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Spanish; Castilian Pages 47 [49] Year 2011
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Rocío Gª Garcimartín
Un itinerario que no es una práctica obsoleta, sino –como dijo Juan Pablo II– un itinerario antiguo con posibilidades nuevas. Un método que va más allá del mero método, porque sumerge en el corazón de Dios hasta hacer del orante Biblia viviente para sus hermanos y para el mundo. Un itinerario que fue recomendado por la Pontificia Comisión Bíblica y que ha sido retomado por el papa Benedicto XVI en la Exhortación apostólica Verbum Domini: «La Lectio Divina es capaz de abrir el tesoro de la Palabra de Dios y crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente».
La Lectio Divina
l Concilio Vaticano II abrió y ofreció a todos los miembros de la Iglesia el tesoro de la Palabra de Dios. Desde entonces, muchos cristianos se han preguntado: «¿Cómo hacer una lectura creyente y orante de la Escritura?». A esta pregunta intenta responder este libro, presentando de forma sencilla y clara el itinerario de la Lectio Divina.
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Un itinerario antiguo con posibilidades nuevas
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Rocío Gª Garcimartín
La Lectio Divina Un itinerario antiguo con posibilidades nuevas
Editorial Verbo Divino Avenida de Pamplona, 41 31200 Estella (Navarra), España Tfno: 948 55 65 11 Fax: 948 55 45 06 www.verbodivino.es [email protected]
Diseño de cubierta: Francesc Sala Dibujos: Inmaculada Rodríguez Torné © Rocío García Garcimartín Fotocomposición: NovaText, Mutilva Baja (Navarra) © De la presente edición: Verbo Divino 2011
ISBN pdf: 978-84-9945-452-8 ISBN versión impresa: 978-84-9945-136-7 ISBN versión impresa: 978-84-9945-147-3 (México)
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P R E S E N TAC I Ó N videntemente, no se trata de una presentación «al uso», sobre todo porque este no es un libro como cualquier otro. Se trata, ante todo, de una herramienta que quiere facilitarnos el acceso a «un itinerario antiguo con posibilidades nuevas», como denominó Juan Pablo II al método de la Lectio Divina.
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Sugiero que mires el Esquema del libro que hay en esta página, invoques al Espíritu Santo (Jesús prometió que «os lo explicará todo», Jn 14,26) y empieces a leer. No dejes que esta herramienta, el libro, te retarde. Penetra en lo que te quiere mostrar: el itinerario de la Lectio Divina. A medida que te vayas acercando a este método de lectura orante de la Biblia, te darás cuenta de que eres conducido más allá del mero itinerario. Un gran tesoro te aguarda: es Dios mismo que quiere entrar en diálogo contigo y hacerte partícipe de su vida. ¿A qué esperas? ¡Tienes la herramienta en tus manos! ¡Tienes el Espíritu en tu corazón! Toma, come y lee.
La Lectio Divina Un itinerario en cuatro pasos ........ Actitudes para la Lectio Divina .....
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Propuesta práctica de Lectio Divina: Salmo 51 (50) ..................................... 31 Studium ............................................ 34 Lectio Divina .................................... 40
Anexos La Lectio Divina ............................... ¿Qué es la Lectio Divina? ............... Principios de la Lectio Divina ........ Toma y lee .......................................... Oración sobre la Palabra ................. Biblia viviente .................................. La Lectio Divina. Guía rápida ......... Parábola de la casa .........................
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Esquema del libro
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La Lectio Divina «La Lectio Divina es una lectura individual o comunitaria de un pasaje de la Escritura, acogida como Palabra de Dios, y que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en meditación, oración y contemplación». Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, 1993 1. LECTURA
¿Qué dice el texto? • Leer en actitud de escucha • Saborear las palabras • Hacer una «lectura inteligente»
2. MEDITACIÓN
¿Qué dice de mí/nosotros? • Rumiar, actualizar • Ponerse ante el espejo de la Palabra • Identificarse con los personajes
4. CONTEMPLACIÓN
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3. ORACIÓN
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Miro y me dejo mirar
¿Qué me hace decirle a Dios?
• Alegría, serenidad en la vida • Progresiva configuración con Cristo • Fortaleza y discernimiento
• Orar la Palabra: alabanza, gratitud, súplica, petición... • Acoger en diálogo.
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La Lectio Divina Un itinerario en cuatro pasos CONTEMPLATIO (contemplación)
ORATIO (oración)
MEDITATIO
LECTIO (lectura)
«Busquen leyendo y se les abrirá meditando. Llamen orando y se les abrirá contemplando». Guigo II, el Cartujo
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(meditación)
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Guigo II, el Cartujo El noveno prior de la Gran Cartuja de la ciudad francesa de Grenoble, alrededor de 1150, recoge y sistematiza la lectura de la Escritura que se hacía en los monasterios, sobre todo en los cistercienses y victorinos. Su escrito denominado Scala claustralium sive tractatus de modo orandi o también Scala paradisi ha llegado a ser, por su contenido y forma, un verdadero compendio de espiritualidad bíblica. El objetivo no es simplemente informar al creyente sobre Dios, sino, ante todo, transformarlo según la imagen de Cristo.
LA LECTIO DIVINA
La Lectio Divina, según la concibe Guigo II, tiene un esquema cuatripartito: lectio, meditatio, oratio y contemplatio. Estos pasos no son compartimentos estancos, sino que van estrechamente vinculados, se unifican en un único movimiento del espíritu. Pueden sobreponerse mutuamente y hasta alternarse en un orden siempre cambiante. Utilizando un símil, diríamos que es como el caminante: hace muchos movimientos, pero todos se unifican en una sola acción, caminar.
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Guigo II expresa así la relación entre estos cuatro peldaños de su Escalera: «La lectura sin meditación se torna árida; la meditación sin lectura cae en error; la oración sin meditación es fría; la meditación sin oración, infructuosa. La oración fervorosa lleva a la contemplación, mientras que el don de la contemplación sin oración es raro» (Scala claustralium 13).
Al iniciar el camino de la Lectio Divina podemos necesitar guías que nos ayuden a ponernos en marcha. ■ Busca ayudas a tu alcance: comentarios asequibles a textos bíblicos, una música de fondo que te invite a la serenidad. ■ Plantéate el apoyo de un grupo: juntos nos ayudamos a comprender, sumamos fuerzas, contrastamos y compartimos vivencias de fe. ■ Elige un lugar y espacio adecuados, desconecta el móvil. ■ Adquiere una Biblia con una traducción actualizada y, si es posible, con notas.
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¿QUÉ ES LA LECTIO DIVINA? No debería extrañarnos encontrar esta expresión latina cuando nuestra lengua está habituada a palabras como Internet, software, etc. Aun así, se hace necesario comprender el hondo significado que encierra. ¿Qué significa el sustantivo lectio?
¿Qué significa el adjetivo divina?
El sustantivo latino lectio puede traducirse por «leer» o también por «recoger». Leer, en este caso un texto bíblico, significa captar el pensamiento que tal texto contiene, recoger el mensaje que presenta. La Lectio Divina quiere llevar a «leer a Dios», más que «leer acerca de Dios»; no pretende informarnos sobre Dios, sino transformarnos a imagen de Cristo.
El sustantivo lectio lleva añadido el calificativo divina. La Lectio es divina porque tiene por objeto la Palabra de Dios y las cosas de Dios. Pero, además, es divina porque en el corazón de quien la realiza se produce un encuentro con el mismo Dios. La Lectio es divina porque enseña a leer a Dios, a descubrir los signos de su presencia en medio de la vida.
La Lectio Divina es una lectura de la Escritura: ■ Pausada y serena. El valor de la Lectio no está en formar conceptos intelectuales, sino en que nos ayuda a integrarnos, a ser nueva humanidad.
■ Comprometedora y exigente. Compromete a toda la persona (inteligencia, corazón, cuerpo) y la empuja a que se implique con los demás a favor del mundo y de los hermanos. ■ Orientada a una vida de comunión con Dios. La Lectio Divina no es un simple método o itinerario de lectura bíblica. Porque pone en contacto con Dios, aspira a una vida conformada con Cristo.
LA LECTIO DIVINA
■ Meditativa y orante. Está entretejida de reflexión y de oración. Sus peldaños (lectura, meditación, oración y contemplación) no son compartimentos estancos, sino cuatro elementos que se alternan entre sí según el Espíritu vaya sugiriendo.
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1er paso: lectio «Voy a escuchar lo que dice el Señor» Sal 85 (84),9
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1er paso: LECTIO, LECTURA
En este primer paso, leer es sinónimo de escuchar. La lectura que aquí se pide es una forma de escucha que se muestra disponible para entrar en diálogo amoroso y gratuito. Desde el comienzo del itinerario todo el ser del orante, cuerpo y espíritu, se mantiene a la escucha del Dios que habla en las Escrituras. • Leer para familiarizarnos con el texto. Lee el texto de la Biblia como se lee la carta de un amigo: – Con cuidado, con atención, con respeto. Aléjate de una lectura rápida, superficial, mecánica. – Incluso si es un texto que resulta conocido, evita desecharlo. «El necio cae en
la tentación de decir: “¡Este texto ya lo conozco!”. El sabio sabe que una cosa es conocer la fórmula química del agua y otra saborearla junto a un manantial en un mediodía de verano» (B. Olivera, Superior General de los Trapenses). – Repite la lectura despacio, sin prisas. Lee y relee para que vaya calando. En actitud de escucha. Deja que las palabras y las imágenes te golpeen, te gratifiquen, te conmuevan. Siente el texto, cómete el texto (cf. Ap 10,9). – Saborea las palabras. Fíjate en los detalles, atiende a los matices. Observa los personajes, sus actitudes, lo que hacen, lo que dicen. Las palabras son verdaderos sacramentos del sentido, del significado del texto. Detente, gusta, saborea. Que las palabras calen, empapen como se empapa una esponja de agua y no resbalen como resbala el agua sobre una superficie impermeable. El texto es mucho más rico de lo que parece a primera vista. – Graba en la memoria y en el corazón las palabras más significativas, las frases que te hayan cautivado.
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l primero de los grados, la lectio, es, para Guigo, «un examen detenido de la Escritura realizado con espíritu atento». Consiste en una lectura pausada y repetida del texto bíblico hasta conseguir apropiárnoslo. No significa, por tanto, realizar una lectura superficial para hacerse una idea de los temas que presenta, ni en ojearlo por encima. Tampoco es realizar un estudio académico, científico, erudito del pasaje.
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Puede ayudarnos: ■ La lectura en voz alta, y mucho mejor si realizamos una proclamación oral del texto bíblico. ■ Memorizar aquellas palabras o frases que más nos impacten para recordarlas, por ejemplo a modo de mantra, durante el día. ■ Subrayar, colorear, apuntar lo que no entiendo. ■ Comparar versiones. Observar una traducción bíblica diferente a la habitual.
• Es necesario hacer una «lectura inteligente». Comprender lo que dice el texto no es siempre sencillo, porque fue escrito originariamente para unos destinatarios de los que nos separan tiempo, espacio, cultura, mentalidad, etc. Por eso ayuda y es muy deseable conocer su contexto histórico, literario y teológico, penetrar en su mundo interior. Pero esto debe realizarse en un momento previo, anterior a la Lectio Divina. En el momento de la lectio, más que leer comentarios sobre el texto, es preferible leer y releer el texto hasta que este hable por sí mismo.
• La pregunta que se ha de responder en el momento de la lectura es: ¿Qué dice el texto? Pretendo descubrir el mensaje de fe que encierra. El texto bíblico es una ventana que me permite asomarme a la realidad de otra época para descubrir una experiencia de fe. Pretendo «perforar la pared» que separa el ayer del texto y el hoy del lector para iniciar un diálogo de fe, para llegar a un encuentro transformante o, como decía san Ambrosio, para pasear con Dios, pues siempre que un creyente «comienza a leer la Sagrada Escritura, Dios vuelve a pasear con él en el paraíso terrenal» (Epístola 49,3).
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¿Cómo me acerco a un texto bíblico en este primer paso de la lectio?
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✢ Comienza leyendo despacio, si puedes en voz alta, siempre en actitud de escucha. ✢ Ve saboreando las palabras, atiende a los detalles y personajes del pasaje, detente en los matices. Deja que las imágenes te calen y quedes empapado como una esponja henchida de agua.
✢ Cuando percibas que una frase, una imagen, un mensaje queda repicando en ti, di con el oído y el corazón bien abiertos: «Voy a escuchar lo que dice el Señor» (Sal 85 [84],9). Es el momento de que pases al segundo peldaño de la Lectio Divina: la meditatio.
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¿DE QUÉ HAY QUE ESTAR CONVENCIDOS CUANDO SE HACE LECTIO DIVINA? Cuando en la vida ordinaria queremos acceder a una determinada emisora de radio o televisión, buscamos la frecuencia de onda adecuada. Cuando leemos la Biblia con el itinerario de la Lectio Divina, es necesario también colocarse en una determinada longitud de onda para escuchar al Dios que nos habla a través de su Palabra. Es necesario estar convencidos de que:
■ Dios nos habla a través de TODA la Biblia. La Biblia no es un remolque de ladrillos sueltos, sino una casa donde se puede vivir el proyecto de Dios sobre el ser humano y sobre el mundo. Esta unidad de la Escritura impide aislar unos pasajes de otros y quedarnos con ellos como verdades separadas y absolutas. ■ La Biblia tiene algo que decirnos aquí y ahora. Leemos la Biblia convencidos de que vamos a encontrar pistas para nuestra vida, para superar las dificultades y realizar las esperanzas. Aunque sea un conjunto de libros nacidos en unas circunstancias diferentes a las nuestras, la Biblia es el libro que nos lee,
que nos ayuda a iluminar y desvelar, en clave de fe, lo que sucede. ■ Leemos la Biblia desde la fe en Jesucristo. Cristo es la clave de bóveda que une el Antiguo y el Nuevo Testamento. La fe en Jesús resucitado es la llave que nos permite abrir la puerta del significado de la Biblia en clave cristiana. Decía san Jerónimo que abrir la Biblia es encontrar a Cristo, más aún, es comer a Cristo. Esta relación entre Escritura y Eucaristía la recoge y hace suya también el Concilio Vaticano II (cf. Dei Verbum 21, 26). ■ Leemos la Biblia como integrantes de una comunidad guiada por el Espíritu. La Biblia es el libro de la comunidad y el intérprete de su lectura es la comunidad guiada por el Espíritu. Por eso, aun cuando leemos la Biblia personalmente, no podemos olvidar que estamos insertados en la comunidad eclesial. La lectura de la Biblia hecha en comunidad hace que Escritura, Tradición y vida formen una unidad activa y salvadora.
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■ Dios nos habla a través de la Biblia. Creemos que en el texto de la Escritura se deja oír la voz de Dios, que a través de ella podemos ponernos a la escucha de la Palabra. La fe nos hace saber que, a través de estas palabras humanas, Dios sigue hablándonos, dialogando con nosotros.
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2º paso: meditatio «María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» Lc 2,19
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n la Antigüedad, la meditación de un pasaje estaba muy relacionada con la repetición, y se comparaba con la rumia de un animal. Meditar la Escritura consistía en repetir incesantemente los textos sagrados durante toda la jornada, para que la persona quedara impregnada de la palabra de Dios.
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Para Guigo, en cambio, «La meditación es una operación reflexiva de la mente que investiga, con ayuda de la razón, el conocimiento de la verdad oculta». Es decir, para el Cartujo prima el carácter reflexivo sobre el repetitivo. En el primer paso, el de la lectura-escucha, el alimento de la Palabra llega a nuestra inteligencia. Ahora, por la meditación, el alimento se desmenuza, buscando desentrañar su contenido profundo: «La lectio –dice Guigo– lleva el alimento a la boca, la meditatio lo mastica». • La pregunta que se ha de responder en el momento de la meditación es: ¿Qué dice de mí el texto? y también ¿qué me dice? Pretendo descubrir la actualidad permanente de la Palabra, las visitas de Dios, para vivir en sintonía con él, dar pasos según su proyecto amoroso. Es necesario
dejar tiempo, permitir que las palabras y los silencios calen como la lluvia empapa la tierra (cf. Is 55,10-11). Meditar es, entonces, masticar y rumiar, repetir, reflexionar, recordar, penetrar, descubrir, asimilar. Es un proceso que se realiza en lo profundo del corazón y que conduce a la actualización de la Palabra en un doble sentido. Por una parte, me percibo leído por la Palabra, me descubro ante ella como frente a un espejo: la Biblia es el libro que me lee. Por otra parte, me sugiere orientaciones para la vida, alimenta mi fe, esperanza y amor: la Biblia es un mapa que guía mi caminar cristiano. • La meditación de la Palabra nos lleva: – A conocernos mejor a nosotros mismos. Nos vemos con la mirada de Dios, a la luz de Dios. En ocasiones es una palabra que quema las entrañas (Ez 3,3), que nos deja desnudos y al descubierto (Heb 4,12-13). Pero incluso en estas circunstancias, Dios se revela más grande que nuestro propio corazón (1 Jn 3,20). – A comprender mejor el sentido de lo que pasa, el proyecto de Dios sobre el
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2º paso: MEDITATIO, MEDITACIÓN
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mundo y sobre la historia. La Palabra arranca a la realidad nuevos detalles y sentidos que, de otra forma, no captaríamos. A la vez, esos detalles nos hacen regresar con nuevas preguntas a la Escritura. Palabra de Dios y vida se iluminan mutuamente. Así descubrimos cómo «Hoy se ha cumplido ante ustedes esta palabra» (Lc 4,21). Existe el peligro de que esta actualización se realice de manera caprichosa o muy subjetiva si no nos hemos detenido convenientemente en el primer paso (lectio). Si no sé lo que el texto dice, puedo acabar haciéndole decir lo que me parece o me conviene. Una forma de atajar este peligro es ir profundizando en la Biblia, dedicando, previo al momento de la Lectio Divina, momentos para el estudio de los textos. Existe otra forma, muy conveniente, que es la búsqueda en común, integrarnos en un grupo
de lectura creyente y orante de la Palabra. La meditación comunitaria hace surgir mejor el sentido eclesial de la Escritura, fortalece el sentimiento de una fe comunitaria, evita lecturas fundamentalistas y caprichosas de la Biblia, favorece la perseverancia. • Cuando percibimos la invitación de Dios, también aparece con nitidez nuestra incapacidad, nuestra falta de recursos para la misión que se nos encomienda. Sentiremos la necesidad de hablar directamente con Aquel que se nos ha comunicado a través de su Palabra para darle gracias, alabarle, implorarle. «Señor, socórrenos» (Sal 44 [43],27). • La meditación como repetición y rumia se puede prolongar a lo largo de toda la jornada, permitiendo que el «susurro» de la Palabra nos sorprenda. De este modo continuamos experimentando el efecto prolongado de su acción en nosotros y entre nosotros.
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¿Cómo me acerco a un texto bíblico en este segundo paso de la meditatio?
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✢ Repite la palabra, la frase o la imagen que haya quedado repicando en tu corazón hasta que descubras el mensaje que encierra para ti, aquí y ahora. ✢ Colócate ante el texto que recoge esa frase y reconoce con serenidad cómo te lee, qué dice de ti, de tus circunstancias, de lo que te alegra o preocupa. Acoge lo
que quiere hacer crecer en ti, en nosotros. ✢ Si te asalta la distracción, no te alteres. Vuelve a la lectura y detente de nuevo en las palabras que repiquen en tu corazón. ✢ Cuando quieras responder a las llamadas, a las invitaciones de Dios, a las insinuaciones del Espíritu, comienza el diálogo orante.
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Toma y lee «Tengo que dirigirte una queja, ilustre hijo Teodoro. Recibiste gratuitamente de la Santísima Trinidad la inteligencia y los bienes temporales, la misericordia y el amor; pero estás constantemente inmerso en los asuntos temporales, obligado a frecuentes viajes y dejas de leer diariamente las palabras de tu Redentor. ¿No es la Sagrada Escritura una carta del Dios todopoderoso a su criatura? Si te alejaras por un tiempo del emperador y recibieras de él una carta, no descansarías ni dormirías hasta después de leer lo que te hubiera escrito un emperador de la tierra. El Emperador del cielo, el Señor
de los hombres y de los ángeles, te ha dirigido una carta que se refiere a tu vida, y tú no te ocupas de leerla con fervor. Aplícate, te lo ruego, a meditar cada día las palabras de tu Creador. Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios, para que tiendas con mayor ardor a las cosas eternas, para que tu mente se encienda en mayores deseos de los goces celestiales. Porque solo entonces alcanzaremos el máximo descanso si ahora, por amor a nuestro Creador, no nos damos reposo alguno».
«La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y encuentra siempre y de nuevo su orientación en él para su camino. Es algo que tiene que tener en cuenta cada cristiano y aplicarse a sí mismo: solo quien escucha la Palabra puede convertirse después en su anunciador. [...] Quiero evocar particularmente y recomendar la antigua tradición de la Lectio Divina. La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a
través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón. Si se promueve esta práctica con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia». Benedicto XVI, discurso en el Congreso Internacional «La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia», septiembre de 2005
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San Gregorio Magno, Epístola IV, 31
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3er paso: oratio «Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y Dios les abrirá» Lc 11,9
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3er paso: ORATIO, ORACIÓN
• La pregunta que orienta este tercer momento es: ¿Qué me hace decirle a Dios este texto? Si en la lectio hemos escuchado al Dios que nos habla a través de su Palabra y en la meditatio nos hemos dejado «leer», ahora nos dirigimos a Aquel cuya Palabra hemos escuchado y en la cual nos hemos visto reflejados. San Agustín invitaba a este momento diciendo: «Si el texto es oración, recen; si es gemido, laméntense; si es reconocimiento, vivan con alegría; si es un texto de esperanza, sientan esperanza; si es de temor, teman. Porque las cosas que encuentren en el texto son el espejo de ustedes mismos».
• En el estadio de la oración: – El texto bíblico nos presta el motivo, incluso las palabras de la oración. El ideal es que lleguemos a hacer oración desde las mismas palabras de la Escritura. Que aprendamos a rezar con la Biblia. Que hagamos de la Palabra de Dios mi palabra en la oración. Nos pueden ayudar sus frases («Señor, si quieres, puedes curarme»), sus imágenes (por ejemplo la del ciego en Mc 10,46-52). Esta oración será diferente según me hayan hecho palpitar las palabras de la Escritura: súplica, alabanza, acción de gracias, queja, etc. La oración provocada por la lectura y meditación también puede consistir en recitar oraciones que ya existen, y aquí ocupan un lugar destacado los salmos. – El tercer peldaño de la Lectio Divina, la oración, es para acoger el silencio. El silencio es también respuesta. El silencio puede ser un acto de confianza y abandono, o una respuesta de profunda fe, o un gesto de amor y obediencia, o una celebración de la misericordia. «El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza,
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a oración abraza todo el itinerario de la Lectio Divina. Más aún, la Lectio Divina, tal y como la venimos presentando, es una escuela de oración que se prolonga a lo largo de toda la jornada. Aun así, hay un momento dedicado a que emanen del corazón las reacciones suscitadas por la Palabra leída y meditada. Guigo define así este tercer peldaño: «La oración es una ferviente elevación del alma hacia Dios para alejar los males y recibir los bienes».
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pues nosotros no sabemos cómo pedir para hablar como conviene» (Rom 8,26). – La oración, en la dinámica cuatripartita de la Lectio Divina, es el momento de acoger la fuerza de la Palabra. Para la mentalidad judía, la palabra de Dios tenía una fuerza peculiar: en cuanto era pronunciada, se realizaba. Recordemos, por ejemplo, el primer relato de la Creación: Dios dice y las cosas existen (cf. Gn 1,3ss). Una dinámica similar acompañaba la predicación y la simbología profética: cuando un enviado de Dios dejaba oír la palabra del Señor, ésta caminaba indefectiblemente hacia su cumplimiento. Pues bien, en la Lectio Divina, la Palabra dice y realiza, ilumina y fortalece para el camino, se encarna y entrega la fuerza del Espíritu. La oración es el momento, también, de revestirnos de esa fuerza de lo alto.
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• Nos equivocamos si concebimos al orante solo, aislado, cerrado en la oración exclusiva con Dios. El encuentro con la Pala-
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bra nos educa para concebir la existencia como alteridad. Por eso el orante es solidario con los intereses y necesidades de sus hermanos, incorpora a su latido la voz de la creación entera que ansía liberarse para «participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rom 8,21). La oración que brota de la Lectio es una oración abierta a la realidad eclesial, a la vida del mundo. El orante se convierte en intercesor. Hace suya la plegaria de Abrahán suplicando por los habitantes de Sodoma (cf. Gn 18,16-33) y la voz de Moisés pidiendo por su pueblo en el desierto (cf. Éx 32,1-14). El orante se convierte, unido a Cristo, en sacerdote según el rito de Melquisedec. • Este diálogo provoca en nosotros una sed insaciable que el Cartujo expresa así: «Dame siquiera, Señor, una gota de lluvia celeste que restaure mi sed, porque ardo de amor». Entonces sin palabras, dejándonos mirar, entramos en la presencia activa y recreadora de Dios: la contemplación.
¿Cómo me acerco a un texto bíblico en este tercer paso de la oratio? ✢ Dios te ha hablado y te escucha. Maravíllate de la Palabra que has recibido. Responde, desde lo profundo de tu corazón a sus insinuaciones y exigencias.
✢ Acoge, acepta ser morada del Dios Trinidad. Dale permiso para que seas recreado a imagen de Jesucristo. ✢ Preséntale a tus hermanos y hermanas, habla con él de nuestro mundo, de nuestra Iglesia.
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GRACIAS, SEÑOR Te damos gracias, Señor, porque tu Palabra, pronunciada hace dos mil años, está viva y eficaz en medio de nosotros. Reconocemos nuestra impotencia e incapacidad para comprenderla y dejarla vivir entre nosotros. Ella es más poderosa y más fuerte que nuestras debilidades, más eficaz que nuestra fragilidad, más penetrante que nuestras resistencias. Por eso te pedimos que nos ilumines con tu Palabra, para que la tomemos en serio y nos abramos a aquello que nos manifiesta, para que confiemos en ella y le permitamos actuar en nosotros de acuerdo con la riqueza de su poder. Madre de Jesús, que confiaste sin reservas, pidiendo que se cumpliera en ti la Palabra que te fue dirigida, danos el espíritu de disponibilidad para que volvamos a encontrar la verdad sobre nosotros mismos. Haz que ayudemos a hombres y mujeres a encontrar la verdad de Dios sobre cada uno.
Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo, tu Palabra encarnada, por su muerte y resurrección, y por el Espíritu Santo que renueva constantemente en nosotros la fuerza de esta Palabra. Amén. C. Mª Martini
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Haz que la encuentre plenamente el mundo y la sociedad en que vivimos, las personas a las que queremos humildemente servir.
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4º paso: contemplatio «Gusten y vean qué bueno es el Señor» Sal 34 (33),9
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4º paso: CONTEMPLATIO, CONTEMPLACIÓN
• Contemplar es encontrarse con la Palabra más allá de las palabras. Buscábamos a Dios y él nos regala el don de su Palabra y el don de sí mismo. En este momento desaparece la preocupación por el texto. De conversar con Dios se pasa a estar conscientemente ante él. Ahora no hay preguntas, solo el gozo, a veces abrasador, de dejarse introducir en el corazón de Dios y vislumbrar, saborear, su presencia viva, amorosa y creativa. Allí el contemplativo no sabe qué decir, simplemente porque sabe.
Nos equivocaríamos si concibiéramos la contemplatio como introspección psicológica, como éxtasis enfermizo o como evasión de la realidad. La contemplación que resulta de la Lectio Divina corrige la miopía de quien pretende aislarse del mundo para ver a Dios y también la de quien opta por «hacer» sin que su acción brote de la escucha (cf. Lc 10,38-42). La contemplación auténtica es una inserción en lo más profundo del designio salvador de Dios, que lleva al compromiso y a la acción, para hacer presente en el mundo dicho designio salvador. • La contemplación produce un cambio de mentalidad, convierte, hace ver las cosas y la realidad con una nueva mirada. Da otras motivaciones, hace evaluar todo de manera diferente. En definitiva, convierte, identifica con Jesús. Lleva a la encarnación de la Palabra. Y así necesariamente tiene una dimensión apostólica, misionera, liberadora, evangelizadora. Por eso la contemplación no es un momento de éxtasis que aparta de las cosas, de las personas y
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lama la atención que el Cartujo dedique gran parte de su Scala claustralium a la contemplatio, a la que define de esta manera: «La contemplación es una elevación por encima de sí misma de la mente suspendida en Dios, que degusta las alegrías de la eterna dulzura». Toda la Lectio Divina se orienta hacia el encuentro personal y amoroso con Dios que se explicita, como don, en este peldaño. Leer la Biblia desde este itinerario es aceptar la comunión que nos ofrece Dios, que nos habla a través de su Palabra.
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de los acontecimientos. Al sumergir en el corazón de Dios, se hace no un hecho puntual, sino actitud permanente que va modelando, configurando, marcando. Podríamos decir, utilizando otra imagen, que la contemplación echa una gota de colirio en los ojos y los capacita para: – Descubrir la presencia de Dios en la vida y en los acontecimientos de la historia. – Discernir el querer de Dios en situaciones cotidianas. – Reconocer y degustar los signos de resurrección que hay en la vida.
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• La contemplación es don del Espíritu, más que fruto del propio esfuerzo. Penetrar en el corazón de Dios es un regalo gratuito y, como tal, no siempre asegurado. Haber recorrido bien las etapas anteriores no asegura llegar hasta aquí. Por eso puede finalizar la oración sin contemplación, porque no podemos imponer a Dios esta venida gratuita a nosotros. Lo comprende-
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La Lectio Divina, en cuanto método, se asemeja a las andaderas infantiles. Cuando el niño no sabe andar, las necesita para dar los primeros pasos.
remos un día, cuando caigan todos los velos y llegue la plenitud del Reino. • ¿Cómo hacer la contemplación si estamos realizando este itinerario en grupo? La contemplación, según la hemos planteado, es un don que, como el Espíritu Santo, sopla donde quiere y llega cuando quiere (cf. Jn 3,8). Carlos Mesters dice que es lo que queda en los ojos y en el corazón cuando hemos terminado la lectura orante comunitaria y nos reincorporamos a la jornada. Con todo, es aconsejable dejar unos momentos de silencio para que el grupo encuentre serenidad ante la ausencia de palabras. Pero también pueden leerse las sugerencias para este momento que se facilita en algunos materiales, dando espacio para el encuentro personal con el Señor. • No todo termina en la contemplación. Estos cuatro escalones nos han conducido a un rellano que es el final y el comienzo de un nuevo proceso. Cada vez se ve mejor... ¡hasta contemplar a Dios cara a cara!
Pero llega un momento en que ya no son necesarias. Entonces las deja a un lado y, sin nada que le constriña, adopta su propio ritmo en la marcha.
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BIBLIA VIVIENTE Cuentan que había una vez un hombre que caminaba por la vida con el único equipaje de una Biblia. Decía que Dios se la había confiado. La leía diariamente. Las hojas de este libro estaban amarillentas, arrugadas por el uso. Muchas veces se le encontraba a la vera del camino, de pie o sentado, leyéndola a solas. Un día le alcanzó un huracán terrible. Aunque protegió con su cuerpo la Biblia, el viento y la fuerza del agua se la arrancaron de las manos. Por más que lo intentó, no pudo recuperarla. Enormemente apenado por la pérdida, se dedicó a recordar todo lo que había leído en las Escrituras y, para que no se le olvidase, lo iba viviendo. Este hombre murió y, compungido, se presentó ante Dios: –Señor, he perdido la Biblia que me habías confiado. –No –le respondió Dios–. Yo te quité la Biblia porque solo sabías leerla. Lo que yo quería es precisamente lo que has hecho: ser Biblia viviente para tus hermanos.
Quien ha experimentado en sí mismo la encarnación de la Palabra, no podrá menos que ser Biblia viviente para sus hermanos y hermanas.
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Solo quien ha hecho la experiencia de dejarse acompañar por la Palabra puede acompañar, comprometerse, dar fruto con otros creyentes según los valores del Evangelio.
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GUÍA RÁPIDA DE LECTIO DIVINA Prepara y dispón el corazón «El Maestro está aquí y te llama» Jn 11,28 Disponte para escuchar. Baja el tono de tantas voces que nos invaden. Pide al Espíritu Santo que te acompañe y guíe para captar la voz de Dios que habla a través de las Escrituras.
1. LECTIO «Voy a escuchar lo que dice el Señor» Sal 85 (84),9
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Lee y relee el texto con atención y respeto. Procura captar el mensaje central del texto, la experiencia de fe contenida en él.
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No leas solo con los ojos, no leas como mero espectador. Que tu lectura sea escucha, deja que la lectura te «afecte». Procura imprimir el texto en tu corazón. Advierte la palabra, la imagen, el mensaje que queda repicando en ti. Date cuenta de hacia dónde resuena tu corazón. La pregunta que hacemos en este primer momento es: ¿Qué dice el texto? ¿Cuál es la experiencia de fe contenida en él?
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2. MEDITATIO «María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» Lc 2,19 Profundiza. Rumia la Palabra que ha quedado repicando en ti y descubre el mensaje que encierra para tu vida. Busca, descubre, asimila. Deja que la Palabra escrute tu corazón, lo maraville, lo ponga en crisis. La Palabra se vuelve como un espejo en el que te ves reflejado. No temas. Aunque en el diálogo Dios te deje desnudo, al descubierto, también se te revela como más grande que tu pobre corazón. La pregunta que hacemos en este segundo momento es: ¿Qué dice de mí el texto? ¿Cómo me lee este pasaje?
3. ORATIO
Dirígete directamente a Aquel cuya Palabra has escuchado y acogido en tu corazón. Deja que se despierte tu espíritu orante a través de la súplica, la alabanza, la intercesión. Habla con Dios como un amigo habla con su amigo, con total confianza. Comprobarás que tu oración no se cierra en los límites de una relación exclusiva con Dios. Se abrirá a la realidad eclesial, a la vida del mundo. Sus anhelos serán también los tuyos. La pregunta que hacemos en este momento es: ¿Qué me hace decirle a Dios este texto?
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«Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y Dios les abrirá» Lc 11,9
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4. CONTEMPLATIO «Gusten y vean qué bueno es el Señor» Sal 34 (33),9 Déjate mirar por el Dios que te ama. Acepta que te entregue nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a él y conocer su voluntad. Sentirás que no huyes de la realidad, sino que penetras en lo más profundo de la historia y del designio salvador de Dios. Poco a poco percibirás que esta experiencia te lleva al compromiso y a la acción para hacer presente en el mundo el proyecto de Dios. En este momento no hay pregunta. Es permanecer en calma ante Dios, consentir en ser mirados, quedando abrazados a la Palabra que nos salva.
Agradece «Señor Dios mío, te daré gracias por siempre» Sal 30 (29),13 Para terminar la Lectio Divina, da gracias al Señor por el encuentro que has mantenido con él.
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Agradece que te envíe junto a tus hermanos y hermanas para compartir con ellos la bendición que has recibido, y para trabajar en comunión por un mundo de justicia y paz.
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Discretio, deliberatio y actio En algunos itinerarios basados en la Lectio Divina, después de la contemplación, se propone la actio (compromiso), que suele ir precedida de un discernimiento y de una comunicación de la experiencia con otros creyentes (discretio y deliberatio).
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«Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica» Lc 11,28
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Actitudes para la Lectio Divina
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aría, según la presentan los evangelios, fue madre de Jesús y discípula del Hijo. Ella encarnó las actitudes fundamentales que debe hacer suyas quien quiera adentrarse en este camino de la Lectio Divina: escucha, compromiso, fidelidad y perseverancia.
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■ María «guardaba, meditaba y conservaba con cuidado todo en su corazón» (Lc 2,19.51) María no comprendió al instante el significado de todo lo que iba viviendo. Pero guardaba y conservaba en su corazón las palabras de su hijo, los acontecimientos en torno a su persona. En lo más profundo de sí misma, reflexionaba, rumiaba y oraba, tratando de asimilar el misterio que estaba viviendo. Percibía su vida como una porción del puzzle divino, y ansiaba encajar todas las piezas según la voluntad de Dios. Por eso guardar, meditar y conservar todo en su corazón no fue algo ocasional, sino una actitud continua y constante.
En la Biblia, el corazón representa lo más profundo de una persona. En él residen el entendimiento, el conocimiento y la voluntad, y se provoca el nacimiento de las opciones vitales. En él se acoge la palabra de Dios, se discierne y se responde a sus exigencias. Por eso el corazón es el «órgano» de la Lectio Divina.
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Tomar como modelo a María significa:
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– Crear en nosotros y a nuestro alrededor un clima propicio para la escucha. – Penetrar en la hondura de los acontecimientos, más allá de la mirada superficial. – Abandonar la mentalidad utilitarista que nos empuja a buscar resultados inmediatos. – Aceptar y acoger los silencios de la Palabra, y perseverar en medio de ellos. – Buscar ante todo la voluntad de Dios y no los propios caprichos o conveniencias.
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■ «Hágase en mí según tu Palabra» (Lc 1,38) El corazón de María funciona así: en un movimiento de sístole interioriza la palabra; en la diástole entrega al mundo la Palabra viviente que es su Hijo.
María, la mujer de la escucha, es también la madre del compromiso vital. En ella escucha y obediencia son dos conceptos íntimamente relacionados. Supo conservar, guardar y meditar la Palabra escuchada y, además, situarse bajo esa Palabra, como «esclava del Señor», para ponerla en práctica.
Tomar como modelo a María significa: – Cultivarnos como «oyentes de la Palabra». – Estar dispuestos a que la Palabra nos cuestione, nos lea. – Abrazar la voluntad del Padre que nos convierte en hermanos y hermanas, padres y madres de toda la humanidad.
■ «María estaba de pie junto a la cruz de Jesús» (Jn 19,25) La Lectio nos muestra el corazón traspasado de Jesús en la cruz y nos impregna de su amor. Solo desde esta contemplación podremos amar a la manera del Crucificado.
María lleva hasta el final su ser de madre y de discípula. Está junto a la cruz como testigo, de pie, dolorida y esperanzada, acogiendo la revelación de un designio que la sobrepasa. La mujer creyente, la madre de Jesús, se nos muestra como la madre de la esperanza, de la fidelidad, de la fortaleza, de la nueva humanidad.
– Convertirse en personas capaces de encarar el dolor desde el seguimiento de Jesucristo. – Educar nuestros ojos para ver, más allá de las apariencias, la sabiduría escondida de la cruz. – Mantenerse junto a los crucificados de la historia, trabajando por un mundo de resucitados.
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Tomar como modelo a María significa:
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■ «Los creyentes perseveraban unánimes en la oración junto a María» (Hch 1,14) Santa María, madre de Dios, modelo de Lectio Divina, ruega por nosotros.
Dice Lucas que, tras la muerte de Jesús, María permanece con los discípulos aguardando en comunidad la llegada del Espíritu Santo. Tres rasgos caracterizan esta comunidad: perseverancia, unanimidad y oración. María, madre y discípula, puede exhortarnos como nadie: «Hagan lo que él les diga» (Jn 2,5).
Tomar como modelo a María significa: – Perseverar en la práctica de la Lectio, para adecuar progresivamente nuestra vida al proyecto de Dios. – Ser conscientes de nuestra pertenencia a la Iglesia, la comunidad que, animada por el Espíritu Santo, interpreta adecuadamente las Escrituras. – Valorar la liturgia, que es el lugar por excelencia de la Lectio Divina.
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María, Virgen del silencio, queremos escuchar a Dios en el murmullo de la vida, en los acontecimientos de la historia.
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Virgen de la Palabra, que descubriste los mil modos del lenguaje de Dios, ayúdanos a encontrar su voz y haz que nuestras palabras sean respuesta a las suyas. Señora del «Sí, hágase», enséñanos apertura y disponibilidad a Dios para que la Palabra se haga carne en nosotros y en medio de nuestro mundo.
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San Jerónimo daba a la matrona romana Leta estos consejos para la educación cristiana de su hija: «Asegúrate de que estudie todos los días algún pasaje de la Escritura... Que acompañe la oración con la lectura y la lectura con la oración...» Epístola 107,9.12 Precisamente eso es lo que queremos hacer nosotros. Comenzaremos dedicando una sesión a la lectura saboreada (Studium) del Salmo 51 (50) y destinaremos otra sesión a la lectura orante de este mismo salmo (Lectio Divina).
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Una propuesta práctica
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Salmo 51 (50)
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Súplica de perdón
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Ten piedad de mí, oh Dios, por tu amor, por tu inmensa ternura, borra mi culpa; 14 lava del todo mi maldad, 13 limpia mi pecado. 15 Pues yo reconozco mi culpa, 13 tengo siempre presente mi pecado; 16 contra ti, contra ti solo pequé; 13 hice lo que tú detestas. 13 Por eso eres justo cuando hablas 13 e irreprochable cuando juzgas. 17 Mira que nací culpable, 13 pecador me concibió mi madre. 18 Pero tú amas la verdad 13 en lo íntimo del ser, 13 en mi interior me enseñas sabiduría. 19 Rocíame con hisopo y quedaré limpio, 13 lávame y quedaré más blanco que la nieve. 10 Hazme sentir el gozo y la alegría, 10 y exultarán los huesos quebrantados. 11 Aparta tu vista de mis pecados, 10 borra todas mis culpas.
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Crea en mí, oh Dios, un corazón nuevo, renuévame por dentro con espíritu firme; 13 no me arrojes de tu presencia, 10 no retires de mí tu santo espíritu. 14 Devuélveme el gozo de tu salvación, 10 afiánzame con espíritu generoso; 12
Súplica de renovación
enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. 16 Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, 10 y mi lengua proclamará tu fidelidad. 17 Abre, Señor, mis labios 10 y mi boca proclamará tu alabanza. 18 Pues el sacrificio no te complace, 10 si ofrezco un holocausto no lo querrías. 19 El sacrificio que Dios quiere 10 es un espíritu arrepentido: 10 un corazón arrepentido y humillado tú, 10 oh Dios, no lo desprecias.
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Favorece a Sión por tu bondad, reconstruye las murallas de Jerusalén. 21 Entonces te agradarán 10 los sacrificios prescritos, 10 holocausto y ofrenda perfecta; 10 sobre tu altar se ofrecerán novillos. 20
Relectura posterior
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Salmo 51 (50) ¿Salmo 51 o Salmo 50? En la mayoría de las Biblias, los salmos del 10 al 147 aparecen con dos números, uno de ellos entre paréntesis. ¿Por qué? Los salmos fueron escritos en hebreo y en el siglo II a.C. se tradujeron al griego. Pero los traductores cometieron algunas imprecisiones, uniendo algunos salmos y separando otros. Años más tarde, la versión latina de la Biblia siguió la numeración griega. Actualmente nuestras Biblias ofrecen en primer lugar la numeración del texto hebreo y, entre paréntesis, la numeración griega y latina (que mantiene la liturgia católica). Dicho de otra manera, la numeración alta es la hebrea y la baja corresponde a la griega, la latina y la que sigue la liturgia católica.
El encabezado del salmo Al maestro de coro. Salmo de David. 2 Cuando, después de su pecado con Betsabé, le visitó el profeta Natán. Los salmos son poemas destinados a ser cantados. Los compusieron multitud de creyentes anónimos a lo largo de la historia de Israel. Cuando estos poemas se atesoran en una colección, se pierde la situación vital que les vio nacer. Por eso, buscando que el orante de cualquier tiempo y época se sitúe, se añade a muchos de estos salmos una cabecera con dos tipos de anotaciones. Una anotación señala con qué música deben interpretarse (eran como el cancionero religioso del mundo judío). La otra indicación remite a un personaje bíblico, normalmente al rey David, y a la situación de su vida que mejor convendría para la composición del salmo.
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Studium
Salmo 51 (50) 1. David y el salmo Esta bellísima oración, el salmo penitencial por excelencia, fue atribuido tempranamente a David, el gran rey de Israel. Aunque muchas situaciones en su vida convendrían para la supuesta composición de este salmo, hubo una que a los recopiladores judíos les pareció especialmente indicada.
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¿A qué situación remite el Salmo 51 (50), según el v. 1? Recuérdala leyendo 2 Sm 11,1-15.26-27 y 2 Sm 12,1-9.
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El contexto de esta composición, según la tradición judía, se encuentra en 2 Samuel 11-12: el profeta Natán reprocha al rey su pecado de adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías. Entonces el rey David, profundamente arrepentido, entona el Salmo 51 (50). Pero tal atribución carece de valor histórico. Sería, simplemente, una anotación que ayudaba al creyente a situar este poema oracional dentro de la historia de Israel, a la vez que le hacía consciente de que, como a David, sus pecados le impedían llegar a la amistad con Dios.
2. Un salmo para leer «de pie» Según los estudiosos, los Salmos 50 (49) y 51 (50) forman una unidad: son las dos partes de un pleito judicial entre Dios y su pueblo. El Salmo 50 (49) presenta la acusación de Dios. Curiosamente el Señor no
acusa por deficiencias en el culto, sino por las infidelidades a la alianza, por las injusticias, por el daño al prójimo, y espera de los culpables el reconocimiento de la culpa, a la vez que un sacrificio de alabanza.
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Lee el Salmo 50 (49). Para comprenderlo mejor, puedes ayudarte de la nota a pie de página de tu Biblia. Fíjate por dónde va la acusación de Dios. ¿No te recuerda la predicación de grandes profetas como Isaías o Amós? Como continuación a ese pleito judicial, habla el acusado a través del Salmo 51 (50). Apela a la misericordia y al perdón de Dios, se declara culpable y suplica ser recreado para que pueda rendir el culto verdadero que Yavé reclama. Seguramente, el lugar para ser recitado era una asamblea litúrgica judía. Para nosotros, los cristianos, el Salmo 51 (50) es el salmo penitencial por excelencia, rezado y meditado tanto en celebracio-
nes litúrgicas como en oraciones personales. Frecuentemente subrayamos el carácter pecador del ser humano, y desgraciadamente lo leemos encorvados, abatidos por el peso de nuestros pecados. Sin embargo, es un salmo que pide ser leído de pie, no doblados, sino firmes; no abatidos, sino restablecidos en nuestra dignidad de hijos de Dios. Y es que el punto de partida de este salmo es la certeza vivida de que Dios es misericordia. Es este Dios misericordia el que hace caer en la cuenta del pecado, y es a este Dios a quien se le pide que transforme al orante, con su Espíritu, en nueva creación. Solo así el cambio será efectivo y redundará en favor de uno mismo y de los demás. Leamos el salmo desde esta perspectiva.
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3. Lo mejor es leer Súplica de perdón (vv. 3-11) En estos versículos el orante se declara culpable sin reservas de ninguna clase. Reconoce su debilidad moral, admite con libertad y responsabilidad que ha roto el lazo que le unía con Dios, que ha rechazado su proyecto amoroso. Su actitud nos recuerda a la del hijo pródigo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti» (Lc 15,21). Subraya los verbos del salmo que, en imperativo, piden a Dios que perdone el pecado.
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El pecador, sinceramente arrepentido, se presenta desnudo ante Dios suplicándole: «ten piedad», «borra mi culpa», «lava del
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todo mi maldad» y otros imperativos similares con los que confiesa su pecado y desciende a su condición de pecador. Habitualmente, esta ha sido la perspectiva desde la que se ha leído la primera parte del salmo, pero el v. 3 señala desde dónde debe leerse: desde la certeza del amor de Dios que es superior al pecado y que desborda sobre el pecador abrazándolo y reorientando su vida. Vuelve a leer el v. 3. Para comprender mejor las palabras destacadas, ayúdate del esquema de la página 37. Después, y a partir de lo leído, intenta responder: ¿Cuál es el rostro de Dios que presenta este versículo?
Salmo Miserere El Salmo 51 (50) se conoce como «Miserere» porque estas son sus primeras palabras en la traducción latina: «Miserere mei, Deus», «Ten piedad de mí, oh Dios».
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Piedad, amor, ternura El hebreo es una lengua en la que los verbos tienen mucha importancia. Las palabras que hemos traducido por «piedad», «amor» y «ternura» proceden de verbos sustantivados. Por tanto, no son palabras abstractas. Describen acciones, movimientos, dinámicas concretas.
madre padre- rnos l e o anta s com Dios e clina para lev . in que se de las caídas
• ¿Qué significa amor? Caben en este sustantivo los gestos y actitudes que circulan en una relación de amor. En el Antiguo Testamento se refiere a Dios y se encuentra en el ámbito de la Alianza. Es amor más fuerte que el pecado. padre mo el o arda c s e de y gu Dios n e i f e sd que no
• ¿Qué significa ternura? Hunde su raíz en una palabra hebrea que se refiere al vientre materno, y alude al vínculo profundo que se establece entre una madre y el re la mad ñas. o hijo que ha llevado en sus m o c ra s Dios e a en sus ent entrañas. s llev que no
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• ¿Qué significa piedad? Señala el movimiento de inclinarse hacia alguien a quien damos mucha importancia. Traduce la constante predisposición a ser magnánimo, benévolo, que se expresa externamente en forma de ayuda.
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Habrás descubierto que este salmo, que suplica el perdón, comienza situándose en un espacio relacional profundo. La mirada del orante se posa primero ante un Dios que se inclina para perdonar, un Dios que es amor más fuerte que el pecado, un Dios que nos lleva en sus entrañas. Son tres matices de la misericordia que hunden al creyente en el corazón de Dios y, desde ahí, implora el perdón. Desde esta perspectiva, la lectura del salmo cambia de tonalidad. Desde aquí el orante se declara culpable sin paliativos, expresa su condición de pecador por naturaleza, pero sabe que está tratando con un Dios que es padre y madre a la vez y que muestra piedad, amor y ternura sin límites, porque Dios es así. Súplica de renovación (vv. 12-19)
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En estos versículos el creyente, que se reconoce pecador, se ve impotente para salir de esa situación por sí mismo, y pide a Dios que lo convierta en un ser nuevo.
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Lee de nuevo los versículos 12-19. Fíjate en los verbos y en las expresiones que utiliza el orante para suplicar a Dios la renovación y la purificación. De entre todos los verbos y expresiones que habrás señalado, vamos a detenernos en dos: el verbo crear y la triple alusión al espíritu.
El salmista pide a Dios: «Crea en mí un corazón nuevo» (v. 12). Y lo hace utilizando un verbo hebreo (bará), que en la Biblia designa una acción exclusivamente divina. Este verbo, utilizado por ejemplo en el relato de la creación (cf. Gn 1,1ss), implica la realización de algo nuevo y maravilloso de lo que Dios no se desentiende, sino que sigue sustentando y acompañando. El orante comienza confirmando su fe en el Dios misericordia. Desde ahí reconoce su condición pecadora y suplica que el espíritu del Señor, que desde los orígenes aleteaba sobre las aguas, lo transforme en nueva creación: que le entregue una actitud firme y decidida (v. 12), que le haga vivir en la esfera de lo santo (v. 13), que otorgue a su vida generosidad, no para cumplir lo mínimo, sino para rebasar lo debido (v. 14). Llegados a este punto, el salmo señala algunos frutos del ser humano recreado por este espíritu. ¿Sabrías identificarlos? Recreado con el espíritu divino, el creyente alcanza la alegría de saberse salvado y exterioriza esta vida nueva mediante la alabanza (v. 17) y el testimonio (v. 15). Además, necesita dotar a su nueva vida de la dimensión litúrgica y ofrece un culto, un sacrificio nuevo: el corazón quebrantado.
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Relectura posterior (vv. 20-21) Precisamente es este tema del sacrificio el que pudo llamar a los dos últimos versículos, que en la época posexílica ocuparon este lugar. El exilio fue un periodo sin sacrificios ya que no había templo, ni altar donde inmolarlos, pero de vuelta a Jerusalén los desterrados pudieron reconstruir la ciudad y reanudar el culto, así que añadieron estos versículos finales.
Hoy podemos leerlos como una llamada a ir más allá de la conciencia personal del pecado e implicarnos en la transformación de las estructuras injustas. Igual que el salmo pasa de la renovación del corazón a la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, nosotros estamos llamados, sin descuidar la reforma personal, a comprometernos en levantar unas estructuras más justas y humanas, porque ese es el deseo del Dios misericordia.
¿Qué otros pasajes del Nuevo Testamento te sugieren este salmo? ¿Por qué?
amor y el perdón del Padre (cf. Lc 15,1132; Rom 5,8). Sabemos que somos renovados interiormente por la acción del Espíritu que habita en nosotros (Rom 8,9; 2 Cor 5,17). Por el valor redentor de la muerte de Cristo podemos presentarnos ante Dios y su justicia, y reconocer nuestras faltas y debilidades, sabiendo que nos concede de antemano el perdón, la salvación y la paz. San Pablo recoge esta certeza en un precioso himno con el que podemos cerrar esta sesión de Studium sobre el Salmo 51 (50).
Muchos son los pasajes del Nuevo Testamento que podemos traer, según acentuemos un aspecto u otro del salmo. En Cristo se nos ha revelado el alcance del
Encuentras el himno en Rom 8,31-39. Dedica unos momentos a leerlo con tranquilidad.
Leído desde el Nuevo Testamento y llevando en la mirada la fe en Jesucristo, el Salmo 51 (50) recibe una nueva luz y una nueva dimensión. Podríamos, por ejemplo, colocar el salmo en labios de Zaqueo, el pecador acogido y perdonado por Jesús que expresa su arrepentimiento y cambio de vida (cf. Lc 19,1-10).
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4. El Salmo 51 (50) desde el Nuevo Testamento
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Habla, Señor, que yo te escucho
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Durante unos momentos tomo conciencia de que no puedo comprender y asimilar la Palabra de Dios solo con mis propias fuerzas. Elevo mis manos y mi corazón implorando la ayuda del Espíritu Santo. • Momentos de silencio • Disposición de apertura al Espíritu Santo Ven, Espíritu Santo, abre mi corazón a las invitaciones de la Palabra. Ven, Espíritu de Dios, ayúdame a palpitar al ritmo del corazón de Cristo para que siga encarnándose en nuestro mundo. Ven...
1. Leo la Palabra (lectio) El Salmo 51 (50) es una oración riquísima con la que han rezado, y siguen haciéndolo, miles de creyentes. Ahora me corresponde a mí realizar una lectura orante, lenta y saboreada de este texto. Dios quiere encontrarse conmigo en sus palabras.
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• Comienza proclamando el Salmo 51 (50). Despacio, sin prisas.
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• Mientras lees: – Deja que el texto se imprima en tu corazón. – Escucha. Date cuenta de cuáles son las palabras que quedan repicando en ti. – Subraya esas palabras, vuelve a leerlas, repítelas internamente saboreándolas. • Lee y relee hasta que algunos pasajes queden grabados en tu corazón. Cuando percibas que algunas palabras o frases acuden constantemente a ti, que no dejan de repicar con insistencia, a modo de notas que suenan reiteradamente en tu interior, comienza la Meditación.
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2. La Palabra me lee (meditatio) La Palabra escuchada está llamando a mi corazón, quiere decir algo de mí, de mis actitudes, de mi compromiso. Es el momento de confrontarme personalmente con la Palabra. • Me miro en las palabras, en las frases, que no han parado de resonar en mi interior durante la lectura del salmo. ¿Qué dicen de mí?: – Ten piedad, amor, ternura: ¿Vivo desde la certeza de un Dios que es padre-madre? – Yo reconozco mi culpa: ¿Qué hago para solucionar el daño personal y estructural que han causado mis pecados? – Crea en mí un corazón nuevo, dame tu Espíritu: Como persona renovada por el Espíritu Santo, ¿cómo puedo establecer unas relaciones sociales más fraternas? ¿Cómo puedo sembrar piedad, amor, ternura, al estilo de Jesucristo? • Mientras meditas: – No tengas prisa. Quédate en una palabra, en una de las notas que repican en tu interior. Entra en diálogo, saborea, déjate cuestionar. – No te quedes en un escrupuloso examen de conciencia, no te pierdas en la mera instrospección. Déjate atraer por el Dios que quiere conformarte a imagen de su Hijo. – Permite que la Palabra te sugiera una nueva lectura del presente, de tu presente, de la realidad social, eclesial y mundial. Cuando empieces a percibir la grandeza del don de Dios, o cuando te sientas rebasado por la misión que se te confía, es el momento de la Oración.
El salmo me ha hecho consciente una vez más de mi/nuestro pecado, pero también me ha revelado que Dios es, ante todo, bondad y misericordia. Me dirijo a él como un hijo ante el padre/madre que le quiere. • Ten piedad, amor, ternura – Tú eres un Dios de piedad: mi vida te importa mucho, no soy indiferente para ti.
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3. Oro la Palabra (oratio)
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– Tú eres un Dios de amor: me acerdo a ti con toda confianza; tu amor, que tanto necesito, sanará mis heridas y me abrazará de nuevo a tu corazón. – Tú eres un Dios de ternura: aunque me he alejado de ti, de la comunión contigo, me llevas en ti como una madre lleva a su hijo dentro. Yo reconozco mi culpa. Recréame, dame tu Espíritu. Ante ti, Señor, no quiero buscar excusas ni justificaciones. El pecado, personal y estructural, es una realidad presente en mi vida. Conviérteme en criatura nueva, abre mis labios para que pueda decir a todo el mundo lo que has hecho conmigo. Y que tu amor en mí sea fermento para continuar implicándome, con mis hermanos, en la edificación de tu Reino.
• Mientras oras: – Permite que tu oración sea verbal, pero también corporal, gestual. Deja que entre en juego tu creatividad y que se implique todo tu ser. – Dirígete a Dios con total confianza. Alaba, da gracias, pide, intercede. – Recuerda que en esta palabra que Dios pronuncia en tu vida no estás solo. Estás unido a tus hermanos y hermanas en la fe. Dios te entrega, con ellos, una misión hacia el mundo. Cuando percibas que sobra toda palabra, quédate sumergido en la Palabra. Déjate atraer hasta el don de la Contemplación.
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4. La Palabra me atrae (contemplatio)
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• Maravíllate del Dios que se inclina sobre ti, que habla a tu corazón con amor y misericordia. • Déjate atraer por este Dios padre-madre. Acepta ser engendrado de nuevo como hijo en el seno de la Trinidad. • Festeja en tu corazón su amor más fuerte que cualquier pecado, su amor más poderoso incluso que la muerte.
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Te doy gracias, Señor • Agradece las huellas que la Palabra ha dejado en tu corazón y el encuentro que has mantenido. • Formula un compromiso de vida para el día de hoy. • Continúa viviendo, junto a tus hermanos y hermanas, gozoso por el don recibido y como portador de la misericordia de Dios.
Escucharé tu Palabra
Meditaré tu Palabra, en el silencio interior la meditaré. En el desierto de las voces la Palabra de amor resonará. Y seguiré tu Palabra, por el sendero de la vida yo la seguiré.
En el trance del dolor la Palabra de la cruz me salvará. Guardaré tu Palabra, para la sed de mis días la guardaré. En el transcurso del tiempo la Palabra de lo eterno no pasará. Anunciaré tu Palabra, caminando por este mundo yo la anunciaré. Las fronteras de tu Reino la Palabra, como un viento, abrirá de par en par. Ana María Galiano
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Escucharé tu Palabra, en lo profundo de mi corazón yo la escucharé. En la oscuridad de la noche la Palabra como luz brillará.
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Parábola de la casa En el pueblo había una gran casa. Era antigua y muy bien construida. Formaba parte de la vida del pueblo y era punto de reunión donde todo sucedía y la gente se encontraba.
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Un día llegaron al pueblo dos sabios estudiosos y pidieron permiso para quedarse a estudiarla. Se instalaron en un rincón, alejados de la vida del pueblo, para que no les molestara el ajetreo. Incluso abrieron una puerta lateral por la que entrar. Por la noche describían a la gente sus descubrimientos y fue creciendo la admiración del pueblo por su casa y por sus profesores.
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Pero con el tiempo, la casa del pueblo dejó de ser del pueblo. No era un lugar para reunirse, charlar y danzar, decían. Solo la gente más culta la frecuentaba. La gente sencilla, en cambio, no se interesaba por las discusiones de los doctores, ni entendían los artículos en lenguas extranjeras que, según parece, hablaban de esa casa. Así que la puerta grande por la que entraba el pueblo cayó en el olvido, se llenó de maleza y de hierbas. Cierta noche, un mendigo se acercó a los zarzales que crecían a un lado de la puer-
ta, en busca de algún cobijo donde dormir. A través de un hueco entró en la casa. Volvió la noche siguiente con otros mendigos. ¡Qué bien se estaba allí! La noticia de que la casa había sido invadida llegó a oídos de los dos estudiosos. Uno de ellos, al anochecer, se ocultó para ver lo que hacía la gente. Le gustó tanto que se incorporó al pueblo. Nunca se había sentido tan feliz. Empezó a entrar por la puerta grande. Estudió sus libros con ojos nuevos: desde la luz que viene de los libros y del pasado, y con la luz que viene de la calle y de la felicidad de la gente. Hablaba a la gente y escuchaba a la gente. Seguía escribiendo libros, pero no olvidaba que la casa pertenecía al pueblo y que todo debía retornar al pueblo para aumentar su felicidad. ¿Encuentras alguna similitud entre este relato y lo que nos ha pasado a muchos creyentes con la Biblia? Adaptación de la «Parábola de la puerta», C. MESTERS, Dios, ¿dónde estás? Una introducción práctica a la Biblia, Verbo Divino, Estella 1996, pp. 9-17
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BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA Y COMENTADA BENEDICTO XVI, Exhortación apostólica «Verbum Domini», Verbo Divino, Estella 2010. Documento papal dedicado a subrayar la importancia de la lectura de la Biblia.
MASINI, M., La Lectio Divina. Teología, Espiritualidad, Método, BAC, Madrid 2001. No es un libro de iniciación, sino un excelente material de estudio y profundización.
BIANCHI, E., Orar la Palabra, Monte Carmelo, Burgos 2001. Explica el itinerario de la Lectio Divina monástica desde el testimonio de su autor, un gran orante y maestro de oración.
MESTERS, C., Hacer arder el corazón. Introducción a la lectura orante de la Palabra, Verbo Divino, Estella 2006. Libro sencillo y completo que pretende introducir en la lectura orante de la Palabra, una adaptación de la Lectio Divina.
LA CASA DE LA BIBLIA, La Biblia en grupo. Doce itinerarios para una lectura creyente, Verbo Divino, Estella 1997. Apropiado para quien quiera conocer diferentes métodos de lectura de la Biblia que tienen como base la Lectio Divina. MARTÍN FERNÁNDEZ-GALLARDO, J. M., La Scala claustralium de Guigo II el Cartujo. Experiencia y método de la Lectio Divina, Monte Casino, Zamora 1994. Se trata de una herramienta muy útil para quienes busquen una traducción actualizada de la Scala de Guigo.
PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, PPC, Madrid 1993. Documento de lectura necesaria para toda persona y comunidad que se pregunte con seriedad cómo leer la Biblia hoy. ZEVINI, G., La Lectio Divina en la comunidad cristiana. Espiritualidad-Método-Praxis, Verbo Divino, Estella 2005. Esta publicación ha brotado de la reflexión bíblica con distintos componentes del pueblo de Dios. Desde esta experiencia, se ofrece una visión de la Lectio. ZEVINI, G. y CABRA, P. G., Lectio Divina para cada día del año, 17 vols., Verbo Divino, Estella 2000-2004. Ayuda a seguir un plan de lectura orante a partir de los textos litúrgicos.
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COLOMBÁS, G. M., La lectura de Dios. Aproximación a la Lectio Divina, Monte Casino, Zamora 1982. Invita a saborear, con lenguaje sencillo, la profundidad de este itinerario.
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Presentación ............................................................................................ La Lectio Divina ................................................................................
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UN ITINERARIO EN CUATRO PASOS .....................................................
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Guigo II, el Cartujo ............................................................................. ¿Qué es la Lectio Divina? .................................................................
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Primer paso: lectio, lectura ............................................................... ¿De qué hay que estar convencidos cuando se hace Lectio Divina? ..
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Segundo paso: meditatio, meditación .............................................. Toma y lee ........................................................................................
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Tercer paso: oratio, oración ............................................................... Gracias, Señor ...................................................................................
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Cuarto paso: contemplatio, contemplación ....................................
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Biblia viviente ....................................................................................... Guía rápida sobre la Lectio Divina ...................................................
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ACTITUDES PARA LA LECTIO DIVINA ..................................................
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UNA PROPUESTA PRÁCTICA: Salmo 51 (50) ........................................ Studium ............................................................................................... Lectio Divina ....................................................................................... Parábola de la casa ...........................................................................
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BIBLIOGRAFÍA .........................................................................................
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Índice
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