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Spanish Pages [177]
MANUEL MACHADO
LA GUERRA
LITERARIA (1898-1914)
rS/IADRID
lAPRENTA HISPANO-ALEAANA Gonzalo de Córdova, 1913
22, Tel.
iMO
ES PROPIEDAD
DEDICATORIA ñl poeta insigne, escritores
Con
el
al
maestro de maestros-
Alfredo Vicenti. gran afecto y
la
mayor admira-
ción de su devotísimo
Manuel Machado
PRÓLOGO
La mano ávida de un editor ha pasado por mi mesa de trabajo y llevádose todos los papeles escritos... y algunos en blanco. O bien un vendabal los arrebató depositándolos luego
— mila-
fuerza— en un montón que parece un libro... Y. sin embargo, nada de esto. En el espíritu de un hombre, y más si éste hombre es un escritor, pueden darse juntos (ó separados) todos los gros de
matices.
la
Y
la
vida se parece
más á un
libro así,
invertebrado, que á una novela correctamente pla-
neada y escrita. Yo soy muy dueño de divagar á mi antojo. O mejor, yo no soy muy dueño de no divagar. Y divago. Es decir, escribo sobre esto y aquello lo
es
que buenamente se me ocurre. Lo que no hay la
Y el
obligación de leer.
sin
embargo, mi ingenua sinceridad, tiene
interés
de mostrar los estados de mi espíritu
enfrente de las cosas de la vida y del arte sin la
preocupación de hacer una obra
literaria.
PRÓLOGO
10
Tal vez incurro en
el
pecado de
trivialidad
vertiendo aquí impresiones sin substancia, ó á propósito de cosas banales. Es decir, que
tal
vez
hablo de cosas que no importan, ó bien, lo que
yo hablo de
ellas
pues, con todo,
no tiene importancia. Bueno, lógico me parece 'esto que
más
ponerse á hacer un
libro.
Decir buenamente lo que se piensa ó se sien-
de las cosas, es para ciertos temperamentos una necesidad. Proponerse escribir un tomo me parece, por lo menos, una cosa superflua, una chifladura que puede no ser nociva, y hasta producir en determinados casos una obra de arte, pero que en el fondo no deja de ser una extravate
gancia.
Me
pasa con
mismo que con
la literatura la oratoria.
(en ese sentido) lo
No
dejo de admirar
retóricos; pero
á nuestros elocuentes
no concibo
cómo para decir algo sea posible hablar tanto. Todo esto, no para justificar lo desarticulado y heterogéneo del presente volumen, sino para al
trarán falto
de buena
que
salir
lo
encon-
de unidad y de responder á su
título...
paso á los
críticos
fe
La guerra literaria cuadra mis conferencias sobre
el
solo llamar á
Modernismo, dadas por
cuenta y encargo del Ministerio de Instrucción Pública. Lo demás son cosas que yo he ido vien-
PRÓLOGO
II
do, pensando, leyendo...
Y
las
he puesto aquí
como
las pude poner aparte, porque no creo que con esto ocurra nada grave.
De otra cosa se me tildará. De contradecirme con frecuencia. Y ya de eso no puedo defenderme fácilmente. Pero declaro, en cambio, que no me da pizca de vergüenza de mis contradicciones.
De
sabios es
mudar de consejo, de hombres
equivocarse, de honrados reconocerlo.
eso de pensar siempre lo mismo
me
el
Además
parece con-
todo lo natural y de una pobreza de espíritu extremadísima. La consecuencia es una virtud netra
gativa. ¡Siendo tan
me
hizo
reír,
mudable
la vida!
Desde niño
en boca de un orador de mitin, aque-
llo de:
«Lo dije el año sesenta y lo repito hoy»... Luego no se te ha ocurrido otra cosa de entonces acá.
Además todo
lo
este era
nuevo
le
un revolucionario, á quien
parecía nefando. Y, sobre todo,
no concebía más revolución que la suya. Muchos aun republicanos conozco como aquel, que, después de tomarle á Francia las cuatro ideas que tienen en la cabeza no conciben que se traiga ya nada más de allí. Ni los sombreros de señora. Son consecuentes sin embargo, con las novedades... de hace cincuenta años. liberalazos y
PRÓLOGO
1
Pero vamos á ahora mismo se
lo
me
de mis contradicciones, que está ocurriendo
cómo
res-
ponder al supuesto cargo. En el fondo yo soy también consecuente con mi carácter... que es variable. De modo que si no me contradijese estaría en contradicción conmigo mismo. Y ya liay para todos los gustos.
Se me dirá también... ¿Se me dirá?... ¡Galicismo! En efecto— aunque los que suelen hablar de galicismo no suelen saber francés— yo cometo muchos. No me pago de purista, ni comprendo cómo hay quien se entretiene en eso, fuera de la Academia Española, que tiene la obligación, y el gran Mariano de Cavia, '.que tiene el capricho. Con todo mi respeto á la Academia y mi devoción al maestro Cavia seguiré cometiendo galicismos siempre que me acomode para ser más expresivo y claro, es decir, siempre que me encuentre con que la expresión española está gastada y vieja, y no responde ya al matiz actual de una cosa ó de una idea. Los que han dejado morir medio idioma castellano por ignorancia del cultivo de sus raíces y por el miedo de remozarlo con savia de lo popular y lo cosmopolita, no me harán perder el tiempo en desenterrarles sus muertos agarbanzados. Todavía, finalmente,
me
dirán otra cosa.
Y
PRÓLOGO
€S que,
1
si
á mí no
me
importa
la literatura, ni el
casticismo, ni la retórica, ni la preceptiva, ¿para
qué escribo? Pues sencillamente, para deciros lo que se me ocurre como vosotros cuando os dirigís á un amigo. Hacedmc la honra de considerarme como tal y veréis qué fácilmente nos entendemos. Y cuando lo dicho no fuere de vuestro agrado, perdonadme. Y que Dios nos perdone á todos.
Manuel Machado
LOS POETAS DE HOY
LA GUERRA LITERARIA
Tened por cosas
cierto, señoras
más importantes,
pequeño mundo lo
17
duda
y
si
está, lo
La
Tras
como ocurre con
ella
la
es bello,
mos
ir
más
Y como
lejos.
Así
corren los que lo han alcanzado
los versos
de
que
Porqué
los poetas, sino
empezando por
res hermosas, en todo lo
pueblo.
No
todas las grandes
muerte, sin
fortuna, el poder, la sabiduría.
no sólo en
que
las
de nuestro
alguien lo dudara no se le po-
verdades. El amor y la Poesía.
y positivas
es la Poesía. Esto es axiomático.
nadie...,
dría demostrar,
todo.
y señores, que una de
útiles
los ojos
es bonito,
de
en todo
muje-
las
como
ella
dice el
sólo lo bonito da gusto, y aquí esta-
á pasarlo lo mejor posible, pocas cosas pueden
importarnos más que aquellas que contribuyen á hacernos la vida grata y llevadera.
Esto sentado, yo
me propongo
los lances y peripecias
de
la
entreteneros con
Poesía y los poetas espa2
MANUEL MACHADO
10
ñoles de esta primera década de nuestro siglo xx^
yendo á buscar, aunque de paso y someramente, raíces
de
los
mos años
modos y tendencias
las
actuales á los últi-
del pasado siglo.
Yo voy
á hablar de la vida de las letras en esta úl-
tima etapa de nuestro desarrollo nacional, y voy á
como
hablar de los sucesos literarios
como
historiador.
adelante
la
testigo
y no
Dejo á tiempos y á hombres más
serena imparcialidad y
docta crídca.
la
Estas son memorias de un poeta que ha vivido y lu-
chado en su tiempo y que no ha que. Tendrán, pues,
dad y carecerán de
el
salido
aún del palen-
interés palpitante
la claridad
la
y
de
la reali-
enseñanza de
grandes síntesis en que habrá de simplificarlas teridad docta,
fría
la
las
pos-
y curiosa.
Escasa, pues, la parte doctrinal, nula
la
erudición,
horro de notas, citas y apostillas, mi trabajo no es
más que mi impresión personal sobre conocéis
tal
vez más
fría
algo que todos
y severamente que yo, algo
que ha sido durante algún tiempo tema de
las
con-
versaciones y de esas disputas españolas en las que
nadie suele llevar
bra sobre
el
la
razón, en
una
palabra...,
mi pala-
viodcniismo en la Poesía.
Es indudable que una notable
floración poética
ha
tenido lugar en España en lo que va ác siglo y que
LA GUERRA LITERARIA
1
SU germinación comenzó á raíz de los desastres políticos
Y
y militares con que despedimos
al
pasado.
fuerza es para darse cuenta de las condiciones en
que vinieron á
la luz los
mos, aunque sea cional,
de
la
cercanos aún,
nuevos poetas; que repase-
triste cosa, el
estado de la vida na-
mentalidad española en aquellos días y,
afortunadamente, tan idos para no
volver jamás á nuestra historia.
Terrible, ñolas, sía,
mansamente
terrible para las artes espa-
y más particularmente para su mayor,
fué el largo período
la
muerte del Rey D. Alfonso XII hasta nuestros
mos
poe-
que transcurrió desde
la
últi-
desastres coloniales.
Vivíase aquí en una especie de limbo intelectual
mezcla de indiferencia y de incultura irredimibles. Irredimibles, porque, ignorándolo todo, lo despreciá-
bamos todo también. Condición que habría que buscarle
es ésta tan española,
las raíces
en aquellos
anti-
guos iberos de Argantonio, que vivían felicísimos,
según
la historia,
y de quien apenas se sabe otra cosa
sino que fueron sucesivam-cnte estafados, engañados
y dominados por
fenicios, griegos, cartagineses
y ro-
MANUEL MACHADO
20
manos. Así nuestros modernos conterráneos de mi cuento vivían ociosos é ignorantes mientras sobre ellos se cernían
las
más
terribles
amenazas. Vivían
tranquilos y estaban satisfechos. Las escasas ideas se
paseaban por
guardias del orden por
las calles,
no se concebían más que dos
cosas: blanco ó negro,
Y
tendía colocar una tercera noción,
la
de un justo medio, entre
pares,
anatana
los
por parejas. Aquí
tuerto ó derecho, chico ó grande.
la
como
cerebro de los españoles
el
la
si
alguien pre-
idea del matiz,
simple simetría de los
sit.
Sagasta y Cánovas; Calvo y Vico; Lagartijo y Frascuelo...
Campoamor, que
era sin par, tuvo
en frente
tar toda la vida
de Arce para no dejar cojo
que
ser
que aguan-
la contrafigura el
sistema.
de Núñez
Todo
tenía
por pares, y donde no los había se inven-
taban.
Por
la
ancha
calle baldía
faroles simétricos
holganza y
y material pueblo á
—incultura é
—arrastraban á más
estas dos hileras
y antagónicos dejaban en medio,
la incultura
los
que
de la
incultivo, mental
este grande y desdichado
crueles desengaños.
Embotados y
entristecidos por la inacción, hartos del romanticismo
pasado é incapaces para viviendo á
la
sombra de
la
vida práctica y laboriosa,
glorias muertas,
leyendo una
LA GUERRA LITERARIA
Historia primitiva y
21
falsa, sin
ánimos para
rectificaría
y hurtarle consecuencias amargas, pero provechosas; despreciando
de
las
las letras
ciencias,
y
las artes
en gracia
entonces victoriosas en
el
al
amor
mundo
(amor, sin embargo, puramente platónico, puesto que f
penas un nombre de Castilla figura en
la larga rela-
ción de inventores y cientistas); despreciando cuanto se ignoraba, indisciplinados, pobres y arrogantes, así
vivían los españoles de fin de siglo hasta los desastres del 96.
Nada hacían
los
medio para dar
Gobiernos por
disciplina,
la instrucción,
único
cohesión y rumbo á
la
opinión pública.
¿Qué era entre tanto de llos
años
Muere
tristes
la
Poesía española en aque-
y baldíos?
Zorrilla perfectamente
estimado por
las castas literarias,
desconocido y des-
no
así
por
el
pueblo
MANUEL MACHADO
22
y
en general. Pudo parecer, por poco
los profanos
tiempo afortunadamente, sí
mismo. El pobre
sobrevivido solamente la,
ciue se
había sobrevivido á
amargado y olvidado, había
viejo, al
romanticismo como escue-
que, en efecto, había pasado ya por completo,
mismo Echegaray
—eterno mixtificador —ensa-
puesto que
el
de todo
que ofrecía probabilidad de éxito
lo
yaba ya
naturalismo y hasta
el
teatro. Pero,
el
simbolismo en
el
poeta de veras, i>oeta de siempre, sus
últimos versos son,
si
cabe, mejores que los primeros,
y sin
perder su carácter exuberante y su riquísima
vena
castiza tienen
ya
las
auras y los matices de
nueva poesía, de que son en realidad
los
precursores. Porque este hombre, que murió
ochenta años, tuvo siempre
de
los
la
mente.
Y
que
menos que
los altos puestos se él
ganaban generaltuvo
el
noble, el
conmovedor atrevimiento de abominar en
público de acarrea.
allá
estar fósil para ser respe-
mente por prescripción, sólo fuerte, el
mas
corazón joven y
en una época y en un país en que era
necesario punto tado, y en
el
la
primeros
la fatal
Conmueve
su coronación ante
vejez y de las inferioridades oírle la
exclamar en
el
que
momento de
Alhambra granadina, que tan
dulces cosas y soberbias le dijo siempre, aquellas palabras sinceras y lamentables:
LA GUERRA LITERARIA
«Ya estoy lo
23
viejo y ya
no valgo
que han dicho que
vah'a.»
Para colmo de inopia habíanse extinguido también,
las
dos lumbreras poéticas que
escaso
entusiasmo público. Murió
poco después,
se repartían
el
Campoamor en medio de cia.
la
más absoluta
indiferen-
Aquel gran cerebro, inquieto, matizado, pletórico
de ideas, de dudas, de
sutilezas mentales, era
cosa
tan exótica en la tierra del no pensar y del no saber,
que
casi com.o á extranjero se le
pii'illos
había mirado,
y siis-
gcnnánicos habíase llamado á sus composi-
ciones.
Hablo de
la
casta pseudo-literaria, repleta
de retórica barata, porque, en verdad sea dicho, mujeres leían á
las
Campoamor con todo encanto y su el pueblo. La revolución lite-
obra quedó también en raria
que voy á reseñar someramente reivindicó luego
toda su
gloria.
Pero no adelantemos los aconteci-
mientos.
Campoamor
había muerto, y
el
pobre Núñez de
Arce, enfermo y débil, no tenía ya fuerzas para soplar
su huera trompeta inocente. Cierta energía en
la
ver-
sificación, pobre de léxico, vacía de ideas y sensacio-
MANUEL MACHADO
24
nes, pero
y
muy
cuidada de metro y rima,
buen D. Gaspar murió para
el
años antes de
algunos
fallecer definitivamente.
Así decapitada
la
Poesía española, quedó reducida
número de imitadores
á un escaso
le faltaba ya,
las letras
carácter ni
sin
fuerza alguna, entre los cuales se ve sobresalir apenas las efímeras rrari,
y borrosas figuras de un Velarde, un Fe-
un Manuel Reina. La Poesía española se moría
en medio del desprecio general, entre Clarín
y
las
mantenedor de do.
Fué
ésta la
de verdadera
la lírica festiva
las
más
insulsa del
época de Madrid Cómico. finura intelectual y
zumbas de
Madrid Cómico^
inocentes sátiras del
de
mun-
Un hombre
relativo
buen
gusto, Sinesio Delgado, dirigía la publicación, y en
torno suyo se agrupaban nuestros lamentables vaiidcvillistas
y comedieros del género chico. Fué ésta
época del genero chico y
muy
melodramas comprimidos, quinta esencia de odiosa cursilería
Todo
los poetas, bien
que mere-
más desdichado
opinión general. Los libreros y editores repug-
naban en
más
entusiasmo, todo fervor era mirado desdeño-
cidamente por entonces, un concepto la
la
literaria.
samente y nunca tuvieron
en
la
particularmente de los
las
colecciones de versos, rechazábanse éstos
los periódicos,
y en
el
Ateneo de Madrid,, donde
LA GUERRA LITERARIA
2$
tan altas cosas se han dicho, pero
necedad ha tenido también su serio
si
donde
casi
toda
asiento, se discutía
en
forma poética estaba llamada á desapa-
la
recer.
Por
tiempos y costumbres, y á
tales
derrota, fué ña, y,
como
cuando comenzó á surgir siempre,
muy
por delante
Por entonces nacieron á
va.
que,
las
raíz la
la
letras
hoy maduros, representan nuestra
España y fuera de
ella.
Su
obra, en
un
de
la
gran
nueva EspaPoesía nuelos
jóvenes
literatura
en
principio, tuvo
que ser negativa y demoledora. Jamás una juventud tuvo que sacar fuerzas tan de flaqueza, ni tuvo tan
pocos impulsos recibidos de ni tantos ejemplos...
que no
Apenas parecieron
los
la
generación anterior,
seguir.
primeros innovadores, la
indiferencia general se convirtió en
unánime zumba
atronadora. 'La palabra 'modernismo, que hoy deno-
mina vagamente
la
úldma etapa de nuestra
literatura,
era entonces un dicterio complejo de toda clase de desprecios.
Y no
era lo peor esta enemiga natural del
vulgo, contrario siempre á toda novedad.
A
las
bue-
nas gentes se les desquiciaba su tinglado mental y se les
complicaba cruelmente su saneado par de ideícas
MAN'UEL l^IACHADO
26
con que tan bien hallados estaban. Aullaron, pues,
buenamente, como
y prorrum-
los perros á la luna,
pieron en ineptas risotadas durante algún tiempo, y
aceptaron
al
cabo, sin
más
reflexión y por instinto,
en cuanto ya estuvieron un poco
fanés, las vitandas
novedades.
Más dura literatos,
iué la lucha con los escritores, críticos y
que ocupaban por entonces
parnaso español. Lejos de iluminar á las
nuevas tendencias, que para
las
cumbres del
la
opinión sobre
ellos
debieron ser
cosa prevista y conocida, se mostraron tan sorprendidos é indignados la
zumba y
ó menos
la
como
la
masa
general; secundaron
chacota y tronaron desde pulpitos más
altos
contra
abominable modernisviio.
el
Bien es verdad que aquellos escritores, que se llama-
ban maestros y sabios porque eran viejos y no querían saber nada,
sospechaban ya por dónde
les
ven-
dría la muerte, y, en cuanto á los críticos, cuya obli-
gación profesional es iluminar delante de
él sin
al
vulgo caminando
asombrarse de nada, sabido es que
en España caminan
detrás,
gente aplaude, condenando
consagrando lo
lo
que rechaza,
que
la
es decir,
escribiendo siempre antes de enterarse... y después
de no haberse enterado.
En
tales condiciones, la
lucha se imponía.
La lucha
LA GUERRA LITERARIA
27
trae siempre los excesos consigo.
que estaban en contra
el
el
De
los atentados á
academismo
la retórica, á la prosodia, al
programa, se pasó á
neoclásico,
los
atentados
crédito literario y la obra personal
de
los
señores del margen. Fué también preciso exagerar
determinadas tendencias para romper
el
hielo
de
la
indiferencia general; irritar con algún desentono los
oídos rehacios y adoptar ciertas poses para llamar
la
atención.
No
os relataré las mil peripecias de la lucha,
todos tenéis presente, algunas de
las cuales
primero en lamentar. La opinión y
hecho ya gran
justicia
el
soy yo
es que,
el
tiempo han
y continúan haciéndola.
que importa consignar aquí
que
Lo
conjuntamente á
esta labor de rebeldía, de ataque y de demolición, la
juventud poética española realizaba su obra generosa
de pura Poesía,
sin
concupiscencia que
más la
interés
de
que
el
del arte ni
más
la gloria.
Allá por los años de 1897 y 98 no se tenía en Es-
paña, en general, otra noción de las últimas evolucio-
nes de
las
literaturas
extranjeras que la que nos
aportaron personalmente algunos ingenios que habían viajado. Alejandro Sa-vva, el
bohemio
incorregible,
muerto hace-poco, volvió por entonces de París hablando de parnasianismo y simbolismo y recitando
MANUEL MACHADO
28
por
la
primera vez en Madrid versos de Verlaine.
Pocos estaban aquí en Benavente, que á
noches
final
al
la
el secreto.
Entre
los pocos,
sazón era silbado casi todas las
de obras que habían hecho,
bargo, las delicias de) público durante toda sentación.
Un
sin la
em-
repre-
gallego pobre é hidalgo, que había ne-
cesariamente de emigrar á América, emigró, en efecto,
y volvió
más
fino
clado el
al
de
al
poco tiempo con
los Banvilles
el
espíritu francés
y Barbéy d'Aurevilly mez-
suyo clásico y archicastizo. Fué Valle-Inclán
primero que sacó
el
modernismo
á la calle, con
sus cuellos epatantes, sus largas melenas y sus queve-
dos redondos. Por entonces esto representaba un valor á toda prueba. Finalmente, con fantásticos cargos diplomáticos tas americanas, se hallaba
de
uno de esos
ciertas republiqui-
en Madrid Rubén Darío,
maestro del habla castellana, y habiendo digerido eclécticamente lo mejor de cesa.
A
la
moderna Poesía
fran-
estos elementos se unió el poeta ya entonces
granado Salvador Rueda, cuya exuberante descarriada á veces, pero poderosamente
había roto ya en cierto
modo
fantasía,
instintiva,
los límites retóricos
y
académicos.
Por una de esas coincidencias extrañas y paradógicas tan frecuentes en la vida,
el
primer órgano de
LA GUERRA LITERARIA
29
novadores, fué aquel
publicidad que tuvieron los
mismo Madrid Cómico convertido ahora en La Vida Literaria,
que
dirigía Jacinto
vez primera se publicaron
Benavente. Allí por
la
Carias de mujeres y
el
las
Teatro fa7itástico, base de todo
teatro
el
de Benaven-
obra de vida, de grande profundidad psicológica
te,
y honda poesía humana que ha venido luego
triun-
fante á sustituir en nuestra escena á los disparatados
dramones pseudo románticos que por entonces se tilaban. Allí
dio á conocer D.
Ramón
es-
del Valle los
mejores trozos de su primer libro Femeniíias, mostrando que
prosa puede cincelarse
la
pulido verso y darle to en
escritores
y
al
estilista
literaria.
público cuánta era
la
pobreza de aqueel
llamado
agarbanzado, clásico ó cervantino,
flor del arte
más
el
del asun-
supremo, pudo enseñar á los
eminentes plumas que cultivaban
lo castizo,
como
onomatopeya propia
un hábil trabajo de orfebrería
Valle Inclán,
llcis
la
esti-
suprema
por aquellos tiempos. Finalmente,
allí
se
imprim.ieron los primeros versos llameados modernistas,
que escribían Rubén Darío y Juan Ramón
Ji-
ménez.
Una
gran actividad con vistas á Europa había sus-
tituido á la inercia anterior, y en todos los terarios y artísticos,
en general,
las
ramos
li-
nuevas tendencias
MANUEL MACHADO
30
comenzaban á y Azorín,
abrirse camino.
el teatro
Darío, Juan
La novela con Baroja
con Benavente,
Ramón
la
poesía
Jiménez, Marquina,
lírica
con
Villaespesa.
El periodismo pudo contar desde entonces con cronistas
de verdadero
como Gómez
arte,
Carrillo.
La
crítica artística y filosófica con José Ortega y Gasset.
Y
el
movimiento de renacimiento español contó con
hombres
del antiguo Renacimiento,
pintor, poeta, dramaturgo, y
sor de ideas y
Rusiñol,
con ese enorme propul-
conmovedor de conciencias que
ma D. Miguel de Unamuno. No cito sino algunas cúspides céis á la
como
se lla-
porque todos cono-
verdadera legión de ingenios que han ido
floreciendo á nuestra vista. Legión he dicho, y tened
por cierto que son tantos y
paña enorgullecerse de
tales,
ellos
que bien puede Es-
y poner á sus
artistas
frente á los mejores de Europa. Así pudiera hacer lo
mismo con
los
demás productos
A la fundación
nacionales...
de la Vida Literaria, siguió
un sinnúmero de semanarios cuya vida brillante y loca,
la
de
fué efímera,
y que se titularon FJcctra, Jiivoitud,
Revista Ibérica, la Revista Latina, Helios, Renacimiento, y tantas otras creadas
al calor
de
la
juventud,
independiente para todo, pero solidaria únicamente ante
el
amor
del arte. Estas revistas, sostenidas prin-
LA GUERRA LITERARIA
'
31
cipalmente por los poetas, lo tenían todo; escritores, suscriptores y público. Carecían solamente de administración,
y como hijas pródigas de
sas intenciones, se arruinaban pronto y nes. Morían, pero
no
sin dejar su
más genero-
las
morían jóve-
buena huella
lu-
minosa.
Además nos de
la
ya no eran necesarias. Los grandes órga-
Prensa, las altas tribunas literarias, las casas
editoriales
y hasta los teatros, última palabra de
hermético, estaban abiertos á
nuevas ideas y formas
emisión de
la libre
literarias,
no sólo para
lo las
los ca-
pitanes del movimiento sino para los que venían en
segunda res,
fila.
La
gente, y después los críticos y edito-
aceptaban ya
palabra, el
Y
nuevo en todas
partes.
nen un poco
la
Y
me
pregun-
en verdad que ustedes mismos
tie-
culpa de que yo no pueda explicárselo
satisfactoriamente. Palabra de origen
vulgar,
En una
triunfado.
á todo esto, ¿qué es el modernismo?
tarán ustedes.
muy
lo
modernismo había
formada por
el
asombro de
últimas novedades, la voz
los
modernismo
cosa distinta para cada uno de los que
puramente
más ante
la
significa
las
una
pronuncian.
MANUEL MACHADO
32
modernismo
Ya
dije
de
Valle Inclán, para aquél los cuplés del Salón Rou-
que para éste
el
es la cabellera
ge, para el otro los cigarrillos turcos, y para el
de más
allá los muebles de Lissárraga. la poesía,
objeto de esta
palabra, puesto
que no hay
Pero circunscribiéndonos á charla, y
aceptando
otra, trataré
la
de explicaros
cosa lo más claramente
la
posible.
El modernismo, que realmente no existe ya, no fué
en puridad más que una revolución
literaria
rácter principalmente formal. Pero relativa,
á
la
forma externa, sino á
la
interna del arte.
de ca-
no sólo
En
cuan-
to al fondo, su característica esencial es la anarquía.
No
hay que asustarse de esta palabra pronunciada en
su único sentido posible. Sólo
simos y poseedores de
pueden
las
los espíritus cultivadí-
altas
sapiencias del arte
ser anárquicos, es decir, individuales, perso-
nalísimos, pero entiéndase bien, anárquicos y no anarquistas.
que
el
No
es lo
mismo
el
no necesitar de gobierno
predicar libertad á los salvajes.
Las viejas
que venían
disciplinas, los
dogmatismos
estéticos
rigiendo, las manidas escuelas literarias
poéticas, las estrecheces académicas y los cánones
preceptiva moral, todo eso fué
Á
las
primeras de cambio.
lo
de
que cayó arrollado
LA GUERRA LITERARIA
33
Si alguna consecuencia final grande y provechosa
ha traído esa revolución en cuanto al fondo, que el arte no es cosa de retórica ni aun de ra, sino
de personalidad. Es dar á
es la
demás
los
de
literatulas
sen-
saciones de lo bello, real ó fantástico, á través del pro-
pio temperamento cultivado y exquisito.
que para ser
Lo que
modernismo
lejos
Los poetas españoles de aceptado,
Con el
ellas.
este principio
como no podía menos de
han encontrado de bueno y de extranjeras
difícil.
de ser una escuela, es
acabamiento de todas
finiquito y
De modo
con saber ser uno mismo.
entre paréntesis, es bastante
cual, el
artista basta
útil
de
siglo
han
suceder, lo que
en
las literaturas
como medio de expresión y de promover
sensaciones. Y,
así,
hay en
ellos del
simbolismo del
parnasianismo y de otros ismos que en Europa han servido para denominar ciertas agrupaciones artísticas...
Es de notar que
esta influencia
Europea y
princi-
palmente francesa, llegó á España, en primer término, desde la
América
latina.
MANUEL MACHADO
34
Respecto á
la
forma externa de
la poesía, las
inno-
vaciones son de dos clases: retóricas y prosódicas.
Las retóricas importan poco. Se reducen á no reconocer
la
obligación de las rimas consabidas, á no
aceptar determinadas reglas para algunas estrofas, re-
chazar ciertos artificios obligatorios y en crear nue-
De modo, que
vas y variadas formas.
esto
más que
atentar á la integridad del Arte Poética, es ensanchar-
y aumentarle algunos capítulos para que tengan
la
que comer lar,
maestros del porvenir.
los
A
recuerdo que toda una tarde entera
este particu-
me
estuvo
el
Eduardo Benot, rechazando, indignado, un
insigne D.
soneto, porque estaba escrito en versos alejandrinos,
hasta que
hube de
decirle
que en una retórica noví-
sima se incluían ya estas clases de composiciones
con
el
nombre de
— ¡Ah, buen
sonites.
pues entonces está
viejo,
convencido.
revolucionario,
el cual,
Y
muy
bien!,
exclamó
el
cuenta que éste era un gran
como todos
los
revoluciona-
rios, no concebía que se hicieran revoluciones, des-
pués de
En
la suya, ni
en
la
Retórica.
cuanto á las novedades prosódicas ya han sido
más hondas y
positivas.
Dejando á un lado
la versifi-
cación por pies métricos que ya era conocida, pero
que alcanzó gran desarrollo en
los
poemas primeros
LA GUERRA LITERARIA
de Jiménez, Villaespesa y
los
americanos, hay que
decir algo sobre la tonalidad y la música general de los versos modernos.
No
concebían los prosodistas que se saliera de los
acentos tónicos obligatorios, constituyentes, not les llama, en cada clase
como Be-
de versos.
Y
hubo, sin embargo, dos poderosísimas razones para salir de ellos.
La primera
es la
que tuvo
los escasos ritmos bailables y
música para
la
de
salirse
los eternos
de
sonique-
en que estuvo encerrada hasta la aparición de los grandes maestros alemanes. Para dar á la música expresión real y amplitud ideológica, Wagner tuvo que romper la prosodia musical de su tiempo, tuvo que buscar melodías más vagas, más matizadas, pero mucho más grandes y más fuertes. Los oídos tes
modernos
no pueden ahora soportar
los
antiguos valsecitos re-
tóricos.
La segunda
razón, y quizás la
que, no entrando
lajp
más
fuerte, es la
de
oesía solamente por el oído sino
tratando de dar sensaciones á
la vista
gencia, la isócrona repetición constante
y á
la inteli-
de
los acen-
tos acapara y distrae la atención del lector, molestán-
dola y separándola de otras sensaciones santes,
como
el
más
intere-
redoble de un tambor nos molestaiía
MANUEL MACHADO
36
y nos desesperaría en momentos de contemplación ó de recogimiento.
común que con-
Estas son razones de puro sentido
vencerían á un niño, pero jamás á un retórico ni me-
nos á un prosodista. Gracias á que esta clase de luná-
abundan poco.
ticos
He más el
dicho que
cierto,
fondo
cuanto
al
el
modernismo no
en efecto. Abiertos
los
los
existe ya, y nada
caminos, rotos en
prejuicios y en la forma las trabas en
metro y
savia nueva, se trataba y se trata ya serio y
lenguaje con
la rima; fertilizado el
de trabajar en
abandonando toda pose. La personalidad de
cada uno de los poetas españoles ha ido cristalizando
en modos y formas perfectamente haya entre
ellos
parlos bajo una
diferentes, sin
que
nada de común que permita agru-
misma denominación de escuela
sec-
ta ni tendencia.
Si alguno conserva
aún algo de
lidades del modernismo, es
el
las pri
meras moda*
insigne Villaespesa, en
quien prepondera ya, sin embargo,
la
nota cálida,
luminosa de su guitarra andaluza, Juan
Ramón
Jiménez, jíacudió hace
mucho tiempo
LA GUERRA LITERARIA
los alardes
de metrificación y ha encontrado cauce
para su espíritu dulce ble,
en
el
37
y sensitivo, cantor de
inefa-
lo
asonante del más sencillo romance octosí-
labo, y en las claras rimas infantiles.
Eduardo Marquina que representa una protesta contra
el
turrieburnismo que caracterizó en un prin-
cipio á los modernistas,
hace una poesía dura, pero
maciza de sentir y de pensar, cuya médula es un him-
no á
la
eterna renovación de
Antonio Machado, de quien ser
me
impedirá decir que
hondo poeta
la
vida. Finalmente,
el
hermano mayor no
tengo por
lo
el
más
fuerte
y
español, trabaja para simplificar la forma
hasta lo lapidario y lo popular.
No me incumbe
á mí, compañero de éstos, y de los
otros que no cito y que también valen, daros aquí juicio crítico vía.
Me
como
de cada uno de
limitaré,
ellos.
pues, á leeros una
tipo poético del
un
Ni es hora todacomposición
temperamento de cada uno.
A
vosotros juzgar y perdonar las faltas del lector.
No
quisiera despedirme
de vosotros
sin rechazar
una acusación que se nos viene haciendo constantemente á mente á
los
intelectuales
los poetas: la
política nacional.
En
de hoy,
y,
muy
particular-
de no tomar parte en
la
vida
cuanto á los gobiernos, hemos
de confesar que no nos han llamado nunca á sus con-
8
MANUEL MACHADO
3
sejos, ni á los
puestos importantes de
ción ó la enseñanza.
En
hoy medio manejan^ ya embargo, más que
de buena
cuanto á el
cotarro y que no hacen, sin
dificultar la
declaro, por
mi
Además, yo creo que
la
fe,
administra-
la
oposiciones, que
las
obra de los gobiernos
que no
parte,
me
son sim-
páticas.
consiste en hacer cada da.
Yo hago
uno
única política patriótica lo
suyo
lo
furioso militante
me
mejor que pue-
Y
versos y no otra cosa.
cuando algún
excita á tomar parte en alguna
labor política ó sociológica, suelo responderle Gtierrita á aquel otro torero,
su capote para lancear
— Toree usted
con
al
el
que
le
como
pedía
la
punta de
mío
es
de seda.
alimón:
suyo, que
el
II
GÉNESIS DE UN LIBRO
41
LA GUERRA LITERARIA
Hace próximamente un año misma cátedra sobre si
queréis,
do de
la
disertaba yo en esta
poesía moderna, modcniistay
contemporánea en
el
más
extricto senti-
la palabra.
hube de notar en gran parte del culto auditorio yo en un exaalgo así como el deseo de que entrase
Y
men más
técnico y profundo de los
modos de
poeti-
líricos en boga. zar y aun de versificar de nuestros Aunque se trataba de una amable conversación con
aunque personas y gentes más allá de la Retórica, y, nuestra de señalé á grandes rasgos las características de deceppoesía de hoy, noté, repito, una especie de sistema. ción relativa ámi falta de doctrina y ciencia del quería indudablemente algo más de Se
arte,
para lo cual (perdóneseme
yo necesitado y deseado poseer en
el
sumo
el
palabreo) hubiera
el arte
de
la ciencia
grado de los ilustres conferenciantes mis
42
ISIAXUEL
predecesores.
Y además, y
por qué no confesarlo, una
conciencia demasiado clara y
coetáneos y de
Yo
la
MACHADO
fría
de
labor de mis
la
mía propia.
vine á decir en resumidas cuentas, después de
relatar
como
tre las
pasadas escuelas y
que
revolución operada últimamente en
la
testigo y, ¡ay!
como
actor, la lucha en-
las actuales personalidades,
española se refería principalmente á
la
poesía
forma.
la
Faltóme entonces indudablemente, y desde entonces confieso pletar
que
lo
vengo echando de
con un ejemplo, con
una obra determinada y
el
ver,
análisis
el
com-
técnico de
mi lección de
característica,
poesía moderna.
Y, pensando y buscando cómo llenar hoy este vacío,
he venido á acudir á
es decir, á
No porque nos, sino
que tenía más á mano,
lo
mí mismo. yo
me
tenga por modelo, ni
mucho me-
porque no sé de nadie á quien pueda
con más confianza
ni
tratar
con quien tenga más íntimo co-
nocimiento.
Voy versos.
pues, á deciros
Voy
cómo
no haría ningún
artista del
oro del mundo: Perdonad hallarlo.
se pinta
á abriros las puertas del
Abriros
la
hoy con
taller,
los
cosa que
Renacimiento por todo el
el
desorden en que vais á
puerta del
taller vale tanto
en un
LA GUERRA LITERARIA
43
poeta como franquearos los
las
más recónditos antros de
entradas del corazón y la
mente.
Ah, perdonad todavía una salvedad. Yo voy á hacer esto por mostrároslo
todo,
no por enseñaros
nada; no vengo en profesor, sino en ingenuo.
Yo
quiero que veáis conmigo y que sintáis
ser
la génesis de
un
libro
de consciente en
de poesías con todo
la factura,
vago y de incoercible en El
libro,
sin
si
el
con todo
puede
lo
que hay
que hay de
lo
sentimiento.
embargo, escogido por mí entre los
míos para esta experiencia, es una corta colección de sonetos sobre
las
obras maestras de
la
pintura uni-
versal.
Lo
informan, pues, sentimientos reflejos de arte,
doblemente tamizados por flor
á
de estudio y de
los
el
pincel y la pluma.
obras de mundial renombre á que se
me
descubre á mí,
— salvo
lo
sonal en toda transcripción artística
las
grandes
refiere.
escogido precisamente por eso; porque trata ni
únicamente
cultura, grata quizás
que conocen bien y saben amar
Es
si
no
Y
la
me
he re-
que hay de per-
—
,
tiene en
bio la ventaja de representar esa transfusión
camdel
color á la palabra tan perseguida por los
modernos
entre las
dos artes
escritores,
distintas
esa indelimitación
que ha sido á mi entender tan saludable á
MANUEL MACHADO
44
como
los poetas
peligrosa para los pintores. Estas
pinturas á pluma, ó poesías á pincel, se prestan so-
bre manera á disquisiciones de técnica
literaria
que
vendrán á su tiempo.
Téngase bien en cuenta,
sin
embargo, que no se
en este libro de simples transcripciones ó des-
trata
cripciones ajustadas
al original
gan como
fin la
procurado
la síntesis
ca y del pintor,
simple evocación del cuadro.
Y
de
sentimientos de
los
significación y el estado
la
en cada momento, tiempos.
que ten-
pictórico y
Yo he la
épo-
del arte
evocación del espíritu de los
la
algo más, la sensación producida
hoy en
En una
palabra
nosotros, insospechable para
yo />¿n/o esos cuadros
que evocan en mi seo, teniendo
tal
como
se
dan y con todo
no como están en
espíritu;
muy buen
el autor.
el
lo
Mu-
cuidado de cometer ciertas
inexactitudes que son del todo necesarias á mi intento. dije
Artimañas son
que iba á
Y
estas,
iniciaros
en
si
pero ya os
queréis,
los secretos del taller.
ahora que conocéis mi propósito vamos á ver
cómo, hasta dónde y con qué medios
lo
he puesto
por obra.
Comienza mi «Apolo» que pictórico con
y^o t\y^f
así se titula este teatro
un soneto, dedicado
primer verso,
si
he de
ser
fiel
á
Fra Angélico,
á mi
promesa de
LA GUERRA LITERARIA
45
me
decíroslo todo no
dejará pasar adelante sin una
breve aclaración:
La campanada
blanca de maitines^ dice,
al seráfico artista
Hacedme
despertado^ etc.
gracia del asonante
hecho adrede con
de albor
ha
el fin
de contribuir á
la
sensación
y de candor que se persigue, y cuyo empleo
€S ya viejo. Quién no recuerda
da hecho por
el
el
verso de Espronce-
mismo procedimiento:
«las altas casas
Y
campanada blanca
con su blanca luz>
Espronceda no era ningún modernista. Era sim-
plemente poeta, es decir vate, adivino, precursor.
Vamos lor:
á la adjetivación de un sonido por un co-
campanada
blanca.
Hay
rados y colores sonoros?
creemos que
sí,
elemento de
arte, lo
la electricidad,
De
Yo
creo que
el
mismo que
chosa de
las
nosotros
se utilizan en
magnetismo y aun
muy
vida
hipno tisnio,
más ó menos
vocales coloreadas,
otros
el
como
la
bien lo que son estos fenóme-
aquí á sentar una teoría
Rimbaud y
sí,
y utilizamos estas transfusiones
sin saber todavía
nos.
realmente sonidos colo-
capri-
como han hecho
fantaseadores, hay largo trecho.
MAXUEL MACHADO
46
Pero,
reducir estos fenómenos á un sistema no ha
si
sido posible todavía, y pudiera llamarse loco al lo
que
da por hallado, no menos puede llamarse necio
que
al
negase en absoluto.
los
Sabido es que, en
física,
color y sonido no son sino
vibraciones del éter, y que
el
calor y el
movimiento
se transforman fácilmente en fluidas eléctricos.
Y
aun en
el
lenguaje corriente estas transfusiones
están aceptadas á condición de haberse convertido
en lugares comunes. dice,
Y
nadie se estremece cuando se
por ejemplo, una brillante sinfonía ó una pintura
cálida...
Pues
que
he llamado yo blanca á
así
maitines,
real
tura italiana,
asunto de
rectamente
que
mi soneto
tiene en
madrugada
el
la
campanada de
como precursora y evocadora y de
los
la
del alba, alba
doble significación de
candidos albores de
la
la
pin-
de
la
la
composición. Refiérese ésta más di-
al
pintura en general, que constituye
conocido tríptico de
la
Anunciación
se admira en nuestro Prado. Pero el solo
nom-
bre de Beato Angélico evoca los de sus contemporá-
neos tan sabidos Giotto, Guirlnddagho, Cimabue, Peruggino,
el
Pin^turi^hio, ingenuos pintores de es-
cenas santas, albor del Renacimiento, con sus vírgenes
de comba
frente, hierática apostura
y dulces ojos di-
LA GUERRA LITERARIA
4/
vinamente perfilados; con sus púrpuras uniformes y sus inocentes iluminaciones de oro y seda. Por eso se
mientan en
el
soneto
las frentes virginales
de nácar, y se termina
la estrofa
mental y litúrgica que da
sensación de
la
y
las
manos
con una frase sacrala
ingenua
religiosidad de los prerrafaélicos.
Y ahora
que sabéis
lo
que se ha tratado de hacer y
cómo, ved hasta dónde se haya conseguido, recor-
dando
el
cuadro y oyendo
el
soneto:
La campanada blanca de y, al
maitines
ha despertado,
al seráfico artista
ponerse á pintar, tiene á su lado
un coro de rosados querubines.
Y ellos la frente
le
y
de María, la
mano
enseñan cómo se ilumina
las mejillas ideales
los ojos virginales,
transparente y ambarina.
Y el candor le
presentan de sus alas
para que copie su
en
las alas del
infantil
blancura
ángel celestial.
que, ataviado de perlinas galas,
desciende
como
el
al
seno de
rayo del sol
la
Virgen pura,
por
el cristal.
MAXUEL MACHADO
48 Otro albor de
la
pintura apuntaba en
ralelo al italiano, y tan distinto.
empezaban
dama de
el
Norte, pa-
Los Países Bajos, que
á ser nuestros con el matrimonio de
Castilla y
D. Felipe
el
Ma-
Hermoso, tenían tam-
bién sus pintores primitivos, al par de los de Italia,
Pero aquello era otra cosa. Las condiciones materiales del país
la fuerza
de
y de
tistas
carácter de la vida social,
democracias y
las
como entidad
la luz, el
la
existencia del pueblo
guiaban á los ar-
política importante,
á la pintura de
la
realidad y aun del retrato.
Primitivos, sin embargo, no supieron librarse en
un
principio del hieratismo en las figuras y la minucia en el detalle,
que
los caracteriza. Y, sobre todo, aquellos
divinos fondos de paisaje y de ciudad sin perspectiva, tan cercanos de los ojos
como
lejanos en el re-
cuerdo, deliciosos paisajes de nacimiento y de juguete rimitivo y desconocido, probable-
mente de Van-Laethem, como pudiera
serlo
de
Van
der Goes, de los Van-Eyck, de Mabuse. Larga es
la
LA GUERRA LITERARIA
aq
de este retrato hoja de un tríptico cuyo panneau central se ha perdido y que figuró con su compañero lateral (el retrato del príncipe D. Felipe, eshistoria
poso de D.^ Juana) en
última Exposición del Toisón
la
de Oro en Bruselas, de donde ha podido obtener reproducción fotográfica cional
que
que preside
el
la
ilustre
la
Junta de Iconografía Na-
Marqués de Pidal y de
es secretario el insigne escritor D. Jacinto Octa-
vio Picón.
Aparte de este retrato,
¡a
significación artística y pictórica
he querido yo dar en mis versos
sación moral y física de
la
la
de
sen-
persona de D.^ Juana, vas-
tago débil y desmedrado de
la
Casa de
Castilla,
que-
bradiza y enferma, y tan interesante en su atonía y su
mutismo, minada ya de
muerte del Rey y que
la
la
vesania que estalló á
ha hecho célebre en
la
la
His-
toria.
Y
todo
ello
expresado por
el
pintor sobre aquel
fondo impagable en cuyo ingenuo último térm.ino se distingue perfectamente
el
palacio que D.^ Juana hizo
llevar consigo al coronarse princesa
Ved
de Brabante.
v oid:
Hierática visión de pesadilla,
en medio del paisaje está plantadc
— —
MANUEL MACHADO
50
y la color quebrada Reina Doña Juana de Castilla.
alto el brial la
Liso bajo
el
el
Ausente de
y,
pelo á
ambos lados de
velludo de la
la
doble
la frente,
toca...
palabra de la boca,
los ojos, el mirar, ausente.
Abierto
como una
el
regio y blasonado manto,
flor
enferma,
deja ver, encerrado en
débil talle
el el
corpino.
—
Y en una lejanía mas no tanto, que se pierda el más mínimo detalle hay el paisaje que soñara un niño.
Paso por
alto la estrofa
sobre Boticcelli, en cuyo
retablo de la Primavera está ya casi en pleno el
nacimiento.
más
lírica
No
que
Yo supe de
quiero fatigaros.
las otras, casi
Re-
La composición
es
conipletamente personal.
ese cuadro en París y su recuerdo va en
mí asociado á otras impresiones que no son del caso.
Y
henos aquí ya ante
el
gran maestro florentino
poeta, filósofo, matemático y hasta charadista en los ratos de ocio.
más
He nombrado
á Leonardo de Vinci, al
consciente, complejo y misterioso pintor del Rez
LA GUERRA LITERARIA
nacimiento,
al
5 I
que tuvo y guardó más secretos de
Arte, después de revelar tantos, al que supo que g}'a7t
poesía acompaña á las figuras puestas delante de una
puerta que da acceso á una habitaciÓ7i en sombra^ inefable autor de
La
al
Gioconda.
Las innumerables hojas de papel sas sobre la sonrisa de
Madona
escritas é
Elisa,
de
la
impre-
que se ha
hecho un problema de Arte, un problema de Filosofía,
un problema de Amor, un problema de Ciencia,
pesaban sobre mí rrogaciones, hija
al
escribir esos versos, todo inte-
como todo enigma
hasta su desaparición misteriosa.
no exenta de
vado el
es el retrato
de
la
de Francisco del Giocondo, desde su aparición
al
mundo de
robo de
rapto.
cierta admiración,
Yo
en
el
esa sonrisa única.
La Gioconda
del
Louvre
pienso con pena, loco que ha pri-
Porque para mí es
un verdadero
La obra de un enamorado obseso y
que á
estas horas goza á solas del objeto
ó que
tal
terrible,
de su pasión
vez lo ha destruido, lo ha matado, para que
no vuelva á sonreír á nadie.
Mi soneto no
es
feliz,
pero
la
contemplación del
cuadro, aun siendo nuestra duplica del Prado, os in-
demnizará de
la
música:
—
MANUEL MACHADO
52 Florencia
—
madre de
de música y aroma Leonardo inenarrable,
flor
patria del gran
lo sutil
y
lo inefable...
Florencia del león y
Mona
Lisa sonríe,
la
paloma.
Madona
Elisa
mira pasar los siglos sonriente. ...
Y
nosotros también eternamente
llevamos en
el
alma su
sonrisa.
Sonríe la Gioconda... ¿Qué armonía, qué paisaje de ensueño la extasía? ¿Por dónde vaga su mirar velado?...
¿Qué palabra fatal sueña en su oído?... ¿Qué amores desentierra del olvido?... ¿Qué secreto magnífico ha escuchado?...
Hubo un
emperador,
más
que llegó
el
rico,
La mañana de
la batalla
era suyo. El viejo César, y
el
las
más grande,
el
más
fuerte,
apogeo del poder humano. de Mu;l|iberg,
el
orbe entero
mundo, que dominaran Alejandro y
Nuevo, que, por español, caía bajo su
Este hombre no
de
el
al
amó más
lujo
que
armas. Se llamó Carlos V.
el
de
cetro.
las artes
Y hubo
y
el
un pintor
digno de este hombre. Fué Tiziano Vecelii, príncipe
LA GUERRA LITERARIA
de
la
53
escuela Veneciana, emperador del Arte de la
Pintura. Hablaros del
uno y
del otro parece comple-
tamente ocioso. La simple asociación de sus nombres
me
da hecha
el pintor,
la síntesis
que
vais á escuchar. Yo,
he llenado mi cuadro con
naba por entonces
el
mundo y he
la figura
puesto
como
que
al pie,
lle-
sen-
cillamente, la firma del artista.
Ved qué
la
os parece:
El que en Milán nieló de plata y oro soberbia armadura, el que ha forjado
en Toledo este arnés, quien ha domado el
negro potro del desierto moro... El que tiñó de púrpura esta pluma
que
al aire
esta tierra
en Mulberg prepotente
que
pisa,
y
la
flota
remota
playa de oro y de sol de Moctezuma...
Todo
es
de este hombre
gris,
barba de acero,
carnoso labio socarrón, y duros ojos de lobo audaz, que, lanza en mano, recorre su dominio,
el
Mundo
con resonantes pasos y seguros. En este punto lo pintó Tiziano.
entero,
MANUEL MACHADO
54
Cuando yo empezé mis era,
en
de
el sentir
estudios de Arte,
la crítica, el
el
Greco
último de los grandes
pintores españoles. Después llegó á declarársele el
primero. Después... El Greco
más genuino y expresivo
es, sin
pintor de
duda alguna,
tiempo, de aquella España reconcentrada,
mente
furiosa-
conquistadora en nombre de
idealista,
el
España de su
la
la fe
harapienta y grave, con los ojos puestos siempre en cielo
el
y tropezando á cada instante en la tierra, sin
rendirse nunca.
En
no
este sentido y
he considerado yo
discutidísima,
el
de su técnica
gran Teotocopu-
al
y escogido para mi Museo uno de sus retratos anó-
li,
nimos,
de El Caballero de la mano al pecho.
el
procurado,
como
colores de la paleta. taria, sino
Nada
pomo de
el
la
cambio, digo que surge de to,
nadie
como
presión de
la
Recordad
el
las
he
brillante
en
la
indumenta-
espada.
De
la
cabeza, en
la golilla,
Greco para dar á
porque, en efec-
los rostros la
ex-
vida interior y del fuego del espíritu.
si
no aquel magnífico entierro del Conde
de Orgaz, en que, sobre pilla,
Y
el artista al pintarlo, simplificar los
apagados de
la ro-
surgen verdaderamente, como llamas de
cirio,
los tonos
cabezas de los caballeros
llama hay también en religiosas...
el
allí
retratados.
Y algo
de
retorcimiento de sus figuras
Pero esto nos llevaría demasiado
lejos.
Lo
LA GUERRA LITERARIA
55
que yo he tratado de
sintetizar á través del cuadro,
€S
el espíritu
español de entonces y de siempre. Los
caballeros del Greco
andan aún por
incapaces de sonreír
como en aquel tiempo. Ved
estas calles, tan el
prototipo.
Este desconocido es un cristiano
de serio porte y negra vestidura, donde brilla no más la empuñadura de su admirable estoque toledano. Severa surge de
por
faz
de palidez de
la luz interior
iluminada,
de un macilento y religioso
Aunque porque del
la
el
sólo
cirio.
de Dios temores sabe,
vitando hervor no
mundano
le
apasione
placer perecedero,
en un gesto piadoso, y noble, y grave, mano abierta sobre el pecho pone,
como una
Al
lirio
la golilla escarolada,
disciplina, el caballero.
pintor de la Verdad, su tierra, dice
la
inscrip-
ción de la estatua de Velázquez, de Sevilla. Para mí es algo
más que
el
pintor de la Verdad. Es la propia
MANUEL MACHADO
56
Verdad pintando. Para mí no
tiene antecedentes ni
Veo en
consecuentes; 'es único y aparte.
más
quez veo
todos los de-
En
técnica, el arte, la paleta.
artistas la
la vida...
y,
entonces, ya no sé nada,
Veláz-
como
pasa con nuestra vida misma.
Por
mi transcripción poética de
eso, en
de
retrato
villoso
la
infantita
Teresa, no miento para nada la coloración del
mara-
de Austria D.^ María Arte. Al referirme á
el
rostro, aludo
este
á los afeites con
que
estucaban sus mejillas nuestras damas del xvii, no á la
pintura del
artista.
en mis versos toda toda
la
viva en
infinita el
Lo que he procurado
amargura de
cuadro
y,
toda
la elegancia, la
la
es rendir
decadencia,
deliciosa Infanta, tan
aun más, que
lo
estuvo nunca en
la realidad:
Como una flor clorótica el semblante, qne hábil pincel tiñó de leche y fresa, emerge del pomposo guardainfante, entre sus galas cortesanas presa.
La mano de el
de
—ámbar de ensueño — entre
desmáyase, y sostiene pañuelo riquísimo, que viene la falda
los ojos atónitos y azules.
los tules
LA GUERRA LITERARIA
Italia,
sol
de
57
Flandes, Portugal... Poniente
la gloria, el
último destello
en sus mejillas infantiles posa...
Y
corona no más su augusta frente
dorada ceniza de cabello, que apenas prende el leve lazo
la
Coronas que se caen de
rosa.
las frentes
fatigadas, ojos
cansados y delicadas manos incapaces de sostener ya
un
cetro,
de puro
finas
rables retratos del
IV
y reales. Recordad los admiFelipe pintados por
el
mons-
truo:
Nadie más cortesano ni pulido que nuestro rey Felipe, que Dios guarde todo de negro hasta los pies vestido.
—
Es''pálida su tez,
cansado y,
el
como
la tarde,
oro de su pelo undoso
de sus ojos
el azul,
cobarde.
Sobre su augusto pecho generoso perturban ni cadenas negro terciopelo silencioso.
ni joyeles el
Y, en vez de cetro real, sostiene apenas, con desmayo galán, un guante de ante la
blanca
mano de
azuladas venas.
—
MANUEL MACHADO
58
Pero Velázquez no fué sólo dentes aristocracias reales. la vida,
y en
la
He
pintor de las deca-
el
dicho que
él
era
como
vida española de su tiempo, en aquella
España que aguardaba famélica
oro de los galeo-
el
nes de América (que caía casi siempre en manos de los ingleses) convivía
dados
que
el
hampa
llegaba,
con magnates caballeros y
sol-
rufianesca, la truhanería y la gallofa,
como
el
hambre y
la miseria,
hasta
el
propio Palacio, con los bufones del Rey. Inmortales
todo,
Don Manolito, Don Antonio el Don Sebastián de Mora, Barbarroja, y, sobre Don Juan de Austria. ¿Cómo llegó España,
como
llegó la corte á dejar caer tan gran
figuras de Pablillos, Inglés,
sobre tan mezquino sujeto, haciendo
más
gloriosa ocasión
que vieron
cuerdo de un vastago tan
así
mofa de
los siglos
ilustre
de
la
nombre la
y del re-
propia Casa
Real?...
Los tiempos eran de perder y
los nobles caballeros
pierden siempre sonriendo.
Don Juan de la
Austria, el bufón...
Don Juan
socarrona cara jocoseria,
bajo
el
gorro anacrónico y
¡Don Juan de
la
verdad y
risible...
la miseria!
terrible,
LA GUERRA LITERARIA
59
Hay en sus ojos de amargura un sello, y en vano burlan de su mal talante las damas del absurdo guardainfante y decuple archivolta en
No
el
cabello.
fué en Lepanto, pese á su alto nombre.
Pero, amigo de un rey de glorias harto, entre sus timbres de alta prez hay uno
que hace de
él
prestó un doblón
lo
un amable gentilhombre, al
noche de
en
cierta
Yo
.no sé si
gran Felipe cuarto
terrible ayuno.
á vosotros os habrá pasado alguna vez
que á mí. Después de recorrer
Museo y sobre todo solicitan la vista
la
y sacuden fuertemente
con intensidad violadora las realidades
las
la
de nuestro
el
espíritu
inquietantes fantasías y
tremendas de Goya,
dorados desnudos del Tiziano,
de Rubens,
las salas
magnífica crujía central donde
la
los soberbios
y
opulenta policromía
suprema verdad de Velázquez inexo-
rable, la ardiente angustia contenida del Greco, ios
feroces contrastes del Españoleto..., el sentir
como
una
como
caricia
de
un descanso
la luz
en los ojos y en
el espíritu,
inefable al deteneros en aquella
pequeña
—
MANUEL MACHADO
6o
rotonda clara y pacífica donde se exponen
De mí
dros de Murillo. laga y tranquiliza
los cua-
que aquello
sé decir
como agua que
se
me
remansa
ha-
tras la
carrera torrencial/y mi vista se posa dulcemente sobre
aquellos ángeles tan niños y aquellas vírgenes tan maternales... Sentía y pintaba este
hombre
tan hiima-
natnente las cosas divinas, que para trasladar yo al
verso
un
la
poesía de su obra he tenido que valerme de
artificio
de inversión: algo
así
como volver
humaniza
lo divino, trato
Y, tomando por base
la
yo de divinizar
lo
el
como
lienzo del revés para mirarlo al trasluz Y, así
él
humano.
Sacra Familia, pinto una
es-
cena familiar cualquiera que bien pudo servir de modelo
Y
al
maestro.
todo envuelto en
la luz
de
Sevilla,
que
es la luz
de sus Glorias.
Años
se cumplen que su hogar fundaron
Rosario y José Antonio, y, junto á ellos, un niño blanca tez, rubios cabellos
—
atestigua la fe con que se amaron.
El niño
—alma de pájaro —
gorjea,
en los brazos saltando de su padre.
Morena y
dulce, arrúllale la madre.
El amplio lecho en
la
penumbra
albea.
LA GUERRA LITERARIA
6
En la amorosa y cálida armonía de esta dulce familia sevillana hay algo santo... En este hogar sencillo él
es el Patriarca, ella es María
y es el niño, Jesús...
Por
la
ventana
entra una luz de Gloria de Murillo.
Otro pintor cortesano, por quien toda persona de
buen gusto hubiera querido Dyck, que
en efecto, á
retrató,
ser retratada, fué lo
Van
más elegante de
la
elegante corte de los Carlos ingleses. Pintor de aris-
yo he escogido para mi colección
tocracias,
de un exquisito
fin
de
raza:
Orange. El cuadro está en digo de
Un principe París,
en
el
Louvre, y yo
él:
A
este joven señor, tan bellamente
vestido, blanco el traje y la gorgnera,
blanca el
la tez,
em'uelve en luz poniente
oro viejo de su cabellera.
De
su apostura la elegante gracia
una laxitud de laxitudes, y en el pecho podridas las virtudes de su clara y fatal aristocracia. tiene
la figura
de la casa de
MANUEL MACHADO
62
Tedio y desdén en la orguUosa frente, vago pesar en la mirada infausta... Lujosísima espada, en joyas
Cruza una banda
el
rica.
busto indiferente.
Blanca mano espectral, de sangre exhausta, y en
Que ranja
—
la
mano un
significa...
limón, que significa...
El limón
— que no es limón, sino na-
significa sencillamente
de Rich^moná.pertenece á está saberlo.
la
retratado,
Duque
casa de Orange.
Bueno
que
el
Pero ¿no os parece que queda mejor
el
soneto sin decirlo?
El más formidable contraste con este retratista de
magnates
lo
forma su conterráneo
niers, pintor del
te alegre
flamenco Te-
pueblo y del pueblo más groseramen-
y sensual que ha habido en
bía sido hasta entonces la pintura des.
el
Pero en Holanda,
el
el
el lujo
mundo. Hade
los gran-
pueblo fué también rico y
fué también amo. Teniers, que lo amaba, fué m.ero en pintarlo en todo
el
el pri-
esplendor de su alegría
V^ulüciosa y desapacible, en toda la ingenua brutali-
dad de sus apetitos y sus expansiones, y en toda exuberancia de vida y de fuerza que en
él
radican:
la
LA GUERRA LITERARIA
Ya •y
el
6^
está aquí el pueblo, el de la ruda
abundante corazón
mano
sencillo,
con su música alegre de organillo reir descomedido y sano.
y su
Teniers lo amaba, y
lo pintó el
primero
á las luces de antorchas macilentas
en orgías alegres y violentas ó en sus fiestas de albogue y de pandero...
Y
helo aquí, que se atraca y refocila,
y en pintorescos ágapes desfila por tabernas, posadas y figones... Grita furioso, ríe á plena boca,
come y gusta y toca, y hace cosas de nerro en los rincones. ansioso bebe y
Dejo por no cansaros,
hoy gar
la al
época de
adjetivos,
original
de España.
Goya
cansarme, en blanco aquí
los sucesores
más complejo y
los pintores
ni
Si
de Velázquez hasta espíritu
lle-
de arte entre
Velázquez es
la
vida sin
es la vida con toda su amplitud,
con
toda su policromía versiforme, vista á través de un admirable temperamento de
filósofo.
Sólo que,
es sabido, la filosofía se convierte en
como
humorismo en
MANUEL MACHADO
64
Tampoco
los artistas.
tiene
Goya antecedentes en
la
historia
de nuestra pintura. En una época en que ade-
más de
pintarse mal, se pintaba sin carácter y sin
alma, floreció aquel fenómeno, todo espíritu, expresión y fuerza, padre insuperado ni igualado de la pintura moderna, ansiosa de significación y preñada de
simbolismo. Él es sionistas,
de
los rasgos
como en
el
primero y
los pleneristas,
que
él
de
mejor de
el
los
impre-
Todos
los simbolistas.
marca y acusa,
así
en sus retratos
sus composiciones, tienen una fuerza reve-
ladora y una significación especial. Él no sabe pintar
que piensa de sus escenas y de sus
sin decirnos lo
personajes.
Su
espíritu flota siempre por
su obra. Es ya
alma del
artista.
María Luisa,
de que
el arte
tal
al
Ved
nuevo.
La
el retrato
encima de
realidad á través del
ecuestre de la Reina
que he tratado de dar todo
vez sin querer rebosa
el
el
humor
propio cuadro:
Al contemplar la juventud forzada, de este cuerpo flexible, y aun ligero, la inclinación
y
el
garbosa del sombrero,
fuego inextinguido en
Aun gentil
la mirada...
es gallarda la apostura,
empaque
la real
persona
aun
iicnc
lA GUERRA LITERARIA
65
de esta arrogante
Y
amazona, que conviene.
vieja, esta
mejor montada de
lo
en vano esta cabeza, un poco loca,
pierde
el cabello,
y de estos ojos
Con
el
y súmese esta boca, mirar se empaña...
su uniforme
siempre será
la
— rojo y negro —
ella,
suspirada y bella
María Luisa de Borbón, de España.
Y de
ved ahora
la
toda
la terrible
escena de los fusilamientos
Moncloa con toda su descarnada crueldad, con brutalidad de la muerte á mansalva.
la
tremenda
fila
de
Ved
matando apresuradamente, y
á racimos, al pueblo
drileño.
Él lo vio... Noche negra, luz de infierno Hedor de sangre y pólvora, gemidos... Unos brazos abiertos, extendidos
en ese gesto del dolor eterno.
Una
esa
los fusiles, perpendicular á la vida,
farola
en
la tierra casi
con un halo amarillo que
alumbra,
horripila,
de los fusiles la uniforme fila monótona y brutal, en la penumbra. 5
ma-
MANUEL MACHADO
65
Maldiciones, quejidos..,
primero que
un
fraile
la
Un
instante
voz de mando suene,
muestra
el
implacable
cielo.
Y en convulso montón agonizante, medio rematar, por tandas viene la eterna carne de cañón al suelo. á
Para admirar este cuadro y para gustar los versos
que jero.
vais á oir, es preciso
haber vivido en
el
extran-
Es preciso saber cómo se nos desconoce
siste-
máticamente fuera de España y cómo se nos ama con
amor de
artistas,
conocimiento.
precisamente á causa de este des-
Nada
es verdad en esta Caniuvia'/a
Sergent... ó bien ella es toda la
de
verdad de nuestra Es-
paña, fuera de España.
Yo he
no
concepto mundial, y mi sone-
sin cierta pena, este
to está tan lleno
tenido que interpretar,
de naen tiras como este cuadro ad-
mirable.
Esta española yanki, y tan francesa,
—
que es toda España para el mundo, un ardor en los ojos, que le viene de un corazón de virgen satircsa.
— tiene
LA GT.TI^RA LITERARIA
6/
Mística, y tan carnal, sabe iinicos
Y
de amores
y de espasmos indecibles.
coloran sus labios los terribles
rojos
de
las
heridas y las flores.
Pasión rugiente duerme en su ancha ojera,
y en el seno magnífico que exulta un gran valor y un miedo milenario... Puesta
la
mano en
la gentil cadera,
morena carne oculta una navaja y un escapulario.
junto de
la
Aquí termina
el libro
haberos dicho algo de en
el tintero
cial
y que
y lo
la conferencia.
Yo
que siempre se nos queda
es quizás lo
de nuestra obra. Desearía
mejor y al
lo
tiene remedio. Sólo
como en
las
me
más esen-
menos que no os
hubieseis aburrido demasiado. Si así no
faltas,
quisiera
resta pediros el
antiguas comedias.
es,
^'a
perdón de
no las
LA GUERRA LITERARIA
69
FERNÁNDEZ Y GONZÁLEZ
Don Manuel Fernández medianos versos que vais á
y González cuyos son los oir
no
era, sin
embargo,
más que un poeta, un gran poeta, todo sentimiento, corazón y gracia.
Semejante á esos jóvenes herederos de grandes fortunas que, desconocedores del valor del dinero, lo tiran,
chó
derrochan y malgastan,
el
él
desparramó y derro-
oro de su soberbia imaginación sevillana en
centenares de obras, que no han de pasar
muy
allá
del tiempo, pero cuyo total asombra, por la riqueza
de
la
invención, la agilidad de la prosa ó la armonía
jugosa del verso,
y,
más que nada, por
el
número y
la
vena con que se improvisaron.
Es fama que nuestro D. Manuel
llegó á dictar á sus
escribientes cinco y seis novelas á
un mismo tiempo.
(¡Cómo eran esas novelas? Semejante en un todo viejo
Dumas,
halló
Fernández y González en
la
al
His-
MANUEL MACHADO
•JO
toria,
en su sentimiento fantástico, pero cuan pers-
de
picaz, á veces,
la Historia, el
más
rico venero para
su producción. Las leyendas medioevales, los lances caballerescos del siglo de oro,
espada,
el birrete
filan lujosos
almenado y
mundo
por su
los episodios
y
las
lógica que la de
el
penacho,
la capa, la
la flotante garzota, des-
novelesco, donde la trama,
más
peripecias no suelen tener
un cuento de hadas.
En una ocasión hablábase de cierto mado Don Diego de Medina y hubo de
personaje
lla-
objetarle
uno
de sus amanuenses: «Recuerde usted, D. Manuel, que á este
Don Diego
anterior.»
lo
hemos matado en
«No importa, repuso
airado
vida y devolvérsela cuando se
ahí:
el
novelista;
puedo
puesto que yo lo he creado, bien la
capitulo
el
me
quitarle
antoje. Escribe
«De cómo no había muerto Don Diego de Me-
dina.»
Innumerables son sus novelas de este género y de aquellas otras que hacían temblar á las almas sencillas
de ha cincuenta años con caballistas.
de bandoleros y
los lances
¡Oh divinas entregas de á
cuartillo
adorables librotes inacabables, deletreados
de
al
real;
rincón
del fuego por el único lector de la casa, mientras en
torno junta
el
miedo,
bezas de oro y
las
de
la
atención y
plata!...
el
encanto
las ca-
Aquellos tiempos pasa-
lA GUERRA LITERARIA
71
ron, y no sin enriquecer antes á unos cuantos editores,
que devoraron con su prisa y su avaricia
muchos
lento y la \'ida de
españoles.
Uno de
que acosaba Bien que
sin
esos tiranos fué
el
célebre Manini,
piedad á Fernández y González.
independiente y ariscóte de suyo,
éste,
desesperaba á
menudo con
el
original para
*Que yueUa. 7nanaua», respondía
veces, y seguía
durmiendo tan
tranquilo.
y aun encanto nuestro muchas de
sus fantasías
le dijese
él
—
,
nas de sus obras,
época,
Como un
ad-
después de leer una de
«No
los
pero los presiento.»
presentía, los adivinaba,
ellas.
la
«Parece que ha conocido
históricas:
usted á los personajes.»
pondió
Ma-
muchas
él
Pero volvamos á sus novelas, encanto de
mirador entusiasta
lo
dilaciones y morosidades.
«Don Manuel: que vienen por nini.»
el ta-
escritores pobres, es decir,
he conocido
Y
sí,
— res-
en efecto,
como poeta que
era.
los
Y algu-
como Mcn Rodríguez de Sanabria,
Pero Gil y El cocinero de Su Majestad, tienen sabor de época, de vida,
tal
tal
carácter de verdad en
sus escenas y personas, que prueban hasta dónde, con el
reposo y
el
estudio, hubiera llegado aquel ingenio
maravilloso.
Pero reposo, estudio, eran incompatibles con su vida.
Y su vida,
otra novela de fantasía,
que vale qui-
MANUEL MACHADO
72
más que su obra, no fué más que un derroche
zas
Una bohe-
constante de energía, de salud, de fortuna.
mia incoercible é incorregible, fecunda en lances y aventuras excéntricas, llena de bellos gestos y de grotescas, de salvajes alardes de independen-
muecas cia
—
sin
más norma que
ción desenfrenada
el
capricho de una imagina-
— pintoresca
y amarga...
habéis conocido. Todos sabéis de retratan
él
de cuerpo entero. Recordad,
Muchos
le
rasgos que lo si
no, la oca-
sión en que, habiéndosele mostrado en Burgos la es-
tatua sepulcral de
á ella gritando fratricida; yo,
mer
Don Enrique de Trastamara,
como un energúmeno:
D. Manuel Fernández y González,
novelista español, con
más
talento y
se fué
«Vil bastardo el pri-
más vena que
Alejandro Dumas, te abofeteo.» Y, descargándola sobre
el
mano
duro mármol, se destrozó lastiniosamente
la
derecha...
Alto, huesudo, blanco ya el hirsuto bigote, chis-
peantes los ojos entre espirituales y espirituosos,
ronca
la voz,
amigo mío que
tal
le
me
lo
recordaba ayer un
oyó muchas noches en
el
ilustre
viejo café
Suizo sus excéntricas y admirables concepciones de la
vida y de
la realidad.
«Diga usted, D. Manuel,
preguntó una noche uno de
la tertulia, ^'quién
le
ha sido
LA GUERRA LITERARIA
73
mejor poeta, Homero ó usted?» «Te
olímpicamente, Fernández y González.
Para terminar. Si es cierto lo que
de sus últimos momentos, hay en
una
co,
contestó
diré*..., >
me han
ellos
contado
un rasgo úni-
frase inmarcesible, que, revelando la firme
creencia de todo espíritu grande en
mismo tiempo
tituye al
la cifra
más amarga de su vida agitada y sentado á su cabecera,
de arte y de porvenir.
letras
le
más
el
más
allá,
atropellada. Alguien,
animaba conversando aún
y hablándole piadosamente del
Don Manuel
quiso contestar algo; pero,
sintiéndose morir asfixiado por la disnea, sólo
exclamar, «No!... la
cabeza sobre
tinuará.
me
el
ahogo,
pecho,
me
pudo
muero.» Y, doblando
murmuró
sonriendo: Se con-
Fueron sus últimas palabras. Las mismas que
mil veces había escrito
Un
cons-
clara y la sátira
al
pie de sus folletines.
duro y un paquete de
cigarrillos constituían el
único haber que se encontró en su cuarto desmantelado. Este
menos
Y
es
por
hombre, que había sido
rico, ó
ganado
al
montones de dinero, fué enterrado de limosna.
que estos seres pasan en manos de
las vicisitudes
de esas
florecillas
la fatalidad
que se deshojan
diciendo: «Oro, plata, cobre... nada.» (i) La Sección de literatura del Ateneo de Madrid presidida (1) por el insigne Benaveute, tuvo, en el pasado curso, la buena idea de organizar una serie de confarencias sobre los grandes poetas españoles. A ella pertenece el artículo presente.
LOS LIBROS
LA GUERRA LITERARIA
UN LIBRO NUEVO Y UN POETA DE SIEMPRE Dijo á la lengua échate
que digan
Esta solear
la
el suspiro;
á hiscar palabras lo
que yo digo.
habéis oído cantar y no sabéis dónde;
pero os suena á algo conocido ó á algo que habéis siempre llevado dentro.
un nombre de
escritor,
No
tiene fecha,
no os recuerda
ni los versos, ni el papel impreso. oiría creéis
que
es vuestra,
de todos, como ocurre con
que no
Y es
al
no os evoca la literatura,
entonarla ó
al
de nadie, que es
los cantares del pueblo...
Pues bien; yo voy á deciros de quién es esa copla
y
otras
como
muchas que como bandada de alondras ó
flores silvestres
culto de los saberes
por
la vida,
por
el
han nacido en un
que se
sacudido por
el
espíritu in-
leen; pero aleccionado
sentimiento y visitado
«quid divinum>, que convierte en poeta insu-
perable á Juan del Pueblo, cuando canta ó llora las
MANUEL MACHADO
78
penas
amores
los
reales,
verdaderos de su vida
propia.
"Cantares. Imprcsio}ics-»^ se titula
el libro
conque
gran poeta Enrique Paradas vuelve á ocupar
el
puesto señaladísimo que en nuestra
ponde, puesto que abandonó
él
el
lírica le corres-
á las primeras
de
cambio, más amigo de ver que de contar, más dado á vivir
que á
escribir,
no hizo nunca
y por
nada..., si
el
cual
puede decirse que
no son sus versos, sus canta-
res únicos.
¡Los poetas de cantares! ¡Qué pocos han sido!
En
cuanto hemos dicho Ferrant, Trueba, Aguilera, Tovar, ya
no tenemos que nombrar á nadie ó
casi nadie..
¡Los poetas de cantares, almas identificadas con el
pueblo en
lo
de acumular mil años de sentimiento en
los cuatro versos
de una malagueña ó en
de una seguidilla
gitana!... ¡Y,
nados á son
tales coplas
nombre
del autor
parar
mar de
que ó
al
á los
que
las
de
el
las
coplas no
y,
la
el
gotas de llanto ó de rocío, van á
poesía popular... Bien es verdad
escriben
ó,
mejor dicho,
da un ardite de
las
cantan
la gloria literaria,
quedan satisfechos con desahogar
la vida,
pueblo, conde-
Porque
verdaderas hasta que se pierde
las lanzan, se les
y se
como
la gloria del anónimo!...
los tercios
el
alma. Poetas
y no profesionales del arte, es solamente
LA GUERRA LITERARIA
79
en los azares de su vida dunde hay que buscar raíces
de su producción, si nos interesa descubrirlas,
cual á ellos les tiene sin cuidado...
Tan
con
canta— el amor,
muerte—, cuyo del pueblo y
más
vulgar y corriente de un
la historia
Juan andaluz; pero hecha de aquella gente
el
actualidad en materia de coplas, urdió
la
pueblo
las del
lo
ello es así,
que uno de nuestros más grandes escritores y versado en
las
las cosas eternas la
pena,
libro es toda la vida
uno de
los
la
que
madre y
y toda
la
más hermosos que
la
poesía
se
han
imaginado.
cuando Paradas canta:
Así,
Murió mi padre y mi madre, y tú olvidaste mi amor. Hoy la gente dice al verme: Ahí va el Cristo del dolor,
al
par que, con
la
suprema y
copla, nos deja el prototipo
liumana
—tan
hablar de
nada
—
,
dolores
sin
ha dicho uno de
cuando
acabado de
la
de una
desgracia
humana, que, cuando alguien quiera
de su azarosa vida.
V
terrible sencillez
dice:
consuelo, no podrá añadir ios
momentoá más
trágicos
MANUEL iMACHADO
8o
Tú nunca
podrás ser buena.
El veneno nació malo,
y
hay lear,
sin
querer envenena,
sabor de verdad en los tres versos de esta so-
tal
y de verdad sabida á costa del propio corazón,
que nadie se
atrevería á
lemne sentencia, tan Larga
sería
esta vida
mover una palabra de y tan
clara
de contar, y sabrosísima,
Vida
sin
más guía que
de
casi
en
la niñez, sin
el libro
de Para-
los sentimientos desorde-
nados, aventurera y pintoresca.
chada
la historia
que ha producido esos cantares y otros mu-
chos y mejores que se contienen en das.
la so-
sencilla.
Una
fortuna derro-
aprender otra cosa que á
guiar magníficos troncos de caballos. Los usureros, la ruina.
Luego,
Y
el
Después,
la
pobreza; después,
miseria.
la
bienestar relativo, y otra vez la desgracia.
atravesando por todas
dos los medios de
la
las clases sociales
y por to-
vida española, aunque siempre
aislado de los bajos contactos por la canción
que
lle-
vaba dentro. En menos de quince años. Paradas ha sido cómico, maestro de escuela, fotógrafo, ¡qué se yo!
Y
siempre poeta, sin quererlo,
sin saberlo quizás...
sin
pretenderlo,
LA GUERRA LITERARIA Pero •de
el
que
él
no
lo sepa,
8
ó no
le
importe, no ha
impedirnos decir que sus cantares son únicos, y
que su
libro
corazones.
de coplas quedará en
los labios
y en los
LA GUERRA LITERARIA
83
CANTE HONDO (introducción)
Manes cratísimas
Y
del Filio, del Perote y de la
sombras de Silverio y
el
Andonda. Sa-
Chato de
vosotros felices continuadores de
la
Jerez...
verdadera
tradición del «cante»... Provecto Juan Breva, insupe-
rable
Chacón, celebérrima Antequerana. Nombres
gloriosos de la Trini y la Paloma, de el Canario, el
Pollo Santa María, Andrés el Mellizo, pelista,
por no despertar á coda
Tomás
la ilustre
Fosforito,
Pa-
legión de los
muertos... Pastora, la de los tientos, Re\'uelta, lo Torres,
el
Niño de Cabra, Ramón
Manoel
de
Triana, Mochuelo, Prada, entre los vivos...
Por vosotros y para vosotros se ha escrito este liY también para ti, sobre todo para ti, hermano
bro.
Juan del Pueblo, Juan andaluz, Juan sevillano, por excelencia.
Mal digo que
se
ha
escrito,
porque
las coplas
no
MANUEL MACHADO
84
se escriben; se cantan y se sienten, nacen del cora-
no de
zón, tos
la inteligencia,
que de
y están más hechas de
palabras... Sólo la
costumbre de
gri-
llorar
cantando, propia de nuestro pueblo, es capaz de en-
pena y tantos amores en
cerrar tanta
una malagueña, ó en
los tercios
de
canto llano de una «segui-
el
riya>.
No, no se escriben
las
coplas ni son tales coplas
verdaderas hasta que «no se sabe» autor. ¡Y este
de
los
que
glorioso anónimo
el
nombre
del
premio supremo
género de poemas componen!
tal
oído en boca
es el
del pueblo los cantares
Yo he
de Ferrán, de
Trueba, de Montoto, los de Alfonso de Tovar y Enrique Paradas, sin que
el
nombres, honor de nuestra Y, en
el
pueblo conociese estos literatura...
fondo, yo mismo, cuando hago cantares,
soy pueblo por
el sentir
No
y por
el hablar:
canto porque
me
escuchen
ni para lucir la voz.
Canto porque no se junten pena con el dolor.
la
Yo mismo, allí
soy,
estilo
de
de mi
andaluz, sevillano hasta la médula (de
allí
mis padres y mis abuelos), canto,
tierra, los
al
sentimientos propios, sin otra
LA GUERRA LITERARIA
8$
idea que la de aliviarlos ó exaltarlos, según len ó
me
para cantarlos
plas, suspiros
de
la
que
la
Un
en
la
expresión
les
aco-
como suyos, ahí quedan mis co-
el viento,
gotas de agua en
el
mar
poesía del pueblo...
Cantadlas.
de
por humanos, son á veces,
de todos ójosde muchos, y
moda
due-
complacen...
Si estos sentimientos,
los
me
Y
no hayáis miedo de que yo
reivindi-
propiedad. día
que escuché alguna de mis soleares en boca
cierta flamenquilla
de nadie sabía
leer ni
en una «juerga» andaluza, don-
me
conocía, sentí la noción de
esa gloria paradógica que consiste en ser perfecta-
mente ignorado, y admirablemente sentido y comprendido.
Y
no quiero más.
8/
LA GUERRA LITERARL\
NIEVE, SOL Y TOMILLO (primera 0BR.\ del poeta ANTONIO ANDIÓN.)
Este libro representa dos cosas grandes y sagradas: el
amor
ai arte,
alegría de vivir,
y
el
de
entusiasmo de escribir,
la
juventud. Es la
de rimar en este mundo
desapacible y prosaico: es la divina ceguera de la fe
en
lo bello,
por encima de tanta cosa
que palmetea y canta generosa,
Obra
mos
fea.
Es
la vida,
á pesar de todo.
primera, balbuciente, cruda, llena de espas-
líricos
y de garrulerías juveniles, tiene, sin em-
bargo, algo que es
la
garantía del ser para
mañana
y la ejecutoria y blasón de un noble y verdadero poeta. La originalidad casi absoluta, el «estilo» por completo independiente de las actuales tes poéticas,
modas y
corrien-
en que no pueden menos de caer
de su tiempo principiantes.
al fin
y
al
cabo
—
casi
—hijos
todos los jóvenes
MANUEL MACHADO
55
No. En estos «versos de
la
Sierra» no
hay remi-
niscencias de los grandes vates castellanos
taron y cantan «serranillas». Pero
momentos,
la
sí
al
pintar
un
Oidle, el
cielo
muchos
severidad escueta y castiza de ios pri-
mitivos. Y, casi siem.pre, el acierto y el tino
tingue
que can-
hay, en
que
dis-
poeta de los demás seres, cuando quieren
un estado de alma.
paisaje ó si
no, cuando dice la «Paz de la tarde», bajo
frío,
sobre
el
suelo helado del paisaje se-
rrano:
El sol con fugaces lampos simula
iris
pasajeros,
tiembla en lejanos senderos
alguna copla serrana, mientras que
la
sombra gana
y dormido, silencio prendido
el aire triste
y en el queda el son de una campana.
Los dos últimos versos son del todo
magistrales.
Hablando de «El Pinar», gran señor en todo bro, tiene
de hay
el li-
una sinfonía en mil matices de verde, don-
frases tan atrevidas
y tan sugestivas coma
esta:
Y el monte
aquietado lanzando un quejido,
parece que tiene también corazón.
LA GUERRA LITERARIA
Ved ta
89
ahora con qué sencillez os da
de esas
la
noción exac-
de luna», frecuentes en
claras «tardes
la
sierra:
Y la
luna va ascendiendo
milagrosa entre pinares.
Luna
luna bruja,
bella,
del crepúsculo en la tarde.
O
de cómo
el sol,
cayendo
picachos de
los
tras
Guadarrama: es,
puesto en
la
cumbre que
como puerta de oro
Todo
esto es agrio y
turaleza serrana y
Pero á veces
en
frío,
como conviene
paramera que
reanima
la
va mordiendo,
el
á la na-
poeta contempla.
hielo se funde, el aura se entibia y el
el
sol calienta y
le
del cielo, cerrada.
el
campo y
el cielo.
paz del crepúsculo es
la
Y
tarde
galante madrigal escrito en oro:
O, bien, como un llanto benéfico y humano poeta
lo dice
—
la lluvia
,
liente pineda, sobre los
cae dulcemente sobre
Detened,
la
los zagales,
canciones de amor,
el
va-
barrancos y tremedales.
entonces:
las
—
Y
MANUEL MACHADO
90 que
está el cielo serrano
llorando su dolor.
Y
luego,
mañana decir
el
como una
deliciosa,
sonrisa de niño,
amanece esa
que tan bellamente sabe
sentir
y
poeta:
Como moza de fiesta despertó
la
mañana,
bullidora de risas,
deslumbrante de
Y
más
sol.
adelante, en «Sol de invierno»:
Mañanita limpia,
mañana de
sol,
suave, tibia, hermosa,
como un
Hasta aquí recen en
las
nvievo amor.
el paisaje.
Ahora,
dos partes del
mances del pueblo»: y
las figuras.
libro,
que se
los «Varios
Estas apa-
titulan
«Ro-
poemas», con que
la obra termina.
Las
figuras...
Son pocas y
simples,
como cumple
este escenario tan grande y tan desolado. zas y
mozos de
fiesta
á
Son mo-
ó de trabajo. Ancianas caseras
y viejos leñadores. Pastoras y
zagales, cabras y lobos...
LA GUERRA LITERARIA
9
Música de dos solos instrumentos: tamboril y gaita... Pero la misma justeza, el mismo ingenuo acierto en la pintura
de
Ved cómo
las
costumbres que en
en una «Tarde de
la del paisaje.
fiesta>,
bajo
el
pobra
sol del pueblecillo serrano,
Ya
rebrinca
la alegre
ya,
el
dulzaina suena,
van pasando
sobre
el
tamboril,
hombro
los
mozos chaqueta,
la
mirando hacia los balcones donde las mozas se arreglan.
Y
asomaos luego á
la
vida cotidiana de estos míse-
ros leñadores milenarios:
Grazna un
grajo, silba el aire,
crepita la lumbre, el viento
llamando está á los
cristales,
ignorado mensajero.
— ¿Te acuerdas?... — —Me acuerdo — dice
la vieja, dice.
Y
la
el
abuelo.
leña que cortada
fué de fuerte tronco viejo,
crepitando en
el
hogar
parece decir: Recuerdo...
92
.
De
MANUEL MACHADO
propósito he dejado hablar sólo
al
autor para
poder terminar esta vaga impresión mía, diciédoos:
Saludemos ahora
como cumple
la
aparición de un nuevo poeta
á tan raro y fausto acontecimiento.
Poeta de hoy, y sobre todo de mañana, Andión no es modernista.
de
Andión
la palabra; es decir,
jo...
y de
lo
es
moderno en
el
gran sentido
independientemente de
lo vie-
nuevo. Trata sencillamente de ser «él
mismo», y se busca y se persigue, no á través de libros ni
jo
de
los
los aplausos del vulgo, sino ante el espe-
de su propia vida y de
la
Naturaleza que se ofrece
á sus ojos. Aislado entre pinares y^barrancos del
darrama, habitante de
las nieves casi
Gua-
perpetuas de
la
Carpetana, en una época de su vida, nos da este pri-
mer
libro
al tomillo
de versos serranos é inverniegos, que saben y á
las jaras
Es su primera
copla.
amargas de
Vamos
la
montaña
á escuchar.
fría.
LA GUERRA LITERARIA
93
UN NUEVO POETA Y SU SEGUNDO LIBRO «SERRANIEGAS», POR ANTONIO ANDIüN
Este nuevo poeta que nos presenta hoy su segundo
Antonio Andión,
libro,
uno de
los
el
joven escritor que obtuvo
primeros premios en
Academia de
la
dos meses
tomo premiado, Nieve,
el
libro, titulado
por ahora
el ciclo
éxito.
sol
y
Hoy
Serraniegas, con
el
tomillo,
cual termina,
de sus coplas serranas.
ó debe hacer en su
la
libro,
en particular.
noto en primer término una cualidad harto rara
en nuestros poetas de estos últimos
mí constituye obra
no más mi im-
personalidad del poeta en general,
con motivo de este su segundo
Y
la crí-
flamante escri-
día, del
tor y de su labor, quiero yo adelantar
presión sobre
que
nos da un
Sin entrar hoy en un detenido estudio, que tica hará,
la
Poesía Española, publicó aún no hace
ha obtenido un verdadero
nuevo
concurso de
el
me
la
más segura
días,
y que para
garantía para que
interese: la sinceridad.
una
MANUEL MACHADO
94 Consecuencia de
!o sincero
de un escritor es
la
naturalidad de la obra en el fondo y aun en la forma.
Esa
difícil
y encantadora naturalidad que da á
las
creaciones del arte la divina gracia de las plantas que
crecen en
Un más
el aire libre,
ligero
bajo
la luz inimitable.
examen de Serraniegas
dirá todo esto
claro.
Quiero mi alma templar en la aspereza y en la grandiosidad de la montaña,
comienza diciendo
el
monte no
poeta,
muy
Pero sabe
serrano.
enamorado del
paisaje
bien que esta nieve del
es la nieve de las cuartillas.
Y
que aquella
Naturaleza salvaje y huraña y fuerte, no se entrega á
Aquel que no ha escalado del monte las alturas, en su belleza agreste un momento ha vivido, ni el vuelo de las águilas cerca de él ha sentido, ni
ni ensangrentó su
Y
mano
entonces se entrega
entre las quebraduras.
él
á su vez, por completo.
¡Sólo ella grandeza es toda!
¡Sólo este
Y
así,
amor
es el grande!
entra de lleno en la vida del campo, que va
á ser su vida y va á ser su libro.
Y
baja á las cañadas,
LA GUERRA LITERARIA
95
y trepa, entre breñales, á
picachos de
los
la
cumbre.
Y, todo ojos y oídos, escucha los diálogos campesinos
que inmortalizaron á
Leed
Santillana.
las
poe-
sías
«La misa del domingo», «La posada», «El sante-
ro».
Y notad cómo
sorprendidas en
guna de critor,
literatura.
cuando
los escenarios
más
la
y
las figuras están
clara realidad, sin mezcla al-
Sólo una vez se mienta aquí
el es-
dice:
Es del trabajo mi mesa, sencilla,
y en
ella
como yo en
soy,
las solas
horas
tejiendo mis rimas voy.
Pero también se'siente en torno de este cuadro, y entrando por suspiro de la
la
ventana de
madre
Lo demás todo
la casita rústica,
el
gran
tierra.
es paisaje, sin olvidar las grandes
cosas importantes de tierra y
cielo,
«La
carretera»,
«El camino de Santiago» tienen dos hermosos poe-
mas en
este libro.
inacabable, tiene,
La
carretera monótona, blanca,
además de
los
mendigos y cami-
nantes de ordinario, sus dolores fantásticos, que canta
en los árboles
el
medroso «cárabo», y sus tragedias
reales y antipáticas; pero tan humanas...
•96
MANUEL MACHADO
.
Señores
civiles,
no aprieten
,
clama
el
la
cuerda,
pobre preso conducido por
la
interminable
calzada.
Pero estas escenas desfilan pronto y se esfuman
rápidamente en
el
mar
del
dero y único protagonista, El suelo es
campo y
Y
el
monte, verda-
en los días estivales
luz, el paisaje
de la montaña bravia, con brumas de lejanía, es todo un verde celaje.
Ved
ahora una «Tarde en
la Sierra»:
Placidez de la tarde campesina,
quietud
la
de
los valles alejados,
piar de golondrina, los
montes azulados,
verdor de
la colina.
Y
un reir de la brisa entre pinares, un cantar de la fuente rum.oroso, y voz de mujer. una y
De
la
mujer, que puede y debe estar
allí.
Pastora zahareña
que desde ingente peña
LA GUERRA LITERARIA mirando
y
el
97
estás el trasponer del sol,
la
de cara trigueña,
la
de mano pequeña
pelo cantueso y ababol.
una voz de mujer divina y melodiosa
nuestro paso mecer, el
rezo de la brisa entre
el pinar,
andar, andar y andar,
en
la
tarde dichosa
oro, azul, verde y rosa.
Esta es
la
que se mete por
el
alma del poeta, y
convirtiéndolo ya en un personaje propio de aquellos riscos, le
ayuda á codearse con pastoras y zagales,
tomando parte en sus conversaciones sobre las estrellas,
presenciando
la
lona de «Entre brutos anda
el
lobo y
graciosa disputa y comiel
juego»,
y,
finalmente,
haciéndole cantar coplas serranas con ellos y tan serranas
como
las
de
ellos
mismos. Oidlas.
Yo no
co-
nozco nada tan sabrosamente popular y campesino: Eres chiquita y blanca
como
la flor del tomillo,
perfume de tus besos tienen su perfume mismo. el
MANUEL MACHADO
gS
El querer he comparado una cuerda de guitarra: si está muy floja, no suena; á
si
está
muy
Como
tirante, salta.
la flor del
espino
tiene mi novia la cara,
y como ella tiene espinas que en el corazón se clavan.
Y las
coplas son muchas.
Pero Andión, que no volverá á ser más poeta serrano, por lo
mismo que
lo era
libro
con una despedida á sus
llena
de amor, que hace venir
de verdad, termina su lares serraniegos, tan las
lágrimas á los ojos:
Adiós, sierra amiga,
que vuelve al camino, en pos de unas luces que ciegan y abrasan, mi incierto destino. •
La
vida lo aparta lejos de esta grandeza serena.
Otras cintas van á ponerse en su cinematógrafo. Pero
en
el espíritu
quedan
la
paz y
Alma de tu
amor
es
la fuerza.
la sierra,
mi guía,
LA GUERRA LITERARIA
99
ungidos mis ojos irán para siempre
de tu poesía.
Y
al final:
Y allá
va
el
rapsoda
su vivir glosando.
iQué
días
me
esperan? ¿Qué noches
me
amargan?
¿Quién oirá mi canto?
Todos, noble poeta,
lo
mientras sea sincero y claro
Yo he
atravesado,
por tu campo y tu
como
como un
libro.
las florecillas franciscanas
esto será ahora
escucharán con deleite, hasta aquí.
viajero del expreso,
Otros se detendrán á coger
de que está sembrado.
que tus versos pasan á
público, y la crítica de tu obra «á
las
manos
más señores».
Y
del
LA GUERRA LITERARIA
lOI
UN PASEO Y UN LIBRO
Acabo de
dejar á mi
también mi hermano
Veníamos charlando
mos
á
un
hermano y
á
arte y literatura y criticába-
viejo crítico, el
más
viejo
Al embocar en Recoletos, desde lando á
de
la carrera
un amigo que es
intelectual.
la
de todos. la Cibeles,
derecha, dijo
seña-
amigo:
el
—Por hace — Y por aquí hace gente — observó mi hermano. Seallí
sol,
guimos, sin embargo,
la
acera de
animada todavía. Las cinco de Colón cruzamos á la
la
derecha.
el
Y
el
sol,
por
no
muy
luego en
No habíamos
gente ni íbamos á ahorrarnos
Para
la izquierda, la tarde.
evitado
lo visto.
caso que nosotros le hacíamos...
Al despedirnos para mañana, mi amigo
me
dejó
uno, de dos libros que había comprado, Antonio Azorin,
de Martínez Ruiz.
to seco,
Un
libro tibio, callado,
con descripciones de
tierra
pobre de
un
tan-
Castilla
MANUEL MACHADO
102
y de almas
un
serias,
tanto inquietas, sobre todo la
del protagonista Azorín, José Martínez Ruiz. Libro
bien escrito, sin adjetivos ni desvarios de imaginación,
de
muy
cerca del verdadero saber del arte, y don-
está bien
dada
la
sensación de quietud, que paci-
mi alma de verdad, como cumple á un buen
fica
saje grisote
y tranquilo de
los
que
él cultiva,
pai-
siente y
habita durante muchas temporadas del año.
Todo
esto vi abriendo el libro, con
saqué de del sitio
Pero
la cartera
adonde pensaba
la
posesión del
riosidad que iba,
me
ir
cífica
que
camino
el
desde esta mañana,..
libro, la tranquila
y buena cu-
inspiraba y la calma del día que se
ir
á ver
más gente y emprender
la vuel-
mi casa por caminos poco frecuentados y
para tardar
mucho y gozarme toda
y mi buen
Y como ra,
tarjeta
pusieron tan bien con mi soledad ambulante,
que decidí no ta á
me
una
cuando emprendí solo
el
libro hasta
que deja
la
por una de á la calle
aquella tarde pa-
donde pudiera.
brida suelta á
nada inquieto del paso las transversales
largos,
ni
de
de
la
la
mta,
cabalgadu-
me
la Castellana
dejé
ir
que van
de Almagro, y con un vago designio de pa-
sar luego por el paseo del Obelisco ó del Cisne, an-
tiguos barrios míos...
El libro iba alimentando en mí
la tranquila
dispo-
LA GUERRA LITERARIA
IO3
de contemplar. Desinteresadamente y
sición
sin
gran
curiosidad.
De cuando
en cuando,
conocía los sitios los
en
y
según se las
me
presentaban. Otras veces, abstraído
elucubraciones del buen Azorín, pasaba sin ver,
sólo
el
me daba
olor
sensación del cambio de lu-
la
huelen de
gar, las calles
casi todas. Paseaba, lee
dor,
terminar un capítulo, re-
al
por donde iba pasando y saludába-
modo que
diferente,
te
mirar alrede-
lee, sin
como caminante acostumbrado ó
aunque mal
indiferente
El ansia de paz y de vistas inofensivas y algo sosas
que padece Antonio Azorín en sus cartas á Pepita, se
me comunica
—á
dulcemente
mí
sin angustia
— y no
dejo de saborear lo solitario y tranquilo de mi itinerario, bien
iluminado y no
próxima puesta del
Ahora son
las calles
ca de Navarra, solitarias
muy
caluroso, gracias á la
de hoy.
de
Orfila,
Zurbano,
Monte Esquinza, todas
Doña Blan-
iguales, todas
y tranquilas, con ese aspecto recogido de
las barriadas ricas.
de
sol
Alguno que otro cochero, en
traje
unos arreos, prepara un coche. Aquel
faena, limpia
tiene puesta ya la corbata blanca, y el estirado cuello
y
el
sombrero de copa, mientras en mangas de cami-
sa da la última
Por
lo
demás
mano
ni
á los metales de
un alma,
las
un
collerón...
ventanas cerradas. Las
MANUEL MACHADO
104
puertas cocheras, color sepia ó siena, festoneadas
al-
gunas por hiedras ó parras, se abren como un bostezo en
el
fondo de
está siempre lleno
cuyo suelo de granito
los patios,
de
agua...
Algunos hoteles rodeados de
jardín,
un
jardín po-
bre, avergonzado de verse así en mitad de la calle;
otros jardines,
de
las casas
por
muy
pocos, á la andaluza, están dentro
como un amable
secreto y se columbran
tal cual ventanilla entreabierta.
En
la calle, nadie.
Ante un gran portalón un coche
parado.
Vuelvo mis ojos
dome
el
chegas.
de
al libro
y Azorín sigue presentán-
alma turbia y resignada de
La costumbre de
la inopia.
Y
la
muerte.
La conformidad
menguados.
cho de paisaje con muy pocas al
man-
pasan páginas sórdidas con viejas y
viejos labriegos pobres y
ne
las llanuras
Un
figuras,
cuadro an-
como
convie-
asunto, que es la soledad y la tristeza de la
me-
seta.
La
figura
animada de Pepita, con ojos prometedo-
res y labios rojos, es lo único
que vive en
el
cuadro
parduzco en que se mueve Azorín.
A to
mí tampoco
me
me
llama
rodea. El libro y
el
la
atención nada de cuan-
Madrid que recorro son de
una calma absoluta, y cuando
llego á la
amarga pro-
LA GUERRA LITERARIA
de Verdú contra
testa
está
IO5
vida parda y sórdida á que
la
condenado, cuando llego á sus ansias de juven-
tud eterna y á sus angustias por
me quedo
va,
el espíritu
algo asombrado y separo
que se
le
del
la vista
libro para dejarla caer sobre el paisaje.
Aiiora he llegado á
que ocupa inmenso bloques de didos en
que
caliza
el suelo,
los labran
hierro.
la
esquina del paseo del Cisne,
taller
de cantería. Los gruesos
y granito, ya algo regularizados, tenllegan a la cintura de los
con grandes cinceles y martillos de
La postura de
estos obreros, es quizás la
antigua /íí.rt" de los hombres.
jador megalítico. El ril
taller es
La
más
del primitivo traba-
un inmenso campo
esté-
cubierto de arena de sílice y lascas de caliza y ro-
deado de una pequeña muralla Al
presencia de un
fin la
en forma de
castillo
ciclópea.
hotel de
medioeval, que á
mucho hace quince años, al
hombres
me
advierte que he llegado
paseo del Obelisco. Los arbolillos
ñado en dos casi
todo
el
hileras á
me han acompa-
derecha é izquierda durante
camino, y están aquí también,
vitándome á seguir entre
sombra á
muy mal gusto mí me gustaba
lo
ellos,
largo del antiguo
como
in-
con un engaño de paseo tan
conoci-
do mío. Continúa todavía
el
buen aspecto de
estos arraba-
MANUEL MACHADO
106
les,
pero ya estoy casi fuera de
la
población.
que pensar en trenes de circunvalación y les
de
Hay,
cintura.
sin
No hay
ferrocarri-
embargo, un viejo tranvía
polvoriento que pasa cada hora.
Lo acaban de
esta-
blecer y parece ya una institución antiquísima. Es virtud de
Leo Azorín. Se
la tierra,
enfrasca en disqui-
siciones sobre agricultura, industria y clericalismo.
Mis ojos columbran también aquí dos ó neas de fábricas y extranjeras.
con sus
Y
que
capillas.
y
muy
es
mín, las Reparadoras,
Un acontecimiento titución Libre
La
chime-
por todos lados conventos, oratorios
iglesias
adoratrices,
tres
muestras de algunas industrias
las
el
Uno de
frailes,
aristocrático, el
oratorio de...
en mi paseo. El hotel de La Ins-
me
eduqué.
también un gran jardín
interior;
de Enseñanza donde yo
vieja casa tiene
otro de
de San Fer-
pero este jardín no es como los otros un secreto para mí.
Es un
viejo amigo.
Yo
lo
he corrido mil veces,
he cultivado, cavado, podado... ¡Oh
días benditos!
lo
Oh
casa bendita por la presencia del santo Giner de los Ríos,
La
el
maestro adorable y adorado!...
vieja plancha
verde con su
de metal sobre
letrero,
he visto
el
ancha puerta
ha despertado en mí
de hace quince años, y cariño,
la
al
el
mundo
saludarle, casi llorando
de
timbre que tocábamos para entrar,
LA GUERRA LITERARIA
alzándonos sobre
ya mucho más
las
bajo...
10/
puntas de los pies. Ahora está
Es
decir,
yo no tendría que em-
pinarme para alcanzarlo.
*•
Otro convento, y desemboco
de
eit la Glorieta
la
Chamberí. Otra cosa. El barrio populoso y
Iglesia.
Los árboles ya no están contentos
obrero.
calles se
Las
aquí.
pueblan de gentes pálidas y sucias. Pero hay
gente, tiendas, industrias.
Se acabaron
los
hoteles,
ahora son grandes casas de muchos pisos, grupos á
la
puerta, tranvías, carros, algún coche.
El día se va acabando, y leo apresuradamente final
de mi
libro
encantado con
Sarrio,
el
que come bien,
es generoso y no se preocupa de nada.
Olores acres frutería,
me
advierten
el
cambio de
Una
lugar.
una tienda de ultramarinos, tabernas,
es-
tancos...
A
la
puerta de una tienda retozan unos aprendices
que han dado ya de mano. Al verme tan ensimisma-
do en
la lectura,
se á mi costa
si
empiezan á sisear con objeto de
vuelvo
la
Pero yo he terminado do, recompongo mi
con lle
el
paso de
el
ya, cierro
mi
libro, lo
guar-
de transeúnte vulgar, y ya
que va á algún
de Fuencarral y
Mi madre
aire
reír-
cabeza.
me meto
sitio,
cruzo á la ca-
en casa.
está encantada con la florescencia
de un
MANUEL MACHADO
I08
jazminero que
ella tiene
en
el
balcón,
un milagro, una
cosa inverosímil, jazmines aquí, en Madrid.
Pero yo vengo dispuesto á no saber de nada, sino
que
escribir algo sobre el libro
paseo.
Y
mucho y
escribo
rándome con Azorín,
lo
me
perezoso y tiene que estar la
fin,
enca-
le digo:
Tiene usted razón. El país de
bién es rutinario,
ha acompañado á
rompo, y por
triste
Castilla es
pobre y
naturalmente.
inocencia antipática de
Tam-
la rutina.
Está desocupado y preocupadísimo. Se inquieta de
la
Y
Y
muerte y no de
Madrid
es la
Pero es pinta
así,
la vida.
digna capital
muy hermoso
eso es congénito en
de ese pobre pueblo.
el
cuadro en que usted lo
y usted ha hecho lo que
usted tranquilo.
él.
le
competía. Esté
LA GUERRA LITERARIA
I09
JERUSALÉM POR
Ha
pasado
el
E.
GÓMEZ CARRILLO
verano con sus fuertes luces y sus
miles colores. El verano centrífugo y expansivo. Las
gentes y los espíritus empiezan á volver á casa con las
primeras lluvias del Otoño. El mismo
zado ya contra
la
cielo,
embo-
contemplación, parece rechazar
nuestras miradas y convertirlas hacia la tierra y hacia
nosotros mismos, llorón, grisiento. Es
la
hora de reco-
gerse y de leer.
Y, sin embargo,
el
primer libro que está sobre mi
mesa, no es un libro otoñal, sino claro y meridiano.
La admirable
pintura hablada de que están llenas sus
páginas, y que se mete por los ojos
ánimo, prolonga en mi espíritu nosas y estivales.
De
las
al
par que por
el
sensaciones lumi-
entre sus estrofas, que
tal
pu-
diera llamarse á estos capítulos perfectos, se exhala el
MAXUEL MACHADO
lio
aroma, que trasmina, á los nardos de Oriente: Jenisalcm. Si tomáis la imaginación lírica del
padre
con
pláis
dora de
la
la
Dumas
y
el
exuberante y
la gracia
admirable Teo, y
escueta elegancia, con
la
tem-
evoca-
la justeza
palabra de Loti, tendréis la fórmula
más
compleja y completa para escribir hermosos libros de viajes.
Pero
si
añadís á estos elementos formales
el
más
inquieto espíritu poético de nuestro tiempo, una superficialidad, aparente
en
caricia
y
el
no más, que convierte
paso en vuelo, un misticismo
el
toque flor
de
escepticismo la más exquisita y un sentimiento pro-
fundo y consciente de réis
en
Gómez
En
el
la
inmensa
tristeza judía, esta-
camino de saborear este gran poema de
Carrillo,
que se
titula Jeriisalém.
efecto, si la maravilla
consiste en ser
de
la
moderna
una especie de conjuro por
literatura el cual las
cosas hablan, los paisajes lloran ó ríen, las ruinas
trai-
cionan sus recuerdos; pocas veces he visto yo brotar
más
clara,
más expresiva y evocadora,
través de las páginas de
Lo que
es
Carrillo tanta lo
hoy
la
un
realidad á
Tierra Santa, tiene en la obra de
memoria del pasado,
que fué como en
la
libro.
la
tanta añoranza
de
propia realidad conserva. Tie-
LA GUERRA LITERARIA
ne,
además, toda
la
III
noción de
lo
que aguarda
la in-
fatigable esperanza israelita.
Pueblo de nyer tendido hacia
ha sabido, y esto es
el
Iciv
el
mañana,
Carrillo
motiv amargo de su
obra, el presente de este pueblo sin hoy; constante
La conquis-
aspiración angustiosa y vida de no vivir. ta del oro
—
piradísimos
,
Carrillo nos lo confirma en párrafos ins-
— no
integró nunca
de este pue-
el ideal
blo de pastores, guerreros y sacerdotes...
Pero coordinemos un poco estas impresiones en obsequio del público, ya que
y palpitante escapa á
Viajemos con
Damasco, de
la
la crítica
obra de Carrillo viva
como
la
vida misma.
él.
ciudad de todo tiempo, con
la
los jardines interiores, le revela
toda
sulmana, religiosa, celosa, voluptuosa.
el
la
poesía
alma mu-
A ella
se refie-
ren los capítulos que describen la Meca, los peregri-
nos á
la
Kaaba,
el Serrallo
los patios blancos
ricos oros
de
impregnadas y
el
humo
ello íntimo,
las
de
del bajá Djenín.
Aquí son
y frescos festonados de jazmín, los tapicerías
de Bagdad y de
los capitosos
balsámico de
las
Persia,
perfumes orientales narghilés;
pero todo
rodeado de muros, en Sevilla blancos,
aquí pardos ó grisientos, cindadelas de voluptuosidad, jardines recónditos cuya alma es
el
agua y cuya
MANUEL MACHADO
112
VOZ (yo
he oído en
la
la
Alhambra) es
agua tam-
el
bién.
Luego son duvo
zaret, los llas.
los
campos y
mares por donde an-
los
Jesús. Tiberiades, El Santo Lago, El Tabor, Na-
nombres sagrados que hay que
Jerusalém.
La
con una unción complejísima de
ta
oir
de
divina figura, evocada por arte,
rodi-
el
poe-
de sabiduría
estas páginas. Leedlas
y de sentimiento, diviniza
con
toda devoción.
He
aquí
— para terminar — lo que
francés, Paul
de
la
más
Souday dice en Le Temps
edición francesa de
«No
el
la
se va á Jerusalém con las
mismas disposiciones
con preocupaciones estéticas
desilusionado. Sin caer en
á propósito
Icrusalciu de Carrillo.
que á Grecia y Roma. Peladan fué quizás la visitó
alto crítico
el
mismo
y,
el
único que
claro, salió
error Chateau-
briand y Loti se aburrieron también. Loti lo confiesa,
Chateaubriand
lo
deja adivinar.
Gómez
Carrillo,
en
cambio, conmovido y conquistado por esta atmósfera
de
fe ardiente, sin reparar
considerado
las
en
la
fealdad material, ha
almas y evocado, sobre todo, los
re-
cuerdos del Evangelio. «Los monjes, dice Loti, han realizado el milagro de convertir á Jetsemani en algo
vulgar y mezquino». Sin discutirlo. Carrillo, descarta
toda mezquina vulgaridad y subordina
lo
contingente
LA GUERRA LITERARIA
y profano á acierta
de
lo
II 3
esencial,
lleno.
Un
es decir, á lo
divino, y así
viaje á Tierra Santa es siempre
en cierto modo, una Cruzada,
Cruzada última de arte
apasionado, consignada
para siempre en este libro que devenido ya mundial,
quedará como uno de se han escrito sobre
los
los
más
deliciosos
Santos Lugares.
poemas que"
INTENCIONES
LA GUERRA LITERARIA
II7
AUTOCRÍTICA Carta al poeta Jiuxn R. Jiménez.
La es
vida, Juan, á
despecho de nuestras canciones,
una cosa bastante pesada y
Sus olas (ya que
difícil.
hemos convenido en compararla
al
mar) más parecen
de plomo fundido que de otro líquido más corriente nos arrastra á veces
liviano.
más tiempo
pensamos y con fuerza mayor que
del
Su
que
de nuestras me-
la
jores voluntades.
Todo
esto para decirte cómo, deseando haberte
escrito antes, se
dad
náufrago lla,
han pasado
es que, siguiendo
yo
al
mi
libro el
los días
días; ver-
y los
el símil anterior,
hundirse arroja á
te envié
El rnal poema, por ras del
en
y como
las olas la célebre
el
bote-
por delante. Habrás recibido
que
todo mal. Conozco
te suplico la
que no
me
quie-
delicadeza de tu espíritu
y sé que te chocan ciertas trivialidades y malsonancias
de que por desgracia está lleno nuestro
vivir.
Pero
creo haberte dicho en mi descargo que, no sólo se
MANUEL MACHADO
Il8
canta lo que se ama, sino lo que se odia más cordial-
mente.
En suma, todo
Hay una
lo
que de veras nos impresiona.
apariencia y quizás una substancia
tal
de
vida en algunos de mis malos poemas, que, reflejando,
en efecto,
la
vida de muchos jóvenes de mi tiempo,
han podido parecer y han parecido beraciones de
la
destellos y rever-
mía propia.
Cierto que yo he visto, oído, gustado, esas cosas cuyo sabor
Pero, platónicamente, ó mejor,
y simplemente.
Lo que hay
es
ños de elegir sus espectáculos. diente pone á
muchas de
amargo se nota en mi
un poeta como
como
libro.
espectador, pura
que no todos son due-
Una
fortuna indepen-
tú en condiciones
de
escoger su jardín y aislarse para vivir en toda belleza.
Yo no
sé
si
á mí
me
hubiera ocurrido otro tanto.
Y
aun presumo que no, porque soy inquieto de mío y
de natural turbulento.
Los
talentos
poéticos que más
me
asimilo son
Poe, Heine, Verlaine, nuestro Bécquer, aventureros del ideal á través de las pasiones amargas y de la
vida rota.
Congenio con sería vivir
Virgilio ó
gales
de
y
ellos,
pero no
los
amo. Mi gusto
escribir las serenidades bucólicas
— más abajo —
los clásicos siglo
de un
los elegantes y fríos madri-
de oro, paisanos míos. E^ s^
LA GUERRA LITERARIA
I
escuela sevillana tan fina y tan ser
un Horacio á
Cuan
lo
O
en todo caso,
Fray Luis.
de todo eso
lejos
fría.
IQ
me veo yo mismo en El mal me causa, en el fondo, ha-
poema, y cuánta vergüenza ber dado á
la
nismos de un
estampa algo que pueden parecer libertino,
que impresiones de un ingenuo Tú, beato,
tú,
ci-
no siendo en realidad más archisensible.
dichoso desde tu rincón florido, lejos
del ruido mundanal, despójate de la última pasión
de odiarlas
todas), para leer esos versos,
(la
y no pienses
que tu sensibilidad ha de quedar más herida con
que
leerlos diría
ahora
la
mía con
escribirlos...
en mi abono, pero temo
me
Mucho más
te
y además
fastidiarte,
toca á mí escuchar lo que tu fino y puro
y fuerte talento quiera
responderme sobre
el
par-
ticular.
Hablemos ahora de
ti.
Se
me ha
dicho (no sé con
qué fundamento) que pensabas
realizar
todos tus
bienes y largarte á correr mundo.
No me
has pedido
consejo, ni lo necesitas.
Yo aplaudo
á una sola condición:
la
de que conserves
florido para la vuelta.
Porque ese
volver á soñar.
Cuando hayas
tu arriscamiento el
rincón
es el final necesario,
vivido,
cuando hayas
gozado, y más sufrido, placeres y penas reales, no estarás
mucho más adelantado que
ahora.
MANUEL MACHADO
120
Pero preciso es que
así sea,
so pena de convertirse
en una figura de paisaje. (¿Qué mal habría en Pero, en
fin,
por bella que
tienes razón, la vista sea,
bueno que
está correr
de una sola cosa,
acaba por devenir una pesadilla.
Y, además, los sentidos y cen, se atrofian
ello?)
el
corazón que no se ejer-
y languidecen. Preciso es vivir, y
mundo, ya que no hay
otra cosa
correr. Pero, te lo repito, conserva tu rincón para
la vuelta
y que Dios te bendiga en
el
camino.
121
LA GUERRA LITERARIA
POR LA CAPA
Yo no
No
soy un tradicionalista á ultranza.
creo con
demasiada ferocidad en aquello de que cualquiera tiempo pasado fué mejor.
No
protesto de lo nuevo, que,
también, pena de
la vida...
al
cabo, se hará viejo
Pero entiendo que no por
admitir los flamantes adelantos se han de perder y
echar
al
olvido las cosas útiles y bellas de los días
atrás. Filosofía bien
burguesa y Uanota
si
queréis,
pero bien intencionada, de aprovecharlo todo. Tiene sin
duda
lo
modernísimo
el
encanto y
la
frescura
lo joven, un encanto fuerte. Pero hay en
las
antiguas también su agrado, su magia especial,
encanto delicado y
fino
de
cosas
un
á través del tiempo, gran
poeta.
Y hay
do, en
una palabra, que aceptemos regocijados
algo más, hay
el carácter.
Yo comprenel
ad-
mirable automóvil, devorador del tiempo y del espa-
MANUEL MACHADO
122
cío, el
el
y
maravilloso aeroplano.
la
con
indumentaria, que yo quisiera, á
poco más
artística
ó menos
está, sí así conviene.
que
bio, es
automóvil y
el
todas sus consecuencias, empezando
aeroplano,
por
Y
la
verdad, un
fea, siquiera.
Pero bien
Lo que no comprendo, en cam-
los españoles
hayamos abandonado tan
de prisa algo nacional, cómodo
útil
y bello y español:
la capa.
Ya
estoy oyendo decir á nuestros grandes filósofos
que no vale
pena de molestar
la
aten-
ción de nadie por semejantes trivialidades.
Y
á los
y
moralistas
escritores
que se da tilla,
la
compañeros, que éste es al
asunto de
las
el
enésimo golpe
prendas nacionales,
la
man-
la capa, etc.
Pues bien; no hay
tal trivialidad,
Pues bien, amigos míos, sido flojos,
La capa eficaz.
Y
el
es...
los
señores filósofos.
muchos golpes habrán
toque está en dar uno bueno. positivamente: un abrigo
cómodo y
Estéticamente: una prenda graciosa, original y
elegantísima. Moralmente: una insignia,
un emblema
del carácter español.
Se demuestran tipo:
las cosas.
El
frío
nacional tiene su
es rápidamente variable y requiere
un abrigo
que rápidamente se amolde á combatirlo, más ó menos susceptible de proporcionar diversos grados de calor
LA GUERRA LITERARIA
forma que se
según
la
puede
ser otro
Negar que
la
que
le dé.
Este abrigo variable no
capa.
la
forma
capa es una de
12$
flotante, airosa
y gallarda de
creaciones felices de la indu-
las
mentaria, no se le ha ocurrido á nadie. el
quid de
la
la
Si,
en efecto,
elegancia en el vestir está en el sello
podemos imprimir á nuestra
personal estético que
ropa, ¿qué prenda más capaz de plegarse á nuestro
gusto é idea que
la
admirable pañosa?
Un
gabán, por
bien hecho que esté, estará siempre hecho, y no podrá tener
más forma que
la capa,
la
en cambio, se
que
le
haya dado
la dais vosotros.
Y
el sastre.
A
en eso está
toque de su elegancia única. ¿No es verdad. Tama-
el
mes, Mendoza, Medrano?...
Hay, tal
sin duda,
motivos de índole moral que alejan,
vez para siempre, la capa clásica de nuestra vesti-
menta... Aires de fuera nos la
han arrebatado de
los
hombros. Pero cuida, que, cuando estemos del todo europeizados, no
vayamos á retraducir nuestra propia capa
del inglés ó del francés.
LA GUERRA LITERARIA
12$
LA CRÍTICA
En España como no hay que
No
sigue á la opinión.
opinión no hay
menos
leen,
veces.
la crítica
los
crítica.
Ahora
Son pocos
los
que se enteran, y nadie leerá dos
hay quien reúna
— sinceros—tres votos
este santo país del individualismo. Pero esto
— tan hermoso — en
bien;
literatura
ciones están siempre
al
en
mismo
hace daño. Las reputa-
comenzar, y
instante, vuelve á unirse luego,
roto
el hielo,
y vuelta á
la
un
ímproba
labor de abrirse camino.
He blico.
dicho que no hay Críticos
crítica.
Lo que no hay es pú-
somos todos, y todos
autores. Así,
aquí las reputaciones se hacen personalmente:
conoce mayor número de individuos es so.
Sólo
Jamás he
el trato social
visto
un
libro
el
el
que
más famo-
nos suma lectores ú oyentes.
de nadie en manos de quien
no fuera su amigo ó enemigo
personal...
Dicen que
MANUEL MACHADO
126
fuera
de esto hay
la
gran
verdadero, que no sabe reno...
No
lo creo...
porque no saben
si
masa de gente,
Esos no
leer.
el
público
soy alto ó bajo, rubio, moleen, entre otras razones,
LA GUERRA LITERARIA
127
EL PALACIO DE OÑATE
El Madrid viejo se va definitivamente. Poco golosos de arte, nada tradicionalistas rutinarios
—
—á
pesar de bien
nulamente aficionados á
,
Historia,
la
nuestros contemporáneos madrileños prefieren el en-
sanche y
la
del pasado.
urbanización á los pintorescos recuerdos
Es un
criterio
como
otro cualquiera, y
hemos de impugnarlo, aunque no
no
para ello
faltarían
razones tan modernas, prácticas y hasta utilitarias
como
las
Séanos
que mueven lícito,
la
piqueta demoledora.
•
en cambio, entonar nuestro salmo de
adiós á las viejas cosas bellas que desaparecen.
Yo
respeto,
como no puede
ser menos, los motivos
económicos ó de cualquiera otra índole puramente privada que los actuales propietarios de
la
casa de
Oñate han tenido para deshacerse del célebre palacio y aun para deshacerlo.
Yo
aplaudo
el
rasgo de noble generosidad por
el
MANUEL MACHADO
128
cual
donan
al
Museo Arqueológico
la
magnífica por-
tada de piedra (su principal ornamento), y sé que los
arqueólogos
ilustres
Amador de
los Ríos
y Alvarez
Ossorio, director y secretario de nuestro Museo, le
procurarán apropiada y excelente exposición en aquella casa de nuestra historia monumental.
Pero dejadme lamentar ahora
mi
la ruina definitiva
Mayor, de esa admirable
calle
calle
de
Mayor, toda
Felipe IV, á quien pronto imprimirán solamente ¡cuan otro carácter! los edificios de Tournié y de la
Com-
péñÍB. Colonial.
Felipe es el rey niayor.
Luego ha
sido justa ley
la calle niayor llamar
á
la
mayor
del lugar
que aposenta al mayor
He un
7-ey.
aquí la graciosa explicación que por boca de
alcalde de corte nos da Narciso Serra del bautizo
de esta evoca
calle.
la
Historia.
De
cualquier
modo, su
solo
nombre
época quizás mas interesante de nuestra
La
calle
Mayor con
Neri, el célebre mentidero
las
gradas de San Felipe
de hidalgos, clérigos y
viejos capitanes vuelta de Flandes, Italia, Portugal y
LA GUERRA LITERARIA
129
Franca Condado; escenario y palco de indianos de nuestra
el
liberales y conquistadores pobres, regreso
buena América. Botín,
Es fama que
la
más
vieja repostería madri-
Quevedo.
leña, anterior á
el
gran D. Francisco
nudo y hacía honor á
la visitaba á
de
los suculentos platos
me-
la vieja
cocina española, los célebres asados de lechón y de cordero, que perturbaron
más de una vez
los cetrinos y estirados hidalgos
que
el
sueño de por
desfilan
las
novelas picarescas... Calle Mayor, vivió y murió Cal-
derón de
la
Barca. Calle Mayor, en esa preciosa plaza
de
la Villa,
en
cuanto á la casa de Cisneros,
afortunadamente restaurada
rara avis,
aunque todavía
sobran los anacrónicos jardinillos del centro
—
,
está
el palacio de los Lujanes, en cuya torre tuvo Carlos
tres días prisionero al
cual se escapó
las tres
según cuenta
la
Rey Francisco de
efecto,
con
fama...
el alba,
lejanos tiempos
Francia,
V el
noches en busca de aventuras, El
Rey Francisco daba
bondadoso alcaide su palabra de en
le
volver...,
á encerrarse en su prisión.
caballerescos! El
al
y volvía,
¡Oh
Duque de Rivas
hace en su comedia, titulada Solaces de wi prisionero
ó Tres noches en Madrid, que cuentre
al
el
Emperador en una de
nocturnas, y
ambos
Rey Francisco
en-
estas escapatorias
se acuchillan sin conocerse, que9
'
MANUEL MACHADO
1¿0
dando admirados
del
mutuo valor y
bizarría.
¡Oh días
aún cercanos del romanticismo y ya tan idos como aquellos otros!...
buen palacio de Oñate, que acaba
Calle Mayor... el
de venir á
tierra
con su enorme poder rememorador
y su característico figura y el alto
sello setecentesco,
nombre
evocaba
la
gran
del poeta galán, orgullo y te-
rror de la corte de Felipe IV. D. Juan
de Taxis,
el
Conde de Villamediana, cayó asesinado en aquej gran portal nobiliario. Dícese que murió de orden
que sus amores fueron
regia, alto.
reales,
que picaba muy
Fué, en todo caso, un grande hombre, lleno de
poesía y de valor. Gran tirador de espada y daga^
gran rimador de epigramas y madrigales, amante de la gloria
de
los
y de
las
mujeres y amado de
demás. Tal
fué, tal
ellas
y temido
le recordaba hasta ayer el
antiguo caserón, sólidamente lujoso, cuyas herradas puertas (que no sé
Museo) son
las
si
entran en
el
lote ofrecido al
mismas que se cerraron sobre su ca-
dáver ensangrentado... Adiós, pues, vieja casa evocadora, y contigo, adiós,
poco á poco, siglo
los recuerdos vivos del
todo Madrid
de oro, que cruzó ante tus umbrales para
las
fiestas de toros y cañas de la Plaza Mayor, para los
saraos y comedias de antiguo Palacio, para las verbe-
LA GUERRA LITERARIA
ñas del
río,
para
el
I3I
incendio de
la
casa de Uceda.
Adiós, cortesanos, caballeros, soldados, clérigos, picaros y señorones. Los que peleasteis en Flandes, los
que
volvisteis
de América,
zarillo de Tormes, los
dama tua casi
que
los
que
visteis
escribisteis
El la-
por primera vez
La
diunde, los que esperabais en angustia perpe-
el
oro de los galeones de Indias, que solía caer
siempre en manos de los
Adiós.
ingleses...
Adiós..*
La augusta sombra de Don Jerónimo de Ba-
rrionuevo, el gran periodista de la época, hecha á perder, hubiera dicho
«Dia suelo la
tal
menos y más
de Marzo de 191 3.
sabroso:
— Acabó
de venir
al
ca§a de Oñate. Ojalá que pronto construyan
otra en su lugar y
que conozca mejores tiempos. Há-
galo Dios, que puede.»
LA GUERRA LITERARIA
133
LOS TOROS DEL PROGRAMA
...
Negro, retinto, jabonero, berrendo en colorao,
negro
Ya
zaino...
estáis aquí
de nuevo, Romito, Sereno, Playero,
Careto, Hortelano...
Os
saludo, sois unos viejísimos
conocidos míos. Sois una docena de antiguos graba-
dos en madera que desde tiempo inmemorial venís
figurando en esta hoja amarilla ó roja del programa, hoja de amable ranciedad, contemporánea de los abanicos de calaña y los equipos á la calesera. Sois los toros, los eternos toros del programa, co-
locados á ambos lados del popular prospecto, en dos
columnas invariables, quiero, yo os profeso
infantiles, tradicionales.
un
culto mezcla
Yo
os
de gratitud y
de admiración, Romito, Playero. Porque habéis representado, porque sois los toros
—¿quién osa negarlo?— todos
que se han dejado
lidiar
y matar para entre-
MANUEL MACHADO
134
tenimiento nuestro, para solaz de estos españoles incorregibles, escándalo
Vosotros
de Europa.
sois los toros,
y
el
toro, el
bravo animal,
escogido, cuya fiereza es la base de la más bárbara y
hermosa
Y
sois
fiesta del
toda
mundo.
la historia, luego,
de esos admirables
Modestamente pintados aquí por un
astados.
dibujante que habrá ya muerto
—
viejo
y cuyo nombre debió
saber Felipe Pérez ó algún otro de esos impagables curiosos de ranciedades sito,
—
,
hoy Careto, mañana Ro-
habéis sido autores de proezas que se han aplau-
dido con locura, de desgracias que han sobrecogido á multitudes entusiastas. Representáis, vosotros solos, á la plebe y á los
.
proceres cornúpetos. Fuisteis un día
el fiero
yaquetón,
malogrado á manos de Canales, y tan famoso en una tarde
como
lo fuera
en aquella época de
las celebri-
dades á pares, Frascuelo y Lagartijo, Cánovas y Sa.
gasta... Señorito, el
veragüeño
que mereció
terrible,
por su bravura asombrosa... Escribano,
la gracia
el
del cuerno partido por la cepa, que, acometiendo con el
que
le
quedaba, derribó á multitud
de
jinetes...
Fuisteis el toro Catalán y el toro Flor de jfara,^
hizo
un
solo
montón sangriento con
que
siete caballos,
arrojados unos sobre otros á certeras cornadas, sin
LA GUERRA LITERARIA
salirse del tercio
comparable á
la
135
y en medio de un chaparrón sólo ovación delirante que recibía
el
ga-
nadero.
Y también
habéis sido los trágicos: JocinerOy que
definitivamente
hirió
Gindaleto, que hizo
Tato;
al
llevar á Frascuelo costillas
de
los Pepetes... El siniestro
valiente ...
de
los
Y
plata...
vengadores que dieron muerte
al
los feroces
Yusi, al Armilla, á
Perdigón, que mató
al
más
matadores.
Habéis sido
el
montón innúmero y
las
excepcio-
nes celebérrimas, verdaderos dechados de ferocidad
ó de nobleza... Playero, un Muruve que atendía por su
nombre y se venía
de
sal
que
á
comer
á la
mano
le ofrecían los vaqueros...
Y
los
puñados
realizó prodi-
gios de bravura en la plaza de Sevilla, hasta
perdonada su vida
—fué retirado á
propio Reverte, que
Negro,
le
halagaba
retinto, jabonero...
los toros del
Ya
los corrales
que por
el
el testuz.
estáis
de nuevo aquí,
programa. Modestamente, buenamente,
llamándoos Careto, Hortelano, Rosito ó cualquiera
de esos nombres que huelen á campo y saben á romero, estampados en esta hoja roja ó amarilla, que
evoca invariablemente en toda imaginación española
una espléndida tarde de
sol.
LA GUERRA LITERARIA
137
NUESTRO AMIGO NAVARRO
La muerte de Navarro me sorprendió cuando yo de todo
estar seguro
empezaba á
lo
que iba á ser
aquel hombre.
Yo me
las
prometía
gas, las horas
de
muy
la vida.
felices
para
él,
y
muy
lar-
Veíalo sobre un enorme
pedestal de libros suyos, cargado de años y de triunfos literarios. Inevitable
algo.
Y
lo
cuando se
tratara
de saber
miraba llegar ya en paz, sin grandes odios
á su alrededor, y también sin grandes cariños entor-
pecedores.
Lo las
veía aceptando con una sonrisa algo burlona
recompensas
oficiales, los títulos honoríficos, las
becas y canongías académicas, sillón B, la el
la
cátedra especial,
encomienda y un renombre
dictado de sabio, que
universal,
el
con
apuntarían entre sus clichés
— MANUEL MACHADO
138
los periodistas futuros,
En una
y de que
él se reiría
un poco.
palabra: yo lo creía inmortal.
Pero he aquí que este hombre que vivió sentado
y
al
parecer tranquilo
—se
muere precipitadamente,
causándonos un gran dolor y una ción.
¿Cómo
terrible estupefac-
Dio un tropezón en
fué?
los
campos de
Burgos, vino á acostarse á Madrid y se levantó en la eternidad. ¡Haced ahora cálculos para mañana! ¡Pen-
sad que adivinabais
Todos sabíamos
«No importa»,
desenlace de
dijo la Muerte.
Nos quedamos sabio. Pero
el
que iba á
lo
sin el
Y
comedia!
la
Navarro Ledesma.
ser
se lo llevó.
amigo, se quedaron sin
una gran parte de su labor estaba hecha,
y sus beneficios son la herencia que nos deja.
que sus obras de
arte
son para pocos, fué talento,
el
Más
puro ó de investigación, que
don de su oportunidad y de su
que ha aprovechado á todos. La labor perio-
dística y crítica
ser él
el
mismo
de Navarro fué providencial.
— estas
cosas las hace Dios
cogió para situarse
el
como
la
tan opuestas
—
No pudo
el
que
es-
linde de dos épocas literarias
de nuestros padres y
Pero, los que le conocisteis,
nadie estaba tan dotado
ayudadme
como
él
transición, para dulcificar la lucha
moderna transmutación de
la nuestra.
á decir
que
para representar
la
y para favorecer
la
valores. Escéptico, entre
LA GUERRA LITERARIA muchas cosas que
1-39
no se dejó arrebatar del en-
sabía,
tusiasmo joven ni amedrentar ante
de
los viejos prestigios.
Con
muy
bien
pero que señalaba
á
la
par
la
airada protesta
disciplina harto blanda, el flaco
punible, fustigó
esnobismo desenfrenado y
el
las viejas ruti-
nas orguUosas y vacías ya de sentido. Tendió una
mano á
lo
á lo que venía y ofreció galantemente
que se
cesaria.
que á biente
lo
Sus
—
moderno
El
de
el
y,
él,
,
joven
— más
á lo estudiante
simpatizó siempre con el am-
hombre de su tiempo, amó
los adelantos, sin asustarse,
las
no-
más que por
ciertos atrevimientos.
críticas del
Gedeón, en broma; sus artículos de
Iinparcial, y cuentos escritos en castellano
con espíritu universal y revolucionario poco retratan
brazo
Diez años justos hace que en publicaron
de
tiladas rra,
las anteriores líneas,
la revista
me
que
Helios se
parecen des-
dulce pluma de Gregorio Martínez Sie-
la
aunque no llevan firma y éramos muchos
escribíamos
que
el Glosario...
«Pobres sabios que creen en llas
los
palabras y en
la
el
sentido de las be-
realidad de los nobles senti-
mientos...»
Hoy
Bulgaria, gracias á esos
muchos que
la vieja
cción y desmentido
Y
.
tes,
es
que
los
al
Europa una gallardísima
lec-
dulce profeta de Helios.
pueblos, para vencer y para ser fuer-
necesitan primero de la fe en los ideales. Y, des-
pués, de la ciencia y
más
sabios y á otros
se han cultivado en las mismas creen-
ha dado á
cias,
poh es
el arte,
que
los
hacen mejores y
valientes en el sentido de valer más.
Sí,
amigos míos, hay que ser
poetas, cientistas, cultos y sabios
Un
si
filósofos»
es posible.
gran escritor, numeroso, fuerte, brillante, reco-
mendaba mente á ans...
filólogos,
la
acción á los intelectuales, y principal-
los poetas españoles,
Pero
la
acción, para
en estas mismas colum-
un poeta,
es escribir ver-
LA GUERRA LITERARIA
SOS buenos; para
y decirlo
sin
nería y la
intelectual,
confundir
la
marcha de Cádiz.
la ignorancia, la poesía
la alta
A
mala y
hay que olvidar que son cimiento de
pensar sin prejuicios
miedo; para un maestro, saber y ense-
No hay que
ñar.
un
I65
acción con los la
la charlata-
pueblos los pierde
música ratonera.
los ideales
y
el
cabal cono-
misión quienes engrandecen á
naciones. El arte quien las inspira.
La
inventa cañones y aeroplanos y gana
No las
ciencia quien
las
grandes ba-
tallas. Sí,
hay que ser
filólogos
y filósofos como esos po-
bres sabios búlgaros, «que creen en
el
bellas palabras y en la realidad
los sentimientos
nobles».
de
sentido de las
LA GUERRA LITERARIA
1
67
CURIOSIDADES...
Hay una
porción de cosas contra
clama á diario y yo no sé por qué. suicidio.
rado
el
suicidio
como una enfermedad, y
que
al
se tnuere
Werther de Goethe con este
no se puede
cho
respirar,
á
sí
pero no
me
ni
aplauden
más hermosa página
Llega un momento en que
moral ó materialmente, teoría parece la
gusta.
Hace
más
del suicidio
y se
cierta
y
un he-
fatal,
involuntario, casi ó del todo involuntario, y
me
agrada ahora pensar, no tristemente, sino
á mí
con
ellas es e*
de su propia mano. El
es quizás la
espíritu.
muere uno. Bien. Esta lógica,
Una de
de-
Algunos hombres intelectuales han conside-
ni censuran
escrita
las cuales se
cierto regocijo
en
la libertad
mismo en uso de su
que, bien mirado,
que gozamos
los
me
de suprimirse uno
perfecta voluntad. Libertad
parece
humanos.
la
única verdadera de
1
68
•
Dime Horacio
lo
MANUEL MACHADO
que opinas tú de
esto,
y no temas
por mí todavía.
Por cuantos lados examino
la
cuestión encuentro
acto de terminar motil proprío una cosa rara y
el
loable.
A
los
que
me
dicen que aquí no se termina, que
hay otra vida, que
espíritu, etc., etc., quisiera
si el
creerlos y no vacilaría
más
ese
allá
por medio de
Siento cuando irresistible,
mundo no este
y le
mundo,
un momento en
me
la
ir
muerte.
hablan de eso una curiosidad
me pregunto asombrado como ocurre lo propio y abrevia si
es
yo
á buscar
el
á todo el
paso por
que realmente existe otro ú otros*
Claro que á los que no tienen idealidades ni conciben más que lo que ven, y aún de lo que ven no se enteran, les conviene seguir por acá, y no les digo
nada. Pero no debían meterse con los que se van,
pintando con negros colores un acto de valor, siempre simpático. Duro es abrir cido, y
comprendo
la
la
puerta de lo descono-
duda, pero