello, ha llegado a hazer escándalo en estos Reynos, ningún hombre pueda traer guedejas ni copetes11.
9
Guzmán, pp. 55-56. Cervantes, El celoso extremeño (1992); la primera cita pp. 184-185; segunda, ms. de Porras, p. 233. 11 El diablo cojuelo (1988), pp. 85-86. 12 Véase Piñero Ramírez y Reyes Cano, La imagen de Sevilla en la obra de Cervantes (2013), pp. 340-342. 10
Retrato grabado en cobre.
Retrato grabado en madera.
Los retratos de Mateo Alemán
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Es que además, Mateo Alemán era -lo declara él mismo, quizá porque en ese documento no tiene más remedio que decir la verdad- «barbitaheño oscuro», esto es: de color bermejo, pelirrojo. Mala suerte. Quevedo -es bien sabido cómo se las gastaba- al presentar, en su Buscón, al dómine Cabra, dice que «Él era un clérigo cerbatana, largo solo en el talle; una cabeza pequeña, pelo bermejo (no hay más que decir para quien sabe el refrán que dice "ni gato ni perro de aquella color")»13. En esta consideración se explaya el refranero español: «Asno cojo y hombre rojo y el demonio, todo es uno» (Vocabulario); «Hombre con poca barba y bermejo de color, no lo hay peor»14. Para colmo, en la tradición popular Judas era pelirrojo, con lo que se reforzaba que barbitaheño ('bermejo') era color de mal agüero. De nuevo, un texto de Quevedo -que, por cierto, según algunos historiadores era algo pelirrojo15- puede servir de muestra: «Uno [de los alguaciles] decía: "¡Yo al justo vendí! ¡Que me persiguen!" Dije yo entre mí: "¡Al justo vendiste! Este es Judas". Y llegúeme con codicia de ver si era barbinegro o bermejo»16. Contra los bermejos, avisando a los lectores del peligro que puede suponer su trato, hablan, pues, no pocos autores de la época áurea. Entre lo uno (el dichoso copete, que es de libre antojo) y lo otro (su color barbitaheño, que no puede evitar por más que lo disimule), se estaba dando facilidades a los calumniadores que tanto temía el autor sevillano. De todas formas, el reírse de los defectos físicos de los colegas, el hacer chistes sobre sus retratos, el ridiculizar los gestos y atuendos ajenos, eran prácticas habituales entre los escritores de la época, que se ponían, unos a otros, como chupa de dómine. En el caso de Alemán, algunos de sus contemporáneos se ensañaron, en exceso, con él, y entre ellos quizá el que más destacó en el encono con que lo hizo fue el
13 Se toma la cita de la Historia de la vida del Buscón (Zaragoza, Pedro Vergés, 1626), cap. III, fol. 6, la primera conocida, según el facsímil (Madrid, Espasa-Calpe, 1979). 14 Martínez Kleiser, Refranero general (1989), núm. 6373. Otros ejemplos: «Si el grande fuese valiente y el pequeño paciente y el bermejo leal, todo el mundo sería igual» (2581), «Dios nos libre de un cojo, de un rojo y de uno que le falta un ojo» (11282), «De cuñados y perros bermejos vive lejos» (14931), etc.
«Sobre si era pelirrojo o no, digamos que era de un moreno muy oscuro, que se tornasolaba en su juventud, como demuestran los testimonios tempranos de algún documento universitario, los versos de Bernardo de Balbuena en El Bernardo y hasta algún grabado» (Jauralde Pou, Francisco de Quevedo, 1998, p. 889). 15
16 Zahúrdas de Plutón, ed. Madrid, Rivadeneyra, X X I I I , p. 312. Cit. por Castro en su ed. del Buscón (1967), pp. 32-33, n. 14, con otras referencias que aquí se aprovechan.
Mateo Alemán / La obra completa
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autor -ese enigmático Francisco López de Úbeda 17 - del Libro de entretenimiento de la picara Justina, que se extendió de manera cruel en la caricatura que hizo de la figura y etopeya del autor del Guzmán, aunque no se refirió a ninguna de estas «tachas», que le hubieran dado mucho juego para su sarcàstica burla: Q u e t o d o lo he bien menester para responder al reto de un fisgón, que, andando ayer cuellidegollado, ha salido hoy con una escarola de lienzo tan aporcada c o m o engomada, más tieso y carrancudo que si hubiera desayunádose con seis tarazones de asador. [ . . . ] Ya que confrontó conmigo, y tuvo llena la barjuleta de lo que pensaba decir de
repens,
c o m e n z ó a retorcer y hilar un bigote más corpulento que ma-
roma de guindar campanas, mirando de lado y sobre hombro, c o m o juez de comisión a criados alquilones, torcido el ojo izquierdo a fuer de ballestero, cabizbajándose a ratos más que oveja en siesta, volteando la lengua sobre el arco de sus dientes con más priesa que perro de ciego cuando salta por la buena tabernera, con un sí no es de asperges de narices, hablando algo gangoso, c o m o monja que canta con antojos 1 8 .
En palabras de Francisco Márquez Villanueva, que ha desvelado la identidad del extraño personaje de La picara Justina y la intención crítica de su autor para con el escritor sevillano, «La caricatura se sirve del asombro que en todo lector había de causar el campanudo retrato del autor en la princeps del Guzmán, donde gallea en rico atuendo y estirada compostura cortesana, con el rostro como atornillado dentro de una pomposa gola»19.
17 Sobre la cuestión, no resuelta aún, de la identidad de este López de Úbeda, véase Mañero Lozano, «El autor de La picara Justina, ¿capellán lego de San Justo?», en su Introducción a Francisco López de Ubeda, Libro de entretenimiento de la picara Justina (2012), pp. 30-53. Mañero apunta, con buen sentido, a una posible autoría de Jiménez Patón; se trata - l o deja bien claro- de una hipótesis bien orientada en la que hay que seguir trabajando. De cualquier forma, La picara Justina es una parodia sin paliativos del Guzmán como obra literaria, cf., por ejemplo, Niemeyer, «"¿Quién creerá que no he de decir más mentiras que letras?"» (2008). 18 López de Úbeda, Libro de la picara Justina, ed. cit. de Mañero (2012), pp. 271 y 274-275. 19 «La identidad del Perlícaro» (1984), p. 425. La identificación que propone Márquez Villanueva de este extraño personaje de La picara Justina con Mateo Alemán ha sido recientemente debatida por Martino, Per una sociologia empírica della letteratura del «Siglo de Oro» (2010), pp. 723-726. Véase también Gómez Canseco, «Mateo Alemán y el Guzmán de Alfarache», en su ed. del Guzmán (2012), pp. 866-867.
Los retratos de Mateo Alemán
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C O N U N A I M A G E N , C U A N D O ESTÁ B I E N L O G R A D A , ES SUFICIENTE
Esta única imagen auténtica que ha quedado del escritor sevillano es un valiosísimo testimonio iconográfico que nos descubre su fisonomía, la de un hombre de buena presencia, ni delgado ni grueso. Es un retrato que transmite una buscada solemnidad, que el observador capta sin el menor esfuerzo. El conocimiento de la imagen de su persona física -si de eso solo se tratara, aunque no- ya de por sí cobra gran interés para los lectores. Descubre sus actitudes, las maneras de presentarse ante su público; su estado moral y físico, su gusto por determinada vestimenta, que pone de manifiesto dónde quiere situarse en la sociedad en la que vive. Y, por supuesto, da claves sobre su personalidad. N o es asunto superfluo, pues, detenerse en el análisis y estudio de los rasgos físicos del autor del Picaro -como de cualquier otro escritor-, porque estos rasgos que se descubren en su retrato bien hubieran podido condicionar los de su personalidad, aparte de que en el Siglo de Oro el aspecto físico tenía un papel social destacado. La imagen de Mateo Alemán abre al lector las puertas que le facilitan penetrar en el difícil y recóndito mundo de su personalidad. El retrato se impone al observador, que va a ser lector de su obra, y ninguno queda insensible a la fuerza de su presencia. Se prescinde, en la composición del retrato, de los exornos tan abundantes en tiempos anteriores y que todavía tendrían un cierto recorrido: el personaje dentro de un óvalo adornado, las más de las veces, con una orla, enmarcado en un cuadro y flanqueado de leyendas encomiásticas -naturalmente en latín-; o en medio de gloriosas construcciones arquitectónicas, como arcos de triunfo romanos, cuando no coronado de laurel -que estaba reservado preferentemente para los poetas- o rodeado de medallones20. Son composiciones muy recargadas que asfixian al personaje o, simplemente, recortan el espacio de su figura, al tiempo que entretienen la mirada del observador; y, por suAsí, por ejemplo, los famosos retratos que pintó Francisco Pacheco, más aligerados que otros de la época, aparecen casi todos encuadrados en marcos de tipo arquitectónico, con coronamientos de distintos modelos, aunque el más corriente es el formado por un frontón predominantemente curvo y a veces roto; casi siempre un texto bíblico o evangélico o clásico relacionable con la personalidad del retratado, acompañado por figuras infantiles, leyendo, escribiendo o con instrumentos simbólicos de la profesión o arte de aquel, ocupa el centro del coronamiento. Véase F. Pacheco, Libro de Descripción de Verdaderos Retratos (1985), pp. 24-43, y Bassegoda, «Cuestiones de iconografía en el Libro de los retratos» (1991). 20
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puesto, no faltan los escudos, la mayoría alardeando de orígenes nobles. Frente a muchos de los retratos autoriales de la época -los de Pedro Mexía, Juan de la Cueva, Juan de Quirós, Lope de Vega, Góngora, Quevedo y de tantos otros-, el del escritor sevillano ocupa prácticamente todo el espacio y su efigie, que resalta sin impedimento alguno, absorbe la atención del observador. El artista -siguiendo las indicaciones del retratado, sin duda alguna- ha buscado y conseguido ofrecer la imagen que Alemán quería dejar de sí a sus lectores, a los de entonces y a los de ahora. Pedro Perret, como otros pintores de retratos de la época, «sabe que no debe presentar a su modelo de cualquier modo, como si lo hubiera sorprendido en el acaso de su intimidad [...], sino que lo ha de rodear de todos los datos necesarios para que se sepa su posición social en la sociedad. Italianos y flamencos recurren con frecuencia al emblema o a la alegoría [...] para indicarnos que este es un guerrero, ese un artista, aquel un enamorado...» 21 . Mateo Alemán lo conservó y lo llevó siempre consigo, pues en México vuelve a colocarlo en los comienzos de sus obras allí publicadas. Unas veces -las menos- empleó el grabado en cobre y otras -las másen madera; y esto desde que Perret se lo hizo, porque a partir de las primeras ediciones del Guzmán sus libros reproducen este retrato: la edición de Várez de Castro (Madrid, 1599), el de cobre; mientras que la de los herederos de Juan Iñiguez de Lequerica (Madrid, 1600) y la de Juan de León (Sevilla, 1602) se valen de la xilografía, que - c o m o queda dicho- era una copia mediocre del original de cobre. Son, justamente, estas tres ediciones, de entre otras más que se hicieron en los primeros años, las consideradas por la crítica especializada como textos fiables, corregidos e impresos bajo la vigilancia del autor, que demostró, a lo largo de su vida, un gran interés por los trabajos tipográficos. Alemán se preocupó de dejar bien claro que las obras que llevaban su retrato habían salido de su propia pluma y, cuando menos, se publicaban con su consentimiento; de este modo, la presencia del grabado aseguraba a los lectores la fiabilidad del texto, la garantía de que no era espurio ni se trataba de una edición fraudulenta. Foulché-Delbosc, que se cuidó de identificar la procedencia de los no pocos Guzmanes aparecidos en los primeros años, avisó a la crítica de que solo las ediciones que llevaran el retrato eran fiables, tenían la garantía de que habían pasado la revisión del autor y salían con su permiso. Las dos primeras ediciones de San Antonio de Padua (Sevilla, 1604 y 1605) usan el
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Gallego, Visión y símbolos en la pintura española (1984), p. 218.
L o s retratos de M a t e o A l e m á n
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grabado en madera (las dos siguientes de este libro se difunden sin retrato), y de las dos obras aparecidas en México, la Ortografía reproduce también el grabado en madera, mientras que en los Sucesos vuelve a utilizarse el de cobre 22 . Así pues, frente a otros autores -referencia especial hay que hacer en este caso de L o p e de Vega, que fue cambiando de retrato al paso de la evolución de su obra y al transcurso de los años-, Alemán, como si pretendiera grabar en la memoria del lector su imagen, repitió siempre la misma a lo largo de los catorce años que van desde la aparición del Guzmán (1599) hasta la de los Sucesos (1613), su última obra. L o más que hizo fue retocar el grabado original para adaptarlo a la realidad ineludible de las huellas que sus sesenta y seis años iban dejando en su rostro. Escribía Tomás Navarro Tomás: Alemán pasó en México los cinco o seis últimos años de su vida. Acaso en este tiempo su semblante y figura no correspondían ya exactamente al retrato que se ve al frente de la Ortografía. Este dibujo, cuyo molde había conservado Alemán con cierta predilección, es el mismo que había aparecido anteriormente en otras publicaciones del autor, desde la primera parte del Guzmán, y que con ligeras huellas de arrugas en la frente y ojos se repetía en los Sucesos, 16 1 323. N o es nada excepcional que el escritor se presente tan elegantemente vestido en el grabado que le hizo Perret; era lo esperable. L o s autores estampaban sus retratos en sus obras con el deseo de ennoblecer su persona; cedían a la avidez de inmortalidad, se esforzaban en perpetuarse en la memoria de las gentes junto a la valoración popular de sus escritos. Necesitaban señalarse públicamente con una marca propia, reconocible en su singularidad por todos los lectores. Aseguraban de este m o d o su prestigio, y «el retrato se convertía así en instrumento de autoafirmación y propaganda» 2 4 . D e cualquier forma, el retrato de Mateo Alemán se puede contar entre los más modernos de su tiempo frente a la mayoría de los que se habían hecho a lo largo del siglo xvi, y todavía, en no pocos casos, se seguían haciendo. L o más nuevo entonces era la reproducción del personaje de medio cuerpo y con un libro, o un manuscrito - p o r lo gene22 Véase Foulché-Delbosc, «Bibliographie» (1918), p. 556, y, entre otros, Micó, «M. Alemán y el Guzmán: la novela a pie de imprenta» (2000), p. 153; Rodríguez Mansilla, « " C o m o es uso y costumbre"» (2008), p. 286. 23 Navarro Tomás, « L a Ortografía de Mateo Alemán» (1950), p. XV. 24 G ó m e z Canseco, «El rostro en las letras» (2012), p. 57.
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M a t e o A l e m á n / La obra completa
ral arrollado- en la mano, tal como el mismo Perret personificó al doctor Cristóbal Pérez de Herrera. Su novedad se debía, también, a «la suma de elementos alrededor de su figura [que] nos sitúa más allá de la tradición en torno al retrato de autor que ya existía en España» 25 . Desde mediados de esa centuria, la utilización del grabado en cobre hizo evolucionar, de manera llamativa, los retratos, que ganan, ejecutados con esa técnica, en su aspecto referencial, con exornos abundantes, al tiempo que se perfila con más precisión su imagen; pero esta suma de variados elementos le resta protagonismo al personaje representado, pues el observador puede distraerse, fácilmente, con la acumulación de tantos aderezos. En el caso del retrato de Alemán, sin embargo, los elementos que acompañan su figura son mínimos, pero de una gran densidad significativa; su imagen, al estar muy perfilada, gana en precisión y acentúa su apariencia individual. La tendencia general a la complejidad compositiva que ponía de moda el grabado en cobre está reducida en el del autor sevillano 26 . El plano concede el máximo espacio a su figura, aunque queda suficiente lugar para los pocos ornatos que la acompañan.
U N RETRATO «DESAFIANTE» E L BLASÓN FAMILIAR: Á G U I L A BICÉFALA ALEMANA Y LEÓN CASTELLANO
Esto no quiere decir, en modo alguno, que el retrato de Alemán tenga una lectura sencilla. Al contrario, según lo ve la crítica contemporánea, es una composición compleja, que necesita de la atención crítica y concentrada del lector. Se trata, en palabras de Márquez Villanueva, de un «retrato jeroglífico» y «desafiante» con el que el escritor sevillano intenta desmarcarse de la tradición literaria previa también a través de su retrato, distinto de lo tradicional en su tiempo 27 ; y en opinión de Cavillac, «su factura resulta enigmática por estar preñada de crípticas sugerencias» 28 . Frente a la lectura mucho más transparente, a pesar de la acumulación de elementos que acompañan al personaje, de la emblemática de la mayoría de los retratos de la época, el grabado de AleRodríguez Mansilla, «"Como es uso y costumbre"» (2008), p. 288. Cf. Civil, «De l'image au texte: portrait de l'auteur» (1992), p. 51. 27 «Sobre el lanzamiento y recepción del Guzmán» (1990), pp. 251-252, y «La interacción Alemán-Cervantes» (1995), p. 250. 28 «Bajo el signo de San Juan Bautista» (2010), p. 143. 25 26
Los retratos de Mateo Alemán
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mán, aunque está aligerado de estos ingredientes, contiene un simbolismo muy complejo. En la parte superior de la imagen, a la izquierda, aparece un escudo y, a la derecha, la alegoría de la araña y la culebra. El gesto del personaje señala esta alegoría al observador/lector, para que no se distraiga en cuestiones de menor cuantía. Ni siquiera en el blasón familiar que se reproduce. Pero ahí está también para que no se olvide. A la izquierda, pues, enmarcado en un óvalo con volutas, luce un escudo de gola que contiene, sobre campo de plata, un águila bicéfala, que, a la vez, soporta en su centro otro blasón menor con león rampante. Sobre el escudo, el timbre se compone de yelmo coronado con cimera que repite el águila bicéfala; del yelmo salen los tenantes que abrazan todo el escudo. La versión del grabado en madera es más sencilla: presenta el escudo sin el óvalo, si bien los tenantes son algo más vistosos. El blasón con el águila bicéfala, según indica Cros, «es efectivamente el de numerosas familias de Alemán o Alemany, si hay que dar crédito al Nobiliario español de Julio de Atienza: "Alemán (véase Alemany)... Otros traen en campo de plata un águila de sable explayado, con el pecho cargado de un escudete de gulas, con un león rampante, de su color natural..."» 29 . Los escudos nobiliarios eran frecuentes en esta clase de retratos; con ellos el personaje lucía la honorabilidad de su estirpe. Uno de los retratos más repetidos en las ediciones de Lope de Vega, entre 1602 y 1613, que lo representa muy elegante en adornado marco ovalado, luce en la parte baja un blasón con diecinueve castillos que por el apellido Carpió se atribuyó30. El caso de Alemán no se puede despachar con solo la descripción de este escudo con el que pretendía presentarse a los lectores como miembro de una vieja familia ennoblecida por sus ascendientes y de apellido honorable. El escritor sevillano se inventa, en su San Antoniounos antecedentes familiares nobles que tienen como primera y principal referencia a «un caballero llamado Enrique Alemán», que había nacido en la ciudad de Bon, a orillas del Rin, y que se había sumado a los nobles extranjeros que desembarcaron en Cascais para unirse a las huestes del rey Alfonso Henrique en la conquista de Lis-
29 «La mise en scène du sujet culturel» (1995), p. 85 (trad, nuestra). Véase García Garrafa, Enciclopedia Heráldica (1955), tomo 6, blasón 982, p. 8. 30 Lafuente Ferrari, Los retratos de Lope de Vega (1935), pp. 60-62. 31 Libro I, 3, pp. 169-171.
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boa ocupada por los musulmanes (1147)32. El tal Enrique Alemán destacó por sus valiosos servicios y sus virtudes cristianas. Además, desde los años de Carlos V, el prestigio del apellido Alemán se había consolidado y estaba muy bien visto con la llegada a Castilla de los teutones que acompañaron al emperador. Parece claro que el autor del Picaro puso todo su empeño en dignificar su nombre, pero no lo consiguió. Rodríguez Marín, en 1907, escribió a propósito de nuestro retrato: El escudo de la izquierda no parece de blasón alguno de Alemán, que entiendo que no lo tenía, sino cosa que él inventó para su retrato, por mayor adorno de la estampa y mejor gala de su persona. Pues se llamaba Alemán
y era español, la cosa pasábase de sencilla: plantó el
águila alemana, de dos cabezas, cogiendo todo el escudo, y en el centro, en otro escudito interior, puso el león castellano 33 .
Alemán sintió toda su vida el peso de su ascendencia infectada, sobre la que hoy ya no hay mucha discusión. Una extensa y bien apoyada bibliografía -baste recordar los estudios de Francisco Márquez Villanueva- debería haber dejado ya bien zanjada la cuestión. Y por si faltara algo, la documentación reunida y publicada, en los últimos años, por Juan Gil sobre el escritor sevillano y sus antecedentes judeoconversos, en su monumental obra Los conversos y la Inquisición sevillana34, parece que nos eximiría de cualquier otra explicación. Baste con recordar la desgraciada historia de uno de sus más destacados antepasados en línea directa, «Alemán Pocasangre, el de los muchos hijos Alemanes», que era un personaje de peso en la Sevilla de finales del siglo xv (mayordomo del Concejo de la ciudad, guarda de la Casa de la Moneda, jurado y un despierto comerciante buscavidas). Sus orígenes manchados son incuestionables. El tal Juan Alemán Pocasangre figura en una Relación de la junta y conjuración que hicieron en Sevilla
32 Véase Cavillac, «San Antonio de Padua y la "novela familiar"», en «Guzmán de Alfaracbe» y la novela moderna (2010), pp. 28-30. Cavillac rebaja, y no poco, la importancia de los orígenes manchados de Alemán y su repercusión en su escritura: «Sea lo que fuere, tampoco convendría sobrevalorar ese tema de la "limpieza de sangre" que, al igual que el socorrido tridentinismo alemaniano, solo sirve en general para soslayar o minimizar la dramática modernidad de la Atalaya» (p. 34). Para una discusión de la interpretación de las palabras «Enrique Alemán», debe tenerse en cuenta lo escrito por Marc Vitse en su «Introducción» al San Antonio, pp. 76-77.
Discursos, n. 63, cit. por Foulché-Delbosc, «Bibliographie» (1918), p. 554. Gil, «El establecimiento de la Inquisición en Sevilla» (1988), y Los conversos, I, p. 105, y III, pp. 211-219 (en especial, 215-217). Véase también Makiyama, «Mateo Alemán y los problemas del linaje» (1993). 33
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Los retratos de Mateo Alemán
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los judíos conversos contra los inquisidores que vinieron a fundar y establecer el Santo Oficio de la Inquisición. Asociado a un venticuatro, un tal Tomás Jaén «El manco», terminó perdiendo un largo pleito como arrendador de los propios del municipio -como se ve, los proyectos y las empresas mercantiles de Mateo Alemán tienen también orígenes familiares- a pesar de los escritos y órdenes que llegan de la misma reina Isabel, que, al parecer, lo tenía en buena consideración, su patrimonio fue subastado públicamente y su vida terminó en la hoguera inquisitorial (1497)35. Desde entonces, la familia Alemán, para su desdicha, va apareciendo a lo largo del Quinientos en las relaciones de cristianos nuevos y en los papeles de la Inquisición. «Todos los rasgos característicos de esta clase social -escribe Antonio Domínguez Ortiz, refiriéndose a "los conversos de estirpe hebraica"- se encuentran reunidos en el famoso novelista sevillano Mateo Alemán»36. A nuestro parecer, su casta maculada fue una obsesión para el autor del Guzmán, que hizo un esfuerzo sin descanso por camuflarla, pero sin grandes logros ni muchas satisfacciones. Los testimonios son meridianos: su frustración al no poder recibir, luego de años de estudio, el título de licenciado en medicina en la Universidad de Alcalá y, en consecuencia, no poder ejercer la profesión que había nacido con el padre, en el seno familiar y en él se había fomentado; el fracasado primer intento de viajar a Perú (1581-1582) a causa del permiso denegado -según piensan algunos estudiosos- por las autoridades, tan vigilantes del linaje de los que pretendían pasar a las Américas, a pesar de las declaraciones que hizo de «limpia generación» y de contar con los testimonios de apoyo de quienes conocían a sus familiares37. Por mucho que él mismo lo dijera: «yo y los dichos míos padres y mis abuelos hemos sido y somos cristianos viejos y de buena y limpia generación, y no de casta de judíos ni moros, ni herejes ni de los nuevamente convertidos a nuestra santa fe católica», y por más que ocultara en estos documentos el apellido de la madre: «soy hijo legítimo del doctor Hernando Alemán y de doña Juana, su mujer, mis padres» (15 de marzo de 35 Véase, entre otros, Cascales Ramos, La Inquisición en Andalucía (1986), pp. 3653 ydocs. 13-17. 36 Orto y ocaso de Sevilla (1974), p. 99. 37 Para otros alemanistas, el intento de marchar a Perú, en 1582, para buscarse la vida como mercader, no se frustró porque no se le concediera el permiso de viajar, sino porque le retuvo en España el hecho de obtener, por aquellas fechas, un puesto digno en la Administración Real. De cualquier forma, las razones por las que no pasó a las Indias siguen siendo desconocidas. Para los años 1582-1583, véase la «Cronología», infra pp. L X X X V I I - X C , con bibliografía al respecto.
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Mateo Alemán / La obra completa
1582); o lo sustituyera por otro de familias no notadas, apellidándose Mateo Alemán de Ayala (como en los papeles que presentó en 1607), porque el de Ñero o Henero - e n palabras de Rodríguez Marín- «olía a judíos a cien leguas», fue imposible escapar de los «calumniadores», gente de «oscura sangre», que le recordaban, cada dos por tres, su ascendencia marcada por el origen familiar38. En aquella sociedad los nombres de familias infectadas, de estirpes notadas (por muy lejano que estuviera su origen), eran cuidadosa e insistentemente mencionados en los libros verdes y los sambenitos, y divulgados por la tradición oral, de manera que se hacía imposible escapar de esa herencia del pasado, que parecía estar grabada a sangre y fuego. Ante esta insoslayable realidad de la falta de limpieza de sangre que perseguía a Mateo Alemán, algunos de sus contemporáneos se ensañaron con él, y una vez más hay que referirse al enigmático López de Ubeda, quien, a la caricatura que hizo de su figura y etopeya, añadió la burla de sus orígenes inconfesables, tachándolo de «perro ladrador (que el perro símbolo fue de la murmuración por el ladrar, como de la lisonja por el lamer)»39. Y ya se sabe que perro era el nombre con el que se llamaba, por injuria, a los moros y judíos. Puesto, pues, a calumniar, el malicioso autor de La picara Justina no se muerde la lengua, y se extiende «en una retahila híbrida», ridiculizando al sevillano en su pretensión de «sabiondez» universal con un repaso a sus actividades reales en el terreno de la literatura, de la medicina y de la filosofía, y con la añadidura de otras hoy desconocidas. Escribe: «El licenciado Perlícaro, ortógrafo, músico, perspectivo, matemático, arismético, geómetra, astrónomo, gramático, poeta, retórico, dialéctico, físico, médico, flebótomo, notomista, metafísico y teólogo» 40 . Alemán esperaba a esos calumniadores, los presentía, los temía y a ellos se refiere con dureza en la Dedicatoria de su Primera parte del Picaro a don Francisco de Rojas41. 38 Véase, entre otros, Márquez Villanueva, «Sobre el lanzamiento y recepción del Guzmán» (1990), p. 558. Bien es sabido que más de u n escritor (por referirnos solo a ellos) se creó un apellido heroico y de cristiano viejo para ocultar su procedencia familiar y así facilitar las cosas. Miguel de Cervantes se añade Saavedra para emparentarse con un linaje de prestigio, y ahí q u e d ó para siempre. 39
Ed. cit. de Mañero (2012), pp. 272-273. Ibídem, p. 280. 41 Es fundamental para este asunto el estudio de M á r q u e z Villanueva, «La identidad del Perlícaro» (1984); que vuelve a tratar en «El canto de cisne de Mateo Alemán» (1994). Al mismo tiempo debe tenerse m u y en cuenta la interpretación de Cavillac, «La epístola dedicatoria a D o n Francisco de Rojas», Picaros y mercaderes (1994), pp. 240-242. 40
L o s retratos de Mateo Alemán U N RETRATO
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«JEROGLÍFICO»
E L EMBLEMA I N Q U I E T A N T E DE LA ARAÑA Y LA CULEBRA
El retrato no quiere dejar nada a la suerte del observador/lector: clavándole los ojos, Mateo Alemán conduce, con autoridad, su mirada hacia el emblema -entiéndase en su modalidad de empresa o divisa 42 que ocupa el ángulo derecho para quien lo observa, por encima de su cabeza. Michel Cavillac, en un estudio convincente, explica el sentido del gesto del escritor, que levanta el brazo derecho a la altura del pecho y alarga su índice señalando al observador, con decisión, el emblema situado por encima, a la izquierda, de Alemán, al tiempo que propone como modelo pictórico a san Juan Bautista, del que ha tomado la postura; el recurso de representar con el mismo gesto al Precursor aparece en diferentes retratos muy conocidos en la época: Q u e y o sepa, los ú n i c o s precedentes de aquel gesto s e ñ a l a d o r y anunciador, los e n c o n t r a m o s en la i c o n o g r a f í a ritual del B a u t i s t a a m e n u d o r e p r e s e n t a d o c o n u n a filacteria o u n libro abierto en la m a n o izq u i e r d a mientras señala c o n el d e d o índice d e la m a n o derecha los símb o l o s de la N u e v a Alianza 4 3 .
El emblema se muestra enmarcado en un óvalo de exteriores exornados; la imagen o pictura representa a una culebra dormida a la que se acerca, descolgándose de la rama de un arbusto, una araña. Por debajo de la imagen del emblema, colgando del óvalo, en una banda se lee este lema o mote, a modo de aforismo: ab insidiis non est prudentia. La imagen desarrrolla una fábula bien conocida: la serpiente, que simboliza en algunos emblemas de la época la cordura y la prudencia, entregada confiadamente al sueño, está amenazada de muerte por un enemigo que puede aparecer en cualquier momento 44 . Ante este peligro inmi42 El emblema consta de tres elementos compositivos: la imagen, el lema o mote y el poema que desarrolla y explica el sentido de los dos componentes primeros, en especial la imagen. «Metafóricamente se llaman emblemas los versos que se subscriben a alguna pintura o talla, con que significamos algún concepto bélico, moral, amoroso o en otra manera, ayudando a declarar el intento del emblema y de su autor. Este nombre se suele confundir con el de símbolo, jeroglífico, pegma, empresa, insignia, enigma, etc.» (Tesoro). Véase Bouzy, «Ab insidiis... ou le bal emblématique du serpent et de l'araignée» (1992). El mismo Alemán habla de empresa y no de emblema al referirse al contenido de este escudo, según el texto del Guzmán que citamos líneas más abajo.
Cavillac, «Bajo el signo de San Juan Bautista» (2010), p. 144. Cf. Bouzy, «Ab insidiis... ou le bal emblématique du serpent et de l'araignée» (1992), que advierte que no siempre en la emblemática de aquellos años araña y culebra 43
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nente e imprevisto, ni siquiera vale la prudencia. E s una imagen desalentadora, m u y del g u s t o del autor, y una de las m á s representativas de su pensamiento, y a q u e insiste en ella a lo largo de sus escritos. Alemán repite en efecto este mensaje estremecedor, con parecidas palabras, en u n o y otro Guzmán,
c o m o si quisiera q u e el lector no olvidara
la empresa y su sentido; se ha convertido en el aviso de referencia en la historia q u e está contando, la piedra angular de su enseñanza: Todo anda revuelto, todo aprisa, todo marañado. N o hallarás hombre con hombre; todos vivimos en asechanza los unos de los otros, como el gato para el ratón o la araña para la culebra, que hallándola descuidada se deja colgar de un hilo y, asiéndola de la cerviz, la aprieta fuertemente, no apartándose de ella hasta que con su ponzoña la mata. Todos y cada uno por sus fines quieren usar del engaño, contra el seguro de él, como lo declara una empresa, significada por una culebra dormida y una araña, que baja secretamente para morderla en la cerviz y matarla, cuya letra dice: « N o hay prudencia que resista al engaño». Es disparate pensar que pueda el prudente prevenir a quien le acecha45. Para J o s e p h H . Silverman - y la crítica en su totalidad lo s i g u e - la fuente de este emblema se halla en Plinio el Viejo 4 6 , y le llegó a M a t e o A l e m á n a través de la lectura de la Silva de varia lección de Pedro Mexía, al q u e tenía en gran estima. H e aquí las palabras del humanista sevillano: La araña desama y osa tener guerra con la culebra; y dice Plinio que le acaesce matar de esta manera que, viéndola durmiendo debajo del árbol donde ella se halla, se deja colgar del hilo que hace y la muerde en el cerebro; y afiérrase de tal manera, que de allí no se desase hasta que la mata con su ponzoña 47 . tenían las mismas significaciones: la araña, según constata, no aparece como símbolo de la astucia y del engaño; las referencias se hacen mayormente a su labor, la tela que teje, que viene a ser una tarea inútil. Mientras que la culebra, citada numerosas veces y presentada de variadas formas, apenas es aludida con el sentido bíblico de prudencia. Para Bouzy, «Dans ce cadre extrêmement codifié mais aussi d'une richesse inouïe, la devise alémanienne apparaît comme une image originale parce qu'ell présente un affrontement entre deux animaux détournés de leur symbolique habituelle et parce que la concision du concepto est un véritable travail d'orfèvre du verbe» (p. 67). Guzmán, p. 198; pp. 469-470. Historia natural, X , LXXIV, 206. Véase Silverman, «Plinio, Pedro Mejía y Mateo Alemán» (1969). 47 Mexía, Silva de varia lección (1989), III, 4, p. 37. Cros ha analizado la deuda con Mexía y ha señalado el alcance de esta idea en el Guzmán (Contributions à l'étude du sources, 1967b, pp. 157-164). 45
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La prudencia de la serpiente -«Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas», se lee en Mateo (10,15)- no es bastante para escapar a la asechanza de la araña que con su ponzoña mata48. El hombre, en cuanto que baja la guardia, es víctima de las emboscadas de otros hombres; de manera que, casi medio siglo antes que Hobbes, Alemán había hecho suyo el homo homini lupus de la Antigüedad 49 , ya que el mundo se presenta como perpetuo y litigioso caos, según simbólicamente viene a significar este emblema/divisa. El mundo que se vislumbra en esa alegoría es sumamente hostil, la vida está marcada por una brutalidad belicosa sin tregua; día tras día el enemigo -el hombre- intriga contra el hombre. La vida es una constante guerra cotidiana, sin escudos morales con que defenderse. N o es posible zafarse del peligro que acecha sin respiro, pues el hombre ni siquiera en la familia puede confiar: «El primero padre fue alevoso; la primera madre, mentirosa; el primer hijo, ladrón y fraticida...». Y si esto se lee en el Guzmán de 1604, antes había escrito en el San Antonio-. N o hay hombre seguro, no lo está uno de sí mismo, porque a sí mismo se engaña y miente con promesas falsas y tratos engañosos. N o lo está el padre del hijo, ni lo estuvo el santo Noé del suyo; no, el hermano del hermano, pues murió Abel a manos de Caín y lo mismo quiso hacer Esaú a Jacob, y a José lo vendieron sus hermanos 50 .
De la historia de la vida del picaro que cuenta Alemán - c o m o ya desde los preliminares pone de relieve el emblema/divisa-, ha desaparecido la relación entre el cielo y el conflictivo mundo. «Los dos planos, el mundano y celestial, discurren aparte y en continuo y recíproco contraste a lo largo de toda la narración. [...] En la vida de este picaro arquetípico, los dos planos están rígidamente separados y se alude a ellos en segmentos alternos»51. El problema, añadido, es que Dios no aparece por ningún sitio, como si se hubiera retirado de los asuntos humanos; como si no existiera. Ahí está el hombre, solo, con sus problemas, y si se distrae lo más mínimo la araña lo mata con su ponzoña. Y, además, ¿habla Alemán de su propia experiencia de la vida como lucha diaria sin respiro? Esta soledad ¿es el resultado de 48 Véase Brancaforte, «Guzmán de Alfarache»: ¿Conversión o proceso de degradación? (1980), p. 189. Cf.: «se llamó araña el enredo y engaño» (Tesoro). 49 Molho, Introducción al pensamiento picaresco (1972), p. 97. 50 San Antonio, p. 296. Véase Vitse, «Introducción», p. 57. 51 Gilman, La España de Fernando de Rojas (1978), p. 193.
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una pérdida de fe que se da simultáneamente a la contigüidad religiosa? Desde luego, es el propio Mateo Alemán quien, desde su retrato, está mostrando al espectador/lector, mirándole fijamente a los ojos, su escudo familiar (falso) y el emblema de la araña y la culebra. Así pues, la alegoría aquí desarrollada es clave para seguir la lectura del Guzmán, y también la de toda su obra. ¿También de su vida? El núcleo de la novela se halla en esta empresa diseñada cuidadosamente por él y colocada en el comienzo de la vida del Picaro, como aviso de la intencionalidad moral del libro 52 . El lector debe tomar buena nota y disponerse a descubrir el sentido profundo de la empresa que enseñorea el retrato y aprovechar el contenido docente -los consejos- de las muchas consejas que conforman el devenir diario de su personaje, lo que no siempre será cosa fácil. El autor va a obligar al lector a un continuo esfuerzo para que vaya, desde los mismos inicios de la obra, desde los preliminares, desentrañando las claves que debe interpretar, descubriendo las enseñanzas que encierra el libro. ¿ Q u é se puede hacer ante esta amenaza inquietante del mundo enemigo que el lector percibe en la imagen visualizada y se codifica en el lema de la empresa sobrecogedora? Alemán, que ha configurado con todo el cuidado del mundo su retrato, que ha dado un aviso al lector con la alegoría de la araña y la culebra, situando en el centro de la atención que toda cautela es poca, lo conduce a considerar la necesidad de la doctrina tacitista representada en el libro que sujeta con decisión con la mano izquierda y que se contrapone, en la composición, al estremecedor emblema/divisa. Los elementos que componen el retrato están interrelacionados. Primero -como queda dicho- se presenta al observador/lector el escudo familiar «deseado», inventado por él mismo, que utiliza para ocultar su origen converso; luego la araña y la culebra ejemplifican su realidad vital, por demás angustiosa: E n u n e x t r e m o - e s c r i b e S i l v e r m a n - v e m o s el e m b l e m a de la araña y la culebra, s í m b o l o de la a n g u s t i o s a s i t u a c i ó n vital. E n el o t r o , u n escud o nobiliario f a l s o [ . . . ] p a r a encubrir su linaje j u d a i c o . E n un e x t r e m o , la realidad d o l o r o s a y s o f o c a n t e de su vida y en el o t r o , el inalcanzable s u e ñ o , la mítica sangre limpia, la f a m a , la h o n r a , la o p i n i ó n . D e las cenizas de esta guerra fratricida entre s u e ñ o y realidad, materias p r i m a s de su arte, salió cual ave fénix la g r a n d e z a literaria de su Guzmán
de
Alfaracbe 52 Véase Maldonado de Guevara, «La teoría de los géneros literarios» (1952), III, pp. 300-303. 53 «Plinio, Pedro Mejía y Mateo Alemán» (1969), pp. 37-38.
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H a llegado el momento en que el lector debe dirigir su mirada al libro que guarda la filosofía de Tácito. Y el mensaje es que ese libro, la doctrina que contiene, es lo único que puede valer ante el peligro que acecha al hombre. La composición del retrato está perfectamente pensada y acertadamente ejecutada.
U N LIBRO. C O R N E L I O TÁCITO
En efecto, Mateo Alemán en su mano izquierda tiene un libro, cerrado con dos broches, en cuyo canto se lee « C O R . TA», que Foulché-Delbosc, con mucho acierto, interpretó como «Cornelio Tácito», desechando otras sugerencias insostenibles 54 . En realidad, puede muy bien tratarse de los Discorsi sopra C. Tácito, obra de Scipione Ammirato, muy difundida en España desde 1594, y que debió de ser de lectura frecuente (y preferida) del escritor sevillano 55 . El volumen, de pie, está colocado sobre unos cuadernos manuscritos - c o m o interpretan algunos-, o mejor - c o m o opinan otros- sobre un escritorio o bufete, que ha aprovechado el artista - e n la versión en cobre- para colocar su nombre y datar su obra: «P. Perret scalp. Re: fe. 99»; mientras que en la xilografía deja en blanco esta parte del retrato, sustituyendo estos datos por una Y. «En la versión en madera del retrato (la más utilizada a partir de 1600), se incluía -casi a guisa de firma- una discreta " Y pitagórica", posible inicial, igualmente, de Yoannes»56. Conviene recordar aquí lo que sobre esta letra escribió el mismo Alemán: Su inventor fue Pitágoras, famosísimo filósofo, enseñándonos en ella un ejemplo de la vida humana. Por el pie o mástil derecho, sobre que fabrican los dos brazos, quiso advertir de nuestra edad primera, incierta y sin elección, que no declina más a una que a otra parte; de cuya superioridad se dividen dos caminos, el uno angosto a la mano derecha, y el otro ancho a la izquierda, diciendo, en su ley de buena razón, lo que nos predica hoy el santo Evangelio: «Angosto es el camino por donde habernos de ir a gozar de la vida, ancho el que nos lleva con deleites a la perdición» 57 .
Si la intención, en parte, era dejar testimonio -como propone Michel Cavillac, entre otras atinadas lecturas que hace del retrato- de la deuda 54 55 56
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«Bibliographie» (1918), pp. 555-556. Cavillac, Picaros y mercaderes (1994), p. 384. Cavillac, «Bajo el signo de San Juan Bautista» (2010), p. 144. Ortografía, p. 437.
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del autor del Guzmán para con el Precursor, tanto en determinados aspectos de su filosofía como en la configuración de la imagen que se diseña el propio Alemán, a ella debe sumarse la significación didáctica que la «Y pitagórica» lleva consigo y que él mismo expuso, como hemos visto. De esta manera insiste en el contenido aleccionador de su obra y ofrece otra clave más de su fondo ideológico y moral, porque quiere dejar claro, en el pórtico de su libro y por distintos caminos, que el arte -y, por consiguiente, la novela realista moderna, a cuya creación tanto contribuyódebe colocarse al servicio de la virtud moral, situándose, sin titubeos, en la línea laica que le ofrecía Cornelio Tácito (Roma, c. 55- c. 120). Iba Alemán camino de los cincuenta y dos años cuando, en 1599, apareció la Primera parte del Guzmán de Alfarache. Para los grandes círculos de escritores que dominaban la literatura de aquellos años, tanto en la corte como en el concurrido parnaso sevillano, Mateo Alemán era casi un desconocido; apenas había escrito cuatro cosas hasta entonces, y siempre para un grupo intelectual muy reducido. Comienza, por entonces, el traslado de Madrid a Sevilla, donde termina asentándose a partir de 1602. Y cuando se presenta en la capital andaluza (con la que nunca, desde luego, había perdido la relación) lo hace solo, sin referentes a círculo alguno sevillano. Era consciente de esa soledad en medio de la intelectualidad de la ciudad andaluza, que lo consideraba como un advenedizo sin pasado, aunque él tenía, con absoluta decisión, la mirada puesta en el futuro: «Alemán representa - a ú n más que Lope- el individualismo radical de una nueva cultura»58. Ahora bien, era una soledad compartida con el grupúsculo de amigos que había dejado en la corte, unidos en el empeño de llevar a cabo un programa de vida moderno, de clara adscripción laica. Estos intelectuales tenían el tacitismo como soporte doctrinal sobre el que basar el comportamiento del hombre en aquella sociedad española deprimida por una profunda crisis moral y económica. De ese pequeño grupo emanaba su fuerza, y la incorporación del libro sobre la doctrina de Tácito en su retrato daba señas de identidad de su personalidad y de su ubicación, a conciencia, intelectual y ética en el mundo en que vivía. Y no puede olvidarse que por aquel tiempo el intelecto y el conocimiento científico tenían absoluta primacía en la consideración de la sociedad más preparada de Europa. Con enfoques y matices diferentes, los alemanistas han avalado la singularidad de este círculo minoritario, consolidado en la lealtad al
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Véase Gómez Canseco, «El rostro en las letras» (2012), pp. 68 y 70-71.
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movimiento intelectual que apoyaba y divulgaba la doctrina tacitista, en la que los «repúblicos» pretendían conciliar la moral cristiana con la finalidad pragmática. El emblema/enseña de la araña y la culebra y el libro que expone el pensamiento de Tácito ilustran al lector sobre la conveniencia de acogerse al prudencialismo que expone esta doctrina59. El laicismo del Guzmán, desde esta óptica, es irrefutable. De esta manera, el tacitismo se convierte en la gran clave para desentrañar el sentido de la totalidad de la historia del Picaro y, también, de buena parte del resto de su obra: Si se busca, pues, una gran etiqueta para la totalidad del de Alfarache
Guzmán
ésta se hallará en el racionalismo «político» y tacitista de
los reformadores sociales del momento, y no en nada de orden ascético ni tridentino. El admirable emblema se propone reconocer la más profunda deuda de la obra, responde con toda exactitud a su encuadre histórico-intelectual y basta para cerrar el paso a muchos posibles interrogantes. Si ni Mateo Alemán ni sus amigos entran en el terreno religioso no se deberá a ninguna hipocresía, sino al hecho de que su c o mún orientación filosófica tendía precisamente a separar la religión de la ética y de la política. [ . . . ] Los tacitistas y «políticos» [ . . . ] eran básicamente moralistas, pero bajo inspiración de un naturalismo maquiavélico inconciliable con lo tridentino 60 .
Son, justamente, sus amigos del grupo madrileño, minúsculo pero formado por gente bien avenida y sólidamente preparada, quienes acompañan a Mateo Alemán en su aventura editorial. Entre ellos sobresalen Alonso de Barros, autor de una Philosophía cortesana y moralizada (1587), y Hernando de Soto, que publicó sus Emblemas moralizados (1599). Alonso de Barros redacta el «Elogio», en cuyas páginas justifica la obra y avala la preparación de su amigo para escribirla, al tiempo que da la noticia de que tuvo que dejar sus trabajos en la administración real, ya que «se hallaba violentado, pues se volvió a su primero ejercicio, de cuya continuación y vigilias nos ha formado este li-
Cavillac, «Bajo el signo de San Juan Bautista» (2010), p. 143. Márquez Villanueva, «Sobre el lanzamiento y recepción del Guzmán» (1999), pp. 562-563. Sobre la oposición «tridentino / tacitista» que plantea Márquez Villanueva, algunos estudiosos -entre ellos, Henri Guerreiro, según me recuerda Marc Vitseobjetan que es una oposición falseada, ya que lo religioso está en el trasfondo de todas partes; así que no se oponen, sino que se articulan sin excluirse ni separarse. Para esta problemática cuestión, tratada desde ópticas bien distintas por los críticos, cf. lo expuesto por Niemeyer, «Del deseo de contar a la confesión general», en su estudio «De un desechado picaro un admitido cortesano», vol. III de esta O. C., pp. XLVIII-L. 59 60
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bro y mezclado en él con suavísima consonancia lo deleitoso y lo útil»61. Por su parte, Hernando de Soto, que también era contador, le dedica unas redondillas en las que ilustra al lector sobre cómo hay que leer y entender el libro del Picaro. A estos se suman otros intelectuales que se manifiestan en la misma línea ideológica: el doctor Cristóbal Pérez de Herrera, que escribió el Discurso de amparo de los legítimos pobres (1598) - u n a de las obras más significativas del proyecto burgués, apoyado en el racionalismo, para eliminar, o al menos reducir, el pauperismo extendido por el país- y Proverbios morales y consejos cristianos muy provechosos para concierto y consejo de la vida, adornados de lugares y textos de las divinas y humanas letras; y enigmas filosóficas, naturales y morales (1618), y cruzó con él epístolas en las que trataban de cuestiones muy problemáticas en aquellos años, como la mendicidad, que tanto les interesaba y preocupaba a ambos; y Francisco Vallés, también médico, autor de las Cartas familiares de moralidad (1603). Los títulos de estas obras hablan por sí solos de la doctrina política de marcado programa ético para la sociedad, de acuerdo con el tacitismo que profesan, una doctrina con la que estos intelectuales se situaban en el camino de los pre-ilustrados europeos. Y no debe pasarse por alto que en el grupo hay varios médicos, y que Alemán dedicó unos años de su vida al estudio de la medicina, aunque no lograra su licenciatura por razones no claras. Pues bien, el pensamiento médico español del siglo xvi consiguió gran prestigio y contribuyó, de forma muy sólida, a la difusión del fisicismo en una parte de los intelectuales de entonces, entre los que se contaban no pocos conversos. Estos intelectuales, desentendiéndose de todo lo que consideraban «sueños de teólogos», crearon un vigoroso movimiento filosófico, por supuesto disidente y clandestino, que impuso en España el conocimiento basado en el racionalismo, luego ampliamente desarrollado en la Europa de la Ilustración 62 . Alemán se encuentra cómodo en este grupo, se siente uno más entre ellos, y contribuye a la reflexión sobre cuestiones sociales y a su difusión con las cartas a Pérez de Herrera, ya citadas, y con el prólogo que escribió para los Proverbios morales de Alonso de Barros (1598). Aplaude su libro, reconoce el valor de su trabajo, que, como los buenos maestros, a sus jóvenes discípulos «les dan doctrina mediante la cual, haciéndose inmortales a los hombres en esta vida gozan después de la eterna: en breve compendio cifrado y -si decirse puede- sacado 61 62
Guzmán, p. 36. Véase Márquez Villanueva, «"Nascer e morir como bestias"» (2006), pp. 220-224.
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por alambique, te ofrece aquí, lector, la quintaesencia de la ética, política, económica, recogiendo las flores de mayor olor y mejor vista, consejos y sentencias de grandísimos filósofos griegos y latinos»63. Haciéndolo partícipe del mismo programa ideológico, el Alférez Luis de Valdés -¿alter ego de Alemán?-, elogia la Segunda Parte del Guzmán echando mano de idénticos términos: «es una escuela de fina política, ética y económica, gustosa y clara, para que como tal apetecida la busquen y lean»64. Estos eran los amigos más cercanos; había, además, una parte de la intelectualidad española -siempre minoritaria, y en la que ellos se contaban- muy preocupada por la «razón de Estado» vinculada al tacitismo, que, como solución a los problemas económicos y sociales, ofrecía el modelo del funcionamiento ya en práctica en Venecia, basado en una economía urbana y dinámica, con el concurso de gente emprendedora, procedente de la clase media en alianza con la alta burguesía y la nobleza activa. En España, la implantación de la «razón de Estado», emprendida con el beneplácito de Felipe II, tuvo en los jesuítas un gran apoyo, por la dimensión pedagógica que sus colegios estaban imponiendo65. Esta minoría con la que se siente arropado Mateo Alemán no ha salido de pronto ni de la nada en la intelectualidad española de finales del Quinientos; cuenta con referentes de mucho prestigio que, décadas antes, habían valorado ya la obra de Tácito. Quizá sea Luis Vives (1492-1540) el primer humanista, de entre los grandes, que abrió las puertas del tacitismo a los españoles. Importado a la Península en el siglo xvi, cuando ya se conocía y se divulgaba en Europa desde la centuria anterior (la primera traducción de los Anales data de 1470), fue acogido por humanistas de mucho relieve en aquel gran período renacentista, como Benito Arias Montano, y algún que otro político de bastante peso, como Antonio Pérez, que conocía la obra del historiador romano. Ayudaron a su difusión, y no poco, Andrés Alciato (1492-1550) y Justo Lipsio (1547-1606); el primero con los Emblemas (Milán, 1522)66, y el segundo -que desde 1595 ejercía de historiógrafo 63 Vuelve a manifestar el mismo programa moral en el «Elogio» de la Vida de Ignacio de Loyola, infra, pp. 44-45. 64 Guzmán II, «Elogio», p. 384. 65 Cavillac, Picaros y mercaderes (1994), pp. 384-387. 66 La primera traducción castellana, de Bernardino Daza, apareció en Lyon, 1549. La emblemática tuvo una acogida notable en el Siglo de Oro; basta con citar a Arias Montano, Covarrubias Orozco y Saavedra Fajardo. «La obra de Alciato, con su estilo sentencioso, conciso, con su apelación a resortes psicológicos autónomos, venía a cons-
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de Felipe II y no mantuvo buenas relaciones con la Inquisición española-, con sus traducciones comentadas y sus escritos claramente inspirados en Tácito, que, en algunos casos, sufrieron los recortes de la censura67. Lipsio fue, para un grupo de intelectuales españoles, un referente sólido y su admiración gravitó, indirectamente, hacia el historiador latino. N o en balde ostentaba el título de «restaurador de Tácito». De manera que su reputación como gran estudioso en este campo, el reconocimiento de la obra de Alciato y la divulgación de la traducción de los escritos del historiador romano por Europa - y por la Península- facilitaron la introducción del tacitismo en España. Pero mientras que su obra se tradujo y difundió en parte del continente en los primeros años del incipiente Humanismo, en la Península no apareció la primera edición en castellano hasta 1613. Había cierto temor a difundir la obra de Tácito; ya era bastante que se leyera en los pequeños y selectos círculos de intelectuales. Tierno Galván explica que ese complejo temor a Tácito se debe a que su popularidad, cada vez más extendida, sigue una dirección antagónica a los intereses de la Contrarreforma. La modernización que representaba lo convertía, en la consideración de la ideología oficial, en un ser impío; y, sin embargo, su doctrina se consideró clave para la conflictiva «razón de Estado» que se debatía en las minorías españolas, muy selectas pero también muy reducidas68. A todo esto hay que añadir que, en una buena parte, estos propagadores del tacitismo en la Península estaban adscritos al pensamiento y la tradición erasmistas69 que, si mantenían la «razón de Estado» dentro de una base «católica», también es cierto que la colocaban en una situación crítica ante la más exigente doctrina contrarreformista. N o parece, pues, que Mateo Alemán hiciera su primera presentación en el mundo de la literatura tan en soledad como se le quería ver en la alta sociedad sevillana del parnaso consagrado. Se había situado en un grupo intelectual muy sólido, aunque minoritario y más que conflictivo desde el punto de vista de los grandes círculos de escritotituir una preparación adecuada para el desarrollo de una línea de pensamiento que cultivará directamente el tacitismo», según escribe José A. Maravall, «La corriente doctrinal del tacitismo político en España» (1984), p. 82. 67 Lipsio, Politicorum sive civilis doctrinae libri sex (1589), trad. española: Seis libros de las políticas o doctrina civil de Justo Lipsio que sirven para el gobierno del Reino o Principado (Madrid, 1604). 68 Véase Tierno Galván, «El tacitismo en la doctrina política del Siglo de O r o español» (1971). 69 Véase Cavillac, Picaros y mercaderes (1994), pp. 387-391.
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res, seguidores del canon ortodoxo en doctrina social, en la aceptación del credo religioso romano contrarreformista y en la concepción de la literatura. A decir verdad, su círculo estaba lejos (en el espacio y en el espíritu) de los que formaban los escritores sevillanos. Alemán había apostado por otros caminos. Para los intelectuales del siglo xvi, Cornelio Tácito -que contaba entre sus maestros a Cicerón, Quintiliano, Salustio y Plinio el Viejoes modelo y mentor de prudencia política70; su ideario parte de la reflexión sobre la vida y la historia, y la virtus que preconiza reúne un conjunto de características que hacen bueno al hombre, poniendo en valor, entre otras virtudes humanas, la austeridad, la dignidad, la proximidad a la naturaleza, la apología del gozo natural de los bienes materiales sin egoísmo, el no derrochar ni atesorar, sino llevar un modo de vida mediano71 y honrado, fundado sobre la liberalidad consigo mismo y con los suyos. En realidad en esta línea está el ideal de vida de Mateo Alemán, como el de los intelectuales de su grupo tacitista, por más que él no fuera capaz de ponerlo siempre en práctica. En ese tiempo, algunos tratadistas políticos se valen de los estudios médicos de entonces para conocer los conceptos humorales del gobernante adecuado, y el carácter y el modo de ser del hombre a través de sus características fisiológicas. Y esta metodología de análisis proviene, de manera preferente, de Tácito. En sus Historias y en sus Anales, con un sentido crítico muy desarrollado y muy riguroso en el empleo de los documentos de que disponía, había dado un repaso en profundidad a la época ominosa llena de infamia que le tocó vivir, y para ello se valió de la reflexión sobre el comportamiento de los máximos responsables políticos, tratando de desenmascararlos y de mostrar los móviles que los arrastraban a sus desastrosas actuaciones; indagaba las causas y los efectos de los acontecimientos estudiando los rasgos de carácter y las pasiones de los protagonistas de la política de entonces72. Su obra, que en gran medida se interesa por el análisis moral de la sociedad y del poder, viene a ser una denuncia que se asienta en los aspectos sicológicos que descubre en sus personajes. Lo que no quiere decir que el historiador, de una fuerte personalidad reconocida, no cayera, a veces, en el subjeti70 Resumimos, en parte, de Ramírez Santacruz, El diagnóstico de la humanidad por Mateo Alemán (2005), pp. 26-30. 71 A este respecto, véase el comentario de Vitse en su San Antonio, p. 302, n. 45. Véase Guerreiro, «Medianía et mediocritas dans l'oeuvre de Mateo Alemán» (1994a). 72 Es muy útil, en este sentido, consultar - c o m o aquí se hace- la tesis doctoral de María Teresa Cid Vázquez, Tacitismo y razón de Estado en los comentarios políticos de J. A. de Lancina, Madrid, 2001.
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vismo, adobando con componentes filosóficos e ideológicos (en especial procedentes del estoicismo) sus escritos; escritos que, por otro lado, se caracterizan por un estilo cuidado y por un lenguaje acerado, en el que se aprecia una clara tendencia por la oración abreviada, condensada, que se acerca al aforismo y da rotundidad a las frases. Para el médico que fue Mateo Alemán -aunque no lograra la licenciatura por oscuras causas-, la relación de la medicina con la política a través del maquiavelismo y, sobre todo, del tacitismo, fue de suma importancia. José Antonio Maravall73 resalta cuatro elementos fundamentales en esta doctrina: la atención rigurosa al plano natural de la experiencia; el desarrollo inteligente de una técnica de la observación; el empleo frecuente del método inductivo, y la firme matización sicológica en materia política. El tacitismo guarda grandes similitudes con el empirismo, única metodología para descifrar el conocimiento del mundo en los tiempos modernos, que arrancó en aquellos años y sigue vigente hasta ahora; la relación ciencia-experiencia es inseparable, si bien estos conceptos difícilmente se daban unidos en la «ciencia» española de entonces. De aquí su modernidad. La separación radical entre razón y fe que se estaba consolidando en Europa en aquella época no arraigó, salvo excepciones muy contadas, entre los intelectuales españoles; y entre estos pocos, quienes más se acercan a la tendencia que marcará los tiempos modernos, desde entonces, están los que se habían decantado por seguir la doctrina del tacitismo. Mateo Alemán, que fue dejando en sus obras señales de su pensamiento, retazos de su autobiografía, incluso en los escritos que pueden parecer más neutros y menos apropiados para esta clase de declaraciones, deja caer en su Ortografía, en el apartado dedicado a la h, lo siguiente: «Ya los años y la verdad me dan atrevimiento a tomar la mano después de dar noticia con este libro: el que quisiere sígame, que pocos venceremos a muchos con las armas de la razón»74. Con las armas de la razón. Alemán, como sus compañeros ideológicos, estaba convencido de que el espíritu crítico era el instrumento más apropiado para conocer, y orientar, el comportamiento del hombre, en la línea que, un siglo después, reforzarían los ilustrados europeos75. En este reducido grupo de intelectuales se encuentra Alemán, y su obra debe leerse, y entenderse, con las claves interpretativas de la doc73
«La corriente doctrinal del tacitismo político en España» (1984), p. 96.
Ortografía, p. 418. Véase Cavillac, «La conversión política del galeote», en «Guzmdn de Alfarache» y la novela moderna (2010), p. 124. 75 Véase infra Ramírez Santacruz, «Mateo Alemán y la Ortografía», p. 280. 74
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trina de Tácito, visualizada en ese libro que figura, destacado, en el retrato del autor 76 . Mateo Alemán se sitúa entre los que consideraron que los vicios y torpezas que Tácito describió en sus historias no están para que el lector los siga, sino para que le sirvan de ejemplo y los evite y repudie. Claro es que se corre el peligro de que este lector, ante la calidad lograda de la descripción y la narración de anécdotas e historias -las consejas-, termine siguiendo la senda equivocada y se pierda entre los vicios que afloran en el comportamiento de los personajes. Pero para que no sea así, ahí está la doctrina tacitista y los consejos que el autor intercala en la historia del Picaro.
A D E M Á S , UN L E M A Q U E H A C E D E
EXLIBRIS
En la portada de la princeps del Guzmán (Madrid, Várez de Castro, 1599), enmarcada en solemne trazado arquitectónico se lee, ocupando toda la base del frontis, este lema: LEGENDO SIMVLQUE PERAGRANDO; esta leyenda asimismo aparece al pie de una parte de los grabados, tanto en cobre como en madera, pero no en todos. Así, en el retrato y en igual disposición, como base del mismo, se luce en la edición lisboeta de la segunda parte del Guzmán (1604) como en la edición del San Antonio. Pero en este primer texto madrileño impreso por Várez de Castro no se reproduce en el grabado en cobre; del mismo modo, en los ejemplares de la Ortografía, que usan la xilografía, según las primeras ediciones consultadas por Francisco Ramírez Santacruz para su edición aquí publicada, tampoco se recoge. Sin embargo, en el ejemplar de los Sucesos conservado en la John Cárter Brown Library (Brown University), Alemán utilizó de nuevo el grabado en cobre y, a diferencia del retrato que se reproduce en la princeps del Guzmán, a su pie figura la frase latina. Parece, por la revisión realizada - n o del todo exhaustiva, pero casi- que este es el único caso en que se da, en las ediciones antiguas de los Sucesos, la combinación completa de grabado en cobre con el lema como base. Por ahora, no sabemos a ciencia cierta qué ha podido motivar la presencia o no de este adagio, que, o bien pudo añadirse en una segunda estampación de la lámina (primero el retrato y luego el lema con los caracteres) o, por el contrario, también se pudo eliminar el lema (si es que venía en la plancha en cobre) cubriéndolo con papel y sin entintarlo, como 76 Para una parte de la crítica alemaniana, la vida del picaro se configura teniendo en cuenta el modelo positivo que ofrece la filosofía política de Tácito y la interpretación que de ella hace Lipsio; ver Darnis, «"Mucho dejé de escribir, que te escribo"» (2010).
LII
Mateo Alemán / La obra completa
nos sugiere Luis Gómez Canseco. Sería el mismo Alemán - a buen seguro, mejor que los impresores- el responsable de mantenerlo o no en el retrato. Bien pudiera ser que al autor sevillano le pareciera que el retrato resultaba suficientemente acompañado con el blasón, el emblema y el libro, y trasladó este adagio a la portada de la obra, donde figuró como un exlibris. Luego, en otras obras (las menos), volvió a dejarlo en el grabado donde aparecía desde su realización por Perret, quizá porque no encontró lugar apropiado para estamparlo en las portadas. En la de la princeps, por su diseño, figuraba en el lugar apropiado para esta clase de adagios/ exlibris. Hay que tener en cuenta que en la portada de la edición de Madrid, 1600, realizada por Juan íñiguez de Lequerica, justamente ocupando también la base del marco arquitectónico, aparece otra leyenda bien diferente a la que se estampó en la princeps: FORTISSIMA BASIS TIMOR DOMINI77. ¿Se debe a una idea de Alemán o es decisión exclusiva del impresor? N o lo sabemos. Pero es bien conocido que Alemán, siempre que pudo, cuidó, y no poco, las ediciones de sus obras, lo que nos inclina a pensar que él haya sido el responsable de las dos leyendas y su colocación. Esto sin obviar lo especial de la edición madrileña de 1600. Sea lo que fuere, el lema que nos interesa viene a insistir en la atención con que se debe seguir la lectura de la vida del Picaro. La leyenda refuerza, para el lector, la prioridad del consejo en la intención de la obra. Barry W. Ife, que confiesa que no había podido localizar la fuente clásica o erudita de la máxima, señala que su interés estriba en la
77 Es un tema recurrente en las Escrituras y citado con frecuencia en numerosos textos eclesiásticos, y de una de estas fuentes debe de partir la frase. Se lee en Proverbios: «El principio de la sabiduría es el temor de Yavé / y son necios los que desprecian la sabiduría y la disciplina» (1, 7), y «El temor de Yavé es la confianza del fuerte y sus hijos en él hallarán refugio» (14, 26). Y en Salmos: «Rey: El principio de la sabiduría es temer a Yavé» (111, 110). Otras referencias en Eclesiástico (1, 11; 1, 16 ; 2, 21, etc.). Alemán recurre con cierta frecuencia a la frase bíblica y la desarrolla; así por ejemplo: San Antonio (p. 205): «Es el temor del hombre honra de Dios, y quien teme a Dios afirma en él su esperanza; y así el que le buscare no tiene otra puerta para entrar, por ser el temor fundamento de la fe, principio de sabiduría y vínculo de la oración. Es el temor freno para no pecar, espuela que pica y aguijonea los caídos a que se levanten y salgan de los pecados, y a los que corren la carrera del Señor, que no se duerman en ella y la pasen con cuidado. Tiene Dios puestos los ojos en los que le temen, porque de aquel temor nace, como de una fuente abundantísima, el amor. Y de tal manera luchan amor y temor en el alma del justo que por ello se llama bienaventurado y le da su gracia. [...] "Es el Señor firme fundamento de los que le temen"». Vitse lo relaciona con el salmo 25(24), 14: Firmamentum est Dominus timentibus eum. En otro lugar: «Nos aconseja también tener un santo temor de Dios, ya que este es fundamento de la fe, principio de sabiduría y vínculo de la oración... » (véase Vitse, p. 50). Agradezco a Ángela Morón los datos que me ha facilitado.
Los retratos de Mateo Alemán
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elección del verbo peragrare para describir el acto de leer. La frase puede traducirse: «leyendo y, al mismo tiempo, caminando [hacia la verdad]», ya que peragrare significa, en su primera acepción, 'pasar a través de tierras o territorios, discurrir de una parte a otra viajando, recorrer'; pero también pudiera ser válida la traducción «leyendo y, al mismo tiempo, penetrando con fuerza en la mente», si se usa en sentido figurado, como lo utiliza con alguna frecuencia Cicerón, «con el significado de estregar con la mente» (Cicerón fue autor muy leído y citado o, cuando menos, aprovechado por Alemán con frecuencia). «Leer, pues, es un viaje en un doble sentido: nos lleva a territorios desconocidos mediante una experiencia indirecta, y conlleva el descubrimiento de nuevos horizontes intelectuales al meter esa experiencia en el "crisol de la consideración"»78.
LEGENDO S1MVL QPERAGRANDO Fortifsima'baíís timorDotmni. Para Cros, el libro de la obra de Tácito, a la vista del broche que lo cierra, es un libro de bolsillo propio para el viaje, y justamente en esa función de lectura para el viaje se insiste, de modo manifiesto, en el adagio que ocupa el pie del grabado y el de la portada. La interpretación semiótica que hace del texto latino se conforma con la relación que establece el cierre del libro y el verbo peragrare, que puede tener una lectura desde el punto de vista literal o desde un punto de vista doblemente alegórico. El estudioso francés, dejando a un lado, por elemental, el resultado de la lectura literal, apunta a un primer nivel de lectura alegórica, de fácil interpretación; la metáfora del camino es, por tradicional, archiconocida: el camino representa la vida humana («centinela de la vida humana»). Pero Cros va más allá: J e serais cependant tenté par une autre interprétation qui impliquerait les connotations du verbe peragrare. Aller à travers les champs, ce n'est pas tant les traverser que les travailler, image du paysan qui s'affaire, sème, récolte, produit... C e sens me paraît souligné par l'articulateur simulque qui serait ici plus adversatif que temporel.
78
Ife, Lectura y ficción en el Siglo de Oro (1992), p. 95.
Mateo Alemán / L a obra completa
LIV
Q u ' y a-t-íl d'exceptionnel à lire au cours d'un v o y a g e ? N ' e s t - c e pas une activité habituelle et normale? Simulque implique tout au contraire un double versant, c'est-à-dire que l'on concilie deux éléments, deux faits, deux occupations à première vue non complémentaires. Peragrare ce serait ainsi s'activer, agir, par opposition à l'activité purement intellectuelle que représente la lecture. Legendo simulque peragrando: par la pensée et par l'action. Cette lecture s'articule avec ce que nous avons dit de la gestuelle de l'auteur: agir c'est, ici, veiller et alerter, dénoncer en prenant le risque d'être victime de la médisance 7 9 .
Estas son las propuestas más convincentes de la interpretación de este lema que, unas veces formando parte del retrato, e integrado en su densa significación global, y otras veces separado de él, han ofrecido los estudiosos en los últimos tiempos. Pero no sabemos de dónde ha tomado el adagio Mateo Alemán, ¿o es quizá de su propia cosecha? Bien pudiera. ¿ O tal vez recordaba - n o s preguntamos- aquel lema de la Tora «Ve y aprende solo», tan repetido en los textos del Talmud? Enseñaba el sabio Rabi Hilel (Masejet Shabat 31) a un converso que el gran precepto de la Tora es «amarás al prójimo como a ti mismo»; lo demás, le dijo, «ve y aprende solo». El profesor Klaus Wagner tenía un exlibris con este mismo lema: Geh hin und lerne. Contaba que procedía del siglo x v m y que se lo había regalado uno de sus primeros maestros de la Universidad de Maguncia, de familia judía. En la pictura que lo ilustra aparece -aunque algo retocada por Wagner- un joven con sombrero y armado de lanza y con la espada al cinto que camina muy ufano por el campo, bajo un cielo estrellado; en la mano derecha lleva un libro. ¿Pensó Alemán su lema recordando el adagio tan divulgado de la Tora? ¿Se trataba, inicialmente, de un exlibris para sus obras? Desde luego, el autor sevillano estaba muy preocupado en proteger sus escritos de cualquier intromisión, cambio y, no digamos, plagio. A toda costa quería garantizar su autoría. Es una suposición; pero si no utilizó el lema de su exlibris en la portada de sus obras bien pudo ser por no cargar, en exceso, ese deseo de salvaguardar su propiedad autorial. Q u i z á pensara que le bastaba con el retrato, del que extrajo, en la primera edición, el adagio latino que colocó en la portada, como queda dicho. Luego, en las otras estampaciones que le siguieron y en diferentes obras actuó de manera distinta, sin criterio fijo (que sepamos) o con un criterio que desconocemos. L o cierto es, de cualquier forma, que el lema guarda conso-
79
C r o s , « L a mise en scène du sujet cuturel» (1995), p. 89.
Los retratos de Mateo Alemán
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nancia con el sentido que preside todo el retrato: el hombre debe estar atento al mundo que lo rodea, y la lectura -la obra de doctrina tacitistale ayudará a caminar con seguridad por la vida.
II O T R O S R E T R A T O S P A R A L O S Q U E YA N O P O S Ó U N M A T E O A L E M Á N Q U E CONSERVA SU P R E S T I G I O C O N E L PASO D E L T I E M P O
Se hallan en Sevilla tres retratos más de Mateo Alemán, todos muy recientes. En la galería de retratos de Sevillanos Ilustres, formando parte del patrimonio artístico de la Universidad de Sevilla, se conserva otro retrato del autor del Picaro, obra de Manuel Cabral y Aguado [Manuel C. Bejarano], realizado antes de 1870; está catalogado como copia del retrato de Mateo Alemán que aparece en la edición del San Antonio (Sevilla, Juan de León, 1605), con la cara algo más alargada, peinado con copete y barba poco más espesa que en el original, traje negro y gola blanca e impecable. Desde luego, esta es una versión romántica y muy idealizada de Alemán, que no nos va a servir gran cosa para encontrar en ella huellas de su personalidad en los tiempos actuales80. En la Biblioteca Colombina de Sevilla se conserva otro realizado por Manuel Barrera, que -por lo que parece- reproduce del original grabado en cobre, aunque no es nada extraño que tuviera presente también el de Bejarano, que fue su maestro. El retrato presenta al escritor sevillano, en un fondo oscurecido, en el que solo se ve el busto, de medio pecho para arriba. En el cabello muy oscuro se vislumbra el reducido copete del original, al tiempo que reluce la misma frente despejada, en la que ligeramente se insinúan unas arrugas; las cejas más marcadas, poco más hundidos los ojos; la poderosa nariz, algo más agraciada; el bigote cuidado con las puntas pronunciadas, y la perilla bien recortada. La diferencia con el grabado antiguo está, sobre todo, en la mirada de Alemán: ahora dirige sus ojos a la izquierda y no al espectador, entre otras cosas porque ya no tiene nada especial que enseñarle. N o lo presiona, no lo vigila. Sigue serio -quizá, más serio- y triste. La gola algo más ancha y bien dibujada, con el mismo traje eleEs un retrato al óleo sobre lienzo, de 100 x 88 cm., sin fecha de realización. D o nado por Francisco de Miranda, en 1870, estaba en la Biblioteca de la Universidad de la calle de Laraña, de donde pasó al Rectorado, que ocupa en la actualidad la antigua Fábrica de Tabaco. 80
Mateo Alemán por Manuel Cabral y Aguado, Bejarano, Universidad de Sevilla.
1870.
Los retratos de Mateo Alemán
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gante de corte que vestía en la obra de Perret, ahora coloreado discretamente de un rojo apagado. Han desaparecido todos los elementos que llenaban el retrato de profundo y denso contenido emblemático: ni el blasón familiar, ni la alegoría de la araña y la culebra, ni el libro de la doctrina de Tácito ni, por supuesto, el adagio a modo de exlibris. En la parte baja se lee: «Mateo Alemán, autor de varias obras útiles e ingeniosas de distintos géneros. Nació en Sevilla y floreció en el reinado de Felipe segundo». Puede fecharse en la última década del Ochocientos. La Hermandad del Silencio (Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno y Santísima Cruz de Jerusalén) posee otro curioso retrato -el tercero localizado en la capital andaluza- de su antiguo hermano mayor: se le representa de cuerpo entero, con rigurosa austeridad vestido de nazareno, el rostro al descubierto, probablemente tomado del busto que se guarda en la biblioteca de Hernando Colón. Cubre la cabeza con el capirote; en el lado izquierdo del pecho luce el escudo de la cofradía y con la mano derecha sujeta el cirio. Es una imagen sobre madera, realizada por autor desconocido en 1942; forma parte de una serie de ocho imágenes que lucen en la capilla que levantó Mateo Alemán adosada a la iglesia de San Antonio Abad, sede hoy de la antigua Cofradía de Jesús Nazareno81. Este retrato de Mateo Alemán, tan alejado de su tiempo, habla del recuerdo que dejó en su hermandad este singular hermano mayor, a buen seguro el más afamado que ha tenido la cofradía sevillana. Sin prescindir del todo del retrato de Bejarano, el que se conserva en la Colombina mantiene la figura de un hombre serio, concienzudo, empeñado en sus ideas y proyectos sociales: bien podía ser el retrato de un «repúblico» seguidor convencido de las doctrinas del tacitismo de acuerdo con la minoría de intelectuales de la que formaba parte. Sin duda, además, el observador puede imaginarse a un escritor consagrado, sobre todo, por el Guzmán, de enorme difusión en la península Ibérica y por más de media Europa, traducido a varios idiomas. O también podría adivinar en ese rostro al juez visitador encargado de difíciles y poco gratificantes servicios, como los que realizó en Usagre, 81
Las cuatro imágenes más antiguas datan de 1762, levantadas con motivo de la
proclamación, bajo el reinado de Carlos III, de la Inmaculada Concepción como patrona de las Españas y de las Indias. Otras dos datan de 1864, colocadas para celebrar la proclamación del misterio de la Inmaculada Concepción; las dos más recientes - l a de Alemán y la del cardenal Francisco de Solís- las mandó hacer Luis Ibarra Osborne, en ese tiempo hermano mayor, que mostró un gran interés por reunir en el archivo la documentación sobre Mateo Alemán y su relación con la hermandad sevillana. Agradezco los datos a Manuel García Fernández, actual secretario de la Hermandad del Silencio.
Mateo Alemán por Manuel Barrera, finales de 1800. Bilbioteca Colombina de Sevilla.
Los retratos de Mateo Alemán
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Llerena, Almadén y en otros lugares. Poca cosa del comerciante que llevó siempre dentro, que lo mismo vendía una esclava que compraba unas casas para negociar con ellas; o era marchante de variadas mercaderías, como porcelanas y vajillas de plata; o ejercía de intermediario en operaciones de mayor cuantía, como cuando hizo de corredor para comprar en nombre de otro unas dehesas en Madrid o un pinar en Umbrete. Y, por supuesto, al observador no se le da pista alguna para que sospeche de los trapícheos y las deudas que lo llevaron, en más de una ocasión, a visitar la cárcel. Las marcas, las huellas del cotidiano mercantilismo que ocupaba los días y los trabajos de este impresor-negociante, reformador-mercader y teólogo-contable - c o m o lo denomina con acierto Marc Vitse- no se dejan ver, desde luego, en estos retratos del escritor sevillano82. Pero sí resalta -como decimos- la seriedad del juez y del contador que fue, y se empeñó en ser hasta sus últimos días. El alférez Luis de Valdés, en el «Elogio» con que acompaña la Segunda Parte del Guzmán, escribe que el autor «dejó de su voluntad la Casa Real, donde sirvió casi veinte años, los mejores de su edad, oficio de Contador de resultas de su Majestad el rey Felipe II»83. N o es nada gratuito suponer que, según los documentos de que se dispone - q u e no son muchos-, siempre desempeñó el cargo de manera interina, pero no por eso desprovisto de las dignidades del rango, de acuerdo con el parecer de Claudio Guillén: «Es nombrado juez de comisión del rey, puesto circunscrito por su carácter especial y temporario, pero acompañado de todas las dignidades del rango. [...] Será el cargo más importante de su existencia y su mayor encumbramiento en la vida social»84. De cualquier forma, lo desempeñó con total seriedad y, en alguna ocasión, con sumo rigor y escaso tacto, según los papeles que se han conservado de actuaciones como la que, en la primavera de 1583, protagonizó en Usagre, cuando liberó a unos presos desoyendo las disposiciones del gobernador y con la firme resistencia del alguacil, Juan de Cabañas, que dio cuenta de los hechos en la denuncia que puso al juez comisionado. El texto nos descubre a un Mateo Alemán descontrolado, de una irritabilidad desmedida y con un carácter muy ácido: el retrato de un personaje de difícil trato. La redacción de la querella que presentó Juan de Bergara, en nombre del alguacil de Usagre, no tiene desperdicio: 82
Vitse, «Introducción», p. 67. Guzmán, p. 382. Sobre el abandono de su puesto de contador, véase Cavillac, Picaros y mercaderes (1994), pp. 237-242. 84 Guillén, «Los pleitos extremeños» (1988), p. 179. 83
LX
Mateo Alemán / L a obra completa El dicho Mateo Alemán - s e lee- fue a la cárcel donde estaban los dichos presos y so color de justicia, dando a entender al carcelero que lo podía hacer, le mandó que soltase los dichos presos, y quejándose el dicho alcaide y diciendo que los tenía presos por la justicia [...], el susodicho, con mucha soberbia e ímpetu furioso, haciéndole fuerza le dijo con grande alboroto: «Quitaos de ahí. Soltadlos, que yo lo mando». Y a los presos les dijo: «Salir fuera». Y lo peor es que, estando el dicho alguacil, mi parte, tomando testimonio de la soltura que el susodicho había hecho de los dichos presos, llegó el dicho Mateo Alemán con mucha cólera y con ánimo de le maltratar, y le dijo: «¿Vos pensáis que yo no os conozco que sois un cagón majadero?». Y volviendo a dicho escribano que escribía el dicho testimonio, y le dijo: «No le dé el testimonio». Y no contento con esto arremetió al dicho mi parte, y dijo: «¡Aquí del rey, y sed preso!». Y diciéndole muchas palabras muy injuriosas y denuestos, con gran ruido y escándalo de los vecinos de la dicha villa, arremetió con él dándole favor y ayuda Francisco Martín Tejedor y Juan Veronés Gato, y le asieron por los calzones y otras partes, y le quitó la espada y la vara que traía y le puso preso en la cárcel, y pidió prisiones para le poner, y porque no las dio tan apresuradamente como se las pedía el alcaide, le puso en una cadena y al dicho mi parte en otra, y después, por más los molestar, los puso en una cadena a entrambos, y cuanto más mi parte con comedimiento le decía que se reportase, tanto más se encendía en cólera y le hacía malos tratamientos. L o cierto es que, alejado ya de España, aposentado en México, to-
davía se presenta y firma c o m o «contador Mateo Alemán, criado del rey nuestro señor», según estampó en la portada de sus últimos escritos, tanto en los Sucesos c o m o en la Oración fúnebre don fray García Guerra
a la muerte
de
(México, 1613).
ALEMÁN, DE NAZARENO. L A MEMORIA DE UN BUEN CRISTIANO ¿INTEGRADO? El retrato de Mateo Alemán de nazareno, todavía algo más alejado de su tiempo que el anterior, conduce al observador por otro camino; lo lleva a una reflexión de o t r o orden. Alemán ejerce de hermano de una cofradía de penitencia; es el Alemán creyente, ejemplar en sus devociones y prácticas religiosas, cumplidor de la doctrina de la Iglesia. E n 1723, el secretario de la hermandad, Francisco Isidoro Fernando González de Cabrera, elabora una relación de los hermanos antiguos, los que crearon la cofradía y la colocaron en el lugar en que se
L o s retratos de Mateo Alemán
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halla, destacando a los más ilustres; Alemán figura en ese registro con el número 179. Había ingresado en la cofradía en 1567, jurando el cargo de «hermano de luz» 85 el 2 de febrero. Todavía no había cumplido veinte años - s e dedicaba por entonces a los estudios de medicina en las universidades de Salamanca y Alcalá- cuando se produce su ingreso, y pronto comienza a tener responsabilidades de peso en la vida de la hermandad: participa en el traslado de la sede que ocupaba en extramuros, en el entorno del Hospital de las Cinco Llagas, frente a la puerta de la Macarena, a un modesto templo cercano a la parroquia de la Magdalena, instalándose allí provisionalmente hasta que se pudo levantar la capilla de la calle de Armas (hoy, de Alfonso X I I ) , ya propiedad de la cofradía, donde se situó definitivamente y donde sigue. Alemán fue el encargado de llevar a cabo, con excelente resultado, la mayoría de estas gestiones con las que se colocaba esta cofradía marginada en el centro de la urbe, ganando en consideración de los sevillanos y adquiriendo el prestigio que mantiene hasta la actualidad. N o es nada extraño que, ante los éxitos logrados en estos trámites, el 11 de junio de 1574 fuera nombrado «por sus méritos» - c o m o se especifica en la documentación de la cofradía- hermano mayor (cargo que desempeñó hasta 1595) y se le confiara la redacción de las nuevas reglas. Es muy probable que sobre los cofrades hubiera también pesado su prestigio de hombre bien formado en distintas universidades y de buena escritura, que ya empezaba a conocerse 86 . Años antes de estas fechas, finalizados los estudios en 1568, había vuelto a Sevilla, viviendo, en principio, con su madre hasta su casamiento, en 1571, con doña Catalina de Espinosa, cuando ya había comenzado sus trapicheos comerciales, a los que se dedicó hasta sus últimos días; incluso en los tiempos en que tuvo que atender a sus obligaciones de funcionario al servicio de la administración de Felipe II, en la judicatura y en la contaduría real. Siempre tuvo oportunidad de hacer algún negocio (o algún mal negocio). En ese inventario del siglo x v m antes citado, al referirse a él, el secretario había dejado escrito: «Curó muchos enfermos hermanos. Enseñó a cumplir los mandamientos. Hizo obras de caridad cristiana. Amparó los desvalidos de la Cárcel Real. Acompañó a muchos a bien
85 hermano de luz: 'el cofrade o hermano simple, que va en la procesión con un cirio encendido'. 86 Véase para esta etapa de la vida de Alemán en su relación con la Hermandad sevillana lo escrito por García Fernández en el estudio de presentación de su edición de la Regla (infra, pp. 53 ss.)
Mateo Alemán. A u t o r desconocido, 1942. H e r m a n d a d del Silencio de Sevilla.
Los retratos de Mateo Alemán
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morir». La relación de sus virtuosas acciones se asemeja mucho a la de una selección destacada de las obras de misericordia que el Evangelio había señalado para ser un buen cristiano 87 . Se añade con estos datos una pincelada más en el retrato integral de Mateo Alemán que estamos persiguiendo, la que nos recuerda que «detrás del contador, del intelectual y del creyente no es difícil captar la presencia de todo un hombre. De un hombre en extremo sensible al dolor humano» 88 . Este espíritu caritativo se plasma con toda claridad en las reglas de tipo religioso-canónico con carácter ascético, como corresponde a una institución de esta clase. En estos estatutos se propone a los cofrades unos ideales cristianos de oración, penitencia y obras de caridad89. Alemán, con Salvador Martín Peña y Bartolomé Sánchez, alcaldes de la devota institución, redactó la nuevas reglas y las presentó acabadas en 1578. Estas reglas, como las de todas las cofradías de entonces (y de ahora), se basan en las anteriores y se reforman para adaptarlas a los tiempos nuevos. Es en la reescritura de este documento donde se pone de manifiesto la mano (y el espíritu) de Mateo Alemán. Dentro de las referencias a las prácticas de un cristianismo que basa en la caridad al prójimo su inalienable razón de ser, lo que más llama la atención por su novedad en los nuevos estatutos es la continua preocupación por la situación de los presos de la cárcel sevillana. En más de un capítulo, al imponer al hermano infractor de las normas de conducta la sanción correspondiente, no se olvida de la vida miserable que llevaban los reclusos: «El que faltare -se refiere a seguir las instrucciones sobre la vestimenta para el Viernes Santo- pague dos libras de cera a la cofradía y dos reales irremisibles para los pobres de la cárcel sin que se le puedan moderar ni perdonar». Y en otro lugar se dispone que aquel que no asista a las vísperas de la Invención de la Cruz, que se celebra en el mes de mayo, «pague un real para los pobres de la cárcel»90. Por si no fuera suficiente con esto, las nuevas reglas se amplían al final, con seis capítulos 91 , dedicados en exclusiva al problema y a la atención de los presos. Con estas razones comienzan 87
Mateo, 25, 35-40. Vitse, «Introducción», p. 67. 89 Agradezco a Ángela María Morón Ramos su trabajo, inédito, «El Guzmán de Alfaracbe, ¿obra de un converso integrado?», que, dirigido por el profesor Christian Wentzlaff-Eggebert, presentó (mayo de 1980), en la Universidad de Colonia, estudio que aprovecho aquí. 90 Reglas, cps. 4 y 7, pp. 77 y 79. 91 Véase el «Libro I, fol. 16, anv. y rev.» de los Anales (1340-1834) de la Hermandad del Silencio, redactados por Antonio Martín de la Torre, su secretario (1964). 88
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los apartados añadidos, que llevan la marca de la más pura ortodoxia cristiana: N o solamente debemos exercitar las obras de penitencia mas aún viuir con mucho cuidado en las de caridad que es el verdadero amor de Dios, y assí quando su diuina Magestad nos dize: « Q u i vult venire post me abneget semetipsum et tolat crucem suam et sequatur me» 92 , no solo nos dize que hagamos penitencia lleuando su cruz, mas que le sigamos por el rastro hasta llegar al monte de su gloria que nos está aparejado. [...] nuestras obras serán de inestimable precio y vendrán a ser de muy poderoso efecto, dando y comunicando las mercedes que su Magestad nos reparte con los pobres de la cárcel93.
Abundando en su preocupación por los asuntos sociales de aquella España de su época, su estrecha relación con el doctor Cristóbal Pérez de Herrera puede alumbrar algo más su disposición, por demás cristiana, a practicar obras de caridad, atendiendo a los desvalidos y marginados de la fortuna, de manera especial a los mendigos, que eran legión, y tanto preocuparon a aquellos ilustrados tacitistas, según queda dicho. Entre ellos se contaban varios médicos de reconocido prestigio, como el doctor Francisco Vallés. Llevaba ya algún tiempo Alemán en Madrid domiciliado en una casa de la parroquia de San Martín, convecino de Pérez de Herrera, cuando estos intelectuales estaban dejando sobrado testimonio de su desvelo por los pobres, tema recurrente en sus obras publicadas y en los escritos que se intercambiaban, como la carta más arriba recordada, que el sevillano dirige a su amigo. Pues bien, hacia 1595-1596, este grupo de «repúblicos» funda en la parroquia de San Martín la Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús, dedicada a recoger limosnas para atender a los pobres y para curar a los enfermos menesterosos. Tiene sentido pensar que Alemán formara parte de ese proyecto social y religioso, en el que, una vez más, la caridad evangélica se convertía en el motor preferente de las actividades de aquellos hombres. Se repetía el plan de la hermandad sevillana, que tan bien conocía Alemán - y de la que acababa de dejar la responsabilidad de hermano mayor-, razón de más para no dudar de su colaboración con sus amigos y compañeros ideológicos en la fundación - o , al menos, en la marcha- de la cofradía madrileña94.
92 «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y tome su cruz y sígame» (Mateo, 16,24). 93 Reglas, «Regla de presos», cap. I, p.96. 94 Véase Cros, Mateo Alemán: introducción (1971), pp. 31-33; Cavillac, «Reformismo y picaresca», Introd. Pérez de Herrera, Amparo de pobres (1975), p. XLVIII.
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Los estatutos de la Hermandad del Silencio -volviendo a su redacción- se ocupan, con pormenores, de los entierros de los hermanos, según corresponde a este tipo de instituciones religiosas de laicos; lo mismo que se cuidan del comportamiento que debe guardar el cofrade para que sea ejemplo de vida cristiana, deteniéndose, de manera especial, en dos aspectos: la obligación de socorrer a los hermanos que estén pasando necesidades y la denuncia de aquel que viva amancebado. Sobre este peliagudo asunto 95 , he aquí lo que se lee en las reglas, y es muy probable que no nos equivoquemos si atribuimos el texto a la propia pluma de Alemán: Y porque el más cosario enemigo es nuestra carne y auiciándonos en ella tenemos concubinas con quien estamos amancebados, fuera del servicio de Nuestro Señor y contra sus diuinos mandamientos, quitando la salud a nuestras almas y la hacienda a nosotros mismos, a las pobres nuestras mugeres y hijos, abriendo puerta con este vicio a otros muchos, ordenamos y mandamos que luego que el tal pecado llegue a noticia de algún hermano y dé noticia dello a el hermano maior, y el dicho hermano maior secretamente llame al tal hermano y lo reprehenda y amoneste. Y no queriéndose aprobechar de la corrección y concejo, el dicho hermano maior lo buelua a reprehender en presencia de los dos alcaldes, poniéndole alguna pena para ello. Y si más perseuerare se dé noticia a el perlado para que lo castigue como hallare ser justicia. Y el hermano que tal supiere y lo encubriere, si se le aueriguare, pagará media libra de cera a la cofradía y un real para los pobres presos de la cárcel.
N o es fácil saber qué pretendía Mateo Alemán al implicarse tan de lleno en la vida de la Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno y Santísima Cruz de Jerusalén. De origen converso - c o m o es bien sabido, y a estos hermanos difícilmente se les ocultaría-, podría ver en esta afiliación el modo más incontestable de testimoniar su cristianismo verdadero en el que parece creer y quiere practicar. Siempre pensó que el hombre tiene todo el derecho del mundo a fijar su propio camino en la vida, dejando atrás la rémora de la herencia familiar. De más sabe que la sangre se hereda, pero también expresa con toda claridad que «quien fuere cual debe, será como tal premiado y no pagará las culpas de sus padres» 96 . Hasta en sus últimos escritos publicados estuvo reclamando 95 Alemán se refiere en algunas de sus obras, con cierta frecuencia, al amancebamiento; su sátira está presente en más de una ocasión en el Guzmán, lo mismo que en el San Antonio (véase, por ejemplo, p. 301, n. 37). 96 Guzmán, p. 47.
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-parece que con poco éxito- estos derechos a ser un hombre nuevo, como lo expresa en su Ortografía-. «También debe de tener alguna parte desta culpa que según tenemos amor - s i así puede decirse- a las cosas de nuestros progenitores, que nos parecen cosa sagrada y que no se debe tocar a ellas; de aquí nace sustentarse vejeces, alhajas y cosas viles de ningún provecho, por solo haber sido suyas» 9 7 . El lector de Mateo Alemán debe estar preparado para descubrir, incluso en los textos más aparentemente neutros, su lamentación por los problemas no solucionados. El peso de lo autobiográfico se deja sentir en toda su obra. A este propósito, escribía D o m í n g u e z Ortiz: « N o es difícil descubrir en sus escritos quejas mal encubiertas que son el eco de amargas reflexiones inspiradas en las consecuencias que para él tenía el llevar en sus venas sangre tachada de infecta» 98 . ¿ Q u é mejor salvoconducto para caminar por esta Sevilla de entonces - y de ahora- que ser hermano mayor de una cofradía de penitencia? ¿Buscaba Alemán un refugio seguro a las asechanzas de los «calumniadores», «gente de sangre oscura», que lo tachaban de «perro ladrador»? 9 9 «Teólogo» lo llama, con toda la inquina del mundo, el autor de La picara Justina. Y no anda mal encaminado, porque la formación religiosa de Alemán fue bien sólida. Basta repasar con cierto detenimiento sus obras para llegar a la conclusión de que no es fácil encontrar, en la época áurea, a un escritor laico que reúna en sus páginas más referencias a los textos sagrados y a los escritos de la patrística, y eso sin olvidar que el nivel de cultura religiosa en España, en esos tiempos - a l menos en los diferentes ámbitos de los hombres de letrasera muy elevado. Se comprende que en la Vida de san Antonio las citas tomadas de la Biblia, de la hagiografía y de leyendas sagradas aparezcan con una insistencia atosigante. Marc Vitse ha contado en sus páginas más de trescientas referencias a los textos sagrados, documentando las alusiones a pasos, sentencias, imágenes y personajes bíblicos, para llegar al convencimiento de que el autor se comporta como un verdadero escriturario, aunque, no pocas veces, reescriba con total libertad sus historias, citadas a la ligera cuando no adulteradas 100 . Estas referencias aparecen - y esto es algo frecuente en su escritura- mezcladas con 97
Ortografía, cap. IIII, p. 353. Véase la nota 4. Orto y ocaso de Sevilla (1974), p. 100. Véase Ramírez Santacruz, «Autobiografismo en Mateo Alemán» (2014a). 99 «Tomé resolución de hacerme de la Iglesia -cuenta Guzmán ya arruinado y viudo-, no más de porque con ello quedaba remediado, la comida segura y libre de mis acreedores» (Guzmán, p. 692). 100 Véase Vitse, «Introducción», p. 42. 98
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numerosas citas de los escritores clásicos, en un verdadero alarde del conocimiento de estos textos. Estaba justificado. Como en la Oración fúnebre a la muerte del arzobispo-virrey don García Guerra, que lo protegió en México, según las detalladas anotaciones de la edición de Francisco Ramírez Santacruz. El texto lo exigía. Pero es que, además, ahora sabemos con absoluta certeza, según el índice de relaciones a la Biblia que Luis Gómez Canseco ha publicado en su excelente edición del Guzmán, que esta obra, de indiscutible laicismo -desde nuestro punto de vista-, tiene algo más de cien referencias a los textos sagrados. Alemán, en el prólogo «al discreto lector», le deja bien claro que «a solo el bien común puse la proa», al tiempo que le avisa de que «No todo es de mi aljaba; mucho escogí de doctos varones y santos»; y para que no quepa duda, a continuación, echa mano de una cita tomada de un texto neotestamentario: «pues no hay cosa buena que no proceda de las manos de Dios» 101 . ¿Quiere esto decir que el Guzmán es una obra donde se pongan de manifiesto y se persigan los valores de las virtudes cristianas? Los valores de que habla Guzmán (y su autor) pertenecen al ámbito de lo moral, del comportamiento del hombre según lo propagan los intelectuales tacitistas. El apoyo a la doctrina que sostiene su obra procede de la formación sólida que estos «repúblicos» tienen, que les hace referirse a Cicerón o a Aristóteles como a los textos sagrados cristianos, que Alemán conocía bastante bien -como queda dicho-, y por eso, entre otras razones, fue recibido en la cofradía sevillana con tanta aceptación y respeto. No se puede olvidar que Alemán, como los intelectuales que conforman su reducido grupo, viene a representar, en aquella España de Felipe II, y en más de un sentido, al hombre nuevo que ya se estaba extendiendo por el continente. Este hombre nuevo prioriza, como fórmula de garantía de la unidad de las naciones y de la paz entre ellas, siguiendo la doctrina que con tanto empeño defendió Erasmo, no ya el cristianismo, que lo había sido hasta los años de la primera parte del Quinientos -tiempo en el que se produjo sin remedio la ruptura entre luteranos y Roma y se dio por definitiva la división de la Cristiandad-, sino la gran y sólida cultura que se conseguía sumando al legado de la Biblia y de los libros de la patrística el de la Antigüedad griega y latina, tesoro común de los europeos ya a mediados de aquel siglo. Es el tiempo en que el viejo continente deja de llamarse Cristiandad para reconocerse, desde entonces, como Europa. Estos intelectuales, que, en parte, representaban
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Guzmán., p. 30. La sentencia procede de la epístola de Santiago I, 17.
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el Humanismo tardío del Quinientos, saben muy bien conjugar los textos sagrados con los clásicos102. Y esto es lo que hace, con indiscutible acierto, Mateo Alemán. Ahora bien, aunque no se puede dudar de su sólido conocimiento del latín y de su amplia cultura clásica, según se deduce de los textos que en esa lengua publicó y de las traducciones que hizo de Horacio, autor que debió de leer con gusto y frecuencia, y de las referencias a otras obras de la Roma clásica (aludimos, sobre todo, a Virgilio, Ovidio, Plinio, Marcial, Séneca), lo cierto es que, como muchos de los escritores de su época, una buena parte de sus numerosas citas e informaciones procedentes de los clásicos que se acumulan en sus páginas, las toma, directamente, de las polianteas y los repertorios que tanto circularon en los tiempos áureos. En este sentido, además del manejo de algunos de los repertorios antiguos más usados en aquella época, como los Morales de Plutarco, recurre a los Apotegmas de Erasmo, y junto a la Silva de varia lección de su compatriota Pedro Mexía, Alemán echa mano, con evidente frecuencia, del libro de Juan de Aranda, Lugares comunes de conceptos, dichos y sentencias en diversas materias (Sevilla, impresa por Juan de León, 1595)103. Pero debe quedar claro que el uso de repertorios o de analectas no puede poner en cuestión su bien consolidada lectura de los clásicos y el manejo acertado de abundantes fuentes procedentes de textos antiguos, fuentes que alimentaron a los humanistas del siglo xvi. Mateo Alemán ocupa, con todo derecho, un lugar entre ellos104. Pocos críticos se atreverían a poner en duda la intención moralizante del autor del Picaro. Su intención fue auténtica, pero la moralidad a que se refiere no es la de la doctrina cristiana, sin más, sino la moral de una filosofía más amplia, que naturalmente comparte con aquella no pocos puntos comunes. Bien lo conocía Alonso de Barros, que escribe al lector, en el elogio a la obra de su amigo, que en ella encontrará «los avisos tan necesarios para la vida política y para la moral filosofía, a que principalmente ha atendido», y añade que «nos ha formado este libro y mezclado en él con suavísima consonancia lo deleitoso y lo útil, que desea Horacio, convidándonos con la graciosidad y enseñándonos con lo grave y sentencioso, tomando por blanco el bien público y por premio el común aprovechamiento». Ambos, Barros y 102
Véase Pérez, Carlos V(1999), pp. 102-103. Véase Gómez Canseco, «Estudio», Guzmán (2012), pp. 837-838. 104 Véase, por ejemplo, cómo saca partido de la lectura de Marcial: Fernández Valverde, «Un epigrama de Marcial en el Guzmán» (2012). 105
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Alemán, compartían doctrina política y compromiso social. Alonso de Barros sabía muy bien de qué moral estaba hablando. Es por esto por lo que Mateo Alemán se retrata -para toda la vida- con un libro de la doctrina de Tácito en la mano y no con la Biblia. El asunto al que, en este campo, deben atender los especialistas es fijar el nivel -que, por la lectura de toda su obra, parece estar a una buena altura- de la cultura religiosa que Alemán posee y qué grado de asimilación de esa cultura pone de manifiesto, así como con qué exactitud terminológica se refiere a ella en sus obras. Y todavía un paso más: descubrir hasta qué punto Alemán, procedente de una familia que, en un tiempo ya algo lejano, había profesado el judaismo, cultiva unas creencias religiosas diferentes; como converso reconocido que era, da la impresión de que se integra en la nueva fe que ha escogido, porque las cosas estaban así o por decisión propia. ¿Cuál es el grado de integración al que llega en la nueva religión, que ahora, -al parecer, como uno más de sus contemporáneos- considera única y oficialmente promovida, fomentada y defendida? «El fondo de Mateo Alemán escribe Márquez Villanueva- es claramente el de un racionalista que "conoce" muy bien la fe cristiana, pero que no transparenta hasta dónde ni en qué grado la interioriza»105. La última obra de Mateo Alemán, Sucesos de don fray García Guerra (1613) se cierra con la Oración fúnebre a la muerte desgraciada del arzobispo-virrey de México. Los Sucesos ponen de manifiesto las excelentes relaciones entre don García y Mateo Alemán. El sevillano, desde que se conocieran en la galera que los llevaba, en interminable travesía, a Nueva España, se sintió comprendido y protegido por aquel príncipe de la Iglesia, que, nacido en 1560, estaba en la plenitud de la vida. Este, una vez en tierras americanas, fue severamente criticado por una parte de la alta sociedad hispano-mexicana que no aprobaba sus formas y maneras de gobernar, ni sus aficiones, comportamientos y gustos personales. Alemán se había decidido al gran viaje que venía deseando y proyectando desde años atrás, y que por fin llegó a realizar luego de pagar muy cara la licencia para pasar a las Américas con los suyos, entregando algunas propiedades inmuebles que le quedaban en Madrid y regalando derechos de autor sobre el Guzmán II y San Antonio a don Pedro de Ledesma, secretario del Real Consejo de las Indias, que tenía la llave que Alemán necesitaba para su salida. Un 105 Márquez Villanueva, «El canto de cisne» (1994), p. 259. El estudio de Márquez es imprescindible para lo que aquí se expone. Véase también Ramírez Santacruz, «Mateo Alemán y los Sucesos», infra, pp. 481 ss.
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escandaloso cohecho en toda regla. El prepotente secretario -uno de aquellos personajes que abundaban en la administración española, «ricachos poderosos, [...] ballenas, que, abriendo la boca de la codicia, lo quieren tragar todo» 106 - se dejó comprar por el escritor que arrastraba el peso del estigma familiar de judeoconverso, por muchas cofradías en las que hubiera hecho méritos y por más que hubiera dado muestras incontestables de cristiano practicante. Alemán y don García hicieron causa común frente a las murmuraciones y las críticas que recibían en el cotidiano vivir de su nueva tierra. Para Mateo Alemán, la vida como experiencia litigiosa seguía presente, sin posibilidad de superación107. Su situación económica no mejoró, más bien empeoró hasta morir, pobre de solemnidad, en 1614, sin que le valieran los negocios de siempre entre los «suyos», los que formaban la comunidad judeoconversa allí reunida. En este sentido la documentación del Archivo del Arzobispado de Sevilla, descubierta y publicada recientemente por Juan Cartaya Baños, es definitiva108. Desaparecido don García, con una muerte horrible que el sevillano presenció y contó con todo detalle, Alemán quedó sin protección y su situación fue empeorando sin remedio. La Oración fúnebre, cuajada de referencias bíblicas y de recuerdos de textos sagrados de Padres de la Iglesia, que él conoce de sobra, y con continuas citas a muy variados escritores clásicos, como en tantas páginas suyas, se hace eco de unos textos inquietantes, que reflejan el abismo de su orfandad y desamparo: D i m e , ¿ q u i é n fuiste, h o m b r e ? N a d a . ¿ Q u i é n eres, h o m b r e ? S o y h o m b r e . ¿ Q u i é n serás, h o m b r e ? G u s a n o s . ¿ Y q u é los g u s a n o s ? Tierra. D i m e , p u e s , p r i n c i p i o de n a d a q u e tu fin ha de ser tierra, el t i e m p o q u e f u i s t e h o m b r e , ¿ q u é te p a s ó en aquel m e d i o ? V i m e a n e g a d o en u n m a r de lágrimas, f u i u n hospital de varias e n f e r m e d a d e s , u n a c o n f u s i ó n de t r a b a j o s , u n a esclavitud p e r p e t u a de p a s i o n e s naturales, u n a p e q u e ñ a barquilla c o n t r a s t a d a en el g o l f o de varios vientos, u n a sed insaciable q u e se acaba con la muerte 1 0 9 .
Dicho queda en estas frases escritas con mucho nervio que le salen de lo profundo del alma, por mucho que luego el autor quiera encontrar 106
Guzmán, p. 85. Véase Márquez Villanueva, «El canto de cisne», donde remite a Johnson, Inside «Guzmán de Alfarache» (1978), p. 4. 108 Véase Cartaya, « " Q u e se auia pedido limosna para enterrallo"» (2011). 109 Oración, infra, p. 560 107
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salidas cristianas a tan duros planteamientos. El lector no puede silenciar la pregunta inevitable: ¿dónde está Dios? Después de tantas citas cargadas de doctrina cristiana como se amontonan en esta oración -lo reclamaba el género a que pertenece, lo mismo que la hagiografía de San Antonio, aunque en ella use un estilo narrativo algo más plano-, extraña que la respuesta a la muerte sea esta: aquí acaba todo. N o parece este el concepto que de la vida y de la muerte tiene, y expone, en el San Antonio. Ni de Dios. La hagiografía está escrita, a buen ritmo, en una época de su vida en cierto modo más optimista; solo unos años antes había publicado el Guzmán I, con todo un éxito de venta, y estaba dispuesto a dejar bien claro que era un cristiano cumplidor de sus deberes religiosos y buen conocedor de las Sagradas Escrituras, y el libro es -ya queda dicho- un excelente muestrario de este conocimiento, por más que cite, no pocas veces, de memoria o copie los textos a la ligera. Hasta trata el problema y las controversias religiosas de católicos y protestantes110. Estaba bien enterado. Es cierto que el Dios que aparece, una y otra vez, es un dios justiciero, cuando no el de la venganza: E l infante n o lo q u i s o hacer; y n o h a l l a n d o el p r i o r o t r o r e m e d i o , d e s p u é s de haber h e c h o t o d a s las diligencias q u e le p a r e c i e r o n p o s i bles, a c u d i ó al de D i o s : d e s a m p a r a d o de la justicia de la tierra, la p i d i ó al cielo. [ . . . ] M a s g u á r d e n s e los d e s d i c h a d o s q u e a los tales o f e n d e n y crean q u e n o tardará el castigo, a u n q u e se dilate; h a g a n c o n b r e v e d a d penitencia de su p e c a d o , antes q u e irriten al S e ñ o r a la venganza 1 1 1 .
Pero también es un Dios que atiende al hombre ante los desastres que se le vienen encima, pues «nunca suelen Dios y sus santos volver los ojos a mirar lástimas que no sea para remediarlas»112. 110 En un extraordinario trabajo de actualización de la historia de este santo medieval, tan alejado en el tiempo, Alemán, abriendo la puerta a los problemas religiosos de su propia época, se refiere a las tensiones entre protestantes y católicos que inquietaban la Europa quinientista. La vida del santo refleja el mundo conflictivo que el mismo Alemán estaba viviendo y del que fue cronista comprometido (cf. Vitse, «Introducción», p. 61). La bibliografía sobre estas cuestiones -capitales para conocer la formación religiosa de Alemán y la marcada relación de unidad ideológica entre sus dos obras, el Guzmán y el San Antonio- es abundante. Además de los estudios de Michaud, Mateo Alemán, moraliste chrétien (1987) y «Vie de saint, vie de coquin» (2005), y el de Scham, « G u z mán de Alfarache in Light of San Antonio» (2006), debe tenerse en cuenta el de Rabaté, «Discurso agustiniano de Mateo Alemán», que caracteriza el San Antonio como libro de conversiones en la línea del santo obispo de Hipona, expuesta antes por Cavillac, Picaros y mercaderes (1994), pp. 96-136.
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San Antonio, p. 178. San Antonio (ver Vitse, «Introducción», p. 63).
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N o hay posibles dudas de que la manera de exponer la muerte del santo113 es bien distinta a la del arzobispo-virrey. N o es nada extraño, porque se trata de dos fallecimientos absolutamente diferentes, por no hablar de los personajes; pero no hasta el punto que el lector aprecia en uno y otro texto, alejados en el tiempo y en las circunstancias en que fueron escritos. Pero, además, es que incluso los textos bíblicos, en la Oración, le valen a Alemán para lamentar el abandono en que se encuentra el hombre, solo ante el misterio de la muerte, luego de una vida miserable. Recreando a Job, a poco de cerrarla, insiste en el tremendo desamparo: Destruyéronse mis caminos, mis desdichas me acecharon, apoderándose de mí sin haber quien me favoreciese y, como rota la muralla y a puertas abiertas, me acometieron hasta verme por el suelo. Frustráronse mis deseos, llevómelos volando el viento dejándolos arruinados y deshechos. Mi salud se pasó como las nubes, marchitaron mi alma un escuadrón de aflicciones tomando de mí la posesión en ella. Toda la noche di voces que me tienen la boca horadada y no me dieron socorro. Velan y no duermen los que mis carnes despedazan y entre su multitud están rotas mis vestiduras. Ya no soy la que solía, soy un lodo, una centella muerta, soy ceniza. Y todo me sucede por pecados. N o me llaméis ya N o e m í , llamareisme desdichada, sola y amarga, porque la mano del Señor me tocó en la cabeza. Llámolo y no me oye, huye su rostro y no me mira, háseme mostrado cruel y contra mí levantó su b r a z o " 4 .
Es cierto que estas voces lastimeras las da la ciudad de México, personificada para manifestar su dolor por el fallecimiento del malhadado arzobispo-virrey, pero Alemán se cuenta entre esos que lloran tal desgracia -por no decir que el que más llora-, porque de paso está lamentando la suya propia. N o parece que la cosa tenga mucho arreglo: el desventurado don García «volvió a tomar el vestido de su misma naturaleza -gusanos, polvo y nada-, quedando igual en todo con todos» 115 . Los escritos últimos descubren a un Alemán desengañado, dudoso, inseguro de su fe, desesperado. Un Alemán que grita la soledad en que se encuentra al final de su existencia. ¿No está solo el hombre ante la maldad del hombre, como repite en varios momentos de su Guzmán ? ¿ Q u é puede hacer la culebra ante la acechanza de la araña? La soledad San Antonio, II, xxxi. Oración, p. 570. 115 Oración, p. 568. Véase infra, Ramírez Santacruz, «Itinerario de la voz: el planto final», pp. 497 ss. 113
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absoluta en que el emblema de su retrato pone al hombre ante la emboscada insidiosa de sus enemigos es pavorosa. Dios está fuera de su magnífico retrato grabado en bronce, y parece que vuelve a estarlo en estos textos últimos, en los que ni el tumulto de incontables voces bíblicas ni las numerosas citas de los Padres de la Iglesia ni las referencias acumuladas de filósofos antiguos pueden acallar el dolor que siente el hombre -Mateo Alemán y don García- por el silencio de Dios. Algunos lectores de hoy pueden tener la impresión -impresión, a nuestro entender, justificada- de que Alemán, luego de un largo recorrido de toda una vida, no se ha quitado de encima el estigma que le acompañaba desde su nacimiento, mejor dicho, desde antes, cuando sus ascendientes familiares de varias generaciones habían sido señalados como gente maculada. Igual que muchos de los conversos judeoespañoles hizo un notable esfuerzo por integrarse en la sociedad cristiana, y llegó a ser un cristiano «técnico» practicante, y, a veces, casi ejemplar. Son los años de su compromiso con la hermandad de Jesús Nazareno, de la escritura del San Antonio, de sus actividades sociales dentro del grupo de intelectuales laicos del que formaba parte y que perseguían -como queda dicho- el bien de la comunidad, combinando comportamientos que se asentaban en la doctrina tacitista y en la enseñanza de la Iglesia más comprometida con la práctica de la caridad evangélica. Algunos de los conversos miembros activos de este movimiento se encontraban marcados, inevitablemente, por antecedentes que tenían sus raíces en la Edad Media: a partir del siglo xiv muchos de los forzados conversos de las comunidades judías entraron en el terreno de radical descreimiento; eran los considerados racionalistas, enfrentados a los pietistas. Defendían la eternidad del mundo, al tiempo que negaban la actuación de la Providencia en la vida del hombre, Providencia que era sustituida por el determinismo astrológico. El triste final del arzobispo-virrey -según cuenta con detalles Alemán- queda condicionado a los presagios irrefutables de la astrología. Para estos descreídos racionalistas el alma muere con el cuerpo, y ya no hay más. Por lo que conocemos de Alemán, sobre todo por lo que dejó escrito, a lo largo de su vida se esforzó en el compromiso cristiano, pero en los últimos años de su existencia se encontró perdido en el «litigioso caos» destructor del hombre, sin que la Providencia apareciera en su amparo. De ahí sus atormentadas reflexiones y sus gritos de soledad, que, puestos en boca de otros, le salen de lo más profundo del alma. Este último escrito de Mateo Alemán recuerda los lamentos estremecedores de Pleberio por la muerte de su hija Melibea. Ante el
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desamparo en que ha q u e d a d o el pobre viejo al final de su vida, Márquez Villanueva se pregunta: « ¿ C ó m o enjuiciar semejante alegato contra la alienación del m u n d o sin sentido, que reduce la suerte del hombre a un p u r o sufrimiento sin finalidad ulterior?»; para explicar a continuación que «la gran ruptura de Rojas [...] es que la idea del abandono del hombre al caos de un m u n d o sin Providencia se le ofrezca a la vez c o m o una indiscutible realidad metafísica y c o m o un destino infinitamente cruel» 1 1 6 . Las amargas reflexiones del autor de La Celestina, expuestas en el lamento de Pleberio, parece que se siguen o y e n d o en los medios hispanosemíticos a lo largo del siglo xvi y principios del siguiente. Y Alemán se cuenta entre estos conversos atormentados, al final de su existencia, ante el silencio de D i o s , luego de una vida de sobresaltos y de esfuerzos p o r demostrar su o r t o d o x o cristianismo. El retrato realizado p o r Perret, pero - q u e d a p o c o hueco para la d u d a - diseñado con meticuloso cuidado p o r el m i s m o Mateo Alemán, ha dejado para la posteridad la imagen que él ha querido; con absoluta claridad ha situado su figura y su obra en el m u n d o de los «repúblic o s » racionalistas que practicaban - c o m o se ha repetido en estas págin a s - la moral social siguiendo las enseñanzas del tacitismo, sin duda con los elementos cristianos que en E s p a ñ a se le adosaron, pero sin que estos desvirtuaran la filosofía moral base de la doctrina del h o m bre nuevo que alentaban. L o s retratos posteriores, en la lejanía de los años, han presentado a un Mateo Alemán que conduce al observador a recordarlo solo en determinadas facetas de su vida, orientadas a conservar el prestigio de un hombre serio, devoto y buen cristiano. ¿ L o fue? Ya se ha dicho: «ni lo sabremos nunca ni tal vez él m i s m o llegó a saberlo» 1 1 7 .
116 Márquez Villanueva, « " N a s c e r e morir como bestias"», pp. 213-214 y 216. Para lo aquí expuesto sigo este estudio fundamental. 117 Márquez Villanueva, «El canto de cisne» (1994), p. 259.
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C R O N O L O G Í A DE LA VIDA DE MATEO A L E M Á N 1547 Mateo Alemán nace en Sevilla y es bautizado en la iglesia colegial de San Salvador, el miércoles 28 de septiembre, por el cura propio de dicha iglesia, Fernando de Carmona; actuaron de padrinos Luis de Peñalosa, Francisco de Pineda y Francisco de Pamones, canónigos de la catedral sevillana. Es el tercer hijo de Hernando Alemán, médico, con ascendentes conversos, y de Juana del Ñero (o de Enero), hija de Juan López del Ñero, un comerciante de ascendencia florentina también maculada. La familia vivía en la calle de la Sierpe, y sus hermanos son: Leonor (se desconoce la fecha de nacimiento), Violante (1546) y Juan Agustín (1555). Del primer matrimonio de su padre con Beatriz de León, de la que había quedado viudo, tiene una hermana llamada Jerónima. [Rodríguez Marín, Documentos II. Gil, Los conversos, I, p. 105, y III, pp. 215-217]
1551 Su padre ocupa, de manera interina, la plaza de médico de la Cárcel Real de Sevilla en ausencia del titular de la misma, el licenciado Diego de Torres. 1557 20 de diciembre. Su padre obtiene en propiedad la plaza de médico y cirujano de la cárcel sevillana, con una remuneración modesta. [Rodríguez Marín, Documentos VI-VII, y Discursos, p. 11]
1564 28 de junio. Matheus de aleman, a emítate hispalensis ortus et oriundus, se gradúa de bachiller en Artes y Filosofía en el Colegio de Santa María de Jesús, conocido como Universidad de Maese Rodrigo. [Rodríguez Marín, Documentos «M. Alemán y sus obras», p. 10]
X, y Discursos, p. 13. Hazañas,
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M a t e o A l e m á n / L a obra c o m p l e t a
Septiembre. Se matricula y cursa en Sevilla el primer año de Medicina. 1565 29 de octubre. D e esta fecha es la declaración jurada del bachiller Juan Benítez, compañero de estudios, de que Alemán había asistido al primer curso de Medicina en Sevilla. E n el documento se lee: « [ . . . ] que el dicho bachiller Mateo Alemán ha cursado en el Colegio M a y o r de Santa María de Jesús y Universidad de esta ciudad, en la Facultad de Medicina, desde principio de septiembre del año pasado de mil y quinientos y sesenta y cuatro años hasta ahora, oyendo la may o r parte del dicho tiempo al señor licenciado L e ó n , catedrático de la Facultad de Medicina, las lecciones ordinarias, tarde y mañana, la m a y o r parte de una hora cada lección, en lo cual no entran las vacaciones que ha habido por San Juan, porque sin ellas ha ganado el dicho c u r s o . . . » . [Rodríguez Marín, Documentos XI] Cursa el segundo año de Medicina en Salamanca, según información del propio Mateo Alemán: «Yo me acuerdo haber asistido en las escuelas de Salamanca y Alcalá de Henares algunos años, donde cursé y se trataban de todas facultades que profesé». [Ortografía, p. 410]
1566 24 de octubre. Se matricula en la Universidad de Alcalá de Henares y asiste a las clases del tercer curso de Medicina. [Rodríguez Marín, Documentos XII] 1567 12 de enero. El doctor Hernando Alemán reclama al concejo de la ciudad de Sevilla que se le abone los honorarios que se le debe, 12.000 maravedís, y no es la primera vez que hace esta reclamación. El concejo, realizadas varias consultas y reuniones, decide atender la petición, pero no se hace de inmediato. Luego de su fallecimiento, su esposa seguirá reclamando el dinero. [Rodríguez Marín, Documentos XIII] Enero. Viaja a Sevilla, donde su padre se encuentra enfermo de gravedad; fallece en marzo, como se infiere de los datos y escrituras conservados en el Archivo de Protocolos de Sevilla, donde se guarda el in-
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ventano de los bienes de doña Juana del Ñero (¿abril? de 1567), pero no el testamento de su marido. [Rodríguez Marín, Documentos XVI]
2 de febrero. Ingresa y jura su cargo de hermano de la Archicofradía de la Cruz de Jerusalén. En un inventario o registro de hermanos ilustres de esta hermandad de 1723, el que fue su secretario, Francisco Isidoro Fernando González de Cabrera, coloca a Mateo Alemán en el número 179. Cierra el escrito con esta anotación: «Difunto 1620» [Arch. Hermandad del Silencio]
24 de febrero. Alemán se encuentra ya en esta fecha en Alcalá de Henares. [Rodríguez Marín, Documentos XIX]
1 de septiembre. Dominus Matheus aleman probauit cursasse in medicina a die primario septembris 1567 ad diem sancti lucae. [Rodríguez Marín, Documentos XXI]
30 de octubre. Cumplidos los veinte años, se matricula del cuarto y último curso de Medicina en la universidad alcalaína. [Rodríguez Marín, Documentos XVIII]
1568 Abril. Abandona los estudios sin terminar la licenciatura. A pesar de ello, se le llama licenciado desde entonces. Die decima nona aprilis anni millessimi quingentessimi sexagessimi octaui [... sus profesores] probaverunt... vnum cursum in medicina... a die santae lucae 1567 vsque ad presentem diem per maiorem partem anno...¡probauit licenciatus matheus aleman hispalensis. «En el mismo día Alemán firma como testigo una prueba de curso de Medicina de Diego de Medina, natural de Guadalajara, y se le llama licenciado, y él firma, en efecto, " E L L I C E N . do M A T H E O A L E M Á N " » . [Rodríguez Marín, Documentos XXII]
10 de octubre. Viviendo ya con su madre en Sevilla, en la collación de la Magdalena, solicita, con su licencia, de Esteban Grillo, mercader genovés, un préstamo de 37.500 maravedís (100 ducados), cantidad que recibe el día 16 en el banco de Pedro de Morga y Juanes de Arregui, comprometiéndose a devolvérselos al finalizar el año de 1569, «so pena del doblo». [Rodríguez Marín, Documentos XXIII]
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Mateo Alemán / La obra completa
27 de octubre. El capitán Alonso Hernández de Ayala, tutor de Catalina de Espinosa, le entrega en depósito 210 ducados de oro (de a 375 maravedís cada ducado) para devolver en un año. Mateo Alemán concierta su casamiento con Catalina, de cuya dote, al parecer, forman parte los ducados recibidos, que se incrementan al no cumplirse el plazo pactado; además, entre otras condiciones se había fijado que si los novios se casaran en el período de un año el matrimonio tendría que pagar los intereses al capitán prestamista «a razón de 14.000 maravedís el millar [de ducados]». Su madre figura en la carta-documento como principal fiadora. «Si en el tiempo del dicho año, yo el licenciado Mateo Alemán me casare con doña Catalina de Espinosa [...], con quien está tratado y concertado el dicho casamiento, luego de que hayamos casado legítimamente, [...] seamos obligados y nos obligamos de que yo [...] y la dicha Catalina de Espinosa, que ha de ser mi mujer, vos impondremos y venderemos tanta cantidad de tributo cuanto montaren los dichos doscientos y diez ducados [...], a razón de catorce mil maravedís el millar, el cual vos impondremos al redimir y quitar, para vos los pagar en cada un año por los tercios de él y con las demás condiciones ordinarias que se suelen y acostumbran hacer en semejantes tributos, sobre cualesquier bienes raíces, juros y tributos que a mí [...] me dieren y adjudicaren en dote con la dicha doña Catalina, y que yo comprare y hubiere comprado». Estos préstamos que recibe de Esteban Grillo y de Alonso Hernández de Ayala, para algunos especialistas, están avalando el proyecto de Alemán de dedicarse a los negocios. [Rodríguez Marín, Documentos XXIV. Álvarez, Mateo Alemán, p. 53. Cros, «Nueva aportación», p. 54, y «La vie», p. 331]
1571 6 de junio. Alemán, que todavía ni se ha casado ni había devuelto el dinero al tutor de Catalina de Espinosa, es denunciado por él por incumplimiento de lo concertado. El juez le obliga a saldar la deuda -«so pena de ciento mil maravedís para la cámara de su Majestad»- y a contraer matrimonio. Casados, viven en la Calería Vieja, en la collación de San Esteban. [Rodríguez Marín, Documentos XXV. Cros, Introd., 18]
18 de septiembre. Por poder otorgado, firmado en Madrid el 22 de julio de dicho año, por Melchor de Herrera, marqués de Valderagete, del Consejo de Hacienda de su Majestad y su tesorero y recaudador
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general, se hace cargo de recoger el dinero del subsidio de Sevilla y su Arzobispado, que suman 32.000 reales de plata (a 34 maravedís el real). [Rodríguez Marín, Documentos XXVI. Cros, Introd., pp. 19-20]
En otoño de este año, por lo que cuenta en la Ortografía, estuvo un período de tiempo en Madrid, siendo ya contador de resultas. «En el tiempo que asistí sirviendo al Rey Don Felipe II, nuestro señor, que esté en gloria, en oficio de Contador de Resultas en su Contaduría Mayor de Cuentas, entre otras muchas grandezas que vi en su corte, fue que habiendo allí llegado de parte de su Santidad Pío Quinto cierto príncipe de la Iglesia para tratar con su Majestad negocios de ella...». Se refiere al cardenal Michele Bonello Alessandrino, sobrino de Pío V. [Ortografía, p. 442. Álvarez, Mateo Alemán, pp. 50-51]
1572 La Archicofradía de la Cruz de Jerusalén le otorga un poder ante la escribanía pública de Luis de Porras para gestionar con los frailes de san Antonio Abad la adquisición de un huerto aledaño a la iglesiahospital del Señor San Antón que estos frailes poseían; la operación de compra se cierra el 15 de abril de 1579. [Arch. Hermandad del Silencio]
1573 18 de agosto. Vende a Francisco Martínez, de la collación de San Lorenzo, por 32 ducados una esclava morisca «del reino de Túnez, nombrada Magdalena de edad de treinta y seis años poco más o menos, la cual os vendo por de buena guerra y no de paz, y por sana». [Rodríguez Marín, Documentos XXVII. Cros, Introd.., p. 20]
1574 11 de junio. Alemán es nombrado «por sus méritos» Hermano Mayor de la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén, cargo que desempeñará hasta 1595. [Arch. Hermandad del Silencio]
1576 5 de enero. Encargado, por poder del recaudador mayor Juan Martínez de Asteiza, de cobrar las rentas de sacas de lana al Almojarifazgo Mayor de Sevilla, durante los seis años del arrendamiento que ha hecho. [Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, p. 2. Álvarez, Mateo Alemán, p. 53. Cros, Introd., p. 20]
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11 de mayo. La Hermandad le encarga la redacción de un nuevo libro de reglas o estatutos para la corporación nazarena. [Arch. Hermandad del Silencio] 1578 Redacta las Reglas de la Hermandad de los Nazarenos (Santa Cruz de Jerusalén), que, luego de ser examinadas por los alcaldes de la cofradía Salvador Martín Peña y Bartolomé Sánchez, y por veinte diputados elegidos de entre los hermanos más antiguos, que le dieron su beneplácito, son aprobadas por el vicario general Valdecañas y Arellano en nombre del arzobispo de Sevilla, el 24 de abril. La cofradía del N a zareno de Carmona, creada en 1597, adoptó estas mismas reglas redactadas por Alemán. [Arch. Hermandad del Silencio. Cros, Introd., p. 20] Marzo-abril. Exporta 2.134 arrobas de lana a Rouen (Francia). [Pérez Pastor, Bibliografía
madrileña, II, p. 2] 1579
19 de marzo. La Hermandad de Jesús Nazareno otorga un poder a Mateo Alemán, Juan Rodríguez y Salvador Ruiz Peña en la escribanía de Diego Gabriel, para que compren, según escritura firmada en presencia de Luis de Porras, escribano público, y el comendador Alcántara, la capilla del Santo Crucifijo del convento de San Antonio Abad. La compra, en efecto, se llevó a cabo. [Arch. Hermandad del Silencio. Álvarez, Mateo Alemán,
p. 53.
Cros, Introd., p. 20] 14 de junio. E n los Sucesos recuerda el traslado de los restos de san Leandro, del rey Fernando I I I el Santo y de su esposa doña Beatriz, de Alfonso X el Sabio y de doña María de Padilla, de los infantes don Fadrique maestre de Santiago, don Alonso y don Pedro, de la capilla vieja a la nueva de Nuestra Señora de los Reyes, de la catedral hispalense. [Sucesos, pp. 491-538] 1580 2 de enero. Se matricula en Leyes en la Universidad sevillana de Maese Rodrigo. [Rodríguez Marín, Documentos
XXVIII. Cros, Introd., p. 20]
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11 de mayo. Entre otros, figura como testigo del grado de bachiller en Cánones del presbítero Luis Gómez, natural de Álora. [Rodríguez Marín, Documentos XXIX] 27 de octubre. Se halla en la cárcel de Sevilla «por ciertas contías de maravedís que le piden y demandan diversas personas». En la cartadocumento que eleva a las autoridades responsables de la Cárcel Real, otorga poder a su esposa para que lo avale. En escritura fechada el mismo día, Catalina de Espinosa se compromete a avalar lo firmado por su marido, fiándolo con su persona y bienes ante el alcaide, Gabriel Mudarra, para que tenga «por bien de quitar al dicho mi marido las prisiones en que le tenéis y dejarle andar por la dicha cárcel libremente sin ellas, por tanto, por esta presente carta, prometo y me obligo que el dicho mi marido no se irá ni ausentará ni saldrá de la dicha cárcel y prisión donde está en sus pies ni en ajenos ni en otra manera alguna, aunque halle las puertas de la dicha cárcel abiertas». Alemán, por su parte, firma que «no me iré ni ausentaré de la dicha cárcel en manera alguna». [Rodríguez Marín, Documentos XXX y XXXI. Cros, Introd., p.
20] 29 de diciembre. Nuevo aval, en los mismos términos, al alcaide de la cárcel por parte de su tío Alonso Alemán. [Rodríguez Marín, Documentos XXXII. Cros, Introd., p. 20]
1581 Solicita que se le permita pasar a Indias con su mujer y dos personas que están a su servicio. 1582 31 de enero. «Pretende pasar al Perú como mercader y, para este efecto, tiene cargadas mercaderías de más valor de 300 pesos, que requiere, conforme a las ordenanzas de la Casa de la Contratación, y porque juntamente con él querría llevar a su mujer [...] y una mujer de servicio y un criado y armas dobladas». Se le da licencia para que vayan con él. [Cros, «La vie», Doc. 1, p. 335. Cros, Introd,., pp. 19,20] 5 de febrero. Vuelve a declarar que para este viaje «tiene cargada mucha cantidad de mercaderías», al tiempo que solicita, en su escrito, aumentar el número de personas en «tres criados y dos esclavos ne-
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M a t e o A l e m á n / L a o b r a completa
gros» que le acompañan para atender a este negocio. N o se le da licencia para ello. [Cros, «La vie», Doc. 2, p. 335, e Introd., p. 19] 22 de febrero. Hecha la información testifical exigida, el C o n s e j o de Indias le da la licencia para embarcar sólo con su esposa, dos mujeres de servicio y un criado. 26 de febrero. El C o n s e j o de Indias, atendiendo a su solicitud, le expide «un testimonio de c ó m o está proveído» su permiso para viajar con su mujer, dos mujeres de servicio y un criado. D e cualquier forma, no llega a realizar el proyectado viaje. [Cros, «La vie», Doc. 3, p. 335, e Introd., p. 21] 15 de marzo. Declara limpieza de sangre y presenta testigos a favor de la autorización definitiva de su viaje. «Mateo Alemán, vecino de esta ciudad, digo que a mi derecho conviene probar y averiguar c ó m o soy hijo legítimo del doctor Hernando Alemán y de doña Juana [no declara su apellido], su mujer, mis padres, y de cómo y o y los dichos mis padres y mis abuelos hemos sido y somos cristianos viejos y de buena y limpia generación, y no de casta de judíos ni moros, ni herejes ni de los nuevamente convertidos a nuestra santa fe católica, y que y o ni los dichos mis padres ni abuelos hemos sido penitenciados por el Santo Oficio de la Inquisición, y que soy de edad de treinta y cuatro años, alto de cuerpo, la nariz larga, barbitaheño oscuro, y tengo sobre el dedo pulgar de la mano izquierda una pequeña herida junto a la muñeca, que son las señas de mi persona». Sus testigos fueron Gonzalo de Arcos, entallador, vecino de Sevilla, en la collación de la Magdalena, que conocía a Mateo Alemán y a sus padres de más de treinta años, «porque fue vecino pared y medio de su casa»; Gonzalo de la Banda, maestro de hacer dagas, vecino de Sevilla, en la collación de San Salvador, y Miguel López. Estos dos últimos testigos declaran que conocían a su padre y abuelos paternos desde que eran vecinos en Jerez de los Caballeros (Badajoz). [Gestoso, Nuevos datos, pp. 17-20. Álvarez, Mateo Alemán, pp. 60-61. Maticorena Estrada, «Nuevos datos», pp. 59-60] Marzo. Los cofrades de la Hermandad de la Santa C r u z otorgan un poder a Mateo Alemán, según índice de escrituras públicas del Archivo de Protocolos de Sevilla; pero no se sabe para qué gestión porque falta el libro en que se asienta.
Cronología [Rodríguez Marín, Documentos
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XXXIII. Arch. Hermandad del
Silencio]
1583 Abril. Empieza su servicio en la administración de Felipe II, como juez de comisión a la disposición de la Contaduría Mayor de Cuentas en provincias. Encargado de revisar las cuentas del difunto tesorero de las alcabalas de la villa de Usagre, Miguel Gutiérrez, se asienta en Llerena, y comienza su actuación procediendo contra los herederos de Pedro Rodríguez de la Cilla, ya fallecido, que había sido administrador de la herencia del tesorero. 8 de mayo. Ortega Rosa, en representación de los implicados, apela ante los contadores mayores de Cuenta, quejándose de la actuación del juez comisionado. 4 de junio. El rey, por medio de su Consejo de Hacienda, demanda de Alemán explicaciones al tiempo que le solicita la remisión del proceso. 18 de junio. En ese tiempo se ha hecho cargo también de otra investigación en Usagre sobre los bienes dejados por Juan Gutiérrez de Villafranca. La actuación de Alemán provoca un escándalo: libera de la cárcel a ciertos vecinos, encarcela al alcaide de la misma y al «alguacil de la gobernación de la provincia de León en la villa de Llerena», que también tenía autoridad en Usagre. 23 de junio. En documento muy detallado, responde al rey, justificando su actuación. 24 de septiembre. Por carta real, se ordena prender a Mateo Alemán. 3 de octubre. Se le detiene en Mérida, y días después, bajo la vigilancia de Andrés de Ledesma - q u e recibe de la Contaduría Mayor de Cuentas la cantidad de 8.000 maravedís por hacerse cargo del traslado del preso durante 20 días- se le lleva a la Corte. 9 de noviembre. Entra en la Cárcel Real de Madrid, hasta final de mes, en que sale bajo fianza. Juan de Bergara, en nombre del alguacil
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Mateo Alemán / La obra completa
de Usagre, había elevado escrito de pleito denunciando el comportamiento de Mateo Alemán durante la comisión en ese lugar. [Guillén, «Los pleitos extremeños». Cros «La vie», Doc. 7, p. 337]
Por este tiempo, las hermanas de Alemán siguen viviendo en la sevillana calle de Las Palmas, en la collación de San Lorenzo. [Rodríguez Marín, Documentos XXXIV]
14 de diciembre. Su madre, doña Juana de Nero, que tiene su domicilio en la Collación de la Magdalena, otorga un poder a su hijo Juan Agustín para que tome posesión de unas casas que posee en la calle de la Sierpe, que le fueron adjudicadas por sentencias pasadas, y las pueda arrendar, en su propio beneficio, al precio que crea oportuno. [Rodríguez Marín, Documentos XXXV]
1584 12 de julio. Termina el proceso al que se le ha sometido por su actuación en Usagre. [Cros. Introd., pp. 21-23]
1585 Figura como contador de resultas de la Hacienda Real. 1586 19 de octubre. Compra al licenciado García Barrionuevo de Peralta, por 1.400 reales, un solar en Madrid. Así se describe en el documento de compra: «un sitio y solar en la calle del Río, que alinda por la una parte con la calle que dicen de Leganitos, y por otra parte con el sitio del monasterio que ahora labra doña María de Aragón, y por delante la dicha calle». Alemán se comprometía a invertir durante el primer año en edificar al menos cien ducados. La casa se levantó y fue su hogar en la Corte hasta que la donó, en abril de 1607, a Pedro de Ledesma, secretario del Real Consejo de Indias. Por este tiempo, pues, reside en la capital (¿con su mujer?) cuando no está de viaje en cumplimiento de sus servicios administrativos como «contador de resultas de su Majestad» por diversos lugares de la Península. [Rodríguez Marín, Documentos XXXVI, y «La casa de M. A.». Rodríguez Moñino, «Residencia de M. A.», p. 32]
Cronología
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1587 15 de febrero. De la escribanía de Luis de Porras se conserva un poder a nombre de Mateo Alemán otorgado por la Hermandad de la Cruz de Jesús Nazareno. Se desconoce para qué se le ha concedido. 13 de abril. En la misma escribanía se le otorga otro poder de la Hermandad, para una gestión igualmente desconocida. [Arch. Hermandad del Silencio]
1589 17 de febrero. Sigue como contable de primera clase en la administración económica del reino, pues su firma aparece en documentos oficiales de la Contaduría Mayor de Cuentas. 21 de marzo. «Postura de 700 ducados» por cuenta propia «para una casa que se está rematando ['subastando']» en la capital. [Pérez Pastor, Bibliografía
madrileña,
II, p. 2. Cros, Introd.,
26]
19 de mayo. En escritura que firma como «residente al presente en la corte de su Majestad», aunque vecino de Sevilla con domicilo en el «Postigo de San Martín», para construir una casa en el solar madrileño adquirido, pide a Sant Juan de Sardaneta, regidor de Madrid, tres préstamos que suman un total de 400 ducados. Los primeros 200 los recibe en esta fecha, y el resto en dos partidas, según documentos en los que se llama ya vecino de la capital del reino (12 de agosto y 25 de septiembre). [Rodríguez Marín, Documentos
XXXVII-XXXIX. Cros,
Introd.,
P- 25] 1590 Nace su hija Ana Urbana. 15 de mayo. Carta de pago a favor de Andrés de Barahona, que le ha entregado 65.045 maravedís que pertenecen a Catalina Pérez de Quevedo, menor de edad, que queda bajo la tutela de Alemán. [Pérez Pastor, Bibliografía
madrileña, II, p. 2. Cros, Introd.,
p. 26]
26 de mayo. Recibe cédula comisionándolo a Lorca y Cartagena en nombre del Consejo de Hacienda contra Juan y Diego Felices Duque, tesoreros de las rentas de estas dos ciudades.
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Mateo Alemán / La obra completa
9 de julio. Recibió carta ejecutoria con el encargo de revisar las cuentas de los tesoreros de Cartagena, Lorca y Murcia, y cobrar las deudas que tenían con la Hacienda real, con confirmación el 10 de diciembre de 1590 y el 9 de abril de 1591. En este mes de julio viaja a Cartagena. Para estas comisiones recibe un salario diario de 700 maravedíes. [Cros, «La vie», Doc. 6, pp. 336-337],
1591 20 de enero. Sufre un percance que le pudo costar la vida: le alcanza en la cabeza un taco de una salva de artillería en el puerto de Cartagena, pero no recibe daño alguno. Alemán lo considera un «milagro» que atribuye a la intervención de san Antonio de Padua, cuya vida escribirá y publicará en acción de gracias. 7 de marzo. Ha regresado a Madrid de vuelta de sus gestiones en Cartagena. 13 de noviembre. Sale de Madrid para llevar a cabo otra comisión, de la que nada se sabe. [Cros, «La vie», Doc. 6, p. 336. «Dedicatoria a Antonio de Bohorques», San Antonio, pp. 104-105]
Es probable que su madre, Juana del Ñero, muriera en el tiempo en que Alemán está en Murcia. [Cros, «Nueva aportación», pp. 54-56]
En 1591, en la nómina de contadores, presentada por el contador mayor Gabriel de Cuéllar y recogida en el libro de multas del portero de esa Contaduría Mayor de Cuentas de su Majestad, figura Mateo Alemán, del que se dice que «por indisposiciones y faltas que hizo el dicho año dejó de servir doscientos y seis días». Según este documento, Alemán figura no como contador, sino como una de las «personas que en su lugar sirvieron de ínterin por las ausencias que los dichos contadores [de resultas] hicieron». Más adelante se lee que, ante la ausencia de los contadores titulares, «se ordenó que otras personas de habilidad y experiencia entendiesen y sirviesen en ella [la Contaduría] como se ha hecho por el pasado, con 50.000 maravedís de salario al año cada uno». Asimismo, el contador mayor, en la nómina que presenta dispone que el receptor de alcances de la Contaduría dé y pague «sus salarios de este presente año de 1591, a cada uno [de los contadores y personas
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que ejercen funciones como interinos al servicio de dicha administración] la cantidad y por la razón en su partida declarada en esta manera [...]. A Mateo Alemán, que sirve en lugar del contador Luis de Alarcón, [...], otros 50.000 [maravedís] por la misma razón; de las cuales hubo de haber desde 7 de marzo del dicho año que volvió de su comisión hasta 13 de noviembre siguiente, que volvió a otra, descontadas las multas, 25.413 maravedís, los cuales recibió él mismo». El salario anual, pues, que se le asigna como contador interino, era de 50.000 maravedís, a los que había que descontar los días de ausencia. [Cros, «La vie», Docs. 4 y 5, pp. 335-336]
1592 Recibe, del contador mayor Gabriel de Cuéllar, los pagos como contador correspondientes a su actuación durante el año anterior. 13 de abril. Alemán, «contador de su Majestad en esta ciudad de Sevilla» revoca ciertos poderes que había conferido desde la Corte a su hermano Juan Agustín «para recibir y cobrar y heredar y para pleitos y para otras cosas». [Rodríguez Marín, Documentos XL]
1593 18 de enero. Es nombrado juez visitador y recibe las instrucciones para informar sobre la situación de la mina y la fábrica de azogue de Almadén, cuya explotación está a cargo de los Fúcares, por arriendo de la Corona. La instrucción original que recibe, como juez visitador, está fechada el 12 de enero y firmada por don Diego de Paredes Bribiesca, secretario del Consejo de las Órdenes. Debe cumplir la investigación en el plazo de cincuenta días a partir del 18 de enero. La real provisión por la que se le encarga la visita de inspección a la mina se le entrega el día 20, antes de salir de Madrid camino de Almadén, acompañado de su escribano Juan de Cea, que estará presente en todas las actuaciones del juez visitador. 24 de enero. Llega a Almagro, donde reside Juan Jedler, el agente de los Fúcares, que se resiste a facilitarle los documentos exigidos, por lo que manda sea registrada su casa. 8 de febrero. Decide comenzar los interrogatorios a los forzados, a otros trabajadores y a los responsables de la mina y la fábrica, una vez
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Mateo Alemán / La obra completa
que ha conocido la lista definitiva de los galeotes que asisten al trabajo, que en ese momento está compuesta de solo catorce condenados. El día siguiente, 9 de febrero, comparece Miguel del Aldea, el primer forzado citado para que haga su declaración ante él y su secretario, Juan de Cea. 13 de febrero. Cuando ya ha terminado de tomar declaración de los forzados y empleados de la mina, vuelto a Almagro, le llega una carta de Diego de Paredes Bribiesca, secretario del Consejo de las Órdenes, firmada en ese día, en la que le ordena suspender de inmediato la misión: «El Consejo me ha mandado escriba a v. m. que, luego que esta reciba, sin detenimiento alguno deje el negocio en que está entendiendo tocante al Almadén en el punto y estado en que estuviere cuando v. m. esta reciba, sin hacer ni proveer en él novedad alguna, y se venga con los papeles que tuviere hechos y acuda v. m. con ellos al señor don Diego López de Ayala, para que su merced diga y mande lo que se ha de hacer. V. m. lo cumplirá así sin exceder de lo que se le manda». 4 de marzo. Se suspende la investigación sobre las minas de Almadén. El poder de los Fúcares se ha hecho valer. [Bleiberg, El Informe secreto, pp. 18-23 y 28-29. Cros, Introd., pp. 24-25]
1594 18 de junio. Vende porcelana y varias piezas de una vajilla de plata a don Francisco de Vallés, prior de Sar en el reino de Galicia e hijo del doctor Vallés, médico de cámara de su Majestad, por valor de 1.100 reales castellanos (37.400 maravedís). Según la escritura de obligación de pago, estas son las piezas que forman el lote: «una porcelana y salero de plata dorada, dos candelabros de plata, un jarro y un azucarero también de plata». [Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, p. 48. Cros, Introd., p. 26]
13 de julio. Vende al doctor Cristóbal Pérez de Herrera, a través de un intermediario, la casa de la calle de los Preciados. [Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, p. 2]
1595 3 de abril. Da un poder a Lorenzo Gallego Fajardo y a Esteban García de Alcocer «para cobrar y pleitear» en su nombre. [Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, p. 48. Cros, Introd., p. 26]
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En este año deja de ser hermano mayor de la Archicofradía de la Cruz de Jerusalén; le sustituye Tomás Pérez. [Arch. Hermandad del Silencio]
1597 Octubre. La Primera parte de Guzmán de Alfarache está acabada. 2 de octubre. «Primera carta. En la cual trata de lo hecho cerca de la reducción y amparo de los pobres del reino». Va dirigida al doctor Cristóbal Pérez de Herrera, con quien comparte preocupación por el alarmante problema de la mendicidad, tan extendida por la Península; el doctor Francisco de Vallés, protomèdico del Monarca, amigo común, participa del mismo desvelo. [Cros, Protée, pp. 436-442]
16 de octubre. Data la carta segunda, epístola dirigida a un entrañable amigo, al parecer Pérez de Herrera. Se trata de un conmovedor escrito personal, en el que le da cuenta de su delicada situación en el plano moral, social y económico, y denuncia a los falsos amigos que le han abandonado. [Cros, Protée, pp. 442-444]
Por estas fechas se puede datar también las traducciones de las dos Odas de Horacio. [Cros, Introd.,
p. 35]
1598 Prologa los Proverbios morales de su amigo Alonso de Barros. Encarga a Pedro Perret su retrato grabado en cobre. 13 y 16 de enero. Fechas de aprobación y licencia para la impresión del Guzmán I. 6 de febrero. Fecha del privilegio del Guzmán I. 12 de septiembre. Con la muerte de Felipe II, retoca la portada del Guzmán I, para indicar que es «criado del Rey don Felipe III». 29 de noviembre. En Madrid, puja por cuenta ajena -en nombre de Francisco Fernández- para el arrendamiento de una dehesa para ove-
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jas y vacas por un valor de 9.000 ducados. «Hizo postura en las doce dehesas ovejeriles y cuatro cuartos vaqueriles de la dehesa de Azagala, de la Orden de Alcántara, en que puso por arrendamiento toda la renta de la bellota y yerba y agostadero, por tiempo de nueve años». La operación se documenta con varios escritos más, fechados en Madrid, a 20 y 27 de diciembre de ese año (presenta a los licenciados Hernando de Gamboa y Juan Ruano como fiadores del contrato de arriendo); y 10 de enero, 12 de febrero y 13 de julio de 1599, destinados en particular a fijar y luego ampliar el número de fiadores de esa operación. [Rodríguez Marín, Documentos XLIV-XLVI. Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, p. 2] 1599 Enero. Escribe una súplica en representación de Alonso Gil, recaudador mayor de la renta de los naipes de los partidos de Toledo y Sevilla. Marzo. Se fecha la Tasa del Guzmán I. Impresa en Madrid, en el taller de Várez de Castro, sale la Primera parte del Guzmán de Alfarache. Nace su hijo Antonio. 28 de abril. Vive en la calle del Prado, que sale a las huertas de Leganitos, según una Relación de los censos que resultan de los que precedieron del arbitrio de la composición de las casas de esta villa de Madrid, y las personas que son deudores de ellos. 1600 Aparece, con numerosas correcciones, una segunda edición del Guzmán I, impresa en Madrid por los herederos de Juan Iñiguez de Lequerica. Se imprime en París la primera traducción francesa del Guzmán I, realizada por Gabriel Chappuys . Junio. Se tiene noticia documentada de que pasan de Sevilla a América varios ejemplares del Guzmán I: entre los libros registrados por Diego Conca en la nao San Francisco de Paula, que va a Nueva Espa-
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ña, figura un volumen del Picaro. En la nao Espíritu Santo, que se dirige asimismo a Nueva España, se anotan a nombre de Juan Pretel Gallego «4 libros de Guzmán de Alfarache» y «cinco libros de Guzmán de Alfarache». En esta misma nao Rodrigo de León Garabito, en nombre del doctor Valdivia, inscribe «24 Guzmán de Alfarache, llamado el Picaro, en 8», «Nueve libros del Picaro, in 4 pergamino» y «Cincuenta Guzmán de Alfarache, en pergamino». [Rodríguez Marín, Documentos XLVII]
1601 Febrero. Alemán recibe de Diego López en préstamo una cantidad que ronda entre 50.000 y 80.000 maravedís, con un total de 102.204, incluidos el capital y el rédito. 3 de febrero. Según documentos que firma en esta época, reside en Madrid. «Poder y obligación de Mateo Alemán, morador en la calle del Relox en casas suyas propias [...], residente en Madrid, a Pedro de Baeza para pagar a Diego López 3.006 reales que le debe de mercaderías de oro y seda, y que pagará dentro de cinco meses». [Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, p. 2]
4 de mayo. Se obliga a pagar al doctor Cristóbal Pérez de Herrera «2.450 reales que le debe de resto de lo corrido de los réditos de 200 ducados de principal, cuyo censo cumplirá en 18 del presente mes». [Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, p. 2]
5 de mayo. Debe al doctor Cristóbal Pérez de Herrera, como administrador de Cristóbal Blázquez, vecino de Cabreros, 2.450 reales de los alquileres de una casa en la calle de Preciados, junto al Postigo de San Martín. Pérez de Herrera otorga al doctor Nicolás de Bocangelino, médico de la emperatriz María, poder para dicho cobro. [Pérez Pastor, Bibliografía madrileña, II, p. 2]
24 de mayo. Alemán vende a Francisco López y Miguel Martínez, mercaderes de libros, 1.500 ejemplares del Guzmán de una problemática edición titulada El picaro Guzmán de Alfarache, seguramente promovida por él mismo, «impresos todos ellos en marca de octavo de pliego», por 106.500 maravedís, con el compromiso de no reeditar la obra en el mismo formato durante dos años para el mercado europeo y durante un año para el de Indias.
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Impresa «En Madrid, por Juan Martínez. Año de MDCI. [...] Por Francisco del Espino», aparece una nueva edición del Guzmán I en octavo. Se considera fraudulenta esta edición madrileña de Juan Martínez. [Foulché-Delbosc, «Bibliographie», núm. 19, pp. 503-504].
Mayo. Mateo Alemán recibe la tercera parte del precio total de venta de 500 ejemplares, que se vendía a 210 maravedís el ejemplar, más 1.500 maravedís. Se le debía 105.000, y recibe sólo 36.500 maravedís. Un abuso en toda regla. [Cros, Introd., pp. 25-26 y 47]
Parece que, a fines de este año, regresa a Sevilla. 1602 Se publica en Sevilla, por Juan de León, una nueva edición del Guzmán I. 15 de junio. Pedro de Baeza pide la ejecución de la deuda de 3.006 reales con Miguel López, delegando el cobro en Francisco Demar. 5 de agosto. «Mateo Alemán, vecino de Sevilla, en la collación de san Vicente», arrienda, por dos ducados al mes, a Antón Sánchez una casa de su propiedad en la calle del Horno Quemado, en la collación de San Lorenzo, en Sevilla, a cuya ciudad ha vuelto quizá a finales de 1601. El vive en otra vivienda, cedida por María de Ortiz, sita en la calle de Redes, del mismo barrio con sus hijos naturales -de madre desconocida, Ana Urbana (nacida en 1590) y Antonio (1599)-, de los que cuida Gregoria Volante, su ama de casa. [Rodríguez Marín, Documentos XLVIII]
5 de agosto. Da un poder a su primo Juan Bautista del Rosso (hijo de Lorenzo del Rosso, florentino, y de Agustina del Ñero, hermana de la madre del escritor sevillano), activo comerciante de saneada situación económica, con quien mantendrá excelentes relaciones, para que se ocupe de sus negocios en Sevilla y «para que a su costa y por su cuenta pueda imprimir e imprima en esta ciudad, y no fuera de ella, hasta cantidad de mil y siete cientos y cincuenta cuerpos del dicho libro [el Guzmán I, conocido también por el nombre: El picaro cortesano...], por ser, como es, mi primo, y por el mucho amor y voluntad que le tengo». El libro lo estampa en Sevilla el impresor Juan de León. [Rodríguez Marín, Documentos, X L I X ]
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Agosto. En Valencia, publicada por Pedro Patricio Mey, aparece la primera edición de la Segunda Parte de la vida del picaro Guzmán de Alfarache, compuesta por Matheo Lujan de Sayavedra. Alemán afirma que ya en ese tiempo tenía acabada su Segunda Parte. 16 de septiembre. «Se obliga a pagar a Juan Bautista del Rosso cuatrocientos ducados, por razón de otros tantos que le había prestado, para fin de mes de octubre de 1602». [Rodríguez Marín, Documentos L]
9 de noviembre. Actúa y firma como testigo, junto a Gregoria Volante y otros, un documento en el que Francisca Calderón, «doncella, vecina de esta ciudad de Sevilla, en la collación de san Lorenzo», reconoce que ha adquirido «una esclava, muchacha de edad de ocho años, poco más o menos, nombrada Petronila». Mateo Alemán ha comenzado a administrar los bienes de Francisca Calderón, que se convierte en su amante, y con ella, a la que acompaña su hermana María, vivirá bien pronto. [Rodríguez Marín, Documentos LI]
Diciembre. Alemán es encarcelado en Sevilla por no pagar una deuda contraída en febrero de 1601 con Diego López, que había obligado al fiador, Pedro de Baeza, a hacer frente al préstamo. Baeza pide la ejecución contra Alemán, que ingresa en la Cárcel Real de Sevilla con una requisitoria de Francisco Demar, despachada el 15 de junio. [Rodríguez Marín, Discursos, p. 30. Cros, Introd., p. 45]
En los primeros tiempos de este nuevo período sevillano, mantiene amistosa relación con Lope de Vega, que había aparecido en la ciudad del Guadalquivir en este año de 1602, dispuesto a residir en ella en compañía de la comedianta Micaela de Luján. Frente a la frialdad con que la mayoría de los escritores sevillanos recibe a Lope, resalta el comportamiento de Alemán, que, al parecer, lo acoge en su casa. El Fénix manifiesta su agradecimiento y amistad en la canción que escribe para los preliminares del San Antonio, llamándolo «historiador sagrado» y «peregrino ingenio». [Rodríguez Marín, Discursos, pp. 33-34, y «Lope de Vega y Camila Lucinda» ( B R A E , I, 1914, pp. 249-290). Cros, Introd., pp. 38-39. Ver: J. de Entrambasaguas, Vivir y crear de L. de Vega, 1946, p. 233; Astrana Marín, Vida heroica y ejemplar de M. de Cervantes, 1953, V, pp. 344-345, 372-373; Avalle-Arce, «M. Alemán en Italia», 1944; Me-
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Mateo Alemán / La obra completa Grady, «Was M. A. in Italy?», 1963, pp. 148-152; Cavillac, «Alemán en flagrant délit de littéralité», 1992, p. 41]
1603 10 de enero. Por estas fechas, su mujer, Catalina de Espinosa, ha vuelto también a Sevilla, donde administra los bienes de su dote con un poder de su marido, del que vive separada. Todavía en la cárcel, Alemán revoca, en documento firmado ante escribano público, los poderes que había concedido a su mujer para cobrar las rentas de una casa, propiedad del escritor, sita en la Calería Vieja de San Esteban, y que ella había arrendado a un tal Hernando de Chaves, por lo que este debe pagar a Alemán la renta correspondiente. En el documento público deja claro al inquilino «que bien sabe y debe saber que la casa principal en que vive en la Calería Vieja, collación de San Esteban, es mía propia, y no embargante que le tenga hecho arrendamiento de ella doña Catalina, mi mujer». La razón probable es que el escritor sospechara que Catalina de Espinosa no acudiera en su socorro para sacarlo de la cárcel. [Rodríguez Marín, Documentos
LII. Álvarez, Mateo Alemán, pp.
93-99. Cros, Introd., p. 49]
25 de enero. Juan Bautista del Rosso paga la deuda a Pedro de Baeza, que había hecho frente a la de Mateo Alemán, como avalista suyo, en febrero de 1601; para ello cede 500 ejemplares del Guzmdn I (tercera edición autorizada y con retrato) por 210 maravedís cada uno. El autor se compromete a pagar 500 reales de plata en tres plazos anuales para saldar la deuda con Francisco Demar, además «de las costas y salarios que se han hecho y causado». Alemán sale de la cárcel. [Rodríguez Marín, Documentos
LIII-LV]
3 de marzo. Juan Bautista del Rosso se ocupa de la impresión de La vida de San Antonio, todavía no concluida por Alemán ya que, al parecer, aún está redactando su tercer libro. Rosso, al que ha cedido los derechos de la obra, firma el acuerdo de su publicación con el impresor sevillano Clemente Hidalgo, residente en la collación de la Magdalena, y se compromete a comenzar el trabajo - y así lo hace- el 20 de marzo, y a dedicarse en exclusiva a la preparación de los 1.750 ejemplares que formarán la primera tirada. El documento firmado es rico en detalles en cuestiones de interés para los historiadores; por ejemplo, Clemente Hidalgo se comprome-
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te a «imprimir y dar imprimidos mil y setecientos y cincuenta libros intitulados La vida y milagros de San Antonio de Padua [...] con toda perfección y a vuestro contento, y de los hacer en una imprenta que tengo de tener armada y puesta en las casas de la morada de Mateo Alemán, que son de esta ciudad, en la collación de San Vicente, [...] en la cual [impresión] no alzaré la mano ni me ocuparé en otra cosa alguna hasta os haber dado hechos y acabados los dichos mil y setecientos y cincuenta libros». [Rodríguez Marín, Documento, LVI. Cros, Introd., p. 50] 13 de mayo. Alemán otorga poder a dos vecinos de Madrid, Gaspar de Cuevas, mercader, y Gabriel Martínez, sastre, para que saquen del colegio de Santa Isabel la Real, donde se hallaba pensionista, a «una doncella hija mía, nombrada Ana Urbana, de edad que al presente será de trece años, poco más o menos», y se «la puedan enviar a esta ciudad de Sevilla». [Rodríguez Marín, Documentos LVII] Junio y julio. En el registro de la nao San Lucas y San Juan Evangelista, que parte para Santo Domingo del 16 de junio, figuran «Cuatro libros del Picaro, tomo primero, pergamino. O c h o libros del Picaro, tomo segundo, pergamino». Dos días después, el librero Melchor González, registra en el navio Nuestra Señora de la Caridad, «2 libros del Picaro, 2a parte, a 4 reales [se trata de la Segunda Parte de Juan Martí, pues la de Alemán no había salido todavía]». El 7 de julio, salen para México, en la nao Nuestra Señora del Rosario, varias cajas de libros, que contienen «seis el Picaro, tomo primero, pergamino. Doce Picaro, tomo 2, pergamino». [Rodríguez Marín, Documentos LVIII] 30 de agosto. Alquila, por un año, a doña María de Saavedra una casa que posee en la calle del H o r n o Quemado, en la collación de San Lorenzo, con una renta de dos ducados al mes. [Rodríguez Marín, Documentos LIX] 25 de octubre. Arrienda, por un año y con una renta de 22 reales mensuales, a Bartolomé Ruiz una casa «que linda con las casas mías», de la calle de Redes, en la collación de San Vicente. [Rodríguez Marín, Documentos LX] 29 de octubre. Mateo Alemán pasa los poderes que tenía de Francisca Calderón, «doncella, vecina de la misma collación [de San Vicen-
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te]» a su hermano fray Francisco Calderón, que era procurador general de la orden de los mínimos de San Francisco en Andalucía, residente en el convento de la Victoria, de Triana. [Rodríguez Marín, Documentos LXI] 24 de noviembre. En Lisboa, aprobación para editar San Antonio. 7 de diciembre. En Valladolid, segunda aprobación de San Antonio. 1604 Nace su hija Margarita, probablemente tenida con su amante Francisca Calderón, con la que familiarmente vive ya en su casa, acompañada de su hermana María. [Cros, Introd., p. 39]
10 de enero. Interviene como testigo a favor de Micaela Luján, que ha solicitado ser nombrada tutora de sus hijos y poder así administrar sus bienes heredados de Diego Díaz. Obtiene privilegio para imprimir una Vida de Santa Catalina Siena.
de
13 de enero. Otorga pleno poder a Juan Bautista del Rosso para que, en su nombre, «pueda hacer imprimir e imprima un libro de la Vida y milagros del señor San Antonio de Padua que yo he hecho [...] con libre y general administración». En Sevilla, con privilegio real para Castilla y Portugal, impresa por Clemente Hidalgo, había aparecido La vida de San Antonio de Padua, en cuyo elogio López del Valle anuncia la próxima salida de la Segunda Parte del Guzmán. [Rodríguez Marín, Documentos LXII] 23 de enero. Gestiona ante la casa de la Contratación para que se atienda a la parte (100 ducados) del sueldo que se le adeuda a Juan Alonso, piloto mayor de la nao almirante de la flota que llegó de las Indias el año anterior, y de esta cantidad se entregue 400 reales a Pedro Suárez Precioso, vecino de Sevilla. 5 de abril. Como cesionario que era Mateo Alemán de Juan Alonso, otorga poder a Juan Bautista Rosso para el cobro de ciertas deudas. [Rodríguez Marín, Documentos LXIII y LXIV]
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5 de abril. Traspasa un poder que ha recibido de una señora vecina de Sevilla a otro para que lleve a cabo lo que esta le había encomendado sobre la propiedad inmueble que deja como herencia. [Rodríguez Marín, Documentos LXV] 5 de abril. Otorga poder al mercader italiano Atanasio de Averoni para administrar sus casas de la calle de Redes. 5 de abril. Da un poder a Francisca Calderón «para cobrar, arrendar y vender sus casas y otros sus bienes», al tiempo que le hace un arrendamiento fingido de la casa de la calle Redes por un año, «en precio de cuarenta ducados, ya recibidos». [Rodríguez Marín, Documentos LXVI-LXVII] Abril. Con el manuscrito del Guzmán II, sale de Sevilla para Lisboa. [Cros, Introd., p. 51] 7 y 9 de septiembre. Consigue en Lisboa las aprobaciones para la publicación del Guzmán II: Segunda parte de la vida de Guzmán de Alfarache, atalaya de la vida humana. 4 de diciembre. Obtiene el privilegio para el Guzmán II, que aparece a finales de dicho mes, impreso en Lisboa por Pedro Craesbeeck. 1605 La estancia de Alemán en Lisboa se prolonga al menos hasta fines de abril, según documento en el que interviene Juan Bautista del Rosso, que, en su ausencia, en abril de este año, ha enviado a las Indias cientos de ejemplares de su obra: en efecto, en la nao San Vicente y San Juan Bautista, van tres cajas que contienen 292 ejemplares del San Antonio, que deben entregarse en Puertobelo; en la misma nave va una caja con ciento dos libros del mismo título, que se deben dejar en el puerto de Cartagena. Los señores inquisidores habían dado su nihil obstat para que estos libros pasaran a Indias sin problemas. En julio, Rosso embarca para el puerto de San Juan de Lúa tres cajas con 490 ejemplares del Guzmán II, también con el visto bueno de los inquisidores sevillanos. En otro navio, Nuestra Señora de Nuestra Encarnación, Ana Vergenal registra para México «6 Picaros, segunda parte», y en la nao San-
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tiago de Escocia envía «muchos ejemplares de la segunda parte y algunos, pocos, de la primera». [Rodríguez Marín, Documentos LXVIII-LXIX y LXX]
En este año de 1605, Antonio Álvarez imprime en Lisboa una segunda edición del Guzmán II. También en Lisboa, Pedro Craesbeeck imprime, en octavo, otra edición de la Segunda parte de la vida del Guzmán de Alfarache. 26 de abril. Juan Bautista del Rosso le firma un poder para que cobre una deuda a un librero de Lisboa por la venta de ejemplares del San Antonio. 13 de octubre. Compra a Cristóbal de Herrera Quintano, vecino de Sanlúcar la Mayor, para Atanasio de Averoni «un pedazo de pinar en que puede haber una aranzada, en el término de Umbrete», transacción que se cancela al año siguiente por estar hipotecada la propiedad, según escrituras firmadas el 20 y 22 de diciembre de 1606. [Rodríguez Marín, Documentos
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Juan de León imprime en Sevilla una segunda edición del San Antonio., dedicada a don Antonio de Bohórquez, caballero del hábito de Santiago. 1606 Mayo. En el documento firmado por el secretario de la Hermandad del Silencio, Francisco Isidoro Fernando González de Cabrera, de 1723, en la nota que de Alemán se hace, se lee: «No averiguado en mayo de 1606». Lo que indica que, en ese año, no se tenía noticia de su domicilio en la hermandad. Por estas fechas, para celebrar el día de la Santa Cruz se recogía de sus hermanos papeletas de pan para los pobres de la ciudad y limosnas que se repartían entre los presos de la Cárcel Real; era el momento de revisar los domicilios de los afiliados, y el de Mateo Alemán no llegó a confirmarse. [Arch. Hermandad del Silencio]
2 de agosto. Cede al alcalde mayor de la justicia de Sevilla, Francisco de Paz y de la Serna, un poder para cobrar sueldos atrasados (100 ducados en reales) que tiene de un piloto (se trata de Juan Alonso), vecino de Triana, que vino de la Nueva España a esta ciudad, en 1603. En
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la firma del documento aparece como «contador de Su Majestad», igual que en otro del 22 de diciembre de ese mismo año. [Rodríguez Marín, Documentos LXXI] 20 de diciembre. Declara, en escritura firmada en la escribanía de Pedro Carpió, que, en octubre de 1605, había sido intermediario de una operación de compra de «un pedazo de pinar [...] en término de Umbrete», de la que ya había abonado el precio estipulado en su momento, haciendo constar «que no compró para sí», sino para su representado, un tal Atanasio de Averoni, vecino de Sevilla, de la collación de San Nicolás. 22 de diciembre. Dos días más tarde, firma un documento en el que se deshace la compraventa del pinar de Umbrete por estar previamente hipotecado. [Rodríguez Marín, Documentos LXXIV-LXXV. Arch. Hermandad del Silencio] Sale en Venecia el Guzmán, traducido al italiano por Barezzo Barezzi. 1607 Alemán presenta al Consejo Supremo de Indias la solicitud para marchar a México, en la que escribe a su Majestad que a pesar de que «ha gastado la mayor parte de su vida en estudio y lectura de letras humanas y escrito algunos libros, se halla al presente desacomodado y con deseo de proseguir su servicio en las Indias, donde los virreyes y personas que gobiernan tienen necesidad de personas de suficiencia; y porque a esto se junta tener primo hermano muy rico en las minas de San Luis, de Nueva España, que le ha enviado a llamar». N o cita el nombre de este pariente, pero lo cierto es que en esas tierras, por esas fechas, se hallaban algunos familiares; entre ellos un primo hermano llamado Jerónimo Alemán de Figueroa. Asimismo podía referirse a otro primo, muy bien acomodado, Alonso Alemán, hijo de su tío el doctor Juan Alemán. Doctorado en leyes, Alonso vivía en México desde 1571, donde ejercía como catedrático de Prima de Leyes, pero había fallecido en 1604 o 1605, por lo que es imposible que Mateo Alemán se refiriera a él, a no ser que no le hubiera llegado la noticia de su muerte. Lo cierto es que en su expediente conservado en el Archivo General de Indias, de Sevilla, que lleva fecha del 7 de junio, en el permiso real para que pueda viajar a las Indias se habla ahora de un tío: «yo os mando dejéis pasar a Nueva España a Mateo Alemán de Ayala, que va a estar en compañía de un tío suyo, y que pueda llevar tres hijos suyos, una
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sobrina y un criado y una criada». En todos estos documentos, como el que se conserva de la solicitud anterior (declaración de marzo de 1582), Alemán calla el apellido de la madre («porque olía a judíos a cien leguas», escribe Rodríguez Marín) y lo sustituye por el de Ayala. [Gestoso, Nuevos datos, p. 22. Rodríguez Marín, Discursos, pp. 36 y 57. Schons, «Letters from Alemán», p. 17. Leonard, «Mateo Alemán in México». Cros, Introd., p. 52. Cartaya, «Sobre la muerte de Mateo Alemán en México», 2011]
10 de abril. Hace «donación irrevocable [...], a Pedro de Ledesma, secretario del rey nuestro señor en el Real Consejo de las Indias y residente en la villa de Madrid, de unas casas con todo lo que les pertenece, que yo tengo en la dicha villa de Madrid, en la calle que dicen del Reloj, que lindan de la una parte con la calle del Río y por otra el campillo de doña Mariana de Aragón, y por detrás las cuestas del valle de Leganitos. [...] la cual donación le hago y otorgo por las muchas y buenas obras que del dicho secretario he recibido [...], declarando que me quedan muchos más bienes y hacienda de adonde me poder sustentar y alimentar conforme a la calidad de mi persona». La escritura -donde se indica que Mateo Alemán vive en la Collación de San Vicente- se firma en la escribanía de Pedro Carpió. [Rodríguez Marín, Documentos
LXXVII. Cros, Introd.,
p. 53.
Arch. Hermandad del Silencio]
14 de abril. Cediendo sus derechos, da poder a Pedro de Ledesma para imprimir y vender la Segunda Parte del Guzmán y el San Antonio de Padna por el tiempo que le queda de los diez años de privilegio que tiene concedido. [Rodríguez Marín, Documentos
LXXVIII. Cros, Introd., p. 53]
Abril. Se le autoriza a pasar a Nueva España. 7 de junio. Mateo Alemán solicita que se le redacten los documentos oportunos para emigrar a Nueva España, se le investigue la limpieza de sangre requerida para ello y se le tomen las señas a sus hijos y sobrinos, que «están, al presente, del camino enfermos». 7 de junio. Registro del pasajero Mateo Alemán, núm. CLXXXI, para embarcar a Nueva España con sus tres hijos y una sobrina: Francisca, Margarita, Antonio y Catalina, respectivamente. [Extracto del memorial por los oficiales de la Casa de la Contratación, en copia del Arch. Hermandad del Silencio]
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8 de junio. Otorga un poder a Domingo García (quizá un criado suyo), a Gregoria Volante (el ama de gobierno de su casa) y a María Calderón (hermana de Francisca) para administrar las casas que posee en la calle de Redes. A esta última le da el derecho a vivir cuanto tiempo quiera en la casa pequeña de esta calle «sin pagar por ello cosa alguna, y si quiere la pueda arrendar y llevar y gozar para sí la renta de ella». [Rodríguez Marín, Documentos L X X I X . Cros, Introd., p. 53] 8 de junio. Presenta a Alonso de Cuenca, algebrista, vecino de la collación de O m n i u m Sanctorum, como testigo para abonar su declaración de limpieza de sangre y la relación de pasajeros que lo acompañan. «Tiene noticias este testigo muy particulares de los padres y abuelos del dicho Mateo Alemán [...] que todos fueron cristianos viejos hidalgos notorios, no descendientes de moros ni judíos, ni por el Santo Oficio penitenciados; que el testigo ha visto muchas veces la carta ejecutoria de la hidalguía de los mismos». Declara que «conoce a sus hijos doña Francisca, doña Margarita y Antonio, y a su sobrina doña Catalina, hija de Juan Agustín de Alemán, hermano del susodicho. Q u e no conoció a la madre de aquellos porque no fueron casados y son hijos naturales nacidos en esta ciudad». Y este es el retrato que hace del escritor sevillano: «el dicho Mateo Alemán será al presente de edad de sesenta años, alto de cuerpo, cano y con una señal pequeña sobre el dedo pulgar de la mano izquierda»; y de Francisca Calderón, que viaja como una hija más, dice que es «de veinticuatro años, trigueña, con un lunar debajo de la oreja izquierda». [Gestoso, Nuevos datos, p. 21]
9 de junio. Fecha de partida de la flota que marcha a Nueva España. Su expediente de embarque se incia con la relación de los viajeros: «Mateo Alemán Ayala, y Antonio y Margarita y doña Francisca, sus hijas, solteros, por cédula de su Majestad, y lleva consigo a doña Catalina, su sobrina. E n I X de junio de 1607 años, en la nao maestre Tomé García». Los dos criados que les acompañan, Alonso Martín y María de Gálvez, están registrados c o m o solteros. 27 de junio. Queda suspendida la partida de la flota por la necesidad de utilizar algunas de esas naves para proteger las costas españolas de la amenaza de barcos holandeses. Ante la situación, Alemán con los suyos se retira a Trigueros (Huelva) a la espera de que la flota pueda salir para las Indias; allí vive en un monasterio o noviciado - e l Colegio
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de Santa Catalina- que tenían los padres jesuitas. Por ese tiempo está documentado que vive en este pueblo un tal Diego Alemán -según libro de registro de bautismos de la parroquia de esa villa de Trigueros-, pero no se sabe si tenía algún parentesco con el escritor sevillano. [Rodríguez Marín, Documentos L X X X . Gestoso, Nuevos datos, pp. 15-22. Cros, Introd., p. 53. Arch. Hermandad del Silencio] 1608
8 de marzo. Pide que se le asigne galeón en la flota que ha de partir. 12 de junio. La flota de Nueva España, compuesta de más de 70 navios y comandada por el general don Lope Diez de Armendárez, por fin se hace a la mar partiendo de la bahía de Cádiz; en el viaje Alemán entabla relaciones con el dominico fray García Guerra, que había sido nombrado sexto arzobispo de México el 20 de octubre de 1607. Juan Ruiz de Alarcón y Bartolomé de Góngora hacen la misma travesía, pero en distinta nave. 19 de agosto. La flota llega a San Juan de Ulúa. En la inspección que hace «la aduana inquisitorial» se requisa un ejemplar de la primera edición del Quijote de 1605, que resultó ser del escritor sevillano. El dato se halló en un cuaderno titulado Inquisición de flotas venidas de los Reynos de S. M. desde el año de 1601 hasta el presente de 1610. En este manuscrito se lee que cuando la nave en que hacía la travesía Mateo Alemán arribó a puerto, «fue recogido y mandado a este Santo Oficio de la Inquisición de México un libro en 4.°, afforrado en pergamino, que dice en su carátula: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra... Año 1605. Con privilegio. En Madrid. Por Juan de la Cuesta, que pareció al comisario de la Veracruz y oficiales reales de la Real Aduana ser Romance que contiene materias profanas, fabulosas y fingidas». Al margen del texto se lee: «Se volvió el libro por súplica de S. Illma. D. Fr. García Guerra a su dueño Mateo Alemán, Contador y Criado de su Majestad». Alemán, probablemente, acompaña al arzobispo en el camino triunfal de Veracruz a México. [González Obregón, «De cómo vino a México 'Don Quijote'». Leonard, «Mateo Alemán in México»]
29 de septiembre. En la Ciudad de México se celebran las ceremonias de recepción del nuevo arzobispo fray García Guerra, a las que asiste Alemán. [Sucesos, pp. 517-519. Cros, Introd., p. 54]
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1609 31 de marzo. Es la fecha de la aprobación de su Ortografía castellana, sale de las prensas mexicanas de Jerónimo Balli. Alemán habría concluido la redacción de esta obra durante la estancia de espera en Trigueros. En el mismo taller se imprime La vida del Padre Maestro Ignacio de Loyola, de Luis de Belmonte Bermúdez, con un «Elogio» escrito por Mateo Alemán. Noviembre. Figura «como contador que interviene en asuntos de la Universidad de México». [McGrady, Mateo Alemán, p. 38; Henríquez Ureña, «Escritores españoles en la Univ. de México», p. 89. Cros, Introd., p. 54] 8 de diciembre. El rector del colegio carmelita de San Ángel le alquila una casa para tres años por trescientos pesos anuales. [Leonard, «Mateo Alemán in México». Cros, Introd., p. 54] 1611
10 de mayo. Fray García Guerra toma posesión del cargo de virrey de Nueva España. 10 de junio. Tiene lugar un eclipse de sol, del que Alemán da cuenta, con todo detalle, en los Sucesos de fray García Guerra. 26 de agosto. Se registra un terremoto en la Ciudad de México que Alemán describe también en los Sucesos (pp. 520-521). 1612 20 de febrero. Muere fray García Guerra. 1613 Aparecen publicados en los talleres de la Viuda de Pedro Balli los Sucesos de fray García Guerra, arzobispo de México (con una Oración fúnebre), la última obra de Mateo Alemán, que sigue figurando por entonces como «contador de la Universidad». [McGrady, Mateo Alemán, p. 38. Leonard, «Mateo Alemán in México», pp. 327-330] 1614 Mateo Alemán fallece en la Ciudad de México, en extrema pobreza, ya que su albacea, Baltasar de Cabrera, tuvo que pedir ayuda económica a conocidos y allegados para poder enterrarlo.
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M a t e o A l e m á n / L a o b r a completa Esta información la ha conseguido y publicado Juan Cartaya B a -
ños, en la documentación obtenida de una prueba legal realizada en Sevilla entre 1619-1620 con el fin de determinar el fallecimiento del escritor, para poder destinar algunos bienes de los que había sido titular a una fundación piadosa en memoria de su mujer, doña Catalina de Espinosa. Según el testimonio de un primo del escritor, el licenciado Diego Albín de Moscoso, beneficiado de la parroquial de San L o r e n z o de Sevilla, que «dijo que conoce a Cristóbal de Escobar Morales y c o n o ció a Mateo Alemán difunto, porque fue primo hermano de este testigo, y conoció a doña Catalina de Espinosa, a todos de muchos años a esta parte, y sabe que el dicho Mateo Alemán es difunto y pasado de esta presente vida, que murió en la Ciudad de México de la Nueva E s paña en el año de mil y seiscientos y catorce, y lo sabe porque así se lo avisó por carta de la dicha ciudad J e r ó n i m o Alemán de Figueroa al hermano de este testigo y primo hermano del dicho difunto por el dicho tiempo, y este testigo tiene por cosa cierta y sin duda que murió sin dejar bienes ningunos, porque siempre tuvo este testigo noticia que no los tuvo». Entre otros testimonios se conserva el de Miguel de Nevé, que dice que «conoció a Mateo Alemán difunto desde que el susodicho pasó a México, que puede haber cinco o seis años y sabe que el susodicho es muerto y pasado de esta presente vida, lo cual sabe este testigo por que residía en la Ciudad de México de la Nueva España al tiempo y cuando el dicho Mateo Alemán murió en la dicha ciudad, puede haber tres o cuatro años, y así fue muy público y notorio en la dicha Ciudad de México, y el o y ó decir a Baltasar de Cabrera, que había quedado por su albacea, que se había pedido limosna para enterrarlo». Hasta hace poco, se daba por buena la noticia de que en 1615 residía en Chalco, si bien no se tenía confirmación documental de tal hipótesis. [Cartaya, «Sobre la muerte de Mateo Alemán en México», 2011. Toribio Medina, La imprenta en México, 1912, II, p. 43. Cros, Introd., 55]
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MATEO ALEMÁN OBRA VARIA
ESCRITOS MENORES E S T U D I O Y E D I C I Ó N DE P E D R O M . P I Ñ E R O R A M Í R E Z
ODAS DE HORACIO TRADUCIDAS POR MATEO ALEMÁN Las dos Odas de Horacio que tradujo Alemán son los primeros textos del escritor sevillano de los que se tiene noticia. Su opera prima, en palabras de algunos alemanistas. Aparecieron como pliego suelto dedicado a don Diego Fernández de Córdoba, duque de Cardona y Segorbe y marqués de Comares, sin año ni lugar de impresión, aunque no sería nada extraño que la llevara a cabo el mismo Alemán en su casa, dada la afición que tenía a la imprenta 1 . Horacio fue, en la época áurea, autor de máximo prestigio, traducido y seguido por no pocos escritores de entonces, incluso de tiempos posteriores. H a y textos de Fray Luis de León, de Leandro Fernández Moratín, de Juan de Salas Calderón y de tantos otros poetas/traductores del autor latino. A Mateo Alemán le debió de atraer el yo moral que desborda la poesía horaciana, tan leída y seguida por el parnaso hispalense; fueron los humanistas sevillanos (Herrera, Montano, el canónigo Pacheco, Medina, y no pocos más) quienes abrieron la puerta al horacianismo y al estoicismo moral que, a lo largo de los Siglos de Oro, impregnan la poesía sevillana2. La fidelidad de Alemán al horacianismo se pone de manifiesto en otros escritos suyos, como en sus dos epístolas a Cristóbal Pérez de Herrera, en las que mantiene un discurso moral de moderación y una evidente capacidad de reflexión y sensatez, que proceden, en buena parte, de la lectura de la obra del escritor latino, cuya filosofía se caracteriza por su inclinación al equilibrio moral, por su querencia irrenunciable al justo medio. Y todo esto tenía también mucho que ver con el tacitismo al que se adscribía el autor sevillano, en el que el aurea me-
1 Mico escribe: «Aunque algunos estudiosos de la historia de la imprenta opinan que se trata de dos personas distintas, en un documento de 1600 se menciona a un Mateo Alemán como impresor, y lo pudo ser al menos de su propia traducción de dos Odas de Horacio» («M. Alemán y el Guzmán: la novela, a pie de imprenta», 2000, p. 167). 2 Véase G ó m e z Canseco, «El rostro en las letras» (2012), pp. 60 y 68.
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diocritas y el aviso de que el hombre debe andar en soledad absoluta el camino que conduce, inevitablemente, a la muerte, eran temas de reflexión obligada. Por otro lado, esta base humanística asentada en el horacianismo tuvo también su desarrollo en el Guzmán, como han señalado algunos especialistas3. Además, estas traducciones le daban la oportunidad de lucir su sólido conocimiento de la lengua y literatura latinas, que también mostró en los preliminares del San Antonio. Y lo que no es menos importante: nos descubre un Mateo Alemán poeta antes que prosista; aunque es bien cierto que el testimonio de sus versos es muy escaso. Se sigue aquí la edición de Foulché-Delbosc, «Bibliographie» (1918), pp. 481-485, que indica que estos textos se imprimieron dos veces en 1893: Odas de Horacio traducidas por Mateo Alemán. Publícalas nuevamente el Excmo. Sr. D. Manuel Pérez de Guzmán y Boza, marqués de Jerez de los Caballeros. Cádiz, Imprenta de la Viuda de Niel, San Francisco, núm. 2, 1893, in-8, 8 pp. (al final: Acabóse de imprimir en Cádiz... el día 12 de agosto de 1893). Tirada de 100 ejemplares. Y en la Revista literaria, Adición a la Revista de Tribunales, Sevilla, 15 de agosto de 1893, por D. Joaquín Hazañas y la Rúa. Para el original latino de Horacio reproducido en los anexos, se toma el texto fijado en: Q. Horati Flacci, Opera, recognovit brevique adnotatione critica instruxit Eduardus C. Wickham, editio altera curante H. W. Garrod, O X O N I I (1901), 1989, pp. 41-42 y 45-46. Para las anotaciones se ha tenido en cuenta las siguientes ediciones modernas: Horacio, Odas. Canto secular. Epodos, introd. general, traducción y notas de José Luis Moralejo, Madrid, Gredos, 2007 (Biblioteca Clásica Gredos, 360). Horacio, Epodos y Odas, trad., introd. y notas de Vicente Cristóbal López, Madrid, Alianza Editorial, 1990 (El Libro de Bolsillo).
3
Véase Cros, Protée et le gueux (1967), pp. 318,324-325; Cavillac, «Mateo Alemán et la modernité» (1980), p. 383.
A D O N DIEGO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, D U Q U E DE C A R D O N A Y SEGORBE, MARQUÉS D E C O M A R E S . «ODAS D E H O R A C I O » , T R A D U C I D A S POR MATEO ALEMÁN Rectius vives... (Oda 10, lib. II) Muy más seguramente podrás vivir, Licinio 1 , cuando en el mundo menos te engolfares2, y al hilo de la gente3 pasares tu camino huyendo los peligros de altos mares, donde aun la nave fuerte va temerosa de contraria suerte. El que buscando el puerto por el margen dichoso de la mediocridad 4 navega a espacio5, va más seguro y cierto, que no estará envidioso de los dorados techos de palacio, ni le causará espanto de la necesidad el negro manto.
Licinio-. así en el texto latino. Se trata de Licinio Murena, amigo de Horacio. engolfares: 'te metas mar adentro, hasta lo profundo del mar'. «Engolfarse. Término náutico. Cuando las galeras u otros bajeles dejan de ir tierra a tierra y se meten en el golfo, atravesándole por donde no ven otro que agua y cielo. Engolfarse en algún negocio dificultoso es término muy usado» (Tesoro). El desarrollo de la metáfora de la vida humana como una singladura, que el poeta expone en estos versos, es propio de las literaturas de los pueblos mediterráneos. 1
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3 al hilo de la gente: 'a donde van todos'. «Irse al hilo de la gente. Irse tras los demás» (Vocabulario, p. 163a). 4 mediocridad: se trata de la proverbial aurea mediocritas, tan citada y glosada en la literatura del Siglo de Oro. 5 a espacio: 'poco a poco, despacio'.
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Las más veces el viento suele hacer más guerra donde halla mayor la resistencia; postra por el cimiento la fuerte torre en tierra, y al alto pino rompe su violencia; el fiero rayo asalta de ordinario en el monte la cumbre alta. En próspera fortuna preven a la contraria, armado de prudencia y fortaleza, porque no siempre es una, antes mudable y varia, sin tener solo un punto de firmeza; que el caso prevenido no ofende6 tanto como el no advertido. Todo se trueca y muda; si ahora está nublado, el sol sale y el tiempo se mejora; si el otoño desnuda el árbol acopado7, el verano lo viste; y ya tal hora sigue Apolo la Musa, ya la deja, y del arco y flechas usa8. Señálate animoso en las adversidades gobernándote siempre sabiamente, y como receloso en las prosperidades
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ofende: 'hiere, hace daño, molesta'. acopado-, 'de copa frondosa'. 8 las flechas de Apolo: 'del amor (o de la armoniosa cítara que tocaba con maestría) se pasa a la muerte'. A Apolo se le atribuyen no pocas aventuras amorosas con las Musas, cuyo culto iba ligado al suyo; y por otro lado, hábil como era en el manejo del arco, que fue su arma por excelencia, ejercía de dios guerrero, capaz de causar con sus flechas una muerte rápida y dulce a sus enemigos. Los versos están simbolizando las cambiantes vicisitudes de la vida del hombre. 7
O b r a varia. Escritos menores si van soplando favorablemente, entonces te desvela9 conforme corra el tiempo en dar la vela10.
9 10
desvela: 'distrae, hace perder la vigilancia'. dar la vela: 'manejar la vela' con habilidad, según vengan los tiempos.
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II. Eheu fugaces... (Oda 14, lib. II) ¡Ay, Postumo! 11 Los años van huyendo, viénese la vejez y su dolencia poco a poco nos lleva consumiendo; tu piedad12 no podrá hacer resistencia al brazo duro y fuerte de la enemiga inevitable muerte. No, si cada mañana que amanezca de cuatrocientos toros ofrecieres vaheando13 la sangre roja y fresca, te valdrá; aun si en llorar te deshicieres, no presta14 el sacrificio ante Plutón, de Gerión ni Ticio15. Por sus riberas y laguna triste hará navegación todo viviente16, desde aquel que de púrpura se viste y ciñe sienes oro refulgente de la corona rica, hasta el pastor que a su sayal se aplica. N o importará, no, haber ejercitado del fiero Marte la sangrienta espada, ni huir de surcar el mar salado; en balde buscarás la reparada contra el Austro dañoso 17 , que el otoño se muestra riguroso 18 .
Postumo: en el original latino, pero no se sabe de quién se trata. piedad: 'la virtud, las plegarias, las devociones'. 13 vaheando: 'echando vaho y vapor', de vahear. 14 no presta: 'no aprovecha, no es útil'. 15 Para Plutón, sobrenombre ritual de Hades, el dios de los infiernos, los sacrificios ofrecidos por los gigantescos Gerión (o Geriones, dueño de rebaños de bueyes que le robó Hércules antes de darle muerte) y Ticio (hijo de Júpiter, que lo precipitó en los infiernos por querer violar a Latona, de la que había tenido a Apolo y Diana) no conseguían el efecto buscado, y quedaron prisioneros de las ondas infernales para siempre. 11
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16 Se refiere a las aguas infernales (los pantanos del Aqueronte, la laguna Estigia y el río de los muertos) donde Caronte ejercía su poder. 17 Austro: el viento del Sur. 18 otoño: en la Antigüedad, el otoño era tenido por una estación proverbialmente insana.
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N o hay duda que verás forzosamente las perezosas aguas del Corito 1 9 , no podrás escapar de ver presente el tormento de Sísifo infinito20, y de Danais la pena21, de angustia, de trabajo y dolor llena. Tu casa y tierra dejarás muy presto, y a tu querida esposa regalada, que solo del ciprés, árbol funesto, serás acompañado en la jornada 22 , de todas cuantas plantas con tu solicitud labras y plantas. Tomará el heredero diligente la cuba en que curioso te extremaste del generoso vino, que fielmente debajo de cien llaves encerraste, y en banquetes sin duelo gastará y bañará el indigno suelo.
Cocito: uno de los ríos del infierno, el de los Lamentos, afluente del Aqueronte. Sísifo: hijo de Éolo, Sísifo, el más astuto de los mortales, fue castigado por el padre de los dioses por haberlo descubierto como raptor de Eginia, y lo arrojó a los infiernos, condenándolo a empujar eternamente una pesada roca hasta lo alto de una pendiente, desde la que rodaba una y otra vez la roca arrastrada por su propio peso, y Sísifo tenía que volver a subirla. 21 Danais: las cincuenta hijas del rey Danao, las Danaides, por haber dado muerte a sus maridos en la noche de boda, estaban condenadas en el Infierno a llenar de agua una tinaja que tenía el fondo agujereado. 22 ciprés: 'en el camino hacia la muerte solo te acompañará el ciprés'. Por ser árbol de Plutón, el ciprés estaba relacionado con los ritos fúnebres; se plantaba alrededor de las tumbas y sus ramas se colocaban en los umbrales de las casas donde había un difunto. 19
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ANEXO I. ODA II, 10. (Original latino) Rectius vives, Licini, neque altum semper urgendo neque, dum procellas cautus horrescis, nimium premendo litus iniquum. Auream quisquis mediocritatem diligit, tutus caret obsoleti sordibus tecti, caret invidenda sobrius aula. Saepius ventis agitatur ingens pinus et celsae graviore casu decidunt turres feriuntque summos fulgura montis. Sperat infestis, metuit secundis alteram sortem bene praeparatum pectus. Informis hiemes reducit Iuppiter, idem summovet. Non, si male nunc, et olim sic erit: quondam cithara tacentem suscitai Musam neque semper arcum tendit Apollo. Rebus angustis animosus atque fortis appare; sapienter idem contrahes vento nimium secundo turgida vela.
ANEXO II. ODA II, 14 (Original latino, metro alcaico) Eheu fugaces, Postume, Postume, labuntur anni nec pietas moram rugis et instanti senectae adferet indomitaeque morti: non si trecenis quotquot eunt dies, amice, places illacrimabilem Plutona tauris, qui ter amplum Geryonen Tityonque tristi compescit unda, scilicet omnibus quicumque terrae munere vescimur, enaviganda, sive reges sive inopes erimus coloni. Frustra cruento Marte carebimus fractisque rauci fluctibus Hadriae, frustra per autumnos nocentem corporibus metuemus Austrum: visendus ater flumine languido Cocytos errans et Danai genus infame damnatusque longi Sisyphus Aeolides laboris: linquenda tellus et domus et placens uxor, neque harum quas colis arborum te praeter invisas cupressos ulla brevem dominum sequetur: absumet heres Caecuba dignior servata centum clavibus et mero tinget pavimentum superbo, pontificum potiore cenis.
U N SONETO D E ALEMÁN EN RESPUESTA A O T R O D E V I C E N T E ESPINEL El Guzmán (1599), a diferencia de la mayoría de las obras de entonces, aparece muy ligero de apoyos literarios: el «Elogio» que le dedicó Alonso de Barros y un poema latino de Espinel, «Ad Guzmanum Alfarache, Vicentii Spinelli Epigramma». Dos escritos para acompañar, en los preliminares, a Mateo Alemán en este proyecto que resultó tan inesperádamente exitoso -inesperádamente porque el sevillano era casi un desconocido para el poblado mundo de los escritores de su época-. Barros y Espinel -los dos tienen ya por entonces un prestigio reconocido- cumplen con el amigo. En su pieza laudatoria, el epigrama latino que le dedica, Vicente Espinel, arrancando con una cierta y significativa desorientación ante el autor y la obra, apunta y acierta, sin embargo, al descubrir la naturaleza paradójica del Guzmán, advirtiendo al lector del complejo viaje que iba a iniciar con su lectura1. La amistad de Alemán y Espinel parece que se había consolidado desde hacía unos años, y el soneto que escribe Alemán en respuesta al del autor de las Relaciones de la vida del escudero Marcos de Obregón (1618), una novela que sigue las huellas del género inaugurado por el sevillano, debe situarse años antes, en los comienzos de la década de 1590. Es probable que la amistad se hubiera trabado a través de Hernando de Soto, que conocía a Espinel desde 15912. Pero también estas relaciones pudieron iniciarse en Sevilla hacia 1578, o en Madrid entre 1584 y 1586, cuando Alemán ya se había hecho cargo de funciones de contador real, o quizá algo más tarde. Son conjeturas con cierta base, pero nada más3. Metido Alemán de lleno en sus servicios de la administración real y atendiendo, cuando le quedada tiempo, a sus nego-
Márquez Villanueva, «Recepción del Guzmán» (1999), pp. 555-556. Pérez Pastor, Bibliografía madrileña (1906), I, p. 353. 3 Véase Gómez Canseco, «Dos sonetos bubosos entre Mateo Alemán y Vicente Espinel. Edición crítica y estudio» (2014). Agradezco a Gómez Canseco que me facilitara su trabajo, cuando todavía estaba inédito, que me ha sido imprescindible para esta corta introducción y nuestra edición. 1
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cios, no tenía mucho reposo para encontrar un hueco en el mundo de las letras. Este soneto, como las traducciones de las Odas de Horacio - y , probablemente, otros poemas no conservados-, le servía para no perder el contacto con los grupos de escritores contemporáneos. Era una manera de hacerse presente, y de la mano de Espinel, que gozaba ya de cierto prestigio, el reconocimiento sería más fácil. Al soneto del poeta rondeño, en cuyos versos hiperboliza la fealdad de la mujer asediada por la tremenda enfermedad de la sífilis, llena de bubas, responde el de Alemán extremando las burlas del libidinoso enamorado. D e este modo, los dos poetas, llevando a los límites la sátira de la poesía amorosa de la época, disfrutan con un destrozo superlativo del canon de la belleza de la dama cantada desde Petrarca hasta los poetas de aquellos años de finales del Quinientos, en más de una ocasión de manera insoportablemente empalagosa, lo que provoca una interminable colección de poemas satíricos de esta clase. A Joaquín de Entrambasaguas se debe la primera edición de los dos sonetos juntos, al tiempo que da a Espinel la autoría del que empieza « D e un ébano sutil, dos bellas piernas», frente a otras atribuciones, como la que había hecho Juan J o s é L ó p e z de Sedaño a Pedro Laínez 4 . Del soneto de Mateo Alemán, poco - o n a d a - atendido por la crítica alemaniana, solo se ha conservado una copia, la que se encuentra en el cartapacio de Pedro de Penagos, de la Biblioteca de Palacio, que comenzó a compilarse en 1593; ambos poemas ocupan el folio 17 de este códice (Ms. 11/1581 [I], fol. 17r), de aquí que se presuma su redacción para poco antes de esta fecha 5 . Nuestra edición sigue el texto cuya copia se atribuye a Penagos en la versión de Abraham Madroñal, J o s é J. Labrador y Ralph A . DiFranco 6 , atendiendo las correcciones de G ó mez Canseco. Las anotaciones se hacen en los dos sonetos con referencias a los versos y no a términos concretos.
4 Entrambasaguas (ed.), Pedro Laínez, Obras (1951), I, pp. 130-134. López Sedano, Parnaso Español (1774), VIII, p. XLVII. 5 Gómez Canseco, en su trabajo citado anteriormente, ofrece los datos y reúne la bibliografía sobre el único testimonio que ha quedado del soneto de Alemán y da cuenta, por otra parte, de las diez copias conservadas del de Espinel y las diferentes atribuciones que le han asignado hasta fijar autoría al escritor de Ronda. 6 Gómez Canseco da como aparecida (en 2012) la edición del Cartapacio de Pedro de Penagos, preparada por Madroñal, Labrador y DiFranco. Me comunica Labrador que esta edición aún no ha aparecido (se espera que salga en diciembre de 2014), y puntualiza que el texto entregado a la imprenta hace meses se publica tal como se encuentra en el ms, sin ningún tipo de modernización.
I. SONETO DE VICENTE ESPINEL
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De un ébano sutil, dos bellas piernas, bellas, del vello que las tapa y cubre; una arrugada y descarnada ubre; dos secas nalgas y húmedas cavernas; un pecho de tablón y dos mal tiernas castraduras de macho que descubre dos brazos de nogal que, al mes de octubre, pronostican las cosas más internas; un pálido color de quintangustia a puro azogue conservado y hecho, y un listón en la frente atado a justo;
v. 1 ébano sutil: 'una ligera negrura'. V. 2 vello-, de las piernas y del pubis, de aquí lo bello de las piernas, v. 3 ubre: debe entenderse el 'vientre caído', mejor que 'unos pechos colgantes y flácidos', si bien ubre significa la « teta... o de la puerca o de la vaca o de otro animal hembra» {Tesoro). v. 4 húmedas cavernas: 'ano y sexo de la mujer'. «El hoyo o profundidad que van haciendo las materias en las llagas o heridas» (Autoridades). v. 5 pecho de tablón: unos pechos lisos como tablas, con unos pezones duros (mal tiernos). v. 6 castraduras de macho: 'cicatrices producidas por la castración de un mulo', w . 7 - 8 brazos de nogal: 'oscuros y fuertes'; al mes de octubre: aclara Gómez Canseco: «La medicina de la época consideraba el mes de octubre como el más apropiado para las curas de la sífilis, en las que se debía evitar el calor o el frío excesivos». Los brazos, al descubierto, revelan la enfermedad, v. 9 quintangustia: 'dolor insoportable', v. 10 azogue: la sífilis se trataba con azogue, 'mercurio'. v. 11 listón: 'pañuelo, venda', para ocultar la caída del pelo debida a la enfermedad. «Lista. Es una cinta de color angosta, y la que es ancha llamamos listón» (Tesoro).
O b r a varia. Escritos
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menores
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una severidad marchita y mustia
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T a l es la f u e r z a d e u n b e l l a c o g u s t o .
m e a b r a s a el a l m a y m e c o n s u m e el p e c h o .
(Soneto 76, de Espinel)
II. S O N E T O D E M A T E O A L E M Á N , E N
RESPUESTA
Si e s e t u i n ú t i l c u e r p o , b r a z o s , p i e r n a s , 2
c o n las m á s p a r t e s q u e el v e s t i d o c u b r e , tienes y a m á s
4
flautadas
que una ubre
c o n fístulas, b o t a n a s y cavernas; si e s t á s l l e n o d e g o m a s y t a n t i e r n a s ,
6
que cada cual revienta y nos descubre que, a u n q u e te cures más de o c t u b r e a octubre,
8
n o a p r o v e c h a p o r ser bubas internas.
10
d e s e a r ni i n t e n t a r t a n alto h e c h o ?
¿ D e q u é te sirve ansiosa quintangustia D e j a esta e m p r e s a y sigúelo a tu gusto,
v. 12 severidad: 'rictus severo' reflejado en un rostro atormentado. «Vale también seriedad o gravedad» (Autoridades). v. 14 bellaco gusto: 'malvado y soez placer del sexo'. «Gustos. Se suele tomar por los vicios en común; y así se dice Fulano se ha entregado a sus gustos» (Autoridades).
v. 2 las más partes: 'los órganos sexuales'. «Partes. Se llaman asimismo los instrumentos de la generación» (Autoridades); «las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que solo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas» ( Q u i j o t e I, x m , p. 142, ed. Rico), frase expurgada por la Inquisición portuguesa en 1624. v. 3 flautadas: anota Gómez Canseco: «'desmejoradas', pero también 'agujereadas', como flautas, a causa de las purgas y curaciones». v. 4 botanas: «Parche que se pone en una llaga para que se cure» ( D R A E ) . Cavernas: «El hoyo o profundidad que van haciendo las materias en las llagas o heridas» (Autoridades), 'agujeros en el cuerpo'. v. 5 gomas: 'tumores'. «Goma: el tumor o bulto que sale en la cabeza o garganta, y en las canillas de los brazos y piernas» (Autoridades). v. 7 de octubre a octubre: 'durante todo un año'. v. 8 bubas internas: 'daños morales' que deja en el hombre las relaciones lujuriosas, v. 9 ansiosa quintangustia: 'atormentador martirio'. v. 11 deja esta empresa: 'abandona este noble proyecto (alto hecho)' y dedícate al placer carnal, a tu gusto.
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Mateo Alemán / La obra completa 12 14
que ya sé que la traes cansada y mustia viendo la cuitadilla que en tu pecho cabe que el suyo tenga tan vil gusto.
w . 12-14 comenta Gómez Canseco: «Los tres últimos versos se mueven con una buscada ambigüedad que apunta, por un lado, a la dama sifilítica -aquí "cansada y mustia" frente al "marchita y mustia" del soneto de Espinel- y, por otro, al órgano sexual masculino, mencionado aquí en forma femenina. Lo que viene a decir, parafraseando los versos, es: 'porque yo sé que ella -dama y pene- está cansada y mustia, pues ve que tú puedes enamorarte de alguien que tiene un gusto tan vil como para enamorarse de ti', igualando finalmente la fealdad y la enfermedad de ambos amantes bubosos».
D O S CARTAS DE MATEO A L E M Á N A U N A M I G O En un legajo de manuscritos repartidos en seis volúmenes, Edmond Cros encontró, en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, las dos cartas que Alemán dirige a su amigo el doctor Cristóbal Pérez de Herrera. Es el ms. 1146, y su tercer volumen, encuadernado, contiene las dos epístolas bajo el título de DOS CARTAS DE / MATEO ALEMÁN / A UN AMIGO / En / la primera trata de lo hecho / cerca de la reducción y amparo / de los pobres del reino / y / en la segunda cuál debe ser / la verdadera amistad. Las dos cartas están copiadas por la misma mano, con una escritura cursiva de la segunda mitad del siglo xvn 1 . Las espístolas, inestimables por los temas que plantean, son dos documentos -especialmente la primera- de la realidad social de la España de aquella época, expuestos en una prosa convincente por un escritor que forma parte de un reducido grupo de intelectuales decididamente dispuestos a aplicar su filosofía tacitista a «la razón de Estado» para resolver los problemas de su tiempo. La primera carta, datada el 2 de octubre de 1597, se ocupa del complicado asunto de la mendicidad, que traía de cabeza a gobernantes y a no pocos intelectuales. La relación amistosa y muy fluida entre Alemán y Pérez de Herrera se pone de manifiesto en estos escritos, y la influencia de este en la visión que el escritor sevillano tiene sobre el problema parece evidente en las líneas generales, lo que no quiere decir que Alemán no modifique y matice algunas de las propuestas de su destinatario 2 . La posición que toma Alemán, en línea con la de sus compañeros de grupo, ante la situación de la mendicidad en España es marcadamente reformista 3 . Con las ideas muy claras, con una actitud firme ante los falsos pobres y ante una numerosa parte de la población que se escamotea del trabajo, el autor del Picaro expone su punto de vista 1
Cros, Protée et le gueux (1967), p. 433. Véase Cavillac, «Reformismo y picaresca», en Pérez de Herrera, Amparo de pobres (1975), pp. CXLVI-CXLVIII, y «Alemán y Guzmán ante la reforma de la mendicidad», en «Guzmán de Alfarache» y la novela moderna (2010), pp. 73-92. 3 Véase Maravall, La literatura picaresca desde la historia social (1986), pp. 13 y 274. 2
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con rotundidad, en el que llama la atención al lector sobre la falta de caridad en el comportamiento de los ciudadanos, que por serlos deben actuar como cristianos. La caridad, entendida como la entiende Mateo Alemán, tiene un origen cristiano, tal como lo puso de manifiesto en el texto de la Regla de la Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno, de 1578; pero también se asienta en la doctrina tacitista, que señala la atención al otro como base de «la razón de Estado». Era el espíritu que se plasmaba en los proyectos de estos intelectuales para el mejor funcionamiento de la república. Y Alemán y su amigo están integrados en este grupo, aunque, a veces, el proyecto en el que se esfuerzan suene a cierta utopía, «vuelto atrás al siglo dorado», según escribe. Por otro lado, el lector descubre en numerosos términos e imágenes utilizados en la prosa de esta carta (logro, plata, dar a logro, dinero seguro, paga, dita, ganancias...) a un hombre que se mueve con soltura - l o que no quiere decir que los negocios le salgan siempre bien, que eso es otra cosa- en el mundo mercantilista del momento. La epístola - p o r añadir un valor más a su contenido- da pista irrefutable sobre la fecha de la redacción del Guzmán: su primera parte debió de estar acabada antes de primeros de octubre de 1597. Hablando del «curioso discurso» que Pérez de Herrera ha hecho en su Amparo de pobres, manifiesta que de eso mismo ha tratado él, ya que ese ha sido «mi principal intento en la primera parte del Picaro que compuse, donde dando a conocer algunas estratagemas y cautelas de los fingidos, encargo y suplico por el cuidado de los que se pueden llamar y son, sin duda, corporalmente pobres, para que, compadecidos de ellos, fuesen de veras remediados» 4 . La Carta II, dirigida al mismo destinatario y datada días más tarde, 16 de octubre de 1597, es más breve y se extiende sobre la amistad. A su manera, un pequeño tratado de amicitia lleno de sinsabores, que pone de manifiesto el martirio que está pasando por aquellos años, acosado de «tantos enemigos». En medio de «tantas adversidades» como se le han venido encima, se sincera con Pérez de Herrera: «ya sabes mi soledad, mi flaca sustancia; ya me ves por oprobio reputado». Situación tan complicada le ha llevado a la pobreza: «otros que como yo vinieron a pobreza». La crítica alemaniana ha tratado de dilucidar a qué «oprobio» se está refiriendo Alemán. La verdad es que corrían muy malos tiempos para él, pues había sido despedido de su puesto en la Contaduría Mayor y dedicaba sus días a buscarse la vida en nego-
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Carta I, p. 26.
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cios menores que no siempre resultaron favorables a sus intereses. Aquel despido parece que había sido porque le habían descubierto que faltaba alguna cantidad de dinero importante, y por ello se le formó causa; las consecuencias fueron fatales para el escritor sevillano, que se quedó sin la paga -quizá no gran cosa, pero al fin y al cabo una paga- y el prestigio social que daba un cargo en la administración 5 . Para otros estudiosos, las razones son diferentes: los enemigos literarios le hacían la vida difícil y su situación de converso seguía condicionando con mucho rigor su vivir cotidiano 6 . El texto aquí editado se basa en el que publicó Edmond Cros en 1967, con las normas de modernización que hemos establecido para esta edición de La obra completa de Mateo Alemán, y con sus correspondientes anotaciones.
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Cros, «La vie de Mateo Alemán» (1970), pp. 334-335. Márquez Villanueva, «La identidad de Perlícaro» (1984). Cf. Cavillac, «San Antonio de Padua y la "novela familiar"», en «Guzmán de Alfarache» y la novela moderna (2010), pp. 31-32 y 34 (n. 30). 6
CARTA I
Primera carta en la cual trata de lo hecho cerca de1 la reducción y amparo de los pobres del reino
M
uchas veces me puse a considerar, oh amigo Máximo 2 , y muchas noches, aún cansado de negocios, dejé de pagar el censo a naturaleza desvelándome en el amparo de los pobres, tanto por el bien común cuanto por mi propio interés, que, habiendo de tratar su causa, no pudiera excusar la mía3. Pero como semejante negocio requería más acción y mayor poder, siempre lo temí viéndome falto del caudal que pide tan alta mercadería y materia tratada de tan doctos varones que, cuando quisiese decir algo, sería reiterar lo que ellos tienen dicho y estampado y a todos es notorio. ¿Quién ignora ser los pobres en tres maneras? Unos, a quien 4 les faltó la naturaleza, dejándolos no solamente imposibilitados de toda granjeria 5 , pero faltos de salud con que tratarla. Otros, viciosos y perversos que, por andarse haciendo estaciones del bodegón a la taberna, buscan cuantas trazas 6 pueden inventar para ello, fingiendo lo que no son y manifestando lo que no tienen, que propiamente se pueden com-
1 cerca de-. por 'acerca de, sobre', de poco uso en la actualidad, pero frecuente en la época áurea. Cf. «Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones» (Quijote I, m i , p. 62). 2 3 4
Doctor Pérez de Herrera. 'tratando de su amparo, forzosamente trataría al mismo tiempo del mío' quien\ por 'quienes', de uso habitual en la lengua de la época.
granjeria: «El modo de aumentar el caudal criando ganado y vendiéndole, o comerciando con otras cosas» (Autoridades). 5
6 traza: 'plan, ardiz'. Cf. «los novios, de los cuales se supo que no fue traza comunicada con la hermosa Quiteria» (Quijote II, XXII, p. 808).
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parar a la mala hierba en el sembrado 7 , que, como hija natural de la tierra, crece tan alta que ahoga la buena semilla. Estos hijos de ira8 y maldición, hijos del pecado, el pecado los trae perdidos y, siendo malos, por ellos pierden los buenos, chupando la sustancia 9 de que el pobre se había de sustentar, con que había de crecer y manifestarse 10 . Adelántanse y consumen la limosna, dejando a los dueños de ella sin sustancia y miserables, porque, como dijiste, somos hombres de poder limitado. Si tenemos determinación de hacer alguna limosna, la damos a tres y no podemos a diez; llévala el que más madruga y primero se levanta y mejor importuna; quédanse sin ella los impedidos, enfermos, a quien se había de dar, que ni la salud los dejó madrugar ni la lesión, andar, y así no la pudieron solicitar; de donde crecieron sus necesidades y, durmiendo en el suelo, sin abrigo, estando rotos y hambrientos, enfermaron, pudriciéronseles los humores 11 . De la putrefacción salió la corrupción: un cuerpo infecciona una casa; una casa, un barrio, y un barrio, todo un pueblo. Fue permisión de Dios, causada de nuestra negligencia por no acudir a lo importante con cuidado, que de nada se haga un algo contra toda filosofía natural 12 , y de este algo un mucho que atribule un reino entero. N o son burlas, no son fábulas, no te cuento patrañas ni mentiras; bien sabes que es así como lo digo. Hay otros pobres de la cámara, de la llave dorada de Dios 1 3 , queridos de su regalo, a quien aventajó 14 en su casa y corte, con quien familiarmente se trata y comunica; estos son los de espíritu: pobres ricos y 7
Parábola del trigo y la cizaña, Mateo, 13, 42-30.
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Efesios, 2, 3 ( ed. Reina-Valera).
9 sustancia: 'lo esencial'. Valen estas entradas de Autoridades-, «cualquier cosa con que otra se alimenta y nutre y sin la cual acaba [...]. La hacienda, caudal y bienes». 10 'había de crecer, como la semilla, hasta hacerse visible (darse a conocer c o m o ciudadanos), porque los falsos los dejan ocultos, los «quitan de nuestra vista», c o m o dice más abajo'. 11 pudriciéronseles los humores: de podrecerse, 'pudrirse', con poco uso (Cros mantiene del original «podreciéronseles», Protée et le gueux, 1967, p. 442). Humores: los cuatro humores constitutivos del cuerpo humano, según la fisiognomía y la «teoría de los humores» tan difundidas en la época, son sangre, flema, bilis amarilla o cólera y bilis negra o melancolía; eran, pues, una de las cuatro cualidades elementales (seco, húmedo, frío y caliente) que, en ponderado equilibrio entre sí, contribuían a la constitución física del hombre. 12 filosofía natural: 'las ciencias' en general, y en especial las que se ocupan de la naturaleza, están en contra del principio ex nihilo nihil fit, muchas veces invocado en formulaciones varias. 13 cámara: «En los palacios de los reyes y príncipes significa todas las piezas que están cerradas, y no entran en ellas sino los caballeros que tienen la llave dorada, que por esta razón se llaman de la cámara, y los que son ayudas que las traen blancas» {Tesoro). Ver San Antonio I, pp. 58 y 536. 14
aventajó: 'prefirió, puso en el mejor sitio'.
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ricos pobres. ¿Viste alguna vez unos cazadores que traen colgando de los hombros unas grandes alcándaras con muchos halcones apihuelados15 en ellas, que llevan uno en la mano, el mejor de talle y obras, de quien están más confiados que les ha de valer mucho? Eso mismo hace Dios, cazador de las almas; anda cercado de halcones y trae sobre sí la alcándara de la necesidad y en ella los pobres apihuelados que no pueden volar; todos penden de sus divinos hombros, a todos tiene cuidado de cebar, y es de su justicia complicada 16 con su misericordia que, habiéndolos impedido con pihuelas de trabajos y necesidades, los provea en ellas como lo hace de ordinario. Pero al pobre de espíritu, de quien sabe que ha de resultar su gloria, como un san Francisco y otros que le imitaron, esos, en la mano, al ojo, al regalo, componiéndoles las plumas de virtudes, no les falten o se les quiebre alguna y, si acaso en la tentación se les quebrare, injerírsela luego con el arrepentimiento, porque no haga falta en tanto que con la muda de la confesión y penitencia le nazca otra nueva. De estos halcones también suele el cazador, si alguno sale bravo, de mal natural y malo, dar con él contra una pared y hacerlo pedazos. N o piense el pobre, por ir en la alcándara de Cristo, que no ha de ser el que debe que, de doce halcones escogidos con él, uno dio en el infierno por su culpa17. N o nos deje Dios de su mano ni se aire18 contra nosotros por lo que somos ingratos a sus beneficios. Estos, pues, podemos llamar verdaderamente pobres. Fue una traza celestial, un excesivo deseo de nuestra salvación que los hubiese para que fuesen espejos de humildad al rico y que, viéndose en él cada día, conociese quién es y no crea que su valor ni de sus mayores merecieron por sí lo que tienen, sino que fue divina voluntad para los fines que los hombres no alcanzamos, y conociésemos que quien al pobre hizo pobre y al rico rico pudiera trocar los brazos y trocar las bendiciones. Quiso también que, siendo humildes, fuésemos caritativos porque con la caridad mereciésemos la bienaventuranza, que sin ella son todas las más virtudes como guitarra sin puente 19 , que, aunque 15 apihuelados: los halcones, como otras aves de cetrería, se sujetaban a una percha (la alcándara) con unas correas llamadas pihuelas, de aquí apihuelados. 16 complicada: 'mezclada, unida'. 17 Se refiere a Judas, uno de los doce apóstoles, condenado al infierno por su traición. 18 aire: 'no se encolerice, ni se deje llevar de la ira' (del verbo airarse). 19 puente: «En la guitarra y otros instrumentos, es un maderito que se pone en lo más inferior de ella, todo taladrado de agujeritos en donde se prenden y aseguran las cuerdas por un cabo, y por el otro se ponen en las clavijas; y en algunos, como el violón, es un arquito que se pone para levantar las cuerdas» (Autoridades). Sobre la primacía de la caridad entre las virtudes: comienzo del cap. 9, Cuzmán I, ni, pp. 335-336.
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haya muchas y buenas cuerdas, no tienen de dónde asirse; es cal en polvo y sin arena que no fragua y el viento se la lleva, y en el último día se nos pedirá estrecha cuenta haciéndonos Dios cargo de ella, y no podremos alegar «¿Cuándo, Señor, tuvimos pobre y no le socorrimos?», porque nos tiene prevenida la respuesta: «En verdad os digo que lo que por cualquiera de estos pobrecitos habéis hecho, por mí lo hicisteis» 20 . Grandes frutos encierra en sí la pobreza y grandes bienes nos hacen los pobres, gran consuelo del justo; y así es justo no se nos quiten de la vista ni falten de nuestra presencia, que son despertadores 21 , son la campana de rebato que nos hacen alistar las armas, son triaca 22 finísima contra la ponzoña del pecado. Anden, anden por las calles y plazas; éntrense por las puertas de nuestras casas; abrámosles las de nuestras entrañas en que se reparen, que son fieles retratos de Dios y nuestra misma carne. Repárese su necesidad y remediaremos la nuestra, que la suya es corporal y la nuestra espiritual, y sin duda Dios hizo al rico rico para pensionero del pobre, y al pobre pobre para enriquecer de gloria al rico. Más nos dan que les damos 23 . N o puedo ni sabré decir cómo se debe entender esta verdad para estamparla en el alma, animando los hombres a la necesidad del prójimo, cuando no por caridad, por naturaleza, como lo hacen las bestias de una especie 24 , que unos a otros se conservan en ella. Cuanto más que lo que al pobre se da es darlo de logro 25 sobre prendas de plata 26 , dinero seguro y cierto que ponemos en el cambio de que nos dan letra sobre Dios, sacándolo por pagador. Ved si puede salir incierta la paga con tan saneada y generosa dita 27 . De esta celestial verdad - c o m o otra vez en otro lugar lo dije- se otorgó escritura ante San Mateo en el capí-
20 Mateo, 25, 44-45. Parece que Alemán escribe de memoria, resumiendo mucho el texto evangélico. 21 despertadores: ver infra «Prólogo» Proverbios morales, p. 39, n. 10. 22 triaca: 'contraveneno'. Es término que usa con frecuencia Alemán. 23 Cf. « N o hizo Dios tanto al rico para el pobre como al pobre para el rico» (Guzmán, p. 309). 24 'de una misma especie'. 25 de logro-, 'de ganancia', 'prestado con intereses'. «Dar a logro. Prestar o dar alguna cosa con usura» (Autoridades). 26 prendas de plata: 'monedas de plata', naturalmente más valiosas que las de cobre, el vellón, de mucho más uso. Todo el pasaje se monta con vocabulario mercantil: prenda, cambio, letra, pagador, etc. 27 dita: 'garantía, fianza'. Cf. «Cuando habíamos de dar una partida, reconocíamos la dita y, siendo persona de quien sabíamos que tenía de qué pagar» (Guzmán, p. 668).
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tulo veinticinco de su divino registro28, en que da poder a los pobres que lo reciban y él se obliga a la paga de todo con ganancias de ciento por uno. Siendo esto así tan infalibre cuanto notorio, no hay para qué detenernos en ello, sino venir a lo que solo pretendo tratar tocante a la reducción y amparo de los mendigos del reino, de quien con estilo grave y singular elocuencia hiciste un curioso discurso29, que si como lo escribiste tuviera tu intención verdadero efecto, sin duda me dejara el ánimo con apacible sosiego por haber sido ese mi principal intento en la primera parte del Picaro que compuse, donde dando a conocer algunas estratagemas y cautelas de los fingidos, encargo y suplico por el cuidado de los que se pueden llamar y son, sin duda, corporalmente pobres, para que, compadecidos de ellos, fuesen de veras remediados30. Para lo cual, con prevención digna de grande alabanza, y tal que parece haber sido comunicada con Dios y por divina inspiración suya revelada, se ha tomado traza para que sean conocidos y nadie se haga «Pues, si es o no es pobre», ni haya en qué reparar «Si le daré o no le daré limosna», que ya sería buscar achaques para no darla y es menos malo que no la des, que ponerte a juzgar ni censurarlo. Hame satisfecho mucho el haberles puesto una tablilla sobre el pecho en que lleven licencia para pedir con pasaporte de pobres, porque nos han representado en ellas los mesones y casas de posadas donde las tienen por señal puestas encima de la puerta31, como si en ellas nos dijesen: «Aquí está Dios, aquí dan posada de vida eterna, este es el mesón de los caballeros de Cristo; quien aquí entrare será bien acogido y regalado, no le hurtarán ladrones el tesoro ni sus vestidos comerá la polilla; en este erario32 se ha de atesorar la joya en que han de ser em-
28 Evangelio de San Mateo. Alemán basa su texto recordando la «Parábola de los talentos» y «El juicio final», Mateo, 25, 14-46, al que nos hemos referido más arriba. 29 curioso discurso: 'primoroso, esmerado e inteligente discurso'. Se refiere a los Discursos del amparo de los legítimos pobres (Madrid, 1598), del doctor Pérez de H e rrera, editado modernamente por M. Cavillac, 1975. 30 Sin duda, este es uno de los temas recurrentes en el Guzmán I (véase, por ejemplo, las «Ordenanzas mendicativas», m , 2, pp. 280-284), que, según la datación de esta carta (16 de octubre de 1597), ya estaba escrito. 31 tablilla de mesón: en efecto, los mesones y bodegas se señalaban con unas tablas en las puertas. «Tablilla de mesón. La señal de que en aquella casa reciben huéspedes» (Tesoro). En España, hasta tiempos muy recientes, era muy frecuente el uso de tablillas para varios tipos de indicaciones o llamadas, c o m o la «tablilla de santero», que identificaba a los que pedían limosna para santuarios y ermitas. 32
erario: «El lugar donde se recoge y guarda el dinero del público»
(Autoridades).
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pleados los talentos, el granero y pósito 33 para los tiempos estériles del alma» 34 . Muy bien me ha parecido, pero dígote de cierto que lo quisiera ver en otra manera, con más calor proseguido 35 y conforme a nuestro buen acuerdo ejecutado. También es verdad y podrá ser que adelante corra con orden diferente, y que ahora se tratan de este modo por algunos fines que me son ignotos 36 ; mas mucho me alegraré cuando esta señal vea puesta no en los que la traen sino en los que la deben traer, que yo no llamo pobre, ni lo es, el roto si no es que fuere lisiado, y no lisiado solamente sino impedido para poderlo ganar, inútil para todo trato y oficio. ¿Qué importa ser uno cojo? Que no es falta para dejar de ser zapatero, ni la mano manca para ser lacayo o despensero. ¿Por qué un corcovado no será sastre? ¿Y un mudo, tundidor o carpintero? ¿ N o habernos visto muchos y vemos cada día comer en el sudor de su rostro y con defectos tales acomodarse al trabajo? Luego no es culpa de naturaleza sino invención de haraganes, amigos de ser viciosos. ¿Por ventura no conociste músicos ciegos enseñar a tañer? ¿Y las mujeres hilar sin vista? Pues aun muchos conocimos una labrar 37 en redes delgadas aderezos de camas. Larga labor te parecerá que está cortada, porque los hombres ya maduros están duros y no podrán con facilidad acomodarse a lo que no hicieron pequeños. Es así, pero remediándose lo que se puede por lo presente, se podría ir entablando el juego para lo venidero y se hallaría para después todo hecho, como el que planta una huerta o viña que, aunque los primeros años todo es costa y trabajo, pagan en siendo criados colmadamente las expensas 38 y te alegras en verlo fructificar. Con muchos de estos defectuosos, ya que no con todos, se hincheran 39 tantas otras plazas para servir en obras del campo y en la república. Dime, por ventura, si los niños están recogidos o encuentras copia40 de ellos por las calles. ¿Has visto que sus madres los traen de las 33 pósito: 'granero municipal'. «La casa en que se guarda la cantidad de trigo que en las ciudades, villas y lugares se tiene de repuesto y prevención para usar de él en tiempo de necesidad y carestía» (Autoridades). 34 La concepción del pobre como imagen de Dios en la tierra (Mateo, 2 5 , 4 0 ) es expuesta también por Alemán en otros lugares: «[monseñor] poniendo, después de Dios y su figura, que es el pobre, todo su amor en ellos» (Guzmán, p. 335). 35 proseguido: «Lo así seguido y llevado adelante» (Autoridades). 36 ignotos: « N o conocido ni descubierto» ( D R A E ) . 37 labrar, 'bordar'. expensas: gastos, costas . 39 hinchieran, por hinchiera, de henchir. 40 copia-, 'cantidad, abundancia'; es cult. de poco uso en la actualidad.
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manos pidiendo limosna? Y no sus madres, que no lo son, antes los alquilarán para ganar con ellos y mover a mayor compasión. Las tales mujeres mejor parecieran sirviendo, y que los niños fueran acomodados en lo que les pudiera ser más provechoso. ¿ N o has visto por ahí hasta los rincones llenos y los campos con infinito número de mozuelas perdidas que, cursadas41 en la torpeza de sus vicios, cebadas en ellos y en brutas carnalidades, no quieren ocuparse en ministerios 42 domésticos, coser, labrar, hilar, o ya en otras cosas, las que pudieren, de que resultaría, estando los unos y los otros ocupados, haber más oficiales, más trabajadores y gente de servicio? Y, habiendo abundancia en todo, vendría a bajar el excesivo precio de las cosas. Ni este fuera el menor útil43 como no es el menor daño, si vuelves a mirar mayores inconvenientes, porque la ociosidad provoca lujurias, juegos, blasfemias, hurtos; con ella se ofende Dios y el prójimo se escandaliza; multiplícanse las maldades, conciértanse las traiciones, óbrase todo género de pecados. Es nociva pestilencia la gente de este trato porque con el contagio enferman lo sano, engañándose con ellos otros mozos de poca edad y doncellas que, con la golosina de aquella desenfrenada y perversa libertad, perdiendo el temor y la vergüenza hacen lo mismo como gente bestial, simple y sin entendimiento. Estos daños, Máximo mío, quisiera yo atajar; este cáncer se había de cauterizar para gloria del.Señor, provecho de la república y bien particular de todos ellos, que, perdiendo el vicio, ganarían las almas y repararían sus cuerpos estos mal empleados. Deberíase criar 44 para esto un padre de pobres 45 , cuyo nombre le sería justo, tanto por amparar los verdaderos como a hijos, cuanto en castigar los ladrones y extraños que les usurpan la limosna, patrimonio suyo. Debería ser lego, de buena vida, blando y afable a los buenos, severo y áspero a los malos, no aceptador de ruegos ni exceptador 46 de personas, entero y tal que de él se hiciese toda confianza para que con
41 cursadas: 'adoctrinadas', también 'paseadas, que recorren'. Cf. «una mujer de las prendas que he dicho..., criada en buena escuela, cursada entre los dos coros y naves de la Antigua» ( G u z m á n , p. 68). 42
ministerios: 'oficios, tareas, labores, servicios'.
útil, 'utilidad', sustantivo. Cf. «es ir contra la razón, / contra el útil de mi reino» (Moreto, El desdén con el desdén, ed. F. Rico, 1971, p. 222, w . 2320-2321). 43
44
criar: 'crear', 'instaurar'.
padre de pobres: «Título que se da al sujeto muy caritativo y limosnero» (Autoridades]). Es el protector de pobres del doctor Pérez de Herrera. Véase Cavillac, «Alemán y Guzmán ante la reforma de la mendicidad», en « G u z m á n de Alfarache» y la novela, moderna (2010), pp. 73-79. 45
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exceptador:
por 'exceptuador, que excluye a alguien'.
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mero mixto imperio47, cuchillo y horca, pudiese administrar justicia; que serviría de poco si tuviese servidor que desbaratase sus designios, y cada uno por su utilidad y ensanchar su jurisdicción, andando encontrados, no tendría efecto el fin que se pretende, como en muchas cosas graves, por haber dos o más cabezas en ellas, ha sucedido. ¡Qué de cosas podría el tal remediar! Paréceme que las veo y, vuelto atrás al siglo dorado, cumplido nuestro deseo. Considera en la desvergüenza que algunos mendigos piden por las iglesias. Sabes que me parece que no como pobres, pero como delincuentes y malhechores están retirados en ellas48. Bien conozco de tu prudencia lo mal que de esto sientes, porque si un pecador quiere volverse a Dios, que fue servido llegase un punto de dolor a su alma, cuando más fervoroso en su conversión, gimiendo entre sí la ofensa, negociando con el eterno Padre que por los méritos de Jesucristo, su hijo, le conceda indulgencia de sus culpas, llega un bellacón, ministro del infierno enviado por Satanás, a impedir el paso de la oración, volviéndolo de su devoción a responderle; no se contenta que por señas lo despidan hasta que lo den o le hablen. De manera que el buen hombre cuando quiere volverse a cobrar49 no es con el calor que antes tenía. Fue jarro de agua fría que, entibiando la caliente, le remitió en los grados en que estaba. Esto fue lo que todos pretendimos que se remediara por lo que fuera importante. No me dirás que razón hay para que tantos vagabundos anden por las calles vendiendo frutas, membrillos, nueces, dátiles de Berbería50, que con fuerza de brazos pudieran los tales arrancar de raíz no un árbol membrillo pero un grueso nogal y conquistar a Berbería, que ni llevan postura ni arancel51 sino un solo peso y pesas falsas, engañando el pueblo; y no se sigue sólo esto, sino que son algunos acechadoras espías52, como yo he conocido, que entrando en cada casa miran de día 47
con mero mixto imperio: es fórmula jurídica: 'con todos los poderes'. Cf. «Quedóse Sancho con la olla con mero mixto imperio» (Quijote II, LIX, p. 1113). 48 En los templos se refugiaban los delincuentes para ponerse a salvo de la justicia. 49 cobrar, 'recuperar, recobrar'. Cf. «Quíseme cobrar, y no pude sin caer en el suelo», Guzmán, p. 454). Aquí, 'recobrar su estado de recogimiento o devoción' en que se encontraba. 50 dátiles de Berbería-. «A los que traen curados y en rama de Berbería llaman támaras» (Tesoro, s. v. dátil). 51 postura y aranceles: 'tasas' y «el decreto o ley que pone tasa [o postura] en las cosas que se venden». Cf. «Nuestras bocas eran medidas, no teniendo consideración a posturas ni aranceles, que aquellos no se guardan» (Guzmán, p. 174). 52 espías-, estos acechadores espías se llamaban, en el lenguaje del hampa, avispones, que eran los que descubrían los sitios propicios para, en momento más idóneo, robar
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libremente cómo mejor de noche pueden robarlas. Estos de florida edad y mejores fuerzas, ágiles y con salud, ¿no esgrimieran mejor un azadón en las manos, que andarse danzando con unas espuertas en los hombros o canasto en los brazos? Bien sabes que puedo responderte, y así no me pones la objeción del pueblo o vulgo cuánto importa que por las calles anden las tales cosas y se vendan, para que la doncella honesta, la viuda recogida y el necesitado o enfermo compre en su puerta lo que en la plaza no puede. Bien me parece, mi voluntad ofrezco a la tuya, mas ¿de qué inconveniente sería que estos robustos mocetones o rufianes encubiertos, que tales son algunos de ellos, anduvieran ocupados en trabajos mayores, y los hombres y mujeres de cansada edad y los estropeados lo vendieran? ¿No iría mejor un desacomodado viejo, tras un perezoso pollinillo, vendiendo esto o el agua, y un valiente mozo con un arado rompiendo la tierra? ¡Qué pudiera decirte de cosas si hubiera de satisfacer mi gusto! ¡Cuántas contra él dejo de escribirte! Y aun estas pudiera excusar pues no las ignoras. Pero quisiera tener la voz de un clarín y que mis ecos llegaran al oído poderoso, mas ya sabes cuál estoy en la piscina sin hombre 53 , y lo poco que sirve estar a la orilla de la fuente ni tener vasija con que sacar el agua si la soga el favor no alcanza. Poco aprovechan razones al que falta el poder con que acreditarlas, y pues del pobre nada es bien recibido, cuando 54 tesoros ofrezca, dejemos lo que no es nuestro; sirvamos la pelota a quien con ella haga alguna chaza 55 , valga de apuntamiento para que con ajeno calor cobren vida nuestros muertos deseos y todo se remedie. Pues, queriéndolo ejecutar será fácil, dando trazas cómo cada partido 56 sustente sus pobres, el medio que se ha de tomar en remitirlos a
ellos mismos, o ladrones más expertos a los que informaban. En la lengua de la época, espía puede ser masculino o femenino. 53 piscina sin hombre: alude a la «piscina probática de Betsaida» (Juan, 5): 'no tengo a nadie que me ayude a entrar en la piscina para curarme; y sabes además que no sirve para nada estar cerca de la fuente (del pozo) y tener vasija si el favor no te da la cuerda que permite sacar agua'. 54 cuando: aquí 'aunque, aun cuando', como se documenta en textos de la época. Cf. «y cuando fuese verdad que la tal historia hubiese» (Quijote II, I I I , p. 646). 55 chaza: «En el juego de la pelota, suerte en que esta vuelve contrarrestada y se para o la detienen antes de llegar al saque» ( D R A E ) . Cf. «y son como los que juegan a la pelota, dan con ella en el suelo de bote, para que se les vuelva luego a la mano y, dándoles de voleo, alarguen más la chaza o ganen quince» (Guzmán, p. 572). 56 partido: 'territorio'. Cf. «Tan propio es al hambriento no reparar en salsas, como al necesitado salir a cualquier partido» (Guzmán, p. 83).
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ellos como los peregrinos y pasajeros vayan registrados vía recta 57 , y en la república 58 se sepa quién vaga en ella. Y pues no somos llamados ni escogidos, y cuando nos convidemos, nos faltan vestiduras de bodas59, no vamos a ellas, tratemos de nuestro negocio, que no es tiempo de otra cosa, y para no errar en público brindémonos con los trabajos ajenos de secreto, no seremos murmurados; no nos metamos en el coso donde nos tiren garrochas, porque cuando se nos caigan y sacudamos de nosotros los palos de la reprehensión, a lo menos no despediremos los hierros 60 de habernos metido en lo que no era nuestro. Gran preñez me queda de lo que aquí se me ofrece, que, por ventura, si me acordare te escribiré otro día para que, como verdadero amigo, lo enmiendes y corrijas, conocida la confianza que puedo hacer de ti en todo. Dios te dé colmada salud con que más le sirvas y te salves. De casa, y octubre dos del año de mil quinientos noventa y siete. Mateo Alemán
57
via. recta: 'para alcanzar el efecto o valor jurídico'.
república: en su sentido clásico de 'nación, cuerpo político de los ciudadanos'. Cf. «así para el aumento de su honra c o m o para el servicio de su república» (Quijote I, i, p. 40). 58
5 9 Alude a la parábola del banquete nupcial (Mateo, 2 2 , 1 1 - 1 4 ) . Debe leerse: 'si nos faltan vestiduras. 60 hierros: 'marcas, señales', se refiere al hierro con que se marcaba el ganado y a los esclavos.
C A R T A II
Carta segunda en que trata Mateo Alemán de la amistad
o entiendas, Máximo, que te llame amigo en esta, aunque de veras lo soy tuyo, hasta saber de ti si lo eres mío y si estoy en tu gracia, porque la verdadera amistad consiste en una igualdad y tal que tú y yo seamos una misma cosa y cada individuo medio del otro, gobernados como un solo corazón, siendo conformes en querer y no querer, sin haber tuyo ni mío 1 . Veo que te has aventajado tanto conmigo 2 , tanto te has endiosado 3 , correspondiendo a mis pobres palabras con magníficas obras que haces; dudo si ha sido tratarme con superioridad o lo tomas por achaque 4 , cansado de mis importunidades, para dejarme. Y nada me parece posible cuando considero los trabajos en que por mí te has puesto, que es el toque verdadero si de buena gana se ponen los hombres a recibir la carga del oprimido amigo, en que has dado a conocer que fielmente lo eres. Demás que tomaste mi amistad no en el tiempo de las abundancias, antes en el estéril y de conocida pobreza. He visto también en ti que en todas tus obras te acuerdas de mí sin ausentarme un punto de tu pecho, procuras mi sosiego con tu cuidado, mi descanso a costa de tu trabajo, y cuando duermo, fatigado de 1 De la amistad, Alemán se ocupa en varios lugares de su obra, como en la larga digresión sobre el tema con que comienza Guzmán II, n, 1 (pp. 485 ss.). Sobre el difundido rasgo de la verdadera amistad insiste en otros lugares (por ejemplo, Guzmán II, ii, 8, p. 594). Véase infra «Prólogo», Proverbios morales, p. 39, n. 13. 2 'me has aventajado tanto'. 3 endiosado: 'tanto te has elevado por encima de mí'. 4 achaque: 'pretexto'. Cf. «para comprar allí en Argel una barca, con achaque de hacerse mercader» (Quijote I, XI, p. 470).
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tristezas, te desvelas en cómo divertirme 5 de ellas. Lo que de ti tuve necesidad que pudieses hacer luego 6 , no lo dilataste para mañana; has tratado mis cosas por tuyas, hecho un escudo fuerte a la defensa de ellas. Pésate de mis males, alégraste de mis bienes. El tiempo ni las adversidades te han derribado, de manera que en cuanto de ti he conocido puedo decir haber hallado un verdadero amigo. Y cuando la necesidad forzosa 7 lo habré de dejar presto, porque la edad, las penas y enfermedades cargan juntos y son mis fuerzas pocas contra tantos enemigos, en cuya defensa te es imposible ayudarme, que aun allá, siendo factible, cierto estoy que a toda costa te dispusieras; y pues tantas adversidades o mi curso 8 se habrá de acabar presto, suplicóte te esfuerces prosiguiendo como lo haces, que la corona se alcanza vencida la batalla; poco te queda de ella. Ya sabes mi soledad, mi flaca sustancia 9 ; ya me ves por oprobio reputado. Los que de mí recibieron bien me dejaron; los que alegremente comieron a mi mesa con rostro triste y enfado me despiden de su puerta, negándome su conversación y compañía, que es por la ingratitud. Más me duelen los que me halagaban y consolaban; querían despeñarme muchos en mi mocedad, tuve juntos con muchos que se lo llamaban 10 ; burlé, reí, jugué y anduve en travesuras los años. Volví la cabeza, no los hallé; pasaron delante por la posta 11 , dejáronme atrás, y nunca más los vi. Otros volaron tan alto que se olvidaron de mí; otros quedaron en su buen puesto, que por no caer de él ni favorecerme con lo que dicen haber menester para sí no me hablan; otros que como yo vinieron a pobreza, como no los puedo ayudar, aunque me tratan es de cumplimento 12 . Pues acuérdome bien que a todos procuré ayudar y hacer bien, y de todos juzgué su corazón por el mío; de cualquiera de ellos entendí que me fuera medicina en la vida y con5 divertirme: 'liberarme de ellas', 'distraer, desviar la atención' (latinismo). Cf. «y así, por divertirme [...], me dijo que no hallaba otro mejor remedio para poder apartar de la memoria...» (Quijote, I, xxim, p. 265). 6 luego: 'de inmediato, en seguida, pronto'. Frecuente en textos del Siglo de Oro. 7 debe entenderse: 'cuando la necesidad me sea forzosa'. 8 curso', 'vida', la carrera de la vida. «El tracto del tiempo que se va sucediendo continuamente» (Autoridades). 9 sustancia: «El peso y el valor del hombre en su proceder y razonar; y así decimos ser hombre de sustancia o no tener sustancia» (Tesoro). 10 'viví en estrecha amistad con muchos que pretendían llamarse amigos míos'. 11 por la posta: 'con prisa, rápidamente', «traslaticiamente se explica la prisa, presteza y velocidad con que se ejecuta alguna cosa» (Autoridades). Cf. «En teniendo gobierno -dijo Sancho- enviaré por él por la posta» (Quijote II, v, p. 670). 12
de cumplimiento:
'por mera educación, por pura ceremonia'.
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suelo en la muerte. Ahora veo que desean mi muerte pues no reparan mi vida; estimábalos más que oro ni plata, faltó la plata, gastóse el oro y ellos con ello. Por amigos los tuve como a ti te tengo, mas hay de diferencia que a ellos los granjeé con dineros, con buen trato, con prosperidades, y a ti en adversidad; a ellos repartiéndoles bienes, y a ti colmándote de males. Y aunque de mis deudos ausentes recibo buenas palabras y promesas, tú me das mejores obras. Y así, de no estimarte en más que a todos, pues todo lo que he dicho dejo yo tan bueno y en ti tan digno de premio, despídete que de mí puedes haber 13 , que ya me hallo incapaz de poder cancelar aun la menor parte de ello, y espera, que si lo hiciste en un hombre, puesto el fin principal por Dios, que te dará el premio que mereces y él mismo será la paga, quedando a mi cargo ser inmortal precursor de tus obras, no para que con ello te desvanezcas - q u e lo que recibiste y tienes, de Dios lo tienes y de él lo recibiste, y le debemos dar por ello las gracias, tú por el don y yo por haberlo dado a quien conmigo lo comunicó-, pero para que se animen otros a semejantes obras y los necesitados tengan consuelo, que no les puede faltar Dios, que lleve por el cabello un Abacuc, con la comida para Daniel, entre los fieros leones 14 . Pero se me ofrece una cosa, tanto en ti de consuelo cuanto en mí de tristeza. Dice Dios: «El desbaratado, el loco, el desatinado y tonto no puede tener amigos ni lo será nuestro, comeranle su pan aduladores y reiranse de él» 15 . N o sé qué te diga ni qué me diga; suspenso y mudo quedo viendo los malos amigos que tuve, cómo gozaron la flor de mi tiempo, el fruto de mis trabajos, la nata de mi sustancia, y, en viéndome en el suelo, me dejaron. Caminaba con ellos creyendo que en todo tiempo me ayudaran; apenas tropecé cuando los unos me pusieron el pie delante porque cayera, otros me ayudaron, no a que me levantase sino a que del todo cayese, y, postrado en tierra, hicieron puente de mí pasando por encima. En fin, hice en ellos confianza y quedé confuso. ¡Oh hombres! Mas como toda confianza de verdadera amistad ha de ser poniendo por blanco a Dios y el que lo supiere temer será verdadero amigo misericordioso, faltóme este principio; nunca los procuré taDebe entenderse: 'de mí no puedes haber nada'. Se cuenta en la Biblia que al profeta Abacuc (o Habacuc) el ángel del Señor le dijo que le llevara la comida a Daniel, arrojado al foso de los leones por orden de Ciro, rey de Babilonia; Abacuc no conocía el lugar, por lo que «tomándole el ángel del Señor por la coronilla, por los cabellos de su cabeza, le llevó a Babilonia, encima del foso, con la velocidad del espíritu» (Daniel, 14, 32-38, cita 36). 15 Eclesiástico, 20, 17-18. 13
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les, no los examiné como debía, parecióme que sus obras fueran más pródigas que sus palabras, y que ninguno faltara. Eran hijos de hombres, mintieron todos, lisonjearon sus lenguas mis defectos, no me reprehendieron por ellos, no contradijeron mi gusto, siguieron mis pasos alegremente, loaron lo que sin pensar acaso dije, solicitáronme a los vicios y contra el bien del prójimo. Castigóme Dios justamente en los amigos porque no los busqué suyos; en la hacienda, porque la perdí gastándola con sus enemigos, que verdaderamente lo fueron también míos. Alabo su divina providencia, doyle infinitas gracias en haberme dado este conocimiento y el tuyo a tal ocasión. Él te guarde y conserve como más le sirvas. D e casa, y octubre
«PRÓLOGO» A L O S PROVERBIOS MORALES (MADRID, 1598) DE A L O N S O DE BARROS Tenía Mateo Alemán muy buena relación con Alonso de Barros y cuando salió la primera parte del Guzmán recibió de él el apoyo amistoso en forma de «Elogio», bien sentido y finamente crítico. Poco antes, el sevillano le había escrito el prólogo de su libro de los Proverbios morales (Madrid, Luis Sánchez, 1598). Barros era uno de los intelectuales que formaban el reducido grupo de reformadores unidos por el mismo proyecto político bajo la doctrina social del tacitismo laico; muy bien considerado entre ellos, ejercía de referencia y tenía una notable capacidad de convocatoria. Sus Proverbios forman una colección de máximas más que propiamente proverbios, escritas en dísticos iniciados todos por la formulación negativa de un Ni..., en los que ofrece una sistemática visión pesimista, nada alejada de la que el lector puede encontrar en el Guzmán. La obra fue muy apreciada en su tiempo y reeditada una decena de veces1. Había publicado ya una Philosopbia cortesana moralizada - a la que se refiere Alemán en este prólogo- y había añadido un notable epílogo a los Discursos (1598) del doctor Pérez de Herrera. Sus escritos le dieron cierta fama entre lectores preparados y preocupados por «la razón de Estado» y en sus páginas demuestra ser un gran conocedor de las publicaciones de su tiempo. Era un buen lector2. Y eso es lo que demostró en el escrito elogioso con que acompañó a su amigo en la gran aventura del Guzmán. En el «Prólogo» que Alemán escribe para su amigo vuelve a retomar, en la brevedad de apenas dos páginas, algunos de los temas recurrentes del sevillano. Un cierto desdén por la vida de la corte, mejor será calificarlo de un menosprecio de corte en regla, que quizá obedeciera a su abandono forzado de los servicios administrativos que le haMárquez Villanueva, «Recepción del Guzmán» (1990), pp. 551-552. Cavillac, «Mateo Alemán y la poética», en « G u z m á n de Alfarache» y la novela moderna (2010), pp. 182-184, en que hace un fino anális de cómo Barros ha visto el Guzmán\ y «Libros, lecturas e ideario de Alonso de Barros» (1998). 1
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bían facilitado un desahogo económico y proporcionado un digno lugar en la sociedad madrileña. Volvía de nuevo a detenerse en el tema, espinoso, de la amistad; sus quejas sobre la amistad frustrada, los falsos amigos, que tantas veces ha lamentado en otros escritos, se convierten ahora, ante un verdadero amigo, en una alabanza de la amistad: «mi amigo es otro yo». Alemán habla de la variedad de lectores, justamente la que él va a descubrir con su Guzmán, con lo que dará un giro copernicano a la difusión de la literatura de entonces, en especial de la novela, giro que ya será irreversible. «Y este centro de verdades al sabio servirá de reloj; al ignorante, de despertador; al niño, de doctrina; al mozo, de freno; al hombre, de espuelas; al viejo, de entretenimiento; al caminante de alivio, y a todos en general, de un claro espejo». Y una vez más, la referencia a la doctrina que estos hombres practican en línea con la filosofía política del tacitismo, que divulga esa fórmula neoaristotélica tan repetida por Alemán y sus amigos: «en breve compendio cifrado y -si decirse puede- sacado por alambique, te ofrece aquí, lector, la quintaesencia de la ética, política, económica». Para la edición del «Prólogo» se ha seguido la publicada por Foulché-Delbosc, «Bibliographie» (1918), pp. 486-487.
P R Ó L O G O DE MATEO ALEMÁN, CRIADO DEL REY N U E S T R O SEÑOR, AL L E C T O R
n este florido y vario ramillete que nuestro autor te presenta, benigno lector, si curiosamente lo considerares, verás en su artificiosa compostura 1 que, sin estar fundados los principios en interés propio, que es la zanja 2 principal de cualquier edificio y quien mueve los ánimos, prosiguió 3 los medios con asiduos y prolijos estudios, encaminados al solo fin de tu aprovechamiento. Y entonces hará cuenta que ha dado a logro 4 su trabajo y costa 5 cuando entendiere haber conseguido este su deseo, de donde infiero la mucha obligación que le tienes, y no ser menor de la que están los hijos a los legítimos padres, antes algo más, porque si de ellos reciben carne mortal perecedera, los maestros, revistiéndosela de virtudes, les dan doctrina mediante la cual, haciéndose inmortales a los hombres en esta vida gozan después de la eterna: en breve compendio cifrado y - s i decirse puede- sacado por alambique, te ofrece aquí, lector, la quintaesencia de la ética, política, económica 6 , recogiendo las flores de mayor olor y mejor vista, consejos y sentencias de grandísimos filósofos griegos y latinos. Y lo que más admira es que lo que cada uno de ellos quiso decir y dijo con discurso de razones y largas enarraciones 7 , aquí lo trata diferentemencompostura: 'escrito, composición o escritura hecha con arte'. zanja: «La fosa que se abre en la tierra para echar los cimientos y edificar sobre ellos» (Tesoro). 3 prosiguió: de proseguir, «Seguir y llevar adelante lo que se tenía empezado» (Autoridades). O quizá 'persiguió'. 4 Dar a logro: 'prestar con interés, con usura'. Cf. «Los cuales apartó y puso allí para dar a logro a cierto mercader» (Guzmán, p. 553). 5 costa: «El precio de una cosa [...]. Otros dicen coste, que es todo uno» (Tesoro). 1
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económica: por 'economía'. Véase «Elogio» de la Vida de Ignacio de Loyola, 45, n. 14. enarraciones: «Relación, cuento, noticia escrita o dada de alguna cosa o suceso» (Autoridades). Es voz de poco uso. 6
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te, porque hablando bien dice mucho, breve y claro, con palabras azucaradas8 en sonoro verso para que mejor queden impresas en el alma. Sacará de aquí la vista deleite; música, el oído; el corazón, consuelo, y el deseo, reposo. Y este centro de verdades al sabio servirá de reloj9; al ignorante, de despertador10; al niño, de doctrina; al mozo, de freno; al hombre, de espuelas; al viejo, de entretenimiento; al caminante de alivio, y a todos en general, de un claro espejo. Y aunque sea este lugar el de las alabanzas, donde los amigos deben empeñarse, no me es necesario, pues al autor publican sus escritos, tantos y tan elegantes, entre los cuales resplandece aquella Filosofía cortesana11 que compuso, digno título de tal obra, no obstante que también la pudiéramos llamar desengaño de pretensores12, porque allí representa vivamente cuanto en esta corte, y en todas, padecen los miserables que a ellas vienen, y el camino que han de tomar para llegar con felicidad al puerto de sus deseos. Obra estudiosísima, meritoriamente suya cual esta. Presto te satisfarás, que ni aquí te engaño ni de las otras adulo; antes he sido corto. Mas lo que faltare mi pluma y al desempeño de esta palabra, satisfará con sus obras Alonso de Barros: óyelo atentamente. Y si como es verdad que mi amigo es otro yo13, y nosotros lo somos tanto recíprocamente, como a todos es notorio, la merced que le hicieres en ampararla como dignamente lo merece yo también la recibo, y a los dos igualmente nos ganas por ello en tu servicio. Vale, amiceu.
8 palabras azucaradas: «Metafóricamente se llaman las que son artificiosas y lisonjeras, y de ordinario engañosas y cautelosas» (Autoridades s. v. azucarado), si bien aquí el término no es despectivo. 9 servirá de reloj: 'de orientación espiritual'. Aquí puede interpretarse como «Reloj espiritual, político y moral, para componer la vida del hombre» {Tesoro). 10 despertador. «Metafóricamente se llaman las cosas que dan mucho cuidado, desvelan y despiertan del olvido y descuido» (Autoridades). 11 Es la Philosophia Cortesana moralizada, Madrid, Alonso Gómez, 1587. 12 pretensores: 'pretendientes'. De pretensa (ital.), 'pretensión', 'pretensores'. Cf. «conservando nuestra amistad, nuestras pretensas vayan adelante» (Guzmán, p. 356). 13 mi amigo es otro yo: es frase de Aristóteles (Etica a Nicómaco, IX, ix, 10), al que siguen otros en la Antigüedad, como Cicerón (Laelius de amicitia, X X I , 80), y muy difundida entre los escritores españoles de la época dorada. Alemán, que dio tanta importancia a la amistad, se ocupa de ella en varias de sus obras: «Hanse de avenir los dos como cada uno consigo mismo, por ser otro yo mi amigo» (Guzmán, p. 486). La amistad es tema recurrente en Alemán (p. e. Guzmán II, n, 1; Carta II, etc.). 14 vale, amice: 'Adiós, amigo' y también 'que estés bien', fórmula latina de despedida con la que se desea salud, propia de epístolas, prólogos, etc.
«ELOGIO» DE LA VIDA DEL PADRE MAESTRO IGNACIO DE LOYOLA (MÉJICO, 1609) DE LUIS DE BELMONTE BERMÚDEZ
En el mismo año de 1609, y en las mismas prensas mexicanas de Jerónimo Balli, se publican dos obras: la Ortografía de Mateo Alemán y la Vida de Ignacio de Loyola de Luis de Belmonte Bermúdez, que lleva el «Elogio» del primero, redactado, a buen seguro, sobre la marcha. Es un escrito de compromiso, para atender a su joven autor que hace unos años se halla en Nuevo México y que -por lo que Alemán cuenta- había nacido también en el centro de Sevilla, en la misma collación del Salvador, justamente donde se había bautizado, en 1547, el autor del Guzmán. Es la primera obra que va a publicar Belmonte, nacido hacia 1577, y este «Elogio» será el único escrito preliminar ajeno que acompañará la aparición de su primera obra publicada. De las relaciones amistosas de los dos sevillanos se sabe solo lo que dicen estas líneas de Alemán1. En un texto de esta clase, motivado por circunstancias bien concretas y pasajeras, el autor, consciente de que se trata de un compromiso, echa mano de temas repetidos en sus escritos anteriores, asuntos que le dan vuelta en la cabeza año tras año. Alemán desarrolla, una vez más, una de sus preocupaciones recurrentes: el engaño de las apariencias, la mentira universal. De ello trató en varios lugares de su obra, pero el tema fue formulado más por extenso en los inicios del capítulo tercero, libro I, del Guzmán II, y de ahí procede lo escrito en estas breves páginas, si bien esta nueva exposición es más ordenada y pormenorizada. No le importa volver sobre él, porque «Tratando del engaño 1 Véanse, entre otros trabajos, los de Icaza, Sucesos reales (1919,1951); Méndez Bejarano, Poetas españoles que vivieron en América (1929), pp. 37-38; y Piñero Ramírez, «Mateo Alemán: su "Elogio"» (1975), y Luis de Belmonte Bermúdez. Estudio de «La Hispálica» (1976), pp. 7-9 y 50-55.
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-dice en los comienzos de ese capítulo- todo será poco». Como también insistirá, al final del texto, en su condena sin contemplaciones de la envidia que es «pasión conocida», tan temida por Alemán y tan tratada, asimismo, en sus escritos. Alemán redacta esta obrita de circunstancias nada forzado por el compromiso, sino al contrario: en sus breves líneas se trasluce que lo hace con gusto, porque se trata de hablar, y hablar muy bien, de san Ignacio y los jesuitas, que de siempre han recibido del sevillano el aplauso por su misión evangelizadora por todos los rincones de la tierra y el reconocimiento de su ejemplar labor docente en los numerosos colegios que ya por entonces regentaban. Por otro lado, el texto, en algunos planteamientos -como en la exposición de la primera forma de mentir-, deja meridiamente al descubierto las estructuras retóricas que con tanta soltura maneja el autor, y el planteamiento de su teoría poética que es válida para sus escritos: la obra literaria concebida como deleite provechoso 2 . Y para que el lector no se olvide de dónde está situado ideológica y políticamente, Alemán se refiere, de paso, a la doctrina sostenida en el tacitismo donde se aúna un perfil cristiano con una base clásica, que hace suya una fórmula neoaristotélica, asimismo apropiada por el sevillano al utilizar esa trilogía - l a política, ética y económica- que el lector de la obra alemaniana está acostumbrado a encontrar en sus páginas: «Aconsejamos con ellas [parábolas, fábulas], enseñamos cosas importantes y graves, no solo a la política, ética y económica, mas para venir a conseguir la eternidad a que todos aspiramos». Viene bien recordar ahora aquella frase definitiva en que el alférez Valdés, en su «Elogio» en los preliminares de la Segunda, parte define el Guzmán como «una escuela de fina política, ética y euconómica», con lo que abre la interpretación laica del Picaro y de obra comprometida con la sociedad de entonces. En este «Elogio», que funciona realmente como «prólogo ajeno» 3 , Alemán pone en práctica, con bastante fidelidad a pesar de la dificultad de algunas de las propuestas defendidas, el uso de las normas ortográficas que acaba de presentar estampadas. Viene a ser, en la medida de lo posible, otro «Ejemplo práctico» como el que se encuentra en su Ortografía. 2 Véanse Cros, Protée et le gueux (1967), pp. 175 ss., y su Mateo Alemán (1971), pp. 75-82; Rico, «Consejos y consejas del Guzmán», en La novela picaresca y el punto de vista (2000), pp. 61-98; San Miguel, Sentido y estructura del «Guzmán» (1971), pp. 202-203; Piñero Ramírez, «Mateo Alemán: su "Elogio"», pp. 45-47. 3 Porqueras Mayo, El prólogo como género literario (1957), p. 72.
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En la Biblioteca de la Hispanic Society of America, de Nueva York, se halla el único ejemplar conservado de la Vida del Padre Maestro Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Iesus, dirigida a svs Religiosos de la prouincia de Nueua España. Por Lvis de Belmonte Bermudez. Año 1609. En la Enprenta de Geronimo Balli. Por Cornerlio Adriano Cesar». De este ejemplar se ha tomado el texto que ahora se publica. Antes ha sido editado varias veces: Icaza, Sucesos reales (1919), reimpreso con el Cancionero de la vida honda (1951), pp. 380-388; Piñero Ramírez, «Mateo Alemán: su "Elogio"» (1975), pp. 48-52.
«ELOGIO» DE LA VIDA DEL PADRE MAESTRO IGNACIO DE LOYOLA
costumbramos en una de cuatro maneras o, por mejor decir, distribuimos las mentiras y verdades; porque, ya unas veces mintiendo, decimos verdad y otras, diciéndola, mentimos; también decimos verdades con verdad y otras, por el contrario, mintiendo se miente. De esta última división, torpe vicio, feo en todo y cualquier hombre, no se debiera tratar ni aun en escritos; mas, pues nos es forzoso1, diremos que ya sea de nuestra mala inclinación la culpa, ya nazca de la corrupción de las cosas, la experiencia nos enseña que todo, del cielo al suelo, es mentiroso2. El tiempo miente, no menos en general, que dividido por sus cuar3 tos , meses y semanas: vemos amanecer el día, el sol risueño y claro, el viento sosegado, cuando súbitamente se alborota y con rigor y exceso truena, llueve, graniza, en tal manera que ni en el aire se pueden socorrer las aves, ni entre la yerba, matas y malezas, los animales de la tierra. Los campos mienten: prometen abundancia de frutos y de hoy para mañana los niegan. Los acopados4 árboles fructíferos faltan a la verdad, pues aquella lozanía se les pasa en flores, dejándonos de dar sazonado el tributo, y si alguno rinden es con pensión de5 malo, poco, podrido y enfermo. E n el original se registran varias muestras de seseo y ceceo, que bien puede atribuirse a los impresores o al autor: forgozo, deceo, casa (por caza), solisitud. 1
1
Es pensamiento recurrente en la obra de Alemán, que procede del Salmo 115, 2
(«Todo hombre es mentiroso»). En el elogio de la obra de Luis de Belmonte comienza desarrollando este asunto de la mentira en los mismos términos y con parecida extensión con que lo había expuesto en su Guzmán, pp. 418 ss. «Todos roban, todos mienten, todos trampean» (Guzmán, p. 197). Véase también San Antonio, p. 362. 5 4
cuartos: 'estaciones del año'. acopados: 'de frondosas copas'.
5 con pensión malo...'
de: 'con carga de': 'si algún fruto rinden es con la carga de estar
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Mienten los edificios, casas y ciudades: miren sus fachadas, encasamentos6, portadas y ventanajes, tan adornadas de arquitectura; tantos arquitrabes, frisos, cornisas, galanos capiteles y remates; las fuertes murallas, guarnecidas con espesas almenas, hondos fosos, barbacanas y cubos7 y torreones, que ofreciendo a la vista gusto incitan el deseo de gozarlo, y apenas metemos los pies dentro cuando, erizado el cabello, los volvemos atrás con presta huida, temerosos de la ruina con que nos amenazan. Las naves mienten, porque con apariencia falsa, indicios hipócritas de fuerza y ligereza experimentamos en daño y arrepentimiento nuestro. ¡Cuán contrario salió a la verdad lo que a los ojos y consideración ofrecieron! También los animales mienten, pues ni el perro caza, el caballo corre ni el cisne canta, y comúnmente decimos: «No es tan bravo el león como lo pintan» 8 . Últimamente, del Espíritu Santo tenemos y afirma no haber hombre de verdad, y que todos mienten 9 , aunque se diferencian en el modo: unos más, otros menos; estos con cuidado y artificio, y esotros tan a los anchos y desbocados 10 que no paran. Y es lo peor que no reparan en su infamia ni en ver que son con el dedo notados11. Dejémoslos y volvamos a tratar de las otras tres diferencias12 que propuse: digo que todas en general y en singular cada una es honrosa, lícita, usada y permitida. Es la primera cuando con parábolas, ficciones, fábulas o figuras13 mintiendo se dice verdad, no siéndola. Aconsejamos con ellas, enseñamos cosas importantes y graves, no solo a la política, ética y económi6 encasamento: «Nicho cavado en la fábrica para poner alguna estatua» (Autoridades), y «Adorno de fajas y molduras en una pared o bóveda» (DRAE). Cf. «por lo alto dibujó admirables lejos, nubes, arreboles, edificios arruinados y varios encasamentos» (Guzmán, p. 45). 7 cubo: «Es el torreón de la muralla o fortaleza, por ser redondo u ochavado o cuadrado» (Tesoro). 8 Divulgadísima frase proverbial registrada en colecciones de paremias (Vocabulario, 247 b). 9 «Dios es verdadero, y todo hombre es mentiroso» (Romanos, III, 4). Cf. «Mentirosos y sin verdad llama el Espíritu Santo a los hijos de los hombres, y así no se puede hacer confianza en ellos porque faltan siempre» (San Antonio, p. 362). 10 desbocados: 'descuidados, a sus anchas y sin parar de hablar'. «Y al que habla mucho y licenciosamente también decimos ser desbocado» (Tesoro, s. v. boca). 11 notados (con el dedo): 'señalados con el dedo'. Cf. «Señalar con el dedo. Frase metafórica... vale notar a alguna persona por alguna circunstancia o motivo particular» (Autoridades, s. v. dedo). 12 diferencias: 'variedades'. 13 Cf. «Lo cual es en dos maneras, o con obras o palabras: palabras, contando cuentos, refiriendo novelas, fábulas y otras cosas de entretenimiento» (Guzmán, p. 421).
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ca14, mas para venir a conseguir la eternidad a que todos aspiramos. De esta usaron y usan santos doctores, filósofos antiguos y modernos, y tanto se practica que desde la niñez la mamamos con la leche, doctrinándonos con las fábulas de Isopo 15 , de Remicio Aviano 16 y otros por su moralidad, sentencias y dichos graves y necesarios, con que no solo procuramos apartar los daños, mas aun recoger el útil fruto que resulta de su importante doctrina. Otras veces, por el contrario de lo dicho, aunque hablamos verdad no la decimos; no porque nosotros mentimos, mas porque referimos mentiras ajenas que quisieron sus dueños acreditar por verdades. Cambian los daños que resultan de ellas en sus propios y verdaderos autores, no dejándonos mancha en algún modo, porque solo somos el eco de sus voces, la sombra de su cuerpo y fieles traslados de sus falsos originales. Acontécenos esto muy ordinario, porque después o antes que lo referimos nos prevenimos de un antídoto diciendo: «A fulano doy por autor». De manera que, diciendo yo mi verdad, cito a quien dijo mentira y la mentira misma. La tercera última diferencia, que la hace17 a todas en dignidad y excelencia, es cuando decimos verdad acreditada con verdades, reforzando unas a otras en discursos de palabra o con la pluma escritos. Esta manera de proceder es tan levantada de punto 18 y generosa, que a quien
14 económica (y euconómica, como aparece en el original), por « E c o n o m í a . Administración y dispensación recta y prudente de las rentas y bienes temporales; lo que comúnmente se dice régimen y gobierno en las casas y familias, para que no se desperdicie la hacienda» (Autoridades). Cf. «es una escuela de fina política, ética y económica» (Luis de Valdés, «Elogio» a M. Alemán, Guzmán II, p. 384. Véase también el «Prólogo» de Proverbios morales de Barros, supra p. 38.
Isopo por Esopo, frecuente en los textos medievales y del Siglo de Oro. Remicio Aviano: M. Alemán se aprovechó de las colecciones de ejemplos (llamados isopetes), tan abundantes en la Edad Media y en los siglos xvi y X V I I ; en varios lugares de sus obras cita fábulas procedentes de Esopo y de Aviano, autores que figuraban en las relaciones de los retóricos de la plena Edad Media y se leían en las escuelas medievales. De Flavio Aviano, que vivió entre los siglos iv y v, se conservan cuarenta y tantas fábulas esópicas en versos elegiacos. Cf. «Allá nos dice Aviano, filósofo, en sus fábulas, que aun los asnos quieren engañar» ( G u z m á n , p. 469). Alemán, probablemente por un fallo de memoria, tomó a Aviano por Rufio Festo Avieno (poeta latino del s. iv), lo que explicaría el Remicio por Rufio; es hipótesis que se ha formulado varias veces. 15
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'hace la diferencia', esto es: 'que la vence a todas en...', 'que es superior a todas
en...'. 18 levantada de punto: 'encumbrada', «Elevar, realzar y encumbrar alguna cosa» (Autoridades, s. v. levantar).
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la trata deja glorioso en fama y nombre, y solo en este saco pudieron caber y hallarse juntas honra y provecho 19 . Este gallardo estilo, esta grandeza e hidalguía, merecedora de todo premio, podemos atribuir, entre los muchos que lo han hecho20, a nuestro presente autor; pues, dejando aparte las dos antecedentes diferencias, de que con tanta propiedad, elegancia y tan en su lugar a sus tiempos usa, y, lo importante, a su poesía, que tan claramente se conoce, hizo una tal maravillosa elección, discreta y santa, tomando por asunto escribir verdad con verdades, y de quien tantas están dilatadas por el universo: un sujeto, vida de un ángel, hombre mortal, como lo fue nuestro beatísimo padre Ignacio de Loyola. Vida verdadera, penitente y ejemplar en tanto grado que hoy por su predicación y doctrina gozan el cielo infinito número de vidas que antes eran muertes muertas, condenadas para el infierno. Vida que con viva voz tiene puestas en huida, desterradas y destruidas las falsas dogmas 21 de los herejes y paganos, dando vida, fuerzas y libertad a la verdad en las tenebrosas cárceles donde la tenían opresa y maltratada la mentira y miedo, no menos con su santa doctrina, que con la de sus propios hijos, a costa de sudores, cansancios, naufragios, peregrinaciones, peligros y necesidades, afligiéndolos en toda parte con persecuciones, malos tratamientos, hasta quitarles las vidas con afrentosos y cruelísimos martirios que han padecido, fertilizando con propia sangre los inhabitables montes y desiertos campos en todas las partes y regiones del mundo, predicando el santo Evangelio con tanto fervor y espíritu, con tanta verdad, solicitud y cuidado, que podremos libremente decir, y no se podrá negar, que después de los Apóstoles este beatísimo varón y sus ministros, de mano en mano 22 , han pasado la palabra de Dios desde los unos hasta los otros confines de la tierra, resonando por toda ella otro segundo llamamiento para confusión de los que ya la oyeron y no la recibieron. ¿Quién después de aquellos tiempos y en tan breves como en los nuestros presentes, que vimos y conocimos los principios, ha hecho
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hallarse juntas honra y provecho: «Honra y provecho no cabe en un saco; el hombre honrado no debe ser interesal» (Tesoro, s. v. honra). Es proverbio muy divulgado: «Comprar y luego pagar, provecho y honra ganarás», «Honra sin provecho no duerme bajo mi techo», «La honra y el provecho no duermen en el mismo lecho». 20 Esto es: 'entre los muchos que han dicho verdades con verdades'. 21 dogma: en la lengua del Siglo de Oro dogma era femenino. 22 de mano en mano-. «Frase adverbial que significa de unos en otros» (Autoridades, s. v. mano).
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más fruto en lo temporal y espiritual, arraigando y ferrando 23 con fuertes cabos y amarras las virtudes y santos ejercicios? ¿En qué tiempo se conocieron las letras y buenas costumbres tan en su punto y bien disciplinadas como en el presente? 24 ¿Cuándo las tiernas plantas, niños hijos nuestros, estuvieron tan limpias y podadas de superfluos y lozanos 25 vicios, ni tan morigerados 26 con riegos de aguas vivas que beben y de que se sustentan, oyendo su doctrina en sus casas y colegios? ¿Cuándo se vieron usar en algún tiempo y tan en general con mayor veneración y frecuencia los divinos sacramentos? Que aunque sea, como es evidente verdad, que siempre, por la misericordia de Dios, habernos 27 tenido de ello abundancia con exceso, debemos juntamente confesar la mucha continuación y ejercicios presentes, la solicitud, ejemplo y cuidado grande con que aquestos padres, hijos del beatísimo maestro, han tenido en aumentarlo. Quédese aquí esta verdad si no es posible decir tantas como a la pluma se ofrecen, dejemos este lugar a su dueño, diga las que pudiere Luis de Belmonte Bermúdez. Canten y discanten 28 sus dulces y sonoros versos, con su mucha fecundidad gallarda y fácil, lo que mi rudo entendimiento no alcanza. Confesémosle 29 sus asiduos estudios, intento santo, elegante pluma, casto frasis30 con que procuró sacar a luz esta joya esmaltada y briscada31 con tanto ingenio y policía 32 , tan lle23 ferrando: 'anclando', de ferro, «lo mismo que áncora» (Autoridades). Ferro y ferrar se documentan en varios lugares de las obras de Alemán (Guzmán, pp. 62, 557, pássim; Ortografía, p. 320, y San Antonio, p. 464). 24 25
Cf. Ortografía, p. 359). lozanos: 'frondosos, vigorosos', que tiene lozanía como las plantas.
26 morigerados: 'educados'. Cf. «¿Quién duda que quien abrió paso por la indómita gente lo haga también por entre la tan política y bien morigerada?» (Guzmán, p. 376). Y también 'templados, moderados en sus costumbres' (Ortografía, p. 384).
habernos: forma coloquial, de modo especial en el nivel popular de la lengua, que se mantiene con cierto vigor todavía en la actualidad. 27
28 discanten: 'canten'. «Cantar. Usase frecuentemente por componer, hacer o decir versos... Vale también glosar o añadir alguna cosa a otra, o hablar mucho sobre alguna materia». Cf. « N o quiero aquí discantar sobre el canto llano de mis palabras» ( G u z mán, p. 170). 29
confesémosle:
'reconozcámosle'.
frasis: «Modo de hablar, elegancia en el decir» (Tesoro). Cf. «Si aquí los frasis no fueren tan gallardos» (Guzmán, p. 369). 30
31 joya esmaltada y briscada: Alemán se refiere en varios lugares de su obra a joyas esmaltadas y briscadas ('bordadas o trabajadas con hilo de oro o plata retorcido o rizado'). P o r ejemplo, San Antonio, p. 196. 32 policía: 'belleza, delicadeza, esmero'; «cortesía, buena crianza y urbanidad en el trato y costumbres... Se toma asimismo por aseo, limpieza, curiosidad y pulidez» (Autoridades).
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na de misteriosos conceptos y sentencias graves, de que no solo merece justo lauro 33 , mas por haber puesto la mira en quien todos debemos clavar la nuestra. N o es pasión de amistad, no parezca que hablo con exageración por ser de mi patria y nacidos en un barrio 34 , que ni aun mayores prendas me harán torcer de lo justo, y puedo con Aristóteles decir: «Mi amigo es Platón, pero mucho más la verdad» 35 . Y si tan a lo claro la vemos y con tanta dulzura nos la pinta, no le seamos ingratos negándole la deuda en que nos deja puestos, pues gozamos de sus trabajos y sudores. Démosle, por lo menos, estimación y agradecimiento como cosa no excusada, que lo contrario a ello será pasión conocida 36 , y dejará limpio margen donde algunos escriban su sentimiento, acusándolos de envidia notoria y malicia declarada. Y si en el obrar se conocen las ventajas, y no en palabras locas y vanas, considérese bien cada uno, escriba o calle, que no arguye 37 ingenio, sano pecho, hidalgo nacimiento, ni es honroso trato quitar alguno para el ornato de su casa las piedras fundamentales del edificio ajeno.
33 lauro: 'laurel', es decir, 'reconocimiento'. «Úsase solo en el sentido metafórico por premio, triunfo o alabanza» (Autoridades). 34 Se refiere al barrio sevillano de San Salvador. Alemán fue bautizado el 28 de septiembre de 1547 en la iglesia colegial de San Salvador; y en lo que se refiere a Luis de Belmonte, este es el único texto - q u e se sepa por ahora- donde se indica el barrio donde nació y / o vivió su infancia. 35 Mi amigo es Platón, pero mucho más la verdad. Es adagio clásico muy difundido en las letras españolas del Siglo de Oro, y se empleaba cuando se debía decir (o hacer) algo que pudiera resultar molesto al interlocutor, en especial si se trataba de un superior. Se documenta en Platón, referido a Sócrates, y también en Aristóteles, tal c o m o se explícita aquí (Etica a Nicómaco, I, art. 1096a). Cf. «Por no ser contra mi padre, quisiera callar lo que siento; aunque si he de seguir al Filósofo, mi amigo es Platón y mucho más la verdad» ( G u z m á n , p. 50). 36 pasión conocida: 'envidia', tan condenada por Alemán en su obra, y c o m o expresa una línea más abajo. 37
arguye: 'inferir, probar, dar indicio de alguna cosa'.
BIBLIOGRAFÍA FUENTES PRIMARIAS Y ESTUDIOS'
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Para las obras de referencia citadas abreviadamente (Autoridades, Bilbia, Tesoro, Vocabulario), véase infra p. 67
DRAE,
REGLA DE LA COFRADÍA ESTUDIO Y EDICIÓN DE M A N U E L G A R C Í A FERNÁNDEZ
MATEO A L E M Á N Y LA H E R M A N D A D DE JESÚS N A Z A R E N O 1 En la nómina histórica de los hermanos más notables e ilustres de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla, Archicofradía Pontificia y Real de Jesús Nazareno, Santa Cruz de Jerusalén y María Santísima de la Concepción (El Silencio) se enfatiza, por diferentes motivos y circunstancias, desde el último tercio del siglo xvi, la figura excepcional de Mateo Alemán, cofrade ejemplar de la Santa Cruz de Jerusalén, su hermano mayor y autor de las reglas de 1578, cuya copia miniada de 1642 se estudia ahora dentro del contexto general de sus obras completas. N o es este, desde luego, el lugar ni el momento más adecuado para abundar en su prolija biografía (1547-1614). Por otra parte no muy bien conocida, especialmente en su vertiente cofrade; aunque desde finales del siglo xix dispongamos ya de los interesantes trabajos del académico sevillano Joaquín Hazañas y La Rúa 2 . Y desde comienzos del siglo xx de los documentados estudios del erudito local Francisco Rodríguez Marín 3 . Ambos tratados, muy positivistas, aportan algunos datos de interés sobre el pensamiento religioso y sobre todo cofrade de nuestro personaje sevillano. En este mismo sentido y en época mucho más reciente aparecieron los de Cristóbal Álvarez Guzmán, Donald MacGrady y Edmond Cros; sin embargo, introducen muy poco -casi nada nuevo- a lo ya acreditado sobre Mateo Alemán, la Hermandad de Jesús Nazareno y la ciudad de Sevilla desde las contribuciones de la historiografía positivista apuntada más arriba 4 . Por el contrario, estos investigadores del siglo pasado en sus respectivas monografías sobre la vida y la obra de nuestro personaje apenas 1
El presente estudio es una actualización de otro: García Fernández, «Mateo Alemán: cofrade, hermano mayor y autor de Reglas» (2003), II, pp. 51-61. 2 Hazañas y La Rúa, Discursos (1892). Este erudito historiador, rector de la Universidad Hispalense, fue hermano de la cofradía de Jesús Nazareno, secretario y fiscal de la Santa Cruz. 3 Rodríguez Marín, Discursos (1907); y del mismo autor, Documentos (1933). 4 Álvarez Guzmán, Mateo Alemán (1953); McGrady, Mateo Alemán (1968); Cros, Mateo Alemán. Introducción a su vida y a su obra (1971).
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dedican unas escasas referencias a las relaciones de Alemán con la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén. En cambio de gran utilidad resultan en este proyecto los trabajos de Antonio Martín Macías y sobre todo de Federico García de la Concha Delgado pues analizan aspectos variados, más o menos abundantes y curiosos, con documentación local inédita, de la faceta de Mateo Alemán como cofrade sevillano y de sus intensas relaciones con la antigua Hermandad del Dulcísimo Nazareno 5 . Pues bien, el propósito y la trama fundamental de este estudio no es reescribir la historia de esta cofradía, sino más bien ofrecer al lector una visión sintética y de conjunto sobre las relaciones de Mateo Alemán con la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén. Unas «devociones» mutuas que han sido hasta la fecha muy poco analizadas por parte de la historiografía apuntada más arriba; sin duda por la falta de documentación directa al respecto y la insuficiencia de los datos custodiados en el archivo histórico de la Hermandad 6 . N o obstante, la memoria indeleble de su buen hacer como cofrade y hermano mayor, como autor de las reglas de 1578 y partícipe fundamental del traslado de la Hermandad del Dulcísimo Jesús Nazareno a su sede actual de la real Iglesia de San Antonio Abad, en la antigua calle de las Armas, en 1579, se dejaría sentir ya en 1723, poco más de un siglo después de su muerte, por el secretario primero de la referida cofradía, Isidro Fernando González de Cabrera, al incluirlo en su Relato de Hermanos Ilustres, afirmando que «curó a muchos enfermos hermanos. Enseñó a cumplir los mandamientos. Amparó a los desvalidos de la Cárcel Real. Acompañó a muchos a bien morir» 7 . Si bien, como certificaría el mismo secretario, su vida de cofrade de la Santa Cruz de Jerusalén se había iniciado el 2 de febrero de 1567 al ingresar como hermano de número y jurar las antiguas reglas de 1564, que por entonces regían la vida de la arcaica corporación de tradición todavía medieval y hospitalaria conocida aun como la Hermandad de Jesús Nazareno y la Virgen 5 Martín Macías, «Mateo Alemán, escritor y cofrade» (1970). Resulta interesante por la abundante información que proporciona sobre Alemán y la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén los Anales de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla (1964). Se trata de un trabajo singular de Antonio Martín de la Torre, aún inédito, que se conserva mecanografiado en el archivo histórico de esta corporación. F. García de la Concha Delgado, Estudio Histérico-Institucional (1987), con una interesante bibliografía y abundante documentación al respecto. 6 La mayor parte de los datos conocidos sobre las relaciones de Alemán con la Hermandad se custodia en su archivo histórico, básicamente en el antiguo legajo III, carpeta 2 (en adelante AHJN). 7
AHJN,
legajo III, carpeta 2.
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Santa María con San Juan o de las «Cinco Plagas», ubicada desde 1546, como es bien sabido, en el Hospital de la Sangre, en la Puerta de la Macarena de la ciudad de Sevilla8. N o conocemos los verdaderos motivos que llevaron a Mateo Alemán a tomar esta decisión. Es probable que pudieran influir en su determinación las indicaciones de familiares y amigos que eran ya hermanos, entre ellos algunos canónigos de la catedral hispalense, que frecuentaban el domicilio familiar. Así como la larga y penosa enfermedad de su padre, el médico de la antigua cárcel real de Sevilla, Hernando Alemán, quien fallecería en su casa de la calle Sierpes, en la collación de la Magdalena, en marzo de 156T. Pero, además, había otro factor importante que hay que tener muy en cuenta. Su padre estaba emparentado con un antiguo judío converso sevillano, Juan Alemán Pocasangre, mayordomo del concejo de la ciudad, quemado en la hoguera a finales del siglo xv por la Inquisición. La sombra del cristiano nuevo, del «marrano» marginado socialmente en los círculos locales del poder por su origen hebreo, y sobre todo la necesaria búsqueda de ascendientes, abuelos alemanes y cristianos viejos, según decía, que fueran considerados como auténticos creyentes, se dejará sentir paulatinamente en muchos de sus comportamientos y manifestaciones socio-religiosas en aquella Sevilla universal donde triunfaba el espíritu del Concilio de Trento y la Contrarreforma Pontificia. El acceso a la Hermandad y la vida de cofrade ejemplar que desarrollaría en su seno hasta 1595, incluso como destacado hermano mayor, no sería, lógicamente, una excepción. A ello se sumaba también que su madre, Juana de Ñero, procedía de una familia de comerciantes florentinos, de escasa tradición sevillana, y considerados como extranjeros al fin y al cabo por la sociedad política y religiosa dominante en la ciudad. La antigua, humilde y desheredada Cofradía de Jesús Nazareno, extramuros de la ciudad, le ofrecía, sin duda, vastas posibilidades para lavar su estirpe familiar y sobre todo una plataforma religiosa para desarrollar una interesante proyección social en Sevilla10. La muerte del antiguo médico y cirujano de la cárcel real hispalense le obligó a permanecer definitivamente en Sevilla, ahora en la calle llamada de la Calería Vieja, en la collación de San Esteban, al menos hasta 1585". 8 9 10 11
García de la Concha Delgado, Estudio Histórico-Institucional (1987), pp. 25-27. T. Falcón Márquez, «La Cárcel Real de Sevilla» (1996), pp. 151-170. Cros, Mateo Alemán (1971), pp. 13-14. Rodríguez Marín, Discurso (1907), pp. 15-19.
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Sin entrar en grandes detalles, pues son estudiados en otros apartados por especialistas, estos años sevillanos fueron para Mateo Alemán los decisivos de su prolija vida, los de mayor proyección y formación profesional -se llama a sí mismo licenciado- como recaudador de subsidios y contador de rentas en la administración pública y privada, civil y religiosa. Fueron los años de mayor desarrollo económico y prestigio social como advertido mercader sevillano. Pero al mismo tiempo, fueron también los años amargos y terribles del fracaso de su matrimonio y de su vida familiar, que recordará tristemente el resto de su vida. Durante este periodo (1567-1585) las relaciones con la Hermandad de Jesús Nazareno fueron muy estrechas y fructuosas para todos. Mateo Alemán, hombre de evidente formación religiosa, debió de encontrar en la vida interna de una «hermandad cristiana» gran parte del sosiego y algo del refugio que su agitada conducta económica, social y sobre todo matrimonial le negaban12. Para entonces, la Hermandad se había trasladado entre 1571-1574 al Hospital de la Santa Cruz de Jerusalén, o de los Convalecientes, situado en la antigua calle Ancha de la Magdalena. Un traslado forzado, sin duda por la situación marginal que se encontraba la cofradía en el nuevo Hospital de la Sangre, y que perseguía acrecentar la fama y el prestigio de la arcaica corporación medieval en uno de los nuevos centros comerciales de la ciudad. Una ubicación conventual en la collación o parroquia de la Magdalena que, aunque se intuía provisional, Mateo Alemán conocía perfectamente por los años en los que había vivido en la misma, en el añorado domicilio paterno de la calle Sierpes. La cercanía de la Hermandad en el Hospital de los Convalecientes le llenaría de esperanzas e ilusiones para demostrar abiertamente ante la sociedad sevillana su inequívoca condición de cristiano viejo13. En su afán por destacar, la Hermandad le otorgaba en 1572 su confianza y varios poderes, en la escribanía pública de Luis de Porras, para entrevistarse con los frailes de la Orden de San Antón, de la Encomienda de Castrogeriz, cuyo Hospital estaba en la calle de Las Armas, con el fin de llegar a un acuerdo para adquirir en propiedad unos terrenos de huertas que la referida orden tenía próximos a su sede conventual. La Hermandad sabía que Mateo Alemán gozaba de excelentes relaciones con los frailes antoninos, como administrador de los bienes de la Orden de Vienne en la capital andaluza 14 . Se iniciaba así un largo 12 13 14
Cros, Mateo Alemán (1971), pp. 19-21. García de la Concha Delgado, Estudio Histórico-Institucional (1987), pp. 28-33. Martín Macías, «Mateo Alemán, escritor y cofrade» (1970), p. 25.
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proceso de convenios mutuos que concluiría felizmente el 14 de abril de 1579, siendo ya Alemán su hermano mayor, con la compra de una pequeña capilla llamada de Santo Cruxifijo y un conjunto de obligaciones reciprocas entre esta corporación, los frailes antoninos y su comendador mayor; lo que sería, años más tarde, el origen del definitivo establecimiento canónico de la cofradía en la Real Iglesia y Hospital de San Antonio Abad de Sevilla hasta nuestros días15. Conviene recordar, que en pleno negocio de los tratos y las gestiones, por una parte, entre fray Jerónimo Gallo, comendador mayor de la Casa y Encomienda de Castrogeriz en Sevilla, y su personero fray Rodríguez de Alcántara, en nombre de la Orden de Vienne, y, por otra, Mateo Alemán y los alcaldes Illán Rodríguez y Salvador Martín de la Hermandad, el Cabildo General de Elecciones, celebrado el 11 de junio de 1574, elevaría a nuestro escritor - c o m o ya sabemos- al cargo de hermano mayor, sin haber cumplido aun los veintisiete años, como señalaba en su Relación de Hermanos Ilustres el secretario Isidro Fernando González de Cabrera. Ocuparía el puesto hasta 1595, siendo sustituido por el célebre nazareno concepcionista y maestro tallador y balanzario de la real casa de la Moneda de Sevilla, Tomás Pérez 16 . N o sabemos los motivos que provocaron el plebiscito de Mateo Alemán como hermano mayor, pero se intuye rápidamente la confluencia de intereses variados. Para Mateo Alemán llegar a ser hermano mayor de la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén, una de las más importantes de la ciudad desde su traslado al Hospital de los Convalecientes, debía de significar la credencial definitiva de su limpieza de sangre y la meta última de su carrera como cofrade sevillano, además de un signo inequívoco de su piedad y formación cristiana. Para la Hermandad se proyectaba a la cúspide de su Junta de Gobierno a un hombre capaz y teóricamente preparado, como mercader y licenciado, para llevar a buen término las negociaciones iniciadas con la Casa Hospital de San Antonio Abad, siendo por entonces el administrador económico de sus bienes. En efecto, durante los años en los que fue hermano mayor, Mateo Alemán defendió honestamente los intereses de su querida Hermandad. Y así, entre 1579 y 1582, lo vemos actuar en nombre de esta corporación en diferentes pleitos mantenidos contra el Hospital de los Convalecientes, cuyo prior fue siempre reacio a la salida de la cofradía hacia su nueva sede en la calle de Las Armas. Asimismo, Alemán sería 15
16
García de la Concha Delgado, Estudio Histérico-Institucional AHJN, Legajo III, carpeta 2.
(1987), pp. 33-34.
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el gran impulsor de las obras que desde 1579 a 1587 se realizarían en la Capilla del Santo Crucifijo sede ya estable de la Hermandad y de los conciertos firmados con la Orden de Vienne, entre ellos la imposibilidad de recoger en dicha Iglesia de San Antonio Abad a otra cofradía de penitencia sevillana sin el consentimiento de la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén 17 . Los éxitos institucionales alcanzados durante el último tercio del siglo xvi por la Hermandad, gracias a sus buenas gestiones administrativas, no debieron de cuestionar pero tampoco encubrir la realidad cierta -bien conocida y tal vez tolerada por todos los hermanos- de la compleja personalidad de su nuevo hermano mayor. A su ascendencia conversa, se añadían también las dificultades de su vida familiar con su esposa Catalina de Espinosa y, sobre todo, sus problemas económicos, pues estos le llevaron a la cárcel en 1580, a causa de las muchas obligaciones monetarias y crediticias incumplidas ante recaudadores públicos 18 . Los apuros económicos y la triste experiencia presidiaría le aconsejaron ya en 1582 desentenderse progresivamente de sus obligaciones y compromisos cofrades sevillanos, con la intención de pasar a Indias, al Perú o Nueva España. Pero en 1583 rehace su actividad profesional como juez de comisión en la administración del estado de Felipe II, entre la corte regia de Madrid y la cosmopolita ciudad de Sevilla. ¿Tuvo algo que ver en todo ello el prestigio social de la vetusta Hermandad de la Santa Cruz, prácticamente refundada en las nuevas reglas de 1578, que él mismo había redactado? N o lo sabemos con exactitud. Sin embargo, si hasta 1595 siguió desempeñando - c o m o afirma el aludido secretario Isidro Fernando- el cargo de hermano mayor de la Hermandad la documentación y las noticias sevillanas de su biografía sostienen más bien todo lo contrario. U n silencio tal vez muy tendencioso. Pues incluso desde 1585 se detecta ya en su desordenada vida privada cierto desdén y desconfianza hacía su antigua Hermandad, fruto de posibles desengaños durante los años de la cárcel19. N o obstante, como hemos apuntado más arriba, no concluye aquí su labor en beneficio de la cofradía. Por el contrario, más importante si cabe que su participación en el definitivo traslado de la Hermandad desde el Hospital de los Convalecientes en la calle Ancha de la Magdalena a la Capilla del Santo Crucifijo en la Real Iglesia y Hospital de San García de la Concha Delgado, Estudio Histórico-lnstitucional (1987), pp. 33-35. Piñero Ramírez, «Mateo Alemán: de las reglas de la Hermandad al Guzmán» (2003), pp. 37-50. 19 Cros, Mateo Alemán (1971), pp. 18-21. 17 18
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Antonio Abad, sería su decisiva intervención en la redacción de nuevas reglas para la antigua Hermandad del Dulcísimo Jesús Nazareno. Un trabajo preñado de futuro como recogen todas las biografías y estudios sobre nuestro escritor y cuya autoría se señala sin error en el mismo tenor documental de la copia conservada de 1642 que aquí se transcribe. En efecto, las reglas o estatutos de 1578 constituyen el testimonio más preciado de cuantos se guardan en el Archivo de la Hermandad para el conocimiento corporativo de la institución hasta las reglas de Carlos III de 1778. Al margen de sus contenidos históricos fundamentales y del valor artístico y literario del códice, las reglas de 1578 son una auténtica joya de la bibliografía hispalense de los siglos xviXVII20. En su lectura se aprecia el estilo y la mentalidad de nuestro autor, y sobre todo su concepción pesimista y desesperada del mundo, su formación cristiana de hondo espíritu ascético y crítico con la petulante sociedad cristiana de su tiempo. Porque sería sin duda la formación cristiana -pero también en medicina y leyes- y la vocación literaria de Mateo Alemán lo que motivó el encargo de la renovación de las viejas reglas de 1564. Unos estatutos que habían sido redactados en el Hospital de la Sangre - n o lo olvidemos-, extramuros de la ciudad, con una finalidad cofrade de tradición todavía medieval y hospitalaria. El nuevo hermano mayor fue consciente ya en 1574 de la necesidad de adecuar aquellos antiguos estatutos de su Hermandad a las nuevas circunstancias religiosas y penitenciales de sentido renacentista, tridentino y moderno, que triunfaban en la ciudad de Sevilla del último tercio del siglo xvi. En este sentido, la documentación conservada informa, entre líneas, de la decisiva intervención del hermano y cofrade Mateo Alemán en el traslado físico de la corporación desde la periferia hispalense del vetusto Campo de las Cruces en la Puerta de la Macarena -todavía en 1751 un espacio marginal, empobrecido y despoblado- hasta el céntrico Hospital de los Convalecientes, en la collación de la Magdalena. Y posteriormente en 1579, siendo ya su hermano mayor, en el definitivo asentamiento canónico de la corporación en la Real Iglesia y Hospital de San Antonio Abad en la calle de Las Armas, que era uno de los sectores urbanos más importantes en la médula política, religiosa, econóVéase J. Sánchez Herrero, «La religiosidad sevillana en la época en la que se escribió la regla de la cofradía de Jesús Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén (1564-1578)», en García Fernández (ed.), Regla de la Insigne Cofradía (2003), pp. 21-36; T. Laguna Paul, «El Manuscrito de 1642 y su iluminación», ibídem, pp. 63-75. 20
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mica y social de la ciudad desde la Puerta Real o de Goles, remodelada en 1564 y por la que entraría solemnemente Felipe II en Sevilla en 15 70 21 . Este cambio de la periferia al centro de la urbe se dejaría lógicamente sentir en la vida interna de la Hermandad, en sus estatutos y reglas de 1564, que había ahora que reformar urgentemente, en sus devociones y en sus cultos, en la caridad con los presos, en una nueva forma de religiosidad popular más acorde y a la usanza de la Sevilla del Siglo de Oro. Y sobre todo en la ordenación de una vetusta estación de penitencia de la madrugada del Viernes Santo, que abandonaría definitivamente las ermitas y los humilladeros medievales extramuros de la ciudad, como el de San Lázaro, por visitas a iglesias céntricas y sagrarios, ricos y florecientes, ubicados en el interior de las viejas murallas hispalenses. A nuestro modo de ver y según las aportaciones de las reglas de 1578, este sería el gran éxito de la labor de Mateo Alemán: la modernización de la antigua Hermandad del Dulcísimo Nazareno y la Virgen Santa María con San Juan, conocida ya desde entonces como la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén de la Real Iglesia y Hospital de San Antonio Abad. Una hermandad nueva o cuando menos moderna, que en nada recordara ya sus humildes orígenes medievales. Una cofradía de futuro, tridentina y burguesa. Pero Alemán no recibiría el definitivo encargo de modificar las reglas de 1564 hasta el día 6 de mayo de 1577, siendo ya hermano mayor, mediante la oportuna consulta a los alcaldes Salvador Martín Peña y Bartolomé Sánchez. Una vez que estos examinaron el proyecto, este se pasó a una diputación de veinte hermanos de los más antiguos de la cofradía, y definitivamente se presentaba ante la autoridad eclesiástica hispalense, quien daba su última probación el 24 de abril de 1578, con la firma del vicario general y provisor del arzobispo, el licenciado Valdecañas y Arellano 22 . Las transformaciones de la cofradía debieron de ser tan importantes a raíz de la aprobación de los nuevos estatutos de 1578, redactados todavía en el Hospital de los Convalecientes, si bien con las negociaciones con los frailes antoninos muy avanzadas, que ya algunos contemporáneos, pero sobre todo historiadores e investigadores posteriores, llegaron a afirmar -siguiendo la lectura precisa de las reglas aunque con escasa valoración histórica de conjunto- que la Hermandad de la A. Albardonedo Freire, El urbanismo de Sevilla durante el reinado de Felipe II (2002). 22 García de la Concha Delgado, Estudio Histórico-Institucional (1987), pp. 29-33; Martín Macías, «Mateo Alemán, escritor y cofrade» (1970), p. 25. 21
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Santa Cruz de Jerusalén tuvo principio en ellas o bien en los antiguos estatutos de 1564. Sin ánimo de polemizar, porque no es este el lugar adecuado, hoy sabemos que no es exactamente así; aunque hay parte de verdad en todo ello23. Pues, efectivamente, si atendemos a las noticias sobre la crítica histórica de reglas y estatutos antiguos que se relacionan en el añadido final de la copia de 1642, de difícil interpretación, y también a la declaración de su sucesor Tomás Pérez ante el Arzobispado de Sevilla de 20 de marzo de 1621, resulta evidente que Mateo Alemán debió de cotejar para la redacción de las reglas de 1578 un conjunto de estatutos y ordenanzas muy variados, algunos de dudosa fiabilidad, además de las antiguas reglas de 156424. A finales del siglo xvm todavía se guardaban en el Archivo de la Hermandad los estatutos de 1356 y las ordenanzas de 1416, que desgraciadamente no han llegado hasta nosotros 25 . Pero conviene apuntar que estos vetustos reglamentos no aportarían ya nada útil ni positivo para la redacción de las nuevas reglas de 1578 por su espíritu tardo medieval, tan solo la constancia histórica de que se trataba de la evolución y transformación de una misma corporación; aunque completamente diferente, nueva, en el pensamiento cofrade y moderno de Alemán y sus colaboradores. Esto explica que las nuevas reglas de la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén de Sevilla fueran aplicadas como estatutos corporativos a otras hermandades de la provincia, auspiciadas por la Iglesia Hispalense, que consideraba modélica, en este sentido, la institución sevillana. Así, por ejemplo, la Hermandad de los Primitivos Nazarenos de la ciudad de Carmona recibió en 1597 por el licenciado y provisor del arzobispado de Sevilla, don Luis de Melgarejo, el mis23
Efectivamente, en 1778, el secretario de la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén Francisco Marín argumentaba ante el Consejo de Castilla que esta cofradía había tenido su origen en los estatutos de 1564 y más tarde en las reglas de 1578 de Mateo Alemán. Por el contrario, en 1783, Pedro García, procurador de la Real Audiencia de Sevilla y personero de la cofradía ante el Vicario General del Arzobispado Hispalense declaraba ante Francisco de Ascarza, notario público de Sevilla, que recibía varios documentos de la Hermandad de Jesús Nazareno para su presentación en el Consejo de Castilla, entre ellos los primeros estatutos de 1356 aprobados por el arzobispo don Ñ u ñ o de Fuentes, las ordenanzas de 1416, los estatutos de 1564 y lógicamente las reglas de Mateo Alemán de 1578, entre otros documentos y privilegios de interés. AHJN, Legajo III, carpeta 2, reglas de 1783, fol. 140 vto. 24 García de la Concha Delgado edita la declaración de Tomás Pérez (Estudio Histórico-Institucional, 1987, p. 189). 25 García Fernández, «Los Orígenes de la Hermandad de Jesús Nazareno en el siglo xiv» (2005), pp. 15-41.
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mo texto de Mateo Alemán del año 1578, sin modificaciones importantes26. Después de la aprobación de las Reglas de 1578 las noticias sobre Mateo Alemán y su cofradía son muy escasas. Nuevas obligaciones profesionales le trasladan una vez más a la corte de Madrid, y allí se pierde la perspectiva cofrade sevillana. En octubre 1580, siendo todavía hermano mayor de la Hermandad, y como contador de consultas de Felipe II, es acusado de deudas por tendencioso balance económico negativo y encarcelado, como sabemos, en la antigua cárcel real de Sevilla. Llamaría poderosamente la atención ante la sociedad cofrade hispalense que el autor de las Reglas de Presos de la Hermandad de Jesús Nazareno experimentase en su propia persona todo lo reglamentado en los estatutos de su cofradía. Más tarde, en 1593, restablecido su patrimonio y sobre todo su honor, pero todavía siendo hermano mayor de la Hermandad, fue nombrado juez visitador de las minas de Almadén por el mismo monarca. Aunque con frecuencia acude a Sevilla, su intención es la de marchar cuanto antes a Indias. Vienen los años de la publicación de sus obras: El Guzmán, en su primera parte, aparece en 1599; le sigue la Vida de San Antonio de Padua, en 1604, y a continuación la segunda parte del Guzmán, en el mismo año. Mucho se ha hecho esperar para sacar estas obras maestras en su género y que lo van a consagrar como el creador del género picaresco al tiempo que participa, junto con Cervantes, en la creación de la novela realista moderna. En 1602 vive en su ciudad natal, en la calle Horno Quemado, en la collación de San Lorenzo, y más tarde en la calle Redes, con los mismos problemas económicos y familiares de siempre, y que le llevan de nuevo a la cárcel. Finalmente, acompañado de sus hijos, separado ya de su mujer, con una nueva amante y perseguido por las deudas, prepara la documentación necesaria para salir de España, que, definitivamente, podrá llevar a cabo en junio de 160827. Por aquellos años su Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén tiene ya desde 1595 un nuevo hermano mayor, Tomás Pérez, valedor del movimiento concepcionista en la ciudad, continuador en el cargo y tal vez en el pensamiento cofrade de Mateo Alemán para modernizar la antigua institución medieval. La documentación de la época guarda silencio sobre sus posibles relaciones, aunque lógicamente ambos hermanos coincidieran en la misma ciudad a comienzo del siglo xvn. Regla de la Cofradía de los Nazarenos de Carmona, 1597 (1997). Se da amplia información, rigurosamente documentada, de estos años de la vida de Alemán en la «Cronología de la vida de Mateo Alemán» (supra, pp. L X X X V I - C V I I I ) . 26
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En 1608 Mateo Alemán, con sesenta años y una vida gastada, abandona Sevilla y formando parte del séquito del arzobispo fray García Guerra llegaba a Nueva España. Pero su memoria seguía viva aún en la ciudad de Sevilla y en su hermandad todavía en 1613 gracias a su esposa doña Catalina Espinosa, a pesar de vivir absolutamente desvinculada de su marido. La muerte le sorprendió en la ciudad de México en 1614, en la más extrema pobreza. Las noticias de su fallecimiento se conocen oficialmente en Sevilla gracias a un testimonio notarial de 1619 sobre determinada fundación pía y postuma de su mujer. En el expediente abierto, por los albaceas testamentarios de doña Catalina, algunos familiares y amigos de Mateo Alemán declaraban haber asistido a su entierro en México 28 . En la Hermandad la confidencia se recibe oficialmente en 1620, ordenando su hermano mayor, que lo era todavía Tomás Pérez, la celebración de honras fúnebres por su alma. Asimismo en 1747 y en 1847 se recordaba su vida y su obra con piadosos actos religiosos y encuentros literarios. Por último, el 10 de diciembre de 1947 se celebró solemnemente el IV Centenario de su nacimiento con Misa de Réquiem, vigilia de difuntos, oración fúnebre y lectura de su obra, glosando fray Albino Menéndez Raigada, obispo de Córdoba, la figura excepcional de Mateo Alemán como cofrade, hermano mayor y autor de sus reglas29.
ADENDA M A T E O A L E M Á N E N E L A R C H I V O D E LA H E R M A N D A D D E JESÚS N A Z A R E N O La Hermandad de Jesús Nazareno (El Silencio) guarda entre los fondos documentales de su cuidado archivo histórico -antiguo Legajo III, carpeta 2, catalogado hoy como carpeta 45, legajo 197- una interesante y variada documentación sobre Mateo Alemán y Ayala. En su mayor parte fueron recopiladas por D. Luis Ybarra Osborne y don
28
La muerte de Mateo Alemán en México, en absoluta pobreza «sin dexar uienes
ningunos» y solicitando sus amigos y allegados más próximos «limosna para enterra11o» ha sido dada a conocer por J. Cartaya Baños en un breve estudio titulado «Sobre Mateo Alemán y su muerte en México» (2012). Información más abundante en el estudio del mismo autor «Que se auia pedido limosna para enterrallo» (2011). 29
AHJN.
Legajo III, carpeta 2.
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Juan Delgado Roig 30 en la década de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Se trata de un curioso expediente, inconexo y múltiple, que incluye fotografías de algunos documentos históricos de diversos archivos sevillanos sobre Mateo Alemán: Archivo de Indias, Parroquia de El Salvador, Archivo de Protocolos Notariales, etc. También se insertan algunas reproducciones de retratos y grabados pictóricos de nuestro personaje como la copia del retrato de la Biblioteca Capitular Colombina y las tablas de los nazarenos de madera de 1942, etc. Pero sobre todo, el expediente guarda una abundante documentación en papel sobre epístolas de peticiones, con sus desalentadoras respuestas, de diversas personalidades e instituciones de la época tanto en España (Parroquia de Trigueros en Huelva, Universidad de Sevilla, Universidad de Oviedo, Real Academia de Sevilla de Buenas Letras, Real Academia de la Historia de Madrid, etc.) y como en Latinoamericana (Embajada de España en México, Instituto Hispano-Mexicano de Investigaciones Científicas, etc.). Y todo ello con la sana intención de recabar información acerca de la biografía sevillana de Mateo Alemán y sus relaciones con la cofradía de la Santa Cruz de Jerusalén. Al investigador que acuda a su consulta le sorprenderá, sin duda, los datos que este expediente proporciona sobre la memoria histórica de Mateo Alemán, especialmente sobre su biografía sevillana. Si bien no se trata de nada nuevo, las personas que, a modo de ejemplares archiveros, lo formaron con más buena voluntad que conocimientos científicos, no dudaron en recopilar y cotejar con singular esmero todo aquello que por entonces creyeron como fundamental en la vida sevillana de Mateo Alemán. Una reminiscencia alemanista que el paso de los siglos no ha conseguido borrar de los Anales de la Hermandad de Jesús Nazareno31; sino que, por el contrario, la corporación sigue manteniendo, en pleno siglo xxi, entre sus hermanos más preclaros e influyentes.
30 M. Sierra Alonso, La Familia Ybarra. Empresarios y Políticos (1992). Ver la síntesis de Díaz Morlán, Los Ybarra (2002). Don Luis Ybarra Osborne (1889-1959) fue un notable político y empresario sevillano, destacado mayordomo de la cofradía e impulsor en la misma de un estilo procesional que ha llegado a nuestros días. Don Juan Delgado Roig (1895-1962) fue un célebre hermano y diputado de la cofradía, notable médico sevillano, director del Sanatorio Psiquiátrico de la ciudad, investigador incansable y profesor de la Universidad de Sevilla. 31
Anales de la Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla (1340-1975). Interesante texto inédito que inició en 1964 Antonio Martín de la Torre y continuó Antonio Martín Macías y que recoge a modo de síntesis la historia de la Hermandad desde 1340 hasta nuestro días.
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SOBRE ESTA E D I C I Ó N La regla que a continuación transcribimos, con adaptaciones para una lectura más moderna pero sin perder nunca su carácter documental, se halla atesorada en un pequeño libro de 64 folios dobles de pergamino de vitela, escrito en letra gótica libraría (también llamada textualis fórmala o derecha), encuadernado con pastas de madera, de 210 por 145 milímetros, y recubiertas de terciopelo morado con esquinas. Lleva el emblema de la Santa Cruz de Jerusalén en ambas pastas, con cierres de plata. Actualmente se encuentra depositada en el Archivo de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Cruz de Jerusalén y María Santísima de la Concepción, sita en la Real Iglesia de San Antonio Abad de la ciudad de Sevilla32. Los dos primeros folios, dobles, están sin numerar. En el que debería ser el folio primero y recto está escrito en un recuadro central miniado, sobre la cruz en tau, propia de la Real Orden y Hospital de San Antonio Abad (antoninos), el título de la Regla: Regla de la Insigne Cofradía del Dulcíssimo Iesús Nazareno, y Sandísima Cruz de Ierusalén, sita en la Iglesia del Glorioso S. Antonio Abad. Renovóse siendo officiales Manuel de Torres, hermano maior, Juan Correa y Bartolomé Riuero, Alcaldes. Año de 1642, que es el año de la confección de la copia restaurada que manejamos33. En el folio primero y vuelto se reproduce la imagen de Jesús Nazareno, titular de esta Hermandad, que parece ser, y así se acepta tradicionalmente, obra del pintor Francisco Pacheco, aunque no está firmada. En el folio segundo y recto se representa una curiosa estampa de la Inmaculada Concepción de María, según los cánones pictóricos apuntados por el referido artista -en el primer tercio del siglo xvn- 34 , hermano también de esta misma cofradía. En el folio segundo y vuelto se incorpora la ilustración dorada de la Santa Cruz de Jerusalén o Cinco Cruces de Jerusalén. Los títulos de las constituciones están escritos en letra roja, y la primera letra y primeras palabras de cada constitución están detalladamente miniadas. 32 Hay edición reciente de la Regla (1642), en facsímil, con transcripción textual y estudios de diferentes autores: García Fernández (ed.), Mateo Alemán, Regla (2003). Véase también García de la Concha Delgado, Estudio Histórico-Institucional (1987). Y más reciente de Sánchez Herrero (ed.), CXIX Reglas de Hermandades y Cofradías Andaluzas. Siglos xiv, xv y xvi (2002), núm. XV. 33 W . AA. «Intervención en patrimonio bibliográfico. Códice iluminado (1642)»
(2002). 34
F. Pacheco, Arte de la pintura (1956).
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Según las noticias que nos proporciona este mismo libro de reglas, la antigua Hermandad y Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno y Santa Cruz de Jerusalén se reestructuró como consecuencia de haber fundado doña Catalina de Rivera el Hospital de las Cinco Llagas, extramuros de Sevilla, con el parecer de los administradores del mismo35. En este sentido, el hermano de la cofradía Hernando de la Cruz y algunas otras personas «hizieron cierta Hermandad en el dicho hospital, y para la conseruación della hordenaron su regla y capítulos loables, dignos de memoria». Esta nueva regla fue aprobada por el doctor Gil de Cevadilla, provisor y vicario general del arzobispado, siendo arzobispo de Sevilla don Fernando de Valdés, en 1564. Pero en mayo de 1567, sin duda por las nuevas circunstancias religiosas tridentinas que se vivían profundamente en la ciudad de Sevilla, y en consecuencia porque «la variedad y mudanza de los tiempos todo lo corrompe y estragan, no dexando cosa alguna permanente», se acordó por Mateo Alemán, hermano mayor, y los alcaldes de la cofradía encargar al citado Mateo Alemán «ampliar y reparar» la regla, lo que él realizó. Esta regla fue «consentida en nombre de todos los demás hermanos» por los alcaldes y veinte diputados, dando fe de ello el escribano, Francisco de Torres, en Sevilla, 6 de mayo de 1567. La regla fue aprobada por el licenciado Valdecañas, provisor del arzobispado de Sevilla, el 24 de abril de 157836. La regla de Mateo Alemán es doble. La primera regla es la conocida como de la Cofradía y se compone de 37 capítulos. La segunda es la llamada Regla de Presos y tiene solo 6 capítulos. Vienen después las aprobaciones del 24 de abril de 1578, del 6 de julio de 1613, del 9 de julio de 1643 y del 12 de agosto de 1687. Y finalmente una referencia documental sobre la posible existencia de otras «reglas o estatutos» de la misma Hermandad de Jesús Nazareno que, según se afirma, debieron de servir de cotejo para la de Mateo Alemán. Una copia literal de la regla sevillana de Mateo Alemán de 1578 fue dada como estatuto fundacional, el 23 de julio de 1597, a la Hermandad y Cofradía de los Nazarenos de Carmona, sita en la ermita de nuestra Señora del Real, por el licenciado y provisor de la Iglesia de Sevilla don Luis de Melgarejo 37 . El texto que aquí se publica reproduce el de la edición de 1578, que se conserva en la copia manuscrita de Sevilla, 1642, y cotejada con la que hizo, en 2002, José Sánchez Herrero, en la obra ya citada CXIX 35 36 37
García Fernández, «Los orígenes de la Hermandad» (2005). García Fernández, «Mateo Alemán: cofrade» (2003). Regla de la Cofradía de los Nazarenos de Carmona (1997).
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Reglas de Hermandades y Cofradías Andaluzas. Siglos xiv, xv y xvi (núm. XV), y volvió a estampar, en 2003, en Manuel García Fernández (ed.), Regla de la Insigne Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno y Santísima Cruz de Jerusalén (Sevilla, 2003), que ofrece el facsímil de la copia de 1642 (vol. II) y la transcripción de Sánchez Herrero (vol. II, pp. 91-120). Nuestra edición mantiene el carácter de trascripción documental con evidentes adaptaciones, el criterio de puntuación actual y las anotaciones necesarias para la consulta de los especialistas y la lectura de un público más amplio.
O B R A S DE REFERENCIA CITADAS ABREVIADAMENTE
Autoridades Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española, 3 vols., ed. facsimilar, Madrid, Gredos, 1969. BIBLIA Sagrada Biblia. Trad. de Casiodoro de Reina (1569) y revisión de Cipriano de Valera (1602), facsímil (edición Conmemorativa Quinto Centenario 1492-1992, Encuentro de Dos Mundos), Madrid, Sociedad Bíblica, 1990. DRAE Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 2 vols., Madrid, Espasa-Calpe, 2001 (22a ed.). Tesoro
Sebastián de, Tesoro de la lengua castellana o española, Ignacio Arellano y Rafael Zafra (eds.), Madrid/Frankfurt, Iberoamericana/Vervuert, 2006.
COVARRUBIAS HOROZCO,
Vocabulario Gonzalo, Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1627), ed. Louis Combet, Bordeaux, Institut d'Etudes Ibériques et IbéroAméricaines de l'Université de Bordeaux, 1967.
CORREAS,
Escudo de la Santa C r u z de Jerusalén, Regla. Copia de 1642. Archivo de la H e r m a n d a d del Silencio, Sevilla.
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«Regla de presos», en la Regla de la cofradía de 1642. Archivo de la H e r m a n d a d del Silencio, Sevilla.
R E G L A D E LA C O F R A D Í A D E L DULCÍSIMO JESÚS N A Z A R E N O , 1578
Regla de la insigne cofradía del Dulássimo Iesús Nazareno y Sanctísima Cruz de Ierusalén, sita en la Iglesia del Glorioso San Antonio Abad1. Renouóse siendo officiales Manuel de Torres, hermano maior2, Juan Correa y Bartolomé Riuero, alcaldes\ año de 1642.
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ili y quinientos y sesenta y quatro años después de nuestra Redemption, asistiendo en la silla de Sant Pedro nuestro mui sancto padre Pío, papa quarto4 que está en gloria, y reynando en Castilla el mui alto y poderoso rey y señor original nuestro don Phelippe segundo deste nombre, a quien Dios guarde y prospere en su sancto seruicio, la illustre señora doña Cathalina de Riuera5, muger del illustre se1 La Real Iglesia-Hospital de San Antonio Abad de Sevilla, sede de la cofradía, se encuentra en el centro de la ciudad, en la calle de Alfonso X I I , antigua calle de Las Armas. La Hermandad de Jesús Nazareno llegó al vetusto hospital medieval en 15791587, tras adquirir, reformar y ampliar, por la mediación de su hermano mayor Mateo Alemán, una primera capilla llamada del Santo Crucifijo. 2 Capítulo V I I I de la regla. El hermano mayor era y es en la actualidad el representante legal de la hermandad y su máxima autoridad interna. 3 Capítulo I X de la regla. Los alcaldes ejecutaban las órdenes del hermano mayor y lo sustituían. H o y su labor es realizada por los consiliarios. 4 El papa Pío I V (pontífice entre 1559-1565), que había sido el cardenal italiano Giovanni Angelo Médici, tuvo una destacada participación en la reanudación del C o n cilio de Trento, propiciando grandes acuerdos en el seno de la Iglesia de toda Europa occidental para luchar contra las herejías. 5 Catalina de Ribera y Hurtado de Mendoza, I V condesa de Los Molares (Sevilla), fue una de las mujeres más notables de la sociedad hispalense de finales del siglo xv. Falleció en 1505 tras fundar en 1500 un modesto hospital, para refugio de mujeres pobres y enfermas, en la calle Santiago (collación de Santa Catalina de Sevilla) con el nombre de las C i n c o Llagas de Nuestro Señor Jesucristo (más conocido por los sevillanos de
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ñor don Pedro Enriquez de Riuera 6 , adelantado maior del Andaluzía 7 , padres del illustrísimo señor don Fadrique Enriquez de Riuera,8 asimismo adelantado maior en ella, primer marqués de Tarifa, auiendo la dicha señora doña Cathalina de Riuera fundado y dotado un su hospital extra muros desta muy noble y mui leal ciudad de Sevilla, a el qual nombró de las Cinco Llagas de nuestro Maestro y Redemptor Jesuchristo 9 , dejando por administradores perpetuos dél a los muy reuerendos señores don Andrés de Aguilar, prior del monasterio de Sancta María de las Queuas, por otro nombre Cartuja 10 , y a fray Rodrigo de Carmona, prior del monasterio de sant Ysidro del Campo 11 , conuentos extramuros desta ciudad, con acuerdo y parecer de los dichos selos siglos xvi y XVII como de la Sangre), que sus herederos, patronos y administradores trasladaron entre 1539-1540 a unos terrenos próximos y extramuro de la puerta de La Macarena; el hospital ha funcionado como tal hasta bien entrado el siglo pasado. H o y es la sede del Parlamento de Andalucía. 6 Pedro Enríquez de Quiñones fue IV adelantado mayor de Andalucía y I señor de Tarifa. Falleció en 1493 a la vuelta de la campaña de la toma de Granada. Recibió sepultura en la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla. Casó en 1475 en segundas nupcias con Catalina de Ribera, IV condesa de los Molares, hermana de su primera mujer, Beatriz de Ribera. 7 adelantado mayor: funcionario regio de la administración territorial castellana que se introduce en Andalucía tras la conquista castellana en 1253 por Alfonso X el Sabio para el gobierno de los reinos cristianos de Jaén, Córdoba y Sevilla. Desde finales del siglo xiv y hasta el siglo xvi los adelantados de Andalucía fueron patrimonio de la familia sevillana de los Ribera 8 Fadrique Enríquez de Ribera, primer marqués de Tarifa, nació en el año 1476, hijo de don Pedro Enríquez de Quiñones, IV adelantado mayor de Andalucía y de doña Catalina de Ribera, IV condesa de Los Molares y señora de Coronil y las Aguzaderas. 9 Este Hospital lo refundaría Fadrique Enríquez de Ribera, como continuación a la obra emprendida por su madre en 1500. En el mismo tuvo su sede temporal la Hermandad y Cofradía de la Santa Cruz de Jerusalén o de las Cinco Plagas o Llagas con capilla propia durante los años 1571-1574 que se traslada al Hospital de los Convalecientes o de la Santa Cruz de Jerusalén en el centro de la ciudad. Allí se redactaron por Hernando de la Cruz las nuevas reglas de 1564 que se reformarían definitivamente en 1578 por Mateo Alemán. 10 El Monasterio de Santa María de las Cuevas, de la Orden de los Cartujos, estaba situado en la orilla derecha del río Guadalquivir. Al monasterio le fue dado pronto el nombre de Santa María de las Cuevas, según cuenta la tradición sevillana, por la aparición en uno de estos hornos o cuevas de la imagen de una Virgen, denominada por ello, la Virgen de las Cuevas. Bajo la protección de los Ribera, se fundó en 1399 por el arzobispo Gonzalo de Mena, estando sometido durante siglos a las frecuentes inundaciones del río. 11 El Monasterio de San Isidoro del Campo, situado en las proximidades de la localidad sevillana de Santiponce, fue levantado en 1301 por Alonso Pérez de Guzmán, el Bueno, y su mujer María Alonso Coronel, fundadores de la Casa de Medina-Sidonia, como panteón familiar y como testimonio de su piedad.
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ñores administradores y del señor Juan de Medina, clérigo presbytero, administrador teniente que entonces era en el dicho hospital, nuestro hermano Hernando de la Cruz y algunas otras personas, muñidas con sancto celo, deseosas de su saluación, gloriándose, como dice el apóstol Sant Pablo12, en la Cruz de Nuestro Señor Jesuchristo, en la qual fuimos saluos y libres del poder del demonio, teniéndola por patrona, armas y defensa suya, queriendo ymitar a el que en ella murió por culpas nuestras, lleuándola sobre sus ombros, siguiéndole con ella, hizieron cierta hermandad en el dicho hospital y para la conseruación della hordenaron su regla y capítulos loables, dignos de memoria, los quales fundaron y están approbados por el muy reuerendo señor doctor Gil de Ceuadilla, prouisor official y vicario general de Seuilla y su arzobispado por el illustríssimo y reuerendíssimo señor don Fernando de Valdés, arzobispo de Seuilla, del Consejo de su Magestad, inquisidor general en todos sus reynos y señoríos13. Y porque la variedad y mudanzas de los tiempos todo lo corrompen y estragan, no dexando cosa alguna permanente, teniendo consideración lo mucho que importa la perseuerancia en las obras de virtud y caridad, no dexando caer esta cruz en el camino, deseando sibir (sic) con ella en el monte del Señor, fue acordado por Matheo Alemán, hermano maior en la dicha hermandad, y por los alcaldes della, Salvador Martín Peña y Bartholomé Sánchez, que se deuía ampliar y reparar muchas cosas para la conservación y aumento que se pretende, assí, siendo llamados a cabildo para el dicho efecto, se acordó que a el dicho Matheo Alemán como hermano maior se cometiese, para que aquello que hordenase, visto por los dichos alcaldes y veynte hermanos que para ello se diputaron, aquello se guarde y cumpla de oy en adelante; y assí con esta conformidad el dicho hermano maior (capítulo)14 esta regla, siendo por los dichos alcaldes y veynte diputados consentida en nombre de todos los demás hermanos, y con este general consentimiento en el libro que se escriuen los autos que se pasan por los cabildos desta sancta cofradía lo firmaron de sus nombres y fizieron sus señales. Y yo, el presente escribano, doy fee y lo firmo de mi nombre, en Seuilla a seys días del mes de maio deste año de mili y quinientos y sesenta y siete. Pasó ante mí, Francisco de Torres, escriuano. Gálatas, 6,14. Fernando Valdés y Salas (1483-1568), inquisidor general de España y presidente del Consejo Real de Castilla, fue autor del famoso Indice de libros prohibidos, Sevilla, 1559. 14 Tal como se escribe en el original. 12 13
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Mateo Alemán / La obra completa
PROTESTAS Y C A P Í T U L O P R I M E R O
E
n el nombre de la Sanctíssima Trinidad, Padre, Hijo y Spíritu Sancto, tres personas y una sola deidad, que viue y reyna en todos los siglos sin fin, y de la Gloriosíssima Señora nuestra, la Virgen Sancta María, Madre de nuestro benditíssimo maestro y redemptor Jesuchristo, a gloria y honor suio y de los bienauenturados sanctos, que lleuando su cruz con el Señor merecieron gozar de la bienauenturan^a; porque como dize el mismo Jesuchristo, Señor nuestro: Nemo venit ad Patrem nisiper me15, y en
el propio lugar: Ego sum vía, veritas et vita16, acordamos los hermanos que oy somos y adelante fueren caminar a el Padre por Jesuchristo, su Hijo, tomándolo por camino y camino de verdad, porque Él es la misma verdad y la vida verdadera, protestando17 como protestamos viuir y morir en sancta fee y seruicio. Y si como flacos y originarios peccadores de oy en adelante en algo no siguiéremos los diuinos mandamientos, persuadidos del demonio enemigo capital nuestro, dezimos y confessamos vna sancta fee cathólica según la tiene y confiessa y cree nuestra sancta Madre Iglesia de Roma, y declaramos las tales persuasiones que deste verdadero camino nos apartaren ser de Satanás y no nuestras, no hechas, ni dichas, ni consentidas con nuestro coragón, el qual offrecemos a Dios Nuestro Señor agora y para siempre, armándonos de las armas verdaderas con que nuestro redemptor Jesuchristo venció sus enemigos que son la señal de la Cruz, pues en ella murió, matando nuestra muerte y reparando nuestra vida, lleuándola sobre nuestros hombros el Viernes Sancto por la mañana, saliendo de nuestra casa con deuota prosessión a la hora de sexta, visitando cinco iglesias y el Sanctíssimo Sacramento en cada una dellas, lleuando bestidas nuestras túnicas de color morado que lleguen hasta el suelo, los rostros cubiertos con capirotes vajos y justos a las caberas, teñidos del mismo color morado, nuestra insignia en los pechos, vajos los ojos y cerrados, ceñida vna soga al cuerpo, los pies descalzos por el suelo, rogando a nuestro Señor por la felicidad y estado de nuestra Sancta Madre Iglesia, por la extirpación de las heregías, por la pax y vnión entre los príncipes y reyes christianos, por nuestros bienhechores y por nosotros mismos, que el que nos redimió en el árbol de la cruz nos dexe acabar en su sancto seruicio. Y prometemos de cumplir esta regla y los capítulos de ella, apartando todo daño y allegando a esta sancta cofradía todo bien y utilidad.
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Juan, 14, 6: 'Nadie viene al Padre sino por mi'. Juan 14, 6: 'Yo soy el camino, la verdad y la vida'. protestando: 'declarando, confesando, prometiendo',
Obra varia. Regla de la cofradía CAPÍTULO SEGUNDO.
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Que trata de las insignias que a de lleuar nuestra
prosessión
P
ara que la tal prosessión vaya según buen exemplo y con deuida reuerencia, obedeciendo a nuestro maestro y redemptor Jesuchristo y a sus diuinas palabras, acordamos ante toda la prosessión lleuar nuestro estandarte de color morado, en medio una Cruz Sanctíssima de Jerusalem, y tras dél la Sanctíssima Cruz de Jerusalem, y tras della veynte y quatro hermanos vestidos como los demás de sus túnicas, y doze de cada parte lleuarán veynte y quatro hachas de cera, acompañando una imagen que nos represente los pasos de nuestra salud, poniendo con toda veneración vn Sanctíssimo Christo con su Cruz a cuestas, a quien todos los hermanos vayan siguiendo, y al cabo de la dicha prosessión con otra tanta cera en la manera dicha se lleue una imagen de la Virgen Sancta María Señora Nuestra, para que lleuando por capitán delante de nuestros ojos a Jesuchristo y las espaldas amparadas con su diuina Madre seamos libres del demonio. En esta dicha prosessión todas las hachas se lleuarán en las manos sin hacheros18, y en medio de la dicha prosessión no vaya cera alguna saluo si no se lleuare algún passo de la Passión de Nuestro Señor Jesuchristo, que en tal caso se a de alumbrar con la cera que conuenga, en tal manera que las hachas no vayan ni se lleuen entre los que lleuan cruzes.
CAPÍTULO TERCERO.
Que trata del Jueues Sancto
E
s necessario y se deue cumplir y guardar que todos los hermanos, agora y para siempre jamás, el Jueues Sancto en la tarde, a la vna después de medio día, nos juntemos en nuestro cabildo según es de costumbre19. Y estando allí verdaderamente contrictos y confessados, comience el hermano maior y los alcaldes con todos los demás officiales y hermanos, cada uno de por sí, a dar la buelta por todos, abrasándose en señal de verdadero amor, los vnos a los otros, pidiéndose perdón si por descuido se ubieren injuriado, y allí luego se nos predique el
18
hachero: 'candelera donde se pone el hacha', que es el 'cirio o antorcha de cera'. Capítulo X X I I I de la regla. El cabildo es el órgano colegiado más importante del gobierno de la hermandad. 19
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Mateo Alemán / L a obra completa
Mandato 2 0 . Y el hermano que faltare pague una libra 21 de cera, y auiendo faltado con malicia por no reconsiliarse con su hermano, el tal sea persuadido y rogado con la pax, luego que pudiere ser auido en nuestro cabildo o quando llegare a nuestra noticia. Y no queriendo en esto obedecer a nuestro hermano maior y alcaldes, el tal quede excluydo de nuestra hermandad, y no se admita ni goze los beneficios della hasta tanto que se aya reconsiliado con su hermano. Y si después de auer el dicho hermano maior y alcaldes hecho en esto sus obligaciones y diligencias el tal afrentare o matare al otro hermano, éste tal ya queda excluydo perpetuamente de nuestra hermandad, sin que pueda jamás boluer a ser admitido ni goze de los beneficios della.
CAPÍTULO CUARTO. Que trata de las cosas necessarias en la prosessión
del Viernes Sancto
P
orque en la prosessión del Viernes Sancto el demonio no halle lugar por donde rinda a su jurisdición a alguno de nuestros hermanos tentándolo con vanagloria, hiproquesía o con otro género de vicio y peccado, acordamos ordenar y mandamos que ningún hermano de ningún estado ni calidad que sea lleue señal conoscida, ni caiga afollada 22 que haga vulto por de fuera, leuantando la túnica, ni escudo ninguno de plata, ni de oro, ni bordado, ni esmaltado; y las túnicas y capirotes sean de angeo 23 teñido y por bruñir, no de estelín, ni vocasí, ni de otro algún liento delgado; la soga sea común toda de esparto sin señal particular ni inuención alguna en ella; la camisa no lleue descubierto el quello, ni lleuen puños con polaynilla, ni se lleue debaxo la túnica sayo 2 4 negro ni de otra ninguna color, porque sólo se permite para el abrigo del cuerpo vn jubón 2 5 de liengo blanco, el qual por ninguna parte se paresca. Y la túnica no vaya rota, ni descosida por parte que se le 20 Mandato: el llamado Sermón del Mandato o del Nuevo Mandamiento se realizaba el Jueves Santo en todas las iglesias cristianas del occidente europeo, abundando en la necesidad de perseverar en la caridad y el amor entre todos los hermanos. 21 libra: medida de capacidad castellana equivalente en la actualidad a unos 460 gramos. 22 caifa afollada: 'antigua prenda de vestir que cubría los muslos y las piernas ciñéndolos fijamente'. 23 angeo: 'tela de malla fina'. 24 túnica sayo: 'prenda de vestir holgada, sin botones, que cubría el cuerpo hasta las rodillas'. 25 jubón: 'vestidura de abrigo que cubría desde los h o m b r o s hasta la cintura, ceñida y ajustada al cuerpo'.
O b r a varia. Regla de la cofradía
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bea el vestido; el capirote sea vajo y justo a la cabera, según está dicho en el capítulo primero, y permítese que el tal capirote vaya de los ojos abajo hasta la barba con vn aforro de liento blanco de tal condición que el tal aforro ni la costura se bean por de fuera; el escudo lleuará pintada nuestra insignia sobre cuero o hoja de Milán 26 sin que se excedan vno ni alguno en el común tamaño. Y si algún hermano estubiere indispuesto para no lleuar los pies descalzos por el suelo o por vejés o enfermedad, este tal un día o dos antes del dicho Viernes Sancto pida licencia al dicho hermano maior para poder lleuar vn alpargate calgado de los que comúnmente se vsan, sin que el tal alpargate lleue seña ni nota alguna. La cruz que cada vno lleuare sobre los hombros tendrá de largo dos varas27 y medio, vna sexma28 de ancho y vna ochaua 29 de gruesso, todo el brago de siete cuartas30, sin lleuar arriba rétulo ni tablilla, saluo que la tal cabera de la cruz salga vna sexma sobre el brago. Para esta prosessión se hordena que el dicho Viernes Sancto por la mañana, antes que los hermanos vengan a ella, el hermano maior con los alcaldes tomen su asiento en la entrada de nuestra iglesia y allí vaian mirando y examinando si todos los hermanos vienen conforme a lo en este capítulo contenido; y en lo que se excediere dél probean según conuenga, lo qual se obedesca y guarde euitando los vicios y escándalo. Y el escriuano asistiendo en su mesa tomará este día ra?ón de los hermanos que vienen. Y el que faltare pague dos libras de cera a la cofradía y dos reales inremisibles para los pobres de la cárcel 31 , sin que se le puedan moderar ni perdonar.
C A P Í T U L O QUINTO.
Que trata del probeer los officios necessarios del
Viernes Sancto
P
ara que nuestra prosessión salga y buelba en orden y concierto, el hermano maior y alcaldes probeerán vno o más días antes los officios necessarios para el gouierno della y guardáranse en secreto; el hoja de Milán: 'hojalata'. vara\ 'medida de longitud castellana, equivalente aproximadamente a 83.5 cm\ 28 sexma: «Sesma. La sexta parte de una vara» (Tesoro). 29 ochaua: «Ochava. En el peso, la octava parte de una onza» (Tesoro). «Peso que consta de 16 adarmes y equivale a 28,7 g. Es una de las 16 partes iguales del peso de la libra, y la del marco de la plata se divide en 8 ochavas» (DRAE). 26 27
30 cuarta: 'medida de longitud muy popular en Castilla que equivale aproximadamente a unos 20 cm.' 31 Regla de Presos.
Mateo Alemán / La obra completa
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Viernes Sancto se le dará vna memoria a el escriuano 32 de los tales officios para que, como vayan viniendo, los vaya notificando a los tales hermanos el officio que le tubieren señalado, y el tal hermano lo obedezca, guarde y cumpla, so pena de vna libra de cera, saluo si no diere legítima escusa para ello, y entonces el hermano maior probeerá lo que conuenga. Y se declara que en esta processión ningún hermano ni official pretenda derecho para llebar alguna cosa en ella más de aquello que le fuere por entonces señalado.
Que trata que esta processión, según fuere el tiempo probean lo necessario para que salga con buena orden y modo C A P Í T U L O SEXTO.
E
n este dicho día y para esta dicha processión el hermano maior y alcaldes probeerán y comunicarán lo necessario para ella, como es la música y trompetas y otras cosas, todo lo qual se dexa a la elección para que, según la mudanga de los tiempos, ansí se uaya haziendo, acomodando todo con maduro concejo; y declárase que lo que entonces se probeyere no quede prefiso 33 , sino voluntario y según las mudanzas de los tiempos assí se uaya haziendo. Y mandamos que esta hermandad siempre tenga la copia de aparejos necessaria para los encomendados 34 , los quales aparejos se den a quantos los pidieren, dexando vna prenda y dando vna limosna voluntaria. Y estos tales encomendados puedan yr en nuestra processión, no siendo moriscos, negros, ni mulatos, a los quales se les dé el aparejo que pidieren, no yendo en nuestra processión, lo qual se haze sólo por euitar escándalo.
C A P Í T U L O SÉPTIMO.
Que trata de la fiesta que se a de celebrar el mes
de maio
N
uestra Sancta Madre Iglesia celebra en tres días del mes de maio en cada vn año la fiesta de la Inuención de la Cruz 35 ; hordenamos
32 escriuano-. había dos escribanos o secretarios: uno de las penas (multas impuestas a los hermanos) y otro de las actas de los cabildos. Ambos debían llevar al día sus respectivos libros o asientos. El escribano actuaba como fedatario de la hermandad.
prefiso: 'prefijado, determinado con anterioridad'. encomendados: 'protegidos de la hermandad', no son hermanos. Regla XVI. 35 Fiesta litúrgica, muy antigua, de la Iglesia de Roma, en la que se conmemora el descubrimiento o «invención» en el año 327 de la Cruz de Jesucristo. Refiere una piadosa tradición cristiana del siglo IV que Santa Elena, madre del emperador romano 33
34
O b r a varia. Regla de la cofradía
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y mandamos, agora y para siempre jamás, que el día que la tal fiesta se celebrare, en ese mismo día, hagamos una fiesta principal celebrando las primeras vísperas y haziendo dezir una missa cantada el dicho día con su sermón, combidando para él alguna persona docta y de buena doctrina, que el hermano maior y alcaldes señalaren. Y para ello se haga, quando conuenga, un cabildo general, y en él se trate lo que se deue preuenir para esta dicha fiesta, de suerte que se celebre con todo honor y reuerencia, hallándose a ello presentes todos nuestros hermanos. Y el que en este día faltare, por las vísperas pague vn real36 para los pobres de la cárcel, y faltando a la missa media libra de cera, y si faltare a vísperas y missa se lleuen ambas penas. Y si la dicha fiesta, por algún impedimento, no se pudiere celebrar en el dicho día, se permita dilatar para otro día de fiesta dentro de los primeros quinze días inclusive desde el día de la fiesta, de manera que no se pueda dilatar más de hasta los diez y siete días del dicho mes.
C A P Í T U L O OCTAUO.
De lo perteneciente al hermano mayor
S
i algún hermano mayor muriere durante el tiempo de su officio, hordenamos y mandamos que esta nuestra sancta hermandad le dé en limosna lo que lleuaren doze clérigos, y darle el sacristán y la cruz alta, y el que lleuare el incensario y el incensio, y lo que costare el doble en la iglesia de su parrochia, desde que el tal hermano maior fallesca hasta que sea enterrado. Y todos los dichos doze clérigos le digan su vigilia, el cuerpo presente, y responso, si el tal entierro fuere por la tarde; y luego otro día de mañana o el mismo día, siendo el entierro de mañana, se le digan doze missas los dichos clérigos, y la vna della cantada, el cuerpo presente, con su vigilia y responso, todo lo qual y las cosas a ello necessarias lo a de pagar la cofradía. Y si fuere el tal difunto padre o madre, muger o hermano, o hijo de doze años arriba, se le haga el entierro arriba dicho, y siendo pariente del tal nuestro hermano maior se le dé la quarta parte, y siendo criado o paniaguado37 sólo se le acompañe el cuerpo con nuestros hermanos, la cera encendida desde la casa del dicho hermano maior hasta dejallo el tal difuncto en
Constantino I el Grande, encontró milagrosamente en Jerusalén la verdadera reliquia de la Santa Cruz. 36 real-, moneda de plata española que tuvo diferentes valores, según los tiempos, durante los siglos xvi y xvn. 37
paniaguado:
servidor de la casa, que recibe de su señor techo, comida y salario.
Mateo Alemán / La obra completa
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la sepoltura. Y entiéndase que las missas no se dirán saluo al dicho hermano maior, y siendo casado a su muger se le dirá vna missa cantada, vigilia y responso, y a los demás no se les dará más de lo que está declarado, y esto con tal condición que el tal difuncto esté en la casa del tal hermano maior; y si estubiere fuera della se a de enterrar por encomendado38, y esta orden se guarde en todos los demás entierros. Y si el hermano maior fallesciere después de ya auer dejado su officio, a el tal hermano maior y a todos los que lo vbieren sido se les dará a ellos y a sus cosas el entierro que se le diera si el tal hermano maior, que fue al tiempo del tal fallecimiento, fuera alcalde.
C A P Í T U L O NONO.
Que trata del entierro de los alcaldes
S
i alguno de los alcaldes en tiempo de su officio muriere, se le dará en limosna todo lo arriba declarado para el hermano maior, saluo que los clérigos sean diez y le dirán diez missas, la vna dellas cantada. Y si el difuncto fuere padre o madre, muger, hermano o hijo de doze años arriba, se le dará la mitad del entierro, y assí suscesiuamente disminuiendo conforme a las personas según se dixo en el capítulo antes déste en todo y por todo sin ynobar otra cosa, saluo el número de clérigos y missas que está declarado.
C A P Í T U L O DÉCIMO.
Que trata del entierro para los demás officiales
S
i durante el tiempo de su officio el fiscal39, o alguno de los escriuanos, maiordomo40 o prioste41 fallescieren, se les dé la limosna y entierro que para el hermano maior está dicho en todo y por todo por la misma orden a ellos y a sus deudos y criados, saluo que el acompañamiento sea de ocho clérigos. Y estos dirán ocho missas, la vna dellas cantada. Este mismo entierro se hará a los alcaldes que fallescieren después de auer dexado sus officios. Se aduierte que, por [que] la dis38
por encomendado: 'por encargo'. «Encomendado. Persona encomendada y encargada por otro» (Tesoro). 39 fiscal: oficial del gobierno de la hermandad que tenía bajo su responsabilidad cumplir y hacer cumplir los estatutos de la misma. H o y en la hermandad realizan esta labor los censores. 40 mayordomo: responsable de las finanzas de la hermandad. Tenía a su cargo - c o m o h o y - los libros de cuentas. 41 prioste: encargado del culto diario, de los altares, de las imágenes, etc.
Obra varia. Regla de la cofradía
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minución que se haze según el difuncto que se entierra no se puede ajustar como conuiene, la dicha limosna que montare mitad o quarta parte se le dé en dinero, pidiéndolo la parte del difuncto para que con ello paguen. Y porque se dize que si el hermano maior vbiere dejado su officio i muriere se le dé el entierro como si fuera alcalde y al alcalde como si fuera maiordomo o escriuano, declaramos que a los dichos fiscal, maiordomo o escriuanos y prioste, si vbieren dexado sus officios, se les dé el entierro como a los demás hermanos, sin ynouar cosa alguna.
CAPÍTULO XI.
Que trata del entierro general de los hermanos
S
i algún nuestro hermano falleciere, se le dará el entierro a él y a los demás de su casa según para el hermano maior se declara, saluo que los clérigos sean seys, y le dirán seys missas, la vna cantada; que en lo demás no se ynoua cosa alguna.
CAPÍTULO XII.
Que trata de los hermanos pobres
E
l hermano que fuere pobre, a él y a su muger, padres, hijos, hermanos, deudos y criados de la puerta adentro de su casa42, se le dará todo el entierro necessario conforme la calidad de su persona, constándole ante todas cosas a el hermano maior la tal pobreza. Y este entierro se haga durante la vida del tal hermano; porque si fuere difuncto sólo quedamos obligados a enterrar su muger en qualquier tiempo que sea, siendo viuda y no auiéndose casado con otro. Y el hermano maior puede, si quisiere, considerada la pobreza del hermano, que si muriere su padre o madre o hijos fuera de su casa vayan a enterrallos los hermanos más cercanos de la casa del difuncto.
CAPÍTULO XIII.
Que se trata de los hermanos ausentes
E
s nuestra voluntad si el hermano maior muriere ausente desta ciudad y sus arrabales, donde no pueda ser enterrado por nuestros hermanos, que se le digan en el altar más cercano a su sepoltura, si en esta ciu-
42
de la puerta adentro de su casa: 'los que viven con él en su casa'.
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Mateo Alemán / La obra completa
dad o sus arrabales la tubiere, veynte missas, vna cantada y las demás recadas, y no teniendo la dicha sepoltura se le digan donde fuere la voluntad del que presidiere; y para esto se informen de los herederos del tal difuncto o de sus albaceas, o de quien lo pueda dezir. Y si el tal hermano mayor vbiere dexado su officio, se le digan como a los alcaldes y officiales doze missas por la dicha orden y en el lugar ya dicho, la vna cantada y onze rezadas. Y si los alcaldes y officiales vbieren dexado sus officios se les digan ocho missas y las mismas a todos los demás hermanos.
CAPÍTULO X I I I I .
Que trata del entierro de las hermanas
A
las hermanas de nuestra cofradía se les dará el entierro como a vno de los demás hermanos, así presente como ausente, entiéndese a su sola persona y no a otro de su linaje ni de su casa.
Que trata de la prenda43 de los difunctos y de la manda™ que an de dexar CAPÍTULO X V .
ualquier hermano, después de auer fallescido, ante todas cosas a sus herederos, albaceas o testamentarios se les pida lo que el tal hermano o hermana difuncto deuiere a esta cofradía, o dexe una prenda, escriptura o conocimiento para pagar lo que paresciere deuer, y asegurada esta deuda, que es a cargo del prioste, se le haga su entierro según auemos dicho. Y a todos los hermanos se les encarga y pide en el amor de Dios y por su bendito nombre en limosna se acuerden entre las que dejaren en sus testamentos de esta sancta cofradía, dexando alguna cosa para los pobres presos de la cárcel. Declárase que si algún hermano muriere en qualquier manera, ora por curso de enfermedad, ora arrebatada y sóbitamente, ora lo dexe en testamento, ora lo dexe fuera dél, o se oluide de lo mandar, de los vienes del tal difunto se an de sacar cien marauedís de limosna para esta cofradía, porque este capítulo le fue leydo a el tal hermano al tiempo que se rescibió y lo prometió de cumplir y pagar en todo y por todo. Y este capítulo no habla en cosa alguna con los hermanos pobres ni se entiende dellos. 43 prenda: en el sentido de «La alhaja que se da o entrega para la seguridad de alguna deuda o contrato» (Autoridades). 44 manda: «donación o legado que alguno hace a otro en su testamento» (Autoridades).
Obra varia. Regla de la cofradía CAPÍTULO X V I .
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Que trata de los encomendados
Q
ualquier persona de qualquiera estado o calidad que sea, queriéndose enterrar con nuestra cofradía e con el ábito della, amándosenos encomendado, se le dé vna túnica de las que tubiere suias la cofradía y el demás aparejo, y se manden muñir45 todos los hermanos y con lumbres encendidas le acompañemos el cuerpo hasta auello sepultado, conforme si fuera nuestro hermano, sin que por ello se le lleue limosna limitada más de lo que fuere su voluntad, considerada la calidad de su persona y según el hermano maior dispusiere. Y si el tal encomendado vbiere dexado alguna memoria o vienes o limosna en esta sancta cofradía, o ya para propios della, o para que saque presos pobres de la cárcel, o para alguna obra pía, es nuestra voluntad que el tal encomendado se entierre acompañado de sacerdotes, los quales les dirán sus missas y responsos, según a nuestro hermano maior le pareciere qué se deua hazer en todo, sin que por ello se le lleue cosa alguna, ni por el dicho acompañamiento. Y, el cuerpo presente, todos los hermanos que allí se hallaron le rezarán cinco vezes la oración del Padre Nuestro y otras cinco la del Aue María, que nuestro Señor sea seruido sacallo de Purgatorio y dalle su Gloria.
CAPÍTULO X V I I .
Que trata de la borden para los entierros
A
todos los entierros de hermanos y encomendados todos los tenemos obligación [de] asistir en ellos de la manera que quisiéramos se hiziera con nosotros y nuestras cosas. Y assí mandamos que ningún hermano falte a los tales entierros, siendo muñido por nuestro muñidor46, porque demás y aliende47 que es obra de misericordia y meritoria a el hermano que viniere se le descontará medio real de las penas que le vbieren sido puestas o se le pusieren, con que la tal pena no sea de presos porque la tal será yremisible y no se podrá dispensar en ella. Y si el tal entierro fuere de hermano maior se le disquentará vna libra de cera, o si de alcalde o hermano maior que antes auía sido o de algún otro official que de presente fuere se le disquentará media libra de cera. Y el hermano
45
muñir, «llamar o convocar a las juntas o a otra cosa» (Autoridades). muñidor. «El criado de las cofradías que sirve para avisar a los hermanos las fiestas, entierros y otros ejercicios a que deben concurrir» (Autoridades). 47 aliende, allende: 'además de'; «Palabra castellana antigua, vale ultra de, fuera de» (Tesoro). 46
Mateo Alemán / L a obra completa
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que faltare de qualquier entierro se le lleue de pena otro tanto quanto se le disquentará hallándose presente. Y si el tal entierro fuere en día de fiesta el hermano que faltare se le lleue la pena doblada. Todos los hermanos lleuarán sus lumbres encendidas hasta la iglesia donde el tal entierro se hiziere, y no saldrán de allí hasta que el tal hermano quede en el lugar de su sepoltura, asistiendo a la vigilia, missa y responso encendiendo sus lumbres a los tiempos ordinarios. Y si el entierro fuere sobre la tarde no estén los dichos hermanos obligados a venir otro día para asistir a la missa, saluo si el tal difunto no fuere entonces hermano maior o alcalde que en tal caso an de asistir a la dicha missa y se le disquentará media libra de cera y faltando pagarán otro tanto. Y si fuere día de fiesta será la pena doblada. Y esta pena se entienda ser diferente de la del entierro, porque por cada vez que biniere o faltare se la hará disquento o se le pondrá su pena. En estos entierros y en todos los demás se nos encarga la oración del Padre Nuestro cinco vezes y otras tantas el Aue María por el ánima del difunto que Dios lo ponga en su Gloria.
Que trata de la obligación que tienen el hermano maior; alcaldes, prioste y muñidor en todos los entierros CAPÍTULO X V I I I .
L
uego que el prioste supiere la muerte de algún hermano o encomendado dará dello noticia a el hermano maior y tomará la horden que le diere y guardándola mandará muñir para el tal entierro auiendo tomado seguro o prenda que se pagará lo que se deuiere a la cofradía. Y si el prioste no lo hiziere, lo pagará de su hazienda todo por entero, porque esto se pone a su cargo, por cada hermano de los que vinieren a el entierro dará la cofradía a el muñidor dos maravedís48, el prioste repartirá la cera a los hermanos, y uno de los alcaldes señalará a trechos hermanos que lleuen las andas del difuncto dende su casa hasta iglesia donde se enterrare, mudándolos de en quando en quando. Y el hermano maior y alcaldes sacarán las andas del tal difuncto hasta la puerta de la calle.
CAPÍTULO X I X .
Que trata cómo se hereda la cofradía
E
l hijo ligítimo que primero viniere pidiendo a la cofradía heredará la candela de su padre, dándonos libra y media de cera y vn real
48
maravedí-, moneda castellana de vellón - a veces también de cuenta- que, en los siglos xvi y XVII, equivalía aproximadamente a la séptima parte de un real de plata.
O b r a varia. Regla de la cofradía
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para los pobres presos de la cárcel. Y si el tal hijo no tubiere veynte años la heredará su madre con las dichas condiciones y la podrá dar al hijo a quien ella quisiere nombrar, saluo si el padre no señalare antes de su fallescimiento el hijo que quiere dexar en su lugar, que en tal caso se a de admitir con la dicha limosna, siendo de la hedad declarada o pondrá vn sostituto hasta que tenga la dicha edad.
CAPÍTULO X X .
Que trata de los Todos Sanctos y Difunctos
E
l Día de los Difunctos en cada vn año o quinze días después primeros siguientes, y no más tarde, se celebrará perpetuamente por nuestros hermanos difunctos y por nuestros bienhechores encomendados vna fiesta, juntándose para ello todos los hermanos y hermanas sin auer excusado. Y, sus candelas en las manos, asistirán la tarde antes a la vigilia y letanía, y el día siguiente a la missa y sermón, acompañando al sacerdote y ministros que celebraren la missa hasta el lugar donde nuestro prioste tubiere hecho vn Monumento 49 , y con lumbres encendidas asistirán a ello. Este día el prioste tendrá cuidado aderezar la cera y lo más que fuere necessario, comunicándolo antes con el hermano maior. Y el que faltare a las vísperas pague media libra de cera, y si faltare a la missa pague una, y si faltare ambos días pague ambas penas y más medio real para los pobres presos de la cárcel.
CAPÍTULO X X I .
Que trata cómo se an de socorrer los hermanos en la
necessidad
Q
ualquiera de nuestros hermanos que, ora sea por vejez o ya por enfermedad o por otra causa alguna, viuiere a notable pobreza, considerando el hermano maior y alcaldes la calidad de la persona de el tal hermano, lo socorran ayundándole continuamente de los bienes de la cofradía con el alimento necessario, curándolo si estubiere enfermo y beneficiándolo con aquella charidad que quisiéramos se vsara con nosotros, para lo qual al dicho hermano maior y alcaldes se les encarga la conciencia vean y examinen la tal pobreza y la socorran como Ies ditare su consciencia. Y para discargo de lo que el maiordomo diere para la tal limosna vaste vna cédula firmada del hermano maior y de vno de los dos alcaldes.
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monumento:
' t ú m u l o , altar',
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Mateo Alemán / La obra completa
CAPÍTULO X X I I .
Que trata contra los amancebados
P
ermite nuestro Señor, por culpas nuestras, que un pecado llame otro y otro a otro, de suerte que quando queremos mirar por nuestra verdadera salud nos hallamos tullidos y en manos de el demonio, encargásenos por amor de nuestro Señor, para escusar tan graue daño, euitemos de dar asiento a el peccado en nuestras almas, confesándonos a menudo, rescibiendo el Sanctíssimo Sacramento y haziendo las obras de charidad que conuienen a nuestras consiencias. Y porque el más cosario enemigo es nuestra carne y auiciándonos en ella tenemos concubinas con quien estamos amancebados, fuera del se[r]uicio de Nuestro Señor y contra sus diuinos mandamientos, quitando la salud a nuestras almas y la hacienda a nosotros mismos, a las pobres nuestras mugeres y hijos, abriendo puerta con este vicio a otros muchos, ordenamos y mandamos que luego que el tal pecado llegue a noticia de algún hermano y dé noticia dello a el hermano maior; y el dicho hermano maior secretamente llame a el tal hermano y lo reprehenda y amoneste. Y no queriéndose aprobechar de la corrección y concejo, el dicho hermano maior lo buelua a reprehender en presencia de los dos alcaldes, poniéndole alguna pena para ello. Y si más perseuerare se dé noticia a el perlado para que lo castigue como hallare ser justicia. Y el hermano que lo tal supiere y lo encubriere, si se le aueriguare, pagará media libra de cera a la cofradía y un real para los pobres presos de la cárcel.
CAPÍTULO X X I I I .
Que trata de los cabildos que se an de hazer
odos los meses, en el primer domingo de cada vn mes, por la mañana, haremos cabildo según nuestra costumbre, y todos los demás días que conuenga y para ello fueremos llamados, comentándolo a las nuebe oras de la mañana, diziendo ante todas cosas a los hermanos que se hallaren presentes una missa rezada del día con commemoración a el Spíritu Sancto que alumbre nuestros entendimientos para quanto entonces y siempre trataremos; la qual dicha missa se dirá a todos quantos cabildos se hizieren, ora sean generales o particulares. Oyda nuestra missa, entraremos en nuestro cabildo, y por principio ante todas cosas el hermano maior, haziendo señal, pedirá la oración acostumbrada, y de rodillas, voluiendo los ojos a vna imagen, regaremos la oración del Padre Nuestro y el Aue María por nuestros bienhechores y por nosotros mesmos, offrecida a la Passión de Nuestro Se-
Obra varia. Regla de la cofradía
87
ñor Jesuchristo; luego leuantándonos a nuestros asientos, se propondrá el caso para que fuimos llamados y se probeerá lo que conuenga. En los domingos de mes se juntarán todas las limosnas que se vbieren recogido hasta entonces y las penas que debieren los hermanos, y quanto entonces se llegare, y se entregará a el maiordomo y se le hará cargo dello, asentándolo el escriuano en su libro y firmando el maiordomo su recibo, lo qual se hará delante del hermano maior o del que presidiere en su lugar y de los alcaldes que se hallaren presentes. Y porque en la Semana Sancta ay muchas cosas que probeer, ordenamos que no se aguarde a la Semana Sancta por que no tendremos para ello lugar, y así todos los domingos de Quaresma, en la tarde, nos juntemos en el dicho nuestro cabildo y el Domingo de la Oliua50, que es cabildo general, emos de asistir todos a él sin auer alguno excusado. Y el hermano que faltare ansí en cabildo general como en particular pague medio real, que se repartirá por mitad para la cura51 de nuestra cofradía y con los pobres presos de la cárcel. Y el que faltare en Domingo de Ramos, pague media libra de cera y medio real para los dichos presos. Y mandamos que ningún hermano jure a Dios ni a sus Sanctos ni otro algún juramento en el cabildo, pena de ocho marauedís para pobres de la cárcel, por cada vez que jurare. La mesma pena se le pone al hermano que propusiere cosa alguna sin licencia del hermano maior. La regla se leerá toda públicamente el Domingo de Ramos en el cabildo general.
XXIIII. Que trata de la orden en los asientos y declaración del cabildo pleno con la manera de su sessión en los officios para que siempre aya cabildo pleno CAPÍTULO
C
abildos particulares se harán, según está dicho, siempre que se ofresca necessidad para ello; en ello y en todos los cabildos y demás cosas el hermano maior presidirá, poniendo a la mano derecha el alcalde más antiguo y a la izquierda el más moderno; sucederán a la mano derecha nuestro escriuano y el maiordomo, y a la izquierda el escriuano de penas y el prioste y el fiscal. Luego se asentarán a entrambos lados de vna y otra parte los hermanos maiores que ubieren sido conforme a la antigüedad en sus officios. Tras ellos vendrán por su an-
50 51
Domingo de la Oliua: Domingo de Ramos. cura: «Se toma, en lo antiguo, por cuidado»
(Autoridades).
Mateo Alemán / La obra completa
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tigüedad los doze diputados52, luego en la misma forma las personas de dignidad ecclesiástica y sacerdotes, tras dellos suscesiuamente los hombres de letras y officiales reales y públicos, a quien por su antigüedad sucederán todos los demás hermanos según el lugar tubiere cada vno, porque para la buena horden y euitar escándalos así conuiene, para ello se pondrán públicamente en nuestro cabildo los padrones necessarios en parte que puedan ser vistos y leydos. Y si queriendo hacer el dicho nuestro cabildo faltare el hermano maior, presida en su lugar el alcalde más antiguo. Y si juntamente faltaren el hermano maior y alcaldes, presida el hermano maior que más antiguo que lo vbiere sido. Estos podrán, hallándose en la dicha forma, con vn diputado hazer cabildo pleno, no auiendo venido más hermanos. Y si todos los officiales ya dichos faltaren en caso de necessidad harán cabildo pleno precidiendo un diputado de los que allí se hallaren, el más antiguo, y un escriuano y doze hermanos, el qual dicho cabildo no se haga sin consentimiento del hermano maior y alcaldes y auiendo llamado para ello. Y en tal cabildo no se pueda probeer más de aquello que no contradixere en cosa alguna los capítulos desta regla. Y para que lo que en el tal cabildo se tratare y tenga algún valor y venga a efecto a de ser approbado y firmado por el hermano maior y alguno de los alcaldes, y no estando assí approbado lo que en el tal cabildo se tratare quedará desierto y sin valor alguno. Assí se aduierte que en qualquier cabildo no es forsoso asistir ambos alcaldes, auiendo hermano maior más antiguo de los que al presente se hallaren, abiendo en el cabildo un diputado con los hermanos que se hallaren se entienda ser cabildo pleno. Y en caso que el hermano maior falte desta ciudad, quedará con su nombre y lugar por todo el tiempo que faltare el alcalde más antiguo, poniendo a la mano derecha al otro alcalde, su compañero, y a la izquierda al hermano maior que vbiere sido más antiguo. Y si faltare el alcalde más antiguo juntamente con el hermano maior y estubieren ausentes de Seuilla, vaya la rueda sucediendo por hermano maior y el alcalde más moderno, poniendo por alcalde más antiguo al hermano maior que más antiguo vbiere sido, y a la izquierda por alcalde más moderno al diputado más antiguo. Y faltando el hermano maior y alcaldes harán los dichos officios el hermano maior que vbiere sido, poniendo por alcaldes a los dos diputados más antiguos. Y en todo se guarde la antigüedad y respeto que a cada vno es deui52
diputados: oficios o cargos generales de la hermandad sin especificar en regla sus funciones.
O b r a varia. Regla de la cofradía
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do. Y si faltaren escriuanos, prioste o maiordomo, el hermano maior pueda nombrar otros en sus officios por todo el tiempo de la falta, que sean ábiles y suficientes para ello. Y no solamente se entienda esto en las ausencias desta ciudad, pero todas las vezes que alguno de los dichos officiales estubiere forjada o ligítimamente impedido, sin poder venir a vsar su officio. Y declárase que auiendo hermano maior, aunque los alcaldes falten o el vno dellos, no se inoue (sic) ni ponga otro en su lugar, saluo si el hermano maior no le pareciere que conbiene, y los que nombrare serán hermanos maiores que ayan sido, y a falta dellos, diputados, dándoles su antigüedad a cada vno para euitar murmurationes.
CAPÍTULO X X V .
E
De la manera del votar y qué votos tiene cada official
n la manera del votar se guardará y tendrá perpetuamente por la horden y costumbre que el hermano maior que entonces fuere mandará poner dos vasos y auiendo ciertas señales differentes, ora sean quentas o belitas o otra qualquier cosa, yrán echándose en aquellos vasos los dichos votos, los quales vasos se señalarán de suerte que cada hermano conocerán donde dar su voto approbando o reprobando. Cada hermano tendrá un voto y todos los officiales, ecepto diputados, tendrán dos, los alcaldes cada vno tendrá tres, y el hermano maior quatro, con más la ueyntena, que de cada veynte y cinco votos tendrá el hermano maior vno fuera de sus quatro, de manera que de treze votos, que es la maior parte de veynte y cinco hasta los dichos veynte y cinco, tiene más vn voto, y de treynta y ocho hasta cinquenta, tiene dos, y de sesenta y tres hasta sesenta y cinco tiene tres, y assí suscesiuamente como está dicho de cada veynte y cinco votos o de la maior parte dellos vn voto más, los quales votos tendrá libres para todo quanto quisiere, ecepto para su electión propia, porque en ella y en todas las elecciones ninguno de los señalados a officio al tiempo del votar tiene voto, porque los tales que an de quedar nombrados, se an de salir del cabildo hasta que todo esté ya votado; fuera desto, en todas las demás cosas tendrá los dichos votos, y, después de auer dejado su officio por la dignidad que tubo, le dexamos tres votos perpetuamente como a vno de los alcaldes que entonces fueren.
Mateo Alemán / La obra completa
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CAPÍTULO X X V I .
Que trata contra los zizañeros y descomedidos
S
i se averiguare de nuestros hermanos ser reuoltoso, descomedido o zizañero, agora o en tiempo alguno, por el mismo caso los alcaldes y el diputado más antiguo lo penen y excluyan o destierren según les ditare su conciencia; la qual sentencia tendrá apellación para el hermano maior, el qual la podrá confirmar, rebocar, agrauar y moderar como conuenga a la vtilidad de la cofradía y principalmente al «jeruicio de Dios Nuestro Señor y quietud nuestra, y la tal sentencia se lleue en execución. Esto se entienda dentro de nuestra cofradía y en las cosas tocantes a ella, ora la tal rebuelta o zizaña se siembre dentro del cabildo o fuera dél.
CAPÍTULO X X V I I .
Que trata de la elección del hermano maior
E
n el primero53 domingo del mes de junio, haciendo cabildo general, después de dicha nuestra missa, de tres en tres años, el hermano maior que hasta entonces vbiere sido nombre dos hermanos que le parescan ábiles para aquel officio, y cada un alcalde que entonces fuere nombre vno y, estando éstos quatro nombrados, los pondrá en vn papel, y el hermano maior que hasta entonces a ssido allí juntamente con ellos, de suerte que aya cinco nombres escriptos en aquel papel. De cada nombre de aquéllos se tirará una raya y en ella se tomarán los votos en esta forma, que estarán presentes los dos alcaldes y el escribano, solamente sin otra persona alguna con ellos. Y por su horden se vayan llamando todos los hermanos, cada vno de por sí, y allí se les diga al que viniere a votar los que están señalados para hacer hermano maior; y diziendo el tal hermano que ba a votar quien dellos le parece en su consiencia que conuiene para aquel officio, en la raya que estubiere en su nombre se pondrá otra que la atrabiese en cruz. Y así, después de auer votado todos los dichos hermanos, el que más votos tubiere en su raya quedará por hermano maior. Y los que estubieren en votos parejos buélbase a votar por ellos solos en la dicha forma y no entren en los dichos votos los que no llegaron a enparejar. Y si el hermano maior faltare a el tienpo desta elección, ora por su fallecimiento, ora por ausente desta ciudad, o porque no vino a cabildo, no por esso se dexe de hazer la dicha elección, si a las nuebe de la mañana no vbiere benido a
53
En el original y al margen se anota «reformado al tiempo de... esta regla».
O b r a varia. Regla de la cofradía
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cabildo, auiéndolo ydo a muñir para este efecto el muñidor, y el escriuano de penas para que allí lo dé por fee. Y entonces los alcaldes y el maiordomo y el prioste nombrarán quatro hermanos en la dicha forma, poniendo juntamente el hermano maior passado allí con ellos, según está ya declarado. Y si caso fuere que el tal hermano maior fuere muerto, sólo se nombren los quatro hermanos ya dichos, nombrando cada official de los aquí declarados vn hermano, que por todos sean quatro, y por éstos se votará. Y en caso que salga nombrado para hermano maior vno de los alcaldes declárase que no lo pueda ser ni por él se vote, porque el que en este año de elección de hermano maior saliere por alcalde a de seruir su officio todo su año hasta ser cumplido. Y todas quantas vezes en esta forma se eligiere un hermano maior lo pueda ser, y se a visto ser buena elección, y assí se cumpla y guarde, aunque salga una, dos o más vezes.
CAPÍTULO XXVIII. Que trata de la elección de los alcaldes
P
ara elegir los alcaldes, el hermano maior nombrará diez y seys personas del mejor entendimiento y conciensia que para el tal officio entiende auer en la cofradía, los nombres de los quales escriuirá en vn papel, cada vno de por sí y todos doblados, sin que se pueda entender el nombre que cada uno tiene. Y juntos en esta forma todos diez y seys papeles se pondrán sobre la mesa para que cada alcalde saque ocho dellos y los ponga junto a sí delante sin bellos por de dentro, sin abrillos, y teniendo cada vn alcalde ocho delante públicamente en la dicha mesa, aparta quatro y los guarda sin abrirlos; los otros quatro los quemará de todo punto porque no se sepa quién fueron y así ninguno se agrauie. Abiendo pues cada alcalde apartado quatro, que por todos serán ocho, éstos y doze hermanos que el hermano maior señalare se saldrán de cabildo, y entre todos veynte allá fuera se votará quáles de aquéllos ocho nombrados señalarán para alcaldes. Y les será permitido que fuera de aquéllos ocho puedan señalar al vno o a entrambos alcaldes antiguos, de suerte que de allá fuera entren señalados para alcaldes nuebos quatro hermanos, por los quales vote todo el cabildo, para que queden aquel año los dos de ellos. Y se declara que votando y eligiéndose los alcaldes que el año antes lo vbieren sido o qualquier dellos lo puedan volber a ser todas y quantas veses desta manera fueren elegidos vna y dos y tres vezes, aunque sean continuas. Esta elección se hará en cada vn año el primer domingo, después de auerse hecho en nuestra
Mateo Alemán / La obra completa
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casa la fiesta de la Inuención de la Cruz 54 , y para ello se muñirán todos los hermanos. Y el que faltare a esta elección pague vna libra de cera y medio real para los pobres presos de la cárcel.
Que trata de la elección de los escriuanos, maiordomo, prioste y diputados CAPÍTULO X X I X .
D
e la misma manera el hermano maior a cada official le nombrará quatro en que él escoja dos para su officio y quemándose los otros que cada vno dejare, todo el cabildo votará por los dos señalados, que salga a contento de todos. Y los diputados, que serán doze y no más, se nombrarán entre el hermano maior y alcaldes que salieren elegidos. Y pareciéndole al hermano maior que vn official vsa bien su officio y conbiene no mudallo, que lo pueda hazer, dejándolo en su officio con solo boluerlo él a nombrar, ecepto con que el tal official no sea de alcalde, que este solo se reserua y se a de elegir en la forma suso dicha. Y si algún hermano contradixere la prorrogación de officio hecha por el hermano maior, oygase la tal contradición, y siendo buena y justa, conoscan della los alcaldes si el tal officio se a de votar o si está bién prorrogado, oyendo ambas partes. Y si la tal contradición hecha por el tal hermano no fuere lícita y honesta, mobida con sancto celo, pague de pena por el descomedimiento vna libra de cera y vn real para los pobres presos de la cárcel, la qual pena se depositará antes que esta causa se determine por los alcaldes y antes de ser oyda la contradición del tal hermano. Esta elección se hará el mismo día que se eligieren alcaldes.
Que trata del número de los officiales que se an de hazer precisamente CAPÍTULO X X X .
E
n esta sancta cofradía abrá el número de officiales siguientes agora y para siempre jamás: vn hermano maior, dos alcaldes, vn maiordomo, vn prioste, dos escriuanos, vno del cabildo y otro de penas, vn fiscal y doze diputados, a todos los quales se les harán cargos que pedirán quentas vn domingo después de auer dejado sus officios para que den y entregen aquellas cosas que fueren y debieren a esta sancta co-
54
Fiesta de la Invención
de la Cruz-, el 3 de mayo. Véase supra, n. 35.
Obra varia. Regla de la cofradía
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fradía, la qual quenta tomará el hermano maior y los dos alcaldes o el vno dellos con los doze diputados que entonces fueren o por lo menos los seys dellos. Y los dichos officiales a quien se les tomaren quentas pagarán llanamente los alcances55 que se les hizieren o las cosas que estubieren a su cargo, entregándolas como es razón. Y al dar destas dichas quentas, si se quisiere hallar presente algún hermano, sea admitido para que las vea hazer, o aduierta de lo que le paresciere, mas si se vbiere de votar alguna cosa, el tal hermano no tiene voto ni se le a de admitir, y esto se haze por euitar escándalos y desinsiones, y así este cabildo es sólo de officiales. Y el official que no acetare el officio que le señalaren pague dos ducados de pena.
CAPÍTULO X X X I .
Que trata cómo se an de recebir los hermanos
R
ecibiranse en esta sancta cofradía todos los hermanos que la binieren pidiendo, siendo hombres casados o de veynte años arriba, no an de cer moriscos, negros, ni mulatos, ni hombres de viles officios, será toda gente honrada y de loables costumbres, y no casados con mugeres prohibidas, ni de las calidades aquí espresadas. La entrada de los quales, por ser limosna, se dexa a su elección conforme a la calidad de su persona, solo los obligamos a que paguen en entrando vna candela de libra y media de cera y que den vn real al muñidor y otro para los pobres presos de la cárcel. Y esta horden se guarde en recebir las hermanas.
CAPÍTULO X X X I I .
Que trata de los excusados
P
or causas que para ello nos mueuen podremos excusar algunos de nuestros hermanos siendo gente ocupada y que no pueda asistir al seruicio de la cofradía, y así dispensamos con ellos, auiéndolos por excusados todo el año excepto en las fiestas y tiempos precisos contenidos en esta regla, como son: Vísperas y missa de la fiesta de la Cruz de maio, vísperas y missa de Todos los Sanctos, Domingo de Ramos y Jueves y Viernes Sancto a la processión, y a los entierros del hermano maior o alcaldes, si fallesciere alguno dellos durante el tiempo de sus officios, y en todo lo demás los excusamos. Y por la tal 55
alcance-, 'el saldo que, a la vista de las cuentas, se debe'. «Es la diferencia que en un ajuste de cuentas resulta del cargo a la data» (Autoridades).
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excusa pagarán en cada vn año seys reales, los dos el día de la fiesta de la Cruz, los dos el día de la fiesta de Todos Sanctos, los dos el D o mingo de Ramos.
CAPÍTULO X X X I I I .
Que trata de la luminaria56
T
odos los hermanos, cada vno dellos, pagarán en cada vn año tres reales de luminaria, vno el día de la fiesta de la Cruz de maio, otro en la fiesta de los Todos Sanctos, y otro en el Domingo de Ramos. Y esta misma luminaria pagarán las hermanas por la dicha horden.
CAPÍTULO X X X I I I I .
Que trata del repartir de las limosnas
L
os días que se hiziere cabildo general del primer domingo de mes, el maiordomo tendrá quenta de repartir las demandas a quien le pareciere con acuerdo del hermano maior y alcaldes, para lo qual yrán de dos en dos hermanos a la dicha demanda y pedirán el tiempo que se les señalare. Y con la limosna que juntaren acudirán a la mesa, estando en nuestro cabildo, y se entregará a el maiordomo en presencia del hermano maior o de quien en aquel cabildo presidiere, para que públicamente se quente y el escriuano lo asiente en su libro y dé fee de la entriega. Y el hermano que en otra manera lo entregare, pague vna libra de cera de pena. Y si algún hermano estubiere ocupado y no pudiere pedir al tiempo que se le encomendare la limosna, pagando dos reales por entonces quede excusado de la demanda y pasará por su rueda adelante, de suerte que ningún hermano se agrauie ni se le encargue la limosna más de aquellas vezes que le cupiere por su rueda57, saluo si al hermano maior le parece hazer otra cosa en contrario, que en tal caso se dexa en su adbitrio. Y mandamos a nuestro muñidor que en todas las fiestas, processiones, jubileos, octauarios se halle a la limosna, poniendo su insignia en algún lugar decente como los demás estubieren pidiendo, so pena de dos reales por cada vez que lo contrario hiziere58. 56
luminaria: se entiende por la cuota anual que deben pagar todos los hermanos para costear la cera que «iluminaba» diariamente las imágenes titulares de la cofradía. 57 rueda: 'suerte, fortuna'. La rueda por antonomasia es la de la Fortuna; «que le cupiere por su rueda», 'que le tocase por suerte'. 58 Se refiere al estandarte de la corporación. Capítulo II de la regla.
Obra varia. Regla de la cofradía CAPÍTULO X X X V .
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Que trata de la guarda que a de auer en los bienes
de la cofradía
E
n poder de nuestro maiordomo entrarán todos los mareuedís desta cofradía por la horden antes dicha, el escriuano de penas tendrá solamente su libro y el escriuano de cabildo los suyos, la regla y todas las demás cosas de la mesa y necessarias para el cabildo, la cera toda tendrá en su poder el prioste y algunas otras cosas, si porque assí conuenga se le entregaren. Todos los demás bienes desta cofradía se pondrán en la parte más segura que vbiere devaxo de tres guardas de llaues: la vna tendrá el hermano maior, la otra vno de los alcaldes, el más antiguo, otra tendrá el prioste para que aquello que se prestare sea de común consentimiento.
CAPÍTULO X X X V I . Que trata de cómo se an de acrecentar y doctar algunas cosas fuera de lo en esta regla contenido
P
odría suceder ser necessario exder (sic) en alguna cosa contra algún capítulo o capítulos desta regla, o ya por variación de tiempos o por otra alguna legítima causa, para lo qual ordenamos y mandamos que, vista la necessidad que entonces se ofreciere, el hermano maior y alcaldes lo remedien y den la declaración más piadosa que hallaren y hagan, y manden hazer todo lo que fuere pro y vtilidad desta cofradía, sin estar obligados por entonces a los capítulos desta regla, porque su determinación a de ser en aquel caso obedecido como si fuera capítulo en esta regla expresado, ora lo tal sea mandado, vedando, poniendo penas, dando licencia y limosnas, haziendo obras pías, labrando, reparando, comprando y edificando, criando officiales y todas las demás cosas que conuengan, según bien les pareciere, lo qual con el dicho parecer del hermano maior y alcaldes sea visto quedar approbado por entonces, no quedando lo que entonces se hiziere para adelante por precisso suio por vna voluntad para aquel efecto determinada la voluntad para aquel efecto, la qual se hará quantas vezes conuenga en esta forma. Y auiendo necesidad de acrecentar algún capítulo o más o quitar de los capítulos alguno o algunos o parte dellos, todo ello y cada cosa dello sea con acuerdo del hermano maior y alcaldes, mandando hazer para solo este efecto cabildo general. Y lo que en él se acordare, confirmándolo nuestro perlado, se escriua en esta regla con los capítulos demás della, para
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que hecho en esta dicha forma se guarde y cumpla para adelante, y no en otra manera alguna.
CAPÍTULO X X X V I I .
Que trata del muñidor y alo que está obligado y
que se le a de dar59
REGLA
C A P Í T U L O I.
DE
PRESOS60
En que señala los bienes que pertenecen
apresos
o solamente debemos exercitar las obras de penitencia mas aún viuir con mucho cuidado en las de caridad que es el verdadero amor de Dios, y assí quando su Diuina Magestad nos dize: Qui vult venire post me abneget semetipsum et tolat crucem suam et sequatur mebl, no solo nos dize que hagamos penitencia lleuando su cruz, mas que le sigamos por el rastro hasta llegar al monte de su gloria que nos está aparejado. Y pues ante nos encarece su caridad y las obras de misericordia, de que se nos a de pedir estrecha quenta, bien será tomarlas de beras, pues de suyo nos tienen tan obligados, que quando el mismo Dios por quien las deuemos hazer no nos las encargara tanto la misma naturaleza nos haze fuerza a cumplillas; así, por amor de Jesuchristo tomemos alegremente este cargo suaue que tanto bien nos tiene aparejado, cumpliéndolas con todas nuestras fuerzas cada vno en particular, aplicándonos todos en general a alguna dellas, pues nuestra maldad 59
N o se encuentra en el original el desarrollo de este capítulo, que viene a ser el
último. 60 L a s Reales Cárceles de Sevilla estuvieron situadas durante los siglos xvi y X V I I m u y próximas a la Real Audiencia y el Ayuntamiento de la ciudad, entre la actual calle Sierpes y la plaza de San Francisco. Sin duda las vivencias de su padre, H e r n a n d o Alemán, c o m o médico-cirujano desde 1557 de las cárceles sevillanas marcaría profundamente la infancia de Mateo Alemán hasta el punto de introducir en la Regla de la cofradía de Jesús N a z a r e n o la llamada «Regla de los presos», aneja por completo a la práctica caritativa de esta antigua hermandad de penitencia. 61 Marcos, 16, 24: ' Q u i e n quiera venir en p o s de mí, niegúese a sí mismo, y tome su cruz, y me siga'.
Obra varia. Regla de la cofradía
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impide que no pongamos las demás en obra como se deue hazer. Y auiendo de escoger para nuestro exercicio ymitemos a nuestro Redemptor Jesuchristo, [que] fue preso, crucificado entre presos y, al punto de su muerte, abrió el tesoro de su misericordia para el preso ladrón y para todo el género humano preso en poder del demonio, desvenando su Benditíssima Sangre para nuestro venturoso rescate. Exforcémonos en este paso quanto nuestras fuerzas alcanzaren que, puestas en Dios, nuestras obras serán de inestimable precio y vendrán a ser de muy poderoso efecto, dando y comunicando las mercedes que Su Magestad nos reparte con los pobres de la cárcel. Y assí, confiando en el diuino fauor, acordamos y tenemos por bien que cumplida la obligación de nuestra regla y capítulos della, todos los marauedís de propios, mandas, donaciones, limosnas que esta sancta cofradía tiene e tubiere para siempre jamás se reparta entre pobres presos encarcelados en la forma que será declarada, saluo si la persona que nos dexare la tal limosna o manda, ora sea en testamento o fuera dél, no expresare que la tal limosna, manda o donación se destribuia en otras obras pías, que en este caso se a de guardar la volumptad del datario o testador. Y no lo declarando ni expresando se a de vsar de la tal limosna según que los demás propios, mandas, penas, erencias y otros qualesquier bienes para la dicha libertad de presos.
CAPÍTULO
E
II. Del modo de recebir peticiones de presos
n los cabildos generales que en todo primer domingo de cada vn mes se hizieren, el nuestro escriuano recibirá todas las peticiones que los pobres presos embiaren, las quales peticiones no se reciban sin traer del escriuano de las entradas de la cárcel, al pie de cada vna dellas, la cantidad de marauedís, por qué la tal persona está presa y los embargos que tubiere hechos. Y el dicho escriuano con parecer del hermano maior o alcaldes notificará a el maiordomo que pague las costas tasadas que se hizieron en sacar las fees a los que las presentaren; luego se leerán las peticiones en cabildo. Y el hermano maior y alcaldes señalarán vno de los doze diputados y se le darán en su poder todas las dichas peticiones para que se mire si el preso contenido es pobre o lo que más conuenga, y assí como se fuere informando escriuirá su parecer al pie de cada petición, y assí los boluerá a embiar a el hermano maior para que lo probean por la horden que le pareciere, señalando en la dicha petición lo que se a de hazer o quánta limosna se le a de dar. Lo qual, firmado de los dos alcaldes o
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Mateo Alemán / La obra completa
el vno dellos, se le dé al maiordomo para que, juntándose con el escriuano y diputado de aquel mes, todos tres vayan a sacar el preso o presos. De esto el escriuano tomará la razón en su libro y el maiordomo guardará las peticiones, porque en ellas estarán los libramientos para su descargo, y assí se le rescibirá en quenta lo que pareciere auer gastado por la dicha orden. Y declárase ser nuestra intención que a el pobre a quien se dio esta dicha limosna salga de la cárcel, porque la libertad es el fin que deseamos y con que hazemos la limosna.
CAPÍTULO
III. De la borden en preferirse los presos unos a otros
E
n el sacar los presos pobres ordenamos y mandamos agora y para siempre se consideren las necescidades, socorriendo a la maior y al maior peligro, prefiriendo a los que estubieren presos por solas las costas y déstos los de por menores deudas, y luego los que tubieren parte, concertándose con ella, guardando la dicha horden: que salga primero el que estubiere por menos deuda, suscedan a éstos los desterrados que juntamente van condenados en costas y destos se prefieran los estrangeros y forasteros a los naturales. A todos estos se prefieren los hermanos desta sancta cofradía porque son nosotros mismos; tras ellos sus padres, hijos o hermanos o en qualquier grado parientes con el tal hermano, sea viuo o ya difunto, aduirtiendo que el cofrade a quien o por quien se hiziere la tal limosna sea más antiguo hermano nuestro que la deuda porque está preso.
Y de los doze diputados que cada vn año se nombraren servirá vno vn mes, el que en el cabildo se nombrare, el qual hará todas las dichas diligencias bien y fielmente según dél se presume y para ello se le encarga la conciencia. Y mandamos que el mes que a cada vno se señalare acepte y vse su officio, so pena de vna libra de cera y dos reales para los dichos presos, y, la pena pagada, no quede excusado de seruir otro mes, porque cada diputado a de seruir el suio.
CAPÍTULO
IIII. De los hermanos que están presos cautiuos en poder de
enemigos
P
odría suceder venir algún cofrade en poder de infieles, y de los peligros este es el maior, porque carece de los regalos y sacramentos de nuestra Sancta Madre Iglesia, y por otros muchos inconuinientes hordenamos y mandamos que siendo el tal hermano pobre, y constando al her-
Obra varia. Regla de la cofradía
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mano maior dello, se le dé su rescate o la parte que faltare, y lo propio se hará con la muger de hermano. Y si el tal cautibo fuere padre, hijo, hermano o en otro grado pariente, se les acudirá con alguna limosna según la antigüedad de ser hermanos, y después le aya sucedido el cautiuerio a él o a su muger o parientes. Y si el tal hermano nuestro estubiere preso fuera desta ciudad, donde quiera que estubiere, como sea en los Reynos de Castilla, si su libertad depende de necescidad que se pueda remediar con dineros, quiero dezir que esté preso por deuda líquida62, ora sea por obligación o condenación o deuda en qualquiera manera, mandamos que, teniendo las dichas calidades de pobre, se le imbíe lo que fuere necessario para salir de la tal prisión. Y para ello el hermano maior y alcaldes hordenarán que la tal limosna que se diere la lleue persona de confianza, para que haga libertar el tal preso, y nos trayga fee con información de cómo quedó suelto y demás el día que se hiziere para que allí se probea.
CAPÍTULO V.
Que en nuestro cabildo se pongan piedras de nuestros
bienhechores
E
n la parte que fuere nuestro cabildo, agora y para siempre jamás, se tendrá quenta que a nuestra costa se hagan vnas piedras de mármol blanco quadradas de vna bara, las quales pegadas y hechas fuertes en la pared, leuantadas del suelo la primera faz quanto dos varas y media, se escriua en ellas con letras talladas en la misma piedra la limosna que el hermano o otra qualquiera persona dexare a esta sancta cofradía, para qualquiera obra pía o para propios63 della, con condición que la dicha limosna pase de quarenta mili marauedís de valor. Y estas dichas piedras siempre estén con letras legibles, limpias y aderezadas para perpetua memoria.
C A P Í T U L O V I . En que se prefieren las necescidades desta Cofradía a todas las demás cosas
L
a charidad bien hordenada siempre deue comenzar de nosotros mesmos, y assí hordenamos y mandamos que todas y quantas vezes esta nuestra sancta cofradía tubiere alguna necescidad, ora sea precissa o
62 deuda líquida: «deuda clara, manifiesta, que no tiene duda alguna» (Autoridades, s. v. líquido). 63 propios: entiéndase 'gastos propios'.
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voluntaria, haziendo, comprando, labrando yglesia y adornos della y otras cosas a la dicha cofradía pertenecientes, ora lo tal sea oro, plata, piedras, perlas, metales, sedas, lientos, cera, hechuras y otras cosas y gastos que se hizieren en defensa de nuestro derecho y aumento desta sancta cofradía, abiendo lo tal probeydose en nuestro cabildo, todo se prefiera a lo en los capítulos desta regla contenidos. Y assí el nuestro hermano maior y alcaldes hordenarán en su cabildo general o particular lo que se aya de hazer, y la tal distribución siempre será preferida a todas las demás, sin que por ello paresca contradezir ni venir en quebrantamiento de esta regla, porque la dicha nuestra cofradía y las cosas a ella y para ella necessarias siempre en todo y por todo an de ser primeramente cumplidas, saluo que no se podrá gastar ni distribuir de los marauedís y limosnas que quedaren o fueren señalados para alguna obra pía, porque en lo que a esto toca siempre se a de cumplir la horden de la dotación o testamento, y en todos los demás bienes se puede dispensar y albitriar según y para las cosas en este capítulo contenidas.
APROBACIÓN DEL SEÑOR PROUISOR DE SEVILLA
Yo, el prouisor de Seuilla, por la presente apruebo e confirmo los capítulos contenidos en esta regla de la aduocación de las Cruzes, que es sita en el Hospital de JerusalemM desta ciudad, tanto quanto no repugna ni contradize al Derecho Canónico y constitutiones deste arzobispado, conuiene a saber con los aditamentos siguientes: Que no puedan poner ni añadir más capítulos de los que al presente en ella se comprehenden, ni vsar dellos en manera alguna hasta tanto que primero sean vistos y examinados por mí e por los señores prouisores que por tiempo fueren deste arzobispado. Y ten, que no puedan jurar ni juren sobre la guarda y obseruación de los capítulos de esta regla y que por no los cumplir no sea visto quedar obligados a peccado mortal, saluo a las demás penas pecuniarias contenidas en los dichos capítulos, por las quales puedan ser executados como por contrato.
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El Hospital de la Santa C r u z de Jerusalén o también llamado de los Convalecientes estaba situado en la calle Ancha de la Magdalena, actual calle Rioja de la ciudad de Sevilla. Era uno de los más importantes de la ciudad, con notables ingresos por los bienhechores nobiliarios que lo protegían. Hasta allí llegó, por mediación de Mateo Alemán, la Cofradía de las Cinco Plagas y Santa Cruz en Jerusalén entre 1571-1574 desde el Hospital de la Sangre. Allí se redactaron las reglas que ahora se editan.
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Yten, que sean obligados a admitir y admitan a los señores visitadores deste arcobispado para la guarda, visita y corrección de la dicha cofradía, y a le dar quenta y raqón de los bienes y rentas de ella y en qué y cómo los gastan. Yten, que en quantas processiones hizieren los Juebes Sanctos no consientan yr ni vaian mugeres sino fuere tras la processión, los rostros descubiertos, de manera que sean conoscidas. Yten, que no puedan pedir ni pidan limosna para la cera y gastos de la dicha cofradía sin expresa licencia mía y de los señores prouisores que por tiempo fueren deste arqobispado, y de lo que allegaren ansimismo sean obligados a dar quenta y raqón a los dichos señores visitadores. Fecho en Seuilla en veynte y quatro días del mes de abril de mili y quinientos y setenta y ocho años. El Licenciado Valdecañas y Arellano
CODA
[Hasta aquí la regla original escrita con el tipo de letra gótica libraría de Mateo Alemán. A continuación, escrito a mano en fecha sin duda posterior a la fábrica del libro:] El fiscal vea [que] esta regla conquerda con la vieja y dé suparescer. Una aprobación de la regla en Sevilla a 9 de julio de 1643. Una aprobación de tiempo del arzobispado don Jaime de Palafox y Cardona65, en Sevilla 12 de agosto de 1687 años, el provisor y vicario del arzobispado, don Iosehp de Baias. Con un escrito de concordancia en Sevilla, 12 de marzo de 1687. [Y también escrito a mano se inserta el siguiente texto:] Fueron hechas estas reglas de acuerdo con los libros de capítulos del año de mil i tresientos i quarenta i ocho a mil i quinientos i setenta i siete i las reglas de mil i tresientos cincuenta i seis i mil quatrosientos i veinte i seis i mil i quinientos sesenta i quatro. Doifee. En testimonio de verdad. Firmado Francisco Fernández Castaño. 65 Jaime de Palafox y Cardona (1684-1701), hombre de carácter polémico, sostuvo numerosos pleitos con ambos cabildos, capitular y secular. Prohibió en la fiesta del Corpus las danzas que abrían la procesión, ya que incluso se introducían en el interior de la iglesia catedral hispalense.
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;:
"Para las referencias a títulos sobre la obra de Mateo Alemán, véase la «Bibliografía general» publicada supra en este volumen.
INFORME SECRETO ESTUDIO DE PEDRO M . PINERO RAMÍREZ E D I C I Ó N DE M A R C I A L A D O M Í N G U E Z G A R C Í A Y PEDRO M . PIÑERO RAMÍREZ
E L INFORME
SECRETO
D E MATEO A L E M Á N
En el Archivo Histórico Nacional, Sección de Órdenes Militares (Archivo de Toledo), en tres legajos, se conserva la documentación relacionada con la actuación de Mateo Alemán en las minas de Almadén. Son los legajos 37887, 37888 y 37889; el segundo contiene la Información secreta. En los otros dos se reúnen datos, incidentes y otras cuestiones que atañen a esta inspección. Fue Germán Bleiberg quien descubrió estos documentos, los estudió y publicó por primera vez (1977) 1 . La edición que aquí se presenta parte de la lectura del documento original cotejado y contrastado con el texto fijado por Bleiberg, naturalmente siguiendo las normas que se han aplicado a nuestra edición de la obra de Mateo Alemán. Los historiadores coinciden en que este informe sobre las condiciones de vida y la forma de trabajo de los forzados en las minas de mercurio de Almadén es fuente imprescindible para la historia de la criminalidad en la segunda parte del siglo xvi, un documento de referencia obligada como existen pocos en la época2. Alemán es nombrado, el 18 de enero de 1593, juez visitador para informar de la situación de la mina y fábrica de azogue de Almadén3, una localidad manchega al este de Puertollano y de Almagro, a 18 leguas de distancia de esta última población, y muy cerca de Chillón. Se le indica que debe cumplir la investigación en cincuenta días, y el 24 de enero llega a Almagro, donde reside Juan Jedler, agente de los Fúcares 1 «El Informe secreto de Mateo Alemán» (1977), reproducido en 1985, por donde se cita aquí siempre. 2 En esa misma línea está, por citar uno de los escasos documentos semejantes y de tan alto valor, que aunque ligeramente posterior refleja parecida situación en la España de entonces: Compendio de algunas experiencias en los ministerios de que usa la Compañía de Jesús... por el Padre Pedro de León de la misma Compañía. Pedro de León (1545-1632) fue contemporáneo de Alemán, y su obra ha dejado un testimonio impagable de la vida de los presos en la cárcel de Sevilla, que tanto preocupó también al autor del Guzmán. Véase Domínguez Ortiz, «Vida y obra del P. Pedro de León», (1957); Pedro de León, Grandeza y miseria de Andalucía, ed. Pedro Herrera Puga (1981).
3
almadén:
término que significa «mina» y «minero en arábigo»
(Tesoro).
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y responsable máximo de esta explotación. Los Fuggers de Ausburgo, poderosos banqueros alemanes, se habían hecho con la concesión de la mina, que retuvieron en su poder desde 1566 hasta 1645; administraban las propiedades de la Orden Militar de Calatrava, y las minas formaban parte de su patrimonio 4 . La complicada situación financiera, en una buena parte del Quinientos, había puesto al borde del abismo al país, que había sufrido a lo largo de este tiempo dos bancarrotas (1557 y 1575), y el esfuerzo que el pueblo español tuvo que hacer para sostener, desde el reinado de Carlos V, una política internacional de prestigio resultó sobrehumano y muy costoso; de manera que el Estado estaba endeudado al máximo y entregado a los poderosos banqueros de la época. Los Fúcares formaban parte - y no precisamente insignificante- de estos financieros, los nuevos prestamistas de la historia moderna, los capitalistas de entonces5. Habían hecho grandes préstamos a la corona y sus exigencias fueron severas. El rey estaba en sus manos. Almadén producía el azogue (mercurio) que se necesitaba para refinar la plata que se extraía del cerro de San Luis de Potosí y de otras minas mexicanas, y fue en México donde, en la década de 1550, se aplicó la amalgama de mercurio y el mineral argentífero para lograr una plata de calidad; de manera que la demanda del mercurio fue in crescendo, y en paralelo a ella la exigencia de una más numerosa mano de obra que llevara a cabo la extracción del azogue. Desde mediados del siglo xvi, algunos de los condenados a galeras fueron reconducidos a Almadén, donde debían cumplir sus condenas en el trabajo de la mina; como así lo habían solicitado los Fúcares en 1559, aunque no lo lograron hasta 1566, en que se les asignaron 30 presos, y luego, en 1583, la cifra aumentó hasta 40. Por un lado, ante los compromisos españoles de atender a su expandida e insostenible política internacional, y por otro lado, ante la necesidad de una mayor producción de mercurio, hubo que aumentar la «chusma» que asistía en las galeras y de incrementar el personal que trabajaba en la mina. Esta urgencia servía de excusa a los gobernantes para canalizar hacia Almadén a ladrones, esclavos, gitanos, moriscos,
Véase Bleiberg, «Nuevos datos biográficos» (1985), pp. 13-14. Fúcar. «El hombre rico, hacendado y que tiene grandes conveniencias. Tomose de la voz de los condes Fúcares alemanes, que adquirieron mucho caudal» (Autoridades). Por dos veces Alemán usa el término en el Guzmárt-, primero irónicamente: «creo que habrás echado de ver que ni trato en Indias ni soy Fúcar» p. 529), y en otro lugar como sinónimo de 'ricachón': «Pasaba en ella y con mi pobreza como un Fúcar» (p. 657). 4
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vagabundos y hasta criminales, atendiendo a la demanda de los Fúcares; y, como en las galeras, los esclavos - q u e hacían el trabajo en lugar de sus señores condenados- convivían con los presos convictos 6 . El trabajo de las minas no tenía nada que envidiarle al de las galeras: los dos eran insoportables. A este respecto escribe Antonio Domínguez Ortiz: «La escasez de buenas boyas, o sea, de voluntarios, obligaba a proveer [las galeras] de forzados, de galeotes; encadenados al banco, mal tratados, mal comidos, expuestos a los soles y a las lluvias, se consideraba, al par de los trabajos de la mina de Almadén, pena durísima» 7 . Desde la llegada del primer grupo de presos, en 1566, hasta la inspección de Mateo Alemán, 1593, según las relaciones oficiales que se manejan, el número de forzados ronda los 300. Este incremento de mano de obra se notó, y mucho, en los resultados de la producción: hasta 1565 (un año antes de que se echara mano de los condenados a galera) se habían logrado 1.000 quintales de mercurio; en 1575 (siete años después de la incorporación de la primera tanda de forzados), 2.100 quintales; mientras que en 1594 se consiguieron 3.5008. Cuando Mateo Alemán llega a Almadén ya traía experiencia en estos menesteres: había sido juez visitador en Llerena y Usagre, en cuyo término se encontraba, también, un yacimiento del tan apreciado azogue. En abril de 1583 había comenzado su servicio en la administración de Felipe II como juez de comisión a la disposición de la Contaduría Mayor de Cuentas en provincias, y su primer destino fue Usagre, donde debía revisar las cuentas del difunto tesorero de esa villa, Miguel Gutiérrez; y esta misión le conduce, en principio, a Llerena, donde comienza su actuación procediendo contra los herederos de Pedro Rodríguez de la Cilla, asimismo ya fallecido, que había sido administrador de la herencia del tesorero. Luego en Usagre investiga a fondo los bienes dejados por Juan Gutiérrez de Villafranca. El resultado no pudo ser peor para el recién nombrado juez comisionado: en Llerena se le demanda y se solicita a sus superiores la remisión del proceso; en Usagre provoca un escándalo monumental. La impericia de Alemán, su falta de tacto y sus decisiones precipitadas, a todo lo cual hay que sumar la fuerza de los poderosos, que nunca falta, conducen al inmaduro juez a un final desastroso, hasta tal punto que acaba en la cárcel, luego de un traslado bajo vigilancia desde tierras extremeñas a Ma6 7 8
Véase Pike, «The Mines of Almadén» (1983), pp. 27-28. «Guzmán y sus circunstancias» (2002), pp. 292. Pike, «The Mines of Almadén» (1983), p. 37.
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drid 9 . En 1591, lleva a cabo también en Cartagena una actividad de inspección; a partir de entonces se suceden algunos viajes prestando servicio a la administración central. De manera que cuando llega a Almadén, en 1593, ya viene con suficiente experiencia. Por la documentación conservada que difundió Germán Bleiberg en su trabajo de referencia, Mateo Alemán recibe del Consejo de las Órdenes Militares la instrucción a la que debe atenerse en sus funciones de inspección y para redactar su informe; con estas indicaciones sobre el expediente que debe hacer se encamina a Almadén a cumplir su cometido. Mateo Alemán empieza su investigación en Almagro, donde reside Juan Jedler, agente de los Fúcares en el Campo de Calatrava; ante su resistencia a facilitarle los escritos solicitados, manda registrar su casa consiguiendo solo una parte de lo que necesitaba; de especial valor para la misión encomendada al juez visitador son, entre los papeles hallados, los procesos y expedientes de los galeotes que han trabajado, y trabajan en ese momento en la mina, como forzados. Jedler reacciona contra Alemán protestando por el escándalo que estaba montando en detrimento del buen nombre de los Fúcares, a los que él representa 10 . D e allí se traslada a Almadén, y el 8 de febrero comienza el interrogatorio, llamando primero a los forzados, que por entonces eran solo catorce, para continuar con los capataces y otros responsables del funcionamiento de la mina y fábrica, en número de once. Cita, pues, a veinticinco declarantes, de los que el secretario, Juan de Cea, toma cabal y detallada anotación hasta formar una redacción de 189 folios, que él tasa en 195 hojas. Realizadas estas declaraciones en apenas seis días, el 13 de febrero marcha a Almagro, donde recibe carta del secretario del Consejo de las Órdenes conminándolo a que suspenda de inmediato la misión. El 4 de marzo se suspende, en efecto, la investigación sobre la mina de Almadén. El poder de los Fúcares se ha hecho valer, y no poco. La intervención del juez visitador se debe a las quejas que, desde la década de 1580, llegan a los responsables de la Orden de Calatrava sobre el trato que reciben los forzados, y las noticias de algo que no preocupa menos a la administración de Felipe II: que se hubieran empleado en la mina más condenados del número que podían recibir para el trabajo (lo que parece que estuvo sucediendo desde finales de 1580, cuando los banqueros decidieron incrementar la producción); y, lo 9 10
Véase Guillén, « L o s pleitos extremeños», en El primer Siglo de Oro (1988). Véase Bleiberg, «Nuevos datos biográficos» (1985), pp. 18-20.
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que era más preocupante, que se hubiera retenido a los presos más tiempo del que señalaban sus condenas, porque, según la información documental archivada, los Fúcares en más de un caso les habían alargado la sentencia. Estas son cuestiones que aparecerán muy explícitamente en el interrogatorio que Alemán hace a los citados. Los Fúcares, que se habían opuesto a la intervención del juez visitador, tenían plenos poderes sobre los presos que les llegaban, incluso el derecho a administrar justicia en lo civil y lo criminal; pero a cambio debían preocuparse de que estuvieran correctamente alimentados, facilitarles los vestidos, cuidarles en sus enfermedades por medio de un servicio sanitario allí instalado y atender a sus necesidades religiosas, de modo que se les preparase espiritualmente, administrándoles los sacramentos, en caso de peligro de muerte. Durante la inspección, los primeros citados a declarar - c o m o queda dicho- fueron los forzados que entonces se hallaban en la mina. Ante Alemán y su secretario fueron pasando los catorce presos, aunque uno de ellos - u n gitano llamado Francisco Hernández- fue descartado porque, con la enfermedad del azogue, había perdido el juicio 11 . En su mayoría, en los muchos años que los banqueros alemanes tuvieron la concesión, los forzados procedían de ciudades y grandes pueblos de Andalucía, Castilla, Extremadura, el Levante y sobre todo la Mancha. En 1593 no había extranjeros, aunque nunca hubo muchos; los informes dan solo noticia de cuatro: alemán, flamenco, italiano y portugués. Entre los casos singulares, se cuentan los de los forzados moriscos y gitanos. A lo largo de la producción, durante décadas, trabajaron en la mina numerosos moriscos; en el año de la inspección de Alemán se encontraban allí muy pocos: unos, condenados por desobediencia a la recolocación ordenada, y otros, por haberse dedicado al bandidaje 12 . Los gitanos también formaban un pequeño grupo; considerados poco aptos para trabajo tan exigente como el de las minas -algunas de sus declaraciones en la inspección fueron muy difíciles por estar enfer11 Véase, a continuación de la edición del Informe, la relación alfabética de nombres propios en la que aparecen todos los declarantes con sus respectivos datos. 12 Luego del decreto real de 1572, sofocada la rebelión de las Alpujarras (15681570), los moriscos granadinos fueron sacados de sus tierras y recolocados en otros lugares, de donde no podían salir sin el debido permiso. De hacerlo, eran condenados por «delitos reales» (como le ocurrió al declarante Marcos Hernández). Por su parte, los moriscos del Levante, más agresivos, se dieron al bandidaje, y, apresados, sus penas eran excesivas: cadena perpetua (Alemán interrogó a dos de ellos: Pedro Meduar y Guillermo Valenciano). Véase Pike, «The Mines of Almadén» (1983), p. 34.
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mos-, los desviaban, habitualmente, a las galeras. Sus condenas eran por hurtos (por lo general, de cabalgaduras), vagabundeo y resistencia a la autoridad. Aquel sufrimiento en la mina de Almadén se ha conservado en la memoria de algunos gitanos del Sur peninsular; esta es la toná que todavía se canta en el Puerto de Santa María (Cádiz): Los gitanitos del Puerto fueron los más desgraciaos, que a las minas del azogue se los llevan sentenciaos. Y al otro día siguiente les pusieron una gorra, con alpargatas de esparto que el sentimiento me ajoga. Y al otro día siguiente les pusieron un maestro que a tó el que no andaba listo a palito lo dejaban muerto. Los gitanitos del Puerto fueron los más desgraciaos, que se pueden comparar con los que están enterraos13. E n la declaración del gitano Francisco Téllez, de Málaga, el juez tiene que emplearse a fondo para sacarle la información, hasta verse obligado a presentarle el testimonio de su sentencia. Es un texto en el que se pone de manifiesto la seriedad con que Alemán ejercía sus funciones. Dijo el forzado: Que ha más de cuatro años que está en la dicha fábrica y mina del azogue; que fue condenado por el gobernador de la villa del Almadén, y que no sabe por qué tiempo está condenado. Y vuelto a preguntar por qué delito, dijo que no lo sabía. Preguntósele muchas veces, y dijo que no sabía más de que vino a ver a un hermano suyo, y que no tiene noticia del delito por que fue condenado. Fuele vuelto a preguntar muchas veces y respondió lo propio, y no dijo otra cosa. Y luego el dicho
13 Texto tomado de Suárez Ávila, «La memoria viva, el olvido y el fragmentismo» (2010), p. 293. Parece que entre los gitanos ha quedado bien grabado el recuerdo de aquellos forzados, según los cantes que todavía se conservan. Este forma parte del reportorio de Juan Peña «El Lebrijano»: «Señor don Mateo Alemán, / cuando despuntaba el día, / a sacar las ollas del horno / y los pellejitos nos crujían. / C o n el palo y con los mimbres / insultaban nuestras vidas / antes de que nos muramos todos, / señor don Mateo Alemán, / por Dios, date prisa».
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señor juez visitador mandó que se trajese el testimonio de su sentencia de la contaduría de la dicha fábrica; y enviando por el dicho Francisco Téllez, dijo que fue condenado porque hurtó dos borricas. Y luego fue traído el dicho testimonio de su sentencia y condenación, por el cual pareció que él y otros fueron condenados en doscientos azotes y seis años de galeras, y que los sirviesen en las dichas minas del Almadén por ladrones» 14 .
Pero la declaración tuvo que ser interrumpida al poco tiempo porque el gitano no estaba en condiciones de seguir; se lee en el Informe que «parecía estar falto de juicio y temblando todo el cuerpo, pies y manos y cabeza». Los demás forzados de los que Alemán recibe declaración pertenecen asimismo a la clase más modesta de la sociedad -la mayoría no sabe firmar-, salvo el caso de un fraile; y están condenados de entre cuatro a seis años, uno a ocho, y el clérigo debe cumplir los diez años en la mina. El robo es el delito más común (sobre todo cabalgaduras de distintas clases), y hay uno que ha sido procesado por rufián (gente de mal vivir que explotaba a las mujeres, hacía encargos de castigos e incluso de asesinatos y otras actividades delictivas de más de la marca). Es evidente que el grupo al que interroga Mateo Alemán está formado por unas buenas piezas, aunque a la sensibilidad de hoy parece que las penas -salvo excepciones- son excesivas, y más cuando hay que cumplirlas en trabajos tan duros. Pero así estaban las cosas en aquellos tiempos. Atención especial merece el fraile agustino Juan de Pedraza, que es uno de los cuatro religiosos que estuvieron en la mina de Almadén en el período que va de 1566 a 1593. Cuando Alemán lo interroga llevaba ya seis años de trabajos forzados, y todavía le quedaban cuatro. La sentencia describe cómo «consumido por su pasión por Elena de Portillo, esposa de un mesonero de la ciudad de Ledesma, atacó a su marido por la noche a campo abierto y lo mató». Convicto de este crimen, de no ser religioso hubiera sido ejecutado de inmediato después del juicio, pero la intervención de los superiores de su orden evitó su muerte. Por otro lado, estuvo viviendo aceptablemente en aquel infierno que era la mina, porque su familia le había enviado un esclavo que se hacía cargo de las durísimas tareas diarias que le correspondían, hasta que, enterada la autoridad real, se le obligó a volver al trabajo personal, con la orden de que si esto no se llevaba a 14
Informe, p. 158.
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cabo sería trasladado de inmediato a las galeras, donde quedaría de por vida 15 . Siguiendo las instrucciones que el Consejo de las Órdenes Militares le había entregado, Alemán utiliza un formulario para interrogar a todos los forzados y a los oficiales y sirvientes de la fábrica y mina del azogue; formulario que, invariablemente, aplicará en la declaración de cada uno de los citados. Con las instrucciones recibidas, que contemplan los más mínimos detalles, se elabora el cuestionario que debe seguirse en el interrogatorio. Juez y secretario fueron en esto meticulosos en extremo; como aplicando una plantilla se van repitiendo las preguntas y las anotaciones del escribano. Las instrucciones constan de nueve capítulos y se abren con unas preguntas sobre datos de carácter general de cada informante: lugar y fecha de la declaración, nombre del visitador, nombre del interrogado, lugar de procedencia, causa de la condena y los años impuestos, tribunal que lo ha juzgado, tiempo que lleva en la mina. A partir de este inicio, se pasa a la exposición de las cuestiones concretas fundamentales que el Consejo de Órdenes quiere saber; a las dos primeras, claramente burocráticas, sobre las condiciones en que se entregó a los Fúcares la mina para su explotación, declaran siempre lo mismo: nadie «tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta». Era más que esperable. Luego de interesarse por el número de forzados que hay y ha habido en la fábrica, con respuestas que ya empiezan a ser algo variadas, el interrogatorio avanza por cuestiones mucho más cercanas a la vida del día a día. Sobre la alimentación que reciben, parece que no hay quejas: «es un ordinario honesto con que un hombre puede vivir», suelen decir. «En lo que toca a la comida -declara Martín Sánchez- se les da cada día de ración a cada forzado dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de vino y un maravedí para garbanzos o verdura» 16 . Como era previsible, en la contestación de los capataces y gente de responsabilidad, la comida está algo más enriquecida. Así informa Francisco García de Azuaga, maestro cocedor de los metales: Se les da más ración de la que ellos pueden comer, y que cada día andan vendiendo mucha parte de la dicha ración que les sobra, porque se les da cada día dos libras y media de buen pan fresco y cuartillo y 15 Bleiberg, «Nuevos datos biográficos» (1985), p. 20, n. 10; Pike, «The Mines of Almadén» (1983), pp. 33-34. 16 Informe, p. 146.
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medio de buen vino y una libra de carne de buen macho o de vaca, conforme al tiempo, y un maravedí para verdura a la olla a cada uno, y una cabeza de ajos o una naranja o un poco de queso o una sardina para almorzar por las mañanas, y los días de pescado les dan en lugar de carne una libra de sardinas o de pescado bacalao, lo mejor que se halla, y una menestra de espinacas o nabos u otra cosa conforme al tiempo 17 .
Total, una comilona en toda regla al parecer de aquellos declarantes que están al frente de la producción. Pero sí que es cierto que la alimentación que reciben es suficiente para el trabajo -durísimo, sin duda- que realizan, bastante más rica y abundante que la que se daba a diario a los galeotes. Sobre el vestido que se les proporciona hay también respuesta positiva, que repiten los forzados. Esta es la información que Pedro Delgado facilita al juez: En lo que toca al vestido, también es suficiente porque les dan una almilla, calzones y calzas y caperuza, si es de frisa o de cordellate para un año, y si es de paño cada dos años, y más dos camisas y tres pares de zapatos cada año; de manera que en lo que toca a la comida y bebida, vestido y calzado se les da todo lo necesario 18 .
Los declarantes por parte de la administración, una vez más, acentúan la calidad y abundancia de la ropa que se les entrega, tanto es así que Alonso Sobrino, maestro cocedor en los buitrones, comenta que «en lo que toca a la comida, bebida, vestido y calzado tienen lo que han menester, y antes les sobra que les falta, y este testigo les ha visto vender raciones que les sobran» 19 . Los forzados no se pueden quejar - y , de hecho, en sus declaraciones no se quejan gran cosa- de la atención sanitaria que reciben cuando caen enfermos. La empresa cuenta con una enfermería donde son atendidos por un médico y dos enfermeros - u n o de ellos actúa como cirujano-; y cuando necesitan sus servicios y quedan ingresados se les da ropa de cama limpia (sábanas, toallas y mantas), se les sirve una dieta especial si la necesitan, y se les facilitan las medicinas para la cura. En todo esto, más o menos, hay uniformidad de opinión. El problema, claro es, no está ahí. El problema es que las condiciones en que vivían eran insoportables: se arrastraban encadenados unos 17 18 19
Informe, p. 202. Informe, p. 161. Informe, p. 230.
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a otros cuando estaban fuera del trabajo, y así se dirigían a las minas desde el edificio que les servía de barracón, y solo cuando entraban a las tareas se les quitaba la cadena común, pero no las individuales20; venía entonces el durísimo trabajo de la mina. El trajinar diario durante tanto tiempo - e n jornadas de sol a sol- los sometía a un continuo peligro que, difícilmente, podían eludir. El envenenamiento por el contacto con el mercurio termina afectando a todos - a forzados y a trabajadores a sueldo, capataces, gardujeros y maestros-; ni siquiera se escapó el máximo responsable de la administración, Rodrigo Lucas, que también cayó enfermo. Casi todos terminan azogados, y la enfermedad les produce espasmos, convulsiones y temblores incontenibles, llagas purulentas que les inflaman la boca y no los deja comer; a veces se quedan sin memoria - d e hecho algunos forzados no concluyen su declaración porque apenas recuerdan lo sucedido-, cuando no pierden el juicio para terminar algunos falleciendo de esa tremenda enfermedad. En efecto, varios de los forzados, faltos de juicio, murieron «echando espuma por la boca y desvariando como locos». Síntomas todos del hidrargirismo o mercurianismo, que es como se denomina hoy la enfermedad de las minas de mercurio. La diferencia con los jornaleros está en el trato que reciben unos y otros: los forzados - y esto denuncian al juez visitador- no tienen período alguno de convalecencia; desaparecidos los síntomas más escandalosos vuelven de inmediato al trabajo. Los demás trabajadores se toman los días que creen necesarios para su recuperación y retoman la tarea cuando ya están definitivamente curados. El trabajo era agotador: de máximo peligro en los hornos, extenuante en el achique del agua en las minas para evitar su inundación. Los cocedores de horno se achicharraban los pies y las manos, además de que era allí donde el efecto del azogue estaba garantizado por el humo que desprendía el metal, que luego llevaban en cubos a los almacenes, o magacenes como dicen los declarantes. El testimonio de fray Juan de Pedraza es sobrecogedor por su crudo realismo: había un tal Tello en la fábrica, veedor en ella, que «andaba con un bastón en la mano, y que por fuerza y dándoles de palos con el dicho bastón hacía entrar a los forzados en el dicho horno estando abrasando a sacar las ollas; y que del dicho horno salían quemados y se les pegaban los pellejos de las manos a las ollas y las suelas de los zapatos se quedaban en el dicho horno y las orejas se les arrugaban hacia arriba del dicho fuego» 21 . 20 21
Véase Pike, «The Mines of Almadén» (1983), pp. 31-32. Informe, p. 135.
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Los que achicaban el agua quedaban reventados por el tremendo esfuerzo de una ristra interminable de zacas y zacas; para esta labor se reunían en cuadrillas de cuatro. En las épocas en que la producción debía subir, como ocurrió en 1590 y 1591, el trabajo los destrozaba, y a más de uno lo conducía a la muerte, por el excesivo tiempo que debían estar en los hornos. A este respecto informa Marcos Hernández: Y este testigo ha oído decir a muchas personas, así forzados como libres de la dicha fábrica, que en un año - q u e no se acuerda haber oído cuánto tiempo ha, mas de que es muy nombrado aquel año- que la gente de la dicha fábrica le llama el año de la prisa, y es cosa muy pública y notoria que sucedió ocasión en que los Fúcares quisieron hacer mucha cantidad de azogue, y para ello trabajaron demasiadamente a los forzados que a la sazón había en la dicha fábrica, y que del demasiado y excesivo trabajo habían muerto, en muy pocos días, más de veinticuatro o veinticinco forzados, y que quien les hacía trabajar y los castigaba con demasiado rigor era un capataz que a la sazón era de la dicha fábrica, que se llamaba Miguel Brete, que ahora es gardujero 22 .
Las informaciones que proceden de los vigilantes y responsables de la producción, como era de esperar, ofrecían otra visión de la realidad. Todos estos declarantes, que dan la impresión de haberse puesto de acuerdo en las respuestas al cuestionario del juez visitador, coinciden no solo en el contenido sino también casi en los mismos términos con que se expresan: los forzados «no asisten a ello sino muy poco», y solo cuando no hay trabajadores a jornal, de manera que los que más atienden a este trabajo son «maesos y mujeres y muchachos y jornaleros», porque «no los quieren meter en los dichos hornos ni en otros trabajos de peligro por excusarlos de él y porque duren más». Además, en palabras de Francisco García de Azuaga, maestro cocedor de los metales, el trabajo que se les daba a los convictos «es muy fácil, de manera que lo pueden muy bien llevar y aun sin cansarse mucho», y, por otro lado, cada vez que pueden se libran de sus obligaciones: «algunas veces acaece encerrarse en unas casillas y no hacer cosa ninguna, ni aunque lo manden, si no es estarse allí todo el día, y lo que vienen a hacer es por fuerza» 23 . Ante las exposiciones detalladas y convincentes de los reclusos es difícil que el juez se creyera las informaciones de los que estaban al servicio de tan poderosos amos.
22 23
Informe, pp. 175-176. Informe, p. 202.
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La impiedad de algunos vigilantes roza lo espantoso. Los cuatro forzados de una cuadrilla, en una jornada, debían, sin descanso posible, sacar 300 cubas para achicar el agua de la mina, y los castigos que recibían ante cualquier negligencia o pérdida de tiempo eran inhumanos. Miguel del Aldea, el primer forzado que declara, cuenta al juez lo siguiente: Q u e un forzado [ . . . ] el cual tenía la boca dañada llena de llagas del azogue y h u m o de él, el cual p o r estar enfermo c o m o estaba no pudo comer en cuatro días sino m u y poca cosa, p o r no poderlo meter en la boca; y andando el dicho [forzado] en los dichos tornos, c o m o h o m b r e falto de virtud, desmayó en ellos y no podía trabajar, y el dicho capataz Luis Sánchez lo sacó dos veces en un día de los dichos tornos en espacio de una hora, p o c o más o menos, y lo azotó de la manera que tiene dicho dos veces, y diciéndole el dicho D o m i n g o Hernández, forzado: «Señor Luis Sánchez, por amor de D i o s , que no me mate. Ya ve que ha tres o cuatro días que no c o m o ni puedo comer». L e respondió que pagase él aquí, que él pagaría lo que hiciese allá 24 .
Claro es que no era esa la apreciación que sobre estos castigos - b r u tales, de ser así- exponen los diferentes responsables de la mina. Para ellos, la información que estaban dando los forzados era una exageración más que excesiva, porque, como expone Alonso Sobrino, maestro cocedor de los buitrones, y según él mismo ha visto, «si algunas veces han azotado o dado de palos a algún forzado ha sido con mucha moderación, y de manera que a ninguno ha venido por ello daño ninguno, y el castigo que se les ha dado ha sido con mucha causa que ellos hayan dado, y habiendo hecho primero mucho por que lo merezcan» 25 . Frente a estas declaraciones que suavizaban la realidad de lo que estaba pasando en la mina, los informes que los forzados trasladaban al juez visitador eran tozudamente diferentes. Denunciaba fray Juan de Pedraza que había un veedor que «castigaba con mucho rigor a los forzados atándolos a la ley de bayona y, desatacados, con un manojo de mimbres los azotaba cruelmente, dándoles muchos azotes hasta que se quebraban las mimbres, y solía remudar dos o tres manojos de ellas hasta que se quebraban todas», y no pocas veces «les hacía saltar la sangre que iba chorreando por el suelo» 26 . L o peor, con todo, no eran estas tareas, lo peor estaba en la actitud y comportamiento de los capataces y carceleros, y el celo que tenía la 24 25 26
Informe, p. 125. Informe, p. 231. Informe, pp. 133, 134.
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administración en explotar a los forzados para que la producción fuera cada vez mayor. Un verdadero trabajo de esclavitud. El hombre no contaba para aquellos capataces y gardujeros sin piedad, que parece disfrutaban ensañándose con los convictos hasta extremos despiadados. Un panorama desalentador para el juez visitador, autor de la Regla de la Cofradía del Dulcísimo Jesús Nazareno de Sevilla (1578), en la que había añadido a las anteriores nada menos que seis capítulos que se ocupaban de la atención que los hermanos debían tener con los presos de las cárceles de la ciudad. Toda una normativa basada en la caridad cristiana y en el comportamiento de una sociedad que debía ayudar a los más necesitados. La atención espiritual, por las declaraciones de unos y otros, en la mayoría de los casos, estaba garantizada. El comisionado tenía mucho interés en saber si los forzados, cuando se encontraban en una situación delicada, las más de las veces irreversible, se les facilitaba la asistencia de un sacerdote que les ayudara a bien morir y les administrara los últimos sacramentos. Los informes a este respecto, como decimos, son más bien positivos; pero no siempre fue así. Contaba el primer interrogado, Miguel del Aldea, que había sido testigo de cómo un forzado, hacía dos años, había muerto azogado «en la enfermería sin confesión ni recibir los sacramentos». A este cuidado cristiano del alma en las horas finales, se añadía el cultivo de la vida espiritual de los presos en una cofradía que, bajo la advocación de San Miguel, se había creado en la mina de Almadén. Juan de Astorga, que había sido capataz de la mina, informa al juez visitador: D e lo q u e les s o b r a de sus raciones han h e c h o u n a c o f r a d í a de San M i g u e l q u e se sirve en la iglesia de esta dicha villa, y t r a j e r o n de f u e r a u n a m u y b u e n a i m a g e n del d i c h o santo, y hacen u n a fiesta cada a ñ o en el día de San M i g u e l ; y c u a n d o a l g u n o se m u e r e lo entierran y p a gan la l i m o s n a d e la dicha c o f r a d í a , y a la dicha fiesta asisten t o d o s los d i c h o s f o r z a d o s c o n cera blanca, q u e n o la tiene o t r a n i n g u n a c o f r a día del lugar 2 7 .
N o era esto nada excepcional, pues en no pocas cárceles de la época los reos contaban con estas asociaciones religiosas. Así, en la Cárcel Real de Sevilla, por estos años, su capellán, el padre jesuita Pedro de León, creó «una cofradía o congregación del nombre de Jesús con27
Informe, p. 213
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tra los juramentos», en la que todos los reclusos terminaron por hacerse hermanos, «y llegó a tanto su devoción que no se contentaron los presos con que fuese esta cofradía para estorbar pecados, no jurando, sino para hacer penitencia de lo que habían jurado, y el Viernes Santo hacían por dentro de la cárcel su procesión», y la gente de la ciudad entraba a verla, pues procesionaban sus pasos de la Pasión con sus insignias, estandartes, bocinas y disciplinantes, que no dejaban de darse latigazos con tal denuedo, que les corría la sangre espaldas abajo y más de uno llegaba a desmayarse. Cuando la hermandad se consolidó, con el dinero que se recogía se liberaba a algunos de los presos que lo eran por deuda28. Y lo mismo pasaba con minorías o grupos marginados de la capital andaluza: los mulatos, reunidos en hermandad, crearon la cofradía del Calvario; los negros, en su mayoría esclavos, confraternizaban en la de Los Negritos, de manera que en estas asociaciones religiosas los marginados -que no eran pocos- encontraban protección y se sentían más integrados en la ciudad, pues como el resto de las cofradías sevillanas hacían el recorrido de penitencia por sus calles. Otro es el caso de la hermandad de El Cautivo, creada por los trinitarios con el fin de recaudar dinero para el rescate de los cautivos en tierras africanas. De esta misma manera y por similares razones se creó en la mina la cofradía de San Miguel, de la que eran hermanos todos los forzados y no pocos de los vecinos de Almadén. Se formó originariamente -como queda dicho- para proporcionar a sus miembros un entierro digno de un cristiano, en la iglesia del pueblo, con sus funerales y otros cultos rogando a Dios por el descanso de sus almas; pero también para dirigirles la vida religiosa, facilitándoles asistir a la misa los domingos y días festivos, y otras actividades de devoción que les aliviara moralmente de su trabajosa e interminable condena29. Tenían una capilla bajo tierra, en las galerías de la mina, entre otras cosas porque los forzados no soportaban bien la luz, dañados sus ojos con los humos del azogue y hechos a la oscuridad de las minas. Debió de interesar a Mateo Alemán el funcionamiento de aquella hermandad de Almadén, pues había estado muy implicado en la del Dulcísimo Jesús Nazareno de Sevilla, de la que todavía, por ese tiempo, era hermano mayor, y de la que -según se indicaba más arriba- había redactado sus nuevas reglas, en cuyos capítulos se ponía de manifiesto una gran preocupación por los presos y también por el bien morir de 28 29
Pedro de León, Grandeza y miseria en Andalucía (1981), pp. 202-203. Véase Pike, «The Mines of Almadén» (1983), pp. 36-37.
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los hermanos de la cofradía, con todas las ceremonias religiosas de la liturgia cristiana de la muerte. Tenía claro Alemán que estas agrupaciones religiosas creadas para aligerar los problemas de los más necesitados eran imprescindibles, y por ello siguió participando en proyectos que aunaban el espíritu cristiano con la doctrina tacitista de una política social de atención a los menesterosos; por este motivo formó parte del grupo madrileño de «repúblicos» que, poco después de su dura experiencia en Almadén, fundó la Cofradía del Santísimo Nombre de Jesús en la parroquia de San Martín con los mismos fines de aliviar la vida de los menesterosos, atender a los enfermos en sus dolencias y ayudarles en sus últimas horas. Corrían los años 1595 y 1596. En sus últimos apartados -para volver a los capítulos en que se divide el Informe-, el juez debe inquirir si se les concede de inmediato la libertad cuando han cumplido su condena; si ha habido y hay sobornos en el trato de forzados y de guardianes y capataces; si se puede poner remedio a los daños que sufren los forzados y qué propone en este sentido el interrogado; se pregunta también si conoce a alguna persona que pueda añadir algunos datos más sobre estas cuestiones, y si en el funcionamiento de la mina se siguen los acuerdos establecidos en el convenio de concesión. Las respuestas son varias, diferentes en los dos grupos de declarantes: los forzados son críticos, pero no tanto como en los otros asuntos en los que se han extendido con toda clase de detalles y les son más cercanos, pues tratan de la vida en aquellos años interminables de trabajos en la mina. Por su parte, los que representan a la administración barren para la casa que los alimenta; se deshacen en alabanzas de los Fúcares, que han gastado grandes cantidades de dinero para mejorar la fábrica, cosolidar las contraminas, modernizar el sistema de trabajo, y han logrado levantar la producción que ha llegado a cotas nunca logradas. El Informe, sin duda, es un documento de gran valor histórico, pero de escaso interés filológico para el conocimiento de la obra literaria de Alemán; su escritura obedece a fórmulas jurídicas reiteradas sin muestra alguna de lo personal. Es el lenguaje procesal de la investigación, lenguaje que el secretario cuida de mantener por encima de todo. Las preguntas que se hacen y las respuestas recibidas pasan por la redacción de Juan de Cea, que es el responsable de uniformar el texto, de modo que el lector recibe la impresión de una exposición reiterativa (porque lo es, y mucho), que se articula no solo en la base de una estructura legalista, procesal, sino también en los términos y la configuración de un estilo determinado, fiel a un esquema muy rígido. Las
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fórmulas, las voces que proceden de un vocabulario muy especializado en el trabajo de la mina y las frases son las mismas, con ligeras variantes; el texto parece ser siempre igual, y en buena parte lo es, y esto produce la sensación de una repetición a ultranza, como si todos los declarantes hablaran por una misma boca y con un mismo espíritu. Pero hay variantes y matices, que el lector puede ir descubriendo a medida que avanza la información que ha redactado el secretario bajo la atenta mirada del juez visitador. Al mismo tiempo, Alemán se familiciaría con el habla de los delincuentes, que ya debía de conocer por su estrecha y continuada relación con una sociedad como la sevillana, tan rebosante de gente de mal vivir, y por su conocimiento de la vida de la cárcel, de la que el padre fue médico cirujano, por no recordar sus visitas no deseadas a tan abigarrado lugar. A buen seguro que algo tuvo que ver esta inspección de las minas para el conocimiento de la vida de los galeotes, como luego pondrá de manifiesto en su Guzmán. Al fin y al cabo estos forzados iban destinados, en principio, a galeras. Por otro lado, la finalidad del interrogatorio, como es bien sabido, no era investigar el proceso de producción del azogue -asunto en el que se extendieron algo los declarantes responsables del trabajo-, sino comprobar cuántos reos había en la mina e informar de las condiciones en que allí se desarrollaba la vida. Pero aun así, en el texto se encuentran muchas referencias a las minas y su trabajo 30 . En las informaciones que hacen los declarantes se evocan, una y otra vez, las técnicas del tratamiento del cinabrio para extraer de él, mediante calcinación y sublimación, el azogue o mercurio; pero en modo alguno se pretendía dar cuenta, en una exposición técnica, de los métodos aplicados para estas tareas. Independientemente de que en realidad esta no fuera la finalidad última de la misión que le encomienda el Consejo de las Órdenes Militares, lo que de verdad le interesaba a Mateo Alemán era la vida del hombre en esa situación extrema, obligado a trabajos muy duros, cuando no inhumanos. Alemán, con este documento de tan gran interés, producto de su misión de juez visitador, tuvo el mérito de que no quedara en el olvido este testimonio impagable sobre la condición, las pesadumbres y la vida de los forzados de Almadén 31 . En esta experiencia excepcional, para Mateo Alemán, a nuestro parecer, tomaría fuerza la constatación de un mundo cruel, donde el hombre es lobo del hombre, con esos capataces verdaderos negreros 30 31
Véase Diez de Revenga, « U n a actividad poco conocida» (2010), pp. 222 y 224. Véase Michaud, «Almadén: le commissaire Alemán» (1996), pp. 144 y 184.
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que se ensañaban con los forzados como si fueran bestias. Toda una experiencia desalentadora. En el Informe no hay huella alguna del estilo de Alemán, pero sí del espíritu crítico y de la preocupación por los hombres, de modo especial por los marginados y maltratados por la vida, que impregnan su obra. El testimonio de la soledad del hombre ante las maldades del hombre.
Informe
secreto, fol. 5Ir, Archivo Histórico Nacional, Sección de Órdenes Militares, Archivo de Toledo.
LA I N F O R M A C I Ó N H E C H A POR EL C O N T A D O R MATEO ALEMÁN Información secreta hecha sobre la visita del pozo y mina de los azogues de la villa del Almadén que se hizo por el contador Mateo Alemán, juez visitador de su majestad Escribano Juan de Cea.
INFORMACIÓN SECRETA, DICHO DE M I G U E L DEL A L D E A , FORZADO
E
n la villa del Almadén, martes, nueve días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador por especial comisión de su Majestad, mandó parecer y traer ante sí a Miguel del Aldea, forzado de la dicha mina, del cual fue recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual siendo preguntado dijo lo siguiente. Preguntado de dónde es natural y si se llama Miguel del Aldea, y cuánto tiempo ha que está en la dicha fábrica, y por qué justicias fue condenado y por qué delito y tiempo. Dijo que se llama Miguel del Aldea y que es natural de Tarazona, en el Reino de Aragón, y ha cuatro años y medio, poco más o menos, que está y sirve en la dicha mina del azogue; que vino condenado por la justicia de Pamplona, porque no cumplió ciertos bandos y otros delitos que le acumularon, y fue condenado por tiempo de ocho años. Preguntado si tiene noticias de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, admi-
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nistración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos, mantenimientos, curas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato y diligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en algo, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en esta fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que no se acuerda este que declara del número de forzados que haya habido en la dicha fábrica para poderlo luego declarar. Mas que si a este que declara le diesen espacio de un día recorrería su memoria y declararía cuántos forzados ha habido en ella el día que más; mas al presente le parece que habrán sido cuarenta, pocos más o menos. Y que el tratamiento que a este que declara se le ha hecho y ha visto que se ha hecho y hace a los demás, comúnmente es un ordinario honesto con que un hombre puede vivir, y que este que declara está satisfecho con la ración que le dan, y antes le sobra que le falta, porque le dan en cada un día dos libras y media de buen pan y cuartillo y medio de vino y una libra de carne de macho y un maravedí para verdura. Y en sus vestidos, les dan un vestido en cada un año que son unos calzones, una ropilla, unas medias calzas y una caperuza de paño colorado y dos camisas y tres pares de zapatos; de manera que en lo que toca al comer, vestido y calzado no les falta lo necesario. Y que en lo que toca a sus enfermedades, este que declara ha visto que hay una enfermería propia para los forzados y esclavos de la fábrica, y en ella ha visto que cuando alguno de los que tiene dicho está enfermo los curan y benefician dándoles médico, que para ello está asalariado, y medicinas y las demás cosas que el médico ordena para la
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salud de cualquier enfermo bastantemente. Y a este que declara le han dado en este año y el que pasó (de noventa y dos) en la dicha enfermería, en cierta enfermedad que tuvo, cuatro purgas en diferentes tiempos y los jarabes y más medicinas que el médico ordenaba, y comía ave o carnero conforme al estado de su enfermedad, sin darle macho ni otra cosa que le parase perjuicio a su salud. Y que en lo que toca al trabajo, ahora de presente no es demasiado, pero que podrá haber cuatro años, poco más o menos, que en la dicha fábrica estaba un capataz que se llamaba Luis Sánchez, el cual metía a los dichos forzados en los tornos del agua, que es el trabajo mayor que tiene la dicha mina, y les hacía tirar trescientas zacas de agua entre cuatro forzados sin cesar, y después que los sacaba fuera y habían sacado la dicha agua, al que de ellos se cansaba antes de cumplir y acabar de sacar las dichas trescientas zaques de agua los azotaba y maltrataba cruelmente, atándolos en cueros a la ley de bayona que llaman, que es atadas las manos y pies a un palo atravesado por las corvas de las piernas y las sangraduras de los brazos, de manera que un hombre no se puede rodear, y con un manojo de ocho a diez mimbres largas los azotaba hasta que las dichas mimbres se hacían pedazos. Y vio este que declara que a un forzado que estaba en la dicha mina, que se decía Domingo Hernández, que - a lo que se quiere acord a r - era de hacia Santander, el cual tenía la boca dañada llena de llagas del azogue y humo de él, el cual por estar enfermo como estaba no pudo comer en cuatro días sino muy poca cosa, por no poderlo meter en la boca; y andando el dicho Domingo Hernández en los dichos tornos, como hombre falto de virtud, desmayó en ellos y no podía trabajar, y el dicho capataz Luis Sánchez lo sacó dos veces en un día de los dichos tornos en espacio de una hora, poco más o menos, y lo azotó de la manera que tiene dicho dos veces, y diciéndole el dicho Domingo Hernández, forzado: «Señor Luis Sánchez, por amor de Dios, que no me mate. Ya ve que ha tres o cuatro días que no como ni puedo comer». Le respondió que pagase él aquí, que él pagaría lo que hiciese allá. Y después, este que declara vio que quejándose de este castigo y de otros semejantes que el dicho capataz Luis Sánchez hacía, a Rodrigo Lucas, administrador puesto por los Fúcares en la dicha fábrica, mandó que aquel castigo no se hiciese a los hombres cansados, sino que pusiesen otros en su lugar, y de allí adelante se hizo así. Y si el dicho capataz había hecho hacer a algún forzado algún trabajo extraordinario, mandó que se les pagase en dineros como a uno de los demás tra-
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bajadores que vienen por sueldo a trabajar a la dicha mina, y así se les pagó; y a este que declara le cupo parte del trabajo extraordinario y le pagaron su sueldo de ello. Y de allí a muy pocos días, estándose tratando de este remedio, murió el dicho capataz Luis Sánchez. Y que aunque es verdad que el asistir al cocimiento de los metales, cuando se hace el dicho azogue, es de mucho peligro para la salud, porque con el humo del dicho metal y la ordinaria asistencia hacen notable daño, y muchos vienen a perder el juicio y otros quedan azogados; y este trabajo es el de mayor peligro para la salud de los hombres. Y este que declara ha visto que han muerto en ello por la dicha ocasión muchas personas del dicho achaque, y de llevar los cubos del azogue dende donde lo lavan al magacén donde se encierra y guarda, y de cerner las cenizas, porque con ellas no embargante que se les entran por la boca, ojos, narices y oídos, por estar como están calientes se les abrasan los pies. Entre los cuales muertos, en particular se acuerda que han sido un esclavo de los dichos Fúcares que se llamaba Francisco «el morisco», y otro esclavo de un Fulano de Tapia, vecino de Toledo, que se llamaba Juan Bautista, el cual servía en lugar del dicho su amo, que vino condenado por forzado a esta dicha fábrica; y asimismo se acuerda de que murieron otro que se llamaba Fulano de Salazar, forzado que decía ser vecino de Torrijos, y Alonso Velázquez, que no se acuerda de dónde era, y Juan Herrero, forzado, que decía ser vecino de Don Benito, y Francisco de Cuéllar, forzado, vecino de Valladolid. Y de estos murieron sin confesión y sacramentos los dichos Juan Herrero y Fulano de Salazar; y murieron sin juicio, haciendo bascas como hombres rabiosos, los cuales los curó el licenciado Barcelona, médico que a la sazón era asalariado para la dicha fábrica por los dichos Fúcares. Y eran enfermeros Miguel Salvador y Alexandre; que el dicho Miguel Salvador es cirujano y reside de presente en la dicha fábrica, y el dicho Alexandre no sabe de él, porque era tudesco y se fue de este lugar, y dicen que se fue a su tierra. Pero con ser como es tan grande y de tanto peligro el dicho trabajo - c o m o tiene dicho- asisten en él muchos jornaleros de su voluntad, y por su sueldo asisten a los mayores peligros y suelen salir enfermos y azogados; pero que se acian y remedian con mucha facilidad, porque los tales, aunque trabajan en los mayores peligros y ocasiones, nunca suelen asistir cuando muy largo de dos meses adelante 1 , porque pasa-
1
'cuando más tiempo están no pasan de dos meses'
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dos veinte o treinta días, en no hallándose bien dispuestos, se van a sus casas, y en hallándose sanos y desazogados vuelven si quieren de su voluntad a la dicha fábrica. Pero como los dichos forzados están sujetos a lo que se les quisiere mandar, de la mucha asistencia en las cosas susodichas vienen a enfermar y morir, según dicho tiene. Y que el remedio que a este que declara le parece que podría haber en esto sería, y le es, mudando el trabajo y ocupándolos en otros ministerios interpoladamente, o hacer a los dichos forzados que cumpliesen sus condenaciones en las galeras, para lo que toca a su salud, no embargante que en lo demás 2 en la dicha fábrica se les hace buen tratamiento. Y este que declara vio que a Juan Guijarro, capataz que fue en la dicha hacienda y lo es al presente, porque estándose concertando con unos hombres para que sacasen ciertas cenizas del horno donde se cuecen los dichos metales de donde se saca el azogue, y hallándose presentes al dicho concierto Bartolomé Sarcero, vecino de Agudo, forzado que fue en dicha fábrica, y Juan Sevillano, asimismo forzado de la dicha fábrica, a quien este que declara ha oído decir que mataron en Zaragoza, y pareciéndoles a los susodichos forzados que los hombres que querían sacar las dichas cenizas habían pedido precios moderados, dijeron al dicho capataz que no pedían mucho por sacar las dichas cenizas, y el dicho capataz se movió contra ellos con enojo y cólera, y despidió a los dichos hombres con quien se concertaba, e hizo que los dichos Bartolomé Sarcero y Juan Sevillano, forzados, entrasen luego en el dicho horno estando caliente y sacasen las dichas cenizas, de manera que de ello les sucedió grave enfermedad, porque se les abrasaron las bocas y estuvieron muy malos de la dicha ocasión. Y este que declara oyó decir a muchas personas que de presente no se acuerda de sus nombres, mas que los declarará de aquí a mañana quién son porque son vecinos del lugar y ministros de la dicha fábrica, que, un año o año y medio antes que este que declara viniese por forzado a ella, se ofreció ocasión en que los dichos Fúcares quisieron labrar mucha cantidad de azogue, y para ello trabajaron demasiadamente a todos los forzados que a la dicha sazón había en la dicha fábrica. Especialmente quien les hacía trabajar era un hombre que se decía Miguel Brete, que era a la sazón capataz de la dicha hacienda y ahora sirve en ella de gardujero (que es recoger los desechos del dicho metal para volverlo a fundir), el cual maltrataba a los dichos forzados, y traía en las manos un bastón de palo con el cual, luego que mandaba a los di2
'independientemente de que en lo demás'.
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chos forzados que entrasen en los dichos hornos o en otro cualquier trabajo de peligro, si acaso los dichos forzados rehusaban alguna cosa les daba con el dicho bastón en las espaldas o cabeza, donde les alcanzaba, y daba con ellos en el suelo, y, por el dicho maltratamiento que les hacía y meterlos en los dichos trabajos y peligros de más de lo justo y ordinario, vinieron a morir en muy breve tiempo veintidós o veinticinco hombres entre esclavos y forzados. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo y servicio de la dicha mina y fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ella hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son, cuántos y por cuya causa han muerto. Dijo que no sabe qué orden tiene su Majestad mandada dar en que limite el trabajo de los dichos forzados, mas de que trabajan de sol a sol como trabajan los jornaleros, y que el dicho trabajo no es de manera que no se pueda llevar, excepto en los casos que tiene declarados en la pregunta antes de esta, a que se refiere en todo lo que en esta se le ha preguntado. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos en que han salido condenados. Dijo que lo que sabe es que luego como los dichos forzados cumplen el tiempo de su condenación, luego al momento se les da su libertad y los recaudos necesarios para ella, de manera que no sirve ninguno más tiempo del de su condenación. Y esto responde a esta pregunta. Fuele preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que de esta pregunta no sabe más de lo que dicho tiene. Y que ha oído quejarse a fray Juan de Pedraza, forzado, de que le han hecho algunos agravios, pero que este que declara no los ha visto ni lo sabe. Y esto responde a esta pregunta.
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Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo de claridad y cuidado que conviene. Dijo que este que declara no sabe que en lo contenido en esta pregunta haya faltado la claridad y cuidado que conviene. Y esto responde. Fue preguntado qué personas podrán decir sus dichos acerca de las preguntas que se le han hecho y podrían tener noticia de cualquier de ellas. Dijo que de presente no se acuerda, mas de que para mañana recorrerá su memoria y traerá relación de lo que se le pregunta. Preguntado si antes que este que declara viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador, este que declara fue impuesto o informado de lo que había de decir y declarar por algunas personas, y si para ello fue atemorizado o inducido o le dieron o prometieron alguna cosa o le hicieron otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor juez. Y esto responde. Además de las dichas preguntas hechas por el dicho señor juez visitador, le fueron leídos los asientos de su Majestad tocantes a la fábrica del dicho azogue y los forzados, para si sabía cosa alguna en que hubiese habido exceso, y habiéndolas oído leer y entendídolas, dijo que no sabía cosa alguna de lo en ellas contenido más de lo que tiene dicho. Lo cual todo es la verdad y lo que sabe y pasa, so cargo del juramento que tiene hecho. Fuele leído su dicho luego que lo acabó de decir de verbo ad verbum, según y como en él se contiene, y habiéndolo oído y entendido se afirmó y ratificó en él. Fuele encargado el secreto y prometiolo, y no firmó porque dijo que no podía por estar azogado. Firmolo el dicho señor juez visitador. Y mandado al dicho Miguel de Aldea que de aquí a mañana recorra su memoria en las cosas que tiene dichas que la recorrerá, y vuelva ante su merced a lo declarar, el cual dijo que lo cumplirá así. Visitador. Dijo Mig[uel de Aldea], y entre [Ros poder]. De sol a sol. Mateo Alemán. Posó ante mí, Juan de Cea. SEGUNDO DICHO DE M I G U E L DEL A L D E A
En la villa del Almadén, miércoles, diez días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, ante el dicho señor contador Mateo Alemán, juez por especial comisión de su Majestad, pareció Miguel de Aldea, forzado de la fábrica y mina del Almadén, persona que tiene dicho su dicho en esta causa, y dijo que después de haberlo dicho ante el dicho señor contador y juez de su Majestad y ante mí, el presente es-
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cribano, él ha recorrido su memoria y, demás de ello, se ha informado de personas que de ello tienen noticia, y se acuerda este que declara haber visto juntos servir en la dicha fábrica cuarenta y siete forzados en el tiempo que este que declara más ha visto. Y que las personas a quien este testigo oyó decir los excesos de Miguel Brete y maltratamientos que hacía a los forzados fueron Pedro Carrasco, vecino de la dicha villa del Almadén, y Diego García, de Azuaga, y Diego Martín y Juan García y Alonso Sobrino y Francisco de Azuaga y Alonso Martín Garzón y Hernando Vázquez, vecinos todos de la dicha villa del Almadén y maestros que a la sazón eran de los hornos del dicho azogue, y que todos los susodichos y todos los forzados de la dicha fábrica saben y podrán decir sus dichos acerca de lo que a este testigo se le preguntó en [el] suyo; y así lo juró a Dios y a una cruz en forma de derecho, y no firmó porque dijo no poder por estar azogado. Leyósele este su segundo dicho, afirmóse en él, y de nuevo se le encargó el secreto y lo prometió. Y que, demás de lo que dicho tiene en el dicho su dicho, se acuerda este testigo que había tiempo de dos años, poco más o menos, que este testigo vio que en la dicha fábrica murió de azogado Diego Martín, forzado de ella, natural que decía ser de Ajofrín, el cual murió en la enfermería sin confesión ni recibir los sacramentos; y eran enfermeros en el dicho tiempo Miguel Salvador y Alexandre, que tiene dicho en su primer dicho. Y asimismo se acuerda que había el dicho tiempo de dos años, poco más o menos, que de la dicha enfermedad de azogado murió otro forzado que se decía Juan López, que vino junto con el dicho Diego Martín, y le parece que decía ser natural de Ajofrín, aunque no está cierto en ello, y también el susodicho murió en la enfermería; no se acuerda si se le dieron los sacramentos, y eran enfermeros los que dicho tiene y médico el dicho licenciado Barcelona. Y que en el dicho tiempo murió asimismo sin confesión ni sacramentos Francisco Hernández Herrero, que - a lo que se quiere acordar- decía ser natural de La Bañeza, y no se acuerda al presente de otra cosa. Y esto es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho, y no firmó por no poder, como dicho tiene. Y que demás de lo que tiene dicho, se acuerda que había tiempo de tres años y medio, poco más o menos, que siendo capataz de la dicha fábrica Miguel Rodríguez, vecino de Chillón, y estando ausente de ella Rodrigo Lucas, administrador de ella por los Fúcares, el dicho Miguel Rodríguez, después que los forzados que había en la dicha fábrica habían trabajado en ella de sol a sol, que es el trabajo ordinario, con muy
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poquito tiempo después de haber salido del trabajo, como espacio de una hora poco más o menos cuanto les daba lugar a que cenasen, luego les hacía volver a entrar en la dicha mina, en los tornos del agua, que es el mayor trabajo que hay en ella, donde los hacía trabajar seis o siete horas; y después, a la mañana, los sacaba sin dejarlos dormir ni reposar cosa alguna, los metía en otros trabajos. Y a este que declara le aconteció tenerlo ochenta horas trabajando sin cesar ni sin dormir, dejándolos solamente muy poco espacio para cuanto pudiesen comer y cenar, y siendo como son las tareas del agua trescientos zaques, que se sacan entre cuatro hombres, en que se suelen tardar cuatro y cinco horas, el dicho veedor Miguel Rodríguez hizo que este que declara y Guillermo Valenciano y Diego López del Río, y no se acuerda quién era otro, les hizo tirar quinientos cincuenta zaques en que tardaron once horas sin cesar, que por estar los dichos forzados tan flacos y cansados no los pudieron sacar en menos tiempo; y luego, dejándolos domir un poco, los sacó a trabajar de nuevo. Todo lo cual podrán decir los forzados que con este testigo anduvieron, y Simón Roque y el alcaide de la cárcel de los dichos forzados, que se llama Leonardo del Salto, y Esteban Pérez, mayordomo de la dicha fábrica, y los demás oficiales, ministros y sirvientes de ella, porque todo lo que dicho tiene ha sido cosa pública y notoria. Fue preguntado si sabe, entiende, ha oído decir qué causa le movió al dicho Miguel Rodríguez 3 a darles tan excesivo trabajo, o si fue orden de los Fúcares o de algún ministro suyo. Dijo que no lo sabe, mas de que decían que lo hacía por complacer a sus amos y aprovechar a la hacienda, y porque no holgasen doce horas, como solían holgar, y trabajar otras doce. Y esta es la verdad, so cargo del juramento que hizo; y no firmó por la razón que tiene dicha. Fuele vuelto a leer su dicho y afirmóse en él. Encargósele el secreto, y prometiolo. Visitador [Miguel Car. Tardare.] Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE FRAY J U A N DE P E D R A Z A , F O R Z A D O
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, en el dicho día diez días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador de su Majestad, mandó traer ante sí a un hombre que se dijo llamar fray Juan de 3
En el documento, por error, Miguel Pérez.
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Pedraza, y de él tomó y recibió juramento en forma de derecho in verbo sacerdotis, porque lo dijo ser, y «a cautela» por Dios y por una señal de la cruz, en que puso su mano, que dirá verdad de lo que supiere y le fuere preguntado. Y que «si así lo hiciere Dios Nuestro Señor le ayude en este mundo al cuerpo, y en el otro al alma»; y, por el contrario, se le demande mal y caramente como a mal cristiano que a sabiendas se perjura jurando el santo nombre de Dios en vano. Y a la fuerza y conclusión del dicho juramento, dijo: «Sí juro, y amén». Y prometió de decir verdad, so cargo del cual, siendo preguntado, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado de dónde es natural y cómo se llama, y cuánto tiempo ha que está en la dicha fábrica, y por qué justicia fue condenado y por qué delito y tiempo. Dijo que es natural de la villa de Dueñas y que se llama fray Juan de Pedraza, y es fraile profeso de la orden del señor santo Agustín, y es sacerdote de misa. Y que habrá poco menos de seis años que es forzado y sirve en la dicha fábrica; que fue condenado por fray Pedro Suárez, vicario provincial que a la sazón era de la dicha su orden, y le condenó, porque le achacaron cierta muerte y otros delitos que le acumularon, a que sirviese en la dicha fábrica del azogue tiempo de diez años. Preguntado si sabe de algunos asientos, condiciones, capítulos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, o de otra persona que para ello haya tenido poder, se hayan impuesto para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración y buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, capítulos y mandatos e instrucciones, y que se hayan cumplido y ejecutado o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos, por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia y descuido o culpa, y si se ha puesto remedio en ello, cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya
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demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que ha oído decir este testigo que en la dicha fábrica ha de haber número de forzados y que estos han de ser cuarenta, por orden que su Majestad ha dado para ello, a la cual se remite. Y este testigo ha visto, en el tiempo que ha que está en la dicha fábrica, que en el tiempo que más forzados ha habido en ella han sido los dichos cuarenta, y no más. Y que en lo que es el tratamiento de vestidos y mantenimientos, se les da una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y dos libras y media de pan y cuartillo y medio de vino cada día de ración, la cual es bastante para un hombre, y con ella este testigo está satisfecho teniendo salud. Y cada año se les da su vestido de frisa colorada, que es unas medias calzas y una ropilla y calzones y una caperuza y tres pares de zapatos y dos camisas; en cada un año todo, lo cual es suficiente vestido para un forzado. Y cuando están enfermos los meten en una enfermería que para ello tienen, donde se les da cama, y tienen su médico y botica, y se les da lo que el médico manda, y las curas y medicinas necesarias bastantemente. Y que de dos años a esta parte se les da trabajo moderado y suficiente y conveniente, sin rigor, ni lo tienen con ellos en su trato, ni viven de manera que les obligue a acabar la vida con brevedad ni aun enfermar por ello. Pero que habrá dos años que salió de la dicha fábrica un veedor que había en ella, que se llama Miguel Rodríguez y es natural de Chillón, y vive al presente en la dicha villa, el cual fue veedor en la dicha fábrica tiempo de año y medio, poco más o menos. Y el dicho Miguel Rodríguez era muy riguroso con los forzados y les daba trabajo demasiado y más de lo ordinario, de manera que casi no les dejaba dormir ni reposar de noche ni de día, porque siendo obligados conforme a la costumbre que se tiene a trabajar los dichos forzados de sol a sol, el dicho Miguel Rodríguez, cuando de noche salían los dichos forzados del trabajo, los hacía volver luego, sin darles lugar a que descansasen ni reposasen, a entrar en el dicho pozo y mina, y que anduviesen en el torno y sacasen agua, que es el mayor trabajo que hay en la dicha mina, donde los hacía trabajar toda la noche; y castigaba con mucho rigor a los forzados atándolos a la ley de bayona y, desatacados, con un manojo de mimbres los azotaba cruelmente, dándoles muchos azotes hasta que se quebraban las mimbres, y solía remudar dos o tres manojos de ellas hasta que se quebraban todas.
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Y asimismo vio este testigo en la dicha mina otro capataz que se llamaba Luis Sánchez, que es ya difunto, y habrá que murió dos años, poco más o menos, el cual asimismo trataba a los dichos forzados con mucho rigor, y los metía en los tornos del agua, que -como dicho tiene- es el trabajo mayor que hay en la dicha mina, y les hacía sacar mucha cantidad de zaques de agua que eran trescientos entre cuatro forzados, que tiran cada torno, y al forzado que se cansaba antes de cumplir su tarea y acabar de sacar los dichos trescientos zaques de agua lo sacaba el dicho Luis Sánchez fuera de la dicha mina y lo hacía desatacar, y con un manojo de mimbres lo azotaba cruelmente hasta que se quebraban y remudaba dos o tres manojos, y les hacía saltar la sangre que iba chorreando por el suelo. En especial vio este testigo que un Domingo Hernández, forzado, que era montañés, tenía la boca llena de llagas y muy dañada del azogue y humo de él, el cual, por estar de la manera que tiene dicho, no podía comer sino muy poca cosa, y habían de ser cosas muy blandas como huevos o migas y hormigas y otras cosas semejantes, y andaba muy flaco y debilitado, y, con estar de la manera dicha, el dicho Luis Sánchez lo metía en la dicha mina y le hacía trabajar en los pozos y tornos del agua, y si se cansaba, como hombre que estaba tan debilitado, el dicho Luis Sánchez lo sacaba afuera y lo azotaba con mucho rigor y crueldad, y después de haberlo azotado lo volvía a meter en los dichos tornos del agua y le hacía trabajar demasiadamente en ellos. Y sabe, por haberlo visto, que quejándose los dichos forzados a Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica por los Fúcares, del dicho castigo y de otros semejantes que el dicho Luis Sánchez hacía a los demás forzados, el dicho Rodrigo Lucas mandó que a los que estuviesen cansados no se les diese semejantes castigos, sino que se sobrellevasen y pusiesen otros en su lugar, y de allí adelante se hizo así; y que si algún forzado había hecho algún trabajo extraordinario se les pagase en dineros, como a los demás trabajadores que por su sueldo trabajan en la dicha mina. Y de allí a muy pocos días, estándose tratando de este remedio, murió el dicho capataz Luis Sánchez. Y que el asistir en los buitrones y hornos al cocimiento del metal, cuando se hace el dicho azogue, es de mucho peligro para la salud, porque con el humo del dicho metal y la ordinaria asistencia vienen a perder el juicio y otros quedan azogados, y es el trabajo de mayor peligro para los hombres para su salud, y este testigo oyó decir, cuando vino a la dicha mina, que de la dicha ocasión y por hacerles entrar en los dichos hornos estando abrasando a sacar las ollas en que se cuecen los dichos metales.
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Y en este estado quedó este dicho día este dicho, porque el dicho fray Juan de Pedraza dijo estar muy malo y que no podía declarar ni responder a lo que se le preguntaba, por haberle dado una aición [sic] muy grande, que dijo le suele dar. Y por parecer estar muy malo y que no podía responder a cosa que se le preguntaba, el dicho señor juez le mandó se fuese y volviese mañana a acabar de declarar, y así se fue. Y el dicho señor juez lo firmó, el cual encargó el secreto al dicho fray Juan de Pedraza, so cargo del juramento que tiene hecho, y lo prometió. Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. [FRAY J U A N DE PEDRAZA] P R O S I G U E EN SU DECLARACIÓN
En la villa del Almadén, jueves, once días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor juez visitador mandó volver a traer ante sí a dicho fray Juan de Pedraza, forzado de la dicha mina, para le acabar de examinar y recibir su declaración que tiene comenzada a hacer en este negocio, y de él volvió a recibir juramentos de la manera que de primero, so cargo de los cuales prometió de decir verdad, y siendo preguntado dijo lo siguiente. Preguntado con qué presonas ha hablado después que ayer salió de con el dicho señor juez, que dejó comenzado este su dicho, dijo que no ha hablado con ninguna persona acerca de este negocio ni tratado del mismo. Preguntado qué es lo que este testigo oyó decir, cuando vino a la dicha mina, que había sucedido por entrar los forzados en el horno donde cuecen los metales del azogue a sacar las ollas. Dijo que este testigo oyó decir a Tello, vecino del Almadén, suegro de Esteban Pérez, mayordomo de la fábrica, que había en ella un veedor que se llamaba Miguel Brete, que de presente es gardujero (que recoge los desechos de los metales para volverlos a cocer), y que en el tiempo que fue veedor andaba con un bastón en la mano, y que por fuerza y dándoles de palos con el dicho bastón hacía entrar a los forzados en el dicho horno estando abrasando a sacar las ollas; y que del dicho horno salían quemados y se les pegaban los pellejos de las manos a las ollas y las suelas de los zapatos se quedaban en el dicho horno y las orejas se les arrugaban hacia arriba del dicho fuego, y que de la dicha ocasión habían muerto veinticuatro o veinticinco forzados, lo cual este testigo oyó decir públicamente así a los oficiales de la fábrica como a muchos vecinos de la dicha villa del Almadén, que no tiene noticia de quién son, mas de que es cosa muy pública y notoria.
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Y este testigo, después que dejó de ser veedor el dicho Miguel Brete, porque este testigo no lo conoció en el dicho oficio, ha visto que de entrar en los dichos hornos y de llevar los cubos del dicho azogue dende donde lo lavan al magacén y de cerner las cenizas, que con ellas se les abrasan los pies por estar muy calientes y se les entran por la boca, oídos y narices, se han azogado muchas personas forzadas, y por tiempo vienen a morir de ello, y no hay ninguno que se escape del azogarse. Entre los cuales que han muerto de la dicha ocasión, se acuerda este testigo de un esclavo de los dichos Fúcares que se llamaba Francisco «el morisco», y otro esclavo de un vecino de Toledo que se llamaba Juan Bautista, y el amo Francisco de Tapia, que era forzado, y el dicho esclavo servía en su lugar, y otro forzado que se llamaba Salazar y decía ser vecino de Torrijos, y otro Alonso Velázquez, que no se acuerda de dónde era, y Juan Herrero, vecino de Don Benito, y otros que no se acuerda de sus nombres. Y no tiene este testigo noticia si algunos de ellos murieron sin confesión o sacramentos o normas; de que vio este testigo que morían sin juicio y haciendo bascas como hombres rabiosos, y los curaron en la enfermería algunos de ellos y otros fuera como rabiando, que era menester atarlos de pies y manos y aun las cabezas; y sabe que algunos de ellos murieron sin confesión ni sacramentos, aunque no tiene noticia quién fueron. Y a la sazón era médico asalariado de la dicha fábrica el licenciado Barcelona, que al presente vive en Chillón, y enfermero un tudesco que se llamaba Alexandre, y después de ido lo fue Miguel Salvador, cirujano. Pero que con ser el dicho trabajo tan grande y de tanto peligro, asisten a él jornaleros por su sueldo, aunque estos en sintiéndose que están indispuestos o que les hace mal el azogue se van y no vuelven hasta que se sienten buenos; y que en el dicho trabajo no hay jornalero que asista de un mes arriba. Pero los dichos forzados, como están sujetos a lo que les quisieren mandar, de la continua asistencia vienen a enfermar y morir como tiene dicho. Y este testigo ha visto que un jornalero, que no se acuerda de su nombre, habrá tiempo de dos años, poco más o menos, de dos veces que entró en el dicho horno a sacar las cenizas, salió sin juicio y fuera de sí, de manera que fue menester darle algunos bocados y vino para que volviese en sí. Y no sabe este testigo el remedio que en ello podría haber. Y este testigo vio que Juan Guijarro, capataz de la dicha hacienda, estaba un día, habrá tiempo de año y medio, poco más o menos, concertando dos hombres que entrasen en el dicho horno a sacar las cenizas, estaban presentes Bartolomé Sarcero y Juan Sevillano, forzados, porque
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el dicho Juan Sevillano dijo que los dichos hombres que querían sacar las dichas cenizas eran de la tierra de Babia, el dicho Juan Guijarro se enojó y despidió a los dichos hombres, y se volvió contra los dichos forzados con mucha cólera y enojo, e hizo que los dichos Bartolomé Sarcero y Juan Sevillano entrasen en el dicho horno estando caliente y sacasen las dichas cenizas aquel día y los demás que duró aquella lavadura, que serían -al parecer de este testigo- cinco o seis días, arreo de lo cual les sucedió tener graves enfermedades porque se les abrasaron las bocas y pies, y estuvieron muy malos y a punto de muerte. Y este testigo oyó decir públicamente a muchas personas, así vecinos de esta dicha villa como oficiales, ministros y sirvientes de la fábrica (que no se acuerda quién son), y es muy público y notorio, que, un año antes que este testigo viniese a la dicha fábrica, los Fúcares quisieron hacer mucha cantidad de azogue, y para ello habían trabajado demasiadamente a los forzados que a la dicha sazón en la dicha fábrica había. Y que el que les hacía trabajar era un veedor que se llama Miguel Brete, que de presente - c o m o dicho tiene- es gardujero, y maltrataba los forzados dándoles de palos con un bastón que de ordinario traía en las manos, y mandándoles entrar en los hornos y en los demás trabajos de peligro, y haciéndoles trabajar demasiadamente y más de lo ordinario; y al que se cansaba y rehusaba el dicho trabajo daba con el dicho bastón en el cuerpo y cabeza y donde les alcanzaba, por el cual dicho trabajo demasiado y peligro en que los metía vinieron a morir los dichos veinticuatro o veinticinco forzados - c o m o tiene dicho-, y por el dicho maltratamiento que el dicho Miguel Brete les hacía. Preguntado si a los dichos forzados se les hace trabajar más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor que los dichos forzados pueden llevar, y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes. Declare quién son y cuántos y por qué causa han muerto. Dijo que no sabe la orden que su Majestad tiene dada en que limite el tiempo del trabajo de los dichos forzados, mas de que en la dicha fábrica es cosa ordinaria que trabajen los domingos y fiestas y Pascuas, sin que se les dé ningún día de huelga, dende que amanece hasta que anochece; y algunas veces y aun muchas, habiendo trabajado todo el día los envían de noche a sacar agua a los tornos, que es demasiado trabajo para un hombre, porque no habrá quien lo pueda sufrir, y es causa de que enfermen y acaben la vida con brevedad, aun-
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que a este testigo no se le ha dado más trabajo que a los demás; y que cuando enferman son curados con el cuidado que conviene, y así lo ha sido y es. Este testigo, el tiempo que ha estado y está enfermo, porque a este testigo y a los demás que han enfermado los han llevado a la enfermería donde el médico los visita con cuidados dos veces cada día, y se les da todo lo que ordena; y les dan carnero sin consentirles comer macho ni cosa que les haga daño, y les dan pasas y huevos y otras cosas. Aunque en esto hay una cosa que le parece a este testigo que es muy dañosa, y es que dende la dicha enfermería los llevan al trabajo sin dejarlos convalecer ningún día, por lo cual ha visto este testigo que los más vuelven a recaer dentro de dos o tres días de como lo sacan de la dicha enfermería, y de esta manera nunca acaban de sanar; y este testigo ha que está enfermo y tullido más de dos años y medio, y si de una vez le hubieran dejado convalecer hubiera sanado con brevedad, lo cual le parece se remediará con dejar convalecer a los dichos enfermos seis u ocho días, como se hacía de antes, hasta que habrá seis meses, poco más o menos, que Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica, mandó que no convaleciesen sino que los llevasen luego a trabajar, lo cual ha sido en gran daño de la salud de los dichos forzados. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos en que han sido condenados. Dijo que, luego que cumple, cada forzado pide su libertad ante el gobernador y le dan un testimonio con la declaración del contador, el cual se envía a Juan Jedler, que reside en Almagro, y de allá se les envía en su libertad y recaudos bastantes para que se puedan ir donde quisieren sin detenerlos ningún día más del tiempo de su condenación, y el que se tarda en enviar a Almagro por la dicha libertad. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se ha puesto remedio o no a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cúya culpa. Dijo que lo que de esta pregunta sabe es que estando este que declara enfermo en la cama, tullido de piernas y brazos, con grandes dolores, y tomando la zarzaparrilla dentro de la enfermería de los forzados, y curándolo el médico que ahora al presente sirve en la dicha fábrica, y siendo enfermero Miguel Salvador, este que declara, viéndose afligido con la dicha enfermedad, dijo al dicho médico que abreviase con el remedio de su salud porque estaba muy cerca a
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los caniculares, y que entonces no era tiempo de tomar sudores si no era quererle quitar la vida, de lo cual el dicho médico se enojó mucho y se fue a quejar a Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica, y lo indignó de manera que, estando este que declara afligido de la dicha enfermedad de la manera que de suso tiene referido, el dicho Rodrigo Lucas mandó que allí, en la cama donde estaba, le echasen una cadena gruesa al pie y que se levantase de la cama, y que cada noche fuese a vaciar el servicio de todos los enfermos de la dicha enfermería lejos de allí, de manera que por no poderlo hacer este que declara algunos de caridad se movían a llevarle la cadena y otros el caldero del agua y le ayudaban a ir, porque de otra manera este que declara no lo pudiera hacer el dicho ministerio; y dende a pocos días que salió de los dichos sudores, el dicho Rodrigo Lucas, persuadido del dicho médico, antes de estar este que declara con perfecta salud le hizo bajar a lo hondo del pozo a que cavase en él, de lo cual a este que declara le resultó la enfermedad que tiene, de que ha más de dos meses que no se puede menear. Y estando de la manera que está, que a todos es público y notorio su enfermedad y flaqueza, le hacen siempre trabajar, porque como las dietas y medicinas que se le dan no son por cuenta de su Majestad sino de los dichos Fúcares, quieren que trabajen o que mueran por no hacer costo con los dichos forzados; y así este que declara está muy falto de salud por las dichas razones y con poca esperanza de ella. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo que a su Majestad pertenece ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que no lo sabe, antes ha visto que los dichos Fúcares y sus ministros van con el cuidado y diligencia que conviene al servicio de su Majestad puntualmente, con toda fidelidad, sin faltar en cosa alguna a lo que conviene. Y esto responde a esta pregunta. Fue preguntado de qué personas tiene noticia y se acuerda que podrán decir sus dichos en las cosas y casos que aquí se le han preguntado, o en alguna parte de ellos. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que este que declara está azogado y por la misma razón falto de memoria, que es uno de los efectos que causa esta enfermedad, y así no se acuerda de más de lo que dicho tiene. Fue preguntado si dándole algún espacio de tiempo para recorrer su memoria podría deponer o decir alguna cosa más de lo que tiene dicho, o quién lo podría decir. Dijo que andando el tiempo podría ser acordarse de alguna cosa o de quién podrá deponer en ello, y que entonces este que declara lo manifestará y declarará ante el dicho señor juez visitador.
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Fue preguntado si antes que este que declara viniera a decir su dicho por mandado del dicho señor juez fue impuesto, persuadido o apremiado con temores o promesas para que dijese o dejase de decir alguna cosa de lo que le fuese preguntado. Dijo que no pasa tal, sino que él libremente ha dicho su dicho sin temor ni amor de ninguna cosa, mas de la pura verdad de lo que acerca de ello pasa y que este que declara sabe. Y demás de las preguntas hechas por el dicho señor juez, le encargó que si en algún tiempo supiere y oyere o entendiere algunas de las cosas susodichas las venga a declarar, so cargo del juramento que tiene hecho. Y asimismo mandó que le fuesen leídos los asientos que su Majestad mandó tomar con los dichos Fúcares, para que si alguna cosa sabe acerca de ello la diga y declare si en alguna cosa se ha excedido de ello, y siéndole leído por mí, el dicho escribano. Dijo que no sabe ni ha oído decir ninguna cosa de lo en los capítulos del dicho asiento contenido, ni sabe otra cosa alguna más de lo que tiene dicho, lo cual es la verdad, so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho luego que lo acabó de decir, y afirmóse en él. Encargósele el secreto y prometiolo, y firmolo de su nombre. Y el dicho señor juez visitador, Mateo Alemán. Fray Juan de Pedraza posó ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE P E D R O H E R N Á N D E Z C A S T E L L A N O , FORZADO
En la villa del Almadén, viernes, doce días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador de su Majestad, hizo traer ante sí a Pedro Hernández Castellano, forzado de la dicha fábrica, y de él tomó y recibió juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado dijo lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural y qué edad tiene, y cuánto tiempo ha que está en la dicha fábrica, y por qué justicias fue condenado, y por qué delito y tiempo. Dijo que se llama Pedro Hernández Castellano y es natural de Toldaños, jurisdicción de Villalpando, y que obra que es forzado de la dicha fábrica tiempo de cuatro años, poco más o menos, y fue condenado por la justicia de la villa de Santa Olalla, tierra de Toledo, por hurto de una muía que llevaba un amo de este que declara, y fue condenado por tiempo de seis años. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúca-
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res, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos, mantenimientos, curas. Dijo que ha oído decir a forzados en la cárcel de ellos que Rodrigo Lucas, administrador de la fábrica, tiene orden de todo lo que se le ha preguntado, y no se acuerda a qué forzados lo oyó decir ni cómo se llamaban. Y esto responde. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que este que declara no ha visto las dichas órdenes, ni sabido ni oído decir lo que contienen, y así no sabe si se han guardado ni lo demás que se le pregunta. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que este testigo no sabe el número que ha de haber de forzados, mas que ha oído decir que por todos han de ser cuarenta, pero que, no embargante esto, este testigo ha conocido cuarenta y seis forzados que los había en la dicha mina y fábrica al tiempo que este testigo vino a ella, y no se acuerda de sus nombres ni quién eran, mas de haber contado la dicha cantidad de cuarenta y seis o cuarenta y siete, y que no sabe cuál sea el tratamiento que su Majestad manda que se les haga. Pero lo que pasa es que, en lo que toca a su mantenimiento, les dan a cada forzado dos libras y media de buen pan fresco y cuartillo y medio de vino y una libra de carne de macho o de vaca, al tiempo, y un maravedí para garbanzos o verdura, y el día de pescado una libra de bacalao y aceite y vinagre, y una menestra de garbanzos o nabos o de otra legumbre, como se ofrece el tiempo; y en sus vestidos, a cada uno
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se les da cada año una ropilla, calzones, medias y caperuza de paño colorado y tres pares de zapatos y dos camisas, de manera que por lo que toca a sus mantenimientos, vestidos y calzado tienen abundantemente lo que les hace menester, sin que les falte cosa alguna. Y cuando están enfermos los meten en una enfermería donde les dan una cama con un jergón y un colchón, dos sábanas y una almohada y las frazadas que son menester, conforme al tiempo, y médico, asalariado por los dichos Fúcares, que los visita; y todo lo que el dicho médico manda y receta se cumple puntualmente, y les dan su ave o carnero o lo que han menester, conforme a lo que el médico manda y la enfermedad requiere. Y después que este testigo vino a la dicha fábrica nunca ha visto que a los enfermos se les dejase de dar todo lo necesario con mucho cuidado y regalo, y para ello tienen sus enfermeros y lo demás necesario. Y que en lo que toca al trabajo, el mayor que en la dicha fábrica hay es en los tornos del agua, que les hacen sacar trescientas zacas de agua entre cuatro hombres, que es una tarea, y que si presto o tarde las sacan aquello les queda para holgar y descansar, y este trabajo también lo tienen los jornaleros, porque no se les hace a los dichos forzados en esto agravio. Pero que antes, al tiempo y cuando este que declara vino por forzado a la dicha fábrica, estaba en ella por veedor Miguel Rodríguez, el cual sin cesar, luego que salían los dichos forzados del dicho torno, los metía en otro trabajo a los buitrones, que es el cocimiento del dicho metal donde está el mayor peligro, porque de allí salen todos azogados y enfermos; y luego, en sacándolos de los dichos buitrones los hacía volver a entrar a sacar agua de los dichos tornos, de manera que apenas les dejaba comer y cenar y muy poco espacio para dormir. Y en este tiempo no estaba Rodrigo Lucas, que es el administrador de esta fábrica, en ella, porque todo el tiempo que el susodicho ha asistido no ha consentido que a ningún forzado se le haga agravio, antes los dichos forzados, después de haber acabado con sus tareas, si quieren tomar algún trabajo en la dicha fábrica o trabajar más de lo ordinario les paga por ello lo mismo que si fueran jornaleros, y no consiente que los capataces los maltraten de obras ni palabras no haciendo cosas mal hechas, y siempre tiene respeto a mirar mucho por los hombres que hacen lo que deben. Y que el riesgo de los buitrones, que es donde este que declara tiene dicho que se azogan los hombres, también se azogan los jornaleros, y los unos y los otros tienen igual el trabajo. Y si como los dichos jornaleros cuando se sienten azogados se ocupan en otras cosas para desazogarse a los dichos forzados hiciesen lo mismo no an-
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darían enfermos, porque se podrían desazogar brevemente. Y esto responde a esta pregunta, y no sabe otra cosa de ella. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo y servicio de la dicha fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son demasiadas y de más rigor que los forzados pueden llevar, y que les cause acabar la vida con brevedad y enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene; y si en lo que se le ha preguntado ha habido culpa, descuido o negligencia, y si por haberla habido han muerto y enfermado algunos forzados, y cuáles y cuántos y por cuya culpa y causa, y qué orden asimismo se podría dar para remediar lo susodicho. Dijo que este que declara no sabe la orden que su Majestad tiene dada en lo que toca a los días, horas y semanas que han de trabajar los dichos forzados; pero lo que pasa es que ahora de presente los días de trabajo suelen trabajar de sol a sol, y lo demás huelgan, y el día de fiesta andan cuadrillas en los tornos del agua por el peligro que correría la mina si no se fuese siempre sacando, y en esto también se ocupan jornaleros, pero cuando no los hay también lo hacen forzados. Y en lo demás contenido en esta pregunta dice lo que dicho tiene. Y que el peligro del dicho azogue es muy grande, porque acontece muchas veces los hombres azogados morir sin confesión y sin recibir los sacramentos de la Iglesia a causa de que pierden la habla y el juicio al tiempo de su muerte, y aun ocho días antes; y este que declara lo ha visto en un hombre que se llamaba Francisco Frachinete, valenciano, y otro que se llamaba Toribio Crespo, forzados, y un esclavo de los dichos Fúcares que se llamaba Francisco «el morisco», y Pedro de Salazar, vecino de Torrijos, y Alonso Velázquez, vecino de Benavente, los cuales eran forzados de la dicha mina, y murieron sin sacramentos por no estar capaces para poderlos recibir, porque murieron sin juicio y haciendo bascas como rabiosos, a los cuales los curaba el licenciado Barcelona, médico que a la sazón era asalariado de la dicha fábrica, y enfermeros Alexandre, tudesco, y Miguel Salvador, que de presente es barbero de la dicha fábrica, y el dicho Alexandre se fue, y no sabe dónde. Y este que declara se acuerda que, siendo capataz Luis Sánchez en tiempo que era veedor Miguel Rodríguez, ambos a dos eran los que hacían los malos tratamientos a los forzados. Y que asimismo vio este que declara, habrá dos años poco más o menos, que estando Juan Guijarro, que hacía oficio de veedor en la dicha fábrica y al presente es es-
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cribano en la boca de la contramina, que estándose concertando con unos jornaleros sobre que sacasen dos hornos de ceniza de los buitrones de los cocimientos de los dichos metales, y hallándose presente Bartolomé Sarcedo, vecino de Agudo, y Juan Sevillano, morisco, forzados en la dicha fábrica, dijeron a los dichos jornaleros que mirasen cómo se concertaban, que si se sabían detenerles darían más, y por esto el dicho Juan Guijarro se enojó con los dichos forzados y les hizo entrar en los dichos hornos y las dichas cenizas estando calientes. Y esto sabe de esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados, después de haber cumplido el tiempo de sus condenaciones, se les hace estar por fuerza y contra su voluntad algunos meses, años o días más del dicho tiempo en que fueron condenados. Dijo que lo que este testigo ha visto, después que está en la dicha fábrica, es que luego que cualquiera forzado cumple el tiempo de su condenación se le da libertad sin detenerlo ninguna cosa, y se le da su testimonio y recaudos bastantes para que se puedan ir donde quisieran. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o no algunas dádivas a las personas que los tienen a su cargo, o por amistades o enemistades que con ellos tengan; y si habiéndose quejado de sus agravios y malos tratamientos los dichos forzados han sido oídos o no, y si se ha puesto remedio a sus agravios y quejas, y si por no se haber puesto han sucedido muertes o enfermedades u otros daños, y a quién y cuándo y por cúya culpa. Dijo que no sabe ni ha visto ninguna cosa de lo contenido en esta pregunta. Y esto responde a ella. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y minas del azogue, y en lo perteneciente a su Majestad, ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que no lo sabe. Y luego, por mandado del dicho señor juez visitador, le fue leído a este testigo por mí, el escribano yuso escrito, los capítulos del traslado del asiento y concierto que su Majestad mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos, y Juan Jedler en su nombre, sobre la administración de la dicha mina del azogue. Y le fue preguntado si sabe que los dichos capítulos se hayan guardado, cumplido y ejecutado, y cada uno de ellos, o si se ha excedido de ellos, y quién y en qué. Dijo no sabe ninguna cosa de lo que se le pregunta, ni lo ha entendido ni oído decir. Y esto responde. Preguntado si dándole a este que declara algún espacio de tiempo para recorrer su memoria se podría acordar de alguna cosa más de lo que tiene dicho, y qué personas lo podrían decir y deponer. Dijo que
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podría ser que en algún espacio de tiempo que se le diese, recorriendo su memoria, se acordase de alguna cosa de lo que se le pregunta, y lo declararía. Y el dicho señor juez visitador le mandó que, so cargo del dicho juramento que tiene hecho, que si en algún tiempo se acordare o supiere de alguna de las dichas cosas o de alguna persona que las sepa o parte de ellas, lo venga a decir y declarar ante el dicho señor juez visitador. El cual lo prometió así. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho fue impuesto para ello, atraído e inducido, sobornado o atemorizado por alguna persona con dádivas o promesas o amenazas. Dijo que no, sino que libremente lo vino a decir sin temor ni amor de ninguna persona, y que todo lo que ha dicho y declarado es la verdad so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele a este testigo su dicho luego que lo acabó de decir, y habiéndolo oído y entendido se afirmó y ratificó en él. Fuele encargado el secreto so cargo del dicho juramento; prometiolo y no firmó porque dijo que no sabía. Y dijo ser de edad de veintisiete años, poco más o menos. Visitador Francisco. Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE M A R T Í N SÁNCHEZ, FORZADO
En la villa del Almadén, el dicho día viernes, doce días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador por especial comisión del rey nuestro señor, mandó traer ante sí a un hombre forzado de la dicha mina del azogue, del cual el dicho señor juez visitador tomó y recibió juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado por el dicho señor juez dijo lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y por qué justicias fue condenado a servir en la dicha mina, y por qué delito y tiempo, y cuánto ha que sirve en la dicha mina. Dijo que se llama Martín Sánchez y es natural de Ecija, y fue condenado por la justicia de la villa de Santofimia a que sirviese en la dicha mina tiempo de cuatro años por cierto hurto de unas cabalgaduras que hicieron este que declara y otro compañero suyo, que asimismo está por forzado en la dicha mina, y habrá que está en ella tiempo de dos años y medio, poco más o menos. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo car-
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go está la dicha fábrica del azogue, y de otras personas que hayan tenido poder para ello, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración y buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no tiene noticia de ningunos papeles ni órdenes que haya de lo que se le pregunta. Y esto responde. Preguntado si sabe que se hayan guardado, cumplido y ejecutado las dichas órdenes, gravámenes, instrucciones, capítulos y mandatos, o se haya contravenido a ellos, y por quién y por qué, cuándo y cómo y en qué, y con cúya licencia, orden y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que - c o m o dicho tiene- no sabe ni tiene noticia de ningunas órdenes ni ha visto más de lo que Rodrigo Lucas da de palabra, que ha visto que se guardan por todas las personas que entienden en la dicha mina. Y lo demás no lo sabe. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en esta fábrica y cuál deba ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa de cualquier suerte que sea de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que ha oído decir que ha de haber número de cuarenta forzados que el rey nuestro señor ha de dar a los Fúcares para la dicha fábrica; y este testigo ha conocido, después que vino a la dicha fábrica, cuarenta y seis o cuarenta y siete forzados juntos, porque de más de los cuarenta que los dichos Fúcares toman en Toledo por mandado de su Majestad, de los lugares comarcanos a la dicha villa del Almadén condenan al servicio de la dicha fábrica otros algunos y los envían a ella, y estos no entran en cuenta de los dichos cuarenta forzados. Y no sabe el tratamiento que su Majestad manda se les haga a los dichos forzados, mas de que ha visto que el que se les hace es bueno, porque en lo que toca a su comida se les da cada día de ración a cada forzado dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de vino y un maravedí para garbanzos o verdura. Y en lo que toca al vestido, se les da a cada uno en cada un año un vestido que es una ropilla, calzones y medias y caperuza de frisa o cordellate co-
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lorado; y si es de paño se les da para dos años, y cada año dos camisas y tres pares de zapatos, que es un ordinario honesto con que un hombre puede vestir y sustentarse. Y este que declara está satisfecho con ello y ha visto que lo están los demás forzados que están en la dicha mina. Y en lo que toca a sus enfermedades, ha visto este que declara que cuando enferma alguno de los dichos forzados lo llevan a una enfermería que tienen para ellos, y luego le quitan todo el vestido que lleva y le ponen una camisa limpia de la dicha enfermería, y lo acuestan en una cama en que hay un jergón y un colchón y sus sábanas y almohadas y una o dos frezadas, conforme al tiempo; y los visita un médico que hay asalariado para ello dos veces cada día, y se les da gallina o carnero conforme es menester y ordena el dicho médico, y las dietas y medicinas necesarias sin que les falte nada. Y este que declara, después que vino a la dicha mina, ha estado enfermo tres o cuatro veces, y lo han llevado a la dicha enfermería donde le han curado con mucho cuidado y lo han purgado dos veces en diferentes tiempos, y le han dado los jarabes y las demás medicinas necesarias; y comía ave o carnero, conforme al estado de la enfermedad y el médico lo mandaba, sin darle cosa que fuese contraria para la salud. Y ha oído este que declara quejarse a muchos forzados que han estado enfermos, a todos en general, que no los dejan convalecer de sus enfermedades sino que luego, como les falta la calentura, no los acaban de purgar, los hacen ir a trabajar a la dicha mina, de cuya causa los dichos forzados no acaban de sanar de sus enfermedades, porque como van tan flacos y debilitados luego vuelven a recaer, lo cual se hace después que el médico en la dicha fábrica, el que está de presente que se llamare licenciado Andrés de Segura, y dicen que ha sido orden suya. Y que esto que toca al trabajo, este que declara no puede poner cosa alguna porque siempre lo han ocupado fuera de la mina en hacer zacas para sacar agua, que es su oficio de este testigo, donde trabaja de sol a sol. Y ha oído decir a todos los forzados que el trabajo es moderado, de manera que cualquier hombre lo puede llevar. Y ha visto este testigo que muchos forzados de asistir al cocimiento de los metales, de donde se saca el azogue de los hornos, que es el trabajo de mayor peligro que hay para la salud, porque con el humo del dicho metal y la ordinaria asistencia hace notable daño a la salud de los hombres, porque muchos vienen a perder el jucio y otros a quedar azogados, y de la dicha ocasión de llevar los cubos del azogue dende donde lo lavan hasta el magacén, y de cerner las cenizas, porque se les entran sin sentir por la boca, los ojos y narices, este testigo ha visto a muchos que-
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dar azogados y algunos perder el juicio; y ha oído decir que han muerto muchos de ello, demás de que por estar como están las dichas cenizas muy calientes se les abrasan los pies y las manos. Y no se acuerda haber visto ni sabido que haya muerto nadie sin confesión y recibir los sacramentos. Y ha visto este testigo que con ser el dicho trabajo tan grande y de tanto peligro -como tiene dicho- asisten a él muchos jornaleros de su voluntad y por su sueldo, aunque estos en sintiéndose azogados se salen del dicho trabajo y se curan, y curándose con tiempo no quedan azogados como los forzados, que con el continuo trabajo y asistencia nunca quedan perfectamente sanos, y de la continua asistencia vienen a enfermar y morir, según dicho es. Y que el remedio que en esto podría haber sería y él es mudando el trabajo y ocupándolos en otras cosas interpoladamente. Y esto sabe y no otra cosa de lo contenido en esta pregunta, y responde a ella. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo y servicio de la dicha mina más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cuya causa han muerto. Dijo que no sabe las horas que su Majestad tiene mandado que los forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica asistan al trabajo y servicio de ella, mas de que este testigo ha visto que trabajan de sol a sol, y este es el ordinario trabajo así en los forzados como en los jornaleros. Y que el dicho trabajo no es de manera que no se pueda llevar, excepto en las cosas que tiene declaradas en las preguntas antes de esta, a que este testigo se remite y refiere en todo lo demás contenido en esta pregunta. Y esto responde a ella. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad, después de haber cumplido el tiempo de sus condenaciones, más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que luego que los dichos forzados cumplen el tiempo de sus condenaciones se les da testimonio de ello, y si son de los condenados por las justicias de los lugares comarcanos se les da luego libertad y con el dicho testimonio se pueden ir y van, y si son de los que se reciben en Toledo envían el dicho testimonio a Juan Jedler, a la villa de
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Almagro, y el dicho Juan Jedler les envía su libertad; y en el entretanto que envían al dicho Juan Jedler con el dicho testimonio, y el dicho Juan Jedler les envía la dicha libertad, se les da en la dicha mina en que trabajen y se les paga su sueldo dende el día que cumplen sin detenerlos punto ni hora más. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién y cuándo y por cuya culpa. Dijo que dice lo que dicho y declarado tiene en las preguntas antes de esta, a que se remite y refiere, y no sabe otra cosa. Y esto responde. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo de claridad y cuidado que conviene. Dijo que siempre este testigo ha entendido que ha habido y hay en lo que se le pregunta el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene, sin haber visto, sabido ni oído decir cosa en contrario. Y esto responde a esta pregunta. Fue preguntado qué personas podrían decir sus dichos cerca de lo que se le ha preguntado en todas las preguntas que se le han hecho, y quién podría tener noticia de cualquier de ellas. Dijo que mucha gente de los vecinos de esta villa, que este testigo no sabe quién son por ser forastero, y todos los forzados, en especial Cristóbal López y Téllez, gitano, y otros que son antiguos en la dicha fábrica, y algunos esclavos que ha mucho tiempo que están en ella, en especial Juan Miguel y Baltasar y otros. Preguntado si antes que este testigo viniese a declarar y decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador, fue impuesto e informado de lo que había de decir y declarar por algunas personas, y si para ello fue atemorizado o inducido o le dieron o prometieron alguna cosa o le hicieron otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador. Fue preguntado si dándole a este testigo algún espacio de tiempo para recorrer su memoria se podría acordar de algunas cosas que se le han preguntado, demás de lo que tiene dicho, y de qué personas tenían noticia de ello. Dijo que por ahora él no se acuerda de otra cosa ni sabe si se podrá acordar de más, pero que él recorrerá su memoria.
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Y demás de las dichas preguntas que le fueron hechas por el dicho señor juez visitador, le fueron leídas las condiciones y capítulos del traslado del asiento y concierto que su Majestad mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos y con Juan Jedler sobre la dicha mina del azogue, y le fue preguntado si sabe que se haya contravenido a ello. Dijo que no lo sabe y que esto que ha dicho es la verdad, so cargo del juramento que tiene hecho. Fuele leído su dicho luego que lo acabó de decir y en ello se afirmó y ratificó; encargósele el secreto, prometiolo, y no lo firmó porque dijo que no sabía. Y declaró ser de edad de veinticuatro años, poco más o menos. Fuele mandado por el dicho juez que, so cargo del juramento que tiene hecho, que si en algún tiempo se acordare o supiere de alguna cosa de las que se le han preguntado demás de lo que ha declarado, o qué personas lo podrán decir y declarar y saben de ello, lo venga a declarar ante su Majestad. El cual lo prometió así. Y el dicho señor juez lo firmó. Visitador se le ha preguntado. Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE C R I S T Ó B A L L Ó P E Z , FORZADO
En la villa del Almadén, trece días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor, mandó traer ante sí a un forzado de la dicha fábrica, y de él tomó y recibió juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado por el dicho señor juez, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y cuánto ha que está en la dicha mina y fábrica del azogue, y por qué justicia y tiempo fue condenado, y por qué delito. Dijo que se llama Cristóbal López y es natural de la ciudad de Jaén, y que habrá tiempo de cinco años, poco más o menos, que está y sirve en la dicha fábrica y mina del azogue; que lo trajeron de la cárcel de Toledo, donde fue llevado por orden de la justicia de la villa de Valladolid por los aledes del crimen de ella, por los cuales fue condenado a que sirviese a su Majestad en sus galeras tiempo de seis años, porque entre este que declara y otros, sus compañeros, robaron una casa en Cantalapiedra, que es cerca de la villa de Medina del Campo. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúca-
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res, a cuyo cargo está la dicha fábrica, y de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que sí. Preguntado qué es lo que dice que sí, dijo que bien sabía lo que le preguntaban. Preguntado qué es lo que se le pregunta y cómo lo sabe, dijo: «Por Dios, no sé nada». Fuele vuelta a leer la dicha pregunta y preguntar por cada cosa en particular de lo en ella contenido. Dijo que no sabía nada, que la sentencia se quedó en Toledo; y haciéndole algunas otras preguntas respondió a ellas fuera de propósito. Y por parecer que no tiene juicio natural, el dicho señor juez visitador mandó que se quede su declaración en este estado y no se prosiga en ella, y que se haga averiguación si cuando el dicho Cristóbal López vino a la dicha fábrica vino con entero juicio o no, y si así quedó en este estado. Y el dicho señor juez lo firmó de su nombre. Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE PEDRO H E R N Á N D E Z , FORZADO
En la dicha villa del Almadén, el dicho día sábado, doce días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor, mandó traer ante sí a un forzado de la dicha fábrica y mina del Almadén, del cual tomó y recibió juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado al tenor de los capítulos de la instrucción, dijo lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y cuánto tiempo ha que es forzado y sirve en la dicha fábrica, y por qué justicia vino condenado, y por qué delito y tiempo. Dijo que se llama Pedro Hernández y es naural de la ciudad de Écija, y que habrá que está y sirve en la dicha mina tres años, poco más o menos; que fue condenado por la justicia de la villa de Santofimia por tiempo de cuatro años por hurto de dos muías, y fue condenado a que sirviese en la dicha fábrica y no a galeras. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, y de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guar-
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dar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no tiene noticia de ninguna cosa de las que se le pregunta. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuáles deben ser conforme a lo mandado por el rey nuestro señor o sus jueces, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que ha oído decir que el rey nuestro señor da cuarenta forzados a los Fúcares para el servicio de la dicha fábrica; lo cual ha oído públicamente, y es público y notorio. Y al tiempo que este testigo vino a la dicha fábrica, que habrá tres años, poco más o menos, le parece que habría los dichos cuarenta forzados en ella, poco más o menos, porque este testigo no los contó; y este testigo oyó decir a forzados y gente que entendía en la dicha mina que había habido en ella juntos cincuenta forzados, poco más o menos, poco tiempo antes que este testigo viniese; porque, no embargante que su Majestad da los dichos cuarenta forzados de los de la cárcel de Toledo que están condenados a galeras, de los lugares comarcanos a la dicha villa del Almadén las justicias de ellos condenan algunos al servico de la dicha fábrica y los envían a ella, los cuales no entran en cuenta de los dichos cuarenta forzados que da su Majestad. Y no sabe este testigo qué tratamiento su Majestad tiene mandado que se haga a los dichos forzados, pero que se les hace buen tratamiento, si no fuese por el mucho daño que reciben del azogue. Y que en lo que toca a su comida, se les da un ordinario bastante con que un hombre puede sustentarse muy bien. Y este testigo y todos los demás forzados están satisfechos con la ración y vestido que se les da,
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porque les dan cada día dos libras y media de buen pan y una libra de carne de macho o de vaca o de puerco, conforme al tiempo que es, y cuartillo y medio de buen vino y un maravedí para garbanzos o verdura para la olla. Y en lo que toca a vestido, se les da un almilla y unos calzones y unas medias calzas y una caperuza colorada, unas veces de frisa o cordellate y otras de paño; si es de la dicha frisa y cordellate se les da un vestido en cada un año, y si es de paño un vestido para dos años. Y que en lo que toca a sus enfermedades, se les hace muy buen tratamiento, porque tienen una enfermería donde cuando algún forzado está malo lo llevan, y le desnudan el vestido que lleva y le dan una camisa limpia de la dicha enfermería, y su cama con un colchón y un jergón y dos sábanas y sus almohadas y frazadas, conforme al tiempo, y paños de manos y de cabeza. Y los visita el médico dos veces cada día, y lo que él receta y manda se les da, dándoles siempre su ave y carnero, conforme al estado de la enfermedad, y las demás medicinas y dietas necesarias sin consentirles comer macho ni cosa que les sea contraria a la salud; y después de haber salido de la dicha enfermería, los tienen convaleciendo tres días en la cárcel sin ir al trabajo, el cual dicho tiempo de convalecencia le parece a este testigo poco para lo que es menester, porque vuelven a recaer luego como los meten tan presto en el trabajo, y van tan flacos y tan debilitados; lo cual se hace por orden del médico que al presente es en la dicha fábrica, que se llama el licenciado Segura. Y que en lo que toca al trabajo que se les da ahora de presente, no es demasiado sino llevadero, porque trabajan de sol a sol. Y después que este testigo vino a la dicha fábrica, que como dicho tiene habrá tres años, poco más o menos, no se les ha dado más trabajo, pero este testigo oyó decir, del dicho tiempo, que en la dicha fábrica había habido un capataz que se decía Luis Sánchez, y que aquel daba a los dichos forzados mucho trabajo y con mucho rigor, porque decían que los metía forzados en los tornos del agua, que es el trabajo mayor que hay en la dicha mina, y les hacía tirar trescientas zacas de agua entre cuatro forzados sin cesar, y que después los sacaba fuera; y al que de los dichos forzados se cansaba antes de acabar de sacar las dichas trescientas zacas de agua los azotaba y maltrataba cruelmente poniéndolos desnudos a la ley de bayona, y con un manojo de mimbres los azotaba con mucho rigor hasta que se hacían pedazos. Y este testigo oyó decir y quejarse a Domingo Fernández, forzado que fue de la dicha fábrica, el cual vio este testigo que del azogue tenía la boca muy dañada y perdida y no podía comer sino cosas muy blandas, y estaba muy flaco y de-
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bilitado, que el dicho capataz Luis Sánchez lo metía en los dichos tornos y desmayaba en ellos como hombre falto de virtud, y el dicho capataz Luis Sánchez lo había sacado muchas veces afuera y lo había hecho azotar muy cruelmente a la ley de bayona; lo cual este testigo asimismo oyó decir a Miguel del Aldea y a Cristóbal López y a otros muchos forzados, y decían que asimismo era cruel con los jornaleros. Y que aunque es verdad que el asistir al cocimiento de los metales, cuando se cuece y saca el azogue, es de mucho peligro para la salud, porque con el humo del dicho metal y la ordinaria asistencia hace notable daño, y muchos vienen a perder el juicio y otros quedan azogados, y este trabajo es el de mayor peligro para la salud de los hombres, este testigo ha visto que han muerto en ello muchas personas por la dicha ocasión, y del dicho achaque y de llevar los cubos del azogue dende donde lo lavan hasta el magacén donde lo encierran y guardan, y de cerner las cenizas, porque esto también es muy dañoso y de mucho peligro, porque se les entran por los ojos, boca y narices, y se les abrasan los pies y las manos por estar muy calientes. En especial se acuerda haber muerto de la dicha ocasión un fulano de Salazar y otro Juan H e rrero, que decía ser vecino de Don Benito, y Francisco de Cuéllar, vecino de Valladolid, y otros muchos que no se acuerda de sus nombres, más que de uno que se llamaba Toribio Crespo, los cuales sabe que murieron sin confesión ni recibir los sacramentos por estar sin juicio y haciendo bascas como hombres rabiosos; y a la dicha sazón era médico de la dicha fábrica el licenciado Barcelona, y enfermeros un forzado de la dicha fábrica que se decía Alexandre y Miguel Salvador, forzado, que ambos han cumplido, y el dicho Alexandre se fue y el dicho Miguel Salvador se está de presente en la dicha fábrica, y no sabe dónde se fue el dicho Alexandre, que era tudesco. Y con ser el dicho trabajo de tanto peligro como tiene dicho, todavía asisten a él muchos jornaleros de su voluntad y por su sueldo, y también suelen salir enfermos y azogados, aunque estos se curan con más facilidad y tiene más remedio su mal por curarse con tiempo, porque en sintiéndose malos luego se salen del dicho trabajo y se van a curar, y nunca suelen asistir más de un mes o dos cuando mucho y en invierno, porque es menos el peligro que en el verano, y en el verano no asisten tanto, y cada uno asiste conforme a la complixión que tiene y se siente de salud; porque en sintiéndose malos luego se van a curar y en estando buenos vuelven de su voluntad, si quieren, al dicho trabajo. Pero como los forzados están sujetos a los que les quisieren mandar, de la mucha asistencia en las cosas dichas vienen a enfermar y morir
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según dicho tiene. Y que el remedio que a este que declara le parece que podría haber para lo susodicho sería, y le es, remudado el trabajo y echarlos a galeras, para que en ellas cumpliesen sus condenaciones; y esto para lo que toca a la salud de los hombres, no embargante que en la dicha fábrica se les hace mejor tratamiento que en las galeras. Y este testigo oyó quejarse a Juan Sevillano y Bartolomé Sarcero, forzados que fueran de la dicha fábrica, de Juan Guijarro, capataz de ella, que estando una vez Juan Guijarro, capataz de ella, concertándose con unos jornaleros para que entrasen a sacar las cenizas de un horno donde se cuecen los metales de que se saca el dicho azogue, y hallándose presentes los dichos Juan Sevillano y Bartolomé Sarcero dijeron que los dichos jornaleros habían pedido poco por sacar las dichas cenizas. El dicho Juan Guijarro se había enojado mucho y les había despedido a los dichos jornaleros, volviéndose contra los dichos forzados con mucho cólera y enojo y les había hecho entrar en el dicho horno estando abrasando, y que sacasen las dichas cenizas. Y este testigo oyó decir a muchas personas, así forzados como gente que por su sueldo entiende en la dicha fábrica, y a vecinos del lugar que se llaman Miguel del Aldea, forzado, y a Fray Juan de Pedraza, asimismo forzado, y Alonso Rodríguez y a otras muchas que de sus nombres de presente no se acuerda, que un año los dichos Fúcares quisieron hacer mucha cantidad de azogue, y para ello hicieron trabajar mucho y muy demasiadamente a los forzados de la dicha fábrica. En especial quien los hacía trabajar era un capataz que a la sazón era en la dicha fábrica, que se llama Miguel Brete y ahora es gardujero (que es allegar el desecho del metal para volverlo a fundir), y que el dicho Miguel Brete maltrataba los forzados, y que del demasiado trabajo y maltratamiento que el dicho Miguel Brete les había dado y hecho, en obra de ocho días habían muertos veinticuatro o veinticinco forzados, y los más de ellos locos y perdido el juicio. Y asimismo oyó decir que el dicho Miguel Brete traía en la mano un bastón con el cual luego que mandaba a los dichos forzados cualquier cosa, si tan presto no lo hacían les daba con el bastón en la cabeza o cuerpo, donde les alcanzaba, y daba con ellos en el suelo. Y que por el dicho trabajo demasiado y peligros en que los metía y malos tratamientos vinieron a morir los dichos veinticuatro o veinticinco forzados en muy breve tiempo de ocho días, como dicho tiene. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina y fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor
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de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cuya causa han muerto. Dijo que no sabe qué orden tiene su Majestad mandada dar, en qué límite de tiempo del trabajo de los dichos forzados mas de que -como dicho tiene- trabajan de sol a sol como trabajan los jornaleros, y que el dicho trabajo no es de manera que no se pueda llevar, excepto en los casos que tiene declarados en las preguntas antes de esta, a que se refiere en todo lo demás que en esta se le ha preguntado. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos en que han sido condenados. Dijo que lo que sabe es que, luego como los dichos forzados cumplen el tiempo de sus condenaciones, luego al momento se les da libertad y los recaudos necesarios para ella, de manera que no sirve ninguno más tiempo del de su condenación. Y esto responde. Fuele preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes o enfermedades u otros daños. Diga quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que de esta pregunta este testigo no sabe más de lo que dicho tiene. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo de claridad y cuidado que conviene. Dijo que sabe que en todo lo tocante y perteneciente a su Majestad en la dicha fábrica ha habido y hay mucha cuenta y razón y muy gran claridad y cuidado, y nunca este testigo ha visto, sabido ni oído decir cosa en contrario; y lo demás lo sabe por lo haber visto, como tiene dicho. Y esto responde a esta pregunta. Fue preguntado qué personas podrán decir sus dichos acerca de las preguntas que a este testigo aquí se le han hecho y podrían tener noticia de ellas. Dijo que no lo sabe más de los forzados que hay en la dicha fábrica. Preguntado si, dándole a este testigo algún espacio de tiempo en que recorra su memoria, se podrá acordar de qué personas
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tienen noticia de las dichas cosas que puedan venir a decir y declarar sobre ello, o si este que declara se podrá acordar de alguna otra cosa de lo que se le ha preguntado, más de lo que tiene declarado. Dijo que podría ser que recorriendo su memoria se acordase de lo que se le pregunta. Y esto responde. Preguntado si antes que este que declara viniese a decir su dicho ante el dicho señor juez visitador fue impuesto, atraído e inducido, o sobornado o atemorizado, o le dieron o prometieron alguna cosa o le hicieron otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del señor juez. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez visitador le fueron leídos a este testigo los capítulos del traslado del asiento y concierto que su Majetad hizo con Marcos Fúcar y hermanos, y Juan Jedler en su nombre, cerca del asiento de la dicha mina; y preguntado por cada uno de ellos si ha sabido o entendido que se hayan guardado o se haya contravenido a ellos. Dijo que no lo sabe ni entendido que se haya hecho por los dichos Fúcares ni por sus agentes cosa que sea contra el dicho asiento. Y esto es verdad y lo que sabe, so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho, afirmóse en él. Fuele encargado el secreto, prometiolo, y no firmó porque dijo no saber. Y asimismo le fue mandado por el dicho señor juez que si en algún tiempo se acordare de alguna otra cosa más de lo que tiene dicho o de algunas personas que lo sepan, lo venga a declarar so cargo del dicho juramento. El cual lo prometió así. Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE FRANCISCO T É L L E Z , GITANO, FORZADO
En la dicha villa del Almadén, el dicho día trece de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor, mandó traer ante sí a un forzado de la dicha fábrica que se dijo llamar Francisco Téllez y ser gitano, del cual el dicho señor juez visitador tomó y recibió juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado por el tenor de la instrucción dada al dicho señor juez, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y qué tanto tiempo ha que está en la dicha fábrica y mina del azogue del Almadén, y por qué justicia, delito y tiempo fue condenado. Dijo que se llama Francisco Téllez y es gitano natural de Málaga, y que ha más de cuatro años que está en la dicha fábrica y mina del azogue; que fue con-
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denado por el gobernador de la villa del Almadén, y que no sabe por qué tiempo está condenado. Y vuelto a preguntar por qué delito, dijo que no lo sabía. Preguntósele muchas veces, y dijo que no sabía más de que vino a ver a un hermano suyo, y que no tiene noticia del delito por que fue condenado. Fuele vuelto a preguntar muchas veces y respondió lo propio, y no dijo otra cosa. Y luego el dicho señor juez visitador mandó que se trajese el testimonio de su sentencia de la contaduría de la dicha fábrica; y enviando por el dicho Francisco Téllez, dijo que fue condenado porque hurtó dos'borricas. Y luego fue traído el dicho testimonio de su sentencia y condenación, por el cual pareció que él y otros fueron condenados en doscientos azotes y seis años de galeras, y que los sirviesen en las dichas minas del Almadén por ladrones. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, gravámenes, mandatos, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración y buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que este que declara estuvo un año en la enfermería abrasada una pierna, y por eso no vio lo que se pasaba. Fuele vuelto a hacer la dicha pregunta por el dicho señor juez visitador diciéndole cada cosa en particular. Dijo que eso los del pueblo lo sabrán, que ellos están allá bajo. Fuéronle hechas por el dicho señor juez visitador otras muchas preguntas y si estaba en su juicio natural, y dijo que no. Preguntado que de qué había procedido no estar en su juicio natural, dijo que de cosas pasadas y que no se acordaba; y a lo demás que se le preguntaba no respondió a propósito, y parecía estar falto de juicio y temblando todo el cuerpo, pies y manos y cabeza. Y el dicho señor juez visitador mandó que no se prosiguiese adelante en su declaración. Y luego le fue preguntado si cuando vino a la dicha fábrica vino con juicio. Dijo que sí, que cayó un ladrillo de lo alto y le dio en una pierna. Y visto lo susodicho, el dicho señor juez visitador mandó que no se pasase adelante en su declaración, y que se reciba información de la manera que estaba al tiempo que vino a la dicha fábrica. Y así lo mandó y firmó Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea.
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D I C H O DE P E D R O D E L G A D O , FORZADO DE LA DICHA MINA
En la dicha villa del Almadén, el dicho día trece de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán mandó traer ante sí a otro forzado de la dicha mina, que se dijo llamar Pedro Delgado, y de él recibió juramento en forma de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad; y en este punto empezó a temblar y dijo que le había dado la cuartana, porque le suelen dar de ordinario. Y visto por el dicho señor juez visitador, mandó llamar al licenciado Andrés de Segura, médico, para que declare si es así. Y así lo mandó y firmó. Ante mí, Juan de Cea. Declaración del médico. Y luego el dicho licenciado Andrés de Segura, médico residente en esta dicha villa, en presencia del dicho señor juez visitador vio al dicho Pedro Delgado, forzado, y le tomó el pulso. Y habiéndole visto, con juramento que el dicho licenciado Andrés de Segura hizo en forma debida de derecho, dijo que este que declara ha que conoce al dicho Pedro Delgado, forzado, quince meses, poco más o menos, el cual ha muchos días que está malo, y ahora de presente está con una agión, y no para poder declarar. Y lo firmó de su nombre, el licenciado Segura. Ante mí, Juan de Cea. Y luego el dicho señor juez visitador mandó que se fuese el dicho Pedro Delgado, y que lo pusiesen en la enfermería y le diesen el recaudo necesario. Y así lo mandó y firmó Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. VUELVE A DECIR P E D R O D E L G A D O
En la villa del Almadén, lunes, quince días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador de su Majestad, habiendo sido informado que a dicho Pedro Delgado, forzado de la dicha fábrica, se le había ya pasado su cuartana y calentura, y quedaba libre de ella y en disposición de poder declarar, lo mandó volver a traer ante sí y fue traído, y de él volvió a tomar y recibir juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado dijo y declaró lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y cuánto tiempo
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ha que está [y] sirve en la dicha fábrica, y por qué justicia fue condenado y por qué delito y tiempo. Dijo que está y sirve en la dicha fábrica y mina del azogue diecinueve meses, y que se llama Pedro Delgado y es natural de la villa de Estepa, y que fue condenado por la justicia de la villa de Belalcázar a que sirviese en la dicha fábrica y en las galeras tiempo de seis años por cierto hurto. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, y otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos, mantenimientos, curas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se hayan contravenido a ellos o contra parte de ellos, y por quién y por qué, cómo, cuándo y en qué, y con cuya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo, por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe ni tiene noticia de las dichas órdenes ni de lo demás que se le ha preguntado. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y manera de vivir que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que no sabe este que declara el número que ha de haber de forzados en la dicha fábrica ni se acuerda cuántos ha visto juntos este que declara, cuando más ha visto; mas de que le parece que, al tiempo que vino a ella, habría hasta quince o dieciséis forzados, que son los más que este testigo ha visto juntos y ha habido en la dicha fábrica después que está en ella. Y que el tratamiento que a este que declara y a los demás forzados de la dicha fábrica se les ha hecho y hace después que
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está en ella es bueno, y nadie se queja de él. Y la ración que se les da es un ordinario honesto con que un hombre puede vivir, porque les dan dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de vino y un maravedí para garbanzos o verdura a la olla. Esto cada día, y más una cabeza de ajos a cada uno por las mañanas para almorzar. Y en lo que toca al vestido, también es suficiente porque les dan una almilla, calzones y calzas y caperuza, si es de frisa o de cordellate para un año, y si es de paño cada dos años, y más dos camisas y tres pares de zapatos cada año; de manera que en lo que toca a la comida y bebida, vestido y calzado se les da todo lo necesario. Y en lo que toca a sus enfermedades, son curados con cuidado, porque este testigo ha visto que hay una enfermería propia de forzados de la dicha fábrica, donde en enfermando alguno, como la enfermedad no sea de azogado, lo llevan a la dicha enfermería, y lo desnudan y quitan la camisa que lleva y le dan otra limpia de la dicha enfermería, y lo acuestan en una cama con dos colchones y dos sábanas y dos frazadas y sus almohadas, y le dan su paño de cabeza y paño de manos, todo con mucha limpieza; y hay un médico asalariado que los visita dos veces cada día, y hay su botica, y en la dicha enfermería los curan y benefician con mucho cuidado, dándoles a comer gallina o carnero, conforme al estado de la enfermedad, y las demás dietas y medicinas necesarias y que el médico ordena, sin que falte ninguna cosa de lo necesario ni se les dé ni consienta comer nada que sea contrario a la salud. Y este testigo ha estado enfermo lo más del tiempo que ha estado en la dicha fábrica, y lo han tenido curando en la dicha enfermería de la manera que tiene dicha, y le han sangrado, jaropado y purgado muchas veces, y le han dado a comer ave y carnero, y le han hecho las demás medicinas que el médico ha ordenado. Y que en lo que toca al trabajo, ahora de presente no es demasiado, antes se trabaja muy poco porque no es más que de sol a sol, y a medio día les dan una hora de huelga para que coman. Y este testigo ha oído decir a forzados de la dicha fábrica, así a los que ahora hay como a otros que han cumplido y se han ido -que el uno de ellos se llamaba Lorenzo Hernández y era del Escorial, y otro Juan Martín, que era de Castilla la Vieja (no se acuerda de qué lugar ni de los nombres de otros a quien lo ha oído)-, que en la dicha fábrica había un capataz, habrá cuatro años, poco más o menos, que se llamaba Luis Sánchez, el cual daba mucho trabajo a los dichos forzados y los trataba con demasiado rigor, porque los metía en los tornos del agua, que es el trabajo mayor que hay en la
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dicha fábrica, y les hacía sacar trescientas zacas de agua entre cuatro forzados sin cesar, y al que de ellos se cansaba antes de cumplir su tarea o acabar de sacar las dichas trescientas zacas de agua, lo sacaba fuera del dicho pozo y lo hacía desnudar y atar y azotar cruelmenete. Y que aunque - c o m o dicho tiene- es el trabajo mayor el sacar el agua, es de mucho mayor peligro para la salud de los hombres el asistir en los buitrones al cocimiento de los azogues, porque el humo del dicho metal y la ordinaria asistencia azoga a los hombres y les hace perder el juicio, y otros quedan azogados. Pero, con todo esto, lo hacen las más veces jornaleros por su jornal de su voluntad, y muy pocas veces lo hacen forzados; y cuando algunos forzados asisten a los dichos cocimientos es solamente a echar leña y no más. Y también es de mucho peligro el cerner las cenizas, pero no ha visto este testigo que tampoco esto lo hagan forzados sino jornaleros, los cuales, aunque entendiendo en los dichos ministerios se azogan, cúranse con facilidad, porque, en sintiéndose mal dispuestos, se salen del dicho trabajo y se van a curar, y si les parece volver en estando buenos vuelven y si no, no; y no se acuerda este que declara haber muerto ningún forzado de azogado, porque, aunque decían haber muerto algunos, fue antes que este que declara viniese a la dicha fábrica. Y este testigo ha oído decir a los esclavos que están en la dicha fábrica que habrá cinco a seis años, poco más o menos, que en una ocasión que hubo se ofreció que los Fúcares quisieron hacer grande cantidad de azogue, y que para ello se les dio a los forzados que había demasiado trabajo, y los hacían hacer hornos, y que del trabajo excesivo que se les daba y del hacerlos hacer los dichos hornos, vinieron a morir en muy breve tiempo más de veinte forzados; y que a la sazón era capataz de la dicha fábrica Miguel Brete, que de presente está en ella y sirve de gardujero (que es recoger los desechos del metal para volverlo a fundir), el cual dicen que andaba de ordinario con un palo en las manos y que hacía entrar a los dichos forzados por fuerza en los hornos ardiendo, y se abrasaban; y que a cualquiera que mandaba alguna cosa si tan presto no lo hacía les daba con el dicho palo y los hacía azotar cruelmente. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina y fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor que los dichos forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados,
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ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cuya causa han muerto. Dijo que no sabe qué orden tiene su Majestad mandada dar en que limite el tiempo que han de trabajar los dichos forzados, mas de que sabe y ha visto que trabajan de sol a sol -como tiene dicho- y como trabajan los jornaleros que andan en la dicha fábrica por su jornal, y que el dicho trabajo no es de manera que no se pueda llevar. Y que en lo que toca a los enfermos -como tiene declarado-, son muy bien curados y con mucho cuidado, y los dejan convalecer después de levantados de las camas tres días, y al que ha menester convalecer más tiempo lo tienen convaleciendo el tiempo que ha menester antes de volverlo al trabajo. Y esto sabe y responde a lo contenido en la pregunta, y en lo demás se remite a lo que tiene declarado en las otras antes de esta a que se refiere. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar en la dicha mina y servir en ella por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos por que vinieron condenados. Dijo que sabe y ha visto que a ningún forzado se le hace estar ningún tiempo más de él en que fue condenado, y que luego que cualquier forzado cumple el tiempo de su condenación, se le da libertad sin detenerle más día, punto ni hora; y con la dicha libertad se le da su testimonio y los recaudos necesarios para que se pueda ir donde quisiere. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que no sabe ni ha oído que han ni hayan sido bien o mal tratados los dichos forzados por ninguna de las causas que se le pregunta; y ha visto este testigo que cuando castigan alguno de los dichos forzados es con razón y porque lo merece. Y que cuando alguno se queja de algún agravio son muy bien oídos y se pone remedio a sus quejas, y los desagravian. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que después que este testigo está en la dicha fábrica, que -como dicho tiene- ha diecinueve meses, poco más o menos, ha visto que en la administración de ella y en todo lo demás ha habido y hay muy buen recaudo, sin que en esto haya habido falta en nada. Y esto responde a esta pregunta.
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Fue preguntado si sabe que en la dicha fábrica haya alguna cosa que tenga necesidad de remedio. Dijo que no lo sabe. Fue preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de las preguntas que se le han hecho y podrían tener noticia de cualquier de ellas. Dijo que no lo sabe, mas de que ha oído decir que en la dicha villa del Almadén hay muchas personas que han sido forzados de la dicha fábrica, que tendrán noticia larga de todo ello, aunque este testigo no sabe ni ha oído decir quién son ni cómo se llaman. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si antes que este que declara viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador fue impuesto o informado de lo que había de decir y declarar por algunas personas, y si para ello fue atemorizado o inducido o le dieron o prometieron alguna cosa o le hicieron otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente ha venido a decir su dicho y declaración por mandado del dicho señor visitador. Y demás de las dichas preguntas hechas por el dicho señor juez visitador por mandado de su Majestad, le fueron leídos por mí, el escribano de su comisión yuso escrito, los capítulos de los traslados de los asientos y conciertos que su Majestad mandó tomar con los dichos Fúcares y Juan Jedler acerca de la dicha fábrica y mina del azogue, que están en este proceso, y habiéndolos oído y entendido cada uno de ellos de por sí. Dijo que no lo sabe ni ninguno de ellos, y que todo lo que ha dicho es verdad para el juramento que tiene hecho. Preguntado si dándole a este testigo algún espacio de tiempo en que recorra su memoria se podrá acordar de algunas cosas más de lo que tiene dicho o de algunas personas que puedan decir sus dichos cerca de lo que se le ha preguntado. Dijo que, aunque se le de mucho tiempo y recorra en él su memoria, no se puede acordar de más de lo que tiene dicho, porque ha poco tiempo que este testigo está en la dicha fábrica; y que todo lo que ha dicho y declara es la verdad y lo que sabe, so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho, afirmóse en él. Encargósele el secreto, prometiolo; y no firmó porque dijo que no sabía. Firmolo el dicho señor juez visitador por se, Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE L U I S DE M A L E A , GITANO, FORZADO
En la dicha villa del Almadén, el dicho día lunes, quince días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el di-
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cho señor Mateo Alemán, juez por especial comisión del rey nuestro señor y su contador, mandó traer ante sí a otro forzado de la dicha fábrica, y de él tomó y recibió juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado por el dicho señor juez dijo lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y cuánto tiempo ha que está y sirve en la dicha fábrica y mina del azogue, y por qué justicia fue condenado y por qué delito y tiempo. Dijo que se llama Luis de Malea y es natural de Vigo, y que ha cuarenta y cuatro meses, poco más o menos, que está y sirve en la dicha mina y fábrica del azogue del Almadén, y que fue condenado por la justicia de la villa de Siruela por tiempo de cuatro años de servicio de la dicha fábrica por ciertos hurtos. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si tiene noticias de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica de azogue, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas, medicinas en sus enfermedades. Dijo que no tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Y esto responde. Preguntado si sabe que se haya guardado las dichas órdenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas, contra parte de ellas, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y no lo sabe. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que ha oído decir este que declara que su Majestad tiene mandado que haya número de cuarenta forzados en la dicha fábrica; y que los más que este que declara ha co-
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nocido juntos en la dicha mina fue cuando vino a ella, que le parece que habría veinte forzados, poco más o menos, aunque este testigo no los contó. Y que el tratamiento que de presente se les hace a los dichos forzados en la dicha fábrica es bueno, porque al que es hombre de bien lo tratan bien y al que es malo lo tratan como malo. Y en lo que toca al mantenimiento, es un ordinario honesto con que un hombre puede pasar, porque la ración que se les da es cada día dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de vino y un maravedí para garbanzos o verdura y una cabeza de ajos para almorzar para la mañana. Y en sus vestidos les dan unas veces de vestir de paño y otras de frisa y de cordellate; cuando se les da vestido de paño es para dos años y cuando se les da de frisa o de cordellate se les da cada año un vestido; y asimismo les dan dos camisas y tres pares de zapatos en cada un año. De manera que en lo que toca al comer y beber, vestido y calzado no les falta lo necesario. Y que en lo que toca a sus enfermedades, los curan muy bien y con mucho cuidado, porque tienen una enfermería propia donde cuando algunos de los dichos forzados están enfermos, como no sean azogados, los llevan a la dicha enfermería y los desnudan todo el vestido que llevan y la camisa, y les dan una camisa limpia de la enfermería y una muy buena cama con dos colchones y dos sábanas y dos frazadas y sus almohadas, y paño de manos y paño de cabeza; y los curan y benefician con mucho cuidado, dándoles médico que para ello hay asalariado, el cual los visita dos veces cada día, y les dan a comer ave o carnero conforme a lo que ha menester y el estado de la enfermedad, y las dietas y medicinas necesarias y todo lo que el médico ordena, sin que les falte cosa alguna; y que a los que están azogados - c o m o dicho tiene- no les llevan a la dicha enfermería si no es cuando se quieren morir, para darles los sacramentos. Y este que declara ha estado enfermo tres veces en diferentes tiempos y le han curado en la dicha enfermería de la manera que tiene dicha, y le han sangrado, jaropado, purgado, y le dieron los sacramentos porque los pidió este que declara; y los que están azogados, si no se los dan luego se mueren sin ellos, porque se les priva el sentido. Y que en lo que toca al trabajo que se les da ahora de presente no es demasiado, porque trabajan de sol a sol y a medio día se les da una hora de holgar, y aun dos, para que coman y descansen. Y que habrá más de tres años que este que declara conoció en la dicha fábrica un
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capataz que se llamaba Luis Sánchez, que era de Chillón, a lo que cree este testigo, el cual vio que daba demasiado trabajo a los dichos forzados y les hacía que trabajasen en los tornos del agua, que es el trabajo mayor que hay en la dicha fábrica; y les hacía sacar entre cuatro forzados trescientas zacas de agua sin cesar, y al que de ellos se cansaba antes de cumplir la dicha tarea y acabar de sacar las dichas trescientas zaques de agua, los sacaba fuera de la dicha mina y los hacía azotar cruelmente a la ley de bayona con un manojo de mimbres hasta que se quebraban las mimbres y les saltaba la sangre. Y en especial vio este testigo que a un forzado que estaba en la dicha fábrica que se llamaba Domingo Hernández, que era de Castilla la Vieja (no se acuerda este testigo de qué lugar), el cual tenía la boca llena de llagas muy dañadas del azogue y humo de él, de manera que porque no se le cerrase la boca traía de ordinario en ella un cañuto de caña, y no podía comer sino muy poca cosa por no poderlo meter en la boza. Y andando el dicho Domingo Hernández en los dichos tornos del agua trabajando, como hombre flaco y falto de virtud, desmayó, y el dicho capataz Luis Sánchez lo sacó fuera dos veces en un día y lo azotó cruelmente. Porque aunque este testigo lo oyó decir al dicho Domingo Hernández y a las demás personas que a la sazón estaban en la dicha fábrica, y fue muy público y notorio en ella, y el dicho Domingo Hernández dijo a este testigo y a los demás forzados, estando en la cárcel de la dicha fábrica, que pidiéndole al dicho Luis Sánchez que no lo matase por amor de Dios, respondió: «Vos pagaréis aquí en este mundo y yo lo iré a pagar en el otro». Y mientras el dicho Luis Sánchez fue vivo pasaron mucha malaventura los dichos forzados. Y queriendo arrendar los tornos algunos trabajadores para sacar el agua, el dicho capataz Luis Sánchez no lo consentía, sino que los tirasen los forzados. Y este testigo le conoció ser capataz y mandar en la dicha fábrica tiempo de un año, poco más o menos, y ha oído decir este testigo públicamente que estuvo mucho tiempo; y a este testigo, el mismo día que vino a la dicha fábrica, lo metió a tirar el torno, y porque no lo acertó a tirar como no sabía como nuevo, lo sacó afuera y lo azotó con unas mimbres a la ley de bayona, lo cual vio fray Juan de Pedraza y Gaspar de Contreras, esclavo, que fue el que lo azotó por mandado del dicho Luis Sánchez, y otro esclavo que se llama Gaspar Moreno y otros de que no se acuerda de sus nombres. Y sabe este testigo que ningún forzado se osó quejar ni agraviar de ello por temor de que el dicho Luis Sánchez no les diese otro tanto más, ni sabe que se tratase del remedio de lo
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susodicho porque no se remedió nada hasta que el dicho Luis Sánchez murió. Y que aunque -como tiene dicho- el mayor trabajo que hay en la dicha mina es el andar en los tornos del agua, es el de mayor peligro el andar en los buitrones y cerner las cenizas y desbrasar, que es sacar la brasa de los hornos y tenderla para otro día cerner las cenizas y llevar los cubos del azogue dende donde se lava hasta el magacén donde se encierra y guarda, porque de aquestos trabajos se azogan los hombres y vienen a perder el juicio y a enfermar y morir de ello, y que, aunque es verdad que también trabajan jornaleros en las cosas dichas por su jornal y de su voluntad, no les es tan dañoso porque les dura poco el trabajo y, en sintiéndose azogados, se salen y se van a curar y no vuelven hasta que están sanos, y de esta manera es muy breve el remedio; pero los dichos forzados, como están sujetos a lo que los quisieran mandar, con el continuo trabajo y asistencia vienen a enfermar y morir muchos de los dichos forzados; y este testigo ha visto morir muchos de la dicha ocasión. En especial se acuerda este testigo haber visto morir de la dicha ocasión a un gitano que se llamaba Amado y a Diego Hernández, forzado, vecino del Almadén, y Juan López, que era de La Mancha, y Diego López, sastres, y otro que se llamaba Fulano de Salazar, natural de Torrijos, y Alonso Velázquez, no sabe de dónde era mas de que lo trajeron de Villanueva de los Infantes, y Juan Herrero, vecino de Don Benito, y Francisco de Cuéllar, vecino de Valladolid; y no sabe si murieron confesados y comulgados o no, mas de que el dicho Alonso Velázquez murió en la cárcel debajo de una escalera, sin llevarlo a la enfermería, y allí murió rabiando, y era a la sazón alcaide de la cárcel Leonardo del Salto -que lo es al presente-, y habrá que murió dos años y medio, poco más o menos. Y que el remedio que a este que declara le parece que podría haber en esto, sería no echar ningunos forzados a la dicha mina, sino hacerles que cumplan sus condenaciones en las galeras, y el remudando el trabajo y ocupándolos en otros ministerios. Y que habrá tiempo de dos años, poco más o menos, que siendo Juan Guijarro capataz de la dicha fábrica, y al presente lo es de la contramina, este testigo oyó decir públicamente a todas las personas que entendían en la dicha fábrica, así libres como forzados, que estando el dicho Juan Guijarro concertándose con unos jornaleros para que sacasen ciertas cenizas de un horno donde se cuecen los metales, y hallándose presente al dicho concierto Juan Sevillano y Bartolomé Sarcero, vecino de Agudo, forzados, porque dijeron que los dichos jornaleros habían pedido poco por sacar las dichas cenizas, el dicho Juan Guija-
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rro se enojó mucho con ellos y volviéndose contra ellos con grande cólera y enojo los hizo entrar en el dicho horno estando caliente y que sacasen las dichas cenizas, y despidió a los dichos jornaleros; y de ello vio este testigo que los dichos Bartolomé Sarcero y Juan Sevillano tenían las bocas muy malas y llenas de llagas. Y este testigo oyó decir que antes que este testigo viniese a la dicha fábrica -que no sabe qué tiempo habrá- se ofreció cierta ocasión en que los Fúcares quisieron hacer mucha cantidad de azogue, y para ello trabajaron demasiadamente a todos los forzados que a la dicha sazón había en la dicha fábrica, y que del demasiado trabajo que les dieron murieron muchos forzados en muy breve tiempo. No se acuerda este testigo haber oído decir quién era capataz en el dicho tiempo. Preguntado si a los dichos forzados se les hace trabajar en la dicha mina y fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son, cuántos y por cuya causa han muerto. Dijo que no sabe qué horas tiene su Majestad dado orden que trabajen los dichos forzados, mas de que -como dicho tiene- trabajan de sol a sol como los jornaleros, si no es cuando los meten en el torno que suelen tardar en sacar los trescientos zaques de agua, que es una tarea entre cuatro, cinco y seis horas; y que el trabajo que tienen los dichos forzados no es demasiado, de manera que no se puede llevar excepto en los casos que tiene declarados en las preguntas antes de esta, a que se refiere en todo lo demás que en esta pregunta a este testigo se le ha preguntado. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos en que vinieron condenados al servicio de la dicha fábrica. Dijo que lo que sabe es que luego como cualquiera de los dichos forzados cumple el tiempo de su condenación y pide su libertad, sin detenerle un día ni una hora más si no quiere él estar de su voluntad, porque luego como cumple le dan su testimonio y recaudos de ello, y lo envían a Almagro, a Juan Jedler, el cual les envía luego su libertad y los recaudos necesarios para que se puedan ir donde quisieren libremente. Y esto responde a esta pregunta.
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Fue preguntado este testigo si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido del haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga quién, cuándo y por cúya culpa. Dijo que de esta pregunta no sabe más de lo que dicho tiene, y que no hay a quién quejarse ni hay a quién, sino que cada uno ha de pasar su mal o su bien. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que este que declara no sabe de lo contenido en esta pregunta ninguna cosa, mas de que entiende que ha habido y haya la claridad y cuidado que conviene, y nunca ha sabido ni entendido otra cosa. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que haya alguna cosa digna de remediar en la dicha fábrica. Dijo que no sabe ninguna cosa. Y esto responde. Fue preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de las preguntas que se le han hecho y podrán tener noticia de ello o de cualquier parte de ello. Dijo que los forzados que hay dirán lo que saben y lo que han visto, y los esclavos, y no sabe de otra persona. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si dándole a este que declara algún espacio de tiempo en que recorra su memoria se podrá acordar de alguna cosa de lo que se le ha preguntado más de lo que tiene dicho, y qué personas podrán decir sus dichos acerca de ello. Dijo que no tiene más que decir de lo que tiene dicho. Y esto responde. Preguntado si antes que este que declara viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador, este que declara fue impuesto o informado de lo que había de decir y declarar por algunas personas, y si para ello fue atemorizado o inducido, o le dieron o prometieron alguna cosa o le hicieron otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador. Y esto responde a esta pregunta. Y que, demás de lo que tiene dicho y declarado, habrá tres años, poco más o menos, que en la dicha fábrica hubo un veedor y que se decía Miguel Rodríguez, que ahora de presente vive en Chillón, el cual daba a los forzados demasiado trabajo, porque les hacía trabajar de día y de noche en la dicha mina y en los tornos del agua, porque después
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de haber trabajado todo el día en la mina los llevaba de noche a tirar los tornos del agua y les hacía sacar trescientos zaques de agua entre cuatro de cada torno del agua, lo que saben y podrán decir Miguel del Aldea y Pedro Hernández, castellano, forzados, y todos los forzados que en aquel tiempo estuvieron en la dicha mina. Y esto es lo que sabe y pasa cerca de lo que toca al dicho Miguel Rodríguez, veedor. Y demás de las dichas preguntas hechas a este que declara por el dicho señor juez por mandado de su Majestad, le fueron leídos los capítulos de los traslados de los asientos que el rey nuestro señor mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos y Juan Jedler sobre la administración de la dicha fábrica del azogue, y le fue preguntado por cada uno de ellos de por sí, si sabe que los dichos capítulos y condiciones se hayan guardado, cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos. Dijo que no sabe que se haya contravenido a los dichos capítulos y condiciones, antes que se ha cumplido y cumple con ellos sin que haya falta en nada. Y que esto que ha dicho y declarado es la verdad y lo que sabe y pasa cerca de lo que se le ha preguntado, y no sabe otra cosa. Lo cual todo que ha dicho y declarado es la verdad, so cargo de juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho luego que lo acabó de decir, afirmóse en él. Encargósele el secreto, prometiolo y no firmó porque dijo que no sabía. Y declaró ser de edad de veinticuatro o veinticinco años, poco más o menos. Firmolo el dicho señor juez visitador. Diego López, capataz, y entre renglón veedor. Mandado por se, Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE M A R C O S H E R N Á N D E Z , FORZADO
E n la dicha villa del Almadén, martes, dieciséis días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador de su Majestad, sobre la visita de la dicha mina y fábrica del azogue de esta villa del Almadén, para la dicha averiguación manda traer ante sí a otro forzado de la dicha mina, y de él tomó y recibió juramento en la forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad; y siendo preguntado al tenor de la dicha instrucción, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y cuánto tiempo ha que está y sirve en la dicha mina y fábrica del azogue, y por qué justicia, delito y tiempo fue condenado. Dijo que se llama Marcos Hernández y es natural de Berbería Gazi, y después que es cristiano ha sido vecino de Granada y de la dicha villa del Almadén, y que habrá
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tiempo de cuatro años, poco más o menos, que sirve de forzado en la dicha mina; que fue condenado por la justicia de la dicha villa del Almadén a que sirviese en la dicha fábrica tiempo de cuatro años, porque estando alistado por vecino de esta dicha villa con los naturales del reino de Granada, se salió de su alojamiento y se fue a Sevilla; y que es de edad de sesenta años, poco más o menos. Y esto responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, y de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos, mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Y esto responde. Preguntado si sabe que las dichas órdenes se hayan guardado y las dichas instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos, o por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que no sabe el número que ha de haber de forzados en la dicha fábrica conforme a lo que el rey nuestro señor tiene mandado, y que el mayor número que este testigo ha visto de forzados juntos en la dicha fábrica ha sido más de sesenta, los cuales los había habrá tiempo de tres años, poco más o menos; y este testigo los contó. Y que el haber tantos forzados en la dicha fábrica ha sido porque, no embargante que su Majestad da cuarenta forzados para ella, de esta dicha villa y de los lu-
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gares comarcanos a ella se han echado y echan por las justicias de ellas otros forzados condenados al servicio de la dicha fábrica y los traen a ella, los cuales no entran en cuenta de los dichos cuarenta forzados. Y que el tratamiento que ahora de presente se les hace a los dichos forzados y se les ha hecho después que este testigo es forzado en la dicha fábrica es bueno; porque en lo que toca a su mantenimiento, es un ordinario honesto con que un hombre puede vivir, porque se les da de ración en cada un día dos libras y media de buen pan y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de vino y un maravedí para garbanzos o verdura para la olla, y una cabeza de ajos cada mañana para almorzar, con la cual dicha ración este testigo está satisfecho, y antes le sobra que le falta. Y en lo que toca a sus vestidos, se les da un vestido, en cada un año, de cordellate o frisa, y si es de paño se les da cada dos años un vestido, que es ropilla y calzones, medias calzas y caperuza colorado y dos camisas y tres pares de zapatos en cada un año; de manera que en lo que toca al comer, vestido y calzado no les falta lo necesario. Y en lo que toca a sus enfermedades, son muy bien curados, porque este testigo ha visto que los dichos forzados tienen una enfermería propia para los forzados y esclavos de la dicha fábrica, y ha visto que cuando alguno de los dichos forzados y esclavos enferman los llevan a la dicha enfermería, donde luego los desnudan de toda la ropa y camisa que llevan y les dan una camisa limpia de la dicha enfermería, y los acuestan en buenas camas limpias con un colchón y un jergón y dos sábanas y sus almohadas y frazadas, y tocador y paño de manos; y hay un médico asalariado que los visita dos veces cada día con cuidado, y les dan ave o gallina y todas las demás dietas y medicinas que el dicho médico manda sin que les falte nada, y ordena. Y este testigo, dos veces que ha estado enfermo después que está en la dicha fábrica, lo han curado muy bien en la dicha enfermería y le han dado todo lo necesario, y ave o gallina conforme al estado de su enfermedad, sin consentirle comer macho ni cosa que sea contraria a la salud; y le han jaropado y purgado una vez. Y que solo hay de falta que no los dejan convalecer ningún día después de haberles faltado la calentura, sino luego los mandan ir al trabajo, de cuya causa no acaban de sanar los dichos forzados, porque como salen de la dicha enfermería muy flacos y debilitados y los meten luego el mismo día en el trabajo luego vuelven a recaer, y [a] todos cuantos forzados hay en la dicha mina están enfermos sin que haya ninguno sano; lo cual es orden de Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica por los Fúcares. Y le parece a este testigo,
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y aun es cierto, que se remediaría con dejarlos convalecer algunos días, como se hacía de antes (porque así se solía hacer ahora tres años), y después que el licenciado Andrés de Segura, médico, está en la dicha fábrica no covalecen. Y que en lo que toca al trabajo, ahora de presente no es demasiado porque trabajan de sol a sol, conforme a como trabajan los jornaleros, pero que podrá haber tiempo de cuatro años, poco más o menos, que fue al tiempo que este testigo entró por forzado en la dicha fábrica, que se les daba a los dichos forzados demasiado trabajo, más del que ellos podían sufrir, porque había en la dicha fábrica un capataz que se llamaba Luis Sánchez, el cual metía a los dichos forzados en los tornos del agua, que es el trabajo mayor que hay en la dicha fábrica, y les hacía tirar trescientos zaques de agua entre cuatro forzados sin cesar; y si de ellos se cansaba alguno lo sacaba fuera y lo hacía azotar, atándolo a la ley de bayona, y lo azotaban con un manojo de mimbres hasta que se quebraban y, quebradas aquellas, tomaban otras, y remudaban dos o tres manojos hasta que todos se quebraban y les saltaba la sangre, y después los volvía del otro lado. Y también ha conocido este testigo en la dicha mina otro capataz que se llamaba Miguel Rodríguez, que ahora de presente vive en Chillón, y otro que se dice Cristóbal Garzón, que todavía es capataz y está en la dicha fábrica, los cuales daban demasiado trabajo a los dichos forzados, y los castigaban con demasiado rigor haciéndoles trabajar más de lo que podían llevar; y todos los dichos forzados se quejaban de ellos. Aunque no sabe que por la dicha ocasión haya enfermado ninguno ni sabe que de ello se haya quejado nadie, y el dicho Miguel Rodríguez se fue y el dicho Cristóbal Garzón se haya enmendado. Y que aunque es verdad que el trabajo mayor de la dicha mina es el sacar agua de los tornos, el peligro mayor que hay en la dicha mina y que es más dañoso a la salud de los hombres es el asistir en los buitrones al cocimiento de los metales de que se saca el azogue y el cerner las cenizas, porque se les entran por los ojos y boca y narices, y el desbrasar los hornos y llevar los cubos del azogue dende donde se lava hasta el magacén, donde se encierra y guarda, porque de ello se azogan los hombres y quedan tontos y fuera de juicio, y vienen a enfermar gravemente. Pero aunque es verdad que lo susodicho son los trabajos de tanto peligro - c o m o tiene dicho-, lo hacen también jornaleros por su jornal, aunque estos, como gente libre, cuando se sienten azogados se salen de la dicha fábrica y se van a curar, y son curados y remediados con mucha facilidad curándose con tiempo, pero los dichos forzados,
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como están sujetos a lo que les quieren mandar, con la continua asistencia vienen a enfermar y morir -según dicho es-, y a los que están azogados si no tienen otras enfermedades no los curan hasta que ya se quieren morir, que los llevan a la enfermería. Y en especial se acuerda este testigo haber visto morir por asistir a los trabajos que tiene dichos un herrero, que no se acuerda de su nombre, y Francisco de Cuéllar, vecino de Valladolid, forzados de la dicha fábrica, y otros de que este testigo no tiene noticia de sus nombres, y algunos de ellos vio que murieron sin juicio, y en especial Juan Bautista, esclavo de un Fulano de Tapia, vecino de Toledo, forzado de la dicha fábrica, de quien asimismo se acuerda este testigo haber visto morir por la dicha ocasión; y no se acuerda que hayan muerto confesados y dados los sacramentos o no, mas de que los vio morir haciendo muchas bascas y como hombres rabiosos. Y que el remedio que a este testigo le parece que podría haber para lo susodicho sería, y él es, remudando el trabajo a que asistiesen poco a poco a las cosas de peligro, como tiene dicho. Y que habrá dos años y medio o tres, poco más o menos, que este testigo vio que estando Juan Guijarro, capataz de la dicha fábrica, concertándose con unos jornaleros para que entrasen en un horno a sacar el azogue de la pileta donde cae cuando se cuece, y hallándose presentes Bartolomé Sarcero y Juan Sevillano, forzados que fueron de la dicha mina, y pareciéndoles a los dichos forzados que los dichos jornaleros habían pedido poco, dijeron que no era mucho lo que pedían; el dicho Juan Guijarro se enojó por esto mucho con los dichos Juan Sevillano y Bartolomé Sarcero y los trató mal de palabra, y luego despidió a los dichos jornaleros, e hizo a los dichos Juan Sevillano y Bartolomé Sarcero que entrasen en el dicho horno estando caliente, hirviendo, y sacasen el dicho azogue, y que estaba el dicho horno de manera que las espuertas que los susodichos metieron para sacar el dicho azogue ardían y se quemaron; y no sabe el daño que de esto les sucedió a los dichos forzados. Y que a un forzado que se llamaba Domingo, y no le supo el sobrenombre, que era de Castilla la Vieja, y cumplió y se le dio libertad, vio este testigo que de estar en los dichos buitrones le faltaba todo un quijar de un lado. Y este testigo ha oído decir a muchas personas, así forzados como libres de la dicha fábrica, que en un año -que no se acuerda haber oído cuánto tiempo ha, mas de que es muy nombrado aquel añoque la gente de la dicha fábrica le llama el año de la prisa, y es cosa muy pública y notoria que sucedió ocasión en que los Fúcares quisieron hacer mucha cantidad de azogue, y para ello trabajaron dema-
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siadamente a los forzados que a la sazón había en la dicha fábrica, y que del demasiado y excesivo trabajo habían muerto, en muy pocos días, más de veinticuatro o veinticinco forzados, y que quien les hacía trabajar y los castigaba con demasiado rigor era un capataz que a la sazón era de la dicha fábrica, que se llamaba Miguel Brete, que ahora es gardujero. Y que habrá seis meses, poco más o menos, que un gardujero que se llama Juan Sánchez, que tiene una mano quemada, sin ocasión ninguna dio a este testigo de palos con un cabo de una piqueta en las costillas del lado izquierdo, de que lo lastimó muy mal y hasta ahora está con dolor en aquel lado. Y que a esto se halló presente una mujer que le dicen la de Patón, que ella coge china y vive en esta villa del Almadén, donde dicen La Hoya, y otra prima suya que le llaman La Gallega, y que otras gentes se hallaron presentes - q u e no se acuerda este testigo quién eran, que las susodichas lo dirán-, de lo cual este testigo no ha osado quejarse, porque los capataces son sus amigos y los azotarían y tratarían muy mal y le darían demasiado trabajo. Y que este testigo vendió al dicho Juan Sánchez un pan por doce maravedís, obra de quince días antes que le diese los dichos palos, y se le ha alzado con ellos y no se los ha querido pagar. Y que este testigo y los demás forzados, el verano pasado, pedían al dicho Juan Sánchez que les diese agua para beber estando trabajando, porque tenía el susodicho a su cargo el agua y no se la quería dar estando pereciendo de sed, y teniéndola el dicho Juan Sánchez solo para el dicho efecto de darla a los dichos forzados cuando quisieren beber, y Juan Guijarro, capataz, se la hizo dar, como lo dirá un forzado que está en la enfermería, que le llaman El Soldado, y el dicho Juan Guijarro y otro forzado que se llama Delgado, y de presente este testigo no se acuerda quién más se halló presente, que estos dirán de otros. Y esto responde y sabe a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina y fábrica más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene o si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cuya causa y culpa han muerto. Dijo que no sabe que su Majestad ni otra persona en su nombre tenga dada orden
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en que limite el tiempo en que han de trabajar los dichos forzados, mas de que - c o m o dicho tiene- trabajan de sol a sol como los jornaleros, y que el dicho trabajo no es ahora de presente de manera que no se pueda llevar, excepto en los casos que tiene declarados en la pregunta antes de esta, a que se refiere en todo lo que en esta se le ha preguntado. Y esto responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados, después de haber cumplido el tiempo de sus condenaciones, se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que, si los dichos forzados cumplen sus condenaciones al tiempo que las pilas están llenas de azogue, los detienen contra su voluntad y por fuerza hasta que lo han sacado y encerrado en el magacén, que dura a lo más largo una semana; y en estando encerrado se les da luego su libertad sin detenerlos más punto ni hora, porque luego se les da testimonio de cómo han cumplido y con el dicho testimonio, que envían a Juan Jedler a Almagro, les envía luego su libertad y los recaudos necesarios para ella y para que libremente se puedan ir donde quisieren. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, o si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que este testigo oyó decir a forzados que han cumplido y se han ido, en especial a uno que se decía Domingo, que a un negro que se llamaba Melchor, que los tenía a su cargo, el que le daba dineros ese era bien tratado y el que no se los daba, no; y que ya despidieron al dicho Melchor, y no los tiene a su cargo. Y que de lo demás este testigo no sabe más de lo que tiene dicho, mas de que habrá dos meses que, estando este testigo en los buitrones un día con una terciana, estaba allí Luis Rodríguez y le pidió a este testigo unas tenazas de arrancar y, sin aguardar ni dar lugar a que se las diese, le dio con un corcho en las espaldas hasta que se quebró, y luego tomó un palo y le dio de palos con él diciendo: «Malaya, porque no lo hallé más aína». A lo cual estuvieron presentes Juan Garzón y Puebla, cocedores de horno, y otros de que no se acuerda; y este testigo estuvo muchos días con dolor de espaldas y no se quejó de ello a nadie. Y esto responde a esta pregunta.
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Preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de las preguntas que se le han hecho y podrán tener noticia de ello. Dijo que de presente no se acuerda de más personas de las que tiene dichas. Y esto responde. Preguntado si sabe que en la dicha fábrica haya alguna cosa que tenga necesidad de remedio. Dijo que no lo sabe más de lo que tiene dicho. Y esto responde. Preguntado si antes que este que declara viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador fue impuesto o informado de lo que había de decir y declarar por algunas personas, y si para ello fue atemorizado o inducido o le dieron o prometieron alguna cosa o le hicieron otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador. Y esto responde a esta pregunta. Demás de las dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez visitador y en su presencia le fueron leído a este testigo por mí, el escribano de esta comisión yuso escrito, los capítulos de los asientos y conciertos que su Majestad mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos sobre la administración de la dicha fábrica y mina del azogue, y siendo preguntado por cada uno de por sí si sabe que se hayan guardado o se haya contravenido a ellos, y en qué y por quién. Dijo que no sabe nada de ello y que esto que ha dicho es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho luego que lo acabó de decir, afirmóse en él. Encargósele el secreto, prometiolo, y no firmó porque dijo que no sabía. Firmolo el dicho señor juez visitador, Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. A U T O D E C Ó M O F R A N C I S C O H E R N Á N D E Z , G I T A N O , ESTÁ F U E R A D E J U I CIO Y NO PUEDE DECLARAR
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, el dicho día dieciséis del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador susodicho, mandó traer ante sí a un gitano forzado de la dicha fábrica que se dijo llamar Francisco Hernández, el cual parecía estar tonto y fuera de juicio; y lo pareció así por algunas cosas que el dicho señor juez visitador le preguntó a que no respondía a propósito, y el dicho señor juez visitador mandó que no se reciba su declaración ni se le tome juramento, y que se reciba información de qué manera estaba al tiempo
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que fue condenado y lo recibieron por forzado de la dicha fábrica, y si estaba en su juicio. Y mandó que el dicho Franciso Hernández, gitano, se fuese a su trabajo. Y así lo proveyó y mandó y firmolo, Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE G U I L L E R M O VALENCIANO, FORZADO
En la dicha villa del Almadén, diecisiete días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor, mandó traer ante sí a un forzado de la dicha fábrica, y de él tomó y recibió juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y fue preguntado. Dijo y declaró lo siguiente. Preguntado cómo se llama y dónde es natural, y cuánto ha que está en la dicha mina y fábrica del azogue, y por qué justicia y tiempo fue condenado y por qué delito. Dijo que se llama Guillermo Valenciano y es natural del reino de Valencia, de un lugar que se llama Toris, y que habrá tiempo de cinco años y ocho meses, poco más o menos, que está y sirve en la dicha fábrica y mina del azogue; que lo trajeron de la ciudad de Valencia sin limitación de tiempo por bandolero. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, capítulos, condiciones, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, y de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Y esto responde. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes e instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas o contra parte de ellas, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe, Y esto responde. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica del azogue y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los di-
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chos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que ha oído decir que ha de haber en la dicha mina y fábrica del azogue cuarenta forzados por orden del rey nuestro señor, y que este testigo ha conocido juntos en la dicha fábrica cuarenta y ocho forzados, que son los más que ha conocido juntos. Y que el tratamiento que a los dichos forzados se les ha hecho y hace en la dicha fábrica es conforme a quien es cada uno, porque al que es hombre de bien lo tratan bien y al que es bellaco lo tratan como a tal. Y en lo que toca al sustento, es un ordinario honesto con que un hombre puede pasar muy bien, porque se les da de ración en cada un día dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de buen vino y un maravedí para garbanzos o verdura para la olla, y una cabeza de ajos cada mañana para almorzar; de manera que en lo que toca a la comida no les falta nada, y este testigo y los demás forzados están contentos y satisfechos, y antes les sobra que les falta. Y en lo que toca a sus vestidos, se les da cada año un vestido de frisa o cordellate, que es una ropilla y unos calzones y unas medias calzas y una caperuza todo colorado y dos camisas y tres pares de zapatos en cada un año, y si el dicho vestido de ropilla, calzones y medias calzas es de paño dan un vestido para dos años; de manera que en lo que toca al vestido tampoco les falta lo necesario. Y si alguno de los dichos forzados no quiere vestido por tenerse bueno el del año antes se lo dan en dineros. Y que en lo que toca a sus enfermedades, este testigo ha visto que hay una enfermería donde, en estando enfermo cualquiera de los dichos forzados, lo llevan a ella, y luego los desnudan de la ropa que llevan y les dan una camisa limpia de la dicha enfermería y un tocador, y los acuestan en una buena cama de dos colchones y dos sábanas y una manta y sus almohadas, y un paño de manos; y los curan y benefician dándoles médico que para ello está asalariado, y los visita dos veces al día; y se les dan sus dietas y medicinas y las demás cosas que el médico ordena para la salud del enfermo bastantemente, y le dan ave o carnero conforme al estado de ella, sin darles macho ni otra cosa que sea contraria a la salud.
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Y este que declara ha estado enfermo en la dicha enfermería dos o tres veces, y le han sangrado y purgado y hecho los demás remedios y beneficios necesarios sin que le haya faltado cosa alguna. Y que en lo que toca al trabajo de los dichos forzados, ahora de presente no es demasiado, si no es el tirar el torno, porque hay hombres que no lo pueden llevar. Y que habrá cuatro años, poco más o menos, que en la dicha fábrica estaba un capataz que se llamaba Luis Sánchez, el cual metía los forzados en los tornos del agua, que es el trabajo mayor que hay en la dicha fábrica, y les hacía tirar trescientas zacas de agua entre cuatro forzados sin cesar, y al que de ellos se cansaba antes de acabar de cumplir su tarea y sacar las dichas trescientas zacas de agua lo sacaba del dicho torno a las fuerzas y le hacía azotar cruelmente, poniéndolos a la ley de bayona, desnudos y atados de pies y manos y metido un palo por las corvas de los pies y sangraduras de los brazos, y les hacía dar hasta que les saltaba la sangre y se quebraban dos o tres manojos de mimbres con que les daban. Y este testigo vio que a un forzado de la dicha fábrica que se llamaba Domingo Hernández, que no se acuerda de dónde era, el cual tenía la boca dañada, llena de llagas y que no podía comer sino muy poca cosa, y cosas blandas por no poderlo meter en la boca, y andando el dicho Domingo Hernández en los tornos del agua donde lo metía el dicho capataz Luis Sánchez, el dicho Domingo Hernández, como hombre flaco y falto de virtud, desmayó en ellos y no podía trabajar, y el dicho capataz Luis Sánchez lo sacó dos veces en un día de los tornos y lo azotó a la ley de bayona - c o m o tiene dicho-; y no sabe este testigo que del dicho castigo ni de otros semejantes que el dicho capataz Luis Sánchez hacía se haya quejado ninguno de los dichos forzados, ni que se haya puesto remedio en ello hasta que el dicho Luis Sánchez murió. Y que el asistir al cocimiento de los metales del dicho azogue es de mucho peligro para la salud de los hombres, porque con el humo del dicho metal y la ordinaria asistencia hace notable daño, y muchos vienen a perder el juicio y otros quedan azogados, y asimismo es de tanto peligro el desbrasar el horno y cerner las cenizas, que se les entran por la boca, ojos y oídos, y - c o m o dicho tiene- vienen a perder el juicio y quedar azogados, y se les caen los dientes y les tiemblan las manos de manera que no las pueden llegar a la boca, y les dan de comer por mano; y las dichas cenizas por estar como están calientes se les abrasan los pies, y de ello han muerto muchos forzados. En especial se acuerda haber visto muertos por la dicha ocasión un esclavo de los dichos Fúcares que se llamaba Francisco el Morisco, y otro esclavo de un Fulano
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de Tapia, vecino de Toledo, que se llamaba Juan Bautista, el cual servía en la dicha fábrica por el dicho su amo, que vino condenado por él forzado a ella; y otro forzado que se llamaba Salazar, que decía ser vecino de Torrijos, y otro forzado que se llamaba Alonso Velázquez, que no se acuerda este testigo de dónde era, y Juan Herrero, vecino de D o n Benito, y Francisco de Cuéllar, que decía ser vecino de Valladolid, y otros dos gallegos, que no se acuerda este testigo cómo se llamaban, y otros muchos que no se acuerda de sus nombres, y murieron haciendo bascas y dando saltos como hombres rabiosos. N o sabe si algunos de ellos murieron sin confesión o no. Pero con ser - c o m o dicho tiene- los dichos trabajos de tanto peligro y daño, asisten a ellos jornaleros por su jornal y suelen salir enfermos y azogados, pero los dichos jornaleros se curan y remedian con mucha facilidad y brevedad, porque, en sintiéndose azogados, luego se salen del dicho trabajo y se van a curar, y nunca suelen asistir a los dichos trabajos de un mes arriba; y de esta manera con mucha facilidad son remediados, porque curándose con tiempo es fácil el remedio. Pero como los forzados están sujetos a lo que les quisieren mandar, de la mucha asitencia a las cosas dichas vienen a enfermar y morir, según dicho es. Y que el remedio que a este que declara le parece que podría haber para lo susodicho sería, y le es, remudando el trabajo y hacerles que cumpliesen sus condenaciones en las galeras, para en lo que toca a la salud de los hombres; aunque en lo que toca a lo demás, en la dicha fábrica se les hace buen tratamiento. Y este testigo ha oído decir a muchas personas de la dicha fábrica, así forzados como libres, que obra de seis meses antes que este testigo viniese a la dicha fábrica, se ofreció ocasión en que los dichos Fúcares quisieron labrar mucha cantidad del azogue, y para ello trabajaron demasiadamente a los forzados que a la sazón había en la dicha fábrica; y que del demasiado trabajo que se les dio habían muerto en muy breve tiempo muchos forzados, que fueron más de veinticuatro o veinticinco forzados. Y que en el dicho tiempo era capataz y el que los hacía trabajar Miguel Brete, que ahora es gardujero en la dicha fábrica, que es recoger los desechos del metal para volverlo a fundir. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace trabajar en la dicha fábrica más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con
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el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ella, de manera que por ella hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros o sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son, y cuántos y por cúya causa han muerto. Dijo que no sabe qué orden tiene su Majestad mandada dar en que limite el tiempo en que han de trabajar los dichos forzados, mas de que trabajan de sol a sol como los demás jornaleros, y que el dicho trabajo no es de manera que no se pueda llevar, excepto en los casos que este testigo tiene declarados en la pregunta antes de esta, a la que se refiere en todo lo que en esta se le ha preguntado. Y esto responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos en que han sido condenados. Dijo que no, sino que luego que cumplen se les da libertad sin detenerlos más punto ni hora, después de haber cumplido el tiempo de su condenación. Y esto responde. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién y cuándo y por cúya culpa. Dijo que de esta pregunta no sabe más de lo que dicho tiene. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que este testigo no sabe que en lo contenido en esta pregunta haya faltado el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Y esto responde. Fue preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de las preguntas que se les han hecho y podrían tener noticia de ellas. Dijo que todo el pueblo, aunque en particular no se acuerda de los nombres de las personas que lo podrán decir. Y esto responde a esta prgunta. Preguntado si dándole a este testigo tiempo en que pueda recorrer su memoria se podría acordar de algunas cosas de lo que se le ha preguntado más de lo que tiene dicho, y qué personas podrán decir sus dichos acerca de ello. Dijo que no sabe si se podrá acordar de alguna cosa más de lo que dicho tiene. Fuele mandado por el dicho señor juez visitador que si en algún tiempo se acordare de lo que se le pregunta o de alguna persona que
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pueda decir y declarar, lo venga a declarar so cargo del juramento que tiene hecho. El cual lo prometió así. Fuele preguntado si sabe que en la dicha fábrica haya alguna cosa que sea necesario remediarse. Dijo que dice lo que dicho tiene y no sabe otra cosa, sino que en lo que toca a los enfermos que están en la enfermería, que no los dejan convalecer más de tres días después de haberles faltado la calentura, y luego los echan al trabajo, de cuya causa por ir tan flacos y debilitados vuelven a recaer luego, y le parece a este testigo que sería necesario dejarlos convalecer algunos días más. Y esto responde, y que esto lo podrán decir el médico y alcaide de la cárcel. Fue preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador fue impuesto o informado de lo que había de decir y declarar por algunas personas, y si para ello fue atemorizado o inducido, o le dieron o prometieron alguna cosa o le hicieron otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador. Y esto responde a esta pregunta. Y demás de las dichas preguntas que por el dicho señor juez visitador le fueron hechas, por mandado del dicho señor visitador le fueron leídos a este testigo por mí, el escribano de la dicha comisión yuso escrito, todos los capítulos de los asientos y conciertos que el rey nuestro señor mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos, y Juan Jedler en su nombre, acerca de la administración de la dicha fábrica y mina del azogue, cuyo traslado está en este proceso. Y habiéndolos oído y entendido, y siendo preguntado por cada uno si sabe que se hayan guardado y cumplido, o que se haya contravenido a ellos. Dijo que no ha sabido ni entendido este testigo que se dejen de guardar los dichos capítulos y condiciones; y que esto que ha dicho es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho, afirmóse en él. Encargósele el secreto, prometiolo, y no lo firmó porque dijo que no sabía. Y declaró ser de edad de veintiséis años, poco más o menos. Visitador mandado entrar por sí, Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE P E D R O M E D U A R , FORZADO
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, en el dicho día diecisiete de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor
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para la dicha averiguación, mandó traer ante sí a otro forzado de la dicha fábrica, y de él tomó y recibió juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad; y siendo preguntado conforme a la instrucción del dicho señor juez visitador, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y cuánto tiempo ha que está en la dicha fábrica y mina del azogue, y por qué justicia y tiempo fue condenado y por qué delito. Dijo que se llama Pedro Meduar y es morisco del Reino de Valencia, natural del lugar del Buñol en el dicho Reino de Valencia, y que ha seis años, poco más o menos, que vino a la dicha mina por mandado del rey nuestro señor sin limitación de tiempo por bandolero. Y esto responde. Preguntado si sabe o tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración y buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no sabe ni tiene noticia este testigo de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Y esto responde. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas o contra parte de ellas, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cuya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que no sabe qué número de forzados ha de haber en la dicha fábrica conforme a lo mandado por su Majestad, mas de que a este tes-
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tigo le parece que habrá habido hasta cuarenta, poco más o menos, en el tiempo que más ha habido después que este testigo está en la dicha fábrica, aunque no tiene entera noticia de ello, porque está azogado y falto de memoria. Y que en lo que toca al trato de los dichos forzados, ahora de presente y de cuatro años a esta parte, son bien tratados. Y en lo que toca a su mantenimiento, es un ordinario honesto con que un hombre puede vivir, porque se les da cada día una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y dos libras y media de buen pan fresco y cuartillo y medio de buen vino y un maravedí para verdura a la olla y una cabeza de ajos por la mañana. Y en lo que toca al vestido, se les da una almilla y unos calzones y unas medias calzas y una caperuza, si es de frisa o cordellate cada año y si es de paño un vestido para dos años, y más les dan cada año dos camisas y un par de zapatos cada cuatro meses, de manera que en lo que toca a la comida, vestido y calzado no les falta lo necesario. Y que en lo que toca a sus enfermedades, son muy bien curados, porque tienen su enfermería propia donde llevan los enfermos con que no sean azogados, y les dan su camisa limpia de la dicha enfermería y un paño de cabeza, y una cama con un colchón y un jergón y dos sábanas y sus frazadas y almohadas y paño de manos, y les dan a comer gallina o carnero, conforme a lo que cada uno ha menester, y médico que hay asalariado para ellos, que los visita dos veces cada día; y todo lo que el dicho médico manda y ordena se les da sin que falte ninguna cosa, y las dietas y medicinas necesarias. Y este testigo ha estado en la dicha enfermería malo dos o tres veces después que vino, y le han sangrado y jaropado y purgado, y dado todo lo necesario, sin consentirle comer macho ni otra cosa que fuese contraria a la salud. Y que en lo que toca al trabajo, - c o m o dicho tiene- ahora de presente no es demasiado ni lo ha sido de cuatro años a esta parte, pero que habrá el dicho tiempo que en la dicha fábrica, dos capataces, que el uno se llamaba Francisco Garzón y el otro Luis Sánchez, que ambos son difuntos, los cuales daban a los forzados demasiado trabajo y los castigaban con mucho rigor, y los metían en los tornos del agua, que es el trabajo mayor de la dicha mina, y les hacían tirar trescientas zacas de agua, y si alguno se cansaba lo sacaban fuera y lo azotaban cruelmente a la ley de bayona con un manojo de mimbres hasta que saltaba la sangre; y los hacían entrar en los hornos ardiendo a sacar las ollas en que se cuecen los metales del azogue, y se abrasaban las manos y los zapatos y se les dañaba la boca. Y el dicho Francisco Garzón estaba con un
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palo en la mano y al que quería salir afuera del dicho horno como se quemaba le daba con el dicho palo, y al que no quería entrar tan presto como él se lo mandaba; y de la dicha ocasión se le cayeron a este testigo los dientes. Y este testigo vio que el dicho Luis Sánchez, capataz, metió en los dichos tornos del agua a un forzado que se decía Domingo Hernández, que no se acuerda de dónde era, y el dicho Domingo Hernández tenía la boca muy dañada y llagada del azogue y entrar en los dichos hornos, de manera que no podía comer casi nada, y tres o cuatro veces estuvo a la muerte, y, como estaba tan flaco y debilitado, desmayó andando en los dichos tornos del agua, y el dicho Luis Sánchez lo sacó afuera dos veces en un día en poco espacio de tiempo y lo desatacó y azotó cruelmente. No sabe este testigo si llegó a noticia de quien lo podrá remediar o no. Y que el asistir al cocimiento de los metales en los hornos donde se cuecen y el desbrasar y el cerner las cenizas, y llevar los cubos del azogue dende donde se lavan hasta el magacén donde se encierra y guarda, es las cosas de mayor peligro para la salud de los hombres, porque se vienen a abrasar los pies y manos y bocas, y azogarse y perder el juicio; y las dichas cenizas se les entran por la boca, oídos y ojos, y de ello han venido a enfermar gravemente y morir muchos de los forzados de la dicha fábrica. En especial se acuerda este testigo haber visto morir por la dicha ocasión un esclavo de los dichos Fúcares que se llamaba Francisco el Morisco y otro esclavo de un Fulano de Tapia, vecino de Toledo, que se llamaba Juan Bautista, el cual servía en lugar del dicho su amo, que vino condenado por forzado a la dicha fábrica, y otro forzado que se llamaba Fulano de Salazar, vecino de Torrijos, y Alonso Velázquez, su compañero, que no se acuerda este testigo de dónde era, y Juan Herrero, que decía ser vecino de Don Benito, y Francisco de Cuéllar, vecino de Valladolid, y otros muchos de que este testigo no se acuerda, los cuales murieron sin juicio y haciendo bascas como hombres rabiosos; y algunos de ellos murieron sin confesión y recibir los sacramentos. Y que no se acuerda cómo se llamaba el médico que por el dicho tiempo había en la dicha fábrica, y eran enfermeros Miguel Salvador, cirujano, y otro forzado que se llamaba Alexandre, extranjero, que se le dio libertad y se fue no sabe este testigo dónde. Y que, aunque es verdad que los dichos trabajos son de tanto peligro, asisten a ellos jornaleros por su jornal de su voluntad, pero, como estos son gente libre, no asisten al dicho trabajo más de quince o viente días o un mes, y, en sintiéndose malos, se van a curar y son curados y remediados con facilidad. Pero como los dichos forzados están sujetos
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a lo que les quieren mandar, de la continua asistencia en las cosas susodichas vienen a enfermar y morir, según dicho tiene. Y que el remedio que a este testigo le parece que podría haber para lo susodicho sería mudarles el trabajo en otras cosas e irlos remudando a menudo, o hacerles que cumplan su condenación en las galeras. Para lo que toca a su salud no embargante que en lo demás en la dicha fábrica se les hace buen tratamiento. Y este testigo vio, en el año que vino a la dicha fábrica, que los Fúcares quisieron labrar mucha cantidad de azogue, y para ello trabajaron mucho a los forzados que a la sazón había en la dicha fábrica los ministros de ella; de manera que en menos de veinte días murieron veinticinco o veintiséis forzados del excesivo trabajo, el cual dicho trabajo les daba Francisco Garzón y Miguel Brete, capataces que a la dicha sazón eran en la dicha fábrica, que el dicho Miguel Brete es ahora gardujero en ella y el dicho Francisco Garzón es ya muerto. Y el dicho Miguel Brete andaba de ordinario con un bastón en las manos y mandaba a los dichos forzados entrar en los dichos hornos y hacer otras faenas, y si luego como lo mandaba no se hacía les daba con el dicho palo en la cabeza o cuerpo, donde les acertaba, y daba con ellos en el suelo. Y a un mozo forzado, que no se acuerda cómo se llamaba, mas de que era de hacia Logroño, lo hizo entrar en un horno ardiendo a sacar las ollas en que se cuece el dicho metal del azogue, y estando dentro del dicho horno, el dicho forzado iba a salir diciendo que se abrasaba, que por amor de Dios lo dejasen salir, y el dicho Miguel Brete le daba con el dicho bastón y le hacía volver adentro; y luego que salió cayó malo y dende a muy pocos días murió de la dicha ocasión, lo cual vio mucha gente que había en la dicha fábrica, así libres como forzados, que de presente no se acuerda de sus nombres. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo y servicio de la dicha mina y fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ella hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cúya causa han muerto. Dijo que dice lo que dicho y declarado tiene en las preguntas antes de esta de este su dicho, a que se remite y refiere, y que no sabe que su
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Majestad tenga dada orden en que limite el tiempo en que han de trabajar los dichos forzados de la dicha mina y fábrica del azogue, mas de que trabajan de sol a sol, como los jornaleros que andan por su jornal en la dicha fábrica. Y que el dicho trabajo que hay ahora de presente no es de manera que no se pueda llevar, excepto en las cosas que tiene declarado en las preguntas antes de esta de este su dicho, a que se remite y refiere en esto, y en todo lo demás que en esta se le ha preguntado. Y esto es lo que este testigo sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días en la dicha fábrica de aquellos por que vinieron condenados. Dijo que lo que cerca de esto sabe es que, luego como cumple cualquier forzado en la dicha fábrica, puede ante la justicia de la dicha villa del Almadén que el contador de ella lo declare, y con la declaración del dicho contador se le envía a la villa del Almagro, donde reside Juan Jedler, regente de los Fúcares, el cual le envía luego su libertad y los recaudos necesarios para ella; y luego que llega le dan la dicha libertad sin detenerlo punto ni hora más. Y esto es lo que este testigo sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Fue preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que de esta pregunta este testigo no sabe más de lo que dicho tiene. Y esto responde a lo en ella contenido. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que este testigo no ha sabido ni entendido que en lo contenido en esta pregunta haya faltado la claridad y cuidado que conviene. Y esto responde. Preguntado qué personas podían decir sus dichos acerca de lo que se le ha preguntado. Dijo que no se acuerda. Preguntado si sabe que haya alguna cosa en que sea necesario poner remedio en la dicha fábrica. Dijo que no sabe más de lo que tiene dicho, y que lo que parece digno de remedio es que en levantándose los enfermos de la enfermería no los dejan convalecer más de tres días,
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y luego les envían a trabajar, y como van tan flacos o debilitados vuelven luego a recaer; y le parece a este testigo sería necesario dejarlos convalecer algún tiempo más hasta que estuviesen buenos para trabajar, como lo dirán el médico y alcaide de la cárcel de los forzados. Y esto responde. Preguntado si dándole a este testigo algún tiempo en que recorra su memoria se podría acordar de algunas cosas más de las que ha dicho, y qué personas podrán decir en ellas. Dijo que podría ser que se acordara de alguna cosa, y que acordándose lo vendrá a declarar. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho fue impuesto o informado por alguna persona de lo que había de decir, o le hicieron algunas promesas, dádivas o amenazas. Dijo que no, sino que libremente viene a decir su dicho. Preguntado si a los capítulos del asiento de la dicha fábrica que le fueron leídos se haya contravenido allí. Dijo que no sabe que se haya contravenido en ninguna cosa de los capítulos de la dicha instrucción, antes entiende que se han guardado y cumplido como en ellos se es. Y que esto que de presente ha dicho es la verdad, so cargo del juramento que tiene hecho; y en ello se afirmó y ratificó, siéndole leído. Y que es de edad de cuarenta años, poco más o menos; y no firmó por no saber. Firmolo el dicho señor juez visitador, Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. D I C H O DE A L O N S O R O D R Í G U E Z R E G O D Ó N
En la villa del Almadén, dieciocho días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador por especial comisión de su Majestad, mandó parecer y traer ante sí a Alonso Rodríguez Regodón, forzado que ha sido en esta fábrica, del que fue recibido juramento en forma de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad y, siendo preguntado, dijo lo siguiente. Preguntado cómo se llama y de dónde es natural, y cuánto tiempo ha que está y sirve en la dicha mina y fábrica del azogue, y por qué justicia, delito y tiempo vino condenado. D i j o que se llama Alonso R o dríguez Regodón y es natural de la ciudad de Trujillo, y que ha seis años y medio que sirve en la dicha fábrica, que fue condenado en la ciudad de Salamanca por la justicia de ella en cuatro años de galeras, digo en seis años, y fue llevado a Toledo de donde lo trajeron a la dicha fábrica, y que fue el delito por rufián; y es de edad de treinta años, poco más o menos. Y esto responde.
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Fue preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, y de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos, mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas o contra parte de ellas, y cómo y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio podría haber para lo de adelante. Dijo que no sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica conforme a lo mandado por su Majestad, mas de que a unos ha oído decir que han de ser treinta y a otros, cuarenta; y que los más que este testigo ha visto después que está en la dicha fábrica han sido hasta cincuenta, a lo que se quiere acordar, poco más o menos. Y que el tratamiento que se les hace y ha hecho, después que este testigo está en la dicha fábrica, ha sido y es muy bueno. Y la ración y vestido que se les da es un ordinario honesto con que un hombre puede vivir, porque la dicha ración es una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y dos libras y media de buen pan fresco y cuartillo y medio de buen vino y un maravedí para verdura a la olla de cada uno, y una cabeza de ajos para almorzar cada mañana o una sardina cuando no hay ajos. Y en lo que toca al vestido, se les da un vestido cada año, que es ropilla, calzones y medias calzas y dos camisas y una caperuza, y cada cuatro meses un par de zapatos; de manera que en lo que toca a la comida y bebida y vestido no les falta lo necesario.
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Y que en lo que toca a sus enfermedades, son curados con cuidado en una enfermería que para ello tienen, donde se les da muy buena cama de un colchón y un jergón y sábanas y almohadas y frazadas, y paño de cabeza y de manos, y médico y botica y todas las medicinas y dietas y la comida que el médico manda; todo ello con mucha limpieza y sin que les falte cosa alguna de lo necesario. Y este testigo ha estado cuatro o cinco veces enfermo y lo han llevado a curar a la dicha enfermería, donde ha sido muy bien curado de la manera que tiene dicho. Y que en lo que toca al trabajo que se les ha dado y da a los dichos forzados, no ha sido ni es demasiado, sino cosa moderada que un hombre puede muy bien llevar, sin que le obligue el trabajo a acabar la vida ni aun enfermar por ello, si no es por el azogue, que se azogan algunos. Y oyó decir que un Luis Sánchez, que fue capataz en la dicha fábrica, era hombre soberbio y que algunas veces reñía con ellos; pero este testigo no lo vio porque siempre ha estado ocupado en la herrería, que es herrero este testigo y no ha servido en la dicha fábrica otra cosa sino en el dicho su oficio. Y habrá seis años que este testigo vio que en la dicha fábrica hubo tanta prisa por hacer mucha cantidad de azogue, y duró la dicha prisa hasta dos meses, y en el dicho tiempo se azogaron muchos, y del azogue murieron veintitrés o veinticuatro esclavos y forzados. Y que, aunque hay otras cosas de más trabajo que asistir al cocimiento de los metales, de donde se saca el azogue, que es el andar en los tornos del agua, el asistir a los dichos cocimientos es la cosa de mayor peligro para la salud, porque se azogan los hombres, y el dicho azogue es artificial y de mayor peligro que lo demás, y muchos vienen a perder el juicio con la gran calor del fuego; y asimismo ha oído decir que es muy malo, y se azogan del cerner las cenizas, porque aquel polvo se les entra por la boca y ojos y narices y los echa a perder, y al desbrasar y llevar los cubos del azogue dende donde se lava hasta donde se encierra y guarda. Pero con ser -como dicho tiene- el trabajo dicho de mayor peligro asisten a ello jornaleros, y mientras hallan jornaleros que por su jornal lo hagan no meten en ello forzados ni esclavos; aunque los dichos jornaleros si se azogan se van luego a curar y son remediados con facilidad, lo que no pueden tener los forzados, que, como están sujetos a lo que los quisieren mandar, de la ordinaria asistencia reciben más daño, y que a estos también les remudan el trabajo y a los que sienten muy azogados no les dan trabajo ninguno, sino los dejan andarse paseando por donde quieren y les dan a comer lo que piden, y más de su ración. Y de la dicha ocasión de azogados, ha visto este testigo que han muerto muchos; en especial se acuerda de Jerónimo de Arce y de Fran-
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cisco García y otro que se decía Valle y otro esclavo que se decía Francisco el Morisco y Juan Bautista, esclavo de Agustín de Tapia, vecino de Toledo, y Fulano de Salazar y Alonso Velázquez y Juan Herrero y Francisco de Cuéllar, vecino de Valladolid, forzados de la dicha fábrica; y no sabe si murieron sin confesión, mas de que ha visto que algunos de ellos murieron sin juicio, y no tenían término para poder confesar aunque se llamaba al confesor. Y este testigo oyó decir a Juan Sevillano y Bartolomé Sarcero, forzados que fueron en la dicha fábrica habrá dos años, poco más o menos, que estándose concertado unos hombres con Juan Guijarro, capataz, para que los dichos hombres sacasen el azogue del horno, porque los susodichos Juan Sevillano y Bartolomé Sarcero habían dicho que habían pedido poco, el dicho Juan Guijarro se había enojado con ellos y les había hecho entrar en el dicho horno y sacar el dicho azogue; no sabe este testigo si el dicho horno estaba caliente ni si de ello les vino algún daño. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina y fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor que los dichos forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ella hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cuya causa han muerto. Dijo que no sabe la orden que su Majestad tiene dada en que limite el tiempo que a los dichos forzados se les ha de hacer trabajar, mas de que sabe que trabajan de sol a sol conforme a como trabajan los jornaleros, y que el dicho trabajo es moderado y no de manera que no lo puedan llevar; y en lo demás se remite a lo que tiene declarado en las preguntas antes de esta. Y esto responde. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos en que vinieron condenados. Dijo que sabe que luego, como cumple cualquier forzado, pide testimonio de ello y la declaración del contador de la dicha fábrica, y lo envía a Almagro a Juan Jedler, y luego les envía su libertad y los recaudos necesarios para ella, para que se pueda ir donde quisiere, sin detenerlo más punto ni hora; y si trabaja alguna cosa dende el día que cumple hasta que viene la dicha libertad de Almagro se les paga como a un jornalero, y se andan por donde quieren. Y esto responde de esta pregunta.
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Fuele preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido, y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes o enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que de esta pregunta no sabe más de lo que dicho tiene, y que todos los fozados son tratados igualmente; y al que es hombre de bien lo tratan como a tal y al que es malo procuran hacerlo bueno. Y esto responde a esta pregunta. Fue preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que este testigo entiende que ha habido muy buen recaudo, claridad y cuidado en todo y nunca ha sabido cosa en contrario. Y esto responde. Preguntado si sabe que haya alguna cosa que remediar en la dicha fábrica y administración de ella, y tratamiento de los forzados, ministros y sirvientes. Dijo que no sabe este testigo que haya ninguna cosa que sea necesario remediar. Y esto responde. Preguntado qué personas podrían decir sus dichos cerca de las preguntas que se le han hecho y podrían tener noticia de cualquier de ellas. Dijo que no lo sabe. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador fue impuesto o informado de lo que había de decir y declarar por algunas personas, y si para ello fue atraído o inducido o se le dieron algunas dádivas o hicieron algunas promesas o amenazas u otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador. Y esto responde. Preguntado si dándole a este testigo algún tiempo en que recorrer su memoria se podría acordar de alguna otra cosa más de lo que tiene dicho, y qué personas podrán decir sus dichos cerca de lo que se le ha preguntado. Dijo que no se puede acordar de más de lo que tiene dicho. Y esto responde. Demás de las dichas preguntas hechas por el dicho señor juez visitador por mandado de su Majestad, le fueron leídos a este testigo los capítulos del asiento y concierto que su Majestad mandó tomar con los Fúcares y Juan Jedler acerca de la administración de la dicha fábrica, cuyo traslado está en este proceso; y fue preguntado si sabe que se
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hayan guardado, cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos. Dijo que no sabe lo contrario de lo que se le ha preguntado, ni de ninguna cosa de lo contenido en los dichos capítulos; y que esto es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho, y en ello se afirmó y ratificó. Siéndole leído su dicho, encargósele el secreto, y prometiolo y firmolo de su mano. Visitador doce. [Demás de que como están], Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. Alonso Rodríguez. D I E G O G A R C Í A DE A Z U A G A
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, viernes, diecinueve días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor para la dicha averiguación, mandó traer ante sí a Diego García de Azuaga, maestro de los buitrones (donde se cuecen los metales del azogue de la dicha fábrica), del cual por el dicho señor juez visitador fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado conforme a los capítulos de la instrucción dada al dicho señor juez dijo y declaró lo siguiente. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna cosa de las que se le pregunta, porque no lo ha visto este testigo, pero que se remite a ello. Y esto responde. Preguntado si sabe que las dichas órdenes se hayan guardado y las dichas instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; o si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que - c o m o dicho tiene- no tiene este testigo noticia de ningunas órdenes que se hayan dado, pero que si algunas órdenes o instrucciones hay y se han dado, entiende este testigo
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que se habrán guardado por los Fúcares, por ser gente muy puntual y honrada, y que con gran cuidado suelen cumplir cualesquier órdenes que se les de por los superiores, sin que de ello se exceda un punto. Y esto responde. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa de cualquier suerte que sea de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que ha oído decir este testigo que en la dicha fábrica y mina del azogue ha de haber cuarenta forzados conforme al asiento que su Majestad tiene hecho con los dichos Fúcares, pero ahora de presente no los hay ni de mucha parte, sino muy pocos, aunque no los ha contado. Y que este testigo ha más de treinta años que asiste en la dicha fábrica y es oficial de ella siempre en el oficio que ahora hace, que es maestro de cocer metales, y cuando más forzados ha habido juntos, que este testigo ha visto, y las justicias de los lugares comarcanos a la dicha fábrica han echado y enviado algunos de ellos condenados al servicio de la dicha fábrica, aunque estos son muy pocos, y siempre se excusan de recibirlos; y que de los dichos cuarenta forzados hay ahora de presente muchas plazas vacas -como tiene dicho-, y no han querido pedir otros en su lugar, porque los dichos forzados tienen mucha más costa que provecho, y no hay ninguno que no cueste más que dos jornaleros. Y este testigo sabe, por lo haber visto, que el tratamiento que a los dichos forzados se les ha hecho y hace es muy bueno, porque en lo que toca a su mantenimiento, se les da una muy buena ración, que algunos y aun muchos hombres libres se holgaran de tenerla, porque se les da de ración, en cada un día, dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de buen vino, y por las mañanas un poco de asadura o una cabeza de ajos o dos sardinas a cada uno para que almuercen, de manera que les sobra parte de la dicha ración; y este testigo les ha visto que lo venden muchas veces, lo cual ha visto como persona que asiste de ordinario en la fábrica y buitrones de ella. Y que en lo que toca a sus enfermedades, ha visto que son curados con mucho cuidado y regalo, porque tienen su enfermería propia don-
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de se les dan muy buenas camas con un colchón y un jergón y dos sábanas y almohadas y frazadas, y paño de cabeza y paño de manos, de todo muy limpio, y sus enfermeros que los sirven; y hay un médico asalariado y un barbero, y se les da a comer pollo o gallina o carnero, conforme al estado de la enfermedad de cada uno, y todas las demás dietas y medicinas que el médico ordena, sin que les falte ninguna cosa. De manera que en lo que toca a la comida, vestido y calzado y curas y medicinas en sus enfermedades, este testigo ha visto que los dichos forzados tienen todo lo que han menester muy bastantemente. Y que después de estar buenos y sanos los dejan convalecer, y no los llevan al trabajo si antes y primero no dice el médico que están para poder trabajar sin peligro de su salud. Y en lo que toca al trabajo que se les da, es muy poco y mucho menos de lo que hacen los jornaleros, porque suele hacer un muchacho lo que hacen dos forzados, y de aquesto que se les manda aun no hacen la mitad, y lo que ellos todos hacen lo suelen hacer mujeres y niños; y si no es que por fuerza les hiciesen hacer esto, aun no harían nada, porque es mala gente. Y si algunos han dado de palos o azotado ha sido con mucha moderación, y después de haber dado los dichos forzados muchas causas para ello por sus desórdenes y excesos, por ser desvergonzados y de mala vida; y que ningún castigo ha sido de manera que haya venido daño por ello a ninguno de los dichos forzados ni detrimento a su salud; y que nunca este testigo ha visto en ningún tiempo que se les haya dado demasiado trabajo ni el castigo que merecen. Y esto responde a esta pegunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina y fábrica más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los forzados pueden llevar y que sea la causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene o si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cúya causa y culpa han muerto. Dijo que no sabe que su Majestad tenga dada orden en que limite el tiempo que han de trabajar en la dicha fábrica los dichos forzados, ministros y sirvientes de ella, mas la orden que tiene dada Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica por los dichos Fúcares, es de sol a sol, dándoles a medio día dos horas para que coman y descansen así a los jornaleros como a los forzados; y no solamente no trabajan tanto
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los dichos forzados como los dichos jornaleros ordinarios (que son más de trescientos) y en las mismas cosas y más fáciles y de mucho menos trabajo, y donde menos se azoguen, que es en allanar caminos y otras cosas fáciles, y mucho menos que los dichos jornaleros, como tiene dicho; y en tanto grado que, si por cuenta de este testigo hubieran de trabajar, no les diera lo que monta la dicha su ración que tiene declarada, que se les da demás de vestido y calzado. Y que en las dichas sus enfermedades son curados, de manera que ningún vecino de esta dicha villa tiene tanto regalo en su casa. Y que en el ministerio de los hornos no reciben daño ni peligro, porque asisten a ello muy poco; porque quien más asiste a ello son los maesos de los hornos y jornaleros y mujeres y muchachos, y a los dichos forzados no los quieren meter en los dichos hornos por excusarlos del dicho peligro y tratarlos bien porque duren, y si algunos forzados han muerto no ha sido por la dicha ocasión sino de enfermedades que Dios les da, como también mueren muchos jornaleros. Y ha visto este testigo que se ha tenido y tiene muy particular cuidado de que reciban los sacramentos, así por Rodrigo Lucas como por el médico y enfermeros; y si algunos forzados se han azogado no ha sido por el demasiado trabajo que se les ha dado, sino porque es propia calidad de la mina, y no solo se azogan los dichos forzados sino los jornaleros, y aun los ministros principales, como también lo ha estado Rodrigo Lucas, que es el administrador de la dicha fábrica. Y este testigo no sabe ni se acuerda haber visto morir ningunos sin confesión. Y esto responde. Preguntado si sabe que a los dichos forzados se les haga estar por fuerza y contra su voluntad en el servicio de la dicha fábrica más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que sabe que no se les hace estar a ninguno de los dichos forzados más tiempo del de su condenación, y luego que cumplen se les da su libertad puntualmente sin detenerlos punto ni hora más, y se les dan los recaudos necesarios para que se puedan ir donde quisieren, y no solamente se les da la dicha libertad, pero aun dineros para el camino; y otros se quedan a vivir en la dicha villa del Almadén, como han sido Joanes de Yurrita y Pedro Hernández y Marcos Sánchez y Esteban Pérez y Miguel Salvador y otros muchos por el buen tratamiento que han recibido. Y esto es lo que sabe y responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de al-
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gunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que - c o m o dicho tiene- sabe que los dichos forzados han sido y son muy bien tratados, y que nunca ha sabido ni oído decir que hayan dado ninguna dádiva a ninguna persona que los ha tenido a su cargo, ni sabe que ninguno haya tenido de qué quejarse ni se le haya dado causa para ello, y si la hubiera habido y hubiera llegado a noticia de los que la pueden remediar, entiende este testigo que se hubiera remediado, de manera que por ello no hubiera sucedido ningún daño, como nunca lo ha sucedido. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo tocante y perteneciente a su Majestad ha habido la buena cuenta, claridad y cuidado que conviene. Dijo que sabe que la administración de la dicha fábrica se ha hecho y hace con tanto cuidado, diligencia y a tan gran costa, que estando la dicha mina, al tiempo que los dichos Fúcares entraron en ella, a mucho peligro de hundirse y siendo de muy poco o ningún provecho, mediante la industria de los agentes de los dichos Fúcares, y haber gastado mucha suma de maravedís y tener hecha muchas prevenciones y ocupado a gran cantidad de dineros en bueyes y carretas, hierro, acero, solería y otras muchas cosas, y por la vigilancia y cuidado que tienen, la han restaurado y puesto en el estado en que está. Y entiende este testigo que ninguno otro en el mundo sino los dichos Fúcares lo pudiera haber hecho ni sustentado, y así merecen que su Majestad les haga mucha merced, porque han atendido más al servicio de su Majestad que a su propio interés. Y esto responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado qué personas podrán decir sus dichos acerca de lo que se le ha preguntado y tener noticia de ello. Dijo que lo que este testigo ha dicho es tan cierto y notorio, que no hay persona en la dicha fábrica ni vecino de la dicha villa del Almadén que no lo pueda decir y declarar. Y esto responde. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez, fue impuesto o hablado por alguna persona, o informado de lo que había de decir, o si fue para ello atraído, inducido o atemorizado o le dieron o prometieron alguna cosa. Dijo que no pasa tal y que libremente ha venido a decir su dicho por mandado del dicho señor juez; y lo ha dicho y la verdad de lo que sabe. Y esto responde. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez visitador le fueron leídas las condiciones del asiento y con-
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cierto que su Majestad mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos y Juan Jedler acerca de la administración de la dicha fábrica, cuyo traslado está en este proceso; y siendo preguntado si sabe que los dichos capítulos se hayan guardado o si se ha contravenido a ellos. Dijo que sabe que el azogue se ha hecho y hace bueno, puro y limpio, sin ninguna mezcla ni mácula que lleve ello ni el bermellón. Y que en todo lo demás se ha hecho conforme a los dichos capítulos, sin haber este testigo visto, sabido ni oído decir cosa en contrario; y que todo lo que ha dicho es la verdad, so cargo del juramento que tiene hecho. Y en ello se afirmó y ratificó. Siéndole leído su dicho, encargósele el secreto, prometido; y no lo firmó porque dijo no poder por estar azogado. Y declaró ser de edad de cuarenta y ocho años. Visitador sábado. [Una. S. Se. Muchachos no lo. Entre renglón mas]. Mateo Alemán. Ante mí. Juan de Cea. FRANCISCO G A R C Í A DE AZUAGA
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, en el dicho día viernes, diecinueve días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor, mandó parecer ante sí a un hombre que se dijo llamar Francisco García de Azuaga y ser maestro cocedor de los metales en los buitrones de la dicha mina y fábrica del azogue, vecino de esta dicha villa del Almadén, del cual, para la dicha averiguación, fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho por el dicho señor juez visitador, y siendo preguntado al tenor de su instrucción y capítulos de ella, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna de las cosas que se le pregunta, porque no lo ha visto este testigo, y se remite a ello si lo hay. Y esto responde. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, capítulos e instrucciones, y que se hayan cumplido y ejecu-
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tado, o se haya contravenido a ellas o contra parte de ellas, y por quién y por qué, cómo, cuándo y en qué, y con cuya licencia y permisión, orden, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no sabe de las dichas órdenes ni lo que contienen, mas de que entiende y tiene por muy cierto que cualquier orden que los Fúcares tengan de su Majestad o de sus jueces o de otras personas que para ello hayan tenido poder, las habrán guardado, cumplido y ejecutado, y hécholas guardar, cumplir y ejecutar a sus ministros y agentes, por ser gente muy honrada y muy puntual en cumplir las órdenes y mandatos de sus superiores. Y esto responde. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado por su Majestad, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que este testigo ha oído decir a muchas personas que en la dicha fábrica ha de haber número de cuarenta forzados, conforme a lo que su Majestad tiene mandado, y en esto se remite a la orden que sobre ello tiene dada. Y que los más forzados que este testigo ha conocido juntos en la dicha fábrica, después que este testigo reside en ella, que habrá tiempo de veinte años, poco más o menos, habrán sido hasta cuarenta y cuatro forzados, pocos más o menos porque este testigo no los contó, pero ahora de presente habrá hasta doce o trece forzados, y no más. Y que la causa de haber habido más de los dichos cuarenta forzados ha sido que las justicias comarcanas a la dicha fábrica han enviado algunos condenados al servicio de la dicha mina, aunque estos han sido muy pocos, y aun no los querían recibir, y los que han recibido ha sido por mandado de la justicia de la dicha villa del Almadén, porque la justicia que los condena los envía con requisitoria a la de la dicha villa del Almadén para que los haga recibir; y que aunque - c o m o dicho tiene- hay más de veintisiete o veintiocho plazas vacas de los dichos cuarenta forzados que su Majestad tiene mandado dar en Toledo para el servicio de la dicha fábrica, no los han querido pedir los agentes de los dichos Fúcares que se les den otros en su lugar, por-
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que tienen los dichos forzados mucha más costa que provecho, y cuesta más uno que dos jornaleros. Y este testigo ha visto que a los dichos forzados se les ha hecho y hace muy buen tratamiento, y que se les da más ración de la que ellos pueden comer, y que cada día andan vendiendo mucha parte de la dicha su ración que les sobra, porque se les da cada día dos libras y media de buen pan fresco y cuartillo y medio de buen vino y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y un maravedí para verdura a la olla a cada uno, y una cabeza de ajos o una naranja o un poco de queso o una sardina para almorzar por las mañanas, y los días de pescado les dan en lugar de la carne una libra de sardinas o de pescado bacalao, lo mejor que se halla, y una menestra de espinacas o nabos u otra cosa conforme al tiempo. Y en lo que toca a sus vestidos, se les da cada año un vestido que es ropilla y calzones y medias calzas y caperuza de escarlatín y dos camisas, y cada cuatro meses un par de zapatos; y hay algunos de ellos que en un año vende los dos pares de tres que le dan cada año. De manera que en lo que toca a la comida, vivienda y vestido y calzado tienen muy bien lo necesario, y antes les sobra que les falta. Y en lo que toca a sus enfermedades, son curados muy bien y con mucho regalo y cuidado, de manera que muchos vecinos de la dicha villa, que tienen en ella sus casas y mujeres, querrían, cuando enferman, tener el regalo y cura que los dichos forzados tienen. Porque tienen su enfermería propia con un médico asalariado y barbero y enfermeros que los sirven, y se les da luego que entran su camisa limpia de la dicha enfermería, y su cama con un colchón y un jergón y dos sábanas y sus almohadas y frazadas, y paño de cabeza y de manos, todo muy limpio; y les dan a comer ave o carnero y las demás dietas y medicinas que el médico ordena, sin moderación alguna y sin que les falte cosa alguna de ello. Y el trabajo que se les da es muy fácil, de manera que lo pueden muy bien llevar y aun sin cansarse mucho. Y algunas veces acaece encerrarse en unas casillas y no hacer cosa ninguna, ni aunque se lo manden, si no es estarse allí todo el día, y lo que vienen a hacer es por fuerza; y si algunas veces los quieren azotar se esconden y quedan sin castigo, y cuando se les da es con mucha moderación, y habiendo ellos dado muchas causas para ello y haber hecho muchas desórdenes y excesos, por ser gente desvergonzada y de mala vida; y que si sus oficiales y mayores les mandan hacer alguna cosa les responden con soberbia y dicen que se lo hagan ellos, siendo como es el trabajo que se les
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da y lo que les mandan hacer muy poco, y cosas que los suelen hacer muchachos o mujeres; y aun esto, si no les hiciesen hacerlo por fuerza, aun no lo harían, y aun, cuando hayan trabajadores que por su jornal lo hagan, no lo hacen los dichos forzados. Y sabe este testigo que el dicho castigo que se les ha hecho ha sido tan moderado, que a ninguno ha venido por ello ningún daño ni enfermedad. Y esto sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina y fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene o si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos ministros y sirvientes o forzados de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cuya causa han muerto. Dijo que dice lo que dicho y declarado tiene en la pregunta antes de esta, de este su dicho a que se refiere, y que este testigo no sabe la orden que su Majestad tiene mandado dar en que limite el tiempo, días y horas en que han de trabajar los dichos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica, mas de que ha visto que ordinariamente trabajan en ella de sol a sol así los dichos forzados como los jornaleros, que es la orden que tiene dada Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica por los Fúcares, y a medio día se les da dos horas de huelga para que coman y descansen, así a los jornaleros como a los dichos forzados. Y no solamente se les da a los dichos forzados el trabajo que a los dichos jornaleros que andan en la dicha fábrica (que son más de trescientos), pero en las mismas cosas y más fáciles y de mucho menos trabajo, y donde menos se azoguen, que es en allanar caminos y otras cosas muy fáciles y de muy poco trabajo, que - c o m o dicho tiene este testigo- lo hacen mujeres y muchachos, y aun hacen menos que un muchacho jornalero, y dos forzados por un muchacho, de manera que si por cuenta de este testigo hubieran de trabajar no les diera la dicha ración que tiene declarado, sin el vestido ni las demás cosas que tiene dicho, y costas que con ellos se tiene. Y que, aunque es verdad que el asistir al cocimiento de los metales donde se saca el azogue es el trabajo de mayor peligro para la salud, porque los que asisten a ello salen azogados, para los dichos forzados no lo es, porque asisten a ello muy poco, y quien asiste a ello más de ordinario es los maesos de los hornos y jornaleros, y no los dichos for-
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zados; y si algún forzado se llega a los dichos hornos mientras se cuecen los dichos metales y a otro trabajo que sea de peligro de quedar azogados, los riñen y los hacen quitar del dicho trabajo, porque quieren que duren, y así los tratan muy bien; y si algunos han muerto no ha sido de la dicha ocasión sino de enfermedades que Dios les ha dado, como han muerto otros muchos que no son forzados. Y cuando enferman - c o m o tiene dicho- son curados con mucho cuidado y regalo; y los dejan después de estar buenos convalecer hasta que están recios, y aunque estén buenos y convalecidos no los llevan al trabajo hasta que el médico dice que están para poder trabajar; y en el dicho ministerio de hornos no reciben ningún daño ni peligro. Y ha visto este testigo que se tiene muy particular cuidado, así por Rodrigo Lucas como por el médico y enfermero, que cuando enferman algunos confiesen y reciban los sacramentos; y si ha habido algunos forzados que se hayan azogado, no ha procedido ni procede de malos tratamientos que les hayan hecho, sino que es propia calidad de la mina, como se han azogado muchos jornaleros y capataces, y este testigo lo ha estado y no está libre de ello, y aun los ministros principales lo han estado y aun Rodrigo Lucas, que es el principal de todos y administrador de la dicha fábrica. Y esto es lo que este testigo sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si sabe que a los dichos forzados se les haga estar en la dicha mina y fábrica del azogue más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que este testigo sabe y ha visto, del dicho tiempo de veinte años a esta parte que ha que este testigo está en la dicha mina del azogue, que luego que cumple cualquier forzado se le da libertad sin detenerlo más punto ni hora, ni hacerle estar contra su voluntad, y se les dan los recaudos necesarios para que se vayan donde quisieren, y no solamente se les da la dicha libertad, mas aun dineros para el camino; y algunos forzados, y aun muchos, se quedan a vivir en la dicha villa de Almadén y trabajar en la dicha fábrica de su voluntad y por su jornal, por el buen tratamiento que se les hace, como lo han hecho Joanes de Yurrita y Pedro Hernández y Marcos Sánchez y Esteban Pérez y Miguel Salvador y un Fulano de Illescas y otro Fulano Peláez y otros muchos que no se acuerda de sus nombres. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de al-
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gunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que sabe que los dichos forzados han sido y son muy bien tratados, y nunca ha sabido ni oído decir que hayan dado dádivas ni promesas a ninguna persona, y nunca sabe que se hayan quejado de nada ni que hayan tenido de qué quejarse. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que en la administración de la dicha fábrica y en todo lo demás perteneciente a su Majestad ha habido y hay el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que sabe que la administración de la dicha fábrica del azogue se ha hecho y hace con mucho cuidado y diligencia y a muy gran costa, porque estando la dicha mina, al tiempo que los Fúcares entraron en ella, a mucho peligro de hundirse, y siendo como era de muy poco o ningún provecho, por la.buena industria de los agentes de los dichos Fúcares, y por haber gastado mucha cantidad de dineros en bueyes y carretas e hierro y acero y solería y otras muchas cosas, y tener hechas muchas prevenciones y otras muchas cosas, y por la vigilancia tan grande que tienen, la han restaurado y puesto en el estado en que está. Y entiende este testigo, y aun lo tiene por muy cierto, que ninguno otro que los dichos Fúcares lo pudiera haber hecho ni sustentado. Y esto responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado qué personas podrán decir sus dichos y tendrán noticia de lo que a este testigo se le ha preguntado. Dijo que lo que este testigo tiene dicho es tan cierto, público y notorio, que no habrá persona en la dicha fábrica ni en la dicha villa del Almadén que no lo sepa, y lo podrán decir. Y esto responde a esta pregunta. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez visitador le fueron leídos a este testigo los capítulos del asiento y concierto que su Majestad mandó tomar con los dichos Fúcares y Juan Jedler; y siendo preguntado si sabe que los dichos capítulos se hayan guardado o que se haya contravenido a ellos o alguna parte de ellos. Dijo que saben que el azogue se ha hecho limpio y sin mezcla, y que no han hecho cosa que sea contraria a los dichos capítulos ni asiento, ni cosa que no deban. Y esto sabe y es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho; y en ello se afirmó y ratificó, siéndole leído su dicho. Y declaró ser de edad de cuarenta años. Encargósele el secreto, y prometiolo. Visitador He. Mateo Alemán. Francisco García de Azuaga. Ante mí, Juan de Cea.
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HERNÁN VÁZQUEZ
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, veinte días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador por especial comisión del rey nuestro señor, mandó parecer ante sí a un hombre que se dijo llamar Hernán Vázquez y ser maestro de cocer los metales (de donde se saca el azogue en los buitrones de la dicha fábrica) y vecino de la dicha villa del Almadén, del cual por el dicho señor juez visitador fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad; y siendo preguntado por la instrucción dada al dicho señor juez visitador y capítulos de ella dijo y declaró lo siguiente. Preguntado si sabe o tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica, o de otras personas que para ellos hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración y buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas y medicinas y dietas en sus enfermedades. Dijo que no sabe ni tiene noticia este testigo de ninguna de las cosas que se le preguntan, porque no lo ha visto, y que se remite a ello si lo hay. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos, y por quién y por qué, cuándo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. D i j o que dice lo que dicho tiene y que no lo sabe, mas que este testigo tiene por gente tan honrada a los dichos Fúcares y a sus agentes y ministros, que cualquier orden u órdenes que hayan tenido del rey nuestro señor o de sus jueces o superiores las habrán guardado, porque son muy rectos y puntuales en cumplir las órdenes de sus mayores. Y esto responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si
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lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que los obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo que adelante. Dijo que ha oído decir que en la dicha fábrica, conforme a la orden de su Majestad y el asiento que tiene tomado con los dichos Fúcares, ha de haber cuarenta forzados; y que los más que este testigo ha conocido han sido hasta los dichos cuarenta forzados, de ocho años a esta parte que ha que este testigo tiene noticia de la dicha fábrica. Y que el tratamiento que ha visto que se les ha hecho y hace a los dichos forzados, del dicho tiempo a esta parte, ha sido y es muy bueno. Y la ración y vestido que se les da es también muy bueno, y antes les sobra que les falta, porque se les da cada día dos libras y media de buen pan y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de buen vino, y por las mañanas para almorzar se les da una cabeza de ajos a cada uno o sardinas o un pedazo de asadura o queso, conforme a lo que hay; de lo cual este testigo ha visto que suele sobrarles y que venden pan y vino y pescado y carne y sardinas. Y el vestido que se les da es bueno para un forzado, porque se les da una ropilla y calzones y medias calzas de paño y caperuza cada año y dos camisas y tres pares de zapatos; de manera que en lo que toca a la comida y bebida y vestido no les falta lo necesario, y antes -como dicho tiene- les sobra, y este testigo se lo ha visto vender la dicha comida y zapatos; y los Fúcares tienen puesta pena de seis mil maravedís a quien se los comprare, porque quieren que los dichos forzados los rompan y no los vendan; y este testigo vio preso a Alonso Bravo, trabajador, porque compró unos zapatos de un forzado. Y que en lo que toca a sus enfermedades, son muy bien curados, porque tienen su enfermería propia con muy buenas camas de un jergón y un colchón y dos sábanas y frazadas y almohadas, y paño de manos y tocador muy limpio, y su camisa limpia, y médico asalariado que los visita cada día dos veces, y botica; y se les da ave o carnero, conforme a lo que ha menester y a la calidad de la enfermedad, y las demás dietas y medicinas que el médico ordena, sin limitación alguna. Y que el trabajo que se les da es muy poco y de muy poca consideración, porque no los ocupan sino en cosa que suelen hacer mujeres o muchachos, que es esportear dentro del pozo y fuera, o rajar un leño y allanar un camino, y servir a albañiles y en otras cosas de muy poco trabajo; y sabe que tiene mucha más costa un forzado solo que dos tra-
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bajadores. Y así, de presente, hay en la dicha fábrica veintisiete o veintiocho plazas vacas de forzados, y no los quieren pedir porque ellos son para poco y gente ruin que nó hacen nada de su voluntad, si no es por fuerza, y con todo esto se les hace poco castigo. Y si alguna vez han azotado alguno ha sido con mucha moderación, y habiendo primero dado muchas causas y ocasiones para ello, porque hacen grandes desórdenes y excesos, y son desvergonzados y de mala vida; y sabe que ningún forzado ha recibido ningún daño ni detrimento en su salud por el castigo que se les ha hecho, porque es de manera que a un niño se hace; y nunca este testigo ha visto que a ningún forzado se le haya dado demasiado trabajo ni el castigo que merecen. Y esto es lo que este testigo sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que trabajen más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado y regalo que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ella hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son, cuántos y por cúya causa han muerto. Dijo que este testigo no sabe el tiempo que su Majestad tiene limitado para el trabajo de los dichos forzados, mas de que el trabajo que se les da es de sol a sol como a los jornaleros, y a medio día se les da dos horas cada día para que coman y descansen; y que no solamente no trabajan los dichos forzados tanto como los jornaleros ordinarios que andan en la dicha fábrica, que son más de trescientos los que en ella andan cada día, pero mucho menos, y en las cosas más fáciles que los dichos jornaleros; y en tanto grado que, si por cuenta de este testigo hubieran de trabajar, no les diera lo que monta la dicha ración, que - c o m o dicho tiene- es muy cumplida, demás de su vestido y calzado. Y que en su cura y medicinas se tiene tanto cuidado que ningún vecino de la dicha villa del Almadén que vive con mucho descanso tiene más regalo, porque - c o m o dicho tiene- tienen médico y botica, y se les da todo lo que el médico ordena sin ninguna moderación, y aunque están buenos y convalecidos no los llevan al trabajo si antes y primero no dice el médico que están para poder trabajar. Y que en el ministerio de los hornos no reciben daño ni peligro, porque los dichos forzados no asisten a ello, y antes, si hallan allí algunos que suelen entrar o esconderse, les riñen y les hacen salir fuera lúe-
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go, y entienden en esto mujeres y niños y jornaleros, que andan por su jornal. Y que si algunos han muerto han sido de enfermedades que Dios les ha dado, y no de azogados como mueren los jornaleros y otros; y que para que reciban los sacramentos se tiene muy gran cuidado por el médico y enfermeros y por Rodrigo Lucas. Y que si algunos se han azogado no ha sido de malos tratamientos, sino por ser propia calidad de la mina, y también va en la calidad de los hombres; y no solo se azogan los dichos forzados, sino los jornaleros y los ministros principales suelen azogarse, y lo ha estado este testigo y Rodrigo Lucas, que es principal y administrador de la dicha fábrica. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad en el servicio de la dicha mina y fábrica más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que sabe que, luego como los dichos forzados cumplen el tiempo de su condenación, luego, el mismo día, se les da testimonio de ello, el cual envían a la villa de Almagro, a Juan Jedler, el cual les envía luego su libertad y los recaudos necesarios para ella, sin detenerlos punto ni hora más; y en el entretanto que van y vienen a Almagro no les hacen trabajar, y si alguna cosa trabajan se les paga, como a los jornaleros, y si no quieren trabajar o no están para ello se les da de comer hasta el día que vienen los dichos recaudos de la villa de Almagro, del dicho Juan Jedler; y no solo esto, pero aun les dan dineros para el camino. Y muchos se quedan a vivir en la dicha villa del Almadén y otros se van, y se vuelven a vivir a la dicha villa, donde traen a sus mujeres o se casan en ella, como lo hicieron Joanes de Yurrita y Pedro Hernández y Marcos Sánchez y Esteban Pérez y Miguel Salvador y otros muchos, por el buen tratamiento que se les ha hecho y hace. Y esto sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados procede de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo han hecho por amistades o enemistades que con ellos han tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que - c o m o dicho tiene- sabe que los dichos forzados han sido muy bien tratados, y lo son, sin que esto haya procedido de dádivas ni promesas ni amistades; y que no sabe este testigo que a ninguno de ellos se le haya hecho ningún maltratamiento ni dado causa para que
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tenga ocasión de quejarse; y entiende este testigo que cualquiera que se hubiera quejado a Rodrigo Lucas de cualquier agravio que se le hubiera hecho, lo hubiera remediado y castigado a quien les hiciera agravios. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido y hay el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que este testigo sabe que en la administración de la dicha fábrica se ha hecho y hace con muy grande cuidado y diligencia, y se tiene mucha claridad de todo lo que pertenece a su Majestad, y muy gran cuenta y razón. Y que se hace la dicha fábrica a tan gran costa, que estando la mina, al tiempo que los dichos Fúcares entraron en ella -según lo que públicamente se dice-, a mucho peligro de hundirse y siendo de muy poco o ningún provecho, mediante la industria de los agentes de los dichos Fúcares, y haber gastado mucha suma de maravedís y tener hechas muchas prevenciones y tener ocupado gran cantidad de dineros en bueyes e hierro y carretas y solería y otras muchas cosas, y por la vigilancia y cuidado que tienen, la han restaurado y puesto en el estado en que está. Y entiende este testigo que nadie otro sino los dichos Fúcares lo pudiera haber hecho y sustentado, y han atendido y atienden más al servicio de su Majestad que a su interés, y así merecen que su Majestad les haga mucha merced. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de lo que a este testigo se le ha preguntado y podrían tener noticia de ello para lo declarar. Dijo que lo que este testigo tiene dicho es tan notorio y cierto, que lo podrán decir todos los vecinos de esta dicha villa que entendieren en la dicha fábrica. Y esto responde a esta pregunta. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez le fueron leídos a este testigo por mí, el escribano yuso escrito, los traslados de los asientos y conciertos que su Majestad mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos, y Juan Jedler, sobre la administración de la dicha fábrica; y siendo preguntado por cada uno de los dichos capítulos si sabe que se hayan guardado y guarden, y se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o alguno de ellos, y por quién y en qué. D i j o que sabe que el azogue se ha hecho puro y limpio sin mezcla de ninguna cosa; y no sabe que por ninguna persona se haya dado ni vendido ninguna cantidad de azogue ni de bermellón ni del metal con que se hace. Y sabe, por lo haber visto, que han enmaderado y entibado y ademado el dicho pozo y mina como es necesario, sin que de esto haya faltado nada. Y no sabe que en ningu-
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na cosa hayan hecho cosa que no deban los dichos Fúcares ni sus agentes; y si lo hubiean hecho este testigo cree y tiene por cierto que lo supiera, por ser oficial de la dicha fábrica y haber asistido y asistir de ordinario a ella. Y esto sabe y es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho, afirmóse en él; encargósele el secreto, prometido, y no firmó porque dijo que no podía por estar azogado. Y declaró ser de edad de cuarenta años, antes más que menos. Visitador Fúcares, Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. JUAN DE ASTORGA
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, en el dicho día, mes y año susodichos, el dicho señor juez visitador mandó traer ante sí a un hombre que se dijo llamar Juan de Astorga y haber sido carretero y capataz de la mina, y ser vecino de esta dicha villa del Almadén, del cual por el dicho señor juez visitador fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad; y siendo preguntado al tenor de la instrucción al dicho señor visitador dada y por los capítulos de ella, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado si sabe o tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no sabe ni tiene noticia este testigo de ninguna cosa de las que se le pregunta, porque no la ha visto, y que se remite a ello si lo hay. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos, contra parte de ellos, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cúya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. D i j o que dice lo que dicho tiene, y que no lo sabe, mas de que este testigo tiene a los dichos Fúcares y a sus agentes por gente tan honrada, que cualesquier órdenes que tengan
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del rey nuestro señor o de sus jueces o de otras personas que hayan tenido poder para dárselas, las habrán cumplido y ejecutado, porque es gente muy puntual y que con gran cuidado y puntualidad observan y cumplen las órdenes que se les han dado y dan por sus mayores. Y esto es lo que este testigo sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa de cualquier suerte que sea de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que este testigo ha oído decir que ha de haber en la dicha fábrica número de cuarenta forzados conforme al último asiento que su Majestad mandó tomar con los dichos Fúcares. Y este testigo ha que tiene noticia de la dicha fábrica de más de cuarenta años a esta parte, y dende que los dichos Fúcares la arrendaron y se trajeron a ella los primeros forzados, y no se acuerda cuántos ha habido juntos; mas que demás de los que su Majestad ha dado, que se han traído de Toledo, ha habido algunos que las justicias comarcanas a la dicha villa del Almadén han condenado a servicio de la dicha fábrica y los han enviado a ella, y los agentes de los dichos Fúcares se han excusado de recibirlos; y la justicia de la villa de Santofimia envió una vez unos forzados que eran dos condenados al dicho servicio de la dicha fábrica, y los volvieron a enviar, que no los quisieron recibir. Y no sabe este testigo los que hay ahora de presente, mas de que sabe que hay muy pocos; y los que han faltado que se han muerto y han cumplido no los quieren traer, porque tienen mucha más costa que provecho, y no hay ninguno, respecto de lo poco que hacen y que trabajan, que no cueste más que dos jornaleros. Y este testigo ha visto que el tratamiento que se les ha hecho y hace es muy bueno, porque, en lo que toca a sus mantenimientos, se les da todo lo necesario así en la comida como en el vestido y calzado, porque se les da de ración en cada un día dos libras y media de buen pan y cuartillo y medio de buen vino y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y una cabeza de ajos para almorzar por las mañanas o una sardina o una naranja, conforme a como es el tiempo y lo que se halla.
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Y en lo que toca a su vestido, se les da un vestido en cada un año, que es ropilla y calzones y medias calzas y caperuza de paño colorado y dos camisas, y ocho reales para zapatos, y una manta y un colchón de jerga en que duermen cuando están sanos, porque estando enfermos los llevan a una enfermería que tiene propia, donde se les da una buena cama con un colchón y un jergón, [y un colchón (sic)] y dos sábanas y almohadas y frazadas, y paño de cabeza y de manos, y todo con mucha limpieza, y médico que tienen asalariado para ello, y botica. Y les dan a comer ave o carnero conforme al estado de la enfermedad y a lo que el médico ordena; y se les dan todas las demás cosas, dietas y medicinas que el dicho médico manda sin limitación alguna; y tienen su barbero y sus enfermeros que los sirven. Y después de estar buenos y convalecidos aun no los llevan al trabajo hasta que el médico dice que están para trabajar sin peligro de su salud; de manera que en lo que toca a sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas, no les falta nada, y antes les sobra de sus raciones, que lo venden algunas veces. Y de lo que les sobra de sus raciones han hecho una cofradía de San Miguel que se sirve en la iglesia de esta dicha villa, y trajeron de fuera una muy buena imagen del dicho santo, y hacen una fiesta cada año en el día de San Miguel; y cuando alguno se muere lo entierran y pagan la limosna de la dicha cofradía, y a la dicha fiesta asisten todos los dichos forzados con cera blanca, que no la tiene otra ninguna cofradía del lugar. Y que en lo que toca al trabajo que se les ha dado y da, es muy poco, de manera que no hacen más de lo que hacen mujeres y muchachos, y es mucho menos trabajo que el que se les da a los jornaleros, y aun esto, si por fuerza no les hiciesen hacerlo, aún no lo harían si no fuese por temor del castigo. Y este testigo ha visto que el dicho castigo es con mucha moderación, y si alguno han azotado no es de manera que por ello le haya venido daño, y porque lo tiene ya tan bien merecido y ha dado tantas ocasiones que no pueden excusar de hacerles algún castigo; y si no se les hiciese algún castigo no se podrían valer con ellos, por sus muchos excesos y desórdenes. Y nunca este testigo ha visto que a ninguno se le haya dado demasiado trabajo ni el castigo que merecen. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les ha hecho y hace que asistan al trabajo de la dicha fábrica y mina del azogue más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemen-
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te; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene o si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cuya causa y culpa han muerto. Dijo que este testigo no sabe que su Majestad tenga dada orden en que limite el tiempo que han de trabajar los dichos forzados, ministros y sirvientes de ella, mas la orden que hay en el trabajo de la dicha fábrica es que trabajan de sol a sol, así los dichos forzados como los jornaleros y la demás gente que entiende en la dicha fábrica; y no solamente no trabajan tanto los dichos forzados como los jornaleros, pero aun mucho menos y de mucho menos trabajo y donde menos se azogan, que es en allanar caminos y rajar leña y otras cosas fáciles, y en todo es menos el trabajo de los dichos forzados, que el de los jornaleros, en tanto grado que, si por cuenta de este testigo hubieran de trabajar, no les diera la ración que les dan demás del dicho vestido y calzado; y que en las dichas sus enfermedades son curados de manera que ningún vecino de esta dicha villa, de los que tienen mucho descanso, es tan regalado ni tan bien curado en sus enfermedades. Y que en el ministerio de los hornos reciben los dichos forzados muy poco daño, porque no asisten a ello sino muy poco y cuando no hallan jornaleros que lo hagan, porque habiéndolos no los ponen en el dicho trabajo; y quien más asisten a ello son los maesos de los dichos hornos, y son maesos y mujeres y muchachos y jornaleros, y a los dichos forzados no los quieren meter en los dichos hornos ni en otros trabajos de peligro por excusarlos de él y porque duren más. Y si algunos forzados han muerto no ha sido de la dicha ocasión sino de enfermedades que Dios les da, como también han muerto muchos jornaleros. Y que cuando alguno enferma se tiene particular cuidado de que confiese y reciba los sacramentos, así por Rodrigo Lucas como por el médico y enfermeros. Y si algunos forzados se han azogado no ha sido de la dicha ocasión sino de que es propia calidad de la mina, como también se azogan los capataces y ministros principales que entienden en la dicha mina; y no se acuerda este testigo haber visto que ninguno haya muerto sin confesión. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad en el servicio de la dicha fábrica más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que lo que sabe es que, luego que cualquier forzado cumple el tiempo de su condenación, da petición ante la justicia de la dicha villa del Almadén para
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que el contador de la dicha fábrica le de certificación de ello, la cual se le da y la envía a Juan Jedler, que reside en Almagro, el cual le envía luego su libertad y los recaudos necesarios para que se pueda ir donde quisiere; y luego, en llegando el dicho despacho, se le da la dicha libertad, y si alguna cosa trabajan dende el día que cumplen hasta el que viene el dicho despacho se lo pagan. Y no solo le dan la dicha libertad, pero aun dineros para el camino, sin detenerlos más punto ni hora, si no es que algunos deben algunas costas que se han hecho en irlos a buscar si se han ido. Y muchos forzados se han quedado a vivir en la dicha villa y se han casado en ella, y otros se han ido y se vuelven respecto del buen tratamiento que se les hace: Joanes de Yurrita y Miguel Pérez y Esteban Sánchez y Miguel Salvador y Pedro Hernández de Córdoba y Francisco Martín y otros muchos. Y esto es lo que sabe de lo contenido en esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes o enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que -como dicho tiene- sabe este testigo que los dichos forzados han sido muy bien tratados, y no sabe que lo hayan hecho por dádivas ni promesas, porque ni ellos tienen qué dar ni quien los tienen a su cargo han menester lo que ellos les pueden dar, y no sabe que a ninguno de ellos se le haya hecho agravio ninguno. Y que algunas veces ha visto este testigo que algunos de los dichos forzados han ido con quejas a Rodrigo Lucas de algún mal tratamiento o de otras cosas de poca consideración, y el dicho Rodrigo Lucas los ha oído y ha procurado averiguar las quejas y les pone remedio a ellas y lo castiga, y también suele castigar al que va a quejarse con mentiras; y de esta manera tiene todo en paz. Y que por lo que se le ha preguntado, nunca este testigo ha sabido ni entendido que haya sucedido ningún daño. Y esto sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado y la buena cuenta y razón que conviene. Dijo que sabe, por lo haber visto como persona que ha asistido en la dicha fábrica dende que los Fúcares la tienen a su cargo, que en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido mucha cuenta y razón
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y mucha claridad y cuidado y diligencia, y se ha hecho a muy gran costa, porque al tiempo que los Fúcares entraron en ella estaba perdida y de ningún provecho, porque había año que no se sacaba sino cinco quintales de azogue; y estaba a mucho peligro de caerse porque estaba quemada la madera y hundida parte de ella, y mediante la industria de los agentes de los dichos Fúcares y haber gastado en ella mucha suma de dineros en abrir una contramina, que está hacia el camino de Chillón, y un resolladero, que está hacia las casas de Palacio, y allanado unos barrancos, que están hacia la misma parte por donde la dicha mina se henchía de agua, y haber hecho unos buitrones que han sido de mucha importancia para la cochura de los metales, y empedrado los patios de los dichos buitrones, donde se quiebran los metales, y hecho almagacenes de bóveda para que no se pueda quemar donde tienen el dicho azogue en guarda, y haber hecho otras muchas prevenciones y tener ocupado mucha cantidad de dinero en bueyes y carros e hierro y acero y solería y aceite y otras cosas muchas para el servicio de la dicha mina. Y respecto de haber pagado y pagar bien a los trabajadores, porque les pagan cada semana sin faltar nada a ninguno, ni pasar sábado que no se haga paga y se remate cuentas. Con todo se ha restaurado la dicha mina y puéstose en el estado en que está, de manera que ha habido año que se han enviado a Sevilla, a su Majestad, cinco mil quintales de azogue, y en este año, dende el de noventa y dos hasta ahora, se han llevado tres mil quinientos quintales de azogue. Y demás de lo que dicho tiene, prestan muchos dineros a los trabajadores para irlo esquitando en su trabajo, y al cabo de la semana les quitan dos reales o cuatro, conforme a lo que ha ganado y él quiere dejar, de manera que le quede con que poder sustentarse toda la semana de adelante. Y este testigo entiende y tiene por muy cierto que nadie en el mundo sino los dichos Fúcares lo pudieran haber hecho ni sustentado, y así merecen que su Majestad les haga mucha merced porque han atendido más al servicio de su Majestad, que a su propio interés. Y esto responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de lo que aquí se le ha preguntado y tener noticia de ello o de cualquier parte de ello para lo venir a decir a declarar. Dijo que lo que este testigo tiene dicho es cosa tan cierta, pública y notoria, que no habrá persona ninguna de los que han entendido y entienden en la dicha fábrica, y de los más vecinos de la dicha villa del Almadén, que no lo sepan y lo puedan decir y declarar, en especial Pascual Hernández y Juan López de Daimiel y Bartolomé García de Montes y Alonso de Herrera, su hermano,
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que son vecinos de la dicha villa y personas que entienden en la dicha fábrica. Y esto responde este testigo a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez visitador fue impuesto o hablado por algunas personas, o informado de lo que había de decir, o si fue para ello atraído o inducido o atemorizado o le dieron o prometieron alguna cosa o hicieron otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal, sino que libremente ha venido este testigo a decir su dicho por mandado del dicho señor juez. Y esto responde a esta pregunta. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez visitador le fueron leídas a este testigo las condiciones y capítulos de los traslados de los asientos que el rey nuestro señor mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos cerca de la administración de la dicha mina y fábrica del azogue; y siendo preguntado por ellos, si sabe que se hayan guardado, cumplido y ejecutado, o se haya contravenido al dicho asiento o alguno de los capítulos de él, y en qué y por quién. Dijo que sabe que el azogue que se ha hecho en la dicha fábrica, después que está a cargo de los Fúcares, ha sido limpio y sin mezcla de ninguna cosa; y que han tenido cuidado y lo tienen de ademar y enmaderar el dicho pozo y mina y contramina. Y que no sabe que se hayan contravenido en nada los dichos capítulos del dicho asiento, y si se hubieran contravenido este testigo lo supiera, por haber residido y residir de ordinario en la dicha fábrica después que la tienen los dichos Fúcares. Y esto sabe y es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho, afirmóse en él; encargósele el secreto, prometiólo, y firmolo. Y declaró ser de edad de más de cincuenta años. Visitador. Tres. Juan de Astorga. Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. PEDRO CARRASCO
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, en veinte días del dicho mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor, mandó parecer ante sí a un hombre que se dijo llamar Pedro Carrasco, destajero y gardujero de esta fábrica y pozo de azogue y vecino de esta dicha villa del Almadén, del cual, para la dicha averiguación, fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho por el dicho señor juez visitador, y siendo preguntado al tenor de su instrucción y capítulos de ella, dijo y declaró lo siguiente.
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Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor y de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica del azogue, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas y vestidos, mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna de las cosas que se le pregunta, porque no lo ha visto este testigo; y se remite a ello si lo hay. Y esto responde. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes, capítulos e instrucciones, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas o contra parte de ellas, y por quién y por qué, cómo, cuándo y en qué, y con cúya licencia y permisión, orden, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que no sabe de las dichas órdenes ni lo que contienen, mas de que entiende y tiene por muy cierto que cualquiera que los Fúcares tengan de su Majestad o de sus jueces, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, las habrán guardado, cumplido y ejecutado, y hécholas guardar y cumplir y ejecutar a sus ministros y agentes, por ser gente muy honrada y muy puntual en cumplir las órdenes y mandatos de sus superiores. Y esto responde. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo que está mandado por su Majestad, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su tratamiento y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le pregunta, y qué remedio podría haber para lo de adelante. Dijo que este testigo ha oído decir a muchas personas que en la dicha fábrica ha de haber cuarenta forzados, conforme a lo que su Majestad tiene mandado, y en esto se remite a la orden que sobre ello tiene dada; y que los más forzados que este testigo ha conocido juntos en la dicha fábrica, después que este testigo reside en ella, que habrá tiempo de veinticuatro años, poco más o menos, habrán sido hasta cincuenta, poco más o menos, porque este testigo no los contó; pero aho-
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ra de presente habrá hasta doce o trece forzados, que la mitad de ellos están tullidos y muy malos. Q u e entiende este testigo para sí que es más la costa que el provecho. Y que la vez de haber más de los dichos cuarenta forzados ha sido que las justicias comarcanas a la dicha fábrica han enviado algunos condenados al servicio de la dicha mina; aunque estos han sido muy pocos, y no los querían recibir, y los que han recibido han sido por mandado de la justicia de esta dicha villa del Almadén, porque la justicia que los condena los envía con requisitoria a la de la dicha villa del Almadén para que los haga recibir. Y sabe cómo hay más de veintisiete o veintiocho plazas vacas de los dichos cuarenta forzados que su Majestad tiene mandado dar en Toledo para el servicio de la dicha fábrica, no los han querido pedir los agentes de los dichos Fúcares que se les den otros en suerte, porque tienen los dichos forzados mucha más costa que provecho, y que es menos uno que dos jornaleros. Y este testigo ha visto que a los dichos forzados se les ha hecho y hace muy buen tratamiento y que se les da más ración de la que ellos pueden comer, y que cada día andan vendiendo mucha parte de la dicha su ración que les sobra, porque se les da cada día dos libras y media de buen pan fresco y cuartillo y medio de buen vino y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y un maravedí para verdura para la olla, y a cada uno una cabeza de ajos o una naranja y un poco de queso y una sardina para almorzar por las mañanas; y los días de pescado, les dan en lugar de la carne una libra de sardinas de pescado, bacalao lo mejor que se halla, y una menestra de espinacas o nabos u otras cosas, conforme al tiempo. Y en lo que toca a sus vestidos, se les da cada año un vestido que es ropilla y calzones y medias calzas y caperuza de paño colorado y dos camisas, y cada cuatro meses un par de zapatos, y hay algunos de ellos que venden en un año un par de zapatos; de manera que en lo que toca a la comida, bebida y vestido y calzado tienen muy bien lo necesario, y antes les sobra que les falta. Y en lo que toca a sus enfermedades, son curados muy bien y con mucho regalo y cuidado, de manera que muchos vecinos de la dicha villa que tienen enfermos en sus casas querrían tener el regalo que ellos tienen y la cura que les hacen, porque tienen su enfermería propia con un médico asalariado y un barbero y enfermeros que los sirven, y se les da luego que entran su camisa limpia de la dicha enfermería y su cama con un colchón, un jergón y dos sábanas y sus almohadas y frazadas, y paño de cabeza y de manos, y muy limpio; y les dan a comer
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ave o carnero y las demás dietas y medicinas que el médico ordena, sin moderación alguna y sin que les falte cosa alguna de ello; y el tratamiento que se les da es muy fácil, de manera que lo pueden muy bien llevar y aun sin cansarse mucho. Y algunas veces acaece encerrarse en unas casillas y no hacer cosa ninguna ni aunque se lo manden, sino estarse allí todo el día, y lo que vienen a hacer es por fuerza; y si algunas veces los quieren azotar se esconden y quedan sin castigo, y cuando se les da es con mucha moderación, y habiendo ellos dado muchas causas para ello y haber hecho muchas desórdenes y excesos, por ser gente desvergonzada y de mala vida. Y que si sus oficiales y mayores les mandan hacer alguna cosa les responden con soberbia, y dicen que se lo hagan ellos, siendo como es el trabajo que se les da y lo que se les manda hacer muy poco, y los que los suelen hacer muchachos y mujeres; y esto si no se lo hiciesen hacer por fuerza no lo harían, y cuando hallan trabajadores que por su jornal lo hagan, no lo hacen los dichos forzados. Y sabe este testigo que el dicho castigo que se les ha hecho ha sido tan moderado que a ninguno ha venido por ello ningún daño ni enfermedad. Y esto sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina y fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene, o si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan muerto o enfermado algunos ministros y sirvientes o forzados de la dicha fábrica. Declare quién son, y cuántos por cuya causa han muerto. Dijo que dice lo que dicho y declarado tiene en la pregunta antes de esta de este su dicho a que se refiere, y que este testigo no sabe la orden que su Majestad tiene mandada dar en que limite el tiempo, días u horas en que han de trabajar los dichos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica, mas de que ha visto que ordinariamente trabajan en ella de sol a sol, así los dichos forzados como los jornaleros, pues [es] la orden que tiene dada Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica por los Fúcares; y a medio día se les da dos horas de huelga para que coman y descansen, así a los jornaleros como a los dichos forzados. Y no solamente se les da a los dichos forzados el trabajo que a los dichos jornaleros que andan en la dicha fábrica (que son más de trescientos), pero en las mismas condiciones y más fáciles y de muy poco
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trabajo, que - c o m o dicho ha este testigo- lo hacen mujeres y muchachos, y aun hacen menos que un muchacho jornalero, y dos forzados por un muchacho, de manera que, si por cuenta de este testigo hubieran de trabajar, no les diera la dicha ración que tiene declarado, sin el vestido ni las demás cosas que tiene dicho, y costas que con ellos se tiene. Y aunque es verdad que el asistir al cocimiento de los metales, donde se saca el azogue, es el trabajo de mayor peligro para la salud, porque los que asisten a ellos salen azogados, para los dichos forzados no lo es, porque quien asiste a ello más de ordinario es los maesos de los hornos y jornaleros, y no los dichos forzados; y si algún forzado se llega a los dichos hornos mientras se cuecen los dichos metales y a otro trabajo que sea de peligro de quedar azogados, los riñen y los hacen quitar del dicho trabajo, porque quieren que duren, y así los tratan muy bien. Y si algunos han muerto no ha sido de la dicha ocasión sino de enfermedades que Dios les ha dado, como han muerto otros muchos que no son forzados. Y cuando enferman - c o m o tiene dichoson curados con mucho regalo y cuidado, y los dejan, después de estar buenos, convalecer hasta que están recios; y aunque estén buenos y convalecidos, no les llevan al trabajo hasta que el médico dice que están para poder trabajar en el dicho ministerio de hornos, no reciben ningún daño ni peligro. Y ha visto este testigo que se tiene muy particular cuidado, así por Rodrigo Lucas como por el médico y enfermero, que cuando enferman algunos confiesen y reciban los sacramentos. Y si ha habido algunos forzados que se hayan azogado, no procede ni ha procedido de malos tratamientos que se les hayan hecho, sino que es propia calidad de la mina, como se han azogado muchos jornaleros y capataces, y este testigo lo ha estado y aún no está libre de ello, y aun los ministros principales lo han estado y aun Rodrigo Lucas, que es el principal de todos y administrador de la dicha mina y fábrica. Y esto es lo que este testigo sabe y responde a lo que en esta pregunta. Preguntado si sabe que a los dichos forzados se les hace estar en la dicha mina y fábrica del azogue más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que este testigo sabe y ha visto, del dicho tiempo de cuatro años a esta parte que ha que este testigo está en la dicha mina del azogue, que, luego que cumple cualquier forzado, se le da libertad sin detenerlo más punto ni hora ni hacerle estar contra su voluntad, y se le dan los recaudos necesarios para que se vaya donde quisiere; y no solamente se les da la dicha libertad mas aun dineros para el camino, y algunos forzados, y aun muchos, se quedan a vivir en la dicha villa del Almadén y trabajan en la dicha fábrica de su voluntad y
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por su jornal, y por el buen tratamiento que se les hace, como lo hicieron Joanes de Yurrita y Pedro Hernández y Marcos Sánchez y Esteban Pérez y Miguel Salvador y un fulano de Illescas y otro fulano Peláez y otros muchos que no se acuerda de sus nombres. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que sabe que los dichos forzados han sido y son muy bien tratados, y nunca ha sabido ni oído decir que hayan dado dádivas ni promesas a ninguna persona, y nunca sabe que se hayan quejado de nada ni que hayan tenido de qué quejarse. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que en la administración de la dicha fábrica y en todo lo demás perteneciente a su Majestad ha habido y hay el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que sabe que la administración de la dicha fábrica del azogue se ha hecho y hace con mucho cuidado y diligencia, y a muy gran coste, porque estando la dicha mina, al tiempo que los Fúcares entraron en ella, con mucho peligro de hundirse, y siendo como era de muy poco o ningún provecho, por la buena industria de los agentes de los dichos Fúcares y por haber gastado mucha cantidad de dineros en bueyes y carretas e hierro y acero y solería y otras muchas cosas, y tener hecho muchas prevenciones y otras muchas cosas, y por la vigilancia tan grande que tienen la han restaurado y puesto en el estado en que está. Y entiende este testigo, y aun lo tiene por muy cierto, que ningún otro que los dichos Fúcares lo pudiera haber hecho ni sustentado. Y esto responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado qué personas podrían decir sus dichos y tendrán noticia de lo que a este testigo se le pregunta y ha sido preguntado. Dijo que lo que este testigo tiene dicho es tan cierto y notorio, que no habrá persona en la dicha fábrica ni en la dicha villa del Almadén que no lo sepa, y lo podrán decir. Y esto responde a esta pregunta. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez visitador fueron leídos a este testigo los capítulos del asiento y concierto que su Majestad tiene con los dichos Fúcares y Juan Jedler, y siendo preguntado si sabe que los dichos capítulos se hayan guarda-
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do, cumplido y ejecutado, y que se haya contravenido a ellos o alguna parte de ellos. Dijo que sabe que el azogue se ha hecho limpio y sin mezcla, y que no han hecho cosa que sea contraria a los dichos capítulos ni asientos, ni cosa que no deban. Y esto es la verdad, so cargo de su juramento, en lo que, siéndole leído, se afirmó y ratificó, y lo firmó de su mano. Declaró ser de edad de cuarenta años, poco más o menos. Mateo Alemán. Pedro Carrasco. Ante mí, Juan de Cea. B A R T O L O M É DEL C A M P O
Después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, en veinte días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador por especial comisión del rey nuestro señor, mandó parecer ante sí a un hombre que se dijo llamar Bartolomé del Campo, vecino y regidor de esta dicha villa, capataz y trabajador que ha sido en el pozo y mina de azogues que el rey nuestro señor tiene en esta dicha villa, del cual por el dicho señor juez visitador fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad; y siendo preguntado por la instrucción dada al dicho señor juez visitador y capítulos de ella, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado si sabe y tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, gravámenes, órdenes, instrucciones y regimientos que por mandado del rey nuestro señor y de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración y buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas y medicinas y dietas en sus enfermedades. Dijo que no sabe ni tiene noticia este testigo de ninguna de las cosas que se le preguntan, porque no lo ha visto, y que se remite a ello si lo hay. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que se hayan guardado las dichas órdenes, gravámenes e instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos, y por quién y cuándo y en qué, y con qué licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene; y que si algunas órdenes ha habido las habrán cumplido los dichos Fúcares y sus agentes. Y esto responde a esta pregunta.
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Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser y conforme a cómo, si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que ha oído decir que en la dicha fábrica, conforme a la orden de su Majestad y el asiento que tiene tomado con los dichos Fúcares, ha de haber cuarenta forzados; y que los más que este testigo ha conocido han sido como cuarenta forzados, poco más o menos, de ocho años a esta parte que ha que este testigo tiene noticia de la dicha fábrica. Y que el tratamiento que ha visto que se les ha hecho y hace a los dichos forzados, del dicho tiempo a esta parte, ha sido y es muy bueno; y la ración y vestidos que se les da es también muy bueno, y antes les sobra que les falta, porque se les da cada día dos libras y media de pan y una libra de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de buen vino, y por las mañanas para almorzar se les da una cabeza de ajos a cada uno, o pasas o higos o un pedazo de asaduras o queso, conforme a lo que hay, de lo cual este testigo ha visto que suele sobrarles, y venden pan y carne y pescado. Y el vestido que se les da es bueno para un forzado, porque se les da una ropilla y calzones y medias calzas y caperuza de paño colorado y dos camisas y tres pares de zapatos; de manera que en lo que toca a la comida y a la bebida y vestido no les falta lo necesario, y antes - c o m o dicho ha- les sobra y lo venden, lo cual sabe este testigo por haberlo visto. Y los Fúcares tienen puesta pena de seis mil maravedís a la persona que cualquiera de las dichas cosas comprare a los dichos forzados; sino que ellos mismos los rompan y no los vendan. Y que en lo que toca a sus enfermedades, son muy bien curados, porque tienen su enfermería propia con muy buenas camas de un jergón y un colchón y dos sábanas y frazadas y almohadas, y paño de manos y tocador muy limpio, y su camisa limpia, y médico asalariado, que los visita cada día dos veces, y botica; y se les da ave o carnero, conforme a lo que han menester y la calidad de la enfermedad, y las demás dietas y medicinas que el médico ordena, sin limitación alguna. Y que el trabajo que se les da es muy poco y de muy poca consideración, porque no los ocupan sino en cosas que suelen hacer mujeres y muchachos, que es patear
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dentro del pozo y fuera y rajar un leño y allanar un camino, y servir a albañiles, y en otras cosas de muy poco trabajo; y sabe que tiene mucha más costa un forzado solo que dos trabajadores. Y así, de presente, hay en la dicha fábrica veintisiete o veintiocho plazas vacas de forzados y no los quieren pedir, porque ellos quieren ser poco y gente ruin, que no hacen nada de su voluntad si no es por fuerza, y con todo esto se les hace poco castigo; y si alguna vez han azotado a alguno ha sido con mucha moderación y habiendo primero dado muchas causas y ocasiones para ello, porque han hecho grandes desórdenes y excesos, y son desvergonzados y de mala vida. Y sabe que ningún forzado ha recibido ningún daño ni detrimento en su salud por el castigo que se le ha hecho, porque es de manera que a un niño se hace, y nunca a ningún forzado se le haya dado demasiado trabajo ni el castigo que merece. Y esto es lo que cierto sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que trabajen más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de las que los forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad y de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado y regalo que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ella hayan enfermado y muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son, cuántos y por cúya causa han muerto. Dijo que este testigo no sabe el tiempo que su Majestad tiene limitado para el trabajo de los dichos forzados, mas de que el trabajo que se les da es de sol a sol como a los jornaleros, y a medio día se les da dos horas para que coman y descansen; y que no solamente no trabajan los dichos forzados tanto como los jornaleros ordinarios que andan en la dicha fábrica, que son más de trescientos los que en ella andan cada día, pero mucho menos y en las cosas más fáciles que los dichos jornaleros, y en tanto grado que, si por cuenta de este testigo hubieran de trabajar, no les diera lo que monta la dicha ración, que como dicho tiene- es muy cumplida, demás de sus vestidos y calzados. Y que en sus curas y medicinas se tiene tanto cuidado que ningún vecino de la dicha villa del Almadén, que viven con mucho descanso, tiene más y regalo, porque - c o m o dicho he- tienen médico y botica, y se les da todo lo que el médico ordena, sin ninguna moderación; y a los que están buenos y convalecidos no los llevan al trabajo si antes y primero no dice el médico que están para poder trabajar. Y que en el ministerio de los hornos no reciben daño ni peligro, porque los dichos forzados
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no asisten a ello, y antes si hallan allí algunos que suelen entrar a esconderse les riñen y les hacen salir fuera luego; y entienden en esto mujeres y jornaleros y que andan por su jornal; y que si algunos han muerto ha sido de enfermedades que Dios les ha dado y no de azogados, como mueren los jornaleros y otros; y que para que reciban los sacramentos se tiene muy grande cuidado por el médico y enfermeros, y por Rodrigo Lucas; y que si algunos se han azogado no ha sido de malos tratamientos sino por ser propia calidad de la mina, y también va en la calidad de los hombres; y no solo se azogan los dichos forzados sino los jornaleros y los ministros principales suelen azogarse; y lo ha estado este testigo y Rodrigo Lucas, que es el principal y administrador de la dicha fábrica. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad en el servicio de la dicha mina y fábrica más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que sabe que luego, como los dichos forzados cumplen el tiempo de su condena, luego, el mismo día, se les da testimonio de ello, el cual envían a la villa de Almagro a Juan Jedler, el cual les envía luego su libertad y los recaudos necesarios para ello, sin detenerles punto ni hora más, y en el entretanto que van y vienen a Almagro se están holgando, y si no quieren holgar van a trabajar, y se les paga lo que trabajan; y en viniendo de Almagro, los que se quieren ir de esta villa se van y les dan dineros para su camino. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien tratados o mal tratados los dichos forzados procede de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo han hecho por amistades que con ellos han tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes o enfermedades o daños. Diga a quién y cuándo y por cuya culpa. Dijo que - c o m o dicho tiene- sabe que los dichos forzados han sido muy bien tratados y lo son, sin que esto haya procedido de dádivas ni promesas ni amistades; y que no sabe este testigo que a ninguno de ellos se le haya hecho maltratamiento ni dado causa para que tenga ocasión de quejarse; y entiende este testigo que cualquier que se hubiere quejado a Rodrigo Lucas de cualquier agravio que se hubiere hecho, le hubiera remediado y castigado a quien les hiciera agravios. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido y hay el buen recaudo, claridad y
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cuidado que es conveniente. Dijo que este testigo sabe que en la administración del dicho pozo y mina de azogues ha habido y hay el cuidado y claridad y cuenta, que parecerá por los libros que de ello hay, a que se remite. Y que se ha enmaderado, y va enmaderado muy bien y con mucho cuidado, porque si así no se hiciese no se podrían beneficiar los dichos metales y estaría en mucho peligro de hundirse, lo cual se hace y ha hecho y gastado, y se gasta en ello mucha cantidad de maravedís, y tener hechas muchas prevenciones, y tener ocupada gran cantidad de gente y gastados muchos dineros en bueyes e hierro y acero y carretas y solería y otras muchas cosas; y por la vigilancia y cuidado que tienen la han restaurado y puesto en estado. Y entiende este testigo que nadie otro sino los dichos Fúcares lo pudieran haber hecho y sustentado; y han atendido y atienden más al servicio de su Majestad, que no a su interés, y así merecen que su Majestad les haga mucha merced. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado qué personas podrían decir sus dichos cerca de lo que a este testigo se le ha preguntado y podrían tener noticia de ello para lo declarar. Dijo que lo que este testigo tiene dicho es tan notorio y cierto, que lo podrían decir muchos vecinos de esta villa que entienden en la dicha fábrica. Y esto responde a esta pregunta. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez le fueron leídos a este testigo por mí, el escribano yuso escrito, los traslados del asiento y concierto que su Majestad mandó tomar con Marcos Fúcar y hermanos, y Juan Jedler, sobre la administración de la dicha fábrica. Y siendo preguntado por cada uno de los dichos capítulos si sabe que se hayan guardado y guarden, y hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o alguno de ellos, y por qué y en qué. Dijo que sabe que el azogue se ha hecho puro y limpio, sin mezcla de ninguna cosa; y no sabe que por ninguna persona se haya dado ni vendido ninguna cantidad de azogue ni de bermellón ni del metal con que se hace. Y sabe, por lo haber visto, que han enmaderado y entibado y ademado el dicho p o z o y mina como es necesario, sin que de esto haya faltado nada; y no sabe que en ninguna cosa hayan hecho cosa que no deban los dichos Fúcares ni sus agentes, y si lo hubieran hecho este testigo cree y tiene por cierto que lo supiera, por haber sido oficial de la dicha fábrica y haber asistido a ella. Y esto es la verdad y lo que sabe, so cargo del juramento que ha hecho; en lo cual, siéndole leído, se afirmó y ratificó, y lo firmó de su mano. Y que es de edad de sesenta años, poco más o menos. Digo que no lo firmó por no saber. Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea.
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LEONARDO DEL SALTO
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, veintiún días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador de su Majestad, mandó parecer ante sí a Leonardo del Salto, alcaide de la cárcel de los forzados de la dicha fábrica y mina del azogue, vecino de la villa de Almagro, testigo citado por algunos de los forzados de quien se ha recibido sus declaraciones, del cual fue recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual, siendo preguntado, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado si los forzados que hay y ha habido en la dicha fábrica y mina han sido y son curados con el cuidado que conviene, y si después de estar sanos los dejan convalecer antes de volverlos al trabajo, de manera que por razón de no haberlos dejado convalecer hayan vuelto a recaer en sus enfermedades, de cuya causa no tienen perfecta salud. Dijo que sabe y ha visto que los dichos son curados en sus enfermedades con mucho cuidado, dándoles en la enfermería que tienen propia cama muy buena, que es un colchón de lana y un jergón lleno de paja debajo y dos sábanas y tres o cuatro frazadas, y un paño colorado y un almohada, y su tocador y un paño de manos, todo muy limpio, y médico que tienen asalariado que los visita dos veces cada día, y su botica; y se les da ave o carnero, conforme a lo que el médico ordena y al estado de la enfermedad, y todas las medicinas necesarias sin que les falte ninguna cosa, y lo demás que el dicho médico manda sin limitación ninguna. Y que, después de sanos, los bajan a otra segunda enfermería donde los dejan canvalecer, dándoles de comer bastantemente, y no los envían al trabajo hasta que el dicho médico dice que está para trabajar sin peligro de la salud del dicho forzado; y después de haber dicho el dicho médico que está para trabajar, aún los dejan tres días holgar en la cárcel, dándoles su ración. Y así ha visto este testigo que se ha hecho de cinco años a esta parte que ha que este testigo es alcaide de la dicha cárcel; y ha oído decir por cosa cierta a los dichos forzados que siempre ha tenido la dicha orden, y por ella se han seguido. Y esto sabe y es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho y en ello se afirmó y ratificó; siéndole leído su dicho y lo firmó de su nombre. Y declaró ser de edad de treinta y ocho años, poco más o menos, y lo firmó el dicho señor juez visitador. Mateo Alemán. Leonardo del Salto. Ante mí, Juan de Cea.
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[ALONSO SOBRINO]
En la dicha villa del Almadén, lunes, veintidós días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor, mandó parecer ante sí a un hombre que se dijo llamar Alonso Sobrino y ser maestro cocedor en los buitrones de la fábrica y mina (donde se cuecen los metales de que se saca el azogue), y vecino y estante en la dicha villa del Almadén, del cual por el dicho señor juez visitador fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad. Y siendo preguntado por los capítulos de la dicha instrucción y al tenor de ella, dijo lo siguiente. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna de las cosas que se le preguntan, porque este testigo no las ha visto; y se remite a las dichas órdenes si las hay. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que las dichas órdenes se hayan guardado y las dichas instrucciones, capítulos y mandatos, y que se hayan cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas o contra parte de ellas, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cuya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que - c o m o dicho tiene- este testigo no tiene noticia de ningunas órdenes que se hayan dado, pero que si algunas se han dado por cualquiera de las personas que se le han preguntado, entiende este testigo que se habrán guardado, cumplido y ejecutado, porque los dichos Fúcares y sus agentes son muy puntuales en guardar las órdenes de sus mayores. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera
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que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que ha oído decir que en la dicha fábrica ha de haber número de cuarenta forzados conforme a la orden de su Majestad, y este testigo ha más de veinte años que tiene noticia y asiste en la dicha fábrica, y no puede declarar si en el dicho tiempo ha habido más o menos; pero ahora, de presente, sabe que no hay sino hasta doce o trece, aunque no los ha contado. Y en el dicho tiempo ha visto que las justicias de los lugares comarcanos a la dicha villa del Almadén han enviado a la dicha fábrica algunos forzados condenados al servicio de ella, y este testigo ha visto que se excusan de recibirlos; y si algunos reciben es por orden de la justicia; y aunque, como dicho tiene, de los dichos cuarenta forzados hay muchas plazas vacas, no se han querido pedir otros en su lugar, porque son de mucha costa y poco provecho, y no hay ninguno que no cueste más que dos jornaleros. Y este testigo ha visto que se les ha hecho y hace muy buen tratamiento, porque, en lo que toca a su mantenimiento, se les da cada día de ración dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de buen vino, y a las mañanas alguna cosa que almuercen; y se les da un buen vestido cada año, que es ropilla y calzones y medias calzas y caperuza doblada de paño colorado y tres pares de zapatos y dos camisas; de manera que en lo que toca a la comida, bebida, vestido y calzado tienen lo que han menester, y antes les sobra que les falta; y este testigo les ha visto vender raciones que les sobran. Y que en lo que toca a sus enfermedades, ha visto este testigo que son muy bien curados, porque tienen su enfermería propia donde se les da una muy buena cama y su camisa limpia y paño de manos y tocador, y tienen médico, barbero y cirujano asalariados, y botica muy buena y enfermeros que los curan, y el dicho médico los visita dos veces cada día, y les dan a comer ave o carnero y todas las demás cosas, dietas y medicinas que el dicho médico ordena, sin limitación álguna; y tienen todo lo que han menester muy bastantemente, de manera que ningún vecino de esta dicha villa, de los que viven con descanso, se holgarán de tener en sus casas tanto regalo. Y que, después de estar buenos y sanos, los dejan convalecer hasta que está con fuerzas para poder trabajar y el médico manda que lo envíen al trabajo, porque está para ello sin peligro de su salud ni de volver a recaer.
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Y en lo que toca al trabajo que se les da, es muy poco y mucho menos que el de los jornaleros, y algunas veces suelen entre cuatro hacer menos que un jornalero, y lo que hacen, mal hecho y de mala gana, y teniendo siempre par de ellos quien se lo mande, y aun de lo que se les manda aún no hacen la mitad, con ser cosas que las suelen hacer mujeres y muchachos de diez años; y aun esto - c o m o dicho tiene- aún no lo harían si no fuese por fuerza. Y algunas veces, por no andar tras ellos, les dan tarea que hagan y la acaban en dos o tres horas, y huelgan todo lo demás del día; y si quieren volver a trabajar lo que resta del día se les paga lo que trabajan, como a los jornaleros. Y este testigo ha visto que si algunas veces han azotado o dado de palos a algún forzado ha sido con mucha moderación, y de manera que a ninguno ha venido por ello daño ninguno, y el castigo que se les ha dado ha sido con mucha causa que ellos hayan dado, y habiendo hecho primero mucho por que lo merezcan; y no de otra manera y en ningún tiempo este testigo ha visto que se les haya dado demasiado trabajo a ninguno de los dichos forzados, porque siempre que hay jornaleros los excusan de él. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina y fábrica más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene o si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cúya causa y culpa han muerto. Dijo que este testigo no sabe que su Majestad tenga limitado el tiempo en que los dichos forzados han de trabajar, mas de que trabajan de sol a sol como los jornaleros, y les dan a medio día dos horas de huelga para que coman y descansen. Y no solamente no trabajan tanto los dichos forzados como los jornaleros, pero aun mucho menos como tiene dicho en la pregunta antes de esta- y en las cosas más fáciles y de menos perjuicio, y donde menos se azogan, que en lo que trabajan es en allanar caminos y en rajar leños y en otras cosas de esta manera, que son de poco trabajo y peligro a la salud; y de manera que, si por cuenta de este testigo hubieran de trabajar, no les diera ni aun la comida, y, si alguna vez le dan a este testigo forzados a cargo, le pesa que más querría que le diesen un muchacho que dos forzados. Y que en el trabajo de los dichos hornos los dichos forzados no reciben daño
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ninguno, porque asisten poco al dicho trabajo ni a los demás que son de peligro; y quien más asiste a ello son los maesos de los dichos hornos, y jornaleros y mujeres y muchachos, y a los dichos forzados no los quieren meter en los dichos trabajos porque duren. Y si algunos forzados han muerto no ha sido de la dicha ocasión sino de enfermedades que Dios les ha dado, como se han muerto otros muchos maesos y jornaleros; y que, en enfermando alguno de los dichos forzados, se tiene especial cuidado de que confiesen y reciban los sacramentos. Y si algunos forzados se han azogado no ha sido por el demasiado trabajo que se les da, sino porque es propia calidad de la mina, y no solo se azogan los dichos forzados sino los maesos y jornaleros, y aun los ministros principales que entienden en la dicha mina. Y este testigo, de solamente entrar en la contramina, sin trabajar ninguna cosa mas de mandar lo que se había de hacer, estuvo azogado más de seis meses, de manera que en más del uno no podía comer ni beber con su mano y se lo ponían en la boca por mano ajena, y algunas veces era menester tenerle la cabeza; y de la propia manera estuvo Juan Rodríguez de Iñigo, padre de este testigo, gobernador que fue de la dicha villa del Almadén y administrador de la dicha fábrica, sin entender en nada más de mandar en ella, y también lo ha estado Rodrigo Lucas, administrador que es al presente. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad en el servicio de la dicha fábrica más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que sabe que, luego como cumple cualquier forzado, se le da su libertad sin detenerlos más punto ni hora contra su voluntad; y muchos se han quedado a vivir en la dicha villa del Almadén por el buen tratamiento que se les ha hecho, como son Esteban Hernández de Córdoba y Marcos Sánchez y otros muchos que de presente no se acuerda de sus nombres, y algunos se han casado en la dicha villa. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes o enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cúya culpa. Dijo que - c o m o dicho tiene- sabe que los dichos forzados han sido y son muy bien tratados, y que nunca ha sabido ni oído decir que hayan dado ninguna dádiva a ninguna persona que los haya tenido a su
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cargo, ni sabe que ninguno haya tenido ni se le haya dado ocasión de quejarse; y que si alguno se hubiera quejado de algún agravio que se le hubiera hecho, entiende este testigo que hubiera sido oído y héchole justicia, porque Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica, no consiente que se le haga agravio a ninguno de los dichos forzados ni a otra persona. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo tocante y perteneciente a su Majestad ha habido la buena cuenta y razón y claridad y cuidado que conviene. Dijo que este testigo entiende que ha habido muy buena cuenta y razón en todo lo contenido en esta pregunta, y mucha claridad y cuidado, y nunca ha entendido cosa en contrario, y se hace con mucho cuidado y diligencia, y a mucha costa, porque los dichos Fúcares han hecho una contramina que les ha costado mucho, y tener hechas muchas prevenciones y ocupado mucho dinero en carretas y bueyes e hierro y acero y solería y otras muchas cosas, y tienen en todo mucha vigilancia y cuidado. Y entiende este testigo que ninguna otra persona sino los dichos Fúcares lo pudiera haber hecho ni sustentado, y merecen que su Majestad por ello les haga merced. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de lo que aquí se le ha preguntado y tener noticia de ello. Dijo que lo que ha dicho y declarado es tan cierto y cosa tan notoria, que todos los vecinos de la dicha villa del Almadén lo podrán decir y declarar. Y esto responde. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez fue impuesto o hablado por algunas personas o informado de lo que había de decir, o si fue para ello atraído, inducido o atemorizado o le dieron o prometieron alguna cosa. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor juez. Y esto responde. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez leídas a este testigo las condiciones del asiento y concierto que su Majestad mandó tomar con los Fúcares sobre la administración de la dicha fábrica, cuyo traslado está en este proceso, y siendo preguntado si sabe que los dichos capítulos se hayan guardado o si se ha contravenido a ellos. Dijo que sabe que el azogue que se ha hecho y hace es bueno, puro y limpio, sin ninguna mezcla ni mácula que se le eche, lo que él sabe este testigo como maeso que es del cocimiento de los metales de donde se saca, y que en todo lo demás se ha hecho y hace conforme a los dichos capítulos del dicho asiento, sin haber este
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testigo visto, sabido ni oído decir cosa en contrartio. Y que todo lo que ha dicho y declarado es la verdad y lo que sabe cerca de este negocio; y no sabe otra cosa, so cargo del juramento que tiene hecho, y en ello se afirmó y ratificó, siéndole leído su dicho. Y que es de edad de treinta y ocho años, poco más o menos. Encargósele el secreto, prometido, y lo firmó de su nombre. Mateo Alemán. Alonso Sobrino. Ante mí, Juan de Cea. D I E G O MARTÍN MARGELIZA
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, en el dicho día, mes y año susodichos, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor para la dicha averiguación, mandó parecer ante sí a un hombre que se dijo llamar Diego Martín Margeliza y ser trabajador en el pozo de la mina del azogue, y maestro capataz que ha sido de los buitrones donde se cuecen los metales y vecino de esta dicha villa, uno de los testigos que en sus dichos tienen citados algunos de los forzados de quien se ha recibido sus declaraciones, del cual por el dicho señor juez visitador fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad, y siendo preguntado conforme a los demás testigos recibidos en esta causa, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, instrucciones, órdenes o regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración, y buen tratamiento y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta, porque este testigo no las ha visto. Y esto responde. Preguntado si sabe que las dichas órdenes, instrucciones, capítulos, mandatos y gravámenes se hayan guardado, cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas o contra parte de ellas, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cuya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que - c o m o dicho tiene este testigo- no sabe las órdenes que se le han preguntado ni lo que contienen, pero este tes-
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tigo tiene por gente tan honrada a los dichos Fúcares y a sus agentes y ministros, que si algunas tienen las habrán guardado, porque es gente muy puntual en guardar las órdenes de sus mayores y hacer que todos las guarden. Y esto responde. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. D i j o que este testigo ha oído decir que ha de haber cuarenta forzados en la dicha fábrica, conforme a la orden que su Majestad tiene dada, y que habrá diez años, poco más o menos, que este testigo conoció que había en la dicha fábrica más de ochenta forzados juntos, porque los que había más de los dichos cuarenta forzados eran traídos de los lugares comarcanos a la dicha villa del Almadén, condenados al servicio de la dicha fábrica por las justicias de ellos. Y ha visto este testigo que el administrador de la dicha fábrica y agente de los Fúcares se ha excusado de recibirlos, y se los ha hecho recibir por fuerza la justicia de la dicha villa del Almadén, a quien vienen remitidos por las que los condenan con requisitorias para que los hagan recibir. Y que ahora, de presente, sabe que no hay sino hasta una docena de forzados, y, aunque tienen vacas todas las demás plazas, no los quieren pedir por ser de mucha más costa que provecho, porque entiende este testigo que tiene más costa un forzado que dos jornaleros. Y ha visto este testigo que se les ha hecho y hace muy buen tratamiento; porque, en lo que toca a su mantenimiento, se les da más de lo que pueden comer, porque se les da de ración en cada un día dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme al tiempo, y cuartillo y medio de buen vino y alguna cosa para almorzar. Y en lo que toca al vestido, se les da cada año un vestido de colorado que es una ropilla, y calzones y medias de caperuza y dos camisas y tres pares de zapatos; y suelen muchas veces vender lo que les sobra de sus raciones. Y que en lo que toca a sus enfermedades, ha visto que son curados y regalados con mucho cuidado, porque tienen su enfermería propia donde se les da una muy buena cama y camisa limpia y paño de manos
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y tocador, y todo lo que han menester para su regalo; y tienen su médico asalariado y cirujano y botica, y se les da a comer ave o carnero, conforme a la disposición de la enfermedad, y las demás dietas y medicinas que el dicho médico ordena, sin limitación alguna; y después de estar sanos los dejan convalecer y no los envían a trabajar hasta que el médico dice que están para ello. Y en lo que toca al trabajo, se les da muy poco, porque hace más un jornalero en un día que seis forzados, y lo que ellos suelen hacer lo hacen mujeres preñadas y muchachos de nueve o diez años, y aun lo que hacen no lo harían si no fuese andando un capataz tras ellos y les hace que por fuerza lo hagan. Y si algunas veces los castigan es con mucha moderación, y de manera que por ello no ha venido ningún daño a ninguno de los dichos forzados, y habiendo dado primero muchas causas para ello; y en ningún tiempo ha visto este testigo que se les haya dado demasiado trabajo. Y esto es lo que este testigo sabe y responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha fábrica más horas cada día y más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene o si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros o sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cúya causa han muerto. Dijo que este testigo no sabe que su Majestad tenga limitado el tiempo del trabajo de los dichos forzados, mas de que sabe que trabajan de sol a sol como los jornaleros, y les dan a medio día dos horas de huelga para que coman y descansen; y no solamente no es el trabajo de los dichos forzados tanto como el de los jornaleros, pero aun mucho menos, y en las cosas más fáciles y de menos perjuicio y donde menos se azogan, porque no trabajan sino en allanar caminos o en esportear o rajar leños, y es de tan poca consideración su trabajo que, después de haber acabado lo que se les manda, toman destajos en la dicha mina y trabajan por su jornal, y se lo pagan. Y que los dichos forzados no reciben daño en los hornos ni en las demás cosas de peligro, porque no se les consiente que asistan a ello sino muy poco y a falta de jornaleros que lo hagan. Y si algunos forzados han muerto no ha sido de la dicha ocasión ni de azogados sino de enfermedades que Dios les da, como se ha muerto otra mucha gente libre de la dicha fá-
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brica; y ha visto que cuando enferman algunos se tiene particular cuidado por Rodrigo Lucas y por el médico o enfermero de que confiesen y reciban los sacramentos. Y si algunos forzados se han azogado no ha sido por el demasiado trabajo sino porque es propia calidad de la mina; y no solo se azogan los dichos forzados sino los jornaleros y maesos y los principales ministros de la dicha fábrica, como también lo ha estado Rodrigo Lucas, administrador de ella; y este testigo lo ha estado, y aunque el azogue hace temblar a los que están azogados, es sano. Y esto responde. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad en el servicio de la dicha fábrica más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que sabe que, luego que cumplen los dichos forzados en la dicha fábrica y piden libertad, se les da sin detenerlos más días, punto ni hora contra su voluntad, y se les dan recaudos bastantes para que se puedan ir donde quisieren, y no solo se les da la dicha su libertad, pero aun les dan dineros para el camino; y muchos de ellos se quedan a vivir en la dicha villa del Almadén por el buen tratamiento que se les hace, como son Esteban Pérez y Pedro Hernández de Córdoba y Miguel Salvador y Marcos Sánchez y otros de que no se acuerda de sus nombres. Y esto responde. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes o enfermedades. Diga a quién, cuándo y por cúya culpa. Dijo que -como dicho tiene- sabe que los dichos forzados han sido y son muy bien tratados; y nunca este testigo ha sabido ni oído decir que hayan dado ni prometido ninguna cosa a las personas que los han tenido y tienen a su cargo, ni tampoco sabe que ninguno haya tenido ocasión de quejarse; y si alguno hubiera recibido algún agravio y se hubiera quejado de ello, entiende este testigo y tiene por muy cierto que Rodrigo Lucas le hubiera oído y puesto remedio a sus quejas, porque no consiente que a ninguno de ellos se le haga agravio. Y sin haber quejas, anda siempre informándose y sabiendo si se les hace para remediarlo. Y esto responde. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente al rey nuestro señor ha habido la buena cuenta y razón, clari-
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dad y cuidado que conviene. D i j o que este testigo entiende que en lo contenido en esta pregunta ha habido y hay mucha claridad y cuidado, y nunca este testigo ha sabido ni entendido cosa en contrario sino que se ha hecho con mucho cuidado y diligencia y a mucha costa, porque los dichos Fúcares han hecho una contramina que les ha costado mucho, y han gastado mucha cantidad de dineros, sin otra mucha suma que tienen ocupada en bueyes y carretas e hierro y acero y solería y otras muchas cosas, y tienen en todo mucha vigilancia y cuidado; y entiende este testigo que ninguno otro que los dichos Fúcares lo pudieran haber hecho ni sustentado. Y esto responde. Preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de lo que aquí se le ha preguntado y podrían tener noticia de ello para lo venir a declarar. Dijo que lo que este testigo tiene dicho es tan cierto y público y notorio, que todos los vecinos de la dicha villa del Almadén lo podrán decir y declarar, y todos los que entienden en la dicha fábrica. Y esto responde. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez fue impuesto o hablado por algunas personas o informado de lo que había de decir, o si fue para ello atraído o inducido o atemorizado, o le dieron o prometieron alguna cosa o hicieron alguna otra prevención. D i j o que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor visitador. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez visitador le fueron leídas a este testigo las condiciones del traslado de los asientos que el rey nuestro señor mandó tomar con los dichos Fúcares acerca de la dicha administración de la dicha fábrica, y siendo preguntado por los capítulos de ellas, si sabe que se hayan guardado, cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas o parte de ellas. Dijo que sabe que el azogue se ha hecho limpio y bueno y sin ninguna mezcla ni mácula, lo cual sabe este testigo por haberlo visto hacer, como maeso que es de cocer los metales de donde se saca el dicho azogue. Y que en todo lo demás se ha hecho y hace conforme a los dichos capítulos del dicho asiento; y nunca este testigo ha sabido ni oído decir que se haya cotravenido a ellos en cosa alguna. Y esto sabe, y es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho; y en ello se afirmó y ratificó, siéndole leído su dicho. Y declaró ser de edad de cuarenta años, poco más o menos. Encargósele el secreto, prometiolo; y no lo firmó porque dijo que no sabía. Firmolo el dicho señor juez Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea.
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ALONSO MARTÍN GARZÓN
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, veintitrés días del mes de febrero del dicho año de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, para más averiguación de lo susodicho, mandó parecer ante sí a un hombre que se dijo llamar Alonso Martín Garzón y ser vecino de la dicha villa del Almadén y maeso de los metales del azogue, del cual, por el dicho señor juez visitador, fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo del cual prometió de decir verdad; y siendo preguntado al tenor de los demás testigos recibidos en esta causa, dijo y declaró lo siguiente. Preguntado si tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, mandatos, gravámenes, instrucciones, órdenes y regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y mandar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración y buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna cosa de lo que se le pregunta. Preguntado si sabe que las dichas órdenes, instrucciones, capítulos, mandatos, gravámenes se hayan guardado, cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellas, y por quién y por qué, cuándo, cómo y en qué, y con cuya licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa, y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene en la pregunta antes de esta, y que este testigo no sabe lo que son las dichas órdenes ni si las hay o no, mas de que entiende que cualquier orden que tengan los Fúcares o sus ministros la habrán cumplido con mucha puntualidad, porque es gente muy honrada. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad manda en sus mantenimientos, vestidos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante.
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Dijo que no sabe este testigo cuántos forzados ha de haber en la dicha fábrica conforme a lo que su Majestad tiene mandado, ni sabe la orden que tiene dada en lo demás contenido en esta pregunta, mas de que este testigo ha oído decir que ha de haber cuarenta forzados conforme a la dicha orden. Y que habrá cuatro o cinco años, poco más o menos, que este testigo vio y conoció en la dicha fábrica que había más de cincuenta forzados juntos, pero este testigo no los contó; y que la causa de haber más de los cuarenta forzados que da su Majestad, ha visto este testigo que las justicias de los lugares comarcanos a la dicha villa del Almadén han enviado a ella otros muchos forzados condenados al servicio de la dicha mina, y ha visto este testigo que el administrador de la dicha fábrica y personas que están en ella por los dichos Fúcares se han excusado de recibirlos; y no los querían recibir, sino que la justicia de la dicha villa del Almadén los han hecho que los reciban por fuerza, porque las justicias de donde venían ordenados los enviaban con requisitorias a la dicha justicia para que los hiciesen recibir. Y que ahora, de presente, hay muy pocos, que al parecer de este testigo habrá hasta doce, y aunque todos los de más cumplimiento a los dichos cuarenta están las plazas vacas, no los han querido pedir, porque son de mucha más costa que provecho, y de tan poco trabajo que este testigo, habiendo de trabajar por su cuenta, no les diera la comida por el trabajo; y le parece a este testigo que tiene más costa un forzado que dos jornaleros, y que trabaja más un jornalero que dos y aun que tres forzados. Y el tratamiento que ha visto que se les ha hecho y hace es bueno y el mantenimiento convenible para un hombre, porque se les da de ración dos libras y media de pan fresco cada día y una libra de carne de macho o de vaca, conforme a lo que hay y como es el tiempo, y cuartillo y medio de vino, y no sabe lo que les dan a almorzar. Y que en lo que toca a su vestido, se les da un vestido en cada un año, que es ropilla y calzones y medias calzas y caperuza de paño colorado y dos camisas y tres pares de zapatos. De manera que en lo que toca al mantenimiento y vestido, tienen bastantemente lo que han menester, y antes les sobra que les falta; y este testigo les ha visto vender de la dicha comida a muchos de ellos. Y en lo que toca a sus enfermedades, ha visto que son muy bien curados y regalados en una enfermería que tienen propia, donde se les da muy buena cama y camisa limpia de la dicha enfermería y tocador y paño de manos, y tienen médico asalariado y barbero y cirujano, que el dicho médico los visita dos veces cada día, y se les da a comer ave o
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carnero conforme a lo que el médico manda y todo lo demás que ordena de dietas y medicinas, sin moderación alguna y sin que les falte nada. Y los ha visto que, después de estar buenos, los dejan estar convaleciendo sin ir a trabajar; no sabe este testigo cuánto, mas de que cuando van a trabajar ya están recios para poderlo hacer. Y que en lo que toca al trabajo que se les da, es muy moderado, porque es mucho menos que a los jornaleros; y lo que los dichos forzados hacen es poco, porque suele hacer un jornalero más que dos forzados, y lo que los dichos forzados hacen lo suelen hacer mujeres y muchachos, porque son las cosas más fáciles y de menos trabajo, y aun esto no lo quieren hacer ni lo hacen si no estando con ellos un sobreestante que les hace trabajar por fuerza. Y con todo esto no se les dan grandes castigos sino con mucha moderación y habiendo ellos primero dado muchas causas para ello, porque son gente incorregible y de mala condición y mala vida; y nunca este testigo ha visto, sabido ni entendido que se les haya dado castigo de manera que por ello haya venido ningún daño a ninguno. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe que a los dichos forzados se les hace que asistan al trabajo de la dicha mina más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado que conviene o si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros o sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cúya causa han muerto. Dijo que dice lo que dicho tiene en la pregunta antes de esta de este su dicho a que se refiere, y que no sabe que su Majestad tenga dada orden en que limite el tiempo en que han de trabajar los dichos forzados, ministros y sirvientes, mas de que trabajan de sol a sol como los jornaleros, y a medio día les dan dos horas dende las once hasta la una para que coman y descansen; y algunas veces que faltan jornaleros, les hacen de noche sacar agua en los tornos, porque vendría gran daño si cesasen de sacarla, y, habiendo jornaleros, nunca se lo mandan a los dichos forzados. Y, fuera de esto, no solo no es tanto el trabajo de los dichos forzados como el de los jornaleros, pero aun mucho menos, y en las cosas más fáciles y de menos perjuicio, y donde menos se azogan, si no es a la necesidad, cuando no se hallan jornaleros, o su Majestad pide azogue con mucha prisa; pero que todas estas necesidades no los ponen en trabajo de peligro ni los consienten entrar en los hornos,
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antes este testigo ha visto castigar algunos forzados porque entran sin mandárselo, estándolo haciendo los jornaleros, porque los dichos jornaleros se lo paguen. Y es tan poco el trabajo que tienen, que después de haberlo acabado toman destajos en la dicha mina de su voluntad y trabajan en ellos, y se los pagan, como parecerá por las copias de las pagas a que se refiere. Y si algunos han muerto no ha sido de azogados sino de otras enfermedades que Dios les quiere dar, como a otras muchas gentes. H a visto este testigo que cuando algún forzado enferma se tiene particular cuidado por Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica, y por el médico y enfermeros de que confiesen y reciban los sacramentos; y si algunos forzados se han azogado no ha sido por el demasiado trabajo sino porque es propia calidad de la mina, y también se azogan todos cuantos entienden en ella, y aun los ministros principales; y este testigo lo ha estado y lo está de presente, y también lo ha estado Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días en el servicio de la dicha fábrica de aquellos en que fueron condenados. Dijo que sabe que, luego como los dichos forzados cumplen el tiempo de sus condenaciones, se les da libertad sin detenerlos más día, punto ni hora después de haber cumplido; y se les dan los recaudos bastantes para que se puedan ir donde quisieren, y no solo se les da la dicha libertad, pero aun dineros para el camino. Y algunos ha habido que, después de haberles dado la dicha su libertad, se han quedado a vivir de su voluntad en la dicha villa del Almadén, y a entender y trabajar en la dicha fábrica por el buen tratamiento que se les hace, como lo han hecho Pedro Hernández y Joanes de Yurrita y Esteban Pérez y Miguel Salvador y Marcos Sánchez y otros de que este testigo no tiene memoria. Y esto sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo hayan hecho por amistades o enemistades que con ellos hayan tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes o enfermedades. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa. Dijo que como dicho tiene- sabe que los dichos forzados han sido y son muy bien tratados, y nunca este testigo ha sabido ni oído decir que hayan dado ninguna cosa a las personas que los han tenido y tienen a su car-
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go; ni tampoco sabe que ninguno se haya quejado de ningún agravio que se le haya hecho ni haya habido agravio de que quejarse. Y entiende este testigo que si algún forzado u otra persona hubieran recibido algún agravio de alguno de los oficiales o ministros de la dicha fábrica, y se hubieran quejado de ello al dicho Rodrigo Lucas, lo hubiera remediado, porque es tan buen ministro que nunca consiente que a nadie se le haga agravio ninguno. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido el buen recaudo, claridad y cuidado que conviene. Dijo que este testigo entiende que en lo contenido en esta pregunta ha habido y hay mucha cuenta y razón y mucha claridad y cuidado, y nunca este testigo ha sabido ni entendido cosa en contrario, sino que se ha hecho con mucha diligencia y a mucha costa, porque los dichos Fúcares han hecho una contramina que les ha costado mucho y han gastado mucha suma de maravedís, porque, estando la dicha mina y pozo a gran peligro de caerse cuando los dichos Fúcares entraron en ella, la han reparado y aderezado, de manera que la han puesto en el estado en que está, y tienen ocupado mucha cantidad de dinero en bueyes y carretas e hierro y acero y solería y en otras muchas cosas, y tienen en todo mucha vigilancia y cuidado; y este testigo tiene por muy cierto, y así lo tienen todos los que han visto la dicha fábrica, que ninguno otro que los dichos Fúcares lo pudiera haber hecho ni sustentado. Y esto responde. Preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de lo que aquí se le ha preguntado a este testigo o tendrán noticia de ello para lo declarar. Dijo que lo que este testigo ha dicho es cosa tan cierta, pública y notoria, que todos los que tienen noticia de la dicha fábrica y entienden en ella lo podrán decir y declarar. Y esto responde. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho ante el dicho señor juez visitador fue impuesto o hablado por algunas personas o informado de lo que había de decir, o si fue para ello atraído o inducido o atemorizado, o le dieron o prometieron alguna cosa o hicieron alguna otra prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente ha venido a decir su dicho por mandado del dicho señor visitador. Y esto responde. Demás de las cuales dichas preguntas, por mandado del dicho señor juez visitador le fueron leídas a este testigo las condiciones del traslado de los asientos que el rey nuestro señor mandó tomar con los dichos Fúcares cerca de la dicha administración de la dicha fábrica, y siendo preguntado por los capítulos de ellos, si sabe que se hayan
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guardado, cumplido y ejecutado, o se haya contravenido a ellos o contra parte de ellos. Dijo que sabe que el azogue que se ha hecho y hace es bueno y limpio y no lleva ni se le echa ninguna mezcla ni mácula, lo cual sabe este testigo por ser maeso que lo hace y haberlo visto hacer. Y sabe que en todo lo demás se ha hecho y hace conforme a los dichos capítulos del dicho asiento; y nunca este testigo ha sabido ni entendido cosa en contrario. Y esto es lo que sabe, y la verdad, so cargo del juramento que tiene hecho. Leyósele su dicho, afirmóse en él; encargósele el secreto de este su dicho, prometiolo, y no lo firmó porque dijo que no podría por estar azogado. Y declaró ser de edad de cuarenta y cinco años, poco más o menos. Y firmolo el dicho señor juez Mateo Alemán. Ante mí, Juan de Cea. M I G U E L SALVADOR
Y después de lo susodicho, en la dicha villa del Almadén, a veintinueve días del mes de febrero de mil quinientos noventa y tres años, el dicho señor contador Mateo Alemán, juez visitador del rey nuestro señor para la dicha averiguación, mandó parecer ante sí a un hombre que se dijo llamar Miguel Salvador y ser barbero y cirujano, y natural de la ciudad de Tarazona, en el Reino de Aragón, y vecino de la dicha villa del Almadén, uno de los testigos citados por algunos de los forzados de quien se ha recibido sus declaraciones en esta causa, del cual por el dicho señor juez visitador fue tomado y recibido juramento en forma debida de derecho, so cargo. Preguntado si sabe y tiene noticia de algunos asientos, condiciones, capítulos, gravámenes, órdenes, instrucciones, regimientos que por mandado del rey nuestro señor o de sus jueces o de los Fúcares, a cuyo cargo está la dicha fábrica, o de otras personas que para ello hayan tenido poder, se hayan mandado imponer y guardar para el buen gobierno, orden y concierto de la dicha fábrica, administración y buen tratamiento, y número que ha de haber de forzados, ministros y sirvientes, y sus pagas, vestidos y mantenimientos, curas, dietas y medicinas en sus enfermedades. Dijo que no lo sabe ni tiene noticia de ninguna cosa de las que se le pregunta, porque no lo ha visto; y que se remite a las dichas órdenes si las hay. Y esto responde. Preguntado si sabe que se hayan guardado, cumplido y ejecutado las dichas órdenes, instrucciones, gravámenes, capítulos y mandatos, o que se haya contravenido a ellas o contra parte de ellas, y por quién y
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por qué, cuándo, cómo y en qué, y con qué licencia y permisión, mandato, negligencia, descuido o culpa; y si se ha puesto remedio en ello, y cómo y por quién. Dijo que dice lo que dicho tiene, y que este testigo tiene por gente tan honrada a los agentes de los dichos Fúcares, que si algunas órdenes han tenido las habrán guardado, cumplido y ejecutado. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si sabe qué número ha de haber de forzados en la dicha fábrica y cuál debe ser conforme a lo mandado, y si a los dichos forzados se les ha hecho y hace el tratamiento que su Majestad tiene mandado en sus enfermedades; y si lo que se hace con ellos es suficiente y conveniente, de manera que no haya demasiado rigor en su trato y vivienda que les obligue a acabar la vida con brevedad; y quién ha tenido culpa, de cualquier suerte que sea, de todo lo que aquí se le ha preguntado, y qué remedio y orden podría haber para lo de adelante. Dijo que este testigo ha oído decir por cosa notoria que su Majestad tiene dada orden que en la dicha fábrica haya cuarenta forzados; y que, de cuatro años y medio a esta parte, este testigo ha conocido juntos en la dicha fábrica más de cincuenta forzados, porque, de más de los cuarenta que tiene dicho que da su Majestad, ha visto este testigo que de los lugares comarcanos a la dicha villa del Almadén se han traído otros condenados por las justicias de ellos al servicio de la dicha fábrica, que estos no han entrado en cuenta de los dichos cuarenta forzados; y algunos ha visto que no los han querido recibir, y los han hecho volver a llevar. Y que ahora, de presente, no hay más de hasta doce forzados, poco más o menos, y ha muchos días que no han traído forzados, aunque de los dichos cuarenta ha habido muchas plazas vacas. N o sabe este testigo por qué ocasión no los han querido recibir y traer. Y que el tratamiento que se les ha hecho y hace a los dichos forzados es muy bueno, y la ración y vestidos que se les da es bastante para lo que un hombre ha menester, porque se les da cada día dos libras y media de buen pan fresco y una libra de carne de macho o de vaca, conforme a lo que hay en la carnicería, y cuartillo y medio de buen vino, y para almorzar les suelen dar alguna otra cosa fuera de la ración, conforme al tiempo y a lo que se halla, de manera que en lo que toca a la comida antes les sobra que les falta, y lo suelen vender algunas veces. Y en lo que toca al vestido, se les da un vestido cada año, que es ropilla y calzones y medias calzas y caperuza de paño colorado y tres pares de zapatos y dos camisas. Y que en lo que toca a sus enfermedades, son curados con mucho cuidado y tienen su enfermería y enfermero, y se les da una muy buena
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cama y paño de cabeza y paño de manos y camisa limpia de la dicha enfermería, y tienen su médico asalariado, y barbero y cirujano, que los visita dos veces cada día, y se les da a comer ave o carnero o las otras cosas que el médico manda, y todas las demás dietas y medicinas que el dicho médico ordena, sin limitación alguna y sin que les falte nada, y tienen su botica y enfermeros que los sirven. Y después los dejan convalecer hasta que el médico dice que puede ir a trabajar sin riesgo de su salud ni de volver a recaer. Y que el trabajo que se les da y ha dado es poco y de poca consideración, porque no es más de en esportear o llevar leña de un horno a otro, que serán hasta treinta pasos, si no es algunas veces que falta quien lo haga, y les mandan andar en el torno del agua por el gran riesgo que hay en la dicha mina si esto cesase; y, como dicho tiene, es a falta de jornaleros que lo hagan, porque lo más del año están arrendados los dichos tornos del agua. Y este testigo ha oído decir que se ha hecho cuenta de lo que cuestan los dichos forzados y que cada uno tiene de costa por dos jornaleros, y sabe, por haberlo visto, que no hacen dos forzados el trabajo que un jornalero, y con todo esto no se les da demasiado castigo, sino muy poco; y si alguna vez han azotado alguno ha sido con mucha moderación, y después de haber dado muchas causas y ocasiones para ello, por haber hecho grandes desórdenes y excesos, y ser desvergonzados y de mala vida; y sabe que a ningún forzado se ha castigado de manera que haya recibido ningún daño ni detrimento por ello en su salud. Y esto es lo que sabe y responde a lo contenido en esta pregunta. Preguntado si a los dichos forzados se les hace que trabajen más horas cada día o más días cada semana de las que su Majestad tiene mandado, y si aquellas son de más rigor de lo que los dichos forzados pueden llevar y que sea causa de acabar la vida con brevedad o de enfermar gravemente; y si cuando enferman son curados con el cuidado y regalo que conviene y si ha habido alguna negligencia o descuido en ello, de manera que por ello hayan enfermado o muerto algunos forzados, ministros y sirvientes de la dicha fábrica. Declare quién son y cuántos y por cúya causa han muerto. Dijo que este testigo no sabe que su Majestad tenga dada orden en que limite el tiempo en que han de trabajar los dichos forzados, mas de que trabajan de sol a sol como los jornaleros ordinarios que andan en la dicha fábrica, que son más de trescientos, y a medio día se les dan dos horas de huelga para que coman y descansen, que es dende las once hasta la una; pero el trabajo de los dichos forzados es mucho me-
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nos y en las cosas más fáciles y de menos peligro para la salud, porque no entran en el pozo ni en los hornos, ni cosas de peligro; y es su trabajo de tan poca consideración, que, si por cuenta de este testigo hubieran de trabajar, no les diera ni aun la comida. Y que en sus curas y medicinas - c o m o dicho tiene- se tiene mucho cuidado, de manera que ningún vecino de la dicha villa del Almadén que vive con mucho descanso se cura en sus enfermedades con más regalo. Y que en el trabajo de los hornos los dichos forzados no reciben daño ni peligro ninguno, porque no entran en ellos ni asisten al dicho trabajo ni a los demás que son de peligro, antes les mandan con pena que no lo hagan. Y este testigo ha oído que, porque algunos forzados sin mandárselo, porque se lo pagaban los jornaleros, asistían al dicho trabajo, los sacaban luego de él y los castigaban. Y que si algunos forzados han muerto no ha sido de azogados sino de enfermedades que Dios les ha querido dar, como han muerto otras muchas personas libres. Y cuando alguno de los dichos forzados enferma se tiene muy gran cuidado por el médico y enfermero de que reciban los sacramentos. Y si algunos se han azogado no ha sido de demasiado trabajo que se les haya dado, sino de que es propia calidad de la mina; y no solo se azogan los dichos forzados, sino los jornaleros y aun los ministros principales, como lo está Pedro Prunes, mayordomo de los buitrones, de manera que no ha podido comer con sus manos, y se azogó sin entender en trabajo ninguno, y de la misma manera lo ha estado Rodrigo Lucas, administrador de la dicha fábrica. Y esto responde. Preguntado si a los dichos forzados se les hace estar por fuerza y contra su voluntad más años, meses o días de aquellos en que fueron condenados. Dijo que sabe, y ha visto este testigo, que luego como cualquier forzado cumple el tiempo de su condenación, se les da libertad sin deternerlos más punto ni hora contra su voluntad, y aun Juan Jedler les suele dar dineros para el camino; y algunos se han quedado a vivir en la dicha villa por el buen tratamiento que se les ha hecho, como lo hicieron Marcos Mondragón y este testigo y Pedro Hernández y Esteban Pérez. Y esto responde a esta pregunta. Preguntado si el ser bien o mal tratados los dichos forzados ha procedido de haber dado o dejado de dar algunas dádivas o promesas a las personas que los tienen a su cargo, o lo han hecho por amistades o enemistades que con ellos han tenido; y si habiéndose quejado de algunos agravios han sido oídos o no, y si se les ha puesto o no remedio a sus quejas, y si por no haberse puesto han resultado algunas muertes, enfermedades o daños. Diga a quién, cuándo y por cuya culpa.
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Dijo que - c o m o dicho tiene- sabe que los dichos forzados han sido y son muy bien tratados, y no sabe que hayan dado ni prometido ninguna cosa a las personas que los han tenido y tienen a su cargo, ni lo hayan hecho por amistades ni enemistades. Y ha visto que algunos se han quejado al dicho Rodrigo Lucas de algunos agravios que han recibido de los que los mandan, aunque en particular este testigo no se acuerda de quién ni de qué, y el dicho Rodrigo Lucas los oye muy bien y les hace justicia y desagravio, y tiene muy particular cuidado de que a ninguno no se le haga agravio. Y esto sabe este testigo y responde a esta pregunta. Preguntado si en la administración de la dicha fábrica y en lo perteneciente a su Majestad ha habido la buena cuenta y razón, claridad y cuidado que convienen. Dijo que no lo sabe ni ha sabido cosa en contrario. Y esto responde. Preguntado qué personas podrán decir sus dichos cerca de lo que a este testigo se le ha preguntado y tener noticia de ello para lo declarar. Dijo que lo que este testigo ha dicho es tan cierto, público y notorio, que todos los vecinos de esta dicha villa lo saben y lo podrán decir y declarar. Y esto responde. Preguntado si antes que este testigo viniese a decir su dicho por mandado del dicho señor juez fue hablado por alguna persona o informado de lo que había de decir, o le dieron o prometieron alguna cosa, o le hicieron algún ruego o amenaza u otra alguna prevención. Dijo que no pasa tal y que libremente viene a decir su dicho por mandado del dicho señor juez, y ha dicho verdad. Y esto responde. Demás de las cuales dichas preguntas hechas por el dicho señor juez visitador, le fueron leídos a este testigo los asientos que con los dichos Fúcares mandó tomar el rey nuestro señor acerca de la administración de la dicha fábrica, y siendo preguntado este testigo por los dichos capítulos, si sabe que se hayan guardado o se haya contravenido a ellos o parte de ellos, y en qué y por quién. Dijo que sabe que el azogue que se ha hecho ha sido puro y limpio sin ninguna mezcla; y entiende y tiene por cierto que en todo lo demás se ha guardado lo que su Majestad manda por los dichos capítulos, y nunca este testigo ha sabido ni oído decir cosa en contrario. Y esto sabe y es verdad, so cargo del juramento que tiene hecho; y en ello se afirmó y ratificó, siéndole leído su dicho; encargósele el secreto, prometiolo, y lo firmó de su nombre. Y declaró ser de edad de treinta y siete años, poco más o menos. Y asimismo lo firmó el dicho señor juez visitador que fue preguntado, y ha entendido cuatro. Mateo Alemán. Miguel Salvador. Ante mí, Juan de Cea.
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C X C V . Tasolo en ciento noventa y cinco hojas. D e esta visita, en caso que se deban dineros de mitad, declara se han de pagar de cuatrocientos y en que van tasados estas dos piezas que pasaron ante el escribano. L o demás es todo a de que no tiene dineros algunos el escribano, y monta dos mil cuatrocientos treinta.
GLOSARIO DE TÉRMINOS DE LOS TRABAJOS Y D E LA VIDA DE LA MINA DE ALMADÉN
a cautela-. «Modo adverbial que significa con prevención, de propósito» {Autoridades), aciar: término no documentado. Se usa como verbo y como sustantivo (aición o en la forma agion), con la significación de 'tener, sufrir un ataque con frecuencia, pero pasajero, que deja al paciente aturdido e incapaz de razonar y hablar', Cf. «pero que se acian y remedian con mucha facilidad» (p. 126; otros ejemplos, pp. 135, 159 pássim). acumular: «Es término forense cuando a un delito le acumulan y juntan otros que el delincuente ha cometido» {Tesoro), ademar. «Poner ademes». Ademe-. «En las minas, madero que sirve para entibar» {DRAE), y ademado: 'apuntalado y cubierto'. A veces se utiliza coordinado con enmaderado y entibado de igual significado: «lo haber visto que han enmaderado y entibado y ademado el dicho pozo y mina», informa Bartolomé del Campo en su declaración (véase Diez de Revenga Torres, «Una actividad poco conocida de Mateo Alemán», 2010, p. 223). alede: por 'aledaño', «Término antiguo que vale lo mismo que confín, límite, término o linde» {Autoridades), almagacén: «Lo mismo que almacén» {Tesoro), y 'magacén', véase infra. almilla: «Una especie de jubón con mangas, ajustado al cuerpo. Es traje interior, así del uso de los hombres como de las mujeres, y de ordinario se pone y viste en tiempo de invierno para reparo y defensa del frío» {Autoridades). «Prenda interior de abrigo que se vestía sobre la camisa y bajo el jubón. Como tantas otras prendas tuvo seguramente su origen en el traje militar» (Carmen Bernis, Indumentaria española en tiempos de Carlos V, Madrid, CSIC,
1962, p.76)
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almorzar. «Desayunarse por la mañana» (Tesoro), y Autoridades precisa: «Comer por la mañana temprano cualquiera cosa la primera vez». alojamiento: «Estancia que señalan a la gente de guerra... Es término usado entre soldados» (Tesoro), alzarse con: 'robar, irse con la ganancia'. Cf. «habiéndose alzado en Sevilla un su compañero y llevándole gran suma de dineros» (Guzmán, p. 49). arreo: 'de inmediato, en seguida, sin parar'. Cf. «término lleva de quejarse un mes arreo» (Quijote II, xii, p. 724). asientos: 'conciertos'. «Contrato u obligación de alguna cosa», y también: «Anotación hecha por escrito de alguna partida o noticia que se apunta y se escribe en algún libro, para que conste y no se olvide» (Autoridades), azogado: de azogarse, «Estar poseído del azogue o padecer la enfermedad que este metal ocasiona introducido en el cuerpo, cuyo efecto es estarse continuamente moviendo con incesantes temblores y convulsiones, como sucede a los que han trabajado largo tiempo en las minas el azogue» (Autoridades). En algunos enfermos también se producían llagas en la boca, como se denuncia con frecuencia en las declaraciones de los forzados. azogue: 'mercurio'. «Es un género de metal líquido y fluido muy conocido, de color de plata, [...] parece plata derretida, que va corriendo a una parte y a otra [...]. Los que andan en las minas del azogue viven muy poco, porque como es tan penetrante se les entra hasta los huesos» (Tesoro). B basca: 'náuseas, ansias, angustias'. «Congojas y alteraciones violentas y penosas que padece el pecho cuando el estómago repugna admitir algo que le provoca a vómito» (Autoridades), bermellón: «Lo mismo que cinabrio. Hay dos diferentes especies, la una natural y la otra artificial. La natural es mineral, y es una piedra roja y muy grave, que tiene muchas venas de azogue, y se halla en sus mineras» (Autoridades). Véase cinabrio, buitrón: «El horno en que se beneficia la plata de las minas. Hácese de dos maneras, uno en que se pone el metal molido, que llaman harina, y es como un cajón grande de piedra de sillería. Otro que llaman de fuego, es una hornilla de ladrillos fabricada de modo que poniendo los metales dentro se les da fuego por debajo de la hornilla, calentándose el plano o suelo de ella, que es también enladrillado; y este es el que sirve
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Mateo Alemán / La obra completa para el metal que llaman negrillo» (Autoridades). A quien está al frente de este trabajo se le llama maestro cocedor en los buitrones.
C calzas". «De las dos prendas que en el siglo xvi se usaban para cubrir las piernas y el cuerpo hasta la cintura, las calzas eran la propia de los hombres que vestían a la moda, mientras que los calzones o zaragüelles formaban parte del traje de los labradores, artesanos y gentes de humilde condición en general. Había calzas enteras, de una sola pieza y muy ajustadas, heredadas del siglo xv, calzas-bragas con una especie de pantalón corto y ajustado y calzas compuestas de dos piezas: las medias calzas o medias y los muslos. Los muslos dejaban ver la tela del forro» (Bernis, Indumentaria española, pp. 79-80). calzones-, 'calzón', se usa generalmente en plural. «El vestido que sive para cubrir el cuerpo, desde la cintura hasta las corvas» (Autoridades). «Se diferenciaban de las calzas propiamente dichas en que eran de hechura mucho más sencilla, pues ni se amoldaban a la forma de las piernas ni se complicaban con cuchilladas y forros. Por ser prenda de menos categoría que las calzas, aparece en los textos formando parte del traje de los pastores, labradores, marineros, etc. Había calzones largos parecidos a los actuales y calzones cortos hasta la rodilla» (Bernis, Indumentaria española, p. 80). caniculares: días caniculares, de más calor del año, 'los días en que dura la canícula' cañuto: 'pedazo de caña horadado y hueco', 'parte de la caña entre nudo y nudo'. caperuza: «Cobertura de la cabeza, o bonete, que remata en punta inclinada hacia atrás» (Autoridades). «En el siglo xvi muy avanzado suele encontrarse como nombre se un tocado de pastores y labradores» (Bernis, Indumentaria española, p. 82). En la mina la caperuza de los forzados era de paño colorado para distinguirlos y localizarlos con facilidad. china: «es una piedrecita pequeña» (Tesoro). cinabrio: «Mineral compuesto de azufre y mercurio, muy pesado y de color rojo oscuro, del que se extrae, por calcinación y sublimación, el mercurio o azogue» (DRAE). cirujano: «El médico que cura de heridas o llagas» (Tesoro). cochura: «El efecto de estarse cociendo o de estar ya cocida alguna cosa» (Autoridades). complixión: 'complexión'. Forma ant. de poco uso.
O b r a varia. Informe secreto
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contador. «La persona que nombra el juez o las partes para ajustar o liquidar alguna cuenta de particiones, u otra dependencia sobre que se litiga, o en que hay varios interesados» (Autoridades). Covarrubias escribe: «Esta palabra se dijo del nombre concertador, y por contracción [...] de concertador se dijo contador, el cual vocablo se halla en muchos privilegios antiguos de reyes, cuyas cartas dicen haber sido libradas de sus concertadores y escribanos mayores de sus privilegios» (Tesoro). En realidad es el juez que investiga y luego cuenta la información conseguida en sus indagaciones. contaduría: «La oficina donde se lleva la cuenta y razón del producto de algunas rentas y de su distribución» (Autoridades), contramina: «Comunicación de dos o más minas por donde se logra limpiarlas, extraer los desmontes y sacar los minerales» (DRAE). cordellate: «Cierta especie de paño delgado, como estameña; dicho así por un cordoncillo que hace la trama» (Tesoro), costa: 'costo'. cuartana: 'fiebre que se produce cada cuatro días', 'originada, por lo general, por el paludismo o la malaria'. Cf. «cuando le tomó un temblor tan extraño, como si de algún grave accidente de cuartana estuviera enferma» (Quijote I, xliii, p. 501). cuartillo: En lo líquido, la cuarta parte de una azumbre, que equivale a unos dos litros. También, 'cuarta parte del real'. D de presente: 'ahora, por el momento'. de verbo ad verbum: 'palabra por palabra'. dende: 'desde', ant. deponer: «En lo forense es testificar, declarar, decir debajo de juramento ante juez y escribano la verdad de algún hecho, en pleito civil o causa criminal» (Autoridades), desatacar: 'desvestir'. desazogar: curarse de la enfermedad que provoca el azogue (pp. 142143). desbrasar: «desbrasar, que es sacar la brasa de los hornos y tenderla para otro día cerner las cenizas...», como se explica en el propio texto del Informe (p. 168). destajero (de la mina): 'el que trabaja a destajo en la mina'. destajo: «La obra que un oficial toma a su cuenta, que no va dada a jornales ni a tasación, sino que, echada la cuenta y destajado y mirado por menudo lo que podrá venir a tenerle de costa, lo toma a su cuenta» (Tesoro). Tomar a destajo el trabajo en la mina.
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Mateo Alemán / La obra completa
dicho: 'declaración'. «La testificación que uno hace ante el juez» {Tesoro, s. v. decir). E enmaderar: 'montar el maderamen de una construcción'. entender: «Significa también estar empleado y ocupado en hacer alguna cosa, cuidar de ella y tenerla a su cargo» (Autoridades). entibar: «Apuntalar o apuntar las minas haciendo una cadena de vigas sostenidas con puntales y haciendo calles en la mina para seguir las vetas del metal» (Autoridades). espacio (dar): 'tiempo', 'dar algún tiempo'. «Intervalo de tiempo» (Autoridades). esportear: «Echar tierra u otra cosa con espuertas» {Tesoro), esquitar: 'desquitar', ant. F frazada: «La manta tejida de lana y peluda que se echa sobre la cama, que por tener el pelo largo y revuelto se dijo así» {Tesoro). En el ms. se lee casi siempre frezada, frisa: «Cierta tela de lana delgada con pelo, que se suele retorcer» {Tesoro), fulano: «Es un término de que comúnmente usamos para suplir la falta de nombre propio que ignoramos o dejamos de exprimir por alguna causa» {Tesoro). G garduja: «En las minas de Almadén, piedra que, por no tener ley de azogue, se arroja como inútil» {DRAE). gardujero: 'el que recoge los desechos del azogue que se encuentran en esa piedra (garduja) para volverlos a fundir'. Término que no aparece en los repertorios lexicográficos, pero así se define en el propio Informe: «sirve en ella de gardujero que es recoger los desechos del dicho metal para volverlo a fundir». Y en otro lugar: «es gardujero que recoge los desechos de los metales para volverlos a cocer» (p. 128). in verbo sacerdotis: 'en palabra de sacerdote', fórmula de juramento de los eclesiásticos. industria: 'atención, cuidado, ingenio, sutileza', y también «destreza o habilidad en cualquier arte» {Autoridades).
J
jaropado: 'que ha tomado jarope', de jarope, xarope. «Comúnmente llamamos jarabe la bebida dulce que se trae de la botica para el enfermo, y el dar estos jarabes se llama jaropar» y «Vale bebida medicinal de la botica; estas se dan antes de la purga, y el uso suyo se dice jaropar» {Tesoro, s. v. xarave y xarope, y axaravé).
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jergón-. «Xergón. Funda gruesa en forma de colchón que se llena de paja, atocha ['esparto'] o cortaduras de papel» (Autoridades). L labrar: «Trabajar una materia reduciéndola al estado o forma conveniente para usarla» (DRAE), y también 'explotar yacimientos minerales' (Araucana, I, vn, v. 56h). lavadura: «Acción y efecto de lavar» {DRAE). ley de bayona, a la: descrita en diferentes lugares del Informe. «Atándolos [a los forzados] en cueros a la ley de bayona que llaman, que es atadas las manos y pies a un palo atravesado por las corvas de las piernas y las sangraduras de los brazos, de manera que un hombre no se puede rodear, y con un manojo de ocho a diez mimbres largas los azotaba hasta que las dichas mimbres se hacían pedazos» (p. 255). libra: La libra era una medida de peso de Castilla, dividida en 16 onzas, y equivalente a 460 gramos. luego: «Al instante, sin dilación, prontamente» {Autoridades). M macho (carne de): «Llamamos macho al animal cuadrúpede, hijo de caballo y burra, y de asno y yegua; y a la hembra de esta especie llamamos muía. Dícese también macho, en el ganado cabruno, el cabrón» {Tesoro). «En las carnicerías se entiende por el macho del cabrío» {Autoridades). Su carne es muy dura y poco estimada. maeso: 'maestro', ant. de poco uso. magacén: 'almacén'. «Casa o lugar donde se recogen diferentes drogas y mercaderías[...] y de allí se distribuyen» {Tesoro). mandado: 'orden, precepto'. maravedí: En Castilla el maravedí, moneda de cobre (las había también de plata y de oro), fue, junto con el real (que valía 34 maravedís), la unidad más frecuente y la más pequeña y principal de cuenta. medias calzas: véase calzas. ministerio: 'servicio', 'obligaciones de un oficio'. «El oficio que a cada uno incumbe ministrar» {Tesoro). moverse: 'volverse, dirigirse excitado contra alguien'. «Excitar o dar principio a alguna cosa en lo físico o en lo moral» {Autoridades). N no embargante: 'sin embargo', 'a pesar de'. «Modo adverbial. Significa lo mismo que 'no obstante, sin embargo'. Es término muy usado en lo forense, aunque ya algo anticuado» {Autoridades).
256
Mateo Alemán / La obra completa
O obrar: en «que obra que es forzado...» significa 'que consta en su expediente que es forzado'. ordinario honesto: 'Lo que es correcto cada día'. Ordinario-. «Lo que es contingente cada día o muchas veces» {Tesoro), y honesto: «razonable y justo» {Autoridades). P paño de cabeza-, 'el que ponía la gente para dormir', 'gorro de dormir'. Cf. «así como lo vio entrar Sancho, viéndole venir en camisa y con su paño de cabeza y candil en la mano...» {Quijote I, xvn, p. 179). paño de mano-. «La toalla o lienzo con que se limpian cuando se lavan» {Autoridades). parar: 'llegar a ser'. «Ir a dar a algún término o llegar al fin... se dice también de las cosas no materiales» {Autoridades), parecer: «Comparecer (ante el juez)» {DRAE). patear: 'asentar la tierra pisándola una y otra vez'. profeso, fraile profeso: de profesar: «En las religiones es hacer profesión, acabado el tiempo del noviciado». El fraile profeso se obligaba a cumplir para toda la vida con los tres votos (pobreza, obediencia y castidad).
Q
quebrar (los metales): 'templar los metales' {DRAE). quien: por 'quienes', frecuente en la lengua del Siglo de Oro. quijar: «La muela o diente molar. [...] Se toma también por la quijada» {Autoridades). R remudar: 'cambiar, mudar, alternar'. requisitoria: «Mandato de juez para otro, en que le requiere ejecute algún mandamiento suyo, con el término y cortesía que se debe» (Tesoro). resolladero: «Respiradero. Abertura por donde entra y sale el aire» {DRAE). rodear: 'menearse, girarse o girar sobre sí'. «Hacer rodeos y andar a la redonda» (Tesoro). Cf. «sin poder rodear la muía a una ni a otra parte» {Quijote I, vm, p. 103). ropilla: 'prenda corta, especie de chaquetilla, con mangas y pequeñas faldillas, que se vestía sobre la camisa o el jubón', fue la prenda de vestir más corriente entre los hombres. «En la segunda mitad del siglo xvi, la ropilla era prenda usada por los hombres de todas las edades» (Bernis, Indumentaria española, p. 101).
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s sacerdote de misa: 'clérigo que tiene todas las órdenes y puede celebrar la misa'. sangraduras-. «La parte interior del brazo, por donde se dobla, y se sangra» (Autoridades). sobrestante-, 'capataz', 'el que está cerca de los trabajadores, los vigila'. T tenor, 'orden, estilo', y «Contenido literal de un escrito» (DRAE), y al tenor de: 'conforme a'. terciana: «La calentura que responde a tercero día» {Tesoro), tocador: «el retrete donde la señora se toca y se viste» {Tesoro), y «Paño que servía para cubrirse y adornarse la cabeza» {DRAE). tudesco: 'alemán'. V vacas: 'vacantes, sin proveer'. veedor: 'inspector', como visitador; 'el que tiene a su cargo el registro de las gentes de un oficio y la inspección de su comportamiento', 'examinador de los oficios'. virtud: 'fuerza'. «No tener un hombre virtud a veces significa no tener vigor ni fuerza» {Tesoro), visitador: «Visitar como jueces o prelados es hacer averiguación de cómo viven los visitados, cómo gastan la hacienda, cómo guardan sus estatutos, cómo administran justicia. El que lleva esta comisión se llama visitador, y su ocupación y resulta de ella, visita» (Tesoro, s. v. visitar). Z zacas: «En las minas, odres con que se desaguan los pozos» {DRAE). zaques: «El odre pequeño de cuero en que traginan agua o vino» (Tesoro)-, los zaques estaban hechos con cuero de buey. zarzaparrilla: «Planta de Indias a modo de las zarzas de España [...] Tiene varios usos en la medicina, y también la hay en España, aunque no tiene tanta virtud» {Autoridades).
RELACIÓN ALFABÉTICA DE NOMBRES PROPIOS CITADOS
DECLARANTES I FORZADOS
Miguel del: forzado, natural de Tarazona; condenado por no cumplir varios bandos y otros delitos a ocho años. Declarante I o (pp. 123-131).
ALDEA,
Pedro: natural de Estepa, condenado por hurto a seis años, forzado; se suspende, al principio, la declaración por estar enfermo de cuartana. Declarante 8o (pp. 159-164).
DELGADO,
Francisco: gitano, forzado. Declarante 11°, citado a declarar no pudo hacerlo por estar falto de juicio (pp. 178-179). HERNÁNDEZ, Marcos: natural de Berbería Gazi, morisco converso y vecino de Granada, condenado a cuatro años por delitos reales (desobediencia a la recolocación obligada), forzado. Declarante 10° (pp. 171-178). HERNÁNDEZ, Pedro: natural de Écija, condenado a cuatro años por robo de dos muías, forzado. Declarante 6o (pp. 151-157). HERNÁNDEZ CASTELLANO, Pedro: natural de Toldaños (Villalpando), condenado por hurto de una muía a seis años, forzado. Declarante HERNÁNDEZ,
3 o (pp. 140-145).
Cristóbal: natural de Jaén, condenado por robo en una casa a seis años, forzado. Declarante 5o; se suspende su declaración por enfermedad (pp. 150-151).
LÓPEZ,
Luis de: gitano, natural de Vigo, condenado por hurtos a cuatro años, forzado. Declarante 9o (pp. 164-171). MEDUAR, Pedro: morisco del Reino de Valencia, natural de Buñol, condenado de por vida a la mina por bandido, forzado. Declarante 13° (pp. 184190). MALEA,
Obra varia. Informe secreto
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Juan de: fraile agustino, natural de Dueñas, forzado; condenado por crimen a diez años. Declarante 2 o (pp. 131-140).
PEDRAZA,
Alonso-, natural de Trujillo, condenado por rufián a seis años, forzado. Declarante 14° (pp. 190-195).
RODRÍGUEZ
REGODÓN,
Martín: natural de Écija, condenado por hurto de unas cabalgaduras a seis años, forzado. Declarante 4o (pp. 145-150).
SÁNCHEZ,
Francisco-, gitano, natural de Málaga, condenado por hurto de dos borricas a seis años, forzado. Declarante 7o; se suspende la declaración porque estaba enfermo, falto de juicio (pp. 157-158).
TÉLLEZ,
Guillermo: natural de Toris (Valencia), probablemente morisco, condenado de por vida a la mina por bandolero, forzado. Declarante 12° (pp. 179-184).
VALENCIANO,
DECLARANTES II RESPONSABLES DEL FUNCIONAMIENTO DE LA MINA
Juan: carretero y capataz de la mina, vecino de Almadén. Declarante 18° (pp. 211-217).
ASTORGA,
Bartolomé del: vecino y regidor de Almadén, trabajador y capataz de la mina. Declarante 20° (pp. 223-227). CARRASCO, Pedro: vecino de Almadén, destajero y gardujero de la mina. Declarante 19° (pp. 217-223). CAMPO,
DE AZUAGA, Diego: vecino de Almadén, maestro de buitrones. Declarante 15° (pp. 195-200). GARCÍA DE AZUAGA, Francisco: vecino de Almadén, maestro cocedor de los metales. Declarante 16° (pp. 200-205). GARCÍA
GARZÓN, Alonso: vecino de Almadén y maestro de la mina. Declarante 24° (pp. 239-244). MARTÍN MARGELIZA, Diego: vecino de Almadén, maestro y capataz de la mina. Declarante 23°. (pp. 234-238) MARTÍN
Leonardo del: vecino de Almagro y alcaide de la cárcel de los forzados en la mina. Declarante 21° (p. 228).
SALTO,
Mateo Alemán / La obra completa
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Miguel, natural de Tarazona, forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén como enfermero cirujano y barbero de la mina. Declarante 25° (pp. 244-248). SOBRINO, Alonso: vecino de Almadén, maestro cocedor en los buitrones de la mina. Declarante 22° (pp. 229-234). SALVADOR,
Hernán o Hernando: vecino de Almadén y maestro de cocer los metales. Declarante 17° (pp. 206-211).
VÁZQUEZ,
OTROS PERSONAJES CITADOS
ALEXANDRE / ALEJANDRO: tudesco, forzado, enfermero de la mina (pp. 126, 130,136,143,154,187). AMADO: gitano, forzado (p. 168). ARCE, Jerónimo: forzado (p. 192). AZUAGA, Francisco de: vecino de Almadén y maestro de la mina (p. 130). BARCELONA, el licenciado: médico de la mina (pp. 126,130,136,143,154). BRAVO, Alonso: trabajador de la mina (p. 207). BRETE, Miguel: capataz y gardujero de la mina (pp. 135, 137, 155,162, 176,182,188). CEA, Juan de: secretario de Mateo Alemán, escribano del Informe (p. 123, pássim). CRESPO, Toribio: forzado (pp. 143-145). CUÉLLAR, Francisco de: vecino de Valladolid, forzado (pp. 126, 154, 168,175,182,187,193). DOMINGO: natural de Castilla la Vieja, forzado, ya liberado (pp. 175,177). EL SOLDADO: forzado (p. 176).
Domingo: forzado (p. 153). FRACHINETE, Francisco: valenciano, forzado (p. 143). FRANCISCO, «El morisco»: esclavo de los Fúcares (pp. 126, 136, 143, 181,187,193). FÚCAR, Marcos (pp. 144,150,157,171,178, 184,200, 210, 217, 227). FÚCARES. Los Fúcares o Fuggers constituían una poderosa familia de empresarios y banqueros alemanes en los siglos xv y xvi. Entre los negóFERNÁNDEZ,
Obra varia. Informe secreto
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cios que tenían en España por este tiempo, figuraba la explotación de las minas de Almadén. Véase «Estudio introductorio» (p. 130 pássim). GALLEGA, la: mujer de Almadén conocida por ese apodo (p. 176). GARCÍA, Bartolomé-, natural o vecino de Montes, trabajador en la fábrica de Almadén (p. 216). GARCÍA, Francisco: forzado (p. 193). GARCÍA, Juan: vecino de Almadén y maestro de la mina (p. 130). GARZÓN, Cristóbal, o Francisco, según el declarante: capataz (pp. 174, 186,188). GARZÓN, Juan: cocedor de horno (p. 177). GUIJARRO, Juan: capataz y escribano de la boca de la contramina (pp. 127,136,137,144,155,168,175,176,193). Diego: natural de Castilla la Vieja, vecino de Almadén, forzado (p. 168). HERNÁNDEZ, Domingo: montañés, forzado, enfermo (pp. 125, 134, 167,181,187). HERNÁNDEZ, Lorenzo: natural de El Escorial, forzado (p. 161). HERNÁNDEZ, Pascual: trabajador en la mina y vecino de Almadén, (p. 216). HERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Esteban Pedro: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén (pp. 215, 237,232, 242, 247). HERNÁNDEZ HERRERO, Francisco: forzado, natural de La Bañeza, que murió azogado (p. 130). HERRERA, Alonso: vecino de Almadén y trabajador de la fábrica (p. 216). HERRERO, Juan: vecino de Don Benito, forzado (pp. 126, 136, 168, 182,187,193). HERNÁNDEZ,
Fulano de: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén (pp. 204, 222).
ILLESCAS,
Juan: representante de los Fúcares en la mina y fábrica de Almadén (pp. 138 pássim). JUAN BAUTISTA: esclavo de un Fulano de Tapia, vecino de Toledo, forzado (pp. 126,136,175,182,187,193). JUAN MIGUEL: esclavo, forzado (p. 149). JEDLER,
una zona o barrio de Almadén (p. 176). Diego: sastre, forzado (pp. 131,168,171). LÓPEZ, Juan: sastre, natural de Daimiel y vecino de Almadén, trabajador en la fábrica (pp. 130,168, 216). LA HOYA: LÓPEZ,
Mateo Alemán / La obra completa
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Diego: forzado (p. 131). Rodrigo: administrador de la mina y fábrica (pp. 125 pássim).
LÓPEZ DEL RÍO, LUCAS, MARTÍN,
Diego: forzado, natural de Ajofrín, que murió azogado (p.
130). Francisco: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén (p. 215). MARTÍN, Juan: natural de Castilla la Vieja, forzado (p. 161). MELCHOR: negro, que tenía a su cargo forzados (p. 177). MONDRAGÓN, Marcos: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén (p. 247). MORENO, Gaspar: esclavo, forzado (p. 167). MARTÍN,
PATÓN, La de: mujer que vive en Almadén y coge chinas de la mina (p. 176). PÉREZ, Esteban: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén como mayordomo de la fábrica (pp. 131,135,198,209, 237,242, 247). PÉREZ, Miguel: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén (p. 215). PRUNES, Pedro: mayordomo de los buitrones (p. 247). PUEBLA: cocedor de horno (p. 176). Alonso: forzado (p. 155). RODRÍGUEZ, Miguel: capataz de la fábrica, natural y vecino de Chillón (pp. 131,133,143,170,171,174). RODRÍGUEZ DE IÑIGO, Juan: gobernador de la villa de Almadén y administrador de la fábrica (p. 232). ROQUE, Simón: forzado (p. 131). RODRÍGUEZ,
Pedro de, (a veces, Fulano de): forzado, vecino de Torrijos (pp. 126,154,168,187,193). SÁNCHEZ, Esteban: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén (p. 215). SÁNCHEZ, Juan: gardujero (p. 176). SÁNCHEZ, Luis: natural de Chillón, capataz (pp. 125 pássim). SÁNCHEZ, Marcos: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén (pp. 198,204,209,222, 232,237). SARCERO, Bartolomé: vecino de Agudo, forzado (pp. 127, 136, 155, 168,169,175,193). SALAZAR,
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Andrés de: licenciado, médico de la fábrica de Almadén (pp. 159,174). SEVILLANO, Juan-, morisco, forzado (pp. 127, 137, 144, 155, 168, 169, 175,193). SUÁREZ, fray Pedro: vicario provincial de la orden de San Agustín (p. 132).
SEGURA,
Agustín de (a veces Fulano de): de Toledo, forzado, condenado que tenía esclavo (pp. 126,175,187,193). TELLO: vecino de Almadén, suegro de Esteban Pérez (pp. 114,135). TAPIA,
forzado (p. 193). Alonso: vecino de Benavente, forzado (pp. 126, 136, 143, 168,182,193).
VALLE:
VELÁZQUEZ,
Joanes: forzado, que, cumplida su condena, se quedó a vivir en Almadén (pp. 198, 204,209, 215,222,242).
YURRITA,
ÍNDICE DE TOPÓNIMOS pueblo de la provincia de Ciudad Real (pp. 127,144,168). localidad y municipio de la provincia de Toledo (p. 130). ALMADÉN: municipio de la provincia de Ciudad Real (pássim). ALMAGRO: municipio de la provincia de Ciudad Real (p. 138 pássim). AZUAGA: municipio de la provincia de Badajoz (p. 130). AGUDO:
AJOFRÍN:
comarca de la provincia de León (p. 137). municipio de la provincia de Córdoba (p. 160). BENAVENTE: municipio de la provincia de Zamora (p. 160). BERBERÍA GARCI: lugar de Ceuta (p. 171). BUÑOL: municipio de la provincia de Valencia (p. 185).
BABIA:
BELALCÁZAR:
de la provincia de Valladolid, cerca de Medina del Campo (p. 150). CASTILLA LA VIEJA (p. 161,167,175). CHILLÓN: municipio de la provincia de Ciudad Real (pp. 130,133,167, 170,174). CANTALAPIEDRA:
DAIMIEL:
municipio de la provincia de Ciudad Real (p. 216).
264
Mateo Alemán / La obra completa
DON
municipio de la provincia de Badajoz (pp. 126,136,154,
BENITO-,
182,187). municipio de la provincia de Palencia (p. 132).
DUEÑAS:
municipio de la provincia de Sevilla (p. 160).
ESTEPA:
municipio de la provincia de Toledo (pp. 204,222).
ILLESCAS:
LA
municipio de la provincia de León (p. 130).
BAÑEZA:
LOGROÑO MEDINA
(p.
DEL
PALACIO -,
municipio de la provincia de Valladolid (p. 150).
municipio de la provincia de Ciudad Real (p. 216).
PAMPLONA
(p.
SALAMANCA SANTA
188).
CAMPO:
123).
(p.
190).
municipio de la provincia de Toledo (p. 140).
OLALLA:
SANTANDER
(p.
125).
por 'Santa Eufemia', pueblo de la provincia de Córdoba (pp. 145,151,212).
SANTOFIMIA:
del Reino de Aragón (pp. 123,244). jurisdicción de Villalpando (Zamora) (p. 140). TOLEDO (pp. 126 pássim). TORIS: lugar del Reino de Valencia (p. 179). TORRIJOS: municipio de la provincia de Toledo (pp. 126,136,143,168, 182,187). TARAZONA: TOLDAÑOS:
TRUJILLO:
municipio de la provincia de Cáceres (p. 190).
VALLADOLID
(pp. 126 pássim).
municipio de la provincia de Zamora (p. 140). LOS INFANTES: municipio de la provincia de Ciudad Real (p. 168).
VILLALPANDO: VILLANUEVA
ZARAGOZA
DE
(p.
127).
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ORTOGRAFÍA CASTELLANA E D I C I Ó N , I N T R O D U C C I Ó N Y NOTAS DE F R A N C I S C O R A M Í R E Z SANTACRUZ
Para mi bella y amada Juana, quien gusta de leer, cocinar y dar amor incondicionalmente
MATEO ALEMÁN Y LA ORTOGRAFÍA
L A ORTOGRAFÍA
CASTELLANA
SOY YO
No es ninguna hipérbole afirmar que la Ortografía castellana, publicada en México en 1609, fue tal vez el libro más querido por Mateo Alemán. A diferencia de sus dos obras mucho más extensas y surgidas de géneros populares -el Guzmán de Alfarache y el San Antonio de Padua-, la Ortografía, escrita para un público más especializado, se fue haciendo a fuego lento. No hay en ella rastros de las prisas que rodearon la aparición de la segunda parte de su novela o la premura con que sabemos escribió el tercer libro del San Antonio, al grado de instalar una imprenta en su propia casa para acelerar la publicación de la hagiografía. Si bien el sevillano empezó a redactar su tratado ortográfico a principios de la década de los noventa del siglo xvi, no cabe duda de que el tema le fascinó desde mucho antes y que su preocupación por el arte de bien escribir fue un sobresaliente rasgo de su personalidad conocido por sus contemporáneos1. Esta lenta gestación, además del tono personalísimo que emana de la obra, es la responsable de que la Ortografía ofrezca una vasta radiografía intelectual de su autor y de su tiempo y una confesión de principios. Aunado a lo anterior hay que tener en cuenta que el tratado es una suerte de memorias donde un anciano -solo le restaban cinco años de vida en 1609- regresa a los momentos decisivos de su infancia, a su formación académica, a sus viajes 1 Para la fecha de inicio alrededor de 1590, véase Cavillac, «Mateo Alemán et la modernité», p. 398, n. 79. De ser cierta la hipótesis de Márquez Villanueva de que bajo la figura de Perlícaro de La picara Justina se esconde la de Alemán («La identidad de Perlícaro», pp. 426-427), López de Ubeda habría querido destacar como su primer atributo su interés por la ortografía: «Digo yo, el licenciado Perlícaro, ortógrafo, músico, perspectivo, matemático, arismético, geómetra, astrónomo, gramático, [...]» ( L i b r o de entretenimiento de la picara Justina, ed. Mañero Lozano, p. 280). Por otra parte, Vitse ha destacado agudamente que Alemán ya escribía algunas veces en 1604 de acuerdo a su sistema ortográfico (San Antonio, p. 180, n. 57).
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por la Península y a su estancia en la Contaduría Real, entre otras muchas etapas de su vida, para hacer un ajuste de cuentas con la sociedad a partir del fenómeno de la lengua. En el estudio que precede a estas obras completas, Piñero Ramírez habla de los retratos de Mateo Alemán; pues bien, en la Ortografía encontramos no un retrato, sino una serie de autorretratos. Las escenas autobiográficas abarcan las seis décadas de vida con las que contaba el judeoconverso sevillano al llegar a México. Sus remembranzas incluyen un maravilloso recuento del aprendizaje de las primeras letras; son escenas fundacionales en que Mateo es seducido por el lenguaje, por sus efectos sonoros, por su poder evocativo y, muy especialmente, por su capacidad de comunicar a los ausentes con los presentes. Contar con un texto donde un artista de la palabra hable sobre sus primeras experiencias para adquirir el lenguaje escrito o sus acercamientos primigenios a la lectura es muy valioso, pero si consideramos que se trata del arquitecto, junto con Cervantes, de la novela moderna, es un verdadero privilegio. Es posible vislumbrar de estas escenas que ser maestro del chiquillo Mateo debió de haber sido un suplicio, pues no paraba de cuestionar y de criticar los métodos pedagógicos a los que lo sometían. Especialmente grande es su animadversión hacia las horas fútiles dedicadas a la caligrafía en detrimento de habilidades lingüísticas más provechosas2. El autorretrato que surge de estas evocaciones es el de un sujeto que rechaza la violencia sobre la mano, el cuerpo y la mente de prácticas de escritura obsoletas a favor de una pedagogía que aproveche mejor esos años de gran receptividad para el desarrollo de un espíritu crítico lejos de la burda repetición manual. Del niño de seis o siete años pasamos al joven que estudió en la Facultad de Medicina de Alcalá, dato con el que Alemán busca consolidar su imagen de hombre versado en las ciencias. La etapa que va de su 2 Como si no hubiese transcurrido más de medio siglo, Alemán trae vivamente a la memoria las horas perdidas: «Yo me acuerdo que la primera letra que supe fue la que hoy se usa en los libros de la iglesia que llaman de redondo; después me pusieron en tirado, de tirado pasé a cortesano, a medio punto y a punto entero; luego escrebí de caja, que aun se pratica hoy en los libros della y la llaman redondilla, y últimamente me pusieron a escolástico y bastardillo, que agora usamos comúnmente; y creo se me quedan otras tres o cuatro estaciones que anduve con las dichas, que fueron chancilleresca, francesa, encadenada y grifo. N o es burla, no levanto testimonio ni salgo de la verdad un punto; los viejos lo saben, los de mi edad lo vieron, ellos lo digan, pues pasaron como yo los mismos puertos, y cómo en cuatro años no acababa el muchacho de solo escribir; y era lo peor que antes de ponerles la pluma en los dedos los entretenían leyendo hasta estar muy diestros no solo en el molde, mas en letra procesada, por oscura y trabada que fuese» (Ortografía, pp. 334-335).
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estancia en las aulas universitarias a los preparativos para su exilio mexicano en 1608 es la que ofrece la mayor cantidad de materia prima para sus recuerdos. Destaca una serie de diálogos que se extienden a lo largo de toda su vida con diversos personajes sobre el lenguaje y los usos lingüísticos de sus contemporáneos. Por ejemplo, durante una conversación con el maestro de Felipe III Alemán se entera de los métodos empleados para enseñar a escribir al futuro monarca; en otro momento, el sevillano se acuerda con sarcasmo del disparatado modo de hablar de un escribano con quien charló en un pequeño pueblo andaluz; pero tal vez una de las revelaciones más íntimas sea su confesión de haber escrito su obra a raíz de un estéril coloquio con varios maestros de escuela, cuyo único interés es mantener al niño ignorante para seguir cobrando sus sueldos. La Ortografía castellana sería, entonces, la fijación textual de una larguísima cadena de intercambios verbales, lo que explica en última instancia su fascinante estilo conversacional y el intenso diálogo entre narrador y narratario. Junto con aquella confidencia henchida de resentimiento donde Alemán declara que Sevilla ha sido una «madrastra» para él3, los preliminares destacan tanto por el tono como por el contenido para la configuración del «yo». Para empezar encontramos en ellos una de las dos versiones del retrato que Alemán incluyó en todas sus obras y en la que se busca una consciente construcción de una genealogía familiar que aspira a la nobleza así como una postura ideológica de pre-ilustrado 4 ; en las dedicatorias —una a Juan de Villela y la otra a la ciudad de México— el autor asume una actitud desafiante contra las voces maledicentes. Y, finalmente, en la Fe de erratas asoma la nota más personal que Alemán jamás escribió y que nos remite al momento más cercano a marzo de 1609, cuando estaba el manuscrito a punto de irse a la imprenta: «En el corregir de este libro hice lo que pude: algunos acentos van trocados y letras por otras, aunque no alteran la sinificación del vocablo; súplalo el prudente y emiéndelo el sabio, que no es posible corregir bien sus obras el autor dellas, demás que la corta vista y larga enfermedad me disculpan» (p. 301). La invasión del espacio textual por la biografía es un aspecto esencial de la poética alemaniana y de la modernidad de todos sus textos. Su obsesión por el tema tuvo dos vertientes: por un lado la teórica, cu3 Ortografía, p. 401. En adelante indico el número de página entre paréntesis dentro del texto. 4 Véanse Cros, «La puesta en escena del sujeto cultural...», pp. 91-107, y Piñero Ramírez, «Los retratos de Mateo Alemán», pp. X X X I V - X X X V I I I y XLIII-LI.
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yos frutos más densos son la «Declaración para el entendimiento de este libro» del Guzmán de Alfarache y el grabado de marras; y por otro, la práctica, que se plasmó en el tejido textual de la pseudoautobiografía y de la hagiografía. Este constante meditar sobre la poetización del «yo» justifica plenamente las dudas que se puedan generar en torno a la veracidad de lo narrado. Ciertamente no estamos frente al «yo real» de Alemán, sino ante una autoconstrucción, lo que tampoco implica que se trate del todo de una impostura ni que no hallemos allí rasgos profundamente significativos de la persona o personaje llamado Mateo Alemán. En la Ortografía se concreta un ejemplo paradigmático de fusión de vida y literatura o, para decirlo con el término acuñado por Leo Spitzer, de Literarisierung des Lebens. Por más que el texto nos remita a ciertas discusiones sobre la confusión de las sibilantes, a los métodos para la enseñanza de la caligrafía o a la necesidad de añadir dos nuevos signos al alfabeto, el lector termina por tener la impresión de que el verdadero tema no es otro más que el mismo Alemán. Con ello se sugiere que el estudio de la vida de una lengua en su aspecto ortográfico es tan complejo y lleno de matices como el de una vida humana si se parte del punto de vista del relato en retrospectiva.
M A T E O A L E M Á N ANTE LA T R A D I C I Ó N O R T O G R Á F I C A
Hablar de ortografía en el Siglo de Oro no era lo mismo que hoy en día; el término, en la mentalidad de la época, abarcaba muy diversos aspectos. Desde determinada ladera técnica la ortografía era concebida como ciencia que rige la recta escritura y como ciencia que estudia las figuras y fuerzas de las letras. En consecuencia, los aspectos gráficos incluso caligráficos- eran discutidos sin excepción mezclados con los fonéticos5. También se entendía la ortografía como un amplio campo de reflexión sobre la pedagogía y los usos lingüísticos de la sociedad. Muestra de este interés son los muchos y muy variados tratados ortográficos o libros de gramática que aparecieron periódicamente a lo largo de los siglos xvi y xvn. Esta prolija tradición tuvo su origen en el siglo xv con el converso Marqués de Villena, cuyo libro De la Gaya Sciencia o Arte de trovar (1433) aborda, entre otras cuestiones, la articulación en castellano de
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Maquieira, «Teoría y práctica ortográficas...», p. 491.
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las vocales y consonantes según la posición que ocupan en cada palabra. Pero es un tratado menor y, en realidad, Elio Antonio de Nebrija debe ser considerado el padre de la ortografía en castellano. En los primeros dos libros de su Gramática sobre la lengua castellana (1492) se ocupa de todos aquellos aspectos relevantes de la ortografía y de la pronunciación. Décadas más tarde regresa al tema con sus Reglas de orthographía en la lengua castellana (1517), donde ofrece no solo una sinopsis de sus anteriores investigaciones, sino que incluye novedosos resultados. Una de las preocupaciones mayores de Nebrija fue la falta de correspondencia entre fonema y grafema y, en consecuencia, propuso que «tenemos de escrevir como pronunciamos i pronunciar como escrivimos»6. Adicionalmente es de subrayar su contribución a la formación de una terminología filológica en castellano, de la que se servirán en buena medida los ortógrafos posteriores al genial profesor salmantino. Durante el siglo xvi no transcurre década sin aportación a la materia ortográfica. En solo un lustro, por ejemplo, aparecen tres textos relacionados con nuestro tema: el Tractado de orthographía y accentos (1531) de Alejo Venegas, el Arte para aprender a leer y escribir perfectamente en romance y en latín (1533) de Bernabé de Busto y el influyente Diálogo de la lengua (1535) de Juan de Valdés, que circuló en copias manuscritas y en donde se hace un notable esfuerzo por armonizar las distintas corrientes ortográficas de la época, aunque sin mucho éxito. En la década de los cincuenta, a su vez, podemos destacar dos aportes; el primero pertenece a Cristóbal de Villalón, cuya Gramática castellana (1558) propugna una ortografía más cercana al latín de lo hecho por Nebrija. La segunda contribución es un texto cuyas circunstancias, más allá de los postulados técnicos a favor del fonetismo, evidencian el peligro de acercarse en aquella época a cuestiones ortográficas o gramaticales; me refiero a la Gramática de la lengua vulgar de España, aparecida anónimamente en 1559 en Lovaina. La consciente omisión del nombre del autor se entiende si se toma en cuenta que el fiscal inquisitorial Alejandro Posada habría de tachar cuarenta años más tarde a Francisco Sánchez de las Brozas de «temerario, muy insolente, atrevido, mordaz, como lo son todos los gramáticos y erasmistas»7. Más allá de los usuales tratados gramaticales, también se hallan propuestas ortográficas en libros dedicados a los profesionales de la escritura como Honra de escribanos (1565) de Pedro de Madariaga, quien fue 6 7
Nebrija, Gramática sobre la lengua castellana, ed. Lozano, p. 29. Procesos inquisitoriales contra Francisco Sánchez de las Brozas, p. 165.
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uno de los más fervientes impulsores de signos especiales para las consonantes ch, 11 y ñ. Ahora bien, el mayor auge de «gramáticas del bien escribir»8 se da entre los años 1580 y 1614, lo que coincide con el momento culminante de la revolución fonética de la lengua y con las tres últimas décadas de vida de Mateo Alemán. El gran ciclo de la reforma ortográfica se inicia en Sevilla con el poeta Fernando de Herrera, quien publica sus Anotaciones a la poesía de Garcilaso (1580) de acuerdo a un sistema fonético; a él le sigue la Ortografía y pronunciación castellana (1582) de Juan López de Velasco, que fue leída con gran atención por Alemán, la Declaración de las voces y pronunciaciones que hay en nuestra lengua castellana... (1587) de Benito Ruiz y la Ortografía castellana dividida en primera y segunda parte a modo de diálogo entre dos niños de la escuela (1604) de Francisco Pérez de Nájera. Posteriores a Alemán son la Ortografía castellana (1611) de Lorenzo de Ayala y el Epítome de la ortografía latina y castellana (1614) de Bartolomé Jiménez Patón. Las décadas siguientes tampoco serán parcas en ortografías, sin embargo, en ninguna de ellas se alcanzará el nivel de interés y de producción de estos años9. El principal debate gira en torno a si la escritura debe ser fonética o etimológica. Aquellos que se inclinaban por la primera opción abrazaban, por lo general, ideas políticas y sociales modernas, mientras que el segundo grupo solía identificarse con una visión más conservadora. Dicho en otros términos, el debate ortográfico fue una guerra ideológica, pues quienes redactaban sus escritos según una ortografía arcaizante veían en ello una metonimia de su autoridad. Escribir escripto en vez de escrito o Phelipe por Felipe era uso común entre muchos cortesanos que hacían alarde de una supuesta superioridad intelectual apuntalada en el número de letras que cada palabra tenía; se entiende que a mayor cantidad de letras, mayor autoridad. Detrás de esto se esconde, por supuesto, el temor hacia la democratización de la escritura que implica la postura fonológica en oposición a una ortografía latinizante.
Alatorre, Los 1001 años de la lengua española, p. 202. Por supuesto que la escritura etimológica también tuvo sus defensores durante este período según se colige de las palabras expresadas en 1601 por el doctor Gregorio López Madera, quien después de censurar a Fernando de Herrera asevera «que es falso presupuesto el decir que se ha siempre de escrebir como se pronuncia, pues si esto fuera verdad, no tenían los latinos para qué conservar la ph griega en las palabras que tomaron de los griegos después que tuvieron l a / p r o p i a con que la pronuncian. Pero el hacerlo procedía de un buen respecto y agradecimiento a la lengua que da el vocablo, que como la guardaban los latinos es justo que nosotros la guardemos» (ápud Viñaza, p. 593). 8 9
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Aquel «escrivo como hablo» del erasmista Juan de Valdés, era un gesto político con tintes subversivos10. A diferencia de los libros sobre gramática, cuya difusión estuvo circunscrita más al ámbito de los filólogos, el tema ortográfico rebasó con creces los círculos especializados. Autores ascético-místicos de la talla de Pedro Malón de Echaide o del célebre economista Tomas de Mercado tomaron de lleno partido en el debate. Hay que advertir, sin embargo, que esto no es exclusivo del Siglo de Oro; la ortografía en todos los tiempos siempre ha dado pie a la polémica. Recuérdese, por ejemplo, el revuelo ocasionado por el discurso de Gabriel García Márquez en el que solicitó simplificar la ortografía durante el I Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en México en 1997. Con su tratado Alemán se coloca enfáticamente junto aquellos que propugnan una ortografía fonética y su propuesta es sin lugar a dudas la más radical y coherente hasta 1630, año en que Gonzalo de Correas, el más célebre ortógrafo del siglo xvn publica su Ortografía castellana, nueva y perfeta. En su libro, dividido en once capítulos y un apéndice donde discurre sobre la supremacía del habla o de la escritura, Alemán asume la postura de un legislador que pretende regular la conducta ortográfica de sus coetáneos, pero también la de un médico interesado en el cuerpo de la letra y de la república, dispuesto a extirpar, de ser necesario, las grafías arcaizantes y sus usos, considerados por él como un «corrosivo cáncer» (p. 426). Alemán propone un abecedario de 30 símbolos, donde a cada fonema corresponde un grafema, cuya denominación proviene del sonido que produce: a, b, f , d, e,f[fe], g [ga],j [je], h [be], o [che], i, c [ca], l [le], 11 [lie], m [me], n [ne], ñ [ñí], o,p, q [qui], r [re], 2 [2e], I [fe], s [se], t, v, u, x [xí], y [ya], z [ze]. En un pasaje del capítulo III, el sevillano resume de manera ejemplar la mayoría de sus postulados: L o que pretendo introducir solo es que a la lengua imite la pluma; y
que si dijéremos Eneida, Martín o tirano, que no estemos obligados a escrebirlo con y pitagórica ni pongamos h a la cítara, que le daña las cuerdas y suena mal con ella, ni aumentar
con g después de la u, ni
onor con h al principio, disención con dos eses, salmo y salterio con p, que sería dar motivo a que si algunos tuviesen a quien lo escribiese por discrepto,
no faltarían otros que lo infamasen de nepcio, y donde hay
contrarios pareceres lo seguro es lo más llano (p. 350).
Valdés, Diálogo de la lengua, ed. Barbolani, p. 233. Aunque en su origen dicha sentencia se refiere más al estilo, también puede extrapolarse a la ortografía. 10
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Para completar las líneas generales de su sistema ortográfico, habría que añadir los nuevos signos para el fonema /ch/ y para la r suave, y la eliminación de la k y su suplantación por c y q. Además de la ruptura con la sumisión al latín para ajustar el abecedario a las pronunciaciones del castellano y de su aportación en contra de la duplicidad de signos y funciones en la relación entre sonidos y letras, una de las principales innovaciones de nuestro autor se encuentra en el terreno de la puntuación, pues «no solo se llamará ortografía la del bien escrebir, mas aun la de la congrua puntuación» (p. 348). También en los rubros de la descripción ortológica y de la acentuación hace Alemán contribuciones que vale la pena destacar. A diferencia de la mayoría de sus predecesores, el sevillano es de los pocos que recurre a un criterio articulatorio para caracterizar las consonantes. Y su opinión sobre el acento, a quien otorga valor distintivo, es muy cercana a la moderna, ya que solo los admite en casos de confusión, pues «si nos anduviésemos a poner capirotes donde no es necesario ni pidiéndolo las diciones, todo se nos iría en capirotadas; así no se deben usar [los acentos] salvo en la necesidad, ofreciéndose duda en el sinificado» (p. 398). Alemán, como era de esperarse, no estuvo exento de desaciertos o errores que salen a relucir sobre todo en la concepción de ciertos conceptos fonéticos grecolatinos (p. 397, n. 18). Pese a tener conocimientos muy buenos de latín y saber algo de griego, su dominio de estas lenguas no estaba a la altura de los grandes humanistas -un Benito Arias Montano, por ejemplo- al grado de poder reconstruir la pronunciación latina. Pese a ello, de manera unánime se han destacado sus aportaciones a la materia ortográfica; recojo solo tres de las muchas tomas de postura frente a su obra. Sentencia Dámaso Alonso: «De valor grande, sobre todo cotejado con las descripciones técnicas del gran fonético Juan Pablo Bonet, es el testimonio del famoso escritor sevillano Mateo Alemán»; afirma Gómez Camacho: «Mateo Alemán es, desde México, el continuador sevillano más brillante de las reformas herrerianas»; y finalmente Maquieira, quien recientemente se ha ocupado de ofrecernos un detallado panorama sobre la ortografía en el Siglo de Oro, anota: «Mateo Alemán es el encargado de presentar la primera reforma profunda, basada en la fidelidad a la pronunciación, de la ortografía en el xvn» 11 . Estos puntos de vista confirman lo que Correas, quien consideró a Alemán su más importante precursor, ya sabía; en 11 Véanse Alonso, De la pronunciación..., vol. 1, pp. 255-256, Gómez Camacho, «De México a Sevilla: la polémica ortográfica...», p. 113, y Maquieira, «Teoría y práctica ortográficas...», p. 497.
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un ejercicio de imaginación que revela su más profundo deseo, confiesa el eminente ortógrafo y paremiólogo desear que Nebrija, Alemán y él mismo hubiesen compartido un idéntico lugar y tiempo: «Si yo hubiera tenido dicha de comunicarme con cualquiera dellos, creo que hiciéramos asiento cierto y seguro en cosa tan necesaria y de todos deseada, porque más ven cuatro ojos que dos, y seis que cuatro»12. De la combinación de estos tres saldría una ortografía perfecta. Q u e Alemán en tanto ortógrafo sea nombrado al lado del hombre que inició el Renacimiento en España debería ser más que suficiente para otorgarle un lugar de privilegio en la historia de la filología hispánica.
U N A ORTOGRAFÍA DESDE EL N U E V O M U N D O
PARA
UN MUNDO NUEVO
Vista en su conjunto la obra de Alemán es de una extraordinaria coherencia, y no solo porque el San Antonio haya sido explícitamente escrito para aparecer entre las dos partes del Guzmán o porque la supuesta tercera parte de este hubiese devenido en una especie de hagiografía del picaro redimido, sino por el carácter de literatura comprometida que sella toda su producción. Es, sin embargo, en la Ortografía donde este rasgo alcanza su climax y Alemán se muestra abiertamente como un militante de la razón. Sabemos que durante los años en que empezó a redactar el tratado filológico el sevillano pertenecía a un grupo de reformadores sociales, deseosos de profundas innovaciones en los ámbitos ético, social y político con la finalidad de solventar la desastrosa crisis que enfrentaba España. Alemán y sus amigos estaban convencidos de que si España quería integrarse a la modernidad debía dejar atrás su axiología caduca sustentada en la limpieza de sangre y en la honra-opinión13. Este nuevo rumbo acabaría con el ocio improductivo y la nobleza hereditaria para dar paso a un proyecto burgués anclado en el comercio, los oficios y las ciencias incipientes. Uno de los mejores ejemplos de esta visión proyectista lo encontramos, entre los múltiples escritos del grupo del sevillano, en el Amparo de pobres (1598) del médico Cristóbal Pérez de Herrera, donde se aboga por un arbitrio general para eliminar el pauperismo a partir de la integración eficaz de los pobres legítimos al 12 Correas, Ortografía castellana..., p. 7. Modernizo la puntuación y la ortografía de acuerdo a los criterios establecidos en la Presentación textual. 13 Márquez Villanueva, «El gran desconocido...», p. 4.
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modelo precapitalista. Más allá del peligro de explotación hacia el cual podía derivar el proyecto y que Alemán tempranamente reconoció, hay en él una apuesta categórica hacia un nuevo orden, donde el trabajo, la riqueza y los hombres que la generan sean estimados. El establecimiento de dicho sistema económico tendría como base, según Pérez de Herrera, una educación enfocada en la técnica, las ciencias y las matemáticas. Es dentro de este contexto de arbitrismo preilustrado desde el cual Alemán elabora una propuesta, que no solo es un conjunto de reglas ortográficas, sino también un vehículo de ideas modernas de consecuencias políticas y éticas, bajo la premisa de que quien mal escribe, mal piensa y peor actúa. Con gran perspicacia ha visto Gómez Canseco que en la Ortografía se transparenta «una postura de Alemán decididamente a favor de la modernidad, compartida con otros muchos humanistas que, durante el Renacimiento, vieron en la gramática un instrumento esencial para la reforma humana y social que se habían propuesto como fin»14. Alemán, inspirado probablemente por el trabajo filológico de Arias Montano y su entourage, entiende que la filología debe ir más allá del estudio de la Biblia y de las lenguas clásicas y que debe comprometerse con la transmisión de ideas modernas ligadas a las ciencias incipientes15. De allí que en su tratado persista un enfoque interdisciplinario donde varios saberes -pedagogía, teoría política, medicina, poéticainteractúan. Alemán aspiraba, pues, a un mundo donde el espíritu crítico fuese la guía más valiosa para estudiar el comportamiento humano, un mundo que en la historia de Occidente ha venido a llamarse Ilustración. Por otro lado, es preciso reflexionar sobre Alemán y su obra en un contexto trasatlántico, pues su tratado es el primero en su género en aparecer en el Nuevo Mundo16, avalando así una nueva realidad lingüística, que en época de Nebrija solo podía ser un sueño. A principios del siglo xvn España ha dejado de ser el único lugar donde se habla mayoritariamente español y nuevas e importantes naciones están contribuyendo con sus «sutiles y felices ingenios» (p. 307) a forjar el Gómez Canseco, «Mateo Alemán...», p. 779. Para la influencia de Arias Montano y de su grupo en la concepción de la Ortografía, véase Ramírez Santacruz, «Ruptura y renovación...». 16 Véase Calero Vaquera, «El primer tratado...», pp. 55-62. Según se refiere en los Sucesos, Alemán debió de llegar a la ciudad de México en septiembre de 1608; solo cinco meses después se emitió la aprobación de la Ortografía, hecho que confirma no solo que la obra estaba muy avanzada al llegar su autor a América, sino que el escritor estableció muy pronto las suficientes relaciones para ser publicado. 14
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idioma y sus letras. Por ello Alemán dedica su obra a la ciudad de México para que «se publicase a el mundo que de tierra nueva, de ayer conquistada, sale nueva y verdadera manera de bien escribir para todas las naciones» (p. 306) 17 . L a Ortografía a su vez encaja plenamente en el contexto de gran interés por la lengua y la lingüística que prevalecía en la N u e v a España, donde por esas fechas tres categorías dominaban los impresos: gramáticas de lenguas indígenas, libros «científicos» y vidas de santos. Alemán se habrá sentido como en casa, pues su nueva patria leía libros, cuyos temas le resultaban en su mayoría muy familiares; desconocemos cuál habrá sido su reacción al enterarse de que por las calles de la capital novohispana circulaba una Vida y milagros del bienaventurado san Antonio de Padua (1605) escrita en lengua mexicana por fray Juan Bautista, basada en las crónicas de fray Marcos de Lisboa, fuente principal también del sevillano. En cierta medida, Alemán pertenece con su Ortografía tanto a las letras españolas c o m o a las mexicanas, pues contribuyó con ella a uno de los grandes momentos de la filología en México junto con aquellos misioneros convertidos en gramáticos, lingüistas y traductores 1 8 . Contextualiza con brillantez Menéndez Pidal el momento que le tocó vivir al recién llegado a América: La ciudad de México fue, naturalmente, guía soberana en la formación del lenguaje colonial más distinguido. Prodigio de asimilación cultural, ostentó muy pronto un nivel de vida espiritual y material comparable al de las mayores ciudades de la metrópoli. Conquistada en 1521, a los ocho años tenía sede catedral; en 1535 comienza a ser corte de virreyes; se hace cabeza de arzobispado en 1547; en 1530 empieza a tener imprenta, la primera del Nuevo Mundo; inaugura pomposamente su universidad en 1553, y el ambiente literario a que ella sirve de centro atraía a su seno [...] a los más ilustres escritores sevillanos, Gutierre de Cetina, Juan de la Cueva, Mateo Alemán, Luis Belmonte Bermúdez19. 17 D e Looze apunta que «that Alemán not only publishes his book in Mexico City but also proposes minor orthographical reforms [...] conveys the message that, with the dissemination of this orthographical treatise, Mexico is henceforth to be considered a center of Hispanic political power and culture, one that can legitimately propose orthographical changes for the whole empire, including peninsular writers» («Orthography and National Identity...», p. 375). Garza Cuarón señala que «Alemán [...] hizo además observaciones sobre el español de México, aunque no las dejó consignadas», («El español del siglo xvn», p. 513). Desconozco las fuentes en que se basa la investigadora para formular esta aseveración. 18 19
Véase L o p e Blanch, «Cuatro grandes momentos...», pp. 53-72. Ápud ibíd., p. 61; cursivas en el original.
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Tras su publicación la Ortografía hizo el viaje de regreso al Viejo Continente y, aunque no tuvo la difusión que su autor hubiese deseado, atrajo la atención de algunos de los máximos especialistas en la materia como Gonzalo de Correas, quien en sus obras filológicas no se cansa de citarla. Incluso en Portugal -tan amado por Alemán- fue leída la obra, donde en 1624 Manoel Severim de Faria, después de glosar las ideas de Francisco de Robles sobre la confusión de letras, añade: «o s pronuciá por z dizendo Zol por Sol, o h por g, como Huerta Guerta, e sobre todo o m por n [...]. E ainda que estas letras tenhao grande affinidade hüas com as otras, né por isso ficáo disculpados os vulgares que nisto peccáo, como o confessa o sobredito seu Autor [...]. O mesmo confirma Mateo Alemán na sua Ortografía castellana, cap. 10»20. La aventura en ultramar le vino a Alemán de maravilla para cimentar la imagen de héroe intelectual que desarrolla a lo largo de su tratado. A continuación recupero una escena que tal vez le mostró a Alemán quién era, quién quería ser y cuál era la imagen con la que deseaba ser recordado en un contexto imperial y trasatlántico. Para ilustrar su argumento en el sentido de que abandonar una ortografía arcaizante basada en el etimologismo supone una ruptura con el pasado y sus prácticas mentales anticuadas, Alemán recurre a una de las escenas más memorables de su infancia: También debe de tener alguna parte desta culpa que según tenemos amor - s i así decirse p u e d e - a las cosas de nuestros progenitores, que nos parecen cosa sagrada y que no se debe tocar a ellas; de aquí nace sustentarse vejeces, alhajas y cosas viles de ningún provecho por solo haber sido suyas. Y o conocí en mi niñez a Montesdoca, soldado viejo que lo había sido del emperador Carlos Quinto, el cual traía colgando del cinto un puñal de orejas de los del tiempo de marras, tan vil y despuntado que apenas con buenas fuerzas lo hicieran entrar por un melón maduro; y decía estimarlo en más que un majuelo que había comprado en mucho precio, y todo el fundamento de su estimación era porque un bisabuelo suyo, de Utrera, lo había dado a su padre para ir en el campo del rey don Fernando el Católico a la conquista del reino de Granada (pp. 353-354).
La escena ofrece una poética de la biografía a través de un entrelazamiento de vidas y tiempos en una sola oración. En el núcleo de la acción tenemos la vida de Alemán niño alrededor de 1555; este niño suele pasar muchas horas con la pluma en la mano aprendiendo caligrafía 20
Ápud Alonso, De la pronunciación medieval..., voi. 2, p. 53, n. 8.
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y ahora se encuentra embelesado por un personaje que lo conecta, a través de sus relatos, con la historia imperial de su propia nación. La siguiente vida que se nos revela es la de un militar, de apellido Montesdoca, que le causó tal impresión al niño Mateo que cinco décadas más tarde aún no olvida su nombre y sus historias. La mención de que Montesdoca formó parte de la tropa de Carlos V evoca una vida al servicio del Imperio y nos sitúa en la década de los años veinte. La tercera vida que emerge de esta reminiscencia es la del padre de Montesdoca, que utilizó el puñal durante la caída de Granada en 1492. Con el progenitor de Montesdoca hace su aparición uno de los eventos épicos más importantes en la historia de España: la culminación de la Reconquista. Y finalmente llegamos al patriarca de la dinastía bélica de los Montesdoca: un bisabuelo de Utrera, pueblo andaluz de importancia estratégica dentro de la línea fronteriza después de la reconquista de Sevilla. La actividad militar del bisabuelo la podemos fijar alrededor de 1430. En solo una oración hemos recorrido cuatro generaciones o algo así como ciento veinte años de historia nacional que se inicia con la estabilización de las fronteras en el sur, pasa por el año milagroso de 1492 y concluye con el surgimiento del imperio más poderoso de Occidente de aquella época. Pero en el fondo lo que se nos revela no es únicamente una genealogía del valor, de la cual el puñal es la metonimia perfecta, sino también una biografía de la nación hispánica, la cual, por cierto, resulta expresada bajo una sospechosa luz, pues traer a colación un viejo puñal que no sirve siquiera para partir un melón para hablar del evento épico más importante de la historia española junto con el descubrimiento de América, puede leerse como una devaluación de la gloriosa historia de armas de los cristianos viejos. En este drama de vidas ocupa un lugar central la del niño Mateo. Pero no es la única con ese lugar de privilegio. También está presente el Mateo Alemán del momento de la enunciación cuya existencia se le habrá presentado en el año de 1609 como una contrahistoria de la saga de los Montesdoca. Precisa saber que, a diferencia del padre de Montesdoca que sirvió bajo los Reyes Católicos, un antepasado de Mateo fue quemado por la Inquisición que instauraron esos mismos reyes21. Asimismo, los datos que arroja la vida de Alemán sugieren una intensa actividad comercial en un mundo de publícanos y hombres de negocios de origen semítico así como su compromiso con un grupo de re21 Para la bibliografía que documenta y estudia este hecho, véanse Gómez Canseco, «Mateo Alemán...», p. 761, n. 1, y Piñero Ramírez, «Los retratos de Mateo Alemán», pp. XXXVI-XXXVII.
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formadores sociales que pretendían llevar a España hacia la modernidad a través de un proyecto burgués lejos del ocio improductivo tan ejemplarmente representado por Montesdoca. Finalmente, mientras la dinastía Montesdoca supo alcanzar fama y gloria sin salir de su tierra, Alemán perteneció a ese grupo de hombres que, por alguna razón u otra, sintieron que en España tenían un futuro clausurado y optaron por la emigración a América, sitio asociado en la mentalidad de la época con el éxito comercial. Ante esta perspectiva Alemán se habrá preguntado qué posibilidades tendría un hombre con sus credenciales para unir su vida a la historia épica de su nación. Ciertamente, la época del Alemán viejo ya no era la de los descubridores o conquistadores de nuevas tierras, pero sí la de aquellos que, a partir de un espíritu crítico - c o m o he señaladointentaban abrir el camino hacia la Ilustración. Sabedor, entonces, de que la ideología que sustenta su obra será objeto de ataques, Alemán construye una postura de militante intelectual: «Ya los años y la verdad me dan atrevimiento a tomar la mano después de dar noticia con este libro; el que quisiere sígame, que pocos venceremos a muchos con las armas de la razón» (p. 418). Y hacia el final de su obra remata cual nuevo Colón: «Muchos estudios me cuesta, mucho tengo trabajado, grandes naufragios y tormentas he padecido descubriendo este Nuevo Mundo, que no es menos lo que se trata» (p. 439). Ahora sí, con la Ortografía como producto final de sus esfuerzos, el niño puede cumplir sus sueños de héroe que le infundieron las historias de Montesdoca, pero que estaban fuera de su alcance. Las nuevas conquistas, parece decir Alemán, ya no serán hechas por los soldados que blanden espadas, sino por la gente técnica e intelectualmente mejor preparada, los soldados que desenvainan la pluma, metonimia ésta de la razón, del entendimiento y de la memoria. Conjeturo que si Alemán guardó durante tanto tiempo en su mente la imagen de Montesdoca fue porque sospechaba que esa escena definió su vocación. Falto de una biografía épica, Alemán tuvo que construirse una a sí mismo. El autorretrato que surge de la Ortografía sería, entonces, el maravilloso punto final de una historia que comenzó cuando frente a un soldado con puñal al cinto Mateo se preguntó quién era y entrevio que solo había una respuesta posible en su futuro. Su respuesta lo salvó de convertirse en otro burócrata del Imperio para lo cual sus estudios caligráficos lo tenían tan bien preparado; en cambio, debió de decirse a sí mismo que ese instrumento con el que pasaba tantas horas en la mano lo facultaba para transformarse no solo en un hacedor de letras, sino en un hacedor de histo-
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rías, que era su destino contar, empezando por la de un picaro de facundia portentosa y terminando con la suya. En conclusión, la Ortografía castellana es un producto épico del ingenio de Mateo Alemán que lo proyecta no solo hacia el futuro, sino también lo liga a un pasado muy específico, a saber, el cultivo e interés de los judíos en el castellano. Es interesante que durante el Siglo de Oro los intelectuales judeoconversos hayan mostrado un casi excesivo celo por la gramática y la ortografía. Pensemos en Juan de Lucena, Juan de Valdés, el propio Alemán e incluso Nebrija que, para algunos, debió de ser de familia conversa22. Visto así, el trasfondo épico que Alemán se otorga a sí mismo lo relaciona con sus antepasados hebreos que tanta importancia tuvieron con su pluma y su palabra en la Corte de Alfonso X el Sabio. Si ellos dominaban Castilla intelectualmente en el siglo XIII, ¿por qué no estos nuevos tiempos podrían finalmente otorgar, desde la filología y desde el Nuevo Mundo, un nuevo espacio social y de reconocimiento al judeoconverso? Alemán habrá pensado que no había mejor campo de batalla para forjar un mundo nuevo que la lengua misma, que de acuerdo a una famosa sentencia «siempre fue compañera del imperio»23.
PRESENTACIÓN TEXTUAL
ESTA EDICIÓN
El texto de la Ortografía castellana se basa en la e di tío princeps impresa en el taller tipográfico de Jerónimo Balli en la ciudad de México en 1609. Se trata de un volumen en cuarto, cuya ortografía responde solo parcialmente a la propuesta de Alemán con la excepción del Problema, donde sí se ponen en práctica todas las innovaciones ortográficas del autor. Aunque no desconocida entre especialistas y eruditos, la Ortografía fue por más de tres siglos un texto poco asequible, hasta que El Colegio de México comisionó a José Rojas Garcidueñas con una reedición, que se publicó en 1950. Tres décadas más tarde, para hacer frente a su agota22 Reflexiones pioneras sobre el tema en Stephen Gilman, The Spain of Fernando de Rojas..., p. 143. 23 Nebrija, Gramática sobre la lengua castellana, ed. Lozano, p. 3. Las ideas expuestas en este último apartado proceden parcialmente de Ramírez Santacruz, «Autobiografismo en Mateo Alemán...», pp. 143-153.
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miento, la Academia Mexicana gestionó una reimpresión facsimilar de dicha reedición, para la cual el mismo Rojas Garcidueñas redactó un preliminar, donde alertaba sobre ciertas erratas de su antigua edición. Conviene detenerse en la edición de El Colegio de México, pues durante décadas permitió a varias generaciones acercarse a un valioso testimonio de la filología hispánica. Los criterios de transcripción, establecidos por Alfonso Reyes, Amado Alonso y Raimundo Lida, fueron los siguientes: 1. Se modernizó relativamente la acentuación y se le completó. 2. Se desataron las abreviaturas. 3. Se añadieron moderadamente puntos y aparte. 4. Se adoptó el uso actual para las mayúsculas. 5. Salvo la supresión de la s alta se respetaron los signos especiales 2 y o en sustitución de la r suave y la ch respectivamente. 6. Se reprodujo la puntuación original. 7. Se incorporaron escasas notas a pie de página con la finalidad de indicar errores tipográficos o usos particulares de la 5 alta. El resultado fue un texto que se acercó mucho al original, aunque no exento de erratas24, lo cual afectó seriamente la intención cuasipaleográfica que se tuvo en un principio. Ahora bien, pese a que los criterios fueron establecidos por algunos de los más eminentes filólogos del siglo pasado y aunque ha sido frecuente en la tradición ecdótica presentar textos lingüísticos (gramáticas y ortografías) bajo criterios similares, para esta edición se ha optado por otra alternativa. La justificación es que un libro de la calidad literaria de la Ortografía castellana no solo despierta el interés de los estudiosos de la historia de la lengua, sino también de los curiosos en la literatura del Siglo de Oro en general y, particularmente, en Mateo Alemán. Se parte de la convicción de que una modernización moderada de las grafías -respetando siempre las variantes fonológicas- y una puntuación moderna acercan el texto a nuevos lectores y facilitan el trabajo de los especialistas. Precisa advertir, por lo tanto, que los criterios empleados en este caso difieren, debido al carácter lingüístico del texto, de aquellos utilizados en el resto de La obra completa. Por otro lado, acaso un aporte original de esta edición sea el haber dado un primer paso en el conocimiento de los estados textuales de la Ortografía castellana. Si bien no era el propósito ofrecer una edición crítica, se cotejaron tres ejemplares gracias a lo cual se identificaron algunas correcciones en prensa y, en consecuencia, se depuraron ciertos lugares. Dicho cotejo arrojó correcciones en los cuadernos K, L y M, 24 Hay, por lo menos, cien erratas entre puntos y comas que difieren del original; lo mismo sucede con la acentuación y con la transcripción de grafías, donde las erratas también superan la centena.
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sin embargo, es muy probable que una comparación más extensa ubique un mayor número. A continuación las enumero: En sig. K3v A tirado a su propósito B traído a su propósito C traído a su propósito A dar a un fayagués B dar a un Sayagués C dar a un Sayagués En sig. Llr A cater propio B caráter propio C cater propio En sig. M3r A muy propósito B muy a propósito C muy propósito A ecrecentamiento B acrecentamiento C ecrecentamiento En la sig. X2v hay una interesante corrección manual a posteriori que se registra en B y C, mas no en A y de la cual doy mayores datos en la nota correspondiente25. Sin embargo, como ya he advertido, se trata de una labor pionera; para completarse, se requiere de un cotejo más ambicioso de los ejemplares conservados, algo que rebasa los límites de este proyecto.
CONVENCIONES
Puntuación Si bien Alemán fue uno de los autores más cuidadosos en la edición de sus textos y podemos asumir que la puntuación de estos muchas veces 25
Ver Problema, n. 12.
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refleja sus propias decisiones26, también es cierto que esto no siempre fue el caso y que, por otra parte, la puntuación de la época estaba hecha, de seguir un criterio, para los oídos y no para los ojos y, además, respondía las más veces al juicio personalísimo, y a veces anárquico, de los cajistas. En la Ortografía castellana, por consiguiente, nos encontramos con un relevante número de pasajes que son francamente inaccesibles si se mantiene la puntuación del original. En este sentido, se ha optado por modernizar la puntuación incluyendo además un número razonable de puntos y aparte. Grafías Antes de explicar los detalles de la modernización de la grafía se precisa aclarar que después de la edición de Rojas Garcidueñas había básicamente dos caminos a seguir: imprimir el texto original depurado de las erratas originales o modernizar. La primera opción hubiese representado una empresa que poco contribuiría a una mayor difusión de la obra y cuyos resultados prácticos no son muy distintos a la edición de 1950. En cambio, la modernización permite una uniformidad de la que el texto antes carecía, pues en algunas ocasiones se lee en el original bárvaras y bárbaras, o franceses y francezes. Los criterios de transcripción gráfica son, pues, los siguientes: 1. Sustituyo la ç por coz: abraçar —» abrazar; destemp lança —• destemplanza. Pero también por s en algunos casos: reçucitando —• resucitando. 2. Opto para la z por el uso presente: hazerles —• hacerles; introduzir —• introducir; mezas —• mesas; satisfaziendo —»satisfaciendo; hezes —• heces. 3. Regularizo la representación gráfica de la fricativa velar sorda: ánjeles —• ángeles; dijerida —• digerida; imájines—» imágines; dilijencia —• diligencia. 4. Mantengo la alternancia entre s y x (esperienciaa estraños, existente).
26 Mayores datos sobre la importancia que confirió Alemán a la puntuación y el cuidado que puso en ella, en Sebastián Mediavilla, «Mateo Alemán y la puntuación...», pp. 237-270, y Gómez Canseco, «Mateo Alemán...», pp. 925-926.
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5. Retengo la grafía x en caxcabeles. Aunque el texto vacila entre México y Méjico, me inclino por la primera opción, siguiendo el uso actual. 6. Regularizo el uso de 5 y 5 alta27. 7. Los signos especiales para la r suave y la ch (2, o) solo los reproduzco en los casos en que el texto los presenta a los lectores o cuando se hace necesario para clarificar el sentido. En el resto de los casos transcribo 2 como r y o como ch. Cabe aclarar que dichos signos, al ser transcritos en cursiva debido a su uso metalingüístico, difieren levemente en su forma -hechura, dirían los ortógrafos del Siglo de O r o de los originales. La reproducción facsimilar del Problema pretende, entre otras cosas, solventar esta discrepancia. 8. Elimino la doble rr: onrra —• honra; enrroscada —• enroscada. 9. Modernizo el empleo de b/v y de c/q/k. 9.1. El grupo qu- seguido de vocal y con pronunciación efectiva de la u lo transcribo como cu\ questión —• cuestión; liquece —* licuece. 10. Regularizo el uso de la h, salvo en casos de ejemplificación: o—* oh; oi —• hoy; ombres —• hombres; a —• ha; e —• he; Ércules —• Hércules; harpones —• arpones. Mantengo, sin embargo, harpa que es aceptado por la Academia, aunque menos usual. 11. Adecuó a la norma actual los usos vocálicos y consonánticos de i e y con excepción de las voces latinas que usan originalmente y. 12. La alternancia entre ulv no se presenta en el texto salvo en la portada. 13. Conservo las vacilaciones en el timbre de las vocales átonas (escrebir, sostituto, adevinar, trujo, escurecerári). 14. Respeto las oscilaciones de los grupos consonánticos cultos {enmienda / emienda, digno / diño). También mantengo el grupo consonántico se (paresco, ofresco, desmeresca, mesclado). 11
El texto no utiliza ss salvo para casos de ejemplificación, pues Alemán era un ferviente detractor de dicho uso gráfico, así como de mp y tt.
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15. Regularizo el uso de mayúsculas de acuerdo con el actual, con excepción de las ocasiones en que el mismo Alemán recurre a un uso distinto para ilustrar un error. 16. Mantengo los casos en que el texto se desiste de la contracción de la preposición a y del artículo masculino el, aunque esto a veces implique que en una misma oración se lea a el y al. Asimismo, preservo deste, della, dél, etc. 17. Adecuó al uso actual aquellas palabras que se escribían juntas: apropósito —• a propósito. 18. Para el Problema ténganse en cuenta adicionalmente los siguientes criterios de transcripción: 18.1. qe —• que 18.2. qi —• qui 18.3. r [en función de vibrante múltiple] —• rr: corobora corrobora; pero —• perro; coronpe corronpe; coreción —• correción; tiera —• tierra28. 18.4. ge —* gue: gera —• guerra. 18.5. gi —• gui: ágilas —• águilas. 18.6. Mantengo el uso de np (enperador, enpresa) y nb (tanbién), si bien en el resto del texto opté por el uso actual29. 18.7. Solo en este apartado enmiendo aquellos vocablos que no se ajustan al criterio ortográfico de Alemán, registrando la versión del original en nota al pie. 19. He respetado la ortografía de los vocablos en lenguas romances -portugués e italiano- que Alemán cita, considerando que pueden ofrecer un valioso testimonio lingüístico. La modernización de aquellas palabras que se usan como ejemplo para argumentar a favor o en contra de tal o cual criterio ortográfico - y que reproduzco en cursivas- solo se ha realizado en aquellas grafías sin repercusión fonética para el caso que Alemán defiende o critica. Así, por ejemplo, mientras en el texto modernizo el vocablo brazo, no 28
El vocablo es empleado también con esta ortografía {tiera) en la dedicatoria. Para ese pasaje, se sigue el presente criterio. 29 Para solo seis casos fue necesario hacer esta adaptación en los capítulos anteriores al Problema, de los cuales doy fe en las respectivas notas al pie.
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lo hago cuando Alemán habla de brago para contraponerlo a braco; o cuando señala que el uso común es escribir Jil, lo preservo en lugar de Gil. En otro momento, Alemán argumenta lo siguiente: «es más propio a nuestra lengua decir inmortal, enbarazo, inperio que immóvil, embarcación o imperitos»; en el original se lee enbarago e immóbil. Aquí me permití modernizar la g y la b que carecían de relevancia fonética, pero mantuve el uso de nb; como este hay algunos ejemplos más. Tampoco altero la ortografía en otros casos metalingüísticos como agüelo -que Alemán escribía sin diéresis- o gita {guita), ya que hubiese echado por tierra los argumentos fonéticos de la Ortografía. Finalmente, aclaro que aplico los mismos criterios de transcripción al aparato crítico, a las variantes -salvo que la grafía del original, la acentuación o el uso de mayúsculas deban tomarse en cuenta- y a los títulos de las obras siempre que cito de un original. En cambio, si recurro a una edición moderna, he respetado los criterios establecidos por el editor. Acentuación La acentuación se atiene a la propuesta más reciente de la Real Academia Española. Para las palabras de las que tengo certeza que en el Siglo de Oro contaban con distintos esquemas acentuales a los actuales, aquellos se han respetado (caráteres, océano). Notas Se ofrece una anotación filológica y contextual. Algunas de las más importantes discusiones lingüísticas de la época están en las notas y no en la Introducción para comodidad del lector. Las citas de la Biblia proceden de la Vulgata, cuya numeración y disposición sigo; para la versión castellana recurro a la de Felipe Scio, elaborada en el siglo xviii. En algunas ocasiones discuto en nota al pie la sintaxis, a veces enrevesada, y los múltiples casos -aunque no todos- de concordancia ad, sensum, elisiones y zeugmas. Sirva este sitio para dar las gracias a Pedro M. Piñero Ramírez por la confianza que me tuvo para hacerme cargo de este proyecto y por su constante apoyo y magisterio a lo largo de ya varios años de amistad. Asimismo, quiero expresar mi mayor gratitud hacia Gustavo Illades Aguiar, Luis Gómez Canseco, José Manuel Pedrosa y Gabriel Verd por sus sugerencias y pertinentes observaciones. Especial mención merece Fernando Navarro Antolín, cuyos sobresalientes conocimientos de la cultura y lenguas clásicas me ayudaron a resolver muchas más
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dudas de las que puedo dar constancia en nota al pie. Gracias también muy extraordinarias a Marc Vitse, cuya vasta y formidable cultura enciclopédica solo es superada por su generosidad al momento de compartirla; tengo con él una impagable deuda de gratitud. El apoyo, la amistad y la paciencia de David Mañero Lozano, que me abrió las puertas de su casa para en varias jornadas «alemanianas» resolver infinidad de dudas, fueron determinantes para llevar a buen término este trabajo. ¡Gracias muchas a él y a su bella familia!
E D I C I O N E S Y ABREVIATURAS EMPLEADAS
Princeps ORTOGRAFIA / CASTELLANA. / A DON IVAN DE BILLELA, / del consejo del rei nuestro señor, presi- / dente de la real audiencia de Gua- / dalajara, visitado2 jeneral de la / Nueva España. / POR MATEO ALEMAN, / cúado de su majestad. / Con pzevilejio poz diez años. / EN MEXICO. / En la emp2enta de Ieronimo Balli. Año 1609 / P02 Coznelio Adziano Cesaz
Ejemplares cotejados [A] Houghton Library, Harvard University: SC6 AÍ255 609o 30 [B] Madrid, Biblioteca Nacional de España: R 31023 [C] México, El Colegio de México: CE/461 A367or 31 Otros ejemplares existentes32 [D] Providence, John Carter Brown Library: B609 .A367s [E] México, Biblioteca Nacional de México: RSM 1609 M4ALE [F] Bancroft Library, Berkeley University: x PC4143 .A5 [G] Buenos Aires, Biblioteca Nacional Mariano Moreno de la República Argentina: TES3A055506 [H] París, Bibliothèque Nationale de France: X-2673 Este ejemplar contiene en distinta ubicación el grabado en madera. Se trata de una copia facsímil del ejemplar utilizado por Rojas Garcidueñas para su edición y que pertenecía en ese momento al Sr. G. R. G. Conway. Desgraciadamente no he podido averiguar la ubicación actual de dicho ejemplar; en el expediente que resguarda El Colegio de México y que contiene diversos papeles personales de Rojas Garcidueñas, entre los que se encuentra su intercambio epistolar con Alfonso Reyes sobre los primeros pasos para la edición de 1950, tampoco hay mayor información al respecto. 30 31
32 Esta no es una lista exhaustiva y solo pretende dejar constancia de la mayoría de las ediciones a las cuales he tenido acceso, pero sin realizar un cotejo detallado de todas ellas.
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[I] Beinecke Rare Book and Manuscript Library, Yale University: He9 AL25 Q] Viena, Osterreichische Nationalbibliothek: 73.G.12 [K] Madrid, Biblioteca Nacional de España: R 1770 [L] Madrid, Biblioteca Nacional de España: R 1721 [M] Madrid, Biblioteca Nacional de España: R 1722 [N] Madrid, Biblioteca Nacional de España: R 5060 [O] Madrid, Biblioteca Nacional de España: R 8476 [P] Madrid, Biblioteca Nacional de España: R 14511 [Q] Madrid, Biblioteca Nacional de España: R 10671 [R] Madrid, Biblioteca Nacional de España: U 3184 Ediciones modernas La Ortografía castellana fue editada de manera parcial en el segundo volumen de la Retórica (1757) de Gregorio Mayáns y Sisear (pp. 372-386 y 485-486) y en la Biblioteca histórica de la filología castellana (1893) del conde de la Viñaza (pp. 596-599); previa a la nuestra solo hay una edición moderna completa: J R G Ed. José Rojas Garcidueñas, pról. Tomás Navarro Tomás, México, El Colegio de México, 1950. Edición facsimilar del texto de 1950: Ortografía castellana, ed. José Rojas Garcidueñas, México, Academia Mexicana, 1981.
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Portada del ejemplar perteneciente a la Houghton Library, Harvard University, Cambridge, Mass.
O R T O G R A F Í A
C A S T E L L A N A
A DON J U A N DE V I L L E L A , DEL CONSEJO DEL R E Y NUESTRO SEÑOR, PRESIDENTE DE LA R E A L A U D I E N C I A DE G U A D A L A J A R A , VISITADOR GENERAL DE LA N U E V A ESPAÑA
POR MATEO ALEMÁN, C R I A D O D E SU M A J E S T A D
C O N P R E V I L E G I O P O R D I E Z AÑOS E N
MÉXICO
E N LA EMPRENTA DE J E R Ó N I M O B A L L I . AÑO 1609 POR CORNELIO ADRIANO CÉSAR
APROBACIÓN
Por mandado del ecelentísimo señor don Luis de Velasco, virrey desta Nueva España1, he visto este libro intitulado De la ortografía de la lengua castellana, compuesto por Mateo Alemán; y por no hallar en él cosa contra la fe católica o buenas costumbres y ser de una curiosa y útil enseñanza para reformar el lenguaje castellano en el modo de escribirse, del cual habla el autor en todos sus discursos con abundante y2 ingeniosa elocuencia conforme a la que en otras obras suyas se ha visto y esperimentado3, es mi parecer que se puede y debe imprimir, sirviéndose su Ecelencia de dar para ello su permiso. Dada en San Agustín de México a último de marzo de 1609 años. Maestro fray Diego de Contreras4 Luis de Velasco-, don Luis de Velasco y Castilla (1539-1617) fue virrey de la Nueva España de 1590 a 1595 y de 1607 a 1611. Entre 1596 y 1604 ocupó el cargo de virrey en el Perú. Tras abandonar la Nueva España para asumir la presidencia del Consejo de Indias, le sucedió fray García Guerra, cuyo breve gobierno e inesperada muerte relata Alemán en los Sucesos. 2 y: Alemán fue un severo crítico de estos casos de cacofonía y no deja de ser significativo que el actual sea el único en toda la obra y se presente en un preliminar, cuya autoría no es del sevillano. 3 conforme a la que en otras obras suyas se ha visto y esperimentado: sobre este breve homenaje en el marco de un segmento rutinario, véase Navarro Tomás, «La ortografía de Mateo Alemán», p. xv. 4 Diego de Contreras: criollo que ocupó la cátedra de Sagrada Escritura en la Real Universidad de México de 1587 a 1593, cuando la perdió frente a un secular, para recuperarla a partir de 1609. Fue provincial de la orden agustina de 1599 a 1602; culminó su exitosa carrera ocupando el arzobispado de Santo Domingo entre 1612 y 1616, año en que falleció. Para su labor en la Universidad, véase Ramírez González, Grupos de poder clerical..., pp. 90-92. Un dato curioso es que tanto él como Diego de Santisteban, quien redactó las aprobaciones de los Sucesos, aparecen juntos en un documento de 1611 como peritos en náhuatl para apoyar y suscribir con su firma el uso del término teotlacatl para designar a las personas divinas, véase Gil, «Discusiones en torno al uso...», pp. 56-59. 1
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I Ortografia
castellana,
México, en la imprenta de J. Balli, 1609, Houghton Library, Harvard University, Cambridge, Mass.
ERRATAS5
Folio 14 14 19 19 19 43 43 52 58 73 80
página renglón 1 1 1 1 1 1 1 2 2 2 1
4 4 10 12 13 5 16 2 22 13 14
dice
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erro tontes o2Íjal pa2re apa2tamos mui p2opósito crecentamiento se da ehu pa2ececiéndoles satisfecho
yerro tontos 02Íjinal pa2te apa2temos mui ap2opósito ac2ecentamiento se da chu pa2eciéndoles satisfeoo
En el corregir deste libro hice lo que pude: algunos acentos van trocados y letras por otras, aunque no alteran la sinificación del vocablo; súplalo el prudente y emiéndelo el sabio, que no es posible corregir bien sus obras el autor dellas, demás que la corta vista y larga enfermedad me disculpan6.
5 ERRATAS: en los ejemplos siguientes se reproducen excepcionalmente los signos especiales propuestos por Alemán así como la acentuación del original, aunque completada según criterios actuales. L a nota que cierra la Fe de erratas, en cambio, ha sido modernizada. 6 Interesante apunte que no solo permite entrever la dedicación con que Alemán corregía sus obras a pie de imprenta, sino también otorga un toque personal a un paratexto que solía redactarse en términos protocolares. En varios momentos Alemán reflexionará sobre el proceso de corrección y de impresión de los libros; ver infra pp. 301 y 374.
Retrato grabado en madera, inserto en posición variable según los ejemplares.
A DON J U A N DE V I L L E L A
del Consejo de su Majestad, presidente de la Real Audiencia de Guadalajara, visitador general de la Nueva España1
S
ube a su esfera el fuego, busca su región el aire, sigue la tierra grave lo más bajo y su sitio señalado el agua, porque naturalmente apetece su centro cada cosa2. Y siéndolo vuestra señoría de todo género de letras y erudición, de necesidad estuve obligado, como las aguas a el mar, ir caminando a pagar mi deuda, ofreciendo a vuestra señoría este debido reconocimiento, humilde tributo del ingenio, para dejarlo calificado3 puesto en su propio lugar y quedar glorioso de haber conseguido mi deseo. Este, por la merced recebida en acetarlo, vivirá siempre comigo, suplicando a Nuestro Señor guarde a vuestra señoría muchos años y conceda lo que más y mejor convenga para servirle. Mateo Alemán
1 Juan de Villela: de origen vasco, nació en 1563 y murió en Madrid en 1630. Pese a sus orígenes ilegítimos realizó una brillante carrera administrativa en Perú, México y España. A los 28 años ya era alcalde de corte de la Audiencia de Lima. A partir de 1608 presidió la Real Audiencia de Guadalajara y más tarde se convirtió en visitador general de la Nueva España, cargo de enorme influencia. En 1612 regresó a España tras obtener un puesto en el Consejo de Indias, cuya presidencia interina ocupó a partir de 1622. Cuatro años más tarde se incorporó al Consejo de Estado. Recién desembarcado en México, Alemán habrá reconocido en él a uno de los hombres más influyentes de su nueva tierra. 2 Sube a su esfera el fuego... apetece su centro cada cosa: cf. Guzmán, p. 716: «[...] deslumhrados de esta luz, vamos desalados, perdidos y encandilados a meternos en ella, pareciéndonos decente y propio rendirnos luego, como a cosa natural, y tanto, como lo es la luz del sol, el frío de la nieve, quemar el fuego, bajar lo grave o subir a su esfera el aire»; fue uno de los tópicos más difundidos durante el Siglo de Oro (ver L G C p. 299, n. 34, y nota complementaria 299.34 para abundantes ejemplos en los más distintos contextos). 3 calificado: 'ennoblecido'.
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