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a educación ambiental en la escuela secundaria
Lecturas
PROGRAMA ROGRAMA N NACIONAL ACIONAL DE DE ACTUALIZACIÓN CTUALIZACIÓN PERMANENTE ERMANENTE
La educación ambiental en la escuela secundaria. Lecturas fue elaborado en la Dirección General de Materiales y Métodos Educativos de la Subsecretaría de Educación Básica y Normal, en coordinación con el Centro de Educación y Capacitación para el Desarrollo Sustentable de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca. Coordinación Édgar González Gaudiano Fedro Guillén Rodríguez Armando Sánchez Martínez Compiladores Fernando Aragón Durand Lylle Figueroa Sevillano Marina Leal Pérez Salvador Morelos Ochoa Margarita Petrich Moreno Javier Riojas Rodríguez Marina Robles García María del Carmen Rojas Canales Carolina Tovar de la Garza Carolina Villalobos Montaño Revisores María Álvarez Moctezuma Rosalía Gómez González Mónica Herzig Zürcher José Luis Osorno Cepeda Rafael Tonatiuh Ramírez Beltrán Marina Sil Acosta María del Carmen Valverde Valdés Equipo técnico-pedagógico María Elena Hernández Castellanos (coordinación) Daniel Guillén Guillén César Minor Juárez Lucrecia Orenzanz Escofet Patricia Schmidtsdorf Valencia Coordinación editorial Elena Ortiz Hernán Pupareli Cuidado de la edición José Manuel Mateo Calderón Elia García Producción editorial Alejandro Portilla de Buen Diseño Julián Romero Sánchez Formación Julio César Olivares Ramírez Primera edición, 1999 Primera reimpresión, 2001 D.R. © Secretaría de Educación Pública, 1999 Argentina 28, Centro, 06020, México, D.F. ISBN 970-18-3492-5 (Obra general) ISBN 970-18-3466-6 Impreso en México DISTRIBUCIÓN GRATUITA-PROHIBIDA SU VENTA
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a educación ambiental en la escuela secundaria
Lecturas
Presentación ○
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l presente material editado por la Secretaría de Educación Pública es parte de los paquetes didácticos que se entregan a la planta docente inscrita en los cursos del Programa Nacional de Actualización Permanente para Maestros de Educación Básica en Servicio, que la SEP y las autoridades educativas de los estados llevan a cabo actualmente. Los paquetes didácticos representan el principal apoyo para que el profesorado de los distintos grados pongan al día sus conocimientos y participen con éxito en los programas y cursos relacionados con las asignaturas que imparten. A la vez constituyen una fuente de información y análisis que puede aprovecharse en el aula durante el trabajo diario con el alumnado. Son dos los materiales que integran cada paquete: un libro de lecturas y una guía de estudio. El primero reúne textos especializados y de divulgación que brindan la información necesaria para llevar a cabo las actividades propuestas en la guía de estudio. La guía, por su parte, además de describir cada actividad, ofrece orientaciones para la autoevaluación e información complementaria. Los docentes podrán utilizar estos materiales de diversas maneras conforme a sus preferencias y al tiempo de que dispongan. Podrán, por ejemplo, estudiar sistemáticamente de manera individual, organizar grupos autónomos con sus colegas o formar parte de un grupo con asesoría del personal de los Centros de Maestros. La acreditación del curso al que corresponde el presente paquete didáctico es tomada en cuenta por el programa de Carrera Magisterial, así como por otros mecanismos de estímulo profesional. Con la finalidad de ofrecer las mismas oportunidades para la acreditación del curso, un órgano técnico certificará la acreditación mediante criterios objetivos, estandarizados y de validez nacional, independientemente de la forma de estudio por la que hayan optado los docentes. La Secretaría de Educación Pública y las autoridades educativas confían en que este material responda a los intereses y las necesidades reales del profesorado en servicio y que sea de utilidad para elevar la calidad de la educación que recibe la niñez y juventud mexicanas. Secretaría de Educación Pública
Índice ○
Introducción Unidad 1. El planeta Tierra 1. La biología: vida y conciencia Isaac Asimov
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2. El deterioro ambiental: cambios nacionales, cambios globales Julia Carabias y Lourdes Arizpe
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3. El agua Ezequiel Ander-Egg
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4. México, uno de los países más afectados por la erosión del suelo José Luis Oropeza Mota
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5. Biodiversidad Paolo Bifani
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6. Qué es un ecosistema (fragmentos) Federico Arana
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Unidad 2. La relación entre la sociedad y la naturaleza 7. Efectos negativos de las actividades primarias Édgar Javier González Gaudiano
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8. Costa Rica: un auge ganadero en un contexto campesino PNUMA-MOPU y Agencia Española de Cooperación Internacional
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9. Actividades secundarias Édgar Javier González Gaudiano
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10. Actividades terciarias Édgar Javier González Gaudiano
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11. Basura, el espejo de nuestra sociedad (fragmentos) Héctor Castillo Berthier
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12. El aprovechamiento de los recursos naturales en Cuanajo: tipos y usos del suelo María Rosa Nuño Gutiérrez
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13. El nuevo paradigma ecológico Fritjof Capra
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Unidad 3. La sustentabilidad del desarrollo
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14. Agricultura sin químicos: una realidad en el Istmo Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo
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15. Bienestar humano Instituto del Tercer Mundo
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16. Desarrollo y necesidades humanas (fragmentos) Manfred A. Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn
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17. Población, medio ambiente y desarrollo sustentable Enrique Provencio y Francisco Pamplona
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18. La tecnología y los valores ambientales María Novo
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19. La revolución verde PNUMA-MOPU y Agencia Española de Cooperación Internacional
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Unidad 4. Educación ambiental
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20. Objetivos de la educación ambiental UNESCO-PNUMA 123 21. Los nuevos retos Édgar Javier González Gaudiano
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22. Educación, medio ambiente y desarrollo sostenible (fragmento) Fedro Carlos Guillén 129
Unidad 5. Estrategias para una pedagogía ambiental 131 23. La pedagogía de la formación valoral Silvia Schmelkes 133 24. La cuenta está equivocada, pero cuadra Michael Ende
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25. La educación en valores Ministerio de Educación y Ciencia [España]
147
26. Comunicación didáctica y ordenación del aula Jaume Sureda y Antoni J. Colom
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27. Más allá de la investigación del medio Rafael Porlán Ariza y Pedro Cañal de León 157 28. El juego y la simulación (fragmentos) John L. Taylor 161
Unidad 6. Educar para la participación 29. La participación educativa, camino de la democracia social Jaume Sarramona
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30. Formación ambiental participativa Eloísa Tréllez S. y César A. Quiroz P. 171
Siglas y abreviaturas
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Introducción ○
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ste libro reúne textos tomados de obras consideradas ya clásicas de la educación ambiental, así como artículos y ensayos de autores mexicanos y extranjeros publicados en revistas y suplementos. El conjunto está orientado a reforzar los aspectos conceptuales, didácticos y metodológicos que permitan a maestras y maestros incorporar la educación ambiental a su práctica docente. Al igual que la guía de estudio, el presente libro de lecturas está organizado en seis unidades. En la primera los textos abordan la situación adversa a que están sometidos los recursos naturales y exponen las características de nuestro planeta. En la segunda unidad se incluyen materiales que permiten conocer la evolución experimentada por el binomio sociedad-naturaleza, el impacto de las actividades productivas en el ambiente y la necesidad de adoptar modelos de desarrollo a largo plazo acordes con el aprovechamiento de los recursos. La tercera unidad expone los puntos de vista que se han expresado en torno a la sustentabilidad, la cual se ha erigido como la alternativa más viable de desarrollo. En general, se exponen los aspectos sociales que implica la sustentabilidad y los ámbitos en los que ésta puede impulsarse. Las lecturas correspondientes a la cuarta unidad permiten conocer los alcances de la educación ambiental, concebida como un espacio de reflexión, pero también como incentivo y parte de las acciones que pueden contribuir a evitar, controlar, disminuir o solucionar los problemas ambientales. Algunas estrategias para construir una pedagogía ambiental se ponen a consideración del profesorado en la quinta unidad de este libro. Allí se analiza el carácter transversal de la educación ambiental y se plantean opciones para trascender la acción a espacios distintos del aula. Finalmente, en la sexta unidad se describen y comentan las iniciativas de participación organizada que la población ha llevado a cabo para contribuir a la reducción de los problemas ambientales que nos aquejan.
Tomado de Atlas de astronomía, Madrid, Cultural, 1997, p. 71.
UNIDAD 1 El planeta Tierra ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
Las lecturas seleccionadas para trabajar esta primera unidad le permitirán reconocer y discutir los procesos globales que han determinado los problemas ambientales y las posibilidades para disminuirlos. Usted podrá analizar cómo los procesos de desarrollo tienen repercusiones ambientales, económicas, socioculturales y políticas. De esta manera podrá identificar algunos problemas ambientales locales y los elementos que los caracterizan.
La biología: vida y conciencia ○
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Isaac Asimov a palabra biología procede de dos vocablos griegos, bios y logos. El primero significa vida; el segundo, palabra o, en términos más abstractos, discurso racional o, traducido a fórmulas modernas, pensamiento científico. La biología es, pues, tal como indica la propia palabra, la ciencia de la vida. Ningún otro tema puede ser más importante para nosotros, ya que nosotros mismos somos un ejemplo de lo que se entiende por seres vivos. La importancia de la biología no es, sin embargo, un asunto de mera contemplación egoísta de nosotros mismos. Tengamos en cuenta que, en nuestro inmenso universo formado por 100 000 millones de galaxias constituidas cada una de ellas por un promedio de 50 000 millones de estrellas, sólo conocemos un mundo —el que habitamos— que posea vida. Parece improbable que en un universo de estas dimensiones sólo haya un rincón donde pueda encontrarse vida, y puede argumentarse (como de hecho sucede) que en realidad hay muchos lugares, muchos millones de lugares en cada galaxia, quizás, en los que exista vida. No obstante, tal posibilidad sigue constituyendo una especulación y carecemos de pruebas de primera mano,de evidencias concluyentes, acerca de la existencia de vida en otros puntos del Universo, salvo aquí, en la Tierra. Más aún: si limitamos nuestro estudio a la Tierra, podemos decir que la vida es un fenómeno que únicamente se da en la superficie del planeta. La vida es algo frágil que depende de una gama muy limitada de condiciones ambientales, las cuales amenazan siempre con cambiar, hasta el punto de borrar de la faz del planeta muchas variedades de seres vivos. Heladas, incendios, sequías, inundaciones, erupciones volcánicas, depredadores, parásitos...
Incluso existen indicios que llevan a pensar que, periódicamente, se han producido (al menos en seis ocasiones distintas) colisiones de la Tierra con pequeños asteroides que han tenido por resultado la destrucción casi total de la vida en el planeta. La más reciente de estas ocasiones pudo haber sucedido hace apenas 65 millones de años. Así pues, debemos concebir la vida como un fenómeno que únicamente se da en un planeta y sólo de manera precaria, pendiente de un hilo. Sin embargo, ¿no demostraría tal situación que la vida es un hecho de ínfima importancia en el universo como conjunto? ¿No sería la vida, entonces, un fenómeno evanescente, una insignificante y temporal enfermedad de la materia, un pequeño forúnculo surgido en el poderoso todo de la existencia? Un momento... De todas las sustancias y materias que conocemos, sólo los seres vivos parecen mostrar alguna señal de conciencia, de percepción de su entorno, de capacidad de demostrar respuestas adaptativas; es decir, de reaccionar al medio ambiente de forma que se obtenga un máximo de posibilidades de autoconservación y de supervivencia. Y ello es, con toda certeza, una propiedad única. Todos los objetos no vivos soportan las condiciones ambientales que se les presentan. La materia no viva afronta los desastres exactamente igual que afrontaría las condiciones más favorables. Sólo los seres vivos saben protegerse de la lluvia, metafóricamente hablando. Incluso los árboles, que no pueden moverse para evitar el hacha, extienden las raíces para buscar agua y abren las hojas para recibir la luz del sol. Esta conducta singular del ser vivo otorga al mismo unas cualidades que compensan e incluso supe-
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El título es del editor. El texto apareció publicado originalmente como “Introducción”, en I. Asimov, C.G. Waugh y M.H. Greenberg, Trasplante obligatorio. La biología en la ciencia ficción, México, Martínez Roca, 1986, pp. 7-10.
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El planeta Tierra
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ran lo insignificante de su cantidad y su tremenda fragilidad. Cabría aducir que, al ser nosotros mismos —ejemplos de seres vivos— quienes valoramos la importancia relativa de la capacidad de dar respuestas adaptativas en contraposición a las mencionadas desventajas de la reducida cantidad y la gran fragilidad, nuestro juicio mal puede ser considerado imparcial. Esto es cierto, pero precisamente en poder afirmarlo radica la diferencia fundamental. Sólo la vida puede emitir tal juicio, porque únicamente la vida posee la conciencia suficiente para hacer que surja una cuestión de juicio. La vida posee una suprema importancia por la razón misma de que únicamente ella puede señalar y decidir la importancia de una cuestión. De hecho, ahora nos estamos refiriendo no ya a la capacidad de respuesta adaptativa, sino al pensamiento abstracto, lo cual es algo todavía más restringido. En la actualidad hay quizás unos dos millones de especies vivas y, en los 3 000 millones de años en que la vida ha venido existiendo en el planeta, quizás haya habido en total unos 20 millones de especies. Y, de entre todas ellas, sólo una especie, el Homo sapiens, ha dado pruebas irrefutables de capacidad de pensamiento abstracto. Por supuesto, quizás esto sea una muestra de vanidad por nuestra parte. Es posible que chimpancés, gorilas, elefantes, delfines, ballenas, cuervos, pulpos y quién sabe cuántas especies más, disfruten de algo que pueda definirse, en una interpretación más o menos amplia, como pensamiento abstracto. No obstante, queda fuera de toda duda que, incluso si lo anterior es cierto, los seres humanos poseemos un grado de pensamiento abstracto tan superior al de las restantes especies que nos eleva a un plano netamente superior al de éstas; casi podemos afirmar que tal superioridad cuantitativa representa una diferencia cualitativa. Remitámonos a hechos o ejemplos concretos: el Homo erectus, un predecesor nuestro de menor capacidad cerebral, fue la primera especie de toda la historia de la Tierra en utilizar deliberadamente el fuego. El Homo sapiens heredó esta capacidad, mientras que ninguna otra especie de seres vivos del planeta, aunque sea o haya sido inteligente, ha hecho uso del fuego. No consideremos, sin embargo, al Homo sapiens como un mero beneficiario pasivo del genio inventor
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e innovador del Homo erectus. El primero ha elaborado, en lo que es apenas un instante en términos geológicos, la inmensa parafernalia de lo que denominamos civilización tecnológica, y no cabe la menor duda de que sólo el Homo sapiens posee o ha poseído (en la Tierra) la capacidad necesaria para desarrollar una tecnología tan compleja. Ello significa que sólo los seres humanos, de todas las especies vivas que conocemos, poseen la capacidad de desarrollar herramientas que potencien sus sentidos físicos: ver lo invisible, oír lo inaudible, acumular y registrar datos, sopesar su significación y alcanzar conclusiones. Así pues, no es sólo la vida, sino una única especie entre 20 millones, la especie humana, quien tiene conciencia del universo más o menos como es, y quien trabaja por comprenderlo. Puede haber en otros lugares del universo diversas especies de seres vivos tan conscientes, hábiles e interesados en su propio progreso como el ser humano. Puede haber millones de ellas, algunas mucho más avanzadas en tal proceso que la nuestra... pero carecemos de pruebas de su existencia. Por lo tanto, hasta donde sabemos, somos los únicos seres en todo el universo que dirigimos miradas de interrogación a las estrellas, a los átomos, a nosotros mismos, y buscamos respuestas. ¿No resulta terrible, entonces, que todos nuestros conocimientos, puestos al servicio de nuestras pasiones, nos hayan colocado al borde de la autodestrucción? Y si nos destruimos a nosotros mismos, ¿no es evidente que estaremos destruyendo algo que puede ser absolutamente único en el universo y que quizá jamás podrá ser reemplazado? ¿No deberíamos trabajar para mantenernos vivos como individuos y como civilización, aunque sólo fuera por egoísmo y vanidad, ya que no por otras emociones más nobles? Si escogemos el camino de la respuesta adaptativa a los aspectos destructivos de nuestra tecnología, si sobrevivimos, la especie humana continuará indudablemente haciéndose preguntas, aprendiendo y progresando en el conocimiento. Y es una característica de la inquietud de la mente humana que, por rápidos que sean los progresos y por espectaculares que sean sus descubrimientos, el éxito nunca será suficiente para saciar nuestra curio-
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sidad. El ser humano siempre va por delante de sus hallazgos, haciéndolo en forma de especulación. La ciencia ficción es la rama de la literatura dedicada específicamente, entre otros temas, a tal especu-
La biología: vida y conciencia
lación, y ¿dónde puede ésta asumir formas más fascinantes que en el estudio de la propia vida, que es el aspecto más sorprendente y prácticamente impenetrable del universo? [...]
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El deterioro ambiental: cambios nacionales, cambios globales ○
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Julia Carabias y Lourdes Arizpe as transformaciones que la sociedad ha hecho en la naturaleza para su subsistencia y desarrollo han sido parte inherente de su propia historia. La incorporación de recursos naturales en los procesos de producción y la domesticación de especies animales y vegetales han ido dejando su huella tanto en las sociedades como en la naturaleza. Pero nunca, desde los orígenes de las sociedades humanas, los impactos ejercidos en el ambiente natural habían sido de la calidad y magnitud de los que están ocurriendo en las últimas cuatro décadas. Muchas de estas transformaciones son de carácter irreversible, y si bien ocurren en áreas muy puntuales y específicas, sus efectos están transgrediendo las fronteras nacionales y se convierten en transformaciones ambientales que afectan el funcionamiento del planeta. En los últimos años la sociedad se ha percatado de la magnitud e importancia de estos fenómenos y de manera abrupta hizo conciencia de que la renovabilidad de los recursos naturales no es ilimitada. El abuso de los ecosistemas por el saqueo de recursos y por la introducción de desechos, producto del desarrollo, se está convirtiendo en un límite para el propio desarrollo. De seguir las tendencias actuales se hace incierto el futuro. Ése es un nuevo elemento en la historia de las sociedades humanas que produce gran inquietud en el mundo entero. Es tema de análisis y debate político y académico y preocupación de prácticamente todos los sectores de la población mundial, pues de una u otra forma hay responsabilidades y efectos que se comparten y se resienten.
Los problemas ambientales que afectan al planeta entero son los cambios atmosféricos, la pérdida de biodiversidad y la contaminación de los mares, por ser recursos comunes a todos los países. Los problemas ambientales que afectan más directamente a los países son la deforestación, erosión y contaminación, sin embargo, la interconexión de los elementos afectados, agua, suelo, atmósfera y especies animales y vegetales, hace que, aunque los impactos se produzcan en un área local, sus efectos son globales. La crisis ambiental por la que atraviesa el planeta no puede ser entendida ni analizada al margen de las políticas económicas, sociales, culturales y de política nacional y global. La búsqueda de soluciones resulta muy compleja por el carácter global del problema y por la necesidad de establecer acuerdos internacionales. Pero es aquí en donde los diferentes intereses entre sectores, países y regiones se confrontan y han hecho muy difícil el arribo a acuerdos en donde se comprometan todos los países. Los avances logrados en la Conferencia de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo han sido, a pesar de su importancia, muy insatisfactorios e insuficientes. La intención de este ensayo es la de analizar algunas de las causas de los principales problemas globales ambientales y explorar el papel que desempeña México tanto en su generación como en la búsqueda de soluciones.
Cambios atmosféricos globales Un recurso natural común del planeta, que hasta hace muy pocos años no era percibido como recurso y menos aún como recurso no renovable, es la atmós-
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Julia Carabias y Lourdes Arizpe, “El deterioro ambiental: cambios nacionales, cambios globales”, en Antonio Azuela et al. (coord.), Desarrollo sustentable. Hacia una política ambiental, México, UNAM, 1993, pp. 43-59.
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fera. Los cambios que han ocurrido en ella a lo largo de su historia han sido de escalas de tiempo de tal magnitud, que nunca significaron una preocupación para las sociedades humanas. Pero en la actualidad, el volumen y tipo de contaminantes que los países están descargando diariamente en la atmósfera han mostrado que se trata de un recurso natural que se está desequilibrando. Dos son las manifestaciones más importantes de estas alteraciones: el incremento paulatino de la temperatura atmosférica, fenómeno conocido como efecto de invernadero o cambio climático, y la disipación de la capa de ozono en la troposfera.
Efecto de invernadero La superficie de la Tierra refleja la radiación solar hacia la atmósfera. Parte del calor que generan estas radiaciones es absorbido por los gases que componen la atmósfera, sobre todo por el bióxido de carbono y el vapor de agua. De no existir estos gases, la temperatura de la Tierra sería aproximadamente 33°C menor que en la actualidad (PNUMA, 1992). La concentración natural del bióxido de carbono en la atmósfera está controlada por el ciclo geoquímico del carbono, que está regulado por la interacción entre la atmósfera, los océanos y la biosfera. Se estima que la capacidad de absorción natural del bióxido de carbono por parte de los océanos y de la vegetación es de aproximadamente 18 millones de toneladas anuales (Agarwall y Narain, 1990).
La introducción a la atmósfera de mayores cantidades de CO2 de lo que el ciclo del carbono puede regular, provoca una acumulación de este gas y por lo tanto una mayor absorción de la radiación solar, lo cual a su vez produce un incremento en la temperatura. La temperatura atmosférica ha variado notablemente en el pasado, incluso con cambios de hasta 10°C. Pero estas variaciones han ocurrido en el transcurso de más de 20 000 años. Estos cambios de temperatura han venido asociados siempre con cambios de la concentración de bióxido de carbono en la atmósfera (Banco Mundial, 1992). Lo que no tiene precedente es el cambio de temperatura que se está detectando en tan sólo unas décadas, y nuevamente ocurre asociado con un incremento del CO2 (Flavin, 1989). Es necesario aclarar que el bióxido de carbono (CO2) no es el único gas que produce el efecto de invernadero, aunque contribuye con 57%. El cuadro 1 describe el aporte de otros gases como son el metano (CH4), los clorofluorocarbonos (CFC) y los óxidos de nitrógeno (NOx). Existen numerosos modelos y mucha incertidumbre en relación con los datos sobre los cambios de temperatura que se pueden esperar en los próximos años (Garduño y Adem, 1992). Se especula que pueden ser desde 0.5°C hasta 5°C. Los escenarios entre estos dos rangos son completamente diferentes en cuanto a sus efectos y, sin saber su magnitud, se especula que pueden ocurrir descongelamiento de hielos
Cuadro 1. Principales gases relacionados con el efecto de invernadero Gas
Contribución (%)
Incremento anual
Vida media (años)
Fuente petróleo, carbón, gas natural, biomasa
CO2
57
0.4
2-4
CFC
25
5.0
75-111
CH4
12
1.0
11
NOx
6
2.0
150
Fuente: Flavin, 1989.
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aerosoles, refrigerantes, solventes ganadería, arrozales combustibles fósiles, fertilizantes
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polares y aumento del nivel del mar entre 20 y 65 cm (PNUMA, 1992). Esto último implicaría inundaciones de las costas de muchos países y de islas enteras, así como cambios en los regímenes climáticos de la superficie de la Tierra, de las corrientes marinas y de los vientos monzones, lo cual ocasionaría inundaciones y sequías, modificaciones de la humedad del suelo y de los ciclos hidrológicos, y alteraciones en los patrones agrícolas. La velocidad de estos cambios puede ser de una magnitud nunca registrada en la historia de la vida, lo cual, de ocurrir, ocasionará procesos de extinción masivos en la biodiversidad, ya que numerosas especies no tendrán la capacidad de adaptarse a las nuevas condiciones en un lapso tan breve de tiempo en términos evolutivos. Si bien el nivel de incertidumbre es muy alto y las proyecciones tienen márgenes de error muy grandes, parece ser un consenso el hecho de que de no tomarse medidas drásticas para reducir la emisión de gases de invernadero a la atmósfera, la temperatura se incrementará, aunque en cuánto, no hay certeza, y para cuándo, tampoco. Sobre las acciones que deben tomarse para reducir las emisiones, se ha suscitado una polémica internacional muy difícil. Para desarrollar una estrategia mundial justa y viable, es necesario reconocer las responsabilidades que tienen los distintos países en la producción de estos gases y las posibilidades reales que tienen de abatirlos. La principal fuente de contaminación es la quema de combustible fósil, el cual genera aproximadamente 46% de la emisión de CO2 en el mundo. Son los países industrializados los que producen 78.54%; sólo Estados Unidos contribuye con 22% teniendo sólo 4.5% de la población mundial; entre Estados Unidos, la exUnión Soviética, Japón, Inglaterra y lo que fue Alemania Occidental, generan 50% de la producción mundial representando sólo 14% de la población (Flavin, 1991). Según el WRI (World Resources Institute, 1990), México está ubicado en el decimotercer lugar con una aportación de 1.4% del total de las emisiones. Si se considera la producción que generan los países per cápita, se pueden apreciar claramente las desigualdades entre ellos, lo cual refleja las diferencias en los patrones de consumo entre estas sociedades.
El deterioro ambiental...
Cuadro 2. Producción per cápita de carbón en diversos países País
Carbón per cápita
Estados Unidos
5.03
Canadá
4.24
Australia
4.00
Ex-URSS
3.68
Arabia Saudita
3.60
México
0.96
China
0.56
Egipto
0.41
Brasil
0.38
India
0.19
Fuente: Flavin, 1991.
De estas desigualdades, tanto en los volúmenes de producción entre países, como en la producción per cápita, se desprende que las medidas más drásticas para la reducción de los gases de invernadero en la atmósfera, tienen que surgir principalmente de los países industrializados para que realmente los volúmenes puedan ser abatidos. En la negociación de los acuerdos internacionales para disminuir las emisiones de los gases, además de los criterios expuestos, es necesario reconocer que los países en desarrollo tienen rezagos sociales cuya solución requiere un mayor uso de energía. Esto no significa que se cometan los mismos errores de abuso y derroche energético que han ocurrido en los países industrializados. Se puede incorporar tecnología más eficiente, pero no obstante, el consumo de energía tendrá que incrementarse. Por otro lado la tecnología que utiliza energía de manera más eficiente no es accesible a muchos países que no pueden pagar por ella. Según la OECD en México 59.7% de la producción de CO2 se debe a la quema de combustible fósil y 27.9% a la de gas natural. El consumo de energía sigue aumentando. Entre 1985 y 1990 creció 9.32%. Los patrones de consumo están mostrando una alta ineficiencia del uso de la energía. El propio sector energético consume 30% de la energía, debido a la ineficiencia de las
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El planeta Tierra
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refinerías de Pemex, y a las plantas termoeléctricas de la CFE. Entre el consumo de energía para los demás usos, el transporte se lleva 34.9% y la industria 32.4%. Dentro de esta última, las más demandantes son la petroquímica, la siderúrgica, las cementeras, del azúcar, papel y la química (De la Vega, 1992). Si bien es cierto que México requerirá un aumento en el consumo de energía en las próximas décadas, también resulta posible hacer un uso más eficiente de ésta, sobre todo si se mejoran las propias plantas generadoras de energía y se reestructura el transporte hacia uno de carácter más colectivo. También es importante considerar que se estima que la generación en México de CO2 por motivo de la quema de biomasa es de 8%, lo cual en buena medida puede ser evitado. Aunque el problema principal es la deforestación, que será analizada en el siguiente apartado. De ocurrir el calentamiento atmosférico afectará finalmente a todo el planeta, indistintamente de la responsabilidad en su generación. Sin embargo, las consecuencias no van a ser equitativas, ya que la capacidad de los países para enfrentar los cambios va a ser muy diferente, dependiendo de su desarrollo tecnológico, económico y de infraestructura. Las asimetrías internacionales se volverán a reflejar en este cambio global. Para el caso de México, Liverman (1992) hace algunas proyecciones sobre los posibles cambios en temperatura y trata de identificar los sectores y grupos que pueden resultar más afectados. Utiliza cinco modelos y los rangos que obtiene están entre los 2.38°C y los 5.44°C, con lo que concluye que afectará sobre todo las zonas más cálidas y secas, y particularmente a los agricultores de temporal. Los esfuerzos internacionales que se están haciendo para disminuir los gases de invernadero no son lo suficientemente efectivos como el caso exige. En la Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, se firmó una Convención de Cambio Climático lo cual sin duda significa un hecho importante, pero sus resultados dejaron mucho que desear. Se acepta en la convención que los países desarrollados son los principales responsables de este fenómeno, lo cual los obliga a tomar la iniciativa para revertir las tendencias. Ello implica que tienen que
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hacer los mayores esfuerzos para reducir las emisiones de gases y transferir recursos financieros a los países en desarrollo, cuyas emisiones per cápita están aún en niveles bajos, para que en el inevitable incremento del uso de energía que requieren para lograr su desarrollo incorporen tecnologías menos contaminantes y más eficientes. En contraparte se resalta la importancia de los sumideros de CO2, recayendo en los países en desarrollo la principal responsabilidad en su preservación, lo cual implica la disminución de las tasas de deforestación, aunque esto no quedó explícito. El objetivo del convenio, que en su versión final resultó muy ambiguo, es regresar antes del año 2000 a niveles anteriores en la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. La gran limitante de la convención, por la oposición de Estados Unidos principalmente, radicó en la indefinición de metas y fechas y queda una orientación muy flexible para que cada país cubra los objetivos según su voluntad, pero sin compromisos internacionales. Como un mecanismo de compensación a esta indefinición se acordó el compromiso de que los países presentarían periódicamente los inventarios nacionales de emisiones y absorción por sumideros, para monitorerar los avances, así como de las políticas y medidas adoptadas (Carabias y Provencio, 1992). Los países del Tercer Mundo no pueden desentenderse del cambio climático, aunque no pueden planteárselo como el problema ambiental prioritario. No obstante, harían una contribución significativa a la disminución de emisiones de CO2 si disminuyen sus tasas de deforestación. Esto sí constituye un problema prioritario, pero más que por el aporte de CO2, es preocupante por la desaparición de extensas masas forestales que constituyen una fuente de recursos energéticos, económicos y de servicio ecológico.
La disipación de la capa de ozono El otro problema atmosférico global, también producto de la contaminación, es el de la disipación de la capa de ozono, ubicada en la estratosfera a unos 2540 km de la superficie de la Tierra. Esta capa absorbe las radiaciones solares ultravioleta. El ozono es una molécula muy inestable formada por tres átomos de
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oxígeno. Se combina fácilmente con otros elementos como el cloro, formando nuevas moléculas más estables y de larga vida. Los residuos químicos como los clorofluoro-carbonados (CFC), provenientes de aerosoles, sistemas de refrigeración y de aires acondicionados y algunos solventes, se están acumulando en la estratosfera y reaccionan con el ozono, por lo que se produce el adelgazamiento de esta capa. Ello provoca la entrada a la biosfera de rayos ultravioleta, lo cual afecta la salud humana, sobre todo el sistema inmunológico, y causa lesiones oculares y cáncer de piel. En los últimos 20 años la generación de CFC se ha multiplicado por 2.6. Los principales productores son los países industrializados. Existe un acuerdo internacional conocido como el Protocolo de Montreal, el cual entró en vigor en 1989, cuya meta final es que para el año 2000 se dejen de producir definitivamente los CFC (PNUMA, 1992).
1991), de las cuales sólo se reforestan 1.1 millones de hectáreas, es decir, de cada 10 hectáreas sólo se replanta una. Esta proporción llega a ser hasta de 29:1, en el caso de África (Postel et al., 1988). De la superficie talada se estima que cerca de 5.6 millones corresponden a América Latina y el Caribe, 3.67 millones a África y dos millones a Asia. Aunque estas estimaciones resultan conservadoras porque sólo se incluye la tala completa de los bosques cerrados y no se toma en cuenta el clareo parcial (PNUMA et al., 1990). Cuadro 3. Área y tasa de deforestación en algunos países País
Deforestación anual (miles de hectáreas)
(%)
1380
0.4
Colombia
600
1.3
México
700
1.5
1000
0.9
Perú
270
0.4
Malasia
310
1.5
Ecuador
340
2.4
India
1000
2.7
Zaire
400
0.4
1500
1.5
Brasil
Indonesia
Deforestación La eliminación de la cobertura forestal ha sido una práctica que ha acompañado al desarrollo de las sociedades desde la invención de la agricultura. Pero, al igual que los otros procesos de deterioro ambiental, la deforestación de las últimas décadas no tiene precedente. En los últimos 20 años se ha talado una superficie equivalente a lo que se había talado en toda la historia de la humanidad. Se calcula que de los 6 200 millones de hectáreas de bosques cerrados y abiertos que cubrían el planeta, se ha eliminado una tercera parte, siendo los bosques templados los más afectados [32 a 35%] (Banco Mundial, 1991). Quedan aproximadamente 2 800 millones de bosques cerrados y 1 300 millones de bosques abiertos u otra vegetación leñosa (Postel et al., 1988), o según PNUMA (1992), 3 600 millones de los primeros y 650 millones de los segundos. De entre los bosques cerrados, cerca de 25.4% corresponden a bosques boreales, 21.2% a bosques templados, y 53.4% a bosques tropicales (PNUMA, 1992). La región tropical es la que actualmente sufre las mayores presiones de transformación. Se estima que se talan anualmente entre 11 millones (Postel et al., 1988) y 20.4 millones de hectáreas (Banco Mundial,
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Madagascar Fuente: Brown, L.
Entre las principales causas de la deforestación están la apertura de la frontera agrícola, la expansión de la ganadería de libre pastoreo, el desarrollo de infraestructura, la industria y los asentamientos humanos. La FAO estima que en Asia la agricultura es la responsable de 70% de la deforestación, mientras que en África es de 50% y en América Latina de 35 por ciento. Para América Latina resulta un factor mayor de presión la ganadería. Se estima que entre 1961 y 1978 las áreas de pastizal en Centroamérica, en donde las tasas de deforestación son las más altas del continente (2.1%), aumentaron en 53%, mientras que las áreas forestadas disminuyeron en un 37%. Países como Haití y El Salvador han perdido prácticamente sus bosques. En Brasil se establecieron a finales de los años setenta 1.5 millones de hectáreas de pastizal (Postel et al., 1988).
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No menos importante para algunos países ha sido la destrucción de los bosques por el saqueo de la industria forestal que han implementado algunos gobiernos, como es el caso de Sarawak, en Malasia. El caso de las zonas templadas en los países desarrollados la situación forestal es diferente, particularmente en Europa. Una vez que la cobertura vegetal original fue prácticamente eliminada y se establecieron plantaciones, la situación ha quedado estable en aproximadamente 160 millones de hectáreas. El principal problema de los bosques es que casi una tercera parte de ellos están siendo severamente afectados por la lluvia ácida, producto de la contaminación industrial. En Estados Unidos por el contrario, la deforestación en las últimas dos décadas ha aumentado, acabando con cerca de 10% de la superficie forestal para dar paso a la frontera agrícola. Otro factor de perturbación forestal es la dependencia de la leña de casi 2 000 millones de habitantes, como el único o el más importante energético (PNUMA, 1992). Pero el efecto de la extracción de leña sobre los bosques es diferencial. Mientras que en algunas regiones es un factor de deforestación importante, en otras no tiene el mismo impacto, debido a que se extrae sólo parte de los árboles o varas tiradas. En general depende de la densidad de población y de la extensión de la superficie de bosques a la que tienen acceso las comunidades rurales. Las consecuencias de la deforestación son de muy diversa índole, con efectos en escala temporal y espacial, entre los que habría que mencionar la pérdida de los hábitats de la biodiversidad, el incremento de la erosión de suelos y el azolvamiento y desecación de cuerpos de agua, la disminución de recursos potenciales para las comunidades rurales y de productos industriales, así como cambios micro, meso y macroclimáticos. La participación de México en la deforestación mundial es alta, aun cuando las estimaciones sobre las tasas de deforestación en México son muy inciertas (Tabla 4). Falta trabajo de campo y criterios homogéneos. Por ello se tienen datos desde 400 000 hectáreas taladas al año (Sedue, 1983), hasta 1.5 millones (Toledo et al., 1989). Los cálculos de los primeros se concentran en los bosques cerrados y los segundos
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incluyen todo tipo de cobertura vegetal, arbolada o no. Un estudio detallado (Massera et al., 1992) concluye con datos de 800 000 hectáreas taladas anualmente durante parte de la década de los ochenta, lo cual arroja una tasa de 1.56%. Por su parte el PNUMA (PNUMA et al., 1992) reporta una tasa de 1.3%. Los bosques tropicales según estos autores son también los más afectados, con 559 000 hectáreas taladas al año (tasa de 2.44%) mientras que en los bosques templados se reportan 254 000 (tasa de 1%). Cuadro 4. Deforestación en México reportada en diferentes estudios Periodo
Has-año
Tasa
Fuente
1950-56
889 297
2.4
SARH, 1970
1958-80
435 607
1.3
SARH, 1980
1.3
Bilsborrow, 1992
4.0
FAO, 1988
1980 1970
1 500 000
1980
594 900
CEPAL, 1990
De los 12 millones de hectáreas que originalmente ocupaban el territorio mexicano actualmente quedan escasas 800 000 hectáreas concentradas en la selva Lacandona, Los Chimalapas, los Tuxtlas, Uxpanapa y restos de la Huasteca y Tuxtepec. Las tasas de deforestación calculadas para sitios como el de los Tuxtlas, Veracruz, es de alrededor de 4% anual (Massera et al., 1992), lo cual rebasa cualquiera de los casos mencionados anteriormente. Las consecuencias para México de esta deforestación son muy graves, pues no sólo significa la pérdida de un recurso económico potencial sino que acarrea importantes consecuencias para el medio ambiente: la erosión que afecta alrededor de 80% del país, región de la cual cerca de 30% se considera severamente deteriorada; la sedimentación de cuerpos de agua naturales y artificiales; y la desaparición de germoplasma al extinguirse numerosas especies de plantas y animales, lo cual se discutirá en el siguiente apartado (Toledo et al., 1989). Esta situación se agrava por el hecho de que sólo se reforesta 5% de lo que se tala y en general los programas de reforestación han sido un fracaso por la utilización de especies exóticas no adecuadas a las
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condiciones ambientales particulares donde se introducen. La principal causa de deforestación en México ha sido la ampliación de la frontera agrícola, y sobre todo la pecuaria. Del territorio, 50% se dedica a la ganadería. En Latinoamérica tres quintas partes de la tala de áreas forestales entre 1971 y 1986 se debió a la ganadería. La aplicación de políticas incorrectas y la falta de tecnologías adecuadas y viables ecológica y económicamente, ha ocasionado que las áreas forestales resulten, en la práctica, más rentables en el corto plazo al transformarse en agrosistemas.
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Cuadro 5. Número de especies descritas de los taxa más abundantes Taxa
Número de especies
Monera (bacterias y algas verdi-azules)
4 760
Protozoos
30 800
Hongos
46 938
Algas
26 900
Poríferos
5 000
Celenterados
9 000
Platelmintos
12 200
Biodiversidad
Nemátodos
12 000
La transformación, alteración o destrucción de los ecosistemas naturales ha provocado la desaparición de hábitats, su fragmentación, la invasión de especies introducidas, la sobreexplotación de los recursos y la contaminación, lo cual ha puesto en peligro de extinción a numerosas especies y ha eliminado ya del planeta a un buen número de ellas. No se conoce con exactitud el número de especies que existen en el planeta, pero se calcula que hay más de 10 millones según WRI, UICN, UNEP (1992), o entre tres y hasta 30 millones (Soberón, 1991), de las cuales entre 50 y 90 por ciento están en el trópico. Se han clasificado un total de 1.4 millones de especies entre virus, bacterias, algas verdiazules, hongos, algas, plantas no vasculares y vasculares, protozoarios, invertebrados y vertebrados (Dirzo, 1990). Tan sólo de especies de plantas se han descrito cerca de 250 000 y 960 000 de animales (32 186 de vertebrados y 913 980 de invertebrados, entre los cuales los artrópodos —arañas, crustáceos e insectos— representan 85%) (Soberón, 1991). Los procesos de extinción son fenómenos naturales que han ocurrido durante la historia evolutiva de la naturaleza a escalas de tiempo que han permitido que actúen los procesos evolutivos y aunque algunos han sido masivos, su velocidad ha permitido que otras especies se adapten o surjan nuevas. Sin embargo, tanto los números absolutos como las tasas de extinción actuales rebasan a cualquier episodio de la historia pasada, incluyendo la extinción masiva de los dinosaurios al final del Cretácico.
Anélidos
12 000
Moluscos
50 000
Equinodermos
6 100
Insectos
751 000
Artrópodos (sin insectos)
123 161
Peces
19 056
Anfibios
4 184
Reptiles
6 300
Aves
9 040
Mamíferos
4 000
Plantas vasculares
250 000
Fuente: WRI, UICN, UNEP, 1992.
No se conocen con exactitud las tasas de extinción de especies, pero se estima que han aumentado entre 1 000 y 10 000 veces, en relación con las tasas existentes en forma natural (Sedue, 1992), lo cual puede implicar perder una sexta parte de las especies de plantas, animales y microorganismos, principalmente en los trópicos, las cuales tardaron cientos de millones de años en producirse (WRI, UICN, UNEP, 1992). Pueden llegar a extinguirse alrededor de 40 000 especies de plantas antes de la mitad del próximo siglo, lo que equivaldría a dos especies extintas al día (Raven, 1992); incluso el total puede llegar hasta 60 000 (según WRI, UICN, UNEP, 1992). La mayoría de las especies que se clasifican hoy en peligro de extinción pertenecen a los trópicos.
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En Latinoamérica se conocen entre 170 000 y 180 000 especies de plantas, de las cuales la mitad se encuentran en Perú, Colombia y Ecuador, en un área que ocupa un tercio del territorio de Estados Unidos (Dirzo, 1990). México está catalogado como uno de los países de mayor diversidad en el mundo. Se estima que entre 8 y 10 por ciento de las especies de plantas y de animales terrestres se encuentran en el país. Sin saber realmente cuántas especies existen se estima que al menos 200 000 (Soberón, 1991) y quizás hasta 500 000 (Sedue, 1992), habitan en los por lo menos 32 tipos de vegetación que han descrito Miranda y Hernández X. (1964). México es el primero en el mundo en fauna de reptiles (717 especies), segundo en mamíferos (449) y cuarto en anfibios (282) y plantas vasculares (alrededor de 25 000). Cerca de 32% de la fauna nacional es endémica, y la destrucción de los hábitats naturales ha puesto en peligro de extinción a 379 especies de animales vertebrados, al igual que a alrededor de 2 000 especies de plantas vasculares. La extinción de la biodiversidad parece ser una preocupación común de todos los países. Sin embargo, tiene muchos puntos de controversia, los cuales se mostraron en la negociación de la Convención de Biodiversidad de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Carabias y Provencio, 1992). Dicha convención reconoce el valor intrínseco de la biodiversidad, por ser un acervo genético resultado de procesos irrepetibles ocurridos durante millones de años de evolución y por su función en el mantenimiento de los ecosistemas; resalta la importancia de que la conservación sea de preferencia in situ, protegiendo ecosistemas naturales y rehabilitando y restaurando áreas deterioradas; en caso de ser ex situ se recomienda reglamentarla para evitar que compita con la conservación in situ; se reconoce el potencial de uso de la biodiversidad y se destaca la importancia del conocimiento de las comunidades indígenas y locales sobre las especies y su uso; se acordó reglamentar todos los procesos productivos y de uso de recursos que estén provocando daños a la diversidad y el uso de especies amenazadas.
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Entre los puntos más importantes y debatidos de la convención estuvo la cuestión de facilitar el acceso a los recursos, bajo condiciones previamente definidas en convenio por las partes, en los términos de respetar la soberanía que cada país tiene de regular sus recursos. Como contraparte se precisa la necesidad de compartir en forma justa y equitativa los resultados de las actividades de investigación y desarrollo y los beneficios derivados de la utilización comercial y de otra índole de recursos genéticos, para lo cual, además de convenir porcentajes de los beneficios económicos, se requiere la transferencia de la tecnología generada en condiciones de preferencia a los países en desarrollo que aportan los recursos genéticos. Este último punto sobre el origen de propiedad del germoplasma, ha sido el más controvertido. El libre acceso que han tenido los países desarrollados del germoplasma ubicado en los países del Sur les ha dado a los primeros una ventaja sobre los segundos, ya que con la tecnología desarrollada se ha elaborado un conjunto de productos que luego son vendidos muy caros a sus países de origen. Las patentes privadas de estas tecnologías no han permitido que el beneficio sea también para los países dueños de los recursos naturales. Estados Unidos bloqueó la posibilidad de profundizar y concretar más los acuerdos durante las negociaciones, y finalmente no firmó la convención bajo el argumento de que este convenio contravenía el derecho a las patentes privadas y los derechos de propiedad intelectual. En la actualidad el nuevo gobierno de Estados Unidos está reconsiderando su decisión y ha hecho un primer anuncio de firmarla.
Población, migración y urbanización En los debates internacionales se repite con frecuencia que el crecimiento de la población es uno de los procesos conductores del cambio global. Es innegable que el aumento demográfico en condiciones específicas puede llevar a perpetuar el ciclo de pobreza en muchos países del Sur, y que esto se encuentra asociado a procesos entreverados con los cambios mencionados arriba. Pero es necesario contextualizar esta situación en el marco de problemas de inequidad
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y pobreza, utilizando para ello indicadores no solamente económicos sino de desarrollo humano. Para lograr una perspectiva adecuada de este fenómeno, hay que reconocer el progreso alcanzado a lo largo del presente siglo sobre todo hasta 1980, en desarrollo humano. A escala mundial, la esperanza de vida creció de 54.9 (1950-1970) a 61.5 años (19851990) (World Resources Institute, 1950: 256). En cuatro décadas, en los países en desarrollo, la mortalidad infantil descendió, de cerca de 200 muertes por 1 000 nacimientos vivos a cerca de 80 (1950-1988): “Un logro que en los países industrializados llevó casi un siglo” (UNDP, 1990: 2). La atención primaria a la salud se extendió a 61% de la población, y el agua potable a 55%, y a pesar de la alta de 2 000 millones de personas en los países en desarrollo, el aumento de la producción de alimentos excedió el crecimiento de la población en cerca de 20% (ibid). A pesar del progreso antes mencionado, en 1985 más de 1 000 millones de personas en los países en desarrollo estaban atrapados en la absoluta pobreza, junto con algunos grupos que vivían en pobreza en las naciones desarrolladas (UNDP, 1990: 22-23). En 12 de los 23 países en desarrollo de los que se dispone de información, el ingreso de los grupos ricos era 15 veces o más que el de los grupo más pobres, y esto ocurre notablemente en América Latina (ibid). La FAO calcula que alrededor de 30 millones de familias rurales no tienen acceso a la tierra, y que unos 138 millones están casi sin tierra, dos tercios de ellos en Asia (ibid). Con respecto a la pauperización, una conclusión importante de las investigaciones señala que entre 500 y 1 000 millones de mujeres pobres del medio rural en los países en desarrollo sufren el mayor empobrecimiento, porque “para ellas ha habido muy poco del progreso durante los últimos 30 años” (ibid: 33). Es importante señalar que durante los ochenta las desigualdades en la distribución del capital humano y financiero no disminuyeron sino que en realidad aumentaron, tanto entre las diferentes naciones como en su interior. En 1960 había 30 personas pobres por cada rica, mientras que en 1990 había aumentado esa cifra a 59 personas pobres por cada una rica. En parte, este incremento de la desigualdad se ha debido, a nivel internacional, al pago de la deuda que ha
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llevado a una transferencia neta de capitales de los países del Sur, los más pobres, a los del Norte, los más ricos. Es en este contexto donde deben situarse las proyecciones de población para las próximas décadas. De mantenerse los actuales índices de fecundidad y mortalidad, se llegaría a provocar un desastre social y económico en algunos países del Sur. Las proyecciones que evitarían este desastre harían necesaria una reducción de la tasa total de fecundidad de 2.1, índice que difícilmente podrá lograrse antes del año 2025. El punto de controversia en cuanto a este tema radica en que el crecimiento demográfico es muy diferente por países y regiones. Mientras que la tasa de crecimiento poblacional promedio llega a 0.5 en los países del Norte, en los del Sur es todavía de 2.1. De seguir esta tendencia, para el año 2025, 84% de la población mundial, equivalente a 7 200 millones, se encontrará en los países del Sur. Y la pregunta es: ¿con qué niveles de vida y con qué consecuencias ecológicas? Esta pregunta se tiene que responder en relación con dos procesos. Por una parte, a las limitantes biogeoquímicas analizadas al inicio de este ensayo, que difícilmente podrán ser resueltas por la tecnología, como han argumentado Julian Simon y otros con el apoyo de los gobiernos de Reagan y Bush. Tal y como señala Robert Costanza, esta apuesta es demasiado importante como para dejarla al azar, lo que hace impostergable el tomar medidas para modificar los comportamientos no sostenibles de las economías (Arizpe, Costanza y Lutz, 1990). Por otra parte, se hacen evidentes las barreras sociopolíticas que operan dentro de los países y entre los países, que concentran el consumo e impiden el acceso equitativo a esos recursos naturales y a los bienes que de ellos se derivan. Esta desigualdad, que en algunos países y regiones amenaza con llevar a una fractura social y política de muy graves consecuencias, hará imposible llegar a negociar acuerdos para lograr políticas y acciones de desarrollo sostenibles. Pero importa también tomar en cuenta el efecto que tendrá el aumento de población en las corrientes migratorias, ya que esto alterará la distribución internacional de la población. A principios de los ochenta se consideraba que el número de los migrantes económicos en el mundo era de alrededor de 20 millo-
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nes; si se le añade a esta cifra una cantidad semejante de migrantes ilegales, resulta que unos 40 o 50 millones de personas han salido de su sitio de origen con la esperanza de tener una participación mayor en los beneficios del desarrollo mundial (UNDP, 1990: 28). En las primeras décadas del siglo próximo dichos movimientos se van a incrementar y a diversificar, sin contar con los refugiados ecológicos que se le sumen, y van a moverse principalmente de Sur a Norte, aunque también de Sur a Sur (ibid). Finalmente, otro de los procesos mayores que alterarán la distribución de la población mundial y que forman parte del cambio global es el aumento en la concentración de la población en grandes ciudades, en especial en los países del Sur. Mientras que en el Norte aumentará 0.8% de su población urbana, el Sur la verá crecer a un ritmo de 4.9% en las próximas décadas. Para el año 2025, en América Latina y el Caribe se estima que vivirán en las ciudades 750 millones de personas. Ya para el año 2000, esta región contará con algunas de las mayores ciudades del orbe: la ciudad de México, con más de 20 millones, Sao Paulo, con 24 millones, Buenos Aires, con 13 millones y Río de Janeiro con 13 millones. Se conocen de sobra los graves problemas que ya aquejan a estas ciudades en materia de contaminación del aire, aprovisionamiento de agua, empleo, vivienda, consumo y tráfico de drogas y delincuencia, por lo que urgen políticas y acciones destinados a dichos problemas. De no tomarse medidas eficaces, el círculo vicioso que perpetúa la pobreza rural y que aumenta la depredación del medio ambiente seguirá provocando el éxodo hacia las ciudades, que no podrán ofrecer ya condiciones de empleo y de bienestar adecuadas.
Conclusiones México comparte con otros países del Sur, de niveles de desarrollo semejantes, todos los problemas expuestos en esta sección. Ninguno de ellos puede ser ignorado, a riesgo de acentuar aún más los desequilibrios ya evidentes en los procesos de crecimiento económico y desarrollo social. Reorientar estos procesos es una tarea que incumbe no solamente al Estado sino principalmente a la sociedad civil, de la que deben surgir las propuestas políticas, las estrategias y accio-
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nes concretas que lleven a una solución concertada de estos problemas. El primer paso para lograr lo anterior es ofrecer a la sociedad una información exacta y de amplia difusión sobre estos procesos, apuntando hacia nuevas soluciones sostenibles que hagan armoniosa la relación entre uso y conservación del medio ambiente, y crecimiento y desarrollo. La magnitud de los problemas ambientales globales obliga a tomar medidas comunes entre todas las naciones, para transitar hacia un desarrollo que garantice una calidad de vida aceptable para la humanidad entera y garantizar la de las próximas generaciones y la protección de la geosfera y la biosfera. La heterogeneidad de situaciones de los países hace difícil concretar las medidas, pero más difícil aún es la contraposición de intereses. Ciertas premisas comunes deben ser adoptadas y enfrentadas con responsabilidad por todas las naciones. Mientras que los países en desarrollo deben hacer más eficientes sus procesos de transformación productiva primaria, industrial y urbana, y adoptar políticas adecuadas para controlar el crecimiento demográfico, los países desarrollados deben cambiar sus patrones de consumo y de abuso de los recursos naturales renovables y no renovables. Si algo ha quedado claro en este debate ambiental, es que el planeta no puede sostener niveles de vida como los europeos o norteamericanos para toda la población actual y futura. Ello va a implicar reajustes tanto en los niveles de subconsumo, como en los de sobreconsumo. Esta situación global se reproduce dentro de los países. México, como uno más de los países del Tercer Mundo, tiene profundas desigualdades internas, que en la perspectiva del desarrollo sustentable necesita resolver. La eliminación de la pobreza es una prioridad, que debe ocurrir mediante cambios estructurales que generen empleo y redistribuyan el ingreso. Sólo así las desigualdades sociales tenderán a eliminarse. El reto para México, como para muchos otros países es que, para consolidar su desarrollo y eliminar la pobreza, se requiere seguir creciendo, y esto va a implicar aumentar el uso de recursos naturales para [obtener] materias primas, alimentos y energía. Cómo, entonces, puede hacerse compatible este crecimiento con la prevención del deterioro ambiental e incluso restaurando lo deteriorado.
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Es urgente en México la revisión de las políticas agropecuarias, forestales, energéticas y de desarrollo industrial para evitar [que] se sigan transformando los escasos ecosistemas forestales con sus consecuencias negativas para el suelo, el agua y las especies animales y vegetales; derrochando energía e introduciendo desechos al agua, aire y suelo. Está claro que la concatenación de los problemas ambientales nacionales con los globales obliga a la búsqueda de soluciones de carácter internacional. Pero cada país requiere hacer una contribución propia de acuerdo con sus responsabilidades y posibilidades. Sería un error exculpar la falta de políticas ambientales nacionales eficientes y efectivas, escudándose en los lentos avances de las políticas internacionales. México ha avanzado en esta materia pero ni en la profundidad ni a la velocidad que su capacidad le permite. Es necesario redoblar los esfuerzos para lograr que su potencial natural aún le sirva para el desarrollo.
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El agua ○
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Ezequiel Ander-Egg
El agua, sustancia esencial para la vida ecir que el agua es una sustancia esencial y un recurso natural clave para la vida en el planeta, es una perogrullada. Sabemos que desempeña un papel fundamental en los procesos vivos de la Tierra. El agua es esencial… Un ser humano, un gato, una merluza, una espiga de maíz están formados en 65-70 por ciento por agua. Nuestro cerebro contiene casi 75% de agua; los riñones 82.7%; la sangre, 83%; los músculos, 75.6%; y los huesos, alrededor de 22%. Necesitamos ingerir agua cotidianamente: consumimos de 1 a 1.5 kilos (litros) como bebida; de 0.8 a 1 kilo (litro) contenida en alimentos. Otros 350 gramos (ml) produce nuestro organismo al consumir glucosa. Expulsamos cada día entre 2 y 3 kilos (litros) de agua usada (por vía urinaria, por la piel, pulmones y por los excrementos). Y si llegara a disminuir sensiblemente nuestro nivel de agua, indefectiblemente moriríamos... La vida se produce y se mantiene gracias al flujo de agua que recibe cada planta, cada animal, cada ser humano. De un biólogo he escuchado esta afirmación: No sé definir la vida; sólo sé que es un conjunto de reacciones químicas que se desenvuelve en un medio acuoso. La vida no existe sin el agua. Hace entre 4 000 y 5 000 millones de años que en el agua se sustentaron las bases de la evolución biológica.
El agua disponible y el agua que consumimos Si consideramos el agua en su conjunto (mares, ríos, lagos, hielos, glaciares y aguas subterráneas), el proble-
ma no es de escasez. En virtud del ciclo hidrológico (océano-atmósfera-tierra-océano), a diferencia de otros recursos naturales, posee la propiedad de que, por mucho que se consuma, no presenta pérdidas cuantitativas respecto del volumen total existente en la Tierra. La cantidad de agua en el planeta siempre ha sido la misma. El agua sin duda es abundante. Los mares y océanos contienen 94% del agua total del mundo; las aguas subterráneas son sólo 4% del total y 20% del agua dulce, y el agua contenida en hielos y glaciares es 79% del agua dulce. Y apenas 1% del agua dulce es agua de superficie accesible; especialmente la de los ríos, que aportan 80% de los recursos de agua. Otra parte está en los seres vivos, en la humedad del suelo y en la atmósfera, pero no la vemos como agua. Siendo tan abundante el agua, considerándola en la totalidad del planeta, sin embargo, el agua disponible para la vida es un recurso escaso, apenas 3% de toda el agua que hay en el mundo, pero de esta ínfima cantidad más de las tres cuartas partes se encuentran congeladas en los casquetes polares y glaciares, y el resto en ríos y aguas subterráneas. Esto significa que sólo 0.65% del total del agua que hay en el planeta es directamente utilizable. Como el número de habitantes aumenta constantemente, el agua dulce apta para el consumo es cada vez más escasa. Y a esta escasez natural, se agregan dos importantes problemas ecológicos: el derroche y la contaminación. El derroche de agua es una expresión más de la mentalidad consumista de nuestra sociedad, y la contaminación de ríos y acuíferos es consecuencia de la agresión ecológica que sufre el planeta. No basta con disponer de agua, sino que es necesario disponer de agua en condiciones de ser utilizada. Algunos ecologistas afirman que los ecosiste-
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El título es del editor y reúne dos apartados de la obra a la que se hace referencia enseguida: Ezequiel Ander-Egg, “El agua, sustancia esencial para la vida” y “El agua disponible y el agua que consumimos”, en Para salvar la Tierra. El desafío ecológico I, Buenos Aires, Lumen, 1994, pp. 52-57.
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mas acuáticos son precisamente los más afectados por el deterioro del medio ambiente. Así pues, la disponibilidad de agua es cada vez más escasa; en los últimos años hemos comenzado a tomar conciencia de que este patrimonio se nos está acabando. En el siglo XXI, a medida que se vayan haciendo más escasos los recursos de agua dulce, el uso de aguas de calidad inferior se convertirá en una práctica corriente.
Figura 1. Los ríos aportan a la humanidad 80% de sus recursos de agua, mientras que sólo representan 0.000003% del agua del planeta. Aunque el agua abunda en la Tierra es difícilmente accesible y movilizable. Fuentes: WWF, Atlas of the environment, 1990.
La distribución del agua en el planeta Entre todas las sustancias necesarias para los seres humanos, como ya lo indicamos, el agua es una de las más abundantes. Sin embargo, también hemos dicho que el agua para beber es un bien que se está haciendo escaso. Uno de los problemas en relación con el agua es que está mal distribuida. Según cálculos hechos públicos por Naciones Unidas, la población mundial dispone de un suministro anual de 9 000 km3 de agua dulce. Esa cantidad, bien distribuida por todo el planeta, sería suficiente. Pero las lluvias no se reparten equitativamente: 25 países de Oriente Medio y el norte de África padecen sed crónica. De manera semejante, en el informe Futuro glo-
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bal. Tiempo de actuar, preparado por encargo del expresidente Carter, se dice que “si el agua dulce del mundo se distribuyese por igual entre toda la población del globo, seguiría habiendo 3.5 veces más cantidad que la necesaria por persona en el año 2000”. Sin embargo, el agua escasea en muchos lugares del planeta. En el Atlas del medio ambiente, publicado en 1993, se advierte que a finales de la década de los noventa, seis países del este de África y cinco de la costa sur del Mediterráneo tendrán que hacer frente a una grave escasez de recursos hídricos. Polonia, Israel y las zonas áridas de Estados Unidos están llegando también a una situación crítica. Basta tener en cuenta el rápido crecimiento de la humanidad para comprender el riesgo de que el agua —mal distribuida como está— sea un bien escaso para millones de personas. La escasez de agua perjudica a los seres humanos, aunque no a todos por igual: también hay privilegios y privilegiados en el uso y la distribución del agua. En los países pobres, tres de cada cinco personas están desprovistas de un sistema satisfactorio de aprovisionamiento de agua. Y para poner un ejemplo de esta desigualdad, basta decir que un ciudadano norteamericano consume 70 veces más agua que un habitante de Ghana. En cuanto al aprovisionamiento de agua, considerada la situación mundial y como una estimación en grueso, puede decirse que: • Alrededor de 35% de la población mundial recibe aprovisionamiento de agua en muy buenas condiciones. • Aproximadamente 42% se debe contentar con un aprovisionamiento aceptable. • La población restante (23%) no dispone de ningún tipo de instalaciones que den acceso a la utilización de agua potable exenta de peligros para la salud; esto significa que 1 200 millones de personas no disponen de agua potable. Un caso extremo, pero paradigmático, de lo que puede llegar a ser la escasez de agua, es la situación de las mujeres que viven en zonas rurales en África. El 85% de la energía diaria empleada por estas mujeres es para conseguir agua y acarrearla hasta sus hogares.
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No es de extrañar, como explicaremos seguidamente, la cantidad de personas enfermas a causa del agua que consumen, y las que mueren por la misma causa. La escasez de agua dulce y su mala utilización constituyen un grave y creciente peligro para el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente. La salud y el bienestar humanos, la seguridad de los alimentos, el desarrollo industrial y los ecosistemas de los que dependen se encuentran amenazados sin excepción, a menos que en el presente decenio y en lo sucesivo se administren mejor que en el pasado los recursos del agua y del suelo (Declaración de Dublín, Conferencia Internacional sobre el Agua y el Medio Ambiente, 1992). El agua que consumimos El consumo del agua por parte de los seres humanos es de diferente naturaleza: personal y doméstico; para la agricultura y la industria; para la evacuación de desechos. A mayor cantidad de población, mayor demanda de agua para todos estos usos. Pero no sólo las personas consumen agua; a mayor cantidad de personas, hay que aumentar también la producción de alimentos (y esto requiere agua); a su vez, la industria y, en algunos casos, la producción de energía se hacen mediante el aprovechamiento del agua. Mientras en algunos países se dispone de cinco litros de agua potable por persona y por día, el consumo medio de agua en los países industrializados es de 30 a 50 litros para uso personal y doméstico,* y asciende a 500 y 600 litros por persona y por día si tenemos en cuenta la demanda de la agricultura, la ganadería y la industria. El consumo de agua, según estimaciones de expertos de la oficina de medio ambiente de las Naciones Unidas, se ha multiplicado por 35 en tres siglos. En general, se distribuye de la siguiente manera: • 69% Destinado a la irrigación agrícola. • 23% Destinado a diferentes procesos industriales. • 8% Destinado al uso doméstico.
El agua
De acuerdo con este informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la mitad del agua que se usa para regadío se desperdicia. Se estima que el consumo de agua aumentará ligeramente hasta finales de siglo y se duplicará para el uso industrial. Las previsiones que hizo la UNESCO hace algo más de 15 años, se expresan en la figura 2.
1.2 1.1 1.0 0.9 0.8 0.7
2015 2000 1985 1970
0.6 0.5
1950
0.4 0.3
1900
0.2 0.1
Figura 2. El consumo de agua en el mundo entero aumenta constantemente. Este diagrama muestra la evolución del consumo medio por persona —en millones de litros por año— desde 1900 y las previsiones hasta 2015. En las cifras están comprendidas las necesidades de la industria y de la agricultura. Cabe recordar que la población mundial, que era de 1 600 millones en 1900, supera actualmente los 4 000 millones y será de unos 7 000 millones hacia el año 2000. Fuente: Correo de la UNESCO.
Según el informe Brundtland (que nos sirve para complementar los datos de la figura 2), la utilización mundial del agua se duplicó entre 1940 y 1980, y se prevé que se duplique otra vez para el año 2000. Y entre 1994 y el año 2050, está previsto que se triplique la utilización de agua a escala mundial.
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* En la República Federal Alemana se ha estudiado detalladamente el gasto medio de agua. Éstos son los resultados: Gasto medio de agua (dados en litros por día y por familia). Año 1969: Baño y ducha: 20 a 40 Limpieza del hogar: 3 a 10 W.C.: 20 a 40 Total: 123 Lavado de ropa: 20 a 40 Beber y cocina: 3 a 6 Lavado de vajilla: 4 a 6
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129 litros
El agua que gasta diariamente cada uno de nosotros se reparte así:
44 litros
44 litros
16 litros
15 litros 5 litros
Riego
Servicios higiénicos
En lavabos, baños, duchas
Lavado
Fregado
Preparación de comidas y bebidas
Figura 3. En qué usamos el agua.
No sólo hay que considerar el consumo del agua a escala mundial, sino también el agua que gastamos diariamente; a ese nivel es en donde todos podemos hacer algo. Si bien el consumo cotidiano de agua varía según una gama muy amplia de circunstancias, la figura 3 es un referente de lo que se suele gastar, en promedio por persona, en una ciudad. Temer y preocuparse de que a comienzos del siglo XXI se produzca una crisis del agua no es ninguna exageración, ni una perspectiva alarmista. El peligro de que muchos núcleos urbanos pasen sed es un riesgo que se cierne sobre algunas zonas; las restricciones en el consumo de agua es un hecho cada vez más generalizado. Toda ciudad enfrenta tres problemas principales en relación con el agua: • El abastecimiento. Además de necesitarse agua en cantidad suficiente, debe ser utilizable. • La depuración antes de que el agua sea utilizada, para lo cual se somete a procesos de potabilización. • La evacuación de aguas residuales, con sus problemas conexos de depuración.
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En Estados Unidos —según revelaba la revista Scientific American (1971)—, más de la mitad de la población se ve obligada a consumir agua que se ha utilizado al menos una vez y ha pasado por la red de colectores. El agua que bebemos viene en su mayor parte de lagos y ríos, y a los lagos y ríos van las aguas residuales. Conviene recordar en este punto la anécdota del inglés que, al final de un banquete, brindó con un vaso de agua “a la salud de los cinco ciudadanos que han bebido esta agua antes que yo”. Nuestros abuelos no conocieron el agua embotellada. Desde hace dos o tres décadas, cada año —cada vez más— se venden millones de botellas de agua. Ya no se trata de paliar el déficit de agua, sino de conseguir agua sin mal gusto ni olor. Pero, he aquí que el agua de las botellas también suele ser peligrosa. La irresponsabilidad de algunos de los que embotellan el agua suele ser coherente con los valores vigentes en esta sociedad: ganar y tener.
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El agua
Agua de ricos, agua de pobres 150 litros de agua al día Hogar, jardín, automóvil
13%
wc
25 litros de agua al día
32%
Bebidas, cocina Vajilla, colada
2%
17%
Hogar
1%
wc
16%
Bebida, cocina, vajilla
34%
Colada
32%
Aseo
16%
Cuarto de baño
37%
EUROPA
INDIA
Un californiano equivale a 25 sudaneses Cuanto más rico es un país, más agua consume. Pero también hay una práctica cultural unida al consumo de agua y a su despilfarro.
191 000
CALIFORNIA
110 000
104 000
96 000
93 000
78 000
55 000
40 000 35 000
E.U. CANADÁ
JAPÓN
SUIZA
ITALIA GRECIA
ARGELIA
9 000
7 000
COMUNIDAD EUROPEA INDIA
93 000
SUDÁN
Consumo doméstico anual de agua en litros por persona
Figura 4. El hombre no puede vivir normalmente si no dispone al menos de 20 litros de agua al día. Los habitantes de los países ricos
consumen 12 veces más para mejorar su higiene y comodidad: ducha diaria, riego del jardín, lavado de coche. Por el contrario, un indio no tiene ni cuarto de baño, ni servicio. Fuentes: OCD, Gestion des resources, 1989; World Resources Institute, 1992; Gaia, 1990.
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México, uno de los países más afectados por la erosión del suelo ○
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José Luis Oropeza Mota éxico es uno de los países más fuertemente afectados por la erosión del suelo. Ésta no sólo daña el potencial productivo del lugar donde ocurre, sino que causa efectos negativos en las áreas de depósito de sedimentos, al azolvar los vasos de almacenamiento de las obras hidráulicas, canales, zanjas de drenaje y esteros, además de contaminar ríos, lagos y cuerpos de agua en general. El proceso de erosión del suelo perjudica el desarrollo agrícola de México, ya que pone en riesgo la capacidad para lograr la autosuficiencia alimentaria. Desde principios de siglo la erosión se ha asociado a los diferentes cambios de uso del suelo causados por el crecimiento de la frontera agrícola, la reducción de la superficie forestal y el sobrepastoreo de los agostaderos de las zonas templadas, áridas, semiáridas y tropicales. La presencia de la erosión en los terrenos de cultivo disminuye su productividad y agota rápidamente la fertilidad de los mismos. Se pueden esperar disminuciones de rendimiento entre 150 y 350 kg en el cultivo de maíz por hectárea y por año, por cada centímetro de suelo que se erosione. De los casi dos millones de kilómetros cuadrados de superficie con que cuenta México, 92% son terrenos montañosos y ondulados con fuertes restricciones para el uso agrícola; el restante 8%, son tierras planas productivas. Desde el punto de vista ecológico, estas grandes diferencias topográficas crean una diversidad de condiciones favorables que explican la gran variedad de nuestros recursos naturales y la complejidad de la flora y la fauna, ampliamente conocidas en el mundo entero. Las cadenas montañosas
constituyen uno de los obstáculos más difíciles para llevar a cabo programas de producción rentable de granos básicos, pues propician irregularidades en el clima, con fuertes precipitaciones que, junto con los efectos de las pendientes y el mal uso del suelo, dan como resultado la activación de la erosión hídrica, la formación de escurrimientos torrenciales y, como consecuencia, desgaste del terreno y baja productividad en las cosechas (véase cuadro 1).
El agua y los sedimentos México es un país sediento; en materia de agua es uno de los más pobres del mundo. Desde tiempos inmemoriales, los antiguos mexicanos tuvieron que construir grandes obras hidráulicas para satisfacer sus necesidades del vital líquido. El gobierno federal ha construido al menos una obra hidráulica de captación en la mayoría de las cuencas hidrológicas del país. Pero las dos terceras partes de la tierra arable productiva se encuentran en regiones de escasa precipitación pluvial, donde pueden produCuadro 1 Clases de erosión
Superficie (hectáreas)
Erosión no manifiesta
39 718 300
Erosión leve
50 708 258
Erosión moderada
72 352 273
Erosión severa
23 536 790
Erosión muy severa Total
8 972 622 155 609 961
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José Luis Oropeza Mota, “México, uno de los países más afectados por la erosión del suelo”, en La Jornada Ecológica, suplemento del periódico La Jornada, año 3, núm. 33, 5 de enero de 1995, p. 2.
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cirse cosechas una vez al año durante la temporada de lluvias. Haciendo uso de los aforos que realiza la SARH en las regiones hidrológicas del país, en 1985 se estimó que en todo México la pérdida de suelo es de 2.8 ton/ha/año. Algunos datos ilustran el problema (véase cuadro 2). Cuadro 2 Uso del suelo
Pérdida del suelo (ton/ha/año)
Área (ha)
Bosque de pino
0.010
522
Zacatonal
0.043
51
Bosque de oyamel
0.005
462
Zona de cultivo alta
3.059
35
16.078
524
Pastizal
0.655
247
Bosque de encino
0.017
335
Zona de cultivo baja
1.622
724
Tepetate
Considerando un peso específico de 1.1 g/cm3 para los sedimentos, el volumen depositado en las obras hidráulicas de almacenamiento es de 150 836 m3 de azolve, que representa 0.13% de la capacidad total de almacenamiento del país que es de 112 744 millones de m3. Otros estudios más precisos sobre pérdida de suelo, realizados en 1975 por Figueroa en la cuenca del río Texcoco, reportan una pérdida de suelo para la cuenca de ese río de 3.4 ton/ha/año en promedio (véase cuadro 3).
Superficie donde se producen sedimentos:
193 641 878 ha
Pérdida de suelo promedio:
2.8 ton/ha/año
Sedimentos totales por año:
535 226 151 ton/año
De esta cantidad: 69% se descargan en el mar: 369 306 044 ton/año
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La conservación del suelo como una parte del sistema agrícola productivo de México, se remonta a mediados del siglo xv con la construcción del complejo del cerro de Tetzcutzingo, en Texcoco, Estado de México. Consistió en canales y terrazas de banco hechos por la cultura acolhua. Una situación similar en el manejo del suelo y del agua tuvo lugar en Chiapas y Oaxaca por las culturas maya y zapoteca en condiciones topográficas y edáficas muy adversas. Los modelos anteriores desaparecieron con la dominación española. Actualmente, la degradación del suelo se debe principalmente a los siguientes factores: 1. Presión demográfica, la cual ha provocado la modificación del uso del suelo para incrementar la frontera agrícola y ha llevado a optimizar los factores de la producción a fin de cubrir el déficit de granos básicos. 2. Falta de investigación, promoción y divulgación en el medio rural de prácticas de conservación del suelo que sean simples y rentables en los sistemas agrícolas tradicionales, pecuarios y forestales. 3. Explotación de los recursos naturales (agua-suelo-vegetación) a un ritmo superior a su capacidad de recuperación. 4. Marginación de los sistemas agrícolas tradicionales; políticas y estructuras de gobierno equivocadas en materia de conservación del suelo y del agua.
Las prácticas de conservación del suelo y del agua
Cuadro 3
31% se deposita en obras de almacenamiento:
Antecedentes de la erosión en el país
165 900 107 ton/año
Estas proporcionan la posibilidad de controlar y conservar el suelo y, al mismo tiempo, retener la mayor parte del agua de lluvias mediante sistemas de ingeniería agrícola que se ejecutan simultáneamente con el fin de controlar la erosión. Cuando la conservación se realiza en grandes superficies de la cuenca hidrográfica, además de controlar la erosión y retener el agua de lluvia contribuye a incrementar la filtración del agua en el suelo, lo que favorece consecuentemente la recarga de los
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mantos acuíferos. En general, las prácticas de conservación del suelo y del agua: 1. Evitan la erosión del suelo y lo mantienen en condiciones de fertilidad y contenido de materia orgánica óptima. 2. Aprovechan eficientemente el agua de lluvia y evitan la formación de escurrimientos superficiales, estimulando la filtración del agua en el suelo y la recarga de los mantos acuíferos. 3. Favorecen el desarrollo de la vegetación y de la fauna silvestre y protegen el suelo de la fuerza destructora del agua y del viento (mediante el establecimiento de cortinas rompevientos). 4. Desde el punto de vista edafológico, mejoran las características físicas del suelo y lo mantienen en condiciones óptimas de aireación, humedad y desarrollo de microorganismos, que ayudan a una mejor formación biológica del suelo. 5. Mantienen los escurrimientos superficiales libres de sedimentos y evitan que se depositen en los vasos de almacenamiento de las obras hidráulicas y cuerpos de agua en general.
¿Qué hacer? Existen ciertos principios básicos vitales para el establecimiento de un programa nacional de conservación del suelo y del agua.
México y la erosión del suelo
Los especialistas del tema, nacionales y extranjeros, están de acuerdo en la necesidad fundamental de un programa que incluya el manejo integral de los recursos naturales de la cuenca hidrográfica. En México no se ha dado todavía un sistema administrativo de gobierno capaz de crear una política unificada que incluya el manejo integral del agua, el suelo y la vegetación. Será necesario también actualizar, ampliar y reglamentar la Ley de Conservación del Suelo y del Agua de acuerdo con los planes de desarrollo, corrigiendo los defectos del pasado y haciendo una planeación inteligente. Se carece de un organismo que coordine y retome, con autoridad propia y suficiente, los planes y estrategias de desarrollo de la Ley de Conservación del Suelo y del Agua. Hace falta un mecanismo técnico capaz de detectar y evaluar el problema de la erosión, que llegue directamente al medio rural, hasta la parcela del productor. Que asegure la implementación de prácticas simples de conservación del suelo y del agua, rentables y socialmente posibles, económicamente viables y ecológicamente sustentables. A la par, deben impulsarse investigaciones políticas, técnicas y prácticas de conservación de suelos y de educación ambiental formal y no formal a todos los niveles. De lo contrario, en el futuro habrá más zonas desérticas y crisis ambientales, productivas y sociales. Algo indeseable para cualquier país.
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Biodiversidad ○
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Paolo Bifani
s indudable que la agricultura moderna se basa fundamentalmente en la artificialización y, por tanto, altera las estructuras del ecosistema y su funcionamiento. Toda práctica tiene un riesgo y un costo ecológico que la teoría y la práctica económicas, basadas en los valores de mercado de corto plazo, han sido incapaces de tomar en cuenta. Uno de los aspectos más importantes de la artificialización es la especialización productiva, es decir, la reducción de la diversidad natural para concentrarse en pocas variedades y eventualmente en el monocultivo. La diversidad del ecosistema tiene enorme importancia, pues es uno de los factores fundamentales para su estabilidad e incide en la homeostasis y resiliencia del sistema natural, que le permite recibir impactos desde el exterior, mantenerse en todo sistema y autorreproducirse. La especialización y la homogeneización de cultivos elimina especies. Ello tiende a alterar la estructura de los suelos, modifica los flujos de nutrientes y de energía y los ciclos biogeológicos. Por otra parte, las prácticas de cosecha indiscriminada y de cosecha selectiva tienden también a reducir la diversidad del ecosistema, lo cual resulta, finalmente, en la destrucción de sus mecanismos de funcionamiento y su desorganización. La disminución de diversidad es un fenómeno que se da desde los primeros tiempos de la civilización humana. Sin embargo, se ha acentuado en los últimos 100 años. La reserva de especies biológicas es de unos 10 millones, de las cuales cerca de 8.5 millones han sido identificadas. De las más de 240 000 especies de plantas conocidas, sólo 150 han sido domesticadas por el hombre, y sólo 30 de ellas pro-
porcionan 85% del peso de los alimentos consumidos por los seres humanos y 95% de sus calorías y proteínas. A su vez ocho especies (trigo, arroz, maíz, cebada, avena, sorgo, mijo y centeno) proporcionan las tres cuartas partes del total de proteínas alimenticias y energía consumidas por el hombre, y tres: trigo, maíz y arroz, proveen 50% de la energía humana. En relación con los recursos ganaderos se da un fenómeno similar. Los patrones imperantes en el comercio internacional promueven la homogeneización de cultivos y monocultivos y refuerzan las prácticas descritas de mecanización, fertilización, riego, etcétera, que al alterar el sistema natural ponen en peligro la diversidad biológica. La pérdida de diversidad no sólo tiene efectos sobre la estructura y el funcionamiento del ecosistema, sino que además aumenta los riesgos, ya que mientras más homogéneo es un sistema, mayor es su vulnerabilidad a plagas, enfermedades, fluctuaciones y azares del clima. El desastre de 1840 en los cultivos de papa de Irlanda es un ejemplo clásico, al cual se pueden agregar hechos más recientes sobre el tema del control de plagas. La conservación de la diversidad biológica o biodiversidad es hoy tema de preocupación mundial. Instituciones científicas y organismos internacionales denuncian la pérdida continua de biodiversidad: según la IUCN entre 20 000 y 25 000 especies están amenazadas de extinción, mas de continuar las tendencias actuales, 25% de las especies existentes habrán desaparecido o quedarán reducidas a unos pocos ejemplares hacia mediados del próximo siglo, y un número mucho mayor de especies habrá perdido una parte considerable de sus variedades.1 Aun cuando la
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Paolo Bifani, “Biodiversidad”, en Medio ambiente y desarrollo, 3a ed., México, Universidad de Guadalajara, 1997, pp. 591-602 y pp. 605-606. 1
IUCN-UNEP-WWF, Caring
for the Earth. A Strategy for Sustainable Living, Suiza, Gland, 1991.
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información actual es escasa y susceptible de controversia —algunos autores hablan de la extinción masiva de especies—, no cabe duda de que la erosión genética es uno de los mayores problemas contemporáneos. El tema trasciende los ámbitos académicos de biólogos y de ecólogos y tiene clara dimensión económica y política. El Convenio sobre Diversidad Biológica adoptado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo de la Cumbre de Río, y las negociaciones que lo precedieron, así como los debates que suscita, son la expresión tanto de la mencionada preocupación como de sus aspectos políticos y económicos. Los alcances y matices del debate sobre biodiversidad escapan al hombre común, para quien el tema es algo extremadamente técnico, circunscrito a lo biológico y ecológico, y no alcanza a percibir sus implicaciones económicas y políticas. El tema de la biodiversidad se complica por sus estrechas vinculaciones con otros, tan diversos y también de difícil acceso para el lego, como son las técnicas de hibridación y manipulación genética, la protección de los hábitats naturales, los derechos de propiedad intelectual, las corporaciones transnacionales, el comercio internacional y la biotecnología. De este modo, el debate sobre biodiversidad no concierne exclusivamente a biólogos y ecólogos, sino que vincula disciplinas tales como: ecología, biología molecular, agronomía, derecho, economía, relaciones económicas internacionales, etcétera. La importancia económica y política de la biodiversidad deriva no sólo del papel que ha desempeñado en el desarrollo de la economía mundial, sino del papel crucial que está llamada a desempeñar en la economía de los años venideros gracias a la biotecnología. Uno de los aspectos más difíciles y controvertidos del debate sobre la biodiversidad se refiere a la utilización económica de germoplasma. El uso de material genético es un factor clave en el desarrollo espectacular experimentado por la agricultura en los últimos 50 años. Evaluar la incidencia de este factor es difícil, ya que el tema no ha sido enfocado en una perspectiva
amplia que incluya factores ecológicos, económicos, tecnológicos y políticos. No hay información sistemática acerca del valor económico de la diversidad biológica o de cuál ha sido su contribución económica al aumento de la productividad agrícola. La disponible concierne principalmente a Estados Unidos, donde la importancia económica del germoplasma se percibe en las mejoras de rendimiento de los cultivos más importantes —maíz, trigo, etcétera—, los que se han duplicado desde 1935 hasta hoy. Estos logros se atribuyen en más de 50% a mejoras genéticas aplicadas en gran escala a partir de la década de los treinta, cuando se inicia la comercialización del maíz híbrido. Entre 1930 y 1980 los rendimientos de maíz, trigo y papa han aumentado en 333, 136 y 300 por ciento respectivamente. La mitad de estos aumentos se atribuye a mejoras genéticas que han aportado además un mayor valor nutritivo, y una mayor resistencia tanto a pestes como a exigencias ambientales.2 El Departamento de Agricultura de Estados Unidos valora el aporte de la utilización de germoplasma a los incrementos de productividad agrícola en 1 000 millones de dólares anuales. Los riesgos para la biodiversidad surgen principalmente de la forma como el hombre hace uso de ella, algunas de cuyas características conviene recordar. El concepto de diversidad se refiere no sólo al número de especies sino además al de variedades dentro de las especies; cada variedad posee atributos que la hacen más o menos atractiva desde el punto de vista económico, sean éstos la resistencia y la tolerancia a ciertas enfermedades y exigencias ambientales, ecológicas, de suelos, etcétera; las diferentes capacidades nutritivas resultantes de su contenido proteínico o de aminoácidos; la distinta capacidad de respuesta a estímulos externos; sus diversos rendimientos; la capacidad para desempeñar ciertas funciones o, por último, una determinada apariencia que define atractivos específicos. Estos rasgos se transmiten de generación en generación a través del material genético. En el reino vegetal se conocen 240 000 especies, de las cuales dos tercios están en los trópicos y la cuarta parte en Latinoamérica. Los científicos han examina-
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National Research Council, Managing Global Genetic Resources: the U.S. National Plant Germplasm System, Washington, D.C., National Academy Press, 1991.
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do en detalle unas 5 000 especies de plantas y estiman que son miles aquéllas aún por identificar y catalogar, pero aun cuando a lo largo de la historia se han utilizado unas 3 000 especies, hoy sólo 30 son responsables por el consumo humano de proteínas y calorías: ocho especies de cereales contribuyen con más de 80% de dicho consumo y cuatro especies vegetales, a saber: trigo, maíz, arroz y papa, aportan a la alimentación humana más proteínas y calorías que el conjunto de las otras 26 especies. De 75 000 plantas conocidas y de millones de especies animales y vegetales son únicamente 15 especies de plantas y ocho de animales las que dan cuenta de 90% de la producción alimentaria mundial. La extremada selectividad del ser humano en el uso de los recursos lo lleva a depender de muy pocas especies, y al interior de cada especie, de muy pocas variedades naturales y cultivo resultantes de prácticas históricas de los agricultores por optimizar económicamente ciertas propiedades mediante combinaciones y manipulaciones genéticas. La racionalidad económica prefiere las especies y variedades de más alto rendimiento económico, eliminando otras, como lo revela un informe de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, que calificaba de alarmante la vulnerabilidad génetica implícita en la excesiva concentración de cepas de los cultivos norteamericanos.3 El informe señalaba que de los 66 millones de acres cultivados con maíz, por un valor superior a los 5 200 millones de dólares en 1969, 71% correspondía sólo a seis de las 197 variedades cultivadas; de 269 variedades de trigo, nueve representaban 50% del área cultivada. Del área sembrada con soya 56% lo estaba con seis de las 62 variedades disponibles; de 48 variedades de patata dulce, una variedad cubría 69% del área plantada. A su vez, tres variedades de algodón de un total de 50 concentraban 53% del total sembrado, y de 50 variedades de guisantes sólo dos representaban 96% del total de cultivos. Es así como a la pérdida de especies se añade la de variedades. La selectividad y la concentración en el uso de recursos genéticos lleva, directa o indirectamente, a su reducción.
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El interés económico por germoplasma data de la antigüedad y su tráfico ha estado asociado a los viajes de exploración y conquista de egipcios, vikingos, ingleses, holandeses, españoles, portugueses, etcétera. Colón, a su regreso del primer viaje, trajo semillas de maíz, y en su segundo viaje llevó a América trigo, garbanzos, caña de azúcar y cítricos, para iniciar la colonización. Las especies del Nuevo Mundo se propagaron rápidamente y pasaron a ser componente básico de la dieta de países europeos y africanos, como lo indican los consumos de maíz, papa y yuca. Sin embargo, este importante tráfico de germoplasma no ha tenido como contrapartida un flujo de dinero, como es habitual en el comercio, y aún hoy no hay precios ni mercado alguno en el que se transe el material genético. El tráfico gratuito de germoplasma a lo largo de la historia tiene al menos cuatro implicaciones o dimensiones importantes para el desarrollo agrícola y económico mundial. La primera está asociada a la no coincidencia actual entre los centros o regiones de origen o diversidad y los actuales centros de producción mundial. Las mayores producciones agrícolas no se dan en los centros de origen y ni siquiera en los de domesticación de las especies, sino en áreas totalmente distintas. La situación actual resulta de la capacidad de ciertas sociedades para incorporar germoplasma extranjero a sus sistemas naturales, y a través de innovaciones tecnológicas lograr niveles de productividad que los convierten en los centros de producción dominantes del mundo. Sin embargo, esta supremacía va acompañada de una elevada dependencia respecto del germoplasma de otras regiones. Por ejemplo, el mayor productor agrícola del mundo, Estados Unidos, depende en 100% y en 84.7% de germoplasma de otras regiones para su producción agrícola de alimentos y materias primas, respectivamente; las cifras europeas son similares: más de 90 y casi 80 por ciento, respectivamente.4 De la producción agrícola alimentaria norteamericana 40% depende de cepas originarias de América Latina, y 36% de Asia centro-occidental; para Europa mediterránea las cifras son 39 y 31.8 por ciento, respectivamente; más de 65% del germoplasma de los 20 más
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National Research Council, Genetic Vulnerability of Major Crops, Washington, D.C., National Academy of Sciences, 1972. J.R. Kloppenburg Jr., First the Seed. The Political Economy of Plant Biotechnology: 1492-2000, Cambridge, Cambridge University Press, 1988.
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importantes cultivos alimentarios actuales proviene de dos regiones: América Latina y Asia centro-occidental, más aún, seis de los siete cultivos dominantes de la agricultura contemporánea tienen su origen en estas regiones: maíz, papa, yuca y papa dulce en la primera; trigo y cebada en la segunda. Ni Norteamérica ni Australia han contribuido con cepa alguna a la producción de alimentos actual, y la contribución de la región mediterránea es inferior a 1.5%. La situación es similar en los cultivos industriales: América Latina es la principal región de origen de diversidad pues sus cepas están en el origen de 34.4% de la producción mundial; la segunda región de origen importante es el Mediterráneo, con 18% gracias al olivo, la colza y la remolacha; el girasol es la contribución de Norteamérica a los cultivos industriales actuales. Por otra parte, los centros de origen tienen una contribución relativamente limitada al total mundial: el aporte latinoamericano a la producción de tomates es muy inferior al europeo, y el de caucho es inferior al asiático. Las regiones de origen también han incorporado especies foráneas que han llegado a ser dominantes en sus respectivas regiones; por ejemplo, más de la mitad del área latinoamericana dedicada a cultivos industriales está dominada con una especie importada desde Asia: la caña de azúcar. Este fenómeno lleva implícito que los centros productores dominantes son, desde el punto de vista del material genético, pobres y uniformes, mientras que los países en desarrollo que incluyen los mayores centros de origen son ricos y diversos, lo cual se traduce en que los primeros son más vulnerables que los segundos. En resumen, a lo largo de la historia el libre tráfico de germoplasma ha definido una geografía de la biodiversidad mundial: los centros de origen no coinciden necesariamente con los de producción dominante. Es importante examinar cómo esta situación se aviene con la teoría y la práctica de la economía internacional. La piedra angular de la teoría ortodoxa, o pura, del comercio internacional es la ley de las ventajas comparativas, según la cual un país tiene ventajas respecto de otros países en la producción de aquel bien que usa más intensamente el sector más abundante del país. Siguiendo este argumento se explica el comercio internacional, principalmente por las diferen-
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cias entre las dotaciones de factores de las distintas regiones o países: los países se especializan en la producción de bienes que utilizan en forma intensiva aquellos recursos que disponen en abundancia. En virtud de esta teoría las regiones de origen de diversidad deberían coincidir con los centros dominantes de producción, algo que no ocurre en la realidad. El carácter estático de la teoría tradicional y la falacia de los supuestos que la sustentan explican esta discrepancia entre teoría y realidad. Por lo que concierne al uso internacional de germoplasma dos supuestos merecen recordarse: el de inmovilidad internacional de factores y el de tecnología constante e igual en todos los países. Como señalamos, a lo largo de la historia el germoplasma se ha desplazado geográficamente desde sus centros de origen a otros, que a menudo pasan a ser centros de domesticación, desde donde es llevado a otra(s) región(es) que se convierte(n) en su centro de producción dominante: por ejemplo, los países mediterráneos y California, en Estados Unidos, dominan la producción mundial de tomates, cuyo centro de origen de diversidad es Perú y de domesticación México, desde donde se llevó a España y de allí a Italia. La movilidad internacional del germoplasma se ha caracterizado por no tener ningún costo, se realiza al margen de los mecanismos y vías económicas y comerciales. En otras palabras no sólo el factor germoplasma es móvil, sino además su movilidad no enfrenta barrera alguna y no conlleva ningún costo. El supuesto de que la tecnología es la misma en todos los países equivale a afirmar que todos tienen igual acceso a la tecnología. Este supuesto no sólo se contradice con una realidad en la cual los esfuerzos por el control de la tecnología es una de las principales características de la lucha competitiva mundial, sino que además el acceso a ella está entrabado por múltiples mecanismos comerciales e institucionales, sin contar que la tecnología tiene un precio que puede ser muy elevado. Es así como la libre y gratuita movilidad de germoplasma, asociada al control de la tecnología, crea ventajas comparativas dinámicas reales más fuertes e importantes que aquellas estáticas asociadas a una supuesta dotación fija e inmóvil de recursos. La importancia de este hecho va más allá del tradicional
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de ventajas económicas asociadas al recurso en cuestión, ya que la combinación germoplasma-tecnología crea de hecho un nuevo producto, la semilla híbrida, en cuya producción el nuevo centro tiene ventajas competitivas monopólicas. En otros términos, la movilidad del germoplasma, combinada con la innovación tecnológica, no sólo crea ventajas comparativas para el centro receptor de germoplasma, por el uso más intensivo que hace de este recurso, sino además crea un nuevo producto sobre el cual la exclusividad del monopolio, concedida o no por leyes de propiedad intelectual, le confiere ventajas competitivas en los mercados internacionales. Este nuevo producto es de hecho un sustituto del recurso original (germoplasma). En otras palabras, el centro productor dominante crea ventajas comparativas respecto del factor original, y además a partir de estas ventajas logra también el control monopólico sobre su sustituto. Se tiene aquí una demostración más de que, como se ha argumentado en otra parte,5 las ventajas comparativas no son fijas ni inherentes a dotaciones de recursos naturales o condiciones geográficas predeterminadas, sino que pueden ser creadas por el desarrollo y la aplicación de tecnología. Una segunda implicación se relaciona con el proceso de acumulación. En el análisis del proceso de acumulación primitiva que caracteriza la expansión mundial del capitalismo, son escasos los autores que mencionan la apropiación gratuita de germoplasma. Sin embargo, la agricultura europea habría sido incapaz de alimentar una población que crecía rápidamente, duplicándose entre 1750 y 1850, sin las especies y variedades importadas desde Latinoamérica, cuyos rendimientos de calorías por hectárea son muy superiores a los cultivos tradicionales europeos de la época. Hay autores que llegan a afirmar que la industrialización alemana habría sido imposible sin la papa,6 cuya importancia en la dieta de los países europeos, en especial en algunos como Irlanda, es muy conocida. Marx comenta que los trabajadores de las industrias irlandesas se alimentaban de harina de maíz (indian meal) y papa.7
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La relevancia de la incorporación de especies nuevas va más allá de los cambios en la dieta alimenticia. Los nuevos cultivos permitieron una mayor producción por unidad de superficie y a costos menores que los tradicionales europeos, lo que junto al mayor contenido de calorías facilita la provisión de alimentos para una población creciente, y además contribuye a mantener baja la tasa de salarios, ya que la mayor productividad de las nuevas especies implica menor demanda de mano de obra para un mismo volumen de producción de proteína. Los menores requerimientos de mano de obra asociados al rápido crecimiento poblacional presionan a la baja la tasa de salarios y contribuyen a la expulsión de mano de obra del campo hacia las ciudades. Un tercer hecho asociado a la apropiación de germoplasma es el de haber permitido al poder colonial desarrollar plantaciones en zonas geográficas económica y políticamente convenientes, minimizando riesgos e inestabilidad, reduciendo costos, aumentando y captando los excedentes que se generan en la periferia y consolidando el poder hegemónico. Con el algodón originario de México y Perú se iniciaron plantaciones algodoneras en África, Asia, Sudamérica y el Caribe. Con la caña de azúcar del sudeste asiático se establecieron plantaciones en África, el Caribe y Latinoamérica. El café, traído de Etiopía, permitiría las plantaciones del Caribe, América Central, África y Asia. Las cepas de banano del sudeste asiático son el origen de las plantaciones de África, Sudamérica y las repúblicas bananeras del Caribe. Las semillas de caucho robadas en Brasil por los botánicos del Kew Garden del Reino Unido serán la base del desarrollo de Malasia y Liberia y el inicio de corporaciones trasnacionales como Dunlop y Firestone. La apropiación gratuita de germoplasma y su transferencia por el poder colonial a diferentes regiones, contribuye a aumentar el excedente que se exporta a la metrópoli, conjuntamente con los alimentos, las especies y las materias primas. Es la colonización de los ecosistemas de la periferia para adaptarlos a las necesidades, la acumulación e intereses del centro. Proceso de colo-
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Paolo Bifani, “The new mercantilism and the international appropiation of technology”, en Technology, Trade Policy and the Uruguay Round, Nueva York, UNCTAD/UH, 1990. W. McNeill, The Shape of European History, Nueva York, Oxford University Press, 1974. K. Marx, El Capital, t. I, 3a ed., México, FCE, 1964.
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nización que se acentúa y llega a su punto crítico con la adopción de semilla híbrida importada por los centros de origen de diversidad. El material genético es un recurso valiosísimo, ya que no sólo se reproduce sino que cada variedad lleva codificados los rasgos que permiten responder a diferentes exigencias económicas y ambientales, de producción y consumo, y son, por lo tanto, la base para la creación de nuevos cultivos. Hasta fecha muy reciente los propios agricultores producían sus semillas; sin embargo, el valor económico del germoplasma y las posibilidades mercantiles que de él se derivan han sido cada vez más apreciadas y además multiplicadas por las innovaciones tecnológicas y por las expectativas que anticipan las nuevas biotecnologías. Pero no basta conocer las posibilidades económicas de un elemento, de una materia prima o de un servicio. Es preciso tener el control o la propiedad sobre el mismo y además que este control y/o propiedad esté adecuadamente protegido(a). El valor económico se potencia con el desarrollo tecnológico y su propiedad es protegida por instrumentos legales, económicos e institucionales. La cuarta importantísima y conflictiva dimensión asociada al tráfico de germoplasma tiene que ver con su propiedad, y más concretamente con el conflicto entre germoplasma considerado como bien común y germoplasma susceptible de apropiación privada. En este conflicto tiene un papel clave la innovación tecnológica. El creciente valor económico del germoplasma está asociado a los avances del conocimiento científico y tecnológico, en particular de la genética, la técnicas de hibridación y más recientemente la biología molecular, la ingenieria genética y en general la biotecnología. La hibridación ha permitido una expansión sin precedente de la producción de alimentos, pero ha llevado a la creciente homogeneización de cultivos que caracteriza a la agricultura contemporánea. Esta homogeneización tiene diversas dimensiones e implicaciones; su visión más corriente es la de los monocultivos: una o pocas variedades dominan sobre las demás, como en el caso norteamericano, pero es común prácticamente en todas las áreas agrícolas y en especial donde se ha aplicado la revo-
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lución verde. La uniformidad lleva implícita una mayor vulnerabilidad de los cultivos, es decir, el riesgo de pérdidas por epidemias o cambios ambientales inesperados es infinitamente mayor, tanto por la mayor probabilidad como por la magnitud del daño potencial, en un cultivo genéticamente uniforme que en uno en que coinciden diversas variedades y especies. La materialización del riesgo puede alcanzar caracteres de desastre, como en la famosa hambruna irlandesa de 1845-1851, resultante de la pérdida de los cultivos de patatas afectados por la enfermedad. El desastre puede no resultar en hambruna, pero sí en alteraciones violentas de los mercados internacionales como en 1970, con la pérdida (debida al corn leaf light) de 15% de la cosecha de maíz norteamericano, que originó un alza del precio del maíz de 20% en el mercado internacional y pérdidas estimadas para los agricultores por 2 000 millones de dólares. También puede ser causa de rupturas sociales importantes; por ejemplo, en el caso de la ya repetidamente citada hambruna irlandesa de la patata (potato famine) no sólo murió una quinta parte de la población sino que además una cifra similar emigró. Un aspecto negativo de la homogeneización es el de ser una de las causas fundamentales de la erosión genética. El concepto de conservación de variedades genéticas ha estado ausente en la gestión agrícola diaria, que simplemente remplaza variedades por nuevos cultivos de más alto rendimiento, de mayor resistencia y tolerancia, o de mayor aceptación por el mercado. Así, uno de los aspectos negativos de la innovación tecnológica en el desarrollo de cultivos de elevado rendimiento, resistencia y tolerancia, que la revolución verde tipifica, ha sido el desplazamiento, y a veces la desaparición, de las variedades locales, paradójicamente aquellas que habían proporcionado los caracteres esenciales para los nuevos cultivos. Esta desaparición es tanto más grave si se piensa que elimina la fuente a partir de la cual se pueden obtener nuevos rasgos que definen resistencias, tolerancias, productividad, contenidos nutritivos, sabores, apariencias, etcétera. Para el agricultor, el atractivo de la uniformidad no reside exclusivamente en la mayor productividad, sino en el conjunto de ventajas operativas y económicas que la acompañan y que resultan de la homogenei-
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dad de una serie de caracteres como periodo de maduración, tamaño del fruto, dimensión y arquitectura de la planta, etcétera. Estos rasgos facilitan la mecanización de la actividad productiva. Está demostrado que la uniformidad de rasgos es factor decisivo para acelerar la mecanización de las actividades de cosecha de tomate, maíz, cebolla, remolacha, etcétera; mecanización necesaria para hacer frente a la menor disponibilidad de mano de obra rural, o para resolver problemas sociopolíticos difíciles como el de los migrantes en la cosecha de tomate en California. Es preciso desmitificar los objetivos de la hibridación: su desarrollo espectacular se debe no sólo a las ventajas de productividad que pueda ofrecer, sino sobre todo a que es un buen negocio, lo cual se debe en gran medida al fenómeno de heterosis. El grano cosechado de los híbridos es prácticamente inútil como semilla, ya que da origen a plantas de muy bajo rendimiento y acentuada pérdida de uniformidad, es decir, se pierden las dos ventajas básicas de los híbridos. Este hecho obliga a los agricultores a regresar, año tras año, a los proveedores de semilla híbrida, de tal modo que quienes controlan la producción de un híbrido adquieren un enorme poder, pasan en verdad a disponer de un mercado totalmente cautivo. Se separa así la producción de semillas de la producción de granos: el agricultor deja de producir sus semillas. El de los cultivos híbridos es además uno de aquellos casos excepcionales en que las características de la innovación tecnológica actúan como mecanismo protector y de control de sí misma, ya que la semilla no la puede reproducir sino aquel que la produjo originariamente, al que, para preservar su poder, le basta con mantener en secreto las líneas parentales y la fórmula híbrida. En otras palabras, el control y el secreto de los linajes actúan como mecanismos de protección de la propiedad de los cultivares híbridos: en vez de una propiedad protegida por leyes de propiedad intelectual, es decir, mecanismos institucionales,
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se tiene un tipo de propiedad protegido por mecanismos genéticos. Esta situación tiene todos los visos de prevalecer, por lo menos hasta que las técnicas de mapeo genético, como la RFLP (Restriction Fragment Length Polimorphism) permitan la decodificación de los linajes de los cultivos híbridos. [...] Desde el punto de vista de la biodiversidad, la preocupación creciente es que la apropiación privada de germoplasma con fines económicos conduzca inevitablemente a una intensificación de la erosión genética. Son dos los riesgos más serios que se vislumbran: por un lado, un acentuado control de la propiedad de germoplasma por muy pocos, fundamentalmente las transnacionales de la farmacoquímica y de la agroindustria, que no sólo ya son relativamente pocas sino que además se han ido concentrando cada vez más mediante adquisiciones o fusiones. Aun cuando no está demostrado que la propiedad privada de germoplasma y su concentración en pocas manos lleven inevitablemente a una erosión genética, hay argumentos fundamentados para pensar que la racionalidad económica y los objetivos de maximización de beneficios que orientan el quehacer de las transnacionales concedan prioridades a aquel germoplasma más rentable, en perjuicio del resto. Por otra parte, este proceso de creciente privatización no se justifica con el argumento de que los recursos genéticos son un bien o patrimonio común de la humanidad, en este contexto su posible apropiación por unos pocos que disponen de medios económicos y técnicos para usarlo se visualiza como un paso más, tal vez decisivo, hacia la concentración del poder. El otro riesgo consiste en que la racionalidad económica del agricultor lo lleva a preferir cultivos que garanticen elevados rendimientos; si eso implica una mayor o menor diversidad, tiene escasa prioridad en su proceso decisional. [...]
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Qué es un ecosistema ○
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Federico Arana
Medio ambiente e han mencionado los factores que constituyen eso que ha dado en llamarse el medio ambiente y que algunos biólogos no exentos de inclinaciones literarias han calificado como el escenario de la vida. Pero resulta oportuno insistir y ampliar lo dicho porque, en verdad, nos encontramos ante un tema de complejidad casi insondable. Me importa hacer hincapié en el hecho de que el medio ambiente no es una entidad estática, sino algo que cambia continuamente. Y aquí hago la advertencia de que conscientemente he evitado la utilización de la palabra evoluciona porque es éste un término que, a mi juicio, lleva implícita la idea de progreso y no sería aventurado afirmar los cambios geológicos experimentados por nuestro planeta no siempre pueden visualizarse como progresivos o ascendentes, sino como una serie de avances y retrocesos más o menos fortuitos. [...] ...además de los factores químicos y físicos, el medio que rodea a un organismo está inevitablemente constituido por otros organismos que, según los casos, establecen relaciones de muy diversa índole: 1. La modalidad de ayuda o protección que puede darse entre los miembros de una misma población (como los lobos que cazan en manada) o entre poblaciones distintas (una abeja poliniza a una planta). 2. Las relaciones que se establecen entre el depredador y la presa (como el león y la cebra o la hembra y el macho de la viuda negra) o entre el parásito y el huésped (las garrapatas que succionan la sangre de una res, las tenias que viven en el intestino del cerdo o en el de ciertas señoritas dispuestas a todo antes de engordar).
3. Las relaciones de competencia que existen entre dos poblaciones distintas (por ejemplo sapos y murciélagos que se alimentan de los mismos insectos) o entre individuos de una población (dos ciervos sostienen un duelo por una hembra o tres hienas riñen por un pedazo de carroña). [...]
El ecosistema Si consideramos que ecosistema suele definirse como una compleja trama formada por la suma total de elementos físicos y seres vivos que actúan recíprocamente, podría admitirse que la biosfera —o sea el espacio del planeta que está habitado por seres vivos— es un inmenso ecosistema, un superecosistema. Pero cuando hablamos de ecosistemas nos referimos a aquellos que, sumados, constituyen la biosfera; a unidades fundamentales que, como un bosque, un estanque o un río, son comunidades cuyos elementos físicos y biológicos tienen entre sí una interacción constante, ocupan un área determinada y, considerados en conjunto, guardan una independencia relativa y una afinidad considerable. Es indudable que los organismos del bosque y el medio físico en el que están asentados interactúan con especial intensidad, lo cual conduce a una suerte de independencia que les da la jerarquía de ecosistema.
Elementos del ecosistema Conviene hacer hincapié en dos entidades que, por ser las partes integrantes del ecosistema, resultan de especial importancia para el ecólogo: a) los organismos del ecosistema, que constituyen lo que se llama
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El título es del editor y reúne varios apartados de Federico Arana, “Qué es la ecología”, en Ecología para principiantes, México, Trillas, 1982, pp. 18-33.
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biocenosis; b) el medio físico en que se asientan tales organismos, al cual se conoce con el nombre de biotopo (biotopo = lugar de la vida). Los organismos del ecosistema Los organismos del ecosistema o biocenosis pueden dividirse en tres grandes grupos: productores, consumidores y descomponedores. Plantas Salvo raras excepciones, los integrantes del reino plantas (que no es lo mismo que reino vegetal) utilizan la energía radiante del Sol para transformar el agua, ciertas sales y el dióxido de carbono en sustancias orgánicas que, tarde o temprano, servirán de alimento no sólo a ellas, sino también a los restantes organismos que habitan el planeta. La capacidad para realizar tal transformación (que no es otra cosa que la fotosíntesis) determina que el grupo de organismos que nos ocupa reciban el nombre de productores. No está de más señalar que existe también otro tipo de productores, que son las bacterias quimiosintéticas. Éstas se caracterizan por sintetizar moléculas orgánicas y obtener energía a partir de sustancias inorgánicas. Aunque su aportación para los intercambios de energía en el ecosistema es escasa, las bacterias quimiosintéticas resultan importantes desde el punto de vista del abastecimiento de ciertas sales esenciales. Animales La subsistencia de todos los animales depende de las plantas, de los productores; de ahí que los animales reciban el nombre de consumidores. Cuando la dependencia es directa, esto es, cuando el animal se alimenta directamente de plantas (como una jirafa que come hojas de los árboles), decimos que el consumidor es de tipo primario. Pero si el animal en cuestión es carnívoro (como el león que caza a la jirafa) entonces resulta que el consumidor es secundario. Sobra decir que la criatura que sigue en la cadena sería un consumidor terciario. Aquí es donde se nota que he seleccionado un mal ejemplo porque ¿quién va a comerse al león? Bueno, podríamos forzar el asunto e imaginar a un cazador perdido en el África misteriosa. Lleva cuatro días sin comer y en su fusil no le queda más que un tiro. En eso descubre a un suculento
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antílope que bebe despreocupadamente a la orilla del río; contiene el aliento, apunta con cuidado y, cuando está a punto de disparar, aparece un león que resulta bastante amenazador y que, por lo visto, está aburrido de comer jirafas. El cazador ha perdido la oportunidad de elegir, de modo que busca el punto preciso, dispara y el temible felino se desploma mortalmente herido. Desesperado a causa de la situación, el cazador corta una pata a su presa y, haciendo de tripas corazón, decide poner en práctica un dicho popular que siempre estaba en boca de su madre: lo que no mata engorda. Durante un buen rato come pequeños trozos de carne cruda que va recortando con un cuchillo. “Me he convertido en un consumidor terciario”, piensa mientras busca ramas secas. Entonces se propone encender una hoguera que podría servirle no sólo para ablandar un poco la carne, sino también para mantener alejados a los leopardos y panteras que, sin duda, merodearían por la noche y podrían, en un descuido, convertirse en consumidores cuaternarios. Organismos descomponedores El que escribe tiene que confesar que, de haber tenido la oportunidad, a él le hubiera gustado más utilizar la palabra destruidores, destructores, desintegradores o desbaratadores. Pero cuando se llega tarde a la ecología no hay más remedio que aceptar las reglas del juego. Pues resulta que, afortunadamente, la naturaleza está llena de los famosos descomponedores. Y digo afortunadamente porque, si no fuera por ellos, los cadáveres se amontonarían hasta que se terminaran los nutrimentos básicos y ese sería el fin de la vida. Los descomponedores, pues, no sólo eliminan los cadáveres al ir desintegrando el protoplasma muerto, sino que completan los ciclos de materia y energía en el ecosistema. Claro que, a lo largo de la historia de la vida, ha habido rarísimas ocasiones en que ocurre el hecho asombroso y altamente improbable, de que un organismo muera y no se descomponga, sino que quede congelado, incluido en ámbar, o que sus átomos sean sustituidos uno a uno por alguna sustancia mineral, etcétera. Cuando tales rarezas ocurren se produce el fenómeno conocido como fosilización o formación de fósiles, fenómeno que, para el biólogo,
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se ha traducido en la oportunidad de estudiar la vida del pasado, pero que si ocurriera en forma generalizada y continua, habría significado el fin de la vida en la Tierra. Existen dos tipos fundamentales de descomponedores: los saprozoos y los saprofitos. Saprozoos. Son animales que se alimentan de carroña, de materias corrompidas, de restos y excreciones de animales y vegetales. Las moscas son un ejemplo muy conocido de este tipo de organismos, pues en estado larvario se alimentan de la carne en descomposición. Saprofitos. Más que nada se trata de bacterias y hongos que obtienen materia orgánica de los cadáveres y, en general, de restos orgánicos de cualquier índole. Los saprofitos cumplen un papel importantísimo porque, además de su contribución decisiva en la eliminación de cadáveres, reintegran al medio físico una serie de elementos y compuestos que son indispensables para la reiniciación de nuevos ciclos de vida. Nicho ecológico Es indudable que saber si un organismo es productor, consumidor o descomponedor nos brinda una información valiosa, pero insuficiente. Porque al ecólogo ocupado en el estudio de un ecosistema le interesa saber de qué se alimenta cada especie, con qué otras especies compite por alimento, agua, espacio, etcétera, a qué organismos beneficia y a qué especies perjudica. Averiguar todos estos datos sirve para establecer el nicho ecológico de la especie estudiada. A pesar de que, en lenguaje cotidiano, un nicho es una concavidad formada en un muro o en la roca para colocar algo, en ecología un nicho es algo muy distinto. Cuando el biólogo habla de un nicho se refiere al papel que desempeña un organismo determinado en la comunidad biótica. Con esto es fácil darse cuenta de que dos o más organismos pueden vivir en el mismo hábitat1 y ocupar nichos ecológicos diferentes. Una charca, por ejemplo, es un hábitat donde pueden habitar ciertas algas y protozoarios que se alimentan de ellas, pero salta a la vista que el nicho que ocupan unas y otros es muy distinto.
Qué es un ecosistema
Por otra parte no es extraño que dos especies distintas ocupen no sólo el mismo hábitat sino también el mismo nicho ecológico. Sin embargo, tal situación no suele ser muy duradera porque normalmente culminaría con la mejor adaptación de una de las especies y la extinción de la otra. Considerando todo lo anterior, podríamos definir un nicho ecológico como el papel que desempeña una especie que tiene fuentes alimenticias determinadas y que, a su vez, es utilizada como alimento por otras especies y actúa de manera peculiar sobre el medio y los organismos que coexisten con ella. Especie y población El concepto de especie plantea un problema crucial al biólogo moderno, puesto que no existe una definición absoluta. Sin embargo, se conocen múltiples intentos para delimitar el alcance de tan imprescindible concepto. He aquí uno de los más aceptados: Especie es un grupo de organismos con características morfológicas, fisiológicas, de comportamiento y bioquímicas comunes; que son interfecundos y capaces de tener descendencia fértil. La imperfección de tal definición estriba en que abundan los organismos inferiores que no se reproducen sexualmente y no pierden por ello el derecho a ser clasificados dentro de tal o cual especie. Además se han reportado casos de plantas y animales que, a pesar de vivir en localidades distintas, han sido clasificados como variedades no interfecundas de la misma especie. Para colmo (y conste que la siguiente es una objeción mínima) parece ser que, gracias a una complicada serie de selecciones y cruzamientos, ya se ha logrado cruzar asnos y yeguas para producir mulas fértiles. El caso es que, tratándose de la unidad de clasificación para los seres vivos, tan necesario es valerse de una definición de especie como conocer sus limitaciones. [Por otra parte] conviene señalar que las poblaciones se definen como grupos de organismos de una especie determinada. Cada especie está integrada, pues, por una o varias poblaciones.
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Hábitat es el lugar donde habita un organismo.
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El planeta Tierra
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Límites y extensión del ecosistema Existen ecosistemas artificiales cuyos límites son muy precisos; tal es el caso de un acuario o uno de esos botellones en donde se cultivan plantitas diversas. Pero los ecosistemas naturales nunca suelen estar tan bien delimitados. Y no es difícil notar que, en sus límites, las características que les son propias van cambiando gradualmente, estableciéndose así amplias zonas de transición. Resultado de este fenómeno es que el ecólogo determine artificiosa y arbitrariamente los límites de su campo de estudio de acuerdo con las necesidades planteadas por el problema que intenta resolver. Es preciso no olvidarlo: por mucho que lo que el ecólogo denomina ecosistema está basado en entidades reales, nos encontramos ante una abstracción, ante un modelo, ante un esquema conceptual. También es importante anotar que, por lo general, cualquier ecosistema recibe influencias múltiples de otros ecosistemas. Baste mencionar como ejemplo los incontables organismos que pasan las primeras etapas de su existencia en un estanque, para irse luego a vivir entre los arbustos del campo. Otro tanto ocurre con las fieras que hacen su vida en la selva y por la noche se aventuran a abrevar en las orillas de un lago. La extensión del ecosistema es enormemente variable. Incluye todas las gamas comprendidas entre 10 millones de kilómetros cuadrados (que tal es la extensión del desierto del Sahara) y cinco centímetros cuadrados (que bien pudiera ser la extensión de una pequeña charca). En efecto, la variedad de los ecosistemas del planeta es amplísima y no sólo por sus dimensiones, sino también por el hecho de que sean crecientes o culminantes, terrestres o acuáticos, abundante o escasamente diversificados (en cuanto al número de distintas poblaciones que viven en ellos). Diversidad Se calcula que en nuestro planeta (el que escribe se apresura a aclarar que, consciente de la sabiduría que entraña esa frase de que el mundo es ancho y ajeno, ha utilizado la frase nuestro planeta por simple prurito de anteponer la comodidad al rigor) habitan entre dos y cuatro y medio millones de especies distintas
de organismos y, a pesar de la existencia de un número considerable de especies cosmopolitas,2 la mayoría de ellas están confinadas en ciertos ecosistemas exclusivos. Ya se ha dicho que la diversidad de un ecosistema es variable, lo cual equivale a decir que su complejidad estructural puede resultar poca, mucha o cualquiera de los grados intermedios que existen entre tales extremos. Suele admitirse que la estabilidad de un ecosistema está en proporción directa de su complejidad, pues las posibilidades de regulación (de homeostasis) dependen del grado de organización. Un ecosistema muy diversificado es el que alberga a pocos individuos de muchas especies distintas, en tanto que la diversificación puede ser casi nula cuando en él se encuentran muchos individuos pertenecientes a unas cuantas especies. Los estudios realizados indican que cuanto más clases distintas de organismos tenga un ecosistema, tanto más eficiente será para la captación de energía solar así como para su flujo y sucesivas transformaciones en el interior del sistema... [...] Explotación del ecosistema El hombre se ha convertido en el factor más influyente de la estructura del ecosistema, y su influencia va desde la simple disminución en el número de individuos de ciertas poblaciones, hasta la destrucción temporal del ecosistema original. Ejemplo de esto último es un fenómeno muy corriente en las zonas tropicales de nuestro país y que consiste en la devastación o desmonte de la selva para sembrar maíz. Ya tendremos ocasión de referirnos a las consecuencias de tan funesta práctica. Por ahora baste señalar que la transformación de un ecosistema natural en un cultivo constituye, desde el punto de vista de los factores biológicos, una simplificación radical en cuanto a diversidad (lo cual significa una disminución de la estabilidad) y un aumento de la productividad. Cuando el cultivo en cuestión es abandonado (cosa que ocurre con frecuencia en las zonas selváticas) la comunidad comienza un proceso seriado de reconstrucción que no es otra cosa que una sucesión secun-
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Una especie cosmopolita es la que se encuentra viviendo en cualquier parte.
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daria y que, desafortunadamente, suele requerir muchos cientos de años para su culminación. Pero sería injusto dar la impresión de que invariablemente el hombre destruye o sobreexplota los ecosistemas. De hecho, en el mundo abundan muestras de explotaciones racionales que resultan incluso estimulantes y benéficas para el ecosistema. El secreto está en estudiar concienzudamente los problemas ecológicos para luego planificar y realizar una explotación controlada que busque no la obtención de excesivos beneficios en poco tiempo, sino el rendimiento sostenido y perdurable. Félix de Samaniego lo dijo con mucha gracia:
Qué es un ecosistema
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante, Enriquecerse quieren al instante, Abrazando proyectos, A veces de tan rápidos efectos, Que sólo en unos meses, Cuando se contemplaban ya marqueses, Contando sus millones, Se vieron en la calle sin calzones! Huelga decir que todo intento de explotación racional de cualquier recurso es en vano si no va acompañado de una regulación adecuada de la población humana.
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Acervo iconográfico de la DGMyME.
UNIDAD 2 La relación entre la sociedad y la naturaleza
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En esta unidad se incluyen materiales que trascienden la visión estrictamente ecológica del medio. Los textos abordan el tránsito hacia nuevos modelos de desarrollo y aprovechamiento de los recursos naturales e incorporan experiencias de algunos grupos sociales que mantienen una relación más armónica con la naturaleza.
Efectos negativos de las actividades primarias ○
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Édgar Javier González Gaudiano as cinco actividades primarias que, de manera relevante, están deteriorando los ecosistemas son: la agricultura, la explotación forestal, la ganadería extensiva junto con el pastoreo, la porcicultura y la pesca. Según cifras del Informe Bienal de Ecología y Medio Ambiente 1990, las superficies en producción agrícola de riego y temporal, correspondientes a los años 1982, 1985 y 1990 fueron, respectivamente, de 19.3, 20.6 y 22.9 millones de hectáreas, de acuerdo con la información del Plan Nacional Hidráulico. En cuanto a cultivos de riego, éstos generaron aguas residuales que constituyen una fuente de contaminación por arrastre de agroquímicos, con un impacto creciente en los cuerpos de agua en proceso de eutroficación. De acuerdo con el informe citado, esas aguas residuales son estimadas anualmente como sigue. 1980: 8 056.8 millones de m3 1990: 8 345.0 millones de m3 Extrapolando a futuro estas estimaciones, para el año 2000, las aguas residuales ascenderán a 11 085.0 millones de m3. Aún más: en una arista distinta del problema, la actividad agrícola, al utilizar el suelo y el agua de los ecosistemas naturales, muchas veces de modo indiscriminado y exhaustivo, ocasiona la extinción de especies vegetales y animales, y modifica las relaciones ecológicas originales. Esto da como resultado un ecosistema artificial, en el cual fueron alterados los ciclos del agua y de los nutrimentos al tiempo que las cadenas tróficas. Al desaparecer ciertas plantas e insectos que en el ecosistema original funcionaban como
predadores —o en competencia con el resto de las especies—, otras de ellas comienzan a proliferar y compiten alimentariamente con los propios cultivos, lo cual obliga a aplicar agroquímicos diversos para obtener un relativo equilibrio dentro del ecosistema artificial. Dicho de otra manera, éste se vuelve dependiente de la acción humana para su manejo y mantenimiento. Algunos datos muestran que de 1970 a 1989, en México hubo un incremento de 218% de fertilizantes químicos por hectárea, por sólo un aumento de 68% de rendimiento por hectárea de trigo o arroz. La actividad forestal, por otra parte, ha venido desarrollándose de una forma que ocasiona la modificación del ciclo hidrológico debido, principalmente, a la transformación de la cubierta vegetal original. La pérdida de la vegetación, además de la destrucción del hábitat de la flora y la fauna silvestres, incrementa el escurrimiento, disminuye la infiltración y puede alterar ciertos fenómenos climáticos. Ello produce cambios en la recarga de acuíferos, aparición de inundaciones catastróficas, reducción de humedad en las laderas (lo cual favorece la aparición de incendios forestales), cambios en la dinámica geomorfológica y, por supuesto, erosión, el más severo problema ecológico del país. El aprovechamiento forestal ha sido proclive a la explotación de unas cuantas especies de alta estima económica, como son las maderas llamadas preciosas (caoba, cedro rojo, guanacaste, ceiba, entre otros) y las coníferas (pino, oyamel, cedro blanco, ciprés, encino, etcétera). El 80% de la madera proviene de la explotación de especies de pino extraídas de Durango, Chihuahua, Michoacán y Jalisco. Basar la producción maderable prácticamente sólo en el pino ha sido causa de un deterioro de las zonas
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Édgar Javier González Gaudiano, “Actividades primarias”, en Elementos estratégicos para el desarrollo de la educación ambiental en México, México, Instituto Nacional de Ecología (INE), 1994, pp. 31-33.
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La relación entre la sociedad y la naturaleza
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templadas. Esta sobreexplotación de los bosques de pino contrasta con el desperdicio de recursos maderables de las zonas tropicales. En las selvas, a pesar de que se tumban centenares de hectáreas para convertirse primero en campos agrícolas y después en potreros, la madera no es utilizada más que para el autoconsumo, el resto por lo general se quema. Sólo las maderas tropicales preciosas tienen demanda y un mercado establecido. Durante décadas han sido extraídas sin preocuparse de su capacidad regenerativa. Por ello casi se han agotado, afectando no sólo el hábitat que ocupan, sino la intrincada cadena trófica de la cual forman parte. Tal es el caso de la caoba, que en la selva lacandona constituía un recurso abundante en el pasado. Otra forma de explotación forestal es la de los productos no maderables como las resinas, fibras, rizomas, ceras y gomas, entre otros, la mayoría de las cuales se exportan como materias primas, pero la falta de regulación de la explotación de los recursos no maderables, también ha causado daños a los ecosistemas. Ejemplos conocidos son el tráfico que existe con la palma Chamaedorea, componente del sotobosque de las selvas tropicales, que por millares es vendida diariamente en la clandestinidad, o la sobreexplotación de la candelilla. Para 1989 se estimó que México había perdido ya más de 95% de sus selvas húmedas; más de la mitad de sus selvas bajas; más de dos terceras partes de sus bosques mesófilos y una significativa proporción de sus humedales. Veracruz, Campeche, Chiapas y Tabasco se convierten rápidamente en un enorme potrero. En el norte del país, donde está concentrada la mayor cantidad de ganado vacuno, el problema es diferente. La ganadería se establece en los ecosistemas naturales, generalmente matorrales. La superficie que una vaca requiere para alimentarse en estas condiciones puede llegar a ser de 20 a 40 hectáreas. Esto, dado las características de la legislación que establece como pequeña propiedad ganadera aquella que sea necesaria para sostener a 500 cabezas de ganado, propicia la reconcentración de tierras en neolatifundios de hasta 20 o 25 mil hectáreas. En contraste, la mayoría de los campesinos sólo cuentan con una hectárea para cultivar (Carabias, 1988). Un informe más detallado sobre la ganadería y su impacto ambiental indica que:
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Más del 50% del territorio nacional (100 millones de hectáreas) está dedicado a la ganadería bovina de libre pastoreo. Alrededor de 37 millones de cabezas de ganado vacuno, que producen un millón de toneladas de carne, han ocupado 90% de las selvas tropicales, 25% del trópico, 80% de las zonas áridas y semiáridas y 20% de las templadas. Se establecen incluso en terrenos con potencialidad agrícola. Es una práctica productiva poco tecnificada e ineficiente y derrochadora de recursos naturales, aunque económicamente muy rentable. La rentabilidad se ha logrado a costa de los ambientes naturales. Resumiendo, puede decirse que la ganadería extensiva, por un lado, es un serio problema ecológico que destruye sistemas naturales y desperdicia decenas de especies útiles que podrían aprovecharse y, por otro, genera un importante problema social que profundiza las desigualdades de los productores del campo. En una perspectiva complementaria, es importante mencionar que la actividad agrícola para producir alimento para la ganadería intensiva ha venido ocupando una cada vez mayor superficie. La alfalfa, la cebada, los pastos y el sorgo ocupan 75 y 70 por ciento de los terrenos dedicados a cultivos de ciclo corto y perennes, respectivamente. Si se remite esta actividad a la situación que guarda en las distintas regiones ecológicas, encontramos que la superficie requerida para alimentar una cabeza de ganado (índice de agostadero) en las áreas tropicales cálido-húmedas es de 0.8 hectáreas; pero se necesitan hasta 70 hectáreas aproximadamente en las porciones más secas del país. Tal situación se agudiza debido a que la banca pública otorgó prioridad en sus créditos y financiamiento, a principios de los años ochenta, a la agricultura de ciclo corto y cultivos perennes, aportando 76% del total de recursos económicos que se canalizaron, en gran medida, a la producción de alimento para ganado. [Consecuentemente], la superficie dedicada a los cultivos básicos se ha estancado en las últimas tres décadas. Su incremento fue de 31%. Sin embargo, los cultivos destinados al consumo animal crecie-
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ron 1000%, ocupando incluso importantes extensiones maiceras en áreas de temporal. En los dos primeros años de esta década se presentó una importante revitalización de la superficie destinada a granos básicos, como consecuencia de las políticas del Sistema Alimentario Mexicano, tendencia que no se ha mantenido en el resto de la década... Esta forma de desarrollo del campo mexicano ha provocado una fuerte polarización del campesinado. Por un lado una agricultura económicamente dinámica, basada en el capital, dedicada principalmente a los cultivos comerciales, de exportación y a los alimentos balanceados para la ganadería, ocupa las mejores tierras agrícolas y utiliza una tecnología costosa económica y energéticamente... En el otro extremo, encontramos una agricultura marginada, productora principal de los alimentos que demanda el mercado nacional, de temporal, con escaso apoyo económico, técnico y de infraestructura, con gran heterogeneidad de prácticas productivas y de ambientes naturales, situada en las regiones más pobres del país, donde se localizan los asentamientos indígenas (Carabias, 1990). En cuanto a la porcicultura, si bien no se cuenta con información suficiente acerca del consumo de agua que implica, ni de la generación de aguas residuales, hay datos que aportan pistas sobre las magnitudes de la contaminación producida. En la zona de La Piedad, Michoacán, se ha observado que se utilizan de 10 a 15 litros de agua por kilogramo de estiércol y que, en promedio, se generan 2 kg de excremento por cabeza cada día, considerando un peso promedio de los cerdos de la granja de 70 kg.
Efectos negativos de las actividades primarias
La actividad de la crianza porcina representa actualmente un aspecto crítico de deterioro ambiental y sanitario en las regiones donde se practica, debido a la agresividad de sus desechos, al escaso o nulo tratamiento que reciben y a la inadecuada disposición final de los mismos. Se han realizado y se realizan grandes esfuerzos por resolver este problema. La producción de ganado porcino se desarrolla, preponderantemente, en los estados de Guanajuato, Jalisco, México, Michoacán, Sonora y Veracruz, observándose un crecimiento constante en la producción. En forma específica, el corredor comprendido entre las poblaciones de Abasolo, Guanajuato y La Piedad, Michoacán, se ha caracterizado por ser el lugar de mayor incidencia, a nivel nacional, en la generación de contaminantes por esta actividad. Por último, la pesca representa una industria que se ha desarrollado en relativamente poco tiempo, dada la riqueza acuática del país, toda vez que, en la actualidad, México se encuentra entre los primeros 17 países pesqueros, con una producción aproximada de 1 574 000 toneladas en el periodo noviembre 1989octubre 1990. A este desarrollo ha contribuido de una manera cada vez más evidente la acuacultura, la cual aportó 179 000 toneladas en el mismo periodo. Por otra parte, las 2 239 embarcaciones con redes de arrastre, especialmente las camaroneras, hacen un barrido en el fondo del mar, acarreando muchas especies no deseadas por la tripulación que son devueltas al mar, por lo general ya sin vida —delfines, tortugas marinas, fauna de acompañamiento del camarón, etcétera. Ante este tipo de deficiencias de la actividad pesquera, a mediados de 1990, el Instituto Nacional de la Pesca inició estudios con miras a corregirlas.
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Costa Rica: un auge ganadero en un contexto campesino ○
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l caso del auge ganadero costarricense es representativo de un proceso que siguió pautas similares en muchos países de la región. Tratándose de un país de reducidas dimensiones, con una tradición campesina vigorosa, se podría esperar que cualquier expansión ganadera tuviera lugar más bien en régimen intensivo. No sucedió así en Costa Rica. La ganadería ocupaba al final de los años setenta la mitad del espacio agroproductivo nacional, pero aportaba sólo 20% del valor de la producción agropecuaria del país.1 En Costa Rica, como en cualquiera de los demás países de la región, la consolidación de grandes propiedades ganaderas está determinada por la concentración de la tenencia de la tierra y por la preferencia otorgada a la ganadería por parte del sector público y, más específicamente, de las instituciones oficiales de crédito rural. Además de las consecuencias ambientales que se reseñarán, la expansión de la ganadería extensiva ha conllevado graves efectos sociales: baja generación de empleos y disminución de la producción de alimentos básicos. En 1973, la ganadería daba ocupación en Costa Rica a tan sólo 17.5% del sector primario de la población económicamente activa, cifra que contrasta con 76.6% que trabajaba en la agricultura. El contraste es todavía más acusado en lo relativo a la generación de empleo por unidad de espacio: 47 hectáreas por trabajador en la ganadería, mientras en la agricultura bastaban tan sólo tres hectáreas para dar ocupación a un trabajador. La unidad de producción ganadera más redituable era la que se basaba en la utilización más despilfa-
rradora del espacio. En estas condiciones, a partir de 1950, la provincia de Guanacaste se vinculó al mercado estadounidense de carne de vacuno, que llegó a representar en los años setenta 28% del consumo mundial de este producto. El país contó para ello con sustanciosos créditos del Banco Interamericano de Desarrollo, que, para desgracia de los campesinos costarricenses, ejercieron un efecto orientador sobre el desarrollo agroproductivo del país. Como ocurrió en todos los demás países de la región que conocieron auges de la ganadería tropical extensiva, en Costa Rica los ganaderos constituyeron poderosos grupos de presión, cuya influencia guardó escasa proporción con su relevancia económica real y su capacidad de generación de empleo. La vinculación al mercado internacional de carne de vacuno transformó por completo las perspectivas de uso del suelo nacional, pero no modificó en forma drástica la estructura de las exportaciones: la carne de vacuno representó tan sólo entre 5 y 10% de las exportaciones totales del país en el periodo comprendido entre 1966 y 1980. En el conjunto de la región, y dejando aparte las determinaciones legales antes mencionadas, el auge ganadero regional de las últimas décadas ha obedecido a un conjunto de factores económicos que se pueden sintetizar como sigue: a) La introducción de ganado exige un reducido nivel de inversión, sobre todo cuando la explotación se plantea en régimen extensivo. Se trata además de una inversión flexible, exenta de elevados umbrales mínimos, accesible incluso para pequeños ahorradores. Si no se persigue una intensificación de la pro-
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y Agencia Española de Cooperación Internacional, “Costa Rica: un auge ganadero en un contexto campesino”, en Desarrollo y medio ambiente en América Latina y el Caribe. Una visión evolutiva, Madrid, MOPU, 1990, pp. 132-133.
1 Véase M. Edelman, “Extensive Land Use and the Logic of the Latifundio: A Case Study in Guanacaste Province, Costa Rica”, en Human Ecology, vol. 13, núm. 2, 1985, pp. 153-185.
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ducción pecuaria, la tecnología requerida resulta bastante simple y asequible aunque ineficiente. b) La ganadería extensiva ha presentado una redituabilidad promedio muy alta, siempre que se trate de muy grandes explotaciones. La demanda efectiva de productos pecuarios, tanto nacional como internacional, no dejó de crecer entre 1950 y 1980, y los precios del mercado resultaron por lo general muy atractivos para los productores, por lo menos hasta el desencadenamiento de la crisis actual. c) Resulta fácil transformar en dinero el producto. El valor por unidad de peso es elevado, por lo que no inciden demasiado los costos de transporte. Para el pequeño productor rural, una cabeza de ganado es dinero con patas. Se habla en este sentido de una ganadería de alcancía. d) Por si no bastara la alta redituabilidad de esta actividad, el Estado ha tendido a promover y subsidiar la producción pecuaria, incluso más allá de lo razonable. Los créditos tanto oficiales como privados se han podido obtener con mucha mayor facilidad para la ganadería bovina que para la agricultura. El auge
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ganadero ha obedecido así a políticas estatales muy efectivas, aunque no siempre explícitas, ni basadas en un consenso nacional. Como proceso agente de cambio, la expansión de la frontera pecuaria en zonas tropicales se ha asociado con frecuencia a algunas actividades agrícolas. Los campesinos lugareños han aportado a veces su mano de obra para el desmonte, a cambio de la utilización del área desmontada durante los dos o tres ciclos agrícolas que permite la fugaz mejoría de las condiciones de fertilidad del suelo después de la quema. Ha sido muy común en la región un breve uso agrícola de terrenos cuyo destino final era ganadero. Entre los pequeños productores se plantea con frecuencia una complementación entre las actividades ganaderas y las agrícolas, aunque en este medio no se suelen producir grandes excedentes. Esta complementación agrícola-pecuaria desaparece en cambio por completo en el caso de los grandes productores en régimen extensivo, para quienes la actividad ganadera ha representado una máxima redituabilidad.
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s el sector industrial el que genera volúmenes más significativos de la contaminación de agua y suelo y, en menor proporción actualmente, del aire. Por consecuencia, en esta parte se considerarán solamente los giros industriales que, de acuerdo con informaciones técnicas y científicas, contribuyen mayoritariamente al deterioro del medio ambiente. El sector industrial, según los índices de extracción (captación), consumo y contaminación de agua, se ha clasificado en 39 grupos, de los cuales nueve son los que mayor cantidad de aguas residuales producen: azúcar, química en general, papel y celulosa, petróleo, bebidas, textiles, siderúrgica, eléctrica y alimentos. En conjunto, estos nueve grupos arrojan 81.7% del total de aguas residuales de origen industrial. Sólo los dos primeros representan 59.8% del total (Conade, 1992). En cuanto a la generación de residuos sólidos, el sector industrial genera 370 000 t diariamente. De este total, según cifras consignadas en el Informe General de Ecología (Sedue-Conade, 1988) 8 219 t/día (tres millones anuales) fueron considerados de naturaleza peligrosa. No obstante, otras fuentes (Sedue-PNPMA, 1990-1994; Conade, 1992) consideran cantidades entre 13 000 y 14 000 t/día de residuos sólidos peligrosos. El Programa Nacional de Protección al Medio Ambiente 1990-1994, por ejemplo, menciona que la explotación minera genera más de 90% de los residuos en todo el país, lo que representa 120 millones de t/año (328 767 t/día), algunos de ellos francamente peligrosos por su alto contenido de metales pesados. Por su parte, los procesos siderúrgicos y de fundición de chatarra producen además polvos y lodos
que contienen metales pesados, como cromo, plomo y cadmio, entre otros. Un gran número de estas industrias depositan sus residuos en terrenos baldíos y basureros municipales. Datos de la Fundación Universo Veintiuno señalan que este problema se encuentra tan sin control que 49% de los desechos municipales se tiran a cielo abierto, 35% en lotes baldíos y carreteras y sólo el restante 16% se trata o confina en rellenos sanitarios y plantas de recuperación e industrialización de materiales. De estas últimas, únicamente se han construido cinco que operan en San Juan de Aragón, D.F.; Zapopan y Tonalá, Jalisco; Monterrey y Oaxaca, con una capacidad instalada total de 2 070 t/día. Cantidad insignificante, en virtud de las cifras precedentes, y cuando se estima que se producen alrededor de 693 g/hab/día de desechos; proceso en que recientemente se ha observado un incremento de desperdicios de origen industrializado como papel, plásticos diversos y vidrio. Por otra parte y a diferencia de los contaminantes orgánicos, el plomo no se degrada biológica ni químicamente en la naturaleza. De allí que la presencia de este metal en el organismo humano o en plantas y animales, en niveles que rebasen lo índices normales de absorción y concentración estipulados como tolerables, sean motivo de preocupación mundial. En el caso de México, un estudio difundido por el Grupo de los Cien (El Día, 29 de mayo de 1991) indica que probablemente los niños del Distrito Federal albergan en su organismo cantidades peligrosamente superiores a las estipuladas por la Organización Mundial de la Salud. El estudio en cuestión fue realizado, por una parte, en el Hospital Infantil de México, y por la otra es resultado de investigaciones llevadas a cabo
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Édgar Javier González Gaudiano, “Actividades secundarias”, en Elementos estratégicos para el desarrollo de la educación ambiental en México, México, INE, 1994, pp. 33-36.
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La relación entre la sociedad y la naturaleza
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por la química Hilda Muñoz y los doctores Palazuelos y Hernández. El plomo interviene en procesos industriales muy diversos (pigmentos para pinturas, combustibles para motores, soldadura de latas para envasar jugos, chiles y otros, fabricación de lápices, etcétera). Aunque actualmente las autoridades están imponiendo mayores restricciones para disminuir, en lo posible, la utilización del plomo (en la gasolina y en la fabricación de tuberías y latas), las poblaciones urbanas y las que habitan zonas periféricas a las industrias, presentan concentraciones elevadas de plomo en la sangre, debido a la inhalación de humos y a la ingestión de partículas contenidas en el agua y en los alimentos. Otro motivo de preocupación, en cuanto a riesgos para la salud ocasionados por los procesos industriales, es el reportado por Iván Restrepo (1991) atinente al alto grado de contaminación por asbesto que presentan las ciudades fronterizas de Mexicali, Ciudad Juárez, Chihuahua, Hermosillo y Piedras Negras, en las que frecuentemente se utilizan tanques de este peligroso material para almacenar agua. Un estudio de dos investigadores de la Universidad de Amsterdam revela que 350 colonias de la ciudad de Chihuahua, donde habitan 450 000 personas cuentan con tubería de asbesto, mientras 80% de las viviendas de Mexicali disponen de tanques de almacenamiento de agua fabricados con dicho material, sobradamente reconocido por su potencial carcinógeno. En tanto se reveló que tambos de 200 litros utilizados por las maquiladoras para almacenar sustancias tóxicas y peligrosas, como plomo y sulfato, posteriormente los utiliza la gente para guardar agua que luego les sirve para preparar alimentos y otros usos caseros. Ello provoca un lento envenenamiento que empieza a manifestarse en casos de leucemia, sobre todo en niños. Por otra parte, los agroquímicos representan otra importante fuente de contaminación ambiental. Los fertilizantes depositan grandes cantidades de nitratos y fosfatos en los sistemas de agua dulce, favoreciendo una intensa actividad biológica que genera consecuencias indeseables, como la acumulación de plantas acuáticas en lagos y embalses, eutroficación y afectación de la vida acuática.
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En nuestro país, el empleo y aplicación de plaguicidas y fertilizantes, tanto para propósitos de agricultura como para la salud pública, se inició apenas en 1946. En la actualidad, con el objeto de incrementar la producción y como protección contra plagas, el uso de insecticidas, herbicidas y fungicidas es común en todas las zonas agrícolas del país. La utilización de compuestos químicos para el control de plagas causa impactos negativos tanto al ambiente como a la salud, e incluso, a la larga, actúa desfavorablemente en el proceso productivo del sector agropecuario. Es sabido que muchos insecticidas (las aldrinas, por ejemplo) matan sin distinción a todos los organismos del suelo, o sea también a aquellos que, en otras condiciones, tendrían funciones simbióticas favorables a las plantas en cultivo, como en el caso de las leguminosas, donde las bacterias nitrificantes ayudan a fijar el nitrógeno en las raíces de la planta. La acumulación de ciertos insecticidas (como el DDT) en tejidos de plantas y animales ha sido probada ampliamente. El camino seguido por el veneno ha sido éste: el insecticida asperjado sobre el follaje del cultivo fue disuelto por la lluvia y cayó al suelo. Después fue absorbido por los gusanos de tierra. Estos almacenaron el DDT en su organismo sin estar aparentemente intoxicados ellos mismos. Pero los jóvenes pájaros alimentados con estos gusanos de tierra murieron envenenados en la primavera siguiente. Un caso paralelo es el de numerosos insecticidas disueltos por las lluvias y que se escurren hacia los arroyos, lagos y estanques utilizados en acuacultura, acumulándose en el plancton y alimento de los peces, teniendo una influencia directa sobre ellos. Los salmónidos (salmones, truchas) son particularmente sensibles a estos tóxicos. Por efecto sinergético (multiplicador) se ha observado que: cuando una vaca, por ejemplo, come la hierba que ha sido tratada con DDT, dialdrina y heptacloro, estas sustancias se acumulan en la grasa y reaparecen en la leche. La fabricación de leche condensada aumenta la concentración ...al pasar estos alimentos contaminados al tracto digestivo del hombre, el efecto tóxico multiplicado puede ser especialmente grave. Así se consigna que investigaciones sobre malestares digestivos, detectados en lactantes, han mani-
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festado la presencia de DDT en la leche materna. Igualmente, se han encontrado significativos rastros de DDT acumulados en la grasa de fauna alejada considerablemente de los sitios donde se realizó la aplicación, como el caso de los pingüinos de la Antártida. Todo lo anterior, además de los problemas causados al suelo por efecto de la salinización y pérdida de fertilidad que han sido mencionados en apartados previos. Por lo mismo, es conveniente promover el control integrado de plagas, que incluye el uso de plaguicidas en mínimas cantidades, dando énfasis a los métodos biológicos de control, manejo del hábitat y ciclos de vida de las plagas. Otra actividad productiva que ha sido causa de destrucción de los ecosistemas es la petrolera. La exploración de las reservas, la extracción de petróleo, su transformación y los accidentes y fallas, han perturbado profundamente el agua, el suelo y la atmósfera de ecosistemas terrestres y acuáticos, lo cual ha afectado, a su vez, otras actividades humanas como la pesca, la agricultura y la ganadería, y a la salud humana. El trópico húmedo es la región que ha sido más alterada. En ella se encuentran las mayores reservas de petróleo, concentrándose además de los pozos, la industria petroquímica. Es conocida la destrucción de la flora y la fauna del río Coatzacoalcos debido a la contaminación de las aguas causada por los desechos de las petroquímicas La Cangrejera, Pajaritos y MinatitlánCosoleacaque, así como la alteración provocada al pantano de Santa Alejandrina, a resultas de los 40 cm de grasas, aceites y fenoles que se depositaron en él. Los efectos no sólo recayeron en la flora y fauna locales, sino en numerosas especies de aves migratorias. Otros ríos afectados han sido el Usumacinta-Grijalva por la presencia de Ciudad Pemex, Cactus y La Venta; el Papaloapan, por Matopiche, y el Pánuco, por Ciudad Madero. Diversas y productivas lagunas se han visto afectadas, por ejemplo, Tamiahua en Tamaulipas, Términos en Campeche, El Ostión en la desembocadura del Coatzacoalcos y Superior en Oaxaca. Los motivos de la contaminación en todos estos casos son diferentes. En algunas lagunas, la ex-
Actividades secundarias
ploración ha producido derrames; en otras, la petroquímica vierte sus desechos a las aguas; en otras más, las obras de construcción y la instalación de ductos ha destruido selvas, manglares, palmares, pastizales y campos de cultivo. Los efectos se manifiestan en la destrucción de ecosistemas y en la pérdida de tierras y aguas productivas. Numerosas son las denuncias y demandas de campesinos de Tabasco que han perdido tierras, cultivos y animales; o de cooperativas pesqueras, que no sólo han visto desaparecer especies de peces de los lagos y lagunas, disminuir drásticamente sus poblaciones, acabar con los cultivos de camarones y ostiones, sino que también sus artes de pesca se han deteriorado por el aceite, grasa y chapopote. La industria petrolera, en sus procesos de refinación y petroquímica, genera anualmente 1.7 millones de toneladas de residuos. De este volumen, corresponde a desperdicios semisólidos 90.15%; a líquidos, 9.6%; y a sólidos, 0.25%. Se consideran peligrosos 13% del total. Los residuos que se reciclan representan tan sólo 0.1%, siendo susceptibles de ser reutilizados 11% (Sedue-PNPMA, 1990-1994). Petróleos Mexicanos, desde la misma exploración hasta la transformación y distribución de sus productos ha llegado a afectar terrenos, principalmente por derrames accidentales de hidrocarburos y por las aguas residuales que se generan en los diferentes procesos. La actividad petrolera y portuaria industrial en el Golfo de México ha producido importantes beneficios para el país. No obstante, la concentración de actividades inherentes a la explotación de hidrocarburos ha impactado sensiblemente a la región. Por igual se puede mencionar el corredor industrial del Bajío y la zona de Tula-Vito-Apasco. En esta última, la explotación y aprovechamiento de minerales, junto con la industria petroquímica y la generación de energía eléctrica, han superado la capacidad de asimilación del medio, con una emisión de contaminantes del orden de 350 000 t anuales, siendo el bióxido de azufre y las partículas las más abundantes (80%) (Conade, 1992).
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n lo que corresponde a las actividades terciarias (servicios), los problemas ambientales que producen pueden resumirse como sigue. Un efecto correlativo a la contaminación atmosférica es el uso creciente del automóvil: 95% se emplean para usos privados, realizan 19% de los viajes-persona-día, ocupan 70% de la vialidad y consumen 15 veces más combustible por persona que el sistema colectivo. La cantidad de combustible que emplean es muy elevada: entre 1970 y 1988 su consumo sólo en la Ciudad de México se incrementó a más del doble y representó un tercio del total nacional. En 1980 los automóviles particulares y taxis consumieron 4 903 millones de litros de gasolina (alrededor de 13.4 millones diarios) y los autobuses y camiones 1 102 millones de litros de diesel (aproximadamente 3 millones diarios). Para 1988 la demanda había crecido a 16.2 millones de litros de gasolina al día (casi un litro por habitante) y más de cinco millones de diesel. En este orden de evaluaciones, “las cifras correspondientes al balance energético de México (sólo en 1984) nos permiten afirmar que el transporte es un gran consumidor de energía (ocupando el segundo lugar a nivel nacional)” (L. Chía Becerril y V. G. Pérez, 1990). El ruido es otra forma importante de contaminación del aire, típicamente originado por actividades terciarias. El uso constante y creciente de vehículos automotores es una de las principales fuentes de contaminación sónica. En los últimos 15 años, la tecnología y las aglomeraciones han determinado su incremento en las ciudades. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que el límite recomendable para no afectar el oído es de 85 decibeles (dB); sin
embargo, desde los años setenta, en el primer cuadro de la Ciudad de México y en algunas de sus arterias principales existían niveles superiores a los 95 dB. Asimismo, la cabecera de aterrizaje del aeropuerto, la colonia Industrial Vallejo y las delegaciones Azcapotzalco, Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero, son zonas de la ciudad con graves problemas al respecto (J. Legorreta, 1991). Como es sabido, además de los daños al aparato auditivo, el ruido puede producir otras afecciones y molestias derivadas como el estrés. El deterioro ambiental ocasionado por las actividades terciarias tiene efectos especialmente dramáticos en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Del total de los 81.1 millones de habitantes que, según los resultados preliminares del Censo de 1990, viven en la República Mexicana, 28% se concentra en estas tres ciudades, dando lugar a problemas críticos derivados de la necesidad de abastecimiento (agua, alimentos), servicios municipales y vivienda, así como suministro de energéticos. Como contraparte, 33% de la población total se halla dispersa en pequeños poblados rurales con menos de 2 500 habitantes cada uno, y 39% restante en localidades de más de 2 500 y menos de un millón (FUV-FES, 1990: 15). Esta desigual distribución demográfica está asociada directamente con los problemas ambientales y coincide con la conflictividad social y económica que presupone el desarrollo urbano adoptado en México, observándose una marcada relación entre el nivel de contaminación, el tamaño del asentamiento y el nivel de crecimiento económico. En los últimos 50 años la presión ejercida por el crecimiento demográfico e industrial y la deficiente planeación del uso del suelo y sus recursos han motivado un desarrollo desequilibrado, en donde los usos
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Édgar Javier González Gaudiano, “Actividades terciarias”, en Elementos estratégicos para el desarrollo de la educación ambiental en México, México, INE, 1994, pp. 36-37.
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Las 25 ciudades del país con mayor problema de ruido (Conade, 1992) 1. 2. 3. 4. 5.
Celaya 6. Chetumal 7. Ciudad Juárez 8. Ciudad de México 9. Colima 10.
Durango Guadalajara Guanajuato Hermosillo Irapuato
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León Manzanillo Mazatlán Mérida Monterrey
más comprometidos del suelo se derivan de la interacción urbano-industrial, minimizando la posibilidad de un desarrollo armónico y maximizando los costos ambientales. La causa de estos desajustes de crecimiento tiene sus antecedentes en el modelo de desarrollo adoptado, a partir de los años cuarenta, que se centró en el proceso industrial. Ello propició el rezago del sector agropecuario, el cual fue incluido en el proyecto pero con la peculiaridad de ser considerado como abastecedor de materias primas, alimentos y mano de obra baratos. De ahí que durante los últimos 50 años y aunque la producción industrial en México aumentó 50 veces, superando el crecimiento de la tasa demográfica en 3.5% anual promedio, los rezagos de épocas pasadas no han permitido dotar a la población mexicana del bienestar deseable, habida cuenta de que las altas tasas de crecimiento demográfico aunadas a su inadecuada distribución, han ido aparejadas a una creciente migración de los habitantes de pequeñas comunidades rurales hacia las ciudades. Con el aumento descontrolado de las poblaciones urbanas, aparecen mayores índices de contaminación del aire, el agua y el suelo, así como la pérdida constante de áreas naturales o su afectación, como es el caso de muchas cuencas hidrológicas del país. Es así que los grandes polos de desarrollo, por una parte, demandan cantidades cada vez mayores de agua y, por otra, aportan mayores volúmenes de con-
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16. 17. 18. 19. 20.
Pachuca Puebla Querétaro Salamanca San Luis Potosí
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Saltillo Tepic Tijuana Tuxtla Gutiérrez Zacatecas
taminantes (aguas residuales y desechos sólidos municipales e industriales). El suministro de agua a los centros urbanos representa grandes erogaciones, ya que en tanto las mayores demandas provienen de regiones situadas por encima de los 500 metros sobre el nivel del mar, la mayoría de las cuencas susceptibles de servir como fuentes de abastecimiento se localizan por debajo de esa cota. Estas condiciones han obligado a construir sistemas de captación y conducción con inversiones extraordinariamente costosas. No se ponen en duda, sin embargo, los beneficios económicos que los polos de desarrollo reportan al país. No obstante, sus ventajas no compensan los daños al medio ambiente y a la salud, ni los costos sociales implicados. Es más, el deterioro ambiental restringe las posibilidades de un desarrollo sustentable de largo plazo, por lo que los procesos de urbanización e industrialización deben verse con perspectivas cualitativamente distintas a las que han dominado hasta la fecha. Esto conduce a analizar de manera crítica las situaciones que prevalecen en ciudades fronterizas como Tijuana, Ciudad Juárez, Reynosa, Matamoros y Piedras Negras, y en puertos industriales y centros turísticos como Acapulco, Coatzacoalcos, Ensenada, Salina Cruz, Lázaro Cárdenas y Villahermosa, que han visto mermadas sus posibilidades de desarrollo y la calidad de vida de la población, como consecuencia de los problemas ambientales que padecen.
Basura, el espejo de nuestra sociedad ○
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uizá todas las sociedades merecen ser juzgadas por su basura. Vivimos actualmente en una sociedad permeada, sistemáticamente, por la información y la seducción del consumo, en donde la lógica del capital para obtener plusvalía produce infinidad de productos con una obsolescencia perfectamente programada que no sólo desecha mercancías sino también personas. Frente a esto, una buena cantidad de expresiones neoliberales han proliferado: el mundo sin fronteras, el fin de la geografía, el fin de la historia, la aldea global; éstas han sido retomadas, muchas veces en forma irreflexiva e ingenua, por algunos movimientos sociales de tipo ecologista que han generado infinidad de mitos y soluciones mágicas para, supuestamente, enfrentar el grave problema de la basura en nuestra sociedad. Qué tiramos, cuánto tiramos, dónde lo tiramos, quiénes ganan, quiénes pierden, son algunas de los interrogantes más frecuentes de la prensa en general. Sin embargo, su respuesta (independientemente de su grado de veracidad o imprecisión) resulta muchas veces superficial e incompleta para entender el verdadero trasfondo del problema, que es sin duda de carácter sociopolítico y económico. Hace un par de semanas terminamos la actualización de información sobre la basura de la capital mexicana, con la participación de las sociólogas María José Álvarez (Las plantas de selección de basura en el D.F.: escenografía de la modernidad) y Georgina Velázquez (Basura y sociedad en el México contemporáneo: la basura en la Zona Metropolitana del Estado de México). Estos textos contienen un caudal de datos que permiten revisar el estado de esta som-
bría y triste cara de la modernidad aparente en que vivimos. Ya sabemos que: • La basura es un eslabón más que permite cerrar el ciclo de distribución de las mercancías: producción-distribución-consumo-basura-reciclajeproducción. • La basura puede transformarse en mercancía si se le incorpora fuerza de trabajo: basura + fuerza de trabajo = mercancía. • En los procesos de recolección, selección, reciclaje y disposición final participan miles de personas, muchas veces en condiciones de trabajo infrahumanas. • Persiste un fenómeno de caciquismo que suma el poder económico de los excedentes que deja la compraventa de desechos a un poder político legitimado por el Estado. ¿Qué no sabemos? ¿Qué pasa hoy desde el punto de vista social y político con nuestra basura? Presentamos el resumen de algunas de las principales conclusiones de los actores, instituciones y situaciones específicas que tienen que ver directa o indirectamente con el tema: 1. La política pública ha considerado el problema básicamente desde la perspectiva de la ingeniería ambiental creando rellenos sanitarios, control de lixiviados, plantas de reciclaje o de composta, etcétera, con infinidad de proyectos que han fracasado al tratar de incorporar la variable social. 2. En el terreno de la política municipal se cuenta con legislaciones locales, pero se caracteriza por una gran improvisación. Depende de legislaciones fede-
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Héctor Castillo Berthier, “Basura, el espejo de nuestra sociedad” (fragmentos), en La Jornada Ecológica, suplemento de La Jornada, año 6, núm. 62, 24 de noviembre de 1997, pp. 6-7.
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rales que no llegan a aplicarse. Está inmersa en intereses económicos y sociales de todo tipo y, aunque es independiente, no parece tener un rumbo fijo. 3. La recolección es pública en general y privada en algunos casos. Es un proceso privatizado en donde los recolectores (camiones, camionetas o carretas de burros) son una especie de microindustrias que dan empleo a miles de familias, formalizan la propina, la prepepena y el sistema de fincas, fuera de cualquier tipo de control. 4. El reciclaje es realizado tanto por empleados del servicio de limpia (prepepena) como por pepenadores de los tiraderos de basura y las plantas de selección. Genera empleo para miles de familias que sobreviven con muy bajos salarios, genera cuantiosas ganancias a los caciques e intermediarios que controlan la compraventa de materiales, y beneficia directamente a la gran industria que compra barato y sin factura esta materia prima para sus procesos de producción. [...]
Hacia una propuesta integral El objetivo central hacia el que debe apuntar cualquier intento viable de modificación y mejoramiento de nuestro sistema actual de manejo de basura implica la necesaria formalización sistemática de los aspectos informales, subterráneos, alternos o simplemente costumbristas que se han generado con el tiempo y son la cara más deforme del problema. Esto implica un cuidadoso análisis de las relaciones sociales, económicas y políticas que existen en cada uno de los grupos que participan en el proceso de manejo de la basura: por ejemplo, medir el peso real (económico, social y político) del sindicato de trabajadores de limpia; cuantificar los volúmenes de los productos reciclables y su impacto económico en el empleo; exhibir públicamente las prácticas y costumbres nocivas que existen en el manejo actual de los desechos; mostrar a la ciudadanía el ni-
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vel de inconciencia y malos hábitos ciudadanos que existen sobre la basura, etcétera. Para lograr esto presentamos un esbozo de propuesta dividido en cinco aspectos medulares: 1. Entre los ciudadanos (que son la principal fuente de generación de desechos) se debe impulsar un cambio de hábitos, costumbres y toma de conciencia a través de campañas educativas que, sin duda, pueden llegar a modificar el estado actual de las cosas en forma radical. 2. La industria (que produce mercancías, que recicla materiales, que genera desechos tóxicos) debe sujetarse a un intenso programa de verificación (pagado por la misma industria) a fin de tener una radiografía normativa clara y permanente de su situación operativa. 3. Con respecto al reciclaje, hay que fortalecer un sistema de centros de acopio que no sólo garanticen el empleo de los trabajadores (recolectores o pepenadores), sino que mejoren sus condiciones de vida mediante el trabajo colectivo en cooperativas de producción, que modernicen los procesos y eliminen gradualmente la explotación derivada de la dominación patrimonial de estos grupos. 4. Se debe promover un amplio programa de fortalecimiento institucional a nivel federal, y municipal, que perfile las normas, leyes y reglamentos en una perspectiva nacional de largo alcance. 5. En el aspecto técnico y de recursos, se debe prever la infraestructura necesaria a largo plazo, con planes intermunicipales e interestatales que racionalicen el uso de los equipos, las concesiones, la capacitación del personal, la unificación de conceptos y criterios que permitan un verdadero control de los procesos y un uso eficaz de los recursos. En el manejo de la basura, lo social tiene el peso decisivo. Y aunque la relación basura-sociedad es anormal aun así funciona. Estas conclusiones y propuestas no son absolutas. Son sólo algunas pistas para conocer lo bien que se puede entender un cambio en la forma de organización de una sociedad si se revisa su basura.
El aprovechamiento de los recursos naturales en Cuanajo: tipos y usos del suelo ○
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María Rosa Nuño Gutiérrez uanajo es una comunidad indígena asentada en un pequeño valle rodeado de montañas dentro de la meseta tarasca cuyo topónimo significa rana en purépecha. Sabemos que desde la época prehispánica la población indígena tuvo una economía diversificada, basada en la clásica trilogía mesoamericana de cultivos domesticados (maíz, frijol y chile), además de las plantas silvestres complementarias recogidas a lo largo del ciclo anual. Con ello se lograba una economía autosuficiente que sólo acudía a mercados regionales para conseguir los productos que por el clima o por condiciones edafológicas no se obtenían en sus propios ecosistemas (Durston, 1976). De esta manera, con el tiempo, el grupo purépecha fue adquiriendo un conocimiento heredado por generaciones y una experiencia sobre el manejo de los recursos naturales que a su alrededor coexistieron. De ellos, no solamente obtenían los satisfactores necesarios para vivir, sino que, además, en la naturaleza quedaba encerrado todo su sistema cosmogónico y de representaciones simbólicas. Dicho conocimiento en no pocas ocasiones se neutralizó ante los nuevos acontecimientos coyunturales que desde la Colonia hasta la actualidad se han sucedido, motivando multitud de prescripciones culturales a las cuales la población indígena ha tenido que ir adecuándose… Desde esta perspectiva nos interesa conocer la concepción simbólica de los purépechas para ponerla en relación con las percepciones que todavía se observan en la actualidad en cuanto al medio ambiente que les ro-
dea, sus recursos, etcétera. Para ello nos será beneficioso interrelacionar algunas teorías acerca del mito con la metodología que plantea la etnología. Tras la desestructuración del imperio tarasco, la comunidad, pese a que quedó a todos los niveles incorporada al régimen colonial de España, mantuvo un fuerte aislamiento hasta bien entrado el siglo XIX, en que se recurrió a ella para que alimentase con la madera de sus montes los travesaños o durmientes que se requerían para la construcción del ferrocarril que comunicaría a México con Morelia, Pátzcuaro y Uruapan, así como para que abasteciese con cajas a Tierra Caliente, con objeto de que esta última pudiese embalar y distribuir sus productos a toda la república y al extranjero. A partir de entonces, Cuanajo comenzó a vivir momentos de gran tensión, los cuales hasta hoy se recuerdan con cierta amargura. Uno de esos momentos fue la Revolución, por el gran número de muertes, robos y violaciones ocurrido en la comunidad. Pero mayor impacto tuvo el hecho de que la jurisdicción formada por 24 000 has se fue reduciendo paulatinamente tras las invasiones y compras fraudulentas de tierras1 realizadas por parte de mestizos. De esta manera, Cuanajo quedó mermada a 9 434 has, que son las que tiene en la actualidad. Los acontecimientos narrados empujaron a Cuanajo a romper con su tradicional personalidad jurídica de comunidad, en tanto se imponía la pequeña propiedad privada. Consecuentemente, todo ello implicó la sustitución de autoridades como el Comisariado de Bienes,2 órgano encargado de la representación y ges-
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María Rosa Nuño Gutiérrez, “El aprovechamiento de los recursos naturales en Cuanajo: tipos y usos del suelo”, en Luisa Paré y Martha Judith Sánchez (coords.), El ropaje de la Tierra. Naturaleza y cultura en cinco zonas rurales, México, Plaza y Valdés-UNAM, 1996, pp. 38-48 y 73-75. 1
Algunos comuneros recuerdan cómo muchas tierras se perdieron a causa de la Iglesia. Es decir, debido a las celebraciones religiosas, muchos cargueros de escasa solvencia económica decidieron poner en préstamo sus tierras y cuando querían recuperarlas ya no era posible: el prestatario, generalmente por la fuerza, se quedaba con ellas. 2 El Comisariado de Bienes se encargaba principalmente de delimitar, asignar y destinar las tierras de uso común; organizar el trabajo sustentado en la ayuda mutua; calendarizar y hacer turno para llevar a cabo las actividades agrícolas, así como aquellas otras de las que tuviese necesidad la comunidad.
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tión de la vida comunitaria, por aquellas autoridades refrendadas por el poder central. Para evitar que las tierras comunales siguieran cayendo en manos ajenas, más de 200 jefes de familia se unieron para asegurar las propiedades de la comunidad, cuyos títulos habían sido ya reconocidos por el Decreto de la Real Audiencia de la Nueva España en 1763 (según consta en la Oficina de Paleografía de la Dirección General de Asuntos Jurídicos). En 1944, los vecinos del poblado solicitaron el reconocimiento de sus terrenos comunales y no fue sino hasta 1979 que por resolución presidencial se expidieron títulos de tales terrenos, siendo beneficiarios 142 comuneros (Diario Oficial, 4.2.80: 20). En 1982 un grupo de propietarios interpuso recurso de amparo y la resolución presidencial fue suspendida. En 1985, en Cuanajo tuvo lugar uno de los acontecimientos más trágicos para el pueblo. Los comuneros, tras la suspensión de la resolución y el continuo despojo de tierras, decidieron ir a los campos en litigio y cosechar el trigo que allí crecía. El resultado de este suceso fueron cuatro muertos a manos de los nuevos propietarios de la tierra. Tras los hechos, la organización de comuneros quedó muy debilitada, sin embargo desde hace cuatro años está recobrando su vitalidad con el aliciente de que Cuanajo, según un comunero: Debe luchar por lo suyo, porque si no, ¿qué les vamos a dejar a los hijos? A los indígenas el último recurso que nos queda es la lucha como en Chiapas. ¿Por qué cree que el gobierno está llevando últimamente créditos y despensas? Porque ya no sólo los indios son los que están enfadados sino todo el pueblo, y es que ya no se aguanta más. Las invasiones de parcelas continuaron y ahora Cuanajo se halla rodeada por un cinturón de rancherías, por lo que su crecimiento tanto económico como poblacional cada vez se encuentra más condicionado, al igual que sus recursos naturales: campos de cultivo, agua y bosques.
Para el estudio del territorio de Cuanajo, dada la poca homogeneidad y sobre todo la falta de confiabilidad que los datos oficiales ofrecen, se prefirió trabajar con imágenes de satélite, con objeto de obtener una información más fidedigna y pertinente acerca del tipo y usos del suelo.3 La demarcación de Cuanajo se caracteriza por sus suelos formados básicamente por andosoles, es decir, suelos derivados de cenizas volcánicas procedentes del cuaternario, los cuales cubren una superficie de 80% del conjunto de la comunidad, mientras que el resto del suelo se alterna con litosoles al oeste y este de la comunidad, acrisoles y luvisoles al norte y este de la misma. En más de 56% la vocación de estos suelos es de tipo forestal y su arbolado crece sobre pendientes medias y fuertes ubicadas a 3 000 m sobre el nivel del mar. Sin embargo uno de los problemas más importantes que aquejan a Cuanajo en la actualidad es la deforestación, ya que en menos de 40 años ha quedado cercenada gran parte de su riqueza forestal. Así se manifestó un anciano: “Antes todo estaba bonito. Los árboles llegaban hasta la orilla del pueblo. Caminaba uno y delantito del templo ya se veían las jaras y los árboles. Ahora ¿cuánto no tiene uno que caminar?” Con todo, el tipo de vegetación que se desarrolla en Cuanajo observa diferentes variedades, por lo que podría clasificarse del siguiente modo: a) Bosque denso. Ocupa una extensión de 1 696 has, que viene a representar 16.23% del total, compuesto por pinos (Pinus spp), encinos (Quercus spp) y oyameles (Abies spp), entre otras especies. No todas ellas son útiles para la manufactura de muebles, bien sea por la madera en sí misma o por la juventud del árbol que lo hace poco rentable. b) Bosque abierto. Formado por vegetación secundaria y por matorrales derivados de zonas deforestadas. Este bosque ocupa una extensión de 4 076 has, es decir, 38.99% del conjunto de la comunidad. c) Pastizales. Es una zona que aparece asociada a la agricultura con rotación de cultivos. Dada la baja
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En las imágenes de satélite puede observarse una línea blanca demarcatoria que indica que todo lo que queda fuera de ella, formó parte de la jurisdicción de Cuanajo hasta principios del siglo XX (en total aparecen representadas cerca de 13 000 has), y lo que está dentro de la línea, es el territorio actual de la comunidad formado por 9 400 has.
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El aprovechamiento de los recursos naturales en Cuanajo
productividad de las tierras, el barbecho, es decir las tierras en descanso, tienden a desaparecer, sin embargo, sirve como pasto a la ganadería existente en Cuanajo. Ocupa una superficie de 2 121.4 has, representando 20.29 por ciento. d) Tierras de cultivo. El producto básico que se siembra es el maíz, seguido de forma minoritaria por trigo, avena y centeno. La extensión es de 2 559.9 has, y su porcentaje es de 24.48%. Dada la crisis existente en la agricultura ante los bajos rendimientos en las cosechas, estas tierras pueden encontrarse ociosas, por lo que el porcentaje de tierra cultivable sería algo menor al cifrado. En la actualidad, Cuanajo tiene alrededor de 6 700 habitantes, de los cuales la mayoría son bilingües (purépecha-castellano), aunque cada vez más, especialmente entre los jóvenes, se advierte la tendencia que apunta a la preponderancia del castellano. Si bien la actividad principal de Cuanajo hasta 1940 fue la agricultura basada en el cultivo del maíz, frijol, chile, calabaza y chía, ésta se combinó con otras actividades como la venta de leña, la producción de carbón, la manufactura de algunos muebles rústicos, la recolección de plantas silvestres, etcétera. Todas estas ocupaciones poco a poco fueron declinando, especialmente la agricultura, la cual entró en una profunda crisis debido a los nuevos rumbos que tomaba la economía, así como a las características propias de la comunidad, como son: el minifundio en que se asienta el sistema de cultivo que sólo permite que la cosecha sirva (salvo en contados casos) para el autoabastecimiento de la casa, y a menudo no alcanza para terminar el año. Por otro lado, la presión social motiva que se cultive año con año, provocando una sobreexplotación de la tierra que cada vez se encuentra más agotada. Por último, los gastos de producción, jornales y fertilizantes, entre otros, hacen que la agricultura se convierta en una actividad nada atractiva y muy poco rentable. A partir de la década de 1920, el Estado impulsó en no pocos lugares la producción de artesanías, dados los importantes beneficios que reportaba. Ello se debió a que tras la Revolución cobró una enorme vi-
talidad un tipo de ideología nacionalista cuyo objetivo fue el rescate de los valores de los pueblos indígenas, así como la difusión de sus artes, las cuales adquirieron un sentido consumista (Canclini, 1989). En buena medida, políticos e intelectuales fueron los portadores de esta ideología, misma que el Estado canalizó a través de diferentes instituciones4 y bancos, entre otros, con el fin de fomentar la producción y comercialización de artesanías. En el ámbito regional, en Michoacán se estableció la Oficina de Artesanías de Morelia en 1962. Hacia los años cuarenta se inició la apertura de mercados y capitales, en buena parte extranjeros, los cuales requirieron de la explotación de los recursos naturales locales. Surgió de esta manera en Pátzcuaro y Uruapan una floreciente industria del mueble, quedando ambos pueblos dentro de las miras de la producción capitalista de muebles y artesanías de madera. Por extensión, las comunidades con recursos silvícolas comenzaron también a entrar a esta dinámica. Tal fue el caso de Cuanajo, el cual se incorporó a esta nueva política económica, facilitándosele la tarea no sólo por la posesión de extensos y vírgenes bosques, sino también por la entrada de la electricidad en el pueblo. En Cuanajo, las primeras experiencias, en cuanto al trabajo de la madera, se remontan hacia finales del siglo XVIII, y sólo unas pocas familias estaban dedicadas a realizar mobiliario muy rudimentario y utilitario como mesas y bancos. A partir de 1963, el oficio de carpintero se extendió con gran rapidez en Cuanajo y creemos que no fue difícil adoptar la artesanía de la madera como actividad principal, por los siguientes motivos: En 1900 la comunidad contaba con una población de 1 000 habitantes, triplicándose prácticamente hasta 1970 (2 958 habitantes). El aumento se debió a una alta tasa de natalidad, la cual, junto a la generalización de servicios médicos, provocó un descenso en las tasas de mortalidad, a la vez que se ampliaba la esperanza de vida. El hecho de que el crecimiento poblacional fuera positivo no tendría mucha importancia si éste no es-
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Para abundar con más detalle acerca de las instituciones dedicadas a la actividad artesanal, consultar el apéndice final de la obra de Victoria Novelo, Artesanía y capitalismo en México, 1976.
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tuviera en relación directa con otro acontecimiento relativo a la pérdida de cerca de 15 000 has de territorio, debido a las invasiones ya referidas. De ahí el estrangulamiento económico de Cuanajo y la fuerte presión social que se generó sobre los recursos naturales y la tierra: los campos de cultivo se hicieron escasos y sus cosechas insuficientes, por lo que la población tuvo la necesidad de migrar a otras zonas. La iniciativa del Estado para fomentar la industria del mueble, si bien servía a los grandes capitales, en tanto se aprovechaba de los recursos naturales de la región tarasca, también fue un paliativo de los problemas de las economías de subsistencia de los campesinos, pues de esa manera se reducía la migración a centros industriales nacionales, que ya no requerían de más mano de obra, y mucho menos a centros industriales extranjeros. Por ejemplo, Estados Unidos, que había venido aprovechándose de obreros agrícolas mexicanos, y en especial michoacanos, empezó a rescindir los contratos de dichos obreros a partir de 1960, finalizándolos en 1964. Mientras Cuanajo rompía con su tradicional estructura comunitaria y privatizaba cada vez más sus campos, con los bosques sucedió lo mismo, pero más paulatinamente, ya que sobre ellos siguió pesando todavía el uso colectivo. De ahí que cuando se inició el trabajo de muebles surgió una interesante situación: la población recurría a un recurso que era de todos, pero los beneficios y ganancias eran a título individual. Tradicionalmente la explotación del bosque se realizaba de manera individual bajo el control y regulación de la comunidad. Sin embargo, en la actualidad ese control no existe, por lo que se ha generado el abuso del corte de madera, con las consecutivas ganancias para quienes lo explotan. Por lo anterior y por el hecho de que los talleres de carpintería son de tipo familiar, el trabajo artesanal se ha extendido entre la población de Cuanajo. En efecto, con frecuencia los talleres familiares recurrían en momentos de gran demanda a la ayuda de los demás miembros de la familia extensa, con lo que un número cada vez mayor de la población organizada en talleres-familia se veía involucrado en la actividad. Con la escrituración de las parcelas del bosque y la expansión del oficio creció la tensión sobre los re-
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cursos maderables, generándose un sinfín de intereses, en los que quedaban implicados carpinteros, rancheros de Cuanajo, e intermediarios que compraban madera a muy bajo costo. De esta forma, la relación tradicional naturaleza-sociedad se rompe para asentarse sobre la lógica del negocio y los beneficios, los cuales han llevado a la deforestación de los bosques de Cuanajo. En la actualidad existe una mayor conciencia entre la gente que piensa que ya no es posible seguir trabajando en la carpintería con los recursos del pueblo. Sin embargo todavía hay quien continúa haciendo compras clandestinas a los rancheros, los cuales, a su vez, obtienen la madera robándola de la circunscripción de Cuanajo. La diferencia en el planteamiento sobre dónde debe obtenerse la materia prima se centra del siguiente modo: mientras que para los primeros las consecuencias ecológicas de la sobreexplotación son negativas y no podrán legar nada a sus hijos, para los segundos, lo más importante son los beneficios inmediatos, sin pensar en el futuro. Así, los rancheros roban la madera porque cuando la venden todo es ganancia para ellos y para los carpinteros porque la consiguen a más bajo costo. Una vez que el producto está acabado, el margen de ganancia se hace algo superior que si la madera fuera comprada en aserraderos oficiales. No obstante, debido a que los bosques están muy agotados, el diámetro de los árboles cortados es cada día menor, con lo cual ni siquiera siendo más baratos se puede decir que sean rentables. De ahí que el interés hoy en día esté más abocado a la necesidad de reforestar y seguir con el oficio aunque para ello se tenga que recurrir a la compra de madera legal. Con la instalación del cableado eléctrico, Cuanajo introdujo herramientas adecuadas a la nueva energía (motores, sierras, cepilladoras), lo cual implicaba la reducción en tiempo de la fabricación de muebles, aumentando la producción y el ingreso. A partir de 1963 se inició la expansión del oficio, tanto así que en la actualidad nos encontramos en Cuanajo con alrededor de 400 talleres. Desde los años setenta hasta casi 1990 el mueble de Cuanajo tuvo una gran demanda, lo que hizo que sus beneficios animasen a muchos agricultores a vender sus aperos de labranza para dedicarse a la arte-
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sanía de la madera de tiempo completo, en pequeños talleres familiares, instalados en el patio de las casas. Los ingresos recibidos por la elaboración de muebles llegaron a ser tan importantes para los artesanos de Cuanajo que sus tierras de labor quedaron prácticamente yermas.5 De ahí que su economía en los últimos 20 años se haya hecho cada vez más dependiente de un mercado exterior, no sólo por la comercialización que requieren sus muebles sino porque casi todo el consumo de la población de Cuanajo viene de afuera. No obstante, los años de bonanza en la fabricación de muebles han comenzado a declinar. Por un lado, se encuentran con que la materia prima obtenida de sus bosques está en pleno agotamiento. Es decir, que prácticamente toda la madera para el oficio sale de aserraderos oficiales. De ahí que entre los artesanos surja la necesidad de agruparse en sociedades para pedir créditos que les ayuden en la compra de la madera. Por otro lado, la demanda de muebles se está paralizando. Las causas son múltiples, por lo que sólo mencionaremos algunas de forma sucinta, como son: el descenso de ventas producido por la crisis económica que afecta a los consumidores; saturación del mercado en cuanto a los diseños de los muebles; baja calidad en la manufactura de los mismos; intermediarismo y, por último, la fuerte competencia de muebles industriales que ofrecen artículos a precios más bajos. Sin embargo, a pesar de que la situación laboral se encuentra en malas condiciones, la población de Cuanajo continúa con la manufactura de mobiliario ya que sus ingresos al mes pueden ser dos, tres y hasta cuatro veces superiores al salario mínimo. Ante la crisis económica nacional la población está regresando a modelos económicos de décadas anteriores basados en la diversificación (como la siembra de maíz, preparación de huertos, cultivo de flores, bordado de delantales, fajas, etcétera), con objeto de obtener ingresos complementarios. A esto se ha sumado la creación de un taller de mujeres que trabaja para recuperar el uso olvidado de diversas plantas y animales silvestres con fines alimenticios y medici-
nales. En este sentido vale la pena recordar que el grupo étnico purépecha tiene presentes en su medio alrededor de 500 especies; sin embargo, aquellas que la población reconoce y utiliza no rebasan las 230 (Caballero, 1990: 290). Habría que añadir que desde hace un año se ha restablecido un mercado basado en el trueque, de tal forma que las mujeres cada 15 días se reúnen en un pueblo cercano a la laguna de Pátzcuaro para intercambiar productos y así obtener aquellos que no se producen en su lugar de origen. Las malas rachas que vive Cuanajo en cuanto a la deforestación (ésta ha sido tomada entre los artesanos como un mal que no debe repetirse y para subsanarlo se piensa en la necesidad de conservar lo que hay y en reforestar, sobre todo con miras al futuro) y la falta de ventas no han restado ánimo a los artesanos, quienes piensan que el oficio va a continuar, sobre todo porque siguen obteniendo mayores beneficios que si se dedicasen a la agricultura. [...]
Conclusiones Una de las cuestiones que en el momento actual está más en boga, es aquella que se refiere a la modernización de México, paradigma que tiende a adentrarse en cualquier ámbito de la vida y puede manifestarse desde la reforma de un artículo de la Constitución, hasta en la remodelación y ampliación de la red de carreteras, o en la deforestación para la creación de monocultivos, etcétera. El empuje de la modernización iniciado desde los años cuarenta se caracterizó por su tendencia a homogeneizar cualquier ámbito de la vida nacional, es decir, no tuvo en cuenta ni la composición pluriétnica de la nación mexicana en los planes para el desarrollo, ni respetó la variedad de los sistemas ecológicos. A muchas regiones hasta entonces marginadas, tal como la purépecha, se les invitó a participar en la modernización, sin tener en cuenta sus propias especificidades. De esta manera, el papel de las comunidades indígenas se redujo a ser, por un lado, abaste-
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Claro está que dentro de la actividad primaria existía ya una crisis agrícola. Los campesinos observaban cómo sus cosechas cada vez eran menores, aun empleando abonos y fertilizantes.
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cedoras de mano de obra en las ciudades, y por otro, de materias primas, como la madera. Esto fue así porque el rechazo de lo tradicional es la condición de determinada concepción de desarrollo que cada vez se ve más apegada a la dependencia con los mercados nacionales y transnacionales. Cuanajo tuvo que entrar a la dinámica modernizadora a fines del siglo XIX —y para ello hubo de ir olvidando cada vez más su estructura comunitaria, privatizando sus recursos y haciendo de las ganancias un beneficio individual—, ante los requerimientos externos de madera para los travesaños del ferrocarril México-Uruapan, que entonces estaba en construcción. Posteriormente contribuyó con la fabricación de cajas para el empaque de productos hortofrutícolas de Tierra Caliente, a la vez que se introducía una nueva actividad: la manufactura de mobiliario rústico. En poco menos de 40 años asistimos a un doble proceso: por un lado, al abandono paulatino de las actividades agrícolas por parte del campesinado local, como producto de una acentuada crisis progresiva en el campo, lo que le obliga a abandonar las tierras de cultivo para dedicarse a otra actividad más remunerativa. Y por el otro, a un crecimiento acelerado de la actividad artesanal de la madera, que pronto se impuso como actividad primordial que requería una salida al mercado exterior para comercializar sus productos. La rapidez con que se extendió el oficio se debió principalmente a los cuantiosos beneficios conseguidos en un corto lapso, hecho que les impidió mantener un control sobre sus bosques y reforestarlos, de tal suerte que, en la actualidad, prácticamente se encuentran agotados. Pero lo más importante es que el oficio (impulsado por el nuevo modelo de economía para lograr el desarrollo y la modernización) se expandió sobre una estructura social tradicional. Es decir, la extracción de madera se hacía individualmente pero desde un sistema en que todavía se reconocía al bosque como propiedad colectiva. Además, el trabajo de la madera como nueva actividad mantenía a los miembros de Cuanajo en igualdad relativa, ya que todos partían de cero en cuanto al conocimiento requerido para la manufactura de muebles y en cuanto a la obtención de ganancias,
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pues no existe recapitalización en los talleres, en parte debido a la tendencia a no acumular económicamente, es decir, a no enriquecerse a costa del trabajo artesanal de la madera. A pesar de la degradación de su medio ambiente, el oficio de la artesanía continúa. De manera reciente se constata que la artesanía ya no es el único recurso en su economía, ya que se combina con otras actividades. En efecto, la baja de ventas, como producto de la actual crisis, ha motivado el regreso a actividades agrícolas como fuente opcional para mejorar su ingreso, por lo cual, entre otras estrategias, se restituye el huerto, se venden frutas y plantas, y se fabrican fajas y delantales. Existe, pues, una tendencia a diversificar la economía y esto significa el regreso a su antiguo sistema de utilización de los recursos naturales con objeto de obtener ciertos productos, tanto para la alimentación como para la cura de enfermedades, muchos de los cuales al no encontrarse en la comunidad se obtienen a través de trueque en mercados locales. En el plano de la organización, hay un intento de refuncionalizar el órgano de gobierno de la comunidad: el Comisariado de Bienes Comunales, a la vez que se lucha, por medio del poder legislativo, por recuperar las tierras comunales perdidas a lo largo del presente siglo y que actualmente se encuentran en poder de los rancheros que viven en las proximidades de Cuanajo. Aunque el grupo ha tenido que ir asimilando la cultura dominante y jugar con los nuevos elementos procedentes de ella, también se observa el intento por refuncionalizar su tradición, lo que implica seguir manteniendo viva toda su cosmovisión plasmada a través de su mitología y de sus representaciones simbólicas. Es la forma en la que el grupo se vuelve hacia sí mismo y refuerza sus lazos de identidad. Podríamos concluir diciendo que en Cuanajo existe cierta tendencia hacia la reetnización, y pensamos que esto se produce cuando la población siente que el modelo económico capitalista aplicado no ha retribuido a la comunidad lo que se esperaba de él en términos de modernización. Por el contrario, la comunidad ha constatado la sobreexplotación de sus recursos naturales y el incremento de su dependencia a una sola actividad: la manufactura de la
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madera. A ello habría que añadir que la tecnología aplicada a cultivos o a bosques para hacer, por ejemplo, más productivas las cosechas o erradicar plagas, etcétera, no ha funcionado adecuadamente. De
ahí el desengaño en muchas ocasiones de lo moderno, y la refuncionalización de algunas formas tradicionales de relación con la naturaleza y sus recursos.
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ada vez se hace más evidente que los mayores problemas de nuestro tiempo no pueden comprenderse aisladamente. La amenaza de guerra nuclear, la devastación progresiva de nuestro entorno natural y la persistencia de la pobreza junto al progreso —incluso en los países más ricos— no son problemas aislados. Son diferentes aspectos de una misma crisis, que es esencialmente una crisis de percepción. La crisis deriva del hecho de que la mayoría de nosotros, y en especial nuestras instituciones, seguimos los conceptos y valores de una visión del mundo ya caduca, una visión que es inadecuada para afrontar los problemas de un mundo como el nuestro, superpoblado e interdependiente. Pero, al mismo tiempo, distintos movimientos sociales y numerosas redes alternativas están desarrollando una nueva visión de la realidad que habrá de constituir la base de la tecnología, la economía y la sociedad futuras.
Crisis y transformación Nuestro tema, por consiguiente, es el cambio fundamental que actualmente se está produciendo en el modo de ver el mundo por parte de la ciencia y de la sociedad, un cambio de paradigma que implica una profunda transformación cultural. El paradigma vigente ha dominado nuestra cultura durante varios siglos, ha ido formando la sociedad occidental moderna y ha influido significativamente en el resto del mundo. Este paradigma consiste, entre otras cosas, en la visión del universo como si fuese un sistema mecánico compuesto de bloques elementales; la visión del cuerpo humano como si fuese una máquina; la visión de la
vida social como si tuviese que ser forzosamente una lucha competitiva por la existencia; la creencia en el progreso material ilimitado, que debe alcanzarse mediante el crecimiento económico y tecnológico; y la creencia de que el sometimiento de la mujer al hombre es consecuencia de una ley básica de la naturaleza. En los últimos decenios, todas estas suposiciones han sido puestas en tela de juicio severamente y necesitan una revisión radical.
La visión mecanicista del mundo La visión mecanicista del mundo la desarrollaron en el siglo XVIII Galileo, Descartes, Bacon y Newton, entre otros. Descartes basaba su visión de la naturaleza en la división fundamental en dos reinos separados e independientes: el espíritu y la materia. El universo material, incluyendo el organismo humano, era una máquina que, en principio, podía entenderse completamente con sólo analizar separadamente sus partes más pequeñas. La metáfora central de Descartes era el reloj, que por aquel entonces había alcanzado un alto grado de perfección y se consideraba la máquina definitiva. Por eso escribía Descartes sobre el cuerpo humano: “Considero el cuerpo humano como una máquina. Mi mente compara a un hombre enfermo y un reloj mal construido con mi idea del hombre sano y el reloj bien construido”. El entusiasmo de Descartes y sus contemporáneos por la metáfora del cuerpo como reloj tiene un paralelo interesante en el entusiasmo que tantas personas hoy experimentan ante la metáfora del cerebro humano como ordenador. Lo mismo que la metáfora cartesiana del cuerpo como reloj, la metáfora del cerebro como ordenador se encuentra ya desfasada.
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Fritjof Capra,“El nuevo paradigma ecológico”, en Yordi Pigem (coord.), Nueva conciencia. Plenitud personal y equilibrio planetario para el siglo XXI, Barcelona, Integral, 1994. Artículo aparecido originalmente en el Earth Island Journal, otoño de 1987 y facilitado por el Elmwood Institute de Berkeley, California.
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Nuestro cuerpo ejecuta a menudo funciones semejantes a las de una máquina; pero no es una máquina, es un organismo vivo. Puede parecer que nuestro cerebro actúa como un ordenador, pero no es un ordenador; también el cerebro es un organismo vivo. Y desde que la informática emplea expresiones como inteligencia, memoria o lenguaje para describir los ordenadores, tendemos a pensar que todo eso se refiere a fenómenos humanos. Este malentendido ha hecho que la informática perpetúe e incluso refuerce la imagen cartesiana del ser humano como máquina. Como humanos, afrontamos problemas que ni siquiera las máquinas más sofisticadas serán jamás capaces de captar, y nuestro modo de pensar y de comunicarnos es absolutamente distinto del de un ordenador. Por consiguiente, debemos trazar una distinción clara entre la inteligencia humana y la inteligencia de una máquina. La inteligencia humana, los juicios humanos, la memoria humana y las decisiones humanas nunca son completamente racionales, sino que están siempre teñidas por las emociones. Nunca podemos separar la racionalidad humana de la emoción, ni tampoco de la intuición. Por otra parte, nuestro pensamiento se ve siempre acompañado de sensaciones y procesos corporales. Incluso si a menudo tendemos a suprimirlos, siempre pensamos también con nuestro cuerpo. Pero los ordenadores no tienen tal cuerpo, y los problemas verdaderamente humanos resultarán siempre ajenos a su inteligencia. Estas consideraciones implican que ciertas tareas nunca deberían dejarse a los ordenadores: todos los trabajos que requieren cualidades genuinamente humanas como la sabiduría, la compasión, el respeto, la comprensión o el juicio. Las decisiones que requieren tales cualidades humanas —como las que efectúan un juez o un general— deshumanizarían nuestras vidas si quedasen en manos de los ordenadores. En particular, el empleo de ordenadores en el campo de la tecnología militar debería reducirse radicalmente.
Dominio y control La visión mecanicista y fragmentada es una característica básica de la caduca visión del mundo. Otra es la obsesión por dominar y controlar. En nuestra sociedad, el poder político y económico se ejerce mediante una
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élite jerárquicamente estructurada. Nuestra ciencia y nuestra tecnología se basan en la creencia de que la comprensión de la naturaleza implica el dominio de la naturaleza por parte del hombre. Empleo la palabra hombre a propósito, porque me refiero a la importantísima conexión entre la visión mecanicista que la ciencia tiene del mundo y el sistema de valores patriarcal, la tendencia masculina de querer controlarlo todo. En la historia de la ciencia y la filosofía occidentales, esta conexión aparece en el siglo XVII. Antes de la revolución científica de Galileo, Descartes, Bacon y Newton, la ciencia tenía como objeto la sabiduría, la comprensión del orden natural y el vivir en armonía con ese orden. A partir del siglo XVII, el objeto de la ciencia ha sido el conocimiento que pueda emplearse para controlar, manipular y explotar la naturaleza. En la actualidad tanto la ciencia como la tecnología se utilizan principalmente para fines que resultan peligrosos, perjudiciales y profundamente antiecológicos.
El callejón sin salida de la economía Para dar otro ejemplo de las limitaciones del pensamiento cartesiano, me gustaría hablar ahora de la economía. La mayoría de economistas caen en el error de ignorar que la economía es simplemente un aspecto de una totalidad ecológica y social. Los economistas tienden a disociar la economía del contexto en que está inmersa, y la describen con modelos extremadamente simplistas e irreales. La economía se ve reducida a su vertiente monetaria. Según la economía convencional, sólo el aspecto monetario es accesible al análisis económico. Todo lo demás se califica de externo y se excluye del marco teórico. Así, los conceptos económicos básicos se encuentran definidos miopemente y se usan ignorando su amplio contexto social y ecológico. Este marco reduccionista ha conducido a la economía a un callejón sin salida. La mayoría de los conceptos y modelos económicos ya no resultan adecuados para describir o proyectar fenómenos económicos en un mundo ante todo interdependiente, y las actuales políticas económicas ya no pueden resolver nuestros problemas.
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Ese marco reduccionista de la economía convencional ha producido una orientación fundamentalmente errónea de las políticas económicas. Lo esencial en ellas es la consecución del crecimiento económico, entendido como incremento del producto nacional bruto, es decir, desde el punto de vista exclusivamente cuantitativo de llevar al máximo la producción. Se acepta así que todo crecimiento es bueno y que un mayor crecimiento es siempre mejor. Uno se pregunta, al oír tales cosas, si estos economistas han oído hablar alguna vez del cáncer.
El nuevo paradigma Con estos ejemplos, a los que podríamos añadir muchos otros, he tratado de ilustrar las limitaciones del modo de pensamiento mecanicista y patriarcal en la ciencia y la sociedad actuales. El cambio hacia el paradigma de la ecología profunda resulta ahora crucial para nuestro bienestar (¡incluso para nuestra supervivencia!), y tal cambio se está produciendo ya. Los científicos de vanguardia, varios movimientos sociales y numerosas redes alternativas están desarrollando una nueva visión de la realidad que constituirá la base de las tecnologías, sistemas económicos e instituciones sociales del futuro. En el campo de la ciencia, la teoría general de sistemas, que surgió de la cibernética en los años cuarenta pero que no se desarrolló plenamente hasta estos últimos 10 años, nos proporciona la formulación científica más apropiada del paradigma ecológico. Los sistemas naturales son totalidades cuyas características surgen de las interacciones y la interdependencia de sus partes. Las propiedades sistémicas se ven destruidas cuando física o teóricamente se disecciona el sistema en elementos aislados. Aunque en todo sistema podemos discernir partes individuales, la naturaleza de la totalidad es siempre distinta de la mera suma de sus partes. El modo de pensamiento que denominamos sistémico o ecológico, tiene numerosas implicaciones que no sólo son importantes para la ciencia y la filosofía, sino también para la sociedad y nuestra vida cotidiana. Influirá en nuestra actitud ante la enferme-
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dad y la salud, en nuestra relación con el entorno natural y en muchas de nuestras estructuras sociales y políticas. Me gustaría ilustrar estos cambios con el ejemplo de la economía.
Economía verde La aplicación de la visión sistémica a los procesos y actividades económicos es urgente, porque prácticamente ninguno de los problemas económicos de hoy puede entenderse con el enfoque fragmentador de la ciencia cartesiana. El enfoque sistémico proporciona a los economistas la perspectiva ecológica que tan urgentemente necesitan. Según este enfoque, la economía es un sistema vivo compuesto por seres humanos y organizaciones sociales en continua interacción con los ecosistemas ambientales de los que nuestras vidas dependen. Durante los últimos 10 años ese nuevo enfoque de los problemas económicos ha ido emergiendo lentamente. Todavía no es una teoría económica completamente elaborada, pero sus conceptos e ideas básicos resultan ahora bastante evidentes.1 El objetivo del nuevo pensamiento económico, igual que en la economía convencional, es favorecer el desarrollo. Sin embargo, a este concepto se le da ahora un sentido distinto. En lugar de definirlo como la consecución del máximo de producción y consumo, se le define como la consecución del máximo de bienestar humano. El bienestar humano tiene que ver con la salud y con las necesidades humanas; con las cuestiones mentales, emocionales y espirituales; con equilibrios sociales y ecológicos.
Nuevos valores A muchos aspectos de este concepto cualitativo del desarrollo económico no se les puede dar un valor monetario. Esto nos lleva a un aspecto muy importante del actual cambio de paradigma, la cuestión de los valores. El giro hacia una nueva visión del mundo y un nuevo modo de pensamiento va de la mano con un cam-
○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ 1 La mejor síntesis del nuevo pensamiento en el campo de la economía la podemos encontrar en The Living Economy editado por Paul Ekins y basado en documentos presentados en The Other Economic Summit (TOES).
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Red de los problemas que hay en el mundo
Tomado de Yordi Pigem (coord.), Nueva conciencia. Plenitud personal y equilibrio planetario para el siglo XXI, Barcelona, Integral, 1994.
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bio profundo de valores. Para mí resulta fascinante la llamativa conexión entre el cambio de pensamiento y el cambio de valores. Ambos pueden considerarse como un cambio de la autoafirmación hacia la integración. En cuanto al pensamiento, podemos observar un cambio de lo racional a lo intuitivo, del análisis a la síntesis, del reduccionismo al holismo, del pensamiento lineal al pensamiento no lineal. Quiero hacer hincapié en que el objetivo no es sustituir un modo por el otro, sino más bien pasar del énfasis excesivo puesto en cualquiera de los dos a un mayor equilibrio entre ambos. En el terreno del sistema de valores, observamos el correspondiente cambio de la expansión a la conservación, de la cantidad a la calidad, de la competición a la cooperación, de la dominación y el control a la no violencia.
La cultura naciente Los nuevos valores, junto con las nuevas actitudes y los nuevos estilos de vida, están siendo promovidos por gran número de movimientos: los movimientos ecologista, pacifista y feminista, el movimiento de la salud holística y el potencial humano, distintas corrientes espirituales, numerosas iniciativas ciudadanas, movimientos en favor del Tercer Mundo o de liberación étnica, y otros muchos movimientos de base. Desde principios de los ochenta, algunos de estos movimientos han comenzado a coaligarse, reconociendo que representan distintos aspectos de una misma y nueva visión de la realidad, y han empezado a formar una poderosa fuerza de transformación social. El éxito político del movimiento verde europeo es el ejemplo más notable de este proceso de coalición.
El nuevo paradigma ecológico
A esta fuerza social emergente la he denominado cultura naciente, basándome en la descripción que da Arnold Toynbee del nacimiento y caída de las civilizaciones. En la transformación actual, la cultura en declive —representada por los partidos políticos establecidos, las grandes multinacionales, las grandes instituciones académicas, etcétera— sigue todavía dominando la escena. Se niega a cambiar, aferrándose de manera todavía más rígida a sus ideas periclitadas. De todos modos, como está basada en un marco de conceptos y valores que ya no son viables, la cultura hoy dominante declinará inevitablemente y a largo plazo se desintegrará. Las fuerzas culturales que representan el nuevo paradigma, por el contrario, seguirán creciendo y con el tiempo acabarán dominando. Este proceso de transformación es ahora claramente visible en nuestra sociedad, y cada uno de nosotros puede sentirlo también como una transformación interior. Surgen entonces un par de preguntas: ¿Habrá tiempo suficiente? ¿Podrá darse el giro decisivo lo bastante pronto para salvar el mundo? Como respuesta me gustaría citar al difunto E.F. Schumacher, autor de Lo pequeño es hermoso y profeta del movimiento ecologista: “¿Podemos confiar en que ese giro lo efectuará suficiente gente y lo bastante pronto como para salvar al mundo moderno? Esta pregunta la escuchamos a menudo, pero no importa cuál sea la respuesta, pues nos desorientaría. La respuesta sí nos llevaría a la autocomplacencia, mientras que la respuesta no nos conduciría a la desesperación. Es preferible que demos la espalda a tales perplejidades y nos pongamos a trabajar.”
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Acervo iconográfico de la DGMyME.
UNIDAD 3 La sustentabilidad del desarrollo
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El desarrollo sustentable se ha convertido en una meta que favorece la planificación de los destinos económicos y ambientales. Las lecturas que conforman esta unidad le brindan algunas líneas conceptuales que le permitirán reconocer la evolución de este concepto, así como los elementos útiles para la reducción de los problemas ambientales de su localidad.
Agricultura sin químicos: una realidad en el Istmo ○
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Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo a Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo se encuentra ubicada en las montañas de la zona noroeste del Istmo de Tehuantepec; la conforman legalmente los municipios de Santiago. Lachiguiri, Guevea de Humboldt, Santo Domingo Petapa, Santa María Guienagati, San Juan Guichicovi, y en los últimos tres años se integraron nuevas comunidades, principalmente las del distrito de Zacatepec, Mixe. Agrupa a 55 comunidades pequeñas que se encuentran enclavadas en los lugares más accidentados y de difícil acceso en la región, situación que hace problemático el desarrollo tecnológico para la producción y productividad y que corresponde a las zonas cafetaleras ubicadas entre los 400 y 1 600 metros sobre el nivel del mar. Por su microclima, en estos lugares no sólo se produce café, sino también otras especies como plátano, en sus diferentes variedades, algunos cítricos (como naranja, limón, lima, etcétera), aguacate, mamey, guanábana, chayote y otros. Pero por la misma situación geográfica en que se encuentran resulta muy difícil su comercialización, pues con el problema del transporte no hay quien se anime a intensificar la producción de estos cultivos. El cultivo del maíz y frijol es algo típico de las comunidades indígenas y es propiamente de autoconsumo. La tierra la poseemos en propiedad comunal, por lo que ostentamos el título de comuneros, a excepción del municipio de San Juan Guichicovi, que es ejidal. El objetivo primordial del método moderno del cultivo de café ha sido el de elevar la producción, utilizando técnicas que implican el uso excesivo de productos químicos. Lo importante es producir cada vez más, sin tomar en cuenta los efectos que estos productos causan en el suelo campesino y el medio
ambiente (hombre). Este método establece la eliminación de árboles de sombra (ya que así produce más el café), afecta la existencia del cafeto mismo (periodo de vida corto), aumentan la erosión y la presencia de plagas, disminuye la fertilización natural (no hay formación de humus), y las posibilidades de alimentación para los insectos y animales que habitan el campo disminuyen considerablemente. Todo esto en su conjunto provoca la necesidad de ir aumentando gradualmente el uso de agroquímicos para enfrentar el desequilibrio provocado por la falta de árboles y materia orgánica en el suelo. De esta manera, se transforma el ecosistema establecido en una plantación de café. El efecto económico en este método de producción no es enfrentado con éxito por el pequeño productor, ya que no cuenta con los recursos económicos para la adquisición de los agroquímicos que aumentan de precio año con año, y se recurre a los créditos que otorgan organismos gubernamentales y privados, vendiendo su cosecha por anticipado, con lo que pierden la posibilidad de obtener un mejor precio. Ante esta situación fue necesario buscar alternativas que ayudaran a hacernos independientes de los agroquímicos y mejorar nuestras parcelas, y surgió así el proyecto de café orgánico, basado en métodos y técnicas de agricultura orgánica. Esta agricultura pretende trabajar tanto como sea posible dentro de un sistema cerrado, abastecer de recursos locales, mantener la fertilidad del suelo a largo plazo y evitar las formas de contaminación que pueden resultar de las técnicas agrícolas. Para iniciar este sistema de trabajo, tomamos como ejemplo las relaciones que se dan en los bosques y la cadena alimenticia existente en ellos. Sabemos que
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Unión de Comunidades Indígenas de la Región del Istmo (UCIRI), “Agricultura sin químicos: una realidad en el Istmo”, en La Hora (publicación semanal), Oaxaca, Oax., año III, núm. 149, julio de 1994, pp. 11-12, 14-20.
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cuando el hombre interviene de manera irracional sobre la naturaleza, generalmente la altera y provoca más problemas de los que pretende solucionar. Partiendo de lo anterior hemos concluido que es necesario regresarle al suelo parte de los nutrientes que se gastan en la producción del café, y al cafeto le damos un trato más racional proporcionándole el microclima que necesitó para producir óptimamente, sin obligarlo a darnos más de lo que naturalmente puede producir. Preparamos abono orgánico usando pulpa del café, ceniza, estiércol, hojarasca, tierra y arena. Abonamos las plantas, según las condiciones del suelo y del estado en que se encuentran, aplicando de tres hasta seis kilogramos de abono orgánico por planta.
Características Voy a señalar algunas características generales del campesino que nos diferencian de las otras formas de producción capitalista en México. 1. Los pequeños productores indígenas de la montaña contamos con pocos medios de producción. La pequeña extensión de la parcela familiar nos obliga como campesinos a continuar el esfuerzo productivo, independientemente de las condiciones del mercado. A causa de nuestra muy débil consistencia económica, no podemos asegurar una ganancia para el capital que nosotros mismos introducimos en la producción. 2. La unidad familiar es al mismo tiempo la que dirige la producción y la que aporta la mayor parte de la fuerza de trabajo. La familia es la que primordialmente determina la cantidad de producción necesaria. Producimos para los gastos porque queremos sobrevivir proporcionando la fuerza de trabajo independientemente de la cantidad proporcional que ésta representa en el proceso productivo. Éste también determina el arraigo a nuestra tierra, el terreno donde la familia lucha para la sobrevivencia. 3. El motivo de la producción familiar campesina no es tanto la valorización de los medios de producción; a nosotros no nos importa tanto el valor mone○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○ ○
* Se ha respetado la redacción original de este párrafo. (Nota del editor.)
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tario de nuestro terreno en uso, lo que vale para nosotros es el maíz y el frijol que el terreno produce, alimentación de la familia en vista de las limitantes sociales y económicas impuestas por nuestros recursos y formas de inserción en la economía nacional.* Los campesinos de la montaña sólo podemos aspirar a satisfacer las necesidades inmediatas de la familia.
Café orgánico En este caminar de la UCIRI, hemos visto la importancia de mejorar los métodos tradicionales de producción de café y de evitar el uso de productos químicos en este cultivo. En algunas zonas empezaban a introducirse métodos modernos de producción de café basados en el uso de productos químicos y en la eliminación de árboles de sombra. Ante las experiencias de algunos compañeros con sus propias parcelas, se analizó lo siguiente. Para la protección del suelo construimos terrazas, utilizando recursos naturales locales (madera o piedras), esto ayuda a evitar la erosión del suelo y favorece la acumulación de materia orgánica cerca de las raíces de los cafetos. Cuidamos los árboles de sombra, ya que éstos son la fuente principal de materia orgánica, regulando siempre el sombreado para el cuidado de las plantas. Usamos el método de agobio que nos permite tener de tres a cuatro fallos vigorosos, con lo que aumentamos la producción. Hacemos podas de saneamiento y deshije. En las plantaciones viejas que ya no producen usamos la poda de rejuvenecimiento o recepa. Realizando debidamente estas actividades, evitamos que nuestros cafetales se dañen por plagas y enfermedades con la poda; en el cafetal se permite una mejor ventilación y entrada de sol, esto aleja a las plagas; con los abonos naturales las plantas adquieren una mayor resistencia a las plagas y enfermedades. Combinando todas las actividades, según lo requiera el cafetal, el resultado es un mejor rendimiento y la conservación sana de nuestros recursos naturales en el fondo de la UCIRI. El contenido de este proyecto conlleva una filosofía: “Luchar por la tierra es luchar por la vida”.
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Por eso más bien la tendencia del UCIRI se inclina por preparar al campesino o hijo del campesino para trabajar la tierra y hacerla productiva con técnicas de agricultura orgánica, produciendo lo necesario para el autoconsumo (maíz, frijol, hortalizas, etcétera), y no depender del mercado comercial de abasto ni de Conasupo.
Agrícultura sin químicos: una realidad en el Istmo
Por eso creamos nuestro propio Centro de Educación Campesino (CEC-UCIRI). Creemos que la utopía del CEC se va haciendo realidad, porque está creando conciencia organizativa para aprovechar racionalmente los recursos naturales de la montaña. La montaña sí tiene futuro y somos nosotros mismos los forjadores de esta utopía.
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Instituto del Tercer Mundo
l Producto Interno Bruto (PIB) es el valor de todo lo que un país produce en bienes y servicios dentro de su territorio. Con este dato los economistas pretenden medir la actividad económica y su crecimiento, por ejemplo, entre un año y el siguiente, o comparar la riqueza o pobreza relativa de los países. Sin embargo, es un índice muy discutible. Es una medida engañosa, sobre todo para el Tercer Mundo, porque todos los bienes y servicios que no son comercializados en el mercado no son contabilizados. Así, por ejemplo, si un pescador vende el fruto de su trabajo a un restaurante, su pesca será contabilizada en el PIB, pero si ese mismo pescado es comido por él y su familia, no figurará en las cuentas. El trabajo de una empleada doméstica en una mansión formará parte del PIB, pero esa misma tarea desempeñada sin salario por una madre en su casa no será tomada en cuenta en el cálculo. El trabajo doméstico no remunerado y las economías de subsistencia pueden ser despreciables en los países industrializados, pero son la forma de vida de la mayoría de la población de muchos países del Tercer Mundo y quedan fuera de las estadísticas. Además, un volumen considerable de actividades industriales y comerciales que sí deberían entrar teóricamente en los cálculos, son realizados en el Tercer Mundo en forma clandestina, es decir no notificada al Estado, a efectos de no pagar impuestos. Esta actividad informal sólo puede ser estimada (y no eficientemente contabilizada) y por lo tanto las estadísticas resultan meras aproximaciones. Por otra parte, el cálculo del PIB no incluye los costos ecológicos de producción (en los que entran la contaminación provocada por la fabricación y los residuos de la misma). El PIB no refleja así el consu-
mo de los recursos naturales y el agotamiento de las reservas mundiales, que constituyen la verdadera riqueza natural. Un país que gasta aceleradamente un recurso natural no renovable (cobre, por ejemplo) puede tener un PIB cada vez más alto, que daría la idea de creciente riqueza, pero en realidad se estaría empobreciendo. En consecuencia, el valor real (o el valor de uso) de los recursos naturales debe ser tenido en cuenta, al igual que los costos ecológicos y económicos resultantes de la producción. Por esta razón, se han expresado opiniones contrarias para medir el desarrollo con base en el PIB y se han propuesto otros indicadores para tal efecto (véanse las estadísticas siguientes dentro de este artículo). Pero las políticas del Norte siguen teniendo el crecimiento como objetivo y el Sur (o sus gobernantes) quieren reducir la brecha y alcanzar los niveles de consumo de los países ricos. La desigual realidad está gráficamente representada en el mapa (véase figura 1). La base de cada prisma es proporcional a la población del país sobre el que se asienta. La altura es proporcional a su PIB per cápita anual, expresado en dólares. El volumen será, entonces, proporcional al PIB total del país. Así, el producto interno bruto de Brasil es prácticamente igual al de China, pero su ingreso por habitante es 10 veces mayor. El mapa muestra claramente cómo los ingresos elevados son monopolio casi exclusivo de un puñado de países del norte del planeta. La desigualdad aumenta cada día, ya que las economías industrializadas crecen más rápido que las de la mayoría de los países del Tercer Mundo. Hay torres muy altas en algunos países, como los emiratos exportadores de petróleo del Golfo, pero a tal altura sólo se llega porque su población es pequeña. A pesar de toda la mitología sobre las inmensas riquezas petroleras, el volu-
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Instituto del Tercer Mundo, “Bienestar humano”, en Guía del mundo 1993/1994, Montevideo, Instituto del Tercer Mundo, 1992, pp. 67-72.
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Figura 1. La base de cada prisma es proporcional a la población del país sobre el que se asienta. La altura es proporcional al PIB per cápita anual expresado en dólares.
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Figura 2. Distribución de la riqueza entre las distintas clases y grupos sociales de cada país. Cada prima representa 20% de la población. El 20% más rico esta subdividido en dos partes.
men de esos prismas es poco significativo y parece tan inestable en el mapa como lo es en la realidad.
El reparto del pastel El ingreso anual medio (o producto bruto per cápita en términos técnicos) es uno de los indicadores más usados para medir la riqueza o pobreza relativa de las naciones. La altura de los bloques en la figura 1 es proporcional al ingreso per cápita y muestra cómo un brasileño medio gana 10 veces más que un chino medio, o que un sueco recibe tanto como 100 bengalíes.
Sin embargo, este coeficiente, que se obtiene dividiendo el producto total de la economía entre el número de habitantes, nada nos dice sobre cómo se distribuye la riqueza entre las distintas clases y grupos sociales de cada país. Eso es lo que se muestra en la figura 2, elaborada con los últimos datos divulgados por el Banco Mundial, para algunos países. Como en la figura anterior, la superficie de la base es proporcional a la población. Pero aquí hemos dividido a los habitantes del país en cinco partes numéricamente iguales, cuyos ingresos medios anuales tienen distintas alturas. El
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20% más rico de la población está subdividido, a su vez, a la mitad, para mostrar cuánto gana el 10% de más altos ingresos. La suma de los volúmenes de cada sector social dará el total nacional, que si se repartiera uniformemente llegaría a la altura de la línea punteada, que indica el promedio de los ingresos del país. Una escalera empinada indica una distribución muy desigual de la riqueza. Como se puede ver, algunos países tienen la gran mayoría de su población por debajo de la línea media de ingresos, mientras otros presentan un reparto más equilibrado. Verificamos así que en el caso de Brasil, la mitad del volumen de la riqueza total del país está en manos de apenas 10% de la población, mientras que en la India esa misma proporción de ricos se queda con un tercio del producto. Sin embargo, aunque el reparto sea más justo, el mapa también muestra que en la India hay mucho menos para repartir. Índices alternativos Las insuficiencias del PIB como indicador de la pobreza/riqueza de una nación y sus habitantes han llevado, en los últimos años, a elaborar índices alternativos para medir el progreso económico y social. Entre estos intentos se encuentran el Índice de Desarrollo Humano (IDH), ideado por las Naciones Unidas, el Índice de Bienestar Económico Duradero (IBED) y el Consumo de Grano por Persona (CGP) (véase cuadro 1, p. 116). El Índice de Desarrollo Humano, en una escala de 0 a 1, es una mezcla de tres indicadores: la longevidad, el conocimiento y el ingreso. Para medir el primero, se utilizó la esperanza de vida al nacer, y para el segundo, el alfabetismo adulto. Para el tercero, definido también como nivel de vida decente, se usó el PIB por persona, ajustado al poder adquisitivo. ¿En qué se diferencia el IDH del PIB? El IDH muestra que el ciudadano medio de Malasia está apenas 18% menos desarrollado que el de Suecia, mientras que usando el PIB per cápita concluiríamos que es 1 000% más pobre. Un ingreso de 1 000 dólares per cápita utilizado adecuadamente en educación y en salud podría ubicar a ese país en los primeros puestos del IDH, al lado de ingresos de 20 000 dólares por persona (véase cuadro 2, p. 117). Desde este ángulo, el IDH proporciona un argumento más en favor de la necesidad de una redistribución
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del ingreso entre el Norte y el Sur. Pero más allá de ese aspecto, el IDH ha sido criticado por pretender dar una idea del desarrollo humano, algo tan subjetivo o más que la noción de crecimiento económico. Se objeta asimismo que no da ninguna idea sobre la degradación ambiental (véase cuadro 3, p. 118). Los técnicos de la ONU hicieron después algunos cambios en el cálculo del IDH. En la variable del conocimiento, al alfabetismo adulto se agregó la escolaridad promedio. En cuanto al ingreso, en vez del valor cero dado en un principio a los países cuyo PIB per cápita estaba por encima de la línea de pobreza, se le dio un valor progresivamente decreciente. No son cambios sustanciales. Algunos economistas han propuesto, como indicador más veraz, el índice de Condiciones Elementales de Vida (CEV), calculado por medio de una combinación de datos sobre salud, alimentación, vestido, vivienda, condiciones sanitarias, educación, etcétera. De esta manera, se podría mostrar que países con ingresos per cápita relativamente bajos pueden alcanzar un nivel de bienestar medio moderado (por ejemplo Barbados registra un valor de 95%, muy cercano al 98% de Canadá). El Índice de Bienestar Económico Duradero (IBED) fue inventado por los estadounidenses Herman Daly y John Cobb para tener en consideración la distribución del ingreso y la degradación del medio ambiente. El IBED separa los costos ecológicos según el agotamiento de recursos naturales, la pérdida de tierras por la erosión, la contaminación del aire y el agua, hasta daños a largo plazo y en gran escala, como los causados sobre la capa de ozono. El IBED sirvió para ver que el bienestar medio en Estados Unidos, luego de crecer 42% entre 1950 y 1976, comenzó a declinar, descendiendo en poco más de 12% en 1988, el último año en que fue calculado (véase figura 3). El problema del IBED y de otros índices similares es que depende de informaciones disponibles en pocas naciones. En los países más pobres es donde hay menos cifras sobre la degradación ambiental. Por ese motivo, otros prefieren el Consumo de Grano por Persona (CGP) como indicador accesible y adecuado para establecer comparaciones entre países. Por un lado, es menos alterable por las desigualdades en
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Bienestar humano
Cuadro 1. Producto interno bruto por habitante País Afganistán Alemania Angola Arabia Saudita Argelia Argentina Australia Austria Bangladesh Barbados Bélgica Benin Bolivia Botswana Brasil Burkina Faso Burundi Camerún Canadá Chad Chile China China-Hong Kong Chipre Congo Corea del Sur Costa Rica Costa de Marfil Dinamarca Ecuador Egipto
PIB 710 14 620 840 9 350 2 470 4 360 14 530 12 350 720 6 020 13 010 1 050 1 480 2 510 3 810 650 550 1 670 17 680 510 4 720 2 470 14 010 8 380 2 120 5 680 4 320 1 430 13 610 2 810 1 930
País
PIB
El Salvador 1 950 Emiratos Árabes Unidos 5 480 España 8 250 Estados Unidos 19 850 Etiopía 350 Fidji 3 610 Filipinas 2 170 Finlandia 13 980 Francia 13 590 Gabón 3 960 Gambia 650 Ghana 970 Grecia 6 440 Guatemala 2 430 Guinea 910 Guyana 1 480 Haití 970 Holanda 12 680 Honduras 1 490 Hungría 5 920 India 870 Indonesia 1 820 Iraq 3 510 Irán 3 560 Irlanda 7 020 Islandia 16 820 Israel 10 860 Italia 13 000 Jamaica 4 620 Japón 13 650 Jordania 2 570
País
PIB
Kenia 1 010 Lesotho 1 390 Liberia 890 Luxemburgo 14 290 Madagascar 670 Malasia 5 070 Malawi 620 Malí 500 Malta 7 490 Marruecos 2 380 Mauricio 5 320 Mauritania 960 México 5 320 Mozambique 1 070 Myanmar 660 Nepal 770 Nicaragua 2 660 Níger 610 Nigeria 1 030 Noruega 13 820 Nueva Zelanda 11 310 Omán 9 290 Pakistán 1 790 Panamá 3 790 Papua Nueva Guinea 1 960 Paraguay 2 590 Perú 3 080 Polonia 4 190 Portugal 5 980 Reino Unido 13 060 República Centroafricana 780
País
PIB
República Dominicana 2 420 Rwanda 730 Senegal 1 250 Sierra Leona 1 030 Singapur 10 540 Siria 4 460 Somalia 1 330 Sri Lanka 2 120 Sudáfrica 2 630 Sudán 970 Suecia 14 940 Suiza 17 220 Surinam 3 830 Swazilandia 2 110 Tailandia 3 280 Tanzania 570 Togo 700 Trinidad y Tobago 4 580 Túnez 3 170 Turquía 3 900 Uganda 410 Uruguay 5 790 Venezuela 5 650 Zaire 430 Zambia 870 Zimbabwe 1 370
Fuente: PNUD, Desarrollo humano. Informe 1991, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1991.
el poder adquisitivo. Los niveles de ingreso pueden variar entre 1 y 20 (como sucede en Argelia y Brasil, por ejemplo), pero la gama de diferencias en el consumo de granos sólo se extiende entre 1 y 4. Al mismo tiempo, la producción de granos puede dar una medida de la degradación ecológica, al ser afectada más rápidamente que el PIB por las actividades destructivas del medio ambiente más allá de la agricultura, como la contaminación de la atmósfera, los cambios de estación provocados por el calentamiento de la Tierra y el aumento de las inundaciones provocado por la deforestación. Ésta no es una simple discusión de índices técnicos, propia de especialistas en la materia. En varios países (Costa Rica, Holanda, Suecia, Chile, por ejem-
plo) se está haciendo una revisión de los índices tradicionales utilizados para medir el crecimiento y po-
Figura 3. Índice del bienestar medio en Estados Unidos.
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Cuadro 2. Índice de desarrollo humano (IDH) País Japón Canadá Islandia Suecia Suiza Noruega Estados Unidos Holanda Australia Francia Reino Unido Dinamarca Finlandia Alemania Nueva Zelanda Bélgica Austria Italia Luxemburgo España Israel Barbados Irlanda Grecia Checoslovaquia China-Hong Kong Malta Chipre Hungría Ex-URSS Bahamas Bulgaria Yugoslavia Portugal Polonia Uruguay Albania Rumania Corea del Sur Singapur Chile Trinidad y Tobago Costa Rica Brunei Argentina Venezuela México Antigua Mauricio Kuwait Qatar Bahrain Malasia
IDH 0.993 0.983 0.983 0.982 0.981 0.978 0.976 0.976 0.973 0.971 0.967 0.967 0.963 0.959 0.959 0.958 0.957 0.955 0.954 0.951 0.950 0.945 0.945 0.934 0.920 0.934 0.917 0.923 0.911 0.908 0.920 0.899 0.893 0.879 0.863 0.905 0.821 0.762 0.884 0.879 0.878 0.876 0.876 0.861 0.854 0.848 0.838 0.832 0.831 0.827 0.812 0.810 0.802
País Dominicana Panamá Surinam Emiratos Árabes Unidos Sudáfrica Jamaica Brasil Colombia Cuba Seychelles Granada San Cristóbal-Nevis Tailandia Belice Santa Lucía Arabia Saudita Turquía Siria Paraguay Corea del Norte Sri Lanka Libia Ecuador Perú San Vicente República Dominicana Samoa China Jordania Filipinas Nicaragua Omán Mongolia Líbano Guyana Túnez Iraq Irán Maldivas El Salvador Botswana Salomón Gabón Indonesia Vietnam Honduras Vanuatu Argelia Guatemala Swazilandia Namibia Myanmar Lesotho
Fuente: PNUD, Desarrollo humano. Informe 1991, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1991.
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IDH 0.800 0.796 0.792 0.767 0.766 0.761 0.759 0.757 0.754 0.752 0.751 0.719 0.713 0.700 0.699 0.697 0.694 0.681 0.667 0.665 0.665 0.665 0.655 0.644 0.636 0.622 0.618 0.614 0.614 0.613 0.612 0.604 0.596 0.592 0.589 0.588 0.582 0.577 0.534 0.524 0.524 0.521 0.510 0.499 0.498 0.492 0.490 0.490 0.488 0.462 0.440 0.437 0.432
País Marruecos Cabo Verde Bolivia Zimbabwe São Tomé e Príncipe Kenia Egipto Congo Madagascar Papua Nueva Guinea Zambia Camerún Pakistán Ghana Costa de Marfil India Zaire Haití Comoras Tanzania Laos Nigeria Yemen Togo Liberia Rwanda Uganda Senegal Bangladesh Guinea Ecuatorial Malawi Burundi Camboya Etiopía República Centroafricana Sudán Bhután Nepal Mozambique Angola Mauritania Somalia Benín Guinea Bissau Chad Djibouti Burkina Faso Níger Malí Afganistán Guinea Gambia Sierra Leona
IDH 0.431 0.428 0.416 0.413 0.399 0.399 0.394 0.374 0.371 0.353 0.351 0.328 0.311 0.311 0.311 0.308 0.299 0.296 0.274 0.266 0.253 0.242 0.242 0.225 0.220 0.213 0.204 0.189 0.186 0.186 0.179 0.177 0.175 0.166 0.166 0.164 0.159 0.158 0.155 0.150 0.140 0.118 0.114 0.088 0.087 0.083 0.081 0.079 0.072 0.069 0.066 0.064 0.048
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Bienestar humano
Cuadro 3. Mortalidad de menores de 5 años (1990) Países con muy alta mortalidad infantil (TMM5 mayor de 140) Mozambique Afganistán Angola Malí Sierra Leona Malawi Guinea Bissau Guinea Burkina Faso Níger Etiopía Chad Somalia Mauritania Liberia Rwanda Camboya Burundi Bhután
297 292 292 284 257 253 246 237 228 221 220 216 215 214 205 198 193 192 189
Países con mortalidad infantil media (TMM5 de 21 a 70)
Nepal 189 Yemen (ex Rep. Árabe) 187 Senegal 185 Bangladesh 180 Madagascar 176 Sudán 172 Tanzania 170 República Centroafricana 169 Namibia 167 Nigeria 167 Gabón 164 Uganda 164 Bolivia 160 Pakistán 158 Laos 152 Camerún 148 Benin 147 Togo 147 India 142
Países con alta mortalidad infantil (TMM5 de 71 a 140) Ghana Costa de Marfil Haití Zaire Lesotho Zambia Perú Libia Marruecos Congo Kenia Argelia Indonesia Guatemala Arabia Saudita
140 136 130 130 129 122 116 112 112 110 108 98 97 94 91
Sudáfrica Myanmar El Salvador Zimbabwe Iraq Egipto Botswana Turquía Mongolia Honduras Ecuador Brasil Papua Nueva Guinea Nicaragua República Dominicana
88 88 87 87 86 85 85 80 84 84 83 83 80 78 78
Filipinas Vietnam Túnez Paraguay Siria Irán Líbano Jordania Colombia México Omán Venezuela China Albania Argentina
69 65 62 60 59 59 56 52 50 49 49 43 42 37 35
Corea del Norte Sri Lanka Tailandia Rumania Ex-URSS Panamá Emiratos Árabes Unidos Corea del Sur Malasia Mauricio Chile Uruguay Yugoslavia (antes de 1991) Costa Rica
35 35 34 34 31 31 30 30 29 28 27 25 23 22
Países con baja mortalidad infantil (TMM5 menor de 20) Jamaica Kuwait Polonia Bulgaria Trinidad y Tobago Hungría Portugal Cuba Checoslovaquia Nueva Zelanda Israel Grecia Estados Unidos Italia Noruega Australia
20 19 18 18 17 16 16 14 13 12 11 11 11 11 10 10
España Bélgica Austria Reino Unido Singapur Francia Suiza Dinamarca Irlanda Alemania Canadá Holanda China-Hong Kong Finlandia Suecia Japón
10 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 9 7 7 7 6
Fuente: Estado mundial de la infancia 1992, Nueva York, 1991.
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niendo a prueba otros que den a sus gobiernos y, sobre todo, a la población, una idea clara de lo que pasa con la riqueza nacional, cómo se le preserva y aprovecha. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD), realizada en julio de 1992, en Río de Janeiro, Brasil, reconoció formalmente también la insuficiencia de los indicadores tradicionales y, entre las recomendaciones del Programa XXI (Agenda 21), en su capítulo 8, propone un programa para desarrollar en todos los países sistemas integrados de cuentas nacionales, que tengan en consideración las dimensiones sociales, económicas y ecológicas del desarrollo sustentable. El desarrollo humano para UNICEF En la búsqueda del índice de desarrollo de un país que sea una medida del progreso tanto económico como humano, el UNICEF ha preferido el nivel y los cambios en el bienestar de la infancia. El UNICEF eligió la tasa de mortalidad de los niños menores de cinco años (TMM5) como el indicador más representativo del estado de la infancia de un país. La primera ventaja del uso de la TMM5 consiste en que este indicador mide los resultados finales (outputs) del proceso de desarrollo, en lugar de los factores in-
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termedios (inputs), tales como el nivel de escolaridad, la disponibilidad de calorías per capita o el número de médicos por habitante, que son medios para conseguir un fin determinado. La segunda ventaja es que la TMM5 es resultado de una amplia gama de factores: alimentación sana, conocimientos sanitarios de la madre, cobertura de inmunización, servicios de atención materna-infantil, nivel de ingresos y disponibilidad de alimentos de la familia, acceso a agua potable y saneamiento, y seguridad del medio ambiente infantil (véase cuadro 3, página 119). Por último, la TMM5 está menos expuesta a las deformaciones que impone el promedio estadístico a índices como el PNB per cápita. Los hijos de los ricos no pueden tener 1 000 veces más posibilidades de sobrevivir, aunque tengan un ingreso 1 000 veces mayor. La TMM5 es así una medida más precisa de la situación en que se encuentra la mayoría de la población infantil. En las estadísticas anexas los países aparecen según el orden descendente de la TMM5. A su vez, como indicador del ritmo del progreso, el UNICEF utiliza la velocidad del ritmo de reducción de la TMM5, medida a partir del cálculo de la tasa de reducción anual (TMRA). Se puede apreciar que no existe una relación fija entre la TMRA y el crecimiento del PNB.
Desarrollo y necesidades humanas ○
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Tres postulados y algunas proposiciones l desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos. Este es el postulado básico del desarrollo a escala humana. Aceptar este postulado —ya sea por opciones éticas, racionales o intuitivas— nos conduce a formularnos la siguiente pregunta fundamental: ¿Cómo puede establecerse que un determinado proceso de desarrollo es mejor que otro? Dentro del paradigma tradicional se tienen indicadores tales como el Producto Bruto Interno (PIB), el cual es, de alguna manera y caricaturizándolo un poco, un indicador del crecimiento cuantitativo de los objetos. Necesitamos ahora un indicador del crecimiento cualitativo de las personas. ¿Cuál podría ser? Contestamos la pregunta en los siguientes términos: El mejor proceso de desarrollo será aquel que permita elevar más la calidad de vida de las personas. La pregunta siguiente se desprende de inmediato: ¿Qué determina la calidad de vida de las personas? La calidad de vida dependerá de las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales. Surge la tercera pregunta: ¿Cuáles son esas necesidades fundamentales? ¿Quién decide cuáles son? Antes de responder a esta pregunta, deben hacerse algunas disquisiciones. Necesidades y satisfactores. Se ha creído, tradicionalmente, que las necesidades humanas tienden a ser infinitas; que están constantemente cambiando; que varían de una cultura a otra, y que son diferentes en
cada periodo histórico. Nos parece que tales suposiciones son incorrectas, puesto que son producto de un error conceptual. El típico error que se comete en la literatura y análisis acerca de las necesidades humanas es que no se explicita la diferencia fundamental entre lo que son propiamente necesidades y lo que son satisfactores de esas necesidades. Es indispensable hacer una distinción entre ambos conceptos —como se demostrará más adelante— por motivos tanto epistemológicos como metodológicos. La persona es un ser de necesidades múltiples e interdependientes. Por ello las necesidades humanas deben entenderse como un sistema en que las mismas se interrelacionan e interactúan. Simultaneidades, complementariedades y compensaciones (trade-offs) son características de la dinámica del proceso de satisfacción de las necesidades. Las necesidades humanas pueden desagregarse conforme a múltiples criterios, y las ciencias humanas ofrecen en este sentido una vasta y variada literatura. En este documento se combinan dos criterios posibles de desagregación: según categorías existenciales y según categorías axiológicas. Esta combinación permite operar con una clasificación que incluye, por una parte, las necesidades de Ser, Tener, Hacer y Estar, y, por la otra, las necesidades de Subsistencia, Protección, Afecto, Entendimiento, Participación, Ocio, Creación, Identidad y Libertad.1 Ambas categorías de necesidades pueden combinarse con la ayuda de una matriz (p. 122).
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Manfred A. Max-Neef, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, “Desarrollo y necesidades humanas” (fragmentos), en Desarrollo a escala humana, Montevideo, Nordan-Comunidad, 1993, pp. 40-82. 1
Si bien en la cultura judeocristiana se nos ha dicho que “la ociosidad es la madre de todos los vicios”, creemos firmemente que tiene muchas virtudes. De hecho, el Ocio y la Creación parecen ser inseparables si se interpreta al primero como el “estado de conciencia y espíritu que invita a todas las musas”. Se puede encontrar una brillante argumentación en este sentido en la obra de Bertrand Russell In Praise of Idleness. De cualquier manera, ocio no es sinónimo de holgazanería.
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La sustentabilidad del desarrollo
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Matriz de necesidades y satisfactores Necesidades según categorías axiólogicas Subsistencia
Protección
Afecto
Entendimiento
Participación
Ocio
Creación
Identidad
Libertad
Necesidades según categorías existenciales Ser
Tener
Hacer
Estar
1/ Salud física, salud mental, equilibrio, solidaridad, humor; adaptabilidad
2/ Alimentación, abrigo, trabajo 3/ Alimentar, procrear, descansar, trabajar
4/ Entorno vital, entorno social
5/ Cuidado, adaptabilidad, autonomía, equilibrio, solidaridad
6/ Sistema de seguros, ahorro, seguridad social, sistemas de salud, legislaciones, derechos, familia, trabajo
7/ Cooperar, prevenir, planificar, cuidar, curar, defender
8/ Contorno vital, contorno social, morada
9/ Autoestima, solidaridad, respeto, tolerancia, generosidad receptividad, pasión, voluntad, sensualidad, humor
10/ Amistades, parejas, familia, animales domésticos, plantas, jardines
11/ Hacer el amor, acariciar, expresar emociones, compartir, cuidar, cultivar, apreciar
12/ Privacidad, intimidad, hogar, espacios de encuentro
13/ Conciencia crítica, receptividad, curiosidad, asombro, disciplina, intuición, racionalidad
14/ Literatura, maestros, método, políticas educacionales, políticas comunicacionales
15/ Investigar, estudiar, experimentar, educar, analizar, meditar, interpretar
16/ Ámbitos de interacción formativa: escuelas, universidades, academias, agrupaciones, comunidades, familia
17/ Adaptabilidad, receptividad, solidaridad, disposición, convicción, entrega, respeto, pasión, humor
18/ Derechos, responsabilidades, obligaciones, atribuciones, trabajo
19/ Afiliarse, cooperar, proponer, compartir, discrepar, acatar, dialogar, acordar, opinar
20/ Ámbitos de interacción participativa: cooperativas, asociaciones, iglesias, comunidades, vecindarios, familias
21/ Curiosidad, receptividad, imaginación, despreocupación, humor, tranquilidad, sensualidad
22/ Juegos, espectáculos, fiestas, calma
23/ Divagar, abstraerse, soñar, añorar, fantasear, evocar, relajarse, divertirse, jugar
24/ Privacidad, intimidad, espacios de encuentro, tiempo libre, ambientes, paisajes
25/ Pasión, voluntad, intuición, imaginación, audacia, racionalidad, autonomía, inventiva, curiosidad
26/ Habilidades, destrezas, método, trabajo
27/ Trabajar, inventar, construir, idear, componer, diseñar, interpretar
28/ Ámbitos de producción y retroalimentación: talleres, ateneos, agrupaciones, audiencia, espacios de expresión, libertad temporal
29/ Pertenencia, coherencia, diferencia, autoestima, asertividad
30/ Símbolos, lenguaje, hábitos, costumbres, grupos de referencia, sexualidad, valores, normas, roles, memoria histórica, trabajo
31/ Comprometerse, integrarse, confundirse, definirse, conocerse, reconocerse, actualizarse, crecer
32/ Socio-ritmos, entornos de la cotidianidad, ámbitos de pertenencia, etapas madurativas
33/ Autonomía, autoestima, voluntad, pasión, asertividad, apertura, determinación, audacia, rebeldía, tolerancia
34/ Igualdad de derechos
35/ Discrepar, optar, diferenciarse, arriesgar, conocerse, asumirse, desobedecer, meditar
36/ Plasticidad espacio-temporal
Nota: La columna del Ser registra atributos, personales o colectivos, que se expresan como sustantivos. La columna del Tener registra instituciones, normas, mecanismos, herramientas (no en sentido material), leyes, etcétera, que pueden ser expresados en una o más palabras. La columna del Hacer registra acciones, personales o colectivas, que pueden ser expresadas como verbos. La columna del Estar registra espacios y ambientes.
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De la clasificación propuesta se desprende que, por ejemplo, alimentación y abrigo no deben considerarse como necesidades, sino como satisfactores de la necesidad fundamental de subsistencia. Del mismo modo, la educación (ya sea formal o informal), el estudio, la investigación, la estimulación precoz y la meditación son satisfactores de la necesidad de entendimiento. Los sistemas curativos, la prevención y los esquemas de salud, en general, son satisfactores de la necesidad de protección. No existe correspondencia biunívoca entre necesidades y satisfactores. Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción de diversas necesidades o, a la inversa, una necesidad puede requerir de diversos satisfactores para ser satisfecha. Ni siquiera estas relaciones son fijas. Pueden variar según tiempo, lugar y circunstancias. Valga un ejemplo como ilustración. Cuando una madre le da el pecho a su bebé, a través de ese acto, contribuye a que la criatura reciba satisfacción simultánea para sus necesidades de subsistencia, protección, afecto e identidad. La situación es obviamente distinta si el bebé es alimentado de manera más mecánica. Habiendo diferenciado los conceptos de necesidad y de satisfactor, es posible formular dos postulados adicionales. Primero: Las necesidades humanas fundamentales son finitas, pocas y clasificables. Segundo: Las necesidades humanas fundamentales (como las contenidas en el sistema propuesto) son las mismas en todas las culturas y en todos los periodos históricos. Lo que cambia, a través del tiempo y de las culturas, es la manera o los medios utilizados para la satisfacción de las necesidades. Cada sistema económico, social y político adopta diferentes estilos para la satisfacción de las mismas necesidades humanas fundamentales. En cada sistema, éstas se satisfacen (o no se satisfacen) a través de la generación (o no generación) de diferentes tipos de satisfactores. Uno de los aspectos que define una cultura es su elección de satisfactores. Las necesidades humanas fundamentales de un individuo que pertenece a una sociedad consumista son las mismas de aquel que pertenece a una sociedad ascética. Lo que cambia es la elección de cantidad y calidad de los satisfactores, y las posibilidades de tener acceso a los satisfactores requeridos. [...]
Desarrollo y necesidades humanas
Bases para una sistematización posible Una taxonomía de las necesidades humanas. Tal como ya quedó dicho, lo que precisamos es una teoría de las necesidades para el desarrollo. Eso nos plantea la exigencia de construir una taxonomía de necesidades humanas que nos sirva como instrumento de política y de acción. Sin duda existen muchas maneras de clasificar necesidades, y todas ellas dependen de los propósitos que con la clasificación se persigan. De allí que toda taxonomía debe considerarse como provisoria, abierta y sujeta a cambios en la medida en que surjan nuevas razones o evidencias para hacerlos. Para los propósitos del desarrollo, una taxonomía pluridimensional que distinga claramente entre necesidades y satisfactores es una herramienta útil y factible. Lamentablemente, en la formulación de dicha taxonomía nunca podremos estar al resguardo de la objeción de arbitrariedad. Pero considerando que el esfuerzo es, de todas maneras, imprescindible, podemos reducir el riesgo si respetamos los siguientes requisitos: a) La taxonomía debe ser comprensible: las necesidades enumeradas deben ser fácilmente reconocibles e identificadas como propias. b) La taxonomía debe combinar amplitud con especificidad: debe llegarse a un número reducido de necesidades claramente enunciables (una palabra para cada necesidad), pero capaces de crear en su conjunto un universo suficientemente amplio para que cualquier necesidad fundamental vivida pueda remitirse a él. c) La taxonomía debe ser operativa: para todo satisfactor existente o pensable, una o más de las necesidades enunciadas ha de aparecer como necesidad objetivo del satisfactor. Lo que debe pretenderse es que la taxonomía haga posible el análisis de la relación entre necesidades y formas en que ellas se satisfacen. d) La taxonomía debe ser potencialmente crítica: no basta que la taxonomía remita satisfactores a necesidades. Es preciso también poder determinar las necesidades para las cuales no existen satisfactores deseables o satisfactores que destruyen o inhiben la realización de necesidades.
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e) La taxonomía debe ser potencialmente propositiva: en la medida en que sea crítica y capaz de detectar insuficiencias en la relación entre satisfactores disponibles y necesidades vividas, la taxonomía debe servir de resorte para pensar un orden alternativo capaz de generar y fomentar satisfactores para las necesidades de todas las personas, y sustituir satisfactores excluyentes, que sacrifican unas necesidades, por otros más comprehensivos, que combinen la satisfacción de varias necesidades. La taxonomía propuesta representa una opción. Está referida al desarrollo y la consideramos operacional para el desarrollo. Además satisface los requisitos enunciados. Sin embargo, aun así debe considerarse como propuesta abierta, susceptible de ser perfeccionada. [...]
Ejemplos de satisfactores y sus atributos La matriz que se propone es sólo un ejemplo que no agota los tipos de satisfactores posibles. De hecho, los satisfactores pueden tener diversas características que abarcan un amplio abanico de posibilidades. [...]
Opciones que definen el desarrollo Necesidades humanas: del enfoque lineal al enfoque sistémico. Las necesidades humanas fundamentales conforman un sistema en el que no cabe establecer linealidades jerárquicas. Esto significa, por una parte, que ninguna necesidad es per se más importante que otra, y por otra parte, que no hay un orden fijo de precedencia en la actualización de las necesidades (que la necesidad B, por ejemplo, sólo puede ser satisfecha luego de que la A haya sido satisfecha). Simultaneidades, complementariedades y compensaciones (trade-offs), son características de la conducta del sistema. Existen, sin embargo, límites para esta generalización. Es preciso reconocer un umbral presistema, por debajo del cual la urgencia por satisfacer una determinada necesidad llega a asumir características de urgencia absoluta. El caso de la subsistencia es el más claro. Cuando esa necesidad está infrasatisfecha, otra necesidad queda bloqueada y prevalece un único impulso. Pero
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el caso no es sólo válido para la subsistencia. Es igualmente pertinente para otras necesidades. La ausencia total de afecto o la pérdida de identidad pueden llevar a las personas hasta extremos de autoaniquilación. La opción de trabajar con el supuesto de linealidad o con el supuesto sistémico es, sin duda, la opción más importante para definir un estilo de desarrollo. Regirse por la lógica de la linealidad da origen a patrones de acumulación divorciados de la preocupación por el desarrollo de las personas. Si se opta por la linealidad, la estrategia establecerá prioridades a partir de las pobrezas de subsistencia observadas. Los programas se orientarán preferentemente de manera asistencial, como un ataque a la pobreza entendida convencionalmente. Las necesidades serán entendidas exclusivamente como carencias y, en el mejor de los casos, los satisfactores que el sistema genere serán singulares. Paradójicamente, tal opción impulsa una causación circular acumulativa (en el sentido de Myrdal) y los pobres no dejan de ser pobres en la medida en que aumenta su dependencia de satisfactores generados exógenamente a su medio. Si se opta por el supuesto sistémico, la estrategia priorizará la generación de satisfactores endógenos y sinérgicos. Las necesidades serán entendidas simultáneamente como carencias y como potencias, permitiendo así romper el círculo vicioso de la pobreza. De lo anterior se desprende que la manera en que se entiendan las necesidades, funciones y atributos que se asignen a los satisfactores posibles, son absolutamente definitivos para la definición de una estrategia de desarrollo.
De la eficiencia a la sinergia. Enfocar el desarrollo en los términos aquí propuestos, implica un cambio de la racionalidad económica dominante. Obliga, entre otras cosas, a una revisión profunda del concepto de eficiencia. Ésta suele asociarse a nociones de maximización de productividad y de utilidad, a pesar de que ambos términos son ambiguos. Tal como Taylor la entendía —para ilustrar con un caso, conspicuo—, al llevar el criterio económico al extremo más alienado de la razón instrumental, la productividad se nos aparece como bastante ineficiente.
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Sobredimensiona la necesidad de subsistencia y obliga al sacrificio de otras necesidades, acabando por amenazar la propia subsistencia. Cabe recordar que el taylorismo pasó a la historia como la organización del surmenage. En discursos dominantes del desarrollo también se asocia la eficiencia a la conversión del trabajo en capital, a la formalización de las actividades económicas, a la incorporación indiscriminada de tecnologías de punta y, por supuesto, a la maximización de las tasas de crecimiento. El desarrollo consiste para muchos en alcanzar los niveles materiales de vida de los países más industrializados, para tener acceso a una gama creciente de bienes (artefactos) cada vez más diversificados. Cabe preguntarse hasta qué punto esos intentos de emulación tienen sentido. En primer lugar, no existen evidencias de que en aquellos países las personas vivan sus necesidades de manera integrada. En segundo lugar, en los países ricos, la abundancia de recursos y de bienes económicos no ha llegado a ser condición suficiente para resolver el problema de la alienación. El desarrollo a escala humana no excluye metas convencionales, como el crecimiento económico, para que todas las personas puedan tener un acceso
Desarrollo y necesidades humanas
digno a bienes y servicios. Sin embargo, la diferencia respecto de los estilos dominantes radica en concentrar las metas del desarrollo en el proceso mismo del desarrollo. En otras palabras, que las necesidades humanas fundamentales pueden comenzar a realizar se desde el comienzo y durante todo el proceso de desarrollo; o sea, que la realización de las necesidades no sea la meta, sino el motor del desarrollo mismo. Ello se logra en la medida en que la estrategia de desarrollo sea capaz de estimular permanentemente la generación de satisfactores sinérgicos. Integrar la realización armónica de necesidades humanas en el proceso de desarrollo significa la oportunidad de que las personas puedan vivir ese desarrollo desde sus comienzos, dando origen así a un desarrollo sano, autodependiente y participativo, capaz de crear los fundamentos para un orden en el que se pueda conciliar el crecimiento económico, la solidaridad social y el crecimiento de las personas y de toda la persona. Un desarrollo capaz de conjugar la sinergia con la eficiencia quizás no baste para dar cumplimiento cabal a lo deseado; pero sí basta, y plenamente, para evitar que en el ánimo de las personas lo no deseado parezca inexorable. […]
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Enrique Provencio y Francisco Pamplona ¿Cuál es el problema? ace ya más de 20 años que existen movimientos sociales organizados en favor de la protección de los recursos naturales y del ambiente. Una gran diversidad de posiciones caracteriza a estos movimientos, así como una pluralidad de intereses. Un aspecto les es común: la promoción de lo que sintéticamente puede denominarse conciencia ecológica. Sobre ésta, Edgar Morin escribió en 1972, año en que hizo explosión el problema ambiental: La conciencia ecológica apenas nace y ya corre grandes riesgos. En primer lugar, existe el riesgo de reducirlo todo al problema estrictamente ecológico, cuando su carácter principal es precisamente acoplar realidades no sólo complementarias sino también antagónicas y que plantean problemas terriblemente complejos, es decir, ambivalencias: es el riesgo que se corre con la chochez ecológica: a fuerza de mirar el árbol, se pierde de vista el bosque. Pero está también el riesgo de reducir el problema ecológico, incluso de disolverlo en sus componentes específicamente técnicos, o en las fórmulas convencionales y rituales de salvación revolucionaria.1 Ya desde entonces, Morin se acercaba a una posición —si bien teóricamente radical— mesurada en cuanto a la definición de perspectivas. Morin habló de las posibilidades de un desarrollo total y multidi-
mensional, no economicista en cuanto a su contenido, integrador de valores y aspiraciones sociales universales. En 1972, una vez concluida la Cumbre de Estocolmo, el debate ecologista se centraba en temas que hoy siguen vigentes, no obstante el lenguaje renovado o los matices introducidos; dos temas fueron y son centrales: el del crecimiento demográfico y el del desarrollo económico y social. El crecimiento demográfico fue visto en primer lugar (y aún se observa esta posición frecuentemente) como obstáculo o como factor limitante para el desarrollo (con la fórmula necesidades crecientes-recursos económicos limitados); en segundo lugar, como una amenaza para la disponibilidad de recursos naturales —los alimentarios principalmente—, y en tercer lugar, como el factor central en la depredación y deterioro ambiental. Desde aquellos años, las propuestas para proteger y preservar el entorno han sido muy variadas: destacan las dirigidas a la promoción del control natal como una medida urgente, las encaminadas a la promoción de un desarrollo sin crecimiento (o como se decía entonces, de crecimiento cero), y las más optimistas, que han insistido siempre en el avance tecnológico como el elemento básico para superar los problemas. Se reconoció que la pobreza y el hambre eran consecuencia de un desarrollo desequilibrado y que el combate a estos fenómenos debía sobreponerse a las limitantes económicas y culturales; pero la pobreza también fue vista (¡y aún se ve!) como causa importante de depredación y deterioro. El alto crecimiento poblacional registrado en las áreas subdesarrolladas
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Enrique Provencio y Francisco Pamplona, “Población, medio ambiente y desarrollo sustentable”, en Economía Informa, núm. 244, diciembre-enero 1995-96, pp. 4-12, Facultad de Economía, UNAM. 1
Edgar Morin, “La conciencia ecológica no debe ser sometida ni por la tecnología, ni por el marxismo exorcizador”, en Herbert Marcuse y otros, Ecología y revolución, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1975, p. 63.
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pobres del planeta se constituyó simultáneamente en una preocupación y en un problema. Un reformista radical, presente en el debate de 1972 en el que participó Morin (convocado por el Nouvel Observateur), Sicco Mansholt —en aquel entonces presidente de la Comunidad Económica Europea—, llamó a su ponencia, significativamente, “El gran problema es saber si 7 000 millones de hombres pueden vivir sobre nuestro planeta”. La respuesta de Mansholt estuvo aderezada más que nada ideológicamente: según él, sí es posible que vivan, con la condición de que el sistema capitalista sea superado. Desde los años setenta (y aun antes) la pregunta formulada por Mansholt ha sido repetida una y otra vez; los énfasis siguen siendo parecidos: ante un crecimiento alto y constante de la población en las áreas subdesarrolladas del mundo, es preciso insistir en el control natal por medio de acciones dirigidas a la regulación de la fecundidad, es decir, mediante la planificación familiar. Según la perspectiva reseñada, el principal responsable del bajo desarrollo en esos países y de la depredación y deterioro de los ecosistemas es el crecimiento de la población. Los orígenes de esta advertencia son ampliamente conocidos, como lo es la frase de Lyndon B. Johnson de mediados de los sesenta: “Los cinco dólares que se inviertan en el control de la natalidad en América Latina serán de más provecho que los cien para el desarrollo económico”.2 Las críticas a las posiciones claramente neomalthusianas fueron tempranas, atentas a no caer en la trampa verbal o ideologizada de que la responsabilidad es global, sin introducir matices o sin observar atentamente los procesos por los cuales existen problemas ambientales: Cuando, por ejemplo, Forrester y Meadows, los autores del informe del Instituto Tecnológico de
Massachusetts, definen desde un principio su modelo como mundial —siempre a todo lo largo de la nave espacial tierra— se eximen de poner en claro la distribución de los costos y sus ventajas; no determinan las desiguales condiciones estructurales y las posibilidades de solución del problema. Porque si uno puede darse el lujo de planear el crecimiento y obtener ganancias al suprimir y prever la destrucción cometida, los otros no pueden ni podrán hacerlo por mucho tiempo.3 En los debates recientes los énfasis expositivos no han cambiado sustancialmente. Se pueden descubrir una y otra vez opiniones catastrofistas o de un optimismo infundado sobre las perspectivas del mundo. La variable población desempeña, sin duda, un papel de primera magnitud. Un estudio del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FUNAP) inicia así: “Ahora que el siglo XX toca a su fin, el mundo afronta un problema intimidante: la necesidad urgente de equilibrar el número de seres humanos y sus necesidades crecientes con los recursos disponibles, limitando a la vez el ritmo de destrucción ambiental.”4 Según este estudio “Los progresos para reducir las tasas de natalidad han sido más lentos de lo previsto”, y se asegura que hacia finales del próximo siglo se podría llegar hasta la cifra de 14 000 millones de habitantes. A mediano plazo las previsiones son igualmente ominosas: el crecimiento demográfico puede originar ingentes problemas sociales y ambientales, de los cuales no se descarta la inestabilidad política, principalmente en las megalópolis del tercer mundo, corroídas por la miseria, el hacinamiento y la delincuencia. En ese estudio se asegura que son dos los grupos responsables “de una parte desproporcionada de la degradación ambiental: los 1 000 millones más ricos y los 1 000 millones más pobres”, aun cuando se admita llanamente que las cantidades más grandes de consu-
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Citado por Hans Magnus Enzensberger, “Contribución a la crítica de la ecología política”, en La Cultura en México, suplemento de Siempre, núms. 1083 y 1084, marzo y abril de 1974. Op. cit. FNUAP, “La población y el medio ambiente: los problemas que se avecinan”, Londres, 1991. En este estudio se da cabida a la ecuación de Paul y Ann Ehrilch, conspicuos investigadores que difundieron las tesis neomalthusianas a principios de los años sesenta. Esta ecuación consiste en cuatro componentes: I = PAT, donde I es el efecto ambiental, P es la población, A es el consumo per cápita y T la tecnología perjudicial. El estudio señala: “Esos tres factores, P, A y T actúan entre sí en forma multiplicadora: en otras palabras, cada uno de ellos multiplica el efecto de los demás. Por tanto, sea cual fuere el tamaño de A y T, el papel de P ha de ser significativo incluso cuando una población y su tasa de crecimiento sean relativamente pequeñas”, p. 12.
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mo y desperdicio se dan en los países ricos: “Poca duda cabe de que el mundo industrializado consume la mayor proporción de los recursos de la tierra.” Sin embargo, el estudio del FUNAP enfatiza que la crisis alimentaria, la erosión y desertificación, la deforestación, la pérdida de diversidad genética y la escasez de agua dulce son los principales elementos que pueden ser explicados en parte por el incontrolado crecimiento de la población. Nuevamente, los procesos por los cuales ocurre lo anterior son cubiertos por un matiz casual o una fórmula verbal que contrasta con la aseveración primaria; por ejemplo, respecto de la destrucción de los bosques tropicales se dice: (…) no se debe simplificar demasiado la situación. A menudo, hay toda una serie de factores conexos además del crecimiento de la población y de la presión de la tala. Entre ellos cabe citar la pobreza difundida entre las comunidades rurales, la mala distribución de las tierras de cultivo existentes, los sistemas injustos de tenencia de la tierra, las tecnologías agrícolas poco eficaces, la insuficiente atención política que se presta a la agricultura de subsistencia, la falta de infraestructura rural y las erróneas estrategias de desarrollo.5 Como se verá más adelante, el tema del medio ambiente no admite simplificaciones empíricas o reducciones teóricas; su tratamiento debe dar cuenta de la complejidad de situaciones y procesos relacionados profundamente. El crecimiento demográfico no es causante per se del problema ambiental, mucho menos en diversas escalas espaciales o en diversos contextos ecológicos; puede, sí, ayudar a explicar procesos de destrucción y degradación ambiental; y puede ayudar a planear estrategias sensatas de eliminación y de contención de problemas ambientales.6
Población, medio ambiente y desarrollo sustentable
Población y medio ambiente Los fenómenos demográficos están relacionados con el medio ambiente de diversa manera. Sus vínculos no están claramente delimitados y, en rigor, nos enfrentamos a un campo de conocimiento poco explorado. Como ha escrito Enrique Leff: La interdeterminación de los procesos demográficos y ambientales (que incluyen un conjunto de procesos poblacionales) no es una cuestión simple y mucho menos evidente; analizando diversas temáticas poblacionales que se refieren a la cuestión ambiental, no es fácil discernir la explicación causal que correspondería a la demografía. Por ejemplo, en el impacto de los cambios ambientales en la salud de la población humana, el surgimiento del ambiente contaminado es en general resultado de la producción de sustancias contaminantes, que tienen que ver más con la dinámica económica y el cambio tecnológico que con el incremento de la población.7 No obstante algunos temas/aspectos demográficos pueden —si se evitan los reduccionismos de última instancia— servir como base explicativa de ciertos impactos ambientales. Los tópicos más claros son: a) crecimiento de la población, b) distribución de la población y migraciones, c) patrones de urbanización, d) patrones de consumo alimenticio y e) patrones de consumo energético. Por supuesto que las cadenas de mediación no son absolutamente nítidas, por ejemplo en el caso de la urbanización que, a final de cuentas, puede ser vista como un fenómeno causado por el modelo de acumulación, aunque ya se sabe que sus condicionantes son múltiples y nada despreciables: culturales, familiares e incluso ambientales.
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Ibid., p. 17. Frente al riesgo de ideologizar el debate contra los defensores del neomalthusianismo. Enzensberger había advertido que: “las necesidades de una población que crece con rapidez, no se eliminan desenmascarando los intereses ocultos detrás de los teoremas demográficos corrientes; las reservas de energía de la tierra no aumentan una sola tonelada de petróleo con el examen de las campañas publicitarias de los consorcios; y la contaminación de la atmósfera no disminuye al relatar la prehistoria de la Inglaterra victoriana. La crítica de la ideología que olvida los límites de su posible efectividad, se convierte en ideología. Op. cit. Enrique Leff, “La interdisciplinariedad en las relaciones población-ambiente. Hacia un paradigma de demografía ambiental”, en Havdea Izazola y Susana Lerner (comps.), Población y ambiente, ¿nuevas interrogantes o viejos problemas?, México, Sociedad Mexicana de Demografía-Colmex-The Population Council, 1993, pp. 37-38.
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Las conductas demográficas (mortalidad, fecundidad, migración) derivan, por otra parte, en un determinado ritmo de crecimiento demográfico y en un determinado volumen de población, fenómenos que se encadenan y dan origen a otros fenómenos situados al final de una nueva cadena: a mayor volumen de población mayores necesidades de energía o producción de más desecho, o mayor consumo de agua, por ejemplo. Sin embargo, el mayor volumen de población puede no deberse al crecimiento natural, sino a patrones de distribución espacial o de migración que dan origen a procesos de urbanización inadecuados desde el punto de vista del ambiente (sin descontar que sean inadecuados para una mejor calidad de vida). Un problema analítico más interesante de explorar es el de la población como elemento que enjuicia una gestión ambiental adecuada. Los diagnósticos globales, como ya se vio, insisten en responsabilizar al crecimiento demográfico en algunas partes del mundo de la inviabilidad del futuro, en términos ambientales y socioeconómicos. La culpabilización redunda en recomendaciones y propuestas dirigidas a que en esos lugares del mundo se adopten medidas demográficas radicales, en primer lugar las enfocadas a la disminución de la fecundidad. Una perspectiva menos general permite hacer comprensibles los fenómenos demográficos (mortalidad, fecundidad y migración) y relacionarlos de manera más adecuada con otros determinantes de la gestión ambiental, por ejemplo el desarrollo en territorios acotados. Conocer con exactitud los fenómenos demográficos en las regiones permitiría contender con las grandes aseveraciones a priori, por ejemplo las referidas a la alta fecundidad en las zonas rurales, que relacionan directamente el número de miembros de una familia con el deterioro ambiental, cuando se sabe que variables económicas y sociales como la disponibilidad de tecnología o derechos de propiedad sobre la tierra, son más importantes. De hecho, los estudios ambientales acotan el ámbito social de las intervenciones posibles, aunque es justo reconocer que el acercamiento a los problemas demográficos es generalmente superficial: he aquí un campo aún muy fértil de colaboración disciplinaria, en el que falta mucho por hacer.
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Ahora bien, el reconocimiento de que la pura demografía (como la pura economía o la pura biología) no permite explicar los fenómenos de degradación, deterioro y contaminación ambiental, no debe limitar la perspectiva poblacional: sin duda alguna, en casos frecuentes la población es una variable independiente de dichos fenómenos. El conocimiento detallado de su comportamiento permitiría establecer estados de interpretación y de intervención pertinentes; así por ejemplo, los flujos migratorios campocampo pueden deberse a un ciclo de eventos que redundan en la expulsión de la población de un territorio. Este ciclo de eventos está referido a la existencia de presión demográfica sobre los terrenos cultivables, su deterioro progresivo y la búsqueda de nuevos terrenos que a su vez sufren presión: en rigor es un círculo vicioso de acontecimientos en cuya base están condicionantes de todo tipo, económicos, sociales y culturales. La población no es sólo causa de problemas ambientales, éstos repercuten en ella de manera importantísima; así, la población es receptora de los problemas que ella misma genera. Roland Barthes ha señalado con su característica ironía que el término población es grato a cierto lenguaje conservador porque oculta la brutalidad de las desigualdades, de las diferencias sociales, políticas y económicas que existen dentro de los grupos humanos. Una perspectiva integral de población-ambiente exige un enfoque que explique las cargas y los beneficios de la gestión ambiental en diferentes grupos de población. En esta tarea de discernimiento, el fenómeno de la pobreza resulta fundamental. Los datos generales sobre la pobreza en el mundo son alarmantes: se calcula un total de 1 200 millones de personas pobres; en México, las cifras son igualmente alarmantes: casi la mitad de la población se ubica en esa categoría y 14 millones (poco más de 15% del total) se encuentran bajo la línea de indigencia. Aunque en cifras absolutas los pobres del campo son menos numerosos, relativamente están más afectados: del total de pobres rurales 75% pertenecen a la categoría de extremos. La geografía de la pobreza se sobrepone a la geografía de los ecosistemas degradados; ésta no es una coincidencia, las relaciones entre pobreza, población y medio ambiente han sido ya ampliamente explora-
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das. Un fenómeno en una esfera (por ejemplo altas tasas de mortalidad infantil por causas prevenibles) se corresponde con fenómenos de otras esferas (deficiencias nutricionales debidas a la pérdida de recursos naturales alimenticios aprovechables para las familias). Esta interdeterminación (E. Leff), entre población, pobreza y medio ambiente debe ser interpretada correctamente considerando otros elementos, fundamentalmente sociopolíticos y de preponderancia de ciertos estilos de vida, ajenos a toda conciencia ecológica.8
Crecimiento y desarrollo Las diferencias entre crecimiento y desarrollo son múltiples y cruciales; la más importante está referida a que el desarrollo tiene como objetivos la búsqueda de una mejor calidad de vida de las personas, el mejor aprovechamiento de sus capacidades y las posibilidades de realización de sus aspiraciones.9 El desarrollo está relacionado, también, con el progreso: el progreso es el principio que guía, el desarrollo es el medio que permite. El desarrollo es un proceso, el progreso es una etapa, un ciclo que se cumple. Amartya Sen, el economista hindú, ha escrito: “entiendo por progreso social la erradicación efectiva de las carencias sociales”, lo cual, en lenguaje político, es un programa por realizar. Hasta hace muy poco los temas del desarrollo y del crecimiento económico habían sido desplazados de los debates y opiniones acerca de la economía nacional. O más bien, el centro de la discusión había cambiado de lugar: el problema de la crisis y el ajuste subsecuente adquirieron preponderancia; se insinuó que la atención al problema del crecimiento podía posponerse.
Población, medio ambiente y desarrollo sustentable Casi simultáneamente se adoptaron medidas de política social dirigidas a contener los efectos del ajuste y a morigerar el peso de la pobreza. En realidad se ingresó así, por vía gubernamental, a un tipo de estrategia ya sugerida e implementada en algunas regiones. Ahora bien, ¿qué significó el haber desplazado la importancia del crecimiento y el desarrollo? ¿Qué consecuencias tuvo? Hace una década, Amartya Sen defendió la idea de que la economía tradicional del desarrollo, pese a sus deficiencias, entendió correctamente algunas de las causas que permiten identificar los factores primordiales del crecimiento en los países en desarrollo.10 En su crítica sugirió que la principal limitación fue el no haber considerado entre los elementos explicativos del subdesarrollo los factores políticos y sociales, y su inadecuada perspectiva para visualizar las causas del cambio social. El énfasis en los aspectos económicos del desarrollo impidió que los modelos sugeridos (e implementados) fueran totalmente exitosos en cuanto a sus objetivos. La historia del pensamiento económico en torno al desarrollo es un capítulo apasionante, y como ha señalado un destacado investigador de este tema, admite varios orígenes o puntos de partida, admite que se le trate en diversos escenarios históricos e intelectuales.11 Un recuento más actualizado permite destacar los puntos de interés y dirigir la atención al tema del medio ambiente en las diversas formas de entender el desarrollo. A manera de resumen (y con el riesgo de simplificar excesivamente) se pueden observar al menos los siguientes enfoques sobre el desarrollo: 1. Las concepciones estructuralistas y dependentistas, que hicieron énfasis en los desequilibrios estructurales como determinantes del atraso latinoamericano. Éste es el enfoque tradicional.
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Se ha dicho con frecuencia (los párrafos iniciales de esta ponencia así lo atestiguan) que el deterioro ambiental (en el ámbito rural) es resultado de condiciones de pobreza. Esta reducción argumental es insostenible, pues existen cuando menos tres cosas que tomar en cuenta: a) los vínculos entre pobreza y ambiente se deben más a factores sociopolíticos que a procesos productivos; b) los principales procesos de degradación se dan como consecuencia de actividades económicas de gran escala y c) la lógica de aprovechamiento de los recursos naturales se debe a la expansión del mercado urbano y a los estilos de consumo en las ciudades entre los grupos de altos ingresos. 9 Para una explicación de las diferencias entre crecimiento y desarrollo, véase: Enrique Provencio, “Desarrollo, desigualdad y ambiente. Comentarios sobre algunos enfoques”, en Economía Informa, pp. 4-5. 10 Amartya Sen, “¿Cuál es el camino del desarrollo?”, en Comercio Exterior, vol. 35, núm. 10, octubre de 1985, pp. 939-949, México. 11 Hans W. Singer, “El desarrollo en la posguerra. Lecciones de la experiencia de 1945 a 1985”, en Comercio Exterior, vol. 39, núm. 7, julio de 1989, pp. 597-617, México.
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2. Los enfoques alternativos al estructuralismo tuvieron su expresión más clara en la corriente que hizo énfasis en la satisfacción de necesidades básicas (educación, salud, vivienda) y, como consecuencia, en la superación de la pobreza (de hecho la insatisfacción de necesidades básicas es una de las maneras de entender la pobreza). Entre los elementos novedosos de este enfoque destaca el que presta especial atención a los problemas ecológicos. 3. Focalización de acciones a grupos en desventaja; a raíz de los brutales ajustes emprendidos a principios de la década de los ochenta, el estudio y las propuestas para el desarrollo sufrieron un viraje. Se pasó a discutir cómo atemperar las consecuencias de la crisis y el énfasis se trasladó a las variables macroeconómicas. La focalización permitía continuar con políticas recesivas al tiempo que se atendía a grupos particularmente vulnerables. 4. Otro enfoque importante fue el de Desarrollo sin pobreza, lanzado por el PNUD a principios de los noventa, que retomaba algunas de las líneas ya apuntadas dos décadas antes, pero haciendo un énfasis mayor en cuanto a la vinculación entre crecimiento, equidad y pobreza. No se trataba ya de focalizar las políticas sociales sino, a partir de una estrategia global, superar la pobreza; la estrategia presupone una participación más abierta de agentes sociales. 5. Los enfoques dados a conocer a principios de los noventa regresaron a perspectivas globales: el enfoque integrado de la CEPAL, el mercado amigable del Banco Mundial y el Desarrollo sustentable de Naciones Unidas. La propuesta de la CEPAL fue expuesta en varios trabajos; su tesis principal es que: Se trata de encontrar las respuestas a cómo crecer e incorporarse positivamente a la economía mundial y cómo hacerlo con mayores niveles de equidad, en el entendido de que el fin del desarrollo es el bienestar del conjunto de la población; se trata de lograr todo esto y preservar, al mismo tiempo, la capacidad de sustentación del medio ambiente para el presente y el futuro, en un marco de mantenimiento y de refuerzo de los sistemas democráticos.12
Las condiciones para lograr lo anterior son: inversión en recursos humanos, generación de empleos productivos y progreso técnico. El mercado amigable del Banco Mundial pretende ser integrador, sugiere una intervención del Estado como garante del mercado y sólo limitadamente como agente económico; incorpora en su interpretación los valores de la equidad y de preservación del medio ambiente; no obstante guarda diferencias de fondo con el enfoque cepalino.13
El desarrollo sustentable: objetivos ambiciosos, medios modestos En el breve recuento de los enfoques sobre el desarrollo, expuesto en la sección anterior, se destaca la variedad de perspectivas, los énfasis cambiantes y el progresivo intento por integrar en los cuerpos teóricos los temas de ambiente, desigualdad, pobreza y población. El enfoque de desarrollo sustentable (DS) tiene una de sus primeras expresiones en el Informe Brundtland de 1987, conocido también como Nuestro Futuro Común, Informe de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo. A partir de un diagnóstico pesimista sobre la situación social y económica de los países en desarrollo, el informe hizo énfasis en que dos de los problemas principales que enfrenta la comunidad internacional son la pobreza y el deterioro ambiental. Del análisis de la situación mundial el informe abandona posiciones claramente economicistas o ecologistas: “La clave del enfoque radica en la idea de que resulta posible satisfacer plenamente las necesidades actuales sin poner en riesgo la capacidad de las generaciones futuras para cubrir sus propios requerimientos.” Las definiciones que se han venido dando desde entonces han matizado o abundado en diversos aspectos de la formulación original, aunque todas preserven el componente intergeneracional y conserven una perspectiva optimista sobre las posibilidades de la sustentabilidad en el proceso de desarrollo. Las adi-
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y transformación productiva, Santiago de Chile, Naciones Unidas-CEPAL-Celade, 1993, p. 31. Véase el artículo de Provencio ya citado y el resumen de las críticas que se han hecho a los enfoques aquí reseñados.
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ciones para hacer comprensible el contenido del DS no son minucias, antes bien, tratan de incorporar todos los elementos importantes en juego, como la definición de Daniel Hogan: El desarrollo sustentable implica crecimiento dirigido a la satisfacción de necesidades humanas básicas, usando tecnología y materiales de manera que garantice que los recursos naturales continuarán disponibles para el goce y uso productivo de las futuras generaciones. Tiene la finalidad de alcanzar un crecimiento económico autoimpulsado. Se basa en la equidad, y por tanto en la modificación de patrones de consumo vigentes entre los países y, en el interior de ellos, entre los diversos grupos de población.14 Ahora bien, ¿cómo avanzar hacia la sustentabilidad? Puesto que ésta implica una toma de conciencia sobre la responsabilidad intergeneracional y supone el uso de tecnologías no productivistas, sino protectoras, y puesto que se propone como imperativo para la preservación de la vida, ¿cómo avanzar sin incurrir en posiciones paralizantes para el crecimiento económico? ¿Cómo hacer compatible el objetivo de una mayor equidad en el futuro partiendo de una gran inequidad presente? Se ha dicho que el DS es un postulado, un principio heurístico, una finalidad social, un objetivo político... Se le asignan condicionantes técnicos y sociales y está limitado por restricciones económicas y políticas. Desde una perspectiva más pragmática el DS es simultáneamente un principio y un objetivo; un principio pues resume una serie de valores que son universales; y un objetivo, pues implica la realización de un esfuerzo social, económico y político de gran magnitud para arribar a él. Los condicionantes técnicos pueden ser vistos como restricciones, aunque en términos de la acción se pueden observar como ventajas, en el sentido de que se sabe detalladamente lo que se debe y puede hacer y lo que es necesario evitar en la protección y resguardo del entorno. Avanzar hacia un DS depende de que dos estrategias sean correctamente impulsadas e implementadas: la
Población, medio ambiente y desarrollo sustentable participación social en torno a proyectos con objetivos de sustentabilidad, y la elaboración de agendas políticas de los actores interesados que permitan sentar las bases de una verdadera auditoría social, al mismo tiempo que se elaboran propuestas para corregir rumbos y seguir otros no transitados. En síntesis, el DS se basa en la ampliación y mejoramiento del sistema democrático, además de la investigación profunda que permita hacerlo realidad en espacios y tiempos específicos. Dos instrumentos de política destacan por su gran importancia en los objetivos del DS: uno, el arranque de proyectos (técnicamente viables) en territorios particularmente sensibles al deterioro y la degradación ambiental y que estén habitados por grupos pauperizados; dos, el estímulo irrestricto por medio de diversos instrumentos económicos a los productores que decidan emplear tecnologías limpias e involucrarse en proyectos sustentables, cuyos costos y riesgos son en parte desconocidos y en parte más prolongados.
Reflexión final Ha quedado claro en las secciones anteriores que el componente poblacional desempeña un papel de primera magnitud en los esfuerzos que se realicen para avanzar en el desarrollo. Todos los enfoques reseñados han tomado en consideración a la variable demográfica, si bien con diferente énfasis. El DS le confiere un papel central puesto que la sustentabilidad está referida necesariamente al volumen, estructura, crecimiento y distribución de la población en territorios específicos. Sirvan los siguientes puntos a manera de resumen y reflexión final: 1. Hasta ahora la población ha sido considerada como una variable exógena del proceso de desarrollo económico y social; de manera igualmente desintegrada o parcial es considerada desde las perspectivas sectorizadas de la acción pública. 2. Las tendencias de la dinámica demográfica en los países en desarrollo han causado alarma entre amplios sectores de la opinión pública, de grupos civiles conspicuos, de los intelectuales y, fundamental-
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Daniel Hogan, “Crecimiento y distribución de la población: su relación con el desarrollo y el medio ambiente”, CEPAL-FNUAP-Celade, Trabajo para la Reunión de Expertos Gubernamentales sobre Población y Desarrollo en América Latina y el Caribe, documento de referencia DDR/5, 8 de febrero de 1993.
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mente, de los gobiernos. No es para menos: hacia el año 2020 (dentro de 25 años) se calcula que habrá entre 7 300 y 7 800 millones de habitantes y se asegura que, de seguir vigentes los patrones de consumo actuales, la capacidad del planeta para satisfacer las necesidades que suponen esas conductas no será suficiente; es más, se verá gravemente afectada. 3. Estas afirmaciones, válidas en lo general, omiten, contrario sensu, las evidencias más comprensivas del problema; así, podemos leer en un documento del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FUNAP): Pese a que apenas tienen 25% de la población mundial, los países desarrollados consumen 75% de toda la energía utilizada, 79% de todos los combustibles comerciales, 85% de todos los productos de madera y 72% de toda la producción siderúrgica. Además, los países desarrollados generan casi tres cuartas partes de todas las emisiones de dióxido de carbono, que representan la mitad de los gases de efecto de invernadero en la atmósfera. 4. Por otra parte, estas desigualdades en la capacidad de consumo pueden apreciarse en la distribución de la riqueza que, huelga decir, son abrumadoras: entre Japón, México y Etiopía las diferencias en la distribución del producto interno per capita (PIBpc) es 175 veces menor para Etiopía en relación con Japón y 20 veces menor en relación con México. 5. Este panorama nos permite entender la aparente paradoja entre población, medio ambiente y desarrollo: mientras que el mayor crecimiento absoluto de la población se da en los países y regiones más pobres de la tierra, la contribución al deterioro y depredación mesoambiental ocurre —con mucho— en las regiones y países ricos. Hay indudablemente, una transferencia de costos ambientales en dirección Norte-Sur, y una contribución al confort Sur-Norte. 6. El problema del deterioro ambiental y el agotamiento de los recursos naturales es planetario: desde
esta perspectiva las tendencias demográficas son alarmantes; desde la perspectiva de la identificación de grupos humanos depredatorios y contaminantes, aquéllos son datos complementarios de una inequidad social y económica abismal y creciente. 7. La relación entre población y medio ambiente es de interdependencia: el crecimiento demográfico es causa de alteraciones en los ecosistemas, de la misma manera que alteraciones en éstos (debidas a la actividad humana y a procesos naturales) producen cambios sustantivos en la dinámica demográfica: mayor mortalidad, expulsión poblacional de los territorios antes habitables (emigración). La fecundidad misma se ve afectada por los cambios ambientales en la medida que transforma las expectativas del tamaño deseado (o comunitariamente prestigioso) de la familia, por ejemplo, que la cantidad de tierra para heredar a los hijos sea ya muy poca. 8. La interdependencia no acontece, entonces, como mera asociación de variables separadas, es intrínseca, depende en última instancia de los modelos globales de desarrollo y de los patrones de consumo derivados de ellos. 9. Esta objetividad de la relación entre medio ambiente y población no se corresponde con las políticas públicas al respecto, ni en los programas que se derivan de aquéllas. 10. Es cierto que en las políticas de población (plasmadas en una variedad de documentos) desde 1974 (y aun antes pero sin un respaldo institucional) hay intentos, esbozos de líneas de acción y, más allá, de procupaciones en torno a la relación mencionada. Sin embargo, no ha habido un planteamiento sistemático (programático o de cooperación interinstitucional) de relacionar, internamente en los objetivos de las políticas, estrategias conjuntas, acciones específicas concertadas.15 De lo anterior se desprende que son muchas y variadas las tareas que se deben realizar para hacer posible que las relaciones entre población, ambiente y
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Es justo decir que en los programas nacionales de población hay menciones específicas al tema del medio ambiente y su relación con la dinámica demográfica. Es justo decir, también, que en la pasada Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre Población y Desarrollo efectuada en la Ciudad de México en marzo de 1993 (como se sabe fue preparatoria a la que se llevó a cabo en El Cairo en 1994) se presentaron documentos específicos sobre la relación población, ambiente y desarrollo. Véase, para un recuento detallado de las propuestas sobre medio ambiente y población, los documentos oficiales de México en los distintos foros internacionales, Samaniego, 1993. El documento base de la delegación mexicana sobre población, desarrollo y medio ambiente fue elaborado por Pamplona y Castillo, 1993.
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desarrollo sustentable rebasen los marcos disciplinarios; la siguiente enumeración es apenas un esbozo de lo que podría llevarse a cabo: • Relacionar los sistemas estadísticos demográficos y ambientales en los niveles de desagregación geográfica pertinente. • Impulsar proyectos de investigación interdisciplinarios en torno a la relación población-ambiente. Aunque se ha insistido en el crecimiento demográfico como variable que impacta negativamente el entorno, poco se sabe de los componentes del mismo en su relación con los ecosistemas. El estudio de los procesos de urbanización y migración y los impactos ambientales que suponen, es imperativo. • Estudio de temáticas sociales que se asocian con la investigación ambiental y con la demográfica: educación, salud, infraestructura, vivienda... En cada una de estas temáticas se observa la estrecha relación entre ambiente y población. • Diseño de políticas comunes de población, desarrollo y medio ambiente. Dichas políticas tendrán que implementarse a partir de diversos instrumentos; los más importantes del lado del medio ambiente son de cuatro tipos: a) Ordenamiento del territorio, que atienda enfáticamente a regiones críticas y frágiles ecológicamente. b) Promoción de patrones de consumo responsables dirigidos al ahorro de agua y energía y que desalienten el consumo de productos o insumos críticos para una gestión ambiental y de recursos naturales adecuada a los propósitos de la sustentabilidad. c) Los criterios de asentamiento de la población en áreas protegidas y delimitadas para la conservación de la biodiversidad, deben ser estrictos. d) Se debe tener una visión global sobre las interacciones entre población, desarrollo y medio ambiente que, aprovechando el conocimiento de las realidades regionales y locales, permita la integración de políticas globales.
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l desarrollo y uso de la tecnología es, por su importancia, otro de los componentes de los sistemas sociales que no puede quedar olvidado en la tarea de elucidar valores y criterios morales para el uso de los recursos. La tecnología jamás es neutra. La técnica no se pone en movimiento por sí misma; es el producto del deseo y la voluntad (Alberoni, 1986), pero eso no solemos explicarlo en nuestros programas educativos; sobre esa cuestión no acostumbramos reflexionar con los alumnos y alumnas… La problemática tecnológica contemporánea está marcada por el abandono de la idea de los fines como instancia rectora que jerarquizaría todos los medios. La sociedad occidental, al hacer caso omiso de esta idea, ha desarrollado los avances tecnológicos con base en los medios disponibles, sin someterse a las restricciones que impondría un planteamiento ético centrado en las finalidades. El proceso es tan profundo que nuestro propio concepto de racionalidad se basa en él: nuestra cultura considera racionales aquellos fines para los cuales disponemos de medios adecuados. Todo esto se inició con el desarrollo científico-técnico-económico, tres elementos que operan conjuntamente y no pueden ser disociados. La tranformación que ellos generan se presenta de igual manera y es de tipo no solidario, divergente, sin meta (Alberoni, 1986). Se ha generalizado la idea de que cualquier avance tecnológico tiene sentido en sí mismo y, sin embargo, es importante que, como educadores, reflexionemos con el grupo acerca de los valores que están definiendo las prioridades e impactos tecnológicos en el campo ambiental. Porque la tecnología está condicionada por las prioridades de quien la dirige y condiciona a
los que la utilizan. La mayor parte de los proyectos tecnológicos tienen efectos que alcanzan a los ecosistemas naturales y sociales y, lo que es muy importante, afectan a nuestros propios sistemas de conocimiento. Quienes optan por ellos y los ejecutan, no sólo están modificando el mundo de las posibilidades técnicas a la hora de resolver problemas, sino que están incidiendo en las creencias, las ideas y las expectativas de las personas a las que tales proyectos afectan. Está comprobado que los canales por los que penetran las innovaciones tecnológicas se convierten siempre y al mismo tiempo en canales de penetración cultural por los que se filtran nuevas pautas de comportamiento, consumo, etcétera. Esta penetración alcanza incluso a los valores profundos de las comunidades que reciben los impactos tecnológicos, en un proceso en el que la nueva tecnología lleva consigo, arrastra, toda una concepción del mundo, una cosmovisión, que tarde o temprano acaba por imponerse. Ello explica los procesos de aculturación que han experimentado comunidades no industrializadas que, al recibir ayudas tecnológicas pensadas desde fuera, desde otros contextos culturales más fuertes, terminaron por perder elementos esenciales de sus propias culturas. Por ello las opciones tecnológicas deben contemplarse siempre contextualizadas, valorando no sólo los efectos positivos que comportan sino también sus impactos sobre los ecosistemas y las culturas locales. Porque, si es cierto que todo modelo social tiene su correlato en un determinado modelo tecnológico, no es menos verdad que el modelo tecnológico puede constituirse en verdadero modelador del sistema social; tan fuerte es su influencia. Las reflexiones de Galtung (1979) al respecto fueron formuladas con rigor hace años y tienen todavía
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plena vigencia. Él nos ayuda a comprender cómo el mapa cognoscitivo occidental se filtra, junto con nuestra penetración tecnológica, modificando las categorías espacio-tiempo, las formas de conocimiento y las relaciones inter e intraespecíficas en los contextos en que se asienta. Desde esta perspectiva, sería, a su juicio, posible considerar dos tipos de tecnologías: las compatibles, cuyas técnicas se adaptan bien a los contextos en que van a ser aplicadas, sin requerir cambios estructurales en los mismos, y las que podríamos denominar incompatibles, en las que el receptor, más débil cultural y económicamente, se ve obligado a replantear su estructura social y cognoscitiva, en un proceso de adaptación forzosa en el que los patrones culturales del centro se imponen a la realidad de las periferias locales y la modifican. Junto con el problema de la compatibilidad está el problema del acceso a los avances tecnológicos. Esta es, a nuestro modo de ver, una cuestión radical para comprender el actual panorama del planeta. Se trata de establecer, en este caso, cuáles deberían ser las condiciones para que comunidades necesitadas de determinadas innovaciones tecnológicas pudieran acceder a ellas en las mejores condiciones posibles. Parece que tal acceso, consecuentemente, debería estar guiado por la demanda, de modo que, aunque los países y los grupos actuasen con créditos externos de ayuda al desarrollo, pudiesen elegir de facto las opciones tecnológicas, interpretando las demandas y necesidades reales de sus comunidades. La práctica internacional nos muestra sin embargo un panorama bien diferente, en el que los fondos de ayuda al desarrollo1 se destinan las más de las veces a dar salida a los excedentes tecnológicos de los países industrializados, incluso exportando tecnologías que se han mostrado inadecuadas ya en otros contextos y poniendo el énfasis en la venta de tecnología militar. Cuando países pobres y empobrecidos gastan sus ayudas para el desarrollo en la compra de armamento y siguen careciendo de potabilizadoras de agua, es que algo no funciona. Pero la realidad nos muestra ésta y otras muchas situaciones parecidas en numerosos pun-
tos del planeta. Del mismo modo, cuando las ayudas del Banco Mundial se condicionan a planes de ajuste estructural diseñados desde el exterior sin contar con las peculiaridades de las poblaciones afectadas, parece claro que el panorama internacional de transferencias económicas y tecnológicas debería ser revisado. La educación ambiental, en este ejercicio de reflexión ética que planteamos, puede y debe contribuir a esa revisión. Se trata de ayudar a las personas y los grupos a comprender la complejidad del entramado tecnológico, la importancia de sus impactos y el alcance de las decisiones que se toman en esta área. La pregunta radical que conviene hacerse no es respecto a los medios (es decir si una nueva técnica, un nuevo instrumental, nos resuelven el cómo afrontar un problema), sino respecto a los fines (los por qué y para qué vamos a intentar resolver el problema de esa manera). Y si, tras responder a tales preguntas, se decide seguir adelante, entonces todavía es preciso ver si existen otras tecnologías alternativas y comparar los costos no sólo económicos sino ecológicos y sociales de unas y otras. Si un modelo tecnológico incentiva el consumo de capital natural; si acentúa la presión cultural de Occidente sobre contextos no occidentalizados; si refuerza los sistemas centro-periferia en el acceso al conocimiento y los recursos… entonces parece que debería ser confrontado con otros modelos en los que el consumo de Naturaleza fuese más reducido; en los que se reciclasen recursos, se respetasen las culturas locales y se contribuyese al reforzamiento de la autonomía y el desarrollo endógeno. Todo ello es un reto y una tarea sugerente para el educador o educadora ambiental. Porque, concluyendo de nuevo con Galtung (1979), es posible explicitar algunas condiciones que podemos exigir a la tecnología, tales como: • Que permita producir para la satisfacción de las necesidades de todos. • Que permita conservar los equilibrios ecológicos fundamentales. • Que sea compatible con las culturas de los contextos en que se implanta.
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En España estos fondos se distribuyen a través de los denominados Créditos FAD.
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y Agencia Española de Cooperación Internacional
a llamada revolución verde consiste en un conjunto de transformaciones agroproductivas derivadas de la introducción de técnicas que tienden a maximizar a corto plazo los rendimientos efectivos de algunos cultivos comerciales. Desde el punto de vista tecnológico, implica la adopción de un paquete integral caracterizado por la utilización de semillas de alto rendimiento, obtenidas a través de un proceso de selección genética, y la abundante utilización de insumos variados: fertilizantes, agua para riego, pesticidas y plaguicidas. Aunque algunos de sus componentes tecnológicos son de utilización antigua, la revolución verde, como enfoque productivo integral, tiene sus orígenes en los esfuerzos que desarrollaron en México los científicos de la Fundación Rockefeller a partir de 1943.1 Esta misión agrotécnica estadounidense tuvo un impacto decisivo en la orientación de la agroproducción de índole comercial en México, y muy pronto logró la difusión mundial del planteamiento que preconizaba. La revolución verde implica un verdadero paradigma agronómico, que en lo esencial consiste en hacer abstracción de la mayor parte de los componentes de un sistema agroproductivo concreto, para concentrarse en la maximización del desarrollo vegetal posible a partir de un material germoplásmico previamente seleccionado. Quedan implícitamente excluidos de este paradigma: la evolución a largo plazo de los agroecosistemas y el análisis de su sustentabilidad, las relaciones sociales de producción, la organización del sistema productivo, las diversas
modalidades de tenencia de la tierra, la dimensión cultural de los procesos (por ejemplo, las etnociencias presentes en el mundo campesino), los aspectos institucionales y políticos que enmarcan la producción e incluso una buena parte de los elementos del análisis económico de la agroproducción. El paradigma en cuestión presupone de hecho unidades productivas de estricta orientación comercial, sin restricciones de capital, y en condiciones ambientales óptimas. Asume este paradigma que, de alguna manera, todo incremento notable en la productividad física y económica de cualquier cultivo tendrá que beneficiar a las sociedades rurales locales, aunque no considera de su incumbencia el análisis de los mecanismos a través de los cuales se podría materializar y generalizar este beneficio. La misión agronómica de la Fundación Rockefeller centró en México su atención en algunos cultivos: (maíz, trigo, sorgo, cebada), y promovió además el desarrollo de la ganadería. Las cuestiones fundamentales relacionadas con las estrategias agroproductivas y la utilización del suelo, que dominarían la problemática del agro mexicano en la segunda mitad de este siglo, se analizaron ya en la década de los años cincuenta en el marco del Programa Agronómico Mexicano (PAM) de la Fundación Rockefeller, que se insertó en la Secretaría de Agricultura a través de una Oficina de Estudios Especiales. La identificación entre los intereses representados por el paradigma de la revolución verde y los de los grupos sociales que a partir de 1940 adquirieron en el país un predominio económico y político, determinaron el éxito que al-
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PNUMA-MOPU y Agencia Española de Cooperación Internacional, “La revolución verde”, en Desarrollo y medio ambiente en América Latina y el Caribe. Una visión evolutiva, Madrid, Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo [España] (MOPU), 1990, pp. 125-128. 1
Los primeros contactos entre autoridades estadounidenses y mexicanas para establecer un programa agrícola conjunto tuvieron lugar en 1941, recién concluido el periodo presidencial del general Lázaro Cárdenas. El vicepresidente de Estados Unidos, Henry Wallace, desempeñó un papel relevante en la intervención de la Fundación Rockefeller en lo que se denominó “Programa Agrícola Mexicano”.
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Superficie irrigada en América Latina y el Caribe 16
Miles de hectáreas
14 12 10 8 6 4 2 0
1970
1975
1980
1985
Fuente: CEPAL, Anuario Estadístico de ALyC, edición 1988, Santiago de Chile, febrero de 1989.
canzó dicho paradigma en la conducción del sector moderno de la agroproducción. La revolución verde ha sido objeto de intensas críticas por parte de analistas interesados en evaluar sus implicaciones sociales. Constituye hoy un lugar común afirmar que no está al alcance de la mayor parte del campesinado de la región, el cual quedaría al margen de sus beneficios potenciales. Sin embargo, algunas críticas van más allá, y sobre la base de minuciosos análisis de casos, establecen que el problema no radica en la exclusión de los beneficios, sino en la generalización de los perjuicios. En efecto, bajo determinadas circunstancias, los grupos campesinos tradicionales, mayoritarios en amplias zonas del espacio rural regional, se ven directamente perjudicados por la implantación del paradigma de la revolución verde en los espacios de la agroproducción comercial. Se ha insistido también en el incremento de la dependencia respecto a los países industrializados que determina la nueva orientación tecnológica a través de su creciente demanda de insumos importados. Estos planteamientos críticos no provienen sólo de sectores académicos radicales: su expresión más acabada se encuentra en los trabajos desarrollados por el Instituto de Investigación de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD, con
sede en Ginebra, Suiza).2 Es de destacar que los precedentes más notables de esta corriente crítica se encuentran en el seno mismo de los asesores de la Fundación Rockefeller.3 El conocido geógrafo e historiador Carl Sauer se dirigía ya en 1941 a las autoridades de la fundación, para llamar su atención respecto a las implicaciones sociales negativas que tendría una orientación tecnológica agroproductiva como la que ya entonces se proponía. Es larga la lista de consultores o funcionarios que, desde distintas perspectivas, manifestaron una posición crítica respecto a la orientación productivista dominante en el PAM. Aunque ninguno de ellos manifestaba ideas radicales, fueron sin embargo excluidos del programa. En los primeros años de la década de los sesenta se concretaron importantes cambios institucionales que implicaron el triunfo de la orientación dominante. En 1966 se creó, sobre la base del PAM, el Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y el Trigo (Cimmyt). El Plan Puebla, que intentó promover la producción comercial de maíz en un medio constituido por agricultores de subsistencia, fue el primer proyecto de envergadura de la nueva institución. Se produjo entonces una tensión significativa entre los grupos científicos dedicados, respectivamente, al maíz y al trigo. Los primeros, dirigidos por Edwin Wellhausen, no podían hacer abstracción del medio sociocultural característico del mundo campesino y empezaron a manifestar dudas respecto a los beneficios de la denominada agricultura científica, mientras los segundos, encabezados por Norman Borlaug, se atenían estrictamente al paradigma de lo que ya se conocía como revolución verde. A pesar de las críticas, que arreciaron en los años setenta, este paradigma acabó por imponerse. El efecto social disruptivo de la revolución verde no pasó desapercibido para sus promotores, quienes lo presentaron como el ineludible costo social del progreso científico y de la modernidad.4 Es interesante observar que el ya enorme acervo crítico suscitado por la revolución verde ha tendido a
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Veáse al respecto: K. Griffin, The Green Revolution: an Economic Analysis, Ginebra, UNRISD, 1972. C. Hewitt de Alcántara, Modernizing Mexican Agriculture: Socieconomic Implications of Technological Change, 1940-70, Ginebra, UNRISD, 1976. A. Pearse, Seeds of Plenty, Seeds of Want. Social and Economic Implications of the Green Revolution, Oxford, Clarendor Press, 1980. La mejor reseña de los orígenes de la revolución verde se encontrará en: B.H. Jennings, Foundations of International Agricultural Research. Science and Politics in Mexican Agriculture. Westview Special Studies in Agriculture Science and Policy, Bouder, Colorado, Westview Press, 1988. R. L. Brown et al., The Social Impact of the Green Revolution, Nueva York,The Camegie Endowment for International Peace, 1971. El autor principal ubica en la estabilización del crecimiento poblacional la solución última del problema alimentario, y sintetiza su inquietud en la última frase de su contribución: Can we manage progress or not?, en la que sin la menor sombra de duda, el progress se identifica con la revolución verde.
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centrarse en la dimensión socioeconómica del problema. Sin embargo, los problemas ambientales que genera dicha orientación agronómica, aunque son de una magnitud nada despreciable, no han recibido una atención proporcional a su importancia. En primer lugar, cabría destacar la pérdida de diversidad biótica aceptada por el paradigma dominante. Las etnociencias campesinas permitían manejar una extraordinaria variedad de cultivos, que materializaban esfuerzos ancestrales y multidireccionales de domesticación de especies vegetales. Todavía hoy, los cada vez más escasos huertos familiares campesinos presentan una riqueza biótica inestimable. En el seno de una misma especie, los cultivadores campesinos suelen distinguir también un conjunto muy amplio de variedades, cuyas propiedades se asocian a condiciones ambientales muy específicas. La agricultura comercial que surge del paradigma de la revolución verde se centra en cambio en monocultivos monoclonales. La selección clonal se efectúa desde luego en función de la obtención no sólo de una productividad máxima, sino de una adecuada resistencia a la enfermedad que ha dominado en la especie en cuestión. Las semillas mejoradas, más costosas y difíciles de obtener, sólo son redituables cuando se desarrollan en un medio óptimo, cercano a condiciones de laboratorio que se parecen muy poco a las condiciones reales de la mayor parte de los terrenos agrícolas. La resistencia lograda frente a la enfermedad tradicional es muy selectiva, y suele servir de poco frente a nuevos agentes invasores. Se multiplican así otras enfermedades y plagas cuyo combate implica la utilización creciente de insumos agroquímicos. El problema de la contaminación adquiere visos de suma gravedad a partir de la implantación del paradigma dominante. Fertilizantes, pesticidas, plaguicidas, herbicidas, se esparcen de manera casi incontrolada sobre enormes extensiones. En las regiones tropicales húmedas el problema se agudiza por la intensidad de las precipitaciones y la fuerza de la escorrentía. El paradigma de la revolución verde incrementa en forma extraordinaria la vulnerabilidad de los agroecosistemas, en virtud de su acusada simplificación y artificialización. En última
La revolución verde
instancia, si se imponen estándares mínimos de calidad ambiental y éstos se respetan, el problema es económico: el paradigma en cuestión converge rápidamente hacia límites de incosteabilidad. El pensamiento neoliberal parece haber asimilado hoy el paradigma de la revolución verde. Se produce así una contradicción teórica insalvable entre la defensa de las virtudes autorreguladoras de los mecanismos de mercado, concebidos como naturales, y el fomento de agroecosistemas totalmente artificializados, que sólo pueden perdurar sobre la base de constantes subsidios e intervenciones humanas. La difusión de la orientación agroproductiva derivada de la revolución verde fue bastante rápida en América Latina, en función del agotamiento del proceso más fácil y seguro de expansión de la frontera agrícola. Se prefirió entonces intensificar la utilización de las áreas agropecuarias existentes, antes que aventurarse a ocupar espacios nuevos cuyas características edáficas auguraban un incierto destino agroproductivo. La modernización agrícola se inició pues en México, sobre todo durante la década de los años sesenta, y se fue expandiendo de manera puntual y selectiva, hasta hacerse presente en la casi totalidad de los países de la región. Los últimos países en fomentar procesos de modernización agroproductiva fueron tal vez Chile, Guyana y Uruguay.5 La evolución de la utilización de insumos para la agroproducción ha sido, hasta el desencadenamiento de la crisis actual, bastante espectacular en la región. En 1984 se utilizaron en América Latina 20 veces más fertilizantes y 25 veces más pesticidas que en 1950. Entre 1951 y 1972 la tasa de crecimiento promedio del consumo de fertilizantes ascendió en la región a 13.9% anual, aunque su uso se concentró en algunos países y en algunos productos. Los cultivos de exportación acapararon en gran medida los beneficios de la fertilización. El tema de los pesticidas y plaguicidas ha sido objeto de una creciente atención mundial. Numerosas publicaciones nos exoneran de reproducir aquí la historia de su utilización. Bastará con recordar los estudios centrados en el caso del cultivo del algodón, que
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Véase O. Brasky y M. Piñeiro, Evolución de la productividad y el cambio técnico en el sector agropecuario de América Latina, Buenos Aires, CICE, diciembre de 1985.
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en México y Centroamérica conlleva la utilización de crecientes cantidades de agroquímicos. En El Salvador, el auge algodonero de mediados de siglo tuvo implicaciones ambientales de suma gravedad.6 El agroecosistema algodonero es mucho más inestable que el cafetal, que hasta entonces había predominado como cultivo comercial para la exportación. Hasta la aparición del DDT en los años cuarenta, los cultivadores de algodón sólo se preocupaban por el picudo (Anthonomus grandis ), que quitaban a mano. El DDT empezó haciendo milagros; pero también los hizo muy pronto el picudo, que adquirió resistencia no sólo frente al DDT, sino también frente al alud de los insecticidas que fueron entrando en circulación, no todos ellos autorizados en los países industrializados: aldrín, dieldrín, toxafeno, heptacloro, etcétera. Se rompió la soledad del picudo: el gusano cogollero, los ácaros rojos, la mosca blanca, los gusanos soldados, el perforador de la hoja, vinieron a hacerle compañía y desarrollaron resistencias similares. Los poderosos insecticidas fosforados (paratión, malatión) y los carbamatos resultaron también ineficientes para controlar la avalancha biológica que amenazaba el futuro del oro blanco. No fue desde luego por mezquindad en su aplicación: se llegaron a realizar hasta 45 aplicaciones de pesticidas por temporada. La adquisición y utilización de plaguicidas llegó a representar más de la mitad de los costos de producción, que ascendieron a un millar de dólares por manzana. El cultivo del algodón se enfrentó en El Salvador a una verdadera calamidad económica que detuvo en seco su auge; sin embargo, la fractura ecológica llegó a ser todavía mucho más impresionante. Entre 1969 y 1972 se registraron más de 4 000 casos de intoxicaciones y tres decenas de fallecidos por esta misma razón. En casi todas las zonas algodoneras de México se ha utilizado durante varios años el Galecron o Fundal, pesticida que se fabricaba en Suiza, pero que estaba prohibido en ese país.7 Su principio activo, el CDF o
Consumo total de fertilizantes en América Latina y el Caribe
8000
Miles de toneladas
6000 4000 2000 0
1975-1976
1980-1981
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Fuente: CEPAL, Anuario Estadístico de ALyC, edición 1988, Santiago de Chile, febrero de 1989.
clorfenamidina, es un poderoso tóxico cancerígeno. Se esparcía con generosidad desde avionetas fumigadoras. Los trabajadores de las pistas eran los más expuestos a su acción, sobre todo por la ausencia generalizada de precauciones con que se manipulaban los contenedores. Los llamados banderilleros (los trabajadores que indican en tierra al piloto las maniobras a efectuar) recibían abundantes rociadas, y arriesgaban por ello su vida más que los toreros. Hacia 1980, América Latina ejercía un gasto anual de más de 1 200 millones de dólares en pesticidas; la cifra correspondiente a 1985 rebasaba los 2 000 millones de dólares. La legislación ambiental referida al uso de agroquímicos suele ser o muy incompleta o muy poco respetada en muchos de los países de la región. El célebre texto de R. Carson, “La primavera silenciosa”, publicado en 1962, no pareció causar en la región el mismo impacto que en otras. En muchos casos los problemas de contaminación por agroquímicos han visto la luz pública cuando los países industrializados, que fabrican y exportan dichos insumos, rechazan partidas importadas de productos agrícolas regionales por no cumplir con su propia normativa ambiental.
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La información que aquí se presenta proviene de un trabajo de título significativo: J.R. Quezada, “Base ecológica de la violencia en El Salvador: una propuesta de restauración ambiental del país”, en Presencia, núm. 4, enero-marzo de 1989, pp. 106-123, San Salvador, El Salvador, Cenitec. La Dirección de Sanidad Vegetal de México autorizó su uso en 1972. Ciba-Geigy dejó de producirlo en 1976. Veáse el detallado trabajo de K. Schpfer, “Cuidado, Galecron”, en Papalotl, octubre-noviembre de 1983, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco. El autor conocía las dos puntas del proceso productivo del Galecron: trabajó como bioquímico en los laboratorios Ciba-Geigy en Basilea, Suiza, renunció y se desplazó después a las zonas de utilización en México, para estudiar sus efectos sobre los trabajadores algodoneros.
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La necesidad de modernizar e introducir principios científicos en la producción agrícola regional está fuera de discusión; pero existen muchas formas concretas de desarrollar este empeño, no todas ellas apropiadas. No se discute aquí la calidad de la investigación científica que llevaron a cabo los pioneros de la
La revolución verde
revolución verde y los fabricantes de agroquímicos. Lo que resulta discutible es más bien la orientación de la política científica implícita en aquellas investigaciones. En última instancia, en la carencia de sustentabilidad a largo plazo radica la falla principal de la forma hoy predominante de modernización agroproductiva.
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